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-The Project Gutenberg EBook of Historia de las Indias, Volume 3 (of 5), by
-Bartolomé de las Casas
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and most
-other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of
-the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll have
-to check the laws of the country where you are located before using this ebook.
-
-Title: Historia de las Indias, Volume 3 (of 5)
-
-Author: Bartolomé de las Casas
-
-Release Date: September 30, 2016 [EBook #53171]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK HISTORIA DE LAS INDIAS, VOL 3 ***
-
-
-
-
-Produced by Giovanni Fini, Josep Cols Canals, Biblioteca
-Digital Hispánica and the Online Distributed Proofreading
-Team at http://www.pgdp.net
-
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-
-
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-
- NOTA DEL TRANSCRIPTOR:
-
-—Los errores obvios de impresión y puntuación han sido corregidos.
-
-—Se ha mantenido la acentuación del libro original, que difiere
-notablemente de la utilizada en español moderno.
-
-
-
-
- HISTORIA
-
- DE
-
- LAS INDIAS.
-
-
-
-
- HISTORIA
-
- DE
-
- LAS INDIAS
-
- ESCRITA POR
-
- FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
-
- OBISPO DE CHIAPA
-
- AHORA POR PRIMERA VEZ DADA Á LUZ
-
- POR
-
- EL MARQUÉS DE LA FUENSANTA DEL VALLE
-
- Y D. JOSÉ SANCHO RAYON.
-
- TOMO III.
-
- MADRID
-
- IMPRENTA DE MIGUEL GINESTA
- calle de Campomanes, núm. 8.
-
- 1875.
-
-
-
-
-ADVERTENCIA PRELIMINAR.
-
-
-El Argumento del libro II de esta Historia, que nos dejó hecho su
-Autor, y que, adicionado con el número del capítulo en que cada uno de
-los sucesos en él extractados se refiere, imprimimos á continuacion,
-facilitará á nuestros lectores el uso del Índice del presente tomo.
-
-Varios de los capítulos no han tenido cabida en dicho Argumento, por
-resultar en él omitido lo que aquellos contienen; para subsanar esta
-falta indicaremos aquí ligeramente la materia de que tratan:
-
-Vuelto Cristóbal Colon á Sevilla, despues de muerta su protectora la
-Reina Católica, hace vivas gestiones con el Rey para que le mande
-guardar sus privilegios, restituyéndolo, en su hijo, en las mercedes y
-en la posesion de sus títulos y dignidad (37), muriendo, sin conseguir
-nada, en 20 de Mayo de 1506, en Valladolid(38). Concede el Papa á los
-Reyes los diezmos de Indias; descubrimiento de una gran parte de la
-costa de Yucatan por Juan Diaz de Solís y Vicente Yañez Pinzon(39).
-Estado de la isla Española, durante la gobernacion del Comendador Mayor
-(40 al 42), y despues, en tiempo del segundo Almirante, D. Diego Colon,
-con noticia de varias intrigas movidas contra él por sus enemigos,
-hasta que le llamaron los Reyes (53). Relacion bastante extensa de las
-expediciones de Hojeda y Nicuesa, á Urabá y Veragua, de cuyo principio
-se dió noticia en el cap. 52, concluyendo el libro con el desgraciado
-fin de ambos conquistadores y de casi todos los que fueron con ellos
-(57 al 68).
-
-En los veinticuatro capítulos del libro III, incluidos tambien en este
-tomo, despues de darse curiosas noticias sobre las primeras Iglesias
-Catedrales y Obispados de Santo Domingo y San Juan de Puerto Rico (1.º
-y 2.º), se refiere el malísimo efecto producido entre los españoles
-de la primera de aquellas islas por dos sermones que predicó el padre
-fray Antonio Montesino, quejándose del mal tratamiento que daban á los
-indios (3 al 5); de resultas de lo cual vienen á Castilla el padre
-Montesino y fray Alonso del Espinal, y, despues de varias consultas y
-pareceres encontrados, se promulgan en Búrgos en 27 de Diciembre de
-1512 unas leyes sobre el repartimiento de los indios, para que fuesen
-convertidos y bien tratados, las cuales censura amargamente nuestro
-Autor, y poco despues, en 28 de Julio de 1513, una «Declaracion y
-moderacion» de las mismas (6 al 19). Dáse noticia del descubrimiento
-de la Florida por Juan Ponce de Leon (20) y de varios sucesos en la
-isla de Cuba (21), de la cual se hace una curiosa descripcion(22 al 24).
-
-Acompaña á este volúmen un _facsimile_ foto-litografiado de la
-Dedicatoria al Colegio de San Gregorio de Valladolid, con que Las Casas
-encabeza el segundo libro de su Historia, igual en un todo, hasta en la
-fecha, á la del libro I, para que nuestros lectores conozcan la letra
-del Obispo.
-
-
-
-
-ARGUMENTO DEL LIBRO SEGUNDO
-
-
-El libro II conterná la historia de diez años, comenzando del año de
-1501, por todo el de 10 inclusive, puesto que algunas de las cosas
-que al principio contaremos comenzaron ántes que saliese el de 500,
-pero porque ésto acaeció pocos dias por andar del año, y duraron por
-el de 501, pareció, por evitar confusion compartillas, comenzallas y
-continuallas hasta darles fin, en este libro II.
-
-Tratarse há del estado desta isla despues que al Almirante llevaron
-preso á Castilla, gobernándola Bobadilla (capítulo 1.º). De algunos
-descubrimientos, ó por decir más propiamente, segun arriba dijimos,
-seguimientos, de lo que el Almirante habia descubierto (2). De cómo los
-Reyes mandaron restituir al Almirante sus bienes y escripturas, y todo
-lo que le habia tomado Bobadilla (4). De la provision que hicieron los
-Reyes de otro Gobernador, que fué un Comendador de Lares, de la Órden y
-Caballería de Alcántara, que se llamó don fray Nicolás de Ovando (3 y
-6). De la venida de la Orden de Sant Francisco á esta isla (3). Del fin
-que hizo el comendador Bobadilla y Francisco Roldan (5).
-
-Del cuarto viaje que hizo el Almirante, de la costa de la mar que
-anduvo, hasta dónde llegó, y de la provincia de Verágua (5, y 20 al
-29). De como á la vuelta que hizo, y llegó á Jamáica, se le alzaron
-ciertos rebeldes, y de las angustias y aflicciones que allí pasó (29
-al 36). De como el Comendador de Lares repartió á los españoles todos
-los indios desta isla, sin dejar alguno, contra la intincion y mandado
-de la reina Doña Isabel, por lo cual fué causa de perecer toda la
-gente desta isla, y por la misma causa que por ésto dió se introdujo
-el repartimiento de los indios á los españoles, que despues llamaron
-Encomiendas, en todas las Indias, y, por consiguiente, fué principio y
-causa eficacísima que hayan perecido en todo este orbe tantos millones
-de gentes, como abajo parecerá (13 y 14). De las guerras injustas que
-el dicho Comendador de Lares hizo á los vecinos naturales dellas, y las
-crueldades que en ellas se hicieron (7 al 10 y 15 al 18).
-
-Como desta isla Española salió y procedió la pestilente y mortífera
-ponzoña causativa de todos los males y estragos, y perdicion, que ha
-vaciado de sus pobladores todas estas Indias, conviene á saber, las
-conquistas y el repartimiento de los indios, dos cosas que, si en todo
-lo poblado del mundo se hobieran introducido y durado lo que en estas
-Indias dura hoy, no hobiera ya memoria del linaje humano (11, 12 y 19).
-De cómo engañaron al rey D. Hernando para que diese licencia para traer
-los moradores de las islas de los Lucayos á ésta, para servirse dellos,
-y de los estragos y perdicion que en aquellas inocentísimas gentes se
-hicieron, y como al cabo perecieron todas en muy breves dias (43 al 45).
-
-De la ida primera de los cristianos á conquistar y repartir la gente
-de la isla de Sant Juan (46). De como el Comendador de Lares, que ya
-era Comendador Mayor, envió á bojar y rodear la isla de Cuba, que hasta
-entónces no se sabia si era isla ó tierra firme (41). De la venida del
-almirante D. Diego Colon, hijo y primer sucesor del Almirante primero
-que este mundo descubrió (47 al 51). De la venida y armada de Nicuesa
-para ir á conquistar y poblar á la provincia de Verágua (52). De la
-armada que le vino á Hojeda de Castilla, estando él en esta isla, para
-ir á conquistar y poblar la provincia y golfo de Urabá (52). De como
-envió el almirante D. Diego á poblar de españoles á la isla de Sant
-Juan (55). De como envió el almirante D. Diego á poblar á la isla de
-Jamáica (56). De la venida de la Orden de Sancto Domingo á esta isla, y
-de la primera Misa nueva que se cantó en ella (54). De como se acordó
-enviar procuradores á Castilla, sobre que concediese el Rey á los
-españoles desta isla el repartimiento perpétuo, quiero decir, que les
-diesen los indios perpétuos, que los Gobernadores no se los pudiesen
-quitar una vez dados, ó por ciertas vidas (52).
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-HISTORIA
-
-DE LAS INDIAS.
-
-
-
-
-LIBRO SEGUNDO.
-
-
-
-
-CAPÍTULO PRIMERO.
-
-
-Despues de la partida de las dos carabelas, en que envió presos
-el comendador Bobadilla al Almirante y á sus hermanos, trabajó de
-contentar en cuanto pudo á los españoles que aquí estaban, que serian
-por todos hasta 300 hombres, porque este era el número que el Almirante
-habia informado á los Reyes que bastaban, para tener la isla y las
-gentes della sojuzgadas; y así, mandaron los Reyes que aquestos 300
-hombres con su sueldo, y parte con el del Almirante, como arriba ha
-parecido, se sustentasen: porque bastaban y sobraban estos, y muchos
-ménos que estos, para no sólo tener los indios pacíficos, sino llevaran
-el camino que llevaron, pero áun para sojuzgallos y matallos á todos,
-como al cabo los mataron, porque, teniendo 20 ó 30 caballos, bastaban
-para los hacer á todos pedazos, mayormente habiendo amaestrado los
-perros que tenian, porque con un perro, que un español consigo llevase,
-iba tan seguro como si fuesen con él 50 y 100 cristianos. Y esto es,
-áun á los ciegos de sus errores y pertinacia, más que claro, porque
-una gente en cueros desnuda, sin otras armas defensivas ni ofensivas
-más de sus flechas y arcos y unas varas tostadas, y sin fortalezas
-ni muros de piedra tajada, sino en casas de paja, ¿qué ofensa pueden
-hacer, ni defensa podrán tener contra gente armada de hierro, de
-que son nuestras armas, con arcabuces, y entónces espingardas, con
-caballos y lanzas, que en dos horas alcanza y alancea un mil y dos mil
-hombres, y desbarrigan y despedazan cuantos quieren con las espadas?
-Por lo dicho parece ser error el de Oviedo en su Historia, libro III,
-cap. 4.º, donde dice que sin la gente que vino con los tres navíos
-que despachó el Almirante desde la Gomera, cuando fué á descubrir á
-Paria, esta isla se despoblara, quiere decir de cristianos, y que se
-puede afirmar que por aquel socorro fué restaurada la vida de los
-que acá estaban, y se sostuvo y no se perdió totalmente esta isla,
-porque dicen que no osaban salir desta ciudad, ni pasar el rio desta
-otra parte. Todo este encarecimiento endereza Oviedo, como todas sus
-historias, para excusar las tiranías de los españoles, y acusar y
-abatir estas tristes gentes desmamparadas. Manifiesto es, por infinitos
-testimonios y argumentos arriba traidos, la mansedumbre, y pacífica
-y modesta natural cualidad y condicion de los habitadores naturales
-desta isla, y las pocas y leves, y cuasi ningunas, armas que tenian, y
-cuánto nosotros con las nuestras les excediamos, y que, si viviéramos
-con ellos segun cristianos, no tuviéramos necesidad de armas, ni
-arcabuces, ni caballos, ni perros bravos, para todos atraellos. Despues
-ya de, habiéndolos así exacerbado, estragado, muerto, despedazado y
-destruido, que probasen á matarnos si pudiesen, uno aquí y otro allí
-(porque muchos de nosotros juntos, ni que fuesen 30 juntos, si no los
-tomaban durmiendo por ninguna industria podian), no era maravilla;
-y así es cierto esto, que pocas veces se vido en todas estas Indias
-que 50 ni 40 hombres juntos los matasen los indios, como adelante,
-placiendo á Dios, se verá, mayormente habiendo entre ellos algunos de
-caballo, si estuvieron sobre aviso. Así que, 300 hombres eran muchos
-para defenderse y para matar todos los indios desta isla, los cuales
-acá estaban ántes que aquellos que el Almirante envió y él llegase,
-y si los envió y trujo, no fué porque fuesen más de 300 necesarios,
-sino para enviar los flacos y enfermos, y los que morian por se ir á
-Castilla, como arriba ha parecido. Tornando, pues, al propósito, como
-el comendador Bobadilla quisiese agradar los 300 hombres que en esta
-isla quedaban, lo primero determinó en breve los procesos de los que
-estaban para ahorcar, y de Francisco Roldan y los demas que se habian
-alzados, los cuales yo vide, no muchos dias despues, sanos y buenos, y,
-como si no hobieran hecho nada, en sus casas contentos y honrados; no
-supe ni oí que les hobiese dado alguna pena, porque en aquel tiempo no
-tenia yo tal cuidado, ni se me dió nada por sabello. Con las libertades
-y favores que á todos aquellos 300 dió el comendador Bobadilla, de
-que no pagasen del oro que cogiesen, sino de 11 pesos uno, y ellos no
-hobiesen ni pensasen de irlo á cavar, pedíanle que les diese indios
-para que se lo sacasen y hiciesen labranza del pan. Mandó ó aconsejó
-que se juntasen de dos en dos, haciendo compañía en las haciendas
-y ganancias que granjeasen, para las cuales les señaló la gente de
-tal y tal Cacique y señor, y así á todos, muy á placer dellos, los
-contentó. Aquí viérades á la gente vil, y á los azotados y desorejados
-en Castilla, y desterrados para acá por homicianos ó homicidas, y que
-estaban por sus delitos para los justiciar, tener á los Reyes y señores
-naturales por vasallos, y por más que bajos y viles y criados. Estos
-señores y Caciques tenian hijas ó hermanas, ó parientas cercanas, las
-cuales luego eran tomadas, ó por fuerza ó por grado, para con ellas
-se amancebar; y así, todos estos 300 hidalgos estuvieron algunos años
-amancebados y en continuo pecado mortal de concubinaria maldad, sin los
-grandes pecados que cada dia y hora cometian, por ser opresores destas
-gentes y tiranos. Estas señoras, que tenian por mancebas, llamaron sus
-criadas, y así, tan sin vergüenza, delante unos de otros, decian, mi
-criada fulana, y la criada de fulano, como si dijera, mi mujer y la
-mujer de fulano. El Comendador hacia desto, al ménos para remediallo
-y evitallo, poco caudal; deciales muchas veces: «aprovechaos cuanto
-pudiéredes, porque no sabeis cuánto este tiempo os durará», de los
-trabajos y sudores, aflicciones y muertes de los indios, haciendo
-poco caso. Ellos, por tales favores y ayuda, esfuerzo y consejos, lo
-adoraban y era dellos muy amado; cognoscian cuán más larga licencia
-tenian agora, para vivir en la ley que escogian, que en el tiempo del
-Almirante, porque el triste del Almirante, aunque por la ceguedad que
-tenia, como todos entónces tuvieron, y que hasta estos tiempos nos ha
-penetrado, y por el ánsia de contentar á los Reyes, como arriba se ha
-explanado, de grandes é irreparables males y daños hechos á los indios,
-fué causa, empero, si algunos daños que los españoles les hacian,
-disimulaba, y tambien si dió licencia ó señaló á Francisco Roldan y á
-otro alguno, que algun Cacique y señor, con su gente le hiciese alguna
-labranza, y que le cogiesen algunos indios oro, parece ser esto raro
-y muy raro, y cuasi por fuerza, por verse constreñido á contentallos,
-por los levantamientos pasados, al ménos aquellos pecados viles, y la
-vida tan suelta y tan ancha que tenian los que se llamaban cristianos,
-no dejaba de abominalla; y porque no puede un hombre pecador, ni una
-gente inficionada en uno ó en más pecados, parar en aquellos, sino que
-la fuerza dellos, en mayor gravedad y número, ha de derrostrallos, no
-hicieron por muchos años más cuenta ni escrúpulo de guardar cuaresmas,
-ni viérnes, ni sábados, cuanto al ayunar y comer carne, que los dias de
-Pascua. Como se vian ya señores de los señores y naturales, y servidos
-y temidos de todas sus gentes, chicos y grandes, porque delante
-dellos les temblaban las carnes, por las crueldades hechas en las
-guerras pasadas, que cuando se les antojaba las renovaban presentes,
-mayormente si la señora, hija ó hermana del señor, el español la tenia
-para sí ocupada por criada, creyendo que, segun sus costumbres, eran
-casados, cada dia iban creciendo en desconocerse á sí mismos, y en
-mayor soberbia y presuncion, y regalos y menosprecio destas naciones
-humílimas; levantándose, ya no curaban de andar á pié camino alguno,
-aunque no tenian mulas ni caballos, sino á cuestas de los hombros de
-los desventurados, si iban de priesa, ó como en literas, metidos en
-hamacas, si iban despacio, y los que los llevaban remudándose, con todo
-eso, habian de ir volando. Iban junto con él, indios que les llevasen
-unas ojas grandes de árboles para hacelles sombra, y otros unas alas de
-ansar, para hacelles aire; la recua de indios cargados, para las minas,
-de pan caçabí, con cargas de asnos, yo vide muchos, y muchas veces
-los hombros y las espaldas dellos, como de bestias, matadas. Donde
-quiera que llegaban, en pueblos de los indios, en un dia les comian y
-gastaban lo que á 50 indios abundara; el Cacique y todos los del pueblo
-habian de traer lo que tuviesen y andar bailando delante. No sólo
-estas obras de señorío y fausto vanísimo mostraban, pero tenian otras
-mujeres, sin la criada principal, oficialas, como fulana, la camarera,
-y fulana, la cocinera, y otros oficios semejantes. Yo cognoscí un
-oficial carpintero de hacer órganos, de los de aquel tiempo y en
-aquellos dias, que tenia destas mujeres oficialas. Dos maneras tenian
-de sirvientes; una, todos los indios, muchachos comunmente y muchachas,
-que habian tomado á sus padres andando por la isla matando y robando,
-los cuales tenian continos noches y dias en sus casas, y estos se
-llamaban naborías, que quiere decir en la lengua desta isla, criados;
-la otra era, los indios que les hacian las labranzas y cogian el oro,
-á temporadas, y se iban á sus pueblos despues de bien hambrientos,
-molidos, flacos y cansados. Y era cosa de reir ver su presuncion y
-estado vano como se aprobaba y autorizaba, con que no tenian una camisa
-de lienzo de Castilla que se vestir, ni capa, ni sayo, ni calzas, sino
-solamente una camisa de algodon encima de otra de Castilla, si la
-alcanzaban, y si nó, la de algodon sola y las piernas de fuera, y en
-lugar de borceguíes y zapatos, unas alpargates y unas antíparas. El
-tractamiento y consuelo que hacian y siempre hicieron á los tristes, en
-remuneracion de sus continos servicios y trabajos, era muchos azotes
-y palos, y otra palabra no oian de su boca sino, perro, y pluguiera
-á Dios que como á sus perros los tractaran, porque no mataran un
-perro por mil castellanos, y no tenian en más matar 10 y 20 indios
-cuando se les antojaba, á cuchilladas, y probando, por su pasatiempo,
-las fuerzas, ó los filos de las espadas, que si fuera matar gatos. A
-estos mismos acaeció, que dos muchachos, de hasta doce años, traian
-sendos papagayos, y tomáronselos dos que tenian nombre de cristianos,
-y por su placer, cortaron las cabezas á los muchachos. Otro tirano,
-porque se enojó de un Cacique, porque no le trujo ó no le dió lo que le
-demandaba, ahorcó 12 indios de sus vasallos, y otro 18, todos en una
-casa. Otro asaeteó un indio, con pregon, diciendo que lo sentenciaba
-porque no se dió priesa en traelle una carta que le enviaban. Deste
-jaez son infinitos los casos y hazañas que han en estas gentes nuestros
-cristianos celebrado. Padeciendo las gentes desta isla, estas y
-otras tales, segun arriba se ha mostrado, obras, no de hombres sino
-de diablos encarnados, como ellas eran mansísimas, humilísimas y en
-paciencia, nunca otras semejantes, desque más no podian hacer, habiendo
-probado sus guerrillas para se defender, huyéndose, principalmente
-á los montes, y teniendo experiencia que en ninguna parte podian de
-los españoles escaparse, sufrian y morian en las minas y en los otros
-trabajos, cuasi como pasmados, insensibles y pusilánimes degenerando,
-y dejándose morir, callando, desesperados; no viendo persona del mundo
-á quien se pudiesen quejar ni que dellos se apiadase. Provino de
-aquí, que ciegos hechos é insensibles los hombres desalmados, de no
-sentir en sí tan inexpiables pecados, faltándoles todo amor y temor de
-Dios, ni de hombres que los estorbase, no sólo los mataban sin algun
-escrúpulo ni pensar que en ello pecaban, pero, usando perversamente,
-de la paciencia, simplicidad natural, bondad, obediencia, mansedumbre
-y servicios destas gentes, tan continos é incesables, en lugar
-de admirarse, apiadarse y confundirse, y templar sus crueldades,
-menospreciáronlas y apocáronlas en tanto grado, que de bestias
-irracionales, en cuanto en sí fué, por todo el mundo las infamaron,
-y así fueron causa que se pusiese duda por los que no los habian
-visto, si eran hombres ó animales. De aquí sucedió otro peor error
-y ceguedad, lamentable, que hobo quien dijese que de la fe católica
-eran incapaces; herejía bestialísima, que con fuego se vengaría en
-el que con pertinacia la porfiase. Sucedieron muchos inconvenientes
-otros, como decir que habian menester tutores como niños, porque no
-sabian gobernarse, porque si los dejaban no trabajarian y morirse
-hian de hambre, todo enderezado á que de su poder no se los sacasen,
-y como nunca hobo quien volviese por ellos ni clamase, ántes todos
-han bebido de su sangre y comido de sus carnes, entablóse aquesta
-perniciosa infamia de tal arte, que, por muchos tiempos y años, los
-Reyes de Castilla y sus Consejeros, y todos géneros de personas,
-los tuvieron, estimaron y tractaron por tales, hasta que Dios puso
-á quien, como abajo parecerá, este sueño y tupimiento de juicio y
-falsedad averiguada, á los Reyes y al mundo declarase; no por ser
-ella de sí escura ni que tuviese necesidad de nuevo milagro y lumbre
-sobrenatural para alcanzarse, pues no hay rústico de sayago, que, no
-sólo la conozca, pero que de enseñalla á otros no pudiese jactarse,
-sino que, descubriendo la causa della ser y haber sido la vehemente,
-ciega y desordenada cudicia, de que proceden todos los daños y males,
-se fué advirtiendo el pasmo que se habia echado por los primeros
-tiranos y por todos los que en la misma damnacion sucedieron, que con
-las mismas obras nefandas lo confirmaron, y hobiese alguna esperanza
-que en algun tiempo se atajase. ¿Quién de los que algo saben ignora
-que áun los animos de los muy sábios y generosos hombres, degeneren
-y se hagan pusillos y tímidos y apocados, si son puestos en áspera y
-diuturna servidumbre, opresos, afligidos, amedrentados, atormentados, y
-siempre, por diversas vías ó maneras, maltratados, en tanto grado que
-se olviden de ser hombres, no pudiendo alzar sus pensamientos á otra
-cosa sino á la infelice, y dolorosa, y amarga vida que pasan? Y esta es
-la principal de las industrias de los tiranos, para en sus usurpados
-reinos sustentarse: oprimir y angustiar de contino á los más poderosos
-ó más sabios, porque, ocupados en llorar y gemir sus calamidades, no
-tengan tiempo ni corazon para pensar en su libertad, y así se acobardan
-y degeneran en tímidos y pusilánimos, como en los capítulos 27 y 36
-de nuestra otra Apologética historia se dijo largamente. Pues si los
-sabios, y muy sabios, aunque fuesen griegos y romanos (como están
-llenas las historias), muchas veces temieron esta adversidad por la
-misma causa y la padecieron, y otras muchas gentes la experimentaron,
-y los filósofos della hablaron, ¿qué podiamos pedir á estas
-humildes, mansas, suaves y desnudas naciones, que tantos tormentos,
-miedos, temores, servidumbres, muertes y diminucion padecian, sino
-pusilanimidad inmensa, descorazonamiento profundo, aniquilacion en su
-estima de su ser humano, admirándose y dudando de sí mismos, si eran
-hombres ó eran gatos? ¿Quién, tambien, no juzgará de ciegos de pura y
-profunda malicia, aunque sea un idiota de sayago, á los que hobiesen
-osado sembrar, é infamar estos tan innúmeros pueblos, diciendo haber
-menester tutores porque no se sabian gobernar, teniendo sus Reyes y
-Gobernadores sus pueblos y casas, y gozando cada vecino y persona de
-lo suyo, puesto que fuese poco, y comunicando unos con otros en los
-actos humanos, así económicos como políticos y populares, viviendo en
-tanta órden, concierto y toda paz? Poco y bajo entendimiento alcanza
-el que no estima ser imposible vivir en congregacion mucha gente junta
-(como esta es innumerable), sin justicia, órden y paz. Finalmente, se
-arguye y manifiesta la ya dicha industriosa maldad de aquellos que
-fingian y blasfemaban de la verdad, diciendo que los tutores les eran
-necesarios para hacellos trabajar, porque no muriesen de hambre, y
-será bien preguntarles que ¿en tantos mil años que estas Indias están
-pobladas, si les enviaron de comer los españoles desde allá? Item,
-¿si cuando acá, en fuerte hora para muchos de nosotros, llegamos, los
-hallamos flacos y trasijados, y les dimos industria para que comiesen,
-porque vivian no comiendo, y les trujimos de Castilla los manjares y
-los hartamos, ó ellos á nosotros nos mataron nuestra hambre y libraron
-millares de veces de la muerte, dándonos, no sólo los mantenimientos
-necesarios, pero los supérfluos y demasiados? ¡Oh ceguedad maliciosa!
-¡Oh ingratitud inícua, insensible y detestable! Destos, pues, primeros
-destruidores desta isla, procedió esta mentirosa y perniciosa infamia,
-y cundió todo este orbe contra estas multitudes de hijos de Adan, sin
-razon y sin causa, tomando achaque y ocasion de la bondad, mansedumbre,
-obediencia y simplicidad natural dellos, la cual debiera más movellos á
-los amar y alabar, y áun aprender dellos estas naturales virtudes, que
-no á los menospreciar, publicar por bestiales, robar, afligir, oprimir
-y aniquilarlos, porque no hicieron más cuenta dellos que si fueran
-estiércol de las plazas. Y esto baste, cuanto á dar noticia y razon
-del estado de esta isla en tiempo del comendador Bobadilla, despues de
-haber enviado á Castilla preso al Almirante.
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-CAPÍTULO II.
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-En este año de 500, como cada dia creciese la nueva de que la tierra
-firme tenia oro y perlas, y los que iban por la costa della, por
-rescate de cosillas de poco valor, como cuentas verdes y azules, y
-otras colores, y espejuelos, y cascabeles, cuchillos y tijeras, etc.,
-traian mucho provecho, y por poco que fuese, segun entónces estaba
-España pobre de dinero, era tenido en mucho, y haciase mucho con ello,
-y así crecia el ánsia de ser ricos en los nuestros, y hacia perder el
-miedo de navegar mares tan profundas y de tan luenga distancia, nunca
-jamás navegadas, mayormente los vecinos de Triana, que por la mayor
-parte, ó cuasi todos, son marineros, un Rodrigo de Bastidas, vecino
-de Triana, hombre honrado y bien entendido que debia tener hacienda,
-determinó de armar dos navíos é ir á descubrir, juntamente con
-rescatar oro y perlas, que era de todos el fin principal; concertóse
-con algunos, y en especial con Juan de la Cosa, vizcaino, que por
-entónces era el mejor piloto que por aquellas mares habia, por haber
-andado en todos los viajes que habia hecho el Almirante; y alcanzada
-de los Reyes licencia, ó del obispo don Juan de Fonseca, que todo, en
-aquellos tiempos lo rodeaba y áun lo mandaba, hecho el dicho Bastidas
-capitan, partió de Cáliz, porque allí entónces, comunmente, los
-navíos se despachaban: no supe cuándo (lo pudiera bien saber dél),
-por qué mes ó á cuántos, mas de que debia ser al principio del año.
-Navegaron á la tierra firme por los rumbos y caminos que el Almirante,
-cuando la descubrió, habia llevado, hasta que, tomado el hilo della,
-fuéronla costeando. Por toda ella llegaban á los puertos y playas
-donde podian llegar, con las gentes infinitas, que vian en la tierra,
-contractando y rescatando, que es vocablo que nuestros españoles,
-por trocar unas cosas con otras, han usado; y llegados al golfo y
-provincia de Cuquibacoa, que agora llamamos Venezuela, que arriba en
-el cap. 167 haberla descubierto Alonso de Hojeda mostramos, navegaron
-la costa abajo, y pasaron por la ribera de la mar, de lo que nombramos
-al presente Sancta Marta y Cartagena, y lo demas hasta la culata ó
-ensenada, que es el golfo de Urabá, la última sílaba luenga; dentro
-del cual se contiene la provincia del Darien, que por algunos años fué
-por estas islas y en Castilla muy celebrada. Salieron del golfo de
-Urabá, y fueron la costa del Poniente abajo, y llegaron al puerto que
-llamaron del Retrete, donde agora está la ciudad y puerto que nombramos
-del Nombre de Dios. De allí se tornaron, habiendo rescatado mucho
-oro y perlas por toda la costa que anduvieron, y vinieron á parar al
-golfo de Xaraguá desta isla, donde los navíos perdieron, y de allí se
-fueron por tierra, la gente, á Sancto Domingo, que está 70 leguas, y
-allí los vide yo entónces y parte del oro que habian habido. Decíase
-que traian dos ó tres arcas de piezas de oro, que entónces se tenia
-por riquezas grandes, y nunca tantas imaginadas. Trujo consigo ciertos
-indios, no sé si tomados por fuerza ó vinieron con él de su grado,
-los cuales andaban por la ciudad de Sancto Domingo, en cueros vivos,
-como en su tierra lo usaban, y por paños menores traian sus partes
-vergonzosas metidas dentro de unos canutos de fino oro, de hechura de
-embudos, que no se les parecia nada. Tampoco sé si hizo en la tierra
-ó costa de mar, por donde Bastidas anduvo, algunos daños y escándalos
-á los indios, vecinos della, como hicieron siempre todos los que por
-aquella costa y en aquellos rescates y tratos andaban; pudiéralo bien
-saber entónces, y despues, si en ello mirara, pero porque despues
-tuve mucha conversacion y amistad con el dicho Rodrigo de Bastidas, y
-siempre le cognoscí ser para con los indios piadoso, y que de los que
-les hacian agravios blasfemaba, tuve concepto dél que, cerca dello,
-andando por allí en aquellos tiempos y tractos, sería moderado. El
-comendador Bobadilla le prendió, porque, diz que, habia rescatado oro
-con la gente de Xaraguá, que es donde desembarcó. Finalmente, salió
-desta isla para España, año de 502, por Julio, en la flota que abajo
-se dirá; desembarcado en Cáliz, fué á la corte, que á la sazon estaba
-en Alcalá de Henares, donde pagó el quinto á los Reyes del oro y
-perlas que traia, de que todos los que oian llevar de la tierra firme
-aquellas riquezas, no poco se alegraban. Díjose haberle hecho merced
-los Reyes de 50.000 maravedís de juro de por vida, en la dicha tierra
-del Darien, cuando se poblase, porque la descubrió; dellos creo yo que
-pocos hobo. Todo lo que arriba dicho habemos de Rodrigo de Bastidas y
-de aqueste su viaje, por muchos testigos en el proceso de que arriba
-en el libro precedente habemos hecho mencion, que se formó entre el
-fisco y el Almirante, fué probado. Cuando Rodrigo de Bastidas partió
-para hacer aquel su viaje, aparejaba el suyo segundo, Alonso de Hojeda,
-y, partido de Cáliz, fué por los mismos rumbos y camino que Rodrigo
-de Bastidas, no sabiendo que el Bastidas iba por allí; llegó Hojeda
-al golfo de Urabá, y, al principio ó ántes de la entrada dél, acordó
-hacer una fortaleza de madera ó de tapias, para, desde allí, entrar
-á descubrir, ó la tierra adentro, ó por la mar, de donde mandó ir un
-navío por la costa abajo, y llegó hasta el puerto dicho del Retrete,
-que llamamos al presente, del Nombre de Dios, que Bastidas habia ya
-descubierto. Esto dice Alonso de Hojeda mismo en cierto artículo, á
-instancia del Fiscal, en el susodicho proceso. En este viaje segundo
-de Hojeda, con quien otra vez navegó á estas Indias Américo Vespucio,
-tornó á persistir en el engaño que quiso hacer, aplicando á sí mismo el
-descubrimiento, tácitamente, de la tierra firme, usurpando la gloria
-que al Almirante, porque lo hizo, se le debia, Vespucio, porque puso en
-su segunda navegacion, que partieron de Cáliz á 11 dias de Mayo del año
-1499. Pudo ser decir verdad en el dia y en el mes, pero no es verdad
-lo del año, porque no fué sino el de 500. Esto queda claro en los
-capítulos 141, y 163, y 166, y 167, donde se probó, que para el primero
-viaje que hizo Alonso de Hojeda, en el cual trujo consigo al Américo
-Vespucio, partió de Castilla y del puerto de Sancta María despues que
-el Almirante envió las nuevas á los Reyes de como habia descubierto
-á Paria, que es tierra firme, y las perlas, por la cual nueva Hojeda
-se movió á venir á descubrir, y vino por la misma figura y caminos
-ó rumbos que habia enviado el Almirante á los Reyes, y estas nuevas
-llevaron los cinco navíos que partieron desta isla á 18 dias de Octubre
-del año de 98, y llevaron á Castilla por Navidad, como queda, en el
-cap. 155, dicho; luego, imposible fué haber partido en el primer viaje,
-Hojeda y Vespucio, el año de 97, sino el año de 99, ya que diga verdad
-en lo del mes y del dia, porque dice que partieron á 20 de Mayo: en el
-cual viaje, dice tambien, que tardaron diez y ocho meses, aunque arriba
-queda declarado que no fueron sino cinco meses, luego, concluido queda,
-contra Vespucio, que el segundo viaje que hizo con Alonso de Hojeda,
-no fué año 99, sino de 500. De donde parece como Américo pretendió
-tácitamente aplicar á su viaje y á sí mismo, el descubrimiento de la
-tierra firme, usurpando al Almirante lo que tan justamente se le debia.
-Parece tambien, que, por este intento y por los que más, quizá, le
-movieron, trastrocó las cosas que vieron é hicieron en el primer viaje,
-con las del segundo, y las del segundo, á las del primero; y por esto,
-y por muchos argumentos en los capítulos dichos traidos, creo que los
-diez y ocho meses que dice haber tardado en el primer viaje, y lo que
-dél cuenta que vieron y trataron con diversas gentes, hobiese sido
-en el segundo y no en el primero. Y que esto sea verdad, y Américo
-haya escrito falsamente, atribuyendo lo del un viaje al otro, y por
-consiguiente, se deba presumir dél todo lo que se ha probado en los
-susodichos capítulos, y que á sabiendas haya querido aplicar á sí el
-descubrimiento de la tierra firme, pruébase evidentemente por lo que
-afirma de la isla de los Gigantes, haberla visto en el segundo viaje,
-como haya sido en el primero; y, que haya sido en el primero, parece
-por lo que articula el Fiscal, por el fisco, y dice así en la quinta
-pregunta: «Item, si saben que en este tiempo Alonso de Hojeda é Juan
-de la Cosa, piloto, y los que fueron en su compañía, descubrieron en
-la costa de la tierra firme, hácia el Poniente de los Frailes y los
-Gigantes, hasta la parte que agora se llama Cuquibacoa, etc.;» los
-Frailes llamaron á unas isletas muy bajas que están junto á la isla de
-la Margarita. Dice Andrés de Morales, testigo y piloto, «que de Paria
-fueron de puerto en puerto hasta la isla de los Gigantes, y de allí
-discurrieron á la provincia de Cuquibacoa, hasta el cabo de la Vela,
-el cual nombre le pusieron los dichos Juan de la Cosa y Hojeda, etc.»
-Item, el mismo Hojeda, tomado por testigo por el Fiscal, dice á la
-misma pregunta: «Alonso de Hojeda dice que la verdad desta pregunta es,
-que este testigo (y es el dicho Alonso de Hojeda), vino á descubrir, el
-primer hombre que vino á descubrir despues que el Almirante descubrió
-al Mediodia la tierra firme, y corrió por ella cuasi 200 leguas, hasta
-Paria, y salió por la boca del Drago, y allí cognosció que el Almirante
-habia estado en la isla de la Trinidad, junto á la boca del Drago, y,
-yendo su camino, fué descubriendo, desde los Frailes hasta en par de
-las islas de los Gigantes, el golfo de Venezuela, etc.» Todas estas
-son palabras de Hojeda. Otro testigo que fué con ellos á aquel viaje
-primero, y dice que vido las islas de los Frailes y de los Gigantes,
-y todo lo que la pregunta pide, y otros dos ó tres, dicen lo mismo,
-etc.; luego, no en el segundo, sino en el primer viaje que Hojeda
-hizo, descubrió la isla de los Gigantes, y no en el segundo, como
-Américo Vespucio afirma; y por consiguiente, queda probado lo en los
-dichos dos viajes acaescido; y así, con razon, en lo demas se le debe
-dar poco crédito. Y que viniese con el dicho Hojeda el Américo en el
-segundo viaje, él mismo lo confiesa en su segunda navegacion, al cabo
-della, donde dice que arribaron á la isla Española, que llama Antiglia,
-que Cristóbal Colon hobiera descubierto pocos dias habia; desta su
-llegada, y los escándalos que Hojeda hizo en ella, en el cap. 167 queda
-escrito. Quiero aquí referir lo que dice Américo de los gigantes que
-vido, entrando, que entraron en una isla, la mayor de seis que hay,
-no más desde Paria hasta Cuquibacoa, que hoy decimos Venezuela, dejada
-aparte la Margarita y otras isletas no de cuenta, y aquella debia ser
-la que llaman los indios Curaçáo, la penúltima luenga; estas son seis
-isletas que están en renglera, que distan de la tierra firme cuasi 15
-y 20 leguas. Entraron, pues, nueve hombres dellos en ella, obra de una
-legua, donde vieron ciertas casas; hallaron en ellas cinco mujeres,
-dos viejas y tres muchachas, las cuales eran de tan grande estatura,
-que hacian ventaja á los más altos hombres que dellos habia, y señala
-uno, que debia ser demasiadamente alto entre ellos, por manera que
-quedaron admirados de verlas; ellas, vistos los nuestros, quedaron
-llenas de miedo, y una de las viejas, con grandes halagos, ofrece á los
-cristianos muchas cosas de sus comidas. Estando hablando ellos en que
-sería bien llevarlas á los navíos para Castilla, como cosa de grande
-admiracion digna, sobrevienen 35 ó 36 hombres mucho más espantables de
-cuerpos que las mujeres, y de tan hermosa disposicion, que era cosa
-deleitable verlos, los cuales vistos, dice Américo, que tanta turbacion
-y miedo tuvieron él y sus compañeros, que quisieran harto más estar en
-los navíos que cabe ellos; hablaban entre sí como que querian dar en
-los nuestros. Los nuestros tractaban si darian primero en ellos, pero
-acordaron de salirse disimuladamente y dar la vuelta hácia los navíos;
-y los indios, algo desviados, iban tras ellos, y así llegaron á la
-mar, y embarcados en los bateles y apartados de tierra, lánzanse los
-indios al agua, y de allí tiráronles muchas flechas, y, con esto, los
-unos y los otros quedaron ilesos. Aquella isla, que cuasi es redonda,
-y terná de circuito 20 leguas, está poblada hoy de indios, y siempre
-lo estuvo, no de gigantes, sino como los otros; no cognoscí hombre, en
-aquellos tiempos, ni despues acá, que hobiese visto aquellos gigantes,
-ni supe aquellos gigantes qué se hayan hecho, más que desde entónces
-acá llamamos las islas de los Gigantes aquellas, no sé por qué, ni si
-en las otras cinco los habia. Resta por decir de lo tocante á estos
-viajes de Alonso de Hojeda, lo que más siento, allende lo dicho, y es
-que ningun viaje hizo Alonso de Hojeda á la tierra firme, que, de
-tornada, por esta isla Española no volviese, como abajo se dirá; y así,
-tengo por cierto, que lo hizo estos dos, primero y segundo, puesto que
-Américo lo calle y no lo refiera, él quizá supo por qué. Y lo que yo
-dello siento es, que como Hojeda fuese muy estrecho, segun se decia,
-en repartir con su compañía los mantenimientos, como abajo diremos,
-siempre los que gobernaba estaban mal con él, y era tanto, que algunas
-veces sus mismos súbditos lo prendieron y echaron en grillos; y porque
-hasta este tiempo de que vamos hablando yo no me acuerdo, ni de ninguno
-entendí, en aquellos años ni despues, que hobiese Hojeda hecho mas
-destos dos viajes á tierra firme: y una vez lo prendieron, yendo él por
-Capitan como siempre lo iba, y lo trujeron con dos pares de grillos
-en el navío, viniendo aportar al puerto de Yaquimo, que el Almirante
-llamaba del Brasil, que está 80 leguas del puerto y ciudad de Sancto
-Domingo, en esta isla, y confiando de su gran ligereza, una noche se
-echó á la mar, lo más secreto que pudo, pensando en tierra escaparse de
-los que preso le traian, que estaba un gran tiro de piedra y áun quizá
-de ballesta, que babia de nadar (tengo pensamiento que fué en aqueste
-su segundo viaje su prision y este caso de echarse á la mar, con dos
-pares de grillos, y quizá por esta causa, Américo Vespucio, trastrueca
-las cosas destos dos viajes, como ha parecido); yendo, pues, nadando
-con sólos los brazos, como los dos pares de grillos le llevaban al
-fondo, dió voces que le socorriesen, porque se ahogaba; fueron luego
-con la barca, y tomáronle, y así escapó: extraño caso. El proceso que
-alego que hobo entre el Fiscal del Rey y el segundo Almirante, hallarse
-há, si menester fuere, con mis escrituras, en un libro encuadernado, en
-el colegio de Sant Gregorio que en Valladolid está; las navegaciones de
-Américo, en el libro que se dice _Novus Orbis_ andan.
-
-
-
-
-CAPÍTULO III.
-
-
-En este tiempo y año de 500, por las grandes quejas que el Almirante
-á los Reyes daba, de los agravios que decia haber recibido del
-comendador Bobadilla, pidiendo justicia, y cosas que, para imputarle
-culpas, delante los Reyes alegaba, y por otras razones que á los
-Reyes movieron, determinaron Sus Altezas de proveer y enviar nuevo
-Gobernador á esta isla Española; y, por consiguiente, lo era entónces,
-gobernándola, de todas las Indias, porque hasta entónces, y despues
-algunos años, ninguno habia otro en isla ni tierra firme, ni parte
-otra de todas ellas. Este fué don fray Nicolás de Ovando, de la órden
-de Alcántara, que á la sazon era Comendador de Lares; despues, algunos
-años, vacó en Castilla la Encomienda mayor de Alcántara, estando él
-acá gobernando, y le hicieron merced los Reyes de la dicha Encomienda
-mayor, enviándole acá su título, y dende adelante le llamamos el
-Comendador mayor, como de ántes Comendador de Lares. Este caballero era
-varon prudentísimo y digno de gobernar mucha gente, pero no indios,
-porque, con su gobernacion, inestimables daños, como abajo parecerá,
-les hizo. Era mediano de cuerpo, y la barba muy rubia ó bermeja, tenia
-y mostraba grande autoridad, amigo de justicia; era honestísimo en su
-persona en obras y palabras, de cudicia y avaricia muy grande enemigo,
-y no pareció faltarle humildad, que es esmalte de las virtudes; y,
-dejado que lo mostraba en todos sus actos exteriores, en el regimiento
-de su casa, en su comer y vestir, hablas familiares y públicas,
-guardando siempre su gravedad y autoridad, mostrólo asimismo, en que
-despues que le trajeron la Encomienda mayor, nunca jamás consintió que
-le dijese alguno señoría. Todas estas partes de virtud y virtudes,
-sin duda ninguna, en él cognoscimos. Este tal varon, pues, los Reyes
-católicos acordaron enviar y enviaron por Gobernador á esta isla é
-Indias, con largas provisiones é instrucciones para todo lo que habia
-de hacer, señalándole dos años que durase su gobernacion. Diéronle
-poder para que tomase residencia al comendador fray Francisco de
-Bobadilla, y examinase las causas del levantamiento de Francisco Roldan
-y sus secuaces, y los delitos que habian hecho; item, las culpas de
-que era notado el Almirante, y la causa de su prision, y que todo á la
-corte lo enviase. Entre otras cláusulas de sus instrucciones fué una
-muy principal, y muy encargada y mandada, conviene á saber, que todos
-los indios vecinos y moradores desta isla fuesen libres y no sujetos á
-servidumbre, ni molestados ni agraviados de alguno, sino que viviesen
-como vasallos libres, gobernados y conservados en justicia, como lo
-eran los vasallos de los reinos de Castilla, y mandándole asimismo, que
-diese órden, como en nuestra sancta fe católica fuesen instruidos; y
-cerca deste cuidado, del buen tratamiento y conversion destas gentes,
-siempre fué la bienaventurada Reina muy solícita. Trujo consigo por
-Alcalde mayor un caballero de Salamanca y licenciado, llamado Alonso
-Maldonado, persona muy honrada, prudente y amigo de hacer justicia, y
-humano. Despacharon este Gobernador los Reyes de la ciudad de Granada,
-donde la corte á la sazon estaba. Hízose una flota de 32 naos y
-navíos, entre chicos y grandes; la gente que se embarcó, llegaron á
-2.500 hombres, muchos, entre ellos, y los más, eran personas nobles,
-caballeros y principales. Vino Antonio de Torres, hermano del ama del
-príncipe D. Juan, de quien arriba hemos hablado, por Capitan general,
-el cual habia de venir é ir siempre por Capitan de todas las flotas.
-Vinieron con él 12 frailes de Sant Francisco, personas religiosas, y
-trajeron un Prelado, llamado fray Alonso del Espinal, varon religioso
-y persona venerable, y entónces vino acá la órden de Sant Francisco
-para poblar de propósito. Partió de Sant Lúcar á 13 dias de Febrero,
-primer domingo de Cuaresma, entrante año de 1502. Desde á ocho dias,
-que fué domingo segundo de Cuaresma, ya que quedaba poca mar de andar
-para llegar á las islas de Canaria, comenzó á venir un vendabal, que es
-viento Austro ó del Austro colateral, tan recio y desaforado, que causó
-tan grande tormenta en la mar, que ninguno de todos 32 navíos pensó
-escapar. Perdióse allí entónces una nao grande con 120 pasajeros, sin
-los marineros, segun creo llamada la _Rábida_. Todos los 31 navíos se
-desparcieron sin parar uno con otro, alijando, que es echando á la mar
-toda cuanta ropa, vino y agua llevaban encima de cubierta, por escapar
-las vidas, y unas fueron á Berbería y cabo de Aguer, que es tierra
-de moros vecina de las Canarias, otras á una isla dellas, Tenerife,
-Lanzarote, La Gomera y Gran Canaria, cada uno donde mejor guiarse pudo.
-Y porque acaeció salir de Canaria dos carabelas cargadas de azúcar y
-otras cosas, y perderse, y como la misma tormenta echó toda la cajería
-y maderas y pipas dellas, y de la nao _Rábida_, á la costa ó ribera
-de Cáliz y de los otros marítimos lugares, todos creyeron que toda la
-flota era ya perdida y sumida en el agua, segun la fuerza del viento
-y braveza de la mar. Van las nuevas luego á los Reyes, á Granada; fué
-inextimable el dolor que en oirlo recibieron, y pesar; supimos que
-habian estado ocho dias retraidos, sin que hombre los viese ni hablase.
-Finalmente plugo á Dios, que, á cabo de grandes peligros y trabajos,
-escaparon, y se juntaron todos 31 navíos en la isla de la Gomera;
-tomó en Gran Canaria otro navío para la gente que de allí quiso acá
-venir, no me acuerdo por qué otras causas. Allí dividió la flota en
-dos partes, porque algunos dellos andaban muy poco, y escogió los 15 ó
-16 más veleros para que fuesen consigo, y los demas llevase Antonio de
-Torres. Llegó á esta isla, y entró en este puerto de Sancto Domingo, á
-15 dias de Abril; Antonio de Torres, con la otra media flota, despues,
-doce ó quince dias, así como el Comendador mayor con su media flota,
-entró por este rio y echaron anclas los navíos. La gente española y
-vecinos desta ciudad, que entónces era villa y estaba de la otra parte
-del rio, allegáronse á la ribera con grande alegría. Viendo los de
-tierra y conociendo á los que venian, algunos de los que habian estado
-acá, preguntaban estos por nuevas de la tierra, y aquellos por nuevas
-de Castilla, y por quién á gobernar venia; los que venian respondian
-que buenas nuevas, y que los Reyes enviaban por su Gobernador destas
-Indias al Comendador de Lares, de la órden de Alcántara, y que quedaba
-buena Castilla; los de tierra decian, que la isla estaba muy buena,
-y, dando razon de su bondad y regocijo, añidian el por qué, conviene
-á saber, porque habia mucho oro, y se habia sacado un grano sólo que
-pesaba tantos mil pesos de oro, y porque se habian alzado ciertos
-indios de cierta provincia, donde captivarian muchos esclavos. Yo lo
-oí por mis oidos mismos, porque yo vine aquel viaje con el Comendador
-de Lares á esta isla, por manera que daban por buenas nuevas y materia
-de alegría, estar indios alzados, para poderles hacer guerra, y, por
-consiguiente, captivar indios para los enviar á vender á Castilla, por
-esclavos. Abajo se dirá, placiendo á Dios, por qué se alzaron, y la
-guerra que, desde á pocos dias que llegamos, se les hizo. El grano que
-dije, de que dieron nueva, fué cosa monstruosa en naturaleza, porque
-nunca otra joya tal, que la naturaleza sola formase, vieron los vivos;
-pesaba 35 libras, que valian 3.600 pesos de oro; cada peso era ó tenia
-de valor 450 maravedís; era tan grande como una hogaza de Alcalá (que
-hay en Sevilla, y de aquella hechura, que pesa tres libras), y yo lo
-vide bien visto. Juzgaban que ternia de piedra, mezclada y abrazada con
-el oro (la cual, sin duda, habia de ser por tiempo en oro convertida),
-los 600 pesos, y porque la piedra que está entrejerida y abrazada con
-el oro en los granos que se hallan, son como manchezuelas menudas,
-cuasi todo el grano parece oro, aunque con cantidad de piedra: este,
-cierto, era hermosísima pieza. Hallólo una india, desta manera,
-conviene á saber: habia dado el comendador Bobadilla, Gobernador,
-tan larga licencia á los españoles que se aprovechasen de los indios
-y echasen á las minas, cada dos compañeros, sus cuadrillas de 15, y
-20, y 30, y 40 indios, hombres y mujeres; Francisco de Garay é Miguel
-Diaz (de quien algo se ha tocado, y abajo se dirá más, si á Dios
-pluguiere), eran compañeros, y traian su cuadrilla ó cuadrillas en
-las minas que dijimos Nuevas, porque se descubrieron despues de las
-primeras, que llamaron por esto Viejas, de la otra parte del rio Hayna,
-cuasi frontero, ocho leguas ó nueve, desta ciudad de Sancto Domingo;
-una mañana, estando la gente almorzando, estaba una india de las de la
-misma cuadrilla, sentada en un arroyo, comiendo, y descuidada, pensando
-quizá en sus trabajos, captiverio y miseria, y daba con una vara, ó
-quizá una barreta, ó almocafre, ó otra herramienta de hierro en la
-tierra, no mirando lo que hacia, y, con los golpes que dió, comenzóse á
-descubrir el grano de oro que decimos; la cual, bajando los ojos, vido
-un poquito dél relucir, é, visto, de propósito descubre más, y, así
-descubierto todo, llama al minero español, que era el verdugo que no
-los dejaba resollar, y dícele: _ó cama guaxeri guariquen caona yari_.
-_Ó cama_, dice oyes, _guaxeri_, señor, _guariquen_, mira ó ven á ver,
-_yari_, el joyel ó piedra de oro; _caona_ llamaban al oro. Vino el
-minero, y con los vecinos hacen grandes alegrías, quedando todos como
-fuera de sí en ver joya tan nueva y admirable y tan rica; hicieron
-fiesta asando un lechon ó cochino, lo cortaron y comieron en él,
-loándose que comieron en plato de oro muy fino, que nunca otro tal lo
-tuvo algun Rey. El Gobernador lo tomó para el Rey, dando lo que pesaba
-y valia á los dos compañeros, Francisco de Garay y Miguel Diaz. Pero,
-sin pecado, podemos presumir que á la triste india que lo descubrió,
-por hallazgo no se le dieron de grana ni de seda faldrillas, y ¡ojalá
-le hayan dado un sólo bocado del cochino!
-
-
-
-
-CAPÍTULO IV.
-
-
-Dejemos agora, llegado no más á esta isla Española, el Comendador de
-Lares, y despues Mayor, y tornemos á tractar del principio de otros
-nuevos trabajos que ocurrieron al Almirante. En este tiempo y año de
-501, despues que los Reyes le mandaron soltar, y vino á la corte,
-y lo recibieron benignísimamente, y le consolaron, y certificaron
-su prision no haber procedido de su voluntad real, en especial, la
-serenísima reina Doña Isabel, que era, como ya se ha dicho, la que
-más lo favorecia y estimaba, porque mejor sentia, por ventura, que el
-Rey, el servicio inextimable que les habia hecho en haber descubierto
-este mundo de acá indiano; el Almirante, siempre les suplicaba que
-le tornasen á restituir en su estado, guardándole sus privilegios de
-las mercedes que le habian prometido, pues él habia cumplido lo que
-prometió, y mucho más, sin comparacion, como era notorio, y no les
-habia deservido por obra ni por voluntad, para que desmereciese y
-hobiese de perder las mercedes prometidas, ántes, por su servicio,
-habia sufrido en esta isla grandes angustias, tolerando y haciendo
-comedimientos grandes con Francisco Roldan y los alzados, á los cuales
-no dió causa ni ocasion para que le fuesen rebeldes, pues estando él
-en su servicio en Castilla, y en el descubrimiento de la tierra firme,
-se rebelaron á su hermano; y que no diesen lugar á los émulos que ante
-Sus Altezas le calumniaban, y otras muchas razones que en favor de la
-justicia que creia tener, alegaba. Item, que aunque ya era viejo, y muy
-cansado de tan inmensos trabajos, todavía tenia propósito de gastar
-la vida que le quedaba en descubrir, por su servicio, muchas otras
-tierras más de las que habia descubierto, y que creia hallar estrecho
-de mar en el paraje del puerto del Retrete, que agora es el Nombre
-de Dios, por las cuales, sobre todos los reinos del mundo, fuesen los
-más esclarecidos y ricos los de España. Los Reyes lo sustentaban con
-benignas y dulces palabras, certificándole que tuviese por cierto
-que sus previlegios y las mercedes en ellos contenidas, le serian
-cumplidas, guardadas, y conservadas, y no sólo las prometidas, pero
-de nuevo le serian aquellas confirmadas, y otras hechas y aumentadas.
-Y porque mostraba querer ir á descubrir de nuevo, los Reyes se lo
-agradecieron, y comenzaron á tratar dello y exhortalle que lo pusiese
-por obra, entre tanto que el Comendador mayor la declaracion de las
-cosas pasadas en esta isla enviaba, y que le mandarian dar todo
-recaudo. Dió sus memoriales, pidió cuatro navíos y bastimentos para dos
-años; fuéle todo concedido cuanto dijo serle necesario, prometiéndole
-Sus Altezas, que si Dios dél algo en aquel viaje dispusiese, á que no
-tornase, de restituir á su hijo el mayor, llamado D. Diego Colon, en
-toda su honra y estado. Mandaron al Comendador de Lares que restituyese
-al Almirante y á sus hermanos, todo el oro y joyas, y las haciendas
-de ganados y bastimentos de pan y vino, y libros, y los vestidos y
-atavíos de sus personas, que el comendador Bobadilla les habia tomado,
-y que le acudiesen sus oficiales con el diezmo y ochavo del oro, y
-de todas las otras ganancias y provechos, segun que sus privilegios
-rezaban. Diéronle licencia para que en esta isla Española, tuviese una
-persona que entendiese y tuviese cargo de su hacienda, y recibiese las
-rentas y lo que hobiese de haber, conforme á sus privilegios, y que
-estuviese presente, con el Veedor del Rey, en las fundiciones, para que
-viese fundir y marcar el oro que della y de las otras islas y tierra
-firme se fundiese y marcase, de todo lo cual rescibiese la décima
-parte, y tambien asistiese, con el Factor del Rey, en las cosas de las
-mercaderías, y negociacion y ganancias dellas, de las cuales habia de
-llevar el Almirante la ochava parte. La persona que señaló el Almirante
-para esto, y los Reyes admitieron, fué un caballero nombrado Alonso
-Sanchez de Carvajal, creo que natural de Úbeda ó de Baeza. Sobre todas
-estas cosas, hicieron los Reyes declaracion, por muchos capítulos, la
-cual yo vide, mandando al Comendador de Lares, Gobernador, y Contador,
-y Oficiales, y Justicias, y personas destas islas y tierra firme, que
-la guardasen y cumpliesen como en ella se contenia, que es lo que
-arriba, en suma, queda dicho. Allende la cual dicha declaracion y
-mando, que fué hecha en la ciudad de Granada, á 27 dias de Setiembre de
-501, mandaron despachar la siguiente Cédula:
-
-«El Rey é la Reina: Comendador de Lares, nuestro Gobernador de las
-Indias, Nos habemos mandado y declarado la órden que se ha de tener
-en lo que se ha de hacer con don Cristóbal Colon, nuestro Almirante
-del mar Océano y sus hermanos, cerca de las cosas que el comendador
-Bobadilla les tomó, y sobre la forma que se ha de tener en el acudir al
-dicho Almirante con la parte del diezmo y ochavo, que ha de haber de
-los bienes muebles de las islas y tierra firme del dicho mar Océano,
-y de las mercaderías que Nos de acá enviáremos, segun vereis por la
-dicha nuestra declaracion y mandamiento, firmado de nuestros nombres,
-que sobre ello les mandamos dar. Por ende vos mandamos que veais la
-dicha declaracion, y, conforme á ella, les fagais entregar los dichos
-sus bienes, y acudir al dicho Almirante con lo que le pertenece de
-lo susodicho; por manera, que el dicho Almirante y sus hermanos, ó
-quien su poder hobiere, sean de todo ello entregados, y si el oro y
-otras cosas que así el dicho comendador Bobadilla les tomó, lo hobiere
-gastado ó vendido, que se lo fagais luego pagar; lo que fuere gastado
-en nuestro servicio se les pague de nuestra facienda, y lo que el dicho
-comendador Bobadilla hobiere gastado en sus cosas propias, se les pague
-de los bienes y facienda del dicho Comendador, y no fagades ende al.
-Fecha en Granada, á 28 dias del mes de Setiembre de 1501 años.--Yo
-el Rey.--Yo la Reina.--Por mandado del Rey é de la Reina, Gaspar de
-Grisio.»
-
-Despacharon finalmente los Reyes al Almirante, mandándole dar todas
-las provisiones que para Sevilla y Cáliz eran necesarias para la
-expedicion de su flota ó armada; salió con ellas de la ciudad de
-Granada, en el mes de Octubre, para Sevilla, donde luego, con mucha
-diligencia, entendió en su despacho. Compró cuatro navíos de gavia,
-cuales convenian, el mayor no pasaba de 70 toneles, ni el menor de 50
-bajaba; juntó 140 hombres, entre chicos y grandes, con los marineros
-y hombres de tierra, entre los cuales fueron algunos de Sevilla;
-llevó consigo á D. Bartolomé Colon, el Adelantado, su hermano. Toda
-esta gente fué á sueldo de los Reyes, como habian venido, por la
-mayor parte, los españoles primeros á esta isla. Proveyóse de muchos
-bastimentos y de armas, y de toda manera de rescates. Desde Cáliz,
-donde tenia los navíos y se aparejaba, ó quizá desde Sevilla, escribió
-á los Reyes suplicándoles algunas cosas que le parecieron convenir
-para su viaje, algunas, y otras que á él tocaban y á sus hijos y
-hermanos. Una fué, que le diesen licencia para entrar en el puerto
-desta isla Española, la cual, ántes les habia suplicado, por proveerse
-allí de refresco y de cosas que suelen ocurrir, necesarias en todas
-las navegaciones, por cortas que sean, cuanto más en viaje tan largo;
-pero no se la quisieron dar, diciendo que porque no se detuviese,
-sino que lo más presto que pudiese navegase. Pidió tambien tuviesen
-por bien que llevase consigo á su hijo el menor, D. Hernando, el cual
-era de trece años; concediéronselo de buen grado. Pidió eso mismo que
-pudiese llevar dos ó tres hombres que supiesen arábigo, porque siempre
-tuvo opinion, que pasada esta nuestra tierra firme, si estrecho de mar
-hallase, que habia de topar gente del Gran Khan ó de otras que aquella
-lengua ó algo della hablasen, y no era muy remota parte de providencia;
-concediéronselo los Reyes, con que no se detuviese por buscallos ó
-esperallos. Envió ciertos memoriales suplicando á los Reyes sobre sus
-negocios y favor de sus hijos y de sus hermanos, porque si él muriese
-los tuviesen por encomendados; á todas estas suplicaciones respondieron
-los reyes Católicos con la siguiente Cédula, que fué la final cerca
-deste viaje, y áun la postrera que de Sus Altezas rescibió:
-
-«El Rey é la Reina: D. Cristóbal Colon, nuestro Almirante de las islas
-y tierra firme, que son en el mar Océano á la parte de las Indias.
-Vimos vuestra letra de 26 de Febrero, y las que con ella enviastes y
-los memoriales que nos distes, y á lo que decís que para este viaje á
-que vais querríades pasar por la Española, ya os dijimos, que, porque
-no es razon que para este viaje á que agora vais se pierda tiempo
-alguno, en todo caso vais por este otro camino, que, á la vuelta, si os
-pareciere que será necesario, podeis volver por allí de pasada, para
-deteneros poco; porque, como veis, convendrá que vuelto vos del viaje
-á que agora vais, seamos luego informados de vos en persona de todo lo
-que en él hobiéredes hallado y hecho, para que, con vuestro parecer y
-consejo, proveamos sobre ello lo que más cumpla á nuestro servicio,
-y las cosas necesarias para el rescate de acá se provean. Aquí vos
-enviamos la instruccion de lo que, placiendo á Nuestro Señor, habeis de
-facer en este viaje, y á lo que decís de Portugal, Nos escrebimos sobre
-ello al rey de Portugal, nuestro hijo, lo que conviene, y vos enviamos
-aquí la Carta nuestra que decís, para su Capitan, en que le facemos
-saber vuestra ida hácia el Poniente, y que habemos sabido su ida hácia
-el Levante, que si en camino vos topáredes, vos trateis los unos á los
-otros como amigos, y como es razon de se tractar Capitanes y gentes de
-Reyes, entre quien hay tanto deudo, amor y amistad, diciendo que lo
-mismo habemos mandado á vos; y procuraremos que el rey de Portugal,
-nuestro hijo, escriba otra tal carta al dicho su Capitan, etc. (y,
-pasados ciertos capítulos en respuestas de las cosas que arriba dijimos
-quel Almirante suplicaba, dicen los Reyes abajo): Cuanto á lo otro
-contenido en vuestros memoriales y letras, tocantes á vos y á vuestros
-hijos y hermanos, porque, como vedes, á causa que Nos estamos en camino
-y vos de partida, no se puede entender en ello hasta que paremos de
-asiento en alguna parte, y si esto hobiésedes de esperar se perdería
-el viaje á que agora vais, por esto es mejor, que, pues de todo lo
-necesario para vuestro viaje estais despachado, vos partais luego sin
-detenimiento alguno, y quede á vuestro hijo el cargo de solicitar lo
-contenido en los dichos memoriales; y tened por cierto, que de vuestra
-prision nos pesó mucho, y bien lo vistes vos y lo cognoscieron todos
-claramente, pues que luego que lo supimos lo mandamos remediar, y
-sabeis el favor con que vos habemos mandado tractar siempre, y agora
-estamos mucho más en vos honrar y tractar muy bien, y las mercedes
-que vos tenemos fechas vos serán guardadas enteramente, segun forma y
-tenor de nuestros privilegios, que dellas teneis, sin ir en cosa contra
-ellas, y vos y vuestros hijos gozareis dellas como es razon, y, si
-necesario fuese confirmarlas de nuevo, las confirmaremos, y á vuestro
-hijo mandaremos poner en la posesion de todo ello, y en más que esto
-tenemos voluntad de vos honrar y facer mercedes, y de vuestros hijos
-y hermanos Nos ternemos el cuidado que es razon, y todo esto se podrá
-facer, yéndovos en buena hora, y quedando el cargo á vuestro hijo, como
-está dicho; y así vos rogamos que en vuestra partida no haya dilacion.
-De Valencia de la Torre, á 14 de Marzo de 502 años.--Yo el Rey.--Yo la
-Reina.--Por mandado del Rey y de la Reina, Almazán.»
-
-Ciertamente, para la alteza que tenian y acostumbrada gravedad y
-autoridad de que los reyes de Castilla solian y suelen, con sus
-súbditos, aunque sean los de mayores estados, usar, grande humanidad y
-favores usaban con el Almirante, y no sin razon, pues nunca algun otro
-tal servicio hizo, chico ni grande, á sus Reyes, jamás.
-
-
-
-
-CAPÍTULO V.
-
-
-Concluido todo lo que convenia para su despacho, y sus navíos bien
-bastecidos y aparejados, hízose á la vela el Almirante con sus cuatro
-navíos, á 9 dias del mes de Mayo de 1502 años, y, porque supo el
-Almirante que habian los moros cercado y en gran estrecho puesto la
-villa y fortaleza de Arcila, en allende, que tenian los portugueses,
-acordó de ir á socorrella, porque viendo los moros cuatro navíos de
-armada, podian creer que iba socorro de propósito para los hacer mal, y
-así alzar el cerco; el cual llegó desde á dos ó tres dias, y halló que
-ya eran descercados. Envió el Almirante al Adelantado, su hermano, y
-á los Capitanes de los navíos con él, que fuesen á visitar en tierra,
-de su parte, al Capitan de Arcila, que estaba herido de los moros, y
-á ofrecerle todo lo que él podia de su armada. El Capitan le tuvo en
-mucha merced la visita y ofrecimiento, y envió á visitalle y dalle las
-gracias, con algunos caballeros que con él estaban, algunos de los
-cuales eran deudos de Doña Felipa Moñiz, mujer que fué del Almirante,
-en Portugal, como en el primer libro dijimos. Hízose aquel mismo dia
-á la vela, y llegaron á la Gran Canaria en 20 del mismo mes de Mayo;
-tomaron agua y leña, y, creo que á 25, alzaron las velas para su
-viaje. Tuvieron muy próspero tiempo, de manera que sin tocar en las
-velas vieron la isla que llamamos y se llama por los indios Matininó,
-la última luenga, en 15 dias de Junio. Allí dejó el Almirante saltar
-en tierra la gente, para que se refrescasen, y holgasen, y lavasen
-sus paños, y cogiesen agua y leña á su placer, todo lo que desean en
-largas navegaciones los mareantes; estuvieron allí tres dias, y de allí
-partieron, yendo por entre muchas islas, harto frescas y señaladas,
-como quien va por entre vergeles, aunque están unas de otras 5 y 6,
-y 10 y 12 leguas desviadas. Y porque llevaba uno de los cuatro navíos
-muy espacioso, así porque era mal velero que no tenia con los otros,
-como porque le faltaba costado para sostener velas, que con un vaiven,
-por liviano que fuese, metia el bordo debajo del agua, tuvo necesidad
-de llegar á Sancto Domingo á trocar aquel con alguno de los de la
-flota que habia llevado el Comendador mayor, ó comprar otro. Llegó á
-este puerto de Sancto Domingo á 29 de Junio, y, estando cerca, envió
-en una barca del un navío, al Capitan dél, llamado Pedro de Terreros,
-que habia sido su Maestre-sala, á que dijese al Comendador de Lares
-la necesidad que traia de dejar aquel navío, que tuviese por bien que
-entrase con sus navíos en el puerto, y, no sólo por cambiar ó comprar
-otro, pero por guarecerse de una gran tormenta, que tenia por cierto
-que habia presto de venir. El Gobernador no quiso dalle lugar para
-que en este rio y puerto entrase, y creo yo que así lo habia traido,
-por mandado de los Reyes, porque en la verdad, estando áun allí el
-comendador Bobadilla, de quien tantas quejas él tenia, y Francisco
-Roldan y los que con él se le alzaron, y que tanto mal habian dicho
-y escrito á los Reyes dél, y otras razones que se podian considerar,
-y de donde pudieran nacer algunos y graves escándalos, y los Reyes
-proveyeron en ello prudentísimamente, no dándole licencia para que
-aquí entrase, y mandallo tambien al Comendador y Gobernador, que no
-lo admitiese; y, que no se lo mandaran los Reyes, no admitiéndolo
-él lo hiciera como prudente. Finalmente, viendo que no le dejaban
-entrar, y sabiendo como la flota de las 32 naos, en que habia venido
-el Comendador de Lares, estaba para se partir, envióle á decir que no
-la dejase por aquellos ocho dias, porque tuviese por cierto que habia
-de haber una grandísima tormenta, de la cual huyendo, él se iba á
-meter en el primer puerto que más cerca hallase. Fuése á meter en el
-puerto que llaman puerto Hermoso, 16 leguas deste de Sancto Domingo,
-hácia el Poniente. El Comendador de Lares, no curó de creerlo, cuanto
-á no dejar salir la flota, y los marineros y pilotos, desque oyeron
-que aquello habia enviado á decir el Almirante, unos burlaron dello, y
-quiza dél, otros lo tuvieron por adivino, otros, mofando, por profeta,
-y así no curaron de se detener; pero luego se verá cómo les fué. Y
-para esto, es aquí de saber, que no es menester ser el hombre profeta
-ni adivino para saber algunas cosas por venir, que son efectos de
-causas naturales, sino basta ser los hombres instructos y doctos en
-filosofía natural, ó en las cosas que por la mayor parte suele acaecer
-tener experiencia. De los primeros son los astrólogos, que dicen,
-ántes muchos dias que acaezca, que ha haber eclipse, porque teniendo
-ciencia de los cursos y movimientos de los cuerpos celestiales, que
-son causas naturales de los eclipses, cognoscen que, de necesidad, de
-aquellas causas han de proceder aquellos efectos, y así de otras muchas
-cosas naturales, como que ha de haber en aquel año muchas lluvias, ó
-sequedad, etc.; de los segundos son los marineros, y que han navegado
-muchas veces, por las señales naturales que por la mar en el ponerse
-ó salir el sol de una ó de otra color, en la mudanza de los vientos,
-en el aspecto de la luna, que vieron y experimentaron muchas veces. Y
-una señal muy eficaz de haber de venir tormenta, y que por maravilla
-yerra, es cuando sobreaguan muchas toninas, que son, creo que, los
-que llaman por otro nombre delfines, y los lobos marinos; y esta es
-la más averiguada, porque andan por lo hondo buscando su comida, y la
-tempestad de la mar se causa de cierta conmocion y movimientos que se
-hace abajo en el profundo de la mar, en las arenas, por los vientos que
-allá entran, y, como aquestas bestias lo sienten, van luego huyendo
-con gran estruendo, de aquellos movimientos, arriba á la superficie
-del agua, y á la orilla, y, si pudiesen, saldrian á tierra; y así,
-dan cierta señal de que ha de venir tempestad por la causa que dello
-sintieron. Y así, como el Almirante, destas causas y efectos y señales,
-de haberlas visto infinitas veces, tuviese larguísima experiencia, pudo
-cognoscer y tener por cierta la tormenta; y haber dicho verdad, y tener
-dello buen cognoscimiento, pareció luego, desde á no muchas horas,
-por sus efectos. Embarcóse el comendador Bobadilla y Francisco Roldan,
-el alzado, con otros de su ralea, que tantos daños y escándalos habian
-causado y hecho en esta isla; embarcáronse estos y mucha otra gente
-en la nao _Capitana_, que era de las mejores de toda la flota, donde
-iba Antonio de Torres, el hermano del ama del Príncipe, por Capitan
-general. Metieron allí tambien, preso y con hierros, al rey Guarionex,
-Rey y señor de la grande y real Vega, cuya injusticia que padeció
-bastaba para que sucediera el mal viaje que les sucedió, sin que otra
-se buscara, como en el primer libro declaramos, cap. 121. Metieron
-en esta nao _Capitana_ 100.000 castellanos del Rey, con el grano que
-dijimos, grande, de 3.600 pesos ó castellanos, y otros 100.000 de los
-pasajeros que iban en la dicha nao. Estos 200.000 pesos, entonces,
-más eran y más se estimaban, segun la penuria que habia entónces de
-dinero en España, que agora se estiman y precian 2 millones, y áun, en
-la verdad, más se hacia y proveia y sustentaba, en paz ó en guerra,
-en aquellos tiempos con 200.000 castellanos, que agora con todas las
-millonadas; y así les conviene, millonadas, porque son cuasi nada.
-Así que salió por principio de Julio nuestra flota de 30 á 31 navíos,
-aunque algunos dijeron que eran 28, entre chicos y grandes; y desde á
-treinta ó cuarenta horas vino tan extraña tempestad y tan brava, que
-muchos años habia que hombres, en la mar de España ni en otras mares,
-tanta, ni tal, ni tan triste, habian experimentado. Perecieron con ella
-las 20 velas ó naos, sin que hombre, chico ni grande, dellas escapase,
-ni vivo ni muerto se hallase; y toda esta ciudad que estaba de la otra
-banda del rio, como todas las casas eran de madera y paja, toda cayó en
-el suelo, ó della muy gran parte; no parecia sino que todo el ejército
-de los demonios se habian del infierno soltado. Al principio della,
-con la gran escuridad, que llaman los marinos cerrazon, los navíos
-del Almirante se apartaron los unos de los otros, y cada uno padeció
-gran peligro, estimando de los otros que seria milagro si escapasen.
-Finalmente, tornáronse á juntar en el dicho puerto Hermoso ó el de
-Açua, que está de aquel cuatro ó cinco leguas; ó quizá alguna más; y
-así escapó el Almirante y sus navíos, y los de la flota perecieron por
-no creelle. Allí hobo fin el comendador Bobadilla, que envió en grillos
-presos, al Almirante y á sus hermanos; allí se ahogó Francisco Roldan
-y otros que fueron sus secuaces rebelándose, y que á las gentes desta
-isla tanto vejaron y fatigaron; allí feneció el rey Guarionex, que,
-gravísimos insultos, y violencias, daños y agravios habia rescibido
-de los que se llamaban cristianos, y, sobre todos, la injusticia que
-al presente padecia, privado de su reino, mujer é hijos, y casa,
-llevándolo en hierros á España, sin culpa, sin razon y sin legítima
-causa, que no fué otra cosa sino matallo mayormente siendo causa que
-allí se ahogase. Allí se hundió todo aquel número de 200.000 pesos de
-oro, con aquel monstruoso grano de oro, grande y admirable. Aqueste tan
-gran juicio de Dios no curemos de escudriñallo, pues en el dia final
-deste mundo nos será bien claro. En esta flota fué Rodrigo de Bastidas,
-pero escapóse en un navío de los ocho ó seis que escaparon; y así erró
-Gonzalo Hernandez de Oviedo, en el capítulo 8.º del lib. III de su
-Historia, donde dijo que lo habia enviado preso el comendador Bobadilla
-con el Almirante: yo sé que esto no es verdad.
-
-
-
-
-CAPÍTULO VI.
-
-
-Quédese partido del puerto Hermoso, ó del de Açua, ó puerto Escondido,
-como algunos lo llamaron, con sus cuatro navíos, el Almirante, y vaya
-enhorabuena su viaje hasta que á él volvamos; agora, tornemos sobre
-lo que se siguió despues que el Comendador de Lares fué á esta isla y
-puerto llegado. Salido á tierra, estábale con toda la gente, vecinos
-desta ciudad, el comendador Bobadilla, en la ribera, esperando, y
-despues de los comedimientos acostumbrados, lleváronlo á la fortaleza
-de tapias, que allí habia, que no era tal, como la de Salsas, donde
-lo habian aposentado; presentó sus provisiones ante Bobadilla, y
-Alcaldes, y Regidores y Cabildo de la villa; obedeciéronlas todos, y
-pusiéronlas sobre sus cabezas, y, cuanto al cumplimiento, hicieron la
-solemnidad que se suele hacer, tomándole juramento, etc. Comenzó luego
-á gobernar prudentemente, y á su tiempo mandó apregonar la residencia
-del comendador Bobadilla, en la cual era cosa de considerar ver al
-comendador Bobadilla cuál andaba sólo y desfavorecido, yendo y viniendo
-á la posada del Gobernador, y parecer ante su juicio, sin que hombre lo
-acompañase de los á quien él habia favorecido y dicho, «aprovechaos,
-que no sabeis cuánto este tiempo os durará,» y todo este inícuo
-provecho no se entendia sino del sudor y trabajos de los indios. Y en
-la verdad, él debia ser, de su condicion y naturaleza, hombre llano
-y humilde; nunca oí dél, por aquellos tiempos, que cada dia en él se
-hablaba, cosa deshonesta, ni que supiese á cudicia, ántes todos decian
-bien dél; y, puesto que por dar larga licencia que se aprovechasen de
-los indios los 300 españoles, que en esta isla, entónces, sólos, como
-se dijo, habia, les diese materia de querello bien, todavía, si algo
-tuviera de los susodichos vicios, despues de tomada su residencia, y
-desta isla ido y muerto, alguna de las muchas veces que hablábamos en
-él, algun pero, ó si nó, dél se dijera. Hizo tambien el Comendador de
-Lares las informaciones de las cosas pasadas en esta isla, en lo de
-Francisco Roldan y su compañía, y, segun creo (porque no me acuerdo
-bien dello), preso lo envió, aunque sin prisiones, á Castilla, para que
-los Reyes determinasen la justicia de lo que merecia; pero entremetióse
-la divina Providencia de prima instancia, llamándolo más presto para
-su alto y delgado juicio. Ya dije, arriba, en el primer capítulo deste
-segundo libro, como el comendador Bobadilla ordenó que todos los que
-quisiesen llevar indios á coger oro á las minas, pagasen á los Reyes,
-de 11 pesos, uno; pero porque, ó los Reyes allá lo sintieron mucho,
-como se hobiese hecho sin su poder y comision, y por eso mandaron al
-Comendador de Lares, que hiciese lo que luego diré, ó porque á él acá
-le pareció que debia hacerlo así, mandó que todos los que habian cogido
-de las minas oro, no embargante que hobiesen pagado el onceno, pagasen
-el tercio sin aquello; y porque las minas entónces andaban ricas, como
-estaban vírgenes, y todos se apercibian de haber herramientas y tener
-del caçabí, ó pan desta isla, para poder echar indios y más indios
-á las minas, y valia un azadon 10 y 15 castellanos, y una barreta,
-de dos ó tres libras, 5, y un almocafre, 2 y 3, y 4 ó 5.000 matas de
-las raíces que hacen el pan caçabí, 200 y 300 y más castellanos ó
-pesos, los más cudiciosos de coger oro, gastaban en estas pocas cosas
-2 y 3.000 pesos de oro que cogian; cuando les pidieron el tercio
-del oro que habian cogido, y, por mejor decir, los indios que ellos
-oprimian, no se hallaron con un maravedí; y así, vendian por 10 lo que
-habian comprado por 50, por manera, que todos los que más oro habian
-cogido, más que otros quedaron perdidos. Los que se habian dado á las
-granjerías y no á coger oro, quedaron segun las riquezas de entónces,
-como no pagaron, quedaron ricos; y esta fué regla general en estas
-islas, que todos los que se dieron á las minas, siempre vivian en
-necesidad, y áun por las cárceles, por deudas; y por el contrario,
-tuvieron más descanso y abundancia los dados á las granjerías, sino
-era por otros malos recaudos de excesos en el vestir, y jaeces y otras
-vanidades que hacian, con que al cabo no medraban ni lucian, sino, como
-aire, todo se les iba, porque fuese argumento de, cuán injustamente,
-con las fatigas y sudores de los indios, lo adquirian, puesto que
-ellos, poco y nada del castigo advertian. Las granjerías de entónces
-no eran otras sino de criar puercos y hacer labranzas de las del pan
-caçabí y las otras raíces comestibles, que son los ajes y batatas.
-Cerca de los que hobiesen de sacar oro de las minas, ordenaron los
-Reyes que, desde adelante, de todo lo que sacasen, les acudiesen con
-la mitad, y como ninguno acá pasaba, sino para, cogiendo oro, desechar
-de sí la pobreza, de que España en todos los estados abundaba, luego
-que desembarcaron, acordaron todos de ir á las minas viejas y nuevas,
-que distan desta ciudad ocho leguas, como se ha dicho, á coger oro,
-creyendo que no habia más de llegar y pegar. Allí veríades hacer sus
-mochilas cada uno de vizcocho de la harinilla que les habia sobrado ó
-traian de Castilla, y llevarlas á cuestas con sus azadones y gamellas
-ó dornajos, que acá llamaban y hoy llaman bateas, y los caminos de
-las minas como hormigueros, de los hidalgos, que no traian mozos,
-ellos mismos con sus cargas á cuestas, y los caballeros que algunos
-trujeron. Aquellos, llegados á las minas, como el oro no era fruto de
-árboles, que llegando lo cogiesen, sino que estaba debajo de la tierra,
-y sin tener cognoscimiento ni experiencia, cómo ni por qué caminos ó
-vetas iba, hartábanse de cavar y de lavar la tierra que cavaban los
-que nunca cavar supieron; cansábanse luego, sentábanse, comian muchas
-veces, como digerian la comida, con el trabajo, presto, tornaban á
-cavar, y al cabo no vian relucir, de sus trabajos, premio. A cabo de
-ocho dias, no quedando cosa ya de comer en las talegas, volvíanse á
-esta ciudad, ó villa que era, tan vacíos de una señal de oro, por
-chica que fuese, como de bastimentos; tornaban á comer de lo poco que
-les quedaba, traido de Castilla. Comenzáronse á descorazonar viéndose
-defraudados del fin que los habia traido, con esto probábalos la
-tierra dándoles calenturas; sobre aquellas, fáltales la comida y la
-cura y todo refugio; comiénzanse á morir en tanto grado que á enterrar
-no se daban á manos los clérigos. Murieron más de los 1.000, de 2.500,
-y los 500, con grandes angustias, hambres y necesidades, quedaban
-enfermos; y desta manera les ha acaecido á todos los más de los que
-despues acá han querido venir por oro á tierras nuevas. Otros que
-traian vestidos y ropas, y cosas algunas de valor, y herramientas, como
-los 300 que acá estaban andaban desnudos, que apenas tenian camisa de
-lienzo, sino sola de algodon, sin sayo ni capa, y en piernas, vendian
-les vestidos, y con aquello se sustentaron más tiempo. Había otros,
-que hicieron compañía con algunos de los 300, comprándoles la mitad
-ó el tercio de sus haciendas, dándoles luego, en vestidos y cosas
-que trujeron, parte del precio, y adeudándose en 1.000 y en 2.000
-castellanos, que era el resto, porque como los 300 estaban apoderados
-en la tierra, y tenian las señoras dellas por criadas, como en el
-primer capítulo deste libro segundo referimos, eran poderosos en tener
-comida en abundancia y servicio de indios, y muchas haciendas de la
-tierra, y eran señores y Reyes, aunque, como dije, andaban en piernas.
-En todo este tiempo estábanse los indios pacíficos en sus casas, algo
-resollando de las tiranías y angustias que de Francisco Roldan y los
-demas habian pasado, sacados los que de los 300 españoles tenian á
-las señoras por criadas, que trabajos no les faltaban; habia una sola
-provincia levantada y puesta en armas, esperando cuando habian de ir
-sobre ella los cristianos, de que haremos, placiendo á Dios, mencion
-abajo. Un hidalgo llamado Luis de Arriaga, vecino de Sevilla, que
-habia estado con el Almirante en esta isla, ofrecióse á los Reyes de
-traer 200 casados de Castilla, para poblar con ellos en esta isla
-cuatro villas, con que los Reyes les diesen pasaje franco y otras
-exenciones harto débiles; la una, que les diesen tierras y términos
-convenientes para las villas y para que labrasen ellos, reservada
-la jurisdiccion civil y criminal para los Reyes y sucesores de Sus
-Altezas, y excepto los diezmos y primicias, que, concedidos del Papa,
-tenian los Reyes, no les pusiesen derecho otro ni inposicion alguna,
-por término de cinco años. Reservaron tambien todos los mineros de
-oro, plata y cobre, y hierro, y estaño, y plomo, y azogue, y brasil, y
-mineros de azufre, y otros cualesquiera que fuesen, y las salinas, y
-los puertos de mar, y todas las otras cosas que á los derechos reales
-pertenecen, que hobiese dentro de los términos de las dichas villas.
-Item, que de todo el oro que cogiesen, ellos y los indios que con
-ellos anduviesen, diesen la mitad de todo ello para los Reyes, y que
-no pudiesen rescatar oro alguno de los indios. Item, que no pudiesen
-tomar brasil, y, si tomasen, acudiesen á los Reyes con todo ello.
-Item, que de todo lo que hobiesen de los indios que no fuese oro,
-como algodon y otras granjerías en que los enseñasen ó industriasen,
-fuera de los términos de las dichas villas, fuesen obligados á dar el
-tercio á los Reyes, fuera de las cosas que fuesen de comer. Item, que
-si descubriesen algunos mineros á su costa, de todo el oro que dellos
-cogiesen, sacadas las costas, diesen la mitad á los Reyes, quedando
-los mineros tambien para Sus Altezas, y creo que esto se entendia, si
-los hallasen dentro de los términos de los pueblos ó villas que habian
-de hacer. Item, que si descubriesen islas ó tierra firme, que hasta
-entónces no fuesen descubiertas, de todo el oro y perlas diesen la
-mitad, pero de las otras cosas pagasen el quinto. El pasaje franco,
-se les dió sólo á sus personas, y no para cosa chica, ni grande,
-de las que llevasen de su casa y ropa. Fué otra merced, que en las
-dichas villas no pudiesen morar ni vivir persona alguna de las que de
-Castilla se desterrasen para las Indias, ni que hobiesen sido judíos,
-ni moros, ni reconciliados, por honra de los dichos 200 vecinos;
-habian de ser obligados á residir cinco años en esta isla, y servir
-en ella y hacer cumplir lo quel Gobernador della, de parte de los
-Reyes, les mandase, sin sueldo alguno, especialmente si algunos de los
-españoles no obedeciesen sus mandamientos reales, ó algunas provincias
-se rebelasen, ó algunos indios se alzasen contra su servicio, á sus
-propias costas les hiciesen la guerra, y si ántes de los cinco años
-quisiesen volverse á Castilla, lo pudiesen hacer, pero que no pudiesen
-vender lo que por razon de la vecindad se les hobiese dado, sino que lo
-perdiesen, y los Reyes hiciesen dello lo que por bien tuviesen. Esta
-fué la capitulacion que los Reyes mandaron tomar con Luis de Arriaga,
-la cual se extendió á todos los españoles que á esta isla viniesen á
-poblar. Despues no pudo hallar 200 casados, sino 40; suplicó desde
-Sevilla, que aquellos gozasen de aquellas mercedes, los Reyes se lo
-concedieron. Venidos á esta isla, Arriaga con sus 40 casados, como lo
-habian ellos de sudar y trabajar, y no venian á esto, sino á holgar y
-volverse con muchos dineros, ni hicieron villas, ni castillos, sino
-entre los demas se mezclaron, y lo que de los más fué dellos. Algunos
-dias despues, los que cogian oro, de los 300 que acá hallamos, y los
-que de nuevo vinieron, que con ellos hicieron compañía, quejábanse al
-Gobernador, que era mucho y muy oneroso dar á los Reyes, del oro que
-sacasen de las minas, la mitad, por el mucho trabajo y costa con que
-se sacaba, y, por tanto, que escribiese á los Reyes se contentasen con
-recibir el tercio; escribiólo, y concediéronselo, y esta libertad se
-concedió por un capítulo de una Carta real para el Gobernador. Otra
-vez se suplicó á los Reyes, que así como por la dicha capitulacion se
-habia de pagar la tercia parte del algodon, y otras cosas que no fuesen
-metales, que tuviesen por bien que no pagasen sino la cuarta, y esta,
-por Provision real, hecha en Medina del Campo, á 20 de Diciembre de
-503. Despues, hallando tambien por oneroso pagar á los Reyes el tercio
-del oro, tornaron los españoles desta isla á suplicar que no quisiesen
-llevarles tanto, y enviaron, por Procurador, á los Reyes, sobre ello,
-á un caballero de Sevilla, llamado Juan de Esquivel; y en fin, los
-Reyes les concedieron que no pagasen, de cualesquiera metales, más del
-quinto, y esto fué por Provision real, que comenzaba: «D. Hernando y
-Doña Isabel, por la gracia de Dios, etc.;» y la fecha della fué á 5 de
-Febrero de 504, en Medina del Campo. Habemos querido poner aquí estas
-menudencias pasadas, de que ninguno de los que escriben podrá dar
-noticia particularizada, para que se vea cuán estrechos andaban los
-Reyes por aquel tiempo en abrir mano de los derechos reales, y en hacer
-mercedes cuán limitados, por la pobreza grande que habia en Castilla en
-aquel tiempo, y los Reyes católicos, no ménos que sus reinos, carecian
-de riquezas y abundancia, con toda la cual, no empero, por eso, dejaban
-de hacer, en ellos y fuera dellos, hazañas.
-
-
-
-
-CAPÍTULO VII.
-
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-En este tiempo, cesada la tormenta que sumió en los abismos la flota,
-determinó el Gobernador de poblar una villa en el puerto de Plata,
-que está á la parte del Norte en esta isla, por buenos respectos;
-y el uno, principal, fué por ser puerto donde podian venir, como
-vinieron, navíos, despues, y volver á Castilla con ménos dificultad
-que á éste, y deste puerto. Lo otro fué por estar en comedio de la
-isla, 10 leguas de la gran Vega, donde habia dos villas principales,
-la de Santiago, que está 10 leguas, y la Concepcion, 16, dél, y las
-mismas 10 ó 12 leguas de las minas de Cibao, que fueron tenidas por
-las más ricas de toda esta tierra; y así, dieron mucho más oro y más
-fino que las de Sant Cristóbal y todas las otras. Otra razon y motivo
-tuvo, y esta fué, acompañar la isla de pueblo por aquella parte, donde
-habia mucha multitud de indios; en aquel puerto no habia más que un
-vecino de la villa de Santiago, que tenia una granja, que llamaban
-Estancia, donde criaba puercos y gallinas, y otras granjerías ántes
-desto. Así que, acordado de enviar á poblallo, envió ciertos vecinos,
-en un navío, por la mar, los cuales despachados, hízose á la vela el
-navío, y llegaron á la isleta de la Saona, 30 leguas deste puerto, y
-que está una legua ó poco más desta isla, cuasi apegada, la gente de
-la cual, con toda la provincia de Higuey, que es en esta isla y á la
-isleta comarcana, era la alzada, que daban por buenas nuevas á los
-que veniamos, cuando llegamos, como arriba queda declarado. Llegado
-el navío á la isleta, salieron á tierra ocho hombres á pasearse y
-recrearse; los indios, viendo venir el navío, estimando que era de los
-que allí habian estado poco ántes, y hecho la obra que luego se dirá,
-no tardaron en aparejarse, y así como los ochos salieron en tierra,
-puestos los indios en celada, dieron sobre ellos y matáronlos. La
-justicia y derechos que para ello tuvieron, es la siguiente, la cual
-hobe de personas de aquellos tiempos, y así la refiero con verdad, sin
-añadir, ántes creo, que, cuanto á la esencia del caso, quito mucho
-encarecimiento y ahorro muchas palabras. Entre la gente de aquella
-isleta de la Saona y los españoles que vivian en este puerto y villa
-de Sancto Domingo, habia mucha comunicacion y amistad, por lo cual
-enviaban los vecinos desta villa una carabela, cada y cuando que tenian
-necesidad, y sin ella, y los indios desta isleta se la cargaban,
-principalmente de pan, porque era dello abundante. Entre otras, una
-vez, pocos dias ántes que con el Comendador de Lares llegásemos, fué
-la carabela por el pan; el señor y Cacique de la isleta, con toda su
-gente, recibieron á los españoles como tenian de costumbre, como si
-fueran ángeles, ó cada uno su padre y su madre. Pusieron luego por obra
-de la cargar, con todo el regocijo y alegría que puede mucho pensarse,
-y, porque como entre los españoles seglares, se acostumbra de no ir de
-una parte á otra sin llevar consigo su espada, de aquella manera no
-se mudaban los españoles sin llevar consigo un perro, y perros de los
-bravos, muy bien doctrinados á desgarrar y hacer pedazos á los indios,
-á los cuales temian los indios más que á los mismos diablos. Andaban,
-pues, mucho número de indios acarreando cargas del pan caçabí, y
-echábanlo en la barca que á la carabela lo llevaba; el señor y Cacique
-de la isla traia una vara en la mano, andando de una parte á otra,
-dando priesa á sus indios, por hacer placer á los cristianos. Estaba
-por allí un español que tenia el perro por la cadena, y como el perro
-via al Cacique con la vara, y mucho menearse, cebábase muchas veces
-á querer arremeter á él, como estaba en desgarrar indios tan bien
-amaestrado, y con dificultad el español lo podia refrenar, y dijo á
-otro español, «¿qué cosa sería si se lo echásemos?» y, dicha aquella
-palabra, él ó el otro, revestidos del diablo, dijo al perro: «tómalo»,
-burlando, creyendo podello tener. Oido el perro, «tómalo», arremete
-con tanta fuerza como si fuera un poderoso caballo desbocado, y lleva
-tras sí al español, arrastrándolo; y, no pudiéndolo tener, suéltalo,
-y va tras el Cacique, y dale un bocado de aquellos ijares, y creo, si
-no me he olvidado, que le asió de las tripas; y el Cacique huyendo
-á una parte, y el perro con ellas en la boca, y tirando hácia otra,
-las iba desliando. Toman los indios su desventurado señor, que desde
-allí á poco espiró, y llévanlo á enterrar, con gritos que ponian en el
-cielo, lamentando; los españoles, toman su buen perro y compañero, y
-luego, vánse á la carabela, y en ella viénense á este puerto, dejando
-hecho aquel buen recaudo. Sábelo á la hora, ó en breve, la provincia
-de Higuey, en especial un señor llamado Cotubáno ó Cotubanamá, la
-penúltima sílaba del primer vocablo y la última del segundo luengas,
-el cual era el más cercano, y tambien harto más que otros esforzado;
-pónense todos en armas, con propósito de, cada y cuando que pudiesen,
-se vengar, y porque ántes no pudieron hasta que aquellos ocho que
-iban al puerto de Plata vinieron, que creo que todos eran marineros,
-ó los más, su propósito y justicia no ejecutaron. Estos eran los
-indios alzados y de guerra, que nos daban por buenas nuevas, los que
-acá estaban, cuando veniamos, porque terniamos donde hacer esclavos.
-Agora puede cualquiera leyente que tenga algun juicio de razon, y mejor
-si teme á Dios, juzgar, no con mucha dificultad, si en matar á los
-ocho, aunque ellos por entónces no los ofendieron, tuvieron derecho,
-justicia y razon; y dije «por entónces no los ofendieron», porque quizá
-los habian ofendido ántes otras veces, segun que alguno dellos que yo
-cognoscí habia por allí andado. Y puesto que aquellos todos hayan sido,
-cuanto á este hecho, inocentes, no por eso injustamente los mataron,
-porque la nacion que justa guerra tiene contra otra, no es obligada á
-andar discerniendo, si aquel es inocente ó aquel nó; si no fuese que
-ser inocente alguno pareciese al primer aspecto ó con poco discurso
-manifiesto; así como los niños, ninguno dudará en que sean inocentes
-al primer aspecto y con poco discurso, como los labradores que andan
-ocupados en sus labranzas, y los que estuviesen apartados, como en una
-isla, de su propio señor, que mueve la guerra injusta, como suponemos,
-de los cuales se puede presumir, con poco discurso de consideracion,
-que ni saben della, ó al ménos no ayudan, ni tienen en ella culpa.
-Todo el contrario desto es en el presente caso, porque ningun español
-hobo en aquellos tiempos, de los que habia en esta isla, que no fuesen
-de los indios ofensores, y les hiciesen grandes é irreparables daños;
-y, por consiguiente, racionabilísimamente podrian presumir y juzgar,
-sin pecado, que cuantos viesen venir á su isleta eran nocentes, y sus
-enemigos, y que les venian á hacer las obras que los otros, puesto que
-entónces de Castilla llegasen, y así tambien, sin pecado, matallos.
-Pero dejemos este derecho y justicia para delante el divino juicio, que
-se lo há para sí reservado.
-
-
-
-
-CAPÍTULO VIII.
-
-
-Sabido este hecho, quedos vecinos indios de la Saona hicieron en
-aquellos ocho cristianos luego el Comendador de Lares determinó de
-envialles á hacer guerra (porque para se la mover poco achaque bastaba,
-segun la costumbre que todos los españoles por entónces tenian), á más
-de haber rescibido el agravio de habellos muerto tan inhumanamente á
-su señor; porque ya sabian todos los españoles desta isla, que los
-indios habian de quedar lastimados y llenos de toda amargura, y que
-se habian de alzar, y matar los españoles que pudiesen. De manera,
-que haberles hecho grandes injurias, insultos y daños irreparables,
-cada y cuando que agravios, y robos y muertes les hacian, tenian por
-justa causa y jurídico título para los mover guerra; y el título que
-luego publicaban, era que se habian alzado, y su alzamiento, muchas y
-diversas veces, cierto, era huirse á los montes y esconderse solamente
-dellos. Apercibió, pues, los pueblos de los españoles que habia en
-esta isla, que eran, no más de cuatro villas, Santiago, la Concepcion
-el Bonao y esta de Sancto Domingo, mandando, que de cada uno saliese
-cierta gente, y de la gente que habia venido de Castilla, con él, los
-que se hallaron sanos; todos, con el ánsia de hacer esclavos, fueron
-de muy buena voluntad. Apregonada ya la guerra á fuego y sangre,
-juntarse hian 300 ó 400, segun yo creo; nombró por Capitan general, á
-Juan de Esquivel, de quien dijimos en el capítulo precedente, haber
-traido del Rey, que del oro que se sacase de las minas no se pagase
-más del quinto, y con la gente de cada villa de los españoles, iba
-tambien su Capitan. Acostumbrábase tambien llevar toda la gente de
-indios que estaban sujetos, con sus armas, en su ayuda, que no era
-poca la guerra, que, por miedo de los españoles y por contentarlos,
-estos á aquellos hacian, y así se acostumbró despues en todas estas
-Indias. Llegados á la provincia de Higuey, que, por comun nombre,
-llamamos á mucha de aquella tierra (y es la tierra más oriental desta
-isla, y que primero vemos y topamos viniendo de Castilla), hallaron
-los indios aparejados para pelear y defender su tierra y sus pueblos,
-si así pudieran como querian; pero como todas sus guerras eran como
-juegos de niños, teniendo las barrigas por escudos para rescibir
-las saetas de las ballestas de los españoles, y las pelotas de las
-escopetas; como peleasen desnudos en cueros, no con más armas de sus
-arcos y flechas, sin hierro, y con piedras donde las habia, poco sosten
-podian tener contra los españoles, cuyas armas son hierro, y sus
-espadas cortan un indio por medio, y las fuerzas y corazones tienen
-de acero; pues de los caballos no digo, que en una hora de tiempo
-alancea uno sólo 2.000 dellos. Finalmente, hacian cara un rato en los
-pueblos, y, no pudiendo sufrir las ballestas y escopetas, y tambien
-las espadas, cuando se llegaban cerca, deshechos sus escuadroncillos,
-y desjarretados y muertos muchos dellos, toda su guerra era huir á los
-montes, y por las breñas esconderse. Los cuales, aunque desnudos en
-cueros vivos, y sin armas ofensivas ni defensivas, hicieron algunos
-hechos señalados, y contaré uno: Dos de caballo, personas señaladas
-en la gineta, que yo bien cognoscí, llamados Valdenebro y Pontevedra,
-vieron un indio en un bueno y grande campo; dijo el uno al otro:
-«déjamele ir á matar;» arremete con el caballo y alcánzalo; el indio,
-de que vido que lo alcanzaba, vuélvese á él, no sé si le tiró algun
-flechazo, el Valdenebro, encuéntralo con la lanza, y pásalo de parte á
-parte, el indio, toma con las manos la lanza, y métela más, y váse por
-ella hasta tomar las riendas en la mano; saca el espada el de caballo
-y métesela por el cuerpo, el indio quítale de las manos el espada,
-teniéndola en el cuerpo; saca el puñal y méteselo en el cuerpo, el
-indio, quítaselo de las manos: ya quedó el de caballo desarmado. Vélo
-el otro, de donde estaba, bate las piernas al caballo, encontrándolo
-con la lanza, y, tomada por el indio, hace lo mismo del espada y del
-puñal; hélos aquí ambos desarmados, y el indio con seis armas en el
-cuerpo, hasta que se apeó el uno, y sácale el puñal con una coce que le
-dió, y luego cayó muerto el indio en el suelo. Esto acaesció en esta
-guerra, y fué público y notorio. Idos á los montes, luego era cierto
-irlos á montear en cuadrillas, donde, hallándolos con sus mujeres y
-hijos, hacian crueles matanzas en hombres y mujeres, niños y viejos,
-sin piedad alguna, como si en un corral desbarrigaran y degollaran
-corderos. Tenian por regla los españoles, como arriba queda dicho, en
-las guerras que hacian á los indios, ser siempre, no como quiera, sino
-muy mucho y extrañamente crueles, porque jamás osen los indios dejar
-de sufrir la aspereza y amargura de la infelice vida que con ellos
-tienen, y que ni si son hombres conozcan, ó en algun momento de tiempo
-piensen; muchos de los que tomaban cortaban las manos ambas, á cercen,
-ó, colgadas de un hollejo, decíanles: «anda, lleva á vuestros señores
-esas cartas;» conviene á saber, esas nuevas. Probaban en muchos las
-espadas, quién tenia mejor espada ó mejor brazo, y cortaba el hombre
-por medio, ó le quitaba la cabeza de los hombros de un piquete, y sobre
-ello hacian apuestas; á los señores que prendian, no escapaban del
-fuego. Creo que á la gran señora vieja, que arriba dijimos llamarse
-Higuanamá, la última sílaba luenga, presa, la ahorcaron, si bien me
-acuerdo. Traian una carabela por la mar, por allí cerca, para cuando
-fuese menester, en la cual pasaron á la isleta de la Saona; hicieron
-los indios un rato cara, y luego dieron á huir, como suelen, y aunque
-es toda montes espesos, y hay algunas cuevas en las peñas, pero no se
-pudieron esconder. Juntaron presos sobre 600 á 700 hombres, y métenlos
-en una casa, y allí los meten todos á cuchillo; y mandó el Capitan
-general, que era, como dije, aquel caballero Juan de Esquivel, que
-sacasen todos aquellos muertos y los pusiesen al rededor de la plaza
-del pueblo, y que contasen cuántos eran, y halláronse los que dije; y
-así vengaran los ocho cristianos, que ántes, pocos dias, los indios
-habian allí, con tan justa causa, muerto. Hicieron todos los que
-tomaban á vida, esclavos, que es lo que principalmente los españoles,
-aquí en esta isla, y despues en todas las Indias, pretendieron, y á
-esto enderezaron siempre sus pensamientos, sus deseos, sus industrias,
-sus palabras y sus buenos hechos. Desta manera dejaron aquella isleta,
-destruida y desierta, siendo el alholi del pan, por ser muy fértil.
-Viéndose las gentes de aquel reino tan lastimadas, tan corridas, tan
-perseguidas, y de remedio alguno tan desesperados, y que ni en las
-entrañas de la tierra podian escaparse, comenzaron á enviar mensajeros
-los señores de los pueblos, diciendo que no querian guerrear, que
-ellos los servirian, que más no los persiguiesen; rescibiéronlos de
-paz, el Capitan general y los Capitanes, benignamente, afirmándoles
-que no se les haria más mal, y por eso, que no hobiesen miedo de venir
-á morar á sus pueblos. Concertaron y pusieron con todos ellos que
-hiciesen allí, en cierta parte, una gran labranza de su pan para el
-Rey, y que cumpliendo ellos esto, estarian seguros de que no vernian
-á esta ciudad de Sancto Domingo á servir, como ellos temian y pedian,
-y de que de algun español mal ni daño rescibiesen. Entre otros que
-vinieron á visitar los cristianos y hacer reverencia al Capitan general
-y Capitanes, fué uno de los mayores señores, y más valeroso, por ser
-muy esforzado entre ellos, y aunque su persona daba noticia de quién
-era, por la gran persona que tenia y autoridad que representaba, como,
-si Dios quisiere, se dirá más largo, cuando hablaremos otra vez dél;
-este fué Cotubanamá ó Cotubáno, segun ya dijimos, que frontero de la
-dicha isleta Saona tenia su estado y tierra. A este, como á señor
-principal y señalado, el Capitan general dió su nombre, trocándolo por
-el suyo, diciendo que se llamase desde adelante Juan de Esquivel, y
-que él se llamaria Cotubáno, como él. Este trueque de nombres en la
-lengua comun desta isla, se llamaba ser yo y fulano, que trocamos los
-nombres, guatiaos, y así se llamaba el uno al otro; teníase por gran
-parentesco, y como liga de perpetua amistad y confederacion, y así, el
-Capitan general y aquel señor quedaron guatiaos, como perpétuos amigos
-y hermanos en armas, y así los indios llamaban al Capitan, Cotubáno, y
-al señor, Juan de Esquivel. Hizo edificar una fortaleza de madera en
-cierto pueblo de indios, algo cerca de la mar, metido en la tierra,
-donde le pareció convenir, y dejó allí nueve hombres con un Capitan
-llamado Martin de Villaman; y, despedida la gente de los españoles,
-cada uno se tornó á la villa de donde habia venido con la parte que le
-venia de los esclavos. En tanto que la guerra se hacia, el Gobernador
-mandó que esta villa de Sancto Domingo, que está en la otra parte del
-rio, se pasase á esta, donde agora está. Tuvo sola esta consideracion,
-conviene á saber, porque todos los pueblos que habia de españoles en
-toda esta isla, estaban y hoy están, desta parte acá, y porque los que
-viniesen de la tierra dentro á negociar y tratar con el Gobernador, y
-con los vecinos desta ciudad y con las naos, no tuviesen impedimento,
-por estar en medio el rio, esperando á pasar ellos y sus caballos en la
-barca ó barcas que habia de haber, porque aún entónces no las habia,
-porque no pasaban de una parte á otra sino en canoas; barquillos de
-los indios. Pero en la verdad, para la sanidad, mejor la asentó el
-Almirante donde estaba de la otra parte ó banda, por estar al Oriente
-del rio, y en saliendo el sol llevaba delante de sí los vapores,
-nieblas y humedades, aventándolas del pueblo, y agora todas las echa
-sobre él. Item, de la otra banda está una fuente de buen agua, que aquí
-no hay sino de pozos muy gruesa, y no todos los vecinos pueden enviar
-por ella; y que puedan, todavia es con trabajo y dificultad, habiendo
-de esperar la barca á la ida y á la venida, ó de tener cada uno canoa
-ó barco propio, lo cual todo causa trabajo y tardanza, y áun peligro
-cuando el rio viene avenido ó hay tormenta en la mar. Por todas estas
-razones, la ciudad estaba más saludablemente á la otra parte. Pasados
-acá todos los vecinos, hicieron sus casas de madera y de paja, pero
-desde algunos meses comenzaron, cada uno segun podia, á edificarlas de
-piedra y cal. Tiene la comarca desta ciudad los mejores materiales
-para edificios que se pueden hallar en alguna parte, así de cantería
-como de piedra para cal, y la tierra para tapias, y, para ladrillo y
-teja, barriales. De los primeros que edificaron fué el mismo Comendador
-de Lares, que hizo sus casas honestas sobre el rio, en la calle de
-la Fortaleza, y tambien hizo en la otra acera, que despues dejó á su
-órden y al hospital que hizo de Sant Nicolás. El piloto Roldan edificó
-una renglera de casas, para su morada y para alquilar, en las cuatro
-calles. Luego, un Hierónimo Grimaldo, mercader, y otro llamado Briones
-y otros, y cada dia fueron creciendo los edificios, cuanto cuasi
-cada año, aunque con alguna interpolacion; algunas veces venian de
-aquellas tempestades que acaecia derrocar todas las casas de la ciudad,
-sin dejar alguna enhiesta, sino eran las pocas que de piedra eran
-edificadas. Despues las guerras de Francia, y áun tambien el demasiado
-número de negros esclavos, han causado que de muro bueno se cercase ó
-comenzase á cercar. De los monesterios, el primero se edificó el de
-Sant Francisco, despues el de Sancto Domingo, y muchos años pasados el
-de la Merced. La fortaleza tambien se comenzó luego á edificar, y no
-cesó la obra hasta que fué acabada. Dió el alcaidía della el Comendador
-de Lares á un sobrino suyo, llamado Diego Lopez de Saucedo, persona muy
-cuerda y de autoridad, y muy honrada. Fundó tambien un hospital de Sant
-Nicolás, y dotólo de buena renta para rescibir y curar en él cierto
-número de pobres, ó creo que todos los que en él se pudiesen curar. Y
-porque ya en este tiempo éramos el año de 1503, y los reyes Católicos,
-vacando la comendadoría mayor de Alcántara, le hicieron merced della en
-este año, de aquí adelante le nombraremos Comendador Mayor.
-
-
-
-
-CAPÍTULO IX.
-
-
-En este tiempo, estaban ciertos españoles, de los que se alzaron
-con Francisco Roldan, en el pueblo y provincia de Xaraguá, donde,
-como arriba, en el primer libro, dijimos, era la corte y reino del
-rey Behechío, y de Anacaona, su hermana, mujer muy valerosa, y,
-por muerte de Behechío, ella el Estado gobernaba. Estos españoles,
-cuanto más podian, se apoderaban en los indios, haciéndoles servir en
-hacer labranzas, con título que querian poblar allí, fatigándolos y
-obrando de aquellas obras, y usando de la libertad á que con Francisco
-Roldan estaban acostumbrados. La señora Anacaona y los señores de la
-provincia, que eran muchos, y, en su ser, y autoridad, y señorío, muy
-nobles y generosos, y que en polideza y lengua, y en muchas otras
-cualidades, hacian, como, hablando de aquel reino, en el primer
-libro dijimos, á todos los señores desta isla, ventaja, sentian,
-por demasiadamente onerosos, á los españoles, y por perniciosos, y
-por todas maneras intolerables; y debió de haber algun movimiento
-en los indios con alguno ó algunos españoles, no queriendo hacer lo
-que les demandaban, ó los señores reñir con ellos, ó amenazallos.
-Y cualquiera cosa, por chica que fuese, de resistencia, en obra ó
-palabra, que no se cumpliese la voluntad del más astroso y vicioso,
-y áun azotado en Castilla, bastaba para luego decir que los indios
-eran táles y cuáles, y que se querian alzar; por esta causa, si fué
-de algo desto el Comendador Mayor por ellos avisado, ó por visitar
-los mismos españoles que en aquella provincia estaban, que eran todos
-cerreros y mal domados, y puestos en costumbre de no obedecer, sino
-andar en todo á sabor de su vicioso paladar, ó por visitar aquel
-reino, que era donde habia gran multitud de gentes y señores grandes,
-y aquella señora, sobre todos, que era tan nombrada; y aquella
-provincia estaba desta ciudad 70 leguas, y así, más que otras de las
-desta isla, tras mano, acordó el Comendador Mayor de ir allá. Llevó
-consigo 300 hombres de pié y 70 de caballo, porque entónces habia en
-esta isla pocas yeguas, y ménos caballos, y muy rico habia de ser el
-que alcanzase una yegua en que andar, y en estas andaban los que las
-tenian, y en ellas jugaban cañas, y en ellas peleaban, porque para
-todo esto las enseñaban; y áun hombre hobo, de los que vinieron en
-el viaje del Comendador Mayor, que, al son de una vihuela, hacian su
-yegua bailar ó hacer corvetas ó saltar. Sabido por la reina Anacaona
-que el Comendador Mayor la iba á visitar, como mujer muy prudente y
-comedida, mandó convocar todos los señores de aquel reino, y gentes de
-los pueblos, que viniesen á su ciudad de Xaraguá á rescebir y hacer
-reverencia y festejar al Guamiquína de los cristianos, que habia
-venido entónces de Castilla. Guamiquína, la penúltima luenga, quiere
-decir en su lenguaje, el señor grande de los cristianos. Allegóse una
-corte maravillosa, de gentes tan bien dispuestas, hombres y mujeres,
-que era cosa de considerar. Ya se ha dicho que las gentes de aquel
-reino, en hermosura de gestos, eran en gran manera, sobre todas las
-otras desta isla, señaladas. Llegado el Comendador Mayor y su compañía
-de pié y de caballo, sale Anacaona é innumerables señores (porque se
-dijo venir 300 señores), y gentes infinitas, á lo recibir, con gran
-fiesta y alegría, cantando y bailándole delante, porque así era su
-costumbre, como se vido en el libro I, cap. 114, en el rescibimiento
-que hicieron cuando fué á aquella provincia y entró en aquel pueblo
-y ciudad, viviendo Behechío, el Adelantado, hermano del Almirante.
-Aposentado el Comendador Mayor en un caney ó casa grande y principal,
-y muy labrada, de las que allí solian hacer muy hermosas, puesto que
-de madera y cubiertas de paja (como notificamos en la otra nuestra
-Historia apológica ó apologética), y la otra gente que traia, por las
-otras casas cerca dél, con los españoles que allá estaban, Anacaona
-y todos los señores hacíanle mil servicios, mandándole traer de comer
-la caza de la tierra, y del pescado de la mar, que legua y media ó dos
-de allí distaba, y pan caçabí (esto era lo que ellos alcanzaban), y
-de todas las otras cosas que tenian y podian, y gente que sirviesen,
-cuanto era menester, para su mesa, y para las de los demas, y para sus
-yeguas, y si alguno llevaba caballo; areytos, que eran sus bailes, y
-fiestas, y alegrías, y juegos de pelota, que era cosa de ver, no creo
-que faltaban. Poco quiso gozar desto el Comendador Mayor, porque luego,
-en breve, determinó de hacer una obra, por los españoles en esta isla
-principiada, y en todas las Indias muy usada y ejercitada; y esta es,
-que cuando llegan ó están en una tierra y provincia donde hay mucha
-gente, como ellos siempre son pocos al número de los indios comparados,
-para meter y entrañar su temor en los corazones, y que tiemblen como
-de los mismos diablos en oyendo el nombre de cristianos, hacer una
-muy cruel y grande matanza. Tuvo este señor Gobernador voluntad de
-ir por aquel camino y hacer un hecho bien sonado, aunque no, cierto,
-romano, y mucho ménos cristiano; y no dudo yo, sino que por parecer,
-y persuasion, y importuno inducimiento de aquellos romanos, que, de
-aquella simiente de Francisco Roldan, allí quedaron y estaban. Un
-domingo, despues de comer, como tenia concertado, mandó cabalgar á
-todos los de caballo, con título que querian jugar á las cañas, y á
-todos los de pié, allí junto, aparejados; dice Anacaona al Comendador
-Mayor, que ella y aquellos señores Caciques, quieren ver con él el
-juego de las cañas; dello al Comendador Mayor mucho place, pero que
-haga llamar todos los señores, y con ella vengan juntos, que les quiere
-hablar en su posada. Tenia concertado que los de caballo cercasen la
-casa, y los de fuera y dentro estuviesen aparejados, y que, cuando él
-pusiese la mano en una pieza de oro que tenia á los pechos colgada,
-comenzasen á atar á los señores que dentro estaban y á Anacaona;
-primero sacadas todas sus espadas, y despues hiciesen lo que más les
-estaba mandado. _Ipse dixit et facta sunt omnia._ Entra la señora y
-reina, noble, Anacaona, y que muchos y grandes servicios habia hecho á
-los cristianos, y sufrídoles hartos insultos, agravios y escándalos;
-entran 80 señores que por allí más á mano se hallaron, ella y ellos con
-su simplicidad y descuidados; esperan la habla del Comendador Mayor.
-No habla, sino pone en la joya que á los pechos tenia, la mano; sacan
-los satélites sus espadas, tiémblanles á Anacaona y á todos aquellos
-señores las carnes, creyendo que los querian allí despedazar. Comienzan
-á dar gritos Anacaona, y todos á llorar, diciendo, que por qué causa
-tanto mal; los españoles dánse priesa en los maniatar, sacan sola á
-Anacaona maniatada, pónense á la puerta del caney ó casa grande, gentes
-armadas, que no salga nadie; pegan fuego, arde la casa, quémanse vivos
-los señores y Reyes en sus tierras, desdichados, hasta quedar todos,
-con la paja y la madera, hechos brasa. Sabido por los de caballo, que
-comenzaban los de pié á atar, comienzan ellos, encima de sus caballos,
-y con sus lanzas, por todo el pueblo corriendo, á alancear cuantos
-hallaban; los españoles de pié, con sus espadas, no dormian entónces,
-sino cuantos podian desbarrigaban, y como se habia llegado infinito
-número de gente de diversas partes, al rescibimiento, negro para ellos,
-del nuevo Guamiquína de los cristianos, fueron grandes los estragos
-y crueldades que en hombres, viejos y niños inocentes hicieron, y
-el número de gentes que mataron; y acaecia, que algunos españoles,
-ó por piedad ó por cudicia, tomaban algunos niños y muchachos, para
-escapallos y que no los matasen, y poníanlos á las ancas de los
-caballos, venia otro por detrás y pasábalo con una lanza. Otro, si
-estaba el muchacho en el suelo, aunque lo tuviese otro por las manos,
-le cortaba las piernas con el espada; á la reina y señora Anacaona,
-por hacelle honra, la ahorcaron. Alguna gente, que pudo desta inhumana
-matanza huir, pasáronse á una isleta llamada el Guanabo, que está ocho
-leguas de allí, dentro, en la mar, en sus barquillos ó canoas, por
-escapar; á todos los cuales, porque se huyeron de la muerte, condenó á
-que fuesen esclavos, é yo tuve uno dellos que me lo dieron por tal.
-Estas obras se hicieron por mandado del Comendador Mayor de Alcántara,
-don fray Nicolás de Ovando, para pagar á aquellas gentes, señores y
-súbditos de la provincia de Xaraguá, el buen recibimiento y servicio
-que le habian hecho, y en recompensa de los infinitos agravios y daños
-que habian rescibido de Francisco Roldan y de los otros sus aliados.
-La causa que publicó y publicaron fué porque, diz que, se querian
-alzar y los querian matar, teniendo 70 de caballo, los cuales, con
-verdad hablo, bastaban para asolar cien islas como esta y toda la
-tierra firme, porque, donde quiera que en estas Indias no habia rios
-grandes, ó lagunas, ó pasos malos de sierras ásperas, 10 de caballo lo
-pueden todo asolar, cuanto más estando esta triste gente desarmada,
-en cueros, descuidada y sin pensamiento de mal. Y que esto sea así,
-¿cómo no habian muerto á 40 ó 50 españoles, que allí con ellos estaban
-haciéndoles diez mil agravios, sin otras armas ni caballos, más de sus
-espadas, dos ó tres años, solos, que fácilmente los pudieran matar, y
-acordaban matar á cerca de 400 hombres juntos y 70 de caballo que allí
-estaban, y sabian que habian venido á este puerto treinta y tantas
-naos, lo que nunca jamás hasta entónces oyeron, sino de una, dos, tres
-ó cuatro, y todas aquellas llenas de cristianos? ¡Bien clara está la
-inocencia de aquellos corderos y la injusticia y crueldad de quien
-así los estirpó y mandó matar! Porque se vea esto más claro, sépase y
-considérese esta verdad, conviene á saber: que cuando el año de 505,
-muerta la reina Doña Isabel, vino el rey D. Felipe y la reina Doña
-Juana á reinar, hobo vehemente fama en esta isla, que proveian otra
-cierta persona para que la viniese á gobernar. Entonces el Comendador
-Mayor, temiendo la residencia que deste hecho se le habia de tomar,
-entendió en que se hiciese proceso contra tantos señores, que, sin
-proceso, y sin ser oidos ni defendidos, ni propuesto cargo y dado
-descargo, habia quemado, y aquella tan grande señora y tan benemérita
-de los cristianos ahorcado, y con tanta inhumanidad la provincia
-estirpado; y así lo mandó hacer, á cabo de muchos meses que era pasado,
-y quizá de un año, porque no me acuerdo, aquí en esta ciudad y en
-la villa de Santiago, y en otras partes desta isla, y los testigos
-fueron los mismos verdugos españoles, capitales enemigos de los indios,
-que habian hecho aquel y otros estragos, porque se vea cuán bien y
-jurídicamente iria el proceso sustanciado. Díjose en esta isla, que
-la reina Doña Isabel, ántes que muriese, habia sabido desto hecho tan
-notable, y que lo habia sentido mucho y abominádolo. Tambien se dijo,
-que D. Álvaro de Portugal, que á la sazon era Presidente del Consejo
-real, habia amenazado al dicho Comendador Mayor, diciendo: «yo vos le
-faré tomar una residencia, cual nunca fué tomada», y parece que no lo
-pudo decir sino por estos daños tan grandes hechos á estas gentes,
-porque, en la verdad, en muchos años que yo estuve aquí, él gobernando,
-nunca cognoscí ni oí decir que á españoles hiciese notables agravios, y
-que con razon dél se quejasen. Por lo mostrado, tambien podrá parecer
-la verdad que contiene la historia de Oviedo, cuando y doquiera que
-habla de los indios, condenándolos siempre y excusando los españoles
-en las perdiciones y despoblaciones que por todas estas tierras han
-hecho, como en la verdad haya sido en ellas uno dellos. Porque, en
-este caso hablando, dice que se supo la verdad de la traicion que
-tenian ordenada, y como estaban alzados de secreto, por lo cual fueron
-sentenciados á muerte. Yo ruego á Dios, que nunca yo tenga parte en
-semejante justicia ni sentencia, ántes todas mis obras sean contrarias
-della. Dice más Oviedo, loando al Comendador Mayor, entre otras sus
-bondades, que favoreció mucho á los indios; habia como hombre ciego, y
-que hinche todo su escribir de ripio, sea cualquiera: el amor que este
-caballero tuvo á los indios, parece ha parecido y parecerá mucho más,
-por lo que con verdad se dirá, bien manifiesto.
-
-
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-
-CAPÍTULO X.
-
-
-Hecho aquel prodigio, con tanta impiedad como se ha referido, que
-llamaban los españoles castigo, para que temblasen los corazones de
-aquellos tristes púsilos, y destruida cuasi toda esta provincia,
-vánse huyendo todos á los montes los que se hallaron presentes, que
-escaparon de aquel fuego y cuchillo, y los que dello tuvieron nueva
-por oidas. Un señor, llamado Guaorocuyá, la última luenga, sobrino de
-la reina Anacaona, que se escapó de allí, con los que le quisieron
-seguir, fué huyendo á las sierras de Baoruco, que están frontero de
-aquella provincia á la parte de la mar, la vuelta al Sur, ó Mediodia;
-sabido por el Comendador Mayor, diciéndole los españoles que iba alzado
-(porque huirse los indios de sus crueldades, como hacen las vacas y
-toros de la carnicería, llamaban y hoy llaman que se rebelan contra la
-obediencia de los reyes de Castilla), envió gente tras él, y hallado
-en las breñas metido, luego lo ahorcaron, porque tambien llevase parte
-de aquel nombrado castigo. Oidas estas nuevas por todas aquellas
-dos partes desta isla, que por allí se abre como si abriésemos los
-dedos primeros de la mano, el pulgar excepto, donde habia otras dos
-grandes provincias, sus vecinas, una llamada Guahába, la media sílaba
-luenga, que está en la banda del Norte, y la otra la de Hanyguayába,
-luenga la misma sílaba media, hácia el Poniente, temiendo que les
-viniese lo mismo, pónense en armas, ó por mejor decir en armillas,
-para defenderse. Luego envió dos Capitanes principales que con él
-andaban, de los experimentados en derramar sangre de indios en esta
-isla, llamado el uno Diego Velazquez, y el otro Rodrigo Mexía Trillo;
-el primero envió á Hanyguayába y cabo desta isla occidental, y el
-segundo á Guahába, que es la tierra y provincia felicísima desta
-isla, que primero fué descubierta por el Almirante. Ambos Capitanes
-hicieron en aquellas gentes sus obras acostumbradas, y despues de hecha
-cara los indios, un ratillo, dan luego de huir; van los nuestros á
-monteallos, ejecutan en muchos sus ordinarios castigos; prenden los de
-Diego Velazquez al señor y rey de Hanyguayába, y hácenlo, por honra,
-luego ahorcar. Lo que hizo Rodrigo Mexía con su compañía, no lo supe
-cuando pudiera, más de que al fin, como siempre, han de quedar los
-indios, por su desnudez y carencia de armas, y más por su infelicidad,
-lastimados y vencidos; viniéronse todos, los unos y los otros, á
-dar á los españoles, sólo por salvar las vidas de su cuchillo. Dice
-tambien Oviedo, que los indios de aquella provincia de Hanyguayába, que
-guerreó Diego Velázquez, eran salvajes y vivian en cuevas; mal supo lo
-que dijo, porque no vivian sino en pueblos y tenian sus señores que
-los regian, y á su modo como los demas, su comunal policía; porque
-áun la misma tierra, por ser como un jardin, aunque quisieran vivir
-selváticamente, no se lo consintiera, y ni habia cuevas ni espeluncas,
-como él dice, presumiendo demostrar que sabe nominativos, sino muy
-graciosos campos y arboledas, donde tenian sus asientos de pueblos y
-sembraban y cogian; é yo comí hartas veces de los frutos del pan y de
-otras cosas que de su industria y trabajos procedian. La Guacayarima,
-que dice ser otra distinta provincia (lo que no es), porque tiene la
-punta della, junto á la mar, ciertas entradas ó peñas, que llaman
-xagueyes los indios, como en la provincia de Higuey, que los habia
-tan grandes, que podian vivir en ellos muchos vecinos, pero no vivian
-sino en sus grandes pueblos; allí se escondian cuando la calamidad de
-los españoles los perseguia, y porque, huyendo dellos, algunos allí
-escondidos hallarian, quién á Oviedo se lo dijo (si no lo puso, quizá,
-de su casa, como suele, añidiendo á su historia, como dije, ripio), por
-aquello lo diria. Mandó el Comendador Mayor que se asentase y poblase
-allí en Xaraguá una villa, y llamóla villa de la Vera Paz. Diego
-Velázquez constituyó tambien otra en la provincia de Haniguayába,
-en la costa de la mar del Sur, y llamóla Salvatierra de la Çabana, y
-así, los españoles llamaron á la provincia, de Çabana, porque çabana
-en lenguaje de los indios quiere decir llano, y aquella tierra es
-llana y hermosa por mucha parte, al ménos lo cercano á la mar. Pobló
-tambien otra villa, por mandado del Comendador Mayor, en la misma
-costa de la mar del Sur, y es puerto donde dije que se habia echado
-Alonso de Hojeda con dos pares de grillos á nadar, y el Almirante
-llamaba la tierra y puerto del Brasil; los indios lo llamaban Yáquimo,
-la media sílaba breve, y así llamó la villa de Yáquimo; hízose encima
-del puerto una fortalecilla, no tan fuerte como la de Fuenterrabía.
-Mandó eso mismo el Comendador Mayor, edificar otra villa 30 leguas de
-Xaraguá, y otras 30 ó más desta ciudad de Sancto Domingo, entre los
-dos rios poderosos llamados Neiba y Yaquí, á que puso nombre Sant Juan
-de la Maguana, donde reinaba el rey Caonabo, que dijimos en el libro
-I, haberle prendido Alonso de Hojeda con cierta maña, y ahogarse en
-los navíos que se perdieron en el puerto de la Isabela, estando para
-partirse á España. De allí 14 leguas más hácia esta ciudad, y 23 ó
-24 della; pobló otra que se llamó la villa de Açua en Compostela,
-por un Comendador gallego que allí estuvo ántes que fuese pueblo.
-Açua, la sílaba del medio breve, es nombre del lugar que allí tenian
-los indios. De todas estas cinco villas hizo Teniente suyo al Diego
-Velasquez, tanta gracia tuvo con él. Rodrigo Mexía hizo en la otra
-parte ó ramo desta isla llamada Guahába, la media sílaba luenga, otras
-dos villas, la una nombrada Puerto Real, que hoy está viva, puesto que
-cuasi perdida, y la otra llamó Lares de Guahába, por haber sido el
-Comendador Mayor Comendador de Lares; y él fué teniente dellas. Esta
-traza de asentar estas villas en los ya dichos lugares y mantenimientos
-de los españoles, no era con las azadas que tomaban en las manos
-los españoles, ni con sus trabajos y sudores, porque ninguno dellos
-sabia abajar el lomo, sino que los indios, constreñidos por ellos, y
-por miedo de las mantanzas pasadas, lo trabajaban, haciéndoles las
-casas con todo el pueblo y labranzas con que se sustentaban; y así el
-Comendador Mayor comenzó á ir por el camino que Francisco Roldan habia
-comenzado, y el Almirante sufrídole, y el comendador Bobadilla mucho
-ampliado y dado licencia larga, conviene á saber, señalar y forzar los
-indios que hiciesen las casas y labranzas que los españoles querian, y
-todos los otros servicios que habian menester, no sólo los necesarios,
-pero los demasiados, y para hacer estado, como si fueran ellos los
-señores naturales, y los indios, no solamente sus súbditos y vasallos,
-pero mucho más que si todos fueran sus esclavos vendidos y comprados:
-y esto corroboró y confirmó despues, como más que si le echara clavos,
-el Comendador Mayor, desque cierta ocasion le vino á las manos muy
-mal por él rodeada y buscada, y peor aplicada. Y todo esto que está
-dicho hizo el Comendador Mayor sin autoridad alguna, ántes contra lo
-que en su Instruccion trujo de los Reyes mandado, conviene á saber,
-que los indios fuesen libres, y á ninguna servidumbre obligados, y él,
-no solamente sufrió el señorío que tenian sobre los indios los 300
-españoles que acá hallamos, la cual, por ser pocos y los indios muchos,
-se toleraba, pero añidió los muchos que consigo trujo, y echóles á los
-que estaban apartados, como los de la Çabana de Haniguayába y de la
-provincia de Guahába, la dicha carga, y á los que alguna tenian con
-los pocos españoles, doblósela excesivamente, y hízosela intolerable;
-y pluguiera á Dios, que en estos trabajos y males de los indios su
-desdichada suerte parara: y que parar en aquellos trabajos la suerte
-de los indios, por entónces fuese deseable, la historia lo dirá en los
-capítulos de adelante.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XI.
-
-
-Como el Comendador Mayor vido, cuando luego luego vino, que, acabada
-la harinilla y vizcocho, que la gente mucha que trujo comenzó á
-hambrear, y parte dellos á morir, y muchos más á enfermar, y que, por
-la instruccion que traia y mando de los Reyes, los indios eran libres
-(y sin ella lo debia él adivinar), y que no tenia poder de los Reyes
-para los obligar (ni áun de Dios nunca lo tuvo, ni los Reyes para se
-lo dar), estábanse los indios en sus pueblos, pacíficos, haciendo sus
-labranzas, y curando de sus mujeres ó hijos, sin ofensa de nadie, y
-sirviendo y obedeciendo á sus señores naturales, y á los españoles que
-tenian á las hijas de sus señores, ó á las mismas señoras, por criadas,
-y como mujeres, y ellas pensaban que eran con ellas casados; puesto
-que destos no les faltaban hartas vejaciones y angustias, que, como
-gente humílima y pacientísima, con ellas pasaban y las toleraban: sola
-la provincia de Higuey, como arriba dije, estaba alzada, y tambien
-signifiqué la causa. Así que, viendo el Comendador Mayor en aquel
-tiempo aquellas dificultades, y que habia traido más gente de la que
-podia remediar (y esta fué siempre una de las principales causas que
-han asolado estas Indias, como parecerá, dejar venir á ellas gente
-demasiada de España), escribió á los Reyes cierta carta, harto más
-alargándose que la prudencia que tenia, y áun la conciencia recta y no
-errónea, le debiera dictar, y miedo tengo, si quizá le dictaban, puesto
-que todavía, siguiendo el juicio de menor peligro, creo que más lo hizo
-errando y lleno de mucha ceguedad, de la cual, pocos se han en Castilla
-escapado. Y digo que escribió él, no porque yo lo viese ni los Reyes
-lo declaran, mas que fueron informados, sino porque no habia entónces
-acá persona ó personas á quien los Reyes diesen crédito, para hacer
-mudanza de cosa de tan gran importancia, sino á él. Escribió, pues, ó
-fueron los Reyes informados dél ó de otros: lo primero, que á causa de
-la libertad que á los indios se habia dado, huian y se apartaban de la
-conversacion y comunicacion de los cristianos; por manera, que, áun
-queriéndoles pagar sus jornales, no querian trabajar, y que andaban
-vagabundos, y que ménos los podian haber para los doctrinar y traer á
-que se convirtiesen á nuestra sancta fe católica, etc. Es aquí agora
-de notar, ántes que pasemos adelante, que la libertad que se les dió,
-fué la que está contada con verdad, porque ni supieron, ni á su noticia
-jamás llegó que los Reyes los mandasen libertad; y así, no huian ni
-se apartaban de los españoles más que de ántes, por la libertad que
-se les hobiese dado, sino siempre huian dellos por sus infinitas ó
-implacables vejaciones, furiosas y rigurosas opresiones, condicion
-feroz, brava, y á todos los indios espantable, como huyen y se apartan,
-y alebrastan los pollitos y pajaritos chiquitos cuando ven ó sienten el
-milano. Esta fué, y es siempre y será, la causa de huir los indios de
-los españoles, y meterse en las entrañas de la tierra y sus soterraños,
-y no la libertad, que jamás nunca se les dió, ni la tuvieron despues
-que cognoscieron cristianos; y esta es la pura y verdadera realidad
-de la verdad, y lo que á los Reyes se escribió fué falsísima maldad
-y perniciosa falsedad, y por tanto, con justísima causa, no sólo
-parecer ante ellos para con sus trabajos servirles, y rescibir dellos
-jornal, pero si para hacelles fiestas y mil regalos los llamasen y
-rogasen, ántes escogerian padecer cualesquiera penas y trabajos, y áun
-tanto tiempo tratar con tigres, que conversarlos. Item, ¿qué ley les
-mostraron que fuese conforme á la razon natural, por la cual hobiesen
-sido convencidos y se cognosciesen obligados á dejar sus casas, sus
-mujeres é hijos, y venir 50 y 100 leguas á trabajar en lo que los
-españoles les mandasen, aunque les quisiesen pagar su jornal? ¿por
-ventura, fueron las guerras que les hizo el Almirante y su hermano,
-el Adelantado? ¿el enviar los navíos á Castilla llenos de esclavos,
-prender y enviar en hierros á los dos mayores reyes desta isla,
-Caonabó, rey de la Maguana, y Guarionex, de la Vega real, y ahogarse en
-las naos? ¿ó los insultos y tiranías que hicieron en gran parte desta
-isla Francisco Roldan y sus secuaces? Creo que no habrá hombre sabio ni
-cristiano que ose afirmar, que á obra de las dichas, á venir á trabajar
-en las obras y haciendas de los españoles por su jornal, y mucho ménos,
-la ley natural y divina los obligase. La misma falsedad contiene
-decir, que no los podian haber para los doctrinar y traer á que se
-convirtiesen á nuestra sancta fe católica, porque yo digo verdad,
-y lo juro con verdad, que no hobo en aquellos tiempos ni en otros
-muchos años despues, más cuidado y memoria de los doctrinar y traer á
-nuestra fe ni que fuesen cristianos, que si fueran yeguas, ó caballos
-ó algunas bestias otras del campo. Dijeron más, que de allí resultaba
-que los españoles no hallaban quien trabajase en sus granjerías, y
-les ayudasen á sacar el oro que habia en esta isla, etc. Pudieron
-responder los indios, que si habian ellos de llorar aquellos duelos;
-que si granjerías querian que las trabajasen, y si ser ricos de oro
-deseaban, que echasen mano á las herramientas y lo cavasen y sacasen, y
-no quisiesen ellos ser los vagabundos y ociosos y haraganes, lo que los
-indios no eran, pues no comian sino del sudor de sus manos, y cumplian
-muy mejor que ellos el segundo precepto que Dios puso á los hombres,
-y así, caian en la culpa de que á los indios acusaban; y mayormente
-eran ménos obligados á sacar el oro, que, con intolerables trabajos,
-y con muerte de la gente, se sacaba, como los españoles querian que
-los indios lo sacasen. Y tambien aquí engañaron á los Reyes diciendo,
-que no les querian ayudar á sacar el oro, como si ellos pusieran en
-algo la mano, más de moler á palos, á azotes á los desventurados
-indios, porque no se daban priesa y les sacaban tanto cuanto su cudicia
-insaciable los instigaba. Y puesto que por razon de para que se les
-predicara la fe, si tal intento y propósito acá se tuviera, aunque
-los Reyes sin duda lo tenian, y de hecho se les predicara y no los
-hobieran diminuido con las crueles guerras, y hecho daños tantos y
-tan irreparables, debieran de contribuir con algo para ayuda á los
-gastos que los Reyes hacian acá para que los españoles, no todos,
-sino cierto número, que bastara, se sustentáran, no habia de ser esta
-contribucion quitándoles su libertad, privando los señores naturales
-de sus señoríos, desbaratándoles y desordenándoles toda su órden, sus
-pueblos y manera de regirse y de vivir, entregándolos á los españoles
-para que dellos se sirviesen absolutamente en sus minas y granjerías,
-y esto todo en universal, hombres y mujeres, mozos, niños y viejos,
-preñadas y paridas, como si fueran atajos de vacas ó de ovejas, ó de
-otros animales. Lo que en el caso propuesto arriba fueran obligados á
-contribuir habia de ser cosa muy moderada, y que, sin grandes angustias
-y peligros, ó daños de sus personas y casas, y repúblicas les fuera
-posible, porque ellos no se disminuyeran, y les fué onerosa y odiosa
-la fe. Pero porque la entrada de los españoles en esta isla fué tan
-violenta y sangrienta, y con tantos estragos, muertes y perdicion de
-tantas gentes y con tan manifiestas injusticias, daños y agravios, que
-nunca tuvieron reparacion, y con tan graves activos escándalos de la
-fe, que fué el fin ó causa final de poder venir los españoles á morar
-á estas tierras, nunca y en ningun tiempo de todos los pasados, y hoy
-si fueran vivos, fueron ni fueran obligados á dar, ni contribuir con
-un maravedí; y desto, tengo por cierto que cualquiera persona, que
-alguna inteligencia mediana tuviere de las reglas de la razon y ley
-natural, y de la ley divina positiva, y áun de las leyes humanas, bien
-y como deben ser entendidas, no dudará, sino que lo afirmará y firmará.
-Quise poner aquí, á vueltas desta historia, estas razones, porque son
-principios y fundamentos deste negocio, por ignorancia de los cuales se
-han destruido todas estas Indias.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XII.
-
-
-Agora será bien que declaremos, rescibida la letra é informacion
-susodicha, y falsa, que el Comendador Mayor hizo á los Reyes, ó quien
-quiera que haya sido el informador, qué fué lo que la Reina sobre ello
-proveyó. ¡Oh, Reyes, y cuán fáciles sois de engañar, debajo y con
-título de buenas obras, y de buena razon, y cómo debríades de estar más
-recatados y advertidos de lo que estais, y tan poco dejaros creer de
-los Ministros, á quien los negocios árduos y gobernaciones confiais,
-como de los demas! Porque, como vuestros reales oidos sean simples y
-claros, de vuestra propia y real naturaleza ser todos los otros hombres
-estimais, no temiendo que alguno os pueda decir, como no la diríades,
-otra cosa sino verdad; y por esto, ningun género de hombres hay que
-ménos la oigan que vuestra excelencia real; desto se halla escrito
-en la Escriptura sagrada, en el fin del libro de Ester, y tractaron
-tambien dello los sabios. Respondió, pues, la reina Doña Isabel,
-persuadida de las razones fingidas ya dichas, teniéndolas por verdades,
-que, por cuanto ella deseaba, y pudiera decir que era obligada, y en
-ello no le iba ménos que el alma, que los indios se convirtiesen á
-nuestra sancta fe católica, y fuesen doctrinados en las cosas della,
-y que porque aquesto se podria mejor hacer comunicando los indios con
-los españoles, y tractando con ellos, y ayudando los unos á los otros,
-para que la Isla se labrase y poblase y aumentasen los frutos della,
-y se cogiese el oro para que los reinos de Castilla, y los vecinos
-dellos, fuesen aprovechados, por tanto, que mandaba dar aquella su
-Carta en la dicha razon. Por lo cual mandaba al Comendador Mayor,
-su Gobernador, que: «del dia que viese aquella Carta en adelante,
-compeliese y apremiase á los indios que tratasen y conversasen con los
-españoles, y trabajasen en sus edificios, en coger y sacar oro y otros
-metales, y en hacer granjerías y mantenimientos para los cristianos,
-vecinos y moradores de la isla, y que le hiciese pagar á cada uno, el
-dia que trabajase, el jornal y mantenimiento, que, segun la calidad
-de la tierra y de la persona y del oficio, le pareciese que debia
-haber; mandando á cada Cacique que tuviese cargo de cierto número de
-los indios, para que los hiciese ir á trabajar donde fuese menester,
-y para que, las fiestas y dias que pareciese, se juntasen á oir y ser
-doctrinados en las cosas de la fe, en los lugares deputados, y para
-quel Cacique acudiese con el número de indios que le señalase á la
-persona ó personas que él nombrase, para que trabajasen en lo que las
-tales personas mandasen, pagándoles el jornal que por él fuese tasado,
-lo cual hiciesen y cumpliesen como personas libres, como lo eran, y no
-como siervos; y que hiciese que fuesen bien tratados, y los que dellos
-fuesen cristianos mejor que los otros, y que no consintiese ni diese
-lugar que ninguna persona les hiciese mal ni daño, ni otro desaguisado
-alguno, y que los unos y los otros no hiciesen ende al, etc.» Todas
-estas palabras son formales de la reina doña Isabel, de felice memoria,
-en su Carta patente, que abajo á la letra se porná. En todas las
-cuales, cierto, parece la intincion que al bien y conversion destas
-gentes tenia, y tuvo hasta la muerte, como pareció en su testamento,
-cuya cláusula, tocante á esto, abajo se porná, y que si alguna cosa
-proveyó disconveniente al bien dellas, fué por falsas informaciones,
-y tambien por la ignorancia y error de los del Consejo que tuvo, los
-cuales debieran considerar muchas cosas tocantes al derecho, pues
-lo profesaban, y les daba de comer por letrados y no por gentiles
-hombres ó por caballeros. Y despues, hartos años, conversé é informé
-á algunos de los del Consejo, que firmaron esta Carta patente de la
-Reina, y favorecieron en el contrario de lo que habian firmado á los
-indios, entendiendo más el derecho y alcanzando noticia del hecho.
-Ocho cosas, pues, parece pretender la Reina en esta Patente, segun se
-colige della. La primera, que el fin principal que era obligada á
-pretender, pretendia, y este mandaba, que el Gobernador pretendiese,
-conviene á saber, la conversion y cristiandad destas gentes. Para
-lo cual dijo: Primero, «y porque Nos deseamos que los dichos indios
-se conviertan á nuestra sancta fe católica, y que sean doctrinados,
-etc.», y luego añade: «y porque esto se podrá mejor hacer, comunicando
-los indios con los cristanos, etc.»; por manera, que todo lo que más
-ordenaba y mandaba que se hiciese, habian de ser medios convenientes y
-proporcionados para conseguir el dicho fin, y esto es regla natural y
-del mismo derecho divino. Y en esta primera parte, donde dispuso que
-los indios comunicasen con los cristianos, presupuso la sancta Reina
-y los de su Consejo, que los que acá pasaban eran cristianos, pero no
-lo fueron, porque si lo fueran, muy bien, cierto, lo habia proveido
-Su Alteza; porque gran medio y harto propincuo es, segun los santos,
-cuando viesen los gentiles é infieles las obras cristianas de los
-cristianos, para que, por ellas cognosciendo la limpieza, rectitud,
-blandura, suavidad y sanctidad de la ley cristiana, se volviesen
-luego á glorificar al dador della, Jesucristo, y, por consiguiente,
-no tardarian en convertirse. Así lo testifica él mismo por Sant Mateo
-en el cap. 5.º Pero como nuestros españoles, á estas gentes, tantas
-injusticias y daños irreparables hiciesen, y con tan malas y viciosas
-obras y tan contrarias á la ley de Cristo viniesen, es verdad, cierto,
-que uno de los principales humanos medios, que despues de la sancta
-doctrina, necesariamente para la conversion y recibimiento de la
-católica fe destas gentes se requiere, era y es que nunca uno ni
-ninguno de nosotros congosciesen, conversasen ni viesen; y esto bien
-claro y patente lo mostrará nuestra historia, si el mismo Jesucristo,
-por cuya gloria todo esto se dice y escribe, tiempo para la acabar nos
-concediere. Así que, la cristianísima Reina se engañó, y los de su
-Consejo, creyendo que la conversacion de los indios con los españoles,
-para su conversion, era cosa conveniente. Lo segundo que pretendió
-la Reina, fué que se mandase á cada señor y Cacique que señalase
-cierto número de gente para que fuesen á alquilarse y ganar jornal,
-entendiendo en las haciendas y granjerías de los españoles. Manifiesto
-es que la Reina entendió que aqueste número no habian de ser todos
-cuantos vecinos habia en un pueblo y pueblos, sino algunos, y aquellos
-los que pudiesen trabajar y tuviesen oficio dello; y así, no viejos, ni
-niños, ni mujeres, ni los señores y principales que eran entre ellos,
-y que unos fuesen un tiempo, y otros en otro, y aquellos venidos,
-fuesen otros; y que esto pretendiese la Reina, y el Comendador Mayor
-lo debiese entender así es claro, porque, si el contrario mandara,
-fuera mandamiento injusto y contra ley natural, y por consiguiente,
-obligado era él por la misma ley á no cumplillo. Lo tercero, que
-habia de tenerse respeto á las necesidades de los mismos indios, y
-de sus mujeres y hijos, y de sus casas y hacendejas, de que habian
-de mantenerse y vivir. Item, que aquellos habian de ir á alquilarse
-cerca, de donde pudiesen irse á las noches á sus casas con sus mujeres
-é hijos, como lo hacen los que se alquilan para trabajar en Castilla,
-y ninguno es compelido que vaya á trabajar de una ciudad á otra; y, ya
-que á más se alongasen, al ménos que no pasase la ausencia de sus casas
-de sábado á sábado, aunque esto contenia no poca injusticia. Lo cuarto,
-que aquellos alquilarse habia de ser no siempre, sino en algun tiempo,
-como parece por aquella palabra de la Reina: «y fagais pagar á cada uno
-el dia que trabajare, etc.»; y esto habia de ser dulcemente inducidos,
-para que lo hiciesen con alegría y voluntad, para que les fuesen
-ménos duros los trabajos, y aunque la Reina decia, «los compelais»,
-porque fué dicho por la falsedad y testimonio que levantaron á los
-indios, y le escribieron, que andaban ociosos y vagabundos, siendo,
-como queda dicho, gran maldad. Lo quinto, que los trabajos habian
-de ser moderados, y que ellos los pudiesen sufrir, y los dias de
-trabajo, y no los domingos y fiestas; porque aunque la Reina mandase
-que se alquilasen para ir á trabajar, su intincion no era, ni debia,
-ni podia ser, que si los trabajos eran táles y tan grandes, que les
-eran perniciosos y perecian con ellos, les forzasen á trabajarlos.
-Lo sexto, que el jornal que se les habia de pagar, fuese conveniente
-y conforme á los trabajos, para que de sus sudores y fatigas
-reportasen algun galardon, para que se consolasen y proveyesen á sí
-y á sus mujeres y hijos, y casas, recompensando con el jornal lo que
-perdian por absentarse de sus casas, y dejar de hacer sus haciendas y
-labranzas, de donde habian, á sí y á los suyos, de mantener. Lo sétimo,
-que los indios eran libres, y que aquello hiciesen como personas libres
-que eran, y no como siervos que no eran, y que fuesen bien tractados,
-y no consintiese que les fuese hecho agravio alguno, y debajo de esta
-libertad, es claro que se entendia que se alquilasen como lo suelen
-hacer las personas libres en nuestra Castilla, que tienen libertad para
-primero proveer y ocurrir á las necesidades de sus casas y haciendas,
-y por irse á alquilar no desmamparan sus mujeres, si las tienen malas,
-y otros muchos inconvenientes, como, cuando están cansados, descansar,
-y cuando enfermos, curarse, porque de otra manera, ¿qué les prestaria
-su libertad, si teniendo los dichos y otros impedimentos, á alquilarse
-los forzasen, que áun á los esclavos no se puede, sin gravísimo pecado,
-tal compulsion hacer? Lo octavo, que se colige y debe colegirse y
-entenderse, que la Reina pretendia por la dicha su Carta patente, es,
-que aquella órden y manera que mandaba, que se pusiese (la cual sólo
-estribaba en la falsa relacion que se le habia hecho), era imposible
-á los indios, y tan perniciosa, que no podia estar ni sufrirse sin
-destruccion y total acabamiento dellos, que por dar oro á los españoles
-no la habia el Comendador Mayor de sustentar, ni consentir que un sólo
-dia en tal opresion ni captiverio estuviesen, porque no era tal su
-intencion, y, aunque lo fuera y mandara, él, en aquello, no la habia
-de obedecer, ni mandar cumplir; cuanto más que es manifiesto, que si
-la Reina supiera la calidad de la tierra, y la fragilidad y pobreza
-y mansedumbre, y bondad de los indios, y la gravedad y dureza de los
-trabajos, y la dificultad con que se sacaba el oro, y la vida amarga,
-triste y desesperada que les sucedió, por la cual muriendo vivian,
-y, finalmente, la imposibilidad de vivir, y de no perecer todos
-como perecieron, sin fé y sin sacramentos, nunca tal le mandara ni
-cometiera, porque ni tenia poder para se lo cometer y mandar; y que si
-alcanzara á saber que la dicha manera que habia puesto el Comendador
-Mayor, era á los indios tan perniciosa, ¿quién podrá dudar que no la
-abominara y detestara? Mas por la infelicidad de los indios, despachada
-esta Carta en fin del año de 503, porque fué á 20 de Diciembre, luégo
-desde á pocos meses murió, y así quedaron de todo auxilio y remedio
-humano desmamparados, como parecerá.
-
-
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-
-CAPÍTULO XIII.
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-
-Dicha la sustancia de la Carta de la reina doña Isabel, dirigida al
-Comendador Mayor, sobre la órden que habia de tener, si órden fuera,
-en hacer á los indios trabajar, fundada sobre la falsa informacion
-que se le habia escrito, y declaradas las ocho partes que la carta
-contenia, y que la Reina pretendia que se pusiesen en ejecucion, será
-bien consiguientemente dar noticia cómo el dicho Comendador Mayor
-entendió la Carta, ó al ménos, si no la entendió, cómo la ejecutó.
-Cuanto, pues, á lo primero y principal que la Reina pretendia, y era
-obligada pretender por fin, conviene á saber, la instruccion, doctrina
-y conversion de los indios, ya dije arriba, y torno á decir y afirmar
-con verdad, que por todo el tiempo que el Comendador Mayor esta isla
-gobernó, que fueron cerca de nueve años, no se tuvo más cuidado de
-la doctrina y salvacion dellos, ni se puso más por obra, ni hobo más
-memoria ni cuenta della ni con ella, que si los indios fueran palos, ó
-piedras, ó gatos, ó perros, y esto no sólo por el mismo Gobernador, y
-á los que dió los indios que les sirviesen, pero ni por los religiosos
-de Sant Francisco, que con él vinieron, que eran buenas personas,
-los cuales, cerca dello, ninguna cosa hicieron ni pretendieron, sino
-vivir en su casa, la desta ciudad, y otra que hicieron en la Vega,
-religiosamente. Sólo esto ví que hicieron, conviene á saber, que
-pidieron licencia para tener en sus casas algunos muchachos, hijos
-de algunos Caciques, pero pocos, dos, ó tres, ó cuatro, y así, á los
-cuales enseñaron á leer y escribir, pero no sé que más con ellos de
-la doctrina cristiana y buenas costumbres aprendieron, mas de dalles
-muy buen ejemplo, porque eran buenos y vivian bien. Cuanto á lo
-segundo, que fué que señalase cierto número de gente á cada Cacique,
-etc., deshizo los grandes y muchos pueblos que habia en esta isla,
-y da á cada español de los que él quiso, á uno 50, y á otro 100, y
-á otro más y á otro ménos, segun la gracia que cada uno alcanzaba
-con él; y en este número entraban niños y viejos, y mujeres preñadas
-y paridas, hombres principales y plebeyos, y los mismos señores y
-Reyes naturales de los pueblos y de la tierra. Este repartir entre
-los españoles los indios, vecinos y moradores de los pueblos, llamó y
-llamaron el repartimiento. Dió tambien al Rey su repartimiento en cada
-villa, como á un vecino que hacia sus labranzas y granjerías, y cogia
-oro para el Rey; y porque de cada pueblo de indios se hacian muchos
-repartimientos, dando á cada español cierto número, como es dicho,
-dellos, con el uno dellos asignaba que fuese el señor ó Cacique, y
-este daba al español á quien él más honrar y aprovechar queria; á los
-cuales daba una Cédula de su repartimiento, que rezaba desta manera: «A
-vos, fulano, se os encomiendan en el Cacique fulano, 50 ó 100 indios,
-para que os sirvais dellos, y enseñaldes las cosas de nuestra sancta
-fe católica.» Item, decia otra: «A vos, fulano, se os encomiendan en
-el Cacique fulano, 50 ó 100 indios, con la persona del Cacique, para
-que os sirvais dellos en vuestras granjerías y minas, y enseñaldes las
-cosas de nuestra sancta fe católica,» y así todos cuantos habia en el
-pueblo, por manera, que á todos, chicos y grandes, niños y viejos,
-hombres, y mujeres preñadas y paridas, señores y vasallos, principales
-y plebeyos, condenaba absolutamente á servidumbre, donde al cabo,
-como se verá, morian. Esta fué la libertad, que de su repartimiento
-consiguieron. Cuanto á lo tercero, que debiera tener respeto á las
-grandes necesidades de las mujeres y hijos, y á que se ayuntaran cada
-noche, ó al ménos cada sábado, aunque esto era injusto, como dijimos,
-consintió que llevasen los españoles á los maridos á sacar oro, 10,
-y 20, y 30, y 40, y 80 leguas, cierto, y las mujeres quedaban en las
-estancias ó granjas, trabajando en las labores de la tierra, cavando,
-no con azadas, ni arando con bueyes, sino, con unos palos tostados,
-rompiendo la tierra, y sudando, en trabajos que no son iguales, con
-mucho, á los mayores que los cavadores trabajan en Castilla. Estos
-eran, hacer unos montones para el pan que se come; y esto, es alzar de
-la tierra que cavan, cuatro palmos en alto, y doce piés en cuadro, y
-destos hacer diez y doce mil juntos, que gigantes se molieran; y otros
-oficios y trabajos no menores, ó poco ménos que estos, cualesquiera
-que vian los españoles serles más provechosos para sacar dineros.
-Por manera, que no se juntaba el marido con la mujer, ni se vian en
-ocho ni en diez meses, ni en un año; y cuando al cabo deste tiempo
-se venian á juntar, venian de las hambres y trabajos tan cansados
-y tan desechos, tan molidos y sin fuerzas, y ellas, que no estaban
-acá ménos, que poco cuidado habia de comunicarse maridalmente; desta
-manera, cesó en ellos la generacion. Las criaturas nacidas, chiquitas
-perecian, porque las madres, con el trabajo y hambre, no tenian leche
-en las tetas; por cuya causa murieron en la isla de Cuba, estando yo
-presente, 7.000 niños en obra de tres meses; algunas madres ahogaban
-de desesperadas las criaturas; otras, sintiéndose preñadas, tomaban
-hierbas para malparir, con que las echaban muertas. Por manera, que
-los maridos morian en las minas, y las mujeres en las granjas, con los
-trabajos dellas, y las criaturas nascidas por se les secar la leche,
-y cesando la generacion para las por nacer, de necesidad habian, como
-perecieron todos, en breve de perecer, y así se despobló esta tan
-grande, y poderosa y fertilísima, aunque desdichada isla. Y es aquí
-de considerar, que si en todo el mundo las dichas causas hobieran
-concurrido, si haberse todo evacuado de todo el linaje humano, en tan
-breves dias, fuera maravilla. Cuanto á la cuarta, que habia de ser
-el alquilarse algun tiempo, y no siempre, é inducidos con dulzura y
-piedad, etc; diólos el Comendador para que contínuamente trabajasen sin
-darles descanso alguno, como parece por la Cédula del repartimiento, y
-si alguna limitacion despues puso, de que yo, cierto, no me acuerdo,
-al ménos esto es cierto, que se les daba por resuello, y que muchos y
-los más servian y trabajaban en aquel tiempo, contínuamente; y, sobre
-los trabajos importables, permitió ponellos y mandallos unos verdugos
-españoles crueles, á los que andaban en las minas, unos llamados
-mineros, y á los que andaban y trabajaban en las granjas ó estancias,
-estancieros. Estos, tratábanlos con tanto rigor y austeridad, y por
-modo tan inhumano, que no parecia sino que eran los ministros del
-infierno, que de dia ni de noche no dan de holganza un momento.
-Dábanles de palos ó varazos, de bofetadas, de azotes, de puntilladas,
-nunca oyendo dellos otra más dulce palabra que perros, y porque por
-las continuas impiedades y aspereza de los malos tractamientos de los
-estancieros y mineros, y por los trabajos continuos, no tolerables, que
-sin resollar sufrian, y con tener por cierto que nunca dellos habian de
-salir, sino en ellos de morir, como vian que sus vecinos y compañeros
-morian, que es lo que á los dañados en el infierno hace desesperar,
-íbanse huyendo por los montes á esconder, criaron ciertos alguaciles
-del campo, que los iban á montear y á traellos. Y en las villas y
-lugares de los españoles, señaló y crió el Comendador Mayor un vecino,
-el más honrado y caballero del pueblo, al cual puso nombre Visitador,
-y á quien, por sólo el oficio, como por salario, sin el repartimiento
-que le habia cabido de indios, le daba otros cien indios, que como los
-otros le sirviesen. Estos eran los verdugos mayores ordinarios, y así,
-como más honrados en el pueblo, tanto más que los otros eran crueles.
-Ante estos presentaban los alguaciles del campo á los desventurados
-indios huidos que de los montes traian; iba el acusador luego allí,
-y este era el que los tenia en repartimiento, y les habian dado por
-piadoso maestro, y acusábalos diciendo, que aquel indio ó indios era ó
-eran unos perros que no le querian servir, y que cada dia se le iban
-de puro bellacos haraganes, que los castigase bien. Luego el Visitador
-los hacia amarrar á un poste, y él mismo, por sus propias manos, como
-el más honrado, tomaba un rebenque de marineros alquitranado, que
-llaman en las galeras anguilla, el cual es como una verga de hierro,
-y dábale tantos de azotes y tan crueles al cuerpo desnudo, flaco,
-en los huesos, hambriento, hasta que por muchas partes le reventaba
-la sangre y lo dejaba por muerto, con protestacion y amenazas, que,
-si otra vez se huia, que habia de hacer y acontecer. Nuestros ojos
-vieron algunas veces muchas y grandes inhumanidades destas, y Dios es
-testigo, que tantas fueron las que cometian y cometieron en aquellos
-corderos, que, por mucho que dellas se diga, no pueden ser, de muchas
-partes una, encarecidas. Cuanto á lo quinto, que habian de ser los
-trabajos moderados, etc.; estos eran sacar oro, el cual es tal, que há
-menester para sacallo de las entrañas de la tierra, ser los hombres
-de hierro, porque se trastornan las sierras, lo de abajo arriba y de
-arriba abajo, mil veces, cavando, y quebrando peñas y meneando piedras,
-y para lavallo en los rios llevan la tierra acuestas, y allí están
-los lavadores siempre metidos en el agua, y corvados los lomos, que
-se quiebran por el cuerpo, y cuando la mina hace agua, sobre todos
-los trabajos es, con los brazos y ciertas gamellas, de abajo arriba,
-echalla fuera; y finalmente, para conjeturar y entender qué trabajo es
-coger oro y plata, débese considerar, que los gentiles la mayor pena
-que daban á los mártires, despues de la muerte, era condenallos para
-sacar los metales. Y los reyes de Egipto no echaban en las minas á
-sacar oro sino á los condenados por sus delitos, y á los que captivaban
-en las guerras ó á los que levantaban algun grave testimonio, ó á los
-que, por algun de servicio, incurrian en la ira del Rey, y tal era
-el trabajo, que, porque no se huyesen, les echaba prisiones, y era
-grande el número de la gente que en ello ocupaban, á los cuales, sin
-descanso alguno, dias y noches, forzaban á trabajar, con injurias,
-azotes y palos. Todo esto dice Diodoro, lib. IV, cap. 2.º: _Egipti
-enim Reges, crimine damnatos omnes ac ex hostibus captos, insuper ob
-aliquam falsam calumniam aut Regum iram in carcerem detrusos, aura
-defodiendo deputant simul sumpta facinorum pena e magno quæstu ex
-eorum labore percepto: illi compedibus vincti magnus hominum numerus
-absque ulla intermissione, die nocteque exercentur nulla neque requie
-concessa, omnique ablata fugiendi facultate_, Y más abajo: _Ab hoc
-labore nunque conquiescunt, contumeliis verberibusque ad continuum
-opus coacti_, etc. Tambien dice allí que les ponian propósitos, que
-debian ser los verdugos, como acá dijimos, de los mineros; y, en el
-lib. VI, cap. 9.º, el mismo Diodoro, del trabajo que es sacar oro nos
-trae otros testigos, á nosotros los españoles, más cercanos, y estos
-son la misma gente de España. Cuenta que los romanos, despues de haber
-sojuzgado á España, compraban muchos esclavos, y de creer es que debian
-ser dellos algunos españoles, y quizá todos, y que los enviaban y
-tenian en las minas, y que era increible la riqueza que sacaban para
-sus señores, aunque con grandes angustias y calamidad suyas; porque
-de dia y de noche los constreñian á que cavasen, y que muchos, por el
-excesivo trabajo, perecian, como quiera que ninguna holganza les diesen
-ni tiempo para que resollasen, ántes, con azotes, á que de contino
-estuviesen en la obra eran forzados; los cuales, raro, podian vivir
-mucho, sino eran los muy robustos de fuerzas y vigor de ánimo; aquestos
-más tiempo duraban en esta calamidad, y á los tales, por la grandeza
-y gravedad de la miseria que padecian, más deseada era la muerte que
-la vida. _Verum cum die noctuque in labore perseverent multi ex nimio
-labore moriuntur: cum nulla eis ab opere detur requies aut laboris
-intermissio, sed verberibus ad continuum opus coacti, raro diutius
-vivunt. Robustiori quidam corporis et animi vigore, plurimum temporis
-in ea versantur calamitate, quibus tamen ob miseriæ magnitudinem mors
-est vita optabilior_, etc. Todo esto es de Diodoro, y lo que más se ha
-dicho en romance. Por lo dicho parece que de naturaleza le debe ser
-al oro apropiado morir los hombres del trabajo que generalmente hay
-en sacallo, y ser tanto, que precian más la muerte que la vida por no
-pasallo; y por consiguiente, queda probado, que no son imposibles las
-calamidades, que, padecer los indios en sacallo, contamos; y plugiera á
-Dios que no fueran necesarias, pues, en verdad, son pasadas y pasan hoy
-donde quiera que los españoles con indios el oro sacan.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XIV.
-
-En el cual se prosiguen la quinta y las otras tres partes de la carta
-de la Reina, de que mal usó el Comendador Mayor, en perdicion de los
-indios.
-
-
-Duraban en las minas y en los trabajos dellas, al principio, seis
-meses; despues ordenaron que ocho, que llamaban una demora, hasta el
-tiempo que traian todo el oro cogido á la fundicion, y, fundido, tomase
-el Rey su parte, y daban al que tenia repartimiento lo demas, puesto
-que, por muchos años, nunca entraba en su poder ni áun un castellano,
-porque todo lo debia á mercaderes ó á otros acreedores, y, con cuantas
-angustias y tormentos á los indios, por sacar aquel infernal oro,
-causaba, Dios se lo consumia todo, y nunca hombre dellos medraba. En
-el tiempo que habia fundicion, les daban licencia que se fuesen á sus
-pueblos, los que los tenian á dos, y á tres, y á cuatro jornadas.
-¡Bien se puede juzgar cuáles llegarian, y qué descanso hallarian
-en sus casas, habiendo estado ocho meses fuera dellas, dejando sus
-mujeres y hijos desmamparados, si quizá no las habian llevado tambien
-á los trabajos, y tornaban juntos maridos y mujeres, á llorar su vida
-desventurada! ¿Qué refrigerio hallarian, habiendo de ir á buscar de
-comer y trabajar en sus hacendejas, que hallaban hechas heriazos y
-llenas de hierba, y faltándoles todo consuelo y recaudo? Los que de
-40 ó 50 y 80 leguas habian venido, nunca tornaban á sus casas de 100,
-10, sino que en las minas y en los otros trabajos, hasta que morian
-estaban. Muchos de los españoles no tenian escrúpulo alguno de,
-domingos y fiestas, trabajallos, y cuando ménos los trabajaban, era
-que no sacasen aquel dia oro, sino en otras cosas, que no faltaban,
-como hacer las casas ó remendallas de paja, y traer leña, y otras mil
-semejantes en que los ocupaban; la comida que para sufrir tantos y
-tales trabajos les daban, era pan caçabí, el cual, puesto que con harta
-carne y otras cosas se pueden pasar bien los hombres, pero para sin
-carne ó pescado, y manjar otro que le acompañe, tiene poca sustancia.
-Así que su comida era de aquel pan caçabí, y mataba el minero un puerco
-cada semana; comíase él los dos cuartos y más, y, para 30 y 40 indios,
-echaba de los otros dos cuartos cada dia á cocer un pedazo, y repartia
-entre los indios á cada uno una tajadilla, que seria como una nuez, y
-con aquella, gastándola toda emplingando el caçabí, y con sopear en el
-caldo, se pasaban; y es verdad, que estando el minero comiendo, estaban
-los indios debajo la mesa, como suelen estar los perros y los gatos,
-para, en cayéndose el hueso, arrebatallo, el cual chupaban primero, y,
-despues de bien chupado, entre dos piedras lo majaban, y lo que dél
-podian gozar con el caçabí lo comian, y así de todo el hueso no perdian
-nada; y esta tajadilla de puerco, y los huesos dél, no lo alcanzaban
-sino solamente los indios que en las minas á sacar oro andaban, porque
-los de las estancias que cavaban y tenian otros grandes trabajos, en
-su vida, mujeres ni hombres, nunca supieron, despues de entregados á
-los españoles, qué cosa fuese carne, más del caçabí y otras raíces.
-Personas hobo en la isla de Cuba (porque si tratando della se me
-olvidare), que no teniendo, por su avaricia, qué dar de comer á los
-indios que les hacian las labranzas, los enviaban á pacer al campo y
-á los montes las frutas de los árboles que habia, dos y tres dias, y
-con lo que traian en los vientres, les hacian trabajar otros dos ó
-tres dias sin comer otro bocado; y desta manera hizo uno una labranza
-que le valió 500 y 600 pesos de oro ó castellanos, y esto, él mismo
-por su boca, en presencia de mí y de otros, lo contó por industriosa
-hazaña. Cuanto á lo sexto, que era que el jornal fuese conforme á los
-trabajos, etc., mandó el Comendador Mayor que les pagasen por jornal,
-por la vida y trabajos y servicios que padecian y hacian que de suso se
-han referido, no sé si podrá ser creido, pero yo digo verdad, y así
-lo afirmo, que les mandó dar tres blancas en dos dias, y áun no fué
-tanto, sino media blanca ménos, porque cada año ordenó que á cada un
-indio se diese medio peso de oro, que son 225 maravedís, y estos que
-se los pagasen en lo que bastase á comprar cosillas de Castilla, que
-los indios llamaban cacóna, la media sílaba luenga, que quiere decir
-galardon. Destos 225 maravedís, se podia comprar hasta un peine y un
-espejuelo, y una sartilla de cuentas verdes ó azules, y es tambien
-cierto que muchos años pasaron, que ni áun esto no les pagaban; y poco
-hacian á su bien ni á la mitigacion de sus angustias, y hambres, y
-calamidades; las cuales eran tantas, que ni ellos se dieran ni daban
-nada por ello, porque todos sus deseos no subian más de comer y verse
-hartos, porque siempre rabiaban de hambre, y de cómo saldrian de
-vida tan desesperada. Este fué, pues, el premio y jornal que por tan
-grandes trabajos y daños (que no eran ménos que perder los cuerpos y
-las ánimas), les mandó pagar, conviene á saber, por dos dias, áun no
-tres blancas; despues el tiempo andando, á cabo de muchos años, se les
-aumentó el jornal hasta un peso de oro, por ciertas leyes que hicieron
-hacer al rey D. Hernando, como, si Dios quisiere, se dirá, que no es
-otro, que el dicho, menor escarnio. Cuanto á lo sétimo, que la Reina
-pretendia, conviene á saber, que todo aquello cumpliesen los indios,
-como personas libres que eran, y que no consintiese hacerles daño ni
-agravio alguno, y que tuviesen libertad para entender en sus haciendas,
-y descansar, y curarse, etc., bien claro ha parecido, segun creo, por
-lo dicho, como totalmente les quitó su libertad y consintió ponellos
-en la más áspera, y fiera, y horrible servidumbre y captiverio, que
-ninguno puede entender sino la viera por sus ojos, no siendo libres
-para cosa desta vida; y áun las bestias suelen tener libertad algunos
-tiempos para ir á pacer al campo, y nuestros españoles no daban para
-esto, ni para otra cosa, lugar á los indios miserandos, y así, los dió,
-en la realidad de la verdad, perpétuamente por esclavos, pues nunca
-tuvieron libre voluntad para hacer de sí nada ó algo, sino donde la
-crueldad y cudicia de los españoles queria echarlos, no como á hombres
-captivos, sino como bestias, que sus dueños, para lo que quieren
-hacer dellas, las tienen atadas. Cuando algunas veces los dejaban ir
-á su tierra á descansar, no hallaban vivas á sus mujeres ni hijos, ni
-hacienda alguna de que comiesen, como se dijo, por no se las dejar
-labrar; y así, no tenian otro remedio sino buscar raíces ó hierbas
-del monte y del campo, y en el campo morir. Si enfermaban, que era
-frecuentísimo en ellos, por los muchos y graves, y no acostumbrados
-trabajos, y por ser de naturaleza delicadísimos, no los creian, y sin
-alguna misericordia los llamaban perros, y que de haraganes lo hacian
-por no trabajar, y, con estos ultrajes, no faltaban coces y palos; y
-desque vian crecer el mal ó enfermedad, y que no se podian aprovechar
-dellos, dábanles licencia que se fuesen á sus tierras, 20, y 30, y
-50, y 80 leguas distantes, y para el camino, dábanles algunas raíces
-de ajes y algun caçabí. Los tristes íbanse, y al primer arroyo caian,
-donde morian desesperados; otros iban más adelante, y, finalmente, muy
-pocos, de muchos, á sus tierras llegaban, y yo topé algunos muertos
-por los caminos, y otros debajo de los árboles boqueando, y otros
-con el dolor de la muerte dando gemidos, y, como podian, diciendo
-«¡hambre! ¡hambre!», y esta fué la libertad y los buenos tractamientos
-y cristiandad, y el no recibir agravios ni daños, que estas gentes con
-la gobernacion y órden que puso el Comendador Mayor, cobraron. Cuanto á
-la octava y final parte de la Carta de la reina doña Isabel, y que por
-ella mostraba pretender, conviene á saber, que los indios comunicasen
-con los españoles para que fuesen doctrinados y cristianos, y por
-medio daba que los Caciques señalasen cierto número de gente para que
-se alquilasen, en sí era difícil ó imposible y no proporcionada á que
-los indios fuesen cristianos, ántes les era perniciosa y mortífera,
-y se convertia en total destruccion de los indios; manifiesto es que
-no se le daba poder ni se le podia dar, porque la Reina no lo tenia
-para destruccion, sino para edificacion destas gentes, y esto habia el
-Comendador Mayor de considerar. Item, debiera tambien mirar, que si la
-Reina estuviera presente para que le constara tanto mal, no habia duda
-sino que aquella órden la prohibiera y abominara. Cosa fué maravillosa
-en aqueste tan prudente caballero, que cada demora que era de ocho
-á ocho meses, y fué de año á año cuando se hacian las fundiciones
-del oro, morian gran multitud de gente con aquellos trabajos, y no
-cognosciese que la órden y gobernacion que cuanto á los indios habia
-puesto era mortífera pestilencia, que con vehemencia estas gentes
-consumia y asolaba, y que nunca la revocase y enmendase, por lo cual
-no pudo él ignorar que no fuese pésimo é inícuo todo lo que habia en
-esto constituido y ordenado, y, por consiguiente, ni ante Dios ni ante
-los Reyes era excusado. Ante Dios, porque lo que constituyó era de sí
-malo y contra la ley divina y natural, poner en áspera servidumbre y
-captiverio y perdicion á hombres racionales libres, cuanto más que
-via por experiencia, que de la perdicion dellos, aquella desórden era
-la causa; ante los Reyes, porque totalmente salió y excedió, haciendo
-todo el contrario de lo que por la Reina le era mandado. La enmienda
-que desta perdicion hacia, es la siguiente: como via que las gentes se
-apocaban, matando en las minas y estancias, cada demora ó cada año,
-cada español los de su repartimiento, la mitad ó alguna buena parte, y
-los mismos españoles, tambien, viendo que se les disminuian los indios
-y acababan, no teniendo confusion de sus pecados, se lo suplicaban,
-tornaba á echar todos los indios que habia en la isla, como dicen, en
-la baraja, y esto era hacer nuevo repartimiento, en el cual rehacia el
-número de los que habian muerto, que primero les habia dado, y esto á
-los españoles más principales y dél más favorecidos; y, porque no habia
-para todos de aquel paño, dejaba á muchos que no tenian tanto favor
-sin repartimiento y sin dalles algo, y desta manera, cuasi cada dos ó
-tres años, los repartimientos remendaba ó renovaba. Y porque despachada
-esta Carta real, la Reina, como se dijo, murió luego, no supo de esta
-cruel perdicion nada. Sucedió luego venir á reinar el rey D. Felipe y
-la reina Doña Juana, y ántes que cosa de las Indias entendiese, murió
-el rey D. Felipe, por cuya muerte estuvo el reino de Castilla sin Rey
-presente, dos años; y así se entabló y calló la diminucion y perdicion
-destas gentes miserables. Despues desto, vino á gobernar los reinos
-el rey católico D. Hernando, al cual, ó se le encubrió, ó no se le
-encareció como debiera, y áun porque pocas veces, ó ninguna, desto
-se le dijo verdad, pasaron ocho años, muy poco ménos, que gobernó el
-dicho Comendador Mayor, en los cuales se entabló y echó sus raíces esta
-pestilente desórden, sin haber hombre que en ella hablase ni mirase, ni
-pensase, y así se fueron consumiendo las multitudes de vecinos y gentes
-que habia en esta isla, que, segun el Almirante escribió á los Reyes,
-eran sin número, como arriba en el primero libro queda ya dicho, y en
-tiempo de los dichos ocho años de aquel gobierno, perecieron más de
-las nueve, de diez partes. De aquí pasó esta red barradera á la isla
-de Sant Juan y á la de Jamáica, y despues á la de Cuba, y despues á la
-tierra firme, y así cundió y inficionó y asoló todo este orbe, como
-parecerá, placiendo á Dios, en sus lugares. Por manera, que del asiento
-y desórden que aquel Comendador Mayor de Alcántara hizo y asentó en
-esta isla, repartiendo los indios entre los españoles de la manera
-dicha, por ilusion, cierto, y arte diabólica, procedió la perdicion y
-acabamiento tan violento vehementísimo, que ha yermado y consumido, en
-estas Indias, la mayor parte del linaje humano que en ellas estaba y
-hallamos.
-
-«La Reina: Doña Isabel, por la gracia de Dios, reina de Castilla,
-de Leon etc.: Por cuanto el Rey, mi señor, é yo, por la Instruccion
-que mandamos dar á don frey Nicolás de Ovando, comendador mayor de
-Alcántara, al tiempo que fué por nuestro Gobernador á las islas y
-tierra firme del mar Océano, hobimos mandado que los indios vecinos
-y moradores de la isla Española fuesen libres y no subjetos á
-servidumbre, segun más largamente en la dicha Instruccion se contiene,
-y agora soy informada que, á causa de la mucha libertad que los dichos
-indios tienen, huyen y se apartan de la conversacion y comunicacion de
-los cristianos, por manera que, áun queriéndoles pagar sus jornales,
-no quieren trabajar y andan vagabundos, ni ménos los pueden haber para
-los doctrinar y traer á que se conviertan á nuestra sancta fe católica,
-y que, á esta causa, los cristianos que están en la dicha isla, y
-viven y moran en ella, no hallan quien trabaje en sus granjerías y
-mantenimientos, ni les ayudan á sacar ni coger el oro que hay en la
-dicha isla, de que á los unos y á los otros viene perjuicio; y porque
-Nos deseamos que los dichos indios se conviertan á nuestra sancta fe
-católica, y que sean doctrinados en las cosas della, y porque esto se
-podria mejor facer comunicando los dichos indios con los cristianos que
-en la dicha isla están, y andando tratando con ellos, y ayudando los
-unos á los otros, para que la dicha isla se labre, y pueble, y aumenten
-los frutos della, y se coja el oro que en ella hobiere, para que estos
-mis reinos, y los vecinos dellos, sean aprovechados, mandé dar esta mi
-Carta, en la dicha razon: por la cual mando á vos, el dicho nuestro
-Gobernador, que, del dia que esta mi Carta viéredes en adelante,
-compelais y apremieis á los dichos indios, que traten y conversen con
-los cristianos de la dicha isla y trabajen en sus edificios, en coger
-y sacar oro y otros metales, y en facer granjerías y mantenimientos
-para los cristianos vecinos y moradores de la dicha isla, y fagais
-pagar á cada uno, el dia que trabajare, el jornal y mantenimiento,
-que, segun la calidad de la tierra, y de la persona, y del oficio, vos
-pareciere que debieren haber, mandando á cada Cacique que tenga cargo
-de cierto número de los dichos indios, para que los haga ir á trabajar
-donde fuere menester, y para que, las fiestas y dias que pareciere, se
-junten á oir y ser doctrinados en las cosas de la fe, en los lugares
-deputados para que cada Cacique acuda con el número de indios que vos
-les señaláredes, á la persona ó personas que vos nombráredes para que
-trabajen en lo que las tales personas les mandaren, pagándoles el
-jornal que por vos fuere tasado, lo cual hagan é cumplan como personas
-libres, como lo son, y no como siervos; é faced que sean bien tratados
-los dichos indios, é los que dellos fueren cristianos mejor que los
-otros, é non consintades ni dedes lugar que ninguna persona les haga
-mal ni daño, ni otro desaguisado alguno, é los unos ni los otros no
-fagades nin fagan ende al, por alguna manera, so pena de la mi merced,
-y de 10.000 maravedís para la mi Cámara, á cada uno que lo contrario
-ficiere; y demás mando al home que les esta mi Carta mostrare, que los
-emplacen y parezcan ante Mí en la mi corte, do quier que yo sea, del
-dia que los emplazaren, fasta quince dias primeros siguientes, so la
-dicha pena, so la cual mando á cualquier Escribano público que para
-esto fuere llamado, que de, ende, al que se la notificare testimonio
-sinado con su sino, porque yo sepa cómo se cumple mi mandado. Dada en
-la villa de Medina del Campo, á 20 días del mes de Diciembre, año del
-nascimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1503 años.--Yo la Reina.--Yo
-Gaspar de Gricio, Secretario del Rey y de la Reina, nuestros señores,
-la fice escrebir por su mandado de la Reina, nuestra señora.» Y en
-las espaldas de la dicha Carta está escripto y firmado lo siguiente:
-«_Jo. Eps. Cartha. Franciscus, licenciatus. Jo. licenciatus, Fidus
-Tello, licenciatus, Licenciatus Caravajal, Licenciatus de Santiago_.
-Registrada: _Licenciatus Polanco_. Francisco Diaz, Chanciller.»
-
-
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-
-CAPÍTULO XV.
-
-
-Dada cuenta de dónde y cómo y cuándo tuvo principio abierto y formal
-el repartimiento de los indios á los españoles, y quién fué el que con
-solemnidad y autoridad, aunque propia y no de los Reyes, le dió nombre,
-que tanto despues fué por todas estas Indias celebrado, y que ha sido
-causa de su despoblacion y destruicion de las gentes, naturales dellas,
-como si place á Dios se verá, lo que viene luego de aquel tiempo
-que deba contar la historia, que fué pocos meses más ó pocos ménos,
-contemporáneo, es la guerra que se tornó á hacer contra los indios de
-la provincia de Higuey; aquella provincia, que, cuando llegamos con
-el Comendador Mayor, estaba agraviada por haber muerto al señor de la
-isleta de Saona, y, segun la estima de los españoles, estaba alzada y
-rebelada, contra la cual se hizo la guerra, que arriba en el cap. 8.º
-hicimos mencion. Esta se movió por esta ocasion: ya dijimos, dónde
-arriba, que el fin de la primera fué con cierto asiento que hizo Juan
-de Esquivel, Capitan general, y los otros Capitanes, con aquella gente
-de la provincia, que hiciesen ciertas labranzas de pan para el Rey, que
-era lo que entónces mucho valia, y áun siempre ha sido la principal
-riqueza desta isla, y que no vernian á esta ciudad de Sancto Domingo
-á hacer algun servicio, ni saliesen de su tierra; porque esto es y
-ha sido de los indios en todas partes siempre aborrecido y temido.
-Dijimos tambien como habia quedado allí, en una fortaleza de madera,
-por Capitan, un hombre llamado Martin de Villaman, con nueve otros
-españoles. Este, segun dije, y los que con él quedaron, como estaban
-bien vezados á tener en poco los indios, y mandarlos con austeridad
-y potencia, forzábanlos á traer el pan que habian sembrado para el
-Rey, á esta ciudad; ó á que viniesen á hacer acá alguna labranza,
-y, lo que yo tengo por cierto, por la luenga y contínua experiencia
-que tengo, y no hay hombre en todas las Indias que esto no sepa ni lo
-niegue, por las grandes importunidades y rigurosos malos tratamientos
-que les hacian, tomándoles las hijas ó parientas, y quizá las mujeres,
-porque esto es lo primero y que más en poco se tiene por los nuestros
-en estas tierras, finalmente, por lo uno y por lo otro, ó por todo,
-no pudiéndolos sufrir, juntóse mucha gente, y vinieron sobre ellos y
-matáronlos, y quemaron la fortaleza. Pienso, si no me he olvidado, que
-escapó, de los nueve, uno, que trujo las nuevas dello á esta ciudad
-de Sancto Domingo. Sabido por el Comendador Mayor, manda apregonar
-la guerra contra los de aquella provincia, á fuego y á sangre; mandó
-apercibir toda la gente que se pudo sacar de las villas de los
-españoles, instituyó por Capitan general, y por Capitan de la gente
-de la villa de Santiago, juntamente, al ya nombrado caballero Juan de
-Esquivel. Desta ciudad fué por Capitan un Juan Ponce de Leon, de quien,
-abajo, si pluguiere á Dios, habrá que decir, y por Capitan de la Vega,
-conviene á saber, de la villa de la Concepcion, que en aquel tiempo era
-el principal pueblo de españoles desta isla, nombró por Capitan á Diego
-de Escobar, de quien arriba, en el primer libro, dijimos haber sido uno
-de los de la compañía de Francisco Roldan. De la villa del Bonao no me
-acuerdo quién fué por Capitan. Creo que se juntarian por todos obra
-de 300, y no llegarian á 400 hombres, como en la otra de que hablamos
-en el cap. 8.º Fuéronse á juntar todos, por diversos y distantes
-caminos, á cierta provincia, creo que llamada Ycayágua, la media sílaba
-luenga, propincua de la de Higuey, cuyos vecinos llevaban el yugo de
-la servidumbre de los españoles, con más paciencia y más equanimidad.
-Lleváronse de allí cierto número de indios de guerra, con sus armas,
-los cuales, en los de Higuey, alzados, no hicieron poca guerra, ni poco
-daño. Las gentes de la provincia de Higuey tenian sus pueblos dentro,
-en los montes, y estos montes son llanos como una mesa llana, y sobre
-aquella mesa comienza otra mesa, de la misma manera llana y montuosa,
-más alta 50 y más estados, al cual se subia con gran dificultad, que
-apénas pueden subir gatos. Estas mesas son de 10 y 15 leguas de largo y
-ancho, y todas soladas, como si lo fuesen á mano, de lajas de peña viva
-muy áspera, como puntas de diamante. Tienen infinitos ojos ó hoyos,
-de cinco y seis palmos en torno, llenos de tierra colorada, la cual,
-para su pan caçabí, es fertilísima y admirable, porque poniendo una
-rama ó dos de la planta de donde salen las raíces de que se hace, todo
-aquel agujero ó hoyo se hinche de sola una raíz, cuanto el cabe, y áun
-sembrando en aquellos agujeros ó hoyos dos ó tres pepitas de nuestros
-melones, se crian de la misma manera, tan grandes, que no hay botijas
-de media arroba, de las de España, mayores, finísimos y odoríferos, y,
-como sangre, colorados. Por esta fertilidad tenian aquellas gentes sus
-pueblos en aquellas montañas llanas. Dentro de aquellos montes llanos
-talaban los árboles cuanto era menester, para hacer una plaza, segun el
-pueblo era chico ó grande; y, hecha la plaza, ella en medio, talaban
-y hacian cuatro calles en cruz, muy anchas y de un tiro de piedra en
-largo. Estas calles hacian para pelear, porque sin ellas no se pudieran
-menear, segun los montes son espesos, y las rocas ó peñas y piedras
-que hay, tambien muy ásperas, aunque llanas. Así que, llegada la gente
-de los españoles á los límites de aquella provincia, y sentida por las
-gentes della, hacen por todas partes muchas ahumadas, unos pueblos á
-otros avisándose, y luego ponian las mujeres, y los hijos, y viejos
-en cobro, en lo más secreto que ellos hallar podian y sabian de los
-montes. Lléganse más los españoles, y en cierto lugar llano y monte
-desembarazado, asientan su real para que se pudiesen aprovechar de los
-caballos, y, desde allí, proveer á dónde y cómo habian de guerrear.
-Allí asentados, todo su principal cuidado era y es, á los principios,
-como debe ser en todas las guerras, prender alguno de los contrarios
-para que descubran los secretos propósitos y disposicion, y gente y
-fuerzas que en ellos hay; y así se tomaban, y, tomados, atormentaban,
-y algunos descubrian, y otros ántes se dejaban morir que descubrir
-la verdad, si sus señores se lo mandaban. Entrados del todo los
-españoles y llegando á los pueblos, hallaban los indios de los pueblos
-comarcanos, juntos en un pueblo, que era el más apropiado, y, en las
-calles, aparejados con sus arcos y flechas, pero desnudos, en cueros, y
-las barrigas por broqueles, para pelear; y era estraña su grita, que,
-si así como ponian miedo con sus alaridos, lo pusieran con las armas,
-no les hobiera ido con los españoles tan mal. Esperaban el primer
-ímpetu de los españoles, aventando sus flechas, harto de léjos, que,
-cuando llegaban, iban tan cansadas, que apénas mataran un escarabajo.
-Desarmadas en los cuerpos desnudos las ballestas principalmente, porque
-por entónces, pocas eran ó ningunas las espingardas, viendo caer muchos
-dellos, luego se iban retrayendo, y pocas veces ó ninguna esperaban
-las espadas. Algunos habia, que así como le daban la saetada, que le
-entraba hasta las plumas, con las manos se sacaba la saeta y con los
-dientes la quebraba, y, escupida, la arrojaba con la mano hácia los
-españoles, como que con aquella injuria, que les hacia, se vengara, y
-luego, allí, ó poco despues, caia muerto. Pasados aquellos primeros
-tiros, viendo lo poco que con las ballestas de los españoles ganaban,
-todo su refugio y defensa no era sino huir cada casa ó vecindad por su
-parte. Allí, por la espesura de los montes y aspereza de la tierra,
-porque todo se andaba sobre peñas, como es dicho, muy ásperas, poco
-duraba tras ellos el alcance. Pero porque siempre, ó las más de las
-veces, ó allí en el conflicto, ó mayormente andando cuadrillas de
-españoles á cazar indios por los montes, se tomaban algunas espías,
-ó algunos que de una parte á otra pasaban, á estos tales dábanles
-increibles tormentos para que descubriesen dónde se habia huido la
-gente, y en qué lugares y en cuántas partes. Llevaban estos por
-guías, con cordeles al pescuezo atados, y algunos, desque llegaban
-á algun despeñadero, por llevar tras sí al español que lo llevaba
-del cordel, se despeñaba, porque así se lo habia el señor ó Cacique
-mandado. Llegada la cuadrilla de los españoles á donde los infelices
-tenian arrinconados sus ranchos, daban en ellos, donde veríades hacer
-sus efectos, en aquellos cuerpos desnudos, las espadas. Allí no se
-perdonaba á hombre viejo ni niño, ni mujer parida ni preñada. Despues
-de hechos grandes estragos, prendian muchos por los montes, destos que
-del cuchillo se habian escapado, á todos los cuales les hacian poner
-sobre un palo la una mano, y con el espada se la cortaban, y luego la
-otra, á cercen, ó que en algun pellejo quedaba colgando, y decíanles,
-«andad, llevad á los demas esas cartas.» Por decir, «llevad las nuevas
-de lo que se ha de hacer dellos, segun que con vosotros se ha obrado»;
-íbanse los desventurados, gimiendo y llorando, de los cuales, pocos ó
-ningunos, segun iban, escapaban, desangrándose, y no teniendo por los
-montes, ni sabiendo donde ir á hallar alguno de los suyos, que les
-tomase la sangre ni curase; y así, desde á poca tierra que andaban,
-caian sin algun remedio ni mamparo.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XVI.
-
-
-Desbaratados y desparcidos los de los pueblos, que se habian juntado
-en alguno de los más convenientes para resistir á los españoles, iban
-á dar en otro pueblo donde sabian que estaban los indios esperándolos.
-Entre otros, fueron al más principal, que era el del rey y señor
-Cotubanamá ó Cotubáno, que dijimos en el cap. 8.º que habia trocado
-el nombre con Juan de Esquivel, Capitan General, y era su guatiao,
-como hermano en armas; este Cacique y señor era estimado por el más
-esforzado de toda aquella provincia, y era el más lindo y dispuesto
-hombre, que, entre mil hombres de cualquiera nacion, creo yo que se
-hallara; tenia el cuerpo mayor que los de los otros, creo tambien
-que tenia una vara de medir entera de espalda á espalda, la cintura
-la ciñeran con una cinta de dos palmos ó muy poquito más; tenia la
-llave de las manos de un gran palmo; los brazos, y las piernas, y
-todo lo demas, á los otros miembros muy proporcionado, el gesto no
-hermoso, sino de hombre fiero y muy grave; su arco y flechas era de
-doblado gordor que los de los otros hombres, que parecian ser de
-gigante. Finalmente, este señor era de tan señalada disposicion, que
-los españoles, todos, de velle se admiraban. Guardé para este lugar
-hablar dél, así en particular, lo que parece que tenia su lugar en
-el cap. 8.º, porque no entónces yo lo vide, sino en esta temporada y
-guerra segunda que se les hizo. Asi que, determinados los españoles
-de ir al pueblo deste señor, donde tenian nueva que habia mucha gente
-ayuntada para les resistir, y por ser entre todos, y más que ninguno,
-por su persona y esfuerzo, nombrado y estimado, fueron todos derechos
-allá, y llegados á cierto pedazo de la ribera de la mar, hallaron dos
-caminos, que iban por el monte, al pueblo. El uno, muy escombrado,
-cortadas las ramas y todo lo que podia embarazar; en este, á la entrada
-del pueblo, tenian los indios una celada, para dar á los españoles en
-las espaldas, donde no recibieran poco daño; el otro camino estaba muy
-cerrado, lleno de árboles cortados y atravesados, que ni áun gatos
-pudieran por él andar, pero los españoles, como siempre saben darse á
-recaudo, sospecharon luego aquello haber sido de industria ordenado; y
-así, sospechando algun engaño, dejaron el camino abierto, y vánse, con
-muy gran dificultad, por el cerrado. De una legua ó legua y media, que
-habria al pueblo desde la mar, la media legua estaba el camino, de la
-manera dicha, con madera ocupado, y, en pasarla, los españoles, tirando
-y cortando palos se cansaron harto, y así pasaron; todo lo demas del
-camino estaba sin embarazo, de donde tomaron mayor indicio que los
-indios, industriosamente los echaban por el otro camino para les hacer
-daño. Yendo por el camino adelante, muy sobre aviso, acábanlo de andar,
-y, junto al pueblo, dan en los indios que estaban en la celada, por
-las espaldas, y desarman en ellos las ballestas, donde todas ó las más
-emplearon; saltan luego todo el resto de los indios, recogiéndose á
-las calles, y allí tiran infinitas flechas, desde léjos, como suelen,
-por miedo de las espadas, como juego de niños, y así hicieron en los
-españoles ningun daño; dellos fueron hartos, de las saetas, heridos y
-bien lastimados. Con todo esto se acercaban y peleaban con piedras,
-no con hondas tiradas, sino con las manos, porque hondas nunca las
-usaron ni las alcanzaron, de que allí habia grande abundancia, con su
-grita, que ponian en el cielo, mostrando siempre grande gana de pelear
-y echar de su tierra los que destruidores de su nacion estimaban. No
-desmayaban porque vian caer muchos de sí mismos asaeteados, ántes
-parecia que cobraban vigor, y otra cosa fuera si las armas tuvieran
-á las de los españoles iguales. Contaré una hazaña digna de ser oida
-y alabada, que allí vide hacer á un indio, cierto, señalada, si la
-pudiera dar á entender cómo pasó contándola. Apartóse de todos los
-otros, que, como dicho es, con piedras y sus flechas peleaban, un
-indiazo, bien alto, desnudo en cueros como los otros, desde arriba
-hasta abajo, con sólo un arco y una sola flecha, haciendo señas, como
-desafiando que saliese á él algun cristiano. Estaba por allí cerca un
-español llamado Alejos Gomez, muy bien dispuesto y alto de cuerpo, y en
-matar indios harto experimentado, y que tenia grande ventaja á todos
-los españoles desta isla, en cortar de un espada, porque cortaba un
-indio por medio de una cuchillada. Este, apartóse de los demas, y dijo
-que lo dejasen con el indio, que lo queria él ir á matar. Las armas
-que llevaba eran, una espada ceñida y una daga ó puñal, y una media
-lanza, y cubierto bien con una grande adarga de juego de cañas. Como
-el indio lo vido apartarse, váse á él como si fuera armado de punta
-en blanco y el español algun gato. El Alejos Gomez, pone la media
-lanza en la mano del adarga, y pelea con el indio con piedras, que,
-como dije, habia hartas. El indio no hacia más, sino amagalle con la
-flecha como que queria soltalla, y andaba de una parte á otra, dando
-saltos, guardándose de las piedras, con tanta ligereza como si fuera
-un gavilan. Desque todos los españoles los vieron pelear desta manera,
-y los indios asimismo, cesaron de la pelea por mirallos; unas veces el
-indio daba un salto contra el Alejos Gomez, que parecia que lo queria
-clavar, él cobríase todo con el adarga, temiendo que ya era clavado.
-Tornaba á tomar piedra el Alejos Gomez y á tiralle, y el indio saltando
-y amagándole; todo esto él desnudo en cueros, como su madre lo parió,
-y con sola una flecha, puesta en su arco; y, porque duró la pelea un
-muy gran rato, fueron sin número las piedras que le tiró, estando cada
-momento ambos cuasi juntos, y es cierto que con ninguna le acertó.
-Finalmente, andando desta manera ambos á dos, tuvo el indio en tan poco
-al español, que se fué acercando á él en tanto grado, que arremetió á
-él y púsole la flecha cuasi al arquillo del adarga, hizo harto Alejos
-Gomez en hacerse como un ovillo, cubriéndose con su adarga, y como lo
-vido tan junto á sí, deja las piedras y toma la lanzuela, y arrojasela
-creyendo que ya lo tenia clavado, pero da el indio un salto á través,
-y váse riendo y mofando con su arco y flecha sin la haber soltado de
-la mano, y con su cuerpo desnudo, sano y salvo. Acuden los indios
-todos con gran grita y risa, escarneciendo de Alejos Gomez y de los
-demas de su compañía, dando grandes favores á su comiliton, por su
-soltura y ligereza, y no ménos esfuerzo, digno de ser loado. Quedaron
-los españoles admirados, y el mismo Alejos Gomez más alegre que si lo
-matara, y no poco todos al indio loando. Fué, cierto, espectáculo de
-grande alegría, y que no hobiera Príncipe alguno, de los nuestros de
-España ni de otra nacion, que no se holgara de verlo y de remunerar al
-indio con merced señalada. Todo lo que he dicho es verdad, porque yo lo
-vide de la manera que lo he contado. Duró la pelea toda entre indios y
-españoles, de la manera dicha, desde las dos de la tarde que llegaron,
-hasta que los despartió la noche.
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-CAPÍTULO XVII.
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-Otro dia no pareció hombre ninguno de los indios, sino, como vian que
-no podian prevalecer contra los españoles, mostrada la primera vista,
-y gana de se defender y pelear, como está dicho, luego á los montes
-huian, donde habian puesto las mujeres y hijos, y los demas que no
-eran para pelear. Pues como este señor Cotubanamá, fuese, como dicho
-queda, el más fuerte para entre ellos, y más estimado, y no hobiese
-sacado más fruto para contra los españoles que los demas, no hobo ya
-de aquí adelante señor, ni gente, que en su pueblo osase esperar, sino
-que todos trabajaron de retraerse y esconderse donde mejor podian,
-en los más breñosos y escondidos montes; ya no restaba qué hacer á
-los españoles sino desparcirse por cuadrillas, y andar á montear los
-indios que podian escudriñar y prender por los montes, y lo principal
-que inquirian era topar con los Caciques y señores, y á Catubanamá,
-sobre todos. Salian cuadrillas por diversas partes, y escudriñaban
-los rastros por los caminos, que eran harto ciegos y angostos. Habia
-hombres tan diestros en buscar indios, que de una hoja de las del
-suelo, podrida, caidas de los árboles, vuelta de la otra parte, sacaban
-el rastro é iban por él á dar donde habia juntas mil ánimas; porque
-los indios, andando por aquellos montes, con tanta sotileza andaban,
-como anduviesen desnudos y descalzos, que no hacian 20 ni 30 juntos,
-más rastro, que si pasara un sólo gato, pero no les bastaba. Otros
-españoles habia, que de sólo el olor del fuego, porque los indios,
-donde quiera que están, tienen fuego, de mucho trecho, y de léjos,
-tomaban el rastro. Desta manera, las cuadrillas de los españoles,
-andando, muchas veces cazaban algun indio, y á tormentos descubria
-dónde la otra gente estaba; llevándolo atado iban allá, hallábanlos
-descuidados, daban en ellos, y cuantos huir no podian, como mujeres,
-niños y viejos, metian á espada, porque lo principal que pretendian
-era hacer grandes crueldades y estragos, para meter miedo por toda
-la tierra y viniesen á darse. Todos los que tomaban á vida, como los
-mancebos y hombres grandes, cortaban ambas á dos manos, y enviaban,
-como se dijo, con cartas; fueron sin número á los que cortaron desta
-manera las manos, y más los que mataron. Holgábanse por extraña
-manera en hacer crueldades, unos más crueles que otros en derramar,
-con nuevas y diversas maneras, sangre humana. Hacian una horca luenga
-y baja, que las puntas de los piés llegasen al suelo, porque no se
-ahogasen, y ahorcaban 13 juntos, en honor y reverencia de Cristo,
-Nuestro Redentor, y de sus doce Apóstoles; y así, ahorcados y vivos,
-probaban en ellos sus brazos y sus espadas. Abríanlos de un revés por
-los pechos, descubríanles las entrañas; otros hacian de otras maneras
-estas hazañas. Despues de así desgarrados, áun vivos, poníanles fuego
-y quemábanlos; liaban el indio todo con paja seca, y poníanle fuego y
-quemábanlo. Hombre hobo que á dos criaturas, que serian hasta de dos
-años, les metió por la hoya de la garganta una daga, y así degollados
-los arrojó en las peñas. Todas estas obras y otras, extrañas de
-toda naturaleza humana, vieron mis ojos, y agora temo decillas, no
-creyéndome á mí mismo, si quizá no las haya soñado. Pero en la verdad,
-como otras tales y peores, y muy más crueles y sin número, se hayan
-perpetrado en infinitas partes destas Indias, no creo que de aquestas
-me he olvidado. Algunas veces, siguiendo algunas cuadrillas algunos de
-los rastros que se han dicho, sin otra guia, iban á dar donde habia
-mucha gente ayuntada, que no quisieran hallar tanta, porque los indios,
-viendo que los españoles eran pocos, desque los contaban tornaban sobre
-sí, y con piedras y á flechazos, de cerca, los fatigaban: y así fué una
-vez, que 13 españoles siguieron un rastro, y fueron á dar con 1.000 ó
-2.000 ánimas entre mujeres y niños, chicos y grandes; llevaban cuatro
-ballestas, y sus rodelas y lanzas y espadas, á los cuales acometen
-los indios muy denodados; los españoles sueltan las ballestas y
-hácenseles luego las cuerdas pedazos. Los indios fatíganlos á pedradas
-y flechazos, los cuales rescibian en las rodelas y adargas, pero no
-llegaban junto á ellos, para con las porras ó mancanas hundilles los
-cascos, porque sólo que el de la ballesta, que tenia siempre armada,
-les amagaba como que la queria soltar, ninguno habia que se les osase
-acercar, y con solos aquellos ademanes de la ballesta, se libraron,
-que no los matasen, dos horas ó tres que duró el combate, hasta que,
-por maravilla, se oyó la grita en el Real de los españoles, que yendo
-de paso, habia cerca de allí, aquella tarde, parado. Entónces ocurrió
-toda la más gente del Real, y van por el rastro de los 13 españoles, y
-llegan allá; dan en los indios de fresco, desmayan los indios, ponénse
-en huida, hácese gran matanza, y la presa de los captivos, mujeres y
-niños, y de otras edades, fué grande. En estos comedios, todos los
-españoles padecieron grandes hambres, porque regla general en estas
-Indias es, que como entran y han entrado siempre guerreando y huyen
-los indios dellos, y ellos no traen la comida de España, ni se dan
-maña para hacer el pan destas tierras, ni haber los otros manjares,
-que padezcan grandes hambres y mueran muchos dellos, como han muerto
-infinitos, ésles necesario. Las gentes que se captivaban repartian por
-los españoles los Capitanes, dándoselos por esclavos. Cada uno echaba
-en cadenas, si las tenia, los que le daban, ó de otra manera tenia
-cuidado de guardallos; iban dos ó tres españoles juntos, llevando 10 ó
-12 y 15 y 20 esclavos, apartándose del Real, por los montes, á sacar
-ciertas raíces, llamadas guayagas, la media sílaba breve, de que en
-aquella provincia sola, se hacia cierto pan; y una vez descuidáronse
-los tres ó cuatro españoles, y, aunque tenian sus espadas y rodelas,
-arremeten á ellos los esclavos, y, con los ramales de las cadenas y con
-piedras, matáronlos: ellos, despues unos á otros se desherraron, y, en
-señal de su victoria, llevaron las cadenas y las espadas á presentar
-al señor Cotubanamá. A todos los indios que se prendian y cortaban
-las manos, y en quien se ejercitaban las susodichas crueldades,
-decíaseles que así los habian á todos de lastimar y matar si no se
-daban. Respondian que si vernian, sino que temian las amenazas del rey
-Cotubanamá, que les enviaba siempre á decir que no se diesen á los
-españoles, si nó, que, despues de idos, los habia de matar. Lo uno,
-por esto, y lo otro, por la persona que era tan señalada, y porque era
-cierto, que sino se prendia, ó de otra manera se daba ó venia de paz,
-que la tierra no habian de poder sujetar, todo el intento principal
-de los Capitanes y españoles era preguntar dónde Cotubanamá estaba, y
-dónde se podia hallar. Finalmente, se tuvo nueva que se habia pasado
-á la Saona, y que allí estaba sin gente con su mujer y hijos, pero
-muy vigilante y á buen recaudo. De allí adelante acordó el Capitan
-general, Juan de Esquivel, de pasar allá, como le pareció que allí le
-habia ido bien con la matanza que habia hecho en aquella isla, y así,
-trabajó de irse acercando hácia la tierra del mismo Cotubáno, que, como
-dicho queda, era de la isla dicha, la tierra frontera y más cercana,
-solas dos leguas de mar en medio. En este tiempo, prendieron ciertos
-señores principales, y mandólos el Capitan general quemar vivos,
-y creo que fueron cuatro, porque de tres no tengo que dudar. Para
-quemallos, hicieron ciertos cadalechos sobre cuatro ó seis horquetas,
-puestas unas varas á manera de parrillas, y en ellos los Caciques muy
-bien atados; debajo pusieron muy buen fuego, y comenzándose á quemar,
-daban gritos extraños, que oirlos, las bestias me parece que no lo
-pudieran tolerar. Estaba el Capitan general en un aposento, apartado
-de allí alguna distancia, donde tambien oia sus dolorosos gemidos y
-gritos lamentables, y porque de oillos rescibia pena, ó por quitalle el
-reposo, ó quizá de lástima y piedad, envió á mandar que los ahogasen;
-pero el alguacil del Real, que ejecutaba la inícua sentencia, y era
-el verdugo de aquel acto, hízoles meter palos en las bocas, porque no
-sonasen ni oyese el Capitan los alaridos y gemidos que daban, y así se
-quemasen abrasados, como si le hobieran muerto á todo su linaje. Todo
-esto yo lo vide, con mis ojos corporales mortales.
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-CAPÍTULO XVIII.
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-Ya se tenia entendido por los españoles que no se habian de subjectar
-los indios de la provincia, en tanto que el rey Cotubanamá no se
-hobiese tomado, é ya que sabia que se habia pasado á la isleta de
-Saona, el Capitan general, Juan de Esquivel, determinó de seguille y
-pasar allá, para lo cual proveyó, que una carabela que proveia el Real
-de pan caçabí, y vino, y quesos, y otras cosas de Castilla, que desta
-ciudad de Sancto Domingo se les enviaba, viniese á cierta parte, siendo
-de noche, para que allí tomase la gente que con él habia de pasar en la
-dicha isleta, de manera que el Cotubanamá ni sus espías lo sospechasen.
-Tenia el dicho Cacique y señor esta costumbre y aviso, despues que á
-ella pasó, para se guardar de los españoles: en medio de la isleta
-estaba una cueva grande, donde tenia su mujer y sus hijos, y él estaba,
-desque vido que la carabela andaba por allí, aunque era ordinario
-verla, por la razon que se dijo de proveer el Real, tenia sus espías en
-los lugares donde se podrian desembarcar, y él, cada dia, al cuarto del
-alba, iba, con 12 indios, de los más dispuestos y valientes que consigo
-tenia, á la mar y el puerto ó desembarcadero, de donde más temia que la
-carabela podia echar gente en tierra y hacelle mal. Una noche embarcóse
-Juan de Esquivel, con 50 hombres, en la tierra frontera de la isla,
-que, como he dicho, estaba della dos leguas de mar, y fué á desembarcar
-ya cuasi que amanecia. Las espías, que eran dos indios, tardáronse, por
-manera, que saltaron en la isla, primero, 20 ó 30 españoles, y subieron
-cierta peña, muy alta, poco ántes que las espías, á especular la mar
-y carabela, llegasen. Ciertos españoles ligeros, que iban delante,
-prendieron las espías, trujéronlas al capitan Juan de Esquivel, y
-preguntados dónde quedaba ó estaba el rey Cotubanamá, dijeron que
-allí cerca venia; sacó un puñal el Capitan, y dió de puñaladas al
-uno, triste indio espía, y el otro, átanlo y llévanlo por guía. Iban
-delante algunos españoles, corriendo, y sin órden, cada uno presumiendo
-de señalarse en la prision de Cotubanamá; hallan dos caminos, van por
-el de á mano derecha, los más de los españoles, sólo uno acertó á
-tomar el de la izquierda, porque, como toda la isla es montes bajos,
-no se puede ver hombre á otro, aunque esté medio tiro de herron dél.
-Aqueste sólo hombre, que tiró por aquel camino, se llamaba Juan Lopez,
-labrador, harto bien alto y dispuesto, y de fuerzas, y no ménos
-ejercitado en desgarrar indios, ó, al ménos, era de los que andaban en
-estas estaciones, porque era de los viejos que en esta isla Española
-se habian en las tales obras ejercitado. El cual, áun poco entrado en
-el camino, topó 12 indios, grandes y valientes, desnudos, como todos
-andaban, con sus arcos y flechas, en renglera, uno tras otro (porque
-así andan todos, y, tambien, aunque quisieran, por la estrechura del
-camino y espesura del monte, no pudieran venir de otra manera), y el
-postrero era Cotubanamá, que traia un arco, segun ya dije, como de
-gigante, y una flecha, con tres puntas de hueso de pescado, como un pié
-de gallo, que si él la empleara en algun español, sin corazas, bien
-pudiera, de vivir más, descuidarse. Como los indios que venian delante
-al español vieron, enmudecieron, pensando que sobre ellos venia todo el
-mundo, pudiendo, con las flechas, clavallo y huir; pero preguntándoles
-por su señor Cotubanamá, respondieron al Juan Lopez: «véelo, aquí
-viene detras,» y diciendo esto, apartáronse para que pasase. Pasa Juan
-Lopez, con su espada desnuda; como no lo habia visto ántes, y vídolo de
-súbito, quiso flechar su arco; pero arremetió Juan Lopez con su espada,
-y tírale un estocada; recógesela Cotubanamá, con ambas manos, pensó que
-debia ser algun palo blanco, como no lo habia experimentado; corrió
-Juan Lopez la espada, y sególe las manos; entónces, acudíale con otra.
-Díjole Cotubanamá: _mayanimacaná, Juan Desquivel daca_; «no me mates,
-porque yo soy Juan de Esquivel.» Luego, todos los indios, 11 ó 12,
-huyeron, dejando al triste de su señor con Juan Lopez, que lo pudieran
-muy bien matar, y el señor y ellos salvarse. Ya dijimos en el cap. 8.º,
-como habian trocado los nombres él y el Capitan General. Púsole Juan
-Lopez la punta del espada á la barriga, y la mano en el hombro, ó en
-los cabellos, y como estaba sólo Juan Lopez, no sabia qué se hacer;
-estando así rogándole que no lo matase que él era Juan de Esquivel,
-aunque las manos tenia cortadas, corriendo sangre, con la derecha da
-un vaiven al espada desviándola de la barriga, y juntamente arremete
-con el Juan Lopez, que, como dije, tenia harto gran cuerpo y miembros y
-fuerzas, y dá con él de espaldas sobre las peñas y cae sobre el espada,
-y échale mano, con la mano, cuya llave dije ser de un gran palmo, de la
-garganta y ahogábalo. Estando así, gaznando y quejándose como podia,
-oyéronlo ciertos españoles, que iban por otro camino, que áun distaba
-poco el uno del otro; tornaron hácia atras donde los caminos se habian
-apartado, y entran por él, donde el Cacique á Juan Lopez maltrataba,
-y llegó primero un ballestero, y con toda la ballesta desarmada, dió
-un gran golpe al Cacique, que estaba encima del Juan Lopez, sobre todo
-el cuerpo, que cuasi lo aturdió, y, levantándose, levantóse tambien
-Juan Lopez, medio muerto, y allí lo prendieron con otros españoles que
-luego llegaron. Maniatáronlo y lleváronlo á cierto pueblo que estaba
-despoblado, donde acordaron los españoles de ir en busca de la mujer
-y de los hijos del Cotubáno. Los 12 indios que vinieron con él, como
-huyeron, fueron á dar aviso á la mujer y á los hijos de Cotubanamá, que
-estaban en la cueva, del estado en que dejaban á su señor; creyendo que
-ya sería muerto, creo que dejaron la cueva y huyeron á otros rincones
-de la isla; pero tomados ciertos indios por los españoles, y traidos
-donde Cotubanamá estaba, mandó que llevasen á ciertos españoles á la
-cueva, y á otros indios que le trujesen á su mujer y hijos, y así fué.
-Trajéronle su mujer y hijos, y de la cueva trujeron las alhajas que
-allí tenia, como hamacas en que dormia y cosas de su servicio, que
-tenian poco valor, porque, arriba de lo muy necesario, las gentes desta
-isla Española, más que otras algunas, ninguna cosa poseian ni poseer
-querian. Hallaron allí tambien tres ó cuatro espadas, y la cadena en
-que llevaban los indios que habian hecho esclavos, y mataron á los
-dos ó tres españoles que arriba dije, la cual, traida, echaron al
-mismo Cotubanamá; al cual se trató de quemar vivo allí, como habian
-quemado en parrillas á otros, sino que pareció que era mejor enviallo
-á esta ciudad, en la carabela, porque aquí lo atenazasen, y así
-recibiese mayores tormentos, como que hobiera cometido atroces delitos,
-defendiendo su persona y Estado, y su tierra, de las opresiones que
-comenzaban á padecer del Martin de Villaman y de sus compañeros, y
-que eran comienzo y principio de las que sabian que todas las otras
-gentes infinitas desta isla, padecian y habian padecido, por las
-cuales habian ya perecido muchas dellas. Finalmente, lo metieron en
-la carabela con sus prisiones, y trujeron á esta ciudad de Sancto
-Domingo, y el Comendador Mayor se hobo con él menos cruelmente que
-Juan de Esquivel y los españoles deseaban ó pensaban, porque lo hizo
-ahorcar y no atenazarlo. Gloriábase Juan de Esquivel mucho, que tres
-cosas habia hecho en esta isla buenas, la una traer merced de los
-Reyes á esta isla, que no se pagase, del oro que se cogiese, más del
-quinto; la otra, la matanza que habia hecho en la isleta Saona, en
-la guerra pasada, de que arriba en el cap. 8.º hicimos mencion; la
-tercera hazaña suya, de que se jactaba Juan de Esquivel, fué la prision
-deste señor Cotubanamá. Algo más justa y más digna de fama loable,
-fué la que hicieron el conde de Cabra y el Alcaide, de los donceles
-del Rey Chiquito, y así lo nombraban, de Granada. Preso y muerto este
-señor Cotubáno, y hechas las crueldades que, por ocho ó diez meses que
-esta guerra duró, en ella se perpetraron, cayeron todas las fuerzas
-de todas las gentes desta isla, que todas juntas eran harto pocas, y
-los pensamientos y esperanza de nunca tener remedio, y así quedó toda
-esta isla pacífica, si pacífica se pudiera con verdad decir, quedando
-los españoles en tanta guerra con Dios, por la gran libertad en que
-quedaron para poder oprimir estas gentes á su placer, sin embargo ni
-impedimento alguno, chico ni grande, que se les pusiese y nadie les
-resistiese, y así, las consumieron y aniquilaron de tal manera, que
-los que vienen á esta isla pueden preguntar si los indios della eran
-blancos ó prietos. Esta consumacion lamentable, y de tantas gentes,
-todo el mundo sabe y la confiesa, y no dudan áun los que nunca á estas
-tierras vinieron, por ser la fama tan vehemente; y es certísima, porque
-mucho mayor fué la verdad de lo acaecido, que lo que ella suena. El
-número de la gente que habitaban en esta isla era sin número, y así
-lo escribió á los Reyes el Almirante viejo, y díjome el Arzobispo de
-Sevilla, D. Diego de Deza, que fué de aquellos tiempos, que le habia
-dicho el mismo Almirante, que habia contado un cuento y cien mil
-ánimas. Pero estas fueron solas aquellas que estaban al rededor de
-las minas de Cibao, como eran las que moraban en la gran Vega y otras
-cercanas dellas, á las cuales impuso el cascabel de oro que diesen
-por tributo, como arriba se dijo, en el primer libro, y con ellas
-pudieron entrar alguna parte de la provincia de Xaraguá, que dieron
-por tributo pan caçabí y algodon hilado y en pelo. Pero segun creo,
-sin temor de que creyéndolo me engañe, más habia en toda la isla de
-tres millones, porque en aquellos tiempos no se tenia cuenta con esta
-provincia de Higuey, ni hombre habia ido á ella, ni á la de Haniguayába
-y Guaycayarima, ni con la de Guahába, y con otros pedazos de esta isla.
-Mandó poblar el Comendador Mayor, dos pueblos ó villas de españoles,
-para tener esta provincia del todo segura, que más cabeza no alzase;
-una, cerca de la mar, que fué nombrada Salvaleon, y la otra, dentro de
-la tierra, llamada Sancta Cruz de Aycayágua, y, entre ambas, repartió
-todos los pueblos de los indios, que sirviesen á los cristianos, que al
-cabo los consumieron. Y así hobo en esta isla 17 villas de españoles,
-que todas las gentes della asolaron, y fueron estas: esta de Santo
-Domingo; otra en las minas viejas, ocho leguas de aquí, que se llamó
-la Buenaventura; la tercera, el Bonao; la cuarta, la Concepcion; la
-quinta, Santiago; la sexta, Puerto de la Plata; la sétima, Puerto Real;
-la octava, Lares de Guahába; la novena, el Arbol gordo; la décima, el
-Cotuy; la undécima, la villa de Azua; la duodécima, Sant Juan de la
-Maguana; la décimatercera, Xaraguá; la décimacuarta, villa de Yaquimo;
-la décimaquinta, la villa de Salvatierra; la décimasexta, de Salvaleon;
-y la décimasétima, Sancta Cruz de Aycayágua, la penúltima sílaba
-luenga.
-
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-CAPÍTULO XIX.
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-En estos tiempos habian mandado los Reyes, por su Carta y patente real,
-y por la Instruccion de suso dicha que dió al Comendador de Lares, que
-ningun español fuese osado á inquirir, ni agraviar, ni escandalizar
-los indios vecinos y moradores de ninguna destas islas, ni de alguna
-parte de tierra firme, ni prendiese, ni captivase indio alguno, ni lo
-llevase á Castilla, ni llevar á otras partes, ni les hiciesen otro mal
-ni daño alguno en sus personas y bienes, so graves penas, por celo
-que tenian de que las gentes destas tierras recibiesen buen ejemplo y
-buenas obras, para que pudiesen con facilidad ser traidas á nuestra
-sancta fe católica, y fuesen cristianos; y, con este fin y propósito,
-dieron licencia á algunos de España, que armasen para ir á rescatar
-y contratar, y á que comunicasen de paz con ellos, porque, con la
-comunicacion y amor de los cristianos, se aficionasen é induciesen á
-las cosas de la cristiana religion. Pero como habian sido los años
-pasados, escandalizados y gravemente damnificados de Alonso de Hojeda
-y de Cristóbal Guerra, y de otros que con título de venir á rescatar
-oro y perlas, pidieron á los Reyes licencia, muchas ó algunas islas
-y partes de tierra firme, y señaladamente la tierra que despues se
-llamó y hoy nombramos Cartagena, donde Cristóbal Guerra hizo grandes
-violencias y tiranías; en algunas partes, comunicaron los indios con
-los cristianos, pacíficamente, y otras, cognosciendo ya sus obras, no
-los dejaron saltar en sus tierras, ántes les resistieron, y, peleando
-con ellos, algunos mataron. De uno, ó de dos, ó de diez, que apénas
-subian de tres los que mataban, hacian grandes quejas á los Reyes,
-que por ser caníbales, que entónces llamaban los que ahora decimos
-caribes, que son los que comen carne humana, no querian conversar con
-los cristianos, ni los acogian en sus tierras, ántes los mataban; y
-no decian las obras que ellos á los indios hacian, por las cuales, no
-sólo matallos, pero bebelles la sangre y comelles la carne, segun la
-manera que los hombres, algunos, tienen para vengarse de sus enemigos,
-podian tener por justísima, por la causa eficacísima que ellos les
-daban. Y como los desventurados indios no tenian, como nunca tuvieron,
-quien por ellos abogase y defendiese, y dijese la verdad á los Reyes,
-movidos por aquellas falsas informaciones, como siempre fueron en
-estos negocios, muy nocivamente, de todos engañados, la Reina mandó
-dar su Carta patente, toda en contrario de la primera, dando licencia
-á todos los que quisiesen armar é ir á todas las islas y tierra firme,
-y á los que fuesen á descubrir otras tierras de nuevo, que si no los
-recibiesen y quisiesen oir para ser doctrinados en las cosas de nuestra
-sancta fe católica, ni estar á su servicio y en su obediencia, los
-pudiesen captivar y llevar á Castilla y á otras cualesquiera partes,
-y vendellos, y aprovecharse dellos, sin que incurriesen en pena, de
-las que se habian puesto en la prohibicion desto, alguna. Señaló la
-Reina, en especial, las islas de Sant Bernardo, y la isla Fuerte y
-las islas de Barú, todas las cuales han perdido su nombre, y no sabré
-decir cuáles son, sino las de Barú, que están junto á Cartagena;
-señaló tambien los puertos de Cartagena, que deben ser Cartagena la
-que hoy nombramos, y por ventura el puerto de Sancta Marta. Y en la
-dicha Carta real, dice la Reina, que mandó á los de su Consejo que
-lo viesen y platicasen, y visto por ellos como los Reyes, con celo
-que los dichos indios caníbales fuesen reducidos á nuestra sancta fe
-católica, los habian requerido muchas veces que fuesen cristianos y se
-convirtiesen, y estuviesen incorporados en la comunion de los fieles,
-y so su obediencia, y viviesen seguramente, y tratasen bien á los
-otros sus vecinos de las otras islas, los cuales, no solamente no lo
-habian querido hacer, mas habian buscado y buscaban de se defender,
-para no ser doctrinados ni enseñados en las cosas de nuestra sancta fe
-católica, que contínuamente hacian guerra á sus súbditos, y habian
-muerto muchos cristianos de los que iban á las dichas islas, por estar
-como estaban, endurecidos en su mal propósito, idolatrando y comiendo
-los dichos indios, fué acordado que debia mandar dar esta Carta, etc.
-Todas estas son palabras de la dicha Carta de la reina doña Isabel,
-de buena memoria, en las cuales, cierto, bien parece cómo suelen ser
-engañados los Reyes, áun en el derecho, puesto que finjan los juristas
-quel Príncipe tiene todas leyes y derecho dentro de su pecho, porque,
-segun dicen ellos, tiene cabe sí grandes varones que florecen y abundan
-en la ciencia y pericia dellos; parece tambien la grande ignorancia
-y ceguedad que, desde su principio del descubrimiento destas Indias,
-cayó en los ánimos y entendimientos, que tuvieron los del Consejo de
-los reyes de Castilla, cerca desta materia. La que tuvieron los de
-aquel tiempo es asaz, por lo dicho, manifiesta. ¿Qué mayor ignorancia
-pudo ser de los del Consejo, que atribuir por culpa á una gente, nunca
-ántes vista ni oida, y ella, que nunca imaginó haber otra sino ella en
-el mundo, ni saber qué cosa fuese fe católica, ni convertirse, y ni
-qué queria decir cristianos, mas de gente malvada, cruel, robadora,
-matadora, ni comunion de fieles, y que nunca hombre de los nuestros,
-por aquellos tiempos, supo palabra de su lengua, ni ellos de la
-nuestra? Y que dijesen los del Consejo en la dicha Carta que les
-habian requirido muchas veces que fuesen cristianos y se convirtiesen,
-y que estuviesen incorporados en la comunion de los fieles, ¿era
-decilles que el sol era claro, ya que supieran vocablos de su lengua
-para decírselo, y que ellos lo entendieran, era tan fácil como si les
-dijeran, dos y dos son cuatro? Item, ¿ya que lo entendieran, eran
-obligados, luego luego, sin más razon y persuasion, ni deliberacion,
-dar crédito á tales requirimientos, y sino luego creyesen, incurriesen
-las penas de la dicha Carta? Item, ¿la fe católica, suélese dar á los
-que nunca la recibieron ni oyeron, ni fueron obligados á la adivinar,
-por requirimientos, aunque sean millares de veces hechos, de manera,
-que si no la quisieren recibir, incurran en tan graves ó en algunas
-penas? ¿Dejólo así ordenado Cristo, el dador principal de la fe? Item,
-¿será obligada alguna nacion del mundo á creer á los que con armas,
-robando y matando las gentes que estaban en sus tierras y casas,
-seguros, sin les haber ofendido, como los españoles, primero que otra
-cosa hiciesen, hicieron, como desto está el mundo lleno? Item, ¿no más
-de porque los españoles les dijesen que obedeciesen por señores á los
-reyes de Castilla, ya que tuvieran lengua para se lo decir, y ellos
-lo entendieran, eran obligados á los creer, y por consiguiente, á se
-sujetar á los Reyes, y á los obedecer, teniendo ellos sus naturales
-Reyes? ¿No fueran juzgados por insipientes y por bestias, si tal
-subjeccion concedieran y obedecieran? Item, ¿si los Reyes suyos
-naturales, se dieran á los reyes de Castilla, no tuvieran los pueblos
-derecho, por el mismo caso, de deponellos? ¿Y si los pueblos sin los
-Reyes lo hicieran, no tuvieran mucha razon de tenellos por traidores
-y arallos de sal como en España los Reyes, justamente, en tal caso,
-lo hicieran? Item, ¿buscar vías y caminos, para de los españoles, que
-tantos daños, y robos, y muertes recibian, se defender, era crímen
-grande, como, áun á las bestias brutas, el derecho natural, la defensa
-de su ser, les concede? Item, ¿no fué perniciosísimo testimonio
-falso, decir contra ellos, que buscaban para se defender por no ser
-doctrinados, ni enseñados en las cosas de la fe? ¿Y cuándo supieron, ó
-quien les dió noticia, qué cosa era ser doctrinados ni enseñados, ni
-qué cosa era fe? Manifiesta queda la ignorancia que los del Consejo de
-la Reina y de los Reyes tuvieron del derecho, en cosa tan jurídica,
-tan importante, tan peligrosa, tan dañosa, y tan provechosa si su
-impericia del Consejo, tan irreparablemente, no lo errara. Y así,
-tan grandes daños é injusticias, y nunca jamás reparables, á los del
-Consejo de los Reyes se los imputó Dios, porque no les era lícito á
-ellos ignorar derecho tan claro, pues los Reyes les dan honra y de
-comer, por letrados y no por gentiles hombres, ni por muy hidalgos que
-fuesen, porque otros habria más que ellos; y así, la ficcion de los
-juristas, que todos los derechos residen dentro del pecho del Príncipe,
-es harto incierta y débil, pues los de sus Consejos hicieron y hacen
-cada dia tan intolerables yerros. Podemos tambien aquí notallos de
-muy injustos, pues no guardaron la órden del derecho, ya que tuvieran
-jurisdicion para hacer lo que hicieron, la cual por entónces los Reyes
-no tuvieron, y en esto los engañaron, y mucho desirvieron, y esto fué,
-condenar aquellas gentes, sin ser oidas ni defendidas, ni convencidas,
-sino sólo por dicho y testimonio falsísimo de sus capitales enemigos,
-que eran los españoles, que nunca otra cosa, sino roballos, oprimillos,
-y captivallos, y destruillos, pretendieron. Nunca juicio tan pervertido
-ni tan inícuo, en toda la redondez del orbe, jamás se vido, como la
-historia presente, con verdad, delante de Dios, que sabe que verdad
-aquí se escribe, será el verdadero testigo.
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-CAPÍTULO XX.
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-Dejemos esta isla en el estado que habemos dicho, y volvamos á tomar la
-historia del viaje del Almirante, que dejamos. En el cap. 6.º y en el
-cap. 5.º dijimos cómo partió de junto á este puerto de Sancto Domingo,
-huyendo de la tempestad grande, que dijo ántes que habia de venir, y se
-fué á salvar, despues de haber padecido todos sus cuatro navíos gran
-daño y peligro, de la misma tormenta, que luego sobrevino, al puerto
-Hermoso, ó Escondido; salido de allí, y tomada la vía del Poniente,
-fué á dar al puerto de Yaquimo, que él llamaba del Brasil, que está
-80 leguas deste de Sancto Domingo. De aquí salió á 14 de Julio, y,
-queriendo ir hácia la tierra firme, tuvo muchas calmas, que no podia,
-por falta de viento, andar nada; y acercóse á unas isletas, cerca de la
-isla de Jamáica, las cuales no tenian agua, pero hicieron unas hoyas,
-cerca de la mar, y hallaron agua dulce, de la cual tomaron la necesaria
-para servicio de los cuatro navíos. Crescióle tanto la calma y falta de
-viento, que las grandes corrientes lo llevaron á cerca de las muchas
-isletas que están junto á la isla de Cuba, que él llamó, cuando desta
-isla, el año de 494, fué á descubrir á la de Cuba, el Jardin de la
-Reina. De allí, haciéndole tiempo, tornó sobre la tierra firme, y,
-navegando, salieron vientos contrarios y corrientes terribles, á que no
-podia resistir; anduvo forcejando sesenta dias con grandísima tormenta
-y agua del cielo, truenos y relámpagos, sin ver sol ni estrellas, que
-parecia que el mundo se hundia. No pudo ganar de camino, en todos
-aquellos dias, sino 60 leguas; con esta grande tormenta, y forcejando
-contra viento y corriente, como los navíos rescibian de la mar y de los
-vientos, grandes golpes y combates, abríanseles todos; los marineros,
-de los grandes trabajos y vigilias, y en mares tan nuevas, enfermaron
-casi todos, y el mismo Almirante, de desvelado y angustiado, enfermó
-cuasi á la muerte. Al cabo, con grandes dificultades, peligros y
-trabajos inefables, llegó y descubrió una isla pequeña, que los indios
-llamaban Guanaja, y tiene por vecinas otras tres ó cuatro islas menores
-que aquella, que los españoles llamaron despues las Guanajas; todas
-estaban bien pobladas. En esta isla mandó el Almirante á su hermano
-D. Bartolomé Colon, Adelantado desta isla, que iba por Capitan del un
-navío, que saltase en tierra á tomar nueva; saltó, llevando dos barcas
-llenas de gente, hallaron la gente muy pacífica, y de la manera de
-las destas islas, salvo que no tenian las frentes anchas, y, porque
-habia en ella muchos pinos, púsole el Almirante por nombre la Isla de
-Pinos. Esta isla dista del cabo que agora llaman de Honduras, donde
-está ó estuvo la ciudad de españoles que llamaron Trujillo, y que agora
-terná cinco ó seis vecinos, obra de 12 leguas; y porque algunos que,
-despues que por aquí anduvo el Almirante, quisieron por aquí descubrir,
-aplicaron ó quisieron aplicar á sí el descubrimiento de hasta aquí,
-yo he visto muchos testigos presentados por parte del Fiscal, en el
-proceso arriba dicho, los cuales fueron con el mismo Almirante en
-este viaje, que afirman que el Almirante descubrió estas islas, ó la
-principal destas de los Guanajes. Todas estas islas, y muchos puertos
-y partes de la tierra firme, están ya descognoscidas, por mudalles los
-nombres los que hacen las cartas de marear, en que no poca confusion
-engendran, y áun son causa de hartos yerros y perdicion de navíos
-rescibir la relacion de cada marinero. Así que, habiendo saltado el
-adelantado en esta isla de los Guanajes, ó Guanaja, llegó una canoa
-llena de indios, tan luenga como una galera, y de ocho piés de ancho;
-venia cargada de mercaderías del Occidente, y debia ser, cierto, de
-tierra de Yucatán, porque está cerca de allí, obra de 30 leguas, ó poco
-más; traian en medio de la canoa un toldo de esteras, hechas de palma,
-que en la Nueva España llaman petates, dentro y debajo del cual venian
-sus mujeres, y hijos, y hacendejas, y mercaderías, sin que agua del
-cielo ni de la mar les pudiese mojar cosa. Las mercaderías y cosas que
-traian eran, muchas mantas de algodon, muy pintadas de diversas colores
-y labores, y camisetas sin mangas, tambien pintadas y labradas, y de
-los almaizares con que cubren los hombres sus vergüenzas, de las mismas
-pinturas y labores. Item, espadas de palo, con unas canales en los
-filos, y allí apegadas, con pez y hilo, ciertas navajas de pedernal,
-hachuelas de cobre para cortar leña, y cascabeles, y unas patenas, y
-grisoles para fundir el cobre; muchas almendras de cacao, que tienen
-por moneda en la Nueva España, y en Yucatán, y en otras partes. Su
-bastimento era pan de maíz y algunas raíces comestibles, que debian ser
-las que en esta Española llamamos ajes y batatas, y en la Nueva España
-camotes; su vino era del mismo maíz, que parecia cerveza. Venian en la
-canoa hasta 25 hombres, y no se osaron defender ni huir, viendo las
-barcas de los cristianos, y así los trujeron en su canoa á la nao del
-Almirante; y, subiendo los de la canoa á la nao, si acaecia asillos
-de sus paños menores, mostrando mucha vergüenza, luego se ponian las
-manos delante, y las mujeres se cobrian el rostro y cuerpo con las
-mantas, de la manera que lo acostumbraban las moras de Granada con sus
-almalafas. Destas muestras de vergüenza y honestidad quedó el Almirante
-y todos muy satisfechos, y tratáronlos bien, y, tomándoles de aquellas
-mantas y cosas vistosas, para llevar por muestra, mandóles dar el
-Almirante de las cosas de Castilla, en recompensa, y dejólos ir en
-su canoa á todos excepto un viejo, que pareció persona de prudencia,
-para que les diese aviso de lo que habia por aquella tierra; porque lo
-primero que el Almirante inquiria, por señas, era, mostrándoles oro,
-que le diesen nuevas de la tierra donde lo hobiese, y, porque aquel
-viejo le señaló haberlo hácia las provincias de Oriente, por eso lo
-detuvieron, y lleváronlo hasta que no le entendian su lengua. Despues,
-diz que, lo enviaron á su tierra, no sé yo cómo pudo volver á ella
-quedando sólo y sin canoa, y, quizá 100 leguas y 200 de mar, léjos de
-su casa. Andando por aquí el Almirante, todavía creia que habia de
-hallar nueva del Catay y del Gran Khan, y que aquellas mantas y cosas
-pintadas comenzaban á ser principio de aquello que tanto él deseaba;
-y como le vian los indios, con tanta solicitud, preguntar dónde habia
-oro, debíanle de hartar de muchas palabras, señalándole haber mucha
-cantidad de oro por tales y tales tierras, y que traian coronas de
-oro en la cabeza, y manillas dello á los piés y á los brazos, bien
-gruesas; y las sillas, y mesas, y arcas enforradas de oro, y las mantas
-tejidas de brocado, y esto era la tierra dentro, hácia el Catayo.
-Mostrábales corales, si los habia; respondian los indios que las
-mujeres traian sartas dellos, colgados de las cabezas á las espaldas;
-mostrábales pimienta y otras especerías, respondian que sí habia
-en mucha abundancia; de manera, que cuanto vian que les mostraban,
-tanto, por les agradar, les concedian, sin haber visto ni sabido ni
-oido ántes cosa de las que les pedian. Decíanles más, que aquellas
-gentes de aquellas tierras tenian naos y lombardas, arcos y flechas,
-espadas y corazas, de todo lo que vian que los cristianos allí traian.
-Imaginaba más el Almirante, que le señalaban que habia caballos, los
-que nunca habian visto, ni el Almirante llevaba entónces consigo. Item,
-que la mar bojaba á Cyguare, que debia ser alguna ciudad ó provincia
-de los reinos del Gran Khan, y que de allí á diez jornadas estaba el
-rio de Ganjes; y porque una de las provincias, que le señalaban los
-indios ser rica de oro, era Veragua, creia el Almirante que aquellas
-tierras estaban con Veragua, como está Tortosa con Fuenterrabía, cuasi
-entendiendo que la una estuviese á una mar y la otra á la otra: y así
-parece que imaginaba el Almirante haber otra mar, que agora llamamos
-del Sur, en lo cual no se engañaba, puesto que en todo lo demas sí. Lo
-cual todo, como se platicaba por señas, ó los indios de propósito le
-burlaban, ó él ninguna cosa dellos, sino lo que deseaba, entendia. Todo
-lo que está dicho escribió á los Reyes, quedando aislado, como se dirá,
-en Jamáica, y el treslado de la carta tengo conmigo.
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-CAPÍTULO XXI.
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-Habiéndole señalado aquel indio viejo las provincias de Veragua y
-otras, por ricas, y que estaban al Oriente, dejó de proseguir la vía
-que llevaba del Poniente (la cual, si prosiguiera, ninguna duda debe
-haber que no topara el reino de Yucatán y luego los de la Nueva España,
-turándole los navíos), dió la vuelta por la vía de Levante y Oriente.
-La primera tierra que de la firme vió, y se llegó á ella, fué una punta
-que llamó de Caxinas, porque habia muchos árboles cuyo fruto es unas
-manzanillas buenas de comer, que en la lengua de los indios desta isla
-Española, llamaban, segun decia el Almirante, caxinas, aunque yo, que
-supe algo della, no me acuerdo que tal nombre oyese. Las gentes que
-moraban más cercanas de aquella punta de Caxinas traian vestidas unas
-jaquetas pintadas, sin mangas como las dichas, y los almaizares con
-que se cubrian las vergüenzas, que debian ser habidos de mercaderes de
-la tierra de Yucatán, de donde la canoa que dijimos creemos que venia.
-Salió el Adelantado, un domingo, á 14 de Agosto, con mucha gente de los
-españoles, á tierra, á oir misa, y el miércoles siguiente tornó á salir
-en tierra para tomar la posesion en nombre de los reyes de Castilla,
-y estaban ya en la playa cien personas ó más, cargadas de bastimentos
-y comidas de la tierra, como pan de maíz, gallinas, venados, pescados
-y frutas, y, presentadas ante el Adelantado y los cristianos, se
-retrajeron atrás sin hablar palabra. El Adelantado les mandó dar de
-los rescates, como cascabeles, y sartas de cuentas y espejuelos y
-otras menudencias. Otro dia, siguiente, amanecieron en el mismo lugar
-más de doscientas personas, todos cargados de gallinas, y ansares y
-pescado asado y de diversas especies de fríxoles, que son como habas,
-y otras frutas. Es la tierra muy fresca, verde y hermosa, en la cual
-habia infinidad de pinos, encinas de más de seis ó siete especies, y
-de los árboles que llamaban en esta isla hobos, que nosotros llamamos
-mirabolanos, fruta odorífera y sabrosa. Sintieron que habia leones
-pardos, y ciervos, y otros animales, y pudieran sentir que habia hartos
-tígres. Las gentes de por aquellas comarcas no tenian las frentes
-anchas como las destas islas, eran de diversas lenguas; totalmente
-desnudas algunas, otras, solamente las vergüenzas cubiertas, otras,
-vestidas de unas jaquetas como las cueras, que les llegaban hasta el
-ombligo, sin mangas. Tenian labrados los cuerpos con fuego, de unas
-labores como moriscas, unos figurando leones, otros ciervos y otros
-de otras figuras; los señores, ó más honrados entre ellos, traian por
-bonetes unos paños de algodon blancos y colorados; algunos tenian en la
-frente unos copetes de cabellos como una flocadura. Cuando se ataviaban
-para sus fiestas, teñíanse algunos los rostros de negro, otros de
-colorado, otros hacíanse rayas por la cara de diversas colores, y otros
-teñian el pico de la naríz, otros se alcoholaban los ojos y los teñian
-de negro, y estos atavíos tenian por mucha gala; y, porque habia otras
-gentes por aquella costa que tenian las orejas horadadas, y tan grandes
-agujeros, que cupiera un huevo de gallina bien por ellos, puso nombre
-á aquella ribera la costa de la Oreja. De aquella punta de Caxinas
-navegó el Almirante hácia el Oriente con muy grandes trabajos, contra
-viento y contra las corrientes, á la bolina, como dicen los marineros,
-que apénas se andan cada dia cinco leguas, y ni dos muchas veces; van
-los navíos dando vueltas cuatro y cinco y más horas hácia una parte,
-y otra hácia otra, y desta manera se ahorra lo poco que se anda, y
-algunas veces se pierde lo que se ha ganado en dos, de una vuelta. Y,
-porque habiendo 60 leguas de la punta de Caxinas á un cabo de tierra
-que entra mucho en la mar, tardó, con estos trabajos, en llegar el
-Almirante, y de allí vuelve la tierra y se encoge hácia el Sur, por lo
-cual, los navíos podian mejor y bien navegar, púsole nombre á aquel
-cabo, el cabo de Gracias á Dios; y esto dice el Almirante que fué
-á 12 de Setiembre del mismo año de 502. Pasado el cabo de Gracias á
-Dios, tuvieron necesidad de tomar agua y leña; mandó el Almirante ir
-las barcas á un gran rio que allí parecia, donde, por la creciente de
-la mar y la corriente del rio que se combatian, se perdió la una de
-las barcas, con toda la gente que traia, y, por este desastre, púsole
-nombre del Desastre, al rio. El Domingo, á 17 de Setiembre, fueron
-á echar anclas entre una isleta llamada Quiribri, y en un pueblo en
-la tierra firme, llamado Cariarí. Allí hallaron la mejor gente, y
-tierra, y estancia que habian hasta allí hallado, por la hermosura de
-los cerros y sierra, y frescura de los rios y arboledas, que se iban
-al cielo de altas, y la isleta verde, fresquísima, llana, de grandes
-florestas, que parecía un vergel deleitable; llamóla el Almirante
-la Huerta, y está del dicho pueblo Cariarí, la última luenga, una
-legua pequeña. Está el pueblo junto á un graciosísimo rio, á donde
-concurrió mucha gente de guerra, con sus armas, arcos y flechas, y
-varas, y macanas, como haciendo rebato, y mostrando estar aparejados
-para defender su tierra. Los hombres traian los cabellos trenzados,
-revueltos á la cabeza, y las mujeres cortados, de la manera que los
-traen los hombres nuestros; pero, como los cristianos les hicieron seña
-de paz, ellos no pasaron adelante, mas de mostrar voluntad de trocar
-sus cosas por las nuestras. Traian mantas de algodon y jaquetas de
-las dichas, y unas águilas de oro bajo, que traian al cuello. Estas
-cosas traian nadando á las barcas, porque aquel dia, ni otro, los
-españoles no salieron á tierra. De todas ellas no quiso el Almirante
-que se tomase cosa, por, disimulando, dalles á entender que no hacian
-cuenta dello, y cuanto más dellas se mostraba menosprecio, tanta mayor
-cudicia é importunidad significaban los indios de contratar, haciendo
-muchas señas, tendiendo las mantas como banderas, y provocándolos á
-que saliesen á tierra. Mandóles dar el Almirante cosas de rescate
-de Castilla, mas desque vieron que los cristianos no querian de sus
-cosas, y que ninguno salia é iba á contratar con ellos, todas las
-cosas de Castilla, que habian rescibido, las pusieron liadas junto
-á la mar, sin que faltase la menor dellas, casi diciendo, «pues no
-quereis de las nuestras tomaos las vuestras», y así las hallaron todas
-los cristianos otro dia, que salieron en tierra. Y como los indios,
-que por aquella comarca estaban, sintieron que los cristianos no se
-fiaban dellos, enviaron un indio viejo, que parecia persona honrada,
-y de estima entre ellos, con una bandera puesta en una vara, como que
-daban seguridad; y traia dos muchachas, la una de hasta catorce años,
-y la otra de hasta ocho, con ciertas joyas de oro al cuello, el que
-las metió en la barca, haciendo señas que podian los cristianos salir
-seguramente. Salieron, pues, algunos á traer agua para los navíos,
-estando los indios modestísimos y quietos, y con aviso de no se mover,
-ni hacer cosa por donde los españoles tomasen ocasion de tener algun
-miedo dellos. Tomada el agua, y como se entrasen en las barcas para
-se volver á los navíos, hacíanles señas que llevasen consigo las
-muchachas y las piezas del oro que traian colgadas del cuello; y, por
-la importunacion del viejo, lleváronlas consigo, y era cosa de notar
-las muchachas no mostrar señal de pena ni tristeza, viéndose entregar
-á gente tan extraña, y feroz, y de ellos, en vista, y habla y meneos,
-tan diversa, ántes mostraban un semblante alegre y honesto. Desque el
-Almirante las vido, hízolas vestir, y dalles de comer y de las cosas
-de Castilla, y mandó que luego las tornasen á tierra, para que los
-indios entendiesen que no eran gente que solian usar mal de mujeres,
-pero llegando á tierra, no hallaron persona á quien las diesen; por
-lo cual las tornaron al navío del Almirante, y allí las mandó aquella
-noche tener, con toda honestidad, á buen recaudo. El dia siguiente,
-juéves, á 29 de Setiembre, las mandó tornar en tierra, donde estaban
-ya 50 hombres, y el viejo que las habia traido las tornó á rescibir,
-mostrando mucho placer con ellas, y volviendo á la tarde las barcas
-á tierra, hallaron la misma gente con las mozas, y ellas y ellos
-volvieron á los cristianos todo cuanto se les habia dado, sin querer
-que dello quedase alguna cosa. Otro dia, saliendo el Adelantado á
-tierra, para tomar lengua, y hacer informacion de aquella gente,
-llegáronse dos indios de los más honrados, á lo que parecia, junto á
-la barca donde iba, y tomáronlo en medio por los brazos hasta sentarlo
-en las hierbas muy frescas de la ribera, y preguntándoles algunas
-cosas por señas, mandó al escribano que escribiese lo que decian; los
-cuales se alborotaron de tal manera viendo la tinta y el papel, y que
-escribian, que los más echaron luego á huir, creyóse que por temor que
-no fuesen algunas palabras ó señales para los hechizar, porque, por
-ventura, se usaban hechizos entre ellos, y presumióse, porque, cuando
-llegaban cerca de los cristianos, derramaban por el aire unos polvos
-hácia ellos, y de los mismos polvos hacian sahumerios, procurando que
-el humo fuese hácia los cristianos, y por este mismo temor, quizá, no
-quisieron que quedase con ellos cosa de las que les habian dado de las
-nuestras. Reparados los navíos de lo que habian menester y oreados los
-bastimentos, y recreada la gente que iba enferma, mandó el Almirante
-que saliese su hermano el Adelantado con alguna gente á tierra, para
-ver el pueblo, y la manera y trato que los moradores dél tenian; donde
-vieron que dentro de sus casas, que eran de madera cubiertas de cañas,
-tenian sepulturas en que estaban cuerpos muertos, secos y mirrados, sin
-algun mal olor, envueltos en unas mantas ó sábanas de algodon, y encima
-de la sepultura estaban unas tablas, y en ellas esculpidas figuras de
-animales, y en algunas la figura del que estaba sepultado, y con él
-joyas de oro y cuentas, y cosas que por más preciosas tenian. Mandó el
-Almirante tomar algunos de aquellos indios, por fuerza, para llevar
-consigo y saber dellos los secretos de la tierra. Tomaron siete, no
-sin gran escándalo de todos los demás, y, de los siete, dos escogió,
-que parecian los más honrados y principales; á los demas dejaron ir
-dándoles algunas cosas de las de Castilla, dándoles á entender por
-señas, que aquellos tomaban por guías, y despues se los enviarian. Pero
-poco los consoló este decir, por lo cual, luego, el siguiente dia, vino
-á la playa mucha gente, y enviaron cuatro por embajadores al navío del
-Almirante; prometian de dar de lo que tenian, y que les diesen los dos
-hombres, que debian ser personas de calidad, y luego trujeron dos
-puercos de la tierra, en presente, que son muy bravos, aunque pequeños.
-No quiso restituirles los dos presos el Almirante, sino mandó dar á
-los mensajeros que habian venido algunas de las bujerías de Castilla
-y pagarles sus porquezuelos que habian traido, y saliéronse á tierra
-con harto desconsuelo de aquella violencia é injusticia de tomalles
-aquellos por fuerza, y llevárselos contra voluntad de todos ellos,
-dejando sus mujeres y hijos huérfanos. Y quizá eran señores de la
-tierra ó de los pueblos, los que les detenian, injustamente, presos;
-y así, tuvieron de allí en adelante justa causa y claro derecho de no
-se fiar de ningun cristiano, ántes razon jurídica para hacelles justa
-guerra, como es manifiesto.
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-CAPÍTULO XXII.
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-Entre otros lugares que el indio viejo, que habian tomado y detenido
-de la canoa, en la isla de los Guanajes, y otros indios, nombraron al
-Almirante, que habia ó eran tierras de oro, fué uno llamado Caravaró.
-Levantó, pues, las anclas desta provincia ó pueblos de Cariarí, 5 de
-Octubre, y navegó á la de Caravaró, la última luenga, hácia el Oriente,
-donde habia una bahía de mar, de seis leguas de longura y de ancho más
-de tres, la cual tiene muchas isletas, y tres ó cuatro bocas, para
-entrar los navíos y salir muy buenas con todos tiempos, y por entre
-aquellas isletas van los navíos, como si fuesen por calles, tocando las
-ramas de los árboles, en la járcia y cuerdas de los navíos; cosa muy
-fresca y hermosa. Despues de haber surgido y echado anclas los navíos,
-salieron las barcas á una de aquellas isletas, donde hallaron 20 canoas
-ó navecitas de un madero, de los indios, y la gente dellas vieron en
-tierra desnudos, en cueros del todo, solas las mujeres cubierto lo
-vergonzoso; traia cada uno su espejo de oro al cuello, y algunos una
-águila, y comenzándoles á hablar los dos indios que traian de Cariarí,
-perdieron el temor, y dieron luego un espejo de oro, que pesaba 10
-ducados, por tres cascabeles, diciendo que allí, en la tierra firme,
-habia mucho de aquello, muy cerca de donde estaban. El dia siguiente, á
-7 de Octubre, fueron las barcas á tierra firme, y toparon diez canoas
-llenas de gente, todas con sus espejos al cuello, de oro. Tomaron
-dellas dos hombres que parecian ser dellos los más principales, para,
-con los dos de Cariarí, saber los secretos de la tierra. Dice cerca
-desto un testigo, llamado Pedro de Ledesma, piloto señalado, que yo
-cognoscí, que salieron á los navíos 80 canoas, con mucho oro, y que
-no quiso el Almirante rescibir alguna cosa. Su hijo del Almirante,
-D. Hernando Colon, que allí andaba, puesto que niño de trece años, no
-hace mencion de 80 canoas, pero pudo ser que viniesen 80, una vez 10,
-y otras 20, y así llegasen á 80, y es de creer que mejor cuenta ternia
-desto el piloto dicho, que era de cuarenta y cinco y más años, que no
-el niño de trece. Los dos hombres que aquí desta canoa tomaron traian
-al cuello, el uno, un espejo que pesó 14 ducados, y el otro un águila
-que pesó 22, y estos afirmaban, que de aquel metal, pues tanto caso dél
-hacian, una jornada y dos de hallí habia harta abundancia. En aquesta
-bahía era infinita la cuantidad que habia de pescado, y en la tierra
-muchos animales de los arriba nombrados. Habia muchos mantenimientos
-de las raíces y de grano, y de frutas. Los hombres andaban totalmente
-desnudos, y las mujeres de la manera de las de Cariarí. Desta tierra
-ó provincia de Carabaró, pasaron á otra, confin della, que nombraban
-Aburená, la última luenga, la cual es, en todo y por todo, como la
-pasada. Desta salieron á la mar larga, y, 12 leguas adelante, llegaron
-á un rio, en el cual mandó el Almirante salir las barcas, y, llegando
-á tierra, obra de 200 indios, que estaban en la playa, arremetieron
-con gran furia contra las barcas, metidos en la mar hasta la cinta,
-esgrimiendo con sus varas, tañendo bocinas y un atambor, mostrando
-querer defender la entrada en su tierra de gente á ellos tan extraña;
-echaban del agua salada con las manos hácia los españoles, y mascaban
-hierbas y arrojábanlas contra ellos. Los españoles disimulaban,
-blandeándolos y aplacándolos por señas, y los indios que traian
-hablándolos, hasta tanto que, finalmente, se apaciguaron, y se llegaron
-á rescatar ó contratar los espejos de oro que traian al cuello, los
-cuales daban por dos ó tres cascabeles; hobiéronse allí entónces 16
-espejos de oro fino, que valdrian 150 ducados. Otro dia, viérnes, á
-21 de Octubre, tornaron las barcas á tierra, al sabor del rescate;
-llamaron á los indios desde las barcas, que estaban cerca de allí, en
-unas ramadas que aquella noche hicieron, temiendo que los españoles no
-saliesen á tierra y les hiciesen algun daño, pero ninguno quiso venir
-á su llamado. Desde á un rato, tañen sus bocinas ó cuernos, y atambor,
-y, con gran grita, lléganse á la mar de la manera que de ántes, y,
-llegando cerca de las barcas, amagábanles como que les querian tirar
-las varas si no se volvian á sus navíos, y se fuesen, pero ninguna
-les tiraron; mas á la buena paciencia y humildad de los españoles, no
-pareció que era bien sufrir tanto, por lo cual sueltan una ballesta
-y dan una saetada á un indio dellos, en un brazo, y tras ella pegan
-fuego á una lombarda, y dando el tronido, pensando que los cielos se
-caian y los tomaban debajo, no paró hombre de todos ellos, huyendo
-el que más podia, por salvarse. Salieron luego de las barcas cuatro
-españoles, y tornáronlos á llamar, los cuales, dejadas sus armas, se
-vinieron para ellos como unos corderos seguros, y como si no hobieran
-pasado nada. Rescataron ó conmutaron tres espejos, excusándose que no
-traian al presente más, por no saber que aquello les agradaba. Desta
-tierra pasó adelante á otra llamada Catiba, y echando anclas en la boca
-de un gran rio, la gente della, con cuernos y atambores, se andaba
-toda moviendo, y apedillando. Enviaron á los navíos una canoa con
-dos hombres, para ver qué gente nueva era, y qué queria. Habláronles
-los indios que se habian tomado atras, y luego entraron en la nao
-del Almirante, con mucha seguridad, y, por induccion del indio de
-Cariarí y de los otros, se quitaron los espejos de oro, que traian al
-cuello, y diéronlos al Almirante, y el Almirante les mandó dar de las
-cosas y rescates de Castilla. Salidos estos á tierra, vino luego otra
-canoa con tres hombres, y sus espejos al cuello, los cuales hicieron
-lo mismo que los primeros. Conciliada ya desta manera el amistad,
-salieron las barcas á tierra, donde hallaron mucha gente con el Rey
-de aquella provincia, ó pueblos, el cual, ninguna diferencia mostraba
-tener de los otros, salvo estar cubierto con una hoja de árbol, porque
-llovía, y el acatamiento y reverencia que todos le tenian. Él fué el
-primero que rescató su espejo, y dió licencia que los suyos tambien
-rescatasen con los cristianos. Fueron por todos 19 espejos, de fino
-oro. Pedro de Ledesma, el piloto que arriba dije, depuso en el pleito,
-de que ya he hecho algunas veces mencion, presentado por el Fiscal,
-que en uno de los puertos por donde andaban entónces, llamado Hurira,
-se rescataron 90 marcos de oro por tres docenas de cascabeles; y este
-debia ser uno de cinco pueblos, ó todos cinco, donde, salido de la
-boca de aquel gran rio, el Oriente arriba, fué luego el Almirante, y
-segun dijo D. Hernando Colon, su hijo, allí habia mucho rescate, y
-entre ellos estaba Veragua, donde los indios de atras decian que se
-cogia el mucho oro, y se labraban los espejos que rescataban. Destos
-pueblos fueron á una poblacion llamada Cubija ó Cubiga, donde, segun
-la relacion que los indios daban, se acababa la tierra del rescate, la
-cual comenzaba desde Carabaró y fenecia en aquella poblacion Cubiga ó
-Cubija, que serian obra de 50 leguas de costa de mar. De aquí subió el
-Almirante la mar arriba, por el Oriente, como venia, y fué á entrar, en
-2 dias de Noviembre, en un puerto mucho bueno, que por ser tal lo llamó
-puerto Bello, que estaba obra de seis leguas del que agora llamamos el
-Nombre de Dios. El puerto es muy grande y muy hermoso; entró en él por
-medio de dos isletas, y, dentro dél, pueden llegarse las naos, muy en
-tierra, y salir voltejando si quisieren. Toda la tierra de la redonda
-del puerto es la tierra graciosísima, estaba toda labrada y llena de
-casas, á tiro de piedra y de ballesta la una de la otra, que parecia
-todo una huerta pintada, y de las más hermosas que se habian por toda
-aquella costa visto. Allí estuvieron siete dias, por las muchas lluvias
-y matos tiempos que les hizo, y en todos ellos vinieron canoas de toda
-la comarca, á contratar con los cristianos las comidas y frutas que
-tenian, y ovillos de algodon hilado, muy lindo, lo cual, todo, daban
-por cosillas de laton, como eran, alfileres y cabos de agujetas, y si
-tuvieran oro tambien por ellos lo dieran.
-
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-CAPÍTULO XXIII.
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-Pasados los siete dias, salieron de Bel puerto ó puerto Bello, en 9
-de Noviembre, y fueron ocho leguas, y, con malos tiempos, volvieron
-atras y entraron en el puerto que llamamos el Nombre de Dios, al
-cual llamó el Almirante puerto de Bastimentos, porque todas aquellas
-comarcas y tres isletas, que estaban por allí, eran llenas de labranzas
-y maizales. Vieron una canoa de indios, y adelantóse una barca llena
-de españoles tras ella, por tomar lengua de alguno dellos, pero los
-indios, huyendo, dábanse priesa á remar, temiendo si les querian
-hacer mal, y como los alcanzasen, llegando la barca como á un tiro
-de piedra, echáronse todos á la mar para huir nadando, y cuanto los
-marineros remaban, y llegaba la barca junto á ellos, zabullíanse, como
-hacen las aves de agua, é iban á salir por debajo del agua un tiro
-de ballesta y dos desviados de la barca, por una parte ó por otra; y
-esto duró más de grande media legua. Era una fiesta bien de ver, y
-de harto pasatiempo y alegría, ver lo que trabajaban los marineros
-en su barca por tomar alguno, y cuan en valde, pues á ningun indio
-tomaron, y los indios todos se fueron riendo y mofando, á tierra, de
-los marineros, y los marineros, vacíos y corridos, se volvieron á las
-naos. Estuvieron aquí hasta 23 de Noviembre, adobando los navíos y
-la vasija del agua, y, salidos, fueron hácia el Oriente, y llegaron
-á una tierra llamada Guija ó Guiga, y salidas las barcas á tierra,
-estaban ya esperando los cristianos sobre trescientas personas con
-deseos de rescatar sus mantenimientos, y algunas joyuelas de oro que
-traian en las orejas y narices; pero no quiso el Almirante parar allí
-mucho, más sábado, á 26 del mismo mes, entraron en un portezuelo,
-al cual puso el Almirante nombre Retrete, por su estrehura, porque
-no cabian en él arriba de cinco ó seis navíos juntos, y la entrada
-era por una boca de hasta quince ó veinte pasos de ancho, y de ambas
-partes los arracifes que sobreaguaban, que son peñas como puntas de
-diamantes, y la canal entre ellos era tan hondable, que, á allegarse
-un poco á la orilla, pueden saltar en tierra desde las naos; y esto
-fué principal remedio para no se perder los navíos, segun el angostura
-era, y la causa deste peligro fué la relacion falsa que hicieron los
-marineros que en las barcas entraron primero adelante á sondar ó
-conocer la hondura que por allí habia y peligros, por el ansia que
-tenian siempre de salir á tierra á rescatar ó contratar con los indios
-de la tierra. Por esto parece que el puerto del Retrete no es el que
-agora llamamos del Nombre de Dios, como arriba dijimos por relacion de
-otros, sino más adelante, hácia el Oriente. Estuvieron aquí los navíos
-nueve dias, por los vientos que corrian muy forzosos y contrarios. Al
-principio de estos dias, venian los indios muy pacíficos y mansos,
-con toda simplicidad, á hacer sus rescates con los cristianos, pero
-despues que los españoles se salian sin licencia del Almirante de los
-navíos, escondidamente, y se iban por las casas de los indios, y, como
-gente disoluta y cudiciosa, les hacian mil agravios, diéronles causa
-á que se alterasen de tal forma, que se hobo de quebrar la paz con
-ellos, y pasaban algunas escaramuzas; y como ellos, de cada dia se
-juntasen en mayor copia, osaban ya venir hasta cerca de los navíos,
-que, como dijimos, estaban con el bordo á tierra, pareciéndoles que
-podian hacer el daño que quisiesen, aunque les saliera bien por el
-contrario, si el Almirante no tuviera siempre respecto á mitigallos
-con sufrimiento y buenas obras. Todo esto dice don Hernando, hijo del
-Almirante; donde parece quién fué y era la causa de que los indios
-se escandalizasen y tuviesen por mala gente á los cristianos, y no
-quisiesen con ellos paz. Parece tambien, si aquellas gentes, desde
-su descubrimiento, fueran tractadas por amor y justicia, segun dicta
-la razon natural, y prosiguiera siempre adelante con ellos la vía de
-comercio y contratacion pacífica y moderada, y mucho más si fuera
-cristiana, como justamente hobiéramos dellos todo lo que de oro y
-riquezas tenian y abundaban, por nuestras cosillas de no nada, y cuánta
-paz y amor entre nosotros y ellos se conciliara, y, por consiguiente,
-cuán cierta y fácil fuera su conversion á Cristo, y cuánto la Iglesia
-universal se gozara de tener tan infinitos hijos cristianos. Añide más
-D. Hernando: «que, visto su demasiado atrevimiento, por espantallos,
-mandaba tirar el Almirante alguna lombarda de cuando en cuando, y
-que ellos respondian con gran grita, dando con sus bastones en las
-ramas de los árboles, haciendo grandes amenazas y mostrando no tener
-temor del sonido ó estruendo de las lombardas, pensando que debian
-ser como los truenos secos sin rayos, no más de para causar espanto;
-y, que porque no tuviesen tan gran soberbia, ni menospreciasen á los
-cristanos, mandó que una vez tirasen una lombarda contra una cuadrilla
-de gente que estaba junta y apeñuscada en un cerrito, y dando por medio
-dellos la pelota, hízoles cognoscer que aquella burla era tambien rayo
-como trueno, por tal manera, que despues, áun tras los montes, no se
-osaban asomar.» Esto dice D. Hernando, y así parece que debia de haber
-muerto algunos dellos la pelota de la lombarda; y, cierto, harta mal
-enmienda de los escándalos que los españoles habian causado á aquellas
-pacíficas gentes, y poco sufrimiento y ménos buenas obras en esto hizo
-el Almirante, por no más de porque no tuviesen tan gran soberbia, y
-no menospreciasen los cristianos, con la lombarda matallos, siendo
-ellos primero escandalizados y agraviados, mostrándose tan pacíficos
-y amigos, y los españoles, por el contrario, haber sido culpados, y
-quizá muy culpados, lo que, por ventura, D. Hernando calla. Cierto,
-mejor sufrimiento fuera castigar con rigor el Almirante á los que
-los habian agraviado y escandalizado en presencia dellos, para que
-pareciera pesarle dello, y ser sólos culpados aquellos, y con palabras
-ó señas, y mucho más con dádivas y buenas otras obras, satisfacellos,
-que no á grandes pecados añadir otros más detestables, con que mayores
-daños les hicieron. Dice tambien D. Hernando, que la gente de aquella
-tierra era la más bien dispuesta que hasta entónces se habia visto en
-estas Indias; eran altos de cuerpo y enjutos, de muy buenos gestos. La
-tierra toda rasa, y de mucha hierba y poca arboleda. En el puerto habia
-grandísimos lagartos que salian á dormir en seco, los cuales lanzan de
-sí un olor que parece que allí está todo el almizcle del mundo, y son
-tan carniceros, que si hallan un hombre durmiendo en tierra, lo llevan
-arrastrando al agua para comello, puesto que son muy cobardes y huyen
-cuando son acometidos. Estos son los verdaderos cocodrilos de los que
-se dice abundar el rio Nilo; hay muchos en los rios que salen á esta
-mar que decimos del Norte, pero muchos más, sin número, en los que
-corren á la mar del Sur.
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-CAPÍTULO XXIV.
-
-
-Andando en esto habia grandes tempestades y contrarios tiempos, cuasi
-siempre, unos dias más que otros; y viendo el Almirante impedirle los
-tiempos Levantes y Nordestes, que son brisas fuertes, de ir adelante,
-siguiendo la vía que llevaba del Oriente, lúnes, 5 dias de Diciembre,
-determinó de volver atras, para certificarse de las minas del oro,
-que ser muy ricas, en la provincia de Veragua, le habian dicho; así
-que, aquel mesmo dia, llegó á Bel puerto, que serian hasta 10 leguas
-al Occidente. Siguiendo su camino, el dia siguiente asoma un viento
-gueste, que es Poniente, contrarísimo al camino que habia querido tomar
-de nuevo, y próspero para el que llevaba y habia deseado por tres
-meses, que lo puso en muy grande aprieto. No quiso tornar la vía del
-Oriente, para la cual bien le sirviera, por la incertidumbre que cada
-dia experimentaba de los vientos. Forcejó contra los vientos, crecióle
-la tormenta, y anduvieron nueve dias sin esperanza de vida. Dice el
-Almirante en la carta, que desde la isla de Jamáica escribió á los
-Reyes, que nunca ojos vieron la mar tan alta ni tan brava, y la espuma
-della que parecia arder en fuego. El viento estorbaba ir adelante y no
-daba lugar para correr á la mar larga, ni para socorrerse con alguna
-punta de tierra ó cabo. Un dia y una noche pareció que ardia en vivas
-llamas el cielo, segun la frecuencia de los truenos y relámpagos y
-rayos que caian, que cada momento esperaban de ser abrasados todos, y
-los navíos hundidos á pedazos, segun los vientos eran espantables. Los
-truenos eran tan bravos y tan espesos, que pensaban los de un navío que
-los de los otros disparaban el artillería, demandando socorro porque
-se hundian. Con todo esto eran tantas y tan espesas las lluvias y
-aguas del cielo, que, en dos ni en tres dias, no cesaba de llover á
-cántaros, que no parecia sino que resegundaba otro Diluvio. La gente de
-los navíos estaba tan molida, turbada, enferma y de tantas amarguras
-llena, que, como desesperada, deseaba más la muerte que la vida; viendo
-que todos cuatro elementos contra ellos tan cruelmente peleaban. Temian
-el fuego, por los rayos y relámpagos; los vientos unos contrarios de
-otros tan furiosos y bravos y desmensurados; el agua de la mar que los
-comia, y la de los cielos que los empapaba; la tierra por los bajos
-y roquedos de las costas no sabidas, que, hallándose cabe el puerto,
-donde consiste el refugio de los mareantes, por no tener noticia
-dellos ó por no les saber las entradas, escogen los hombres ántes
-pelear y contrastar con bravos vientos y con la espantosa soberbia
-de la mar, y con todos los otros peligros que hay, que llegarse á la
-tierra, que, como más propicia y á nosotros más agradable y natural,
-entónces más deseamos. Sobrevínoles otro peligro y angustia, sobre
-todos los relatados, y esta fué una manga que se suele hacer en la mar.
-Esta es como una nube ó niebla que sube de la mar hácia el aire, tan
-gruesa como una cuba ó tonel, por la cual sube á las nubes el agua,
-torciéndola á manera de torbellino, que cuando acaece hallarse juntas
-las naos, las anega y es imposible escapar. Tuvieron por remedio decir
-el Evangelio de San Juan, y así la cortaron, y creyeron por la virtud
-divina haber escapado. Padecieron en estos dias terribles trabajos, que
-ya no habia hombre que pensase, por solos los cansancios y molimientos,
-con vida escapar. Dióles Dios un poco de alivio dándoles un dia ó dos
-de calmas, en los cuales fueron tantos los tiburones que acudieron á
-los navíos, que les ponian espanto y no ménos en gran temor, tomándolos
-por agüeros, algunos, que no fuese alguna mala señal. Pero, sin ser
-agüero, podia ser señal natural, como las toninas ó delfines lo es de
-tormenta cuando sobreaguan, como arriba en el capítulo 5.º dimos alguna
-relacion. Hicieron grande matanza dellos con anzuelos de cadena, que
-no les fueron poco provechosos para hacer bastimento, porque tenian
-ya falta de viandas, por haber ya ocho meses que andaban por la mar,
-y así consumido la carne y pescado que de España habian sacado, dello
-comido y dello podrido por los calores y bochorno, y tambien la humedad
-que corrompe las cosas comestibles por estas mares; pudrióseles tanto
-el bizcocho, y hinchióseles de tanta cantidad de gusanos, que habia
-personas que no querian comer ó cenar la maçamorra que, del bizcocho y
-agua, puesta en el fuego, hacian, sino de noche, por ver la multitud
-de los gusanos que dél salian y con él se cocian. Otros estaban ya tan
-acostumbrados por la hambre á comerlos, que ya no los quitaban, porque
-en quitarlos se les pasaria la cena; tantos eran. En este camino hácia
-Veragua, en obra de 15, 20 ó 30 leguas, fueron cosas espantosas las
-que con los tiempos contrarios les acaecieron. Salian de un puerto,
-y no parecia sino que el viento contrario, de industria, los estaba
-esperando como tras un canton, para resistillos. Volvian con la fuerza
-dél hácia el Oriente; cuando no se cataban, venia otro que los volvia
-impetuosamente al Poniente, y esto tantas y tan diversas veces, que no
-sabia el Almirante ni los que con él andaban qué decir ni hacer. Por
-todos estos temporales tan adversos y diversos, que parece que nunca
-hombres navegantes padecieron en tan poco camino, como desde Bel puerto
-hasta Veragua, otros tales, puso por nombre á aquella costa, la costa
-de los Contrastes. En todo este tiempo, el Almirante padecia enfermedad
-de gota, y sobre ella estas angustias y trabajos, y la gente, lo mismo,
-enferma y fatigada, y la más desmayada. Finalmente, dia de los Reyes
-del año siguiente de 1503, entraron en un rio, al cual los indios
-llamaban Yebra, y el Almirante le puso por nombre Belem, por honra de
-aquel dia que los tres Reyes Magos aportaron á aquel Sancto Lugar.
-Adelante deste rio está otro, una legua ó dos, que los indios decian
-Veragua; mandó el Almirante sondar la entrada del primero, que es con
-cierto plomo mirar qué tantos palmos ó brazas tiene de hondo, y tambien
-el de Veragua, y hallaron tener catorce palmos el de Belem, cuando es
-llena la mar, y mucho ménos el de Veragua. Subieron las barcas por el
-de Belem arriba, hasta llegar á la poblacion, donde tuvieron noticia
-que las minas del oro estaban en Veragua, puesto que los vecinos della
-se pusieron al principio en armas, no queriendo oir á los españoles
-ni hablarles, ántes resistirles la entrada; el dia siguiente fueron
-las barcas por el rio de Veragua, y los vecinos tambien dél hicieron
-lo mismo apedillándose unos á otros con sus armas; no sólo por tierra
-trabajaban de defender que no pasasen adelante, pero entrando en el
-agua, mas como iba con los españoles un indio de aquella costa, que
-entendia su lenguaje, apaciguólos, afirmándoles que aquellos eran buena
-gente, y que no les querian tomar cosa de las suyas sin pagársela,
-y así se aseguraron y comenzaron á rescatar y contratar con los
-cristianos, de los cuales se hobieron hasta 20 espejos de oro y algunos
-cañutos, como cuentas y granos de oro, por fundir. Los cuales, para más
-lo encarecer, fingian que se cogia muy léjos en unas sierras ásperas, y
-que cuando lo cogian, no comian, ántes se apartaban de sus mujeres, y
-otros encarecimientos semejantes.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXV.
-
-
-Visto que el rio de Belem era más hondo para entrar los navíos, acordó
-el Almirante de entrar en él, y así, lúnes, 9 de Enero, entraron los
-dos navíos, y otro dia siguiente, por esperar que fuese plena mar,
-entraron los otros dos que pedian más agua, puesto que no crece ni
-mengua, con la mayor marea, más de dos palmos. Vinieron luégo los
-indios á contractar con los cristianos de lo que tenian, especialmente
-pescado, el cuál entra de la mar tan inmenso número á temporadas,
-que parece cosa increible á quien no lo haya visto; traian tambien
-oro que daban por alfileres, y lo que era de más cantidad y precio
-trocaban por cuentas y por cascabeles. Y como toda la fama de la
-riqueza de las minas, los indios atribuyesen á Veragua, el tercero
-dia, despues de la entrada, salió el Adelantado á la mar con las
-barcas, para subir por el rio de Veragua hasta el pueblo donde residia
-el Rey de la tierra, llamado Quibia, el cual, sabiendo la ida de los
-cristianos, descendió él y gentes con él, en sus canoas, á rescebirlos,
-el rio abajo. Llegadas las canoas á las barcas, hiciéronse todos buen
-rescibimiento, como si fueran hermanos. Dió el Rey al Adelantado de
-las joyas de oro que traia, y el Adelantado al Rey de las bujerías
-y rescates de Castilla, por manera, que los unos quedaron de los
-otros muy contentos y amigos, y volvióse con sus canoas el Rey á su
-pueblo, y el Adelantado con sus barcas á los navíos. El dia siguiente
-vino el Rey á ver al Almirante á los navíos, y como habia poco que
-platicar, por no entenderse las lenguas, despues de obra de una hora,
-el Almirante le dió algunas cosas de Castilla, y los suyos rescataron
-algunas joyas de oro por cascabeles, y sin muchas ceremonias se
-despidió, y se fué como se vino. Estando así, los españoles muy
-contentos y alegres, un mártes, 24 de Enero, súbitamente vino aquel
-rio de Belem de avenida tan crecido, que, sin poderse reparar echando
-amarras á los navíos, dió el ímpetu del agua en la nao del Almirante
-con tanta violencia, que le hizo quebrar la una de las dos anclas que
-tenia, y fué á dar con terrible furia sobre uno de los otros navíos,
-que le rompió la contramesana, que es uno de los mástiles, y entena,
-donde va cierta vela, y van garrando ambas á dos (esto es llevar las
-anclas arrastrando), y daban los golpes y relanzaduras ó vaivenes de
-una parte á otra del rio, que no perderse allí todos cuatro navíos
-fué negocio divino. Esta súbita venida é inundacion deste rio debió
-ser algun grande aguacero (como los hace muchos en estas Indias), que
-debió llover en las montañas muy altas que están sobre Veragua, que
-llamó el Almirante de Sant Cristóbal, porque el pico de la más alta
-parece exceder á la region del aire, porque nunca se ve sobre aquel
-nube alguna, sino todas quedan muy más bajas, y, á quien lo mira,
-parece que es una ermita. Estará, por lo ménos, á lo que se juzga,
-20 leguas la tierra dentro, todas de grandísima espesura. No sólo
-este peligro grande allí tuvieron, pero, ya que quisieran salir á la
-mar, que estaba de los navíos no media milla, era tanta la tormenta
-y braveza de la mar, que habia fuera, que no se hobieran movido del
-rio, cuando fueran hechos los navíos pedazos á la salida de la barra;
-en la cual eran tantas las rebentazones que hacia la mar, que ni las
-barcas pudieron salir, por muchos dias que duró, para ir á ver por la
-costa el asiento y disposicion de la tierra, para hacer un pueblo de
-españoles que el Almirante hacer determinaba, y haber nueva de las
-minas, que era lo que hacia á su caso. Pasados los dias destos tiempos
-adversos, y de afliccion harta para todos, y más para el Almirante,
-ya que abonanzó la mar, lúnes, á 6 de Febrero envió al Adelantado con
-68 hombres por la mar, hasta la boca del rio de Veragua, que distaba
-una legua ó poco más, á la parte del Occidente, y fueron por el rio
-arriba otra legua y media, hasta el pueblo de aquel señor que dijimos
-llamarse Quibia, donde estuvieron un dia informándose del camino de
-las minas. De allí, fueron cuatro leguas y media á dormir en par de
-un rio, que pasaron cuarenta y tres veces; y otro dia legua y media,
-y llegaron á las minas que les mostraron tres indios quel señor mandó
-que con ellos fuesen por guias. Llegados, segun dice el Almirante en
-la carta que escribió á los Reyes desde Jamáica, que las guías les
-señalaron muchas partes alrededor, que abundaban en oro, hácia el
-Poniente, en especial por 20 jornadas. Finalmente, los españoles, en
-obra de dos horas que allí quisieron tardar, cada uno cogió su poquillo
-de oro entre las raíces (porque todo es gran espesura de arboledas),
-con lo cual todos se contentaron y vinieron muy alegres aquel dia al
-pueblo, y otro á los navíos; estimando ser gran señal de las riquezas
-de aquella tierra, por sacar tanto, aunque poco, en tan poco tiempo, y
-careciendo de industria, que se requiere mucha para sacallo. Despues se
-supo que aquellas minas no eran las de Veragua, que más cerca estaban,
-sino las de Urirá, que era otro pueblo de sus enemigos, á las cuales,
-diz que, por hacerles enojo, mandó guiar allá los cristianos; y añide
-otra razon D. Hernando, conviene á saber, porque se aficionasen de
-pasarse allá, y dejasen su tierra sin embarazos. Tornó el Almirante á
-enviar al Adelantado otra vez á que entrase por la tierra, y la costa
-abajo, hácia el Poniente, á especular lo que por la tierra habia; y
-así, salió el Adelantado, juéves, á 16 de Febrero del dicho año de 503,
-con 59 hombres, y una barca por la mar con 14. Los cuales, otro dia
-por la mañana, llegaron á un rio llamado Urirá, seis ó siete leguas
-de Belem á la parte del Occidente. Sabido que iban por el señor de
-aquella tierra, salió á recibillos una legua, con hasta 20 personas,
-y presentóles mucha comida y bastimento, y rescataron algunos espejos
-de oro. Estando un rato allí donde se toparon, fuéronse todos juntos
-al pueblo, indios y cristianos, de donde salió gran número de gente á
-recibillos; y teníanles aparejada una gran casa, donde los aposentaron
-y les presentaron muchas y diversas cosas de comer. Desde á poco vino
-á visitallos el señor de Dururi, otro pueblo de aquel cercano, con
-mucha gente que traian algunos espejos para rescatar. De los unos y
-de los otros, se supo que habia, la tierra dentro, señores de pueblos
-que tenian gran riqueza de oro, y que era gente armada como nosotros,
-pero esto postrero, ya pareció que, ó los indios mintieron porque no
-entrasen los españoles más dentro, ó no los entendieron como hablasen
-por señas. En lo que toca lo primero, que tuviesen mucha suma de oro,
-harta verdad fué, segun pareció despues cuando por aquella tierra
-dentro, hácia la mar del Sur, anduvo la gente de Pedrarias, como, si
-Dios quisiere, se dirá. Otro dia siguiente, determinó el Adelantado de
-entrar por la tierra más ahorrado, vista la bondad y mansedumbre de los
-indios y caridad con que rescibian los cristianos; para lo cual mandó
-volver por tierra toda la gente á los navíos, y, con hasta 30 hombres,
-prosiguió su camino hácia un pueblo llamado Cobraba, donde habia más de
-seis leguas de labranzas de maizales, y de allí fué á otro pueblo que
-se decia Cateba; en los cuales se les hizo buen rescibimiento, dándoles
-mucho de comer, y rescatando algunos espejos de oro. Estos espejos
-eran como unas patenas de cálices, algunas grandes, otras menores, que
-pesarian 12 ducados, y algunas más, y otras ménos, las cuales traian
-colgadas al cuello, con una cuerda de algodon, como nosotros traemos un
-_Agnus Dei_. Y porque ya el Adelantado se alejaba mucho de los navíos,
-y por aquella costa ó ribera de la mar, no se hallaba puerto ni rio
-que fuese más hondable que el de Belem, para hacer asiento de pueblo,
-volvióse por el mismo camino con mucha cantidad de oro que habia de los
-indios rescatado. El cual fué rescibido con harta alegría de su hermano
-el Almirante, como trujese tan buenas nuevas, y mejor muestra de haber
-por aquella tierra tanta riqueza de oro.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXVI.
-
-
-Con este contentamiento, y esperanza del mucho bien que se creia
-alcanzar de tierra tan opulenta, como esta se les habia mostrado ser,
-y en la verdad lo era y agora lo es, deliberó el Almirante dejar su
-hermano, el Adelantado, en ella, con la mayor parte de los españoles,
-para que poblasen y sojuzgasen la gente della, entre tanto que él
-volvia á Castilla, para les enviar socorro de gente y bastimentos.
-Estas son palabras de su hijo D. Hernando, con las que se siguen.
-Dióse, pues, luégo con suma diligencia, en la quedada del Adelantado,
-señalándole 80 hombres que con él quedasen. Acompañáronse de 10 en 10,
-más ó ménos, segun entre sí se concertaban, y comenzaron á hacer sus
-casas en la orilla ó ribera del rio dicho, Belem, cerca de la boca que
-salia á la mar, obra de un tiro de lombarda, pasada una caleta que está
-á la mano derecha, como entramos en el rio, sobre la cual entrada está
-un morro ó montecillo más alto que lo demas. Las casas eran de madera,
-cubiertas de hojas de palma, entre las cuales hicieron una casa grande,
-para que fuese alhóndiga y casa de bastimentos. En esta se metió
-mucha municion y artillería, con todo lo demas que para el servicio y
-sustentacion de los pobladores se requeria, puesto que lo principal
-de los bastimentos, como era bizcocho, y vino, y aceite, y vinagre, y
-quesos, y legumbres, porque otra cosa de comer no habia, se dejaba,
-como en lugar más seguro, en uno de los navíos que habia de quedar
-con ellos, así para servicio de la mar, como para la segundad de la
-tierra (y este fué el primer pueblo que se hizo de españoles en tierra
-firme, puesto que luego desde á poco vino en nada).[1] Quedábales
-tambien mucho aparejo de redes y anzuelos para las pesquerías, que,
-segun se dijo, eran maravillosas, por la infinidad del pescado que
-aquella tierra abunda en los rios y en la mar, que, á tiempos, vienen
-de paso diversas especies de pescados. Péscanlos los indios de diversas
-maneras, que muestran en ellos industria y mejor ingenio; hacen muy
-buenas y grandes redes, y anzuelos de hueso y conchas de tortugas, y,
-porque les falta hierro, córtanlos con unos hilos de cierta especie
-de cáñamo que hay en estas Indias, que en esta Española llamaban
-cabuya, y otra más delicada, nequen, de la manera que los que hacen
-cuentas cortan con una sierra de hierro delgada los huesos; y no hay
-hierro que de aquella manera no corten. Tienen otra manera de pescar
-unos pececitos, tan menudos como unos fideos que se hacen de masa
-en Castilla, y en esta isla llamaban tití, la última aguda. Estos
-acuden cada luna, por sus temporadas, á la costa, huyendo de los peces
-grandes, hasta que llegan á la orilla, y allí los atajan los indios
-con unas esterillas ó muy menudas redes, y toman cuantos quieren,
-los cuales envuelven en unas hojas de árboles, de la manera que los
-boticarios hacen los confites en papeles; pónenlos en el fuego y así
-se asan como si fuesen en horno cocidos, y los guardan mucho tiempo
-para sus comidas, mayormente para cuando andan camino. Tienen otra
-pesquería de sardinas, cuasi como la dicha: vienen á sus temporadas
-infinitos cardumes de sardinas, huyendo de los peces mayores que las
-persiguen, y con tanta velocidad que saltan en la playa, dos y tres
-pasos, infinitas, y así no tienen más trabajo de cogella, como hacian
-el maná los judíos. Tómanla tambien por otro artificio, conviene á
-saber, que hacen un seto de hojas de palma en sus canoas, desde la proa
-hasta la popa, medio por medio, de altura de tres codos, y paséanse los
-indios por el rio, golpeando con los remos en el borde de la canoa, y
-la sardina, con temor que no sea otro pescado que anda por comella,
-salta, por salvar la canoa, y topa en el seto, y cae dentro, y con esta
-industria tomaban cuanta querian. De los xureles, sábalos, liças, y
-otras especies de pescados, vienen de paso, á temporadas, infinitos,
-que es maravilla lo que hay por aquellos rios; toman dellos abundancia,
-y muy asado lo conservaban mucho tiempo. Hacian de maíz vino blanco y
-tinto, como se hace la cerveza en Flandes ó en Inglaterra, echando en
-él de las que ellos tienen por buenas especias; es de muy buen sabor,
-aunque como unos vinos bruscos ó de Gascuña. Hacian tambien otro
-vino de árboles, que parecen palmas, y así son especie dellas, los
-troncos ó mástiles son lisos, muy llenos de espinas, como de puerco
-espin; del cogollo destas palmas, que es como palmito, rallándolo y
-esprimiéndolo sacan el zumo, de que hacian el vino, hirviéndolo con
-agua y mezclándole sus especias; tiénenlo por muy precioso vino, y
-por más costoso, y, si lo hobieran de vender, llevaran por ello mayor
-precio; hacian otro de piñas, una fruta preciosa y odorífera, de que
-hablamos largo en nuestra Historia apologética. Item, otros de otras
-frutas hacian, en especial, de una que nasce en árboles altísimos, que
-es como toronjas ó pequeñas cidras; tiene cada una dos y tres cuescos
-como nueces, aunque no redondos, sino de la forma de ajos ó castañas,
-la cáscara de la cual es como de granada, y viéndola fuera del árbol,
-luégo luégo parece granada, salvo que no tiene coronilla, el sabor es
-como de durazno ó de buena pera; dellas son buenas, dellas mejores,
-como acaece en todas las otras frutas. Estando ya las casas hechas y
-lo demas que convenia para el pueblo de los españoles que allí habian
-de quedar, y el Almirante para salir del rio, y tomar su viaje de
-Castilla, como aquel rio de Belem los habia puesto en gran peligro con
-las inundaciones y sobra excesiva de agua, que por él venia, que por
-poco les hobiera destruido los navíos todos, por el contrario, la falta
-del agua que con las muchas bonanzas de los tiempos y sequedad que
-sucedió, y la poca que el rio traia, la resaca y olas de la mar, tapó
-con arena tanto la boca que, habiendo cuando entraron 14 palmos de
-hondo, la cual hondura era tasada para que los navíos nadasen, cuando
-querian salir hallaron no más de 10, y así se hallaron cercados y
-aislados, sin algun remedio, sino sólo de Dios, suplicándole que diese
-lluvias y abundancia de agua, como los dias pasados rogaban que diese
-seca y no lloviese tanto; porque, con llover, esperaban que el rio,
-trayendo más agua, desazolvaria la entrada ó salida y boca del rio á la
-mar, como cada dia se ve y experimenta en los rios semejantes.
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-CAPÍTULO XXVII.
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-Como los indios vieron que los españoles hacian casas y pueblo, para se
-quedar y morar en aquella tierra, sin con ellos comunicarlo ni pedilles
-licencia, sino como en suelo y cosa suya edificar, y conociendo ya
-sus importunidades, y los atrevimientos y daños que dellos ya habian
-rescibido, y haber tomado algunos indios, en las tierras de atras,
-por fuerza, que traian en los navíos, no sintieron bien de su nueva
-poblacion, y así, dice aquel piloto, arriba nombrado, Pedro de Ledesma,
-en el proceso susodicho, que los indios se alteraron en ver tomar
-posesion en su tierra, y lo mismo dijo el Almirante en la carta que
-escribió á los Reyes desde Jamáica, como ninguna gente hobiera del
-mundo, por bárbara é inculta que fuera, que muy mucho mal no sintiera
-dello y que lo consintiera, y que con armas y todas sus fuerzas no
-lo resistiera: esto no há menester prueba, porque ningun hombre de
-razon hay que no lo acepte y á boca dello no lo conceda. Y porque,
-por ventura, conocieron de los indios algunas señales de descontento,
-acordaron de adoballo con añidir mayores agravios y más injustos y
-violentos, y éstos fueron prender al señor de la tierra, y su mujer y
-hijos, para dalles las gracias del buen acogimiento que les hicieron,
-y así D. Hernando, como hombre que alcanzó poco del derecho destas
-gentes, y de tener por injusticias las primeras que su padre comenzó
-en esta isla, contra los naturales della, segun que en el primer
-libro queda declarado, dice aquí, que se tuvo noticia por vía del
-intérprete, que, «Quibia, rey de Veragua, tenia deliberado de venir
-secretamente á poner fuego á las casas y matar los cristianos, porque
-á todos los indios pesaba mucho que poblasen en aquel rio, y pareció
-que para castigo suyo, y escarmiento y temor de los comarcanos, era
-bien prendello con todos sus principales, y traellos á Castilla,
-y que su pueblo quedase en servicio de los cristianos.» Estas son
-formales palabras de don Hernando. ¿Qué mayor insensibilidad puede ser
-boqueada ni pensada? ¿Qué injuria hicieron los indios á los españoles,
-pesándoles á todos mucho que quedasen á poblar en su tierra gente
-barbada, inquieta, fiera, cuyas obras no sanctas ni de virtud, ántes
-escandalosas, injustas y malas, habian ya experimentado? ¿Era medicina
-para aplacar aquel pesar, prender al Rey y á su mujer y hijos, y á
-sus principales, y que el pueblo quedase para servilles, para que
-á él fuese castigo y ejemplo á los comarcanos? ¿Qué delitos habian
-cometido? ¿Eran, por ventura, dalles de comer y con alegría recibillos
-en sus casas? ¿Y quién habia constituido juez al Almirante, y con qué
-jurisdiccion para castigallos? ¿Con qué autoridad y jurisdiccion, con
-cuál causa legítima y con qué justicia el Almirante condenaba todo
-aquel pueblo á que á los españoles sirviese, siendo tanto y quizá más,
-sacada la fe y cristiandad, que ellos, libres? ¿Por ventura, no tenian
-más potestad y jurisdiccion, y más jurídica y justa sobre él y sobre
-los suyos, pues eran Reyes y señores naturales, y ellos les ofendian
-en su territorio y violaban la fe ó fidelidad que debian al buen
-hospedaje que en su tierra y casas se les hacia? Y por consiguiente,
-si quemalles el pueblo, y hacelles guerra, y matallos deliberaban,
-justamente hacer no lo podian. Cuanto más, que porque el intérprete
-les dijese que hacer aquello querian, no se seguia, que verdad fuese,
-como el Adelantado, despues, cuando los fué á prender, vido que no
-tenian ese brio. El remedio que eran obligados á tomar ya que fuera
-verdad, lo que el intérprete dijo, si lo dijo, porque quizá no lo
-entendieron, pues ninguna cosa, sino por señas le entendian, fuera
-procurar de aplacar al Rey y á sus indios, con obras buenas, y dádivas
-que le dieran, y lo más seguro y obligatorio que hacer debieran era
-salirse de la tierra y dejarlos, lo mejor que pudieran, contentos, y
-hecho esto, irse á Castilla y dar nuevas á los Reyes, para que despues,
-cuando volvieran rescatadores y tambien predicadores de la fe, los
-hallaran tambien quietos y satisfechos, y, con alegría, como á ellos
-los recibieron, los recibieran. Pero no fueron dignos de ser alumbrados
-para no caer en tan intolerable yerro, pues no pretendian sino buscar
-oro por su propio interés y cudicia, errando cerca de los primeros
-principios. Tornando á la historia que D. Hernando prosigue diciendo,
-que para el efecto de la seguridad de aquellos que querian quedar en
-aquel pueblo, el Adelantado con 74 hombres, á 30 de Marzo, fué al
-pueblo de Veragua, que no tenia las casas juntas, sino desparcidas
-como en Vizcaya, y como el rey Quibia supo que estaba el Adelantado
-cerca, envióle á decir que no subiese á su casa, la cual estaba en un
-altillo sobre el rio de Veragua. El Adelantado no curó de lo que se le
-decia, y porque no se le huyese de temor suyo, acordó de ir con solos
-cinco, dejando mandado á los que quedaban, que á trechos, de dos en
-dos, se fuesen acercando, y que en sintiendo el sonido de la escopeta,
-que agora llaman arcabuz, haciendo ala, rodeasen la casa porque nadie
-se les escapase ni huyese. Aquí parece si aparejaba el Rey de matar
-los españoles, pues el Adelantado llegó seguro con cinco compañeros, y
-hizo lo que hizo. Así que, como ya llegase cerca de la casa del cacique
-Quibia, envió otro mensajero diciéndole que no entrase en ella, porque
-él saldria aunque estaba herido, y esto, diz que, hacian ellos porque
-no viesen sus mujeres, que son celosos sobre manera, y así salió á
-la puerta y se asentó diciendo, que sólo el Adelantado se allegase;
-el cual fué, dejando proveido que cuando viesen que le asía por el
-brazo, arremetiesen, y como llegó, comenzóle á hablar, preguntándole
-de su indisposicion y de otras cosas de la tierra, mediante un indio
-que traian tomado atras, que les parecia que algo lo entendian. El
-Adelantado, fingiendo que señalaba dónde la herida tenia el Rey, asióle
-de una muñeca, y como ambos fuesen de grandes fuerzas, túvolo tanto
-cuanto bastó para que llegasen los cuatro españoles, y el otro soltase
-la escopeta, y así acudieron todos los demas de la celada, y, llegados,
-entran en la casa, donde habria 50 personas, entre chicas y grandes,
-de los cuales fueron presos los más, entre los cuales hobo algunos
-hijos y mujeres del mismo rey Quibia, y otras personas principales, que
-ofrecian gran riqueza, diciendo que en el monte ó cierto lugar estaba
-el tesoro, y que todo lo darian por su rescate. Esta fué la hazaña que
-allí entónces hizo el Adelantado, con otras más. Pero porque ántes que
-la tierra se apedillase, dióse priesa en enviar la presa, tan injusta
-de aquellos inocentes, á las naos, él quedó, con la mayor parte de
-la gente, para correr y perseguir y prender los demas parientes y
-vasallos que se habian de sus violentas manos escapado. Platicando con
-los que consigo tenia, quién llevaria la cabalgada á los navíos en
-una barca, ofrecióse un piloto, tenido por hombre de buen recaudo, al
-cual entregaron el Rey atado de piés y manos; y, avisándole que mirase
-mucho no se le soltase, respondió quél lo tomaba á su cargo, y que,
-si se le fuese, que le pelasen las barbas. Partido con él, y con los
-demas, por el rio abajo, no faltando más de media legua de la boca para
-entrar en la mar, comenzóse mucho á quejar el Rey del atadura de las
-manos, y él, de lástima, desatóle del banco de la barca donde venia
-reatado, teniéndolo de la trailla con buen recaudo, mas desde á poco
-dió de presto consigo en el agua; él, no pudiendo retener la trailla,
-por no ir tras él, acordó de soltallo, y así se escapó de sus manos. Y
-porque ya era anochecido y con el rumor y movimientos de los demas que
-llevaban en la barca, no pudieron ver ni oir á dónde iba á salir, por
-manera, que nunca más dél pudieron saber cosa, y porque no le acaeciese
-otro desman con los otros que llevaban presos, acordaron de no parar
-hasta los navíos, harto avergonzados de haberles así el Cacique
-burlado. El dia siguiente, que fué 1.º de Marzo, viendo el Adelantado
-que sería trabajo demasiado seguir por tierra montuosa, como aquella
-es, el alcance, acordó volverse á los navíos muy alegre de su hazaña,
-con el despojo que habia robado en la casa del rey Quibia, que serian
-obra de 300 ducados, en espejos y aguilillas y cañutillos, como cuentas
-de oro, que se ponen á los brazos y piernas en hilos ensartados, y en
-unas tiras de oro que traen al rededor de las cabezas, en manera de
-corona, todo lo cual presentó al Almirante. De lo cual, diz que, sacado
-el quinto para Sus Altezas, repartióse lo demas por los que fueron á la
-entrada, como si fuera de muy buena guerra, contra turcos, apregonada;
-y lo bueno es que añide D. Hernando, que, por señal de aquella tan
-singular victoria, se dió una corona al Adelantado. Maravillosa,
-cierto, fué por aquellos tiempos la ceguedad que, cerca del venir
-á estas tierras y tratar á las gentes dellas como si fueran las de
-África, en los entendimientos, primero del Almirante, y despues de los
-demas, se hobo enjendrado. Pero pluguiera á Dios que en aquellos siglos
-parara, y no estuviera hoy el mundo della estragado.
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-CAPÍTULO XXVIII.
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-En estos dias envió Dios muchas lluvias, y creció el rio y abrió la
-entrada en la boca para que los navíos pudiesen salir á la mar, y así,
-determinó el Almirante de se volver á Castilla con los tres navíos,
-dejando el uno á su hermano el Adelantado, y á los que con él quedaban
-en el pueblo, que allí, en Veragua, determinaron hacer, como es dicho.
-Tambien pensó venir por esta isla Española, y de aquí enviarles el
-socorro que pudiese. Salió, pues, con los tres navíos, fuera del
-rio, á la mar, despedido de su hermano y de los demas, echadas sus
-anclas una legua de la boca, esperando que hiciese buen viento para
-proseguir su viaje. No faltó cierta ocasion, para, entre tanto, enviar
-la barca á tierra el rio arriba, y esta fué tomar agua y otras cosas
-que debiera el Almirante querer á su hermano proveer; y como el rey
-Quibia, que de la prision en el rio, llevándolo á los navíos, se habia
-escapado, quedase della y de la de su mujer y hijos, y los otros
-suyos tan lastimado, y de los otros agravios, y viese salidos los
-tres navíos y el Almirante, ó, por ventura, no esperaba que saliesen,
-sino, cuando tuvo su gente recogida y aparejada, vino sobre el pueblo
-de los españoles, al mismo punto que llegaba por allí la barca, y
-hízolo tan secreto que no fué sentido hasta que estaba del pueblo
-diez pasos, por la mucha espesura del monte que al pueblo cercaba, y
-arremeten con tan gran ímpetu y alarido, que parecian romper los aires.
-Y como los españoles estaban descuidados, lo que no debieran, pues
-sabian los daños tan graves que habian cometido á quien no les habia
-hecho agravio, ántes recreado, y debieran temer que los agraviados
-no se descuidaban, y las casas eran cubiertas de paja ó de palmas,
-tirábanles las lanzas, que eran palos tostados con puntas de huesos
-de pescado, que las clavaban áun por las mismas paredes de las casas,
-que pasaban de claro en claro, y así, en breve tiempo, habian á algunos
-bien lastimado. El Adelantado era hombre valeroso y de mucho ánimo,
-y, con siete ó ocho españoles que á él se allegaron, hizo varonil
-rostro, animándolos de manera que retrujeron á los indios, hasta que,
-en el monte, que estaba, como se dijo, cerca, los encerraron. De allí
-tornaban los indios á hacer algunas arremetidas tirando sus varas y
-recogiéndose, como suelen hacer los que juegan, entre nosotros, cañas;
-y cierto, sus guerras, como carezcan de hierro y de todas armas que
-de hierro se hacen, poco más sangrientas son que juegos de cañas, si
-no es cuando los españoles son tan pocos y tan desarmados, y en pasos
-peligrosos, y todo es acaso y muy pocas veces en muchos años. Pero como
-siempre, por la dicha causa, los tristes desnudos y desarmados, han
-de llevar, como siempre llevaron, la peor parte, como los españoles
-los lastimasen con las espadas, donde quedaban sin piernas y barrigas,
-y cabezas, y sin brazos, y en especial de un perro lebrel que tenian
-los españoles, que rabiosamente los perseguia y desgarraba, pusiéronse
-en huida, que es su principal arma, dejando un español muerto y siete
-ú ocho heridos, pero de ellos bien se puede creer, que no recibieron
-chico estrago. Uno de los heridos fué el Adelantado, á quien hirieron
-por los pechos con una de sus lanzas, y al cabo no le hizo mucho
-daño. Los de la barca paráronse á mirar la pelea, no queriendo salir
-á ayudallos estando cuasi junto á la orilla del rio, respondiendo
-el Capitan dellos á los que lo reprendian, que por temor que los de
-tierra, queriendo huir á la barca, la anegaran y así se perdieran
-todos, y tambien porque, como aquella barca fuese de la nao del
-Almirante, perdiéndose quedaba el Almirante á gran peligro en la mar,
-donde estaba, siendo costa brava; y en la verdad, cualquiera barca, ó
-navío sin barca, grandes y ciertos son los peligros que pasa, y así,
-decia que no queria hacer otra cosa más de lo que el Almirante le
-mandaba, que era llevar agua. El Capitan, queriendo despacharse presto
-con su agua, para llevar al Almirante la nueva de lo que pasaba,
-subióse el rio arriba, hasta donde no llegaba ni se mezclaba con la
-dulce el agua salada, puesto que, por el peligro que habia de las
-canoas de los indios, le amonestaron algunos que no pasase adelante;
-respondió que aquel peligro él no lo temia pues á él habia salido, y
-fuera, por el que le podia mandar, enviado. Prosiguió el rio arriba,
-que es muy hondable, de una parte y de otra de monte y arboledas, hasta
-dentro del agua, muy cerrado, si no es algunas senditas que los indios
-tienen hechas para descender á pescar, y donde meten y esconden sus
-canoas. Como los indios viesen la barca una legua desviada del pueblo,
-el rio arriba, salieron de una parte y de la otra, de lo más espeso de
-las riberas, con muchas de sus canoas, que son muy ligeras, con grandes
-alaridos y bocinas, muy seguros, y comenzaron á cercar la barca, que no
-llevaba sino siete ó ocho remadores, y el Capitan con otros dos ó tres
-sobresalientes, que no podian mampararse de la lluvia de las lanzas
-que los indios les echaban, con las cuales hirieron los más de ellos,
-y entre ellos al Capitan, al cual dieron muchas heridas, y, con ellas,
-de animar los suyos valientemente no cesaba; pero, como eran combatidos
-de todas partes, sin se poder menear ni aprovecharse de las lombardas
-que en la barca llevaban, ninguna industria ni esfuerzo del Capitan,
-ni las fuerzas de todos juntos, les aprovechó nada. Finalmente, dieron
-con una lanza por el ojo derecho al Capitan, de que cayó muerto, y así
-los demas, infelicemente, allí acabaron. Uno sólo, por caer al agua en
-el hervor de la pelea é irse por debajo nadando, salió á la orilla,
-donde los indios no lo vieron, y éste llevó al pueblo la nueva del
-desastre de la barca. Sucedió en ellos tan gran descorazonamiento y
-desmayo, viéndose tan pocos y los más heridos, y aquellos muertos, y el
-Almirante fuera, en la mar, sin barca, y á peligro de no poder tornar
-á parte donde les pudiese venir ó enviar socorro, que, perdida toda
-esperanza, determinaron de no quedar en la tierra; y sin obediencia ni
-deliberacion, ni mando del Adelantado, pusieron su ida por obra, y se
-entraron en el navío para salirse fuera á la mar, pero no pudieron
-salir porque la boca se habia tornado á tapar. Tampoco pudieron enviar
-barca ni persona que pudiese dar aviso al Almirante de lo que pasaba,
-por la gran resaca y quebrazon ó reventazon de las olas de la mar,
-que á la boca quebraba, y el Almirante no padecia chico peligro donde
-estaba surto con su nao, por ser aquella costa toda brava, y estar sin
-barca, y la gente que tenia ménos, que los indios en la barca mataran;
-y así, todos, los de tierra y los de la mar, estaban puestos en grande
-angustia, peligro y sospecha, y demasiado cuidado. Añadióse, al temor
-y daños rescibidos de los que estaban en tierra, ver venir á los de la
-barca muertos el rio abajo, con mil heridas, y sobre ellos numerosa
-cantidad de cuervos, ó unas aves hediondas y abominables, que llamamos
-auras, que no se mantienen sino de cosas podridas y sucias, las cuales
-venian graznando y revolando, comiéndolos, como rabiando; cada cosa
-destas era tormento, á los de tierra, intolerable, y no faltaba quien
-cada una dellas tomase por agüero, y estuviese con sospecha de que, con
-desastrado fin, la vida se le acabase. Y ésto más se lo certificaba
-ver los indios, que, con la victoria, mayor esfuerzo y confianza de
-los acabar, de hora en hora, cobraban, no dejándolos resollar un sólo
-credo, por la mala disposicion del pueblo, que mucho los desayudaba;
-y todavía los acabaran, si no tomaran por remedio de pasarse á una
-gran playa escombrada, á la parte oriental del rio, á donde hicieron
-un baluarte de sus arcas y de pipas de los bastimentos, y asestaron á
-trechos su artillería, y así se defendian, porque no osaban los indios
-asomar fuera del monte, temiendo el daño que las pelotas les hacian,
-tiradas con las lombardas.
-
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-CAPÍTULO XXIX.
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-No sin gran cuidado, sospecha y angustia estaba el Almirante viendo que
-habia diez dias que la barca enviara, y que della ni de los del pueblo
-sabia cosa ninguna, temiendo tambien su gran peligro, por el lugar, tan
-ajeno de seguridad, donde tenia su nao y los otros navíos, mayormente
-careciendo de su barca, que, como queda dicho, es uno y quizá el sumo
-de los peligros. Esperaba que amansase la mar para enviar otra barca,
-que supiese la causa de la tardanza de la primera, y tambien saber de
-la disposicion de los del pueblo, temiendo siempre no les hobiese algo
-adverso acaecido. Sobrevínole otro dolor que acrecentó los cuidados
-que ántes tenia; que los hijos y deudos del rey Quibia, que estaban
-presos en uno de los dos navíos para llevarlos á Castilla, se soltasen
-por gran maravilla. La industria que tuvieron para se soltar, fué
-aquesta: como los encerraban de noche debajo de cubierta, y cerraban el
-escotilla (que es la boca cuadrada, de obra de cuatro palmos en cuadro,
-con su cobertura, y por encima della echan una cadena con su candado y
-llave, de manera, que es como si metiesen los hombres en un pozo ó en
-una sima, y los tapasen con cierta puerta con su llave por encima); en
-aquel navío, y comunmente en los grandes, la escotilla está más alta
-que un estado, y algunas veces que dos, y como los indios no podian
-alcanzar á lo alto de la escotilla, llegaron muy sotilmente muchas
-piedras, del lastre del navío, en derecho de la boca del escotilla,
-de que hicieron un monton, cuanto los pudo levantar á que alcanzasen
-arriba, y porque dormian ciertos marineros encima de la escotilla, no
-echaban la cadena, porque les lastimara si la pusieran: júntanse todos
-los indios una noche, y, con las espaldas afirmando por debajo, dan
-un gran rempujon, que dieron con la escotilla, y con los marineros
-que dormian encima, de la otra parte del navío, y saltando muy de
-presto, dieron consigo en la mar, los principales de todos ellos, pero
-acudiendo la gente del navío al ruido, muchos dellos, no tuvieron lugar
-de saltar, y así, cerrando prestamente la escotilla los marineros,
-echaron la cadena, y quedaron debajo los tristes, los cuales, viéndose
-desesperados, y que ya no podian tener remedio para escaparse de las
-manos de los españoles, y que nunca verian ya sus mujeres y hijos, ni
-se verian en libertad, con las cuerdas que pudieron haber, los hallaron
-por la mañana todos ahorcados, teniendo los más dellos los piés y las
-rodillas por el plan, que es por las postreras tablas del navío, y
-por el lastre, que son las piedras que están sobre ellas, porque no
-habia tanta altura para poderse ahorcar, y, en fin, desta manera se
-ahorcaron, y así, de los presos de aquel navío, ninguno se escapó de
-muerto ó huido. Todo esto dice D. Hernando, de donde parece que más
-presos debian tener en los otros navíos. Dice más D. Hernando: «que,
-aunque la falta de aquellos muertos é idos no hiciese en los navíos
-mucho daño, parecia que, demás de acrecentarse las desdichas, podria á
-los de tierra recrecerse, que, porque quizá el Cacique ó señor Quibia,
-por razon de haber sus hijos, holgara de tomar paz con los cristianos,
-y viendo que no habia prenda por quien temer, les haria más cruda
-guerra.» Por lo cual parece la poca cuenta que D. Hernando hace de los
-crímenes que allí se hicieron, prendiendo tan injustamente aquella
-gente, y de haber sido causa de que aquellos tristes se ahorcasen, y
-de tan grande escándalo como quedó por toda aquella tierra, é infamia
-del nombre cristiano. Y es aquí de no pasar sin hacer alguna reflexion,
-y considerar qué aparejo hallaran los predicadores del Evangelio,
-que despues á predicar por ella fueran, y qué fama de cristianos;
-y si fueran culpables, porque á todos los mataran, no queriendo, y
-aborreciendo oir nuevas ni palabras de Jesucristo, por ser Dios de
-los cristianos. Tambien se considere aquí, si Quibia, rey de aquella
-tierra, tuvo derecho y justicia de hacer la guerra que hizo á los
-del pueblo y á su Capitan, el Adelantado. Item, si era maravilla
-que ocurriesen las desdichas que D. Hernando dice, al Almirante y á
-toda su compañía, y que todos los elementos y cielos, y lo que en
-ellos se contiene, le fuesen contrarios, haciendo él y los suyos á
-aquellas gentes inocentes, que nunca le hicieron injuria ni daño, tan
-irreparables daños y execrables injurias é injusticias. Tornemos al
-hilo de lo que refiere D. Hernando. Como el Almirante y los que con él
-estaban, con tantos adversos acaecimientos y sospechas estuviesen tan
-atribulados y á merced de las amarras, que era, como dicho es, grande
-peligro, sin saber de la barca y de los del pueblo, no faltó quien
-se ofreciese á decir, que, pues aquellos indios, por sólo salvar sus
-vidas, se habian atrevido á echarse á la mar, estando más de una legua
-de tierra, que ellos, por salvarse á sí y á tanta gente, se atreverian
-á salir á nado, si con una barca que quedaba los llevasen hasta donde
-las ondas no reventaban. Visto por el Almirante la buena voluntad y
-ánimo de aquellos marineros, holgóse mucho, y aceptó su ofrecimiento;
-mandó que fuese la barca y los llevase hasta un tiro de escopeta, de
-tierra, porque sin gran peligro no podia llegarse más cerca de la
-tierra, por las grandes ondas que en la playa reventaban. Desde allí,
-Pedro de Ledesma, piloto de Sevilla, de que arriba hemos hecho mencion,
-fué el que osó echarse á nado, y, con varonil ánimo, cuándo encima y
-cuándo debajo de los andenes, ó rengleras de las ondas de la mar, que
-iban reventando, hobo de salir á tierra, donde supo el estado todo de
-la gente, y como afirmaban generalmente, que ningunos quedarian en
-ella tan vendidos y á tanto peligro, sin remedio, como allí estaban,
-y por esta causa suplicaban al Almirante que no se partiese sin
-recogerlos, porque era dejallos condenados á la cierta muerte, si
-allí los dejaba, los cuales ninguna cosa trataban sino de aparejarse,
-para en ablandando el tiempo meterse en algunas canoas que tenian de
-indios, é irse á los navíos, porque con sola una barca que les habia
-quedado no lo podian hacer; y protestaban, que si el Almirante no lo
-hiciese, que ellos se meterian en el navío que les quedaba, y se irian
-por esa mar, poniéndose á cualquiera peligro, donde la ventura los
-echase, y no faltaban ya entre ellos algunos motines y desobediencias
-al Adelantado y á los otros Capitanes. Con estas nuevas, y respuesta ó
-disposicion dellos, se volvió como vino aquel piloto, Pedro de Ledesma,
-nadando, á la barca que por allí le esperaba, y lo tomaron, y fué á dar
-relacion de todo lo que pasaba al Almirante. Sabido por el Almirante el
-desbarate y muertes de los que perecieron en la barca, y la indignacion
-de los indios contra ellos, y que no se podia fácilmente aplacar como
-estuviesen tan lastimados y agraviados, la disposicion y propósito de
-no querer quedar los Españoles, que le movió principalmente más que
-otro de los dichos inconvenientes, determinó de los recoger, aunque
-no sin gran peligro, por tener los navíos en costa tan brava, sin
-algun abrigo ni esperanza de salvarse á sí y á ellos, si el tiempo
-más arreciara. Quiso Dios, por su bondad, que dentro de ocho dias que
-allí estuvo, á beneficio sólo de las amarras, el tiempo abonanzó, y
-los de tierra, con su barca y con dos canoas grandes, atadas una con
-otra porque no se trastornasen, pudieron comenzar á recoger sus cosas,
-procurando cada uno de no se dormir para el embarcar; y así, en obra
-de dos dias, no quedó cosa en tierra de cuanto tenian, si no fué el
-casco del navío, que por la mucha bruma estaba innavegable. Todos así
-embarcados, se hicieron á la vela en los tres navíos, tomando el camino
-por la costa arriba del Levante; llegaron á Bel puerto, y allí fueron
-forzados á desmamparar el un navío, por la mucha agua que hacia, que no
-podian vencer ni agotar. De allí pasaron arriba del puerto del Retrete,
-á una tierra que tenia junto muchas isletas, que el Almirante llamó las
-Barbas, y creo que hoy es el que pintan en las cartas el golfo de San
-Blás; y cuando no nos cataremos, estos que hacen cartas les pornán de
-Sant Nicolás, segun cada dia se escriben novedades. Pasaron más diez
-leguas adelante, y aquí fué lo postrero que de tierra firme vieron,
-y aquí la dejaron. De lo cual parece que no puso el Almirante nombre
-al puerto que hoy llamamos de Cartagena, segun algunos han dicho; lo
-uno, porque de donde dice D. Hernando que dejaron la tierra firme al
-puerto de Cartagena hay buenas 60 leguas, lo otro, porque es claro que
-si allí hobieran llegado, y pusiera nombre puerto de Cartagena á aquel
-puerto, como fuese cosa harto señalada, que, pues decia otros nombres
-que ponia el Almirante á lugares no tan principales, D. Hernando este
-no callara. Yo creo que aquel nombre debió poner Rodrigo de Bastidas, y
-Juan de la Cosa, ó quizá Cristóbal Guerra, que fueron los que aquella
-tierra, primero que otros, descubrieron y cognoscieron, y tambien la
-escandalizaron. Dejada, pues, la tierra firme, 1.º de Mayo de 1503,
-volvieron la vía del Norte, para tomar la isla Española, y á cabo de
-diez dias, ó á 10 del dicho mes, fueron á dar sobre dos isletas, que
-ellas llenas, y la mar en rededor della, eran cuajadas de tortugas,
-que parecia todo unos peñascales, por cuya causa les puso el Almirante
-por nombre las Tortugas. Estas isletas, son las que hoy llaman en las
-cartas del marear, los Caimanes que están, al Poniente, 25 leguas
-ó poquitas más, de Jamáica, y 45 al Sur de la isla de Cuba, porque
-en todo aquel camino que el Almirante agora anduvo no hay otras.
-Yendo todavía el camino del Norte, adelante de las isletas dichas,
-30 leguas, fueron á surgir al Jardin de la Reina, que son un gran
-número de isletas, juntas á la isla de Cuba por la parte del Sur ó
-Mediodia. Estando allí surtos, casi á 10 leguas de Cuba, con mucha
-hambre y trabajo porque no tenian que comer sino bizcocho y algun
-aceite, y muy poco vinagre, trabajando de dia y de noche, con tres
-bombas, echando agua fuera, porque se iban los navíos á fondo, comidos
-de bruma, sobrevínoles una noche tan grande tormenta, que garró el un
-navío sobre el del Almirante, que es arrastrar las anclas, y juntarse
-un navío sobre otro, que hizo pedazos toda la proa, y á sí mismo, el
-navío, la popa; rompiéronse los cables ó maromas de las anclas, y fué
-grande el peligro y riesgo que padecieron aquella noche. Salieron de
-allí, é llegáronse á la tierra de Cuba, y aportaron á un pueblo de
-indios, llamado Macáca, la media sílaba luenga, donde tomaron refresco
-de caçabí, y otras cosas que los indios les dieron, creo que de buen
-grado, porque tal era la gente de aquella isla, no ménos que las otras.
-Salidos de allí, fueron en demanda de la isla de Jamáica, porque los
-vientos y corrientes no los dejaban ir á la Española; iban los navíos
-tan abiertos, que se les iban al fondo, que por ninguna fuerza ni
-industria bastaba á vencer el agua con tres bombas cada navío, y en
-alguno llegaba el agua cerca de la cubierta. La víspera de Sant Juan
-llegaron á un puerto de Jamáica, llamado Puerto Bueno, y aunque bueno
-para contra la tormenta de la mar, pero malo para se mamparar de la
-sed y de la hambre, porque ni agua ni poblacion de indios alguna
-tenia. Pasado el dia de Sant Juan partieron para otro puerto, llamado
-Santa Gloria, con el mismo peligro y trabajo, en el cual entrados, no
-pudiendo ya más sostener los navíos, encalláronlos en tierra lo más
-que ser pudo, que seria un tiro de ballesta della, juntos el uno con
-el otro, bordo con bordo; y con muchos puntales, de una parte y de
-otra, los firmaron de tal manera, que no se podian mover, los cuales
-se hinchieron de agua casi hasta la cubierta, sobre la cual, y por
-los castillos de popa y proa, se hicieron estancias donde la gente se
-aposentase.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXX.
-
-
-Puestos sus navíos así á recaudo, y haciendo dellos su morada, luego
-los indios, que era buena gente y mansa (éstas son palabras de D.
-Hernando, que allí estaba), vinieron en sus canoas á venderles de
-sus cosillas é bastimentos, con deseo que tenian de haber de las de
-Castilla, y, porque no hobiese debates ó rencillas entre los españoles,
-por las compras, y unos tomasen más de lo que habia menester, y á otros
-faltase lo necesario, constituyó el Almirante dos personas que tuviesen
-cargo de la compra ó rescate de lo que los indios trujesen, y que cada
-tarde, por sus suertes, dividiesen por la gente de los navíos lo que
-hobiesen aquellos rescatado, porque ya en los navíos no tenian cosa con
-que se mantener. Habiánseles gastado los bastimentos, dellos que habian
-comido, dellos que se les habian podrido, y dellos que se perdieron
-al embarcar con la prisa en el rio de Belem; y dice D. Hernando,
-que les suplió Nuestro Señor aquella falta con llevarlos á aquella
-isla, que entónces estaba muy poblada de indios, y floreciente de
-mantenimientos, y deseosos de sus rescates, con cuya codicia de todas
-las comarcas venian á rescatar de lo que tenian. Para efecto desto, y
-porque los españoles no se desmandasen por la isla, quiso el Almirante
-fortalecerse en la mar y no hacer asiento en tierra, porque segun
-somos, dice D. Hernando, descomedidos, ningun castigo, ni mandamiento
-bastara para detener la gente que no se fuera por los lugares y casas
-de los indios, y les tomaran lo que tenian, y provocaran á sus mujeres
-é hijas, de modo que no pudieran dejar de haber con ellos muchas
-contiendas y revueltas, y se perdiera nuestra amistad, é hobiéramos
-de tomar por fuerza la comida, y nos viéramos en gran necesidad ó
-aprieto, lo cual no hobo por estar la gente encastillada en los
-navíos, de donde no podian salir sino por cuenta y con licencia, lo
-cual fué á los indios más agradable, que por cosa de muy poco precio,
-nos traian lo necesario, porque si eran una ó dos hutias, que son como
-conejos, dábaseles tanta hoja de laton como el cabo de una agujeta, y
-si eran tortas de pan, á que llaman caçabí, hecho de raíces ralladas,
-dábaseles dos ó tres contezuelas verdes ó amarillas, y si era cosa
-de más calidad lo que traian, dábanles un cascabel. Á las veces, á
-los Reyes y principales señores se les daba un espejuelo ó un bonete
-colorado, ó unas tijeras, por tenelles muy contentos; remediados y
-fuera de laceria quedaban con estas dádivas. Rescató el Almirante diez
-canoas para servicio de los navíos encallados, y de la gente que en
-ellos con él estaba. Con esta órden de rescate y manera de conversar
-con los indios, estaba la gente española bien proveida y abastada
-de mantenimientos, y los indios, sin pesadumbre de la vecindad y
-conversacion dellos, los comunicaban. Concertada su vida de la manera
-dicha, tractaba el Almirante con los principales españoles, qué remedio
-tendrian para salir de aquella cárcel, y al ménos llegar hasta esta
-isla Española. Veíanse casi de todos los remedios humanos privados; de
-venir navío por allí alguno, por entónces, no se podia esperar, sino
-sólo por divino milagro; hacerlo de nuevo, faltábales todo lo más de
-lo que para hacello era necesario, mayormente oficiales. Despues de
-muchos dias, y muchas veces los convenientes ó inconvenientes peligros
-y remedios platicados y comunicados, fué la final conclusion, en que
-el Almirante se resolvió, hacer saber al Comendador Mayor, que aquesta
-isla gobernaba, y al hacedor que el mismo Almirante aquí tenia, de la
-manera que en Jamáica él y su gente aislado quedaba, para que se le
-enviase un navío de las rentas que tenia en esta isla, proveido de
-bastimentos y de lo demas necesario, para en que acá pasasen. Para este
-negocio, no poco dificultoso, nombró dos personas de cuya fidelidad y
-esfuerzo, y cordura, él tenia confianza, porque para ponerse á tanto
-peligro, entrando en canoas, barquillos de un madero, para pasar un
-golfo tan grande, que de punta á punta, de Jamáica á esta isla, tiene
-20 y 25 leguas, sin otras 35 que habia desde donde estaban hasta la
-dicha punta oriental de Jamáica, necesario era esfuerzo de buen ánimo,
-y prudencia, y fidelidad no ménos para lo que se les encomendaba. En
-este golfo hay sólo una isleta ó peñol, que está ocho leguas desta
-isla Española, llamada Navasa. Fué aquesta empresa, de pasar á esta
-isla de aquella, obra de gran esfuerzo y generoso ánimo, porque las
-canoas facilísimamente se trastornan poco ménos que una calabaza,
-como sean un palo cavado y no tengan un palmo de vivo; los indios
-no padecen en ellas casi peligro, porque si se trastornan, échanse
-á nado, y con calabazas echan el agua fuera, y tórnanse á entrar en
-ellas, porque no se hunden, sino andan sobre el agua, como sean de
-un palo. Estas personas fueron, un Diego Mendez de Segura, que habia
-venido por Escribano mayor de aquella flota, persona bien prudente, y
-honrada, y muy bien hablada, la cual yo muy bien cognoscí, é la otra,
-un Bartolomé de Flisco, ginovés, tambien digno de aquel mensaje. Cada
-uno destos dos se metió en su canoa con seis españoles de compañía y 10
-indios que remasen; al Diego Mendez mandó que, llegado á esta ciudad
-de Sancto Domingo, pasase á Castilla, con sus cartas, á dar cuenta á
-los Reyes de su viaje; al Bartolomé Flisco, que llegase hasta tomar
-tierra de esta isla Española, y de allí se volviese á Jamáica, para
-dar cuenta como Diego Mendez habia pasado adelante. Habia desde do
-quedaba el Almirante con su gente, á esta ciudad de Sancto Domingo, 200
-leguas largas. Escribió á los Reyes una larga carta, cuyo traslado yo
-tengo al presente, dándoles cuenta de todo su viaje, de las angustias,
-trabajos, peligros y grandes adversidades que le habian ocurrido, de
-la tierra que de nuevo habia descubierto, y de las minas ricas de
-Veragua, repitiendo los servicios que habia hecho á Sus Altezas en el
-descubrimiento deste mundo nuevo, y trabajos en él pasados, llorando
-su prision y de sus hermanos, y haberles tomado todo lo que tenian de
-hacienda, en su prision, juntamente con haber sido despojado de su
-honra y estado, que con tan señalado, y nunca otro tal, servicio hecho
-á Reyes del mundo, lo hobo merecido y ganado. Estas postreras palabras,
-no el Almirante las dijo en su carta, sino yo las añido, porque me
-parece semejante encarecimiento serle debido; y mucho más adelante,
-suplicóles por la restitucion de su Estado, y satisfaccion de sus
-agravios, y castigo de los que injustamente le habian sido contrarios.
-Invoca sobre esto al cielo, y la tierra que lloren sobre él, diciendo:
-«yo he llorado hasta aquí, haya misericordia el cielo, llore por mí la
-tierra, llore por mí quien tiene caridad, verdad y justicia», cuasi
-diciendo, de aquí adelante. Encarecia la pobreza que tenia, diciendo
-no tener en este siglo una teja donde se metiese, ántes, si queria
-comer ó dormir, se habia de ir al meson á cabo de veinte años que les
-habia servido, y con tan inauditos trabajos, los cuales, á él y á sus
-hermanos, habian poco aprovechado; muestra tener dolor de carecer de
-los Santos Sacramentos de la Iglesia, mayormente quedando enfermo,
-como quedaba, lleno de gota, especialmente, si en aquel destierro y
-aislamiento el ánima le saliese del cuerpo; afirma, que este postrero
-viaje, no lo hizo para ganar honra, ni hacienda, como si dijera,
-porque ya la tenia ganada, sino sólo por servilles con sana intencion
-y celo. Suplícales, finalmente, que desque á Castilla llegue, le den
-licencia y tengan por bien su ida á Roma, y á otras romerías, y con
-esto acaba su carta, suplicando á la Sancta Trinidad su vida y alto
-estado guarde y acreciente; hecha en las Indias, en la isla de Jamáica,
-á 7 de Julio de 1503. Escribió tambien el Almirante al Comendador
-Mayor, que aquesta isla gobernaba, notificándole la necesidad en
-que quedaba y encomendándole sus mensajeros, que los aviase para su
-despacho, y favoreciese para que se le enviase algun navío á su costa,
-en que pudiese á esta isla pasar con la gente que con él quedaba. Con
-estas cartas, y otras para Castilla, y lo demas que convenia escribir,
-despachó al Diego Mendez, y á Bartolomé Flisco, con sus dos canoas,
-metida en cada una, cada indio, su calabaza de agua y algunos ajes y
-pan caçabí, é los españoles con solas sus espadas y rodelas, y el
-bastimento de agua y pan, y carne de las hutias ó conejos que pudo
-caber en las canoas, que no podia ser mucho demasiado. Y porque para
-entrar en tan gran golfo de la mar brava, como es toda la deste Océano,
-y mayormente entre islas, en tan flaca especie de barcos para nosotros,
-porque para los indios, como dije, ménos peligro y daño reciben que
-nosotros en naos grandes, fué necesario, despues que llegaron á la
-punta de la isla de Jamáica, y distaba de donde quedaba el Almirante 30
-leguas, esperar que la mar amansase, y hiciese alguna gran calma, para
-atravesar y comenzar su viaje, fué, hasta la dicha punta, el Adelantado
-por tierra, con alguna gente, para si por caso, los indios de por
-allí, no impidiesen á las dichas canoas, ó les hiciesen algun daño.
-Despues se volvió poco á poco á los navíos, viniendo por los pueblos
-alegremente conversando, dejándolos todos en su amistad.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXXI.
-
-
-Estando así en la punta ó cabo oriental de la isla de Jamáica las dos
-canoas, sobrevínoles una muy buena calma, como la deseaban, y una
-noche, ofreciéndose á Dios, partiéronse del Adelantado, y comenzaron
-á navegar á costa de los brazos de los 10 indios, que voluntariamente
-quisieron ayudallos con sus trabajos, y áun peligro de sus vidas, como
-parecerá. Hízoles aquella noche y el dia siguiente buena calma, y
-navegaron, remando los indios con unas palas, de que usan por remos,
-de muy buena voluntad, y, como el calor era muy grande y llevaban poca
-agua para se refrigerar, echábanse los indios de cuando en cuando en la
-mar, nadando; tornaban de refresco al remo, y así caminaron tanto, que
-perdieron de vista la tierra de Jamáica. Llegada la noche, remudábanse
-los españoles y los indios, para el remar, y hacer la vela ó guardia.
-Velaban los españoles, porque los indios, con el trabajo y sed, no se
-tornasen ó hiciesen otro algun daño; llegados, al siguiente dia, ya
-todos estaban muy cansados, pero animando cada cual de los Capitanes
-á los suyos, é tomando ellos tambien sus ratos el remo, y mandándoles
-que almorzasen, para recobrar fuerzas y aliento de la mala noche,
-tornaron á su trabajo no viendo más que cielo y agua, y puesto que
-aquello bastase para ir muy desconsolados y afligidos, podríase decir,
-lo de Tántalo, que tenia el agua á la boca, y de sed rabiaba, y así
-estos, iban junto al agua y cercados de agua, y bañados con agua, pero,
-para matar la sed, poco les prestaba, como fuese de la mar y salada.
-Los indios, con el sol y gran calor, y continuo trabajo de remar,
-diéronse más priesa de la que convenia en beber de sus calabazas, y
-así de presto las vaciaron, y como la sed, con sol recio y calma, sea
-trabajo intolerable, cuanto más entraba el segundo dia de su partida,
-tanto crescia más el calor y la sed á todos, por manera, que á medio
-dia ya les faltaban las fuerzas para poder trabajar. Los Capitanes que
-llevaban sus barriles de agua, los socorrian y esforzaban con dalles,
-de cuando en cuando, algunos tragos y así los sostuvieron hasta el
-frescor de la tarde. Allende la sed que padescian con el gran trabajo
-de haber remado dos dias y una noche, lo que más los atormentaba, era
-el temor de haber errado el camino derecho, donde habian de topar la
-isleta llamada Navasa, que, segun dijimos, estaba de la punta desta
-Española ocho leguas, donde creian repararse. Aquella tarde habian
-echado ya un indio á la mar, de pura sed, ahogado, y otros estaban
-echados en el plan ó suelo de la canoa, tendidos de desmayados. Los que
-más vigor y ánimo y mejor subjecto tenian, estaban inestimablemente
-tristes y atribulados, esperando cada momento la muerte que al otro
-habia llevado. El refrigerio último que tenian, era tomar en la boca
-del agua salada, para refrescarse, que más les angustiaba al cabo;
-anduvieron con sus pocas fuerzas lo que pudieron, y ansí les anocheció
-la segunda vez, sin vista de la isleta, que fué doblado el desmayo.
-Plugo á Dios de los consolar, con que el Diego Mendez, al salir de
-la luna, vido que salia sobre tierra, y el islote cobria la media
-luna, como cuando hay éclipse, porque de otra manera no la pudieran
-ver, por ser pequeño y á tal hora. Entónces todos, con gran placer
-y excesiva alegría, esforzaron los indios, mostrándoles la tierra y
-dándoles más tragos de agua, y tomaron tanto esfuerzo, que remaron y
-fueron á amanecer con la isleta, y en ella desembarcaron; hallaron
-la isleta toda de peña tajada, que bojará ó terná de circuito media
-legua; dieron gracias á Dios, que los habia socorrido en tan gran
-peligro y necesidad. Y como lo primero que pretendian era buscar agua,
-no hallaron árbol en ella que fuese vivo, sino todo roquedo, pero,
-andando de peña en peña, en los agujeros que los indios, en lengua
-desta isla, llamaban jagueyes, hallaron del agua llovediza cuanta les
-bastaba para henchir las barrigas sedientas, y las vasijas todas que
-tenian; la cual todavía les fué perniciosa, porque, como venian tan
-secos de la sed pasada, diéronse tanta priesa á beber, que algunos
-de los míseros indios, allí murieron y otros incurrieron en graves
-enfermedades, de manera que pocos ó ninguno fué dichoso de volver á su
-tierra. Reposaron aquel dia hasta la tarde, los que estuvieron para
-ello, recreándose como podian, comiendo marisco que hallaban por la
-ribera, y encendieron fuego para lo asar, porque Diego Mendez llevaba
-para lo encender aparejo; y porque ya estaban á vista del cabo desta
-isla, que el Almirante llamó de Sant Miguel, y despues llamamos del
-Tiburon, con codicia de acabar la jornada, y porque no les sobreviniese
-algun tiempo contrario, caido el sol, tornaron al camino y á remar y
-fueron á amanecer al dicho cabo, y esto fué al principio del cuarto dia
-despues que partieron. Holgaron allí dos dias, y queriéndose volver
-á Jamáica el Bartolomé Flisco, como el Almirante le habia mandado,
-temieron los indios y los españoles de tornar á verse otra vez en los
-peligros pasados, y así no se pudo tornar. No supe lo que despues se
-hizo dél y de los indios, ni dónde pararon. Diego Mendez, que llebaba
-priesa de pasar adelante, pasó en la canoa todo aquello que pudo por
-mar; no supe dónde al cabo acordó de dejalla, bien creo que los indios
-llevó consigo con sus cosas cargados, y así es muy verisímile que
-ninguno dellos volvió á su mujer é hijos, ni vivió sino en servidumbre
-triste y desconsolada. Finalmente, aportó á la provincia y pueblo de
-Xaraguá, donde estaba el Comendador Mayor y habia hecho pocos dias de
-ántes la crueldad é injusticia quemando tantos señores é ahorcando la
-reina Anacaona, segun queda, en el cap. 9.º, declarado. Llegado Diego
-Mendez á Xaraguá y dada la carta del Almirante al Comendador Mayor,
-y hecha relacion de dónde y cómo venia, y de su mensaje, mostró el
-Comendador Mayor haber placer de su venida; puesto que fué muy largo
-en despachallo, porque, no sabiendo la simplicidad con que andaba el
-Almirante, temia ó fingia temer que, con su venida, no hobiese en esta
-isla algun escándalo cerca de las cosas pasadas, y que para ello venian
-con Diego Mendez aquellos á tentar la disposicion de la tierra y de
-la gente que con el Comendador Mayor estaba, por lo cual quiso primero
-indagar ó escudriñar el pecho de Diego Mendez y los demas, ántes que á
-dejallos ir adelante se determinase. Finalmente les dió licencia, con
-importunidad, para pasar á esta ciudad y puerto de Sancto Domingo, al
-ménos á Diego Mendez, para que hiciese lo que el Almirante, su amo, le
-mandaba. Llegado Diego Mendez á esta ciudad, compró luégo un navío de
-las rentas que el Almirante aquí tenia, y, bastecido de los bastimentos
-y cosas necesarias, lo envió á Jamáica por fin de Mayo de 1504, y se
-embarcó luégo para España, como traia ordenado por el Almirante.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXXII.
-
-
-Despachados aquellos dos Capitanes de las canoas, y partidos de Jamáica
-en demanda desta isla, como dicho queda, los españoles que quedaban
-comenzaron á enfermar, por los grandes trabajos que habian en todo el
-viaje padecido; allegóse tambien la mudanza de los mantenimientos,
-porque ya no tenian cosa que comiesen de las de Castilla, mayormente
-no bebiendo vino, ni tenian tanta carne cuanta ellos quisieran, que
-era la de aquellas hutias, y otros refrigerios que habian menester que
-les faltaban. Los que dellos estaban sanos, tener aquella vida sin
-esperanza de salir della presto, y tambien por estar inciertos del
-cuándo saldrian, érales intolerable y cada hora se les hacia un año,
-y, como estaban ociosos, de otra materia contínuamente no hablaban,
-teniéndose por desterrados y de todo remedio alongados; de aquí pasaban
-á murmurar del Almirante, diciendo que él no queria ir á Castilla, como
-si le vieran que se estaba en grandes deleites recreando, padeciendo
-como ellos las mesmas necesidades y enfermedad de gota de que por todos
-los miembros era atormentado, que no podia mudarse de una cámara, y
-hartas otras miserias y angustias que lo cercaban. Y alegaban que los
-Reyes lo habian desterrado, y tampoco podia entrar en la Española,
-como paresció, cuando llegó á este puerto, de Castilla, le fué vedado
-que en él entrase, y que los que habia enviado en las canoas iban á
-negociar sus cosas y no para traer ó enviar navíos y socorro para que
-saliesen de aquella isla que tenian ellos por cárcel, y él no, sino
-que de voluntad se queria estar allí, en tanto que aquellos con los
-Reyes negociaban, y que si este artificio no hobiera, el Bartolomé
-Flisco hobiera ya vuelto, segun que se habia ya publicado. Dudaban
-tambien si hobiesen llegado á esta isla ó perecido en la mar, como
-fuesen á tanto peligro, en aquellas canoas, tan luengo viaje, lo cual
-si así acaeciese, nunca sería posible tener algun remedio, si ellos
-por sus personas no lo procurasen, porque el Almirante no curaba de
-buscarlo, por las razones dichas, y tambien porque, aunque quisiese,
-no podia ponerse á algun peligro, por la gota que, como dicho es, lo
-atormentaba, y que debian procurar pasar á esta isla, pues que estaban
-sanos, ántes que como los otros enfermasen; no dejando de parlar más
-adelante, conviene á saber, que ellos, en esta isla puestos, serian
-mejor rescebidos del Comendador Mayor, cuando en más peligro al
-Almirante dejasen, por estar el dicho Comendador Mayor mal con él: y
-esta parece ser malévola invencion dellos, porque no es de creer que el
-Comendador Mayor quisiese tanto mal al Almirante, y no ménos creible
-es que el Almirante no le hobiese dado á ello jamás causa. Añadian
-más, que idos á España, hallarian al obispo D. Juan de Fonseca, que
-los libraría de cualquiera pena por desfavorecer al Almirante. Otras
-razones harto maliciosas y dígnas de buen castigo alegaban, para se
-persuadir á rebelion unos á otros, afirmando que siempre la culpa se
-imputaria al Almirante, como lo habia sido en lo desta isla, cuando
-las cosas de Francisco Roldan, y que ántes lo tomarian los Reyes por
-achaque para quitalle lo que lo quedaba, y no guardalle cosa de los
-privilegios que le habian dado. Estas y otras razones daban y conferian
-entre sí; de los cuales fueron, de los principales, dos hermanos
-llamados Porras, el uno que habia ido por Capitan de un navío de los
-cuatro, y el otro por Contador de toda el Armada. Conjuráronse con
-ellos 48 hombres, levantando por Capitan al un Porras; concertaron que,
-para cierto dia y hora, todos estuviesen, con sus armas, aparejados.
-Este dia fué á 2 de Enero de 1504 años, por la mañana: el Capitan
-Francisco de Porras subió á la popa del navío, donde el Almirante
-estaba, y dijo muy desatinadamente: «parécenos, señor, que no quereis
-ir á Castilla, y que nos quereis tener aquí perdidos.» Y como el
-Almirante oyese palabras de tan poca reverencia y con insolencia
-dichas, y no acostumbradas, sospechando lo que podia ser, disimulando
-la desvergüenza, con blandura respondióle: «ya veis la imposibilidad
-que todos tenemos para nuestro pasaje, hasta que los que envié en las
-canoas nos envien navíos en que vayamos, y Dios sabe cuánto yo lo
-deseo, más que ninguno de los que aquí estamos, por mi bien particular
-y por el de todos, pues estoy obligado á dar cuenta á Dios y á los
-Reyes por cada uno; y ya sabeis que os he juntado muchas veces para
-platicar en nuestro remedio, y á todos no ha parecido algun otro, pero,
-si otra cosa os parece, juntaos y de nuevo se platique, y determínese
-tomar el medio que mejor pareciere.» Respondió el Porras, que ya no
-habia necesidad de tantas pláticas, sino que ó se embarcase luégo, ó
-se quedase con Dios, y volvió las espaldas, con alta voz diciendo:
-«porque yo me voy á Castilla con los que seguirme quisieren.» Entónces,
-todos los conjurados con él, como estaban apercibidos, dijeron á voces:
-«yo con él, yo con él, yo con el»; y saltando unos por una parte,
-y otros por otra, tomaron los castillos y gabias, con sus armas en
-la mano, sin tiento ni órden, clamando unos, «¡mueran!» otros, «¡á
-Castilla!» y otros, «señor Capitan, ¿qué haremos?» Entónces, oyendo
-tal barbarismo, el Almirante que estaba en la cama tullido de la gota,
-pensando aplacallos, salió de la cama y cámara, cayendo y levantando,
-pero tres ó cuatro personas de bien, criados suyos, arremetieron
-y abrazáronse con él, porque la gente desvariada no lo matase, y
-metiéronlo por fuerza en su cámara. Tornaron tambien al Adelantado,
-que como valiente hombre, se habia puesto á la fresada, que es la viga
-ó palo que atraviesa toda la nao junto á la bomba, con una lanza, y
-por fuerza se la quitaron y metieron con su hermano en la cámara,
-rogando al capitan Porras que se fuese él con Dios y no permitiese mal
-de que á todos cupiese parte. Y que bastaba que para su ida no habia
-quién lo estorbase, pues, siendo causa de la muerte del Almirante, no
-podia ser que no hobiese sobre ella gran castigo, sin que aventurasen
-ellos á conseguir por ella provecho alguno. De manera que, siendo
-algo aplacado el alboroto, tomaron los conjurados hasta 10 canoas de
-las que el Almirante á los indios habia comprado, en las cuales se
-embarcaron con tanto regocijo y alegría, como si ya desembarcaran en
-Sevilla; lo cual no hizo poco daño á los demas que no tuvieron parte en
-la rebelion, porque viéndose quedar allí enfermos como desmamparados,
-yéndose los que estaban sanos, crescióles la tristeza, y angustia,
-y el ánsia de salir de allí, que de súbito arrebataban su hato y se
-metian con ellos en las canoas, como que consistiera en sólo aquello
-salvarse. Esto se hacia viéndolo y llorándolo todo, y á sí mismos y al
-Almirante, aquellos muy pocos fieles que hobo de sus criados, y los
-muchos enfermos que quedaban, los cuales perdian del todo la esperanza
-de ser remediados; ninguna duda se tuvo, sino que si todos estuvieran
-sanos, pocos ó ninguno dellos quedara. Salió el Almirante como pudo
-de la cámara, y como mejor pudo, con dulces palabras, diciendo que
-confiasen en Dios, que lo remediaria, y que él se echaria á los piés
-de la Reina, su señora, que les galardonase muy bien sus trabajos,
-y más aquella su perseverancia. El Porras con sus alzados, en las
-canoas, tomaron el camino de la punta oriental de aquella isla, de
-donde se habian partido Diego Mendez, y Bartolomé Flisco y los demas.
-Por donde quiera que pasaban perpetraban mil desafueros y daños á los
-indios, tomándoles los mantenimientos por fuerza, y todas las otras
-cosas que les agradaban, diciendo que fuesen al Almirante que se las
-pagase, y que sino se las pagase que lo matasen, porque, matándolo,
-harian á sí mismos gran provecho, y excusarian que él á ellos no los
-matase, como habia muerto á los indios desta isla y de la de Cuba, y á
-los de Veragua, y que con este propósito para poblar allí se quedaba.
-Llegados á la punta, con las primeras calmas acometieron su pasaje
-para esta isla, con los indios que pudieron haber para remar en cada
-canoa; pero como los tiempos no estuviesen bien asentados, y las canoas
-llevasen muy cargadas, y, áun no andadas cuatro leguas, comenzase el
-viento á turbarlos, y las oletas á los remojar, fué tanto su miedo,
-que acordaron de se tornar, y porque áun no cognoscian el peligro de
-las canoas para españoles, cuando vieron que el agua les entraba,
-tomaron por remedio alivianarlas, y echar cuanto en ellas traian,
-salvo una poquilla de comida y agua para tornarse, y solas las armas;
-y porque el viento arreció, y la mar los mojaba más, pareciéndoles
-estar en algun peligro, para aplacar á Dios y que los librase, acuerdan
-con su devocion ofrecerle un sacrificio agradable, y éste fué echar
-todos los indios que, les remaban á la mar, matándolos á cuchilladas.
-Muchos dellos, viendo las espadas y la obra que pasaba, se lanzaron
-á la mar, confiados de su nadar, pero despues de mucho nadar, dello
-muy cansados, llegábanse á las canoas, para, asiéndose del bordo,
-descansar algo; cortábanles con las espadas las manos y les daban
-otras crueles heridas, por manera, que mataron 18, no dejando vivos
-sino cual y cual, que las canoas les gobernasen, porque ellos no las
-supieran gobernar: porque sino fuera por aquel interese propio, ningun
-indio escapara que no lo mataran, en pago del buen servicio que los
-hacian y habellos metido por fuerza ó por engaño, para servirse dellos
-en aquel viaje. Vueltos á tierra, hobo entre ellos diversos pareceres
-y votos, decian unos que sería mejor pasarse á la isla de Cuba, y que
-tomarian los vientos Levantes y las corrientes á medio lado, y desde
-allí atravesarian á esta isla, tomando el cabo de Sant Nicolás, que
-no está de la punta ó cabo de Cuba, segun se ha dicho, 18 leguas;
-otros afirmaban ser mejor volverse á los navíos y reconciliarse con el
-Almirante, ó tomalle por fuerza lo que le quedaba de armas y rescates;
-otros fueron de parecer, que ántes que cosa de aquellas se atentase,
-debian esperar otra bonanza de calmas, para tornar otra vez á acometer
-aquel pasaje, y en este asentaron. Estuvieron esperando las calmas
-en el pueblo que estaba cerca de la punta, más de un mes, comiendo y
-destruyendo toda la tierra comarcana, y, en fin, se embarcaron con
-bonanza, y salieron una vez á la mar, y tornaba el viento á avivar, y
-tornáronse; salieron otra vez, y de miedo, tambien se tornaron, y así,
-viéndose desesperados de la pasada, dejaron las canoas y volviéronse
-al pueblo muy desconsolados, y de allí, de pueblo en pueblo, unas veces
-comiendo por rescatar, otras tomándolo aunque á los indios pesaba,
-segun el poder ó resistencia en los pueblos y señores dellos hallaban.
-
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-CAPÍTULO XXXIII.
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-Despues que los alzados se fueron y andaban ocupados en la porfía de su
-pasaje, procuró el Almirante de curar los enfermos que con él quedaban,
-y en cuanto le era posible consolallos; trabajaba tambien de que se
-conservase con los indios la paz y amistad, porque, con ella y con los
-rescates, fuesen todos los españoles proveidos de mantenimientos, como
-los indios lo hacian sin faltar, y así convalecieron los enfermos, y
-los indios, por algunos dias, en las provisiones que solian traer,
-perseveraron. Pero como los indios nunca tengan ni trabajen tener más
-mantenimientos de los que les son necesarios, y hacer más de aquellos
-tengan por trabajo, y los españoles gasten, y áun desperdicien más en
-un dia que ellos comen en diez y en quince, y D. Hernando dice que en
-diez y siete, hacíaseles carga no chica sustentarlos, como de ántes,
-con abundancia; y así, acortábaseles la comida y no tenian tanto.
-Allegóse á esto, ver como parte no chica de los españoles habian
-alzádose contra el Almirante, y que los mismos los habian exhortado que
-lo matasen, porque no queria quedar á poblar allí sino para matallos;
-comenzaron á tenerlo en poco y á los que con él quedaron, por todo
-lo cual, cada dia, en traer bastimentos aflojaban. De donde sucedió
-verse no en poco aprieto y trabajo, porque, para se lo tomar por
-fuerza, era menester salir todos con armas y por guerra, y dejar sólo
-al Almirante; pues dejallo sólo á su voluntad, era padecer necesidad
-grande, y que á poder de mucho rescate no pudieran remediarse. Plugo
-á Dios, que los proveyó por nueva manera, con cierta industria del
-Almirante, que lo que hobiesen menester no les faltase. Cuéntalo de
-esta manera D. Hernando: que sabia el Almirante, que, desde á tres
-dias, habia de haber eclipse de la luna, y envió á llamar los señores
-y Caciques, y personas principales de la comarca, con un indio que
-allí tenia desta isla, ladino en nuestra lengua, diciendo que les
-queria hablar largo. Venidos un dia ántes del eclipse, díjoles que
-ellos eran cristianos y vasallos y criados de Dios, que moraba en el
-cielo, y que era señor hacedor de todas las cosas, y que á los buenos
-hacia bien, y á los malos castigaba, el cual, visto que aquellos de
-nuestra nacion se habian alzado, no habia querido ayudarles para que
-á esta isla pasasen, como habian pasado los que él habia enviado;
-ántes habian padecido, segun era en la isla notorio, grandes peligros,
-pérdidas de sus cosas, y trabajos. Y lo mismo estaba enojado Dios
-contra la gente de aquella isla, porque en traerles los mantenimientos
-necesarios por sus rescates habian sido descuidados, y, con este enojo
-que dellos tenia, determinaba de castigallos, enviándoles grande hambre
-y hacelles otros daños; y que, porque por ventura no darian crédito á
-sus palabras, queria Dios que viesen de su castigo en el cielo cierta
-señal, y porque aquella noche la verian, que estuviesen sobre el aviso
-al salir de la luna, y verian como salia muy enojada, y de color de
-sangre, significando el mal que sobre ellos queria Dios envialles.
-Acabado el sermon fuéronse todos; algunos con temor, otros quizá
-burlando. Pero como, saliendo la luna, el eclipse comenzase, y cuanto
-más subida fuese mayor el amortiguarse, comenzaron los indios á temer,
-y tanto les creció el temor, que venian con grandes llantos, dando
-gritos, cargados de comida á los navíos, y rogando al Almirante que
-rogase á su Dios que no estuviese contra ellos enojado, ni les hiciese
-mal, que ellos, de ahí adelante, traerian todos los mantenimientos que
-fuesen menester para sus cristianos. El Almirante les respondió, que
-él queria un poco hablar con Dios; el cual se encerró, entre tanto que
-el eclipse crescia, y ellos daban gritos llorando é importunando que
-los ayudase, y desque vido el Almirante que la creciente del eclipse
-era ya cumplida, y que tornaria luego á menguar, salió diciendo que
-habia rogado á Dios que no les hiciese el mal que tenia determinado,
-porque le habia prometido de parte dellos, que de allí adelante
-serian buenos, y tratarian, y proveerian bien á los cristianos, y que
-ya Dios los perdonaba, y, en señal dello, verian cómo se iba quitando
-el enojo de la luna, perdiendo la color y encendimiento que habia
-mostrado. Los cuales, como viesen que iba menguando y al cabo del todo
-se quitaba, dieron muchas gracias al Almirante, y maravillándose y
-alabando las obras del Dios de los cristianos, se volvieron con grande
-alegría todos á sus casas, y, allá llegados, no fueron negligentes
-ni olvidaron el beneficio que creian haberles hecho el Almirante,
-porque tuvieron grande cuidado de los proveer de todo lo que habian
-menester con abundancia, loando siempre á Dios, y creyendo que les
-podia hacer mal por sus pecados, y que los eclipses que otra vez habian
-visto, debia ser como amenazas y castigo, que, por sus culpas, Dios
-les enviaba. Tornando al propósito de la historia, como despues de
-partidos Diego Mendez y Bartolomé Flisco, en las dos canoas, hobiesen
-pasado ocho meses sin que hobiesen tenido nuevas de haber á esta isla
-allegado, ó si fuesen muertos ó vivos, la gente que con el Almirante
-quedó, que no se habia alzado, estaban con gran pena y cuidado, cada
-hora haciéndoseles un año, y por tanto crecíales la impaciencia de
-estar allí aislados, y estaban como desesperados. Sospechaban siempre
-lo peor, como los que en angustias y trabajos muchos dias están
-ejercitados, si Dios no les provee de algun consuelo interior con que
-puedan sobrellevados; y así, unos decian que ya eran anegados en la
-mar, otros que los indios los habian muerto en esta isla cuando por
-alguna parte della pasasen, otros que de enfermedad y trabajo ó hambre
-habrian perecido en el camino, como fuese tan largo y de mar trabajosa,
-con vientos y corrientes, y de tierra muchas sierras ásperas.
-Añadíase á la sospecha, que afirmaban los indios haber visto un navío
-trastornado que lo llevaban las corrientes por la costa de Jamáica
-abajo; lo cual, por ventura, fué industria y nueva que sembraron los
-alzados, para quitar del todo la esperanza de remedio á los que con
-el Almirante habian quedado. De manera que, teniendo casi por cierta
-la imposibilidad de ser remediados, un maestre Bernal, boticario
-valenciano, y unos dos compañeros, llamados Zamora y Villator, con
-todos los demas que habian quedado enfermos, en mucho secreto hicieron
-otra conjuracion para hacer lo mismo que los primeros; pero Nuestro
-Señor tuvo por bien de proveer y obviar al peligro grande que deste
-segundo levantamiento se le habia de recrecer al Almirante, y á sus
-hermanos, y criados, y remediólo la divina Providencia con llegar un
-carabelon que envió el Comendador Mayor, Gobernador desta isla, el cual
-llegó una tarde cerca de donde los navíos encallados estaban. Vino en
-él un Capitan, un Diego de Escobar, muy conocido mio, que habia sido
-de los que en los tiempos de Francisco Roldan con él se habian, contra
-el Adelantado, alzado; á este Diego de Escobar envió, porque sabia de
-cierto que no se habia de hacer con el Almirante, porque le habia sido
-enemigo por las cosas pasadas. Mandóle que no se llegase á los navíos
-ni saltase en tierra, ni tuviese ni consintiese tener plática con
-alguno de los que estaban con el Almirante, ni diese ni tomase carta.
-No lo envió sino á ver qué disposicion tendria el Almirante y los que
-con él estaban; el Almirante, quejándose dél, dijo que no lo envió á
-visitar sino para saber si era muerto. Dejó el carabelon en la mar,
-apartado, y saltó en la barca el Diego de Escobar, y llegó á echar una
-carta del Comendador Mayor para el Almirante, y apartó la barca luégo,
-y, desde léjos, dijo de palabra que el Comendador Mayor lo enviaba á
-visitar de su parte, y que se le encomendaba mucho, pesándole de sus
-trabajos, y porque no le podia enviar recaudo de navíos tan presto,
-para en que fuese su persona y los demas, se sufriese hasta que se lo
-enviase; presentóle un barril de vino y un tocino para entre tanto:
-y desto me espanto, por ser el Comendador Mayor tan prudente y no
-escaso, que no fuese en le enviar refresco más largo. Apartóse luégo
-la barca, y fuése al galeon. Todos estos reguardos estimo que hizo y
-mandó hacer el Comendador Mayor, porque como habia en esta isla de los
-que habian sido sus criados, y de sus amigos, y tambien de los que le
-habian sido rebeldes y enemigos, temia que por cartas ó por su persona,
-siendo presente, hobiese algun escándalo en la tierra; el Almirante,
-ó al ménos sus deudos, atribuíanlo á otro mal fin, conviene á saber,
-á que muriese en Jamáica el Almirante, porque si fuese á Castilla los
-Reyes le restituirian en su estado pristino, y entónces quitársele ya
-la gobernacion desta isla y destas Indias. Esta intencion haber tenido
-el Comendador Mayor, afirmar yo, cierto, no osaria, como quiera que
-fuera malísima, y en la verdad, hablando más claro, todavía se tenia
-la opinion que yo siempre tuve por falsa y maliciosamente fingida, ó
-que contra el Almirante se envió por sus enemigos, conviene á saber,
-que se queria alzar contra los Reyes y dar estas Indias á ginoveses,
-ó á otra nacion fuera de Castilla, y á esto parece que el Comendador
-Mayor proveia; pero si así fué, harto claro se muestra no haber razon
-tan aparente para que tal sospecha se tuviese. Y desto se queja mucho
-el Almirante á los Reyes en la carta que les escribió de Jamáica, donde
-dice: «¿Quién creerá que un pobre extranjero se hobiese de alzar en tal
-lugar contra Vuestras Altezas, sin causa y sin brazo de otro Príncipe,
-y estando sólo entre sus vasallos y naturales, y teniendo todos mis
-hijos en su real corte?» Estas son sus palabras y razones, las cuales,
-cierto, no son frívolas.
-
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-
-
-CAPÍTULO XXXIV.
-
-
-Debió decir Escobar al Almirante, que luégo se queria tornar á dar
-nuevas al Comendador Mayor del estado en que quedaba, y si queria
-escribir; el cual, luégo le escribió la carta siguiente: «Muy noble
-señor: En este punto recebí vuestra carta, toda la leí con gran gozo;
-papel ni péndolas abastarian á escribir la consolacion y esfuerzo
-que cobré, yo y toda esta gente, con ella. Señor, si mi escribir con
-Diego Mendez de Segura fué breve, la esperanza de suplir más largo,
-por palabra, fué causa dello; digo de mi viaje, que en mil papeles no
-cabria á recontar las asperezas de las tormentas y inconvenientes que
-yo he pasado, etc.» Donde le cuenta muchas cosas de su viaje, y de la
-riqueza de las tierras que dejaba descubiertas, y de como, llegando á
-Jamáica, la gente que traia le hizo juramento de lo obedecer hasta la
-muerte, y de como se le alzaron, etc. Y más abajo dice así: «Cuando
-yo partí de Castilla, fué con grande contentamiento de Sus Altezas,
-y grandes promesas, en especial, que me volverian todo lo que me
-pertenece, y acrecentarian de más honra; por palabra y por escrito se
-pasó esto. Allá, señor, os envió un capítulo de su carta, que dice
-de la materia; con esto y sin ello, desque les comencé á servir yo
-nunca tuve el pensamiento en otra cosa. Pídoos, señor, por merced, que
-esteis cierto desto, dígolo porque creais que he de hacer y seguir
-en todo vuestra órden y mandado sin pasar un punto. Escobar me diz,
-señor, el buen tratamiento que han rescebido mis cosas, y que es sin
-cuento, rescíbolo todo, señor, en grande merced, y agora no pienso
-salvo en qué podia negar tanto; si yo hablé verdad en algun tiempo,
-esto es una, que despues que os ví y cognoscí, siempre mi ánima estuvo
-contenta de cuanto allá y en todo cabo á donde se ofreciese, por mí,
-señor, haríades; con esta razon he estado siempre aquí alegre y bien
-cierto de socorro, si las nuevas de tanta necesidad y peligro en que
-estaba y estoy llegasen á su oido. No lo soy ni puedo escribir tan
-largo como lo tengo firme; concluyo, que mi esperanza era y es, que
-para mi salvacion gastaríades, señor, fasta la persona, y soy cierto
-dello que ansí me lo afirman todos los sentidos. Yo no soy lisonjero
-en fabla, ántes soy tenido por áspero, la obra, si hubiere lugar, fará
-testimonio. Pídoos, señor, otra vez por merced, que de mí esteis muy
-contento, y que creais que soy constante; tambien os pido por merced,
-que hayais á Diego Mendez de Segura, mi encomendado, y á Flisco, que
-sabe qué es de los principales de su tierra, y por tener tanto deudo
-conmigo, y creed que no los envié, ni ellos fueron allá con artes,
-salvo á haceros saber, señor, el tanto peligro en que yo estaba y
-estoy hoy dia. Todavía, estoy aposentado en los navíos que tengo aquí
-encallados esperando el socorro de Dios y vuestro, por el cual, los que
-de mí descendieren, siempre le serán á cargo.» He querido poner aquí
-estos pedazos de aquella carta, para que se vea con cuánta simplicidad
-el Almirante andaba y escribia, y tambien como en aquellos tiempos no
-habia el modo de escribir tan levantados de illustres y magníficos que
-agora se usa en el mundo, que faltan vocablos para engrandecer los
-títulos que se ponen en las cartas, no sólo á las personas illustres
-y señaladas, pero á cualesquiera y de estados bajos. Rescebida esta
-sola carta, partióse luégo el carabelon, y aunque con su venida todos
-se holgaron y se suspendió el segundo trato y conjuracion, que querian
-los que estaban con el Almirante contra él hacer, todavía, vista la
-priesa que tuvo en partirse y sin rescibir carta ni hablar, ni querer
-responder el capitan Diego de Escobar, ni otros de su compañía, á cosa
-ninguna de las que les preguntaban, no quedaron sin sospecha que el
-Comendador Mayor no quisiese que el Almirante no viniese á esta isla,
-sino que allí quedase sin remedio, y, por consiguiente, los que con él
-estaban; lo cual sintiendo el Almirante, trabajó de cumplir con ellos
-diciendo que aquella presteza de la partida del galeon á él placia,
-porque más aína viniesen navíos para los llevar á todos, pues él, sin
-ellos, no habia de salir de aquella isla, y aquel galeon ó carabelon
-para todos no bastaba; y, finalmente, con la vista del carabelon, y
-con las nuevas que en él vinieron, que Diego Mendez habia llegado en
-salvo, quedaron todos algo alegres y consolados, y con esperanza de su
-remedio. El Almirante, que deseaba la reversion y reduccion de los que
-andaban alzados, por él estar dellos seguro, y porque no alborotasen y
-damnificasen las gentes de aquella isla, determinó de hacelles saber lo
-que pasaba para que cesasen sus sospechas, rogándoles encarecidamente
-tornasen á su obediencia y amor, perdonándoles todo lo que contra
-él habian en su rebelion cometido, y ofreciéndoles todo el buen
-tratamiento que se les pudiese hacer de su parte; para este mensaje,
-nombró dos personas de bien, que que con él estaban, y que con los más
-dellos tenian crédito y amistad; y porque creyesen haber venido el
-carabelon, les envió parte del tocino, el cual no habian visto hartos
-dias, ni pensaron verlo tan presto. Llegados estos dos mensajeros,
-salió luégo al camino el Porras, su Capitan, con algunos pocos de los
-que más se fiaba, porque no se moviese ni provocase la demas gente
-al pesar y arrepentimiento de lo que habian hecho; pero no lo pudo
-tanto encubrir, que no entendiesen todos las nuevas de la venida del
-carabelon, y de la llegada de Diego Mendez, y de la salud de los que
-con el Almirante estaban, y de la renovacion de la esperanza de salir
-de aquella isla, con la venida que se esperaba de los navíos, que Diego
-de Escobar profirió que vernian por parte del Comendador Mayor. Oida,
-pues, su embajada, y despues de muchas consultas de los principales de
-quien más se fiaba, en fin, se resolvieron en que no querian fiarse del
-Almirante, ni del perdon y promesas que les enviaba, pero que habian
-por bien de andarse pacíficamente por la isla, si les prometiese de
-darles navío en que se fuesen si dos viniesen, ó si fuese uno sólo que
-les diese el medio; y que entre tanto, porque ellos habian perdido
-sus ropas y rescates por la mar, partiese con ellos lo que tenia.
-Respondiendo los mensajeros no ser aquellas honestas ni razonables
-condiciones, los atajaron diciendo, que sino se las concedia por amor
-y de su voluntad, que ellos lo tomarian á su pesar y á discrecion; y,
-con este recaudo, se vinieron vacíos los mensajeros, quedando diciendo
-á su compañía, el Porras y otros, que el Almirante era persona cruel
-y vindicativa, y que todos aquellos cumplimientos eran engaños, y que
-puesto que no tuviesen temor dél, porque no osaria hacerles daño alguno
-por el favor que ellos en la corte tenian, habia razon de temer la
-venganza que so color de castigo en los comunes haria; y que por esta
-causa Francisco Roldan, y los que le siguieron, cuando se alzaron en
-esta isla, no se habian fiado ni de sus ofertas, lo cual les salió
-á bien, y fueron tan favorescidos que le hicieron llevar en hierros
-á Castilla, y que menor causa ni esperanza tenian ellos para hacer
-lo mismo. Y porque la venida de la carabela no moviese los ánimos de
-los que consigo tenia, diciendo las nuevas de la llegada de Diego
-Mendez y lo demas, decíales que no habia sido carabela verdadera,
-sino fantástica, y por nigromancia fabricada, ó que la habia visto el
-Almirante y los suyos en sueños, porque el Almirante sabia mucho de
-aquellas artes; pues no era cosa creedera, que si fuera carabela no
-comunicara con ella la gente que tenia consigo, y no se hobiera tan
-presto desaparecido: y corroboraban sus razones con esta, que si fuera
-carabela, el Almirante y su hijo y hermano se metieran en ella, y se
-fueran, pues tanta necesidad tenian dello. Con estas y otras razones y
-persuasiones, los tornaron á afirmar en su rebelion y desobediencia, y
-que todos determinasen de ir á los navíos á tomar por fuerza las armas,
-y rescates, y lo que más tomar les conviniese, y, sobre todo, prender
-al Almirante, hermano é hijo.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXXV.
-
-
-Averiguada verdad es, y sellada en las Sagradas letras, que cuando
-Dios determina de atajar la maldad con presente castigo, permite que
-ni basten ruegos, ni ofrecimientos, ni amenazas, para que los malos
-se diviertan de sus perversos caminos, sino que, viendo no vean, y
-oyendo no oigan, porque incurran en las penas decretadas por el divino
-juicio. Así fué de aquestos alzados contra el Almirante, con tanto
-escándalo y daño de la gente natural de aquella isla, los cuales,
-como hobiesen gravemente ofendido, y cada dia ofendiesen á Dios, así
-en la desobediencia contra el Almirante y causándole tantas amarguras
-sin razon ni causa justa, mayormente si le habian hecho el juramento
-que arriba se dijo, y le hobiesen hecho tantas injurias, y de nuevo
-quisiesen hacelle duras injusticias proponiendo de irle á robar lo que
-tenia, los indios que mataron á cuchilladas en las canoas, y por toda
-la isla violencias y agravios infinitos, los cuales determinó la divina
-justicia que no pasasen inpunidos, áun en esta vida, por eso los cegó
-y ensordeció Dios, para que ni oyesen ni viesen las ofertas y ruegos
-humildes del Almirante, porque padeciesen la caida de su soberbia y
-jactura que poco despues les vino. Así que, prosiguiendo su furibunda
-y estulta porfía, caminaron la vía de los navíos, y llegando hasta un
-cuarto de legua dellos, en pueblo de indios, que llamaban Mayma, donde
-despues, algunos años pasados, cuando allí fueron á poblar españoles,
-hicieron un pueblo que llamaron Sevilla, sabido por el Almirante con
-el propósito que venian, envió á su hermano el Adelantado, para que
-con buenas razones pudiese de aquella maldad desviallos, y traellos ó
-obediencia y al amor del Almirante; llevó consigo 50 hombres, no del
-todo todos sanos, sino algunos flacos, y en lo demas bien armados. Y
-como ya llegasen por una ladera un tiro de ballesta del pueblo dicho,
-envió á los mismos dos mensajeros que les habia enviado ántes, para
-que les persuadiesen y requiriesen con la paz, y que hobiese por bien
-Francisco de Porras, su Capitan, que en cosas de concierto y de paz se
-hablase; pero como ellos eran muchos más y más sanos, y ejercitados
-más en trabajos, por ser marineros, y cognosciesen los que iban con el
-Adelantado ser muchos ménos, y gente de palacio, más delicada, y no del
-todo bien sanos, elevándose sobre sí en soberbia y menospreciándolos,
-porque se cumpliese la escriptura, _ante ruinam exaltabitur cor_, no
-dieron lugar que los mensajeros llegasen á hablallos, ántes, todos
-juntos, hechos un escuadron, con sus lanzas y espadas desenvainadas,
-y con gran grita, clamando «muera, muera», arremetieron á la gente, y
-con ella el Adelantado, habiéndose primero juramentado, seis de los
-principales, de no se apartar uno de otro, yendo contra la persona
-del Adelantado hasta matallo, porque él muerto, de los demas no se
-hacia caso. Pero de otra manera les sucedió, de sus pensamientos muy
-contraria, porque hallaron en el Adelantado tan buen recaudo, que á
-los primeros encuentros cayeron cinco ó seis, y los más dellos fueron
-de los juramentados contra el Adelantado. El Francisco de Porras, su
-Capitan, que era hombre esforzado, vínose derecho al Adelantado y
-tiróle una cuchillada que le hendió toda la rodela hasta la manija y
-llegó á herille la mano, y cuando quiso no pudo sacar el espada, y así,
-llegaron y lo prendieron, tomándolo á vida; no supe, cuando lo pudiera
-saber, qué heridas le hobiesen dado. El Adelantado, que era valentísimo
-hombre, da en los demas con mucho ánimo, que en poco espacio fueron
-muertos muchos, y, entre ellos, el Juan Sanchez de Cáliz, á quien se
-habia soltado el rey Quibia llevándolo preso en la canoa de Veragua, y
-un Juan Barba, que fué el primero que se vido cuando se alzaron sacar
-contra el Almirante espada. Cayeron algunos otros muy mal heridos; por
-manera que fueron todos desbaratados, y, como gente vil y traidores,
-volvieron las espaldas. El Adelantado quiso ir en seguimiento dellos,
-si algunos de los más honrados que con él fueron no se lo estorbaran
-diciendo que aquello bastaba por castigo, y que no convenia llevallo
-hasta el cabo; y dejado por esta razon de ir en alcance, volvióse el
-Adelantado y los que le ayudaron, con esta victoria, á los navíos,
-llevando preso al Francisco de Porras y á otros, donde fueron con
-alegría rescibidos del Almirante y de los que con él habian quedado,
-y daban gracias á Dios por aquel vencimiento, por el cual tenian por
-cierto que todos de la muerte se habian librado, ó de grandes afrentas
-y trabajos: y así fueron aquellos, de su soberbia, humillados. De
-los del Adelantado, sólo él fué herido, como se dijo, en la mano,
-y un maestresala del Almirante, que, de un muy chico bote de lanza
-que le dieron en una cadera, murió; no muriendo el piloto Pedro de
-Ledesma, de quien dijimos arriba que salió á tierra nadando en Belem ó
-saber qué se habian hecho los del pueblo y de la barca, y era de los
-alzados, á quien dieron tan terribles heridas, que parece, á hombre,
-imposible poderse más fieras ni peores dar. E tenia una en la cabeza,
-que se le parecian los sesos, otra en el hombro, que, como perdiz,
-le tenian descoyuntado y le colgaba del aslilla todo el brazo, y la
-una pantorrilla, á raíz del hueso, desde la corva, cortada y colgando
-hasta el tobillo, y el un pié, como quien le pusiera una suela ó
-chinela, cortado desde el calcañar hasta los dedos; y así, caido en el
-suelo, llegaban los indios del pueblo á él, y con palillos habríanle
-las heridas para ver las llagas que hacian las espadas, y cuando le
-molestaban decia, «pues si me levanto», y con sólo aquello botaban á
-huir como asombrados, y no era maravílla, porque era un hombre fiero y
-de cuerpo muy grande, y la voz gruesa. Como era valentísimo, debíase
-de defender validísimamente, y por eso pudo ser muchos tener lugar
-de así desgarrado. Estuvo aquel dia de la pelea y el siguiente hasta
-la tarde, sin que ninguno supiese dél ni le diese una gota de agua,
-donde parece ser de subjecto admirable. Sabido en los navíos, fueron
-por él, y pusiéronlo allí cerca, en una casa de paja, que sola la
-humedad y los mosquitos bastara para matallo; comenzólo á curar un
-cirujano, el cual, por falta de trementina, segun la que era menester,
-le quemó las heridas con aceite, las cuales fueron muchas más de las
-dichas, que juraba el cirujano que cada dia, de los ocho primeros que
-le curó, heridas nuevas le hallaba, y finalmente, con todas escapó, y
-yo le vide despues desto en Sevilla, sano como si no hobiera padecido
-nada, pero no muchos dias pasados, desque yo lo vide, oí decir que lo
-habian muerto á cuchilladas. Pasada la pelea, otro dia, lúnes, á 20
-de Mayo de 1504, todos los que habian della escapado, viéndose así de
-Dios castigados y humillados, enviaron una peticion firmada de todos
-al Almirante, confesando en ella todas sus maldades y crueldades, y
-la mala intencion con que lo hacian, y suplicándole que, usando con
-ellos de misericordia, los perdonase, porque ellos se arrepentian muy
-de corazon de su rebelion y desobediencia pasada, y que cognoscian
-haberles dado Dios, por ella, el pago, y por tanto querian tornar á
-su obediencia, y prometiendo serville fielmente desde adelante; lo
-cual, juraban y juraron sobre un crucifijo, y un misal, con pena,
-que si lo quebrantasen, que ningun sacerdote ni otro cristiano los
-pudiese oir de confesion, y que no les valiese la penitencia, y que
-renunciaban los Sanctos Sacramentos de la Iglesia, y que al tiempo de
-su muerte no les valiesen bulas ni indulgencias, y que se hiciese de
-sus cuerpos como de malos y renegados cristianos, no enterrándolos en
-sagrado, sino en el campo, como herejes, y renunciaron y quisieron que
-el Sancto Padre no les absolviese, ni Cardenales, ni Arzobispos, ni
-Obispos, ni otro sacerdote, etc.: á todas estas execrables penas los
-pecadores se obligaron, si este juramento quebrantasen. El Almirante
-se holgó de recebillos y perdonallos, con tal condicion, que Francisco
-de Porras, su Capitan, quedase siempre en la prision, bien guardado,
-como estaba, y porque en los navíos no estarian tanto á su contento,
-y porque no faltarian entre los alzados y no alzados, palabras y
-resabios, y afrentas, por las culpas perdonadas, y tambien porque era
-difícil tanta gente junta estar bien aposentada y proveida de las
-comidas necesarias, determinó el Almirante de envialles un Capitan con
-rescates, para que anduviesen por la isla, y él los gobernase hasta
-tanto que viniesen los navíos que cada dia esperaban, y Dios sabe en
-cuánto perjuicio y escándalo de los indios andaban.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXXVI.
-
-
-Estando las cosas de Jamáica en este dicho estado, y en ella cumplido
-un año desque allí llegaron, llegó el navío que Diego Mendez habia
-fletado y proveido de lo necesario; vino tambien una carabeleta
-con él. Trajo el navío un Diego de Salcedo, criado del Almirante,
-que creo tenia en esta ciudad para cobrar sus rentas, con el cual
-escribió al Almirante el Comendador Mayor. Quejábase mucho el
-Almirante del Comendador Mayor, porque tan tarde le proveyó de navíos,
-atribuyéndoselo á industria dolosa, porque allí pereciese, pues en un
-año entero nunca fué proveido; y dijo que no lo proveyó hasta que por
-el pueblo desta ciudad se sentia y murmuraba, y los predicadores en los
-púlpitos lo tocaban y reprendian. Embarcáronse el Almirante y todos
-los demas, y hiciéronse á la vela á 28 de Junio de 1504; navegaron con
-mucho trabajo por ser los vientos y corrientes contínuamente contrarios
-que vienen con las brisas. Llegando á la isleta que llamamos Beata,
-que está junto á esta isla, 20 leguas de Yaquimo, que el Almirante
-llamaba el puerto del Brasil, pasar desta isleta, para venir á este
-puerto de Sancto Domingo, es muy difícil, porque allí son más recias
-las corrientes, que acaecia estar un navío detenido allí, sin poder
-pasalla, ocho meses. Miéntras estaba forzosamente allí el Almirante
-detenido, quiso hacer saber al Comendador Mayor, como iba por deshacer
-cuanto en sí era la vehemente sospecha, puesto que vana y frívola, que
-dél sentia. La carta envió ó con algun marinero por tierra, que está
-desta ciudad cerca de 50 leguas, ó envió delante, que, como más ligera,
-pudo pasar las corrientes, la carabeleta. La carta fué del tenor
-siguiente:
-
-«Muy noble señor: Diego de Salcedo llegó á mí con el socorro de los
-navíos que vuestra merced me envió, el cual me dió la vida y á todos
-los que estaban conmigo; aquí no se puede pagar á precio apreciado. Yo
-estoy tan alegre, que, despues que le vide, no duermo de alegría; no
-que yo tenga en tanto la muerte como tengo la victoria del Rey y de
-la Reina, nuestros señores, que han rescebido. Los Porras volvieron á
-Jamáica, y me enviaron á mandar que yo les enviase lo que yo tenia,
-so pena de venir por ello á mi costa, y de hijo y de hermano y de los
-otros que estaban conmigo, y, porque no cumplí su mando, pusieron en
-obra, por su daño, de ejecutar la pena; hobo muertes y hartas feridas,
-y en fin, nuestro Señor, que es enemigo de la soberbia é ingratitud,
-nos los dió á todos en las manos: perdonélos y los restituí, á su
-ruego, en sus honras. El Porras, Capitan, llevó á sus Altezas, porque
-sepan la verdad de todo. La sospecha de mí, se ha trabajado de matar á
-mala muerte, mas Diego de Salcedo todavía tiene el corazon inquieto;
-lo por qué, yo se que no lo pudo ver ni sentir, porque mi intencion
-es muy sana, y por esto yo me maravillo. La firma de vuestra carta
-postrera folgué de ver, como si fuera de D. Diego ó de D. Fernando; por
-muchas honras y bien vuestro, señor, sea, y que presto vea yo otra que
-diga «el Maestre.» Su noble persona y casa, nuestro Señor guarde. De
-la Beata, á donde forzosamente me detiene la brisa. Hoy sábado, á 3 de
-Agosto. Fará, señor, vuestro mandado.»
-
-La firma que hacia era desta manera:
-
- S.
- S. A. S.
- X. M. Y.
- Xp̅o̅. ferens.
-
-Dice que Diego de Salcedo, su criado, tenia el corazon inquieto,
-porque via que no podia quitar ó matar la sospecha que del Almirante,
-su señor, áun se tenia. Lo que dice, que vista la firma de aquella
-postrera carta del Comendador Mayor, se habia holgado, díjolo porque
-fué la primera, para él, en que habia Comendador Mayor, como ántes
-Comendador de Lares firmase y fuese; parece que entónces le llegó la
-nueva de como le habian hecho los Reyes Comendador Mayor. Finalmente,
-llegó á este puerto y ciudad de Sancto Domingo á 13 dias de Agosto del
-dicho año de 1504. Salióle á rescibir el Comendador Mayor con toda
-la ciudad, haciéndole reverencia y fiesta. Dejóle su casa en que se
-aponsetase, y allí le hizo servir muy complidamente. Quejóse mucho
-dél el Almirante, porque con todas estas obras que mostraban amistad
-y benevolencia, le hizo muchos agravios y obras que tuvo el Almirante
-por afrentas; y así, creia que todos los cumplimientos que con él hacia
-eran hechos fingidamente. Uno fué, que, trayendo él preso al Francisco
-de Porras, Capitan de los alzados, y teniéndolo en el navío en hierros,
-lo hizo sacar y quitalle las prisiones y ponello en libertad en su
-presencia. Intentó eso mesmo de castigar á los que habian sido con
-el Almirante, y tomado armas para su defensa, y prendido á aquel, y
-á los otros herido y muerto, y de cognoscer destas causas y delitos
-que en aquel viaje y armada se habian hecho, no perteneciéndole á
-él, sino al Almirante, como á Capitan general della, aquel juicio.
-Presentaba el Almirante sus provisiones, y no las admitia ni cumplia,
-diciendo que aquellas no se entendian hablar con él; y, diz que, todo
-esto hacia el Comendador Mayor con falsa disimulacion y risa. Duraron
-estas vejaciones hasta tanto que se adobó aquel navío que los trujo de
-Jamáica y se fletó una nao en que el Almirante y su hermano, y hijo y
-criados, fuesen á Castilla; toda la otra gente se quedó en esta isla, y
-desta pasaron algunos á la de Sant Juan, cuando fueron á poblalla, ó,
-por mejor decir, destruilla. Hízose á la vela en 12 dias de Setiembre
-del mismo año de 1504, y luégo, en saliendo deste rio, á dos leguas,
-se rajó al navío el mástel, á raíz de la cubierta, por lo cual el
-Almirante lo mandó volver á este puerto, y prosiguió él su viaje en la
-nao; y habiéndoles hecho buen tiempo hasta cuasi el tercio del golfo,
-dióles una tan terrible tormenta que se vieron en gran peligro de
-perderse. Un sábado, 19 de Octubre, siendo ya la tormenta cesada, y
-ellos con algun sosiego, vínoseles todo el mástel abajo, hecho cuatro
-pedazos, pero el esfuerzo del Adelantado y la industria del Almirante,
-aunque por la gota en la cama muy fatigado, lo remediaron, haciendo
-un mastelete de la entena, engrosando y fortaleciendo la mitad della
-con las latas y madera de los castillos que deshicieron. Quebróseles
-despues, en otra tormenta que padecieron, la contramesana, por manera
-que parecia perseguir al Almirante muy particularmente la fortuna, sin
-dalle algun descanso, para que toda su vida fuese trabajos y angustias.
-Navegó de aquesta manera 700 leguas, y al cabo, por la voluntad de
-Dios, llegó y entró en el puerto de Sant Lúcar de Barrameda, y de allí
-fué á parar y descansar por algunos dias en Sevilla.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXXVII.
-
-
-Llegado el Almirante á Sevilla, para que sus adversidades rescibiesen
-el colmo que más le podia entristecer y amargar en la vida, supo
-luégo como la reina doña Isabel, que tenia por todo su mamparo y
-su esperanza, era fallecida pocos dias habia; ningun dolor, ningun
-trabajo, ninguna pérdida, ni perder la misma vida, le pudo venir,
-que mayor afliccion, tristeza, dolor, llanto y luto le causara, que
-oir tales nuevas, porque aquella señora y felice Reina, así como fué
-la que principalmente admitió su primera empresa del descubrimiento
-destas Indias, como en el primer libro queda visto, así ella fué la
-que lo favorecia, esforzaba, consolaba, defendia, sostenia, como
-cristianísima y de tan inestimable servicio, como del Almirante
-rescibió, muy agradecida. El Rey católico, no se con qué ó con cuál
-espíritu, por el contrario, no sólo no le mostraba obras ni señales
-de agradecimiento, pero en cuanto en sí era, lo desfavorecia en las
-obras, puesto que no le faltaban cumplimientos de palabra. Creyóse,
-que si él con buena consciencia y no con detrimento de su honra y
-fama pudiera, que pocas ó ninguna de las cláusulas de los privilegios
-que al Almirante por él y por la Reina, tan debida y justamente se
-habian concedido, le guardara. No pude atinar ni sospechar cuál fuese
-deste desamor y no real miramiento, para con quien tantos y tan
-egrégios y nunca otros tales á algun Rey hechos, servicios le hizo, la
-causa, sino fuese haber hecho mayor impresion en su ánimo los falsos
-testimonios que al Almirante se levantaron, y dar más crédito á los
-émulos del Almirante, que siempre tuvo cabe sí, que darles debiera,
-de los cuales yo alcancé á sentir algo de personas muy privadas del
-Rey, que le contradecian. Así que, habiendo reposado algunos dias en
-Sevilla, de tanta frecuencia de trabajos, el Almirante partióse para
-la corte por el mes de Mayo, año de 1505, la cual estaba en Segovia;
-y llegando él y su hermano el Adelantado, á besar las manos al Rey,
-rescibióles con algun semblante alegre, no tanto cuanto requerian sus
-luengas navegaciones, sus grandes peligros, sus inmensos trabajos y
-aspérrimos. Hízoles relacion el Almirante, de lo que habia navegado,
-de la tierra que dejaba descubierta, de la riqueza de la provincia de
-Veragua, y de su destierro y aislamiento que tuvo en Jamáica, entero
-un año, de la desobediencia y levantamiento de los Porras y de los
-demas, y finalmente, de todas las particularidades y acaescimientos,
-peligros y trabajos del viaje. Pasados algunos dias, cuando vido que
-era tiempo, suplicóle diciendo así: «Muy alto Rey, Dios, nuestro
-Señor, milagrosamente me envió acá porque yo sirviese á Vuestra
-Alteza; dije milagrosamente, porque fuí á aportar á Portugal, á donde
-el Rey de allí entendia en el descubrir más que otro, él le atajó
-la vista, oido y todos los sentidos, que en catorce años no le pude
-hacer entender lo que yo dije. Tambien dije milagrosamente, porque
-hobe cartas de ruego de tres Príncipes, que la Reina, que Dios haya,
-vido y se las leyó el doctor de Villalon, Vuestra Alteza, despues que
-hobo cognoscimiento de mi decir, me honró y fizo merced de títulos
-de honra; agora mi empresa comienza á abrir la puerta y dice que es
-y será lo que siempre yo dije. Vuestra Alteza es cristianísimo, yo y
-todos aquellos que tienen noticia de mis fechos, en España y en todo
-el mundo, creerán que Vuestra Alteza, que me honró al tiempo que no
-habia visto de mí salvo palabras, que agora que ve la obra, que me
-renovará las mercedes que me tiene fechas con acrescentamiento, y así
-como me prometió por palabra y escripto y su firma: y si esto hace,
-sea cierto que yo le serviré estos pocos de dias que Nuestro Señor
-me dará de vida, y que espero en él, que segun lo que yo siento y me
-parece saber con certeza, que yo haré sonar mi servicio, que está por
-hacer, á la comparacion de lo hecho, ciento por uno, etc.» El Rey
-le respondió, que bien via él que le habia dado las Indias, y habia
-merecido las mercedes que le habia hecho, y que para que su negocio se
-determinase sería bien señalar una persona; dijo el Almirante, «sea la
-que Vuestra Alteza mandaré», y añidió: «¿quién lo puede mejor hacer
-que el Arzobispo de Sevilla, pues habia sido causa, con el Camarero,
-que Su Alteza hobiese las Indias?» Esto dijo, porque este Arzobispo de
-Sevilla, que era D. Diego de Deza, fraile de Sancto Domingo, siendo
-maestro del Príncipe D. Juan, insistió mucho con la Reina que aceptase
-aquesta empresa, y lo mismo hizo el camarero Juan Cabrero, aragonés,
-que fué muy privado del Rey, segun dijimos en el libro I. Respondió
-el Rey al Almirante, que lo dijese de su parte al Arzobispo; el cual
-respondió, que para lo que tocaba á la hacienda y rentas del Almirante,
-que se señalasen letrados, pero no para la gobernacion; quiso decir,
-segun yo entendí, porque no era menester ponello en disputa, pues era
-claro que se le debia. Como en esto el Rey pusiese dilaciones, tornóle
-á suplicar el Almirante, que su Alteza se acordase de sus servicios
-y trabajos, y de su injusta prision, y con cuánto abatimiento de su
-persona y honor del estado, en que Sus Altezas por sus servicios le
-levantaron y honraron, sin culpa suya habia sido despojado. Y por
-tanto mostrase, como Rey justo y agradecido, su real benignidad, en
-mandalle guardar y cumplir sus privilegios, que Su Alteza y la Reina
-le habian concedido, restituyéndolo en su hijo, en las mercedes y en
-la posesion de sus oficios, dignidad y estado que le habian hecho;
-de todo lo cual habia sido de hecho, sin ser oido, ni defendido, ni
-convencido y sin sentencia, y así contra todo derecho, privado; y
-mayormente se acordase de las recientes promesas que Su Alteza y la
-Reina le hicieron por su Carta real, cuando se queria partir para
-este postrero viaje, conviene á saber, que tuviese por cierto que
-sus privilegios le serian guardados enteramente, y cumplirian las
-mercedes en ellos contenidas, y se le harian otras de nuevo, porque
-estaban de propósito de lo más honrar y acrecentar, como parescia por
-la carta que de Valencia de la Torre, le mandaron escribir, firmada
-de sus reales nombres, la cual pusimos en el cap. 4.º, á la letra,
-como la tenemos en nuestro poder, autorizada. Hablando con el Rey otra
-vez en Segovia, le dijo, á cierto propósito, que no queria pleito ni
-pleitear, sino que Su Alteza tomase sus privilegios y escripturas, y,
-de lo que por ellas le pertenecia, le diese lo que mandase, y porque
-él estaba muy fatigado y se queria ir á un rincon que pudiese haber,
-á descansar; el Rey, recognosciendo que él le habia dado las Indias,
-le dijo que no se fuese, porque él estaba de propósito, no solamente
-darle lo que por sus privilegios le pertenecia, pero que de su propria
-y real hacienda, le queria hacer mercedes. Favorecíale tambien mucho
-el Arzobispo de Toledo, don fray Francisco Jimenez, fraile de Sant
-Francisco, y otras personas principales en la corte. Remitieron su
-negocio al Consejo de los descargos de la consciencia de la Reina ya
-muerta, y de la del Rey mismo; hobo dos consultas, y no salió nada;
-creyó el Almirante, que por ser su negocio de tan gran importancia,
-no queria el Rey determinar sin la Reina, su hija, que cada dia la
-esperaban con el rey D. Felipe, y con esta creencia tuvo un poco
-de esperanza, pero no cesaba de dar peticiones al Rey. Entre otras
-muchas, hallo la presente, que decia desta manera. «Serenísimo y muy
-alto Rey, en mi pliego se escribió lo que mis escripturas demandan,
-ya lo dije, y que en las reales manos de Vuestra Alteza estaba el
-quitar ó poner, y que todo seria bien hecho. La gobernacion y posesion
-en que yo estaba, es el caudal de mi honra, injustamente fuí sacado
-della, grande tiempo há que Dios, nuestro Señor, no mostró milagro tan
-público, que el que lo hizo le puso con todos los que le fueron en
-ayuda á ésto. En la más escogida nao que habia en 34, y en la mitad
-dellas, é á salida del puerto, le enfundió, que ninguno de todos ellos
-le vido en qué manera fué ni cómo. Muy humildemente suplico á Vuestra
-Alteza que mande poner á mi hijo, en mi lugar, en la honra y posesion
-de la gobernacion que yo estaba, con que toca tanto á mi honra, y en
-lo otro haga Vuestra Alteza como fuere servido, que de todo rescibiré
-merced; que creo que la congoja de la dilacion deste mi despacho,
-sea aquello que más me tenga así tullido.» Estaba ya muy tollido en
-la cama, de la gota. Lo que dice del hundimiento de la nao y de los
-que allí perecieron, dícelo por el Comendador Bobadilla que le envió
-preso, y por Francisco Roldan y los demas que le habian perseguido.
-Dió cierto memorial, en el cual referia los daños y pérdidas de
-sus rentas, y provechos que se le habian recrecido por no le haber
-guardado y cumplido sus privilegios, que eran grandes intereses; y
-entre muchos, dice aqueste; «que los indios desta isla Española eran
-y son, dice él, la riqueza della, porque ellos son los que cavan y
-labran el pan y las otras vituallas á los cristianos, y los sacan el
-oro de las minas, y hacen todos los otros oficios é obras de hombres
-y de bestias de acarreto. Dice que está informado, que despues que
-salió desta isla, son muertos de los indios della, de siete partes
-las seis; todos por mal tratamiento é inhumanidad, que se habia usado
-con ellos; unos á cuchillo, otros muertos á palos y mal tratamiento,
-otros de hambre y mala vida que les era dada, la mayor parte muertos
-en las sierras y arroyos, á donde iban huidos por no poder sufrir los
-trabajos, de la cual falta de los dichos indios, se perdia grandísima
-renta; y dice más, que bien que hobiese enviado á Castilla muchos
-dellos y se hobiesen vendido, pero que era con propósito, que, despues
-que fuesen instruidos en nuestra sancta fe y en nuestras costumbres y
-artes y oficios, los tornarian á cobrar, y los volver á su tierra para
-enseñar á los otros.» Todas estas son palabras del Almirante; y donosa
-ignorancia fué la suya, si ignorancia fué y no cudicia, la cual tengo
-yo por cierto que le acarreó las angustias que le vinieron, y lo que
-agora en sus despachos y negocios padece ó padecia. En lo demas verdad
-dijo, porque así fueron muertos y menoscabados los vecinos y moradores
-naturales desta isla; pero él lloraba el diezmo del oro que sacara, si
-no murieran, y los otros intereses temporales que por aquella causa
-perdia. Tornando al propósito, D. Diego Colon, su hijo mayor, dió al
-Rey la peticion siguiente: «Muy alto y muy poderoso Príncipe Rey,
-nuestro señor: D. Diego Colon, en nombre del Almirante, mi padre,
-humildemente suplico á Vuestra Alteza, se quiera acordar con cuántos
-trabajos de su persona y peligros de su vida, el dicho Almirante,
-mi padre, ganó las mercedes que Vuestra Alteza y la Reina, nuestra
-señora (que santa gloria haya), le hicieron, y en cuánto servicio y
-provecho de Vuestra Alteza suceden sus servicios, y mande que las
-dichas mercedes le sean guardadas, mandándole restituir en lo que le
-está tomado y ocupado, sin él merecerlo, segun que Vuestra Alteza se
-lo tiene dicho de palabra, y escripto por carta, segun que verá por
-este capítulo que aquí va, que fué en una carta que Vuestra Alteza
-le escribió, al tiempo que se partió para ir á descubrir; y en esto
-Vuestra Alteza administrará justicia, y descargará la Real consciencia
-de la Reina, nuestra señora y la suya, y al Almirante y á mí nos hará
-señalada y gran merced. Y si de volvelle la gobernacion de las Indias
-fuere servido, el dicho Almirante le suplica sea servido en que vaya
-yo, con que vayan conmigo las personas que Vuestra Alteza sea servido,
-cuyo consejo y parecer yo haya de tomar.» Cuanto más peticiones al
-Rey daban, tanto mejor respondia dando palabras y se lo dilataban.
-Entre aquestas dilaciones, quiso el Rey que le tentasen de concierto
-y partidos, para que hiciese renunciacion de los privilegios que le
-habian concedido, y que por Castilla le harian la recompensa, y creí
-que se le comenzó á apuntar que le darian á Carrion de los Condes y
-sobre ello cierto estado. Desto fué muy mal contento el Almirante, y
-vido indicios de que el Rey no le habia de cumplir lo que le habia con
-la Reina tantas veces, de nuevo, por cartas y por palabras, allende lo
-que rezaban sus privilegios, largamente prometido, y por este concepto
-que tuvo, desde la cama, donde ya estaba muy enfermo, por una carta
-se quejó al Arzobispo de Sevilla, diciendo así: «Y pues se parece que
-Su Alteza no há por bien de cumplir lo que ha prometido por palabra
-y firma, juntamente con la Reina (que haya sancta gloria), creo que
-combatir sobre el contrario, para mí que soy un arador, sea azotar el
-viento, y que será bien, pues que yo he hecho lo que he podido, que
-agora deje hacer á Dios, nuestro Señor, el cual he siempre hallado muy
-próspero y presto á mis necesidades, etc.» Estas son sus palabras; por
-manera que lo remitia, como quien ningun otro remedio creia tener, al
-divino juicio, é yo bien creo, cierto, que le habrá hecho justicia.
-Estando el Rey en estas largas dilaciones con el Almirante, y el
-Almirante, con ellas, puesto en gran tribulacion y angustia, con gran
-enfermedad de la gota, que se le aumentaba y afligia más cada dia, el
-Rey, que ya habia venido á Valladolid, se partió para Laredo á esperar
-al rey don Felipe, su yerno, y la reina doña Juana, nuestra señora,
-su hija. Luégo, desde á pocos dias, llegaron de Flandes los dichos
-Reyes, y el Almirante rescibió grande alegría, oidas las nuevas, porque
-se le resucitó la esperanza de alcanzar su justicia, que del rey D.
-Hernando tenia perdida; puesto que quedó con harto dolor y afliccion
-de su corazon, por no poder ir, ni poder enviar á D. Diego, su hijo,
-por el impedimento de la enfermedad que padecia. Envió al Adelantado,
-su hermano, que besase las manos á los Reyes por él y por su hijo, y
-los escusase, y escribióles con él la presente epístola: «Serenísimos
-é muy altos é muy poderosos señores Príncipes, Rey y Reina, nuestros
-señores: Yo creo que Vuestras Altezas creerán que en ningun tiempo tuve
-tanto deseo de la salud de mi persona, como he tenido despues que supe
-que Vuestras Altezas habian de pasar acá, por la mar, por venirles á
-servir, y ver la experiencia del cognoscimiento que con el navegar
-tengo. A Nuestro señor le ha placido así; por ende, muy humilmente
-suplico á Vuestras Altezas, que me cuenten en la cuenta de su real
-vasallo y servidor, y tengan por cierto, que bien que esta enfermedad
-me trabaja así agora sin piedad, que yo les puedo áun servir de
-servicio que no se haya visto su igual. Estos revesados tiempos é otras
-angustias en que yo he sido puesto, contra tanta razon me han llegado
-á gran extremo; á esta causa no he podido ir á Vuestras Altezas, ni
-mi hijo. Muy humildemente les suplico que resciban la intencion y
-voluntad, como de quien espera de ser vuelto en mi honra y estado, como
-mis escripturas lo prometen. La Sancta Trinidad guarde y acreciente el
-muy alto y Real Estado de Vuestras Altezas.» Bien creo, cierto, que si
-el Almirante viviera y el rey D. Felipe no muriera, que el Almirante
-alcanzara justicia y fuera en su estado restituido.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXXVIII.
-
-
-Despachado su hermano el Adelantado para ir á besar las manos á los
-Reyes nuevos, agravóse cada hora más al Almirante su enfermedad de
-la gota, por el aspereza del invierno, y más por las angustias de
-verse así desconsolado, despojado, y en tanto olvido sus servicios y
-peligro su justicia, no embargante que las nuevas sonaban y crecian de
-las riquezas destas Indias, yendo á Castilla mucho oro desta isla, y
-prometiendo muchas más de cada dia. El cual, viéndose muy debilitado,
-como cristiano, cierto, que era, rescibió con mucha devocion todos
-los Sanctos Sacramentos, y llegada la hora de su tránsito desta vida
-para la otra, dicen que la postrera palabra que dijo: _in manus
-tuas, Domine, comendo spiritum meum_. Murió en Valladolid, dia de la
-Ascension, que cayó aquel año á 20 de Mayo, de 1506 años; llevaron
-su cuerpo ó sus huesos á las Cuevas de Sevilla, monasterio de los
-Cartujos, de allí los pasaron y trujeron á esta ciudad de Sancto
-Domingo, y están en la capilla mayor de la Iglesia catedral enterrados.
-Tenia hecho su testamento, en el cual instituyó por su universal
-heredero á D. Diego, su hijo, y, si no tuviese hijos, á D. Hernando,
-su hijo natural, y si aquel no los tuviese, á D. Bartolomé Colon,
-Adelantado, su hermano, y sino tuviese su hermano hijos, á otro su
-hermano; y en defecto de aquél, al pariente más cercano y más llegado
-á su línea, y así, para siempre, mandó que habiendo varon, nunca
-le heredase mujer, pero no lo habiendo, instituyó que heredase su
-estado mujer, siempre la más cercana á su línea. Mandó, á cualquiera
-que heredase su estado, que no pensase ni presumiese de menguar el
-mayorazgo, sino que ántes trabajase de lo acrecentar, mandando á sus
-herederos, que con sus personas y estado y rentas dél sirviesen al
-Rey y á la Reina, y al acrecentamiento de la religion cristiana.
-Dejóles tambien obligacion de que todas las rentas que de su mayorazgo
-procedieren, den y repartan la décima parte á los pobres en limosna.
-Entre otras cláusulas de su testamento, se contiene esta: «Al Rey y á
-la Reina, nuestros señores, cuando yo les serví con las Indias, digo
-serví, que parece que yo por la voluntad de Dios, nuestro Señor, se
-las dí como cosa que era mia, puédolo decir, porque importuné á Sus
-Altezas por ellas, las cuales eran ignotas y escondido el camino, é
-cuanto se falló dellas; é para las ir á descubrir, allende de poner el
-aviso y mi persona, Sus Altezas no gastaron ni quisieron gastar para
-ello, salvo un cuento de maravedís, é á mí fué necesario de gastar
-el resto. Despues plugo á Sus Altezas, que yo hobiese en mi parte de
-las dichas Indias, islas y tierra firme, que son al Poniente de una
-raya que mandaron marcar sobre las islas de los Azores, y aquellas
-del Cabo Verde, 100 leguas, la cual pasa de Polo á Polo, que yo
-hobiese en mi parte, tercio y el ochavo de todo, y más el diezmo de
-lo que resta en ellos, como más largo se amuestra por los dichos mis
-privilegios é Cartas de merced, etc.» Estas son sus palabras, en el
-dicho su testamento. Y así pasó desta vida, en estado de harta angustia
-y amargura y pobreza, é sin tener, como él dijo, una teja debajo de
-qué se metiese para no se mojar ó reposar en el mundo, el que habia
-descubierto por su industria otro nuevo y mayor que el que de ántes
-sabíamos felicísimo mundo. Murió desposeido y despojado del estado y
-honra que con tan inmensos é increibles peligros, sudores y trabajos
-habia ganado, desposeido ignominiosamente, sin órden de justicia,
-echado en grillos, encarcelado, sin oirlo ni convencerlo, ni hacerle
-cargos ni recibir sus descargos, sino como si los que lo juzgaban
-fuera gente sin razon, desordenada, estulta, estólida y absurda, y más
-que bestiales bárbaros. Esto no fué sin juicio y beneplácito divino,
-el cual juzga y pondera las obras y fines de los hombres, y así los
-méritos y deméritos de cada uno, por reglas muy delgadas, de donde
-nace que lo que nosotros loamos él desloa, y lo que vituperamos alaba;
-quien bien quisiere advertir é considerar lo que la historia, con
-verdad, hasta aquí ha contado de los agravios, guerras é injusticias,
-captiverios y opresiones, despojos de señoríos y estados y tierras,
-y privacion de propia y natural libertad, y de infinitas vidas que á
-Reyes y á señores naturales, y á chicos y á grandes, en esta isla, y
-tambien en Veragua, hizo y consintió hacer absurda y desordenadamente
-el Almirante, no teniendo jurisdiccion alguna sobre ellos, ni alguna
-justa causa, ántes siendo él súbdito dellos por estar en sus tierras,
-reinos y señoríos, donde tenian jurisdiccion natural, y la usaban y
-administraban, no con mucha dificultad, ni áun con demasiada temeridad,
-podrá sentir que todos estos infortunios y adversidades, angustias y
-penalidades fueron, de aquellas culpas, el pago y castigo. Porque,
-¿quién puede pensar que cayese tan gran señal, y obra de ingratitud
-en tan reales y cristianísimos ánimos como eran los de los Reyes
-católicos, que á un tan nuevo y tan señalado, y singular y único
-servicio, no tal otro hecho á Rey alguno en el mundo, fuesen ingratos,
-y de las palabras y promesas reales, hechas y afirmadas muchas veces
-por dicho y por escripto, faltos? No es, cierto, creible, que no
-cumplirle sus privilegios y mercedes por ellos debidamente prometidas
-y concedidas por sus tan señalados servicios, por falta de los Reyes
-quedase, sino solamente por la divina voluntad, que determinó, que de
-cosa dello en esta vida no gozase, y así, no movia á los Reyes que lo
-galardonasen, ántes los impidió, sin los Reyes incurrir en mácula de
-ingratitud, y sin otro defecto que fuese pecado; de la manera que, sin
-culpa de los mismos Reyes, y sin su voluntad y mandado, el comendador
-Bobadilla, ó por ignorancia ó por malicia, violando la órden del
-derecho y justicia, permitió que lo prendiese, aprisionase, despojase
-de la dignidad y estado, y hacienda que poseia y al cabo desterrase
-á él y á sus hermanos. Y lo que más se debe notar es, que no paró en
-él ni en ellos la penalidad, sino que ha comprendido hasta la tercera
-generacion en sus sucesores, en que está hoy, como, si place á Dios,
-por la historia será declarado. Estos son los juicios altísimos y
-secretísimos de Dios, de los nuestros muy distantes; y por esto será
-cordura, para el dia postrimero, donde todo en breve se discutirá y
-será claro á todo el orbe, reservallo. A la bondad y misericordia
-de Dios plega de contentarse, rescibiendo por satisfaccion de las
-culpas que en estas tierras que descubrió contrajo, las tribulaciones,
-angustias y amarguras, con los peligros, trabajos y sudores, que toda
-su vida padeció, porque en la otra vida le haya concedido perpétuo
-descanso. Ninguno, cierto, de los que sus cosas supimos y supieron,
-pudo negar que no tuviese buena y simple intencion, y á los Reyes
-fidelidad, y esta fué tan demasiada, que, por servirlos, él mismo
-confesó con juramento en una carta que les escribió de Cáliz, cuando
-estaba para se partir para el postrer viaje, que habia puesto más
-diligencia para los servir, que para ganar el Paraíso, y así parece
-que, por permision de Dios, que le dieron el pago; y tengo yo por
-cierto, que aqueste demasiado cuidado de querer servir los Reyes, y
-con oro y riquezas querer agradallos, y tambien la mucha ignorancia
-que tuvo, fué la potísima causa de haber en todo lo que hizo contra
-estas gentes errado; aunque en los que aconsejaron por aquellos tiempos
-á los Reyes, como ya queda dicho, fué mucho más culpable. Es aquí de
-saber, que el Almirante murió tambien con otra ignorancia, y esta fué,
-que tuvo por cierto que esta isla Española era la tierra de donde á
-Salomon se traia el oro para el templo que la Sagrada Escriptura llama
-Ofir ó Társis; pero en esto es manifiesto haberse engañado, porque en
-esta isla nunca hobo tan gran copia de oro como de allí se llevaba, y
-tambien, porque con el oro llevaban pavones y marfil, que son dientes
-de elefantes, lo que nunca por este orbe indiano nuestro se vido ni
-halló, mas se cree haber sido la gran isla Taprobana, de donde aquellas
-cosas preciosas se llevaron á Jerusalen. Tambien dijo, que estas islas
-y tierra firme estaban al fin de Oriente y comienzo de Asia; bien creo
-yo que, sino hallara atravesada esta nuestra tierra firme, que llegara
-ó pretendiera navegar y llegar al fin de Oriente, y principio de Asia,
-que es la China, ó Malucos ó otras tierras por allí, á donde agora
-navegan los portugueses, y para esto, bien le quedaban por navegar
-más de otras 2.000 leguas para llegar á donde es el fin de Oriente y
-principio de Asia, como él decia ser estas islas y tierra firme. Murió
-tambien ántes que supiese que la isla de Cuba fuese isla, porque como
-anduvo mucho por ella, y áun no llegó á pasar de la mitad, por las
-grandes tormentas que padesció por la costa della, y de allí se tornó
-á esta isla, y de camino descubrió á la de Jamáica, como en el libro
-primero dijimos, siempre creyó que Cuba era punta ó cabo de tierra
-firme; y para en aquellos tiempos, que parecia que de la obscuridad del
-Océano pasada el mundo se abria, no fué maravilla.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXXIX.
-
-
-Concluida la historia del primer Almirante, que aquestas Indias mostró
-primero que otro al mundo, conviene tornar al camino que la historia
-llevaba, y despues á proseguir la gobernacion del Comendador Mayor en
-esta isla Española, de donde la dejamos, y contar lo que en ella por
-estos tiempos sucedió, y ver de allí adelante lo que por estas partes,
-dentro de los diez años, fuere de memoria digno; y aunque sea tornar
-un poco atras, pues perdió su lugar con la frecuencia de las cosas
-referidas, todavía no perderá sazon aquí decillo. Esto es, que en el
-año de 1501, los Reyes católicos suplicaron al Papa Alejandro VI, que
-les habia concedido estas Indias, que les concediese los diezmos de
-las islas de las Indias, no señalando cuáles, puesto que la intencion
-de los Reyes fué pedir los desta isla Española, donde habia entónces
-españoles, y de las otras partes donde creian que habian españoles de
-poblar. Finalmente, les hizo gracia y donacion de los diezmos con tal
-carga y condicion, que primero asignasen dote suficiente realmente,
-y con efecto, segun la ordenacion de los diocesanos (sobre lo cual
-encargó la consciencia á los diocesanos mismos), de los bienes de los
-Reyes á todas las iglesias que se erigesen en las dichas islas, con
-que se pudiesen mantener los Presidentes y Rectores dellas, y llevar
-la carga que en ellas y para ejercer el culto divino, fuese necesario,
-etc., donde dice así: _Hujusmodi supplicationibus inclinati, vobis et
-successoribus vestris pro tempore existentibus ut insulis prædictis
-ab illarum incolis et habitatoribus, etiam pro tempore existentibus,
-postquam ille acquisitæ et recuperatæ fuerint ut præfertur, assignata
-prius realiter et cum effectu juxta ordinationem tunc diocesanorum
-locorum (quorum conscientias super hoc oneramus), ecclesiis in
-dictis insulis erigendis, per vos et successores vestros præfatos,
-de vestris et eorum bonis dote sufficienti, ex qua illis Presidentes
-earumque Rectores se commode sustentare, et onera dictis ecclesiis pro
-tempore incumbentia perferre ac cultum divinum ad laudem omnipotentis
-Dei debite exercere, juraque episcopalia persolvere possint, decima
-hujusmodi percipere et levare libere ac licite valeatis, auctoritate
-apostolica tenore presentium de specialis dono gratiæ indulgemus_,
-etc. Por esta gracia del Papa y auctoridad, llevaron los Reyes los
-diezmos de esta isla por algunos años, sin que hobiese Obispos ni
-erigidas iglesias catedrales; y proveian las iglesias, que era una
-choza de paja, de ornamentos y de lo necesario, de su real hacienda,
-y, en cada pueblo ó villa de españoles, ponian un clérigo por cura,
-al cual mandaban dar de su hacienda 100 pesos de oro cada año, de á
-450 maravedís cada peso, de valor. Hasta agora no he podido saber qué
-auctoridad y jurisdiccion hobiesen tenido aquellos clérigos para ser
-curas, y absolver de los pecados y administrar los Sacramentos á los
-españoles, como fuesen puestos por el Rey, ó por su mando, siendo
-persona seglar. Valieron los diezmos, cuando más valieron en esta isla,
-por aquellos tiempos, hasta 20.000 castellanos, ó pesos de oro que
-era lo mismo. Despues, muerta la reina doña Isabel (que haya gloria),
-hízosele al Rey pesada y costosa carga proveer las iglesias y clérigos
-de la manera dicha; y, por otras causas que le debieron de mover, abrió
-mano de los diezmos y de la dicha obligacion, y suplicó al Papa que
-criase Obispos, y así los crió, como en el principio del libro III, si
-pluguiere á Dios, se dirá, porque aquel es su lugar. Tornando, pues, á
-lo demas, despues que el Almirante salió del aislamiento y trabajos que
-padeció en Jamáica, y fué á Castilla, sabido lo que habia descubierto,
-acordaron luégo, un Juan Diaz de Solís y Vicente Yañez Pinzon, el
-hermano de Martin Alonso Pinzon, de quien dijimos que ayudó al despacho
-del Almirante en la villa de Palos, y fué con él y llevó consigo
-al Vicente Yañez y á otro hermano, cuando vino el primer viaje á
-descubrir estas Indias, segun que en el primer libro queda explicado,
-de ir á descubrir é proseguir el camino que en el cuarto viaje, y
-descubrimiento postrero, dejaba hecho el Almirante, los cuales fueron
-á tomar el hilo desde la isla ó islas de los Guanajes, que dijimos
-haber descubierto el Almirante en su postrer viaje, y dellas tornarse
-hácia el Oriente. Estos dos descubridores navegaron, segun se puede
-colegir de los dichos de los testigos, que el Fiscal presentó en el
-pleito que trató con el Almirante segundo, de que habemos muchas veces
-hecho mencion, hácia el Poniente, desde los Guanajes, y debieron llegar
-en paraje del golfo Dulce, aunque no lo vieron porque está escondido,
-sino que vieron la entrada que hace la mar entre la tierra que contiene
-el golfo Dulce y la de Yucatán, que es como una gran ensenada ó bahía
-grande. Llaman bahía los marineros, á la mar que está entre dos tierras
-á manera de puerto, no muy guardado, la cual seria puerto, si no fuese
-muy grande, y por ser muy capaz y no cerrado, llaman bahía, las letras
-_i_ é _a_ postrera leidas, divisas. Así que, como vieron aquel rincon
-grande que hace la mar entre las dos tierras, la una que está á la
-mano izquierda, teniendo las espaldas al Oriente, y esta es la costa
-que contiene el puerto de Caballos, y adelante dél el golfo Dulce,
-y la otra de la mano derecha que es la costa del reino de Yucatán,
-parecióles grande bahía, y por eso el Vicente Yañez en la deposicion
-que con juramento hizo en el dicho proceso, presentado por testigo por
-el Fiscal, dijo: que navegando desde la isla de los Guanajes, yendo la
-costa de luengo, descubrieron una gran bahía, á la cual pusieron nombre
-la gran bahía de la Navidad, y que de allí descubrieron las sierras de
-Caria, y otras tierras mas adelante, y segun los otros testigos dicen,
-volvieron al Norte. Y por todo esto parece que sin duda descubrieron
-entónces mucha parte del reino de Yucatán, sino que como despues no
-hobo alguno que prosiguiese aquel descubrimiento, no se supo más de
-los edificios de aquel reino, de donde fácilmente fuera descubierta la
-tierra y grandezas de los reinos de la Nueva España, hasta que, acaso,
-se descubrió desde la isla de Cuba, como parecerá, si pluguiere á
-Dios, en el libro III desta historia. Y es aquí de notar, que estos
-descubridores principalmente pretendian descubrir tierra, por emulacion
-del Almirante, y pasar de lo que él habia descubierto adelante, para
-echar cargo á los Reyes, como si no hobiera sido el Almirante el
-primero que abrió las puertas del Océano, de tantos millares de siglos
-atras cerradas, y el que para descubrir dió á todos lumbre; y el Fiscal
-del Rey todo su estudio ponia en probar que las partes de tierra firme,
-que los otros descubridores descubrian, eran distintas tierras de las
-que el Almirante habia descubierto, y diera mucho porque no fuera
-tan luenga la tierra firme, á fin de disminuille sus privilegios,
-para hacer á los Reyes ménos obligados á le agradecer los servicios
-inestimables que les habia hecho, y á cumplir las mercedes que le
-habian prometido, á él tan justamente y con tanta razon debidas; y esto
-era grande injusticia. Á aquel propósito puso una pregunta, ¿si sabian
-que lo que aquellos descubridores habian descubierto, era apartado
-de lo que el Almirante descubriera? y allí tiraban los dichos de los
-marineros, por la mayor parte, diciendo que era otra tierra; pero no
-les preguntaban si era toda una tierra firme, ni ellos lo decian. Pero
-otros, en especial dos honrados hombres que yo bien cognoscí, el uno
-Rodrigo de Bastidas, de quien ya arriba hemos tratado, y un piloto,
-Andrés de Morales, entendiendo el agravio que hacer al Almirante el
-Fiscal pretendia, depusieron muchas veces, en diversos artículos del
-dicho proceso, que la tierra que aquellos habian descubierto estaba
-más al Occidente de lo que el Almirante habia descubierto, pero que
-toda era una tierra. Item, que Vicente Yañez y Juan de Solís fueron á
-descubrir abajo de Veragua, por aquella costa, pero que todo lo que
-los unos y los otros, y todos cuantos habian descubierto de la tierra
-que dicen firme, era todo una costa con lo que el dicho Almirante
-primero descubrió. Otro, sin los dos, dice que era toda una costa desde
-Paria, sino que son diversos nombres de las provincias, así como son
-diversas lenguas. Esto declaraban los testigos entónces, porque lo
-vian y sabian muy claro por sus mismos ojos, y agora no será menester
-buscar testigos, sino á los especieros de Sevilla. Por manera, que no
-se le puede negar al Almirante, si no es con gran injusticia, que así
-como fué el primero descubridor destas Indias, lo fué de toda esta
-nuestra tierra firme, y á él se le deben las gracias, descubriendo la
-provincia de Paria, que es una parte de toda ella, porque él puso en
-las manos á todos los demas el hilo, por el cual, puesto que durara
-mucho más y estuviera en muy mayor distancia, hallaran el ovillo; y
-así, justísimamente se le debian de cumplir las mercedes y guardar sus
-privilegios en toda la tierra firme, aunque fuera mayor, como en esta
-Española y en las otras islas, porque no era obligado á pasealla toda,
-como ni el que toma posesion de una heredad, segun tratan los juristas.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XL.
-
-
-Gobernaba el Comendador Mayor en esta isla los españoles con mucha
-prudencia; era tenido y amado, y reverenciado dellos en gran manera
-en estos dias. Tuvo una industria muy buena para tenellos á todos
-muy subjectos, entre los cuales habia muchas personas principales y
-caballeros, y fué esta: tenia mucho cuidado de saber cómo cada uno,
-en el pueblo que era vecino, vivia, preguntando muy particularmente
-á los que, de los pueblos á negociar con él, ó á esta ciudad, donde
-él por la mayor parte del año residia, por sus negocios venian; si
-sabia que alguno era inquieto ó de mal ejemplo, y mayormente si era
-informado que ponia los ojos en alguna mujer casada, aunque no supiese
-más dél de que pasaba por su calle algunas veces, y dello se concebia
-en el pueblo alguna sospecha, ó que tuviese otro defecto que fuese
-nocivo, y aunque no fuese mucho escandaloso al pueblo, enviábale muy
-disimuladamente á llamar, y, venido, recibíalo con rostro alegre, y
-mandábale que viniese á comer con él, como si le hobiera de hacer
-nuevas mercedes. Preguntábale de los otros vecinos, de las haciendas
-de cada uno, cómo se habian unos con otros, y de otras cosas que
-él fingia querer saber; el que era venido estimaba de sí, que, por
-tenelle por más virtuoso y mostralle más amor, y querelle tener por
-privado y dalle más indios, el Comendador Mayor se informaba dél y en
-aquello le favorescia. Y porque siempre llamaba los tales en tiempo
-que habia navíos en el puerto, cuando ya estaban para se partir,
-decíale: «fulano, mirad en qué navío destos quereis ir á Castilla;» y
-el otro íbasele una color y veníale otra, y decía, «¿señor, por qué?»
-Respondia, «no cureis de hacer otra cosa.» Replicaba, «señor, no tengo
-con qué, ni áun para el matalotaje.» Decia el Comendador Mayor, «por
-eso no quedará, porque yo os lo daré,» y hacíalo así. Desta manera, con
-pocos que envió, tenia toda la isla tan sosegada, donde hobo, segun
-oí, 10 ó 12,000 españoles, y muchos de ellos, como dije, hijodalgos y
-caballeros, que por no enojallo no osaban menearse; yo cognoscí dos
-caballeros, harto personas señaladas, y del Comendador mucho estimadas,
-que, habiéndose topado en cierta parte de noche, y descalabrádose, no
-fué menester que alguno los concertase, porque ellos se perdonaron,
-abrazaron y concertaron, sólo porque el Gobernador no lo alcanzase á
-saber ni lo sospechase. Y esto todo lo hacian y sufrian, solamente
-porque á los que habia dado indios no se los quitase, desterrándolos á
-Castilla, y á los que no los habia dado, porque se los diese; y ansí el
-oro que venian á buscar, y consistia en que les diesen indios, no se
-estorbase. Por manera, que toda la paz y concierto y obediencia que los
-españoles acá al Gobernador tenian, y no osar cometer cosa que fuese
-por el foro exterior castigable, sólo se fundaba en el interés y temor
-de no perder los bienes temporales que esperaban, y todo esto sobre
-los desventurados indios cargaba. Y es aquí de saber, que desterrar
-de la manera dicha en aquellos tiempos alguno á Castilla, ninguna
-muerte ni daño se le igualaba, y, á lo que por entónces estimábamos,
-algunos escogieran ser ántes muertos, que, por aquella manera, desta
-isla echados; la razon era, por no ir á sus tierras pobres, perdida la
-esperanza de alcanzar acá lo que deseaban; y así el estado desta isla,
-en aqueste tiempo, fué muy al revés del que tuvo los tiempos pasados,
-porque la mayor pena que daban á los malhechores de Castilla, sacada
-la muerte, era desterrados de allá para acá, como en el libro primero
-mostramos, pero por el contrario, la más grave que agora se temia y
-podia dar, fué desterrar los hombres de acá para allá. En este comedio
-andaba la priesa muy encendida, en sacar el oro de las minas, y los
-otros trabajos que para lo sacar se ordenaban (porque aquel era el
-fin de los españoles y de todos sus cuidados), y por consiguiente, la
-diminucion y muerte de los indios era necesaria, porque como ellos
-eran acostumbrados á poco trabajo, por la fertilidad de la tierra,
-que con casi ninguno la cultivaban y de sus fructos tenian abundancia
-para sustentarse, y tambien por contentarse con solamente lo á la vida
-necesario, allende ser de su naturaleza gente delicada, metidos en tan
-duros y acerbos trabajos, de un extremo á otro, no poco á poco sino de
-súbito, acelerados, forzado era que no podian con la vida, en ellos,
-mucho tiempo durar; y bien pareció, pues cada demora, que eran los
-seis ó ocho meses que tenian las cuadrillas de indios en las minas,
-sacando oro, hasta que se traia todo á fundir, se morian la cuarta y
-áun la tercia parte. ¿Quién podrá contar las hambres y aflicciones,
-malos y crueles tratamientos, que, no sólo en las minas, pero en las
-estancias y donde quiera que trabajaban, padecian los desventurados?
-Los que enfermaban, ya queda dicho que no eran creidos, diciendo que lo
-hacian de haraganes y bellacos por no trabajar; y cuando la calentura
-y la enfermedad hablaba por ellos, clamando estar enfermos de verdad,
-dábanles un poco de pan caçabí, é unas pocas de ajes, raíces como
-turmas de tierra, y enviábanlos á su tierra que estaba 10, y 15, y 20,
-y 50 leguas, que se curasen, y áun no con pensamiento que se curasen,
-sino que se fuesen donde quisiesen por no curallos; lo que, cierto,
-no hacian, cuando alguna yegua de las suyas, porque entónces no habia
-caballos, enfermaba. Viéndose así aquestas gentes, en tan infelice y
-abatido y mortífero estado, por salir presto dél, muchos se mataban,
-bebiendo de aquel agua ó zumo, que arriba dijimos salir de las raíces
-de que hacen el pan caçabí, que tiene virtud de matar bebiéndola sin
-dalle un hervor al fuego, y si se lo dan queda como vinagre muy bueno,
-y llámanlo bien; las mujeres, si se empreñaban, tomaban hierbas para
-echar las criaturas muertas, y desta manera, perecieron en esta isla
-muchas gentes. Hombre hobo casado, que tomaba una vara ó vardasca, y
-se iba á donde los indios cavando trabajaban, y á los que no hallaba
-sudando, dábales de varazos diciendo; «¿no sudais, perros? ¿no sudais?»
-La mujer se iba por su parte con su vara en la mano á donde las
-mujeres indias trabajaban en hacer pan, mayormente cuando las raíces
-rallaban, y á las que no hallaban sudando, daban de varazos, diciendo
-las mismas palabras: «¿no sudais, perras? ¿no sudais?» Y, por justo
-juicio de Dios, ellos despues más dolorosamente sudaron, porque
-ambos á dos, con hijos é hijas, niños que parecian unos ángeles, y
-con otras personas hermanas y cuñadas, y con el oro que con aquellas
-obras buenas y justicia habian ganado, que era no poca cantidad, los
-vide por mis ojos en el Puerto de Plata, desta isla, embarcar para
-se ir á Castilla, creyendo ir á gozar dello y descansar, y nunca más
-parecieron, habiéndose hundido con todo ello en la mar; destos castigos
-que Dios ha hecho en reprobacion y venganza destas crueldades, que con
-estas gentes se han obrado, habemos visto hartos, y, si place á Dios,
-algunos dellos, notables, abajo se referirán. Y, porque el licenciado
-Alonso Maldonado tenia gran trabajo en el ejercicio de la justicia de
-toda esta isla, envió el Comendador Mayor á Castilla que le enviasen
-un letrado para que llevase parte de sus trabajos, y así vino en este
-tiempo un bachiller, llamado Lúcas Vazquez de Ayllon, natural de
-Toledo, hombre muy entendido y muy grave, al cual hizo el Comendador
-Mayor, Alcalde mayor de la ciudad de la Concepcion, con todas las otras
-villas que están por aquella parte desta isla, como fueron, la villa
-de Santiago, Puerto de Plata, Puerto Real, y Lares de Guahába. Este
-bachiller Ayllon despues fué á Castilla, y tornó licenciado y por Oidor
-de la Audiencia que aquí está. Dióle, luégo que vino, el Comendador,
-400 ó 500 indios, porque éste era el principal salario con que pagaban
-todos los servicios, los cuales al cabo mató, ó la gran parte dellos,
-en sus minas y granjerías.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XLI.
-
-
-En todo este tiempo faltó Rey en Castilla, desde el año de 504 hasta el
-de 507, porque como en el de cuatro murió la reina doña Isabel, y el
-de cinco vinieron á reinar el rey D. Felipe y la reina doña Juana, y
-el rey D. Felipe murió luégo en aquel año, y la Reina, por su perpétua
-enfermedad, no estuvo para gobernar, siguióse de aquí estar los reinos
-de Castilla sin Rey y sin dueño, presente al ménos, desde el año de
-cuatro, al fin dél, hasta el de siete, que vino el rey D. Hernando,
-de Nápoles; porque aunque desque murió la reina doña Isabel estuvo
-presente aquel año el rey D. Hernando, y lo gobernaba, pero cada dia
-esperaba la reina doña Juana al rey D. Felipe, y no faltaron embarazos
-y ocupaciones al Rey, y no tuvo noticia entera de la perniciosa
-desórden que el Comendador Mayor habia puesto en esta isla, repartiendo
-los indios de la manera dicha, y como por ella perecian todos: y si la
-tuvo, porque, en la verdad, el Almirante le avisó dello, como arriba ya
-dejamos dicho, ó no la creyó, ó con otros más vehementes pensamientos,
-que entónces le ocupaban la intencion ó atencion, no la entendió, ó
-della no curó. Venido el rey D. Felipe, fuése el rey D. Fernando á
-Nápoles; murió luégo el rey D. Felipe, vacó la gobernacion, hasta
-que el año de siete tornó de Nápoles el rey D. Hernando. Y así, con
-estos embarazos y mudanzas, tuvo lugar de se entablar y asentar esta
-pestilencia del repartimiento, sin que se sintiese ni hobiese persona
-que en ella mirase, pereciendo cada dia, como es dicho, tantos, porque
-no habia otro fin á que la intencion y cuidados se enderezasen, sino
-á sacar oro; de la perdicion, y como se consumian los indios, ninguna
-cosa curando, y el que debia más que los otros mirar en ello, que era
-el Comendador Mayor, que lo habia ciegamente ordenado, y le incumbia
-remediallo, aunque via cada hora morir estas gentes y despoblarse esta
-isla, como ligado de su insensibilidad, ó no advertia ó no se le daba
-nada. Venido el Rey el año de siete de Nápoles, no siendo informado
-del estrago que acá destas gentes míseras pasaba, no se tractaba sino
-del oro que se sacaba, que por entónces era mucho, pero de los tristes
-que por sacallo morian, y de la sangre humana que costaba, y, lo que
-más doloroso es, de las ánimas, que, sin fe y sin Sacramentos, salian
-desta vida, ni se decia ni se preguntaba. Solamente sonó en los oidos
-de muchas gentes, que tras el Rey vinieron de Nápoles, que allá le
-habian servido y no pagado, y con importunidades le pedian la paga,
-que en las Indias se sacaba mucho oro, y que quien alcanzase á tener
-un repartimiento de indios ternia oro, y sería bienaventurado. Cayeron
-algunos y quizá muchos, viendo que el Rey no los hacia mercedes, en
-suplicarle que les hiciese merced de dalles indios en esta isla,
-porque se querian venir á vivir acá. El Rey, por cumplir con ellos
-y echallos de sí, no sabiendo lo que daba, ni, dando los indios, en
-qué paraban, dió á algunos Cédulas para el Gobernador, mandando que
-les diese 200 indios, como á los otros vecinos desta isla los daba,
-muchas de las cuales el Comendador Mayor no cumplia, puesto que las
-obedeciese, mayormente si aquellos eran personas principales, que
-enviaban las Cédulas, y en Castilla se quedaban, diciendo que aquellos
-no servian, quedando allá, en nada, y otras razones que le movian para
-no aceptallas; pero que diese indios á éstos de nuevo venidos, ó no
-los diese, ninguno los rescibia que no los mataba. En estos dias el
-Comendador Mayor mandó á un piloto llamado Andrés de Morales, de que
-arriba hemos hecho alguna mencion, que anduviese todos los rincones
-desta isla y pusiese por escripto cuántos rios, y cuántas sierras, y
-cuántos montes, y cuántos valles, con la dispusicion de cada uno, que
-en ellos hallase. No pude ver yo esta descripcion despues que caí en
-buscarla, puesto que muchos años ántes, si cayera en ello, me la diera
-el mismo Andrés de Morales. Pienso que la terná Alonso de Sancta
-Cruz, cosmógrafo, vecino de Sevilla, porque destas cosas tiene en su
-poder hartas. Acordó tambien por este tiempo, que era el año de 508,
-el Comendador Mayor, enviar á descubrir del todo á la isla de Cuba,
-porque hasta entónces no se sabia si era isla ó tierra firme, ni hasta
-dónde su longura llegaba, y tambien á ver si era tierra enjuta, porque
-se decia que lo más era lleno de anegadizos, ignorando lo que el
-Almirante, cuando la descubrió el año de 94, habia visto en ella, como
-se dijo en el libro I. Para este descubrimiento, envió por Capitan á un
-hidalgo gallego, llamado Sebastian de Campo, criado de la reina doña
-Isabel, de los que habian venido con el primer Almirante, cuando vino á
-poblar esta isla el segundo viaje. Partió este Sebastian de Campo con
-dos navíos, y en cada uno sólos marineros, porque no iba sino á saber
-si aquella tierra era isla ó cabo de tierra firme, como es dicho; el
-cual, segun creo, fué por la parte del Norte, y la rodeó toda y entró
-en algunos puertos, y creo que porque uno de los navíos, ó ambos,
-tuvieron necesidad de darse carena, que es renovalles ó remendalles las
-partes que andan debajo del agua, y ponelles pez y sebo, entraron en
-el puerto que agora decimos de la Habana, y allí se la dieron, por lo
-cual se llamó aquel puerto, el Puerto de Carenas. Este puerto es muy
-bueno y donde pueden caber muchas naos, en el cual yo estuve de los
-primeros, despues deste descubrimiento. De allí prosiguió adelante, al
-Poniente, y halló el cabo de la isla, que hoy se llama el Cambo ó punta
-de Sant Anton (no sé quién se lo puso, ni por qué ocasion), y está de
-aquel puerto 50 leguas, pocas más ó ménos; tornó hácia el Oriente por
-la costa del Sur, doblando el dicho cabo, y entró en el puerto que
-llamamos de Xagua, porque así llamaban los indios aquella provincia;
-este puerto es de los mejores y más seguros para mil naos, que pueden
-hallar en el mundo. Aquí estuvo Sebastian de Campo con sus dos navíos,
-muy á su placer, bien servido de los indios, de infinitas perdices como
-las de Castilla, salvo que son algo menores; tuvo tambien abundancia
-de lizas, porque no podia encarecerse la multitud que dellas hay en
-este puerto. Tenian los indios corrales dellas, como el puerto es tan
-quieto, donde contenian millones dellas, no ménos ciertas que si las
-tuvieran dentro en sus casas, en un estanque ó alberca; en su mano era
-sacar muchas ó pocas, segun querian. Los corrales eran de cañas juntas
-unas con otras, hincadas en el cieno que tiene allí la mar, como sea,
-segun dije, tan quieta, que no puede salir una ni ninguna dellos, y
-son tan grandes cuanto quieren hacerlos, aunque lleguen á un tiro de
-piedra. De allí se vino costeando la isla, y trujo al Comendador las
-nuevas de ser isla; en lo cual gastó, sino me he olvidado, ocho meses.
-Bien creo, que si más el oficio el Comendador Mayor tuviera, que la
-enviara á poblar de españoles muy presto, sabido que era tierra enjuta
-y buena. Por este tiempo se descubrió junto á la villa de Puerto Real,
-en cierta sierra, cobre muy rico, porque tenia una buena parte de oro
-á vueltas, y parecíasele en la tez ó superficie por de fuera; envió el
-Comendador Mayor á cierto oficial que dello se le entendia para que
-lo viese, y éste se lo encareció tanto y afirmó con tanta eficacia su
-riqueza, que, dándole crédito el Comendador Mayor, lo escribió al Rey
-con el mismo encarecimiento, afirmando que se habia descubierto cierta
-sierra de cobre, del cual se sacaria más provecho y riquezas que de
-todas las minas de oro, y no era entónces lo que se sacaba dellas poco.
-El Rey, por ventura, concibió destas nuevas grande esperanza, de que
-á España vernian grandes tesoros; y, si no me he olvidado, escribió
-tambien al Rey, que mandase proveer de muchos oficiales de aquello,
-y de herramientas y diversos instrumentos otros, en lo cual se gastó
-mucho, y él acá puso diligencia é hizo muchos gastos, comenzando á
-derrocar sierras y trastornar montes, segun que pedia y ordenaba aquel
-susodicho hombre. Pero con todos los gastos, y trabajos y angustias
-que padecieron los indios, al cabo hallóse tan poco del cobre, que,
-con mucha cuantidad, el fructo que de allí sacaron no llegó al costo;
-y venidos los instrumentos que el Rey envió, fué harta la pena que
-rescibió el Comendador Mayor, porque hobo de escrebir al Rey el
-contrario de lo que habia certificado, de que no quedó poco corrido,
-segun su mucha prudencia y autoridad, y el Rey, quizá, no sin alguna
-displicencia dél. Ya dijimos en el primer libro, cerca del fin, como
-los 300 españoles, que cuando el Comendador vino acá estaban, vivian
-vida muy á la larga, y entre otras licencias que para ella escogieron
-y se tomaron, fué, por grado ó por fuerza, tomar las señoras de los
-pueblos ó sus hijas por amigas, que llamaban criadas, con las cuales
-estaban en pecado; los padres ó madres dellas y sus vasallos creian
-que las tenian por sus legítimas mujeres, y con esta opinion se las
-daban, y así pasaban, y eran de todos adorados. En estos dias estaban
-buenos religiosos de Sant Francisco, en especial uno llamado fray
-Antonio, creo, de los Mártires, que reprendia mucho aquel pecado
-de tener aquellos aquellas señoras por mancebas, é insistia con el
-Comendador Mayor que se las quitase, ó que les mandase que con ellas
-se casasen; y así lo mandó que lo hiciesen dentro de cierto tiempo,
-donde no, que las dejasen. Esta fué una de las grandes tribulaciones
-que poderles venir estimaron, porque habia ya muchos dellos que estaban
-en figura de muy honrados, aunque no de demasiada generosidad y casta,
-y otros, que, aunque hijodalgos eran, y pudieran muy á honra suya
-vivir con los padres de aquellas señoras y con ellas, como fuesen
-Reyes y Reinas y de noble sangre cuanto á lo natural, pero era tanta
-su amencia presuntuosa, y soberbia destestable, y menosprecio que
-tenian destas gentes, viniendo á sus tierras andrajosos y á matar la
-hambre, que en Castilla no se hartaban de pan, que no les pudo venir
-mayor tormento, despues de la muerte, que mandallos con ellas casar,
-teniéndolo por grandísimo deshonor y afrenta. Pero por no perder el
-servicio y abundancia y señorío que con ellas poseian, hobieron de
-pasar carrera; que no les fué menos áspera que si la pasaran, como
-suele decir el refran. Ellos casados, y que en la verdad sucedian en
-el estado y señorío de sus mujeres (y ningun derecho hobo en esta isla
-para rescibir justamente servicio y provecho de los indios, si este
-no), el Comendador Mayor debiera por ello de favorecerlos, pero hizo
-una grande injusticia y disparate con cuanta prudencia tenia; esta
-fué, que así como se casaron, los quitó los indios de sus mujeres, y
-diólos á otros, y en otra parte dióles á ellos. ¿Qué mayor ceguedad,
-despues de las pasadas, ni cosa más irracional? Movióse, segun se dijo,
-porque los tales españoles no tuviesen presuncion, viéndose señores y
-se alzasen á mayores, ó no sé qué otras cosas no bien consideradas, y
-así añidió injurias á injusticias, y agravios á agravios, privando á
-las señoras naturales de sus estados y vasallos, y consiguientemente
-á los españoles, sus maridos, que sucedian en la administracion del
-señorío, y tambien á los indios sus vasallos, que con servir á su
-natural señora, fueran mejor tractados, aunque los maridos fueran
-ruines; y no ménos agravió y privó á los hijos, que dellas y dellos
-procedieron, de lo que de derecho natural y de las gentes, y áun por el
-divino, por la sucesion se les debia, los cuales yo vide desposeidos, y
-sin memoria ni vestigio de ser viva persona, de muchas gentes vasallos
-de sus madres. Y así fué causa que más aína muriesen, que murieran, los
-tristes indios.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XLII.
-
-
-Cuando el Comendador Mayor, siendo Comendador de Lares, vino, segun
-es dicho, á gobernar esta isla, vinieron con él cuatro oficiales de
-la Hacienda real, que enviaron los Reyes, conviene á saber, Tesorero,
-llamada Villacorta, creo que natural de Olmedo, Contador, cuyo nombre
-fué Cristóbal de Cuéllar, y de Cuéllar natural, que habia servido de
-Copero al príncipe D. Juan, natural de Cuéllar, y el Veedor, llamado
-Diego Marque, natural de Sevilla; del nombre del Factor no me acuerdo.
-Vino tambien allí por fundidor y marcador del oro un platero de los
-Reyes, llamado Rodrigo del Alcázar, hombre muy prudente, que pudiera
-tan bien gobernar pueblos como hacer joyas ó piezas de plata; éste
-trujo de merced, que de todo el oro que se fundiese y marcase hobiese
-de ciento uno, no creyendo los Reyes que le daban tanto como le dieron,
-como hasta entónces las minas no sonasen y fuese poco el oro que se
-hobiese sacado, y todo el estado destas Indias, en la estimacion de
-todos, por no haber henchido á Castilla de tesoros en tres dias,
-estaba muy caido y cuasi menospreciado, no haciendo mucho caudal de
-los tesoros espirituales destas infinitas ánimas, que para que se las
-salvásemos, nos habia Dios puesto en las manos. Así que, vino aquel
-platero, Rodrigo del Alcázar, por fundidor ó marcador, con la centena
-parte de todo el oro que se sacase de renta, con la cual, si le durara,
-comprara en Castilla un buen Estado; pero como los Españoles, despues
-que se les repartieron los indios, se dieron priesa en echallos á las
-minas, y tan copiosamente dieron las riquezas y abundancia de oro que
-tenian en sus entrañas, y el Rodrigo del Alcazar, por consiguiente,
-adquiriese tanto de su centena parte, los oficiales y quizá tambien
-el Comendador Mayor, avisaron á los Reyes haber sido aquella merced
-exorbitante; y así, los Reyes, ó el Rey sólo, siendo la Reina muerta,
-revocó la merced á Rodrigo del Alcázar. Cuatro fundiciones se hicieron
-á los principios, cada año, dos en el pueblo de la Buenaventura, ocho
-leguas desta ciudad, en la ribera de Hayna, donde se fundia el oro que
-de las minas nuevas y viejas se sacaba; las otras dos se hacian en
-la ciudad de la Vega ó Concepcion, y allí se traia á fundir todo el
-oro que se sacaba de las minas de Cibao, y de todas aquellas partes,
-que eran hartas, porque de muchos rios se sacaba. En cada fundicion
-de las que se hacian en la villa de Buenaventura, se fundia 110.000,
-y 112.000, y 116.000, y 18, y no pasaba de 120.000, pesos de oro; en
-las fundiciones de la Vega comunmente se fundian, 125 y 130.000, y
-treinta y tantos mil, y no llegaban á 40.000 pesos. Por manera, que
-las fundiciones de la Vega hacian ventaja á las de la Buenaventura, en
-15 y 20, y algunos más millares de castellanos, y así se sacaban por
-entónces de toda esta isla cada año, 450 y 60.000 pesos, ó castellanos
-de oro, pocos más ó pocos ménos; y así tenia Rodrigo del Alcázar,
-platero del Rey, 4.500 pesos de oro de renta en cada un año, muy pocos
-ménos; que para en aquel tiempo fué merced señalada, por lo cual le
-duró poco, y así le fué quitada. Cada dia se iban disminuyendo las
-fundiciones, como iban muriendo los desdichados que con sus sudores
-y hambres y vida desesperada lo sacaban; y esta diminucion de los
-pesos de oro debiera de advertir y estimular al Comendador Mayor, y
-á los mismos cudiciosos que por sacar oro los mataban, á considerar
-cuánto mejor les fuera, para sus haciendas, y para haber oro, sacarlo
-despacio, y dar de comer á los indios para que más tiempo les duraran,
-ya que compasion de verlos perecer, con su gran crueldad, no les
-moviera, pero la ceguedad de todos los privó deste cuidado. Otra
-ocasion les ofrecia Dios para que advirtieran su grande pecado (aunque
-suele ser muy más escura y ménos pensada de los que con robos y daños
-ajenos enriquecerse trabajan), y esta fué, por juicio manifiesto de
-Dios, que con cuanto oro de contino sacaban, nunca hobo hombre que
-medrase; traian sus 500, 800 y 1.000 pesos de oro á la fundicion, cada
-uno, y ninguno salia della con un sólo peso de oro, ántes muchos della
-iban presos á la cárcel, por las deudas en que, ó por los gastos que
-en vestidos ó jaeces y otros excesos hacian, ó porque en comprar parte
-de haciendas unos de otros se adeudaban; porque sacado el quinto para
-el Rey, lo demas se repartia entre los acreedores, cada uno por su
-antigüedad, y así se salian vacías las manos, con sólo la triste ánima,
-por las muertes y aflicciones y crueldades que habian dado y usado con
-los indios, á las penas infernales obligada. Túvose por gran maravilla
-que salió uno sólo, llamado Juan de Villoria, de la fundicion, con
-dos ó tres barras de oro, descubiertas, y dando en unas con otras en
-las manos, y atribuyéronlo á que era hombre piadoso, y trataba los
-indios ménos mal; puesto que tambien concurrieron algunas otras causas,
-como es, que habia venido poco habia de Castilla y traido hacienda de
-allá, y entró en los indios, que le dieron, sin necesidad; y áun éste
-no se escapó del mismo juicio y castigo de Dios, despues, el tiempo
-andando, si Dios quisiere, se declarará. Finalmente, nunca, con cuanto
-oro sacaron y por sacallo con cuantas gentes murieron, ninguno se
-halló que medrase. Fué tambien una regla, en esta isla, general, que
-los que no echaban los indios á las minas, sino que los ocupaban en
-otras granjerías y trabajos, como ménos reprobados y ménos aflictivos
-de los inocentes indios, tuvieron ménos necesidad y más medraban.
-Tornando al propósito de la historia de los oficiales del Rey, que con
-el Comendador Mayor vinieron, murió desde á poco tiempo el Tesorero
-Villacorta, el cual habia traido consigo, por oficial de sus cuentas,
-un mancebo cuerdo, llamado Sancta Clara, natural de Salamanca, muy
-hábil, gran contador, y en muchos otros dones, para entre hombres,
-gracioso; por los cuales, todos, y más el Comendador Mayor, le amaba
-y daba todo favor; muerto su amo, el Tesorero, quiso hacer en él el
-Comendador Mayor, confiando de su habilidad y cordura, por manera, que
-depositó en él el oficio de Tesorero, hasta tanto que lo proveia el
-Rey desde allá. Túvolo algunos años el Sancta Clara, y porque entónces
-no habia arca de tres llaves, como agora la hay, tenia el Tesorero sólo
-todo el oro del Rey debajo de una sola llave suya, tomando el Contador
-solamente la razon del oro, que en poder del Tesorero entraba; por
-cuya causa tuvo el Sancta Clara lugar de gastar de los dineros del Rey
-cómo y cuando queria y le parecia. Compró muchas y grandes haciendas
-en esta isla, y hizo banquetes y fiestas al Comendador Mayor, y otros
-gastos, que no pudiera, ni tenia de que los hacer, sino tuviera los
-dineros del Rey. Un convite hizo, creo que dia del Corpus Christi, al
-Comendador Mayor y á caballeros y personas principales, en esta ciudad
-de Sancto Domingo, en gran manera excesivo y muy costoso, y entre otras
-cosas señaladas que en él hobo, fué, que los saleros se sirvieron, por
-sal, llenos de oro menudo, como lo sacaban de las minas de Cibao. Con
-esta desórden de gastar, padecia mucha jactura la hacienda del Rey, y
-era cosa de maravillar que el Comendador Mayor, siendo la persona que
-habemos dicho, y no dejaremos de decir, ser muy prudente, no poner
-con tiempo remedio en exceso tan descubierto, como aquel hacia en la
-hacienda del Rey, habiéndosele de imputar por haber confiádola dél.
-Pero no faltó quien al Rey avisase, como eran los oficiales del Rey,
-en especial el Contador, que se llamaba Cristóbal de Cuéllar, que era
-hombre de valor, y criado antiguo de los Reyes, y que no estaba muy
-bien con el Comendador Mayor, porque no le habia dado los indios que
-él queria, ó cuantos, ó donde queria. Envió el Rey un Contador de
-cuentas, mandando que la tomasen al Sancta Clara, con cuanto rigor
-conviniese. Tomáronle las cuentas y alcanzáronle por 80.000 pesos de
-oro; secrestáronle todas sus haciendas, y mandó el Comendador Mayor
-que se vendiesen en almoneda, en la cual siempre se halló presente, y
-usó en ella de tanta prudencia é industria, que la hizo valer mucho
-más de lo que valiera. Tenia una piña en la mano, que es fruta muy
-excelente, y comenzaba entónces á darse en esta isla, y apregonándose
-un atajo de yeguas, ó otras cosas de mucho precio, poníanselas en 500
-ó 1.000 pesos; decia el Comendador Mayor, quien la pusiere en 1.500
-le daré esta piña. Respondia el que más presto podia, mia es, señor,
-la piña; y habia muchos que lo dijeran, y decian, porque, no por las
-piezas que pujaban, que quizá no valian la mitad de lo que daban por
-ellas, ni tampoco por la piña, sino porque sabian que agradaban al
-Comendador Mayor y le compraban su gracia para, despues, les diese más
-indios, ó más provechos sobre los que tenian. Desta manera y con esta
-industria, hizo valer la hacienda de Sancta Clara 92.000 pesos de oro,
-por manera que hizo pago al Rey de los 80.000 que le habia alcanzado
-y sobráronle 12.000; y porque todos los tomaron para el Rey, porque
-dió en pago algunas deudas que le debian, que se fueron, ó murieron
-los deudores, y así faltaban al Rey ciertos millares de pesos de oro,
-despues, muchos años, andaba el Sancta Clara, y, muerto él, su hijo,
-suplicando que le satisfaciesen algo, pero no alcanzó nada, porque no
-se debió de averiguar qué se le debia. Este Sancta Clara fué vecino
-mucho tiempo y bien honrado en esta ciudad de Sancto Domingo. Entre
-otros, que escribieron al Rey el mal recaudo de su hacienda, fué
-Rodrigo del Alcázar, platero susodicho, cognoscido por prudente y que
-tenia crédito con el Rey, éste juzgando ser el oficio de Tesorero en
-esta isla de mucha calidad y requirirse gran cordura y fidelidad en la
-persona que lo tuviese, escribió al Rey que debia enviar Su Alteza,
-para que lo tuviese, una tal persona, como era Antonio de Fonseca, en
-Castilla. Fué Antonio de Fonseca, en Castilla, un caballero valeroso,
-muy señalado y muy prudente, y muy estimado, privado de los Reyes
-católicos, contador mayor de Castilla, que es el más preeminente oficio
-que en su casa y corte Real tienen, y era hermano del obispo D. Juan
-de Fonseca, que tuvo, desde que se descubrieron estas Indias, por
-muchos años cargo dellas, de quien arriba en muchas partes se ha hecho
-mencion y se hará abajo, si Dios quisiere. El Rey católico, entendiendo
-ser así encarecido el cargo en esta isla, de Tesorero, acordó enviar
-para él una persona, cierto, veneranda, de grande cordura, prudencia,
-experiencia y autoridad, aragonés, criado suyo viejo, llamado Miguel
-de Pasamonte, señaladamente honesto, y de quien se tuvo opinion
-haber sido casto toda su vida. Este llegó á esta isla en el mes de
-Noviembre de 1508; diósele tanta honra, que lo llamaban en las Cartas
-y Cédulas reales, Tesorero general de todas estas Indias, habiendo
-Tesoreros en tierra firme y en las otras islas; esto no se si procedia
-de voluntad del Rey, ó de solos los Secretarios que el Rey entónces
-tenia. Finalmente, por ser la persona tal como es dicho, cobró aquel
-oficio, en estas tierras, más nombre y mayor estimacion que el oficio
-de Contador, como quiera que sea el contrario en Castilla. Tuvo tanto
-crédito con el Rey miéntras el Rey vivió, que casi toda la disposicion
-y gobernacion destas Indias por su relacion y parecer se ordenaba y
-disponia. Cuando este Tesorero vino, que fué, como dije, año de 508,
-habia, contados en esta isla todos los indios, 60.000 personas; de
-manera, que desde el año de 494, en el cual comenzó su desventura,
-como pareció en el libro I, capítulo 90, hasta el de 508, que fueron
-catorce años, perecieron en las guerras y enviar por esclavos á vender
-á Castilla, y en las minas y otros trabajos, sobre tres cuentos de
-ánimas que en ella habia. Esto ¿quién lo creerá de los que en los
-siglos venideros nacieren? yo mismo que lo escribo y vide, y sé lo más
-dello, agora me parece que no fué posible; pero ya es hecho necesario
-por nuestros grandes pecados, y será bien que con tiempo lo lloremos.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XLIII.
-
-
-Viendo los españoles que tenian cargo de consumir los indios en las
-minas, sacando oro, y en las otras sus granjerías y trabajos, con
-que los mataban, que cada dia se les hacian ménos, muriéndoseles, no
-teniendo más consideracion de á su temporal daño, y lo que perdian
-de aprovecharse, cayeron en que sería bien suplir la falta de los
-que perescian, naturales desta isla, trayendo á ella de las otras
-islas la gente que se pudiese traer, para que su negocio y granjería
-de las minas y otros intereses no cesasen; y para esto pensaron con
-esta industriosa falsedad de engañar al Rey D. Hernando. Fué aquesta
-cautela dolosa tal, conviene á saber, que le hicieron saber, ó por
-cartas ó por procurador que á la corte enviaron (lo cual no es de creer
-que se hizo sin parecer y consentimiento del Comendador Mayor), que
-las islas de los Lucayos, ó Yucayos, vecinas desta Española y de la
-de Cuba, estaban llenas de gente, donde estaban ociosos y de ninguna
-cosa aprovechaban, y que allí nunca serian cristianos, que Su Alteza
-diese licencia á los vecinos españoles desta isla, para que armasen
-algunos navíos en que los trujesen á ella, donde serian cristianos y
-ayudarian á sacar el oro que habia, y sería de mucho provecho aquella
-traida, y Su Alteza sería muy mucho servido. El Rey se lo concedió
-que así lo hiciesen, con harta culpa y ceguedad del Consejo que tal
-le aconsejó y firmó la tal licencia, como si fueran los hombres
-racionales alguna madera que se cortara de árboles y la hobieran de
-traer para edificar en esta tierra, ó quizá manadas de ovejas ó otros
-animales cualesquiera, que aunque murieran en el camino por la mar,
-muchos, poco se perdia. ¿Quién no culpará error tan grande como era,
-las gentes, naturales vecinos de tantas islas, de verse sacar por
-fuerza dellas, y llevarlas 100 y 150 leguas por la mar, á otras nuevas
-tierras, por causa buena ó mala que ofrecer se pudiera, cuanto ménos
-á sacar oro de las minas, donde, cierto, habian de morir, para el
-Rey ni para los extraños, á quienes nunca ofendieron? Si por ventura
-no quisieron justificar la tal traida y despoblacion de las propias
-patrias, con aquella engañosa y falsa color con que al Rey engañaron,
-que traidos á esta isla serian instruidos y hechos cristianos; pero
-aunque fuera esto verdad, lo cual no fué, porque ni lo pretendieron,
-ni lo hicieron, ni lo pensaron hacer jamás, no queria Dios aquella
-cristiandad con tanto estrago, porque no suele á Dios aplacer bien
-alguno, por grande que sea, perpetrando los hombres gravísimos pecados,
-y, aunque sean chicos, cualesquiera daños hechos contra sus prójimos;
-y en esto los pecadores muchas veces, mayormente en estas Indias, se
-han engañado y cada dia se engañan. Y para condenacion entera desta
-fingida color y excusa, nunca los Apóstoles hicieron sacar por fuerza
-de sus tierras las gentes infieles y llevarlas para las convertir á
-donde ellos estaban, ni la Iglesia universal, despues dellos, jamás lo
-usó, como cosa perniciosa y detestable; así que, el Consejo del Rey
-tuvo gran ceguedad, y por consiguiente, ante Dios, fué muy culpable,
-porque no debiera él ignorar esto ser malo, pues tenian oficio de
-letrados los que en él entraban. Venida, pues, la licencia del Rey D.
-Hernando para traer á esta isla las gentes que vivian en las islas que
-llamábamos de los Lucayos, concertábanse 10 ó 12 vecinos de la ciudad
-de la Vega ó Concepcion y de la villa de Santiago, y juntaban hasta 10
-ó 12.000 pesos de oro, de los cuales compraban dos ó tres navíos, y
-cogian á sueldo 50 ó 60 hombres, con marineros y los demas, para ir á
-saltear los indios que aquellas islas en su paz, y quietud y seguridad
-de su patria, descuidados moraban. Estas gentes, llamadas lucayos,
-como en el primer libro dejamos dicho, y en otra nuestra Historia,
-llamada Apologética, muy más largo, fueron, sobre todas las destas
-Indias y creo sobre todas las del mundo, en mansedumbre, simplicidad,
-humildad, paz y quietud, y en otras virtudes naturales, señaladas,
-que no parecia sino que ellos no habian pecado en Adan; no he hallado
-en todas las naciones del mundo, de que las historias antiguas hayan
-hecho mencion, á quien sino á las que llaman Séres comparallas, que
-son pueblos de Asia, de quien Solino, cap. 63, dice ser mansos, y
-entre sí quietísimos, y segun Pomponio Mela, libro III, cap. 6.º, es
-linaje de hombres lleno de justicia; y segun Eusebio, libro VI, cap.
-8.º, de _Preparatione Evangelica_, ni matar, ni fornicar saben, ni
-hay entre ellos mala mujer alguna, ningun adulterio, ni ladron, ni
-homicida se halla, ni adoran ídolos; á estas naciones fueron desta
-isla, nuestros españoles, y hicieron las obras siguientes. Díjose,
-que, al principio, los primeros nuestros que á esta vendimia llegaron,
-en estas islas de los Lucayos, sabiendo la simplicidad y mansedumbre
-destas gentes (que se pudo saber de la práctica que se tenia de cuando
-el Almirante primero las descubrió, y trató con ellas, y experimentó
-su bondad natural y condicion mitísima), llegados dos navíos á ellas,
-y ellas rescibiéndolos, como siempre tuvieron, ántes que nuestras
-obras cognosciesen, que eran venidos del cielo, dijéronles que iban
-desta isla Española, donde las ánimas de sus padres y parientes, y de
-los que bien querian, estaban en holganza, y que si querian venir á
-vellos, que en aquellos navíos los traerian; esto era y es, cierto,
-en todas estas indianas naciones, tener opinion que las ánimas eran
-inmortales, y que, despues de muertos los cuerpos, se iban las ánimas
-á ciertos lugares, amenos y deleitables, á donde ninguna cosa de
-placer y consuelo les faltaba, y en algunas partes tenian, que primero
-padescian algunas penas por los pecados que en esta vida habian pecado.
-Así que, con éstas persuasiones y malvadas palabras, los primeros que
-allí fueron, segun se dijo, engañaron aquellas inocentísimas gentes,
-á que se dejasen meter en los navíos, hombres y mujeres, como la ropa
-y ajuar de sus casas, ni las raíces de sus heredades les hiciese poco
-embarazo; pero despues de traidos á esta isla, como no viesen á sus
-padres, ni madres, ni á los que amaban, sino las herramientas de azadas
-y azadones, y barras y barretas de hierro, y otros instrumentos tales,
-y las minas donde las vidas en muy breve acababan, dellos desesperados,
-viéndose burlados, con el zumo de la yuca se mataban, dellos de hambre
-y trabajos se morian, como personas en grande manera delicadas, y que
-nunca imaginaron haber tales trabajos. Despues, el tiempo andando,
-tuvieron otras industrias, y hicieron otras maneras de fuerzas y
-saltos para traellos, que ninguno se les escapaba. Traidos á esta
-isla, y desembarcados hombres y mujeres, niños y viejos, en especial
-en el Puerto de Plata y Puerto Real, que están en la costa del Norte,
-fronteros de las mismas islas de los Lucayos, hacian ciertos montones
-dellos, cuantos eran los que en los navíos y gastos ponian sus partes,
-viejo con mozo, enfermo con sano (porque por la mar enfermaban y morian
-muchos con el angustia, viniendo apretados debajo de cubierta, como
-es region caliente, que de sed se ahogaban, y tambien de hambre); en
-aquellos montones no se miraba que fuese la mujer con el marido, ni
-el hijo con el padre, porque no se hacia más cuenta dellos, que si
-verdaderamente fueran vilísimos animales. Así, los inocentes, _sicut
-pecora occisionis_, repartidos por sus montones ó manadas, echaban
-suertes sobrellos, y cuando cabia por la suerte algun viejo y enfermo,
-decia el que le llevaba: «este viejo dadlo al diablo, ¿para qué lo
-tengo de llevar, para dallo de comer y despues enterrallo? y éste
-enfermo, ¿para qué me lo dáis, para curallo?» Y acaecia, estando en
-estas partijas, caerse muertos de hambre, y de la flaqueza y enfermedad
-que traian, y del dolor viendo los padres apartar de sí á sus hijos, y
-los maridos á las mujeres llevárselas. ¿Quién podia sufrir que tuviese
-corazon de carne, y entrañas de hombre, á ver tan inhumana crueldad?
-¿Qué memoria debia entónces de haber de aquel precepto de la caridad,
-«amarás tu prójimo como á tí mismo», en aquellos que tan olvidados de
-ser cristianos, y áun de ser hombres, así tractaban en aquellos hombres
-la humanidad? Ordenaron tambien, que para los gastos que se hacian, y
-para pagar el sueldo á los 50 ó 60 que iban en los navíos á hacer estas
-cabalgadas, que pudiesen vender, puesto que ellos decian traspasar de
-uno á otro, cada indio de aquellos que ellos tambien nombraban piezas,
-cada pieza, como si fueran piezas ó cabezas de ganado, por cuatro pesos
-de oro, y no más; y ésta tenian por honra que les hacian, vendellos y
-traspasallos por precio tan barato, como en la verdad, si el precio
-fuera grande, tuviéranlos en mucho más, y por consiguiente tratáranlos
-mejor por su propio interese, y duraran más.
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-CAPÍTULO XLIV.
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-Tuvieron, como dije, muchas maneras de sacarlos de sus islas y casas,
-donde vivian verdaderamente aquella vida que vivieron las gentes de la
-Edad dorada, que tanto por los poetas é historiadores fué alabada, y
-unas cautelas usaban en unas islas y partes, y otras en otras; y las
-primeras veces asegurándolos, como los indios estaban sin sospecha,
-descuidados, y los rescibian como á ángeles; otras, salteándolos
-de noche; otras, entrando á la clara como dicen, _aperto Marte_,
-matándolos á cuchilladas, cuando algunos dellos, teniendo experiencia
-ya de las obras de los españoles, y que venian á llevallos, se
-defendian con sus arcos y flechas, de las que usaban, no para hacer
-guerra á alguien, sino para matar pescados de que tenian siempre
-abundancia. En obra de cuatro ó cinco años trujeron á esta isla, de
-hombres, y mujeres, y chicos, y grandes, sobre 40.000 ánimas; y desto
-hace mencion Pedro Mártir, en el capítulo 1.º, de su sétima Década,
-diciendo: _Et quadraginta, utriusque sexus, millia in servitutem ad
-inexhaustam auri famen explendam uti infra latius dicemus, abduxerunt:
-has una denominatione Jucayas appellant, scilicet insulas, et incolas,
-jucayos_. Donde tambien dice, como se mataban de desesperados, y otros
-que tenian mejor ánimo, con esperanza de en algun tiempo se huir á sus
-tierras, sufrian su vida desesperada, escondiéndose hácia la parte del
-Norte, por algunos lugares montuosos que les parecia estar fronteros
-de sus islas, para desde allí, algun dia, tener algun remedio como á
-ellas pasarse. _Jucaya suis sedibus abrepti desperatis vivunt animis,
-dimisere spiritus inertes multi á cibis aborrendo per valles, in vias
-el deserta nemora rupesque abstrusas latitantes; alii vitam exosam
-finierunt. Sed qui fortiore pectore constabant, sub spe recuperandæ,
-libertatis muere mallebant. Ex his plerique non inertioris, forte si
-fugæ locus dabatur, partes Hispaniolæ petebant septentrionales, unde
-ab eorum patria venti flabant, ac prospectare arcton licebat: ibi
-protentis lacertis et ore aperto halitus patrios anhelando absorvere
-velle videbantur; et plerique spiritu deficiente languidi præ inedia
-corruebant exanimes_, etc. Esto dice Pedro Mártir. Una vez, un indio
-de aquellos (y allí lo refiere Pedro Mártir), tomó cierto árbol muy
-grueso, que se llamaba, en lengua desta isla Española, yaurúma, la
-penúltima sílaba luenga, el cual es muy liviano y todo hueco, y sobre
-él debia de armar con otros palos alguna balsa, muy bien atados con
-bejucos, que son ciertas raíces muy recias, como si fuesen cordeles.
-En lo hueco de los palos metió algun maíz que pudo hallar, y que, por
-ventura, él habia sembrado y cogido, y ciertas calabazas llenas de agua
-dulce, asimismo dejando algun maíz fuera para comer algun dia, y tapó
-bien con hojas los cabos de los palos, y admitió á su compañía otro
-indio, y á unas indias, parientes ó vecinos suyos, grandes nadadores,
-porque todos lo eran; y pónense encima de su balsa, y con otros palos,
-como remos, échanse á la mar y andan camino de sus islas y tierras, y,
-andadas 50 leguas, toparon por su desdicha con un navío que venia, de
-hácia donde ellos iban, con cierta presa. Tomáronlos y volviéronlos,
-llorando y lamentando su infelicidad, y la balsa en que iban para
-esta isla, donde al cabo con los demas perecieron. De creer es, que
-otros muchos intentaron buscar y tomaron este remedio, sino que no
-lo sabemos, pero poco les aprovechó si lo hicieron, porque una vez
-que otra, los tomaban y traian, si á sus tierras llegaban, pues que
-ningunos, como parecerá, dejaron en todas aquellas islas. Escudriñaban
-entre muchas dellas, cuál era la que mas fuerte ó cercada de peñas
-estaba, y prendian toda la gente de las otras comarcanas, y traian á
-aquella, quebradas ó tomadas todas las canoas ó barquillos que ellos
-tenian, porque no se huyese, ponian para guardallos los españoles
-que necesarios eran, entre tanto que los navíos tornaban desta isla,
-dejando acá las barcadas que de gente habian traido. Acaeció tener
-en una isleta de aquellas llegadas 7.000 ánimas, y estaban siete
-españoles guardándolos muchos dias, como si fueran otras tantas ovejas
-ó corderos, y como los navíos se tardasen, acabóseles el caçabí, ó
-laceria que tenian para comer; y venidos ya dos navíos que traian
-caçabí para los indios, porque otra cosa no les daban á comer, y si
-otros bastimentos traian eran para los españoles, así como llegaron
-los navíos á la isleta, levantóse una terrible tormenta que hundió los
-navíos, ó los desbarató, por manera, que de hambre pura perecieron las
-7.000 ánimas de indios, y los siete españoles sin tener remedio, ni
-escapar alguno. De la gente de los navíos, no me acuerdo qué fué lo que
-oí que se hobiese hecho dellos. Destos juicios de Dios, y castigos que
-cada dia Dios hacia, no se miraba, ni que por los pecados, los enviase
-Dios, que allí se cometian sino que acaso, y sin que hobiese Rector en
-los cielos que lo viese y tuviese cuenta de tan crueles injusticias,
-aquellos infortunios venian. Destas hazañas y crueldades que con estas
-inocentes ovejas se usaron, y que fueron infinitas, pudiera saber y
-agora referir muchas en particular, si en aquellos tiempos, que yo
-estaba en esta isla, mirara en querellas saber de los mismos que las
-obraban. Quiero aquí decir lo que uno dellos me dijo en la isla de
-Cuba: Éste habia pasado de aquellas islas á la de Cuba, creo que en
-una canoa de indios, no sé si quizá por huir de su Capitan, ó de algun
-peligro que allí se le hobiese ofrecido, ó por salir de tan reprobados
-tratos, por sentirse andar en mal estado; díjome, que, como metian
-en los navíos mucha gente, 200, 300 y 500 ánimas, viejos y mozos, y
-mujeres y niños, echábanlos todos debajo de cubierta, cerrando las
-bocas que llaman escotillas, porque no se huyesen, los cuales quedaban
-sin lumbre y sin soplo de viento, y la regiones caliente, y como no
-metian en los navíos mantenimientos, en especial agua, más, ó poco más,
-que bastase para más de los Españoles que en estos tractos andaban,
-y así, por la falta de la comida, y más por la sed grande, que por
-el gran calor y angustia y apretamiento de estar unos sobre otros, ó
-muy junto á otros, padecian muchos muriesen y los echasen á la mar,
-que eran tantos que un navío, sin aguja ni carta ó arte de navegar,
-pudiera, solamente por el rastro de los que lanzaban muertos, venir
-desde aquellas á esta isla. Estas fueron sus palabras. Y esta fué cosa
-cierta, unas veces mayor y otras menor, que nunca navío fué á saltear
-indios destos lucayos, y de la tierra firme donde mucho se usó esta
-inhumanidad, como se dirá, que no echasen á la mar, muertos, la tercia
-ó la cuarta parte de los que salteaban y embarcaban, por las susodichas
-causas. Por esta órden, si órden se sufriera llamarla, en obra de
-diez años trujeron á esta isla Española, hombres, y mujeres, niños, y
-viejos, sobre un cuento de ánimas y muchas más; algunas barcadas dellos
-hicieron los Españoles que vivian en la isla de Cuba, donde, al fin,
-todas perecieron en las minas, de trabajos, y hambres, y angustias.
-Pedro Mártir afirma haber sido informado, que de aquellas islas de
-los Lucayos, que eran 406, habian los Españoles traido y puesto en
-captiverio para echar en las minas, 40.000 ánimas; y dellas, y de las
-demas, un cuento y 200.000; y dice así en el cap. 1.º de la sétima
-Década: _Ut ego ipse, ad cujus manus quæcumque emergunt afferuntur,
-de illarum insularum numero vix ausim credere quæ prædicantur. Ex
-illis sex et quadringentas ab annis viginti amplius, quibus Hyspaniolæ
-Cubæque habitatores hispani eas pertractarunt, percurrise inquiunt, et
-quadraginta utriusque sexus millia in servitutem ad inexhausti auri
-famem explendam adduxerunt: has una denominatione Jucayas appellant,
-et incolas jucayos_, etc. Y en el cap. 2.º de la misma Década dice:
-_Sed has scilicet insulas fatentur habitatoribus quondam fuisse
-refertas, nunc vero desertas, quod ab earum densa congerie perductos
-fuisse misseros insulares ad Hyspaniolæ Fernandinæque aurifodinarum
-triste ministerium inquiunt deficientibus ipsarum incolis, tum variis
-morbis et inedia, tum præ nimio labore, ad duodecies centena millia
-consumptis. Piget hæc referre sed oportet esse veridicum, sui tamen
-exitij vindictam alicuando sumpsere jucay, raptoribus interfectis:
-cupiditate igitur habendi jucayos, more venatorum, per nemora montana
-perque palustria loca feras insectantur_, etc. Todo es de Pedro
-Mártir; cuanto á lo que añide, que los lucayos algunas veces mataron
-españoles, acaecia cuando algunos pocos hallaban descuidados, porque
-desque cognoscieron que los destruian, y que aquella era su venida y
-demanda, los arcos y flechas, que usaban para matar pescado, acordaron
-emplearlos para matar á los que los mataban, pero todo era en vano,
-porque nunca podian matar sino dos ó tres, ó cuatro cuando más se
-estiraban. Y, cuanto á lo que dice más, que eran 400 islas, metió en
-aquel número las islas del Jardin de la Reina, y del Jardin del Rey,
-que son unas rengleras de islas pequeñas, que están á la costa del
-Sur y del Norte, pegadas con la isla de Cuba, y aunque las gentes
-de que estaban pobladas aquellas isletas de los Jardines, eran de
-aquella simplicidad y bondad natural que las de los Lucayos, pero no
-acostumbramos llamarlas isletas de los Lucayos, sino las grandes que
-comienzan desde cerca desta isla Española y van hácia cerca de la
-Florida, desviadas algo de la de Cuba; y éstas serán 40 ó 50, entre
-chicas y grandes, y á éstas llamamos propiamente Lucayos, ó por mejor
-decir, Yucayos. Dice más Pedro Mártir, que se le presentaban las cosas
-que de nuevo acaecian y iban destas Indias; ésto se hacia, por que
-por aquel tiempo que esto escribia era del Consejo de las Indias, y
-entró en él el año de 518, estando yo, á la sazon que presentó él su
-provision real, en el mismo Consejo, presente: proveyóle deste oficio
-el Emperador, luégo que vino á reinar, en la ciudad de Zaragoza.
-
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-CAPÍTULO XLV.
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-Despues que se consumieron en las minas y en los otros trabajos, y vida
-durísima y desventurada, muy grande número de los lucayos, y de todos
-la mayor parte, inventó el enemigo de la naturaleza humana otro modo de
-codicia en los españoles, para del todo acaballos. Comenzaron á asomar
-las perlas que habia en la mar, al rededor de la isleta de Cubagua, que
-está junto á la isla Margarita, en la costa de tierra firme, que se
-llama de Cumaná, la última sílaba aguda, y juntamente las minas en esta
-isla iban aflojando. Acordaron los españoles de enviar á sacar perlas
-los indios lucayos, por ser grandes nadadores todos ellos en universal,
-como las perlas se saquen zabulléndose los hombres dos y tres y cuatro
-estados, donde las ostias, que las perlas contienen, se hallan; por
-cuya causa, se vendian cuasi públicamente, con ciertas cautelas, no á
-4 pesos como al principio se habia ordenado, sino á 100 y á 150 pesos
-de oro, y á más cada uno de los lucayos. Creció tanto el provecho, que,
-sacando con ellos perlas, los nuestros hallaban, puesto que con gran
-riesgo y perdicion de las vidas de los lucayos, como aquel oficio de
-sacar perlas sea infernal, que por maravilla se halló en breves dias
-que en esta isla quedase algun lucayo. Hay desta isla hasta la isleta
-de Cubagua, por el camino que de necesidad se ha de llevar rodeando,
-cerca de 300 leguas largas, y así los llevaron todos en navíos allá, y
-en aquel duro y pernicioso ejercicio, muy más cruel que el sacar oro
-de las minas, no en muchos años, finalmente, los mataron y acabaron; y
-así fenecieron tanta multitud de gentes que habia en tantas islas, como
-queda dicho, que llamamos de los Lucayos ó Yucayos. Estaba en aquesta
-sazon ó tiempo, en esta ciudad de Sancto Domingo, un hombre honrado,
-temeroso de Dios, llamado Pedro de Isla, que habia sido mercader, y,
-por recogerse y vivir vida más sin peligro de la conciencia, dias habia
-que hobo aquellos tractos dejado, y sustentábase de lo que justamente
-creia que de las mercaderías pasadas, y con segura consciencia, le
-pudo quedar. Este varon virtuoso, sabiendo los estragos y crueldades
-que se habian hecho en aquellas gentes simplicísimas de los lucayos,
-y como se despoblaron tantas y tales islas, y que ya no se curaban de
-ir navíos á ellas, por tenellas por vacías, movido de celo de Dios, y
-de lástima de tanta perdicion de ánimas, y por remediar los indios que
-en aquellas islas se hobiesen de aquel fuego infernal y pestilencia
-vastativa escapado, creyendo que algunos habria, para, en esta isla
-ó en aquellas, hacer dellos un pueblo, y allí en las cosas de la
-fe instruillos, y áun tambien por impedir á otros, que, con el fin
-contrario, y para se servir dellos, procurasen lo que él pretendia,
-fuése á los que gobernaban esta isla, y pidióles con mucha instancia le
-diesen licencia para enviar un bergantin, ó lo que más fuese necesario,
-á su costa, para rebuscar por todas aquellas islas los que se hallasen,
-y los pudiese traer á ésta, y hacer un pueblo dellos y lo demas que
-está dicho. El cual intento cristiano, por los que gobernaban oido y
-entendido, con toda voluntad le concedieron lo que pedia. Habida esta
-licencia, compró un bergantin ó carabela pequeña y puso en ella ocho
-ó diez hombres, con abundancia de mantenimientos para mucho tiempo,
-todo á sus espensas, y enviólos, encargándoles mucho anduviesen y
-escudriñasen todas aquellas islas, buscando los indios que en ellas
-hobiese, y los asegurasen y consolasen cuanto les fuese posible, que no
-les sería hecho mal alguno, que no los iban á buscar para captivallos,
-como se habia hecho á sus parientes y vecinos, ni que habian de ir á
-sacar oro á las minas, sino que habian de estar en su libertad y á su
-placer, como ellos verian, y otras palabras que, para que perdiesen el
-miedo de tan grandes calamidades como habian padecido, y se consolasen,
-puestos en tanta tristeza y amargura como estaban, convenia. Fueron y
-hicieron lo que les fué mandado por su amo, ó que les daba su salario,
-el buen Pedro de Isla, y anduvieron todas las islas, buscadas y
-escudriñadas cuanto les fué posible. Tardaron en ello tres años, y al
-cabo dellos, hecha la diligencia dicha, solamente hallaron 11 personas,
-que yo con mis ojos corporales vide, porque vinieron á desembarcar al
-Puerto de Plata, donde yo al presente vivia. Estos eran hombres, y
-mujeres, y muchachos, no me acuerdo cuántos fuesen de unos y de otros,
-mas de que uno dellos era un viejo que debia ser de sesenta y más
-años; todos y él en cueros vivos, y con tanto sosiego y simplicidad,
-como si fueran unos corderitos. Parábamelos á mirar de propósito, en
-especial al viejo, que era de un aspecto muy venerable, bien alto de
-cuerpo, el rostro grande, autorizado y reverendo. Parecíame ver en él
-á nuestro padre Adan, cuando estuvo y gozó del estado de la inocencia,
-y acordándome cuántos de aquellos habia entre tantas gentes, como,
-en aquellas y de aquellas islas, en tan breves dias y en cuasi mi
-presencia, sin culpa alguna en que nos hobiesen ofendido, se habian
-destruido, no restaba sino alzar los ojos al cielo y temblar de los
-divinos juicios. Así que, aqueste fué el rebusco que halló Pedro de
-Isla de la pasada vendimia. Despues dió nuestro Señor, Dios, el pago de
-su buen celo y virtud al Pedro de Isla, porque lo metió en la órden de
-Sant Francisco, y allí, viviendo sanctamente, le ordenaron de órdenes
-sagradas hasta ser Diácono ó de Evangelio, y, por su gran humildad,
-rogó que no le forzasen á ser de Misa, por tenerse por indigno,
-acordándose de lo que habia hecho su glorioso padre Sant Francisco; y
-así, despues de muchos años, le llevó Dios para sí, donde yo creo que
-goza de la vision divina, y gozará para siempre sin fin. Tornando á
-los lucayos, esta fué gente, como en otra nuestra Historia dijimos,
-felicísima, y creemos ciertamente, que fué de las más aparejadas para
-cognoscer y servir á Dios, que en la masa del linaje humano por alguno
-hobiese sido vista; yo confesé y comulgué, y me hallé á la muerte de
-algunos dellos, despues que fueron baptizados é instruidos, y digo que
-suplico á nuestro Señor, Dios, que tal devocion y tales lágrimas y
-contriccion de mis pecados me dé al tiempo cuando su cuerpo y sangre
-rescibiere, y de mi fin y muerte, como en ellos me parece que sentia
-y cognoscia. Y con esto, cierro la Historia que toca á los lucayos,
-que tan infelices fueron en caer en manos de quien así, tan sin culpa
-y razon y justicia, los destruyeron, aunque ser nosotros, que lo
-cometimos, mas sin buenaventura que ellos, que lo padecieron, ninguna
-duda tengo.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XLVI.
-
-
-En este año de 508, ó al fin de 507, el Comandador Mayor envió á ver y
-considerar, con intencion de poblar de españoles, la isla que llamamos
-de Sant Juan, que por vocablo de la lengua de los indios, vecinos
-naturales della, se nombraba Boriquén, la última sílaba aguda. Esta
-isla es toda ella, ó lo más della, sierras y montañas altas, algunas de
-arboledas espesas, y otras rasas de muy hermosa hierba como la de esta
-isla. Tiene pocos llanos, pero muchos valles y rios, por ellos, muy
-graciosos, muy fértiles, y toda ella muy abundosa; está, de la punta
-oriental desta isla Española, la punta ó cabo occidental della, obra
-de 12 leguas; véese una isla de otra, cuando hace claro, estando en
-lo alto de las dichas puntas ó cabos dellas. Tiene algunos puertos no
-buenos, si no es el que llaman Puerto-Rico, donde la ciudad y cabeza
-del Obispado tiene su asiento; terná de luengo 40 largas leguas, y
-15 ó 16 de ancho, y en circuito bojará 115 ó 120. Toda la costa del
-Sur della está en 17° y la del Norte en 18° de la línea equinoccial,
-á la parte del Ártico, por manera que su ancho es cuasi un grado,
-tomándolo de Norte á Sur. Tuvo mucho oro, no tan fino como el de esta
-isla, pero no tenia de quilates y valor ménos que no valiese 450
-maravedís el peso; estaba plenísima de gentes, naturales, vecinos
-y moradores della, y muy mansas y benignas, como las de esta; era
-combatida de los caríbes, ó comedores de carne humana, y para contra
-ellos eran valerosos y defendian bien su tierra. La ocasion de la
-enviar el Comendador Mayor á explorar, para la poblar de españoles,
-fué la siguiente: Despues de la postrera guerra que los españoles
-hicieron á los vecinos de la provincia de Higuey, que tambien fué la
-postrera de toda esta isla, de la cual hablamos en el cap. 18, en la
-villa de Salvaleon, que mandó el Comendador Mayor poblar en aquella
-provincia, puso por su Teniente y Capitan á Juan Ponce de Leon, el
-que fué por Capitan de la gente desta ciudad de Sancto Domingo, en la
-dicha postrera guerra, segun dijimos en el cap. 15; éste tuvo noticia
-de algunos indios de los que le servian, que en la isla de Sant Juan
-ó Boriquén habia mucho oro, porque como los vecinos indios de aquella
-provincia de Higuey, fuesen los mas propincuos, y en la más propincua
-tierra viviesen á la dicha isla de Sant Juan, y no hobiese sino 12 ó 15
-leguas de distancia, cada dia se iban en sus canoas ó barquillos los de
-esta isla á aquella, y los de aquella á esta venian, y se comunicaban,
-y así pudieron bien saber los unos y los otros lo que en la tierra de
-cada uno habia. Dió, pues, parte Juan Ponce de Leon al Comendador Mayor
-de las nuevas que habia sabido, y es de creer que le pidió licencia
-para pasar allá con algunos españoles, á inquirir la verdad y tomar
-trato y conversacion con los indios vecinos della, y ver la dispusicion
-que habia para poderla ir á poblar, porque hasta entónces ninguna cosa
-de lo que en la isla dentro habia se sabia, más de verla por de fuera
-ser hermosísima, y que parecia mucha gente de cada vez que pasaban
-por allí navíos. Finalmente, que Juan Ponce lo suplicase, ó que el
-Comendador Mayor se lo mandase, aparejó un carabelon, y metióse con
-ciertos pocos españoles y algunos indios que habian estado en la isla
-con él, y fué á desembarcar en una parte della, donde señoreaba un Rey
-é señor, llamado en su lengua dellos Agueíbana, la í letra luenga, el
-mayor señor de toda ella. Este los rescibió con grande alegría, y los
-aposentó y trató y hizo servir como si fueran del cielo venidos, como
-todas estas gentes destas Indias, á los principios, de nosotros creian;
-tenia este señor madre y padrastro, los cuales tambien mostraron
-rescibir mucho gozo con su venida, y les hicieron todas buenas obras
-de amor y amistad, mandándoles proveer abundantemente de comida, y
-dándoles de todo lo que tenian, y haciendo todo lo que sentia que
-hacia placer á Juan Ponce y á los cristianos. Trocaron los nombres,
-y hiciéronse guatiaos, llamándose Juan Ponce, Agueíbana, y el Rey
-Agueíbana, Juan Ponce, que, como arriba dijimos, era una señal entre
-los indios destas islas de perpétua confederacion y amistad. A la madre
-del Rey, dió Juan Ponce, doña Inés por nombre, y al padrastro, don
-Francisco, porque así lo tenian de costumbre los españoles, dando los
-nombres que se les antojaban, de cristianos, á cualesquiera indios,
-con los cuales hasta la muerte se quedaban, sin que le diesen baptismo
-ni doctrina, porque dello se tenia poco cuidado, como arriba queda
-tocado. Este rey Agueíbana, era de muy humana y virtuosa condicion,
-y no ménos su madre y padrastro, los cuales siempre le aconsejaban
-que fuese amigo de los cristianos. Y porque la negociacion á que Juan
-Ponce iba era la que á todos los que á estas tierras vienen hace pasar
-acá, preguntóles luégo dónde habia minas de oro, y si lo sacaban ó
-sabian sacar; el Cacique, con toda y larga voluntad, lo llevó consigo
-por la tierra, y le mostró los rios donde sabia que dello habia mucha
-cuantidad, ignorando el inocente que les descubria el cuchillo con
-que á él y á su reino y gentes dél habian de matar; entre otros, le
-mostró y llevó á dos rios muy ricos, de los cuales, despues se sacó
-mucha riqueza de oro, el uno se llamaba en aquella lengua Manatuabón,
-en la última el acento, y el otro, Çebúco, la media luenga. En éstos
-hizo hacer catas Juan Ponce, con el buen aparejo que para ello llevaba,
-como no fuese para otro fin, de donde llevó una buena muestra de oro al
-Comendador Mayor. Dejó en la isla ciertos españoles muy encomendados
-al señor ó cacique Agueíbana y á su madre, los cuales los tuvieron y
-tractaron como si fueran sus hijos, y de su misma gente y naturaleza,
-y estuvieron alli hasta que tornó más gente de españoles, para de
-propósito poblar y gozar del fin que todos acá traen, como más largo,
-placiendo á Dios, se referirá.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XLVII.
-
-
-Estando en el estado, que por la relacion dicha se ha visto, acá las
-cosas destas Indias, D. Diego Colon, hijo legítimo del almirante
-D. Cristóbal Colon, primero descubridor dellas, despues que el Rey
-católico de Nápoles vino, no cesaba de suplicarle que le restituyese y
-mandase poner en la posesion de todo el Estado, y dignidad, y oficios
-de que su padre habia sido despojado, conforme á sus privilegios, y á
-muchas cartas que el Rey y la Reina, por ellos, se lo habian prometido,
-segun que algunas veces se ha tocado. Y como el Rey le trujese siempre
-suspenso con sus dilaciones, como habia hecho á su padre, y un dia
-se le quejase diciendo que por qué Su Alteza no le hacia merced de
-dalle lo suyo, y confiar del que le serviria con ello fielmente, pues
-lo habia en su corte y casa criado, el Rey le respondió: «Mirad,
-Almirante, de vos bien lo confiaria yo, pero no lo hago sino por
-vuestros hijos y sucesores.» Luégo él dijo al Rey: «Señor, ¿es razon
-que pague y pene yo por los pecados de mis hijos y sucesores, que por
-ventura no los terné?» Esto me dijo un dia el Almirante, hablando
-conmigo en Madrid cerca de los agravios que rescebia, el año de 516,
-que con el Rey habia pasado. El cual, visto que por vía de suplicacion
-y de merced no le aprovechaba con el Rey nada, pidióle licencia para
-se lo pedir por justicia, y ponerle por demanda que le guardase sus
-privilegios y restituyese en la posesion de los oficios y dignidad y
-jurisdiccion, que su padre, con tantos trabajos y servicios hechos
-á la Corona real de Castilla y Leon, habia merecido y ganado, y de
-que habia sido injustamente desposeido, y por consiguiente, en ello
-muy agraviado; el Rey le dió licencia para que pidiese y siguiese su
-justicia como á él bien visto le fuese. Puso su demanda y representó
-sus querellas; pidió justicia, dióse la voz al Fiscal, dió en diversos
-tiempos diversas y muchas peticiones sobre muchos artículos de lo que
-se sentia dañificado, respondia el Fiscal en muchos artículos harto
-ineptamente, y algunas veces, no con mucha decencia y honestidad. Pidió
-el Almirante que le pusiesen en la posesion de Visorey y Gobernador
-perpétuo de las islas y tierra firme, descubiertas y por descubrir,
-de todo el mar Océano, occidental y meridional, segun que los Reyes
-lo habian concedido á su padre ántes que él fuese á descubrir, por
-contracto que él habia hecho con los Reyes, y su padre, habiendo
-cumplido de su parte lo que ofreció, y los Reyes, dándole lo que le
-prometieron, usó y ejercitó los dichos oficios reales, de los cuales
-habia sido, de hecho y no de derecho, con gran daño y deshonor de su
-persona, despojado, sin haber hecho culpa porque hobiese merecido ser
-así tractado; pidió que en los términos de su Almirantazgo le dejasen
-usar del oficio de Almirante, con las preeminencias y jurisdiccion que
-lo usaban los Almirantes de Castilla, porque así lo tenia concedido por
-los Reyes, y que llevase los mismos derechos que ellos llevar solian.
-Pidió que le diesen la décima del oro y plata y perlas, y otras cosas
-de valor que viniesen y se hobiesen de todas estas Indias, islas y
-tierra firme; tambien el ochavo de todas las ganancias que, destas
-Indias, para el Rey resultasen, pues, cuando fué á descubrir su padre,
-contribuyó con la ochava parte, y con más en todos los gastos. Pidió
-que, para la gobernacion y regimiento de todas las islas y tierra firme
-de su Almirantazgo, eligiese el Almirante tres personas para cada
-oficio, y que el Rey escogiese uno que aquel oficio administrase como
-lo rezaban sus privilegios. Pidió la gobernacion de tierra firme, y la
-del Darien; pidió el repartimiento de los indios, conviene á saber,
-que ya que se hacia que á él pertenecia tener cargo de hacello, como
-fuese oficio de preeminencia y tocase á gobernacion. Pidió, por otros
-42 capítulos, otras preeminencias, de algunas de las cuales abajo se
-hará mencion. Estas y otras muchas cosas y diversas pidió en diversos
-tiempos, segun que de nuevo nacian, y succedian en estas Indias, y
-tocaban ó pertenecian á gobernacion y preeminencia, por ser Visorey y
-Gobernador perpétuo en todas ellas por sus privilegios; pidió tambien
-que no hobiese jueces de apelacion, diciendo que era en perjuicio de su
-vireinado y superioridad, que él sólo debia tener. Y porque el Fiscal
-alegaba que no habia descubierto su padre más de la costa de Paria y
-á Veragua, y por consiguiente no le pertenecia gozar de los bienes de
-lo demas, ni se entendia extenderse sus privilegios en toda la tierra
-firme, recibidos á prueba, probó el Almirante con muy muchos testigos,
-haber sido su padre el primero descubridor della, como lo fué destas
-islas y todas las Indias, y lo mismo resultó de la probanza y testigos
-que el Fiscal hizo, y á todas las réplicas del Fiscal respondió el
-Almirante muy copiosamente, cuyo proceso yo he visto. Y harta ceguedad
-y malicia era calumniar, y ofuscar, y disminuir, y querer aniquilar
-una obra tan ilustre y hazañosa, y que en el mundo nunca otro tal, á
-Reyes, servicio se hizo, debiéndola todos de agradecer y remunerar en
-mucho más de lo que se le habia concedido y prometido, pues él cumplió
-y dió á los Reyes, en infinito, más de lo que se habia ofrecido, como
-los mismos Reyes confesaron parte, por una carta que le escribieron
-de Castilla el año de 1494 á esta isla, y despues se ha visto asaz.
-Andando en este pleito, el Consejo de las Indias, en diversos tiempos,
-hizo ciertas declaraciones, una en Sevilla, y otra en la Coruña, sobre
-algunos de los artículos que el Almirante por sus peticiones pedia.
-En la de Sevilla, se contiene lo siguiente. «Que al Almirante y á sus
-sucesores pertenecen la gobernacion y administracion de la justicia,
-en nombre del Rey é de la Reina, nuestros señores, é del Rey é Reina,
-que por tiempos fueren en estos reinos de Castilla, así de la isla
-Española como de las otras islas, que el almirante D. Cristóbal Colon,
-su padre, descubrió en aquellas mares, é de aquellas islas que por
-industria del dicho su padre se descubrieron, con título de Visorey
-de juro y de heredad, para siempre jamás, para que por sí ó por sus
-Tenientes é oficiales de justicia, conforme á sus privilegios, pueda
-ejercer y administrar la jurisdiccion civil é criminal, de las dichas
-islas, como é de la manera que los otros Visoreyes é Gobernadores lo
-usan, é pueden y deben usar en los límites de su jurisdiccion, con
-tanto que las provisiones que por el dicho Almirante é sus sucesores se
-libraren y despacharen, hayan de ir agora por D. Hernando y doña Juana,
-é despues de los dias del Rey é Reina, nuestros señores, por el nombre
-de Rey ó Reina que por tiempos fueren en estos reinos de Castilla, é
-las provisiones é mandamientos que por Tenientes é Alcaldes, y otros
-oficiales, ansí del mismo Almirante como de sus sucesores se libraren
-ó firmaren, ó cualquiera ejercicio de justicia que en las dichas islas
-se hagan, digan: Yo, fulano, Teniente ó Alcalde de tal lugar é isla,
-por el Almirante Visorey ó Gobernador de la tal isla ó islas, por el
-rey D. Hernando é reina Doña Juana, nuestros señores, y despues de sus
-dias por el tal Rey ó Reina que por tiempo fueren, como dicho es, y
-que si en otra manera fueren las dichas provisiones y mandamientos,
-que no sean obedecidas ni cumplidas.» En la Coruña se tornó á declarar
-el mismo artículo, por la forma siguiente: «Mandamos y declaramos que
-el dicho Almirante tiene derecho de Gobernador é Visorey, así de la
-isla Española, como de las otras islas que el almirante D. Cristóbal
-Colon, su padre, descubrió en aquellas mares, é de aquellas islas, que
-por industria del dicho su padre se descubrieron, conforme al asiento
-que se tomó con el dicho Almirante, su padre, al tiempo que se hizo la
-capitulacion para ir á descubrir, é conforme á la declaracion que fué
-hecha por los del Consejo en la ciudad de Sevilla.»
-
-Declaracion de Sevilla. «Que la décima parte del oro é de las otras
-cosas que pertenecen al dicho almirante D. Diego Colon, en las dichas
-islas, por virtud de la dicha capitulacion, que el Rey, nuestro
-señor, é la Reina, nuestra señora, que hayan gloria, hicieron con
-el dicho D. Cristóbal Colon, su padre, en el Real de sobre Granada,
-que pertenece al dicho almirante D. Diego Colon y á sus sucesores,
-por juro de heredad, para siempre jamás, para que pueda hacer dello
-lo que quisiere y por bien tuviere. Item, que de los diezmos
-eclesiásticos, que á Sus Altezas pertenecen en las dichas islas, por
-bulas apostólicas, así del oro como de las otras cosas, que al dicho
-Almirante, D. Diego Colon, ni á sus sucesores no pertenece parte ni
-cosa alguna. Item, que de las penas que pertenecen ó pertenecieren á
-la Cámara de Sus Altezas é á la de los Reyes, que por tiempo fueren en
-estos reinos de Castilla, así por leyes destos reinos como arbitrarias,
-que se han impuesto ó impusieren para la dicha Cámara, que al dicho
-Almirante, ni á sus sucesores, no les pertenece cosa alguna, salvo que
-todas enteramente pertenecen á Sus Altezas; pero que las penas que,
-por leyes destos reinos, pertenecian á las justicias é jueces dellos,
-que éstas enteramente pertenecen al dicho Almirante y á sus oficiales.
-Item, declaramos que al dicho Almirante no se le debe, ni ha de haber,
-décima de aquellas cosas que Nos rescebimos, y podemos rescebir en las
-dichas islas é tierra firme, por derecho de superioridad ó dominio, en
-tal manera que el dicho Almirante no debe de haber décima de aquello
-que Nos rescebimos ó podemos rescebir, á causa de las imposiciones
-hechas ó que de aquí adelante se hicieren, así como son gabelas, que
-comunmente se llaman almoxarifazgo, con otros servicios.» Item, dice la
-de Sevilla: «Declaramos que las apelaciones que se interpusieren de los
-Alcaldes ordinarios de las ciudades, villas é lugares, que agora son, ó
-por tiempo fueren en las dichas islas, que fueren Alcaldes por eleccion
-é nombramiento de los concejos, que aquellas vayan primeramente al
-dicho Almirante ó á sus Tenientes, é dellos vayan las apelaciones á Sus
-Altezas é á sus Audiencias, ó á aquellos que por su mandado hobieren de
-cognoscer de las causas de las apelaciones de las dichas islas. Item,
-que Sus Altezas puedan poner en las dichas islas, cada y cuando les
-pareciere que conviene á su servicio, jueces de apelacion estantes en
-ellas ó fuera dellas, los cuales puedan cognoscer de las dichas causas
-de apelaciones, contenidas en su primer capítulo, é que para ésto no
-embarguen los privilegios del dicho Almirante.»
-
-Declaracion de la Coruña, dice así: «Que de las sentencias que los
-dichos nuestros Alcaldes ordinarios, por Nos nombrados, dieren y
-pronuciaren, así en las causas criminales como en las civiles, se
-puedan apelar y apelen para los dichos Alcaldes, nombrados por el
-dicho Almirante, nuestro Visorey. Item, que de las sentencias dadas
-por los dichos Alcaldes, nombrados por el dicho Almirante, como
-nuestro Visorey, se pueda apelar y apele para delante de los jueces de
-apelacion por Nos nombrados en las dichas ínsulas é tierra firme, para
-cognoscer y determinar las dichas causas. Item, que de las sentencias
-que los dichos nuestros jueces de apelacion dieren ó pronunciaren, sea
-lícito é puedan apelar é suplicar para ante Nos, para que Nos mandemos
-determinar é determinemos las dichas causas, por Nos é por los de
-nuestro Consejo real, residente en estos nuestros reinos de Castilla,
-con tanto que las causas sean de la cuantidad que por Nos está ordenado
-y mandado.»
-
-En Sevilla. «Que las apelaciones que se interpusieren de los Alcaldes
-ordinarios de las ciudades, villas é lugares, que agora son, ó por
-tiempo fueren, en las dichas islas, que fueren Alcaldes por eleccion é
-nombramiento de los concejos, que aquellas vayan primeramente al dicho
-Almirante, ó á sus Tenientes, y dellos vayan las apelaciones á Sus
-Altezas, ó á sus Audiencias, ó á aquellos que por su mandado hobieren
-de cognoscer de las causas de las apelaciones de las dichas islas.»
-
-Declaracion de la Coruña. «Que en las dichas islas y tierra firme, y
-en las ciudades, villas y lugares dellas, donde se extiende el dicho
-Almirantazgo, Nos podamos criar é nombrar, é nombremos, é criemos
-Alcaldes ordinarios, y en nuestro nombre los elijan y nombren los
-pueblos, como hasta aquí se ha hecho; los cuales puedan cognoscer y
-cognoscan, en prima instancia, cualesquiera causas civiles é criminales
-pertenecientes á su jurisdiccion. Item, que los Jueces ante quien se
-principiaren cualesquier causas é negocios, que aquellos jueces las
-determinen hasta la sentencia definitiva, é no se puedan entremeter
-otros jueces, si no fuere por apelacion.»
-
-
-
-
-CAPÍTULO XLVIII.
-
-En el cual se prosiguen las declaraciones del Consejo, en Sevilla y en
-la Coruña.
-
-
-Declaracion de la Coruña. «Que el dicho Almirante, si quisiere, pueda
-deputar y enviar una persona en la casa de la Contractacion de las
-Indias, la cual asista con los nuestros oficiales, por Nos nombrados y
-deputados en la dicha casa, para ver lo que así se hace en el tracto y
-negociacion de las dichas Indias y tierra firme, donde su Almirantazgo
-se extiende, porque tenga cuenta y razon de los que al dicho Almirante
-pertenecen; con tanto, que la tal persona sea idónea y suficiente, y
-presentada y notificada á Nos.»
-
-Declaracion en Sevilla. «Que cada y cuando á Sus Altezas pareciere
-que conviene á su servicio é á la examinacion de su justicia, é á los
-dichos Rey é Reina, que por tiempo fueren en estos dichos reinos,
-puedan mandar tomar residencia al dicho Almirante é á sus oficiales,
-conforme á las leyes destos Reinos.»
-
-Y porque el Almirante dió en cierto tiempo cuarenta y dos capítulos de
-las cosas de que se agraviaba, respondiósele á algunos en Sevilla, y
-despues en la Coruña.
-
-Una respuesta en Sevilla fué, «que á Sus Altezas ó á quien su poder
-hobiere pertenecer el repartimiento de los indios de las dichas Indias,
-y no al Almirante.»
-
-Respuesta en la Coruña. «Que pues Dios crió á los indios libres, é no
-subjectos ni obligados á ninguna servidumbre, que de aquí adelante se
-guarde lo que sobre ello está acordado é determinado.» En la márgen
-dice ésto: «Declarado por los del Consejo, en la Coruña, que de
-aquí adelante no se deputen y nombren Visitadores con jurisdiccion,
-sino solamente que visiten los indios, y hagan pesquisa si han
-hecho algunas cosas malas contra nuestra fe, para que se aparten y
-abstengan dellas; y si hallaren algunos haber hecho y cometido algunas
-cosas ilícitas y prohibidas, las declaren y notifiquen á sus jueces
-competentes, para que sobre todo puedan debidamente proveer como más
-convenga.» Aquesto se proveyó porque un Visitador pidió el oficio
-de Visitador en Castilla, y lo hobo por una mula que dió á cierta
-persona, nunca se habiendo proveido el tal oficio, en Castilla ni
-acá, de aquella manera, sino como arriba dejamos dicho. Este vino á
-esta isla, y, en muy pocos dias, robó dos ó tres mil castellanos, no
-á los indios, porque no tenian más de los pellejos á cuestas, y los
-trabajos donde los mataban, sino á los españoles, de cohechos, porque
-disimulasen los malos tratamientos que á los indios hacian. Argúyese
-aquí la ceguedad del Consejo en decir que solamente visitasen los
-indios é hiciesen pesquisa si los indios hacian cosas malas contra
-nuestra fe, etc. Ignoraba el Consejo lo que no le era lícito ignorar,
-conviene á saber, que los desdichados opresos de los indios si sabian
-qué hacer contra nuestra fe, como nunca hobiesen tenido doctrina ni
-cognoscimiento de Dios, más que cien años ántes, ni aunque quisieran
-no podian, como, dias y noches, otro espacio ni movimiento tuviesen,
-sino morir en los trabajos de las minas, y en los que por ellas y á
-ellas se conseguian. El mayor pecado de los tristes otro no era, sino
-desear comer quequiera, porque, de pura hambre, aunque no trabajaran,
-murieran como morian. Así que los Visitadores que se proveyeron en esta
-isla, no se proveyeron para pesquisar si los indios hacian cosas contra
-la fe, porque bien se sabia que no las hacian, sino para los afligir
-cruelmente á azotes si se iban de las minas, ó si, á los en quien
-estaban repartidos, á sabor de paladar no servian, y tambien para que
-no consintiesen que los tuviesen más en las minas, y en otros trabajos,
-de lo que ordenado estaba; pero desto segundo ningun cuidado se tenia,
-de lo primero sí, porque no faltasen un punto en el servicio á los
-que los destruian. Así que de todo esto, el Consejo, poca ó ninguna
-noticia tenia, pues creia que los Visitadores se ordenaban para que
-hiciesen pesquisa si los indios algunas cosas malas contra nuestra fe
-cometian; de donde asaz parece, que las ignorancias del Consejo, así
-del hecho como del derecho, tienen asoladas las Indias. Tornando al
-propósito de las declaraciones, respondióse á lo mismo que el Almirante
-pedia, de que le pertenecia el repartimiento de los indios, en lo cual
-pedia para su alma el cuchillo, que el nombre de Visorey é título de
-Almirante, y provision de Gobernador, no impide ni contradice para
-que el Rey no pueda proveer y mandar las cosas que convengan para la
-buena gobernacion de sus reinos y estados, como arriba es dicho, y por
-esto no es agravio lo contenido en este capítulo; cuanto más que los
-Visitadores, por leyes destos reinos, son permitidos para que puedan
-visitar y cognoscer y determinar en las cosas pertenecientes á su
-visitacion. Dice más cerca desto en la márgen de la declaracion de la
-Coruña, que Su Alteza mandó y proveyó ésto, por los inconvenientes que
-habia entre los oficiales de justicia, así para los indios que tenian
-ellos, como para sentenciar en lo de los otros; y que así lo entiende
-Su Alteza mandar en todos los otros oficiales de justicia, porque ansí
-conviene para el buen tractamiento de los indios, y para la buena
-gobernacion de aquella tierra. No he podido caer á qué propósito se
-diga desta declaracion, porque no está más desto en aquel proceso.
-
-Declaróse en la Coruña tambien: «Que á cada uno sea lícito acusar
-al juez del dicho Almirante, si se tuviese por agraviado dél, ó
-pretendiere haber hecho y perpetrado alguna cosa digna de castigo
-y punicion. Item, que Nos podamos nombrar y deputar, é nombremos é
-deputemos juez de residencia que resciba residencia contra los jueces
-nombrados y deputados por el dicho Almirante, é por virtud de sus
-privilegios constituidos; el cual pueda á los dichos jueces suspender
-ó quitar de sus oficios, si á él bien visto fuere, con tanto que en
-lugar de los dichos jueces, que así fueren suspendidos é removidos, el
-dicho Almirante pueda nombrar y constituir otros, que usen la misma
-jurisdiccion é oficio que usaban los suspendidos é removidos, ántes de
-su suspension é remocion, é que no puedan volver las varas á aquellos
-hasta que hayan hecho residencia. Item, que contra el dicho Almirante
-no se tome residencia, sino de los modos é formas pasadas en los
-capítulos ántes deste.»
-
-En la Coruña. «Que los delitos que se cometieren y contractos que se
-hicieren en la mar, do es el Almirante, entre las personas que fueren
-á las dichas Indias, á donde se ejerce el dicho oficio, que pueda
-cognoscer. Item, que si el Almirante lleva algunos derechos, que esté
-pendiente el pleito sobre ello entre el reino y el Almirante, y que
-se determine en el Consejo. Que de lo que se trujere de las partes
-que descubrió el Almirante, su padre, se le acuda conforme á la
-Capitulacion.»
-
-Item, en la Coruña se declaró: «Que en las dichas ínsulas é tierra
-firme, donde el dicho su Almirantazgo se extiende, no se puedan hacer
-ni se hagan ayuntamientos generales, sin intervencion del dicho nuestro
-Visorey, ó de la persona por él nombrada, y de los del Consejo ó jueces
-de apelacion por Nos nombrados. Pero que los oficiales reales de las
-ciudades, villas é lugares, siendo llamados algunos buenos y probos
-varones de los mismos lugares, si á ellos bien visto fuere, puedan
-hacer y hagan ayuntamientos particulares, para los negocios que tocaren
-particularmente á la utilidad é provecho de los dichos lugares; y que
-en tanto que el Visorrey ejerciere el oficio por su persona, donde se
-hallare presente que se haga.» Y aquesto de juntarse el Almirante con
-los jueces é oficiales, Su Alteza lo mandó por honrar su persona, que
-así no se entiende á sus Tenientes.
-
-Item, declaróse en Sevilla. «Que la provision de sus escribanías de los
-concejos, y del número, de los lugares, pertenecer al Rey, pero las
-del juzgado del Almirante, pertenecer al Almirante ó á quien su poder
-tuviese, con tanto que los escribanos que pusiese tuviesen títulos de
-escribanos del Rey.»
-
-Otras cosas muchas pidió y fueron declaradas por el Consejo de las
-Indias, pero porque no fueron pedidas por vía de pleito y por tela de
-juicio, sino por vía de negociacion y expediente, fueron despues dadas
-por ningunas, por ciertos jueces que el Rey señaló, ante los cuales
-anduvo muchos años el pleito. Esto se ha referido aquí, porque sepan
-los venideros algunas cosas, de toda especie, de las pasadas, y porque
-vean cuán transitorias son las mercedes que los Reyes hacen, y con
-cuántos trabajos y dificultad se alcanzan, y cómo en este mundo los
-grandes servicios se pagan; y todo ésto áun se verá más claro adelante.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XLIX.
-
-
-Las peticiones y capítulos y pleitos que aquí quedan señalados hemos
-referido por anticipacion, por no tornar despues á repetillos, porque,
-como se ha dicho, fueron propuestos en diversos tiempos; año de 511
-algunos, y en él se hicieron en Sevilla las declaraciones; año de
-12 otros, en Burgos, y otros año de 16, en Madrid, y año de 20 se
-declararon en la Coruña, y otros año de 524. Pero los primeros y el
-primer pleito se comenzó el año de 508, en el cual, como el Almirante
-áun no se hobiese casado esperando que se determinase su justicia,
-porque de allí dependia casar bien ó mejor, acordó, finalmente, casarse
-con Doña María de Toledo, hija de D. Hernando de Toledo, Comendador
-Mayor de Leon, hermano de D. Fadrique de Toledo, duque de Alba,
-primos hijos de hermanos del Rey católico, el cual, de los grandes de
-Castilla, era el que más en aquellos tiempos con el Rey privaba. Y
-no pudo el Almirante llegarse á casa de grande del Reino, que tanto
-le conviniese, para que con favor expidiese sus negocios, ya que no
-le valia justicia, que la del duque de Alba, allende que cobró por
-mujer una señora prudentísima y muy virtuosa, y que en su tiempo, en
-especial en esta isla y donde quiera que estuvo, fué matrona ejemplo
-de ilustres mujeres. Celebrado, pues, aqueste casamiento, el duque de
-Alba insistia mucho con el Rey que pusiese al almirante D. Diego en la
-posesion de la dignidad y oficios que habia ganado su padre, pero el
-Rey, cuanto podia, complia con el Duque de palabras, con las cuales
-el Duque, y con la dilacion, algunas veces rescibia mucho enojo, y
-como privado y tan conjunto en sangre, y tambien, porque estando el
-Rey en Nápoles, y muerto el rey D. Felipe, le sirvió mucho, y para
-que á estos reinos tornase fué grande parte, no dejaba de mostrárselo.
-Y áun díjose que ántes que viniese de Nápoles, ó estando en Nápoles
-el Duque, se lo habia por cartas suplicado, y el Rey prometídoselo,
-porque debia desde aquel tiempo el casamiento de tractarse. Finalmente,
-de grado, ó vencido de las suplicaciones del Duque y tambien del
-Comendador Mayor de Leon, su hermano, que despues del Duque no era
-poco su privado y su cazador mayor, el Rey determinó enviar á esta
-isla, con nombre solamente de Almirante y Gobernador de las Indias, al
-dicho D. Diego Colon, segundo Almirante. Pero primero que le diese los
-poderes, quiso poner el Rey aqueste resguardo, como si no tuviera el
-Almirante privilegios ya de ello ganados, y adquirido derecho á todo
-aquel Estado, y tractara de nuevo con algun estraño. El resguardo fué
-protestar que no era su intincion, por los poderes que le habia de
-dar, concedelle más derecho del que tenia pleiteando, y por esto mandó
-despachar una Cédula del tenor siguiente:
-
-El Rey:--«Por cuanto yo he mandado al Almirante de las Indias que vaya
-con poder á residir y estar en las dichas Indias, á entender en la
-gobernacion dellas, segun en el dicho poder será contenido, háse de
-entender que el dicho cargo y poder ha de ser sin perjuicio del derecho
-de ninguna de las partes. Fecha en la villa de Arévalo á 9 dias del mes
-de Agosto de 508 años.--Yo el Rey.--Por mandado de Su Alteza, Miguel
-Perez de Almazán.»--Y en las espaldas de la dicha Cédula, «Acordada», y
-estaba hecha una señal.
-
-Bien parece con la gana que el Rey le despachaba, que áun no dice con
-mi poder, sino con poder, etc. Por manera, que no le dió mayor ni más
-poder que habia dado al comendador Bobadilla y al Comendador Mayor,
-que, al presente, aquesta isla gobernaba, que no se les habia dado más
-de como á postizos y temporales que no habian de durar sino cuanto
-fuese su voluntad. Y así, llevó el mesmo salario que el Comendador
-Mayor tenia, y mandó que en Sevilla se le diese su pasaje, ó ayuda para
-él, de la manera que al dicho Comendador Mayor se habia dado; y sobre
-aquesta razon, el Rey le dió esta Cédula:
-
-El Rey:--«Nuestros oficiales de la casa de la Contractacion de las
-Indias, que residís en la ciudad de Sevilla, ya sabeis como he proveido
-de nuestro Gobernador de las dichas Indias al almirante D. Diego Colon,
-el cual va á usar del dicho cargo, y porque mi voluntad es que en lo de
-su pasaje se haga con él como se hizo con el Gobernador que agora es,
-al tiempo que paso á las dichas Indias, por ende yo vos mando que veais
-los libros que teneis del dicho tiempo, y todo lo que halláredes que se
-hizo con el dicho Gobernador, así en el pagar de su pasaje y licencia
-de bestias y otras cosas, lo hagais y cumplais con el dicho Almirante,
-sin que falte cosa alguna, que yo por la presente, si necesario es,
-doy licencia para ello por esta vez. Hecha en el Realejo, á 13 dias de
-Diciembre de 1508.--El Rey.--Por mandado de Su Alteza, Lope Conchillos.»
-
-Entre otras Cédulas le mandó dar la siguiente, la cual puesto que
-pareció favorable, y quizá la pidió el Almirante, porque supo que tenia
-otra tal el Comendador Mayor, pero á lo que cognoscimos le fué harta
-ocasion para que le durase poco la gobernacion, é se viese en muchos
-lazos, por no cumplir la voluntad é interese de los privados del Rey, y
-que estaban á su lado:
-
-El Rey:--«D. Diego Colon, Almirante de las Indias y nuestro Gobernador
-dellas, porque podria ser que por yo no ser bien informado, mande
-despachar algunas cartas para las dichas Indias, en cosa que viniese
-perjuicio á nuestro servicio, yo vos mando que veais las tales cartas
-y las obedezcais, y en cuanto al cumplimiento nos lo hagais luégo
-saber, para que sobre ello os envie á mandar lo que se haga; pero
-en recibiendo nuestro segundo mandado, obedeceldas y complildas
-enteramente como os lo enviare á mandar, sin poner en ello dilacion
-alguna. Fecha en el Realejo, á 13 de Diciembre de 1508. Yo el Rey.--Por
-mandado de Su Alteza, Lope Conchillos.»
-
-Dióle poder para tomar residencia al Comendador Mayor y á sus dos
-Alcaldes mayores. Habidos los despachos y besado las manos al Rey,
-se partió el Almirante con su mujer, Doña María de Toledo, para
-Sevilla, con mucha casa; trujo consigo á sus dos tios, el Adelantado D.
-Bartolomé Colon, y D. Diego Colon, hermanos de su padre, de quien ya en
-el libro I hablamos muy largo. Trujo tambien consigo á su hermano don
-Hernando Colon, y algunos caballeros é hijos dalgo, casados, y algunas
-doncellas para casar, como las casó despues en esta isla con personas
-honradas y principales; trujo por Alcalde mayor á un licenciado,
-Márcos de Aguilar, natural de la ciudad de Ecija, muy buen letrado y
-experimentado en oficios de judicatura, en especial habia sido Alcalde
-de la justicia en Sevilla, que es en ella muy principal cargo; trujo
-á un licenciado Carrillo, tambien de quien abajo se dirá. Partió de
-Sant Lúcar con una buena flota, creo que por fin de Mayo, ó principio
-de Junio; trujo muy próspero tiempo y felice viaje, y entró por este
-puerto desta ciudad de Sancto Domingo, por el mes de Julio, año de
-1509.
-
-
-
-
-CAPÍTULO L.
-
-
-A la sazon que el Almirante llegó á este puerto, el Comendador Mayor
-estaba en la tierra dentro, en la villa de Santiago, 40 leguas desta
-ciudad, porque holgaba estar allí alguna parte del año, cuando podia,
-por la sanidad y alegría del pueblo, y tener una legua de allí aquel
-rio muy gracioso, llamado Yaquí; allende tambien que se iba allí,
-por estar más cerca de las otras villas dichas, para, los que con él
-quisiesen venir á negociar, escusarles el trabajo de venir á esta
-ciudad. Ya dijimos tambien arriba, como habia puesto á un sobrino
-suyo, llamado Diego Lopez de Salcedo, por Alcaide desta fortaleza, el
-cual tambien acaeció estar fuera de aquí en una hacienda ó estancia
-suya, cerca de aquí, por ventura para volver á dormir á ella, cuando
-el Almirante vino. Pues como ninguno hobiese en la fortaleza, que
-tuviese cargo de guardalla, aquel dia, sino fuesen gente de servicio,
-así como lo supo el Almirante y desembarcó, fuése derecho con su mujer
-y casa á aposentar en ella. Cuando el Alcaide vino, halló que otro la
-poseia y mandaba la tierra. Escribióse luégo al Comendador Mayor como
-el Almirante era venido, el cual, sabido el descuido de su sobrino
-en la fortaleza, hobo gran enojo, y reprendiólo ásperamente, y tuvo
-razon. Llegado á esta ciudad, fué luégo á ver al Almirante y á doña
-María de Toledo, su mujer, los cuales le hicieron grande y gracioso
-recibimiento, y él no menor reverencia á ellos. Hobo grandes fiestas
-y representaciones, estando todos tres y los tios y hermano del
-Almirante presentes, donde tambien ocurrieron de toda la isla muchos
-caballeros y muy lucida gente. Acabadas las fiestas ó casi en ellas,
-para las aguar, porque no haya en esta vida consuelo ni alegría sin
-mezcla, sobrevino una tormenta y tempestad de las que hay por estas
-mares y tierras, que los indios llamaban huracán, la última luenga, que
-no dejó de toda esta ciudad cuasi casa enhiesta. Eran entónces las
-casas de paja y de madera, y habia pocas de piedra. Destruyó las más
-de las naos que estaban en este puerto, y entre ellas la en que habia
-venido el Almirante, que fué muy grande y muy hermosa, con 500 ó 600
-quintales de bizcocho que áun no se habia desembarcado, y otras cosas
-que allí en ella se perdieron. Tomóse la residencia al Comendador Mayor
-y á sus dos Alcaldes mayores; bien creo que la dieron buena, porque
-como el Comendador era tan prudente, amigo de justicia y bueno, no les
-consintiera hacer cosa que no debiesen, y tambien porque el licenciado
-Alonso Maldonado era muy hombre de bien, justiciero y que se holgaba
-siempre más de concertar los pleiteantes que no que viniesen ante él á
-pedir su derecho. El otro bachiller Ayllon, que presidia en la Vega,
-no era tan humano, y algunas injusticias hizo. Y es aquí de considerar
-juntamente y de reir, aunque con más verdad podríamos afirmar que con
-justa razon era cosa de llorar, que no se hacia entónces, y, en muchos
-años despues, cuenta ninguna, en las residencias, de los agravios y
-perdicion que padecian los indios, y que todos los jueces eran en
-destruillos, y los consentian oprimir é destruir, más que si aquellos
-delitos fueran ir á cortar madera de los árboles que nunca tuvieron
-dueño. Todas las culpas que venian á parar á las residencias, y que
-eran por culpas tenidas, no eran otras sino si el juez habia dicho
-alguna mala palabra segun la soberbia entónces habia, ó si lo echó
-en la cárcel por palabras que dijo á otro que de tanta pena no eran
-dignas, ó si le impidió que no echase tan aína los indios á las minas.
-Estas y otras culpas semejantes se acusaban y ponian por cargos á los
-Gobernadores y jueces en las residencias, no que hobiesen asolado
-y muerto en las minas y trabajos, cada demora, 100 y 200 indios,
-hécholos azotar, y apalear y matar de hambre, muy más cruelmente
-que los otros crueles vecinos. Y debiérase tomar residencia y dar
-por cargo al Comendador Mayor, haber inventado el cruel y tiránico
-repartimiento, por el cual desposeyó á los señores naturales de sus
-señoríos, privóles de su natural libertad, y hízolos servir, habiendo
-de ser servidos; deshizo los pueblos, y todos los indios desta Isla
-entregó en servidumbre, desparcidos, á sus capitales enemigos, que los
-consumieron, y que cada demora via que se acababan, y no curaba dellos
-ni á ponelles remedio se movia. De cómo los dejó morir sin fe y sin
-Sacramentos, y otras infinitas injusticias que les hizo y les consintió
-hacer, dignísimas de capital y durísimo castigo. Si estos cargos se le
-pusieran y se hobieran de castigar en él y en sus Alcaldes mayores,
-pero en él principalmente, manifiesto es á quien tuviera juicio, que no
-pagara, aunque, siendo suyos, vendiera los reinos de Castilla y con mil
-vidas que tuviera; pero miedo tengo que no fué digno que destas culpas
-hiciese residencia en esta vida, plega á Dios, que la que Dios le tomó
-en su divinal juicio, le haya sido favorable, porque, en verdad, yo le
-amaba, fuera destos yerros en que ciegamente incurrió. Y porque se vea
-más claro la ceguedad suya ó de los jueces suyos y de aquel tiempo,
-quiero referir una cosa, que mostrará la rectitud de la justicia, ó,
-por mejor decir, la estulticia de que aquellos usaban, y en qué estima
-tenian á los inocentes indios, que pecaban los pecadores y pagaban la
-pena los justos y que eran sin culpa. Hacia un delito grave, ó ménos
-grave, un español, no porque matase indio ni lo tractase mal, porque
-éstas no eran culpas ni jamás se castigó por ellas hombre alguno, sino
-por otras causas que ofendiesen unos españoles á otros, la pena comun
-y cuotidiana que cada dia se daba, era, que aquel hiciese á su costa
-tal camino, ó diese tantos peones, ó hiciese otras obras públicas. La
-costa era, que enviaba á los tristes opresos indios que tenia, para que
-derrocasen y allanasen las sierras y levantasen los valles, con sus
-sudores y trabajos, hambreando y llorando, y algunos exalaban allí el
-espíritu. Estas eran las sentencias que los jueces daban y las penas
-que padecian los españoles por sus delitos, no haciendo más caso de
-las ánimas de los indios, que si fueran caballos ó otros animales, y
-los condenaban en que dieran tantas bestias para traer tantas cargas,
-ó carretadas, etc. Esta ceguedad, con las demas que arriba se han
-notado, ¿cómo pudieron al Comendador Mayor y á sus jueces por alguna
-causa ó color escusar? pero pasemos adelante. Tomada la residencia
-tal cual, porque en lo demas que no tocase á indios no hallo cosa
-(porque yo estuve aquí lo más del tiempo que él gobernó), en que con
-razon algun español dél pudiese quejarse, aparejó para se partir para
-Castilla, como el Rey le envió á mandar. Este Comendador Mayor tuvo sus
-repartimientos de indios que tomó para sí; no creo que echó algunos
-á las minas, sino para que le hiciesen labranzas de caçabí é de los
-fructos de la tierra, para mantener la gente de su casa, porque para
-su persona todo le venia de Castilla, y así tenia estancias ó granjas,
-como las llaman en España. Yo cognoscí una con muchos indios en la
-Vega, junto á la ciudad de la Concepcion, y otra ó otras creo yo que
-tenia cerca desta ciudad de Sancto Domingo; la que yo cognoscí en la
-Vega, no tuvo más doctrina para los indios, ni hobo mayor cuidado
-dellos en ella, que tuvieron los otros españoles vecinos, que ni por
-pensamiento les pasaba tenerlo. Cosa fué aquesta digna de maravilla,
-que tanta ceguedad hobiese, aunque no se sirvieran de los indios, en
-olvidar aquel precepto divino que todos tenemos, de enseñar é instruir
-á los que ignoraban las cosas divinas, sin el cognoscimiento de las
-cuales salvarse los hombres es imposible, cuanto más sirviéndose
-destas gentes que con sus trabajos y angustias, y con perdicion de
-su libertad y de sus propias vidas, parecian comprar la doctrina
-de Cristo. Tuvieron tambien repartimientos de indios sus Alcaldes
-mayores, y ninguno los dejaba de tener de los que acá tenian del Rey
-oficios. La hacienda principal que el Comendador Mayor acá tuvo, que yo
-sintiese, era una renglera de casas que hizo edificar en la calle de la
-Fortaleza, que está más propincua al rio, en ambas á dos aceras; las de
-una acera dejó para el Hospital de los pobres de esta ciudad de Sancto
-Domingo, y las de la otra para su órden de Alcántara, que milita debajo
-de la bandera de Sant Benito. Díjose que pidió dineros prestados para
-salir desta isla. Finalmente, fué, cierto, ejemplo de honestidad y de
-ser libre de cudicia este buen caballero en esta isla, donde pudiera
-con mucha facilidad, en lo uno y en lo otro, corromperse. Despachó el
-Almirante á su hermano don Hernando, que seria de edad de diez y ocho
-años, para que fuese á estudiar á Castilla, porque era inclinado á
-las ciencias y á tener muchos libros, y enviólo por Capitan general
-de la flota, donde fué el Comendador Mayor por súbdito suyo cuanto
-duró la navegacion; cosa fué notada, que una persona tan señalada y
-digna de veneracion, y en dignidad de Comendador Mayor constituido,
-y que habia sido Gobernador mayor de todas las Indias, fuese subjeta
-de un muchacho de diez y ocho años; no pareció bien áun á los mismos
-que querian bien al Almirante. A la sazon era Presidente del Consejo
-real D. Alvaro de Portugal, hermano del duque de Berganza, portugués,
-pariente de la reina doña Isabel, y que fué privado de los Reyes, que
-se vino á Castilla en tiempo de las guerras y discordias que hobo en
-aquellos tiempos entre Castilla y Portugal; oí decir, que habia dicho
-el D. Alvaro, que habia de hacer tomar una residencia al Comendador
-Mayor, que otra tal no se hobiese tomado, amenazándolo. Sospeché yo que
-lo habia dicho por haber tenido noticia del estrago que habia hecho el
-Comendador Mayor en la provincia de Xaraguá, quemando tantos señores
-juntos, y ahorcando á Anacaona, hermana de Behechío, rey de allí; no
-se si en la sospecha me engañé. De aquella matanza é injusticia tan
-inhumana, en el cap. 9.º hicimos mencion. Finalmente, partió desta isla
-el Comendador Mayor, por el mes de Setiembre del mismo año de 509, y
-llegó á Castilla, bueno, al cabo del año. De cómo lo rescibió el Rey,
-no lo supe, mas de que estando el Rey en Sevilla, y mandando celebrar
-Capítulo la órden de Alcántara, en el mismo Capítulo, en cuatro dias,
-murió, muy pocos dias despues que hobo de acá llegado. Ya habrá visto
-cómo acertó en inventar ó entablar el repartimiento de los indios, y
-desparcillos entre los españoles como si fueran cabras, pestilencia
-vastativa y cruel que todas estas Indias ha estirpado, y las otras
-obras que cerca y contra los indios hizo.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LI.
-
-
-Lo que conviene aquí tractar, segun la órden de nuestra historia, es
-de la persona y gobernacion del segundo Almirante, llamado D. Diego
-Colon; el cual, segun parece por lo que vivió, más fué heredero de
-las angustias é trabajos y disfavores de su padre, que del Estado
-honras y preeminencias que con tantos sudores y aflicciones ganó.
-Fué persona de grande estatura, como su padre, gentil hombre, y los
-miembros bien proporcionados, el rostro luengo, y la cabeza empinada,
-y que representaba tener persona de señor y de autoridad; era muy
-bien acondicionado, y de buenas entrañas, más simple que recatado ni
-malicioso; medianamente bien hablado, devoto y temeroso de Dios, y
-amigo de religiosos, de los de Sant Francisco en especial como lo era
-su padre, aunque ninguno de otra órden se pudiera dél quejar, y mucho
-ménos los de Sancto Domingo. Temia mucho de errar en la gobernacion
-que tenia á su cargo, encomendábase mucho á Dios suplicándole lo
-alumbrase para hacer lo que era obligado; trujo poder de encomendar
-los indios desta isla; porque, fuera desta, no habia poblacion de
-españoles en otra parte, ni habian en otra parte destas Indias entrado
-de asiento á los sojuzgar y estragar. Tomó indios para sí y para Doña
-María de Toledo, su mujer, y diólos á sus tios el Adelantado y D.
-Diego y á sus criados y personas honradas que vinieron de Castilla con
-él, aunque algunos trujeron para que se los diese Cédulas del Rey.
-Fueron tractados los indios, en este tiempo primero del Almirante,
-con la priesa de sacar oro, y con el descuido de proveellos de comida
-y remedio, y para sus corporales necesidades, y en dalles doctrina y
-cognoscimiento de Dios, de la manera y peor que de ántes en tiempo del
-Comendador Mayor. Habia en esta isla cuando el Almirante vino 40.000
-ánimas, que no restaban ya, de tres ó cuatro cuentos, más que matar;
-por manera, que en obra de un año, desque vino el tesorero Pasamonte,
-que dijimos haber 60.000, eran perecidos los 20.000 dellos. Proveyó,
-luégo como vino, sabido las nuevas que habia traido Juan Ponce de
-haber oro en la isla de Sant Juan, de enviar gente y un Teniente
-suyo y Gobernador para que la poblase y gobernase; por su Teniente y
-Gobernador, envió un caballero, natural de la ciudad de Ecija, llamado
-Juan Ceron, y á Miguel Diaz, criado que habia sido del Adelantado,
-su tio, los tiempos pasados, y le habia caido en suerte la mitad del
-grano de oro grande, segun referimos arriba, por Alguacil Mayor; fuese
-tambien á vivir á aquella isla el ya dicho Juan Ponce con su mujer é
-hijos, y un caballero gallego, D. Cristóbal de Sotomayor, hijo de la
-condesa de Camina, y hermano del conde de Camina, Secretario que habia
-sido del rey D. Felipe, que habia venido con el mismo Almirante. Fueron
-tambien otras muchas personas que habian venido con el Almirante,
-desque vieron que ya en esta isla no habia indios para tantos, ni
-sabian donde ir á parar yéndoseles gastando la laceria que habian
-traido de Castilla. Deste caballero, D. Cristóbal de Sotomayor, se
-dijo que el Rey enviaba por Gobernador de esta isla de Sant Juan, y
-que el Almirante acá no lo consintió, pero esto parece no poder ser
-por estas razones: una es, porque aún en Castilla no habia memoria
-de que fuera desta Española se hobiese de poblar tierra alguna, ni
-se sabia della si era tierra para poblarse de españoles ó no, porque
-no habia entrado hombre de los nuestros por ella, mas de saltar en
-la costa para tomar agua y leña; lo otro, porque las nuevas del oro
-della trujo Juan Ponce al Comendador Mayor, y nadie las supo fuera
-desta ciudad, porque cuando él vino con ellas, era ya desembarcado
-el Almirante aquí; lo otro, porque el dicho D. Cristóbal vino sólo y
-mondo, como dicen, con solos sus criados, harto pocos, y no traia de
-Castilla un cuarto para gastar; lo otro, porque el Rey enviaba por
-Gobernador al Almirante de todas estas Indias, y no habia luégo de
-enviar juntamente Gobernador de parte dellas; lo otro, porque quedaba
-pleito pendiente sobre la gobernacion y vireinado de todas ellas,
-mayormente destas islas, de que ninguna duda habia en que fueron
-descubiertas personalmente por su padre, y no haria el Rey luégo, sin
-haber habido sentencia en ello, innovacion. Lo que yo creo, y entónces,
-yo estando presente en esta ciudad, me parece haber sentido, sino me
-he olvidado, que queria el D. Cristóbal que el Almirante lo enviara
-por su teniente de Gobernador, y pienso que al principio lo envió,
-y despues proveyó á Juan Ceron; y paréceme que aquesto es lo ménos
-dudoso, si, como dije, la memoria de cerca de cincuenta años que han
-pasado no me dejó. Finalmente, el uno ó otro duraron en el oficio un
-año ó poco más, y ellos comenzaron á repartir los indios, y fueron
-los primeros que aquesta pestilencia del repartimiento sacaron de
-esta isla y llevaron á la de Sant Juan, y así fué la primera, despues
-desta, que padeció esta plaga y calamidad. Llegado el Comendador Mayor
-á Castilla, ó por hacer bien á Juan Ponce, ó al Almirante mal, hizo
-relacion al Rey de como habia enviado á Juan Ponce á la isla de Sant
-Juan, y habia descubierto mucha cantidad de oro, y que era hombre muy
-hábil y que le habia servido en las guerras mucho, que Su Alteza le
-debia proveer de aquella gobernacion, ó de cargo que en ella mandase.
-El Rey le proveyó de la dicha gobernacion, pero como Teniente del
-Almirante sin que el Almirante le pudiese quitar. Tomada la gobernacion
-por provision del Rey, no le faltaron achaques, ó él se los buscó,
-como es comun costumbre de los jueces acá, cuando quieren vengarse de
-alguno sin tener temor de Dios ni del Rey, como está léjos el recurso;
-prendió al Juan Ceron, y á Miguel Diaz, Alguacil mayor, y enviólos
-presos á Castilla para que se presentasen en la corte, y esta fué la
-primera sofrenada y disfavor que el Almirante, despues de acá llegado,
-rescibió. Luégo, desde á pocos dias, rescibió otra poco menor: Tambien
-vinieron con el Almirante dos hermanos, Cristóbal de Tapia, uno, por
-Veedor de las fundiciones, el cual tenia la marca y sello con que se
-marcaba, despues de fundido, el oro; y el otro, Francisco de Tapia,
-por Alcaide de esta fortaleza, criados entrambos del obispo D. Juan
-Rodriguez de Fonseca, de quien, muchas veces, arriba en el primer libro
-y en éste, habemos hablado. Llegados á esta ciudad y entrado, como se
-dijo, el Almirante y su casa en la fortaleza, presentó Francisco de
-Tapia su provision de como era ya la tenencia della por el Rey; el
-Almirante dilató cuanto pudo el cumplimiento de la provision, estándose
-dentro, reacio, della, pareciéndole, por ventura, que á él pertenecia
-por sus privilegios proveer ó señalar tres personas, y que el Rey
-escogiese una dellas, como en los otros oficios se habia de hacer, y,
-entre tanto, pensó escribir sobre ello. Avisaron los Tapias, segun es
-verisímile, al obispo Fonseca, como el Almirante se habia entrado en
-la fortaleza, y que presentada la provision del Alcaidía de Francisco
-de Tapia, no habia querido complilla; no hobo llegado á noticia del
-Obispo esta carta, cuando por los aires viniera la sobre carta real,
-si fuera posible, pero baste que vino en los primeros navíos; envió
-á mandar el Rey al Almirante, so graves penas, que luégo saliese de
-la fortaleza y la entregase al tesorero Miguel de Pasamonte, para que
-la tuviese hasta que mandase lo que se habia de hacer della; y de
-creer es, que la Cédula desto, no vino poco reprensiva, porque no se
-haria sino como quisiese y ordenase el Obispo. El Almirante luégo se
-salió de la fortaleza, y fuése á posar á un cuarto de casa, que fué lo
-primero que en esta ciudad, Francisco de Garay, criado del Almirante
-primero, y que fué uno de los dos que hallaron el grano grande que
-arriba dijimos, edificó la más propincua del desembarcadero sobre el
-rio; estando allí el Almirante, procuró de hacer casa en que viviese,
-y comenzó y acabó un muy buen cuarto, en el mejor lugar que por cerca
-del rio habia, el cual posee agora el almirante don Luis, su hijo.
-Pasados algunos meses, despues que el tesorero Pasamonte rescibió en
-depósito la fortaleza, le vino mandado del Rey para que la entregase al
-Francisco de Tapia, como Alcaide que hacia della, y con ella le mandó
-dar 200 indios; éste era el principal salario que á los oficiales del
-Rey se daba, y por haber éstos morian, y eran los que primero que los
-de los particulares, por su grande cudicia y crueldad, y por tener más
-favor, perecian; y despues de muertos la mitad ó el tercio de aquellos
-200, en cada demora, presentaban la Cédula diciendo que el número que
-el Rey les mandaba dar no lo tenian complido, y así tornábanse á echar
-en la baraja todos los indios de la isla, y tornábanse á repartir, y
-complíase aquel número de 200 indios, dejando sin indios á las personas
-particulares que no tenian favor, segun que arriba se dijo.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LII.
-
-
-Estando las cosas desta isla y de la de Sant Juan, y del Almirante
-segundo, en el estado dicho, sucedió luégo, en este año de 509,
-lo siguiente: Hobo un vecino en esta isla y en la ciudad de la
-Concepcion, que decian de la Vega, de que muchas veces habemos á la
-memoria repetido, llamado Diego de Nicuesa, que habia venido con
-el Comendador Mayor, hijodalgo, que habia servido de trinchante á
-D. Enrique Enriquez, tio del Rey católico, persona muy cuerda y
-palanciana y graciosa en decir, gran tañedor de vihuela, y sobre todo
-gran ginete, que sobre una yegua que tenia, porque pocos caballos en
-aquel tiempo áun habian nacido, hacia maravillas. Finalmente, era uno
-de los dotados de gracias y perfecciones humanas, que podia haber
-en Castilla; sólo tenia ser mediano de cuerpo, pero de muy buenas
-fuerzas, y tanto que, cuando jugaba á las cañas, el cañazo que él daba
-sobre la adarga los huesos decian que molia. Este hidalgo, luégo que
-llegó á esta isla, se acompañó con un vecino de los 300 que en esta
-isla estaban, y que más hacienda de labranzas de la tierra, hecha
-con indios, tenia, comprándole la mitad ó el tercio della, en 2 ó en
-3.000 pesos de oro, fiada, á pagar sacando de los fructos de ella, que
-entónces era gran deuda, y poniendo, el Diego de Nicuesa, los indios
-de repartimiento que el Comendador Mayor le dió, en la compañía. El
-tiempo andando, á costa de los sudores y trabajos de los indios, y
-de la muerte de algunos dellos, sacó tanta cantidad de oro de las
-minas, que pagó las deudas y quedó con 5 ó 6.000 castellanos de oro,
-y mucha hacienda; y éstos por aquel tiempo era mucha riqueza en esta
-isla y en estas Indias, porque, como queda muchas veces dicho, no
-habia otra tierra poblada de españoles, sino ésta y la de Sant Juan,
-que comenzó, como dije, poco habia. Cayeron en un aviso los vecinos
-españoles desta isla, segun su parecer muy sotil, conviene á saber,
-enviar procuradores al Rey que les concediese los indios perpétuos ó
-por tres vidas, como los tenian por voluntad del Rey la cual no duraba
-más de cuanto al que gobernaba placia. Este reguardo procuraban porque
-no fuese en manos del Gobernador, cada y cuando que se le antojase,
-quitarles los indios, como cada dia hacian. Para este mensaje y
-procuracion, escogieron al dicho Diego de Nicuesa por procurador, y
-á otro hidalgo muy prudente y virtuoso, llamado Sebastian de Atodo,
-tambien, de aquella ciudad de la Vega, vecino. Estos, idos á Castilla,
-propuesta su embajada y suplicacion al Rey, concedióles, creo que
-entónces, que los tuviesen por una vida, pero despues se enviaron otros
-procuradores que alcanzaron dos vidas, y despues se dieron priesa
-por alcanzar tres vidas. Y esta fué cosa digna de admiracion, y no
-sé si diga más digna de risa, ver la ceguedad que en todos, chicos y
-grandes, habia, que se les morian cada dia los indios por sus crueles
-tiranías, por las cuales, todos los indios de esta isla se acabaron,
-no pasada, de muchos, la media vida, y toda su solicitud era que
-el Rey se los diese perpétuos ó por tres vidas. Destos tupimientos
-de los entendimientos, para sí mismos, y para los que los daños y
-perdiciones padecian, tan nocivos, que los nuestros siempre tuvieron
-en estas Indias, y comprendieron á muchos géneros de personas en
-Castilla, verá innumerables cualquiera prudente lector, si leyendo
-esta historia estuviese advertido. Así que Diego de Nicuesa, negociado
-aquesta buena demanda para esta isla, negoció para sí otra tan buena
-empresa, donde sudase y pagase los dineros, que, de los sudores y
-trabajos y captiverio de los indios, habia adquirido; esta fué pedir
-la gobernacion de la provincia de Veragua, por el olor de las nuevas,
-que de la riqueza della, el Almirante primero que la descubrió, habia
-dado y él oido, la cual se le concedió, aunque cierto era y notorio
-haberla el Almirante descubierto, y estar sobre el cumplimiento de sus
-privilegios pleito movido. A la sazon tambien se despachaba y despachó
-la gobernacion de la provincia del golfo de Urabá, que es al rincon
-que hace la mar en la tierra firme, pasada la tierra de Cartagena, de
-que arriba hemos algo dicho, en el primero y en el presente libro,
-para Alonso de Hojeda, que estaba en esta isla esperándola, porque
-como el obispo D. Juan de Fonseca lo amase y tuviese como por criado,
-aunque nunca lo fué, por ser valiente hombre y muy suelto, y lo hobiese
-siempre favorescido, como arriba hemos alguna vez referido, en su
-ausencia, le proveyó de la dicha gobernacion; la cual creo yo, que fué
-á mover y negociar el piloto Juan de la Cosa, que con él habia andado
-rescatando perlas y oro, y áun inquietando las gentes por aquella
-costa de tierra firme, los años pasados, segun arriba queda dicho.
-Así que, concedidas estas dos gobernaciones, que fueron las primeras
-con propósito de poblar dentro de la tierra firme, señaló por límites
-de la de Hojeda, desde el cabo que agora se dice de la Vela, hasta
-la mitad del dicho golfo de Urabá, y á la de Nicuesa, desde la otra
-mitad del golfo hasta el cabo de Gracias á Dios, que descubrió el
-Almirante viejo, como en el cap. 21 queda escripto; dióseles á ambos
-Gobernadores la isla de Jamáica, para que de allí se proveyesen de los
-bastimentos que hobiesen menester: Dios sabe si habian de ser bien
-ó mal habidos. Púsoles el Rey títulos á las gobernaciones; á la de
-Hojeda nombró, el Andalucía, y Castilla del Oro á la de Nicuesa, las
-cuales ambas dieron mucha pena al Almirante, mayormente la de Diego
-de Nicuesa, por la causa dicha, y lo que más sintió fué dalles á la
-isla de Jamáica, que el Rey y todo el mundo sabia haberla descubierto
-su padre, con todas estotras islas, de lo cual ningun litigio habia.
-Y porque Alonso de Hojeda era muy pobre, que no tenia, ó muy poco lo
-que haber podia, para los gastos de navíos y bastimentos y gente que
-traer se requeria, creo que Juan de la Cosa, con su hacienda y de
-amigos y compañeros, allegó á fletar una nao, y uno ó dos bergantines,
-dentro de los cuales, metidos los bastimentos que pudo y obra de 200
-hombres, vino á esta ciudad y puerto de Sancto Domingo, donde fué de
-Hojeda bien rescibido. Diego de Nicuesa, como más poderoso de dineros
-y de haciendas, que tenia en esta isla, engrosó más su armada y trujo
-cuatro navíos grandes y dos bergantines, y mucho más aparato y gente,
-y llegó y entró en este puerto desde á pocos dias; pero de camino,
-para que Dios hiciese sus hechos, vínose por la isla de Sancta Cruz,
-que está 12 ó 15 leguas de la de Sant Juan, y salteó ciento y tantos
-indios que vendió por esclavos, aquí y en Sant Juan, de camino, y
-dijo que trujo licencia del Rey para hacerlo. Estaba entónces aquí un
-bachiller llamado Martin Hernandez de Anciso, que habia ganado á abogar
-en pleitos 2.000 castellanos, que por aquel tiempo valian más que hoy
-valen 10.000; viendo á Hojeda con tan poca sustancia para su empresa,
-ó el mismo Alonso de Hojeda le rogó que le ayudase ó favoreciese con
-su industria y dinero, el bachiller luégo lo hizo, porque compró un
-navío y cargólo de bastimentos, segun pudo, y para ésto quedó en esta
-isla, para luégo con alguna gente seguille; Hojeda le constituyó desde
-luégo por su Alcalde mayor en todo el distrito de su Andalucía. Juntos
-en esta ciudad los dos nuevos Gobernadores, Hojeda y Nicuesa, cada
-uno procurando su despacho de llevar gente y bastimentos, comenzaron
-á rifar sobre los límites de sus gobernaciones y sobre la isla de
-Jamáica; queria cada uno dellos que la provincia del Darien cayese
-dentro de sus límites; y así andaban cada dia de mal en peor, de tal
-manera que, que se matasen un dia, creiamos los que los viamos. Hojeda
-como era pobre y tan esforzado, echaba luégo el negocio á puñadas y á
-desafíos, el Nicuesa, como se tenia por más rico, y era sabio, decidor
-graciosísimo, díjole un dia: «dad acá, pongamos cada 5.000 castellanos
-en depósito, que os matareis conmigo, y no nos estorbemos agora nuestro
-camino.» Todo el mundo sabia que Hojeda, un real que pusiese, no tenia;
-en fin, con parecer de Juan de la Cosa, se concertaron con que el rio
-grande del Darien, los dividiese, que el uno tomase al Oriente, y el
-otro al Occidente; como el Almirante de ambas gobernaciones por muy
-agraviado se sintiese, mayormente, como se dijo, de la de Veragua
-y Jamáica, todo cuanto pudo contrarió al despacho dellos, y, para
-impedilles lo de Jamáica, determinó de enviar á poblalla, y á aquel
-caballero de Sevilla, Juan de Esquivel, de quien dijimos arriba que
-habia sido Capitan en las guerras de Higuey, por su Teniente della,
-al cual dijo cuando se iba á embarcar, como era osado, Hojeda, «que
-juraba que si entraba en la isla de Jamáica, que le habia de cortar la
-cabeza.» Partióse de este puerto con dos navíos y dos bergantines, y en
-ellos 300 hombres, de los venidos para esto de Castilla, y los que se
-llegaron de esta isla, y doce yeguas, á 10 ó 12 dias de Noviembre del
-mismo año de 509. Y porque Diego de Nicuesa tenia más gruesa armada, y
-se le llegó desta isla mucha gente isleña, lo uno, porque habia sido
-casi por todos amado por su buena conversacion y por sus gracias, lo
-otro, y que más los movió, porque de riqueza volaba, más que la de
-Urabá, la fama de Veragua, fuéle necesario comprar otra nao, allende
-cuatro y dos bergantines que trujo de Castilla, para llevarlos, y así
-tardar más que Hojeda en su despacho; y porque, para cumplir con tanta
-nao y tanta gente, tuvo necesidad de adeudarse, así en Castilla como
-en esta isla; despues de llegado aquí, tuvo grandísimas angustias y
-trabajos ántes que se despachase. La razon desto fué, porque como al
-Almirante pesase tan íntimamente de que Nicuesa ni otro fuese á gozar
-de Veragua, como de tierra que habia personalmente descubierto su
-padre, y sus privilegios fuesen violados, ó él, ó por hacelle placer
-á él, ó su Alcalde mayor ó otras personas movian á los acreedores que
-impidiesen la partida de Nicuesa echándole embargos; de manera, que,
-cuando cumplia con uno con prendas de sus haciendas ó dando fianzas,
-salia otro y mostraba una obligacion ó cognoscimiento suyo con que
-lo embargaba. Ultimamente, un dia, creyendo que ya lo tenia todo
-averiguado, y 700 hombres muy lucidos, y embarcados, y seis caballos (y
-por su Capitan general nombró á un Lope de Olano, que habia sido con
-las cosas de Francisco Roldan, contra el Almirante viejo, los tiempos
-pasados), despacha todas sus cinco naos que se hagan á la vela, con él
-un bergantin, y deja el uno, para meterse en él, y ir luégo á tomallas,
-quedando entendiendo en cierto despacho, y aquella misma tarde que las
-naos salieron, yéndose al rio á embarcar, viene tras él la justicia
-y échanle un embargo de 500 castellanos, y áun creo que le sacaron
-de la barca, si no me he olvidado, porque yo vide lo que he contado.
-Vuélvenlo á casa del Alcalde mayor del Almirante, que era el licenciado
-Márcos de Aguilar, y allí mándanle que pague, sino que habrá de ir á la
-cárcel; hace sus requerimientos al Alcalde mayor que le deje ir, pues
-via ya salidas del puerto sus naos, y que iba en servicio del Rey, y
-que si lo detenia, se perdia su armada, donde se arriesgaba más que 500
-castellanos, los cuales él pagaria en llegando, y que al presente no
-le era posible pagalles; respondia el Alcalde mayor que pagase, porque
-el Rey no queria que ninguno la hacienda de otro llevase, y en esto
-pasaban cosas muchas, que al triste de Nicuesa gravemente atribulaban,
-y aunque pareció que industriosamente aquellos impedimentos se
-rodeaban, valiérale mucho que allí lo detuvieran y muriera encarcelado,
-segun el triste fin le estaba esperando. Estando en esto, sin saber
-qué remedio tener, y fué maravilla no perder allí el seso aquella
-tarde, segun estaba angustiado, sale de través un muy hombre de bien,
-escribano desta ciudad, cuyo nombre me he olvidado y no quisiere
-olvidado, y dice, «¿qué piden aquí al señor Nicuesa?» Respóndesele,
-«500 castellanos»; dijo él, «asentá, escribano, que yo salgo por su
-fiador de llano en llano, y vayan luégo á mi casa, que yo los pagaré de
-contado.» El Nicuesa calla como espantado, de tan tempestivo consuelo
-y socorro dudando; asienta el escribano la obligacion del que se
-obligaba, y fírmala de su nombre, y desque Nicuesa vido que de veras se
-hacia el acto, váse derecho á él casi sollozando, y dice, «dejáme ir
-abrazar á quien de tanta angustia me ha sacado,» y así lo abraza. Esto
-hecho, váse á embarcar en su bergantin para sus naos, que lo estaban
-fuera del puerto esperando barloventeando, mirando siempre atras, si
-venia tras él algun otro embargo. Salió despues de Alonso de Hojeda,
-ocho dias, deste puerto, á 20 ó 22 dias de Noviembre del dicho año;
-díjose, que en entrando en su nao la _Capitana_, comenzó á llamar de
-borrachos á los pilotos y echar el punto en las cartas de marear, y
-á querer guiar la danza; si ésto fué verdad, yo creo que llevaba el
-juicio trastornado, porque no solian ser aquellas sus palabras, segun
-la prudencia de que lo cognoscimos adornado. Partióse luégo tras ellos
-Juan de Esquivel, con 60 hombres, á poblar la isla de Jamáica, y
-éstos fueron los primeros que llevaron las guerras, y el pestilencial
-repartimiento á aquella isla, y la destruyeron; dejó Nicuesa proveido
-en sus haciendas que tenia en esta isla, que de 500 puercos, suyos ó
-comprados, le hiciesen 1.000 tocinos en la Villa y puerto de Yaquimo,
-80 leguas de este puerto abajo, como ya se ha dicho, que estaban en muy
-buen paraje para dar con ellos en Veragua en cinco ó seis dias, yo los
-vide hacer en la villa de Yaquimo, donde yo fuí, despues de Nicuesa
-partido, y eran de los grandes y hermosos tocinos que en mi vida he
-visto.
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-CAPÍTULO LIII.
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-Dejemos partidos los dos Gobernadores de esta isla para sus infelices
-gobernaciones, que tales fueron al cabo, hasta que sea tiempo de tornar
-á tratar de lo que, en tierra firme, por aquellos tiempos, á ellos y
-á la tierra sucedió, que hay bien que recontar, y prosigamos lo que
-concerniere al tiempo y gobernacion del segundo Almirante. Para que
-sea, lo que adelante se dirá, más claro, es de presuponer, que despues
-que el rey católico D. Hernando, el año de siete vino acá, á gobernar
-los reinos de Castilla, por muerte del rey D. Felipe, desde Nápoles,
-toda la gobernacion de estas Indias pendió principalmente del Obispo de
-Búrgos, D. Juan Rodriguez de Fonseca, y del secretario Lope Conchillos,
-los cuales eran muy privados del Rey, cada uno en su grado. Ya se ha
-dicho en el primer libro, y en muchas partes destos libros ambos, como
-el dicho Obispo, desde que fué Arcediano de Sevilla y se descubrieron
-estas Indias, hasta este tiempo, y despues muchos años más, siempre
-el dicho D. Juan Rodriguez de Fonseca, despues de Obispo que pasó por
-diversos Obispados, tuvo de la gobernacion dellas todo el cargo, y con
-él, principalmente por su autoridad y gran crédito que los Reyes dél
-tuvieron, y tambien por su prudencia y capacidad, en lo que tocaba á
-esto, se descuidaban, mayormente despues que el Rey vino de Nápoles,
-como era viejo y enfermo, y bien cansado, puesto que con él se juntaban
-otras personas de Consejo, notables letrados y no letrados, pero él era
-el principal y presidia sobre todos, y su parecer se seguia en todo lo
-que parecia tener color de bueno, por la mayor parte, por su autoridad
-y por la experiencia que del hecho tenia de tantos años. El secretario
-Conchillos, que entónces comenzaba, llegóse á él y seguia su voluntad,
-como le via del Rey tan viejo privado, y finalmente, se hacia por acá
-lo que ambos rodeaban, al ménos en aquellas cosas ordinarias y donde
-no ocurrian nuevas dificultades. Ya se ha dicho tambien, como el dicho
-Obispo, siempre tuvo acedía y no tomó sabor en los negocios y obras
-de estos Almirantes; no se yo, que vide y oí mucho de esto, cuáles
-hobiesen sido la causa ó causas, sino algunos puntos que arriba hemos
-dado, que fueron harto livianos. Por ventura, sintiendo ésto los que
-acá estaban, cobraban atrevimiento á no tener en cuanto debieran al
-Almirante, así como dió lo mismo alguna y quizá mucha causa, en los
-tiempos pasados, á la desvergüenza y alzamiento de Francisco Roldan,
-contra su padre, primer Almirante, pues se jactaban que escribirian
-al Obispo; y despues, cuando vino Alonso de Hojeda y alborotó la
-provincia de Xaraguá, todos estribaban en el favor del Obispo, teniendo
-por cierto que el Almirante no estaba en su gracia, segun que parece
-arriba en el primer libro en algunos lugares. De aquí, creo que
-se originó algo de lo que vamos hablando, conviene á saber, haber
-engendrádose en esta isla, mayormente en esta ciudad, parcialidades;
-una que volvia por el Almirante, y otra cuya cabeza era el tesorero
-Pasamonte, y ésta se jactaba ser del Rey, como era muy favorescido
-dél y del Obispo y de Conchillos, porque, segun creo, ambos, Tesorero
-y Conchillos, eran aragoneses. Ayudaba mucho al bando del Tesorero,
-ser su persona muy cuerda y de mucho ser y autoridad, y, á lo que
-yo entendí ó creí cierto, por lo que cognoscí del Almirante y de su
-condicion, noble y sin doblez, sin culpa suya todo esto se le rodeaba,
-quizá, por algunas personas de las que habian sido desobedientes á su
-padre de las reliquias de Francisco Roldan, ó de las que aquí quedaron
-y despues vinieron, que querian bien al Comendador Mayor, todos los
-cuales, sospecho que, pretendian deshacer al Almirante y quedarse con
-la gobernacion, y hacer cada uno su casa. Y lo que sin gran ceguedad
-de pasion, ó sin mayor malicia no pudo imaginarse, fué que, ó pensaban
-ó fingian que el Almirante se podria ó querria en algun tiempo con
-esta isla contra el Rey alzar, como á su padre levantaron, no teniendo
-apénas que comer ni favor de ninguna parte. Y que esta maldad pensasen
-ó fingiesen pareció, porque pasando por esta isla, para la de Cuba, uno
-que iba por Contador del Rey, llamado Amador de Lares, muy diestro en
-las cosas de la guerra, y que habia gastado muchos años en Italia, le
-rogaron que fuese á ver las casas ó cuarto de casa que habia hecho el
-Almirante, para ver si era casa fuerte de que pudiese tener sospecha
-de algo. Fué á vella, y vido que estaba toda aventanada, ó llena por
-todas partes de ventanas, porque así lo requeria la tierra por el
-calor, y otras particularidades de casa muy llana; y burlo della y
-más de los que aquello pensaban. Yo se lo oí esto al dicho contador
-Amador de Lares. Creció cada dia más la malicia y envidia ó ambicion de
-los de acá y de los de Castilla, ayudando algo, y quizá mucho, que el
-Almirante no cumplia algunas Cédulas del Rey, que tocaban al interese
-de los de Castilla y de los de acá, puesto que las obedecia, porque
-le parecia que no convenia cumplillas, lo cual hacia por autoridad de
-la Cédula que trujo, y arriba pusimos, y ansí escribian al Rey, y al
-Obispo, y al secretario Conchillos lo que á sus paladares bien sabia,
-y en disfavor del Almirante con sus colores y confitura del servicio
-Real; lo que por todas estas Indias para corroborarse los oficiales del
-Rey é ministros de su justicia en sus tiranías, se habia asaz usado.
-Por estas invenciones y falsedades, á Castilla por cartas enviadas,
-determinóse que se pusiesen ciertos jueces en esta isla y ciudad, que
-se llamasen jueces de apelacion, á los cuales se apelase del Almirante
-y de sus Alcaldes mayores; y aunque, si ellos fueran justos y usaran
-sus oficios sólo para bien y guarda de la justicia, no parecia ser no
-prudente provision (puesto que el Almirante la sintió mucho, porque
-via que era para mayor daño suyo, y en perjuicio de sus privilegios
-ponelle superior), pero ellos fueron siempre tales, que no tomaran
-aquellos aquel oficio, sino por armas para destruir al Almirante y
-echalle de esta isla, para mandalla ellos solos, los que despues
-vinieron para señorear y robar la tierra y afligir y oprimir los que
-poco podian y hoy pueden, no digo indios, porque muchos há que no
-hay dellos memoria, sino los mismos españoles, como ellos afligieron
-y oprimieron, y acabaron los indios. Proveyéronse por Jueces tres
-licenciados, un licenciado llamado Marcelo de Villalobos, el licenciado
-Juan Ortiz de Matienzio, y el bachiller Ayllon, que fué Alcalde mayor
-de la Vega, como queda dicho en el capítulo 40, por el Comendador
-Mayor, el cual venia ya licenciado, ó se llamó licenciado. Esta fué
-la ponzoña principal que, de allí adelante lo que el cargo le duró,
-entró en esta isla, en especial contra las cosas del Almirante, porque
-renovó ó quiso vengar las cosquillas ó desabrimientos que hobo entre
-el Almirante y el Comendador Mayor, ó los que quizá rescibió cuando
-le tomó el Almirante residencia. Este se juntó con el Tesorero y con
-otros criados del Obispo, que ya era de Búrgos, y con amigos y criados
-del Comendador Mayor, los cuales, abierta ó casi abiertamente decian y
-mostraban querer y seguir en destruir la casa y estado del Almirante;
-y así lo hicieron grandes afrentas, y causaron muchas turbaciones con
-la voz del servicio del Rey, de tal manera, que ya ni criados, ni
-deudos, ni amigos osaban parecer ni hablar por miedo dellos. Envió
-sus querellas el Almirante al Rey, suplicándole que enviase quien los
-tomase residencia y á su Alcalde mayor, Márcos de Aguilar, y á los
-demas sus oficiales; vino por juez de residencia un licenciado, que se
-llamó Juan Ibañez de Ibarra, el cual, luégo que llegó, murió, y algun
-rumor y sospecha hobo que se le dió con que muriese; murió tambien
-el secretario Zabala, que con él vino para entender en la residencia
-y negocios. Finalmente, tanto prevalecieron aquellos, todos, que se
-llamaban servidores dél, contra el Almirante, que al cabo lo hobo de
-enviar á llamar el Rey; y pasados grandes trabajos, angustias y gastos,
-al cabo con ellas, desterrado de su casa, lo mataron, como dijo un
-religioso en Sant Francisco desta ciudad, predicando á sus honras, como
-abajo parecerá.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LIV.
-
-
-Por este tiempo, en el año de 1510, creo que por el mes de Setiembre,
-trujo la divina Providencia la Órden de Sancto Domingo á esta isla,
-para lumbre de las tinieblas que entónces habia, y en todas estas
-Indias se habian despues de engrosar y ampliar. El movedor primero, y
-á quien Dios inspiró divinalmente la pasada de la Órden acá, fué un
-gran religioso de la Órden, llamado fray Domingo de Mendoza, hermano
-del padre fray García de Loaysa, que despues fué Maestro general de
-la Órden, y confesor del Emperador y rey de España, Cárlos V, de este
-nombre, y despues subió á ser Obispo de Osma, y despues Arzobispo de
-Sevilla, y Cardenal y Presidente del Consejo destas Indias, y que por
-más de veinte años las gobernó. Aquel hermano de este señor, llevó Dios
-por otros pasos y caminos, y por otros grados más firmes y de mayor
-seguridad lo levantó. Fué celosísimo de ampliar la religion, y que se
-conservase en el prístino rigor, segun las antiguas sus constituciones,
-y éste fué su principal fin, como fin que primero se ha de procurar,
-no dejando de pretender el segundario, que es la salud y provecho de
-las ánimas. Este padre fué muy gran letrado, casi sabia de coro las
-partes de Sancto Tomás, las cuales puso todas en verso, para tenerlas
-y traerlas más manuales, y, por sus letras, y más por su religiosa,
-y aprobada y ejemplar vida, tenia en España grande autoridad. Para
-su sancto propósito, halló á la mano un religioso llamado fray Pedro
-de Córdoba, hombre lleno de virtudes y á quien Dios, nuestro Señor,
-dotó y arreó de muchos dones y gracias corporales y espirituales.
-Era natural de Córdoba, de gente noble y cristiana nacido, alto de
-cuerpo y de hermosa presencia; era de muy escelente juicio, prudente
-y muy discreto naturalmente, y de gran reposo. Entró en la órden de
-Sancto Domingo, bien mozo, estando estudiando en Salamanca, y allí
-en Santistéban se le dió el hábito; aprovechó mucho en las artes
-y filosofía y en la teología, y fuera sumo letrado, si por las
-penitencias grandes que hacia no cobrara grande y contínuo dolor de
-cabeza, por el cual le fué forzado templarse mucho en el estudio, y
-de quedarse con suficiente doctrina y pericia en las Sagradas letras,
-y lo que se moderó en el estudio, acrecentólo en el rigor de la
-austeridad y penitencia, todo el tiempo de su vida, cada y cuando las
-enfermedades le dieron lugar. Fué tambien, con las otras gracias que
-Dios le confirió, devoto y excelente predicador, y á todos daba, con
-sus virtuosas y loables costumbres para en el camino de la virtud y de
-buscar á Dios, loable y señalado ejemplo, tiénese por cierto que salió
-desta vida tan limpio como su madre lo parió. Fué llevado de Salamanca,
-con otros religiosos de mucha virtud, á Sancto Tomás de Avila, donde
-por entónces resplandecia mucho la religion. A este bienaventurado
-halló el padre fray Domingo de Mendoza dispuesto para que le ayudase á
-proseguir aquesta empresa, y movió á otro, llamado el padre fray Anton
-Montesino, amador tambien del rigor de la religion, muy religioso y
-buen predicador. Persuadieron á otro santo varon, que se decia el padre
-fray Bernardo de Sancto Domingo, poco ó nada experto en las cosas del
-mundo, pero entendido en las espirituales, muy letrado y devoto y gran
-religioso. Estos movidos y dispuestos para le ayudar, fué á Roma para
-negociar con el Gaetano, que era entónces Maestro general de la Órden,
-y trujo recaudos para pasar la Órden á estas partes, y, habida licencia
-tambien del Rey, porque tuvieron necesidad que otra vez se tornase
-ó hablar con el Maestro general para sus cosas de órden, quedóse el
-padre fray Domingo de Mendoza para las negociar, y envió al dicho
-padre fray Pedro de Córdoba, que tenia entónces edad de veintiocho
-años, por Vicario de los otros dos, aunque más viejos, y un fraile
-lego que les añidió. Estos cuatro religiosos trujeron la Órden á esta
-isla; el fraile lego se tornó luégo á Castilla y quedaron los tres,
-los cuales, comenzaron luego á dar de su religion y santidad suave
-olor, porque rescibidos por un buen cristiano, vecino desta ciudad,
-llamado Pedro de Lumbreras, dióles una choza, en que se aposentasen,
-al cabo de un corral suyo, porque no habia entónces casas sino de
-paja, y estrechas. Allí les daba de comer caçabí de raíces, que es pan
-de muy poca sustancia, si se come sin carne ó pescado; solamente se
-les daba algunos huevos, y de en cuando en cuando, si acaescia pescar
-algun pescadillo, que era rarísimo. Alguna cocina de berzas, muchas
-veces sin aceite, solamente con axí, que es la pimienta de los indios,
-porque de todas las cosas de Castilla era grande la penuria que habia
-en esta isla. Pan de trigo ni vino, áun para las misas, con dificultad
-lo habia. Dormian en unos cadalechos, de horquetas y varas ó palos
-hechos, y por colchones paja seca por encima; el vestido era de jerga
-aspérrima, y una túnica de lana mal cardada. Con esta vida y deleitable
-mantenimiento, ayunaban sus siete meses del año arreo, segun de su
-Órden lo tenian y tienen constituido. Predicaban y confesaban como
-varones divinos; y porque esta isla toda estaba (los españoles digo),
-en las costumbres de cristianos pervertida, en especial en los ayunos y
-abstinencias de la Iglesia, porque se comia carne los sábados y áun los
-viérnes y todas las Cuaresmas, y habia, todas ellas, las carnecerías
-tan abiertas, y tan sin escrúpulo y con tanta solemnidad, como las
-hay por Pascua Florida, con sus sermones, y más creo que con su dura
-penitencia y abstinencia, los redujeron á que se hiciese consciencia
-dello y se quitase aquella glotonería en los tiempos y dias que la
-Iglesia determina. Habia, esomismo, gran corrupcion en los logros y
-usuras, tambien los desterraron é hicieron á muchos restituir; otros
-efectos grandes, dignos de la religion y Órden de Sancto Domingo, se
-siguieron de su felice venida. Y porque á la sazon que vinieron y
-desembarcaron en este puerto y ciudad de Sancto Domingo, el Almirante
-habia ido, con su mujer doña Maria de Toledo, á visitar la ciudad de
-la Concepcion de la Vega, y estaban allí, fué luégo á dalles cuenta
-de su venida el bienaventurado padre fray Pedro de Córdoba, no con
-más fausto de ir á pié, comiendo pan de raíces y bebiendo agua fria
-de los arroyos, que hay hartos, durmiendo en el campo y montes en el
-suelo con su capa á cuestas, 30 leguas de harto trabajoso camino.
-Rescibiólo el Almirante y doña María de Toledo, su mujer, con gran
-benignidad y devocion, y hiciéronle reverencia, porque el venerable
-y reverendo acatamiento, y sosiego y mortificacion de su persona,
-aunque de veintiocho años, daba á entender á cualquiera que de nuevo lo
-viese, su merescimiento. Creo que llegó sábado, y luégo domingo, que
-acaecia ser entre las octavas de Todos Santos, predicó un sermon de la
-gloria del Paraíso que tiene Dios para sus escogidos, con gran fervor
-y celo; sermon alto y divino, é yo se lo oí, é por oírselo me tuve por
-felice. Amonestó en él á todos los vecinos, que, en acabando de comer,
-enviasen á la iglesia cada uno los indios que tenia en casa, de que se
-servia. Enviáronlos todos, hombres y mujeres, grandes y chicos; él,
-asentado en un banco y en la mano un crucifijo, y con algunas lenguas
-ó intérpretes, comenzóles á predicar, desde la creacion del mundo
-discurriendo, hasta que Cristo, Hijo de Dios, se puso en la Cruz. Fué
-sermon dignísimo de oir é de notar, de gran provecho, no sólo para los
-indios (los cuales nunca oyeron hasta entónces otro tal, ni áun otro,
-porque aquel fue el primero que á aquellos y á los de toda la isla se
-les predicó acabo de tantos años, ántes todos murieron sin haber oido
-palabra de Dios), pero los españoles pudieran dél sacar mucho fructo. Y
-si muchos de los tales se les hobieran predicado, algun más fructo se
-hobiera hecho en ellos que se hizo, y más hobiera sido Dios cognoscido
-y adorado, y mucho ménos ofendido. Finalmente, habiendo dado parte al
-Almirante de lo que habia que dalle, y negociado en breves dias, se
-tornó á esta ciudad, dejando á todos los que lo habian visto y oido
-presos de su amor y devocion. Luégo, en los primeros navíos, segun
-creo, vino el primer inventor desta hazaña, el padre fray Domingo de
-Mendoza, con una muy buena compañía de muy buenos frailes; todos los
-que entónces venian eran religiosos señalados, porque á sabiendas y
-voluntariamente se ofrecian á venir, teniendo por cierto que habian
-de padecer acá sumos trabajos, y que no habian de comer pan ni beber
-vino, ni ver carne, ni andar los caminos cabalgando, ni vestir lienzo
-ni paño, ni dormir en colchones de lana, sino con los manjares y rigor
-de la Órden habian de pasar, y áun aquello muchas veces les habia de
-faltar; y con este presupuesto se movian con gran celo y deseo de
-padecello por Dios, con júbilo y alegría, y por ésto no venian sino
-religiosos muy aventajados. Díjose, que cuando este padre fray Domingo
-de Mendoza llegó, con su religiosa compañía, en la isla de la Gomera,
-que es una de las de Canaria, hobo allí una mujer endemoniada, y rogado
-que la visitase y conjurase, hízolo de grado; y hechos los conjuros y
-forzando al espíritu inmundo que de allí saliese, trabadas pláticas,
-preguntóle y forzóle que le dijese de dónde venia; respondió el demonio
-que venia de las Indias; dijo entónces el padre: «¡Ah, don traidor,
-que ya no os cale parar allá, pues la fé católica se lleva, y va en
-ellas á predicarse, donde habeis rescibido gran daño, y ser dellas
-desterrado.» Respondió el demonio: «Bien está, que algun daño me han
-hecho y me hacen, pero por eso bien que no se sabrá el secreto en estos
-cien años.» Esto se publicó que allí pasó, no me acuerdo quién me lo
-dijo, y por mi descuido no lo supe del mismo padre fray Domingo, ó del
-padre fray Pedro de Córdoba, y de otros muchos religiosos lo pudiera
-bien saber y averiguar, porque tuve harto tiempo para ello. Si dijo
-verdad el demonio, como la puede decir, cumpliendo la voluntad de Dios,
-el tiempo lo declarará desque pasen cuarenta años, contando los ciento,
-desde que estas Indias se descubrieron; y, por ventura, el secreto es
-la claridad del engaño y ceguedad que hay cerca de las injusticias é
-impiedades que estas gentes de nosotros han rescibido, no teniéndose
-por pecados, que ha comprendido á todos los estados de España. En
-fin, yo soy cierto que el tiempo, ó al ménos el dia del Juicio, se
-declarará. Llegado, pues, el padre fray Domingo de Mendoza á este
-pueblo y ciudad con su compañía, holgáronse inestimablemente el padre
-fray Pedro de Córdoba y los que con él estaban, y como eran ya algun
-número, y creo que pasaban de 12 ó 15, acordaron de consentimiento
-de todos, con toda buena voluntad, de añadir ciertas ordenaciones y
-reglas sobre las viejas constituciones de la Orden (que no hace poco
-quien las guarda), para vivir con más rigor. Por manera que, ocupados
-en guardar las nuevas y añididas reglas, estuviesen ciertos que las
-constituciones antiguas, que los Santos padres de la Orden ordenaron,
-estaban inviolablemente en su fuerza y vigor; y de una, entre otras,
-me acuerdo que determinaron, que no se pidiese limosna de pan, ni de
-vino, ni de aceite, cuando estuviesen sanos, pero si sin pedillo se lo
-enviasen que lo comiesen, haciendo gracias á Dios: para los enfermos
-podíase por la ciudad pedir. Y así les acaesció, dia de Pascua Florida,
-no tener de comer sino una cocina de berzas, sin aceite, guisada con
-sólo axí y sal. Vinieron muchos años guardando este rigor, al ménos
-todo el tiempo que el felice padre fray Pedro de Córdoba vivió, y
-pasaron grandes trabajos de penitencia, y florecia mucho la religion
-en obediencia y pobreza, y, cierto, la primitiva del tiempo de Sancto
-Domingo, aquí se renovó; y en tanto creció la fama de su santidad, que
-el rey de Portugal escribió al Rey ó á los Prelados de la Orden, que
-le enviasen de los frailes de Sancto Domingo destas Indias, ó para
-reformar á Portugal, ó para poblar de nuevo la Orden en la India ó en
-otra parte. Ordenaron que cada domingo y fiesta de guardar, despues de
-comer, predicase á los indios un religioso, como el siervo de Dios,
-fray Pedro de Córdoba, en la iglesia de la Vega habia principiado, y
-á mí, que esto escribo, me cupo algun tiempo este cuidado; y así era
-ordinario henchirse la iglesia, los domingos y las fiestas, de indios
-de los que en casa á los españoles servian, lo que nunca en los tiempos
-de ántes habian visto. En este mismo año, y en estos mismos dias que
-el padre fray Pedro de Córdoba fué á la Vega, habia cantado misa nueva
-un clérigo llamado Bartolomé de las Casas, natural de Sevilla, de los
-antiguos de esta isla, la cual fué la primera que se cantó nueva en
-todas estas Indias; y por ser la primera, fué muy celebrada y festejada
-del Almirante y de todos los que se hallaron en la ciudad de la Vega,
-que fueron gran parte de los vecinos desta isla, porque fué tiempo
-de fundicion, á la cual, por traer cada uno el oro que habia, con
-los indios que tenia, á fundirlo, ayuntábanse muchos, como cuando se
-llegan las gentes á los lugares donde hay ferias, para sus pagamentos,
-en Castilla; y porque no habia moneda de oro alguna, hicieron ciertas
-piezas de oro, como castellanos y ducados contrahechos, que ofrecieron,
-de diversas hechuras, en la misma fundicion donde se fundia y pagaba el
-quinto al Rey, y otros hicieron arrieles para ofrecerle, segun que cada
-uno queria ó podia. Moneda de reales se usaba, y destos le ofrecieron
-muchos, y todo lo dió el misa-cantano al padrino, si no fueron
-algunas piezas de oro, por ser bien hechas. Tuvo una calidad notable
-esta primera misa nueva, que los clérigos que á ella se hallaron, no
-bendecian, conviene á saber, que no se bebió en toda ella una gota de
-vino, porque no se halló en toda la isla, por haber dias que no habian
-venido navíos de Castilla.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LV.
-
-
-Dejando la Órden de Sancto Domingo en el santo y religioso estado
-que habemos contado, que fué una de las cosas pertenecientes á esta
-isla, tornemos sobre lo que sucedió en la isla de Sant Juan, despues
-de haber pasado á ella cristianos, y venida la gobernacion á Juan
-Ponce, de quien se dijo arriba. Llegado, pues, el poder del Rey para
-que Juan Ponce gobernase aquella isla, edificó un pueblo luégo de
-españoles, que llamó Caparra, no sé á qué propósito, nombre de indios,
-en la costa del Norte, las casas todas de paja; él para sí hizo una de
-tapias, que bastó para fortaleza, como quiera que los indios no tengan
-baluartes de hierro ni culebrinas, y la mayor fuerza que pueden poner
-para derrocar la casa hecha de tapias es á cabezadas; despues otra
-de piedra, todo á costa de los indios, y ellos todo lo trabajaban.
-Este pueblo asentaron una legua de la mar, dentro la tierra, frontero
-del puerto que llaman Rico, por ser toda aquella legua de un monte ó
-bosque de árboles, tan cerrado y tan lodoso, que bestias y hombres
-atollaban, cuando más enjuto estaba, hasta media pierna; por esta
-causa era ésto averiguado, que las mercaderías de harina y vino, de
-aceite y vinagre y ropa, y otras cosas que traian de Castilla, costaba
-más desde la lengua del agua llevarlas al pueblo, sólo aquella legua,
-que habian costado de Castilla traer hasta el puerto. Con toda esta
-costa y trabajos, que cargaban todos sobre los indios, estuvieron tan
-ciegos y ocupados en sacar oro, que no cayeron en diez ó doce años en
-salir de allí, é mudar el pueblo, hasta que ya se les acababan los
-indios, y convenia llegarse á la mar para suplir con el agua y barcos,
-por ella, lo que la sangre de los indios derramada faltaba, y así
-se pasaron donde agora el pueblo ó ciudad está. Donde al presente
-está, es una isleta estéril, apartada de la misma isla grande por
-un estero que allí hace la mar, pero angosto, que con una puente de
-madera se pasa y trae todo lo que es menester de la isla, porque en
-ella tienen todas las labranzas y ganados, y se sirven de todo lo
-demas; hicieron otro pueblo cuasi al cabo de la isla, en un valle á la
-misma costa del Norte, donde agora está el que se dice Sant Germán,
-puesto que más arriba ó más abajo, y á aquel llamaron Guanica, por
-razon que hallaron allí ciertos rios de oro; de allí lo mudaron cuatro
-leguas la costa arriba, donde llaman el Aguada, porque sale allí un
-buen rio, de donde se toma para las naos buen agua, y pusiéronle por
-nombre Sotomayor; despues lo pasaron otra vez al mismo valle, poco
-más ó poco ménos, más dentro ó más fuera, y llamáronlo Sant Germán.
-Nunca hobo más de éstos dos pueblos en la isla de Sant Juan, puesto
-que algunos más se comenzaron, pero en breve fueron despoblados por
-ciertas causas; como, pues, los nuestros españoles, nunca en estas
-Indias pueblen ó hagan pueblos, para ellos cavar y arar, y Juan
-Ponce, que tenia la gobernacion, estuviese bien acostumbrado de las
-poblaciones desta isla, y á cuya costa los españoles solian poblar,
-llevó aquel camino que en aquesta isla él con los demas habia usado;
-éste fué, repartir los indios señalando á cada uno tantos, cada uno
-de los cuales tuvo cargo de que no se le pasase, en las minas, y en
-las otras granjerías, el tiempo en balde; y así, todos los indios de
-aquella isla, estando pacíficos y en su libertad, y rescibiendo á los
-españoles como si fueran todos sus hermanos (yo me acuerdo que el año
-de 502, saltando nosotros en tierra, vinieron pacíficos, alegres, á
-vernos y nos trajeron de lo que tenian, como de su pan, y no me acuerdo
-si pescado), súbitamente se vieron hechos esclavos, y los señores de
-sus señoríos privados, y todos forzados á morir en los trabajos, sin
-esperanza que en algun tiempo habian de cesar. ¿Qué se debia esperar
-que los indios habian de hacer, mayormente habiendo tenido noticia que
-las gentes desta Española, por aquel camino se habian ya acabado? Por
-aquí se verá la ceguedad tupida de los que, por escrito ó por palabra,
-llaman ingratos y malos á los indios, porque matan á los españoles,
-durmiendo ó velando, juntos ó apartados y como quiera que puedan
-tomallos. ¿Qué obras han sido las que de los españoles han rescibido
-para que les deban ser agradecidos? ¿O habellos todos, donde quiera
-que han entrado, consumido, matando ó destruyendo, como quiera que lo
-puedan efectuar, no es usar de su natural defension que á los animales
-brutos, y á las mismas piedras insensibles es natural y lícito? Grande
-infelicidad y peligro es de todos aquellos que ésto no miran. Así que,
-viendo las gentes de la isla de Sant Juan, que llevaban el camino para
-ser consumptos como los de esta isla, acordaron de se defender, segun
-que podian, y concertaron que cada señor con su gente, para cierto
-tiempo, tuviese cargo de matar los españoles que pudiese haber por sus
-comarcas, en las minas ó en las otras sus granjerías, que andaban ya
-todos derramados, y en ellas bien ocupados. Mataron, por esta manera,
-bien 80 hombres, y luégo van 3 ó 4.000 indios, sobre el dicho pueblo,
-llamado Sotomayor, y, sin que fuesen sentidos, pusiéronle fuego, que
-era todo de casas de paja, y juntamente mataron algunos de los vecinos
-como estaban descuidados, los cuales, viéndose apretados y en gran
-peligro, pelearon varonilmente contra los indios, por manera que no les
-pudieron hacer más mal; pero hiciéronlos retraer y dejar el pueblo con
-todo el hato que en él tenian, quemado y lo no quemado, y fuéronse á
-juntar con Juan Ponce, por entónces su Gobernador, al pueblo llamado
-Caparra. Y porque D. Cristóbal de Sotomayor, tuvo por su repartimiento
-al Rey ó señor mayor de la tierra, llamado Agueíbana, no el que habia
-rescibido á Juan Ponce y á los españoles la primera vez, como en el
-capítulo 46 dijimos, sino un su hermano, que, despues de su muerte, en
-el señorío le sucedió, y á la sazon estaba en el pueblo de aquel señor
-que tenia él por siervo ó sirviente, acordólo allí matar. Dijeron que
-desta determinacion le avisó una hermana del mismo señor, que tenia el
-D. Cristóbal por manceba, pero que no lo creyó; y súpolo tambien de
-otro español que tenia consigo, que sabia la lengua de los indios, y
-se desnudó en cueros, y pintó con las colores que los indios estaban
-pintados, y, cantando y haciendo bailes, fué donde cantaban la muerte
-de D. Cristóbal que habian de hacer, de manera que no lo cognoscieron,
-y le dijo como se tractaba de su muerte, y que aquella noche se podian
-huir, pero tampoco aprovechó, hasta que, finalmente, otro dia lo
-mataron con otros cuatro españoles. El Juan Ponce recogió y aparejó
-lo mejor que pudo la gente de españoles que por la isla quedaba, que
-eran pocos más de la mitad, porque todos los otros habian ya muerto los
-indios, y donde sabia que habia gente junta, iba á buscarlos y peleaba
-con ellos varonilmente, porque tuvo consigo hombres muy esforzados,
-y, en muchas batallas ó recuentros, hicieron en los indios grandes
-estragos; y así asolaron aquella isla, matando infinitos indios, los
-señores y súbditos que podian armas tomar. Despues de los cuales
-muertos, los demas sojuzgados, repartiéronlos entre sí, que es el
-fin de sus guerras que llaman conquistas, (y ésto llama Oviedo en su
-Historia pacificar, y todos los que se jactan de conquistadores), para
-los echar á las minas y ocuparlos en las otras granjerías y trabajos,
-donde al cabo los consumieron y acabaron, de la misma manera que los
-desta isla Española fueron estirpados. Quien principalmente hizo la
-guerra y ayudó más que otros, fué un perro que llamaban Becerrillo,
-que hacia en los indios estragos admirables, y cognoscia los indios
-de guerra y los que no lo eran, como si fuera una persona, y á éste
-tuvieron, los que asolaron aquella isla, por ángel de Dios. Y cosas,
-se dice, que hacia maravillosas, por lo cual temblaban los indios dél
-que fuese con 10 españoles, más que si fuesen 100 y no lo llevasen;
-por esta causa le daban parte y media, como á un ballestero, de lo que
-se tomaba, fuesen cosas de comer, ó de oro, ó de los indios que hacian
-esclavos, de las cuales partes gozaba su amo; finalmente, los indios,
-como á capital enemigo, lo trabajaban de matar, y así lo mataron de un
-flechazo. Una sola cosa, de las que de aquel perro dijeron, quiero aquí
-escribir. Siempre acostumbraron en estas Indias los españoles, cuando
-traian perros, echarles indios de los que prendian, hombres y mujeres,
-ó por su pasatiempo y para más embravecer los perros, ó para mayor
-temor poner á los indios que los despedazasen; acordaron una vez echar
-una mujer vieja al dicho perro, y el Capitan dióle un papel viejo,
-diciéndole, lleva esta carta á unos cristianos, que estaban una legua
-de allí, para soltar luégo el perro desque la vieja saliese de entre
-la gente; la india toma su carta con alegría, creyendo que se podria
-por allí escapar de manos de los españoles. Ella salida, y llegando
-un rato desviada de la gente, sueltan el perro, ella como lo vido
-venir tan feroz á ella, sentóse en el suelo y comenzóle á hablar en su
-lengua: «Señor perro, yo voy á llevar esta carta á los cristianos, no
-me hagas mal, señor perro,» y estendíale la mano mostrándole la carta
-ó papel. Paróse el perro muy manso, y comenzóla de oler, y alza la
-pierna y orinóla, como lo suelen hacer los perros á la pared, y así no
-la hizo mal ninguno; los españoles, admirados dello, llaman al perro
-y átanlo, y á la triste vieja libertáronla por no ser más crueles que
-el perro. Desde algunos dias, el Almirante, dando quejas desde acá,
-que contra sus privilegios el Rey proveyera por Gobernador á Juan
-Ponce, habiendo aquella isla descubierto personalmente su padre, en el
-segundo viaje, y Juan Ceron y Miguel Diaz, que habia enviado presos
-Juan Ponce, estando y negociando allá, fué movido el Rey á dejar la
-eleccion de Teniente de aquella isla al Almirante, y dar licencia que
-se volviesen Juan Ceron y Miguel Diaz á sus oficios, por el Almirante,
-y á sus casas. Despues fué á la isla el Almirante, y por causas que le
-movieron quitó á Juan Ceron la gobernacion, y puso á un caballero que
-llamaron el Comendador Moscoso, que habia venido de Castilla con él.
-Pasados algunos dias, quitó aquel y puso á otro caballero, Cristóbal
-de Mendoza, y despues otros y otros; todos los cuales ayudaron á
-destruir aquellas gentes, por todos holgarse de sacar oro, y no carecer
-de la ceguedad que todos, hasta que los acabaron. Despues de muertos
-los naturales vecinos della, dejó Dios para ejercicio y castigo de
-los españoles, reservados, las gentes de los caríbes de las islas
-de Guadalupe, y de la Dominica, y otras de por allí, que infestaron
-muchas veces aquella isla, haciendo saltos, mataron algunos españoles,
-y robaron y destruyeron algunas estancias ó haciendas, y llevaron
-captivos algunos; lo que no osaran venir á hacer, si la isla estuviera
-con sus habitadores en su prosperidad. Así dejó Dios ciertas naciones,
-por los pecados de los hijos de Israel, para que los inquietasen,
-turbasen, infestasen, robasen y castigasen, como parece por el libro
-de Josué y de los Jueces. Y pluguiese á Dios que, con aquellos daños y
-castigos, pagásemos solos los estragos, y calamidades, y destruyciones
-que habemos causado en aquella isla, y los pecados que por ello habemos
-cometido, dejados aparte los de las otras partes.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LVI.
-
-
-Por aquellos mismos términos se destruyó y despobló la isla de Jamáica,
-por aquellos que fueron con Juan de Esquivel, y por él ir á la poblar,
-y ciertamente más verdad es que la fueron á despoblar; los cuales,
-como se comenzaron á servir de los indios con el imperio y rigor que
-siempre han acostumbrado, y á los indios se les hiciese tan nuevo y tan
-pesado, mayormente teniendo experiencia de quién los españoles eran y
-de sus obras, de cuando allí estuvo el Almirante viejo, viniendo del
-descubrimiento de Veragua, comenzáronse por los montes á absentar.
-Van tras ellos á montearlos, defendíanse y descalabraban algunos
-españoles, porque matar, pocos ó ninguno pudieron matar; y nunca oí
-que en Jamáica matasen los indios hombre, porque, en la verdad, era la
-gente de aquella isla muy más pacífica y mansa que otra, que casi eran
-como lo que habemos dicho de los lucayos. Y tanto anduvieron tras ellos
-con perros bravos, que los cazaban y desbarrigaban, que, muertos con
-extrañas crueldades, todos los principales y gente infinita que podia
-tomar arcos en las manos, subjetaron los demas. Repartiéronlos entre
-sí, ocupáronlos, no en las minas porque no las hallaron, ó era, como
-despues fué, el oro tan poco, que dellas no curaban, sino en sembrar
-las labranzas del pan caçabí y del grano maíz, y grandes algodonales,
-porque allí se da mejor y más el algodon que en otra parte, aunque en
-las más tierras destas Indias se da en abundancia, al ménos en las
-que están desta parte de la equinoccial. Y ésta del algodon fué la
-primera granjería que aquellos españoles en aquella isla tuvieron,
-porque hacian hacer á las gentes della, en especial á las mujeres,
-grandes telas de algodon, y camisas y hamacas, de que usábamos por
-camas, y traíanlas á esta isla y á la de Cuba, y á la tierra firme,
-desque fueron españoles á ellas, y las vendian, de donde llevaban
-vino y harina de Castilla, y aceite, y vinagre, y ropa de lienzo y de
-paño, y otras cosas que de Castilla venian y ellos habian menester;
-y desta isla llevaban ganados y yeguas, de que allí se han bien
-multiplicado. Llevaban ó venian de tierra firme á les comprar caçabí,
-maíz é hamacas, y telas que compraban los marineros, para hacer velas,
-de los indios, y carabelas, que por estas islas y tierra firme andaban
-al tracto. En aquellos trabajos se hobieron tan cruel é inhumanamente
-con aquellas inocentes gentes, que en ninguna parte, hasta entónces,
-destas Indias se les habia, en crueldad y malos tractamientos, hecho
-ventaja; los hombres en el sembrar y poner las labranzas y algodonales
-y otras muchas maneras de trabajos; las mujeres en el hilar y tejer,
-preñadas y paridas, haciéndolas en ello tan importunamente trabajar,
-que un momento no las dejaba parar. No les daban de comer sino caçabí
-y ajes, que son raíces de que ya hemos hablado, y con los continos
-trabajos, enflaquecidos, morian. Fué regla general, que los indios de
-los repartimientos que daban para las granjerías del Rey, eran siempre
-los más cruelmente, por sus oficiales, afligidos y tractados, y así
-más aína que otros perecian en todas las partes destas Indias, y hoy
-lo son más opresos y más mal aventurados. Doctrina ninguna tuvieron,
-ni se les dió en Jamáica, ni más cuidado dello se tuvo que si fueran
-brutos animales, siendo de la gente más aparejada del mundo para ser
-cristianos. Por lo cual, murieron todos sin fe y sin Sacramentos, sino
-fueron algunos niños que se baptizaron, y sin baptismo perecieron
-hartos. Habrá hoy, de todos los vecinos que allí habia, que estaba como
-una piña de piñones, de gente toda poblada, obra de cien personas,
-y no se si llegan á tantos. Este fructo sale de la pacificacion que
-dice Oviedo á cada paso, y los que de conquistadores se jactan, que
-nuestros españoles en nuestras Indias hacen; y es de ver cómo los
-encarece y sublima Oviedo, como quien ha hecho grandes hazañas, y todos
-son caballeros y gente noble, segun él, los que á hacer estas obras
-acá pasan. Cierto, fueron hazañas y tan grandes y tan señaladas, que
-despues que Dios crió á Adan, y permitió en el mundo pecados, otras
-tales ni tantas, ni con tan execrables, y creo que, inespiables ofensas
-de Dios, ni fueron jamás hechas, ni pudieron ser pensadas, ni áun
-soñadas. Pero temprano nos quejamos, vamos adelante.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LVII.
-
-
-La órden de nuestra Historia requiere que tornemos á los dos
-Gobernadores primeros, que fueron á la tierra firme, conviene á saber,
-Alonso de Hojeda y Diego de Nicuesa, que, en el cap. 52, desta ciudad
-partidos dejamos; y, porque Alonso de Hojeda partió deste puerto
-primero, dél primero y de sus desastres será bien que digamos. Fué á
-echar sus anclas en cuatro ó cinco dias al puerto de Cartagena, donde
-la gente de aquella tierra estaba muy alborotada, y siempre aparejada
-para resistir á los españoles, por los grandes males que habian
-rescibido de los que fueron los años pasados, con título de rescatar,
-como fueron Cristóbal Guerra, y otros, segun en el libro I, cap. 172
-dejamos relatado, y porque, como en el capítulo 19 deste libro II
-dijimos, las gentes de por allí habian por esta causa descalabrado
-y muerto algunos de los nuestros, porque tenian hierba ponzoñosa y
-brava, y hicieron relacion á los Reyes, que allí no querian rescibir
-los cristianos, ántes los mataban, callando los insultos, violencias
-y maldades que ellos en aquellos hacian, y no habia en la corte quien
-volviese por los que estaban en sus casas, y gente tan inquieta y
-mal mirada como hemos sido con ellos, por lo cual, dieron los Reyes
-licencia que pudiesen ir á aquella tierra y hacelles guerra á fuego y
-á sangre, y hacellos esclavos, con harta ceguedad y culpa de los que
-tenian en su Consejo, como allí probamos, debia el Alonso de Hojeda
-llevar esta misma licencia y allí determinó de usalla. Cuenta ésto, un
-Cristóbal de la Tovilla, en una historia que llamó _La Barbárica_, el
-cual anduvo por aquella tierra mucho tiempo, puesto que no entónces
-sino despues, muchos años; pero súpolo de los mismos que con el Hojeda
-fueron, ó de los que á aquellos inmediatamente sucedieron, y dice así
-en el principio, cap. 1.º: «Aquí en Cartagena, echadas sus anclas,
-porque el Rey católico le mandaba (conviene á saber, á Hojeda), que
-hiciese guerra en aquella parte, por los muchos males que los indios
-della hacian á los que con ellos rescataban. Esto procuraban ellos,
-porque, como todo el tiempo que esta tierra firme estuvo sin poblarse
-de cristianos, las cuales ínsulas habitaban, venian cada dia á rescatar
-con los naturales della, dándoles por el rescate mucho oro que tenian,
-y gallinas, por cuentas y cuchillos y otras cosas semejantes de España,
-con que volvian á sus casas cargados de riqueza, y pasaban con descanso
-la vida. Mas despues que esta contratacion se fué adelgazando, y su
-codicia poco á poco extendiendo, debajo deste nombre rescate hacian
-armadas con que captivaban gran suma de indios, que en la Española
-y las demas ínsulas, sin más justo título, por esclavos vendian,
-por donde los indios, sentido el daño, de paz y de guerra mataban á
-cuantos se descuidaban; á cuya causa, el rey D. Hernando mandó que
-se les hiciese cruel guerra, siendo cierto que, si la verdad dello
-supiera, ni lo mandara ni lo permitiera.» Estas son palabras formales
-del dicho Tobilla, que no es chico testimonio para lo que, en el
-dicho cap. 19, dijimos, y lo que demás en este artículo dijéremos,
-porque siendo uno de los que en esta ceguedad estuvieron y murieron,
-y hablador y encarecedor, como Oviedo, de las dichas hazañas de los
-españoles, y abatidor de los tristes indios, que han sido y son tan
-injustamente agraviados, la misma verdad, con todo esto, le constriñe
-á que no la calle. Tornando pues al propósito, acordó allí Alonso
-de Hojeda de saltar en tierra y dar de súbito en un pueblo llamado
-Calamar, por haber de presto algunos indios, y enviarlos á esta isla á
-vender por esclavos, para pagar muchas deudas que acá dejaba. Juan de
-la Cosa, gran piloto, y que llevaba por Capitan general, acordándose
-de lo que, viniendo con el mismo Hojeda los años pasados á rescatar,
-cognoscieron de aquellos indios, ser valientes y tener hierba mortífera
-y demasiadamente ponzoñosa, prudentemente le dijo: «Señor, paréceme
-que sería mejor que nos fuésemos á poblar dentro del golfo de Urabá,
-donde la gente no es tan feroz, ni tienen tan brava hierba, y aquella
-ganada, despues podriamos tornar á ganar ésta con más propósito»; pero
-Hojeda, que fué siempre demasiadamente animoso, confiando que nunca en
-millares de pendencias y peligros que en Castilla y en estas Indias
-se habia hallado, le sacó jamás hombre sangre, no curó de tomar su
-parecer, sino con cierta gente va sobre el pueblo al cuarto de alba,
-diciendo: «Santiago», acuchillando y matando y cautivando cuantos en
-él hallaba, y que huyendo no se escapaban; ocho indios que no fueron
-tan deligentes en huir, metiéronse en una de estas casas de paja, y
-de tal manera se defendieron, con las muchas y ponzoñosas flechas que
-tiraban, que ninguno de los españoles osaba llegárseles á la casa.
-El Hojeda dando voces reprendiólos, y dijo: «grande vergüenza es que
-vosotros, tales y tantos, no oseis allegaros á ocho desnudos que así
-burlan de vosotros.» Confuso de estas palabras uno de aquellos, que
-en aquella obra solícito andaba, con ímpetu grande arremetió por
-medio de infinitas flechas y entró por la puerta de la casa, pero al
-entrar dióle una por medio de los pechos, que luégo lo derrivó y dió
-el ánima. El Hojeda, de ésto más exacerbado, mandó poner fuego á la
-casa por dos partes, donde, con ella, en un credo fueron los ocho
-indios quemados vivos; tomó allí 60 personas captivas, y enviólas á los
-navíos, que las guardasen. Luégo acordó ir, con esta su vitoria, tras
-los que iban huyendo, en su alcance, y á un gran pueblo que de allí
-cuatro leguas distaba, llamado Turbaco; los vecinos dél, entendidas
-sus nuevas, de los que huyeron habian sido avisados. Alzaron todas sus
-mujeres y hijos y alhajas, y pusiéronlas en los montes á recaudo, y
-entrando en el pueblo, de madrugada, no hallaron persona que matasen
-ni captivasen; y como descuidados y no experimentados de que los
-indios eran hombres, y que la vejacion y la misma naturaleza les habia
-de enseñar, y así, menospreciándolos, y su misma cudicia y pecados
-cegándolos, despareciéronse por los montes, buscando cada uno qué
-robar. Los indios, por sus espías, sintiéndolos derramados, salen de
-los montes y dan en ellos, con una grita que á los cielos llegaba, y
-con tanta espesura de flechas herboladas, que parecia escurecerse los
-aires; y como los españoles creyesen, con su descuido, que no habia
-quien los enojar osase, y ésta fuese avenida súbita, espantados, como
-si fueran venados cercados, no sabian donde guarecese ni huir, como
-atónitos; huyendo para una parte, daban en gente que los aguardaba, si
-para otra parte, caian en la que los acababa, y con unas mismas flechas
-emponzoñadas, que habian muerto á unos, que los indios de los cuerpos
-les sacaban, herian y mataban á otros, que vivos y en pié hallaban.
-Juan de la Cosa, con ciertos españoles que recogió consigo, hízose
-fuerte á la puerta de un cierto palenque, donde Hojeda con ciertos
-compañeros, defendiéndose, peleaba, hincándose de rodillas muchas veces
-para rescibir las flechas en la rodela, en la cual, como era chico de
-cuerpo, y con su ligereza y destreza, casi todo se escudaba; mas desque
-vido caidos todos los más de los suyos, y á Juan de la Cosa, con los
-que le ayudaban, muy al cabo, confiando de la ligereza grande que tenia
-(y fué admirable como en el primer libro dejamos declarado), sale por
-medio de los indios, corriendo, y áun huyendo, que parecia ir volando;
-metióse por los montes donde más oscuros los hallaba, encaminándose
-cuanto más le parecia hácia la mar, donde sus navíos estaban. Juan de
-la Cosa metióse en una choza que halló sin hierba descobijada, ó él,
-segun pudo, con algunos de los suyos la descobijaron porque no los
-quemasen, arrimado á la madera, y peleando hasta que ante sus ojos
-vido todos sus compañeros caidos muertos, y él que sentia en sí obrar
-la hierba de muchas saetadas que tenia por su cuerpo, dejóse caer de
-desmayado: vido cerca de sí uno de los suyos, que varonilmente peleaba,
-y que no lo habian derrocado, y díjole: «pues que Dios hasta agora os
-ha guardado, hermano, esforzaos y salvaos, y decid á Hojeda como me
-dejais al cabo.» Y éste sólo, creemos que de todos escapó, y Hojeda,
-que debian ser más de 100 los que en aqueste salto se hallaron; algunos
-dijeron que fueron 70 los que allí murieron. Los de los navíos, como
-vian que de Hojeda, su Gobernador, y de su gente no sabian nada ni vian
-que alguno venia, ni á quien preguntar, sospechando no fuese acaecido
-algun desastre, van con los bateles por la costa arriba y abajo, á
-buscar si viesen alguno que viniese de allá, que les diese buenas
-nuevas ó malas; poniendo en ello mucha solicitud, llegaron á donde
-habia junto al agua de la mar unos manglares, que son unas arboledas
-inputribles, que siempre nacen y crecen y permanecen en el agua de
-la mar, con grandes raíces, unas con otras asidas y enmarañadas;
-allí metido y escondido hallan á Hojeda con su espada en la mano, y
-la rodela en las espaldas, y en ella sobre trescientas señales de
-flechazos. Estaba casi transido y descaecido de hambre, que no podia
-echar de sí el habla, pero hicieron fuego y escarentáronle y diéronle á
-comer de lo que llevaban, y así volvió á tener aliento y á esforzarse;
-y como en esta tristeza y dolor estuviesen, oyéndole contar su
-desventurado alcance y trabajo, vieron asomar el armada de Nicuesa, de
-que no le sucedió poco dolor y angustia, temiendo que Nicuesa quisiese
-de él vengarse por los desafíos y pendencias que, pocos dias y áun no
-muy muchas horas ántes, en esta ciudad entre ambos habian pasado, por
-lo cual mandó que todos se fuesen á los navíos, y le dejasen sólo, no
-diciendo dél nada en tanto que Nicuesa en el puerto tardase.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LVIII.
-
-
-Salieron los bateles de la armada de Hojeda á rescibir á Nicuesa, que
-en el puerto mismo de Cartagena con la suya entraba, y con gran dolor
-y tristeza le dijeron, como habia tantos dias que Hojeda y Juan de la
-Cosa salieron en tierra con tanta gente, y habian destruido el pueblo
-de Calamar, y presos tantos esclavos, y entrado la tierra dentro en
-el alcance, y no habia ninguna persona; que tenian vehemente sospecha
-ser por mal dellos y de todos los que consigo llevaba, pero que, por
-hacer lo que debian, determinaban de irlo á buscar y traerlo si lo
-hallasen, si les aseguraba, como caballero, de no mirar en tan gran
-necesidad á cosa de las entre ambos pasadas. Diego de Nicuesa, que
-era hijodalgo, se enojó de oirles aquellas palabras, y díjoles que
-fuesen luégo á buscallo, y que si fuese vivo lo trujesen, al cual
-no solamente no entendia enojalle, pero que les prometia como quien
-era de le ayudar en todas sus necesidades, como si fuese su hermano.
-Trujéronlo, pues, y lo primero que hizo Nicuesa, segun es de creer, fué
-abrazarlo diciéndole: «Mucha diferencia debe haber en las obras que los
-hombres hijosdalgo deben hacerse, cuando ven á los que en algun tiempo
-quisieron mal de ayuda necesitados, de las que cuando riñen hicieran,
-teniendo facultad de vengarse, porque allende ser bajeza y vileza de
-ánimo, y degenerar de la bondad de sus pasados, crueldad sería, y de
-hombres no razonables, añadir afliccion al que las aflicciones hán en
-angustias postrado. Por ende, señor Hojeda, puesto que en la Española
-hayamos habido palabras, y allí el uno al otro amordazado, ahora es
-tiempo del todo olvidallas, y así, haced cuenta que no ha pasado
-cosa entre nosotros que nos apartare de ser hermanos, y guialdo vos
-como mandardes, que yo con mi gente os seguiré hasta que Juan de la
-Cosa, y los que con él murieron, sean vengados, sin pretender más de
-solamente ayudaros.» Hojeda fué muy consolado y le hizo muchas gracias,
-reagradeciéndole tan grande obra de bondad y socorro, estimándolo
-cuanto era posible á hombre que en estado de tanta adversidad estaba;
-y cabalgaron ambos en sendos caballos, y tomados 400 hombres, á los
-cuales por pregon público mandaron, so pena de muerte, que ninguno
-indio á vida tomase, partiéronse de noche al pueblo de Turbaco, y
-llegando cerca partiéronse en dos partes. Hay por allí unos papagayos
-grandes, colorados, que llaman guacamayas, que dan muchos gritos y
-hacen grandes alharacas, éstos, en sintiendo la gente, comenzáronlos
-á dar; los indios entendieron lo que era, y como pensaron que ya
-los españoles eran acabados, descuidáronse, y del grande miedo que
-tuvieron, de súbito, saliéronse de sus casas huyendo, dellos con armas
-y dellos sin ellas, y no sabiendo por donde andaban, daban en el golpe
-de los españoles que los desbarrigaban; huian de aquestos, y daban en
-los otros de la otra parte que los despedazaban. Tórnanse á meter en
-las casas, y allí los españoles, poniendo fuego, vivos los quemaban.
-Con el horror y tormenta del fuego, las mujeres, con sus criaturas en
-los brazos, se salian de las casas, pero luégo que vieron los caballos,
-los que nunca jamás habian visto, se tornaban á las casas que ardian,
-huyendo más de aquellos animales, que no los tragasen, que de las vivas
-llamas. Hicieron los españoles allí increible matanza, no perdonando
-mujeres, ni niños, chicos ni grandes. Dánse luégo á robar: díjose que
-á Nicuesa, ó á él y á los suyos, cupieron 7.000 castellanos. Andando
-por diversos lugares, buscando qué robar, toparon con el cuerpo de Juan
-de la Cosa, que estaba reatado á un árbol, como un erizo asaetado; y
-porque de la hierba ponzoñosa debia estar hinchado y disforme, y con
-algunas espantosas fealdades, cayó tanto miedo en los españoles, que
-no hobo hombre que aquella noche allí osase quedar. Vueltos al puerto,
-Hojeda y Nicuesa confederados, Hojeda se despidió de Nicuesa y mandó
-alzar sus velas para el golfo de Urabá, que era el fin de su jornada,
-donde gozar de los bienes ajenos pensaba. Será bien aquí considerar,
-porque por las cosas no pasemos como pasan los animales, ¿qué injuria
-hicieron los vecinos del pueblo de Calamar á Hojeda y á Juan de la
-Cosa, y á los que consigo llevaron? ¿qué haciendas les usurparon?
-¿qué padres ó parientes les mataron? ¿qué testimonios les levantaron,
-ó qué culpas otras contra ellos cometieron, estando en sus tierras y
-casas pacíficos? Item, ¿fué alguna culpa, los del pueblo de Turbaco
-matar á Juan de la Cosa y á los demas, yendo á hacer en ellos lo que
-habian hecho los españoles á los del pueblo de Calamar? ¿y fuera culpa
-vengable que lo hicieran, solamente por castigar y vengar la matanza
-que los nuestros hicieron en los vecinos inocentes de Calamar? ¿Hobiera
-gente ó nacion alguna en el mundo, razonable, que por autoridad de la
-ley y razon natural, que no hiciera otro tanto? Todas las Naciones del
-mundo son hombres, y de cada uno dellos es una no más la definicion,
-todos tienen entendimiento y voluntad, todos tienen cinco sentidos
-exteriores y sus cuatro interiores, y se mueven por los objetos dellos,
-todos se huelgan con el bien y sienten placer con lo sabroso y alegre,
-y todos desechan y aborrecen el mal, y se alteran con lo desabrido y
-les hace daño, etc. Todo esto dice Tulio en el libro I, _De legibus:
-Namet voluptate capiuntur omnes. ¿Quæ autem natio, non comitatem non
-benignitatem non gratum animum et benefitii memorem diligit? ¿Quæ
-superbos, quæ maleficos, quæ crudeles, quæ ingratos non aspernatur, non
-odit?_ ¿Qué nacion hay que no ame y loe la mansedumbre, la benignidad,
-el agradecimiento y el bien hacer? ¿Quién no aborrece ó le parecen mal
-los soberbios, los crueles hombres y malos? Todo esto es de Tulio.
-Item más, ¿Si mereció Diego de Nicuesa premio, ante Dios, en ayudar á
-Hojeda con su gente para ir á vengar la muerte de Juan de la Cosa y
-á su muerta compañía, y si tuvo algun título justo y derecho natural
-que á ejercer aquella venganza lo obligase ó excusase, ó si fué la paz
-y amistad de ambos, la del rey Herodes y del injusto juez Pilatos?
-Pregunto tambien, si fué buena preparacion la que hizo Hojeda, y
-tambien allí Nicuesa, para despues predicar la ley de Jesucristo,
-evangélica, justa, sin mácula, mansa, pacífica y quieta, como algunos
-pecadores sábios del mundo y segun el mundo, por sus escriptos y
-palabras decir osan y enseñan. Tanto derecho adquirieron los vecinos
-de aquella tierra, solamente por aqueste hecho que hicieron Hojeda y
-Nicuesa (que fueron los primeros que de toda la tierra firme hasta
-entónces descubierta, de propósito saltaron en tierra con ejército
-á robar, y matar y captivar los vecinos della), que desde entónces,
-hasta el dia del juicio, cobraron derecho de hacer contra todo español
-justísima guerra, adquirieron razonable impedimento y causa probable
-de, por muchos años, no rescibir la fe de Jesucristo, en tanto que
-creyeran que la profesaban y guardaban aquellos. Infelices, cierto, en
-ésto fueron, y bien lo probó Dios por el fin que todos hicieron.
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-CAPÍTULO LIX.
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-Salido Hojeda con sus navíos del puerto de Cartagena para su golfo de
-Urabá, por vientos que tuvo contrarios paró en una isleta que está
-de Cartagena, la costa abajo, 35 leguas, que se llamó isla Fuerte;
-y allí, para enmendar el avieso de lo que habia en Cartagena hecho,
-y porque Dios le ayudase para lo de adelante, captivó la gente que
-pudo, y que no pudieron huir, é robó algun oro que tenian, con todo
-lo demas que hallaron que les podia aprovechar. De allí entró en el
-golfo de Urabá, y por él buscó el rio del Darien, que entre los indios
-era muy celebrado de riqueza de oro y de gente belicosa, pero no lo
-hallando, buscó por allí cierto lugar y desembarcó la gente, y sobre
-unos cerros asentó un pueblo, al cual llamó la villa de Sant Sebastian,
-tomándolo por abogado contra las flechas con hierba mortífera, que
-por allí se tiraban y tiraron hartas. Pero como Dios ni sus Sanctos
-no suelen dar ayuda á las injusticias é iniquidades, como eran en las
-que éstos andaban, Sant Sebastian no curaba ni curó de guardallos, ni
-al mismo Hojeda, como se verá; y ésta fué la segunda villa ó pueblo
-de españoles, que en toda la gran tierra firme se pobló (la primera,
-fué la que el Almirante viejo, que estas Indias descubrió, comenzó
-á poblar en Veragua, como en el cap. 26 queda declarado), el cual,
-aunque no se poblara, no se ofendiera Dios, ántes infinitos pecados se
-excusaran. Andando por allí buscando asiento para edificar su pueblo,
-salió de un rio un grande cocodrilo, que por error llaman lagarto,
-y tomó con la boca de la pierna de una yegua que halló cercana, y
-llevósela arrastrando al agua, y, allí ahogada, tuvo buena pascua.
-Viéndose Hojeda con tan poca gente para sustentar la negra villa de
-Sant Sebastian, y con miedo de la gente que él iba á inquietar, robar
-y captivar, despachó el un navío de los que trujo á esta isla, con
-el oro que habia robado y los indios captivado, para vendellos por
-esclavos, para que le trujesen gente á fama de robar, y armas y otras
-cosas necesarias; todo ésto se hacia en principio del año de 510.
-Hizo en la villa de Sant Sebastian, que toda era de chozas ó casas de
-paja, una fortaleza de madera muy gruesa, que, para contra indios,
-si los españoles están sobre aviso, con poca resistencia que hagan,
-mayormente si fuese cubierta de teja ó de tablas de palma, que cuasi
-se hallan hechas, con no más de cortallas con una hacha, suele ser
-como contra franceses Salsas; y como el principal y final cuidado, y
-al que todos los otros cuidados se enderezan, de los que vienen de
-España á estas partes, y entónces tan copiosamente se tractaba, sea
-hoy y fuese entónces escudriñar donde habia más oro, supo Hojeda,
-de ciertos indios que habia captivado, que cerca de allí estaba un
-Rey, señor de mucha gente, llamado Tirufi, el cual tenia mucho oro.
-Acordó de ir allá y no perder tan buen lance, y dejando la gente
-que le pareció, para guarda del pueblo y fortaleza, llevó consigo
-los demas; y porque ya era extendida la fama por todas las tierras,
-de muchas leguas adentro, de las obras de los cristianos, y cuáles
-paraban las gentes inocentes que estaban quietas en sus casas, sabiendo
-que venian, saliéronles á rescibir despidiendo de sí, como si fuera
-lluvia, tantas venenosas flechas; de las cuales, muchos de los de
-Hojeda heridos, y que luégo rabiando morian, y ninguno dañificado de
-los indios, acuerdan todos, y más diligentemente Hojeda, de volver las
-espaldas, y corriendo y áun huyendo irse al refugio de su fortaleza.
-Desde á pocos dias, comenzóles á faltar la comida que Juan de la Cosa
-trujo de Castilla, y algun caçabí que cogieron desta isla, y, por no
-esperar que del todo se les acabase, acordó Hojeda de hacer saltos
-y entradas por la tierra, para buscar y traer comida, tomándola por
-fuerza á los indios; y si oro hallasen de camino, de creer es que no
-le desecharian. Llegaron á cierto pueblo y pueblos, salíanlos luégo al
-camino los indios á rescibir, y con sus armas acostumbradas hirieron
-y mataron algunos de los españoles, y por no perdellos todos, y á su
-persona poner en peligro, dió la vuelta con los suyos, huyendo, á su
-fuerza, siguiéndolos hasta encerrallos dentro los indios. Llegados
-á su villa y fortaleza, tenian harto, los que en ella quedaron, que
-hacer en enterrar los que morian, y curar los que no venian tan mal
-tratados, y pocos de los que con hierba venian heridos, escapaban.
-Desde á pocos dias acabarónsele todos los mantenimientos, y no osaban
-salir de la fortaleza un paso, á buscallos á los pueblos de los indios,
-segun de la hierba de las flechas estaban escarmentados; en tanto grado
-estaban sin remedio de comida, que los sustentase, que comian hierbas
-y raíces, áun sin cognoscer dellas si eran buenas ó mataderas y malas,
-las cuales les corrompieron los humores, que incurrieron en grandes
-enfermedades, de que murieron muchos; y estando uno por centinela ó
-guardia, de noche velando, se le salió el alma, y otros tendíanse en el
-suelo, sin otro dolor alguno, más de pura hambre, espiraban: no tenian
-cosa que menor dolor y angustia les diese que la muerte, porque con
-ella tenian estima que descansaban. Estando, pues, padeciendo, más que
-viviendo, esta infelice vida, quiso Dios, sacando de los males de otros
-algun consuelo, no desmamparallos; fué desta manera, que un vecino de
-la villa de Yaquimo, esta isla abajo, llamado Bernardino de Talavera,
-que tenia muy muchas deudas, como otros muchos en esta isla hobo (como
-arriba hemos dicho, que, con cuantos indios en las minas mataban, nunca
-Dios les hacia merced ni medraban); por huir de las cárceles, acordó
-de se salir huyendo desta isla, y porque no habia donde, sino á una
-de las dos gobernaciones de que vamos hablando, y, por ventura, se
-habia con Hojeda concertado, ó por las nuevas que habian dado los que
-Hojeda envió en el navío por bastimentos, de que ya Hojeda quedaba en
-tierra rica poblado, concertóse con otros tramposos y adeudados, que
-habia hartos, y otros tambien que por sus delitos andaban, por ventura,
-absentados, de hurtar un navío que estaba en el puerto de la punta del
-Tiburon, dos leguas del pueblo ó villa de Salvatierra de la Çabana,
-al cabo occidental desta isla, que era de unos ginoveses que cargaban
-de pan cacabí é de tocinos, para traer á esta isla é llevar á otras
-partes; el cual así lo hizo con 70 hombres que á ello le ayudaron, los
-cuales asomaron un dia donde Hojeda y los suyos perecian de hambre.
-Fué no decible ni estimable el gozo y consuelo que rescibieron sus
-ánimas, como si de muerte á vida resucitaran. Sacaron los bastimentos
-que traia el navío, de pan y de carne, los cuales pagó Hojeda, en oro
-ó en esclavos, á la persona que allí debia venir, que del navío tenia
-cargo; y, segun la fama, que Hojeda tenia de mal partidor, porque dicen
-que decia que temia, muchos años habia, de morir de hambre, debió de
-partillo mal segun la hambre que todos padecian. Comenzaron á murmurar
-los que ménos parte habian, contra Hojeda, y á tratar de se salir de
-la tierra, y venir en los bergantines ó en el navío recien venido;
-Hojeda complia con ellos, dándoles esperanza de la venida del bachiller
-Anciso, que cada dia esperaban. En este tiempo no dejaban los indios
-de venir á darles rebates, y cada dia dellos descalabraban; y como
-cognoscian ya la ligereza de Hojeda, que el primero que salia contra
-ellos era él y los alcanzaba, y que jamás flecha le acertaba, acordaron
-de armarle una celada para lo herir é matar. Vinieron cuatro flecheros
-con sus flechas bien herboladas, y pusiéronse tras ciertas matas, y
-ordenaron que otros diesen grita é hiciesen rebato á la otra parte; lo
-cual, puesto en obra, como lo habian concertado, dada la grita en la
-parte contraria, sale Hojeda el primero de la fortaleza como volando,
-y llegando frontero de los cuatro, que estaban en celada, desarman sus
-arcos, y el uno dale por el muslo y pásaselo de parte á parte; vuélvese
-Hojeda muy atribulado, esperando cada hora morir rabiando, porque
-nunca, hasta entónces, hombre le habia sacado sangre, habiéndose visto
-en millares, como ya se ha dicho, de ruidos, en Castilla y en estas
-partes. Creyó aquella era la que le bastaba; y con este temor mandó
-luégo que unas planchas de hierro en el fuego las blanqueasen, y, ellas
-blancas, mandó á un cirujano que se las pusiese en el muslo herido,
-ambas, el cirujano rehusó, diciendo que lo mataria con aquel fuego;
-amenazóle Hojeda haciendo voto solemne á Dios, que si no se las ponia
-que lo mandaria ahorcar. Esto hacia Hojeda, porque la hierba de las
-flechas, ser ponzoñosa de frio excesivo, es averiguado. El cirujano,
-pues, por no ser ahorcado, aplicóle las planchas de hierro blanqueadas,
-la una á la una parte del muslo, y la otra á la otra, con ciertas
-tenazas, de tal manera que no sólo le abrasó el muslo y la pierna, y
-sobrepujó á la maldad de la ponzoña de la hierba, y la echó fuera, pero
-todo el cuerpo le penetró el fuego en tanto grado, que fué necesario
-gastar una pipa de vinagre, mojando sábanas y envolviéndole todo el
-cuerpo en ellas; y así se tornó á templar el exceso que habia hecho el
-fuego en todo el cuerpo. Esto sufrió Hojeda voluntariamente, sin que lo
-atasen ni lo tuviesen; argumento grande de su grande ánimo y señalado
-esfuerzo. Sanó desta manera, consumiendo la ponzoña fria de la hierba
-con el vivo fuego.
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-CAPÍTULO LX.
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-Comidos tambien los bastimentos que trujo el navío que hurtó Bernardino
-de Talavera, tornaron á hambrear y verse en el estrecho de hambre y
-miseria que ántes tuvieron, y como se morian cada dia de hambre, y el
-bachiller Anciso, con el socorro que esperaban, no venia, daban voces
-contra Hojeda, diciendo los sacase de allí, pues todos perecian, y de
-secreto murmuraban y trataban de hurtar los bergantines y venirse á
-esta isla, y otras cosas que como aborridos y desesperados decian y
-hacian. Visto por Hojeda su inquietud y miseria, determinó decilles y
-poner por obra, que pues Anciso no venia, que él mismo determinaba de
-venir á esta isla en la nao que habia llevado Bernardino de Talavera,
-y llevalles mantenimiento y todo socorro, y que no tomaba de término,
-para tornar á vellos ó para les enviar remedio, más de cincuenta
-dias, los cuales pasados, sino hobiese venido ó enviado, les daba
-licencia para que despoblasen el pueblo y se viniesen á esta isla en
-los bergantines, ó hiciesen de sí lo que quisiesen; plugo á todos su
-determinacion y salida de la tierra, para venir á esta isla, esperando
-que más presto serian socorridos. Dejóles por su teniente é capitan á
-Francisco Pizarro, que era uno dellos, y el que despues fué Marqués en
-el Perú, hasta que Anciso viniese, que ya tenia elegido por su Alcalde
-mayor; los 70 hombres ó la mayor parte dellos que habian venido con el
-Bernardino de Talavera, viendo la miseria y peligros de las vidas que
-los de Hojeda pasaban, no quisieron quedar en la tierra, sino volverse
-á esta isla, escogiendo por menor mal lo que aquí les sucediese, que el
-que allí, quedando, tenian por cierto que padecerian. Embarcóse, pues,
-Hojeda con el Bernardino de Talavera y con los demas en aquel hurtado
-navío, y no pudiendo tomar esta isla, fueron á dar á la de Cuba, y creo
-que á la provincia y puerto de Xaguá, de que arriba en el cap. 41,
-algunas cosas dijimos, donde áun no habian pasado á poblar españoles;
-en la cual, saltando en tierra y desmamparando el navío, diéronse á
-andar por la isla, camino del Oriente, para se acercar más á ésta.
-Acaeció que ó en el navío, por el camino, ó ántes que se embarcasen, ó
-despues de salidos á tierra en Cuba, ó sobre quién habia de capitanear,
-ó por otras causas, que yo no curé de saber cuando pudiera saberlas,
-revolviéronse Hojeda y Bernardino de Talavera, ó quizá que venian en
-el navío alguno de los súbditos del mismo Hojeda, por vengarse de
-algunos agravios que estimasen haber dél rescibido; finalmente, hechos
-todos á una con el Talavera, prendieron al Hojeda, y preso lo llevaban
-cuando iban por Cuba, camino, salvo que iba suelto porque tuvieron
-muchas bregas y recuentros con los indios, y valia más Hojeda en la
-guerra que la mitad de todos ellos; y como era tan valeroso en fuerzas
-y ligereza y esfuerzo, trayéndolo preso los deshonraba á todos, y los
-desafiaba, diciendo: «bellacos traidores, apartaos ahí, de dos en
-dos, y me mataré con todos vosotros.» Pero ninguno habia que le osase
-hablar ni llegarse á él; y porque como muchos indios, de los vecinos
-de aquella isla de Cuba, eran naturales desta isla, y se habian huido
-della por la destruccion y muerte que los españoles hacian y causaban
-á las gentes de ésta, y cognoscian bien sus obras por experiencia,
-item, las matanzas y despoblaciones que hacian en las gentes inocentes
-de las islas de los Lucayos, cuando los vieron tantos juntos, creyendo
-y temiendo que venian á les hacer otro tanto, salíanles al camino á
-resistillos que no entrasen en sus pueblos, y, si pudieran, tambien
-matallos, aunque eran tan pocas y tan débiles sus armas, que no tenian
-sino unos simples arcos, y ellos gente pacífica y no osada á reñir con
-nadie, que todos juntos aunque eran muchos les pudieran hacer como les
-hicieron poco daño; pero porque los españoles venian flacos, y con gran
-trabajo, por no pelear con los indios huian de los pueblos, llegándose
-siempre á la costa de la mar, y habiendo andado más de 100 leguas,
-hallaron junto á la mar una ciénaga que les llegaba á la rodilla y poco
-más, y pensando que presto se acababa, proseguian su camino adelante;
-andados dos ó tres dias, íbase ahondando la ciénaga, y, esperando que
-no podria durar mucho más y por no tornar á andar lo que quedaba atras,
-como habia sido muy trabajoso, todavía andaban más, la ciénaga crescia
-más, así en la hondura como en alejarse. Desta manera anduvieron ocho
-y diez dias por ella, con esperanza de que se acabaria, y con temor
-de andar lo que dejaban atras andado, habiendo padecido incomparable
-trabajo de sed y hambre, siempre á la cinta el lodo y el agua, noches
-y dias, y para dormir subíanse sobre las raíces de los árboles mangles
-y allí dormian algun sueño, harto inquieto, triste y amargo. La comida
-era el caçabí y algun bocado de queso, si alguno lo alcanzó, y axí, que
-es la pimienta de los indios, y algunas raíces de ajes ó batatas, como
-zanahorias ó turmas de tierra, crudas, que era lo que cada uno llevaba
-sobre sus cuestas en su mochila ó talega, y bebian del agua salobre
-ó salada. Anduvieron más adelante, con la dicha esperanza de que se
-acabaria camino tan mortal, y tanto más la ciénaga se les ahondaba
-cuanto se dilataba más. Llegaban muchas veces á lugares, por ella, en
-los cuales les llegaba el cieno y agua hedionda á los sobacos, y otras
-que les subia sobre las cabezas, y otras más alto, donde se ahogaban
-los que no sabian nadar. Mojábaseles la comida como las talegas andaban
-nadando, y el caçabí, mojado, es luégo perdido, que de ningun provecho
-puede ayudar, como lo podian ser obleas en un charco echadas. Traia
-Hojeda en su talega, con la comidilla, una imágen de Nuestra Señora,
-muy devota, y maravillosamente pintada, de Flandes, que el obispo D.
-Juan de Fonseca, como lo queria mucho, le habia donado, con la cual
-Hojeda tenia gran devocion, porque siempre fué devoto servidor de la
-Madre de Dios; en hallando que hallaba algunas raíces de los dichos
-árboles mangles, que suelen estar sobre el agua levantadas, parábanse
-sobre ellas un rato á descansar, los que por allí se hallaban, porque
-no todos venian juntos, sino unos que no tenian tantas fuerzas ni tanto
-ánimo, quedábanse atras, y otros desmamparados, y otros más adelante;
-sacaba Hojeda su imágen de su talega y poníala en el árbol, y allí la
-adoraba y exhortaba á que los demas la adorasen, suplicando á Nuestra
-Señora los quisiese remediar; y ésto hacia cada dia y muchas veces cada
-y cuando hallaba oportunidad. Y porque les era imposible tornar atras,
-por no reandar lo que con tantas angustias y daños habian andado, ya no
-pensaban en volver hácia atras, sino en morir todos allí ahogados, ó de
-hambre y sed, como ya muchos muertos quedaban, con sola la esperanza
-de que la ciénaga se habia de acabar. Duróles la ciénaga 30 leguas, y
-anduvieron por ella treinta dias con los trabajos y miseria que dichos
-se están; murieron de hambre, y sed y ahogados, creo que de todos
-ellos, que eran 70, la mitad. Cierto, que, aunque los trabajos que en
-estas Indias los españoles han querido pasar, por buscar riquezas, han
-sido los más duros y ásperos que hombres en el mundo nunca pasaron,
-éstos que aquí Hojeda y los que con él venian padecieron, fueron de
-los más grandes. Plugo á Dios que llegaron algunos, los más recios
-y ligeros, y que más pudieron sufrir calamidad tan grande, hasta al
-cabo, y hallaron un camino seguido, por el cual se dieron á andar, y
-á obra de una legua llegaron á un pueblo de indios llamado Cueyba,
-la y letra luénga, y llegados, cayeron como muertos de flacos. Los
-indios de vellos quedaron espantados; dijéronles como atras quedaban
-los demas en aquel doloroso trabajo, ó por señas, ó porque allí
-venian algunos que de la lengua desta isla, que con la de aquella era
-toda una, sabian algunos vocablos. Hallaron tanta piedad y compasivo
-acogimiento en los indios, que no lo hallaran alguno dellos mejor en
-casa de sus padres; á los que allí llegaron diéronles luégo de comer de
-todo lo que tenian, que no era en poca abundancia, porque la isla de
-Cuba en gran manera era de mantenimientos abundante, como, placiendo
-á Dios, se dirá. Laváronlos, limpiáronlos, recreáronlos. El señor del
-pueblo envió luégo mucha gente, con comida para los otros que en la
-miseria y tristeza quedaban, mandándoles que los ayudasen á salir, y
-los recreasen y alegrasen, y los que no pudiesen venir los trujesen
-á cuestas, y entrasen por la ciénaga y buscasen los que faltaban.
-Hiciéronlo los indios tan bien y mejor que les fué mandado, porque
-cuando no son exacerbados y maltratados de nosotros ántes, siempre
-así lo hacen. Traidos y llegados todos los que escaparon, fueron allí
-servidos muchos dias, mantenidos, recreados y consolados, como si los
-indios estimaran que fueran ángeles, y es cierto, que si 1.000 ó 10.000
-fueran los españoles, si los indios quisieran matallos, segun venian,
-uno ni ninguno dellos no quedara; y porque Hojeda, con la devocion que
-á Nuestra Señora tenia, se habia mucho á su misericordia encomendado,
-y hecho voto que saliendo salvo al primer pueblo, dejaría en él su
-imágen, dióla al señor del pueblo, é hízole hacer una ermita ó oratorio
-con su altar, donde la puso, dando alguna noticia de las cosas de Dios
-á los indios, segun que él pudo hablarles, diciéndoles que aquella
-imágen significaba á la Madre de Dios, que estaba en el cielo, Dios
-y Señor del mundo, llamada Sancta María, de los hombres muy abogada.
-Fué admirable la devocion y reverencia que á la imágen tuvieron desde
-adelante, y cuán ornada tenian la iglesia de paños hechos de algodon,
-cuán barrida y regada; hiciéronle coplas en su lengua, que en sus
-bailes y regocijos que llamaban areítos, la i letra luenga, cantaban, y
-al son de las voces bailaban. Yo llegué, algunos dias despues de este
-desastre de Hojeda y su compañía, y vide la imágen puesta en el altar,
-y la iglesia ó oratorio, de la manera dicha, compuesta y adornada. Y
-cuando habláremos, si á Dios pluguiere, de las cosas de aquella isla,
-en el libro III, contaré otras cosas cerca de la devocion que los
-indios tenian con esta imágen, no dignas de ser calladas.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LXI.
-
-
-Estuvieron en aquel pueblo los españoles todo lo que les plugo y
-quisieron estar, sirviéndoles los indios como si fueran padres y
-hermanos; y, despues de sanos y hartos y recreados, dadas las gracias
-al Señor y á los demas, y con muchos indios cargados de comida y de sus
-hatillos, que el Cacique ó señor les dió, que los guiasen y acompañasen
-hasta ponellos en otros pueblos, pasado un despobladillo que por allí
-hay, por ser tierra muy baja, que creíamos, los que despues por allí
-pasamos, que otro tiempo debia ser aquello mar, finalmente, llegaron
-á la provincia y pueblo llamado Macáca, la media sílaba luenga; allí
-los rescibieron muy bien los indios, y hospedaron, como los indios
-universalmente lo suelen hacer donde no han sido primero agraviados.
-Los españoles, como se vian aislados, y no remedio para salir de
-aquella para esta isla, y redujesen á la memoria estar españoles en
-la de Jamáica, la cual distaba de donde habian llegado obra de 20
-leguas, tractaron entre sí de quién se atreveria pasar en una canoa
-ó barquillo de indios, á dar nuevas en Jamáica dellos, y del estado
-en que estaban y habian venido. Ofrecióse luégo un Pedro de Ordás,
-diciendo que él iria, (no me acuerdo si fué solo él ó le acompañó
-alguno de los otros), rogaron al Cacique ó señor del pueblo que les
-diese una canoa esquifada ó proveida de indios, para que pasasen á
-Jamáica; hízolo de muy buena voluntad, y proveyóles de comida con
-todo lo necesario, cuanto fué posible. Partiéronse y llegaron á la
-isla, y dieron noticia á Juan de Esquivel, Teniente, que el Almirante
-habia enviado allí, pocos dias habia, como en el capítulo 52 dijimos,
-el cual proveyó luégo de una carabela que allí tenia proveida de
-lo que habian menester, para que trujesen á Hojeda y á todos los
-demas; y en ella envió á Pánfilo de Narvaez por Capitan, de quien
-abajo hay bien que decir é de su desastrado fin. Llegada la carabela
-al puerto de Macáca, como la vieron fué grande el alegría que todos
-rescibieron, y Hojeda pidió al Cacique una canoa para que le llevase á
-la carabela, y así como Pánfilo de Narvaez le vido, díjole con mucha
-gracia: «Señor Hojeda, lléguese vuestra merced por esta parte, tomalle
-hemos.» Respondió Hojeda: «Señor, mi remo no rema,» dando á entender
-los desacatos y agravios que de Bernardino de Talavera y de los otros
-habia rescibido. Rescibido en el navío, Pánfilo de Narvaez, que era
-hombre honrado y de bien, y cognoscia bien á Hojeda, y lo que segun
-la estimacion de los hombres merescia, le hizo grande acatamiento, y
-trató como la persona que era; despues rescibió en el navío á todos
-los otros, y llevólos á la isla de Jamáica. Juan de Esquivel, como
-era caballero y se habia visto próspero, y despues muy caido, porque
-habia seguido muchos años los vaivenes de la fortuna, como nos contó
-algunas veces á ciertas personas que estábamos en esta isla con él
-juntos, no curando de acordarse de las palabras de amenazas que Hojeda
-le dijo en esta ciudad, al tiempo que se partia para esta su desdichada
-empresa, que le cortaria la cabeza si á Jamáica iba, le hizo grande
-acogimiento y hospedaje benigno, y mostró dulce y graciosa y familiar
-conversacion, aposentándole en su casa y haciéndole servir como á su
-persona misma. Pasados algunos dias, que descansó de tan trabajosa vida
-como desde que salió desta isla Hojeda habia tenido, pasóse á ésta,
-quedando Juan de Esquivel y él muy grandes amigos. Quedáronse allí
-todos los más de aquellos que con Hojeda venian, no osando pasarse á
-esta isla por miedo de la justicia, por el hurto de la nao y por las
-afrentas que dellos habia Hojeda rescibido; pero sabido por la justicia
-del Almirante, quedar en Jamáica, envióse por ellos en especial por
-el Bernardino de Talavera. Trujéronlo preso, y creo que á otros con
-él, que debian ser los culpados ó más culpados, y convencidos por su
-ordinario juicio, sentenciaron á ahorcar á Bernardino de Talavera,
-y ejecutóse la sentencia en él, y creo que tambien ahorcaron ó
-afrontaron á otros con él, si no me he olvidado, por el mismo delito;
-por lo que á Hojeda hicieron no creo que hubo castigo, porque no era
-hombre Hojeda que los acusaria. Estuvo Hojeda en esta ciudad despues
-desto muchos dias, y creo que fué más de un año, y yo lo vide; algunos,
-que debian ser de los que con él mal estaban, y quizá de los que con
-él habian desto viaje venido, lo aguardaron para lo matar una noche
-que venia de pasar tiempo en conversacion buena con amigos, pero aína
-les hobiera pesado de haberle acometido, porque creo que los corrió
-por una calle adelante á cuchilladas, segun que siempre hacer solia en
-semejantes refriegas. Al cabo, cuando plugo á Dios, no mucho despues
-de lo dicho, que fuesen cumplidos sus dias, murió en esta ciudad de
-su enfermedad, paupérrimo, sin dejar un cuarto, segun creo, de cuanto
-habia rescatado y robado, para su entierro, de perlas y oro á los
-indios, y dellos hechos esclavos muchas veces que á tierra firme habia
-venido; mandó que lo enterrasen á la entrada, pasado el lumbral, luégo
-allí, de la puerta de la iglesia y monasterio de Sant Francisco; y así
-no acertaron los que dijeron que el Almirante queriendo prenderlo, se
-habia retraido á Sant Francisco, y allí habia muerto de la herida que
-en Urabá rescibido habia, porque, como dije, yo lo vide suelto, y libre
-y sano, pasear por esta ciudad, y despues, yo salido de aquí, oí ser
-fallecido. Este fué el fin de Alonso de Hojeda, que tantos escándalos
-y daños en esta isla (como en el primer libro queda dicho), hizo á
-indios; éste fué el primero que hizo la primera injusticia en esta
-isla, usando de jurisdiccion que no tenia, cortando las orejas á un
-señor Rey y Cacique, que con mayor y más cierto derecho, jurisdiccion y
-justicia propia, por el derecho natural concedido, pudiera á él y los
-que con él iban, y al mismo Almirante que los envió (como á injustos
-y violentos tiranos, invasores de los reinos y tierras, y señoríos
-ajenos), justiciar y hacer pedazos. Hojeda fué tambien el que por maña
-y cautela, ó por manera ilícita, prendió y trujo á la Isabela preso
-al rey Caonabo, que se ahogó estando en cadenas en cierto navío, para
-llevar á Castilla contra toda justicia y razon. Este fué asimismo
-el que infestó á tierra firme, y á otras destas islas, que nunca le
-ofendieron, y llevó dellas muchos indios á vender por esclavos á
-Castilla, como queda en el primer libro dicho. Y finalmente, lo que
-agora en éste su postrero viaje por la provincia de Cartagena y el
-golfo de Urabá hizo, y fué causa que Nicuesa hiciese, con otros muchos
-insultos, que, si yo cayera en los tiempos pasados en ello, pudiera
-dél mismo sabellos, y de otras muchas personas que con él anduvieran,
-para referirlos; y porque no cometió ménos que otros (al ménos que los
-de aquellos primeros tiempos, porque de los que despues sucedieron
-otros le excedieron ciento por uno), pudiera y debiera padecer otro más
-desastrado fin, pero yo lo atribuyo que por honra de la Madre de Dios,
-de quien se afirmaba ser muy devoto, quiso dispensar con él la divina
-justicia en que muriese en su paz, y en su cama, quito de barahundas,
-para que tuviese tiempo de llorar sus pecados, en esta ciudad do Sancto
-Domingo. Y plega ó haya placido á Dios de haberle dado cognoscimiento,
-ántes de la muerte, de haber sido pecados los males que hizo á indios.
-
-
-
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-CAPÍTULO LXII.
-
-
-Tornemos á tractar de los que quedaron en la fortaleza de Urabá, los
-cuales, despues de partido Alonso de Hojeda, padeciendo extremas
-angustias y hambres, esperaron todavía los cincuenta dias que
-de término les habia dejado, y viendo que ni venia ni enviaba,
-determinaron deshacer y dejar el pueblo, y en los bergantines, para
-esta isla, embarcarse; y haciendo cuenta de los que podrian caber en
-ellos, vieron que para llevar á todos, que debian de ser hasta 60,
-no eran capaces; por lo cual no hallaron otro remedio, sino esperar
-que la hambre y enfermedades, y tambien los indios con sus flechas,
-los menoscabasen hasta quedar tantos cuántos los bergantines pudiesen
-llevar. No pasaron muchos dias que la hambre y las angustias, y los
-indios peleando contra ellos, porque iban á sus pueblos á tomalles
-la comida, de tal manera los apocaron, que pudieron bien caber y
-tener lugar en los bergantines, y que les sobrase. Habian dejado
-cuatro yeguas vivas, para su defensa, porque con ellas los indios se
-asombraban, éstas hicieron tasajos y echaron en sal, y metido lo que
-más pudieron meter, entraron en los dos bergantines, yendo por Capitan
-del uno, Francisco Pizarro, y del otro, un Valenzuela. Hiciéronse á la
-vela, seis meses despues que allí habian entrado; salidos del golfo de
-Urabá, y siendo, cerca de la isla Fuerte, obra de 20 leguas, salidos á
-la mar, dió un golpe de mar al bergantin de Valenzuela, que lo metió
-con todos los que llevaba debajo del agua, donde, á vista de Pizarro y
-de los que con él iban y oyendo los gritos dellos, todos se ahogaron;
-dijeron los del otro bergantin, que vieron una ballena ó otro pece muy
-grande, que con la cola les hizo pedazos el timon ó gobernario. Pizarro
-fuése con su bergantin á entrar y escaparse en el puerto de Cartagena,
-y él que entraba vido venir un navío y un bergantin; esperóle, y era
-el bachiller Anciso, el cual lo traia cargado de bastimentos, y 150
-hombres y doce yeguas, y algunos caballos, y puercas con sus berracos
-para criar. Traia tambien muchos tiros de pólvora, y lanzas, y espadas
-y otras armas, y trujera más de la gente que habia en esta isla, muy
-adebdada, porque concertó con muchos que se saliesen á la costa de
-la mar del Sur, en los puertos que habia hasta el cabo de la isla, y
-que él iria con su navío y bergantin por ellos, y los iria tomando
-cuantos hallase; pero, sabido por el Almirante, mandó que fuese una nao
-armada con él, hasta dejallo pasado desta isla, porque los acreedores
-se lo requirieron. Con toda la diligencia que se puso, no dejó Vasco
-Nuñez de Balboa de ir en el navío, metido en una pipa vacía; díjose
-que contra voluntad y sin saberlo Anciso. Este Vasco Nuñez era uno de
-los que muchas deudas debia, vecino del postrero pueblo desta isla,
-al Occidente, llamado Salvatierra de la Çabana, donde tenia indios de
-repartimiento, natural de Badajoz. Era mancebo de hasta treinta y cinco
-ó pocos más años, bien alto y dispuesto de cuerpo, y buenos miembros y
-fuerzas, y gentil gesto de hombre muy entendido, y para sufrir mucho
-trabajo; éste habia venido á la tierra firme, cuando vino á descubrir
-é rescatar Bastidas, de quien arriba hicimos mencion. Salidos á la
-mar, salió él de su pipa, y dijeron que desque lo vido Anciso se movió
-á mucha ira contra él, certificándole que lo habia de hacer echar en
-una isla despoblada, pues merecia muerte por las leyes; pero, dello
-por se humillar, y dello porque otros á Anciso rogaron, se aplacó
-Anciso, y así Vasco Nuñez se quedó porque tenia Dios determinado de
-hacer otra cosa dél, por su mal. Así que, llegado Anciso al bergantin,
-y cognoscido que era de la gente de Hojeda, creyó que se venian sin
-licencia y huyendo se absentaban; y como era Alcalde mayor por el
-Hojeda, como se dijo atras, quiso luégo prendellos y castigallos, no
-curando ni creyendo que Hojeda fuese salido de allí, ni de lo que
-más de sus infortunios alegaban. Pero referidos en particular los
-trabajos, hambres y muertes que habian pasado, y mostrada la provision,
-que Hojeda, de Capitan, dejó á Francisco Pizarro, comenzó á creer
-Anciso lo que le parecia no poder haber pasado. Sintiendo y mostrando
-de lo acaecido gran dolor, díjoles, que ya que aquello era pasado, que
-por la postura y contrato que él con Hojeda habia puesto, era todavía
-obligado á llegar hasta Urabá, y allí esperalle y entre tanto hacer lo
-que pudiese de su parte; ellos, como de tan desesperada vida y peligros
-se habian escapado, tornarse á ellos como de la misma muerte reusaban,
-rogándole que por ninguna vía se lo mandase, y que él no lo debia
-hacer, porque como ellos no se viese y desease, y que si no quisiese
-que á esta isla se tornasen, que se fuese á la gobernacion de Veragua,
-donde Nicuesa estaba. Finalmente, dello por ruegos y persuasiones,
-y poniéndoles delante cebo para movellos, que saltarian en tierra
-y harian esclavos para traer ó enviar á esta isla, dello mostrando
-imperio como Justicia mayor, hobo de hacer que á Urabá tornasen, pero
-ántes que de Cartagena partiesen, tuvo necesidad el navío de Anciso
-de tomar agua y adobar la barca del navío, que se le habia quebrado.
-Para ésto echó cierta gente en tierra con los oficiales, y, estando
-adobando la barca, vinieron muchas gentes de los indios (como estaban
-hostigados de los estragos que habian hecho en aquella provincia Hojeda
-y Nicuesa), con sus arcos y flechas, y cercáronlos, y ni los indios les
-acometieron, ni tampoco á los indios los cristianos, y así los tuvieron
-tres dias cercados. En todos tres dias cada gente estaba sobre aviso,
-velándose y aparejada para si la otra intentaba algo, puestos los
-ojos en la otra, sin descuidarse. Estando en esta disposicion ambas,
-salieron dos españoles dentre los otros á henchir y traer del rio,
-que allí estaba junto, una botija de agua, á los cuales, como viesen
-los indios moverse, arremetieron muy de presto 10 indios, con uno que
-parecia ser su Capitan, y cercan los dos españoles y apuntan en ellos
-las flechas con ojos airados, amagándoles como que los querian tirar,
-pero no desarmaban los arcos. Visto esto, el uno de los dos da de
-huir donde los muchos estaban adobando la barca, quedando el otro sin
-temor, y con palabras de afrenta llamándolo. Tornó el otro, y dícele
-que hablase á los indios en su lenguaje, porque habia ya, de los indios
-que por allí habian captivado y robado, aprendido algunos vocablos de
-su habla. Comenzólos á hablar, y como los indios oyeron palabras de su
-lengua, espantados, comienzan á blandear y segurarse, y preguntáronle
-que quién eran sus Capitanes, y qué querian ó buscaban. Respondió el
-español, que eran gente que venían de otras tierras sin hacer mal á
-nadie, y que se maravillaban que ellos les perturbasen, saltando en
-aquella costa con necesidad, y mirasen lo que hacian, porque vernian
-dellos mucha gente armada y los harian mucho daño. Avisado Anciso
-que los indios tenian presos ó no dejaban venir los dos cristianos,
-salió del navío con mucha gente armada, con harto miedo de las flechas
-venenadas, su poco á poco yendo para ellos; el que los entendia hizo
-señal que no acometiesen nada, porque los indios no querian sino paz,
-porque creian que eran Hojeda y Nicuesa, que sin culpa suya les habian
-hecho tan grandes daños, matándolos, y quemándolos, y llevando tantos
-captivos como les habian llevado, en los cuales venian á vengarse,
-pero, pues no eran dellos ni les habian hecho agravio, que á los que
-no les dañaban no era su intencion dañarles, porque hacer el contrario
-era malo. Y para señal dello dejaron los arcos y las flechas, y van
-de presto y traénles pan de su maíz y pescado salado, y vino de sus
-brebajes, y así quedaron pacíficos y en amistad de los cristianos.
-Este caso refiere tambien Pedro Mártir, en su segunda Década, cap. 1.º
-la cual escribió al Papa Leon X. Buena señal es ésta de que aquellas
-gentes de Cartagena, que ante los Reyes habian sido de bravas, y que
-hacian, sin causa, mal á los cristianos, infamadas, como en el cap.
-19 contamos, que si no se les hobieran hecho daños, poco habia que
-trabajar para, por amor y obras cristianas, y de hombres de razon,
-ganallas; pues habiendo tan pocos dias que rescibidos de Hojeda y
-Nicuesa tan irreparables males y estragos, y áun teniendo justísima
-guerra por ellos contra todo español, tuvieron tanto sufrimiento y
-moderacion á no acometer á estos luégo, saltando en su tierra sin su
-licencia, hasta ver si eran de los que les habian tan injustamente
-maltratado, ó si de nuevo los venian á infestar como los pasados.
-Y estas particularidades fuera bien que los del Consejo del Rey
-examinaran, como, segun Dios y razon áun humana, eran obligados;
-pero por su gran ignorancia, como queda dicho, y áun presumpcion de
-ser letrados, erraron mil veces en el derecho que no les era lícito
-ignorarlo, y así tuvieron, de lo que tanto importaba, ningun cuidado.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LXIII.
-
-
-Tornando al propósito de la historia, partióse Anciso de Cartagena
-para Urabá, llevando consigo el bergantin, con Francisco Pizarro, y
-los que de tantos infortunios se habian con él escapado; el cual,
-entrando en el puerto, por descuido del marinero que llevaba el timon
-ó gobernario, dió la nao en cierta arena ó bajo, que está en la punta
-oriental de aquella entrada, la cual, con la resaca, que son las olas
-que quiebran en la ribera, y con la corriente que allí hace, cuasi en
-un momento fué hecha la nao pedazos; en el bergantin y en la barca,
-con mucho peligro, se salvó la gente, cuasi desnudos todos, y con
-algunas armas, de los bastimentos salvaron una poca de harina, y algun
-bizcocho, y algunos quesos; las yeguas, y caballos y puercas, todas se
-ahogaron. Todos estos argumentos y claras señales de aprobar Dios las
-estaciones en que los ciegos pecadores andaban. Salidos de éste modo á
-tierra comenzaron á hambrear, comian palmitos y fructos ciertos de las
-palmas, socorriólos Dios, con topallos con muchas manadas de puercos
-monteses de la misma tierra, que son más pequeños que los nuestros,
-de cuyas carnes por algunos dias se mantuvieron; acabados los puercos
-monteses, y faltándoles lo suyo, era por fuerza que habian de ir á
-tomar lo ajeno, y no es excusado ante Dios, quien se pone y expone á
-tal peligro. Acuerda luégo Anciso ir con 100 hombres, á inquietar y
-robar y matar los que en sus casas, sin haberle injuriado ni hecho
-otro daño alguno, pacíficos vivian, por tomarles violentamente su
-comida, pero no sin riesgo de su propia vida; lo que tocaba al alma,
-por entónces, poco escrúpulo ni cuidado habia. Salidos ciertas leguas,
-toparon, no 100, como ellos iban, ni 1.000 ni 2.000 armados con
-arcabuces, ni otra especie de artillería, sino con sólos desnudos y
-tres indios; los cuales con tanto denuedo y esfuerzo acometieron á los
-100 que llevaba Anciso, como si fueran dos, y los indios 1.000; sueltan
-sus flechas llenas de ponzoñoso veneno, tan de presto, que ántes que
-los españoles tuviesen lugar de revolverse, tenian clavados muchos,
-y muchos rabiando muertos, y gastadas ó vacías las aljabas de sus
-flechas, sin errar alguna, botaron á huir que parescian viento. Tórnase
-Anciso con los que quedaron vivos, por muchas maneras atribulados é
-infelices, torna la opinion y las voces y consejos, que ántes habia,
-de salir é dejar aquella tierra, como á enemiga de sus vidas, y es de
-creer que Francisco Pizarro y los de su compañía zaheririan é acusarian
-su porfia de venir á ella al bachiller Anciso; ayudaba la opinion que
-la dejasen, haber ya quemado los indios la fortaleza que Hojeda hizo,
-y treinta casas que los españoles allí tenian, y áun díjose que el
-mismo Anciso se quiso hurtar de su gente y venir á esta isla en los
-bergantines, aunque despues, segun dijeron, con juramento aquesta culpa
-satisfizo. Estando todos en aquesta extrema tristeza, no sabiendo qué
-hacerse, oyendo cada uno á cada cual su sentencia, dijo Vasco Nuñez
-de Balboa: «Yo me acuerdo que los años pasados, viniendo por esta
-costa con Rodrigo de Bastidas, á descubrir, entramos en este golfo, y
-á la parte del Occidente, á la mano derecha, segun me parece, salimos
-en tierra, y vimos un pueblo de la otra banda, de un gran rio, y muy
-fresca y abundante tierra de comida, y la gente della no ponia hierba
-en sus flechas.» Todos, sin dudar en cosa de lo que Vasco Nuñez dijo,
-concurrieron en un parescer, que luégo se fuese á buscar el rio y el
-pueblo que Vasco Nuñez decia; este rio es el que los indios llamaban
-el Darien, que dicen que es otro Nilo en Egipto. Salta luégo Anciso y
-Vasco Nuñez con los que más cupieron en los bergantines y en la barca
-del navío perdido, van allá, y hallan verdad, todo lo que Vasco Nuñez
-habia dicho; pero desque los indios vieron, y el señor dellos que
-se llamaba Cemaco, los bergantines españoles, como habian oido sus
-obras, mujeres y niños, que no eran para pelear, enviados huyendo,
-de los varones juntáronse obra de 500, y esperaron á los españoles
-en un cerrillo. Como Anciso y los suyos vieron á los indios así
-aparejados para pelear, temiendo más la ponzoña de la hierba que las
-personas, (porque sin ella, para contra españoles, poco y nada pueden),
-hincáronse de rodillas y con mucha devocion, segun la que les parecia
-que tenian, encomendáronse á Dios y hicieron voto á Nuestra Señora,
-como en Sevilla dicen, del Antigua, con cuya imágen toda la ciudad
-tiene gran devocion, de, si les diese vencimiento, la primera iglesia
-é pueblo que hiciesen por allí, intitulalla que se llamase Sancta
-María del Antigua, y más desto, que enviarian un romero á Sevilla para
-que le ofreciese, por todos, algunas joyas de oro y plata que con él
-enviarian. Hízoles obligar á todos, con juramento que les tomó, que
-ninguno huyese ni volviese las espaldas, á muerte ó á vida; hechas
-todas estas diligencias, armados de sus espadas, lanzas y rodelas,
-arremeten á los indios, y los indios, desnudos, á ellos, tirando sus
-flechas, como de niños, como les faltase hierba; ellos con las espadas,
-cortándolos por medio, y con las lanzas, en un credo alanceando cada
-uno 20, pusieron al cabo en huida los que quedaron vivos. Entraron en
-el pueblo, y halláronlo todo, como lo habian menester, lleno de comida;
-otro dia entraron por la tierra y los montes que por ella habia, y
-hallaron algunos barrios ó casas vacías de gente, por haber todas
-huido, pero llenas de vasos, y otras alhajas de casa para el cuotidiano
-servicio, y de cosas hechas de algodon, como naguas para las mujeres,
-que son como medias faldillas, donde hobieron mucho algodon hilado y
-con pelo, y lo que más ellos deseaban y andaban á buscar, con tantos
-peligros del ánima y del cuerpo, muchas piezas de oro, que se ponian
-en los pechos y en las orejas, y en otras partes, joyas de diversas
-hechuras, que hasta 10.000 castellanos de oro fino pesarian.
-
-De diferente manera hallo en mis memoriales viejos, habida relacion de
-los que creo que se hallaron en ésto, conviene á saber, que el cacique
-Cemaco, señor de aquella tierra, luégo se aplacó y rescibió de paz
-los españoles, y les dió graciosos, de su voluntad, entendiendo lo
-que buscaban 8 ó 10.000 pesos de oro, pero que le preguntaron donde
-se cogia de aquello, y respondió que les venia del cielo; forzándolo
-que dijese la verdad, dijo, que las piezas grandes las cogian de 25
-leguas de allí, y lo menudo, de unos rios de por allí cerca. Dijéronle
-que fuese á mostrallos, respondió que le placia, pero que queria ir
-primero á llamar unos indios suyos, que fuesen con él; notificó á los
-indios, lo que los españoles pretendian, respondiéronle los indios que
-no lo descubriese, porque nunca saldrian de aquella tierra, por lo cual
-el Cacique se fué á esconder á un pueblo ó tierra de un vasallo suyo.
-Fueron tras él, y prendiéronlo; pregúntanle que dónde cogian aquel oro,
-respondió, como ántes, que le venia del cielo. Dánle grandes tormentos,
-por los cuales descubrió las minas; finalmente, soltóse despues, y
-recogió sus gentes y amigos, y viene contra los españoles, y entónces
-debian hacer sus oraciones y voto el bachiller Anciso.....[2].
-
-Con este gran triunfo muy alegres, Anciso envió por los otros
-compañeros que quedaron á la otra banda oriental de aquel golfo, por
-no caber en los bergantines, los cuales, como los vieron, y oidas las
-nuevas de la abundancia de la comida y fertilidad de las tierras, y más
-de ser de oro ricas, ¿quién podrá encarecer el regocijo que hobieron,
-bañados de alegría? Con este favor de haber salido verdad lo que Vasco
-Nuñez dijo, y siendo él la guía sucedelles tan próspero, que mejor
-esperallo no podian, cobró Vasco Nuñez mucha reputacion entre todos
-aquellos españoles, y á tener amigos, y en sí mismo más estimacion de
-la que debia. No es razon de pasar de aquí sin alguna consideracion de
-cristiandad, y no insensiblemente como lo harian los gentiles, que ni
-áun los cuerdos dellos, por semejantes cosas, fácilmente, sin mirar
-en ellas, pasarian. ¡Que hobiese tan tupida ceguedad en aquellos, y
-mayormente en el bachiller Anciso, que paresce que por sus leyes
-debiera más presto sentilla, que disponiendo de infestar, matar, y
-captivar, y robar á una gente apartada, en su tierra y casas segura sin
-les haber ofendido, no ménos que las otras inocentísimas, que ni los
-indios á españoles, ni españoles á los indios habian visto, hiciesen
-oracion á Dios, y hiciesen votos á la Vírgen Maria del Antigua, porque
-les ayudasen y favoresciesen á perpetrar tan impías, tan crueles,
-tan violentas, tiránicas, y de Dios tan ignominiosas y afrentosas
-injusticias! ¿Qué otra cosa era lo que allí en aquellas oraciones y
-votos hacian, sino hacer ó tomar por compañero á Dios y su Madre Sancta
-María, de los robos, homicidios, y captiverios é infamias de la fe, y
-sangre que derramaban, y rapiñas que perpetraban, partícipes? Daban á
-Dios y á su Sancta Madre oficios, que no son de otros propios, sino
-de los demonios y de sus ministros. Los que en las obras del diablo
-andan ocupados, como estos andaban, matando, captivando, robando y
-escandalizando los inocentes que mal nunca les merescieron, é infamando
-la fe de Jesucristo, y, por consiguiente, impidiendo que gentes no se
-convirtiesen, no tienen necesidad de ayuda de Dios, sino del diablo; y
-aquel, por las obras tales, con el diablo vive, y aunque busque y pida
-la ayuda de Dios, no la hallará, como el ladron que vá á hurtar, que
-se encomienda á Dios que le ayude á que salga en salvo con el hurto, y
-el que entre en algun lugar para cometer fornicacion, porque no sabe
-la Justicia de Dios dar favor á los crímenes é injusticias. Todo ésto
-es de Sant Crisóstomo, sobre San Mateo: _Qui in diaboli iniquitatibus
-ambulat diaboli adjutorium necessarium habet. Colonus diaboli auxilium
-si quæsierit non inveniet. ¿Vidisti aliquando euntem ad furtum, Deum
-orare ut bene prosperetur in furto? ¿Aut qui vadit ad fornicationem
-numquid signum crucis ponit sibi in fronte, ut non comprehendatur
-in crimine? Quod si fecerit non juvatur, quia nescit justitia Dei
-patrocinium dare criminibus._ Esto es de Sant Crisóstomo; véalo bien
-el cristiano lector, y determine si hobo lugar la sentencia de Sant
-Crisóstomo en Anciso y en su compañía. Considere tambien, si nombrar la
-iglesia del título de Sancta María del Antigua, y enviar á la capilla
-de la Vírgen, que está en Sevilla, las joyas que le prometieron por
-voto, si fué á Dios y á su Sancta Madre acepto sacrificio. No debiera
-de ignorar Anciso aquello que en el Eclesiástico está escripto, y áun
-en los «Decretos», si los profesó, lo pudiera haber visto: _Immolantes
-ex inicuo oblatio est maculata_. _Dona iniquorum non probat Altissimus,
-nec respicit in oblationibus iniquorum_, etc. Y que aunque Dios les
-permitió hacer los grandes pecados que allí cometieron, y quiso que
-saliesen con victoria, los tristes inocentes indios vencidos, no se
-debieran de tener por sanctos y devotos de Dios, estimando que por
-sus oraciones fueron oidos y favorescidos, porque Dios suele sacar de
-nuestras maldades los fructos para su gloria y honra que determina,
-porque, de otra manera, nunca los permitiria. El fructo que de aquellos
-insultos y obras infernales Dios sacaria, sería algun predestinado
-que allí tenia, puesto que no fuese más de sólo uno; pero no por eso
-se sigue que apruebe las obras de los que, haciendo contra su ley é
-mandamientos, inexpiablemente le desirven. Y cabe bien aquí lo que
-refieren las historias de aquel Alexandre Magno, que traia en el mundo
-el mismo oficio que los españoles han traido y traen por todas estas
-Indias, infestando, escandalizando, matando, robando, captivando,
-subjetando y usurpando los reinos ajenos y gentes que nada les debian.
-Este, siendo infiel idólatra, enemigo del linaje humano, infernalísimo,
-llegando á los montes Caspios, donde habian sido puestos y desterrados,
-llevados captivos, los diez tribus de Israel, por Teglaphalasar y
-Salmanazar, reyes de los Asirios, del cual captiverio se tracta en
-el capítulo 15 y 17 del IV de los Reyes, los cuales no podian salir
-de allí por edicto público, que se les puso por los mismos Reyes
-ya dichos, enviáronle á suplicar, como lo vieron que señoreaba el
-mundo, les diese licencia para salir y volverse á su tierra, que era
-Jerusalen y la de promision; y como Alexandre preguntase la causa de
-su destierro, fuéle respondido, que porque apostataron, dejando á su
-Dios de Israel por adorar los becerros de oro, que les constituyó por
-dioses Jeroboan, y les ofrecieron sacrificio, y que por los profetas
-les estaba profetizado que nunca habian de salir, por aquel pecado,
-de captiverio. Entónces respondió Alexandre, que dignos eran de ser,
-más de lo que estaban, encerrados, y que él queria más estrechamente
-los encerrar. Mandó luégo á su ejército que, con tierra y cal y otros
-materiales, hiciesen otras sierras ó montes para cerrar los montes
-Caspios, que debian tener alguna abertura ó entrada, para donde los
-diez tribus desterrados estaban; pero como viese Alexandre ser obra que
-sobrepujaba las fuerzas humanas, hizo oracion á Dios de Israel, que él,
-con su poder, aquella obra perficcionase. Luégo se juntaron las dos
-sierras ó montes, por manera que ya no se puede aquel lugar andar, ni
-entrar ni salir nadie. Señal manifiesta, que no es la voluntad de Dios
-que aquellos diez tribus, ni alguna persona dellos, de allí salgan;
-saldrán cerca de la fin del mundo, y harán en los hombres grandes
-estragos. Todo esto dice el Maestro de las Historias escolásticas
-sobre Esther, cap. 5.º, y el Vicentio en el «Speculo historial», libro
-V, cap. 43, y otros historiadores. El Burgense, en las adiciones al
-Nicolao de Lira, expone á la larga el cap. 18 de Esaías de aquellos
-diez tribus, conforme á lo que queda dicho. Tambien refiere Josepho,
-en el fin del libro II, de las «Antigüedades», que yendo Alexandre
-contra Dario, y no habiendo camino por donde pasase su ejército, se le
-abrió la mar que llaman Pamphilica ó mar Pamphilico, por voluntad de
-Dios, porque determinó de destruir por manos de Alexandre el reino de
-los Persas. Esto es de Josepho. Así que, aplicando todo ésto á nuestro
-propósito, pues oyó Dios la oracion de Alexandre, infiel y turbador
-sangriento del linaje humano, y por ella quiso hacer aquel señalado
-milagro, para cumplir su divina voluntad en lo que tenia determinado,
-sin merecimiento ni provecho suyo, pues se fué á los infiernos al
-cabo, no debió de presumir Anciso, ni los que con él estaban, que,
-porque orasen y Dios les diese victoria, que pareciese, y lo fuese,
-milagro, que de allí se siguiese que aquellas obras, y las semejantes
-que hacian, Dios las aprobase, siendo tan injustas y por su ley tan
-reprobadas; y por tanto, si penitencia en el artículo de la muerte no
-les valió, yo temo que se han visto en trabajo, y plega á Dios que no
-sea peor que el de Alexandre, porque más que los infieles y en mayor
-grado de gravedad pecan los cristianos, en cualquiera género de pecado.
-Lo mismo deben temer de sí todos los que por estas Indias en tales
-estaciones andan.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LXIV.
-
-
-En cumplimiento, pues, de su voto, acordó Anciso y todos de asentar
-luégo allí una villa que se llamase Sancta María del Antigua del
-Darien, que era nombre propio del pueblo de los indios, ó del rio
-grande que por allí pasa ó pasaba, porque ya todo está por allí, como
-en lo demás, asolado; y para prueba de su sanctidad, por quien Dios
-hacia milagros, comenzó luégo á crecer la grande ambicion, entre
-aquellos nuevos pobladores, que tenian en sus pechos, y que con sus
-compañeras los habia llevado allá, y, segun se dijo, el principio
-de todas las disensiones fué Vasco Nuñez de Balboa. Como ya tenia,
-como se dijo, entre los otros autoridad, trabajaba de secreto con
-los que sentia tener amistad, que quitasen la obediencia á Anciso,
-diciendo no tener ya jurisdiccion, pues habian salido de los límites
-de la gobernacion de Hojeda, cuyo era en ellos Alcalde mayor; y no
-decian mal, si verdad era que aquella tierra salia de los dichos
-términos, como creo ser verdad, si lo demás fuera agua limpia, que no
-pretendiera él mandar. Pero, cierto, mejor dijeran que ni Anciso con
-todos ellos, ni juntado con ellos Hojeda, tenian una punta de alfiler
-de jurisdiccion, pues estaban en reinos y tierras ajenas, donde habia
-y señoreaban propios y naturales Reyes y señores, con justa é legítima
-y natural jurisdiccion, á la cual Hojeda y todos ellos eran subjectos,
-aunque les pesara, y eran obligados, so pena de incurrir en grandes
-pecados de inobediencia, de obedecer á los Caciques, señores y Reyes
-de aquellos reinos, y cumplir sus mandamientos, y vivir segun sus
-leyes miéntras en la tierra estuvieran, en todo aquello que no fuera
-contrario á nuestra santa fe y cristiana religion. Y ésto verán los que
-quisieren leer nuestro libro, escripto en latin, cuyo título es: _De
-unico vocationis modo omnium gentium ad veram religionem_, más claro
-que el sol. Tornando al propósito, andando en estos secretos tractos
-unos con otros, mandó Anciso, presumiendo de Alcalde mayor, que ninguno
-fuese osado, so pena de muerte, rescatar con los indios oro alguno;
-Dios supo con qué intento, al ménos todos creian ó murmuraban, que por
-haberlo él para sí todo. De ésto indignados todos, porque aquel daño
-tuvieron por comun, acuerdan de quitalle la obediencia y el mando,
-diciendo que no tenia poder ni jurisdiccion sobre ellos, por la causa
-dicha y otras razones que alegaron; Anciso privado é impedido del
-mando y gobierno, acuerdan entre todos elegir Alcaldes y Regidores, y
-cayó la suerte de Alcaldes, al Vasco Nuñez, y creo que á uno llamado
-fulano Çamudio, y por Regidor un Valdivia, y otros de que no tuve
-noticia. No contentos con los Alcaldes y gobierno que habian elegido,
-ó descontentos de su manera de regir, ó arrepentidos de haber dejado
-ó excluido al Anciso, no contentos ni asosegados sus corazones, como
-quien andaban fuera de la vida cristiana que debieran vivir, tornaron
-á tener contenciones sobre la gobernacion, alegando algunos que no
-convenia estar sin superior, uno sólo, que los gobernase, y así,
-algunas veces estaban para peligrosamente reñir. En estas sus porfías
-se dividieron todos en tres partes: la una decia que se restituyese
-á Anciso en su grado prístino, hasta que el Rey los proveyese de
-Gobernador, teniendo dello aviso; la otra, defendia otra opinion,
-diciendo que á Nicuesa se habian de subjectar, pues aquella tierra
-caia dentro de sus límites; la tercera, era de los amigos de Vasco
-Nuñez, que contendian que estaba bien así, ó que si habia de ser único
-que aquel fuese nombrado y elegido; los cuales, con estas contiendas
-y opiniones, así divisos, llegó un Rodrigo de Colmenares, desta isla,
-que puso fin por algun tiempo á estas porfías. Á este Colmenares, segun
-creo, dejó Nicuesa en esta isla para que fuese despues dél recogiendo
-los bastimentos, que dejaba haciendo en sus haciendas que en esta isla
-tenia, ó por ventura lo dejó para este fin en Castilla. Este, partido
-de aquí con dos navíos de bastimentos y provisiones otras necesarias,
-y 60 hombres que iban dedicados al mesmo oficio, llegó con sus navíos,
-despues de haber padecido gran tormenta en el camino, al puerto de
-Sancta Marta, obra de 50 ó 60 leguas del de Cartagena, el cual los
-indios llamaban Gayra, la y letra luenga. Quisieron allí tomar agua,
-y como los indios vieron los navíos, y habian entendido las obras que
-los españoles habian hecho á los de Cartagena, sus vecinos, acordaron
-de hacellos alguna burla, porque descuidándose no les acaesciese
-rescibilla. Saltaron en las barcas de los navíos, ó en la una dellas,
-de los españoles 50, y llegados al rio, dijeron que salió el señor
-de aquella tierra con 20 de sus allegados, vestido de cierta manera
-con manta de algodon, como quiera que todos los indios anden por allí
-desnudos, y llegando cerca díjoles por señas, que no tomasen de allí
-agua, porque no era buena, señalándoles abajo (ó arriba), otro rio,
-al cual yendo los españoles, con la resaca y braveza de la mar, no
-pudieron llegar y tornáronse al de donde habian venido; y estando
-embasando sus pipas ó vasijas, saltan de súbito, segun les pareció,
-hasta 70 indios, y ántes que los españoles se revolviesen, los tenian,
-á 47 dellos, con hierba ponzoñosa, heridos. Tomáronles la una barca ó
-barcas y hácenlas pedazos luégo; creo que de los heridos huyeron al
-navío, nadando, ó en la una barca, pero llegados á los navíos todos los
-heridos murieron, que no se escapó sino sólo uno vivo. Escondiéronse
-siete dellos en unas concavidades de cierto árbol grande hasta que
-anocheciese, para se ir despues á las naos, ó nadando, ó que viniesen
-por ellos; pero como en aquella noche, por no rescibir más daño y por
-creer que aquellos serian muertos, se hiciesen á la vela, no hobo más
-memoria dellos. Partióse, pues, del puerto de Sancta Marta, Colmenares,
-con la pérdida dicha de los españoles, y con extrema tristeza, para el
-golfo de Urabá derecho, por tomar de allí alguna nueva donde hobiese
-parado Diego de Nicuesa, el cual, no viendo ni oyendo persona ninguna
-en la parte de Oriente del golfo, donde creia que podian estar Hojeda
-ó los suyos, quedó espantado, si eran todos muertos ó á otra parte
-idos, no sabiendo qué fuese dellos. Acordó de tirar muchos tiros de
-artillería, porque si por allí estaban lo oyesen, y hacer muchas
-hogueras ó ahumadas de noche y de dia sobre unas altas peñas. Atruénase
-todo el golfo de una parte á otra, que tiene de ancho seis leguas;
-oyéronlo con espanto los del pueblo de Sancta María del Antigua, y las
-ahumadas tambien vieron; responden con otras tales muchas veces, por
-manera que atinó Colmenares, que cristianos debieran estar á la parte
-del golfo de la mano derecha ó del Occidente; finalmente, hobo de
-llegar á ellos, cuasi mediado Noviembre, año de 1510. Fué inestimable
-la alegría y gozo que con su venida todos rescibieron, con todos los
-trabajos y muertes y adversidades que cada uno dellos habian padecido.
-Preguntando por Nicuesa ninguna nueva le dieron; todo el gozo de los
-unos y de los otros, de tristeza y dolor tenia harta mezcla. Repartió
-de los bastimentos que traia con todos aquellos, por manera que
-contándose los unos á los otros sus duelos, con el pan y comida que
-de nuevo á los que estaban venia, les fueron tolerables y buenos. Con
-esta liberalidad, que Colmenares de los bastimentos con ellos hizo,
-ganó las voluntades de los más que resistian que no se llamase para
-los gobernar Nicuesa, y así ganada la opinion contraria, ó la mayor
-parte, acordóse que fuesen á buscar á Nicuesa, y hallado lo convidasen
-y rogasen tuviese por bien de venir á gobernallos, porque ellos se le
-querian subjectar. Enviaron para ello con Colmenares á uno llamado
-Diego Albitez, y al bachiller Corral, y el cargo principal dieron á
-Colmenares.
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-CAPÍTULO LXV.
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-Dejemos partidos á los mensajeros ó procuradores que van á buscar y
-á llamar á Diego de Nicuesa, sin saber dónde estaba ó qué habia sido
-dél, y contémoslo aquí hasta el punto que Colmenares y los mensajeros
-le hallaron, y será referir una tragedia de las más infelices y
-desastradas que acaescieron despues en estas partes. Metióse, pues,
-Diego de Nicuesa en una carabela, y mandó que con él junto fuesen
-siempre los dos bergantines, en uno de los cuales mandó que fuese por
-capitan Lope de Olano, que era su Capitan general en toda la armada;
-y las naos grandes ordenó que fuesen más metidas en la mar, por miedo
-de los bajos, y él se iria más llegado á tierra, todos en demanda de
-Veragua, hízose á la vela é del puerto de Cartagena, desde á poco
-que salió de él Alonso de Hojeda, con el intento y órden que se ha
-contado. Comenzó luégo la mar y vientos á serle contrarios, porque se
-levantó gran tormenta, y llegando sobre la costa ó ribera de Veragua,
-una noche, por huir de los peligros que padescen los navíos andando
-de noche cerca de tierra, y el remedio general es hacerse á la mar,
-tomólo para sí tambien Nicuesa, y en anocheciendo apartóse de la tierra
-con su carabela, estimando, como se debia estimar, que los seguia, con
-los dos bergantines, Lope de Olano; pero no lo hizo ansí, ántes, cerca
-de una isleta, estuvo aquella noche (como dicen los marineros), al
-reparo. Aquello dijeron que hizo por miedo de la tormenta, y algunos,
-y el mismo Nicuesa, tuvieron sospecha, que por alzarse con el armada
-y gobernacion lo hizo Lope de Olano; alguna presuncion se pudo tener
-de ésto contra él, porque fué uno de los que anduvieron en esta isla,
-con Francisco Roldan, contra el Almirante, alzados, de los cuales
-arriba, en el libro I, escribimos largo, é yo se que fué dellos uno
-Lope de Olano. Así que como amaneció y no pareció la carabela donde
-iba Nicuesa, no curó de ir á buscarlo, ántes se arrimó á buscar las
-naos, las cuales halló en un rio que llamaron el rio de los Lagartos,
-y así se nombra hoy en las cartas de marear, y hoy se llama comunmente
-rio de Chagre; está, de lo que llamamos hoy el puerto y ciudad del
-Nombre de Dios, 20 leguas largas. Llegado allí, halló las naos cuasi
-descargadas de todos los bastimentos y hacienda que tenian, porque de
-la bruma estaban todas comidas que se anegaban; allí echó fama Lope
-de Olano que Nicuesa era perdido y ahogado, y que por gran ventura él
-se habia escapado, y como fuese Capitan general de Nicuesa, ó porque
-todos lo eligieron de nuevo, ellos le obedecian y él los mandaba; y
-dijeron algunos, que, de industria, dejó las naos en cierta punta
-del rio de Belem, donde las hizo pasar con la gente para buscar allí
-asiento para poblar, que dista cuatro ó cinco leguas del de Veragua,
-porque se perdiesen, porque de salir de allí los españoles, como
-andaban hambrientos y atribulados, perdiesen el ánsia. Y porque las
-naos quedaban en la dicha punta, que no podian entrar en el rio por
-ser baja la entrada, él embarcado en una barca de gente bien esquifada
-(quiere decir llena y bien aparejada), en la entrada del rio, con la
-resaca y braveza de la mar, se le anegó la barca y se le ahogaron 14
-hombres, salvándose él por gran maravilla, con otros que supieron
-bien nadar; estuvo en tierra con los demas, sin comer cuatro dias,
-porque por la tormenta no pudieron sacar bastimento ninguno de las
-naos del rio de Belem, que está, como dije, cuatro leguas de Veragua,
-al Oriente. Metido en los bergantines, y una barca, con la gente que
-pudo caber en ellos, entró por el rio de Veragua, en el cual mandó
-que hiciesen catas para saber si habia oro, y hallando mucha muestra
-dello, negábanlo diciendo que no habia oro ni comida, sino que era
-tierra desesperada; ésto hacian y decian porque andaban todos ya muy
-angustiados, y porque no pensase de perseverar en aquella tierra Lope
-de Olano, y buscar remedio para se pasar á esta isla, por escapar de
-donde temian perecer de trabajos y hambre. Los que quedaron en el rio
-de Belem, como comian por tasa, y por no tener convinientes moradas,
-porque estaban en chozas, que la humedad de la mar, y por las muchas
-aguas que llovia, y de llagas que se les hacian de los muchos mosquitos
-que habia, y más de verse atajados y sin esperanza de salir de allí,
-atribulados moríanse muchos, notaron, en estas angustias estando, que
-nunca moria alguno, sino cuando la mar menguaba; y como los enterraban
-en el arena, experimentaron que en ocho dias eran comidos los cuerpos
-como si hobiera cincuenta años que los hobieran enterrado, lo cual
-tomaban por mala señal, entendiendo que áun el arena se daba priesa
-á acabarlos. Añidióseles otro no chico trabajo, que una noche hizo
-tanta tormenta en la mar, que les comió el arenal donde tenian hechas
-sus chozas, por donde tuvieron necesidad de hacerlas más dentro, que
-les fué desconsuelo doblado. Volvió Lope de Olano de Veragua al rio
-de Belem, donde la otra gente de que agora hablamos estaba, y comenzó
-á mandar que se hiciese una carabela de las tablas de las naos que la
-mar habia hecho pedazos; la fama ó título que se publicó era, que la
-carabela queria hacer para que se pasasen á esta isla, pero tambien
-se dijo que era para se aprovechar della por allí, é no para salir de
-aquella tierra, donde pensaba quizá ser rico. Comenzada la carabela, y
-andando en la obra della adelante, acabáronseles los mantenimientos, y
-fué tanta la hambre que padecieron que no puede ser creida; acabando de
-parir una yegua, que allí tenian, como lobos hambrientos arremetieron
-á comer las parias que hechó con el hijo, y se las comieron. Entre
-estas angustias que Lope de Olano y la gente que con él andaba padecia,
-no faltaban desventuras misérrimas y terribles tormentos al infelice
-Nicuesa, el cual, como amaneciese, pasada la noche de la tormenta, y
-no viese á los bergantines que traia Lope de Olano á par de sí, como
-creia que tras él venian, fué grande su tristeza temiendo no fuesen
-perdidos. Volvió luégo con su carabela sobre la costa, y visto un rio,
-metióse por él hallando abundante fondo, porque venia, de las grandes
-lluvias que hacia en las sierras, muy avenido, el cual, en muy breves
-horas menguó tanto, sin cuasi sentillo, que la carabela tocó en el
-arena, y no teniendo sosten dió de lado consigo. Viendo un marinero
-que la carabela se abria, saltó de presto en el agua con un cabo, que
-llamamos los hombres de tierra soga, para la atar en algun árbol en
-tierra, pero fué tan vehemente la corriente que el rio traia, que, no
-teniendo fuerzas para nadando vencerla, lo llevó y sacó á la mar, donde
-no pudo ser de ninguno socorrido. Saltó luégo otro, no curando de la
-muerte del pasado, con aquella ó otra soga, y vencida la corriente,
-salió á tierra y á un árbol atóla, y por ella salió Nicuesa y los demas
-como por puente, aunque no tan enjutos ni tan alegres como si fueran
-por la de Alcántara, ni áun como por la de Sevilla. Perdióse allí
-con la carabela cuanto bastimento y cosas traian, y así quedaron sin
-comer y sin vestidos, mojados, angustiados y más que tristes. Acuerda
-Nicuesa tomar por remedio, sólo uno que habia, que fué caminar por sus
-piés al Occidente, buscando á aquella negra de Veragua que tanto caro,
-áun hasta entónces, costado le habia; y pluguiera á Dios que allí sus
-trabajos se le fueran concluidos. Tomada la barca de la carabela, mandó
-ir cuatro marineros en ella por la mar, con inmenso peligro, para pasar
-los esteros y rios que no pudiesen pasar á pié, y comiendo hierbas y
-marisco que tomaban de la ribera, y muchos descalzos y cuasi todos
-desnudos, andan los tristes y atribulados su camino, pasando ciénagas
-muy lodosas, y anegadizos, y muchos rios y arroyos, y muchas veces
-sin camino, y lo que mayor dolor les causaba no saber dónde Veragua
-era, y si bien ó mal iban. Una mañana, cuando de donde habian dormido
-se querian partir, llevando un paje de Nicuesa un sombrero blanco en
-la cabeza, algunos indios, que debian espiallos, creyendo que el que
-llevaba el sombrero blanco debia ser principal, ó Capitan entre ellos,
-desde el monte le tiraron una vara, y diéronle en tal lugar que fué
-luégo muerto con ella; causóles este desastre, mayormente á Nicuesa,
-mucha angustia, sobre las que llevaban y tenian. Llegaron un dia de su
-peregrinacion á la punta ó cabo de una ensenada, ó abra grande, que
-hacia la mar, y por ahorrar camino acordaron de pasar en la barca,
-su poco á poco á la otra punta. Ellos pasados, hallaron que aquellas
-puntas, ó la una, eran de una isleta despoblada de todo consuelo y
-remedio, que ni áun agua no tenian; viéndose así aislados, sobrevínoles
-gran desmayo, y cuasi estuvieron puestos en total desesperacion de
-remedio. Los cuatro marineros que iban en la barca, viendo que siendo
-isla quedaban del todo perdidos, acordaron una noche, sin decir á
-Nicuesa nada, volver atras, creyendo más al Poniente, por buena razon,
-estarian. Ida la barca, y constando al triste Nicuesa con su desdichada
-compañía, cada uno puede considerar cuál y cuánto sería el dolor,
-la tristeza, caimiento de espíritu, amargura y perdimiento de toda
-esperanza, sobre tantos males y angustias que habian padecido, que se
-les acrecentaria. Díjose que andaban, como personas sin juicio, á un
-cabo y á otro, dando alaridos, pidiendo á Dios misericordia, que se
-doliese de sus desventuradas vidas, y tambien de sus ánimas. Comian
-hierbas sin cognoscer si eran malas ó buenas, comian marisco que
-hallaban por la ribera de la mar; y el mayor tormento fué faltalles
-el agua, que en toda la isla no la hallaron, si no fué un charco de
-ciénaga, lodoso y de agua salobre. Probaron muchas veces á hacer una
-balsa de palos ó ramas de árboles para salir de aquella isla á tierra
-firme, pero no les aprovechó nada, porque como no tenian fuerza para
-nadar, los que nadar sabian, ni remos para la balsa, sacábala la
-corriente grande á la mar, y así tornábanse. Estuvieron en aquella isla
-muchos dias, y, segun entendí, más de tres meses, muriéndose dellos
-cada dia, de pura hambre y sed, y de las hierbas que comian y del agua
-salobre, y los que quedaban vivos andaban ya á gatas, pasciendo las
-hierbas y comiendo crudo el marisco, porque no tenian vigor para poder
-andar enhiestos. Bien puede juzgar cada uno, de los que esta Historia
-leyeren, que lo que Nicuesa, para mayor dolor suyo vivia, segun lo que
-padeció con los que con él en aquella carabela vinieron, fué una de
-la más triste, dolorosa y amarga vida, por ser tan larga, que hombres
-vivieron.
-
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-CAPÍTULO LXVI.
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-
-Llegó la barca con los cuatro marineros, despues de muchos trabajos
-y peligros, donde Lope de Olano estaba y la demas gente, y diéronle
-cuenta, como, por volver Nicuesa en su carabela á buscallo, se habia
-perdido, y por extenso refiriéronle los trances, hambres y miserias
-que habian padecido, y en el estado que quedaba en la isla, y que
-ellos, sin le dar parte, se habian venido á buscar las naos para le
-poder llevar remedio, porque si se lo dijeran entendian que no les
-diera licencia, y así perecieran más aína. No hicieron buen sabor á
-Lope de Olano las nuevas que habia oido, temiendo la ira de Nicuesa,
-por se hallar reo del desastre acaecido; pero haciendo lo que en sí
-era, despachó luégo el un bergantin, y dentro los cuatro que habian
-en la barca venido, con algunos palmitos, y de la miseria, que los
-que allí estaban con él tenian y comian. Ya que estaban todos los que
-vivos quedaban en la isleta en el extremo para morirse, vieron venir el
-bergantin con su refresco de palmitos, con cuya vista comenzaron como
-á resucitar de muerte á vida, y á tener esperanza de no morir. Rogaban
-á Dios, cada uno segun podia, que llegase á ellos el bergantin, é que
-no se le siguiese algun impedimento, que desviase su vía; finalmente,
-plugo á nuestro Señor consolallos con su llegada y vista. Bien se
-puede aquí juzgar, no tener comparacion el gozo que los unos con los
-otros hobieron, aunque harto mezclado de lágrimas y de tristeza, en
-verse así, los unos y los otros, cercados de tantas miserias, y tan
-disminuidos de las calamidades, en todas partes por todos, padescidas,
-y las que tenian estarles por venir. Sacados los palmitos, comenzaron
-á dar en ellos y del agua dulce que trujo el bergantin con la comida
-y bebida, de lo cual no tuvieron chico peligro sobre los pasados;
-Nicuesa proveyó que en ello tuviesen moderacion y tasa, puesto que no
-era el que ménos de comida y de bebida tenia necesidad. Embarcáronse
-todos en el bergantin, al cual no faltaron bravezas de la mar y
-peligros grandes, ántes que al rio de Belem donde Lope de Olano y los
-demas estaban, llegase. Ya Lope de Olano, temiendo la ira de Nicuesa,
-tenia rogado á todos los que con él estaban, intercediesen por él, y á
-Nicuesa aplacasen. Llegado Nicuesa, mandó prender á Lope de Olano, á
-título y como á traidor, que lo habia dejado en los peligros tan graves
-de la mar y de tierra que habia pasado, sin lo ir á buscar y socorrer
-en tanto tiempo, como era obligado, por se alzar con la gobernacion,
-de donde habian suscedido tan grandes daños, atribuyéndole las muertes
-de tantos como habian muerto en ambas á dos partes, porque desde el
-principio, si presente Nicuesa estuviera, diera otra órden como se
-remediaran. Increpó con gran enojo, ásperamente, á los principales,
-que con el Olano habian vivos quedado, imputándoles parte de aquella
-maldad, porque no lo indujeron y forzaron á que fuese á buscallo.
-Aquellos se excusaron diciendo, que no pudieron ni osaron más de
-obedecelle, pues él lo habia constituido por su Capitan general,
-y, porque temieron que luégo mandara justiciarlo, juntáronse todos
-suplicándole que, pues Dios le habia hecho merced, y á todos ellos, en
-traelle vivo, y de tantos peligros haberlo librado, les hiciese merced
-de perdonallo, en lo cual cada uno de todos ellos la rescibian por
-suya, y para su servicio los ternia con mayor vínculo de obligacion
-aparejados. No bastó esto por entónces para blandeallo, sino que le
-habia de dar de su traicion, segun merecia, el pago. Habíanle todos,
-echándose á sus piés, con razones más lastimeras, y que el corazon le
-penetraron: «Deberia bastar, señor, las desventuras que todos habemos
-pasado, viniendo con vos este viaje, en el cual los 400 de nosotros ya
-son acabados, y los que restamos vamos camino de acabarnos; para que
-Dios á vos y á nos, en la vida poca que nos queda, no nos desampare,
-bien será que vuestra merced perdone, de lo que se le debe, algo, pues
-el deudor ya no tiene otra cosa, sino tan poca vida como nosotros, con
-que pagarle. Porque si las hambres y tanta frecuencia de calamidades
-nos desminuyen y apocan por una parte, y la justicia rigurosa por otra
-nos mata, ¿quién señor, esperais que os sirva y acompañe? No hay duda
-ninguna, sino que vuestra suerte no será bienaventurada, ni carecereis
-de mayores trabajos.» Movieron á Nicuesa todas estas lástimas, y dejó
-de justiciar á Lope de Olano, determinando de, en el primer navío,
-desterrallo y enviallo preso á España. Y porque ni á Nicuesa, ni á
-ninguna parte de su compaña, cuando se dividian, ninguna especie de
-tribulacion y adversidad les faltaba, y ninguna de las que les ocurrian
-les menguaba, sino que siempre les crecian y se les iban acrecentando,
-viéndose así caer Nicuesa más y más cada dia, y cada hora, en peor
-estado, hízose de aquí adelante muy impaciente, mal acondicionado é
-inconversable; y así trataba muy mal y con aspereza á los pocos que
-ya le quedaban, no considerando que las hambres, ni angustias que
-padecian, y verse cada dia morir unos á otros, por tormento contínuo
-les bastaba y sobraba. Enviábalos, á chicos y á grandes, enfermos y
-sanos, á la tierra dentro por ciénagas y aguas, por montes y valles,
-á saltear los pueblos de los indios y sus labranzas, para traer á
-cuestas las cargas de la comida que hallaban, donde hacian y padecian
-intolerables males. Creian que de industria les tractaba mal, por
-vengarse dellos, por haberlo dejado de ir á buscar, pero ésto no lo
-creo, por estar él asimismo en la misma extrema necesidad. Ya no
-hallaban en toda la tierra que robar; los indios todos, puestos en
-armas viéndose dellos así inquietar, hacian tambien contra ellos sus
-saltos, para si pudiesen acabarlos. Morian cada dia, de hambre y de
-enfermedades, y á tanta estrechura ó penuria vinieron, que 30 españoles
-que fueron á hacer los mismos saltos, padeciendo rabiosa hambre y
-hallando un indio, que ellos ó otros debian haber muerto, estando ya
-hediendo, se lo comieron todo, y de aquella corrupcion quedaron todos
-tan inficionados que ninguno escapó. Vistos y padecidos, y padeciendo
-tambien tanta miseria y trabajos, determinó Nicuesa dejar aquel
-asiento y tierra, como desafortunada, y mandó que cada uno aparejase
-su carguilla de alhajas, si algo tenia, porque queria ir á buscar otro
-asiento hácia el Oriente, donde poblase. Rogáronle todos, que, porque
-cada uno tenia sembrado su poquillo de maíz, y otras hierbas para
-remediarse, y desde á pocos dias se habia de madurar, que hasta que
-lo cogiesen la partida dilatasen; no quiso aceptarlo. Mandó embarcar
-los que le pareció, en la carabela que habia hecho Lope de Olano y
-en los dos bergantines, y dejólos allí, señalándoles por Capitan un
-Alonso Nuñez, que ya, por Alcalde mayor suyo, habia nombrado; embarcado
-Nicuesa, con sus velas manda que guien hácia el Levante, y que vayan
-mirando por la ribera donde parezca algun puerto y buena disposicion
-de tierra, y andadas cuatro leguas, dijo un marinero á Nicuesa que
-se queria acordar de un puerto que cerca de allí estaba, el cual
-vido cuando los años pasados, con el Almirante primero que estas
-Indias descubrió, vino, y se halló en el descubrimiento de aquella
-provincia, y de la de Veragua, descubriendo por la costa de aquella
-tierra firme, y la señal desto, que daba, era que allí en la arena
-hallarian una ancla medio enterrada, que dejó el Almirante perdida, y
-cerca de allí, debajo de un árbol, una fuente de agua dulce muy fresca.
-Fueron allá, y hallaron el ancla y la fuente; y este puerto era al
-que nombró el Almirante viejo, puerto Bello, como en el cap. 22 dicho
-queda. Fué loado el marinero de hombre de buena memoria é ingenio,
-llamábase Gregorio Ginovés. Aquí en este puerto Bello, salieron á
-tierra ciertos españoles á buscar de comer, porque venian flaquísimos
-de hambrientos, que no se podian tener sobre las piernas, y en él, y
-en otras partes que atras en tierra saltaron, por el mismo fin, los
-indios les resistian y peleaban con ellos, y mataron en aquel camino,
-de los españoles, 20; porque, no pudiéndose tener de flaqueza ni tener
-las armas en la mano, ¿cómo podian pelear, aunque sus enemigos fueran
-las grullas que pelean con los pigmeos? De este puerto Bello se
-pasó adelante, al Levante, seis ó siete leguas, á otro puerto, cuyos
-moradores se llamaban chuchureyes; y porque le pareció que habia en
-aquel lugar disposicion para hacer una fortaleza, determinó de poblar,
-y dijo: «paremos aquí en el nombre de Dios»; y desde allí le quedó el
-nombre, hasta hoy, el puerto y ciudad del Nombre de Dios, que asaz es
-bien celebrado su nombre hoy, no tanto por la devocion, cuanto por la
-extraña y nunca vista ni oida, ni áun soñada cuantidad de oro que se
-ha embarcado para España, venida del Perú; y este puerto fué al que
-puso el Almirante primero, puerto de Bastimentos, como arriba, en el
-cap. 23, se declaró. Allí el mismo Nicuesa, con su misma espada, hizo
-actos de tomar posesion por los reyes de Castilla; comenzó á hacer
-una fortalecilla para resistir á los primeros ímpetus que los indios
-diesen, para la obra de la cual no perdonó á chico ni á grande, ni á
-enfermo, flaco, ni hambriento, como, en fin, lo eran. Hacíales ir á
-puerto Bello por bastimentos y traellos á cuestas, blasfemaban dél y
-aborrecíanlo, teníanlo por enemigo cruel, ni en obras ni en palabras
-suyas no hallaban una palabra de consuelo; íbanle á pedir de comer, que
-morian de hambre, ó á suplicalle que no los hiciese trabajar, porque no
-podian de descaecidos; respondíales, «andá, idos al moridero.» Moríanse
-cada dia de hambre en los trabajos, cayéndose de su estado, que era
-verlos una intolerable miseria; despues que salió de Belem, dellos en
-el camino, dellos de los que dejó en el mismo Belem, dellos haciendo la
-fortaleza en el Nombre de Dios, se le murieron 200 hombres, y así se le
-consumieron poco á poco los 785 hombres que sacó desta isla Española,
-de todos los cuales no le quedaron arriba de 100 cuando hizo ésta
-fortaleza. Y esto era fin del año de 1510, por el mes de Diciembre. La
-gente que dejó en Belem no andaba en añazcas ni en fiestas, sino, en
-cinco meses que allí estuvieron, por no poder enviar por ellos á causa
-de los vientos vendabales, que prohibian que no fuesen los bergantines,
-vinieron á tanta hambre y penuria, que ni sapos, ni ranas, ni lagartos,
-ni otras cosas vivas, por sucias que fuesen, no dejaban de comellas.
-Cayó uno de ellos en un grande aviso, que fué rallar los palmitos,
-como si fuera yuca, y hacer harina dellos, y despues, echado en un
-horno, hacíanlo tortas, de la manera propia como se hace el pan caçabí
-en esta isla; desque vieron hecha una torta, todos los demas corrieron
-á ella, y como si viniera del cielo así la recibieron. Fuéles á todos
-aquella invencion, singularísimo remedio, para que todos no muriesen;
-al cabo, envió por ellos la carabela, Nicuesa, y así vinieron al Nombro
-de Dios. Venidos, envió á un Gonzalo de Badajoz, con 20 hombres, á las
-poblaciones de los indios á saltear y captivar los que pudiese, para
-enviar á esta isla por esclavos, porque con este sacrificio le ayudase
-Dios en lo porvenir, como le habia ayudado y ayudaba en lo presente.
-Acordó de enviar y envió á un deudo suyo, en la carabela, para esta
-isla, que le llevase los mil tocinos que dejó haciendo en la villa ó
-puerto de Yaquimo, y otros bastimentos, pero nunca gozó dellos, y se
-perdieron, porque, segun se dijo, el almirante Don Diego impidió que
-no se los llevasen, y puesto que se los llevaran no le hallaran vivo;
-y áun no supe si llegó acá la carabela. Envió al dicho Badajoz, con 50
-hombres á robar bastimentos por las comarcas de aquella tierra, donde
-habia hartos escándalos, y mataba y le mataban gente. Comidas todas las
-labranzas de toda aquella tierra, y los indios corridos por los montes,
-huyendo y juntándose para defenderse, y siempre aparejándose para
-guerra, ni sembraban ni cogian, y así los unos ni los otros no tenian
-remedio; pero porque los indios se contentaban con poco, y tienen y
-hallan fácilmente, de sus hambres, cuando anclan sueltos, remedio, y
-nosotros no así nos contentamos, ni pasar como ellos podemos, llegó
-Nicuesa, y los pocos que con él estaban, á necesidad de hambre y
-enfermedades tan extrema, que no se hallaba uno que velase de noche,
-que llaman centinela los hombres de guerra. Desta manera cada dia se le
-morian y consumian los pocos que ya eran.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LXVII.
-
-
-Estando Nicuesa y su poca gente, que de tantas miserias y hambres y
-calamidades le habia quedado, en el extremo y angustia que habemos
-contado, llegaron los mensajeros, con Colmenares, de los del Darien,
-con quien lo enviaban á llamar para que los gobernase; y porque,
-como ya se dijo, venian á buscallo sin saber dónde estaba, pasábanse
-con su nao de luengo de costa, y del puerto del Nombre de Dios, sino
-fuera por un bergantin que Nicuesa habia enviado á las isletas que
-allí junto estaban por bastimento, que tambien se llamaban islas del
-Bastimento, por ser fértiles y tener muchas labranzas. Los que estaban
-en el bergantin vieron venir la nao, que no poco consuelo y alegría,
-de verla, tomaron; fueron luégo á ella, donde los unos á los otros
-de su propio estado y propósito informaron. Fuéronse luégo al puerto
-del Nombre de Dios, donde Colmenares y los que con él venian, de ver
-á Nicuesa y á 60 personas (que ya no le quedaban más de 700 y tantos
-que trujo), que haciendo la fortaleza con él estaban, tan flacos, tan
-descaecidos, rotos y cuasi desnudos y descalzos, y en toda miseria y
-tristeza puestos, quedaron espantados. No faltaron lágrimas, llantos
-grandes y espesos, de ambas á dos partes, mayormente oidas las hambres,
-las muertes y tan infelices desastres; Colmenares, con gran compasion,
-cuanto podia, con palabras dulces y amorosas, dándoles esperanza de
-que Dios los remediaria, en cuanto le era posible á Nicuesa consolaba,
-mayormente diciéndole como los del Darien le enviaban á suplicar que
-fuese á gobernarlos, donde habia buena tierra y tenian de comer, y
-oro no faltaba, y allí descansaria mucho de los muchos y grandes
-trabajos pasados. Con ésto, Nicuesa tomó algun resuello y descanso,
-y con los mantenimientos que le traia y trujo, desterró de su pobre
-casa la hambre, dando increibles gracias, por tanto consuelo y socorro
-tan tempestivo, á Colmenares; y dijeron que aquel dia, guisada una
-gallina de las que Colmenares trujo, por el alegría la cortó en el
-aire, porque, como arriba se tocó, era Nicuesa muy gran trinchante,
-oficio y gracia en casa de los grandes señores, los tiempos pasados,
-no poco estimada. Pero como la prudencia de los hombres, cuando Dios
-no la infunde, ser prudentes cuanto hombres muchas veces les aprovecha
-poco, y otras muchas les daña, á Diego de Nicuesa, á quien cognoscí
-yo, que en esta isla, de prudente fué muy estimado, y era en ella uno
-de los más principales, hobo, al mejor tiempo, de faltalle. ¿Quién
-pudiera pensar, de los que á Nicuesa cognoscieron, que estando en
-tan desventurado estado, donde cada hora morir infelicísimamente, no
-como quiera, sino en amarguras grandes, y de angustias dolorosísimas
-cercado, esperaba, enviándolo á llamar para subjectársele los que
-pudieran bien dejarlo, sacándolo de todos aquellos males, que acabadas
-las lágrimas y llantos que tuvo con Colmenares, luégo públicamente
-dijese que los habia de tomar el oro que habian en aquella tierra, sin
-su licencia y beneplácito, habido, y sobre todo ellos castigallos?
-¿Qué mayor imprudencia pudo hallarse, y qué yerro, en tal tiempo, á
-éste puede ser comparado? É ya que los otros fueran dignos, como eran,
-de ser despojados del oro que habian robado y por ello castigados
-(no por la injuria que hicieron en ello á Nicuesa, pues él tambien
-robaba, y por ésto castigallos él muy poco curaba, como ciego como
-los otros, sino por roballo á sus dueños, y las muertes y escándalos
-que en la tierra y gentes della causaban, por los cuales tambien Dios
-á él castigaba), al ménos, hasta que fuera rescibido, disimulara.
-Pero como nuestro Señor tenia determinado de lo castigar con su total
-fenecimiento, por la matanza que hizo en Cartagena, y por las que
-tenia en la intencion de hacer por aquella su gobernacion de Veragua,
-y áun por los sudores que llevó á los indios desta isla, y las vidas
-de los que por sacarle oro murieron, y por los saltos que hizo en
-la isla de Sancta Cruz, captivando injustamente los indios que allí
-tomó y vendió en ésta ó en la de Sant Juan por esclavos, por eso, para
-cumplirse la voluntad y sentencia de Dios en él, no habian de faltar
-ocasiones ni achaques. Hizo tambien otro yerro grande, y éste fué
-dejar ir una carabela, y los que en ella fueron, delante, diciendo que
-él queria ir á visitar ciertas isletas, que por aquella mar, en el
-camino, estaban. Díjose que aquella noche Lope de Olano, que Nicuesa
-traia siempre preso, habló con algunos de los que vinieron del Darien,
-indignándolos, y que dijo al tiempo del embarcar públicamente: «¿Piensa
-que le han de rescibir los de Hojeda como nosotros le rescibimos,
-cuando venia perdido en Veragua?» Embarcóse, pues en el Nombre de Dios
-en un bergantin, enviando la carabela delante, donde iba el bachiller
-Corral y Diego Albitez, y otros, que avisaron de lo que habia dicho
-de tomarles el oro y castigarlos, y de como era cruel y riguroso, y
-tractaba, los que consigo traia y estaban, mal, y otras cosas, cuantas
-pudieron para mudarles los ánimos; y llegado á las isletas, envió
-delante al Veedor del Rey, llamado Juan de Cayzedo, ó Quizedo, en una
-barca, que de secreto era su enemigo por ciertas cosas de su honra,
-en que de Nicuesa se tenia por muy agraviado, para que dijese á los
-del Darien como ya iba, como si le hobieran de salir á rescibir con
-arcos triunfales. El veedor Quizedo no via la hora de verse fuera de
-su poder, lo que muchos dias habia que deseaba, y, llegado al Darien,
-impropera mucho á todos los que pretendian que Nicuesa los gobernase,
-diciendo, ¿que cómo habian osado incurrir en tan grande error como
-era, siendo libres, quererse someter á la gobernacion de Nicuesa, que
-era un tirano, el cual era el peor hombre del mundo y más cruel, y que
-peor tracta los que consigo trae, á los cuales toma todo lo que en
-la guerra contra los indios se toma, diciendo que todos los despojos
-son suyos, como traia propósito de hacer con ellos, como verian, y
-por ello castigallos, porque todo lo habian tomado en aquella tierra
-que era de su gobernacion? y otras palabras y razones terribles que
-los asombraban. Pues como los del Darien oyesen tan duras nuevas,
-por tantos testigos relatadas, temiendo ser maltratados, y amigos de
-libertad y de no tener sobre sí yugo y superioridad, que, para su robar
-y adquirir oro, les fuese á la mano, poca persuasion era menester para
-movellos y alborotallos. Convertíanse contra sí mismos, de sí mismos
-quejándose, porque tan inconsideradamente determinaron llamarlo. Quien
-más en no rescibirlo á todos solicitaba fué Vasco Nuñez, porque más
-que otro creia que, aceptándolo, aventuraba. Díjose que llamó á todos
-los principales uno á uno, sin que el uno supiese del otro, y los
-persuadió á que, pues habian errado en llamalle, que lo remediasen con
-no rescibillo; llamó al escribano secretamente la misma noche, é hizo
-una protestacion, y pidióle testimonio como él no era en lo que contra
-Nicuesa se hacia, ántes estaba presto y aparejado para obedecelle y
-hacer lo que le mandase, como Gobernador del Rey.
-
-
-
-
-CAPÍTULO LXVIII.
-
-
-Detúvose Nicuesa por aquellas isletas ocho dias, captivando algunos
-indios de los que vivian en ellas, y quizá todos cuantos podia, sin
-haberle á él ni á otro alguno ofendido, para que Dios hiciese bien
-sus hechos. Llegado, pues, Nicuesa al desembarcadero del Darien,
-vido á Vasco Nuñez á la ribera con muchos españoles armados, y uno,
-que debia ser procurador del pueblo, que á altas voces le requeria,
-que no desembarcase saltando en tierra, sino que se tornase á su
-gobernacion, ó Nombre de Dios, donde ántes estaba; lo cual oido por
-Nicuesa, quedó como pasmado, sin poder por un rato hablar palabra,
-de ver tan súbita y contraria, de lo que traia en el pecho asentado,
-mudanza. Recogido en sí, díjoles: «Señores, vosotros me habeis enviado
-á llamar, y yo á vuestro llamado vengo, dejadme saltar en tierra y
-hablaremos, y oirme heis, y oiros hé, y entendernos hémos, y despues
-haced de mí lo que por bien tuviéredes.» Ellos, repitiendo los mismos
-requirimientos, y protestando, que si descendia en tierra, que habian
-de hacer y acontecer, y áun soltándose cada uno con más libertad de
-la que era decente en algunas palabras, porque era ya tarde apartóse
-aquella noche á la mar, desviado de la tierra, dejándolos para ver
-si otro dia estarian de aquel intento; los cuales, no sólo no se
-mudaron de su primera determinacion, pero, empeorándose, deliberaron
-de prendello y echallo donde dañar no les pudiese. Otro dia llamáronlo
-para prendelle; salió en tierra, y arremetiendo como desvariados á
-tomallo, dió á huir por la playa ó ribera del rio adelante, é, como
-era gran corredor, ninguno le pudo alcanzar, por mucho que corriese.
-Ocurrió luégo Vasco Nuñez impidiendo al pueblo no prosiguiese más
-adelante su desvarío, porque temió que pusieran las manos en él. Y
-así, arrepentido de habelle sido contrario en su rescibimiento, de allí
-adelante hizo por él, y reprendió mucho á todos su descomedimiento,
-y refrenó al otro Alcalde ó Capitan, su compañero, Juan de Çamudio,
-que era el que más se mostraba contra Nicuesa, y con él era todo el
-pueblo. Rogábales Nicuesa, que si no lo querian por Gobernador, que lo
-tomasen por compañero; respondian, que no querian, porque se entraria
-por la manga y al cabo saldria por el cabezon. Replicaba Nicuesa, que
-si no por compañero y en su libertad, lo tuviesen aprisionado con
-hierros, porque más queria morir entre ellos que no en el Nombre de
-Dios de hambre, ó á flechazos de indios ser muerto. Añidia más, que
-se doliesen de 12.000 castellanos que habia gastado en aquel viaje y
-armada, y los grandes infortunios que habia padescido por ello. Ningun
-partido ni razon le admitieron ántes, cada uno mofaba dél y le decia
-sus baldones y afrentas. Vasco Nuñez trabajaba mucho con el pueblo que
-le admitiesen; uno, llamado Francisco Benitez, que era más que otro
-locuaz, y que mucho se allegaba con Çamudio, el otro Alcalde, dando
-voces, dijo que no se habia de rescibir tan mal hombre como Nicuesa.
-Vasco Nuñez, muy de presto, ántes que su compañero se lo pudiese
-impedir, mandóle dar cien azotes, los cuales llevó á cuestas, y viendo
-que no podia ir contra el torrente y furia de todo el pueblo, envió
-á decir á Nicuesa que se recogiese á sus bergantines, y que, si no
-viese su cara, no saliese á tierra dellos. Nicuesa, temiendo que no le
-prendiesen, mandó á ciertos ballesteros suyos que estuviesen metidos
-en cierto cañaveral, mandándoles que cuando él hiciese la señal,
-diesen en ellos. Sacó poco fruto de sus ballesteros, porque vinieron,
-un Estéban de Barrantes, y Diego Albitez y Juan de Vegines, á decirle
-de partes de todo el pueblo, que habiendo tractado de aquel negocio,
-habian determinado de recibille por Gobernador, como lo era, con que
-les perdonase la resistencia que hasta entónces se le habia hecho,
-porque en fin era pueblo, y que á los primeros ímpetus no se suele
-tener tanto acuerdo y miramiento. Nicuesa, no siguiendo el consejo
-que Vasco Nuñez le habia dado, deste ofrecimiento fingido fué, más
-de lo que debiera, crédulo, y no llamando á los suyos, salió de sus
-bergantines, y púsose en las manos de los que morian por deshacelle.
-Vino luégo Çamudio con mucha gente armada y prendióle, mandándole, so
-pena de muerte, que luégo se partiese y no parase hasta presentarse en
-España ante el Rey y los de su Consejo; y díjose que le constriñeron á
-jurar, con amenazas que le hicieron que lo matarian, que se presentaria
-en la corte ante el Rey. Visto Nicuesa claro su perdimiento, díjoles la
-maldad y traicion que contra él cometian, porque aquella tierra donde
-estaban entraba en los límites de su gobernacion, y que ninguno podia
-en ella poblar ni estar sin su licencia, y el que allí estuviese era
-su súbdito y subjecto á su jurisdiccion, porque él era en todo aquello
-Gobernador por el Rey, é porque le querian echar donde muriese con tan
-mal recaudo de navío y bastimentos, que protestaba de se quejar ante
-el juicio de Dios de tan gran crueldad, como contra Dios y contra el
-Rey, y contra él cometian, cuando no pudiese quejarse ante el Rey.
-Ninguna cosa les movió á que templasen su furibundo y barbárico tumulto
-y confusion, y así, lo llevaron preso hasta metello en el más ruin
-bergantin que allí estaba. No sé si de industria escogieron el peor,
-pero al ménos fué un bergantin viejo y harto mal aparejado, no sólo
-para llegar á España, como ellos le mandaban, ni para esta isla, pero
-ni áun para poder, seguramente, al Nombre de Dios, que de allí estaba
-50 leguas, ir con él. Embarcáronse con él 16 ó 17 personas, de 60 que
-le habian quedado, criados suyos, y otros, que, de lástima, seguir y
-acompañarlo quisieron. Hízose á la vela con su bergantin, primer dia
-de Marzo de 1511 años, el cual nunca jamás paresció, ni hombre de los
-que con él fueron, ni dónde, ni como murió; algunos imaginaron que fué
-á aportar en la isla de Cuba, y que allí los indios lo mataron, y que,
-andando ciertos españoles por la isla, hallaron escrito en un árbol,
-con letras esculpidas ó cavadas: «Aquí feneció el desdichado Nicuesa»;
-pero yo creo que esto es falso, porque yo, uno de los primeros en
-aquella isla, y que anduve por ella con otros, en sus principios, mucha
-tierra, nunca ví ni oí que hobiese tal nueva. Lo que por más cierto se
-puede tener es, que como él llevase tan mal recaudo de navío, y las
-mares de por estas tierras sean tan bravas y vehementes, la mesma mar
-le tragaria fácilmente, ó tambien, de pura hambre y de sed, muriese,
-como no llevase sobrado, ni áun el necesario bastimento. Díjose que,
-ántes que Nicuesa partiese de Castilla, uno que trataba de juzgar y
-pronosticar las cosas venideras por astrología, dijo á Nicuesa, que
-no partiese tal dia ó en tal signo; respondíole Nicuesa, que pues más
-cuenta tenia con las estrellas que con Dios, Hacedor dellas, que no
-traeria consigo á un hijo suyo que consigo traia. Tambien yo me acuerdo
-haber, por aquellos tiempos, cierta cometa sobre esta isla, y, si no
-me he olvidado, era de forma de un espada, y como que ardia, y dijeron
-que un fraile habia entónces avisado á alguno de los que con él iban:
-«Huid deste Capitan, porque los cielos muestran que ha de ser perdido.»
-Lo mismo pudiera decir de los que iban con Alonso de Hojeda, puesto que
-la misma persona de Hojeda no padeció tan calamitoso fin, pues murió en
-esta ciudad, en su cama, como dicen, pero su gente harta mala ventura
-tuvo, pues tantos rabiando, de la hierba ponzoñosa, murieron. Considere
-aquí el lector el fin que hicieron estos dos primeros Capitanes, que
-de propósito procuraron pedir gobernacion y autoridad del Rey, para
-entrar en la tierra firme, á inquietar, infestar, turbar, robar, matar,
-captivar, y destruir las gentes della, que, viviendo en sus tierras
-tan apartadas de las nuestras, ni nos vieron, ni oyeron, ni buscaron,
-ni en cosa nos ofendieron. Advierta eso mesmo, qué postremería fué la
-de 800 hombres que consigo trujo Nicuesa, pues no le quedaron sino 60
-cuando vino al Darien, y de aquellos se ahogaron ó perdieron con él
-16 ó 17, y de aquellos 43 que restan, el uno fué Francisco Pizarro,
-que mataron á estocadas en el Perú, que descubrió y destruyó, y los
-demas, Dios sabe el fin que hicieron, y cuán amargas y tristes y
-desventuradas muertes, y con cuántas angustias y trabajos, hambres y
-sedes, cansancios y aflicciones, murieron. Y de la gente de Hojeda,
-no escaparon, de 300, 30 ó 40, porque los que asentaron en el Darien,
-todos eran, ó los más, de los que trujo el bachiller Anciso, y de los
-que con Colmenares vinieron. Es bien, no ménos, mirar y notar si estas
-muertes y perdiciones de estos Capitanes, ó Gobernadores primeros y
-de sus gentes, si fueron milagros con los que Dios y su recto juicio
-y justicia, quiso aprobar y justificar las demandas que traian, y los
-fines que pretendian; item, si por ellos se aprobaron y justificaron
-las obras semejantes, y los fines é intentos mismos que los
-Gobernadores y Capitanes, que despues destos, en aquella tierra firme
-sucedieron, perpetraron, trujeron, cometieron y pretendieron; creerá
-cualquiera cristiano que no, porque áun las mismas sus postrimerías
-de todos ellos dieron fiel testimonio dello, como referirá toda esta
-historia, si place á Dios, en todos los libros que por escribir quedan.
-Y porque todo lo que resta de decir destas Indias, sale del año décimo,
-y, por consiguiente, pertenece al libro tercero, por ende á gloria de
-Nuestro Señor, con lo dicho aquí, el segundo fenecemos.
-
- _Laus Deo, pax vivis, requies defunctis._
-
-
-
-
- HISTORIA
-
- DE LAS INDIAS.
-
-
- LIBRO TERCERO.
-
-
-
-
-EN EL NOMBRE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
-
-Comienza el libro tercero de la Historia general de las Indias escripta
-por el Obispo de Chiapa, de la Órden de Sancto Domingo.
-
-
-
-
-CAPÍTULO PRIMERO.
-
-
-Referidas y explanadas quedan las cosas, que dignas fueron de poner
-en historia, acaecidas en estas Indias, desde su descubrimiento, por
-enteros diez y ocho años, contados desde el de 492 hasta el entero
-año de 510; requiere la órden del decir y escribir, que al principio,
-en el prólogo del primer libro, prometimos, contar lo que en los diez
-años siguientes, desde el de 511 hasta el de 20 acaeció, que convenga
-tener perpétua memoria. Y porque en esta tan difusa y general historia,
-hobo muchas interpolaciones y pasaron muchos años, en los cuales se
-interrumpia, por las inmensas y continuas ocupaciones que dentro y
-fuera de la celda me ocurrieron, por cuya causa, de algunas cosas
-escritas en los dos libros precedentes, que convenia hacer mencion, y
-de los capítulos y lugares donde quedan puestas, lo mismo, y tambien
-otras que ofrecian decir en éste tercero y en los demas, por ventura,
-se podrán trastrocar, poniendo en un lugar lo que debiera poner en otro
-por ende los benévolos lectores, aunque culpen la memoria, topando con
-este defecto, pasen adelante á rescibir noticia de la verdad, que
-aquí dárseles pretende, de la cual se ha tenido más cuidado que de
-afeitar ni endulzorar palabras, y ni ocupar papel para cumplimientos
-que no pasan de la superficie. Tenga, pues, nuestro tercero libro
-principio, con el favor divino, de una provision espiritual que hizo
-en estas Indias el Papa, en este undécimo año; ésta fué erigir las
-primeras iglesias catedrales y criar los primeros Obispos que las
-gobernasen. Para noticia de lo cual débese saber, que viviendo la
-reina doña Isabel, que haya sancta gloria, y creo que por el año de
-1503, al principio del pontificado del Papa Julio II, suplicaron
-los Reyes al Papa proveyese de erigir iglesias y criar Obispos en
-esta isla Española, porque habia ya mucha poblacion de españoles en
-17 villas, como en el precedente libro referimos, puesto que con la
-ceguedad del avaricia y priesa que todos tenian de haber oro y ser
-ricos, no echaban de ver cómo cada dia los indios iban, de golpe, á
-acabarse, haciendo grandes asonadas á los Reyes, que habia en ella
-muchos pueblos, de españoles, poblados. Como quiera que no duraban
-más tiempo las villas de los españoles de cuanto acababan de consumir
-los indios, y dejados los pueblos ó villas dichas desiertas, luégo,
-en viendo puerta abierta; y esta era determinar de pasar á la isla de
-Sant Juan, y la de Jamáica ó Cuba, ó á la tierra firme, á sojuzgar,
-con sus guerras crueles, los indios vecinos dellas, para el mismo fin
-que tuvieron en ésta, conviene á saber, para echallos á las minas.
-Luégo se salian desta isla lo mismo; y por la misma manera, despues
-que habian muerto y destruido las gentes de las otras islas y partes
-de tierra firme, las dejaban y se iban á otras á matar y á asolar las
-gentes que en ellas habia, como pestilencia que, cosa que oliese á ser
-hombre, habia de dejar viva. Así que, los Reyes, creyendo que tanto
-pueblo y villas de españoles fueran en crecimiento, y la multitud de
-los indios del todo no pereciera, porque siempre los encubrieron su
-disminucion, ántes creian, segun yo creo, que iban en aumento, y con el
-celo de la conversion dellos, suplicaron al Papa Julio II, como dije,
-que erigiese iglesias y criase Obispos, el cual erigió una iglesia
-metropolitana y cabeza de arzobispado, que llamó Hiagutensis; é no
-pude atinar en qué provincia é lugar fuese la intencion de los Reyes
-señalalla y pedilla, y del Papa constituilla, sino en la provincia
-de Xaraguá, que como en la prosperidad desta isla era como la corte
-della, como en el libro precedente dijimos, debieron creer los Reyes
-que aquella fuera la más próspera, y así merecia ser cabeza de toda
-ella. Por obispado erigió otra que nombró Vainensis; y ésta, no sé á
-donde la situase, sino fué en la provincia de Vaynoa, hácia la parte
-del Norte, donde estaba la villa de Lares de Guaháma, y la otra iglesia
-catedral nombró Maguatensis, que debió ser en la Vega, que los indios
-en su lengua llamaban Maguá, la última sílaba aguda, donde estaba
-la villa de la Concepcion. Esto conjeturo por la conformidad de los
-vocablos, que el Papa en su bula puso, con los de las mismas provincias
-en lenguaje de los indios, si quizá los Reyes, informados desde esta
-isla, nombraron al Papa los dichos lugares, mas siguiéndose por las
-provincias y cantidad de la tierra, y gentes naturales della que á cada
-iglesia aplicaban, que por los pueblos que de españoles entónces habia.
-Hiagutensis, que fué el nombre de la del arzobispado, parece confinar
-con el vocablo de la Yaguana, dentro del término de la provincia de
-Xaraguá, ó quizá se tomó aquel nombre de la provincia de Higuey, que
-es la más oriental desta isla que hallamos viniendo de Castilla. Para
-estas tres iglesias, metropolitana una, y dos catedrales, presentaron
-los Reyes al Papa tres personas cognoscidas por buenas, virtuosas y
-religiosas; el uno fué el doctor, creo, en cánones, Pedro de Deza,
-sobrino, segun entendí, de D. Diego de Deza, arzobispo de Sevilla,
-fraile de Sancto Domingo, de quien arriba, en el libro I, hicimos
-mencion; este Doctor nombraron para arzobispo Hiagutensis. El otro para
-obispo de la iglesia Vainensis, fué un religioso de Sant Francisco,
-llamado fray García de Padilla, no supe de qué provincia ó familia.
-El tercero, para obispo Maguatensis, presentaron á un licenciado en
-teología, canónigo de Salamanca, que se nombraba Alonso Manso; éste
-cognoscí yo mucho, y era varon muy religioso y tenido por justo,
-puesto que en las cosas temporales no muy experto. Cognoscí tambien al
-primero, doctor Pedro Deza, no mucho, persona tenida por buena. Estos,
-para Prelados, Arzobispo y Obispos, así nombrados para esta isla,
-dilatóse la expedicion de las bulas por algunas causas, y, por ventura,
-los Reyes no dieron priesa en ello, porque se les iba más luciendo,
-de la disminucion y muerte destas gentes, algo. Entre tanto falleció
-la reina doña Isabel, digna de memoria, y quedando el rey católico D.
-Hernando, marido suyo, por Gobernador y Administrador de los reinos
-de Castilla, por su hija, la reina doña Juana, impedida para reinar
-ó gobernar, comenzándose á descubrir que no se podia ya encubrir ni
-disimular el estrago y matanza que nuestros españoles hacian en los
-vecinos, desta isla naturales, consumiéndolos en las minas, como en el
-precedente libro se ha explicado, y que la isla se iba despoblando,
-cognosció que en los sitios de las iglesias que el Papa tenia erigido
-y señalado ya no habia á quien convertir ni predicar, sino era á los
-pájaros y árboles: tornó el dicho Rey católico á informar y suplicar al
-Papa, que porque aquellos sitios para las dichas iglesias señalados,
-ya no eran dispuestos ni aptos para en ellos las edificar, lo uno,
-por la misma disposicion de la tierra y sitio della, lo otro, por la
-dificultad de los mantenimientos y cosas necesarias, (y estas dos
-causas refiere en su bula el Papa, diciendo así: _Cum autem nuper
-nobis constiterit, insulas et loca prædicta, ac ecclesiarum hujusmodi
-existentiam, tum propter locorum situs, tum etiam comeatum et rerum
-necessariarum difficultates nequaquam ac comoda existere_, etc.), y
-pudiera mejor informar el Rey católico al Papa, que por haber muerto
-las gentes de aquellos sitios y lugares, y estar despoblados de sus
-naturales habitadores, ya no habia lugar, porque, en la verdad, no
-habia, ni hoy hay en esta isla paso, donde no se pudiesen poblar y
-asentar ciudades grandes y en ellas erigir catedrales, iglesias y
-metropolitanas, segun es toda felice, y para dar fruto en ella, todas
-las cosas á la vida necesarias, muy en abundancia, si hobieran los
-nuestros usado della segun debian, y no las gentes della estirpado.
-Así que, informando el Rey al Papa de que convenia mudar la órden de
-los obispados ya dada, suplicóle que tuviese por bien, para en esta
-isla, erigir dos iglesias catedrales y cesase la metropolitana, y otra
-en la isla de Sant Juan, tambien catedral, las cuales fuesen sujetas á
-la metropolitana de Sevilla, hasta que otra cosa Su Santidad ó la Sede
-apostólica, en algun tiempo, ordenase. Los lugares para las iglesias
-desta isla señaló el Rey, la villa de la Concepcion, que es en la Vega
-grande, y el otro en la del puerto de Sancto Domingo, y para el tercero
-obispado, el pueblo principal que habia en la isla de Sant Juan. El
-Papa lo concedió así, como el Rey lo suplicó, suprimiendo y anulando
-primero, de consentimiento expreso de los mismos tres electos, las
-dichas tres iglesias erigidas en los dichos tres sitios y lugares,
-y señaló y dió por título á la iglesia de la Vega, la Concepcion, y
-á la de Sancto Domingo, Sancto Domingo, y á la de Sant Juan, Sant
-Juan; á cada una de las cuales que eran villas, adornó con títulos y
-privilegios de ciudades. Asignó por diócesi é subjetas del obispado
-de Sancto Domingo, las villas de la Buena Ventura, la de Açuá, la de
-Salvaleon, la de Sant Juan de la Maguána, la de Vera Paz, que era la
-de Xaraguá, y la villa nueva de Yaquimo. Al obispado de la Concepcion,
-subjetó y dió por término de diócesi, la villa de Santiago, la de
-Puerto de Plata, la de Puerto Real, la de Lares de Guahába, la de
-Salvatierra de la Çabana, y la de Sancta Cruz; olvidaron la villa
-del Bonao, que no era la ménos que otras principal. A la iglesia de
-Sant Juan dió por diócesi toda la isla, é fueron Obispos primeros
-los mismos; de Sancto Domingo, el fray García de Padilla, y éste
-murió en Castilla ántes que viniese acá, y creo que no consagrado; de
-la Concepcion, fué el Doctor Deza, el cual vino consagrado y vivió
-pocos años en la ciudad de la Concepcion, donde murió. El licenciado
-Alonso Manso vino tambien Obispo consagrado, y vivió muchos años en
-la dicha isla de Sant Juan, siendo siempre canónigo de Salamanca,
-porque aceptó el obispado con retencion de la canongía. Concedió
-los diezmos y primicias, el Papa, de todas las cosas, con toda la
-autoridad, jurisdiccion espiritual y temporal, y todos los derechos y
-preeminencias que á los obispos de España pertenecen de derecho y de
-costumbre, de todo lo cual, excepto el oro y la plata, y otros metales,
-y perlas y piedras preciosas en que ninguna parte tuviesen.
-
-
-
-
-CAPÍTULO II.
-
-
-Antes que las bulas destos obispados viniesen, ó ántes que los Obispos
-primeros susodichos se consagrasen, hizo el Rey con ellos cierto
-asiento y capitulacion; el primer capítulo de la cual fué, que les
-hacia donacion de los diezmos, como los tenia del Papa concedidos,
-segun en el precedente libro, capítulo 39, referimos, que el Papa
-Alexandre á los dichos Reyes habia concedido; y esta donacion, porque
-ellos y sus sucesores, con su clerecía, tuviesen cargo de rogar á Dios
-por su vida y ánima, y de los Reyes sus sucesores, y por todos los
-cristianos que, en descubrir é adquirir las dichas islas, murieron, y
-que los dichos diezmos se repartan por los Obispos, clerecía, fábricas
-y hospitales, y que á ello se obligasen por sí é por sus sucesores, y
-en nombre de sus iglesias, que se guardará y complirá lo susodicho,
-y lo que se dijere. El segundo capítulo fué, que las dignidades,
-canongías y raciones y otros beneficios, sean á presentacion de Sus
-Altezas. El tercero, que los beneficios que vacaren, ó se proveyeren
-despues de la primera vez, se provean á los hijos legítimos, que
-nacieren allá, de los españoles que de acá fueren á vivir á las
-dichas islas, no los hijos de los indios, hasta que Sus Altezas ó
-sus sucesores otra cosa determinen ó provean, por su suficiencia,
-procediendo por oposicion y exámen, como en el obispado de Palencia;
-con tal condicion, que los tales hijos de los vecinos, dentro de un año
-y medio despues de proveidos, sean obligados de llevar ratihabicion y
-aprobacion de Sus Altezas, y de sus sucesores de los tales beneficios,
-no la llevando dentro del dicho término fuesen vacos, y Sus Altezas
-los proveyesen á otras nuevas personas. Lo cuarto, que los Obispos,
-por virtud de la bula del Papa Julio, declarasen la manera de traer
-corona, y del hábito que habian de traer los de prima tonsura, la
-cual fuese de grandor de un real castellano, y el cabello dos dedos
-debajo de la oreja, y poco más bajo por detrás; la ropa de fuera fuese
-tabardo, ó capuz cerrado, ó loba cerrada, ó abierta, tan larga que, á
-lo ménos con un palmo, llegase al empeine, y que no fuesen coloradas,
-ni verdes, ni amarillas, ni de otra color deshonesta. Item, que no
-ordenasen de corona á ninguno si no supiese hablar y entender latin,
-y que no puedan ordenar á quien tuviere dos ó tres hijos varones, más
-de uno, porque no es que ninguno quiera todos los hijos para clérigos.
-Item, en el guardar de las fiestas, se guarden las ordenadas por la
-Iglesia, y no otras, aunque sean por voto y promesa, ni en los sínodos
-se ordene que se guarden más de las que entónces se guardaban en la
-isla Española, sino fuere cuanto á la solemnidad, y no para que los
-cristianos las guarden. Item, que los Obispos no lleven diezmos de oro
-y plata perlas, ni piedras preciosas, sino de las otras cosas, conforme
-á la bula del Papa, y aquello, no en dineros, sino en los frutos, como
-se llevaba en Castilla, y que ni por esta causa, ni por otra, _directe_
-ni _indirecte_, no apartaran los indios de aquello que agora hacian
-para el sacar el oro, ántes los animaran y aconsejaran que sirvan
-mejor que hasta aquí en el sacar del oro, diciéndoles que es para
-hacer guerra á los infieles, y las otras cosas que vieren que pueden
-aprovechar para que los indios trabajasen bien. Item, que el arzobispo
-de Sevilla, como metropolitano, ó su Fiscal, puedan estar é residir
-en cualquiera de los dichos obispados, y ejercer su oficio, y que no
-pueda poner el metropolitano por oficial á ninguno de los Prelados de
-las dichas islas. Item, que ninguna persona pueda sacar oro ni traer
-personas que lo saquen, sino estuvieren sometidos á la jurisdiccion
-de Sus Altezas, y á las ordenanzas que allá se guardan, y paguen los
-derechos que los seglares. Item, que los que tuvieren indios en las
-minas, ni los mismos indios, no puedan ser convenidos ni traidos, ni
-arrastrados, ni llamados por sus causas, ni ajenas, por ningun Juez,
-durante las demoras, porque ésto se les dá por inducias de pan y
-vino coger, por cuanto aquel es fructo de la tierra y se ha de dar en
-lugar del oro, segun se da en Castilla. Item, en las causas civiles,
-profanas, los que se eximieren por la corona, pierdan los indios y lo
-que tuvieren en las minas, sino fuere la causa eclesiástica, porque
-ésta se puede ventilar ante el Juez eclesiástico, sin pena. Esta fué la
-capitulacion celebrada entre los Reyes y los primeros Obispos, parte
-de la cual, cierto, muestra la ceguedad que en los del Consejo del Rey
-entónces habia, y la poca noticia que el Rey tenia de la perdicion de
-aquestas gentes míseras, y no ménos la ignorancia de los Obispos, y la
-ceguedad de los del Consejo en que aconsejasen al Rey que forzase por
-vía de contrato, cuasi violento, á que los Obispos se obligasen á no
-impedir á los indios _directe_ ni _indirecte_ dejar de sacar oro, y,
-lo que más es, á que los animasen y aconsejasen á que lo sacasen, como
-quiera que de sí sea manifiesto por las leyes de los Emperadores que
-ellos leian, y por historias que debieran haber leido, sacar metales
-haberse dado por pena y muerte, cuasi natural, por gravísimos delictos,
-como por experiencia harto larga, y no sé si se hobiese áun entónces
-visto, que al cabo y al efecto de por sacar oro, ser destruidos y
-muertos todos los innumerables vecinos indios desta isla, y de todas
-estas islas. Item, el poco cuidado que los del Consejo habian tenido
-en saber cómo, en el sacar del oro, á los indios les iba, si morian ó
-vivian, como en la verdad, el año de 511 y 12, cuando ésto se trataba,
-segun se dijo, habian, toda la mayor parte de la gente desta isla,
-perecido; y porque digo la mayor parte, fué muy mal dicho, porque
-parece cosa de escarnio, fué tanto la mayor parte, que de tres cuentos
-de ánimas no habian quedado obra de 20.000. Razon fuera que el Consejo
-del Rey tuviera cuenta con saber desta vendimia, y no de obligar á los
-Obispos á aquello, á cuyo contrario, impugnar, y resistir, y extirpar,
-como pestilencia vastativa de todas sus ovejas, eran obligados de
-precepto natural y divino; más parece, cierto, haberse desvelado en
-cómo habria oro el Rey, que en descargalle la conciencia, y de la
-salvacion de aquestas gentes, cuya carga tenian ellos más que el
-Rey sobre sí mismos, los entendimientos de los cuales, no sólo de la
-ignorancia del derecho, pero de la del hecho, eran entenebrecidos.
-Tambien fué poca lumbre, ántes parte de gruesas tinieblas, asentar en
-la dicha capitulacion que los Obispos dijesen á los indios, para los
-animar á sacar oro, que era para hacer guerra á los infieles, como
-quiera que fuese cosa impertinente y ántes muy nociva, dar cuenta á los
-indios que habia en el mundo otros algunos infieles sin ellos. La poca
-y ninguna noticia que el Rey tenia de la perdicion destas gentes, asaz
-se sigue de lo dicho, porque cuando los ciegos guian, ¿de los que van
-tras ellos, qué se espera? Y así, cuando los de los Consejos de los
-Reyes andan en tinieblas, ¡guay de los Reyes! y, por mejor decir, ¡guay
-de los reinos!; y ésto así, más que en toda la redondez del mundo, ha
-acaecido en estos infelicísimos reinos deste orbe todo destas Indias.
-La ignorancia de los Obispos no ménos queda de lo dicho manifiesta,
-pues se obligaban, á ojos ciegas, á no apartar por alguna causa á los
-indios de sacar oro, como quiera que debian estar recatados en no se
-obligar á lo que podia ser injusto y malo, que de cierto no sabian,
-cuanto más que la misma obra les pudiera dar sospecha, diciendo sacar
-oro y servir; si quizá no imaginaron que sacar oro no era otra cosa,
-sino que, como fructa de los árboles, se cogia. Otorgóse la dicha
-capitulacion en presencia de Francisco de Valenzuela, canónigo de
-Palencia, y Notario público apostólico, en 3 dias de Mayo, año de 1512.
-
-
-
-
-CAPÍTULO III.
-
-
-En este tiempo ya los religiosos de Sancto Domingo habian considerado
-la triste vida y aspérrimo captiverio que la gente natural desta isla
-padecia, y cómo se consumian, sin hacer caso dellos los españoles que
-los poseian, más que si fueran unos animales sin provecho, despues de
-muertos solamente pesándoles de que se les muriesen, por la falta que
-en las minas del oro y en las otras granjerías les hacian; no por eso
-en los que les quedaba usaban de más compasion ni blandura, cerca del
-rigor y aspereza con que, oprimir, y fatigar y consumirlos, solian. Y
-en todo ésto habia entre los españoles más y ménos, porque unos eran
-crudelísimos, sin piedad ni misericordia, sólo teniendo respeto á
-hacerse ricos con la sangre de aquellos míseros, otros, ménos crueles,
-y otros, es de creer, que les debia doler la miseria y angustia
-dellos, pero todos, unos y otros, la salud y vidas, y salvacion de los
-tristes, tácita ó expresamente á sus intereses solos, y particulares y
-temporales, posponian. No me acuerdo cognoscer hombre piadoso, para con
-los indios que le sirviesen, dellos, sino solo uno, que se llamó Pedro
-de la Rentería, del cual abajo, si place á Dios, habrá bien que decir.
-Así que, viendo y mirando, y considerando, los religiosos dichos,
-por muchos dias, las obras que los españoles á los indios hacian,
-y el ningun cuidado que de su salud corporal y espiritual tenian,
-y la inocencia, paciencia inextimable y mansedumbre de los indios,
-comenzaron á juntar el derecho con el hecho, como hombres de los
-espirituales y de Dios muy amigos, y á tractar entre sí de la fealdad
-y enormidad de tan nunca oida injusticia, diciendo así: «¿Estos no son
-hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de la
-caridad y de la justicia? ¿Estos, no tenian sus tierras propias, y sus
-señores y señoríos? ¿Estos, hánnos ofendido en algo? ¿La ley de Cristo
-no somos obligados á predicársela, y trabajar con toda diligencia de
-convertillos? Pues, ¿cómo siendo tantos y tan innumerables gentes las
-que habia en esta isla, segun nos dicen, en tan breve tiempo, que
-es obra de quince ó diez y seis años, han tan cruelmente perecido?»
-Allegóse á ésto, que uno de los españoles que se habian hallado en
-hacer las matanzas y estragos crueles que se habian hecho en estas
-gentes, mató su mujer á puñaladas, por sospecha que della tuvo que le
-cometia adulterio, y ésta era de las principales señoras naturales de
-la provincia de la Vega, señora de mucha gente; éste anduvo por los
-montes tres ó cuatro años, ántes que la Órden de Sancto Domingo á esta
-isla viniese, por miedo de la justicia, el cual, sabida la llegada de
-la Órden y el olor de sanctidad que de sí producia, vínose una noche
-á la casa que, de paja, habian dado á los religiosos, para en que se
-metiesen, y hecha relacion de su vida, rogó con gran importunidad
-y perseverancia que le diesen el hábito de fraile lego, en el cual
-entendia, con el favor de Dios, de servir toda su vida. Diéronselo con
-caridad, por ver en él señales de conversion y detestacion de la vida
-pasada, y deseo de hacer penitencia, la cual, despues, hizo grandísima,
-y al cabo tenemos por cierto que murió mártir, porque suele Dios, en
-los grandes pecadores, mostrar su inmensa misericordia, haciendo con
-ellos maravillas; de su martirio diremos abajo, si á Dios pluguiere
-que á su lugar lleguemos con vida, y será cuasi al cabo deste tercero
-libro. Este, que llamaron fray Juan Garcés, y en el mundo Juan Garcés,
-asaz de mí cognoscido, descubrió á los religiosos muy en particular
-las execrables crueldades que él y todos los demas en estas inocentes
-gentes habian, en las guerras y en la paz, si alguna se pudiera paz
-decir, cometido, como testigo de vista. Los religiosos, asombrados de
-oir obras, de humanidad y costumbre cristiana, tan enemigas, cobraron
-mayor ánimo para impugnar el principio, y medio y el fin de aquesta
-horrible y nueva manera de tiránica injusticia, y encendidos del calor
-y celo de la honra divina, y doliéndose de las injurias que contra su
-ley y mandamientos á Dios se hacian, de la infamia de su fe que entre
-aquestas naciones, por las dichas obras, hedia, y compadeciéndose
-entrañablemente de la jactura de tan gran número de ánimas, sin haber
-quién se doliese ni hiciese cuenta dellas, como habian perecido y
-cada hora perecian, suplicando y encomendándose mucho á Dios, con
-contínuas oraciones, ayunos y vigilias, les alumbrase para no errar
-en cosa que tanto iba, como quiera que se les representaba cuán nuevo
-y escandaloso habia de se despertar á personas que en tan profundo y
-abisal sueño, y tan insensiblemente dormian; finalmente, habido su
-maduro y repetido muchas veces consejo, deliberaron de predicarlo en
-los púlpitos públicamente, y declarar el estado en que, los pecadores
-nuestros que aquestas gentes tenian y oprimian, estaban, y muriendo
-en él, donde, al cabo de sus inhumanidades y cudicias, á rescibir su
-galardon iban. Acuerdan todos los más letrados dellos, por órden del
-prudentísimo siervo de Dios, el padre fray Pedro de Córdoba, Vicario
-dellos, el sermon primero que cerca de la materia predicarse debia,
-y firmáronlo todos de sus nombres, para que pareciese como no sólo
-del que lo hobiese de predicar, pero que de parecer y deliberacion,
-y consentimiento y aprobacion de todos procedia; impuso, mandándolo
-por obediencia el dicho padre Vicario que predicase aquel sermon, al
-principal predicador dellos despues del dicho padre Vicario, que se
-llamaba el padre fray Anton Montesino, que fué el segundo de los tres
-que trajeron la Órden acá, segun que arriba, en el libro II, cap. 54,
-se dijo. Este padre fray Anton Montesino tenia gracia de predicar; era
-aspérrimo en reprender vicios, y sobre todo, en sus sermones y palabras
-muy colérico, eficacísimo, y así hacia, ó se creia que hacia, en sus
-sermones mucho fructo; á éste, como muy animoso, cometieron el primer
-sermon desta materia, tan nueva para los españoles desta isla, y la
-novedad no era otra sino afirmar, que matar estas gentes era más pecado
-que matar chinches. Y porque era tiempo del adviento, acordaron que
-el sermon se predicase el cuarto domingo, cuando se canta el Evangelio
-donde refiere el Evangelista Sant Juan: «Enviaron los fariseos á
-preguntar á San Juan Baptista quién era, y respondióles: _Ego vox
-clamantis in deserto_.» Y porque se hallase toda la ciudad de Sancto
-Domingo al sermon, que ninguno faltase, al ménos de los principales,
-convidaron al segundo Almirante que gobernaba entónces esta isla, y á
-los oficiales del Rey, y á todos los letrados juristas que habia, á
-cada uno en su casa, diciéndoles que el Domingo en la iglesia mayor
-habria sermon suyo, y querian hacerles saber cierta cosa que mucho
-tocaba á todos, que les rogaban se hallasen á oirlo. Todos concedieron
-de muy buena voluntad, lo uno por la gran reverencia que les hacian,
-y estima que dellos tenian, por su virtud y estrechura en que vivian,
-y rigor de religion, lo otro, porque cada uno deseaba ya oir aquello
-que tanto les habian dicho tocarles, lo cual, si ellos supieran ántes,
-cierto es que no se les predicara, porque ni lo quisieran oir, ni
-predicar les dejaran.
-
-
-
-
-CAPÍTULO IV.
-
-
-Llegado el domingo y la hora de predicar, subió en el púlpito el
-susodicho padre fray Anton Montesino, y tomó por tema y fundamento de
-su sermon, que ya llevaba escripto y firmado de los demas: _Ego vox
-clamantis in deserto_. Hecha su introduccion y dicho algo de lo que
-tocaba á la materia del tiempo del adviento, comenzó á encarecer la
-esterilidad del desierto de las conciencias de los españoles desta
-isla, y la ceguedad en que vivian, con cuánto peligro andaban de su
-condenacion, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta
-insensibilidad estaban contínuamente zabullidos y en ellos morian.
-Luégo torna sobre su tema, diciendo así: «Para os los dar á cognoscer
-me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla,
-y por tanto, conviene que, con atencion, no cualquiera, sino con todo
-vuestro corazon y con todos vuestros sentidos, la oigais; la cual
-voz os será la más nueva que nunca oisteis, la más áspera y dura y
-más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oir.» Esta voz,
-encareció por buen rato con palabras muy pungitivas y terribles, que
-los hacia estremecer las carnes, y que les parecia que ya estaban en el
-divino juicio. La voz, pues, en gran manera, en universal encarecida,
-declaróles cuál era ó qué contenia en si aquella voz. «Esta voz, dijo
-él, que todos estais en pecado mortal y en el vivís y morís, por
-la crueldad y tiranía que usais con estas inocentes gentes. Decid,
-¿con qué derecho y con qué justicia teneis en tan cruel y horrible
-servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habeis hecho tan
-detestables guerras á estas gentes que estaban en sus tierras mansas
-y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y extragos nunca
-oidos, habeis consumido? ¿Cómo los teneis tan opresos y fatigados, sin
-dalles de comer ni curallos en sus enfermemades, que de los excesivos
-trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los
-matais, por sacar y adquirir oro cada dia? ¿Y qué cuidado teneis de
-quien los doctrine, y conozcan á su Dios y criador, sean baptizados,
-oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres?
-¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados á amallos como á
-vosotros mismos? ¿Esto no entendeis, ésto no sentís? ¿Cómo estais en
-tanta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto,
-que en el estado que estais, no os podeis más salvar, que los moros
-ó turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.» Finalmente,
-de tal manera se explicó la voz que ántes habia muy encarecido,
-que los dejó atónitos, á muchos como fuera de sentido, á otros más
-empedernidos, y algunos algo compungidos, pero á ninguno, á lo que yo
-despues entendí, convertido. Concluido su sermon bájase del púlpito
-con la cabeza no muy baja, porque no era hombre que quisiese mostrar
-temor, así como no lo tenia, ni se daba mucho por desagradar los
-oyentes, haciendo y diciendo, lo que, segun Dios, convenir le parecia;
-con su compañero váse á su casa pajiza, donde, por ventura, no tenian
-qué comer, sino caldo de berzas sin aceite, como algunas veces les
-acaecia. Él salido, queda la iglesia llena de murmuro, que, segun yo
-creo, apenas dejaron acabar la misa. Puédese bien juzgar, que no se
-leyó leccion de menosprecio del mundo á las mesas de todos, aquél
-dia. En acabando de comer, que no debiera ser muy gustosa la comida,
-júntase toda la ciudad en casa del Almirante, segundo en esta dignidad
-y real oficio, D. Diego Colon, hijo del primero que descubrió estas
-Indias, en especial los oficiales del Rey, Tesorero y Contador, Factor
-y Veedor, y acuerdan de ir á reprender y asombrar al predicador y á
-los demas, sino lo castigaban como á hombre escandaloso, sembrador
-de doctrina nueva, nunca oida, condenando á todos, y que habia dicho
-contra el Rey é su señorío que tenia en estas Indias, afirmando que
-no podian tener los indios, dándoselos el Rey, y estas eran cosas
-gravísimas é irremisibles. Llaman á la portería, abre el portero,
-dícenle que llame al Vicario, y aquel fraile que habia predicado tan
-grandes desvaríos; sale sólo el Vicario, venerable padre, fray Pedro
-de Córdoba, dícenle con más imperio que humildad, que haga llamar al
-que habia predicado. Responde, como era prudentísimo, que no habia
-necesidad, que si su señoría y mercedes mandaban algo, que él era
-Prelado de aquellos religiosos, y él responderia. Porfian mucho con él
-que lo hiciese llamar; él con gran prudencia y autoridad, con palabras
-muy modestas y graves, como era costumbre hablar, se excusaba y evadia.
-Finalmente, porque lo habia dotado la divina Providencia, entre otras
-virtudes naturales y adquísitas, era de persona tan venerable y tan
-religiosa, que mostraba con su presencia ser de toda reverencia digno;
-viendo el Almirante y los demas, que, por razones y palabras de mucha
-autoridad, el padre Vicario no se persuadia, comenzaron á blandear
-humillándose, y ruéganle que lo mande llamar, porque, él presente,
-les quieren hablar, y preguntarles cómo y en qué se fundaban para
-determinarse á predicar una cosa tan nueva y tan perjudicial, en
-deservicio del Rey y daño de todos los vecinos de aquella ciudad y de
-toda esta isla. Viendo el sancto varon que llevaban otro camino é iban
-templando el brío con que habian venido, mandó llamar al dicho padre
-fray Anton Montesino, el cual maldito el miedo con que vino; sentados
-todos, propone primero el Almirante por sí é por todos su querella,
-diciendo, que cómo aquel padre habia sido osado á predicar cosas en tan
-gran deservicio del Rey, é daño de toda aquella tierra, afirmando que
-no podian tener los indios, dándoselos el Rey que era señor de todas
-las Indias, en especial habiendo ganado los españoles aquellas islas
-con muchos trabajos, y sojuzgado los infieles que las tenian, y porque
-aquel sermon habia sido tan escandaloso y en tan gran deservicio del
-Rey é perjudicial á todos los vecinos desta isla, que determinasen que
-aquel padre se desdijese de todo lo que habia dicho, donde no que ellos
-entendian poner el remedio que conviniese. El padre Vicario respondió,
-que lo que habia predicado aquel padre habia sido de parecer, voluntad
-y consentimiento suyo y de todos, despues de muy bien mirado y
-conferido entre ellos, y con mucho consejo y madura deliberacion se
-habian determinado que se predicase como verdad evangélica, y cosa
-necesaria á la salvacion de todos los españoles y los indios desta
-isla, que vian perecer cada dia sin tener dellos más cuidado que
-si fueran bestias del campo; á lo cual eran obligados, de precepto
-divino, por la profesion que habian hecho en el bautismo, primero de
-cristianos, y despues de ser frailes predicadores de la verdad, en lo
-cual no entendian deservir al Rey, que acá los habia enviado á predicar
-lo que sintiesen que debian predicar necesario á las ánimas, sino
-serville con toda fidelidad, y que tenian por cierto que, desque Su
-Alteza fuese bien informado de lo que acá pasaba, y lo que sobre ello
-habian ellos predicado, se ternia por bien servido, y les daria las
-gracias. Poco aprovechó la habla y razones della, que el sancto varon
-dió en justificacion del sermon, para satisfacellos y aplacallos de la
-alteracion que habian rescibido en oir que no podian tener los indios,
-como los tenian, tiranizados, porque no era camino aquello porque su
-cudicia se hartase, porque, quitados los indios, de todos sus deseos y
-suspiros quedaban defraudados; y así, cada uno de los que allí estaban,
-mayormente los principales, decia, enderezado al propósito, lo que se
-le antojaba. Convenian todos en que aquel padre se desdijese el domingo
-siguiente de lo que habia predicado, y llegaron á tanta ceguedad, que
-les dijeron, si no lo hacian, que aparejasen sus pajuelas para se ir
-á embarcar é ir á España; respondió el padre Vicario, por cierto,
-señores, en eso podremos tener harto de poco trabajo. Y así era,
-cierto, porque sus alhajas no eran sino uno hábitos de jerga muy basta
-que tenian vestidos, y unas mantas de la misma jerga con que se cobrian
-de noche; las camas eran unas varas puestas sobre unas horquetas que
-llaman cadalechos, y sobre ellas unos manojos de paja, lo que tocaba al
-recaudo de la misa, y algunos librillos, que pudiera quizá caber todo
-en dos arcas. Viendo en cuán poco tenian los siervos de Dios todas las
-especies, que les ponian delante, de amenazas, tornaron á blandear como
-rogándoles que tornasen á mirar en ello, y que, bien mirado, en otro
-sermon lo que se habia dicho se enmendase para satisfacer al pueblo,
-que habia sido y estaba en grande manera escandalizado. Finalmente,
-insistiendo mucho en que, para el primer sermon, lo predicado se
-moderase y satisfaciese al pueblo, concedieron los padres, por
-despedirse ya dellos y dar fin á sus frívolas importunidades, que fuese
-así en buena hora, que el mismo padre fray Anton Montesino tornaria el
-domingo siguiente á predicar, y tornaria á la materia, y diria sobre lo
-que habia predicado lo que mejor le pareciese, y, en cuanto pudiese,
-trabajaria de los satisfacer, y todo lo dicho declarárselo; ésto así
-concertado, fuéronse alegres con esta esperanza.
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-CAPÍTULO V.
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-Publicaron ellos luégo, ó dellos algunos, que dejaban concertado con
-el Vicario y con los demas, que el domingo siguiente, de todo lo
-dicho se habia de desdecir aquel fraile; y para oir aqueste sermon
-segundo, no fué menester convidallos, porque no quedó persona en toda
-la ciudad que en la iglesia no se hallase, unos á otros convidándose,
-que se fuesen á oir aquel fraile, que se habia de desdecir de todo
-lo que habia dicho el domingo pasado. Llegada la hora del sermon,
-subido en el púlpito, el tema que para fundamento de su retractacion y
-desdecimiento se halló, fué una sentencia del Sancto Job, en el cap.
-36, que comienza: _Repetam scientiam meam á principio, et sermones
-meos sine mendatio esse probabo_. Tornaré á referir desde su principio
-mi sciencia y verdad, que el domingo pasado os prediqué, y aquellas
-mis palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas. Oido
-éste su tema, ya vieron luégo los más avisados á dónde iba á parar,
-y fué harto sufrimiento dejalle de allí pasar. Comenzó á fundar su
-sermon y á referir todo lo que en el sermon pasado habia predicado,
-y á corroborar con más razones y autoridades lo que afirmó, de tener
-injusta y tiránicamente aquellas gentes opresas y fatigadas, tornando á
-repetir su sciencia, que tuviesen por cierto no poderse salvar en aquel
-estado, por eso, que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que
-á hombre dellos no confesarian, más que á los que andaban salteando,
-y aquello publicasen y escribiesen á quien quisiesen á Castilla; en
-todo lo cual, tenian por cierto que servian á Dios, y no chico servicio
-hacian al Rey. Acabado su sermon fuése á su casa, y todo el pueblo en
-la iglesia quedó alborotado, gruñendo, y muy peor que ántes indignado
-contra los frailes, hallándose, de la vana é inícua esperanza que
-tuvieron, que se habia de retractar de lo dicho, defraudados, como si
-ya que el fraile se desdijera, la ley de Dios, contra la cual ellos
-hacian en oprimir y estirpar estas gentes, se mudara. Peligrosa cosa
-es, y digna de llorar mucho de los hombres que están en pecados,
-mayormente los que con robos y daños de sus prójimos han subido ó
-mayor estado del que nunca tuvieron, porque más duro les parece, y áun
-lo es, decaer dél, que echarse de grandes barrancos abajo; yo añido,
-que es imposible dejallos por vía humana, si Dios no hace grande
-milagro; de aquí es tener por muy áspero y abominable oirse reprender
-en los púlpitos, porque miéntras no lo oyen, paréceles que Dios está
-descuidado, y que la ley divina es revocada, porque los predicadores
-callan. Desta insensibilidad, peligro y obstinacion y malicia, más
-que en otra parte del mundo, ni género de gente, consumada, tenemos
-ejemplos sin número y experiencia ocular, en estas nuestras Indias,
-padecer cada dia la gente, de nuestra España. Tornando al propósito,
-salidos de la iglesia furibundos, é idos á comer, tuvieron la comida no
-muy sabrosa, sino, segun que yo creo, más que amarga; no curan más de
-los frailes, porque ya tenian entendido que hablar en ésto con ellos
-les aprovecha nada. Acuerdan, con efecto, escribillo al Rey en las
-primeras naos, como aquellos frailes que á ésta isla habian venido,
-habian escandalizado al mundo sembrando doctrina nueva, condenándolos á
-todos para el infierno, porque tenian los indios y se servian dellos en
-las minas y los otros trabajos, contra lo que Su Alteza tenia ordenado,
-y que no era otra cosa su predicacion, sino quitalle el señorío y las
-rentas que tenia en estas partes. Estas cartas, llegadas á la córte,
-toda la alborotaron; escribe el Rey y envió á llamar al Provincial de
-Castilla, que era el Prelado de los que acá estaban, porque aún no
-era ésto provincia por sí, quejándose de sus frailes que acá habia
-enviado, que le habian mucho deservido en predicar cosas contra su
-estado, y alboroto, y escándalo de toda la tierra, grande, que luégo
-lo remediase, si nó que él lo mandaria remediar. Veis aquí, cuán
-fáciles son los Reyes de engañar, y cuán infelices se hacen los reinos
-por informacion de los malos, y cómo se oprime en tierra que no suene
-ni respire la verdad. Las cartas de más eficacia que á Castilla y al
-Rey llegaron, fueron las del Tesorero Miguel de Pasamonte, de quien
-arriba en el libro II hablamos, por tener con el Rey grande autoridad,
-y ser Lope Conchillos, Secretario, ambos aragoneses, y el Rey viejo
-y cansado, calidades que, para que el Rey entendiese la verdad, no
-poco desayudaban. Enviadas las cartas, proveyeron de otra industria
-harto eficaz para contra los frailes, y ésta fué la que los demonios
-tienen muy usada para que su reino prevalezca, y el de Cristo y la
-verdad, que es los nervios que lo sustentan, estén siempre combatidos
-y amortiguados y anden bambaleándose, y para ésto, por ministros de
-sus maldades, aunque con especie de bien y bondad, trabaja con todo su
-poder de poner personas espirituales, porque tomar los malos y de vida
-depravada, fácil cosa seria, las cautelas y maldades artificiosas, que
-para salir con su propósito emprende, entendérselas y desbaratárselas.
-Ya se dijo arriba, en el libro II, cap. 3.º, como en el año de 502
-vinieron á esta isla ciertos buenos religiosos de la Orden de Sant
-Francisco, cuyo Prelado y caudillo era un padre de presencia y religion
-harto venerable, llamado fray Alonso del Espinal; éste, como se dijo,
-era celoso y virtuoso religioso, pero no letrado, mas de saber lo que
-comunmente muchos religiosos saben, y todo su estudio era leer en la
-Suma angélica para confesar; á este venerable padre persuadieron todos
-los Próceres de la ciudad que fuese á Castilla, por ellos, para hablar
-y dar á entender al Rey, lo que los frailes dominicos habian predicado
-contra lo que el Rey tenia ordenado, de tener los indios, y que,
-teniéndolos, la isla estaba poblada de españoles, y se sacaba el oro y
-á Sus Altezas las rentas se enviaban, y que, de otra manera, la tierra
-no se podia sustentar, y que ésto habia causado grande escándalo y
-alboroto en toda la isla é inquietud de las conciencias, y suplicase á
-Su Alteza, por todos ellos, lo mandar remediar, y otras muchas cosas,
-cuantas vieron que para la perseverancia de sus tiranías les podian
-aprovechar. Finalmente, trabajaron enviar frailes contra frailes, por
-meter el juego, como dicen, á barato. El bueno del padre francisco,
-fray Alonso del Espinal, con su ignorancia no chica, aceptó el cargo
-de la embajada, no advirtiendo que lo enviaban á detener en captiverio
-é injusta servidumbre, en la cual era cierto perecer tantos millares
-y cuentos de hombres, prójimos inocentes, como habian perecido, y al
-cabo fenecieron sin quedar uno ni ninguno, como abajo parecerá, en lo
-cual pecaban mortalísimamente, y eran obligados, _in solidum_, de todos
-los daños y de lo que con esta tiranía adquirian, á total restitucion.
-No sé yo cómo la ignorancia del padre dicho lo podrá excusar de no ser
-partícipe de todos aquellos tan calificados pecados mortales. No osaré
-afirmar que lo que aquí diré ayudase á aceptar tal cargo, y ésto fué
-que en los repartimientos de los pasados, dieron uno á lo ménos, y yo
-lo sé, al monesterio de Sant Francisco de la ciudad de la Concepcion,
-en la Vega, para con que se mantuviese los religiosos que allí moraban,
-y creo, que pues al de la Concepcion lo daban, que lo debieran de
-dar al monesterio de la ciudad de Sancto Domingo, porque estos dos
-monesterios habia de Sant Francisco en esta isla; otra casa hobo en la
-villa de Xaraguá, pero no tenia sino dos, ó tres ó cuatro frailes, y
-por eso no debieron de dalles indios. Del repartimiento de indios que
-yo sé que dieron al monesterio de la Vega, no lo daban á los mismos
-frailes, (lo cual áun fuera mejor para los indios, porque los tractaran
-los religiosos con más piedad), sino que los quedaba á un vecino
-español del pueblo, para que se aprovechase dellos, y enviase á los
-frailes él la comida de cada dia; enviábales pan caçabí é ajes, que son
-otras raíces, y carne de puerco, que todo era laceria (porque ni pan
-de trigo, ni vino, sino era para las misas, ni lo comian, ni bebian,
-ni lo vian), á seis ó ocho frailes que habia, y no creo que llegaban á
-ocho, y echaba el vecino los indios á las minas, y era voz y fama muy
-clara, que le cogian cada demora, que duraba ocho ó diez meses, 5.000
-castellanos ó pesos de oro, de las minas, y por ventura tenia más de
-otras granjerías. Por manera, que, por título que daba de comer á los
-frailes, perecian los desventurados de los indios, como los demas, en
-las minas y en las otras granjerías. Tambien fué aquesta, no chica
-ceguedad de aquellos religiosos, aunque buenos, cierto, no caer en el
-gran peligro y daño que incurrian, pues, aunque no era cuasi nada de
-valor lo que á ellos en aquella comida se les recrecia, todavía morian
-los indios teniéndolos aquél con su título, y así digo, que no sé si
-con la simplicidad de aquel padre, Prelado de todos ellos, aquello de
-tener con nombre de Sant Francisco, de aquella manera aquellos indios,
-para que aceptasen la embajada por los españoles contra los indios
-y contra los frailes de Sancto Domingo, algun más motivo, y lo que
-yo creo por cierto es, que todo lo que aquel padre hizo y hacia, era
-con simplicidad é ignorancia, no advirtiendo en la maldad é iniquidad
-que el mensaje y cargo que sobre sí tomaba contenia, y afirmo que,
-de su bondad y religion, nunca duda tuve, porque él de mí, y yo dél,
-teniamos y tuvimos mucha noticia. Ha llegado el tiempo de la partida:
-no tuvo necesidad de andar con el alforja á mendigar las cosas que
-habia menester, para su matalotaje, porque á él se lo aparejaron tal,
-que si el mismo Rey se hobiera de embarcar no le fuera más, y quizá,
-ni tan proveido, ni tan abundantemente aparejado, porque pensaban y
-esperaban todos que por él habian de ser redimidos y remediados; y
-el remedio era persuadir al Rey, que les dejase los indios en sus
-repartimientos, sin que ninguno les fuese á la mano hasta acaballos,
-como los acabaron. Escribieron todos en su favor, haciéndolo ya santo
-canonizado, á quien Su Alteza podia dar todo el crédito que un santo, y
-tan experimentado de los dominicos, que no sabian lo que se decian, que
-ayer habian venido, y de los indios ni de la tierra tenian experiencia
-de nada. Todo su bien y negocio creian que pendia de acreditar al padre
-fray Alonso del Espinal, y desacreditar los dominicos, que contra sus
-pecados habian predicado. Escribieron al obispo de Búrgos, D. Juan de
-Fonseca, y á Lope Conchillos, Secretario, que todo lo gobernaban,
-en favor del dicho padre, y al camarero Juan Cabrero, aragonés, del
-Rey muy privado, y á todos los demas que sabian para con el Rey poder
-ayudalle, y á los del Consejo Real, que para en las cosas de las Indias
-se juntaban; porque no habia entónces Consejo de las Indias formado y
-del Consejo real apartado.
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-CAPÍTULO VI.
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-Viendo los frailes de Sancto Domingo la diligencia y orgullo que toda
-la ciudad traia, en enviar al padre fray Alonso del Espinal á Castilla,
-para excusar las excusaciones de sus pecados y á ellos culpallos,
-tractaron en su acuerdo (bien creo yo cierto, que no sin muchas y
-afectuosas oraciones y lágrimas), que, ¿qué harian sobre este caso
-no poco árduo? Deliberaron, al cabo, que fuese tambien á Castilla el
-mismo padre fray Anton Montesino, que lo habia predicado, porque era
-hombre, como se dijo, de letras, y en las cosas agibles experimentado,
-y de gran ánimo y eficacia, para que volviese por sí é por ellos, y
-diese cuenta y razon de su sermon, y de las razones que los habian
-movido á determinarse de predicarlo. Esto determinado, salieron á pedir
-limosna por el pueblo para la comida de su viaje; bien pueden creer
-todos los que ésto leyeren, que no se le guisó tan presto como al dicho
-padre, y que algunos baldones rescibirian de algunos desconcienciados,
-aunque segun la santidad con que vivian, y dellos por la ciudad era
-clara, en gran manera reverenciados. Y finalmente, no faltaron algunas
-personas cuerdas y timoratas que les ayudaron para que el padre fray
-Anton Montesino llevase que comer para su viaje. Partidos los padres
-sobredichos, cada uno en su navío, el uno con todo el favor del mundo,
-que por hombres se le podia dar, y el otro desfavorecido de todos, pero
-puesta toda su confianza en Dios, por las oraciones de los que acá
-quedaban, llegaron á Castilla sanos y salvos, y de allí fuéronse cada
-uno por su camino á la corte, bien es de creer que primero fué cada uno
-á dar cuenta á los Prelados de su Órden de su venida y negociacion. Y
-como el Rey habia mandado llamar al Provincial de Castilla, y se le
-quejó de los frailes que habia enviado á esta isla de haber predicado
-cosas contra su servicio, y en escándalo de la tierra, encargándole que
-lo remediase, como se dijo, luégo el Provincial escribió al Vicario
-fray Pedro de Córdoba, y á todos, como el Rey estaba informado contra
-ellos, haber predicado cosas contra su servicio y muy escandalosas, que
-mirasen bien lo que habian dicho, y que, si eran cosas que convenia
-retractarse, lo hiciesen, porque cesase tan grande escándalo como en
-el Rey y en la corte se habia engendrado, diciendo primero que estaban
-maravillados haber ellos afirmado cosa en el púlpito que no fuese digna
-de sus letras y prudencia y hábito. Finalmente, la carta del Provincial
-fué prudentemente moderada, por la mucha confianza que tenia de la
-prudencia, religion y letras, del dicho padre fray Pedro de Córdoba, y
-de los demas religiosos que con él estaban, segun el Rey habia mostrado
-estar indignado por las informaciones que le habian hecho los de acá
-por sus sacrílegas cartas. Llegado el padre francisco, fray Alonso del
-Espinal á la corte, y entrado en palacio, recibióle el Rey como si
-fuera el ángel Sant Miguel, que Dios le enviara, por la gran estima que
-dél tenia ya el Rey, y por las cartas que de acá se le habian enviado,
-y el secretario Conchillos, y el obispo de Búrgos, quizá, le habian
-encarecido su persona y auctoridad; mandóle el Rey traer silla y que
-se asentase, y, asentado, créese que favoreció la parte izquierda de
-los que lo enviaban contra los frailes dominicos y contra los indios
-desdichados, y la razon que para ésto se puede traer es, porque ni el
-Rey le mandara sentar, ni desde allí fuera de todos tan venerado y áun
-celebrado, porque siempre que venia á hablar al Rey le traian silla,
-y el Rey le mandaba sentar; mandó asimismo, que siempre se hallase en
-los Consejos, cada y cuando desta materia de los indios se tractase.
-Cognoscido el favor que el Rey le daba, por todos los de palacio y
-los de fuera de palacio, y que traia tan justa demanda, conviene á
-saber, que los indios sirviesen á los españoles, y se sacase el oro de
-las minas, y desta isla á España las riquezas se derivasen, no habia
-puerta cerrada ni otro algun obstáculo para que las veces que quisiese
-hablar al Rey no hablase, ni reverencia, ni besar de las manos y del
-hábito, que por toda la corte no le sobrase. Llegó despues á la corte,
-algunos dias, cuando pudo, el padre dominico fray Anton Montesino,
-y sabido por todos que venia en contrario del padre francisco,
-afirmando que no podian tener los indios, por ser contra razon y ley
-divina, y violarse la natural justicia, todos lo aborrecian, ó al
-ménos desfavorecian, y hablaban dél como de inventor de novedades y
-escandaloso, y áun algunos de los favorecidos, y que por teólogos y
-predicadores del Rey se tenian, presumieron de le decir palabras harto
-soberbias y descomedidas. Llegaba á la puerta de la cámara del Rey, por
-hablarle y darle cuenta y relacion de lo que habia predicado, y de la
-ceguedad y crueldad que cerca de la injusta servidumbre y perdimiento
-que los indios padecian, y la multitud que dellos en tan poco tiempo
-habian perecido, y en llegando á la puerta, dábale el portero con la
-puerta en lo ojos, y, con palabras no muy modestas, diciendo que no
-podia hablar al Rey, le despedia. Esta es averiguada costumbre del
-mundo, y áun regla general que Dios en todo él tiene, ó permitida ó
-establecida, conviene á saber, que todos aquellos que pretenden seguir
-y defender la verdad y la justicia sean desfavorecidos, corridos,
-perseguidos y mal oidos, y, como desvariados y atrevidos, y monstruos,
-entre los otros hombres tenidos, mayormente donde interviene pelea de
-arraigados vicios; y la más dura suele ser la que impugna el avaricia y
-codicia, y, sobre todas, la que no puede sufrirse como terribilísima,
-si se le allega resistencia de tiranía. Por el contrario, los que
-dan favor _directe_ ó _indirecte_, ó por ignorancia y simplicidad,
-ó por agradar con buen ó mal intento, ó tambien, quizá, por su gran
-malicia, á los negocios temporales y útiles que los hombres pretenden
-para su crecimiento, segun lo que ellos en sí imaginan, puesto que
-rebosen de falsedad y de injusticia, manifiesto es á todos, sin que se
-produzcan testigos, cuánta parte suelen tener en todo lugar y entre
-todas personas grandes y chicas, cuán estimados, cuán honrados y
-venerados, cuán tenidos por cuerdos y prudentes; de lo cual se podrán
-traer y colegir muchos ejemplos, asaz claros en esta Historia de las
-Indias. Tornando al hilo, andando el dicho padre fray Anton Montesino
-muy afligido y corrido, y así, desechado de todos, como he dicho,
-principalmente de no poder hablar al Rey, llegóse un dia á la puerta
-de la cámara del Rey, á rogar al portero que lo dejase entrar como
-entraban otras personas, porque tenia cosas que informalle, que tocaban
-mucho á su servicio; pero el portero, lo que las otras veces solia
-hacer con él, hizo, el cual, como abriese á otro la puerta, no cuidando
-que el religioso á tanto se atreveria, descuidado un poquito, el padre
-fray Antonio y su compañero, que era un fraile lego, religioso, bueno,
-con gran ímpetu entran dentro de la puerta en la cámara del Rey, á
-pesar del portero, donde se hallaron cuasi junto al estrado del Rey;
-dijo luégo el padre Montesino: «Señor, suplico á Vuestra Alteza, que
-tenga por bien de me dar audiencia, porque lo que tengo que decir son
-cosas muy importantes á vuestro servicio.» El Rey, benignamente le
-respondió: «Decid, padre, lo que quisiéredes.» Llevaba el dicho padre
-un pliego de papel, escripto por capítulos, de las crueldades, en
-particular, que se habian hecho, en las guerras y fuera dellas, en los
-indios vecinos desta isla, que habia bien visto y hallándose en ellas
-el fraile que dijimos arriba, que, de los pecadores que las habian
-perpetrado, habia el hábito de fraile lego rescibido. Llevaba tambien
-por memoria en su pliego los tratamientos que, despues de los estragos
-de las guerras, en el servicio y trabajos de las minas, y en los demas
-les hacian. Hincóse, pues, de rodillas el padre fray Antonio, ante los
-píes del Rey, y saca su memorial, y comiénzalo á leer, y refiere como
-los indios, estando en sus casas y tierras sin ofender á ninguno desta
-vida, entraban los españoles y les tomaban las mujeres, y las hijas, y
-los hijos para servirse dellos, y á ellos, llevándolos cargados con sus
-camas y haciendas, haciéndoles otros muchos agravios y violencias, los
-cuales, no pudiéndolos sufrir, huíanse á los montes, y cuando podian
-haber algun español desmandado, matábanlo como á capital enemigo; iban
-luégo á hacelles guerra, y, para metelles el temor en el cuerpo,
-hacian en ellos, desnudos, en cueros y sin armas ofensivas, estragos
-nunca oidos, cortándolos por medio, haciendo apuesta sobre quién le
-cortaba la cabeza de un piquete, quemándolos vivos, y otras crueldades
-esquisitas; entre otras, le dijo, que burlando unos españoles entre
-sí, estando cabe un rio, tomó uno dellos un niño de obra de un año ó
-dos, y echólo por encima de los hombros en el rio, y porque el niño
-no se sumió luégo, sino que estuvo encima del agua un poquito, volvió
-la cabeza y dijo: «¿Aún bullís, cuerpo de tal, bullís?» Dijo el Rey:
-«¿Eso es posible?» Respondió el religioso: «Ántes es necesario, porque
-pasó así, y no puede dejar de ser hecho, pero como Vuestra Alteza es
-piadoso y clemente, no se le parece que haya hombre que tal pudiese
-hacer; ¿Vuestra Alteza, manda hacer esto? bien soy cierto que no lo
-manda.» Dijo el Rey: «No, por Dios, ni tal mande en mi vida.» Acabados
-los estragos y matanzas de las guerras, refiere las crueldades de
-los repartimientos y mactamientos que se hacian en las ánimas, y los
-otros trabajos, la falta de los mantenimientos y olvido de la salud
-corporal, ni cura en sus enfermedades; de cómo las mujeres que se
-sentian preñadas tomaban hierbas para echar muertas las criaturas, por
-no vellas ó dejallas en aquellos infernales trabajos; el ningun cuidado
-de dalles algun cognoscimiento de Dios, ni consideracion de las ánimas
-más que si sirvieran de animales. Leido su memorial, y el Rey algo
-lastimado y enternecido de oir cosas tan inhumanas, suplicóle que se
-apiadase de aquestas gentes, y mandase poner el remedio necesario ántes
-que del todo se acabasen; el Rey dijo que le placia y mandaria entender
-con diligencia luégo en ello, y así, el padre fray Antonio se levantó,
-y, besadas al Rey las manos, se salió, habiendo aquel dia, á pesar del
-portero, bien negociado.
-
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-CAPÍTULO VII.
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-El Rey mandó luégo que con los de su Consejo, que para ésto mandó
-señalar, se juntasen algunos teólogos; los del Consejo fueron en
-aquel tiempo el obispo de Palencia, que despues fué de Búrgos, D.
-Juan Rodriguez de Fonseca, de quien arriba se ha hecho hartas veces
-mencion, y á quien, desde su descubrimiento, los Reyes cometieron la
-gobernacion destas Indias, y era como Presidente, aunque no habia
-Consejo por sí de Indias, como se ha dicho. El otro fué Hernando de
-Vega, varon prudentísimo, y por tal estimado en toda Castilla; el
-otro fué el licenciado Luis Zapata, persona prudente y principal
-entre los licenciados, y más del Rey, que otro, querido, y que por la
-auctoridad que alcanzaba con el Rey, con quien, segun era opinion de
-muchos, sólo consultaba las mercedes que habia de hacer, por lo cual le
-llamaban algunos el Rey chiquito; aunque éste y Hernando de Vega, y el
-licenciado Móxica, no estoy cierto que entrasen en esta junta, despues
-sí, muchas veces. Otro fué, de los que á esta junta concurrieron, el
-licenciado Sanctiago, varon cristiano, y de muy buena voluntad. Fué
-otro el doctor Palacios Rubios, doctísimo en su facultad de jurista,
-estimado en ella más que todos, y por bueno y buen cristiano tambien
-tenido, éste, como muy letrado é inclinado á escribir en derecho,
-como muchas otras obras en derecho escribió, comenzó desde entónces
-á escribir cierto libro que intituló: _De insulis Occeanis_, el cual
-despues prosiguió y acabó siguiendo en el error de _Hostiensis_,
-fundando sobre él el título que los reyes de Castilla tienen á las
-Indias; y, cierto, si sobre aquella errónea y áun herética opinion,
-sólo, estribara el derecho de los Reyes á las Indias, harto poco les
-cupiera jurídicamente de lo que en ellas hay. Y ciertamente, mucho
-parece que se alargó en el dicho su libro, pretendiendo dar sabor al
-Rey, más que desabrille, por lo cual, quizá, permitió Dios que el Rey
-le hiciese pocas mercedes, puesto que dél era harto bien querido.
-Con todo esto, siempre, como de su natura era bueno, en cuanto pudo
-favoreció á los indios, como abajo parecerá. Señalóse otro del Consejo
-para esta congregacion, que fué el licenciado Móxica, tambien hombre
-letrado y de virtud. Otro fué tambien nombrado, conviene á saber, el
-licenciado de Sosa, que despues murió obispo de Almería, persona de
-mucha virtud, y que favoreció mucho los indios, el tiempo adelante
-desque fué más instruido, como el licenciado Santiago y el doctor
-Palacios Rubios; estos fueron los de quien me acuerdo, no sé si me
-olvido alguno. Con estos juristas mandó el Rey que se juntasen los
-teólogos siguientes, conviene á saber: el maestro fray Tomás Durán, y
-el maestro fray Pedro de Covarrubias, frailes de Sancto Domingo; fué
-tambien nombrado un clérigo, predicador tambien del Rey, llamado el
-licenciado Gregorio. Y porque por aquellos tiempos era estimado por más
-señalado letrado el padre fray Matías de Paz, catedrático de teología
-en la Universidad de Salamanca, fraile de la misma Órden de Sancto
-Domingo, trabajó muy mucho el dicho padre fray Antonio Montesino que el
-Rey lo enviase á llamar, que residia, siendo catedrático, como dijimos,
-en Salamanca. La corte, cuando ésto se tractaba, estaba en Búrgos; de
-los que estaban cabe el Rey, algunos, impedian que aquel padre maestro
-fray Matías de Paz no se llamase, porque no querian tanta luz cuanta
-creian que habia de dar en esta materia el dicho padre, y siempre se
-cognosció, cada dia más y más, los que al Rey aconsejaban, huir este
-negocio de los indios de claridad de la verdad, mayormente desque
-los del Consejo comenzaron á tener parte interesal en los trabajos
-y sudores, y muertes de los indios, como parecerá. Bien creo que no
-eran todos, pero tambien sospecho que eran algunos, y quizá los más.
-Finalmente, por la suma solicitud y diligencia del padre fray Antonio
-Montesino, el Rey hobo de mandar que se enviase á llamar el dicho
-padre maestro fray Matías de Paz; y como el padre fray Antonio fuese de
-todos tractado por muy extraño, y todos los de la corte, al ménos de
-los de palacio y de los oficiales y que desto tractaban, no lo pudiesen
-ver ni áun pintado, vivia muy penado, porque todo se le encubria y no
-sabia dónde atinar, ni á qué portillo acudir, ni qué remediar, temiendo
-que en las juntas que se hacian, donde cada dia entraba el dicho padre
-francisco, fray Alonso del Espinal, no habiendo quien volviese por
-los indios, alguna cosa en su mayor perjuicio se determinase. Acordó
-un dia de ir á Sant Francisco y esperar á la portería que saliese el
-dicho padre fray Alonso para ir á la junta, de quien, como se ha dicho,
-se hacia grande caudal, como ni del derecho ni del hecho supiese nada
-para aprovechar, puesto que pudiera bien testificar muchas y grandes
-tiranías, y crueldades, y obras inhumanas, que él y yo que ésto
-escribo vimos juntamente, en destruccion de las gentes desta isla,
-perpetrar. Saliendo, pues, del monasterio de Sant Francisco el padre
-fray Alonso, llegóse á él el padre fray Antonio Montesino, y dijo que
-le queria hablar; paróse á oille, y el padre fray Antonio hácele una
-vehemente y cominatoria plática, diciéndole con vehemencia, como él
-solia predicar: «Vos, padre, ¿habeis de llevar desta vida más deste
-hábito andrajoso lleno de piojos que á cuestas traeis? ¿Vos, buscais
-otros bienes más de servir á Dios? ¿Por qué os enfuscais con estos
-tiranos? ¿Vos no veis que os han tomado por cabeza de lobo, para en sus
-tiranías se sustentar? ¿Por qué sois contra aquellos tristes indios
-desmamparados? ¿En ésto les pagais los sudores de que, hasta agora, vos
-y vuestros frailes habeis comido? ¿Vos no habeis visto mejor que yo las
-detestables crueldades, que, en las injustas guerras, contra ellos han
-cometido, en las cuales os habeis presente hallado? ¿No sabeis y habeis
-visto, y no dudais que hoy y cada dia los matan en las minas y en los
-otros trabajos, con tanto olvido de humanidad, que á las mismas bestias
-no pueden peor tratar? ¡y pluguiese á Dios que como á sus bestias los
-tractasen! ¿Por qué, padre, quereis perder tantos años que habeis
-traido á cuestas ese hábito, en tanta penitencia y religion, por cosa
-que no echais en vuestra bolsa nada, sino por agradar, yendo los ojos
-cerrados, á los que no se hartan de beber sangre humana, no viendo el
-daño tan manifiesto que haceis á aquellos desventurados, sin persona
-viviente que vuelva por ellos, haciendo obra como haceis, tan contra
-justicia y caridad?» Estas y otras muchas palabras le dijo, con las
-cuales le hizo temblar las carnes, porque, ciertamente, tenia especial
-gracia y hervor en persuadir las cosas que tocaban al ánima, y tenia en
-ello tanta eficacia, que pocos le oian que no saliesen compungidos ó
-enmendados. En la ciudad de Sancto Domingo estaba una mujer sentenciada
-á que la ahorcasen, y de tal manera sentia la muerte con impaciencia,
-que no queria confesarse, y así iba impenitente y desesperada; llamaron
-al padre fray Antonio Montesino, un poco ántes que la sacasen para la
-justiciar, el cual le dijo así como entró, aspérrimamente aquestas
-palabras: «¡Vos no os quereis confesar, mujer perdida! ¿No sabeis que
-os habeis de ver dentro de un hora, delante el riguroso juicio de
-Dios, que luégo os ha para siempre de condenar á las penas infernales?
-¿Qué haceis, decid? Tornad, triste de vos, sobre vos, no os perdais.»
-De tanta eficacia fueron estas palabras, que la mujer, como atónita
-y asombrada, como si ya ardiera en las eternales llamas, pide que se
-quiere confesar y comulgar, y ansí, contrita y contenta de morir, fué
-ahorcada. Cuasi desta manera acaeció al padre fray Alonso del Espinal,
-que tornando sobre sí (como en fin fuese buen religioso y no pecase
-sino por ignorancia), dijo al padre fray Antonio Montesino: «Padre,
-sea por amor de Dios la caridad que me habeis hecho en alumbrarme; yo
-he andado engañado con estos seglares, ved vos lo que os parece que yo
-haga y así lo compliré.» Respondióle: «Padre, que en todas vuestras
-obras, pareceres y palabras defendais desta y desta manera los indios,
-y siempre sed contra esos pecadores españoles, que sabeis vos cuánto
-por destruillos con sus codicias trabajan; y cuando se tractare ésto,
-responded ésto, y cuando viéredes cosa que convenga decirme, avisadme.»
-Finalmente, desde adelante le fué buen amigo, y le daba aviso de lo
-que en la congregacion se tractaba, de donde colegia el padre fray
-Antonio lo que le convenia negociar y avisar á alguno ó algunos de los
-que habia que le ayudaban, como era el doctor Palacios Rubios, y el
-licenciado Santiago, y el licenciado Sosa.
-
-
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-CAPÍTULO VIII.
-
-
-Estaban en la corte á la sazon, segun creo, Francisco de Garay, de los
-antiguos desta isla, de quien habemos hecho arriba mencion, y haremos
-más si á Dios pluguiere, y Juan Ponce de Leon, y un Pero García de
-Carrion, mercader, hombre de auctoridad en su manera, y otros vecinos
-desta isla, y que tenian en la servidumbre muchos indios, y habian
-muerto hartos dellos por sus propias codicias é intereses; destos
-algunos habian sido enviados por Procuradores sobre que el Rey les
-diese los indios perpétuos, ó por tres vidas, como en el precedente
-libro se dijo; otros, que habian ido por sus particulares negocios.
-Todos estos, ó algunos dellos, fueron los primeros, segun yo entendí
-y siempre tengo entendido, que infamaron los indios en la corte de no
-saberse regir, é que habian menester tutores, y fué siempre creciendo
-esta maldad, que los apocaron, hasta decir que no eran capaces de la
-fe, que no es chica heregía, y hacellos iguales de bestias, como si
-tantos millares de años que estas tierras estaban pobladas, llenas de
-pueblos y gentes, y teniendo sus Reyes y señores, viviendo en toda paz
-y sosiego, en toda abundancia y prosperidad, aquella que la naturaleza,
-para vivir y multiplicarse _in immenso_ los hombres, requiere, hobieran
-habido menester nuestras tutorías, las cuales, plugiera á Dios, que ni
-ellos hobieran cognoscido, ni nosotros usurpádolas y usado dellas tan
-contra justicia, porque dellos inmensos, en cuerpos y en ánimas, no
-hobieran perecido, y de nosotros no se viera como se ha visto alguno, y
-se verá muy mayor terrible castigo. Este menosprecio é infamia destas
-gentes, por respeto de nosotros inocentísimas, les sucedió por nuestra
-grande soberbia é inhumanidad, y por su gran mansedumbre, paciencia,
-humildad y obediencia, que á todas las cosas las hallábamos á la mano,
-y para cualquiera, por difícil que fuese, que las queríamos. Estos
-hombres pecadores, ó algunos dellos, introdujeron esta mancilla,
-informaron á la larga á los que entraron en la junta, y de creer es, y
-yo así lo creo, que algunos de los que allí entraron, más propincuos á
-las orejas del Rey, le informaban contra los indios lo que á los otros
-oian, ó por que pensaban en ello defender, ó favorecer el título del
-Rey, ó porque no les faltaba propósito, como al cabo pareció, de haber
-y tener, siendo ellos absentes y viviendo en la corte, para embolsar
-oro, indios. Este fué siempre, desde aqueste tiempo principalmente,
-aunque tambien comenzaron desde el año de 500, como pareció en el
-libro II, cap. 1.º, hasta hoy que es el año de 1559, el fin de los
-españoles; y así lo entablaron por todo este orbe, conviene á saber,
-infamar y decir cuantos males podian hacer creibles de los indios, y
-por principal, que eran bestias y holgazanes y amaban la ociosidad, y
-que no se sabian regir, por fingir necesidad que pareciese convenir
-tenerlos y servirse dellos en aquella infernal servidumbre en que los
-pusieron, diciendo ponerlos en policía y para los hacer trabajar, y
-que así Dios y el Rey serian dellos servidos. Ya está visto arriba,
-en los dos libros precedentes, la policía en que los pusieron, y el
-fructo que Dios y el Rey por sus tutorías de los indios sacaron, como
-sea ya manifiesto, y áun confesado por los mismos destruidores de los
-indios, cuán justamente, en muchas partes destas Indias, pudieran los
-indios poner á los españoles en más razonable y humana policía, y mejor
-regimiento que ellos traian y áun tenian en Castilla. Juntados, pues,
-los letrados muchas veces, y platicado sobre la gobernacion que debia
-ponerse á los indios desta isla, porque de las demas partes deste orbe
-no se tractaba, porque no habia españoles si no en ésta y en la de
-Sant Juan, y de Jamáica, y ninguno en la tierra firme; habidas todas
-las falsas informaciones que los seglares quisieron dar, y la cierta,
-que el padre fray Antonio Montesino dar pudo, (y ésta consistia en
-que las gentes infieles, mayormente aquestas, debian ser traidas á
-la fe con dulzura, y amor, y libertad, y dádivas, y no con aspereza,
-servidumbre y tormentos como estos padecian, como se lee de Sant
-Silvestre, que atraia los gentiles á la fe con dones que les daba, y
-que la servidumbre que estas padecian, era condenada por Dios, como
-parecia por Ecequiel, cap. 34, _Væ pastoribus Israel qui pascebant
-semet ipsos_, que eran amenazas contra el Rey, si no los remediaba;
-decia, eso mesmo, que decir que aquestas gentes eran incapaces de la
-doctrina y de la fe, era contradecir á la bondad y omnipotencia de
-su Hacedor, etc.), determinaron los susodichos teólogos y juristas,
-al cabo, las siguientes proposiciones, que, aunque hervia la infamia
-contra los indios, no pudieron negar en las dos primeras ser libres los
-indios, y deber ser como libres tractados, aunque en las siguientes van
-oliendo y sabiendo á la sustentacion de la tiranía, que era el fin que
-los infamadores y los que los oian de grado, y favorecian, y esperaban
-tener tambien sus provechos, pretendian.
-
-«Muy Poderoso Señor: Vuestra Alteza nos mandó que entendiésemos en ver
-en las cosas de las Indias, sobre ciertas informaciones, que cerca
-dello á Vuestra Alteza se habian dado por ciertos religiosos que habian
-estado en aquellas partes, así de los Dominicos como de los Franciscos,
-y vistas aquellas, y oido todo lo que nos quisieron decir, y áun habida
-más informacion de algunas personas que habian estado en las dichas
-Indias, y sabian la disposicion de la tierra y la capacidad de las
-personas, lo que nos parece á los que aquí firmamos, es lo siguiente:
-Lo primero, que pues los indios son libres y Vuestra Alteza y la Reina,
-nuestra señora (que haya sancta gloria), los mandaron tractar como á
-libres, que así se haga. Lo segundo, que sean instruidos en la fe,
-como el Papa lo manda en su bula, y Vuestras Altezas lo mandaron por
-su Carta, y sobre ésto debe Vuestra Alteza mandar que se ponga toda
-la diligencia que fuere necesaria. Lo tercero, que Vuestra Alteza les
-puede mandar que trabajen, pero que el trabajo sea de tal manera, que
-no sea impedimento á la instruccion de la fe, y sea provechoso á ellos
-y á la república, y Vuestra Alteza sea aprovechado y servido por razon
-del señorío y servicio que le es debido por mantenerlos en las cosas
-de nuestra sancta fe y en justicia. Lo cuarto, que este trabajo sea
-tal, que ellos lo puedan sufrir, dándoles tiempo para recrearse, así en
-cada dia como en todo el año, en tiempos convenibles. Lo quinto, que
-tengan casas y hacienda propia, la que pareciere á los que gobiernan
-y gobernaren de aquí adelante las Indias, y se les dé tiempo para que
-puedan labrar, y tener, y conservar la dicha hacienda á su manera.
-Lo sexto, que se dé órden, como siempre tengan comunicacion con los
-pobladores que allá van, porque con esta comunicacion sean mejor y
-más presto instruidos en las cosas de nuestra sancta fe católica. Lo
-setimo, que por su trabajo se les dé salario conveniente, y ésto no en
-dinero, sino en vestidos y en otras cosas para sus casas.--_Johannes,
-Episcopus Palentinus, Comes._--_Licenciatus Sanctiago._--_El Doctor
-Palacios Rubios._--_Licenciatus de Sosa._--_Frater Thomas Duran,
-Magister._--_Frater Petrus de Covarrubias, Magister._--_Frater Mathias
-de Paz, Magister._--_Gregorius, Licenciatus._»
-
-Por estas siete proposiciones parece cuán buena intencion tuvieron
-los letrados, y cuánto se desviaban de las infamias que se habian
-levantado á los indios por los que los tenian y querian tener opresos
-en servidumbre perpétua. Todavía en la tercera, cuarta, y quinta, y
-sétima, pareció que suponian que los indios habian de estar repartidos
-y en poder de los españoles como los tenian; pero poníanles algunas
-limitaciones, porque les faltó clara y particular informacion, la
-cual, áun el mismo padre fray Antonio Montesino, como habia poco que
-era venido á esta isla, complida no tenia, como despues la pudiera
-dar muy más larga. Faltóles noticia de las multitudes de los pueblos
-pacíficos, y señores, y Reyes desta isla, y la gobernacion natural,
-y policía ordenada, cuanta, sin fe y cognoscimiento del verdadero
-Dios, puede tenerse para vivir en paz, y abundancia, y prosperidad,
-y crecimiento _in immenso_, como dije, que tenian. Faltóles tambien
-cognoscimiento de la imposibilidad de poder vivir, y no perecer como
-perecieron, teniéndolos los españoles repartidos, y así ignoraron que
-aquella manera de servidumbre despótica ó de esclavos, y no de hombres
-y gentes, como ellos determinaron, que eran libres, y así carecieron
-totalmente de la lumbre y claridad, y verdad del hecho. Contra lo cual,
-mirando el maestro fray Matías de Paz más en esta materia, compuso un
-tractado en latin, en obra de quince dias, desterrando é impugnando
-el modo de servirse de los indios despótico, y probando que habian
-de ser gobernados como personas y gentes libres, donde pone aquesta
-conclusion y es la tercera: _Auctoritate Summi Pontificis el non aliter
-licebit Catholico atque invictissimo Regi nostro supradictos indos
-regali imperio seu politico, non autem despotico, regere, atque sic
-perpetuo sub suo dominio retinere_. Y en el primer corolario de aquella
-conclusion, dice así: _Unde quicumque eos hactenus servitute despotica
-premuit, postquam sunt ad fidem conversi, ad restitutionem de damno
-et lucro propter talem servitutem dumtaxat necessario tenetur_. Por
-manera, que reprobó y condenó la manera de servirse de los indios, por
-el repartimiento, por despótico y de esclavos, como en verdadera verdad
-lo era, y, por consiguiente, el mismo repartimiento, y determinó ser
-obligados los españoles, que así de los indios se habian servido, á
-restitucion de todo lo que con ellos habian adquirido, y de los daños
-que por ello rescibieron. ¿Y quién de ellos, aunque el Rey les ayudara
-con su Estado, pudiera restituir los daños que, tan innumerables gentes
-como habia en esta isla, de los españoles padecieron, pues todas, por
-los trabajos y amargos é inhumanos tractamientos, en las minas y en los
-otros pestilentes ejercicios, por sus cudicias, perecieron?
-
-
-
-
-CAPÍTULO IX.
-
-
-Determinadas estas siete proposiciones, dijeron de partes del Rey á
-los dichos letrados, teólogos y juristas, que hiciesen ó ordenasen
-leyes, esplicándolas, porque eran como principios que incluyen dentro
-de sí muchas particulares reglas. Los letrados no quisieron, porque no
-se atrevieron, diciendo que ellos habian determinado aquellas reglas
-universales, que hiciesen las leyes ellos, las cuales tanto serían más
-justas cuanto más se acercasen y conformasen con aquellos principios, y
-tanto injustas cuanto se desviasen dellos, por consiguiente. Y porque
-todos anhelaban y todo su cuidado y solicitud era que los indios no
-saliesen de poder de los españoles, sino que los repartimientos se
-perpetuasen, (todos, digo, los que desta isla que tenian indios,
-estaban en la corte, y muchos de la corte que pensaban rodear de tener
-en ellos parte, quizá por los mismos desta isla, poniéndoles interese
-grande delante, porque fuesen en que los indios siempre se repartiesen,
-de lo cual yo nunca dudé, ni agora dudo), despues de haber muy bien
-informado de las infamias de los desmamparados indios á todos los de la
-corte, y en especial al licenciado Gregorio, que se habia hallado en
-hacer las susodichas siete proposiciones, y á otro predicador del Rey,
-fraile de Sancto Domingo, llamado fray Bernardo de Mesa, que despues
-fué nombrado para Obispo de la isla de Cuba, puesto que nunca fué allá,
-y al cabo murió obispo de Elna, en Cataluña, gracioso predicador,
-á los cuales dos hallaron, para rescibir sus falsas informaciones,
-más benévolos y aparejados, rodeóse por los ministros, creo yo, de
-Satanás, que el Rey les mandase ó de su parte se les mandó ó cometió,
-que cada uno destos dos predicadores reales, diese por escripto, en la
-materia, su parecer. El dicho padre fray Bernardo de Mesa comprendió
-el suyo dentro de siete proposiciones. La primera fué, que el Rey era
-obligado á trabajar con gran diligencia, tanta y mayor que habia puesto
-en adquirir el estado de acá, en que los indios, moradores naturales
-destas Indias, se convirtiesen á la fe y la amasen, no solamente
-enviando Prelados, más áun otros predicadores celosos, si aquellos no
-bastasen, para su conversion é instruccion en las buenas costumbres;
-y ésto por el estrecho mandamiento que el Papa le puso por su bula
-de la donacion, en la cual se mostraba claramente, que una de las
-principales cosas que le movió á hacer la dicha donacion, fué para que
-la fe se plantease en aquellas tierras, y con ella las otras virtudes,
-tanto cuanto fuese posible. La segunda, que siendo los indios, como
-lo eran, súbditos vasallos de Su Alteza y no siervos, justamente se
-les podrán imponer y pedir servicios tales, que fuesen dentro de los
-límites de vasallos, porque los indios no eran siervos por derecho,
-porque no fueron conquistados al principio por la introduccion de la
-fe, ni por razon de su infidelidad, porque la infidelidad en ellos no
-era pecado; ni ménos son siervos por compra, ni ménos son siervos por
-natividad, porque naturalmente todos los hombres son libres, ni ménos
-eran siervos por la estimacion de Su Alteza, ni de la reina doña Isabel
-de gloriosa memoria, que siempre los llamaron libres, y era manifiesta
-señal de libertad. Y dice que él no via otra razon de servidumbre sino
-la natural, que era falta de entendimiento y capacidad, y la falta de
-la firmeza para perseverar en la fe y buenas costumbres, porque aquella
-es una natural servidumbre, segun el filósofo, ó por ventura, son,
-dice él, siervos por la naturaleza de la tierra, porque hay algunas
-tierras á las cuales el aspecto del cielo hace siervas, y no podrian
-ser regidas si en ellas no hobiera alguna manera de servidumbre, como
-en Francia, Normandía, parte del Delfinazgo, siempre han sido regidas
-mucho á semejanza de siervos; mas como quiera que sea, los indios no
-se pueden llamar siervos, aunque para su bien hayan de ser regidos con
-alguna manera de servidumbre, la cual no ha de ser tanta que les pueda
-convenir el nombre de siervos, ni tanta la libertad que les dañe, pues
-para su bien fueron dados, principalmente á los reyes de Castilla, y no
-para el de los Reyes, puesto que justamente se les piden á estos los
-servicios, y ellos son obligados á los dar, etc. La tercera, que pues
-los indios habian de dar el dicho tributo y servicio á su Príncipe, y
-no tienen manera para le dar otro, sino el personal, que aquel se les
-debe pedir y ellos lo deben de dar, por cuanto el tributo ó servicio
-que al Rey se hace, ó ha de ser de las riquezas ó de la persona; los
-indios no poseen riquezas naturales ni artificiales, como saben los
-que han visto su tierra, resta luégo que el servicio ha de ser hecho
-con la persona en las cosas que más convenientes fueren á su Rey y
-señor. La cuarta, que pues los indios eran dados al Rey para su bien,
-y la ociosidad es el mayor mal que ellos pueden tener, que debia Su
-Alteza con gran estudio trabajar de les quitar el daño depravado
-de la ociosidad, mandándolos siempre ocupar en algunos ejercicios
-espirituales ó corporales, que en la verdad, aunque la ociosidad sea
-madrastra de todas las virtudes en todas las naciones, mucho más lo es,
-dice él, en los indios, que eran habituados y criados en el pecado de
-la idolatría y en otros pecados, los cuales reverdecen y crecen con la
-ociosidad, y por ésto fueron reprendidos ágriamente por el Señor, los
-que fueron hallados ociosos todo el dia en el mercado; y Sant Pablo
-dice: «El que no quiere trabajar no coma, etc.» La quinta proposicion,
-que para evitar el dicho vicio de la ociosidad y los otros vicios que
-della se siguen, era lícito que Su Alteza repartiese los indios entre
-los fieles de buena conciencia y de buenas costumbres, los cuales,
-allende de los ocupar, les enseñen las cosas de la fe y de las otras
-virtudes; bien parece ser ésto lícito, porque los indios no conviene
-que sean ocupados por otros de su misma nacion, que seria incurrir en
-los inconvenientes que deseamos huir, é asimismo porque no podrán ser
-enseñados por sus Caciques, que son ignorantes, como ellos, en las
-cosas de la fe, de donde se sigue que han de ser puestos en manos de
-quien los pueda aprovechar, ansí en la doctrina como en la ocupacion
-y ejercicio, y desta proposicion, muy poderoso señor (dice el padre
-fray Bernaldo), se sigue un corolario, que á mi parecer, ser necesario
-á la seguridad de la conciencia de Vuestra Alteza, y es, que los
-indios no han de ser dados indiferentemente á todos, sino á personas
-calificadas, con tales cualidades, que se pueda conseguir el efecto
-de la buena ocupacion y buena doctrina, que, para los indios, Vuestra
-Alteza es obligado á procurar. La sexta es, que los fieles, á quien
-los indios por el repartimiento fueren concedidos, son obligados á les
-dar suficiente mantenimiento, y moderar sus trabajos de tal manera que
-no sean exasperados, ni aborrezcan la fe, ni las buenas costumbres
-de los fieles. La sétima es, que Vuestra Alteza les debe tasar los
-trabajos y el mantenimiento, y darles propia hacienda, como á libres,
-y casas, é imponerles en la policía conveniente á su capacidad, y pues
-Dios les hizo merced de los traer al servicio de Vuestra Alteza, debe
-procurar que sientan que no son siervos, sino libres debajo del yugo
-de Jesucristo, nuestro Salvador. Y al presente, muy poderoso señor,
-ésto es lo que se me ofrece en esta materia, mayormente que sé que
-por lo que otros han escripto, está la materia asaz suficientemente
-declarada, aunque en palabras breves. Resta agora satisfacer á algunas
-auctoridades que á algunos les parece que hacen en contrario de lo
-que habemos dicho, y especialmente á una auctoridad de Ezequiel, cap.
-34, en que son los superiores reprendidos, que apacientan á sí mismo
-de la leche del ganado, olvidando apacentar las ovejas; y, cierto, yo
-no dudo, muy poderoso señor, sino que si Vuestra Alteza descuidase de
-proveer de pasto espiritual á los indios, y de justicia y remedios
-posibles para su salvacion, que la conciencia de Vuestra Alteza
-podria tener escrúpulo, por la auctoridad sobredicha, en la cual se
-dice: «Væ», que es señal de pena eterna en la Sagrada Escriptura.
-Mas con la provision de los Prelados y otros predicadores, y con el
-Consejo y justicia que Vuestra Alteza allá tiene, y con las ordinarias
-provisiones que Vuestra Alteza acá me parece que hace, creo que es
-libre de la maldicion de la dicha auctoridad. Asimismo dicen, que
-los indios y todos los nuevamente convertidos han de ser tractados
-con dulzura y libertad, lo cual prueban con muchas auctoridades, las
-cuales todas son de conceder, si la dicha dulzura y libertad no empece
-á la conversion y perseverancia de los indios; mas siendo verdad que
-libertad absoluta daña á los indios, por su mala disposicion, como
-probamos en la segunda proposicion, digo que las auctoridades no
-harian al propósito, porque todas ellas hablan en caso que aproveche
-la dulzura de la libertad, que, en la verdad, no hay otra libertad
-verdadera, sino aquella servidumbre que nos estorba el pecado, el cual
-verdaderamente nos hace siervos. A lo que dicen que el Papa Silvestre
-y otros sanctos parece que han prometido y dado dones á los nuevamente
-convertidos, digo, que este ejemplo presupone que los indios tengan
-aficion á las riquezas, y habilidad para distinguir entre rico y
-pobre, como lo tenian aquellos á quien Sant Silvestre hablaba, mas no
-gozándose los indios con los dones, más que los perricos y corderos con
-el bocado que bien les sabe, no há lugar el ejemplo. Dicen más, que
-esta incapacidad que ponemos en los indios, contradice á la bondad y
-potencia de su Hacedor, porque es cierto que, cuando la causa produce
-efecto tal que no pueda consegir su fin, que es alguna falta de la
-causa, y así, será falta de Dios haber hecho hombres sin capacidad
-bastante para rescibir fe y para salvarse; y así, por cierto, yo creo,
-que ninguno de sano entendimiento podrá decir que en estos indios no
-haya capacidad para rescibir la nuestra fe, y virtud que baste para
-salvarse y conseguir el último fin de la bienaventuranza. Mas yo
-oso decir que hay en ellos tan pequeña disposicion de naturaleza y
-habituacion, que, para traerlos á rescibir la fe y buenas costumbres,
-es menester tomar mucho trabajo, por estar ellos en tan remota
-dispusicion, y dado que reciban la fe, la naturaleza dellos no les
-consiente tener perseverancia en la virtud, quier por ser insulares,
-que naturalmente tienen ménos constancia, por ser la luna señora de
-las aguas, en medio de las cuales moran los insulares, quien por
-los hábitos viciosos, que siempre inclinan á actos semejantes; así,
-de donde se sigue, que aunque ellos tengan capacidad para rescibir
-la fe, no por eso se quita que no sea necesario tenerlos en alguna
-manera de servidumbre, para mejor disponerlos y para constreñirlos á
-la perseverancia, y ésto es conforme á la bondad de Dios, etc. Esto es
-todo el parecer que dió el dicho padre fray Bernaldo de Mesa.
-
-
-
-
-CAPÍTULO X.
-
-
-En todo lo cual, que dicho ha, parece cuán bien informado fué de los
-que desta isla en la corte á la sazon se hallaron, y cuánto crédito
-les dió al abatimiento é infamia destas gentes, que todo cuanto en
-estos capítulos dijo lo fundó en la inhabilidad, y cuasi aniquilacion
-de hombres, quitándoles todo cuasi el ser humano, nunca habiendo
-visto indio alguno, más de la relacion de los seglares que morian por
-matallos, chupándoles por sus codicias la sangre, no curando de se
-informar del padre fray Antonio Montesino, á quien debiera dar más
-crédito, como á hombre religioso y letrado, y cognoscido en el reino
-por tal, y de su Órden, que cognoscia los indios é iba de acá, y que no
-pretendia interese temporal alguno, más de volver y defender aquestas
-gentes inocentes, de todos desmamparadas, y de todos destruidas y
-consumidas, sólo por la excesiva y ardiente llama del ambicion y
-codicia de los de nuestra nacion, ántes buscó soluciones frívolas para
-responder á las razones y auctoridades que el dicho padre fray Antonio
-alegaba, y defender su error, concebido solamente de aquellos que en
-cualquiera juicio meritísimamente fueran repelidos como capitales
-enemigos, interesales, y lobos hambrientos despedazadores, con verdad
-hablo, destas ovejas mansísimas, que, de tan inmenso número, habian
-destruido y disminuido. Fuera bien preguntar á aquel padre, y yo se
-lo preguntara cuando lo cognoscí despues, si supiera que tal parecer
-habia dado, si los insulares de Inglaterra, y de Sicilia, y de Candía,
-ó los más cercanos de España, los baleares, ó mallorquinos, fuera bien
-repartillos entre otras gentes, porque la luna señorea las aguas.
-Item, los de Normandía y parte del Delfinado, si los repartieron como
-atajos de ganados, por razon de predicarles la fe ó poner en policía,
-y otras virtudes dotarlos. No imaginó aquel padre, sino que las gentes
-desta isla debian ser algunas manadas de salvajes de hasta 3 ó 4.000,
-como ganado en alguna dehesa, que se podian repartir entre algunas
-buenas personas para que las enseñasen, y de la vida salvaje reducillos
-á vida y costumbres más urbanas; y si él no fuera tan crédulo á los
-seglares, y cegarse ó cerrarse con sólo aquello que les referian, en
-lo cual debiera estar recatado y sospechoso si á aquellos les iba
-en lo que decian algo, debiera de interrogar (pues que la cosa era
-de tan gran importancia, y á dar parecer sobre lo que no sabia se
-determinaba), cuántas gentes habia en esta isla, y si tenian pueblos y
-quien los rigiese y gobernase, y si vivian en paz, y si comian ó morian
-de hambre, ó si vinieron los españoles á hartallos, y haciendo esta
-inquisicion, hallara que en esta isla habia sobre tres ó cuatro cuentos
-de ánimas, que tenian sus pueblos y poblaciones ordenadas, como habia
-cinco Reyes, y cinco reinos principales, y otros infinitos señores que
-á aquellos obedecian, la abundancia de los mantenimientos y las grandes
-labranzas, con las cuales infinitas veces hartaron las hambres y dieron
-las vidas á los holgazanes españoles, que de ociosos y holgazanes
-los infamaron, como todo lo dicho queda en los libros superiores
-asaz probado y declarado. Y cosa es ésta maravillosa, y con verdad
-hablo, que ninguna gente del mundo jamás se vió tan ociosa, inútil,
-ni holgazana, que los españoles que á esta isla vinieron y vienen,
-y á todas estas partes, y que del vicio pestilencial que ellos son
-maculados y señoreados, hayan tan falsamente y tan perniciosa á estas
-gentes infamado. Estas gentes, como no pretendian más de naturalmente
-vivir y sustentarse y no atesorar, lo que la perfeccion evangélica
-reprueba y daña, y las tierras tenian tan felices y abundantes, que con
-muy poco trabajo, todo lo necesario alcanzaban, todo el demas tiempo
-en sus cazas, y pesquerías, y sus fiestas y bailes, y en ejercicios de
-sus manos, en cosas que hacian harto delicadas, careciendo de hierro
-y instrumentos, como en el primero libro, pero más largo y muy claro
-en nuestra Historia apologética demostramos, se ocupaban, y así no
-estaban del todo ociosos mano sobre mano; tenian tambien sus guerras
-de cuando en cuando, unas provincias ó reinos con otros, sobre algunas
-causas. Concedemos que, segun la diligencia y solicitud ferviente,
-y infatigable cuidado que nosotros tenemos de atesorar riquezas, y
-amontonar bienes temporales por nuestra innata ambicion y codicia
-insaciable, que podrán ser aquestas gentes por ociosas juzgadas,
-pero no segun la razon natural y la misma ley divina y perfeccion
-evangélica, que, como dije, la parcidad y contentamiento, con sólo lo
-necesario, destas gentes aprueba y loa, y nuestra ánsia y demasiada
-soberbia, solicitud y codicia detesta, y da por condenada; y como á
-gente acostumbrada á poco trabajar, por las razones dichas, viviendo
-en abundancia, sobrevino tanta priesa y tanto cuidado de los españoles
-por ser ricos, á lo cual se siguieron los intolerables trabajos como se
-pasan en sacar oro, que son trabajos infernales, y los indios fuesen
-forzados á pasar de un extremo á otro, juzgue quien quiera que sea,
-si tuvieron razon de sentir los trabajos y tenerse por agraviados,
-por lo cual se huian á los montes, como el buey ó la res huye de la
-carnicería por instinto natural, cuanto más los hombres racionales que
-habian experimentado su reposo, y trabajo para sí moderado, siendo
-señores de sí mismos y de sus casas, y se vian puestos en tantos
-tormentos y amarguras, de la vida pasada tan exorbitantes, y morir
-para provecho de aquellos que cognoscian no tener otro fin, sino, por
-haber oro, consumillos, gastallos y acaballos, y de aquesta huida de
-aquella vida infernal y desesperada, nació y tomaron los españoles
-su principio para de ociosos y holgazanes infamallos. Y porque se
-conozca claro si tuvieron causa y razon de huir á los montes, é si
-pudieran meterse debajo de la tierra y dentro de sus entrañas, y no
-parezca que encarecer tanto los trabajos de las minas es cosa fingida
-y demasiadamente exagerada, quiero traer aquí lo que dice Diódoro,
-antiguo historiador y de mucho crédito entre los antiguos, de los
-trabajos que trae consigo el oficio de sacar el oro, puesto que en
-el libro II, cap. 3.º, queda tambien relatado. Cuenta en el libro
-IV, cap. 2.º, que los Reyes de Egipto á todos los que cometian crímen
-alguno digno de muerte, y á los enemigos que prendian en las guerras,
-y á los que calumniaban falsamente á otros, y á los que, por ira del
-Rey, eran condenados á cárcel, por pena los echaban á las minas á sacar
-oro; á estos, porque por los trabajos intolerables no se huyesen, los
-echaban en hierros, y poníanles soldados de diversas lenguas, que
-con suma diligencia los guardaban, para que, no entendiéndose, unos
-con otros no hablasen, y así no cobrasen amistad con alguno, y por
-ruegos, ó por amor, ó compasion lo soltasen, á los cuales se daba
-tanta priesa y tan importuno trabajo, que de noche ni de dia no se les
-daba chica ni grande holganza. Sobre los trabajos añidíanles injurias,
-afrentas, azotes y palos; allí no perdonaban á viejos, ni á mujeres,
-ni á muchachos, y á niño y á cada uno daban su oficio, unos cavaban,
-otros molian las piedras que suelen estar con el oro entrañadas.
-Andaban todos desnudos sin tener con que sus partes secretas se
-tapasen, todos sucios y enlodados, tanto, que ninguno los via, que
-tuviese alguna parte de humanidad, que de tanta calamidad no hobiese
-lástima, porque ninguna piedad, ningun descanso, ninguna holganza se
-les daba, que fuese viejo, que estuviese enfermo, que la fiebre ó otro
-dolor y mal le fatigase, fuese mujer ó hombre, con carnes ó flaco,
-ninguna misericordia con ellos se usaba, ántes con palos y azotes al
-continuo trabajo eran forzados, hasta que de flaqueza y angustia los
-desventurados echaban el ánima; muchos, por temor de vivir vida tan
-amarga, escogian la muerte por más descanso, y así se mataban. Así lo
-dice Diódoro: _Ægipti enim reges crimine damnatos, omnes ac ex hostibus
-captos, insuper ob aliquam falsam calumniam aut regum iram in carcerem
-detrusos, auro effodiendo deputant, simul sumpta facinorum pæna, et
-magno quæstu ex eorum labore percepto, illi compedibus vincti, magnus
-hominum numerus absque ulla intermissione die nocteque exercentur,
-nulla neque requies concesa; omnique ablata fugiendi facultate, nam
-barbari milites diversa invicem lingua, eorum custodiæ præsunt, quorum
-nullus sermonis comercio sublato aut precibus aut amore potest
-corrumpi._ Et infra: _Ab hoc labore nunquam conquiescunt, contumeliis
-verberibusque ad continuum opus coacti._ Et parum infra: _Omnibus
-horum corporis illuvies neque veste ulla operiente pudenda, nemo est
-quin eo aspectu fedo tetroque motus, tantæ misereatur calamitatis.
-Sed nulla pietas, nulla requies, nulla venia illis datur, sive æger,
-sive febricosus, sive senes, sive feminæ debiles fuerint, sed plagis
-omnes ad continuum opus coguntur quoad miseri ex debilitate deficiant.
-Sunt qui timore futuræ vitæ, quæ presenti putant pena deteriorem,
-mortem vitæ preferant._ Y porque más copiosamente se pruebe qué vida
-y descanso suceda el oficio de sacar oro á los que lo sacan, quiero
-tambien traer aquí lo que el mismo Diódoro, libro VI, cap. 9.º, refiere
-que con esta obra y ejercicio padeció España. Despues que los romanos
-sojuzgaron á España, los italianos, con ánsia de se enriquecer, como
-lo hicieron, entrar en la misma granjería acordaron; compraron gran
-copia de esclavos españoles que habian captivado los romanos, y
-metiéronlos en las minas de oro y plata; los esclavos que en aquellas
-minas trabajaban traian á sus señores grande ganancia, mas como de dia
-y de noche ocupados estuviesen en los trabajos, muchos morian por el
-demasiado y excesivo trabajo, como quiera que ninguna holganza se les
-daba, ántes, con azotes y palos, al continuo ejercicio los forzaban,
-y muy raros eran los que vivian vida larga, sino eran los que de
-fuerzas y vigor del ánimo hacian á los otros alguna ventaja, á los
-cuales, empero, la muerte, mucho más que la vida, por la grandeza de la
-miseria, era deseada. _Postea cum Romani Iberiam subegissent, Italici,
-qui lucri cupiditate id sibi opus sumpsere, maxime ex eo ditati sunt;
-emptam enim servorum copiam ad effodienda metalla deputant, qui variis
-locis metallorum venas scructati._ Et infra: _Servi qui ad hæc metalla
-deputati sunt, incredibilem quæstum afferunt dominis, verum cum die
-noctuque in labore perseverent, multi ex nimio labore moriuntur,
-cum nulla eis ab opere detur requies, aut laboris intermissio, sed
-verberibus ad continuum opus coacti, raro diutius vivunt. Robustiori
-quidam corpore et animi vigore, plurimum temporis in ea versantur
-calamitate, quibus tamen ob miseriæ magnitudinem mors est vita
-optabilior._ Yo digo verdad, como cristiano, que lo mismo que Diódoro
-dice en estos dos ambos lugares, sin alguna cosa faltar, se cumplió y
-cumplia en las gentes desta isla que traian los españoles en las minas,
-y así, porque huian desta pestilente calamidad, decian los españoles
-que de haraganes y ociosos lo hacian; y ésto entendió y creyó el padre
-fray Bernardo dellos mismos, más de lo que debiera, y por eso trabaja
-en su parecer dar remedio para que no estén ociosos los indios.
-
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-CAPÍTULO XI.
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-Debiera tambien considerar el padre fray Bernardo, habiendo primero
-hecho la dicha indagacion é interrogacion, que pues tenian sus pueblos
-y grandes poblaciones, y tenian sus Reyes y señores muy grandes, y de
-grande tierra, y gentes y señorío, y vivian en paz, y tenian tanta
-abundancia de provisiones, y cada uno estaba contento con lo suyo, que
-aquesto era señal de guardarse entre ellos justicia, porque la paz y
-sosiego de los pueblos, y vivir cada uno seguro, y ser señor de lo
-suyo, donde concurre multitud de gente, no suele conseguirse sino donde
-hay órden y justicia, segun el Filósofo, y tambien Sant Agustin lo
-afirma y es claro de sí. Pues donde hay Reyes y señores, y obediencia
-grande á ellos, y hay órden, justicia y paz, y cada uno está en su
-casa seguro, contento con lo que tiene, y ésto tiene en abundancia
-para sustentar la naturaleza humana, y cada dia crece la gente, como
-estas naciones crecian en inmenso, y las vimos con nuestros ojos ser
-sin número, no debia ser desordenada ni mala su policía; y si contenia
-su policía todas las partes que están dichas, como es verísimo y fué
-manifestísimo, y á una voz todos lo confiesan, muertos y vivos, que
-ninguno lo niega, áun los que no lo vieron, por ser cosa manifestísima,
-despues áun de asolada esta isla, no tenian falta de entendimiento,
-ni por consiguiente eran siervos por natura por ello, y tampoco por
-la naturaleza de la tierra, ni por el aspecto del cielo, como los
-destruidores dellos levantaron, y el padre fray Bernardo, dándoles
-algun crédito, en su proposicion segunda dice; y fué harto demasiado,
-y temerario en lo que en la postrera solucion que dió, dijo, afirmándo
-lo que nunca vido ni supo, conviene á saber, que osaba decir haber en
-los indios tan pequeña dispusicion de naturaleza, que, para traerlos á
-la fe y buenas costumbres, era menester tomar mucho trabajo, por estar
-en tan remota dispusicion. Mala, y no prudentemente dicho; y bien dijo
-que osaba decir, porque osar decir es atreverse, y el atrevimiento
-importa vicio digno de reprension, donde parece cuánto crédito dió á
-los capitales enemigos de los indios. Esto es verdad, cierto, que tanto
-entendimiento y capacidad tenian las gentes desta isla, cuanto les era
-necesario para regirse y bien regirse, así los particulares vecinos
-para regir sus casas, como los Reyes y señores para gobernar sus
-pueblos, repúblicas, reinos y señorios, cuanto sin fe y cognoscimiento
-del verdadero Dios se pudo hallar entre otras muchas naciones, en lo
-cual, á muchas otras excedieron; y si fuéramos nosotros tan dichosos,
-que, como Dios nos dió noticia dellos para que á ellos y á nosotros
-salvásemos, los instruyéramos segun cristianos debiamos, por su buena
-innata y natural complexion é inclinacion, en cristiandad y virtudes
-morales, y pacífica, y ordenada policía, hicieran ventaja á muchas
-gentes del mundo, pero, por nuestros grandes pecados de ambicion,
-crueldad y cudicia, no fuimos dignos. Faltó tambien el dicho padre fray
-Bernardo en no considerar que, pues aquestas gentes tenian sus Reyes y
-señores, ¿con qué derecho y con qué conciencia podian ser despojados
-de sus estados y señoríos? lo cual supone en su tercera proposicion,
-no haciendo mencion alguna dellos, sino llamando Príncipe que era el
-rey de Castilla, tratando de los tributos; y aunque confesamos que el
-rey de Castilla y Leon, por la concesion de la Sede apostólica, para
-fin de convertir aquestas gentes es Príncipe soberano en todo aqueste
-orbe, pero no por eso se sigue que sean privados de sus estados y
-señoríos los Reyes y señores naturales destas gentes, porque ésto
-seria desbaratar todas las policías humanas, y escandalizar y turbar
-el mundo, y así contra ley natural y divina, como en nuestro libro,
-_De unico trahendi modo universas gentes ad veram religiones_, habemos
-evidentemente probado y declarado; y la ignorancia ha hecho caer en
-grandes y perniciosos errores á muchos, y no se escapó dellos el padre
-fray Bernardo, y así debiera de hacer cuenta de los señores naturales,
-cuando hablaba de dar tributo al Príncipe. Erró tambien no ménos en
-decir que los indios eran obligados á dar servicios personales al
-Rey, suponiendo una cosa falsa, que estas gentes no tenian riquezas
-naturales. Manifiesto es que las riquezas naturales, segun el Filósofo
-en su libro de la Política, no son otra cosa sino las labranzas y
-frutos que dá la tierra, con que naturalmente, sin oro y sin plata,
-nos sustentamos y vivimos, y destas, más ricos los hallamos y eran,
-que otras muchas naciones, por la abundancia que de labranzas y
-mantenimientos tenian, como ya queda probado y muchas veces dicho, y
-bastaba dar destas por tributos al Rey, segun el padre fray Bernardo
-dice deber al Príncipe. De las artificiales riquezas, que son oro y
-plata, ni las tenian ni eran dignas de ser tenidas, pues la perficcion
-evangélica, y áun la verdadera y natural filosofía, las estima por
-estiércol, y por tanto no se les puede dar á estas gentes carecer
-dellas por vicio; y bastábales, y áun sobrábales, para cumplir con el
-Príncipe, tener en sus tierras muy ricas minas, y dar lugar y conceder
-el Rey, en cuya tierra y señorío estaban las minas, que si el Príncipe
-queria allegar muchas artificiales riquezas, enviase gente de Castilla
-que las cavase y sacase de las minas, porque ni por la concesion
-apostólica perdieron los Reyes las minas, ni cosa alguna de las que
-justamente dentro de sus reinos y provincias poseian. Y más añidimos,
-que los súbditos indios de los Reyes naturales desta isla, ni de las
-demas, no eran obligados á dar tributo cada uno al rey de Castilla, su
-Principe, sino los Reyes naturales bastaba que diesen ciertas parias,
-ó ciertas joyas, ó otras cosas, por chicas y de poco valor que fuesen,
-para en recognoscimiento de su universal señorío; y con ceder ó abrir
-mano de las minas y las salinas, y otros derechos generales que parece
-ser derechos reales del Príncipe, habian mucho más de lo que debian
-con el Príncipe cumplido: y esta algarabía, no le ocurrió al padre
-fray Bernardo en aquellos dias. Y lo que no carece de gran sospecha,
-que quisiese aquel padre agradar al Rey más de lo que debia, es lo
-que concluyó en su proposicion tercera, que pues los indios no tenian
-riquezas naturales ni artificiales, que el servicio que debian dar era
-con las personas en aquello, en las cosas que más convinientes fuesen
-á su Rey y señor; palabra inícua y horrible, dentro de la cual estuvo
-incluido para estas gentes el cruel cuchillo, el cual al cabo los
-degolló y consumió á todos, como se ha visto, porque allí parece dar á
-entender que los podia echar á las minas, como parecerá despues en las
-leyes que por este parecer y por otros semejantes se hicieron. Faltóle
-otra consideracion al dicho padre fray Bernardo, y hizo no chica
-ceguera y gravísimo error en la quinta proposicion, diciendo que era
-lícito al Rey repartir los indios entre los fieles de buena conciencia,
-para evitar que los indios no estuviesen ociosos, y aquellos fieles
-tuviesen cargo de los ocupar y de enseñallos en las cosas de la fe, y
-en las otras virtudes. Ya dije arriba que debia pensar aquel padre que
-los indios desta isla debian ser cuales que 3 ó 4.000 descarriados,
-como los ganados del campo, porque si toda España viniera acá para
-que se les repartieran los indios, era poca segun el infinito número
-habia de gente en esta isla; y agora digo, que debia tambien pensar
-que los españoles que acá pasaron y pasan eran y son ermitaños, y que
-venian y vienen por acá para dejar el mundo y recogerse á vivir por
-las montañas. Y cuánto en aquella quinta proposicion haya errado aquel
-padre, parece, lo primero por lo que acaba agora de decir; lo segundo,
-en contradecirse diciendo arriba, en la segunda proposicion, que no
-halla por qué los indios son siervos por ninguna razon de servidumbre
-civil, sino libres, y que como súbditos y vasallos los debia tener y
-estimar el Rey, y en la quinta los hace todos esclavos, diciendo que
-los deben repartir, porque, ¿qué libertad pueden tener los hombres
-repartidos, subjectos noches y dias al mando y voluntad de otro
-inmediato, y que siempre tienen sobre sí, el cual los ha de ocupar en
-trabajos continuos, y mayormente los trabajos mortíferos de las minas?
-Item, si siempre habian de estar subjectos á la voluntad de aquellos
-á quienes fuesen repartidos y ocupados, poniéndolos en los dichos
-trabajos, ¿cómo dice en la sétima, que el Rey debe mandar que tengan
-propia hacienda y casas, é imponerlos en policía? Y ¿qué policía se
-puede poner á los hombres repartidos de 20 en 20, y 30 en 30, y 50 en
-50, como se hizo? Y si Dios les hizo merced de traerlos al servicio
-de Su Alteza, como dice, ¿cómo se les puede dar á sentir que no son
-siervos, sino libres debajo del yugo de Jesucristo, sacándolos de sus
-tierras, pueblos y casas, quitándoles sus naturales señores, y viéndose
-repartidos y forzados á servir en los trabajos que se han dicho, y áun
-llevando un español los padres, y otros las mujeres, y otro los hijos,
-como acaecia cada dia? Parece, cierto, quimera, lo que aquel padre fray
-Bernardo en su parecer dijo. Mas lo tercero, se muestra su error en
-aquella su quinta proposicion, en que hacia á los seglares apóstoles y
-doctores de los indios; veamos, ¿son indóneos predicadores de infieles,
-que han de ser enseñados desde los primeros rudimientos y principios de
-la fe, y que hablan su lengua oscurísima y distintísima de todas las
-que en el mundo ha habido, y que para sabella y penetralla se requiere,
-como es necesario para predicalles la fe, no tener otro negocio y
-emplear en ello toda su vida, los seglares que vienen rabiando y
-hirviendo en cudicia de ser ricos, y los más, quizá, pospuesta toda
-razon y toda ley, con propósito de haber lo que desean, sin diferencia
-de lugar ni de persona, ni de modo, sino como lo pudieren haber? Item,
-¿son idóneos predicadores los seglares, ya que las lenguas y lo demas
-tuviesen, y á sola la conversion destas gentes, de Castilla viniesen,
-que por la mayor parte ni saben el credo, ni los mandamientos, ni lo
-que para su salvacion necesario les es? Más, ¿son idóneos apóstoles
-y doctores de las gentes simplicísimas, infieles, que por la mayor
-parte, al ménos los destas islas, vivian segun la ley natural, los
-seglares que, por la mayor parte, y sacando muy poquitos, y quizá no de
-ciento uno, vimos vivir vida profanísima y llena de todas maneras de
-vicios, que los aires, cuanto más los simples ánimos y costumbres de
-los infieles, que eran como tablas rasas, para pintar en ellos lo que
-quisiéremos, corrompian? Y esto es verdad, que acaecia decir el indio,
-«pese á tal,» y reprendelle alguna persona que lo oia, y responder el
-indio: «¿pues ésto es malo? ¿no lo dicen los cristianos?»; y así de
-los otros malos ejemplos y vicios. De aquí es el grande engaño que
-los Reyes, entre otros, rescibieron, y tambien los letrados que en la
-junta primera, que arriba se dijo, se ayuntaron, que determinaban,
-que, para ser los indios más presto cristianos, se diese manera para
-que siempre tuviesen con los españoles conversacion. Esto es verdad,
-que segun lo que en aquellos tiempos por nuestros ojos vimos, y lo que
-despues por muchos años habemos experimentado, que se debe tener por
-regla cierta moral, que para que los indios de todas estas Indias sean
-cristianos, es necesario que nunca tuviesen conversacion, ni viesen,
-si posible fuese, á ninguno de todos ellos, por la corrupcion que con
-sus malos ejemplos les causan; y escriptóseme há por persona religiosa,
-prudente y letrado, y bien experimentado, que tiene por cierto que el
-mayor milagro que Dios en aquellas tierras hace, es que los indios
-crean y resciban nuestra fe, viendo las obras de los nuestros viejos
-cristianos: y así, parece la ceguedad de aquel padre, que hacia
-apóstoles de los indios, repartidos entre ellos, á los seglares. Lo
-cuarto, parece su yerro no por ambajes, porque para que alguna ley
-se instituya y ponga á los hombres, en ellos dos condiciones son
-necesarias; la una, que sea pueblo ayuntado, porque la ley es precepto
-comun, y que para el bien comun es ordenado; la otra, que los hombres
-vecinos del pueblo tengan libertad con efecto, y no de palabras, porque
-los siervos, como estén á mando y disposicion de otro, no son parte de
-pueblo ni de ciudad á quien la ley comun se deba de dar, como prueba
-el Filósofo en el tercero de su «Política»; y por esta causa no dió
-Dios la Ley vieja en tiempo de Abraham, porque no era pueblo, ni en
-tiempo de la captividad de Egipto, aunque los hebreos habian en inmenso
-multiplicádose; pero dióseles cuando era pueblo, y salidos de Egipto,
-donde gozaron de su libertad. Nunca hobo religion en el mundo, ni ley
-se dió á gente alguna, que tanto requiriese ser pueblo y gozar de
-libertad los que la han de recebir, como la religion cristiana y Ley
-evangélica, por el ejercicio frecuente, activo y pasivo de los Sanctos
-Sacramentos, en los cuales siempre se han de ocupar; y así al propósito
-parece, que si halláramos estas gentes desparcidas como vacas por
-los campos, para instruillas en la fe y dalles la ley de Cristo era
-necesario que los juntáramos y hiciéramos pueblos dellos, como ellos
-estaban, y si fueran todos esclavos, los habiamos de poner en libertad;
-pero no lo hicimos así, ántes, hallándolos en pueblos y poblaciones
-grandes, viviendo en policía y ordenados, los desparcimos, haciendo
-á ellos manadas como de ganados, repartiéndolos, á uno 20, y á otro
-30, etc., como dejamos probado. Hallámoslos en grande y conveniente
-sosiego y libertad, subjectámoslos, hechos, cierto, mucho más captivos
-que jamás fueron esclavos; y á este fin se ordenó el parecer que tan
-inconsideradamente dió aquel padre, por no acertar en la teología y áun
-filosofía moral, clara y razonable, que hallára en Sancto Tomás, _Prima
-secundæ, quæst._ 98, art. 6.º, y en la tercera parte, _quæst._ 70, si
-la buscara.
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-CAPÍTULO XII.
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-Otro predicador del Rey, que fué aquel licenciado Gregorio, que
-arriba dijimos haberse con los letrados juntando y hecho las siete
-proposiciones en el cap. 8.º asentadas, dió tambien su parecer, harto
-diforme de la moderacion que las proposiciones mostraban, y muy á
-la clara quiso mostrar su ignorancia y temeridad, en perdicion de
-los indios y en favor del ambicion y cudicia de los que cada hora
-le hablaban, que desta isla en la corte su condenacion negociaban.
-Este dijo así: «Muy alto y muy poderoso Señor: Ví una informacion que
-á Vuestra Alteza escribió un padre religioso de la órden de Sancto
-Domingo, cerca de la subjeccion que tienen á Vuestra Alteza los indios
-de la isla Española, y en ella prueba que Vuestra Alteza no se puede
-servir dellos de mandarlos que sirvan á los cristianos de España en
-cavar y sacar oro, porque son libres, y por tales Vuestra Alteza
-los ha tenido, y así los nombra, y no siervos; y pruébalo por una
-auctoridad de Ezequiel, en el cap. 34, la cual trae Sancto Tomás en
-un libro que hizo _De Regimine Principum_, en el libro III, cap. 10 y
-11; y porque por parte de Vuestra Alteza me fué mandado que yo dijese
-mi parecer, lo diré aquí. Y para declaracion de la verdad presupongo
-lo que Aristóteles dice y todos los doctores; que hay dos maneras de
-principado, uno es real, y otro es dominico ó despótico, el primero es
-gobernar libres y súbditos, para el bien y utilidad dellos, el segundo
-es como de señor á siervo, y, aunque Vuestra Alteza sea Rey y tenga el
-justo dominio de las Indias, digo que puede muy bien y justamente, como
-señor, gobernarlos, y que sirvan por su mandado á los cristianos de la
-manera que sirven, con tanto que sean bien tractados y gobernados;
-y pruébolo brevemente y por la misma auctoridad que el dicho padre
-religioso alega de Sancto Tomás, en el libro III del Regimiento de los
-Príncipes, en el cap. 11 cuasi en fin: _Interdum enim dum populus non
-cognoscit beneficium boni regiminis expedit exercere tiranides, quia
-et hæc sunt instrumentum divinæ justitiæ, unde et quædam insulæ et
-provinciæ (ut historiæ narrant) semper habent tirannos propter malitiam
-populi, quia aliter nisi in virga ferrea regi non possuit. In talibus
-ergo regionibus sic discolis, necesarius est regibus et principibus
-principatus despoticus, non quidem juxta naturam regalis dominii,
-sed secundum merita, et pertinacias subditorum: et ista es ratio
-agendi in libro de Civitate Dei, et Philosophus in tertio Politicæ,
-ubi distinguit genera regni, ostendit apud quasdam barbaras nationes
-regale dominium esse omnino despoticum, quia aliter regi non posunt._
-Donde parece que, por la malicia y barbaria dispusieron del pueblo,
-se pueden y deben gobernar como siervos. Esto mismo dice Aristóteles
-en el libro I, de República, tít. II, cap. 2.º, donde, segun los
-exponentes, allí, dicen, que entónces la gobernacion dominica, _id
-est_, tiránica, es justa, donde se hace en aquellos que naturalmente
-son siervos y bárbaros, que son aquellos que faltan en el juicio y
-entendimiento, como son estos indios, que, segun todos dicen, son como
-animales que hablan. Esto mismo infieren los doctores sobre el primer
-libro de República, donde dicen que los siervos naturalmente, como los
-bárbaros y hombres silvestres que del todo les falta razon, les es
-provechoso servir á señor sin ninguna merced ni galardon. Item, hace
-para nuestro caso lo que Scoto dice en el libro IV, en la distincion
-treinta y seis, art. 1.º, donde, poniéndoles modos de servidumbre,
-dice, que el Principe que justamente es señor de alguna comunidad, si
-cognosce algunos así viciosos que la libertad les daña, justamente
-les puede poner en servidumbre; pues así es que estos indios son muy
-viciosos y de malos vicios, son gente ociosa, y ninguna inclinacion ni
-aplicacion tienen á virtud ni bondad, justamente Vuestra Alteza los
-puede y tiene puestos en servidumbre. Ni obsta que Vuestra Alteza los
-llame libres, y la Reina de gloriosa memoria, porque su intincion fué
-y es, declarar que no fuesen así siervos que se pudiesen vender, y que
-ninguna cosa pudiesen poseer, pero en disponer y mandar que sirviesen
-á los cristianos, quiso ponerlos en una servidumbre cualificada como
-es ésta, ó cual les convenia, pues la total libertad les dañaba;
-mayormente que es medio muy más conveniente para rescibir la fe, y
-continuar y perseverar en ella, comunicando y participando con los
-cristianos, que dejándolos apartados dellos en libertad, donde luégo
-se tornaran á la idolatría y vicios que primero tenian. Item, hace
-para corroboracion desto lo que dice Agustino de Anchona, en su libro
-_De Potestate Papæ_, y tráelo el arzobispo de Florencia en su tercera
-parte, donde dice, que, aunque el Papa ni otro señor no pueden punir á
-los infieles por razon de la infidelidad que tienen, queriendo ellos
-obedecer, y no haciendo daño á los cristianos, pero á los que pecan
-pecados contra natura, los puede punir porque resciban la ley natural,
-y haciendo contra ella pueden ser punidos; y como idolatría sea contra
-razon y ley natural, por razon de la idolatría pueden ser punidos
-y castigados, y pues estos indios fueron idólatras pudo justamente
-Vuestra Alteza castigarlos, con pena de servidumbre cualificada como
-es ésta, mayormente que estos indios no tienen con qué dar tributo á
-Vuestra Alteza, que le deben por razon de ser su Rey y señor, sino
-por esta manera, y por tanto, me parece que es justo lo que Vuestra
-Alteza manda, con tanto que sean bien tratados y mantenidos, y para
-esto mande Vuestra Alteza poner mucha vigilancia y visitadores que
-los visiten cómo son tratados, puniendo y castigando á los que en
-contrario hicieren, y quitándoselos á quien no los tractare, y no debe
-mandar Vuestra Alteza hacer otra innovacion: y ésto, so correccion
-del que mejor sintiere.» Todo esto dió por su parecer aquel venerado
-licenciado Gregorio, el cual no parece por todo él sino que, quedar
-los indios en la servidumbre mortífera en que estaban, era su propio
-negocio, y le iba en ello la salvacion de su ánima. Pareció tambien su
-aficion depravada, en que un dia, ó estando en consejo ó delante de
-algunas personas graves, si no me he olvidado, tomando y defendiendo
-el negocio por suyo, afrentó al susodicho padre fray Antonio Montesino
-de palabra, resistiendo á lo que el padre por los indios decia. «Yo
-(dijo él) os mostraré por vuestro Sancto Tomás, que los indios han de
-ser regidos _in virga ferrea_, y entónces cesarán vuestras fantasías.»
-El dicho padre le respondió: _Juxta stultitiam suam ne sibi sapiens
-esse videretur_, como dice Salomon, proverbio 26. Asaz parece como
-los matadores de los indios lo tenian bien persuadido y ganado, pero,
-¿qué escusa terná éste y los demas, ánte el juicio de Dios, que sólo
-por dar crédito á los tiranos, sin haber visto ni sabido cosa de los
-indios, y desechar, no queriendo ser informado de la verdad que traia,
-el religioso y padre fray Antonio, que no pretendia más de volver por
-Dios y por aquestas infelices gentes desmamparadas, ántes lo afrentaba
-para acobardallo, tomando el negocio por suyo, dejase el Rey, por
-parecer deste y de los demas, los indios en la tiranía que padecian sin
-remediallos, donde al cabo se acabaron? Bien creo yo que ningun cuerdo
-cristiano quisiera, por todo el mundo, haber sido el que llevase á la
-otra vida este cargo. Y aunque, por lo respondido al parecer del padre
-fray Bernardo, queda confundido el deste venerable licenciado, todavía
-quiero, tocando algunos puntos, responder á las auctoridades y razones
-que él da, brevemente, y primero á la auctoridad de Sancto Tomás, en
-el libro _De Regimine Principum_. Decimos que no entendió, ó ciego de
-la informacion que le habian hecho los enemigos y opresores de los
-indios, y afeccion que les tuvo para favorecellos contra los opresos,
-no pudo entender la intencion de Sancto Tomás, aplicándola inepta y
-harto impropiamente á los indios, que no les convenia más que al negro
-el nombre de Juan Blanco; la razon es, porque Sancto Tomás habla de las
-gentes soberbias, duras de cerviz é indómitas, y que muchas veces se
-rebelan contra la obediencia de sus Reyes y señores, por lo cual, para
-que no busquen novedades y se levanten, los cargan de tributos, pechos
-y exacciones, y los rigen con gran rigor para metelles en miedo y en
-cuidado y ocupallos en que hagan servicios grandes, lo que no harian
-ni podrian justamente los tales Reyes hacer, si ellos fuesen humildes
-y pacíficos y blandos en obedecer; y desta manera, el principado real
-se les convierte á aquellos en despótico y servil ó dominativo, no
-segun la naturaleza dél que es benigno y blando y para provecho del
-pueblo, no imponiéndole sino lo justo y no más, sino segun la malicia
-y protervia de aquellos, porque no podrian en otra manera ser bien
-regidos, por su protervia, soberbia, dureza y mala disposicion, y áun
-á estos tales, primero se ha de poner gobernacion de libres, y cuando
-aquella y beneficio della no cognociesen, siendo protervos, inquietos y
-mal asentados, entónces se les habia de imponer la despótica y tiránica
-para su mal: y ésto es lo que allí dice Sancto Tomás de los judíos,
-que porque no cognoscieron el beneficio de Dios que inmediatamente
-los gobernaba y pidieron Rey, merecieron oir las leyes tiránicas que
-se ponen en el primero de los Reyes, cap. 8.º, y desta hechura fueron
-los de la isla de Sicilia y otras que apunta Sancto Tomás, aunque no
-las señala pero parece por las historias. Las gentes, pues, desta
-isla y de las cercanas á ella, eran mansísimas, humílimas, pacíficas,
-obedientísimas como todo el mundo sabe y clama, y los mismos que las
-destruyeron lo publicaban, y desto las alababan; ¿cómo les podria
-convenir la gobernacion despótica, servil, onerosa, rigurosa y
-tiránica de que Sancto Tomás habla?, porque, segun el Sancto Doctor
-y el Filósofo, y la misma razon lo dicta y enseña, la gobernacion se
-ha de adaptar y conformar con la condicion y dispusicion de la gente
-que ha de ser gobernada. Luego engañado y errado y aficionado fué el
-licenciado Gregorio, y no entendió, ó no quiso entender la intencion
-y palabras de Sancto Tomás. Item, fuera bien preguntar al licenciado
-Gregorio, y que él respondiera, y si yo cuando lo cognoscí hobiera
-visto su parecer, quizá se lo preguntara, ¿si supo que á las gentes
-desta isla ó islas se les hobiese puesto otra mas blanda, humana y
-benigna gobernacion, la cual no cognosciendo, se hicieron indignos
-della, por ser protervos y duros de cerviz, y les pusieron la dominica
-y tiránica que padecian, ó si, desde el dia que los españoles entraron
-en ella, los trataron como tigres y lobos hambrientos y feroces,
-entrando en aprisco de mansas ovejas?; ésto notorio es, y así parece
-la ceguedad, ó temeridad del licenciado Gregorio. A la auctoridad que
-alega del Filósofo, en el primero de la Política, se responde, que
-ignoró el licenciado Gregorio cuatro diferencias que hay de bárbaros,
-que tenemos declaradas en el fin de nuestra Apologética historia, y de
-la que habla el Filósofo allí no conviene ni tiene que hacer con estas
-gentes, puesto que sean bárbaros, porque aquellos son silvestres, sin
-casas y sin pueblo, y sin obediencia, y sin Rey quien los gobierne,
-amigos de guerra y que hacen mal á otros como allí parece por el
-Filósofo. Lo que trae del Scoto más es contra él, porque el Scoto
-tracta que el que gobierna puede condenar á servidumbre y ser esclavo,
-así como á muerte natural, á algunos hombres viciosos y que son nocivos
-á la república, uno ó dos, ó tres ó pocos, pero no á todo un reino
-podria hacer esclavos, sino que el que tuviese justa guerra contra
-aquel reino podria lo punir de otra manera en tributos y exacciones,
-pero no en servidumbre como de la que aquí tractamos, en que los indios
-perecian. Fuera bien que respondiera el licenciado Gregorio, ¿en qué
-habian ofendido estas gentes á los españoles, ó á otra persona alguna,
-para que á tal servidumbre ni á otra alguna, por liviana que fuese,
-los condenasen? Item, ¿cómo cognosció el licenciado que la libertad
-les dañaba, sino por los falsos testimonios que los que los mataban, y
-al cabo mataron, les levantaron? Y sino obstaba llamallos el Rey y la
-Reina libres, ¿aquel vocablo libres qué les prestaba, pereciendo en las
-minas y en los otros trabajos? No los llamaron libres declarando que
-no se podian vender, como dice el licenciado, sino porque los tuvieron
-por tan libres como á los españoles, sus vasallos, como parece en el
-libro II, en fin del cap. 14, y en siete proposiciones que hicieron
-los letrados, puestas en el capítulo 8.º, porque no podian justamente
-por otro nombre llamallos, ni de otra manera ni gobierno gobernallos
-ni tractallos. Lo que más dice que el Papa los pudo condenar á
-servidumbre por la idolatría, es un gran disparate, y como á muy claro,
-para entre letrados, de responder á ello no curamos; y cuanto á éste su
-parecer tan errado cesemos de decir más, dejándolo por más que vano,
-aunque hizo harto daño como parecerá.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XIII.
-
-
-Por estos pareceres destos letrados y predicadores, y otros que se
-pidieron á los españoles que á la sazon estaban en la corte, y la suma
-diligéncia que estos tuvieron, informando cada dia y cada hora á los
-del Consejo y á los demas que entraban en las juntas que se hacian,
-como frailes teólogos, conviene á saber, de Sancto Domingo, acordaron
-los del Consejo que para ello el Rey mandaba entrar, de hacer leyes,
-supuestos y determinados ya, como fundamento, que los indios convenia
-que estuviesen repartidos, para que fuesen convertidos y bien tratados,
-ignorando que la raíz de la llaga mortal que mataba los indios é
-impedia que fuesen doctrinados, y cognosciesen á su Dios verdadero, era
-tenerlos los españoles repartidos, y que, aquesto supuesto, ninguna
-ley, ninguna moderacion, ningun remedio bastaba ni se podia poner para
-que no muriesen, y la isla, como se despobló, se yermase. Y estas
-leyes fueron generales para todas estas islas y tierra firme, aunque
-no habia españoles sino en esta Española y Sant Juan y la de Jamáica,
-pero á todas las demas, con tierra firme, parece que por ellas ya
-condenaban, suponiendo que todos los vecinos naturales dellas habian
-de ser repartidos y á los españoles encomendados. Destas leyes, que
-fueron treinta y tantas, para que en breve digamos sus calidades,
-unas fueron, y todas las mas, inicuas y crueles, y contra ley natural
-tiránicas, que con ninguna razon, ni color, ni ficcion pudieron ser por
-alguna manera excusadas; otras fueron imposibles, y otras irracionales
-y peores que barbáricas; finalmente, no fueron leyes del Rey, ántes
-fueron de los dichos seglares, enemigos capitales, como se ha dicho,
-de los inocentísimos indios, que á la sazon en la corte, negociando
-el captiverio, la perdicion y vastacion de los tristes indefensos,
-estaban. Esto por ellas mismas se cognoscerá; y comenzando por el
-prólogo, se adivinará sin trabajo en qué reputacion y estima pusieron
-aquellos buenos cristianos á los indios ante el Rey. Comienza, pues, el
-prólogo así:
-
-«Doña Juana, por la gracia de Dios, reina de Castilla, etcétera: Por
-cuanto el Rey, mi señor y padre, é la Reina, mi señora madre (que
-haya sancta gloria), siempre tuvieron mucha voluntad que los Caciques
-é indios de la isla Española viniesen en cognoscimiento de nuestra
-sancta fe católica; y para ello mandaron hacer é se hicieron algunas
-ordenanzas, así por Sus Altezas, como, por su mandado, el comendador
-Bobadilla, y el comendador de Alcántara, gobernadores que fueron de
-la dicha isla Española, é despues D. Diego Colon, nuestro Almirante,
-Visorey é Gobernador della, é nuestros oficiales que allí residen;
-y segun se ha visto por luenga experiencia, diz que, todo no basta
-para que los dichos Caciques é indios tengan el cognoscimiento de
-nuestra fe, que sería necesario para su salvacion, porque de su
-natural son inclinados á ociosidad é malos vicios de que nuestro
-Señor es deservido, y no á ninguna manera de virtud ni doctrina, y
-el principal estorbo que tienen para no se enmendar de sus vicios, é
-que la doctrina no les aproveche, ni en ellos imprima ni la tomen, es
-tener sus asientos y estancias tan léjos como los tienen é apartados
-de los lugares donde viven los españoles, que de acá han ido y van á
-poblar á la dicha isla; porque, puesto que al tiempo que los vienen á
-servir los doctrinan y enseñan las cosas de nuestra fe, como despues de
-haber servido se vuelvan á sus estancias, con estar apartados y la mala
-intencion que tienen, olvidan luégo todo lo que les han enseñado, y
-tornan á su acostumbrada ociosidad y vicios, y cuando otra vez vuelven
-á servir, están tan nuevos en la doctrina como de primero, porque
-aunque el español que va con ellos á sus asientos, conforme lo que
-allá está asentado y ordenado, se lo trae á la memoria y los reprende,
-como no le tienen temor no aprovecha, y responden que los deje holgar,
-pues para aquello van á los dichos asientos, y todo su fin y deseo
-es tener libertad para hacer de sí lo que les viene á la voluntad,
-sin haber respeto á ninguna cosa de virtud; y viendo que ésto es tan
-contrario á nuestra fe, y cuánto somos obligados á que por todas vías
-y maneras que ser pueda se busque algun remedio, platicado con el Rey,
-mi señor y padre, por algunos del mi Consejo é personas de buena vida
-y letras y conciencia, habida informacion de otros que habian mucha
-noticia y experiencia de las cosas de la dicha isla, é de la vida y
-manera de los dichos indios, pareció que lo más provechoso que al
-presente se podria proveer, sería mandar las estancias de los Caciques
-é indios cerca de los lugares y pueblos de los españoles, por muchas
-consideraciones, porque por la conversacion continua que con ellos
-ternán, como con ir á las iglesias los dias de fiesta á oir misa y los
-oficios divinos, y ver cómo los españoles lo hacen, y con el aparejo
-é cuidado que, teniéndolos junto consigo, ternán de les mostrar é
-industriar en las cosas de nuestra sancta fe, está claro que más presto
-las aprenderán, y despues de aprendidas no las olvidarán como agora;
-é si algun indio adolesciere, sería brevemente socorrido é curado, y
-se dará vida, con ayuda de nuestro Señor, á muchos que por no saber
-dellos é por no curarlos mueren, y á todos se les excusará el trabajo
-de las idas y venidas, que como son léjos sus estancias de los pueblos
-de los españoles, les será harto alivio, y no morirán los que mueren
-en los caminos, así por enfermedades como por falta de mantenimiento,
-y los tales no pueden rescibir los Sacramentos, que como cristianos
-son obligados, segun se les darán adolesciendo en los dichos pueblos,
-los niños que nascerán serán luégo baptizados, y todos servirán con
-ménos trabajo y á más provecho de los españoles, por estar más continuo
-en sus casas, y los Visitadores que tuvieren cargo de los visitar,
-los visitarán mejor y más á menudo, y les harán proveer de todo lo
-que les falta, y no darán lugar que les tomen sus mujeres é hijas,
-como lo hacen estando en los dichos sus asientos apartados, y cesarán
-otros muchos males y daños que á los dichos indios les hacen por estar
-apartados, que porque allá son manifiestos aquí no se dicen, y se les
-seguirán otros muchos provechos, así para la salvacion de sus ánimas
-como para el pró y utilidad de sus personas y conservacion de sus
-vidas. Por las cuales cosas, y por otras muchas que á este propósito
-se podrian decir, fué acordado que, para el bien é remedio de todo lo
-susodicho, sean luégo traidos los dichos Caciques é indios cerca de los
-lugares é pueblos de los dichos españoles que hay en la dicha isla, é
-para que allí sean tractados é industriados é mirados como es razon y
-siempre lo deseamos, mando que de aquí adelante se guarde y cumpla lo
-que adelante será contenido, en esta guisa.» Este fué el prólogo de las
-dichas leyes.
-
-Agora será bien declarar algunas de las grandes falsedades, mentiras
-y testimonios que supone este prólogo, por la maldad y ánsia de
-tiranía de los que, á la sazon desta isla estaban en la corte, que
-informaban falsamente al Rey é á los del Consejo, y que en él entraban,
-de cuanto podian fingir de males contra los indios, alegando tambien
-necesidades en ellos, para no sólo tenerlos repartidos como de ántes,
-pero tenerlos más cerca y más á la mano, y servirse dellos sin que
-cosa les estorbase. Esto urdieron y acabaron que fuese lo primero que
-el Rey ordenase, conviene á saber, que se sacasen de su naturaleza y
-pueblos donde habian nacido y criádose con todos sus linajes, desde
-quizá millares de años atras, y se trujesen cerca de los pueblos de los
-españoles donde un dia ni una hora resollasen, ántes con esta mudanza
-los acabaron. Y ésta es y ha sido regla general é infalible, que en
-sacando ó mudando estas gentes de donde nacieron y se criaron á otra
-parte, por poca distancia que sea, luégo enferman y pocos son los que
-de la muerte se escapan; la razon que nos parece ser desto causa, es la
-delicadeza de sus cuerpos y complision delicada, ser de muy poco comer,
-y andar desnudos en muchas partes, y en otras cubiertos con sola una
-manta de algodon, por manera, que mudándose de un asiento á otro, por
-poca diferencia que la region en la tierra ó en los aires haga, ó en
-las aguas, fácilmente les son los cuerpos transmudados y el armonía de
-los humores desproporcionada. Lo mismo les han causado los trabajos,
-porque acostumbrados todos á poco trabajar, por tener las tierras
-tan fértiles y abundantes para haber dellas fácilmente lo á la vida
-necesario, puestos en tan exorbitantes y desproporcionados trabajos,
-de necesidad les era imposible mucho tiempo en ellos durar; y ésta ha
-sido, de su tan breve y lamentable acabamiento, la causa, allende que,
-como arriba hemos dicho alguna vez ó veces, son por la mayor parte
-de miembros delicados, áun los labradores y plebeyos dellos, que no
-parecen sino hijos de Príncipes criados en todo regalo, y ésto tambien
-debe proceder de la susodicha causa.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XIV.
-
-En el cual se prosigue la declaracion de algunos puntos del prólogo de
-las leyes.
-
-
-Parece la falsedad del supuesto del prólogo, y la maldad de los que
-informaron al Rey, é á los que habia el Rey mandado que del remedio
-de los indios tractasen, lo primero en darle á entender que el
-comendador Bobadilla hobiese hecho ordenanzas para que estas pobres
-gentes viniesen en cognoscimiento de Dios; este remedio y ordenanzas
-del comendador Bobadilla, para que viniesen en cognoscimiento de Dios,
-véase arriba en el precedente libro, cap. 1.º, y las que el Comendador
-Mayor de Alcántara constituyó, en el cap. 12 y los siguientes, y por
-todos los años, ocho y algo más, de su gobernacion, donde queda bien á
-la larga, con verdad, explicado. Ya dijimos y certificamos arriba, en
-aquellos dichos lugares, que por aquellos tiempos no hobo más memoria
-de enseñar estas gentes en las cosas de la fe, ni de su salvacion,
-verdaderamente, que si fueran perros ó gatos, porque no hervia en los
-seglares otra solicitud ni otro cuidado, sino solamente de los trabajos
-y sudores, y vidas de los indios aprovecharse, por todas las vías y
-maneras que ellos podian alcanzar; y como no habia religiosos, y los
-de Sanct Francisco que vinieron á esta isla el año de 1502, como ya se
-refirió, eran pocos, y áun, para decir verdad, tampoco tuvieron ese
-cuidado, de todo remedio espiritual quedaron los indios desmamparados:
-pues hablar en clérigos, como no pasen acá sino con el fin de los
-seglares, y pluguiese á Dios que con sólo aquesto el negocio pasase,
-no es menester gastar tiempo en valde. Las ordenanzas del Almirante
-segundo, D. Diego Colon, y de los Oficiales no fueron otras sino
-llevar adelante la servidumbre tiránica comenzada y arraigada, en que
-perecian cada dia estas gentes desventuradas, sin que uno ni ninguno
-se doliese de ellos, ni en su perdicion, sino sólo en lo que se les
-disminuia de ganancia temporal, por su muerte, mirase. Veis aquí el
-fundamento sobre que estribó el prólogo de las leyes, que el Rey para
-que los indios fuesen cristianos hacer mandó. Y que diga luégo allí,
-que segun se ha visto por luenga experiencia, que todo lo proveido por
-lo susodichos no bastaba para que los dichos Caciques é indios tengan
-el cognoscimiento de nuestra fe que necesario era para su salvacion,
-porque de su natural eran inclinados á ociosidad y malos vicios, etc.;
-pluguiera á Dios que no los tuvieran peores los españoles, dejada la fe
-aparte, la cual, áun ellos, con su mala vida y ejemplos corruptísimos,
-infamaban, y ofendian más á Dios con ellos y con su ociosidad, que los
-indios á quien ellos tan falsa y perniciosamente infamaban. Es otra
-cosa aquí de notar, conviene á saber, la ceguedad de los del Consejo
-del Rey, y de los teólogos que para ésto se juntaban mucho más, que
-no advirtiesen á considerar, que aunque presupusieran por verdad,
-lo cual fué malvada falsedad, que los españoles tenian cuidado de
-doctrinar á los indios, ¿qué doctrina podian dar hombres seglares y
-mundanos, idiotas y que apénas, comunmente y por la mayor parte, se
-saben santiguar, á infieles de lengua diversísima de la castellana,
-que nunca aprendieron sino tres vocablos, «dáca agua, dáca pan, vé á
-las minas, torna á trabajar,» y que habian de ser instruidos desde los
-primeros principios de la fe y religion cristiana, que no son el Ave
-María, y Paternoster ni Credo mostrado en latin, como quien lo enseña á
-urracas ó papagayos, pues no ignoraron los del Consejo ni los teólogos
-que con ellos se juntaban, que aquellos tiempos no habia en esta isla
-frailes ni teólogos que á los indios enseñasen? Pues se dice en el
-dicho prólogo que en el tiempo que les venian á servir los doctrinaban,
-lo que es falso, pero ya que los doctrinasen, ¿qué doctrina les podian
-dar?; y que el español que iba con ellos á sus asientos se lo traia á
-la memoria y los reprendia, ¿qué podia traerles á la memoria un gañan
-ú otro peon vicioso que con ellos enviaban (cuyo oficio no era otro
-sino ser verdugo de los desdichados, que llamaban estanciero y minero,
-como en el cap. 13, del libro II, tocamos, género de hombres en estas
-Indias, el más vil é más infame, como todo el mundo de acá sabe), sino
-los vicios en que él andaba embriagado y anegado, y echar el ojo á la
-hija ó á la mujer, no sólo de cualquiera indio, pero áun del mismo
-Cacique y señor? A lo que refiere tambien el prólogo que respondian
-los indios que los dejase holgar, cuando les decia el español que
-rezasen, podria ser que alguna vez lo respondiesen así, pero tenian en
-ello mucha razon, porque cuando alguna vez les decian el Paternoster,
-ó Ave María, ó el Credo en latin, ó tambien, aunque raro, en nuestro
-romance castellano, como no entendian en la una ni en la otra lengua
-cosa dello alguna, ni para qué fin se lo enseñaban, creyendo que los
-querian enseñar á hablar la dicha lengua, como quien lo enseña á
-papagayos, que tomasen aquello de coro, respondian los viejos y los
-hombres de edad «ya yo soy viejo, ó soy hombre de edad, ¿para qué me
-quieres á mí enseñar á hablar?, enseña á los niños que no tienen tantos
-cuidados ni están cansados como yo,» desta respuesta colegian luégo
-y murmuraban los españoles diciendo: «Mirad el perro como no quiere
-rescibir la fe, éste nunca en su vida será buen cristiano.» Todo esto
-es verdad. Júzguese aquí, si desta manera, puesto que aquellos vivieran
-cien años, fueran cristianos, y si les imputara Dios por no sello algun
-pecado. Item, como abajo se referirá que se hizo algunas veces despues
-que estas leyes se promulgaron, cuando las noches salian ó cesaban de
-los trabajos de las minas y de los otros en que los ocupaban, molidos
-y cansados y muertos de hambre, hacíanlos ir á la iglesia ó pajar que
-allí tenian para ésto hecha, hincar de rodillas, y que rezasen por
-un buen rato el Credo, Paternoster, Ave María y la Salve, y como lo
-hacian con dificultad y de mala gana, porque quisieran más cenar y
-descansar luégo, blasfemaban dellos aquellos pecadores verdugos que los
-atormentaban, y algunas veces les daban por ello de palos, diciendo:
-«de perros lo hacen, á osadas que nunca estos perros en su vida sean
-cristianos.» Será bien aquí de considerar, que ¿qué fraile criado toda
-su vida en religion, en obediencia y doctrina ó disciplina monástica,
-viniera de trabajar todo el dia, hecho pedazos y la barriga pegada
-de pura hambre al espinazo, y que sabia el fructo que la oracion le
-prestaba, si le mandara el Prelado que, cesando, á la noche, de los
-diurnos y grandes trabajos, fuese á la iglesia á hincarse de rodillas
-y rezar por media hora y más, no se le hiciera de mal? Y pudiera
-responder con razon al Prelado: «Padre, mándame dar de cenar, y dáme
-lugar para que descanse.» ¿Cuánto con mayor justicia y razon, estas
-gentes, no sabiendo ni sintiendo cosa chica ni grande, para qué fin
-aquellas palabras les mandaban que dijesen, por carecer totalmente
-del cognoscimiento de Dios, y cuando lo oian nombrar, ni sabian si
-nombraban piedra ó palo ó algun árbol, podian responder al minero
-ó estanciero ó verdugo ordinario las palabras que dice el prólogo,
-déjanos holgar, pues para ésto venimos á nuestras casas? Veis aquí el
-fundamento de verdad sobre que estriba el prólogo de las leyes, y ellas
-y toda substancia. ¡Oh ceguedad de los del Consejo del Rey, que así se
-prendaron de las informaciones que aquellos pecadores les hacian en
-favor de sus propias cudicias y tiránicas, y en perdicion de aquellas
-ánimas, y que el Consejo les diese crédito siendo enemigos de los
-indios, lo cual traian escripto en las frentes, y los del Consejo no lo
-podian ignorar, condenándolos á perpétua servidumbre y á la muerte que
-della sucedió, y que suceder era necesario, sin oirlos ni convencerlos,
-y sin admitir por ellos alguno que se mostrase parte, ántes, por el
-contrario, al religioso fray Antonio Montesino, á quien la caridad
-movia que hablase por ellos, desechando por apasionado, y á los tiranos
-por justos y razonables! Vean aquí los juristas si todo aquel juicio
-y leyes ó ordenanzas, de derecho, tuvo alguna entidad ó valió algo;
-y deste vigor, jaez y sustancia han sido todas las determinaciones,
-leyes y ordenanzas que se han hecho por los Reyes cerca de todas estas
-Indias, y gentes dellas, conviene á saber, hechas en inreparable
-perjuicio y perdicion dellas, sin llamarlas, y sin oirlas, é sin
-convencerlas, siendo partes más principales que ningunas otras, porque
-más á ellas, y á solas ellas, y á todo su estado, lo que se ordenaba
-y determinaba tocaba; y así, todo lo que se hizo y ordenó fué hecho y
-ordenado sin parte, contra todo derecho natural, divino y humano. Estos
-errores, ceguedad y daños irreparables, tuvieron los del Consejo de los
-Reyes, y á ellos se les imputan todos los males y daños, que por estas
-leyes á estas gentes destas islas se les recrecieron, que de su final
-acabamiento fueron causa, como se verá, y por todos ellos fueron á
-restitucion y satisfaccion, _in solidum_, obligados; porque no les era
-lícito ignorar el derecho, pues el Rey los hacia de su Consejo y comian
-su pan, no por gentiles hombres, como se dijo, sino por letrados,
-_quia paria sunt scire aut debere scire quantum ad culpam et penam, ut
-in c. Si culpa de injur,_ etc. _Et turpe est patritio et nobili viro
-et causas oranti, jus in quo versatur ignorare._ §. _De orig. jur.
-lib. II._ En la misma culpa, error y obligacion, ó en muy poca ménos,
-incurrieron los teólogos, que por el Rey fueron llamados para la dicha
-junta, en dar el voto en tan grande perjuicio, detrimento y perdicion
-de tantas gentes, con harta temeridad, porque aunque no llevaban
-salario del Rey por aquello, pero ya que el Rey les encomendaba que
-diesen su parecer en cosa tan árdua, no tenian menor obligacion á ver
-y escudriñar la verdad con suma diligencia, y declaralla al Rey, y no
-creer á quien, como dije, traia el interese y la maldad escripta en la
-frente, que los que les incumbia por oficio. De aquí parece que el Rey
-católico quedó sin culpa ni obligacion alguna de los daños y muertes
-y despoblacion, que por estas leyes en estas islas se cometieron,
-porque hizo todo lo que en sí era, poniendo en Consejo el remedio
-dellas, y toda cargó sobre los de su Consejo; y ésto es cierto, que si
-le aconsejaran, segun debian, que los indios salieran de la tiránica
-servidumbre que con los españoles padecian, y se pusieran en libertad,
-y otro cualquiera remedio que para ellos conviniera, desde entónces
-quedaran todas las Indias remediadas, extirpada del todo aquella
-tiranía que llamaban repartimiento. Lo mismo afirmo en lo sucedido
-despues acá, que de no haberse remediado, sino perdido, inficionado y
-extragado y despoblado todo este orbe, aquel há, vastativo é infernal
-repartimiento, que baptizaron con nombre de encomiendas, la culpa de
-todo; y la obligacion á la restitucion y satisfaccion, _in solidum_,
-que quiere decir cada uno al todo, de todos los daños, y muertes, y
-robos, y vastaciones, y despoblaciones, siempre cargó sobre los del
-Consejo y no sobre los Reyes. Y en especial afirmo ésto del Emperador
-Cárlos, quinto deste nombre, que fué el rey de España que hizo en
-ello lo que debia hacer, y estuvo aparejado muchas veces, para que,
-si los del Consejo le dieran parecer, que sacara todas estas gentes
-de la opresion y perdicion en que siempre han estado, y restituillas
-en su libertad, y ponelles todo cristiano gobierno, y áun abrir mano
-del señorío destas Indias, lo hiciera, y desto soy yo, más que otro,
-testigo, como abajo más largo, con el favor de Dios, se dirá.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XV.
-
-En el cual se comienzan á referir las leyes, y á notar los defectos, y
-puntos, y males que contienen, etc.
-
-
-La ley primera fué la que los españoles, despues de ser ciertos que
-habian de tener perpétuos los indios repartidos, más deseaban, conviene
-á saber, que los indios todos se sacasen de sus pueblos y tierras donde
-habian nacido y se habian criado, á otras que estuviesen cerca de los
-pueblos y lugares de los españoles, á ellos harto desproporcionadas.
-Ya queda dicho como en todas estas Indias es perniciosa á la salud y
-vida destas gentes la tal mudanza, pero por tenerlos los españoles más
-á mano para servirse dellos, que fuese la primera ley ésta trabajaron;
-mandó la ley que para cada 50 indios hiciesen, los á quien estaban
-repartidos, cuatro bohíos ó casas de paja, en los asientos donde
-hobiesen de pasarlos, de treinta piés de largo y quince de ancho; item,
-5.000 montones, los 3.000 de yuca, que son las raíces de que hacian el
-pan, y los 2.000 de ajes, que son raíces que se comen por fructa; item,
-250 piés de axí, que es la pimienta que sirve de poner sabor á lo que
-se guisa, si es algo, y por este respecto, creciendo y menguando, segun
-la cantidad de los indios que aquel tuviese encomendados, que se les
-sembrase media hanega de maíz y se les diese una docena de gallinas
-con un gallo. Nótese aquí qué ménos se pudiera ordenar ni proveer si
-fueran los hombres ovejas ó vacas (para tantas reses, tantos corrales
-y tanto pasto), sacándolas de unas dehesas para otras, y así los
-desparcian en muchas partes, deshaciéndoles los pueblos y vecindad,
-en que ellos vivian en su policía ordenada y natural, y sin hacer
-mencion y cuenta que el hijo fuese con su padre, ó la hija con su
-madre, ni la mujer con su marido; finalmente, ni más ni ménos sino como
-si fueran animales. Otro defecto desta ley, entre los dichos y otros
-más, fué, que manda á los españoles á quien estuviesen repartidos ó
-encomendados, que les hiciesen las casas y las dichas labranzas, y no
-declara bien, puesto que della se puede colegir, á cuya costa se habian
-de hacer, que segun razon y justicia debiera ser á costa dellos, pero
-no fué así, sino que las hicieron con sus sudores los malaventurados;
-y así, esta ley fué con escuridad. Fué lo mismo imposible segun
-natura, conviene á saber, segun razon natural, y segun la costumbre,
-conviene á saber, contra la costumbre de los vecinos naturales y de
-su patria, fué disconveniente al tiempo y al lugar; fué supérflua é
-inútil, ántes nociva y destruitiva destas gentes, sacándolos de sus
-asientos y pueblos propios y naturales; fué, sobre todo, hecha para
-provecho é interese particular de los españoles, contraria del bien
-destas gentes, comun y universal, y así, llena de toda injusticia é
-iniquidad, porque tuvo todas las condiciones, y cualidades, de las que
-la ley justa debe tener, contrarias, como pone Sant Isidro en el libro
-V, de las Etimologías, y tráctase en los Decretos, distincion cuarta.
-Por la segunda ley encargaba mucho el Rey, que los Caciques fuesen
-sacados de sus pueblos para los dichos asientos nuevos, por la mejor
-manera que ser pudiese, porque recibiesen ménos pena atrayéndolos por
-halagos y persuasiones blandas á ellos; ¿pero tal, qué aprovechaba para
-su consuelo, viéndose privados de su señorío, y sus vasallos muertos,
-y teniendo certidumbre que brevemente habian ellos, y los que de sus
-vasallos restaban, de morir? Por la tercera ley se mandaba que cada uno
-de los españoles que tenian indios hiciese una casa de paja, para que
-fuese iglesia, junto con el asiento, en la cual se pusiesen imágenes
-de Nuestra Señora, y una campanilla para llamar los indios á rezar
-en anocheciendo, venidos de trabajar, y en las mañanas, ántes que á
-los trabajos fuesen, y que fuese una persona con ellos para les decir
-el Ave María, y el Paternoster, y el Credo y la Salve Regina; esta
-persona era el minero en las minas, y el estanciero en las estancias ó
-granjas, para escarnio de la fe y religion cristiana, que, como arriba
-dijimos, las dijesen las dichas oraciones en latin ó en romance, que
-no entendian más que si en algaravía se las dijeran, ni más ni ménos,
-como si á papagayos instruyeran; y dado que las palabras entendieran
-(lo que no entendian), ¿qué les aprovechaba para rescibir la fe á gente
-que se habia de instruir desde sus primeros principios, que consisten
-en la explicacion de los artículos de la fe, para creer, y en la de
-los diez mandamientos para saber lo que para guardar la ley de Dios,
-habian de hacer, pero ignoraban el primer principio, que es saber que
-hay un Dios, cuya substancia y ser divino es fuera de todas las cosas
-que vemos y oimos, los cuales, empero, ni supieron si habia Dios, y si
-alguna vez nombrarlo oian, si era el sol ó las estrellas, ó, como se
-dijo, de palo ó de piedra?; algunas veces, aquel que los llevaba á la
-iglesia á rezar, era un muchacho indio que habian criado en sus casas
-los españoles y enseñado las dichas oraciones, y aquel se las referia.
-En las leyes siguientes, hasta la docena, se proveia y mandaba que en
-término de una legua en conveniente comarca, se hiciese una iglesia
-donde ocurriesen los indios de al rededor á oir misa, y otras cosas
-enderezadas para este fin, buenas; pero ni ésto ni lo demas que á
-ésto se enderezaba se pudo cumplir, é así fueron todas inútiles y sin
-provecho é imposibles. La tercia décima fué, por la cual se ordenó y
-mandó que los indios trabajasen en sacar oro de las minas cinco meses,
-y, cumplidos cinco meses, holgasen cuarenta dias, con tanto que alzasen
-los montones de la labranza, que comian, en aquel tiempo; que bastaba
-poco ménos que por trabajo principal, aunque no tuvieran otro, porque
-los indios que no iban á las minas no tenian cuasi en todo el año otro
-mayor. Dije cuasi, porque mayor era de nuevo hacer de tierra vírgen
-aquellos montones al principio, cuando se hacia la labranza, y ésta
-era la huelga que á los que habian cinco meses continuos en las minas
-padecido trabajos, como están dichos, intolerables, les daban. Este
-alzar los montones, era levantar la tierra con unos palos tostados,
-por azadas y azadones, poco ménos de altor que hasta la cinta, y de
-grandeza cuatro pasos en redondo; finalmente, era cavar y trabajar, y
-sudar el agua mala, como dicen, por manera, que áun aquellos cuarenta
-dias no quisieron, los que ésto aconsejaron, que del todo resollasen.
-Dentro destos cuarenta dias eran obligados los oficiales del Rey de
-tener hecha la fundicion, conviene á saber, haber fundido el oro todo
-que en los cinco meses se habia sacado, y cobrado el quinto para el
-Rey, y luégo tornar otros cinco meses á gastar las vidas de los indios
-en las minas. La injusticia desta ley parece en echar los indios en las
-minas el tiempo dicho, que eran los nueve meses del año, y algo más,
-contra su voluntad, siendo libres, á trabajos á que los facinerosos
-malhechores que merecian muerte eran condenados, ó los esclavos, segun
-arriba queda declarado. Fué tambien injusta esta ley, juntamente con
-ser cruel, mandando que en aquellos cuarenta dias no tuviesen del todo
-holganza. Otra hobo que comienza así: «Porque en el mantenimiento de
-los indios está la mayor parte de su buen tractamiento, y augmentacion,
-ordenamos y mandamos que todas las personas que tuvieren indios sean
-obligadas de les dar á los que estovieren en las estancias, é de les
-tener contino en ellas, pan y ajes, é axí, abasto, é que, á lo ménos,
-los domingos é Pascuas y fiestas, les den sus ollas de carne guisadas
-al respecto que á los de las minas, é á los indios que anduvieren
-en las minas les den pan é axí, todo lo que hobieren menester, y
-les den una libra de carne cada dia, y que el dia que no fuere de
-carne, les den pescado ó sardinas, ó otras cosas con que sean bien
-mantenidos, etc.» Esta es la ley que proveyó cerca del mantenimiento
-de los indios; la iniquidad y crueldad della juzgue la persona que
-tuviere algun juicio, aunque no por reglas de cristiandad, juzgue
-tambien la insensibilidad de los del Consejo y de algunos teólogos,
-que al hacer destas leyes con ellos se hallaron. ¿Dónde pudo concurrir
-mayor ceguedad que á los indios que trabajaban en las estancias ó
-granjas, que tenian trabajos iguales y áun mucho mayores que los
-cavadores padecen en Castilla, ordenasen que les diesen por comida
-cuotidiana pan caçabí, que no tiene cuasi más sustancia que hierbas,
-y ajes, que son como turmas de tierra, y axí, que es la pimienta, en
-fin, es hierba, (como si dijeran, dénles paja y heno abasto), y que
-los domingos, y fiestas y Pascuas, como si los mandaran dar vestidos
-nuevos ó camisas lavadas, mandasen dar una libreta de carne? ¡Y que
-confiese la ley en su principio, que porque en el mantener de los
-indios está la mayor parte de su buen tractamiento y augmentacion!,
-¿qué tractamiento se puedo decir aquel, y qué augmentacion pudieron
-rescibir los desventurados, cavando y trabajando todo el dia sin
-descansar, y comiendo sólo hierbas y raíces asadas y cocidas, y una
-libreta de carne (no libra, porque no era sino la cuarta parte de un
-arrelde), de domingo á domingo, y Pascuas y fiestas? El tractamiento
-que en ésto se les hizo, y el augmentacion que rescibieron, pareció
-bien desde á pocos dias, porque todos, en breve, perecieron. Exagerando
-yo en Valladolid despues, la tiranía destas leyes con un maestro en
-teología, que se halló en hacellas, y creo que las firmó de su nombre,
-y él justificándolas, cuando le referí ésta dijo: «No me hicieron esa
-relacion á mí, que la comida era esa.» Repliqué yo: «¿Por qué no os
-informásteis vos, padre Maestro, del padre fray Anton Montesino, de la
-tal comida, pues tanto iba en ello, y pasásteis con sola la informacion
-que los enemigos de los indios hacian, yéndoles tanto interese á ellos
-como les iba?, ó, ¿por qué firmábades materia que no entendíades?»
-Tambien tuvo esta ley otro defecto, que de palabra se justificó y no
-en efecto, en mandar que los dias que no fuesen de carne les diesen
-libreta de pescado ó sardinas, y añidiendo, ó otras cosas, parece cuasi
-abiertamente que entendian que la ley era solo para complir, porque
-aunque en la mar habia y hay abundancia de pescado, y lo mismo en los
-rios, pero como todo su fin de los españoles no era sino amontonar oro,
-no habia uno ni ninguno que se ocupase en pescar, ni en otra granjería
-fuera de las minas ó de aquello que se enderezaba para sacar oro de
-las minas. Así que, pescado, nunca de los ojos lo vieron los indios,
-y ménos sardinas, que habian de venir de Castilla. Por manera, que los
-dias que no eran de carne pasaban con las raíces y hierbas dichas su
-triste vida, tambien los indios de las minas; y estas eran las otras
-cosas que la ley con disimulacion dice, y bien sabian los susodichos
-españoles, que se hallaron presentes al hacimiento destas leyes, que
-dalles pescado ó sardinas era imposible. Y así parece, por todo lo
-dicho, que aquesta ley fué iniquísima, llena de injusticia.
-
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-
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-CAPÍTULO XVI.
-
-En el cual se prosigue la relacion y declaracion de los defectos que
-tuvieron las dicha leyes.
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-
-Otra ley hobo que trujo consigo clara la injusticia y tiránica
-iniquidad, que fué cuasi el fin de todas las demas, y á que todas las
-otras se ordenaban, conviene á saber, que por fuerza y con cierta pena
-se mandó á los que tenian indios de repartimiento, que de todos ellos
-echasen la tercera parte, ó, si quisiesen, trujesen más de la tercera
-parte á sacar oro, pero permitimos, dice la ley, que los vecinos de
-la Çavana (que estaba cien leguas y más de las minas), y los de la
-Villa nueva de Yaquimo (que estaba 80), no sean obligados de traer
-indios en las minas, porque están muy léjos dellas, pero mandamos que
-hagan hamacas, etc. Pero por otra ley que tras ésta se sigue, y es la
-veintiseis, que concedió que los que tenian las casas y haciendas léjos
-de las minas, que no podian proveer de mantenimientos á los indios,
-pudiesen hacer compañía con los vecinos que tuviesen las haciendas
-cerca ó en comarca, y que aquestos pusiesen los mantenimientos,
-y aquellos los indios, y despues partiesen el oro que los indios
-sacasen, fué causa que los vecinos de la villa de Yaquimo trujesen los
-indios á las minas, hecha compañía con otros que tenian las haciendas
-comarcanas, y estos yo los vide; por manera, que los traian de 30,
-y 40, y 50 y 60 leguas, sacados de sus propias tierras y casas, que
-sola esta mudanza bastaba para matarlos, cuanto más los trabajos y
-hambres que padecian, porque, como se dirá, nunca cosa de las dichas en
-favor de los indios se cumplió, sino como de ántes ó muy poquito más.
-Enfermaban en las minas por las susodichas causas, no los curaban,
-sino dábanles un poco de caçabí é ajes, y enviábanlos á sus tierras á
-que se curasen, los cuales se iban cuánto más podian durar, y cuando
-el mal les crecia, ó la comida les faltaba, echábanse en un monte ó
-arroyo donde se acababan; yo los vide algunas veces, y digo verdad.
-Otra ley trata del jornal que les habian de dar, y éste fué un peso
-de oro cada año, á cada persona, para con que, segun dice la tal ley,
-tuviesen los indios con que se vestir; podíase comprar en aquellos
-tiempos con un peso de oro, que vale 450 maravedís, un par de peines y
-un espejo, y un paño de tocar, ó una sola caperuza colorada, y andando
-todos desnudos desde la cabeza hasta los piés mirad con qué se habian
-de vestir é ataviar. Ya dijimos, en el cap. 14 del libro II, como el
-Comendador Mayor les mandó dar por jornal medio peso de oro, que salian
-tres blancas en dos dias, y agora, por leyes del Rey, se les mandó
-asignar tres maravedís en dos dias, y áun no sé si llega á tanto. Ved
-el escarnio de las leyes, y cuán llenas fueron de iniquidad. Otra ley
-hobo, que mandó que ninguna mujer preñada que pasase de cuatro meses
-la preñez, no la enviasen á las minas, ni á hacer montones, sino que
-las tuviesen los españoles en sus estancias, y se sirviesen dellas en
-las cosas de por casa, que son de poco trabajo, así como hacer pan, y
-guisar de comer, y desherbar; véase qué crueldad é inhumanidad, que
-hasta cuatro meses pudiese trabajar la mujer preñada en las minas y
-hacer montones, que son trabajos para jigantes, como queda declarado,
-y que hasta que eche la criatura sirva en casa de hacer pan, que es no
-chico sino grande trabajo, y mayor el desherbar las labranzas; clara
-está, como de las otras, la injusticia desta ley, y cuán indigna fué
-que mano real la firmase. Otras muchas fueron constituidas con las
-referidas, que suenan favor de los indios, y en sí eran justas, pero,
-supuesto estar los indios en poder de los españoles, y el fin que
-dellos pretendian, y las leyes ya declaradas, que á la clara favorecian
-todo lo que ellos andaban, y hoy andan los demas á buscar, si no fueron
-injustas, fueron, empero, vanísimas y supérfluas, y más para complir
-con el mundo que para remedio alguno de los indios; con efecto y con
-verdad, vano es todo aquello, segun el Filósofo, que no alcanza su fin.
-Entre las demas, hobo algunas que mandaban que en cada lugar ó pueblo
-de españoles hobiese dos Visitadores que visitasen cada año dos veces
-los indios, y viesen si rescibian agravios, y para que las leyes se
-guardasen, y lo bueno fué, que una ley mandaba que á los Visitadores
-les diesen indios de repartimiento, demás áun de los que como vecinos
-les habian de ser dados; mirad que ceguedad de los del Consejo y de
-los reverendos teólogos, que no vieron que, teniendo indios, eran
-parte, y que habian de ser más tiranos que los otros, como lo fueron, y
-ménos dignos de ser remunerados, ántes, de mayor castigo merecedores y
-capaces. Y una de las grandes eficaces causas de no haber aprovechado
-para remediar las calamidades de los indios, en todas estas partes,
-muchas ordenanzas y cédulas y provisiones que los Reyes han proveido y
-enviado, ha sido tener los jueces y Gobernadores destas Indias, en los
-indios ó en los intereses que dellos salen, parte ó arte, y ésto, cada
-dia, hasta hoy, lo hemos llorado, y hoy lo lloramos, y abajo parecerá
-más claro. Es bien aquí de considerar, que en la constitucion de todas
-estas leyes se hallaron presentes y se admitieron todos los españoles
-principales que arriba dejamos nombrados; esto es cosa evidente, porque
-como entónces no se sabia cuasi nada de las cosas destas Indias, ni qué
-era yuca y ajes, axí, ó caçabí, ó montones; la villa de la Çavana y la
-villa nueva de Yaquimo estar léjos de las minas; hamacas y areytos,
-que son los bailes que los indios tenian, los cuales, por una de
-las leyes, se prohiben; que los quitados, y otros vocablos y avisos
-que no se podian saber si las personas idas de acá no las avisaran
-y manifestaran, manifiestamente se arguye haberse los dichos, en el
-hacer de las dichas leyes, hallado. De donde queda luégo manifiesta
-la ceguedad ó malicia de los del Consejo, que admitian, al constituir
-de las dichas leyes, los enemigos de los indios, como se ha dicho
-arriba, tan interesados en los sudores y calamitosa servidumbre de
-los inocentes indios, rabiando por sacalles la sangre. Con ésto quiero
-este capítulo acabar, que se hizo entre las otras leyes una, conviene á
-saber, que porque los Caciques tuviesen quien los sirviese y hiciesen,
-diz que, lo que les mandasen para cosas de su servicio, que si los
-indios del tal Cacique se hobiesen de repartir en más de una persona y
-tuviese 40 personas, le fuesen dadas dellas dos para que le sirviesen,
-y si tuviese 70, le diesen tres, y si 100, se le diesen cuatro, y si
-hasta 150, le diesen seis, pero desde allí adelante, aunque más gente
-tuviese, no se le diesen más personas. ¿Qué mayor injusticia ni más
-confuso desórden pudo ser imaginada que desposeer á los naturales
-señores de sus súbditos, señoríos y estados, sin culpa alguna, y de
-millares de gentes que poseian dalles seis personas que les sirviesen,
-y de pueblos ordenados, en que política y pacíficamente vivian juntos
-infinitos vecinos, repartillos y desparcillos así, haciendo de cada
-pueblo tantos pedazos? Yo cognoscí señor dellos, cuyo padre habia, los
-tiempos pasados, hartado la hambre muchas veces á los cristianos y
-librado de la muerte, que juntaba 10 y 12.000 hombres de pelea, y no le
-dejaron sino las seis personas para que le sirviesen como á los demas.
-Pues si ésto parece grave, véase lo que la misma ley dice un poco más
-abajo, ésto es, que el mismo Cacique, Rey y señor natural, con las seis
-personas que le daban, fuese con el español que en los indios suyos
-tuviese por repartimiento el mayor número y mayor parte, con que fuesen
-muy bien tratados, no les mandando trabajar salvo en cosas ligeras con
-que ellos fuesen ocupados, porque no tuviesen ociosidad, por evitar
-los inconvenientes que podian suceder; de la ley son todas estas
-palabras. Por manera, que áun el señor y Rey natural, con los seis que
-le daban para que le sirviesen, habian de servir al español en cosas
-ligeras, por temor de la ociosidad; debajo de aquella palabra fingida
-y colorada, muchas veces repetida en las leyes, y con que Dios fué
-irritado, conviene á saber, que sean bien tractados, este tractamiento
-siempre fué aquel con que á todos los estirparon, y nunca faltó hasta
-hoy la dicha palabra, que sean bien tractados; cuánta iniquidad dentro
-de sí contuviese aquella ley, y cuán tiránica fuese, y cuanta ceguedad
-en el Consejo cayese, y en los otros señores teólogos y letrados, no
-creo que hay necesidad de declararlo. Y promulgáronse las dichas leyes
-en la ciudad de Búrgos, á 27 de Diciembre de 1512 años.
-
-
-
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-CAPÍTULO XVII.
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-
-Ya dijimos arriba, en el cap. 5.º, como despues que el Rey católico
-supo por cartas y relacion del Almirante y oficiales desta isla, lo
-que los religiosos de Sancto Domingo, contra esta tiranía y opresion
-de los indios habian predicado, mandó llamar al Provincial de Castilla
-de la dicha Órden, á quien áun estaban subjetos los que acá vinieron,
-y se quejó á él dellos, diciendo haber sido muy deservido en lo que
-habian predicado, etc.; por lo cual, el Provincial les escribió lo que
-el Rey le dijo, y por tanto mirasen lo que habian dicho, etc., segun
-ya dijimos arriba. Vista esta carta del Provincial por el Vicario y
-padre fray Pedro de Córdoba, determinó de ir á España y dar cuenta de
-todo á sus Prelados ó al Rey, é para ayudar, si fuese menester, al
-padre fray Anton Montesino, en lo que conviniese. Púsolo así por obra,
-y, llegado á España, cumplió primero con lo que debia á su Órden, y
-de parecer del Provincial, fué á la corte, la cual estaba ya, segun
-creo, en Valladolid. Cuando llegó, halló que se acababan de hacer
-las dichas leyes, y vistas luégo, vido en ellas la perdicion de los
-indios, como quedasen so el poder de los españoles repartidos como
-ganados, y lo que más lloraba era cognoscer que se habian hecho por
-tantas y tales personas y de tanta auctoridad, solemnidad, y con tanto
-acuerdo, que parecia que ninguno podia decir en contrario cosa alguna,
-que no fuese tenido ó por presuntuoso y temerario, ó por loco; pero
-finalmente trabajó de hablar al Rey, para dalle su disculpa de lo que
-acá se habia predicado. Habló al Rey largo, dándole cuenta de todo el
-hecho y del derecho, y lo que les habia movido á predicallo, en lo
-cual le dió á entender cuánto los frailes habian servido á Su Alteza,
-y hecho bien á esta tierra. El Rey le oyó benignísimamente, y segun
-el padre fray Pedro era de grande auctoridad y persona reverenda en
-sí, que fácilmente, quien quiera que lo via y hablaba y oia hablar,
-cognoscia morar Dios en él, y tener dentro de sí adornamiento y
-ejercicio de santidad, concibió dél grandísima estima, y tractábalo
-como á sancto, y, cierto, el Rey no se engañaba. Y tratando en el
-remedio de los indios, y de las leyes recientemente hechas, y por
-tales y tantas personas acordadas, díjole, segun creimos, que le
-parecia que no quedaban remediadas las fatigas y perdicion de los
-indios, quedando debajo de la mano de los españoles, y que otros
-remedios requerian más que aquellos, para, de los daños que padecian,
-librallos; finalmente, con estas ó con otras palabras, dificultando
-el negocio y poniendo en duda que con las dichas leyes la dificultad
-se remediase, le dijo el Rey con la reputacion en que lo habia ya
-tomado: «Tomad, vos, padre, á cargo de remediarlas, en lo cual me
-hareis mucho servicio, é yo mandaré que se guarde y cumpla lo que vos
-acordáredes». El santo varon, como era muy nuevo en esta tierra, que no
-habia aún dos años que á ella habia venido, y carecia de experiencia,
-que para semejante cargo era necesaria, ó por otras causas, que como
-era humilde podia considerar que le hacian sentir no ser bastante, no
-se atrevió, y respondió al Rey: «Señor, no es de mi profesion meterme
-en negocio tan arduo, suplico á Vuestra Alteza que no me lo mande.»
-Esta fué, segun creo, la primera vez que se ofreció estar en un punto
-los indios remediados y en manos de quien los remediara, porque si
-en tal persona su remedio estuviera, como estuvo tan á la mano si lo
-aceptara, no se dudó sino que aquesta tiranía, ántes que echara más
-raíces, se estirpara; pero fueron infelices los indios en no querello
-el padre fray Pedro aceptar, y más infelices los españoles que por
-aquellos tiempos en esta granjería andaban, y los que despues hasta
-hoy con ella se han inficionado. Todavía el dicho padre venerando puso
-al Rey en escrúpulo y cuidado, por lo cual mandó que se tornasen á
-juntar algunos del Consejo y teólogos, de nuevo, para que declarasen
-y moderasen las leyes, si fuese necesario; uno de los teólogos fué
-su confesor, llamado el padre maestro fray Tomás de Matiencio, y otro
-fray Alonso de Bustillo, maestro tambien en teología, y el susodicho
-licenciado Gregorio, clérigo y predicador del Rey. Los del Consejo
-fueron: el licenciado Santiago, el doctor Palacios Rubios, y estos
-dos, siempre, sin duda, fueron favorecedores de los indios, yo soy
-testigo, porque eran personas de virtud. Juntáronse todos con el
-obispo D. Juan de Fonseca, muchas veces nombrado, y que se nombrará si
-Dios quisiere, obispo á la sazon de Palencia, sin el cual no se hacia
-ni se tractaba cosa que tocase á estas Indias. Mandó el Rey que se
-informasen del dicho padre fray Pedro de Córdoba, cerca de las recien
-hechas leyes, y rescibiesen su parecer. El cual informó segun vido
-que convenia al tiempo y á las personas, y al lugar y á la sazon de
-cosas que le pareció, y agravió algunas que las leyes habian ordenado,
-principalmente darles los indios á españoles, debiendo vivir por sí,
-y traer en las minas y los otros trabajos las mujeres preñadas hasta
-cuatro meses; y que no convenia que trabajasen las mujeres, bastaba los
-maridos; y que tampoco era justo trabajar los niños como trabajaban, y
-que era contra la honestidad cristiana consentir que anduviesen mujeres
-y hombres desnudos, y otras cosas desta manera que le pareció decirles.
-Y á lo que creimos, ó no informó de todo lo que al Rey habia dicho, por
-ver cuán asentados y determinados estaban en que las leyes que habian
-hecho eran convenientes, ó si los informó, pasaron con lo que habian
-en las leyes determinado, con ciertas pocas cosas que añidieron, ó por
-ventura, como fué nuevo en esta tierra, no supo del todo las maldades
-della, ni responder á las objecciones y argumentos que le movian, por
-no haber tenido de las cosas pasadas y áun presentes, plena noticia; y
-como los dos teólogos añididos no sabian dónde consistia la mortífera
-enfermedad de aquestos tristes enfermos, que era la tiránica detencion
-y servidumbre de los indios por aquel condenado repartimiento, ni la
-imposibilidad del cumplimiento de algunas de las leyes, y la inutilidad
-y superfluidad de otras, (y muchas dellas son en sí justas, y suenan
-en favor de los indios, si no supieran la fístula y llaga mortal que
-todo lo canceraba, como en el precedente capítulo se dijo), pasaron
-con lo que los juristas y el licenciado Gregorio les dijeron. Pero no
-sé cómo se pudieron excusar los juristas, al ménos los teólogos, de
-no caer en la iniquidad y crueldad de la ley, que se hizo sobre la
-comida, que á los indios que trabajasen en hacer montones, y los otros
-trabajos de las estancias, les diesen una libreta de carne de domingo
-á domingo, y sobre esta ley hobimos el un maestro, que fué Bustillo, y
-yo, la brega que, arriba en el cap. 15, dije. Finalmente, que, ó porque
-la malicia de los seglares que á la sazon se hallaron en la corte, que
-fueron los que mayor parte sin duda tuvieron en el hacer de las leyes,
-impidió que Dios no tuviese por bien de dar lumbre á los letrados que
-cayesen en ello, porque escripto está, _qui nocet noceat ad huc_, ó
-porque por el divino juicio estaba determinado que aquestas humildes
-gentes así padeciesen, porque, aunque inocentes, cuanto á nosotros, son
-y siempre lo fueron, no lo son cuanto á Dios ni jamás hombre alguno
-lo fué, pasaron todos con las leyes hechas, con ciertos aditamentos,
-con los cuales respondieron al Rey que los habia mandado juntar, desta
-manera:
-
-«Muy alto y muy poderoso Príncipe, Rey é señor: Vuestra Alteza nos
-mandó, que porque algunos religiosos[3] y personas de conciencia, que
-tenian alguna noticia de las cosas de las Indias, habian informado
-á Vuestra Majestad, que en las ordenanzas que mandó hacer para el
-buen tractamiento y conversion y doctrina de los indios de la isla
-Española, y de las otras islas Indias y tierra firme del mar Océano,
-habia algunas cosas que para el saneamiento de la conciencia de Vuestra
-Alteza convenia enmendarse, y porque nosotros, los que de yuso firmamos
-nuestros nombres, vistas las ordenanzas, y oidas otras personas[4]
-que de las Indias tenian mucha noticia y experiencia, y despues de muy
-bien visto y platicado, y haber estudiado sobre ello, lo que en Dios
-y en nuestras conciencias nos parece que se debe añadir y enmendar en
-las dichas ordenanzas, son las cosas siguientes: Primeramente, que las
-mujeres indias, casadas, no sean obligadas de ir ni venir á servir con
-sus maridos á las minas ni á otra parte ninguna, sino fuere por su
-voluntad dellas, ó si sus maridos las quisiesen llevar consigo, pero
-que las tales mujeres, sean compelidas á trabajar en sus haciendas
-propias, ó en las de los españoles, dándoles sus jornales que con ellas
-y con sus maridos se convinieren, salvo si las tales mujeres estuvieren
-preñadas, porque con estas tales, Vuestra Majestad debe mandar que
-se guarde lo contenido en la ordenanza que sobre ésto está hecha.
-Que Vuestra Majestad debe mandar, que los niños y niñas, menores de
-catorce años, no sean obligados á servicio en cosas de trabajo hasta
-que hayan la dicha edad de catorce años, pero que sean compelidos á
-hacer y servir en las cosas que los niños pueden bien comportar, como
-en desherbar las heredades y cosas semejantes en las haciendas de sus
-padres, los que los tuvieren; y los mayores de catorce años, estén
-debajo del poder de sus padres, hasta que tengan legítima edad ó sean
-casados, y los que no tuvieren padres ni madres, lo hagan debajo de
-las personas á quien Vuestra Alteza los mandare encargar, conforme al
-parecer de los Jueces, así en la edad, como en el trabajo que han de
-hacer, con tanto que por ésto no sean impedidos á ser doctrinados y
-enseñados en las cosas de la fe, á las horas que lo han de aprender,
-dándoles de comer y pagándoles sus jornales que fueren tasados por
-los dichos Jueces, y si alguno dellos quisiere aprender oficio, pueda
-libremente hacerlo, y estos no sean compelidos á otra cosa, estando en
-el oficio. Asimismo debe Vuestra Alteza mandar que las indias que no
-fueren casadas, las que están so el poderío de sus padres ó madres,
-que trabajen con ellos en sus haciendas ó en las ajenas, conveniéndose
-con sus padres, y las que no estuvieren debajo del poder de sus padres
-ó madres, porque no anden vagabundas, ni sean malas mujeres, y que
-sean apartadas de vicios, que sean doctrinadas y constreñidas á estar
-juntas con las otras, y á trabajar en sus haciendas, si las tuvieren,
-y si no las tuvieren, en las haciendas de los indios y de los otros,
-pagándoles sus jornales, como á las otras personas que trabajan por
-ellos. Que asimismo Vuestra Alteza debe mandar que los dichos indios
-sean obligados á servir nueve meses del año, como por Vuestra Alteza
-en las dichas ordenanzas cuasi lo tiene declarado y mandado, y que los
-tres meses contenidos en la dicha ordenanza, que á los dichos indios se
-les dá de huelga, porque no tornen á sus vicios y á su manera de vida
-ya costumbrada, sean compelidos á trabajar en sus haciendas mismas, ó
-por jornales en las de los otros vecinos, y que esta manera de servir
-sea por el tiempo que á Vuestra Alteza paresciere, y porque los dichos
-indios podrian, con el tiempo y con la conversacion de los cristianos,
-hacerse tan políticos, y tan entendidos, y capaces, y tan aparejados
-á ser cristianos, para que por sí sepan regirse, y vivan, y sirvan
-como acá lo hacen los otros cristianos, Vuestra Alteza ha de mandar
-que anden vestidos, y como se fuere cognosciendo la habilidad para
-ser cristianos, y éste capítulo se entiende de los hombres; y sobre
-todo, Vuestra Alteza debe mandar que las mujeres se vistan dentro de
-cierto término, so alguna pena. Este servicio que á Vuestra Majestad
-es debido por los dichos indios de la manera susodicha, Vuestra Alteza
-puede hacer merced dello, á quien fuere servido, por vida ó por el
-tiempo que Vuestra Majestad fuere servido de hacer dello merced. Y con
-estos aditamentos, suso contenidos, decimos que en Dios y en nuestras
-conciencias, Vuestra Alteza tiene muy justas y moderadamente ordenadas
-las cosas de las dichas Indias, así para el buen tractamiento y
-conversion y doctrina de los dichos indios, como para la gobernacion
-de aquellas partes, y que debe Vuestra Alteza mandar que, en todo y
-por todo, se guarden las dichas ordenanzas que Vuestra Majestad tiene
-mandadas hacer con estos dichos aditamentos, y que haciéndose así,
-su real conciencia será enteramente descargada. Y así, firmamos aquí
-nuestros nombres.--_Episcopus Palentinus_, Conde.--_Frater Tomás de
-Matienzo._--_Fray Alonso de Bustillo._--_Licenciado Santiago._--_El
-doctor Palacios Rubios._--_El licenciado Gregorio._»
-
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-CAPÍTULO XVIII.
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-Placer es de ver cómo el Rey católico quedó libre de los pecados que
-en la perdicion destas gentes se cometieron, porque, ciertamente, hizo
-lo que en sí era, poniendo en manos y determinacion de tantos y tales
-letrados, teólogos y juristas, que hiciesen las leyes, y despues, por
-los escrúpulos que le puso el varon santo, fray Pedro de Córdoba, tornó
-á mandar que se juntasen, y que en esta junta interviniese su confesor,
-para que las corrigiesen y enmendasen si viesen ser necesario. Los
-Reyes, como no sean letrados, ni á ser letrados sean obligados, no
-tienen más que hacer para gobernar los reinos con buenas conciencias,
-sino elegir para sus Consejos personas notables, no por afeccion y
-amor, sino por méritos, y elegidas, seguir en las cosas árduas, y donde
-hay peligro en el errar, su consejo, no descuidándose de visitar el
-Consejo á sus tiempos, para saber si los elegidos en el estado que
-dellos al principio se estimó perseveran. Cuánto, pues, es de gozarse
-el hombre con la diligencia que el Rey puso para justificarse, y quedar
-de este negocio, tan árduo y peligroso, sin culpa, tanto es de lamentar
-la ceguedad é ignorancia que en los consultores hobo; si en todos,
-los unos y los otros, ó en algunos dellos, hobo culpa chica ó grave,
-pues eran letrados, ó fueron excusados por las falsedades perniciosas
-y horribles de que los tiranos contra los indios les informaron, Dios
-lo sabe. Porque, segun por todo el discurso que desta materia, en
-los capítulos pasados, se ha dicho, parece todo lo que los letrados
-hicieron, determinaron, y al Rey respondieron, fué fundado en el
-crédito que aquellos que, contra los indios les informaron, dieron;
-y dar crédito á quien tanto interese pretendia en la servidumbre, y
-trabajos, y sudores, y opresion destas gentes, sin oillas ni oir,
-como se debieron oir, ó al ménos, no dar igual crédito á los dos y
-tales religiosos de Sancto Domingo que las defendian, no sé yo cómo
-los tales consultores, aunque fuesen buenos y con buena intincion
-tractasen dello, de culpa quedasen libres. Haberles dado en todo
-crédito á los susodichos, y negado á los religiosos, á quien darlo con
-justa razon debieran, bien ha parecido en las leyes todas, pasadas, y
-agora no ménos en estos aditamentos. Y es cosa ésta maravillosa, que
-habiendo vivido estas gentes tantos millares de años en sus pueblos,
-y policía ordenada, y pacífica, y con tanta copia y abundancia de las
-cosas necesarias, como las hallamos y vimos con nuestros ojos, y es á
-todos áun hoy notorio, cuanto más entónces, cuando desto el año de 11
-se tractaba, que así se creyese ó se cegasen en creer, contra ellas,
-estos dos tan torcidos de razon y absurdos defectos, conviene á saber,
-que no se sabian regir, por lo cual pusiesen en el cuarto aditamento,
-que, porque con el tiempo y con la conversacion de los cristianos se
-podrian hacer capaces y políticos para vivir por sí, é por sí regirse,
-se les diese, á los que tales se cognosciesen, facultad para por sí
-vivir. Esto es cierto, y puede constar por muchas de las cosas que
-arriba se han probado, que si hasta hoy, y de hoy hasta el dia del
-juicio, las gentes destas islas vivieran, nunca se les diera facultad
-ni libertad para poder vivir por sí, porque á la ambicion y cudicia de
-los españoles no convenia, por no dejallos de su poder. Y esta cláusula
-deste aditamento nunca se pusiera si el padre fray Pedro de Córdoba,
-detestando el repartimiento de los indios á los españoles, no lo
-dijera; y en ponella, como la pusieron, más infamaron estos consultores
-á los indios, que los españoles, sus enemigos, porque lo puso el Rey
-luégo por ley. El otro defecto segundo, que al primero se endereza,
-de que los infamaron, fué la ociosidad, como si se dejaran morir de
-hambre, y, como arriba se há ya dicho, nosotros viniéramos de España á
-dalles de comer. Que tanta diligencia pongan los consultores, imbuidos
-de los pecadores, sobre que los indios no estén ociosos, que los tres
-meses que se les daban de huelga, fuesen compelidos á trabajar en
-sus haciendas, ó por jornal á las de los otros vecinos, por manera
-que, al fin, trabajando, habian de morir, y de morir en nueve meses
-sirviendo á los españoles, y morir en los tres trabajando en las suyas
-por fuerza, ó por jornal en las ajenas, ¿qué utilidad se les seguia
-de toda su vida, ó cuándo habian de vivir? Admirable cosa fué ésta.
-Soltáranlos y dejáranlos estar en sus tierras y en sus pueblos en su
-libertad, y regirse como se regian, y la fe diéraseles como Cristo dejó
-establecido que á los infieles se diese, y ellos tuvieran la comida en
-tanta copia y abundancia que á nosotros hartaran la hambre, como la
-hartaron veces infinitas, segun arriba queda dicho, y recibieran la fe
-y religion cristiana mucho ántes que la hobieran aborrecido. Y la razon
-que los consultores dieron en este artículo fué, porque, diz que, no
-tornasen á sus vicios; yo torno á repetir que pluguiera á Dios, dejando
-la infidelidad á parte, la cual en estos no era culpa, sino pena
-deribada de los primeros padres, no tuvieran los españoles, á quien
-les daban por predicadores, y ejemplos de cristiandad, más horribles
-y detestables en fealdad, y en número mayor multitud de vicios.
-Tambien será bien no pasar callando una tan señalada y manifiesta
-injusticia. ¿Qué Rey ni qué república, por bárbara é inculta é injusta
-que fuese, hobo en el mundo que de doce meses del año constriñese á
-los súbditos libres á que sirviesen con servicios personales, con sus
-propios cuerpos y sudores, en trabajos insoportables, los nueve? ¿Qué
-mayor servidumbre? ¿Qué mayor y más duro, qué más injusto y tiránico
-captiverio? Fuera bien que los consultores, por buenos y religiosos que
-fuesen, consideraran ésto. Vamos á la postrera limitacion ó aditamento
-de las leyes, que toda fué fundada en la injusticia y tiranía, y para
-confirmacion y perpetuidad del detestable repartimiento; item, para que
-los privados del Rey tuviesen parte y arte cruel, que es lo que mucho
-desde arriba se viene oliendo; y ésto es lo que dijeron: que aquel
-servicio que los indios daban, de nueve meses, al Rey, que su Alteza
-podia hacer merced, y dallo á quien quisiese, por vida ó por tiempo, y
-en ésto fueron estos postreros consultores engañatísimos, porque no
-sintieron la madriguera donde se acogia la liebre. De los cuales, yo
-fuí siempre seguro, que no añadieron ésto último pretendiendo interese,
-sino que los que lo pretendian, informados y persuadidos, quizá con
-buen fin, aunque no lo creo, se lo persuadieron. Desta postrera junta y
-de los cuatro aditamentos que en ella se hicieron, fué causa el dicho
-sancto varon y padre fray Pedro; de la última ni por pensamiento, la
-causa fueron los que, como dije, para que la pusiesen trujeron sus
-rodeos. Luégo el Rey, presentándole los cinco susodichos aditamentos,
-que estos postreros consultores le ofrecieron, mandó autorizallos
-y promulgallos por leyes, escepto el quinto pues los letrados lo
-instituyeron, sino fué porque á los privados que despues tuvieron
-indios de repartimiento, quizá, se temió que sería imputado por cosa
-rodeada y no muy honesta. Llamáronse estas cuatro leyes, declaracion y
-moderacion de las ordenanzas hechas, y promulgáronse en Valladolid, á
-28 de Julio de 1513 años, y fueron en molde impresas.
-
-
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-CAPÍTULO XIX.
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-
-Declaradas y promulgadas estas postreras cuatro leyes, y por mejor
-decir, entendido el quinto aditamento que decia, que el servicio de los
-nueve meses que los indios eran obligados á servir al Rey, lo podia
-conceder, haciendo merced, á quien quisiese, luégo procuraron los
-privados de pedir al Rey les hiciese merced á cada uno de repartimiento
-de indios, teniendo por cierto y determinado que con buena conciencia
-los podian tener, pues los letrados desta postrera junta lo afirmaron,
-y firmaron en Dios y en sus conciencias, guardando las leyes dichas con
-sus cinco limitaciones ó aditamentos. Y de los primeros fué, el obispo
-de Palencia, D. Juan de Fonseca, de quien se ha dicho, que, desde el
-descubrimiento destas Indias, siempre fué principal y Presidente en
-el gobierno dellas; este señor Obispo tuvo 800 indios, en cada una
-destas cuatro islas, Española, la de Cuba, la de Sant Juan, y de la de
-Jamáica, 200. El secretario Lope Conchillos, tuvo 1.100, segun tuvimos
-entendido. Hernando de Vega, que fué notable persona en prudencia
-y muy estimado del Rey, y fué del Consejo de las Indias, cuando el
-Consejo de los otros Consejos se distinguió, tuvo 200. El camarero Juan
-Cabrero, aragonés, muy antiguo de la cámara del Rey, otros 200. El
-licenciado Moxica, que era del Consejo real, tuvo no sé cuantos, y creo
-que no eran ménos de 200. Sospecha hobo que algunos otros del Consejo
-real los tuvieron de secreto, puestos en cabeza de otras personas,
-que enviaban con cargos y oficios á esta isla; nunca del licenciado
-Santiago, ni del doctor Palacios Rubios, que fueron los que más destas
-Indias tractaron por aquellos tiempos, cosa de interese, ni cosa que
-no debiesen hacer, se sospechó. Estos fueron los que tuvieron indios
-en estas islas, estando ellos en Castilla, y no los caballeros de
-Castilla, como dice Oviedo en su historia. Desta buena limitacion y
-quinto aditamento, que los postreros consultores, sin saber el daño que
-con ello hacian, escribieron, tuvieron tambien ocasion los oficiales
-del Rey, Tesorero, y Contador, y Factor, y Veedor, de pedir y tener
-cada uno su repartimiento; lo mismo hicieron los Jueces de apelacion,
-que por estos tiempos, entre el año de 11 y 12 se proveyeron y á esta
-isla vinieron; el uno fué el licenciado Marcelo de Villalobos, el otro,
-el licenciado Juan Ortiz de Matiencio y el licenciado Lúcas Vazquez
-de Ayllon, el que arriba, en el libro II, dijimos haber sido, en
-tiempo del Comendador Mayor, Alcalde mayor de la Vega y sus comarcas.
-Estos fueron enviados por Jueces de apelacion, para que del Almirante
-y de sus Alcaldes mayores y Tenientes, para ante ellos, como Jueces
-inmediatos del Rey, se apelase por la relacion quel Rey tuvo que habia
-en esta isla disensiones y bandos entre el Almirante y el tesorero
-Pasamonte, y los otros oficiales del Rey, que maldito aquel provecho
-para Dios ni para dellos jamás salió, y estos se tuvo por cierto, que
-revolvieron al Almirante con el Rey, é le persiguieron hasta la muerte,
-como se dirá. Así que fueron proveidos aquellos tres licenciados por
-Jueces de apelacion, y éste fué su primer nombre, despues se les dió
-auctoridad y oficios de Oidores y de Audiencia y Chancillería real,
-como hoy la tienen los que sucedieron. Estos tambien pidieron y
-tuvieron sus repartimientos, como personas de más preeminentes oficios,
-y todos ellos y los Oficiales no dejaban de llevar sus salarios del
-Rey, puesto que no eran tan crecidos como despues de que mataron los
-indios los tuvieron, y así los tristes indios, con sus angustias,
-trabajos y sudores, eran parte de los salarios, y la justicia que les
-guardaron abajo será manifiesta. Viendo el padre fray Pedro de Córdoba,
-varon sancto y prudentísimo, las leyes hechas, y despues las adiciones
-que habian poco limitado y moderado, cognosciendo quedar los indios sin
-algun remedio, y viendo ántes con su prudencia, que los indios habian
-en breve de perecer, como perecieron, y que esta muerte y destruccion
-destas gentes, no se causaba sino por tenerlos en servidumbre los
-españoles, y en lo que tocaba á su conversion ninguno la impidia sino
-ellos, lo uno por sus tiranías, y lo otro por sus perniciosos ejemplos,
-acordó de suplicar al Rey que le diese licencia, y ayuda, y favor, para
-que él con los frailes de su Orden, que consigo le pareciese llevar,
-pasasen á la tierra firme más cercana desta isla, que es la de Cumaná,
-donde despues fué la priesa de sacar perlas, para predicar á aquellas
-gentes, sin estorbo de los españoles, creyendo que nunca hombre dellos
-asomara jamás por allí. El Rey católico, lo uno por la obra ser tal
-y tan apostólica, y lo otro, la gran estima y devocion que dél habia
-cobrado, fué dello muy contento y servido, y mandó que le diesen los
-despachos á su voluntad, muy cumplidos, y así fué, que todo lo que
-pidió para que en esta isla se le diese de navíos y bastimentos, y
-otras cosas que llevar convenia, como herramientas, y aparejos para
-edificar una casa, le fué concedido y cumplido, como abajo, placiendo
-á Dios, será dicho. Habria en esta isla, á la sazon cuando andaba la
-solicitud y barahunda de hacer las leyes en Castilla, obra de 20.000
-indios, con hombres y mujeres, grandes y chicos, y creo, cierto, que
-áun no los habia. Estos habian quedado de tres y cuatro cuentos,
-que, en sus pueblos, pacíficos con sus señores y Reyes, y en toda
-abundancia, sobrándoles todas las cosas necesarias, sino era lumbre
-de fe, digo verdad porque yo los vide, vivian. Alcanzados del Rey los
-repartimientos por los susodichos privados y residentes en la corte,
-luégo entraron sus criados y mayordomos acá, no los más negligentes que
-en sus casas tenian. Estos, ó porque conocieron en sus amos hervir la
-cudicia de rescibir oro y todo provecho de los indios, ó por su propia
-crueldad y malicia, dábanles en los trabajos, y en especial en los de
-las minas, sin guardar ley ni ordenanza, ni razon, ni justicia, que
-en cada demora, que duraba, como se dijo, cinco meses, que de hambre,
-y trabajo, y angustia y afliccion, la mitad ó el tercio de los indios
-de su repartimiento, perecia. Aquellos muertos, presentaba luégo la
-Cédula del Rey al que gobernaba, ó á los Jueces de apelacion, diciendo
-que á su amo, por aquella Cédula, mandaba el Rey dar en repartimientos
-200 ó 300 indios, y que no tenia sino tantos, por lo cual pedia que se
-la hinchiesen, y porque no habia en esta isla quien de barro hiciese
-indios, con tanta priesa como á matar se daban, ó los quitaban á los
-que favor no tenian y dejábanlos sin repartimiento, para cumplir la
-Cédula, ó echaban en la baraja todos los indios de la isla, y hacian
-general repartimiento, y dejaban los de poco favor sin indios, y
-cumplíase con los privados del Rey que estaban en Castilla. Un cruel
-tirano, criado y mayordomo de uno de los de la corte arriba referidos,
-habiendo muerto en una demora de los cinco meses, 70 ó setenta y tantos
-indios, reprendiéndole aquella su crueldad un religioso de Sancto
-Domingo, respondió sin temor ni vergüenza: «Andad, padre, que si yo
-matare todos los indios en un dia, amo tengo yo á quien el Rey le dará
-otros tantos para otro dia.» La razon de la desvergüenza deste fué,
-porque no habia ley, ni habia pena ni estorbo, ni justicia que tocase
-á estos verdugos que tenian acá los de Castilla, como quiera que les
-enviasen oro y fuesen bien servidos, aunque matasen todos los indios en
-un dia, ántes todos los que acá estaban, Jueces y Oficiales, para ello
-los ayudaban y favorecian cuanto en el mundo podian. Pues los Jueces y
-Oficiales desta isla, en quien no hervia ménos el ánsia de amontonar
-oro, no habiendo superior alguno que á la mano les fuese, ¿qué tal
-era la moderacion y justicia que con los indios de sus repartimientos
-usaban, y qué estragos en ellos hacian?; los cuales tambien usaban
-de la presentacion y hinchimiento de sus Cédulas, cada demora que el
-número de los indios que mataban se les disminuia. Los particulares
-vecinos, viendo la tiranía de los unos y de los otros, y temiendo
-que, como aquellos se daban priesa á matar, para suplir sus Cédulas
-se los habian á ellos de quitar un dia que otro, tambien á trabajar y
-matar sus indios no se daban poca priesa; yo fuí avisado, en tiempo
-que yo tuve cargo de mirar y estorbar los agravios de los desdichados
-indios, que habia escripto un vecino á un estanciero, ó minero suyo,
-que se diese priesa á trabajar los indios y que no perdonase mujeres
-preñadas y paridas, porque cada hora, que se los habian de quitar,
-temia. Algunos Visitadores, conforme á lo que las dichas leyes
-disponian, pusieron, pero, de más carga y pesadumbre para los indios
-y de disimular las tiranías y de robar su parte, sirvieron. Todo lo
-que está dicho de los Jueces y Oficiales, y de los de Castilla que acá
-tenian indios, y de los particulares, y de todas sus tiranías, y muerte
-y perecimiento de los indios en las minas y en los otros trabajos desta
-isla, se hacia con la misma impiedad y crueldad, y sin misericordia
-alguna en las otras tres islas, la de Sant Juan, la de Cuba, como della
-presto diremos, y en la de Jamáica. Veis aquí el fruto que salió de las
-dichas leyes, y de sus cinco aditamentos que hicieron los postreros
-ó engañados consultores, y que juraron en Dios y en sus conciencias,
-que con aquellas limitaciones y declaraciones, el Rey tenia muy justas
-y moderadamente ordenadas las cosas de las Indias. Y lo bueno fué, y
-que adorna y hermosea todo lo arriba dicho, que los del Consejo dieron
-forma de cómo habia de rezar la Cédula de los repartimientos que á cada
-uno se daban, y decia así el Gobernador, ó que tenia cargo de repartir
-los indios, que despues llamaron, como se dirá, Repartidor: «Yo,
-fulano, en nombre del Rey é de la Reina, nuestros señores, por virtud
-de los poderes que de Sus Altezas tengo, encomiendo á vos, fulano, tal
-Cacique y tantas personas en él, para que os sirvais dellos en vuestras
-haciendas, minas y granjerías, segun y como Sus Altezas lo mandan,
-conforme á sus ordenanzas, guardándolas, y no de otra manera, porque de
-otra manera Sus Altezas no vos los encomiendan, ni yo en su nombre; y
-si no lo hiciéredes os serán quitados, y lo que os hobiéredes servido
-dellos, será á cargo de vuestra conciencia y no de la de Sus Altezas,
-ni de la mia, etc.» Esta era la sustancia y forma de la Cédula, por lo
-cual creian que ya quedaba todo llano y santo, y fuera bien preguntar
-á alguna de las justicias, si quitaron á uno ó alguno los indios por
-los malos tractamientos. Pero mejor preguntados deben ya de estar,
-porque todos son muertos. Las Cédulas antiguas decian, que se los
-encomendaba para que se sirviesen dellos en sus granjerías y minas,
-y que los enseñasen en las cosas de nuestra sancta fe católica, pero
-estotras, ordenadas por el Consejo, añidian, «y sea á cargo de vuestra
-conciencia y no de la de Sus Altezas ni de la mia, ó con ésto descargo
-la conciencia de Sus Altezas, y la mia en su nombre»; y con estas
-palabras creian los insensibles que quedaban las tiranías y muerte de
-los indios justificadas y sanctificadas, y su conciencia y la del Rey
-salvas y excusadas. Y llamo aquí la conciencia del Rey, la de los de
-su Consejo, porque la de la misma persona real, yo no dudo sino que no
-tuvo culpa alguna, porque hizo todo lo que en sí era, como arriba queda
-declarado, y así fué, de todos estos errores y daños, excusado.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XX.
-
- En el cual se contiene una grande ingrata inhumanidad que los
- españoles, que iban á saltear hombres en las islas de los Lucayos, á
- ciertas gentes de la tierra Florida, hicieron.--Y parece ser éstos
- los primeros que aquella tierra descubrieron.--Y como Juan Ponce de
- Leon fué á descubrir por lo más alto, y descubrió el cabo Grande de la
- Florida, al cual le puso aquel nombre.--Y como fué á Castilla y vino
- por Adelantado della y Gobernador, y al cabo murió miserablemente.
-
-
-Dejemos agora por un rato perecer cada dia y cada hora los indios
-desta isla, y de la de Sant Juan, y la de Jamáica (porque en la de
-Cuba no habia áun entrado en este año de 11 la pestilencia de que
-hablamos), con las leyes y aditamentos tan saludables, de que dijeron
-los postreros consultores, juristas y teólogos, que con ellas quedaban
-justas y moderadamente ordenadas las cosas destas Indias, afirmándolo
-en Dios y en sus conciencias, y prosigamos en nuestra historia, lo
-que por estos años sucedió en esta isla y en estas tierras. Por este
-tiempo, aunque ya se andaba por el rebusco de las gentes yucayas,
-de que mucho habemos arriba, en el libro II, hablado, cómo nuestros
-españoles las vendimiaron, todavía, como vieron los vecinos desta isla
-que los indios della se les acababan (pero no por eso de matar cesaban
-los que se hallaban), con algunos dineros, que con la sangre de los
-ya muertos habian allegado, se juntaban en compañía y armaban uno ó
-dos navíos ó más, para ir á rebuscar los inocentes que por las isletas
-donde moraban, escondidos por los montes, se habian del furor pasado
-escapado. Entre otros, se juntaron siete vecinos de las villas de la
-Vega y Sanctiago, á lo que creo, y de otros lugares, y no faltaban
-mercaderes que les ayudaban, los cuales armaron dos navíos, metiendo
-en cada uno 50 ó 60 hombres, en aquellas romerías bien ejercitados,
-con sus bastimentos de pan, caçabí é carne, y sus pipas de agua,
-con todo lo demas necesario. Salieron de Puerto de Plata, de donde
-luégo, otro dia, ó poco más, llegan á las islas de los Lucayos, á las
-cuales llegados, y buscadas muchas dellas con diligencia suma, pero
-no hallaron nada, porque ya, los que ántes dellos por aquellas islas
-habian andado, los habian todos acabado con la priesa que arriba, en el
-libro II, queda bien demostrado; y porque les pareció que si se volvian
-vacíos sin presa, no sólo perdian los dineros que habian gastado, y el
-peligro, y trabajo, pero áun afrenta se les recrecia tornarse á esta
-isla sin sacar fruto alguno de su viaje, acordaron de se ir hácia el
-Norte á descobrir tierra, cuanto los bastimentos les durasen, y, si
-la hallasen, hacer en ella algun buen salto, aunque despues negaban
-que hobiesen navegado por su voluntad, sino que los habia forzado
-una gran tempestad, y arrebatado la fuerza della, que les duró dos
-dias, y que el postrero vieron cierta tierra á la cual se allegaron.
-Esta, cierto, fué la tierra y costa de mar, de la que agora llamamos
-la Florida, que debia estar de las islas de los Lucayos, de donde
-salieron, obra de 150 leguas, por mucho que con la tormenta anduviesen,
-y así sería la bahía que agora se llama de _Sancti Spiritus_, y desta
-isla Española estará 230 leguas, ó poco más; y si fueron sin tormenta,
-y por su voluntad, en dos dias con sus noches no andarian arriba de
-80 leguas, y, por consiguiente, llegarian al cabo de Sancta Elena, ó
-poco más, que es harto más cerca de acá. Llegados los navíos á tierra,
-la cual hallaron poblatísima, y como la gente vido los navíos, corren
-infinitos á la ribera de la mar espantados de ver los navíos y gente
-en ellos tan de otra manera de sí, que nunca visto habian, que no se
-hartaban de mirar. Salieron en tierra en sus barcas los nuestros, á los
-cuales como vieron salir, huyen todos de miedo, sin quedar persona que
-osase esperar. Siguieron ciertos mancebos más ligeros, y alcanzaron
-un hombre y una mujer, que no corrian tanto; lleváronlos á los navíos
-y vistieron sendas camisas, y diéronles de comer y otras cosillas de
-Castilla, que fué como carne de buitrera, que suele bien pagar el
-escote quien á comerla viene. Soltáronlos, llevándolos á tierra;
-perdido el miedo fuéronse muy seguros y contentos. Llegados éstos á
-donde la gente estaba, viéndolos así ataviados, confiando que todo
-era oro lo que relucia, y que debia ser buena y pacífica gente la que
-daba de lo que tenia, tórnanse sin miedo á venir todos seguros á la
-playa. El Rey dellos envia luégo 50 hombres á los cristianos, cargados
-de comida. Fueron algunos de los españoles al pueblo, recibiólos el
-Rey con gran reverencia y placer, dáles personas que los acompañen y
-guien para que vean los otros pueblos; donde quiera que llegaban, las
-gentes, con presentes de comida y de lo que tenian, como á hombres
-venidos del cielo, los salian á rescibir. Despues de andado por la
-tierra algunos dias, y visto lo que habia en ella, y el ojo vivo á
-si hallaran señal de oro acordaron nuestros españoles de pagarles la
-posada y benigno rescibimiento en la moneda que en los Lucayos y en
-otras partes lo solian hacer. Un dia, con astucia y mañas que tuvieron,
-convidaron á mucha gente, hombres y mujeres, á que á los navíos fuesen;
-ellos, con su simplicidad, esperando que serian tractados y hospedados
-con la fidelidad que lo habian hecho, por ir á ver los navíos fué
-tanta la jente que ocurrió, que no cabian en las barcas ó bateles, y
-hechos muchos barcajes y caminos, hinchiéronse de jentes, de mujeres
-y hombres, los dos navíos, y lo mismo hicieran si fueran ciento. Los
-navíos así llenos, alzan las anclas y sueltan las velas, y viénense
-camino desta isla, quitando los hijos á los padres, y las mujeres á los
-maridos, y por el contrario, los maridos á las mujeres, y los padres á
-los hijos; y desta manera dejaron aquella tierra, que tan amigablemente
-los habian rescibido, con tanta inhumana é ingrata obra escandalizada y
-agraviada, y con justa razon contra ellos hecha enemiga. Volviendo con
-su tan bien ganada presa los dos navíos, apartado el uno del otro, sin
-verse nunca más, pareció para testigo de su justicia; creyeron que por
-ser viejo se habia perdido, pero mejor creyeran que el divino juicio,
-por dalles luégo por tan gran maldad el castigo, quiso hundillo, y
-dejó el otro para que fuesen manifiestas las facinerosas obras que
-los españoles, contra estas inocentes naciones, perpetraban cada
-dia. Llegó aquel navío á este puerto y ciudad de Sancto Domingo con
-su presa, y sabido por los Jueces de apelacion, mostraron haber enojo
-dello y reprendieron los tiranos raptores, pero no los hicieron cuartos
-como merecian, porque su costumbre fué, ántes á los tales favorecer,
-como parecerá, si Dios quisiere, que hacer justicia dellos; allende que
-el uno dellos habia puesto en la compañía de los dos navíos, para ir
-á robar yucayos, su parte, y ésto bastaba para que todo aquello y más
-se disimulase, y verse há tambien la justicia que Dios hizo dél, quizá
-por sólo ésto, porque fué á morir á la misma tierra, ó á la cercana
-della, harto infelicemente; tractaron de los tornar á enviar á su
-tierra en el navío que los habian traido, pero no les faltó achaques ó
-inconvenientes que fingian para hacello, y bastaba, como dije, haber
-tenido el uno de los Jueces, en el armazon y granjería de los navíos,
-parte. Y es la verdad, que ya que vieron y cognoscieron la nefanda obra
-é injusticia con que los habian traido, que los pusieran en libertad y
-los ayudaran con casas y mantenimientos, y las otras cosas necesarias
-con que viviesen, y pareciese que les hacian alguna enmienda, pero
-no fueron dignos que acertasen alguna vez en hacer justicia y lo que
-debian, sino siempre al revés, y en todo errasen; lo que hicieron,
-para recompensa y consuelo de los que así habian sido agraviados, fué
-repartillos á quien quisieron, y quizá todos se quedaron en sus casas,
-mayormente del uno que puso la parte, como otras veces hicieron, para
-que sirviesen en las minas y haciendas, donde de angustia y tristeza,
-y trabajos no acostumbrados, en breve todos perecieron. Esta gente
-era más blanca que los demas; las mujeres venian vestidas de cueros
-de leones bien adobados, y los hombres, de otros animales. Deste
-salto hace mencion Pedro Mártir, en la Década 7.ª capítulo 2.º, donde
-da cuenta de muchas cosas que oyó referir por dichos de los indios
-que de allí trujeron; así de las costumbres y ritos de las gentes de
-allí, como de la calidad de la tierra y cosas que en ella habia, en
-especial perlas. Al olor, por ventura, desta nueva, en este tiempo, al
-principio del año de 511, debió moverse Juan Ponce de Leon, algunas
-veces nombrado, y el que arriba en el libro II dijimos que habia
-sido el primero que habia ido á inquietar y tiranizar los vecinos
-naturales de la isla de Sant Juan, porque como el almirante D. Diego
-Colon le hobiese quitado la gobernacion de aquella isla y puesto otro
-Gobernador, y se hallase rico de los sudores, sangre y angustias de
-tantos hombres y gentes que habia tenido en servidumbre, así en esta
-isla, en la provincia de Higuey, como en la dicha isla de Sant Juan,
-fué necesario que para que mostrase Dios la justicia y razon con que lo
-habia todo hecho y ayudado á hacer, emprendiese negocio y empresa donde
-malgastase lo robado y en muchos dias amontonado, y al cabo, con mala
-muerte, feneciese. Este armó dos navíos bien proveidos y aparejados
-de gente, que por la mayor parte, para descubrir, son marineros, y
-bastimentos de las otras cosas necesarias, y viniendo hácia el Norte
-desta isla Española, pasando las islas de los Lucayos, quiso tomar más
-arriba á mano izquierda del viaje que los dichos dos navíos habian
-llevado, y á pocos dias vido tierra, y ésta fué un cabo muy grande
-que sale á la mar del Norte, hácia el Sur, más de noventa leguas de
-toda la otra tierra, el cual hace el estrecho que llamamos agora la
-canal de Bahama, entre él y la isla de Cuba; luégo, como la vido,
-llegóse á reconoscella y púsole por nombre la tierra Florida, porque
-debiera parecerle fresca y florida como esté en 25° de la equinocial,
-como lo están las islas dichas de los Lucayos, que son fresquísimas
-y felicísimas. Esta misma tierra llamó el mismo Juan Ponce Bimine,
-no supe de dónde ó por qué causa tal nombre le puso, ó de dónde le
-vino, ó si la llamaron así los indios, porque no creo que saltó en
-tierra ni tuvo deste viaje habla con indios. Descubierta esta tierra,
-tornóse á la isla de Sant Juan, donde tenia sus haciendas, y de allí
-fué á Castilla y pidió al Rey merced, por el descubrimiento de nueva
-tierra que habia hecho, le hiciese Adelantado de Bimine y le diese la
-gobernacion della, porque él á su costa la queria poblar, con otras
-más preeminencias y provechos que debiera de pedir, como hombre acá
-experimentado, que yo no supe; lo cual, todo le concedió el Rey. Tornó
-de Castilla muy favorecido con título de Adelantado y Gobernador de
-Bimine, que él llamó por otro nombre la Florida, y que agora llamamos
-tambien Florida, aunque deste nombre decimos toda la tierra y costa de
-la mar que comienza desde aquel cabo grande que él descubrió, hasta
-la tierra de los Bacallaos, y por otro nombre la tierra del Labrador,
-que no está muy léjos de la isla de Inglaterra. Llegado á la isla de
-Sant Juan, tomó de allí de sus haciendas todo lo que habia menester y
-vínose á esta isla y puerto de Sancto Domingo, donde se rehizo de gente
-y navíos. Partióse deste puerto en el año de 512, y váse á su Bimine, y
-queriendo entrar en la tierra como habia entrado en estas islas, y las
-nuevas del salto que hicieron más abajo, en la misma tierra, los que
-habemos dicho, que debieran todas aquellas regiones de haber cundido
-y alborotado, los de Bimine defendieron su patria cuanto pudieron,
-y, peleando con sus pocas armas y flacas fuerzas, entre los primeros
-hirieron con una flecha al Juan Ponce, Adelantado y Gobernador. Parece
-que aunque no tienen hierba ponzoñosa por aquella tierra, fué la herida
-en tal lugar, que juzgó de sí mismo tener peligro, por lo cual mandó
-que todos se recogiesen á los navíos, y dejasen la tierra y lo llevasen
-á la Isla de Cuba, que era la tierra más propincua de donde estaban.
-En llegando á ella, y creo, si no me he olvidado, al puerto que hoy se
-llama del Príncipe, que es en la dicha isla, pasó desta vida puesto en
-tanto trabajo; y por esta manera perdió el cuerpo, gastó gran suma de
-pesos de oro, que, como dije, habia allegado con muchas muertes y vidas
-dolorosas y amargas de indios, y padeció trabajos muy grandes yendo y
-viniendo á Castilla, y á descubrir, y á querer poblar, y el ánima no
-sabemos cómo le ha ido. Y así feneció el adelantamiento de Bimine con
-todo lo demas.
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-CAPÍTULO XXI.
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-En este año de 1511 determinó el almirante D. Diego Colon, que estas
-islas y tierras gobernaba, de enviar á poblar la isla de Cuba, porque
-hasta entónces no se sabia más de que era isla, y buena tierra y
-abundante de comida, y estaba llena de gente, y como Diego Velazquez,
-de quien en el libro II, cap. 10, hicimos mencion, el Comendador Mayor
-le habia hecho su Capitan, en las crueldades que se hicieron en las
-provincias de Xaraguá, y las por allí comarcanas, y despues su Teniente
-de cinco villas de españoles que por ellas se poblaron; este Diego
-Velazquez, digo, como fuese el más rico y muy estimado entre los que
-acá de los antiguos desta isla, cuando el almirante D. Diego vino á
-gobernar, estaban, y habia tenido tan señalados cargos, y habia sido
-criado del adelantado D. Bartolomé Colon, tio del mismo Almirante,
-hermano de su padre, como arriba, en el libro I y II, queda muchas
-veces tractado, puso los ojos en él, y acordó enviallo á que poblase
-la dicha isla de Cuba, porque, en la verdad, ninguno otro en esta isla
-se hallara, ya que se habia de enviar á poblar segun el modo, y leyes,
-y camino, que en poblar, ó por, con muy mayor verdad decir, despoblar,
-y destruir estas tierras de que se usaba y acostumbraba, que tuviese
-tales ni tantas partes. Una era ser más rico que ninguno otro, otra
-era que tenia mucha experiencia en derramar ó ayudar á derramar sangre
-destas gentes malaventuradas, otra era, que de todos los españoles que
-debajo de su regimiento vivian era muy amado, porque tenia condicion
-alegre y humana, y toda su conversacion era de placeres y gasajos,
-como entre mancebos no muy disciplinados, puesto que á sus tiempos
-sabia guardar su auctoridad y queria que se la guardasen, otra era que
-tenia todas sus haciendas en Xaraguá, y en aquellas comarcas, junto á
-los puertos de la mar los más propincuos á la isla de Cuba, que habia
-de ser poblada. Era muy gentil hombre de cuerpo y de rostro, y así
-amable por ello, algo iba engordando, pero todavía perdia poco de su
-gentileza; era prudente, aunque tenido por grueso de entendimiento,
-pero engañólos con él. Sabido por esta isla que Diego Velazquez iba
-por poblador de Cuba, hobo mucha gente que se moviese á ir con él, lo
-uno por las razones declaradas, pero mucho más, cierto, porque cuantos
-en esta isla habia, por permision y castigo de Dios por haber muerto
-los indios, estaban y vivian necesitados, que con cuanto oro habian
-sacado nunca medraron ni quiso Dios que medrasen, y así estaban todos
-adeudados y trampeados, y muchos que no salian de las cárceles, ó de
-hecho ó con temor que allí habian de ir á parar, y por esta causa no
-dudo yo sino que, como tuviesen esta isla por cárcel, por salir della
-con el turco se fueran, yendo á poblar tierras de nuevo, y de que les
-habia de repartir los indios teniendo esperanza. Y generalmente fué
-aquesta la manera de ir adelante de unas islas en otras, y de unas de
-la gran tierra firme en otras, que nunca salian ni dejaban unas sin
-que primero no las hobiesen destruido y muertos los indios dellas, y
-despues que allí no enriquecian, porque Dios no consentia que, como
-dije, con cuanto robaban y mataban, medrasen, iban á robar y matar las
-gentes de adelante. Así fué, que desta isla salieron á la de Sant Juan,
-y á la de Jamáica, el año de 9, y tambien á tierra firme con Nicuesa
-y Hojeda, y agora, el año de 11, desta salieron para la de Cuba, y de
-allí á la Nueva España y á otras partes, como, placiendo á Dios, se
-verá. Finalmente, se allegaron, segun creo, hasta 300 hombres para ir
-con Diego Velazquez en tres ó en cuatro navíos, y recogiéronse todos
-en la villa y puerto que se llamaba Salvatierra de la Çavana, que es
-al cabo desta isla, como en el libro II queda declarado. Pero ántes
-que pasemos, en la partida y viaje de Diego Velazquez, y los que con
-él fueron, adelante, será bien referir lo que en la misma isla de Cuba
-pasaba. Para ésto es de saber, que por las persecuciones y tormentos
-que las gentes de esta isla de los españoles padecian, los que podian
-huir, ya está dicho arriba en el libro II, que huian á los montes,
-y si se pudieran meter en las entrañas de la tierra se metieran, y
-porque los de las provincias de Guahába estaban más propincuas á la
-isla de Cuba, porque no hay sino 18 leguas de mar en medio de punta á
-punta, muchos indios se metian en canoas, que son sus barquillas de
-un madero, como en el libro I se vido, y se pasaban huyendo á la isla
-de Cuba, entre los cuales se pasó un señor y Cacique de la provincia
-de Guahába, con la gente que pudo, llamado en su lengua Hatuéy, la é
-letra luenga, hombre prudente y bien esforzado, y en la tierra que
-está más propincua á la punta ó cabo desta isla, que se llamaba en su
-lengua Maycí, la última sílaba luenga, ó por la provincia por allí
-comarcana, hizo su asiento, por grado, ó por fuerza quizá de los que
-por allí vivian, y más parece que por grado, porque toda la más de la
-gente de que estaba poblada aquella isla, era pasada y natural desta
-isla Española, puesto que la más antigua y natural de aquella isla era
-como la de los Lucayos, de quien hablamos en el libro I y II ser como
-los Séres, que parecia no haber pecado nuestro padre Adan en ellos;
-gente simplicísima, bonísima, careciente de todos vicios, y beatísima,
-si solamente verdadero cognoscimiento de Dios tuviera. Esta era la
-natural y nativa de aquella isla, y llamábanse en su lengua cibonéyes,
-la penúltima sílaba luenga, y los desta, por grado ó por fuerza, se
-apoderaron de aquella isla y gente della, y los tenian como sirvientes
-suyos, no como esclavos, porque nunca en todas estas Indias se halló
-que hiciesen diferencia, ó muy poca, de los libres y áun de los hijos á
-los esclavos, cuanto al tractamiento, cuasi por la mayor parte, si no
-fué en la Nueva España y en las otras provincias donde acostumbraban
-sacrificar hombres á sus dioses, que sacrificaban comunmente los que
-en las guerras captivaban por esclavos, pero desto estaban libres los
-destas islas. Así que, aquel señor Hatuey, cognosciendo la costumbre de
-los españoles, de cuya cruel servidumbre habia huido, y desterrádose
-de su propia patria y señorío para otra, tenia siempre, parece que,
-sus espías, que sabian y le traian las nuevas del estado desta isla,
-porque debia de temer que algun dia habian de pasarse los españoles á
-aquella de Cuba. Y, finalmente, parece que supo la determinacion de los
-españoles, que estaban para pasarse á ella. Tenida esta nueva, un dia
-juntó su gente toda, y debia ser los hombres de guerra, y comiénzales á
-hacer un sermon, reduciéndoles á la memoria las persecuciones que los
-españoles habian hecho á la gente desta isla Española, diciéndoles:
-«Ya sabeis cuáles los cristianos nos han parado, tomándonos nuestras
-tierras, quitando nuestros señoríos, captivando nuestras personas,
-tomando nuestras mujeres y hijos, matando nuestros padres, hermanos,
-parientes y vecinos; tal Rey, tal señor de tal provincia y de tal
-pueblo, mataron; todas las gentes súbditas y vasallos que tenian, las
-destruyeron y acabaron; y si nosotros no nos hobiéramos huido, saliendo
-de nuestra tierra y venido á ésta, tambien fuéramos muertos por ellos
-y acabados, ¿vosotros sabeis por qué todas estas persecuciones nos
-causan, ó para qué fin lo hacen?» Respondieron todos: «Hácenlo porque
-son crueles y malos.» Respondió el señor: «Yo os diré por qué lo hacen,
-y ésto es, porque tienen un Señor grande á quien mucho quieren y aman,
-y ésto yo os lo mostraré.» Tenia luégo allí encubierta una cestilla
-hecha de palma, que en su lengua llamaban haba, llena, ó parte della,
-con oro, y dice: «Veis aquí su Señor, á quien sirven y quieren mucho,
-y por lo que andan; por haber este Señor nos angustian, por éste nos
-persiguen, por éste nos han muerto nuestros padres y hermanos, y toda
-nuestra gente, y nuestros vecinos, y de todos nuestros bienes nos han
-privado, y por éste nos buscan y maltratan, y porque, como habeis oido
-ya, quieren pasar acá, y no pretenden otra cosa sino buscar este Señor,
-y por buscallo y sacallo han de trabajar de nos perseguir y fatigar,
-como lo han hecho en nuestra tierra de ántes, por eso, hagámosle
-aquí fiesta y bailes, porque cuando vengan les diga ó les mande que
-no nos hagan mal.» Concedieron todos que era bien que le bailasen
-y festejasen; entónces comenzaron á bailar y á cantar, hasta que
-todos quedaron cansados, porque así era su costumbre, de bailar hasta
-cansarse, y duraban en los bailes y cantos desde que anochecia, toda
-la noche, hasta que venia la claridad, y todos sus bailes eran al son
-de las voces, como en esta isla, y que estuviesen 500 y 1.000 juntos,
-mujeres y hombres, no salian uno de otro con los piés ni con las
-manos, y con todos los meneos de sus cuerpos, un cabello del compás;
-hacian los bailes de los de Cuba á los desta isla gran ventaja en ser
-los cantos á los oidos muy más suaves. Así que, despues que bailando
-y cantando ante la cestilla de oro, se cansaron, tornóles el Hatuey
-á hablar, diciendo: «Mirad, con todo ésto que he dicho, no guardemos
-á este Señor de los cristianos en ninguna parte, porque, aunque lo
-tengamos en las tripas, nos lo han de sacar; por eso, echémoslo en este
-rio, debajo del agua, y no sabrán dónde está.» Y así lo hicieron, que
-allí lo ahogaron, ó echaron; ésto fué despues por los indios dicho,
-y entre nosotros publicado. Otras cosas notables hay que decir desde
-Cacique y señor Hatuey, que despues, á su tiempo y lugar, se dirán.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXII.
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-
-Tambien parece ser cosa conveniente, que ántes que refiramos la pasada
-y obras de los españoles á la isla y en la isla de Cuba, tractemos
-de la grandeza, sitio y hechura della, y sus calidades, y las cosas
-que contiene, y lo tocante á las costumbres y religion de las gentes
-naturales della, lo que no hicimos desta isla Española en esta
-historia, porque era cosa muy larga, pero explicámoslo en nuestra
-Historia Apologética muy en particular, y en general de la de Cuba,
-y por eso será razon de la de Cuba en este lugar particularizarlo.
-Cuanto, pues, á lo primero, la isla de Cuba tiene de longura pocas
-ménos de 300 leguas, andadas por tierra, puesto que por el aire y por
-el agua no haya tantas. De ancho tiene, tomándola del cabo ó punta
-primera oriental, que llamamos de Maycí, cuasi al tercio della, 55 ó 60
-leguas, y luégo se comienza á ensangostar y va siempre de allí hasta
-el cabo postrero ó punta occidental, poco más ó poco ménos angosta
-de 20 leguas. Su sitio es dentro del trópico de Cáncer en 20 y 20 y
-medio y hasta 21°. Es cuasi toda tierra llana y llena toda de montes
-ó florestas; desde la punta oriental de Maycí, 30 leguas ó más, tiene
-altísimas sierras, y al Poniente, pasadas las dos tercias partes de
-toda ella, tambien las hay, y al medio della, eso mismo, hay otras,
-puesto que no muy altas. Salen muy graciosos rios de una parte al
-Norte, y de otra á la del Sur, llenos de pescados, mayormente lizas y
-sávalos, y estos entran y suben de la mar. Cuasi en el medio de la isla
-tiene infinitas isletas juntas por la banda del Sur, que, como dijimos
-en el libro I, el Almirante, cuando la descubrió al segundo viaje, las
-llamó el Jardin de la Reina. Otras tiene, aunque no tantas, por la del
-Norte, que nombró el Jardin del Rey, Diego Velazquez; á la parte ó
-costa del Sur, ó austral, sale cuasi al medio della un rio poderoso que
-los indios llamaban Cauto, de muy hermosa ribera, en el cual se crian
-infinitos cocodrilos, que abusivamente llamamos lagartos, de los mismos
-que cria el rio Nilo, que suelen ser muy nombrados, ó por ventura se
-crian en la mar y suben el rio arriba, y los que pasan por este rio es
-menester no descuidarse, mayormente si les toma la noche en la ribera
-dél, porque salen fuera del agua y andan por tierra, y llevan el hombre
-que hallan durmiendo ó descuidado arrastrando al agua, donde lo matan
-y comen, sin dejar dél nada; y al pasar el rio suelen echar mano de
-los que van á pié, y tambien de los caballos. Esto mismo hacen donde
-quiera, en estas Indias, que los hay, mayormente en la tierra firme
-á la costa del Sur, en unas partes más y en otras ménos, son bravos
-segun están encarnizados. En todas estas islas, cuatro, no hay, ni ha
-habido, destos cocodrilos, sino en la de Cuba, y en ella, sólo en el
-dicho rio y á la banda austral, porque á la del Norte, ni en ella, ni
-en otra, excepto en la tierra firme como en el rio de Cumaná y en los
-de por abajo, que hay hartos. Los tiempos pasados, agora cincuenta
-años, pareció uno dellos en esta isla, á la misma banda del Sur,
-hácia la villa de Salvatierra de la Çavana, que es, como se ha dicho,
-al cabo desta isla, no me acuerdo bien si lo mataron. Al propósito
-tornando, muchos rios y arroyos tuvieron mucho oro, dello de marca
-que el castellano valia 450 maravedís; otro habia más fino y de más
-quilates que valia á 470 maravedís, y ésto solamente lo habia en las
-sierras y rios que salen al puerto de Xagua, que se dirá; otro habia
-bajo que valia á ducado el peso por tener mucho cobre. La dicha isla de
-Cuba es, como dije, muy montuosa, que cuasi se pueden andar 300 leguas
-por debajo de árboles; estos son diversos como los desta Española, y
-entre otros hay muy hermosos cedros, odoríferos y colorados, gruesos,
-como gruesos bueyes, de que hacian grandes canoas los indios, que
-cabian 50 y 70 hombres, para navegar por la mar, y destas era Cuba muy
-rica en su tiempo y abundante. Hay otros árboles de estoraque, los
-cuales no cognoscemos, mas que, si nos ponemos en algun alto en las
-mañanas, es cosa maravillosa el olor tan suave que se siente, que no
-parece sino que junto con el hombre, se quema preciosísimo estoraque,
-y ésto se siente por las mañanas, por los vapores de la tierra que lo
-suben, saliendo el sol, de los fuegos que los indios hacian de noche,
-como siempre tengan fuego de noche, no porque haga frio, sino fresco
-para ellos que no tienen como nosotros las camas, sino unas hamacas.
-Hay unos árboles que dan una fruta que se llamaban xáguas, la primera
-sílaba luenga, que son tan grandes como unos riñones de ternera, las
-cuales, quitadas del árbol, aunque no estén maduras, y aporreadas, y
-dejadas en un rincon de casa tres ó cuatro dias madurar, se hinchen
-todas de miel, y todo lo que tienen dentro, que es cierta carne, ó
-no sé á qué la compare, no es ménos sabrosa, y podré decir más que
-una pera enmelada y sazonada. Hay en toda la isla de Cuba tantas de
-parras monteses y de uvas en ellas, que hay lugares donde en un tiro
-de ballesta en rededor, se podrian coger cien cargas, y doscientas de
-uvas, y hacer vino dellas, puesto que ágrio, y yo lo bebí no muy ágrio,
-por manera, que si se cultivasen y les diese el sol y el viento, sin
-duda se harian domésticas y suaves, pero como están entre los montes y
-grandes árboles, ni el sol las calienta, ni refresca el aire; y como
-ya dije, la isla tiene de luengo cerca de 300 leguas, y se puede andar
-toda por debajo de los árboles, y en todos los montes haya parras,
-soliamos decir que habiamos visto viña tan grande que duraba 300
-leguas. El gordor de muchas parras dellas, las vimos mucho mayor de un
-hombre, y no es encarecimiento decir ésto, y no es maravilla, pues los
-cedros y otros árboles son tan gruesos como arriba decimos, lo cual
-causa la gran humidad y fertilidad y grosedad de la isla. Toda ella es
-más fresca y más templada que esta isla Española, y es tierra muy sana.
-Tiene puertos admirables, muy más cerrados y seguros para muchas naos,
-que si los hobieran hecho á mano, en especial en la costa ó ribera del
-Sur, como es el de la ciudad de Santiago, el cual es de la forma de
-una cruz, pero el de Xágua no creo yo que puede ser otro mejor, y ni
-quizá tal en todo el mundo. Entran las naos por aquella angostura, que
-terná un tiro de ballesta ó poco más, si no me he olvidado, y dentro
-hay 10 leguas de agua con tres isletas que á la una ó á las dos de las
-cuales pueden atar las naos en un estaca sin que se meneen de allí,
-porque toda aquella anchura y capacidad del puerto está cerrada de
-sierras como, si estuviesen dentro de una casa. Es tanta la multitud
-de pescado que en él hay, mayormente de lizas, que tenian los indios
-dentro del mismo puerto, en la misma mar, corrales hechos de cañas
-hincadas, dentro de los cuales estaban cercadas y atajadas 20, y 30 y
-50.000 lizas, que una dellas no se podia salir, de donde con sus redes
-sacaban las que querian, y las otras dejábanlas de la manera que las
-tuvieran en una alberca ó estanque. En la ribera ó costa del Norte hay
-buenos puertos, y el mejor y mucho bueno es el que llaman de Carenas
-y agora de la Habana; éste es él mucho bueno y capaz de muchas naos,
-y pocos hay en España, y quizá ni en muchas partes del mundo, que se
-le iguale, y éste cae casi al cabo de la isla, hácia el Poniente; y
-20 leguas de allí, más al Levante, hay otro llamado el de Matanzas,
-pero no es muy seguro ni guardado. El puerto que llaman del Príncipe
-tambien es muy bueno, y éste cuasi está al medio de la isla, y cuasi al
-cabo hay otro llamado de Baracoa, razonable, y otros en medio destos,
-algunos, que son buenos surgideros para navíos no muy grandes. Las
-aves que hay en aquella isla son muchas, como palomas, y tórtolas, y
-perdices naturales como las de España, pero son menores, y fuera de las
-pechugas, en lo demas tienen poca carne, y, si no es en aquella isla,
-ni en esta Española, ni en otra destas islas, perdices no las hay. Lo
-mismo decimos de grullas, que en sola Cuba se hallan, sino en la tierra
-firme hay tambien otras aves que en ninguna parte destas Indias, islas
-ni tierra firme no se han hallado, á cuanto yo tengo entendido; estas
-son unas aves de la misma forma y grandor de grullas, las cuales al
-principio son blancas como una paloma bien blanca, y poco á poco se
-van haciendo coloradas, y al cabo ninguna pluma tienen que no sea
-muy colorada, cosa hermosa es de ver. Y si estas aves alcanzaran los
-indios de la Nueva España, por ser tan curiosos artífices de hacer
-cosas de pluma, lo que ningunas gentes del mundo hasta hoy se hallaron
-que tales obras hiciesen, tuviéranlas por cosa muy preciada; y es cosa
-de ver cuando se comienzan á colorar, que como siempre están 500 y
-1.000 juntas, no parecen sino greyes de ovejas señaladas ó almagradas,
-comunmente no andan volando como las grullas, sino que siempre están en
-la mar, todas las zancas ó piernas metidas en el agua salada, los piés
-en el suelo que no les llega á la pluma el agua, y ésto es porque no se
-mantienen sino de las hierbas, ó quizá pescadillos que están dentro de
-la mar, y deben beber de la misma agua, porque si los indios tomaban
-alguna dellas para tenerla en casa, le han de echar el caçabí ó lo
-que les dan de comer en un vasija de agua, y en ella echalles un puño
-de sal. Hay inmensidad de muy graciosos papagayos muy verdes, y sólo
-tienen sobre el pico, en la frente, una poquita de pluma colorada, y en
-ésto difieren de los desta isla Española, porque los desta, aquello de
-sobre el pico es blanco ó cuasi como pelado. Por Mayo, y desde adelante
-cuando ellos son nuevos, son de comer, cocidos y asados, muy mejores
-que zorzales en su tiempo, ni otras buenas aves. Tomaban los indios
-por ésta manera cuantos querian sin que uno se les fuese; sobíase un
-niño de diez ó quince años en un árbol con un papagayo vivo, poníase
-sobre la cabeza una poca de hierba ó paja, y en tocando con la mano
-en la cabeza del papagayo dá luégo voces como quejándose, luégo todos
-los papagayos que andan en el aire, que son innumerables, en oyendo
-al papagayo atado, se vienen, sin quedar ninguno, y asiéntanse en el
-árbol; el muchacho tiene una varilla muy delgada con un hilo delgado,
-y al cabo hecho un lazo, y su poco á poco echa el lazo al pescuezo de
-cada papagayo, porque no se asombra de la varilla, ántes piensa que es
-cosa del mismo árbol, y tira y traelo á la mano, tuércele la cabeza y
-échalo abajo; y así hace á todos los que quiere, hasta que ve abajo el
-suelo cubierto de papagayos, que le parece que no podrá llevar más á
-cuestas de los echados, y si de una vez quisiese llevar mil, y diez
-mil, podria matallos, porque por demas es que los papagayos se levanten
-del árbol, en tanto que el papagayo atado se quejare ó graznare.
-Hay unas aves que vuelan cuasi junto con el suelo, que los indios
-llamaban biáyas, la média sílaba luenga, que los indios corriendo las
-alcanzaban, y tambien con perros, si no me he olvidado, las cuales,
-cocidas, hacen el caldo como azafranado; son muy sabrosas y teniamos
-en lugar de faisanes. Habia en aquella isla una especie de caza harto
-provechosa y abundante, que los indios nombraban guaminiquinájes, la
-penúltima luenga; éstos eran tan grandes como perrillos de halda,
-tenian muy sabrosa carne, y, como dije, habia dellos grande abundancia.
-Tenian dos hombres que comer en uno, al ménos dos para entre tres
-bastaba; matábanse por piés y con un garrote, y mucho más con perros,
-porque eran en correr muy torpes. Despues que hobo puercos de los
-nuestros los acabaron todos, como en esta isla las hutias, que era
-otra especie de caza; la hechura era, y en especial la cola, como de
-ratones. Habia y hay en aquella isla culebras admirables, gruesas como
-una gorda pierna de hombre, y muy grandes, todas de pintura pardas, muy
-torpes, que las pisaba el hombre, hechas roscas, y cuasi no lo sentian.
-Habia eso mismo iguanas, que son propias sierpes, de hechura de
-lagartos, tan grandes como unos perrillos de halda, pintadas. El comer
-dellas, dicen los nuestros, que exceden á faisanes, pero nunca pudieron
-conmigo que las probase. De pescado es aquella isla muy demasiadamente
-copiosa y abundante por ambas á dos costas ó partes, lizas, mojarras
-de las de Castilla y sávalos muy grandes, y agujas, y otros muchos
-pescados; pero por la banda ó costa del Sur, como hay infinitas
-isletas, como dije llamarse Jardin de la Reina, y la mar hace mucho
-remanso entre ellas y la grande, críanse por allí tantas de tortugas
-que no tienen número, cuya pesquería es admirable: las tortugas son tan
-grandes como una gran rodela, y áun como una adarga, pesa cada una, con
-la carne ó pescado y manteca que tiene, comunmente cuatro arrobas, que
-es un quintal. Es muy buena de comer y cosa muy sana, la manteca della
-es como enjundia de gallina, muy amarilla, que parece, derretida, como
-oro. Es buena para limpiar lepra y sarna, y enfermedad semejante. Hay
-para comer en una tortuga 10 hombres que se harten, y más; tiene 500 y
-600 huevos como de gallina; no tienen cáscara, sino una tela delgada;
-salen de la mar á poner los huevos en tierra, y entiérranlos en el
-arena, y el sol con el arena los ampolla, y de cada huevo sale una
-tortuguita y luégo van todas á buscar la mar por instinto natural. La
-pesca dellas es con este arte; tomaban los indios un pece que llaman
-los marineros pece reveso, que será como una buena y gorda sardina en
-el tamaño, y atábanle un cordel bien delgado á la cola, y de largo 30 y
-50 brazas, segun convenia ser largo, y echábanlo á la mar, el pececillo
-va luégo á buscar las tortugas, y en hallándolas pegábasele á una en la
-concha de abajo, y cuando el indio via que sería tiempo, tiraba de su
-hilo ó cordel su poco á poco, y traia por el agua la tortuga que pesaba
-un quintal, como si trujera una chica calabaza; el pezecillo reveso, en
-pegándose, donde quiera que se pegue, nunca se puede de allí quitar,
-sino haciéndolos pedazos. Desta manera se tomaban tantas tortugas, que
-á cada paso se podia hacer y se hacia una carnicería de tanta carne, ó
-lo que es, como se podria hacer de cien vacas; y así, acaecia venir 300
-ó 400 indios de aquella carne ó pescado cargados, que nos presentaban.
-Porque así como decimos que tenian de lizas corrales, así tambien los
-tenian, entre aquellas isletas, de tortugas, quinientas y mil juntas,
-que ninguna salia ni se podia ir de los cercados hechos de seto de
-cañas. Allende de todo lo dicho, cuanto al pan caçabí, hallamos aquella
-isla llena de aquellas sus labranzas, y nunca se ha hallado tierra en
-estas Indias, que en abundancia de comida y de las cosas necesarias, le
-hiciese ventaja.
-
-
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-
-CAPÍTULO XXIII.
-
-
-Dicho de aquella isla lo que toca á la grandeza, sitio y cualidades,
-y de lo que en sí contenia, como está declarado, consiguientemente
-se sigue deber decir lo que concierne á la gente de que la hallamos
-poblada. Las gentes que primero la poblaron eran las mismas que tenian
-las islas de los Lucayos pobladas, gentes simplicísimas, pacíficas,
-benignas, desnudas, sin cuidado de hacer mal á nadie, ántes bien, unas
-á otras, como parece asaz claro en el libro I, cuando las descubrió
-y anduvo entre ellas muchos dias el primer Almirante, se favorecian.
-Despues pasaron desta isla Española alguna gente, mayormente despues
-que los españoles comenzaron á fatigar y á oprimir los vecinos
-naturales desta, y, llegados en aquella, por grado ó por fuerza en
-ella habitaron, y sojuzgaron por ventura los naturales della, que,
-como dije arriba, llamábanse cibunéyes, la penúltima luenga, y, segun
-entónces creimos, no habia cincuenta años que los desta hobiesen pasado
-á aquella isla. Finalmente, la gente que hallamos en ella era poco más
-ó poco ménos como la de ésta, escepto la de los dichos cibunéyes, que,
-como dije, muy modesta y simplicísima. Tenian sus Reyes y señores, y
-sus pueblos de 200 y 300 casas, y en cada casa muchos vecinos, como
-acostumbraban los desta isla. Vivian todos pacíficos, no me acuerdo
-que oyésemos ni sintiésemos que unos pueblos contra otros, ni señores
-con otros, tuviesen guerra. Estaban, como dije, abundantísimos de
-comida y de todas las cosas necesarias á la vida; tenian sus labranzas,
-muchas y muy ordenadas, de lo cual, todo tener de sobra y habemos con
-ello matado la hambre, somos oculares testigos. Tambien dije que sus
-bailes y cantos eran más suaves y mejor sonantes, y mas agradables
-que los desta isla. La religion que tenian ninguna era, porque ni
-tenian templos, ni ídolos, ni sacrificios, ni cosa que cerca desto
-pareciese á idolatría, sólo tenian los sacerdotes, ó hechiceros, ó
-médicos que en nuestra Apologética Historia dijimos tener las gentes
-desta isla, los cuales se cree que hablaban con los demonios, ó los
-demonios les declaraban sus dudas y les daban, de lo que pedian,
-respuestas. Y para ser dignos de aquella vision ó comunicacion
-diabólica, desta manera que diremos se disponian: ayunaban tres y
-cuatro meses, y más, continuos, que cuasi cosa no comian, si no era
-cierto zumo de hierbas que sólo bastaba para no espirar y salírseles
-el ánima, despues que así quedaban flaquísimos y macerados, eran ya
-dignos y aptos para que les apareciese aquella vision infernal, y
-con ellos comunicase, y apareciéndoles, notificaba si habia de haber
-buenos ó malos temporales, si enfermedades, si hijos les nacerian ó
-vivirian los ya nacidos, y otras cosas que le preguntaban; y estos
-eran sus oráculos, como fué costumbre en todas las naciones del mundo,
-que carecieron del cognoscimiento del verdadero Dios, tener ciertos
-hechiceros ó sacerdotes, hombres ó mujeres, que llamaban pythios ó
-pythias, que de tal manera tenia pacto con el diablo, que, ó se le
-revestia en el cuerpo, ó le aparecia en alguna manera ó forma, del
-cual tenian sus respuestas, y sabian las cosas por venir que los
-demonios podian saber por vía natural ó experiencia, como que desde á
-tantos dias lloveria ó cosas semejantes. Y es de saber, que siempre
-los demonios tuvieron industria de ganar algunas personas en toda la
-gentilidad, que tenian por principales ó inmediatos ministros, con
-los cuales engañaban á toda la otra gente, y estos escogian segun las
-inclinaciones cognoscian tener para las supersticiones más aparejadas,
-á los cuales por diversas vías, permitiéndolo Dios por sus pecados,
-engañaban y ganaban, y despues obligábanlos con pacto expreso ó tácito
-de serles subjectos y obedientes, y los demonios á ellos, para hacer
-lo que les mandasen. Desto hablamos muy largo en nuestra Historia
-Apologética, descubriendo grandes cautelas de los demonios, astucias
-y engaños con que señorearon por esta vía todo el linaje humano. Así
-era en estas gentes, de gracia y de doctrina, como todas las otras
-del mundo, desmamparadas, y por medio destos, que los indios llamaban
-en la lengua desta Española y de Cuba behíques, la media sílaba
-luenga, debian sembrar en toda la otra gente muchas supersticiones y
-agorerías, y ramos, ó señales de idolatría, que nosotros por aquellos
-tiempos de escudriñarlo no curamos, y así los tuvieron en esta isla
-Española, como en el susodicho libro declaramos. Hacíanse aquellos
-behíques ó hechiceros, médicos, y curaban soplando, y con otros actos
-exteriores, y hablando entre dientes algunas palabras. De cualquiera
-destas supersticiones, y de tener respuestas del demonio echan luégo
-mano los españoles para blasfemar destas gentes, y piensan que por
-aquellas supersticiones tienen mayor derecho á roballas oprimillas y
-matallas, lo cual les proviene por grande ignorancia de la ceguedad
-y errores, supersticiones y idolatría de la gentilidad antigua, en
-las cuales no estuvo ménos zabullida España, y á aquella ignorancia
-no faltó ni falta en los nuestros malicia grande, que la acompaña,
-por justificar sus crueles obras si pudiesen algo; y sepan lo que
-debian de considerar, que donde quiera que doctrina y la palabra de
-Dios falta, por muy políticos, y sábios, y áun cristianos que sean
-los hombres, se olvidan y depraban, y hallarán por experiencia que en
-los pueblos donde hay frecuencia de sermones, la gente suele haber
-morigerada, compuesta y bien ordenada, y donde más mucho más; por el
-contrario, donde hay pocos ó ningunos, verán los hombres, por la mayor
-parte, sueltos, descompuestos, desbaratados en las costumbres, y poco
-á poco se tornan insensibles para las cosas espirituales como animales
-y brutales, y así, una de las mayores plagas y azotes que Dios suele
-dar á los pueblos, que determinan desmampararse de la palabra de Dios
-es de sermones privallos, y así lo amenaza Dios por los profetas:
-_Mittant famem in terram, non famem panis sed audiendi verbum Dei_,
-etc. Así que, ninguno se maraville ni haga contra estas gentes ascos,
-porque, donde quiera que gracia y doctrina falta, no hay causa de
-nos maravillar de los defectos y pecados que tienen y hacen, sino
-de los que no tienen y no hacen hay razon y materia de nos espantar.
-Cognoscimiento tenian estas gentes de Cuba, de que habia sido el cielo
-y las otras cosas criadas, y decian que por tres personas, y que la
-una vino de tal parte, y la otra de tal, con otras patrañas; yo les
-decia que aquellas tres personas eran un verdadero Dios en Trinidad,
-etc. Tuvieron noticia grande del Diluvio, y que se habia perdido el
-mundo por mucha agua. Decian los viejos de más de setenta años, que un
-hombre, sabiendo que habia de venir el Diluvio, hizo una nao grande, y
-se metió en ella con su casa, y muchos animales, y que envió un cuervo,
-y no volvió por comer de los cuerpos muertos, y despues envió una
-paloma, la cual volvió cantando y trujo una rama con hoja que parecia
-de hovo, pero que no era hovo; el cual salió del navío, y hizo vino
-de las parras monteses que hay en Cuba, y se embriagó, y teniendo dos
-hijos, el uno se rió y dijo al otro, echémonos con él, pero el otro le
-riñó y cubrió al padre; el cual, despues de dormido el vino y sabida la
-desvergüenza del hijo, lo maldijo, y al otro dió bendiciones, y que de
-aquel habian procedido los indios destas tierras y por eso no tenian
-sayos ni capas, pero los españoles, del otro que no se rió, por lo cual
-andaban vestidos y tenian caballos. Esto refirió un indio viejo de
-más de setenta años, á un español llamado Gabriel de Cabrera, porque
-un dia, riñendo con él y llamándole perro, respondió el indio: «¿Por
-qué me riñes y llamas perro? ¿Por ventura, no somos hermanos todos?
-¿Vosotros no procedeis del un hijo de aquel que hizo la nao grande por
-salvarse del agua, y nosotros del otro?» Esto refirió despues el mismo
-indio delante de muchos otros españoles, publicado por el dicho Cabrera
-su amo, y el mismo Cabrera me lo dijo á mí, despues muchos años, haber
-así acaecido; era hombre prudente y honrado. Cerca de las costumbres
-y leyes que tenian, como duraron poco por la causa que los desta isla
-Española, ni los primeros que allí fuimos, ni los que despues aquella
-isla asolaron no entendimos dellas nada. Lo que podemos con más
-seguridad dellos juzgar es, que pues los hallamos en sus pueblos, y
-con sus señores y Reyes pacíficos y ordenados, que, _manu regia_, como
-antiguamente se rigieron sin leyes, al principio, los romanos, por
-alvedrío y prudencia del Rey, así estos debian en aquella isla entre
-sí, en justicia y paz, ser gobernados. Y éste es muy claro y averiguado
-argumento, y señal de haber justicia y ejercicio della en algun reino,
-ciudad ó pueblo, ó de la gente ser en sí virtuosa, cuando entre los
-vecinos hay paz, y cada uno vive y está contento con lo suyo porque sin
-justicia, segun el Filósofo y Sant Agustin, en el libro II, capítulo
-21, _De Civitate Dei_, ninguna comunidad de gente junta, aunque sea
-en una casa, puede permanecer ni mucho durar. Pues como estas gentes
-desta isla y de la de Cuba, y de todas estas Indias, las hayamos
-hallado vivir en pueblos y en ayuntamientos grandes, como lugares y
-ciudades, aunque más dellos no sepamos, podemos razonablemente juzgar
-que, ó eran con justicia por sus mayores gobernadas, ó que de su propia
-y natural condicion vivian cada uno sin ofensa y daño de los demas.
-Como dijimos en nuestra Apologética Historia, las gentes destas cuatro
-islas, Española, Cuba, Sant Juan y Jamáica, y las de los Lucayos,
-carecian de comer carne humana, y del pecado contra natura, y de hurtar
-y otras costumbres malas; de lo primero ninguno dudó hasta hoy, de lo
-segundo, tampoco aquellos que tractaron y cognoscieron estas gentes,
-solamente Oviedo que presumió de escribir historia á lo que nunca vió,
-ni cognosció, ni vido algunas destas, las infamó deste vicio nefando,
-diciendo que eran todos sodomitas, con tanta facilidad y temeridad,
-como si dijera que la color dellas era un poco fusca, ó morena más que
-la de los de España. Es verdad, lo que aquí digo, que por muchos años
-que en esta isla estuve, y vide, y cognoscí las gentes della, y tracté
-con los españoles y con religiosos, y españoles que con el primer
-Almirante la primera vez vinieron, y con mi mismo padre que con él
-entónces vino, y que nunca jamás oí ni sospeché, ni sentí que hombre
-hablase, ni sospechase, ni sintiese dellas cosa deste vicio, más que se
-habla, ni entiende, ni se siente, ni sospecha de los de España que son
-los nuestros, ántes oí decir algunas veces á los mismos españoles que
-los oprimian y acabaron de matar, «¡oh, qué gente tan bienaventurada
-era ésta si fueran cristianos!» cognosciendo la bondad natural que
-tenian y carecian de vicios; y despues, mirando yo de propósito en
-ello, y preguntando á personas que pudieran saber ó sospechar algo
-dello, si lo hobiera, y me fué siempre respondido, que ninguna memoria
-ni sospecha se tuvo desto. Y entre otras personas fué una mujer vieja,
-india, Cacica ó señora, que habia sido casada con un español de los
-primeros en esta isla, estándola yo confesando, miré en preguntarle si
-ántes que los españoles á esta isla viniesen habia entre los hombres
-alguna costumbre, ó mácula deste vicio, y me respondió: «Padre, no,
-porque si la hobiera entre los indios, las mujeres, á bocados, los
-comiéramos y no quedara hombre dellos vivo.» En la isla de Cuba, cuando
-allí fuimos, hallamos un indio sólo que traia unas naguas, que es
-vestidura de mujeres, con que se cubren desde la cinta á la rodilla,
-de lo cual tuvimos alguna sospecha si habia algo de aquello, pero no
-lo averiguamos, y pudo ser que por alguna causa, aquel ó otros, si
-quizá los habia, se dedicasen á hacer oficios de mujeres y trujese
-aquel vestido, no para el detestable fin, de la manera que refiere
-Hipócrates y Galeno, que hacen algunas gentes cithias, los cuales por
-andar mucho á caballo, incurren cierta enfermedad, y para sanar della
-sángranse de ciertas venas, de donde finalmente les proviene á que
-ya no son hombres para mujeres, y, cognosciendo en sí aquel defecto,
-luégo mudan el hábito, y se dedican, ofrecen y ocupan en los oficios
-que hacen las mujeres, y no para otro mal efecto, así pudo ser allí,
-é en otras partes destas Indias donde aquellos se hallasen, ó por
-otras causas, segun sus ritos y costumbres, y no para fin de aquellas
-vilezas. Afirmar, pues, como hace Oviedo que todos eran sodomitas
-los que aquella y desta isla, bien creo, que de haberlo escripto,
-donde quiera que hoy está le pesa, y plega á Dios que sea pesar con
-fruto de conciencia; levantóles á estos destas islas y á otros muchos
-destas Indias, falsísimos testimonios, cierto, infamándolos de grandes
-pecados y de ser bestias, porque nunca abrió la boca, en tocando en
-indios, sino para decir mal dellos, y estas infamias han volado cuasi
-por todo el mundo, como há dias que temerariamente publicó su falsa
-historia, dándole el mundo crédito, el cual él no merecia por sus
-falsedades grandes y muchas que dijo destas gentes, pero el mundo no
-considera más de que se ponga en molde, cualquiera que sea, con que
-tenga cosas nuevas y sabrosas, ó conformes á lo que para sostener los
-suyos mundanamente desea, y porque costumbre vieja suya es rescibir é
-creer más fácilmente lo malo que lo bueno. Puesto que si la historia
-de Oviedo llevara en la frente escripto como su autor habia sido
-conquistador, robador y matador de los indios, y haber echado en las
-minas gentes dellos, en las cuales perecieron, y así ser enemigo cruel
-dellos, como se dirá, y él mismo lo confiesa, al ménos entre los
-prudentes y cristianos cuerdos, poco crédito y auctoridad su historia
-tuviera.
-
-
-
-
-CAPÍTULO XXIV.
-
-
-Era gente pacífica, como dije, y benigna la de Cuba como la desta isla
-Española, y creo que podia decir que á la desta, en ello, excedia,
-puesto que no se qué mayor señal de benignidad puede decirse que la
-que al Almirante primero, y á los primeros cristianos que con él,
-al descubrimiento desta tierra, vinieron, el rey Guacanagarí en su
-hospedaje y tractamiento, por muchos dias, como en el libro I dijimos,
-hizo. Igual desta parece la benignidad y caritativo acogimiento, que
-los vecinos de la provincia ó pueblo de Cueyba, en la isla de Cuba,
-hicieron à Alonso de Hojeda y á su compañía, cuando salieron de la
-gran ciénaga cuasi muertos, como en el libro II, capítulo 60, se dijo,
-donde los pudieran matar á todos sin que hobiera memoria dellos, como
-lo pudiera hacer el dicho Rey Guacanagarí al Almirante viejo cuando
-se le perdió la nao en aquel puerto que llamó de la Navidad. Lo
-mismo hicieron los mismos indios vecinos de la dicha isla de Cuba al
-bachiller Anciso, y á Çamudio y á Valdivia, cuando vino echado Anciso
-de tierra firme, como se dirá, con un navío y ciertos marineros, harto
-sólo y desbaratado, y en especial le fué hecho amorosísimo acogimiento
-por un gran señor y Rey de la provincia ó pueblo que se llamaba Macáca,
-la media sílaba luenga, que es á la costa de la mar del Sur, y tiene
-un puerto 15 ó 20 leguas del de Santiago, si no me he olvidado. Este
-Rey ó Cacique se nombró el Comendador, la razon de su nombre diremos
-luégo, el cual hizo y su gente, á Anciso y á los que con él venian,
-tantas y tales obras, que en su misma casa no le fueran hechas mejores.
-Y otros españoles habian venido ántes por allí, (porque todos los
-desbaratados que venian de tierra firme aportaban á aquella isla), que
-habian rescibido las mismas; de los cuales se quedó un marinero en
-aquel pueblo de aqueste señor, enfermo, por no estar para pasar con
-los demas en canoas, á lo que creo, á esta isla. Este marinero, con
-lo que sabia de cristiano, aprendido algo de aquella lengua, enseñó
-al Cacique y á su gente algunas cosas de Dios, en especial los impuso
-en devocion de Nuestra Señora, diciendo que era Madre de Dios, y que
-habia quedado despues del parto vírgen, mostrándoles una imágen de la
-Vírgen que en papel traia, la cual le pidió el Cacique, y recitábales
-muchas veces el Ave-María. Inducióle que hiciese hacer una iglesia como
-casa de Nuestra Señora, la cual hicieron y un altar en ella; la cual,
-luégo adornaron con cosas hechas de algodon, segun que mejor pudieron.
-Pusiéronle muchas vasijas de comida y de agua, creyendo que de noche ó
-de dia, si tuviese hambre, comeria; enseñóles como á las mañanas y á
-las tardes fuese el Cacique y los vecinos á saludar á Nuestra Señora,
-diciendo la oracion angélica. El Rey y todos entraban en la iglesia
-y se hincaban de rodillas, las cabezas bajas, juntas las manos, muy
-humildes, diciendo: «Ave-María, Ave-María, Sancta María, ayúdanos»
-porque más adelante destas palabras, si no eran pocos, de coro aprender
-no podian. Quedóles esta costumbre despues que el marinero sanó y se
-pasó á esta isla, que no pasaba dia que su devocion y oraciones no
-proseguian; y cuando llegó el bachiller Anciso y los que con él iban,
-luégo el Cacique y Rey Comendador los tomó por la mano con grande
-alegría y llevó á la iglesia, señalándoles con el dedo la imágen,
-diciendo que aquello era gran cosa, y que la querian mucho porque era
-la Madre de Dios, Sancta María. Fué inestimable la devocion que el
-Cacique y toda su gente tuvieron á Nuestra Señora, en cuyo honor lo
-compusieron cantares y bailes, repitiendo en ellos muchas veces Sancta
-María; y, segun Anciso referia, vieron patentes milagros que Nuestra
-Señora con ellos hizo, de donde procedió devocion á otros pueblos con
-quien tuvieron ciertas pendencias, segun dijo Anciso. Hace mencion de
-todo ésto Pedro Mártir, en su Década segunda, cap. 6.º, escribiéndolo
-al Papa Leon X, habiéndolo oido en Valladolid del mismo Anciso. El
-cual dice al Papa por estas palabras en el fin de aquella epístola:
-_Hæc volui, Beatissime Pater, de incolarum religione recensuisse, quæ,
-non ab Anciso solum verum et a pluribus aliis auctoritate pollentibus
-viris, scrutatus sum, que intelligat Beatitudo tua quam docile sit hoc
-genus hominum, quamque facilis pateat eis ad nostræ religionis ritus
-imbuendos aditus. Nequeunt ista fieri repente; paulatim ad Christi
-legem Evangelicam, in cujus culmine sedes, trahentur omnes, et tui
-gregis oves multiplicatas in dies magis ac magis, Beatisime Pater
-intelliges._ El nombre del Cacique, Comendador, lo hobo desta manera,
-que como de los españoles que por allí venian supiese que era bien
-ser cristiano baptizándose, y pidiese el baptismo, no supe quién lo
-baptizó, mas de que cuando el nombre se le habia de dar, preguntó que
-cómo se llamaba el señor grande de los cristianos que aquesta isla
-Española gobernaba; dijéronle que se llamaba el Comendador, y entónces
-dijo que aquel queria que fuese su nombre; de donde parece, que en
-tiempo del Comendador Mayor de Alcántara, que gobernó esta isla, fué
-aquél Cacique cristiano, y ésto no parece que pudo ser sino el año de
-508, y por Sebastian de Ocampo, que envió el dicho Comendador Mayor á
-que bojase y rodease aquella tierra de Cuba, porque áun no se sabia
-si era isla ó tierra firme, porque ántes del año de 8, ninguno llegó
-por allí, si no fué cuando la quiso rodear, el año de 4, el Almirante,
-si quizá llegó allí entónces y lo hizo baptizar, porque llevaba
-consigo clérigo capellán, y le hizo poner otro nombre y despues tomó
-el del Comendador Mayor de Alcántara, pero creo que no, porque por
-allí tuvo muchos trabajos de tormentas y vientos contrarios. Despues
-del año de 8, ya no habia Comendador Mayor en esta isla, sino el
-segundo Almirante; pudo tambien ser, que alguno de los que venian de
-tierra firme, despues del año de 509, clérigo, y áun quizá seglar,
-se atrevió á baptizarlo y ponelle aquel nombre por ser aficionado al
-dicho Comendador Mayor. Por las cosas ya dichas de la benignidad y
-buen tratamiento que los indios, vecinos de aquella isla de Cuba, con
-Hojeda y con Anciso usaron, y así tambien con los de ántes ó despues
-destos españoles que por aquella isla de tierra firme pasaron, parece
-claro ser falso lo que refiere allí Pedro Mártir, conviene á saber,
-que cuando llegaron á aquella isla Colmenares y Caicedo, procuradores
-que los del Darien á Castilla enviaron, hallaron la carabela en que
-Valdivia habia venido, cuando lo envió Vasco Nuñez la segunda vez á
-esta isla Española, como se dirá, en la costa de la mar, hecha pedazos
-en el agua, y juzgaron que los indios los habian muerto, la cual pudo
-perderse como se perdió, segun diremos, en la mar, y ahogarse todos,
-y despues echar la tormenta donde la hallaron. Cuanto más, que si á
-aquellos mataran, y los de Cuéyba mataran á Hojeda y á los demas, y el
-Comendador y su gente hicieran pedazos á Anciso y á los de su compañía,
-y á todos los que ántes destos por allí pasaron, justamente lo hacian,
-como á gente de cruel y tiránica infamada, y de quien sabian que
-habian destruido esta isla Española, y tantas islas de los Lucayos, de
-todos los cuales se habian ido huyendo á aquella isla de la tiránica y
-horrible servidumbre con que los oprimian y mataban, como en el libro
-precedente, cap. 60, fué declarado, y así podian racionabilísimamente
-temer que á ellos les habian de hacer otro tanto, como lo hicieron
-al cabo, hasta que, como á ésta, toda la despoblaron, y, pues no lo
-hicieron pudiéndolo hacer tan á su salvo, señal es que pudo ser que ni
-á Valdivia ni á Nicuesa, como algunos tambien pensaron, los de Cuba
-mataron. Dice allí tambien Pedro Mártir, que como no hallaron cuerpo
-ninguno, que los matadores los debian de haber echado en la mar, ó dado
-á los caribes que comen carne humana, que por allí debian de navegar;
-pero ésto no tiene señal de verdad, porque nunca jamás se halló que los
-caribes, si los hay, descendiesen tanto abajo de sus islas, que son
-las de Guadalupe y Dominica, que están más al Oriente que la de Sant
-Juan, y áun á esta Española creo que no bajaban sino quizá de cuando
-en cuando, y los que informaban desto á Pedro Mártir hablaban lo que
-no sabian, sino lo que se les figuraba ó antojaba. Oviedo dice muchas
-cosas, como suele, que no vido, de costumbres malas de la gente de
-aquella isla, que ni yo supe, que fuí de los primeros y estuve allí
-algunos años, ni jamás oí á hombre que lo alcanzase; porque, como está
-dicho y se dirá, fué tan presta y violenta la destruccion de aquella
-isla, que no fué posible los indios usar cosa de las que dice, ni los
-españoles verlo para lo alcanzar, porque despues que allí entramos
-nunca tuvieron un dia de alivio, sino que toda su ocupacion era en los
-trabajos que los mataban, y la hora que dellos cesaban no tenian otro
-cuidado que lamentar y gemir su desventura y calamidad. Dice Oviedo
-que cuando alguno se casaba, señor ó principal, ó de los plebeyos y
-bajos, todos los convidados, primero que el novio, habian de tener con
-la novia mala parte; yo creo que el que lo dijo á Oviedo no le dijo
-verdad, porque nunca hobo tiempo para que aquello de los indios se
-alcanzase. Y si verdad fuese, naciones hobo entre las antiguas, que
-vivian sin cognoscimiento de Dios, que acostumbraron lo mismo, como á
-la larga en nuestra Apologética Historia mostramos. Y por ésto no es
-de maravillar que quien carece de doctrina y de gracia caiga en estos
-defectos y en otros mayores y más.
-
-
- FIN DEL TOMO TERCERO.
-
-
-
-
- ÍNDICE.
-
-
- Páginas.
-
- ADVERTENCIA PRELIMINAR V
-
- ARGUMENTO DEL LIBRO SEGUNDO IX
-
- FACSÍMILE XII
-
- LIBRO SEGUNDO.--Capítulo I. 1
-
- Cap. II. 10
-
- Cap. III. 17
-
- Cap. IV. 22
-
- Cap. V. 28
-
- Cap. VI. 33
-
- Cap. VII. 40
-
- Cap. VIII. 44
-
- Cap. IX. 50
-
- Cap. X. 56
-
- Cap. XI. 60
-
- Cap. XII. 64
-
- Cap. XIII. 70
-
- Cap. XIV.--En el cual se prosiguen la quinta y las otras tres
- partes de la carta de la Reina, de que mal usó el Comendador
- Mayor, en perdicion de los indios 76
-
- Cap. XV. 84
-
- Cap. XVI. 89
-
- Cap. XVII. 93
-
- Cap. XVIII. 97
-
- Cap. XIX. 103
-
- Cap. XX. 108
-
- Cap. XXI. 112
-
- Cap. XXII. 118
-
- Cap. XXIII. 122
-
- Cap. XXIV. 126
-
- Cap. XXV. 130
-
- Cap. XXVI. 134
-
- Cap. XXVII. 138
-
- Cap. XXVIII. 143
-
- Cap. XXIX. 147
-
- Cap. XXX. 153
-
- Cap. XXXI. 158
-
- Cap. XXXII. 162
-
- Cap. XXXIII. 168
-
- Cap. XXXIV. 173
-
- Cap. XXXV. 177
-
- Cap. XXXVI. 182
-
- Cap. XXXVII. 186
-
- Cap. XXXVIII. 194
-
- Cap. XXXIX. 199
-
- Cap. XL. 204
-
- Cap. XLI. 208
-
- Cap. XLII. 214
-
- Cap. XLIII. 220
-
- Cap. XLIV. 225
-
- Cap. XLV. 230
-
- Cap. XLVI. 234
-
- Cap. XLVII. 237
-
- Cap. XLVIII.--En el cual se prosiguen las declaraciones del
- Consejo, en Sevilla y en la Coruña 243
-
- Cap. XLIX. 248
-
- Cap. L. 252
-
- Cap. LI. 257
-
- Cap. LII. 262
-
- Cap. LIII. 269
-
- Cap. LIV. 273
-
- Cap. LV. 280
-
- Cap. LVI. 286
-
- Cap. LVII. 289
-
- Cap. LVIII. 294
-
- Cap. LIX. 298
-
- Cap. LX. 303
-
- Cap. LXI. 308
-
- Cap. LXII. 312
-
- Cap. LXIII. 317
-
- Cap. LXIV. 325
-
- Cap. LXV. 329
-
- Cap. LXVI. 334
-
- Cap. LXVII. 340
-
- Cap. LXVIII. 344
-
- LIBRO TERCERO.--Capítulo I. 351
-
- Cap. II. 357
-
- Cap. III. 361
-
- Cap. IV. 365
-
- Cap. V. 370
-
- Cap. VI. 376
-
- Cap. VII. 381
-
- Cap. VIII. 386
-
- Cap. IX. 391
-
- Cap. X. 397
-
- Cap. XI. 403
-
- Cap. XII. 410
-
- Cap. XIII. 417
-
- Cap. XIV.--En el cual se prosigue la declaracion de algunos
- puntos del prólogo de las leyes 422
-
- Cap. XV.--En el cual se comienzan á referir las leyes, y á
- notar los defectos, y puntos, y males que contienen, etc. 428
-
- Cap. XVI.--En el cual se prosigue la relacion y declaracion de
- los defectos que tuvieron las dichas leyes 434
-
- Cap. XVII. 439
-
- Cap. XVIII. 446
-
- Cap. XIX. 450
-
- Cap. XX.--En el cual se contiene una grande ingrata inhumanidad
- que los españoles, que iban á saltear hombres en las islas
- de los Lucayos, á ciertas gentes de la tierra Florida,
- hicieron.--Y parece ser éstos los primeros que aquella tierra
- descubrieron.--Y como Juan Ponce de Leon fué á descubrir por
- lo más alto, y descubrió el cabo Grande de la Florida, al
- cual le puso aquel nombre.--Y como fué á Castilla y vino por
- Adelantado della y Gobernador, y al cabo murió miserablemente
- 456
-
- Cap. XXI. 462
-
- Cap. XXII. 467
-
- Cap. XXIII. 474
-
- Cap. XXIV. 481
-
-
-
-
-FOOTNOTES:
-
-[1] Lo que está dentro del paréntesis se halla al márgen, de puño y
-letra de Las Casas.
-
-[2] Hasta aquí, desde «De diferente manera», es de letra de Las Casas,
-y no pueden leerse las últimas palabras por haber sido cortadas al
-encuadernar el libro.
-
-[3] Y este fué el varon sancto fray Pedro de Córdoba, como se dijo.
-(_Nota al márgen, de letra de la época, pero no de Las Casas._)
-
-[4] Y estos eran los tiranos que pretendian tener los indios por
-siervos, y que habian hecho las leyes. (_Nota al márgen, de letra de la
-época, pero no de Las Casas._)
-
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of Historia de las Indias, Volume 3 (of 5), by
-Bartolomé de las Casas
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK HISTORIA DE LAS INDIAS, VOL 3 ***
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- </head>
-<body>
-
-
-<pre>
-
-The Project Gutenberg EBook of Historia de las Indias, Volume 3 (of 5), by
-Bartolomé de las Casas
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and most
-other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of
-the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
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-
-Title: Historia de las Indias, Volume 3 (of 5)
-
-Author: Bartolomé de las Casas
-
-Release Date: September 30, 2016 [EBook #53171]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK HISTORIA DE LAS INDIAS, VOL 3 ***
-
-
-
-
-Produced by Giovanni Fini, Josep Cols Canals, Biblioteca
-Digital Hispánica and the Online Distributed Proofreading
-Team at http://www.pgdp.net
-
-
-
-
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-</pre>
-
-<div class="limit">
-
-<div class="chapter">
-<div class="transnote p4">
-<p class="pc large">NOTA DEL TRANSCRIPTOR:</p>
-<p class="ptn">&mdash;Los errores obvios de impresión y puntuación han sido corregidos.</p>
-<p class="ptn">&mdash;Se ha mantenido la acentuación del libro original, que difiere
-notablemente de la utilizada en español moderno.</p>
-<p class="ptn">&mdash;El transcriptor de este libro creó la imagen de tapa. La nueva imagen pertenece al dominio público.</p>
-</div>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_i" id="Page_i">[i]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<p class="pc4 large">HISTORIA</p>
-<p class="pc2 reduct">DE</p>
-<p class="pc1 xlarge">LAS INDIAS.</p>
-
-<hr class="chap" />
-<p>&nbsp;</p>
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_ii" id="Page_ii">[ii]</a></span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_iii" id="Page_iii">[iii]</a></span></p>
-
-<h1 class="p4">HISTORIA<br />
-DE<br />
-LAS INDIAS</h1>
-
-<p class="pc4">ESCRITA POR</p>
-<p class="pc1 mid">FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS</p>
-<p class="pc1 lmid">OBISPO DE CHIAPA</p>
-<p class="pc1">AHORA POR PRIMERA VEZ DADA Á LUZ</p>
-<p class="pc1 reduct">POR</p>
-<p class="pc1 lmid">EL MARQUÉS DE LA FUENSANTA DEL VALLE</p>
-<p class="pc1">Y D. JOSÉ SANCHO RAYON.</p>
-
-<hr class="d1" />
-<p class="pc mid">TOMO III.</p>
-<hr class="d2" />
-
-<p class="pc4 lmid">MADRID</p>
-<p class="pc">IMPRENTA DE MIGUEL GINESTA</p>
-<p class="pc reduct">calle de Campomanes, núm. 8.</p>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="pc">1875.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_iv" id="Page_iv">[iv]</a></span></p>
-<p>&nbsp;</p>
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_v" id="Page_v">[v]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">ADVERTENCIA PRELIMINAR.</h2>
-
-<hr class="d1" />
-
-<p class="p2">El Argumento del libro II de esta Historia, que
-nos dejó hecho su Autor, y que, adicionado con el
-número del capítulo en que cada uno de los sucesos
-en él extractados se refiere, imprimimos á continuacion,
-facilitará á nuestros lectores el uso del Índice
-del presente tomo.</p>
-
-<p>Varios de los capítulos no han tenido cabida en
-dicho Argumento, por resultar en él omitido lo que
-aquellos contienen; para subsanar esta falta indicaremos
-aquí ligeramente la materia de que tratan:</p>
-
-<p>Vuelto Cristóbal Colon á Sevilla, despues de
-muerta su protectora la Reina Católica, hace vivas
-gestiones con el Rey para que le mande guardar sus
-privilegios, restituyéndolo, en su hijo, en las mercedes
-y en la posesion de sus títulos y dignidad (37),
-muriendo, sin conseguir nada, en 20 de Mayo de 1506,<span class="pagenum"><a name="Page_vi" id="Page_vi">[vi]</a></span>
-en Valladolid(38). Concede el Papa á los Reyes los
-diezmos de Indias; descubrimiento de una gran parte
-de la costa de Yucatan por Juan Diaz de Solís y Vicente
-Yañez Pinzon(39). Estado de la isla Española,
-durante la gobernacion del Comendador Mayor (40
-al 42), y despues, en tiempo del segundo Almirante,
-D. Diego Colon, con noticia de varias intrigas movidas
-contra él por sus enemigos, hasta que le llamaron
-los Reyes (53). Relacion bastante extensa de
-las expediciones de Hojeda y Nicuesa, á Urabá y Veragua,
-de cuyo principio se dió noticia en el cap. 52,
-concluyendo el libro con el desgraciado fin de ambos
-conquistadores y de casi todos los que fueron con
-ellos (57 al 68).</p>
-
-<p>En los veinticuatro capítulos del libro III, incluidos
-tambien en este tomo, despues de darse curiosas
-noticias sobre las primeras Iglesias Catedrales
-y Obispados de Santo Domingo y San Juan de Puerto
-Rico (1.º y 2.º), se refiere el malísimo efecto producido
-entre los españoles de la primera de aquellas
-islas por dos sermones que predicó el padre fray
-Antonio Montesino, quejándose del mal tratamiento
-que daban á los indios (3 al 5); de resultas de lo cual
-vienen á Castilla el padre Montesino y fray Alonso
-del Espinal, y, despues de varias consultas y pareceres
-encontrados, se promulgan en Búrgos en 27 de
-Diciembre de 1512 unas leyes sobre el repartimiento
-de los indios, para que fuesen convertidos y bien tratados,
-las cuales censura amargamente nuestro Autor,
-y poco despues, en 28 de Julio de 1513, una «Declaracion
-y moderacion» de las mismas (6 al 19).<span class="pagenum"><a name="Page_vii" id="Page_vii">[vii]</a></span>
-Dáse noticia del descubrimiento de la Florida por
-Juan Ponce de Leon (20) y de varios sucesos en la
-isla de Cuba (21), de la cual se hace una curiosa
-descripcion(22 al 24).</p>
-
-<p>Acompaña á este volúmen un <i>facsimile</i> foto-litografiado
-de la Dedicatoria al Colegio de San Gregorio
-de Valladolid, con que Las Casas encabeza el segundo
-libro de su Historia, igual en un todo, hasta en la
-fecha, á la del libro I, para que nuestros lectores conozcan
-la letra del Obispo.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_viii" id="Page_viii">[viii]</a></span></p>
-<p>&nbsp;</p>
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_ix" id="Page_ix">[ix]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">ARGUMENTO DEL LIBRO SEGUNDO</h2>
-
-<hr class="d1" />
-
-<p class="p2">El libro II conterná la historia de diez años, comenzando
-del año de 1501, por todo el de 10 inclusive,
-puesto que algunas de las cosas que al principio
-contaremos comenzaron ántes que saliese el
-de 500, pero porque ésto acaeció pocos dias por
-andar del año, y duraron por el de 501, pareció, por
-evitar confusion compartillas, comenzallas y continuallas
-hasta darles fin, en este libro II.</p>
-
-<p>Tratarse há del estado desta isla despues que al
-Almirante llevaron preso á Castilla, gobernándola
-Bobadilla (capítulo 1.º). De algunos descubrimientos,
-ó por decir más propiamente, segun arriba dijimos,
-seguimientos, de lo que el Almirante habia descubierto
-(2). De cómo los Reyes mandaron restituir
-al Almirante sus bienes y escripturas, y todo lo que
-le habia tomado Bobadilla (4). De la provision que
-hicieron los Reyes de otro Gobernador, que fué un
-Comendador de Lares, de la Órden y Caballería de
-Alcántara, que se llamó don fray Nicolás de Ovando
-(3 y 6). De la venida de la Orden de Sant Francisco
-á esta isla (3). Del fin que hizo el comendador
-Bobadilla y Francisco Roldan (5).</p>
-
-<p>Del cuarto viaje que hizo el Almirante, de la
-costa de la mar que anduvo, hasta dónde llegó, y de
-la provincia de Verágua (5, y 20 al 29). De como á<span class="pagenum"><a name="Page_x" id="Page_x">[x]</a></span>
-la vuelta que hizo, y llegó á Jamáica, se le alzaron
-ciertos rebeldes, y de las angustias y aflicciones que
-allí pasó (29 al 36). De como el Comendador de
-Lares repartió á los españoles todos los indios desta
-isla, sin dejar alguno, contra la intincion y mandado
-de la reina Doña Isabel, por lo cual fué causa de perecer
-toda la gente desta isla, y por la misma causa
-que por ésto dió se introdujo el repartimiento de
-los indios á los españoles, que despues llamaron Encomiendas,
-en todas las Indias, y, por consiguiente,
-fué principio y causa eficacísima que hayan perecido
-en todo este orbe tantos millones de gentes, como
-abajo parecerá (13 y 14). De las guerras injustas
-que el dicho Comendador de Lares hizo á los vecinos
-naturales dellas, y las crueldades que en ellas se
-hicieron (7 al 10 y 15 al 18).</p>
-
-<p>Como desta isla Española salió y procedió la
-pestilente y mortífera ponzoña causativa de todos los
-males y estragos, y perdicion, que ha vaciado de sus
-pobladores todas estas Indias, conviene á saber, las
-conquistas y el repartimiento de los indios, dos cosas
-que, si en todo lo poblado del mundo se hobieran introducido
-y durado lo que en estas Indias dura hoy,
-no hobiera ya memoria del linaje humano (11, 12
-y 19). De cómo engañaron al rey D. Hernando para
-que diese licencia para traer los moradores de las
-islas de los Lucayos á ésta, para servirse dellos, y de
-los estragos y perdicion que en aquellas inocentísimas
-gentes se hicieron, y como al cabo perecieron todas
-en muy breves dias (43 al 45).</p>
-
-<p>De la ida primera de los cristianos á conquistar
-y repartir la gente de la isla de Sant Juan (46). De
-como el Comendador de Lares, que ya era Comendador
-Mayor, envió á bojar y rodear la isla de Cuba,
-que hasta entónces no se sabia si era isla ó tierra
-firme (41). De la venida del almirante D. Diego<span class="pagenum"><a name="Page_xi" id="Page_xi">[xi]</a></span>
-Colon, hijo y primer sucesor del Almirante primero
-que este mundo descubrió (47 al 51). De la venida
-y armada de Nicuesa para ir á conquistar y poblar
-á la provincia de Verágua (52). De la armada que
-le vino á Hojeda de Castilla, estando él en esta isla,
-para ir á conquistar y poblar la provincia y golfo de
-Urabá (52). De como envió el almirante D. Diego
-á poblar de españoles á la isla de Sant Juan (55).
-De como envió el almirante D. Diego á poblar á la
-isla de Jamáica (56). De la venida de la Orden de
-Sancto Domingo á esta isla, y de la primera Misa
-nueva que se cantó en ella (54). De como se acordó
-enviar procuradores á Castilla, sobre que concediese
-el Rey á los españoles desta isla el repartimiento
-perpétuo, quiero decir, que les diesen los indios perpétuos,
-que los Gobernadores no se los pudiesen quitar
-una vez dados, ó por ciertas vidas (52).</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_xii" id="Page_xii">[xii]</a></span></p>
-
-<div class="figcenter">
- <img src="images/pag.jpg" width="400" height="438"
- alt=""
- title="" />
-</div>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_1" id="Page_1">[1]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<p class="pc4 large">HISTORIA<br />
-<span class="large">DE LAS INDIAS.</span></p>
-
-<div class="figcenter">
- <img src="images/b1.jpg" width="150" height="27"
- alt=""
- title="" />
-</div>
-
-
-<p class="pc4 elarge">LIBRO SEGUNDO.</p>
-
-<hr class="d3" />
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO PRIMERO.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Despues de la partida de las dos carabelas, en que envió
-presos el comendador Bobadilla al Almirante y á sus hermanos,
-trabajó de contentar en cuanto pudo á los españoles que
-aquí estaban, que serian por todos hasta 300 hombres, porque
-este era el número que el Almirante habia informado á
-los Reyes que bastaban, para tener la isla y las gentes della
-sojuzgadas; y así, mandaron los Reyes que aquestos 300
-hombres con su sueldo, y parte con el del Almirante, como
-arriba ha parecido, se sustentasen: porque bastaban y sobraban
-estos, y muchos ménos que estos, para no sólo tener los
-indios pacíficos, sino llevaran el camino que llevaron, pero
-áun para sojuzgallos y matallos á todos, como al cabo los
-mataron, porque, teniendo 20 ó 30 caballos, bastaban para
-los hacer á todos pedazos, mayormente habiendo amaestrado
-los perros que tenian, porque con un perro, que un español
-consigo llevase, iba tan seguro como si fuesen con él 50 y
-100 cristianos. Y esto es, áun á los ciegos de sus errores y
-pertinacia, más que claro, porque una gente en cueros desnuda,<span class="pagenum"><a name="Page_2" id="Page_2">[2]</a></span>
-sin otras armas defensivas ni ofensivas más de sus flechas
-y arcos y unas varas tostadas, y sin fortalezas ni muros de piedra
-tajada, sino en casas de paja, ¿qué ofensa pueden hacer,
-ni defensa podrán tener contra gente armada de hierro, de
-que son nuestras armas, con arcabuces, y entónces espingardas,
-con caballos y lanzas, que en dos horas alcanza y alancea
-un mil y dos mil hombres, y desbarrigan y despedazan
-cuantos quieren con las espadas? Por lo dicho parece ser error
-el de Oviedo en su Historia, libro III, cap. 4.º, donde dice
-que sin la gente que vino con los tres navíos que despachó el
-Almirante desde la Gomera, cuando fué á descubrir á Paria,
-esta isla se despoblara, quiere decir de cristianos, y que se
-puede afirmar que por aquel socorro fué restaurada la vida
-de los que acá estaban, y se sostuvo y no se perdió totalmente
-esta isla, porque dicen que no osaban salir desta ciudad,
-ni pasar el rio desta otra parte. Todo este encarecimiento
-endereza Oviedo, como todas sus historias, para excusar las
-tiranías de los españoles, y acusar y abatir estas tristes gentes
-desmamparadas. Manifiesto es, por infinitos testimonios y argumentos
-arriba traidos, la mansedumbre, y pacífica y modesta
-natural cualidad y condicion de los habitadores naturales
-desta isla, y las pocas y leves, y cuasi ningunas, armas que
-tenian, y cuánto nosotros con las nuestras les excediamos, y
-que, si viviéramos con ellos segun cristianos, no tuviéramos
-necesidad de armas, ni arcabuces, ni caballos, ni perros bravos,
-para todos atraellos. Despues ya de, habiéndolos así exacerbado,
-estragado, muerto, despedazado y destruido, que
-probasen á matarnos si pudiesen, uno aquí y otro allí (porque
-muchos de nosotros juntos, ni que fuesen 30 juntos, si
-no los tomaban durmiendo por ninguna industria podian), no
-era maravilla; y así es cierto esto, que pocas veces se vido en
-todas estas Indias que 50 ni 40 hombres juntos los matasen
-los indios, como adelante, placiendo á Dios, se verá, mayormente
-habiendo entre ellos algunos de caballo, si estuvieron
-sobre aviso. Así que, 300 hombres eran muchos para defenderse
-y para matar todos los indios desta isla, los cuales acá<span class="pagenum"><a name="Page_3" id="Page_3">[3]</a></span>
-estaban ántes que aquellos que el Almirante envió y él llegase,
-y si los envió y trujo, no fué porque fuesen más de 300 necesarios,
-sino para enviar los flacos y enfermos, y los que morian
-por se ir á Castilla, como arriba ha parecido. Tornando, pues, al
-propósito, como el comendador Bobadilla quisiese agradar
-los 300 hombres que en esta isla quedaban, lo primero determinó
-en breve los procesos de los que estaban para ahorcar,
-y de Francisco Roldan y los demas que se habian alzados,
-los cuales yo vide, no muchos dias despues, sanos y
-buenos, y, como si no hobieran hecho nada, en sus casas contentos
-y honrados; no supe ni oí que les hobiese dado alguna
-pena, porque en aquel tiempo no tenia yo tal cuidado, ni se
-me dió nada por sabello. Con las libertades y favores que á
-todos aquellos 300 dió el comendador Bobadilla, de que no
-pagasen del oro que cogiesen, sino de 11 pesos uno, y ellos
-no hobiesen ni pensasen de irlo á cavar, pedíanle que les
-diese indios para que se lo sacasen y hiciesen labranza del
-pan. Mandó ó aconsejó que se juntasen de dos en dos, haciendo
-compañía en las haciendas y ganancias que granjeasen,
-para las cuales les señaló la gente de tal y tal Cacique
-y señor, y así á todos, muy á placer dellos, los contentó. Aquí
-viérades á la gente vil, y á los azotados y desorejados en Castilla,
-y desterrados para acá por homicianos ó homicidas, y
-que estaban por sus delitos para los justiciar, tener á los Reyes
-y señores naturales por vasallos, y por más que bajos y
-viles y criados. Estos señores y Caciques tenian hijas ó hermanas,
-ó parientas cercanas, las cuales luego eran tomadas,
-ó por fuerza ó por grado, para con ellas se amancebar; y así,
-todos estos 300 hidalgos estuvieron algunos años amancebados
-y en continuo pecado mortal de concubinaria maldad,
-sin los grandes pecados que cada dia y hora cometian, por
-ser opresores destas gentes y tiranos. Estas señoras, que tenian
-por mancebas, llamaron sus criadas, y así, tan sin vergüenza,
-delante unos de otros, decian, mi criada fulana, y la criada
-de fulano, como si dijera, mi mujer y la mujer de fulano.
-El Comendador hacia desto, al ménos para remediallo y<span class="pagenum"><a name="Page_4" id="Page_4">[4]</a></span>
-evitallo, poco caudal; deciales muchas veces: «aprovechaos
-cuanto pudiéredes, porque no sabeis cuánto este tiempo os
-durará», de los trabajos y sudores, aflicciones y muertes
-de los indios, haciendo poco caso. Ellos, por tales favores
-y ayuda, esfuerzo y consejos, lo adoraban y era dellos muy
-amado; cognoscian cuán más larga licencia tenian agora,
-para vivir en la ley que escogian, que en el tiempo del Almirante,
-porque el triste del Almirante, aunque por la ceguedad
-que tenia, como todos entónces tuvieron, y que hasta
-estos tiempos nos ha penetrado, y por el ánsia de contentar
-á los Reyes, como arriba se ha explanado, de grandes é irreparables
-males y daños hechos á los indios, fué causa, empero,
-si algunos daños que los españoles les hacian, disimulaba,
-y tambien si dió licencia ó señaló á Francisco Roldan
-y á otro alguno, que algun Cacique y señor, con su gente
-le hiciese alguna labranza, y que le cogiesen algunos indios
-oro, parece ser esto raro y muy raro, y cuasi por fuerza, por
-verse constreñido á contentallos, por los levantamientos pasados,
-al ménos aquellos pecados viles, y la vida tan suelta
-y tan ancha que tenian los que se llamaban cristianos, no
-dejaba de abominalla; y porque no puede un hombre pecador,
-ni una gente inficionada en uno ó en más pecados, parar
-en aquellos, sino que la fuerza dellos, en mayor gravedad y
-número, ha de derrostrallos, no hicieron por muchos años
-más cuenta ni escrúpulo de guardar cuaresmas, ni viérnes,
-ni sábados, cuanto al ayunar y comer carne, que los dias de
-Pascua. Como se vian ya señores de los señores y naturales,
-y servidos y temidos de todas sus gentes, chicos y grandes,
-porque delante dellos les temblaban las carnes, por las crueldades
-hechas en las guerras pasadas, que cuando se les antojaba
-las renovaban presentes, mayormente si la señora,
-hija ó hermana del señor, el español la tenia para sí ocupada
-por criada, creyendo que, segun sus costumbres, eran casados,
-cada dia iban creciendo en desconocerse á sí mismos, y
-en mayor soberbia y presuncion, y regalos y menosprecio
-destas naciones humílimas; levantándose, ya no curaban de<span class="pagenum"><a name="Page_5" id="Page_5">[5]</a></span>
-andar á pié camino alguno, aunque no tenian mulas ni caballos,
-sino á cuestas de los hombros de los desventurados,
-si iban de priesa, ó como en literas, metidos en hamacas, si
-iban despacio, y los que los llevaban remudándose, con todo
-eso, habian de ir volando. Iban junto con él, indios que les
-llevasen unas ojas grandes de árboles para hacelles sombra, y
-otros unas alas de ansar, para hacelles aire; la recua de indios
-cargados, para las minas, de pan caçabí, con cargas de
-asnos, yo vide muchos, y muchas veces los hombros y las espaldas
-dellos, como de bestias, matadas. Donde quiera que llegaban,
-en pueblos de los indios, en un dia les comian y gastaban
-lo que á 50 indios abundara; el Cacique y todos los del
-pueblo habian de traer lo que tuviesen y andar bailando delante.
-No sólo estas obras de señorío y fausto vanísimo mostraban,
-pero tenian otras mujeres, sin la criada principal,
-oficialas, como fulana, la camarera, y fulana, la cocinera, y
-otros oficios semejantes. Yo cognoscí un oficial carpintero de
-hacer órganos, de los de aquel tiempo y en aquellos dias,
-que tenia destas mujeres oficialas. Dos maneras tenian de
-sirvientes; una, todos los indios, muchachos comunmente y
-muchachas, que habian tomado á sus padres andando por la
-isla matando y robando, los cuales tenian continos noches y
-dias en sus casas, y estos se llamaban naborías, que quiere
-decir en la lengua desta isla, criados; la otra era, los indios
-que les hacian las labranzas y cogian el oro, á temporadas, y
-se iban á sus pueblos despues de bien hambrientos, molidos,
-flacos y cansados. Y era cosa de reir ver su presuncion y estado
-vano como se aprobaba y autorizaba, con que no tenian una
-camisa de lienzo de Castilla que se vestir, ni capa, ni sayo, ni
-calzas, sino solamente una camisa de algodon encima de otra
-de Castilla, si la alcanzaban, y si nó, la de algodon sola y las
-piernas de fuera, y en lugar de borceguíes y zapatos, unas
-alpargates y unas antíparas. El tractamiento y consuelo que
-hacian y siempre hicieron á los tristes, en remuneracion de sus
-continos servicios y trabajos, era muchos azotes y palos, y
-otra palabra no oian de su boca sino, perro, y pluguiera á<span class="pagenum"><a name="Page_6" id="Page_6">[6]</a></span>
-Dios que como á sus perros los tractaran, porque no mataran
-un perro por mil castellanos, y no tenian en más matar 10 y
-20 indios cuando se les antojaba, á cuchilladas, y probando,
-por su pasatiempo, las fuerzas, ó los filos de las espadas, que
-si fuera matar gatos. A estos mismos acaeció, que dos muchachos,
-de hasta doce años, traian sendos papagayos, y tomáronselos
-dos que tenian nombre de cristianos, y por su
-placer, cortaron las cabezas á los muchachos. Otro tirano, porque
-se enojó de un Cacique, porque no le trujo ó no le dió lo
-que le demandaba, ahorcó 12 indios de sus vasallos, y otro
-18, todos en una casa. Otro asaeteó un indio, con pregon,
-diciendo que lo sentenciaba porque no se dió priesa en
-traelle una carta que le enviaban. Deste jaez son infinitos los
-casos y hazañas que han en estas gentes nuestros cristianos celebrado.
-Padeciendo las gentes desta isla, estas y otras tales,
-segun arriba se ha mostrado, obras, no de hombres sino de
-diablos encarnados, como ellas eran mansísimas, humilísimas
-y en paciencia, nunca otras semejantes, desque más no podian
-hacer, habiendo probado sus guerrillas para se defender, huyéndose,
-principalmente á los montes, y teniendo experiencia
-que en ninguna parte podian de los españoles escaparse,
-sufrian y morian en las minas y en los otros trabajos, cuasi
-como pasmados, insensibles y pusilánimes degenerando, y
-dejándose morir, callando, desesperados; no viendo persona
-del mundo á quien se pudiesen quejar ni que dellos se apiadase.
-Provino de aquí, que ciegos hechos é insensibles los
-hombres desalmados, de no sentir en sí tan inexpiables pecados,
-faltándoles todo amor y temor de Dios, ni de hombres
-que los estorbase, no sólo los mataban sin algun escrúpulo ni
-pensar que en ello pecaban, pero, usando perversamente, de
-la paciencia, simplicidad natural, bondad, obediencia, mansedumbre
-y servicios destas gentes, tan continos é incesables,
-en lugar de admirarse, apiadarse y confundirse, y templar
-sus crueldades, menospreciáronlas y apocáronlas en tanto
-grado, que de bestias irracionales, en cuanto en sí fué, por
-todo el mundo las infamaron, y así fueron causa que se pusiese<span class="pagenum"><a name="Page_7" id="Page_7">[7]</a></span>
-duda por los que no los habian visto, si eran hombres
-ó animales. De aquí sucedió otro peor error y ceguedad, lamentable,
-que hobo quien dijese que de la fe católica eran
-incapaces; herejía bestialísima, que con fuego se vengaría en
-el que con pertinacia la porfiase. Sucedieron muchos inconvenientes
-otros, como decir que habian menester tutores como
-niños, porque no sabian gobernarse, porque si los dejaban no
-trabajarian y morirse hian de hambre, todo enderezado á que
-de su poder no se los sacasen, y como nunca hobo quien volviese
-por ellos ni clamase, ántes todos han bebido de su sangre
-y comido de sus carnes, entablóse aquesta perniciosa infamia
-de tal arte, que, por muchos tiempos y años, los Reyes
-de Castilla y sus Consejeros, y todos géneros de personas, los
-tuvieron, estimaron y tractaron por tales, hasta que Dios puso
-á quien, como abajo parecerá, este sueño y tupimiento de juicio
-y falsedad averiguada, á los Reyes y al mundo declarase;
-no por ser ella de sí escura ni que tuviese necesidad de
-nuevo milagro y lumbre sobrenatural para alcanzarse, pues
-no hay rústico de sayago, que, no sólo la conozca, pero que
-de enseñalla á otros no pudiese jactarse, sino que, descubriendo
-la causa della ser y haber sido la vehemente, ciega y
-desordenada cudicia, de que proceden todos los daños y
-males, se fué advirtiendo el pasmo que se habia echado por
-los primeros tiranos y por todos los que en la misma damnacion
-sucedieron, que con las mismas obras nefandas lo confirmaron,
-y hobiese alguna esperanza que en algun tiempo se
-atajase. ¿Quién de los que algo saben ignora que áun los animos
-de los muy sábios y generosos hombres, degeneren y se
-hagan pusillos y tímidos y apocados, si son puestos en áspera
-y diuturna servidumbre, opresos, afligidos, amedrentados,
-atormentados, y siempre, por diversas vías ó maneras, maltratados,
-en tanto grado que se olviden de ser hombres, no pudiendo
-alzar sus pensamientos á otra cosa sino á la infelice,
-y dolorosa, y amarga vida que pasan? Y esta es la principal
-de las industrias de los tiranos, para en sus usurpados reinos
-sustentarse: oprimir y angustiar de contino á los más poderosos<span class="pagenum"><a name="Page_8" id="Page_8">[8]</a></span>
-ó más sabios, porque, ocupados en llorar y gemir sus
-calamidades, no tengan tiempo ni corazon para pensar en su
-libertad, y así se acobardan y degeneran en tímidos y pusilánimos,
-como en los capítulos 27 y 36 de nuestra otra Apologética
-historia se dijo largamente. Pues si los sabios, y
-muy sabios, aunque fuesen griegos y romanos (como están
-llenas las historias), muchas veces temieron esta adversidad
-por la misma causa y la padecieron, y otras muchas
-gentes la experimentaron, y los filósofos della hablaron,
-¿qué podiamos pedir á estas humildes, mansas, suaves y desnudas
-naciones, que tantos tormentos, miedos, temores, servidumbres,
-muertes y diminucion padecian, sino pusilanimidad
-inmensa, descorazonamiento profundo, aniquilacion en
-su estima de su ser humano, admirándose y dudando de sí
-mismos, si eran hombres ó eran gatos? ¿Quién, tambien, no
-juzgará de ciegos de pura y profunda malicia, aunque sea un
-idiota de sayago, á los que hobiesen osado sembrar, é infamar
-estos tan innúmeros pueblos, diciendo haber menester
-tutores porque no se sabian gobernar, teniendo sus Reyes y
-Gobernadores sus pueblos y casas, y gozando cada vecino y
-persona de lo suyo, puesto que fuese poco, y comunicando
-unos con otros en los actos humanos, así económicos como
-políticos y populares, viviendo en tanta órden, concierto y
-toda paz? Poco y bajo entendimiento alcanza el que no estima
-ser imposible vivir en congregacion mucha gente junta
-(como esta es innumerable), sin justicia, órden y paz. Finalmente,
-se arguye y manifiesta la ya dicha industriosa maldad
-de aquellos que fingian y blasfemaban de la verdad, diciendo
-que los tutores les eran necesarios para hacellos trabajar, porque
-no muriesen de hambre, y será bien preguntarles que ¿en
-tantos mil años que estas Indias están pobladas, si les enviaron
-de comer los españoles desde allá? Item, ¿si cuando acá,
-en fuerte hora para muchos de nosotros, llegamos, los hallamos
-flacos y trasijados, y les dimos industria para que comiesen,
-porque vivian no comiendo, y les trujimos de Castilla
-los manjares y los hartamos, ó ellos á nosotros nos mataron<span class="pagenum"><a name="Page_9" id="Page_9">[9]</a></span>
-nuestra hambre y libraron millares de veces de la muerte,
-dándonos, no sólo los mantenimientos necesarios, pero los supérfluos
-y demasiados? ¡Oh ceguedad maliciosa! ¡Oh ingratitud
-inícua, insensible y detestable! Destos, pues, primeros
-destruidores desta isla, procedió esta mentirosa y perniciosa
-infamia, y cundió todo este orbe contra estas multitudes de
-hijos de Adan, sin razon y sin causa, tomando achaque y
-ocasion de la bondad, mansedumbre, obediencia y simplicidad
-natural dellos, la cual debiera más movellos á los amar
-y alabar, y áun aprender dellos estas naturales virtudes, que
-no á los menospreciar, publicar por bestiales, robar, afligir,
-oprimir y aniquilarlos, porque no hicieron más cuenta dellos
-que si fueran estiércol de las plazas. Y esto baste, cuanto á dar
-noticia y razon del estado de esta isla en tiempo del comendador
-Bobadilla, despues de haber enviado á Castilla preso al
-Almirante.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_10" id="Page_10">[10]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO II.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En este año de 500, como cada dia creciese la nueva de
-que la tierra firme tenia oro y perlas, y los que iban por la
-costa della, por rescate de cosillas de poco valor, como cuentas
-verdes y azules, y otras colores, y espejuelos, y cascabeles,
-cuchillos y tijeras, etc., traian mucho provecho, y por poco
-que fuese, segun entónces estaba España pobre de dinero, era
-tenido en mucho, y haciase mucho con ello, y así crecia el
-ánsia de ser ricos en los nuestros, y hacia perder el miedo de
-navegar mares tan profundas y de tan luenga distancia, nunca
-jamás navegadas, mayormente los vecinos de Triana, que
-por la mayor parte, ó cuasi todos, son marineros, un Rodrigo
-de Bastidas, vecino de Triana, hombre honrado y bien
-entendido que debia tener hacienda, determinó de armar
-dos navíos é ir á descubrir, juntamente con rescatar oro y
-perlas, que era de todos el fin principal; concertóse con algunos,
-y en especial con Juan de la Cosa, vizcaino, que por
-entónces era el mejor piloto que por aquellas mares habia,
-por haber andado en todos los viajes que habia hecho el Almirante;
-y alcanzada de los Reyes licencia, ó del obispo don
-Juan de Fonseca, que todo, en aquellos tiempos lo rodeaba
-y áun lo mandaba, hecho el dicho Bastidas capitan, partió de
-Cáliz, porque allí entónces, comunmente, los navíos se despachaban:
-no supe cuándo (lo pudiera bien saber dél), por qué
-mes ó á cuántos, mas de que debia ser al principio del año.
-Navegaron á la tierra firme por los rumbos y caminos que el
-Almirante, cuando la descubrió, habia llevado, hasta que, tomado
-el hilo della, fuéronla costeando. Por toda ella llegaban
-á los puertos y playas donde podian llegar, con las gentes
-infinitas, que vian en la tierra, contractando y rescatando,<span class="pagenum"><a name="Page_11" id="Page_11">[11]</a></span>
-que es vocablo que nuestros españoles, por trocar unas cosas
-con otras, han usado; y llegados al golfo y provincia de Cuquibacoa,
-que agora llamamos Venezuela, que arriba en el
-cap. 167 haberla descubierto Alonso de Hojeda mostramos,
-navegaron la costa abajo, y pasaron por la ribera de la mar,
-de lo que nombramos al presente Sancta Marta y Cartagena,
-y lo demas hasta la culata ó ensenada, que es el golfo de
-Urabá, la última sílaba luenga; dentro del cual se contiene
-la provincia del Darien, que por algunos años fué por estas
-islas y en Castilla muy celebrada. Salieron del golfo de Urabá,
-y fueron la costa del Poniente abajo, y llegaron al puerto
-que llamaron del Retrete, donde agora está la ciudad y
-puerto que nombramos del Nombre de Dios. De allí se tornaron,
-habiendo rescatado mucho oro y perlas por toda la
-costa que anduvieron, y vinieron á parar al golfo de Xaraguá
-desta isla, donde los navíos perdieron, y de allí se fueron
-por tierra, la gente, á Sancto Domingo, que está 70 leguas,
-y allí los vide yo entónces y parte del oro que habian habido.
-Decíase que traian dos ó tres arcas de piezas de oro, que entónces
-se tenia por riquezas grandes, y nunca tantas imaginadas.
-Trujo consigo ciertos indios, no sé si tomados por
-fuerza ó vinieron con él de su grado, los cuales andaban por
-la ciudad de Sancto Domingo, en cueros vivos, como en su tierra
-lo usaban, y por paños menores traian sus partes vergonzosas
-metidas dentro de unos canutos de fino oro, de hechura
-de embudos, que no se les parecia nada. Tampoco sé si
-hizo en la tierra ó costa de mar, por donde Bastidas anduvo,
-algunos daños y escándalos á los indios, vecinos della, como
-hicieron siempre todos los que por aquella costa y en aquellos
-rescates y tratos andaban; pudiéralo bien saber entónces,
-y despues, si en ello mirara, pero porque despues tuve mucha
-conversacion y amistad con el dicho Rodrigo de Bastidas,
-y siempre le cognoscí ser para con los indios piadoso, y que
-de los que les hacian agravios blasfemaba, tuve concepto dél
-que, cerca dello, andando por allí en aquellos tiempos y tractos,
-sería moderado. El comendador Bobadilla le prendió,<span class="pagenum"><a name="Page_12" id="Page_12">[12]</a></span>
-porque, diz que, habia rescatado oro con la gente de Xaraguá,
-que es donde desembarcó. Finalmente, salió desta isla para
-España, año de 502, por Julio, en la flota que abajo se dirá;
-desembarcado en Cáliz, fué á la corte, que á la sazon estaba
-en Alcalá de Henares, donde pagó el quinto á los Reyes del
-oro y perlas que traia, de que todos los que oian llevar de la
-tierra firme aquellas riquezas, no poco se alegraban. Díjose
-haberle hecho merced los Reyes de 50.000 maravedís de juro
-de por vida, en la dicha tierra del Darien, cuando se poblase,
-porque la descubrió; dellos creo yo que pocos hobo. Todo lo
-que arriba dicho habemos de Rodrigo de Bastidas y de aqueste
-su viaje, por muchos testigos en el proceso de que arriba en
-el libro precedente habemos hecho mencion, que se formó
-entre el fisco y el Almirante, fué probado. Cuando Rodrigo
-de Bastidas partió para hacer aquel su viaje, aparejaba el
-suyo segundo, Alonso de Hojeda, y, partido de Cáliz, fué por
-los mismos rumbos y camino que Rodrigo de Bastidas, no
-sabiendo que el Bastidas iba por allí; llegó Hojeda al golfo de
-Urabá, y, al principio ó ántes de la entrada dél, acordó hacer
-una fortaleza de madera ó de tapias, para, desde allí, entrar á
-descubrir, ó la tierra adentro, ó por la mar, de donde mandó
-ir un navío por la costa abajo, y llegó hasta el puerto dicho del
-Retrete, que llamamos al presente, del Nombre de Dios, que
-Bastidas habia ya descubierto. Esto dice Alonso de Hojeda
-mismo en cierto artículo, á instancia del Fiscal, en el susodicho
-proceso. En este viaje segundo de Hojeda, con quien
-otra vez navegó á estas Indias Américo Vespucio, tornó á persistir
-en el engaño que quiso hacer, aplicando á sí mismo el
-descubrimiento, tácitamente, de la tierra firme, usurpando la
-gloria que al Almirante, porque lo hizo, se le debia, Vespucio,
-porque puso en su segunda navegacion, que partieron de
-Cáliz á 11 dias de Mayo del año 1499. Pudo ser decir verdad
-en el dia y en el mes, pero no es verdad lo del año, porque
-no fué sino el de 500. Esto queda claro en los capítulos 141,
-y 163, y 166, y 167, donde se probó, que para el primero
-viaje que hizo Alonso de Hojeda, en el cual trujo consigo al<span class="pagenum"><a name="Page_13" id="Page_13">[13]</a></span>
-Américo Vespucio, partió de Castilla y del puerto de Sancta
-María despues que el Almirante envió las nuevas á los Reyes
-de como habia descubierto á Paria, que es tierra firme, y las
-perlas, por la cual nueva Hojeda se movió á venir á descubrir,
-y vino por la misma figura y caminos ó rumbos que habia
-enviado el Almirante á los Reyes, y estas nuevas llevaron
-los cinco navíos que partieron desta isla á 18 dias de Octubre
-del año de 98, y llevaron á Castilla por Navidad, como queda,
-en el cap. 155, dicho; luego, imposible fué haber partido en
-el primer viaje, Hojeda y Vespucio, el año de 97, sino el año
-de 99, ya que diga verdad en lo del mes y del dia, porque
-dice que partieron á 20 de Mayo: en el cual viaje, dice tambien,
-que tardaron diez y ocho meses, aunque arriba queda
-declarado que no fueron sino cinco meses, luego, concluido
-queda, contra Vespucio, que el segundo viaje que hizo con
-Alonso de Hojeda, no fué año 99, sino de 500. De donde
-parece como Américo pretendió tácitamente aplicar á su viaje
-y á sí mismo, el descubrimiento de la tierra firme, usurpando
-al Almirante lo que tan justamente se le debia. Parece tambien,
-que, por este intento y por los que más, quizá, le movieron,
-trastrocó las cosas que vieron é hicieron en el primer
-viaje, con las del segundo, y las del segundo, á las del primero;
-y por esto, y por muchos argumentos en los capítulos
-dichos traidos, creo que los diez y ocho meses que dice haber
-tardado en el primer viaje, y lo que dél cuenta que vieron y
-trataron con diversas gentes, hobiese sido en el segundo y
-no en el primero. Y que esto sea verdad, y Américo haya
-escrito falsamente, atribuyendo lo del un viaje al otro, y por
-consiguiente, se deba presumir dél todo lo que se ha probado
-en los susodichos capítulos, y que á sabiendas haya querido
-aplicar á sí el descubrimiento de la tierra firme, pruébase
-evidentemente por lo que afirma de la isla de los Gigantes,
-haberla visto en el segundo viaje, como haya sido
-en el primero; y, que haya sido en el primero, parece por lo
-que articula el Fiscal, por el fisco, y dice así en la quinta
-pregunta: «Item, si saben que en este tiempo Alonso de Hojeda<span class="pagenum"><a name="Page_14" id="Page_14">[14]</a></span>
-é Juan de la Cosa, piloto, y los que fueron en su compañía,
-descubrieron en la costa de la tierra firme, hácia el
-Poniente de los Frailes y los Gigantes, hasta la parte que
-agora se llama Cuquibacoa, etc.;» los Frailes llamaron á unas
-isletas muy bajas que están junto á la isla de la Margarita.
-Dice Andrés de Morales, testigo y piloto, «que de Paria fueron
-de puerto en puerto hasta la isla de los Gigantes, y de
-allí discurrieron á la provincia de Cuquibacoa, hasta el cabo
-de la Vela, el cual nombre le pusieron los dichos Juan de
-la Cosa y Hojeda, etc.» Item, el mismo Hojeda, tomado por
-testigo por el Fiscal, dice á la misma pregunta: «Alonso de
-Hojeda dice que la verdad desta pregunta es, que este testigo
-(y es el dicho Alonso de Hojeda), vino á descubrir, el
-primer hombre que vino á descubrir despues que el Almirante
-descubrió al Mediodia la tierra firme, y corrió por ella
-cuasi 200 leguas, hasta Paria, y salió por la boca del Drago,
-y allí cognosció que el Almirante habia estado en la isla de
-la Trinidad, junto á la boca del Drago, y, yendo su camino,
-fué descubriendo, desde los Frailes hasta en par de las islas
-de los Gigantes, el golfo de Venezuela, etc.» Todas estas son
-palabras de Hojeda. Otro testigo que fué con ellos á aquel
-viaje primero, y dice que vido las islas de los Frailes y de
-los Gigantes, y todo lo que la pregunta pide, y otros dos ó
-tres, dicen lo mismo, etc.; luego, no en el segundo, sino en
-el primer viaje que Hojeda hizo, descubrió la isla de los Gigantes,
-y no en el segundo, como Américo Vespucio afirma;
-y por consiguiente, queda probado lo en los dichos dos viajes
-acaescido; y así, con razon, en lo demas se le debe dar poco
-crédito. Y que viniese con el dicho Hojeda el Américo en el
-segundo viaje, él mismo lo confiesa en su segunda navegacion,
-al cabo della, donde dice que arribaron á la isla Española,
-que llama Antiglia, que Cristóbal Colon hobiera descubierto
-pocos dias habia; desta su llegada, y los escándalos que
-Hojeda hizo en ella, en el cap. 167 queda escrito. Quiero
-aquí referir lo que dice Américo de los gigantes que vido, entrando,
-que entraron en una isla, la mayor de seis que hay,<span class="pagenum"><a name="Page_15" id="Page_15">[15]</a></span>
-no más desde Paria hasta Cuquibacoa, que hoy decimos Venezuela,
-dejada aparte la Margarita y otras isletas no de
-cuenta, y aquella debia ser la que llaman los indios Curaçáo,
-la penúltima luenga; estas son seis isletas que están en renglera,
-que distan de la tierra firme cuasi 15 y 20 leguas. Entraron,
-pues, nueve hombres dellos en ella, obra de una
-legua, donde vieron ciertas casas; hallaron en ellas cinco
-mujeres, dos viejas y tres muchachas, las cuales eran de tan
-grande estatura, que hacian ventaja á los más altos hombres
-que dellos habia, y señala uno, que debia ser demasiadamente
-alto entre ellos, por manera que quedaron admirados de verlas;
-ellas, vistos los nuestros, quedaron llenas de miedo, y una
-de las viejas, con grandes halagos, ofrece á los cristianos
-muchas cosas de sus comidas. Estando hablando ellos en que
-sería bien llevarlas á los navíos para Castilla, como cosa de
-grande admiracion digna, sobrevienen 35 ó 36 hombres
-mucho más espantables de cuerpos que las mujeres, y de tan
-hermosa disposicion, que era cosa deleitable verlos, los cuales
-vistos, dice Américo, que tanta turbacion y miedo tuvieron
-él y sus compañeros, que quisieran harto más estar en los
-navíos que cabe ellos; hablaban entre sí como que querian
-dar en los nuestros. Los nuestros tractaban si darian primero
-en ellos, pero acordaron de salirse disimuladamente y dar la
-vuelta hácia los navíos; y los indios, algo desviados, iban
-tras ellos, y así llegaron á la mar, y embarcados en los bateles
-y apartados de tierra, lánzanse los indios al agua, y de
-allí tiráronles muchas flechas, y, con esto, los unos y los otros
-quedaron ilesos. Aquella isla, que cuasi es redonda, y terná
-de circuito 20 leguas, está poblada hoy de indios, y siempre
-lo estuvo, no de gigantes, sino como los otros; no cognoscí
-hombre, en aquellos tiempos, ni despues acá, que hobiese
-visto aquellos gigantes, ni supe aquellos gigantes qué se hayan
-hecho, más que desde entónces acá llamamos las islas de los
-Gigantes aquellas, no sé por qué, ni si en las otras cinco los
-habia. Resta por decir de lo tocante á estos viajes de Alonso
-de Hojeda, lo que más siento, allende lo dicho, y es que ningun<span class="pagenum"><a name="Page_16" id="Page_16">[16]</a></span>
-viaje hizo Alonso de Hojeda á la tierra firme, que, de tornada,
-por esta isla Española no volviese, como abajo se dirá;
-y así, tengo por cierto, que lo hizo estos dos, primero y segundo,
-puesto que Américo lo calle y no lo refiera, él quizá
-supo por qué. Y lo que yo dello siento es, que como Hojeda
-fuese muy estrecho, segun se decia, en repartir con su compañía
-los mantenimientos, como abajo diremos, siempre los
-que gobernaba estaban mal con él, y era tanto, que algunas
-veces sus mismos súbditos lo prendieron y echaron en grillos;
-y porque hasta este tiempo de que vamos hablando yo no me
-acuerdo, ni de ninguno entendí, en aquellos años ni despues,
-que hobiese Hojeda hecho mas destos dos viajes á tierra firme:
-y una vez lo prendieron, yendo él por Capitan como siempre
-lo iba, y lo trujeron con dos pares de grillos en el navío, viniendo
-aportar al puerto de Yaquimo, que el Almirante llamaba
-del Brasil, que está 80 leguas del puerto y ciudad de
-Sancto Domingo, en esta isla, y confiando de su gran ligereza,
-una noche se echó á la mar, lo más secreto que pudo, pensando
-en tierra escaparse de los que preso le traian, que estaba
-un gran tiro de piedra y áun quizá de ballesta, que
-babia de nadar (tengo pensamiento que fué en aqueste su segundo
-viaje su prision y este caso de echarse á la mar, con
-dos pares de grillos, y quizá por esta causa, Américo Vespucio,
-trastrueca las cosas destos dos viajes, como ha parecido);
-yendo, pues, nadando con sólos los brazos, como los dos
-pares de grillos le llevaban al fondo, dió voces que le socorriesen,
-porque se ahogaba; fueron luego con la barca, y tomáronle,
-y así escapó: extraño caso. El proceso que alego que
-hobo entre el Fiscal del Rey y el segundo Almirante, hallarse
-há, si menester fuere, con mis escrituras, en un libro encuadernado,
-en el colegio de Sant Gregorio que en Valladolid
-está; las navegaciones de Américo, en el libro que se dice
-<i>Novus Orbis</i> andan.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_17" id="Page_17">[17]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO III.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En este tiempo y año de 500, por las grandes quejas que
-el Almirante á los Reyes daba, de los agravios que decia haber
-recibido del comendador Bobadilla, pidiendo justicia, y cosas
-que, para imputarle culpas, delante los Reyes alegaba, y por
-otras razones que á los Reyes movieron, determinaron Sus
-Altezas de proveer y enviar nuevo Gobernador á esta isla Española;
-y, por consiguiente, lo era entónces, gobernándola, de
-todas las Indias, porque hasta entónces, y despues algunos
-años, ninguno habia otro en isla ni tierra firme, ni parte otra
-de todas ellas. Este fué don fray Nicolás de Ovando, de la órden
-de Alcántara, que á la sazon era Comendador de Lares;
-despues, algunos años, vacó en Castilla la Encomienda mayor
-de Alcántara, estando él acá gobernando, y le hicieron merced
-los Reyes de la dicha Encomienda mayor, enviándole acá su
-título, y dende adelante le llamamos el Comendador mayor,
-como de ántes Comendador de Lares. Este caballero era varon
-prudentísimo y digno de gobernar mucha gente, pero no indios,
-porque, con su gobernacion, inestimables daños, como
-abajo parecerá, les hizo. Era mediano de cuerpo, y la barba
-muy rubia ó bermeja, tenia y mostraba grande autoridad,
-amigo de justicia; era honestísimo en su persona en obras y
-palabras, de cudicia y avaricia muy grande enemigo, y
-no pareció faltarle humildad, que es esmalte de las virtudes;
-y, dejado que lo mostraba en todos sus actos exteriores,
-en el regimiento de su casa, en su comer y vestir, hablas
-familiares y públicas, guardando siempre su gravedad y autoridad,
-mostrólo asimismo, en que despues que le trajeron
-la Encomienda mayor, nunca jamás consintió que le dijese alguno
-señoría. Todas estas partes de virtud y virtudes, sin duda<span class="pagenum"><a name="Page_18" id="Page_18">[18]</a></span>
-ninguna, en él cognoscimos. Este tal varon, pues, los Reyes
-católicos acordaron enviar y enviaron por Gobernador á esta
-isla é Indias, con largas provisiones é instrucciones para todo
-lo que habia de hacer, señalándole dos años que durase su
-gobernacion. Diéronle poder para que tomase residencia al
-comendador fray Francisco de Bobadilla, y examinase las
-causas del levantamiento de Francisco Roldan y sus secuaces,
-y los delitos que habian hecho; item, las culpas de que era
-notado el Almirante, y la causa de su prision, y que todo á
-la corte lo enviase. Entre otras cláusulas de sus instrucciones
-fué una muy principal, y muy encargada y mandada, conviene
-á saber, que todos los indios vecinos y moradores desta
-isla fuesen libres y no sujetos á servidumbre, ni molestados ni
-agraviados de alguno, sino que viviesen como vasallos libres,
-gobernados y conservados en justicia, como lo eran los vasallos
-de los reinos de Castilla, y mandándole asimismo, que
-diese órden, como en nuestra sancta fe católica fuesen instruidos;
-y cerca deste cuidado, del buen tratamiento y conversion
-destas gentes, siempre fué la bienaventurada Reina
-muy solícita. Trujo consigo por Alcalde mayor un caballero
-de Salamanca y licenciado, llamado Alonso Maldonado, persona
-muy honrada, prudente y amigo de hacer justicia, y
-humano. Despacharon este Gobernador los Reyes de la ciudad
-de Granada, donde la corte á la sazon estaba. Hízose una flota
-de 32 naos y navíos, entre chicos y grandes; la gente que se
-embarcó, llegaron á 2.500 hombres, muchos, entre ellos, y
-los más, eran personas nobles, caballeros y principales. Vino
-Antonio de Torres, hermano del ama del príncipe D. Juan,
-de quien arriba hemos hablado, por Capitan general, el cual
-habia de venir é ir siempre por Capitan de todas las flotas.
-Vinieron con él 12 frailes de Sant Francisco, personas religiosas,
-y trajeron un Prelado, llamado fray Alonso del Espinal,
-varon religioso y persona venerable, y entónces vino acá la
-órden de Sant Francisco para poblar de propósito. Partió
-de Sant Lúcar á 13 dias de Febrero, primer domingo de Cuaresma,
-entrante año de 1502. Desde á ocho dias, que fué<span class="pagenum"><a name="Page_19" id="Page_19">[19]</a></span>
-domingo segundo de Cuaresma, ya que quedaba poca mar de
-andar para llegar á las islas de Canaria, comenzó á venir un
-vendabal, que es viento Austro ó del Austro colateral, tan recio
-y desaforado, que causó tan grande tormenta en la mar, que
-ninguno de todos 32 navíos pensó escapar. Perdióse allí entónces
-una nao grande con 120 pasajeros, sin los marineros,
-segun creo llamada la <i>Rábida</i>. Todos los 31 navíos se desparcieron
-sin parar uno con otro, alijando, que es echando á la
-mar toda cuanta ropa, vino y agua llevaban encima de cubierta,
-por escapar las vidas, y unas fueron á Berbería y
-cabo de Aguer, que es tierra de moros vecina de las Canarias,
-otras á una isla dellas, Tenerife, Lanzarote, La Gomera y Gran
-Canaria, cada uno donde mejor guiarse pudo. Y porque acaeció
-salir de Canaria dos carabelas cargadas de azúcar y otras
-cosas, y perderse, y como la misma tormenta echó toda la cajería
-y maderas y pipas dellas, y de la nao <i>Rábida</i>, á la costa ó
-ribera de Cáliz y de los otros marítimos lugares, todos creyeron
-que toda la flota era ya perdida y sumida en el agua, segun
-la fuerza del viento y braveza de la mar. Van las nuevas luego
-á los Reyes, á Granada; fué inextimable el dolor que en oirlo
-recibieron, y pesar; supimos que habian estado ocho dias retraidos,
-sin que hombre los viese ni hablase. Finalmente plugo á
-Dios, que, á cabo de grandes peligros y trabajos, escaparon, y
-se juntaron todos 31 navíos en la isla de la Gomera; tomó en
-Gran Canaria otro navío para la gente que de allí quiso acá venir,
-no me acuerdo por qué otras causas. Allí dividió la flota en
-dos partes, porque algunos dellos andaban muy poco, y escogió
-los 15 ó 16 más veleros para que fuesen consigo, y los demas
-llevase Antonio de Torres. Llegó á esta isla, y entró en este
-puerto de Sancto Domingo, á 15 dias de Abril; Antonio de
-Torres, con la otra media flota, despues, doce ó quince dias,
-así como el Comendador mayor con su media flota, entró por
-este rio y echaron anclas los navíos. La gente española y vecinos
-desta ciudad, que entónces era villa y estaba de la otra
-parte del rio, allegáronse á la ribera con grande alegría.
-Viendo los de tierra y conociendo á los que venian, algunos<span class="pagenum"><a name="Page_20" id="Page_20">[20]</a></span>
-de los que habian estado acá, preguntaban estos por nuevas
-de la tierra, y aquellos por nuevas de Castilla, y por quién á
-gobernar venia; los que venian respondian que buenas nuevas,
-y que los Reyes enviaban por su Gobernador destas Indias
-al Comendador de Lares, de la órden de Alcántara, y
-que quedaba buena Castilla; los de tierra decian, que la isla
-estaba muy buena, y, dando razon de su bondad y regocijo,
-añidian el por qué, conviene á saber, porque habia mucho
-oro, y se habia sacado un grano sólo que pesaba tantos mil
-pesos de oro, y porque se habian alzado ciertos indios de
-cierta provincia, donde captivarian muchos esclavos. Yo lo
-oí por mis oidos mismos, porque yo vine aquel viaje con el
-Comendador de Lares á esta isla, por manera que daban por
-buenas nuevas y materia de alegría, estar indios alzados, para
-poderles hacer guerra, y, por consiguiente, captivar indios
-para los enviar á vender á Castilla, por esclavos. Abajo
-se dirá, placiendo á Dios, por qué se alzaron, y la guerra
-que, desde á pocos dias que llegamos, se les hizo. El grano
-que dije, de que dieron nueva, fué cosa monstruosa en naturaleza,
-porque nunca otra joya tal, que la naturaleza sola
-formase, vieron los vivos; pesaba 35 libras, que valian 3.600
-pesos de oro; cada peso era ó tenia de valor 450 maravedís;
-era tan grande como una hogaza de Alcalá (que hay en
-Sevilla, y de aquella hechura, que pesa tres libras), y yo
-lo vide bien visto. Juzgaban que ternia de piedra, mezclada
-y abrazada con el oro (la cual, sin duda, habia de ser
-por tiempo en oro convertida), los 600 pesos, y porque la
-piedra que está entrejerida y abrazada con el oro en los granos
-que se hallan, son como manchezuelas menudas, cuasi
-todo el grano parece oro, aunque con cantidad de piedra:
-este, cierto, era hermosísima pieza. Hallólo una india, desta
-manera, conviene á saber: habia dado el comendador Bobadilla,
-Gobernador, tan larga licencia á los españoles que se
-aprovechasen de los indios y echasen á las minas, cada dos
-compañeros, sus cuadrillas de 15, y 20, y 30, y 40 indios,
-hombres y mujeres; Francisco de Garay é Miguel Diaz (de<span class="pagenum"><a name="Page_21" id="Page_21">[21]</a></span>
-quien algo se ha tocado, y abajo se dirá más, si á Dios pluguiere),
-eran compañeros, y traian su cuadrilla ó cuadrillas en
-las minas que dijimos Nuevas, porque se descubrieron despues
-de las primeras, que llamaron por esto Viejas, de la otra
-parte del rio Hayna, cuasi frontero, ocho leguas ó nueve, desta
-ciudad de Sancto Domingo; una mañana, estando la gente almorzando,
-estaba una india de las de la misma cuadrilla, sentada
-en un arroyo, comiendo, y descuidada, pensando quizá
-en sus trabajos, captiverio y miseria, y daba con una vara, ó
-quizá una barreta, ó almocafre, ó otra herramienta de hierro
-en la tierra, no mirando lo que hacia, y, con los golpes que
-dió, comenzóse á descubrir el grano de oro que decimos; la
-cual, bajando los ojos, vido un poquito dél relucir, é, visto, de
-propósito descubre más, y, así descubierto todo, llama al minero
-español, que era el verdugo que no los dejaba resollar,
-y dícele: <i>ó cama guaxeri guariquen caona yari</i>. <i>Ó cama</i>, dice
-oyes, <i>guaxeri</i>, señor, <i>guariquen</i>, mira ó ven á ver, <i>yari</i>, el
-joyel ó piedra de oro; <i>caona</i> llamaban al oro. Vino el minero,
-y con los vecinos hacen grandes alegrías, quedando
-todos como fuera de sí en ver joya tan nueva y admirable y
-tan rica; hicieron fiesta asando un lechon ó cochino, lo cortaron
-y comieron en él, loándose que comieron en plato de
-oro muy fino, que nunca otro tal lo tuvo algun Rey. El Gobernador
-lo tomó para el Rey, dando lo que pesaba y valia á
-los dos compañeros, Francisco de Garay y Miguel Diaz. Pero,
-sin pecado, podemos presumir que á la triste india que lo
-descubrió, por hallazgo no se le dieron de grana ni de seda
-faldrillas, y ¡ojalá le hayan dado un sólo bocado del cochino!</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_22" id="Page_22">[22]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO IV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Dejemos agora, llegado no más á esta isla Española, el
-Comendador de Lares, y despues Mayor, y tornemos á tractar
-del principio de otros nuevos trabajos que ocurrieron al Almirante.
-En este tiempo y año de 501, despues que los Reyes
-le mandaron soltar, y vino á la corte, y lo recibieron benignísimamente,
-y le consolaron, y certificaron su prision no haber
-procedido de su voluntad real, en especial, la serenísima
-reina Doña Isabel, que era, como ya se ha dicho, la que más
-lo favorecia y estimaba, porque mejor sentia, por ventura,
-que el Rey, el servicio inextimable que les habia hecho en
-haber descubierto este mundo de acá indiano; el Almirante,
-siempre les suplicaba que le tornasen á restituir en su estado,
-guardándole sus privilegios de las mercedes que le habian
-prometido, pues él habia cumplido lo que prometió, y mucho
-más, sin comparacion, como era notorio, y no les habia deservido
-por obra ni por voluntad, para que desmereciese y
-hobiese de perder las mercedes prometidas, ántes, por su servicio,
-habia sufrido en esta isla grandes angustias, tolerando
-y haciendo comedimientos grandes con Francisco Roldan y
-los alzados, á los cuales no dió causa ni ocasion para que le
-fuesen rebeldes, pues estando él en su servicio en Castilla, y
-en el descubrimiento de la tierra firme, se rebelaron á su
-hermano; y que no diesen lugar á los émulos que ante Sus
-Altezas le calumniaban, y otras muchas razones que en favor
-de la justicia que creia tener, alegaba. Item, que aunque ya
-era viejo, y muy cansado de tan inmensos trabajos, todavía
-tenia propósito de gastar la vida que le quedaba en descubrir,
-por su servicio, muchas otras tierras más de las que habia
-descubierto, y que creia hallar estrecho de mar en el<span class="pagenum"><a name="Page_23" id="Page_23">[23]</a></span>
-paraje del puerto del Retrete, que agora es el Nombre de Dios,
-por las cuales, sobre todos los reinos del mundo, fuesen los
-más esclarecidos y ricos los de España. Los Reyes lo sustentaban
-con benignas y dulces palabras, certificándole que tuviese
-por cierto que sus previlegios y las mercedes en ellos
-contenidas, le serian cumplidas, guardadas, y conservadas,
-y no sólo las prometidas, pero de nuevo le serian aquellas
-confirmadas, y otras hechas y aumentadas. Y porque mostraba
-querer ir á descubrir de nuevo, los Reyes se lo agradecieron,
-y comenzaron á tratar dello y exhortalle que lo
-pusiese por obra, entre tanto que el Comendador mayor la
-declaracion de las cosas pasadas en esta isla enviaba, y que
-le mandarian dar todo recaudo. Dió sus memoriales, pidió
-cuatro navíos y bastimentos para dos años; fuéle todo concedido
-cuanto dijo serle necesario, prometiéndole Sus Altezas,
-que si Dios dél algo en aquel viaje dispusiese, á que no tornase,
-de restituir á su hijo el mayor, llamado D. Diego Colon,
-en toda su honra y estado. Mandaron al Comendador de Lares
-que restituyese al Almirante y á sus hermanos, todo el
-oro y joyas, y las haciendas de ganados y bastimentos de pan
-y vino, y libros, y los vestidos y atavíos de sus personas, que
-el comendador Bobadilla les habia tomado, y que le acudiesen
-sus oficiales con el diezmo y ochavo del oro, y de todas
-las otras ganancias y provechos, segun que sus privilegios
-rezaban. Diéronle licencia para que en esta isla Española, tuviese
-una persona que entendiese y tuviese cargo de su hacienda,
-y recibiese las rentas y lo que hobiese de haber,
-conforme á sus privilegios, y que estuviese presente, con el
-Veedor del Rey, en las fundiciones, para que viese fundir y
-marcar el oro que della y de las otras islas y tierra firme se
-fundiese y marcase, de todo lo cual rescibiese la décima parte,
-y tambien asistiese, con el Factor del Rey, en las cosas de las
-mercaderías, y negociacion y ganancias dellas, de las cuales
-habia de llevar el Almirante la ochava parte. La persona que
-señaló el Almirante para esto, y los Reyes admitieron, fué
-un caballero nombrado Alonso Sanchez de Carvajal, creo que<span class="pagenum"><a name="Page_24" id="Page_24">[24]</a></span>
-natural de Úbeda ó de Baeza. Sobre todas estas cosas, hicieron
-los Reyes declaracion, por muchos capítulos, la cual yo
-vide, mandando al Comendador de Lares, Gobernador, y Contador,
-y Oficiales, y Justicias, y personas destas islas y tierra
-firme, que la guardasen y cumpliesen como en ella se contenia,
-que es lo que arriba, en suma, queda dicho. Allende la
-cual dicha declaracion y mando, que fué hecha en la ciudad
-de Granada, á 27 dias de Setiembre de 501, mandaron despachar
-la siguiente Cédula:</p>
-
-<p>«El Rey é la Reina: Comendador de Lares, nuestro Gobernador
-de las Indias, Nos habemos mandado y declarado la
-órden que se ha de tener en lo que se ha de hacer con don
-Cristóbal Colon, nuestro Almirante del mar Océano y sus
-hermanos, cerca de las cosas que el comendador Bobadilla
-les tomó, y sobre la forma que se ha de tener en el acudir
-al dicho Almirante con la parte del diezmo y ochavo, que ha de
-haber de los bienes muebles de las islas y tierra firme del dicho
-mar Océano, y de las mercaderías que Nos de acá enviáremos,
-segun vereis por la dicha nuestra declaracion y
-mandamiento, firmado de nuestros nombres, que sobre ello
-les mandamos dar. Por ende vos mandamos que veais la dicha
-declaracion, y, conforme á ella, les fagais entregar los
-dichos sus bienes, y acudir al dicho Almirante con lo que le
-pertenece de lo susodicho; por manera, que el dicho Almirante
-y sus hermanos, ó quien su poder hobiere, sean de todo
-ello entregados, y si el oro y otras cosas que así el dicho comendador
-Bobadilla les tomó, lo hobiere gastado ó vendido,
-que se lo fagais luego pagar; lo que fuere gastado en nuestro
-servicio se les pague de nuestra facienda, y lo que el dicho
-comendador Bobadilla hobiere gastado en sus cosas propias, se
-les pague de los bienes y facienda del dicho Comendador, y
-no fagades ende al. Fecha en Granada, á 28 dias del mes
-de Setiembre de 1501 años.&mdash;Yo el Rey.&mdash;Yo la Reina.&mdash;Por
-mandado del Rey é de la Reina, Gaspar de Grisio.»</p>
-
-<p>Despacharon finalmente los Reyes al Almirante, mandándole
-dar todas las provisiones que para Sevilla y Cáliz<span class="pagenum"><a name="Page_25" id="Page_25">[25]</a></span>
-eran necesarias para la expedicion de su flota ó armada; salió
-con ellas de la ciudad de Granada, en el mes de Octubre,
-para Sevilla, donde luego, con mucha diligencia, entendió en
-su despacho. Compró cuatro navíos de gavia, cuales convenian,
-el mayor no pasaba de 70 toneles, ni el menor de 50
-bajaba; juntó 140 hombres, entre chicos y grandes, con los
-marineros y hombres de tierra, entre los cuales fueron algunos
-de Sevilla; llevó consigo á D. Bartolomé Colon, el Adelantado,
-su hermano. Toda esta gente fué á sueldo de los Reyes,
-como habian venido, por la mayor parte, los españoles primeros
-á esta isla. Proveyóse de muchos bastimentos y de armas,
-y de toda manera de rescates. Desde Cáliz, donde tenia
-los navíos y se aparejaba, ó quizá desde Sevilla, escribió á los
-Reyes suplicándoles algunas cosas que le parecieron convenir
-para su viaje, algunas, y otras que á él tocaban y á sus hijos
-y hermanos. Una fué, que le diesen licencia para entrar en el
-puerto desta isla Española, la cual, ántes les habia suplicado,
-por proveerse allí de refresco y de cosas que suelen ocurrir,
-necesarias en todas las navegaciones, por cortas que sean,
-cuanto más en viaje tan largo; pero no se la quisieron dar, diciendo
-que porque no se detuviese, sino que lo más presto
-que pudiese navegase. Pidió tambien tuviesen por bien que
-llevase consigo á su hijo el menor, D. Hernando, el cual era de
-trece años; concediéronselo de buen grado. Pidió eso mismo
-que pudiese llevar dos ó tres hombres que supiesen arábigo,
-porque siempre tuvo opinion, que pasada esta nuestra tierra
-firme, si estrecho de mar hallase, que habia de topar gente del
-Gran Khan ó de otras que aquella lengua ó algo della hablasen,
-y no era muy remota parte de providencia; concediéronselo
-los Reyes, con que no se detuviese por buscallos ó esperallos.
-Envió ciertos memoriales suplicando á los Reyes sobre
-sus negocios y favor de sus hijos y de sus hermanos, porque
-si él muriese los tuviesen por encomendados; á todas estas suplicaciones
-respondieron los reyes Católicos con la siguiente
-Cédula, que fué la final cerca deste viaje, y áun la postrera
-que de Sus Altezas rescibió:</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_26" id="Page_26">[26]</a></span></p>
-
-<p>«El Rey é la Reina: D. Cristóbal Colon, nuestro Almirante
-de las islas y tierra firme, que son en el mar Océano á la
-parte de las Indias. Vimos vuestra letra de 26 de Febrero, y las
-que con ella enviastes y los memoriales que nos distes, y á lo
-que decís que para este viaje á que vais querríades pasar por
-la Española, ya os dijimos, que, porque no es razon que para
-este viaje á que agora vais se pierda tiempo alguno, en todo
-caso vais por este otro camino, que, á la vuelta, si os pareciere
-que será necesario, podeis volver por allí de pasada, para deteneros
-poco; porque, como veis, convendrá que vuelto vos
-del viaje á que agora vais, seamos luego informados de vos
-en persona de todo lo que en él hobiéredes hallado y hecho,
-para que, con vuestro parecer y consejo, proveamos sobre
-ello lo que más cumpla á nuestro servicio, y las cosas necesarias
-para el rescate de acá se provean. Aquí vos enviamos la
-instruccion de lo que, placiendo á Nuestro Señor, habeis de
-facer en este viaje, y á lo que decís de Portugal, Nos escrebimos
-sobre ello al rey de Portugal, nuestro hijo, lo que conviene,
-y vos enviamos aquí la Carta nuestra que decís, para
-su Capitan, en que le facemos saber vuestra ida hácia el Poniente,
-y que habemos sabido su ida hácia el Levante, que si en
-camino vos topáredes, vos trateis los unos á los otros como amigos,
-y como es razon de se tractar Capitanes y gentes de Reyes,
-entre quien hay tanto deudo, amor y amistad, diciendo
-que lo mismo habemos mandado á vos; y procuraremos que
-el rey de Portugal, nuestro hijo, escriba otra tal carta al dicho
-su Capitan, etc. (y, pasados ciertos capítulos en respuestas
-de las cosas que arriba dijimos quel Almirante suplicaba,
-dicen los Reyes abajo): Cuanto á lo otro contenido en vuestros
-memoriales y letras, tocantes á vos y á vuestros hijos y
-hermanos, porque, como vedes, á causa que Nos estamos en
-camino y vos de partida, no se puede entender en ello hasta
-que paremos de asiento en alguna parte, y si esto hobiésedes
-de esperar se perdería el viaje á que agora vais, por esto es
-mejor, que, pues de todo lo necesario para vuestro viaje estais
-despachado, vos partais luego sin detenimiento alguno, y<span class="pagenum"><a name="Page_27" id="Page_27">[27]</a></span>
-quede á vuestro hijo el cargo de solicitar lo contenido en los
-dichos memoriales; y tened por cierto, que de vuestra prision
-nos pesó mucho, y bien lo vistes vos y lo cognoscieron
-todos claramente, pues que luego que lo supimos lo mandamos
-remediar, y sabeis el favor con que vos habemos mandado
-tractar siempre, y agora estamos mucho más en vos honrar y
-tractar muy bien, y las mercedes que vos tenemos fechas vos
-serán guardadas enteramente, segun forma y tenor de nuestros
-privilegios, que dellas teneis, sin ir en cosa contra ellas, y
-vos y vuestros hijos gozareis dellas como es razon, y, si necesario
-fuese confirmarlas de nuevo, las confirmaremos, y á
-vuestro hijo mandaremos poner en la posesion de todo ello, y
-en más que esto tenemos voluntad de vos honrar y facer mercedes,
-y de vuestros hijos y hermanos Nos ternemos el cuidado
-que es razon, y todo esto se podrá facer, yéndovos en
-buena hora, y quedando el cargo á vuestro hijo, como está
-dicho; y así vos rogamos que en vuestra partida no haya dilacion.
-De Valencia de la Torre, á 14 de Marzo de 502 años.&mdash;Yo
-el Rey.&mdash;Yo la Reina.&mdash;Por mandado del Rey y de la
-Reina, Almazán.»</p>
-
-<p>Ciertamente, para la alteza que tenian y acostumbrada
-gravedad y autoridad de que los reyes de Castilla solian y
-suelen, con sus súbditos, aunque sean los de mayores estados,
-usar, grande humanidad y favores usaban con el Almirante,
-y no sin razon, pues nunca algun otro tal servicio hizo, chico
-ni grande, á sus Reyes, jamás.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_28" id="Page_28">[28]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO V.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Concluido todo lo que convenia para su despacho, y sus
-navíos bien bastecidos y aparejados, hízose á la vela el Almirante
-con sus cuatro navíos, á 9 dias del mes de Mayo
-de 1502 años, y, porque supo el Almirante que habian los
-moros cercado y en gran estrecho puesto la villa y fortaleza
-de Arcila, en allende, que tenian los portugueses, acordó de
-ir á socorrella, porque viendo los moros cuatro navíos de armada,
-podian creer que iba socorro de propósito para los
-hacer mal, y así alzar el cerco; el cual llegó desde á dos ó
-tres dias, y halló que ya eran descercados. Envió el Almirante
-al Adelantado, su hermano, y á los Capitanes de los navíos
-con él, que fuesen á visitar en tierra, de su parte, al Capitan
-de Arcila, que estaba herido de los moros, y á ofrecerle todo
-lo que él podia de su armada. El Capitan le tuvo en mucha
-merced la visita y ofrecimiento, y envió á visitalle y dalle
-las gracias, con algunos caballeros que con él estaban, algunos
-de los cuales eran deudos de Doña Felipa Moñiz, mujer
-que fué del Almirante, en Portugal, como en el primer libro
-dijimos. Hízose aquel mismo dia á la vela, y llegaron á la
-Gran Canaria en 20 del mismo mes de Mayo; tomaron agua
-y leña, y, creo que á 25, alzaron las velas para su viaje. Tuvieron
-muy próspero tiempo, de manera que sin tocar en las
-velas vieron la isla que llamamos y se llama por los indios
-Matininó, la última luenga, en 15 dias de Junio. Allí dejó el
-Almirante saltar en tierra la gente, para que se refrescasen, y
-holgasen, y lavasen sus paños, y cogiesen agua y leña á su
-placer, todo lo que desean en largas navegaciones los mareantes;
-estuvieron allí tres dias, y de allí partieron, yendo
-por entre muchas islas, harto frescas y señaladas, como quien<span class="pagenum"><a name="Page_29" id="Page_29">[29]</a></span>
-va por entre vergeles, aunque están unas de otras 5 y 6, y
-10 y 12 leguas desviadas. Y porque llevaba uno de los cuatro
-navíos muy espacioso, así porque era mal velero que
-no tenia con los otros, como porque le faltaba costado para
-sostener velas, que con un vaiven, por liviano que fuese,
-metia el bordo debajo del agua, tuvo necesidad de llegar á
-Sancto Domingo á trocar aquel con alguno de los de la flota
-que habia llevado el Comendador mayor, ó comprar otro.
-Llegó á este puerto de Sancto Domingo á 29 de Junio, y, estando
-cerca, envió en una barca del un navío, al Capitan dél,
-llamado Pedro de Terreros, que habia sido su Maestre-sala, á
-que dijese al Comendador de Lares la necesidad que traia
-de dejar aquel navío, que tuviese por bien que entrase con
-sus navíos en el puerto, y, no sólo por cambiar ó comprar
-otro, pero por guarecerse de una gran tormenta, que tenia
-por cierto que habia presto de venir. El Gobernador no quiso
-dalle lugar para que en este rio y puerto entrase, y creo yo
-que así lo habia traido, por mandado de los Reyes, porque
-en la verdad, estando áun allí el comendador Bobadilla, de
-quien tantas quejas él tenia, y Francisco Roldan y los que
-con él se le alzaron, y que tanto mal habian dicho y escrito
-á los Reyes dél, y otras razones que se podian considerar, y
-de donde pudieran nacer algunos y graves escándalos, y los
-Reyes proveyeron en ello prudentísimamente, no dándole licencia
-para que aquí entrase, y mandallo tambien al Comendador
-y Gobernador, que no lo admitiese; y, que no se lo mandaran
-los Reyes, no admitiéndolo él lo hiciera como prudente. Finalmente,
-viendo que no le dejaban entrar, y sabiendo como
-la flota de las 32 naos, en que habia venido el Comendador
-de Lares, estaba para se partir, envióle á decir que no la
-dejase por aquellos ocho dias, porque tuviese por cierto que
-habia de haber una grandísima tormenta, de la cual huyendo,
-él se iba á meter en el primer puerto que más cerca
-hallase. Fuése á meter en el puerto que llaman puerto Hermoso,
-16 leguas deste de Sancto Domingo, hácia el Poniente.
-El Comendador de Lares, no curó de creerlo, cuanto á no<span class="pagenum"><a name="Page_30" id="Page_30">[30]</a></span>
-dejar salir la flota, y los marineros y pilotos, desque oyeron
-que aquello habia enviado á decir el Almirante, unos burlaron
-dello, y quiza dél, otros lo tuvieron por adivino, otros, mofando,
-por profeta, y así no curaron de se detener; pero
-luego se verá cómo les fué. Y para esto, es aquí de saber, que
-no es menester ser el hombre profeta ni adivino para saber
-algunas cosas por venir, que son efectos de causas naturales,
-sino basta ser los hombres instructos y doctos en filosofía natural,
-ó en las cosas que por la mayor parte suele acaecer
-tener experiencia. De los primeros son los astrólogos, que
-dicen, ántes muchos dias que acaezca, que ha haber eclipse,
-porque teniendo ciencia de los cursos y movimientos de los
-cuerpos celestiales, que son causas naturales de los eclipses,
-cognoscen que, de necesidad, de aquellas causas han de proceder
-aquellos efectos, y así de otras muchas cosas naturales,
-como que ha de haber en aquel año muchas lluvias,
-ó sequedad, etc.; de los segundos son los marineros, y que
-han navegado muchas veces, por las señales naturales que
-por la mar en el ponerse ó salir el sol de una ó de otra color,
-en la mudanza de los vientos, en el aspecto de la luna, que
-vieron y experimentaron muchas veces. Y una señal muy eficaz
-de haber de venir tormenta, y que por maravilla yerra,
-es cuando sobreaguan muchas toninas, que son, creo que, los
-que llaman por otro nombre delfines, y los lobos marinos; y
-esta es la más averiguada, porque andan por lo hondo buscando
-su comida, y la tempestad de la mar se causa de cierta conmocion
-y movimientos que se hace abajo en el profundo de la
-mar, en las arenas, por los vientos que allá entran, y, como
-aquestas bestias lo sienten, van luego huyendo con gran estruendo,
-de aquellos movimientos, arriba á la superficie del
-agua, y á la orilla, y, si pudiesen, saldrian á tierra; y así, dan
-cierta señal de que ha de venir tempestad por la causa que
-dello sintieron. Y así, como el Almirante, destas causas y efectos
-y señales, de haberlas visto infinitas veces, tuviese larguísima
-experiencia, pudo cognoscer y tener por cierta la tormenta;
-y haber dicho verdad, y tener dello buen cognoscimiento,<span class="pagenum"><a name="Page_31" id="Page_31">[31]</a></span>
-pareció luego, desde á no muchas horas, por sus efectos.
-Embarcóse el comendador Bobadilla y Francisco Roldan,
-el alzado, con otros de su ralea, que tantos daños y escándalos
-habian causado y hecho en esta isla; embarcáronse estos y
-mucha otra gente en la nao <i>Capitana</i>, que era de las mejores
-de toda la flota, donde iba Antonio de Torres, el hermano del
-ama del Príncipe, por Capitan general. Metieron allí tambien,
-preso y con hierros, al rey Guarionex, Rey y señor de la grande y
-real Vega, cuya injusticia que padeció bastaba para que sucediera
-el mal viaje que les sucedió, sin que otra se buscara,
-como en el primer libro declaramos, cap. 121. Metieron en esta
-nao <i>Capitana</i> 100.000 castellanos del Rey, con el grano que dijimos,
-grande, de 3.600 pesos ó castellanos, y otros 100.000 de
-los pasajeros que iban en la dicha nao. Estos 200.000 pesos,
-entonces, más eran y más se estimaban, segun la penuria que
-habia entónces de dinero en España, que agora se estiman y
-precian 2 millones, y áun, en la verdad, más se hacia y proveia
-y sustentaba, en paz ó en guerra, en aquellos tiempos con
-200.000 castellanos, que agora con todas las millonadas; y
-así les conviene, millonadas, porque son cuasi nada. Así que
-salió por principio de Julio nuestra flota de 30 á 31 navíos,
-aunque algunos dijeron que eran 28, entre chicos y grandes; y
-desde á treinta ó cuarenta horas vino tan extraña tempestad y
-tan brava, que muchos años habia que hombres, en la mar de
-España ni en otras mares, tanta, ni tal, ni tan triste, habian experimentado.
-Perecieron con ella las 20 velas ó naos, sin que
-hombre, chico ni grande, dellas escapase, ni vivo ni muerto
-se hallase; y toda esta ciudad que estaba de la otra banda del
-rio, como todas las casas eran de madera y paja, toda cayó
-en el suelo, ó della muy gran parte; no parecia sino que todo
-el ejército de los demonios se habian del infierno soltado. Al
-principio della, con la gran escuridad, que llaman los marinos
-cerrazon, los navíos del Almirante se apartaron los unos
-de los otros, y cada uno padeció gran peligro, estimando de
-los otros que seria milagro si escapasen. Finalmente, tornáronse
-á juntar en el dicho puerto Hermoso ó el de Açua, que<span class="pagenum"><a name="Page_32" id="Page_32">[32]</a></span>
-está de aquel cuatro ó cinco leguas; ó quizá alguna más; y
-así escapó el Almirante y sus navíos, y los de la flota perecieron
-por no creelle. Allí hobo fin el comendador Bobadilla,
-que envió en grillos presos, al Almirante y á sus hermanos;
-allí se ahogó Francisco Roldan y otros que fueron sus
-secuaces rebelándose, y que á las gentes desta isla tanto vejaron
-y fatigaron; allí feneció el rey Guarionex, que, gravísimos
-insultos, y violencias, daños y agravios habia rescibido
-de los que se llamaban cristianos, y, sobre todos, la injusticia
-que al presente padecia, privado de su reino, mujer é hijos,
-y casa, llevándolo en hierros á España, sin culpa, sin razon
-y sin legítima causa, que no fué otra cosa sino matallo mayormente
-siendo causa que allí se ahogase. Allí se hundió todo
-aquel número de 200.000 pesos de oro, con aquel monstruoso
-grano de oro, grande y admirable. Aqueste tan gran juicio
-de Dios no curemos de escudriñallo, pues en el dia final deste
-mundo nos será bien claro. En esta flota fué Rodrigo de Bastidas,
-pero escapóse en un navío de los ocho ó seis que escaparon;
-y así erró Gonzalo Hernandez de Oviedo, en el capítulo
-8.º del lib. III de su Historia, donde dijo que lo habia enviado
-preso el comendador Bobadilla con el Almirante: yo sé
-que esto no es verdad.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_33" id="Page_33">[33]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO VI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Quédese partido del puerto Hermoso, ó del de Açua, ó puerto
-Escondido, como algunos lo llamaron, con sus cuatro navíos,
-el Almirante, y vaya enhorabuena su viaje hasta que á él
-volvamos; agora, tornemos sobre lo que se siguió despues
-que el Comendador de Lares fué á esta isla y puerto llegado.
-Salido á tierra, estábale con toda la gente, vecinos desta ciudad,
-el comendador Bobadilla, en la ribera, esperando, y
-despues de los comedimientos acostumbrados, lleváronlo á la
-fortaleza de tapias, que allí habia, que no era tal, como la
-de Salsas, donde lo habian aposentado; presentó sus provisiones
-ante Bobadilla, y Alcaldes, y Regidores y Cabildo de la
-villa; obedeciéronlas todos, y pusiéronlas sobre sus cabezas,
-y, cuanto al cumplimiento, hicieron la solemnidad que se suele
-hacer, tomándole juramento, etc. Comenzó luego á gobernar
-prudentemente, y á su tiempo mandó apregonar la residencia
-del comendador Bobadilla, en la cual era cosa de considerar
-ver al comendador Bobadilla cuál andaba sólo y desfavorecido,
-yendo y viniendo á la posada del Gobernador, y parecer
-ante su juicio, sin que hombre lo acompañase de los á
-quien él habia favorecido y dicho, «aprovechaos, que no
-sabeis cuánto este tiempo os durará,» y todo este inícuo provecho
-no se entendia sino del sudor y trabajos de los indios.
-Y en la verdad, él debia ser, de su condicion y naturaleza,
-hombre llano y humilde; nunca oí dél, por aquellos tiempos,
-que cada dia en él se hablaba, cosa deshonesta, ni que supiese
-á cudicia, ántes todos decian bien dél; y, puesto que por dar
-larga licencia que se aprovechasen de los indios los 300 españoles,
-que en esta isla, entónces, sólos, como se dijo, habia,
-les diese materia de querello bien, todavía, si algo tuviera de<span class="pagenum"><a name="Page_34" id="Page_34">[34]</a></span>
-los susodichos vicios, despues de tomada su residencia, y
-desta isla ido y muerto, alguna de las muchas veces que hablábamos
-en él, algun pero, ó si nó, dél se dijera. Hizo tambien
-el Comendador de Lares las informaciones de las cosas pasadas
-en esta isla, en lo de Francisco Roldan y su compañía,
-y, segun creo (porque no me acuerdo bien dello), preso lo
-envió, aunque sin prisiones, á Castilla, para que los Reyes
-determinasen la justicia de lo que merecia; pero entremetióse
-la divina Providencia de prima instancia, llamándolo más
-presto para su alto y delgado juicio. Ya dije, arriba, en el primer
-capítulo deste segundo libro, como el comendador Bobadilla
-ordenó que todos los que quisiesen llevar indios á coger
-oro á las minas, pagasen á los Reyes, de 11 pesos, uno; pero
-porque, ó los Reyes allá lo sintieron mucho, como se hobiese
-hecho sin su poder y comision, y por eso mandaron al Comendador
-de Lares, que hiciese lo que luego diré, ó porque á él
-acá le pareció que debia hacerlo así, mandó que todos los que
-habian cogido de las minas oro, no embargante que hobiesen
-pagado el onceno, pagasen el tercio sin aquello; y porque
-las minas entónces andaban ricas, como estaban vírgenes, y
-todos se apercibian de haber herramientas y tener del caçabí,
-ó pan desta isla, para poder echar indios y más indios á las
-minas, y valia un azadon 10 y 15 castellanos, y una barreta,
-de dos ó tres libras, 5, y un almocafre, 2 y 3, y 4 ó 5.000
-matas de las raíces que hacen el pan caçabí, 200 y 300 y más
-castellanos ó pesos, los más cudiciosos de coger oro, gastaban
-en estas pocas cosas 2 y 3.000 pesos de oro que cogian;
-cuando les pidieron el tercio del oro que habian cogido, y,
-por mejor decir, los indios que ellos oprimian, no se hallaron
-con un maravedí; y así, vendian por 10 lo que habian
-comprado por 50, por manera, que todos los que más oro
-habian cogido, más que otros quedaron perdidos. Los que se
-habian dado á las granjerías y no á coger oro, quedaron
-segun las riquezas de entónces, como no pagaron, quedaron
-ricos; y esta fué regla general en estas islas, que todos los
-que se dieron á las minas, siempre vivian en necesidad, y áun<span class="pagenum"><a name="Page_35" id="Page_35">[35]</a></span>
-por las cárceles, por deudas; y por el contrario, tuvieron más
-descanso y abundancia los dados á las granjerías, sino era por
-otros malos recaudos de excesos en el vestir, y jaeces y otras
-vanidades que hacian, con que al cabo no medraban ni lucian,
-sino, como aire, todo se les iba, porque fuese argumento de,
-cuán injustamente, con las fatigas y sudores de los indios, lo
-adquirian, puesto que ellos, poco y nada del castigo advertian.
-Las granjerías de entónces no eran otras sino de criar puercos
-y hacer labranzas de las del pan caçabí y las otras raíces comestibles,
-que son los ajes y batatas. Cerca de los que hobiesen de
-sacar oro de las minas, ordenaron los Reyes que, desde adelante,
-de todo lo que sacasen, les acudiesen con la mitad, y
-como ninguno acá pasaba, sino para, cogiendo oro, desechar
-de sí la pobreza, de que España en todos los estados abundaba,
-luego que desembarcaron, acordaron todos de ir á las minas
-viejas y nuevas, que distan desta ciudad ocho leguas, como se
-ha dicho, á coger oro, creyendo que no habia más de llegar
-y pegar. Allí veríades hacer sus mochilas cada uno de vizcocho
-de la harinilla que les habia sobrado ó traian de Castilla,
-y llevarlas á cuestas con sus azadones y gamellas ó dornajos,
-que acá llamaban y hoy llaman bateas, y los caminos de las
-minas como hormigueros, de los hidalgos, que no traian mozos,
-ellos mismos con sus cargas á cuestas, y los caballeros
-que algunos trujeron. Aquellos, llegados á las minas, como el
-oro no era fruto de árboles, que llegando lo cogiesen, sino
-que estaba debajo de la tierra, y sin tener cognoscimiento ni
-experiencia, cómo ni por qué caminos ó vetas iba, hartábanse
-de cavar y de lavar la tierra que cavaban los que nunca cavar
-supieron; cansábanse luego, sentábanse, comian muchas veces,
-como digerian la comida, con el trabajo, presto, tornaban
-á cavar, y al cabo no vian relucir, de sus trabajos, premio. A
-cabo de ocho dias, no quedando cosa ya de comer en las talegas,
-volvíanse á esta ciudad, ó villa que era, tan vacíos de
-una señal de oro, por chica que fuese, como de bastimentos;
-tornaban á comer de lo poco que les quedaba, traido de
-Castilla. Comenzáronse á descorazonar viéndose defraudados<span class="pagenum"><a name="Page_36" id="Page_36">[36]</a></span>
-del fin que los habia traido, con esto probábalos la tierra
-dándoles calenturas; sobre aquellas, fáltales la comida y la
-cura y todo refugio; comiénzanse á morir en tanto grado que
-á enterrar no se daban á manos los clérigos. Murieron más de
-los 1.000, de 2.500, y los 500, con grandes angustias, hambres
-y necesidades, quedaban enfermos; y desta manera les
-ha acaecido á todos los más de los que despues acá han querido
-venir por oro á tierras nuevas. Otros que traian vestidos
-y ropas, y cosas algunas de valor, y herramientas, como los
-300 que acá estaban andaban desnudos, que apenas tenian
-camisa de lienzo, sino sola de algodon, sin sayo ni capa, y
-en piernas, vendian les vestidos, y con aquello se sustentaron
-más tiempo. Había otros, que hicieron compañía con algunos
-de los 300, comprándoles la mitad ó el tercio de sus haciendas,
-dándoles luego, en vestidos y cosas que trujeron, parte
-del precio, y adeudándose en 1.000 y en 2.000 castellanos, que
-era el resto, porque como los 300 estaban apoderados en la
-tierra, y tenian las señoras dellas por criadas, como en el primer
-capítulo deste libro segundo referimos, eran poderosos en
-tener comida en abundancia y servicio de indios, y muchas
-haciendas de la tierra, y eran señores y Reyes, aunque, como
-dije, andaban en piernas. En todo este tiempo estábanse los
-indios pacíficos en sus casas, algo resollando de las tiranías
-y angustias que de Francisco Roldan y los demas habian pasado,
-sacados los que de los 300 españoles tenian á las señoras
-por criadas, que trabajos no les faltaban; habia una sola
-provincia levantada y puesta en armas, esperando cuando
-habian de ir sobre ella los cristianos, de que haremos, placiendo
-á Dios, mencion abajo. Un hidalgo llamado Luis de
-Arriaga, vecino de Sevilla, que habia estado con el Almirante
-en esta isla, ofrecióse á los Reyes de traer 200 casados de
-Castilla, para poblar con ellos en esta isla cuatro villas, con
-que los Reyes les diesen pasaje franco y otras exenciones harto
-débiles; la una, que les diesen tierras y términos convenientes
-para las villas y para que labrasen ellos, reservada la jurisdiccion
-civil y criminal para los Reyes y sucesores de Sus Altezas,<span class="pagenum"><a name="Page_37" id="Page_37">[37]</a></span>
-y excepto los diezmos y primicias, que, concedidos del
-Papa, tenian los Reyes, no les pusiesen derecho otro ni inposicion
-alguna, por término de cinco años. Reservaron tambien
-todos los mineros de oro, plata y cobre, y hierro, y estaño, y
-plomo, y azogue, y brasil, y mineros de azufre, y otros cualesquiera
-que fuesen, y las salinas, y los puertos de mar, y todas
-las otras cosas que á los derechos reales pertenecen, que hobiese
-dentro de los términos de las dichas villas. Item, que de todo
-el oro que cogiesen, ellos y los indios que con ellos anduviesen,
-diesen la mitad de todo ello para los Reyes, y
-que no pudiesen rescatar oro alguno de los indios. Item, que
-no pudiesen tomar brasil, y, si tomasen, acudiesen á los Reyes
-con todo ello. Item, que de todo lo que hobiesen de los
-indios que no fuese oro, como algodon y otras granjerías
-en que los enseñasen ó industriasen, fuera de los términos de
-las dichas villas, fuesen obligados á dar el tercio á los Reyes,
-fuera de las cosas que fuesen de comer. Item, que si descubriesen
-algunos mineros á su costa, de todo el oro que dellos
-cogiesen, sacadas las costas, diesen la mitad á los Reyes, quedando
-los mineros tambien para Sus Altezas, y creo que esto
-se entendia, si los hallasen dentro de los términos de los pueblos
-ó villas que habian de hacer. Item, que si descubriesen
-islas ó tierra firme, que hasta entónces no fuesen descubiertas,
-de todo el oro y perlas diesen la mitad, pero de las otras
-cosas pagasen el quinto. El pasaje franco, se les dió sólo á
-sus personas, y no para cosa chica, ni grande, de las que llevasen
-de su casa y ropa. Fué otra merced, que en las dichas
-villas no pudiesen morar ni vivir persona alguna de las que de
-Castilla se desterrasen para las Indias, ni que hobiesen sido
-judíos, ni moros, ni reconciliados, por honra de los dichos 200
-vecinos; habian de ser obligados á residir cinco años en esta
-isla, y servir en ella y hacer cumplir lo quel Gobernador
-della, de parte de los Reyes, les mandase, sin sueldo alguno,
-especialmente si algunos de los españoles no obedeciesen sus
-mandamientos reales, ó algunas provincias se rebelasen, ó algunos
-indios se alzasen contra su servicio, á sus propias costas<span class="pagenum"><a name="Page_38" id="Page_38">[38]</a></span>
-les hiciesen la guerra, y si ántes de los cinco años quisiesen
-volverse á Castilla, lo pudiesen hacer, pero que no pudiesen
-vender lo que por razon de la vecindad se les hobiese
-dado, sino que lo perdiesen, y los Reyes hiciesen dello lo
-que por bien tuviesen. Esta fué la capitulacion que los Reyes
-mandaron tomar con Luis de Arriaga, la cual se extendió á
-todos los españoles que á esta isla viniesen á poblar. Despues
-no pudo hallar 200 casados, sino 40; suplicó desde Sevilla,
-que aquellos gozasen de aquellas mercedes, los Reyes se lo
-concedieron. Venidos á esta isla, Arriaga con sus 40 casados,
-como lo habian ellos de sudar y trabajar, y no venian á esto,
-sino á holgar y volverse con muchos dineros, ni hicieron villas,
-ni castillos, sino entre los demas se mezclaron, y lo que
-de los más fué dellos. Algunos dias despues, los que cogian
-oro, de los 300 que acá hallamos, y los que de nuevo vinieron,
-que con ellos hicieron compañía, quejábanse al Gobernador,
-que era mucho y muy oneroso dar á los Reyes, del oro
-que sacasen de las minas, la mitad, por el mucho trabajo y
-costa con que se sacaba, y, por tanto, que escribiese á los
-Reyes se contentasen con recibir el tercio; escribiólo, y concediéronselo,
-y esta libertad se concedió por un capítulo de
-una Carta real para el Gobernador. Otra vez se suplicó á los
-Reyes, que así como por la dicha capitulacion se habia de
-pagar la tercia parte del algodon, y otras cosas que no fuesen
-metales, que tuviesen por bien que no pagasen sino la
-cuarta, y esta, por Provision real, hecha en Medina del Campo,
-á 20 de Diciembre de 503. Despues, hallando tambien
-por oneroso pagar á los Reyes el tercio del oro, tornaron los
-españoles desta isla á suplicar que no quisiesen llevarles
-tanto, y enviaron, por Procurador, á los Reyes, sobre ello, á
-un caballero de Sevilla, llamado Juan de Esquivel; y en fin,
-los Reyes les concedieron que no pagasen, de cualesquiera
-metales, más del quinto, y esto fué por Provision real,
-que comenzaba: «D. Hernando y Doña Isabel, por la gracia de
-Dios, etc.;» y la fecha della fué á 5 de Febrero de 504, en
-Medina del Campo. Habemos querido poner aquí estas menudencias<span class="pagenum"><a name="Page_39" id="Page_39">[39]</a></span>
-pasadas, de que ninguno de los que escriben podrá
-dar noticia particularizada, para que se vea cuán estrechos
-andaban los Reyes por aquel tiempo en abrir mano de los derechos
-reales, y en hacer mercedes cuán limitados, por la
-pobreza grande que habia en Castilla en aquel tiempo, y los
-Reyes católicos, no ménos que sus reinos, carecian de riquezas
-y abundancia, con toda la cual, no empero, por eso, dejaban
-de hacer, en ellos y fuera dellos, hazañas.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_40" id="Page_40">[40]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO VII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En este tiempo, cesada la tormenta que sumió en los abismos
-la flota, determinó el Gobernador de poblar una villa en
-el puerto de Plata, que está á la parte del Norte en esta isla,
-por buenos respectos; y el uno, principal, fué por ser puerto
-donde podian venir, como vinieron, navíos, despues, y volver
-á Castilla con ménos dificultad que á éste, y deste puerto. Lo
-otro fué por estar en comedio de la isla, 10 leguas de la
-gran Vega, donde habia dos villas principales, la de Santiago,
-que está 10 leguas, y la Concepcion, 16, dél, y las mismas
-10 ó 12 leguas de las minas de Cibao, que fueron tenidas por
-las más ricas de toda esta tierra; y así, dieron mucho más
-oro y más fino que las de Sant Cristóbal y todas las otras.
-Otra razon y motivo tuvo, y esta fué, acompañar la isla de
-pueblo por aquella parte, donde habia mucha multitud de
-indios; en aquel puerto no habia más que un vecino de la
-villa de Santiago, que tenia una granja, que llamaban Estancia,
-donde criaba puercos y gallinas, y otras granjerías ántes
-desto. Así que, acordado de enviar á poblallo, envió ciertos
-vecinos, en un navío, por la mar, los cuales despachados, hízose
-á la vela el navío, y llegaron á la isleta de la Saona, 30
-leguas deste puerto, y que está una legua ó poco más desta
-isla, cuasi apegada, la gente de la cual, con toda la provincia
-de Higuey, que es en esta isla y á la isleta comarcana, era
-la alzada, que daban por buenas nuevas á los que veniamos,
-cuando llegamos, como arriba queda declarado. Llegado el
-navío á la isleta, salieron á tierra ocho hombres á pasearse y
-recrearse; los indios, viendo venir el navío, estimando que
-era de los que allí habian estado poco ántes, y hecho la obra
-que luego se dirá, no tardaron en aparejarse, y así como los<span class="pagenum"><a name="Page_41" id="Page_41">[41]</a></span>
-ochos salieron en tierra, puestos los indios en celada, dieron
-sobre ellos y matáronlos. La justicia y derechos que para
-ello tuvieron, es la siguiente, la cual hobe de personas de
-aquellos tiempos, y así la refiero con verdad, sin añadir,
-ántes creo, que, cuanto á la esencia del caso, quito mucho encarecimiento
-y ahorro muchas palabras. Entre la gente de
-aquella isleta de la Saona y los españoles que vivian en este
-puerto y villa de Sancto Domingo, habia mucha comunicacion
-y amistad, por lo cual enviaban los vecinos desta villa una
-carabela, cada y cuando que tenian necesidad, y sin ella, y
-los indios desta isleta se la cargaban, principalmente de pan,
-porque era dello abundante. Entre otras, una vez, pocos dias
-ántes que con el Comendador de Lares llegásemos, fué la carabela
-por el pan; el señor y Cacique de la isleta, con toda
-su gente, recibieron á los españoles como tenian de costumbre,
-como si fueran ángeles, ó cada uno su padre y su madre.
-Pusieron luego por obra de la cargar, con todo el regocijo y
-alegría que puede mucho pensarse, y, porque como entre los
-españoles seglares, se acostumbra de no ir de una parte á
-otra sin llevar consigo su espada, de aquella manera no se
-mudaban los españoles sin llevar consigo un perro, y perros
-de los bravos, muy bien doctrinados á desgarrar y hacer pedazos
-á los indios, á los cuales temian los indios más que á
-los mismos diablos. Andaban, pues, mucho número de indios
-acarreando cargas del pan caçabí, y echábanlo en la barca
-que á la carabela lo llevaba; el señor y Cacique de la isla traia
-una vara en la mano, andando de una parte á otra, dando
-priesa á sus indios, por hacer placer á los cristianos. Estaba
-por allí un español que tenia el perro por la cadena, y como
-el perro via al Cacique con la vara, y mucho menearse, cebábase
-muchas veces á querer arremeter á él, como estaba en
-desgarrar indios tan bien amaestrado, y con dificultad el español
-lo podia refrenar, y dijo á otro español, «¿qué cosa sería si
-se lo echásemos?» y, dicha aquella palabra, él ó el otro, revestidos
-del diablo, dijo al perro: «tómalo», burlando, creyendo
-podello tener. Oido el perro, «tómalo», arremete con tanta<span class="pagenum"><a name="Page_42" id="Page_42">[42]</a></span>
-fuerza como si fuera un poderoso caballo desbocado, y lleva
-tras sí al español, arrastrándolo; y, no pudiéndolo tener, suéltalo,
-y va tras el Cacique, y dale un bocado de aquellos ijares,
-y creo, si no me he olvidado, que le asió de las tripas; y
-el Cacique huyendo á una parte, y el perro con ellas en
-la boca, y tirando hácia otra, las iba desliando. Toman los
-indios su desventurado señor, que desde allí á poco espiró, y
-llévanlo á enterrar, con gritos que ponian en el cielo, lamentando;
-los españoles, toman su buen perro y compañero, y
-luego, vánse á la carabela, y en ella viénense á este puerto,
-dejando hecho aquel buen recaudo. Sábelo á la hora, ó en
-breve, la provincia de Higuey, en especial un señor llamado
-Cotubáno ó Cotubanamá, la penúltima sílaba del primer vocablo
-y la última del segundo luengas, el cual era el más
-cercano, y tambien harto más que otros esforzado; pónense
-todos en armas, con propósito de, cada y cuando que pudiesen,
-se vengar, y porque ántes no pudieron hasta que
-aquellos ocho que iban al puerto de Plata vinieron, que creo
-que todos eran marineros, ó los más, su propósito y justicia
-no ejecutaron. Estos eran los indios alzados y de guerra,
-que nos daban por buenas nuevas, los que acá estaban, cuando
-veniamos, porque terniamos donde hacer esclavos. Agora puede
-cualquiera leyente que tenga algun juicio de razon, y mejor
-si teme á Dios, juzgar, no con mucha dificultad, si en matar
-á los ocho, aunque ellos por entónces no los ofendieron, tuvieron
-derecho, justicia y razon; y dije «por entónces no los
-ofendieron», porque quizá los habian ofendido ántes otras veces,
-segun que alguno dellos que yo cognoscí habia por allí
-andado. Y puesto que aquellos todos hayan sido, cuanto á
-este hecho, inocentes, no por eso injustamente los mataron,
-porque la nacion que justa guerra tiene contra otra, no es
-obligada á andar discerniendo, si aquel es inocente ó aquel
-nó; si no fuese que ser inocente alguno pareciese al primer
-aspecto ó con poco discurso manifiesto; así como los niños,
-ninguno dudará en que sean inocentes al primer aspecto y
-con poco discurso, como los labradores que andan ocupados<span class="pagenum"><a name="Page_43" id="Page_43">[43]</a></span>
-en sus labranzas, y los que estuviesen apartados, como en una
-isla, de su propio señor, que mueve la guerra injusta, como
-suponemos, de los cuales se puede presumir, con poco discurso
-de consideracion, que ni saben della, ó al ménos no
-ayudan, ni tienen en ella culpa. Todo el contrario desto es
-en el presente caso, porque ningun español hobo en aquellos
-tiempos, de los que habia en esta isla, que no fuesen de los
-indios ofensores, y les hiciesen grandes é irreparables daños;
-y, por consiguiente, racionabilísimamente podrian presumir y
-juzgar, sin pecado, que cuantos viesen venir á su isleta eran
-nocentes, y sus enemigos, y que les venian á hacer las obras
-que los otros, puesto que entónces de Castilla llegasen, y así
-tambien, sin pecado, matallos. Pero dejemos este derecho y
-justicia para delante el divino juicio, que se lo há para sí reservado.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_44" id="Page_44">[44]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO VIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Sabido este hecho, quedos vecinos indios de la Saona hicieron
-en aquellos ocho cristianos luego el Comendador de Lares
-determinó de envialles á hacer guerra (porque para se la
-mover poco achaque bastaba, segun la costumbre que todos los
-españoles por entónces tenian), á más de haber rescibido el
-agravio de habellos muerto tan inhumanamente á su señor;
-porque ya sabian todos los españoles desta isla, que los indios
-habian de quedar lastimados y llenos de toda amargura, y que
-se habian de alzar, y matar los españoles que pudiesen. De
-manera, que haberles hecho grandes injurias, insultos y daños
-irreparables, cada y cuando que agravios, y robos y muertes
-les hacian, tenian por justa causa y jurídico título para
-los mover guerra; y el título que luego publicaban, era que
-se habian alzado, y su alzamiento, muchas y diversas veces,
-cierto, era huirse á los montes y esconderse solamente dellos.
-Apercibió, pues, los pueblos de los españoles que habia en
-esta isla, que eran, no más de cuatro villas, Santiago, la
-Concepcion el Bonao y esta de Sancto Domingo, mandando,
-que de cada uno saliese cierta gente, y de la gente que habia
-venido de Castilla, con él, los que se hallaron sanos; todos, con
-el ánsia de hacer esclavos, fueron de muy buena voluntad.
-Apregonada ya la guerra á fuego y sangre, juntarse hian 300
-ó 400, segun yo creo; nombró por Capitan general, á Juan
-de Esquivel, de quien dijimos en el capítulo precedente, haber
-traido del Rey, que del oro que se sacase de las minas no
-se pagase más del quinto, y con la gente de cada villa de los
-españoles, iba tambien su Capitan. Acostumbrábase tambien
-llevar toda la gente de indios que estaban sujetos, con sus
-armas, en su ayuda, que no era poca la guerra, que, por<span class="pagenum"><a name="Page_45" id="Page_45">[45]</a></span>
-miedo de los españoles y por contentarlos, estos á aquellos hacian,
-y así se acostumbró despues en todas estas Indias. Llegados
-á la provincia de Higuey, que, por comun nombre, llamamos
-á mucha de aquella tierra (y es la tierra más oriental
-desta isla, y que primero vemos y topamos viniendo de Castilla),
-hallaron los indios aparejados para pelear y defender su tierra
-y sus pueblos, si así pudieran como querian; pero como
-todas sus guerras eran como juegos de niños, teniendo las
-barrigas por escudos para rescibir las saetas de las ballestas
-de los españoles, y las pelotas de las escopetas; como peleasen
-desnudos en cueros, no con más armas de sus arcos y flechas,
-sin hierro, y con piedras donde las habia, poco sosten
-podian tener contra los españoles, cuyas armas son hierro, y
-sus espadas cortan un indio por medio, y las fuerzas y corazones
-tienen de acero; pues de los caballos no digo, que en una
-hora de tiempo alancea uno sólo 2.000 dellos. Finalmente,
-hacian cara un rato en los pueblos, y, no pudiendo sufrir las
-ballestas y escopetas, y tambien las espadas, cuando se llegaban
-cerca, deshechos sus escuadroncillos, y desjarretados
-y muertos muchos dellos, toda su guerra era huir á los montes,
-y por las breñas esconderse. Los cuales, aunque desnudos
-en cueros vivos, y sin armas ofensivas ni defensivas, hicieron
-algunos hechos señalados, y contaré uno: Dos de caballo,
-personas señaladas en la gineta, que yo bien cognoscí, llamados
-Valdenebro y Pontevedra, vieron un indio en un
-bueno y grande campo; dijo el uno al otro: «déjamele ir á
-matar;» arremete con el caballo y alcánzalo; el indio, de que
-vido que lo alcanzaba, vuélvese á él, no sé si le tiró algun
-flechazo, el Valdenebro, encuéntralo con la lanza, y pásalo de
-parte á parte, el indio, toma con las manos la lanza, y métela
-más, y váse por ella hasta tomar las riendas en la mano;
-saca el espada el de caballo y métesela por el cuerpo, el indio
-quítale de las manos el espada, teniéndola en el cuerpo;
-saca el puñal y méteselo en el cuerpo, el indio, quítaselo de
-las manos: ya quedó el de caballo desarmado. Vélo el otro,
-de donde estaba, bate las piernas al caballo, encontrándolo<span class="pagenum"><a name="Page_46" id="Page_46">[46]</a></span>
-con la lanza, y, tomada por el indio, hace lo mismo del espada
-y del puñal; hélos aquí ambos desarmados, y el indio
-con seis armas en el cuerpo, hasta que se apeó el uno, y sácale
-el puñal con una coce que le dió, y luego cayó muerto el
-indio en el suelo. Esto acaesció en esta guerra, y fué público
-y notorio. Idos á los montes, luego era cierto irlos á montear
-en cuadrillas, donde, hallándolos con sus mujeres y hijos,
-hacian crueles matanzas en hombres y mujeres, niños y viejos,
-sin piedad alguna, como si en un corral desbarrigaran y
-degollaran corderos. Tenian por regla los españoles, como
-arriba queda dicho, en las guerras que hacian á los indios,
-ser siempre, no como quiera, sino muy mucho y extrañamente
-crueles, porque jamás osen los indios dejar de sufrir la aspereza
-y amargura de la infelice vida que con ellos tienen, y
-que ni si son hombres conozcan, ó en algun momento de
-tiempo piensen; muchos de los que tomaban cortaban las
-manos ambas, á cercen, ó, colgadas de un hollejo, decíanles:
-«anda, lleva á vuestros señores esas cartas;» conviene á
-saber, esas nuevas. Probaban en muchos las espadas, quién
-tenia mejor espada ó mejor brazo, y cortaba el hombre por
-medio, ó le quitaba la cabeza de los hombros de un piquete,
-y sobre ello hacian apuestas; á los señores que prendian, no
-escapaban del fuego. Creo que á la gran señora vieja, que
-arriba dijimos llamarse Higuanamá, la última sílaba luenga,
-presa, la ahorcaron, si bien me acuerdo. Traian una carabela
-por la mar, por allí cerca, para cuando fuese menester, en la
-cual pasaron á la isleta de la Saona; hicieron los indios un
-rato cara, y luego dieron á huir, como suelen, y aunque es
-toda montes espesos, y hay algunas cuevas en las peñas, pero
-no se pudieron esconder. Juntaron presos sobre 600 á 700
-hombres, y métenlos en una casa, y allí los meten todos á
-cuchillo; y mandó el Capitan general, que era, como dije,
-aquel caballero Juan de Esquivel, que sacasen todos aquellos
-muertos y los pusiesen al rededor de la plaza del pueblo, y
-que contasen cuántos eran, y halláronse los que dije; y así
-vengaran los ocho cristianos, que ántes, pocos dias, los indios<span class="pagenum"><a name="Page_47" id="Page_47">[47]</a></span>
-habian allí, con tan justa causa, muerto. Hicieron todos
-los que tomaban á vida, esclavos, que es lo que principalmente
-los españoles, aquí en esta isla, y despues en todas
-las Indias, pretendieron, y á esto enderezaron siempre sus
-pensamientos, sus deseos, sus industrias, sus palabras y sus
-buenos hechos. Desta manera dejaron aquella isleta, destruida
-y desierta, siendo el alholi del pan, por ser muy fértil.
-Viéndose las gentes de aquel reino tan lastimadas, tan corridas,
-tan perseguidas, y de remedio alguno tan desesperados,
-y que ni en las entrañas de la tierra podian escaparse, comenzaron
-á enviar mensajeros los señores de los pueblos,
-diciendo que no querian guerrear, que ellos los servirian,
-que más no los persiguiesen; rescibiéronlos de paz, el Capitan
-general y los Capitanes, benignamente, afirmándoles que
-no se les haria más mal, y por eso, que no hobiesen miedo
-de venir á morar á sus pueblos. Concertaron y pusieron
-con todos ellos que hiciesen allí, en cierta parte, una gran
-labranza de su pan para el Rey, y que cumpliendo ellos
-esto, estarian seguros de que no vernian á esta ciudad de
-Sancto Domingo á servir, como ellos temian y pedian, y de
-que de algun español mal ni daño rescibiesen. Entre otros
-que vinieron á visitar los cristianos y hacer reverencia al
-Capitan general y Capitanes, fué uno de los mayores señores,
-y más valeroso, por ser muy esforzado entre ellos, y
-aunque su persona daba noticia de quién era, por la gran
-persona que tenia y autoridad que representaba, como, si
-Dios quisiere, se dirá más largo, cuando hablaremos otra vez
-dél; este fué Cotubanamá ó Cotubáno, segun ya dijimos, que
-frontero de la dicha isleta Saona tenia su estado y tierra. A
-este, como á señor principal y señalado, el Capitan general
-dió su nombre, trocándolo por el suyo, diciendo que se llamase
-desde adelante Juan de Esquivel, y que él se llamaria
-Cotubáno, como él. Este trueque de nombres en la lengua comun
-desta isla, se llamaba ser yo y fulano, que trocamos los
-nombres, guatiaos, y así se llamaba el uno al otro; teníase
-por gran parentesco, y como liga de perpetua amistad y confederacion,<span class="pagenum"><a name="Page_48" id="Page_48">[48]</a></span>
-y así, el Capitan general y aquel señor quedaron
-guatiaos, como perpétuos amigos y hermanos en armas,
-y así los indios llamaban al Capitan, Cotubáno, y al señor,
-Juan de Esquivel. Hizo edificar una fortaleza de madera en
-cierto pueblo de indios, algo cerca de la mar, metido en la
-tierra, donde le pareció convenir, y dejó allí nueve hombres
-con un Capitan llamado Martin de Villaman; y, despedida la
-gente de los españoles, cada uno se tornó á la villa de donde
-habia venido con la parte que le venia de los esclavos. En tanto
-que la guerra se hacia, el Gobernador mandó que esta villa de
-Sancto Domingo, que está en la otra parte del rio, se pasase á
-esta, donde agora está. Tuvo sola esta consideracion, conviene
-á saber, porque todos los pueblos que habia de españoles
-en toda esta isla, estaban y hoy están, desta parte
-acá, y porque los que viniesen de la tierra dentro á negociar
-y tratar con el Gobernador, y con los vecinos desta ciudad
-y con las naos, no tuviesen impedimento, por estar en
-medio el rio, esperando á pasar ellos y sus caballos en la
-barca ó barcas que habia de haber, porque aún entónces no
-las habia, porque no pasaban de una parte á otra sino en canoas;
-barquillos de los indios. Pero en la verdad, para la sanidad,
-mejor la asentó el Almirante donde estaba de la otra
-parte ó banda, por estar al Oriente del rio, y en saliendo el
-sol llevaba delante de sí los vapores, nieblas y humedades,
-aventándolas del pueblo, y agora todas las echa sobre él.
-Item, de la otra banda está una fuente de buen agua, que
-aquí no hay sino de pozos muy gruesa, y no todos los vecinos
-pueden enviar por ella; y que puedan, todavia es con trabajo
-y dificultad, habiendo de esperar la barca á la ida y á la venida,
-ó de tener cada uno canoa ó barco propio, lo cual todo
-causa trabajo y tardanza, y áun peligro cuando el rio viene
-avenido ó hay tormenta en la mar. Por todas estas razones, la
-ciudad estaba más saludablemente á la otra parte. Pasados
-acá todos los vecinos, hicieron sus casas de madera y de paja,
-pero desde algunos meses comenzaron, cada uno segun podia,
-á edificarlas de piedra y cal. Tiene la comarca desta ciudad los<span class="pagenum"><a name="Page_49" id="Page_49">[49]</a></span>
-mejores materiales para edificios que se pueden hallar en alguna
-parte, así de cantería como de piedra para cal, y la tierra
-para tapias, y, para ladrillo y teja, barriales. De los primeros
-que edificaron fué el mismo Comendador de Lares, que hizo
-sus casas honestas sobre el rio, en la calle de la Fortaleza, y
-tambien hizo en la otra acera, que despues dejó á su órden
-y al hospital que hizo de Sant Nicolás. El piloto Roldan edificó
-una renglera de casas, para su morada y para alquilar,
-en las cuatro calles. Luego, un Hierónimo Grimaldo, mercader,
-y otro llamado Briones y otros, y cada dia fueron creciendo
-los edificios, cuanto cuasi cada año, aunque con alguna
-interpolacion; algunas veces venian de aquellas tempestades
-que acaecia derrocar todas las casas de la ciudad, sin
-dejar alguna enhiesta, sino eran las pocas que de piedra
-eran edificadas. Despues las guerras de Francia, y áun tambien
-el demasiado número de negros esclavos, han causado
-que de muro bueno se cercase ó comenzase á cercar. De los
-monesterios, el primero se edificó el de Sant Francisco, despues
-el de Sancto Domingo, y muchos años pasados el de la
-Merced. La fortaleza tambien se comenzó luego á edificar, y
-no cesó la obra hasta que fué acabada. Dió el alcaidía della
-el Comendador de Lares á un sobrino suyo, llamado Diego
-Lopez de Saucedo, persona muy cuerda y de autoridad, y
-muy honrada. Fundó tambien un hospital de Sant Nicolás, y
-dotólo de buena renta para rescibir y curar en él cierto número
-de pobres, ó creo que todos los que en él se pudiesen
-curar. Y porque ya en este tiempo éramos el año de 1503,
-y los reyes Católicos, vacando la comendadoría mayor de Alcántara,
-le hicieron merced della en este año, de aquí adelante
-le nombraremos Comendador Mayor.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_50" id="Page_50">[50]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO IX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En este tiempo, estaban ciertos españoles, de los que se
-alzaron con Francisco Roldan, en el pueblo y provincia de
-Xaraguá, donde, como arriba, en el primer libro, dijimos,
-era la corte y reino del rey Behechío, y de Anacaona, su
-hermana, mujer muy valerosa, y, por muerte de Behechío,
-ella el Estado gobernaba. Estos españoles, cuanto más podian,
-se apoderaban en los indios, haciéndoles servir en hacer labranzas,
-con título que querian poblar allí, fatigándolos y
-obrando de aquellas obras, y usando de la libertad á que
-con Francisco Roldan estaban acostumbrados. La señora Anacaona
-y los señores de la provincia, que eran muchos, y, en
-su ser, y autoridad, y señorío, muy nobles y generosos, y
-que en polideza y lengua, y en muchas otras cualidades, hacian,
-como, hablando de aquel reino, en el primer libro dijimos,
-á todos los señores desta isla, ventaja, sentian, por demasiadamente
-onerosos, á los españoles, y por perniciosos, y
-por todas maneras intolerables; y debió de haber algun movimiento
-en los indios con alguno ó algunos españoles, no
-queriendo hacer lo que les demandaban, ó los señores reñir
-con ellos, ó amenazallos. Y cualquiera cosa, por chica que
-fuese, de resistencia, en obra ó palabra, que no se cumpliese
-la voluntad del más astroso y vicioso, y áun azotado en Castilla,
-bastaba para luego decir que los indios eran táles y
-cuáles, y que se querian alzar; por esta causa, si fué de algo
-desto el Comendador Mayor por ellos avisado, ó por visitar
-los mismos españoles que en aquella provincia estaban, que
-eran todos cerreros y mal domados, y puestos en costumbre
-de no obedecer, sino andar en todo á sabor de su vicioso paladar,
-ó por visitar aquel reino, que era donde habia gran<span class="pagenum"><a name="Page_51" id="Page_51">[51]</a></span>
-multitud de gentes y señores grandes, y aquella señora, sobre
-todos, que era tan nombrada; y aquella provincia estaba
-desta ciudad 70 leguas, y así, más que otras de las desta isla,
-tras mano, acordó el Comendador Mayor de ir allá. Llevó
-consigo 300 hombres de pié y 70 de caballo, porque entónces
-habia en esta isla pocas yeguas, y ménos caballos, y muy
-rico habia de ser el que alcanzase una yegua en que andar, y
-en estas andaban los que las tenian, y en ellas jugaban cañas,
-y en ellas peleaban, porque para todo esto las enseñaban;
-y áun hombre hobo, de los que vinieron en el viaje del
-Comendador Mayor, que, al son de una vihuela, hacian su
-yegua bailar ó hacer corvetas ó saltar. Sabido por la reina
-Anacaona que el Comendador Mayor la iba á visitar, como
-mujer muy prudente y comedida, mandó convocar todos los
-señores de aquel reino, y gentes de los pueblos, que viniesen
-á su ciudad de Xaraguá á rescebir y hacer reverencia y festejar
-al Guamiquína de los cristianos, que habia venido entónces
-de Castilla. Guamiquína, la penúltima luenga, quiere decir en
-su lenguaje, el señor grande de los cristianos. Allegóse una
-corte maravillosa, de gentes tan bien dispuestas, hombres y
-mujeres, que era cosa de considerar. Ya se ha dicho que las
-gentes de aquel reino, en hermosura de gestos, eran en gran
-manera, sobre todas las otras desta isla, señaladas. Llegado
-el Comendador Mayor y su compañía de pié y de caballo,
-sale Anacaona é innumerables señores (porque se dijo venir
-300 señores), y gentes infinitas, á lo recibir, con gran fiesta
-y alegría, cantando y bailándole delante, porque así era su
-costumbre, como se vido en el libro I, cap. 114, en el rescibimiento
-que hicieron cuando fué á aquella provincia y entró
-en aquel pueblo y ciudad, viviendo Behechío, el Adelantado,
-hermano del Almirante. Aposentado el Comendador Mayor en
-un caney ó casa grande y principal, y muy labrada, de las
-que allí solian hacer muy hermosas, puesto que de madera
-y cubiertas de paja (como notificamos en la otra nuestra Historia
-apológica ó apologética), y la otra gente que traia, por
-las otras casas cerca dél, con los españoles que allá estaban,<span class="pagenum"><a name="Page_52" id="Page_52">[52]</a></span>
-Anacaona y todos los señores hacíanle mil servicios, mandándole
-traer de comer la caza de la tierra, y del pescado de
-la mar, que legua y media ó dos de allí distaba, y pan caçabí
-(esto era lo que ellos alcanzaban), y de todas las otras cosas
-que tenian y podian, y gente que sirviesen, cuanto era menester,
-para su mesa, y para las de los demas, y para sus yeguas,
-y si alguno llevaba caballo; areytos, que eran sus bailes,
-y fiestas, y alegrías, y juegos de pelota, que era cosa de
-ver, no creo que faltaban. Poco quiso gozar desto el Comendador
-Mayor, porque luego, en breve, determinó de hacer
-una obra, por los españoles en esta isla principiada, y en todas
-las Indias muy usada y ejercitada; y esta es, que cuando
-llegan ó están en una tierra y provincia donde hay mucha
-gente, como ellos siempre son pocos al número de los indios
-comparados, para meter y entrañar su temor en los corazones,
-y que tiemblen como de los mismos diablos en oyendo el
-nombre de cristianos, hacer una muy cruel y grande matanza.
-Tuvo este señor Gobernador voluntad de ir por aquel camino
-y hacer un hecho bien sonado, aunque no, cierto, romano,
-y mucho ménos cristiano; y no dudo yo, sino que por
-parecer, y persuasion, y importuno inducimiento de aquellos
-romanos, que, de aquella simiente de Francisco Roldan, allí
-quedaron y estaban. Un domingo, despues de comer, como
-tenia concertado, mandó cabalgar á todos los de caballo,
-con título que querian jugar á las cañas, y á todos los de pié,
-allí junto, aparejados; dice Anacaona al Comendador Mayor,
-que ella y aquellos señores Caciques, quieren ver con él el
-juego de las cañas; dello al Comendador Mayor mucho place,
-pero que haga llamar todos los señores, y con ella vengan
-juntos, que les quiere hablar en su posada. Tenia concertado
-que los de caballo cercasen la casa, y los de fuera y dentro
-estuviesen aparejados, y que, cuando él pusiese la mano en
-una pieza de oro que tenia á los pechos colgada, comenzasen
-á atar á los señores que dentro estaban y á Anacaona; primero
-sacadas todas sus espadas, y despues hiciesen lo que
-más les estaba mandado. <i>Ipse dixit et facta sunt omnia.</i> Entra<span class="pagenum"><a name="Page_53" id="Page_53">[53]</a></span>
-la señora y reina, noble, Anacaona, y que muchos y grandes
-servicios habia hecho á los cristianos, y sufrídoles hartos insultos,
-agravios y escándalos; entran 80 señores que por allí más
-á mano se hallaron, ella y ellos con su simplicidad y descuidados;
-esperan la habla del Comendador Mayor. No habla, sino
-pone en la joya que á los pechos tenia, la mano; sacan los
-satélites sus espadas, tiémblanles á Anacaona y á todos aquellos
-señores las carnes, creyendo que los querian allí despedazar.
-Comienzan á dar gritos Anacaona, y todos á llorar, diciendo,
-que por qué causa tanto mal; los españoles dánse priesa
-en los maniatar, sacan sola á Anacaona maniatada, pónense
-á la puerta del caney ó casa grande, gentes armadas, que no
-salga nadie; pegan fuego, arde la casa, quémanse vivos los
-señores y Reyes en sus tierras, desdichados, hasta quedar todos,
-con la paja y la madera, hechos brasa. Sabido por los de
-caballo, que comenzaban los de pié á atar, comienzan ellos,
-encima de sus caballos, y con sus lanzas, por todo el pueblo
-corriendo, á alancear cuantos hallaban; los españoles de pié,
-con sus espadas, no dormian entónces, sino cuantos podian
-desbarrigaban, y como se habia llegado infinito número de
-gente de diversas partes, al rescibimiento, negro para ellos, del
-nuevo Guamiquína de los cristianos, fueron grandes los estragos
-y crueldades que en hombres, viejos y niños inocentes
-hicieron, y el número de gentes que mataron; y acaecia, que
-algunos españoles, ó por piedad ó por cudicia, tomaban algunos
-niños y muchachos, para escapallos y que no los matasen,
-y poníanlos á las ancas de los caballos, venia otro
-por detrás y pasábalo con una lanza. Otro, si estaba el
-muchacho en el suelo, aunque lo tuviese otro por las manos,
-le cortaba las piernas con el espada; á la reina y
-señora Anacaona, por hacelle honra, la ahorcaron. Alguna
-gente, que pudo desta inhumana matanza huir, pasáronse á
-una isleta llamada el Guanabo, que está ocho leguas de allí,
-dentro, en la mar, en sus barquillos ó canoas, por escapar; á
-todos los cuales, porque se huyeron de la muerte, condenó á
-que fuesen esclavos, é yo tuve uno dellos que me lo dieron<span class="pagenum"><a name="Page_54" id="Page_54">[54]</a></span>
-por tal. Estas obras se hicieron por mandado del Comendador
-Mayor de Alcántara, don fray Nicolás de Ovando, para pagar
-á aquellas gentes, señores y súbditos de la provincia de Xaraguá,
-el buen recibimiento y servicio que le habian hecho,
-y en recompensa de los infinitos agravios y daños que habian
-rescibido de Francisco Roldan y de los otros sus aliados. La
-causa que publicó y publicaron fué porque, diz que, se querian
-alzar y los querian matar, teniendo 70 de caballo, los
-cuales, con verdad hablo, bastaban para asolar cien islas
-como esta y toda la tierra firme, porque, donde quiera que
-en estas Indias no habia rios grandes, ó lagunas, ó pasos malos
-de sierras ásperas, 10 de caballo lo pueden todo asolar,
-cuanto más estando esta triste gente desarmada, en cueros, descuidada
-y sin pensamiento de mal. Y que esto sea así, ¿cómo no
-habian muerto á 40 ó 50 españoles, que allí con ellos estaban
-haciéndoles diez mil agravios, sin otras armas ni caballos, más de
-sus espadas, dos ó tres años, solos, que fácilmente los pudieran
-matar, y acordaban matar á cerca de 400 hombres juntos y 70
-de caballo que allí estaban, y sabian que habian venido á
-este puerto treinta y tantas naos, lo que nunca jamás hasta
-entónces oyeron, sino de una, dos, tres ó cuatro, y todas
-aquellas llenas de cristianos? ¡Bien clara está la inocencia de
-aquellos corderos y la injusticia y crueldad de quien así los
-estirpó y mandó matar! Porque se vea esto más claro, sépase
-y considérese esta verdad, conviene á saber: que cuando el
-año de 505, muerta la reina Doña Isabel, vino el rey D. Felipe
-y la reina Doña Juana á reinar, hobo vehemente fama en
-esta isla, que proveian otra cierta persona para que la viniese
-á gobernar. Entonces el Comendador Mayor, temiendo la residencia
-que deste hecho se le habia de tomar, entendió en
-que se hiciese proceso contra tantos señores, que, sin proceso,
-y sin ser oidos ni defendidos, ni propuesto cargo y dado descargo,
-habia quemado, y aquella tan grande señora y tan
-benemérita de los cristianos ahorcado, y con tanta inhumanidad
-la provincia estirpado; y así lo mandó hacer, á cabo de muchos
-meses que era pasado, y quizá de un año, porque no me<span class="pagenum"><a name="Page_55" id="Page_55">[55]</a></span>
-acuerdo, aquí en esta ciudad y en la villa de Santiago, y en
-otras partes desta isla, y los testigos fueron los mismos verdugos
-españoles, capitales enemigos de los indios, que habian
-hecho aquel y otros estragos, porque se vea cuán bien y jurídicamente
-iria el proceso sustanciado. Díjose en esta isla,
-que la reina Doña Isabel, ántes que muriese, habia sabido
-desto hecho tan notable, y que lo habia sentido mucho y abominádolo.
-Tambien se dijo, que D. Álvaro de Portugal, que
-á la sazon era Presidente del Consejo real, habia amenazado
-al dicho Comendador Mayor, diciendo: «yo vos le faré tomar
-una residencia, cual nunca fué tomada», y parece que no lo
-pudo decir sino por estos daños tan grandes hechos á estas
-gentes, porque, en la verdad, en muchos años que yo estuve
-aquí, él gobernando, nunca cognoscí ni oí decir que á españoles
-hiciese notables agravios, y que con razon dél se quejasen.
-Por lo mostrado, tambien podrá parecer la verdad que contiene
-la historia de Oviedo, cuando y doquiera que habla de
-los indios, condenándolos siempre y excusando los españoles
-en las perdiciones y despoblaciones que por todas estas tierras
-han hecho, como en la verdad haya sido en ellas uno dellos.
-Porque, en este caso hablando, dice que se supo la verdad
-de la traicion que tenian ordenada, y como estaban alzados
-de secreto, por lo cual fueron sentenciados á muerte. Yo
-ruego á Dios, que nunca yo tenga parte en semejante justicia
-ni sentencia, ántes todas mis obras sean contrarias della. Dice
-más Oviedo, loando al Comendador Mayor, entre otras sus
-bondades, que favoreció mucho á los indios; habia como hombre
-ciego, y que hinche todo su escribir de ripio, sea cualquiera:
-el amor que este caballero tuvo á los indios, parece
-ha parecido y parecerá mucho más, por lo que con verdad se
-dirá, bien manifiesto.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_56" id="Page_56">[56]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO X.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Hecho aquel prodigio, con tanta impiedad como se ha referido,
-que llamaban los españoles castigo, para que temblasen
-los corazones de aquellos tristes púsilos, y destruida
-cuasi toda esta provincia, vánse huyendo todos á los montes
-los que se hallaron presentes, que escaparon de aquel fuego
-y cuchillo, y los que dello tuvieron nueva por oidas. Un señor,
-llamado Guaorocuyá, la última luenga, sobrino de la
-reina Anacaona, que se escapó de allí, con los que le quisieron
-seguir, fué huyendo á las sierras de Baoruco, que están
-frontero de aquella provincia á la parte de la mar, la vuelta
-al Sur, ó Mediodia; sabido por el Comendador Mayor, diciéndole
-los españoles que iba alzado (porque huirse los indios
-de sus crueldades, como hacen las vacas y toros de la carnicería,
-llamaban y hoy llaman que se rebelan contra la obediencia
-de los reyes de Castilla), envió gente tras él, y hallado
-en las breñas metido, luego lo ahorcaron, porque tambien
-llevase parte de aquel nombrado castigo. Oidas estas nuevas
-por todas aquellas dos partes desta isla, que por allí se abre
-como si abriésemos los dedos primeros de la mano, el pulgar
-excepto, donde habia otras dos grandes provincias, sus vecinas,
-una llamada Guahába, la media sílaba luenga, que
-está en la banda del Norte, y la otra la de Hanyguayába,
-luenga la misma sílaba media, hácia el Poniente, temiendo
-que les viniese lo mismo, pónense en armas, ó por mejor
-decir en armillas, para defenderse. Luego envió dos Capitanes
-principales que con él andaban, de los experimentados
-en derramar sangre de indios en esta isla, llamado el uno
-Diego Velazquez, y el otro Rodrigo Mexía Trillo; el primero
-envió á Hanyguayába y cabo desta isla occidental, y el segundo<span class="pagenum"><a name="Page_57" id="Page_57">[57]</a></span>
-á Guahába, que es la tierra y provincia felicísima desta
-isla, que primero fué descubierta por el Almirante. Ambos
-Capitanes hicieron en aquellas gentes sus obras acostumbradas,
-y despues de hecha cara los indios, un ratillo, dan luego
-de huir; van los nuestros á monteallos, ejecutan en muchos
-sus ordinarios castigos; prenden los de Diego Velazquez
-al señor y rey de Hanyguayába, y hácenlo, por honra,
-luego ahorcar. Lo que hizo Rodrigo Mexía con su compañía, no
-lo supe cuando pudiera, más de que al fin, como siempre, han
-de quedar los indios, por su desnudez y carencia de armas,
-y más por su infelicidad, lastimados y vencidos; viniéronse
-todos, los unos y los otros, á dar á los españoles, sólo por
-salvar las vidas de su cuchillo. Dice tambien Oviedo, que los
-indios de aquella provincia de Hanyguayába, que guerreó
-Diego Velázquez, eran salvajes y vivian en cuevas; mal supo
-lo que dijo, porque no vivian sino en pueblos y tenian sus
-señores que los regian, y á su modo como los demas, su comunal
-policía; porque áun la misma tierra, por ser como un
-jardin, aunque quisieran vivir selváticamente, no se lo consintiera,
-y ni habia cuevas ni espeluncas, como él dice, presumiendo
-demostrar que sabe nominativos, sino muy graciosos
-campos y arboledas, donde tenian sus asientos de pueblos y
-sembraban y cogian; é yo comí hartas veces de los frutos del
-pan y de otras cosas que de su industria y trabajos procedian.
-La Guacayarima, que dice ser otra distinta provincia (lo que no
-es), porque tiene la punta della, junto á la mar, ciertas entradas
-ó peñas, que llaman xagueyes los indios, como en la
-provincia de Higuey, que los habia tan grandes, que podian
-vivir en ellos muchos vecinos, pero no vivian sino en sus grandes
-pueblos; allí se escondian cuando la calamidad de los españoles
-los perseguia, y porque, huyendo dellos, algunos allí
-escondidos hallarian, quién á Oviedo se lo dijo (si no lo puso,
-quizá, de su casa, como suele, añidiendo á su historia, como
-dije, ripio), por aquello lo diria. Mandó el Comendador Mayor
-que se asentase y poblase allí en Xaraguá una villa, y llamóla
-villa de la Vera Paz. Diego Velázquez constituyó tambien otra<span class="pagenum"><a name="Page_58" id="Page_58">[58]</a></span>
-en la provincia de Haniguayába, en la costa de la mar del Sur,
-y llamóla Salvatierra de la Çabana, y así, los españoles llamaron
-á la provincia, de Çabana, porque çabana en lenguaje de
-los indios quiere decir llano, y aquella tierra es llana y hermosa
-por mucha parte, al ménos lo cercano á la mar. Pobló
-tambien otra villa, por mandado del Comendador Mayor, en
-la misma costa de la mar del Sur, y es puerto donde dije que
-se habia echado Alonso de Hojeda con dos pares de grillos á
-nadar, y el Almirante llamaba la tierra y puerto del Brasil;
-los indios lo llamaban Yáquimo, la media sílaba breve, y así
-llamó la villa de Yáquimo; hízose encima del puerto una fortalecilla,
-no tan fuerte como la de Fuenterrabía. Mandó eso
-mismo el Comendador Mayor, edificar otra villa 30 leguas de
-Xaraguá, y otras 30 ó más desta ciudad de Sancto Domingo,
-entre los dos rios poderosos llamados Neiba y Yaquí, á que
-puso nombre Sant Juan de la Maguana, donde reinaba el
-rey Caonabo, que dijimos en el libro I, haberle prendido
-Alonso de Hojeda con cierta maña, y ahogarse en los navíos
-que se perdieron en el puerto de la Isabela, estando para
-partirse á España. De allí 14 leguas más hácia esta ciudad,
-y 23 ó 24 della; pobló otra que se llamó la villa de Açua en
-Compostela, por un Comendador gallego que allí estuvo ántes
-que fuese pueblo. Açua, la sílaba del medio breve, es nombre
-del lugar que allí tenian los indios. De todas estas cinco
-villas hizo Teniente suyo al Diego Velasquez, tanta gracia
-tuvo con él. Rodrigo Mexía hizo en la otra parte ó ramo desta
-isla llamada Guahába, la media sílaba luenga, otras dos villas,
-la una nombrada Puerto Real, que hoy está viva, puesto
-que cuasi perdida, y la otra llamó Lares de Guahába, por
-haber sido el Comendador Mayor Comendador de Lares; y él
-fué teniente dellas. Esta traza de asentar estas villas en los ya
-dichos lugares y mantenimientos de los españoles, no era con
-las azadas que tomaban en las manos los españoles, ni con
-sus trabajos y sudores, porque ninguno dellos sabia abajar el
-lomo, sino que los indios, constreñidos por ellos, y por miedo
-de las mantanzas pasadas, lo trabajaban, haciéndoles las casas<span class="pagenum"><a name="Page_59" id="Page_59">[59]</a></span>
-con todo el pueblo y labranzas con que se sustentaban; y así
-el Comendador Mayor comenzó á ir por el camino que Francisco
-Roldan habia comenzado, y el Almirante sufrídole, y el
-comendador Bobadilla mucho ampliado y dado licencia larga,
-conviene á saber, señalar y forzar los indios que hiciesen las
-casas y labranzas que los españoles querian, y todos los otros
-servicios que habian menester, no sólo los necesarios, pero
-los demasiados, y para hacer estado, como si fueran ellos los
-señores naturales, y los indios, no solamente sus súbditos y
-vasallos, pero mucho más que si todos fueran sus esclavos
-vendidos y comprados: y esto corroboró y confirmó despues,
-como más que si le echara clavos, el Comendador Mayor,
-desque cierta ocasion le vino á las manos muy mal por él rodeada
-y buscada, y peor aplicada. Y todo esto que está dicho
-hizo el Comendador Mayor sin autoridad alguna, ántes contra
-lo que en su Instruccion trujo de los Reyes mandado,
-conviene á saber, que los indios fuesen libres, y á ninguna
-servidumbre obligados, y él, no solamente sufrió el señorío
-que tenian sobre los indios los 300 españoles que acá hallamos,
-la cual, por ser pocos y los indios muchos, se toleraba, pero
-añidió los muchos que consigo trujo, y echóles á los que estaban
-apartados, como los de la Çabana de Haniguayába y
-de la provincia de Guahába, la dicha carga, y á los que alguna
-tenian con los pocos españoles, doblósela excesivamente,
-y hízosela intolerable; y pluguiera á Dios, que en estos
-trabajos y males de los indios su desdichada suerte parara:
-y que parar en aquellos trabajos la suerte de los indios, por
-entónces fuese deseable, la historia lo dirá en los capítulos de
-adelante.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_60" id="Page_60">[60]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Como el Comendador Mayor vido, cuando luego luego vino,
-que, acabada la harinilla y vizcocho, que la gente mucha que
-trujo comenzó á hambrear, y parte dellos á morir, y muchos
-más á enfermar, y que, por la instruccion que traia y mando
-de los Reyes, los indios eran libres (y sin ella lo debia él adivinar),
-y que no tenia poder de los Reyes para los obligar (ni
-áun de Dios nunca lo tuvo, ni los Reyes para se lo dar), estábanse
-los indios en sus pueblos, pacíficos, haciendo sus labranzas,
-y curando de sus mujeres ó hijos, sin ofensa de nadie,
-y sirviendo y obedeciendo á sus señores naturales, y á
-los españoles que tenian á las hijas de sus señores, ó á las
-mismas señoras, por criadas, y como mujeres, y ellas pensaban
-que eran con ellas casados; puesto que destos no les faltaban
-hartas vejaciones y angustias, que, como gente humílima
-y pacientísima, con ellas pasaban y las toleraban: sola la
-provincia de Higuey, como arriba dije, estaba alzada, y tambien
-signifiqué la causa. Así que, viendo el Comendador Mayor
-en aquel tiempo aquellas dificultades, y que habia traido
-más gente de la que podia remediar (y esta fué siempre una
-de las principales causas que han asolado estas Indias, como
-parecerá, dejar venir á ellas gente demasiada de España), escribió
-á los Reyes cierta carta, harto más alargándose que la
-prudencia que tenia, y áun la conciencia recta y no errónea,
-le debiera dictar, y miedo tengo, si quizá le dictaban, puesto
-que todavía, siguiendo el juicio de menor peligro, creo que
-más lo hizo errando y lleno de mucha ceguedad, de la cual,
-pocos se han en Castilla escapado. Y digo que escribió él, no
-porque yo lo viese ni los Reyes lo declaran, mas que fueron informados,
-sino porque no habia entónces acá persona ó personas<span class="pagenum"><a name="Page_61" id="Page_61">[61]</a></span>
-á quien los Reyes diesen crédito, para hacer mudanza de
-cosa de tan gran importancia, sino á él. Escribió, pues, ó fueron
-los Reyes informados dél ó de otros: lo primero, que á causa
-de la libertad que á los indios se habia dado, huian y se apartaban
-de la conversacion y comunicacion de los cristianos; por
-manera, que, áun queriéndoles pagar sus jornales, no querian
-trabajar, y que andaban vagabundos, y que ménos los podian
-haber para los doctrinar y traer á que se convirtiesen á nuestra
-sancta fe católica, etc. Es aquí agora de notar, ántes que
-pasemos adelante, que la libertad que se les dió, fué la que
-está contada con verdad, porque ni supieron, ni á su noticia
-jamás llegó que los Reyes los mandasen libertad; y así, no
-huian ni se apartaban de los españoles más que de ántes, por
-la libertad que se les hobiese dado, sino siempre huian dellos
-por sus infinitas ó implacables vejaciones, furiosas y rigurosas
-opresiones, condicion feroz, brava, y á todos los indios
-espantable, como huyen y se apartan, y alebrastan los pollitos
-y pajaritos chiquitos cuando ven ó sienten el milano. Esta
-fué, y es siempre y será, la causa de huir los indios de los
-españoles, y meterse en las entrañas de la tierra y sus soterraños,
-y no la libertad, que jamás nunca se les dió, ni la tuvieron
-despues que cognoscieron cristianos; y esta es la pura
-y verdadera realidad de la verdad, y lo que á los Reyes se
-escribió fué falsísima maldad y perniciosa falsedad, y por
-tanto, con justísima causa, no sólo parecer ante ellos para
-con sus trabajos servirles, y rescibir dellos jornal, pero si para
-hacelles fiestas y mil regalos los llamasen y rogasen, ántes
-escogerian padecer cualesquiera penas y trabajos, y áun tanto
-tiempo tratar con tigres, que conversarlos. Item, ¿qué ley
-les mostraron que fuese conforme á la razon natural, por la
-cual hobiesen sido convencidos y se cognosciesen obligados
-á dejar sus casas, sus mujeres é hijos, y venir 50 y 100 leguas
-á trabajar en lo que los españoles les mandasen, aunque les
-quisiesen pagar su jornal? ¿por ventura, fueron las guerras
-que les hizo el Almirante y su hermano, el Adelantado? ¿el
-enviar los navíos á Castilla llenos de esclavos, prender y enviar<span class="pagenum"><a name="Page_62" id="Page_62">[62]</a></span>
-en hierros á los dos mayores reyes desta isla, Caonabó, rey de
-la Maguana, y Guarionex, de la Vega real, y ahogarse en las
-naos? ¿ó los insultos y tiranías que hicieron en gran parte
-desta isla Francisco Roldan y sus secuaces? Creo que no habrá
-hombre sabio ni cristiano que ose afirmar, que á obra de
-las dichas, á venir á trabajar en las obras y haciendas de
-los españoles por su jornal, y mucho ménos, la ley natural
-y divina los obligase. La misma falsedad contiene decir,
-que no los podian haber para los doctrinar y traer á que se
-convirtiesen á nuestra sancta fe católica, porque yo digo verdad,
-y lo juro con verdad, que no hobo en aquellos tiempos
-ni en otros muchos años despues, más cuidado y memoria
-de los doctrinar y traer á nuestra fe ni que fuesen cristianos,
-que si fueran yeguas, ó caballos ó algunas bestias otras
-del campo. Dijeron más, que de allí resultaba que los españoles
-no hallaban quien trabajase en sus granjerías, y les
-ayudasen á sacar el oro que habia en esta isla, etc. Pudieron
-responder los indios, que si habian ellos de llorar aquellos
-duelos; que si granjerías querian que las trabajasen, y si ser
-ricos de oro deseaban, que echasen mano á las herramientas
-y lo cavasen y sacasen, y no quisiesen ellos ser los vagabundos
-y ociosos y haraganes, lo que los indios no eran, pues no
-comian sino del sudor de sus manos, y cumplian muy mejor
-que ellos el segundo precepto que Dios puso á los hombres, y
-así, caian en la culpa de que á los indios acusaban; y mayormente
-eran ménos obligados á sacar el oro, que, con intolerables
-trabajos, y con muerte de la gente, se sacaba, como
-los españoles querian que los indios lo sacasen. Y tambien
-aquí engañaron á los Reyes diciendo, que no les querian ayudar
-á sacar el oro, como si ellos pusieran en algo la mano,
-más de moler á palos, á azotes á los desventurados indios,
-porque no se daban priesa y les sacaban tanto cuanto su cudicia
-insaciable los instigaba. Y puesto que por razon de
-para que se les predicara la fe, si tal intento y propósito acá
-se tuviera, aunque los Reyes sin duda lo tenian, y de hecho
-se les predicara y no los hobieran diminuido con las crueles<span class="pagenum"><a name="Page_63" id="Page_63">[63]</a></span>
-guerras, y hecho daños tantos y tan irreparables, debieran de
-contribuir con algo para ayuda á los gastos que los Reyes
-hacian acá para que los españoles, no todos, sino cierto número,
-que bastara, se sustentáran, no habia de ser esta contribucion
-quitándoles su libertad, privando los señores naturales
-de sus señoríos, desbaratándoles y desordenándoles toda
-su órden, sus pueblos y manera de regirse y de vivir, entregándolos
-á los españoles para que dellos se sirviesen absolutamente
-en sus minas y granjerías, y esto todo en universal,
-hombres y mujeres, mozos, niños y viejos, preñadas y
-paridas, como si fueran atajos de vacas ó de ovejas, ó de otros
-animales. Lo que en el caso propuesto arriba fueran obligados
-á contribuir habia de ser cosa muy moderada, y que, sin
-grandes angustias y peligros, ó daños de sus personas y casas,
-y repúblicas les fuera posible, porque ellos no se disminuyeran,
-y les fué onerosa y odiosa la fe. Pero porque la
-entrada de los españoles en esta isla fué tan violenta y sangrienta,
-y con tantos estragos, muertes y perdicion de tantas
-gentes y con tan manifiestas injusticias, daños y agravios, que
-nunca tuvieron reparacion, y con tan graves activos escándalos
-de la fe, que fué el fin ó causa final de poder venir los
-españoles á morar á estas tierras, nunca y en ningun tiempo
-de todos los pasados, y hoy si fueran vivos, fueron ni fueran
-obligados á dar, ni contribuir con un maravedí; y desto, tengo
-por cierto que cualquiera persona, que alguna inteligencia
-mediana tuviere de las reglas de la razon y ley natural, y
-de la ley divina positiva, y áun de las leyes humanas, bien y
-como deben ser entendidas, no dudará, sino que lo afirmará
-y firmará. Quise poner aquí, á vueltas desta historia, estas razones,
-porque son principios y fundamentos deste negocio, por
-ignorancia de los cuales se han destruido todas estas Indias.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_64" id="Page_64">[64]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Agora será bien que declaremos, rescibida la letra é informacion
-susodicha, y falsa, que el Comendador Mayor hizo á
-los Reyes, ó quien quiera que haya sido el informador, qué fué
-lo que la Reina sobre ello proveyó. ¡Oh, Reyes, y cuán fáciles
-sois de engañar, debajo y con título de buenas obras, y de
-buena razon, y cómo debríades de estar más recatados y
-advertidos de lo que estais, y tan poco dejaros creer de los Ministros,
-á quien los negocios árduos y gobernaciones confiais,
-como de los demas! Porque, como vuestros reales oidos sean
-simples y claros, de vuestra propia y real naturaleza ser
-todos los otros hombres estimais, no temiendo que alguno os
-pueda decir, como no la diríades, otra cosa sino verdad;
-y por esto, ningun género de hombres hay que ménos la
-oigan que vuestra excelencia real; desto se halla escrito en
-la Escriptura sagrada, en el fin del libro de Ester, y tractaron
-tambien dello los sabios. Respondió, pues, la reina Doña Isabel,
-persuadida de las razones fingidas ya dichas, teniéndolas por
-verdades, que, por cuanto ella deseaba, y pudiera decir que
-era obligada, y en ello no le iba ménos que el alma, que los
-indios se convirtiesen á nuestra sancta fe católica, y fuesen
-doctrinados en las cosas della, y que porque aquesto se podria
-mejor hacer comunicando los indios con los españoles, y tractando
-con ellos, y ayudando los unos á los otros, para que la
-Isla se labrase y poblase y aumentasen los frutos della, y se
-cogiese el oro para que los reinos de Castilla, y los vecinos
-dellos, fuesen aprovechados, por tanto, que mandaba dar
-aquella su Carta en la dicha razon. Por lo cual mandaba al
-Comendador Mayor, su Gobernador, que: «del dia que viese
-aquella Carta en adelante, compeliese y apremiase á los indios<span class="pagenum"><a name="Page_65" id="Page_65">[65]</a></span>
-que tratasen y conversasen con los españoles, y trabajasen
-en sus edificios, en coger y sacar oro y otros metales, y en
-hacer granjerías y mantenimientos para los cristianos, vecinos
-y moradores de la isla, y que le hiciese pagar á cada uno,
-el dia que trabajase, el jornal y mantenimiento, que, segun
-la calidad de la tierra y de la persona y del oficio, le pareciese
-que debia haber; mandando á cada Cacique que tuviese
-cargo de cierto número de los indios, para que los hiciese ir
-á trabajar donde fuese menester, y para que, las fiestas y dias
-que pareciese, se juntasen á oir y ser doctrinados en las cosas
-de la fe, en los lugares deputados, y para quel Cacique acudiese
-con el número de indios que le señalase á la persona
-ó personas que él nombrase, para que trabajasen en lo que
-las tales personas mandasen, pagándoles el jornal que por él
-fuese tasado, lo cual hiciesen y cumpliesen como personas
-libres, como lo eran, y no como siervos; y que hiciese que fuesen
-bien tratados, y los que dellos fuesen cristianos mejor
-que los otros, y que no consintiese ni diese lugar que ninguna
-persona les hiciese mal ni daño, ni otro desaguisado alguno,
-y que los unos y los otros no hiciesen ende al, etc.» Todas estas
-palabras son formales de la reina doña Isabel, de felice
-memoria, en su Carta patente, que abajo á la letra se porná.
-En todas las cuales, cierto, parece la intincion que al bien y
-conversion destas gentes tenia, y tuvo hasta la muerte, como
-pareció en su testamento, cuya cláusula, tocante á esto, abajo
-se porná, y que si alguna cosa proveyó disconveniente al bien
-dellas, fué por falsas informaciones, y tambien por la ignorancia
-y error de los del Consejo que tuvo, los cuales debieran
-considerar muchas cosas tocantes al derecho, pues lo profesaban,
-y les daba de comer por letrados y no por gentiles
-hombres ó por caballeros. Y despues, hartos años, conversé é
-informé á algunos de los del Consejo, que firmaron esta Carta
-patente de la Reina, y favorecieron en el contrario de lo que
-habian firmado á los indios, entendiendo más el derecho y alcanzando
-noticia del hecho. Ocho cosas, pues, parece pretender
-la Reina en esta Patente, segun se colige della. La primera,<span class="pagenum"><a name="Page_66" id="Page_66">[66]</a></span>
-que el fin principal que era obligada á pretender, pretendia,
-y este mandaba, que el Gobernador pretendiese, conviene á
-saber, la conversion y cristiandad destas gentes. Para lo cual
-dijo: Primero, «y porque Nos deseamos que los dichos indios se
-conviertan á nuestra sancta fe católica, y que sean doctrinados,
-etc.», y luego añade: «y porque esto se podrá mejor
-hacer, comunicando los indios con los cristanos, etc.»; por
-manera, que todo lo que más ordenaba y mandaba que se
-hiciese, habian de ser medios convenientes y proporcionados
-para conseguir el dicho fin, y esto es regla natural y del mismo
-derecho divino. Y en esta primera parte, donde dispuso
-que los indios comunicasen con los cristianos, presupuso la
-sancta Reina y los de su Consejo, que los que acá pasaban
-eran cristianos, pero no lo fueron, porque si lo fueran, muy
-bien, cierto, lo habia proveido Su Alteza; porque gran medio
-y harto propincuo es, segun los santos, cuando viesen los gentiles
-é infieles las obras cristianas de los cristianos, para
-que, por ellas cognosciendo la limpieza, rectitud, blandura,
-suavidad y sanctidad de la ley cristiana, se volviesen luego
-á glorificar al dador della, Jesucristo, y, por consiguiente, no
-tardarian en convertirse. Así lo testifica él mismo por Sant
-Mateo en el cap. 5.º Pero como nuestros españoles, á estas
-gentes, tantas injusticias y daños irreparables hiciesen, y con
-tan malas y viciosas obras y tan contrarias á la ley de Cristo
-viniesen, es verdad, cierto, que uno de los principales
-humanos medios, que despues de la sancta doctrina, necesariamente
-para la conversion y recibimiento de la católica
-fe destas gentes se requiere, era y es que nunca uno
-ni ninguno de nosotros congosciesen, conversasen ni viesen;
-y esto bien claro y patente lo mostrará nuestra historia,
-si el mismo Jesucristo, por cuya gloria todo esto se dice y
-escribe, tiempo para la acabar nos concediere. Así que, la
-cristianísima Reina se engañó, y los de su Consejo, creyendo
-que la conversacion de los indios con los españoles, para su
-conversion, era cosa conveniente. Lo segundo que pretendió la
-Reina, fué que se mandase á cada señor y Cacique que señalase<span class="pagenum"><a name="Page_67" id="Page_67">[67]</a></span>
-cierto número de gente para que fuesen á alquilarse y
-ganar jornal, entendiendo en las haciendas y granjerías de los
-españoles. Manifiesto es que la Reina entendió que aqueste
-número no habian de ser todos cuantos vecinos habia en
-un pueblo y pueblos, sino algunos, y aquellos los que pudiesen
-trabajar y tuviesen oficio dello; y así, no viejos, ni
-niños, ni mujeres, ni los señores y principales que eran entre
-ellos, y que unos fuesen un tiempo, y otros en otro, y aquellos
-venidos, fuesen otros; y que esto pretendiese la Reina, y
-el Comendador Mayor lo debiese entender así es claro, porque,
-si el contrario mandara, fuera mandamiento injusto y
-contra ley natural, y por consiguiente, obligado era él por la
-misma ley á no cumplillo. Lo tercero, que habia de tenerse
-respeto á las necesidades de los mismos indios, y de sus
-mujeres y hijos, y de sus casas y hacendejas, de que habian
-de mantenerse y vivir. Item, que aquellos habian de ir á alquilarse
-cerca, de donde pudiesen irse á las noches á sus casas
-con sus mujeres é hijos, como lo hacen los que se alquilan
-para trabajar en Castilla, y ninguno es compelido que vaya
-á trabajar de una ciudad á otra; y, ya que á más se alongasen,
-al ménos que no pasase la ausencia de sus casas de sábado
-á sábado, aunque esto contenia no poca injusticia. Lo
-cuarto, que aquellos alquilarse habia de ser no siempre, sino
-en algun tiempo, como parece por aquella palabra de la
-Reina: «y fagais pagar á cada uno el dia que trabajare, etc.»;
-y esto habia de ser dulcemente inducidos, para que lo hiciesen
-con alegría y voluntad, para que les fuesen ménos duros
-los trabajos, y aunque la Reina decia, «los compelais», porque
-fué dicho por la falsedad y testimonio que levantaron á
-los indios, y le escribieron, que andaban ociosos y vagabundos,
-siendo, como queda dicho, gran maldad. Lo quinto, que
-los trabajos habian de ser moderados, y que ellos los pudiesen
-sufrir, y los dias de trabajo, y no los domingos y fiestas; porque
-aunque la Reina mandase que se alquilasen para ir á trabajar,
-su intincion no era, ni debia, ni podia ser, que si los trabajos
-eran táles y tan grandes, que les eran perniciosos y perecian<span class="pagenum"><a name="Page_68" id="Page_68">[68]</a></span>
-con ellos, les forzasen á trabajarlos. Lo sexto, que el jornal que
-se les habia de pagar, fuese conveniente y conforme á los trabajos,
-para que de sus sudores y fatigas reportasen algun galardon,
-para que se consolasen y proveyesen á sí y á sus mujeres
-y hijos, y casas, recompensando con el jornal lo que
-perdian por absentarse de sus casas, y dejar de hacer sus haciendas
-y labranzas, de donde habian, á sí y á los suyos, de
-mantener. Lo sétimo, que los indios eran libres, y que aquello
-hiciesen como personas libres que eran, y no como siervos que
-no eran, y que fuesen bien tractados, y no consintiese que les
-fuese hecho agravio alguno, y debajo de esta libertad, es claro
-que se entendia que se alquilasen como lo suelen hacer las personas
-libres en nuestra Castilla, que tienen libertad para primero
-proveer y ocurrir á las necesidades de sus casas y haciendas,
-y por irse á alquilar no desmamparan sus mujeres, si
-las tienen malas, y otros muchos inconvenientes, como, cuando
-están cansados, descansar, y cuando enfermos, curarse, porque
-de otra manera, ¿qué les prestaria su libertad, si teniendo los
-dichos y otros impedimentos, á alquilarse los forzasen, que áun
-á los esclavos no se puede, sin gravísimo pecado, tal compulsion
-hacer? Lo octavo, que se colige y debe colegirse y entenderse,
-que la Reina pretendia por la dicha su Carta patente, es, que
-aquella órden y manera que mandaba, que se pusiese (la cual
-sólo estribaba en la falsa relacion que se le habia hecho), era
-imposible á los indios, y tan perniciosa, que no podia estar ni
-sufrirse sin destruccion y total acabamiento dellos, que por
-dar oro á los españoles no la habia el Comendador Mayor de
-sustentar, ni consentir que un sólo dia en tal opresion ni captiverio
-estuviesen, porque no era tal su intencion, y, aunque
-lo fuera y mandara, él, en aquello, no la habia de obedecer,
-ni mandar cumplir; cuanto más que es manifiesto, que si la
-Reina supiera la calidad de la tierra, y la fragilidad y pobreza
-y mansedumbre, y bondad de los indios, y la gravedad y
-dureza de los trabajos, y la dificultad con que se sacaba el
-oro, y la vida amarga, triste y desesperada que les sucedió,
-por la cual muriendo vivian, y, finalmente, la imposibilidad<span class="pagenum"><a name="Page_69" id="Page_69">[69]</a></span>
-de vivir, y de no perecer todos como perecieron, sin fé y sin
-sacramentos, nunca tal le mandara ni cometiera, porque ni
-tenia poder para se lo cometer y mandar; y que si alcanzara
-á saber que la dicha manera que habia puesto el Comendador
-Mayor, era á los indios tan perniciosa, ¿quién podrá dudar
-que no la abominara y detestara? Mas por la infelicidad de
-los indios, despachada esta Carta en fin del año de 503, porque
-fué á 20 de Diciembre, luégo desde á pocos meses murió,
-y así quedaron de todo auxilio y remedio humano desmamparados,
-como parecerá.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_70" id="Page_70">[70]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Dicha la sustancia de la Carta de la reina doña Isabel, dirigida
-al Comendador Mayor, sobre la órden que habia de
-tener, si órden fuera, en hacer á los indios trabajar, fundada
-sobre la falsa informacion que se le habia escrito, y declaradas
-las ocho partes que la carta contenia, y que la Reina pretendia
-que se pusiesen en ejecucion, será bien consiguientemente
-dar noticia cómo el dicho Comendador Mayor entendió la
-Carta, ó al ménos, si no la entendió, cómo la ejecutó. Cuanto,
-pues, á lo primero y principal que la Reina pretendia, y era
-obligada pretender por fin, conviene á saber, la instruccion,
-doctrina y conversion de los indios, ya dije arriba,
-y torno á decir y afirmar con verdad, que por todo el tiempo
-que el Comendador Mayor esta isla gobernó, que fueron
-cerca de nueve años, no se tuvo más cuidado de la doctrina
-y salvacion dellos, ni se puso más por obra, ni hobo más
-memoria ni cuenta della ni con ella, que si los indios fueran
-palos, ó piedras, ó gatos, ó perros, y esto no sólo por el
-mismo Gobernador, y á los que dió los indios que les sirviesen,
-pero ni por los religiosos de Sant Francisco, que con él vinieron,
-que eran buenas personas, los cuales, cerca dello, ninguna
-cosa hicieron ni pretendieron, sino vivir en su casa, la
-desta ciudad, y otra que hicieron en la Vega, religiosamente.
-Sólo esto ví que hicieron, conviene á saber, que pidieron licencia
-para tener en sus casas algunos muchachos, hijos de algunos
-Caciques, pero pocos, dos, ó tres, ó cuatro, y así, á los
-cuales enseñaron á leer y escribir, pero no sé que más con ellos
-de la doctrina cristiana y buenas costumbres aprendieron, mas
-de dalles muy buen ejemplo, porque eran buenos y vivian
-bien. Cuanto á lo segundo, que fué que señalase cierto número<span class="pagenum"><a name="Page_71" id="Page_71">[71]</a></span>
-de gente á cada Cacique, etc., deshizo los grandes y
-muchos pueblos que habia en esta isla, y da á cada español de
-los que él quiso, á uno 50, y á otro 100, y á otro más y á
-otro ménos, segun la gracia que cada uno alcanzaba con
-él; y en este número entraban niños y viejos, y mujeres preñadas
-y paridas, hombres principales y plebeyos, y los mismos
-señores y Reyes naturales de los pueblos y de la tierra.
-Este repartir entre los españoles los indios, vecinos y moradores
-de los pueblos, llamó y llamaron el repartimiento. Dió
-tambien al Rey su repartimiento en cada villa, como á un
-vecino que hacia sus labranzas y granjerías, y cogia oro para
-el Rey; y porque de cada pueblo de indios se hacian muchos
-repartimientos, dando á cada español cierto número, como
-es dicho, dellos, con el uno dellos asignaba que fuese el señor
-ó Cacique, y este daba al español á quien él más honrar
-y aprovechar queria; á los cuales daba una Cédula de su repartimiento,
-que rezaba desta manera: «A vos, fulano, se os
-encomiendan en el Cacique fulano, 50 ó 100 indios, para que
-os sirvais dellos, y enseñaldes las cosas de nuestra sancta fe
-católica.» Item, decia otra: «A vos, fulano, se os encomiendan
-en el Cacique fulano, 50 ó 100 indios, con la persona
-del Cacique, para que os sirvais dellos en vuestras
-granjerías y minas, y enseñaldes las cosas de nuestra sancta
-fe católica,» y así todos cuantos habia en el pueblo, por manera,
-que á todos, chicos y grandes, niños y viejos, hombres,
-y mujeres preñadas y paridas, señores y vasallos, principales
-y plebeyos, condenaba absolutamente á servidumbre, donde
-al cabo, como se verá, morian. Esta fué la libertad, que de
-su repartimiento consiguieron. Cuanto á lo tercero, que debiera
-tener respeto á las grandes necesidades de las mujeres
-y hijos, y á que se ayuntaran cada noche, ó al ménos cada sábado,
-aunque esto era injusto, como dijimos, consintió que
-llevasen los españoles á los maridos á sacar oro, 10, y 20,
-y 30, y 40, y 80 leguas, cierto, y las mujeres quedaban
-en las estancias ó granjas, trabajando en las labores de
-la tierra, cavando, no con azadas, ni arando con bueyes,<span class="pagenum"><a name="Page_72" id="Page_72">[72]</a></span>
-sino, con unos palos tostados, rompiendo la tierra, y
-sudando, en trabajos que no son iguales, con mucho, á
-los mayores que los cavadores trabajan en Castilla. Estos
-eran, hacer unos montones para el pan que se come; y esto,
-es alzar de la tierra que cavan, cuatro palmos en alto, y doce
-piés en cuadro, y destos hacer diez y doce mil juntos, que
-gigantes se molieran; y otros oficios y trabajos no menores, ó
-poco ménos que estos, cualesquiera que vian los españoles
-serles más provechosos para sacar dineros. Por manera, que no
-se juntaba el marido con la mujer, ni se vian en ocho ni en
-diez meses, ni en un año; y cuando al cabo deste tiempo se
-venian á juntar, venian de las hambres y trabajos tan cansados
-y tan desechos, tan molidos y sin fuerzas, y ellas, que no
-estaban acá ménos, que poco cuidado habia de comunicarse
-maridalmente; desta manera, cesó en ellos la generacion. Las
-criaturas nacidas, chiquitas perecian, porque las madres, con
-el trabajo y hambre, no tenian leche en las tetas; por cuya
-causa murieron en la isla de Cuba, estando yo presente, 7.000
-niños en obra de tres meses; algunas madres ahogaban de desesperadas
-las criaturas; otras, sintiéndose preñadas, tomaban
-hierbas para malparir, con que las echaban muertas. Por manera,
-que los maridos morian en las minas, y las mujeres en las
-granjas, con los trabajos dellas, y las criaturas nascidas por se
-les secar la leche, y cesando la generacion para las por nacer,
-de necesidad habian, como perecieron todos, en breve de perecer,
-y así se despobló esta tan grande, y poderosa y fertilísima,
-aunque desdichada isla. Y es aquí de considerar, que
-si en todo el mundo las dichas causas hobieran concurrido, si
-haberse todo evacuado de todo el linaje humano, en tan breves
-dias, fuera maravilla. Cuanto á la cuarta, que habia de
-ser el alquilarse algun tiempo, y no siempre, é inducidos con
-dulzura y piedad, etc; diólos el Comendador para que contínuamente
-trabajasen sin darles descanso alguno, como parece
-por la Cédula del repartimiento, y si alguna limitacion despues
-puso, de que yo, cierto, no me acuerdo, al ménos esto es
-cierto, que se les daba por resuello, y que muchos y los más<span class="pagenum"><a name="Page_73" id="Page_73">[73]</a></span>
-servian y trabajaban en aquel tiempo, contínuamente; y, sobre
-los trabajos importables, permitió ponellos y mandallos
-unos verdugos españoles crueles, á los que andaban en las
-minas, unos llamados mineros, y á los que andaban y trabajaban
-en las granjas ó estancias, estancieros. Estos, tratábanlos
-con tanto rigor y austeridad, y por modo tan inhumano,
-que no parecia sino que eran los ministros del infierno, que
-de dia ni de noche no dan de holganza un momento. Dábanles
-de palos ó varazos, de bofetadas, de azotes, de puntilladas,
-nunca oyendo dellos otra más dulce palabra que perros, y
-porque por las continuas impiedades y aspereza de los malos
-tractamientos de los estancieros y mineros, y por los trabajos
-continuos, no tolerables, que sin resollar sufrian, y con tener
-por cierto que nunca dellos habian de salir, sino en ellos de
-morir, como vian que sus vecinos y compañeros morian, que
-es lo que á los dañados en el infierno hace desesperar, íbanse
-huyendo por los montes á esconder, criaron ciertos alguaciles
-del campo, que los iban á montear y á traellos. Y en las
-villas y lugares de los españoles, señaló y crió el Comendador
-Mayor un vecino, el más honrado y caballero del pueblo, al
-cual puso nombre Visitador, y á quien, por sólo el oficio, como
-por salario, sin el repartimiento que le habia cabido de indios,
-le daba otros cien indios, que como los otros le sirviesen.
-Estos eran los verdugos mayores ordinarios, y así, como
-más honrados en el pueblo, tanto más que los otros eran crueles.
-Ante estos presentaban los alguaciles del campo á los desventurados
-indios huidos que de los montes traian; iba el
-acusador luego allí, y este era el que los tenia en repartimiento,
-y les habian dado por piadoso maestro, y acusábalos
-diciendo, que aquel indio ó indios era ó eran unos perros que
-no le querian servir, y que cada dia se le iban de puro bellacos
-haraganes, que los castigase bien. Luego el Visitador los
-hacia amarrar á un poste, y él mismo, por sus propias manos,
-como el más honrado, tomaba un rebenque de marineros alquitranado,
-que llaman en las galeras anguilla, el cual es
-como una verga de hierro, y dábale tantos de azotes y tan crueles<span class="pagenum"><a name="Page_74" id="Page_74">[74]</a></span>
-al cuerpo desnudo, flaco, en los huesos, hambriento, hasta
-que por muchas partes le reventaba la sangre y lo dejaba por
-muerto, con protestacion y amenazas, que, si otra vez se huia,
-que habia de hacer y acontecer. Nuestros ojos vieron algunas
-veces muchas y grandes inhumanidades destas, y Dios es
-testigo, que tantas fueron las que cometian y cometieron en
-aquellos corderos, que, por mucho que dellas se diga, no pueden
-ser, de muchas partes una, encarecidas. Cuanto á lo
-quinto, que habian de ser los trabajos moderados, etc.; estos
-eran sacar oro, el cual es tal, que há menester para sacallo de
-las entrañas de la tierra, ser los hombres de hierro, porque
-se trastornan las sierras, lo de abajo arriba y de arriba abajo,
-mil veces, cavando, y quebrando peñas y meneando piedras,
-y para lavallo en los rios llevan la tierra acuestas, y allí están
-los lavadores siempre metidos en el agua, y corvados los lomos,
-que se quiebran por el cuerpo, y cuando la mina hace
-agua, sobre todos los trabajos es, con los brazos y ciertas gamellas,
-de abajo arriba, echalla fuera; y finalmente, para conjeturar
-y entender qué trabajo es coger oro y plata, débese
-considerar, que los gentiles la mayor pena que daban á los
-mártires, despues de la muerte, era condenallos para sacar los
-metales. Y los reyes de Egipto no echaban en las minas á
-sacar oro sino á los condenados por sus delitos, y á los que
-captivaban en las guerras ó á los que levantaban algun grave
-testimonio, ó á los que, por algun de servicio, incurrian en la
-ira del Rey, y tal era el trabajo, que, porque no se huyesen,
-les echaba prisiones, y era grande el número de la gente
-que en ello ocupaban, á los cuales, sin descanso alguno,
-dias y noches, forzaban á trabajar, con injurias, azotes y palos.
-Todo esto dice Diodoro, lib. IV, cap. 2.º: <i>Egipti enim Reges,
-crimine damnatos omnes ac ex hostibus captos, insuper ob aliquam
-falsam calumniam aut Regum iram in carcerem detrusos,
-aura defodiendo deputant simul sumpta facinorum pena e magno
-quæstu ex eorum labore percepto: illi compedibus vincti magnus
-hominum numerus absque ulla intermissione, die nocteque
-exercentur nulla neque requie concessa, omnique ablata fugiendi<span class="pagenum"><a name="Page_75" id="Page_75">[75]</a></span>
-facultate</i>, Y más abajo: <i>Ab hoc labore nunque conquiescunt, contumeliis
-verberibusque ad continuum opus coacti</i>, etc. Tambien
-dice allí que les ponian propósitos, que debian ser los verdugos,
-como acá dijimos, de los mineros; y, en el lib. VI,
-cap. 9.º, el mismo Diodoro, del trabajo que es sacar oro nos
-trae otros testigos, á nosotros los españoles, más cercanos, y
-estos son la misma gente de España. Cuenta que los romanos,
-despues de haber sojuzgado á España, compraban muchos esclavos,
-y de creer es que debian ser dellos algunos españoles,
-y quizá todos, y que los enviaban y tenian en las minas,
-y que era increible la riqueza que sacaban para sus señores,
-aunque con grandes angustias y calamidad suyas; porque de
-dia y de noche los constreñian á que cavasen, y que muchos,
-por el excesivo trabajo, perecian, como quiera que ninguna
-holganza les diesen ni tiempo para que resollasen, ántes, con
-azotes, á que de contino estuviesen en la obra eran forzados;
-los cuales, raro, podian vivir mucho, sino eran los muy robustos
-de fuerzas y vigor de ánimo; aquestos más tiempo duraban
-en esta calamidad, y á los tales, por la grandeza y
-gravedad de la miseria que padecian, más deseada era la
-muerte que la vida. <i>Verum cum die noctuque in labore perseverent
-multi ex nimio labore moriuntur: cum nulla eis ab
-opere detur requies aut laboris intermissio, sed verberibus ad
-continuum opus coacti, raro diutius vivunt. Robustiori quidam
-corporis et animi vigore, plurimum temporis in ea versantur calamitate,
-quibus tamen ob miseriæ magnitudinem mors est vita
-optabilior</i>, etc. Todo esto es de Diodoro, y lo que más se ha
-dicho en romance. Por lo dicho parece que de naturaleza le
-debe ser al oro apropiado morir los hombres del trabajo que
-generalmente hay en sacallo, y ser tanto, que precian más la
-muerte que la vida por no pasallo; y por consiguiente, queda
-probado, que no son imposibles las calamidades, que, padecer
-los indios en sacallo, contamos; y plugiera á Dios que
-no fueran necesarias, pues, en verdad, son pasadas y pasan hoy
-donde quiera que los españoles con indios el oro sacan.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_76" id="Page_76">[76]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XIV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="pch">En el cual se prosiguen la quinta y las otras tres partes de la carta de la Reina, de que
-mal usó el Comendador Mayor, en perdicion de los indios.</p>
-
-<p class="p2">Duraban en las minas y en los trabajos dellas, al principio,
-seis meses; despues ordenaron que ocho, que llamaban
-una demora, hasta el tiempo que traian todo el oro cogido á
-la fundicion, y, fundido, tomase el Rey su parte, y daban al
-que tenia repartimiento lo demas, puesto que, por muchos
-años, nunca entraba en su poder ni áun un castellano, porque
-todo lo debia á mercaderes ó á otros acreedores, y, con
-cuantas angustias y tormentos á los indios, por sacar aquel
-infernal oro, causaba, Dios se lo consumia todo, y nunca hombre
-dellos medraba. En el tiempo que habia fundicion, les daban
-licencia que se fuesen á sus pueblos, los que los tenian
-á dos, y á tres, y á cuatro jornadas. ¡Bien se puede juzgar
-cuáles llegarian, y qué descanso hallarian en sus casas, habiendo
-estado ocho meses fuera dellas, dejando sus mujeres
-y hijos desmamparados, si quizá no las habian llevado tambien
-á los trabajos, y tornaban juntos maridos y mujeres, á
-llorar su vida desventurada! ¿Qué refrigerio hallarian, habiendo
-de ir á buscar de comer y trabajar en sus hacendejas,
-que hallaban hechas heriazos y llenas de hierba, y faltándoles
-todo consuelo y recaudo? Los que de 40 ó 50 y 80 leguas habian
-venido, nunca tornaban á sus casas de 100, 10, sino
-que en las minas y en los otros trabajos, hasta que morian
-estaban. Muchos de los españoles no tenian escrúpulo alguno
-de, domingos y fiestas, trabajallos, y cuando ménos los trabajaban,
-era que no sacasen aquel dia oro, sino en otras cosas,
-que no faltaban, como hacer las casas ó remendallas de paja,<span class="pagenum"><a name="Page_77" id="Page_77">[77]</a></span>
-y traer leña, y otras mil semejantes en que los ocupaban; la
-comida que para sufrir tantos y tales trabajos les daban, era
-pan caçabí, el cual, puesto que con harta carne y otras cosas
-se pueden pasar bien los hombres, pero para sin carne ó
-pescado, y manjar otro que le acompañe, tiene poca sustancia.
-Así que su comida era de aquel pan caçabí, y mataba
-el minero un puerco cada semana; comíase él los dos cuartos
-y más, y, para 30 y 40 indios, echaba de los otros dos cuartos
-cada dia á cocer un pedazo, y repartia entre los indios á
-cada uno una tajadilla, que seria como una nuez, y con aquella,
-gastándola toda emplingando el caçabí, y con sopear en
-el caldo, se pasaban; y es verdad, que estando el minero comiendo,
-estaban los indios debajo la mesa, como suelen estar
-los perros y los gatos, para, en cayéndose el hueso, arrebatallo,
-el cual chupaban primero, y, despues de bien chupado,
-entre dos piedras lo majaban, y lo que dél podian gozar con
-el caçabí lo comian, y así de todo el hueso no perdian nada;
-y esta tajadilla de puerco, y los huesos dél, no lo alcanzaban
-sino solamente los indios que en las minas á sacar oro andaban,
-porque los de las estancias que cavaban y tenian otros
-grandes trabajos, en su vida, mujeres ni hombres, nunca supieron,
-despues de entregados á los españoles, qué cosa fuese
-carne, más del caçabí y otras raíces. Personas hobo en la isla
-de Cuba (porque si tratando della se me olvidare), que no
-teniendo, por su avaricia, qué dar de comer á los indios que
-les hacian las labranzas, los enviaban á pacer al campo y á
-los montes las frutas de los árboles que habia, dos y tres dias,
-y con lo que traian en los vientres, les hacian trabajar otros
-dos ó tres dias sin comer otro bocado; y desta manera hizo
-uno una labranza que le valió 500 y 600 pesos de oro ó castellanos,
-y esto, él mismo por su boca, en presencia de mí y
-de otros, lo contó por industriosa hazaña. Cuanto á lo sexto,
-que era que el jornal fuese conforme á los trabajos, etc.,
-mandó el Comendador Mayor que les pagasen por jornal, por
-la vida y trabajos y servicios que padecian y hacian que de
-suso se han referido, no sé si podrá ser creido, pero yo digo<span class="pagenum"><a name="Page_78" id="Page_78">[78]</a></span>
-verdad, y así lo afirmo, que les mandó dar tres blancas en
-dos dias, y áun no fué tanto, sino media blanca ménos, porque
-cada año ordenó que á cada un indio se diese medio peso
-de oro, que son 225 maravedís, y estos que se los pagasen
-en lo que bastase á comprar cosillas de Castilla, que los indios
-llamaban cacóna, la media sílaba luenga, que quiere decir
-galardon. Destos 225 maravedís, se podia comprar hasta un
-peine y un espejuelo, y una sartilla de cuentas verdes ó azules,
-y es tambien cierto que muchos años pasaron, que ni áun
-esto no les pagaban; y poco hacian á su bien ni á la mitigacion
-de sus angustias, y hambres, y calamidades; las cuales
-eran tantas, que ni ellos se dieran ni daban nada por ello,
-porque todos sus deseos no subian más de comer y verse hartos,
-porque siempre rabiaban de hambre, y de cómo saldrian
-de vida tan desesperada. Este fué, pues, el premio y jornal
-que por tan grandes trabajos y daños (que no eran ménos
-que perder los cuerpos y las ánimas), les mandó pagar, conviene
-á saber, por dos dias, áun no tres blancas; despues el
-tiempo andando, á cabo de muchos años, se les aumentó el
-jornal hasta un peso de oro, por ciertas leyes que hicieron
-hacer al rey D. Hernando, como, si Dios quisiere, se dirá, que
-no es otro, que el dicho, menor escarnio. Cuanto á lo sétimo,
-que la Reina pretendia, conviene á saber, que todo aquello
-cumpliesen los indios, como personas libres que eran, y que
-no consintiese hacerles daño ni agravio alguno, y que tuviesen
-libertad para entender en sus haciendas, y descansar,
-y curarse, etc., bien claro ha parecido, segun creo, por lo dicho,
-como totalmente les quitó su libertad y consintió ponellos
-en la más áspera, y fiera, y horrible servidumbre y captiverio,
-que ninguno puede entender sino la viera por sus ojos,
-no siendo libres para cosa desta vida; y áun las bestias suelen
-tener libertad algunos tiempos para ir á pacer al campo,
-y nuestros españoles no daban para esto, ni para otra cosa,
-lugar á los indios miserandos, y así, los dió, en la realidad
-de la verdad, perpétuamente por esclavos, pues nunca tuvieron
-libre voluntad para hacer de sí nada ó algo, sino donde<span class="pagenum"><a name="Page_79" id="Page_79">[79]</a></span>
-la crueldad y cudicia de los españoles queria echarlos, no
-como á hombres captivos, sino como bestias, que sus dueños,
-para lo que quieren hacer dellas, las tienen atadas. Cuando algunas
-veces los dejaban ir á su tierra á descansar, no hallaban
-vivas á sus mujeres ni hijos, ni hacienda alguna de que comiesen,
-como se dijo, por no se las dejar labrar; y así, no tenian
-otro remedio sino buscar raíces ó hierbas del monte y del campo,
-y en el campo morir. Si enfermaban, que era frecuentísimo
-en ellos, por los muchos y graves, y no acostumbrados trabajos,
-y por ser de naturaleza delicadísimos, no los creian, y sin
-alguna misericordia los llamaban perros, y que de haraganes lo
-hacian por no trabajar, y, con estos ultrajes, no faltaban coces
-y palos; y desque vian crecer el mal ó enfermedad, y que no
-se podian aprovechar dellos, dábanles licencia que se fuesen
-á sus tierras, 20, y 30, y 50, y 80 leguas distantes, y para el
-camino, dábanles algunas raíces de ajes y algun caçabí. Los
-tristes íbanse, y al primer arroyo caian, donde morian desesperados;
-otros iban más adelante, y, finalmente, muy pocos, de
-muchos, á sus tierras llegaban, y yo topé algunos muertos
-por los caminos, y otros debajo de los árboles boqueando, y
-otros con el dolor de la muerte dando gemidos, y, como podian,
-diciendo «¡hambre! ¡hambre!», y esta fué la libertad y
-los buenos tractamientos y cristiandad, y el no recibir agravios
-ni daños, que estas gentes con la gobernacion y órden
-que puso el Comendador Mayor, cobraron. Cuanto á la octava
-y final parte de la Carta de la reina doña Isabel, y que por ella
-mostraba pretender, conviene á saber, que los indios comunicasen
-con los españoles para que fuesen doctrinados y cristianos,
-y por medio daba que los Caciques señalasen cierto número
-de gente para que se alquilasen, en sí era difícil ó imposible
-y no proporcionada á que los indios fuesen cristianos,
-ántes les era perniciosa y mortífera, y se convertia en total
-destruccion de los indios; manifiesto es que no se le daba
-poder ni se le podia dar, porque la Reina no lo tenia para
-destruccion, sino para edificacion destas gentes, y esto habia
-el Comendador Mayor de considerar. Item, debiera tambien<span class="pagenum"><a name="Page_80" id="Page_80">[80]</a></span>
-mirar, que si la Reina estuviera presente para que le constara
-tanto mal, no habia duda sino que aquella órden la prohibiera
-y abominara. Cosa fué maravillosa en aqueste tan prudente
-caballero, que cada demora que era de ocho á ocho meses, y
-fué de año á año cuando se hacian las fundiciones del oro, morian
-gran multitud de gente con aquellos trabajos, y no cognosciese
-que la órden y gobernacion que cuanto á los indios
-habia puesto era mortífera pestilencia, que con vehemencia
-estas gentes consumia y asolaba, y que nunca la revocase y
-enmendase, por lo cual no pudo él ignorar que no fuese pésimo
-é inícuo todo lo que habia en esto constituido y ordenado,
-y, por consiguiente, ni ante Dios ni ante los Reyes era
-excusado. Ante Dios, porque lo que constituyó era de sí malo
-y contra la ley divina y natural, poner en áspera servidumbre
-y captiverio y perdicion á hombres racionales libres, cuanto
-más que via por experiencia, que de la perdicion dellos, aquella
-desórden era la causa; ante los Reyes, porque totalmente
-salió y excedió, haciendo todo el contrario de lo que por la
-Reina le era mandado. La enmienda que desta perdicion hacia,
-es la siguiente: como via que las gentes se apocaban, matando
-en las minas y estancias, cada demora ó cada año, cada español
-los de su repartimiento, la mitad ó alguna buena parte, y
-los mismos españoles, tambien, viendo que se les disminuian
-los indios y acababan, no teniendo confusion de sus pecados,
-se lo suplicaban, tornaba á echar todos los indios que habia en
-la isla, como dicen, en la baraja, y esto era hacer nuevo repartimiento,
-en el cual rehacia el número de los que habian
-muerto, que primero les habia dado, y esto á los españoles
-más principales y dél más favorecidos; y, porque no habia
-para todos de aquel paño, dejaba á muchos que no tenian tanto
-favor sin repartimiento y sin dalles algo, y desta manera,
-cuasi cada dos ó tres años, los repartimientos remendaba ó
-renovaba. Y porque despachada esta Carta real, la Reina,
-como se dijo, murió luego, no supo de esta cruel perdicion
-nada. Sucedió luego venir á reinar el rey D. Felipe y la reina
-Doña Juana, y ántes que cosa de las Indias entendiese, murió<span class="pagenum"><a name="Page_81" id="Page_81">[81]</a></span>
-el rey D. Felipe, por cuya muerte estuvo el reino de Castilla
-sin Rey presente, dos años; y así se entabló y calló la diminucion
-y perdicion destas gentes miserables. Despues desto,
-vino á gobernar los reinos el rey católico D. Hernando, al
-cual, ó se le encubrió, ó no se le encareció como debiera, y
-áun porque pocas veces, ó ninguna, desto se le dijo verdad,
-pasaron ocho años, muy poco ménos, que gobernó el dicho
-Comendador Mayor, en los cuales se entabló y echó sus raíces
-esta pestilente desórden, sin haber hombre que en ella hablase
-ni mirase, ni pensase, y así se fueron consumiendo las
-multitudes de vecinos y gentes que habia en esta isla, que, segun
-el Almirante escribió á los Reyes, eran sin número, como
-arriba en el primero libro queda ya dicho, y en tiempo de los
-dichos ocho años de aquel gobierno, perecieron más de las
-nueve, de diez partes. De aquí pasó esta red barradera á la
-isla de Sant Juan y á la de Jamáica, y despues á la de Cuba,
-y despues á la tierra firme, y así cundió y inficionó y asoló
-todo este orbe, como parecerá, placiendo á Dios, en sus lugares.
-Por manera, que del asiento y desórden que aquel Comendador
-Mayor de Alcántara hizo y asentó en esta isla, repartiendo
-los indios entre los españoles de la manera dicha, por ilusion,
-cierto, y arte diabólica, procedió la perdicion y acabamiento
-tan violento vehementísimo, que ha yermado y consumido, en
-estas Indias, la mayor parte del linaje humano que en ellas
-estaba y hallamos.</p>
-
-<p>«La Reina: Doña Isabel, por la gracia de Dios, reina de
-Castilla, de Leon etc.: Por cuanto el Rey, mi señor, é yo,
-por la Instruccion que mandamos dar á don frey Nicolás de
-Ovando, comendador mayor de Alcántara, al tiempo que fué
-por nuestro Gobernador á las islas y tierra firme del mar
-Océano, hobimos mandado que los indios vecinos y moradores
-de la isla Española fuesen libres y no subjetos á servidumbre,
-segun más largamente en la dicha Instruccion se
-contiene, y agora soy informada que, á causa de la mucha
-libertad que los dichos indios tienen, huyen y se apartan de
-la conversacion y comunicacion de los cristianos, por manera<span class="pagenum"><a name="Page_82" id="Page_82">[82]</a></span>
-que, áun queriéndoles pagar sus jornales, no quieren trabajar
-y andan vagabundos, ni ménos los pueden haber para los
-doctrinar y traer á que se conviertan á nuestra sancta fe católica,
-y que, á esta causa, los cristianos que están en la dicha
-isla, y viven y moran en ella, no hallan quien trabaje en sus
-granjerías y mantenimientos, ni les ayudan á sacar ni coger
-el oro que hay en la dicha isla, de que á los unos y á los
-otros viene perjuicio; y porque Nos deseamos que los dichos
-indios se conviertan á nuestra sancta fe católica, y que sean
-doctrinados en las cosas della, y porque esto se podria mejor
-facer comunicando los dichos indios con los cristianos que en
-la dicha isla están, y andando tratando con ellos, y ayudando
-los unos á los otros, para que la dicha isla se labre, y pueble,
-y aumenten los frutos della, y se coja el oro que en ella hobiere,
-para que estos mis reinos, y los vecinos dellos, sean
-aprovechados, mandé dar esta mi Carta, en la dicha razon:
-por la cual mando á vos, el dicho nuestro Gobernador, que,
-del dia que esta mi Carta viéredes en adelante, compelais y
-apremieis á los dichos indios, que traten y conversen con los
-cristianos de la dicha isla y trabajen en sus edificios, en coger
-y sacar oro y otros metales, y en facer granjerías y mantenimientos
-para los cristianos vecinos y moradores de la dicha
-isla, y fagais pagar á cada uno, el dia que trabajare, el jornal
-y mantenimiento, que, segun la calidad de la tierra, y de
-la persona, y del oficio, vos pareciere que debieren haber,
-mandando á cada Cacique que tenga cargo de cierto número
-de los dichos indios, para que los haga ir á trabajar donde
-fuere menester, y para que, las fiestas y dias que pareciere,
-se junten á oir y ser doctrinados en las cosas de la fe, en los
-lugares deputados para que cada Cacique acuda con el número
-de indios que vos les señaláredes, á la persona ó personas
-que vos nombráredes para que trabajen en lo que las tales
-personas les mandaren, pagándoles el jornal que por vos fuere
-tasado, lo cual hagan é cumplan como personas libres, como
-lo son, y no como siervos; é faced que sean bien tratados los
-dichos indios, é los que dellos fueren cristianos mejor que los<span class="pagenum"><a name="Page_83" id="Page_83">[83]</a></span>
-otros, é non consintades ni dedes lugar que ninguna persona
-les haga mal ni daño, ni otro desaguisado alguno, é los unos
-ni los otros no fagades nin fagan ende al, por alguna manera,
-so pena de la mi merced, y de 10.000 maravedís para la mi Cámara,
-á cada uno que lo contrario ficiere; y demás mando al
-home que les esta mi Carta mostrare, que los emplacen y parezcan
-ante Mí en la mi corte, do quier que yo sea, del dia que
-los emplazaren, fasta quince dias primeros siguientes, so la
-dicha pena, so la cual mando á cualquier Escribano público
-que para esto fuere llamado, que de, ende, al que se la notificare
-testimonio sinado con su sino, porque yo sepa cómo se
-cumple mi mandado. Dada en la villa de Medina del Campo,
-á 20 días del mes de Diciembre, año del nascimiento de Nuestro
-Señor Jesucristo de 1503 años.&mdash;Yo la Reina.&mdash;Yo Gaspar
-de Gricio, Secretario del Rey y de la Reina, nuestros señores,
-la fice escrebir por su mandado de la Reina, nuestra señora.»
-Y en las espaldas de la dicha Carta está escripto y firmado lo
-siguiente: «<i>Jo. Eps. Cartha. Franciscus, licenciatus. Jo. licenciatus,
-Fidus Tello, licenciatus, Licenciatus Caravajal, Licenciatus
-de Santiago</i>. Registrada: <i>Licenciatus Polanco</i>. Francisco
-Diaz, Chanciller.»</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_84" id="Page_84">[84]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Dada cuenta de dónde y cómo y cuándo tuvo principio
-abierto y formal el repartimiento de los indios á los españoles,
-y quién fué el que con solemnidad y autoridad, aunque propia
-y no de los Reyes, le dió nombre, que tanto despues fué por
-todas estas Indias celebrado, y que ha sido causa de su despoblacion
-y destruicion de las gentes, naturales dellas, como si
-place á Dios se verá, lo que viene luego de aquel tiempo que
-deba contar la historia, que fué pocos meses más ó pocos ménos,
-contemporáneo, es la guerra que se tornó á hacer contra los indios
-de la provincia de Higuey; aquella provincia, que, cuando
-llegamos con el Comendador Mayor, estaba agraviada por haber
-muerto al señor de la isleta de Saona, y, segun la estima
-de los españoles, estaba alzada y rebelada, contra la cual se
-hizo la guerra, que arriba en el cap. 8.º hicimos mencion.
-Esta se movió por esta ocasion: ya dijimos, dónde arriba, que
-el fin de la primera fué con cierto asiento que hizo Juan de
-Esquivel, Capitan general, y los otros Capitanes, con aquella
-gente de la provincia, que hiciesen ciertas labranzas de pan
-para el Rey, que era lo que entónces mucho valia, y áun
-siempre ha sido la principal riqueza desta isla, y que no vernian
-á esta ciudad de Sancto Domingo á hacer algun servicio,
-ni saliesen de su tierra; porque esto es y ha sido de los indios
-en todas partes siempre aborrecido y temido. Dijimos tambien
-como habia quedado allí, en una fortaleza de madera, por Capitan,
-un hombre llamado Martin de Villaman, con nueve
-otros españoles. Este, segun dije, y los que con él quedaron,
-como estaban bien vezados á tener en poco los indios, y mandarlos
-con austeridad y potencia, forzábanlos á traer el pan
-que habian sembrado para el Rey, á esta ciudad; ó á que viniesen<span class="pagenum"><a name="Page_85" id="Page_85">[85]</a></span>
-á hacer acá alguna labranza, y, lo que yo tengo por
-cierto, por la luenga y contínua experiencia que tengo, y no
-hay hombre en todas las Indias que esto no sepa ni lo niegue,
-por las grandes importunidades y rigurosos malos tratamientos
-que les hacian, tomándoles las hijas ó parientas, y quizá
-las mujeres, porque esto es lo primero y que más en poco se
-tiene por los nuestros en estas tierras, finalmente, por lo uno
-y por lo otro, ó por todo, no pudiéndolos sufrir, juntóse
-mucha gente, y vinieron sobre ellos y matáronlos, y quemaron
-la fortaleza. Pienso, si no me he olvidado, que escapó,
-de los nueve, uno, que trujo las nuevas dello á esta ciudad
-de Sancto Domingo. Sabido por el Comendador Mayor,
-manda apregonar la guerra contra los de aquella provincia, á
-fuego y á sangre; mandó apercibir toda la gente que se pudo
-sacar de las villas de los españoles, instituyó por Capitan general,
-y por Capitan de la gente de la villa de Santiago, juntamente,
-al ya nombrado caballero Juan de Esquivel. Desta
-ciudad fué por Capitan un Juan Ponce de Leon, de quien,
-abajo, si pluguiere á Dios, habrá que decir, y por Capitan de
-la Vega, conviene á saber, de la villa de la Concepcion, que
-en aquel tiempo era el principal pueblo de españoles desta
-isla, nombró por Capitan á Diego de Escobar, de quien arriba,
-en el primer libro, dijimos haber sido uno de los de la
-compañía de Francisco Roldan. De la villa del Bonao no me
-acuerdo quién fué por Capitan. Creo que se juntarian por todos
-obra de 300, y no llegarian á 400 hombres, como en la
-otra de que hablamos en el cap. 8.º Fuéronse á juntar todos,
-por diversos y distantes caminos, á cierta provincia, creo que
-llamada Ycayágua, la media sílaba luenga, propincua de la
-de Higuey, cuyos vecinos llevaban el yugo de la servidumbre
-de los españoles, con más paciencia y más equanimidad.
-Lleváronse de allí cierto número de indios de guerra, con
-sus armas, los cuales, en los de Higuey, alzados, no hicieron
-poca guerra, ni poco daño. Las gentes de la provincia de
-Higuey tenian sus pueblos dentro, en los montes, y estos
-montes son llanos como una mesa llana, y sobre aquella<span class="pagenum"><a name="Page_86" id="Page_86">[86]</a></span>
-mesa comienza otra mesa, de la misma manera llana y montuosa,
-más alta 50 y más estados, al cual se subia con gran dificultad,
-que apénas pueden subir gatos. Estas mesas son de 10
-y 15 leguas de largo y ancho, y todas soladas, como si lo fuesen
-á mano, de lajas de peña viva muy áspera, como puntas
-de diamante. Tienen infinitos ojos ó hoyos, de cinco y seis
-palmos en torno, llenos de tierra colorada, la cual, para su pan
-caçabí, es fertilísima y admirable, porque poniendo una rama
-ó dos de la planta de donde salen las raíces de que se hace,
-todo aquel agujero ó hoyo se hinche de sola una raíz, cuanto
-el cabe, y áun sembrando en aquellos agujeros ó hoyos dos ó
-tres pepitas de nuestros melones, se crian de la misma manera,
-tan grandes, que no hay botijas de media arroba, de las de
-España, mayores, finísimos y odoríferos, y, como sangre, colorados.
-Por esta fertilidad tenian aquellas gentes sus pueblos
-en aquellas montañas llanas. Dentro de aquellos montes
-llanos talaban los árboles cuanto era menester, para hacer
-una plaza, segun el pueblo era chico ó grande; y, hecha la
-plaza, ella en medio, talaban y hacian cuatro calles en cruz,
-muy anchas y de un tiro de piedra en largo. Estas calles hacian
-para pelear, porque sin ellas no se pudieran menear,
-segun los montes son espesos, y las rocas ó peñas y piedras
-que hay, tambien muy ásperas, aunque llanas. Así que, llegada
-la gente de los españoles á los límites de aquella provincia,
-y sentida por las gentes della, hacen por todas partes
-muchas ahumadas, unos pueblos á otros avisándose, y luego
-ponian las mujeres, y los hijos, y viejos en cobro, en lo más
-secreto que ellos hallar podian y sabian de los montes. Lléganse
-más los españoles, y en cierto lugar llano y monte desembarazado,
-asientan su real para que se pudiesen aprovechar
-de los caballos, y, desde allí, proveer á dónde y cómo
-habian de guerrear. Allí asentados, todo su principal cuidado
-era y es, á los principios, como debe ser en todas las guerras,
-prender alguno de los contrarios para que descubran los secretos
-propósitos y disposicion, y gente y fuerzas que en ellos
-hay; y así se tomaban, y, tomados, atormentaban, y algunos<span class="pagenum"><a name="Page_87" id="Page_87">[87]</a></span>
-descubrian, y otros ántes se dejaban morir que descubrir la
-verdad, si sus señores se lo mandaban. Entrados del todo los
-españoles y llegando á los pueblos, hallaban los indios de los
-pueblos comarcanos, juntos en un pueblo, que era el más
-apropiado, y, en las calles, aparejados con sus arcos y flechas,
-pero desnudos, en cueros, y las barrigas por broqueles, para
-pelear; y era estraña su grita, que, si así como ponian miedo
-con sus alaridos, lo pusieran con las armas, no les hobiera
-ido con los españoles tan mal. Esperaban el primer ímpetu de
-los españoles, aventando sus flechas, harto de léjos, que,
-cuando llegaban, iban tan cansadas, que apénas mataran un
-escarabajo. Desarmadas en los cuerpos desnudos las ballestas
-principalmente, porque por entónces, pocas eran ó ningunas
-las espingardas, viendo caer muchos dellos, luego se iban retrayendo,
-y pocas veces ó ninguna esperaban las espadas.
-Algunos habia, que así como le daban la saetada, que le entraba
-hasta las plumas, con las manos se sacaba la saeta y con
-los dientes la quebraba, y, escupida, la arrojaba con la mano
-hácia los españoles, como que con aquella injuria, que les hacia,
-se vengara, y luego, allí, ó poco despues, caia muerto. Pasados
-aquellos primeros tiros, viendo lo poco que con las ballestas
-de los españoles ganaban, todo su refugio y defensa no era
-sino huir cada casa ó vecindad por su parte. Allí, por la espesura
-de los montes y aspereza de la tierra, porque todo se
-andaba sobre peñas, como es dicho, muy ásperas, poco duraba
-tras ellos el alcance. Pero porque siempre, ó las más de
-las veces, ó allí en el conflicto, ó mayormente andando cuadrillas
-de españoles á cazar indios por los montes, se tomaban
-algunas espías, ó algunos que de una parte á otra pasaban, á
-estos tales dábanles increibles tormentos para que descubriesen
-dónde se habia huido la gente, y en qué lugares y en
-cuántas partes. Llevaban estos por guías, con cordeles al pescuezo
-atados, y algunos, desque llegaban á algun despeñadero,
-por llevar tras sí al español que lo llevaba del cordel, se despeñaba,
-porque así se lo habia el señor ó Cacique mandado.
-Llegada la cuadrilla de los españoles á donde los infelices<span class="pagenum"><a name="Page_88" id="Page_88">[88]</a></span>
-tenian arrinconados sus ranchos, daban en ellos, donde veríades
-hacer sus efectos, en aquellos cuerpos desnudos, las
-espadas. Allí no se perdonaba á hombre viejo ni niño, ni mujer
-parida ni preñada. Despues de hechos grandes estragos, prendian
-muchos por los montes, destos que del cuchillo se habian
-escapado, á todos los cuales les hacian poner sobre un palo la
-una mano, y con el espada se la cortaban, y luego la otra, á
-cercen, ó que en algun pellejo quedaba colgando, y decíanles,
-«andad, llevad á los demas esas cartas.» Por decir, «llevad las
-nuevas de lo que se ha de hacer dellos, segun que con vosotros
-se ha obrado»; íbanse los desventurados, gimiendo y
-llorando, de los cuales, pocos ó ningunos, segun iban, escapaban,
-desangrándose, y no teniendo por los montes, ni sabiendo
-donde ir á hallar alguno de los suyos, que les tomase
-la sangre ni curase; y así, desde á poca tierra que andaban,
-caian sin algun remedio ni mamparo.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_89" id="Page_89">[89]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XVI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Desbaratados y desparcidos los de los pueblos, que se
-habian juntado en alguno de los más convenientes para resistir
-á los españoles, iban á dar en otro pueblo donde sabian
-que estaban los indios esperándolos. Entre otros, fueron al
-más principal, que era el del rey y señor Cotubanamá ó Cotubáno,
-que dijimos en el cap. 8.º que habia trocado el nombre
-con Juan de Esquivel, Capitan General, y era su guatiao,
-como hermano en armas; este Cacique y señor era estimado
-por el más esforzado de toda aquella provincia, y era el más
-lindo y dispuesto hombre, que, entre mil hombres de cualquiera
-nacion, creo yo que se hallara; tenia el cuerpo mayor
-que los de los otros, creo tambien que tenia una vara de medir
-entera de espalda á espalda, la cintura la ciñeran con una
-cinta de dos palmos ó muy poquito más; tenia la llave de las
-manos de un gran palmo; los brazos, y las piernas, y todo lo
-demas, á los otros miembros muy proporcionado, el gesto
-no hermoso, sino de hombre fiero y muy grave; su arco y
-flechas era de doblado gordor que los de los otros hombres,
-que parecian ser de gigante. Finalmente, este señor era de tan
-señalada disposicion, que los españoles, todos, de velle se admiraban.
-Guardé para este lugar hablar dél, así en particular,
-lo que parece que tenia su lugar en el cap. 8.º, porque no entónces
-yo lo vide, sino en esta temporada y guerra segunda
-que se les hizo. Asi que, determinados los españoles de ir al
-pueblo deste señor, donde tenian nueva que habia mucha
-gente ayuntada para les resistir, y por ser entre todos, y más
-que ninguno, por su persona y esfuerzo, nombrado y estimado,
-fueron todos derechos allá, y llegados á cierto pedazo
-de la ribera de la mar, hallaron dos caminos, que iban por el<span class="pagenum"><a name="Page_90" id="Page_90">[90]</a></span>
-monte, al pueblo. El uno, muy escombrado, cortadas las
-ramas y todo lo que podia embarazar; en este, á la entrada del
-pueblo, tenian los indios una celada, para dar á los españoles
-en las espaldas, donde no recibieran poco daño; el otro camino
-estaba muy cerrado, lleno de árboles cortados y atravesados,
-que ni áun gatos pudieran por él andar, pero los españoles,
-como siempre saben darse á recaudo, sospecharon
-luego aquello haber sido de industria ordenado; y así, sospechando
-algun engaño, dejaron el camino abierto, y vánse,
-con muy gran dificultad, por el cerrado. De una legua ó
-legua y media, que habria al pueblo desde la mar, la media
-legua estaba el camino, de la manera dicha, con madera ocupado,
-y, en pasarla, los españoles, tirando y cortando palos se
-cansaron harto, y así pasaron; todo lo demas del camino estaba
-sin embarazo, de donde tomaron mayor indicio que los
-indios, industriosamente los echaban por el otro camino para
-les hacer daño. Yendo por el camino adelante, muy sobre
-aviso, acábanlo de andar, y, junto al pueblo, dan en los indios
-que estaban en la celada, por las espaldas, y desarman en
-ellos las ballestas, donde todas ó las más emplearon; saltan
-luego todo el resto de los indios, recogiéndose á las calles,
-y allí tiran infinitas flechas, desde léjos, como suelen, por
-miedo de las espadas, como juego de niños, y así hicieron en
-los españoles ningun daño; dellos fueron hartos, de las saetas,
-heridos y bien lastimados. Con todo esto se acercaban y peleaban
-con piedras, no con hondas tiradas, sino con las manos,
-porque hondas nunca las usaron ni las alcanzaron, de que
-allí habia grande abundancia, con su grita, que ponian en el
-cielo, mostrando siempre grande gana de pelear y echar de su
-tierra los que destruidores de su nacion estimaban. No desmayaban
-porque vian caer muchos de sí mismos asaeteados,
-ántes parecia que cobraban vigor, y otra cosa fuera si las
-armas tuvieran á las de los españoles iguales. Contaré una
-hazaña digna de ser oida y alabada, que allí vide hacer
-á un indio, cierto, señalada, si la pudiera dar á entender cómo
-pasó contándola. Apartóse de todos los otros, que, como dicho<span class="pagenum"><a name="Page_91" id="Page_91">[91]</a></span>
-es, con piedras y sus flechas peleaban, un indiazo, bien alto,
-desnudo en cueros como los otros, desde arriba hasta abajo,
-con sólo un arco y una sola flecha, haciendo señas, como desafiando
-que saliese á él algun cristiano. Estaba por allí cerca
-un español llamado Alejos Gomez, muy bien dispuesto y alto
-de cuerpo, y en matar indios harto experimentado, y que tenia
-grande ventaja á todos los españoles desta isla, en cortar
-de un espada, porque cortaba un indio por medio de una cuchillada.
-Este, apartóse de los demas, y dijo que lo dejasen
-con el indio, que lo queria él ir á matar. Las armas que llevaba
-eran, una espada ceñida y una daga ó puñal, y una media
-lanza, y cubierto bien con una grande adarga de juego de
-cañas. Como el indio lo vido apartarse, váse á él como si fuera
-armado de punta en blanco y el español algun gato. El
-Alejos Gomez, pone la media lanza en la mano del adarga, y
-pelea con el indio con piedras, que, como dije, habia hartas. El
-indio no hacia más, sino amagalle con la flecha como que queria
-soltalla, y andaba de una parte á otra, dando saltos, guardándose
-de las piedras, con tanta ligereza como si fuera un gavilan.
-Desque todos los españoles los vieron pelear desta manera,
-y los indios asimismo, cesaron de la pelea por mirallos;
-unas veces el indio daba un salto contra el Alejos Gomez, que
-parecia que lo queria clavar, él cobríase todo con el adarga,
-temiendo que ya era clavado. Tornaba á tomar piedra el Alejos
-Gomez y á tiralle, y el indio saltando y amagándole; todo esto
-él desnudo en cueros, como su madre lo parió, y con sola
-una flecha, puesta en su arco; y, porque duró la pelea un muy
-gran rato, fueron sin número las piedras que le tiró, estando
-cada momento ambos cuasi juntos, y es cierto que con ninguna
-le acertó. Finalmente, andando desta manera ambos á
-dos, tuvo el indio en tan poco al español, que se fué acercando
-á él en tanto grado, que arremetió á él y púsole la flecha
-cuasi al arquillo del adarga, hizo harto Alejos Gomez en
-hacerse como un ovillo, cubriéndose con su adarga, y como
-lo vido tan junto á sí, deja las piedras y toma la lanzuela, y
-arrojasela creyendo que ya lo tenia clavado, pero da el indio<span class="pagenum"><a name="Page_92" id="Page_92">[92]</a></span>
-un salto á través, y váse riendo y mofando con su arco y flecha
-sin la haber soltado de la mano, y con su cuerpo desnudo,
-sano y salvo. Acuden los indios todos con gran grita y
-risa, escarneciendo de Alejos Gomez y de los demas de su
-compañía, dando grandes favores á su comiliton, por su soltura
-y ligereza, y no ménos esfuerzo, digno de ser loado. Quedaron
-los españoles admirados, y el mismo Alejos Gomez más
-alegre que si lo matara, y no poco todos al indio loando. Fué,
-cierto, espectáculo de grande alegría, y que no hobiera Príncipe
-alguno, de los nuestros de España ni de otra nacion, que
-no se holgara de verlo y de remunerar al indio con merced
-señalada. Todo lo que he dicho es verdad, porque yo lo vide
-de la manera que lo he contado. Duró la pelea toda entre indios
-y españoles, de la manera dicha, desde las dos de la
-tarde que llegaron, hasta que los despartió la noche.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_93" id="Page_93">[93]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XVII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Otro dia no pareció hombre ninguno de los indios, sino,
-como vian que no podian prevalecer contra los españoles,
-mostrada la primera vista, y gana de se defender y pelear,
-como está dicho, luego á los montes huian, donde habian
-puesto las mujeres y hijos, y los demas que no eran para pelear.
-Pues como este señor Cotubanamá, fuese, como dicho
-queda, el más fuerte para entre ellos, y más estimado, y no
-hobiese sacado más fruto para contra los españoles que los
-demas, no hobo ya de aquí adelante señor, ni gente, que en
-su pueblo osase esperar, sino que todos trabajaron de retraerse
-y esconderse donde mejor podian, en los más breñosos
-y escondidos montes; ya no restaba qué hacer á los españoles
-sino desparcirse por cuadrillas, y andar á montear los indios
-que podian escudriñar y prender por los montes, y lo principal
-que inquirian era topar con los Caciques y señores, y á
-Catubanamá, sobre todos. Salian cuadrillas por diversas partes,
-y escudriñaban los rastros por los caminos, que eran
-harto ciegos y angostos. Habia hombres tan diestros en buscar
-indios, que de una hoja de las del suelo, podrida, caidas de los
-árboles, vuelta de la otra parte, sacaban el rastro é iban por
-él á dar donde habia juntas mil ánimas; porque los indios,
-andando por aquellos montes, con tanta sotileza andaban,
-como anduviesen desnudos y descalzos, que no hacian 20
-ni 30 juntos, más rastro, que si pasara un sólo gato, pero no les
-bastaba. Otros españoles habia, que de sólo el olor del fuego,
-porque los indios, donde quiera que están, tienen fuego, de
-mucho trecho, y de léjos, tomaban el rastro. Desta manera, las
-cuadrillas de los españoles, andando, muchas veces cazaban
-algun indio, y á tormentos descubria dónde la otra gente estaba;<span class="pagenum"><a name="Page_94" id="Page_94">[94]</a></span>
-llevándolo atado iban allá, hallábanlos descuidados, daban
-en ellos, y cuantos huir no podian, como mujeres, niños y
-viejos, metian á espada, porque lo principal que pretendian
-era hacer grandes crueldades y estragos, para meter miedo
-por toda la tierra y viniesen á darse. Todos los que tomaban
-á vida, como los mancebos y hombres grandes, cortaban ambas
-á dos manos, y enviaban, como se dijo, con cartas; fueron
-sin número á los que cortaron desta manera las manos, y
-más los que mataron. Holgábanse por extraña manera en hacer
-crueldades, unos más crueles que otros en derramar, con
-nuevas y diversas maneras, sangre humana. Hacian una horca
-luenga y baja, que las puntas de los piés llegasen al suelo,
-porque no se ahogasen, y ahorcaban 13 juntos, en honor y
-reverencia de Cristo, Nuestro Redentor, y de sus doce Apóstoles;
-y así, ahorcados y vivos, probaban en ellos sus brazos y
-sus espadas. Abríanlos de un revés por los pechos, descubríanles
-las entrañas; otros hacian de otras maneras estas
-hazañas. Despues de así desgarrados, áun vivos, poníanles
-fuego y quemábanlos; liaban el indio todo con paja seca, y
-poníanle fuego y quemábanlo. Hombre hobo que á dos criaturas,
-que serian hasta de dos años, les metió por la hoya de la
-garganta una daga, y así degollados los arrojó en las peñas.
-Todas estas obras y otras, extrañas de toda naturaleza humana,
-vieron mis ojos, y agora temo decillas, no creyéndome á
-mí mismo, si quizá no las haya soñado. Pero en la verdad,
-como otras tales y peores, y muy más crueles y sin número,
-se hayan perpetrado en infinitas partes destas Indias, no creo
-que de aquestas me he olvidado. Algunas veces, siguiendo
-algunas cuadrillas algunos de los rastros que se han dicho, sin
-otra guia, iban á dar donde habia mucha gente ayuntada, que
-no quisieran hallar tanta, porque los indios, viendo que los
-españoles eran pocos, desque los contaban tornaban sobre sí,
-y con piedras y á flechazos, de cerca, los fatigaban: y así fué
-una vez, que 13 españoles siguieron un rastro, y fueron á dar
-con 1.000 ó 2.000 ánimas entre mujeres y niños, chicos y
-grandes; llevaban cuatro ballestas, y sus rodelas y lanzas y<span class="pagenum"><a name="Page_95" id="Page_95">[95]</a></span>
-espadas, á los cuales acometen los indios muy denodados; los
-españoles sueltan las ballestas y hácenseles luego las cuerdas
-pedazos. Los indios fatíganlos á pedradas y flechazos, los cuales
-rescibian en las rodelas y adargas, pero no llegaban
-junto á ellos, para con las porras ó mancanas hundilles los
-cascos, porque sólo que el de la ballesta, que tenia siempre
-armada, les amagaba como que la queria soltar, ninguno
-habia que se les osase acercar, y con solos aquellos ademanes
-de la ballesta, se libraron, que no los matasen, dos horas
-ó tres que duró el combate, hasta que, por maravilla, se oyó
-la grita en el Real de los españoles, que yendo de paso, habia
-cerca de allí, aquella tarde, parado. Entónces ocurrió toda la
-más gente del Real, y van por el rastro de los 13 españoles,
-y llegan allá; dan en los indios de fresco, desmayan los indios,
-ponénse en huida, hácese gran matanza, y la presa de
-los captivos, mujeres y niños, y de otras edades, fué grande.
-En estos comedios, todos los españoles padecieron grandes
-hambres, porque regla general en estas Indias es, que como
-entran y han entrado siempre guerreando y huyen los indios
-dellos, y ellos no traen la comida de España, ni se dan maña
-para hacer el pan destas tierras, ni haber los otros manjares,
-que padezcan grandes hambres y mueran muchos dellos,
-como han muerto infinitos, ésles necesario. Las gentes que se
-captivaban repartian por los españoles los Capitanes, dándoselos
-por esclavos. Cada uno echaba en cadenas, si las tenia,
-los que le daban, ó de otra manera tenia cuidado de guardallos;
-iban dos ó tres españoles juntos, llevando 10 ó 12
-y 15 y 20 esclavos, apartándose del Real, por los montes, á
-sacar ciertas raíces, llamadas guayagas, la media sílaba breve,
-de que en aquella provincia sola, se hacia cierto pan; y una
-vez descuidáronse los tres ó cuatro españoles, y, aunque tenian
-sus espadas y rodelas, arremeten á ellos los esclavos,
-y, con los ramales de las cadenas y con piedras, matáronlos:
-ellos, despues unos á otros se desherraron, y, en señal de su
-victoria, llevaron las cadenas y las espadas á presentar al señor
-Cotubanamá. A todos los indios que se prendian y cortaban las<span class="pagenum"><a name="Page_96" id="Page_96">[96]</a></span>
-manos, y en quien se ejercitaban las susodichas crueldades,
-decíaseles que así los habian á todos de lastimar y matar si
-no se daban. Respondian que si vernian, sino que temian las
-amenazas del rey Cotubanamá, que les enviaba siempre á
-decir que no se diesen á los españoles, si nó, que, despues de
-idos, los habia de matar. Lo uno, por esto, y lo otro, por la
-persona que era tan señalada, y porque era cierto, que sino
-se prendia, ó de otra manera se daba ó venia de paz, que la
-tierra no habian de poder sujetar, todo el intento principal de
-los Capitanes y españoles era preguntar dónde Cotubanamá
-estaba, y dónde se podia hallar. Finalmente, se tuvo nueva
-que se habia pasado á la Saona, y que allí estaba sin gente
-con su mujer y hijos, pero muy vigilante y á buen recaudo.
-De allí adelante acordó el Capitan general, Juan de Esquivel,
-de pasar allá, como le pareció que allí le habia ido bien con
-la matanza que habia hecho en aquella isla, y así, trabajó de
-irse acercando hácia la tierra del mismo Cotubáno, que, como
-dicho queda, era de la isla dicha, la tierra frontera y más
-cercana, solas dos leguas de mar en medio. En este tiempo,
-prendieron ciertos señores principales, y mandólos el Capitan
-general quemar vivos, y creo que fueron cuatro, porque de
-tres no tengo que dudar. Para quemallos, hicieron ciertos cadalechos
-sobre cuatro ó seis horquetas, puestas unas varas á
-manera de parrillas, y en ellos los Caciques muy bien atados;
-debajo pusieron muy buen fuego, y comenzándose á quemar,
-daban gritos extraños, que oirlos, las bestias me parece que no
-lo pudieran tolerar. Estaba el Capitan general en un aposento,
-apartado de allí alguna distancia, donde tambien oia sus dolorosos
-gemidos y gritos lamentables, y porque de oillos rescibia
-pena, ó por quitalle el reposo, ó quizá de lástima y piedad,
-envió á mandar que los ahogasen; pero el alguacil del Real,
-que ejecutaba la inícua sentencia, y era el verdugo de aquel
-acto, hízoles meter palos en las bocas, porque no sonasen ni
-oyese el Capitan los alaridos y gemidos que daban, y así se
-quemasen abrasados, como si le hobieran muerto á todo su
-linaje. Todo esto yo lo vide, con mis ojos corporales mortales.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_97" id="Page_97">[97]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XVIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Ya se tenia entendido por los españoles que no se habian de
-subjectar los indios de la provincia, en tanto que el rey Cotubanamá
-no se hobiese tomado, é ya que sabia que se habia
-pasado á la isleta de Saona, el Capitan general, Juan de Esquivel,
-determinó de seguille y pasar allá, para lo cual proveyó,
-que una carabela que proveia el Real de pan caçabí, y
-vino, y quesos, y otras cosas de Castilla, que desta ciudad
-de Sancto Domingo se les enviaba, viniese á cierta parte,
-siendo de noche, para que allí tomase la gente que con él
-habia de pasar en la dicha isleta, de manera que el Cotubanamá
-ni sus espías lo sospechasen. Tenia el dicho Cacique y
-señor esta costumbre y aviso, despues que á ella pasó, para
-se guardar de los españoles: en medio de la isleta estaba una
-cueva grande, donde tenia su mujer y sus hijos, y él estaba,
-desque vido que la carabela andaba por allí, aunque era ordinario
-verla, por la razon que se dijo de proveer el Real, tenia
-sus espías en los lugares donde se podrian desembarcar, y él,
-cada dia, al cuarto del alba, iba, con 12 indios, de los más
-dispuestos y valientes que consigo tenia, á la mar y el puerto
-ó desembarcadero, de donde más temia que la carabela podia
-echar gente en tierra y hacelle mal. Una noche embarcóse
-Juan de Esquivel, con 50 hombres, en la tierra frontera de la
-isla, que, como he dicho, estaba della dos leguas de mar, y
-fué á desembarcar ya cuasi que amanecia. Las espías, que
-eran dos indios, tardáronse, por manera, que saltaron en la
-isla, primero, 20 ó 30 españoles, y subieron cierta peña, muy
-alta, poco ántes que las espías, á especular la mar y carabela,
-llegasen. Ciertos españoles ligeros, que iban delante, prendieron
-las espías, trujéronlas al capitan Juan de Esquivel, y<span class="pagenum"><a name="Page_98" id="Page_98">[98]</a></span>
-preguntados dónde quedaba ó estaba el rey Cotubanamá,
-dijeron que allí cerca venia; sacó un puñal el Capitan, y dió
-de puñaladas al uno, triste indio espía, y el otro, átanlo y
-llévanlo por guía. Iban delante algunos españoles, corriendo,
-y sin órden, cada uno presumiendo de señalarse en la prision
-de Cotubanamá; hallan dos caminos, van por el de á mano
-derecha, los más de los españoles, sólo uno acertó á tomar
-el de la izquierda, porque, como toda la isla es montes bajos,
-no se puede ver hombre á otro, aunque esté medio tiro de
-herron dél. Aqueste sólo hombre, que tiró por aquel camino,
-se llamaba Juan Lopez, labrador, harto bien alto y dispuesto,
-y de fuerzas, y no ménos ejercitado en desgarrar indios, ó, al
-ménos, era de los que andaban en estas estaciones, porque
-era de los viejos que en esta isla Española se habian
-en las tales obras ejercitado. El cual, áun poco entrado en el
-camino, topó 12 indios, grandes y valientes, desnudos, como
-todos andaban, con sus arcos y flechas, en renglera, uno tras
-otro (porque así andan todos, y, tambien, aunque quisieran,
-por la estrechura del camino y espesura del monte, no pudieran
-venir de otra manera), y el postrero era Cotubanamá,
-que traia un arco, segun ya dije, como de gigante, y una
-flecha, con tres puntas de hueso de pescado, como un pié de
-gallo, que si él la empleara en algun español, sin corazas,
-bien pudiera, de vivir más, descuidarse. Como los indios que
-venian delante al español vieron, enmudecieron, pensando
-que sobre ellos venia todo el mundo, pudiendo, con las flechas,
-clavallo y huir; pero preguntándoles por su señor Cotubanamá,
-respondieron al Juan Lopez: «véelo, aquí viene detras,»
-y diciendo esto, apartáronse para que pasase. Pasa Juan Lopez,
-con su espada desnuda; como no lo habia visto ántes, y vídolo
-de súbito, quiso flechar su arco; pero arremetió Juan
-Lopez con su espada, y tírale un estocada; recógesela Cotubanamá,
-con ambas manos, pensó que debia ser algun palo
-blanco, como no lo habia experimentado; corrió Juan Lopez
-la espada, y sególe las manos; entónces, acudíale con otra.
-Díjole Cotubanamá: <i>mayanimacaná, Juan Desquivel daca</i>; «no<span class="pagenum"><a name="Page_99" id="Page_99">[99]</a></span>
-me mates, porque yo soy Juan de Esquivel.» Luego, todos los
-indios, 11 ó 12, huyeron, dejando al triste de su señor con
-Juan Lopez, que lo pudieran muy bien matar, y el señor
-y ellos salvarse. Ya dijimos en el cap. 8.º, como habian trocado
-los nombres él y el Capitan General. Púsole Juan Lopez
-la punta del espada á la barriga, y la mano en el hombro, ó
-en los cabellos, y como estaba sólo Juan Lopez, no sabia qué
-se hacer; estando así rogándole que no lo matase que él era
-Juan de Esquivel, aunque las manos tenia cortadas, corriendo
-sangre, con la derecha da un vaiven al espada desviándola
-de la barriga, y juntamente arremete con el Juan Lopez, que,
-como dije, tenia harto gran cuerpo y miembros y fuerzas, y
-dá con él de espaldas sobre las peñas y cae sobre el espada,
-y échale mano, con la mano, cuya llave dije ser de un gran
-palmo, de la garganta y ahogábalo. Estando así, gaznando y
-quejándose como podia, oyéronlo ciertos españoles, que iban
-por otro camino, que áun distaba poco el uno del otro; tornaron
-hácia atras donde los caminos se habian apartado, y entran
-por él, donde el Cacique á Juan Lopez maltrataba, y llegó primero
-un ballestero, y con toda la ballesta desarmada, dió un
-gran golpe al Cacique, que estaba encima del Juan Lopez, sobre
-todo el cuerpo, que cuasi lo aturdió, y, levantándose, levantóse
-tambien Juan Lopez, medio muerto, y allí lo prendieron
-con otros españoles que luego llegaron. Maniatáronlo y
-lleváronlo á cierto pueblo que estaba despoblado, donde acordaron
-los españoles de ir en busca de la mujer y de los hijos
-del Cotubáno. Los 12 indios que vinieron con él, como huyeron,
-fueron á dar aviso á la mujer y á los hijos de Cotubanamá,
-que estaban en la cueva, del estado en que dejaban á
-su señor; creyendo que ya sería muerto, creo que dejaron la
-cueva y huyeron á otros rincones de la isla; pero tomados
-ciertos indios por los españoles, y traidos donde Cotubanamá
-estaba, mandó que llevasen á ciertos españoles á la
-cueva, y á otros indios que le trujesen á su mujer y hijos, y
-así fué. Trajéronle su mujer y hijos, y de la cueva trujeron
-las alhajas que allí tenia, como hamacas en que dormia y<span class="pagenum"><a name="Page_100" id="Page_100">[100]</a></span>
-cosas de su servicio, que tenian poco valor, porque, arriba
-de lo muy necesario, las gentes desta isla Española, más que
-otras algunas, ninguna cosa poseian ni poseer querian. Hallaron
-allí tambien tres ó cuatro espadas, y la cadena en que
-llevaban los indios que habian hecho esclavos, y mataron
-á los dos ó tres españoles que arriba dije, la cual, traida,
-echaron al mismo Cotubanamá; al cual se trató de quemar
-vivo allí, como habian quemado en parrillas á otros, sino que
-pareció que era mejor enviallo á esta ciudad, en la carabela,
-porque aquí lo atenazasen, y así recibiese mayores tormentos,
-como que hobiera cometido atroces delitos, defendiendo
-su persona y Estado, y su tierra, de las opresiones que comenzaban
-á padecer del Martin de Villaman y de sus compañeros,
-y que eran comienzo y principio de las que sabian que
-todas las otras gentes infinitas desta isla, padecian y habian
-padecido, por las cuales habian ya perecido muchas dellas.
-Finalmente, lo metieron en la carabela con sus prisiones, y
-trujeron á esta ciudad de Sancto Domingo, y el Comendador
-Mayor se hobo con él menos cruelmente que Juan de Esquivel
-y los españoles deseaban ó pensaban, porque lo hizo ahorcar
-y no atenazarlo. Gloriábase Juan de Esquivel mucho, que
-tres cosas habia hecho en esta isla buenas, la una traer merced
-de los Reyes á esta isla, que no se pagase, del oro que
-se cogiese, más del quinto; la otra, la matanza que habia
-hecho en la isleta Saona, en la guerra pasada, de que arriba
-en el cap. 8.º hicimos mencion; la tercera hazaña suya, de
-que se jactaba Juan de Esquivel, fué la prision deste señor
-Cotubanamá. Algo más justa y más digna de fama loable, fué
-la que hicieron el conde de Cabra y el Alcaide, de los donceles
-del Rey Chiquito, y así lo nombraban, de Granada. Preso y
-muerto este señor Cotubáno, y hechas las crueldades que, por
-ocho ó diez meses que esta guerra duró, en ella se perpetraron,
-cayeron todas las fuerzas de todas las gentes desta isla,
-que todas juntas eran harto pocas, y los pensamientos y esperanza
-de nunca tener remedio, y así quedó toda esta isla
-pacífica, si pacífica se pudiera con verdad decir, quedando<span class="pagenum"><a name="Page_101" id="Page_101">[101]</a></span>
-los españoles en tanta guerra con Dios, por la gran libertad
-en que quedaron para poder oprimir estas gentes á su placer,
-sin embargo ni impedimento alguno, chico ni grande, que se
-les pusiese y nadie les resistiese, y así, las consumieron y
-aniquilaron de tal manera, que los que vienen á esta isla pueden
-preguntar si los indios della eran blancos ó prietos. Esta
-consumacion lamentable, y de tantas gentes, todo el mundo
-sabe y la confiesa, y no dudan áun los que nunca á estas tierras
-vinieron, por ser la fama tan vehemente; y es certísima,
-porque mucho mayor fué la verdad de lo acaecido, que lo
-que ella suena. El número de la gente que habitaban en esta
-isla era sin número, y así lo escribió á los Reyes el Almirante
-viejo, y díjome el Arzobispo de Sevilla, D. Diego de Deza,
-que fué de aquellos tiempos, que le habia dicho el mismo
-Almirante, que habia contado un cuento y cien mil ánimas.
-Pero estas fueron solas aquellas que estaban al rededor de las
-minas de Cibao, como eran las que moraban en la gran Vega
-y otras cercanas dellas, á las cuales impuso el cascabel de oro
-que diesen por tributo, como arriba se dijo, en el primer
-libro, y con ellas pudieron entrar alguna parte de la provincia
-de Xaraguá, que dieron por tributo pan caçabí y algodon
-hilado y en pelo. Pero segun creo, sin temor de que creyéndolo
-me engañe, más habia en toda la isla de tres millones,
-porque en aquellos tiempos no se tenia cuenta con esta provincia
-de Higuey, ni hombre habia ido á ella, ni á la de Haniguayába
-y Guaycayarima, ni con la de Guahába, y con
-otros pedazos de esta isla. Mandó poblar el Comendador Mayor,
-dos pueblos ó villas de españoles, para tener esta provincia
-del todo segura, que más cabeza no alzase; una, cerca
-de la mar, que fué nombrada Salvaleon, y la otra, dentro de
-la tierra, llamada Sancta Cruz de Aycayágua, y, entre ambas,
-repartió todos los pueblos de los indios, que sirviesen á los
-cristianos, que al cabo los consumieron. Y así hobo en esta
-isla 17 villas de españoles, que todas las gentes della asolaron,
-y fueron estas: esta de Santo Domingo; otra en las minas
-viejas, ocho leguas de aquí, que se llamó la Buenaventura; la<span class="pagenum"><a name="Page_102" id="Page_102">[102]</a></span>
-tercera, el Bonao; la cuarta, la Concepcion; la quinta, Santiago;
-la sexta, Puerto de la Plata; la sétima, Puerto Real; la
-octava, Lares de Guahába; la novena, el Arbol gordo; la décima,
-el Cotuy; la undécima, la villa de Azua; la duodécima,
-Sant Juan de la Maguana; la décimatercera, Xaraguá; la décimacuarta,
-villa de Yaquimo; la décimaquinta, la villa de
-Salvatierra; la décimasexta, de Salvaleon; y la décimasétima,
-Sancta Cruz de Aycayágua, la penúltima sílaba luenga.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_103" id="Page_103">[103]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XIX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En estos tiempos habian mandado los Reyes, por su Carta
-y patente real, y por la Instruccion de suso dicha que dió al
-Comendador de Lares, que ningun español fuese osado á inquirir,
-ni agraviar, ni escandalizar los indios vecinos y moradores
-de ninguna destas islas, ni de alguna parte de tierra
-firme, ni prendiese, ni captivase indio alguno, ni lo llevase
-á Castilla, ni llevar á otras partes, ni les hiciesen otro mal ni
-daño alguno en sus personas y bienes, so graves penas, por
-celo que tenian de que las gentes destas tierras recibiesen
-buen ejemplo y buenas obras, para que pudiesen con facilidad
-ser traidas á nuestra sancta fe católica, y fuesen cristianos;
-y, con este fin y propósito, dieron licencia á algunos de
-España, que armasen para ir á rescatar y contratar, y á que
-comunicasen de paz con ellos, porque, con la comunicacion y
-amor de los cristianos, se aficionasen é induciesen á las cosas
-de la cristiana religion. Pero como habian sido los años pasados,
-escandalizados y gravemente damnificados de Alonso de Hojeda
-y de Cristóbal Guerra, y de otros que con título de venir á
-rescatar oro y perlas, pidieron á los Reyes licencia, muchas ó
-algunas islas y partes de tierra firme, y señaladamente la
-tierra que despues se llamó y hoy nombramos Cartagena,
-donde Cristóbal Guerra hizo grandes violencias y tiranías; en
-algunas partes, comunicaron los indios con los cristianos, pacíficamente,
-y otras, cognosciendo ya sus obras, no los dejaron
-saltar en sus tierras, ántes les resistieron, y, peleando con
-ellos, algunos mataron. De uno, ó de dos, ó de diez, que
-apénas subian de tres los que mataban, hacian grandes quejas
-á los Reyes, que por ser caníbales, que entónces llamaban
-los que ahora decimos caribes, que son los que comen<span class="pagenum"><a name="Page_104" id="Page_104">[104]</a></span>
-carne humana, no querian conversar con los cristianos, ni los
-acogian en sus tierras, ántes los mataban; y no decian las
-obras que ellos á los indios hacian, por las cuales, no sólo
-matallos, pero bebelles la sangre y comelles la carne, segun
-la manera que los hombres, algunos, tienen para vengarse de
-sus enemigos, podian tener por justísima, por la causa eficacísima
-que ellos les daban. Y como los desventurados indios
-no tenian, como nunca tuvieron, quien por ellos abogase y
-defendiese, y dijese la verdad á los Reyes, movidos por aquellas
-falsas informaciones, como siempre fueron en estos negocios,
-muy nocivamente, de todos engañados, la Reina mandó
-dar su Carta patente, toda en contrario de la primera, dando
-licencia á todos los que quisiesen armar é ir á todas las islas
-y tierra firme, y á los que fuesen á descubrir otras tierras de
-nuevo, que si no los recibiesen y quisiesen oir para ser doctrinados
-en las cosas de nuestra sancta fe católica, ni estar á
-su servicio y en su obediencia, los pudiesen captivar y llevar
-á Castilla y á otras cualesquiera partes, y vendellos, y aprovecharse
-dellos, sin que incurriesen en pena, de las que se
-habian puesto en la prohibicion desto, alguna. Señaló la Reina,
-en especial, las islas de Sant Bernardo, y la isla Fuerte y
-las islas de Barú, todas las cuales han perdido su nombre, y
-no sabré decir cuáles son, sino las de Barú, que están junto á
-Cartagena; señaló tambien los puertos de Cartagena, que
-deben ser Cartagena la que hoy nombramos, y por ventura
-el puerto de Sancta Marta. Y en la dicha Carta real, dice la
-Reina, que mandó á los de su Consejo que lo viesen y platicasen,
-y visto por ellos como los Reyes, con celo que los dichos
-indios caníbales fuesen reducidos á nuestra sancta fe
-católica, los habian requerido muchas veces que fuesen cristianos
-y se convirtiesen, y estuviesen incorporados en la
-comunion de los fieles, y so su obediencia, y viviesen seguramente,
-y tratasen bien á los otros sus vecinos de las otras
-islas, los cuales, no solamente no lo habian querido hacer,
-mas habian buscado y buscaban de se defender, para no ser
-doctrinados ni enseñados en las cosas de nuestra sancta fe católica,<span class="pagenum"><a name="Page_105" id="Page_105">[105]</a></span>
-que contínuamente hacian guerra á sus súbditos, y
-habian muerto muchos cristianos de los que iban á las dichas
-islas, por estar como estaban, endurecidos en su mal
-propósito, idolatrando y comiendo los dichos indios, fué
-acordado que debia mandar dar esta Carta, etc. Todas estas
-son palabras de la dicha Carta de la reina doña Isabel, de
-buena memoria, en las cuales, cierto, bien parece cómo suelen
-ser engañados los Reyes, áun en el derecho, puesto que
-finjan los juristas quel Príncipe tiene todas leyes y derecho
-dentro de su pecho, porque, segun dicen ellos, tiene cabe
-sí grandes varones que florecen y abundan en la ciencia y
-pericia dellos; parece tambien la grande ignorancia y ceguedad
-que, desde su principio del descubrimiento destas Indias,
-cayó en los ánimos y entendimientos, que tuvieron los del
-Consejo de los reyes de Castilla, cerca desta materia. La que
-tuvieron los de aquel tiempo es asaz, por lo dicho, manifiesta.
-¿Qué mayor ignorancia pudo ser de los del Consejo, que atribuir
-por culpa á una gente, nunca ántes vista ni oida, y ella,
-que nunca imaginó haber otra sino ella en el mundo, ni saber
-qué cosa fuese fe católica, ni convertirse, y ni qué queria
-decir cristianos, mas de gente malvada, cruel, robadora,
-matadora, ni comunion de fieles, y que nunca hombre de los
-nuestros, por aquellos tiempos, supo palabra de su lengua, ni
-ellos de la nuestra? Y que dijesen los del Consejo en la dicha
-Carta que les habian requirido muchas veces que fuesen cristianos
-y se convirtiesen, y que estuviesen incorporados en la
-comunion de los fieles, ¿era decilles que el sol era claro, ya
-que supieran vocablos de su lengua para decírselo, y que
-ellos lo entendieran, era tan fácil como si les dijeran, dos y
-dos son cuatro? Item, ¿ya que lo entendieran, eran obligados,
-luego luego, sin más razon y persuasion, ni deliberacion, dar
-crédito á tales requirimientos, y sino luego creyesen, incurriesen
-las penas de la dicha Carta? Item, ¿la fe católica, suélese
-dar á los que nunca la recibieron ni oyeron, ni fueron obligados
-á la adivinar, por requirimientos, aunque sean millares
-de veces hechos, de manera, que si no la quisieren recibir,<span class="pagenum"><a name="Page_106" id="Page_106">[106]</a></span>
-incurran en tan graves ó en algunas penas? ¿Dejólo así ordenado
-Cristo, el dador principal de la fe? Item, ¿será obligada
-alguna nacion del mundo á creer á los que con armas, robando
-y matando las gentes que estaban en sus tierras y
-casas, seguros, sin les haber ofendido, como los españoles, primero
-que otra cosa hiciesen, hicieron, como desto está el
-mundo lleno? Item, ¿no más de porque los españoles les dijesen
-que obedeciesen por señores á los reyes de Castilla,
-ya que tuvieran lengua para se lo decir, y ellos lo entendieran,
-eran obligados á los creer, y por consiguiente, á se sujetar
-á los Reyes, y á los obedecer, teniendo ellos sus
-naturales Reyes? ¿No fueran juzgados por insipientes y por
-bestias, si tal subjeccion concedieran y obedecieran? Item,
-¿si los Reyes suyos naturales, se dieran á los reyes de Castilla,
-no tuvieran los pueblos derecho, por el mismo caso, de
-deponellos? ¿Y si los pueblos sin los Reyes lo hicieran, no tuvieran
-mucha razon de tenellos por traidores y arallos de sal
-como en España los Reyes, justamente, en tal caso, lo hicieran?
-Item, ¿buscar vías y caminos, para de los españoles, que
-tantos daños, y robos, y muertes recibian, se defender, era
-crímen grande, como, áun á las bestias brutas, el derecho
-natural, la defensa de su ser, les concede? Item, ¿no fué perniciosísimo
-testimonio falso, decir contra ellos, que buscaban
-para se defender por no ser doctrinados, ni enseñados en las
-cosas de la fe? ¿Y cuándo supieron, ó quien les dió noticia,
-qué cosa era ser doctrinados ni enseñados, ni qué cosa era
-fe? Manifiesta queda la ignorancia que los del Consejo de la
-Reina y de los Reyes tuvieron del derecho, en cosa tan jurídica,
-tan importante, tan peligrosa, tan dañosa, y tan provechosa
-si su impericia del Consejo, tan irreparablemente, no
-lo errara. Y así, tan grandes daños é injusticias, y nunca jamás
-reparables, á los del Consejo de los Reyes se los imputó
-Dios, porque no les era lícito á ellos ignorar derecho tan
-claro, pues los Reyes les dan honra y de comer, por letrados
-y no por gentiles hombres, ni por muy hidalgos que fuesen,
-porque otros habria más que ellos; y así, la ficcion de los<span class="pagenum"><a name="Page_107" id="Page_107">[107]</a></span>
-juristas, que todos los derechos residen dentro del pecho del
-Príncipe, es harto incierta y débil, pues los de sus Consejos
-hicieron y hacen cada dia tan intolerables yerros. Podemos
-tambien aquí notallos de muy injustos, pues no guardaron la
-órden del derecho, ya que tuvieran jurisdicion para hacer lo
-que hicieron, la cual por entónces los Reyes no tuvieron, y
-en esto los engañaron, y mucho desirvieron, y esto fué, condenar
-aquellas gentes, sin ser oidas ni defendidas, ni convencidas,
-sino sólo por dicho y testimonio falsísimo de sus
-capitales enemigos, que eran los españoles, que nunca otra
-cosa, sino roballos, oprimillos, y captivallos, y destruillos,
-pretendieron. Nunca juicio tan pervertido ni tan inícuo, en
-toda la redondez del orbe, jamás se vido, como la historia
-presente, con verdad, delante de Dios, que sabe que verdad
-aquí se escribe, será el verdadero testigo.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_108" id="Page_108">[108]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Dejemos esta isla en el estado que habemos dicho, y volvamos
-á tomar la historia del viaje del Almirante, que dejamos.
-En el cap. 6.º y en el cap. 5.º dijimos cómo partió de junto á
-este puerto de Sancto Domingo, huyendo de la tempestad grande,
-que dijo ántes que habia de venir, y se fué á salvar, despues de
-haber padecido todos sus cuatro navíos gran daño y peligro, de
-la misma tormenta, que luego sobrevino, al puerto Hermoso, ó
-Escondido; salido de allí, y tomada la vía del Poniente, fué á
-dar al puerto de Yaquimo, que él llamaba del Brasil, que está
-80 leguas deste de Sancto Domingo. De aquí salió á 14 de
-Julio, y, queriendo ir hácia la tierra firme, tuvo muchas calmas,
-que no podia, por falta de viento, andar nada; y acercóse
-á unas isletas, cerca de la isla de Jamáica, las cuales no tenian
-agua, pero hicieron unas hoyas, cerca de la mar, y hallaron
-agua dulce, de la cual tomaron la necesaria para servicio de
-los cuatro navíos. Crescióle tanto la calma y falta de viento,
-que las grandes corrientes lo llevaron á cerca de las muchas
-isletas que están junto á la isla de Cuba, que él llamó, cuando
-desta isla, el año de 494, fué á descubrir á la de Cuba, el
-Jardin de la Reina. De allí, haciéndole tiempo, tornó sobre
-la tierra firme, y, navegando, salieron vientos contrarios y
-corrientes terribles, á que no podia resistir; anduvo forcejando
-sesenta dias con grandísima tormenta y agua del cielo,
-truenos y relámpagos, sin ver sol ni estrellas, que parecia
-que el mundo se hundia. No pudo ganar de camino, en todos
-aquellos dias, sino 60 leguas; con esta grande tormenta, y
-forcejando contra viento y corriente, como los navíos rescibian
-de la mar y de los vientos, grandes golpes y combates,
-abríanseles todos; los marineros, de los grandes trabajos y<span class="pagenum"><a name="Page_109" id="Page_109">[109]</a></span>
-vigilias, y en mares tan nuevas, enfermaron casi todos, y el
-mismo Almirante, de desvelado y angustiado, enfermó cuasi
-á la muerte. Al cabo, con grandes dificultades, peligros y trabajos
-inefables, llegó y descubrió una isla pequeña, que los
-indios llamaban Guanaja, y tiene por vecinas otras tres ó
-cuatro islas menores que aquella, que los españoles llamaron
-despues las Guanajas; todas estaban bien pobladas. En esta
-isla mandó el Almirante á su hermano D. Bartolomé Colon,
-Adelantado desta isla, que iba por Capitan del un navío, que
-saltase en tierra á tomar nueva; saltó, llevando dos barcas
-llenas de gente, hallaron la gente muy pacífica, y de la manera
-de las destas islas, salvo que no tenian las frentes anchas,
-y, porque habia en ella muchos pinos, púsole el Almirante
-por nombre la Isla de Pinos. Esta isla dista del cabo
-que agora llaman de Honduras, donde está ó estuvo la ciudad
-de españoles que llamaron Trujillo, y que agora terná cinco
-ó seis vecinos, obra de 12 leguas; y porque algunos que, despues
-que por aquí anduvo el Almirante, quisieron por aquí
-descubrir, aplicaron ó quisieron aplicar á sí el descubrimiento
-de hasta aquí, yo he visto muchos testigos presentados por
-parte del Fiscal, en el proceso arriba dicho, los cuales fueron
-con el mismo Almirante en este viaje, que afirman que el
-Almirante descubrió estas islas, ó la principal destas de los
-Guanajes. Todas estas islas, y muchos puertos y partes de la
-tierra firme, están ya descognoscidas, por mudalles los nombres
-los que hacen las cartas de marear, en que no poca confusion
-engendran, y áun son causa de hartos yerros y perdicion
-de navíos rescibir la relacion de cada marinero. Así que,
-habiendo saltado el adelantado en esta isla de los Guanajes,
-ó Guanaja, llegó una canoa llena de indios, tan luenga como
-una galera, y de ocho piés de ancho; venia cargada de mercaderías
-del Occidente, y debia ser, cierto, de tierra de Yucatán,
-porque está cerca de allí, obra de 30 leguas, ó poco más;
-traian en medio de la canoa un toldo de esteras, hechas de
-palma, que en la Nueva España llaman petates, dentro y debajo
-del cual venian sus mujeres, y hijos, y hacendejas, y mercaderías,<span class="pagenum"><a name="Page_110" id="Page_110">[110]</a></span>
-sin que agua del cielo ni de la mar les pudiese mojar
-cosa. Las mercaderías y cosas que traian eran, muchas
-mantas de algodon, muy pintadas de diversas colores y labores,
-y camisetas sin mangas, tambien pintadas y labradas, y
-de los almaizares con que cubren los hombres sus vergüenzas,
-de las mismas pinturas y labores. Item, espadas de palo,
-con unas canales en los filos, y allí apegadas, con pez y hilo,
-ciertas navajas de pedernal, hachuelas de cobre para cortar
-leña, y cascabeles, y unas patenas, y grisoles para fundir el
-cobre; muchas almendras de cacao, que tienen por moneda
-en la Nueva España, y en Yucatán, y en otras partes. Su bastimento
-era pan de maíz y algunas raíces comestibles, que
-debian ser las que en esta Española llamamos ajes y batatas,
-y en la Nueva España camotes; su vino era del mismo maíz,
-que parecia cerveza. Venian en la canoa hasta 25 hombres, y
-no se osaron defender ni huir, viendo las barcas de los cristianos,
-y así los trujeron en su canoa á la nao del Almirante;
-y, subiendo los de la canoa á la nao, si acaecia asillos de sus
-paños menores, mostrando mucha vergüenza, luego se ponian
-las manos delante, y las mujeres se cobrian el rostro y
-cuerpo con las mantas, de la manera que lo acostumbraban
-las moras de Granada con sus almalafas. Destas muestras de
-vergüenza y honestidad quedó el Almirante y todos muy satisfechos,
-y tratáronlos bien, y, tomándoles de aquellas mantas
-y cosas vistosas, para llevar por muestra, mandóles dar
-el Almirante de las cosas de Castilla, en recompensa, y dejólos
-ir en su canoa á todos excepto un viejo, que pareció persona
-de prudencia, para que les diese aviso de lo que habia
-por aquella tierra; porque lo primero que el Almirante inquiria,
-por señas, era, mostrándoles oro, que le diesen nuevas
-de la tierra donde lo hobiese, y, porque aquel viejo le señaló
-haberlo hácia las provincias de Oriente, por eso lo detuvieron,
-y lleváronlo hasta que no le entendian su lengua. Despues,
-diz que, lo enviaron á su tierra, no sé yo cómo pudo
-volver á ella quedando sólo y sin canoa, y, quizá 100 leguas
-y 200 de mar, léjos de su casa. Andando por aquí el Almirante,<span class="pagenum"><a name="Page_111" id="Page_111">[111]</a></span>
-todavía creia que habia de hallar nueva del Catay y
-del Gran Khan, y que aquellas mantas y cosas pintadas comenzaban
-á ser principio de aquello que tanto él deseaba; y
-como le vian los indios, con tanta solicitud, preguntar dónde
-habia oro, debíanle de hartar de muchas palabras, señalándole
-haber mucha cantidad de oro por tales y tales tierras, y
-que traian coronas de oro en la cabeza, y manillas dello á los
-piés y á los brazos, bien gruesas; y las sillas, y mesas, y arcas
-enforradas de oro, y las mantas tejidas de brocado, y esto era
-la tierra dentro, hácia el Catayo. Mostrábales corales, si los
-habia; respondian los indios que las mujeres traian sartas
-dellos, colgados de las cabezas á las espaldas; mostrábales
-pimienta y otras especerías, respondian que sí habia en mucha
-abundancia; de manera, que cuanto vian que les mostraban,
-tanto, por les agradar, les concedian, sin haber visto
-ni sabido ni oido ántes cosa de las que les pedian. Decíanles
-más, que aquellas gentes de aquellas tierras tenian naos y
-lombardas, arcos y flechas, espadas y corazas, de todo lo que
-vian que los cristianos allí traian. Imaginaba más el Almirante,
-que le señalaban que habia caballos, los que nunca
-habian visto, ni el Almirante llevaba entónces consigo. Item,
-que la mar bojaba á Cyguare, que debia ser alguna ciudad ó
-provincia de los reinos del Gran Khan, y que de allí á diez jornadas
-estaba el rio de Ganjes; y porque una de las provincias,
-que le señalaban los indios ser rica de oro, era Veragua, creia
-el Almirante que aquellas tierras estaban con Veragua, como
-está Tortosa con Fuenterrabía, cuasi entendiendo que la una
-estuviese á una mar y la otra á la otra: y así parece que imaginaba
-el Almirante haber otra mar, que agora llamamos del
-Sur, en lo cual no se engañaba, puesto que en todo lo demas
-sí. Lo cual todo, como se platicaba por señas, ó los indios de
-propósito le burlaban, ó él ninguna cosa dellos, sino lo que
-deseaba, entendia. Todo lo que está dicho escribió á los Reyes,
-quedando aislado, como se dirá, en Jamáica, y el treslado
-de la carta tengo conmigo.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_112" id="Page_112">[112]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Habiéndole señalado aquel indio viejo las provincias de
-Veragua y otras, por ricas, y que estaban al Oriente, dejó de
-proseguir la vía que llevaba del Poniente (la cual, si prosiguiera,
-ninguna duda debe haber que no topara el reino de
-Yucatán y luego los de la Nueva España, turándole los navíos),
-dió la vuelta por la vía de Levante y Oriente. La primera
-tierra que de la firme vió, y se llegó á ella, fué una
-punta que llamó de Caxinas, porque habia muchos árboles
-cuyo fruto es unas manzanillas buenas de comer, que en la
-lengua de los indios desta isla Española, llamaban, segun decia
-el Almirante, caxinas, aunque yo, que supe algo della, no
-me acuerdo que tal nombre oyese. Las gentes que moraban
-más cercanas de aquella punta de Caxinas traian vestidas
-unas jaquetas pintadas, sin mangas como las dichas, y los
-almaizares con que se cubrian las vergüenzas, que debian ser
-habidos de mercaderes de la tierra de Yucatán, de donde la
-canoa que dijimos creemos que venia. Salió el Adelantado,
-un domingo, á 14 de Agosto, con mucha gente de los españoles,
-á tierra, á oir misa, y el miércoles siguiente tornó á salir
-en tierra para tomar la posesion en nombre de los reyes de
-Castilla, y estaban ya en la playa cien personas ó más, cargadas
-de bastimentos y comidas de la tierra, como pan de
-maíz, gallinas, venados, pescados y frutas, y, presentadas ante
-el Adelantado y los cristianos, se retrajeron atrás sin hablar
-palabra. El Adelantado les mandó dar de los rescates, como
-cascabeles, y sartas de cuentas y espejuelos y otras menudencias.
-Otro dia, siguiente, amanecieron en el mismo lugar
-más de doscientas personas, todos cargados de gallinas, y ansares
-y pescado asado y de diversas especies de fríxoles, que son<span class="pagenum"><a name="Page_113" id="Page_113">[113]</a></span>
-como habas, y otras frutas. Es la tierra muy fresca, verde y
-hermosa, en la cual habia infinidad de pinos, encinas de más
-de seis ó siete especies, y de los árboles que llamaban en esta
-isla hobos, que nosotros llamamos mirabolanos, fruta odorífera
-y sabrosa. Sintieron que habia leones pardos, y ciervos, y otros
-animales, y pudieran sentir que habia hartos tígres. Las gentes
-de por aquellas comarcas no tenian las frentes anchas como las
-destas islas, eran de diversas lenguas; totalmente desnudas
-algunas, otras, solamente las vergüenzas cubiertas, otras, vestidas
-de unas jaquetas como las cueras, que les llegaban hasta
-el ombligo, sin mangas. Tenian labrados los cuerpos con fuego,
-de unas labores como moriscas, unos figurando leones, otros
-ciervos y otros de otras figuras; los señores, ó más honrados entre
-ellos, traian por bonetes unos paños de algodon blancos y colorados;
-algunos tenian en la frente unos copetes de cabellos como
-una flocadura. Cuando se ataviaban para sus fiestas, teñíanse
-algunos los rostros de negro, otros de colorado, otros hacíanse
-rayas por la cara de diversas colores, y otros teñian el
-pico de la naríz, otros se alcoholaban los ojos y los teñian de
-negro, y estos atavíos tenian por mucha gala; y, porque habia
-otras gentes por aquella costa que tenian las orejas horadadas,
-y tan grandes agujeros, que cupiera un huevo de gallina
-bien por ellos, puso nombre á aquella ribera la costa de
-la Oreja. De aquella punta de Caxinas navegó el Almirante
-hácia el Oriente con muy grandes trabajos, contra viento
-y contra las corrientes, á la bolina, como dicen los marineros,
-que apénas se andan cada dia cinco leguas, y ni dos muchas
-veces; van los navíos dando vueltas cuatro y cinco y más horas
-hácia una parte, y otra hácia otra, y desta manera se
-ahorra lo poco que se anda, y algunas veces se pierde lo
-que se ha ganado en dos, de una vuelta. Y, porque habiendo
-60 leguas de la punta de Caxinas á un cabo de tierra que entra
-mucho en la mar, tardó, con estos trabajos, en llegar el Almirante,
-y de allí vuelve la tierra y se encoge hácia el Sur, por
-lo cual, los navíos podian mejor y bien navegar, púsole nombre
-á aquel cabo, el cabo de Gracias á Dios; y esto dice el<span class="pagenum"><a name="Page_114" id="Page_114">[114]</a></span>
-Almirante que fué á 12 de Setiembre del mismo año de 502.
-Pasado el cabo de Gracias á Dios, tuvieron necesidad de tomar
-agua y leña; mandó el Almirante ir las barcas á un gran rio
-que allí parecia, donde, por la creciente de la mar y la corriente
-del rio que se combatian, se perdió la una de las barcas, con
-toda la gente que traia, y, por este desastre, púsole nombre del
-Desastre, al rio. El Domingo, á 17 de Setiembre, fueron á echar
-anclas entre una isleta llamada Quiribri, y en un pueblo en la
-tierra firme, llamado Cariarí. Allí hallaron la mejor gente, y
-tierra, y estancia que habian hasta allí hallado, por la hermosura
-de los cerros y sierra, y frescura de los rios y arboledas,
-que se iban al cielo de altas, y la isleta verde, fresquísima,
-llana, de grandes florestas, que parecía un vergel
-deleitable; llamóla el Almirante la Huerta, y está del dicho
-pueblo Cariarí, la última luenga, una legua pequeña. Está el
-pueblo junto á un graciosísimo rio, á donde concurrió mucha
-gente de guerra, con sus armas, arcos y flechas, y varas, y
-macanas, como haciendo rebato, y mostrando estar aparejados
-para defender su tierra. Los hombres traian los cabellos
-trenzados, revueltos á la cabeza, y las mujeres cortados, de la
-manera que los traen los hombres nuestros; pero, como los
-cristianos les hicieron seña de paz, ellos no pasaron adelante,
-mas de mostrar voluntad de trocar sus cosas por las nuestras.
-Traian mantas de algodon y jaquetas de las dichas, y unas
-águilas de oro bajo, que traian al cuello. Estas cosas traian
-nadando á las barcas, porque aquel dia, ni otro, los españoles
-no salieron á tierra. De todas ellas no quiso el Almirante que
-se tomase cosa, por, disimulando, dalles á entender que no
-hacian cuenta dello, y cuanto más dellas se mostraba menosprecio,
-tanta mayor cudicia é importunidad significaban los
-indios de contratar, haciendo muchas señas, tendiendo las
-mantas como banderas, y provocándolos á que saliesen á tierra.
-Mandóles dar el Almirante cosas de rescate de Castilla,
-mas desque vieron que los cristianos no querian de sus
-cosas, y que ninguno salia é iba á contratar con ellos, todas
-las cosas de Castilla, que habian rescibido, las pusieron liadas<span class="pagenum"><a name="Page_115" id="Page_115">[115]</a></span>
-junto á la mar, sin que faltase la menor dellas, casi diciendo,
-«pues no quereis de las nuestras tomaos las vuestras»,
-y así las hallaron todas los cristianos otro dia, que salieron
-en tierra. Y como los indios, que por aquella comarca estaban,
-sintieron que los cristianos no se fiaban dellos, enviaron un
-indio viejo, que parecia persona honrada, y de estima entre
-ellos, con una bandera puesta en una vara, como que daban
-seguridad; y traia dos muchachas, la una de hasta catorce años,
-y la otra de hasta ocho, con ciertas joyas de oro al cuello, el
-que las metió en la barca, haciendo señas que podian los
-cristianos salir seguramente. Salieron, pues, algunos á traer
-agua para los navíos, estando los indios modestísimos y quietos,
-y con aviso de no se mover, ni hacer cosa por donde los
-españoles tomasen ocasion de tener algun miedo dellos. Tomada
-el agua, y como se entrasen en las barcas para se volver á los
-navíos, hacíanles señas que llevasen consigo las muchachas y
-las piezas del oro que traian colgadas del cuello; y, por la importunacion
-del viejo, lleváronlas consigo, y era cosa de notar
-las muchachas no mostrar señal de pena ni tristeza, viéndose
-entregar á gente tan extraña, y feroz, y de ellos, en vista,
-y habla y meneos, tan diversa, ántes mostraban un semblante
-alegre y honesto. Desque el Almirante las vido, hízolas vestir,
-y dalles de comer y de las cosas de Castilla, y mandó que
-luego las tornasen á tierra, para que los indios entendiesen
-que no eran gente que solian usar mal de mujeres, pero llegando
-á tierra, no hallaron persona á quien las diesen;
-por lo cual las tornaron al navío del Almirante, y allí las
-mandó aquella noche tener, con toda honestidad, á buen recaudo.
-El dia siguiente, juéves, á 29 de Setiembre, las mandó
-tornar en tierra, donde estaban ya 50 hombres, y el viejo que
-las habia traido las tornó á rescibir, mostrando mucho placer
-con ellas, y volviendo á la tarde las barcas á tierra, hallaron
-la misma gente con las mozas, y ellas y ellos volvieron á los
-cristianos todo cuanto se les habia dado, sin querer que dello
-quedase alguna cosa. Otro dia, saliendo el Adelantado á tierra,
-para tomar lengua, y hacer informacion de aquella gente,<span class="pagenum"><a name="Page_116" id="Page_116">[116]</a></span>
-llegáronse dos indios de los más honrados, á lo que parecia,
-junto á la barca donde iba, y tomáronlo en medio por los
-brazos hasta sentarlo en las hierbas muy frescas de la ribera,
-y preguntándoles algunas cosas por señas, mandó al
-escribano que escribiese lo que decian; los cuales se alborotaron
-de tal manera viendo la tinta y el papel, y que escribian,
-que los más echaron luego á huir, creyóse que por temor
-que no fuesen algunas palabras ó señales para los hechizar,
-porque, por ventura, se usaban hechizos entre ellos, y presumióse,
-porque, cuando llegaban cerca de los cristianos, derramaban
-por el aire unos polvos hácia ellos, y de los mismos
-polvos hacian sahumerios, procurando que el humo fuese
-hácia los cristianos, y por este mismo temor, quizá, no quisieron
-que quedase con ellos cosa de las que les habian dado de
-las nuestras. Reparados los navíos de lo que habian menester y
-oreados los bastimentos, y recreada la gente que iba enferma,
-mandó el Almirante que saliese su hermano el Adelantado con
-alguna gente á tierra, para ver el pueblo, y la manera y trato
-que los moradores dél tenian; donde vieron que dentro de
-sus casas, que eran de madera cubiertas de cañas, tenian sepulturas
-en que estaban cuerpos muertos, secos y mirrados,
-sin algun mal olor, envueltos en unas mantas ó sábanas de
-algodon, y encima de la sepultura estaban unas tablas, y en
-ellas esculpidas figuras de animales, y en algunas la figura
-del que estaba sepultado, y con él joyas de oro y cuentas, y
-cosas que por más preciosas tenian. Mandó el Almirante tomar
-algunos de aquellos indios, por fuerza, para llevar consigo
-y saber dellos los secretos de la tierra. Tomaron siete, no
-sin gran escándalo de todos los demás, y, de los siete, dos escogió,
-que parecian los más honrados y principales; á los demas
-dejaron ir dándoles algunas cosas de las de Castilla, dándoles á
-entender por señas, que aquellos tomaban por guías, y despues
-se los enviarian. Pero poco los consoló este decir, por lo cual,
-luego, el siguiente dia, vino á la playa mucha gente, y enviaron
-cuatro por embajadores al navío del Almirante; prometian de
-dar de lo que tenian, y que les diesen los dos hombres, que<span class="pagenum"><a name="Page_117" id="Page_117">[117]</a></span>
-debian ser personas de calidad, y luego trujeron dos puercos
-de la tierra, en presente, que son muy bravos, aunque pequeños.
-No quiso restituirles los dos presos el Almirante, sino
-mandó dar á los mensajeros que habian venido algunas de las
-bujerías de Castilla y pagarles sus porquezuelos que habian
-traido, y saliéronse á tierra con harto desconsuelo de aquella
-violencia é injusticia de tomalles aquellos por fuerza, y llevárselos
-contra voluntad de todos ellos, dejando sus mujeres y
-hijos huérfanos. Y quizá eran señores de la tierra ó de los
-pueblos, los que les detenian, injustamente, presos; y así, tuvieron
-de allí en adelante justa causa y claro derecho de no se
-fiar de ningun cristiano, ántes razon jurídica para hacelles
-justa guerra, como es manifiesto.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_118" id="Page_118">[118]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Entre otros lugares que el indio viejo, que habian tomado
-y detenido de la canoa, en la isla de los Guanajes, y otros
-indios, nombraron al Almirante, que habia ó eran tierras de
-oro, fué uno llamado Caravaró. Levantó, pues, las anclas desta
-provincia ó pueblos de Cariarí, 5 de Octubre, y navegó á la de
-Caravaró, la última luenga, hácia el Oriente, donde habia una
-bahía de mar, de seis leguas de longura y de ancho más de
-tres, la cual tiene muchas isletas, y tres ó cuatro bocas, para
-entrar los navíos y salir muy buenas con todos tiempos, y
-por entre aquellas isletas van los navíos, como si fuesen por
-calles, tocando las ramas de los árboles, en la járcia y cuerdas
-de los navíos; cosa muy fresca y hermosa. Despues de
-haber surgido y echado anclas los navíos, salieron las barcas
-á una de aquellas isletas, donde hallaron 20 canoas ó navecitas
-de un madero, de los indios, y la gente dellas vieron en
-tierra desnudos, en cueros del todo, solas las mujeres cubierto
-lo vergonzoso; traia cada uno su espejo de oro al
-cuello, y algunos una águila, y comenzándoles á hablar los
-dos indios que traian de Cariarí, perdieron el temor, y dieron
-luego un espejo de oro, que pesaba 10 ducados, por tres
-cascabeles, diciendo que allí, en la tierra firme, habia mucho
-de aquello, muy cerca de donde estaban. El dia siguiente, á 7
-de Octubre, fueron las barcas á tierra firme, y toparon diez
-canoas llenas de gente, todas con sus espejos al cuello, de
-oro. Tomaron dellas dos hombres que parecian ser dellos los
-más principales, para, con los dos de Cariarí, saber los secretos
-de la tierra. Dice cerca desto un testigo, llamado Pedro de
-Ledesma, piloto señalado, que yo cognoscí, que salieron á los
-navíos 80 canoas, con mucho oro, y que no quiso el Almirante<span class="pagenum"><a name="Page_119" id="Page_119">[119]</a></span>
-rescibir alguna cosa. Su hijo del Almirante, D. Hernando
-Colon, que allí andaba, puesto que niño de trece años, no
-hace mencion de 80 canoas, pero pudo ser que viniesen 80,
-una vez 10, y otras 20, y así llegasen á 80, y es de creer que
-mejor cuenta ternia desto el piloto dicho, que era de cuarenta y
-cinco y más años, que no el niño de trece. Los dos hombres que
-aquí desta canoa tomaron traian al cuello, el uno, un espejo que
-pesó 14 ducados, y el otro un águila que pesó 22, y estos
-afirmaban, que de aquel metal, pues tanto caso dél hacian,
-una jornada y dos de hallí habia harta abundancia. En aquesta
-bahía era infinita la cuantidad que habia de pescado, y en
-la tierra muchos animales de los arriba nombrados. Habia
-muchos mantenimientos de las raíces y de grano, y de frutas.
-Los hombres andaban totalmente desnudos, y las mujeres
-de la manera de las de Cariarí. Desta tierra ó provincia de
-Carabaró, pasaron á otra, confin della, que nombraban Aburená,
-la última luenga, la cual es, en todo y por todo, como
-la pasada. Desta salieron á la mar larga, y, 12 leguas adelante,
-llegaron á un rio, en el cual mandó el Almirante salir
-las barcas, y, llegando á tierra, obra de 200 indios, que estaban
-en la playa, arremetieron con gran furia contra las
-barcas, metidos en la mar hasta la cinta, esgrimiendo con
-sus varas, tañendo bocinas y un atambor, mostrando querer
-defender la entrada en su tierra de gente á ellos tan extraña;
-echaban del agua salada con las manos hácia los españoles,
-y mascaban hierbas y arrojábanlas contra ellos. Los españoles
-disimulaban, blandeándolos y aplacándolos por señas, y
-los indios que traian hablándolos, hasta tanto que, finalmente,
-se apaciguaron, y se llegaron á rescatar ó contratar los espejos
-de oro que traian al cuello, los cuales daban por dos
-ó tres cascabeles; hobiéronse allí entónces 16 espejos de
-oro fino, que valdrian 150 ducados. Otro dia, viérnes, á 21
-de Octubre, tornaron las barcas á tierra, al sabor del rescate;
-llamaron á los indios desde las barcas, que estaban cerca de
-allí, en unas ramadas que aquella noche hicieron, temiendo
-que los españoles no saliesen á tierra y les hiciesen algun<span class="pagenum"><a name="Page_120" id="Page_120">[120]</a></span>
-daño, pero ninguno quiso venir á su llamado. Desde á un
-rato, tañen sus bocinas ó cuernos, y atambor, y, con gran
-grita, lléganse á la mar de la manera que de ántes, y, llegando
-cerca de las barcas, amagábanles como que les querian tirar
-las varas si no se volvian á sus navíos, y se fuesen, pero ninguna
-les tiraron; mas á la buena paciencia y humildad de los
-españoles, no pareció que era bien sufrir tanto, por lo cual
-sueltan una ballesta y dan una saetada á un indio dellos, en
-un brazo, y tras ella pegan fuego á una lombarda, y dando el
-tronido, pensando que los cielos se caian y los tomaban debajo,
-no paró hombre de todos ellos, huyendo el que más podia,
-por salvarse. Salieron luego de las barcas cuatro españoles,
-y tornáronlos á llamar, los cuales, dejadas sus armas, se vinieron
-para ellos como unos corderos seguros, y como si no
-hobieran pasado nada. Rescataron ó conmutaron tres espejos,
-excusándose que no traian al presente más, por no saber que
-aquello les agradaba. Desta tierra pasó adelante á otra llamada
-Catiba, y echando anclas en la boca de un gran rio,
-la gente della, con cuernos y atambores, se andaba toda
-moviendo, y apedillando. Enviaron á los navíos una canoa
-con dos hombres, para ver qué gente nueva era, y qué queria.
-Habláronles los indios que se habian tomado atras, y
-luego entraron en la nao del Almirante, con mucha seguridad,
-y, por induccion del indio de Cariarí y de los otros, se
-quitaron los espejos de oro, que traian al cuello, y diéronlos
-al Almirante, y el Almirante les mandó dar de las cosas y
-rescates de Castilla. Salidos estos á tierra, vino luego otra canoa
-con tres hombres, y sus espejos al cuello, los cuales hicieron
-lo mismo que los primeros. Conciliada ya desta manera
-el amistad, salieron las barcas á tierra, donde hallaron mucha
-gente con el Rey de aquella provincia, ó pueblos, el cual,
-ninguna diferencia mostraba tener de los otros, salvo estar
-cubierto con una hoja de árbol, porque llovía, y el acatamiento
-y reverencia que todos le tenian. Él fué el primero
-que rescató su espejo, y dió licencia que los suyos tambien
-rescatasen con los cristianos. Fueron por todos 19 espejos,<span class="pagenum"><a name="Page_121" id="Page_121">[121]</a></span>
-de fino oro. Pedro de Ledesma, el piloto que arriba
-dije, depuso en el pleito, de que ya he hecho algunas veces
-mencion, presentado por el Fiscal, que en uno de los puertos
-por donde andaban entónces, llamado Hurira, se rescataron
-90 marcos de oro por tres docenas de cascabeles; y
-este debia ser uno de cinco pueblos, ó todos cinco, donde,
-salido de la boca de aquel gran rio, el Oriente arriba, fué
-luego el Almirante, y segun dijo D. Hernando Colon, su hijo,
-allí habia mucho rescate, y entre ellos estaba Veragua, donde
-los indios de atras decian que se cogia el mucho oro, y se
-labraban los espejos que rescataban. Destos pueblos fueron á
-una poblacion llamada Cubija ó Cubiga, donde, segun la relacion
-que los indios daban, se acababa la tierra del rescate, la
-cual comenzaba desde Carabaró y fenecia en aquella poblacion
-Cubiga ó Cubija, que serian obra de 50 leguas de costa
-de mar. De aquí subió el Almirante la mar arriba, por el
-Oriente, como venia, y fué á entrar, en 2 dias de Noviembre,
-en un puerto mucho bueno, que por ser tal lo llamó puerto
-Bello, que estaba obra de seis leguas del que agora llamamos
-el Nombre de Dios. El puerto es muy grande y muy hermoso;
-entró en él por medio de dos isletas, y, dentro dél, pueden llegarse
-las naos, muy en tierra, y salir voltejando si quisieren.
-Toda la tierra de la redonda del puerto es la tierra graciosísima,
-estaba toda labrada y llena de casas, á tiro de piedra
-y de ballesta la una de la otra, que parecia todo una huerta
-pintada, y de las más hermosas que se habian por toda aquella
-costa visto. Allí estuvieron siete dias, por las muchas lluvias
-y matos tiempos que les hizo, y en todos ellos vinieron
-canoas de toda la comarca, á contratar con los cristianos las
-comidas y frutas que tenian, y ovillos de algodon hilado, muy
-lindo, lo cual, todo, daban por cosillas de laton, como eran,
-alfileres y cabos de agujetas, y si tuvieran oro tambien por
-ellos lo dieran.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_122" id="Page_122">[122]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Pasados los siete dias, salieron de Bel puerto ó puerto Bello,
-en 9 de Noviembre, y fueron ocho leguas, y, con malos
-tiempos, volvieron atras y entraron en el puerto que llamamos
-el Nombre de Dios, al cual llamó el Almirante puerto de Bastimentos,
-porque todas aquellas comarcas y tres isletas, que
-estaban por allí, eran llenas de labranzas y maizales. Vieron
-una canoa de indios, y adelantóse una barca llena de españoles
-tras ella, por tomar lengua de alguno dellos, pero los
-indios, huyendo, dábanse priesa á remar, temiendo si les querian
-hacer mal, y como los alcanzasen, llegando la barca como
-á un tiro de piedra, echáronse todos á la mar para huir nadando,
-y cuanto los marineros remaban, y llegaba la barca
-junto á ellos, zabullíanse, como hacen las aves de agua, é iban
-á salir por debajo del agua un tiro de ballesta y dos desviados
-de la barca, por una parte ó por otra; y esto duró más de
-grande media legua. Era una fiesta bien de ver, y de harto
-pasatiempo y alegría, ver lo que trabajaban los marineros en
-su barca por tomar alguno, y cuan en valde, pues á ningun
-indio tomaron, y los indios todos se fueron riendo y mofando, á
-tierra, de los marineros, y los marineros, vacíos y corridos, se
-volvieron á las naos. Estuvieron aquí hasta 23 de Noviembre,
-adobando los navíos y la vasija del agua, y, salidos, fueron
-hácia el Oriente, y llegaron á una tierra llamada Guija ó Guiga,
-y salidas las barcas á tierra, estaban ya esperando los cristianos
-sobre trescientas personas con deseos de rescatar sus mantenimientos,
-y algunas joyuelas de oro que traian en las orejas
-y narices; pero no quiso el Almirante parar allí mucho, más
-sábado, á 26 del mismo mes, entraron en un portezuelo, al
-cual puso el Almirante nombre Retrete, por su estrehura, porque<span class="pagenum"><a name="Page_123" id="Page_123">[123]</a></span>
-no cabian en él arriba de cinco ó seis navíos juntos, y la
-entrada era por una boca de hasta quince ó veinte pasos de
-ancho, y de ambas partes los arracifes que sobreaguaban,
-que son peñas como puntas de diamantes, y la canal entre ellos
-era tan hondable, que, á allegarse un poco á la orilla, pueden
-saltar en tierra desde las naos; y esto fué principal remedio
-para no se perder los navíos, segun el angostura era, y la
-causa deste peligro fué la relacion falsa que hicieron los marineros
-que en las barcas entraron primero adelante á sondar
-ó conocer la hondura que por allí habia y peligros, por el
-ansia que tenian siempre de salir á tierra á rescatar ó contratar
-con los indios de la tierra. Por esto parece que el puerto
-del Retrete no es el que agora llamamos del Nombre de Dios,
-como arriba dijimos por relacion de otros, sino más adelante,
-hácia el Oriente. Estuvieron aquí los navíos nueve dias, por
-los vientos que corrian muy forzosos y contrarios. Al principio
-de estos dias, venian los indios muy pacíficos y mansos,
-con toda simplicidad, á hacer sus rescates con los cristianos,
-pero despues que los españoles se salian sin licencia del Almirante
-de los navíos, escondidamente, y se iban por las casas
-de los indios, y, como gente disoluta y cudiciosa, les hacian
-mil agravios, diéronles causa á que se alterasen de tal forma,
-que se hobo de quebrar la paz con ellos, y pasaban algunas
-escaramuzas; y como ellos, de cada dia se juntasen en mayor
-copia, osaban ya venir hasta cerca de los navíos, que, como
-dijimos, estaban con el bordo á tierra, pareciéndoles que podian
-hacer el daño que quisiesen, aunque les saliera bien por
-el contrario, si el Almirante no tuviera siempre respecto á mitigallos
-con sufrimiento y buenas obras. Todo esto dice don
-Hernando, hijo del Almirante; donde parece quién fué y era
-la causa de que los indios se escandalizasen y tuviesen por
-mala gente á los cristianos, y no quisiesen con ellos paz. Parece
-tambien, si aquellas gentes, desde su descubrimiento, fueran
-tractadas por amor y justicia, segun dicta la razon natural, y
-prosiguiera siempre adelante con ellos la vía de comercio y
-contratacion pacífica y moderada, y mucho más si fuera cristiana,<span class="pagenum"><a name="Page_124" id="Page_124">[124]</a></span>
-como justamente hobiéramos dellos todo lo que de oro y
-riquezas tenian y abundaban, por nuestras cosillas de no nada,
-y cuánta paz y amor entre nosotros y ellos se conciliara, y,
-por consiguiente, cuán cierta y fácil fuera su conversion á
-Cristo, y cuánto la Iglesia universal se gozara de tener tan
-infinitos hijos cristianos. Añide más D. Hernando: «que, visto su
-demasiado atrevimiento, por espantallos, mandaba tirar el Almirante
-alguna lombarda de cuando en cuando, y que ellos
-respondian con gran grita, dando con sus bastones en las ramas
-de los árboles, haciendo grandes amenazas y mostrando
-no tener temor del sonido ó estruendo de las lombardas, pensando
-que debian ser como los truenos secos sin rayos, no
-más de para causar espanto; y, que porque no tuviesen tan
-gran soberbia, ni menospreciasen á los cristanos, mandó que
-una vez tirasen una lombarda contra una cuadrilla de gente
-que estaba junta y apeñuscada en un cerrito, y dando por
-medio dellos la pelota, hízoles cognoscer que aquella burla era
-tambien rayo como trueno, por tal manera, que despues, áun
-tras los montes, no se osaban asomar.» Esto dice D. Hernando,
-y así parece que debia de haber muerto algunos dellos la pelota
-de la lombarda; y, cierto, harta mal enmienda de los escándalos
-que los españoles habian causado á aquellas pacíficas
-gentes, y poco sufrimiento y ménos buenas obras en esto hizo
-el Almirante, por no más de porque no tuviesen tan gran soberbia,
-y no menospreciasen los cristianos, con la lombarda
-matallos, siendo ellos primero escandalizados y agraviados, mostrándose
-tan pacíficos y amigos, y los españoles, por el contrario,
-haber sido culpados, y quizá muy culpados, lo que, por
-ventura, D. Hernando calla. Cierto, mejor sufrimiento fuera
-castigar con rigor el Almirante á los que los habian agraviado y
-escandalizado en presencia dellos, para que pareciera pesarle
-dello, y ser sólos culpados aquellos, y con palabras ó señas, y
-mucho más con dádivas y buenas otras obras, satisfacellos, que
-no á grandes pecados añadir otros más detestables, con que
-mayores daños les hicieron. Dice tambien D. Hernando, que la
-gente de aquella tierra era la más bien dispuesta que hasta<span class="pagenum"><a name="Page_125" id="Page_125">[125]</a></span>
-entónces se habia visto en estas Indias; eran altos de cuerpo y
-enjutos, de muy buenos gestos. La tierra toda rasa, y de mucha
-hierba y poca arboleda. En el puerto habia grandísimos
-lagartos que salian á dormir en seco, los cuales lanzan de sí
-un olor que parece que allí está todo el almizcle del mundo,
-y son tan carniceros, que si hallan un hombre durmiendo en
-tierra, lo llevan arrastrando al agua para comello, puesto que
-son muy cobardes y huyen cuando son acometidos. Estos son
-los verdaderos cocodrilos de los que se dice abundar el rio
-Nilo; hay muchos en los rios que salen á esta mar que decimos
-del Norte, pero muchos más, sin número, en los que corren
-á la mar del Sur.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_126" id="Page_126">[126]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Andando en esto habia grandes tempestades y contrarios
-tiempos, cuasi siempre, unos dias más que otros; y viendo el
-Almirante impedirle los tiempos Levantes y Nordestes, que
-son brisas fuertes, de ir adelante, siguiendo la vía que llevaba
-del Oriente, lúnes, 5 dias de Diciembre, determinó de volver
-atras, para certificarse de las minas del oro, que ser
-muy ricas, en la provincia de Veragua, le habian dicho; así
-que, aquel mesmo dia, llegó á Bel puerto, que serian hasta
-10 leguas al Occidente. Siguiendo su camino, el dia siguiente
-asoma un viento gueste, que es Poniente, contrarísimo al
-camino que habia querido tomar de nuevo, y próspero para
-el que llevaba y habia deseado por tres meses, que lo puso
-en muy grande aprieto. No quiso tornar la vía del Oriente,
-para la cual bien le sirviera, por la incertidumbre que cada dia
-experimentaba de los vientos. Forcejó contra los vientos, crecióle
-la tormenta, y anduvieron nueve dias sin esperanza de
-vida. Dice el Almirante en la carta, que desde la isla de Jamáica
-escribió á los Reyes, que nunca ojos vieron la mar
-tan alta ni tan brava, y la espuma della que parecia arder en
-fuego. El viento estorbaba ir adelante y no daba lugar para
-correr á la mar larga, ni para socorrerse con alguna punta
-de tierra ó cabo. Un dia y una noche pareció que ardia en
-vivas llamas el cielo, segun la frecuencia de los truenos y
-relámpagos y rayos que caian, que cada momento esperaban
-de ser abrasados todos, y los navíos hundidos á pedazos, segun
-los vientos eran espantables. Los truenos eran tan bravos
-y tan espesos, que pensaban los de un navío que los de los
-otros disparaban el artillería, demandando socorro porque se
-hundian. Con todo esto eran tantas y tan espesas las lluvias y<span class="pagenum"><a name="Page_127" id="Page_127">[127]</a></span>
-aguas del cielo, que, en dos ni en tres dias, no cesaba de llover
-á cántaros, que no parecia sino que resegundaba otro Diluvio.
-La gente de los navíos estaba tan molida, turbada, enferma
-y de tantas amarguras llena, que, como desesperada, deseaba
-más la muerte que la vida; viendo que todos cuatro elementos
-contra ellos tan cruelmente peleaban. Temian el fuego, por
-los rayos y relámpagos; los vientos unos contrarios de otros
-tan furiosos y bravos y desmensurados; el agua de la mar
-que los comia, y la de los cielos que los empapaba; la tierra
-por los bajos y roquedos de las costas no sabidas, que, hallándose
-cabe el puerto, donde consiste el refugio de los mareantes,
-por no tener noticia dellos ó por no les saber las entradas,
-escogen los hombres ántes pelear y contrastar con bravos
-vientos y con la espantosa soberbia de la mar, y con todos los
-otros peligros que hay, que llegarse á la tierra, que, como más
-propicia y á nosotros más agradable y natural, entónces más
-deseamos. Sobrevínoles otro peligro y angustia, sobre todos
-los relatados, y esta fué una manga que se suele hacer en la
-mar. Esta es como una nube ó niebla que sube de la mar hácia
-el aire, tan gruesa como una cuba ó tonel, por la cual
-sube á las nubes el agua, torciéndola á manera de torbellino,
-que cuando acaece hallarse juntas las naos, las anega y es
-imposible escapar. Tuvieron por remedio decir el Evangelio
-de San Juan, y así la cortaron, y creyeron por la virtud divina
-haber escapado. Padecieron en estos dias terribles trabajos,
-que ya no habia hombre que pensase, por solos los cansancios
-y molimientos, con vida escapar. Dióles Dios un poco de alivio
-dándoles un dia ó dos de calmas, en los cuales fueron
-tantos los tiburones que acudieron á los navíos, que les ponian
-espanto y no ménos en gran temor, tomándolos por agüeros,
-algunos, que no fuese alguna mala señal. Pero, sin ser
-agüero, podia ser señal natural, como las toninas ó delfines
-lo es de tormenta cuando sobreaguan, como arriba en el capítulo
-5.º dimos alguna relacion. Hicieron grande matanza
-dellos con anzuelos de cadena, que no les fueron poco provechosos
-para hacer bastimento, porque tenian ya falta de viandas,<span class="pagenum"><a name="Page_128" id="Page_128">[128]</a></span>
-por haber ya ocho meses que andaban por la mar, y así
-consumido la carne y pescado que de España habian sacado,
-dello comido y dello podrido por los calores y bochorno, y
-tambien la humedad que corrompe las cosas comestibles
-por estas mares; pudrióseles tanto el bizcocho, y hinchióseles
-de tanta cantidad de gusanos, que habia personas que no
-querian comer ó cenar la maçamorra que, del bizcocho y
-agua, puesta en el fuego, hacian, sino de noche, por ver la
-multitud de los gusanos que dél salian y con él se cocian.
-Otros estaban ya tan acostumbrados por la hambre á comerlos,
-que ya no los quitaban, porque en quitarlos se les pasaria
-la cena; tantos eran. En este camino hácia Veragua, en
-obra de 15, 20 ó 30 leguas, fueron cosas espantosas las que
-con los tiempos contrarios les acaecieron. Salian de un puerto,
-y no parecia sino que el viento contrario, de industria, los estaba
-esperando como tras un canton, para resistillos. Volvian
-con la fuerza dél hácia el Oriente; cuando no se cataban, venia
-otro que los volvia impetuosamente al Poniente, y esto tantas
-y tan diversas veces, que no sabia el Almirante ni los que
-con él andaban qué decir ni hacer. Por todos estos temporales
-tan adversos y diversos, que parece que nunca hombres navegantes
-padecieron en tan poco camino, como desde Bel
-puerto hasta Veragua, otros tales, puso por nombre á aquella
-costa, la costa de los Contrastes. En todo este tiempo, el Almirante
-padecia enfermedad de gota, y sobre ella estas angustias
-y trabajos, y la gente, lo mismo, enferma y fatigada, y
-la más desmayada. Finalmente, dia de los Reyes del año siguiente
-de 1503, entraron en un rio, al cual los indios llamaban
-Yebra, y el Almirante le puso por nombre Belem, por honra
-de aquel dia que los tres Reyes Magos aportaron á aquel
-Sancto Lugar. Adelante deste rio está otro, una legua ó dos, que
-los indios decian Veragua; mandó el Almirante sondar la entrada
-del primero, que es con cierto plomo mirar qué tantos
-palmos ó brazas tiene de hondo, y tambien el de Veragua, y
-hallaron tener catorce palmos el de Belem, cuando es llena la
-mar, y mucho ménos el de Veragua. Subieron las barcas por<span class="pagenum"><a name="Page_129" id="Page_129">[129]</a></span>
-el de Belem arriba, hasta llegar á la poblacion, donde tuvieron
-noticia que las minas del oro estaban en Veragua, puesto
-que los vecinos della se pusieron al principio en armas, no
-queriendo oir á los españoles ni hablarles, ántes resistirles la
-entrada; el dia siguiente fueron las barcas por el rio de Veragua,
-y los vecinos tambien dél hicieron lo mismo apedillándose
-unos á otros con sus armas; no sólo por tierra trabajaban
-de defender que no pasasen adelante, pero entrando en
-el agua, mas como iba con los españoles un indio de aquella
-costa, que entendia su lenguaje, apaciguólos, afirmándoles que
-aquellos eran buena gente, y que no les querian tomar cosa
-de las suyas sin pagársela, y así se aseguraron y comenzaron
-á rescatar y contratar con los cristianos, de los cuales se
-hobieron hasta 20 espejos de oro y algunos cañutos, como
-cuentas y granos de oro, por fundir. Los cuales, para más lo
-encarecer, fingian que se cogia muy léjos en unas sierras
-ásperas, y que cuando lo cogian, no comian, ántes se apartaban
-de sus mujeres, y otros encarecimientos semejantes.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_130" id="Page_130">[130]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Visto que el rio de Belem era más hondo para entrar los
-navíos, acordó el Almirante de entrar en él, y así, lúnes, 9
-de Enero, entraron los dos navíos, y otro dia siguiente, por
-esperar que fuese plena mar, entraron los otros dos que pedian
-más agua, puesto que no crece ni mengua, con la mayor
-marea, más de dos palmos. Vinieron luégo los indios á contractar
-con los cristianos de lo que tenian, especialmente pescado,
-el cuál entra de la mar tan inmenso número á temporadas,
-que parece cosa increible á quien no lo haya visto;
-traian tambien oro que daban por alfileres, y lo que era de
-más cantidad y precio trocaban por cuentas y por cascabeles.
-Y como toda la fama de la riqueza de las minas, los indios
-atribuyesen á Veragua, el tercero dia, despues de la entrada,
-salió el Adelantado á la mar con las barcas, para subir por
-el rio de Veragua hasta el pueblo donde residia el Rey de la
-tierra, llamado Quibia, el cual, sabiendo la ida de los cristianos,
-descendió él y gentes con él, en sus canoas, á rescebirlos,
-el rio abajo. Llegadas las canoas á las barcas, hiciéronse todos
-buen rescibimiento, como si fueran hermanos. Dió el Rey al
-Adelantado de las joyas de oro que traia, y el Adelantado al
-Rey de las bujerías y rescates de Castilla, por manera, que
-los unos quedaron de los otros muy contentos y amigos, y
-volvióse con sus canoas el Rey á su pueblo, y el Adelantado
-con sus barcas á los navíos. El dia siguiente vino el Rey á ver
-al Almirante á los navíos, y como habia poco que platicar, por
-no entenderse las lenguas, despues de obra de una hora, el
-Almirante le dió algunas cosas de Castilla, y los suyos rescataron
-algunas joyas de oro por cascabeles, y sin muchas ceremonias
-se despidió, y se fué como se vino. Estando así, los<span class="pagenum"><a name="Page_131" id="Page_131">[131]</a></span>
-españoles muy contentos y alegres, un mártes, 24 de Enero,
-súbitamente vino aquel rio de Belem de avenida tan crecido,
-que, sin poderse reparar echando amarras á los navíos, dió
-el ímpetu del agua en la nao del Almirante con tanta violencia,
-que le hizo quebrar la una de las dos anclas que tenia, y
-fué á dar con terrible furia sobre uno de los otros navíos, que
-le rompió la contramesana, que es uno de los mástiles, y entena,
-donde va cierta vela, y van garrando ambas á dos (esto
-es llevar las anclas arrastrando), y daban los golpes y relanzaduras
-ó vaivenes de una parte á otra del rio, que no perderse
-allí todos cuatro navíos fué negocio divino. Esta súbita
-venida é inundacion deste rio debió ser algun grande aguacero
-(como los hace muchos en estas Indias), que debió llover
-en las montañas muy altas que están sobre Veragua, que llamó
-el Almirante de Sant Cristóbal, porque el pico de la más
-alta parece exceder á la region del aire, porque nunca se ve
-sobre aquel nube alguna, sino todas quedan muy más bajas,
-y, á quien lo mira, parece que es una ermita. Estará, por lo
-ménos, á lo que se juzga, 20 leguas la tierra dentro, todas de
-grandísima espesura. No sólo este peligro grande allí tuvieron,
-pero, ya que quisieran salir á la mar, que estaba de los
-navíos no media milla, era tanta la tormenta y braveza de la
-mar, que habia fuera, que no se hobieran movido del rio,
-cuando fueran hechos los navíos pedazos á la salida de la
-barra; en la cual eran tantas las rebentazones que hacia la
-mar, que ni las barcas pudieron salir, por muchos dias que
-duró, para ir á ver por la costa el asiento y disposicion de
-la tierra, para hacer un pueblo de españoles que el Almirante
-hacer determinaba, y haber nueva de las minas, que
-era lo que hacia á su caso. Pasados los dias destos tiempos
-adversos, y de afliccion harta para todos, y más para el Almirante,
-ya que abonanzó la mar, lúnes, á 6 de Febrero
-envió al Adelantado con 68 hombres por la mar, hasta la
-boca del rio de Veragua, que distaba una legua ó poco más, á
-la parte del Occidente, y fueron por el rio arriba otra legua y
-media, hasta el pueblo de aquel señor que dijimos llamarse<span class="pagenum"><a name="Page_132" id="Page_132">[132]</a></span>
-Quibia, donde estuvieron un dia informándose del camino de
-las minas. De allí, fueron cuatro leguas y media á dormir en
-par de un rio, que pasaron cuarenta y tres veces; y otro dia
-legua y media, y llegaron á las minas que les mostraron tres
-indios quel señor mandó que con ellos fuesen por guias. Llegados,
-segun dice el Almirante en la carta que escribió á los
-Reyes desde Jamáica, que las guías les señalaron muchas
-partes alrededor, que abundaban en oro, hácia el Poniente,
-en especial por 20 jornadas. Finalmente, los españoles, en
-obra de dos horas que allí quisieron tardar, cada uno cogió
-su poquillo de oro entre las raíces (porque todo es gran espesura
-de arboledas), con lo cual todos se contentaron y vinieron
-muy alegres aquel dia al pueblo, y otro á los navíos;
-estimando ser gran señal de las riquezas de aquella tierra, por
-sacar tanto, aunque poco, en tan poco tiempo, y careciendo de
-industria, que se requiere mucha para sacallo. Despues se
-supo que aquellas minas no eran las de Veragua, que más
-cerca estaban, sino las de Urirá, que era otro pueblo de sus
-enemigos, á las cuales, diz que, por hacerles enojo, mandó guiar
-allá los cristianos; y añide otra razon D. Hernando, conviene
-á saber, porque se aficionasen de pasarse allá, y dejasen
-su tierra sin embarazos. Tornó el Almirante á enviar al Adelantado
-otra vez á que entrase por la tierra, y la costa abajo,
-hácia el Poniente, á especular lo que por la tierra habia; y así,
-salió el Adelantado, juéves, á 16 de Febrero del dicho año
-de 503, con 59 hombres, y una barca por la mar con 14. Los
-cuales, otro dia por la mañana, llegaron á un rio llamado Urirá,
-seis ó siete leguas de Belem á la parte del Occidente. Sabido
-que iban por el señor de aquella tierra, salió á recibillos
-una legua, con hasta 20 personas, y presentóles mucha
-comida y bastimento, y rescataron algunos espejos de oro.
-Estando un rato allí donde se toparon, fuéronse todos juntos
-al pueblo, indios y cristianos, de donde salió gran número de
-gente á recibillos; y teníanles aparejada una gran casa, donde
-los aposentaron y les presentaron muchas y diversas cosas de
-comer. Desde á poco vino á visitallos el señor de Dururi, otro<span class="pagenum"><a name="Page_133" id="Page_133">[133]</a></span>
-pueblo de aquel cercano, con mucha gente que traian algunos
-espejos para rescatar. De los unos y de los otros, se supo que
-habia, la tierra dentro, señores de pueblos que tenian gran riqueza
-de oro, y que era gente armada como nosotros, pero
-esto postrero, ya pareció que, ó los indios mintieron porque
-no entrasen los españoles más dentro, ó no los entendieron
-como hablasen por señas. En lo que toca lo primero, que tuviesen
-mucha suma de oro, harta verdad fué, segun pareció
-despues cuando por aquella tierra dentro, hácia la mar del
-Sur, anduvo la gente de Pedrarias, como, si Dios quisiere, se
-dirá. Otro dia siguiente, determinó el Adelantado de entrar
-por la tierra más ahorrado, vista la bondad y mansedumbre
-de los indios y caridad con que rescibian los cristianos; para
-lo cual mandó volver por tierra toda la gente á los navíos, y,
-con hasta 30 hombres, prosiguió su camino hácia un pueblo
-llamado Cobraba, donde habia más de seis leguas de labranzas
-de maizales, y de allí fué á otro pueblo que se decia Cateba;
-en los cuales se les hizo buen rescibimiento, dándoles
-mucho de comer, y rescatando algunos espejos de oro. Estos
-espejos eran como unas patenas de cálices, algunas grandes,
-otras menores, que pesarian 12 ducados, y algunas más, y otras
-ménos, las cuales traian colgadas al cuello, con una cuerda
-de algodon, como nosotros traemos un <i>Agnus Dei</i>. Y porque ya
-el Adelantado se alejaba mucho de los navíos, y por aquella
-costa ó ribera de la mar, no se hallaba puerto ni rio que fuese
-más hondable que el de Belem, para hacer asiento de pueblo,
-volvióse por el mismo camino con mucha cantidad de
-oro que habia de los indios rescatado. El cual fué rescibido
-con harta alegría de su hermano el Almirante, como trujese
-tan buenas nuevas, y mejor muestra de haber por aquella
-tierra tanta riqueza de oro.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_134" id="Page_134">[134]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXVI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Con este contentamiento, y esperanza del mucho bien que
-se creia alcanzar de tierra tan opulenta, como esta se les habia
-mostrado ser, y en la verdad lo era y agora lo es, deliberó
-el Almirante dejar su hermano, el Adelantado, en ella,
-con la mayor parte de los españoles, para que poblasen y
-sojuzgasen la gente della, entre tanto que él volvia á Castilla,
-para les enviar socorro de gente y bastimentos. Estas son palabras
-de su hijo D. Hernando, con las que se siguen. Dióse,
-pues, luégo con suma diligencia, en la quedada del Adelantado,
-señalándole 80 hombres que con él quedasen. Acompañáronse
-de 10 en 10, más ó ménos, segun entre sí se
-concertaban, y comenzaron á hacer sus casas en la orilla ó
-ribera del rio dicho, Belem, cerca de la boca que salia á la
-mar, obra de un tiro de lombarda, pasada una caleta que está
-á la mano derecha, como entramos en el rio, sobre la cual
-entrada está un morro ó montecillo más alto que lo demas.
-Las casas eran de madera, cubiertas de hojas de palma, entre
-las cuales hicieron una casa grande, para que fuese alhóndiga
-y casa de bastimentos. En esta se metió mucha municion
-y artillería, con todo lo demas que para el servicio y
-sustentacion de los pobladores se requeria, puesto que lo
-principal de los bastimentos, como era bizcocho, y vino, y
-aceite, y vinagre, y quesos, y legumbres, porque otra cosa
-de comer no habia, se dejaba, como en lugar más seguro, en
-uno de los navíos que habia de quedar con ellos, así para
-servicio de la mar, como para la segundad de la tierra (y este
-fué el primer pueblo que se hizo de españoles en tierra firme,<span class="pagenum"><a name="Page_135" id="Page_135">[135]</a></span>
-puesto que luego desde á poco vino en nada).<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a> Quedábales
-tambien mucho aparejo de redes y anzuelos para las pesquerías,
-que, segun se dijo, eran maravillosas, por la infinidad
-del pescado que aquella tierra abunda en los rios y en la mar,
-que, á tiempos, vienen de paso diversas especies de pescados.
-Péscanlos los indios de diversas maneras, que muestran en
-ellos industria y mejor ingenio; hacen muy buenas y grandes
-redes, y anzuelos de hueso y conchas de tortugas, y, porque
-les falta hierro, córtanlos con unos hilos de cierta especie de
-cáñamo que hay en estas Indias, que en esta Española llamaban
-cabuya, y otra más delicada, nequen, de la manera que
-los que hacen cuentas cortan con una sierra de hierro delgada
-los huesos; y no hay hierro que de aquella manera no corten.
-Tienen otra manera de pescar unos pececitos, tan menudos
-como unos fideos que se hacen de masa en Castilla, y en esta
-isla llamaban tití, la última aguda. Estos acuden cada luna, por
-sus temporadas, á la costa, huyendo de los peces grandes,
-hasta que llegan á la orilla, y allí los atajan los indios con unas
-esterillas ó muy menudas redes, y toman cuantos quieren, los
-cuales envuelven en unas hojas de árboles, de la manera que
-los boticarios hacen los confites en papeles; pónenlos en el
-fuego y así se asan como si fuesen en horno cocidos, y los
-guardan mucho tiempo para sus comidas, mayormente para
-cuando andan camino. Tienen otra pesquería de sardinas, cuasi
-como la dicha: vienen á sus temporadas infinitos cardumes
-de sardinas, huyendo de los peces mayores que las persiguen,
-y con tanta velocidad que saltan en la playa, dos y tres pasos,
-infinitas, y así no tienen más trabajo de cogella, como
-hacian el maná los judíos. Tómanla tambien por otro artificio,
-conviene á saber, que hacen un seto de hojas de palma en sus
-canoas, desde la proa hasta la popa, medio por medio, de
-altura de tres codos, y paséanse los indios por el rio, golpeando
-con los remos en el borde de la canoa, y la sardina,<span class="pagenum"><a name="Page_136" id="Page_136">[136]</a></span>
-con temor que no sea otro pescado que anda por comella,
-salta, por salvar la canoa, y topa en el seto, y cae dentro, y
-con esta industria tomaban cuanta querian. De los xureles, sábalos,
-liças, y otras especies de pescados, vienen de paso, á
-temporadas, infinitos, que es maravilla lo que hay por aquellos
-rios; toman dellos abundancia, y muy asado lo conservaban
-mucho tiempo. Hacian de maíz vino blanco y tinto, como se
-hace la cerveza en Flandes ó en Inglaterra, echando en él de
-las que ellos tienen por buenas especias; es de muy buen
-sabor, aunque como unos vinos bruscos ó de Gascuña. Hacian
-tambien otro vino de árboles, que parecen palmas, y así
-son especie dellas, los troncos ó mástiles son lisos, muy llenos
-de espinas, como de puerco espin; del cogollo destas
-palmas, que es como palmito, rallándolo y esprimiéndolo sacan
-el zumo, de que hacian el vino, hirviéndolo con agua y
-mezclándole sus especias; tiénenlo por muy precioso vino, y
-por más costoso, y, si lo hobieran de vender, llevaran por
-ello mayor precio; hacian otro de piñas, una fruta preciosa y
-odorífera, de que hablamos largo en nuestra Historia apologética.
-Item, otros de otras frutas hacian, en especial, de
-una que nasce en árboles altísimos, que es como toronjas
-ó pequeñas cidras; tiene cada una dos y tres cuescos como
-nueces, aunque no redondos, sino de la forma de ajos ó castañas,
-la cáscara de la cual es como de granada, y viéndola
-fuera del árbol, luégo luégo parece granada, salvo que no tiene
-coronilla, el sabor es como de durazno ó de buena pera; dellas
-son buenas, dellas mejores, como acaece en todas las otras
-frutas. Estando ya las casas hechas y lo demas que convenia
-para el pueblo de los españoles que allí habian de quedar, y
-el Almirante para salir del rio, y tomar su viaje de Castilla,
-como aquel rio de Belem los habia puesto en gran peligro
-con las inundaciones y sobra excesiva de agua, que por él
-venia, que por poco les hobiera destruido los navíos todos, por
-el contrario, la falta del agua que con las muchas bonanzas
-de los tiempos y sequedad que sucedió, y la poca que el rio
-traia, la resaca y olas de la mar, tapó con arena tanto la boca<span class="pagenum"><a name="Page_137" id="Page_137">[137]</a></span>
-que, habiendo cuando entraron 14 palmos de hondo, la cual
-hondura era tasada para que los navíos nadasen, cuando querian
-salir hallaron no más de 10, y así se hallaron cercados
-y aislados, sin algun remedio, sino sólo de Dios, suplicándole
-que diese lluvias y abundancia de agua, como los dias pasados
-rogaban que diese seca y no lloviese tanto; porque, con
-llover, esperaban que el rio, trayendo más agua, desazolvaria
-la entrada ó salida y boca del rio á la mar, como cada
-dia se ve y experimenta en los rios semejantes.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_138" id="Page_138">[138]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXVII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Como los indios vieron que los españoles hacian casas y
-pueblo, para se quedar y morar en aquella tierra, sin con
-ellos comunicarlo ni pedilles licencia, sino como en suelo y
-cosa suya edificar, y conociendo ya sus importunidades, y los
-atrevimientos y daños que dellos ya habian rescibido, y haber
-tomado algunos indios, en las tierras de atras, por fuerza, que
-traian en los navíos, no sintieron bien de su nueva poblacion,
-y así, dice aquel piloto, arriba nombrado, Pedro de Ledesma,
-en el proceso susodicho, que los indios se alteraron en ver
-tomar posesion en su tierra, y lo mismo dijo el Almirante en
-la carta que escribió á los Reyes desde Jamáica, como ninguna
-gente hobiera del mundo, por bárbara é inculta que
-fuera, que muy mucho mal no sintiera dello y que lo consintiera,
-y que con armas y todas sus fuerzas no lo resistiera: esto
-no há menester prueba, porque ningun hombre de razon hay
-que no lo acepte y á boca dello no lo conceda. Y porque, por
-ventura, conocieron de los indios algunas señales de descontento,
-acordaron de adoballo con añidir mayores agravios y
-más injustos y violentos, y éstos fueron prender al señor de
-la tierra, y su mujer y hijos, para dalles las gracias del buen
-acogimiento que les hicieron, y así D. Hernando, como hombre
-que alcanzó poco del derecho destas gentes, y de tener
-por injusticias las primeras que su padre comenzó en esta
-isla, contra los naturales della, segun que en el primer libro
-queda declarado, dice aquí, que se tuvo noticia por vía del
-intérprete, que, «Quibia, rey de Veragua, tenia deliberado de
-venir secretamente á poner fuego á las casas y matar los cristianos,
-porque á todos los indios pesaba mucho que poblasen
-en aquel rio, y pareció que para castigo suyo, y escarmiento y<span class="pagenum"><a name="Page_139" id="Page_139">[139]</a></span>
-temor de los comarcanos, era bien prendello con todos sus
-principales, y traellos á Castilla, y que su pueblo quedase en
-servicio de los cristianos.» Estas son formales palabras de don
-Hernando. ¿Qué mayor insensibilidad puede ser boqueada ni
-pensada? ¿Qué injuria hicieron los indios á los españoles, pesándoles
-á todos mucho que quedasen á poblar en su tierra
-gente barbada, inquieta, fiera, cuyas obras no sanctas ni de
-virtud, ántes escandalosas, injustas y malas, habian ya experimentado?
-¿Era medicina para aplacar aquel pesar, prender
-al Rey y á su mujer y hijos, y á sus principales, y que el pueblo
-quedase para servilles, para que á él fuese castigo y ejemplo
-á los comarcanos? ¿Qué delitos habian cometido? ¿Eran, por
-ventura, dalles de comer y con alegría recibillos en sus casas?
-¿Y quién habia constituido juez al Almirante, y con qué jurisdiccion
-para castigallos? ¿Con qué autoridad y jurisdiccion,
-con cuál causa legítima y con qué justicia el Almirante condenaba
-todo aquel pueblo á que á los españoles sirviese, siendo
-tanto y quizá más, sacada la fe y cristiandad, que ellos, libres?
-¿Por ventura, no tenian más potestad y jurisdiccion, y
-más jurídica y justa sobre él y sobre los suyos, pues eran
-Reyes y señores naturales, y ellos les ofendian en su territorio
-y violaban la fe ó fidelidad que debian al buen hospedaje
-que en su tierra y casas se les hacia? Y por consiguiente, si
-quemalles el pueblo, y hacelles guerra, y matallos deliberaban,
-justamente hacer no lo podian. Cuanto más, que porque
-el intérprete les dijese que hacer aquello querian, no se seguia,
-que verdad fuese, como el Adelantado, despues, cuando
-los fué á prender, vido que no tenian ese brio. El remedio
-que eran obligados á tomar ya que fuera verdad, lo que el
-intérprete dijo, si lo dijo, porque quizá no lo entendieron, pues
-ninguna cosa, sino por señas le entendian, fuera procurar de
-aplacar al Rey y á sus indios, con obras buenas, y dádivas
-que le dieran, y lo más seguro y obligatorio que hacer debieran
-era salirse de la tierra y dejarlos, lo mejor que pudieran,
-contentos, y hecho esto, irse á Castilla y dar nuevas á los Reyes,
-para que despues, cuando volvieran rescatadores y tambien<span class="pagenum"><a name="Page_140" id="Page_140">[140]</a></span>
-predicadores de la fe, los hallaran tambien quietos y satisfechos,
-y, con alegría, como á ellos los recibieron, los recibieran.
-Pero no fueron dignos de ser alumbrados para no caer en tan
-intolerable yerro, pues no pretendian sino buscar oro por su
-propio interés y cudicia, errando cerca de los primeros principios.
-Tornando á la historia que D. Hernando prosigue diciendo,
-que para el efecto de la seguridad de aquellos que
-querian quedar en aquel pueblo, el Adelantado con 74 hombres,
-á 30 de Marzo, fué al pueblo de Veragua, que no tenia
-las casas juntas, sino desparcidas como en Vizcaya, y como
-el rey Quibia supo que estaba el Adelantado cerca, envióle
-á decir que no subiese á su casa, la cual estaba en un altillo
-sobre el rio de Veragua. El Adelantado no curó de lo que se
-le decia, y porque no se le huyese de temor suyo, acordó de
-ir con solos cinco, dejando mandado á los que quedaban, que
-á trechos, de dos en dos, se fuesen acercando, y que en sintiendo
-el sonido de la escopeta, que agora llaman arcabuz,
-haciendo ala, rodeasen la casa porque nadie se les escapase
-ni huyese. Aquí parece si aparejaba el Rey de matar los españoles,
-pues el Adelantado llegó seguro con cinco compañeros,
-y hizo lo que hizo. Así que, como ya llegase cerca de
-la casa del cacique Quibia, envió otro mensajero diciéndole
-que no entrase en ella, porque él saldria aunque estaba herido,
-y esto, diz que, hacian ellos porque no viesen sus mujeres,
-que son celosos sobre manera, y así salió á la puerta y se
-asentó diciendo, que sólo el Adelantado se allegase; el cual
-fué, dejando proveido que cuando viesen que le asía por el
-brazo, arremetiesen, y como llegó, comenzóle á hablar, preguntándole
-de su indisposicion y de otras cosas de la tierra,
-mediante un indio que traian tomado atras, que les parecia
-que algo lo entendian. El Adelantado, fingiendo que señalaba
-dónde la herida tenia el Rey, asióle de una muñeca, y como
-ambos fuesen de grandes fuerzas, túvolo tanto cuanto bastó
-para que llegasen los cuatro españoles, y el otro soltase la
-escopeta, y así acudieron todos los demas de la celada, y, llegados,
-entran en la casa, donde habria 50 personas, entre<span class="pagenum"><a name="Page_141" id="Page_141">[141]</a></span>
-chicas y grandes, de los cuales fueron presos los más, entre
-los cuales hobo algunos hijos y mujeres del mismo rey Quibia,
-y otras personas principales, que ofrecian gran riqueza, diciendo
-que en el monte ó cierto lugar estaba el tesoro, y que
-todo lo darian por su rescate. Esta fué la hazaña que allí entónces
-hizo el Adelantado, con otras más. Pero porque ántes
-que la tierra se apedillase, dióse priesa en enviar la presa, tan
-injusta de aquellos inocentes, á las naos, él quedó, con la mayor
-parte de la gente, para correr y perseguir y prender los
-demas parientes y vasallos que se habian de sus violentas
-manos escapado. Platicando con los que consigo tenia, quién
-llevaria la cabalgada á los navíos en una barca, ofrecióse un
-piloto, tenido por hombre de buen recaudo, al cual entregaron
-el Rey atado de piés y manos; y, avisándole que mirase mucho
-no se le soltase, respondió quél lo tomaba á su cargo, y
-que, si se le fuese, que le pelasen las barbas. Partido con él,
-y con los demas, por el rio abajo, no faltando más de media
-legua de la boca para entrar en la mar, comenzóse mucho á
-quejar el Rey del atadura de las manos, y él, de lástima, desatóle
-del banco de la barca donde venia reatado, teniéndolo
-de la trailla con buen recaudo, mas desde á poco dió de presto
-consigo en el agua; él, no pudiendo retener la trailla, por
-no ir tras él, acordó de soltallo, y así se escapó de sus manos.
-Y porque ya era anochecido y con el rumor y movimientos de
-los demas que llevaban en la barca, no pudieron ver ni oir
-á dónde iba á salir, por manera, que nunca más dél pudieron
-saber cosa, y porque no le acaeciese otro desman con los
-otros que llevaban presos, acordaron de no parar hasta los
-navíos, harto avergonzados de haberles así el Cacique burlado.
-El dia siguiente, que fué 1.º de Marzo, viendo el Adelantado
-que sería trabajo demasiado seguir por tierra montuosa,
-como aquella es, el alcance, acordó volverse á los navíos muy
-alegre de su hazaña, con el despojo que habia robado en la
-casa del rey Quibia, que serian obra de 300 ducados, en espejos
-y aguilillas y cañutillos, como cuentas de oro, que se
-ponen á los brazos y piernas en hilos ensartados, y en unas<span class="pagenum"><a name="Page_142" id="Page_142">[142]</a></span>
-tiras de oro que traen al rededor de las cabezas, en manera de
-corona, todo lo cual presentó al Almirante. De lo cual, diz que,
-sacado el quinto para Sus Altezas, repartióse lo demas por
-los que fueron á la entrada, como si fuera de muy buena
-guerra, contra turcos, apregonada; y lo bueno es que añide
-D. Hernando, que, por señal de aquella tan singular victoria,
-se dió una corona al Adelantado. Maravillosa, cierto, fué por
-aquellos tiempos la ceguedad que, cerca del venir á estas
-tierras y tratar á las gentes dellas como si fueran las de África,
-en los entendimientos, primero del Almirante, y despues de
-los demas, se hobo enjendrado. Pero pluguiera á Dios que en
-aquellos siglos parara, y no estuviera hoy el mundo della
-estragado.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_143" id="Page_143">[143]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXVIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En estos dias envió Dios muchas lluvias, y creció el rio y
-abrió la entrada en la boca para que los navíos pudiesen salir
-á la mar, y así, determinó el Almirante de se volver á Castilla
-con los tres navíos, dejando el uno á su hermano el Adelantado,
-y á los que con él quedaban en el pueblo, que allí,
-en Veragua, determinaron hacer, como es dicho. Tambien
-pensó venir por esta isla Española, y de aquí enviarles el socorro
-que pudiese. Salió, pues, con los tres navíos, fuera del
-rio, á la mar, despedido de su hermano y de los demas, echadas
-sus anclas una legua de la boca, esperando que hiciese
-buen viento para proseguir su viaje. No faltó cierta ocasion,
-para, entre tanto, enviar la barca á tierra el rio arriba, y esta
-fué tomar agua y otras cosas que debiera el Almirante querer á
-su hermano proveer; y como el rey Quibia, que de la prision
-en el rio, llevándolo á los navíos, se habia escapado, quedase
-della y de la de su mujer y hijos, y los otros suyos tan lastimado,
-y de los otros agravios, y viese salidos los tres navíos
-y el Almirante, ó, por ventura, no esperaba que saliesen, sino,
-cuando tuvo su gente recogida y aparejada, vino sobre el
-pueblo de los españoles, al mismo punto que llegaba por allí
-la barca, y hízolo tan secreto que no fué sentido hasta que
-estaba del pueblo diez pasos, por la mucha espesura del monte
-que al pueblo cercaba, y arremeten con tan gran ímpetu y
-alarido, que parecian romper los aires. Y como los españoles
-estaban descuidados, lo que no debieran, pues sabian los daños
-tan graves que habian cometido á quien no les habia hecho
-agravio, ántes recreado, y debieran temer que los agraviados
-no se descuidaban, y las casas eran cubiertas de paja
-ó de palmas, tirábanles las lanzas, que eran palos tostados con<span class="pagenum"><a name="Page_144" id="Page_144">[144]</a></span>
-puntas de huesos de pescado, que las clavaban áun por las
-mismas paredes de las casas, que pasaban de claro en claro,
-y así, en breve tiempo, habian á algunos bien lastimado. El
-Adelantado era hombre valeroso y de mucho ánimo, y, con siete
-ó ocho españoles que á él se allegaron, hizo varonil rostro,
-animándolos de manera que retrujeron á los indios, hasta que,
-en el monte, que estaba, como se dijo, cerca, los encerraron.
-De allí tornaban los indios á hacer algunas arremetidas tirando
-sus varas y recogiéndose, como suelen hacer los que juegan,
-entre nosotros, cañas; y cierto, sus guerras, como carezcan
-de hierro y de todas armas que de hierro se hacen, poco más
-sangrientas son que juegos de cañas, si no es cuando los españoles
-son tan pocos y tan desarmados, y en pasos peligrosos,
-y todo es acaso y muy pocas veces en muchos años. Pero
-como siempre, por la dicha causa, los tristes desnudos y desarmados,
-han de llevar, como siempre llevaron, la peor parte,
-como los españoles los lastimasen con las espadas, donde
-quedaban sin piernas y barrigas, y cabezas, y sin brazos, y
-en especial de un perro lebrel que tenian los españoles, que
-rabiosamente los perseguia y desgarraba, pusiéronse en
-huida, que es su principal arma, dejando un español muerto
-y siete ú ocho heridos, pero de ellos bien se puede creer, que
-no recibieron chico estrago. Uno de los heridos fué el Adelantado,
-á quien hirieron por los pechos con una de sus lanzas,
-y al cabo no le hizo mucho daño. Los de la barca paráronse
-á mirar la pelea, no queriendo salir á ayudallos estando cuasi
-junto á la orilla del rio, respondiendo el Capitan dellos á
-los que lo reprendian, que por temor que los de tierra, queriendo
-huir á la barca, la anegaran y así se perdieran todos,
-y tambien porque, como aquella barca fuese de la nao del
-Almirante, perdiéndose quedaba el Almirante á gran peligro
-en la mar, donde estaba, siendo costa brava; y en la verdad,
-cualquiera barca, ó navío sin barca, grandes y ciertos
-son los peligros que pasa, y así, decia que no queria hacer
-otra cosa más de lo que el Almirante le mandaba, que era
-llevar agua. El Capitan, queriendo despacharse presto con su<span class="pagenum"><a name="Page_145" id="Page_145">[145]</a></span>
-agua, para llevar al Almirante la nueva de lo que pasaba,
-subióse el rio arriba, hasta donde no llegaba ni se mezclaba
-con la dulce el agua salada, puesto que, por el peligro que
-habia de las canoas de los indios, le amonestaron algunos
-que no pasase adelante; respondió que aquel peligro él no lo
-temia pues á él habia salido, y fuera, por el que le podia mandar,
-enviado. Prosiguió el rio arriba, que es muy hondable, de
-una parte y de otra de monte y arboledas, hasta dentro del
-agua, muy cerrado, si no es algunas senditas que los indios
-tienen hechas para descender á pescar, y donde meten y esconden
-sus canoas. Como los indios viesen la barca una legua
-desviada del pueblo, el rio arriba, salieron de una parte y de
-la otra, de lo más espeso de las riberas, con muchas de sus
-canoas, que son muy ligeras, con grandes alaridos y bocinas,
-muy seguros, y comenzaron á cercar la barca, que no llevaba
-sino siete ó ocho remadores, y el Capitan con otros dos ó tres
-sobresalientes, que no podian mampararse de la lluvia de las
-lanzas que los indios les echaban, con las cuales hirieron los
-más de ellos, y entre ellos al Capitan, al cual dieron muchas
-heridas, y, con ellas, de animar los suyos valientemente
-no cesaba; pero, como eran combatidos de todas partes,
-sin se poder menear ni aprovecharse de las lombardas que
-en la barca llevaban, ninguna industria ni esfuerzo del Capitan,
-ni las fuerzas de todos juntos, les aprovechó nada. Finalmente,
-dieron con una lanza por el ojo derecho al Capitan,
-de que cayó muerto, y así los demas, infelicemente, allí acabaron.
-Uno sólo, por caer al agua en el hervor de la pelea é irse
-por debajo nadando, salió á la orilla, donde los indios no lo
-vieron, y éste llevó al pueblo la nueva del desastre de la
-barca. Sucedió en ellos tan gran descorazonamiento y desmayo,
-viéndose tan pocos y los más heridos, y aquellos muertos,
-y el Almirante fuera, en la mar, sin barca, y á peligro de
-no poder tornar á parte donde les pudiese venir ó enviar socorro,
-que, perdida toda esperanza, determinaron de no quedar
-en la tierra; y sin obediencia ni deliberacion, ni mando
-del Adelantado, pusieron su ida por obra, y se entraron en el<span class="pagenum"><a name="Page_146" id="Page_146">[146]</a></span>
-navío para salirse fuera á la mar, pero no pudieron salir
-porque la boca se habia tornado á tapar. Tampoco pudieron
-enviar barca ni persona que pudiese dar aviso al Almirante
-de lo que pasaba, por la gran resaca y quebrazon ó reventazon
-de las olas de la mar, que á la boca quebraba, y el Almirante
-no padecia chico peligro donde estaba surto con su nao,
-por ser aquella costa toda brava, y estar sin barca, y la gente
-que tenia ménos, que los indios en la barca mataran; y así,
-todos, los de tierra y los de la mar, estaban puestos en grande
-angustia, peligro y sospecha, y demasiado cuidado. Añadióse,
-al temor y daños rescibidos de los que estaban en tierra, ver
-venir á los de la barca muertos el rio abajo, con mil heridas,
-y sobre ellos numerosa cantidad de cuervos, ó unas aves hediondas
-y abominables, que llamamos auras, que no se mantienen
-sino de cosas podridas y sucias, las cuales venian
-graznando y revolando, comiéndolos, como rabiando; cada
-cosa destas era tormento, á los de tierra, intolerable, y no
-faltaba quien cada una dellas tomase por agüero, y estuviese
-con sospecha de que, con desastrado fin, la vida se le acabase.
-Y ésto más se lo certificaba ver los indios, que, con la victoria,
-mayor esfuerzo y confianza de los acabar, de hora en hora,
-cobraban, no dejándolos resollar un sólo credo, por la mala
-disposicion del pueblo, que mucho los desayudaba; y todavía
-los acabaran, si no tomaran por remedio de pasarse á una
-gran playa escombrada, á la parte oriental del rio, á donde
-hicieron un baluarte de sus arcas y de pipas de los bastimentos,
-y asestaron á trechos su artillería, y así se defendian, porque
-no osaban los indios asomar fuera del monte, temiendo el
-daño que las pelotas les hacian, tiradas con las lombardas.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_147" id="Page_147">[147]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">No sin gran cuidado, sospecha y angustia estaba el Almirante
-viendo que habia diez dias que la barca enviara, y
-que della ni de los del pueblo sabia cosa ninguna, temiendo
-tambien su gran peligro, por el lugar, tan ajeno de seguridad,
-donde tenia su nao y los otros navíos, mayormente careciendo
-de su barca, que, como queda dicho, es uno y quizá el
-sumo de los peligros. Esperaba que amansase la mar para
-enviar otra barca, que supiese la causa de la tardanza de la
-primera, y tambien saber de la disposicion de los del pueblo,
-temiendo siempre no les hobiese algo adverso acaecido. Sobrevínole
-otro dolor que acrecentó los cuidados que ántes
-tenia; que los hijos y deudos del rey Quibia, que estaban
-presos en uno de los dos navíos para llevarlos á Castilla, se soltasen
-por gran maravilla. La industria que tuvieron para se
-soltar, fué aquesta: como los encerraban de noche debajo de
-cubierta, y cerraban el escotilla (que es la boca cuadrada, de
-obra de cuatro palmos en cuadro, con su cobertura, y por
-encima della echan una cadena con su candado y llave, de
-manera, que es como si metiesen los hombres en un pozo ó en
-una sima, y los tapasen con cierta puerta con su llave por
-encima); en aquel navío, y comunmente en los grandes, la escotilla
-está más alta que un estado, y algunas veces que dos,
-y como los indios no podian alcanzar á lo alto de la escotilla,
-llegaron muy sotilmente muchas piedras, del lastre del navío,
-en derecho de la boca del escotilla, de que hicieron un monton,
-cuanto los pudo levantar á que alcanzasen arriba, y porque
-dormian ciertos marineros encima de la escotilla, no
-echaban la cadena, porque les lastimara si la pusieran: júntanse
-todos los indios una noche, y, con las espaldas afirmando<span class="pagenum"><a name="Page_148" id="Page_148">[148]</a></span>
-por debajo, dan un gran rempujon, que dieron con la
-escotilla, y con los marineros que dormian encima, de la otra
-parte del navío, y saltando muy de presto, dieron consigo en
-la mar, los principales de todos ellos, pero acudiendo la gente
-del navío al ruido, muchos dellos, no tuvieron lugar de saltar,
-y así, cerrando prestamente la escotilla los marineros, echaron
-la cadena, y quedaron debajo los tristes, los cuales, viéndose
-desesperados, y que ya no podian tener remedio para
-escaparse de las manos de los españoles, y que nunca verian
-ya sus mujeres y hijos, ni se verian en libertad, con las cuerdas
-que pudieron haber, los hallaron por la mañana todos
-ahorcados, teniendo los más dellos los piés y las rodillas por el
-plan, que es por las postreras tablas del navío, y por el lastre,
-que son las piedras que están sobre ellas, porque no habia
-tanta altura para poderse ahorcar, y, en fin, desta manera se
-ahorcaron, y así, de los presos de aquel navío, ninguno se escapó
-de muerto ó huido. Todo esto dice D. Hernando, de
-donde parece que más presos debian tener en los otros navíos.
-Dice más D. Hernando: «que, aunque la falta de aquellos
-muertos é idos no hiciese en los navíos mucho daño,
-parecia que, demás de acrecentarse las desdichas, podria á los
-de tierra recrecerse, que, porque quizá el Cacique ó señor Quibia,
-por razon de haber sus hijos, holgara de tomar paz con
-los cristianos, y viendo que no habia prenda por quien temer,
-les haria más cruda guerra.» Por lo cual parece la poca cuenta
-que D. Hernando hace de los crímenes que allí se hicieron,
-prendiendo tan injustamente aquella gente, y de haber sido
-causa de que aquellos tristes se ahorcasen, y de tan grande
-escándalo como quedó por toda aquella tierra, é infamia del
-nombre cristiano. Y es aquí de no pasar sin hacer alguna
-reflexion, y considerar qué aparejo hallaran los predicadores
-del Evangelio, que despues á predicar por ella fueran, y qué
-fama de cristianos; y si fueran culpables, porque á todos los
-mataran, no queriendo, y aborreciendo oir nuevas ni palabras
-de Jesucristo, por ser Dios de los cristianos. Tambien se considere
-aquí, si Quibia, rey de aquella tierra, tuvo derecho y<span class="pagenum"><a name="Page_149" id="Page_149">[149]</a></span>
-justicia de hacer la guerra que hizo á los del pueblo y á su
-Capitan, el Adelantado. Item, si era maravilla que ocurriesen
-las desdichas que D. Hernando dice, al Almirante y á toda su
-compañía, y que todos los elementos y cielos, y lo que en
-ellos se contiene, le fuesen contrarios, haciendo él y los suyos
-á aquellas gentes inocentes, que nunca le hicieron injuria ni
-daño, tan irreparables daños y execrables injurias é injusticias.
-Tornemos al hilo de lo que refiere D. Hernando. Como el Almirante
-y los que con él estaban, con tantos adversos acaecimientos
-y sospechas estuviesen tan atribulados y á merced
-de las amarras, que era, como dicho es, grande peligro, sin
-saber de la barca y de los del pueblo, no faltó quien se ofreciese
-á decir, que, pues aquellos indios, por sólo salvar sus
-vidas, se habian atrevido á echarse á la mar, estando más de
-una legua de tierra, que ellos, por salvarse á sí y á tanta
-gente, se atreverian á salir á nado, si con una barca que quedaba
-los llevasen hasta donde las ondas no reventaban. Visto
-por el Almirante la buena voluntad y ánimo de aquellos marineros,
-holgóse mucho, y aceptó su ofrecimiento; mandó que
-fuese la barca y los llevase hasta un tiro de escopeta, de tierra,
-porque sin gran peligro no podia llegarse más cerca de la
-tierra, por las grandes ondas que en la playa reventaban.
-Desde allí, Pedro de Ledesma, piloto de Sevilla, de que arriba
-hemos hecho mencion, fué el que osó echarse á nado, y, con
-varonil ánimo, cuándo encima y cuándo debajo de los andenes,
-ó rengleras de las ondas de la mar, que iban reventando,
-hobo de salir á tierra, donde supo el estado todo de la gente,
-y como afirmaban generalmente, que ningunos quedarian en
-ella tan vendidos y á tanto peligro, sin remedio, como allí estaban,
-y por esta causa suplicaban al Almirante que no se
-partiese sin recogerlos, porque era dejallos condenados á la
-cierta muerte, si allí los dejaba, los cuales ninguna cosa
-trataban sino de aparejarse, para en ablandando el tiempo meterse
-en algunas canoas que tenian de indios, é irse á los navíos,
-porque con sola una barca que les habia quedado no lo
-podian hacer; y protestaban, que si el Almirante no lo hiciese,<span class="pagenum"><a name="Page_150" id="Page_150">[150]</a></span>
-que ellos se meterian en el navío que les quedaba, y se irian
-por esa mar, poniéndose á cualquiera peligro, donde la ventura
-los echase, y no faltaban ya entre ellos algunos motines
-y desobediencias al Adelantado y á los otros Capitanes.
-Con estas nuevas, y respuesta ó disposicion dellos, se volvió
-como vino aquel piloto, Pedro de Ledesma, nadando, á la
-barca que por allí le esperaba, y lo tomaron, y fué á dar
-relacion de todo lo que pasaba al Almirante. Sabido por el
-Almirante el desbarate y muertes de los que perecieron en la
-barca, y la indignacion de los indios contra ellos, y que no
-se podia fácilmente aplacar como estuviesen tan lastimados y
-agraviados, la disposicion y propósito de no querer quedar
-los Españoles, que le movió principalmente más que otro de
-los dichos inconvenientes, determinó de los recoger, aunque
-no sin gran peligro, por tener los navíos en costa tan brava,
-sin algun abrigo ni esperanza de salvarse á sí y á ellos, si el
-tiempo más arreciara. Quiso Dios, por su bondad, que dentro
-de ocho dias que allí estuvo, á beneficio sólo de las amarras,
-el tiempo abonanzó, y los de tierra, con su barca y con dos canoas
-grandes, atadas una con otra porque no se trastornasen,
-pudieron comenzar á recoger sus cosas, procurando cada uno
-de no se dormir para el embarcar; y así, en obra de dos dias,
-no quedó cosa en tierra de cuanto tenian, si no fué el casco
-del navío, que por la mucha bruma estaba innavegable. Todos
-así embarcados, se hicieron á la vela en los tres navíos, tomando
-el camino por la costa arriba del Levante; llegaron á
-Bel puerto, y allí fueron forzados á desmamparar el un navío,
-por la mucha agua que hacia, que no podian vencer ni agotar.
-De allí pasaron arriba del puerto del Retrete, á una tierra
-que tenia junto muchas isletas, que el Almirante llamó las
-Barbas, y creo que hoy es el que pintan en las cartas el golfo
-de San Blás; y cuando no nos cataremos, estos que hacen
-cartas les pornán de Sant Nicolás, segun cada dia se escriben
-novedades. Pasaron más diez leguas adelante, y aquí fué lo
-postrero que de tierra firme vieron, y aquí la dejaron. De lo
-cual parece que no puso el Almirante nombre al puerto que<span class="pagenum"><a name="Page_151" id="Page_151">[151]</a></span>
-hoy llamamos de Cartagena, segun algunos han dicho; lo uno,
-porque de donde dice D. Hernando que dejaron la tierra firme
-al puerto de Cartagena hay buenas 60 leguas, lo otro, porque
-es claro que si allí hobieran llegado, y pusiera nombre
-puerto de Cartagena á aquel puerto, como fuese cosa harto
-señalada, que, pues decia otros nombres que ponia el Almirante
-á lugares no tan principales, D. Hernando este no callara.
-Yo creo que aquel nombre debió poner Rodrigo de
-Bastidas, y Juan de la Cosa, ó quizá Cristóbal Guerra, que
-fueron los que aquella tierra, primero que otros, descubrieron
-y cognoscieron, y tambien la escandalizaron. Dejada, pues,
-la tierra firme, 1.º de Mayo de 1503, volvieron la vía del
-Norte, para tomar la isla Española, y á cabo de diez dias, ó
-á 10 del dicho mes, fueron á dar sobre dos isletas, que ellas
-llenas, y la mar en rededor della, eran cuajadas de tortugas,
-que parecia todo unos peñascales, por cuya causa les puso el
-Almirante por nombre las Tortugas. Estas isletas, son las que
-hoy llaman en las cartas del marear, los Caimanes que están,
-al Poniente, 25 leguas ó poquitas más, de Jamáica, y 45 al Sur
-de la isla de Cuba, porque en todo aquel camino que el Almirante
-agora anduvo no hay otras. Yendo todavía el camino
-del Norte, adelante de las isletas dichas, 30 leguas, fueron á
-surgir al Jardin de la Reina, que son un gran número de isletas,
-juntas á la isla de Cuba por la parte del Sur ó Mediodia.
-Estando allí surtos, casi á 10 leguas de Cuba, con mucha
-hambre y trabajo porque no tenian que comer sino bizcocho
-y algun aceite, y muy poco vinagre, trabajando de dia y de
-noche, con tres bombas, echando agua fuera, porque se iban
-los navíos á fondo, comidos de bruma, sobrevínoles una noche
-tan grande tormenta, que garró el un navío sobre el del Almirante,
-que es arrastrar las anclas, y juntarse un navío sobre
-otro, que hizo pedazos toda la proa, y á sí mismo, el navío, la
-popa; rompiéronse los cables ó maromas de las anclas, y fué
-grande el peligro y riesgo que padecieron aquella noche. Salieron
-de allí, é llegáronse á la tierra de Cuba, y aportaron á
-un pueblo de indios, llamado Macáca, la media sílaba luenga,<span class="pagenum"><a name="Page_152" id="Page_152">[152]</a></span>
-donde tomaron refresco de caçabí, y otras cosas que los indios
-les dieron, creo que de buen grado, porque tal era la gente de
-aquella isla, no ménos que las otras. Salidos de allí, fueron en
-demanda de la isla de Jamáica, porque los vientos y corrientes
-no los dejaban ir á la Española; iban los navíos tan abiertos,
-que se les iban al fondo, que por ninguna fuerza ni industria
-bastaba á vencer el agua con tres bombas cada navío, y
-en alguno llegaba el agua cerca de la cubierta. La víspera de
-Sant Juan llegaron á un puerto de Jamáica, llamado Puerto
-Bueno, y aunque bueno para contra la tormenta de la mar,
-pero malo para se mamparar de la sed y de la hambre, porque
-ni agua ni poblacion de indios alguna tenia. Pasado el dia
-de Sant Juan partieron para otro puerto, llamado Santa Gloria,
-con el mismo peligro y trabajo, en el cual entrados, no
-pudiendo ya más sostener los navíos, encalláronlos en tierra
-lo más que ser pudo, que seria un tiro de ballesta della, juntos
-el uno con el otro, bordo con bordo; y con muchos puntales,
-de una parte y de otra, los firmaron de tal manera, que no
-se podian mover, los cuales se hinchieron de agua casi hasta
-la cubierta, sobre la cual, y por los castillos de popa y proa,
-se hicieron estancias donde la gente se aposentase.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_153" id="Page_153">[153]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Puestos sus navíos así á recaudo, y haciendo dellos su morada,
-luego los indios, que era buena gente y mansa (éstas son
-palabras de D. Hernando, que allí estaba), vinieron en sus
-canoas á venderles de sus cosillas é bastimentos, con deseo
-que tenian de haber de las de Castilla, y, porque no hobiese
-debates ó rencillas entre los españoles, por las compras, y
-unos tomasen más de lo que habia menester, y á otros faltase
-lo necesario, constituyó el Almirante dos personas que tuviesen
-cargo de la compra ó rescate de lo que los indios trujesen,
-y que cada tarde, por sus suertes, dividiesen por la gente de
-los navíos lo que hobiesen aquellos rescatado, porque ya en
-los navíos no tenian cosa con que se mantener. Habiánseles
-gastado los bastimentos, dellos que habian comido, dellos
-que se les habian podrido, y dellos que se perdieron al embarcar
-con la prisa en el rio de Belem; y dice D. Hernando,
-que les suplió Nuestro Señor aquella falta con llevarlos á
-aquella isla, que entónces estaba muy poblada de indios, y
-floreciente de mantenimientos, y deseosos de sus rescates,
-con cuya codicia de todas las comarcas venian á rescatar de
-lo que tenian. Para efecto desto, y porque los españoles no se
-desmandasen por la isla, quiso el Almirante fortalecerse en la
-mar y no hacer asiento en tierra, porque segun somos, dice
-D. Hernando, descomedidos, ningun castigo, ni mandamiento
-bastara para detener la gente que no se fuera por los lugares
-y casas de los indios, y les tomaran lo que tenian, y provocaran
-á sus mujeres é hijas, de modo que no pudieran dejar de
-haber con ellos muchas contiendas y revueltas, y se perdiera
-nuestra amistad, é hobiéramos de tomar por fuerza la comida,
-y nos viéramos en gran necesidad ó aprieto, lo cual no hobo<span class="pagenum"><a name="Page_154" id="Page_154">[154]</a></span>
-por estar la gente encastillada en los navíos, de donde no podian
-salir sino por cuenta y con licencia, lo cual fué á los indios
-más agradable, que por cosa de muy poco precio, nos
-traian lo necesario, porque si eran una ó dos hutias, que son
-como conejos, dábaseles tanta hoja de laton como el cabo de
-una agujeta, y si eran tortas de pan, á que llaman caçabí,
-hecho de raíces ralladas, dábaseles dos ó tres contezuelas
-verdes ó amarillas, y si era cosa de más calidad lo que traian,
-dábanles un cascabel. Á las veces, á los Reyes y principales
-señores se les daba un espejuelo ó un bonete colorado, ó
-unas tijeras, por tenelles muy contentos; remediados y fuera
-de laceria quedaban con estas dádivas. Rescató el Almirante
-diez canoas para servicio de los navíos encallados, y de la
-gente que en ellos con él estaba. Con esta órden de rescate y
-manera de conversar con los indios, estaba la gente española
-bien proveida y abastada de mantenimientos, y los indios,
-sin pesadumbre de la vecindad y conversacion dellos, los
-comunicaban. Concertada su vida de la manera dicha, tractaba
-el Almirante con los principales españoles, qué remedio
-tendrian para salir de aquella cárcel, y al ménos llegar hasta
-esta isla Española. Veíanse casi de todos los remedios humanos
-privados; de venir navío por allí alguno, por entónces, no
-se podia esperar, sino sólo por divino milagro; hacerlo de
-nuevo, faltábales todo lo más de lo que para hacello era necesario,
-mayormente oficiales. Despues de muchos dias, y
-muchas veces los convenientes ó inconvenientes peligros y
-remedios platicados y comunicados, fué la final conclusion,
-en que el Almirante se resolvió, hacer saber al Comendador
-Mayor, que aquesta isla gobernaba, y al hacedor que el mismo
-Almirante aquí tenia, de la manera que en Jamáica él y
-su gente aislado quedaba, para que se le enviase un navío de
-las rentas que tenia en esta isla, proveido de bastimentos y de
-lo demas necesario, para en que acá pasasen. Para este negocio,
-no poco dificultoso, nombró dos personas de cuya fidelidad
-y esfuerzo, y cordura, él tenia confianza, porque para
-ponerse á tanto peligro, entrando en canoas, barquillos de<span class="pagenum"><a name="Page_155" id="Page_155">[155]</a></span>
-un madero, para pasar un golfo tan grande, que de punta á
-punta, de Jamáica á esta isla, tiene 20 y 25 leguas, sin otras 35
-que habia desde donde estaban hasta la dicha punta oriental
-de Jamáica, necesario era esfuerzo de buen ánimo, y prudencia,
-y fidelidad no ménos para lo que se les encomendaba.
-En este golfo hay sólo una isleta ó peñol, que está ocho leguas
-desta isla Española, llamada Navasa. Fué aquesta empresa,
-de pasar á esta isla de aquella, obra de gran esfuerzo
-y generoso ánimo, porque las canoas facilísimamente se trastornan
-poco ménos que una calabaza, como sean un palo
-cavado y no tengan un palmo de vivo; los indios no padecen
-en ellas casi peligro, porque si se trastornan, échanse á
-nado, y con calabazas echan el agua fuera, y tórnanse á entrar
-en ellas, porque no se hunden, sino andan sobre el agua,
-como sean de un palo. Estas personas fueron, un Diego Mendez
-de Segura, que habia venido por Escribano mayor de
-aquella flota, persona bien prudente, y honrada, y muy bien
-hablada, la cual yo muy bien cognoscí, é la otra, un Bartolomé
-de Flisco, ginovés, tambien digno de aquel mensaje. Cada
-uno destos dos se metió en su canoa con seis españoles de
-compañía y 10 indios que remasen; al Diego Mendez mandó
-que, llegado á esta ciudad de Sancto Domingo, pasase á Castilla,
-con sus cartas, á dar cuenta á los Reyes de su viaje; al
-Bartolomé Flisco, que llegase hasta tomar tierra de esta isla
-Española, y de allí se volviese á Jamáica, para dar cuenta
-como Diego Mendez habia pasado adelante. Habia desde do
-quedaba el Almirante con su gente, á esta ciudad de Sancto
-Domingo, 200 leguas largas. Escribió á los Reyes una larga
-carta, cuyo traslado yo tengo al presente, dándoles cuenta de
-todo su viaje, de las angustias, trabajos, peligros y grandes
-adversidades que le habian ocurrido, de la tierra que de nuevo
-habia descubierto, y de las minas ricas de Veragua, repitiendo
-los servicios que habia hecho á Sus Altezas en el descubrimiento
-deste mundo nuevo, y trabajos en él pasados, llorando
-su prision y de sus hermanos, y haberles tomado todo
-lo que tenian de hacienda, en su prision, juntamente con haber<span class="pagenum"><a name="Page_156" id="Page_156">[156]</a></span>
-sido despojado de su honra y estado, que con tan señalado,
-y nunca otro tal, servicio hecho á Reyes del mundo, lo
-hobo merecido y ganado. Estas postreras palabras, no el Almirante
-las dijo en su carta, sino yo las añido, porque me
-parece semejante encarecimiento serle debido; y mucho más
-adelante, suplicóles por la restitucion de su Estado, y satisfaccion
-de sus agravios, y castigo de los que injustamente le
-habian sido contrarios. Invoca sobre esto al cielo, y la tierra
-que lloren sobre él, diciendo: «yo he llorado hasta aquí, haya
-misericordia el cielo, llore por mí la tierra, llore por mí
-quien tiene caridad, verdad y justicia», cuasi diciendo, de aquí
-adelante. Encarecia la pobreza que tenia, diciendo no tener
-en este siglo una teja donde se metiese, ántes, si queria comer
-ó dormir, se habia de ir al meson á cabo de veinte años que les
-habia servido, y con tan inauditos trabajos, los cuales, á él y
-á sus hermanos, habian poco aprovechado; muestra tener
-dolor de carecer de los Santos Sacramentos de la Iglesia,
-mayormente quedando enfermo, como quedaba, lleno de gota,
-especialmente, si en aquel destierro y aislamiento el ánima
-le saliese del cuerpo; afirma, que este postrero viaje, no lo
-hizo para ganar honra, ni hacienda, como si dijera, porque
-ya la tenia ganada, sino sólo por servilles con sana intencion
-y celo. Suplícales, finalmente, que desque á Castilla llegue, le
-den licencia y tengan por bien su ida á Roma, y á otras romerías,
-y con esto acaba su carta, suplicando á la Sancta
-Trinidad su vida y alto estado guarde y acreciente; hecha
-en las Indias, en la isla de Jamáica, á 7 de Julio de 1503.
-Escribió tambien el Almirante al Comendador Mayor, que
-aquesta isla gobernaba, notificándole la necesidad en que
-quedaba y encomendándole sus mensajeros, que los aviase
-para su despacho, y favoreciese para que se le enviase algun
-navío á su costa, en que pudiese á esta isla pasar con la gente
-que con él quedaba. Con estas cartas, y otras para Castilla, y
-lo demas que convenia escribir, despachó al Diego Mendez,
-y á Bartolomé Flisco, con sus dos canoas, metida en cada una,
-cada indio, su calabaza de agua y algunos ajes y pan caçabí,<span class="pagenum"><a name="Page_157" id="Page_157">[157]</a></span>
-é los españoles con solas sus espadas y rodelas, y el bastimento
-de agua y pan, y carne de las hutias ó conejos que
-pudo caber en las canoas, que no podia ser mucho demasiado.
-Y porque para entrar en tan gran golfo de la mar brava,
-como es toda la deste Océano, y mayormente entre islas, en
-tan flaca especie de barcos para nosotros, porque para los
-indios, como dije, ménos peligro y daño reciben que nosotros
-en naos grandes, fué necesario, despues que llegaron á
-la punta de la isla de Jamáica, y distaba de donde quedaba
-el Almirante 30 leguas, esperar que la mar amansase, y hiciese
-alguna gran calma, para atravesar y comenzar su viaje,
-fué, hasta la dicha punta, el Adelantado por tierra, con alguna
-gente, para si por caso, los indios de por allí, no impidiesen
-á las dichas canoas, ó les hiciesen algun daño. Despues
-se volvió poco á poco á los navíos, viniendo por los pueblos
-alegremente conversando, dejándolos todos en su amistad.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_158" id="Page_158">[158]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Estando así en la punta ó cabo oriental de la isla de Jamáica
-las dos canoas, sobrevínoles una muy buena calma,
-como la deseaban, y una noche, ofreciéndose á Dios, partiéronse
-del Adelantado, y comenzaron á navegar á costa de los brazos
-de los 10 indios, que voluntariamente quisieron ayudallos
-con sus trabajos, y áun peligro de sus vidas, como parecerá.
-Hízoles aquella noche y el dia siguiente buena calma, y navegaron,
-remando los indios con unas palas, de que usan
-por remos, de muy buena voluntad, y, como el calor era muy
-grande y llevaban poca agua para se refrigerar, echábanse
-los indios de cuando en cuando en la mar, nadando; tornaban
-de refresco al remo, y así caminaron tanto, que perdieron de
-vista la tierra de Jamáica. Llegada la noche, remudábanse los
-españoles y los indios, para el remar, y hacer la vela ó guardia.
-Velaban los españoles, porque los indios, con el trabajo
-y sed, no se tornasen ó hiciesen otro algun daño; llegados, al
-siguiente dia, ya todos estaban muy cansados, pero animando
-cada cual de los Capitanes á los suyos, é tomando ellos tambien
-sus ratos el remo, y mandándoles que almorzasen, para
-recobrar fuerzas y aliento de la mala noche, tornaron á su
-trabajo no viendo más que cielo y agua, y puesto que aquello
-bastase para ir muy desconsolados y afligidos, podríase decir,
-lo de Tántalo, que tenia el agua á la boca, y de sed rabiaba,
-y así estos, iban junto al agua y cercados de agua, y bañados
-con agua, pero, para matar la sed, poco les prestaba, como
-fuese de la mar y salada. Los indios, con el sol y gran calor,
-y continuo trabajo de remar, diéronse más priesa de la que
-convenia en beber de sus calabazas, y así de presto las vaciaron,
-y como la sed, con sol recio y calma, sea trabajo intolerable,<span class="pagenum"><a name="Page_159" id="Page_159">[159]</a></span>
-cuanto más entraba el segundo dia de su partida,
-tanto crescia más el calor y la sed á todos, por manera, que
-á medio dia ya les faltaban las fuerzas para poder trabajar.
-Los Capitanes que llevaban sus barriles de agua, los socorrian
-y esforzaban con dalles, de cuando en cuando, algunos tragos
-y así los sostuvieron hasta el frescor de la tarde. Allende la sed
-que padescian con el gran trabajo de haber remado dos dias
-y una noche, lo que más los atormentaba, era el temor de
-haber errado el camino derecho, donde habian de topar la
-isleta llamada Navasa, que, segun dijimos, estaba de la punta
-desta Española ocho leguas, donde creian repararse. Aquella
-tarde habian echado ya un indio á la mar, de pura sed, ahogado,
-y otros estaban echados en el plan ó suelo de la canoa,
-tendidos de desmayados. Los que más vigor y ánimo y mejor
-subjecto tenian, estaban inestimablemente tristes y atribulados,
-esperando cada momento la muerte que al otro habia
-llevado. El refrigerio último que tenian, era tomar en la boca
-del agua salada, para refrescarse, que más les angustiaba al
-cabo; anduvieron con sus pocas fuerzas lo que pudieron, y
-ansí les anocheció la segunda vez, sin vista de la isleta, que
-fué doblado el desmayo. Plugo á Dios de los consolar, con que
-el Diego Mendez, al salir de la luna, vido que salia sobre
-tierra, y el islote cobria la media luna, como cuando hay
-éclipse, porque de otra manera no la pudieran ver, por ser
-pequeño y á tal hora. Entónces todos, con gran placer y excesiva
-alegría, esforzaron los indios, mostrándoles la tierra y
-dándoles más tragos de agua, y tomaron tanto esfuerzo, que
-remaron y fueron á amanecer con la isleta, y en ella desembarcaron;
-hallaron la isleta toda de peña tajada, que bojará
-ó terná de circuito media legua; dieron gracias á Dios, que
-los habia socorrido en tan gran peligro y necesidad. Y como
-lo primero que pretendian era buscar agua, no hallaron árbol
-en ella que fuese vivo, sino todo roquedo, pero, andando de
-peña en peña, en los agujeros que los indios, en lengua desta
-isla, llamaban jagueyes, hallaron del agua llovediza cuanta
-les bastaba para henchir las barrigas sedientas, y las vasijas<span class="pagenum"><a name="Page_160" id="Page_160">[160]</a></span>
-todas que tenian; la cual todavía les fué perniciosa, porque,
-como venian tan secos de la sed pasada, diéronse tanta priesa
-á beber, que algunos de los míseros indios, allí murieron y
-otros incurrieron en graves enfermedades, de manera que
-pocos ó ninguno fué dichoso de volver á su tierra. Reposaron
-aquel dia hasta la tarde, los que estuvieron para ello, recreándose
-como podian, comiendo marisco que hallaban por la ribera,
-y encendieron fuego para lo asar, porque Diego Mendez
-llevaba para lo encender aparejo; y porque ya estaban á vista
-del cabo desta isla, que el Almirante llamó de Sant Miguel, y
-despues llamamos del Tiburon, con codicia de acabar la jornada,
-y porque no les sobreviniese algun tiempo contrario, caido el
-sol, tornaron al camino y á remar y fueron á amanecer al dicho
-cabo, y esto fué al principio del cuarto dia despues que partieron.
-Holgaron allí dos dias, y queriéndose volver á Jamáica el
-Bartolomé Flisco, como el Almirante le habia mandado, temieron
-los indios y los españoles de tornar á verse otra vez
-en los peligros pasados, y así no se pudo tornar. No supe lo
-que despues se hizo dél y de los indios, ni dónde pararon.
-Diego Mendez, que llebaba priesa de pasar adelante, pasó en
-la canoa todo aquello que pudo por mar; no supe dónde al
-cabo acordó de dejalla, bien creo que los indios llevó consigo
-con sus cosas cargados, y así es muy verisímile que ninguno
-dellos volvió á su mujer é hijos, ni vivió sino en servidumbre
-triste y desconsolada. Finalmente, aportó á la provincia y
-pueblo de Xaraguá, donde estaba el Comendador Mayor y
-habia hecho pocos dias de ántes la crueldad é injusticia quemando
-tantos señores é ahorcando la reina Anacaona, segun
-queda, en el cap. 9.º, declarado. Llegado Diego Mendez á
-Xaraguá y dada la carta del Almirante al Comendador Mayor,
-y hecha relacion de dónde y cómo venia, y de su mensaje,
-mostró el Comendador Mayor haber placer de su venida;
-puesto que fué muy largo en despachallo, porque, no sabiendo
-la simplicidad con que andaba el Almirante, temia ó fingia
-temer que, con su venida, no hobiese en esta isla algun escándalo
-cerca de las cosas pasadas, y que para ello venian con<span class="pagenum"><a name="Page_161" id="Page_161">[161]</a></span>
-Diego Mendez aquellos á tentar la disposicion de la tierra y
-de la gente que con el Comendador Mayor estaba, por lo cual
-quiso primero indagar ó escudriñar el pecho de Diego Mendez
-y los demas, ántes que á dejallos ir adelante se determinase.
-Finalmente les dió licencia, con importunidad, para pasar á
-esta ciudad y puerto de Sancto Domingo, al ménos á Diego
-Mendez, para que hiciese lo que el Almirante, su amo, le mandaba.
-Llegado Diego Mendez á esta ciudad, compró luégo un
-navío de las rentas que el Almirante aquí tenia, y, bastecido
-de los bastimentos y cosas necesarias, lo envió á Jamáica por
-fin de Mayo de 1504, y se embarcó luégo para España, como
-traia ordenado por el Almirante.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_162" id="Page_162">[162]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Despachados aquellos dos Capitanes de las canoas, y partidos
-de Jamáica en demanda desta isla, como dicho queda,
-los españoles que quedaban comenzaron á enfermar, por los
-grandes trabajos que habian en todo el viaje padecido; allegóse
-tambien la mudanza de los mantenimientos, porque ya no
-tenian cosa que comiesen de las de Castilla, mayormente no
-bebiendo vino, ni tenian tanta carne cuanta ellos quisieran,
-que era la de aquellas hutias, y otros refrigerios que habian
-menester que les faltaban. Los que dellos estaban sanos, tener
-aquella vida sin esperanza de salir della presto, y tambien por
-estar inciertos del cuándo saldrian, érales intolerable y cada
-hora se les hacia un año, y, como estaban ociosos, de otra materia
-contínuamente no hablaban, teniéndose por desterrados
-y de todo remedio alongados; de aquí pasaban á murmurar del
-Almirante, diciendo que él no queria ir á Castilla, como si le
-vieran que se estaba en grandes deleites recreando, padeciendo
-como ellos las mesmas necesidades y enfermedad de gota de
-que por todos los miembros era atormentado, que no podia
-mudarse de una cámara, y hartas otras miserias y angustias
-que lo cercaban. Y alegaban que los Reyes lo habian desterrado,
-y tampoco podia entrar en la Española, como paresció,
-cuando llegó á este puerto, de Castilla, le fué vedado que en
-él entrase, y que los que habia enviado en las canoas iban á
-negociar sus cosas y no para traer ó enviar navíos y socorro
-para que saliesen de aquella isla que tenian ellos por cárcel,
-y él no, sino que de voluntad se queria estar allí, en tanto que
-aquellos con los Reyes negociaban, y que si este artificio
-no hobiera, el Bartolomé Flisco hobiera ya vuelto, segun que<span class="pagenum"><a name="Page_163" id="Page_163">[163]</a></span>
-se habia ya publicado. Dudaban tambien si hobiesen llegado
-á esta isla ó perecido en la mar, como fuesen á tanto peligro,
-en aquellas canoas, tan luengo viaje, lo cual si así acaeciese,
-nunca sería posible tener algun remedio, si ellos por sus
-personas no lo procurasen, porque el Almirante no curaba de
-buscarlo, por las razones dichas, y tambien porque, aunque
-quisiese, no podia ponerse á algun peligro, por la gota que,
-como dicho es, lo atormentaba, y que debian procurar pasar
-á esta isla, pues que estaban sanos, ántes que como los otros
-enfermasen; no dejando de parlar más adelante, conviene á
-saber, que ellos, en esta isla puestos, serian mejor rescebidos
-del Comendador Mayor, cuando en más peligro al Almirante
-dejasen, por estar el dicho Comendador Mayor mal con él: y
-esta parece ser malévola invencion dellos, porque no es de
-creer que el Comendador Mayor quisiese tanto mal al Almirante,
-y no ménos creible es que el Almirante no le hobiese
-dado á ello jamás causa. Añadian más, que idos á España,
-hallarian al obispo D. Juan de Fonseca, que los libraría de
-cualquiera pena por desfavorecer al Almirante. Otras razones
-harto maliciosas y dígnas de buen castigo alegaban,
-para se persuadir á rebelion unos á otros, afirmando que
-siempre la culpa se imputaria al Almirante, como lo habia sido
-en lo desta isla, cuando las cosas de Francisco Roldan, y que
-ántes lo tomarian los Reyes por achaque para quitalle lo
-que lo quedaba, y no guardalle cosa de los privilegios que
-le habian dado. Estas y otras razones daban y conferian
-entre sí; de los cuales fueron, de los principales, dos hermanos
-llamados Porras, el uno que habia ido por Capitan
-de un navío de los cuatro, y el otro por Contador de toda
-el Armada. Conjuráronse con ellos 48 hombres, levantando
-por Capitan al un Porras; concertaron que, para cierto dia
-y hora, todos estuviesen, con sus armas, aparejados. Este dia
-fué á 2 de Enero de 1504 años, por la mañana: el Capitan
-Francisco de Porras subió á la popa del navío, donde el Almirante
-estaba, y dijo muy desatinadamente: «parécenos,
-señor, que no quereis ir á Castilla, y que nos quereis tener<span class="pagenum"><a name="Page_164" id="Page_164">[164]</a></span>
-aquí perdidos.» Y como el Almirante oyese palabras de tan
-poca reverencia y con insolencia dichas, y no acostumbradas,
-sospechando lo que podia ser, disimulando la desvergüenza,
-con blandura respondióle: «ya veis la imposibilidad que todos
-tenemos para nuestro pasaje, hasta que los que envié en las canoas
-nos envien navíos en que vayamos, y Dios sabe cuánto yo
-lo deseo, más que ninguno de los que aquí estamos, por mi bien
-particular y por el de todos, pues estoy obligado á dar cuenta
-á Dios y á los Reyes por cada uno; y ya sabeis que os he
-juntado muchas veces para platicar en nuestro remedio, y á
-todos no ha parecido algun otro, pero, si otra cosa os parece,
-juntaos y de nuevo se platique, y determínese tomar el medio
-que mejor pareciere.» Respondió el Porras, que ya no habia
-necesidad de tantas pláticas, sino que ó se embarcase luégo,
-ó se quedase con Dios, y volvió las espaldas, con alta voz
-diciendo: «porque yo me voy á Castilla con los que seguirme
-quisieren.» Entónces, todos los conjurados con él, como
-estaban apercibidos, dijeron á voces: «yo con él, yo con él,
-yo con el»; y saltando unos por una parte, y otros por otra,
-tomaron los castillos y gabias, con sus armas en la mano, sin
-tiento ni órden, clamando unos, «¡mueran!» otros, «¡á Castilla!»
-y otros, «señor Capitan, ¿qué haremos?» Entónces, oyendo
-tal barbarismo, el Almirante que estaba en la cama tullido
-de la gota, pensando aplacallos, salió de la cama y cámara, cayendo
-y levantando, pero tres ó cuatro personas de bien, criados
-suyos, arremetieron y abrazáronse con él, porque la gente
-desvariada no lo matase, y metiéronlo por fuerza en su cámara.
-Tornaron tambien al Adelantado, que como valiente hombre,
-se habia puesto á la fresada, que es la viga ó palo que
-atraviesa toda la nao junto á la bomba, con una lanza, y por
-fuerza se la quitaron y metieron con su hermano en la cámara,
-rogando al capitan Porras que se fuese él con Dios y no
-permitiese mal de que á todos cupiese parte. Y que bastaba
-que para su ida no habia quién lo estorbase, pues, siendo causa
-de la muerte del Almirante, no podia ser que no hobiese sobre
-ella gran castigo, sin que aventurasen ellos á conseguir por<span class="pagenum"><a name="Page_165" id="Page_165">[165]</a></span>
-ella provecho alguno. De manera que, siendo algo aplacado
-el alboroto, tomaron los conjurados hasta 10 canoas de las
-que el Almirante á los indios habia comprado, en las cuales
-se embarcaron con tanto regocijo y alegría, como si ya desembarcaran
-en Sevilla; lo cual no hizo poco daño á los demas
-que no tuvieron parte en la rebelion, porque viéndose quedar
-allí enfermos como desmamparados, yéndose los que estaban
-sanos, crescióles la tristeza, y angustia, y el ánsia de
-salir de allí, que de súbito arrebataban su hato y se metian
-con ellos en las canoas, como que consistiera en sólo aquello
-salvarse. Esto se hacia viéndolo y llorándolo todo, y á sí mismos
-y al Almirante, aquellos muy pocos fieles que hobo de sus
-criados, y los muchos enfermos que quedaban, los cuales
-perdian del todo la esperanza de ser remediados; ninguna
-duda se tuvo, sino que si todos estuvieran sanos, pocos ó ninguno
-dellos quedara. Salió el Almirante como pudo de la
-cámara, y como mejor pudo, con dulces palabras, diciendo
-que confiasen en Dios, que lo remediaria, y que él se echaria
-á los piés de la Reina, su señora, que les galardonase muy
-bien sus trabajos, y más aquella su perseverancia. El Porras
-con sus alzados, en las canoas, tomaron el camino de la punta
-oriental de aquella isla, de donde se habian partido Diego Mendez,
-y Bartolomé Flisco y los demas. Por donde quiera que
-pasaban perpetraban mil desafueros y daños á los indios,
-tomándoles los mantenimientos por fuerza, y todas las otras
-cosas que les agradaban, diciendo que fuesen al Almirante
-que se las pagase, y que sino se las pagase que lo matasen,
-porque, matándolo, harian á sí mismos gran provecho, y excusarian
-que él á ellos no los matase, como habia muerto á los
-indios desta isla y de la de Cuba, y á los de Veragua, y que
-con este propósito para poblar allí se quedaba. Llegados á la
-punta, con las primeras calmas acometieron su pasaje para
-esta isla, con los indios que pudieron haber para remar en
-cada canoa; pero como los tiempos no estuviesen bien asentados,
-y las canoas llevasen muy cargadas, y, áun no andadas
-cuatro leguas, comenzase el viento á turbarlos, y las oletas á<span class="pagenum"><a name="Page_166" id="Page_166">[166]</a></span>
-los remojar, fué tanto su miedo, que acordaron de se tornar, y
-porque áun no cognoscian el peligro de las canoas para españoles,
-cuando vieron que el agua les entraba, tomaron por
-remedio alivianarlas, y echar cuanto en ellas traian, salvo
-una poquilla de comida y agua para tornarse, y solas las armas;
-y porque el viento arreció, y la mar los mojaba más,
-pareciéndoles estar en algun peligro, para aplacar á Dios y
-que los librase, acuerdan con su devocion ofrecerle un sacrificio
-agradable, y éste fué echar todos los indios que, les remaban
-á la mar, matándolos á cuchilladas. Muchos dellos,
-viendo las espadas y la obra que pasaba, se lanzaron á la mar,
-confiados de su nadar, pero despues de mucho nadar, dello
-muy cansados, llegábanse á las canoas, para, asiéndose del
-bordo, descansar algo; cortábanles con las espadas las manos
-y les daban otras crueles heridas, por manera, que mataron
-18, no dejando vivos sino cual y cual, que las canoas les
-gobernasen, porque ellos no las supieran gobernar: porque
-sino fuera por aquel interese propio, ningun indio escapara
-que no lo mataran, en pago del buen servicio que los hacian
-y habellos metido por fuerza ó por engaño, para servirse dellos
-en aquel viaje. Vueltos á tierra, hobo entre ellos diversos pareceres
-y votos, decian unos que sería mejor pasarse á la isla
-de Cuba, y que tomarian los vientos Levantes y las corrientes
-á medio lado, y desde allí atravesarian á esta isla, tomando el
-cabo de Sant Nicolás, que no está de la punta ó cabo de Cuba,
-segun se ha dicho, 18 leguas; otros afirmaban ser mejor volverse
-á los navíos y reconciliarse con el Almirante, ó tomalle
-por fuerza lo que le quedaba de armas y rescates; otros fueron
-de parecer, que ántes que cosa de aquellas se atentase,
-debian esperar otra bonanza de calmas, para tornar otra vez
-á acometer aquel pasaje, y en este asentaron. Estuvieron esperando
-las calmas en el pueblo que estaba cerca de la punta,
-más de un mes, comiendo y destruyendo toda la tierra comarcana,
-y, en fin, se embarcaron con bonanza, y salieron una
-vez á la mar, y tornaba el viento á avivar, y tornáronse; salieron
-otra vez, y de miedo, tambien se tornaron, y así, viéndose<span class="pagenum"><a name="Page_167" id="Page_167">[167]</a></span>
-desesperados de la pasada, dejaron las canoas y volviéronse
-al pueblo muy desconsolados, y de allí, de pueblo en
-pueblo, unas veces comiendo por rescatar, otras tomándolo
-aunque á los indios pesaba, segun el poder ó resistencia en
-los pueblos y señores dellos hallaban.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_168" id="Page_168">[168]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Despues que los alzados se fueron y andaban ocupados en
-la porfía de su pasaje, procuró el Almirante de curar los enfermos
-que con él quedaban, y en cuanto le era posible consolallos;
-trabajaba tambien de que se conservase con los indios
-la paz y amistad, porque, con ella y con los rescates,
-fuesen todos los españoles proveidos de mantenimientos, como
-los indios lo hacian sin faltar, y así convalecieron los enfermos,
-y los indios, por algunos dias, en las provisiones que solian
-traer, perseveraron. Pero como los indios nunca tengan ni
-trabajen tener más mantenimientos de los que les son necesarios,
-y hacer más de aquellos tengan por trabajo, y los españoles
-gasten, y áun desperdicien más en un dia que ellos comen
-en diez y en quince, y D. Hernando dice que en diez y siete,
-hacíaseles carga no chica sustentarlos, como de ántes, con
-abundancia; y así, acortábaseles la comida y no tenian tanto.
-Allegóse á esto, ver como parte no chica de los españoles habian
-alzádose contra el Almirante, y que los mismos los habian
-exhortado que lo matasen, porque no queria quedar á poblar
-allí sino para matallos; comenzaron á tenerlo en poco y á los
-que con él quedaron, por todo lo cual, cada dia, en traer bastimentos
-aflojaban. De donde sucedió verse no en poco aprieto
-y trabajo, porque, para se lo tomar por fuerza, era menester
-salir todos con armas y por guerra, y dejar sólo al Almirante;
-pues dejallo sólo á su voluntad, era padecer necesidad
-grande, y que á poder de mucho rescate no pudieran remediarse.
-Plugo á Dios, que los proveyó por nueva manera,
-con cierta industria del Almirante, que lo que hobiesen menester
-no les faltase. Cuéntalo de esta manera D. Hernando:
-que sabia el Almirante, que, desde á tres dias, habia de haber<span class="pagenum"><a name="Page_169" id="Page_169">[169]</a></span>
-eclipse de la luna, y envió á llamar los señores y Caciques, y
-personas principales de la comarca, con un indio que allí
-tenia desta isla, ladino en nuestra lengua, diciendo que les
-queria hablar largo. Venidos un dia ántes del eclipse, díjoles
-que ellos eran cristianos y vasallos y criados de Dios, que moraba
-en el cielo, y que era señor hacedor de todas las cosas,
-y que á los buenos hacia bien, y á los malos castigaba, el
-cual, visto que aquellos de nuestra nacion se habian alzado,
-no habia querido ayudarles para que á esta isla pasasen, como
-habian pasado los que él habia enviado; ántes habian padecido,
-segun era en la isla notorio, grandes peligros, pérdidas de
-sus cosas, y trabajos. Y lo mismo estaba enojado Dios contra la
-gente de aquella isla, porque en traerles los mantenimientos
-necesarios por sus rescates habian sido descuidados, y, con
-este enojo que dellos tenia, determinaba de castigallos, enviándoles
-grande hambre y hacelles otros daños; y que, porque
-por ventura no darian crédito á sus palabras, queria Dios que
-viesen de su castigo en el cielo cierta señal, y porque aquella
-noche la verian, que estuviesen sobre el aviso al salir de la
-luna, y verian como salia muy enojada, y de color de sangre,
-significando el mal que sobre ellos queria Dios envialles. Acabado
-el sermon fuéronse todos; algunos con temor, otros
-quizá burlando. Pero como, saliendo la luna, el eclipse comenzase,
-y cuanto más subida fuese mayor el amortiguarse,
-comenzaron los indios á temer, y tanto les creció el temor,
-que venian con grandes llantos, dando gritos, cargados de comida
-á los navíos, y rogando al Almirante que rogase á su
-Dios que no estuviese contra ellos enojado, ni les hiciese mal,
-que ellos, de ahí adelante, traerian todos los mantenimientos
-que fuesen menester para sus cristianos. El Almirante les respondió,
-que él queria un poco hablar con Dios; el cual se encerró,
-entre tanto que el eclipse crescia, y ellos daban gritos
-llorando é importunando que los ayudase, y desque vido el
-Almirante que la creciente del eclipse era ya cumplida, y que
-tornaria luego á menguar, salió diciendo que habia rogado á
-Dios que no les hiciese el mal que tenia determinado, porque<span class="pagenum"><a name="Page_170" id="Page_170">[170]</a></span>
-le habia prometido de parte dellos, que de allí adelante
-serian buenos, y tratarian, y proveerian bien á los cristianos,
-y que ya Dios los perdonaba, y, en señal dello, verian cómo
-se iba quitando el enojo de la luna, perdiendo la color y encendimiento
-que habia mostrado. Los cuales, como viesen que
-iba menguando y al cabo del todo se quitaba, dieron muchas
-gracias al Almirante, y maravillándose y alabando las obras
-del Dios de los cristianos, se volvieron con grande alegría
-todos á sus casas, y, allá llegados, no fueron negligentes ni
-olvidaron el beneficio que creian haberles hecho el Almirante,
-porque tuvieron grande cuidado de los proveer de
-todo lo que habian menester con abundancia, loando siempre
-á Dios, y creyendo que les podia hacer mal por sus pecados,
-y que los eclipses que otra vez habian visto, debia ser como
-amenazas y castigo, que, por sus culpas, Dios les enviaba.
-Tornando al propósito de la historia, como despues de partidos
-Diego Mendez y Bartolomé Flisco, en las dos canoas, hobiesen
-pasado ocho meses sin que hobiesen tenido nuevas de
-haber á esta isla allegado, ó si fuesen muertos ó vivos, la gente
-que con el Almirante quedó, que no se habia alzado, estaban
-con gran pena y cuidado, cada hora haciéndoseles un año, y
-por tanto crecíales la impaciencia de estar allí aislados, y estaban
-como desesperados. Sospechaban siempre lo peor, como
-los que en angustias y trabajos muchos dias están ejercitados,
-si Dios no les provee de algun consuelo interior con que
-puedan sobrellevados; y así, unos decian que ya eran anegados
-en la mar, otros que los indios los habian muerto en
-esta isla cuando por alguna parte della pasasen, otros que de
-enfermedad y trabajo ó hambre habrian perecido en el camino,
-como fuese tan largo y de mar trabajosa, con vientos y
-corrientes, y de tierra muchas sierras ásperas. Añadíase á
-la sospecha, que afirmaban los indios haber visto un navío
-trastornado que lo llevaban las corrientes por la costa de Jamáica
-abajo; lo cual, por ventura, fué industria y nueva que
-sembraron los alzados, para quitar del todo la esperanza de
-remedio á los que con el Almirante habian quedado. De manera<span class="pagenum"><a name="Page_171" id="Page_171">[171]</a></span>
-que, teniendo casi por cierta la imposibilidad de ser
-remediados, un maestre Bernal, boticario valenciano, y unos
-dos compañeros, llamados Zamora y Villator, con todos
-los demas que habian quedado enfermos, en mucho secreto
-hicieron otra conjuracion para hacer lo mismo que los primeros;
-pero Nuestro Señor tuvo por bien de proveer y obviar
-al peligro grande que deste segundo levantamiento se le habia
-de recrecer al Almirante, y á sus hermanos, y criados, y remediólo
-la divina Providencia con llegar un carabelon que
-envió el Comendador Mayor, Gobernador desta isla, el cual
-llegó una tarde cerca de donde los navíos encallados estaban.
-Vino en él un Capitan, un Diego de Escobar, muy conocido
-mio, que habia sido de los que en los tiempos de Francisco
-Roldan con él se habian, contra el Adelantado, alzado; á este
-Diego de Escobar envió, porque sabia de cierto que no se
-habia de hacer con el Almirante, porque le habia sido enemigo
-por las cosas pasadas. Mandóle que no se llegase á los navíos
-ni saltase en tierra, ni tuviese ni consintiese tener plática con
-alguno de los que estaban con el Almirante, ni diese ni tomase
-carta. No lo envió sino á ver qué disposicion tendria el
-Almirante y los que con él estaban; el Almirante, quejándose
-dél, dijo que no lo envió á visitar sino para saber si
-era muerto. Dejó el carabelon en la mar, apartado, y saltó en
-la barca el Diego de Escobar, y llegó á echar una carta del
-Comendador Mayor para el Almirante, y apartó la barca
-luégo, y, desde léjos, dijo de palabra que el Comendador Mayor
-lo enviaba á visitar de su parte, y que se le encomendaba
-mucho, pesándole de sus trabajos, y porque no le podia enviar
-recaudo de navíos tan presto, para en que fuese su persona
-y los demas, se sufriese hasta que se lo enviase; presentóle
-un barril de vino y un tocino para entre tanto: y desto
-me espanto, por ser el Comendador Mayor tan prudente y no
-escaso, que no fuese en le enviar refresco más largo. Apartóse
-luégo la barca, y fuése al galeon. Todos estos reguardos estimo
-que hizo y mandó hacer el Comendador Mayor, porque
-como habia en esta isla de los que habian sido sus criados, y<span class="pagenum"><a name="Page_172" id="Page_172">[172]</a></span>
-de sus amigos, y tambien de los que le habian sido rebeldes
-y enemigos, temia que por cartas ó por su persona, siendo
-presente, hobiese algun escándalo en la tierra; el Almirante, ó
-al ménos sus deudos, atribuíanlo á otro mal fin, conviene á
-saber, á que muriese en Jamáica el Almirante, porque si fuese
-á Castilla los Reyes le restituirian en su estado pristino, y
-entónces quitársele ya la gobernacion desta isla y destas Indias.
-Esta intencion haber tenido el Comendador Mayor, afirmar
-yo, cierto, no osaria, como quiera que fuera malísima, y
-en la verdad, hablando más claro, todavía se tenia la opinion
-que yo siempre tuve por falsa y maliciosamente fingida,
-ó que contra el Almirante se envió por sus enemigos, conviene
-á saber, que se queria alzar contra los Reyes y dar estas
-Indias á ginoveses, ó á otra nacion fuera de Castilla, y á esto
-parece que el Comendador Mayor proveia; pero si así fué,
-harto claro se muestra no haber razon tan aparente para que
-tal sospecha se tuviese. Y desto se queja mucho el Almirante
-á los Reyes en la carta que les escribió de Jamáica, donde
-dice: «¿Quién creerá que un pobre extranjero se hobiese de
-alzar en tal lugar contra Vuestras Altezas, sin causa y sin brazo
-de otro Príncipe, y estando sólo entre sus vasallos y naturales,
-y teniendo todos mis hijos en su real corte?» Estas son sus palabras
-y razones, las cuales, cierto, no son frívolas.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_173" id="Page_173">[173]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXIV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Debió decir Escobar al Almirante, que luégo se queria
-tornar á dar nuevas al Comendador Mayor del estado en que
-quedaba, y si queria escribir; el cual, luégo le escribió la carta
-siguiente: «Muy noble señor: En este punto recebí vuestra carta,
-toda la leí con gran gozo; papel ni péndolas abastarian á
-escribir la consolacion y esfuerzo que cobré, yo y toda esta
-gente, con ella. Señor, si mi escribir con Diego Mendez de
-Segura fué breve, la esperanza de suplir más largo, por palabra,
-fué causa dello; digo de mi viaje, que en mil papeles no
-cabria á recontar las asperezas de las tormentas y inconvenientes
-que yo he pasado, etc.» Donde le cuenta muchas
-cosas de su viaje, y de la riqueza de las tierras que dejaba
-descubiertas, y de como, llegando á Jamáica, la gente que
-traia le hizo juramento de lo obedecer hasta la muerte, y de
-como se le alzaron, etc. Y más abajo dice así: «Cuando yo
-partí de Castilla, fué con grande contentamiento de Sus Altezas,
-y grandes promesas, en especial, que me volverian todo lo
-que me pertenece, y acrecentarian de más honra; por palabra
-y por escrito se pasó esto. Allá, señor, os envió un capítulo
-de su carta, que dice de la materia; con esto y sin ello, desque
-les comencé á servir yo nunca tuve el pensamiento en otra
-cosa. Pídoos, señor, por merced, que esteis cierto desto, dígolo
-porque creais que he de hacer y seguir en todo vuestra órden
-y mandado sin pasar un punto. Escobar me diz, señor, el
-buen tratamiento que han rescebido mis cosas, y que es sin
-cuento, rescíbolo todo, señor, en grande merced, y agora no
-pienso salvo en qué podia negar tanto; si yo hablé verdad en
-algun tiempo, esto es una, que despues que os ví y cognoscí,
-siempre mi ánima estuvo contenta de cuanto allá y en todo<span class="pagenum"><a name="Page_174" id="Page_174">[174]</a></span>
-cabo á donde se ofreciese, por mí, señor, haríades; con esta
-razon he estado siempre aquí alegre y bien cierto de socorro,
-si las nuevas de tanta necesidad y peligro en que estaba y
-estoy llegasen á su oido. No lo soy ni puedo escribir tan largo
-como lo tengo firme; concluyo, que mi esperanza era y es,
-que para mi salvacion gastaríades, señor, fasta la persona, y
-soy cierto dello que ansí me lo afirman todos los sentidos. Yo
-no soy lisonjero en fabla, ántes soy tenido por áspero, la obra,
-si hubiere lugar, fará testimonio. Pídoos, señor, otra vez por
-merced, que de mí esteis muy contento, y que creais que soy
-constante; tambien os pido por merced, que hayais á Diego
-Mendez de Segura, mi encomendado, y á Flisco, que sabe qué
-es de los principales de su tierra, y por tener tanto deudo conmigo,
-y creed que no los envié, ni ellos fueron allá con artes,
-salvo á haceros saber, señor, el tanto peligro en que yo estaba
-y estoy hoy dia. Todavía, estoy aposentado en los navíos que
-tengo aquí encallados esperando el socorro de Dios y vuestro,
-por el cual, los que de mí descendieren, siempre le serán á
-cargo.» He querido poner aquí estos pedazos de aquella carta,
-para que se vea con cuánta simplicidad el Almirante andaba
-y escribia, y tambien como en aquellos tiempos no habia el
-modo de escribir tan levantados de illustres y magníficos que
-agora se usa en el mundo, que faltan vocablos para engrandecer
-los títulos que se ponen en las cartas, no sólo á las personas
-illustres y señaladas, pero á cualesquiera y de estados
-bajos. Rescebida esta sola carta, partióse luégo el carabelon,
-y aunque con su venida todos se holgaron y se suspendió
-el segundo trato y conjuracion, que querian los que estaban
-con el Almirante contra él hacer, todavía, vista la priesa que
-tuvo en partirse y sin rescibir carta ni hablar, ni querer responder
-el capitan Diego de Escobar, ni otros de su compañía,
-á cosa ninguna de las que les preguntaban, no quedaron sin
-sospecha que el Comendador Mayor no quisiese que el Almirante
-no viniese á esta isla, sino que allí quedase sin remedio,
-y, por consiguiente, los que con él estaban; lo cual sintiendo
-el Almirante, trabajó de cumplir con ellos diciendo que aquella<span class="pagenum"><a name="Page_175" id="Page_175">[175]</a></span>
-presteza de la partida del galeon á él placia, porque más
-aína viniesen navíos para los llevar á todos, pues él, sin ellos,
-no habia de salir de aquella isla, y aquel galeon ó carabelon
-para todos no bastaba; y, finalmente, con la vista del carabelon,
-y con las nuevas que en él vinieron, que Diego Mendez
-habia llegado en salvo, quedaron todos algo alegres y consolados,
-y con esperanza de su remedio. El Almirante, que deseaba
-la reversion y reduccion de los que andaban alzados, por él
-estar dellos seguro, y porque no alborotasen y damnificasen las
-gentes de aquella isla, determinó de hacelles saber lo que pasaba
-para que cesasen sus sospechas, rogándoles encarecidamente
-tornasen á su obediencia y amor, perdonándoles todo
-lo que contra él habian en su rebelion cometido, y ofreciéndoles
-todo el buen tratamiento que se les pudiese hacer de su
-parte; para este mensaje, nombró dos personas de bien, que
-que con él estaban, y que con los más dellos tenian crédito
-y amistad; y porque creyesen haber venido el carabelon, les
-envió parte del tocino, el cual no habian visto hartos dias,
-ni pensaron verlo tan presto. Llegados estos dos mensajeros,
-salió luégo al camino el Porras, su Capitan, con algunos pocos
-de los que más se fiaba, porque no se moviese ni provocase
-la demas gente al pesar y arrepentimiento de lo que habian
-hecho; pero no lo pudo tanto encubrir, que no entendiesen
-todos las nuevas de la venida del carabelon, y de la llegada
-de Diego Mendez, y de la salud de los que con el Almirante
-estaban, y de la renovacion de la esperanza de salir de aquella
-isla, con la venida que se esperaba de los navíos, que
-Diego de Escobar profirió que vernian por parte del Comendador
-Mayor. Oida, pues, su embajada, y despues de muchas
-consultas de los principales de quien más se fiaba, en fin, se resolvieron
-en que no querian fiarse del Almirante, ni del perdon
-y promesas que les enviaba, pero que habian por bien de andarse
-pacíficamente por la isla, si les prometiese de darles navío
-en que se fuesen si dos viniesen, ó si fuese uno sólo que
-les diese el medio; y que entre tanto, porque ellos habian perdido
-sus ropas y rescates por la mar, partiese con ellos lo que<span class="pagenum"><a name="Page_176" id="Page_176">[176]</a></span>
-tenia. Respondiendo los mensajeros no ser aquellas honestas
-ni razonables condiciones, los atajaron diciendo, que sino
-se las concedia por amor y de su voluntad, que ellos lo tomarian
-á su pesar y á discrecion; y, con este recaudo, se vinieron
-vacíos los mensajeros, quedando diciendo á su compañía,
-el Porras y otros, que el Almirante era persona cruel y
-vindicativa, y que todos aquellos cumplimientos eran engaños,
-y que puesto que no tuviesen temor dél, porque no osaria
-hacerles daño alguno por el favor que ellos en la corte tenian,
-habia razon de temer la venganza que so color de castigo en
-los comunes haria; y que por esta causa Francisco Roldan, y
-los que le siguieron, cuando se alzaron en esta isla, no se habian
-fiado ni de sus ofertas, lo cual les salió á bien, y fueron
-tan favorescidos que le hicieron llevar en hierros á Castilla, y
-que menor causa ni esperanza tenian ellos para hacer lo mismo.
-Y porque la venida de la carabela no moviese los ánimos
-de los que consigo tenia, diciendo las nuevas de la llegada de
-Diego Mendez y lo demas, decíales que no habia sido carabela
-verdadera, sino fantástica, y por nigromancia fabricada, ó
-que la habia visto el Almirante y los suyos en sueños, porque
-el Almirante sabia mucho de aquellas artes; pues no era cosa
-creedera, que si fuera carabela no comunicara con ella la
-gente que tenia consigo, y no se hobiera tan presto desaparecido:
-y corroboraban sus razones con esta, que si fuera carabela,
-el Almirante y su hijo y hermano se metieran en ella,
-y se fueran, pues tanta necesidad tenian dello. Con estas y
-otras razones y persuasiones, los tornaron á afirmar en su
-rebelion y desobediencia, y que todos determinasen de ir á
-los navíos á tomar por fuerza las armas, y rescates, y lo que
-más tomar les conviniese, y, sobre todo, prender al Almirante,
-hermano é hijo.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_177" id="Page_177">[177]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Averiguada verdad es, y sellada en las Sagradas letras, que
-cuando Dios determina de atajar la maldad con presente castigo,
-permite que ni basten ruegos, ni ofrecimientos, ni amenazas,
-para que los malos se diviertan de sus perversos caminos,
-sino que, viendo no vean, y oyendo no oigan, porque
-incurran en las penas decretadas por el divino juicio. Así
-fué de aquestos alzados contra el Almirante, con tanto escándalo
-y daño de la gente natural de aquella isla, los cuales,
-como hobiesen gravemente ofendido, y cada dia ofendiesen á
-Dios, así en la desobediencia contra el Almirante y causándole
-tantas amarguras sin razon ni causa justa, mayormente si le
-habian hecho el juramento que arriba se dijo, y le hobiesen
-hecho tantas injurias, y de nuevo quisiesen hacelle duras injusticias
-proponiendo de irle á robar lo que tenia, los indios que
-mataron á cuchilladas en las canoas, y por toda la isla violencias
-y agravios infinitos, los cuales determinó la divina justicia
-que no pasasen inpunidos, áun en esta vida, por eso los cegó
-y ensordeció Dios, para que ni oyesen ni viesen las ofertas y
-ruegos humildes del Almirante, porque padeciesen la caida de
-su soberbia y jactura que poco despues les vino. Así que, prosiguiendo
-su furibunda y estulta porfía, caminaron la vía de los
-navíos, y llegando hasta un cuarto de legua dellos, en pueblo
-de indios, que llamaban Mayma, donde despues, algunos
-años pasados, cuando allí fueron á poblar españoles, hicieron
-un pueblo que llamaron Sevilla, sabido por el Almirante con
-el propósito que venian, envió á su hermano el Adelantado,
-para que con buenas razones pudiese de aquella maldad desviallos,
-y traellos ó obediencia y al amor del Almirante; llevó
-consigo 50 hombres, no del todo todos sanos, sino algunos<span class="pagenum"><a name="Page_178" id="Page_178">[178]</a></span>
-flacos, y en lo demas bien armados. Y como ya llegasen por
-una ladera un tiro de ballesta del pueblo dicho, envió á los
-mismos dos mensajeros que les habia enviado ántes, para que
-les persuadiesen y requiriesen con la paz, y que hobiese por
-bien Francisco de Porras, su Capitan, que en cosas de concierto
-y de paz se hablase; pero como ellos eran muchos más
-y más sanos, y ejercitados más en trabajos, por ser marineros,
-y cognosciesen los que iban con el Adelantado ser muchos
-ménos, y gente de palacio, más delicada, y no del todo bien
-sanos, elevándose sobre sí en soberbia y menospreciándolos,
-porque se cumpliese la escriptura, <i>ante ruinam exaltabitur cor</i>,
-no dieron lugar que los mensajeros llegasen á hablallos, ántes,
-todos juntos, hechos un escuadron, con sus lanzas y espadas
-desenvainadas, y con gran grita, clamando «muera, muera»,
-arremetieron á la gente, y con ella el Adelantado, habiéndose
-primero juramentado, seis de los principales, de no se apartar
-uno de otro, yendo contra la persona del Adelantado hasta
-matallo, porque él muerto, de los demas no se hacia caso.
-Pero de otra manera les sucedió, de sus pensamientos muy
-contraria, porque hallaron en el Adelantado tan buen recaudo,
-que á los primeros encuentros cayeron cinco ó seis, y
-los más dellos fueron de los juramentados contra el Adelantado.
-El Francisco de Porras, su Capitan, que era hombre esforzado,
-vínose derecho al Adelantado y tiróle una cuchillada
-que le hendió toda la rodela hasta la manija y llegó á herille
-la mano, y cuando quiso no pudo sacar el espada, y así, llegaron
-y lo prendieron, tomándolo á vida; no supe, cuando lo
-pudiera saber, qué heridas le hobiesen dado. El Adelantado,
-que era valentísimo hombre, da en los demas con mucho
-ánimo, que en poco espacio fueron muertos muchos, y, entre
-ellos, el Juan Sanchez de Cáliz, á quien se habia soltado el
-rey Quibia llevándolo preso en la canoa de Veragua, y un
-Juan Barba, que fué el primero que se vido cuando se alzaron
-sacar contra el Almirante espada. Cayeron algunos otros muy
-mal heridos; por manera que fueron todos desbaratados, y,
-como gente vil y traidores, volvieron las espaldas. El Adelantado<span class="pagenum"><a name="Page_179" id="Page_179">[179]</a></span>
-quiso ir en seguimiento dellos, si algunos de los más
-honrados que con él fueron no se lo estorbaran diciendo que
-aquello bastaba por castigo, y que no convenia llevallo hasta
-el cabo; y dejado por esta razon de ir en alcance, volvióse el
-Adelantado y los que le ayudaron, con esta victoria, á los navíos,
-llevando preso al Francisco de Porras y á otros, donde
-fueron con alegría rescibidos del Almirante y de los que con
-él habian quedado, y daban gracias á Dios por aquel vencimiento,
-por el cual tenian por cierto que todos de la muerte se
-habian librado, ó de grandes afrentas y trabajos: y así fueron
-aquellos, de su soberbia, humillados. De los del Adelantado,
-sólo él fué herido, como se dijo, en la mano, y un maestresala
-del Almirante, que, de un muy chico bote de lanza que
-le dieron en una cadera, murió; no muriendo el piloto Pedro
-de Ledesma, de quien dijimos arriba que salió á tierra nadando
-en Belem ó saber qué se habian hecho los del pueblo y de
-la barca, y era de los alzados, á quien dieron tan terribles heridas,
-que parece, á hombre, imposible poderse más fieras ni
-peores dar. E tenia una en la cabeza, que se le parecian los
-sesos, otra en el hombro, que, como perdiz, le tenian descoyuntado
-y le colgaba del aslilla todo el brazo, y la una pantorrilla,
-á raíz del hueso, desde la corva, cortada y colgando
-hasta el tobillo, y el un pié, como quien le pusiera una suela
-ó chinela, cortado desde el calcañar hasta los dedos; y así,
-caido en el suelo, llegaban los indios del pueblo á él, y con
-palillos habríanle las heridas para ver las llagas que hacian
-las espadas, y cuando le molestaban decia, «pues si me levanto»,
-y con sólo aquello botaban á huir como asombrados, y
-no era maravílla, porque era un hombre fiero y de cuerpo
-muy grande, y la voz gruesa. Como era valentísimo, debíase
-de defender validísimamente, y por eso pudo ser muchos tener
-lugar de así desgarrado. Estuvo aquel dia de la pelea y el
-siguiente hasta la tarde, sin que ninguno supiese dél ni le
-diese una gota de agua, donde parece ser de subjecto admirable.
-Sabido en los navíos, fueron por él, y pusiéronlo allí
-cerca, en una casa de paja, que sola la humedad y los<span class="pagenum"><a name="Page_180" id="Page_180">[180]</a></span>
-mosquitos bastara para matallo; comenzólo á curar un cirujano,
-el cual, por falta de trementina, segun la que era menester,
-le quemó las heridas con aceite, las cuales fueron
-muchas más de las dichas, que juraba el cirujano que cada
-dia, de los ocho primeros que le curó, heridas nuevas le hallaba,
-y finalmente, con todas escapó, y yo le vide despues
-desto en Sevilla, sano como si no hobiera padecido nada,
-pero no muchos dias pasados, desque yo lo vide, oí decir que
-lo habian muerto á cuchilladas. Pasada la pelea, otro dia, lúnes,
-á 20 de Mayo de 1504, todos los que habian della escapado,
-viéndose así de Dios castigados y humillados, enviaron
-una peticion firmada de todos al Almirante, confesando en
-ella todas sus maldades y crueldades, y la mala intencion
-con que lo hacian, y suplicándole que, usando con ellos de
-misericordia, los perdonase, porque ellos se arrepentian muy de
-corazon de su rebelion y desobediencia pasada, y que cognoscian
-haberles dado Dios, por ella, el pago, y por tanto querian
-tornar á su obediencia, y prometiendo serville fielmente
-desde adelante; lo cual, juraban y juraron sobre un crucifijo,
-y un misal, con pena, que si lo quebrantasen, que ningun
-sacerdote ni otro cristiano los pudiese oir de confesion, y que
-no les valiese la penitencia, y que renunciaban los Sanctos
-Sacramentos de la Iglesia, y que al tiempo de su muerte no les
-valiesen bulas ni indulgencias, y que se hiciese de sus cuerpos
-como de malos y renegados cristianos, no enterrándolos
-en sagrado, sino en el campo, como herejes, y renunciaron y
-quisieron que el Sancto Padre no les absolviese, ni Cardenales,
-ni Arzobispos, ni Obispos, ni otro sacerdote, etc.: á todas
-estas execrables penas los pecadores se obligaron, si este juramento
-quebrantasen. El Almirante se holgó de recebillos y
-perdonallos, con tal condicion, que Francisco de Porras, su
-Capitan, quedase siempre en la prision, bien guardado, como
-estaba, y porque en los navíos no estarian tanto á su contento,
-y porque no faltarian entre los alzados y no alzados, palabras
-y resabios, y afrentas, por las culpas perdonadas, y tambien
-porque era difícil tanta gente junta estar bien aposentada<span class="pagenum"><a name="Page_181" id="Page_181">[181]</a></span>
-y proveida de las comidas necesarias, determinó el Almirante
-de envialles un Capitan con rescates, para que anduviesen
-por la isla, y él los gobernase hasta tanto que viniesen los
-navíos que cada dia esperaban, y Dios sabe en cuánto perjuicio
-y escándalo de los indios andaban.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_182" id="Page_182">[182]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXVI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Estando las cosas de Jamáica en este dicho estado, y en
-ella cumplido un año desque allí llegaron, llegó el navío que
-Diego Mendez habia fletado y proveido de lo necesario; vino
-tambien una carabeleta con él. Trajo el navío un Diego de
-Salcedo, criado del Almirante, que creo tenia en esta ciudad
-para cobrar sus rentas, con el cual escribió al Almirante el
-Comendador Mayor. Quejábase mucho el Almirante del Comendador
-Mayor, porque tan tarde le proveyó de navíos, atribuyéndoselo
-á industria dolosa, porque allí pereciese, pues
-en un año entero nunca fué proveido; y dijo que no lo proveyó
-hasta que por el pueblo desta ciudad se sentia y murmuraba,
-y los predicadores en los púlpitos lo tocaban y reprendian.
-Embarcáronse el Almirante y todos los demas, y
-hiciéronse á la vela á 28 de Junio de 1504; navegaron con
-mucho trabajo por ser los vientos y corrientes contínuamente
-contrarios que vienen con las brisas. Llegando á la isleta que
-llamamos Beata, que está junto á esta isla, 20 leguas de Yaquimo,
-que el Almirante llamaba el puerto del Brasil, pasar
-desta isleta, para venir á este puerto de Sancto Domingo, es
-muy difícil, porque allí son más recias las corrientes, que
-acaecia estar un navío detenido allí, sin poder pasalla, ocho
-meses. Miéntras estaba forzosamente allí el Almirante detenido,
-quiso hacer saber al Comendador Mayor, como iba por
-deshacer cuanto en sí era la vehemente sospecha, puesto que
-vana y frívola, que dél sentia. La carta envió ó con algun marinero
-por tierra, que está desta ciudad cerca de 50 leguas, ó
-envió delante, que, como más ligera, pudo pasar las corrientes,
-la carabeleta. La carta fué del tenor siguiente:</p>
-
-<p>«Muy noble señor: Diego de Salcedo llegó á mí con el<span class="pagenum"><a name="Page_183" id="Page_183">[183]</a></span>
-socorro de los navíos que vuestra merced me envió, el cual
-me dió la vida y á todos los que estaban conmigo; aquí no se
-puede pagar á precio apreciado. Yo estoy tan alegre, que, despues
-que le vide, no duermo de alegría; no que yo tenga en
-tanto la muerte como tengo la victoria del Rey y de la Reina,
-nuestros señores, que han rescebido. Los Porras volvieron á
-Jamáica, y me enviaron á mandar que yo les enviase lo que
-yo tenia, so pena de venir por ello á mi costa, y de hijo y de
-hermano y de los otros que estaban conmigo, y, porque no
-cumplí su mando, pusieron en obra, por su daño, de ejecutar
-la pena; hobo muertes y hartas feridas, y en fin, nuestro
-Señor, que es enemigo de la soberbia é ingratitud, nos los dió
-á todos en las manos: perdonélos y los restituí, á su ruego, en
-sus honras. El Porras, Capitan, llevó á sus Altezas, porque
-sepan la verdad de todo. La sospecha de mí, se ha trabajado
-de matar á mala muerte, mas Diego de Salcedo todavía tiene
-el corazon inquieto; lo por qué, yo se que no lo pudo ver ni
-sentir, porque mi intencion es muy sana, y por esto yo me
-maravillo. La firma de vuestra carta postrera folgué de ver,
-como si fuera de D. Diego ó de D. Fernando; por muchas
-honras y bien vuestro, señor, sea, y que presto vea yo otra que
-diga «el Maestre.» Su noble persona y casa, nuestro Señor
-guarde. De la Beata, á donde forzosamente me detiene la brisa.
-Hoy sábado, á 3 de Agosto. Fará, señor, vuestro mandado.»</p>
-
-<p>La firma que hacia era desta manera:</p>
-
-<p class="pc1 lmid">
-S.<br />
-S. A. S.<br />
-X. M. Y.<br />
-Xp̅o̅. ferens.</p>
-
-<p class="p1">Dice que Diego de Salcedo, su criado, tenia el corazon inquieto,
-porque via que no podia quitar ó matar la sospecha
-que del Almirante, su señor, áun se tenia. Lo que dice, que
-vista la firma de aquella postrera carta del Comendador Mayor,
-se habia holgado, díjolo porque fué la primera, para él,
-en que habia Comendador Mayor, como ántes Comendador<span class="pagenum"><a name="Page_184" id="Page_184">[184]</a></span>
-de Lares firmase y fuese; parece que entónces le llegó la
-nueva de como le habian hecho los Reyes Comendador Mayor.
-Finalmente, llegó á este puerto y ciudad de Sancto Domingo
-á 13 dias de Agosto del dicho año de 1504. Salióle á
-rescibir el Comendador Mayor con toda la ciudad, haciéndole
-reverencia y fiesta. Dejóle su casa en que se aponsetase, y allí
-le hizo servir muy complidamente. Quejóse mucho dél el Almirante,
-porque con todas estas obras que mostraban amistad
-y benevolencia, le hizo muchos agravios y obras que tuvo el
-Almirante por afrentas; y así, creia que todos los cumplimientos
-que con él hacia eran hechos fingidamente. Uno fué, que,
-trayendo él preso al Francisco de Porras, Capitan de los alzados,
-y teniéndolo en el navío en hierros, lo hizo sacar y
-quitalle las prisiones y ponello en libertad en su presencia.
-Intentó eso mesmo de castigar á los que habian sido con el
-Almirante, y tomado armas para su defensa, y prendido á
-aquel, y á los otros herido y muerto, y de cognoscer destas
-causas y delitos que en aquel viaje y armada se habian hecho,
-no perteneciéndole á él, sino al Almirante, como á Capitan
-general della, aquel juicio. Presentaba el Almirante sus
-provisiones, y no las admitia ni cumplia, diciendo que aquellas
-no se entendian hablar con él; y, diz que, todo esto hacia
-el Comendador Mayor con falsa disimulacion y risa. Duraron
-estas vejaciones hasta tanto que se adobó aquel navío que los
-trujo de Jamáica y se fletó una nao en que el Almirante y su
-hermano, y hijo y criados, fuesen á Castilla; toda la otra gente
-se quedó en esta isla, y desta pasaron algunos á la de Sant
-Juan, cuando fueron á poblalla, ó, por mejor decir, destruilla.
-Hízose á la vela en 12 dias de Setiembre del mismo año de
-1504, y luégo, en saliendo deste rio, á dos leguas, se rajó al
-navío el mástel, á raíz de la cubierta, por lo cual el Almirante
-lo mandó volver á este puerto, y prosiguió él su viaje
-en la nao; y habiéndoles hecho buen tiempo hasta cuasi el
-tercio del golfo, dióles una tan terrible tormenta que se vieron
-en gran peligro de perderse. Un sábado, 19 de Octubre,
-siendo ya la tormenta cesada, y ellos con algun sosiego,<span class="pagenum"><a name="Page_185" id="Page_185">[185]</a></span>
-vínoseles todo el mástel abajo, hecho cuatro pedazos, pero el
-esfuerzo del Adelantado y la industria del Almirante, aunque
-por la gota en la cama muy fatigado, lo remediaron, haciendo
-un mastelete de la entena, engrosando y fortaleciendo la mitad
-della con las latas y madera de los castillos que deshicieron.
-Quebróseles despues, en otra tormenta que padecieron,
-la contramesana, por manera que parecia perseguir al Almirante
-muy particularmente la fortuna, sin dalle algun descanso,
-para que toda su vida fuese trabajos y angustias. Navegó
-de aquesta manera 700 leguas, y al cabo, por la voluntad
-de Dios, llegó y entró en el puerto de Sant Lúcar de Barrameda,
-y de allí fué á parar y descansar por algunos dias en
-Sevilla.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_186" id="Page_186">[186]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXVII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Llegado el Almirante á Sevilla, para que sus adversidades
-rescibiesen el colmo que más le podia entristecer y amargar en
-la vida, supo luégo como la reina doña Isabel, que tenia por
-todo su mamparo y su esperanza, era fallecida pocos dias habia;
-ningun dolor, ningun trabajo, ninguna pérdida, ni perder
-la misma vida, le pudo venir, que mayor afliccion, tristeza, dolor,
-llanto y luto le causara, que oir tales nuevas, porque
-aquella señora y felice Reina, así como fué la que principalmente
-admitió su primera empresa del descubrimiento destas
-Indias, como en el primer libro queda visto, así ella fué la
-que lo favorecia, esforzaba, consolaba, defendia, sostenia,
-como cristianísima y de tan inestimable servicio, como del Almirante
-rescibió, muy agradecida. El Rey católico, no se con
-qué ó con cuál espíritu, por el contrario, no sólo no le mostraba
-obras ni señales de agradecimiento, pero en cuanto en sí
-era, lo desfavorecia en las obras, puesto que no le faltaban
-cumplimientos de palabra. Creyóse, que si él con buena consciencia
-y no con detrimento de su honra y fama pudiera, que
-pocas ó ninguna de las cláusulas de los privilegios que al
-Almirante por él y por la Reina, tan debida y justamente se
-habian concedido, le guardara. No pude atinar ni sospechar
-cuál fuese deste desamor y no real miramiento, para con quien
-tantos y tan egrégios y nunca otros tales á algun Rey hechos,
-servicios le hizo, la causa, sino fuese haber hecho mayor
-impresion en su ánimo los falsos testimonios que al Almirante
-se levantaron, y dar más crédito á los émulos del Almirante,
-que siempre tuvo cabe sí, que darles debiera, de los
-cuales yo alcancé á sentir algo de personas muy privadas del<span class="pagenum"><a name="Page_187" id="Page_187">[187]</a></span>
-Rey, que le contradecian. Así que, habiendo reposado algunos
-dias en Sevilla, de tanta frecuencia de trabajos, el Almirante
-partióse para la corte por el mes de Mayo, año de 1505,
-la cual estaba en Segovia; y llegando él y su hermano el
-Adelantado, á besar las manos al Rey, rescibióles con algun
-semblante alegre, no tanto cuanto requerian sus luengas navegaciones,
-sus grandes peligros, sus inmensos trabajos y aspérrimos.
-Hízoles relacion el Almirante, de lo que habia navegado,
-de la tierra que dejaba descubierta, de la riqueza de la
-provincia de Veragua, y de su destierro y aislamiento que
-tuvo en Jamáica, entero un año, de la desobediencia y levantamiento
-de los Porras y de los demas, y finalmente, de
-todas las particularidades y acaescimientos, peligros y trabajos
-del viaje. Pasados algunos dias, cuando vido que era
-tiempo, suplicóle diciendo así: «Muy alto Rey, Dios, nuestro
-Señor, milagrosamente me envió acá porque yo sirviese á
-Vuestra Alteza; dije milagrosamente, porque fuí á aportar á
-Portugal, á donde el Rey de allí entendia en el descubrir más
-que otro, él le atajó la vista, oido y todos los sentidos, que
-en catorce años no le pude hacer entender lo que yo dije. Tambien
-dije milagrosamente, porque hobe cartas de ruego de tres
-Príncipes, que la Reina, que Dios haya, vido y se las leyó el
-doctor de Villalon, Vuestra Alteza, despues que hobo cognoscimiento
-de mi decir, me honró y fizo merced de títulos de
-honra; agora mi empresa comienza á abrir la puerta y dice
-que es y será lo que siempre yo dije. Vuestra Alteza es cristianísimo,
-yo y todos aquellos que tienen noticia de mis fechos, en
-España y en todo el mundo, creerán que Vuestra Alteza, que me
-honró al tiempo que no habia visto de mí salvo palabras, que
-agora que ve la obra, que me renovará las mercedes que me
-tiene fechas con acrescentamiento, y así como me prometió
-por palabra y escripto y su firma: y si esto hace, sea cierto
-que yo le serviré estos pocos de dias que Nuestro Señor
-me dará de vida, y que espero en él, que segun lo que yo
-siento y me parece saber con certeza, que yo haré sonar mi
-servicio, que está por hacer, á la comparacion de lo hecho,<span class="pagenum"><a name="Page_188" id="Page_188">[188]</a></span>
-ciento por uno, etc.» El Rey le respondió, que bien via él que
-le habia dado las Indias, y habia merecido las mercedes que
-le habia hecho, y que para que su negocio se determinase
-sería bien señalar una persona; dijo el Almirante, «sea la que
-Vuestra Alteza mandaré», y añidió: «¿quién lo puede mejor hacer
-que el Arzobispo de Sevilla, pues habia sido causa, con el
-Camarero, que Su Alteza hobiese las Indias?» Esto dijo, porque
-este Arzobispo de Sevilla, que era D. Diego de Deza, fraile de
-Sancto Domingo, siendo maestro del Príncipe D. Juan, insistió
-mucho con la Reina que aceptase aquesta empresa, y lo
-mismo hizo el camarero Juan Cabrero, aragonés, que fué muy
-privado del Rey, segun dijimos en el libro I. Respondió el
-Rey al Almirante, que lo dijese de su parte al Arzobispo; el
-cual respondió, que para lo que tocaba á la hacienda y rentas
-del Almirante, que se señalasen letrados, pero no para la
-gobernacion; quiso decir, segun yo entendí, porque no era
-menester ponello en disputa, pues era claro que se le debia.
-Como en esto el Rey pusiese dilaciones, tornóle á suplicar
-el Almirante, que su Alteza se acordase de sus servicios y
-trabajos, y de su injusta prision, y con cuánto abatimiento de
-su persona y honor del estado, en que Sus Altezas por sus
-servicios le levantaron y honraron, sin culpa suya habia sido
-despojado. Y por tanto mostrase, como Rey justo y agradecido,
-su real benignidad, en mandalle guardar y cumplir sus
-privilegios, que Su Alteza y la Reina le habian concedido, restituyéndolo
-en su hijo, en las mercedes y en la posesion de sus
-oficios, dignidad y estado que le habian hecho; de todo lo cual
-habia sido de hecho, sin ser oido, ni defendido, ni convencido
-y sin sentencia, y así contra todo derecho, privado; y mayormente
-se acordase de las recientes promesas que Su Alteza
-y la Reina le hicieron por su Carta real, cuando se queria
-partir para este postrero viaje, conviene á saber, que tuviese
-por cierto que sus privilegios le serian guardados enteramente,
-y cumplirian las mercedes en ellos contenidas, y se le harian
-otras de nuevo, porque estaban de propósito de lo más
-honrar y acrecentar, como parescia por la carta que de Valencia<span class="pagenum"><a name="Page_189" id="Page_189">[189]</a></span>
-de la Torre, le mandaron escribir, firmada de sus reales
-nombres, la cual pusimos en el cap. 4.º, á la letra, como la tenemos
-en nuestro poder, autorizada. Hablando con el Rey otra
-vez en Segovia, le dijo, á cierto propósito, que no queria pleito
-ni pleitear, sino que Su Alteza tomase sus privilegios y escripturas,
-y, de lo que por ellas le pertenecia, le diese lo que
-mandase, y porque él estaba muy fatigado y se queria ir á un
-rincon que pudiese haber, á descansar; el Rey, recognosciendo
-que él le habia dado las Indias, le dijo que no se fuese, porque
-él estaba de propósito, no solamente darle lo que por sus
-privilegios le pertenecia, pero que de su propria y real hacienda,
-le queria hacer mercedes. Favorecíale tambien mucho
-el Arzobispo de Toledo, don fray Francisco Jimenez, fraile
-de Sant Francisco, y otras personas principales en la corte.
-Remitieron su negocio al Consejo de los descargos de la consciencia
-de la Reina ya muerta, y de la del Rey mismo; hobo
-dos consultas, y no salió nada; creyó el Almirante, que por
-ser su negocio de tan gran importancia, no queria el Rey determinar
-sin la Reina, su hija, que cada dia la esperaban con
-el rey D. Felipe, y con esta creencia tuvo un poco de esperanza,
-pero no cesaba de dar peticiones al Rey. Entre otras muchas, hallo
-la presente, que decia desta manera. «Serenísimo y muy alto
-Rey, en mi pliego se escribió lo que mis escripturas demandan,
-ya lo dije, y que en las reales manos de Vuestra Alteza estaba
-el quitar ó poner, y que todo seria bien hecho. La gobernacion
-y posesion en que yo estaba, es el caudal de mi honra, injustamente
-fuí sacado della, grande tiempo há que Dios, nuestro
-Señor, no mostró milagro tan público, que el que lo hizo
-le puso con todos los que le fueron en ayuda á ésto. En la
-más escogida nao que habia en 34, y en la mitad dellas,
-é á salida del puerto, le enfundió, que ninguno de todos
-ellos le vido en qué manera fué ni cómo. Muy humildemente
-suplico á Vuestra Alteza que mande poner á mi hijo, en mi
-lugar, en la honra y posesion de la gobernacion que yo estaba,
-con que toca tanto á mi honra, y en lo otro haga Vuestra
-Alteza como fuere servido, que de todo rescibiré merced;<span class="pagenum"><a name="Page_190" id="Page_190">[190]</a></span>
-que creo que la congoja de la dilacion deste mi despacho, sea
-aquello que más me tenga así tullido.» Estaba ya muy tollido
-en la cama, de la gota. Lo que dice del hundimiento de la nao
-y de los que allí perecieron, dícelo por el Comendador Bobadilla
-que le envió preso, y por Francisco Roldan y los demas
-que le habian perseguido. Dió cierto memorial, en el cual
-referia los daños y pérdidas de sus rentas, y provechos que
-se le habian recrecido por no le haber guardado y cumplido
-sus privilegios, que eran grandes intereses; y entre muchos,
-dice aqueste; «que los indios desta isla Española eran y son,
-dice él, la riqueza della, porque ellos son los que cavan y
-labran el pan y las otras vituallas á los cristianos, y los sacan
-el oro de las minas, y hacen todos los otros oficios é obras
-de hombres y de bestias de acarreto. Dice que está informado,
-que despues que salió desta isla, son muertos de los indios
-della, de siete partes las seis; todos por mal tratamiento é
-inhumanidad, que se habia usado con ellos; unos á cuchillo,
-otros muertos á palos y mal tratamiento, otros de hambre y
-mala vida que les era dada, la mayor parte muertos en las
-sierras y arroyos, á donde iban huidos por no poder sufrir los
-trabajos, de la cual falta de los dichos indios, se perdia
-grandísima renta; y dice más, que bien que hobiese enviado
-á Castilla muchos dellos y se hobiesen vendido, pero que era
-con propósito, que, despues que fuesen instruidos en nuestra
-sancta fe y en nuestras costumbres y artes y oficios, los tornarian
-á cobrar, y los volver á su tierra para enseñar á los
-otros.» Todas estas son palabras del Almirante; y donosa ignorancia
-fué la suya, si ignorancia fué y no cudicia, la cual
-tengo yo por cierto que le acarreó las angustias que le vinieron,
-y lo que agora en sus despachos y negocios padece ó
-padecia. En lo demas verdad dijo, porque así fueron muertos
-y menoscabados los vecinos y moradores naturales desta
-isla; pero él lloraba el diezmo del oro que sacara, si no murieran,
-y los otros intereses temporales que por aquella causa
-perdia. Tornando al propósito, D. Diego Colon, su hijo mayor,
-dió al Rey la peticion siguiente: «Muy alto y muy poderoso<span class="pagenum"><a name="Page_191" id="Page_191">[191]</a></span>
-Príncipe Rey, nuestro señor: D. Diego Colon, en nombre del
-Almirante, mi padre, humildemente suplico á Vuestra Alteza,
-se quiera acordar con cuántos trabajos de su persona y peligros
-de su vida, el dicho Almirante, mi padre, ganó las mercedes
-que Vuestra Alteza y la Reina, nuestra señora (que santa
-gloria haya), le hicieron, y en cuánto servicio y provecho de
-Vuestra Alteza suceden sus servicios, y mande que las dichas
-mercedes le sean guardadas, mandándole restituir en lo que
-le está tomado y ocupado, sin él merecerlo, segun que Vuestra
-Alteza se lo tiene dicho de palabra, y escripto por carta, segun
-que verá por este capítulo que aquí va, que fué en una
-carta que Vuestra Alteza le escribió, al tiempo que se partió
-para ir á descubrir; y en esto Vuestra Alteza administrará
-justicia, y descargará la Real consciencia de la Reina, nuestra
-señora y la suya, y al Almirante y á mí nos hará señalada y
-gran merced. Y si de volvelle la gobernacion de las Indias
-fuere servido, el dicho Almirante le suplica sea servido en
-que vaya yo, con que vayan conmigo las personas que Vuestra
-Alteza sea servido, cuyo consejo y parecer yo haya de tomar.»
-Cuanto más peticiones al Rey daban, tanto mejor respondia
-dando palabras y se lo dilataban. Entre aquestas dilaciones,
-quiso el Rey que le tentasen de concierto y partidos, para que
-hiciese renunciacion de los privilegios que le habian concedido,
-y que por Castilla le harian la recompensa, y creí que se
-le comenzó á apuntar que le darian á Carrion de los Condes
-y sobre ello cierto estado. Desto fué muy mal contento el Almirante,
-y vido indicios de que el Rey no le habia de cumplir
-lo que le habia con la Reina tantas veces, de nuevo, por
-cartas y por palabras, allende lo que rezaban sus privilegios,
-largamente prometido, y por este concepto que tuvo, desde la
-cama, donde ya estaba muy enfermo, por una carta se quejó
-al Arzobispo de Sevilla, diciendo así: «Y pues se parece que
-Su Alteza no há por bien de cumplir lo que ha prometido por
-palabra y firma, juntamente con la Reina (que haya sancta
-gloria), creo que combatir sobre el contrario, para mí que soy
-un arador, sea azotar el viento, y que será bien, pues que yo<span class="pagenum"><a name="Page_192" id="Page_192">[192]</a></span>
-he hecho lo que he podido, que agora deje hacer á Dios,
-nuestro Señor, el cual he siempre hallado muy próspero y
-presto á mis necesidades, etc.» Estas son sus palabras; por
-manera que lo remitia, como quien ningun otro remedio creia
-tener, al divino juicio, é yo bien creo, cierto, que le habrá
-hecho justicia. Estando el Rey en estas largas dilaciones con
-el Almirante, y el Almirante, con ellas, puesto en gran tribulacion
-y angustia, con gran enfermedad de la gota, que se le
-aumentaba y afligia más cada dia, el Rey, que ya habia venido
-á Valladolid, se partió para Laredo á esperar al rey don
-Felipe, su yerno, y la reina doña Juana, nuestra señora, su
-hija. Luégo, desde á pocos dias, llegaron de Flandes los dichos
-Reyes, y el Almirante rescibió grande alegría, oidas las nuevas,
-porque se le resucitó la esperanza de alcanzar su justicia, que
-del rey D. Hernando tenia perdida; puesto que quedó con
-harto dolor y afliccion de su corazon, por no poder ir, ni poder
-enviar á D. Diego, su hijo, por el impedimento de la enfermedad
-que padecia. Envió al Adelantado, su hermano, que
-besase las manos á los Reyes por él y por su hijo, y los escusase,
-y escribióles con él la presente epístola: «Serenísimos
-é muy altos é muy poderosos señores Príncipes, Rey y Reina,
-nuestros señores: Yo creo que Vuestras Altezas creerán que
-en ningun tiempo tuve tanto deseo de la salud de mi persona,
-como he tenido despues que supe que Vuestras Altezas habian
-de pasar acá, por la mar, por venirles á servir, y ver la experiencia
-del cognoscimiento que con el navegar tengo. A Nuestro
-señor le ha placido así; por ende, muy humilmente suplico
-á Vuestras Altezas, que me cuenten en la cuenta de su real vasallo
-y servidor, y tengan por cierto, que bien que esta enfermedad
-me trabaja así agora sin piedad, que yo les puedo áun
-servir de servicio que no se haya visto su igual. Estos revesados
-tiempos é otras angustias en que yo he sido puesto, contra
-tanta razon me han llegado á gran extremo; á esta causa no
-he podido ir á Vuestras Altezas, ni mi hijo. Muy humildemente
-les suplico que resciban la intencion y voluntad, como de
-quien espera de ser vuelto en mi honra y estado, como mis<span class="pagenum"><a name="Page_193" id="Page_193">[193]</a></span>
-escripturas lo prometen. La Sancta Trinidad guarde y acreciente
-el muy alto y Real Estado de Vuestras Altezas.» Bien
-creo, cierto, que si el Almirante viviera y el rey D. Felipe no
-muriera, que el Almirante alcanzara justicia y fuera en su
-estado restituido.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_194" id="Page_194">[194]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXVIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Despachado su hermano el Adelantado para ir á besar las
-manos á los Reyes nuevos, agravóse cada hora más al Almirante
-su enfermedad de la gota, por el aspereza del invierno, y
-más por las angustias de verse así desconsolado, despojado, y
-en tanto olvido sus servicios y peligro su justicia, no embargante
-que las nuevas sonaban y crecian de las riquezas destas
-Indias, yendo á Castilla mucho oro desta isla, y prometiendo
-muchas más de cada dia. El cual, viéndose muy debilitado,
-como cristiano, cierto, que era, rescibió con mucha devocion
-todos los Sanctos Sacramentos, y llegada la hora de su tránsito
-desta vida para la otra, dicen que la postrera palabra que
-dijo: <i>in manus tuas, Domine, comendo spiritum meum</i>. Murió
-en Valladolid, dia de la Ascension, que cayó aquel año á 20
-de Mayo, de 1506 años; llevaron su cuerpo ó sus huesos á las
-Cuevas de Sevilla, monasterio de los Cartujos, de allí los pasaron
-y trujeron á esta ciudad de Sancto Domingo, y están en
-la capilla mayor de la Iglesia catedral enterrados. Tenia hecho
-su testamento, en el cual instituyó por su universal heredero
-á D. Diego, su hijo, y, si no tuviese hijos, á D. Hernando, su
-hijo natural, y si aquel no los tuviese, á D. Bartolomé Colon,
-Adelantado, su hermano, y sino tuviese su hermano hijos, á
-otro su hermano; y en defecto de aquél, al pariente más cercano
-y más llegado á su línea, y así, para siempre, mandó que
-habiendo varon, nunca le heredase mujer, pero no lo habiendo,
-instituyó que heredase su estado mujer, siempre la más
-cercana á su línea. Mandó, á cualquiera que heredase su estado,
-que no pensase ni presumiese de menguar el mayorazgo,
-sino que ántes trabajase de lo acrecentar, mandando á sus herederos,
-que con sus personas y estado y rentas dél sirviesen<span class="pagenum"><a name="Page_195" id="Page_195">[195]</a></span>
-al Rey y á la Reina, y al acrecentamiento de la religion cristiana.
-Dejóles tambien obligacion de que todas las rentas que
-de su mayorazgo procedieren, den y repartan la décima parte á
-los pobres en limosna. Entre otras cláusulas de su testamento,
-se contiene esta: «Al Rey y á la Reina, nuestros señores, cuando
-yo les serví con las Indias, digo serví, que parece que yo por
-la voluntad de Dios, nuestro Señor, se las dí como cosa que
-era mia, puédolo decir, porque importuné á Sus Altezas por
-ellas, las cuales eran ignotas y escondido el camino, é cuanto
-se falló dellas; é para las ir á descubrir, allende de poner el
-aviso y mi persona, Sus Altezas no gastaron ni quisieron gastar
-para ello, salvo un cuento de maravedís, é á mí fué necesario
-de gastar el resto. Despues plugo á Sus Altezas, que yo
-hobiese en mi parte de las dichas Indias, islas y tierra firme,
-que son al Poniente de una raya que mandaron marcar sobre
-las islas de los Azores, y aquellas del Cabo Verde, 100 leguas,
-la cual pasa de Polo á Polo, que yo hobiese en mi parte, tercio
-y el ochavo de todo, y más el diezmo de lo que resta en ellos,
-como más largo se amuestra por los dichos mis privilegios é
-Cartas de merced, etc.» Estas son sus palabras, en el dicho su
-testamento. Y así pasó desta vida, en estado de harta angustia y
-amargura y pobreza, é sin tener, como él dijo, una teja debajo
-de qué se metiese para no se mojar ó reposar en el mundo,
-el que habia descubierto por su industria otro nuevo y mayor
-que el que de ántes sabíamos felicísimo mundo. Murió desposeido
-y despojado del estado y honra que con tan inmensos
-é increibles peligros, sudores y trabajos habia ganado, desposeido
-ignominiosamente, sin órden de justicia, echado en grillos,
-encarcelado, sin oirlo ni convencerlo, ni hacerle cargos
-ni recibir sus descargos, sino como si los que lo juzgaban
-fuera gente sin razon, desordenada, estulta, estólida y absurda,
-y más que bestiales bárbaros. Esto no fué sin juicio y beneplácito
-divino, el cual juzga y pondera las obras y fines de los
-hombres, y así los méritos y deméritos de cada uno, por reglas
-muy delgadas, de donde nace que lo que nosotros loamos él
-desloa, y lo que vituperamos alaba; quien bien quisiere<span class="pagenum"><a name="Page_196" id="Page_196">[196]</a></span>
-advertir é considerar lo que la historia, con verdad, hasta aquí
-ha contado de los agravios, guerras é injusticias, captiverios y
-opresiones, despojos de señoríos y estados y tierras, y privacion
-de propia y natural libertad, y de infinitas vidas que á
-Reyes y á señores naturales, y á chicos y á grandes, en esta
-isla, y tambien en Veragua, hizo y consintió hacer absurda y
-desordenadamente el Almirante, no teniendo jurisdiccion alguna
-sobre ellos, ni alguna justa causa, ántes siendo él súbdito
-dellos por estar en sus tierras, reinos y señoríos, donde tenian
-jurisdiccion natural, y la usaban y administraban, no con
-mucha dificultad, ni áun con demasiada temeridad, podrá
-sentir que todos estos infortunios y adversidades, angustias y
-penalidades fueron, de aquellas culpas, el pago y castigo.
-Porque, ¿quién puede pensar que cayese tan gran señal, y
-obra de ingratitud en tan reales y cristianísimos ánimos como
-eran los de los Reyes católicos, que á un tan nuevo y tan señalado,
-y singular y único servicio, no tal otro hecho á Rey
-alguno en el mundo, fuesen ingratos, y de las palabras y promesas
-reales, hechas y afirmadas muchas veces por dicho y
-por escripto, faltos? No es, cierto, creible, que no cumplirle sus
-privilegios y mercedes por ellos debidamente prometidas y
-concedidas por sus tan señalados servicios, por falta de los
-Reyes quedase, sino solamente por la divina voluntad, que determinó,
-que de cosa dello en esta vida no gozase, y así, no
-movia á los Reyes que lo galardonasen, ántes los impidió, sin
-los Reyes incurrir en mácula de ingratitud, y sin otro defecto
-que fuese pecado; de la manera que, sin culpa de los mismos
-Reyes, y sin su voluntad y mandado, el comendador Bobadilla,
-ó por ignorancia ó por malicia, violando la órden del
-derecho y justicia, permitió que lo prendiese, aprisionase, despojase
-de la dignidad y estado, y hacienda que poseia y al
-cabo desterrase á él y á sus hermanos. Y lo que más se debe
-notar es, que no paró en él ni en ellos la penalidad, sino que
-ha comprendido hasta la tercera generacion en sus sucesores,
-en que está hoy, como, si place á Dios, por la historia será
-declarado. Estos son los juicios altísimos y secretísimos de<span class="pagenum"><a name="Page_197" id="Page_197">[197]</a></span>
-Dios, de los nuestros muy distantes; y por esto será cordura,
-para el dia postrimero, donde todo en breve se discutirá y
-será claro á todo el orbe, reservallo. A la bondad y misericordia
-de Dios plega de contentarse, rescibiendo por satisfaccion
-de las culpas que en estas tierras que descubrió contrajo,
-las tribulaciones, angustias y amarguras, con los
-peligros, trabajos y sudores, que toda su vida padeció, porque
-en la otra vida le haya concedido perpétuo descanso. Ninguno,
-cierto, de los que sus cosas supimos y supieron, pudo negar
-que no tuviese buena y simple intencion, y á los Reyes fidelidad,
-y esta fué tan demasiada, que, por servirlos, él mismo
-confesó con juramento en una carta que les escribió de Cáliz,
-cuando estaba para se partir para el postrer viaje, que habia
-puesto más diligencia para los servir, que para ganar el Paraíso,
-y así parece que, por permision de Dios, que le dieron
-el pago; y tengo yo por cierto, que aqueste demasiado cuidado
-de querer servir los Reyes, y con oro y riquezas querer
-agradallos, y tambien la mucha ignorancia que tuvo, fué la
-potísima causa de haber en todo lo que hizo contra estas gentes
-errado; aunque en los que aconsejaron por aquellos tiempos
-á los Reyes, como ya queda dicho, fué mucho más culpable.
-Es aquí de saber, que el Almirante murió tambien con
-otra ignorancia, y esta fué, que tuvo por cierto que esta isla
-Española era la tierra de donde á Salomon se traia el oro
-para el templo que la Sagrada Escriptura llama Ofir ó Társis;
-pero en esto es manifiesto haberse engañado, porque en esta
-isla nunca hobo tan gran copia de oro como de allí se llevaba,
-y tambien, porque con el oro llevaban pavones y marfil,
-que son dientes de elefantes, lo que nunca por este orbe indiano
-nuestro se vido ni halló, mas se cree haber sido la gran
-isla Taprobana, de donde aquellas cosas preciosas se llevaron
-á Jerusalen. Tambien dijo, que estas islas y tierra firme estaban
-al fin de Oriente y comienzo de Asia; bien creo yo que,
-sino hallara atravesada esta nuestra tierra firme, que llegara
-ó pretendiera navegar y llegar al fin de Oriente, y principio
-de Asia, que es la China, ó Malucos ó otras tierras por allí, á<span class="pagenum"><a name="Page_198" id="Page_198">[198]</a></span>
-donde agora navegan los portugueses, y para esto, bien le quedaban
-por navegar más de otras 2.000 leguas para llegar á
-donde es el fin de Oriente y principio de Asia, como él decia
-ser estas islas y tierra firme. Murió tambien ántes que supiese
-que la isla de Cuba fuese isla, porque como anduvo mucho
-por ella, y áun no llegó á pasar de la mitad, por las grandes
-tormentas que padesció por la costa della, y de allí se tornó á
-esta isla, y de camino descubrió á la de Jamáica, como en el
-libro primero dijimos, siempre creyó que Cuba era punta ó
-cabo de tierra firme; y para en aquellos tiempos, que parecia
-que de la obscuridad del Océano pasada el mundo se abria,
-no fué maravilla.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_199" id="Page_199">[199]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXIX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Concluida la historia del primer Almirante, que aquestas
-Indias mostró primero que otro al mundo, conviene tornar al
-camino que la historia llevaba, y despues á proseguir la gobernacion
-del Comendador Mayor en esta isla Española, de
-donde la dejamos, y contar lo que en ella por estos tiempos
-sucedió, y ver de allí adelante lo que por estas partes, dentro
-de los diez años, fuere de memoria digno; y aunque sea
-tornar un poco atras, pues perdió su lugar con la frecuencia
-de las cosas referidas, todavía no perderá sazon aquí decillo.
-Esto es, que en el año de 1501, los Reyes católicos suplicaron
-al Papa Alejandro VI, que les habia concedido estas
-Indias, que les concediese los diezmos de las islas de las Indias,
-no señalando cuáles, puesto que la intencion de los
-Reyes fué pedir los desta isla Española, donde habia entónces
-españoles, y de las otras partes donde creian que habian españoles
-de poblar. Finalmente, les hizo gracia y donacion de
-los diezmos con tal carga y condicion, que primero asignasen
-dote suficiente realmente, y con efecto, segun la ordenacion
-de los diocesanos (sobre lo cual encargó la consciencia á los
-diocesanos mismos), de los bienes de los Reyes á todas las
-iglesias que se erigesen en las dichas islas, con que se pudiesen
-mantener los Presidentes y Rectores dellas, y llevar la
-carga que en ellas y para ejercer el culto divino, fuese necesario,
-etc., donde dice así: <i>Hujusmodi supplicationibus inclinati,
-vobis et successoribus vestris pro tempore existentibus ut
-insulis prædictis ab illarum incolis et habitatoribus, etiam pro
-tempore existentibus, postquam ille acquisitæ et recuperatæ
-fuerint ut præfertur, assignata prius realiter et cum effectu juxta
-ordinationem tunc diocesanorum locorum (quorum conscientias<span class="pagenum"><a name="Page_200" id="Page_200">[200]</a></span>
-super hoc oneramus), ecclesiis in dictis insulis erigendis, per vos
-et successores vestros præfatos, de vestris et eorum bonis dote
-sufficienti, ex qua illis Presidentes earumque Rectores se commode
-sustentare, et onera dictis ecclesiis pro tempore incumbentia perferre
-ac cultum divinum ad laudem omnipotentis Dei debite
-exercere, juraque episcopalia persolvere possint, decima hujusmodi
-percipere et levare libere ac licite valeatis, auctoritate apostolica
-tenore presentium de specialis dono gratiæ indulgemus</i>, etc.
-Por esta gracia del Papa y auctoridad, llevaron los Reyes los
-diezmos de esta isla por algunos años, sin que hobiese Obispos
-ni erigidas iglesias catedrales; y proveian las iglesias, que
-era una choza de paja, de ornamentos y de lo necesario, de
-su real hacienda, y, en cada pueblo ó villa de españoles, ponian
-un clérigo por cura, al cual mandaban dar de su hacienda
-100 pesos de oro cada año, de á 450 maravedís cada peso, de
-valor. Hasta agora no he podido saber qué auctoridad y jurisdiccion
-hobiesen tenido aquellos clérigos para ser curas,
-y absolver de los pecados y administrar los Sacramentos á
-los españoles, como fuesen puestos por el Rey, ó por su
-mando, siendo persona seglar. Valieron los diezmos, cuando
-más valieron en esta isla, por aquellos tiempos, hasta 20.000
-castellanos, ó pesos de oro que era lo mismo. Despues, muerta
-la reina doña Isabel (que haya gloria), hízosele al Rey pesada
-y costosa carga proveer las iglesias y clérigos de la manera
-dicha; y, por otras causas que le debieron de mover, abrió
-mano de los diezmos y de la dicha obligacion, y suplicó al
-Papa que criase Obispos, y así los crió, como en el principio
-del libro III, si pluguiere á Dios, se dirá, porque aquel es su
-lugar. Tornando, pues, á lo demas, despues que el Almirante
-salió del aislamiento y trabajos que padeció en Jamáica, y fué
-á Castilla, sabido lo que habia descubierto, acordaron luégo,
-un Juan Diaz de Solís y Vicente Yañez Pinzon, el hermano de
-Martin Alonso Pinzon, de quien dijimos que ayudó al despacho
-del Almirante en la villa de Palos, y fué con él y llevó
-consigo al Vicente Yañez y á otro hermano, cuando vino el
-primer viaje á descubrir estas Indias, segun que en el primer<span class="pagenum"><a name="Page_201" id="Page_201">[201]</a></span>
-libro queda explicado, de ir á descubrir é proseguir el camino
-que en el cuarto viaje, y descubrimiento postrero, dejaba
-hecho el Almirante, los cuales fueron á tomar el hilo desde
-la isla ó islas de los Guanajes, que dijimos haber descubierto
-el Almirante en su postrer viaje, y dellas tornarse hácia el
-Oriente. Estos dos descubridores navegaron, segun se puede
-colegir de los dichos de los testigos, que el Fiscal presentó
-en el pleito que trató con el Almirante segundo, de que habemos
-muchas veces hecho mencion, hácia el Poniente, desde
-los Guanajes, y debieron llegar en paraje del golfo Dulce,
-aunque no lo vieron porque está escondido, sino que vieron
-la entrada que hace la mar entre la tierra que contiene el
-golfo Dulce y la de Yucatán, que es como una gran ensenada
-ó bahía grande. Llaman bahía los marineros, á la mar que
-está entre dos tierras á manera de puerto, no muy guardado,
-la cual seria puerto, si no fuese muy grande, y por ser muy
-capaz y no cerrado, llaman bahía, las letras <i>i</i> é <i>a</i> postrera
-leidas, divisas. Así que, como vieron aquel rincon grande que
-hace la mar entre las dos tierras, la una que está á la mano
-izquierda, teniendo las espaldas al Oriente, y esta es la costa
-que contiene el puerto de Caballos, y adelante dél el golfo
-Dulce, y la otra de la mano derecha que es la costa del reino
-de Yucatán, parecióles grande bahía, y por eso el Vicente
-Yañez en la deposicion que con juramento hizo en el dicho
-proceso, presentado por testigo por el Fiscal, dijo: que navegando
-desde la isla de los Guanajes, yendo la costa de
-luengo, descubrieron una gran bahía, á la cual pusieron nombre
-la gran bahía de la Navidad, y que de allí descubrieron
-las sierras de Caria, y otras tierras mas adelante, y segun
-los otros testigos dicen, volvieron al Norte. Y por todo esto
-parece que sin duda descubrieron entónces mucha parte del
-reino de Yucatán, sino que como despues no hobo alguno que
-prosiguiese aquel descubrimiento, no se supo más de los edificios
-de aquel reino, de donde fácilmente fuera descubierta
-la tierra y grandezas de los reinos de la Nueva España, hasta
-que, acaso, se descubrió desde la isla de Cuba, como parecerá,<span class="pagenum"><a name="Page_202" id="Page_202">[202]</a></span>
-si pluguiere á Dios, en el libro III desta historia. Y es aquí
-de notar, que estos descubridores principalmente pretendian
-descubrir tierra, por emulacion del Almirante, y pasar de lo
-que él habia descubierto adelante, para echar cargo á los Reyes,
-como si no hobiera sido el Almirante el primero que abrió
-las puertas del Océano, de tantos millares de siglos atras cerradas,
-y el que para descubrir dió á todos lumbre; y el Fiscal del
-Rey todo su estudio ponia en probar que las partes de tierra
-firme, que los otros descubridores descubrian, eran distintas
-tierras de las que el Almirante habia descubierto, y diera
-mucho porque no fuera tan luenga la tierra firme, á fin de
-disminuille sus privilegios, para hacer á los Reyes ménos
-obligados á le agradecer los servicios inestimables que les habia
-hecho, y á cumplir las mercedes que le habian prometido,
-á él tan justamente y con tanta razon debidas; y esto era
-grande injusticia. Á aquel propósito puso una pregunta, ¿si
-sabian que lo que aquellos descubridores habian descubierto,
-era apartado de lo que el Almirante descubriera? y allí tiraban
-los dichos de los marineros, por la mayor parte, diciendo
-que era otra tierra; pero no les preguntaban si era toda una
-tierra firme, ni ellos lo decian. Pero otros, en especial dos
-honrados hombres que yo bien cognoscí, el uno Rodrigo de
-Bastidas, de quien ya arriba hemos tratado, y un piloto,
-Andrés de Morales, entendiendo el agravio que hacer al Almirante
-el Fiscal pretendia, depusieron muchas veces, en diversos
-artículos del dicho proceso, que la tierra que aquellos
-habian descubierto estaba más al Occidente de lo que el Almirante
-habia descubierto, pero que toda era una tierra.
-Item, que Vicente Yañez y Juan de Solís fueron á descubrir
-abajo de Veragua, por aquella costa, pero que todo lo que los
-unos y los otros, y todos cuantos habian descubierto de la
-tierra que dicen firme, era todo una costa con lo que el dicho
-Almirante primero descubrió. Otro, sin los dos, dice que
-era toda una costa desde Paria, sino que son diversos nombres
-de las provincias, así como son diversas lenguas. Esto
-declaraban los testigos entónces, porque lo vian y sabian muy<span class="pagenum"><a name="Page_203" id="Page_203">[203]</a></span>
-claro por sus mismos ojos, y agora no será menester buscar
-testigos, sino á los especieros de Sevilla. Por manera, que no
-se le puede negar al Almirante, si no es con gran injusticia,
-que así como fué el primero descubridor destas Indias, lo fué
-de toda esta nuestra tierra firme, y á él se le deben las gracias,
-descubriendo la provincia de Paria, que es una parte de
-toda ella, porque él puso en las manos á todos los demas el
-hilo, por el cual, puesto que durara mucho más y estuviera
-en muy mayor distancia, hallaran el ovillo; y así, justísimamente
-se le debian de cumplir las mercedes y guardar sus
-privilegios en toda la tierra firme, aunque fuera mayor, como
-en esta Española y en las otras islas, porque no era obligado
-á pasealla toda, como ni el que toma posesion de una heredad,
-segun tratan los juristas.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_204" id="Page_204">[204]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XL.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Gobernaba el Comendador Mayor en esta isla los españoles
-con mucha prudencia; era tenido y amado, y reverenciado
-dellos en gran manera en estos dias. Tuvo una industria
-muy buena para tenellos á todos muy subjectos, entre los
-cuales habia muchas personas principales y caballeros, y fué
-esta: tenia mucho cuidado de saber cómo cada uno, en el
-pueblo que era vecino, vivia, preguntando muy particularmente
-á los que, de los pueblos á negociar con él, ó á esta ciudad,
-donde él por la mayor parte del año residia, por sus negocios
-venian; si sabia que alguno era inquieto ó de mal ejemplo, y
-mayormente si era informado que ponia los ojos en alguna
-mujer casada, aunque no supiese más dél de que pasaba por
-su calle algunas veces, y dello se concebia en el pueblo alguna
-sospecha, ó que tuviese otro defecto que fuese nocivo, y
-aunque no fuese mucho escandaloso al pueblo, enviábale muy
-disimuladamente á llamar, y, venido, recibíalo con rostro alegre,
-y mandábale que viniese á comer con él, como si le hobiera
-de hacer nuevas mercedes. Preguntábale de los otros
-vecinos, de las haciendas de cada uno, cómo se habian unos
-con otros, y de otras cosas que él fingia querer saber; el que
-era venido estimaba de sí, que, por tenelle por más virtuoso
-y mostralle más amor, y querelle tener por privado y dalle
-más indios, el Comendador Mayor se informaba dél y en
-aquello le favorescia. Y porque siempre llamaba los tales en
-tiempo que habia navíos en el puerto, cuando ya estaban para
-se partir, decíale: «fulano, mirad en qué navío destos quereis
-ir á Castilla;» y el otro íbasele una color y veníale otra,
-y decía, «¿señor, por qué?» Respondia, «no cureis de hacer
-otra cosa.» Replicaba, «señor, no tengo con qué, ni áun para<span class="pagenum"><a name="Page_205" id="Page_205">[205]</a></span>
-el matalotaje.» Decia el Comendador Mayor, «por eso no quedará,
-porque yo os lo daré,» y hacíalo así. Desta manera, con
-pocos que envió, tenia toda la isla tan sosegada, donde hobo,
-segun oí, 10 ó 12,000 españoles, y muchos de ellos, como
-dije, hijodalgos y caballeros, que por no enojallo no osaban
-menearse; yo cognoscí dos caballeros, harto personas señaladas,
-y del Comendador mucho estimadas, que, habiéndose topado
-en cierta parte de noche, y descalabrádose, no fué menester
-que alguno los concertase, porque ellos se perdonaron,
-abrazaron y concertaron, sólo porque el Gobernador no lo
-alcanzase á saber ni lo sospechase. Y esto todo lo hacian y
-sufrian, solamente porque á los que habia dado indios no se
-los quitase, desterrándolos á Castilla, y á los que no los habia
-dado, porque se los diese; y ansí el oro que venian á buscar, y
-consistia en que les diesen indios, no se estorbase. Por manera,
-que toda la paz y concierto y obediencia que los españoles
-acá al Gobernador tenian, y no osar cometer cosa que fuese
-por el foro exterior castigable, sólo se fundaba en el interés y
-temor de no perder los bienes temporales que esperaban, y
-todo esto sobre los desventurados indios cargaba. Y es aquí
-de saber, que desterrar de la manera dicha en aquellos tiempos
-alguno á Castilla, ninguna muerte ni daño se le igualaba,
-y, á lo que por entónces estimábamos, algunos escogieran ser
-ántes muertos, que, por aquella manera, desta isla echados;
-la razon era, por no ir á sus tierras pobres, perdida la esperanza
-de alcanzar acá lo que deseaban; y así el estado desta
-isla, en aqueste tiempo, fué muy al revés del que tuvo los
-tiempos pasados, porque la mayor pena que daban á los malhechores
-de Castilla, sacada la muerte, era desterrados de
-allá para acá, como en el libro primero mostramos, pero por
-el contrario, la más grave que agora se temia y podia dar,
-fué desterrar los hombres de acá para allá. En este comedio
-andaba la priesa muy encendida, en sacar el oro de las minas,
-y los otros trabajos que para lo sacar se ordenaban (porque
-aquel era el fin de los españoles y de todos sus cuidados), y
-por consiguiente, la diminucion y muerte de los indios era<span class="pagenum"><a name="Page_206" id="Page_206">[206]</a></span>
-necesaria, porque como ellos eran acostumbrados á poco trabajo,
-por la fertilidad de la tierra, que con casi ninguno la
-cultivaban y de sus fructos tenian abundancia para sustentarse,
-y tambien por contentarse con solamente lo á la vida
-necesario, allende ser de su naturaleza gente delicada, metidos
-en tan duros y acerbos trabajos, de un extremo á otro, no
-poco á poco sino de súbito, acelerados, forzado era que no
-podian con la vida, en ellos, mucho tiempo durar; y bien pareció,
-pues cada demora, que eran los seis ó ocho meses que
-tenian las cuadrillas de indios en las minas, sacando oro, hasta
-que se traia todo á fundir, se morian la cuarta y áun la tercia
-parte. ¿Quién podrá contar las hambres y aflicciones, malos y
-crueles tratamientos, que, no sólo en las minas, pero en las
-estancias y donde quiera que trabajaban, padecian los desventurados?
-Los que enfermaban, ya queda dicho que no
-eran creidos, diciendo que lo hacian de haraganes y bellacos
-por no trabajar; y cuando la calentura y la enfermedad hablaba
-por ellos, clamando estar enfermos de verdad, dábanles
-un poco de pan caçabí, é unas pocas de ajes, raíces como
-turmas de tierra, y enviábanlos á su tierra que estaba 10, y 15,
-y 20, y 50 leguas, que se curasen, y áun no con pensamiento
-que se curasen, sino que se fuesen donde quisiesen por no curallos;
-lo que, cierto, no hacian, cuando alguna yegua de las
-suyas, porque entónces no habia caballos, enfermaba. Viéndose
-así aquestas gentes, en tan infelice y abatido y mortífero
-estado, por salir presto dél, muchos se mataban, bebiendo de
-aquel agua ó zumo, que arriba dijimos salir de las raíces de
-que hacen el pan caçabí, que tiene virtud de matar bebiéndola
-sin dalle un hervor al fuego, y si se lo dan queda como vinagre
-muy bueno, y llámanlo bien; las mujeres, si se empreñaban,
-tomaban hierbas para echar las criaturas muertas, y
-desta manera, perecieron en esta isla muchas gentes. Hombre
-hobo casado, que tomaba una vara ó vardasca, y se iba á donde
-los indios cavando trabajaban, y á los que no hallaba sudando,
-dábales de varazos diciendo; «¿no sudais, perros? ¿no sudais?»
-La mujer se iba por su parte con su vara en la mano á donde<span class="pagenum"><a name="Page_207" id="Page_207">[207]</a></span>
-las mujeres indias trabajaban en hacer pan, mayormente
-cuando las raíces rallaban, y á las que no hallaban sudando,
-daban de varazos, diciendo las mismas palabras: «¿no sudais,
-perras? ¿no sudais?» Y, por justo juicio de Dios, ellos despues
-más dolorosamente sudaron, porque ambos á dos, con hijos é
-hijas, niños que parecian unos ángeles, y con otras personas
-hermanas y cuñadas, y con el oro que con aquellas obras
-buenas y justicia habian ganado, que era no poca cantidad,
-los vide por mis ojos en el Puerto de Plata, desta isla, embarcar
-para se ir á Castilla, creyendo ir á gozar dello y descansar,
-y nunca más parecieron, habiéndose hundido con todo ello
-en la mar; destos castigos que Dios ha hecho en reprobacion
-y venganza destas crueldades, que con estas gentes se han
-obrado, habemos visto hartos, y, si place á Dios, algunos dellos,
-notables, abajo se referirán. Y, porque el licenciado Alonso
-Maldonado tenia gran trabajo en el ejercicio de la justicia de
-toda esta isla, envió el Comendador Mayor á Castilla que le
-enviasen un letrado para que llevase parte de sus trabajos, y
-así vino en este tiempo un bachiller, llamado Lúcas Vazquez
-de Ayllon, natural de Toledo, hombre muy entendido y muy
-grave, al cual hizo el Comendador Mayor, Alcalde mayor de
-la ciudad de la Concepcion, con todas las otras villas que están
-por aquella parte desta isla, como fueron, la villa de Santiago,
-Puerto de Plata, Puerto Real, y Lares de Guahába. Este bachiller
-Ayllon despues fué á Castilla, y tornó licenciado y por
-Oidor de la Audiencia que aquí está. Dióle, luégo que vino, el
-Comendador, 400 ó 500 indios, porque éste era el principal
-salario con que pagaban todos los servicios, los cuales al cabo
-mató, ó la gran parte dellos, en sus minas y granjerías.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_208" id="Page_208">[208]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En todo este tiempo faltó Rey en Castilla, desde el año de 504
-hasta el de 507, porque como en el de cuatro murió la reina
-doña Isabel, y el de cinco vinieron á reinar el rey D. Felipe y
-la reina doña Juana, y el rey D. Felipe murió luégo en aquel
-año, y la Reina, por su perpétua enfermedad, no estuvo para
-gobernar, siguióse de aquí estar los reinos de Castilla sin Rey
-y sin dueño, presente al ménos, desde el año de cuatro, al fin
-dél, hasta el de siete, que vino el rey D. Hernando, de Nápoles;
-porque aunque desque murió la reina doña Isabel estuvo presente
-aquel año el rey D. Hernando, y lo gobernaba, pero cada
-dia esperaba la reina doña Juana al rey D. Felipe, y no faltaron
-embarazos y ocupaciones al Rey, y no tuvo noticia entera de la
-perniciosa desórden que el Comendador Mayor habia puesto
-en esta isla, repartiendo los indios de la manera dicha, y
-como por ella perecian todos: y si la tuvo, porque, en la verdad,
-el Almirante le avisó dello, como arriba ya dejamos dicho,
-ó no la creyó, ó con otros más vehementes pensamientos,
-que entónces le ocupaban la intencion ó atencion, no
-la entendió, ó della no curó. Venido el rey D. Felipe, fuése el
-rey D. Fernando á Nápoles; murió luégo el rey D. Felipe,
-vacó la gobernacion, hasta que el año de siete tornó de Nápoles
-el rey D. Hernando. Y así, con estos embarazos y mudanzas,
-tuvo lugar de se entablar y asentar esta pestilencia del repartimiento,
-sin que se sintiese ni hobiese persona que en ella
-mirase, pereciendo cada dia, como es dicho, tantos, porque
-no habia otro fin á que la intencion y cuidados se enderezasen,
-sino á sacar oro; de la perdicion, y como se consumian
-los indios, ninguna cosa curando, y el que debia más que
-los otros mirar en ello, que era el Comendador Mayor, que lo<span class="pagenum"><a name="Page_209" id="Page_209">[209]</a></span>
-habia ciegamente ordenado, y le incumbia remediallo, aunque
-via cada hora morir estas gentes y despoblarse esta isla, como
-ligado de su insensibilidad, ó no advertia ó no se le daba
-nada. Venido el Rey el año de siete de Nápoles, no siendo informado
-del estrago que acá destas gentes míseras pasaba, no
-se tractaba sino del oro que se sacaba, que por entónces era
-mucho, pero de los tristes que por sacallo morian, y de la sangre
-humana que costaba, y, lo que más doloroso es, de las
-ánimas, que, sin fe y sin Sacramentos, salian desta vida, ni se
-decia ni se preguntaba. Solamente sonó en los oidos de muchas
-gentes, que tras el Rey vinieron de Nápoles, que allá le
-habian servido y no pagado, y con importunidades le pedian
-la paga, que en las Indias se sacaba mucho oro, y que quien
-alcanzase á tener un repartimiento de indios ternia oro, y
-sería bienaventurado. Cayeron algunos y quizá muchos, viendo
-que el Rey no los hacia mercedes, en suplicarle que les
-hiciese merced de dalles indios en esta isla, porque se querian
-venir á vivir acá. El Rey, por cumplir con ellos y echallos
-de sí, no sabiendo lo que daba, ni, dando los indios, en qué
-paraban, dió á algunos Cédulas para el Gobernador, mandando
-que les diese 200 indios, como á los otros vecinos desta isla
-los daba, muchas de las cuales el Comendador Mayor no
-cumplia, puesto que las obedeciese, mayormente si aquellos
-eran personas principales, que enviaban las Cédulas, y en
-Castilla se quedaban, diciendo que aquellos no servian, quedando
-allá, en nada, y otras razones que le movian para no
-aceptallas; pero que diese indios á éstos de nuevo venidos, ó
-no los diese, ninguno los rescibia que no los mataba. En estos
-dias el Comendador Mayor mandó á un piloto llamado Andrés
-de Morales, de que arriba hemos hecho alguna mencion, que
-anduviese todos los rincones desta isla y pusiese por escripto
-cuántos rios, y cuántas sierras, y cuántos montes, y cuántos
-valles, con la dispusicion de cada uno, que en ellos hallase. No
-pude ver yo esta descripcion despues que caí en buscarla,
-puesto que muchos años ántes, si cayera en ello, me la diera el
-mismo Andrés de Morales. Pienso que la terná Alonso de Sancta<span class="pagenum"><a name="Page_210" id="Page_210">[210]</a></span>
-Cruz, cosmógrafo, vecino de Sevilla, porque destas cosas
-tiene en su poder hartas. Acordó tambien por este tiempo, que
-era el año de 508, el Comendador Mayor, enviar á descubrir
-del todo á la isla de Cuba, porque hasta entónces no se sabia
-si era isla ó tierra firme, ni hasta dónde su longura llegaba,
-y tambien á ver si era tierra enjuta, porque se decia que lo
-más era lleno de anegadizos, ignorando lo que el Almirante,
-cuando la descubrió el año de 94, habia visto en ella, como se
-dijo en el libro I. Para este descubrimiento, envió por Capitan
-á un hidalgo gallego, llamado Sebastian de Campo, criado
-de la reina doña Isabel, de los que habian venido con el primer
-Almirante, cuando vino á poblar esta isla el segundo
-viaje. Partió este Sebastian de Campo con dos navíos, y en
-cada uno sólos marineros, porque no iba sino á saber si aquella
-tierra era isla ó cabo de tierra firme, como es dicho; el cual,
-segun creo, fué por la parte del Norte, y la rodeó toda y entró
-en algunos puertos, y creo que porque uno de los navíos, ó
-ambos, tuvieron necesidad de darse carena, que es renovalles
-ó remendalles las partes que andan debajo del agua, y ponelles
-pez y sebo, entraron en el puerto que agora decimos de
-la Habana, y allí se la dieron, por lo cual se llamó aquel
-puerto, el Puerto de Carenas. Este puerto es muy bueno y
-donde pueden caber muchas naos, en el cual yo estuve de los
-primeros, despues deste descubrimiento. De allí prosiguió adelante,
-al Poniente, y halló el cabo de la isla, que hoy se llama
-el Cambo ó punta de Sant Anton (no sé quién se lo puso,
-ni por qué ocasion), y está de aquel puerto 50 leguas, pocas
-más ó ménos; tornó hácia el Oriente por la costa del Sur,
-doblando el dicho cabo, y entró en el puerto que llamamos
-de Xagua, porque así llamaban los indios aquella provincia;
-este puerto es de los mejores y más seguros para mil naos, que
-pueden hallar en el mundo. Aquí estuvo Sebastian de Campo
-con sus dos navíos, muy á su placer, bien servido de los indios,
-de infinitas perdices como las de Castilla, salvo que son
-algo menores; tuvo tambien abundancia de lizas, porque no
-podia encarecerse la multitud que dellas hay en este puerto.<span class="pagenum"><a name="Page_211" id="Page_211">[211]</a></span>
-Tenian los indios corrales dellas, como el puerto es tan quieto,
-donde contenian millones dellas, no ménos ciertas que si las
-tuvieran dentro en sus casas, en un estanque ó alberca; en su
-mano era sacar muchas ó pocas, segun querian. Los corrales
-eran de cañas juntas unas con otras, hincadas en el cieno
-que tiene allí la mar, como sea, segun dije, tan quieta, que no
-puede salir una ni ninguna dellos, y son tan grandes cuanto
-quieren hacerlos, aunque lleguen á un tiro de piedra. De allí
-se vino costeando la isla, y trujo al Comendador las nuevas de
-ser isla; en lo cual gastó, sino me he olvidado, ocho meses.
-Bien creo, que si más el oficio el Comendador Mayor tuviera,
-que la enviara á poblar de españoles muy presto, sabido que
-era tierra enjuta y buena. Por este tiempo se descubrió junto
-á la villa de Puerto Real, en cierta sierra, cobre muy rico,
-porque tenia una buena parte de oro á vueltas, y parecíasele
-en la tez ó superficie por de fuera; envió el Comendador Mayor
-á cierto oficial que dello se le entendia para que lo viese,
-y éste se lo encareció tanto y afirmó con tanta eficacia su riqueza,
-que, dándole crédito el Comendador Mayor, lo escribió
-al Rey con el mismo encarecimiento, afirmando que se habia
-descubierto cierta sierra de cobre, del cual se sacaria más
-provecho y riquezas que de todas las minas de oro, y no era
-entónces lo que se sacaba dellas poco. El Rey, por ventura,
-concibió destas nuevas grande esperanza, de que á España
-vernian grandes tesoros; y, si no me he olvidado, escribió tambien
-al Rey, que mandase proveer de muchos oficiales de
-aquello, y de herramientas y diversos instrumentos otros, en
-lo cual se gastó mucho, y él acá puso diligencia é hizo muchos
-gastos, comenzando á derrocar sierras y trastornar montes,
-segun que pedia y ordenaba aquel susodicho hombre. Pero
-con todos los gastos, y trabajos y angustias que padecieron
-los indios, al cabo hallóse tan poco del cobre, que, con mucha
-cuantidad, el fructo que de allí sacaron no llegó al costo; y
-venidos los instrumentos que el Rey envió, fué harta la pena
-que rescibió el Comendador Mayor, porque hobo de escrebir
-al Rey el contrario de lo que habia certificado, de que no<span class="pagenum"><a name="Page_212" id="Page_212">[212]</a></span>
-quedó poco corrido, segun su mucha prudencia y autoridad,
-y el Rey, quizá, no sin alguna displicencia dél. Ya dijimos en
-el primer libro, cerca del fin, como los 300 españoles, que
-cuando el Comendador vino acá estaban, vivian vida muy á la
-larga, y entre otras licencias que para ella escogieron y se
-tomaron, fué, por grado ó por fuerza, tomar las señoras de los
-pueblos ó sus hijas por amigas, que llamaban criadas, con las
-cuales estaban en pecado; los padres ó madres dellas y sus vasallos
-creian que las tenian por sus legítimas mujeres, y con
-esta opinion se las daban, y así pasaban, y eran de todos adorados.
-En estos dias estaban buenos religiosos de Sant Francisco,
-en especial uno llamado fray Antonio, creo, de los Mártires,
-que reprendia mucho aquel pecado de tener aquellos aquellas
-señoras por mancebas, é insistia con el Comendador Mayor
-que se las quitase, ó que les mandase que con ellas se casasen;
-y así lo mandó que lo hiciesen dentro de cierto tiempo,
-donde no, que las dejasen. Esta fué una de las grandes tribulaciones
-que poderles venir estimaron, porque habia ya muchos
-dellos que estaban en figura de muy honrados, aunque
-no de demasiada generosidad y casta, y otros, que, aunque
-hijodalgos eran, y pudieran muy á honra suya vivir con los
-padres de aquellas señoras y con ellas, como fuesen Reyes
-y Reinas y de noble sangre cuanto á lo natural, pero era
-tanta su amencia presuntuosa, y soberbia destestable, y menosprecio
-que tenian destas gentes, viniendo á sus tierras
-andrajosos y á matar la hambre, que en Castilla no se hartaban
-de pan, que no les pudo venir mayor tormento, despues
-de la muerte, que mandallos con ellas casar, teniéndolo por
-grandísimo deshonor y afrenta. Pero por no perder el servicio
-y abundancia y señorío que con ellas poseian, hobieron
-de pasar carrera; que no les fué menos áspera que si la pasaran,
-como suele decir el refran. Ellos casados, y que en la
-verdad sucedian en el estado y señorío de sus mujeres (y ningun
-derecho hobo en esta isla para rescibir justamente servicio
-y provecho de los indios, si este no), el Comendador
-Mayor debiera por ello de favorecerlos, pero hizo una grande<span class="pagenum"><a name="Page_213" id="Page_213">[213]</a></span>
-injusticia y disparate con cuanta prudencia tenia; esta fué,
-que así como se casaron, los quitó los indios de sus mujeres,
-y diólos á otros, y en otra parte dióles á ellos. ¿Qué mayor
-ceguedad, despues de las pasadas, ni cosa más irracional?
-Movióse, segun se dijo, porque los tales españoles no tuviesen
-presuncion, viéndose señores y se alzasen á mayores, ó
-no sé qué otras cosas no bien consideradas, y así añidió injurias
-á injusticias, y agravios á agravios, privando á las señoras
-naturales de sus estados y vasallos, y consiguientemente
-á los españoles, sus maridos, que sucedian en la administracion
-del señorío, y tambien á los indios sus vasallos, que con
-servir á su natural señora, fueran mejor tractados, aunque los
-maridos fueran ruines; y no ménos agravió y privó á los hijos,
-que dellas y dellos procedieron, de lo que de derecho natural
-y de las gentes, y áun por el divino, por la sucesion se les
-debia, los cuales yo vide desposeidos, y sin memoria ni vestigio
-de ser viva persona, de muchas gentes vasallos de sus
-madres. Y así fué causa que más aína muriesen, que murieran,
-los tristes indios.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_214" id="Page_214">[214]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Cuando el Comendador Mayor, siendo Comendador de
-Lares, vino, segun es dicho, á gobernar esta isla, vinieron con
-él cuatro oficiales de la Hacienda real, que enviaron los Reyes,
-conviene á saber, Tesorero, llamada Villacorta, creo que natural
-de Olmedo, Contador, cuyo nombre fué Cristóbal de
-Cuéllar, y de Cuéllar natural, que habia servido de Copero al
-príncipe D. Juan, natural de Cuéllar, y el Veedor, llamado
-Diego Marque, natural de Sevilla; del nombre del Factor no
-me acuerdo. Vino tambien allí por fundidor y marcador del
-oro un platero de los Reyes, llamado Rodrigo del Alcázar,
-hombre muy prudente, que pudiera tan bien gobernar pueblos
-como hacer joyas ó piezas de plata; éste trujo de merced,
-que de todo el oro que se fundiese y marcase hobiese de ciento
-uno, no creyendo los Reyes que le daban tanto como le dieron,
-como hasta entónces las minas no sonasen y fuese poco el oro
-que se hobiese sacado, y todo el estado destas Indias, en la
-estimacion de todos, por no haber henchido á Castilla de tesoros
-en tres dias, estaba muy caido y cuasi menospreciado,
-no haciendo mucho caudal de los tesoros espirituales destas
-infinitas ánimas, que para que se las salvásemos, nos habia
-Dios puesto en las manos. Así que, vino aquel platero, Rodrigo
-del Alcázar, por fundidor ó marcador, con la centena parte
-de todo el oro que se sacase de renta, con la cual, si le
-durara, comprara en Castilla un buen Estado; pero como los
-Españoles, despues que se les repartieron los indios, se dieron
-priesa en echallos á las minas, y tan copiosamente dieron las
-riquezas y abundancia de oro que tenian en sus entrañas, y
-el Rodrigo del Alcazar, por consiguiente, adquiriese tanto de
-su centena parte, los oficiales y quizá tambien el Comendador<span class="pagenum"><a name="Page_215" id="Page_215">[215]</a></span>
-Mayor, avisaron á los Reyes haber sido aquella merced
-exorbitante; y así, los Reyes, ó el Rey sólo, siendo la Reina
-muerta, revocó la merced á Rodrigo del Alcázar. Cuatro fundiciones
-se hicieron á los principios, cada año, dos en el pueblo
-de la Buenaventura, ocho leguas desta ciudad, en la ribera
-de Hayna, donde se fundia el oro que de las minas nuevas y
-viejas se sacaba; las otras dos se hacian en la ciudad de la
-Vega ó Concepcion, y allí se traia á fundir todo el oro que se
-sacaba de las minas de Cibao, y de todas aquellas partes, que
-eran hartas, porque de muchos rios se sacaba. En cada fundicion
-de las que se hacian en la villa de Buenaventura, se
-fundia 110.000, y 112.000, y 116.000, y 18, y no pasaba de
-120.000, pesos de oro; en las fundiciones de la Vega comunmente
-se fundian, 125 y 130.000, y treinta y tantos mil, y no
-llegaban á 40.000 pesos. Por manera, que las fundiciones de
-la Vega hacian ventaja á las de la Buenaventura, en 15 y 20,
-y algunos más millares de castellanos, y así se sacaban por
-entónces de toda esta isla cada año, 450 y 60.000 pesos, ó
-castellanos de oro, pocos más ó pocos ménos; y así tenia Rodrigo
-del Alcázar, platero del Rey, 4.500 pesos de oro de
-renta en cada un año, muy pocos ménos; que para en aquel
-tiempo fué merced señalada, por lo cual le duró poco, y así
-le fué quitada. Cada dia se iban disminuyendo las fundiciones,
-como iban muriendo los desdichados que con sus sudores
-y hambres y vida desesperada lo sacaban; y esta diminucion
-de los pesos de oro debiera de advertir y estimular al
-Comendador Mayor, y á los mismos cudiciosos que por sacar
-oro los mataban, á considerar cuánto mejor les fuera, para sus
-haciendas, y para haber oro, sacarlo despacio, y dar de comer
-á los indios para que más tiempo les duraran, ya que compasion
-de verlos perecer, con su gran crueldad, no les moviera,
-pero la ceguedad de todos los privó deste cuidado. Otra ocasion
-les ofrecia Dios para que advirtieran su grande pecado
-(aunque suele ser muy más escura y ménos pensada de los
-que con robos y daños ajenos enriquecerse trabajan), y esta
-fué, por juicio manifiesto de Dios, que con cuanto oro de<span class="pagenum"><a name="Page_216" id="Page_216">[216]</a></span>
-contino sacaban, nunca hobo hombre que medrase; traian
-sus 500, 800 y 1.000 pesos de oro á la fundicion, cada uno,
-y ninguno salia della con un sólo peso de oro, ántes muchos
-della iban presos á la cárcel, por las deudas en que, ó
-por los gastos que en vestidos ó jaeces y otros excesos hacian,
-ó porque en comprar parte de haciendas unos de otros
-se adeudaban; porque sacado el quinto para el Rey, lo demas
-se repartia entre los acreedores, cada uno por su antigüedad,
-y así se salian vacías las manos, con sólo la triste ánima, por
-las muertes y aflicciones y crueldades que habian dado y
-usado con los indios, á las penas infernales obligada. Túvose
-por gran maravilla que salió uno sólo, llamado Juan de Villoria,
-de la fundicion, con dos ó tres barras de oro, descubiertas,
-y dando en unas con otras en las manos, y atribuyéronlo
-á que era hombre piadoso, y trataba los indios ménos mal;
-puesto que tambien concurrieron algunas otras causas, como
-es, que habia venido poco habia de Castilla y traido hacienda
-de allá, y entró en los indios, que le dieron, sin necesidad;
-y áun éste no se escapó del mismo juicio y castigo de Dios,
-despues, el tiempo andando, si Dios quisiere, se declarará. Finalmente,
-nunca, con cuanto oro sacaron y por sacallo con
-cuantas gentes murieron, ninguno se halló que medrase. Fué
-tambien una regla, en esta isla, general, que los que no echaban
-los indios á las minas, sino que los ocupaban en otras
-granjerías y trabajos, como ménos reprobados y ménos aflictivos
-de los inocentes indios, tuvieron ménos necesidad y más
-medraban. Tornando al propósito de la historia de los oficiales
-del Rey, que con el Comendador Mayor vinieron, murió
-desde á poco tiempo el Tesorero Villacorta, el cual habia traido
-consigo, por oficial de sus cuentas, un mancebo cuerdo, llamado
-Sancta Clara, natural de Salamanca, muy hábil, gran
-contador, y en muchos otros dones, para entre hombres, gracioso;
-por los cuales, todos, y más el Comendador Mayor, le
-amaba y daba todo favor; muerto su amo, el Tesorero, quiso
-hacer en él el Comendador Mayor, confiando de su habilidad
-y cordura, por manera, que depositó en él el oficio de Tesorero,<span class="pagenum"><a name="Page_217" id="Page_217">[217]</a></span>
-hasta tanto que lo proveia el Rey desde allá. Túvolo algunos
-años el Sancta Clara, y porque entónces no habia arca
-de tres llaves, como agora la hay, tenia el Tesorero sólo todo
-el oro del Rey debajo de una sola llave suya, tomando el
-Contador solamente la razon del oro, que en poder del Tesorero
-entraba; por cuya causa tuvo el Sancta Clara lugar de
-gastar de los dineros del Rey cómo y cuando queria y le parecia.
-Compró muchas y grandes haciendas en esta isla, y hizo
-banquetes y fiestas al Comendador Mayor, y otros gastos,
-que no pudiera, ni tenia de que los hacer, sino tuviera los
-dineros del Rey. Un convite hizo, creo que dia del Corpus
-Christi, al Comendador Mayor y á caballeros y personas
-principales, en esta ciudad de Sancto Domingo, en gran manera
-excesivo y muy costoso, y entre otras cosas señaladas
-que en él hobo, fué, que los saleros se sirvieron, por sal, llenos
-de oro menudo, como lo sacaban de las minas de Cibao.
-Con esta desórden de gastar, padecia mucha jactura la hacienda
-del Rey, y era cosa de maravillar que el Comendador
-Mayor, siendo la persona que habemos dicho, y no dejaremos
-de decir, ser muy prudente, no poner con tiempo remedio
-en exceso tan descubierto, como aquel hacia en la hacienda
-del Rey, habiéndosele de imputar por haber confiádola dél.
-Pero no faltó quien al Rey avisase, como eran los oficiales del
-Rey, en especial el Contador, que se llamaba Cristóbal de
-Cuéllar, que era hombre de valor, y criado antiguo de los Reyes,
-y que no estaba muy bien con el Comendador Mayor,
-porque no le habia dado los indios que él queria, ó cuantos,
-ó donde queria. Envió el Rey un Contador de cuentas, mandando
-que la tomasen al Sancta Clara, con cuanto rigor conviniese.
-Tomáronle las cuentas y alcanzáronle por 80.000
-pesos de oro; secrestáronle todas sus haciendas, y mandó el
-Comendador Mayor que se vendiesen en almoneda, en la
-cual siempre se halló presente, y usó en ella de tanta prudencia
-é industria, que la hizo valer mucho más de lo que
-valiera. Tenia una piña en la mano, que es fruta muy excelente,
-y comenzaba entónces á darse en esta isla, y apregonándose<span class="pagenum"><a name="Page_218" id="Page_218">[218]</a></span>
-un atajo de yeguas, ó otras cosas de mucho precio,
-poníanselas en 500 ó 1.000 pesos; decia el Comendador Mayor,
-quien la pusiere en 1.500 le daré esta piña. Respondia
-el que más presto podia, mia es, señor, la piña; y habia
-muchos que lo dijeran, y decian, porque, no por las piezas
-que pujaban, que quizá no valian la mitad de lo que daban
-por ellas, ni tampoco por la piña, sino porque sabian que
-agradaban al Comendador Mayor y le compraban su gracia
-para, despues, les diese más indios, ó más provechos sobre los
-que tenian. Desta manera y con esta industria, hizo valer la
-hacienda de Sancta Clara 92.000 pesos de oro, por manera
-que hizo pago al Rey de los 80.000 que le habia alcanzado y
-sobráronle 12.000; y porque todos los tomaron para el Rey,
-porque dió en pago algunas deudas que le debian, que se
-fueron, ó murieron los deudores, y así faltaban al Rey ciertos
-millares de pesos de oro, despues, muchos años, andaba el
-Sancta Clara, y, muerto él, su hijo, suplicando que le satisfaciesen
-algo, pero no alcanzó nada, porque no se debió de
-averiguar qué se le debia. Este Sancta Clara fué vecino mucho
-tiempo y bien honrado en esta ciudad de Sancto Domingo.
-Entre otros, que escribieron al Rey el mal recaudo de su
-hacienda, fué Rodrigo del Alcázar, platero susodicho, cognoscido
-por prudente y que tenia crédito con el Rey, éste
-juzgando ser el oficio de Tesorero en esta isla de mucha calidad
-y requirirse gran cordura y fidelidad en la persona que
-lo tuviese, escribió al Rey que debia enviar Su Alteza, para
-que lo tuviese, una tal persona, como era Antonio de Fonseca,
-en Castilla. Fué Antonio de Fonseca, en Castilla, un caballero
-valeroso, muy señalado y muy prudente, y muy estimado,
-privado de los Reyes católicos, contador mayor de Castilla,
-que es el más preeminente oficio que en su casa y corte Real
-tienen, y era hermano del obispo D. Juan de Fonseca, que
-tuvo, desde que se descubrieron estas Indias, por muchos años
-cargo dellas, de quien arriba en muchas partes se ha hecho
-mencion y se hará abajo, si Dios quisiere. El Rey católico,
-entendiendo ser así encarecido el cargo en esta isla, de<span class="pagenum"><a name="Page_219" id="Page_219">[219]</a></span>
-Tesorero, acordó enviar para él una persona, cierto, veneranda,
-de grande cordura, prudencia, experiencia y autoridad,
-aragonés, criado suyo viejo, llamado Miguel de Pasamonte,
-señaladamente honesto, y de quien se tuvo opinion haber sido
-casto toda su vida. Este llegó á esta isla en el mes de Noviembre
-de 1508; diósele tanta honra, que lo llamaban en las
-Cartas y Cédulas reales, Tesorero general de todas estas Indias,
-habiendo Tesoreros en tierra firme y en las otras islas; esto
-no se si procedia de voluntad del Rey, ó de solos los Secretarios
-que el Rey entónces tenia. Finalmente, por ser la persona
-tal como es dicho, cobró aquel oficio, en estas tierras, más
-nombre y mayor estimacion que el oficio de Contador, como
-quiera que sea el contrario en Castilla. Tuvo tanto crédito con
-el Rey miéntras el Rey vivió, que casi toda la disposicion y
-gobernacion destas Indias por su relacion y parecer se ordenaba
-y disponia. Cuando este Tesorero vino, que fué, como
-dije, año de 508, habia, contados en esta isla todos los indios,
-60.000 personas; de manera, que desde el año de 494, en el
-cual comenzó su desventura, como pareció en el libro I, capítulo
-90, hasta el de 508, que fueron catorce años, perecieron
-en las guerras y enviar por esclavos á vender á Castilla, y
-en las minas y otros trabajos, sobre tres cuentos de ánimas
-que en ella habia. Esto ¿quién lo creerá de los que en los siglos
-venideros nacieren? yo mismo que lo escribo y vide, y
-sé lo más dello, agora me parece que no fué posible; pero ya
-es hecho necesario por nuestros grandes pecados, y será bien
-que con tiempo lo lloremos.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_220" id="Page_220">[220]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Viendo los españoles que tenian cargo de consumir los indios
-en las minas, sacando oro, y en las otras sus granjerías y
-trabajos, con que los mataban, que cada dia se les hacian
-ménos, muriéndoseles, no teniendo más consideracion de á su
-temporal daño, y lo que perdian de aprovecharse, cayeron
-en que sería bien suplir la falta de los que perescian, naturales
-desta isla, trayendo á ella de las otras islas la gente que
-se pudiese traer, para que su negocio y granjería de las minas
-y otros intereses no cesasen; y para esto pensaron con
-esta industriosa falsedad de engañar al Rey D. Hernando. Fué
-aquesta cautela dolosa tal, conviene á saber, que le hicieron
-saber, ó por cartas ó por procurador que á la corte enviaron
-(lo cual no es de creer que se hizo sin parecer y consentimiento
-del Comendador Mayor), que las islas de los Lucayos,
-ó Yucayos, vecinas desta Española y de la de Cuba, estaban
-llenas de gente, donde estaban ociosos y de ninguna cosa
-aprovechaban, y que allí nunca serian cristianos, que Su Alteza
-diese licencia á los vecinos españoles desta isla, para que
-armasen algunos navíos en que los trujesen á ella, donde serian
-cristianos y ayudarian á sacar el oro que habia, y sería
-de mucho provecho aquella traida, y Su Alteza sería muy
-mucho servido. El Rey se lo concedió que así lo hiciesen,
-con harta culpa y ceguedad del Consejo que tal le aconsejó y
-firmó la tal licencia, como si fueran los hombres racionales
-alguna madera que se cortara de árboles y la hobieran de
-traer para edificar en esta tierra, ó quizá manadas de ovejas ó
-otros animales cualesquiera, que aunque murieran en el camino
-por la mar, muchos, poco se perdia. ¿Quién no culpará
-error tan grande como era, las gentes, naturales vecinos de<span class="pagenum"><a name="Page_221" id="Page_221">[221]</a></span>
-tantas islas, de verse sacar por fuerza dellas, y llevarlas 100
-y 150 leguas por la mar, á otras nuevas tierras, por causa
-buena ó mala que ofrecer se pudiera, cuanto ménos á sacar
-oro de las minas, donde, cierto, habian de morir, para el Rey
-ni para los extraños, á quienes nunca ofendieron? Si por ventura
-no quisieron justificar la tal traida y despoblacion de las
-propias patrias, con aquella engañosa y falsa color con que al
-Rey engañaron, que traidos á esta isla serian instruidos y
-hechos cristianos; pero aunque fuera esto verdad, lo cual no
-fué, porque ni lo pretendieron, ni lo hicieron, ni lo pensaron
-hacer jamás, no queria Dios aquella cristiandad con tanto
-estrago, porque no suele á Dios aplacer bien alguno, por
-grande que sea, perpetrando los hombres gravísimos pecados,
-y, aunque sean chicos, cualesquiera daños hechos contra sus
-prójimos; y en esto los pecadores muchas veces, mayormente
-en estas Indias, se han engañado y cada dia se engañan. Y
-para condenacion entera desta fingida color y excusa, nunca
-los Apóstoles hicieron sacar por fuerza de sus tierras las gentes
-infieles y llevarlas para las convertir á donde ellos estaban,
-ni la Iglesia universal, despues dellos, jamás lo usó, como cosa
-perniciosa y detestable; así que, el Consejo del Rey tuvo
-gran ceguedad, y por consiguiente, ante Dios, fué muy culpable,
-porque no debiera él ignorar esto ser malo, pues tenian
-oficio de letrados los que en él entraban. Venida, pues, la licencia
-del Rey D. Hernando para traer á esta isla las gentes
-que vivian en las islas que llamábamos de los Lucayos, concertábanse
-10 ó 12 vecinos de la ciudad de la Vega ó Concepcion
-y de la villa de Santiago, y juntaban hasta 10 ó 12.000
-pesos de oro, de los cuales compraban dos ó tres navíos, y cogian
-á sueldo 50 ó 60 hombres, con marineros y los demas,
-para ir á saltear los indios que aquellas islas en su paz, y quietud
-y seguridad de su patria, descuidados moraban. Estas gentes,
-llamadas lucayos, como en el primer libro dejamos dicho,
-y en otra nuestra Historia, llamada Apologética, muy más largo,
-fueron, sobre todas las destas Indias y creo sobre todas las del
-mundo, en mansedumbre, simplicidad, humildad, paz y quietud,<span class="pagenum"><a name="Page_222" id="Page_222">[222]</a></span>
-y en otras virtudes naturales, señaladas, que no parecia
-sino que ellos no habian pecado en Adan; no he hallado en
-todas las naciones del mundo, de que las historias antiguas
-hayan hecho mencion, á quien sino á las que llaman Séres
-comparallas, que son pueblos de Asia, de quien Solino, cap. 63,
-dice ser mansos, y entre sí quietísimos, y segun Pomponio
-Mela, libro III, cap. 6.º, es linaje de hombres lleno de justicia;
-y segun Eusebio, libro VI, cap. 8.º, de <i>Preparatione Evangelica</i>,
-ni matar, ni fornicar saben, ni hay entre ellos mala mujer alguna,
-ningun adulterio, ni ladron, ni homicida se halla, ni
-adoran ídolos; á estas naciones fueron desta isla, nuestros españoles,
-y hicieron las obras siguientes. Díjose, que, al principio,
-los primeros nuestros que á esta vendimia llegaron, en
-estas islas de los Lucayos, sabiendo la simplicidad y mansedumbre
-destas gentes (que se pudo saber de la práctica que
-se tenia de cuando el Almirante primero las descubrió, y trató
-con ellas, y experimentó su bondad natural y condicion mitísima),
-llegados dos navíos á ellas, y ellas rescibiéndolos, como
-siempre tuvieron, ántes que nuestras obras cognosciesen, que
-eran venidos del cielo, dijéronles que iban desta isla Española,
-donde las ánimas de sus padres y parientes, y de los que bien
-querian, estaban en holganza, y que si querian venir á vellos,
-que en aquellos navíos los traerian; esto era y es, cierto, en
-todas estas indianas naciones, tener opinion que las ánimas eran
-inmortales, y que, despues de muertos los cuerpos, se iban las
-ánimas á ciertos lugares, amenos y deleitables, á donde ninguna
-cosa de placer y consuelo les faltaba, y en algunas partes
-tenian, que primero padescian algunas penas por los pecados
-que en esta vida habian pecado. Así que, con éstas
-persuasiones y malvadas palabras, los primeros que allí fueron,
-segun se dijo, engañaron aquellas inocentísimas gentes, á que
-se dejasen meter en los navíos, hombres y mujeres, como la
-ropa y ajuar de sus casas, ni las raíces de sus heredades les
-hiciese poco embarazo; pero despues de traidos á esta isla,
-como no viesen á sus padres, ni madres, ni á los que amaban,
-sino las herramientas de azadas y azadones, y barras y barretas<span class="pagenum"><a name="Page_223" id="Page_223">[223]</a></span>
-de hierro, y otros instrumentos tales, y las minas donde
-las vidas en muy breve acababan, dellos desesperados, viéndose
-burlados, con el zumo de la yuca se mataban, dellos de
-hambre y trabajos se morian, como personas en grande manera
-delicadas, y que nunca imaginaron haber tales trabajos.
-Despues, el tiempo andando, tuvieron otras industrias, y hicieron
-otras maneras de fuerzas y saltos para traellos, que
-ninguno se les escapaba. Traidos á esta isla, y desembarcados
-hombres y mujeres, niños y viejos, en especial en el Puerto de
-Plata y Puerto Real, que están en la costa del Norte, fronteros
-de las mismas islas de los Lucayos, hacian ciertos montones
-dellos, cuantos eran los que en los navíos y gastos ponian sus
-partes, viejo con mozo, enfermo con sano (porque por la mar
-enfermaban y morian muchos con el angustia, viniendo apretados
-debajo de cubierta, como es region caliente, que de sed
-se ahogaban, y tambien de hambre); en aquellos montones no
-se miraba que fuese la mujer con el marido, ni el hijo con el
-padre, porque no se hacia más cuenta dellos, que si verdaderamente
-fueran vilísimos animales. Así, los inocentes, <i>sicut pecora
-occisionis</i>, repartidos por sus montones ó manadas, echaban
-suertes sobrellos, y cuando cabia por la suerte algun
-viejo y enfermo, decia el que le llevaba: «este viejo dadlo al
-diablo, ¿para qué lo tengo de llevar, para dallo de comer y
-despues enterrallo? y éste enfermo, ¿para qué me lo dáis, para
-curallo?» Y acaecia, estando en estas partijas, caerse muertos
-de hambre, y de la flaqueza y enfermedad que traian, y del
-dolor viendo los padres apartar de sí á sus hijos, y los maridos
-á las mujeres llevárselas. ¿Quién podia sufrir que tuviese
-corazon de carne, y entrañas de hombre, á ver tan inhumana
-crueldad? ¿Qué memoria debia entónces de haber de
-aquel precepto de la caridad, «amarás tu prójimo como á tí
-mismo», en aquellos que tan olvidados de ser cristianos, y áun
-de ser hombres, así tractaban en aquellos hombres la humanidad?
-Ordenaron tambien, que para los gastos que se hacian,
-y para pagar el sueldo á los 50 ó 60 que iban en los
-navíos á hacer estas cabalgadas, que pudiesen vender, puesto<span class="pagenum"><a name="Page_224" id="Page_224">[224]</a></span>
-que ellos decian traspasar de uno á otro, cada indio de aquellos
-que ellos tambien nombraban piezas, cada pieza, como
-si fueran piezas ó cabezas de ganado, por cuatro pesos de oro,
-y no más; y ésta tenian por honra que les hacian, vendellos y
-traspasallos por precio tan barato, como en la verdad, si el
-precio fuera grande, tuviéranlos en mucho más, y por consiguiente
-tratáranlos mejor por su propio interese, y duraran
-más.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_225" id="Page_225">[225]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLIV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Tuvieron, como dije, muchas maneras de sacarlos de sus
-islas y casas, donde vivian verdaderamente aquella vida que
-vivieron las gentes de la Edad dorada, que tanto por los poetas
-é historiadores fué alabada, y unas cautelas usaban en
-unas islas y partes, y otras en otras; y las primeras veces
-asegurándolos, como los indios estaban sin sospecha, descuidados,
-y los rescibian como á ángeles; otras, salteándolos de
-noche; otras, entrando á la clara como dicen, <i>aperto Marte</i>,
-matándolos á cuchilladas, cuando algunos dellos, teniendo
-experiencia ya de las obras de los españoles, y que venian
-á llevallos, se defendian con sus arcos y flechas, de las que
-usaban, no para hacer guerra á alguien, sino para matar
-pescados de que tenian siempre abundancia. En obra de cuatro
-ó cinco años trujeron á esta isla, de hombres, y mujeres,
-y chicos, y grandes, sobre 40.000 ánimas; y desto hace mencion
-Pedro Mártir, en el capítulo 1.º, de su sétima Década,
-diciendo: <i>Et quadraginta, utriusque sexus, millia in servitutem
-ad inexhaustam auri famen explendam uti infra latius dicemus,
-abduxerunt: has una denominatione Jucayas appellant, scilicet
-insulas, et incolas, jucayos</i>. Donde tambien dice, como se mataban
-de desesperados, y otros que tenian mejor ánimo, con
-esperanza de en algun tiempo se huir á sus tierras, sufrian su
-vida desesperada, escondiéndose hácia la parte del Norte,
-por algunos lugares montuosos que les parecia estar fronteros
-de sus islas, para desde allí, algun dia, tener algun remedio
-como á ellas pasarse. <i>Jucaya suis sedibus abrepti desperatis
-vivunt animis, dimisere spiritus inertes multi á cibis
-aborrendo per valles, in vias el deserta nemora rupesque abstrusas
-latitantes; alii vitam exosam finierunt. Sed qui fortiore pectore<span class="pagenum"><a name="Page_226" id="Page_226">[226]</a></span>
-constabant, sub spe recuperandæ, libertatis muere mallebant. Ex
-his plerique non inertioris, forte si fugæ locus dabatur, partes Hispaniolæ
-petebant septentrionales, unde ab eorum patria venti
-flabant, ac prospectare arcton licebat: ibi protentis lacertis et ore
-aperto halitus patrios anhelando absorvere velle videbantur; et
-plerique spiritu deficiente languidi præ inedia corruebant exanimes</i>,
-etc. Esto dice Pedro Mártir. Una vez, un indio de aquellos
-(y allí lo refiere Pedro Mártir), tomó cierto árbol muy grueso,
-que se llamaba, en lengua desta isla Española, yaurúma, la
-penúltima sílaba luenga, el cual es muy liviano y todo hueco,
-y sobre él debia de armar con otros palos alguna balsa, muy
-bien atados con bejucos, que son ciertas raíces muy recias,
-como si fuesen cordeles. En lo hueco de los palos metió algun
-maíz que pudo hallar, y que, por ventura, él habia sembrado
-y cogido, y ciertas calabazas llenas de agua dulce, asimismo
-dejando algun maíz fuera para comer algun dia, y
-tapó bien con hojas los cabos de los palos, y admitió á su
-compañía otro indio, y á unas indias, parientes ó vecinos
-suyos, grandes nadadores, porque todos lo eran; y pónense
-encima de su balsa, y con otros palos, como remos, échanse
-á la mar y andan camino de sus islas y tierras, y, andadas 50
-leguas, toparon por su desdicha con un navío que venia, de
-hácia donde ellos iban, con cierta presa. Tomáronlos y volviéronlos,
-llorando y lamentando su infelicidad, y la balsa en
-que iban para esta isla, donde al cabo con los demas perecieron.
-De creer es, que otros muchos intentaron buscar y tomaron
-este remedio, sino que no lo sabemos, pero poco les
-aprovechó si lo hicieron, porque una vez que otra, los tomaban
-y traian, si á sus tierras llegaban, pues que ningunos,
-como parecerá, dejaron en todas aquellas islas. Escudriñaban
-entre muchas dellas, cuál era la que mas fuerte ó cercada de
-peñas estaba, y prendian toda la gente de las otras comarcanas,
-y traian á aquella, quebradas ó tomadas todas las canoas
-ó barquillos que ellos tenian, porque no se huyese, ponian para
-guardallos los españoles que necesarios eran, entre tanto que
-los navíos tornaban desta isla, dejando acá las barcadas que<span class="pagenum"><a name="Page_227" id="Page_227">[227]</a></span>
-de gente habian traido. Acaeció tener en una isleta de aquellas
-llegadas 7.000 ánimas, y estaban siete españoles guardándolos
-muchos dias, como si fueran otras tantas ovejas ó corderos,
-y como los navíos se tardasen, acabóseles el caçabí, ó
-laceria que tenian para comer; y venidos ya dos navíos que
-traian caçabí para los indios, porque otra cosa no les daban á
-comer, y si otros bastimentos traian eran para los españoles,
-así como llegaron los navíos á la isleta, levantóse una terrible
-tormenta que hundió los navíos, ó los desbarató, por manera,
-que de hambre pura perecieron las 7.000 ánimas de indios, y
-los siete españoles sin tener remedio, ni escapar alguno. De
-la gente de los navíos, no me acuerdo qué fué lo que oí que
-se hobiese hecho dellos. Destos juicios de Dios, y castigos que
-cada dia Dios hacia, no se miraba, ni que por los pecados, los
-enviase Dios, que allí se cometian sino que acaso, y sin que
-hobiese Rector en los cielos que lo viese y tuviese cuenta de
-tan crueles injusticias, aquellos infortunios venian. Destas hazañas
-y crueldades que con estas inocentes ovejas se usaron,
-y que fueron infinitas, pudiera saber y agora referir muchas
-en particular, si en aquellos tiempos, que yo estaba en esta
-isla, mirara en querellas saber de los mismos que las obraban.
-Quiero aquí decir lo que uno dellos me dijo en la isla
-de Cuba: Éste habia pasado de aquellas islas á la de Cuba,
-creo que en una canoa de indios, no sé si quizá por huir de su
-Capitan, ó de algun peligro que allí se le hobiese ofrecido, ó
-por salir de tan reprobados tratos, por sentirse andar en mal
-estado; díjome, que, como metian en los navíos mucha gente,
-200, 300 y 500 ánimas, viejos y mozos, y mujeres y niños,
-echábanlos todos debajo de cubierta, cerrando las bocas que
-llaman escotillas, porque no se huyesen, los cuales quedaban
-sin lumbre y sin soplo de viento, y la regiones caliente, y
-como no metian en los navíos mantenimientos, en especial
-agua, más, ó poco más, que bastase para más de los Españoles
-que en estos tractos andaban, y así, por la falta de la comida,
-y más por la sed grande, que por el gran calor y angustia y
-apretamiento de estar unos sobre otros, ó muy junto á otros,<span class="pagenum"><a name="Page_228" id="Page_228">[228]</a></span>
-padecian muchos muriesen y los echasen á la mar, que eran
-tantos que un navío, sin aguja ni carta ó arte de navegar, pudiera,
-solamente por el rastro de los que lanzaban muertos,
-venir desde aquellas á esta isla. Estas fueron sus palabras.
-Y esta fué cosa cierta, unas veces mayor y otras menor, que
-nunca navío fué á saltear indios destos lucayos, y de la tierra
-firme donde mucho se usó esta inhumanidad, como se dirá,
-que no echasen á la mar, muertos, la tercia ó la cuarta parte
-de los que salteaban y embarcaban, por las susodichas causas.
-Por esta órden, si órden se sufriera llamarla, en obra de diez
-años trujeron á esta isla Española, hombres, y mujeres, niños,
-y viejos, sobre un cuento de ánimas y muchas más; algunas
-barcadas dellos hicieron los Españoles que vivian en la isla de
-Cuba, donde, al fin, todas perecieron en las minas, de trabajos,
-y hambres, y angustias. Pedro Mártir afirma haber sido informado,
-que de aquellas islas de los Lucayos, que eran 406, habian
-los Españoles traido y puesto en captiverio para echar en
-las minas, 40.000 ánimas; y dellas, y de las demas, un cuento
-y 200.000; y dice así en el cap. 1.º de la sétima Década: <i>Ut ego
-ipse, ad cujus manus quæcumque emergunt afferuntur, de illarum
-insularum numero vix ausim credere quæ prædicantur. Ex
-illis sex et quadringentas ab annis viginti amplius, quibus Hyspaniolæ
-Cubæque habitatores hispani eas pertractarunt, percurrise
-inquiunt, et quadraginta utriusque sexus millia in servitutem
-ad inexhausti auri famem explendam adduxerunt: has
-una denominatione Jucayas appellant, et incolas jucayos</i>, etc.
-Y en el cap. 2.º de la misma Década dice: <i>Sed has scilicet
-insulas fatentur habitatoribus quondam fuisse refertas, nunc
-vero desertas, quod ab earum densa congerie perductos fuisse
-misseros insulares ad Hyspaniolæ Fernandinæque aurifodinarum
-triste ministerium inquiunt deficientibus ipsarum incolis, tum
-variis morbis et inedia, tum præ nimio labore, ad duodecies centena
-millia consumptis. Piget hæc referre sed oportet esse veridicum,
-sui tamen exitij vindictam alicuando sumpsere jucay,
-raptoribus interfectis: cupiditate igitur habendi jucayos, more
-venatorum, per nemora montana perque palustria loca feras insectantur</i>,<span class="pagenum"><a name="Page_229" id="Page_229">[229]</a></span>
-etc. Todo es de Pedro Mártir; cuanto á lo que añide,
-que los lucayos algunas veces mataron españoles, acaecia
-cuando algunos pocos hallaban descuidados, porque desque
-cognoscieron que los destruian, y que aquella era su venida
-y demanda, los arcos y flechas, que usaban para matar pescado,
-acordaron emplearlos para matar á los que los mataban,
-pero todo era en vano, porque nunca podian matar sino dos
-ó tres, ó cuatro cuando más se estiraban. Y, cuanto á lo que
-dice más, que eran 400 islas, metió en aquel número las islas
-del Jardin de la Reina, y del Jardin del Rey, que son unas
-rengleras de islas pequeñas, que están á la costa del Sur y
-del Norte, pegadas con la isla de Cuba, y aunque las gentes
-de que estaban pobladas aquellas isletas de los Jardines, eran
-de aquella simplicidad y bondad natural que las de los Lucayos,
-pero no acostumbramos llamarlas isletas de los Lucayos,
-sino las grandes que comienzan desde cerca desta isla Española
-y van hácia cerca de la Florida, desviadas algo de la
-de Cuba; y éstas serán 40 ó 50, entre chicas y grandes, y
-á éstas llamamos propiamente Lucayos, ó por mejor decir,
-Yucayos. Dice más Pedro Mártir, que se le presentaban las
-cosas que de nuevo acaecian y iban destas Indias; ésto se hacia,
-por que por aquel tiempo que esto escribia era del Consejo
-de las Indias, y entró en él el año de 518, estando yo, á la
-sazon que presentó él su provision real, en el mismo Consejo,
-presente: proveyóle deste oficio el Emperador, luégo que vino
-á reinar, en la ciudad de Zaragoza.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_230" id="Page_230">[230]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Despues que se consumieron en las minas y en los otros
-trabajos, y vida durísima y desventurada, muy grande número
-de los lucayos, y de todos la mayor parte, inventó el
-enemigo de la naturaleza humana otro modo de codicia en
-los españoles, para del todo acaballos. Comenzaron á asomar
-las perlas que habia en la mar, al rededor de la isleta de Cubagua,
-que está junto á la isla Margarita, en la costa de tierra
-firme, que se llama de Cumaná, la última sílaba aguda, y
-juntamente las minas en esta isla iban aflojando. Acordaron
-los españoles de enviar á sacar perlas los indios lucayos, por
-ser grandes nadadores todos ellos en universal, como las perlas
-se saquen zabulléndose los hombres dos y tres y cuatro
-estados, donde las ostias, que las perlas contienen, se hallan;
-por cuya causa, se vendian cuasi públicamente, con ciertas
-cautelas, no á 4 pesos como al principio se habia ordenado,
-sino á 100 y á 150 pesos de oro, y á más cada uno de los lucayos.
-Creció tanto el provecho, que, sacando con ellos perlas,
-los nuestros hallaban, puesto que con gran riesgo y perdicion
-de las vidas de los lucayos, como aquel oficio de sacar perlas
-sea infernal, que por maravilla se halló en breves dias
-que en esta isla quedase algun lucayo. Hay desta isla hasta la
-isleta de Cubagua, por el camino que de necesidad se ha de
-llevar rodeando, cerca de 300 leguas largas, y así los llevaron
-todos en navíos allá, y en aquel duro y pernicioso ejercicio,
-muy más cruel que el sacar oro de las minas, no en muchos
-años, finalmente, los mataron y acabaron; y así fenecieron
-tanta multitud de gentes que habia en tantas islas, como
-queda dicho, que llamamos de los Lucayos ó Yucayos. Estaba
-en aquesta sazon ó tiempo, en esta ciudad de Sancto Domingo,<span class="pagenum"><a name="Page_231" id="Page_231">[231]</a></span>
-un hombre honrado, temeroso de Dios, llamado Pedro de
-Isla, que habia sido mercader, y, por recogerse y vivir vida
-más sin peligro de la conciencia, dias habia que hobo aquellos
-tractos dejado, y sustentábase de lo que justamente creia
-que de las mercaderías pasadas, y con segura consciencia, le
-pudo quedar. Este varon virtuoso, sabiendo los estragos y
-crueldades que se habian hecho en aquellas gentes simplicísimas
-de los lucayos, y como se despoblaron tantas y tales
-islas, y que ya no se curaban de ir navíos á ellas, por tenellas
-por vacías, movido de celo de Dios, y de lástima de tanta
-perdicion de ánimas, y por remediar los indios que en aquellas
-islas se hobiesen de aquel fuego infernal y pestilencia
-vastativa escapado, creyendo que algunos habria, para, en
-esta isla ó en aquellas, hacer dellos un pueblo, y allí en las
-cosas de la fe instruillos, y áun tambien por impedir á otros,
-que, con el fin contrario, y para se servir dellos, procurasen
-lo que él pretendia, fuése á los que gobernaban esta isla, y
-pidióles con mucha instancia le diesen licencia para enviar
-un bergantin, ó lo que más fuese necesario, á su costa, para
-rebuscar por todas aquellas islas los que se hallasen, y los
-pudiese traer á ésta, y hacer un pueblo dellos y lo demas que
-está dicho. El cual intento cristiano, por los que gobernaban
-oido y entendido, con toda voluntad le concedieron lo que
-pedia. Habida esta licencia, compró un bergantin ó carabela
-pequeña y puso en ella ocho ó diez hombres, con abundancia
-de mantenimientos para mucho tiempo, todo á sus espensas,
-y enviólos, encargándoles mucho anduviesen y escudriñasen
-todas aquellas islas, buscando los indios que en ellas
-hobiese, y los asegurasen y consolasen cuanto les fuese posible,
-que no les sería hecho mal alguno, que no los iban á
-buscar para captivallos, como se habia hecho á sus parientes
-y vecinos, ni que habian de ir á sacar oro á las minas, sino
-que habian de estar en su libertad y á su placer, como ellos
-verian, y otras palabras que, para que perdiesen el miedo de
-tan grandes calamidades como habian padecido, y se consolasen,
-puestos en tanta tristeza y amargura como estaban, convenia.<span class="pagenum"><a name="Page_232" id="Page_232">[232]</a></span>
-Fueron y hicieron lo que les fué mandado por su amo,
-ó que les daba su salario, el buen Pedro de Isla, y anduvieron
-todas las islas, buscadas y escudriñadas cuanto les fué
-posible. Tardaron en ello tres años, y al cabo dellos, hecha
-la diligencia dicha, solamente hallaron 11 personas, que yo
-con mis ojos corporales vide, porque vinieron á desembarcar
-al Puerto de Plata, donde yo al presente vivia. Estos eran
-hombres, y mujeres, y muchachos, no me acuerdo cuántos
-fuesen de unos y de otros, mas de que uno dellos era un viejo
-que debia ser de sesenta y más años; todos y él en cueros vivos,
-y con tanto sosiego y simplicidad, como si fueran unos corderitos.
-Parábamelos á mirar de propósito, en especial al viejo,
-que era de un aspecto muy venerable, bien alto de cuerpo,
-el rostro grande, autorizado y reverendo. Parecíame ver en
-él á nuestro padre Adan, cuando estuvo y gozó del estado de
-la inocencia, y acordándome cuántos de aquellos habia entre
-tantas gentes, como, en aquellas y de aquellas islas, en tan
-breves dias y en cuasi mi presencia, sin culpa alguna en que
-nos hobiesen ofendido, se habian destruido, no restaba sino
-alzar los ojos al cielo y temblar de los divinos juicios. Así
-que, aqueste fué el rebusco que halló Pedro de Isla de la pasada
-vendimia. Despues dió nuestro Señor, Dios, el pago de
-su buen celo y virtud al Pedro de Isla, porque lo metió en
-la órden de Sant Francisco, y allí, viviendo sanctamente, le
-ordenaron de órdenes sagradas hasta ser Diácono ó de Evangelio,
-y, por su gran humildad, rogó que no le forzasen á ser
-de Misa, por tenerse por indigno, acordándose de lo que habia
-hecho su glorioso padre Sant Francisco; y así, despues de
-muchos años, le llevó Dios para sí, donde yo creo que goza
-de la vision divina, y gozará para siempre sin fin. Tornando
-á los lucayos, esta fué gente, como en otra nuestra Historia
-dijimos, felicísima, y creemos ciertamente, que fué de las más
-aparejadas para cognoscer y servir á Dios, que en la masa del
-linaje humano por alguno hobiese sido vista; yo confesé y
-comulgué, y me hallé á la muerte de algunos dellos, despues
-que fueron baptizados é instruidos, y digo que suplico á<span class="pagenum"><a name="Page_233" id="Page_233">[233]</a></span>
-nuestro Señor, Dios, que tal devocion y tales lágrimas y contriccion
-de mis pecados me dé al tiempo cuando su cuerpo y
-sangre rescibiere, y de mi fin y muerte, como en ellos me
-parece que sentia y cognoscia. Y con esto, cierro la Historia
-que toca á los lucayos, que tan infelices fueron en caer en
-manos de quien así, tan sin culpa y razon y justicia, los destruyeron,
-aunque ser nosotros, que lo cometimos, mas sin
-buenaventura que ellos, que lo padecieron, ninguna duda
-tengo.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_234" id="Page_234">[234]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLVI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En este año de 508, ó al fin de 507, el Comandador Mayor
-envió á ver y considerar, con intencion de poblar de españoles,
-la isla que llamamos de Sant Juan, que por vocablo de la
-lengua de los indios, vecinos naturales della, se nombraba Boriquén,
-la última sílaba aguda. Esta isla es toda ella, ó lo más
-della, sierras y montañas altas, algunas de arboledas espesas,
-y otras rasas de muy hermosa hierba como la de esta isla.
-Tiene pocos llanos, pero muchos valles y rios, por ellos, muy
-graciosos, muy fértiles, y toda ella muy abundosa; está, de la
-punta oriental desta isla Española, la punta ó cabo occidental
-della, obra de 12 leguas; véese una isla de otra, cuando hace
-claro, estando en lo alto de las dichas puntas ó cabos dellas.
-Tiene algunos puertos no buenos, si no es el que llaman Puerto-Rico,
-donde la ciudad y cabeza del Obispado tiene su asiento;
-terná de luengo 40 largas leguas, y 15 ó 16 de ancho, y en
-circuito bojará 115 ó 120. Toda la costa del Sur della está
-en 17° y la del Norte en 18° de la línea equinoccial, á la
-parte del Ártico, por manera que su ancho es cuasi un
-grado, tomándolo de Norte á Sur. Tuvo mucho oro, no tan
-fino como el de esta isla, pero no tenia de quilates y valor
-ménos que no valiese 450 maravedís el peso; estaba plenísima
-de gentes, naturales, vecinos y moradores della, y muy
-mansas y benignas, como las de esta; era combatida de los
-caríbes, ó comedores de carne humana, y para contra ellos
-eran valerosos y defendian bien su tierra. La ocasion de la
-enviar el Comendador Mayor á explorar, para la poblar de
-españoles, fué la siguiente: Despues de la postrera guerra que
-los españoles hicieron á los vecinos de la provincia de Higuey,
-que tambien fué la postrera de toda esta isla, de la cual<span class="pagenum"><a name="Page_235" id="Page_235">[235]</a></span>
-hablamos en el cap. 18, en la villa de Salvaleon, que
-mandó el Comendador Mayor poblar en aquella provincia,
-puso por su Teniente y Capitan á Juan Ponce de Leon, el que
-fué por Capitan de la gente desta ciudad de Sancto Domingo,
-en la dicha postrera guerra, segun dijimos en el cap. 15; éste
-tuvo noticia de algunos indios de los que le servian, que en
-la isla de Sant Juan ó Boriquén habia mucho oro, porque
-como los vecinos indios de aquella provincia de Higuey, fuesen
-los mas propincuos, y en la más propincua tierra viviesen
-á la dicha isla de Sant Juan, y no hobiese sino 12 ó 15
-leguas de distancia, cada dia se iban en sus canoas ó barquillos
-los de esta isla á aquella, y los de aquella á esta venian, y
-se comunicaban, y así pudieron bien saber los unos y los otros
-lo que en la tierra de cada uno habia. Dió, pues, parte Juan
-Ponce de Leon al Comendador Mayor de las nuevas que habia
-sabido, y es de creer que le pidió licencia para pasar allá con
-algunos españoles, á inquirir la verdad y tomar trato y conversacion
-con los indios vecinos della, y ver la dispusicion
-que habia para poderla ir á poblar, porque hasta entónces
-ninguna cosa de lo que en la isla dentro habia se sabia, más
-de verla por de fuera ser hermosísima, y que parecia mucha
-gente de cada vez que pasaban por allí navíos. Finalmente,
-que Juan Ponce lo suplicase, ó que el Comendador Mayor se
-lo mandase, aparejó un carabelon, y metióse con ciertos pocos
-españoles y algunos indios que habian estado en la isla con
-él, y fué á desembarcar en una parte della, donde señoreaba
-un Rey é señor, llamado en su lengua dellos Agueíbana, la í
-letra luenga, el mayor señor de toda ella. Este los rescibió
-con grande alegría, y los aposentó y trató y hizo servir como
-si fueran del cielo venidos, como todas estas gentes destas
-Indias, á los principios, de nosotros creian; tenia este señor
-madre y padrastro, los cuales tambien mostraron rescibir
-mucho gozo con su venida, y les hicieron todas buenas obras
-de amor y amistad, mandándoles proveer abundantemente de
-comida, y dándoles de todo lo que tenian, y haciendo todo
-lo que sentia que hacia placer á Juan Ponce y á los cristianos.<span class="pagenum"><a name="Page_236" id="Page_236">[236]</a></span>
-Trocaron los nombres, y hiciéronse guatiaos, llamándose Juan
-Ponce, Agueíbana, y el Rey Agueíbana, Juan Ponce, que,
-como arriba dijimos, era una señal entre los indios destas islas
-de perpétua confederacion y amistad. A la madre del Rey,
-dió Juan Ponce, doña Inés por nombre, y al padrastro, don
-Francisco, porque así lo tenian de costumbre los españoles,
-dando los nombres que se les antojaban, de cristianos, á cualesquiera
-indios, con los cuales hasta la muerte se quedaban,
-sin que le diesen baptismo ni doctrina, porque dello se tenia
-poco cuidado, como arriba queda tocado. Este rey Agueíbana,
-era de muy humana y virtuosa condicion, y no ménos su
-madre y padrastro, los cuales siempre le aconsejaban que
-fuese amigo de los cristianos. Y porque la negociacion á que
-Juan Ponce iba era la que á todos los que á estas tierras vienen
-hace pasar acá, preguntóles luégo dónde habia minas de
-oro, y si lo sacaban ó sabian sacar; el Cacique, con toda y larga
-voluntad, lo llevó consigo por la tierra, y le mostró los rios
-donde sabia que dello habia mucha cuantidad, ignorando el
-inocente que les descubria el cuchillo con que á él y á su
-reino y gentes dél habian de matar; entre otros, le mostró y
-llevó á dos rios muy ricos, de los cuales, despues se sacó mucha
-riqueza de oro, el uno se llamaba en aquella lengua Manatuabón,
-en la última el acento, y el otro, Çebúco, la media
-luenga. En éstos hizo hacer catas Juan Ponce, con el buen
-aparejo que para ello llevaba, como no fuese para otro fin, de
-donde llevó una buena muestra de oro al Comendador Mayor.
-Dejó en la isla ciertos españoles muy encomendados al señor
-ó cacique Agueíbana y á su madre, los cuales los tuvieron
-y tractaron como si fueran sus hijos, y de su misma gente y
-naturaleza, y estuvieron alli hasta que tornó más gente de
-españoles, para de propósito poblar y gozar del fin que todos
-acá traen, como más largo, placiendo á Dios, se referirá.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_237" id="Page_237">[237]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLVII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Estando en el estado, que por la relacion dicha se ha visto,
-acá las cosas destas Indias, D. Diego Colon, hijo legítimo del
-almirante D. Cristóbal Colon, primero descubridor dellas, despues
-que el Rey católico de Nápoles vino, no cesaba de suplicarle
-que le restituyese y mandase poner en la posesion
-de todo el Estado, y dignidad, y oficios de que su padre habia
-sido despojado, conforme á sus privilegios, y á muchas cartas
-que el Rey y la Reina, por ellos, se lo habian prometido,
-segun que algunas veces se ha tocado. Y como el Rey le trujese
-siempre suspenso con sus dilaciones, como habia hecho á
-su padre, y un dia se le quejase diciendo que por qué Su Alteza
-no le hacia merced de dalle lo suyo, y confiar del que le
-serviria con ello fielmente, pues lo habia en su corte y
-casa criado, el Rey le respondió: «Mirad, Almirante, de vos
-bien lo confiaria yo, pero no lo hago sino por vuestros hijos y
-sucesores.» Luégo él dijo al Rey: «Señor, ¿es razon que pague
-y pene yo por los pecados de mis hijos y sucesores, que por
-ventura no los terné?» Esto me dijo un dia el Almirante, hablando
-conmigo en Madrid cerca de los agravios que rescebia,
-el año de 516, que con el Rey habia pasado. El cual, visto que
-por vía de suplicacion y de merced no le aprovechaba con
-el Rey nada, pidióle licencia para se lo pedir por justicia, y
-ponerle por demanda que le guardase sus privilegios y restituyese
-en la posesion de los oficios y dignidad y jurisdiccion,
-que su padre, con tantos trabajos y servicios hechos á la Corona
-real de Castilla y Leon, habia merecido y ganado, y de
-que habia sido injustamente desposeido, y por consiguiente,
-en ello muy agraviado; el Rey le dió licencia para que pidiese
-y siguiese su justicia como á él bien visto le fuese. Puso<span class="pagenum"><a name="Page_238" id="Page_238">[238]</a></span>
-su demanda y representó sus querellas; pidió justicia, dióse
-la voz al Fiscal, dió en diversos tiempos diversas y muchas
-peticiones sobre muchos artículos de lo que se sentia dañificado,
-respondia el Fiscal en muchos artículos harto ineptamente,
-y algunas veces, no con mucha decencia y honestidad.
-Pidió el Almirante que le pusiesen en la posesion de Visorey
-y Gobernador perpétuo de las islas y tierra firme, descubiertas
-y por descubrir, de todo el mar Océano, occidental y meridional,
-segun que los Reyes lo habian concedido á su padre
-ántes que él fuese á descubrir, por contracto que él habia hecho
-con los Reyes, y su padre, habiendo cumplido de su parte
-lo que ofreció, y los Reyes, dándole lo que le prometieron, usó
-y ejercitó los dichos oficios reales, de los cuales habia sido, de
-hecho y no de derecho, con gran daño y deshonor de su persona,
-despojado, sin haber hecho culpa porque hobiese merecido
-ser así tractado; pidió que en los términos de su Almirantazgo
-le dejasen usar del oficio de Almirante, con las preeminencias
-y jurisdiccion que lo usaban los Almirantes de Castilla,
-porque así lo tenia concedido por los Reyes, y que llevase
-los mismos derechos que ellos llevar solian. Pidió que le diesen
-la décima del oro y plata y perlas, y otras cosas de valor
-que viniesen y se hobiesen de todas estas Indias, islas y tierra
-firme; tambien el ochavo de todas las ganancias que, destas
-Indias, para el Rey resultasen, pues, cuando fué á descubrir
-su padre, contribuyó con la ochava parte, y con más en todos
-los gastos. Pidió que, para la gobernacion y regimiento de
-todas las islas y tierra firme de su Almirantazgo, eligiese
-el Almirante tres personas para cada oficio, y que el Rey escogiese
-uno que aquel oficio administrase como lo rezaban
-sus privilegios. Pidió la gobernacion de tierra firme, y la del
-Darien; pidió el repartimiento de los indios, conviene á saber,
-que ya que se hacia que á él pertenecia tener cargo de hacello,
-como fuese oficio de preeminencia y tocase á gobernacion.
-Pidió, por otros 42 capítulos, otras preeminencias, de algunas
-de las cuales abajo se hará mencion. Estas y otras muchas
-cosas y diversas pidió en diversos tiempos, segun que de<span class="pagenum"><a name="Page_239" id="Page_239">[239]</a></span>
-nuevo nacian, y succedian en estas Indias, y tocaban ó pertenecian
-á gobernacion y preeminencia, por ser Visorey y Gobernador
-perpétuo en todas ellas por sus privilegios; pidió
-tambien que no hobiese jueces de apelacion, diciendo que
-era en perjuicio de su vireinado y superioridad, que él sólo
-debia tener. Y porque el Fiscal alegaba que no habia descubierto
-su padre más de la costa de Paria y á Veragua, y por
-consiguiente no le pertenecia gozar de los bienes de lo demas,
-ni se entendia extenderse sus privilegios en toda la tierra firme,
-recibidos á prueba, probó el Almirante con muy muchos
-testigos, haber sido su padre el primero descubridor della,
-como lo fué destas islas y todas las Indias, y lo mismo resultó
-de la probanza y testigos que el Fiscal hizo, y á todas las
-réplicas del Fiscal respondió el Almirante muy copiosamente,
-cuyo proceso yo he visto. Y harta ceguedad y malicia era
-calumniar, y ofuscar, y disminuir, y querer aniquilar una obra
-tan ilustre y hazañosa, y que en el mundo nunca otro tal, á
-Reyes, servicio se hizo, debiéndola todos de agradecer y remunerar
-en mucho más de lo que se le habia concedido y
-prometido, pues él cumplió y dió á los Reyes, en infinito, más
-de lo que se habia ofrecido, como los mismos Reyes confesaron
-parte, por una carta que le escribieron de Castilla el año
-de 1494 á esta isla, y despues se ha visto asaz. Andando en
-este pleito, el Consejo de las Indias, en diversos tiempos, hizo
-ciertas declaraciones, una en Sevilla, y otra en la Coruña, sobre
-algunos de los artículos que el Almirante por sus peticiones
-pedia. En la de Sevilla, se contiene lo siguiente. «Que al
-Almirante y á sus sucesores pertenecen la gobernacion y administracion
-de la justicia, en nombre del Rey é de la Reina,
-nuestros señores, é del Rey é Reina, que por tiempos fueren
-en estos reinos de Castilla, así de la isla Española como de las
-otras islas, que el almirante D. Cristóbal Colon, su padre, descubrió
-en aquellas mares, é de aquellas islas que por industria
-del dicho su padre se descubrieron, con título de Visorey
-de juro y de heredad, para siempre jamás, para que por sí ó
-por sus Tenientes é oficiales de justicia, conforme á sus privilegios,<span class="pagenum"><a name="Page_240" id="Page_240">[240]</a></span>
-pueda ejercer y administrar la jurisdiccion civil é criminal,
-de las dichas islas, como é de la manera que los otros Visoreyes
-é Gobernadores lo usan, é pueden y deben usar en los
-límites de su jurisdiccion, con tanto que las provisiones que
-por el dicho Almirante é sus sucesores se libraren y despacharen,
-hayan de ir agora por D. Hernando y doña Juana, é
-despues de los dias del Rey é Reina, nuestros señores, por el
-nombre de Rey ó Reina que por tiempos fueren en estos reinos
-de Castilla, é las provisiones é mandamientos que por
-Tenientes é Alcaldes, y otros oficiales, ansí del mismo Almirante
-como de sus sucesores se libraren ó firmaren, ó cualquiera
-ejercicio de justicia que en las dichas islas se hagan,
-digan: Yo, fulano, Teniente ó Alcalde de tal lugar é isla, por
-el Almirante Visorey ó Gobernador de la tal isla ó islas, por el
-rey D. Hernando é reina Doña Juana, nuestros señores, y
-despues de sus dias por el tal Rey ó Reina que por tiempo fueren,
-como dicho es, y que si en otra manera fueren las dichas
-provisiones y mandamientos, que no sean obedecidas ni cumplidas.»
-En la Coruña se tornó á declarar el mismo artículo,
-por la forma siguiente: «Mandamos y declaramos que el dicho
-Almirante tiene derecho de Gobernador é Visorey, así
-de la isla Española, como de las otras islas que el almirante
-D. Cristóbal Colon, su padre, descubrió en aquellas mares, é
-de aquellas islas, que por industria del dicho su padre se
-descubrieron, conforme al asiento que se tomó con el dicho
-Almirante, su padre, al tiempo que se hizo la capitulacion
-para ir á descubrir, é conforme á la declaracion que fué hecha
-por los del Consejo en la ciudad de Sevilla.»</p>
-
-<p>Declaracion de Sevilla. «Que la décima parte del oro é
-de las otras cosas que pertenecen al dicho almirante D. Diego
-Colon, en las dichas islas, por virtud de la dicha capitulacion,
-que el Rey, nuestro señor, é la Reina, nuestra señora, que hayan
-gloria, hicieron con el dicho D. Cristóbal Colon, su padre,
-en el Real de sobre Granada, que pertenece al dicho
-almirante D. Diego Colon y á sus sucesores, por juro de heredad,
-para siempre jamás, para que pueda hacer dello lo que<span class="pagenum"><a name="Page_241" id="Page_241">[241]</a></span>
-quisiere y por bien tuviere. Item, que de los diezmos eclesiásticos,
-que á Sus Altezas pertenecen en las dichas islas, por
-bulas apostólicas, así del oro como de las otras cosas, que al
-dicho Almirante, D. Diego Colon, ni á sus sucesores no pertenece
-parte ni cosa alguna. Item, que de las penas que pertenecen
-ó pertenecieren á la Cámara de Sus Altezas é á la de
-los Reyes, que por tiempo fueren en estos reinos de Castilla,
-así por leyes destos reinos como arbitrarias, que se han impuesto
-ó impusieren para la dicha Cámara, que al dicho Almirante,
-ni á sus sucesores, no les pertenece cosa alguna,
-salvo que todas enteramente pertenecen á Sus Altezas; pero
-que las penas que, por leyes destos reinos, pertenecian á las
-justicias é jueces dellos, que éstas enteramente pertenecen
-al dicho Almirante y á sus oficiales. Item, declaramos que al
-dicho Almirante no se le debe, ni ha de haber, décima de
-aquellas cosas que Nos rescebimos, y podemos rescebir en las
-dichas islas é tierra firme, por derecho de superioridad ó dominio,
-en tal manera que el dicho Almirante no debe de haber
-décima de aquello que Nos rescebimos ó podemos rescebir,
-á causa de las imposiciones hechas ó que de aquí adelante se
-hicieren, así como son gabelas, que comunmente se llaman
-almoxarifazgo, con otros servicios.» Item, dice la de Sevilla:
-«Declaramos que las apelaciones que se interpusieren de los
-Alcaldes ordinarios de las ciudades, villas é lugares, que
-agora son, ó por tiempo fueren en las dichas islas, que fueren
-Alcaldes por eleccion é nombramiento de los concejos, que
-aquellas vayan primeramente al dicho Almirante ó á sus Tenientes,
-é dellos vayan las apelaciones á Sus Altezas é á sus
-Audiencias, ó á aquellos que por su mandado hobieren de
-cognoscer de las causas de las apelaciones de las dichas islas.
-Item, que Sus Altezas puedan poner en las dichas islas, cada
-y cuando les pareciere que conviene á su servicio, jueces de
-apelacion estantes en ellas ó fuera dellas, los cuales puedan
-cognoscer de las dichas causas de apelaciones, contenidas en
-su primer capítulo, é que para ésto no embarguen los privilegios
-del dicho Almirante.»</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_242" id="Page_242">[242]</a></span></p>
-
-<p>Declaracion de la Coruña, dice así: «Que de las sentencias
-que los dichos nuestros Alcaldes ordinarios, por Nos nombrados,
-dieren y pronuciaren, así en las causas criminales
-como en las civiles, se puedan apelar y apelen para los dichos
-Alcaldes, nombrados por el dicho Almirante, nuestro Visorey.
-Item, que de las sentencias dadas por los dichos Alcaldes,
-nombrados por el dicho Almirante, como nuestro
-Visorey, se pueda apelar y apele para delante de los jueces
-de apelacion por Nos nombrados en las dichas ínsulas é tierra
-firme, para cognoscer y determinar las dichas causas.
-Item, que de las sentencias que los dichos nuestros jueces de
-apelacion dieren ó pronunciaren, sea lícito é puedan apelar
-é suplicar para ante Nos, para que Nos mandemos determinar
-é determinemos las dichas causas, por Nos é por los de nuestro
-Consejo real, residente en estos nuestros reinos de Castilla,
-con tanto que las causas sean de la cuantidad que por
-Nos está ordenado y mandado.»</p>
-
-<p>En Sevilla. «Que las apelaciones que se interpusieren de
-los Alcaldes ordinarios de las ciudades, villas é lugares,
-que agora son, ó por tiempo fueren, en las dichas islas, que
-fueren Alcaldes por eleccion é nombramiento de los concejos,
-que aquellas vayan primeramente al dicho Almirante, ó á sus
-Tenientes, y dellos vayan las apelaciones á Sus Altezas, ó á sus
-Audiencias, ó á aquellos que por su mandado hobieren de
-cognoscer de las causas de las apelaciones de las dichas islas.»</p>
-
-<p>Declaracion de la Coruña. «Que en las dichas islas y
-tierra firme, y en las ciudades, villas y lugares dellas, donde
-se extiende el dicho Almirantazgo, Nos podamos criar é nombrar,
-é nombremos, é criemos Alcaldes ordinarios, y en nuestro
-nombre los elijan y nombren los pueblos, como hasta aquí
-se ha hecho; los cuales puedan cognoscer y cognoscan, en
-prima instancia, cualesquiera causas civiles é criminales pertenecientes
-á su jurisdiccion. Item, que los Jueces ante quien
-se principiaren cualesquier causas é negocios, que aquellos
-jueces las determinen hasta la sentencia definitiva, é no se
-puedan entremeter otros jueces, si no fuere por apelacion.»</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_243" id="Page_243">[243]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLVIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="pch">En el cual se prosiguen las declaraciones del Consejo, en Sevilla y en la Coruña.</p>
-
-<p class="p2">Declaracion de la Coruña. «Que el dicho Almirante, si
-quisiere, pueda deputar y enviar una persona en la casa de
-la Contractacion de las Indias, la cual asista con los nuestros
-oficiales, por Nos nombrados y deputados en la dicha casa,
-para ver lo que así se hace en el tracto y negociacion de las
-dichas Indias y tierra firme, donde su Almirantazgo se extiende,
-porque tenga cuenta y razon de los que al dicho Almirante
-pertenecen; con tanto, que la tal persona sea idónea y
-suficiente, y presentada y notificada á Nos.»</p>
-
-<p>Declaracion en Sevilla. «Que cada y cuando á Sus Altezas
-pareciere que conviene á su servicio é á la examinacion
-de su justicia, é á los dichos Rey é Reina, que por tiempo
-fueren en estos dichos reinos, puedan mandar tomar residencia
-al dicho Almirante é á sus oficiales, conforme á las leyes
-destos Reinos.»</p>
-
-<p>Y porque el Almirante dió en cierto tiempo cuarenta y dos
-capítulos de las cosas de que se agraviaba, respondiósele á
-algunos en Sevilla, y despues en la Coruña.</p>
-
-<p>Una respuesta en Sevilla fué, «que á Sus Altezas ó á quien
-su poder hobiere pertenecer el repartimiento de los indios de
-las dichas Indias, y no al Almirante.»</p>
-
-<p>Respuesta en la Coruña. «Que pues Dios crió á los indios
-libres, é no subjectos ni obligados á ninguna servidumbre,
-que de aquí adelante se guarde lo que sobre ello está acordado
-é determinado.» En la márgen dice ésto: «Declarado por
-los del Consejo, en la Coruña, que de aquí adelante no se
-deputen y nombren Visitadores con jurisdiccion, sino solamente<span class="pagenum"><a name="Page_244" id="Page_244">[244]</a></span>
-que visiten los indios, y hagan pesquisa si han hecho
-algunas cosas malas contra nuestra fe, para que se aparten y
-abstengan dellas; y si hallaren algunos haber hecho y cometido
-algunas cosas ilícitas y prohibidas, las declaren y notifiquen
-á sus jueces competentes, para que sobre todo puedan
-debidamente proveer como más convenga.» Aquesto se proveyó
-porque un Visitador pidió el oficio de Visitador en Castilla,
-y lo hobo por una mula que dió á cierta persona, nunca se
-habiendo proveido el tal oficio, en Castilla ni acá, de aquella
-manera, sino como arriba dejamos dicho. Este vino á esta isla,
-y, en muy pocos dias, robó dos ó tres mil castellanos, no á los
-indios, porque no tenian más de los pellejos á cuestas, y los
-trabajos donde los mataban, sino á los españoles, de cohechos,
-porque disimulasen los malos tratamientos que á los indios
-hacian. Argúyese aquí la ceguedad del Consejo en decir que
-solamente visitasen los indios é hiciesen pesquisa si los indios
-hacian cosas malas contra nuestra fe, etc. Ignoraba el Consejo
-lo que no le era lícito ignorar, conviene á saber, que los desdichados
-opresos de los indios si sabian qué hacer contra nuestra
-fe, como nunca hobiesen tenido doctrina ni cognoscimiento
-de Dios, más que cien años ántes, ni aunque quisieran
-no podian, como, dias y noches, otro espacio ni movimiento
-tuviesen, sino morir en los trabajos de las minas, y en los que
-por ellas y á ellas se conseguian. El mayor pecado de los tristes
-otro no era, sino desear comer quequiera, porque, de pura
-hambre, aunque no trabajaran, murieran como morian. Así
-que los Visitadores que se proveyeron en esta isla, no se proveyeron
-para pesquisar si los indios hacian cosas contra la fe,
-porque bien se sabia que no las hacian, sino para los afligir
-cruelmente á azotes si se iban de las minas, ó si, á los en
-quien estaban repartidos, á sabor de paladar no servian, y
-tambien para que no consintiesen que los tuviesen más en las
-minas, y en otros trabajos, de lo que ordenado estaba; pero
-desto segundo ningun cuidado se tenia, de lo primero sí, porque
-no faltasen un punto en el servicio á los que los destruian.
-Así que de todo esto, el Consejo, poca ó ninguna noticia<span class="pagenum"><a name="Page_245" id="Page_245">[245]</a></span>
-tenia, pues creia que los Visitadores se ordenaban para
-que hiciesen pesquisa si los indios algunas cosas malas contra
-nuestra fe cometian; de donde asaz parece, que las ignorancias
-del Consejo, así del hecho como del derecho, tienen
-asoladas las Indias. Tornando al propósito de las declaraciones,
-respondióse á lo mismo que el Almirante pedia, de que
-le pertenecia el repartimiento de los indios, en lo cual pedia
-para su alma el cuchillo, que el nombre de Visorey é título
-de Almirante, y provision de Gobernador, no impide ni contradice
-para que el Rey no pueda proveer y mandar las cosas
-que convengan para la buena gobernacion de sus reinos y
-estados, como arriba es dicho, y por esto no es agravio lo
-contenido en este capítulo; cuanto más que los Visitadores, por
-leyes destos reinos, son permitidos para que puedan visitar y
-cognoscer y determinar en las cosas pertenecientes á su visitacion.
-Dice más cerca desto en la márgen de la declaracion
-de la Coruña, que Su Alteza mandó y proveyó ésto, por los
-inconvenientes que habia entre los oficiales de justicia, así
-para los indios que tenian ellos, como para sentenciar en lo
-de los otros; y que así lo entiende Su Alteza mandar en todos
-los otros oficiales de justicia, porque ansí conviene para el
-buen tractamiento de los indios, y para la buena gobernacion
-de aquella tierra. No he podido caer á qué propósito se diga
-desta declaracion, porque no está más desto en aquel proceso.</p>
-
-<p>Declaróse en la Coruña tambien: «Que á cada uno sea
-lícito acusar al juez del dicho Almirante, si se tuviese por
-agraviado dél, ó pretendiere haber hecho y perpetrado alguna
-cosa digna de castigo y punicion. Item, que Nos podamos
-nombrar y deputar, é nombremos é deputemos juez de residencia
-que resciba residencia contra los jueces nombrados
-y deputados por el dicho Almirante, é por virtud de sus privilegios
-constituidos; el cual pueda á los dichos jueces suspender
-ó quitar de sus oficios, si á él bien visto fuere, con
-tanto que en lugar de los dichos jueces, que así fueren suspendidos
-é removidos, el dicho Almirante pueda nombrar y<span class="pagenum"><a name="Page_246" id="Page_246">[246]</a></span>
-constituir otros, que usen la misma jurisdiccion é oficio que
-usaban los suspendidos é removidos, ántes de su suspension é
-remocion, é que no puedan volver las varas á aquellos hasta
-que hayan hecho residencia. Item, que contra el dicho Almirante
-no se tome residencia, sino de los modos é formas pasadas
-en los capítulos ántes deste.»</p>
-
-<p>En la Coruña. «Que los delitos que se cometieren y contractos
-que se hicieren en la mar, do es el Almirante, entre las
-personas que fueren á las dichas Indias, á donde se ejerce
-el dicho oficio, que pueda cognoscer. Item, que si el Almirante
-lleva algunos derechos, que esté pendiente el pleito sobre
-ello entre el reino y el Almirante, y que se determine en
-el Consejo. Que de lo que se trujere de las partes que descubrió
-el Almirante, su padre, se le acuda conforme á la Capitulacion.»</p>
-
-<p>Item, en la Coruña se declaró: «Que en las dichas ínsulas
-é tierra firme, donde el dicho su Almirantazgo se extiende, no
-se puedan hacer ni se hagan ayuntamientos generales, sin intervencion
-del dicho nuestro Visorey, ó de la persona por él
-nombrada, y de los del Consejo ó jueces de apelacion por Nos
-nombrados. Pero que los oficiales reales de las ciudades, villas
-é lugares, siendo llamados algunos buenos y probos varones
-de los mismos lugares, si á ellos bien visto fuere, puedan
-hacer y hagan ayuntamientos particulares, para los
-negocios que tocaren particularmente á la utilidad é provecho
-de los dichos lugares; y que en tanto que el Visorrey ejerciere
-el oficio por su persona, donde se hallare presente que se
-haga.» Y aquesto de juntarse el Almirante con los jueces é oficiales,
-Su Alteza lo mandó por honrar su persona, que así no
-se entiende á sus Tenientes.</p>
-
-<p>Item, declaróse en Sevilla. «Que la provision de sus escribanías
-de los concejos, y del número, de los lugares, pertenecer
-al Rey, pero las del juzgado del Almirante, pertenecer
-al Almirante ó á quien su poder tuviese, con tanto que
-los escribanos que pusiese tuviesen títulos de escribanos del
-Rey.»</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_247" id="Page_247">[247]</a></span></p>
-
-<p>Otras cosas muchas pidió y fueron declaradas por el Consejo
-de las Indias, pero porque no fueron pedidas por vía de pleito
-y por tela de juicio, sino por vía de negociacion y expediente,
-fueron despues dadas por ningunas, por ciertos jueces que el
-Rey señaló, ante los cuales anduvo muchos años el pleito.
-Esto se ha referido aquí, porque sepan los venideros algunas
-cosas, de toda especie, de las pasadas, y porque vean cuán
-transitorias son las mercedes que los Reyes hacen, y con
-cuántos trabajos y dificultad se alcanzan, y cómo en este mundo
-los grandes servicios se pagan; y todo ésto áun se verá
-más claro adelante.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_248" id="Page_248">[248]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XLIX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Las peticiones y capítulos y pleitos que aquí quedan señalados
-hemos referido por anticipacion, por no tornar despues
-á repetillos, porque, como se ha dicho, fueron propuestos en
-diversos tiempos; año de 511 algunos, y en él se hicieron en
-Sevilla las declaraciones; año de 12 otros, en Burgos, y otros
-año de 16, en Madrid, y año de 20 se declararon en la Coruña,
-y otros año de 524. Pero los primeros y el primer pleito
-se comenzó el año de 508, en el cual, como el Almirante áun
-no se hobiese casado esperando que se determinase su justicia,
-porque de allí dependia casar bien ó mejor, acordó, finalmente,
-casarse con Doña María de Toledo, hija de D. Hernando de
-Toledo, Comendador Mayor de Leon, hermano de D. Fadrique
-de Toledo, duque de Alba, primos hijos de hermanos del Rey
-católico, el cual, de los grandes de Castilla, era el que más en
-aquellos tiempos con el Rey privaba. Y no pudo el Almirante
-llegarse á casa de grande del Reino, que tanto le conviniese,
-para que con favor expidiese sus negocios, ya que no le valia
-justicia, que la del duque de Alba, allende que cobró por
-mujer una señora prudentísima y muy virtuosa, y que en su
-tiempo, en especial en esta isla y donde quiera que estuvo,
-fué matrona ejemplo de ilustres mujeres. Celebrado, pues,
-aqueste casamiento, el duque de Alba insistia mucho con el
-Rey que pusiese al almirante D. Diego en la posesion de la
-dignidad y oficios que habia ganado su padre, pero el Rey,
-cuanto podia, complia con el Duque de palabras, con las cuales
-el Duque, y con la dilacion, algunas veces rescibia mucho
-enojo, y como privado y tan conjunto en sangre, y tambien,
-porque estando el Rey en Nápoles, y muerto el rey D. Felipe,<span class="pagenum"><a name="Page_249" id="Page_249">[249]</a></span>
-le sirvió mucho, y para que á estos reinos tornase fué grande
-parte, no dejaba de mostrárselo. Y áun díjose que ántes
-que viniese de Nápoles, ó estando en Nápoles el Duque, se lo
-habia por cartas suplicado, y el Rey prometídoselo, porque
-debia desde aquel tiempo el casamiento de tractarse. Finalmente,
-de grado, ó vencido de las suplicaciones del Duque y
-tambien del Comendador Mayor de Leon, su hermano, que
-despues del Duque no era poco su privado y su cazador mayor,
-el Rey determinó enviar á esta isla, con nombre solamente
-de Almirante y Gobernador de las Indias, al dicho D. Diego
-Colon, segundo Almirante. Pero primero que le diese los poderes,
-quiso poner el Rey aqueste resguardo, como si no tuviera
-el Almirante privilegios ya de ello ganados, y adquirido
-derecho á todo aquel Estado, y tractara de nuevo con algun
-estraño. El resguardo fué protestar que no era su intincion,
-por los poderes que le habia de dar, concedelle más derecho
-del que tenia pleiteando, y por esto mandó despachar una Cédula
-del tenor siguiente:</p>
-
-<p>El Rey:&mdash;«Por cuanto yo he mandado al Almirante de las
-Indias que vaya con poder á residir y estar en las dichas Indias,
-á entender en la gobernacion dellas, segun en el dicho
-poder será contenido, háse de entender que el dicho cargo y
-poder ha de ser sin perjuicio del derecho de ninguna de las
-partes. Fecha en la villa de Arévalo á 9 dias del mes de Agosto
-de 508 años.&mdash;Yo el Rey.&mdash;Por mandado de Su Alteza, Miguel
-Perez de Almazán.»&mdash;Y en las espaldas de la dicha Cédula,
-«Acordada», y estaba hecha una señal.</p>
-
-<p>Bien parece con la gana que el Rey le despachaba, que áun
-no dice con mi poder, sino con poder, etc. Por manera, que no
-le dió mayor ni más poder que habia dado al comendador Bobadilla
-y al Comendador Mayor, que, al presente, aquesta isla
-gobernaba, que no se les habia dado más de como á postizos
-y temporales que no habian de durar sino cuanto fuese su voluntad.
-Y así, llevó el mesmo salario que el Comendador Mayor
-tenia, y mandó que en Sevilla se le diese su pasaje, ó ayuda
-para él, de la manera que al dicho Comendador Mayor se<span class="pagenum"><a name="Page_250" id="Page_250">[250]</a></span>
-habia dado; y sobre aquesta razon, el Rey le dió esta Cédula:</p>
-
-<p>El Rey:&mdash;«Nuestros oficiales de la casa de la Contractacion
-de las Indias, que residís en la ciudad de Sevilla, ya sabeis
-como he proveido de nuestro Gobernador de las dichas Indias
-al almirante D. Diego Colon, el cual va á usar del dicho cargo,
-y porque mi voluntad es que en lo de su pasaje se haga con él
-como se hizo con el Gobernador que agora es, al tiempo que
-paso á las dichas Indias, por ende yo vos mando que veais los
-libros que teneis del dicho tiempo, y todo lo que halláredes que
-se hizo con el dicho Gobernador, así en el pagar de su pasaje
-y licencia de bestias y otras cosas, lo hagais y cumplais con
-el dicho Almirante, sin que falte cosa alguna, que yo por la
-presente, si necesario es, doy licencia para ello por esta vez.
-Hecha en el Realejo, á 13 dias de Diciembre de 1508.&mdash;El
-Rey.&mdash;Por mandado de Su Alteza, Lope Conchillos.»</p>
-
-<p>Entre otras Cédulas le mandó dar la siguiente, la cual
-puesto que pareció favorable, y quizá la pidió el Almirante,
-porque supo que tenia otra tal el Comendador Mayor, pero á
-lo que cognoscimos le fué harta ocasion para que le durase
-poco la gobernacion, é se viese en muchos lazos, por no cumplir
-la voluntad é interese de los privados del Rey, y que estaban
-á su lado:</p>
-
-<p>El Rey:&mdash;«D. Diego Colon, Almirante de las Indias y nuestro
-Gobernador dellas, porque podria ser que por yo no ser
-bien informado, mande despachar algunas cartas para las dichas
-Indias, en cosa que viniese perjuicio á nuestro servicio,
-yo vos mando que veais las tales cartas y las obedezcais, y
-en cuanto al cumplimiento nos lo hagais luégo saber, para que
-sobre ello os envie á mandar lo que se haga; pero en recibiendo
-nuestro segundo mandado, obedeceldas y complildas enteramente
-como os lo enviare á mandar, sin poner en ello dilacion
-alguna. Fecha en el Realejo, á 13 de Diciembre de 1508.
-Yo el Rey.&mdash;Por mandado de Su Alteza, Lope Conchillos.»</p>
-
-<p>Dióle poder para tomar residencia al Comendador Mayor
-y á sus dos Alcaldes mayores. Habidos los despachos y besado
-las manos al Rey, se partió el Almirante con su mujer, Doña<span class="pagenum"><a name="Page_251" id="Page_251">[251]</a></span>
-María de Toledo, para Sevilla, con mucha casa; trujo consigo á
-sus dos tios, el Adelantado D. Bartolomé Colon, y D. Diego
-Colon, hermanos de su padre, de quien ya en el libro I hablamos
-muy largo. Trujo tambien consigo á su hermano don
-Hernando Colon, y algunos caballeros é hijos dalgo, casados,
-y algunas doncellas para casar, como las casó despues en esta
-isla con personas honradas y principales; trujo por Alcalde
-mayor á un licenciado, Márcos de Aguilar, natural de la ciudad
-de Ecija, muy buen letrado y experimentado en oficios de judicatura,
-en especial habia sido Alcalde de la justicia en Sevilla,
-que es en ella muy principal cargo; trujo á un licenciado
-Carrillo, tambien de quien abajo se dirá. Partió de Sant Lúcar
-con una buena flota, creo que por fin de Mayo, ó principio de
-Junio; trujo muy próspero tiempo y felice viaje, y entró por
-este puerto desta ciudad de Sancto Domingo, por el mes de
-Julio, año de 1509.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_252" id="Page_252">[252]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO L.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">A la sazon que el Almirante llegó á este puerto, el Comendador
-Mayor estaba en la tierra dentro, en la villa de Santiago,
-40 leguas desta ciudad, porque holgaba estar allí alguna
-parte del año, cuando podia, por la sanidad y alegría
-del pueblo, y tener una legua de allí aquel rio muy gracioso,
-llamado Yaquí; allende tambien que se iba allí, por estar más
-cerca de las otras villas dichas, para, los que con él quisiesen
-venir á negociar, escusarles el trabajo de venir á esta ciudad.
-Ya dijimos tambien arriba, como habia puesto á un sobrino
-suyo, llamado Diego Lopez de Salcedo, por Alcaide desta
-fortaleza, el cual tambien acaeció estar fuera de aquí en una
-hacienda ó estancia suya, cerca de aquí, por ventura para
-volver á dormir á ella, cuando el Almirante vino. Pues como
-ninguno hobiese en la fortaleza, que tuviese cargo de guardalla,
-aquel dia, sino fuesen gente de servicio, así como lo supo el
-Almirante y desembarcó, fuése derecho con su mujer y casa
-á aposentar en ella. Cuando el Alcaide vino, halló que otro la
-poseia y mandaba la tierra. Escribióse luégo al Comendador
-Mayor como el Almirante era venido, el cual, sabido el descuido
-de su sobrino en la fortaleza, hobo gran enojo, y reprendiólo
-ásperamente, y tuvo razon. Llegado á esta ciudad,
-fué luégo á ver al Almirante y á doña María de Toledo, su
-mujer, los cuales le hicieron grande y gracioso recibimiento,
-y él no menor reverencia á ellos. Hobo grandes fiestas y representaciones,
-estando todos tres y los tios y hermano del
-Almirante presentes, donde tambien ocurrieron de toda la isla
-muchos caballeros y muy lucida gente. Acabadas las fiestas ó
-casi en ellas, para las aguar, porque no haya en esta vida
-consuelo ni alegría sin mezcla, sobrevino una tormenta y
-tempestad de las que hay por estas mares y tierras, que los
-indios llamaban huracán, la última luenga, que no dejó de<span class="pagenum"><a name="Page_253" id="Page_253">[253]</a></span>
-toda esta ciudad cuasi casa enhiesta. Eran entónces las casas
-de paja y de madera, y habia pocas de piedra. Destruyó las
-más de las naos que estaban en este puerto, y entre ellas la
-en que habia venido el Almirante, que fué muy grande y
-muy hermosa, con 500 ó 600 quintales de bizcocho que áun
-no se habia desembarcado, y otras cosas que allí en ella se
-perdieron. Tomóse la residencia al Comendador Mayor y á
-sus dos Alcaldes mayores; bien creo que la dieron buena,
-porque como el Comendador era tan prudente, amigo de justicia
-y bueno, no les consintiera hacer cosa que no debiesen,
-y tambien porque el licenciado Alonso Maldonado era muy
-hombre de bien, justiciero y que se holgaba siempre más de
-concertar los pleiteantes que no que viniesen ante él á pedir
-su derecho. El otro bachiller Ayllon, que presidia en la Vega,
-no era tan humano, y algunas injusticias hizo. Y es aquí de
-considerar juntamente y de reir, aunque con más verdad podríamos
-afirmar que con justa razon era cosa de llorar, que
-no se hacia entónces, y, en muchos años despues, cuenta
-ninguna, en las residencias, de los agravios y perdicion que
-padecian los indios, y que todos los jueces eran en destruillos,
-y los consentian oprimir é destruir, más que si aquellos delitos
-fueran ir á cortar madera de los árboles que nunca tuvieron
-dueño. Todas las culpas que venian á parar á las residencias,
-y que eran por culpas tenidas, no eran otras sino si el
-juez habia dicho alguna mala palabra segun la soberbia entónces
-habia, ó si lo echó en la cárcel por palabras que dijo
-á otro que de tanta pena no eran dignas, ó si le impidió que
-no echase tan aína los indios á las minas. Estas y otras culpas
-semejantes se acusaban y ponian por cargos á los Gobernadores
-y jueces en las residencias, no que hobiesen asolado y
-muerto en las minas y trabajos, cada demora, 100 y 200 indios,
-hécholos azotar, y apalear y matar de hambre, muy
-más cruelmente que los otros crueles vecinos. Y debiérase
-tomar residencia y dar por cargo al Comendador Mayor, haber
-inventado el cruel y tiránico repartimiento, por el cual
-desposeyó á los señores naturales de sus señoríos, privóles<span class="pagenum"><a name="Page_254" id="Page_254">[254]</a></span>
-de su natural libertad, y hízolos servir, habiendo de ser servidos;
-deshizo los pueblos, y todos los indios desta Isla entregó
-en servidumbre, desparcidos, á sus capitales enemigos,
-que los consumieron, y que cada demora via que se acababan,
-y no curaba dellos ni á ponelles remedio se movia. De cómo
-los dejó morir sin fe y sin Sacramentos, y otras infinitas injusticias
-que les hizo y les consintió hacer, dignísimas de capital
-y durísimo castigo. Si estos cargos se le pusieran y se
-hobieran de castigar en él y en sus Alcaldes mayores, pero
-en él principalmente, manifiesto es á quien tuviera juicio,
-que no pagara, aunque, siendo suyos, vendiera los reinos de
-Castilla y con mil vidas que tuviera; pero miedo tengo que
-no fué digno que destas culpas hiciese residencia en esta vida,
-plega á Dios, que la que Dios le tomó en su divinal juicio, le
-haya sido favorable, porque, en verdad, yo le amaba, fuera
-destos yerros en que ciegamente incurrió. Y porque se vea
-más claro la ceguedad suya ó de los jueces suyos y de aquel
-tiempo, quiero referir una cosa, que mostrará la rectitud
-de la justicia, ó, por mejor decir, la estulticia de que aquellos
-usaban, y en qué estima tenian á los inocentes indios, que
-pecaban los pecadores y pagaban la pena los justos y que
-eran sin culpa. Hacia un delito grave, ó ménos grave, un español,
-no porque matase indio ni lo tractase mal, porque
-éstas no eran culpas ni jamás se castigó por ellas hombre
-alguno, sino por otras causas que ofendiesen unos españoles á
-otros, la pena comun y cuotidiana que cada dia se daba, era,
-que aquel hiciese á su costa tal camino, ó diese tantos peones,
-ó hiciese otras obras públicas. La costa era, que enviaba
-á los tristes opresos indios que tenia, para que derrocasen y
-allanasen las sierras y levantasen los valles, con sus sudores y
-trabajos, hambreando y llorando, y algunos exalaban allí el
-espíritu. Estas eran las sentencias que los jueces daban y las
-penas que padecian los españoles por sus delitos, no haciendo
-más caso de las ánimas de los indios, que si fueran caballos ó
-otros animales, y los condenaban en que dieran tantas bestias
-para traer tantas cargas, ó carretadas, etc. Esta ceguedad, con<span class="pagenum"><a name="Page_255" id="Page_255">[255]</a></span>
-las demas que arriba se han notado, ¿cómo pudieron al Comendador
-Mayor y á sus jueces por alguna causa ó color escusar?
-pero pasemos adelante. Tomada la residencia tal cual,
-porque en lo demas que no tocase á indios no hallo cosa
-(porque yo estuve aquí lo más del tiempo que él gobernó), en
-que con razon algun español dél pudiese quejarse, aparejó
-para se partir para Castilla, como el Rey le envió á mandar.
-Este Comendador Mayor tuvo sus repartimientos de indios
-que tomó para sí; no creo que echó algunos á las minas,
-sino para que le hiciesen labranzas de caçabí é de los fructos
-de la tierra, para mantener la gente de su casa, porque para
-su persona todo le venia de Castilla, y así tenia estancias ó
-granjas, como las llaman en España. Yo cognoscí una con muchos
-indios en la Vega, junto á la ciudad de la Concepcion,
-y otra ó otras creo yo que tenia cerca desta ciudad de Sancto
-Domingo; la que yo cognoscí en la Vega, no tuvo más doctrina
-para los indios, ni hobo mayor cuidado dellos en ella,
-que tuvieron los otros españoles vecinos, que ni por pensamiento
-les pasaba tenerlo. Cosa fué aquesta digna de maravilla,
-que tanta ceguedad hobiese, aunque no se sirvieran de
-los indios, en olvidar aquel precepto divino que todos tenemos,
-de enseñar é instruir á los que ignoraban las cosas divinas,
-sin el cognoscimiento de las cuales salvarse los hombres
-es imposible, cuanto más sirviéndose destas gentes que
-con sus trabajos y angustias, y con perdicion de su libertad
-y de sus propias vidas, parecian comprar la doctrina de Cristo.
-Tuvieron tambien repartimientos de indios sus Alcaldes mayores,
-y ninguno los dejaba de tener de los que acá tenian
-del Rey oficios. La hacienda principal que el Comendador Mayor
-acá tuvo, que yo sintiese, era una renglera de casas que
-hizo edificar en la calle de la Fortaleza, que está más propincua
-al rio, en ambas á dos aceras; las de una acera dejó para
-el Hospital de los pobres de esta ciudad de Sancto Domingo,
-y las de la otra para su órden de Alcántara, que milita debajo
-de la bandera de Sant Benito. Díjose que pidió dineros prestados
-para salir desta isla. Finalmente, fué, cierto, ejemplo de<span class="pagenum"><a name="Page_256" id="Page_256">[256]</a></span>
-honestidad y de ser libre de cudicia este buen caballero en
-esta isla, donde pudiera con mucha facilidad, en lo uno y en
-lo otro, corromperse. Despachó el Almirante á su hermano don
-Hernando, que seria de edad de diez y ocho años, para que
-fuese á estudiar á Castilla, porque era inclinado á las ciencias
-y á tener muchos libros, y enviólo por Capitan general de la
-flota, donde fué el Comendador Mayor por súbdito suyo
-cuanto duró la navegacion; cosa fué notada, que una persona
-tan señalada y digna de veneracion, y en dignidad de Comendador
-Mayor constituido, y que habia sido Gobernador
-mayor de todas las Indias, fuese subjeta de un muchacho de
-diez y ocho años; no pareció bien áun á los mismos que querian
-bien al Almirante. A la sazon era Presidente del Consejo
-real D. Alvaro de Portugal, hermano del duque de Berganza,
-portugués, pariente de la reina doña Isabel, y que fué privado
-de los Reyes, que se vino á Castilla en tiempo de las
-guerras y discordias que hobo en aquellos tiempos entre Castilla
-y Portugal; oí decir, que habia dicho el D. Alvaro, que
-habia de hacer tomar una residencia al Comendador Mayor,
-que otra tal no se hobiese tomado, amenazándolo. Sospeché
-yo que lo habia dicho por haber tenido noticia del estrago
-que habia hecho el Comendador Mayor en la provincia de
-Xaraguá, quemando tantos señores juntos, y ahorcando á
-Anacaona, hermana de Behechío, rey de allí; no se si en la
-sospecha me engañé. De aquella matanza é injusticia tan inhumana,
-en el cap. 9.º hicimos mencion. Finalmente, partió
-desta isla el Comendador Mayor, por el mes de Setiembre del
-mismo año de 509, y llegó á Castilla, bueno, al cabo del año.
-De cómo lo rescibió el Rey, no lo supe, mas de que estando el
-Rey en Sevilla, y mandando celebrar Capítulo la órden de
-Alcántara, en el mismo Capítulo, en cuatro dias, murió, muy
-pocos dias despues que hobo de acá llegado. Ya habrá visto
-cómo acertó en inventar ó entablar el repartimiento de los
-indios, y desparcillos entre los españoles como si fueran cabras,
-pestilencia vastativa y cruel que todas estas Indias ha
-estirpado, y las otras obras que cerca y contra los indios hizo.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_257" id="Page_257">[257]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Lo que conviene aquí tractar, segun la órden de nuestra
-historia, es de la persona y gobernacion del segundo Almirante,
-llamado D. Diego Colon; el cual, segun parece por lo que
-vivió, más fué heredero de las angustias é trabajos y disfavores
-de su padre, que del Estado honras y preeminencias que
-con tantos sudores y aflicciones ganó. Fué persona de grande
-estatura, como su padre, gentil hombre, y los miembros bien
-proporcionados, el rostro luengo, y la cabeza empinada, y que
-representaba tener persona de señor y de autoridad; era muy
-bien acondicionado, y de buenas entrañas, más simple que
-recatado ni malicioso; medianamente bien hablado, devoto y
-temeroso de Dios, y amigo de religiosos, de los de Sant Francisco
-en especial como lo era su padre, aunque ninguno de
-otra órden se pudiera dél quejar, y mucho ménos los de Sancto
-Domingo. Temia mucho de errar en la gobernacion que tenia
-á su cargo, encomendábase mucho á Dios suplicándole lo
-alumbrase para hacer lo que era obligado; trujo poder de
-encomendar los indios desta isla; porque, fuera desta, no
-habia poblacion de españoles en otra parte, ni habian en
-otra parte destas Indias entrado de asiento á los sojuzgar y
-estragar. Tomó indios para sí y para Doña María de Toledo,
-su mujer, y diólos á sus tios el Adelantado y D. Diego y á sus
-criados y personas honradas que vinieron de Castilla con él,
-aunque algunos trujeron para que se los diese Cédulas del Rey.
-Fueron tractados los indios, en este tiempo primero del Almirante,
-con la priesa de sacar oro, y con el descuido de proveellos
-de comida y remedio, y para sus corporales necesidades,
-y en dalles doctrina y cognoscimiento de Dios, de la
-manera y peor que de ántes en tiempo del Comendador Mayor.<span class="pagenum"><a name="Page_258" id="Page_258">[258]</a></span>
-Habia en esta isla cuando el Almirante vino 40.000 ánimas,
-que no restaban ya, de tres ó cuatro cuentos, más que matar;
-por manera, que en obra de un año, desque vino el tesorero
-Pasamonte, que dijimos haber 60.000, eran perecidos los
-20.000 dellos. Proveyó, luégo como vino, sabido las nuevas
-que habia traido Juan Ponce de haber oro en la isla de Sant
-Juan, de enviar gente y un Teniente suyo y Gobernador para
-que la poblase y gobernase; por su Teniente y Gobernador,
-envió un caballero, natural de la ciudad de Ecija, llamado
-Juan Ceron, y á Miguel Diaz, criado que habia sido del Adelantado,
-su tio, los tiempos pasados, y le habia caido en suerte
-la mitad del grano de oro grande, segun referimos arriba,
-por Alguacil Mayor; fuese tambien á vivir á aquella isla el ya
-dicho Juan Ponce con su mujer é hijos, y un caballero gallego,
-D. Cristóbal de Sotomayor, hijo de la condesa de Camina, y
-hermano del conde de Camina, Secretario que habia sido del
-rey D. Felipe, que habia venido con el mismo Almirante. Fueron
-tambien otras muchas personas que habian venido con el
-Almirante, desque vieron que ya en esta isla no habia indios
-para tantos, ni sabian donde ir á parar yéndoseles gastando la
-laceria que habian traido de Castilla. Deste caballero, D. Cristóbal
-de Sotomayor, se dijo que el Rey enviaba por Gobernador
-de esta isla de Sant Juan, y que el Almirante acá no lo
-consintió, pero esto parece no poder ser por estas razones:
-una es, porque aún en Castilla no habia memoria de que
-fuera desta Española se hobiese de poblar tierra alguna, ni se
-sabia della si era tierra para poblarse de españoles ó no,
-porque no habia entrado hombre de los nuestros por ella,
-mas de saltar en la costa para tomar agua y leña; lo otro, porque
-las nuevas del oro della trujo Juan Ponce al Comendador
-Mayor, y nadie las supo fuera desta ciudad, porque cuando él
-vino con ellas, era ya desembarcado el Almirante aquí; lo otro,
-porque el dicho D. Cristóbal vino sólo y mondo, como dicen,
-con solos sus criados, harto pocos, y no traia de Castilla un
-cuarto para gastar; lo otro, porque el Rey enviaba por Gobernador
-al Almirante de todas estas Indias, y no habia luégo<span class="pagenum"><a name="Page_259" id="Page_259">[259]</a></span>
-de enviar juntamente Gobernador de parte dellas; lo otro,
-porque quedaba pleito pendiente sobre la gobernacion y vireinado
-de todas ellas, mayormente destas islas, de que ninguna
-duda habia en que fueron descubiertas personalmente
-por su padre, y no haria el Rey luégo, sin haber habido sentencia
-en ello, innovacion. Lo que yo creo, y entónces, yo estando
-presente en esta ciudad, me parece haber sentido, sino me he
-olvidado, que queria el D. Cristóbal que el Almirante lo enviara
-por su teniente de Gobernador, y pienso que al principio
-lo envió, y despues proveyó á Juan Ceron; y paréceme
-que aquesto es lo ménos dudoso, si, como dije, la memoria de
-cerca de cincuenta años que han pasado no me dejó. Finalmente,
-el uno ó otro duraron en el oficio un año ó poco más, y ellos
-comenzaron á repartir los indios, y fueron los primeros que
-aquesta pestilencia del repartimiento sacaron de esta isla y
-llevaron á la de Sant Juan, y así fué la primera, despues desta,
-que padeció esta plaga y calamidad. Llegado el Comendador
-Mayor á Castilla, ó por hacer bien á Juan Ponce, ó al Almirante
-mal, hizo relacion al Rey de como habia enviado á Juan
-Ponce á la isla de Sant Juan, y habia descubierto mucha cantidad
-de oro, y que era hombre muy hábil y que le habia servido
-en las guerras mucho, que Su Alteza le debia proveer
-de aquella gobernacion, ó de cargo que en ella mandase. El
-Rey le proveyó de la dicha gobernacion, pero como Teniente
-del Almirante sin que el Almirante le pudiese quitar. Tomada
-la gobernacion por provision del Rey, no le faltaron achaques,
-ó él se los buscó, como es comun costumbre de los jueces
-acá, cuando quieren vengarse de alguno sin tener temor de
-Dios ni del Rey, como está léjos el recurso; prendió al Juan
-Ceron, y á Miguel Diaz, Alguacil mayor, y enviólos presos á
-Castilla para que se presentasen en la corte, y esta fué la
-primera sofrenada y disfavor que el Almirante, despues de acá
-llegado, rescibió. Luégo, desde á pocos dias, rescibió otra poco
-menor: Tambien vinieron con el Almirante dos hermanos, Cristóbal
-de Tapia, uno, por Veedor de las fundiciones, el cual tenia
-la marca y sello con que se marcaba, despues de fundido,<span class="pagenum"><a name="Page_260" id="Page_260">[260]</a></span>
-el oro; y el otro, Francisco de Tapia, por Alcaide de esta fortaleza,
-criados entrambos del obispo D. Juan Rodriguez de
-Fonseca, de quien, muchas veces, arriba en el primer libro
-y en éste, habemos hablado. Llegados á esta ciudad y entrado,
-como se dijo, el Almirante y su casa en la fortaleza, presentó
-Francisco de Tapia su provision de como era ya la tenencia
-della por el Rey; el Almirante dilató cuanto pudo el cumplimiento
-de la provision, estándose dentro, reacio, della, pareciéndole,
-por ventura, que á él pertenecia por sus privilegios
-proveer ó señalar tres personas, y que el Rey escogiese una
-dellas, como en los otros oficios se habia de hacer, y, entre
-tanto, pensó escribir sobre ello. Avisaron los Tapias, segun es
-verisímile, al obispo Fonseca, como el Almirante se habia
-entrado en la fortaleza, y que presentada la provision del Alcaidía
-de Francisco de Tapia, no habia querido complilla; no
-hobo llegado á noticia del Obispo esta carta, cuando por los
-aires viniera la sobre carta real, si fuera posible, pero baste
-que vino en los primeros navíos; envió á mandar el Rey al
-Almirante, so graves penas, que luégo saliese de la fortaleza
-y la entregase al tesorero Miguel de Pasamonte, para que la
-tuviese hasta que mandase lo que se habia de hacer della;
-y de creer es, que la Cédula desto, no vino poco reprensiva,
-porque no se haria sino como quisiese y ordenase el Obispo.
-El Almirante luégo se salió de la fortaleza, y fuése á posar á
-un cuarto de casa, que fué lo primero que en esta ciudad,
-Francisco de Garay, criado del Almirante primero, y que fué
-uno de los dos que hallaron el grano grande que arriba dijimos,
-edificó la más propincua del desembarcadero sobre el rio; estando
-allí el Almirante, procuró de hacer casa en que viviese,
-y comenzó y acabó un muy buen cuarto, en el mejor lugar que
-por cerca del rio habia, el cual posee agora el almirante don
-Luis, su hijo. Pasados algunos meses, despues que el tesorero
-Pasamonte rescibió en depósito la fortaleza, le vino mandado
-del Rey para que la entregase al Francisco de Tapia, como
-Alcaide que hacia della, y con ella le mandó dar 200 indios;
-éste era el principal salario que á los oficiales del Rey se daba,<span class="pagenum"><a name="Page_261" id="Page_261">[261]</a></span>
-y por haber éstos morian, y eran los que primero que los de
-los particulares, por su grande cudicia y crueldad, y por tener
-más favor, perecian; y despues de muertos la mitad ó el tercio
-de aquellos 200, en cada demora, presentaban la Cédula diciendo
-que el número que el Rey les mandaba dar no lo tenian
-complido, y así tornábanse á echar en la baraja todos los
-indios de la isla, y tornábanse á repartir, y complíase aquel
-número de 200 indios, dejando sin indios á las personas particulares
-que no tenian favor, segun que arriba se dijo.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_262" id="Page_262">[262]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Estando las cosas desta isla y de la de Sant Juan, y del
-Almirante segundo, en el estado dicho, sucedió luégo, en este
-año de 509, lo siguiente: Hobo un vecino en esta isla y en la
-ciudad de la Concepcion, que decian de la Vega, de que muchas
-veces habemos á la memoria repetido, llamado Diego de
-Nicuesa, que habia venido con el Comendador Mayor, hijodalgo,
-que habia servido de trinchante á D. Enrique Enriquez,
-tio del Rey católico, persona muy cuerda y palanciana y
-graciosa en decir, gran tañedor de vihuela, y sobre todo gran
-ginete, que sobre una yegua que tenia, porque pocos caballos
-en aquel tiempo áun habian nacido, hacia maravillas. Finalmente,
-era uno de los dotados de gracias y perfecciones humanas,
-que podia haber en Castilla; sólo tenia ser mediano
-de cuerpo, pero de muy buenas fuerzas, y tanto que, cuando
-jugaba á las cañas, el cañazo que él daba sobre la adarga
-los huesos decian que molia. Este hidalgo, luégo que llegó á
-esta isla, se acompañó con un vecino de los 300 que en esta
-isla estaban, y que más hacienda de labranzas de la tierra,
-hecha con indios, tenia, comprándole la mitad ó el tercio
-della, en 2 ó en 3.000 pesos de oro, fiada, á pagar sacando de
-los fructos de ella, que entónces era gran deuda, y poniendo,
-el Diego de Nicuesa, los indios de repartimiento que el Comendador
-Mayor le dió, en la compañía. El tiempo andando,
-á costa de los sudores y trabajos de los indios, y de la muerte
-de algunos dellos, sacó tanta cantidad de oro de las minas,
-que pagó las deudas y quedó con 5 ó 6.000 castellanos de
-oro, y mucha hacienda; y éstos por aquel tiempo era mucha
-riqueza en esta isla y en estas Indias, porque, como queda
-muchas veces dicho, no habia otra tierra poblada de españoles,<span class="pagenum"><a name="Page_263" id="Page_263">[263]</a></span>
-sino ésta y la de Sant Juan, que comenzó, como dije, poco
-habia. Cayeron en un aviso los vecinos españoles desta isla,
-segun su parecer muy sotil, conviene á saber, enviar procuradores
-al Rey que les concediese los indios perpétuos ó por
-tres vidas, como los tenian por voluntad del Rey la cual no
-duraba más de cuanto al que gobernaba placia. Este reguardo
-procuraban porque no fuese en manos del Gobernador, cada
-y cuando que se le antojase, quitarles los indios, como cada dia
-hacian. Para este mensaje y procuracion, escogieron al dicho
-Diego de Nicuesa por procurador, y á otro hidalgo muy prudente
-y virtuoso, llamado Sebastian de Atodo, tambien, de
-aquella ciudad de la Vega, vecino. Estos, idos á Castilla, propuesta
-su embajada y suplicacion al Rey, concedióles, creo
-que entónces, que los tuviesen por una vida, pero despues se
-enviaron otros procuradores que alcanzaron dos vidas, y despues
-se dieron priesa por alcanzar tres vidas. Y esta fué cosa
-digna de admiracion, y no sé si diga más digna de risa, ver la
-ceguedad que en todos, chicos y grandes, habia, que se les
-morian cada dia los indios por sus crueles tiranías, por las
-cuales, todos los indios de esta isla se acabaron, no pasada, de
-muchos, la media vida, y toda su solicitud era que el Rey se
-los diese perpétuos ó por tres vidas. Destos tupimientos de los
-entendimientos, para sí mismos, y para los que los daños y
-perdiciones padecian, tan nocivos, que los nuestros siempre
-tuvieron en estas Indias, y comprendieron á muchos géneros
-de personas en Castilla, verá innumerables cualquiera prudente
-lector, si leyendo esta historia estuviese advertido. Así
-que Diego de Nicuesa, negociado aquesta buena demanda
-para esta isla, negoció para sí otra tan buena empresa, donde
-sudase y pagase los dineros, que, de los sudores y trabajos
-y captiverio de los indios, habia adquirido; esta fué pedir la
-gobernacion de la provincia de Veragua, por el olor de las
-nuevas, que de la riqueza della, el Almirante primero que la
-descubrió, habia dado y él oido, la cual se le concedió, aunque
-cierto era y notorio haberla el Almirante descubierto, y
-estar sobre el cumplimiento de sus privilegios pleito movido.<span class="pagenum"><a name="Page_264" id="Page_264">[264]</a></span>
-A la sazon tambien se despachaba y despachó la gobernacion
-de la provincia del golfo de Urabá, que es al rincon
-que hace la mar en la tierra firme, pasada la tierra de Cartagena,
-de que arriba hemos algo dicho, en el primero y en el
-presente libro, para Alonso de Hojeda, que estaba en esta
-isla esperándola, porque como el obispo D. Juan de Fonseca
-lo amase y tuviese como por criado, aunque nunca lo fué,
-por ser valiente hombre y muy suelto, y lo hobiese siempre
-favorescido, como arriba hemos alguna vez referido, en su
-ausencia, le proveyó de la dicha gobernacion; la cual creo yo,
-que fué á mover y negociar el piloto Juan de la Cosa, que con
-él habia andado rescatando perlas y oro, y áun inquietando las
-gentes por aquella costa de tierra firme, los años pasados, segun
-arriba queda dicho. Así que, concedidas estas dos gobernaciones,
-que fueron las primeras con propósito de poblar
-dentro de la tierra firme, señaló por límites de la de Hojeda,
-desde el cabo que agora se dice de la Vela, hasta la mitad del
-dicho golfo de Urabá, y á la de Nicuesa, desde la otra mitad
-del golfo hasta el cabo de Gracias á Dios, que descubrió el
-Almirante viejo, como en el cap. 21 queda escripto; dióseles
-á ambos Gobernadores la isla de Jamáica, para que de allí se
-proveyesen de los bastimentos que hobiesen menester: Dios
-sabe si habian de ser bien ó mal habidos. Púsoles el Rey títulos
-á las gobernaciones; á la de Hojeda nombró, el Andalucía,
-y Castilla del Oro á la de Nicuesa, las cuales ambas dieron
-mucha pena al Almirante, mayormente la de Diego de
-Nicuesa, por la causa dicha, y lo que más sintió fué dalles á
-la isla de Jamáica, que el Rey y todo el mundo sabia haberla
-descubierto su padre, con todas estotras islas, de lo cual ningun
-litigio habia. Y porque Alonso de Hojeda era muy pobre, que
-no tenia, ó muy poco lo que haber podia, para los gastos de
-navíos y bastimentos y gente que traer se requeria, creo que
-Juan de la Cosa, con su hacienda y de amigos y compañeros,
-allegó á fletar una nao, y uno ó dos bergantines, dentro de
-los cuales, metidos los bastimentos que pudo y obra de 200
-hombres, vino á esta ciudad y puerto de Sancto Domingo, donde<span class="pagenum"><a name="Page_265" id="Page_265">[265]</a></span>
-fué de Hojeda bien rescibido. Diego de Nicuesa, como más
-poderoso de dineros y de haciendas, que tenia en esta isla,
-engrosó más su armada y trujo cuatro navíos grandes y
-dos bergantines, y mucho más aparato y gente, y llegó y entró
-en este puerto desde á pocos dias; pero de camino, para
-que Dios hiciese sus hechos, vínose por la isla de Sancta Cruz,
-que está 12 ó 15 leguas de la de Sant Juan, y salteó ciento y
-tantos indios que vendió por esclavos, aquí y en Sant Juan,
-de camino, y dijo que trujo licencia del Rey para hacerlo.
-Estaba entónces aquí un bachiller llamado Martin Hernandez
-de Anciso, que habia ganado á abogar en pleitos 2.000 castellanos,
-que por aquel tiempo valian más que hoy valen 10.000;
-viendo á Hojeda con tan poca sustancia para su empresa, ó el
-mismo Alonso de Hojeda le rogó que le ayudase ó favoreciese
-con su industria y dinero, el bachiller luégo lo hizo, porque
-compró un navío y cargólo de bastimentos, segun pudo, y
-para ésto quedó en esta isla, para luégo con alguna gente seguille;
-Hojeda le constituyó desde luégo por su Alcalde mayor
-en todo el distrito de su Andalucía. Juntos en esta ciudad
-los dos nuevos Gobernadores, Hojeda y Nicuesa, cada
-uno procurando su despacho de llevar gente y bastimentos,
-comenzaron á rifar sobre los límites de sus gobernaciones y
-sobre la isla de Jamáica; queria cada uno dellos que la provincia
-del Darien cayese dentro de sus límites; y así andaban
-cada dia de mal en peor, de tal manera que, que se matasen
-un dia, creiamos los que los viamos. Hojeda como era pobre y
-tan esforzado, echaba luégo el negocio á puñadas y á desafíos,
-el Nicuesa, como se tenia por más rico, y era sabio, decidor
-graciosísimo, díjole un dia: «dad acá, pongamos cada 5.000
-castellanos en depósito, que os matareis conmigo, y no nos
-estorbemos agora nuestro camino.» Todo el mundo sabia que
-Hojeda, un real que pusiese, no tenia; en fin, con parecer de
-Juan de la Cosa, se concertaron con que el rio grande del
-Darien, los dividiese, que el uno tomase al Oriente, y el otro
-al Occidente; como el Almirante de ambas gobernaciones por
-muy agraviado se sintiese, mayormente, como se dijo, de la de<span class="pagenum"><a name="Page_266" id="Page_266">[266]</a></span>
-Veragua y Jamáica, todo cuanto pudo contrarió al despacho
-dellos, y, para impedilles lo de Jamáica, determinó de enviar
-á poblalla, y á aquel caballero de Sevilla, Juan de Esquivel,
-de quien dijimos arriba que habia sido Capitan en las guerras
-de Higuey, por su Teniente della, al cual dijo cuando se
-iba á embarcar, como era osado, Hojeda, «que juraba que si
-entraba en la isla de Jamáica, que le habia de cortar la cabeza.»
-Partióse de este puerto con dos navíos y dos bergantines,
-y en ellos 300 hombres, de los venidos para esto de Castilla,
-y los que se llegaron de esta isla, y doce yeguas, á 10 ó 12
-dias de Noviembre del mismo año de 509. Y porque Diego de
-Nicuesa tenia más gruesa armada, y se le llegó desta isla
-mucha gente isleña, lo uno, porque habia sido casi por todos
-amado por su buena conversacion y por sus gracias, lo otro, y
-que más los movió, porque de riqueza volaba, más que la de
-Urabá, la fama de Veragua, fuéle necesario comprar otra nao,
-allende cuatro y dos bergantines que trujo de Castilla, para
-llevarlos, y así tardar más que Hojeda en su despacho; y
-porque, para cumplir con tanta nao y tanta gente, tuvo necesidad
-de adeudarse, así en Castilla como en esta isla; despues
-de llegado aquí, tuvo grandísimas angustias y trabajos
-ántes que se despachase. La razon desto fué, porque como al
-Almirante pesase tan íntimamente de que Nicuesa ni otro fuese
-á gozar de Veragua, como de tierra que habia personalmente
-descubierto su padre, y sus privilegios fuesen violados, ó él,
-ó por hacelle placer á él, ó su Alcalde mayor ó otras personas
-movian á los acreedores que impidiesen la partida de
-Nicuesa echándole embargos; de manera, que, cuando cumplia
-con uno con prendas de sus haciendas ó dando fianzas,
-salia otro y mostraba una obligacion ó cognoscimiento suyo
-con que lo embargaba. Ultimamente, un dia, creyendo que
-ya lo tenia todo averiguado, y 700 hombres muy lucidos, y
-embarcados, y seis caballos (y por su Capitan general nombró
-á un Lope de Olano, que habia sido con las cosas de
-Francisco Roldan, contra el Almirante viejo, los tiempos
-pasados), despacha todas sus cinco naos que se hagan á la<span class="pagenum"><a name="Page_267" id="Page_267">[267]</a></span>
-vela, con él un bergantin, y deja el uno, para meterse en él,
-y ir luégo á tomallas, quedando entendiendo en cierto despacho,
-y aquella misma tarde que las naos salieron, yéndose
-al rio á embarcar, viene tras él la justicia y échanle un embargo
-de 500 castellanos, y áun creo que le sacaron de la
-barca, si no me he olvidado, porque yo vide lo que he contado.
-Vuélvenlo á casa del Alcalde mayor del Almirante, que era el
-licenciado Márcos de Aguilar, y allí mándanle que pague, sino
-que habrá de ir á la cárcel; hace sus requerimientos al Alcalde
-mayor que le deje ir, pues via ya salidas del puerto sus
-naos, y que iba en servicio del Rey, y que si lo detenia, se
-perdia su armada, donde se arriesgaba más que 500 castellanos,
-los cuales él pagaria en llegando, y que al presente no le era
-posible pagalles; respondia el Alcalde mayor que pagase,
-porque el Rey no queria que ninguno la hacienda de otro
-llevase, y en esto pasaban cosas muchas, que al triste de
-Nicuesa gravemente atribulaban, y aunque pareció que industriosamente
-aquellos impedimentos se rodeaban, valiérale
-mucho que allí lo detuvieran y muriera encarcelado, segun el
-triste fin le estaba esperando. Estando en esto, sin saber qué
-remedio tener, y fué maravilla no perder allí el seso aquella
-tarde, segun estaba angustiado, sale de través un muy hombre
-de bien, escribano desta ciudad, cuyo nombre me he olvidado
-y no quisiere olvidado, y dice, «¿qué piden aquí al
-señor Nicuesa?» Respóndesele, «500 castellanos»; dijo él,
-«asentá, escribano, que yo salgo por su fiador de llano en
-llano, y vayan luégo á mi casa, que yo los pagaré de contado.»
-El Nicuesa calla como espantado, de tan tempestivo
-consuelo y socorro dudando; asienta el escribano la obligacion
-del que se obligaba, y fírmala de su nombre, y desque
-Nicuesa vido que de veras se hacia el acto, váse derecho á él
-casi sollozando, y dice, «dejáme ir abrazar á quien de tanta angustia
-me ha sacado,» y así lo abraza. Esto hecho, váse á embarcar
-en su bergantin para sus naos, que lo estaban fuera
-del puerto esperando barloventeando, mirando siempre atras,
-si venia tras él algun otro embargo. Salió despues de Alonso<span class="pagenum"><a name="Page_268" id="Page_268">[268]</a></span>
-de Hojeda, ocho dias, deste puerto, á 20 ó 22 dias de Noviembre
-del dicho año; díjose, que en entrando en su nao la <i>Capitana</i>,
-comenzó á llamar de borrachos á los pilotos y echar el
-punto en las cartas de marear, y á querer guiar la danza; si
-ésto fué verdad, yo creo que llevaba el juicio trastornado,
-porque no solian ser aquellas sus palabras, segun la prudencia
-de que lo cognoscimos adornado. Partióse luégo tras ellos
-Juan de Esquivel, con 60 hombres, á poblar la isla de Jamáica,
-y éstos fueron los primeros que llevaron las guerras, y el pestilencial
-repartimiento á aquella isla, y la destruyeron; dejó
-Nicuesa proveido en sus haciendas que tenia en esta isla, que
-de 500 puercos, suyos ó comprados, le hiciesen 1.000 tocinos en
-la Villa y puerto de Yaquimo, 80 leguas de este puerto abajo,
-como ya se ha dicho, que estaban en muy buen paraje para
-dar con ellos en Veragua en cinco ó seis dias, yo los vide hacer
-en la villa de Yaquimo, donde yo fuí, despues de Nicuesa
-partido, y eran de los grandes y hermosos tocinos que en mi
-vida he visto.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_269" id="Page_269">[269]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Dejemos partidos los dos Gobernadores de esta isla para
-sus infelices gobernaciones, que tales fueron al cabo, hasta
-que sea tiempo de tornar á tratar de lo que, en tierra firme,
-por aquellos tiempos, á ellos y á la tierra sucedió, que hay
-bien que recontar, y prosigamos lo que concerniere al tiempo
-y gobernacion del segundo Almirante. Para que sea, lo que
-adelante se dirá, más claro, es de presuponer, que despues que
-el rey católico D. Hernando, el año de siete vino acá, á gobernar
-los reinos de Castilla, por muerte del rey D. Felipe,
-desde Nápoles, toda la gobernacion de estas Indias pendió
-principalmente del Obispo de Búrgos, D. Juan Rodriguez de
-Fonseca, y del secretario Lope Conchillos, los cuales eran
-muy privados del Rey, cada uno en su grado. Ya se ha dicho
-en el primer libro, y en muchas partes destos libros ambos,
-como el dicho Obispo, desde que fué Arcediano de Sevilla y
-se descubrieron estas Indias, hasta este tiempo, y despues
-muchos años más, siempre el dicho D. Juan Rodriguez de Fonseca,
-despues de Obispo que pasó por diversos Obispados,
-tuvo de la gobernacion dellas todo el cargo, y con él, principalmente
-por su autoridad y gran crédito que los Reyes dél
-tuvieron, y tambien por su prudencia y capacidad, en lo que
-tocaba á esto, se descuidaban, mayormente despues que el
-Rey vino de Nápoles, como era viejo y enfermo, y bien cansado,
-puesto que con él se juntaban otras personas de Consejo,
-notables letrados y no letrados, pero él era el principal y
-presidia sobre todos, y su parecer se seguia en todo lo que
-parecia tener color de bueno, por la mayor parte, por su autoridad
-y por la experiencia que del hecho tenia de tantos años.
-El secretario Conchillos, que entónces comenzaba, llegóse á<span class="pagenum"><a name="Page_270" id="Page_270">[270]</a></span>
-él y seguia su voluntad, como le via del Rey tan viejo privado,
-y finalmente, se hacia por acá lo que ambos rodeaban, al
-ménos en aquellas cosas ordinarias y donde no ocurrian nuevas
-dificultades. Ya se ha dicho tambien, como el dicho Obispo,
-siempre tuvo acedía y no tomó sabor en los negocios y
-obras de estos Almirantes; no se yo, que vide y oí mucho de
-esto, cuáles hobiesen sido la causa ó causas, sino algunos
-puntos que arriba hemos dado, que fueron harto livianos. Por
-ventura, sintiendo ésto los que acá estaban, cobraban atrevimiento
-á no tener en cuanto debieran al Almirante, así como
-dió lo mismo alguna y quizá mucha causa, en los tiempos pasados,
-á la desvergüenza y alzamiento de Francisco Roldan,
-contra su padre, primer Almirante, pues se jactaban que escribirian
-al Obispo; y despues, cuando vino Alonso de Hojeda
-y alborotó la provincia de Xaraguá, todos estribaban en el
-favor del Obispo, teniendo por cierto que el Almirante no estaba
-en su gracia, segun que parece arriba en el primer libro
-en algunos lugares. De aquí, creo que se originó algo de lo
-que vamos hablando, conviene á saber, haber engendrádose
-en esta isla, mayormente en esta ciudad, parcialidades; una que
-volvia por el Almirante, y otra cuya cabeza era el tesorero
-Pasamonte, y ésta se jactaba ser del Rey, como era muy favorescido
-dél y del Obispo y de Conchillos, porque, segun
-creo, ambos, Tesorero y Conchillos, eran aragoneses. Ayudaba
-mucho al bando del Tesorero, ser su persona muy cuerda y de
-mucho ser y autoridad, y, á lo que yo entendí ó creí cierto,
-por lo que cognoscí del Almirante y de su condicion, noble
-y sin doblez, sin culpa suya todo esto se le rodeaba, quizá,
-por algunas personas de las que habian sido desobedientes á
-su padre de las reliquias de Francisco Roldan, ó de las que
-aquí quedaron y despues vinieron, que querian bien al Comendador
-Mayor, todos los cuales, sospecho que, pretendian
-deshacer al Almirante y quedarse con la gobernacion, y hacer
-cada uno su casa. Y lo que sin gran ceguedad de pasion, ó
-sin mayor malicia no pudo imaginarse, fué que, ó pensaban
-ó fingian que el Almirante se podria ó querria en algun tiempo<span class="pagenum"><a name="Page_271" id="Page_271">[271]</a></span>
-con esta isla contra el Rey alzar, como á su padre levantaron,
-no teniendo apénas que comer ni favor de ninguna
-parte. Y que esta maldad pensasen ó fingiesen pareció, porque
-pasando por esta isla, para la de Cuba, uno que iba por
-Contador del Rey, llamado Amador de Lares, muy diestro en
-las cosas de la guerra, y que habia gastado muchos años en
-Italia, le rogaron que fuese á ver las casas ó cuarto de casa
-que habia hecho el Almirante, para ver si era casa fuerte de
-que pudiese tener sospecha de algo. Fué á vella, y vido que
-estaba toda aventanada, ó llena por todas partes de ventanas,
-porque así lo requeria la tierra por el calor, y otras particularidades
-de casa muy llana; y burlo della y más de los que
-aquello pensaban. Yo se lo oí esto al dicho contador Amador
-de Lares. Creció cada dia más la malicia y envidia ó ambicion
-de los de acá y de los de Castilla, ayudando algo, y quizá
-mucho, que el Almirante no cumplia algunas Cédulas del Rey,
-que tocaban al interese de los de Castilla y de los de acá, puesto
-que las obedecia, porque le parecia que no convenia cumplillas,
-lo cual hacia por autoridad de la Cédula que trujo, y arriba
-pusimos, y ansí escribian al Rey, y al Obispo, y al secretario
-Conchillos lo que á sus paladares bien sabia, y en disfavor del
-Almirante con sus colores y confitura del servicio Real; lo que
-por todas estas Indias para corroborarse los oficiales del Rey
-é ministros de su justicia en sus tiranías, se habia asaz usado.
-Por estas invenciones y falsedades, á Castilla por cartas
-enviadas, determinóse que se pusiesen ciertos jueces en esta
-isla y ciudad, que se llamasen jueces de apelacion, á los
-cuales se apelase del Almirante y de sus Alcaldes mayores; y
-aunque, si ellos fueran justos y usaran sus oficios sólo para
-bien y guarda de la justicia, no parecia ser no prudente provision
-(puesto que el Almirante la sintió mucho, porque via
-que era para mayor daño suyo, y en perjuicio de sus privilegios
-ponelle superior), pero ellos fueron siempre tales, que
-no tomaran aquellos aquel oficio, sino por armas para destruir
-al Almirante y echalle de esta isla, para mandalla ellos
-solos, los que despues vinieron para señorear y robar la<span class="pagenum"><a name="Page_272" id="Page_272">[272]</a></span>
-tierra y afligir y oprimir los que poco podian y hoy pueden,
-no digo indios, porque muchos há que no hay dellos memoria,
-sino los mismos españoles, como ellos afligieron y oprimieron,
-y acabaron los indios. Proveyéronse por Jueces tres
-licenciados, un licenciado llamado Marcelo de Villalobos, el
-licenciado Juan Ortiz de Matienzio, y el bachiller Ayllon, que
-fué Alcalde mayor de la Vega, como queda dicho en el capítulo
-40, por el Comendador Mayor, el cual venia ya licenciado,
-ó se llamó licenciado. Esta fué la ponzoña principal que,
-de allí adelante lo que el cargo le duró, entró en esta isla, en
-especial contra las cosas del Almirante, porque renovó ó
-quiso vengar las cosquillas ó desabrimientos que hobo entre
-el Almirante y el Comendador Mayor, ó los que quizá rescibió
-cuando le tomó el Almirante residencia. Este se juntó con
-el Tesorero y con otros criados del Obispo, que ya era de
-Búrgos, y con amigos y criados del Comendador Mayor, los
-cuales, abierta ó casi abiertamente decian y mostraban querer
-y seguir en destruir la casa y estado del Almirante; y
-así lo hicieron grandes afrentas, y causaron muchas turbaciones
-con la voz del servicio del Rey, de tal manera, que ya
-ni criados, ni deudos, ni amigos osaban parecer ni hablar por
-miedo dellos. Envió sus querellas el Almirante al Rey, suplicándole
-que enviase quien los tomase residencia y á su
-Alcalde mayor, Márcos de Aguilar, y á los demas sus oficiales;
-vino por juez de residencia un licenciado, que se llamó
-Juan Ibañez de Ibarra, el cual, luégo que llegó, murió, y algun
-rumor y sospecha hobo que se le dió con que muriese;
-murió tambien el secretario Zabala, que con él vino para entender
-en la residencia y negocios. Finalmente, tanto prevalecieron
-aquellos, todos, que se llamaban servidores dél, contra
-el Almirante, que al cabo lo hobo de enviar á llamar el Rey;
-y pasados grandes trabajos, angustias y gastos, al cabo con
-ellas, desterrado de su casa, lo mataron, como dijo un religioso
-en Sant Francisco desta ciudad, predicando á sus honras,
-como abajo parecerá.</p>
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_273" id="Page_273">[273]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LIV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Por este tiempo, en el año de 1510, creo que por el mes
-de Setiembre, trujo la divina Providencia la Órden de Sancto
-Domingo á esta isla, para lumbre de las tinieblas que entónces
-habia, y en todas estas Indias se habian despues de engrosar
-y ampliar. El movedor primero, y á quien Dios inspiró
-divinalmente la pasada de la Órden acá, fué un gran religioso
-de la Órden, llamado fray Domingo de Mendoza, hermano del
-padre fray García de Loaysa, que despues fué Maestro general
-de la Órden, y confesor del Emperador y rey de España,
-Cárlos V, de este nombre, y despues subió á ser Obispo de
-Osma, y despues Arzobispo de Sevilla, y Cardenal y Presidente
-del Consejo destas Indias, y que por más de veinte
-años las gobernó. Aquel hermano de este señor, llevó Dios
-por otros pasos y caminos, y por otros grados más firmes y
-de mayor seguridad lo levantó. Fué celosísimo de ampliar la
-religion, y que se conservase en el prístino rigor, segun las
-antiguas sus constituciones, y éste fué su principal fin, como
-fin que primero se ha de procurar, no dejando de pretender
-el segundario, que es la salud y provecho de las ánimas. Este
-padre fué muy gran letrado, casi sabia de coro las partes de
-Sancto Tomás, las cuales puso todas en verso, para tenerlas y
-traerlas más manuales, y, por sus letras, y más por su religiosa,
-y aprobada y ejemplar vida, tenia en España grande
-autoridad. Para su sancto propósito, halló á la mano un religioso
-llamado fray Pedro de Córdoba, hombre lleno de virtudes
-y á quien Dios, nuestro Señor, dotó y arreó de muchos
-dones y gracias corporales y espirituales. Era natural de Córdoba,
-de gente noble y cristiana nacido, alto de cuerpo y
-de hermosa presencia; era de muy escelente juicio, prudente<span class="pagenum"><a name="Page_274" id="Page_274">[274]</a></span>
-y muy discreto naturalmente, y de gran reposo. Entró en la
-órden de Sancto Domingo, bien mozo, estando estudiando en
-Salamanca, y allí en Santistéban se le dió el hábito; aprovechó
-mucho en las artes y filosofía y en la teología, y fuera
-sumo letrado, si por las penitencias grandes que hacia no
-cobrara grande y contínuo dolor de cabeza, por el cual le fué
-forzado templarse mucho en el estudio, y de quedarse con
-suficiente doctrina y pericia en las Sagradas letras, y lo que
-se moderó en el estudio, acrecentólo en el rigor de la austeridad
-y penitencia, todo el tiempo de su vida, cada y cuando
-las enfermedades le dieron lugar. Fué tambien, con las otras
-gracias que Dios le confirió, devoto y excelente predicador, y
-á todos daba, con sus virtuosas y loables costumbres para en
-el camino de la virtud y de buscar á Dios, loable y señalado
-ejemplo, tiénese por cierto que salió desta vida tan limpio
-como su madre lo parió. Fué llevado de Salamanca, con otros
-religiosos de mucha virtud, á Sancto Tomás de Avila, donde
-por entónces resplandecia mucho la religion. A este bienaventurado
-halló el padre fray Domingo de Mendoza dispuesto
-para que le ayudase á proseguir aquesta empresa, y movió á
-otro, llamado el padre fray Anton Montesino, amador tambien
-del rigor de la religion, muy religioso y buen predicador.
-Persuadieron á otro santo varon, que se decia el padre fray
-Bernardo de Sancto Domingo, poco ó nada experto en las
-cosas del mundo, pero entendido en las espirituales, muy
-letrado y devoto y gran religioso. Estos movidos y dispuestos
-para le ayudar, fué á Roma para negociar con el Gaetano,
-que era entónces Maestro general de la Órden, y trujo recaudos
-para pasar la Órden á estas partes, y, habida licencia
-tambien del Rey, porque tuvieron necesidad que otra vez se
-tornase ó hablar con el Maestro general para sus cosas de órden,
-quedóse el padre fray Domingo de Mendoza para las
-negociar, y envió al dicho padre fray Pedro de Córdoba, que
-tenia entónces edad de veintiocho años, por Vicario de los
-otros dos, aunque más viejos, y un fraile lego que les añidió.
-Estos cuatro religiosos trujeron la Órden á esta isla; el fraile<span class="pagenum"><a name="Page_275" id="Page_275">[275]</a></span>
-lego se tornó luégo á Castilla y quedaron los tres, los cuales,
-comenzaron luego á dar de su religion y santidad suave olor,
-porque rescibidos por un buen cristiano, vecino desta ciudad,
-llamado Pedro de Lumbreras, dióles una choza, en que se
-aposentasen, al cabo de un corral suyo, porque no habia entónces
-casas sino de paja, y estrechas. Allí les daba de comer
-caçabí de raíces, que es pan de muy poca sustancia, si se
-come sin carne ó pescado; solamente se les daba algunos
-huevos, y de en cuando en cuando, si acaescia pescar algun
-pescadillo, que era rarísimo. Alguna cocina de berzas, muchas
-veces sin aceite, solamente con axí, que es la pimienta de los
-indios, porque de todas las cosas de Castilla era grande la
-penuria que habia en esta isla. Pan de trigo ni vino, áun
-para las misas, con dificultad lo habia. Dormian en unos cadalechos,
-de horquetas y varas ó palos hechos, y por colchones
-paja seca por encima; el vestido era de jerga aspérrima, y
-una túnica de lana mal cardada. Con esta vida y deleitable
-mantenimiento, ayunaban sus siete meses del año arreo, segun
-de su Órden lo tenian y tienen constituido. Predicaban y
-confesaban como varones divinos; y porque esta isla toda
-estaba (los españoles digo), en las costumbres de cristianos
-pervertida, en especial en los ayunos y abstinencias de la
-Iglesia, porque se comia carne los sábados y áun los viérnes
-y todas las Cuaresmas, y habia, todas ellas, las carnecerías
-tan abiertas, y tan sin escrúpulo y con tanta solemnidad,
-como las hay por Pascua Florida, con sus sermones, y
-más creo que con su dura penitencia y abstinencia, los redujeron
-á que se hiciese consciencia dello y se quitase aquella
-glotonería en los tiempos y dias que la Iglesia determina.
-Habia, esomismo, gran corrupcion en los logros y usuras,
-tambien los desterraron é hicieron á muchos restituir; otros
-efectos grandes, dignos de la religion y Órden de Sancto Domingo,
-se siguieron de su felice venida. Y porque á la sazon
-que vinieron y desembarcaron en este puerto y ciudad de
-Sancto Domingo, el Almirante habia ido, con su mujer doña
-Maria de Toledo, á visitar la ciudad de la Concepcion de la<span class="pagenum"><a name="Page_276" id="Page_276">[276]</a></span>
-Vega, y estaban allí, fué luégo á dalles cuenta de su venida
-el bienaventurado padre fray Pedro de Córdoba, no con más
-fausto de ir á pié, comiendo pan de raíces y bebiendo agua
-fria de los arroyos, que hay hartos, durmiendo en el campo
-y montes en el suelo con su capa á cuestas, 30 leguas de
-harto trabajoso camino. Rescibiólo el Almirante y doña María
-de Toledo, su mujer, con gran benignidad y devocion, y hiciéronle
-reverencia, porque el venerable y reverendo acatamiento,
-y sosiego y mortificacion de su persona, aunque de
-veintiocho años, daba á entender á cualquiera que de nuevo
-lo viese, su merescimiento. Creo que llegó sábado, y luégo
-domingo, que acaecia ser entre las octavas de Todos Santos,
-predicó un sermon de la gloria del Paraíso que tiene Dios
-para sus escogidos, con gran fervor y celo; sermon alto y divino,
-é yo se lo oí, é por oírselo me tuve por felice. Amonestó
-en él á todos los vecinos, que, en acabando de comer, enviasen
-á la iglesia cada uno los indios que tenia en casa, de que
-se servia. Enviáronlos todos, hombres y mujeres, grandes y
-chicos; él, asentado en un banco y en la mano un crucifijo,
-y con algunas lenguas ó intérpretes, comenzóles á predicar,
-desde la creacion del mundo discurriendo, hasta que Cristo,
-Hijo de Dios, se puso en la Cruz. Fué sermon dignísimo de oir é
-de notar, de gran provecho, no sólo para los indios (los cuales
-nunca oyeron hasta entónces otro tal, ni áun otro, porque
-aquel fue el primero que á aquellos y á los de toda la isla se les
-predicó acabo de tantos años, ántes todos murieron sin haber
-oido palabra de Dios), pero los españoles pudieran dél sacar
-mucho fructo. Y si muchos de los tales se les hobieran predicado,
-algun más fructo se hobiera hecho en ellos que se hizo,
-y más hobiera sido Dios cognoscido y adorado, y mucho ménos
-ofendido. Finalmente, habiendo dado parte al Almirante
-de lo que habia que dalle, y negociado en breves dias, se
-tornó á esta ciudad, dejando á todos los que lo habian visto
-y oido presos de su amor y devocion. Luégo, en los primeros
-navíos, segun creo, vino el primer inventor desta hazaña, el
-padre fray Domingo de Mendoza, con una muy buena compañía<span class="pagenum"><a name="Page_277" id="Page_277">[277]</a></span>
-de muy buenos frailes; todos los que entónces venian
-eran religiosos señalados, porque á sabiendas y voluntariamente
-se ofrecian á venir, teniendo por cierto que habian de
-padecer acá sumos trabajos, y que no habian de comer pan
-ni beber vino, ni ver carne, ni andar los caminos cabalgando,
-ni vestir lienzo ni paño, ni dormir en colchones de lana, sino
-con los manjares y rigor de la Órden habian de pasar, y áun
-aquello muchas veces les habia de faltar; y con este presupuesto
-se movian con gran celo y deseo de padecello por
-Dios, con júbilo y alegría, y por ésto no venian sino religiosos
-muy aventajados. Díjose, que cuando este padre fray Domingo
-de Mendoza llegó, con su religiosa compañía, en la isla de la
-Gomera, que es una de las de Canaria, hobo allí una mujer
-endemoniada, y rogado que la visitase y conjurase, hízolo de
-grado; y hechos los conjuros y forzando al espíritu inmundo
-que de allí saliese, trabadas pláticas, preguntóle y forzóle que
-le dijese de dónde venia; respondió el demonio que venia de
-las Indias; dijo entónces el padre: «¡Ah, don traidor, que ya
-no os cale parar allá, pues la fé católica se lleva, y va en
-ellas á predicarse, donde habeis rescibido gran daño, y ser
-dellas desterrado.» Respondió el demonio: «Bien está, que algun
-daño me han hecho y me hacen, pero por eso bien que
-no se sabrá el secreto en estos cien años.» Esto se publicó que
-allí pasó, no me acuerdo quién me lo dijo, y por mi descuido
-no lo supe del mismo padre fray Domingo, ó del padre fray
-Pedro de Córdoba, y de otros muchos religiosos lo pudiera
-bien saber y averiguar, porque tuve harto tiempo para ello. Si
-dijo verdad el demonio, como la puede decir, cumpliendo la
-voluntad de Dios, el tiempo lo declarará desque pasen cuarenta
-años, contando los ciento, desde que estas Indias se descubrieron;
-y, por ventura, el secreto es la claridad del engaño
-y ceguedad que hay cerca de las injusticias é impiedades que
-estas gentes de nosotros han rescibido, no teniéndose por pecados,
-que ha comprendido á todos los estados de España. En
-fin, yo soy cierto que el tiempo, ó al ménos el dia del Juicio,
-se declarará. Llegado, pues, el padre fray Domingo de Mendoza<span class="pagenum"><a name="Page_278" id="Page_278">[278]</a></span>
-á este pueblo y ciudad con su compañía, holgáronse inestimablemente
-el padre fray Pedro de Córdoba y los que con él
-estaban, y como eran ya algun número, y creo que pasaban
-de 12 ó 15, acordaron de consentimiento de todos, con toda
-buena voluntad, de añadir ciertas ordenaciones y reglas sobre
-las viejas constituciones de la Orden (que no hace poco quien
-las guarda), para vivir con más rigor. Por manera que, ocupados
-en guardar las nuevas y añididas reglas, estuviesen ciertos
-que las constituciones antiguas, que los Santos padres de
-la Orden ordenaron, estaban inviolablemente en su fuerza y
-vigor; y de una, entre otras, me acuerdo que determinaron,
-que no se pidiese limosna de pan, ni de vino, ni de aceite,
-cuando estuviesen sanos, pero si sin pedillo se lo enviasen que
-lo comiesen, haciendo gracias á Dios: para los enfermos podíase
-por la ciudad pedir. Y así les acaesció, dia de Pascua
-Florida, no tener de comer sino una cocina de berzas, sin
-aceite, guisada con sólo axí y sal. Vinieron muchos años guardando
-este rigor, al ménos todo el tiempo que el felice padre
-fray Pedro de Córdoba vivió, y pasaron grandes trabajos de
-penitencia, y florecia mucho la religion en obediencia y pobreza,
-y, cierto, la primitiva del tiempo de Sancto Domingo,
-aquí se renovó; y en tanto creció la fama de su santidad, que
-el rey de Portugal escribió al Rey ó á los Prelados de la Orden,
-que le enviasen de los frailes de Sancto Domingo destas
-Indias, ó para reformar á Portugal, ó para poblar de nuevo la
-Orden en la India ó en otra parte. Ordenaron que cada domingo
-y fiesta de guardar, despues de comer, predicase á los
-indios un religioso, como el siervo de Dios, fray Pedro de Córdoba,
-en la iglesia de la Vega habia principiado, y á mí, que
-esto escribo, me cupo algun tiempo este cuidado; y así era ordinario
-henchirse la iglesia, los domingos y las fiestas, de indios
-de los que en casa á los españoles servian, lo que nunca en los
-tiempos de ántes habian visto. En este mismo año, y en estos
-mismos dias que el padre fray Pedro de Córdoba fué á la Vega,
-habia cantado misa nueva un clérigo llamado Bartolomé de las
-Casas, natural de Sevilla, de los antiguos de esta isla, la cual<span class="pagenum"><a name="Page_279" id="Page_279">[279]</a></span>
-fué la primera que se cantó nueva en todas estas Indias; y por
-ser la primera, fué muy celebrada y festejada del Almirante y
-de todos los que se hallaron en la ciudad de la Vega, que fueron
-gran parte de los vecinos desta isla, porque fué tiempo de
-fundicion, á la cual, por traer cada uno el oro que habia, con
-los indios que tenia, á fundirlo, ayuntábanse muchos, como
-cuando se llegan las gentes á los lugares donde hay ferias,
-para sus pagamentos, en Castilla; y porque no habia moneda
-de oro alguna, hicieron ciertas piezas de oro, como castellanos
-y ducados contrahechos, que ofrecieron, de diversas hechuras,
-en la misma fundicion donde se fundia y pagaba el quinto al
-Rey, y otros hicieron arrieles para ofrecerle, segun que cada
-uno queria ó podia. Moneda de reales se usaba, y destos le
-ofrecieron muchos, y todo lo dió el misa-cantano al padrino,
-si no fueron algunas piezas de oro, por ser bien hechas. Tuvo
-una calidad notable esta primera misa nueva, que los clérigos
-que á ella se hallaron, no bendecian, conviene á saber, que
-no se bebió en toda ella una gota de vino, porque no se halló
-en toda la isla, por haber dias que no habian venido navíos
-de Castilla.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_280" id="Page_280">[280]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Dejando la Órden de Sancto Domingo en el santo y religioso
-estado que habemos contado, que fué una de las cosas
-pertenecientes á esta isla, tornemos sobre lo que sucedió en
-la isla de Sant Juan, despues de haber pasado á ella cristianos,
-y venida la gobernacion á Juan Ponce, de quien se dijo
-arriba. Llegado, pues, el poder del Rey para que Juan Ponce
-gobernase aquella isla, edificó un pueblo luégo de españoles,
-que llamó Caparra, no sé á qué propósito, nombre de indios,
-en la costa del Norte, las casas todas de paja; él para sí hizo
-una de tapias, que bastó para fortaleza, como quiera que los
-indios no tengan baluartes de hierro ni culebrinas, y la mayor
-fuerza que pueden poner para derrocar la casa hecha de
-tapias es á cabezadas; despues otra de piedra, todo á costa de
-los indios, y ellos todo lo trabajaban. Este pueblo asentaron
-una legua de la mar, dentro la tierra, frontero del puerto
-que llaman Rico, por ser toda aquella legua de un monte ó
-bosque de árboles, tan cerrado y tan lodoso, que bestias y
-hombres atollaban, cuando más enjuto estaba, hasta media
-pierna; por esta causa era ésto averiguado, que las mercaderías
-de harina y vino, de aceite y vinagre y ropa, y otras cosas
-que traian de Castilla, costaba más desde la lengua del
-agua llevarlas al pueblo, sólo aquella legua, que habian costado
-de Castilla traer hasta el puerto. Con toda esta costa y
-trabajos, que cargaban todos sobre los indios, estuvieron tan
-ciegos y ocupados en sacar oro, que no cayeron en diez ó
-doce años en salir de allí, é mudar el pueblo, hasta que ya
-se les acababan los indios, y convenia llegarse á la mar para
-suplir con el agua y barcos, por ella, lo que la sangre de los
-indios derramada faltaba, y así se pasaron donde agora el<span class="pagenum"><a name="Page_281" id="Page_281">[281]</a></span>
-pueblo ó ciudad está. Donde al presente está, es una isleta
-estéril, apartada de la misma isla grande por un estero que
-allí hace la mar, pero angosto, que con una puente de madera
-se pasa y trae todo lo que es menester de la isla, porque
-en ella tienen todas las labranzas y ganados, y se sirven de
-todo lo demas; hicieron otro pueblo cuasi al cabo de la isla,
-en un valle á la misma costa del Norte, donde agora está el
-que se dice Sant Germán, puesto que más arriba ó más abajo,
-y á aquel llamaron Guanica, por razon que hallaron allí ciertos
-rios de oro; de allí lo mudaron cuatro leguas la costa
-arriba, donde llaman el Aguada, porque sale allí un buen rio,
-de donde se toma para las naos buen agua, y pusiéronle por
-nombre Sotomayor; despues lo pasaron otra vez al mismo
-valle, poco más ó poco ménos, más dentro ó más fuera, y llamáronlo
-Sant Germán. Nunca hobo más de éstos dos pueblos
-en la isla de Sant Juan, puesto que algunos más se comenzaron,
-pero en breve fueron despoblados por ciertas causas;
-como, pues, los nuestros españoles, nunca en estas Indias pueblen
-ó hagan pueblos, para ellos cavar y arar, y Juan Ponce,
-que tenia la gobernacion, estuviese bien acostumbrado de las
-poblaciones desta isla, y á cuya costa los españoles solian
-poblar, llevó aquel camino que en aquesta isla él con los demas
-habia usado; éste fué, repartir los indios señalando á cada
-uno tantos, cada uno de los cuales tuvo cargo de que no se
-le pasase, en las minas, y en las otras granjerías, el tiempo en
-balde; y así, todos los indios de aquella isla, estando pacíficos
-y en su libertad, y rescibiendo á los españoles como si fueran
-todos sus hermanos (yo me acuerdo que el año de 502, saltando
-nosotros en tierra, vinieron pacíficos, alegres, á vernos
-y nos trajeron de lo que tenian, como de su pan, y no me
-acuerdo si pescado), súbitamente se vieron hechos esclavos, y
-los señores de sus señoríos privados, y todos forzados á morir
-en los trabajos, sin esperanza que en algun tiempo habian de
-cesar. ¿Qué se debia esperar que los indios habian de hacer,
-mayormente habiendo tenido noticia que las gentes desta
-Española, por aquel camino se habian ya acabado? Por aquí<span class="pagenum"><a name="Page_282" id="Page_282">[282]</a></span>
-se verá la ceguedad tupida de los que, por escrito ó por palabra,
-llaman ingratos y malos á los indios, porque matan á
-los españoles, durmiendo ó velando, juntos ó apartados y como
-quiera que puedan tomallos. ¿Qué obras han sido las que de
-los españoles han rescibido para que les deban ser agradecidos?
-¿O habellos todos, donde quiera que han entrado, consumido,
-matando ó destruyendo, como quiera que lo puedan
-efectuar, no es usar de su natural defension que á los animales
-brutos, y á las mismas piedras insensibles es natural y
-lícito? Grande infelicidad y peligro es de todos aquellos que
-ésto no miran. Así que, viendo las gentes de la isla de Sant
-Juan, que llevaban el camino para ser consumptos como los de
-esta isla, acordaron de se defender, segun que podian, y concertaron
-que cada señor con su gente, para cierto tiempo, tuviese
-cargo de matar los españoles que pudiese haber por sus
-comarcas, en las minas ó en las otras sus granjerías, que andaban
-ya todos derramados, y en ellas bien ocupados. Mataron,
-por esta manera, bien 80 hombres, y luégo van 3 ó
-4.000 indios, sobre el dicho pueblo, llamado Sotomayor, y,
-sin que fuesen sentidos, pusiéronle fuego, que era todo de
-casas de paja, y juntamente mataron algunos de los vecinos
-como estaban descuidados, los cuales, viéndose apretados y
-en gran peligro, pelearon varonilmente contra los indios, por
-manera que no les pudieron hacer más mal; pero hiciéronlos
-retraer y dejar el pueblo con todo el hato que en él tenian,
-quemado y lo no quemado, y fuéronse á juntar con Juan
-Ponce, por entónces su Gobernador, al pueblo llamado Caparra.
-Y porque D. Cristóbal de Sotomayor, tuvo por su repartimiento
-al Rey ó señor mayor de la tierra, llamado Agueíbana, no
-el que habia rescibido á Juan Ponce y á los españoles la primera
-vez, como en el capítulo 46 dijimos, sino un su hermano,
-que, despues de su muerte, en el señorío le sucedió, y á la
-sazon estaba en el pueblo de aquel señor que tenia él por
-siervo ó sirviente, acordólo allí matar. Dijeron que desta determinacion
-le avisó una hermana del mismo señor, que tenia
-el D. Cristóbal por manceba, pero que no lo creyó; y súpolo<span class="pagenum"><a name="Page_283" id="Page_283">[283]</a></span>
-tambien de otro español que tenia consigo, que sabia la lengua
-de los indios, y se desnudó en cueros, y pintó con las colores
-que los indios estaban pintados, y, cantando y haciendo
-bailes, fué donde cantaban la muerte de D. Cristóbal que habian
-de hacer, de manera que no lo cognoscieron, y le dijo
-como se tractaba de su muerte, y que aquella noche se podian
-huir, pero tampoco aprovechó, hasta que, finalmente, otro dia
-lo mataron con otros cuatro españoles. El Juan Ponce recogió
-y aparejó lo mejor que pudo la gente de españoles que por la
-isla quedaba, que eran pocos más de la mitad, porque todos
-los otros habian ya muerto los indios, y donde sabia que
-habia gente junta, iba á buscarlos y peleaba con ellos varonilmente,
-porque tuvo consigo hombres muy esforzados, y, en
-muchas batallas ó recuentros, hicieron en los indios grandes
-estragos; y así asolaron aquella isla, matando infinitos indios,
-los señores y súbditos que podian armas tomar. Despues de
-los cuales muertos, los demas sojuzgados, repartiéronlos entre
-sí, que es el fin de sus guerras que llaman conquistas, (y ésto
-llama Oviedo en su Historia pacificar, y todos los que se jactan
-de conquistadores), para los echar á las minas y ocuparlos
-en las otras granjerías y trabajos, donde al cabo los consumieron
-y acabaron, de la misma manera que los desta isla
-Española fueron estirpados. Quien principalmente hizo la
-guerra y ayudó más que otros, fué un perro que llamaban
-Becerrillo, que hacia en los indios estragos admirables, y cognoscia
-los indios de guerra y los que no lo eran, como si fuera
-una persona, y á éste tuvieron, los que asolaron aquella isla,
-por ángel de Dios. Y cosas, se dice, que hacia maravillosas,
-por lo cual temblaban los indios dél que fuese con 10 españoles,
-más que si fuesen 100 y no lo llevasen; por esta causa
-le daban parte y media, como á un ballestero, de lo que se
-tomaba, fuesen cosas de comer, ó de oro, ó de los indios que
-hacian esclavos, de las cuales partes gozaba su amo; finalmente,
-los indios, como á capital enemigo, lo trabajaban de
-matar, y así lo mataron de un flechazo. Una sola cosa, de las
-que de aquel perro dijeron, quiero aquí escribir. Siempre<span class="pagenum"><a name="Page_284" id="Page_284">[284]</a></span>
-acostumbraron en estas Indias los españoles, cuando traian
-perros, echarles indios de los que prendian, hombres y mujeres,
-ó por su pasatiempo y para más embravecer los perros,
-ó para mayor temor poner á los indios que los despedazasen;
-acordaron una vez echar una mujer vieja al dicho perro, y
-el Capitan dióle un papel viejo, diciéndole, lleva esta carta
-á unos cristianos, que estaban una legua de allí, para soltar
-luégo el perro desque la vieja saliese de entre la gente; la
-india toma su carta con alegría, creyendo que se podria por
-allí escapar de manos de los españoles. Ella salida, y llegando
-un rato desviada de la gente, sueltan el perro, ella como lo
-vido venir tan feroz á ella, sentóse en el suelo y comenzóle
-á hablar en su lengua: «Señor perro, yo voy á llevar esta
-carta á los cristianos, no me hagas mal, señor perro,» y estendíale
-la mano mostrándole la carta ó papel. Paróse el perro
-muy manso, y comenzóla de oler, y alza la pierna y orinóla,
-como lo suelen hacer los perros á la pared, y así no la hizo
-mal ninguno; los españoles, admirados dello, llaman al perro
-y átanlo, y á la triste vieja libertáronla por no ser más crueles
-que el perro. Desde algunos dias, el Almirante, dando
-quejas desde acá, que contra sus privilegios el Rey proveyera
-por Gobernador á Juan Ponce, habiendo aquella isla descubierto
-personalmente su padre, en el segundo viaje, y Juan
-Ceron y Miguel Diaz, que habia enviado presos Juan Ponce,
-estando y negociando allá, fué movido el Rey á dejar la eleccion
-de Teniente de aquella isla al Almirante, y dar licencia
-que se volviesen Juan Ceron y Miguel Diaz á sus oficios, por
-el Almirante, y á sus casas. Despues fué á la isla el Almirante,
-y por causas que le movieron quitó á Juan Ceron la gobernacion,
-y puso á un caballero que llamaron el Comendador
-Moscoso, que habia venido de Castilla con él. Pasados algunos
-dias, quitó aquel y puso á otro caballero, Cristóbal de Mendoza,
-y despues otros y otros; todos los cuales ayudaron á
-destruir aquellas gentes, por todos holgarse de sacar oro, y no
-carecer de la ceguedad que todos, hasta que los acabaron.
-Despues de muertos los naturales vecinos della, dejó Dios para<span class="pagenum"><a name="Page_285" id="Page_285">[285]</a></span>
-ejercicio y castigo de los españoles, reservados, las gentes de
-los caríbes de las islas de Guadalupe, y de la Dominica, y otras
-de por allí, que infestaron muchas veces aquella isla, haciendo
-saltos, mataron algunos españoles, y robaron y destruyeron
-algunas estancias ó haciendas, y llevaron captivos algunos; lo
-que no osaran venir á hacer, si la isla estuviera con sus habitadores
-en su prosperidad. Así dejó Dios ciertas naciones,
-por los pecados de los hijos de Israel, para que los inquietasen,
-turbasen, infestasen, robasen y castigasen, como parece
-por el libro de Josué y de los Jueces. Y pluguiese á Dios que,
-con aquellos daños y castigos, pagásemos solos los estragos, y
-calamidades, y destruyciones que habemos causado en aquella
-isla, y los pecados que por ello habemos cometido, dejados
-aparte los de las otras partes.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_286" id="Page_286">[286]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LVI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Por aquellos mismos términos se destruyó y despobló la
-isla de Jamáica, por aquellos que fueron con Juan de Esquivel,
-y por él ir á la poblar, y ciertamente más verdad es que
-la fueron á despoblar; los cuales, como se comenzaron á servir
-de los indios con el imperio y rigor que siempre han
-acostumbrado, y á los indios se les hiciese tan nuevo y tan
-pesado, mayormente teniendo experiencia de quién los españoles
-eran y de sus obras, de cuando allí estuvo el Almirante
-viejo, viniendo del descubrimiento de Veragua, comenzáronse
-por los montes á absentar. Van tras ellos á montearlos, defendíanse
-y descalabraban algunos españoles, porque matar,
-pocos ó ninguno pudieron matar; y nunca oí que en Jamáica
-matasen los indios hombre, porque, en la verdad, era la gente
-de aquella isla muy más pacífica y mansa que otra, que casi
-eran como lo que habemos dicho de los lucayos. Y tanto anduvieron
-tras ellos con perros bravos, que los cazaban y desbarrigaban,
-que, muertos con extrañas crueldades, todos los
-principales y gente infinita que podia tomar arcos en las
-manos, subjetaron los demas. Repartiéronlos entre sí, ocupáronlos,
-no en las minas porque no las hallaron, ó era, como
-despues fué, el oro tan poco, que dellas no curaban, sino en
-sembrar las labranzas del pan caçabí y del grano maíz, y
-grandes algodonales, porque allí se da mejor y más el algodon
-que en otra parte, aunque en las más tierras destas Indias
-se da en abundancia, al ménos en las que están desta parte
-de la equinoccial. Y ésta del algodon fué la primera granjería
-que aquellos españoles en aquella isla tuvieron, porque hacian
-hacer á las gentes della, en especial á las mujeres, grandes
-telas de algodon, y camisas y hamacas, de que usábamos<span class="pagenum"><a name="Page_287" id="Page_287">[287]</a></span>
-por camas, y traíanlas á esta isla y á la de Cuba, y á la tierra
-firme, desque fueron españoles á ellas, y las vendian, de
-donde llevaban vino y harina de Castilla, y aceite, y vinagre,
-y ropa de lienzo y de paño, y otras cosas que de Castilla
-venian y ellos habian menester; y desta isla llevaban ganados
-y yeguas, de que allí se han bien multiplicado. Llevaban
-ó venian de tierra firme á les comprar caçabí, maíz é hamacas,
-y telas que compraban los marineros, para hacer velas,
-de los indios, y carabelas, que por estas islas y tierra firme
-andaban al tracto. En aquellos trabajos se hobieron tan cruel
-é inhumanamente con aquellas inocentes gentes, que en ninguna
-parte, hasta entónces, destas Indias se les habia, en
-crueldad y malos tractamientos, hecho ventaja; los hombres
-en el sembrar y poner las labranzas y algodonales y otras
-muchas maneras de trabajos; las mujeres en el hilar y tejer,
-preñadas y paridas, haciéndolas en ello tan importunamente
-trabajar, que un momento no las dejaba parar. No les daban
-de comer sino caçabí y ajes, que son raíces de que ya hemos
-hablado, y con los continos trabajos, enflaquecidos, morian.
-Fué regla general, que los indios de los repartimientos que
-daban para las granjerías del Rey, eran siempre los más
-cruelmente, por sus oficiales, afligidos y tractados, y así más
-aína que otros perecian en todas las partes destas Indias, y
-hoy lo son más opresos y más mal aventurados. Doctrina
-ninguna tuvieron, ni se les dió en Jamáica, ni más cuidado
-dello se tuvo que si fueran brutos animales, siendo de la gente
-más aparejada del mundo para ser cristianos. Por lo cual,
-murieron todos sin fe y sin Sacramentos, sino fueron algunos
-niños que se baptizaron, y sin baptismo perecieron hartos.
-Habrá hoy, de todos los vecinos que allí habia, que estaba
-como una piña de piñones, de gente toda poblada, obra de cien
-personas, y no se si llegan á tantos. Este fructo sale de la pacificacion
-que dice Oviedo á cada paso, y los que de conquistadores
-se jactan, que nuestros españoles en nuestras Indias
-hacen; y es de ver cómo los encarece y sublima Oviedo,
-como quien ha hecho grandes hazañas, y todos son caballeros<span class="pagenum"><a name="Page_288" id="Page_288">[288]</a></span>
-y gente noble, segun él, los que á hacer estas obras acá pasan.
-Cierto, fueron hazañas y tan grandes y tan señaladas,
-que despues que Dios crió á Adan, y permitió en el mundo
-pecados, otras tales ni tantas, ni con tan execrables, y creo
-que, inespiables ofensas de Dios, ni fueron jamás hechas, ni
-pudieron ser pensadas, ni áun soñadas. Pero temprano nos
-quejamos, vamos adelante.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_289" id="Page_289">[289]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LVII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">La órden de nuestra Historia requiere que tornemos á los
-dos Gobernadores primeros, que fueron á la tierra firme, conviene
-á saber, Alonso de Hojeda y Diego de Nicuesa, que, en
-el cap. 52, desta ciudad partidos dejamos; y, porque Alonso
-de Hojeda partió deste puerto primero, dél primero y de sus
-desastres será bien que digamos. Fué á echar sus anclas en
-cuatro ó cinco dias al puerto de Cartagena, donde la gente
-de aquella tierra estaba muy alborotada, y siempre aparejada
-para resistir á los españoles, por los grandes males que habian
-rescibido de los que fueron los años pasados, con título
-de rescatar, como fueron Cristóbal Guerra, y otros, segun en
-el libro I, cap. 172 dejamos relatado, y porque, como en el
-capítulo 19 deste libro II dijimos, las gentes de por allí habian
-por esta causa descalabrado y muerto algunos de los
-nuestros, porque tenian hierba ponzoñosa y brava, y hicieron
-relacion á los Reyes, que allí no querian rescibir los cristianos,
-ántes los mataban, callando los insultos, violencias y
-maldades que ellos en aquellos hacian, y no habia en la
-corte quien volviese por los que estaban en sus casas, y gente
-tan inquieta y mal mirada como hemos sido con ellos, por
-lo cual, dieron los Reyes licencia que pudiesen ir á aquella
-tierra y hacelles guerra á fuego y á sangre, y hacellos esclavos,
-con harta ceguedad y culpa de los que tenian en su Consejo,
-como allí probamos, debia el Alonso de Hojeda llevar
-esta misma licencia y allí determinó de usalla. Cuenta ésto,
-un Cristóbal de la Tovilla, en una historia que llamó <i>La Barbárica</i>,
-el cual anduvo por aquella tierra mucho tiempo,
-puesto que no entónces sino despues, muchos años; pero súpolo
-de los mismos que con el Hojeda fueron, ó de los que á<span class="pagenum"><a name="Page_290" id="Page_290">[290]</a></span>
-aquellos inmediatamente sucedieron, y dice así en el principio,
-cap. 1.º: «Aquí en Cartagena, echadas sus anclas, porque
-el Rey católico le mandaba (conviene á saber, á Hojeda),
-que hiciese guerra en aquella parte, por los muchos males
-que los indios della hacian á los que con ellos rescataban.
-Esto procuraban ellos, porque, como todo el tiempo que esta
-tierra firme estuvo sin poblarse de cristianos, las cuales ínsulas
-habitaban, venian cada dia á rescatar con los naturales
-della, dándoles por el rescate mucho oro que tenian, y gallinas,
-por cuentas y cuchillos y otras cosas semejantes de España,
-con que volvian á sus casas cargados de riqueza, y
-pasaban con descanso la vida. Mas despues que esta contratacion
-se fué adelgazando, y su codicia poco á poco extendiendo,
-debajo deste nombre rescate hacian armadas con que captivaban
-gran suma de indios, que en la Española y las demas
-ínsulas, sin más justo título, por esclavos vendian, por donde
-los indios, sentido el daño, de paz y de guerra mataban á
-cuantos se descuidaban; á cuya causa, el rey D. Hernando
-mandó que se les hiciese cruel guerra, siendo cierto que, si
-la verdad dello supiera, ni lo mandara ni lo permitiera.»
-Estas son palabras formales del dicho Tobilla, que no es chico
-testimonio para lo que, en el dicho cap. 19, dijimos, y lo que
-demás en este artículo dijéremos, porque siendo uno de los que
-en esta ceguedad estuvieron y murieron, y hablador y encarecedor,
-como Oviedo, de las dichas hazañas de los españoles,
-y abatidor de los tristes indios, que han sido y son tan injustamente
-agraviados, la misma verdad, con todo esto, le constriñe
-á que no la calle. Tornando pues al propósito, acordó
-allí Alonso de Hojeda de saltar en tierra y dar de súbito en
-un pueblo llamado Calamar, por haber de presto algunos indios,
-y enviarlos á esta isla á vender por esclavos, para pagar
-muchas deudas que acá dejaba. Juan de la Cosa, gran piloto,
-y que llevaba por Capitan general, acordándose de lo que,
-viniendo con el mismo Hojeda los años pasados á rescatar,
-cognoscieron de aquellos indios, ser valientes y tener hierba
-mortífera y demasiadamente ponzoñosa, prudentemente le dijo:<span class="pagenum"><a name="Page_291" id="Page_291">[291]</a></span>
-«Señor, paréceme que sería mejor que nos fuésemos á poblar
-dentro del golfo de Urabá, donde la gente no es tan feroz, ni
-tienen tan brava hierba, y aquella ganada, despues podriamos
-tornar á ganar ésta con más propósito»; pero Hojeda, que
-fué siempre demasiadamente animoso, confiando que nunca en
-millares de pendencias y peligros que en Castilla y en estas Indias
-se habia hallado, le sacó jamás hombre sangre, no curó
-de tomar su parecer, sino con cierta gente va sobre el pueblo
-al cuarto de alba, diciendo: «Santiago», acuchillando y matando
-y cautivando cuantos en él hallaba, y que huyendo no se escapaban;
-ocho indios que no fueron tan deligentes en huir,
-metiéronse en una de estas casas de paja, y de tal manera se
-defendieron, con las muchas y ponzoñosas flechas que tiraban,
-que ninguno de los españoles osaba llegárseles á la casa.
-El Hojeda dando voces reprendiólos, y dijo: «grande vergüenza
-es que vosotros, tales y tantos, no oseis allegaros á ocho
-desnudos que así burlan de vosotros.» Confuso de estas palabras
-uno de aquellos, que en aquella obra solícito andaba,
-con ímpetu grande arremetió por medio de infinitas flechas y
-entró por la puerta de la casa, pero al entrar dióle una por
-medio de los pechos, que luégo lo derrivó y dió el ánima. El
-Hojeda, de ésto más exacerbado, mandó poner fuego á la casa
-por dos partes, donde, con ella, en un credo fueron los ocho
-indios quemados vivos; tomó allí 60 personas captivas, y enviólas
-á los navíos, que las guardasen. Luégo acordó ir, con
-esta su vitoria, tras los que iban huyendo, en su alcance, y
-á un gran pueblo que de allí cuatro leguas distaba, llamado
-Turbaco; los vecinos dél, entendidas sus nuevas, de los que
-huyeron habian sido avisados. Alzaron todas sus mujeres y
-hijos y alhajas, y pusiéronlas en los montes á recaudo, y entrando
-en el pueblo, de madrugada, no hallaron persona que
-matasen ni captivasen; y como descuidados y no experimentados
-de que los indios eran hombres, y que la vejacion y la
-misma naturaleza les habia de enseñar, y así, menospreciándolos,
-y su misma cudicia y pecados cegándolos, despareciéronse
-por los montes, buscando cada uno qué robar. Los<span class="pagenum"><a name="Page_292" id="Page_292">[292]</a></span>
-indios, por sus espías, sintiéndolos derramados, salen de los
-montes y dan en ellos, con una grita que á los cielos llegaba,
-y con tanta espesura de flechas herboladas, que parecia escurecerse
-los aires; y como los españoles creyesen, con su descuido,
-que no habia quien los enojar osase, y ésta fuese avenida
-súbita, espantados, como si fueran venados cercados, no
-sabian donde guarecese ni huir, como atónitos; huyendo para
-una parte, daban en gente que los aguardaba, si para otra
-parte, caian en la que los acababa, y con unas mismas flechas
-emponzoñadas, que habian muerto á unos, que los indios
-de los cuerpos les sacaban, herian y mataban á otros, que
-vivos y en pié hallaban. Juan de la Cosa, con ciertos españoles
-que recogió consigo, hízose fuerte á la puerta de un cierto
-palenque, donde Hojeda con ciertos compañeros, defendiéndose,
-peleaba, hincándose de rodillas muchas veces para rescibir
-las flechas en la rodela, en la cual, como era chico de
-cuerpo, y con su ligereza y destreza, casi todo se escudaba;
-mas desque vido caidos todos los más de los suyos, y á Juan
-de la Cosa, con los que le ayudaban, muy al cabo, confiando
-de la ligereza grande que tenia (y fué admirable como en el
-primer libro dejamos declarado), sale por medio de los indios,
-corriendo, y áun huyendo, que parecia ir volando; metióse
-por los montes donde más oscuros los hallaba, encaminándose
-cuanto más le parecia hácia la mar, donde sus navíos estaban.
-Juan de la Cosa metióse en una choza que halló sin hierba
-descobijada, ó él, segun pudo, con algunos de los suyos la
-descobijaron porque no los quemasen, arrimado á la madera,
-y peleando hasta que ante sus ojos vido todos sus compañeros
-caidos muertos, y él que sentia en sí obrar la hierba de
-muchas saetadas que tenia por su cuerpo, dejóse caer de desmayado:
-vido cerca de sí uno de los suyos, que varonilmente
-peleaba, y que no lo habian derrocado, y díjole: «pues que
-Dios hasta agora os ha guardado, hermano, esforzaos y salvaos,
-y decid á Hojeda como me dejais al cabo.» Y éste sólo, creemos
-que de todos escapó, y Hojeda, que debian ser más de
-100 los que en aqueste salto se hallaron; algunos dijeron que<span class="pagenum"><a name="Page_293" id="Page_293">[293]</a></span>
-fueron 70 los que allí murieron. Los de los navíos, como vian
-que de Hojeda, su Gobernador, y de su gente no sabian nada ni
-vian que alguno venia, ni á quien preguntar, sospechando no
-fuese acaecido algun desastre, van con los bateles por la costa
-arriba y abajo, á buscar si viesen alguno que viniese de allá,
-que les diese buenas nuevas ó malas; poniendo en ello mucha
-solicitud, llegaron á donde habia junto al agua de la mar
-unos manglares, que son unas arboledas inputribles, que siempre
-nacen y crecen y permanecen en el agua de la mar, con
-grandes raíces, unas con otras asidas y enmarañadas; allí metido
-y escondido hallan á Hojeda con su espada en la mano,
-y la rodela en las espaldas, y en ella sobre trescientas señales
-de flechazos. Estaba casi transido y descaecido de hambre,
-que no podia echar de sí el habla, pero hicieron fuego y escarentáronle
-y diéronle á comer de lo que llevaban, y así volvió
-á tener aliento y á esforzarse; y como en esta tristeza y
-dolor estuviesen, oyéndole contar su desventurado alcance y
-trabajo, vieron asomar el armada de Nicuesa, de que no le sucedió
-poco dolor y angustia, temiendo que Nicuesa quisiese
-de él vengarse por los desafíos y pendencias que, pocos dias
-y áun no muy muchas horas ántes, en esta ciudad entre ambos
-habian pasado, por lo cual mandó que todos se fuesen á los
-navíos, y le dejasen sólo, no diciendo dél nada en tanto que
-Nicuesa en el puerto tardase.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_294" id="Page_294">[294]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LVIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Salieron los bateles de la armada de Hojeda á rescibir á
-Nicuesa, que en el puerto mismo de Cartagena con la suya
-entraba, y con gran dolor y tristeza le dijeron, como habia
-tantos dias que Hojeda y Juan de la Cosa salieron en tierra con
-tanta gente, y habian destruido el pueblo de Calamar, y presos
-tantos esclavos, y entrado la tierra dentro en el alcance, y
-no habia ninguna persona; que tenian vehemente sospecha
-ser por mal dellos y de todos los que consigo llevaba, pero
-que, por hacer lo que debian, determinaban de irlo á buscar
-y traerlo si lo hallasen, si les aseguraba, como caballero, de no
-mirar en tan gran necesidad á cosa de las entre ambos pasadas.
-Diego de Nicuesa, que era hijodalgo, se enojó de oirles
-aquellas palabras, y díjoles que fuesen luégo á buscallo, y que
-si fuese vivo lo trujesen, al cual no solamente no entendia
-enojalle, pero que les prometia como quien era de le ayudar
-en todas sus necesidades, como si fuese su hermano. Trujéronlo,
-pues, y lo primero que hizo Nicuesa, segun es de creer,
-fué abrazarlo diciéndole: «Mucha diferencia debe haber en
-las obras que los hombres hijosdalgo deben hacerse, cuando
-ven á los que en algun tiempo quisieron mal de ayuda
-necesitados, de las que cuando riñen hicieran, teniendo facultad
-de vengarse, porque allende ser bajeza y vileza de
-ánimo, y degenerar de la bondad de sus pasados, crueldad
-sería, y de hombres no razonables, añadir afliccion al que las
-aflicciones hán en angustias postrado. Por ende, señor Hojeda,
-puesto que en la Española hayamos habido palabras, y allí
-el uno al otro amordazado, ahora es tiempo del todo olvidallas,
-y así, haced cuenta que no ha pasado cosa entre nosotros
-que nos apartare de ser hermanos, y guialdo vos como mandardes,<span class="pagenum"><a name="Page_295" id="Page_295">[295]</a></span>
-que yo con mi gente os seguiré hasta que Juan de la
-Cosa, y los que con él murieron, sean vengados, sin pretender
-más de solamente ayudaros.» Hojeda fué muy consolado
-y le hizo muchas gracias, reagradeciéndole tan grande obra
-de bondad y socorro, estimándolo cuanto era posible á hombre
-que en estado de tanta adversidad estaba; y cabalgaron
-ambos en sendos caballos, y tomados 400 hombres, á los
-cuales por pregon público mandaron, so pena de muerte, que
-ninguno indio á vida tomase, partiéronse de noche al pueblo
-de Turbaco, y llegando cerca partiéronse en dos partes. Hay
-por allí unos papagayos grandes, colorados, que llaman guacamayas,
-que dan muchos gritos y hacen grandes alharacas,
-éstos, en sintiendo la gente, comenzáronlos á dar; los indios
-entendieron lo que era, y como pensaron que ya los españoles
-eran acabados, descuidáronse, y del grande miedo que tuvieron,
-de súbito, saliéronse de sus casas huyendo, dellos con armas
-y dellos sin ellas, y no sabiendo por donde andaban, daban
-en el golpe de los españoles que los desbarrigaban; huian de
-aquestos, y daban en los otros de la otra parte que los despedazaban.
-Tórnanse á meter en las casas, y allí los españoles,
-poniendo fuego, vivos los quemaban. Con el horror y tormenta
-del fuego, las mujeres, con sus criaturas en los brazos, se
-salian de las casas, pero luégo que vieron los caballos, los
-que nunca jamás habian visto, se tornaban á las casas que
-ardian, huyendo más de aquellos animales, que no los tragasen,
-que de las vivas llamas. Hicieron los españoles allí increible
-matanza, no perdonando mujeres, ni niños, chicos ni
-grandes. Dánse luégo á robar: díjose que á Nicuesa, ó á él y
-á los suyos, cupieron 7.000 castellanos. Andando por diversos
-lugares, buscando qué robar, toparon con el cuerpo de
-Juan de la Cosa, que estaba reatado á un árbol, como un
-erizo asaetado; y porque de la hierba ponzoñosa debia estar
-hinchado y disforme, y con algunas espantosas fealdades, cayó
-tanto miedo en los españoles, que no hobo hombre que aquella
-noche allí osase quedar. Vueltos al puerto, Hojeda y
-Nicuesa confederados, Hojeda se despidió de Nicuesa y mandó<span class="pagenum"><a name="Page_296" id="Page_296">[296]</a></span>
-alzar sus velas para el golfo de Urabá, que era el fin
-de su jornada, donde gozar de los bienes ajenos pensaba.
-Será bien aquí considerar, porque por las cosas no pasemos
-como pasan los animales, ¿qué injuria hicieron los vecinos
-del pueblo de Calamar á Hojeda y á Juan de la Cosa, y á los
-que consigo llevaron? ¿qué haciendas les usurparon? ¿qué
-padres ó parientes les mataron? ¿qué testimonios les levantaron,
-ó qué culpas otras contra ellos cometieron, estando en
-sus tierras y casas pacíficos? Item, ¿fué alguna culpa, los
-del pueblo de Turbaco matar á Juan de la Cosa y á los demas,
-yendo á hacer en ellos lo que habian hecho los españoles á
-los del pueblo de Calamar? ¿y fuera culpa vengable que lo
-hicieran, solamente por castigar y vengar la matanza que los
-nuestros hicieron en los vecinos inocentes de Calamar? ¿Hobiera
-gente ó nacion alguna en el mundo, razonable, que por
-autoridad de la ley y razon natural, que no hiciera otro
-tanto? Todas las Naciones del mundo son hombres, y de cada
-uno dellos es una no más la definicion, todos tienen entendimiento
-y voluntad, todos tienen cinco sentidos exteriores
-y sus cuatro interiores, y se mueven por los objetos dellos,
-todos se huelgan con el bien y sienten placer con lo sabroso
-y alegre, y todos desechan y aborrecen el mal, y se
-alteran con lo desabrido y les hace daño, etc. Todo esto
-dice Tulio en el libro I, <i>De legibus: Namet voluptate capiuntur
-omnes. ¿Quæ autem natio, non comitatem non benignitatem
-non gratum animum et benefitii memorem diligit? ¿Quæ superbos,
-quæ maleficos, quæ crudeles, quæ ingratos non aspernatur, non
-odit?</i> ¿Qué nacion hay que no ame y loe la mansedumbre, la
-benignidad, el agradecimiento y el bien hacer? ¿Quién no
-aborrece ó le parecen mal los soberbios, los crueles hombres
-y malos? Todo esto es de Tulio. Item más, ¿Si mereció Diego
-de Nicuesa premio, ante Dios, en ayudar á Hojeda con su
-gente para ir á vengar la muerte de Juan de la Cosa y á su
-muerta compañía, y si tuvo algun título justo y derecho natural
-que á ejercer aquella venganza lo obligase ó excusase,
-ó si fué la paz y amistad de ambos, la del rey Herodes y del<span class="pagenum"><a name="Page_297" id="Page_297">[297]</a></span>
-injusto juez Pilatos? Pregunto tambien, si fué buena preparacion
-la que hizo Hojeda, y tambien allí Nicuesa, para despues
-predicar la ley de Jesucristo, evangélica, justa, sin mácula,
-mansa, pacífica y quieta, como algunos pecadores sábios del
-mundo y segun el mundo, por sus escriptos y palabras decir
-osan y enseñan. Tanto derecho adquirieron los vecinos de aquella
-tierra, solamente por aqueste hecho que hicieron Hojeda
-y Nicuesa (que fueron los primeros que de toda la tierra firme
-hasta entónces descubierta, de propósito saltaron en tierra
-con ejército á robar, y matar y captivar los vecinos della), que
-desde entónces, hasta el dia del juicio, cobraron derecho de
-hacer contra todo español justísima guerra, adquirieron razonable
-impedimento y causa probable de, por muchos años,
-no rescibir la fe de Jesucristo, en tanto que creyeran que la
-profesaban y guardaban aquellos. Infelices, cierto, en ésto
-fueron, y bien lo probó Dios por el fin que todos hicieron.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_298" id="Page_298">[298]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LIX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Salido Hojeda con sus navíos del puerto de Cartagena
-para su golfo de Urabá, por vientos que tuvo contrarios paró
-en una isleta que está de Cartagena, la costa abajo, 35 leguas,
-que se llamó isla Fuerte; y allí, para enmendar el avieso de
-lo que habia en Cartagena hecho, y porque Dios le ayudase
-para lo de adelante, captivó la gente que pudo, y que no pudieron
-huir, é robó algun oro que tenian, con todo lo demas
-que hallaron que les podia aprovechar. De allí entró en el
-golfo de Urabá, y por él buscó el rio del Darien, que entre
-los indios era muy celebrado de riqueza de oro y de gente belicosa,
-pero no lo hallando, buscó por allí cierto lugar y desembarcó
-la gente, y sobre unos cerros asentó un pueblo, al
-cual llamó la villa de Sant Sebastian, tomándolo por abogado
-contra las flechas con hierba mortífera, que por allí se tiraban
-y tiraron hartas. Pero como Dios ni sus Sanctos no suelen dar
-ayuda á las injusticias é iniquidades, como eran en las que
-éstos andaban, Sant Sebastian no curaba ni curó de guardallos,
-ni al mismo Hojeda, como se verá; y ésta fué la segunda
-villa ó pueblo de españoles, que en toda la gran tierra firme
-se pobló (la primera, fué la que el Almirante viejo, que estas
-Indias descubrió, comenzó á poblar en Veragua, como en el
-cap. 26 queda declarado), el cual, aunque no se poblara, no
-se ofendiera Dios, ántes infinitos pecados se excusaran. Andando
-por allí buscando asiento para edificar su pueblo, salió
-de un rio un grande cocodrilo, que por error llaman lagarto,
-y tomó con la boca de la pierna de una yegua que halló cercana,
-y llevósela arrastrando al agua, y, allí ahogada, tuvo
-buena pascua. Viéndose Hojeda con tan poca gente para sustentar
-la negra villa de Sant Sebastian, y con miedo de la<span class="pagenum"><a name="Page_299" id="Page_299">[299]</a></span>
-gente que él iba á inquietar, robar y captivar, despachó el un
-navío de los que trujo á esta isla, con el oro que habia robado
-y los indios captivado, para vendellos por esclavos, para
-que le trujesen gente á fama de robar, y armas y otras cosas
-necesarias; todo ésto se hacia en principio del año de 510.
-Hizo en la villa de Sant Sebastian, que toda era de chozas ó
-casas de paja, una fortaleza de madera muy gruesa, que, para
-contra indios, si los españoles están sobre aviso, con poca resistencia
-que hagan, mayormente si fuese cubierta de teja ó
-de tablas de palma, que cuasi se hallan hechas, con no más de
-cortallas con una hacha, suele ser como contra franceses Salsas;
-y como el principal y final cuidado, y al que todos los otros
-cuidados se enderezan, de los que vienen de España á estas
-partes, y entónces tan copiosamente se tractaba, sea hoy y
-fuese entónces escudriñar donde habia más oro, supo Hojeda,
-de ciertos indios que habia captivado, que cerca de allí
-estaba un Rey, señor de mucha gente, llamado Tirufi, el cual
-tenia mucho oro. Acordó de ir allá y no perder tan buen
-lance, y dejando la gente que le pareció, para guarda del pueblo
-y fortaleza, llevó consigo los demas; y porque ya era extendida
-la fama por todas las tierras, de muchas leguas adentro,
-de las obras de los cristianos, y cuáles paraban las gentes
-inocentes que estaban quietas en sus casas, sabiendo que
-venian, saliéronles á rescibir despidiendo de sí, como si fuera
-lluvia, tantas venenosas flechas; de las cuales, muchos de los
-de Hojeda heridos, y que luégo rabiando morian, y ninguno
-dañificado de los indios, acuerdan todos, y más diligentemente
-Hojeda, de volver las espaldas, y corriendo y áun huyendo
-irse al refugio de su fortaleza. Desde á pocos dias, comenzóles
-á faltar la comida que Juan de la Cosa trujo de Castilla, y
-algun caçabí que cogieron desta isla, y, por no esperar que
-del todo se les acabase, acordó Hojeda de hacer saltos y entradas
-por la tierra, para buscar y traer comida, tomándola
-por fuerza á los indios; y si oro hallasen de camino, de creer
-es que no le desecharian. Llegaron á cierto pueblo y pueblos,
-salíanlos luégo al camino los indios á rescibir, y con sus armas<span class="pagenum"><a name="Page_300" id="Page_300">[300]</a></span>
-acostumbradas hirieron y mataron algunos de los españoles,
-y por no perdellos todos, y á su persona poner en peligro, dió
-la vuelta con los suyos, huyendo, á su fuerza, siguiéndolos
-hasta encerrallos dentro los indios. Llegados á su villa y fortaleza,
-tenian harto, los que en ella quedaron, que hacer en
-enterrar los que morian, y curar los que no venian tan mal
-tratados, y pocos de los que con hierba venian heridos, escapaban.
-Desde á pocos dias acabarónsele todos los mantenimientos,
-y no osaban salir de la fortaleza un paso, á buscallos á los
-pueblos de los indios, segun de la hierba de las flechas estaban
-escarmentados; en tanto grado estaban sin remedio de comida,
-que los sustentase, que comian hierbas y raíces, áun sin
-cognoscer dellas si eran buenas ó mataderas y malas, las
-cuales les corrompieron los humores, que incurrieron en grandes
-enfermedades, de que murieron muchos; y estando uno
-por centinela ó guardia, de noche velando, se le salió el alma,
-y otros tendíanse en el suelo, sin otro dolor alguno, más de
-pura hambre, espiraban: no tenian cosa que menor dolor y
-angustia les diese que la muerte, porque con ella tenian estima
-que descansaban. Estando, pues, padeciendo, más que
-viviendo, esta infelice vida, quiso Dios, sacando de los males
-de otros algun consuelo, no desmamparallos; fué desta
-manera, que un vecino de la villa de Yaquimo, esta isla
-abajo, llamado Bernardino de Talavera, que tenia muy
-muchas deudas, como otros muchos en esta isla hobo
-(como arriba hemos dicho, que, con cuantos indios en las
-minas mataban, nunca Dios les hacia merced ni medraban);
-por huir de las cárceles, acordó de se salir huyendo desta
-isla, y porque no habia donde, sino á una de las dos gobernaciones
-de que vamos hablando, y, por ventura, se habia con
-Hojeda concertado, ó por las nuevas que habian dado los que
-Hojeda envió en el navío por bastimentos, de que ya Hojeda
-quedaba en tierra rica poblado, concertóse con otros tramposos
-y adeudados, que habia hartos, y otros tambien que
-por sus delitos andaban, por ventura, absentados, de hurtar un
-navío que estaba en el puerto de la punta del Tiburon, dos<span class="pagenum"><a name="Page_301" id="Page_301">[301]</a></span>
-leguas del pueblo ó villa de Salvatierra de la Çabana, al cabo
-occidental desta isla, que era de unos ginoveses que cargaban
-de pan cacabí é de tocinos, para traer á esta isla é llevar
-á otras partes; el cual así lo hizo con 70 hombres que á
-ello le ayudaron, los cuales asomaron un dia donde Hojeda y
-los suyos perecian de hambre. Fué no decible ni estimable el
-gozo y consuelo que rescibieron sus ánimas, como si de
-muerte á vida resucitaran. Sacaron los bastimentos que traia
-el navío, de pan y de carne, los cuales pagó Hojeda, en oro ó
-en esclavos, á la persona que allí debia venir, que del navío
-tenia cargo; y, segun la fama, que Hojeda tenia de mal partidor,
-porque dicen que decia que temia, muchos años habia, de morir
-de hambre, debió de partillo mal segun la hambre que
-todos padecian. Comenzaron á murmurar los que ménos parte
-habian, contra Hojeda, y á tratar de se salir de la tierra, y
-venir en los bergantines ó en el navío recien venido; Hojeda
-complia con ellos, dándoles esperanza de la venida del bachiller
-Anciso, que cada dia esperaban. En este tiempo no
-dejaban los indios de venir á darles rebates, y cada dia dellos
-descalabraban; y como cognoscian ya la ligereza de Hojeda,
-que el primero que salia contra ellos era él y los alcanzaba,
-y que jamás flecha le acertaba, acordaron de armarle una celada
-para lo herir é matar. Vinieron cuatro flecheros con sus
-flechas bien herboladas, y pusiéronse tras ciertas matas, y
-ordenaron que otros diesen grita é hiciesen rebato á la otra
-parte; lo cual, puesto en obra, como lo habian concertado,
-dada la grita en la parte contraria, sale Hojeda el primero de
-la fortaleza como volando, y llegando frontero de los cuatro,
-que estaban en celada, desarman sus arcos, y el uno dale por
-el muslo y pásaselo de parte á parte; vuélvese Hojeda muy
-atribulado, esperando cada hora morir rabiando, porque
-nunca, hasta entónces, hombre le habia sacado sangre, habiéndose
-visto en millares, como ya se ha dicho, de ruidos,
-en Castilla y en estas partes. Creyó aquella era la que le bastaba;
-y con este temor mandó luégo que unas planchas de
-hierro en el fuego las blanqueasen, y, ellas blancas, mandó<span class="pagenum"><a name="Page_302" id="Page_302">[302]</a></span>
-á un cirujano que se las pusiese en el muslo herido, ambas,
-el cirujano rehusó, diciendo que lo mataria con aquel fuego;
-amenazóle Hojeda haciendo voto solemne á Dios, que si no se
-las ponia que lo mandaria ahorcar. Esto hacia Hojeda, porque
-la hierba de las flechas, ser ponzoñosa de frio excesivo, es averiguado.
-El cirujano, pues, por no ser ahorcado, aplicóle las
-planchas de hierro blanqueadas, la una á la una parte del
-muslo, y la otra á la otra, con ciertas tenazas, de tal manera
-que no sólo le abrasó el muslo y la pierna, y sobrepujó á la
-maldad de la ponzoña de la hierba, y la echó fuera, pero todo
-el cuerpo le penetró el fuego en tanto grado, que fué necesario
-gastar una pipa de vinagre, mojando sábanas y envolviéndole
-todo el cuerpo en ellas; y así se tornó á templar el
-exceso que habia hecho el fuego en todo el cuerpo. Esto sufrió
-Hojeda voluntariamente, sin que lo atasen ni lo tuviesen; argumento
-grande de su grande ánimo y señalado esfuerzo. Sanó
-desta manera, consumiendo la ponzoña fria de la hierba con
-el vivo fuego.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_303" id="Page_303">[303]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Comidos tambien los bastimentos que trujo el navío que
-hurtó Bernardino de Talavera, tornaron á hambrear y verse
-en el estrecho de hambre y miseria que ántes tuvieron, y como
-se morian cada dia de hambre, y el bachiller Anciso, con
-el socorro que esperaban, no venia, daban voces contra Hojeda,
-diciendo los sacase de allí, pues todos perecian, y de secreto
-murmuraban y trataban de hurtar los bergantines y
-venirse á esta isla, y otras cosas que como aborridos y desesperados
-decian y hacian. Visto por Hojeda su inquietud y
-miseria, determinó decilles y poner por obra, que pues Anciso
-no venia, que él mismo determinaba de venir á esta isla en
-la nao que habia llevado Bernardino de Talavera, y llevalles
-mantenimiento y todo socorro, y que no tomaba de término,
-para tornar á vellos ó para les enviar remedio, más de cincuenta
-dias, los cuales pasados, sino hobiese venido ó enviado, les
-daba licencia para que despoblasen el pueblo y se viniesen á
-esta isla en los bergantines, ó hiciesen de sí lo que quisiesen;
-plugo á todos su determinacion y salida de la tierra, para venir
-á esta isla, esperando que más presto serian socorridos.
-Dejóles por su teniente é capitan á Francisco Pizarro, que era
-uno dellos, y el que despues fué Marqués en el Perú, hasta
-que Anciso viniese, que ya tenia elegido por su Alcalde mayor;
-los 70 hombres ó la mayor parte dellos que habian venido
-con el Bernardino de Talavera, viendo la miseria y peligros
-de las vidas que los de Hojeda pasaban, no quisieron
-quedar en la tierra, sino volverse á esta isla, escogiendo por
-menor mal lo que aquí les sucediese, que el que allí, quedando,
-tenian por cierto que padecerian. Embarcóse, pues, Hojeda
-con el Bernardino de Talavera y con los demas en aquel<span class="pagenum"><a name="Page_304" id="Page_304">[304]</a></span>
-hurtado navío, y no pudiendo tomar esta isla, fueron á dar á
-la de Cuba, y creo que á la provincia y puerto de Xaguá, de
-que arriba en el cap. 41, algunas cosas dijimos, donde áun no
-habian pasado á poblar españoles; en la cual, saltando en
-tierra y desmamparando el navío, diéronse á andar por la isla,
-camino del Oriente, para se acercar más á ésta. Acaeció que ó
-en el navío, por el camino, ó ántes que se embarcasen, ó despues
-de salidos á tierra en Cuba, ó sobre quién habia de capitanear,
-ó por otras causas, que yo no curé de saber cuando
-pudiera saberlas, revolviéronse Hojeda y Bernardino de Talavera,
-ó quizá que venian en el navío alguno de los súbditos
-del mismo Hojeda, por vengarse de algunos agravios que estimasen
-haber dél rescibido; finalmente, hechos todos á una
-con el Talavera, prendieron al Hojeda, y preso lo llevaban
-cuando iban por Cuba, camino, salvo que iba suelto porque
-tuvieron muchas bregas y recuentros con los indios, y valia
-más Hojeda en la guerra que la mitad de todos ellos; y como
-era tan valeroso en fuerzas y ligereza y esfuerzo, trayéndolo
-preso los deshonraba á todos, y los desafiaba, diciendo: «bellacos
-traidores, apartaos ahí, de dos en dos, y me mataré con
-todos vosotros.» Pero ninguno habia que le osase hablar ni
-llegarse á él; y porque como muchos indios, de los vecinos
-de aquella isla de Cuba, eran naturales desta isla, y se habian
-huido della por la destruccion y muerte que los españoles
-hacian y causaban á las gentes de ésta, y cognoscian bien
-sus obras por experiencia, item, las matanzas y despoblaciones
-que hacian en las gentes inocentes de las islas de los Lucayos,
-cuando los vieron tantos juntos, creyendo y temiendo
-que venian á les hacer otro tanto, salíanles al camino á resistillos
-que no entrasen en sus pueblos, y, si pudieran,
-tambien matallos, aunque eran tan pocas y tan débiles sus
-armas, que no tenian sino unos simples arcos, y ellos gente
-pacífica y no osada á reñir con nadie, que todos juntos aunque
-eran muchos les pudieran hacer como les hicieron poco daño;
-pero porque los españoles venian flacos, y con gran trabajo, por
-no pelear con los indios huian de los pueblos, llegándose siempre<span class="pagenum"><a name="Page_305" id="Page_305">[305]</a></span>
-á la costa de la mar, y habiendo andado más de 100 leguas,
-hallaron junto á la mar una ciénaga que les llegaba á la rodilla
-y poco más, y pensando que presto se acababa, proseguian su
-camino adelante; andados dos ó tres dias, íbase ahondando
-la ciénaga, y, esperando que no podria durar mucho más y
-por no tornar á andar lo que quedaba atras, como habia sido
-muy trabajoso, todavía andaban más, la ciénaga crescia más,
-así en la hondura como en alejarse. Desta manera anduvieron
-ocho y diez dias por ella, con esperanza de que se acabaria, y
-con temor de andar lo que dejaban atras andado, habiendo
-padecido incomparable trabajo de sed y hambre, siempre á la
-cinta el lodo y el agua, noches y dias, y para dormir subíanse
-sobre las raíces de los árboles mangles y allí dormian algun
-sueño, harto inquieto, triste y amargo. La comida era el caçabí
-y algun bocado de queso, si alguno lo alcanzó, y axí, que
-es la pimienta de los indios, y algunas raíces de ajes ó batatas,
-como zanahorias ó turmas de tierra, crudas, que era lo
-que cada uno llevaba sobre sus cuestas en su mochila ó talega,
-y bebian del agua salobre ó salada. Anduvieron más adelante,
-con la dicha esperanza de que se acabaria camino tan
-mortal, y tanto más la ciénaga se les ahondaba cuanto se
-dilataba más. Llegaban muchas veces á lugares, por ella, en
-los cuales les llegaba el cieno y agua hedionda á los sobacos,
-y otras que les subia sobre las cabezas, y otras más alto,
-donde se ahogaban los que no sabian nadar. Mojábaseles
-la comida como las talegas andaban nadando, y el caçabí, mojado,
-es luégo perdido, que de ningun provecho puede ayudar,
-como lo podian ser obleas en un charco echadas. Traia
-Hojeda en su talega, con la comidilla, una imágen de Nuestra
-Señora, muy devota, y maravillosamente pintada, de Flandes,
-que el obispo D. Juan de Fonseca, como lo queria mucho,
-le habia donado, con la cual Hojeda tenia gran devocion,
-porque siempre fué devoto servidor de la Madre de Dios;
-en hallando que hallaba algunas raíces de los dichos árboles
-mangles, que suelen estar sobre el agua levantadas, parábanse
-sobre ellas un rato á descansar, los que por allí se hallaban,<span class="pagenum"><a name="Page_306" id="Page_306">[306]</a></span>
-porque no todos venian juntos, sino unos que no tenian tantas
-fuerzas ni tanto ánimo, quedábanse atras, y otros desmamparados,
-y otros más adelante; sacaba Hojeda su imágen de
-su talega y poníala en el árbol, y allí la adoraba y exhortaba
-á que los demas la adorasen, suplicando á Nuestra Señora
-los quisiese remediar; y ésto hacia cada dia y muchas
-veces cada y cuando hallaba oportunidad. Y porque les era
-imposible tornar atras, por no reandar lo que con tantas angustias
-y daños habian andado, ya no pensaban en volver
-hácia atras, sino en morir todos allí ahogados, ó de hambre
-y sed, como ya muchos muertos quedaban, con sola la esperanza
-de que la ciénaga se habia de acabar. Duróles la ciénaga
-30 leguas, y anduvieron por ella treinta dias con los trabajos
-y miseria que dichos se están; murieron de hambre, y
-sed y ahogados, creo que de todos ellos, que eran 70, la mitad.
-Cierto, que, aunque los trabajos que en estas Indias los españoles
-han querido pasar, por buscar riquezas, han sido los
-más duros y ásperos que hombres en el mundo nunca pasaron,
-éstos que aquí Hojeda y los que con él venian padecieron,
-fueron de los más grandes. Plugo á Dios que llegaron
-algunos, los más recios y ligeros, y que más pudieron sufrir
-calamidad tan grande, hasta al cabo, y hallaron un camino
-seguido, por el cual se dieron á andar, y á obra de una legua
-llegaron á un pueblo de indios llamado Cueyba, la y letra
-luénga, y llegados, cayeron como muertos de flacos. Los indios
-de vellos quedaron espantados; dijéronles como atras
-quedaban los demas en aquel doloroso trabajo, ó por señas,
-ó porque allí venian algunos que de la lengua desta isla, que
-con la de aquella era toda una, sabian algunos vocablos. Hallaron
-tanta piedad y compasivo acogimiento en los indios, que
-no lo hallaran alguno dellos mejor en casa de sus padres;
-á los que allí llegaron diéronles luégo de comer de todo lo
-que tenian, que no era en poca abundancia, porque la isla de
-Cuba en gran manera era de mantenimientos abundante, como,
-placiendo á Dios, se dirá. Laváronlos, limpiáronlos, recreáronlos.
-El señor del pueblo envió luégo mucha gente, con<span class="pagenum"><a name="Page_307" id="Page_307">[307]</a></span>
-comida para los otros que en la miseria y tristeza quedaban,
-mandándoles que los ayudasen á salir, y los recreasen y alegrasen,
-y los que no pudiesen venir los trujesen á cuestas,
-y entrasen por la ciénaga y buscasen los que faltaban. Hiciéronlo
-los indios tan bien y mejor que les fué mandado, porque
-cuando no son exacerbados y maltratados de nosotros ántes,
-siempre así lo hacen. Traidos y llegados todos los que escaparon,
-fueron allí servidos muchos dias, mantenidos, recreados
-y consolados, como si los indios estimaran que fueran ángeles,
-y es cierto, que si 1.000 ó 10.000 fueran los españoles, si los
-indios quisieran matallos, segun venian, uno ni ninguno dellos
-no quedara; y porque Hojeda, con la devocion que á Nuestra
-Señora tenia, se habia mucho á su misericordia encomendado,
-y hecho voto que saliendo salvo al primer pueblo, dejaría en
-él su imágen, dióla al señor del pueblo, é hízole hacer una
-ermita ó oratorio con su altar, donde la puso, dando alguna
-noticia de las cosas de Dios á los indios, segun que él pudo
-hablarles, diciéndoles que aquella imágen significaba á la
-Madre de Dios, que estaba en el cielo, Dios y Señor del mundo,
-llamada Sancta María, de los hombres muy abogada. Fué admirable
-la devocion y reverencia que á la imágen tuvieron
-desde adelante, y cuán ornada tenian la iglesia de paños
-hechos de algodon, cuán barrida y regada; hiciéronle coplas en
-su lengua, que en sus bailes y regocijos que llamaban areítos,
-la i letra luenga, cantaban, y al son de las voces bailaban. Yo
-llegué, algunos dias despues de este desastre de Hojeda y su
-compañía, y vide la imágen puesta en el altar, y la iglesia ó
-oratorio, de la manera dicha, compuesta y adornada. Y cuando
-habláremos, si á Dios pluguiere, de las cosas de aquella
-isla, en el libro III, contaré otras cosas cerca de la devocion
-que los indios tenian con esta imágen, no dignas de ser
-calladas.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_308" id="Page_308">[308]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LXI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Estuvieron en aquel pueblo los españoles todo lo que les
-plugo y quisieron estar, sirviéndoles los indios como si fueran
-padres y hermanos; y, despues de sanos y hartos y recreados,
-dadas las gracias al Señor y á los demas, y con muchos indios
-cargados de comida y de sus hatillos, que el Cacique ó
-señor les dió, que los guiasen y acompañasen hasta ponellos
-en otros pueblos, pasado un despobladillo que por allí hay,
-por ser tierra muy baja, que creíamos, los que despues por allí
-pasamos, que otro tiempo debia ser aquello mar, finalmente,
-llegaron á la provincia y pueblo llamado Macáca, la media
-sílaba luenga; allí los rescibieron muy bien los indios, y hospedaron,
-como los indios universalmente lo suelen hacer donde
-no han sido primero agraviados. Los españoles, como se vian
-aislados, y no remedio para salir de aquella para esta isla, y
-redujesen á la memoria estar españoles en la de Jamáica, la
-cual distaba de donde habian llegado obra de 20 leguas, tractaron
-entre sí de quién se atreveria pasar en una canoa ó barquillo
-de indios, á dar nuevas en Jamáica dellos, y del estado
-en que estaban y habian venido. Ofrecióse luégo un Pedro de
-Ordás, diciendo que él iria, (no me acuerdo si fué solo él ó
-le acompañó alguno de los otros), rogaron al Cacique ó señor
-del pueblo que les diese una canoa esquifada ó proveida de
-indios, para que pasasen á Jamáica; hízolo de muy buena voluntad,
-y proveyóles de comida con todo lo necesario, cuanto
-fué posible. Partiéronse y llegaron á la isla, y dieron noticia
-á Juan de Esquivel, Teniente, que el Almirante habia enviado
-allí, pocos dias habia, como en el capítulo 52 dijimos, el cual
-proveyó luégo de una carabela que allí tenia proveida de lo
-que habian menester, para que trujesen á Hojeda y á todos los<span class="pagenum"><a name="Page_309" id="Page_309">[309]</a></span>
-demas; y en ella envió á Pánfilo de Narvaez por Capitan, de
-quien abajo hay bien que decir é de su desastrado fin. Llegada
-la carabela al puerto de Macáca, como la vieron fué grande
-el alegría que todos rescibieron, y Hojeda pidió al Cacique
-una canoa para que le llevase á la carabela, y así como Pánfilo
-de Narvaez le vido, díjole con mucha gracia: «Señor Hojeda,
-lléguese vuestra merced por esta parte, tomalle hemos.» Respondió
-Hojeda: «Señor, mi remo no rema,» dando á entender
-los desacatos y agravios que de Bernardino de Talavera
-y de los otros habia rescibido. Rescibido en el navío,
-Pánfilo de Narvaez, que era hombre honrado y de bien, y
-cognoscia bien á Hojeda, y lo que segun la estimacion de los
-hombres merescia, le hizo grande acatamiento, y trató como
-la persona que era; despues rescibió en el navío á todos los
-otros, y llevólos á la isla de Jamáica. Juan de Esquivel, como
-era caballero y se habia visto próspero, y despues muy caido,
-porque habia seguido muchos años los vaivenes de la fortuna,
-como nos contó algunas veces á ciertas personas que estábamos
-en esta isla con él juntos, no curando de acordarse de
-las palabras de amenazas que Hojeda le dijo en esta ciudad,
-al tiempo que se partia para esta su desdichada empresa, que
-le cortaria la cabeza si á Jamáica iba, le hizo grande acogimiento
-y hospedaje benigno, y mostró dulce y graciosa y
-familiar conversacion, aposentándole en su casa y haciéndole
-servir como á su persona misma. Pasados algunos dias, que
-descansó de tan trabajosa vida como desde que salió desta
-isla Hojeda habia tenido, pasóse á ésta, quedando Juan de
-Esquivel y él muy grandes amigos. Quedáronse allí todos los
-más de aquellos que con Hojeda venian, no osando pasarse á
-esta isla por miedo de la justicia, por el hurto de la nao y por
-las afrentas que dellos habia Hojeda rescibido; pero sabido por
-la justicia del Almirante, quedar en Jamáica, envióse por ellos
-en especial por el Bernardino de Talavera. Trujéronlo preso,
-y creo que á otros con él, que debian ser los culpados ó más
-culpados, y convencidos por su ordinario juicio, sentenciaron
-á ahorcar á Bernardino de Talavera, y ejecutóse la sentencia<span class="pagenum"><a name="Page_310" id="Page_310">[310]</a></span>
-en él, y creo que tambien ahorcaron ó afrontaron á otros con
-él, si no me he olvidado, por el mismo delito; por lo que á
-Hojeda hicieron no creo que hubo castigo, porque no era
-hombre Hojeda que los acusaria. Estuvo Hojeda en esta ciudad
-despues desto muchos dias, y creo que fué más de un
-año, y yo lo vide; algunos, que debian ser de los que con él
-mal estaban, y quizá de los que con él habian desto viaje venido,
-lo aguardaron para lo matar una noche que venia de
-pasar tiempo en conversacion buena con amigos, pero aína les
-hobiera pesado de haberle acometido, porque creo que los
-corrió por una calle adelante á cuchilladas, segun que siempre
-hacer solia en semejantes refriegas. Al cabo, cuando plugo á Dios,
-no mucho despues de lo dicho, que fuesen cumplidos sus dias,
-murió en esta ciudad de su enfermedad, paupérrimo, sin dejar
-un cuarto, segun creo, de cuanto habia rescatado y robado,
-para su entierro, de perlas y oro á los indios, y dellos hechos esclavos
-muchas veces que á tierra firme habia venido; mandó
-que lo enterrasen á la entrada, pasado el lumbral, luégo allí, de
-la puerta de la iglesia y monasterio de Sant Francisco; y así no
-acertaron los que dijeron que el Almirante queriendo prenderlo,
-se habia retraido á Sant Francisco, y allí habia muerto de la
-herida que en Urabá rescibido habia, porque, como dije, yo lo
-vide suelto, y libre y sano, pasear por esta ciudad, y despues,
-yo salido de aquí, oí ser fallecido. Este fué el fin de Alonso
-de Hojeda, que tantos escándalos y daños en esta isla (como
-en el primer libro queda dicho), hizo á indios; éste fué el
-primero que hizo la primera injusticia en esta isla, usando de
-jurisdiccion que no tenia, cortando las orejas á un señor Rey y
-Cacique, que con mayor y más cierto derecho, jurisdiccion y
-justicia propia, por el derecho natural concedido, pudiera á él
-y los que con él iban, y al mismo Almirante que los envió
-(como á injustos y violentos tiranos, invasores de los reinos y
-tierras, y señoríos ajenos), justiciar y hacer pedazos. Hojeda
-fué tambien el que por maña y cautela, ó por manera ilícita,
-prendió y trujo á la Isabela preso al rey Caonabo, que se
-ahogó estando en cadenas en cierto navío, para llevar á Castilla<span class="pagenum"><a name="Page_311" id="Page_311">[311]</a></span>
-contra toda justicia y razon. Este fué asimismo el que
-infestó á tierra firme, y á otras destas islas, que nunca le ofendieron,
-y llevó dellas muchos indios á vender por esclavos á
-Castilla, como queda en el primer libro dicho. Y finalmente, lo
-que agora en éste su postrero viaje por la provincia de Cartagena
-y el golfo de Urabá hizo, y fué causa que Nicuesa hiciese,
-con otros muchos insultos, que, si yo cayera en los
-tiempos pasados en ello, pudiera dél mismo sabellos, y de otras
-muchas personas que con él anduvieran, para referirlos; y
-porque no cometió ménos que otros (al ménos que los de
-aquellos primeros tiempos, porque de los que despues sucedieron
-otros le excedieron ciento por uno), pudiera y debiera
-padecer otro más desastrado fin, pero yo lo atribuyo que por
-honra de la Madre de Dios, de quien se afirmaba ser muy devoto,
-quiso dispensar con él la divina justicia en que muriese
-en su paz, y en su cama, quito de barahundas, para que tuviese
-tiempo de llorar sus pecados, en esta ciudad do Sancto
-Domingo. Y plega ó haya placido á Dios de haberle dado cognoscimiento,
-ántes de la muerte, de haber sido pecados los
-males que hizo á indios.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_312" id="Page_312">[312]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LXII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Tornemos á tractar de los que quedaron en la fortaleza
-de Urabá, los cuales, despues de partido Alonso de Hojeda,
-padeciendo extremas angustias y hambres, esperaron todavía
-los cincuenta dias que de término les habia dejado, y viendo
-que ni venia ni enviaba, determinaron deshacer y dejar el
-pueblo, y en los bergantines, para esta isla, embarcarse; y haciendo
-cuenta de los que podrian caber en ellos, vieron que
-para llevar á todos, que debian de ser hasta 60, no eran capaces;
-por lo cual no hallaron otro remedio, sino esperar que
-la hambre y enfermedades, y tambien los indios con sus flechas,
-los menoscabasen hasta quedar tantos cuántos los bergantines
-pudiesen llevar. No pasaron muchos dias que la hambre y las
-angustias, y los indios peleando contra ellos, porque iban á
-sus pueblos á tomalles la comida, de tal manera los apocaron,
-que pudieron bien caber y tener lugar en los bergantines, y
-que les sobrase. Habian dejado cuatro yeguas vivas, para su
-defensa, porque con ellas los indios se asombraban, éstas hicieron
-tasajos y echaron en sal, y metido lo que más pudieron
-meter, entraron en los dos bergantines, yendo por Capitan
-del uno, Francisco Pizarro, y del otro, un Valenzuela. Hiciéronse
-á la vela, seis meses despues que allí habian entrado;
-salidos del golfo de Urabá, y siendo, cerca de la isla Fuerte,
-obra de 20 leguas, salidos á la mar, dió un golpe de mar al
-bergantin de Valenzuela, que lo metió con todos los que llevaba
-debajo del agua, donde, á vista de Pizarro y de los que
-con él iban y oyendo los gritos dellos, todos se ahogaron; dijeron
-los del otro bergantin, que vieron una ballena ó otro
-pece muy grande, que con la cola les hizo pedazos el timon ó
-gobernario. Pizarro fuése con su bergantin á entrar y escaparse<span class="pagenum"><a name="Page_313" id="Page_313">[313]</a></span>
-en el puerto de Cartagena, y él que entraba vido venir
-un navío y un bergantin; esperóle, y era el bachiller Anciso,
-el cual lo traia cargado de bastimentos, y 150 hombres y doce
-yeguas, y algunos caballos, y puercas con sus berracos para
-criar. Traia tambien muchos tiros de pólvora, y lanzas, y espadas
-y otras armas, y trujera más de la gente que habia en
-esta isla, muy adebdada, porque concertó con muchos que
-se saliesen á la costa de la mar del Sur, en los puertos que
-habia hasta el cabo de la isla, y que él iria con su navío y
-bergantin por ellos, y los iria tomando cuantos hallase; pero,
-sabido por el Almirante, mandó que fuese una nao armada
-con él, hasta dejallo pasado desta isla, porque los acreedores
-se lo requirieron. Con toda la diligencia que se puso, no dejó
-Vasco Nuñez de Balboa de ir en el navío, metido en una
-pipa vacía; díjose que contra voluntad y sin saberlo Anciso.
-Este Vasco Nuñez era uno de los que muchas deudas
-debia, vecino del postrero pueblo desta isla, al Occidente,
-llamado Salvatierra de la Çabana, donde tenia indios de repartimiento,
-natural de Badajoz. Era mancebo de hasta treinta
-y cinco ó pocos más años, bien alto y dispuesto de cuerpo, y
-buenos miembros y fuerzas, y gentil gesto de hombre muy
-entendido, y para sufrir mucho trabajo; éste habia venido á
-la tierra firme, cuando vino á descubrir é rescatar Bastidas,
-de quien arriba hicimos mencion. Salidos á la mar, salió él
-de su pipa, y dijeron que desque lo vido Anciso se movió á
-mucha ira contra él, certificándole que lo habia de hacer
-echar en una isla despoblada, pues merecia muerte por las
-leyes; pero, dello por se humillar, y dello porque otros á Anciso
-rogaron, se aplacó Anciso, y así Vasco Nuñez se quedó
-porque tenia Dios determinado de hacer otra cosa dél, por su
-mal. Así que, llegado Anciso al bergantin, y cognoscido que
-era de la gente de Hojeda, creyó que se venian sin licencia y
-huyendo se absentaban; y como era Alcalde mayor por el
-Hojeda, como se dijo atras, quiso luégo prendellos y castigallos,
-no curando ni creyendo que Hojeda fuese salido de allí, ni
-de lo que más de sus infortunios alegaban. Pero referidos en<span class="pagenum"><a name="Page_314" id="Page_314">[314]</a></span>
-particular los trabajos, hambres y muertes que habian pasado,
-y mostrada la provision, que Hojeda, de Capitan, dejó á
-Francisco Pizarro, comenzó á creer Anciso lo que le parecia
-no poder haber pasado. Sintiendo y mostrando de lo acaecido
-gran dolor, díjoles, que ya que aquello era pasado, que por
-la postura y contrato que él con Hojeda habia puesto, era
-todavía obligado á llegar hasta Urabá, y allí esperalle y entre
-tanto hacer lo que pudiese de su parte; ellos, como de tan
-desesperada vida y peligros se habian escapado, tornarse á
-ellos como de la misma muerte reusaban, rogándole que por
-ninguna vía se lo mandase, y que él no lo debia hacer, porque
-como ellos no se viese y desease, y que si no quisiese
-que á esta isla se tornasen, que se fuese á la gobernacion de
-Veragua, donde Nicuesa estaba. Finalmente, dello por ruegos
-y persuasiones, y poniéndoles delante cebo para movellos,
-que saltarian en tierra y harian esclavos para traer ó enviar
-á esta isla, dello mostrando imperio como Justicia mayor,
-hobo de hacer que á Urabá tornasen, pero ántes que de Cartagena
-partiesen, tuvo necesidad el navío de Anciso de tomar
-agua y adobar la barca del navío, que se le habia quebrado.
-Para ésto echó cierta gente en tierra con los oficiales, y, estando
-adobando la barca, vinieron muchas gentes de los indios
-(como estaban hostigados de los estragos que habian hecho
-en aquella provincia Hojeda y Nicuesa), con sus arcos y
-flechas, y cercáronlos, y ni los indios les acometieron, ni
-tampoco á los indios los cristianos, y así los tuvieron tres
-dias cercados. En todos tres dias cada gente estaba sobre
-aviso, velándose y aparejada para si la otra intentaba algo,
-puestos los ojos en la otra, sin descuidarse. Estando en esta
-disposicion ambas, salieron dos españoles dentre los otros á
-henchir y traer del rio, que allí estaba junto, una botija de
-agua, á los cuales, como viesen los indios moverse, arremetieron
-muy de presto 10 indios, con uno que parecia ser su
-Capitan, y cercan los dos españoles y apuntan en ellos las
-flechas con ojos airados, amagándoles como que los querian
-tirar, pero no desarmaban los arcos. Visto esto, el uno de los<span class="pagenum"><a name="Page_315" id="Page_315">[315]</a></span>
-dos da de huir donde los muchos estaban adobando la barca,
-quedando el otro sin temor, y con palabras de afrenta llamándolo.
-Tornó el otro, y dícele que hablase á los indios en
-su lenguaje, porque habia ya, de los indios que por allí habian
-captivado y robado, aprendido algunos vocablos de su
-habla. Comenzólos á hablar, y como los indios oyeron palabras
-de su lengua, espantados, comienzan á blandear y segurarse,
-y preguntáronle que quién eran sus Capitanes, y qué
-querian ó buscaban. Respondió el español, que eran gente
-que venían de otras tierras sin hacer mal á nadie, y que se
-maravillaban que ellos les perturbasen, saltando en aquella
-costa con necesidad, y mirasen lo que hacian, porque vernian
-dellos mucha gente armada y los harian mucho daño. Avisado
-Anciso que los indios tenian presos ó no dejaban venir los
-dos cristianos, salió del navío con mucha gente armada, con
-harto miedo de las flechas venenadas, su poco á poco yendo
-para ellos; el que los entendia hizo señal que no acometiesen
-nada, porque los indios no querian sino paz, porque creian
-que eran Hojeda y Nicuesa, que sin culpa suya les habian hecho
-tan grandes daños, matándolos, y quemándolos, y llevando
-tantos captivos como les habian llevado, en los cuales venian
-á vengarse, pero, pues no eran dellos ni les habian hecho
-agravio, que á los que no les dañaban no era su intencion dañarles,
-porque hacer el contrario era malo. Y para señal dello
-dejaron los arcos y las flechas, y van de presto y traénles pan
-de su maíz y pescado salado, y vino de sus brebajes, y así quedaron
-pacíficos y en amistad de los cristianos. Este caso refiere
-tambien Pedro Mártir, en su segunda Década, cap. 1.º la
-cual escribió al Papa Leon X. Buena señal es ésta de que
-aquellas gentes de Cartagena, que ante los Reyes habian sido
-de bravas, y que hacian, sin causa, mal á los cristianos, infamadas,
-como en el cap. 19 contamos, que si no se les hobieran
-hecho daños, poco habia que trabajar para, por amor
-y obras cristianas, y de hombres de razon, ganallas; pues habiendo
-tan pocos dias que rescibidos de Hojeda y Nicuesa
-tan irreparables males y estragos, y áun teniendo justísima<span class="pagenum"><a name="Page_316" id="Page_316">[316]</a></span>
-guerra por ellos contra todo español, tuvieron tanto sufrimiento
-y moderacion á no acometer á estos luégo, saltando
-en su tierra sin su licencia, hasta ver si eran de los que les
-habian tan injustamente maltratado, ó si de nuevo los venian
-á infestar como los pasados. Y estas particularidades fuera
-bien que los del Consejo del Rey examinaran, como, segun
-Dios y razon áun humana, eran obligados; pero por su gran
-ignorancia, como queda dicho, y áun presumpcion de ser letrados,
-erraron mil veces en el derecho que no les era lícito
-ignorarlo, y así tuvieron, de lo que tanto importaba, ningun
-cuidado.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_317" id="Page_317">[317]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LXIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Tornando al propósito de la historia, partióse Anciso de
-Cartagena para Urabá, llevando consigo el bergantin, con
-Francisco Pizarro, y los que de tantos infortunios se habian
-con él escapado; el cual, entrando en el puerto, por descuido
-del marinero que llevaba el timon ó gobernario, dió la nao
-en cierta arena ó bajo, que está en la punta oriental de aquella
-entrada, la cual, con la resaca, que son las olas que quiebran
-en la ribera, y con la corriente que allí hace, cuasi en un momento
-fué hecha la nao pedazos; en el bergantin y en la barca,
-con mucho peligro, se salvó la gente, cuasi desnudos todos,
-y con algunas armas, de los bastimentos salvaron una poca
-de harina, y algun bizcocho, y algunos quesos; las yeguas, y
-caballos y puercas, todas se ahogaron. Todos estos argumentos
-y claras señales de aprobar Dios las estaciones en que los
-ciegos pecadores andaban. Salidos de éste modo á tierra comenzaron
-á hambrear, comian palmitos y fructos ciertos de
-las palmas, socorriólos Dios, con topallos con muchas manadas
-de puercos monteses de la misma tierra, que son más pequeños
-que los nuestros, de cuyas carnes por algunos dias
-se mantuvieron; acabados los puercos monteses, y faltándoles
-lo suyo, era por fuerza que habian de ir á tomar lo ajeno, y
-no es excusado ante Dios, quien se pone y expone á tal peligro.
-Acuerda luégo Anciso ir con 100 hombres, á inquietar
-y robar y matar los que en sus casas, sin haberle injuriado
-ni hecho otro daño alguno, pacíficos vivian, por tomarles violentamente
-su comida, pero no sin riesgo de su propia vida;
-lo que tocaba al alma, por entónces, poco escrúpulo ni cuidado
-habia. Salidos ciertas leguas, toparon, no 100, como ellos
-iban, ni 1.000 ni 2.000 armados con arcabuces, ni otra especie<span class="pagenum"><a name="Page_318" id="Page_318">[318]</a></span>
-de artillería, sino con sólos desnudos y tres indios; los
-cuales con tanto denuedo y esfuerzo acometieron á los 100
-que llevaba Anciso, como si fueran dos, y los indios 1.000;
-sueltan sus flechas llenas de ponzoñoso veneno, tan de presto,
-que ántes que los españoles tuviesen lugar de revolverse, tenian
-clavados muchos, y muchos rabiando muertos, y gastadas
-ó vacías las aljabas de sus flechas, sin errar alguna, botaron á
-huir que parescian viento. Tórnase Anciso con los que quedaron
-vivos, por muchas maneras atribulados é infelices, torna
-la opinion y las voces y consejos, que ántes habia, de salir é
-dejar aquella tierra, como á enemiga de sus vidas, y es de
-creer que Francisco Pizarro y los de su compañía zaheririan
-é acusarian su porfia de venir á ella al bachiller Anciso; ayudaba
-la opinion que la dejasen, haber ya quemado los indios
-la fortaleza que Hojeda hizo, y treinta casas que los españoles
-allí tenian, y áun díjose que el mismo Anciso se quiso hurtar
-de su gente y venir á esta isla en los bergantines, aunque
-despues, segun dijeron, con juramento aquesta culpa satisfizo.
-Estando todos en aquesta extrema tristeza, no sabiendo qué
-hacerse, oyendo cada uno á cada cual su sentencia, dijo Vasco
-Nuñez de Balboa: «Yo me acuerdo que los años pasados, viniendo
-por esta costa con Rodrigo de Bastidas, á descubrir,
-entramos en este golfo, y á la parte del Occidente, á la mano
-derecha, segun me parece, salimos en tierra, y vimos un pueblo
-de la otra banda, de un gran rio, y muy fresca y abundante
-tierra de comida, y la gente della no ponia hierba en sus
-flechas.» Todos, sin dudar en cosa de lo que Vasco Nuñez
-dijo, concurrieron en un parescer, que luégo se fuese á buscar
-el rio y el pueblo que Vasco Nuñez decia; este rio es el
-que los indios llamaban el Darien, que dicen que es otro Nilo
-en Egipto. Salta luégo Anciso y Vasco Nuñez con los que más
-cupieron en los bergantines y en la barca del navío perdido,
-van allá, y hallan verdad, todo lo que Vasco Nuñez habia dicho;
-pero desque los indios vieron, y el señor dellos que se
-llamaba Cemaco, los bergantines españoles, como habian oido
-sus obras, mujeres y niños, que no eran para pelear, enviados<span class="pagenum"><a name="Page_319" id="Page_319">[319]</a></span>
-huyendo, de los varones juntáronse obra de 500, y esperaron
-á los españoles en un cerrillo. Como Anciso y los suyos vieron
-á los indios así aparejados para pelear, temiendo más la
-ponzoña de la hierba que las personas, (porque sin ella, para
-contra españoles, poco y nada pueden), hincáronse de rodillas y
-con mucha devocion, segun la que les parecia que tenian, encomendáronse
-á Dios y hicieron voto á Nuestra Señora, como
-en Sevilla dicen, del Antigua, con cuya imágen toda la ciudad
-tiene gran devocion, de, si les diese vencimiento, la primera
-iglesia é pueblo que hiciesen por allí, intitulalla que se
-llamase Sancta María del Antigua, y más desto, que enviarian
-un romero á Sevilla para que le ofreciese, por todos, algunas
-joyas de oro y plata que con él enviarian. Hízoles
-obligar á todos, con juramento que les tomó, que ninguno
-huyese ni volviese las espaldas, á muerte ó á vida; hechas todas
-estas diligencias, armados de sus espadas, lanzas y rodelas,
-arremeten á los indios, y los indios, desnudos, á ellos, tirando
-sus flechas, como de niños, como les faltase hierba; ellos con
-las espadas, cortándolos por medio, y con las lanzas, en un
-credo alanceando cada uno 20, pusieron al cabo en huida
-los que quedaron vivos. Entraron en el pueblo, y halláronlo
-todo, como lo habian menester, lleno de comida; otro dia entraron
-por la tierra y los montes que por ella habia, y hallaron
-algunos barrios ó casas vacías de gente, por haber todas
-huido, pero llenas de vasos, y otras alhajas de casa para el
-cuotidiano servicio, y de cosas hechas de algodon, como naguas
-para las mujeres, que son como medias faldillas, donde hobieron
-mucho algodon hilado y con pelo, y lo que más ellos
-deseaban y andaban á buscar, con tantos peligros del ánima
-y del cuerpo, muchas piezas de oro, que se ponian en los pechos
-y en las orejas, y en otras partes, joyas de diversas hechuras,
-que hasta 10.000 castellanos de oro fino pesarian.</p>
-
-<p>De diferente manera hallo en mis memoriales viejos,
-habida relacion de los que creo que se hallaron en ésto, conviene
-á saber, que el cacique Cemaco, señor de aquella tierra,
-luégo se aplacó y rescibió de paz los españoles, y les dió<span class="pagenum"><a name="Page_320" id="Page_320">[320]</a></span>
-graciosos, de su voluntad, entendiendo lo que buscaban 8
-ó 10.000 pesos de oro, pero que le preguntaron donde se cogia
-de aquello, y respondió que les venia del cielo; forzándolo que
-dijese la verdad, dijo, que las piezas grandes las cogian de 25
-leguas de allí, y lo menudo, de unos rios de por allí cerca.
-Dijéronle que fuese á mostrallos, respondió que le placia, pero
-que queria ir primero á llamar unos indios suyos, que fuesen
-con él; notificó á los indios, lo que los españoles pretendian,
-respondiéronle los indios que no lo descubriese, porque
-nunca saldrian de aquella tierra, por lo cual el Cacique se fué
-á esconder á un pueblo ó tierra de un vasallo suyo. Fueron
-tras él, y prendiéronlo; pregúntanle que dónde cogian aquel
-oro, respondió, como ántes, que le venia del cielo. Dánle grandes
-tormentos, por los cuales descubrió las minas; finalmente,
-soltóse despues, y recogió sus gentes y amigos, y viene contra
-los españoles, y entónces debian hacer sus oraciones y voto
-el bachiller Anciso.....<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a>.</p>
-
-<p>Con este gran triunfo muy alegres, Anciso envió por los
-otros compañeros que quedaron á la otra banda oriental de
-aquel golfo, por no caber en los bergantines, los cuales, como
-los vieron, y oidas las nuevas de la abundancia de la comida
-y fertilidad de las tierras, y más de ser de oro ricas, ¿quién
-podrá encarecer el regocijo que hobieron, bañados de alegría?
-Con este favor de haber salido verdad lo que Vasco Nuñez
-dijo, y siendo él la guía sucedelles tan próspero, que mejor
-esperallo no podian, cobró Vasco Nuñez mucha reputacion
-entre todos aquellos españoles, y á tener amigos, y en sí
-mismo más estimacion de la que debia. No es razon de
-pasar de aquí sin alguna consideracion de cristiandad, y no
-insensiblemente como lo harian los gentiles, que ni áun los
-cuerdos dellos, por semejantes cosas, fácilmente, sin mirar en
-ellas, pasarian. ¡Que hobiese tan tupida ceguedad en aquellos,
-y mayormente en el bachiller Anciso, que paresce que por<span class="pagenum"><a name="Page_321" id="Page_321">[321]</a></span>
-sus leyes debiera más presto sentilla, que disponiendo de infestar,
-matar, y captivar, y robar á una gente apartada, en
-su tierra y casas segura sin les haber ofendido, no ménos que
-las otras inocentísimas, que ni los indios á españoles, ni españoles
-á los indios habian visto, hiciesen oracion á Dios, y
-hiciesen votos á la Vírgen Maria del Antigua, porque les ayudasen
-y favoresciesen á perpetrar tan impías, tan crueles, tan
-violentas, tiránicas, y de Dios tan ignominiosas y afrentosas
-injusticias! ¿Qué otra cosa era lo que allí en aquellas oraciones
-y votos hacian, sino hacer ó tomar por compañero á Dios
-y su Madre Sancta María, de los robos, homicidios, y captiverios
-é infamias de la fe, y sangre que derramaban, y rapiñas
-que perpetraban, partícipes? Daban á Dios y á su Sancta Madre
-oficios, que no son de otros propios, sino de los demonios y de
-sus ministros. Los que en las obras del diablo andan ocupados,
-como estos andaban, matando, captivando, robando y escandalizando
-los inocentes que mal nunca les merescieron, é infamando
-la fe de Jesucristo, y, por consiguiente, impidiendo
-que gentes no se convirtiesen, no tienen necesidad de ayuda
-de Dios, sino del diablo; y aquel, por las obras tales, con el
-diablo vive, y aunque busque y pida la ayuda de Dios, no la
-hallará, como el ladron que vá á hurtar, que se encomienda
-á Dios que le ayude á que salga en salvo con el hurto, y el
-que entre en algun lugar para cometer fornicacion, porque no
-sabe la Justicia de Dios dar favor á los crímenes é injusticias.
-Todo ésto es de Sant Crisóstomo, sobre San Mateo: <i>Qui in
-diaboli iniquitatibus ambulat diaboli adjutorium necessarium
-habet. Colonus diaboli auxilium si quæsierit non inveniet. ¿Vidisti
-aliquando euntem ad furtum, Deum orare ut bene prosperetur
-in furto? ¿Aut qui vadit ad fornicationem numquid signum
-crucis ponit sibi in fronte, ut non comprehendatur in crimine?
-Quod si fecerit non juvatur, quia nescit justitia Dei patrocinium
-dare criminibus.</i> Esto es de Sant Crisóstomo; véalo bien
-el cristiano lector, y determine si hobo lugar la sentencia
-de Sant Crisóstomo en Anciso y en su compañía. Considere
-tambien, si nombrar la iglesia del título de Sancta María del<span class="pagenum"><a name="Page_322" id="Page_322">[322]</a></span>
-Antigua, y enviar á la capilla de la Vírgen, que está en Sevilla,
-las joyas que le prometieron por voto, si fué á Dios y á su
-Sancta Madre acepto sacrificio. No debiera de ignorar Anciso
-aquello que en el Eclesiástico está escripto, y áun en los «Decretos»,
-si los profesó, lo pudiera haber visto: <i>Immolantes
-ex inicuo oblatio est maculata</i>. <i>Dona iniquorum non probat Altissimus,
-nec respicit in oblationibus iniquorum</i>, etc. Y que aunque
-Dios les permitió hacer los grandes pecados que allí cometieron,
-y quiso que saliesen con victoria, los tristes inocentes
-indios vencidos, no se debieran de tener por sanctos y devotos
-de Dios, estimando que por sus oraciones fueron oidos y favorescidos,
-porque Dios suele sacar de nuestras maldades los
-fructos para su gloria y honra que determina, porque, de otra
-manera, nunca los permitiria. El fructo que de aquellos insultos
-y obras infernales Dios sacaria, sería algun predestinado
-que allí tenia, puesto que no fuese más de sólo uno; pero no por
-eso se sigue que apruebe las obras de los que, haciendo contra
-su ley é mandamientos, inexpiablemente le desirven. Y
-cabe bien aquí lo que refieren las historias de aquel Alexandre
-Magno, que traia en el mundo el mismo oficio que los
-españoles han traido y traen por todas estas Indias, infestando,
-escandalizando, matando, robando, captivando, subjetando
-y usurpando los reinos ajenos y gentes que nada les
-debian. Este, siendo infiel idólatra, enemigo del linaje humano,
-infernalísimo, llegando á los montes Caspios, donde habian
-sido puestos y desterrados, llevados captivos, los diez tribus
-de Israel, por Teglaphalasar y Salmanazar, reyes de los
-Asirios, del cual captiverio se tracta en el capítulo 15 y 17
-del IV de los Reyes, los cuales no podian salir de allí por
-edicto público, que se les puso por los mismos Reyes ya dichos,
-enviáronle á suplicar, como lo vieron que señoreaba
-el mundo, les diese licencia para salir y volverse á su tierra,
-que era Jerusalen y la de promision; y como Alexandre preguntase
-la causa de su destierro, fuéle respondido, que porque
-apostataron, dejando á su Dios de Israel por adorar los becerros
-de oro, que les constituyó por dioses Jeroboan, y les<span class="pagenum"><a name="Page_323" id="Page_323">[323]</a></span>
-ofrecieron sacrificio, y que por los profetas les estaba profetizado
-que nunca habian de salir, por aquel pecado, de captiverio.
-Entónces respondió Alexandre, que dignos eran de
-ser, más de lo que estaban, encerrados, y que él queria
-más estrechamente los encerrar. Mandó luégo á su ejército
-que, con tierra y cal y otros materiales, hiciesen otras sierras
-ó montes para cerrar los montes Caspios, que debian tener
-alguna abertura ó entrada, para donde los diez tribus desterrados
-estaban; pero como viese Alexandre ser obra que sobrepujaba
-las fuerzas humanas, hizo oracion á Dios de Israel,
-que él, con su poder, aquella obra perficcionase. Luégo se
-juntaron las dos sierras ó montes, por manera que ya no se
-puede aquel lugar andar, ni entrar ni salir nadie. Señal manifiesta,
-que no es la voluntad de Dios que aquellos diez tribus,
-ni alguna persona dellos, de allí salgan; saldrán cerca
-de la fin del mundo, y harán en los hombres grandes estragos.
-Todo esto dice el Maestro de las Historias escolásticas
-sobre Esther, cap. 5.º, y el Vicentio en el «Speculo historial»,
-libro V, cap. 43, y otros historiadores. El Burgense, en las
-adiciones al Nicolao de Lira, expone á la larga el cap. 18 de
-Esaías de aquellos diez tribus, conforme á lo que queda dicho.
-Tambien refiere Josepho, en el fin del libro II, de las «Antigüedades»,
-que yendo Alexandre contra Dario, y no habiendo camino
-por donde pasase su ejército, se le abrió la mar que
-llaman Pamphilica ó mar Pamphilico, por voluntad de Dios,
-porque determinó de destruir por manos de Alexandre el reino
-de los Persas. Esto es de Josepho. Así que, aplicando todo ésto
-á nuestro propósito, pues oyó Dios la oracion de Alexandre,
-infiel y turbador sangriento del linaje humano, y por ella quiso
-hacer aquel señalado milagro, para cumplir su divina voluntad
-en lo que tenia determinado, sin merecimiento ni provecho
-suyo, pues se fué á los infiernos al cabo, no debió de
-presumir Anciso, ni los que con él estaban, que, porque orasen
-y Dios les diese victoria, que pareciese, y lo fuese, milagro,
-que de allí se siguiese que aquellas obras, y las semejantes
-que hacian, Dios las aprobase, siendo tan injustas y<span class="pagenum"><a name="Page_324" id="Page_324">[324]</a></span>
-por su ley tan reprobadas; y por tanto, si penitencia en el
-artículo de la muerte no les valió, yo temo que se han visto
-en trabajo, y plega á Dios que no sea peor que el de Alexandre,
-porque más que los infieles y en mayor grado de gravedad
-pecan los cristianos, en cualquiera género de pecado.
-Lo mismo deben temer de sí todos los que por estas Indias en
-tales estaciones andan.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_325" id="Page_325">[325]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LXIV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En cumplimiento, pues, de su voto, acordó Anciso y todos
-de asentar luégo allí una villa que se llamase Sancta María
-del Antigua del Darien, que era nombre propio del pueblo de
-los indios, ó del rio grande que por allí pasa ó pasaba, porque
-ya todo está por allí, como en lo demás, asolado; y para
-prueba de su sanctidad, por quien Dios hacia milagros, comenzó
-luégo á crecer la grande ambicion, entre aquellos nuevos
-pobladores, que tenian en sus pechos, y que con sus compañeras
-los habia llevado allá, y, segun se dijo, el principio
-de todas las disensiones fué Vasco Nuñez de Balboa. Como ya
-tenia, como se dijo, entre los otros autoridad, trabajaba de secreto
-con los que sentia tener amistad, que quitasen la obediencia
-á Anciso, diciendo no tener ya jurisdiccion, pues habian
-salido de los límites de la gobernacion de Hojeda, cuyo
-era en ellos Alcalde mayor; y no decian mal, si verdad era
-que aquella tierra salia de los dichos términos, como creo
-ser verdad, si lo demás fuera agua limpia, que no pretendiera
-él mandar. Pero, cierto, mejor dijeran que ni Anciso con todos
-ellos, ni juntado con ellos Hojeda, tenian una punta de alfiler
-de jurisdiccion, pues estaban en reinos y tierras ajenas,
-donde habia y señoreaban propios y naturales Reyes y señores,
-con justa é legítima y natural jurisdiccion, á la cual
-Hojeda y todos ellos eran subjectos, aunque les pesara, y eran
-obligados, so pena de incurrir en grandes pecados de inobediencia,
-de obedecer á los Caciques, señores y Reyes de
-aquellos reinos, y cumplir sus mandamientos, y vivir segun
-sus leyes miéntras en la tierra estuvieran, en todo aquello
-que no fuera contrario á nuestra santa fe y cristiana religion.
-Y ésto verán los que quisieren leer nuestro libro, escripto en<span class="pagenum"><a name="Page_326" id="Page_326">[326]</a></span>
-latin, cuyo título es: <i>De unico vocationis modo omnium gentium
-ad veram religionem</i>, más claro que el sol. Tornando al propósito,
-andando en estos secretos tractos unos con otros,
-mandó Anciso, presumiendo de Alcalde mayor, que ninguno
-fuese osado, so pena de muerte, rescatar con los indios oro
-alguno; Dios supo con qué intento, al ménos todos creian ó
-murmuraban, que por haberlo él para sí todo. De ésto indignados
-todos, porque aquel daño tuvieron por comun, acuerdan
-de quitalle la obediencia y el mando, diciendo que no
-tenia poder ni jurisdiccion sobre ellos, por la causa dicha y
-otras razones que alegaron; Anciso privado é impedido del
-mando y gobierno, acuerdan entre todos elegir Alcaldes y
-Regidores, y cayó la suerte de Alcaldes, al Vasco Nuñez, y creo
-que á uno llamado fulano Çamudio, y por Regidor un Valdivia,
-y otros de que no tuve noticia. No contentos con los Alcaldes
-y gobierno que habian elegido, ó descontentos de su manera
-de regir, ó arrepentidos de haber dejado ó excluido al
-Anciso, no contentos ni asosegados sus corazones, como quien
-andaban fuera de la vida cristiana que debieran vivir, tornaron
-á tener contenciones sobre la gobernacion, alegando algunos
-que no convenia estar sin superior, uno sólo, que los
-gobernase, y así, algunas veces estaban para peligrosamente
-reñir. En estas sus porfías se dividieron todos en tres partes:
-la una decia que se restituyese á Anciso en su grado prístino,
-hasta que el Rey los proveyese de Gobernador, teniendo dello
-aviso; la otra, defendia otra opinion, diciendo que á Nicuesa
-se habian de subjectar, pues aquella tierra caia dentro de sus
-límites; la tercera, era de los amigos de Vasco Nuñez, que
-contendian que estaba bien así, ó que si habia de ser único
-que aquel fuese nombrado y elegido; los cuales, con estas contiendas
-y opiniones, así divisos, llegó un Rodrigo de Colmenares,
-desta isla, que puso fin por algun tiempo á estas porfías.
-Á este Colmenares, segun creo, dejó Nicuesa en esta isla para
-que fuese despues dél recogiendo los bastimentos, que dejaba
-haciendo en sus haciendas que en esta isla tenia, ó por
-ventura lo dejó para este fin en Castilla. Este, partido de aquí<span class="pagenum"><a name="Page_327" id="Page_327">[327]</a></span>
-con dos navíos de bastimentos y provisiones otras necesarias,
-y 60 hombres que iban dedicados al mesmo oficio, llegó
-con sus navíos, despues de haber padecido gran tormenta en
-el camino, al puerto de Sancta Marta, obra de 50 ó 60 leguas
-del de Cartagena, el cual los indios llamaban Gayra, la y letra
-luenga. Quisieron allí tomar agua, y como los indios vieron
-los navíos, y habian entendido las obras que los españoles
-habian hecho á los de Cartagena, sus vecinos, acordaron
-de hacellos alguna burla, porque descuidándose no les acaesciese
-rescibilla. Saltaron en las barcas de los navíos, ó en la
-una dellas, de los españoles 50, y llegados al rio, dijeron
-que salió el señor de aquella tierra con 20 de sus allegados,
-vestido de cierta manera con manta de algodon, como
-quiera que todos los indios anden por allí desnudos, y llegando
-cerca díjoles por señas, que no tomasen de allí agua,
-porque no era buena, señalándoles abajo (ó arriba), otro rio,
-al cual yendo los españoles, con la resaca y braveza de la
-mar, no pudieron llegar y tornáronse al de donde habian venido;
-y estando embasando sus pipas ó vasijas, saltan de súbito,
-segun les pareció, hasta 70 indios, y ántes que los españoles
-se revolviesen, los tenian, á 47 dellos, con hierba
-ponzoñosa, heridos. Tomáronles la una barca ó barcas y hácenlas
-pedazos luégo; creo que de los heridos huyeron al
-navío, nadando, ó en la una barca, pero llegados á los navíos
-todos los heridos murieron, que no se escapó sino sólo uno
-vivo. Escondiéronse siete dellos en unas concavidades de cierto
-árbol grande hasta que anocheciese, para se ir despues á las
-naos, ó nadando, ó que viniesen por ellos; pero como en aquella
-noche, por no rescibir más daño y por creer que aquellos serian
-muertos, se hiciesen á la vela, no hobo más memoria dellos.
-Partióse, pues, del puerto de Sancta Marta, Colmenares, con
-la pérdida dicha de los españoles, y con extrema tristeza, para
-el golfo de Urabá derecho, por tomar de allí alguna nueva
-donde hobiese parado Diego de Nicuesa, el cual, no viendo ni
-oyendo persona ninguna en la parte de Oriente del golfo,
-donde creia que podian estar Hojeda ó los suyos, quedó<span class="pagenum"><a name="Page_328" id="Page_328">[328]</a></span>
-espantado, si eran todos muertos ó á otra parte idos, no sabiendo
-qué fuese dellos. Acordó de tirar muchos tiros de artillería,
-porque si por allí estaban lo oyesen, y hacer muchas
-hogueras ó ahumadas de noche y de dia sobre unas altas
-peñas. Atruénase todo el golfo de una parte á otra, que tiene
-de ancho seis leguas; oyéronlo con espanto los del pueblo de
-Sancta María del Antigua, y las ahumadas tambien vieron;
-responden con otras tales muchas veces, por manera que atinó
-Colmenares, que cristianos debieran estar á la parte del golfo
-de la mano derecha ó del Occidente; finalmente, hobo de
-llegar á ellos, cuasi mediado Noviembre, año de 1510. Fué
-inestimable la alegría y gozo que con su venida todos rescibieron,
-con todos los trabajos y muertes y adversidades que
-cada uno dellos habian padecido. Preguntando por Nicuesa
-ninguna nueva le dieron; todo el gozo de los unos y de los
-otros, de tristeza y dolor tenia harta mezcla. Repartió de los
-bastimentos que traia con todos aquellos, por manera que
-contándose los unos á los otros sus duelos, con el pan y comida
-que de nuevo á los que estaban venia, les fueron tolerables
-y buenos. Con esta liberalidad, que Colmenares de los
-bastimentos con ellos hizo, ganó las voluntades de los más
-que resistian que no se llamase para los gobernar Nicuesa, y así
-ganada la opinion contraria, ó la mayor parte, acordóse que
-fuesen á buscar á Nicuesa, y hallado lo convidasen y rogasen
-tuviese por bien de venir á gobernallos, porque ellos se le
-querian subjectar. Enviaron para ello con Colmenares á uno
-llamado Diego Albitez, y al bachiller Corral, y el cargo principal
-dieron á Colmenares.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_329" id="Page_329">[329]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LXV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Dejemos partidos á los mensajeros ó procuradores que van
-á buscar y á llamar á Diego de Nicuesa, sin saber dónde estaba
-ó qué habia sido dél, y contémoslo aquí hasta el punto
-que Colmenares y los mensajeros le hallaron, y será referir
-una tragedia de las más infelices y desastradas que acaescieron
-despues en estas partes. Metióse, pues, Diego de Nicuesa
-en una carabela, y mandó que con él junto fuesen siempre
-los dos bergantines, en uno de los cuales mandó que fuese
-por capitan Lope de Olano, que era su Capitan general en toda
-la armada; y las naos grandes ordenó que fuesen más metidas
-en la mar, por miedo de los bajos, y él se iria más llegado
-á tierra, todos en demanda de Veragua, hízose á la vela é del
-puerto de Cartagena, desde á poco que salió de él Alonso de
-Hojeda, con el intento y órden que se ha contado. Comenzó
-luégo la mar y vientos á serle contrarios, porque se levantó
-gran tormenta, y llegando sobre la costa ó ribera de Veragua,
-una noche, por huir de los peligros que padescen los navíos
-andando de noche cerca de tierra, y el remedio general es
-hacerse á la mar, tomólo para sí tambien Nicuesa, y en anocheciendo
-apartóse de la tierra con su carabela, estimando,
-como se debia estimar, que los seguia, con los dos bergantines,
-Lope de Olano; pero no lo hizo ansí, ántes, cerca de una isleta,
-estuvo aquella noche (como dicen los marineros), al reparo.
-Aquello dijeron que hizo por miedo de la tormenta, y algunos,
-y el mismo Nicuesa, tuvieron sospecha, que por alzarse con el
-armada y gobernacion lo hizo Lope de Olano; alguna presuncion
-se pudo tener de ésto contra él, porque fué uno de los
-que anduvieron en esta isla, con Francisco Roldan, contra el
-Almirante, alzados, de los cuales arriba, en el libro I, escribimos
-largo, é yo se que fué dellos uno Lope de Olano. Así que
-como amaneció y no pareció la carabela donde iba Nicuesa,<span class="pagenum"><a name="Page_330" id="Page_330">[330]</a></span>
-no curó de ir á buscarlo, ántes se arrimó á buscar las naos,
-las cuales halló en un rio que llamaron el rio de los Lagartos,
-y así se nombra hoy en las cartas de marear, y hoy se llama
-comunmente rio de Chagre; está, de lo que llamamos hoy el
-puerto y ciudad del Nombre de Dios, 20 leguas largas. Llegado
-allí, halló las naos cuasi descargadas de todos los bastimentos
-y hacienda que tenian, porque de la bruma estaban
-todas comidas que se anegaban; allí echó fama Lope de Olano
-que Nicuesa era perdido y ahogado, y que por gran ventura
-él se habia escapado, y como fuese Capitan general de
-Nicuesa, ó porque todos lo eligieron de nuevo, ellos le obedecian
-y él los mandaba; y dijeron algunos, que, de industria,
-dejó las naos en cierta punta del rio de Belem, donde las hizo
-pasar con la gente para buscar allí asiento para poblar, que
-dista cuatro ó cinco leguas del de Veragua, porque se perdiesen,
-porque de salir de allí los españoles, como andaban hambrientos
-y atribulados, perdiesen el ánsia. Y porque las naos
-quedaban en la dicha punta, que no podian entrar en el rio
-por ser baja la entrada, él embarcado en una barca de gente
-bien esquifada (quiere decir llena y bien aparejada), en la entrada
-del rio, con la resaca y braveza de la mar, se le anegó
-la barca y se le ahogaron 14 hombres, salvándose él por
-gran maravilla, con otros que supieron bien nadar; estuvo en
-tierra con los demas, sin comer cuatro dias, porque por la tormenta
-no pudieron sacar bastimento ninguno de las naos del
-rio de Belem, que está, como dije, cuatro leguas de Veragua,
-al Oriente. Metido en los bergantines, y una barca, con la
-gente que pudo caber en ellos, entró por el rio de Veragua,
-en el cual mandó que hiciesen catas para saber si habia oro,
-y hallando mucha muestra dello, negábanlo diciendo que no
-habia oro ni comida, sino que era tierra desesperada; ésto
-hacian y decian porque andaban todos ya muy angustiados, y
-porque no pensase de perseverar en aquella tierra Lope de
-Olano, y buscar remedio para se pasar á esta isla, por escapar
-de donde temian perecer de trabajos y hambre. Los que
-quedaron en el rio de Belem, como comian por tasa, y por no<span class="pagenum"><a name="Page_331" id="Page_331">[331]</a></span>
-tener convinientes moradas, porque estaban en chozas, que la
-humedad de la mar, y por las muchas aguas que llovia, y de
-llagas que se les hacian de los muchos mosquitos que habia,
-y más de verse atajados y sin esperanza de salir de allí, atribulados
-moríanse muchos, notaron, en estas angustias estando,
-que nunca moria alguno, sino cuando la mar menguaba;
-y como los enterraban en el arena, experimentaron que en
-ocho dias eran comidos los cuerpos como si hobiera cincuenta
-años que los hobieran enterrado, lo cual tomaban por mala
-señal, entendiendo que áun el arena se daba priesa á acabarlos.
-Añidióseles otro no chico trabajo, que una noche hizo tanta
-tormenta en la mar, que les comió el arenal donde tenian hechas
-sus chozas, por donde tuvieron necesidad de hacerlas
-más dentro, que les fué desconsuelo doblado. Volvió Lope
-de Olano de Veragua al rio de Belem, donde la otra gente
-de que agora hablamos estaba, y comenzó á mandar que
-se hiciese una carabela de las tablas de las naos que la mar
-habia hecho pedazos; la fama ó título que se publicó era,
-que la carabela queria hacer para que se pasasen á esta
-isla, pero tambien se dijo que era para se aprovechar della
-por allí, é no para salir de aquella tierra, donde pensaba
-quizá ser rico. Comenzada la carabela, y andando en la
-obra della adelante, acabáronseles los mantenimientos, y
-fué tanta la hambre que padecieron que no puede ser
-creida; acabando de parir una yegua, que allí tenian, como
-lobos hambrientos arremetieron á comer las parias que
-hechó con el hijo, y se las comieron. Entre estas angustias
-que Lope de Olano y la gente que con él andaba padecia, no
-faltaban desventuras misérrimas y terribles tormentos al infelice
-Nicuesa, el cual, como amaneciese, pasada la noche de
-la tormenta, y no viese á los bergantines que traia Lope de
-Olano á par de sí, como creia que tras él venian, fué grande
-su tristeza temiendo no fuesen perdidos. Volvió luégo con su
-carabela sobre la costa, y visto un rio, metióse por él hallando
-abundante fondo, porque venia, de las grandes lluvias que
-hacia en las sierras, muy avenido, el cual, en muy breves<span class="pagenum"><a name="Page_332" id="Page_332">[332]</a></span>
-horas menguó tanto, sin cuasi sentillo, que la carabela tocó en
-el arena, y no teniendo sosten dió de lado consigo. Viendo un
-marinero que la carabela se abria, saltó de presto en el agua
-con un cabo, que llamamos los hombres de tierra soga, para
-la atar en algun árbol en tierra, pero fué tan vehemente la
-corriente que el rio traia, que, no teniendo fuerzas para nadando
-vencerla, lo llevó y sacó á la mar, donde no pudo ser
-de ninguno socorrido. Saltó luégo otro, no curando de la
-muerte del pasado, con aquella ó otra soga, y vencida la corriente,
-salió á tierra y á un árbol atóla, y por ella salió Nicuesa
-y los demas como por puente, aunque no tan enjutos ni
-tan alegres como si fueran por la de Alcántara, ni áun como
-por la de Sevilla. Perdióse allí con la carabela cuanto bastimento
-y cosas traian, y así quedaron sin comer y sin vestidos,
-mojados, angustiados y más que tristes. Acuerda Nicuesa tomar
-por remedio, sólo uno que habia, que fué caminar por
-sus piés al Occidente, buscando á aquella negra de Veragua
-que tanto caro, áun hasta entónces, costado le habia; y pluguiera
-á Dios que allí sus trabajos se le fueran concluidos.
-Tomada la barca de la carabela, mandó ir cuatro marineros
-en ella por la mar, con inmenso peligro, para pasar los esteros
-y rios que no pudiesen pasar á pié, y comiendo hierbas
-y marisco que tomaban de la ribera, y muchos descalzos y
-cuasi todos desnudos, andan los tristes y atribulados su camino,
-pasando ciénagas muy lodosas, y anegadizos, y muchos
-rios y arroyos, y muchas veces sin camino, y lo que mayor dolor
-les causaba no saber dónde Veragua era, y si bien ó mal
-iban. Una mañana, cuando de donde habian dormido se querian
-partir, llevando un paje de Nicuesa un sombrero blanco
-en la cabeza, algunos indios, que debian espiallos, creyendo
-que el que llevaba el sombrero blanco debia ser principal, ó
-Capitan entre ellos, desde el monte le tiraron una vara, y
-diéronle en tal lugar que fué luégo muerto con ella; causóles
-este desastre, mayormente á Nicuesa, mucha angustia, sobre
-las que llevaban y tenian. Llegaron un dia de su peregrinacion
-á la punta ó cabo de una ensenada, ó abra grande, que hacia<span class="pagenum"><a name="Page_333" id="Page_333">[333]</a></span>
-la mar, y por ahorrar camino acordaron de pasar en la barca,
-su poco á poco á la otra punta. Ellos pasados, hallaron que
-aquellas puntas, ó la una, eran de una isleta despoblada de
-todo consuelo y remedio, que ni áun agua no tenian; viéndose
-así aislados, sobrevínoles gran desmayo, y cuasi estuvieron
-puestos en total desesperacion de remedio. Los cuatro marineros
-que iban en la barca, viendo que siendo isla quedaban
-del todo perdidos, acordaron una noche, sin decir á Nicuesa
-nada, volver atras, creyendo más al Poniente, por buena razon,
-estarian. Ida la barca, y constando al triste Nicuesa con su
-desdichada compañía, cada uno puede considerar cuál y
-cuánto sería el dolor, la tristeza, caimiento de espíritu, amargura
-y perdimiento de toda esperanza, sobre tantos males y
-angustias que habian padecido, que se les acrecentaria. Díjose
-que andaban, como personas sin juicio, á un cabo y á
-otro, dando alaridos, pidiendo á Dios misericordia, que se doliese
-de sus desventuradas vidas, y tambien de sus ánimas.
-Comian hierbas sin cognoscer si eran malas ó buenas, comian
-marisco que hallaban por la ribera de la mar; y el mayor
-tormento fué faltalles el agua, que en toda la isla no la hallaron,
-si no fué un charco de ciénaga, lodoso y de agua salobre.
-Probaron muchas veces á hacer una balsa de palos ó ramas
-de árboles para salir de aquella isla á tierra firme, pero no
-les aprovechó nada, porque como no tenian fuerza para nadar,
-los que nadar sabian, ni remos para la balsa, sacábala la
-corriente grande á la mar, y así tornábanse. Estuvieron en
-aquella isla muchos dias, y, segun entendí, más de tres meses,
-muriéndose dellos cada dia, de pura hambre y sed, y de las
-hierbas que comian y del agua salobre, y los que quedaban
-vivos andaban ya á gatas, pasciendo las hierbas y comiendo
-crudo el marisco, porque no tenian vigor para poder andar
-enhiestos. Bien puede juzgar cada uno, de los que esta Historia
-leyeren, que lo que Nicuesa, para mayor dolor suyo vivia,
-segun lo que padeció con los que con él en aquella carabela
-vinieron, fué una de la más triste, dolorosa y amarga vida,
-por ser tan larga, que hombres vivieron.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_334" id="Page_334">[334]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LXVI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Llegó la barca con los cuatro marineros, despues de muchos
-trabajos y peligros, donde Lope de Olano estaba y la
-demas gente, y diéronle cuenta, como, por volver Nicuesa en
-su carabela á buscallo, se habia perdido, y por extenso refiriéronle
-los trances, hambres y miserias que habian padecido,
-y en el estado que quedaba en la isla, y que ellos, sin le
-dar parte, se habian venido á buscar las naos para le poder
-llevar remedio, porque si se lo dijeran entendian que no les
-diera licencia, y así perecieran más aína. No hicieron buen sabor
-á Lope de Olano las nuevas que habia oido, temiendo la
-ira de Nicuesa, por se hallar reo del desastre acaecido; pero
-haciendo lo que en sí era, despachó luégo el un bergantin, y
-dentro los cuatro que habian en la barca venido, con algunos
-palmitos, y de la miseria, que los que allí estaban con él tenian
-y comian. Ya que estaban todos los que vivos quedaban en
-la isleta en el extremo para morirse, vieron venir el bergantin
-con su refresco de palmitos, con cuya vista comenzaron
-como á resucitar de muerte á vida, y á tener esperanza de
-no morir. Rogaban á Dios, cada uno segun podia, que llegase
-á ellos el bergantin, é que no se le siguiese algun impedimento,
-que desviase su vía; finalmente, plugo á nuestro Señor
-consolallos con su llegada y vista. Bien se puede aquí
-juzgar, no tener comparacion el gozo que los unos con los
-otros hobieron, aunque harto mezclado de lágrimas y de tristeza,
-en verse así, los unos y los otros, cercados de tantas miserias,
-y tan disminuidos de las calamidades, en todas partes
-por todos, padescidas, y las que tenian estarles por venir.
-Sacados los palmitos, comenzaron á dar en ellos y del agua
-dulce que trujo el bergantin con la comida y bebida, de<span class="pagenum"><a name="Page_335" id="Page_335">[335]</a></span>
-lo cual no tuvieron chico peligro sobre los pasados; Nicuesa
-proveyó que en ello tuviesen moderacion y tasa, puesto que
-no era el que ménos de comida y de bebida tenia necesidad.
-Embarcáronse todos en el bergantin, al cual no faltaron bravezas
-de la mar y peligros grandes, ántes que al rio de Belem
-donde Lope de Olano y los demas estaban, llegase. Ya Lope
-de Olano, temiendo la ira de Nicuesa, tenia rogado á todos
-los que con él estaban, intercediesen por él, y á Nicuesa aplacasen.
-Llegado Nicuesa, mandó prender á Lope de Olano, á
-título y como á traidor, que lo habia dejado en los peligros
-tan graves de la mar y de tierra que habia pasado, sin lo ir
-á buscar y socorrer en tanto tiempo, como era obligado, por
-se alzar con la gobernacion, de donde habian suscedido tan
-grandes daños, atribuyéndole las muertes de tantos como habian
-muerto en ambas á dos partes, porque desde el principio,
-si presente Nicuesa estuviera, diera otra órden como se remediaran.
-Increpó con gran enojo, ásperamente, á los principales,
-que con el Olano habian vivos quedado, imputándoles
-parte de aquella maldad, porque no lo indujeron y forzaron
-á que fuese á buscallo. Aquellos se excusaron diciendo, que
-no pudieron ni osaron más de obedecelle, pues él lo habia
-constituido por su Capitan general, y, porque temieron que
-luégo mandara justiciarlo, juntáronse todos suplicándole
-que, pues Dios le habia hecho merced, y á todos ellos, en
-traelle vivo, y de tantos peligros haberlo librado, les hiciese
-merced de perdonallo, en lo cual cada uno de todos ellos la
-rescibian por suya, y para su servicio los ternia con mayor
-vínculo de obligacion aparejados. No bastó esto por entónces
-para blandeallo, sino que le habia de dar de su traicion, segun
-merecia, el pago. Habíanle todos, echándose á sus piés, con
-razones más lastimeras, y que el corazon le penetraron: «Deberia
-bastar, señor, las desventuras que todos habemos pasado,
-viniendo con vos este viaje, en el cual los 400 de nosotros
-ya son acabados, y los que restamos vamos camino de acabarnos;
-para que Dios á vos y á nos, en la vida poca que nos
-queda, no nos desampare, bien será que vuestra merced perdone,<span class="pagenum"><a name="Page_336" id="Page_336">[336]</a></span>
-de lo que se le debe, algo, pues el deudor ya no tiene
-otra cosa, sino tan poca vida como nosotros, con que pagarle.
-Porque si las hambres y tanta frecuencia de calamidades nos
-desminuyen y apocan por una parte, y la justicia rigurosa
-por otra nos mata, ¿quién señor, esperais que os sirva y
-acompañe? No hay duda ninguna, sino que vuestra suerte no
-será bienaventurada, ni carecereis de mayores trabajos.» Movieron
-á Nicuesa todas estas lástimas, y dejó de justiciar á
-Lope de Olano, determinando de, en el primer navío, desterrallo
-y enviallo preso á España. Y porque ni á Nicuesa, ni á
-ninguna parte de su compaña, cuando se dividian, ninguna
-especie de tribulacion y adversidad les faltaba, y ninguna de
-las que les ocurrian les menguaba, sino que siempre les crecian
-y se les iban acrecentando, viéndose así caer Nicuesa
-más y más cada dia, y cada hora, en peor estado, hízose de
-aquí adelante muy impaciente, mal acondicionado é inconversable;
-y así trataba muy mal y con aspereza á los pocos
-que ya le quedaban, no considerando que las hambres, ni
-angustias que padecian, y verse cada dia morir unos á otros,
-por tormento contínuo les bastaba y sobraba. Enviábalos, á
-chicos y á grandes, enfermos y sanos, á la tierra dentro por
-ciénagas y aguas, por montes y valles, á saltear los pueblos
-de los indios y sus labranzas, para traer á cuestas las cargas
-de la comida que hallaban, donde hacian y padecian intolerables
-males. Creian que de industria les tractaba mal, por
-vengarse dellos, por haberlo dejado de ir á buscar, pero ésto
-no lo creo, por estar él asimismo en la misma extrema necesidad.
-Ya no hallaban en toda la tierra que robar; los indios
-todos, puestos en armas viéndose dellos así inquietar, hacian
-tambien contra ellos sus saltos, para si pudiesen acabarlos.
-Morian cada dia, de hambre y de enfermedades, y á
-tanta estrechura ó penuria vinieron, que 30 españoles que
-fueron á hacer los mismos saltos, padeciendo rabiosa hambre y
-hallando un indio, que ellos ó otros debian haber muerto,
-estando ya hediendo, se lo comieron todo, y de aquella corrupcion
-quedaron todos tan inficionados que ninguno escapó.<span class="pagenum"><a name="Page_337" id="Page_337">[337]</a></span>
-Vistos y padecidos, y padeciendo tambien tanta miseria y trabajos,
-determinó Nicuesa dejar aquel asiento y tierra, como
-desafortunada, y mandó que cada uno aparejase su carguilla
-de alhajas, si algo tenia, porque queria ir á buscar otro asiento
-hácia el Oriente, donde poblase. Rogáronle todos, que, porque
-cada uno tenia sembrado su poquillo de maíz, y otras
-hierbas para remediarse, y desde á pocos dias se habia de
-madurar, que hasta que lo cogiesen la partida dilatasen; no
-quiso aceptarlo. Mandó embarcar los que le pareció, en la carabela
-que habia hecho Lope de Olano y en los dos bergantines,
-y dejólos allí, señalándoles por Capitan un Alonso Nuñez,
-que ya, por Alcalde mayor suyo, habia nombrado;
-embarcado Nicuesa, con sus velas manda que guien hácia el
-Levante, y que vayan mirando por la ribera donde parezca
-algun puerto y buena disposicion de tierra, y andadas cuatro
-leguas, dijo un marinero á Nicuesa que se queria acordar de
-un puerto que cerca de allí estaba, el cual vido cuando los
-años pasados, con el Almirante primero que estas Indias descubrió,
-vino, y se halló en el descubrimiento de aquella provincia,
-y de la de Veragua, descubriendo por la costa de aquella
-tierra firme, y la señal desto, que daba, era que allí en la
-arena hallarian una ancla medio enterrada, que dejó el Almirante
-perdida, y cerca de allí, debajo de un árbol, una
-fuente de agua dulce muy fresca. Fueron allá, y hallaron el
-ancla y la fuente; y este puerto era al que nombró el Almirante
-viejo, puerto Bello, como en el cap. 22 dicho queda.
-Fué loado el marinero de hombre de buena memoria é ingenio,
-llamábase Gregorio Ginovés. Aquí en este puerto Bello,
-salieron á tierra ciertos españoles á buscar de comer, porque
-venian flaquísimos de hambrientos, que no se podian tener sobre
-las piernas, y en él, y en otras partes que atras en tierra
-saltaron, por el mismo fin, los indios les resistian y peleaban
-con ellos, y mataron en aquel camino, de los españoles, 20;
-porque, no pudiéndose tener de flaqueza ni tener las armas
-en la mano, ¿cómo podian pelear, aunque sus enemigos fueran
-las grullas que pelean con los pigmeos? De este puerto Bello se<span class="pagenum"><a name="Page_338" id="Page_338">[338]</a></span>
-pasó adelante, al Levante, seis ó siete leguas, á otro puerto,
-cuyos moradores se llamaban chuchureyes; y porque le pareció
-que habia en aquel lugar disposicion para hacer una fortaleza,
-determinó de poblar, y dijo: «paremos aquí en el nombre
-de Dios»; y desde allí le quedó el nombre, hasta hoy, el
-puerto y ciudad del Nombre de Dios, que asaz es bien celebrado
-su nombre hoy, no tanto por la devocion, cuanto por la
-extraña y nunca vista ni oida, ni áun soñada cuantidad de
-oro que se ha embarcado para España, venida del Perú; y
-este puerto fué al que puso el Almirante primero, puerto de
-Bastimentos, como arriba, en el cap. 23, se declaró. Allí el
-mismo Nicuesa, con su misma espada, hizo actos de tomar posesion
-por los reyes de Castilla; comenzó á hacer una fortalecilla
-para resistir á los primeros ímpetus que los indios diesen,
-para la obra de la cual no perdonó á chico ni á grande,
-ni á enfermo, flaco, ni hambriento, como, en fin, lo eran. Hacíales
-ir á puerto Bello por bastimentos y traellos á cuestas, blasfemaban
-dél y aborrecíanlo, teníanlo por enemigo cruel, ni en
-obras ni en palabras suyas no hallaban una palabra de consuelo;
-íbanle á pedir de comer, que morian de hambre, ó á suplicalle
-que no los hiciese trabajar, porque no podian de descaecidos;
-respondíales, «andá, idos al moridero.» Moríanse cada dia
-de hambre en los trabajos, cayéndose de su estado, que era verlos
-una intolerable miseria; despues que salió de Belem, dellos
-en el camino, dellos de los que dejó en el mismo Belem, dellos
-haciendo la fortaleza en el Nombre de Dios, se le murieron 200
-hombres, y así se le consumieron poco á poco los 785 hombres
-que sacó desta isla Española, de todos los cuales no le quedaron
-arriba de 100 cuando hizo ésta fortaleza. Y esto era fin del
-año de 1510, por el mes de Diciembre. La gente que dejó en
-Belem no andaba en añazcas ni en fiestas, sino, en cinco meses
-que allí estuvieron, por no poder enviar por ellos á causa de
-los vientos vendabales, que prohibian que no fuesen los bergantines,
-vinieron á tanta hambre y penuria, que ni sapos,
-ni ranas, ni lagartos, ni otras cosas vivas, por sucias que fuesen,
-no dejaban de comellas. Cayó uno de ellos en un grande<span class="pagenum"><a name="Page_339" id="Page_339">[339]</a></span>
-aviso, que fué rallar los palmitos, como si fuera yuca, y
-hacer harina dellos, y despues, echado en un horno, hacíanlo
-tortas, de la manera propia como se hace el pan caçabí en
-esta isla; desque vieron hecha una torta, todos los demas
-corrieron á ella, y como si viniera del cielo así la recibieron.
-Fuéles á todos aquella invencion, singularísimo remedio, para
-que todos no muriesen; al cabo, envió por ellos la carabela,
-Nicuesa, y así vinieron al Nombro de Dios. Venidos, envió á
-un Gonzalo de Badajoz, con 20 hombres, á las poblaciones
-de los indios á saltear y captivar los que pudiese, para enviar
-á esta isla por esclavos, porque con este sacrificio le
-ayudase Dios en lo porvenir, como le habia ayudado y ayudaba
-en lo presente. Acordó de enviar y envió á un deudo
-suyo, en la carabela, para esta isla, que le llevase los mil tocinos
-que dejó haciendo en la villa ó puerto de Yaquimo, y
-otros bastimentos, pero nunca gozó dellos, y se perdieron,
-porque, segun se dijo, el almirante Don Diego impidió que no
-se los llevasen, y puesto que se los llevaran no le hallaran
-vivo; y áun no supe si llegó acá la carabela. Envió al dicho
-Badajoz, con 50 hombres á robar bastimentos por las comarcas
-de aquella tierra, donde habia hartos escándalos, y
-mataba y le mataban gente. Comidas todas las labranzas de toda
-aquella tierra, y los indios corridos por los montes, huyendo
-y juntándose para defenderse, y siempre aparejándose para
-guerra, ni sembraban ni cogian, y así los unos ni los otros no
-tenian remedio; pero porque los indios se contentaban con
-poco, y tienen y hallan fácilmente, de sus hambres, cuando
-anclan sueltos, remedio, y nosotros no así nos contentamos, ni
-pasar como ellos podemos, llegó Nicuesa, y los pocos que con
-él estaban, á necesidad de hambre y enfermedades tan extrema,
-que no se hallaba uno que velase de noche, que llaman
-centinela los hombres de guerra. Desta manera cada dia se
-le morian y consumian los pocos que ya eran.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_340" id="Page_340">[340]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LXVII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Estando Nicuesa y su poca gente, que de tantas miserias
-y hambres y calamidades le habia quedado, en el extremo y
-angustia que habemos contado, llegaron los mensajeros, con
-Colmenares, de los del Darien, con quien lo enviaban á llamar
-para que los gobernase; y porque, como ya se dijo, venian á
-buscallo sin saber dónde estaba, pasábanse con su nao de
-luengo de costa, y del puerto del Nombre de Dios, sino fuera
-por un bergantin que Nicuesa habia enviado á las isletas que
-allí junto estaban por bastimento, que tambien se llamaban
-islas del Bastimento, por ser fértiles y tener muchas labranzas.
-Los que estaban en el bergantin vieron venir la nao, que
-no poco consuelo y alegría, de verla, tomaron; fueron luégo
-á ella, donde los unos á los otros de su propio estado y propósito
-informaron. Fuéronse luégo al puerto del Nombre de
-Dios, donde Colmenares y los que con él venian, de ver á
-Nicuesa y á 60 personas (que ya no le quedaban más de
-700 y tantos que trujo), que haciendo la fortaleza con él estaban,
-tan flacos, tan descaecidos, rotos y cuasi desnudos y
-descalzos, y en toda miseria y tristeza puestos, quedaron
-espantados. No faltaron lágrimas, llantos grandes y espesos,
-de ambas á dos partes, mayormente oidas las hambres,
-las muertes y tan infelices desastres; Colmenares, con
-gran compasion, cuanto podia, con palabras dulces y amorosas,
-dándoles esperanza de que Dios los remediaria, en
-cuanto le era posible á Nicuesa consolaba, mayormente
-diciéndole como los del Darien le enviaban á suplicar que
-fuese á gobernarlos, donde habia buena tierra y tenian
-de comer, y oro no faltaba, y allí descansaria mucho de
-los muchos y grandes trabajos pasados. Con ésto, Nicuesa<span class="pagenum"><a name="Page_341" id="Page_341">[341]</a></span>
-tomó algun resuello y descanso, y con los mantenimientos
-que le traia y trujo, desterró de su pobre casa la hambre,
-dando increibles gracias, por tanto consuelo y socorro tan
-tempestivo, á Colmenares; y dijeron que aquel dia, guisada
-una gallina de las que Colmenares trujo, por el alegría la cortó
-en el aire, porque, como arriba se tocó, era Nicuesa muy
-gran trinchante, oficio y gracia en casa de los grandes señores,
-los tiempos pasados, no poco estimada. Pero como la
-prudencia de los hombres, cuando Dios no la infunde, ser
-prudentes cuanto hombres muchas veces les aprovecha poco,
-y otras muchas les daña, á Diego de Nicuesa, á quien cognoscí
-yo, que en esta isla, de prudente fué muy estimado, y era
-en ella uno de los más principales, hobo, al mejor tiempo, de
-faltalle. ¿Quién pudiera pensar, de los que á Nicuesa cognoscieron,
-que estando en tan desventurado estado, donde cada
-hora morir infelicísimamente, no como quiera, sino en amarguras
-grandes, y de angustias dolorosísimas cercado, esperaba,
-enviándolo á llamar para subjectársele los que pudieran
-bien dejarlo, sacándolo de todos aquellos males, que acabadas
-las lágrimas y llantos que tuvo con Colmenares, luégo públicamente
-dijese que los habia de tomar el oro que habian
-en aquella tierra, sin su licencia y beneplácito, habido, y sobre
-todo ellos castigallos? ¿Qué mayor imprudencia pudo hallarse,
-y qué yerro, en tal tiempo, á éste puede ser comparado? É ya
-que los otros fueran dignos, como eran, de ser despojados del
-oro que habian robado y por ello castigados (no por la injuria
-que hicieron en ello á Nicuesa, pues él tambien robaba, y por
-ésto castigallos él muy poco curaba, como ciego como los
-otros, sino por roballo á sus dueños, y las muertes y escándalos
-que en la tierra y gentes della causaban, por los cuales
-tambien Dios á él castigaba), al ménos, hasta que fuera rescibido,
-disimulara. Pero como nuestro Señor tenia determinado
-de lo castigar con su total fenecimiento, por la matanza que
-hizo en Cartagena, y por las que tenia en la intencion de hacer
-por aquella su gobernacion de Veragua, y áun por los sudores
-que llevó á los indios desta isla, y las vidas de los que por<span class="pagenum"><a name="Page_342" id="Page_342">[342]</a></span>
-sacarle oro murieron, y por los saltos que hizo en la isla de
-Sancta Cruz, captivando injustamente los indios que allí tomó y
-vendió en ésta ó en la de Sant Juan por esclavos, por eso, para
-cumplirse la voluntad y sentencia de Dios en él, no habian de
-faltar ocasiones ni achaques. Hizo tambien otro yerro grande,
-y éste fué dejar ir una carabela, y los que en ella fueron, delante,
-diciendo que él queria ir á visitar ciertas isletas, que por
-aquella mar, en el camino, estaban. Díjose que aquella noche
-Lope de Olano, que Nicuesa traia siempre preso, habló con
-algunos de los que vinieron del Darien, indignándolos, y que
-dijo al tiempo del embarcar públicamente: «¿Piensa que le han
-de rescibir los de Hojeda como nosotros le rescibimos, cuando
-venia perdido en Veragua?» Embarcóse, pues en el Nombre de
-Dios en un bergantin, enviando la carabela delante, donde
-iba el bachiller Corral y Diego Albitez, y otros, que avisaron
-de lo que habia dicho de tomarles el oro y castigarlos, y de
-como era cruel y riguroso, y tractaba, los que consigo traia y
-estaban, mal, y otras cosas, cuantas pudieron para mudarles
-los ánimos; y llegado á las isletas, envió delante al Veedor del
-Rey, llamado Juan de Cayzedo, ó Quizedo, en una barca, que
-de secreto era su enemigo por ciertas cosas de su honra, en
-que de Nicuesa se tenia por muy agraviado, para que dijese á
-los del Darien como ya iba, como si le hobieran de salir á
-rescibir con arcos triunfales. El veedor Quizedo no via la hora
-de verse fuera de su poder, lo que muchos dias habia que
-deseaba, y, llegado al Darien, impropera mucho á todos los
-que pretendian que Nicuesa los gobernase, diciendo, ¿que cómo
-habian osado incurrir en tan grande error como era, siendo libres,
-quererse someter á la gobernacion de Nicuesa, que era
-un tirano, el cual era el peor hombre del mundo y más cruel,
-y que peor tracta los que consigo trae, á los cuales toma todo
-lo que en la guerra contra los indios se toma, diciendo que
-todos los despojos son suyos, como traia propósito de hacer
-con ellos, como verian, y por ello castigallos, porque todo lo
-habian tomado en aquella tierra que era de su gobernacion?
-y otras palabras y razones terribles que los asombraban. Pues<span class="pagenum"><a name="Page_343" id="Page_343">[343]</a></span>
-como los del Darien oyesen tan duras nuevas, por tantos testigos
-relatadas, temiendo ser maltratados, y amigos de libertad
-y de no tener sobre sí yugo y superioridad, que, para su
-robar y adquirir oro, les fuese á la mano, poca persuasion era
-menester para movellos y alborotallos. Convertíanse contra
-sí mismos, de sí mismos quejándose, porque tan inconsideradamente
-determinaron llamarlo. Quien más en no rescibirlo á
-todos solicitaba fué Vasco Nuñez, porque más que otro creia
-que, aceptándolo, aventuraba. Díjose que llamó á todos los
-principales uno á uno, sin que el uno supiese del otro, y los
-persuadió á que, pues habian errado en llamalle, que lo remediasen
-con no rescibillo; llamó al escribano secretamente
-la misma noche, é hizo una protestacion, y pidióle testimonio
-como él no era en lo que contra Nicuesa se hacia, ántes estaba
-presto y aparejado para obedecelle y hacer lo que le
-mandase, como Gobernador del Rey.</p>
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_344" id="Page_344">[344]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO LXVIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Detúvose Nicuesa por aquellas isletas ocho dias, captivando
-algunos indios de los que vivian en ellas, y quizá todos
-cuantos podia, sin haberle á él ni á otro alguno ofendido,
-para que Dios hiciese bien sus hechos. Llegado, pues, Nicuesa
-al desembarcadero del Darien, vido á Vasco Nuñez á la
-ribera con muchos españoles armados, y uno, que debia ser
-procurador del pueblo, que á altas voces le requeria, que no
-desembarcase saltando en tierra, sino que se tornase á su gobernacion,
-ó Nombre de Dios, donde ántes estaba; lo cual
-oido por Nicuesa, quedó como pasmado, sin poder por un
-rato hablar palabra, de ver tan súbita y contraria, de lo que
-traia en el pecho asentado, mudanza. Recogido en sí, díjoles:
-«Señores, vosotros me habeis enviado á llamar, y yo á vuestro
-llamado vengo, dejadme saltar en tierra y hablaremos, y
-oirme heis, y oiros hé, y entendernos hémos, y despues haced
-de mí lo que por bien tuviéredes.» Ellos, repitiendo los mismos
-requirimientos, y protestando, que si descendia en tierra,
-que habian de hacer y acontecer, y áun soltándose cada uno
-con más libertad de la que era decente en algunas palabras,
-porque era ya tarde apartóse aquella noche á la mar, desviado
-de la tierra, dejándolos para ver si otro dia estarian de
-aquel intento; los cuales, no sólo no se mudaron de su primera
-determinacion, pero, empeorándose, deliberaron de prendello
-y echallo donde dañar no les pudiese. Otro dia llamáronlo
-para prendelle; salió en tierra, y arremetiendo como desvariados
-á tomallo, dió á huir por la playa ó ribera del rio
-adelante, é, como era gran corredor, ninguno le pudo alcanzar,
-por mucho que corriese. Ocurrió luégo Vasco Nuñez impidiendo
-al pueblo no prosiguiese más adelante su desvarío,<span class="pagenum"><a name="Page_345" id="Page_345">[345]</a></span>
-porque temió que pusieran las manos en él. Y así, arrepentido
-de habelle sido contrario en su rescibimiento, de allí adelante
-hizo por él, y reprendió mucho á todos su descomedimiento,
-y refrenó al otro Alcalde ó Capitan, su compañero,
-Juan de Çamudio, que era el que más se mostraba contra
-Nicuesa, y con él era todo el pueblo. Rogábales Nicuesa, que si
-no lo querian por Gobernador, que lo tomasen por compañero;
-respondian, que no querian, porque se entraria por la
-manga y al cabo saldria por el cabezon. Replicaba Nicuesa,
-que si no por compañero y en su libertad, lo tuviesen aprisionado
-con hierros, porque más queria morir entre ellos que
-no en el Nombre de Dios de hambre, ó á flechazos de indios
-ser muerto. Añidia más, que se doliesen de 12.000 castellanos
-que habia gastado en aquel viaje y armada, y los grandes
-infortunios que habia padescido por ello. Ningun partido
-ni razon le admitieron ántes, cada uno mofaba dél y le decia
-sus baldones y afrentas. Vasco Nuñez trabajaba mucho con el
-pueblo que le admitiesen; uno, llamado Francisco Benitez,
-que era más que otro locuaz, y que mucho se allegaba con
-Çamudio, el otro Alcalde, dando voces, dijo que no se habia
-de rescibir tan mal hombre como Nicuesa. Vasco Nuñez, muy
-de presto, ántes que su compañero se lo pudiese impedir,
-mandóle dar cien azotes, los cuales llevó á cuestas, y viendo
-que no podia ir contra el torrente y furia de todo el pueblo,
-envió á decir á Nicuesa que se recogiese á sus bergantines, y
-que, si no viese su cara, no saliese á tierra dellos. Nicuesa,
-temiendo que no le prendiesen, mandó á ciertos ballesteros
-suyos que estuviesen metidos en cierto cañaveral, mandándoles
-que cuando él hiciese la señal, diesen en ellos. Sacó poco
-fruto de sus ballesteros, porque vinieron, un Estéban de Barrantes,
-y Diego Albitez y Juan de Vegines, á decirle de partes
-de todo el pueblo, que habiendo tractado de aquel negocio,
-habian determinado de recibille por Gobernador, como lo era,
-con que les perdonase la resistencia que hasta entónces se le
-habia hecho, porque en fin era pueblo, y que á los primeros
-ímpetus no se suele tener tanto acuerdo y miramiento. Nicuesa,<span class="pagenum"><a name="Page_346" id="Page_346">[346]</a></span>
-no siguiendo el consejo que Vasco Nuñez le habia dado,
-deste ofrecimiento fingido fué, más de lo que debiera, crédulo,
-y no llamando á los suyos, salió de sus bergantines, y púsose
-en las manos de los que morian por deshacelle. Vino luégo
-Çamudio con mucha gente armada y prendióle, mandándole,
-so pena de muerte, que luégo se partiese y no parase hasta presentarse
-en España ante el Rey y los de su Consejo; y díjose
-que le constriñeron á jurar, con amenazas que le hicieron
-que lo matarian, que se presentaria en la corte ante el Rey.
-Visto Nicuesa claro su perdimiento, díjoles la maldad y traicion
-que contra él cometian, porque aquella tierra donde estaban
-entraba en los límites de su gobernacion, y que ninguno podia
-en ella poblar ni estar sin su licencia, y el que allí estuviese
-era su súbdito y subjecto á su jurisdiccion, porque él era
-en todo aquello Gobernador por el Rey, é porque le querian
-echar donde muriese con tan mal recaudo de navío y bastimentos,
-que protestaba de se quejar ante el juicio de Dios de
-tan gran crueldad, como contra Dios y contra el Rey, y contra
-él cometian, cuando no pudiese quejarse ante el Rey. Ninguna
-cosa les movió á que templasen su furibundo y barbárico
-tumulto y confusion, y así, lo llevaron preso hasta metello en
-el más ruin bergantin que allí estaba. No sé si de industria
-escogieron el peor, pero al ménos fué un bergantin viejo y
-harto mal aparejado, no sólo para llegar á España, como ellos
-le mandaban, ni para esta isla, pero ni áun para poder, seguramente,
-al Nombre de Dios, que de allí estaba 50 leguas, ir
-con él. Embarcáronse con él 16 ó 17 personas, de 60 que
-le habian quedado, criados suyos, y otros, que, de lástima,
-seguir y acompañarlo quisieron. Hízose á la vela con su
-bergantin, primer dia de Marzo de 1511 años, el cual nunca
-jamás paresció, ni hombre de los que con él fueron, ni dónde,
-ni como murió; algunos imaginaron que fué á aportar en la isla
-de Cuba, y que allí los indios lo mataron, y que, andando
-ciertos españoles por la isla, hallaron escrito en un árbol, con
-letras esculpidas ó cavadas: «Aquí feneció el desdichado Nicuesa»;
-pero yo creo que esto es falso, porque yo, uno de los<span class="pagenum"><a name="Page_347" id="Page_347">[347]</a></span>
-primeros en aquella isla, y que anduve por ella con otros, en
-sus principios, mucha tierra, nunca ví ni oí que hobiese tal
-nueva. Lo que por más cierto se puede tener es, que como él
-llevase tan mal recaudo de navío, y las mares de por estas
-tierras sean tan bravas y vehementes, la mesma mar le tragaria
-fácilmente, ó tambien, de pura hambre y de sed, muriese,
-como no llevase sobrado, ni áun el necesario bastimento. Díjose
-que, ántes que Nicuesa partiese de Castilla, uno que trataba
-de juzgar y pronosticar las cosas venideras por astrología,
-dijo á Nicuesa, que no partiese tal dia ó en tal signo; respondíole
-Nicuesa, que pues más cuenta tenia con las estrellas que
-con Dios, Hacedor dellas, que no traeria consigo á un hijo
-suyo que consigo traia. Tambien yo me acuerdo haber, por
-aquellos tiempos, cierta cometa sobre esta isla, y, si no me he
-olvidado, era de forma de un espada, y como que ardia, y dijeron
-que un fraile habia entónces avisado á alguno de los que
-con él iban: «Huid deste Capitan, porque los cielos muestran
-que ha de ser perdido.» Lo mismo pudiera decir de los que
-iban con Alonso de Hojeda, puesto que la misma persona de
-Hojeda no padeció tan calamitoso fin, pues murió en esta
-ciudad, en su cama, como dicen, pero su gente harta mala
-ventura tuvo, pues tantos rabiando, de la hierba ponzoñosa, murieron.
-Considere aquí el lector el fin que hicieron estos dos
-primeros Capitanes, que de propósito procuraron pedir gobernacion
-y autoridad del Rey, para entrar en la tierra firme,
-á inquietar, infestar, turbar, robar, matar, captivar, y destruir
-las gentes della, que, viviendo en sus tierras tan apartadas
-de las nuestras, ni nos vieron, ni oyeron, ni buscaron, ni en
-cosa nos ofendieron. Advierta eso mesmo, qué postremería fué
-la de 800 hombres que consigo trujo Nicuesa, pues no le
-quedaron sino 60 cuando vino al Darien, y de aquellos se
-ahogaron ó perdieron con él 16 ó 17, y de aquellos 43 que
-restan, el uno fué Francisco Pizarro, que mataron á estocadas
-en el Perú, que descubrió y destruyó, y los demas, Dios sabe
-el fin que hicieron, y cuán amargas y tristes y desventuradas
-muertes, y con cuántas angustias y trabajos, hambres y sedes,<span class="pagenum"><a name="Page_348" id="Page_348">[348]</a></span>
-cansancios y aflicciones, murieron. Y de la gente de Hojeda, no
-escaparon, de 300, 30 ó 40, porque los que asentaron en el Darien,
-todos eran, ó los más, de los que trujo el bachiller Anciso,
-y de los que con Colmenares vinieron. Es bien, no ménos, mirar
-y notar si estas muertes y perdiciones de estos Capitanes, ó Gobernadores
-primeros y de sus gentes, si fueron milagros con
-los que Dios y su recto juicio y justicia, quiso aprobar y justificar
-las demandas que traian, y los fines que pretendian;
-item, si por ellos se aprobaron y justificaron las obras semejantes,
-y los fines é intentos mismos que los Gobernadores y
-Capitanes, que despues destos, en aquella tierra firme sucedieron,
-perpetraron, trujeron, cometieron y pretendieron;
-creerá cualquiera cristiano que no, porque áun las mismas sus
-postrimerías de todos ellos dieron fiel testimonio dello, como
-referirá toda esta historia, si place á Dios, en todos los libros
-que por escribir quedan. Y porque todo lo que resta de decir
-destas Indias, sale del año décimo, y, por consiguiente, pertenece
-al libro tercero, por ende á gloria de Nuestro Señor,
-con lo dicho aquí, el segundo fenecemos.</p>
-
-<p class="pc2"><i>Laus Deo, pax vivis, requies defunctis.</i></p>
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_349" id="Page_349">[349]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<p class="pc4 large">HISTORIA<br />
-<span class="large">DE LAS INDIAS.</span></p>
-
-<div class="figcenter">
- <img src="images/b1.jpg" width="150" height="27"
- alt=""
- title="" />
-</div>
-
-
-<p class="pc4 elarge">LIBRO TERCERO.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_350" id="Page_350">[350]</a></span></p>
-<p>&nbsp;</p>
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_351" id="Page_351">[351]</a></span></p>
-
-
-<p class="pc4">EN EL NOMBRE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD</p>
-
-<p class="pc1 reduct">Comienza el libro tercero de la Historia general de las Indias<br />
-escripta por el Obispo de Chiapa, de la Órden<br />
-de Sancto Domingo.</p>
-
-<hr class="d3" />
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO PRIMERO.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Referidas y explanadas quedan las cosas, que dignas fueron
-de poner en historia, acaecidas en estas Indias, desde su descubrimiento,
-por enteros diez y ocho años, contados desde el
-de 492 hasta el entero año de 510; requiere la órden del decir
-y escribir, que al principio, en el prólogo del primer libro,
-prometimos, contar lo que en los diez años siguientes, desde el
-de 511 hasta el de 20 acaeció, que convenga tener perpétua
-memoria. Y porque en esta tan difusa y general historia, hobo
-muchas interpolaciones y pasaron muchos años, en los cuales
-se interrumpia, por las inmensas y continuas ocupaciones que
-dentro y fuera de la celda me ocurrieron, por cuya causa, de
-algunas cosas escritas en los dos libros precedentes, que convenia
-hacer mencion, y de los capítulos y lugares donde
-quedan puestas, lo mismo, y tambien otras que ofrecian decir
-en éste tercero y en los demas, por ventura, se podrán trastrocar,
-poniendo en un lugar lo que debiera poner en otro
-por ende los benévolos lectores, aunque culpen la memoria,
-topando con este defecto, pasen adelante á rescibir noticia de<span class="pagenum"><a name="Page_352" id="Page_352">[352]</a></span>
-la verdad, que aquí dárseles pretende, de la cual se ha tenido
-más cuidado que de afeitar ni endulzorar palabras, y ni ocupar
-papel para cumplimientos que no pasan de la superficie.
-Tenga, pues, nuestro tercero libro principio, con el favor divino,
-de una provision espiritual que hizo en estas Indias el
-Papa, en este undécimo año; ésta fué erigir las primeras iglesias
-catedrales y criar los primeros Obispos que las gobernasen.
-Para noticia de lo cual débese saber, que viviendo la reina
-doña Isabel, que haya sancta gloria, y creo que por el año
-de 1503, al principio del pontificado del Papa Julio II, suplicaron
-los Reyes al Papa proveyese de erigir iglesias y criar
-Obispos en esta isla Española, porque habia ya mucha poblacion
-de españoles en 17 villas, como en el precedente
-libro referimos, puesto que con la ceguedad del avaricia y
-priesa que todos tenian de haber oro y ser ricos, no echaban
-de ver cómo cada dia los indios iban, de golpe, á acabarse,
-haciendo grandes asonadas á los Reyes, que habia en ella
-muchos pueblos, de españoles, poblados. Como quiera que no
-duraban más tiempo las villas de los españoles de cuanto acababan
-de consumir los indios, y dejados los pueblos ó villas
-dichas desiertas, luégo, en viendo puerta abierta; y esta era
-determinar de pasar á la isla de Sant Juan, y la de Jamáica ó
-Cuba, ó á la tierra firme, á sojuzgar, con sus guerras crueles,
-los indios vecinos dellas, para el mismo fin que tuvieron en ésta,
-conviene á saber, para echallos á las minas. Luégo se salian
-desta isla lo mismo; y por la misma manera, despues que habian
-muerto y destruido las gentes de las otras islas y partes
-de tierra firme, las dejaban y se iban á otras á matar y á
-asolar las gentes que en ellas habia, como pestilencia que, cosa
-que oliese á ser hombre, habia de dejar viva. Así que, los
-Reyes, creyendo que tanto pueblo y villas de españoles fueran
-en crecimiento, y la multitud de los indios del todo no
-pereciera, porque siempre los encubrieron su disminucion,
-ántes creian, segun yo creo, que iban en aumento, y con el celo
-de la conversion dellos, suplicaron al Papa Julio II, como
-dije, que erigiese iglesias y criase Obispos, el cual erigió una<span class="pagenum"><a name="Page_353" id="Page_353">[353]</a></span>
-iglesia metropolitana y cabeza de arzobispado, que llamó Hiagutensis;
-é no pude atinar en qué provincia é lugar fuese la
-intencion de los Reyes señalalla y pedilla, y del Papa constituilla,
-sino en la provincia de Xaraguá, que como en la prosperidad
-desta isla era como la corte della, como en el libro
-precedente dijimos, debieron creer los Reyes que aquella fuera
-la más próspera, y así merecia ser cabeza de toda ella. Por
-obispado erigió otra que nombró Vainensis; y ésta, no sé
-á donde la situase, sino fué en la provincia de Vaynoa, hácia
-la parte del Norte, donde estaba la villa de Lares de Guaháma,
-y la otra iglesia catedral nombró Maguatensis, que debió ser
-en la Vega, que los indios en su lengua llamaban Maguá, la
-última sílaba aguda, donde estaba la villa de la Concepcion.
-Esto conjeturo por la conformidad de los vocablos, que el Papa
-en su bula puso, con los de las mismas provincias en lenguaje
-de los indios, si quizá los Reyes, informados desde esta isla,
-nombraron al Papa los dichos lugares, mas siguiéndose por
-las provincias y cantidad de la tierra, y gentes naturales della
-que á cada iglesia aplicaban, que por los pueblos que de españoles
-entónces habia. Hiagutensis, que fué el nombre de la
-del arzobispado, parece confinar con el vocablo de la Yaguana,
-dentro del término de la provincia de Xaraguá, ó
-quizá se tomó aquel nombre de la provincia de Higuey, que
-es la más oriental desta isla que hallamos viniendo de Castilla.
-Para estas tres iglesias, metropolitana una, y dos catedrales,
-presentaron los Reyes al Papa tres personas cognoscidas
-por buenas, virtuosas y religiosas; el uno fué el doctor,
-creo, en cánones, Pedro de Deza, sobrino, segun entendí, de
-D. Diego de Deza, arzobispo de Sevilla, fraile de Sancto Domingo,
-de quien arriba, en el libro I, hicimos mencion; este
-Doctor nombraron para arzobispo Hiagutensis. El otro para
-obispo de la iglesia Vainensis, fué un religioso de Sant Francisco,
-llamado fray García de Padilla, no supe de qué provincia
-ó familia. El tercero, para obispo Maguatensis, presentaron
-á un licenciado en teología, canónigo de Salamanca,
-que se nombraba Alonso Manso; éste cognoscí yo mucho, y era<span class="pagenum"><a name="Page_354" id="Page_354">[354]</a></span>
-varon muy religioso y tenido por justo, puesto que en las cosas
-temporales no muy experto. Cognoscí tambien al primero,
-doctor Pedro Deza, no mucho, persona tenida por buena.
-Estos, para Prelados, Arzobispo y Obispos, así nombrados para
-esta isla, dilatóse la expedicion de las bulas por algunas causas,
-y, por ventura, los Reyes no dieron priesa en ello, porque
-se les iba más luciendo, de la disminucion y muerte destas
-gentes, algo. Entre tanto falleció la reina doña Isabel, digna
-de memoria, y quedando el rey católico D. Hernando, marido
-suyo, por Gobernador y Administrador de los reinos de Castilla,
-por su hija, la reina doña Juana, impedida para reinar
-ó gobernar, comenzándose á descubrir que no se podia ya
-encubrir ni disimular el estrago y matanza que nuestros españoles
-hacian en los vecinos, desta isla naturales, consumiéndolos
-en las minas, como en el precedente libro se ha
-explicado, y que la isla se iba despoblando, cognosció que en
-los sitios de las iglesias que el Papa tenia erigido y señalado ya
-no habia á quien convertir ni predicar, sino era á los pájaros y
-árboles: tornó el dicho Rey católico á informar y suplicar al
-Papa, que porque aquellos sitios para las dichas iglesias señalados,
-ya no eran dispuestos ni aptos para en ellos las edificar,
-lo uno, por la misma disposicion de la tierra y sitio
-della, lo otro, por la dificultad de los mantenimientos y cosas
-necesarias, (y estas dos causas refiere en su bula el Papa, diciendo
-así: <i>Cum autem nuper nobis constiterit, insulas et loca prædicta,
-ac ecclesiarum hujusmodi existentiam, tum propter locorum
-situs, tum etiam comeatum et rerum necessariarum difficultates
-nequaquam ac comoda existere</i>, etc.), y pudiera mejor informar
-el Rey católico al Papa, que por haber muerto las gentes de
-aquellos sitios y lugares, y estar despoblados de sus naturales
-habitadores, ya no habia lugar, porque, en la verdad, no habia,
-ni hoy hay en esta isla paso, donde no se pudiesen poblar y
-asentar ciudades grandes y en ellas erigir catedrales, iglesias y
-metropolitanas, segun es toda felice, y para dar fruto en ella,
-todas las cosas á la vida necesarias, muy en abundancia, si
-hobieran los nuestros usado della segun debian, y no las gentes<span class="pagenum"><a name="Page_355" id="Page_355">[355]</a></span>
-della estirpado. Así que, informando el Rey al Papa de
-que convenia mudar la órden de los obispados ya dada, suplicóle
-que tuviese por bien, para en esta isla, erigir dos iglesias
-catedrales y cesase la metropolitana, y otra en la isla de
-Sant Juan, tambien catedral, las cuales fuesen sujetas á la
-metropolitana de Sevilla, hasta que otra cosa Su Santidad ó
-la Sede apostólica, en algun tiempo, ordenase. Los lugares
-para las iglesias desta isla señaló el Rey, la villa de la Concepcion,
-que es en la Vega grande, y el otro en la del puerto
-de Sancto Domingo, y para el tercero obispado, el pueblo
-principal que habia en la isla de Sant Juan. El Papa lo concedió
-así, como el Rey lo suplicó, suprimiendo y anulando
-primero, de consentimiento expreso de los mismos tres electos,
-las dichas tres iglesias erigidas en los dichos tres sitios y
-lugares, y señaló y dió por título á la iglesia de la Vega, la
-Concepcion, y á la de Sancto Domingo, Sancto Domingo, y á la
-de Sant Juan, Sant Juan; á cada una de las cuales que eran
-villas, adornó con títulos y privilegios de ciudades. Asignó por
-diócesi é subjetas del obispado de Sancto Domingo, las villas
-de la Buena Ventura, la de Açuá, la de Salvaleon, la de Sant
-Juan de la Maguána, la de Vera Paz, que era la de Xaraguá,
-y la villa nueva de Yaquimo. Al obispado de la Concepcion,
-subjetó y dió por término de diócesi, la villa de Santiago, la
-de Puerto de Plata, la de Puerto Real, la de Lares de Guahába,
-la de Salvatierra de la Çabana, y la de Sancta Cruz;
-olvidaron la villa del Bonao, que no era la ménos que otras
-principal. A la iglesia de Sant Juan dió por diócesi toda la
-isla, é fueron Obispos primeros los mismos; de Sancto Domingo,
-el fray García de Padilla, y éste murió en Castilla ántes
-que viniese acá, y creo que no consagrado; de la Concepcion,
-fué el Doctor Deza, el cual vino consagrado y vivió pocos años
-en la ciudad de la Concepcion, donde murió. El licenciado
-Alonso Manso vino tambien Obispo consagrado, y vivió muchos
-años en la dicha isla de Sant Juan, siendo siempre canónigo
-de Salamanca, porque aceptó el obispado con retencion de
-la canongía. Concedió los diezmos y primicias, el Papa, de todas<span class="pagenum"><a name="Page_356" id="Page_356">[356]</a></span>
-las cosas, con toda la autoridad, jurisdiccion espiritual y temporal,
-y todos los derechos y preeminencias que á los obispos
-de España pertenecen de derecho y de costumbre, de todo lo
-cual, excepto el oro y la plata, y otros metales, y perlas y
-piedras preciosas en que ninguna parte tuviesen.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_357" id="Page_357">[357]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO II.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Antes que las bulas destos obispados viniesen, ó ántes que
-los Obispos primeros susodichos se consagrasen, hizo el Rey
-con ellos cierto asiento y capitulacion; el primer capítulo de
-la cual fué, que les hacia donacion de los diezmos, como los
-tenia del Papa concedidos, segun en el precedente libro, capítulo
-39, referimos, que el Papa Alexandre á los dichos Reyes
-habia concedido; y esta donacion, porque ellos y sus
-sucesores, con su clerecía, tuviesen cargo de rogar á Dios por
-su vida y ánima, y de los Reyes sus sucesores, y por todos
-los cristianos que, en descubrir é adquirir las dichas islas,
-murieron, y que los dichos diezmos se repartan por los Obispos,
-clerecía, fábricas y hospitales, y que á ello se obligasen
-por sí é por sus sucesores, y en nombre de sus iglesias, que
-se guardará y complirá lo susodicho, y lo que se dijere. El segundo
-capítulo fué, que las dignidades, canongías y raciones y
-otros beneficios, sean á presentacion de Sus Altezas. El tercero,
-que los beneficios que vacaren, ó se proveyeren despues de la
-primera vez, se provean á los hijos legítimos, que nacieren allá,
-de los españoles que de acá fueren á vivir á las dichas islas,
-no los hijos de los indios, hasta que Sus Altezas ó sus sucesores
-otra cosa determinen ó provean, por su suficiencia, procediendo
-por oposicion y exámen, como en el obispado de Palencia;
-con tal condicion, que los tales hijos de los vecinos,
-dentro de un año y medio despues de proveidos, sean obligados
-de llevar ratihabicion y aprobacion de Sus Altezas, y de
-sus sucesores de los tales beneficios, no la llevando dentro
-del dicho término fuesen vacos, y Sus Altezas los proveyesen
-á otras nuevas personas. Lo cuarto, que los Obispos, por virtud
-de la bula del Papa Julio, declarasen la manera de traer<span class="pagenum"><a name="Page_358" id="Page_358">[358]</a></span>
-corona, y del hábito que habian de traer los de prima tonsura,
-la cual fuese de grandor de un real castellano, y el cabello
-dos dedos debajo de la oreja, y poco más bajo por detrás; la
-ropa de fuera fuese tabardo, ó capuz cerrado, ó loba cerrada,
-ó abierta, tan larga que, á lo ménos con un palmo, llegase al
-empeine, y que no fuesen coloradas, ni verdes, ni amarillas,
-ni de otra color deshonesta. Item, que no ordenasen de corona
-á ninguno si no supiese hablar y entender latin, y que no
-puedan ordenar á quien tuviere dos ó tres hijos varones, más
-de uno, porque no es que ninguno quiera todos los hijos para
-clérigos. Item, en el guardar de las fiestas, se guarden las ordenadas
-por la Iglesia, y no otras, aunque sean por voto y
-promesa, ni en los sínodos se ordene que se guarden más de
-las que entónces se guardaban en la isla Española, sino fuere
-cuanto á la solemnidad, y no para que los cristianos las guarden.
-Item, que los Obispos no lleven diezmos de oro y plata
-perlas, ni piedras preciosas, sino de las otras cosas, conforme
-á la bula del Papa, y aquello, no en dineros, sino en los
-frutos, como se llevaba en Castilla, y que ni por esta causa,
-ni por otra, <i>directe</i> ni <i>indirecte</i>, no apartaran los indios de
-aquello que agora hacian para el sacar el oro, ántes los animaran
-y aconsejaran que sirvan mejor que hasta aquí en el
-sacar del oro, diciéndoles que es para hacer guerra á los infieles,
-y las otras cosas que vieren que pueden aprovechar
-para que los indios trabajasen bien. Item, que el arzobispo de
-Sevilla, como metropolitano, ó su Fiscal, puedan estar é residir
-en cualquiera de los dichos obispados, y ejercer su oficio,
-y que no pueda poner el metropolitano por oficial á ninguno
-de los Prelados de las dichas islas. Item, que ninguna persona
-pueda sacar oro ni traer personas que lo saquen, sino estuvieren
-sometidos á la jurisdiccion de Sus Altezas, y á las
-ordenanzas que allá se guardan, y paguen los derechos que
-los seglares. Item, que los que tuvieren indios en las minas,
-ni los mismos indios, no puedan ser convenidos ni traidos, ni
-arrastrados, ni llamados por sus causas, ni ajenas, por ningun
-Juez, durante las demoras, porque ésto se les dá por inducias<span class="pagenum"><a name="Page_359" id="Page_359">[359]</a></span>
-de pan y vino coger, por cuanto aquel es fructo de la tierra
-y se ha de dar en lugar del oro, segun se da en Castilla. Item,
-en las causas civiles, profanas, los que se eximieren por la
-corona, pierdan los indios y lo que tuvieren en las minas,
-sino fuere la causa eclesiástica, porque ésta se puede ventilar
-ante el Juez eclesiástico, sin pena. Esta fué la capitulacion celebrada
-entre los Reyes y los primeros Obispos, parte de la cual,
-cierto, muestra la ceguedad que en los del Consejo del Rey
-entónces habia, y la poca noticia que el Rey tenia de la perdicion
-de aquestas gentes míseras, y no ménos la ignorancia
-de los Obispos, y la ceguedad de los del Consejo en que aconsejasen
-al Rey que forzase por vía de contrato, cuasi violento,
-á que los Obispos se obligasen á no impedir á los indios <i>directe</i>
-ni <i>indirecte</i> dejar de sacar oro, y, lo que más es, á que los
-animasen y aconsejasen á que lo sacasen, como quiera que de
-sí sea manifiesto por las leyes de los Emperadores que ellos
-leian, y por historias que debieran haber leido, sacar metales
-haberse dado por pena y muerte, cuasi natural, por gravísimos
-delictos, como por experiencia harto larga, y no sé si se hobiese
-áun entónces visto, que al cabo y al efecto de por sacar
-oro, ser destruidos y muertos todos los innumerables vecinos
-indios desta isla, y de todas estas islas. Item, el poco cuidado
-que los del Consejo habian tenido en saber cómo, en el sacar
-del oro, á los indios les iba, si morian ó vivian, como en la
-verdad, el año de 511 y 12, cuando ésto se trataba, segun se
-dijo, habian, toda la mayor parte de la gente desta isla, perecido;
-y porque digo la mayor parte, fué muy mal dicho, porque
-parece cosa de escarnio, fué tanto la mayor parte, que de tres
-cuentos de ánimas no habian quedado obra de 20.000. Razon
-fuera que el Consejo del Rey tuviera cuenta con saber desta
-vendimia, y no de obligar á los Obispos á aquello, á cuyo
-contrario, impugnar, y resistir, y extirpar, como pestilencia
-vastativa de todas sus ovejas, eran obligados de precepto natural
-y divino; más parece, cierto, haberse desvelado en cómo
-habria oro el Rey, que en descargalle la conciencia, y de la
-salvacion de aquestas gentes, cuya carga tenian ellos más que<span class="pagenum"><a name="Page_360" id="Page_360">[360]</a></span>
-el Rey sobre sí mismos, los entendimientos de los cuales, no
-sólo de la ignorancia del derecho, pero de la del hecho, eran
-entenebrecidos. Tambien fué poca lumbre, ántes parte de
-gruesas tinieblas, asentar en la dicha capitulacion que los
-Obispos dijesen á los indios, para los animar á sacar oro, que
-era para hacer guerra á los infieles, como quiera que fuese
-cosa impertinente y ántes muy nociva, dar cuenta á los indios
-que habia en el mundo otros algunos infieles sin ellos. La poca
-y ninguna noticia que el Rey tenia de la perdicion destas
-gentes, asaz se sigue de lo dicho, porque cuando los ciegos
-guian, ¿de los que van tras ellos, qué se espera? Y así,
-cuando los de los Consejos de los Reyes andan en tinieblas,
-¡guay de los Reyes! y, por mejor decir, ¡guay de
-los reinos!; y ésto así, más que en toda la redondez del
-mundo, ha acaecido en estos infelicísimos reinos deste orbe
-todo destas Indias. La ignorancia de los Obispos no ménos
-queda de lo dicho manifiesta, pues se obligaban, á ojos ciegas,
-á no apartar por alguna causa á los indios de sacar oro, como
-quiera que debian estar recatados en no se obligar á lo que
-podia ser injusto y malo, que de cierto no sabian, cuanto más
-que la misma obra les pudiera dar sospecha, diciendo sacar
-oro y servir; si quizá no imaginaron que sacar oro no era
-otra cosa, sino que, como fructa de los árboles, se cogia. Otorgóse
-la dicha capitulacion en presencia de Francisco de Valenzuela,
-canónigo de Palencia, y Notario público apostólico,
-en 3 dias de Mayo, año de 1512.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_361" id="Page_361">[361]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO III.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En este tiempo ya los religiosos de Sancto Domingo habian
-considerado la triste vida y aspérrimo captiverio que la
-gente natural desta isla padecia, y cómo se consumian, sin
-hacer caso dellos los españoles que los poseian, más que si
-fueran unos animales sin provecho, despues de muertos solamente
-pesándoles de que se les muriesen, por la falta que en
-las minas del oro y en las otras granjerías les hacian; no por
-eso en los que les quedaba usaban de más compasion ni
-blandura, cerca del rigor y aspereza con que, oprimir, y fatigar
-y consumirlos, solian. Y en todo ésto habia entre los españoles
-más y ménos, porque unos eran crudelísimos, sin
-piedad ni misericordia, sólo teniendo respeto á hacerse ricos
-con la sangre de aquellos míseros, otros, ménos crueles, y
-otros, es de creer, que les debia doler la miseria y angustia
-dellos, pero todos, unos y otros, la salud y vidas, y salvacion
-de los tristes, tácita ó expresamente á sus intereses solos, y
-particulares y temporales, posponian. No me acuerdo cognoscer
-hombre piadoso, para con los indios que le sirviesen, dellos,
-sino solo uno, que se llamó Pedro de la Rentería, del cual
-abajo, si place á Dios, habrá bien que decir. Así que, viendo
-y mirando, y considerando, los religiosos dichos, por muchos
-dias, las obras que los españoles á los indios hacian, y el ningun
-cuidado que de su salud corporal y espiritual tenian, y
-la inocencia, paciencia inextimable y mansedumbre de los
-indios, comenzaron á juntar el derecho con el hecho, como
-hombres de los espirituales y de Dios muy amigos, y á tractar
-entre sí de la fealdad y enormidad de tan nunca oida injusticia,
-diciendo así: «¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se
-deben guardar y cumplir los preceptos de la caridad y de la<span class="pagenum"><a name="Page_362" id="Page_362">[362]</a></span>
-justicia? ¿Estos, no tenian sus tierras propias, y sus señores y
-señoríos? ¿Estos, hánnos ofendido en algo? ¿La ley de Cristo
-no somos obligados á predicársela, y trabajar con toda diligencia
-de convertillos? Pues, ¿cómo siendo tantos y tan innumerables
-gentes las que habia en esta isla, segun nos dicen, en
-tan breve tiempo, que es obra de quince ó diez y seis años, han
-tan cruelmente perecido?» Allegóse á ésto, que uno de los
-españoles que se habian hallado en hacer las matanzas y estragos
-crueles que se habian hecho en estas gentes, mató su mujer
-á puñaladas, por sospecha que della tuvo que le cometia adulterio,
-y ésta era de las principales señoras naturales de la
-provincia de la Vega, señora de mucha gente; éste anduvo por
-los montes tres ó cuatro años, ántes que la Órden de Sancto
-Domingo á esta isla viniese, por miedo de la justicia, el cual,
-sabida la llegada de la Órden y el olor de sanctidad que de
-sí producia, vínose una noche á la casa que, de paja, habian
-dado á los religiosos, para en que se metiesen, y hecha relacion
-de su vida, rogó con gran importunidad y perseverancia
-que le diesen el hábito de fraile lego, en el cual entendia,
-con el favor de Dios, de servir toda su vida. Diéronselo con
-caridad, por ver en él señales de conversion y detestacion de
-la vida pasada, y deseo de hacer penitencia, la cual, despues,
-hizo grandísima, y al cabo tenemos por cierto que murió
-mártir, porque suele Dios, en los grandes pecadores, mostrar
-su inmensa misericordia, haciendo con ellos maravillas; de
-su martirio diremos abajo, si á Dios pluguiere que á su lugar
-lleguemos con vida, y será cuasi al cabo deste tercero libro.
-Este, que llamaron fray Juan Garcés, y en el mundo Juan
-Garcés, asaz de mí cognoscido, descubrió á los religiosos muy
-en particular las execrables crueldades que él y todos los
-demas en estas inocentes gentes habian, en las guerras y en
-la paz, si alguna se pudiera paz decir, cometido, como testigo
-de vista. Los religiosos, asombrados de oir obras, de humanidad
-y costumbre cristiana, tan enemigas, cobraron mayor
-ánimo para impugnar el principio, y medio y el fin de aquesta
-horrible y nueva manera de tiránica injusticia, y encendidos<span class="pagenum"><a name="Page_363" id="Page_363">[363]</a></span>
-del calor y celo de la honra divina, y doliéndose de las
-injurias que contra su ley y mandamientos á Dios se hacian,
-de la infamia de su fe que entre aquestas naciones, por las
-dichas obras, hedia, y compadeciéndose entrañablemente de
-la jactura de tan gran número de ánimas, sin haber quién se
-doliese ni hiciese cuenta dellas, como habian perecido y cada
-hora perecian, suplicando y encomendándose mucho á Dios,
-con contínuas oraciones, ayunos y vigilias, les alumbrase para
-no errar en cosa que tanto iba, como quiera que se les representaba
-cuán nuevo y escandaloso habia de se despertar
-á personas que en tan profundo y abisal sueño, y tan insensiblemente
-dormian; finalmente, habido su maduro y repetido
-muchas veces consejo, deliberaron de predicarlo en los púlpitos
-públicamente, y declarar el estado en que, los pecadores
-nuestros que aquestas gentes tenian y oprimian, estaban, y
-muriendo en él, donde, al cabo de sus inhumanidades y cudicias,
-á rescibir su galardon iban. Acuerdan todos los más letrados
-dellos, por órden del prudentísimo siervo de Dios, el
-padre fray Pedro de Córdoba, Vicario dellos, el sermon primero
-que cerca de la materia predicarse debia, y firmáronlo
-todos de sus nombres, para que pareciese como no sólo del
-que lo hobiese de predicar, pero que de parecer y deliberacion,
-y consentimiento y aprobacion de todos procedia; impuso,
-mandándolo por obediencia el dicho padre Vicario que
-predicase aquel sermon, al principal predicador dellos despues
-del dicho padre Vicario, que se llamaba el padre fray
-Anton Montesino, que fué el segundo de los tres que trajeron
-la Órden acá, segun que arriba, en el libro II, cap. 54, se
-dijo. Este padre fray Anton Montesino tenia gracia de predicar;
-era aspérrimo en reprender vicios, y sobre todo, en
-sus sermones y palabras muy colérico, eficacísimo, y así
-hacia, ó se creia que hacia, en sus sermones mucho fructo; á
-éste, como muy animoso, cometieron el primer sermon desta
-materia, tan nueva para los españoles desta isla, y la novedad
-no era otra sino afirmar, que matar estas gentes era más pecado
-que matar chinches. Y porque era tiempo del adviento,<span class="pagenum"><a name="Page_364" id="Page_364">[364]</a></span>
-acordaron que el sermon se predicase el cuarto domingo,
-cuando se canta el Evangelio donde refiere el Evangelista Sant
-Juan: «Enviaron los fariseos á preguntar á San Juan Baptista
-quién era, y respondióles: <i>Ego vox clamantis in deserto</i>.» Y
-porque se hallase toda la ciudad de Sancto Domingo al sermon,
-que ninguno faltase, al ménos de los principales, convidaron
-al segundo Almirante que gobernaba entónces esta isla, y á
-los oficiales del Rey, y á todos los letrados juristas que habia,
-á cada uno en su casa, diciéndoles que el Domingo en la iglesia
-mayor habria sermon suyo, y querian hacerles saber cierta
-cosa que mucho tocaba á todos, que les rogaban se hallasen
-á oirlo. Todos concedieron de muy buena voluntad, lo uno por
-la gran reverencia que les hacian, y estima que dellos tenian,
-por su virtud y estrechura en que vivian, y rigor de religion,
-lo otro, porque cada uno deseaba ya oir aquello que tanto
-les habian dicho tocarles, lo cual, si ellos supieran ántes,
-cierto es que no se les predicara, porque ni lo quisieran oir,
-ni predicar les dejaran.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_365" id="Page_365">[365]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO IV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Llegado el domingo y la hora de predicar, subió en el
-púlpito el susodicho padre fray Anton Montesino, y tomó por
-tema y fundamento de su sermon, que ya llevaba escripto y
-firmado de los demas: <i>Ego vox clamantis in deserto</i>. Hecha su
-introduccion y dicho algo de lo que tocaba á la materia del
-tiempo del adviento, comenzó á encarecer la esterilidad del
-desierto de las conciencias de los españoles desta isla, y la
-ceguedad en que vivian, con cuánto peligro andaban de su
-condenacion, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con
-tanta insensibilidad estaban contínuamente zabullidos y en
-ellos morian. Luégo torna sobre su tema, diciendo así: «Para
-os los dar á cognoscer me he subido aquí, yo que soy voz
-de Cristo en el desierto desta isla, y por tanto, conviene
-que, con atencion, no cualquiera, sino con todo vuestro corazon
-y con todos vuestros sentidos, la oigais; la cual voz
-os será la más nueva que nunca oisteis, la más áspera y dura
-y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oir.»
-Esta voz, encareció por buen rato con palabras muy pungitivas
-y terribles, que los hacia estremecer las carnes, y que
-les parecia que ya estaban en el divino juicio. La voz, pues,
-en gran manera, en universal encarecida, declaróles cuál era
-ó qué contenia en si aquella voz. «Esta voz, dijo él, que todos
-estais en pecado mortal y en el vivís y morís, por la crueldad
-y tiranía que usais con estas inocentes gentes. Decid,
-¿con qué derecho y con qué justicia teneis en tan cruel y
-horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad
-habeis hecho tan detestables guerras á estas gentes que estaban
-en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas
-dellas, con muertes y extragos nunca oidos, habeis consumido?<span class="pagenum"><a name="Page_366" id="Page_366">[366]</a></span>
-¿Cómo los teneis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer
-ni curallos en sus enfermemades, que de los excesivos trabajos
-que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los
-matais, por sacar y adquirir oro cada dia? ¿Y qué cuidado
-teneis de quien los doctrine, y conozcan á su Dios y criador,
-sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
-¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No
-sois obligados á amallos como á vosotros mismos? ¿Esto no
-entendeis, ésto no sentís? ¿Cómo estais en tanta profundidad,
-de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto, que en el
-estado que estais, no os podeis más salvar, que los moros
-ó turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.» Finalmente,
-de tal manera se explicó la voz que ántes habia muy
-encarecido, que los dejó atónitos, á muchos como fuera de
-sentido, á otros más empedernidos, y algunos algo compungidos,
-pero á ninguno, á lo que yo despues entendí, convertido.
-Concluido su sermon bájase del púlpito con la cabeza no
-muy baja, porque no era hombre que quisiese mostrar temor,
-así como no lo tenia, ni se daba mucho por desagradar
-los oyentes, haciendo y diciendo, lo que, segun Dios, convenir
-le parecia; con su compañero váse á su casa pajiza, donde,
-por ventura, no tenian qué comer, sino caldo de berzas sin
-aceite, como algunas veces les acaecia. Él salido, queda la
-iglesia llena de murmuro, que, segun yo creo, apenas dejaron
-acabar la misa. Puédese bien juzgar, que no se leyó leccion
-de menosprecio del mundo á las mesas de todos, aquél dia.
-En acabando de comer, que no debiera ser muy gustosa la
-comida, júntase toda la ciudad en casa del Almirante, segundo
-en esta dignidad y real oficio, D. Diego Colon, hijo del primero
-que descubrió estas Indias, en especial los oficiales del
-Rey, Tesorero y Contador, Factor y Veedor, y acuerdan de ir
-á reprender y asombrar al predicador y á los demas, sino
-lo castigaban como á hombre escandaloso, sembrador de doctrina
-nueva, nunca oida, condenando á todos, y que habia
-dicho contra el Rey é su señorío que tenia en estas Indias,
-afirmando que no podian tener los indios, dándoselos el Rey,<span class="pagenum"><a name="Page_367" id="Page_367">[367]</a></span>
-y estas eran cosas gravísimas é irremisibles. Llaman á la portería,
-abre el portero, dícenle que llame al Vicario, y aquel
-fraile que habia predicado tan grandes desvaríos; sale sólo
-el Vicario, venerable padre, fray Pedro de Córdoba, dícenle
-con más imperio que humildad, que haga llamar al que
-habia predicado. Responde, como era prudentísimo, que
-no habia necesidad, que si su señoría y mercedes mandaban
-algo, que él era Prelado de aquellos religiosos, y él responderia.
-Porfian mucho con él que lo hiciese llamar; él con
-gran prudencia y autoridad, con palabras muy modestas y
-graves, como era costumbre hablar, se excusaba y evadia. Finalmente,
-porque lo habia dotado la divina Providencia, entre
-otras virtudes naturales y adquísitas, era de persona tan venerable
-y tan religiosa, que mostraba con su presencia ser
-de toda reverencia digno; viendo el Almirante y los demas,
-que, por razones y palabras de mucha autoridad, el padre Vicario
-no se persuadia, comenzaron á blandear humillándose,
-y ruéganle que lo mande llamar, porque, él presente, les quieren
-hablar, y preguntarles cómo y en qué se fundaban para
-determinarse á predicar una cosa tan nueva y tan perjudicial,
-en deservicio del Rey y daño de todos los vecinos de aquella
-ciudad y de toda esta isla. Viendo el sancto varon que llevaban
-otro camino é iban templando el brío con que habian
-venido, mandó llamar al dicho padre fray Anton Montesino,
-el cual maldito el miedo con que vino; sentados todos, propone
-primero el Almirante por sí é por todos su querella, diciendo,
-que cómo aquel padre habia sido osado á predicar
-cosas en tan gran deservicio del Rey, é daño de toda aquella
-tierra, afirmando que no podian tener los indios, dándoselos
-el Rey que era señor de todas las Indias, en especial habiendo
-ganado los españoles aquellas islas con muchos trabajos, y
-sojuzgado los infieles que las tenian, y porque aquel sermon
-habia sido tan escandaloso y en tan gran deservicio del Rey
-é perjudicial á todos los vecinos desta isla, que determinasen
-que aquel padre se desdijese de todo lo que habia dicho, donde
-no que ellos entendian poner el remedio que conviniese.<span class="pagenum"><a name="Page_368" id="Page_368">[368]</a></span>
-El padre Vicario respondió, que lo que habia predicado aquel
-padre habia sido de parecer, voluntad y consentimiento suyo
-y de todos, despues de muy bien mirado y conferido entre
-ellos, y con mucho consejo y madura deliberacion se habian
-determinado que se predicase como verdad evangélica, y cosa
-necesaria á la salvacion de todos los españoles y los indios
-desta isla, que vian perecer cada dia sin tener dellos más cuidado
-que si fueran bestias del campo; á lo cual eran obligados,
-de precepto divino, por la profesion que habian hecho en
-el bautismo, primero de cristianos, y despues de ser frailes
-predicadores de la verdad, en lo cual no entendian deservir al
-Rey, que acá los habia enviado á predicar lo que sintiesen
-que debian predicar necesario á las ánimas, sino serville con
-toda fidelidad, y que tenian por cierto que, desque Su Alteza
-fuese bien informado de lo que acá pasaba, y lo que sobre
-ello habian ellos predicado, se ternia por bien servido, y les
-daria las gracias. Poco aprovechó la habla y razones della, que
-el sancto varon dió en justificacion del sermon, para satisfacellos
-y aplacallos de la alteracion que habian rescibido en
-oir que no podian tener los indios, como los tenian, tiranizados,
-porque no era camino aquello porque su cudicia se hartase,
-porque, quitados los indios, de todos sus deseos y suspiros
-quedaban defraudados; y así, cada uno de los que allí
-estaban, mayormente los principales, decia, enderezado al
-propósito, lo que se le antojaba. Convenian todos en que aquel
-padre se desdijese el domingo siguiente de lo que habia predicado,
-y llegaron á tanta ceguedad, que les dijeron, si no lo
-hacian, que aparejasen sus pajuelas para se ir á embarcar é ir
-á España; respondió el padre Vicario, por cierto, señores, en
-eso podremos tener harto de poco trabajo. Y así era, cierto,
-porque sus alhajas no eran sino uno hábitos de jerga muy
-basta que tenian vestidos, y unas mantas de la misma jerga
-con que se cobrian de noche; las camas eran unas varas puestas
-sobre unas horquetas que llaman cadalechos, y sobre ellas
-unos manojos de paja, lo que tocaba al recaudo de la misa, y
-algunos librillos, que pudiera quizá caber todo en dos arcas.<span class="pagenum"><a name="Page_369" id="Page_369">[369]</a></span>
-Viendo en cuán poco tenian los siervos de Dios todas las especies,
-que les ponian delante, de amenazas, tornaron á blandear
-como rogándoles que tornasen á mirar en ello, y que, bien
-mirado, en otro sermon lo que se habia dicho se enmendase
-para satisfacer al pueblo, que habia sido y estaba en grande
-manera escandalizado. Finalmente, insistiendo mucho en que,
-para el primer sermon, lo predicado se moderase y satisfaciese
-al pueblo, concedieron los padres, por despedirse ya dellos y
-dar fin á sus frívolas importunidades, que fuese así en buena
-hora, que el mismo padre fray Anton Montesino tornaria el
-domingo siguiente á predicar, y tornaria á la materia, y diria
-sobre lo que habia predicado lo que mejor le pareciese, y, en
-cuanto pudiese, trabajaria de los satisfacer, y todo lo dicho
-declarárselo; ésto así concertado, fuéronse alegres con esta
-esperanza.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_370" id="Page_370">[370]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO IV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Publicaron ellos luégo, ó dellos algunos, que dejaban concertado
-con el Vicario y con los demas, que el domingo siguiente,
-de todo lo dicho se habia de desdecir aquel fraile; y
-para oir aqueste sermon segundo, no fué menester convidallos,
-porque no quedó persona en toda la ciudad que en la
-iglesia no se hallase, unos á otros convidándose, que se fuesen
-á oir aquel fraile, que se habia de desdecir de todo lo que
-habia dicho el domingo pasado. Llegada la hora del sermon,
-subido en el púlpito, el tema que para fundamento de su retractacion
-y desdecimiento se halló, fué una sentencia del
-Sancto Job, en el cap. 36, que comienza: <i>Repetam scientiam
-meam á principio, et sermones meos sine mendatio esse probabo</i>.
-Tornaré á referir desde su principio mi sciencia y verdad,
-que el domingo pasado os prediqué, y aquellas mis
-palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas. Oido
-éste su tema, ya vieron luégo los más avisados á dónde iba
-á parar, y fué harto sufrimiento dejalle de allí pasar. Comenzó
-á fundar su sermon y á referir todo lo que en el sermon pasado
-habia predicado, y á corroborar con más razones y autoridades
-lo que afirmó, de tener injusta y tiránicamente aquellas
-gentes opresas y fatigadas, tornando á repetir su sciencia,
-que tuviesen por cierto no poderse salvar en aquel estado,
-por eso, que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que
-á hombre dellos no confesarian, más que á los que andaban
-salteando, y aquello publicasen y escribiesen á quien quisiesen
-á Castilla; en todo lo cual, tenian por cierto que servian
-á Dios, y no chico servicio hacian al Rey. Acabado su sermon
-fuése á su casa, y todo el pueblo en la iglesia quedó alborotado,
-gruñendo, y muy peor que ántes indignado contra los<span class="pagenum"><a name="Page_371" id="Page_371">[371]</a></span>
-frailes, hallándose, de la vana é inícua esperanza que tuvieron,
-que se habia de retractar de lo dicho, defraudados,
-como si ya que el fraile se desdijera, la ley de Dios, contra la
-cual ellos hacian en oprimir y estirpar estas gentes, se mudara.
-Peligrosa cosa es, y digna de llorar mucho de los hombres
-que están en pecados, mayormente los que con robos y daños
-de sus prójimos han subido ó mayor estado del que nunca tuvieron,
-porque más duro les parece, y áun lo es, decaer dél,
-que echarse de grandes barrancos abajo; yo añido, que es imposible
-dejallos por vía humana, si Dios no hace grande milagro;
-de aquí es tener por muy áspero y abominable oirse
-reprender en los púlpitos, porque miéntras no lo oyen, paréceles
-que Dios está descuidado, y que la ley divina es revocada,
-porque los predicadores callan. Desta insensibilidad,
-peligro y obstinacion y malicia, más que en otra parte del
-mundo, ni género de gente, consumada, tenemos ejemplos sin
-número y experiencia ocular, en estas nuestras Indias, padecer
-cada dia la gente, de nuestra España. Tornando al propósito,
-salidos de la iglesia furibundos, é idos á comer, tuvieron la comida
-no muy sabrosa, sino, segun que yo creo, más que
-amarga; no curan más de los frailes, porque ya tenian entendido
-que hablar en ésto con ellos les aprovecha nada.
-Acuerdan, con efecto, escribillo al Rey en las primeras naos,
-como aquellos frailes que á ésta isla habian venido, habian
-escandalizado al mundo sembrando doctrina nueva, condenándolos
-á todos para el infierno, porque tenian los indios y se
-servian dellos en las minas y los otros trabajos, contra lo que
-Su Alteza tenia ordenado, y que no era otra cosa su predicacion,
-sino quitalle el señorío y las rentas que tenia en estas
-partes. Estas cartas, llegadas á la córte, toda la alborotaron;
-escribe el Rey y envió á llamar al Provincial de Castilla,
-que era el Prelado de los que acá estaban, porque aún no era
-ésto provincia por sí, quejándose de sus frailes que acá habia
-enviado, que le habian mucho deservido en predicar cosas
-contra su estado, y alboroto, y escándalo de toda la tierra,
-grande, que luégo lo remediase, si nó que él lo mandaria remediar.<span class="pagenum"><a name="Page_372" id="Page_372">[372]</a></span>
-Veis aquí, cuán fáciles son los Reyes de engañar, y cuán
-infelices se hacen los reinos por informacion de los malos, y
-cómo se oprime en tierra que no suene ni respire la verdad. Las
-cartas de más eficacia que á Castilla y al Rey llegaron, fueron
-las del Tesorero Miguel de Pasamonte, de quien arriba en el
-libro II hablamos, por tener con el Rey grande autoridad,
-y ser Lope Conchillos, Secretario, ambos aragoneses, y el
-Rey viejo y cansado, calidades que, para que el Rey entendiese
-la verdad, no poco desayudaban. Enviadas las cartas,
-proveyeron de otra industria harto eficaz para contra los frailes,
-y ésta fué la que los demonios tienen muy usada para
-que su reino prevalezca, y el de Cristo y la verdad, que es
-los nervios que lo sustentan, estén siempre combatidos y
-amortiguados y anden bambaleándose, y para ésto, por ministros
-de sus maldades, aunque con especie de bien y bondad,
-trabaja con todo su poder de poner personas espirituales,
-porque tomar los malos y de vida depravada, fácil cosa seria,
-las cautelas y maldades artificiosas, que para salir con
-su propósito emprende, entendérselas y desbaratárselas. Ya
-se dijo arriba, en el libro II, cap. 3.º, como en el año de 502
-vinieron á esta isla ciertos buenos religiosos de la Orden
-de Sant Francisco, cuyo Prelado y caudillo era un padre
-de presencia y religion harto venerable, llamado fray Alonso
-del Espinal; éste, como se dijo, era celoso y virtuoso religioso,
-pero no letrado, mas de saber lo que comunmente
-muchos religiosos saben, y todo su estudio era leer en la Suma
-angélica para confesar; á este venerable padre persuadieron
-todos los Próceres de la ciudad que fuese á Castilla, por ellos,
-para hablar y dar á entender al Rey, lo que los frailes dominicos
-habian predicado contra lo que el Rey tenia ordenado,
-de tener los indios, y que, teniéndolos, la isla estaba poblada
-de españoles, y se sacaba el oro y á Sus Altezas las rentas se
-enviaban, y que, de otra manera, la tierra no se podia sustentar,
-y que ésto habia causado grande escándalo y alboroto
-en toda la isla é inquietud de las conciencias, y suplicase á
-Su Alteza, por todos ellos, lo mandar remediar, y otras muchas<span class="pagenum"><a name="Page_373" id="Page_373">[373]</a></span>
-cosas, cuantas vieron que para la perseverancia de sus tiranías
-les podian aprovechar. Finalmente, trabajaron enviar
-frailes contra frailes, por meter el juego, como dicen, á barato.
-El bueno del padre francisco, fray Alonso del Espinal, con
-su ignorancia no chica, aceptó el cargo de la embajada, no
-advirtiendo que lo enviaban á detener en captiverio é injusta
-servidumbre, en la cual era cierto perecer tantos millares y
-cuentos de hombres, prójimos inocentes, como habian perecido,
-y al cabo fenecieron sin quedar uno ni ninguno, como
-abajo parecerá, en lo cual pecaban mortalísimamente, y eran
-obligados, <i>in solidum</i>, de todos los daños y de lo que con esta
-tiranía adquirian, á total restitucion. No sé yo cómo la ignorancia
-del padre dicho lo podrá excusar de no ser partícipe de
-todos aquellos tan calificados pecados mortales. No osaré afirmar
-que lo que aquí diré ayudase á aceptar tal cargo, y ésto
-fué que en los repartimientos de los pasados, dieron uno á lo
-ménos, y yo lo sé, al monesterio de Sant Francisco de la ciudad
-de la Concepcion, en la Vega, para con que se mantuviese los
-religiosos que allí moraban, y creo, que pues al de la Concepcion
-lo daban, que lo debieran de dar al monesterio de la ciudad de
-Sancto Domingo, porque estos dos monesterios habia de Sant
-Francisco en esta isla; otra casa hobo en la villa de Xaraguá,
-pero no tenia sino dos, ó tres ó cuatro frailes, y por eso no
-debieron de dalles indios. Del repartimiento de indios que
-yo sé que dieron al monesterio de la Vega, no lo daban á los
-mismos frailes, (lo cual áun fuera mejor para los indios, porque
-los tractaran los religiosos con más piedad), sino que los
-quedaba á un vecino español del pueblo, para que se aprovechase
-dellos, y enviase á los frailes él la comida de cada dia;
-enviábales pan caçabí é ajes, que son otras raíces, y carne de
-puerco, que todo era laceria (porque ni pan de trigo, ni vino,
-sino era para las misas, ni lo comian, ni bebian, ni lo vian), á
-seis ó ocho frailes que habia, y no creo que llegaban á ocho,
-y echaba el vecino los indios á las minas, y era voz y fama
-muy clara, que le cogian cada demora, que duraba ocho ó diez
-meses, 5.000 castellanos ó pesos de oro, de las minas, y por<span class="pagenum"><a name="Page_374" id="Page_374">[374]</a></span>
-ventura tenia más de otras granjerías. Por manera, que, por
-título que daba de comer á los frailes, perecian los desventurados
-de los indios, como los demas, en las minas y en las
-otras granjerías. Tambien fué aquesta, no chica ceguedad de
-aquellos religiosos, aunque buenos, cierto, no caer en el gran
-peligro y daño que incurrian, pues, aunque no era cuasi nada
-de valor lo que á ellos en aquella comida se les recrecia, todavía
-morian los indios teniéndolos aquél con su título, y así
-digo, que no sé si con la simplicidad de aquel padre, Prelado
-de todos ellos, aquello de tener con nombre de Sant Francisco,
-de aquella manera aquellos indios, para que aceptasen
-la embajada por los españoles contra los indios y contra los
-frailes de Sancto Domingo, algun más motivo, y lo que yo
-creo por cierto es, que todo lo que aquel padre hizo y hacia,
-era con simplicidad é ignorancia, no advirtiendo en la maldad
-é iniquidad que el mensaje y cargo que sobre sí tomaba contenia,
-y afirmo que, de su bondad y religion, nunca duda
-tuve, porque él de mí, y yo dél, teniamos y tuvimos mucha
-noticia. Ha llegado el tiempo de la partida: no tuvo necesidad
-de andar con el alforja á mendigar las cosas que habia menester,
-para su matalotaje, porque á él se lo aparejaron tal,
-que si el mismo Rey se hobiera de embarcar no le fuera más,
-y quizá, ni tan proveido, ni tan abundantemente aparejado,
-porque pensaban y esperaban todos que por él habian de
-ser redimidos y remediados; y el remedio era persuadir al
-Rey, que les dejase los indios en sus repartimientos, sin que
-ninguno les fuese á la mano hasta acaballos, como los acabaron.
-Escribieron todos en su favor, haciéndolo ya santo canonizado,
-á quien Su Alteza podia dar todo el crédito que un
-santo, y tan experimentado de los dominicos, que no sabian lo
-que se decian, que ayer habian venido, y de los indios ni de
-la tierra tenian experiencia de nada. Todo su bien y negocio
-creian que pendia de acreditar al padre fray Alonso del Espinal,
-y desacreditar los dominicos, que contra sus pecados
-habian predicado. Escribieron al obispo de Búrgos, D. Juan de
-Fonseca, y á Lope Conchillos, Secretario, que todo lo gobernaban,<span class="pagenum"><a name="Page_375" id="Page_375">[375]</a></span>
-en favor del dicho padre, y al camarero Juan Cabrero,
-aragonés, del Rey muy privado, y á todos los demas que sabian
-para con el Rey poder ayudalle, y á los del Consejo Real,
-que para en las cosas de las Indias se juntaban; porque no
-habia entónces Consejo de las Indias formado y del Consejo
-real apartado.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_376" id="Page_376">[376]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO VI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Viendo los frailes de Sancto Domingo la diligencia y orgullo
-que toda la ciudad traia, en enviar al padre fray Alonso
-del Espinal á Castilla, para excusar las excusaciones de sus
-pecados y á ellos culpallos, tractaron en su acuerdo (bien creo
-yo cierto, que no sin muchas y afectuosas oraciones y lágrimas),
-que, ¿qué harian sobre este caso no poco árduo? Deliberaron,
-al cabo, que fuese tambien á Castilla el mismo padre
-fray Anton Montesino, que lo habia predicado, porque era
-hombre, como se dijo, de letras, y en las cosas agibles experimentado,
-y de gran ánimo y eficacia, para que volviese por sí
-é por ellos, y diese cuenta y razon de su sermon, y de las razones
-que los habian movido á determinarse de predicarlo.
-Esto determinado, salieron á pedir limosna por el pueblo para
-la comida de su viaje; bien pueden creer todos los que ésto
-leyeren, que no se le guisó tan presto como al dicho padre, y
-que algunos baldones rescibirian de algunos desconcienciados,
-aunque segun la santidad con que vivian, y dellos por la ciudad
-era clara, en gran manera reverenciados. Y finalmente, no
-faltaron algunas personas cuerdas y timoratas que les ayudaron
-para que el padre fray Anton Montesino llevase que comer
-para su viaje. Partidos los padres sobredichos, cada uno
-en su navío, el uno con todo el favor del mundo, que por hombres
-se le podia dar, y el otro desfavorecido de todos, pero
-puesta toda su confianza en Dios, por las oraciones de los que
-acá quedaban, llegaron á Castilla sanos y salvos, y de allí
-fuéronse cada uno por su camino á la corte, bien es de creer
-que primero fué cada uno á dar cuenta á los Prelados de su
-Órden de su venida y negociacion. Y como el Rey habia mandado
-llamar al Provincial de Castilla, y se le quejó de los frailes<span class="pagenum"><a name="Page_377" id="Page_377">[377]</a></span>
-que habia enviado á esta isla de haber predicado cosas
-contra su servicio, y en escándalo de la tierra, encargándole
-que lo remediase, como se dijo, luégo el Provincial escribió al
-Vicario fray Pedro de Córdoba, y á todos, como el Rey estaba
-informado contra ellos, haber predicado cosas contra su
-servicio y muy escandalosas, que mirasen bien lo que habian
-dicho, y que, si eran cosas que convenia retractarse, lo hiciesen,
-porque cesase tan grande escándalo como en el Rey y en
-la corte se habia engendrado, diciendo primero que estaban
-maravillados haber ellos afirmado cosa en el púlpito que no
-fuese digna de sus letras y prudencia y hábito. Finalmente, la
-carta del Provincial fué prudentemente moderada, por la mucha
-confianza que tenia de la prudencia, religion y letras, del
-dicho padre fray Pedro de Córdoba, y de los demas religiosos
-que con él estaban, segun el Rey habia mostrado estar indignado
-por las informaciones que le habian hecho los de acá
-por sus sacrílegas cartas. Llegado el padre francisco, fray
-Alonso del Espinal á la corte, y entrado en palacio, recibióle
-el Rey como si fuera el ángel Sant Miguel, que Dios le enviara,
-por la gran estima que dél tenia ya el Rey, y por las cartas
-que de acá se le habian enviado, y el secretario Conchillos,
-y el obispo de Búrgos, quizá, le habian encarecido su
-persona y auctoridad; mandóle el Rey traer silla y que se
-asentase, y, asentado, créese que favoreció la parte izquierda de
-los que lo enviaban contra los frailes dominicos y contra los
-indios desdichados, y la razon que para ésto se puede traer es,
-porque ni el Rey le mandara sentar, ni desde allí fuera de
-todos tan venerado y áun celebrado, porque siempre que venia
-á hablar al Rey le traian silla, y el Rey le mandaba sentar;
-mandó asimismo, que siempre se hallase en los Consejos,
-cada y cuando desta materia de los indios se tractase. Cognoscido
-el favor que el Rey le daba, por todos los de palacio
-y los de fuera de palacio, y que traia tan justa demanda, conviene
-á saber, que los indios sirviesen á los españoles, y se
-sacase el oro de las minas, y desta isla á España las riquezas
-se derivasen, no habia puerta cerrada ni otro algun obstáculo<span class="pagenum"><a name="Page_378" id="Page_378">[378]</a></span>
-para que las veces que quisiese hablar al Rey no hablase, ni
-reverencia, ni besar de las manos y del hábito, que por toda
-la corte no le sobrase. Llegó despues á la corte, algunos dias,
-cuando pudo, el padre dominico fray Anton Montesino, y sabido
-por todos que venia en contrario del padre francisco, afirmando
-que no podian tener los indios, por ser contra razon y
-ley divina, y violarse la natural justicia, todos lo aborrecian,
-ó al ménos desfavorecian, y hablaban dél como de inventor
-de novedades y escandaloso, y áun algunos de los favorecidos,
-y que por teólogos y predicadores del Rey se tenian, presumieron
-de le decir palabras harto soberbias y descomedidas.
-Llegaba á la puerta de la cámara del Rey, por hablarle y
-darle cuenta y relacion de lo que habia predicado, y de la
-ceguedad y crueldad que cerca de la injusta servidumbre y
-perdimiento que los indios padecian, y la multitud que dellos
-en tan poco tiempo habian perecido, y en llegando á la puerta,
-dábale el portero con la puerta en lo ojos, y, con palabras
-no muy modestas, diciendo que no podia hablar al Rey, le despedia.
-Esta es averiguada costumbre del mundo, y áun regla
-general que Dios en todo él tiene, ó permitida ó establecida,
-conviene á saber, que todos aquellos que pretenden seguir y
-defender la verdad y la justicia sean desfavorecidos, corridos,
-perseguidos y mal oidos, y, como desvariados y atrevidos, y
-monstruos, entre los otros hombres tenidos, mayormente donde
-interviene pelea de arraigados vicios; y la más dura suele ser
-la que impugna el avaricia y codicia, y, sobre todas, la que no
-puede sufrirse como terribilísima, si se le allega resistencia de
-tiranía. Por el contrario, los que dan favor <i>directe</i> ó <i>indirecte</i>, ó
-por ignorancia y simplicidad, ó por agradar con buen ó mal
-intento, ó tambien, quizá, por su gran malicia, á los negocios
-temporales y útiles que los hombres pretenden para su crecimiento,
-segun lo que ellos en sí imaginan, puesto que rebosen
-de falsedad y de injusticia, manifiesto es á todos, sin que se
-produzcan testigos, cuánta parte suelen tener en todo lugar y
-entre todas personas grandes y chicas, cuán estimados, cuán
-honrados y venerados, cuán tenidos por cuerdos y prudentes;<span class="pagenum"><a name="Page_379" id="Page_379">[379]</a></span>
-de lo cual se podrán traer y colegir muchos ejemplos, asaz
-claros en esta Historia de las Indias. Tornando al hilo, andando
-el dicho padre fray Anton Montesino muy afligido y corrido,
-y así, desechado de todos, como he dicho, principalmente
-de no poder hablar al Rey, llegóse un dia á la puerta de la
-cámara del Rey, á rogar al portero que lo dejase entrar como
-entraban otras personas, porque tenia cosas que informalle,
-que tocaban mucho á su servicio; pero el portero, lo que las
-otras veces solia hacer con él, hizo, el cual, como abriese á
-otro la puerta, no cuidando que el religioso á tanto se atreveria,
-descuidado un poquito, el padre fray Antonio y su
-compañero, que era un fraile lego, religioso, bueno, con gran
-ímpetu entran dentro de la puerta en la cámara del Rey, á
-pesar del portero, donde se hallaron cuasi junto al estrado
-del Rey; dijo luégo el padre Montesino: «Señor, suplico á
-Vuestra Alteza, que tenga por bien de me dar audiencia, porque
-lo que tengo que decir son cosas muy importantes á vuestro
-servicio.» El Rey, benignamente le respondió: «Decid,
-padre, lo que quisiéredes.» Llevaba el dicho padre un pliego
-de papel, escripto por capítulos, de las crueldades, en particular,
-que se habian hecho, en las guerras y fuera dellas, en
-los indios vecinos desta isla, que habia bien visto y hallándose
-en ellas el fraile que dijimos arriba, que, de los pecadores que
-las habian perpetrado, habia el hábito de fraile lego rescibido.
-Llevaba tambien por memoria en su pliego los tratamientos
-que, despues de los estragos de las guerras, en el servicio
-y trabajos de las minas, y en los demas les hacian. Hincóse,
-pues, de rodillas el padre fray Antonio, ante los píes del
-Rey, y saca su memorial, y comiénzalo á leer, y refiere como
-los indios, estando en sus casas y tierras sin ofender á ninguno
-desta vida, entraban los españoles y les tomaban las mujeres,
-y las hijas, y los hijos para servirse dellos, y á ellos, llevándolos
-cargados con sus camas y haciendas, haciéndoles otros
-muchos agravios y violencias, los cuales, no pudiéndolos sufrir,
-huíanse á los montes, y cuando podian haber algun español
-desmandado, matábanlo como á capital enemigo; iban luégo<span class="pagenum"><a name="Page_380" id="Page_380">[380]</a></span>
-á hacelles guerra, y, para metelles el temor en el cuerpo,
-hacian en ellos, desnudos, en cueros y sin armas ofensivas, estragos
-nunca oidos, cortándolos por medio, haciendo apuesta
-sobre quién le cortaba la cabeza de un piquete, quemándolos
-vivos, y otras crueldades esquisitas; entre otras, le dijo, que
-burlando unos españoles entre sí, estando cabe un rio, tomó
-uno dellos un niño de obra de un año ó dos, y echólo por
-encima de los hombros en el rio, y porque el niño no se sumió
-luégo, sino que estuvo encima del agua un poquito, volvió
-la cabeza y dijo: «¿Aún bullís, cuerpo de tal, bullís?» Dijo el Rey:
-«¿Eso es posible?» Respondió el religioso: «Ántes es necesario,
-porque pasó así, y no puede dejar de ser hecho, pero como
-Vuestra Alteza es piadoso y clemente, no se le parece que haya
-hombre que tal pudiese hacer; ¿Vuestra Alteza, manda hacer
-esto? bien soy cierto que no lo manda.» Dijo el Rey: «No, por
-Dios, ni tal mande en mi vida.» Acabados los estragos y matanzas
-de las guerras, refiere las crueldades de los repartimientos
-y mactamientos que se hacian en las ánimas, y los
-otros trabajos, la falta de los mantenimientos y olvido de la
-salud corporal, ni cura en sus enfermedades; de cómo las
-mujeres que se sentian preñadas tomaban hierbas para echar
-muertas las criaturas, por no vellas ó dejallas en aquellos infernales
-trabajos; el ningun cuidado de dalles algun cognoscimiento
-de Dios, ni consideracion de las ánimas más que si
-sirvieran de animales. Leido su memorial, y el Rey algo lastimado
-y enternecido de oir cosas tan inhumanas, suplicóle
-que se apiadase de aquestas gentes, y mandase poner el remedio
-necesario ántes que del todo se acabasen; el Rey dijo
-que le placia y mandaria entender con diligencia luégo en
-ello, y así, el padre fray Antonio se levantó, y, besadas al Rey
-las manos, se salió, habiendo aquel dia, á pesar del portero,
-bien negociado.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_381" id="Page_381">[381]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO VII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">El Rey mandó luégo que con los de su Consejo, que para
-ésto mandó señalar, se juntasen algunos teólogos; los del Consejo
-fueron en aquel tiempo el obispo de Palencia, que despues
-fué de Búrgos, D. Juan Rodriguez de Fonseca, de quien
-arriba se ha hecho hartas veces mencion, y á quien, desde su
-descubrimiento, los Reyes cometieron la gobernacion destas
-Indias, y era como Presidente, aunque no habia Consejo por sí
-de Indias, como se ha dicho. El otro fué Hernando de Vega,
-varon prudentísimo, y por tal estimado en toda Castilla; el
-otro fué el licenciado Luis Zapata, persona prudente y principal
-entre los licenciados, y más del Rey, que otro, querido,
-y que por la auctoridad que alcanzaba con el Rey, con quien,
-segun era opinion de muchos, sólo consultaba las mercedes
-que habia de hacer, por lo cual le llamaban algunos el Rey
-chiquito; aunque éste y Hernando de Vega, y el licenciado
-Móxica, no estoy cierto que entrasen en esta junta, despues sí,
-muchas veces. Otro fué, de los que á esta junta concurrieron,
-el licenciado Sanctiago, varon cristiano, y de muy buena voluntad.
-Fué otro el doctor Palacios Rubios, doctísimo en su
-facultad de jurista, estimado en ella más que todos, y por
-bueno y buen cristiano tambien tenido, éste, como muy letrado
-é inclinado á escribir en derecho, como muchas otras obras
-en derecho escribió, comenzó desde entónces á escribir cierto
-libro que intituló: <i>De insulis Occeanis</i>, el cual despues prosiguió
-y acabó siguiendo en el error de <i>Hostiensis</i>, fundando sobre
-él el título que los reyes de Castilla tienen á las Indias; y,
-cierto, si sobre aquella errónea y áun herética opinion, sólo,
-estribara el derecho de los Reyes á las Indias, harto poco les<span class="pagenum"><a name="Page_382" id="Page_382">[382]</a></span>
-cupiera jurídicamente de lo que en ellas hay. Y ciertamente,
-mucho parece que se alargó en el dicho su libro, pretendiendo
-dar sabor al Rey, más que desabrille, por lo cual, quizá,
-permitió Dios que el Rey le hiciese pocas mercedes, puesto
-que dél era harto bien querido. Con todo esto, siempre, como
-de su natura era bueno, en cuanto pudo favoreció á los indios,
-como abajo parecerá. Señalóse otro del Consejo para esta
-congregacion, que fué el licenciado Móxica, tambien hombre
-letrado y de virtud. Otro fué tambien nombrado, conviene á
-saber, el licenciado de Sosa, que despues murió obispo de
-Almería, persona de mucha virtud, y que favoreció mucho los
-indios, el tiempo adelante desque fué más instruido, como el
-licenciado Santiago y el doctor Palacios Rubios; estos fueron
-los de quien me acuerdo, no sé si me olvido alguno. Con estos
-juristas mandó el Rey que se juntasen los teólogos siguientes,
-conviene á saber: el maestro fray Tomás Durán, y el maestro
-fray Pedro de Covarrubias, frailes de Sancto Domingo; fué
-tambien nombrado un clérigo, predicador tambien del Rey,
-llamado el licenciado Gregorio. Y porque por aquellos tiempos
-era estimado por más señalado letrado el padre fray Matías
-de Paz, catedrático de teología en la Universidad de Salamanca,
-fraile de la misma Órden de Sancto Domingo, trabajó
-muy mucho el dicho padre fray Antonio Montesino que el
-Rey lo enviase á llamar, que residia, siendo catedrático, como
-dijimos, en Salamanca. La corte, cuando ésto se tractaba, estaba
-en Búrgos; de los que estaban cabe el Rey, algunos, impedian
-que aquel padre maestro fray Matías de Paz no se llamase,
-porque no querian tanta luz cuanta creian que habia de dar
-en esta materia el dicho padre, y siempre se cognosció, cada
-dia más y más, los que al Rey aconsejaban, huir este negocio
-de los indios de claridad de la verdad, mayormente desque
-los del Consejo comenzaron á tener parte interesal en los trabajos
-y sudores, y muertes de los indios, como parecerá. Bien
-creo que no eran todos, pero tambien sospecho que eran algunos,
-y quizá los más. Finalmente, por la suma solicitud y
-diligencia del padre fray Antonio Montesino, el Rey hobo de<span class="pagenum"><a name="Page_383" id="Page_383">[383]</a></span>
-mandar que se enviase á llamar el dicho padre maestro fray
-Matías de Paz; y como el padre fray Antonio fuese de todos
-tractado por muy extraño, y todos los de la corte, al ménos de
-los de palacio y de los oficiales y que desto tractaban, no lo
-pudiesen ver ni áun pintado, vivia muy penado, porque todo
-se le encubria y no sabia dónde atinar, ni á qué portillo acudir,
-ni qué remediar, temiendo que en las juntas que se hacian,
-donde cada dia entraba el dicho padre francisco, fray Alonso
-del Espinal, no habiendo quien volviese por los indios, alguna
-cosa en su mayor perjuicio se determinase. Acordó un dia de
-ir á Sant Francisco y esperar á la portería que saliese el dicho
-padre fray Alonso para ir á la junta, de quien, como se
-ha dicho, se hacia grande caudal, como ni del derecho ni del
-hecho supiese nada para aprovechar, puesto que pudiera bien
-testificar muchas y grandes tiranías, y crueldades, y obras inhumanas,
-que él y yo que ésto escribo vimos juntamente, en
-destruccion de las gentes desta isla, perpetrar. Saliendo, pues,
-del monasterio de Sant Francisco el padre fray Alonso, llegóse
-á él el padre fray Antonio Montesino, y dijo que le queria
-hablar; paróse á oille, y el padre fray Antonio hácele una
-vehemente y cominatoria plática, diciéndole con vehemencia,
-como él solia predicar: «Vos, padre, ¿habeis de llevar desta
-vida más deste hábito andrajoso lleno de piojos que á cuestas
-traeis? ¿Vos, buscais otros bienes más de servir á Dios?
-¿Por qué os enfuscais con estos tiranos? ¿Vos no veis que os
-han tomado por cabeza de lobo, para en sus tiranías se sustentar?
-¿Por qué sois contra aquellos tristes indios desmamparados?
-¿En ésto les pagais los sudores de que, hasta agora, vos
-y vuestros frailes habeis comido? ¿Vos no habeis visto mejor
-que yo las detestables crueldades, que, en las injustas guerras,
-contra ellos han cometido, en las cuales os habeis presente
-hallado? ¿No sabeis y habeis visto, y no dudais que hoy y
-cada dia los matan en las minas y en los otros trabajos, con
-tanto olvido de humanidad, que á las mismas bestias no pueden
-peor tratar? ¡y pluguiese á Dios que como á sus bestias
-los tractasen! ¿Por qué, padre, quereis perder tantos años que<span class="pagenum"><a name="Page_384" id="Page_384">[384]</a></span>
-habeis traido á cuestas ese hábito, en tanta penitencia y religion,
-por cosa que no echais en vuestra bolsa nada, sino por
-agradar, yendo los ojos cerrados, á los que no se hartan de
-beber sangre humana, no viendo el daño tan manifiesto que
-haceis á aquellos desventurados, sin persona viviente que
-vuelva por ellos, haciendo obra como haceis, tan contra justicia
-y caridad?» Estas y otras muchas palabras le dijo, con las
-cuales le hizo temblar las carnes, porque, ciertamente, tenia especial
-gracia y hervor en persuadir las cosas que tocaban al
-ánima, y tenia en ello tanta eficacia, que pocos le oian que no
-saliesen compungidos ó enmendados. En la ciudad de Sancto
-Domingo estaba una mujer sentenciada á que la ahorcasen, y
-de tal manera sentia la muerte con impaciencia, que no queria
-confesarse, y así iba impenitente y desesperada; llamaron
-al padre fray Antonio Montesino, un poco ántes que la sacasen
-para la justiciar, el cual le dijo así como entró, aspérrimamente
-aquestas palabras: «¡Vos no os quereis confesar, mujer perdida!
-¿No sabeis que os habeis de ver dentro de un hora, delante el
-riguroso juicio de Dios, que luégo os ha para siempre de condenar
-á las penas infernales? ¿Qué haceis, decid? Tornad, triste
-de vos, sobre vos, no os perdais.» De tanta eficacia fueron
-estas palabras, que la mujer, como atónita y asombrada, como
-si ya ardiera en las eternales llamas, pide que se quiere confesar
-y comulgar, y ansí, contrita y contenta de morir, fué
-ahorcada. Cuasi desta manera acaeció al padre fray Alonso
-del Espinal, que tornando sobre sí (como en fin fuese buen
-religioso y no pecase sino por ignorancia), dijo al padre fray
-Antonio Montesino: «Padre, sea por amor de Dios la caridad
-que me habeis hecho en alumbrarme; yo he andado engañado
-con estos seglares, ved vos lo que os parece que yo haga
-y así lo compliré.» Respondióle: «Padre, que en todas vuestras
-obras, pareceres y palabras defendais desta y desta manera los
-indios, y siempre sed contra esos pecadores españoles, que
-sabeis vos cuánto por destruillos con sus codicias trabajan; y
-cuando se tractare ésto, responded ésto, y cuando viéredes cosa
-que convenga decirme, avisadme.» Finalmente, desde adelante<span class="pagenum"><a name="Page_385" id="Page_385">[385]</a></span>
-le fué buen amigo, y le daba aviso de lo que en la congregacion
-se tractaba, de donde colegia el padre fray Antonio lo
-que le convenia negociar y avisar á alguno ó algunos de los
-que habia que le ayudaban, como era el doctor Palacios Rubios,
-y el licenciado Santiago, y el licenciado Sosa.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_386" id="Page_386">[386]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO VIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Estaban en la corte á la sazon, segun creo, Francisco de Garay,
-de los antiguos desta isla, de quien habemos hecho arriba
-mencion, y haremos más si á Dios pluguiere, y Juan Ponce
-de Leon, y un Pero García de Carrion, mercader, hombre
-de auctoridad en su manera, y otros vecinos desta isla, y que
-tenian en la servidumbre muchos indios, y habian muerto
-hartos dellos por sus propias codicias é intereses; destos algunos
-habian sido enviados por Procuradores sobre que el Rey
-les diese los indios perpétuos, ó por tres vidas, como en el
-precedente libro se dijo; otros, que habian ido por sus particulares
-negocios. Todos estos, ó algunos dellos, fueron los primeros,
-segun yo entendí y siempre tengo entendido, que infamaron
-los indios en la corte de no saberse regir, é que habian
-menester tutores, y fué siempre creciendo esta maldad,
-que los apocaron, hasta decir que no eran capaces de la fe,
-que no es chica heregía, y hacellos iguales de bestias, como si
-tantos millares de años que estas tierras estaban pobladas,
-llenas de pueblos y gentes, y teniendo sus Reyes y señores,
-viviendo en toda paz y sosiego, en toda abundancia y prosperidad,
-aquella que la naturaleza, para vivir y multiplicarse
-<i>in immenso</i> los hombres, requiere, hobieran habido menester
-nuestras tutorías, las cuales, plugiera á Dios, que ni ellos
-hobieran cognoscido, ni nosotros usurpádolas y usado dellas
-tan contra justicia, porque dellos inmensos, en cuerpos y en
-ánimas, no hobieran perecido, y de nosotros no se viera como
-se ha visto alguno, y se verá muy mayor terrible castigo.
-Este menosprecio é infamia destas gentes, por respeto de
-nosotros inocentísimas, les sucedió por nuestra grande soberbia
-é inhumanidad, y por su gran mansedumbre, paciencia,<span class="pagenum"><a name="Page_387" id="Page_387">[387]</a></span>
-humildad y obediencia, que á todas las cosas las hallábamos
-á la mano, y para cualquiera, por difícil que fuese, que las
-queríamos. Estos hombres pecadores, ó algunos dellos, introdujeron
-esta mancilla, informaron á la larga á los que entraron
-en la junta, y de creer es, y yo así lo creo, que algunos
-de los que allí entraron, más propincuos á las orejas del Rey,
-le informaban contra los indios lo que á los otros oian, ó por
-que pensaban en ello defender, ó favorecer el título del Rey, ó
-porque no les faltaba propósito, como al cabo pareció, de
-haber y tener, siendo ellos absentes y viviendo en la corte,
-para embolsar oro, indios. Este fué siempre, desde aqueste
-tiempo principalmente, aunque tambien comenzaron desde el
-año de 500, como pareció en el libro II, cap. 1.º, hasta hoy
-que es el año de 1559, el fin de los españoles; y así lo entablaron
-por todo este orbe, conviene á saber, infamar y decir
-cuantos males podian hacer creibles de los indios, y por principal,
-que eran bestias y holgazanes y amaban la ociosidad, y
-que no se sabian regir, por fingir necesidad que pareciese
-convenir tenerlos y servirse dellos en aquella infernal servidumbre
-en que los pusieron, diciendo ponerlos en policía y
-para los hacer trabajar, y que así Dios y el Rey serian dellos
-servidos. Ya está visto arriba, en los dos libros precedentes, la
-policía en que los pusieron, y el fructo que Dios y el Rey por
-sus tutorías de los indios sacaron, como sea ya manifiesto, y
-áun confesado por los mismos destruidores de los indios, cuán
-justamente, en muchas partes destas Indias, pudieran los indios
-poner á los españoles en más razonable y humana policía, y
-mejor regimiento que ellos traian y áun tenian en Castilla.
-Juntados, pues, los letrados muchas veces, y platicado sobre
-la gobernacion que debia ponerse á los indios desta isla, porque
-de las demas partes deste orbe no se tractaba, porque no
-habia españoles si no en ésta y en la de Sant Juan, y de Jamáica,
-y ninguno en la tierra firme; habidas todas las falsas
-informaciones que los seglares quisieron dar, y la cierta, que
-el padre fray Antonio Montesino dar pudo, (y ésta consistia
-en que las gentes infieles, mayormente aquestas, debian<span class="pagenum"><a name="Page_388" id="Page_388">[388]</a></span>
-ser traidas á la fe con dulzura, y amor, y libertad, y dádivas,
-y no con aspereza, servidumbre y tormentos como estos padecian,
-como se lee de Sant Silvestre, que atraia los gentiles
-á la fe con dones que les daba, y que la servidumbre que
-estas padecian, era condenada por Dios, como parecia por
-Ecequiel, cap. 34, <i>Væ pastoribus Israel qui pascebant semet
-ipsos</i>, que eran amenazas contra el Rey, si no los remediaba;
-decia, eso mesmo, que decir que aquestas gentes eran incapaces
-de la doctrina y de la fe, era contradecir á la bondad y
-omnipotencia de su Hacedor, etc.), determinaron los susodichos
-teólogos y juristas, al cabo, las siguientes proposiciones, que,
-aunque hervia la infamia contra los indios, no pudieron negar
-en las dos primeras ser libres los indios, y deber ser como
-libres tractados, aunque en las siguientes van oliendo y sabiendo
-á la sustentacion de la tiranía, que era el fin que los
-infamadores y los que los oian de grado, y favorecian, y esperaban
-tener tambien sus provechos, pretendian.</p>
-
-<p>«Muy Poderoso Señor: Vuestra Alteza nos mandó que entendiésemos
-en ver en las cosas de las Indias, sobre ciertas informaciones,
-que cerca dello á Vuestra Alteza se habian dado
-por ciertos religiosos que habian estado en aquellas partes,
-así de los Dominicos como de los Franciscos, y vistas aquellas,
-y oido todo lo que nos quisieron decir, y áun habida
-más informacion de algunas personas que habian estado en
-las dichas Indias, y sabian la disposicion de la tierra y la capacidad
-de las personas, lo que nos parece á los que aquí firmamos,
-es lo siguiente: Lo primero, que pues los indios son
-libres y Vuestra Alteza y la Reina, nuestra señora (que haya
-sancta gloria), los mandaron tractar como á libres, que así se
-haga. Lo segundo, que sean instruidos en la fe, como el Papa
-lo manda en su bula, y Vuestras Altezas lo mandaron por su
-Carta, y sobre ésto debe Vuestra Alteza mandar que se ponga
-toda la diligencia que fuere necesaria. Lo tercero, que Vuestra
-Alteza les puede mandar que trabajen, pero que el trabajo
-sea de tal manera, que no sea impedimento á la instruccion
-de la fe, y sea provechoso á ellos y á la república, y<span class="pagenum"><a name="Page_389" id="Page_389">[389]</a></span>
-Vuestra Alteza sea aprovechado y servido por razon del señorío
-y servicio que le es debido por mantenerlos en las cosas
-de nuestra sancta fe y en justicia. Lo cuarto, que este trabajo
-sea tal, que ellos lo puedan sufrir, dándoles tiempo para recrearse,
-así en cada dia como en todo el año, en tiempos convenibles.
-Lo quinto, que tengan casas y hacienda propia, la
-que pareciere á los que gobiernan y gobernaren de aquí adelante
-las Indias, y se les dé tiempo para que puedan labrar, y
-tener, y conservar la dicha hacienda á su manera. Lo sexto,
-que se dé órden, como siempre tengan comunicacion con los
-pobladores que allá van, porque con esta comunicacion sean
-mejor y más presto instruidos en las cosas de nuestra sancta
-fe católica. Lo setimo, que por su trabajo se les dé salario
-conveniente, y ésto no en dinero, sino en vestidos y en otras
-cosas para sus casas.&mdash;<i>Johannes, Episcopus Palentinus, Comes.</i>&mdash;<i>Licenciatus
-Sanctiago.</i>&mdash;<i>El Doctor Palacios Rubios.</i>&mdash;<i>Licenciatus
-de Sosa.</i>&mdash;<i>Frater Thomas Duran, Magister.</i>&mdash;<i>Frater
-Petrus de Covarrubias, Magister.</i>&mdash;<i>Frater Mathias de Paz,
-Magister.</i>&mdash;<i>Gregorius, Licenciatus.</i>»</p>
-
-<p>Por estas siete proposiciones parece cuán buena intencion
-tuvieron los letrados, y cuánto se desviaban de las infamias
-que se habian levantado á los indios por los que los
-tenian y querian tener opresos en servidumbre perpétua. Todavía
-en la tercera, cuarta, y quinta, y sétima, pareció que
-suponian que los indios habian de estar repartidos y en poder
-de los españoles como los tenian; pero poníanles algunas limitaciones,
-porque les faltó clara y particular informacion,
-la cual, áun el mismo padre fray Antonio Montesino, como
-habia poco que era venido á esta isla, complida no tenia,
-como despues la pudiera dar muy más larga. Faltóles noticia
-de las multitudes de los pueblos pacíficos, y señores, y Reyes
-desta isla, y la gobernacion natural, y policía ordenada,
-cuanta, sin fe y cognoscimiento del verdadero Dios, puede
-tenerse para vivir en paz, y abundancia, y prosperidad, y
-crecimiento <i>in immenso</i>, como dije, que tenian. Faltóles tambien
-cognoscimiento de la imposibilidad de poder vivir, y no<span class="pagenum"><a name="Page_390" id="Page_390">[390]</a></span>
-perecer como perecieron, teniéndolos los españoles repartidos,
-y así ignoraron que aquella manera de servidumbre despótica
-ó de esclavos, y no de hombres y gentes, como ellos determinaron,
-que eran libres, y así carecieron totalmente de la lumbre
-y claridad, y verdad del hecho. Contra lo cual, mirando
-el maestro fray Matías de Paz más en esta materia, compuso
-un tractado en latin, en obra de quince dias, desterrando é
-impugnando el modo de servirse de los indios despótico, y
-probando que habian de ser gobernados como personas y
-gentes libres, donde pone aquesta conclusion y es la tercera:
-<i>Auctoritate Summi Pontificis el non aliter licebit Catholico atque
-invictissimo Regi nostro supradictos indos regali imperio seu
-politico, non autem despotico, regere, atque sic perpetuo sub
-suo dominio retinere</i>. Y en el primer corolario de aquella
-conclusion, dice así: <i>Unde quicumque eos hactenus servitute
-despotica premuit, postquam sunt ad fidem conversi, ad restitutionem
-de damno et lucro propter talem servitutem dumtaxat necessario
-tenetur</i>. Por manera, que reprobó y condenó la manera de
-servirse de los indios, por el repartimiento, por despótico y
-de esclavos, como en verdadera verdad lo era, y, por consiguiente,
-el mismo repartimiento, y determinó ser obligados
-los españoles, que así de los indios se habian servido, á
-restitucion de todo lo que con ellos habian adquirido, y de
-los daños que por ello rescibieron. ¿Y quién de ellos, aunque
-el Rey les ayudara con su Estado, pudiera restituir los daños
-que, tan innumerables gentes como habia en esta isla, de los
-españoles padecieron, pues todas, por los trabajos y amargos
-é inhumanos tractamientos, en las minas y en los otros pestilentes
-ejercicios, por sus cudicias, perecieron?</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_391" id="Page_391">[391]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO IX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Determinadas estas siete proposiciones, dijeron de partes
-del Rey á los dichos letrados, teólogos y juristas, que hiciesen
-ó ordenasen leyes, esplicándolas, porque eran como principios
-que incluyen dentro de sí muchas particulares reglas. Los
-letrados no quisieron, porque no se atrevieron, diciendo que
-ellos habian determinado aquellas reglas universales, que hiciesen
-las leyes ellos, las cuales tanto serían más justas cuanto
-más se acercasen y conformasen con aquellos principios, y
-tanto injustas cuanto se desviasen dellos, por consiguiente. Y
-porque todos anhelaban y todo su cuidado y solicitud era que
-los indios no saliesen de poder de los españoles, sino que los
-repartimientos se perpetuasen, (todos, digo, los que desta isla
-que tenian indios, estaban en la corte, y muchos de la corte
-que pensaban rodear de tener en ellos parte, quizá por los
-mismos desta isla, poniéndoles interese grande delante, porque
-fuesen en que los indios siempre se repartiesen, de lo cual yo
-nunca dudé, ni agora dudo), despues de haber muy bien informado
-de las infamias de los desmamparados indios á todos
-los de la corte, y en especial al licenciado Gregorio, que se
-habia hallado en hacer las susodichas siete proposiciones, y
-á otro predicador del Rey, fraile de Sancto Domingo, llamado
-fray Bernardo de Mesa, que despues fué nombrado para Obispo
-de la isla de Cuba, puesto que nunca fué allá, y al cabo
-murió obispo de Elna, en Cataluña, gracioso predicador, á
-los cuales dos hallaron, para rescibir sus falsas informaciones,
-más benévolos y aparejados, rodeóse por los ministros, creo
-yo, de Satanás, que el Rey les mandase ó de su parte se les
-mandó ó cometió, que cada uno destos dos predicadores reales,
-diese por escripto, en la materia, su parecer. El dicho<span class="pagenum"><a name="Page_392" id="Page_392">[392]</a></span>
-padre fray Bernardo de Mesa comprendió el suyo dentro de
-siete proposiciones. La primera fué, que el Rey era obligado
-á trabajar con gran diligencia, tanta y mayor que habia
-puesto en adquirir el estado de acá, en que los indios, moradores
-naturales destas Indias, se convirtiesen á la fe y la
-amasen, no solamente enviando Prelados, más áun otros predicadores
-celosos, si aquellos no bastasen, para su conversion
-é instruccion en las buenas costumbres; y ésto por el estrecho
-mandamiento que el Papa le puso por su bula de la donacion,
-en la cual se mostraba claramente, que una de las principales
-cosas que le movió á hacer la dicha donacion, fué
-para que la fe se plantease en aquellas tierras, y con ella las
-otras virtudes, tanto cuanto fuese posible. La segunda, que
-siendo los indios, como lo eran, súbditos vasallos de Su Alteza
-y no siervos, justamente se les podrán imponer y pedir servicios
-tales, que fuesen dentro de los límites de vasallos, porque
-los indios no eran siervos por derecho, porque no fueron
-conquistados al principio por la introduccion de la fe, ni por
-razon de su infidelidad, porque la infidelidad en ellos no era
-pecado; ni ménos son siervos por compra, ni ménos son siervos
-por natividad, porque naturalmente todos los hombres
-son libres, ni ménos eran siervos por la estimacion de Su Alteza,
-ni de la reina doña Isabel de gloriosa memoria, que
-siempre los llamaron libres, y era manifiesta señal de libertad.
-Y dice que él no via otra razon de servidumbre sino la natural,
-que era falta de entendimiento y capacidad, y la falta de
-la firmeza para perseverar en la fe y buenas costumbres,
-porque aquella es una natural servidumbre, segun el filósofo,
-ó por ventura, son, dice él, siervos por la naturaleza de la
-tierra, porque hay algunas tierras á las cuales el aspecto del
-cielo hace siervas, y no podrian ser regidas si en ellas no hobiera
-alguna manera de servidumbre, como en Francia, Normandía,
-parte del Delfinazgo, siempre han sido regidas mucho
-á semejanza de siervos; mas como quiera que sea, los indios
-no se pueden llamar siervos, aunque para su bien hayan de
-ser regidos con alguna manera de servidumbre, la cual no ha<span class="pagenum"><a name="Page_393" id="Page_393">[393]</a></span>
-de ser tanta que les pueda convenir el nombre de siervos, ni
-tanta la libertad que les dañe, pues para su bien fueron dados,
-principalmente á los reyes de Castilla, y no para el de los
-Reyes, puesto que justamente se les piden á estos los servicios,
-y ellos son obligados á los dar, etc. La tercera, que pues
-los indios habian de dar el dicho tributo y servicio á su Príncipe,
-y no tienen manera para le dar otro, sino el personal,
-que aquel se les debe pedir y ellos lo deben de dar, por
-cuanto el tributo ó servicio que al Rey se hace, ó ha de ser
-de las riquezas ó de la persona; los indios no poseen riquezas
-naturales ni artificiales, como saben los que han visto su tierra,
-resta luégo que el servicio ha de ser hecho con la persona
-en las cosas que más convenientes fueren á su Rey y señor.
-La cuarta, que pues los indios eran dados al Rey para su
-bien, y la ociosidad es el mayor mal que ellos pueden tener,
-que debia Su Alteza con gran estudio trabajar de les quitar
-el daño depravado de la ociosidad, mandándolos siempre
-ocupar en algunos ejercicios espirituales ó corporales, que
-en la verdad, aunque la ociosidad sea madrastra de todas las
-virtudes en todas las naciones, mucho más lo es, dice él,
-en los indios, que eran habituados y criados en el pecado de
-la idolatría y en otros pecados, los cuales reverdecen y crecen
-con la ociosidad, y por ésto fueron reprendidos ágriamente
-por el Señor, los que fueron hallados ociosos todo el
-dia en el mercado; y Sant Pablo dice: «El que no quiere trabajar
-no coma, etc.» La quinta proposicion, que para evitar el
-dicho vicio de la ociosidad y los otros vicios que della se
-siguen, era lícito que Su Alteza repartiese los indios entre los
-fieles de buena conciencia y de buenas costumbres, los cuales,
-allende de los ocupar, les enseñen las cosas de la fe y de las
-otras virtudes; bien parece ser ésto lícito, porque los indios
-no conviene que sean ocupados por otros de su misma nacion,
-que seria incurrir en los inconvenientes que deseamos huir, é
-asimismo porque no podrán ser enseñados por sus Caciques,
-que son ignorantes, como ellos, en las cosas de la fe, de donde
-se sigue que han de ser puestos en manos de quien los pueda<span class="pagenum"><a name="Page_394" id="Page_394">[394]</a></span>
-aprovechar, ansí en la doctrina como en la ocupacion y
-ejercicio, y desta proposicion, muy poderoso señor (dice el
-padre fray Bernaldo), se sigue un corolario, que á mi parecer,
-ser necesario á la seguridad de la conciencia de Vuestra Alteza,
-y es, que los indios no han de ser dados indiferentemente
-á todos, sino á personas calificadas, con tales cualidades, que
-se pueda conseguir el efecto de la buena ocupacion y buena
-doctrina, que, para los indios, Vuestra Alteza es obligado á
-procurar. La sexta es, que los fieles, á quien los indios por el
-repartimiento fueren concedidos, son obligados á les dar suficiente
-mantenimiento, y moderar sus trabajos de tal manera
-que no sean exasperados, ni aborrezcan la fe, ni las buenas
-costumbres de los fieles. La sétima es, que Vuestra Alteza les
-debe tasar los trabajos y el mantenimiento, y darles propia
-hacienda, como á libres, y casas, é imponerles en la policía
-conveniente á su capacidad, y pues Dios les hizo merced de
-los traer al servicio de Vuestra Alteza, debe procurar que
-sientan que no son siervos, sino libres debajo del yugo de
-Jesucristo, nuestro Salvador. Y al presente, muy poderoso
-señor, ésto es lo que se me ofrece en esta materia, mayormente
-que sé que por lo que otros han escripto, está la materia
-asaz suficientemente declarada, aunque en palabras breves.
-Resta agora satisfacer á algunas auctoridades que á
-algunos les parece que hacen en contrario de lo que habemos
-dicho, y especialmente á una auctoridad de Ezequiel, cap. 34,
-en que son los superiores reprendidos, que apacientan á sí
-mismo de la leche del ganado, olvidando apacentar las ovejas;
-y, cierto, yo no dudo, muy poderoso señor, sino que si Vuestra
-Alteza descuidase de proveer de pasto espiritual á los indios,
-y de justicia y remedios posibles para su salvacion, que la
-conciencia de Vuestra Alteza podria tener escrúpulo, por la
-auctoridad sobredicha, en la cual se dice: «Væ», que es señal
-de pena eterna en la Sagrada Escriptura. Mas con la provision
-de los Prelados y otros predicadores, y con el Consejo y
-justicia que Vuestra Alteza allá tiene, y con las ordinarias
-provisiones que Vuestra Alteza acá me parece que hace, creo<span class="pagenum"><a name="Page_395" id="Page_395">[395]</a></span>
-que es libre de la maldicion de la dicha auctoridad. Asimismo
-dicen, que los indios y todos los nuevamente convertidos
-han de ser tractados con dulzura y libertad, lo cual prueban
-con muchas auctoridades, las cuales todas son de conceder, si
-la dicha dulzura y libertad no empece á la conversion y
-perseverancia de los indios; mas siendo verdad que libertad
-absoluta daña á los indios, por su mala disposicion, como probamos
-en la segunda proposicion, digo que las auctoridades
-no harian al propósito, porque todas ellas hablan en caso que
-aproveche la dulzura de la libertad, que, en la verdad, no hay
-otra libertad verdadera, sino aquella servidumbre que nos
-estorba el pecado, el cual verdaderamente nos hace siervos.
-A lo que dicen que el Papa Silvestre y otros sanctos parece
-que han prometido y dado dones á los nuevamente convertidos,
-digo, que este ejemplo presupone que los indios tengan
-aficion á las riquezas, y habilidad para distinguir entre rico y
-pobre, como lo tenian aquellos á quien Sant Silvestre hablaba,
-mas no gozándose los indios con los dones, más que los
-perricos y corderos con el bocado que bien les sabe, no há
-lugar el ejemplo. Dicen más, que esta incapacidad que ponemos
-en los indios, contradice á la bondad y potencia de su
-Hacedor, porque es cierto que, cuando la causa produce efecto
-tal que no pueda consegir su fin, que es alguna falta de la
-causa, y así, será falta de Dios haber hecho hombres sin capacidad
-bastante para rescibir fe y para salvarse; y así, por
-cierto, yo creo, que ninguno de sano entendimiento podrá
-decir que en estos indios no haya capacidad para rescibir la
-nuestra fe, y virtud que baste para salvarse y conseguir el
-último fin de la bienaventuranza. Mas yo oso decir que hay en
-ellos tan pequeña disposicion de naturaleza y habituacion,
-que, para traerlos á rescibir la fe y buenas costumbres, es
-menester tomar mucho trabajo, por estar ellos en tan remota
-dispusicion, y dado que reciban la fe, la naturaleza dellos no
-les consiente tener perseverancia en la virtud, quier por ser
-insulares, que naturalmente tienen ménos constancia, por ser
-la luna señora de las aguas, en medio de las cuales moran los<span class="pagenum"><a name="Page_396" id="Page_396">[396]</a></span>
-insulares, quien por los hábitos viciosos, que siempre inclinan
-á actos semejantes; así, de donde se sigue, que aunque ellos
-tengan capacidad para rescibir la fe, no por eso se quita que
-no sea necesario tenerlos en alguna manera de servidumbre,
-para mejor disponerlos y para constreñirlos á la perseverancia,
-y ésto es conforme á la bondad de Dios, etc. Esto es todo
-el parecer que dió el dicho padre fray Bernaldo de Mesa.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_397" id="Page_397">[397]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO X.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En todo lo cual, que dicho ha, parece cuán bien informado
-fué de los que desta isla en la corte á la sazon se hallaron, y
-cuánto crédito les dió al abatimiento é infamia destas gentes,
-que todo cuanto en estos capítulos dijo lo fundó en la inhabilidad,
-y cuasi aniquilacion de hombres, quitándoles todo cuasi
-el ser humano, nunca habiendo visto indio alguno, más de la
-relacion de los seglares que morian por matallos, chupándoles
-por sus codicias la sangre, no curando de se informar del
-padre fray Antonio Montesino, á quien debiera dar más crédito,
-como á hombre religioso y letrado, y cognoscido en el
-reino por tal, y de su Órden, que cognoscia los indios é iba
-de acá, y que no pretendia interese temporal alguno, más de
-volver y defender aquestas gentes inocentes, de todos desmamparadas,
-y de todos destruidas y consumidas, sólo por la excesiva
-y ardiente llama del ambicion y codicia de los de nuestra
-nacion, ántes buscó soluciones frívolas para responder á
-las razones y auctoridades que el dicho padre fray Antonio
-alegaba, y defender su error, concebido solamente de aquellos
-que en cualquiera juicio meritísimamente fueran repelidos
-como capitales enemigos, interesales, y lobos hambrientos despedazadores,
-con verdad hablo, destas ovejas mansísimas, que,
-de tan inmenso número, habian destruido y disminuido. Fuera
-bien preguntar á aquel padre, y yo se lo preguntara cuando lo
-cognoscí despues, si supiera que tal parecer habia dado, si los
-insulares de Inglaterra, y de Sicilia, y de Candía, ó los más
-cercanos de España, los baleares, ó mallorquinos, fuera bien
-repartillos entre otras gentes, porque la luna señorea las aguas.
-Item, los de Normandía y parte del Delfinado, si los repartieron
-como atajos de ganados, por razon de predicarles la fe<span class="pagenum"><a name="Page_398" id="Page_398">[398]</a></span>
-ó poner en policía, y otras virtudes dotarlos. No imaginó aquel
-padre, sino que las gentes desta isla debian ser algunas manadas
-de salvajes de hasta 3 ó 4.000, como ganado en alguna
-dehesa, que se podian repartir entre algunas buenas
-personas para que las enseñasen, y de la vida salvaje reducillos
-á vida y costumbres más urbanas; y si él no fuera tan
-crédulo á los seglares, y cegarse ó cerrarse con sólo aquello
-que les referian, en lo cual debiera estar recatado y sospechoso
-si á aquellos les iba en lo que decian algo, debiera de
-interrogar (pues que la cosa era de tan gran importancia, y
-á dar parecer sobre lo que no sabia se determinaba), cuántas
-gentes habia en esta isla, y si tenian pueblos y quien los rigiese
-y gobernase, y si vivian en paz, y si comian ó morian de
-hambre, ó si vinieron los españoles á hartallos, y haciendo
-esta inquisicion, hallara que en esta isla habia sobre tres ó
-cuatro cuentos de ánimas, que tenian sus pueblos y poblaciones
-ordenadas, como habia cinco Reyes, y cinco reinos principales,
-y otros infinitos señores que á aquellos obedecian, la
-abundancia de los mantenimientos y las grandes labranzas,
-con las cuales infinitas veces hartaron las hambres y dieron
-las vidas á los holgazanes españoles, que de ociosos y holgazanes
-los infamaron, como todo lo dicho queda en los libros
-superiores asaz probado y declarado. Y cosa es ésta maravillosa,
-y con verdad hablo, que ninguna gente del mundo jamás
-se vió tan ociosa, inútil, ni holgazana, que los españoles que
-á esta isla vinieron y vienen, y á todas estas partes, y que del
-vicio pestilencial que ellos son maculados y señoreados, hayan
-tan falsamente y tan perniciosa á estas gentes infamado. Estas
-gentes, como no pretendian más de naturalmente vivir y sustentarse
-y no atesorar, lo que la perfeccion evangélica reprueba
-y daña, y las tierras tenian tan felices y abundantes, que
-con muy poco trabajo, todo lo necesario alcanzaban, todo el
-demas tiempo en sus cazas, y pesquerías, y sus fiestas y bailes,
-y en ejercicios de sus manos, en cosas que hacian harto
-delicadas, careciendo de hierro y instrumentos, como en el
-primero libro, pero más largo y muy claro en nuestra Historia<span class="pagenum"><a name="Page_399" id="Page_399">[399]</a></span>
-apologética demostramos, se ocupaban, y así no estaban
-del todo ociosos mano sobre mano; tenian tambien sus guerras
-de cuando en cuando, unas provincias ó reinos con otros,
-sobre algunas causas. Concedemos que, segun la diligencia y
-solicitud ferviente, y infatigable cuidado que nosotros tenemos
-de atesorar riquezas, y amontonar bienes temporales por nuestra
-innata ambicion y codicia insaciable, que podrán ser
-aquestas gentes por ociosas juzgadas, pero no segun la razon
-natural y la misma ley divina y perfeccion evangélica, que,
-como dije, la parcidad y contentamiento, con sólo lo necesario,
-destas gentes aprueba y loa, y nuestra ánsia y demasiada
-soberbia, solicitud y codicia detesta, y da por condenada; y
-como á gente acostumbrada á poco trabajar, por las razones
-dichas, viviendo en abundancia, sobrevino tanta priesa y tanto
-cuidado de los españoles por ser ricos, á lo cual se siguieron
-los intolerables trabajos como se pasan en sacar oro, que son
-trabajos infernales, y los indios fuesen forzados á pasar de un
-extremo á otro, juzgue quien quiera que sea, si tuvieron razon
-de sentir los trabajos y tenerse por agraviados, por lo cual se
-huian á los montes, como el buey ó la res huye de la carnicería
-por instinto natural, cuanto más los hombres racionales
-que habian experimentado su reposo, y trabajo para sí moderado,
-siendo señores de sí mismos y de sus casas, y se vian
-puestos en tantos tormentos y amarguras, de la vida pasada
-tan exorbitantes, y morir para provecho de aquellos que cognoscian
-no tener otro fin, sino, por haber oro, consumillos,
-gastallos y acaballos, y de aquesta huida de aquella vida infernal
-y desesperada, nació y tomaron los españoles su principio
-para de ociosos y holgazanes infamallos. Y porque se
-conozca claro si tuvieron causa y razon de huir á los montes,
-é si pudieran meterse debajo de la tierra y dentro de sus entrañas,
-y no parezca que encarecer tanto los trabajos de las
-minas es cosa fingida y demasiadamente exagerada, quiero
-traer aquí lo que dice Diódoro, antiguo historiador y de mucho
-crédito entre los antiguos, de los trabajos que trae consigo el
-oficio de sacar el oro, puesto que en el libro II, cap. 3.º, queda<span class="pagenum"><a name="Page_400" id="Page_400">[400]</a></span>
-tambien relatado. Cuenta en el libro IV, cap. 2.º, que los Reyes
-de Egipto á todos los que cometian crímen alguno digno
-de muerte, y á los enemigos que prendian en las guerras, y á
-los que calumniaban falsamente á otros, y á los que, por ira
-del Rey, eran condenados á cárcel, por pena los echaban á las
-minas á sacar oro; á estos, porque por los trabajos intolerables
-no se huyesen, los echaban en hierros, y poníanles soldados
-de diversas lenguas, que con suma diligencia los guardaban,
-para que, no entendiéndose, unos con otros no hablasen, y así
-no cobrasen amistad con alguno, y por ruegos, ó por amor, ó
-compasion lo soltasen, á los cuales se daba tanta priesa y tan
-importuno trabajo, que de noche ni de dia no se les daba
-chica ni grande holganza. Sobre los trabajos añidíanles injurias,
-afrentas, azotes y palos; allí no perdonaban á viejos, ni
-á mujeres, ni á muchachos, y á niño y á cada uno daban su
-oficio, unos cavaban, otros molian las piedras que suelen estar
-con el oro entrañadas. Andaban todos desnudos sin tener con
-que sus partes secretas se tapasen, todos sucios y enlodados,
-tanto, que ninguno los via, que tuviese alguna parte de humanidad,
-que de tanta calamidad no hobiese lástima, porque
-ninguna piedad, ningun descanso, ninguna holganza se les
-daba, que fuese viejo, que estuviese enfermo, que la fiebre ó
-otro dolor y mal le fatigase, fuese mujer ó hombre, con carnes
-ó flaco, ninguna misericordia con ellos se usaba, ántes con
-palos y azotes al continuo trabajo eran forzados, hasta que de
-flaqueza y angustia los desventurados echaban el ánima; muchos,
-por temor de vivir vida tan amarga, escogian la muerte
-por más descanso, y así se mataban. Así lo dice Diódoro:
-<i>Ægipti enim reges crimine damnatos, omnes ac ex hostibus captos,
-insuper ob aliquam falsam calumniam aut regum iram in carcerem
-detrusos, auro effodiendo deputant, simul sumpta facinorum
-pæna, et magno quæstu ex eorum labore percepto, illi compedibus
-vincti, magnus hominum numerus absque ulla intermissione die
-nocteque exercentur, nulla neque requies concesa; omnique ablata
-fugiendi facultate, nam barbari milites diversa invicem lingua,
-eorum custodiæ præsunt, quorum nullus sermonis comercio sublato<span class="pagenum"><a name="Page_401" id="Page_401">[401]</a></span>
-aut precibus aut amore potest corrumpi.</i> Et infra: <i>Ab hoc
-labore nunquam conquiescunt, contumeliis verberibusque ad continuum
-opus coacti.</i> Et parum infra: <i>Omnibus horum corporis
-illuvies neque veste ulla operiente pudenda, nemo est quin eo aspectu
-fedo tetroque motus, tantæ misereatur calamitatis. Sed nulla
-pietas, nulla requies, nulla venia illis datur, sive æger, sive febricosus,
-sive senes, sive feminæ debiles fuerint, sed plagis omnes ad
-continuum opus coguntur quoad miseri ex debilitate deficiant. Sunt
-qui timore futuræ vitæ, quæ presenti putant pena deteriorem, mortem
-vitæ preferant.</i> Y porque más copiosamente se pruebe qué
-vida y descanso suceda el oficio de sacar oro á los que lo sacan,
-quiero tambien traer aquí lo que el mismo Diódoro, libro VI,
-cap. 9.º, refiere que con esta obra y ejercicio padeció España.
-Despues que los romanos sojuzgaron á España, los italianos,
-con ánsia de se enriquecer, como lo hicieron, entrar en la misma
-granjería acordaron; compraron gran copia de esclavos
-españoles que habian captivado los romanos, y metiéronlos en
-las minas de oro y plata; los esclavos que en aquellas minas
-trabajaban traian á sus señores grande ganancia, mas como
-de dia y de noche ocupados estuviesen en los trabajos, muchos
-morian por el demasiado y excesivo trabajo, como quiera
-que ninguna holganza se les daba, ántes, con azotes y palos,
-al continuo ejercicio los forzaban, y muy raros eran los que
-vivian vida larga, sino eran los que de fuerzas y vigor del
-ánimo hacian á los otros alguna ventaja, á los cuales, empero,
-la muerte, mucho más que la vida, por la grandeza de la miseria,
-era deseada. <i>Postea cum Romani Iberiam subegissent,
-Italici, qui lucri cupiditate id sibi opus sumpsere, maxime ex eo
-ditati sunt; emptam enim servorum copiam ad effodienda metalla
-deputant, qui variis locis metallorum venas scructati.</i> Et infra: <i>Servi
-qui ad hæc metalla deputati sunt, incredibilem quæstum afferunt
-dominis, verum cum die noctuque in labore perseverent, multi ex
-nimio labore moriuntur, cum nulla eis ab opere detur requies,
-aut laboris intermissio, sed verberibus ad continuum opus coacti,
-raro diutius vivunt. Robustiori quidam corpore et animi vigore,
-plurimum temporis in ea versantur calamitate, quibus tamen ob<span class="pagenum"><a name="Page_402" id="Page_402">[402]</a></span>
-miseriæ magnitudinem mors est vita optabilior.</i> Yo digo verdad,
-como cristiano, que lo mismo que Diódoro dice en estos dos
-ambos lugares, sin alguna cosa faltar, se cumplió y cumplia
-en las gentes desta isla que traian los españoles en las minas,
-y así, porque huian desta pestilente calamidad, decian los españoles
-que de haraganes y ociosos lo hacian; y ésto entendió
-y creyó el padre fray Bernardo dellos mismos, más de lo
-que debiera, y por eso trabaja en su parecer dar remedio para
-que no estén ociosos los indios.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_403" id="Page_403">[403]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Debiera tambien considerar el padre fray Bernardo, habiendo
-primero hecho la dicha indagacion é interrogacion,
-que pues tenian sus pueblos y grandes poblaciones, y tenian
-sus Reyes y señores muy grandes, y de grande tierra, y gentes
-y señorío, y vivian en paz, y tenian tanta abundancia de
-provisiones, y cada uno estaba contento con lo suyo, que
-aquesto era señal de guardarse entre ellos justicia, porque la
-paz y sosiego de los pueblos, y vivir cada uno seguro, y ser
-señor de lo suyo, donde concurre multitud de gente, no suele
-conseguirse sino donde hay órden y justicia, segun el Filósofo,
-y tambien Sant Agustin lo afirma y es claro de sí. Pues donde
-hay Reyes y señores, y obediencia grande á ellos, y hay órden,
-justicia y paz, y cada uno está en su casa seguro, contento
-con lo que tiene, y ésto tiene en abundancia para sustentar
-la naturaleza humana, y cada dia crece la gente, como
-estas naciones crecian en inmenso, y las vimos con nuestros
-ojos ser sin número, no debia ser desordenada ni mala su
-policía; y si contenia su policía todas las partes que están
-dichas, como es verísimo y fué manifestísimo, y á una voz
-todos lo confiesan, muertos y vivos, que ninguno lo niega, áun
-los que no lo vieron, por ser cosa manifestísima, despues áun
-de asolada esta isla, no tenian falta de entendimiento, ni por
-consiguiente eran siervos por natura por ello, y tampoco por
-la naturaleza de la tierra, ni por el aspecto del cielo, como los
-destruidores dellos levantaron, y el padre fray Bernardo, dándoles
-algun crédito, en su proposicion segunda dice; y fué
-harto demasiado, y temerario en lo que en la postrera solucion
-que dió, dijo, afirmándo lo que nunca vido ni supo, conviene á
-saber, que osaba decir haber en los indios tan pequeña dispusicion<span class="pagenum"><a name="Page_404" id="Page_404">[404]</a></span>
-de naturaleza, que, para traerlos á la fe y buenas costumbres,
-era menester tomar mucho trabajo, por estar en tan
-remota dispusicion. Mala, y no prudentemente dicho; y bien
-dijo que osaba decir, porque osar decir es atreverse, y el atrevimiento
-importa vicio digno de reprension, donde parece
-cuánto crédito dió á los capitales enemigos de los indios. Esto
-es verdad, cierto, que tanto entendimiento y capacidad tenian
-las gentes desta isla, cuanto les era necesario para regirse y
-bien regirse, así los particulares vecinos para regir sus casas,
-como los Reyes y señores para gobernar sus pueblos, repúblicas,
-reinos y señorios, cuanto sin fe y cognoscimiento del
-verdadero Dios se pudo hallar entre otras muchas naciones,
-en lo cual, á muchas otras excedieron; y si fuéramos nosotros
-tan dichosos, que, como Dios nos dió noticia dellos para que á
-ellos y á nosotros salvásemos, los instruyéramos segun cristianos
-debiamos, por su buena innata y natural complexion é
-inclinacion, en cristiandad y virtudes morales, y pacífica, y
-ordenada policía, hicieran ventaja á muchas gentes del mundo,
-pero, por nuestros grandes pecados de ambicion, crueldad
-y cudicia, no fuimos dignos. Faltó tambien el dicho padre
-fray Bernardo en no considerar que, pues aquestas gentes tenian
-sus Reyes y señores, ¿con qué derecho y con qué conciencia
-podian ser despojados de sus estados y señoríos? lo
-cual supone en su tercera proposicion, no haciendo mencion
-alguna dellos, sino llamando Príncipe que era el rey de Castilla,
-tratando de los tributos; y aunque confesamos que el
-rey de Castilla y Leon, por la concesion de la Sede apostólica,
-para fin de convertir aquestas gentes es Príncipe soberano en
-todo aqueste orbe, pero no por eso se sigue que sean privados
-de sus estados y señoríos los Reyes y señores naturales
-destas gentes, porque ésto seria desbaratar todas las policías
-humanas, y escandalizar y turbar el mundo, y así contra ley
-natural y divina, como en nuestro libro, <i>De unico trahendi modo
-universas gentes ad veram religiones</i>, habemos evidentemente
-probado y declarado; y la ignorancia ha hecho caer en grandes
-y perniciosos errores á muchos, y no se escapó dellos el<span class="pagenum"><a name="Page_405" id="Page_405">[405]</a></span>
-padre fray Bernardo, y así debiera de hacer cuenta de los señores
-naturales, cuando hablaba de dar tributo al Príncipe.
-Erró tambien no ménos en decir que los indios eran obligados
-á dar servicios personales al Rey, suponiendo una cosa falsa,
-que estas gentes no tenian riquezas naturales. Manifiesto
-es que las riquezas naturales, segun el Filósofo en su libro de la
-Política, no son otra cosa sino las labranzas y frutos que dá la
-tierra, con que naturalmente, sin oro y sin plata, nos sustentamos
-y vivimos, y destas, más ricos los hallamos y eran, que
-otras muchas naciones, por la abundancia que de labranzas
-y mantenimientos tenian, como ya queda probado y muchas
-veces dicho, y bastaba dar destas por tributos al Rey, segun
-el padre fray Bernardo dice deber al Príncipe. De las artificiales
-riquezas, que son oro y plata, ni las tenian ni eran
-dignas de ser tenidas, pues la perficcion evangélica, y áun la
-verdadera y natural filosofía, las estima por estiércol, y por
-tanto no se les puede dar á estas gentes carecer dellas por
-vicio; y bastábales, y áun sobrábales, para cumplir con el
-Príncipe, tener en sus tierras muy ricas minas, y dar lugar y
-conceder el Rey, en cuya tierra y señorío estaban las minas,
-que si el Príncipe queria allegar muchas artificiales riquezas,
-enviase gente de Castilla que las cavase y sacase de las minas,
-porque ni por la concesion apostólica perdieron los Reyes
-las minas, ni cosa alguna de las que justamente dentro de
-sus reinos y provincias poseian. Y más añidimos, que los súbditos
-indios de los Reyes naturales desta isla, ni de las demas,
-no eran obligados á dar tributo cada uno al rey de Castilla,
-su Principe, sino los Reyes naturales bastaba que diesen ciertas
-parias, ó ciertas joyas, ó otras cosas, por chicas y de poco
-valor que fuesen, para en recognoscimiento de su universal
-señorío; y con ceder ó abrir mano de las minas y las salinas,
-y otros derechos generales que parece ser derechos reales del
-Príncipe, habian mucho más de lo que debian con el Príncipe
-cumplido: y esta algarabía, no le ocurrió al padre fray Bernardo
-en aquellos dias. Y lo que no carece de gran sospecha,
-que quisiese aquel padre agradar al Rey más de lo que debia,<span class="pagenum"><a name="Page_406" id="Page_406">[406]</a></span>
-es lo que concluyó en su proposicion tercera, que pues los
-indios no tenian riquezas naturales ni artificiales, que el servicio
-que debian dar era con las personas en aquello, en las
-cosas que más convinientes fuesen á su Rey y señor; palabra
-inícua y horrible, dentro de la cual estuvo incluido para
-estas gentes el cruel cuchillo, el cual al cabo los degolló y
-consumió á todos, como se ha visto, porque allí parece dar
-á entender que los podia echar á las minas, como parecerá
-despues en las leyes que por este parecer y por otros semejantes
-se hicieron. Faltóle otra consideracion al dicho padre
-fray Bernardo, y hizo no chica ceguera y gravísimo error en
-la quinta proposicion, diciendo que era lícito al Rey repartir
-los indios entre los fieles de buena conciencia, para evitar
-que los indios no estuviesen ociosos, y aquellos fieles tuviesen
-cargo de los ocupar y de enseñallos en las cosas de la fe, y en
-las otras virtudes. Ya dije arriba que debia pensar aquel padre
-que los indios desta isla debian ser cuales que 3 ó 4.000
-descarriados, como los ganados del campo, porque si toda
-España viniera acá para que se les repartieran los indios, era
-poca segun el infinito número habia de gente en esta
-isla; y agora digo, que debia tambien pensar que los españoles
-que acá pasaron y pasan eran y son ermitaños, y que
-venian y vienen por acá para dejar el mundo y recogerse á
-vivir por las montañas. Y cuánto en aquella quinta proposicion
-haya errado aquel padre, parece, lo primero por lo que
-acaba agora de decir; lo segundo, en contradecirse diciendo
-arriba, en la segunda proposicion, que no halla por qué los
-indios son siervos por ninguna razon de servidumbre civil,
-sino libres, y que como súbditos y vasallos los debia tener
-y estimar el Rey, y en la quinta los hace todos esclavos, diciendo
-que los deben repartir, porque, ¿qué libertad pueden
-tener los hombres repartidos, subjectos noches y dias al mando
-y voluntad de otro inmediato, y que siempre tienen sobre
-sí, el cual los ha de ocupar en trabajos continuos, y mayormente
-los trabajos mortíferos de las minas? Item, si siempre
-habian de estar subjectos á la voluntad de aquellos á quienes<span class="pagenum"><a name="Page_407" id="Page_407">[407]</a></span>
-fuesen repartidos y ocupados, poniéndolos en los dichos trabajos,
-¿cómo dice en la sétima, que el Rey debe mandar que
-tengan propia hacienda y casas, é imponerlos en policía?
-Y ¿qué policía se puede poner á los hombres repartidos de 20
-en 20, y 30 en 30, y 50 en 50, como se hizo? Y si Dios les
-hizo merced de traerlos al servicio de Su Alteza, como dice,
-¿cómo se les puede dar á sentir que no son siervos, sino libres
-debajo del yugo de Jesucristo, sacándolos de sus tierras, pueblos
-y casas, quitándoles sus naturales señores, y viéndose repartidos
-y forzados á servir en los trabajos que se han dicho,
-y áun llevando un español los padres, y otros las mujeres, y
-otro los hijos, como acaecia cada dia? Parece, cierto, quimera,
-lo que aquel padre fray Bernardo en su parecer dijo. Mas lo
-tercero, se muestra su error en aquella su quinta proposicion,
-en que hacia á los seglares apóstoles y doctores de los indios;
-veamos, ¿son indóneos predicadores de infieles, que han de ser
-enseñados desde los primeros rudimientos y principios de la
-fe, y que hablan su lengua oscurísima y distintísima de todas
-las que en el mundo ha habido, y que para sabella y penetralla
-se requiere, como es necesario para predicalles la fe, no
-tener otro negocio y emplear en ello toda su vida, los seglares
-que vienen rabiando y hirviendo en cudicia de ser ricos,
-y los más, quizá, pospuesta toda razon y toda ley, con propósito
-de haber lo que desean, sin diferencia de lugar ni de persona,
-ni de modo, sino como lo pudieren haber? Item, ¿son
-idóneos predicadores los seglares, ya que las lenguas y lo
-demas tuviesen, y á sola la conversion destas gentes, de Castilla
-viniesen, que por la mayor parte ni saben el credo, ni
-los mandamientos, ni lo que para su salvacion necesario les
-es? Más, ¿son idóneos apóstoles y doctores de las gentes simplicísimas,
-infieles, que por la mayor parte, al ménos los destas
-islas, vivian segun la ley natural, los seglares que, por
-la mayor parte, y sacando muy poquitos, y quizá no de
-ciento uno, vimos vivir vida profanísima y llena de todas
-maneras de vicios, que los aires, cuanto más los simples ánimos
-y costumbres de los infieles, que eran como tablas<span class="pagenum"><a name="Page_408" id="Page_408">[408]</a></span>
-rasas, para pintar en ellos lo que quisiéremos, corrompian? Y
-esto es verdad, que acaecia decir el indio, «pese á tal,» y reprendelle
-alguna persona que lo oia, y responder el indio:
-«¿pues ésto es malo? ¿no lo dicen los cristianos?»; y así de
-los otros malos ejemplos y vicios. De aquí es el grande engaño
-que los Reyes, entre otros, rescibieron, y tambien los letrados
-que en la junta primera, que arriba se dijo, se ayuntaron, que
-determinaban, que, para ser los indios más presto cristianos, se
-diese manera para que siempre tuviesen con los españoles
-conversacion. Esto es verdad, que segun lo que en aquellos
-tiempos por nuestros ojos vimos, y lo que despues por muchos
-años habemos experimentado, que se debe tener por regla
-cierta moral, que para que los indios de todas estas Indias sean
-cristianos, es necesario que nunca tuviesen conversacion, ni
-viesen, si posible fuese, á ninguno de todos ellos, por la corrupcion
-que con sus malos ejemplos les causan; y escriptóseme há
-por persona religiosa, prudente y letrado, y bien experimentado,
-que tiene por cierto que el mayor milagro que Dios en aquellas
-tierras hace, es que los indios crean y resciban nuestra fe,
-viendo las obras de los nuestros viejos cristianos: y así, parece
-la ceguedad de aquel padre, que hacia apóstoles de los
-indios, repartidos entre ellos, á los seglares. Lo cuarto, parece
-su yerro no por ambajes, porque para que alguna ley se instituya
-y ponga á los hombres, en ellos dos condiciones son
-necesarias; la una, que sea pueblo ayuntado, porque la ley es
-precepto comun, y que para el bien comun es ordenado; la
-otra, que los hombres vecinos del pueblo tengan libertad con
-efecto, y no de palabras, porque los siervos, como estén á
-mando y disposicion de otro, no son parte de pueblo ni de
-ciudad á quien la ley comun se deba de dar, como prueba el
-Filósofo en el tercero de su «Política»; y por esta causa no dió
-Dios la Ley vieja en tiempo de Abraham, porque no era pueblo,
-ni en tiempo de la captividad de Egipto, aunque los hebreos
-habian en inmenso multiplicádose; pero dióseles cuando
-era pueblo, y salidos de Egipto, donde gozaron de su libertad.
-Nunca hobo religion en el mundo, ni ley se dió á gente<span class="pagenum"><a name="Page_409" id="Page_409">[409]</a></span>
-alguna, que tanto requiriese ser pueblo y gozar de libertad
-los que la han de recebir, como la religion cristiana y Ley
-evangélica, por el ejercicio frecuente, activo y pasivo de los
-Sanctos Sacramentos, en los cuales siempre se han de ocupar;
-y así al propósito parece, que si halláramos estas gentes desparcidas
-como vacas por los campos, para instruillas en la fe
-y dalles la ley de Cristo era necesario que los juntáramos
-y hiciéramos pueblos dellos, como ellos estaban, y si fueran
-todos esclavos, los habiamos de poner en libertad; pero no
-lo hicimos así, ántes, hallándolos en pueblos y poblaciones
-grandes, viviendo en policía y ordenados, los desparcimos,
-haciendo á ellos manadas como de ganados, repartiéndolos, á
-uno 20, y á otro 30, etc., como dejamos probado. Hallámoslos
-en grande y conveniente sosiego y libertad, subjectámoslos,
-hechos, cierto, mucho más captivos que jamás fueron esclavos;
-y á este fin se ordenó el parecer que tan inconsideradamente
-dió aquel padre, por no acertar en la teología y áun
-filosofía moral, clara y razonable, que hallára en Sancto Tomás,
-<i>Prima secundæ, quæst.</i> 98, art. 6.º, y en la tercera parte,
-<i>quæst.</i> 70, si la buscara.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_410" id="Page_410">[410]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Otro predicador del Rey, que fué aquel licenciado Gregorio,
-que arriba dijimos haberse con los letrados juntando y
-hecho las siete proposiciones en el cap. 8.º asentadas, dió
-tambien su parecer, harto diforme de la moderacion que las
-proposiciones mostraban, y muy á la clara quiso mostrar su
-ignorancia y temeridad, en perdicion de los indios y en favor
-del ambicion y cudicia de los que cada hora le hablaban, que
-desta isla en la corte su condenacion negociaban. Este dijo
-así: «Muy alto y muy poderoso Señor: Ví una informacion
-que á Vuestra Alteza escribió un padre religioso de la órden
-de Sancto Domingo, cerca de la subjeccion que tienen á Vuestra
-Alteza los indios de la isla Española, y en ella prueba
-que Vuestra Alteza no se puede servir dellos de mandarlos que
-sirvan á los cristianos de España en cavar y sacar oro, porque
-son libres, y por tales Vuestra Alteza los ha tenido, y así los
-nombra, y no siervos; y pruébalo por una auctoridad de Ezequiel,
-en el cap. 34, la cual trae Sancto Tomás en un libro
-que hizo <i>De Regimine Principum</i>, en el libro III, cap. 10 y 11;
-y porque por parte de Vuestra Alteza me fué mandado que
-yo dijese mi parecer, lo diré aquí. Y para declaracion de la
-verdad presupongo lo que Aristóteles dice y todos los doctores;
-que hay dos maneras de principado, uno es real, y otro
-es dominico ó despótico, el primero es gobernar libres y súbditos,
-para el bien y utilidad dellos, el segundo es como de
-señor á siervo, y, aunque Vuestra Alteza sea Rey y tenga
-el justo dominio de las Indias, digo que puede muy bien y justamente,
-como señor, gobernarlos, y que sirvan por su mandado
-á los cristianos de la manera que sirven, con tanto que<span class="pagenum"><a name="Page_411" id="Page_411">[411]</a></span>
-sean bien tractados y gobernados; y pruébolo brevemente y
-por la misma auctoridad que el dicho padre religioso alega
-de Sancto Tomás, en el libro III del Regimiento de los Príncipes,
-en el cap. 11 cuasi en fin: <i>Interdum enim dum populus non
-cognoscit beneficium boni regiminis expedit exercere tiranides,
-quia et hæc sunt instrumentum divinæ justitiæ, unde et quædam
-insulæ et provinciæ (ut historiæ narrant) semper habent tirannos
-propter malitiam populi, quia aliter nisi in virga ferrea regi non
-possuit. In talibus ergo regionibus sic discolis, necesarius est
-regibus et principibus principatus despoticus, non quidem juxta
-naturam regalis dominii, sed secundum merita, et pertinacias subditorum:
-et ista es ratio agendi in libro de Civitate Dei, et Philosophus
-in tertio Politicæ, ubi distinguit genera regni, ostendit apud
-quasdam barbaras nationes regale dominium esse omnino despoticum,
-quia aliter regi non posunt.</i> Donde parece que, por la malicia
-y barbaria dispusieron del pueblo, se pueden y deben gobernar
-como siervos. Esto mismo dice Aristóteles en el libro I,
-de República, tít. II, cap. 2.º, donde, segun los exponentes, allí,
-dicen, que entónces la gobernacion dominica, <i>id est</i>, tiránica,
-es justa, donde se hace en aquellos que naturalmente son
-siervos y bárbaros, que son aquellos que faltan en el juicio y
-entendimiento, como son estos indios, que, segun todos dicen,
-son como animales que hablan. Esto mismo infieren los doctores
-sobre el primer libro de República, donde dicen que los
-siervos naturalmente, como los bárbaros y hombres silvestres
-que del todo les falta razon, les es provechoso servir á señor
-sin ninguna merced ni galardon. Item, hace para nuestro caso
-lo que Scoto dice en el libro IV, en la distincion treinta y
-seis, art. 1.º, donde, poniéndoles modos de servidumbre, dice,
-que el Principe que justamente es señor de alguna comunidad,
-si cognosce algunos así viciosos que la libertad les daña,
-justamente les puede poner en servidumbre; pues así es que
-estos indios son muy viciosos y de malos vicios, son gente
-ociosa, y ninguna inclinacion ni aplicacion tienen á virtud ni
-bondad, justamente Vuestra Alteza los puede y tiene puestos
-en servidumbre. Ni obsta que Vuestra Alteza los llame libres,<span class="pagenum"><a name="Page_412" id="Page_412">[412]</a></span>
-y la Reina de gloriosa memoria, porque su intincion fué y es,
-declarar que no fuesen así siervos que se pudiesen vender, y
-que ninguna cosa pudiesen poseer, pero en disponer y mandar
-que sirviesen á los cristianos, quiso ponerlos en una servidumbre
-cualificada como es ésta, ó cual les convenia, pues
-la total libertad les dañaba; mayormente que es medio muy
-más conveniente para rescibir la fe, y continuar y perseverar
-en ella, comunicando y participando con los cristianos, que
-dejándolos apartados dellos en libertad, donde luégo se tornaran
-á la idolatría y vicios que primero tenian. Item, hace
-para corroboracion desto lo que dice Agustino de Anchona,
-en su libro <i>De Potestate Papæ</i>, y tráelo el arzobispo de Florencia
-en su tercera parte, donde dice, que, aunque el Papa
-ni otro señor no pueden punir á los infieles por razon de la
-infidelidad que tienen, queriendo ellos obedecer, y no haciendo
-daño á los cristianos, pero á los que pecan pecados contra
-natura, los puede punir porque resciban la ley natural, y haciendo
-contra ella pueden ser punidos; y como idolatría sea
-contra razon y ley natural, por razon de la idolatría pueden
-ser punidos y castigados, y pues estos indios fueron idólatras
-pudo justamente Vuestra Alteza castigarlos, con pena de servidumbre
-cualificada como es ésta, mayormente que estos indios
-no tienen con qué dar tributo á Vuestra Alteza, que le
-deben por razon de ser su Rey y señor, sino por esta manera,
-y por tanto, me parece que es justo lo que Vuestra Alteza
-manda, con tanto que sean bien tratados y mantenidos, y para
-esto mande Vuestra Alteza poner mucha vigilancia y visitadores
-que los visiten cómo son tratados, puniendo y castigando
-á los que en contrario hicieren, y quitándoselos á quien no
-los tractare, y no debe mandar Vuestra Alteza hacer otra innovacion:
-y ésto, so correccion del que mejor sintiere.» Todo
-esto dió por su parecer aquel venerado licenciado Gregorio,
-el cual no parece por todo él sino que, quedar los indios en
-la servidumbre mortífera en que estaban, era su propio negocio,
-y le iba en ello la salvacion de su ánima. Pareció tambien
-su aficion depravada, en que un dia, ó estando en consejo<span class="pagenum"><a name="Page_413" id="Page_413">[413]</a></span>
-ó delante de algunas personas graves, si no me he olvidado,
-tomando y defendiendo el negocio por suyo, afrentó al
-susodicho padre fray Antonio Montesino de palabra, resistiendo
-á lo que el padre por los indios decia. «Yo (dijo él) os
-mostraré por vuestro Sancto Tomás, que los indios han de
-ser regidos <i>in virga ferrea</i>, y entónces cesarán vuestras fantasías.»
-El dicho padre le respondió: <i>Juxta stultitiam suam ne
-sibi sapiens esse videretur</i>, como dice Salomon, proverbio 26.
-Asaz parece como los matadores de los indios lo tenian bien
-persuadido y ganado, pero, ¿qué escusa terná éste y los demas,
-ánte el juicio de Dios, que sólo por dar crédito á los tiranos,
-sin haber visto ni sabido cosa de los indios, y desechar, no
-queriendo ser informado de la verdad que traia, el religioso
-y padre fray Antonio, que no pretendia más de volver por
-Dios y por aquestas infelices gentes desmamparadas, ántes lo
-afrentaba para acobardallo, tomando el negocio por suyo, dejase
-el Rey, por parecer deste y de los demas, los indios en la
-tiranía que padecian sin remediallos, donde al cabo se acabaron?
-Bien creo yo que ningun cuerdo cristiano quisiera, por
-todo el mundo, haber sido el que llevase á la otra vida este
-cargo. Y aunque, por lo respondido al parecer del padre fray
-Bernardo, queda confundido el deste venerable licenciado,
-todavía quiero, tocando algunos puntos, responder á las auctoridades
-y razones que él da, brevemente, y primero á la auctoridad
-de Sancto Tomás, en el libro <i>De Regimine Principum</i>.
-Decimos que no entendió, ó ciego de la informacion que le
-habian hecho los enemigos y opresores de los indios, y afeccion
-que les tuvo para favorecellos contra los opresos, no pudo
-entender la intencion de Sancto Tomás, aplicándola inepta
-y harto impropiamente á los indios, que no les convenia más
-que al negro el nombre de Juan Blanco; la razon es, porque
-Sancto Tomás habla de las gentes soberbias, duras de
-cerviz é indómitas, y que muchas veces se rebelan contra la
-obediencia de sus Reyes y señores, por lo cual, para que no
-busquen novedades y se levanten, los cargan de tributos, pechos
-y exacciones, y los rigen con gran rigor para metelles en<span class="pagenum"><a name="Page_414" id="Page_414">[414]</a></span>
-miedo y en cuidado y ocupallos en que hagan servicios grandes,
-lo que no harian ni podrian justamente los tales Reyes
-hacer, si ellos fuesen humildes y pacíficos y blandos en obedecer;
-y desta manera, el principado real se les convierte á
-aquellos en despótico y servil ó dominativo, no segun la naturaleza
-dél que es benigno y blando y para provecho del
-pueblo, no imponiéndole sino lo justo y no más, sino segun la
-malicia y protervia de aquellos, porque no podrian en otra
-manera ser bien regidos, por su protervia, soberbia, dureza y
-mala disposicion, y áun á estos tales, primero se ha de poner
-gobernacion de libres, y cuando aquella y beneficio della no
-cognociesen, siendo protervos, inquietos y mal asentados, entónces
-se les habia de imponer la despótica y tiránica para su
-mal: y ésto es lo que allí dice Sancto Tomás de los judíos, que
-porque no cognoscieron el beneficio de Dios que inmediatamente
-los gobernaba y pidieron Rey, merecieron oir las leyes
-tiránicas que se ponen en el primero de los Reyes, cap. 8.º, y
-desta hechura fueron los de la isla de Sicilia y otras que
-apunta Sancto Tomás, aunque no las señala pero parece por
-las historias. Las gentes, pues, desta isla y de las cercanas á
-ella, eran mansísimas, humílimas, pacíficas, obedientísimas
-como todo el mundo sabe y clama, y los mismos que las destruyeron
-lo publicaban, y desto las alababan; ¿cómo les podria
-convenir la gobernacion despótica, servil, onerosa, rigurosa y
-tiránica de que Sancto Tomás habla?, porque, segun el Sancto
-Doctor y el Filósofo, y la misma razon lo dicta y enseña, la
-gobernacion se ha de adaptar y conformar con la condicion y
-dispusicion de la gente que ha de ser gobernada. Luego engañado
-y errado y aficionado fué el licenciado Gregorio, y no
-entendió, ó no quiso entender la intencion y palabras de Sancto
-Tomás. Item, fuera bien preguntar al licenciado Gregorio,
-y que él respondiera, y si yo cuando lo cognoscí hobiera visto
-su parecer, quizá se lo preguntara, ¿si supo que á las gentes
-desta isla ó islas se les hobiese puesto otra mas blanda, humana
-y benigna gobernacion, la cual no cognosciendo, se
-hicieron indignos della, por ser protervos y duros de cerviz,<span class="pagenum"><a name="Page_415" id="Page_415">[415]</a></span>
-y les pusieron la dominica y tiránica que padecian, ó si,
-desde el dia que los españoles entraron en ella, los trataron
-como tigres y lobos hambrientos y feroces, entrando en
-aprisco de mansas ovejas?; ésto notorio es, y así parece la ceguedad,
-ó temeridad del licenciado Gregorio. A la auctoridad
-que alega del Filósofo, en el primero de la Política, se responde,
-que ignoró el licenciado Gregorio cuatro diferencias que
-hay de bárbaros, que tenemos declaradas en el fin de nuestra
-Apologética historia, y de la que habla el Filósofo allí no conviene
-ni tiene que hacer con estas gentes, puesto que sean bárbaros,
-porque aquellos son silvestres, sin casas y sin pueblo, y
-sin obediencia, y sin Rey quien los gobierne, amigos de guerra
-y que hacen mal á otros como allí parece por el Filósofo.
-Lo que trae del Scoto más es contra él, porque el Scoto tracta
-que el que gobierna puede condenar á servidumbre y ser esclavo,
-así como á muerte natural, á algunos hombres viciosos
-y que son nocivos á la república, uno ó dos, ó tres ó pocos,
-pero no á todo un reino podria hacer esclavos, sino que el que
-tuviese justa guerra contra aquel reino podria lo punir de
-otra manera en tributos y exacciones, pero no en servidumbre
-como de la que aquí tractamos, en que los indios perecian.
-Fuera bien que respondiera el licenciado Gregorio, ¿en qué habian
-ofendido estas gentes á los españoles, ó á otra persona
-alguna, para que á tal servidumbre ni á otra alguna, por liviana
-que fuese, los condenasen? Item, ¿cómo cognosció el
-licenciado que la libertad les dañaba, sino por los falsos testimonios
-que los que los mataban, y al cabo mataron, les
-levantaron? Y sino obstaba llamallos el Rey y la Reina libres,
-¿aquel vocablo libres qué les prestaba, pereciendo en las
-minas y en los otros trabajos? No los llamaron libres declarando
-que no se podian vender, como dice el licenciado, sino
-porque los tuvieron por tan libres como á los españoles, sus
-vasallos, como parece en el libro II, en fin del cap. 14, y en
-siete proposiciones que hicieron los letrados, puestas en el capítulo
-8.º, porque no podian justamente por otro nombre llamallos,
-ni de otra manera ni gobierno gobernallos ni tractallos.<span class="pagenum"><a name="Page_416" id="Page_416">[416]</a></span>
-Lo que más dice que el Papa los pudo condenar á servidumbre
-por la idolatría, es un gran disparate, y como á muy claro,
-para entre letrados, de responder á ello no curamos; y cuanto
-á éste su parecer tan errado cesemos de decir más, dejándolo
-por más que vano, aunque hizo harto daño como parecerá.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_417" id="Page_417">[417]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Por estos pareceres destos letrados y predicadores, y otros
-que se pidieron á los españoles que á la sazon estaban en la
-corte, y la suma diligéncia que estos tuvieron, informando cada
-dia y cada hora á los del Consejo y á los demas que entraban
-en las juntas que se hacian, como frailes teólogos, conviene á
-saber, de Sancto Domingo, acordaron los del Consejo que
-para ello el Rey mandaba entrar, de hacer leyes, supuestos
-y determinados ya, como fundamento, que los indios convenia
-que estuviesen repartidos, para que fuesen convertidos y bien
-tratados, ignorando que la raíz de la llaga mortal que mataba
-los indios é impedia que fuesen doctrinados, y cognosciesen á
-su Dios verdadero, era tenerlos los españoles repartidos, y que,
-aquesto supuesto, ninguna ley, ninguna moderacion, ningun
-remedio bastaba ni se podia poner para que no muriesen, y la
-isla, como se despobló, se yermase. Y estas leyes fueron generales
-para todas estas islas y tierra firme, aunque no habia españoles
-sino en esta Española y Sant Juan y la de Jamáica,
-pero á todas las demas, con tierra firme, parece que por ellas
-ya condenaban, suponiendo que todos los vecinos naturales
-dellas habian de ser repartidos y á los españoles encomendados.
-Destas leyes, que fueron treinta y tantas, para que en
-breve digamos sus calidades, unas fueron, y todas las mas, inicuas
-y crueles, y contra ley natural tiránicas, que con ninguna
-razon, ni color, ni ficcion pudieron ser por alguna manera excusadas;
-otras fueron imposibles, y otras irracionales y peores
-que barbáricas; finalmente, no fueron leyes del Rey, ántes
-fueron de los dichos seglares, enemigos capitales, como se ha
-dicho, de los inocentísimos indios, que á la sazon en la corte,
-negociando el captiverio, la perdicion y vastacion de los tristes<span class="pagenum"><a name="Page_418" id="Page_418">[418]</a></span>
-indefensos, estaban. Esto por ellas mismas se cognoscerá;
-y comenzando por el prólogo, se adivinará sin trabajo en qué
-reputacion y estima pusieron aquellos buenos cristianos á los
-indios ante el Rey. Comienza, pues, el prólogo así:</p>
-
-<p>«Doña Juana, por la gracia de Dios, reina de Castilla,
-etcétera: Por cuanto el Rey, mi señor y padre, é la Reina,
-mi señora madre (que haya sancta gloria), siempre tuvieron
-mucha voluntad que los Caciques é indios de la isla Española
-viniesen en cognoscimiento de nuestra sancta fe católica; y
-para ello mandaron hacer é se hicieron algunas ordenanzas,
-así por Sus Altezas, como, por su mandado, el comendador Bobadilla,
-y el comendador de Alcántara, gobernadores que fueron
-de la dicha isla Española, é despues D. Diego Colon,
-nuestro Almirante, Visorey é Gobernador della, é nuestros oficiales
-que allí residen; y segun se ha visto por luenga experiencia,
-diz que, todo no basta para que los dichos Caciques é
-indios tengan el cognoscimiento de nuestra fe, que sería necesario
-para su salvacion, porque de su natural son inclinados
-á ociosidad é malos vicios de que nuestro Señor es deservido,
-y no á ninguna manera de virtud ni doctrina, y el principal
-estorbo que tienen para no se enmendar de sus vicios, é que
-la doctrina no les aproveche, ni en ellos imprima ni la tomen,
-es tener sus asientos y estancias tan léjos como los tienen
-é apartados de los lugares donde viven los españoles, que
-de acá han ido y van á poblar á la dicha isla; porque, puesto
-que al tiempo que los vienen á servir los doctrinan y enseñan
-las cosas de nuestra fe, como despues de haber servido se
-vuelvan á sus estancias, con estar apartados y la mala intencion
-que tienen, olvidan luégo todo lo que les han enseñado,
-y tornan á su acostumbrada ociosidad y vicios, y cuando
-otra vez vuelven á servir, están tan nuevos en la doctrina
-como de primero, porque aunque el español que va con ellos
-á sus asientos, conforme lo que allá está asentado y ordenado,
-se lo trae á la memoria y los reprende, como no le tienen
-temor no aprovecha, y responden que los deje holgar, pues
-para aquello van á los dichos asientos, y todo su fin y deseo<span class="pagenum"><a name="Page_419" id="Page_419">[419]</a></span>
-es tener libertad para hacer de sí lo que les viene á la voluntad,
-sin haber respeto á ninguna cosa de virtud; y viendo que
-ésto es tan contrario á nuestra fe, y cuánto somos obligados á
-que por todas vías y maneras que ser pueda se busque algun
-remedio, platicado con el Rey, mi señor y padre, por
-algunos del mi Consejo é personas de buena vida y letras y
-conciencia, habida informacion de otros que habian mucha
-noticia y experiencia de las cosas de la dicha isla, é de la
-vida y manera de los dichos indios, pareció que lo más
-provechoso que al presente se podria proveer, sería mandar
-las estancias de los Caciques é indios cerca de los lugares y
-pueblos de los españoles, por muchas consideraciones, porque
-por la conversacion continua que con ellos ternán, como
-con ir á las iglesias los dias de fiesta á oir misa y los oficios
-divinos, y ver cómo los españoles lo hacen, y con el aparejo
-é cuidado que, teniéndolos junto consigo, ternán de les
-mostrar é industriar en las cosas de nuestra sancta fe, está
-claro que más presto las aprenderán, y despues de aprendidas
-no las olvidarán como agora; é si algun indio adolesciere,
-sería brevemente socorrido é curado, y se dará vida, con ayuda
-de nuestro Señor, á muchos que por no saber dellos é por
-no curarlos mueren, y á todos se les excusará el trabajo de
-las idas y venidas, que como son léjos sus estancias de los
-pueblos de los españoles, les será harto alivio, y no morirán
-los que mueren en los caminos, así por enfermedades como
-por falta de mantenimiento, y los tales no pueden rescibir los
-Sacramentos, que como cristianos son obligados, segun se les
-darán adolesciendo en los dichos pueblos, los niños que nascerán
-serán luégo baptizados, y todos servirán con ménos
-trabajo y á más provecho de los españoles, por estar más continuo
-en sus casas, y los Visitadores que tuvieren cargo de los
-visitar, los visitarán mejor y más á menudo, y les harán proveer
-de todo lo que les falta, y no darán lugar que les tomen
-sus mujeres é hijas, como lo hacen estando en los dichos sus
-asientos apartados, y cesarán otros muchos males y daños que
-á los dichos indios les hacen por estar apartados, que porque<span class="pagenum"><a name="Page_420" id="Page_420">[420]</a></span>
-allá son manifiestos aquí no se dicen, y se les seguirán otros
-muchos provechos, así para la salvacion de sus ánimas como
-para el pró y utilidad de sus personas y conservacion de sus
-vidas. Por las cuales cosas, y por otras muchas que á este
-propósito se podrian decir, fué acordado que, para el bien é
-remedio de todo lo susodicho, sean luégo traidos los dichos
-Caciques é indios cerca de los lugares é pueblos de los dichos
-españoles que hay en la dicha isla, é para que allí sean tractados
-é industriados é mirados como es razon y siempre lo
-deseamos, mando que de aquí adelante se guarde y cumpla
-lo que adelante será contenido, en esta guisa.» Este fué el prólogo
-de las dichas leyes.</p>
-
-<p>Agora será bien declarar algunas de las grandes falsedades,
-mentiras y testimonios que supone este prólogo, por la
-maldad y ánsia de tiranía de los que, á la sazon desta isla estaban
-en la corte, que informaban falsamente al Rey é á los
-del Consejo, y que en él entraban, de cuanto podian fingir de
-males contra los indios, alegando tambien necesidades en ellos,
-para no sólo tenerlos repartidos como de ántes, pero tenerlos
-más cerca y más á la mano, y servirse dellos sin que cosa les
-estorbase. Esto urdieron y acabaron que fuese lo primero
-que el Rey ordenase, conviene á saber, que se sacasen de su
-naturaleza y pueblos donde habian nacido y criádose con
-todos sus linajes, desde quizá millares de años atras, y se trujesen
-cerca de los pueblos de los españoles donde un dia ni
-una hora resollasen, ántes con esta mudanza los acabaron. Y
-ésta es y ha sido regla general é infalible, que en sacando ó
-mudando estas gentes de donde nacieron y se criaron á otra
-parte, por poca distancia que sea, luégo enferman y pocos
-son los que de la muerte se escapan; la razon que nos parece
-ser desto causa, es la delicadeza de sus cuerpos y complision
-delicada, ser de muy poco comer, y andar desnudos en muchas
-partes, y en otras cubiertos con sola una manta de algodon,
-por manera, que mudándose de un asiento á otro, por
-poca diferencia que la region en la tierra ó en los aires haga,
-ó en las aguas, fácilmente les son los cuerpos transmudados y<span class="pagenum"><a name="Page_421" id="Page_421">[421]</a></span>
-el armonía de los humores desproporcionada. Lo mismo les han
-causado los trabajos, porque acostumbrados todos á poco trabajar,
-por tener las tierras tan fértiles y abundantes para haber
-dellas fácilmente lo á la vida necesario, puestos en tan
-exorbitantes y desproporcionados trabajos, de necesidad les
-era imposible mucho tiempo en ellos durar; y ésta ha sido, de
-su tan breve y lamentable acabamiento, la causa, allende que,
-como arriba hemos dicho alguna vez ó veces, son por la mayor
-parte de miembros delicados, áun los labradores y plebeyos
-dellos, que no parecen sino hijos de Príncipes criados en
-todo regalo, y ésto tambien debe proceder de la susodicha
-causa.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_422" id="Page_422">[422]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XIV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="pch">En el cual se prosigue la declaracion de algunos puntos del prólogo de las leyes.</p>
-
-<p class="p2">Parece la falsedad del supuesto del prólogo, y la maldad
-de los que informaron al Rey, é á los que habia el Rey mandado
-que del remedio de los indios tractasen, lo primero en
-darle á entender que el comendador Bobadilla hobiese hecho
-ordenanzas para que estas pobres gentes viniesen en cognoscimiento
-de Dios; este remedio y ordenanzas del comendador
-Bobadilla, para que viniesen en cognoscimiento de Dios, véase
-arriba en el precedente libro, cap. 1.º, y las que el Comendador
-Mayor de Alcántara constituyó, en el cap. 12 y los siguientes,
-y por todos los años, ocho y algo más, de su gobernacion,
-donde queda bien á la larga, con verdad, explicado. Ya
-dijimos y certificamos arriba, en aquellos dichos lugares, que
-por aquellos tiempos no hobo más memoria de enseñar estas
-gentes en las cosas de la fe, ni de su salvacion, verdaderamente,
-que si fueran perros ó gatos, porque no hervia en los seglares
-otra solicitud ni otro cuidado, sino solamente de los
-trabajos y sudores, y vidas de los indios aprovecharse, por
-todas las vías y maneras que ellos podian alcanzar; y como
-no habia religiosos, y los de Sanct Francisco que vinieron á
-esta isla el año de 1502, como ya se refirió, eran pocos, y áun,
-para decir verdad, tampoco tuvieron ese cuidado, de todo remedio
-espiritual quedaron los indios desmamparados: pues
-hablar en clérigos, como no pasen acá sino con el fin de los
-seglares, y pluguiese á Dios que con sólo aquesto el negocio
-pasase, no es menester gastar tiempo en valde. Las ordenanzas
-del Almirante segundo, D. Diego Colon, y de los Oficiales
-no fueron otras sino llevar adelante la servidumbre tiránica<span class="pagenum"><a name="Page_423" id="Page_423">[423]</a></span>
-comenzada y arraigada, en que perecian cada dia estas gentes
-desventuradas, sin que uno ni ninguno se doliese de ellos,
-ni en su perdicion, sino sólo en lo que se les disminuia de
-ganancia temporal, por su muerte, mirase. Veis aquí el fundamento
-sobre que estribó el prólogo de las leyes, que el Rey
-para que los indios fuesen cristianos hacer mandó. Y que diga
-luégo allí, que segun se ha visto por luenga experiencia, que
-todo lo proveido por lo susodichos no bastaba para que los
-dichos Caciques é indios tengan el cognoscimiento de nuestra
-fe que necesario era para su salvacion, porque de su natural
-eran inclinados á ociosidad y malos vicios, etc.; pluguiera á
-Dios que no los tuvieran peores los españoles, dejada la fe
-aparte, la cual, áun ellos, con su mala vida y ejemplos corruptísimos,
-infamaban, y ofendian más á Dios con ellos y con su
-ociosidad, que los indios á quien ellos tan falsa y perniciosamente
-infamaban. Es otra cosa aquí de notar, conviene á saber,
-la ceguedad de los del Consejo del Rey, y de los teólogos
-que para ésto se juntaban mucho más, que no advirtiesen á
-considerar, que aunque presupusieran por verdad, lo cual fué
-malvada falsedad, que los españoles tenian cuidado de doctrinar
-á los indios, ¿qué doctrina podian dar hombres seglares y
-mundanos, idiotas y que apénas, comunmente y por la mayor
-parte, se saben santiguar, á infieles de lengua diversísima de la
-castellana, que nunca aprendieron sino tres vocablos, «dáca
-agua, dáca pan, vé á las minas, torna á trabajar,» y que habian
-de ser instruidos desde los primeros principios de la fe
-y religion cristiana, que no son el Ave María, y Paternoster ni
-Credo mostrado en latin, como quien lo enseña á urracas ó
-papagayos, pues no ignoraron los del Consejo ni los teólogos
-que con ellos se juntaban, que aquellos tiempos no habia en
-esta isla frailes ni teólogos que á los indios enseñasen? Pues
-se dice en el dicho prólogo que en el tiempo que les venian
-á servir los doctrinaban, lo que es falso, pero ya que los doctrinasen,
-¿qué doctrina les podian dar?; y que el español que
-iba con ellos á sus asientos se lo traia á la memoria y los reprendia,
-¿qué podia traerles á la memoria un gañan ú otro<span class="pagenum"><a name="Page_424" id="Page_424">[424]</a></span>
-peon vicioso que con ellos enviaban (cuyo oficio no era otro
-sino ser verdugo de los desdichados, que llamaban estanciero
-y minero, como en el cap. 13, del libro II, tocamos, género de
-hombres en estas Indias, el más vil é más infame, como todo
-el mundo de acá sabe), sino los vicios en que él andaba embriagado
-y anegado, y echar el ojo á la hija ó á la mujer, no
-sólo de cualquiera indio, pero áun del mismo Cacique y señor?
-A lo que refiere tambien el prólogo que respondian los
-indios que los dejase holgar, cuando les decia el español que
-rezasen, podria ser que alguna vez lo respondiesen así, pero
-tenian en ello mucha razon, porque cuando alguna vez les
-decian el Paternoster, ó Ave María, ó el Credo en latin, ó
-tambien, aunque raro, en nuestro romance castellano, como no
-entendian en la una ni en la otra lengua cosa dello alguna, ni
-para qué fin se lo enseñaban, creyendo que los querian enseñar
-á hablar la dicha lengua, como quien lo enseña á papagayos,
-que tomasen aquello de coro, respondian los viejos y los hombres
-de edad «ya yo soy viejo, ó soy hombre de edad, ¿para
-qué me quieres á mí enseñar á hablar?, enseña á los niños que
-no tienen tantos cuidados ni están cansados como yo,» desta
-respuesta colegian luégo y murmuraban los españoles diciendo:
-«Mirad el perro como no quiere rescibir la fe, éste nunca
-en su vida será buen cristiano.» Todo esto es verdad. Júzguese
-aquí, si desta manera, puesto que aquellos vivieran cien
-años, fueran cristianos, y si les imputara Dios por no sello algun
-pecado. Item, como abajo se referirá que se hizo algunas
-veces despues que estas leyes se promulgaron, cuando las noches
-salian ó cesaban de los trabajos de las minas y de los otros
-en que los ocupaban, molidos y cansados y muertos de hambre,
-hacíanlos ir á la iglesia ó pajar que allí tenian para ésto hecha,
-hincar de rodillas, y que rezasen por un buen rato el Credo,
-Paternoster, Ave María y la Salve, y como lo hacian con dificultad
-y de mala gana, porque quisieran más cenar y descansar
-luégo, blasfemaban dellos aquellos pecadores verdugos que
-los atormentaban, y algunas veces les daban por ello de palos,
-diciendo: «de perros lo hacen, á osadas que nunca estos perros<span class="pagenum"><a name="Page_425" id="Page_425">[425]</a></span>
-en su vida sean cristianos.» Será bien aquí de considerar, que
-¿qué fraile criado toda su vida en religion, en obediencia y
-doctrina ó disciplina monástica, viniera de trabajar todo el
-dia, hecho pedazos y la barriga pegada de pura hambre al
-espinazo, y que sabia el fructo que la oracion le prestaba, si
-le mandara el Prelado que, cesando, á la noche, de los diurnos
-y grandes trabajos, fuese á la iglesia á hincarse de rodillas y
-rezar por media hora y más, no se le hiciera de mal? Y pudiera
-responder con razon al Prelado: «Padre, mándame dar
-de cenar, y dáme lugar para que descanse.» ¿Cuánto con mayor
-justicia y razon, estas gentes, no sabiendo ni sintiendo
-cosa chica ni grande, para qué fin aquellas palabras les mandaban
-que dijesen, por carecer totalmente del cognoscimiento
-de Dios, y cuando lo oian nombrar, ni sabian si nombraban
-piedra ó palo ó algun árbol, podian responder al minero ó estanciero
-ó verdugo ordinario las palabras que dice el prólogo,
-déjanos holgar, pues para ésto venimos á nuestras casas? Veis
-aquí el fundamento de verdad sobre que estriba el prólogo
-de las leyes, y ellas y toda substancia. ¡Oh ceguedad de los
-del Consejo del Rey, que así se prendaron de las informaciones
-que aquellos pecadores les hacian en favor de sus propias
-cudicias y tiránicas, y en perdicion de aquellas ánimas, y que
-el Consejo les diese crédito siendo enemigos de los indios, lo
-cual traian escripto en las frentes, y los del Consejo no lo podian
-ignorar, condenándolos á perpétua servidumbre y á la
-muerte que della sucedió, y que suceder era necesario,
-sin oirlos ni convencerlos, y sin admitir por ellos alguno que
-se mostrase parte, ántes, por el contrario, al religioso fray
-Antonio Montesino, á quien la caridad movia que hablase por
-ellos, desechando por apasionado, y á los tiranos por justos y
-razonables! Vean aquí los juristas si todo aquel juicio y leyes
-ó ordenanzas, de derecho, tuvo alguna entidad ó valió algo; y
-deste vigor, jaez y sustancia han sido todas las determinaciones,
-leyes y ordenanzas que se han hecho por los Reyes
-cerca de todas estas Indias, y gentes dellas, conviene á saber,
-hechas en inreparable perjuicio y perdicion dellas, sin llamarlas,<span class="pagenum"><a name="Page_426" id="Page_426">[426]</a></span>
-y sin oirlas, é sin convencerlas, siendo partes más principales
-que ningunas otras, porque más á ellas, y á solas ellas,
-y á todo su estado, lo que se ordenaba y determinaba tocaba;
-y así, todo lo que se hizo y ordenó fué hecho y ordenado sin
-parte, contra todo derecho natural, divino y humano. Estos
-errores, ceguedad y daños irreparables, tuvieron los del Consejo
-de los Reyes, y á ellos se les imputan todos los males y
-daños, que por estas leyes á estas gentes destas islas se les recrecieron,
-que de su final acabamiento fueron causa, como se
-verá, y por todos ellos fueron á restitucion y satisfaccion, <i>in solidum</i>,
-obligados; porque no les era lícito ignorar el derecho, pues
-el Rey los hacia de su Consejo y comian su pan, no por gentiles
-hombres, como se dijo, sino por letrados, <i>quia paria sunt
-scire aut debere scire quantum ad culpam et penam, ut in c. Si
-culpa de injur,</i> etc. <i>Et turpe est patritio et nobili viro et causas
-oranti, jus in quo versatur ignorare.</i> §. <i>De orig. jur. lib. II.</i> En
-la misma culpa, error y obligacion, ó en muy poca ménos, incurrieron
-los teólogos, que por el Rey fueron llamados para la
-dicha junta, en dar el voto en tan grande perjuicio, detrimento
-y perdicion de tantas gentes, con harta temeridad,
-porque aunque no llevaban salario del Rey por aquello, pero
-ya que el Rey les encomendaba que diesen su parecer en
-cosa tan árdua, no tenian menor obligacion á ver y escudriñar
-la verdad con suma diligencia, y declaralla al Rey, y no creer
-á quien, como dije, traia el interese y la maldad escripta en
-la frente, que los que les incumbia por oficio. De aquí parece
-que el Rey católico quedó sin culpa ni obligacion alguna
-de los daños y muertes y despoblacion, que por estas leyes en
-estas islas se cometieron, porque hizo todo lo que en sí era,
-poniendo en Consejo el remedio dellas, y toda cargó sobre los
-de su Consejo; y ésto es cierto, que si le aconsejaran, segun
-debian, que los indios salieran de la tiránica servidumbre que
-con los españoles padecian, y se pusieran en libertad, y otro
-cualquiera remedio que para ellos conviniera, desde entónces
-quedaran todas las Indias remediadas, extirpada del todo
-aquella tiranía que llamaban repartimiento. Lo mismo afirmo<span class="pagenum"><a name="Page_427" id="Page_427">[427]</a></span>
-en lo sucedido despues acá, que de no haberse remediado,
-sino perdido, inficionado y extragado y despoblado todo este
-orbe, aquel há, vastativo é infernal repartimiento, que baptizaron
-con nombre de encomiendas, la culpa de todo; y la obligacion
-á la restitucion y satisfaccion, <i>in solidum</i>, que quiere
-decir cada uno al todo, de todos los daños, y muertes, y robos,
-y vastaciones, y despoblaciones, siempre cargó sobre los
-del Consejo y no sobre los Reyes. Y en especial afirmo ésto
-del Emperador Cárlos, quinto deste nombre, que fué el rey de
-España que hizo en ello lo que debia hacer, y estuvo aparejado
-muchas veces, para que, si los del Consejo le dieran parecer,
-que sacara todas estas gentes de la opresion y perdicion
-en que siempre han estado, y restituillas en su libertad,
-y ponelles todo cristiano gobierno, y áun abrir mano del señorío
-destas Indias, lo hiciera, y desto soy yo, más que otro,
-testigo, como abajo más largo, con el favor de Dios, se dirá.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_428" id="Page_428">[428]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="pch">En el cual se comienzan á referir las leyes, y á notar los defectos, y puntos, y males
-que contienen, etc.</p>
-
-<p class="p2">La ley primera fué la que los españoles, despues de ser
-ciertos que habian de tener perpétuos los indios repartidos,
-más deseaban, conviene á saber, que los indios todos se sacasen
-de sus pueblos y tierras donde habian nacido y se habian
-criado, á otras que estuviesen cerca de los pueblos y lugares
-de los españoles, á ellos harto desproporcionadas. Ya queda
-dicho como en todas estas Indias es perniciosa á la salud y
-vida destas gentes la tal mudanza, pero por tenerlos los españoles
-más á mano para servirse dellos, que fuese la primera
-ley ésta trabajaron; mandó la ley que para cada 50 indios
-hiciesen, los á quien estaban repartidos, cuatro bohíos ó casas
-de paja, en los asientos donde hobiesen de pasarlos, de treinta
-piés de largo y quince de ancho; item, 5.000 montones, los
-3.000 de yuca, que son las raíces de que hacian el pan, y los
-2.000 de ajes, que son raíces que se comen por fructa; item,
-250 piés de axí, que es la pimienta que sirve de poner sabor
-á lo que se guisa, si es algo, y por este respecto, creciendo y
-menguando, segun la cantidad de los indios que aquel tuviese
-encomendados, que se les sembrase media hanega de maíz y
-se les diese una docena de gallinas con un gallo. Nótese aquí
-qué ménos se pudiera ordenar ni proveer si fueran los hombres
-ovejas ó vacas (para tantas reses, tantos corrales y tanto
-pasto), sacándolas de unas dehesas para otras, y así los desparcian
-en muchas partes, deshaciéndoles los pueblos y vecindad,
-en que ellos vivian en su policía ordenada y natural, y
-sin hacer mencion y cuenta que el hijo fuese con su padre, ó<span class="pagenum"><a name="Page_429" id="Page_429">[429]</a></span>
-la hija con su madre, ni la mujer con su marido; finalmente,
-ni más ni ménos sino como si fueran animales. Otro defecto
-desta ley, entre los dichos y otros más, fué, que manda á los
-españoles á quien estuviesen repartidos ó encomendados, que
-les hiciesen las casas y las dichas labranzas, y no declara bien,
-puesto que della se puede colegir, á cuya costa se habian de
-hacer, que segun razon y justicia debiera ser á costa dellos,
-pero no fué así, sino que las hicieron con sus sudores los malaventurados;
-y así, esta ley fué con escuridad. Fué lo mismo
-imposible segun natura, conviene á saber, segun razon natural,
-y segun la costumbre, conviene á saber, contra la costumbre
-de los vecinos naturales y de su patria, fué disconveniente
-al tiempo y al lugar; fué supérflua é inútil, ántes nociva
-y destruitiva destas gentes, sacándolos de sus asientos y
-pueblos propios y naturales; fué, sobre todo, hecha para provecho
-é interese particular de los españoles, contraria del
-bien destas gentes, comun y universal, y así, llena de toda injusticia
-é iniquidad, porque tuvo todas las condiciones, y cualidades,
-de las que la ley justa debe tener, contrarias, como
-pone Sant Isidro en el libro V, de las Etimologías, y tráctase
-en los Decretos, distincion cuarta. Por la segunda ley encargaba
-mucho el Rey, que los Caciques fuesen sacados de sus
-pueblos para los dichos asientos nuevos, por la mejor manera
-que ser pudiese, porque recibiesen ménos pena atrayéndolos
-por halagos y persuasiones blandas á ellos; ¿pero tal, qué aprovechaba
-para su consuelo, viéndose privados de su señorío, y
-sus vasallos muertos, y teniendo certidumbre que brevemente
-habian ellos, y los que de sus vasallos restaban, de morir?
-Por la tercera ley se mandaba que cada uno de los españoles
-que tenian indios hiciese una casa de paja, para que fuese
-iglesia, junto con el asiento, en la cual se pusiesen imágenes
-de Nuestra Señora, y una campanilla para llamar los indios á
-rezar en anocheciendo, venidos de trabajar, y en las mañanas,
-ántes que á los trabajos fuesen, y que fuese una persona con
-ellos para les decir el Ave María, y el Paternoster, y el Credo
-y la Salve Regina; esta persona era el minero en las minas, y<span class="pagenum"><a name="Page_430" id="Page_430">[430]</a></span>
-el estanciero en las estancias ó granjas, para escarnio de la
-fe y religion cristiana, que, como arriba dijimos, las dijesen las
-dichas oraciones en latin ó en romance, que no entendian más
-que si en algaravía se las dijeran, ni más ni ménos, como si á
-papagayos instruyeran; y dado que las palabras entendieran
-(lo que no entendian), ¿qué les aprovechaba para rescibir la fe
-á gente que se habia de instruir desde sus primeros principios,
-que consisten en la explicacion de los artículos de la
-fe, para creer, y en la de los diez mandamientos para saber
-lo que para guardar la ley de Dios, habian de hacer, pero
-ignoraban el primer principio, que es saber que hay un
-Dios, cuya substancia y ser divino es fuera de todas las
-cosas que vemos y oimos, los cuales, empero, ni supieron si
-habia Dios, y si alguna vez nombrarlo oian, si era el sol ó las
-estrellas, ó, como se dijo, de palo ó de piedra?; algunas veces,
-aquel que los llevaba á la iglesia á rezar, era un muchacho
-indio que habian criado en sus casas los españoles y enseñado
-las dichas oraciones, y aquel se las referia. En las leyes siguientes,
-hasta la docena, se proveia y mandaba que en término
-de una legua en conveniente comarca, se hiciese una
-iglesia donde ocurriesen los indios de al rededor á oir misa, y
-otras cosas enderezadas para este fin, buenas; pero ni ésto ni lo
-demas que á ésto se enderezaba se pudo cumplir, é así fueron
-todas inútiles y sin provecho é imposibles. La tercia décima
-fué, por la cual se ordenó y mandó que los indios trabajasen
-en sacar oro de las minas cinco meses, y, cumplidos
-cinco meses, holgasen cuarenta dias, con tanto que alzasen
-los montones de la labranza, que comian, en aquel tiempo;
-que bastaba poco ménos que por trabajo principal, aunque
-no tuvieran otro, porque los indios que no iban á las minas
-no tenian cuasi en todo el año otro mayor. Dije cuasi, porque
-mayor era de nuevo hacer de tierra vírgen aquellos
-montones al principio, cuando se hacia la labranza, y ésta
-era la huelga que á los que habian cinco meses continuos en
-las minas padecido trabajos, como están dichos, intolerables,
-les daban. Este alzar los montones, era levantar la tierra con<span class="pagenum"><a name="Page_431" id="Page_431">[431]</a></span>
-unos palos tostados, por azadas y azadones, poco ménos de
-altor que hasta la cinta, y de grandeza cuatro pasos en redondo;
-finalmente, era cavar y trabajar, y sudar el agua
-mala, como dicen, por manera, que áun aquellos cuarenta
-dias no quisieron, los que ésto aconsejaron, que del todo resollasen.
-Dentro destos cuarenta dias eran obligados los oficiales
-del Rey de tener hecha la fundicion, conviene á saber,
-haber fundido el oro todo que en los cinco meses se habia
-sacado, y cobrado el quinto para el Rey, y luégo tornar otros
-cinco meses á gastar las vidas de los indios en las minas. La
-injusticia desta ley parece en echar los indios en las minas el
-tiempo dicho, que eran los nueve meses del año, y algo más,
-contra su voluntad, siendo libres, á trabajos á que los facinerosos
-malhechores que merecian muerte eran condenados, ó
-los esclavos, segun arriba queda declarado. Fué tambien injusta
-esta ley, juntamente con ser cruel, mandando que en
-aquellos cuarenta dias no tuviesen del todo holganza. Otra
-hobo que comienza así: «Porque en el mantenimiento de los
-indios está la mayor parte de su buen tractamiento, y augmentacion,
-ordenamos y mandamos que todas las personas que
-tuvieren indios sean obligadas de les dar á los que estovieren
-en las estancias, é de les tener contino en ellas, pan y ajes,
-é axí, abasto, é que, á lo ménos, los domingos é Pascuas y fiestas,
-les den sus ollas de carne guisadas al respecto que á los
-de las minas, é á los indios que anduvieren en las minas les
-den pan é axí, todo lo que hobieren menester, y les den una
-libra de carne cada dia, y que el dia que no fuere de carne,
-les den pescado ó sardinas, ó otras cosas con que sean bien
-mantenidos, etc.» Esta es la ley que proveyó cerca del mantenimiento
-de los indios; la iniquidad y crueldad della juzgue
-la persona que tuviere algun juicio, aunque no por reglas de
-cristiandad, juzgue tambien la insensibilidad de los del Consejo
-y de algunos teólogos, que al hacer destas leyes con ellos
-se hallaron. ¿Dónde pudo concurrir mayor ceguedad que á
-los indios que trabajaban en las estancias ó granjas, que tenian
-trabajos iguales y áun mucho mayores que los cavadores<span class="pagenum"><a name="Page_432" id="Page_432">[432]</a></span>
-padecen en Castilla, ordenasen que les diesen por comida
-cuotidiana pan caçabí, que no tiene cuasi más sustancia que
-hierbas, y ajes, que son como turmas de tierra, y axí, que es
-la pimienta, en fin, es hierba, (como si dijeran, dénles paja y
-heno abasto), y que los domingos, y fiestas y Pascuas, como si
-los mandaran dar vestidos nuevos ó camisas lavadas, mandasen
-dar una libreta de carne? ¡Y que confiese la ley en su
-principio, que porque en el mantener de los indios está la mayor
-parte de su buen tractamiento y augmentacion!, ¿qué tractamiento
-se puedo decir aquel, y qué augmentacion pudieron
-rescibir los desventurados, cavando y trabajando todo el dia
-sin descansar, y comiendo sólo hierbas y raíces asadas y cocidas,
-y una libreta de carne (no libra, porque no era sino la
-cuarta parte de un arrelde), de domingo á domingo, y Pascuas
-y fiestas? El tractamiento que en ésto se les hizo, y el
-augmentacion que rescibieron, pareció bien desde á pocos
-dias, porque todos, en breve, perecieron. Exagerando yo en
-Valladolid despues, la tiranía destas leyes con un maestro en
-teología, que se halló en hacellas, y creo que las firmó de su
-nombre, y él justificándolas, cuando le referí ésta dijo: «No
-me hicieron esa relacion á mí, que la comida era esa.» Repliqué
-yo: «¿Por qué no os informásteis vos, padre Maestro,
-del padre fray Anton Montesino, de la tal comida, pues tanto
-iba en ello, y pasásteis con sola la informacion que los enemigos
-de los indios hacian, yéndoles tanto interese á ellos
-como les iba?, ó, ¿por qué firmábades materia que no entendíades?»
-Tambien tuvo esta ley otro defecto, que de palabra se
-justificó y no en efecto, en mandar que los dias que no fuesen
-de carne les diesen libreta de pescado ó sardinas, y añidiendo,
-ó otras cosas, parece cuasi abiertamente que entendian
-que la ley era solo para complir, porque aunque en la
-mar habia y hay abundancia de pescado, y lo mismo en los
-rios, pero como todo su fin de los españoles no era sino
-amontonar oro, no habia uno ni ninguno que se ocupase en
-pescar, ni en otra granjería fuera de las minas ó de aquello
-que se enderezaba para sacar oro de las minas. Así que, pescado,<span class="pagenum"><a name="Page_433" id="Page_433">[433]</a></span>
-nunca de los ojos lo vieron los indios, y ménos sardinas,
-que habian de venir de Castilla. Por manera, que los dias que
-no eran de carne pasaban con las raíces y hierbas dichas su
-triste vida, tambien los indios de las minas; y estas eran las
-otras cosas que la ley con disimulacion dice, y bien sabian
-los susodichos españoles, que se hallaron presentes al hacimiento
-destas leyes, que dalles pescado ó sardinas era imposible.
-Y así parece, por todo lo dicho, que aquesta ley fué iniquísima,
-llena de injusticia.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_434" id="Page_434">[434]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XVI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="pch">En el cual se prosigue la relacion y declaracion de los defectos que tuvieron las dicha leyes.</p>
-
-<p class="p2">Otra ley hobo que trujo consigo clara la injusticia y tiránica
-iniquidad, que fué cuasi el fin de todas las demas, y á
-que todas las otras se ordenaban, conviene á saber, que por
-fuerza y con cierta pena se mandó á los que tenian indios de
-repartimiento, que de todos ellos echasen la tercera parte, ó,
-si quisiesen, trujesen más de la tercera parte á sacar oro, pero
-permitimos, dice la ley, que los vecinos de la Çavana (que estaba
-cien leguas y más de las minas), y los de la Villa nueva
-de Yaquimo (que estaba 80), no sean obligados de traer indios
-en las minas, porque están muy léjos dellas, pero mandamos
-que hagan hamacas, etc. Pero por otra ley que tras ésta se sigue,
-y es la veintiseis, que concedió que los que tenian las
-casas y haciendas léjos de las minas, que no podian proveer de
-mantenimientos á los indios, pudiesen hacer compañía con los
-vecinos que tuviesen las haciendas cerca ó en comarca, y que
-aquestos pusiesen los mantenimientos, y aquellos los indios, y
-despues partiesen el oro que los indios sacasen, fué causa que
-los vecinos de la villa de Yaquimo trujesen los indios á las
-minas, hecha compañía con otros que tenian las haciendas comarcanas,
-y estos yo los vide; por manera, que los traian de
-30, y 40, y 50 y 60 leguas, sacados de sus propias tierras y
-casas, que sola esta mudanza bastaba para matarlos, cuanto
-más los trabajos y hambres que padecian, porque, como se
-dirá, nunca cosa de las dichas en favor de los indios se cumplió,
-sino como de ántes ó muy poquito más. Enfermaban en<span class="pagenum"><a name="Page_435" id="Page_435">[435]</a></span>
-las minas por las susodichas causas, no los curaban, sino dábanles
-un poco de caçabí é ajes, y enviábanlos á sus tierras á
-que se curasen, los cuales se iban cuánto más podian durar,
-y cuando el mal les crecia, ó la comida les faltaba, echábanse
-en un monte ó arroyo donde se acababan; yo los vide algunas
-veces, y digo verdad. Otra ley trata del jornal que les habian
-de dar, y éste fué un peso de oro cada año, á cada persona,
-para con que, segun dice la tal ley, tuviesen los indios
-con que se vestir; podíase comprar en aquellos tiempos con
-un peso de oro, que vale 450 maravedís, un par de peines y
-un espejo, y un paño de tocar, ó una sola caperuza colorada, y
-andando todos desnudos desde la cabeza hasta los piés mirad
-con qué se habian de vestir é ataviar. Ya dijimos, en el
-cap. 14 del libro II, como el Comendador Mayor les mandó
-dar por jornal medio peso de oro, que salian tres blancas
-en dos dias, y agora, por leyes del Rey, se les mandó asignar
-tres maravedís en dos dias, y áun no sé si llega á tanto. Ved
-el escarnio de las leyes, y cuán llenas fueron de iniquidad. Otra
-ley hobo, que mandó que ninguna mujer preñada que pasase
-de cuatro meses la preñez, no la enviasen á las minas, ni á
-hacer montones, sino que las tuviesen los españoles en sus
-estancias, y se sirviesen dellas en las cosas de por casa, que
-son de poco trabajo, así como hacer pan, y guisar de comer,
-y desherbar; véase qué crueldad é inhumanidad, que hasta
-cuatro meses pudiese trabajar la mujer preñada en las minas
-y hacer montones, que son trabajos para jigantes, como queda
-declarado, y que hasta que eche la criatura sirva en casa de
-hacer pan, que es no chico sino grande trabajo, y mayor el
-desherbar las labranzas; clara está, como de las otras, la injusticia
-desta ley, y cuán indigna fué que mano real la firmase.
-Otras muchas fueron constituidas con las referidas, que suenan
-favor de los indios, y en sí eran justas, pero, supuesto estar los
-indios en poder de los españoles, y el fin que dellos pretendian,
-y las leyes ya declaradas, que á la clara favorecian todo
-lo que ellos andaban, y hoy andan los demas á buscar, si no
-fueron injustas, fueron, empero, vanísimas y supérfluas, y más<span class="pagenum"><a name="Page_436" id="Page_436">[436]</a></span>
-para complir con el mundo que para remedio alguno de los
-indios; con efecto y con verdad, vano es todo aquello, segun
-el Filósofo, que no alcanza su fin. Entre las demas, hobo algunas
-que mandaban que en cada lugar ó pueblo de españoles
-hobiese dos Visitadores que visitasen cada año dos
-veces los indios, y viesen si rescibian agravios, y para que
-las leyes se guardasen, y lo bueno fué, que una ley mandaba
-que á los Visitadores les diesen indios de repartimiento,
-demás áun de los que como vecinos les habian de ser
-dados; mirad que ceguedad de los del Consejo y de los reverendos
-teólogos, que no vieron que, teniendo indios, eran
-parte, y que habian de ser más tiranos que los otros, como lo
-fueron, y ménos dignos de ser remunerados, ántes, de mayor
-castigo merecedores y capaces. Y una de las grandes eficaces
-causas de no haber aprovechado para remediar las calamidades
-de los indios, en todas estas partes, muchas ordenanzas
-y cédulas y provisiones que los Reyes han proveido y
-enviado, ha sido tener los jueces y Gobernadores destas Indias,
-en los indios ó en los intereses que dellos salen, parte ó
-arte, y ésto, cada dia, hasta hoy, lo hemos llorado, y hoy lo
-lloramos, y abajo parecerá más claro. Es bien aquí de considerar,
-que en la constitucion de todas estas leyes se hallaron
-presentes y se admitieron todos los españoles principales que
-arriba dejamos nombrados; esto es cosa evidente, porque como
-entónces no se sabia cuasi nada de las cosas destas Indias, ni
-qué era yuca y ajes, axí, ó caçabí, ó montones; la villa de la
-Çavana y la villa nueva de Yaquimo estar léjos de las minas;
-hamacas y areytos, que son los bailes que los indios tenian,
-los cuales, por una de las leyes, se prohiben; que los quitados,
-y otros vocablos y avisos que no se podian saber si las personas
-idas de acá no las avisaran y manifestaran, manifiestamente
-se arguye haberse los dichos, en el hacer de las dichas
-leyes, hallado. De donde queda luégo manifiesta la ceguedad ó
-malicia de los del Consejo, que admitian, al constituir de las
-dichas leyes, los enemigos de los indios, como se ha dicho arriba,
-tan interesados en los sudores y calamitosa servidumbre<span class="pagenum"><a name="Page_437" id="Page_437">[437]</a></span>
-de los inocentes indios, rabiando por sacalles la sangre. Con
-ésto quiero este capítulo acabar, que se hizo entre las otras
-leyes una, conviene á saber, que porque los Caciques tuviesen
-quien los sirviese y hiciesen, diz que, lo que les mandasen
-para cosas de su servicio, que si los indios del tal Cacique se
-hobiesen de repartir en más de una persona y tuviese 40
-personas, le fuesen dadas dellas dos para que le sirviesen, y
-si tuviese 70, le diesen tres, y si 100, se le diesen cuatro, y
-si hasta 150, le diesen seis, pero desde allí adelante, aunque
-más gente tuviese, no se le diesen más personas. ¿Qué mayor
-injusticia ni más confuso desórden pudo ser imaginada que
-desposeer á los naturales señores de sus súbditos, señoríos y
-estados, sin culpa alguna, y de millares de gentes que poseian
-dalles seis personas que les sirviesen, y de pueblos ordenados,
-en que política y pacíficamente vivian juntos infinitos vecinos,
-repartillos y desparcillos así, haciendo de cada pueblo tantos
-pedazos? Yo cognoscí señor dellos, cuyo padre habia, los tiempos
-pasados, hartado la hambre muchas veces á los cristianos
-y librado de la muerte, que juntaba 10 y 12.000 hombres de
-pelea, y no le dejaron sino las seis personas para que le sirviesen
-como á los demas. Pues si ésto parece grave, véase lo
-que la misma ley dice un poco más abajo, ésto es, que el mismo
-Cacique, Rey y señor natural, con las seis personas que le
-daban, fuese con el español que en los indios suyos tuviese
-por repartimiento el mayor número y mayor parte, con que
-fuesen muy bien tratados, no les mandando trabajar salvo en
-cosas ligeras con que ellos fuesen ocupados, porque no tuviesen
-ociosidad, por evitar los inconvenientes que podian suceder;
-de la ley son todas estas palabras. Por manera, que áun
-el señor y Rey natural, con los seis que le daban para que le
-sirviesen, habian de servir al español en cosas ligeras, por temor
-de la ociosidad; debajo de aquella palabra fingida y colorada,
-muchas veces repetida en las leyes, y con que Dios fué
-irritado, conviene á saber, que sean bien tractados, este tractamiento
-siempre fué aquel con que á todos los estirparon, y
-nunca faltó hasta hoy la dicha palabra, que sean bien tractados;<span class="pagenum"><a name="Page_438" id="Page_438">[438]</a></span>
-cuánta iniquidad dentro de sí contuviese aquella ley, y
-cuán tiránica fuese, y cuanta ceguedad en el Consejo cayese,
-y en los otros señores teólogos y letrados, no creo que hay
-necesidad de declararlo. Y promulgáronse las dichas leyes en
-la ciudad de Búrgos, á 27 de Diciembre de 1512 años.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_439" id="Page_439">[439]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XVII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Ya dijimos arriba, en el cap. 5.º, como despues que el Rey
-católico supo por cartas y relacion del Almirante y oficiales
-desta isla, lo que los religiosos de Sancto Domingo, contra
-esta tiranía y opresion de los indios habian predicado, mandó
-llamar al Provincial de Castilla de la dicha Órden, á quien
-áun estaban subjetos los que acá vinieron, y se quejó á él
-dellos, diciendo haber sido muy deservido en lo que habian
-predicado, etc.; por lo cual, el Provincial les escribió lo que
-el Rey le dijo, y por tanto mirasen lo que habian dicho, etc.,
-segun ya dijimos arriba. Vista esta carta del Provincial por el
-Vicario y padre fray Pedro de Córdoba, determinó de ir á España
-y dar cuenta de todo á sus Prelados ó al Rey, é para
-ayudar, si fuese menester, al padre fray Anton Montesino, en
-lo que conviniese. Púsolo así por obra, y, llegado á España,
-cumplió primero con lo que debia á su Órden, y de parecer
-del Provincial, fué á la corte, la cual estaba ya, segun creo,
-en Valladolid. Cuando llegó, halló que se acababan de hacer
-las dichas leyes, y vistas luégo, vido en ellas la perdicion de
-los indios, como quedasen so el poder de los españoles repartidos
-como ganados, y lo que más lloraba era cognoscer que
-se habian hecho por tantas y tales personas y de tanta auctoridad,
-solemnidad, y con tanto acuerdo, que parecia que
-ninguno podia decir en contrario cosa alguna, que no fuese
-tenido ó por presuntuoso y temerario, ó por loco; pero finalmente
-trabajó de hablar al Rey, para dalle su disculpa de lo
-que acá se habia predicado. Habló al Rey largo, dándole
-cuenta de todo el hecho y del derecho, y lo que les habia
-movido á predicallo, en lo cual le dió á entender cuánto los
-frailes habian servido á Su Alteza, y hecho bien á esta tierra.<span class="pagenum"><a name="Page_440" id="Page_440">[440]</a></span>
-El Rey le oyó benignísimamente, y segun el padre fray Pedro
-era de grande auctoridad y persona reverenda en sí, que
-fácilmente, quien quiera que lo via y hablaba y oia hablar,
-cognoscia morar Dios en él, y tener dentro de sí adornamiento
-y ejercicio de santidad, concibió dél grandísima estima, y
-tractábalo como á sancto, y, cierto, el Rey no se engañaba.
-Y tratando en el remedio de los indios, y de las leyes recientemente
-hechas, y por tales y tantas personas acordadas,
-díjole, segun creimos, que le parecia que no quedaban remediadas
-las fatigas y perdicion de los indios, quedando debajo
-de la mano de los españoles, y que otros remedios
-requerian más que aquellos, para, de los daños que padecian,
-librallos; finalmente, con estas ó con otras palabras, dificultando
-el negocio y poniendo en duda que con las dichas leyes
-la dificultad se remediase, le dijo el Rey con la reputacion
-en que lo habia ya tomado: «Tomad, vos, padre, á cargo de
-remediarlas, en lo cual me hareis mucho servicio, é yo mandaré
-que se guarde y cumpla lo que vos acordáredes». El santo
-varon, como era muy nuevo en esta tierra, que no habia aún
-dos años que á ella habia venido, y carecia de experiencia, que
-para semejante cargo era necesaria, ó por otras causas, que
-como era humilde podia considerar que le hacian sentir no
-ser bastante, no se atrevió, y respondió al Rey: «Señor, no es
-de mi profesion meterme en negocio tan arduo, suplico á
-Vuestra Alteza que no me lo mande.» Esta fué, segun creo, la
-primera vez que se ofreció estar en un punto los indios remediados
-y en manos de quien los remediara, porque si en tal
-persona su remedio estuviera, como estuvo tan á la mano si
-lo aceptara, no se dudó sino que aquesta tiranía, ántes que
-echara más raíces, se estirpara; pero fueron infelices los indios
-en no querello el padre fray Pedro aceptar, y más infelices
-los españoles que por aquellos tiempos en esta granjería andaban,
-y los que despues hasta hoy con ella se han inficionado.
-Todavía el dicho padre venerando puso al Rey en escrúpulo y
-cuidado, por lo cual mandó que se tornasen á juntar algunos
-del Consejo y teólogos, de nuevo, para que declarasen y moderasen<span class="pagenum"><a name="Page_441" id="Page_441">[441]</a></span>
-las leyes, si fuese necesario; uno de los teólogos fué
-su confesor, llamado el padre maestro fray Tomás de Matiencio,
-y otro fray Alonso de Bustillo, maestro tambien en teología,
-y el susodicho licenciado Gregorio, clérigo y predicador
-del Rey. Los del Consejo fueron: el licenciado Santiago, el
-doctor Palacios Rubios, y estos dos, siempre, sin duda, fueron
-favorecedores de los indios, yo soy testigo, porque eran personas
-de virtud. Juntáronse todos con el obispo D. Juan de
-Fonseca, muchas veces nombrado, y que se nombrará si Dios
-quisiere, obispo á la sazon de Palencia, sin el cual no se hacia
-ni se tractaba cosa que tocase á estas Indias. Mandó el
-Rey que se informasen del dicho padre fray Pedro de Córdoba,
-cerca de las recien hechas leyes, y rescibiesen su parecer.
-El cual informó segun vido que convenia al tiempo y
-á las personas, y al lugar y á la sazon de cosas que le pareció,
-y agravió algunas que las leyes habian ordenado, principalmente
-darles los indios á españoles, debiendo vivir por
-sí, y traer en las minas y los otros trabajos las mujeres preñadas
-hasta cuatro meses; y que no convenia que trabajasen
-las mujeres, bastaba los maridos; y que tampoco era justo
-trabajar los niños como trabajaban, y que era contra la honestidad
-cristiana consentir que anduviesen mujeres y hombres
-desnudos, y otras cosas desta manera que le pareció
-decirles. Y á lo que creimos, ó no informó de todo lo que al
-Rey habia dicho, por ver cuán asentados y determinados estaban
-en que las leyes que habian hecho eran convenientes, ó
-si los informó, pasaron con lo que habian en las leyes determinado,
-con ciertas pocas cosas que añidieron, ó por ventura,
-como fué nuevo en esta tierra, no supo del todo las maldades
-della, ni responder á las objecciones y argumentos que le movian,
-por no haber tenido de las cosas pasadas y áun presentes,
-plena noticia; y como los dos teólogos añididos no sabian
-dónde consistia la mortífera enfermedad de aquestos tristes
-enfermos, que era la tiránica detencion y servidumbre de los
-indios por aquel condenado repartimiento, ni la imposibilidad
-del cumplimiento de algunas de las leyes, y la inutilidad y<span class="pagenum"><a name="Page_442" id="Page_442">[442]</a></span>
-superfluidad de otras, (y muchas dellas son en sí justas, y
-suenan en favor de los indios, si no supieran la fístula y llaga
-mortal que todo lo canceraba, como en el precedente capítulo
-se dijo), pasaron con lo que los juristas y el licenciado Gregorio
-les dijeron. Pero no sé cómo se pudieron excusar los juristas,
-al ménos los teólogos, de no caer en la iniquidad y
-crueldad de la ley, que se hizo sobre la comida, que á los indios
-que trabajasen en hacer montones, y los otros trabajos
-de las estancias, les diesen una libreta de carne de domingo
-á domingo, y sobre esta ley hobimos el un maestro, que fué
-Bustillo, y yo, la brega que, arriba en el cap. 15, dije. Finalmente,
-que, ó porque la malicia de los seglares que á la sazon
-se hallaron en la corte, que fueron los que mayor parte sin
-duda tuvieron en el hacer de las leyes, impidió que Dios no
-tuviese por bien de dar lumbre á los letrados que cayesen en
-ello, porque escripto está, <i>qui nocet noceat ad huc</i>, ó porque
-por el divino juicio estaba determinado que aquestas humildes
-gentes así padeciesen, porque, aunque inocentes, cuanto á
-nosotros, son y siempre lo fueron, no lo son cuanto á Dios ni
-jamás hombre alguno lo fué, pasaron todos con las leyes hechas,
-con ciertos aditamentos, con los cuales respondieron al
-Rey que los habia mandado juntar, desta manera:</p>
-
-<p>«Muy alto y muy poderoso Príncipe, Rey é señor: Vuestra
-Alteza nos mandó, que porque algunos religiosos<a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a> y personas
-de conciencia, que tenian alguna noticia de las cosas de las Indias,
-habian informado á Vuestra Majestad, que en las ordenanzas
-que mandó hacer para el buen tractamiento y conversion
-y doctrina de los indios de la isla Española, y de las otras islas
-Indias y tierra firme del mar Océano, habia algunas cosas
-que para el saneamiento de la conciencia de Vuestra Alteza
-convenia enmendarse, y porque nosotros, los que de yuso
-firmamos nuestros nombres, vistas las ordenanzas, y oidas otras<span class="pagenum"><a name="Page_443" id="Page_443">[443]</a></span>
-personas<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a> que de las Indias tenian mucha noticia y experiencia,
-y despues de muy bien visto y platicado, y haber estudiado
-sobre ello, lo que en Dios y en nuestras conciencias nos
-parece que se debe añadir y enmendar en las dichas ordenanzas,
-son las cosas siguientes: Primeramente, que las mujeres
-indias, casadas, no sean obligadas de ir ni venir á servir con
-sus maridos á las minas ni á otra parte ninguna, sino fuere
-por su voluntad dellas, ó si sus maridos las quisiesen llevar
-consigo, pero que las tales mujeres, sean compelidas á trabajar
-en sus haciendas propias, ó en las de los españoles, dándoles
-sus jornales que con ellas y con sus maridos se convinieren,
-salvo si las tales mujeres estuvieren preñadas, porque
-con estas tales, Vuestra Majestad debe mandar que se guarde
-lo contenido en la ordenanza que sobre ésto está hecha. Que
-Vuestra Majestad debe mandar, que los niños y niñas, menores
-de catorce años, no sean obligados á servicio en cosas de
-trabajo hasta que hayan la dicha edad de catorce años, pero
-que sean compelidos á hacer y servir en las cosas que los niños
-pueden bien comportar, como en desherbar las heredades
-y cosas semejantes en las haciendas de sus padres, los que los
-tuvieren; y los mayores de catorce años, estén debajo del poder
-de sus padres, hasta que tengan legítima edad ó sean casados,
-y los que no tuvieren padres ni madres, lo hagan debajo
-de las personas á quien Vuestra Alteza los mandare encargar,
-conforme al parecer de los Jueces, así en la edad, como en el
-trabajo que han de hacer, con tanto que por ésto no sean
-impedidos á ser doctrinados y enseñados en las cosas de la fe,
-á las horas que lo han de aprender, dándoles de comer y pagándoles
-sus jornales que fueren tasados por los dichos Jueces,
-y si alguno dellos quisiere aprender oficio, pueda libremente
-hacerlo, y estos no sean compelidos á otra cosa, estando en el
-oficio. Asimismo debe Vuestra Alteza mandar que las indias<span class="pagenum"><a name="Page_444" id="Page_444">[444]</a></span>
-que no fueren casadas, las que están so el poderío de sus padres
-ó madres, que trabajen con ellos en sus haciendas ó en
-las ajenas, conveniéndose con sus padres, y las que no estuvieren
-debajo del poder de sus padres ó madres, porque no
-anden vagabundas, ni sean malas mujeres, y que sean apartadas
-de vicios, que sean doctrinadas y constreñidas á estar juntas
-con las otras, y á trabajar en sus haciendas, si las tuvieren,
-y si no las tuvieren, en las haciendas de los indios y de los
-otros, pagándoles sus jornales, como á las otras personas que
-trabajan por ellos. Que asimismo Vuestra Alteza debe mandar
-que los dichos indios sean obligados á servir nueve meses del
-año, como por Vuestra Alteza en las dichas ordenanzas cuasi
-lo tiene declarado y mandado, y que los tres meses contenidos
-en la dicha ordenanza, que á los dichos indios se les dá
-de huelga, porque no tornen á sus vicios y á su manera de
-vida ya costumbrada, sean compelidos á trabajar en sus haciendas
-mismas, ó por jornales en las de los otros vecinos, y
-que esta manera de servir sea por el tiempo que á Vuestra
-Alteza paresciere, y porque los dichos indios podrian, con el
-tiempo y con la conversacion de los cristianos, hacerse tan
-políticos, y tan entendidos, y capaces, y tan aparejados á ser
-cristianos, para que por sí sepan regirse, y vivan, y sirvan como
-acá lo hacen los otros cristianos, Vuestra Alteza ha de
-mandar que anden vestidos, y como se fuere cognosciendo la
-habilidad para ser cristianos, y éste capítulo se entiende de
-los hombres; y sobre todo, Vuestra Alteza debe mandar que
-las mujeres se vistan dentro de cierto término, so alguna pena.
-Este servicio que á Vuestra Majestad es debido por los dichos
-indios de la manera susodicha, Vuestra Alteza puede hacer
-merced dello, á quien fuere servido, por vida ó por el tiempo
-que Vuestra Majestad fuere servido de hacer dello merced. Y
-con estos aditamentos, suso contenidos, decimos que en Dios y
-en nuestras conciencias, Vuestra Alteza tiene muy justas y
-moderadamente ordenadas las cosas de las dichas Indias, así
-para el buen tractamiento y conversion y doctrina de los dichos
-indios, como para la gobernacion de aquellas partes, y<span class="pagenum"><a name="Page_445" id="Page_445">[445]</a></span>
-que debe Vuestra Alteza mandar que, en todo y por todo, se
-guarden las dichas ordenanzas que Vuestra Majestad tiene
-mandadas hacer con estos dichos aditamentos, y que haciéndose
-así, su real conciencia será enteramente descargada. Y
-así, firmamos aquí nuestros nombres.&mdash;<i>Episcopus Palentinus</i>,
-Conde.&mdash;<i>Frater Tomás de Matienzo.</i>&mdash;<i>Fray Alonso de Bustillo.</i>&mdash;<i>Licenciado
-Santiago.</i>&mdash;<i>El doctor Palacios Rubios.</i>&mdash;<i>El licenciado
-Gregorio.</i>»</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_446" id="Page_446">[446]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XVIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Placer es de ver cómo el Rey católico quedó libre de los
-pecados que en la perdicion destas gentes se cometieron, porque,
-ciertamente, hizo lo que en sí era, poniendo en manos y
-determinacion de tantos y tales letrados, teólogos y juristas,
-que hiciesen las leyes, y despues, por los escrúpulos
-que le puso el varon santo, fray Pedro de Córdoba, tornó á
-mandar que se juntasen, y que en esta junta interviniese su
-confesor, para que las corrigiesen y enmendasen si viesen ser
-necesario. Los Reyes, como no sean letrados, ni á ser letrados
-sean obligados, no tienen más que hacer para gobernar los
-reinos con buenas conciencias, sino elegir para sus Consejos
-personas notables, no por afeccion y amor, sino por méritos,
-y elegidas, seguir en las cosas árduas, y donde hay peligro en
-el errar, su consejo, no descuidándose de visitar el Consejo á
-sus tiempos, para saber si los elegidos en el estado que dellos
-al principio se estimó perseveran. Cuánto, pues, es de gozarse
-el hombre con la diligencia que el Rey puso para justificarse, y
-quedar de este negocio, tan árduo y peligroso, sin culpa, tanto
-es de lamentar la ceguedad é ignorancia que en los consultores
-hobo; si en todos, los unos y los otros, ó en algunos dellos,
-hobo culpa chica ó grave, pues eran letrados, ó fueron excusados
-por las falsedades perniciosas y horribles de que los tiranos
-contra los indios les informaron, Dios lo sabe. Porque,
-segun por todo el discurso que desta materia, en los capítulos
-pasados, se ha dicho, parece todo lo que los letrados hicieron,
-determinaron, y al Rey respondieron, fué fundado en el
-crédito que aquellos que, contra los indios les informaron,
-dieron; y dar crédito á quien tanto interese pretendia en la
-servidumbre, y trabajos, y sudores, y opresion destas gentes,<span class="pagenum"><a name="Page_447" id="Page_447">[447]</a></span>
-sin oillas ni oir, como se debieron oir, ó al ménos, no dar igual
-crédito á los dos y tales religiosos de Sancto Domingo que las
-defendian, no sé yo cómo los tales consultores, aunque fuesen
-buenos y con buena intincion tractasen dello, de culpa quedasen
-libres. Haberles dado en todo crédito á los susodichos,
-y negado á los religiosos, á quien darlo con justa razon debieran,
-bien ha parecido en las leyes todas, pasadas, y agora
-no ménos en estos aditamentos. Y es cosa ésta maravillosa, que
-habiendo vivido estas gentes tantos millares de años en sus
-pueblos, y policía ordenada, y pacífica, y con tanta copia y
-abundancia de las cosas necesarias, como las hallamos y vimos
-con nuestros ojos, y es á todos áun hoy notorio, cuanto
-más entónces, cuando desto el año de 11 se tractaba, que así
-se creyese ó se cegasen en creer, contra ellas, estos dos tan
-torcidos de razon y absurdos defectos, conviene á saber, que
-no se sabian regir, por lo cual pusiesen en el cuarto aditamento,
-que, porque con el tiempo y con la conversacion de los
-cristianos se podrian hacer capaces y políticos para vivir por
-sí, é por sí regirse, se les diese, á los que tales se cognosciesen,
-facultad para por sí vivir. Esto es cierto, y puede constar por
-muchas de las cosas que arriba se han probado, que si hasta
-hoy, y de hoy hasta el dia del juicio, las gentes destas islas
-vivieran, nunca se les diera facultad ni libertad para poder
-vivir por sí, porque á la ambicion y cudicia de los españoles
-no convenia, por no dejallos de su poder. Y esta cláusula
-deste aditamento nunca se pusiera si el padre fray Pedro de
-Córdoba, detestando el repartimiento de los indios á los españoles,
-no lo dijera; y en ponella, como la pusieron, más infamaron
-estos consultores á los indios, que los españoles, sus
-enemigos, porque lo puso el Rey luégo por ley. El otro defecto
-segundo, que al primero se endereza, de que los infamaron,
-fué la ociosidad, como si se dejaran morir de hambre, y, como
-arriba se há ya dicho, nosotros viniéramos de España á dalles
-de comer. Que tanta diligencia pongan los consultores, imbuidos
-de los pecadores, sobre que los indios no estén ociosos,
-que los tres meses que se les daban de huelga, fuesen compelidos<span class="pagenum"><a name="Page_448" id="Page_448">[448]</a></span>
-á trabajar en sus haciendas, ó por jornal á las de los otros
-vecinos, por manera que, al fin, trabajando, habian de morir,
-y de morir en nueve meses sirviendo á los españoles, y morir
-en los tres trabajando en las suyas por fuerza, ó por jornal
-en las ajenas, ¿qué utilidad se les seguia de toda su vida,
-ó cuándo habian de vivir? Admirable cosa fué ésta. Soltáranlos
-y dejáranlos estar en sus tierras y en sus pueblos en su
-libertad, y regirse como se regian, y la fe diéraseles como
-Cristo dejó establecido que á los infieles se diese, y ellos tuvieran
-la comida en tanta copia y abundancia que á nosotros
-hartaran la hambre, como la hartaron veces infinitas, segun
-arriba queda dicho, y recibieran la fe y religion cristiana mucho
-ántes que la hobieran aborrecido. Y la razon que los consultores
-dieron en este artículo fué, porque, diz que, no tornasen
-á sus vicios; yo torno á repetir que pluguiera á Dios,
-dejando la infidelidad á parte, la cual en estos no era culpa,
-sino pena deribada de los primeros padres, no tuvieran los
-españoles, á quien les daban por predicadores, y ejemplos de
-cristiandad, más horribles y detestables en fealdad, y en número
-mayor multitud de vicios. Tambien será bien no pasar
-callando una tan señalada y manifiesta injusticia. ¿Qué Rey
-ni qué república, por bárbara é inculta é injusta que fuese,
-hobo en el mundo que de doce meses del año constriñese á
-los súbditos libres á que sirviesen con servicios personales,
-con sus propios cuerpos y sudores, en trabajos insoportables,
-los nueve? ¿Qué mayor servidumbre? ¿Qué mayor y más duro,
-qué más injusto y tiránico captiverio? Fuera bien que los
-consultores, por buenos y religiosos que fuesen, consideraran
-ésto. Vamos á la postrera limitacion ó aditamento de las leyes,
-que toda fué fundada en la injusticia y tiranía, y para
-confirmacion y perpetuidad del detestable repartimiento; item,
-para que los privados del Rey tuviesen parte y arte cruel, que
-es lo que mucho desde arriba se viene oliendo; y ésto es lo
-que dijeron: que aquel servicio que los indios daban, de nueve
-meses, al Rey, que su Alteza podia hacer merced, y dallo
-á quien quisiese, por vida ó por tiempo, y en ésto fueron estos<span class="pagenum"><a name="Page_449" id="Page_449">[449]</a></span>
-postreros consultores engañatísimos, porque no sintieron la
-madriguera donde se acogia la liebre. De los cuales, yo fuí
-siempre seguro, que no añadieron ésto último pretendiendo
-interese, sino que los que lo pretendian, informados y persuadidos,
-quizá con buen fin, aunque no lo creo, se lo persuadieron.
-Desta postrera junta y de los cuatro aditamentos
-que en ella se hicieron, fué causa el dicho sancto varon y
-padre fray Pedro; de la última ni por pensamiento, la causa
-fueron los que, como dije, para que la pusiesen trujeron sus
-rodeos. Luégo el Rey, presentándole los cinco susodichos aditamentos,
-que estos postreros consultores le ofrecieron, mandó
-autorizallos y promulgallos por leyes, escepto el quinto pues
-los letrados lo instituyeron, sino fué porque á los privados
-que despues tuvieron indios de repartimiento, quizá, se temió
-que sería imputado por cosa rodeada y no muy honesta. Llamáronse
-estas cuatro leyes, declaracion y moderacion de las
-ordenanzas hechas, y promulgáronse en Valladolid, á 28 de
-Julio de 1513 años, y fueron en molde impresas.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_450" id="Page_450">[450]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XIX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Declaradas y promulgadas estas postreras cuatro leyes, y
-por mejor decir, entendido el quinto aditamento que decia,
-que el servicio de los nueve meses que los indios eran obligados
-á servir al Rey, lo podia conceder, haciendo merced, á
-quien quisiese, luégo procuraron los privados de pedir al Rey
-les hiciese merced á cada uno de repartimiento de indios, teniendo
-por cierto y determinado que con buena conciencia
-los podian tener, pues los letrados desta postrera junta lo afirmaron,
-y firmaron en Dios y en sus conciencias, guardando
-las leyes dichas con sus cinco limitaciones ó aditamentos. Y
-de los primeros fué, el obispo de Palencia, D. Juan de Fonseca,
-de quien se ha dicho, que, desde el descubrimiento destas Indias,
-siempre fué principal y Presidente en el gobierno dellas;
-este señor Obispo tuvo 800 indios, en cada una destas cuatro
-islas, Española, la de Cuba, la de Sant Juan, y de la de Jamáica,
-200. El secretario Lope Conchillos, tuvo 1.100, segun
-tuvimos entendido. Hernando de Vega, que fué notable persona
-en prudencia y muy estimado del Rey, y fué del Consejo
-de las Indias, cuando el Consejo de los otros Consejos se
-distinguió, tuvo 200. El camarero Juan Cabrero, aragonés,
-muy antiguo de la cámara del Rey, otros 200. El licenciado
-Moxica, que era del Consejo real, tuvo no sé cuantos, y creo
-que no eran ménos de 200. Sospecha hobo que algunos otros
-del Consejo real los tuvieron de secreto, puestos en cabeza de
-otras personas, que enviaban con cargos y oficios á esta isla;
-nunca del licenciado Santiago, ni del doctor Palacios Rubios,
-que fueron los que más destas Indias tractaron por aquellos
-tiempos, cosa de interese, ni cosa que no debiesen hacer, se
-sospechó. Estos fueron los que tuvieron indios en estas islas,<span class="pagenum"><a name="Page_451" id="Page_451">[451]</a></span>
-estando ellos en Castilla, y no los caballeros de Castilla, como
-dice Oviedo en su historia. Desta buena limitacion y quinto
-aditamento, que los postreros consultores, sin saber el daño
-que con ello hacian, escribieron, tuvieron tambien ocasion los
-oficiales del Rey, Tesorero, y Contador, y Factor, y Veedor,
-de pedir y tener cada uno su repartimiento; lo mismo hicieron
-los Jueces de apelacion, que por estos tiempos, entre el
-año de 11 y 12 se proveyeron y á esta isla vinieron; el uno
-fué el licenciado Marcelo de Villalobos, el otro, el licenciado
-Juan Ortiz de Matiencio y el licenciado Lúcas Vazquez de
-Ayllon, el que arriba, en el libro II, dijimos haber sido, en
-tiempo del Comendador Mayor, Alcalde mayor de la Vega y
-sus comarcas. Estos fueron enviados por Jueces de apelacion,
-para que del Almirante y de sus Alcaldes mayores y Tenientes,
-para ante ellos, como Jueces inmediatos del Rey, se apelase
-por la relacion quel Rey tuvo que habia en esta isla disensiones
-y bandos entre el Almirante y el tesorero Pasamonte,
-y los otros oficiales del Rey, que maldito aquel provecho para
-Dios ni para dellos jamás salió, y estos se tuvo por cierto, que
-revolvieron al Almirante con el Rey, é le persiguieron hasta
-la muerte, como se dirá. Así que fueron proveidos aquellos
-tres licenciados por Jueces de apelacion, y éste fué su primer
-nombre, despues se les dió auctoridad y oficios de Oidores y
-de Audiencia y Chancillería real, como hoy la tienen los que
-sucedieron. Estos tambien pidieron y tuvieron sus repartimientos,
-como personas de más preeminentes oficios, y todos
-ellos y los Oficiales no dejaban de llevar sus salarios del Rey,
-puesto que no eran tan crecidos como despues de que mataron
-los indios los tuvieron, y así los tristes indios, con sus angustias,
-trabajos y sudores, eran parte de los salarios, y la
-justicia que les guardaron abajo será manifiesta. Viendo el
-padre fray Pedro de Córdoba, varon sancto y prudentísimo,
-las leyes hechas, y despues las adiciones que habian poco limitado
-y moderado, cognosciendo quedar los indios sin algun
-remedio, y viendo ántes con su prudencia, que los indios habian
-en breve de perecer, como perecieron, y que esta muerte<span class="pagenum"><a name="Page_452" id="Page_452">[452]</a></span>
-y destruccion destas gentes, no se causaba sino por tenerlos
-en servidumbre los españoles, y en lo que tocaba á su conversion
-ninguno la impidia sino ellos, lo uno por sus tiranías,
-y lo otro por sus perniciosos ejemplos, acordó de suplicar al
-Rey que le diese licencia, y ayuda, y favor, para que él con
-los frailes de su Orden, que consigo le pareciese llevar, pasasen
-á la tierra firme más cercana desta isla, que es la de Cumaná,
-donde despues fué la priesa de sacar perlas, para predicar
-á aquellas gentes, sin estorbo de los españoles, creyendo
-que nunca hombre dellos asomara jamás por allí. El Rey católico,
-lo uno por la obra ser tal y tan apostólica, y lo otro, la
-gran estima y devocion que dél habia cobrado, fué dello muy
-contento y servido, y mandó que le diesen los despachos á su
-voluntad, muy cumplidos, y así fué, que todo lo que pidió para
-que en esta isla se le diese de navíos y bastimentos, y otras
-cosas que llevar convenia, como herramientas, y aparejos
-para edificar una casa, le fué concedido y cumplido, como
-abajo, placiendo á Dios, será dicho. Habria en esta isla, á la
-sazon cuando andaba la solicitud y barahunda de hacer las
-leyes en Castilla, obra de 20.000 indios, con hombres y mujeres,
-grandes y chicos, y creo, cierto, que áun no los habia.
-Estos habian quedado de tres y cuatro cuentos, que, en sus
-pueblos, pacíficos con sus señores y Reyes, y en toda abundancia,
-sobrándoles todas las cosas necesarias, sino era lumbre
-de fe, digo verdad porque yo los vide, vivian. Alcanzados
-del Rey los repartimientos por los susodichos privados y residentes
-en la corte, luégo entraron sus criados y mayordomos
-acá, no los más negligentes que en sus casas tenian. Estos, ó
-porque conocieron en sus amos hervir la cudicia de rescibir
-oro y todo provecho de los indios, ó por su propia crueldad y
-malicia, dábanles en los trabajos, y en especial en los de las
-minas, sin guardar ley ni ordenanza, ni razon, ni justicia, que
-en cada demora, que duraba, como se dijo, cinco meses, que de
-hambre, y trabajo, y angustia y afliccion, la mitad ó el tercio de
-los indios de su repartimiento, perecia. Aquellos muertos, presentaba
-luégo la Cédula del Rey al que gobernaba, ó á los<span class="pagenum"><a name="Page_453" id="Page_453">[453]</a></span>
-Jueces de apelacion, diciendo que á su amo, por aquella Cédula,
-mandaba el Rey dar en repartimientos 200 ó 300 indios, y que
-no tenia sino tantos, por lo cual pedia que se la hinchiesen, y
-porque no habia en esta isla quien de barro hiciese indios, con
-tanta priesa como á matar se daban, ó los quitaban á los que
-favor no tenian y dejábanlos sin repartimiento, para cumplir
-la Cédula, ó echaban en la baraja todos los indios de la isla,
-y hacian general repartimiento, y dejaban los de poco favor
-sin indios, y cumplíase con los privados del Rey que estaban
-en Castilla. Un cruel tirano, criado y mayordomo de uno de
-los de la corte arriba referidos, habiendo muerto en una demora
-de los cinco meses, 70 ó setenta y tantos indios, reprendiéndole
-aquella su crueldad un religioso de Sancto Domingo,
-respondió sin temor ni vergüenza: «Andad, padre, que si yo
-matare todos los indios en un dia, amo tengo yo á quien el
-Rey le dará otros tantos para otro dia.» La razon de la desvergüenza
-deste fué, porque no habia ley, ni habia pena ni
-estorbo, ni justicia que tocase á estos verdugos que tenian
-acá los de Castilla, como quiera que les enviasen oro y fuesen
-bien servidos, aunque matasen todos los indios en un dia,
-ántes todos los que acá estaban, Jueces y Oficiales, para ello
-los ayudaban y favorecian cuanto en el mundo podian. Pues
-los Jueces y Oficiales desta isla, en quien no hervia ménos el
-ánsia de amontonar oro, no habiendo superior alguno que á
-la mano les fuese, ¿qué tal era la moderacion y justicia que
-con los indios de sus repartimientos usaban, y qué estragos
-en ellos hacian?; los cuales tambien usaban de la presentacion
-y hinchimiento de sus Cédulas, cada demora que el número
-de los indios que mataban se les disminuia. Los particulares
-vecinos, viendo la tiranía de los unos y de los otros,
-y temiendo que, como aquellos se daban priesa á matar, para
-suplir sus Cédulas se los habian á ellos de quitar un dia que
-otro, tambien á trabajar y matar sus indios no se daban poca
-priesa; yo fuí avisado, en tiempo que yo tuve cargo de mirar
-y estorbar los agravios de los desdichados indios, que habia
-escripto un vecino á un estanciero, ó minero suyo, que se<span class="pagenum"><a name="Page_454" id="Page_454">[454]</a></span>
-diese priesa á trabajar los indios y que no perdonase mujeres
-preñadas y paridas, porque cada hora, que se los habian de
-quitar, temia. Algunos Visitadores, conforme á lo que las dichas
-leyes disponian, pusieron, pero, de más carga y pesadumbre
-para los indios y de disimular las tiranías y de robar
-su parte, sirvieron. Todo lo que está dicho de los Jueces y Oficiales,
-y de los de Castilla que acá tenian indios, y de los
-particulares, y de todas sus tiranías, y muerte y perecimiento
-de los indios en las minas y en los otros trabajos desta isla,
-se hacia con la misma impiedad y crueldad, y sin misericordia
-alguna en las otras tres islas, la de Sant Juan, la de Cuba,
-como della presto diremos, y en la de Jamáica. Veis aquí el
-fruto que salió de las dichas leyes, y de sus cinco aditamentos
-que hicieron los postreros ó engañados consultores, y que
-juraron en Dios y en sus conciencias, que con aquellas limitaciones
-y declaraciones, el Rey tenia muy justas y moderadamente
-ordenadas las cosas de las Indias. Y lo bueno fué, y
-que adorna y hermosea todo lo arriba dicho, que los del Consejo
-dieron forma de cómo habia de rezar la Cédula de los
-repartimientos que á cada uno se daban, y decia así el Gobernador,
-ó que tenia cargo de repartir los indios, que despues
-llamaron, como se dirá, Repartidor: «Yo, fulano, en nombre
-del Rey é de la Reina, nuestros señores, por virtud de
-los poderes que de Sus Altezas tengo, encomiendo á vos, fulano,
-tal Cacique y tantas personas en él, para que os sirvais
-dellos en vuestras haciendas, minas y granjerías, segun y
-como Sus Altezas lo mandan, conforme á sus ordenanzas,
-guardándolas, y no de otra manera, porque de otra manera
-Sus Altezas no vos los encomiendan, ni yo en su nombre; y si
-no lo hiciéredes os serán quitados, y lo que os hobiéredes servido
-dellos, será á cargo de vuestra conciencia y no de la de
-Sus Altezas, ni de la mia, etc.» Esta era la sustancia y forma
-de la Cédula, por lo cual creian que ya quedaba todo llano
-y santo, y fuera bien preguntar á alguna de las justicias, si
-quitaron á uno ó alguno los indios por los malos tractamientos.
-Pero mejor preguntados deben ya de estar, porque todos<span class="pagenum"><a name="Page_455" id="Page_455">[455]</a></span>
-son muertos. Las Cédulas antiguas decian, que se los encomendaba
-para que se sirviesen dellos en sus granjerías y minas,
-y que los enseñasen en las cosas de nuestra sancta fe
-católica, pero estotras, ordenadas por el Consejo, añidian, «y
-sea á cargo de vuestra conciencia y no de la de Sus Altezas ni de
-la mia, ó con ésto descargo la conciencia de Sus Altezas, y la
-mia en su nombre»; y con estas palabras creian los insensibles
-que quedaban las tiranías y muerte de los indios justificadas
-y sanctificadas, y su conciencia y la del Rey salvas y excusadas.
-Y llamo aquí la conciencia del Rey, la de los de su
-Consejo, porque la de la misma persona real, yo no dudo
-sino que no tuvo culpa alguna, porque hizo todo lo que en sí
-era, como arriba queda declarado, y así fué, de todos estos
-errores y daños, excusado.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_456" id="Page_456">[456]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XX.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="pch">En el cual se contiene una grande ingrata inhumanidad que los españoles, que iban á saltear
-hombres en las islas de los Lucayos, á ciertas gentes de la tierra Florida, hicieron.&mdash;Y
-parece ser éstos los primeros que aquella tierra descubrieron.&mdash;Y como Juan
-Ponce de Leon fué á descubrir por lo más alto, y descubrió el cabo Grande de la Florida,
-al cual le puso aquel nombre.&mdash;Y como fué á Castilla y vino por Adelantado della y Gobernador,
-y al cabo murió miserablemente.</p>
-
-<p class="p2">Dejemos agora por un rato perecer cada dia y cada hora
-los indios desta isla, y de la de Sant Juan, y la de Jamáica
-(porque en la de Cuba no habia áun entrado en este año de 11
-la pestilencia de que hablamos), con las leyes y aditamentos
-tan saludables, de que dijeron los postreros consultores, juristas
-y teólogos, que con ellas quedaban justas y moderadamente
-ordenadas las cosas destas Indias, afirmándolo en Dios
-y en sus conciencias, y prosigamos en nuestra historia, lo que
-por estos años sucedió en esta isla y en estas tierras. Por este
-tiempo, aunque ya se andaba por el rebusco de las gentes
-yucayas, de que mucho habemos arriba, en el libro II, hablado,
-cómo nuestros españoles las vendimiaron, todavía, como
-vieron los vecinos desta isla que los indios della se les acababan
-(pero no por eso de matar cesaban los que se hallaban),
-con algunos dineros, que con la sangre de los ya muertos habian
-allegado, se juntaban en compañía y armaban uno ó dos
-navíos ó más, para ir á rebuscar los inocentes que por las
-isletas donde moraban, escondidos por los montes, se habian
-del furor pasado escapado. Entre otros, se juntaron siete vecinos
-de las villas de la Vega y Sanctiago, á lo que creo, y de
-otros lugares, y no faltaban mercaderes que les ayudaban, los
-cuales armaron dos navíos, metiendo en cada uno 50 ó 60
-hombres, en aquellas romerías bien ejercitados, con sus bastimentos
-de pan, caçabí é carne, y sus pipas de agua, con<span class="pagenum"><a name="Page_457" id="Page_457">[457]</a></span>
-todo lo demas necesario. Salieron de Puerto de Plata, de donde
-luégo, otro dia, ó poco más, llegan á las islas de los Lucayos,
-á las cuales llegados, y buscadas muchas dellas con diligencia
-suma, pero no hallaron nada, porque ya, los que
-ántes dellos por aquellas islas habian andado, los habian todos
-acabado con la priesa que arriba, en el libro II, queda bien
-demostrado; y porque les pareció que si se volvian vacíos sin
-presa, no sólo perdian los dineros que habian gastado, y el
-peligro, y trabajo, pero áun afrenta se les recrecia tornarse
-á esta isla sin sacar fruto alguno de su viaje, acordaron de
-se ir hácia el Norte á descobrir tierra, cuanto los bastimentos
-les durasen, y, si la hallasen, hacer en ella algun buen salto,
-aunque despues negaban que hobiesen navegado por su voluntad,
-sino que los habia forzado una gran tempestad, y arrebatado
-la fuerza della, que les duró dos dias, y que el postrero
-vieron cierta tierra á la cual se allegaron. Esta, cierto,
-fué la tierra y costa de mar, de la que agora llamamos la Florida,
-que debia estar de las islas de los Lucayos, de donde
-salieron, obra de 150 leguas, por mucho que con la tormenta
-anduviesen, y así sería la bahía que agora se llama de <i>Sancti
-Spiritus</i>, y desta isla Española estará 230 leguas, ó poco más;
-y si fueron sin tormenta, y por su voluntad, en dos dias con
-sus noches no andarian arriba de 80 leguas, y, por consiguiente,
-llegarian al cabo de Sancta Elena, ó poco más, que
-es harto más cerca de acá. Llegados los navíos á tierra, la
-cual hallaron poblatísima, y como la gente vido los navíos,
-corren infinitos á la ribera de la mar espantados de ver los
-navíos y gente en ellos tan de otra manera de sí, que nunca
-visto habian, que no se hartaban de mirar. Salieron en tierra en
-sus barcas los nuestros, á los cuales como vieron salir, huyen
-todos de miedo, sin quedar persona que osase esperar. Siguieron
-ciertos mancebos más ligeros, y alcanzaron un hombre
-y una mujer, que no corrian tanto; lleváronlos á los navíos
-y vistieron sendas camisas, y diéronles de comer y otras
-cosillas de Castilla, que fué como carne de buitrera, que suele
-bien pagar el escote quien á comerla viene. Soltáronlos,<span class="pagenum"><a name="Page_458" id="Page_458">[458]</a></span>
-llevándolos á tierra; perdido el miedo fuéronse muy seguros
-y contentos. Llegados éstos á donde la gente estaba, viéndolos
-así ataviados, confiando que todo era oro lo que relucia, y que
-debia ser buena y pacífica gente la que daba de lo que tenia,
-tórnanse sin miedo á venir todos seguros á la playa. El Rey
-dellos envia luégo 50 hombres á los cristianos, cargados de
-comida. Fueron algunos de los españoles al pueblo, recibiólos
-el Rey con gran reverencia y placer, dáles personas que los
-acompañen y guien para que vean los otros pueblos; donde
-quiera que llegaban, las gentes, con presentes de comida y de lo
-que tenian, como á hombres venidos del cielo, los salian á rescibir.
-Despues de andado por la tierra algunos dias, y visto lo que
-habia en ella, y el ojo vivo á si hallaran señal de oro acordaron
-nuestros españoles de pagarles la posada y benigno rescibimiento
-en la moneda que en los Lucayos y en otras partes lo solian
-hacer. Un dia, con astucia y mañas que tuvieron, convidaron á
-mucha gente, hombres y mujeres, á que á los navíos fuesen; ellos,
-con su simplicidad, esperando que serian tractados y hospedados
-con la fidelidad que lo habian hecho, por ir á ver los navíos
-fué tanta la jente que ocurrió, que no cabian en las barcas
-ó bateles, y hechos muchos barcajes y caminos, hinchiéronse
-de jentes, de mujeres y hombres, los dos navíos, y lo
-mismo hicieran si fueran ciento. Los navíos así llenos, alzan
-las anclas y sueltan las velas, y viénense camino desta isla,
-quitando los hijos á los padres, y las mujeres á los maridos, y
-por el contrario, los maridos á las mujeres, y los padres á los
-hijos; y desta manera dejaron aquella tierra, que tan amigablemente
-los habian rescibido, con tanta inhumana é ingrata
-obra escandalizada y agraviada, y con justa razon contra
-ellos hecha enemiga. Volviendo con su tan bien ganada presa
-los dos navíos, apartado el uno del otro, sin verse nunca más,
-pareció para testigo de su justicia; creyeron que por ser viejo
-se habia perdido, pero mejor creyeran que el divino juicio, por
-dalles luégo por tan gran maldad el castigo, quiso hundillo, y
-dejó el otro para que fuesen manifiestas las facinerosas obras
-que los españoles, contra estas inocentes naciones, perpetraban<span class="pagenum"><a name="Page_459" id="Page_459">[459]</a></span>
-cada dia. Llegó aquel navío á este puerto y ciudad de
-Sancto Domingo con su presa, y sabido por los Jueces de apelacion,
-mostraron haber enojo dello y reprendieron los tiranos
-raptores, pero no los hicieron cuartos como merecian,
-porque su costumbre fué, ántes á los tales favorecer, como parecerá,
-si Dios quisiere, que hacer justicia dellos; allende
-que el uno dellos habia puesto en la compañía de los dos navíos,
-para ir á robar yucayos, su parte, y ésto bastaba para
-que todo aquello y más se disimulase, y verse há tambien la
-justicia que Dios hizo dél, quizá por sólo ésto, porque fué á
-morir á la misma tierra, ó á la cercana della, harto infelicemente;
-tractaron de los tornar á enviar á su tierra en el navío
-que los habian traido, pero no les faltó achaques ó inconvenientes
-que fingian para hacello, y bastaba, como dije, haber
-tenido el uno de los Jueces, en el armazon y granjería de los
-navíos, parte. Y es la verdad, que ya que vieron y cognoscieron
-la nefanda obra é injusticia con que los habian traido,
-que los pusieran en libertad y los ayudaran con casas y mantenimientos,
-y las otras cosas necesarias con que viviesen, y
-pareciese que les hacian alguna enmienda, pero no fueron
-dignos que acertasen alguna vez en hacer justicia y lo que
-debian, sino siempre al revés, y en todo errasen; lo que hicieron,
-para recompensa y consuelo de los que así habian sido
-agraviados, fué repartillos á quien quisieron, y quizá todos se
-quedaron en sus casas, mayormente del uno que puso la parte,
-como otras veces hicieron, para que sirviesen en las minas y
-haciendas, donde de angustia y tristeza, y trabajos no acostumbrados,
-en breve todos perecieron. Esta gente era más
-blanca que los demas; las mujeres venian vestidas de cueros
-de leones bien adobados, y los hombres, de otros animales.
-Deste salto hace mencion Pedro Mártir, en la Década 7.ª capítulo
-2.º, donde da cuenta de muchas cosas que oyó referir
-por dichos de los indios que de allí trujeron; así de las costumbres
-y ritos de las gentes de allí, como de la calidad de
-la tierra y cosas que en ella habia, en especial perlas. Al olor,
-por ventura, desta nueva, en este tiempo, al principio del año<span class="pagenum"><a name="Page_460" id="Page_460">[460]</a></span>
-de 511, debió moverse Juan Ponce de Leon, algunas veces
-nombrado, y el que arriba en el libro II dijimos que habia
-sido el primero que habia ido á inquietar y tiranizar los vecinos
-naturales de la isla de Sant Juan, porque como el almirante
-D. Diego Colon le hobiese quitado la gobernacion de
-aquella isla y puesto otro Gobernador, y se hallase rico de los
-sudores, sangre y angustias de tantos hombres y gentes
-que habia tenido en servidumbre, así en esta isla, en la provincia
-de Higuey, como en la dicha isla de Sant Juan, fué
-necesario que para que mostrase Dios la justicia y razon con
-que lo habia todo hecho y ayudado á hacer, emprendiese negocio
-y empresa donde malgastase lo robado y en muchos
-dias amontonado, y al cabo, con mala muerte, feneciese. Este
-armó dos navíos bien proveidos y aparejados de gente, que
-por la mayor parte, para descubrir, son marineros, y bastimentos
-de las otras cosas necesarias, y viniendo hácia el Norte
-desta isla Española, pasando las islas de los Lucayos, quiso
-tomar más arriba á mano izquierda del viaje que los dichos
-dos navíos habian llevado, y á pocos dias vido tierra, y ésta
-fué un cabo muy grande que sale á la mar del Norte, hácia el
-Sur, más de noventa leguas de toda la otra tierra, el cual hace
-el estrecho que llamamos agora la canal de Bahama, entre él y
-la isla de Cuba; luégo, como la vido, llegóse á reconoscella y
-púsole por nombre la tierra Florida, porque debiera parecerle
-fresca y florida como esté en 25° de la equinocial, como
-lo están las islas dichas de los Lucayos, que son fresquísimas
-y felicísimas. Esta misma tierra llamó el mismo Juan Ponce
-Bimine, no supe de dónde ó por qué causa tal nombre le puso,
-ó de dónde le vino, ó si la llamaron así los indios, porque no
-creo que saltó en tierra ni tuvo deste viaje habla con indios.
-Descubierta esta tierra, tornóse á la isla de Sant Juan, donde
-tenia sus haciendas, y de allí fué á Castilla y pidió al Rey merced,
-por el descubrimiento de nueva tierra que habia hecho,
-le hiciese Adelantado de Bimine y le diese la gobernacion
-della, porque él á su costa la queria poblar, con otras más
-preeminencias y provechos que debiera de pedir, como hombre<span class="pagenum"><a name="Page_461" id="Page_461">[461]</a></span>
-acá experimentado, que yo no supe; lo cual, todo le concedió
-el Rey. Tornó de Castilla muy favorecido con título de Adelantado
-y Gobernador de Bimine, que él llamó por otro nombre
-la Florida, y que agora llamamos tambien Florida, aunque
-deste nombre decimos toda la tierra y costa de la mar
-que comienza desde aquel cabo grande que él descubrió, hasta
-la tierra de los Bacallaos, y por otro nombre la tierra del Labrador,
-que no está muy léjos de la isla de Inglaterra. Llegado
-á la isla de Sant Juan, tomó de allí de sus haciendas todo
-lo que habia menester y vínose á esta isla y puerto de Sancto
-Domingo, donde se rehizo de gente y navíos. Partióse deste
-puerto en el año de 512, y váse á su Bimine, y queriendo entrar
-en la tierra como habia entrado en estas islas, y las nuevas
-del salto que hicieron más abajo, en la misma tierra, los
-que habemos dicho, que debieran todas aquellas regiones de
-haber cundido y alborotado, los de Bimine defendieron su
-patria cuanto pudieron, y, peleando con sus pocas armas y
-flacas fuerzas, entre los primeros hirieron con una flecha al
-Juan Ponce, Adelantado y Gobernador. Parece que aunque no
-tienen hierba ponzoñosa por aquella tierra, fué la herida en tal
-lugar, que juzgó de sí mismo tener peligro, por lo cual
-mandó que todos se recogiesen á los navíos, y dejasen la tierra
-y lo llevasen á la Isla de Cuba, que era la tierra más propincua
-de donde estaban. En llegando á ella, y creo, si no me
-he olvidado, al puerto que hoy se llama del Príncipe, que es
-en la dicha isla, pasó desta vida puesto en tanto trabajo; y
-por esta manera perdió el cuerpo, gastó gran suma de pesos
-de oro, que, como dije, habia allegado con muchas muertes y
-vidas dolorosas y amargas de indios, y padeció trabajos muy
-grandes yendo y viniendo á Castilla, y á descubrir, y á querer
-poblar, y el ánima no sabemos cómo le ha ido. Y así feneció
-el adelantamiento de Bimine con todo lo demas.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_462" id="Page_462">[462]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXI.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">En este año de 1511 determinó el almirante D. Diego Colon,
-que estas islas y tierras gobernaba, de enviar á poblar
-la isla de Cuba, porque hasta entónces no se sabia más de que
-era isla, y buena tierra y abundante de comida, y estaba llena
-de gente, y como Diego Velazquez, de quien en el libro II,
-cap. 10, hicimos mencion, el Comendador Mayor le habia
-hecho su Capitan, en las crueldades que se hicieron en las
-provincias de Xaraguá, y las por allí comarcanas, y despues
-su Teniente de cinco villas de españoles que por ellas se poblaron;
-este Diego Velazquez, digo, como fuese el más rico y
-muy estimado entre los que acá de los antiguos desta isla,
-cuando el almirante D. Diego vino á gobernar, estaban, y habia
-tenido tan señalados cargos, y habia sido criado del adelantado
-D. Bartolomé Colon, tio del mismo Almirante, hermano
-de su padre, como arriba, en el libro I y II, queda muchas
-veces tractado, puso los ojos en él, y acordó enviallo á que
-poblase la dicha isla de Cuba, porque, en la verdad, ninguno
-otro en esta isla se hallara, ya que se habia de enviar á poblar
-segun el modo, y leyes, y camino, que en poblar, ó por, con
-muy mayor verdad decir, despoblar, y destruir estas tierras
-de que se usaba y acostumbraba, que tuviese tales ni tantas
-partes. Una era ser más rico que ninguno otro, otra era que
-tenia mucha experiencia en derramar ó ayudar á derramar
-sangre destas gentes malaventuradas, otra era, que de todos
-los españoles que debajo de su regimiento vivian era muy
-amado, porque tenia condicion alegre y humana, y toda su
-conversacion era de placeres y gasajos, como entre mancebos
-no muy disciplinados, puesto que á sus tiempos sabia guardar
-su auctoridad y queria que se la guardasen, otra era que<span class="pagenum"><a name="Page_463" id="Page_463">[463]</a></span>
-tenia todas sus haciendas en Xaraguá, y en aquellas comarcas,
-junto á los puertos de la mar los más propincuos á la isla de
-Cuba, que habia de ser poblada. Era muy gentil hombre de
-cuerpo y de rostro, y así amable por ello, algo iba engordando,
-pero todavía perdia poco de su gentileza; era prudente,
-aunque tenido por grueso de entendimiento, pero engañólos
-con él. Sabido por esta isla que Diego Velazquez iba por poblador
-de Cuba, hobo mucha gente que se moviese á ir con
-él, lo uno por las razones declaradas, pero mucho más, cierto,
-porque cuantos en esta isla habia, por permision y castigo de
-Dios por haber muerto los indios, estaban y vivian necesitados,
-que con cuanto oro habian sacado nunca medraron ni
-quiso Dios que medrasen, y así estaban todos adeudados y
-trampeados, y muchos que no salian de las cárceles, ó de
-hecho ó con temor que allí habian de ir á parar, y por esta
-causa no dudo yo sino que, como tuviesen esta isla por cárcel,
-por salir della con el turco se fueran, yendo á poblar tierras
-de nuevo, y de que les habia de repartir los indios teniendo
-esperanza. Y generalmente fué aquesta la manera de ir adelante
-de unas islas en otras, y de unas de la gran tierra firme
-en otras, que nunca salian ni dejaban unas sin que primero no
-las hobiesen destruido y muertos los indios dellas, y despues
-que allí no enriquecian, porque Dios no consentia que, como dije,
-con cuanto robaban y mataban, medrasen, iban á robar y matar
-las gentes de adelante. Así fué, que desta isla salieron á la de Sant
-Juan, y á la de Jamáica, el año de 9, y tambien á tierra firme
-con Nicuesa y Hojeda, y agora, el año de 11, desta salieron para
-la de Cuba, y de allí á la Nueva España y á otras partes, como,
-placiendo á Dios, se verá. Finalmente, se allegaron, segun
-creo, hasta 300 hombres para ir con Diego Velazquez en tres
-ó en cuatro navíos, y recogiéronse todos en la villa y puerto
-que se llamaba Salvatierra de la Çavana, que es al cabo desta
-isla, como en el libro II queda declarado. Pero ántes que pasemos,
-en la partida y viaje de Diego Velazquez, y los que con
-él fueron, adelante, será bien referir lo que en la misma isla
-de Cuba pasaba. Para ésto es de saber, que por las persecuciones<span class="pagenum"><a name="Page_464" id="Page_464">[464]</a></span>
-y tormentos que las gentes de esta isla de los españoles
-padecian, los que podian huir, ya está dicho arriba en el libro
-II, que huian á los montes, y si se pudieran meter en las
-entrañas de la tierra se metieran, y porque los de las provincias
-de Guahába estaban más propincuas á la isla de Cuba,
-porque no hay sino 18 leguas de mar en medio de punta á
-punta, muchos indios se metian en canoas, que son sus barquillas
-de un madero, como en el libro I se vido, y se pasaban
-huyendo á la isla de Cuba, entre los cuales se pasó un señor y
-Cacique de la provincia de Guahába, con la gente que pudo,
-llamado en su lengua Hatuéy, la é letra luenga, hombre prudente
-y bien esforzado, y en la tierra que está más propincua á
-la punta ó cabo desta isla, que se llamaba en su lengua Maycí,
-la última sílaba luenga, ó por la provincia por allí comarcana,
-hizo su asiento, por grado, ó por fuerza quizá de los que por
-allí vivian, y más parece que por grado, porque toda la más
-de la gente de que estaba poblada aquella isla, era pasada y
-natural desta isla Española, puesto que la más antigua y natural
-de aquella isla era como la de los Lucayos, de quien hablamos
-en el libro I y II ser como los Séres, que parecia no
-haber pecado nuestro padre Adan en ellos; gente simplicísima,
-bonísima, careciente de todos vicios, y beatísima, si solamente
-verdadero cognoscimiento de Dios tuviera. Esta era la
-natural y nativa de aquella isla, y llamábanse en su lengua
-cibonéyes, la penúltima sílaba luenga, y los desta, por grado
-ó por fuerza, se apoderaron de aquella isla y gente della, y
-los tenian como sirvientes suyos, no como esclavos, porque
-nunca en todas estas Indias se halló que hiciesen diferencia, ó
-muy poca, de los libres y áun de los hijos á los esclavos,
-cuanto al tractamiento, cuasi por la mayor parte, si no fué en
-la Nueva España y en las otras provincias donde acostumbraban
-sacrificar hombres á sus dioses, que sacrificaban comunmente
-los que en las guerras captivaban por esclavos, pero
-desto estaban libres los destas islas. Así que, aquel señor Hatuey,
-cognosciendo la costumbre de los españoles, de cuya
-cruel servidumbre habia huido, y desterrádose de su propia<span class="pagenum"><a name="Page_465" id="Page_465">[465]</a></span>
-patria y señorío para otra, tenia siempre, parece que, sus espías,
-que sabian y le traian las nuevas del estado desta isla,
-porque debia de temer que algun dia habian de pasarse los
-españoles á aquella de Cuba. Y, finalmente, parece que supo
-la determinacion de los españoles, que estaban para pasarse á
-ella. Tenida esta nueva, un dia juntó su gente toda, y debia
-ser los hombres de guerra, y comiénzales á hacer un sermon,
-reduciéndoles á la memoria las persecuciones que los españoles
-habian hecho á la gente desta isla Española, diciéndoles:
-«Ya sabeis cuáles los cristianos nos han parado, tomándonos
-nuestras tierras, quitando nuestros señoríos, captivando nuestras
-personas, tomando nuestras mujeres y hijos, matando
-nuestros padres, hermanos, parientes y vecinos; tal Rey, tal
-señor de tal provincia y de tal pueblo, mataron; todas las gentes
-súbditas y vasallos que tenian, las destruyeron y acabaron;
-y si nosotros no nos hobiéramos huido, saliendo de nuestra
-tierra y venido á ésta, tambien fuéramos muertos por ellos
-y acabados, ¿vosotros sabeis por qué todas estas persecuciones
-nos causan, ó para qué fin lo hacen?» Respondieron todos:
-«Hácenlo porque son crueles y malos.» Respondió el señor:
-«Yo os diré por qué lo hacen, y ésto es, porque tienen un Señor
-grande á quien mucho quieren y aman, y ésto yo os lo
-mostraré.» Tenia luégo allí encubierta una cestilla hecha de
-palma, que en su lengua llamaban haba, llena, ó parte della,
-con oro, y dice: «Veis aquí su Señor, á quien sirven y quieren
-mucho, y por lo que andan; por haber este Señor nos
-angustian, por éste nos persiguen, por éste nos han muerto
-nuestros padres y hermanos, y toda nuestra gente, y nuestros
-vecinos, y de todos nuestros bienes nos han privado, y por
-éste nos buscan y maltratan, y porque, como habeis oido ya,
-quieren pasar acá, y no pretenden otra cosa sino buscar este
-Señor, y por buscallo y sacallo han de trabajar de nos perseguir
-y fatigar, como lo han hecho en nuestra tierra de ántes,
-por eso, hagámosle aquí fiesta y bailes, porque cuando vengan
-les diga ó les mande que no nos hagan mal.» Concedieron
-todos que era bien que le bailasen y festejasen; entónces<span class="pagenum"><a name="Page_466" id="Page_466">[466]</a></span>
-comenzaron á bailar y á cantar, hasta que todos quedaron cansados,
-porque así era su costumbre, de bailar hasta cansarse,
-y duraban en los bailes y cantos desde que anochecia, toda
-la noche, hasta que venia la claridad, y todos sus bailes eran
-al son de las voces, como en esta isla, y que estuviesen 500
-y 1.000 juntos, mujeres y hombres, no salian uno de otro con
-los piés ni con las manos, y con todos los meneos de sus cuerpos,
-un cabello del compás; hacian los bailes de los de Cuba á
-los desta isla gran ventaja en ser los cantos á los oidos muy
-más suaves. Así que, despues que bailando y cantando ante la
-cestilla de oro, se cansaron, tornóles el Hatuey á hablar, diciendo:
-«Mirad, con todo ésto que he dicho, no guardemos á
-este Señor de los cristianos en ninguna parte, porque, aunque
-lo tengamos en las tripas, nos lo han de sacar; por eso, echémoslo
-en este rio, debajo del agua, y no sabrán dónde está.»
-Y así lo hicieron, que allí lo ahogaron, ó echaron; ésto fué
-despues por los indios dicho, y entre nosotros publicado. Otras
-cosas notables hay que decir desde Cacique y señor Hatuey,
-que despues, á su tiempo y lugar, se dirán.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_467" id="Page_467">[467]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Tambien parece ser cosa conveniente, que ántes que refiramos
-la pasada y obras de los españoles á la isla y en la isla
-de Cuba, tractemos de la grandeza, sitio y hechura della, y
-sus calidades, y las cosas que contiene, y lo tocante á las
-costumbres y religion de las gentes naturales della, lo que no
-hicimos desta isla Española en esta historia, porque era cosa
-muy larga, pero explicámoslo en nuestra Historia Apologética
-muy en particular, y en general de la de Cuba, y por eso será
-razon de la de Cuba en este lugar particularizarlo. Cuanto, pues,
-á lo primero, la isla de Cuba tiene de longura pocas ménos
-de 300 leguas, andadas por tierra, puesto que por el aire y por
-el agua no haya tantas. De ancho tiene, tomándola del cabo ó
-punta primera oriental, que llamamos de Maycí, cuasi al tercio
-della, 55 ó 60 leguas, y luégo se comienza á ensangostar
-y va siempre de allí hasta el cabo postrero ó punta occidental,
-poco más ó poco ménos angosta de 20 leguas. Su sitio es dentro
-del trópico de Cáncer en 20 y 20 y medio y hasta 21°. Es
-cuasi toda tierra llana y llena toda de montes ó florestas;
-desde la punta oriental de Maycí, 30 leguas ó más, tiene altísimas
-sierras, y al Poniente, pasadas las dos tercias partes de
-toda ella, tambien las hay, y al medio della, eso mismo, hay
-otras, puesto que no muy altas. Salen muy graciosos rios de
-una parte al Norte, y de otra á la del Sur, llenos de pescados,
-mayormente lizas y sávalos, y estos entran y suben de la
-mar. Cuasi en el medio de la isla tiene infinitas isletas juntas
-por la banda del Sur, que, como dijimos en el libro I, el Almirante,
-cuando la descubrió al segundo viaje, las llamó el
-Jardin de la Reina. Otras tiene, aunque no tantas, por la del
-Norte, que nombró el Jardin del Rey, Diego Velazquez; á la<span class="pagenum"><a name="Page_468" id="Page_468">[468]</a></span>
-parte ó costa del Sur, ó austral, sale cuasi al medio della un
-rio poderoso que los indios llamaban Cauto, de muy hermosa
-ribera, en el cual se crian infinitos cocodrilos, que abusivamente
-llamamos lagartos, de los mismos que cria el rio
-Nilo, que suelen ser muy nombrados, ó por ventura se crian
-en la mar y suben el rio arriba, y los que pasan por este rio
-es menester no descuidarse, mayormente si les toma la noche
-en la ribera dél, porque salen fuera del agua y andan por
-tierra, y llevan el hombre que hallan durmiendo ó descuidado
-arrastrando al agua, donde lo matan y comen, sin dejar dél
-nada; y al pasar el rio suelen echar mano de los que van á
-pié, y tambien de los caballos. Esto mismo hacen donde quiera,
-en estas Indias, que los hay, mayormente en la tierra firme
-á la costa del Sur, en unas partes más y en otras ménos,
-son bravos segun están encarnizados. En todas estas islas, cuatro,
-no hay, ni ha habido, destos cocodrilos, sino en la de
-Cuba, y en ella, sólo en el dicho rio y á la banda austral,
-porque á la del Norte, ni en ella, ni en otra, excepto en la
-tierra firme como en el rio de Cumaná y en los de por abajo,
-que hay hartos. Los tiempos pasados, agora cincuenta años,
-pareció uno dellos en esta isla, á la misma banda del Sur, hácia
-la villa de Salvatierra de la Çavana, que es, como se ha dicho,
-al cabo desta isla, no me acuerdo bien si lo mataron.
-Al propósito tornando, muchos rios y arroyos tuvieron mucho
-oro, dello de marca que el castellano valia 450 maravedís;
-otro habia más fino y de más quilates que valia á 470 maravedís,
-y ésto solamente lo habia en las sierras y rios que salen
-al puerto de Xagua, que se dirá; otro habia bajo que valia
-á ducado el peso por tener mucho cobre. La dicha isla de
-Cuba es, como dije, muy montuosa, que cuasi se pueden andar
-300 leguas por debajo de árboles; estos son diversos como los
-desta Española, y entre otros hay muy hermosos cedros, odoríferos
-y colorados, gruesos, como gruesos bueyes, de que hacian
-grandes canoas los indios, que cabian 50 y 70 hombres,
-para navegar por la mar, y destas era Cuba muy rica en su
-tiempo y abundante. Hay otros árboles de estoraque, los cuales<span class="pagenum"><a name="Page_469" id="Page_469">[469]</a></span>
-no cognoscemos, mas que, si nos ponemos en algun alto en
-las mañanas, es cosa maravillosa el olor tan suave que se
-siente, que no parece sino que junto con el hombre, se quema
-preciosísimo estoraque, y ésto se siente por las mañanas, por
-los vapores de la tierra que lo suben, saliendo el sol, de los
-fuegos que los indios hacian de noche, como siempre tengan
-fuego de noche, no porque haga frio, sino fresco para ellos que
-no tienen como nosotros las camas, sino unas hamacas. Hay
-unos árboles que dan una fruta que se llamaban xáguas, la
-primera sílaba luenga, que son tan grandes como unos riñones
-de ternera, las cuales, quitadas del árbol, aunque no estén
-maduras, y aporreadas, y dejadas en un rincon de casa tres ó
-cuatro dias madurar, se hinchen todas de miel, y todo lo que
-tienen dentro, que es cierta carne, ó no sé á qué la compare,
-no es ménos sabrosa, y podré decir más que una pera enmelada
-y sazonada. Hay en toda la isla de Cuba tantas de parras
-monteses y de uvas en ellas, que hay lugares donde en un
-tiro de ballesta en rededor, se podrian coger cien cargas, y
-doscientas de uvas, y hacer vino dellas, puesto que ágrio, y yo
-lo bebí no muy ágrio, por manera, que si se cultivasen y les
-diese el sol y el viento, sin duda se harian domésticas y suaves,
-pero como están entre los montes y grandes árboles, ni
-el sol las calienta, ni refresca el aire; y como ya dije, la isla
-tiene de luengo cerca de 300 leguas, y se puede andar toda
-por debajo de los árboles, y en todos los montes haya parras,
-soliamos decir que habiamos visto viña tan grande que duraba
-300 leguas. El gordor de muchas parras dellas, las vimos
-mucho mayor de un hombre, y no es encarecimiento decir
-ésto, y no es maravilla, pues los cedros y otros árboles son
-tan gruesos como arriba decimos, lo cual causa la gran humidad
-y fertilidad y grosedad de la isla. Toda ella es más fresca
-y más templada que esta isla Española, y es tierra muy sana.
-Tiene puertos admirables, muy más cerrados y seguros para
-muchas naos, que si los hobieran hecho á mano, en especial
-en la costa ó ribera del Sur, como es el de la ciudad de Santiago,
-el cual es de la forma de una cruz, pero el de Xágua no<span class="pagenum"><a name="Page_470" id="Page_470">[470]</a></span>
-creo yo que puede ser otro mejor, y ni quizá tal en todo el
-mundo. Entran las naos por aquella angostura, que terná un
-tiro de ballesta ó poco más, si no me he olvidado, y dentro hay
-10 leguas de agua con tres isletas que á la una ó á las dos de
-las cuales pueden atar las naos en un estaca sin que se meneen
-de allí, porque toda aquella anchura y capacidad del
-puerto está cerrada de sierras como, si estuviesen dentro de
-una casa. Es tanta la multitud de pescado que en él hay, mayormente
-de lizas, que tenian los indios dentro del mismo
-puerto, en la misma mar, corrales hechos de cañas hincadas,
-dentro de los cuales estaban cercadas y atajadas 20, y 30 y
-50.000 lizas, que una dellas no se podia salir, de donde con
-sus redes sacaban las que querian, y las otras dejábanlas de
-la manera que las tuvieran en una alberca ó estanque. En la
-ribera ó costa del Norte hay buenos puertos, y el mejor y
-mucho bueno es el que llaman de Carenas y agora de la Habana;
-éste es él mucho bueno y capaz de muchas naos, y
-pocos hay en España, y quizá ni en muchas partes del mundo,
-que se le iguale, y éste cae casi al cabo de la isla, hácia el
-Poniente; y 20 leguas de allí, más al Levante, hay otro llamado
-el de Matanzas, pero no es muy seguro ni guardado. El
-puerto que llaman del Príncipe tambien es muy bueno, y
-éste cuasi está al medio de la isla, y cuasi al cabo hay otro llamado
-de Baracoa, razonable, y otros en medio destos, algunos,
-que son buenos surgideros para navíos no muy grandes. Las
-aves que hay en aquella isla son muchas, como palomas, y
-tórtolas, y perdices naturales como las de España, pero son
-menores, y fuera de las pechugas, en lo demas tienen poca
-carne, y, si no es en aquella isla, ni en esta Española, ni en
-otra destas islas, perdices no las hay. Lo mismo decimos de
-grullas, que en sola Cuba se hallan, sino en la tierra firme hay
-tambien otras aves que en ninguna parte destas Indias, islas
-ni tierra firme no se han hallado, á cuanto yo tengo entendido;
-estas son unas aves de la misma forma y grandor de grullas,
-las cuales al principio son blancas como una paloma bien
-blanca, y poco á poco se van haciendo coloradas, y al cabo<span class="pagenum"><a name="Page_471" id="Page_471">[471]</a></span>
-ninguna pluma tienen que no sea muy colorada, cosa hermosa
-es de ver. Y si estas aves alcanzaran los indios de la Nueva
-España, por ser tan curiosos artífices de hacer cosas de pluma,
-lo que ningunas gentes del mundo hasta hoy se hallaron
-que tales obras hiciesen, tuviéranlas por cosa muy preciada;
-y es cosa de ver cuando se comienzan á colorar, que como
-siempre están 500 y 1.000 juntas, no parecen sino greyes de
-ovejas señaladas ó almagradas, comunmente no andan volando
-como las grullas, sino que siempre están en la mar, todas
-las zancas ó piernas metidas en el agua salada, los piés en el
-suelo que no les llega á la pluma el agua, y ésto es porque
-no se mantienen sino de las hierbas, ó quizá pescadillos que
-están dentro de la mar, y deben beber de la misma agua,
-porque si los indios tomaban alguna dellas para tenerla en
-casa, le han de echar el caçabí ó lo que les dan de comer
-en un vasija de agua, y en ella echalles un puño de sal. Hay
-inmensidad de muy graciosos papagayos muy verdes, y sólo
-tienen sobre el pico, en la frente, una poquita de pluma
-colorada, y en ésto difieren de los desta isla Española, porque
-los desta, aquello de sobre el pico es blanco ó cuasi como
-pelado. Por Mayo, y desde adelante cuando ellos son nuevos,
-son de comer, cocidos y asados, muy mejores que zorzales en
-su tiempo, ni otras buenas aves. Tomaban los indios por ésta
-manera cuantos querian sin que uno se les fuese; sobíase un
-niño de diez ó quince años en un árbol con un papagayo vivo,
-poníase sobre la cabeza una poca de hierba ó paja, y en tocando
-con la mano en la cabeza del papagayo dá luégo voces
-como quejándose, luégo todos los papagayos que andan en el
-aire, que son innumerables, en oyendo al papagayo atado, se
-vienen, sin quedar ninguno, y asiéntanse en el árbol; el muchacho
-tiene una varilla muy delgada con un hilo delgado, y
-al cabo hecho un lazo, y su poco á poco echa el lazo al pescuezo
-de cada papagayo, porque no se asombra de la varilla,
-ántes piensa que es cosa del mismo árbol, y tira y traelo á la
-mano, tuércele la cabeza y échalo abajo; y así hace á todos
-los que quiere, hasta que ve abajo el suelo cubierto de papagayos,<span class="pagenum"><a name="Page_472" id="Page_472">[472]</a></span>
-que le parece que no podrá llevar más á cuestas de los
-echados, y si de una vez quisiese llevar mil, y diez mil, podria
-matallos, porque por demas es que los papagayos se levanten
-del árbol, en tanto que el papagayo atado se quejare
-ó graznare. Hay unas aves que vuelan cuasi junto con el suelo,
-que los indios llamaban biáyas, la média sílaba luenga, que
-los indios corriendo las alcanzaban, y tambien con perros, si
-no me he olvidado, las cuales, cocidas, hacen el caldo como
-azafranado; son muy sabrosas y teniamos en lugar de faisanes.
-Habia en aquella isla una especie de caza harto provechosa y
-abundante, que los indios nombraban guaminiquinájes, la
-penúltima luenga; éstos eran tan grandes como perrillos de
-halda, tenian muy sabrosa carne, y, como dije, habia dellos
-grande abundancia. Tenian dos hombres que comer en uno,
-al ménos dos para entre tres bastaba; matábanse por piés y
-con un garrote, y mucho más con perros, porque eran en
-correr muy torpes. Despues que hobo puercos de los nuestros
-los acabaron todos, como en esta isla las hutias, que era otra
-especie de caza; la hechura era, y en especial la cola, como
-de ratones. Habia y hay en aquella isla culebras admirables,
-gruesas como una gorda pierna de hombre, y muy grandes,
-todas de pintura pardas, muy torpes, que las pisaba el hombre,
-hechas roscas, y cuasi no lo sentian. Habia eso mismo
-iguanas, que son propias sierpes, de hechura de lagartos, tan
-grandes como unos perrillos de halda, pintadas. El comer
-dellas, dicen los nuestros, que exceden á faisanes, pero nunca
-pudieron conmigo que las probase. De pescado es aquella isla
-muy demasiadamente copiosa y abundante por ambas á dos
-costas ó partes, lizas, mojarras de las de Castilla y sávalos
-muy grandes, y agujas, y otros muchos pescados; pero por la
-banda ó costa del Sur, como hay infinitas isletas, como dije
-llamarse Jardin de la Reina, y la mar hace mucho remanso
-entre ellas y la grande, críanse por allí tantas de tortugas
-que no tienen número, cuya pesquería es admirable: las tortugas
-son tan grandes como una gran rodela, y áun como una
-adarga, pesa cada una, con la carne ó pescado y manteca que<span class="pagenum"><a name="Page_473" id="Page_473">[473]</a></span>
-tiene, comunmente cuatro arrobas, que es un quintal. Es muy
-buena de comer y cosa muy sana, la manteca della es como
-enjundia de gallina, muy amarilla, que parece, derretida, como
-oro. Es buena para limpiar lepra y sarna, y enfermedad semejante.
-Hay para comer en una tortuga 10 hombres que se
-harten, y más; tiene 500 y 600 huevos como de gallina; no
-tienen cáscara, sino una tela delgada; salen de la mar á poner
-los huevos en tierra, y entiérranlos en el arena, y el sol
-con el arena los ampolla, y de cada huevo sale una tortuguita
-y luégo van todas á buscar la mar por instinto natural. La
-pesca dellas es con este arte; tomaban los indios un pece que
-llaman los marineros pece reveso, que será como una buena
-y gorda sardina en el tamaño, y atábanle un cordel bien delgado
-á la cola, y de largo 30 y 50 brazas, segun convenia ser
-largo, y echábanlo á la mar, el pececillo va luégo á buscar
-las tortugas, y en hallándolas pegábasele á una en la concha
-de abajo, y cuando el indio via que sería tiempo, tiraba de
-su hilo ó cordel su poco á poco, y traia por el agua la tortuga
-que pesaba un quintal, como si trujera una chica calabaza;
-el pezecillo reveso, en pegándose, donde quiera que se pegue,
-nunca se puede de allí quitar, sino haciéndolos pedazos.
-Desta manera se tomaban tantas tortugas, que á cada paso se
-podia hacer y se hacia una carnicería de tanta carne, ó lo que
-es, como se podria hacer de cien vacas; y así, acaecia venir
-300 ó 400 indios de aquella carne ó pescado cargados, que
-nos presentaban. Porque así como decimos que tenian de lizas
-corrales, así tambien los tenian, entre aquellas isletas, de tortugas,
-quinientas y mil juntas, que ninguna salia ni se podia ir
-de los cercados hechos de seto de cañas. Allende de todo lo
-dicho, cuanto al pan caçabí, hallamos aquella isla llena de
-aquellas sus labranzas, y nunca se ha hallado tierra en estas
-Indias, que en abundancia de comida y de las cosas necesarias,
-le hiciese ventaja.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_474" id="Page_474">[474]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIII.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Dicho de aquella isla lo que toca á la grandeza, sitio y cualidades,
-y de lo que en sí contenia, como está declarado, consiguientemente
-se sigue deber decir lo que concierne á la gente
-de que la hallamos poblada. Las gentes que primero la poblaron
-eran las mismas que tenian las islas de los Lucayos pobladas,
-gentes simplicísimas, pacíficas, benignas, desnudas, sin
-cuidado de hacer mal á nadie, ántes bien, unas á otras, como
-parece asaz claro en el libro I, cuando las descubrió y anduvo
-entre ellas muchos dias el primer Almirante, se favorecian.
-Despues pasaron desta isla Española alguna gente, mayormente
-despues que los españoles comenzaron á fatigar y
-á oprimir los vecinos naturales desta, y, llegados en aquella,
-por grado ó por fuerza en ella habitaron, y sojuzgaron por
-ventura los naturales della, que, como dije arriba, llamábanse
-cibunéyes, la penúltima luenga, y, segun entónces creimos, no
-habia cincuenta años que los desta hobiesen pasado á aquella
-isla. Finalmente, la gente que hallamos en ella era poco más
-ó poco ménos como la de ésta, escepto la de los dichos cibunéyes,
-que, como dije, muy modesta y simplicísima. Tenian
-sus Reyes y señores, y sus pueblos de 200 y 300 casas, y en
-cada casa muchos vecinos, como acostumbraban los desta
-isla. Vivian todos pacíficos, no me acuerdo que oyésemos
-ni sintiésemos que unos pueblos contra otros, ni señores con
-otros, tuviesen guerra. Estaban, como dije, abundantísimos
-de comida y de todas las cosas necesarias á la vida; tenian
-sus labranzas, muchas y muy ordenadas, de lo cual, todo
-tener de sobra y habemos con ello matado la hambre, somos
-oculares testigos. Tambien dije que sus bailes y cantos eran
-más suaves y mejor sonantes, y mas agradables que los desta<span class="pagenum"><a name="Page_475" id="Page_475">[475]</a></span>
-isla. La religion que tenian ninguna era, porque ni tenian templos,
-ni ídolos, ni sacrificios, ni cosa que cerca desto pareciese
-á idolatría, sólo tenian los sacerdotes, ó hechiceros, ó médicos
-que en nuestra Apologética Historia dijimos tener las
-gentes desta isla, los cuales se cree que hablaban con los demonios,
-ó los demonios les declaraban sus dudas y les daban,
-de lo que pedian, respuestas. Y para ser dignos de aquella vision
-ó comunicacion diabólica, desta manera que diremos se
-disponian: ayunaban tres y cuatro meses, y más, continuos,
-que cuasi cosa no comian, si no era cierto zumo de hierbas que
-sólo bastaba para no espirar y salírseles el ánima, despues
-que así quedaban flaquísimos y macerados, eran ya dignos y
-aptos para que les apareciese aquella vision infernal, y con
-ellos comunicase, y apareciéndoles, notificaba si habia de haber
-buenos ó malos temporales, si enfermedades, si hijos les
-nacerian ó vivirian los ya nacidos, y otras cosas que le preguntaban;
-y estos eran sus oráculos, como fué costumbre en
-todas las naciones del mundo, que carecieron del cognoscimiento
-del verdadero Dios, tener ciertos hechiceros ó sacerdotes,
-hombres ó mujeres, que llamaban pythios ó pythias, que
-de tal manera tenia pacto con el diablo, que, ó se le revestia
-en el cuerpo, ó le aparecia en alguna manera ó forma, del cual
-tenian sus respuestas, y sabian las cosas por venir que los
-demonios podian saber por vía natural ó experiencia, como
-que desde á tantos dias lloveria ó cosas semejantes. Y es de
-saber, que siempre los demonios tuvieron industria de ganar
-algunas personas en toda la gentilidad, que tenian por principales
-ó inmediatos ministros, con los cuales engañaban á toda
-la otra gente, y estos escogian segun las inclinaciones cognoscian
-tener para las supersticiones más aparejadas, á los cuales
-por diversas vías, permitiéndolo Dios por sus pecados, engañaban
-y ganaban, y despues obligábanlos con pacto expreso
-ó tácito de serles subjectos y obedientes, y los demonios á ellos,
-para hacer lo que les mandasen. Desto hablamos muy largo
-en nuestra Historia Apologética, descubriendo grandes cautelas
-de los demonios, astucias y engaños con que señorearon<span class="pagenum"><a name="Page_476" id="Page_476">[476]</a></span>
-por esta vía todo el linaje humano. Así era en estas gentes, de
-gracia y de doctrina, como todas las otras del mundo, desmamparadas,
-y por medio destos, que los indios llamaban en la lengua
-desta Española y de Cuba behíques, la media sílaba luenga,
-debian sembrar en toda la otra gente muchas supersticiones
-y agorerías, y ramos, ó señales de idolatría, que nosotros por
-aquellos tiempos de escudriñarlo no curamos, y así los tuvieron
-en esta isla Española, como en el susodicho libro declaramos.
-Hacíanse aquellos behíques ó hechiceros, médicos, y curaban
-soplando, y con otros actos exteriores, y hablando entre dientes
-algunas palabras. De cualquiera destas supersticiones, y
-de tener respuestas del demonio echan luégo mano los españoles
-para blasfemar destas gentes, y piensan que por aquellas
-supersticiones tienen mayor derecho á roballas oprimillas
-y matallas, lo cual les proviene por grande ignorancia
-de la ceguedad y errores, supersticiones y idolatría de la
-gentilidad antigua, en las cuales no estuvo ménos zabullida
-España, y á aquella ignorancia no faltó ni falta en los
-nuestros malicia grande, que la acompaña, por justificar
-sus crueles obras si pudiesen algo; y sepan lo que debian de
-considerar, que donde quiera que doctrina y la palabra de
-Dios falta, por muy políticos, y sábios, y áun cristianos que
-sean los hombres, se olvidan y depraban, y hallarán por experiencia
-que en los pueblos donde hay frecuencia de sermones,
-la gente suele haber morigerada, compuesta y bien ordenada,
-y donde más mucho más; por el contrario, donde hay
-pocos ó ningunos, verán los hombres, por la mayor parte,
-sueltos, descompuestos, desbaratados en las costumbres, y
-poco á poco se tornan insensibles para las cosas espirituales
-como animales y brutales, y así, una de las mayores plagas y
-azotes que Dios suele dar á los pueblos, que determinan desmampararse
-de la palabra de Dios es de sermones privallos, y
-así lo amenaza Dios por los profetas: <i>Mittant famem in terram,
-non famem panis sed audiendi verbum Dei</i>, etc. Así que, ninguno
-se maraville ni haga contra estas gentes ascos, porque, donde
-quiera que gracia y doctrina falta, no hay causa de nos<span class="pagenum"><a name="Page_477" id="Page_477">[477]</a></span>
-maravillar de los defectos y pecados que tienen y hacen, sino
-de los que no tienen y no hacen hay razon y materia de nos
-espantar. Cognoscimiento tenian estas gentes de Cuba, de que
-habia sido el cielo y las otras cosas criadas, y decian que por tres
-personas, y que la una vino de tal parte, y la otra de tal, con
-otras patrañas; yo les decia que aquellas tres personas eran un
-verdadero Dios en Trinidad, etc. Tuvieron noticia grande del
-Diluvio, y que se habia perdido el mundo por mucha agua. Decian
-los viejos de más de setenta años, que un hombre, sabiendo
-que habia de venir el Diluvio, hizo una nao grande, y se metió
-en ella con su casa, y muchos animales, y que envió un cuervo,
-y no volvió por comer de los cuerpos muertos, y despues
-envió una paloma, la cual volvió cantando y trujo una rama
-con hoja que parecia de hovo, pero que no era hovo; el cual
-salió del navío, y hizo vino de las parras monteses que hay
-en Cuba, y se embriagó, y teniendo dos hijos, el uno se rió y
-dijo al otro, echémonos con él, pero el otro le riñó y cubrió al
-padre; el cual, despues de dormido el vino y sabida la desvergüenza
-del hijo, lo maldijo, y al otro dió bendiciones, y que de
-aquel habian procedido los indios destas tierras y por eso no
-tenian sayos ni capas, pero los españoles, del otro que no se
-rió, por lo cual andaban vestidos y tenian caballos. Esto refirió
-un indio viejo de más de setenta años, á un español llamado
-Gabriel de Cabrera, porque un dia, riñendo con él y llamándole
-perro, respondió el indio: «¿Por qué me riñes y llamas
-perro? ¿Por ventura, no somos hermanos todos? ¿Vosotros no
-procedeis del un hijo de aquel que hizo la nao grande por salvarse
-del agua, y nosotros del otro?» Esto refirió despues el
-mismo indio delante de muchos otros españoles, publicado por
-el dicho Cabrera su amo, y el mismo Cabrera me lo dijo á mí,
-despues muchos años, haber así acaecido; era hombre prudente
-y honrado. Cerca de las costumbres y leyes que tenian, como
-duraron poco por la causa que los desta isla Española, ni los
-primeros que allí fuimos, ni los que despues aquella isla asolaron
-no entendimos dellas nada. Lo que podemos con más seguridad
-dellos juzgar es, que pues los hallamos en sus pueblos,<span class="pagenum"><a name="Page_478" id="Page_478">[478]</a></span>
-y con sus señores y Reyes pacíficos y ordenados, que, <i>manu
-regia</i>, como antiguamente se rigieron sin leyes, al principio,
-los romanos, por alvedrío y prudencia del Rey, así estos debian
-en aquella isla entre sí, en justicia y paz, ser gobernados.
-Y éste es muy claro y averiguado argumento, y señal de
-haber justicia y ejercicio della en algun reino, ciudad ó pueblo,
-ó de la gente ser en sí virtuosa, cuando entre los vecinos
-hay paz, y cada uno vive y está contento con lo suyo porque
-sin justicia, segun el Filósofo y Sant Agustin, en el libro II, capítulo
-21, <i>De Civitate Dei</i>, ninguna comunidad de gente junta,
-aunque sea en una casa, puede permanecer ni mucho durar.
-Pues como estas gentes desta isla y de la de Cuba, y de todas
-estas Indias, las hayamos hallado vivir en pueblos y en ayuntamientos
-grandes, como lugares y ciudades, aunque más dellos
-no sepamos, podemos razonablemente juzgar que, ó eran con
-justicia por sus mayores gobernadas, ó que de su propia y natural
-condicion vivian cada uno sin ofensa y daño de los demas.
-Como dijimos en nuestra Apologética Historia, las gentes destas
-cuatro islas, Española, Cuba, Sant Juan y Jamáica, y las de los
-Lucayos, carecian de comer carne humana, y del pecado contra
-natura, y de hurtar y otras costumbres malas; de lo primero
-ninguno dudó hasta hoy, de lo segundo, tampoco aquellos
-que tractaron y cognoscieron estas gentes, solamente
-Oviedo que presumió de escribir historia á lo que nunca vió,
-ni cognosció, ni vido algunas destas, las infamó deste vicio nefando,
-diciendo que eran todos sodomitas, con tanta facilidad
-y temeridad, como si dijera que la color dellas era un poco
-fusca, ó morena más que la de los de España. Es verdad, lo
-que aquí digo, que por muchos años que en esta isla estuve,
-y vide, y cognoscí las gentes della, y tracté con los españoles
-y con religiosos, y españoles que con el primer Almirante la
-primera vez vinieron, y con mi mismo padre que con él entónces
-vino, y que nunca jamás oí ni sospeché, ni sentí que
-hombre hablase, ni sospechase, ni sintiese dellas cosa deste
-vicio, más que se habla, ni entiende, ni se siente, ni sospecha
-de los de España que son los nuestros, ántes oí decir algunas<span class="pagenum"><a name="Page_479" id="Page_479">[479]</a></span>
-veces á los mismos españoles que los oprimian y acabaron de
-matar, «¡oh, qué gente tan bienaventurada era ésta si fueran
-cristianos!» cognosciendo la bondad natural que tenian y carecian
-de vicios; y despues, mirando yo de propósito en ello,
-y preguntando á personas que pudieran saber ó sospechar
-algo dello, si lo hobiera, y me fué siempre respondido, que
-ninguna memoria ni sospecha se tuvo desto. Y entre otras
-personas fué una mujer vieja, india, Cacica ó señora, que habia
-sido casada con un español de los primeros en esta isla,
-estándola yo confesando, miré en preguntarle si ántes que los
-españoles á esta isla viniesen habia entre los hombres alguna
-costumbre, ó mácula deste vicio, y me respondió: «Padre, no,
-porque si la hobiera entre los indios, las mujeres, á bocados, los
-comiéramos y no quedara hombre dellos vivo.» En la isla de
-Cuba, cuando allí fuimos, hallamos un indio sólo que traia
-unas naguas, que es vestidura de mujeres, con que se cubren
-desde la cinta á la rodilla, de lo cual tuvimos alguna sospecha
-si habia algo de aquello, pero no lo averiguamos, y pudo
-ser que por alguna causa, aquel ó otros, si quizá los habia, se
-dedicasen á hacer oficios de mujeres y trujese aquel vestido,
-no para el detestable fin, de la manera que refiere Hipócrates
-y Galeno, que hacen algunas gentes cithias, los cuales por andar
-mucho á caballo, incurren cierta enfermedad, y para sanar
-della sángranse de ciertas venas, de donde finalmente les
-proviene á que ya no son hombres para mujeres, y, cognosciendo
-en sí aquel defecto, luégo mudan el hábito, y se dedican,
-ofrecen y ocupan en los oficios que hacen las mujeres,
-y no para otro mal efecto, así pudo ser allí, é en otras partes
-destas Indias donde aquellos se hallasen, ó por otras causas,
-segun sus ritos y costumbres, y no para fin de aquellas vilezas.
-Afirmar, pues, como hace Oviedo que todos eran sodomitas
-los que aquella y desta isla, bien creo, que de haberlo escripto,
-donde quiera que hoy está le pesa, y plega á Dios que sea
-pesar con fruto de conciencia; levantóles á estos destas islas
-y á otros muchos destas Indias, falsísimos testimonios, cierto,
-infamándolos de grandes pecados y de ser bestias, porque<span class="pagenum"><a name="Page_480" id="Page_480">[480]</a></span>
-nunca abrió la boca, en tocando en indios, sino para decir mal
-dellos, y estas infamias han volado cuasi por todo el mundo,
-como há dias que temerariamente publicó su falsa historia,
-dándole el mundo crédito, el cual él no merecia por sus falsedades
-grandes y muchas que dijo destas gentes, pero el
-mundo no considera más de que se ponga en molde, cualquiera
-que sea, con que tenga cosas nuevas y sabrosas, ó conformes
-á lo que para sostener los suyos mundanamente desea,
-y porque costumbre vieja suya es rescibir é creer más fácilmente
-lo malo que lo bueno. Puesto que si la historia de
-Oviedo llevara en la frente escripto como su autor habia
-sido conquistador, robador y matador de los indios, y haber
-echado en las minas gentes dellos, en las cuales perecieron, y
-así ser enemigo cruel dellos, como se dirá, y él mismo lo confiesa,
-al ménos entre los prudentes y cristianos cuerdos, poco
-crédito y auctoridad su historia tuviera.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_481" id="Page_481">[481]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIV.</h2>
-
-<hr class="d3" />
-
-<p class="p2">Era gente pacífica, como dije, y benigna la de Cuba como
-la desta isla Española, y creo que podia decir que á la desta,
-en ello, excedia, puesto que no se qué mayor señal de benignidad
-puede decirse que la que al Almirante primero, y á los
-primeros cristianos que con él, al descubrimiento desta tierra,
-vinieron, el rey Guacanagarí en su hospedaje y tractamiento,
-por muchos dias, como en el libro I dijimos, hizo. Igual desta
-parece la benignidad y caritativo acogimiento, que los vecinos
-de la provincia ó pueblo de Cueyba, en la isla de Cuba,
-hicieron à Alonso de Hojeda y á su compañía, cuando salieron
-de la gran ciénaga cuasi muertos, como en el libro II, capítulo
-60, se dijo, donde los pudieran matar á todos sin que
-hobiera memoria dellos, como lo pudiera hacer el dicho Rey
-Guacanagarí al Almirante viejo cuando se le perdió la nao
-en aquel puerto que llamó de la Navidad. Lo mismo hicieron
-los mismos indios vecinos de la dicha isla de Cuba al bachiller
-Anciso, y á Çamudio y á Valdivia, cuando vino echado Anciso
-de tierra firme, como se dirá, con un navío y ciertos marineros,
-harto sólo y desbaratado, y en especial le fué hecho
-amorosísimo acogimiento por un gran señor y Rey de la provincia
-ó pueblo que se llamaba Macáca, la media sílaba
-luenga, que es á la costa de la mar del Sur, y tiene un puerto
-15 ó 20 leguas del de Santiago, si no me he olvidado. Este
-Rey ó Cacique se nombró el Comendador, la razon de su
-nombre diremos luégo, el cual hizo y su gente, á Anciso y á
-los que con él venian, tantas y tales obras, que en su misma
-casa no le fueran hechas mejores. Y otros españoles habian
-venido ántes por allí, (porque todos los desbaratados que venian
-de tierra firme aportaban á aquella isla), que habian rescibido<span class="pagenum"><a name="Page_482" id="Page_482">[482]</a></span>
-las mismas; de los cuales se quedó un marinero en
-aquel pueblo de aqueste señor, enfermo, por no estar para
-pasar con los demas en canoas, á lo que creo, á esta isla. Este
-marinero, con lo que sabia de cristiano, aprendido algo de
-aquella lengua, enseñó al Cacique y á su gente algunas cosas
-de Dios, en especial los impuso en devocion de Nuestra Señora,
-diciendo que era Madre de Dios, y que habia quedado
-despues del parto vírgen, mostrándoles una imágen de la Vírgen
-que en papel traia, la cual le pidió el Cacique, y recitábales
-muchas veces el Ave-María. Inducióle que hiciese hacer
-una iglesia como casa de Nuestra Señora, la cual hicieron y
-un altar en ella; la cual, luégo adornaron con cosas hechas
-de algodon, segun que mejor pudieron. Pusiéronle muchas
-vasijas de comida y de agua, creyendo que de noche ó de dia,
-si tuviese hambre, comeria; enseñóles como á las mañanas y
-á las tardes fuese el Cacique y los vecinos á saludar á Nuestra
-Señora, diciendo la oracion angélica. El Rey y todos entraban
-en la iglesia y se hincaban de rodillas, las cabezas bajas, juntas
-las manos, muy humildes, diciendo: «Ave-María, Ave-María,
-Sancta María, ayúdanos» porque más adelante destas
-palabras, si no eran pocos, de coro aprender no podian. Quedóles
-esta costumbre despues que el marinero sanó y se pasó
-á esta isla, que no pasaba dia que su devocion y oraciones no
-proseguian; y cuando llegó el bachiller Anciso y los que con
-él iban, luégo el Cacique y Rey Comendador los tomó por la
-mano con grande alegría y llevó á la iglesia, señalándoles con
-el dedo la imágen, diciendo que aquello era gran cosa, y que
-la querian mucho porque era la Madre de Dios, Sancta María.
-Fué inestimable la devocion que el Cacique y toda su gente
-tuvieron á Nuestra Señora, en cuyo honor lo compusieron
-cantares y bailes, repitiendo en ellos muchas veces Sancta María;
-y, segun Anciso referia, vieron patentes milagros que Nuestra
-Señora con ellos hizo, de donde procedió devocion á otros
-pueblos con quien tuvieron ciertas pendencias, segun dijo
-Anciso. Hace mencion de todo ésto Pedro Mártir, en su Década
-segunda, cap. 6.º, escribiéndolo al Papa Leon X, habiéndolo<span class="pagenum"><a name="Page_483" id="Page_483">[483]</a></span>
-oido en Valladolid del mismo Anciso. El cual dice al
-Papa por estas palabras en el fin de aquella epístola: <i>Hæc
-volui, Beatissime Pater, de incolarum religione recensuisse, quæ,
-non ab Anciso solum verum et a pluribus aliis auctoritate pollentibus
-viris, scrutatus sum, que intelligat Beatitudo tua quam docile
-sit hoc genus hominum, quamque facilis pateat eis ad nostræ religionis
-ritus imbuendos aditus. Nequeunt ista fieri repente; paulatim
-ad Christi legem Evangelicam, in cujus culmine sedes, trahentur
-omnes, et tui gregis oves multiplicatas in dies magis ac magis,
-Beatisime Pater intelliges.</i> El nombre del Cacique, Comendador,
-lo hobo desta manera, que como de los españoles que por
-allí venian supiese que era bien ser cristiano baptizándose,
-y pidiese el baptismo, no supe quién lo baptizó, mas de que
-cuando el nombre se le habia de dar, preguntó que cómo
-se llamaba el señor grande de los cristianos que aquesta isla
-Española gobernaba; dijéronle que se llamaba el Comendador,
-y entónces dijo que aquel queria que fuese su nombre;
-de donde parece, que en tiempo del Comendador Mayor de
-Alcántara, que gobernó esta isla, fué aquél Cacique cristiano,
-y ésto no parece que pudo ser sino el año de 508, y por Sebastian
-de Ocampo, que envió el dicho Comendador Mayor
-á que bojase y rodease aquella tierra de Cuba, porque áun no
-se sabia si era isla ó tierra firme, porque ántes del año de 8,
-ninguno llegó por allí, si no fué cuando la quiso rodear, el año
-de 4, el Almirante, si quizá llegó allí entónces y lo hizo baptizar,
-porque llevaba consigo clérigo capellán, y le hizo poner
-otro nombre y despues tomó el del Comendador Mayor de Alcántara,
-pero creo que no, porque por allí tuvo muchos trabajos
-de tormentas y vientos contrarios. Despues del año
-de 8, ya no habia Comendador Mayor en esta isla, sino el
-segundo Almirante; pudo tambien ser, que alguno de los que
-venian de tierra firme, despues del año de 509, clérigo, y áun
-quizá seglar, se atrevió á baptizarlo y ponelle aquel nombre
-por ser aficionado al dicho Comendador Mayor. Por las cosas
-ya dichas de la benignidad y buen tratamiento que los indios,
-vecinos de aquella isla de Cuba, con Hojeda y con Anciso<span class="pagenum"><a name="Page_484" id="Page_484">[484]</a></span>
-usaron, y así tambien con los de ántes ó despues destos españoles
-que por aquella isla de tierra firme pasaron, parece
-claro ser falso lo que refiere allí Pedro Mártir, conviene á saber,
-que cuando llegaron á aquella isla Colmenares y Caicedo,
-procuradores que los del Darien á Castilla enviaron, hallaron
-la carabela en que Valdivia habia venido, cuando lo envió
-Vasco Nuñez la segunda vez á esta isla Española, como se
-dirá, en la costa de la mar, hecha pedazos en el agua, y juzgaron
-que los indios los habian muerto, la cual pudo perderse
-como se perdió, segun diremos, en la mar, y ahogarse todos,
-y despues echar la tormenta donde la hallaron. Cuanto más,
-que si á aquellos mataran, y los de Cuéyba mataran á Hojeda
-y á los demas, y el Comendador y su gente hicieran pedazos á
-Anciso y á los de su compañía, y á todos los que ántes destos
-por allí pasaron, justamente lo hacian, como á gente de cruel
-y tiránica infamada, y de quien sabian que habian destruido
-esta isla Española, y tantas islas de los Lucayos, de todos los
-cuales se habian ido huyendo á aquella isla de la tiránica y
-horrible servidumbre con que los oprimian y mataban, como
-en el libro precedente, cap. 60, fué declarado, y así podian racionabilísimamente
-temer que á ellos les habian de hacer
-otro tanto, como lo hicieron al cabo, hasta que, como á ésta,
-toda la despoblaron, y, pues no lo hicieron pudiéndolo hacer
-tan á su salvo, señal es que pudo ser que ni á Valdivia ni á
-Nicuesa, como algunos tambien pensaron, los de Cuba mataron.
-Dice allí tambien Pedro Mártir, que como no hallaron
-cuerpo ninguno, que los matadores los debian de haber echado
-en la mar, ó dado á los caribes que comen carne humana,
-que por allí debian de navegar; pero ésto no tiene señal de
-verdad, porque nunca jamás se halló que los caribes, si los
-hay, descendiesen tanto abajo de sus islas, que son las de
-Guadalupe y Dominica, que están más al Oriente que la de
-Sant Juan, y áun á esta Española creo que no bajaban sino
-quizá de cuando en cuando, y los que informaban desto á
-Pedro Mártir hablaban lo que no sabian, sino lo que se les
-figuraba ó antojaba. Oviedo dice muchas cosas, como suele,<span class="pagenum"><a name="Page_485" id="Page_485">[485]</a></span>
-que no vido, de costumbres malas de la gente de aquella isla,
-que ni yo supe, que fuí de los primeros y estuve allí algunos
-años, ni jamás oí á hombre que lo alcanzase; porque, como
-está dicho y se dirá, fué tan presta y violenta la destruccion
-de aquella isla, que no fué posible los indios usar cosa de las
-que dice, ni los españoles verlo para lo alcanzar, porque despues
-que allí entramos nunca tuvieron un dia de alivio, sino
-que toda su ocupacion era en los trabajos que los mataban, y
-la hora que dellos cesaban no tenian otro cuidado que lamentar
-y gemir su desventura y calamidad. Dice Oviedo que
-cuando alguno se casaba, señor ó principal, ó de los plebeyos
-y bajos, todos los convidados, primero que el novio, habian
-de tener con la novia mala parte; yo creo que el que lo
-dijo á Oviedo no le dijo verdad, porque nunca hobo tiempo
-para que aquello de los indios se alcanzase. Y si verdad fuese,
-naciones hobo entre las antiguas, que vivian sin cognoscimiento
-de Dios, que acostumbraron lo mismo, como á la larga
-en nuestra Apologética Historia mostramos. Y por ésto no
-es de maravillar que quien carece de doctrina y de gracia
-caiga en estos defectos y en otros mayores y más.</p>
-
-
-<p class="pc4">FIN DEL TOMO TERCERO.</p>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_486" id="Page_486">[486]</a></span></p>
-<p>&nbsp;</p>
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_487" id="Page_487">[487]</a></span></p>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">ÍNDICE.</h2>
-
-<table id="toc1" summary="cont1">
-
- <tr>
- <td> </td>
- <td class="tdr"><span class="u small">Páginas.</span></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl"><span class="smcap">Advertencia preliminar</span></td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_v">v</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl"><span class="smcap">Argumento del libro segundo</span></td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_ix">ix</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl"><span class="smcap">Facsímile</span></td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_xii">xii</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl"><span class="smcap">Libro segundo.</span>&mdash;Capítulo I.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_1">1</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. II.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_10">10</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. III.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_17">17</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. IV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_22">22</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. V.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_28">28</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. VI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_33">33</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. VII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_40">40</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. VII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_40">40</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. VIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_44">44</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. IX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_50">50</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. X.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_56">56</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_60">60</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_64">64</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_70">70</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XIV.&mdash;En el cual se prosiguen la quinta y las otras tres
-partes de la carta de la Reina, de que mal usó el Comendador
-Mayor, en perdicion de los indios.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_76">76</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_84">84</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XVI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_89">89</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XVII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_93">93</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XVIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_97">97</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XIX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_103">103</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_108">108</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_112">112</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_118">118</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXIII.<span class="pagenum"><a name="Page_488" id="Page_488">[488]</a></span></td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_122">122</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXIV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_126">126</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_130">130</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXVI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_134">134</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXVII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_138">138</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXVIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_143">143</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXIX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_147">147</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_153">153</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_158">158</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_162">162</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_168">168</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXIV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_173">173</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_177">177</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXVI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_182">182</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXVII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_186">186</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXVIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_194">194</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXXIX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_199">199</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XL.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_204">204</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_208">208</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_214">214</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_220">220</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLIV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_225">225</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_230">230</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLVI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_234">234</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLVII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_237">237</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLVIII.&mdash;En el cual se prosiguen las declaraciones del
-Consejo, en Sevilla y en la Coruña.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_243">243</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XLIX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_248">248</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. L.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_252">252</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_257">257</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_262">262</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_269">269</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LIV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_273">273</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_280">280</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LVI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_286">286</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LVII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_289">289</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LVIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_294">294</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LIX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_298">298</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_303">303</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl"><span class="pagenum"><a name="Page_489" id="Page_489">[489]</a></span>Cap. LXI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_308">308</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LXII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_312">312</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LXIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_317">317</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LXIV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_325">325</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LXV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_329">329</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LXVI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_334">334</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LXVII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_340">340</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. LXVIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_344">344</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl"><span class="smcap">Libro tercero.</span>&mdash;Capítulo I.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_351">351</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. II.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_357">357</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. III.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_361">361</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. IV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_365">365</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. V.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_370">370</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. VI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_376">376</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. VII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_381">381</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. VIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_386">386</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. IX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_391">391</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. X.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_397">397</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_403">403</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_410">410</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_417">417</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XIV.&mdash;En el cual se prosigue la declaracion de algunos
-puntos del prólogo de las leyes</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_422">422</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XV.&mdash;En el cual se comienzan á referir las leyes, y á notar
-los defectos, y puntos, y males que contienen, etc.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_428">428</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XVI.&mdash;En el cual se prosigue la relacion y declaracion de
-los defectos que tuvieron las dichas leyes</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_434">434</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XVII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_439">439</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XVIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_446">446</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XIX.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_450">450</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XX.&mdash;En el cual se contiene una grande ingrata inhumanidad
-que los españoles, que iban á saltear hombres en las
-islas de los Lucayos, á ciertas gentes de la tierra Florida,
-hicieron.&mdash;Y parece ser éstos los primeros que aquella tierra
-descubrieron.&mdash;Y como Juan Ponce de Leon fué á descubrir
-por lo más alto, y descubrió el cabo Grande de la Florida, al
-<span class="pagenum"><a name="Page_490" id="Page_490">[490]</a></span>
-cual le puso aquel nombre.&mdash;Y como fué á Castilla y vino por
-Adelantado della y Gobernador, y al cabo murió miserablemente</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_456">456</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXI.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_462">462</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_467">467</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXIII.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_474">474</a></td>
- </tr>
-
- <tr>
- <td class="tdl">Cap. XXIV.</td>
- <td class="tdr"><a href="#Page_481">481</a></td>
- </tr>
-
-</table>
-
-<hr class="chap" />
-
-</div>
-
-<div class="chapter">
-
-<h2 class="p4">FOOTNOTES:</h2>
-
-<div class="footnotes">
-
-<p class="pfn4"><span class="ln1"><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a></span>
-Lo que está dentro del paréntesis se halla al márgen, de puño y letra
-de Las Casas.</p>
-
-<p class="pfn4"><span class="ln1"><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a></span>
-Hasta aquí, desde «De diferente manera», es de letra de Las Casas, y no
-pueden leerse las últimas palabras por haber sido cortadas al encuadernar el
-libro.</p>
-
-<p class="pfn4"><span class="ln1"><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a></span>
-Y este fué el varon sancto fray Pedro de Córdoba, como se dijo. (<i>Nota
-al márgen, de letra de la época, pero no de Las Casas.</i>)</p>
-
-<p class="pfn4"><span class="ln1"><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a></span>
-Y estos eran los tiranos que pretendian tener los indios por siervos, y que
-habian hecho las leyes. (<i>Nota al márgen, de letra de la época, pero no de Las
-Casas.</i>)</p></div>
-</div>
-
-</div>
-
-
-
-
-
-
-
-<pre>
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of Historia de las Indias, Volume 3 (of 5), by
-Bartolomé de las Casas
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK HISTORIA DE LAS INDIAS, VOL 3 ***
-
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