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diff --git a/.gitattributes b/.gitattributes new file mode 100644 index 0000000..d7b82bc --- /dev/null +++ b/.gitattributes @@ -0,0 +1,4 @@ +*.txt text eol=lf +*.htm text eol=lf +*.html text eol=lf +*.md text eol=lf diff --git a/LICENSE.txt b/LICENSE.txt new file mode 100644 index 0000000..6312041 --- /dev/null +++ b/LICENSE.txt @@ -0,0 +1,11 @@ +This eBook, including all associated images, markup, improvements, +metadata, and any other content or labor, has been confirmed to be +in the PUBLIC DOMAIN IN THE UNITED STATES. + +Procedures for determining public domain status are described in +the "Copyright How-To" at https://www.gutenberg.org. + +No investigation has been made concerning possible copyrights in +jurisdictions other than the United States. 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If you are not located in the United States, you'll have -to check the laws of the country where you are located before using this ebook. - -Title: Historia de las Indias, Volume 3 (of 5) - -Author: Bartolomé de las Casas - -Release Date: September 30, 2016 [EBook #53171] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK HISTORIA DE LAS INDIAS, VOL 3 *** - - - - -Produced by Giovanni Fini, Josep Cols Canals, Biblioteca -Digital Hispánica and the Online Distributed Proofreading -Team at http://www.pgdp.net - - - - - - - - NOTA DEL TRANSCRIPTOR: - -—Los errores obvios de impresión y puntuación han sido corregidos. - -—Se ha mantenido la acentuación del libro original, que difiere -notablemente de la utilizada en español moderno. - - - - - HISTORIA - - DE - - LAS INDIAS. - - - - - HISTORIA - - DE - - LAS INDIAS - - ESCRITA POR - - FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS - - OBISPO DE CHIAPA - - AHORA POR PRIMERA VEZ DADA Á LUZ - - POR - - EL MARQUÉS DE LA FUENSANTA DEL VALLE - - Y D. JOSÉ SANCHO RAYON. - - TOMO III. - - MADRID - - IMPRENTA DE MIGUEL GINESTA - calle de Campomanes, núm. 8. - - 1875. - - - - -ADVERTENCIA PRELIMINAR. - - -El Argumento del libro II de esta Historia, que nos dejó hecho su -Autor, y que, adicionado con el número del capítulo en que cada uno de -los sucesos en él extractados se refiere, imprimimos á continuacion, -facilitará á nuestros lectores el uso del Índice del presente tomo. - -Varios de los capítulos no han tenido cabida en dicho Argumento, por -resultar en él omitido lo que aquellos contienen; para subsanar esta -falta indicaremos aquí ligeramente la materia de que tratan: - -Vuelto Cristóbal Colon á Sevilla, despues de muerta su protectora la -Reina Católica, hace vivas gestiones con el Rey para que le mande -guardar sus privilegios, restituyéndolo, en su hijo, en las mercedes y -en la posesion de sus títulos y dignidad (37), muriendo, sin conseguir -nada, en 20 de Mayo de 1506, en Valladolid(38). Concede el Papa á los -Reyes los diezmos de Indias; descubrimiento de una gran parte de la -costa de Yucatan por Juan Diaz de Solís y Vicente Yañez Pinzon(39). -Estado de la isla Española, durante la gobernacion del Comendador Mayor -(40 al 42), y despues, en tiempo del segundo Almirante, D. Diego Colon, -con noticia de varias intrigas movidas contra él por sus enemigos, -hasta que le llamaron los Reyes (53). Relacion bastante extensa de las -expediciones de Hojeda y Nicuesa, á Urabá y Veragua, de cuyo principio -se dió noticia en el cap. 52, concluyendo el libro con el desgraciado -fin de ambos conquistadores y de casi todos los que fueron con ellos -(57 al 68). - -En los veinticuatro capítulos del libro III, incluidos tambien en este -tomo, despues de darse curiosas noticias sobre las primeras Iglesias -Catedrales y Obispados de Santo Domingo y San Juan de Puerto Rico (1.º -y 2.º), se refiere el malísimo efecto producido entre los españoles -de la primera de aquellas islas por dos sermones que predicó el padre -fray Antonio Montesino, quejándose del mal tratamiento que daban á los -indios (3 al 5); de resultas de lo cual vienen á Castilla el padre -Montesino y fray Alonso del Espinal, y, despues de varias consultas y -pareceres encontrados, se promulgan en Búrgos en 27 de Diciembre de -1512 unas leyes sobre el repartimiento de los indios, para que fuesen -convertidos y bien tratados, las cuales censura amargamente nuestro -Autor, y poco despues, en 28 de Julio de 1513, una «Declaracion y -moderacion» de las mismas (6 al 19). Dáse noticia del descubrimiento -de la Florida por Juan Ponce de Leon (20) y de varios sucesos en la -isla de Cuba (21), de la cual se hace una curiosa descripcion(22 al 24). - -Acompaña á este volúmen un _facsimile_ foto-litografiado de la -Dedicatoria al Colegio de San Gregorio de Valladolid, con que Las Casas -encabeza el segundo libro de su Historia, igual en un todo, hasta en la -fecha, á la del libro I, para que nuestros lectores conozcan la letra -del Obispo. - - - - -ARGUMENTO DEL LIBRO SEGUNDO - - -El libro II conterná la historia de diez años, comenzando del año de -1501, por todo el de 10 inclusive, puesto que algunas de las cosas -que al principio contaremos comenzaron ántes que saliese el de 500, -pero porque ésto acaeció pocos dias por andar del año, y duraron por -el de 501, pareció, por evitar confusion compartillas, comenzallas y -continuallas hasta darles fin, en este libro II. - -Tratarse há del estado desta isla despues que al Almirante llevaron -preso á Castilla, gobernándola Bobadilla (capítulo 1.º). De algunos -descubrimientos, ó por decir más propiamente, segun arriba dijimos, -seguimientos, de lo que el Almirante habia descubierto (2). De cómo los -Reyes mandaron restituir al Almirante sus bienes y escripturas, y todo -lo que le habia tomado Bobadilla (4). De la provision que hicieron los -Reyes de otro Gobernador, que fué un Comendador de Lares, de la Órden y -Caballería de Alcántara, que se llamó don fray Nicolás de Ovando (3 y -6). De la venida de la Orden de Sant Francisco á esta isla (3). Del fin -que hizo el comendador Bobadilla y Francisco Roldan (5). - -Del cuarto viaje que hizo el Almirante, de la costa de la mar que -anduvo, hasta dónde llegó, y de la provincia de Verágua (5, y 20 al -29). De como á la vuelta que hizo, y llegó á Jamáica, se le alzaron -ciertos rebeldes, y de las angustias y aflicciones que allí pasó (29 -al 36). De como el Comendador de Lares repartió á los españoles todos -los indios desta isla, sin dejar alguno, contra la intincion y mandado -de la reina Doña Isabel, por lo cual fué causa de perecer toda la -gente desta isla, y por la misma causa que por ésto dió se introdujo -el repartimiento de los indios á los españoles, que despues llamaron -Encomiendas, en todas las Indias, y, por consiguiente, fué principio y -causa eficacísima que hayan perecido en todo este orbe tantos millones -de gentes, como abajo parecerá (13 y 14). De las guerras injustas que -el dicho Comendador de Lares hizo á los vecinos naturales dellas, y las -crueldades que en ellas se hicieron (7 al 10 y 15 al 18). - -Como desta isla Española salió y procedió la pestilente y mortífera -ponzoña causativa de todos los males y estragos, y perdicion, que ha -vaciado de sus pobladores todas estas Indias, conviene á saber, las -conquistas y el repartimiento de los indios, dos cosas que, si en todo -lo poblado del mundo se hobieran introducido y durado lo que en estas -Indias dura hoy, no hobiera ya memoria del linaje humano (11, 12 y 19). -De cómo engañaron al rey D. Hernando para que diese licencia para traer -los moradores de las islas de los Lucayos á ésta, para servirse dellos, -y de los estragos y perdicion que en aquellas inocentísimas gentes se -hicieron, y como al cabo perecieron todas en muy breves dias (43 al 45). - -De la ida primera de los cristianos á conquistar y repartir la gente -de la isla de Sant Juan (46). De como el Comendador de Lares, que ya -era Comendador Mayor, envió á bojar y rodear la isla de Cuba, que hasta -entónces no se sabia si era isla ó tierra firme (41). De la venida del -almirante D. Diego Colon, hijo y primer sucesor del Almirante primero -que este mundo descubrió (47 al 51). De la venida y armada de Nicuesa -para ir á conquistar y poblar á la provincia de Verágua (52). De la -armada que le vino á Hojeda de Castilla, estando él en esta isla, para -ir á conquistar y poblar la provincia y golfo de Urabá (52). De como -envió el almirante D. Diego á poblar de españoles á la isla de Sant -Juan (55). De como envió el almirante D. Diego á poblar á la isla de -Jamáica (56). De la venida de la Orden de Sancto Domingo á esta isla, y -de la primera Misa nueva que se cantó en ella (54). De como se acordó -enviar procuradores á Castilla, sobre que concediese el Rey á los -españoles desta isla el repartimiento perpétuo, quiero decir, que les -diesen los indios perpétuos, que los Gobernadores no se los pudiesen -quitar una vez dados, ó por ciertas vidas (52). - -[Illustration] - - - - -HISTORIA - -DE LAS INDIAS. - - - - -LIBRO SEGUNDO. - - - - -CAPÍTULO PRIMERO. - - -Despues de la partida de las dos carabelas, en que envió presos -el comendador Bobadilla al Almirante y á sus hermanos, trabajó de -contentar en cuanto pudo á los españoles que aquí estaban, que serian -por todos hasta 300 hombres, porque este era el número que el Almirante -habia informado á los Reyes que bastaban, para tener la isla y las -gentes della sojuzgadas; y así, mandaron los Reyes que aquestos 300 -hombres con su sueldo, y parte con el del Almirante, como arriba ha -parecido, se sustentasen: porque bastaban y sobraban estos, y muchos -ménos que estos, para no sólo tener los indios pacíficos, sino llevaran -el camino que llevaron, pero áun para sojuzgallos y matallos á todos, -como al cabo los mataron, porque, teniendo 20 ó 30 caballos, bastaban -para los hacer á todos pedazos, mayormente habiendo amaestrado los -perros que tenian, porque con un perro, que un español consigo llevase, -iba tan seguro como si fuesen con él 50 y 100 cristianos. Y esto es, -áun á los ciegos de sus errores y pertinacia, más que claro, porque -una gente en cueros desnuda, sin otras armas defensivas ni ofensivas -más de sus flechas y arcos y unas varas tostadas, y sin fortalezas -ni muros de piedra tajada, sino en casas de paja, ¿qué ofensa pueden -hacer, ni defensa podrán tener contra gente armada de hierro, de -que son nuestras armas, con arcabuces, y entónces espingardas, con -caballos y lanzas, que en dos horas alcanza y alancea un mil y dos mil -hombres, y desbarrigan y despedazan cuantos quieren con las espadas? -Por lo dicho parece ser error el de Oviedo en su Historia, libro III, -cap. 4.º, donde dice que sin la gente que vino con los tres navíos -que despachó el Almirante desde la Gomera, cuando fué á descubrir á -Paria, esta isla se despoblara, quiere decir de cristianos, y que se -puede afirmar que por aquel socorro fué restaurada la vida de los -que acá estaban, y se sostuvo y no se perdió totalmente esta isla, -porque dicen que no osaban salir desta ciudad, ni pasar el rio desta -otra parte. Todo este encarecimiento endereza Oviedo, como todas sus -historias, para excusar las tiranías de los españoles, y acusar y -abatir estas tristes gentes desmamparadas. Manifiesto es, por infinitos -testimonios y argumentos arriba traidos, la mansedumbre, y pacífica -y modesta natural cualidad y condicion de los habitadores naturales -desta isla, y las pocas y leves, y cuasi ningunas, armas que tenian, y -cuánto nosotros con las nuestras les excediamos, y que, si viviéramos -con ellos segun cristianos, no tuviéramos necesidad de armas, ni -arcabuces, ni caballos, ni perros bravos, para todos atraellos. Despues -ya de, habiéndolos así exacerbado, estragado, muerto, despedazado y -destruido, que probasen á matarnos si pudiesen, uno aquí y otro allí -(porque muchos de nosotros juntos, ni que fuesen 30 juntos, si no los -tomaban durmiendo por ninguna industria podian), no era maravilla; -y así es cierto esto, que pocas veces se vido en todas estas Indias -que 50 ni 40 hombres juntos los matasen los indios, como adelante, -placiendo á Dios, se verá, mayormente habiendo entre ellos algunos de -caballo, si estuvieron sobre aviso. Así que, 300 hombres eran muchos -para defenderse y para matar todos los indios desta isla, los cuales -acá estaban ántes que aquellos que el Almirante envió y él llegase, -y si los envió y trujo, no fué porque fuesen más de 300 necesarios, -sino para enviar los flacos y enfermos, y los que morian por se ir á -Castilla, como arriba ha parecido. Tornando, pues, al propósito, como -el comendador Bobadilla quisiese agradar los 300 hombres que en esta -isla quedaban, lo primero determinó en breve los procesos de los que -estaban para ahorcar, y de Francisco Roldan y los demas que se habian -alzados, los cuales yo vide, no muchos dias despues, sanos y buenos, y, -como si no hobieran hecho nada, en sus casas contentos y honrados; no -supe ni oí que les hobiese dado alguna pena, porque en aquel tiempo no -tenia yo tal cuidado, ni se me dió nada por sabello. Con las libertades -y favores que á todos aquellos 300 dió el comendador Bobadilla, de -que no pagasen del oro que cogiesen, sino de 11 pesos uno, y ellos no -hobiesen ni pensasen de irlo á cavar, pedíanle que les diese indios -para que se lo sacasen y hiciesen labranza del pan. Mandó ó aconsejó -que se juntasen de dos en dos, haciendo compañía en las haciendas -y ganancias que granjeasen, para las cuales les señaló la gente de -tal y tal Cacique y señor, y así á todos, muy á placer dellos, los -contentó. Aquí viérades á la gente vil, y á los azotados y desorejados -en Castilla, y desterrados para acá por homicianos ó homicidas, y que -estaban por sus delitos para los justiciar, tener á los Reyes y señores -naturales por vasallos, y por más que bajos y viles y criados. Estos -señores y Caciques tenian hijas ó hermanas, ó parientas cercanas, las -cuales luego eran tomadas, ó por fuerza ó por grado, para con ellas -se amancebar; y así, todos estos 300 hidalgos estuvieron algunos años -amancebados y en continuo pecado mortal de concubinaria maldad, sin los -grandes pecados que cada dia y hora cometian, por ser opresores destas -gentes y tiranos. Estas señoras, que tenian por mancebas, llamaron sus -criadas, y así, tan sin vergüenza, delante unos de otros, decian, mi -criada fulana, y la criada de fulano, como si dijera, mi mujer y la -mujer de fulano. El Comendador hacia desto, al ménos para remediallo -y evitallo, poco caudal; deciales muchas veces: «aprovechaos cuanto -pudiéredes, porque no sabeis cuánto este tiempo os durará», de los -trabajos y sudores, aflicciones y muertes de los indios, haciendo -poco caso. Ellos, por tales favores y ayuda, esfuerzo y consejos, lo -adoraban y era dellos muy amado; cognoscian cuán más larga licencia -tenian agora, para vivir en la ley que escogian, que en el tiempo del -Almirante, porque el triste del Almirante, aunque por la ceguedad que -tenia, como todos entónces tuvieron, y que hasta estos tiempos nos ha -penetrado, y por el ánsia de contentar á los Reyes, como arriba se ha -explanado, de grandes é irreparables males y daños hechos á los indios, -fué causa, empero, si algunos daños que los españoles les hacian, -disimulaba, y tambien si dió licencia ó señaló á Francisco Roldan y á -otro alguno, que algun Cacique y señor, con su gente le hiciese alguna -labranza, y que le cogiesen algunos indios oro, parece ser esto raro -y muy raro, y cuasi por fuerza, por verse constreñido á contentallos, -por los levantamientos pasados, al ménos aquellos pecados viles, y la -vida tan suelta y tan ancha que tenian los que se llamaban cristianos, -no dejaba de abominalla; y porque no puede un hombre pecador, ni una -gente inficionada en uno ó en más pecados, parar en aquellos, sino que -la fuerza dellos, en mayor gravedad y número, ha de derrostrallos, no -hicieron por muchos años más cuenta ni escrúpulo de guardar cuaresmas, -ni viérnes, ni sábados, cuanto al ayunar y comer carne, que los dias de -Pascua. Como se vian ya señores de los señores y naturales, y servidos -y temidos de todas sus gentes, chicos y grandes, porque delante -dellos les temblaban las carnes, por las crueldades hechas en las -guerras pasadas, que cuando se les antojaba las renovaban presentes, -mayormente si la señora, hija ó hermana del señor, el español la tenia -para sí ocupada por criada, creyendo que, segun sus costumbres, eran -casados, cada dia iban creciendo en desconocerse á sí mismos, y en -mayor soberbia y presuncion, y regalos y menosprecio destas naciones -humílimas; levantándose, ya no curaban de andar á pié camino alguno, -aunque no tenian mulas ni caballos, sino á cuestas de los hombros de -los desventurados, si iban de priesa, ó como en literas, metidos en -hamacas, si iban despacio, y los que los llevaban remudándose, con todo -eso, habian de ir volando. Iban junto con él, indios que les llevasen -unas ojas grandes de árboles para hacelles sombra, y otros unas alas de -ansar, para hacelles aire; la recua de indios cargados, para las minas, -de pan caçabí, con cargas de asnos, yo vide muchos, y muchas veces -los hombros y las espaldas dellos, como de bestias, matadas. Donde -quiera que llegaban, en pueblos de los indios, en un dia les comian y -gastaban lo que á 50 indios abundara; el Cacique y todos los del pueblo -habian de traer lo que tuviesen y andar bailando delante. No sólo -estas obras de señorío y fausto vanísimo mostraban, pero tenian otras -mujeres, sin la criada principal, oficialas, como fulana, la camarera, -y fulana, la cocinera, y otros oficios semejantes. Yo cognoscí un -oficial carpintero de hacer órganos, de los de aquel tiempo y en -aquellos dias, que tenia destas mujeres oficialas. Dos maneras tenian -de sirvientes; una, todos los indios, muchachos comunmente y muchachas, -que habian tomado á sus padres andando por la isla matando y robando, -los cuales tenian continos noches y dias en sus casas, y estos se -llamaban naborías, que quiere decir en la lengua desta isla, criados; -la otra era, los indios que les hacian las labranzas y cogian el oro, -á temporadas, y se iban á sus pueblos despues de bien hambrientos, -molidos, flacos y cansados. Y era cosa de reir ver su presuncion y -estado vano como se aprobaba y autorizaba, con que no tenian una camisa -de lienzo de Castilla que se vestir, ni capa, ni sayo, ni calzas, sino -solamente una camisa de algodon encima de otra de Castilla, si la -alcanzaban, y si nó, la de algodon sola y las piernas de fuera, y en -lugar de borceguíes y zapatos, unas alpargates y unas antíparas. El -tractamiento y consuelo que hacian y siempre hicieron á los tristes, en -remuneracion de sus continos servicios y trabajos, era muchos azotes -y palos, y otra palabra no oian de su boca sino, perro, y pluguiera -á Dios que como á sus perros los tractaran, porque no mataran un -perro por mil castellanos, y no tenian en más matar 10 y 20 indios -cuando se les antojaba, á cuchilladas, y probando, por su pasatiempo, -las fuerzas, ó los filos de las espadas, que si fuera matar gatos. A -estos mismos acaeció, que dos muchachos, de hasta doce años, traian -sendos papagayos, y tomáronselos dos que tenian nombre de cristianos, -y por su placer, cortaron las cabezas á los muchachos. Otro tirano, -porque se enojó de un Cacique, porque no le trujo ó no le dió lo que le -demandaba, ahorcó 12 indios de sus vasallos, y otro 18, todos en una -casa. Otro asaeteó un indio, con pregon, diciendo que lo sentenciaba -porque no se dió priesa en traelle una carta que le enviaban. Deste -jaez son infinitos los casos y hazañas que han en estas gentes nuestros -cristianos celebrado. Padeciendo las gentes desta isla, estas y -otras tales, segun arriba se ha mostrado, obras, no de hombres sino -de diablos encarnados, como ellas eran mansísimas, humilísimas y en -paciencia, nunca otras semejantes, desque más no podian hacer, habiendo -probado sus guerrillas para se defender, huyéndose, principalmente -á los montes, y teniendo experiencia que en ninguna parte podian de -los españoles escaparse, sufrian y morian en las minas y en los otros -trabajos, cuasi como pasmados, insensibles y pusilánimes degenerando, -y dejándose morir, callando, desesperados; no viendo persona del mundo -á quien se pudiesen quejar ni que dellos se apiadase. Provino de -aquí, que ciegos hechos é insensibles los hombres desalmados, de no -sentir en sí tan inexpiables pecados, faltándoles todo amor y temor de -Dios, ni de hombres que los estorbase, no sólo los mataban sin algun -escrúpulo ni pensar que en ello pecaban, pero, usando perversamente, -de la paciencia, simplicidad natural, bondad, obediencia, mansedumbre -y servicios destas gentes, tan continos é incesables, en lugar -de admirarse, apiadarse y confundirse, y templar sus crueldades, -menospreciáronlas y apocáronlas en tanto grado, que de bestias -irracionales, en cuanto en sí fué, por todo el mundo las infamaron, -y así fueron causa que se pusiese duda por los que no los habian -visto, si eran hombres ó animales. De aquí sucedió otro peor error -y ceguedad, lamentable, que hobo quien dijese que de la fe católica -eran incapaces; herejía bestialísima, que con fuego se vengaría en -el que con pertinacia la porfiase. Sucedieron muchos inconvenientes -otros, como decir que habian menester tutores como niños, porque no -sabian gobernarse, porque si los dejaban no trabajarian y morirse -hian de hambre, todo enderezado á que de su poder no se los sacasen, -y como nunca hobo quien volviese por ellos ni clamase, ántes todos -han bebido de su sangre y comido de sus carnes, entablóse aquesta -perniciosa infamia de tal arte, que, por muchos tiempos y años, los -Reyes de Castilla y sus Consejeros, y todos géneros de personas, -los tuvieron, estimaron y tractaron por tales, hasta que Dios puso -á quien, como abajo parecerá, este sueño y tupimiento de juicio y -falsedad averiguada, á los Reyes y al mundo declarase; no por ser -ella de sí escura ni que tuviese necesidad de nuevo milagro y lumbre -sobrenatural para alcanzarse, pues no hay rústico de sayago, que, no -sólo la conozca, pero que de enseñalla á otros no pudiese jactarse, -sino que, descubriendo la causa della ser y haber sido la vehemente, -ciega y desordenada cudicia, de que proceden todos los daños y males, -se fué advirtiendo el pasmo que se habia echado por los primeros -tiranos y por todos los que en la misma damnacion sucedieron, que con -las mismas obras nefandas lo confirmaron, y hobiese alguna esperanza -que en algun tiempo se atajase. ¿Quién de los que algo saben ignora -que áun los animos de los muy sábios y generosos hombres, degeneren -y se hagan pusillos y tímidos y apocados, si son puestos en áspera y -diuturna servidumbre, opresos, afligidos, amedrentados, atormentados, y -siempre, por diversas vías ó maneras, maltratados, en tanto grado que -se olviden de ser hombres, no pudiendo alzar sus pensamientos á otra -cosa sino á la infelice, y dolorosa, y amarga vida que pasan? Y esta es -la principal de las industrias de los tiranos, para en sus usurpados -reinos sustentarse: oprimir y angustiar de contino á los más poderosos -ó más sabios, porque, ocupados en llorar y gemir sus calamidades, no -tengan tiempo ni corazon para pensar en su libertad, y así se acobardan -y degeneran en tímidos y pusilánimos, como en los capítulos 27 y 36 -de nuestra otra Apologética historia se dijo largamente. Pues si los -sabios, y muy sabios, aunque fuesen griegos y romanos (como están -llenas las historias), muchas veces temieron esta adversidad por la -misma causa y la padecieron, y otras muchas gentes la experimentaron, -y los filósofos della hablaron, ¿qué podiamos pedir á estas -humildes, mansas, suaves y desnudas naciones, que tantos tormentos, -miedos, temores, servidumbres, muertes y diminucion padecian, sino -pusilanimidad inmensa, descorazonamiento profundo, aniquilacion en su -estima de su ser humano, admirándose y dudando de sí mismos, si eran -hombres ó eran gatos? ¿Quién, tambien, no juzgará de ciegos de pura y -profunda malicia, aunque sea un idiota de sayago, á los que hobiesen -osado sembrar, é infamar estos tan innúmeros pueblos, diciendo haber -menester tutores porque no se sabian gobernar, teniendo sus Reyes y -Gobernadores sus pueblos y casas, y gozando cada vecino y persona de -lo suyo, puesto que fuese poco, y comunicando unos con otros en los -actos humanos, así económicos como políticos y populares, viviendo en -tanta órden, concierto y toda paz? Poco y bajo entendimiento alcanza -el que no estima ser imposible vivir en congregacion mucha gente junta -(como esta es innumerable), sin justicia, órden y paz. Finalmente, se -arguye y manifiesta la ya dicha industriosa maldad de aquellos que -fingian y blasfemaban de la verdad, diciendo que los tutores les eran -necesarios para hacellos trabajar, porque no muriesen de hambre, y -será bien preguntarles que ¿en tantos mil años que estas Indias están -pobladas, si les enviaron de comer los españoles desde allá? Item, -¿si cuando acá, en fuerte hora para muchos de nosotros, llegamos, los -hallamos flacos y trasijados, y les dimos industria para que comiesen, -porque vivian no comiendo, y les trujimos de Castilla los manjares y -los hartamos, ó ellos á nosotros nos mataron nuestra hambre y libraron -millares de veces de la muerte, dándonos, no sólo los mantenimientos -necesarios, pero los supérfluos y demasiados? ¡Oh ceguedad maliciosa! -¡Oh ingratitud inícua, insensible y detestable! Destos, pues, primeros -destruidores desta isla, procedió esta mentirosa y perniciosa infamia, -y cundió todo este orbe contra estas multitudes de hijos de Adan, sin -razon y sin causa, tomando achaque y ocasion de la bondad, mansedumbre, -obediencia y simplicidad natural dellos, la cual debiera más movellos á -los amar y alabar, y áun aprender dellos estas naturales virtudes, que -no á los menospreciar, publicar por bestiales, robar, afligir, oprimir -y aniquilarlos, porque no hicieron más cuenta dellos que si fueran -estiércol de las plazas. Y esto baste, cuanto á dar noticia y razon -del estado de esta isla en tiempo del comendador Bobadilla, despues de -haber enviado á Castilla preso al Almirante. - - - - -CAPÍTULO II. - - -En este año de 500, como cada dia creciese la nueva de que la tierra -firme tenia oro y perlas, y los que iban por la costa della, por -rescate de cosillas de poco valor, como cuentas verdes y azules, y -otras colores, y espejuelos, y cascabeles, cuchillos y tijeras, etc., -traian mucho provecho, y por poco que fuese, segun entónces estaba -España pobre de dinero, era tenido en mucho, y haciase mucho con ello, -y así crecia el ánsia de ser ricos en los nuestros, y hacia perder el -miedo de navegar mares tan profundas y de tan luenga distancia, nunca -jamás navegadas, mayormente los vecinos de Triana, que por la mayor -parte, ó cuasi todos, son marineros, un Rodrigo de Bastidas, vecino -de Triana, hombre honrado y bien entendido que debia tener hacienda, -determinó de armar dos navíos é ir á descubrir, juntamente con -rescatar oro y perlas, que era de todos el fin principal; concertóse -con algunos, y en especial con Juan de la Cosa, vizcaino, que por -entónces era el mejor piloto que por aquellas mares habia, por haber -andado en todos los viajes que habia hecho el Almirante; y alcanzada -de los Reyes licencia, ó del obispo don Juan de Fonseca, que todo, en -aquellos tiempos lo rodeaba y áun lo mandaba, hecho el dicho Bastidas -capitan, partió de Cáliz, porque allí entónces, comunmente, los -navíos se despachaban: no supe cuándo (lo pudiera bien saber dél), -por qué mes ó á cuántos, mas de que debia ser al principio del año. -Navegaron á la tierra firme por los rumbos y caminos que el Almirante, -cuando la descubrió, habia llevado, hasta que, tomado el hilo della, -fuéronla costeando. Por toda ella llegaban á los puertos y playas -donde podian llegar, con las gentes infinitas, que vian en la tierra, -contractando y rescatando, que es vocablo que nuestros españoles, -por trocar unas cosas con otras, han usado; y llegados al golfo y -provincia de Cuquibacoa, que agora llamamos Venezuela, que arriba en -el cap. 167 haberla descubierto Alonso de Hojeda mostramos, navegaron -la costa abajo, y pasaron por la ribera de la mar, de lo que nombramos -al presente Sancta Marta y Cartagena, y lo demas hasta la culata ó -ensenada, que es el golfo de Urabá, la última sílaba luenga; dentro -del cual se contiene la provincia del Darien, que por algunos años fué -por estas islas y en Castilla muy celebrada. Salieron del golfo de -Urabá, y fueron la costa del Poniente abajo, y llegaron al puerto que -llamaron del Retrete, donde agora está la ciudad y puerto que nombramos -del Nombre de Dios. De allí se tornaron, habiendo rescatado mucho -oro y perlas por toda la costa que anduvieron, y vinieron á parar al -golfo de Xaraguá desta isla, donde los navíos perdieron, y de allí se -fueron por tierra, la gente, á Sancto Domingo, que está 70 leguas, y -allí los vide yo entónces y parte del oro que habian habido. Decíase -que traian dos ó tres arcas de piezas de oro, que entónces se tenia -por riquezas grandes, y nunca tantas imaginadas. Trujo consigo ciertos -indios, no sé si tomados por fuerza ó vinieron con él de su grado, -los cuales andaban por la ciudad de Sancto Domingo, en cueros vivos, -como en su tierra lo usaban, y por paños menores traian sus partes -vergonzosas metidas dentro de unos canutos de fino oro, de hechura de -embudos, que no se les parecia nada. Tampoco sé si hizo en la tierra -ó costa de mar, por donde Bastidas anduvo, algunos daños y escándalos -á los indios, vecinos della, como hicieron siempre todos los que por -aquella costa y en aquellos rescates y tratos andaban; pudiéralo bien -saber entónces, y despues, si en ello mirara, pero porque despues -tuve mucha conversacion y amistad con el dicho Rodrigo de Bastidas, y -siempre le cognoscí ser para con los indios piadoso, y que de los que -les hacian agravios blasfemaba, tuve concepto dél que, cerca dello, -andando por allí en aquellos tiempos y tractos, sería moderado. El -comendador Bobadilla le prendió, porque, diz que, habia rescatado oro -con la gente de Xaraguá, que es donde desembarcó. Finalmente, salió -desta isla para España, año de 502, por Julio, en la flota que abajo -se dirá; desembarcado en Cáliz, fué á la corte, que á la sazon estaba -en Alcalá de Henares, donde pagó el quinto á los Reyes del oro y -perlas que traia, de que todos los que oian llevar de la tierra firme -aquellas riquezas, no poco se alegraban. Díjose haberle hecho merced -los Reyes de 50.000 maravedís de juro de por vida, en la dicha tierra -del Darien, cuando se poblase, porque la descubrió; dellos creo yo que -pocos hobo. Todo lo que arriba dicho habemos de Rodrigo de Bastidas y -de aqueste su viaje, por muchos testigos en el proceso de que arriba -en el libro precedente habemos hecho mencion, que se formó entre el -fisco y el Almirante, fué probado. Cuando Rodrigo de Bastidas partió -para hacer aquel su viaje, aparejaba el suyo segundo, Alonso de Hojeda, -y, partido de Cáliz, fué por los mismos rumbos y camino que Rodrigo -de Bastidas, no sabiendo que el Bastidas iba por allí; llegó Hojeda -al golfo de Urabá, y, al principio ó ántes de la entrada dél, acordó -hacer una fortaleza de madera ó de tapias, para, desde allí, entrar -á descubrir, ó la tierra adentro, ó por la mar, de donde mandó ir un -navío por la costa abajo, y llegó hasta el puerto dicho del Retrete, -que llamamos al presente, del Nombre de Dios, que Bastidas habia ya -descubierto. Esto dice Alonso de Hojeda mismo en cierto artículo, á -instancia del Fiscal, en el susodicho proceso. En este viaje segundo -de Hojeda, con quien otra vez navegó á estas Indias Américo Vespucio, -tornó á persistir en el engaño que quiso hacer, aplicando á sí mismo el -descubrimiento, tácitamente, de la tierra firme, usurpando la gloria -que al Almirante, porque lo hizo, se le debia, Vespucio, porque puso en -su segunda navegacion, que partieron de Cáliz á 11 dias de Mayo del año -1499. Pudo ser decir verdad en el dia y en el mes, pero no es verdad -lo del año, porque no fué sino el de 500. Esto queda claro en los -capítulos 141, y 163, y 166, y 167, donde se probó, que para el primero -viaje que hizo Alonso de Hojeda, en el cual trujo consigo al Américo -Vespucio, partió de Castilla y del puerto de Sancta María despues que -el Almirante envió las nuevas á los Reyes de como habia descubierto -á Paria, que es tierra firme, y las perlas, por la cual nueva Hojeda -se movió á venir á descubrir, y vino por la misma figura y caminos -ó rumbos que habia enviado el Almirante á los Reyes, y estas nuevas -llevaron los cinco navíos que partieron desta isla á 18 dias de Octubre -del año de 98, y llevaron á Castilla por Navidad, como queda, en el -cap. 155, dicho; luego, imposible fué haber partido en el primer viaje, -Hojeda y Vespucio, el año de 97, sino el año de 99, ya que diga verdad -en lo del mes y del dia, porque dice que partieron á 20 de Mayo: en el -cual viaje, dice tambien, que tardaron diez y ocho meses, aunque arriba -queda declarado que no fueron sino cinco meses, luego, concluido queda, -contra Vespucio, que el segundo viaje que hizo con Alonso de Hojeda, -no fué año 99, sino de 500. De donde parece como Américo pretendió -tácitamente aplicar á su viaje y á sí mismo, el descubrimiento de la -tierra firme, usurpando al Almirante lo que tan justamente se le debia. -Parece tambien, que, por este intento y por los que más, quizá, le -movieron, trastrocó las cosas que vieron é hicieron en el primer viaje, -con las del segundo, y las del segundo, á las del primero; y por esto, -y por muchos argumentos en los capítulos dichos traidos, creo que los -diez y ocho meses que dice haber tardado en el primer viaje, y lo que -dél cuenta que vieron y trataron con diversas gentes, hobiese sido -en el segundo y no en el primero. Y que esto sea verdad, y Américo -haya escrito falsamente, atribuyendo lo del un viaje al otro, y por -consiguiente, se deba presumir dél todo lo que se ha probado en los -susodichos capítulos, y que á sabiendas haya querido aplicar á sí el -descubrimiento de la tierra firme, pruébase evidentemente por lo que -afirma de la isla de los Gigantes, haberla visto en el segundo viaje, -como haya sido en el primero; y, que haya sido en el primero, parece -por lo que articula el Fiscal, por el fisco, y dice así en la quinta -pregunta: «Item, si saben que en este tiempo Alonso de Hojeda é Juan -de la Cosa, piloto, y los que fueron en su compañía, descubrieron en -la costa de la tierra firme, hácia el Poniente de los Frailes y los -Gigantes, hasta la parte que agora se llama Cuquibacoa, etc.;» los -Frailes llamaron á unas isletas muy bajas que están junto á la isla de -la Margarita. Dice Andrés de Morales, testigo y piloto, «que de Paria -fueron de puerto en puerto hasta la isla de los Gigantes, y de allí -discurrieron á la provincia de Cuquibacoa, hasta el cabo de la Vela, -el cual nombre le pusieron los dichos Juan de la Cosa y Hojeda, etc.» -Item, el mismo Hojeda, tomado por testigo por el Fiscal, dice á la -misma pregunta: «Alonso de Hojeda dice que la verdad desta pregunta es, -que este testigo (y es el dicho Alonso de Hojeda), vino á descubrir, el -primer hombre que vino á descubrir despues que el Almirante descubrió -al Mediodia la tierra firme, y corrió por ella cuasi 200 leguas, hasta -Paria, y salió por la boca del Drago, y allí cognosció que el Almirante -habia estado en la isla de la Trinidad, junto á la boca del Drago, y, -yendo su camino, fué descubriendo, desde los Frailes hasta en par de -las islas de los Gigantes, el golfo de Venezuela, etc.» Todas estas -son palabras de Hojeda. Otro testigo que fué con ellos á aquel viaje -primero, y dice que vido las islas de los Frailes y de los Gigantes, -y todo lo que la pregunta pide, y otros dos ó tres, dicen lo mismo, -etc.; luego, no en el segundo, sino en el primer viaje que Hojeda -hizo, descubrió la isla de los Gigantes, y no en el segundo, como -Américo Vespucio afirma; y por consiguiente, queda probado lo en los -dichos dos viajes acaescido; y así, con razon, en lo demas se le debe -dar poco crédito. Y que viniese con el dicho Hojeda el Américo en el -segundo viaje, él mismo lo confiesa en su segunda navegacion, al cabo -della, donde dice que arribaron á la isla Española, que llama Antiglia, -que Cristóbal Colon hobiera descubierto pocos dias habia; desta su -llegada, y los escándalos que Hojeda hizo en ella, en el cap. 167 queda -escrito. Quiero aquí referir lo que dice Américo de los gigantes que -vido, entrando, que entraron en una isla, la mayor de seis que hay, -no más desde Paria hasta Cuquibacoa, que hoy decimos Venezuela, dejada -aparte la Margarita y otras isletas no de cuenta, y aquella debia ser -la que llaman los indios Curaçáo, la penúltima luenga; estas son seis -isletas que están en renglera, que distan de la tierra firme cuasi 15 -y 20 leguas. Entraron, pues, nueve hombres dellos en ella, obra de una -legua, donde vieron ciertas casas; hallaron en ellas cinco mujeres, -dos viejas y tres muchachas, las cuales eran de tan grande estatura, -que hacian ventaja á los más altos hombres que dellos habia, y señala -uno, que debia ser demasiadamente alto entre ellos, por manera que -quedaron admirados de verlas; ellas, vistos los nuestros, quedaron -llenas de miedo, y una de las viejas, con grandes halagos, ofrece á los -cristianos muchas cosas de sus comidas. Estando hablando ellos en que -sería bien llevarlas á los navíos para Castilla, como cosa de grande -admiracion digna, sobrevienen 35 ó 36 hombres mucho más espantables de -cuerpos que las mujeres, y de tan hermosa disposicion, que era cosa -deleitable verlos, los cuales vistos, dice Américo, que tanta turbacion -y miedo tuvieron él y sus compañeros, que quisieran harto más estar en -los navíos que cabe ellos; hablaban entre sí como que querian dar en -los nuestros. Los nuestros tractaban si darian primero en ellos, pero -acordaron de salirse disimuladamente y dar la vuelta hácia los navíos; -y los indios, algo desviados, iban tras ellos, y así llegaron á la -mar, y embarcados en los bateles y apartados de tierra, lánzanse los -indios al agua, y de allí tiráronles muchas flechas, y, con esto, los -unos y los otros quedaron ilesos. Aquella isla, que cuasi es redonda, -y terná de circuito 20 leguas, está poblada hoy de indios, y siempre -lo estuvo, no de gigantes, sino como los otros; no cognoscí hombre, en -aquellos tiempos, ni despues acá, que hobiese visto aquellos gigantes, -ni supe aquellos gigantes qué se hayan hecho, más que desde entónces -acá llamamos las islas de los Gigantes aquellas, no sé por qué, ni si -en las otras cinco los habia. Resta por decir de lo tocante á estos -viajes de Alonso de Hojeda, lo que más siento, allende lo dicho, y es -que ningun viaje hizo Alonso de Hojeda á la tierra firme, que, de -tornada, por esta isla Española no volviese, como abajo se dirá; y así, -tengo por cierto, que lo hizo estos dos, primero y segundo, puesto que -Américo lo calle y no lo refiera, él quizá supo por qué. Y lo que yo -dello siento es, que como Hojeda fuese muy estrecho, segun se decia, -en repartir con su compañía los mantenimientos, como abajo diremos, -siempre los que gobernaba estaban mal con él, y era tanto, que algunas -veces sus mismos súbditos lo prendieron y echaron en grillos; y porque -hasta este tiempo de que vamos hablando yo no me acuerdo, ni de ninguno -entendí, en aquellos años ni despues, que hobiese Hojeda hecho mas -destos dos viajes á tierra firme: y una vez lo prendieron, yendo él por -Capitan como siempre lo iba, y lo trujeron con dos pares de grillos -en el navío, viniendo aportar al puerto de Yaquimo, que el Almirante -llamaba del Brasil, que está 80 leguas del puerto y ciudad de Sancto -Domingo, en esta isla, y confiando de su gran ligereza, una noche se -echó á la mar, lo más secreto que pudo, pensando en tierra escaparse de -los que preso le traian, que estaba un gran tiro de piedra y áun quizá -de ballesta, que babia de nadar (tengo pensamiento que fué en aqueste -su segundo viaje su prision y este caso de echarse á la mar, con dos -pares de grillos, y quizá por esta causa, Américo Vespucio, trastrueca -las cosas destos dos viajes, como ha parecido); yendo, pues, nadando -con sólos los brazos, como los dos pares de grillos le llevaban al -fondo, dió voces que le socorriesen, porque se ahogaba; fueron luego -con la barca, y tomáronle, y así escapó: extraño caso. El proceso que -alego que hobo entre el Fiscal del Rey y el segundo Almirante, hallarse -há, si menester fuere, con mis escrituras, en un libro encuadernado, en -el colegio de Sant Gregorio que en Valladolid está; las navegaciones de -Américo, en el libro que se dice _Novus Orbis_ andan. - - - - -CAPÍTULO III. - - -En este tiempo y año de 500, por las grandes quejas que el Almirante -á los Reyes daba, de los agravios que decia haber recibido del -comendador Bobadilla, pidiendo justicia, y cosas que, para imputarle -culpas, delante los Reyes alegaba, y por otras razones que á los -Reyes movieron, determinaron Sus Altezas de proveer y enviar nuevo -Gobernador á esta isla Española; y, por consiguiente, lo era entónces, -gobernándola, de todas las Indias, porque hasta entónces, y despues -algunos años, ninguno habia otro en isla ni tierra firme, ni parte -otra de todas ellas. Este fué don fray Nicolás de Ovando, de la órden -de Alcántara, que á la sazon era Comendador de Lares; despues, algunos -años, vacó en Castilla la Encomienda mayor de Alcántara, estando él -acá gobernando, y le hicieron merced los Reyes de la dicha Encomienda -mayor, enviándole acá su título, y dende adelante le llamamos el -Comendador mayor, como de ántes Comendador de Lares. Este caballero era -varon prudentísimo y digno de gobernar mucha gente, pero no indios, -porque, con su gobernacion, inestimables daños, como abajo parecerá, -les hizo. Era mediano de cuerpo, y la barba muy rubia ó bermeja, tenia -y mostraba grande autoridad, amigo de justicia; era honestísimo en su -persona en obras y palabras, de cudicia y avaricia muy grande enemigo, -y no pareció faltarle humildad, que es esmalte de las virtudes; y, -dejado que lo mostraba en todos sus actos exteriores, en el regimiento -de su casa, en su comer y vestir, hablas familiares y públicas, -guardando siempre su gravedad y autoridad, mostrólo asimismo, en que -despues que le trajeron la Encomienda mayor, nunca jamás consintió que -le dijese alguno señoría. Todas estas partes de virtud y virtudes, -sin duda ninguna, en él cognoscimos. Este tal varon, pues, los Reyes -católicos acordaron enviar y enviaron por Gobernador á esta isla é -Indias, con largas provisiones é instrucciones para todo lo que habia -de hacer, señalándole dos años que durase su gobernacion. Diéronle -poder para que tomase residencia al comendador fray Francisco de -Bobadilla, y examinase las causas del levantamiento de Francisco Roldan -y sus secuaces, y los delitos que habian hecho; item, las culpas de -que era notado el Almirante, y la causa de su prision, y que todo á la -corte lo enviase. Entre otras cláusulas de sus instrucciones fué una -muy principal, y muy encargada y mandada, conviene á saber, que todos -los indios vecinos y moradores desta isla fuesen libres y no sujetos á -servidumbre, ni molestados ni agraviados de alguno, sino que viviesen -como vasallos libres, gobernados y conservados en justicia, como lo -eran los vasallos de los reinos de Castilla, y mandándole asimismo, que -diese órden, como en nuestra sancta fe católica fuesen instruidos; y -cerca deste cuidado, del buen tratamiento y conversion destas gentes, -siempre fué la bienaventurada Reina muy solícita. Trujo consigo por -Alcalde mayor un caballero de Salamanca y licenciado, llamado Alonso -Maldonado, persona muy honrada, prudente y amigo de hacer justicia, y -humano. Despacharon este Gobernador los Reyes de la ciudad de Granada, -donde la corte á la sazon estaba. Hízose una flota de 32 naos y -navíos, entre chicos y grandes; la gente que se embarcó, llegaron á -2.500 hombres, muchos, entre ellos, y los más, eran personas nobles, -caballeros y principales. Vino Antonio de Torres, hermano del ama del -príncipe D. Juan, de quien arriba hemos hablado, por Capitan general, -el cual habia de venir é ir siempre por Capitan de todas las flotas. -Vinieron con él 12 frailes de Sant Francisco, personas religiosas, y -trajeron un Prelado, llamado fray Alonso del Espinal, varon religioso -y persona venerable, y entónces vino acá la órden de Sant Francisco -para poblar de propósito. Partió de Sant Lúcar á 13 dias de Febrero, -primer domingo de Cuaresma, entrante año de 1502. Desde á ocho dias, -que fué domingo segundo de Cuaresma, ya que quedaba poca mar de andar -para llegar á las islas de Canaria, comenzó á venir un vendabal, que es -viento Austro ó del Austro colateral, tan recio y desaforado, que causó -tan grande tormenta en la mar, que ninguno de todos 32 navíos pensó -escapar. Perdióse allí entónces una nao grande con 120 pasajeros, sin -los marineros, segun creo llamada la _Rábida_. Todos los 31 navíos se -desparcieron sin parar uno con otro, alijando, que es echando á la mar -toda cuanta ropa, vino y agua llevaban encima de cubierta, por escapar -las vidas, y unas fueron á Berbería y cabo de Aguer, que es tierra -de moros vecina de las Canarias, otras á una isla dellas, Tenerife, -Lanzarote, La Gomera y Gran Canaria, cada uno donde mejor guiarse pudo. -Y porque acaeció salir de Canaria dos carabelas cargadas de azúcar y -otras cosas, y perderse, y como la misma tormenta echó toda la cajería -y maderas y pipas dellas, y de la nao _Rábida_, á la costa ó ribera -de Cáliz y de los otros marítimos lugares, todos creyeron que toda la -flota era ya perdida y sumida en el agua, segun la fuerza del viento -y braveza de la mar. Van las nuevas luego á los Reyes, á Granada; fué -inextimable el dolor que en oirlo recibieron, y pesar; supimos que -habian estado ocho dias retraidos, sin que hombre los viese ni hablase. -Finalmente plugo á Dios, que, á cabo de grandes peligros y trabajos, -escaparon, y se juntaron todos 31 navíos en la isla de la Gomera; -tomó en Gran Canaria otro navío para la gente que de allí quiso acá -venir, no me acuerdo por qué otras causas. Allí dividió la flota en -dos partes, porque algunos dellos andaban muy poco, y escogió los 15 ó -16 más veleros para que fuesen consigo, y los demas llevase Antonio de -Torres. Llegó á esta isla, y entró en este puerto de Sancto Domingo, á -15 dias de Abril; Antonio de Torres, con la otra media flota, despues, -doce ó quince dias, así como el Comendador mayor con su media flota, -entró por este rio y echaron anclas los navíos. La gente española y -vecinos desta ciudad, que entónces era villa y estaba de la otra parte -del rio, allegáronse á la ribera con grande alegría. Viendo los de -tierra y conociendo á los que venian, algunos de los que habian estado -acá, preguntaban estos por nuevas de la tierra, y aquellos por nuevas -de Castilla, y por quién á gobernar venia; los que venian respondian -que buenas nuevas, y que los Reyes enviaban por su Gobernador destas -Indias al Comendador de Lares, de la órden de Alcántara, y que quedaba -buena Castilla; los de tierra decian, que la isla estaba muy buena, -y, dando razon de su bondad y regocijo, añidian el por qué, conviene -á saber, porque habia mucho oro, y se habia sacado un grano sólo que -pesaba tantos mil pesos de oro, y porque se habian alzado ciertos -indios de cierta provincia, donde captivarian muchos esclavos. Yo lo -oí por mis oidos mismos, porque yo vine aquel viaje con el Comendador -de Lares á esta isla, por manera que daban por buenas nuevas y materia -de alegría, estar indios alzados, para poderles hacer guerra, y, por -consiguiente, captivar indios para los enviar á vender á Castilla, por -esclavos. Abajo se dirá, placiendo á Dios, por qué se alzaron, y la -guerra que, desde á pocos dias que llegamos, se les hizo. El grano que -dije, de que dieron nueva, fué cosa monstruosa en naturaleza, porque -nunca otra joya tal, que la naturaleza sola formase, vieron los vivos; -pesaba 35 libras, que valian 3.600 pesos de oro; cada peso era ó tenia -de valor 450 maravedís; era tan grande como una hogaza de Alcalá (que -hay en Sevilla, y de aquella hechura, que pesa tres libras), y yo lo -vide bien visto. Juzgaban que ternia de piedra, mezclada y abrazada con -el oro (la cual, sin duda, habia de ser por tiempo en oro convertida), -los 600 pesos, y porque la piedra que está entrejerida y abrazada con -el oro en los granos que se hallan, son como manchezuelas menudas, -cuasi todo el grano parece oro, aunque con cantidad de piedra: este, -cierto, era hermosísima pieza. Hallólo una india, desta manera, -conviene á saber: habia dado el comendador Bobadilla, Gobernador, -tan larga licencia á los españoles que se aprovechasen de los indios -y echasen á las minas, cada dos compañeros, sus cuadrillas de 15, y -20, y 30, y 40 indios, hombres y mujeres; Francisco de Garay é Miguel -Diaz (de quien algo se ha tocado, y abajo se dirá más, si á Dios -pluguiere), eran compañeros, y traian su cuadrilla ó cuadrillas en -las minas que dijimos Nuevas, porque se descubrieron despues de las -primeras, que llamaron por esto Viejas, de la otra parte del rio Hayna, -cuasi frontero, ocho leguas ó nueve, desta ciudad de Sancto Domingo; -una mañana, estando la gente almorzando, estaba una india de las de la -misma cuadrilla, sentada en un arroyo, comiendo, y descuidada, pensando -quizá en sus trabajos, captiverio y miseria, y daba con una vara, ó -quizá una barreta, ó almocafre, ó otra herramienta de hierro en la -tierra, no mirando lo que hacia, y, con los golpes que dió, comenzóse á -descubrir el grano de oro que decimos; la cual, bajando los ojos, vido -un poquito dél relucir, é, visto, de propósito descubre más, y, así -descubierto todo, llama al minero español, que era el verdugo que no -los dejaba resollar, y dícele: _ó cama guaxeri guariquen caona yari_. -_Ó cama_, dice oyes, _guaxeri_, señor, _guariquen_, mira ó ven á ver, -_yari_, el joyel ó piedra de oro; _caona_ llamaban al oro. Vino el -minero, y con los vecinos hacen grandes alegrías, quedando todos como -fuera de sí en ver joya tan nueva y admirable y tan rica; hicieron -fiesta asando un lechon ó cochino, lo cortaron y comieron en él, -loándose que comieron en plato de oro muy fino, que nunca otro tal lo -tuvo algun Rey. El Gobernador lo tomó para el Rey, dando lo que pesaba -y valia á los dos compañeros, Francisco de Garay y Miguel Diaz. Pero, -sin pecado, podemos presumir que á la triste india que lo descubrió, -por hallazgo no se le dieron de grana ni de seda faldrillas, y ¡ojalá -le hayan dado un sólo bocado del cochino! - - - - -CAPÍTULO IV. - - -Dejemos agora, llegado no más á esta isla Española, el Comendador de -Lares, y despues Mayor, y tornemos á tractar del principio de otros -nuevos trabajos que ocurrieron al Almirante. En este tiempo y año de -501, despues que los Reyes le mandaron soltar, y vino á la corte, -y lo recibieron benignísimamente, y le consolaron, y certificaron -su prision no haber procedido de su voluntad real, en especial, la -serenísima reina Doña Isabel, que era, como ya se ha dicho, la que -más lo favorecia y estimaba, porque mejor sentia, por ventura, que el -Rey, el servicio inextimable que les habia hecho en haber descubierto -este mundo de acá indiano; el Almirante, siempre les suplicaba que -le tornasen á restituir en su estado, guardándole sus privilegios de -las mercedes que le habian prometido, pues él habia cumplido lo que -prometió, y mucho más, sin comparacion, como era notorio, y no les -habia deservido por obra ni por voluntad, para que desmereciese y -hobiese de perder las mercedes prometidas, ántes, por su servicio, -habia sufrido en esta isla grandes angustias, tolerando y haciendo -comedimientos grandes con Francisco Roldan y los alzados, á los cuales -no dió causa ni ocasion para que le fuesen rebeldes, pues estando él -en su servicio en Castilla, y en el descubrimiento de la tierra firme, -se rebelaron á su hermano; y que no diesen lugar á los émulos que ante -Sus Altezas le calumniaban, y otras muchas razones que en favor de la -justicia que creia tener, alegaba. Item, que aunque ya era viejo, y muy -cansado de tan inmensos trabajos, todavía tenia propósito de gastar -la vida que le quedaba en descubrir, por su servicio, muchas otras -tierras más de las que habia descubierto, y que creia hallar estrecho -de mar en el paraje del puerto del Retrete, que agora es el Nombre -de Dios, por las cuales, sobre todos los reinos del mundo, fuesen los -más esclarecidos y ricos los de España. Los Reyes lo sustentaban con -benignas y dulces palabras, certificándole que tuviese por cierto -que sus previlegios y las mercedes en ellos contenidas, le serian -cumplidas, guardadas, y conservadas, y no sólo las prometidas, pero -de nuevo le serian aquellas confirmadas, y otras hechas y aumentadas. -Y porque mostraba querer ir á descubrir de nuevo, los Reyes se lo -agradecieron, y comenzaron á tratar dello y exhortalle que lo pusiese -por obra, entre tanto que el Comendador mayor la declaracion de las -cosas pasadas en esta isla enviaba, y que le mandarian dar todo -recaudo. Dió sus memoriales, pidió cuatro navíos y bastimentos para dos -años; fuéle todo concedido cuanto dijo serle necesario, prometiéndole -Sus Altezas, que si Dios dél algo en aquel viaje dispusiese, á que no -tornase, de restituir á su hijo el mayor, llamado D. Diego Colon, en -toda su honra y estado. Mandaron al Comendador de Lares que restituyese -al Almirante y á sus hermanos, todo el oro y joyas, y las haciendas -de ganados y bastimentos de pan y vino, y libros, y los vestidos y -atavíos de sus personas, que el comendador Bobadilla les habia tomado, -y que le acudiesen sus oficiales con el diezmo y ochavo del oro, y -de todas las otras ganancias y provechos, segun que sus privilegios -rezaban. Diéronle licencia para que en esta isla Española, tuviese una -persona que entendiese y tuviese cargo de su hacienda, y recibiese las -rentas y lo que hobiese de haber, conforme á sus privilegios, y que -estuviese presente, con el Veedor del Rey, en las fundiciones, para que -viese fundir y marcar el oro que della y de las otras islas y tierra -firme se fundiese y marcase, de todo lo cual rescibiese la décima -parte, y tambien asistiese, con el Factor del Rey, en las cosas de las -mercaderías, y negociacion y ganancias dellas, de las cuales habia de -llevar el Almirante la ochava parte. La persona que señaló el Almirante -para esto, y los Reyes admitieron, fué un caballero nombrado Alonso -Sanchez de Carvajal, creo que natural de Úbeda ó de Baeza. Sobre todas -estas cosas, hicieron los Reyes declaracion, por muchos capítulos, la -cual yo vide, mandando al Comendador de Lares, Gobernador, y Contador, -y Oficiales, y Justicias, y personas destas islas y tierra firme, que -la guardasen y cumpliesen como en ella se contenia, que es lo que -arriba, en suma, queda dicho. Allende la cual dicha declaracion y -mando, que fué hecha en la ciudad de Granada, á 27 dias de Setiembre de -501, mandaron despachar la siguiente Cédula: - -«El Rey é la Reina: Comendador de Lares, nuestro Gobernador de las -Indias, Nos habemos mandado y declarado la órden que se ha de tener -en lo que se ha de hacer con don Cristóbal Colon, nuestro Almirante -del mar Océano y sus hermanos, cerca de las cosas que el comendador -Bobadilla les tomó, y sobre la forma que se ha de tener en el acudir al -dicho Almirante con la parte del diezmo y ochavo, que ha de haber de -los bienes muebles de las islas y tierra firme del dicho mar Océano, -y de las mercaderías que Nos de acá enviáremos, segun vereis por la -dicha nuestra declaracion y mandamiento, firmado de nuestros nombres, -que sobre ello les mandamos dar. Por ende vos mandamos que veais la -dicha declaracion, y, conforme á ella, les fagais entregar los dichos -sus bienes, y acudir al dicho Almirante con lo que le pertenece de -lo susodicho; por manera, que el dicho Almirante y sus hermanos, ó -quien su poder hobiere, sean de todo ello entregados, y si el oro y -otras cosas que así el dicho comendador Bobadilla les tomó, lo hobiere -gastado ó vendido, que se lo fagais luego pagar; lo que fuere gastado -en nuestro servicio se les pague de nuestra facienda, y lo que el dicho -comendador Bobadilla hobiere gastado en sus cosas propias, se les pague -de los bienes y facienda del dicho Comendador, y no fagades ende al. -Fecha en Granada, á 28 dias del mes de Setiembre de 1501 años.--Yo -el Rey.--Yo la Reina.--Por mandado del Rey é de la Reina, Gaspar de -Grisio.» - -Despacharon finalmente los Reyes al Almirante, mandándole dar todas -las provisiones que para Sevilla y Cáliz eran necesarias para la -expedicion de su flota ó armada; salió con ellas de la ciudad de -Granada, en el mes de Octubre, para Sevilla, donde luego, con mucha -diligencia, entendió en su despacho. Compró cuatro navíos de gavia, -cuales convenian, el mayor no pasaba de 70 toneles, ni el menor de 50 -bajaba; juntó 140 hombres, entre chicos y grandes, con los marineros -y hombres de tierra, entre los cuales fueron algunos de Sevilla; -llevó consigo á D. Bartolomé Colon, el Adelantado, su hermano. Toda -esta gente fué á sueldo de los Reyes, como habian venido, por la -mayor parte, los españoles primeros á esta isla. Proveyóse de muchos -bastimentos y de armas, y de toda manera de rescates. Desde Cáliz, -donde tenia los navíos y se aparejaba, ó quizá desde Sevilla, escribió -á los Reyes suplicándoles algunas cosas que le parecieron convenir -para su viaje, algunas, y otras que á él tocaban y á sus hijos y -hermanos. Una fué, que le diesen licencia para entrar en el puerto -desta isla Española, la cual, ántes les habia suplicado, por proveerse -allí de refresco y de cosas que suelen ocurrir, necesarias en todas -las navegaciones, por cortas que sean, cuanto más en viaje tan largo; -pero no se la quisieron dar, diciendo que porque no se detuviese, -sino que lo más presto que pudiese navegase. Pidió tambien tuviesen -por bien que llevase consigo á su hijo el menor, D. Hernando, el cual -era de trece años; concediéronselo de buen grado. Pidió eso mismo que -pudiese llevar dos ó tres hombres que supiesen arábigo, porque siempre -tuvo opinion, que pasada esta nuestra tierra firme, si estrecho de mar -hallase, que habia de topar gente del Gran Khan ó de otras que aquella -lengua ó algo della hablasen, y no era muy remota parte de providencia; -concediéronselo los Reyes, con que no se detuviese por buscallos ó -esperallos. Envió ciertos memoriales suplicando á los Reyes sobre sus -negocios y favor de sus hijos y de sus hermanos, porque si él muriese -los tuviesen por encomendados; á todas estas suplicaciones respondieron -los reyes Católicos con la siguiente Cédula, que fué la final cerca -deste viaje, y áun la postrera que de Sus Altezas rescibió: - -«El Rey é la Reina: D. Cristóbal Colon, nuestro Almirante de las islas -y tierra firme, que son en el mar Océano á la parte de las Indias. -Vimos vuestra letra de 26 de Febrero, y las que con ella enviastes y -los memoriales que nos distes, y á lo que decís que para este viaje á -que vais querríades pasar por la Española, ya os dijimos, que, porque -no es razon que para este viaje á que agora vais se pierda tiempo -alguno, en todo caso vais por este otro camino, que, á la vuelta, si os -pareciere que será necesario, podeis volver por allí de pasada, para -deteneros poco; porque, como veis, convendrá que vuelto vos del viaje -á que agora vais, seamos luego informados de vos en persona de todo lo -que en él hobiéredes hallado y hecho, para que, con vuestro parecer y -consejo, proveamos sobre ello lo que más cumpla á nuestro servicio, -y las cosas necesarias para el rescate de acá se provean. Aquí vos -enviamos la instruccion de lo que, placiendo á Nuestro Señor, habeis de -facer en este viaje, y á lo que decís de Portugal, Nos escrebimos sobre -ello al rey de Portugal, nuestro hijo, lo que conviene, y vos enviamos -aquí la Carta nuestra que decís, para su Capitan, en que le facemos -saber vuestra ida hácia el Poniente, y que habemos sabido su ida hácia -el Levante, que si en camino vos topáredes, vos trateis los unos á los -otros como amigos, y como es razon de se tractar Capitanes y gentes de -Reyes, entre quien hay tanto deudo, amor y amistad, diciendo que lo -mismo habemos mandado á vos; y procuraremos que el rey de Portugal, -nuestro hijo, escriba otra tal carta al dicho su Capitan, etc. (y, -pasados ciertos capítulos en respuestas de las cosas que arriba dijimos -quel Almirante suplicaba, dicen los Reyes abajo): Cuanto á lo otro -contenido en vuestros memoriales y letras, tocantes á vos y á vuestros -hijos y hermanos, porque, como vedes, á causa que Nos estamos en camino -y vos de partida, no se puede entender en ello hasta que paremos de -asiento en alguna parte, y si esto hobiésedes de esperar se perdería -el viaje á que agora vais, por esto es mejor, que, pues de todo lo -necesario para vuestro viaje estais despachado, vos partais luego sin -detenimiento alguno, y quede á vuestro hijo el cargo de solicitar lo -contenido en los dichos memoriales; y tened por cierto, que de vuestra -prision nos pesó mucho, y bien lo vistes vos y lo cognoscieron todos -claramente, pues que luego que lo supimos lo mandamos remediar, y -sabeis el favor con que vos habemos mandado tractar siempre, y agora -estamos mucho más en vos honrar y tractar muy bien, y las mercedes -que vos tenemos fechas vos serán guardadas enteramente, segun forma y -tenor de nuestros privilegios, que dellas teneis, sin ir en cosa contra -ellas, y vos y vuestros hijos gozareis dellas como es razon, y, si -necesario fuese confirmarlas de nuevo, las confirmaremos, y á vuestro -hijo mandaremos poner en la posesion de todo ello, y en más que esto -tenemos voluntad de vos honrar y facer mercedes, y de vuestros hijos -y hermanos Nos ternemos el cuidado que es razon, y todo esto se podrá -facer, yéndovos en buena hora, y quedando el cargo á vuestro hijo, como -está dicho; y así vos rogamos que en vuestra partida no haya dilacion. -De Valencia de la Torre, á 14 de Marzo de 502 años.--Yo el Rey.--Yo la -Reina.--Por mandado del Rey y de la Reina, Almazán.» - -Ciertamente, para la alteza que tenian y acostumbrada gravedad y -autoridad de que los reyes de Castilla solian y suelen, con sus -súbditos, aunque sean los de mayores estados, usar, grande humanidad y -favores usaban con el Almirante, y no sin razon, pues nunca algun otro -tal servicio hizo, chico ni grande, á sus Reyes, jamás. - - - - -CAPÍTULO V. - - -Concluido todo lo que convenia para su despacho, y sus navíos bien -bastecidos y aparejados, hízose á la vela el Almirante con sus cuatro -navíos, á 9 dias del mes de Mayo de 1502 años, y, porque supo el -Almirante que habian los moros cercado y en gran estrecho puesto la -villa y fortaleza de Arcila, en allende, que tenian los portugueses, -acordó de ir á socorrella, porque viendo los moros cuatro navíos de -armada, podian creer que iba socorro de propósito para los hacer mal, y -así alzar el cerco; el cual llegó desde á dos ó tres dias, y halló que -ya eran descercados. Envió el Almirante al Adelantado, su hermano, y -á los Capitanes de los navíos con él, que fuesen á visitar en tierra, -de su parte, al Capitan de Arcila, que estaba herido de los moros, y -á ofrecerle todo lo que él podia de su armada. El Capitan le tuvo en -mucha merced la visita y ofrecimiento, y envió á visitalle y dalle las -gracias, con algunos caballeros que con él estaban, algunos de los -cuales eran deudos de Doña Felipa Moñiz, mujer que fué del Almirante, -en Portugal, como en el primer libro dijimos. Hízose aquel mismo dia -á la vela, y llegaron á la Gran Canaria en 20 del mismo mes de Mayo; -tomaron agua y leña, y, creo que á 25, alzaron las velas para su -viaje. Tuvieron muy próspero tiempo, de manera que sin tocar en las -velas vieron la isla que llamamos y se llama por los indios Matininó, -la última luenga, en 15 dias de Junio. Allí dejó el Almirante saltar -en tierra la gente, para que se refrescasen, y holgasen, y lavasen -sus paños, y cogiesen agua y leña á su placer, todo lo que desean en -largas navegaciones los mareantes; estuvieron allí tres dias, y de allí -partieron, yendo por entre muchas islas, harto frescas y señaladas, -como quien va por entre vergeles, aunque están unas de otras 5 y 6, -y 10 y 12 leguas desviadas. Y porque llevaba uno de los cuatro navíos -muy espacioso, así porque era mal velero que no tenia con los otros, -como porque le faltaba costado para sostener velas, que con un vaiven, -por liviano que fuese, metia el bordo debajo del agua, tuvo necesidad -de llegar á Sancto Domingo á trocar aquel con alguno de los de la -flota que habia llevado el Comendador mayor, ó comprar otro. Llegó á -este puerto de Sancto Domingo á 29 de Junio, y, estando cerca, envió -en una barca del un navío, al Capitan dél, llamado Pedro de Terreros, -que habia sido su Maestre-sala, á que dijese al Comendador de Lares -la necesidad que traia de dejar aquel navío, que tuviese por bien que -entrase con sus navíos en el puerto, y, no sólo por cambiar ó comprar -otro, pero por guarecerse de una gran tormenta, que tenia por cierto -que habia presto de venir. El Gobernador no quiso dalle lugar para -que en este rio y puerto entrase, y creo yo que así lo habia traido, -por mandado de los Reyes, porque en la verdad, estando áun allí el -comendador Bobadilla, de quien tantas quejas él tenia, y Francisco -Roldan y los que con él se le alzaron, y que tanto mal habian dicho -y escrito á los Reyes dél, y otras razones que se podian considerar, -y de donde pudieran nacer algunos y graves escándalos, y los Reyes -proveyeron en ello prudentísimamente, no dándole licencia para que -aquí entrase, y mandallo tambien al Comendador y Gobernador, que no -lo admitiese; y, que no se lo mandaran los Reyes, no admitiéndolo -él lo hiciera como prudente. Finalmente, viendo que no le dejaban -entrar, y sabiendo como la flota de las 32 naos, en que habia venido -el Comendador de Lares, estaba para se partir, envióle á decir que no -la dejase por aquellos ocho dias, porque tuviese por cierto que habia -de haber una grandísima tormenta, de la cual huyendo, él se iba á -meter en el primer puerto que más cerca hallase. Fuése á meter en el -puerto que llaman puerto Hermoso, 16 leguas deste de Sancto Domingo, -hácia el Poniente. El Comendador de Lares, no curó de creerlo, cuanto -á no dejar salir la flota, y los marineros y pilotos, desque oyeron -que aquello habia enviado á decir el Almirante, unos burlaron dello, y -quiza dél, otros lo tuvieron por adivino, otros, mofando, por profeta, -y así no curaron de se detener; pero luego se verá cómo les fué. Y -para esto, es aquí de saber, que no es menester ser el hombre profeta -ni adivino para saber algunas cosas por venir, que son efectos de -causas naturales, sino basta ser los hombres instructos y doctos en -filosofía natural, ó en las cosas que por la mayor parte suele acaecer -tener experiencia. De los primeros son los astrólogos, que dicen, -ántes muchos dias que acaezca, que ha haber eclipse, porque teniendo -ciencia de los cursos y movimientos de los cuerpos celestiales, que -son causas naturales de los eclipses, cognoscen que, de necesidad, de -aquellas causas han de proceder aquellos efectos, y así de otras muchas -cosas naturales, como que ha de haber en aquel año muchas lluvias, ó -sequedad, etc.; de los segundos son los marineros, y que han navegado -muchas veces, por las señales naturales que por la mar en el ponerse -ó salir el sol de una ó de otra color, en la mudanza de los vientos, -en el aspecto de la luna, que vieron y experimentaron muchas veces. Y -una señal muy eficaz de haber de venir tormenta, y que por maravilla -yerra, es cuando sobreaguan muchas toninas, que son, creo que, los -que llaman por otro nombre delfines, y los lobos marinos; y esta es -la más averiguada, porque andan por lo hondo buscando su comida, y la -tempestad de la mar se causa de cierta conmocion y movimientos que se -hace abajo en el profundo de la mar, en las arenas, por los vientos que -allá entran, y, como aquestas bestias lo sienten, van luego huyendo -con gran estruendo, de aquellos movimientos, arriba á la superficie -del agua, y á la orilla, y, si pudiesen, saldrian á tierra; y así, -dan cierta señal de que ha de venir tempestad por la causa que dello -sintieron. Y así, como el Almirante, destas causas y efectos y señales, -de haberlas visto infinitas veces, tuviese larguísima experiencia, pudo -cognoscer y tener por cierta la tormenta; y haber dicho verdad, y tener -dello buen cognoscimiento, pareció luego, desde á no muchas horas, -por sus efectos. Embarcóse el comendador Bobadilla y Francisco Roldan, -el alzado, con otros de su ralea, que tantos daños y escándalos habian -causado y hecho en esta isla; embarcáronse estos y mucha otra gente -en la nao _Capitana_, que era de las mejores de toda la flota, donde -iba Antonio de Torres, el hermano del ama del Príncipe, por Capitan -general. Metieron allí tambien, preso y con hierros, al rey Guarionex, -Rey y señor de la grande y real Vega, cuya injusticia que padeció -bastaba para que sucediera el mal viaje que les sucedió, sin que otra -se buscara, como en el primer libro declaramos, cap. 121. Metieron -en esta nao _Capitana_ 100.000 castellanos del Rey, con el grano que -dijimos, grande, de 3.600 pesos ó castellanos, y otros 100.000 de los -pasajeros que iban en la dicha nao. Estos 200.000 pesos, entonces, -más eran y más se estimaban, segun la penuria que habia entónces de -dinero en España, que agora se estiman y precian 2 millones, y áun, en -la verdad, más se hacia y proveia y sustentaba, en paz ó en guerra, -en aquellos tiempos con 200.000 castellanos, que agora con todas las -millonadas; y así les conviene, millonadas, porque son cuasi nada. -Así que salió por principio de Julio nuestra flota de 30 á 31 navíos, -aunque algunos dijeron que eran 28, entre chicos y grandes; y desde á -treinta ó cuarenta horas vino tan extraña tempestad y tan brava, que -muchos años habia que hombres, en la mar de España ni en otras mares, -tanta, ni tal, ni tan triste, habian experimentado. Perecieron con ella -las 20 velas ó naos, sin que hombre, chico ni grande, dellas escapase, -ni vivo ni muerto se hallase; y toda esta ciudad que estaba de la otra -banda del rio, como todas las casas eran de madera y paja, toda cayó en -el suelo, ó della muy gran parte; no parecia sino que todo el ejército -de los demonios se habian del infierno soltado. Al principio della, -con la gran escuridad, que llaman los marinos cerrazon, los navíos -del Almirante se apartaron los unos de los otros, y cada uno padeció -gran peligro, estimando de los otros que seria milagro si escapasen. -Finalmente, tornáronse á juntar en el dicho puerto Hermoso ó el de -Açua, que está de aquel cuatro ó cinco leguas; ó quizá alguna más; y -así escapó el Almirante y sus navíos, y los de la flota perecieron por -no creelle. Allí hobo fin el comendador Bobadilla, que envió en grillos -presos, al Almirante y á sus hermanos; allí se ahogó Francisco Roldan -y otros que fueron sus secuaces rebelándose, y que á las gentes desta -isla tanto vejaron y fatigaron; allí feneció el rey Guarionex, que, -gravísimos insultos, y violencias, daños y agravios habia rescibido -de los que se llamaban cristianos, y, sobre todos, la injusticia que -al presente padecia, privado de su reino, mujer é hijos, y casa, -llevándolo en hierros á España, sin culpa, sin razon y sin legítima -causa, que no fué otra cosa sino matallo mayormente siendo causa que -allí se ahogase. Allí se hundió todo aquel número de 200.000 pesos de -oro, con aquel monstruoso grano de oro, grande y admirable. Aqueste tan -gran juicio de Dios no curemos de escudriñallo, pues en el dia final -deste mundo nos será bien claro. En esta flota fué Rodrigo de Bastidas, -pero escapóse en un navío de los ocho ó seis que escaparon; y así erró -Gonzalo Hernandez de Oviedo, en el capítulo 8.º del lib. III de su -Historia, donde dijo que lo habia enviado preso el comendador Bobadilla -con el Almirante: yo sé que esto no es verdad. - - - - -CAPÍTULO VI. - - -Quédese partido del puerto Hermoso, ó del de Açua, ó puerto Escondido, -como algunos lo llamaron, con sus cuatro navíos, el Almirante, y vaya -enhorabuena su viaje hasta que á él volvamos; agora, tornemos sobre -lo que se siguió despues que el Comendador de Lares fué á esta isla y -puerto llegado. Salido á tierra, estábale con toda la gente, vecinos -desta ciudad, el comendador Bobadilla, en la ribera, esperando, y -despues de los comedimientos acostumbrados, lleváronlo á la fortaleza -de tapias, que allí habia, que no era tal, como la de Salsas, donde -lo habian aposentado; presentó sus provisiones ante Bobadilla, y -Alcaldes, y Regidores y Cabildo de la villa; obedeciéronlas todos, y -pusiéronlas sobre sus cabezas, y, cuanto al cumplimiento, hicieron la -solemnidad que se suele hacer, tomándole juramento, etc. Comenzó luego -á gobernar prudentemente, y á su tiempo mandó apregonar la residencia -del comendador Bobadilla, en la cual era cosa de considerar ver al -comendador Bobadilla cuál andaba sólo y desfavorecido, yendo y viniendo -á la posada del Gobernador, y parecer ante su juicio, sin que hombre lo -acompañase de los á quien él habia favorecido y dicho, «aprovechaos, -que no sabeis cuánto este tiempo os durará,» y todo este inícuo -provecho no se entendia sino del sudor y trabajos de los indios. Y en -la verdad, él debia ser, de su condicion y naturaleza, hombre llano -y humilde; nunca oí dél, por aquellos tiempos, que cada dia en él se -hablaba, cosa deshonesta, ni que supiese á cudicia, ántes todos decian -bien dél; y, puesto que por dar larga licencia que se aprovechasen de -los indios los 300 españoles, que en esta isla, entónces, sólos, como -se dijo, habia, les diese materia de querello bien, todavía, si algo -tuviera de los susodichos vicios, despues de tomada su residencia, y -desta isla ido y muerto, alguna de las muchas veces que hablábamos en -él, algun pero, ó si nó, dél se dijera. Hizo tambien el Comendador de -Lares las informaciones de las cosas pasadas en esta isla, en lo de -Francisco Roldan y su compañía, y, segun creo (porque no me acuerdo -bien dello), preso lo envió, aunque sin prisiones, á Castilla, para que -los Reyes determinasen la justicia de lo que merecia; pero entremetióse -la divina Providencia de prima instancia, llamándolo más presto para -su alto y delgado juicio. Ya dije, arriba, en el primer capítulo deste -segundo libro, como el comendador Bobadilla ordenó que todos los que -quisiesen llevar indios á coger oro á las minas, pagasen á los Reyes, -de 11 pesos, uno; pero porque, ó los Reyes allá lo sintieron mucho, -como se hobiese hecho sin su poder y comision, y por eso mandaron al -Comendador de Lares, que hiciese lo que luego diré, ó porque á él acá -le pareció que debia hacerlo así, mandó que todos los que habian cogido -de las minas oro, no embargante que hobiesen pagado el onceno, pagasen -el tercio sin aquello; y porque las minas entónces andaban ricas, como -estaban vírgenes, y todos se apercibian de haber herramientas y tener -del caçabí, ó pan desta isla, para poder echar indios y más indios -á las minas, y valia un azadon 10 y 15 castellanos, y una barreta, -de dos ó tres libras, 5, y un almocafre, 2 y 3, y 4 ó 5.000 matas de -las raíces que hacen el pan caçabí, 200 y 300 y más castellanos ó -pesos, los más cudiciosos de coger oro, gastaban en estas pocas cosas -2 y 3.000 pesos de oro que cogian; cuando les pidieron el tercio -del oro que habian cogido, y, por mejor decir, los indios que ellos -oprimian, no se hallaron con un maravedí; y así, vendian por 10 lo que -habian comprado por 50, por manera, que todos los que más oro habian -cogido, más que otros quedaron perdidos. Los que se habian dado á las -granjerías y no á coger oro, quedaron segun las riquezas de entónces, -como no pagaron, quedaron ricos; y esta fué regla general en estas -islas, que todos los que se dieron á las minas, siempre vivian en -necesidad, y áun por las cárceles, por deudas; y por el contrario, -tuvieron más descanso y abundancia los dados á las granjerías, sino -era por otros malos recaudos de excesos en el vestir, y jaeces y otras -vanidades que hacian, con que al cabo no medraban ni lucian, sino, como -aire, todo se les iba, porque fuese argumento de, cuán injustamente, -con las fatigas y sudores de los indios, lo adquirian, puesto que -ellos, poco y nada del castigo advertian. Las granjerías de entónces -no eran otras sino de criar puercos y hacer labranzas de las del pan -caçabí y las otras raíces comestibles, que son los ajes y batatas. -Cerca de los que hobiesen de sacar oro de las minas, ordenaron los -Reyes que, desde adelante, de todo lo que sacasen, les acudiesen con -la mitad, y como ninguno acá pasaba, sino para, cogiendo oro, desechar -de sí la pobreza, de que España en todos los estados abundaba, luego -que desembarcaron, acordaron todos de ir á las minas viejas y nuevas, -que distan desta ciudad ocho leguas, como se ha dicho, á coger oro, -creyendo que no habia más de llegar y pegar. Allí veríades hacer sus -mochilas cada uno de vizcocho de la harinilla que les habia sobrado ó -traian de Castilla, y llevarlas á cuestas con sus azadones y gamellas -ó dornajos, que acá llamaban y hoy llaman bateas, y los caminos de -las minas como hormigueros, de los hidalgos, que no traian mozos, -ellos mismos con sus cargas á cuestas, y los caballeros que algunos -trujeron. Aquellos, llegados á las minas, como el oro no era fruto de -árboles, que llegando lo cogiesen, sino que estaba debajo de la tierra, -y sin tener cognoscimiento ni experiencia, cómo ni por qué caminos ó -vetas iba, hartábanse de cavar y de lavar la tierra que cavaban los -que nunca cavar supieron; cansábanse luego, sentábanse, comian muchas -veces, como digerian la comida, con el trabajo, presto, tornaban á -cavar, y al cabo no vian relucir, de sus trabajos, premio. A cabo de -ocho dias, no quedando cosa ya de comer en las talegas, volvíanse á -esta ciudad, ó villa que era, tan vacíos de una señal de oro, por -chica que fuese, como de bastimentos; tornaban á comer de lo poco que -les quedaba, traido de Castilla. Comenzáronse á descorazonar viéndose -defraudados del fin que los habia traido, con esto probábalos la -tierra dándoles calenturas; sobre aquellas, fáltales la comida y la -cura y todo refugio; comiénzanse á morir en tanto grado que á enterrar -no se daban á manos los clérigos. Murieron más de los 1.000, de 2.500, -y los 500, con grandes angustias, hambres y necesidades, quedaban -enfermos; y desta manera les ha acaecido á todos los más de los que -despues acá han querido venir por oro á tierras nuevas. Otros que -traian vestidos y ropas, y cosas algunas de valor, y herramientas, como -los 300 que acá estaban andaban desnudos, que apenas tenian camisa de -lienzo, sino sola de algodon, sin sayo ni capa, y en piernas, vendian -les vestidos, y con aquello se sustentaron más tiempo. Había otros, -que hicieron compañía con algunos de los 300, comprándoles la mitad -ó el tercio de sus haciendas, dándoles luego, en vestidos y cosas -que trujeron, parte del precio, y adeudándose en 1.000 y en 2.000 -castellanos, que era el resto, porque como los 300 estaban apoderados -en la tierra, y tenian las señoras dellas por criadas, como en el -primer capítulo deste libro segundo referimos, eran poderosos en tener -comida en abundancia y servicio de indios, y muchas haciendas de la -tierra, y eran señores y Reyes, aunque, como dije, andaban en piernas. -En todo este tiempo estábanse los indios pacíficos en sus casas, algo -resollando de las tiranías y angustias que de Francisco Roldan y los -demas habian pasado, sacados los que de los 300 españoles tenian á -las señoras por criadas, que trabajos no les faltaban; habia una sola -provincia levantada y puesta en armas, esperando cuando habian de ir -sobre ella los cristianos, de que haremos, placiendo á Dios, mencion -abajo. Un hidalgo llamado Luis de Arriaga, vecino de Sevilla, que -habia estado con el Almirante en esta isla, ofrecióse á los Reyes de -traer 200 casados de Castilla, para poblar con ellos en esta isla -cuatro villas, con que los Reyes les diesen pasaje franco y otras -exenciones harto débiles; la una, que les diesen tierras y términos -convenientes para las villas y para que labrasen ellos, reservada -la jurisdiccion civil y criminal para los Reyes y sucesores de Sus -Altezas, y excepto los diezmos y primicias, que, concedidos del Papa, -tenian los Reyes, no les pusiesen derecho otro ni inposicion alguna, -por término de cinco años. Reservaron tambien todos los mineros de -oro, plata y cobre, y hierro, y estaño, y plomo, y azogue, y brasil, y -mineros de azufre, y otros cualesquiera que fuesen, y las salinas, y -los puertos de mar, y todas las otras cosas que á los derechos reales -pertenecen, que hobiese dentro de los términos de las dichas villas. -Item, que de todo el oro que cogiesen, ellos y los indios que con -ellos anduviesen, diesen la mitad de todo ello para los Reyes, y que -no pudiesen rescatar oro alguno de los indios. Item, que no pudiesen -tomar brasil, y, si tomasen, acudiesen á los Reyes con todo ello. -Item, que de todo lo que hobiesen de los indios que no fuese oro, -como algodon y otras granjerías en que los enseñasen ó industriasen, -fuera de los términos de las dichas villas, fuesen obligados á dar el -tercio á los Reyes, fuera de las cosas que fuesen de comer. Item, que -si descubriesen algunos mineros á su costa, de todo el oro que dellos -cogiesen, sacadas las costas, diesen la mitad á los Reyes, quedando -los mineros tambien para Sus Altezas, y creo que esto se entendia, si -los hallasen dentro de los términos de los pueblos ó villas que habian -de hacer. Item, que si descubriesen islas ó tierra firme, que hasta -entónces no fuesen descubiertas, de todo el oro y perlas diesen la -mitad, pero de las otras cosas pagasen el quinto. El pasaje franco, -se les dió sólo á sus personas, y no para cosa chica, ni grande, -de las que llevasen de su casa y ropa. Fué otra merced, que en las -dichas villas no pudiesen morar ni vivir persona alguna de las que de -Castilla se desterrasen para las Indias, ni que hobiesen sido judíos, -ni moros, ni reconciliados, por honra de los dichos 200 vecinos; -habian de ser obligados á residir cinco años en esta isla, y servir -en ella y hacer cumplir lo quel Gobernador della, de parte de los -Reyes, les mandase, sin sueldo alguno, especialmente si algunos de los -españoles no obedeciesen sus mandamientos reales, ó algunas provincias -se rebelasen, ó algunos indios se alzasen contra su servicio, á sus -propias costas les hiciesen la guerra, y si ántes de los cinco años -quisiesen volverse á Castilla, lo pudiesen hacer, pero que no pudiesen -vender lo que por razon de la vecindad se les hobiese dado, sino que lo -perdiesen, y los Reyes hiciesen dello lo que por bien tuviesen. Esta -fué la capitulacion que los Reyes mandaron tomar con Luis de Arriaga, -la cual se extendió á todos los españoles que á esta isla viniesen á -poblar. Despues no pudo hallar 200 casados, sino 40; suplicó desde -Sevilla, que aquellos gozasen de aquellas mercedes, los Reyes se lo -concedieron. Venidos á esta isla, Arriaga con sus 40 casados, como lo -habian ellos de sudar y trabajar, y no venian á esto, sino á holgar y -volverse con muchos dineros, ni hicieron villas, ni castillos, sino -entre los demas se mezclaron, y lo que de los más fué dellos. Algunos -dias despues, los que cogian oro, de los 300 que acá hallamos, y los -que de nuevo vinieron, que con ellos hicieron compañía, quejábanse al -Gobernador, que era mucho y muy oneroso dar á los Reyes, del oro que -sacasen de las minas, la mitad, por el mucho trabajo y costa con que -se sacaba, y, por tanto, que escribiese á los Reyes se contentasen con -recibir el tercio; escribiólo, y concediéronselo, y esta libertad se -concedió por un capítulo de una Carta real para el Gobernador. Otra -vez se suplicó á los Reyes, que así como por la dicha capitulacion se -habia de pagar la tercia parte del algodon, y otras cosas que no fuesen -metales, que tuviesen por bien que no pagasen sino la cuarta, y esta, -por Provision real, hecha en Medina del Campo, á 20 de Diciembre de -503. Despues, hallando tambien por oneroso pagar á los Reyes el tercio -del oro, tornaron los españoles desta isla á suplicar que no quisiesen -llevarles tanto, y enviaron, por Procurador, á los Reyes, sobre ello, -á un caballero de Sevilla, llamado Juan de Esquivel; y en fin, los -Reyes les concedieron que no pagasen, de cualesquiera metales, más del -quinto, y esto fué por Provision real, que comenzaba: «D. Hernando y -Doña Isabel, por la gracia de Dios, etc.;» y la fecha della fué á 5 de -Febrero de 504, en Medina del Campo. Habemos querido poner aquí estas -menudencias pasadas, de que ninguno de los que escriben podrá dar -noticia particularizada, para que se vea cuán estrechos andaban los -Reyes por aquel tiempo en abrir mano de los derechos reales, y en hacer -mercedes cuán limitados, por la pobreza grande que habia en Castilla en -aquel tiempo, y los Reyes católicos, no ménos que sus reinos, carecian -de riquezas y abundancia, con toda la cual, no empero, por eso, dejaban -de hacer, en ellos y fuera dellos, hazañas. - - - - -CAPÍTULO VII. - - -En este tiempo, cesada la tormenta que sumió en los abismos la flota, -determinó el Gobernador de poblar una villa en el puerto de Plata, -que está á la parte del Norte en esta isla, por buenos respectos; -y el uno, principal, fué por ser puerto donde podian venir, como -vinieron, navíos, despues, y volver á Castilla con ménos dificultad -que á éste, y deste puerto. Lo otro fué por estar en comedio de la -isla, 10 leguas de la gran Vega, donde habia dos villas principales, -la de Santiago, que está 10 leguas, y la Concepcion, 16, dél, y las -mismas 10 ó 12 leguas de las minas de Cibao, que fueron tenidas por -las más ricas de toda esta tierra; y así, dieron mucho más oro y más -fino que las de Sant Cristóbal y todas las otras. Otra razon y motivo -tuvo, y esta fué, acompañar la isla de pueblo por aquella parte, donde -habia mucha multitud de indios; en aquel puerto no habia más que un -vecino de la villa de Santiago, que tenia una granja, que llamaban -Estancia, donde criaba puercos y gallinas, y otras granjerías ántes -desto. Así que, acordado de enviar á poblallo, envió ciertos vecinos, -en un navío, por la mar, los cuales despachados, hízose á la vela el -navío, y llegaron á la isleta de la Saona, 30 leguas deste puerto, y -que está una legua ó poco más desta isla, cuasi apegada, la gente de -la cual, con toda la provincia de Higuey, que es en esta isla y á la -isleta comarcana, era la alzada, que daban por buenas nuevas á los -que veniamos, cuando llegamos, como arriba queda declarado. Llegado -el navío á la isleta, salieron á tierra ocho hombres á pasearse y -recrearse; los indios, viendo venir el navío, estimando que era de los -que allí habian estado poco ántes, y hecho la obra que luego se dirá, -no tardaron en aparejarse, y así como los ochos salieron en tierra, -puestos los indios en celada, dieron sobre ellos y matáronlos. La -justicia y derechos que para ello tuvieron, es la siguiente, la cual -hobe de personas de aquellos tiempos, y así la refiero con verdad, sin -añadir, ántes creo, que, cuanto á la esencia del caso, quito mucho -encarecimiento y ahorro muchas palabras. Entre la gente de aquella -isleta de la Saona y los españoles que vivian en este puerto y villa -de Sancto Domingo, habia mucha comunicacion y amistad, por lo cual -enviaban los vecinos desta villa una carabela, cada y cuando que tenian -necesidad, y sin ella, y los indios desta isleta se la cargaban, -principalmente de pan, porque era dello abundante. Entre otras, una -vez, pocos dias ántes que con el Comendador de Lares llegásemos, fué -la carabela por el pan; el señor y Cacique de la isleta, con toda su -gente, recibieron á los españoles como tenian de costumbre, como si -fueran ángeles, ó cada uno su padre y su madre. Pusieron luego por obra -de la cargar, con todo el regocijo y alegría que puede mucho pensarse, -y, porque como entre los españoles seglares, se acostumbra de no ir de -una parte á otra sin llevar consigo su espada, de aquella manera no -se mudaban los españoles sin llevar consigo un perro, y perros de los -bravos, muy bien doctrinados á desgarrar y hacer pedazos á los indios, -á los cuales temian los indios más que á los mismos diablos. Andaban, -pues, mucho número de indios acarreando cargas del pan caçabí, y -echábanlo en la barca que á la carabela lo llevaba; el señor y Cacique -de la isla traia una vara en la mano, andando de una parte á otra, -dando priesa á sus indios, por hacer placer á los cristianos. Estaba -por allí un español que tenia el perro por la cadena, y como el perro -via al Cacique con la vara, y mucho menearse, cebábase muchas veces -á querer arremeter á él, como estaba en desgarrar indios tan bien -amaestrado, y con dificultad el español lo podia refrenar, y dijo á -otro español, «¿qué cosa sería si se lo echásemos?» y, dicha aquella -palabra, él ó el otro, revestidos del diablo, dijo al perro: «tómalo», -burlando, creyendo podello tener. Oido el perro, «tómalo», arremete -con tanta fuerza como si fuera un poderoso caballo desbocado, y lleva -tras sí al español, arrastrándolo; y, no pudiéndolo tener, suéltalo, -y va tras el Cacique, y dale un bocado de aquellos ijares, y creo, si -no me he olvidado, que le asió de las tripas; y el Cacique huyendo -á una parte, y el perro con ellas en la boca, y tirando hácia otra, -las iba desliando. Toman los indios su desventurado señor, que desde -allí á poco espiró, y llévanlo á enterrar, con gritos que ponian en el -cielo, lamentando; los españoles, toman su buen perro y compañero, y -luego, vánse á la carabela, y en ella viénense á este puerto, dejando -hecho aquel buen recaudo. Sábelo á la hora, ó en breve, la provincia -de Higuey, en especial un señor llamado Cotubáno ó Cotubanamá, la -penúltima sílaba del primer vocablo y la última del segundo luengas, -el cual era el más cercano, y tambien harto más que otros esforzado; -pónense todos en armas, con propósito de, cada y cuando que pudiesen, -se vengar, y porque ántes no pudieron hasta que aquellos ocho que -iban al puerto de Plata vinieron, que creo que todos eran marineros, -ó los más, su propósito y justicia no ejecutaron. Estos eran los -indios alzados y de guerra, que nos daban por buenas nuevas, los que -acá estaban, cuando veniamos, porque terniamos donde hacer esclavos. -Agora puede cualquiera leyente que tenga algun juicio de razon, y mejor -si teme á Dios, juzgar, no con mucha dificultad, si en matar á los -ocho, aunque ellos por entónces no los ofendieron, tuvieron derecho, -justicia y razon; y dije «por entónces no los ofendieron», porque quizá -los habian ofendido ántes otras veces, segun que alguno dellos que yo -cognoscí habia por allí andado. Y puesto que aquellos todos hayan sido, -cuanto á este hecho, inocentes, no por eso injustamente los mataron, -porque la nacion que justa guerra tiene contra otra, no es obligada á -andar discerniendo, si aquel es inocente ó aquel nó; si no fuese que -ser inocente alguno pareciese al primer aspecto ó con poco discurso -manifiesto; así como los niños, ninguno dudará en que sean inocentes -al primer aspecto y con poco discurso, como los labradores que andan -ocupados en sus labranzas, y los que estuviesen apartados, como en una -isla, de su propio señor, que mueve la guerra injusta, como suponemos, -de los cuales se puede presumir, con poco discurso de consideracion, -que ni saben della, ó al ménos no ayudan, ni tienen en ella culpa. -Todo el contrario desto es en el presente caso, porque ningun español -hobo en aquellos tiempos, de los que habia en esta isla, que no fuesen -de los indios ofensores, y les hiciesen grandes é irreparables daños; -y, por consiguiente, racionabilísimamente podrian presumir y juzgar, -sin pecado, que cuantos viesen venir á su isleta eran nocentes, y sus -enemigos, y que les venian á hacer las obras que los otros, puesto que -entónces de Castilla llegasen, y así tambien, sin pecado, matallos. -Pero dejemos este derecho y justicia para delante el divino juicio, que -se lo há para sí reservado. - - - - -CAPÍTULO VIII. - - -Sabido este hecho, quedos vecinos indios de la Saona hicieron en -aquellos ocho cristianos luego el Comendador de Lares determinó de -envialles á hacer guerra (porque para se la mover poco achaque bastaba, -segun la costumbre que todos los españoles por entónces tenian), á más -de haber rescibido el agravio de habellos muerto tan inhumanamente á -su señor; porque ya sabian todos los españoles desta isla, que los -indios habian de quedar lastimados y llenos de toda amargura, y que -se habian de alzar, y matar los españoles que pudiesen. De manera, -que haberles hecho grandes injurias, insultos y daños irreparables, -cada y cuando que agravios, y robos y muertes les hacian, tenian por -justa causa y jurídico título para los mover guerra; y el título que -luego publicaban, era que se habian alzado, y su alzamiento, muchas y -diversas veces, cierto, era huirse á los montes y esconderse solamente -dellos. Apercibió, pues, los pueblos de los españoles que habia en -esta isla, que eran, no más de cuatro villas, Santiago, la Concepcion -el Bonao y esta de Sancto Domingo, mandando, que de cada uno saliese -cierta gente, y de la gente que habia venido de Castilla, con él, los -que se hallaron sanos; todos, con el ánsia de hacer esclavos, fueron -de muy buena voluntad. Apregonada ya la guerra á fuego y sangre, -juntarse hian 300 ó 400, segun yo creo; nombró por Capitan general, á -Juan de Esquivel, de quien dijimos en el capítulo precedente, haber -traido del Rey, que del oro que se sacase de las minas no se pagase -más del quinto, y con la gente de cada villa de los españoles, iba -tambien su Capitan. Acostumbrábase tambien llevar toda la gente de -indios que estaban sujetos, con sus armas, en su ayuda, que no era -poca la guerra, que, por miedo de los españoles y por contentarlos, -estos á aquellos hacian, y así se acostumbró despues en todas estas -Indias. Llegados á la provincia de Higuey, que, por comun nombre, -llamamos á mucha de aquella tierra (y es la tierra más oriental desta -isla, y que primero vemos y topamos viniendo de Castilla), hallaron -los indios aparejados para pelear y defender su tierra y sus pueblos, -si así pudieran como querian; pero como todas sus guerras eran como -juegos de niños, teniendo las barrigas por escudos para rescibir -las saetas de las ballestas de los españoles, y las pelotas de las -escopetas; como peleasen desnudos en cueros, no con más armas de sus -arcos y flechas, sin hierro, y con piedras donde las habia, poco sosten -podian tener contra los españoles, cuyas armas son hierro, y sus -espadas cortan un indio por medio, y las fuerzas y corazones tienen -de acero; pues de los caballos no digo, que en una hora de tiempo -alancea uno sólo 2.000 dellos. Finalmente, hacian cara un rato en los -pueblos, y, no pudiendo sufrir las ballestas y escopetas, y tambien -las espadas, cuando se llegaban cerca, deshechos sus escuadroncillos, -y desjarretados y muertos muchos dellos, toda su guerra era huir á los -montes, y por las breñas esconderse. Los cuales, aunque desnudos en -cueros vivos, y sin armas ofensivas ni defensivas, hicieron algunos -hechos señalados, y contaré uno: Dos de caballo, personas señaladas -en la gineta, que yo bien cognoscí, llamados Valdenebro y Pontevedra, -vieron un indio en un bueno y grande campo; dijo el uno al otro: -«déjamele ir á matar;» arremete con el caballo y alcánzalo; el indio, -de que vido que lo alcanzaba, vuélvese á él, no sé si le tiró algun -flechazo, el Valdenebro, encuéntralo con la lanza, y pásalo de parte á -parte, el indio, toma con las manos la lanza, y métela más, y váse por -ella hasta tomar las riendas en la mano; saca el espada el de caballo -y métesela por el cuerpo, el indio quítale de las manos el espada, -teniéndola en el cuerpo; saca el puñal y méteselo en el cuerpo, el -indio, quítaselo de las manos: ya quedó el de caballo desarmado. Vélo -el otro, de donde estaba, bate las piernas al caballo, encontrándolo -con la lanza, y, tomada por el indio, hace lo mismo del espada y del -puñal; hélos aquí ambos desarmados, y el indio con seis armas en el -cuerpo, hasta que se apeó el uno, y sácale el puñal con una coce que le -dió, y luego cayó muerto el indio en el suelo. Esto acaesció en esta -guerra, y fué público y notorio. Idos á los montes, luego era cierto -irlos á montear en cuadrillas, donde, hallándolos con sus mujeres y -hijos, hacian crueles matanzas en hombres y mujeres, niños y viejos, -sin piedad alguna, como si en un corral desbarrigaran y degollaran -corderos. Tenian por regla los españoles, como arriba queda dicho, en -las guerras que hacian á los indios, ser siempre, no como quiera, sino -muy mucho y extrañamente crueles, porque jamás osen los indios dejar -de sufrir la aspereza y amargura de la infelice vida que con ellos -tienen, y que ni si son hombres conozcan, ó en algun momento de tiempo -piensen; muchos de los que tomaban cortaban las manos ambas, á cercen, -ó, colgadas de un hollejo, decíanles: «anda, lleva á vuestros señores -esas cartas;» conviene á saber, esas nuevas. Probaban en muchos las -espadas, quién tenia mejor espada ó mejor brazo, y cortaba el hombre -por medio, ó le quitaba la cabeza de los hombros de un piquete, y sobre -ello hacian apuestas; á los señores que prendian, no escapaban del -fuego. Creo que á la gran señora vieja, que arriba dijimos llamarse -Higuanamá, la última sílaba luenga, presa, la ahorcaron, si bien me -acuerdo. Traian una carabela por la mar, por allí cerca, para cuando -fuese menester, en la cual pasaron á la isleta de la Saona; hicieron -los indios un rato cara, y luego dieron á huir, como suelen, y aunque -es toda montes espesos, y hay algunas cuevas en las peñas, pero no se -pudieron esconder. Juntaron presos sobre 600 á 700 hombres, y métenlos -en una casa, y allí los meten todos á cuchillo; y mandó el Capitan -general, que era, como dije, aquel caballero Juan de Esquivel, que -sacasen todos aquellos muertos y los pusiesen al rededor de la plaza -del pueblo, y que contasen cuántos eran, y halláronse los que dije; y -así vengaran los ocho cristianos, que ántes, pocos dias, los indios -habian allí, con tan justa causa, muerto. Hicieron todos los que -tomaban á vida, esclavos, que es lo que principalmente los españoles, -aquí en esta isla, y despues en todas las Indias, pretendieron, y á -esto enderezaron siempre sus pensamientos, sus deseos, sus industrias, -sus palabras y sus buenos hechos. Desta manera dejaron aquella isleta, -destruida y desierta, siendo el alholi del pan, por ser muy fértil. -Viéndose las gentes de aquel reino tan lastimadas, tan corridas, tan -perseguidas, y de remedio alguno tan desesperados, y que ni en las -entrañas de la tierra podian escaparse, comenzaron á enviar mensajeros -los señores de los pueblos, diciendo que no querian guerrear, que -ellos los servirian, que más no los persiguiesen; rescibiéronlos de -paz, el Capitan general y los Capitanes, benignamente, afirmándoles -que no se les haria más mal, y por eso, que no hobiesen miedo de venir -á morar á sus pueblos. Concertaron y pusieron con todos ellos que -hiciesen allí, en cierta parte, una gran labranza de su pan para el -Rey, y que cumpliendo ellos esto, estarian seguros de que no vernian -á esta ciudad de Sancto Domingo á servir, como ellos temian y pedian, -y de que de algun español mal ni daño rescibiesen. Entre otros que -vinieron á visitar los cristianos y hacer reverencia al Capitan general -y Capitanes, fué uno de los mayores señores, y más valeroso, por ser -muy esforzado entre ellos, y aunque su persona daba noticia de quién -era, por la gran persona que tenia y autoridad que representaba, como, -si Dios quisiere, se dirá más largo, cuando hablaremos otra vez dél; -este fué Cotubanamá ó Cotubáno, segun ya dijimos, que frontero de la -dicha isleta Saona tenia su estado y tierra. A este, como á señor -principal y señalado, el Capitan general dió su nombre, trocándolo por -el suyo, diciendo que se llamase desde adelante Juan de Esquivel, y -que él se llamaria Cotubáno, como él. Este trueque de nombres en la -lengua comun desta isla, se llamaba ser yo y fulano, que trocamos los -nombres, guatiaos, y así se llamaba el uno al otro; teníase por gran -parentesco, y como liga de perpetua amistad y confederacion, y así, el -Capitan general y aquel señor quedaron guatiaos, como perpétuos amigos -y hermanos en armas, y así los indios llamaban al Capitan, Cotubáno, y -al señor, Juan de Esquivel. Hizo edificar una fortaleza de madera en -cierto pueblo de indios, algo cerca de la mar, metido en la tierra, -donde le pareció convenir, y dejó allí nueve hombres con un Capitan -llamado Martin de Villaman; y, despedida la gente de los españoles, -cada uno se tornó á la villa de donde habia venido con la parte que le -venia de los esclavos. En tanto que la guerra se hacia, el Gobernador -mandó que esta villa de Sancto Domingo, que está en la otra parte del -rio, se pasase á esta, donde agora está. Tuvo sola esta consideracion, -conviene á saber, porque todos los pueblos que habia de españoles en -toda esta isla, estaban y hoy están, desta parte acá, y porque los que -viniesen de la tierra dentro á negociar y tratar con el Gobernador, y -con los vecinos desta ciudad y con las naos, no tuviesen impedimento, -por estar en medio el rio, esperando á pasar ellos y sus caballos en la -barca ó barcas que habia de haber, porque aún entónces no las habia, -porque no pasaban de una parte á otra sino en canoas; barquillos de -los indios. Pero en la verdad, para la sanidad, mejor la asentó el -Almirante donde estaba de la otra parte ó banda, por estar al Oriente -del rio, y en saliendo el sol llevaba delante de sí los vapores, -nieblas y humedades, aventándolas del pueblo, y agora todas las echa -sobre él. Item, de la otra banda está una fuente de buen agua, que aquí -no hay sino de pozos muy gruesa, y no todos los vecinos pueden enviar -por ella; y que puedan, todavia es con trabajo y dificultad, habiendo -de esperar la barca á la ida y á la venida, ó de tener cada uno canoa -ó barco propio, lo cual todo causa trabajo y tardanza, y áun peligro -cuando el rio viene avenido ó hay tormenta en la mar. Por todas estas -razones, la ciudad estaba más saludablemente á la otra parte. Pasados -acá todos los vecinos, hicieron sus casas de madera y de paja, pero -desde algunos meses comenzaron, cada uno segun podia, á edificarlas de -piedra y cal. Tiene la comarca desta ciudad los mejores materiales -para edificios que se pueden hallar en alguna parte, así de cantería -como de piedra para cal, y la tierra para tapias, y, para ladrillo y -teja, barriales. De los primeros que edificaron fué el mismo Comendador -de Lares, que hizo sus casas honestas sobre el rio, en la calle de -la Fortaleza, y tambien hizo en la otra acera, que despues dejó á su -órden y al hospital que hizo de Sant Nicolás. El piloto Roldan edificó -una renglera de casas, para su morada y para alquilar, en las cuatro -calles. Luego, un Hierónimo Grimaldo, mercader, y otro llamado Briones -y otros, y cada dia fueron creciendo los edificios, cuanto cuasi -cada año, aunque con alguna interpolacion; algunas veces venian de -aquellas tempestades que acaecia derrocar todas las casas de la ciudad, -sin dejar alguna enhiesta, sino eran las pocas que de piedra eran -edificadas. Despues las guerras de Francia, y áun tambien el demasiado -número de negros esclavos, han causado que de muro bueno se cercase ó -comenzase á cercar. De los monesterios, el primero se edificó el de -Sant Francisco, despues el de Sancto Domingo, y muchos años pasados el -de la Merced. La fortaleza tambien se comenzó luego á edificar, y no -cesó la obra hasta que fué acabada. Dió el alcaidía della el Comendador -de Lares á un sobrino suyo, llamado Diego Lopez de Saucedo, persona muy -cuerda y de autoridad, y muy honrada. Fundó tambien un hospital de Sant -Nicolás, y dotólo de buena renta para rescibir y curar en él cierto -número de pobres, ó creo que todos los que en él se pudiesen curar. Y -porque ya en este tiempo éramos el año de 1503, y los reyes Católicos, -vacando la comendadoría mayor de Alcántara, le hicieron merced della en -este año, de aquí adelante le nombraremos Comendador Mayor. - - - - -CAPÍTULO IX. - - -En este tiempo, estaban ciertos españoles, de los que se alzaron -con Francisco Roldan, en el pueblo y provincia de Xaraguá, donde, -como arriba, en el primer libro, dijimos, era la corte y reino del -rey Behechío, y de Anacaona, su hermana, mujer muy valerosa, y, -por muerte de Behechío, ella el Estado gobernaba. Estos españoles, -cuanto más podian, se apoderaban en los indios, haciéndoles servir en -hacer labranzas, con título que querian poblar allí, fatigándolos y -obrando de aquellas obras, y usando de la libertad á que con Francisco -Roldan estaban acostumbrados. La señora Anacaona y los señores de la -provincia, que eran muchos, y, en su ser, y autoridad, y señorío, muy -nobles y generosos, y que en polideza y lengua, y en muchas otras -cualidades, hacian, como, hablando de aquel reino, en el primer -libro dijimos, á todos los señores desta isla, ventaja, sentian, -por demasiadamente onerosos, á los españoles, y por perniciosos, y -por todas maneras intolerables; y debió de haber algun movimiento -en los indios con alguno ó algunos españoles, no queriendo hacer lo -que les demandaban, ó los señores reñir con ellos, ó amenazallos. -Y cualquiera cosa, por chica que fuese, de resistencia, en obra ó -palabra, que no se cumpliese la voluntad del más astroso y vicioso, -y áun azotado en Castilla, bastaba para luego decir que los indios -eran táles y cuáles, y que se querian alzar; por esta causa, si fué -de algo desto el Comendador Mayor por ellos avisado, ó por visitar -los mismos españoles que en aquella provincia estaban, que eran todos -cerreros y mal domados, y puestos en costumbre de no obedecer, sino -andar en todo á sabor de su vicioso paladar, ó por visitar aquel -reino, que era donde habia gran multitud de gentes y señores grandes, -y aquella señora, sobre todos, que era tan nombrada; y aquella -provincia estaba desta ciudad 70 leguas, y así, más que otras de las -desta isla, tras mano, acordó el Comendador Mayor de ir allá. Llevó -consigo 300 hombres de pié y 70 de caballo, porque entónces habia en -esta isla pocas yeguas, y ménos caballos, y muy rico habia de ser el -que alcanzase una yegua en que andar, y en estas andaban los que las -tenian, y en ellas jugaban cañas, y en ellas peleaban, porque para -todo esto las enseñaban; y áun hombre hobo, de los que vinieron en -el viaje del Comendador Mayor, que, al son de una vihuela, hacian su -yegua bailar ó hacer corvetas ó saltar. Sabido por la reina Anacaona -que el Comendador Mayor la iba á visitar, como mujer muy prudente y -comedida, mandó convocar todos los señores de aquel reino, y gentes de -los pueblos, que viniesen á su ciudad de Xaraguá á rescebir y hacer -reverencia y festejar al Guamiquína de los cristianos, que habia -venido entónces de Castilla. Guamiquína, la penúltima luenga, quiere -decir en su lenguaje, el señor grande de los cristianos. Allegóse una -corte maravillosa, de gentes tan bien dispuestas, hombres y mujeres, -que era cosa de considerar. Ya se ha dicho que las gentes de aquel -reino, en hermosura de gestos, eran en gran manera, sobre todas las -otras desta isla, señaladas. Llegado el Comendador Mayor y su compañía -de pié y de caballo, sale Anacaona é innumerables señores (porque se -dijo venir 300 señores), y gentes infinitas, á lo recibir, con gran -fiesta y alegría, cantando y bailándole delante, porque así era su -costumbre, como se vido en el libro I, cap. 114, en el rescibimiento -que hicieron cuando fué á aquella provincia y entró en aquel pueblo -y ciudad, viviendo Behechío, el Adelantado, hermano del Almirante. -Aposentado el Comendador Mayor en un caney ó casa grande y principal, -y muy labrada, de las que allí solian hacer muy hermosas, puesto que -de madera y cubiertas de paja (como notificamos en la otra nuestra -Historia apológica ó apologética), y la otra gente que traia, por las -otras casas cerca dél, con los españoles que allá estaban, Anacaona -y todos los señores hacíanle mil servicios, mandándole traer de comer -la caza de la tierra, y del pescado de la mar, que legua y media ó dos -de allí distaba, y pan caçabí (esto era lo que ellos alcanzaban), y -de todas las otras cosas que tenian y podian, y gente que sirviesen, -cuanto era menester, para su mesa, y para las de los demas, y para sus -yeguas, y si alguno llevaba caballo; areytos, que eran sus bailes, y -fiestas, y alegrías, y juegos de pelota, que era cosa de ver, no creo -que faltaban. Poco quiso gozar desto el Comendador Mayor, porque luego, -en breve, determinó de hacer una obra, por los españoles en esta isla -principiada, y en todas las Indias muy usada y ejercitada; y esta es, -que cuando llegan ó están en una tierra y provincia donde hay mucha -gente, como ellos siempre son pocos al número de los indios comparados, -para meter y entrañar su temor en los corazones, y que tiemblen como -de los mismos diablos en oyendo el nombre de cristianos, hacer una -muy cruel y grande matanza. Tuvo este señor Gobernador voluntad de -ir por aquel camino y hacer un hecho bien sonado, aunque no, cierto, -romano, y mucho ménos cristiano; y no dudo yo, sino que por parecer, -y persuasion, y importuno inducimiento de aquellos romanos, que, de -aquella simiente de Francisco Roldan, allí quedaron y estaban. Un -domingo, despues de comer, como tenia concertado, mandó cabalgar á -todos los de caballo, con título que querian jugar á las cañas, y á -todos los de pié, allí junto, aparejados; dice Anacaona al Comendador -Mayor, que ella y aquellos señores Caciques, quieren ver con él el -juego de las cañas; dello al Comendador Mayor mucho place, pero que -haga llamar todos los señores, y con ella vengan juntos, que les quiere -hablar en su posada. Tenia concertado que los de caballo cercasen la -casa, y los de fuera y dentro estuviesen aparejados, y que, cuando él -pusiese la mano en una pieza de oro que tenia á los pechos colgada, -comenzasen á atar á los señores que dentro estaban y á Anacaona; -primero sacadas todas sus espadas, y despues hiciesen lo que más les -estaba mandado. _Ipse dixit et facta sunt omnia._ Entra la señora y -reina, noble, Anacaona, y que muchos y grandes servicios habia hecho á -los cristianos, y sufrídoles hartos insultos, agravios y escándalos; -entran 80 señores que por allí más á mano se hallaron, ella y ellos con -su simplicidad y descuidados; esperan la habla del Comendador Mayor. -No habla, sino pone en la joya que á los pechos tenia, la mano; sacan -los satélites sus espadas, tiémblanles á Anacaona y á todos aquellos -señores las carnes, creyendo que los querian allí despedazar. Comienzan -á dar gritos Anacaona, y todos á llorar, diciendo, que por qué causa -tanto mal; los españoles dánse priesa en los maniatar, sacan sola á -Anacaona maniatada, pónense á la puerta del caney ó casa grande, gentes -armadas, que no salga nadie; pegan fuego, arde la casa, quémanse vivos -los señores y Reyes en sus tierras, desdichados, hasta quedar todos, -con la paja y la madera, hechos brasa. Sabido por los de caballo, que -comenzaban los de pié á atar, comienzan ellos, encima de sus caballos, -y con sus lanzas, por todo el pueblo corriendo, á alancear cuantos -hallaban; los españoles de pié, con sus espadas, no dormian entónces, -sino cuantos podian desbarrigaban, y como se habia llegado infinito -número de gente de diversas partes, al rescibimiento, negro para ellos, -del nuevo Guamiquína de los cristianos, fueron grandes los estragos -y crueldades que en hombres, viejos y niños inocentes hicieron, y -el número de gentes que mataron; y acaecia, que algunos españoles, -ó por piedad ó por cudicia, tomaban algunos niños y muchachos, para -escapallos y que no los matasen, y poníanlos á las ancas de los -caballos, venia otro por detrás y pasábalo con una lanza. Otro, si -estaba el muchacho en el suelo, aunque lo tuviese otro por las manos, -le cortaba las piernas con el espada; á la reina y señora Anacaona, -por hacelle honra, la ahorcaron. Alguna gente, que pudo desta inhumana -matanza huir, pasáronse á una isleta llamada el Guanabo, que está ocho -leguas de allí, dentro, en la mar, en sus barquillos ó canoas, por -escapar; á todos los cuales, porque se huyeron de la muerte, condenó á -que fuesen esclavos, é yo tuve uno dellos que me lo dieron por tal. -Estas obras se hicieron por mandado del Comendador Mayor de Alcántara, -don fray Nicolás de Ovando, para pagar á aquellas gentes, señores y -súbditos de la provincia de Xaraguá, el buen recibimiento y servicio -que le habian hecho, y en recompensa de los infinitos agravios y daños -que habian rescibido de Francisco Roldan y de los otros sus aliados. -La causa que publicó y publicaron fué porque, diz que, se querian -alzar y los querian matar, teniendo 70 de caballo, los cuales, con -verdad hablo, bastaban para asolar cien islas como esta y toda la -tierra firme, porque, donde quiera que en estas Indias no habia rios -grandes, ó lagunas, ó pasos malos de sierras ásperas, 10 de caballo lo -pueden todo asolar, cuanto más estando esta triste gente desarmada, -en cueros, descuidada y sin pensamiento de mal. Y que esto sea así, -¿cómo no habian muerto á 40 ó 50 españoles, que allí con ellos estaban -haciéndoles diez mil agravios, sin otras armas ni caballos, más de sus -espadas, dos ó tres años, solos, que fácilmente los pudieran matar, y -acordaban matar á cerca de 400 hombres juntos y 70 de caballo que allí -estaban, y sabian que habian venido á este puerto treinta y tantas -naos, lo que nunca jamás hasta entónces oyeron, sino de una, dos, tres -ó cuatro, y todas aquellas llenas de cristianos? ¡Bien clara está la -inocencia de aquellos corderos y la injusticia y crueldad de quien -así los estirpó y mandó matar! Porque se vea esto más claro, sépase y -considérese esta verdad, conviene á saber: que cuando el año de 505, -muerta la reina Doña Isabel, vino el rey D. Felipe y la reina Doña -Juana á reinar, hobo vehemente fama en esta isla, que proveian otra -cierta persona para que la viniese á gobernar. Entonces el Comendador -Mayor, temiendo la residencia que deste hecho se le habia de tomar, -entendió en que se hiciese proceso contra tantos señores, que, sin -proceso, y sin ser oidos ni defendidos, ni propuesto cargo y dado -descargo, habia quemado, y aquella tan grande señora y tan benemérita -de los cristianos ahorcado, y con tanta inhumanidad la provincia -estirpado; y así lo mandó hacer, á cabo de muchos meses que era pasado, -y quizá de un año, porque no me acuerdo, aquí en esta ciudad y en -la villa de Santiago, y en otras partes desta isla, y los testigos -fueron los mismos verdugos españoles, capitales enemigos de los indios, -que habian hecho aquel y otros estragos, porque se vea cuán bien y -jurídicamente iria el proceso sustanciado. Díjose en esta isla, que -la reina Doña Isabel, ántes que muriese, habia sabido desto hecho tan -notable, y que lo habia sentido mucho y abominádolo. Tambien se dijo, -que D. Álvaro de Portugal, que á la sazon era Presidente del Consejo -real, habia amenazado al dicho Comendador Mayor, diciendo: «yo vos le -faré tomar una residencia, cual nunca fué tomada», y parece que no lo -pudo decir sino por estos daños tan grandes hechos á estas gentes, -porque, en la verdad, en muchos años que yo estuve aquí, él gobernando, -nunca cognoscí ni oí decir que á españoles hiciese notables agravios, y -que con razon dél se quejasen. Por lo mostrado, tambien podrá parecer -la verdad que contiene la historia de Oviedo, cuando y doquiera que -habla de los indios, condenándolos siempre y excusando los españoles -en las perdiciones y despoblaciones que por todas estas tierras han -hecho, como en la verdad haya sido en ellas uno dellos. Porque, en -este caso hablando, dice que se supo la verdad de la traicion que -tenian ordenada, y como estaban alzados de secreto, por lo cual fueron -sentenciados á muerte. Yo ruego á Dios, que nunca yo tenga parte en -semejante justicia ni sentencia, ántes todas mis obras sean contrarias -della. Dice más Oviedo, loando al Comendador Mayor, entre otras sus -bondades, que favoreció mucho á los indios; habia como hombre ciego, y -que hinche todo su escribir de ripio, sea cualquiera: el amor que este -caballero tuvo á los indios, parece ha parecido y parecerá mucho más, -por lo que con verdad se dirá, bien manifiesto. - - - - -CAPÍTULO X. - - -Hecho aquel prodigio, con tanta impiedad como se ha referido, que -llamaban los españoles castigo, para que temblasen los corazones de -aquellos tristes púsilos, y destruida cuasi toda esta provincia, -vánse huyendo todos á los montes los que se hallaron presentes, que -escaparon de aquel fuego y cuchillo, y los que dello tuvieron nueva -por oidas. Un señor, llamado Guaorocuyá, la última luenga, sobrino de -la reina Anacaona, que se escapó de allí, con los que le quisieron -seguir, fué huyendo á las sierras de Baoruco, que están frontero de -aquella provincia á la parte de la mar, la vuelta al Sur, ó Mediodia; -sabido por el Comendador Mayor, diciéndole los españoles que iba alzado -(porque huirse los indios de sus crueldades, como hacen las vacas y -toros de la carnicería, llamaban y hoy llaman que se rebelan contra la -obediencia de los reyes de Castilla), envió gente tras él, y hallado -en las breñas metido, luego lo ahorcaron, porque tambien llevase parte -de aquel nombrado castigo. Oidas estas nuevas por todas aquellas -dos partes desta isla, que por allí se abre como si abriésemos los -dedos primeros de la mano, el pulgar excepto, donde habia otras dos -grandes provincias, sus vecinas, una llamada Guahába, la media sílaba -luenga, que está en la banda del Norte, y la otra la de Hanyguayába, -luenga la misma sílaba media, hácia el Poniente, temiendo que les -viniese lo mismo, pónense en armas, ó por mejor decir en armillas, -para defenderse. Luego envió dos Capitanes principales que con él -andaban, de los experimentados en derramar sangre de indios en esta -isla, llamado el uno Diego Velazquez, y el otro Rodrigo Mexía Trillo; -el primero envió á Hanyguayába y cabo desta isla occidental, y el -segundo á Guahába, que es la tierra y provincia felicísima desta -isla, que primero fué descubierta por el Almirante. Ambos Capitanes -hicieron en aquellas gentes sus obras acostumbradas, y despues de hecha -cara los indios, un ratillo, dan luego de huir; van los nuestros á -monteallos, ejecutan en muchos sus ordinarios castigos; prenden los de -Diego Velazquez al señor y rey de Hanyguayába, y hácenlo, por honra, -luego ahorcar. Lo que hizo Rodrigo Mexía con su compañía, no lo supe -cuando pudiera, más de que al fin, como siempre, han de quedar los -indios, por su desnudez y carencia de armas, y más por su infelicidad, -lastimados y vencidos; viniéronse todos, los unos y los otros, á -dar á los españoles, sólo por salvar las vidas de su cuchillo. Dice -tambien Oviedo, que los indios de aquella provincia de Hanyguayába, que -guerreó Diego Velázquez, eran salvajes y vivian en cuevas; mal supo lo -que dijo, porque no vivian sino en pueblos y tenian sus señores que -los regian, y á su modo como los demas, su comunal policía; porque -áun la misma tierra, por ser como un jardin, aunque quisieran vivir -selváticamente, no se lo consintiera, y ni habia cuevas ni espeluncas, -como él dice, presumiendo demostrar que sabe nominativos, sino muy -graciosos campos y arboledas, donde tenian sus asientos de pueblos y -sembraban y cogian; é yo comí hartas veces de los frutos del pan y de -otras cosas que de su industria y trabajos procedian. La Guacayarima, -que dice ser otra distinta provincia (lo que no es), porque tiene la -punta della, junto á la mar, ciertas entradas ó peñas, que llaman -xagueyes los indios, como en la provincia de Higuey, que los habia -tan grandes, que podian vivir en ellos muchos vecinos, pero no vivian -sino en sus grandes pueblos; allí se escondian cuando la calamidad de -los españoles los perseguia, y porque, huyendo dellos, algunos allí -escondidos hallarian, quién á Oviedo se lo dijo (si no lo puso, quizá, -de su casa, como suele, añidiendo á su historia, como dije, ripio), por -aquello lo diria. Mandó el Comendador Mayor que se asentase y poblase -allí en Xaraguá una villa, y llamóla villa de la Vera Paz. Diego -Velázquez constituyó tambien otra en la provincia de Haniguayába, -en la costa de la mar del Sur, y llamóla Salvatierra de la Çabana, y -así, los españoles llamaron á la provincia, de Çabana, porque çabana -en lenguaje de los indios quiere decir llano, y aquella tierra es -llana y hermosa por mucha parte, al ménos lo cercano á la mar. Pobló -tambien otra villa, por mandado del Comendador Mayor, en la misma -costa de la mar del Sur, y es puerto donde dije que se habia echado -Alonso de Hojeda con dos pares de grillos á nadar, y el Almirante -llamaba la tierra y puerto del Brasil; los indios lo llamaban Yáquimo, -la media sílaba breve, y así llamó la villa de Yáquimo; hízose encima -del puerto una fortalecilla, no tan fuerte como la de Fuenterrabía. -Mandó eso mismo el Comendador Mayor, edificar otra villa 30 leguas de -Xaraguá, y otras 30 ó más desta ciudad de Sancto Domingo, entre los -dos rios poderosos llamados Neiba y Yaquí, á que puso nombre Sant Juan -de la Maguana, donde reinaba el rey Caonabo, que dijimos en el libro -I, haberle prendido Alonso de Hojeda con cierta maña, y ahogarse en -los navíos que se perdieron en el puerto de la Isabela, estando para -partirse á España. De allí 14 leguas más hácia esta ciudad, y 23 ó -24 della; pobló otra que se llamó la villa de Açua en Compostela, -por un Comendador gallego que allí estuvo ántes que fuese pueblo. -Açua, la sílaba del medio breve, es nombre del lugar que allí tenian -los indios. De todas estas cinco villas hizo Teniente suyo al Diego -Velasquez, tanta gracia tuvo con él. Rodrigo Mexía hizo en la otra -parte ó ramo desta isla llamada Guahába, la media sílaba luenga, otras -dos villas, la una nombrada Puerto Real, que hoy está viva, puesto que -cuasi perdida, y la otra llamó Lares de Guahába, por haber sido el -Comendador Mayor Comendador de Lares; y él fué teniente dellas. Esta -traza de asentar estas villas en los ya dichos lugares y mantenimientos -de los españoles, no era con las azadas que tomaban en las manos -los españoles, ni con sus trabajos y sudores, porque ninguno dellos -sabia abajar el lomo, sino que los indios, constreñidos por ellos, y -por miedo de las mantanzas pasadas, lo trabajaban, haciéndoles las -casas con todo el pueblo y labranzas con que se sustentaban; y así el -Comendador Mayor comenzó á ir por el camino que Francisco Roldan habia -comenzado, y el Almirante sufrídole, y el comendador Bobadilla mucho -ampliado y dado licencia larga, conviene á saber, señalar y forzar los -indios que hiciesen las casas y labranzas que los españoles querian, y -todos los otros servicios que habian menester, no sólo los necesarios, -pero los demasiados, y para hacer estado, como si fueran ellos los -señores naturales, y los indios, no solamente sus súbditos y vasallos, -pero mucho más que si todos fueran sus esclavos vendidos y comprados: -y esto corroboró y confirmó despues, como más que si le echara clavos, -el Comendador Mayor, desque cierta ocasion le vino á las manos muy -mal por él rodeada y buscada, y peor aplicada. Y todo esto que está -dicho hizo el Comendador Mayor sin autoridad alguna, ántes contra lo -que en su Instruccion trujo de los Reyes mandado, conviene á saber, -que los indios fuesen libres, y á ninguna servidumbre obligados, y él, -no solamente sufrió el señorío que tenian sobre los indios los 300 -españoles que acá hallamos, la cual, por ser pocos y los indios muchos, -se toleraba, pero añidió los muchos que consigo trujo, y echóles á los -que estaban apartados, como los de la Çabana de Haniguayába y de la -provincia de Guahába, la dicha carga, y á los que alguna tenian con -los pocos españoles, doblósela excesivamente, y hízosela intolerable; -y pluguiera á Dios, que en estos trabajos y males de los indios su -desdichada suerte parara: y que parar en aquellos trabajos la suerte -de los indios, por entónces fuese deseable, la historia lo dirá en los -capítulos de adelante. - - - - -CAPÍTULO XI. - - -Como el Comendador Mayor vido, cuando luego luego vino, que, acabada -la harinilla y vizcocho, que la gente mucha que trujo comenzó á -hambrear, y parte dellos á morir, y muchos más á enfermar, y que, por -la instruccion que traia y mando de los Reyes, los indios eran libres -(y sin ella lo debia él adivinar), y que no tenia poder de los Reyes -para los obligar (ni áun de Dios nunca lo tuvo, ni los Reyes para se -lo dar), estábanse los indios en sus pueblos, pacíficos, haciendo sus -labranzas, y curando de sus mujeres ó hijos, sin ofensa de nadie, y -sirviendo y obedeciendo á sus señores naturales, y á los españoles que -tenian á las hijas de sus señores, ó á las mismas señoras, por criadas, -y como mujeres, y ellas pensaban que eran con ellas casados; puesto -que destos no les faltaban hartas vejaciones y angustias, que, como -gente humílima y pacientísima, con ellas pasaban y las toleraban: sola -la provincia de Higuey, como arriba dije, estaba alzada, y tambien -signifiqué la causa. Así que, viendo el Comendador Mayor en aquel -tiempo aquellas dificultades, y que habia traido más gente de la que -podia remediar (y esta fué siempre una de las principales causas que -han asolado estas Indias, como parecerá, dejar venir á ellas gente -demasiada de España), escribió á los Reyes cierta carta, harto más -alargándose que la prudencia que tenia, y áun la conciencia recta y no -errónea, le debiera dictar, y miedo tengo, si quizá le dictaban, puesto -que todavía, siguiendo el juicio de menor peligro, creo que más lo hizo -errando y lleno de mucha ceguedad, de la cual, pocos se han en Castilla -escapado. Y digo que escribió él, no porque yo lo viese ni los Reyes -lo declaran, mas que fueron informados, sino porque no habia entónces -acá persona ó personas á quien los Reyes diesen crédito, para hacer -mudanza de cosa de tan gran importancia, sino á él. Escribió, pues, ó -fueron los Reyes informados dél ó de otros: lo primero, que á causa de -la libertad que á los indios se habia dado, huian y se apartaban de la -conversacion y comunicacion de los cristianos; por manera, que, áun -queriéndoles pagar sus jornales, no querian trabajar, y que andaban -vagabundos, y que ménos los podian haber para los doctrinar y traer á -que se convirtiesen á nuestra sancta fe católica, etc. Es aquí agora -de notar, ántes que pasemos adelante, que la libertad que se les dió, -fué la que está contada con verdad, porque ni supieron, ni á su noticia -jamás llegó que los Reyes los mandasen libertad; y así, no huian ni -se apartaban de los españoles más que de ántes, por la libertad que -se les hobiese dado, sino siempre huian dellos por sus infinitas ó -implacables vejaciones, furiosas y rigurosas opresiones, condicion -feroz, brava, y á todos los indios espantable, como huyen y se apartan, -y alebrastan los pollitos y pajaritos chiquitos cuando ven ó sienten el -milano. Esta fué, y es siempre y será, la causa de huir los indios de -los españoles, y meterse en las entrañas de la tierra y sus soterraños, -y no la libertad, que jamás nunca se les dió, ni la tuvieron despues -que cognoscieron cristianos; y esta es la pura y verdadera realidad -de la verdad, y lo que á los Reyes se escribió fué falsísima maldad -y perniciosa falsedad, y por tanto, con justísima causa, no sólo -parecer ante ellos para con sus trabajos servirles, y rescibir dellos -jornal, pero si para hacelles fiestas y mil regalos los llamasen y -rogasen, ántes escogerian padecer cualesquiera penas y trabajos, y áun -tanto tiempo tratar con tigres, que conversarlos. Item, ¿qué ley les -mostraron que fuese conforme á la razon natural, por la cual hobiesen -sido convencidos y se cognosciesen obligados á dejar sus casas, sus -mujeres é hijos, y venir 50 y 100 leguas á trabajar en lo que los -españoles les mandasen, aunque les quisiesen pagar su jornal? ¿por -ventura, fueron las guerras que les hizo el Almirante y su hermano, -el Adelantado? ¿el enviar los navíos á Castilla llenos de esclavos, -prender y enviar en hierros á los dos mayores reyes desta isla, -Caonabó, rey de la Maguana, y Guarionex, de la Vega real, y ahogarse en -las naos? ¿ó los insultos y tiranías que hicieron en gran parte desta -isla Francisco Roldan y sus secuaces? Creo que no habrá hombre sabio ni -cristiano que ose afirmar, que á obra de las dichas, á venir á trabajar -en las obras y haciendas de los españoles por su jornal, y mucho ménos, -la ley natural y divina los obligase. La misma falsedad contiene -decir, que no los podian haber para los doctrinar y traer á que se -convirtiesen á nuestra sancta fe católica, porque yo digo verdad, -y lo juro con verdad, que no hobo en aquellos tiempos ni en otros -muchos años despues, más cuidado y memoria de los doctrinar y traer á -nuestra fe ni que fuesen cristianos, que si fueran yeguas, ó caballos -ó algunas bestias otras del campo. Dijeron más, que de allí resultaba -que los españoles no hallaban quien trabajase en sus granjerías, y -les ayudasen á sacar el oro que habia en esta isla, etc. Pudieron -responder los indios, que si habian ellos de llorar aquellos duelos; -que si granjerías querian que las trabajasen, y si ser ricos de oro -deseaban, que echasen mano á las herramientas y lo cavasen y sacasen, y -no quisiesen ellos ser los vagabundos y ociosos y haraganes, lo que los -indios no eran, pues no comian sino del sudor de sus manos, y cumplian -muy mejor que ellos el segundo precepto que Dios puso á los hombres, -y así, caian en la culpa de que á los indios acusaban; y mayormente -eran ménos obligados á sacar el oro, que, con intolerables trabajos, -y con muerte de la gente, se sacaba, como los españoles querian que -los indios lo sacasen. Y tambien aquí engañaron á los Reyes diciendo, -que no les querian ayudar á sacar el oro, como si ellos pusieran en -algo la mano, más de moler á palos, á azotes á los desventurados -indios, porque no se daban priesa y les sacaban tanto cuanto su cudicia -insaciable los instigaba. Y puesto que por razon de para que se les -predicara la fe, si tal intento y propósito acá se tuviera, aunque -los Reyes sin duda lo tenian, y de hecho se les predicara y no los -hobieran diminuido con las crueles guerras, y hecho daños tantos y -tan irreparables, debieran de contribuir con algo para ayuda á los -gastos que los Reyes hacian acá para que los españoles, no todos, -sino cierto número, que bastara, se sustentáran, no habia de ser esta -contribucion quitándoles su libertad, privando los señores naturales -de sus señoríos, desbaratándoles y desordenándoles toda su órden, sus -pueblos y manera de regirse y de vivir, entregándolos á los españoles -para que dellos se sirviesen absolutamente en sus minas y granjerías, -y esto todo en universal, hombres y mujeres, mozos, niños y viejos, -preñadas y paridas, como si fueran atajos de vacas ó de ovejas, ó de -otros animales. Lo que en el caso propuesto arriba fueran obligados á -contribuir habia de ser cosa muy moderada, y que, sin grandes angustias -y peligros, ó daños de sus personas y casas, y repúblicas les fuera -posible, porque ellos no se disminuyeran, y les fué onerosa y odiosa -la fe. Pero porque la entrada de los españoles en esta isla fué tan -violenta y sangrienta, y con tantos estragos, muertes y perdicion de -tantas gentes y con tan manifiestas injusticias, daños y agravios, que -nunca tuvieron reparacion, y con tan graves activos escándalos de la -fe, que fué el fin ó causa final de poder venir los españoles á morar -á estas tierras, nunca y en ningun tiempo de todos los pasados, y hoy -si fueran vivos, fueron ni fueran obligados á dar, ni contribuir con -un maravedí; y desto, tengo por cierto que cualquiera persona, que -alguna inteligencia mediana tuviere de las reglas de la razon y ley -natural, y de la ley divina positiva, y áun de las leyes humanas, bien -y como deben ser entendidas, no dudará, sino que lo afirmará y firmará. -Quise poner aquí, á vueltas desta historia, estas razones, porque son -principios y fundamentos deste negocio, por ignorancia de los cuales se -han destruido todas estas Indias. - - - - -CAPÍTULO XII. - - -Agora será bien que declaremos, rescibida la letra é informacion -susodicha, y falsa, que el Comendador Mayor hizo á los Reyes, ó quien -quiera que haya sido el informador, qué fué lo que la Reina sobre ello -proveyó. ¡Oh, Reyes, y cuán fáciles sois de engañar, debajo y con -título de buenas obras, y de buena razon, y cómo debríades de estar más -recatados y advertidos de lo que estais, y tan poco dejaros creer de -los Ministros, á quien los negocios árduos y gobernaciones confiais, -como de los demas! Porque, como vuestros reales oidos sean simples y -claros, de vuestra propia y real naturaleza ser todos los otros hombres -estimais, no temiendo que alguno os pueda decir, como no la diríades, -otra cosa sino verdad; y por esto, ningun género de hombres hay que -ménos la oigan que vuestra excelencia real; desto se halla escrito -en la Escriptura sagrada, en el fin del libro de Ester, y tractaron -tambien dello los sabios. Respondió, pues, la reina Doña Isabel, -persuadida de las razones fingidas ya dichas, teniéndolas por verdades, -que, por cuanto ella deseaba, y pudiera decir que era obligada, y en -ello no le iba ménos que el alma, que los indios se convirtiesen á -nuestra sancta fe católica, y fuesen doctrinados en las cosas della, -y que porque aquesto se podria mejor hacer comunicando los indios con -los españoles, y tractando con ellos, y ayudando los unos á los otros, -para que la Isla se labrase y poblase y aumentasen los frutos della, -y se cogiese el oro para que los reinos de Castilla, y los vecinos -dellos, fuesen aprovechados, por tanto, que mandaba dar aquella su -Carta en la dicha razon. Por lo cual mandaba al Comendador Mayor, -su Gobernador, que: «del dia que viese aquella Carta en adelante, -compeliese y apremiase á los indios que tratasen y conversasen con los -españoles, y trabajasen en sus edificios, en coger y sacar oro y otros -metales, y en hacer granjerías y mantenimientos para los cristianos, -vecinos y moradores de la isla, y que le hiciese pagar á cada uno, el -dia que trabajase, el jornal y mantenimiento, que, segun la calidad -de la tierra y de la persona y del oficio, le pareciese que debia -haber; mandando á cada Cacique que tuviese cargo de cierto número de -los indios, para que los hiciese ir á trabajar donde fuese menester, -y para que, las fiestas y dias que pareciese, se juntasen á oir y ser -doctrinados en las cosas de la fe, en los lugares deputados, y para -quel Cacique acudiese con el número de indios que le señalase á la -persona ó personas que él nombrase, para que trabajasen en lo que las -tales personas mandasen, pagándoles el jornal que por él fuese tasado, -lo cual hiciesen y cumpliesen como personas libres, como lo eran, y no -como siervos; y que hiciese que fuesen bien tratados, y los que dellos -fuesen cristianos mejor que los otros, y que no consintiese ni diese -lugar que ninguna persona les hiciese mal ni daño, ni otro desaguisado -alguno, y que los unos y los otros no hiciesen ende al, etc.» Todas -estas palabras son formales de la reina doña Isabel, de felice memoria, -en su Carta patente, que abajo á la letra se porná. En todas las -cuales, cierto, parece la intincion que al bien y conversion destas -gentes tenia, y tuvo hasta la muerte, como pareció en su testamento, -cuya cláusula, tocante á esto, abajo se porná, y que si alguna cosa -proveyó disconveniente al bien dellas, fué por falsas informaciones, -y tambien por la ignorancia y error de los del Consejo que tuvo, los -cuales debieran considerar muchas cosas tocantes al derecho, pues -lo profesaban, y les daba de comer por letrados y no por gentiles -hombres ó por caballeros. Y despues, hartos años, conversé é informé -á algunos de los del Consejo, que firmaron esta Carta patente de la -Reina, y favorecieron en el contrario de lo que habian firmado á los -indios, entendiendo más el derecho y alcanzando noticia del hecho. -Ocho cosas, pues, parece pretender la Reina en esta Patente, segun se -colige della. La primera, que el fin principal que era obligada á -pretender, pretendia, y este mandaba, que el Gobernador pretendiese, -conviene á saber, la conversion y cristiandad destas gentes. Para -lo cual dijo: Primero, «y porque Nos deseamos que los dichos indios -se conviertan á nuestra sancta fe católica, y que sean doctrinados, -etc.», y luego añade: «y porque esto se podrá mejor hacer, comunicando -los indios con los cristanos, etc.»; por manera, que todo lo que más -ordenaba y mandaba que se hiciese, habian de ser medios convenientes y -proporcionados para conseguir el dicho fin, y esto es regla natural y -del mismo derecho divino. Y en esta primera parte, donde dispuso que -los indios comunicasen con los cristianos, presupuso la sancta Reina -y los de su Consejo, que los que acá pasaban eran cristianos, pero no -lo fueron, porque si lo fueran, muy bien, cierto, lo habia proveido -Su Alteza; porque gran medio y harto propincuo es, segun los santos, -cuando viesen los gentiles é infieles las obras cristianas de los -cristianos, para que, por ellas cognosciendo la limpieza, rectitud, -blandura, suavidad y sanctidad de la ley cristiana, se volviesen -luego á glorificar al dador della, Jesucristo, y, por consiguiente, -no tardarian en convertirse. Así lo testifica él mismo por Sant Mateo -en el cap. 5.º Pero como nuestros españoles, á estas gentes, tantas -injusticias y daños irreparables hiciesen, y con tan malas y viciosas -obras y tan contrarias á la ley de Cristo viniesen, es verdad, cierto, -que uno de los principales humanos medios, que despues de la sancta -doctrina, necesariamente para la conversion y recibimiento de la -católica fe destas gentes se requiere, era y es que nunca uno ni -ninguno de nosotros congosciesen, conversasen ni viesen; y esto bien -claro y patente lo mostrará nuestra historia, si el mismo Jesucristo, -por cuya gloria todo esto se dice y escribe, tiempo para la acabar nos -concediere. Así que, la cristianísima Reina se engañó, y los de su -Consejo, creyendo que la conversacion de los indios con los españoles, -para su conversion, era cosa conveniente. Lo segundo que pretendió -la Reina, fué que se mandase á cada señor y Cacique que señalase -cierto número de gente para que fuesen á alquilarse y ganar jornal, -entendiendo en las haciendas y granjerías de los españoles. Manifiesto -es que la Reina entendió que aqueste número no habian de ser todos -cuantos vecinos habia en un pueblo y pueblos, sino algunos, y aquellos -los que pudiesen trabajar y tuviesen oficio dello; y así, no viejos, ni -niños, ni mujeres, ni los señores y principales que eran entre ellos, -y que unos fuesen un tiempo, y otros en otro, y aquellos venidos, -fuesen otros; y que esto pretendiese la Reina, y el Comendador Mayor -lo debiese entender así es claro, porque, si el contrario mandara, -fuera mandamiento injusto y contra ley natural, y por consiguiente, -obligado era él por la misma ley á no cumplillo. Lo tercero, que -habia de tenerse respeto á las necesidades de los mismos indios, y -de sus mujeres y hijos, y de sus casas y hacendejas, de que habian -de mantenerse y vivir. Item, que aquellos habian de ir á alquilarse -cerca, de donde pudiesen irse á las noches á sus casas con sus mujeres -é hijos, como lo hacen los que se alquilan para trabajar en Castilla, -y ninguno es compelido que vaya á trabajar de una ciudad á otra; y, ya -que á más se alongasen, al ménos que no pasase la ausencia de sus casas -de sábado á sábado, aunque esto contenia no poca injusticia. Lo cuarto, -que aquellos alquilarse habia de ser no siempre, sino en algun tiempo, -como parece por aquella palabra de la Reina: «y fagais pagar á cada uno -el dia que trabajare, etc.»; y esto habia de ser dulcemente inducidos, -para que lo hiciesen con alegría y voluntad, para que les fuesen -ménos duros los trabajos, y aunque la Reina decia, «los compelais», -porque fué dicho por la falsedad y testimonio que levantaron á los -indios, y le escribieron, que andaban ociosos y vagabundos, siendo, -como queda dicho, gran maldad. Lo quinto, que los trabajos habian -de ser moderados, y que ellos los pudiesen sufrir, y los dias de -trabajo, y no los domingos y fiestas; porque aunque la Reina mandase -que se alquilasen para ir á trabajar, su intincion no era, ni debia, -ni podia ser, que si los trabajos eran táles y tan grandes, que les -eran perniciosos y perecian con ellos, les forzasen á trabajarlos. -Lo sexto, que el jornal que se les habia de pagar, fuese conveniente -y conforme á los trabajos, para que de sus sudores y fatigas -reportasen algun galardon, para que se consolasen y proveyesen á sí -y á sus mujeres y hijos, y casas, recompensando con el jornal lo que -perdian por absentarse de sus casas, y dejar de hacer sus haciendas y -labranzas, de donde habian, á sí y á los suyos, de mantener. Lo sétimo, -que los indios eran libres, y que aquello hiciesen como personas libres -que eran, y no como siervos que no eran, y que fuesen bien tractados, -y no consintiese que les fuese hecho agravio alguno, y debajo de esta -libertad, es claro que se entendia que se alquilasen como lo suelen -hacer las personas libres en nuestra Castilla, que tienen libertad para -primero proveer y ocurrir á las necesidades de sus casas y haciendas, -y por irse á alquilar no desmamparan sus mujeres, si las tienen malas, -y otros muchos inconvenientes, como, cuando están cansados, descansar, -y cuando enfermos, curarse, porque de otra manera, ¿qué les prestaria -su libertad, si teniendo los dichos y otros impedimentos, á alquilarse -los forzasen, que áun á los esclavos no se puede, sin gravísimo pecado, -tal compulsion hacer? Lo octavo, que se colige y debe colegirse y -entenderse, que la Reina pretendia por la dicha su Carta patente, es, -que aquella órden y manera que mandaba, que se pusiese (la cual sólo -estribaba en la falsa relacion que se le habia hecho), era imposible -á los indios, y tan perniciosa, que no podia estar ni sufrirse sin -destruccion y total acabamiento dellos, que por dar oro á los españoles -no la habia el Comendador Mayor de sustentar, ni consentir que un sólo -dia en tal opresion ni captiverio estuviesen, porque no era tal su -intencion, y, aunque lo fuera y mandara, él, en aquello, no la habia -de obedecer, ni mandar cumplir; cuanto más que es manifiesto, que si -la Reina supiera la calidad de la tierra, y la fragilidad y pobreza -y mansedumbre, y bondad de los indios, y la gravedad y dureza de los -trabajos, y la dificultad con que se sacaba el oro, y la vida amarga, -triste y desesperada que les sucedió, por la cual muriendo vivian, -y, finalmente, la imposibilidad de vivir, y de no perecer todos -como perecieron, sin fé y sin sacramentos, nunca tal le mandara ni -cometiera, porque ni tenia poder para se lo cometer y mandar; y que si -alcanzara á saber que la dicha manera que habia puesto el Comendador -Mayor, era á los indios tan perniciosa, ¿quién podrá dudar que no la -abominara y detestara? Mas por la infelicidad de los indios, despachada -esta Carta en fin del año de 503, porque fué á 20 de Diciembre, luégo -desde á pocos meses murió, y así quedaron de todo auxilio y remedio -humano desmamparados, como parecerá. - - - - -CAPÍTULO XIII. - - -Dicha la sustancia de la Carta de la reina doña Isabel, dirigida al -Comendador Mayor, sobre la órden que habia de tener, si órden fuera, -en hacer á los indios trabajar, fundada sobre la falsa informacion -que se le habia escrito, y declaradas las ocho partes que la carta -contenia, y que la Reina pretendia que se pusiesen en ejecucion, será -bien consiguientemente dar noticia cómo el dicho Comendador Mayor -entendió la Carta, ó al ménos, si no la entendió, cómo la ejecutó. -Cuanto, pues, á lo primero y principal que la Reina pretendia, y era -obligada pretender por fin, conviene á saber, la instruccion, doctrina -y conversion de los indios, ya dije arriba, y torno á decir y afirmar -con verdad, que por todo el tiempo que el Comendador Mayor esta isla -gobernó, que fueron cerca de nueve años, no se tuvo más cuidado de -la doctrina y salvacion dellos, ni se puso más por obra, ni hobo más -memoria ni cuenta della ni con ella, que si los indios fueran palos, ó -piedras, ó gatos, ó perros, y esto no sólo por el mismo Gobernador, y -á los que dió los indios que les sirviesen, pero ni por los religiosos -de Sant Francisco, que con él vinieron, que eran buenas personas, -los cuales, cerca dello, ninguna cosa hicieron ni pretendieron, sino -vivir en su casa, la desta ciudad, y otra que hicieron en la Vega, -religiosamente. Sólo esto ví que hicieron, conviene á saber, que -pidieron licencia para tener en sus casas algunos muchachos, hijos -de algunos Caciques, pero pocos, dos, ó tres, ó cuatro, y así, á los -cuales enseñaron á leer y escribir, pero no sé que más con ellos de -la doctrina cristiana y buenas costumbres aprendieron, mas de dalles -muy buen ejemplo, porque eran buenos y vivian bien. Cuanto á lo -segundo, que fué que señalase cierto número de gente á cada Cacique, -etc., deshizo los grandes y muchos pueblos que habia en esta isla, -y da á cada español de los que él quiso, á uno 50, y á otro 100, y -á otro más y á otro ménos, segun la gracia que cada uno alcanzaba -con él; y en este número entraban niños y viejos, y mujeres preñadas -y paridas, hombres principales y plebeyos, y los mismos señores y -Reyes naturales de los pueblos y de la tierra. Este repartir entre -los españoles los indios, vecinos y moradores de los pueblos, llamó y -llamaron el repartimiento. Dió tambien al Rey su repartimiento en cada -villa, como á un vecino que hacia sus labranzas y granjerías, y cogia -oro para el Rey; y porque de cada pueblo de indios se hacian muchos -repartimientos, dando á cada español cierto número, como es dicho, -dellos, con el uno dellos asignaba que fuese el señor ó Cacique, y -este daba al español á quien él más honrar y aprovechar queria; á los -cuales daba una Cédula de su repartimiento, que rezaba desta manera: «A -vos, fulano, se os encomiendan en el Cacique fulano, 50 ó 100 indios, -para que os sirvais dellos, y enseñaldes las cosas de nuestra sancta -fe católica.» Item, decia otra: «A vos, fulano, se os encomiendan en -el Cacique fulano, 50 ó 100 indios, con la persona del Cacique, para -que os sirvais dellos en vuestras granjerías y minas, y enseñaldes las -cosas de nuestra sancta fe católica,» y así todos cuantos habia en el -pueblo, por manera, que á todos, chicos y grandes, niños y viejos, -hombres, y mujeres preñadas y paridas, señores y vasallos, principales -y plebeyos, condenaba absolutamente á servidumbre, donde al cabo, -como se verá, morian. Esta fué la libertad, que de su repartimiento -consiguieron. Cuanto á lo tercero, que debiera tener respeto á las -grandes necesidades de las mujeres y hijos, y á que se ayuntaran cada -noche, ó al ménos cada sábado, aunque esto era injusto, como dijimos, -consintió que llevasen los españoles á los maridos á sacar oro, 10, -y 20, y 30, y 40, y 80 leguas, cierto, y las mujeres quedaban en las -estancias ó granjas, trabajando en las labores de la tierra, cavando, -no con azadas, ni arando con bueyes, sino, con unos palos tostados, -rompiendo la tierra, y sudando, en trabajos que no son iguales, con -mucho, á los mayores que los cavadores trabajan en Castilla. Estos -eran, hacer unos montones para el pan que se come; y esto, es alzar de -la tierra que cavan, cuatro palmos en alto, y doce piés en cuadro, y -destos hacer diez y doce mil juntos, que gigantes se molieran; y otros -oficios y trabajos no menores, ó poco ménos que estos, cualesquiera -que vian los españoles serles más provechosos para sacar dineros. -Por manera, que no se juntaba el marido con la mujer, ni se vian en -ocho ni en diez meses, ni en un año; y cuando al cabo deste tiempo -se venian á juntar, venian de las hambres y trabajos tan cansados -y tan desechos, tan molidos y sin fuerzas, y ellas, que no estaban -acá ménos, que poco cuidado habia de comunicarse maridalmente; desta -manera, cesó en ellos la generacion. Las criaturas nacidas, chiquitas -perecian, porque las madres, con el trabajo y hambre, no tenian leche -en las tetas; por cuya causa murieron en la isla de Cuba, estando yo -presente, 7.000 niños en obra de tres meses; algunas madres ahogaban -de desesperadas las criaturas; otras, sintiéndose preñadas, tomaban -hierbas para malparir, con que las echaban muertas. Por manera, que -los maridos morian en las minas, y las mujeres en las granjas, con los -trabajos dellas, y las criaturas nascidas por se les secar la leche, -y cesando la generacion para las por nacer, de necesidad habian, como -perecieron todos, en breve de perecer, y así se despobló esta tan -grande, y poderosa y fertilísima, aunque desdichada isla. Y es aquí -de considerar, que si en todo el mundo las dichas causas hobieran -concurrido, si haberse todo evacuado de todo el linaje humano, en tan -breves dias, fuera maravilla. Cuanto á la cuarta, que habia de ser -el alquilarse algun tiempo, y no siempre, é inducidos con dulzura y -piedad, etc; diólos el Comendador para que contínuamente trabajasen sin -darles descanso alguno, como parece por la Cédula del repartimiento, y -si alguna limitacion despues puso, de que yo, cierto, no me acuerdo, -al ménos esto es cierto, que se les daba por resuello, y que muchos y -los más servian y trabajaban en aquel tiempo, contínuamente; y, sobre -los trabajos importables, permitió ponellos y mandallos unos verdugos -españoles crueles, á los que andaban en las minas, unos llamados -mineros, y á los que andaban y trabajaban en las granjas ó estancias, -estancieros. Estos, tratábanlos con tanto rigor y austeridad, y por -modo tan inhumano, que no parecia sino que eran los ministros del -infierno, que de dia ni de noche no dan de holganza un momento. -Dábanles de palos ó varazos, de bofetadas, de azotes, de puntilladas, -nunca oyendo dellos otra más dulce palabra que perros, y porque por -las continuas impiedades y aspereza de los malos tractamientos de los -estancieros y mineros, y por los trabajos continuos, no tolerables, que -sin resollar sufrian, y con tener por cierto que nunca dellos habian de -salir, sino en ellos de morir, como vian que sus vecinos y compañeros -morian, que es lo que á los dañados en el infierno hace desesperar, -íbanse huyendo por los montes á esconder, criaron ciertos alguaciles -del campo, que los iban á montear y á traellos. Y en las villas y -lugares de los españoles, señaló y crió el Comendador Mayor un vecino, -el más honrado y caballero del pueblo, al cual puso nombre Visitador, -y á quien, por sólo el oficio, como por salario, sin el repartimiento -que le habia cabido de indios, le daba otros cien indios, que como los -otros le sirviesen. Estos eran los verdugos mayores ordinarios, y así, -como más honrados en el pueblo, tanto más que los otros eran crueles. -Ante estos presentaban los alguaciles del campo á los desventurados -indios huidos que de los montes traian; iba el acusador luego allí, -y este era el que los tenia en repartimiento, y les habian dado por -piadoso maestro, y acusábalos diciendo, que aquel indio ó indios era ó -eran unos perros que no le querian servir, y que cada dia se le iban -de puro bellacos haraganes, que los castigase bien. Luego el Visitador -los hacia amarrar á un poste, y él mismo, por sus propias manos, como -el más honrado, tomaba un rebenque de marineros alquitranado, que -llaman en las galeras anguilla, el cual es como una verga de hierro, -y dábale tantos de azotes y tan crueles al cuerpo desnudo, flaco, -en los huesos, hambriento, hasta que por muchas partes le reventaba -la sangre y lo dejaba por muerto, con protestacion y amenazas, que, -si otra vez se huia, que habia de hacer y acontecer. Nuestros ojos -vieron algunas veces muchas y grandes inhumanidades destas, y Dios es -testigo, que tantas fueron las que cometian y cometieron en aquellos -corderos, que, por mucho que dellas se diga, no pueden ser, de muchas -partes una, encarecidas. Cuanto á lo quinto, que habian de ser los -trabajos moderados, etc.; estos eran sacar oro, el cual es tal, que há -menester para sacallo de las entrañas de la tierra, ser los hombres -de hierro, porque se trastornan las sierras, lo de abajo arriba y de -arriba abajo, mil veces, cavando, y quebrando peñas y meneando piedras, -y para lavallo en los rios llevan la tierra acuestas, y allí están -los lavadores siempre metidos en el agua, y corvados los lomos, que -se quiebran por el cuerpo, y cuando la mina hace agua, sobre todos -los trabajos es, con los brazos y ciertas gamellas, de abajo arriba, -echalla fuera; y finalmente, para conjeturar y entender qué trabajo es -coger oro y plata, débese considerar, que los gentiles la mayor pena -que daban á los mártires, despues de la muerte, era condenallos para -sacar los metales. Y los reyes de Egipto no echaban en las minas á -sacar oro sino á los condenados por sus delitos, y á los que captivaban -en las guerras ó á los que levantaban algun grave testimonio, ó á los -que, por algun de servicio, incurrian en la ira del Rey, y tal era -el trabajo, que, porque no se huyesen, les echaba prisiones, y era -grande el número de la gente que en ello ocupaban, á los cuales, sin -descanso alguno, dias y noches, forzaban á trabajar, con injurias, -azotes y palos. Todo esto dice Diodoro, lib. IV, cap. 2.º: _Egipti -enim Reges, crimine damnatos omnes ac ex hostibus captos, insuper ob -aliquam falsam calumniam aut Regum iram in carcerem detrusos, aura -defodiendo deputant simul sumpta facinorum pena e magno quæstu ex -eorum labore percepto: illi compedibus vincti magnus hominum numerus -absque ulla intermissione, die nocteque exercentur nulla neque requie -concessa, omnique ablata fugiendi facultate_, Y más abajo: _Ab hoc -labore nunque conquiescunt, contumeliis verberibusque ad continuum -opus coacti_, etc. Tambien dice allí que les ponian propósitos, que -debian ser los verdugos, como acá dijimos, de los mineros; y, en el -lib. VI, cap. 9.º, el mismo Diodoro, del trabajo que es sacar oro nos -trae otros testigos, á nosotros los españoles, más cercanos, y estos -son la misma gente de España. Cuenta que los romanos, despues de haber -sojuzgado á España, compraban muchos esclavos, y de creer es que debian -ser dellos algunos españoles, y quizá todos, y que los enviaban y -tenian en las minas, y que era increible la riqueza que sacaban para -sus señores, aunque con grandes angustias y calamidad suyas; porque -de dia y de noche los constreñian á que cavasen, y que muchos, por el -excesivo trabajo, perecian, como quiera que ninguna holganza les diesen -ni tiempo para que resollasen, ántes, con azotes, á que de contino -estuviesen en la obra eran forzados; los cuales, raro, podian vivir -mucho, sino eran los muy robustos de fuerzas y vigor de ánimo; aquestos -más tiempo duraban en esta calamidad, y á los tales, por la grandeza -y gravedad de la miseria que padecian, más deseada era la muerte que -la vida. _Verum cum die noctuque in labore perseverent multi ex nimio -labore moriuntur: cum nulla eis ab opere detur requies aut laboris -intermissio, sed verberibus ad continuum opus coacti, raro diutius -vivunt. Robustiori quidam corporis et animi vigore, plurimum temporis -in ea versantur calamitate, quibus tamen ob miseriæ magnitudinem mors -est vita optabilior_, etc. Todo esto es de Diodoro, y lo que más se ha -dicho en romance. Por lo dicho parece que de naturaleza le debe ser -al oro apropiado morir los hombres del trabajo que generalmente hay -en sacallo, y ser tanto, que precian más la muerte que la vida por no -pasallo; y por consiguiente, queda probado, que no son imposibles las -calamidades, que, padecer los indios en sacallo, contamos; y plugiera á -Dios que no fueran necesarias, pues, en verdad, son pasadas y pasan hoy -donde quiera que los españoles con indios el oro sacan. - - - - -CAPÍTULO XIV. - -En el cual se prosiguen la quinta y las otras tres partes de la carta -de la Reina, de que mal usó el Comendador Mayor, en perdicion de los -indios. - - -Duraban en las minas y en los trabajos dellas, al principio, seis -meses; despues ordenaron que ocho, que llamaban una demora, hasta el -tiempo que traian todo el oro cogido á la fundicion, y, fundido, tomase -el Rey su parte, y daban al que tenia repartimiento lo demas, puesto -que, por muchos años, nunca entraba en su poder ni áun un castellano, -porque todo lo debia á mercaderes ó á otros acreedores, y, con cuantas -angustias y tormentos á los indios, por sacar aquel infernal oro, -causaba, Dios se lo consumia todo, y nunca hombre dellos medraba. En -el tiempo que habia fundicion, les daban licencia que se fuesen á sus -pueblos, los que los tenian á dos, y á tres, y á cuatro jornadas. -¡Bien se puede juzgar cuáles llegarian, y qué descanso hallarian -en sus casas, habiendo estado ocho meses fuera dellas, dejando sus -mujeres y hijos desmamparados, si quizá no las habian llevado tambien -á los trabajos, y tornaban juntos maridos y mujeres, á llorar su vida -desventurada! ¿Qué refrigerio hallarian, habiendo de ir á buscar de -comer y trabajar en sus hacendejas, que hallaban hechas heriazos y -llenas de hierba, y faltándoles todo consuelo y recaudo? Los que de -40 ó 50 y 80 leguas habian venido, nunca tornaban á sus casas de 100, -10, sino que en las minas y en los otros trabajos, hasta que morian -estaban. Muchos de los españoles no tenian escrúpulo alguno de, -domingos y fiestas, trabajallos, y cuando ménos los trabajaban, era -que no sacasen aquel dia oro, sino en otras cosas, que no faltaban, -como hacer las casas ó remendallas de paja, y traer leña, y otras mil -semejantes en que los ocupaban; la comida que para sufrir tantos y -tales trabajos les daban, era pan caçabí, el cual, puesto que con harta -carne y otras cosas se pueden pasar bien los hombres, pero para sin -carne ó pescado, y manjar otro que le acompañe, tiene poca sustancia. -Así que su comida era de aquel pan caçabí, y mataba el minero un puerco -cada semana; comíase él los dos cuartos y más, y, para 30 y 40 indios, -echaba de los otros dos cuartos cada dia á cocer un pedazo, y repartia -entre los indios á cada uno una tajadilla, que seria como una nuez, y -con aquella, gastándola toda emplingando el caçabí, y con sopear en el -caldo, se pasaban; y es verdad, que estando el minero comiendo, estaban -los indios debajo la mesa, como suelen estar los perros y los gatos, -para, en cayéndose el hueso, arrebatallo, el cual chupaban primero, y, -despues de bien chupado, entre dos piedras lo majaban, y lo que dél -podian gozar con el caçabí lo comian, y así de todo el hueso no perdian -nada; y esta tajadilla de puerco, y los huesos dél, no lo alcanzaban -sino solamente los indios que en las minas á sacar oro andaban, porque -los de las estancias que cavaban y tenian otros grandes trabajos, en -su vida, mujeres ni hombres, nunca supieron, despues de entregados á -los españoles, qué cosa fuese carne, más del caçabí y otras raíces. -Personas hobo en la isla de Cuba (porque si tratando della se me -olvidare), que no teniendo, por su avaricia, qué dar de comer á los -indios que les hacian las labranzas, los enviaban á pacer al campo y -á los montes las frutas de los árboles que habia, dos y tres dias, y -con lo que traian en los vientres, les hacian trabajar otros dos ó -tres dias sin comer otro bocado; y desta manera hizo uno una labranza -que le valió 500 y 600 pesos de oro ó castellanos, y esto, él mismo -por su boca, en presencia de mí y de otros, lo contó por industriosa -hazaña. Cuanto á lo sexto, que era que el jornal fuese conforme á los -trabajos, etc., mandó el Comendador Mayor que les pagasen por jornal, -por la vida y trabajos y servicios que padecian y hacian que de suso se -han referido, no sé si podrá ser creido, pero yo digo verdad, y así -lo afirmo, que les mandó dar tres blancas en dos dias, y áun no fué -tanto, sino media blanca ménos, porque cada año ordenó que á cada un -indio se diese medio peso de oro, que son 225 maravedís, y estos que -se los pagasen en lo que bastase á comprar cosillas de Castilla, que -los indios llamaban cacóna, la media sílaba luenga, que quiere decir -galardon. Destos 225 maravedís, se podia comprar hasta un peine y un -espejuelo, y una sartilla de cuentas verdes ó azules, y es tambien -cierto que muchos años pasaron, que ni áun esto no les pagaban; y poco -hacian á su bien ni á la mitigacion de sus angustias, y hambres, y -calamidades; las cuales eran tantas, que ni ellos se dieran ni daban -nada por ello, porque todos sus deseos no subian más de comer y verse -hartos, porque siempre rabiaban de hambre, y de cómo saldrian de -vida tan desesperada. Este fué, pues, el premio y jornal que por tan -grandes trabajos y daños (que no eran ménos que perder los cuerpos y -las ánimas), les mandó pagar, conviene á saber, por dos dias, áun no -tres blancas; despues el tiempo andando, á cabo de muchos años, se les -aumentó el jornal hasta un peso de oro, por ciertas leyes que hicieron -hacer al rey D. Hernando, como, si Dios quisiere, se dirá, que no es -otro, que el dicho, menor escarnio. Cuanto á lo sétimo, que la Reina -pretendia, conviene á saber, que todo aquello cumpliesen los indios, -como personas libres que eran, y que no consintiese hacerles daño ni -agravio alguno, y que tuviesen libertad para entender en sus haciendas, -y descansar, y curarse, etc., bien claro ha parecido, segun creo, por -lo dicho, como totalmente les quitó su libertad y consintió ponellos -en la más áspera, y fiera, y horrible servidumbre y captiverio, que -ninguno puede entender sino la viera por sus ojos, no siendo libres -para cosa desta vida; y áun las bestias suelen tener libertad algunos -tiempos para ir á pacer al campo, y nuestros españoles no daban para -esto, ni para otra cosa, lugar á los indios miserandos, y así, los dió, -en la realidad de la verdad, perpétuamente por esclavos, pues nunca -tuvieron libre voluntad para hacer de sí nada ó algo, sino donde la -crueldad y cudicia de los españoles queria echarlos, no como á hombres -captivos, sino como bestias, que sus dueños, para lo que quieren -hacer dellas, las tienen atadas. Cuando algunas veces los dejaban ir -á su tierra á descansar, no hallaban vivas á sus mujeres ni hijos, ni -hacienda alguna de que comiesen, como se dijo, por no se las dejar -labrar; y así, no tenian otro remedio sino buscar raíces ó hierbas -del monte y del campo, y en el campo morir. Si enfermaban, que era -frecuentísimo en ellos, por los muchos y graves, y no acostumbrados -trabajos, y por ser de naturaleza delicadísimos, no los creian, y sin -alguna misericordia los llamaban perros, y que de haraganes lo hacian -por no trabajar, y, con estos ultrajes, no faltaban coces y palos; y -desque vian crecer el mal ó enfermedad, y que no se podian aprovechar -dellos, dábanles licencia que se fuesen á sus tierras, 20, y 30, y -50, y 80 leguas distantes, y para el camino, dábanles algunas raíces -de ajes y algun caçabí. Los tristes íbanse, y al primer arroyo caian, -donde morian desesperados; otros iban más adelante, y, finalmente, muy -pocos, de muchos, á sus tierras llegaban, y yo topé algunos muertos -por los caminos, y otros debajo de los árboles boqueando, y otros -con el dolor de la muerte dando gemidos, y, como podian, diciendo -«¡hambre! ¡hambre!», y esta fué la libertad y los buenos tractamientos -y cristiandad, y el no recibir agravios ni daños, que estas gentes con -la gobernacion y órden que puso el Comendador Mayor, cobraron. Cuanto á -la octava y final parte de la Carta de la reina doña Isabel, y que por -ella mostraba pretender, conviene á saber, que los indios comunicasen -con los españoles para que fuesen doctrinados y cristianos, y por -medio daba que los Caciques señalasen cierto número de gente para que -se alquilasen, en sí era difícil ó imposible y no proporcionada á que -los indios fuesen cristianos, ántes les era perniciosa y mortífera, -y se convertia en total destruccion de los indios; manifiesto es que -no se le daba poder ni se le podia dar, porque la Reina no lo tenia -para destruccion, sino para edificacion destas gentes, y esto habia el -Comendador Mayor de considerar. Item, debiera tambien mirar, que si la -Reina estuviera presente para que le constara tanto mal, no habia duda -sino que aquella órden la prohibiera y abominara. Cosa fué maravillosa -en aqueste tan prudente caballero, que cada demora que era de ocho -á ocho meses, y fué de año á año cuando se hacian las fundiciones -del oro, morian gran multitud de gente con aquellos trabajos, y no -cognosciese que la órden y gobernacion que cuanto á los indios habia -puesto era mortífera pestilencia, que con vehemencia estas gentes -consumia y asolaba, y que nunca la revocase y enmendase, por lo cual -no pudo él ignorar que no fuese pésimo é inícuo todo lo que habia en -esto constituido y ordenado, y, por consiguiente, ni ante Dios ni ante -los Reyes era excusado. Ante Dios, porque lo que constituyó era de sí -malo y contra la ley divina y natural, poner en áspera servidumbre y -captiverio y perdicion á hombres racionales libres, cuanto más que -via por experiencia, que de la perdicion dellos, aquella desórden era -la causa; ante los Reyes, porque totalmente salió y excedió, haciendo -todo el contrario de lo que por la Reina le era mandado. La enmienda -que desta perdicion hacia, es la siguiente: como via que las gentes se -apocaban, matando en las minas y estancias, cada demora ó cada año, -cada español los de su repartimiento, la mitad ó alguna buena parte, y -los mismos españoles, tambien, viendo que se les disminuian los indios -y acababan, no teniendo confusion de sus pecados, se lo suplicaban, -tornaba á echar todos los indios que habia en la isla, como dicen, en -la baraja, y esto era hacer nuevo repartimiento, en el cual rehacia el -número de los que habian muerto, que primero les habia dado, y esto á -los españoles más principales y dél más favorecidos; y, porque no habia -para todos de aquel paño, dejaba á muchos que no tenian tanto favor -sin repartimiento y sin dalles algo, y desta manera, cuasi cada dos ó -tres años, los repartimientos remendaba ó renovaba. Y porque despachada -esta Carta real, la Reina, como se dijo, murió luego, no supo de esta -cruel perdicion nada. Sucedió luego venir á reinar el rey D. Felipe y -la reina Doña Juana, y ántes que cosa de las Indias entendiese, murió -el rey D. Felipe, por cuya muerte estuvo el reino de Castilla sin Rey -presente, dos años; y así se entabló y calló la diminucion y perdicion -destas gentes miserables. Despues desto, vino á gobernar los reinos -el rey católico D. Hernando, al cual, ó se le encubrió, ó no se le -encareció como debiera, y áun porque pocas veces, ó ninguna, desto -se le dijo verdad, pasaron ocho años, muy poco ménos, que gobernó el -dicho Comendador Mayor, en los cuales se entabló y echó sus raíces esta -pestilente desórden, sin haber hombre que en ella hablase ni mirase, ni -pensase, y así se fueron consumiendo las multitudes de vecinos y gentes -que habia en esta isla, que, segun el Almirante escribió á los Reyes, -eran sin número, como arriba en el primero libro queda ya dicho, y en -tiempo de los dichos ocho años de aquel gobierno, perecieron más de -las nueve, de diez partes. De aquí pasó esta red barradera á la isla -de Sant Juan y á la de Jamáica, y despues á la de Cuba, y despues á la -tierra firme, y así cundió y inficionó y asoló todo este orbe, como -parecerá, placiendo á Dios, en sus lugares. Por manera, que del asiento -y desórden que aquel Comendador Mayor de Alcántara hizo y asentó en -esta isla, repartiendo los indios entre los españoles de la manera -dicha, por ilusion, cierto, y arte diabólica, procedió la perdicion y -acabamiento tan violento vehementísimo, que ha yermado y consumido, en -estas Indias, la mayor parte del linaje humano que en ellas estaba y -hallamos. - -«La Reina: Doña Isabel, por la gracia de Dios, reina de Castilla, -de Leon etc.: Por cuanto el Rey, mi señor, é yo, por la Instruccion -que mandamos dar á don frey Nicolás de Ovando, comendador mayor de -Alcántara, al tiempo que fué por nuestro Gobernador á las islas y -tierra firme del mar Océano, hobimos mandado que los indios vecinos -y moradores de la isla Española fuesen libres y no subjetos á -servidumbre, segun más largamente en la dicha Instruccion se contiene, -y agora soy informada que, á causa de la mucha libertad que los dichos -indios tienen, huyen y se apartan de la conversacion y comunicacion de -los cristianos, por manera que, áun queriéndoles pagar sus jornales, -no quieren trabajar y andan vagabundos, ni ménos los pueden haber para -los doctrinar y traer á que se conviertan á nuestra sancta fe católica, -y que, á esta causa, los cristianos que están en la dicha isla, y -viven y moran en ella, no hallan quien trabaje en sus granjerías y -mantenimientos, ni les ayudan á sacar ni coger el oro que hay en la -dicha isla, de que á los unos y á los otros viene perjuicio; y porque -Nos deseamos que los dichos indios se conviertan á nuestra sancta fe -católica, y que sean doctrinados en las cosas della, y porque esto se -podria mejor facer comunicando los dichos indios con los cristianos que -en la dicha isla están, y andando tratando con ellos, y ayudando los -unos á los otros, para que la dicha isla se labre, y pueble, y aumenten -los frutos della, y se coja el oro que en ella hobiere, para que estos -mis reinos, y los vecinos dellos, sean aprovechados, mandé dar esta mi -Carta, en la dicha razon: por la cual mando á vos, el dicho nuestro -Gobernador, que, del dia que esta mi Carta viéredes en adelante, -compelais y apremieis á los dichos indios, que traten y conversen con -los cristianos de la dicha isla y trabajen en sus edificios, en coger -y sacar oro y otros metales, y en facer granjerías y mantenimientos -para los cristianos vecinos y moradores de la dicha isla, y fagais -pagar á cada uno, el dia que trabajare, el jornal y mantenimiento, -que, segun la calidad de la tierra, y de la persona, y del oficio, vos -pareciere que debieren haber, mandando á cada Cacique que tenga cargo -de cierto número de los dichos indios, para que los haga ir á trabajar -donde fuere menester, y para que, las fiestas y dias que pareciere, se -junten á oir y ser doctrinados en las cosas de la fe, en los lugares -deputados para que cada Cacique acuda con el número de indios que vos -les señaláredes, á la persona ó personas que vos nombráredes para que -trabajen en lo que las tales personas les mandaren, pagándoles el -jornal que por vos fuere tasado, lo cual hagan é cumplan como personas -libres, como lo son, y no como siervos; é faced que sean bien tratados -los dichos indios, é los que dellos fueren cristianos mejor que los -otros, é non consintades ni dedes lugar que ninguna persona les haga -mal ni daño, ni otro desaguisado alguno, é los unos ni los otros no -fagades nin fagan ende al, por alguna manera, so pena de la mi merced, -y de 10.000 maravedís para la mi Cámara, á cada uno que lo contrario -ficiere; y demás mando al home que les esta mi Carta mostrare, que los -emplacen y parezcan ante Mí en la mi corte, do quier que yo sea, del -dia que los emplazaren, fasta quince dias primeros siguientes, so la -dicha pena, so la cual mando á cualquier Escribano público que para -esto fuere llamado, que de, ende, al que se la notificare testimonio -sinado con su sino, porque yo sepa cómo se cumple mi mandado. Dada en -la villa de Medina del Campo, á 20 días del mes de Diciembre, año del -nascimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1503 años.--Yo la Reina.--Yo -Gaspar de Gricio, Secretario del Rey y de la Reina, nuestros señores, -la fice escrebir por su mandado de la Reina, nuestra señora.» Y en -las espaldas de la dicha Carta está escripto y firmado lo siguiente: -«_Jo. Eps. Cartha. Franciscus, licenciatus. Jo. licenciatus, Fidus -Tello, licenciatus, Licenciatus Caravajal, Licenciatus de Santiago_. -Registrada: _Licenciatus Polanco_. Francisco Diaz, Chanciller.» - - - - -CAPÍTULO XV. - - -Dada cuenta de dónde y cómo y cuándo tuvo principio abierto y formal -el repartimiento de los indios á los españoles, y quién fué el que con -solemnidad y autoridad, aunque propia y no de los Reyes, le dió nombre, -que tanto despues fué por todas estas Indias celebrado, y que ha sido -causa de su despoblacion y destruicion de las gentes, naturales dellas, -como si place á Dios se verá, lo que viene luego de aquel tiempo -que deba contar la historia, que fué pocos meses más ó pocos ménos, -contemporáneo, es la guerra que se tornó á hacer contra los indios de -la provincia de Higuey; aquella provincia, que, cuando llegamos con -el Comendador Mayor, estaba agraviada por haber muerto al señor de la -isleta de Saona, y, segun la estima de los españoles, estaba alzada y -rebelada, contra la cual se hizo la guerra, que arriba en el cap. 8.º -hicimos mencion. Esta se movió por esta ocasion: ya dijimos, dónde -arriba, que el fin de la primera fué con cierto asiento que hizo Juan -de Esquivel, Capitan general, y los otros Capitanes, con aquella gente -de la provincia, que hiciesen ciertas labranzas de pan para el Rey, que -era lo que entónces mucho valia, y áun siempre ha sido la principal -riqueza desta isla, y que no vernian á esta ciudad de Sancto Domingo -á hacer algun servicio, ni saliesen de su tierra; porque esto es y -ha sido de los indios en todas partes siempre aborrecido y temido. -Dijimos tambien como habia quedado allí, en una fortaleza de madera, -por Capitan, un hombre llamado Martin de Villaman, con nueve otros -españoles. Este, segun dije, y los que con él quedaron, como estaban -bien vezados á tener en poco los indios, y mandarlos con austeridad -y potencia, forzábanlos á traer el pan que habian sembrado para el -Rey, á esta ciudad; ó á que viniesen á hacer acá alguna labranza, -y, lo que yo tengo por cierto, por la luenga y contínua experiencia -que tengo, y no hay hombre en todas las Indias que esto no sepa ni lo -niegue, por las grandes importunidades y rigurosos malos tratamientos -que les hacian, tomándoles las hijas ó parientas, y quizá las mujeres, -porque esto es lo primero y que más en poco se tiene por los nuestros -en estas tierras, finalmente, por lo uno y por lo otro, ó por todo, -no pudiéndolos sufrir, juntóse mucha gente, y vinieron sobre ellos y -matáronlos, y quemaron la fortaleza. Pienso, si no me he olvidado, que -escapó, de los nueve, uno, que trujo las nuevas dello á esta ciudad -de Sancto Domingo. Sabido por el Comendador Mayor, manda apregonar -la guerra contra los de aquella provincia, á fuego y á sangre; mandó -apercibir toda la gente que se pudo sacar de las villas de los -españoles, instituyó por Capitan general, y por Capitan de la gente -de la villa de Santiago, juntamente, al ya nombrado caballero Juan de -Esquivel. Desta ciudad fué por Capitan un Juan Ponce de Leon, de quien, -abajo, si pluguiere á Dios, habrá que decir, y por Capitan de la Vega, -conviene á saber, de la villa de la Concepcion, que en aquel tiempo era -el principal pueblo de españoles desta isla, nombró por Capitan á Diego -de Escobar, de quien arriba, en el primer libro, dijimos haber sido uno -de los de la compañía de Francisco Roldan. De la villa del Bonao no me -acuerdo quién fué por Capitan. Creo que se juntarian por todos obra -de 300, y no llegarian á 400 hombres, como en la otra de que hablamos -en el cap. 8.º Fuéronse á juntar todos, por diversos y distantes -caminos, á cierta provincia, creo que llamada Ycayágua, la media sílaba -luenga, propincua de la de Higuey, cuyos vecinos llevaban el yugo de -la servidumbre de los españoles, con más paciencia y más equanimidad. -Lleváronse de allí cierto número de indios de guerra, con sus armas, -los cuales, en los de Higuey, alzados, no hicieron poca guerra, ni poco -daño. Las gentes de la provincia de Higuey tenian sus pueblos dentro, -en los montes, y estos montes son llanos como una mesa llana, y sobre -aquella mesa comienza otra mesa, de la misma manera llana y montuosa, -más alta 50 y más estados, al cual se subia con gran dificultad, que -apénas pueden subir gatos. Estas mesas son de 10 y 15 leguas de largo y -ancho, y todas soladas, como si lo fuesen á mano, de lajas de peña viva -muy áspera, como puntas de diamante. Tienen infinitos ojos ó hoyos, -de cinco y seis palmos en torno, llenos de tierra colorada, la cual, -para su pan caçabí, es fertilísima y admirable, porque poniendo una -rama ó dos de la planta de donde salen las raíces de que se hace, todo -aquel agujero ó hoyo se hinche de sola una raíz, cuanto el cabe, y áun -sembrando en aquellos agujeros ó hoyos dos ó tres pepitas de nuestros -melones, se crian de la misma manera, tan grandes, que no hay botijas -de media arroba, de las de España, mayores, finísimos y odoríferos, y, -como sangre, colorados. Por esta fertilidad tenian aquellas gentes sus -pueblos en aquellas montañas llanas. Dentro de aquellos montes llanos -talaban los árboles cuanto era menester, para hacer una plaza, segun el -pueblo era chico ó grande; y, hecha la plaza, ella en medio, talaban -y hacian cuatro calles en cruz, muy anchas y de un tiro de piedra en -largo. Estas calles hacian para pelear, porque sin ellas no se pudieran -menear, segun los montes son espesos, y las rocas ó peñas y piedras -que hay, tambien muy ásperas, aunque llanas. Así que, llegada la gente -de los españoles á los límites de aquella provincia, y sentida por las -gentes della, hacen por todas partes muchas ahumadas, unos pueblos á -otros avisándose, y luego ponian las mujeres, y los hijos, y viejos -en cobro, en lo más secreto que ellos hallar podian y sabian de los -montes. Lléganse más los españoles, y en cierto lugar llano y monte -desembarazado, asientan su real para que se pudiesen aprovechar de los -caballos, y, desde allí, proveer á dónde y cómo habian de guerrear. -Allí asentados, todo su principal cuidado era y es, á los principios, -como debe ser en todas las guerras, prender alguno de los contrarios -para que descubran los secretos propósitos y disposicion, y gente y -fuerzas que en ellos hay; y así se tomaban, y, tomados, atormentaban, -y algunos descubrian, y otros ántes se dejaban morir que descubrir -la verdad, si sus señores se lo mandaban. Entrados del todo los -españoles y llegando á los pueblos, hallaban los indios de los pueblos -comarcanos, juntos en un pueblo, que era el más apropiado, y, en las -calles, aparejados con sus arcos y flechas, pero desnudos, en cueros, y -las barrigas por broqueles, para pelear; y era estraña su grita, que, -si así como ponian miedo con sus alaridos, lo pusieran con las armas, -no les hobiera ido con los españoles tan mal. Esperaban el primer -ímpetu de los españoles, aventando sus flechas, harto de léjos, que, -cuando llegaban, iban tan cansadas, que apénas mataran un escarabajo. -Desarmadas en los cuerpos desnudos las ballestas principalmente, porque -por entónces, pocas eran ó ningunas las espingardas, viendo caer muchos -dellos, luego se iban retrayendo, y pocas veces ó ninguna esperaban -las espadas. Algunos habia, que así como le daban la saetada, que le -entraba hasta las plumas, con las manos se sacaba la saeta y con los -dientes la quebraba, y, escupida, la arrojaba con la mano hácia los -españoles, como que con aquella injuria, que les hacia, se vengara, y -luego, allí, ó poco despues, caia muerto. Pasados aquellos primeros -tiros, viendo lo poco que con las ballestas de los españoles ganaban, -todo su refugio y defensa no era sino huir cada casa ó vecindad por su -parte. Allí, por la espesura de los montes y aspereza de la tierra, -porque todo se andaba sobre peñas, como es dicho, muy ásperas, poco -duraba tras ellos el alcance. Pero porque siempre, ó las más de las -veces, ó allí en el conflicto, ó mayormente andando cuadrillas de -españoles á cazar indios por los montes, se tomaban algunas espías, -ó algunos que de una parte á otra pasaban, á estos tales dábanles -increibles tormentos para que descubriesen dónde se habia huido la -gente, y en qué lugares y en cuántas partes. Llevaban estos por -guías, con cordeles al pescuezo atados, y algunos, desque llegaban -á algun despeñadero, por llevar tras sí al español que lo llevaba -del cordel, se despeñaba, porque así se lo habia el señor ó Cacique -mandado. Llegada la cuadrilla de los españoles á donde los infelices -tenian arrinconados sus ranchos, daban en ellos, donde veríades hacer -sus efectos, en aquellos cuerpos desnudos, las espadas. Allí no se -perdonaba á hombre viejo ni niño, ni mujer parida ni preñada. Despues -de hechos grandes estragos, prendian muchos por los montes, destos que -del cuchillo se habian escapado, á todos los cuales les hacian poner -sobre un palo la una mano, y con el espada se la cortaban, y luego la -otra, á cercen, ó que en algun pellejo quedaba colgando, y decíanles, -«andad, llevad á los demas esas cartas.» Por decir, «llevad las nuevas -de lo que se ha de hacer dellos, segun que con vosotros se ha obrado»; -íbanse los desventurados, gimiendo y llorando, de los cuales, pocos ó -ningunos, segun iban, escapaban, desangrándose, y no teniendo por los -montes, ni sabiendo donde ir á hallar alguno de los suyos, que les -tomase la sangre ni curase; y así, desde á poca tierra que andaban, -caian sin algun remedio ni mamparo. - - - - -CAPÍTULO XVI. - - -Desbaratados y desparcidos los de los pueblos, que se habian juntado -en alguno de los más convenientes para resistir á los españoles, iban -á dar en otro pueblo donde sabian que estaban los indios esperándolos. -Entre otros, fueron al más principal, que era el del rey y señor -Cotubanamá ó Cotubáno, que dijimos en el cap. 8.º que habia trocado -el nombre con Juan de Esquivel, Capitan General, y era su guatiao, -como hermano en armas; este Cacique y señor era estimado por el más -esforzado de toda aquella provincia, y era el más lindo y dispuesto -hombre, que, entre mil hombres de cualquiera nacion, creo yo que se -hallara; tenia el cuerpo mayor que los de los otros, creo tambien -que tenia una vara de medir entera de espalda á espalda, la cintura -la ciñeran con una cinta de dos palmos ó muy poquito más; tenia la -llave de las manos de un gran palmo; los brazos, y las piernas, y -todo lo demas, á los otros miembros muy proporcionado, el gesto no -hermoso, sino de hombre fiero y muy grave; su arco y flechas era de -doblado gordor que los de los otros hombres, que parecian ser de -gigante. Finalmente, este señor era de tan señalada disposicion, que -los españoles, todos, de velle se admiraban. Guardé para este lugar -hablar dél, así en particular, lo que parece que tenia su lugar en -el cap. 8.º, porque no entónces yo lo vide, sino en esta temporada y -guerra segunda que se les hizo. Asi que, determinados los españoles -de ir al pueblo deste señor, donde tenian nueva que habia mucha gente -ayuntada para les resistir, y por ser entre todos, y más que ninguno, -por su persona y esfuerzo, nombrado y estimado, fueron todos derechos -allá, y llegados á cierto pedazo de la ribera de la mar, hallaron dos -caminos, que iban por el monte, al pueblo. El uno, muy escombrado, -cortadas las ramas y todo lo que podia embarazar; en este, á la entrada -del pueblo, tenian los indios una celada, para dar á los españoles en -las espaldas, donde no recibieran poco daño; el otro camino estaba muy -cerrado, lleno de árboles cortados y atravesados, que ni áun gatos -pudieran por él andar, pero los españoles, como siempre saben darse á -recaudo, sospecharon luego aquello haber sido de industria ordenado; y -así, sospechando algun engaño, dejaron el camino abierto, y vánse, con -muy gran dificultad, por el cerrado. De una legua ó legua y media, que -habria al pueblo desde la mar, la media legua estaba el camino, de la -manera dicha, con madera ocupado, y, en pasarla, los españoles, tirando -y cortando palos se cansaron harto, y así pasaron; todo lo demas del -camino estaba sin embarazo, de donde tomaron mayor indicio que los -indios, industriosamente los echaban por el otro camino para les hacer -daño. Yendo por el camino adelante, muy sobre aviso, acábanlo de andar, -y, junto al pueblo, dan en los indios que estaban en la celada, por -las espaldas, y desarman en ellos las ballestas, donde todas ó las más -emplearon; saltan luego todo el resto de los indios, recogiéndose á -las calles, y allí tiran infinitas flechas, desde léjos, como suelen, -por miedo de las espadas, como juego de niños, y así hicieron en los -españoles ningun daño; dellos fueron hartos, de las saetas, heridos y -bien lastimados. Con todo esto se acercaban y peleaban con piedras, -no con hondas tiradas, sino con las manos, porque hondas nunca las -usaron ni las alcanzaron, de que allí habia grande abundancia, con su -grita, que ponian en el cielo, mostrando siempre grande gana de pelear -y echar de su tierra los que destruidores de su nacion estimaban. No -desmayaban porque vian caer muchos de sí mismos asaeteados, ántes -parecia que cobraban vigor, y otra cosa fuera si las armas tuvieran -á las de los españoles iguales. Contaré una hazaña digna de ser oida -y alabada, que allí vide hacer á un indio, cierto, señalada, si la -pudiera dar á entender cómo pasó contándola. Apartóse de todos los -otros, que, como dicho es, con piedras y sus flechas peleaban, un -indiazo, bien alto, desnudo en cueros como los otros, desde arriba -hasta abajo, con sólo un arco y una sola flecha, haciendo señas, como -desafiando que saliese á él algun cristiano. Estaba por allí cerca un -español llamado Alejos Gomez, muy bien dispuesto y alto de cuerpo, y en -matar indios harto experimentado, y que tenia grande ventaja á todos -los españoles desta isla, en cortar de un espada, porque cortaba un -indio por medio de una cuchillada. Este, apartóse de los demas, y dijo -que lo dejasen con el indio, que lo queria él ir á matar. Las armas -que llevaba eran, una espada ceñida y una daga ó puñal, y una media -lanza, y cubierto bien con una grande adarga de juego de cañas. Como -el indio lo vido apartarse, váse á él como si fuera armado de punta -en blanco y el español algun gato. El Alejos Gomez, pone la media -lanza en la mano del adarga, y pelea con el indio con piedras, que, -como dije, habia hartas. El indio no hacia más, sino amagalle con la -flecha como que queria soltalla, y andaba de una parte á otra, dando -saltos, guardándose de las piedras, con tanta ligereza como si fuera -un gavilan. Desque todos los españoles los vieron pelear desta manera, -y los indios asimismo, cesaron de la pelea por mirallos; unas veces el -indio daba un salto contra el Alejos Gomez, que parecia que lo queria -clavar, él cobríase todo con el adarga, temiendo que ya era clavado. -Tornaba á tomar piedra el Alejos Gomez y á tiralle, y el indio saltando -y amagándole; todo esto él desnudo en cueros, como su madre lo parió, -y con sola una flecha, puesta en su arco; y, porque duró la pelea un -muy gran rato, fueron sin número las piedras que le tiró, estando cada -momento ambos cuasi juntos, y es cierto que con ninguna le acertó. -Finalmente, andando desta manera ambos á dos, tuvo el indio en tan poco -al español, que se fué acercando á él en tanto grado, que arremetió á -él y púsole la flecha cuasi al arquillo del adarga, hizo harto Alejos -Gomez en hacerse como un ovillo, cubriéndose con su adarga, y como lo -vido tan junto á sí, deja las piedras y toma la lanzuela, y arrojasela -creyendo que ya lo tenia clavado, pero da el indio un salto á través, -y váse riendo y mofando con su arco y flecha sin la haber soltado de -la mano, y con su cuerpo desnudo, sano y salvo. Acuden los indios -todos con gran grita y risa, escarneciendo de Alejos Gomez y de los -demas de su compañía, dando grandes favores á su comiliton, por su -soltura y ligereza, y no ménos esfuerzo, digno de ser loado. Quedaron -los españoles admirados, y el mismo Alejos Gomez más alegre que si lo -matara, y no poco todos al indio loando. Fué, cierto, espectáculo de -grande alegría, y que no hobiera Príncipe alguno, de los nuestros de -España ni de otra nacion, que no se holgara de verlo y de remunerar al -indio con merced señalada. Todo lo que he dicho es verdad, porque yo lo -vide de la manera que lo he contado. Duró la pelea toda entre indios y -españoles, de la manera dicha, desde las dos de la tarde que llegaron, -hasta que los despartió la noche. - - - - -CAPÍTULO XVII. - - -Otro dia no pareció hombre ninguno de los indios, sino, como vian que -no podian prevalecer contra los españoles, mostrada la primera vista, -y gana de se defender y pelear, como está dicho, luego á los montes -huian, donde habian puesto las mujeres y hijos, y los demas que no -eran para pelear. Pues como este señor Cotubanamá, fuese, como dicho -queda, el más fuerte para entre ellos, y más estimado, y no hobiese -sacado más fruto para contra los españoles que los demas, no hobo ya -de aquí adelante señor, ni gente, que en su pueblo osase esperar, sino -que todos trabajaron de retraerse y esconderse donde mejor podian, -en los más breñosos y escondidos montes; ya no restaba qué hacer á -los españoles sino desparcirse por cuadrillas, y andar á montear los -indios que podian escudriñar y prender por los montes, y lo principal -que inquirian era topar con los Caciques y señores, y á Catubanamá, -sobre todos. Salian cuadrillas por diversas partes, y escudriñaban -los rastros por los caminos, que eran harto ciegos y angostos. Habia -hombres tan diestros en buscar indios, que de una hoja de las del -suelo, podrida, caidas de los árboles, vuelta de la otra parte, sacaban -el rastro é iban por él á dar donde habia juntas mil ánimas; porque -los indios, andando por aquellos montes, con tanta sotileza andaban, -como anduviesen desnudos y descalzos, que no hacian 20 ni 30 juntos, -más rastro, que si pasara un sólo gato, pero no les bastaba. Otros -españoles habia, que de sólo el olor del fuego, porque los indios, -donde quiera que están, tienen fuego, de mucho trecho, y de léjos, -tomaban el rastro. Desta manera, las cuadrillas de los españoles, -andando, muchas veces cazaban algun indio, y á tormentos descubria -dónde la otra gente estaba; llevándolo atado iban allá, hallábanlos -descuidados, daban en ellos, y cuantos huir no podian, como mujeres, -niños y viejos, metian á espada, porque lo principal que pretendian -era hacer grandes crueldades y estragos, para meter miedo por toda -la tierra y viniesen á darse. Todos los que tomaban á vida, como los -mancebos y hombres grandes, cortaban ambas á dos manos, y enviaban, -como se dijo, con cartas; fueron sin número á los que cortaron desta -manera las manos, y más los que mataron. Holgábanse por extraña -manera en hacer crueldades, unos más crueles que otros en derramar, -con nuevas y diversas maneras, sangre humana. Hacian una horca luenga -y baja, que las puntas de los piés llegasen al suelo, porque no se -ahogasen, y ahorcaban 13 juntos, en honor y reverencia de Cristo, -Nuestro Redentor, y de sus doce Apóstoles; y así, ahorcados y vivos, -probaban en ellos sus brazos y sus espadas. Abríanlos de un revés por -los pechos, descubríanles las entrañas; otros hacian de otras maneras -estas hazañas. Despues de así desgarrados, áun vivos, poníanles fuego -y quemábanlos; liaban el indio todo con paja seca, y poníanle fuego y -quemábanlo. Hombre hobo que á dos criaturas, que serian hasta de dos -años, les metió por la hoya de la garganta una daga, y así degollados -los arrojó en las peñas. Todas estas obras y otras, extrañas de -toda naturaleza humana, vieron mis ojos, y agora temo decillas, no -creyéndome á mí mismo, si quizá no las haya soñado. Pero en la verdad, -como otras tales y peores, y muy más crueles y sin número, se hayan -perpetrado en infinitas partes destas Indias, no creo que de aquestas -me he olvidado. Algunas veces, siguiendo algunas cuadrillas algunos de -los rastros que se han dicho, sin otra guia, iban á dar donde habia -mucha gente ayuntada, que no quisieran hallar tanta, porque los indios, -viendo que los españoles eran pocos, desque los contaban tornaban sobre -sí, y con piedras y á flechazos, de cerca, los fatigaban: y así fué una -vez, que 13 españoles siguieron un rastro, y fueron á dar con 1.000 ó -2.000 ánimas entre mujeres y niños, chicos y grandes; llevaban cuatro -ballestas, y sus rodelas y lanzas y espadas, á los cuales acometen -los indios muy denodados; los españoles sueltan las ballestas y -hácenseles luego las cuerdas pedazos. Los indios fatíganlos á pedradas -y flechazos, los cuales rescibian en las rodelas y adargas, pero no -llegaban junto á ellos, para con las porras ó mancanas hundilles los -cascos, porque sólo que el de la ballesta, que tenia siempre armada, -les amagaba como que la queria soltar, ninguno habia que se les osase -acercar, y con solos aquellos ademanes de la ballesta, se libraron, -que no los matasen, dos horas ó tres que duró el combate, hasta que, -por maravilla, se oyó la grita en el Real de los españoles, que yendo -de paso, habia cerca de allí, aquella tarde, parado. Entónces ocurrió -toda la más gente del Real, y van por el rastro de los 13 españoles, y -llegan allá; dan en los indios de fresco, desmayan los indios, ponénse -en huida, hácese gran matanza, y la presa de los captivos, mujeres y -niños, y de otras edades, fué grande. En estos comedios, todos los -españoles padecieron grandes hambres, porque regla general en estas -Indias es, que como entran y han entrado siempre guerreando y huyen -los indios dellos, y ellos no traen la comida de España, ni se dan -maña para hacer el pan destas tierras, ni haber los otros manjares, -que padezcan grandes hambres y mueran muchos dellos, como han muerto -infinitos, ésles necesario. Las gentes que se captivaban repartian por -los españoles los Capitanes, dándoselos por esclavos. Cada uno echaba -en cadenas, si las tenia, los que le daban, ó de otra manera tenia -cuidado de guardallos; iban dos ó tres españoles juntos, llevando 10 ó -12 y 15 y 20 esclavos, apartándose del Real, por los montes, á sacar -ciertas raíces, llamadas guayagas, la media sílaba breve, de que en -aquella provincia sola, se hacia cierto pan; y una vez descuidáronse -los tres ó cuatro españoles, y, aunque tenian sus espadas y rodelas, -arremeten á ellos los esclavos, y, con los ramales de las cadenas y con -piedras, matáronlos: ellos, despues unos á otros se desherraron, y, en -señal de su victoria, llevaron las cadenas y las espadas á presentar -al señor Cotubanamá. A todos los indios que se prendian y cortaban -las manos, y en quien se ejercitaban las susodichas crueldades, -decíaseles que así los habian á todos de lastimar y matar si no se -daban. Respondian que si vernian, sino que temian las amenazas del rey -Cotubanamá, que les enviaba siempre á decir que no se diesen á los -españoles, si nó, que, despues de idos, los habia de matar. Lo uno, -por esto, y lo otro, por la persona que era tan señalada, y porque era -cierto, que sino se prendia, ó de otra manera se daba ó venia de paz, -que la tierra no habian de poder sujetar, todo el intento principal -de los Capitanes y españoles era preguntar dónde Cotubanamá estaba, y -dónde se podia hallar. Finalmente, se tuvo nueva que se habia pasado -á la Saona, y que allí estaba sin gente con su mujer y hijos, pero -muy vigilante y á buen recaudo. De allí adelante acordó el Capitan -general, Juan de Esquivel, de pasar allá, como le pareció que allí le -habia ido bien con la matanza que habia hecho en aquella isla, y así, -trabajó de irse acercando hácia la tierra del mismo Cotubáno, que, como -dicho queda, era de la isla dicha, la tierra frontera y más cercana, -solas dos leguas de mar en medio. En este tiempo, prendieron ciertos -señores principales, y mandólos el Capitan general quemar vivos, -y creo que fueron cuatro, porque de tres no tengo que dudar. Para -quemallos, hicieron ciertos cadalechos sobre cuatro ó seis horquetas, -puestas unas varas á manera de parrillas, y en ellos los Caciques muy -bien atados; debajo pusieron muy buen fuego, y comenzándose á quemar, -daban gritos extraños, que oirlos, las bestias me parece que no lo -pudieran tolerar. Estaba el Capitan general en un aposento, apartado -de allí alguna distancia, donde tambien oia sus dolorosos gemidos y -gritos lamentables, y porque de oillos rescibia pena, ó por quitalle el -reposo, ó quizá de lástima y piedad, envió á mandar que los ahogasen; -pero el alguacil del Real, que ejecutaba la inícua sentencia, y era -el verdugo de aquel acto, hízoles meter palos en las bocas, porque no -sonasen ni oyese el Capitan los alaridos y gemidos que daban, y así se -quemasen abrasados, como si le hobieran muerto á todo su linaje. Todo -esto yo lo vide, con mis ojos corporales mortales. - - - - -CAPÍTULO XVIII. - - -Ya se tenia entendido por los españoles que no se habian de subjectar -los indios de la provincia, en tanto que el rey Cotubanamá no se -hobiese tomado, é ya que sabia que se habia pasado á la isleta de -Saona, el Capitan general, Juan de Esquivel, determinó de seguille y -pasar allá, para lo cual proveyó, que una carabela que proveia el Real -de pan caçabí, y vino, y quesos, y otras cosas de Castilla, que desta -ciudad de Sancto Domingo se les enviaba, viniese á cierta parte, siendo -de noche, para que allí tomase la gente que con él habia de pasar en la -dicha isleta, de manera que el Cotubanamá ni sus espías lo sospechasen. -Tenia el dicho Cacique y señor esta costumbre y aviso, despues que á -ella pasó, para se guardar de los españoles: en medio de la isleta -estaba una cueva grande, donde tenia su mujer y sus hijos, y él estaba, -desque vido que la carabela andaba por allí, aunque era ordinario -verla, por la razon que se dijo de proveer el Real, tenia sus espías en -los lugares donde se podrian desembarcar, y él, cada dia, al cuarto del -alba, iba, con 12 indios, de los más dispuestos y valientes que consigo -tenia, á la mar y el puerto ó desembarcadero, de donde más temia que la -carabela podia echar gente en tierra y hacelle mal. Una noche embarcóse -Juan de Esquivel, con 50 hombres, en la tierra frontera de la isla, -que, como he dicho, estaba della dos leguas de mar, y fué á desembarcar -ya cuasi que amanecia. Las espías, que eran dos indios, tardáronse, por -manera, que saltaron en la isla, primero, 20 ó 30 españoles, y subieron -cierta peña, muy alta, poco ántes que las espías, á especular la mar -y carabela, llegasen. Ciertos españoles ligeros, que iban delante, -prendieron las espías, trujéronlas al capitan Juan de Esquivel, y -preguntados dónde quedaba ó estaba el rey Cotubanamá, dijeron que -allí cerca venia; sacó un puñal el Capitan, y dió de puñaladas al -uno, triste indio espía, y el otro, átanlo y llévanlo por guía. Iban -delante algunos españoles, corriendo, y sin órden, cada uno presumiendo -de señalarse en la prision de Cotubanamá; hallan dos caminos, van por -el de á mano derecha, los más de los españoles, sólo uno acertó á -tomar el de la izquierda, porque, como toda la isla es montes bajos, -no se puede ver hombre á otro, aunque esté medio tiro de herron dél. -Aqueste sólo hombre, que tiró por aquel camino, se llamaba Juan Lopez, -labrador, harto bien alto y dispuesto, y de fuerzas, y no ménos -ejercitado en desgarrar indios, ó, al ménos, era de los que andaban en -estas estaciones, porque era de los viejos que en esta isla Española -se habian en las tales obras ejercitado. El cual, áun poco entrado en -el camino, topó 12 indios, grandes y valientes, desnudos, como todos -andaban, con sus arcos y flechas, en renglera, uno tras otro (porque -así andan todos, y, tambien, aunque quisieran, por la estrechura del -camino y espesura del monte, no pudieran venir de otra manera), y el -postrero era Cotubanamá, que traia un arco, segun ya dije, como de -gigante, y una flecha, con tres puntas de hueso de pescado, como un pié -de gallo, que si él la empleara en algun español, sin corazas, bien -pudiera, de vivir más, descuidarse. Como los indios que venian delante -al español vieron, enmudecieron, pensando que sobre ellos venia todo el -mundo, pudiendo, con las flechas, clavallo y huir; pero preguntándoles -por su señor Cotubanamá, respondieron al Juan Lopez: «véelo, aquí -viene detras,» y diciendo esto, apartáronse para que pasase. Pasa Juan -Lopez, con su espada desnuda; como no lo habia visto ántes, y vídolo de -súbito, quiso flechar su arco; pero arremetió Juan Lopez con su espada, -y tírale un estocada; recógesela Cotubanamá, con ambas manos, pensó que -debia ser algun palo blanco, como no lo habia experimentado; corrió -Juan Lopez la espada, y sególe las manos; entónces, acudíale con otra. -Díjole Cotubanamá: _mayanimacaná, Juan Desquivel daca_; «no me mates, -porque yo soy Juan de Esquivel.» Luego, todos los indios, 11 ó 12, -huyeron, dejando al triste de su señor con Juan Lopez, que lo pudieran -muy bien matar, y el señor y ellos salvarse. Ya dijimos en el cap. 8.º, -como habian trocado los nombres él y el Capitan General. Púsole Juan -Lopez la punta del espada á la barriga, y la mano en el hombro, ó en -los cabellos, y como estaba sólo Juan Lopez, no sabia qué se hacer; -estando así rogándole que no lo matase que él era Juan de Esquivel, -aunque las manos tenia cortadas, corriendo sangre, con la derecha da -un vaiven al espada desviándola de la barriga, y juntamente arremete -con el Juan Lopez, que, como dije, tenia harto gran cuerpo y miembros y -fuerzas, y dá con él de espaldas sobre las peñas y cae sobre el espada, -y échale mano, con la mano, cuya llave dije ser de un gran palmo, de la -garganta y ahogábalo. Estando así, gaznando y quejándose como podia, -oyéronlo ciertos españoles, que iban por otro camino, que áun distaba -poco el uno del otro; tornaron hácia atras donde los caminos se habian -apartado, y entran por él, donde el Cacique á Juan Lopez maltrataba, -y llegó primero un ballestero, y con toda la ballesta desarmada, dió -un gran golpe al Cacique, que estaba encima del Juan Lopez, sobre todo -el cuerpo, que cuasi lo aturdió, y, levantándose, levantóse tambien -Juan Lopez, medio muerto, y allí lo prendieron con otros españoles que -luego llegaron. Maniatáronlo y lleváronlo á cierto pueblo que estaba -despoblado, donde acordaron los españoles de ir en busca de la mujer -y de los hijos del Cotubáno. Los 12 indios que vinieron con él, como -huyeron, fueron á dar aviso á la mujer y á los hijos de Cotubanamá, que -estaban en la cueva, del estado en que dejaban á su señor; creyendo que -ya sería muerto, creo que dejaron la cueva y huyeron á otros rincones -de la isla; pero tomados ciertos indios por los españoles, y traidos -donde Cotubanamá estaba, mandó que llevasen á ciertos españoles á la -cueva, y á otros indios que le trujesen á su mujer y hijos, y así fué. -Trajéronle su mujer y hijos, y de la cueva trujeron las alhajas que -allí tenia, como hamacas en que dormia y cosas de su servicio, que -tenian poco valor, porque, arriba de lo muy necesario, las gentes desta -isla Española, más que otras algunas, ninguna cosa poseian ni poseer -querian. Hallaron allí tambien tres ó cuatro espadas, y la cadena en -que llevaban los indios que habian hecho esclavos, y mataron á los -dos ó tres españoles que arriba dije, la cual, traida, echaron al -mismo Cotubanamá; al cual se trató de quemar vivo allí, como habian -quemado en parrillas á otros, sino que pareció que era mejor enviallo -á esta ciudad, en la carabela, porque aquí lo atenazasen, y así -recibiese mayores tormentos, como que hobiera cometido atroces delitos, -defendiendo su persona y Estado, y su tierra, de las opresiones que -comenzaban á padecer del Martin de Villaman y de sus compañeros, y -que eran comienzo y principio de las que sabian que todas las otras -gentes infinitas desta isla, padecian y habian padecido, por las -cuales habian ya perecido muchas dellas. Finalmente, lo metieron en -la carabela con sus prisiones, y trujeron á esta ciudad de Sancto -Domingo, y el Comendador Mayor se hobo con él menos cruelmente que -Juan de Esquivel y los españoles deseaban ó pensaban, porque lo hizo -ahorcar y no atenazarlo. Gloriábase Juan de Esquivel mucho, que tres -cosas habia hecho en esta isla buenas, la una traer merced de los -Reyes á esta isla, que no se pagase, del oro que se cogiese, más del -quinto; la otra, la matanza que habia hecho en la isleta Saona, en -la guerra pasada, de que arriba en el cap. 8.º hicimos mencion; la -tercera hazaña suya, de que se jactaba Juan de Esquivel, fué la prision -deste señor Cotubanamá. Algo más justa y más digna de fama loable, -fué la que hicieron el conde de Cabra y el Alcaide, de los donceles -del Rey Chiquito, y así lo nombraban, de Granada. Preso y muerto este -señor Cotubáno, y hechas las crueldades que, por ocho ó diez meses que -esta guerra duró, en ella se perpetraron, cayeron todas las fuerzas -de todas las gentes desta isla, que todas juntas eran harto pocas, y -los pensamientos y esperanza de nunca tener remedio, y así quedó toda -esta isla pacífica, si pacífica se pudiera con verdad decir, quedando -los españoles en tanta guerra con Dios, por la gran libertad en que -quedaron para poder oprimir estas gentes á su placer, sin embargo ni -impedimento alguno, chico ni grande, que se les pusiese y nadie les -resistiese, y así, las consumieron y aniquilaron de tal manera, que -los que vienen á esta isla pueden preguntar si los indios della eran -blancos ó prietos. Esta consumacion lamentable, y de tantas gentes, -todo el mundo sabe y la confiesa, y no dudan áun los que nunca á estas -tierras vinieron, por ser la fama tan vehemente; y es certísima, porque -mucho mayor fué la verdad de lo acaecido, que lo que ella suena. El -número de la gente que habitaban en esta isla era sin número, y así -lo escribió á los Reyes el Almirante viejo, y díjome el Arzobispo de -Sevilla, D. Diego de Deza, que fué de aquellos tiempos, que le habia -dicho el mismo Almirante, que habia contado un cuento y cien mil -ánimas. Pero estas fueron solas aquellas que estaban al rededor de -las minas de Cibao, como eran las que moraban en la gran Vega y otras -cercanas dellas, á las cuales impuso el cascabel de oro que diesen -por tributo, como arriba se dijo, en el primer libro, y con ellas -pudieron entrar alguna parte de la provincia de Xaraguá, que dieron -por tributo pan caçabí y algodon hilado y en pelo. Pero segun creo, -sin temor de que creyéndolo me engañe, más habia en toda la isla de -tres millones, porque en aquellos tiempos no se tenia cuenta con esta -provincia de Higuey, ni hombre habia ido á ella, ni á la de Haniguayába -y Guaycayarima, ni con la de Guahába, y con otros pedazos de esta isla. -Mandó poblar el Comendador Mayor, dos pueblos ó villas de españoles, -para tener esta provincia del todo segura, que más cabeza no alzase; -una, cerca de la mar, que fué nombrada Salvaleon, y la otra, dentro de -la tierra, llamada Sancta Cruz de Aycayágua, y, entre ambas, repartió -todos los pueblos de los indios, que sirviesen á los cristianos, que al -cabo los consumieron. Y así hobo en esta isla 17 villas de españoles, -que todas las gentes della asolaron, y fueron estas: esta de Santo -Domingo; otra en las minas viejas, ocho leguas de aquí, que se llamó -la Buenaventura; la tercera, el Bonao; la cuarta, la Concepcion; la -quinta, Santiago; la sexta, Puerto de la Plata; la sétima, Puerto Real; -la octava, Lares de Guahába; la novena, el Arbol gordo; la décima, el -Cotuy; la undécima, la villa de Azua; la duodécima, Sant Juan de la -Maguana; la décimatercera, Xaraguá; la décimacuarta, villa de Yaquimo; -la décimaquinta, la villa de Salvatierra; la décimasexta, de Salvaleon; -y la décimasétima, Sancta Cruz de Aycayágua, la penúltima sílaba -luenga. - - - - -CAPÍTULO XIX. - - -En estos tiempos habian mandado los Reyes, por su Carta y patente real, -y por la Instruccion de suso dicha que dió al Comendador de Lares, que -ningun español fuese osado á inquirir, ni agraviar, ni escandalizar -los indios vecinos y moradores de ninguna destas islas, ni de alguna -parte de tierra firme, ni prendiese, ni captivase indio alguno, ni lo -llevase á Castilla, ni llevar á otras partes, ni les hiciesen otro mal -ni daño alguno en sus personas y bienes, so graves penas, por celo -que tenian de que las gentes destas tierras recibiesen buen ejemplo y -buenas obras, para que pudiesen con facilidad ser traidas á nuestra -sancta fe católica, y fuesen cristianos; y, con este fin y propósito, -dieron licencia á algunos de España, que armasen para ir á rescatar -y contratar, y á que comunicasen de paz con ellos, porque, con la -comunicacion y amor de los cristianos, se aficionasen é induciesen á -las cosas de la cristiana religion. Pero como habian sido los años -pasados, escandalizados y gravemente damnificados de Alonso de Hojeda -y de Cristóbal Guerra, y de otros que con título de venir á rescatar -oro y perlas, pidieron á los Reyes licencia, muchas ó algunas islas -y partes de tierra firme, y señaladamente la tierra que despues se -llamó y hoy nombramos Cartagena, donde Cristóbal Guerra hizo grandes -violencias y tiranías; en algunas partes, comunicaron los indios con -los cristianos, pacíficamente, y otras, cognosciendo ya sus obras, no -los dejaron saltar en sus tierras, ántes les resistieron, y, peleando -con ellos, algunos mataron. De uno, ó de dos, ó de diez, que apénas -subian de tres los que mataban, hacian grandes quejas á los Reyes, -que por ser caníbales, que entónces llamaban los que ahora decimos -caribes, que son los que comen carne humana, no querian conversar con -los cristianos, ni los acogian en sus tierras, ántes los mataban; y -no decian las obras que ellos á los indios hacian, por las cuales, no -sólo matallos, pero bebelles la sangre y comelles la carne, segun la -manera que los hombres, algunos, tienen para vengarse de sus enemigos, -podian tener por justísima, por la causa eficacísima que ellos les -daban. Y como los desventurados indios no tenian, como nunca tuvieron, -quien por ellos abogase y defendiese, y dijese la verdad á los Reyes, -movidos por aquellas falsas informaciones, como siempre fueron en -estos negocios, muy nocivamente, de todos engañados, la Reina mandó -dar su Carta patente, toda en contrario de la primera, dando licencia -á todos los que quisiesen armar é ir á todas las islas y tierra firme, -y á los que fuesen á descubrir otras tierras de nuevo, que si no los -recibiesen y quisiesen oir para ser doctrinados en las cosas de nuestra -sancta fe católica, ni estar á su servicio y en su obediencia, los -pudiesen captivar y llevar á Castilla y á otras cualesquiera partes, -y vendellos, y aprovecharse dellos, sin que incurriesen en pena, de -las que se habian puesto en la prohibicion desto, alguna. Señaló la -Reina, en especial, las islas de Sant Bernardo, y la isla Fuerte y -las islas de Barú, todas las cuales han perdido su nombre, y no sabré -decir cuáles son, sino las de Barú, que están junto á Cartagena; -señaló tambien los puertos de Cartagena, que deben ser Cartagena la -que hoy nombramos, y por ventura el puerto de Sancta Marta. Y en la -dicha Carta real, dice la Reina, que mandó á los de su Consejo que -lo viesen y platicasen, y visto por ellos como los Reyes, con celo -que los dichos indios caníbales fuesen reducidos á nuestra sancta fe -católica, los habian requerido muchas veces que fuesen cristianos y se -convirtiesen, y estuviesen incorporados en la comunion de los fieles, -y so su obediencia, y viviesen seguramente, y tratasen bien á los -otros sus vecinos de las otras islas, los cuales, no solamente no lo -habian querido hacer, mas habian buscado y buscaban de se defender, -para no ser doctrinados ni enseñados en las cosas de nuestra sancta fe -católica, que contínuamente hacian guerra á sus súbditos, y habian -muerto muchos cristianos de los que iban á las dichas islas, por estar -como estaban, endurecidos en su mal propósito, idolatrando y comiendo -los dichos indios, fué acordado que debia mandar dar esta Carta, etc. -Todas estas son palabras de la dicha Carta de la reina doña Isabel, -de buena memoria, en las cuales, cierto, bien parece cómo suelen ser -engañados los Reyes, áun en el derecho, puesto que finjan los juristas -quel Príncipe tiene todas leyes y derecho dentro de su pecho, porque, -segun dicen ellos, tiene cabe sí grandes varones que florecen y abundan -en la ciencia y pericia dellos; parece tambien la grande ignorancia -y ceguedad que, desde su principio del descubrimiento destas Indias, -cayó en los ánimos y entendimientos, que tuvieron los del Consejo de -los reyes de Castilla, cerca desta materia. La que tuvieron los de -aquel tiempo es asaz, por lo dicho, manifiesta. ¿Qué mayor ignorancia -pudo ser de los del Consejo, que atribuir por culpa á una gente, nunca -ántes vista ni oida, y ella, que nunca imaginó haber otra sino ella en -el mundo, ni saber qué cosa fuese fe católica, ni convertirse, y ni -qué queria decir cristianos, mas de gente malvada, cruel, robadora, -matadora, ni comunion de fieles, y que nunca hombre de los nuestros, -por aquellos tiempos, supo palabra de su lengua, ni ellos de la -nuestra? Y que dijesen los del Consejo en la dicha Carta que les -habian requirido muchas veces que fuesen cristianos y se convirtiesen, -y que estuviesen incorporados en la comunion de los fieles, ¿era -decilles que el sol era claro, ya que supieran vocablos de su lengua -para decírselo, y que ellos lo entendieran, era tan fácil como si les -dijeran, dos y dos son cuatro? Item, ¿ya que lo entendieran, eran -obligados, luego luego, sin más razon y persuasion, ni deliberacion, -dar crédito á tales requirimientos, y sino luego creyesen, incurriesen -las penas de la dicha Carta? Item, ¿la fe católica, suélese dar á los -que nunca la recibieron ni oyeron, ni fueron obligados á la adivinar, -por requirimientos, aunque sean millares de veces hechos, de manera, -que si no la quisieren recibir, incurran en tan graves ó en algunas -penas? ¿Dejólo así ordenado Cristo, el dador principal de la fe? Item, -¿será obligada alguna nacion del mundo á creer á los que con armas, -robando y matando las gentes que estaban en sus tierras y casas, -seguros, sin les haber ofendido, como los españoles, primero que otra -cosa hiciesen, hicieron, como desto está el mundo lleno? Item, ¿no más -de porque los españoles les dijesen que obedeciesen por señores á los -reyes de Castilla, ya que tuvieran lengua para se lo decir, y ellos -lo entendieran, eran obligados á los creer, y por consiguiente, á se -sujetar á los Reyes, y á los obedecer, teniendo ellos sus naturales -Reyes? ¿No fueran juzgados por insipientes y por bestias, si tal -subjeccion concedieran y obedecieran? Item, ¿si los Reyes suyos -naturales, se dieran á los reyes de Castilla, no tuvieran los pueblos -derecho, por el mismo caso, de deponellos? ¿Y si los pueblos sin los -Reyes lo hicieran, no tuvieran mucha razon de tenellos por traidores -y arallos de sal como en España los Reyes, justamente, en tal caso, -lo hicieran? Item, ¿buscar vías y caminos, para de los españoles, que -tantos daños, y robos, y muertes recibian, se defender, era crímen -grande, como, áun á las bestias brutas, el derecho natural, la defensa -de su ser, les concede? Item, ¿no fué perniciosísimo testimonio -falso, decir contra ellos, que buscaban para se defender por no ser -doctrinados, ni enseñados en las cosas de la fe? ¿Y cuándo supieron, ó -quien les dió noticia, qué cosa era ser doctrinados ni enseñados, ni -qué cosa era fe? Manifiesta queda la ignorancia que los del Consejo de -la Reina y de los Reyes tuvieron del derecho, en cosa tan jurídica, -tan importante, tan peligrosa, tan dañosa, y tan provechosa si su -impericia del Consejo, tan irreparablemente, no lo errara. Y así, -tan grandes daños é injusticias, y nunca jamás reparables, á los del -Consejo de los Reyes se los imputó Dios, porque no les era lícito á -ellos ignorar derecho tan claro, pues los Reyes les dan honra y de -comer, por letrados y no por gentiles hombres, ni por muy hidalgos que -fuesen, porque otros habria más que ellos; y así, la ficcion de los -juristas, que todos los derechos residen dentro del pecho del Príncipe, -es harto incierta y débil, pues los de sus Consejos hicieron y hacen -cada dia tan intolerables yerros. Podemos tambien aquí notallos de -muy injustos, pues no guardaron la órden del derecho, ya que tuvieran -jurisdicion para hacer lo que hicieron, la cual por entónces los Reyes -no tuvieron, y en esto los engañaron, y mucho desirvieron, y esto fué, -condenar aquellas gentes, sin ser oidas ni defendidas, ni convencidas, -sino sólo por dicho y testimonio falsísimo de sus capitales enemigos, -que eran los españoles, que nunca otra cosa, sino roballos, oprimillos, -y captivallos, y destruillos, pretendieron. Nunca juicio tan pervertido -ni tan inícuo, en toda la redondez del orbe, jamás se vido, como la -historia presente, con verdad, delante de Dios, que sabe que verdad -aquí se escribe, será el verdadero testigo. - - - - -CAPÍTULO XX. - - -Dejemos esta isla en el estado que habemos dicho, y volvamos á tomar la -historia del viaje del Almirante, que dejamos. En el cap. 6.º y en el -cap. 5.º dijimos cómo partió de junto á este puerto de Sancto Domingo, -huyendo de la tempestad grande, que dijo ántes que habia de venir, y se -fué á salvar, despues de haber padecido todos sus cuatro navíos gran -daño y peligro, de la misma tormenta, que luego sobrevino, al puerto -Hermoso, ó Escondido; salido de allí, y tomada la vía del Poniente, -fué á dar al puerto de Yaquimo, que él llamaba del Brasil, que está -80 leguas deste de Sancto Domingo. De aquí salió á 14 de Julio, y, -queriendo ir hácia la tierra firme, tuvo muchas calmas, que no podia, -por falta de viento, andar nada; y acercóse á unas isletas, cerca de la -isla de Jamáica, las cuales no tenian agua, pero hicieron unas hoyas, -cerca de la mar, y hallaron agua dulce, de la cual tomaron la necesaria -para servicio de los cuatro navíos. Crescióle tanto la calma y falta de -viento, que las grandes corrientes lo llevaron á cerca de las muchas -isletas que están junto á la isla de Cuba, que él llamó, cuando desta -isla, el año de 494, fué á descubrir á la de Cuba, el Jardin de la -Reina. De allí, haciéndole tiempo, tornó sobre la tierra firme, y, -navegando, salieron vientos contrarios y corrientes terribles, á que no -podia resistir; anduvo forcejando sesenta dias con grandísima tormenta -y agua del cielo, truenos y relámpagos, sin ver sol ni estrellas, que -parecia que el mundo se hundia. No pudo ganar de camino, en todos -aquellos dias, sino 60 leguas; con esta grande tormenta, y forcejando -contra viento y corriente, como los navíos rescibian de la mar y de los -vientos, grandes golpes y combates, abríanseles todos; los marineros, -de los grandes trabajos y vigilias, y en mares tan nuevas, enfermaron -casi todos, y el mismo Almirante, de desvelado y angustiado, enfermó -cuasi á la muerte. Al cabo, con grandes dificultades, peligros y -trabajos inefables, llegó y descubrió una isla pequeña, que los indios -llamaban Guanaja, y tiene por vecinas otras tres ó cuatro islas menores -que aquella, que los españoles llamaron despues las Guanajas; todas -estaban bien pobladas. En esta isla mandó el Almirante á su hermano -D. Bartolomé Colon, Adelantado desta isla, que iba por Capitan del un -navío, que saltase en tierra á tomar nueva; saltó, llevando dos barcas -llenas de gente, hallaron la gente muy pacífica, y de la manera de -las destas islas, salvo que no tenian las frentes anchas, y, porque -habia en ella muchos pinos, púsole el Almirante por nombre la Isla de -Pinos. Esta isla dista del cabo que agora llaman de Honduras, donde -está ó estuvo la ciudad de españoles que llamaron Trujillo, y que agora -terná cinco ó seis vecinos, obra de 12 leguas; y porque algunos que, -despues que por aquí anduvo el Almirante, quisieron por aquí descubrir, -aplicaron ó quisieron aplicar á sí el descubrimiento de hasta aquí, -yo he visto muchos testigos presentados por parte del Fiscal, en el -proceso arriba dicho, los cuales fueron con el mismo Almirante en -este viaje, que afirman que el Almirante descubrió estas islas, ó la -principal destas de los Guanajes. Todas estas islas, y muchos puertos -y partes de la tierra firme, están ya descognoscidas, por mudalles los -nombres los que hacen las cartas de marear, en que no poca confusion -engendran, y áun son causa de hartos yerros y perdicion de navíos -rescibir la relacion de cada marinero. Así que, habiendo saltado el -adelantado en esta isla de los Guanajes, ó Guanaja, llegó una canoa -llena de indios, tan luenga como una galera, y de ocho piés de ancho; -venia cargada de mercaderías del Occidente, y debia ser, cierto, de -tierra de Yucatán, porque está cerca de allí, obra de 30 leguas, ó poco -más; traian en medio de la canoa un toldo de esteras, hechas de palma, -que en la Nueva España llaman petates, dentro y debajo del cual venian -sus mujeres, y hijos, y hacendejas, y mercaderías, sin que agua del -cielo ni de la mar les pudiese mojar cosa. Las mercaderías y cosas que -traian eran, muchas mantas de algodon, muy pintadas de diversas colores -y labores, y camisetas sin mangas, tambien pintadas y labradas, y de -los almaizares con que cubren los hombres sus vergüenzas, de las mismas -pinturas y labores. Item, espadas de palo, con unas canales en los -filos, y allí apegadas, con pez y hilo, ciertas navajas de pedernal, -hachuelas de cobre para cortar leña, y cascabeles, y unas patenas, y -grisoles para fundir el cobre; muchas almendras de cacao, que tienen -por moneda en la Nueva España, y en Yucatán, y en otras partes. Su -bastimento era pan de maíz y algunas raíces comestibles, que debian ser -las que en esta Española llamamos ajes y batatas, y en la Nueva España -camotes; su vino era del mismo maíz, que parecia cerveza. Venian en la -canoa hasta 25 hombres, y no se osaron defender ni huir, viendo las -barcas de los cristianos, y así los trujeron en su canoa á la nao del -Almirante; y, subiendo los de la canoa á la nao, si acaecia asillos -de sus paños menores, mostrando mucha vergüenza, luego se ponian las -manos delante, y las mujeres se cobrian el rostro y cuerpo con las -mantas, de la manera que lo acostumbraban las moras de Granada con sus -almalafas. Destas muestras de vergüenza y honestidad quedó el Almirante -y todos muy satisfechos, y tratáronlos bien, y, tomándoles de aquellas -mantas y cosas vistosas, para llevar por muestra, mandóles dar el -Almirante de las cosas de Castilla, en recompensa, y dejólos ir en -su canoa á todos excepto un viejo, que pareció persona de prudencia, -para que les diese aviso de lo que habia por aquella tierra; porque lo -primero que el Almirante inquiria, por señas, era, mostrándoles oro, -que le diesen nuevas de la tierra donde lo hobiese, y, porque aquel -viejo le señaló haberlo hácia las provincias de Oriente, por eso lo -detuvieron, y lleváronlo hasta que no le entendian su lengua. Despues, -diz que, lo enviaron á su tierra, no sé yo cómo pudo volver á ella -quedando sólo y sin canoa, y, quizá 100 leguas y 200 de mar, léjos de -su casa. Andando por aquí el Almirante, todavía creia que habia de -hallar nueva del Catay y del Gran Khan, y que aquellas mantas y cosas -pintadas comenzaban á ser principio de aquello que tanto él deseaba; -y como le vian los indios, con tanta solicitud, preguntar dónde habia -oro, debíanle de hartar de muchas palabras, señalándole haber mucha -cantidad de oro por tales y tales tierras, y que traian coronas de -oro en la cabeza, y manillas dello á los piés y á los brazos, bien -gruesas; y las sillas, y mesas, y arcas enforradas de oro, y las mantas -tejidas de brocado, y esto era la tierra dentro, hácia el Catayo. -Mostrábales corales, si los habia; respondian los indios que las -mujeres traian sartas dellos, colgados de las cabezas á las espaldas; -mostrábales pimienta y otras especerías, respondian que sí habia -en mucha abundancia; de manera, que cuanto vian que les mostraban, -tanto, por les agradar, les concedian, sin haber visto ni sabido ni -oido ántes cosa de las que les pedian. Decíanles más, que aquellas -gentes de aquellas tierras tenian naos y lombardas, arcos y flechas, -espadas y corazas, de todo lo que vian que los cristianos allí traian. -Imaginaba más el Almirante, que le señalaban que habia caballos, los -que nunca habian visto, ni el Almirante llevaba entónces consigo. Item, -que la mar bojaba á Cyguare, que debia ser alguna ciudad ó provincia -de los reinos del Gran Khan, y que de allí á diez jornadas estaba el -rio de Ganjes; y porque una de las provincias, que le señalaban los -indios ser rica de oro, era Veragua, creia el Almirante que aquellas -tierras estaban con Veragua, como está Tortosa con Fuenterrabía, cuasi -entendiendo que la una estuviese á una mar y la otra á la otra: y así -parece que imaginaba el Almirante haber otra mar, que agora llamamos -del Sur, en lo cual no se engañaba, puesto que en todo lo demas sí. Lo -cual todo, como se platicaba por señas, ó los indios de propósito le -burlaban, ó él ninguna cosa dellos, sino lo que deseaba, entendia. Todo -lo que está dicho escribió á los Reyes, quedando aislado, como se dirá, -en Jamáica, y el treslado de la carta tengo conmigo. - - - - -CAPÍTULO XXI. - - -Habiéndole señalado aquel indio viejo las provincias de Veragua y -otras, por ricas, y que estaban al Oriente, dejó de proseguir la vía -que llevaba del Poniente (la cual, si prosiguiera, ninguna duda debe -haber que no topara el reino de Yucatán y luego los de la Nueva España, -turándole los navíos), dió la vuelta por la vía de Levante y Oriente. -La primera tierra que de la firme vió, y se llegó á ella, fué una punta -que llamó de Caxinas, porque habia muchos árboles cuyo fruto es unas -manzanillas buenas de comer, que en la lengua de los indios desta isla -Española, llamaban, segun decia el Almirante, caxinas, aunque yo, que -supe algo della, no me acuerdo que tal nombre oyese. Las gentes que -moraban más cercanas de aquella punta de Caxinas traian vestidas unas -jaquetas pintadas, sin mangas como las dichas, y los almaizares con -que se cubrian las vergüenzas, que debian ser habidos de mercaderes de -la tierra de Yucatán, de donde la canoa que dijimos creemos que venia. -Salió el Adelantado, un domingo, á 14 de Agosto, con mucha gente de los -españoles, á tierra, á oir misa, y el miércoles siguiente tornó á salir -en tierra para tomar la posesion en nombre de los reyes de Castilla, -y estaban ya en la playa cien personas ó más, cargadas de bastimentos -y comidas de la tierra, como pan de maíz, gallinas, venados, pescados -y frutas, y, presentadas ante el Adelantado y los cristianos, se -retrajeron atrás sin hablar palabra. El Adelantado les mandó dar de -los rescates, como cascabeles, y sartas de cuentas y espejuelos y -otras menudencias. Otro dia, siguiente, amanecieron en el mismo lugar -más de doscientas personas, todos cargados de gallinas, y ansares y -pescado asado y de diversas especies de fríxoles, que son como habas, -y otras frutas. Es la tierra muy fresca, verde y hermosa, en la cual -habia infinidad de pinos, encinas de más de seis ó siete especies, y -de los árboles que llamaban en esta isla hobos, que nosotros llamamos -mirabolanos, fruta odorífera y sabrosa. Sintieron que habia leones -pardos, y ciervos, y otros animales, y pudieran sentir que habia hartos -tígres. Las gentes de por aquellas comarcas no tenian las frentes -anchas como las destas islas, eran de diversas lenguas; totalmente -desnudas algunas, otras, solamente las vergüenzas cubiertas, otras, -vestidas de unas jaquetas como las cueras, que les llegaban hasta el -ombligo, sin mangas. Tenian labrados los cuerpos con fuego, de unas -labores como moriscas, unos figurando leones, otros ciervos y otros -de otras figuras; los señores, ó más honrados entre ellos, traian por -bonetes unos paños de algodon blancos y colorados; algunos tenian en la -frente unos copetes de cabellos como una flocadura. Cuando se ataviaban -para sus fiestas, teñíanse algunos los rostros de negro, otros de -colorado, otros hacíanse rayas por la cara de diversas colores, y otros -teñian el pico de la naríz, otros se alcoholaban los ojos y los teñian -de negro, y estos atavíos tenian por mucha gala; y, porque habia otras -gentes por aquella costa que tenian las orejas horadadas, y tan grandes -agujeros, que cupiera un huevo de gallina bien por ellos, puso nombre -á aquella ribera la costa de la Oreja. De aquella punta de Caxinas -navegó el Almirante hácia el Oriente con muy grandes trabajos, contra -viento y contra las corrientes, á la bolina, como dicen los marineros, -que apénas se andan cada dia cinco leguas, y ni dos muchas veces; van -los navíos dando vueltas cuatro y cinco y más horas hácia una parte, -y otra hácia otra, y desta manera se ahorra lo poco que se anda, y -algunas veces se pierde lo que se ha ganado en dos, de una vuelta. Y, -porque habiendo 60 leguas de la punta de Caxinas á un cabo de tierra -que entra mucho en la mar, tardó, con estos trabajos, en llegar el -Almirante, y de allí vuelve la tierra y se encoge hácia el Sur, por lo -cual, los navíos podian mejor y bien navegar, púsole nombre á aquel -cabo, el cabo de Gracias á Dios; y esto dice el Almirante que fué -á 12 de Setiembre del mismo año de 502. Pasado el cabo de Gracias á -Dios, tuvieron necesidad de tomar agua y leña; mandó el Almirante ir -las barcas á un gran rio que allí parecia, donde, por la creciente de -la mar y la corriente del rio que se combatian, se perdió la una de -las barcas, con toda la gente que traia, y, por este desastre, púsole -nombre del Desastre, al rio. El Domingo, á 17 de Setiembre, fueron -á echar anclas entre una isleta llamada Quiribri, y en un pueblo en -la tierra firme, llamado Cariarí. Allí hallaron la mejor gente, y -tierra, y estancia que habian hasta allí hallado, por la hermosura de -los cerros y sierra, y frescura de los rios y arboledas, que se iban -al cielo de altas, y la isleta verde, fresquísima, llana, de grandes -florestas, que parecía un vergel deleitable; llamóla el Almirante -la Huerta, y está del dicho pueblo Cariarí, la última luenga, una -legua pequeña. Está el pueblo junto á un graciosísimo rio, á donde -concurrió mucha gente de guerra, con sus armas, arcos y flechas, y -varas, y macanas, como haciendo rebato, y mostrando estar aparejados -para defender su tierra. Los hombres traian los cabellos trenzados, -revueltos á la cabeza, y las mujeres cortados, de la manera que los -traen los hombres nuestros; pero, como los cristianos les hicieron seña -de paz, ellos no pasaron adelante, mas de mostrar voluntad de trocar -sus cosas por las nuestras. Traian mantas de algodon y jaquetas de -las dichas, y unas águilas de oro bajo, que traian al cuello. Estas -cosas traian nadando á las barcas, porque aquel dia, ni otro, los -españoles no salieron á tierra. De todas ellas no quiso el Almirante -que se tomase cosa, por, disimulando, dalles á entender que no hacian -cuenta dello, y cuanto más dellas se mostraba menosprecio, tanta mayor -cudicia é importunidad significaban los indios de contratar, haciendo -muchas señas, tendiendo las mantas como banderas, y provocándolos á -que saliesen á tierra. Mandóles dar el Almirante cosas de rescate -de Castilla, mas desque vieron que los cristianos no querian de sus -cosas, y que ninguno salia é iba á contratar con ellos, todas las -cosas de Castilla, que habian rescibido, las pusieron liadas junto -á la mar, sin que faltase la menor dellas, casi diciendo, «pues no -quereis de las nuestras tomaos las vuestras», y así las hallaron todas -los cristianos otro dia, que salieron en tierra. Y como los indios, -que por aquella comarca estaban, sintieron que los cristianos no se -fiaban dellos, enviaron un indio viejo, que parecia persona honrada, -y de estima entre ellos, con una bandera puesta en una vara, como que -daban seguridad; y traia dos muchachas, la una de hasta catorce años, -y la otra de hasta ocho, con ciertas joyas de oro al cuello, el que -las metió en la barca, haciendo señas que podian los cristianos salir -seguramente. Salieron, pues, algunos á traer agua para los navíos, -estando los indios modestísimos y quietos, y con aviso de no se mover, -ni hacer cosa por donde los españoles tomasen ocasion de tener algun -miedo dellos. Tomada el agua, y como se entrasen en las barcas para -se volver á los navíos, hacíanles señas que llevasen consigo las -muchachas y las piezas del oro que traian colgadas del cuello; y, por -la importunacion del viejo, lleváronlas consigo, y era cosa de notar -las muchachas no mostrar señal de pena ni tristeza, viéndose entregar -á gente tan extraña, y feroz, y de ellos, en vista, y habla y meneos, -tan diversa, ántes mostraban un semblante alegre y honesto. Desque el -Almirante las vido, hízolas vestir, y dalles de comer y de las cosas -de Castilla, y mandó que luego las tornasen á tierra, para que los -indios entendiesen que no eran gente que solian usar mal de mujeres, -pero llegando á tierra, no hallaron persona á quien las diesen; por -lo cual las tornaron al navío del Almirante, y allí las mandó aquella -noche tener, con toda honestidad, á buen recaudo. El dia siguiente, -juéves, á 29 de Setiembre, las mandó tornar en tierra, donde estaban -ya 50 hombres, y el viejo que las habia traido las tornó á rescibir, -mostrando mucho placer con ellas, y volviendo á la tarde las barcas -á tierra, hallaron la misma gente con las mozas, y ellas y ellos -volvieron á los cristianos todo cuanto se les habia dado, sin querer -que dello quedase alguna cosa. Otro dia, saliendo el Adelantado á -tierra, para tomar lengua, y hacer informacion de aquella gente, -llegáronse dos indios de los más honrados, á lo que parecia, junto á -la barca donde iba, y tomáronlo en medio por los brazos hasta sentarlo -en las hierbas muy frescas de la ribera, y preguntándoles algunas -cosas por señas, mandó al escribano que escribiese lo que decian; los -cuales se alborotaron de tal manera viendo la tinta y el papel, y que -escribian, que los más echaron luego á huir, creyóse que por temor que -no fuesen algunas palabras ó señales para los hechizar, porque, por -ventura, se usaban hechizos entre ellos, y presumióse, porque, cuando -llegaban cerca de los cristianos, derramaban por el aire unos polvos -hácia ellos, y de los mismos polvos hacian sahumerios, procurando que -el humo fuese hácia los cristianos, y por este mismo temor, quizá, no -quisieron que quedase con ellos cosa de las que les habian dado de las -nuestras. Reparados los navíos de lo que habian menester y oreados los -bastimentos, y recreada la gente que iba enferma, mandó el Almirante -que saliese su hermano el Adelantado con alguna gente á tierra, para -ver el pueblo, y la manera y trato que los moradores dél tenian; donde -vieron que dentro de sus casas, que eran de madera cubiertas de cañas, -tenian sepulturas en que estaban cuerpos muertos, secos y mirrados, sin -algun mal olor, envueltos en unas mantas ó sábanas de algodon, y encima -de la sepultura estaban unas tablas, y en ellas esculpidas figuras de -animales, y en algunas la figura del que estaba sepultado, y con él -joyas de oro y cuentas, y cosas que por más preciosas tenian. Mandó el -Almirante tomar algunos de aquellos indios, por fuerza, para llevar -consigo y saber dellos los secretos de la tierra. Tomaron siete, no -sin gran escándalo de todos los demás, y, de los siete, dos escogió, -que parecian los más honrados y principales; á los demas dejaron ir -dándoles algunas cosas de las de Castilla, dándoles á entender por -señas, que aquellos tomaban por guías, y despues se los enviarian. Pero -poco los consoló este decir, por lo cual, luego, el siguiente dia, vino -á la playa mucha gente, y enviaron cuatro por embajadores al navío del -Almirante; prometian de dar de lo que tenian, y que les diesen los dos -hombres, que debian ser personas de calidad, y luego trujeron dos -puercos de la tierra, en presente, que son muy bravos, aunque pequeños. -No quiso restituirles los dos presos el Almirante, sino mandó dar á -los mensajeros que habian venido algunas de las bujerías de Castilla -y pagarles sus porquezuelos que habian traido, y saliéronse á tierra -con harto desconsuelo de aquella violencia é injusticia de tomalles -aquellos por fuerza, y llevárselos contra voluntad de todos ellos, -dejando sus mujeres y hijos huérfanos. Y quizá eran señores de la -tierra ó de los pueblos, los que les detenian, injustamente, presos; -y así, tuvieron de allí en adelante justa causa y claro derecho de no -se fiar de ningun cristiano, ántes razon jurídica para hacelles justa -guerra, como es manifiesto. - - - - -CAPÍTULO XXII. - - -Entre otros lugares que el indio viejo, que habian tomado y detenido -de la canoa, en la isla de los Guanajes, y otros indios, nombraron al -Almirante, que habia ó eran tierras de oro, fué uno llamado Caravaró. -Levantó, pues, las anclas desta provincia ó pueblos de Cariarí, 5 de -Octubre, y navegó á la de Caravaró, la última luenga, hácia el Oriente, -donde habia una bahía de mar, de seis leguas de longura y de ancho más -de tres, la cual tiene muchas isletas, y tres ó cuatro bocas, para -entrar los navíos y salir muy buenas con todos tiempos, y por entre -aquellas isletas van los navíos, como si fuesen por calles, tocando las -ramas de los árboles, en la járcia y cuerdas de los navíos; cosa muy -fresca y hermosa. Despues de haber surgido y echado anclas los navíos, -salieron las barcas á una de aquellas isletas, donde hallaron 20 canoas -ó navecitas de un madero, de los indios, y la gente dellas vieron en -tierra desnudos, en cueros del todo, solas las mujeres cubierto lo -vergonzoso; traia cada uno su espejo de oro al cuello, y algunos una -águila, y comenzándoles á hablar los dos indios que traian de Cariarí, -perdieron el temor, y dieron luego un espejo de oro, que pesaba 10 -ducados, por tres cascabeles, diciendo que allí, en la tierra firme, -habia mucho de aquello, muy cerca de donde estaban. El dia siguiente, á -7 de Octubre, fueron las barcas á tierra firme, y toparon diez canoas -llenas de gente, todas con sus espejos al cuello, de oro. Tomaron -dellas dos hombres que parecian ser dellos los más principales, para, -con los dos de Cariarí, saber los secretos de la tierra. Dice cerca -desto un testigo, llamado Pedro de Ledesma, piloto señalado, que yo -cognoscí, que salieron á los navíos 80 canoas, con mucho oro, y que -no quiso el Almirante rescibir alguna cosa. Su hijo del Almirante, -D. Hernando Colon, que allí andaba, puesto que niño de trece años, no -hace mencion de 80 canoas, pero pudo ser que viniesen 80, una vez 10, -y otras 20, y así llegasen á 80, y es de creer que mejor cuenta ternia -desto el piloto dicho, que era de cuarenta y cinco y más años, que no -el niño de trece. Los dos hombres que aquí desta canoa tomaron traian -al cuello, el uno, un espejo que pesó 14 ducados, y el otro un águila -que pesó 22, y estos afirmaban, que de aquel metal, pues tanto caso dél -hacian, una jornada y dos de hallí habia harta abundancia. En aquesta -bahía era infinita la cuantidad que habia de pescado, y en la tierra -muchos animales de los arriba nombrados. Habia muchos mantenimientos -de las raíces y de grano, y de frutas. Los hombres andaban totalmente -desnudos, y las mujeres de la manera de las de Cariarí. Desta tierra -ó provincia de Carabaró, pasaron á otra, confin della, que nombraban -Aburená, la última luenga, la cual es, en todo y por todo, como la -pasada. Desta salieron á la mar larga, y, 12 leguas adelante, llegaron -á un rio, en el cual mandó el Almirante salir las barcas, y, llegando -á tierra, obra de 200 indios, que estaban en la playa, arremetieron -con gran furia contra las barcas, metidos en la mar hasta la cinta, -esgrimiendo con sus varas, tañendo bocinas y un atambor, mostrando -querer defender la entrada en su tierra de gente á ellos tan extraña; -echaban del agua salada con las manos hácia los españoles, y mascaban -hierbas y arrojábanlas contra ellos. Los españoles disimulaban, -blandeándolos y aplacándolos por señas, y los indios que traian -hablándolos, hasta tanto que, finalmente, se apaciguaron, y se llegaron -á rescatar ó contratar los espejos de oro que traian al cuello, los -cuales daban por dos ó tres cascabeles; hobiéronse allí entónces 16 -espejos de oro fino, que valdrian 150 ducados. Otro dia, viérnes, á -21 de Octubre, tornaron las barcas á tierra, al sabor del rescate; -llamaron á los indios desde las barcas, que estaban cerca de allí, en -unas ramadas que aquella noche hicieron, temiendo que los españoles no -saliesen á tierra y les hiciesen algun daño, pero ninguno quiso venir -á su llamado. Desde á un rato, tañen sus bocinas ó cuernos, y atambor, -y, con gran grita, lléganse á la mar de la manera que de ántes, y, -llegando cerca de las barcas, amagábanles como que les querian tirar -las varas si no se volvian á sus navíos, y se fuesen, pero ninguna -les tiraron; mas á la buena paciencia y humildad de los españoles, no -pareció que era bien sufrir tanto, por lo cual sueltan una ballesta -y dan una saetada á un indio dellos, en un brazo, y tras ella pegan -fuego á una lombarda, y dando el tronido, pensando que los cielos se -caian y los tomaban debajo, no paró hombre de todos ellos, huyendo -el que más podia, por salvarse. Salieron luego de las barcas cuatro -españoles, y tornáronlos á llamar, los cuales, dejadas sus armas, se -vinieron para ellos como unos corderos seguros, y como si no hobieran -pasado nada. Rescataron ó conmutaron tres espejos, excusándose que no -traian al presente más, por no saber que aquello les agradaba. Desta -tierra pasó adelante á otra llamada Catiba, y echando anclas en la boca -de un gran rio, la gente della, con cuernos y atambores, se andaba -toda moviendo, y apedillando. Enviaron á los navíos una canoa con -dos hombres, para ver qué gente nueva era, y qué queria. Habláronles -los indios que se habian tomado atras, y luego entraron en la nao -del Almirante, con mucha seguridad, y, por induccion del indio de -Cariarí y de los otros, se quitaron los espejos de oro, que traian al -cuello, y diéronlos al Almirante, y el Almirante les mandó dar de las -cosas y rescates de Castilla. Salidos estos á tierra, vino luego otra -canoa con tres hombres, y sus espejos al cuello, los cuales hicieron -lo mismo que los primeros. Conciliada ya desta manera el amistad, -salieron las barcas á tierra, donde hallaron mucha gente con el Rey -de aquella provincia, ó pueblos, el cual, ninguna diferencia mostraba -tener de los otros, salvo estar cubierto con una hoja de árbol, porque -llovía, y el acatamiento y reverencia que todos le tenian. Él fué el -primero que rescató su espejo, y dió licencia que los suyos tambien -rescatasen con los cristianos. Fueron por todos 19 espejos, de fino -oro. Pedro de Ledesma, el piloto que arriba dije, depuso en el pleito, -de que ya he hecho algunas veces mencion, presentado por el Fiscal, -que en uno de los puertos por donde andaban entónces, llamado Hurira, -se rescataron 90 marcos de oro por tres docenas de cascabeles; y este -debia ser uno de cinco pueblos, ó todos cinco, donde, salido de la -boca de aquel gran rio, el Oriente arriba, fué luego el Almirante, y -segun dijo D. Hernando Colon, su hijo, allí habia mucho rescate, y -entre ellos estaba Veragua, donde los indios de atras decian que se -cogia el mucho oro, y se labraban los espejos que rescataban. Destos -pueblos fueron á una poblacion llamada Cubija ó Cubiga, donde, segun -la relacion que los indios daban, se acababa la tierra del rescate, la -cual comenzaba desde Carabaró y fenecia en aquella poblacion Cubiga ó -Cubija, que serian obra de 50 leguas de costa de mar. De aquí subió el -Almirante la mar arriba, por el Oriente, como venia, y fué á entrar, en -2 dias de Noviembre, en un puerto mucho bueno, que por ser tal lo llamó -puerto Bello, que estaba obra de seis leguas del que agora llamamos el -Nombre de Dios. El puerto es muy grande y muy hermoso; entró en él por -medio de dos isletas, y, dentro dél, pueden llegarse las naos, muy en -tierra, y salir voltejando si quisieren. Toda la tierra de la redonda -del puerto es la tierra graciosísima, estaba toda labrada y llena de -casas, á tiro de piedra y de ballesta la una de la otra, que parecia -todo una huerta pintada, y de las más hermosas que se habian por toda -aquella costa visto. Allí estuvieron siete dias, por las muchas lluvias -y matos tiempos que les hizo, y en todos ellos vinieron canoas de toda -la comarca, á contratar con los cristianos las comidas y frutas que -tenian, y ovillos de algodon hilado, muy lindo, lo cual, todo, daban -por cosillas de laton, como eran, alfileres y cabos de agujetas, y si -tuvieran oro tambien por ellos lo dieran. - - - - -CAPÍTULO XXIII. - - -Pasados los siete dias, salieron de Bel puerto ó puerto Bello, en 9 -de Noviembre, y fueron ocho leguas, y, con malos tiempos, volvieron -atras y entraron en el puerto que llamamos el Nombre de Dios, al -cual llamó el Almirante puerto de Bastimentos, porque todas aquellas -comarcas y tres isletas, que estaban por allí, eran llenas de labranzas -y maizales. Vieron una canoa de indios, y adelantóse una barca llena -de españoles tras ella, por tomar lengua de alguno dellos, pero los -indios, huyendo, dábanse priesa á remar, temiendo si les querian -hacer mal, y como los alcanzasen, llegando la barca como á un tiro -de piedra, echáronse todos á la mar para huir nadando, y cuanto los -marineros remaban, y llegaba la barca junto á ellos, zabullíanse, como -hacen las aves de agua, é iban á salir por debajo del agua un tiro -de ballesta y dos desviados de la barca, por una parte ó por otra; y -esto duró más de grande media legua. Era una fiesta bien de ver, y -de harto pasatiempo y alegría, ver lo que trabajaban los marineros -en su barca por tomar alguno, y cuan en valde, pues á ningun indio -tomaron, y los indios todos se fueron riendo y mofando, á tierra, de -los marineros, y los marineros, vacíos y corridos, se volvieron á las -naos. Estuvieron aquí hasta 23 de Noviembre, adobando los navíos y -la vasija del agua, y, salidos, fueron hácia el Oriente, y llegaron -á una tierra llamada Guija ó Guiga, y salidas las barcas á tierra, -estaban ya esperando los cristianos sobre trescientas personas con -deseos de rescatar sus mantenimientos, y algunas joyuelas de oro que -traian en las orejas y narices; pero no quiso el Almirante parar allí -mucho, más sábado, á 26 del mismo mes, entraron en un portezuelo, -al cual puso el Almirante nombre Retrete, por su estrehura, porque -no cabian en él arriba de cinco ó seis navíos juntos, y la entrada -era por una boca de hasta quince ó veinte pasos de ancho, y de ambas -partes los arracifes que sobreaguaban, que son peñas como puntas de -diamantes, y la canal entre ellos era tan hondable, que, á allegarse -un poco á la orilla, pueden saltar en tierra desde las naos; y esto -fué principal remedio para no se perder los navíos, segun el angostura -era, y la causa deste peligro fué la relacion falsa que hicieron los -marineros que en las barcas entraron primero adelante á sondar ó -conocer la hondura que por allí habia y peligros, por el ansia que -tenian siempre de salir á tierra á rescatar ó contratar con los indios -de la tierra. Por esto parece que el puerto del Retrete no es el que -agora llamamos del Nombre de Dios, como arriba dijimos por relacion de -otros, sino más adelante, hácia el Oriente. Estuvieron aquí los navíos -nueve dias, por los vientos que corrian muy forzosos y contrarios. Al -principio de estos dias, venian los indios muy pacíficos y mansos, -con toda simplicidad, á hacer sus rescates con los cristianos, pero -despues que los españoles se salian sin licencia del Almirante de los -navíos, escondidamente, y se iban por las casas de los indios, y, como -gente disoluta y cudiciosa, les hacian mil agravios, diéronles causa -á que se alterasen de tal forma, que se hobo de quebrar la paz con -ellos, y pasaban algunas escaramuzas; y como ellos, de cada dia se -juntasen en mayor copia, osaban ya venir hasta cerca de los navíos, -que, como dijimos, estaban con el bordo á tierra, pareciéndoles que -podian hacer el daño que quisiesen, aunque les saliera bien por el -contrario, si el Almirante no tuviera siempre respecto á mitigallos -con sufrimiento y buenas obras. Todo esto dice don Hernando, hijo del -Almirante; donde parece quién fué y era la causa de que los indios -se escandalizasen y tuviesen por mala gente á los cristianos, y no -quisiesen con ellos paz. Parece tambien, si aquellas gentes, desde -su descubrimiento, fueran tractadas por amor y justicia, segun dicta -la razon natural, y prosiguiera siempre adelante con ellos la vía de -comercio y contratacion pacífica y moderada, y mucho más si fuera -cristiana, como justamente hobiéramos dellos todo lo que de oro y -riquezas tenian y abundaban, por nuestras cosillas de no nada, y cuánta -paz y amor entre nosotros y ellos se conciliara, y, por consiguiente, -cuán cierta y fácil fuera su conversion á Cristo, y cuánto la Iglesia -universal se gozara de tener tan infinitos hijos cristianos. Añide más -D. Hernando: «que, visto su demasiado atrevimiento, por espantallos, -mandaba tirar el Almirante alguna lombarda de cuando en cuando, y -que ellos respondian con gran grita, dando con sus bastones en las -ramas de los árboles, haciendo grandes amenazas y mostrando no tener -temor del sonido ó estruendo de las lombardas, pensando que debian -ser como los truenos secos sin rayos, no más de para causar espanto; -y, que porque no tuviesen tan gran soberbia, ni menospreciasen á los -cristanos, mandó que una vez tirasen una lombarda contra una cuadrilla -de gente que estaba junta y apeñuscada en un cerrito, y dando por medio -dellos la pelota, hízoles cognoscer que aquella burla era tambien rayo -como trueno, por tal manera, que despues, áun tras los montes, no se -osaban asomar.» Esto dice D. Hernando, y así parece que debia de haber -muerto algunos dellos la pelota de la lombarda; y, cierto, harta mal -enmienda de los escándalos que los españoles habian causado á aquellas -pacíficas gentes, y poco sufrimiento y ménos buenas obras en esto hizo -el Almirante, por no más de porque no tuviesen tan gran soberbia, y -no menospreciasen los cristianos, con la lombarda matallos, siendo -ellos primero escandalizados y agraviados, mostrándose tan pacíficos -y amigos, y los españoles, por el contrario, haber sido culpados, y -quizá muy culpados, lo que, por ventura, D. Hernando calla. Cierto, -mejor sufrimiento fuera castigar con rigor el Almirante á los que -los habian agraviado y escandalizado en presencia dellos, para que -pareciera pesarle dello, y ser sólos culpados aquellos, y con palabras -ó señas, y mucho más con dádivas y buenas otras obras, satisfacellos, -que no á grandes pecados añadir otros más detestables, con que mayores -daños les hicieron. Dice tambien D. Hernando, que la gente de aquella -tierra era la más bien dispuesta que hasta entónces se habia visto en -estas Indias; eran altos de cuerpo y enjutos, de muy buenos gestos. La -tierra toda rasa, y de mucha hierba y poca arboleda. En el puerto habia -grandísimos lagartos que salian á dormir en seco, los cuales lanzan de -sí un olor que parece que allí está todo el almizcle del mundo, y son -tan carniceros, que si hallan un hombre durmiendo en tierra, lo llevan -arrastrando al agua para comello, puesto que son muy cobardes y huyen -cuando son acometidos. Estos son los verdaderos cocodrilos de los que -se dice abundar el rio Nilo; hay muchos en los rios que salen á esta -mar que decimos del Norte, pero muchos más, sin número, en los que -corren á la mar del Sur. - - - - -CAPÍTULO XXIV. - - -Andando en esto habia grandes tempestades y contrarios tiempos, cuasi -siempre, unos dias más que otros; y viendo el Almirante impedirle los -tiempos Levantes y Nordestes, que son brisas fuertes, de ir adelante, -siguiendo la vía que llevaba del Oriente, lúnes, 5 dias de Diciembre, -determinó de volver atras, para certificarse de las minas del oro, -que ser muy ricas, en la provincia de Veragua, le habian dicho; así -que, aquel mesmo dia, llegó á Bel puerto, que serian hasta 10 leguas -al Occidente. Siguiendo su camino, el dia siguiente asoma un viento -gueste, que es Poniente, contrarísimo al camino que habia querido tomar -de nuevo, y próspero para el que llevaba y habia deseado por tres -meses, que lo puso en muy grande aprieto. No quiso tornar la vía del -Oriente, para la cual bien le sirviera, por la incertidumbre que cada -dia experimentaba de los vientos. Forcejó contra los vientos, crecióle -la tormenta, y anduvieron nueve dias sin esperanza de vida. Dice el -Almirante en la carta, que desde la isla de Jamáica escribió á los -Reyes, que nunca ojos vieron la mar tan alta ni tan brava, y la espuma -della que parecia arder en fuego. El viento estorbaba ir adelante y no -daba lugar para correr á la mar larga, ni para socorrerse con alguna -punta de tierra ó cabo. Un dia y una noche pareció que ardia en vivas -llamas el cielo, segun la frecuencia de los truenos y relámpagos y -rayos que caian, que cada momento esperaban de ser abrasados todos, y -los navíos hundidos á pedazos, segun los vientos eran espantables. Los -truenos eran tan bravos y tan espesos, que pensaban los de un navío que -los de los otros disparaban el artillería, demandando socorro porque -se hundian. Con todo esto eran tantas y tan espesas las lluvias y -aguas del cielo, que, en dos ni en tres dias, no cesaba de llover á -cántaros, que no parecia sino que resegundaba otro Diluvio. La gente de -los navíos estaba tan molida, turbada, enferma y de tantas amarguras -llena, que, como desesperada, deseaba más la muerte que la vida; viendo -que todos cuatro elementos contra ellos tan cruelmente peleaban. Temian -el fuego, por los rayos y relámpagos; los vientos unos contrarios de -otros tan furiosos y bravos y desmensurados; el agua de la mar que los -comia, y la de los cielos que los empapaba; la tierra por los bajos -y roquedos de las costas no sabidas, que, hallándose cabe el puerto, -donde consiste el refugio de los mareantes, por no tener noticia -dellos ó por no les saber las entradas, escogen los hombres ántes -pelear y contrastar con bravos vientos y con la espantosa soberbia -de la mar, y con todos los otros peligros que hay, que llegarse á la -tierra, que, como más propicia y á nosotros más agradable y natural, -entónces más deseamos. Sobrevínoles otro peligro y angustia, sobre -todos los relatados, y esta fué una manga que se suele hacer en la mar. -Esta es como una nube ó niebla que sube de la mar hácia el aire, tan -gruesa como una cuba ó tonel, por la cual sube á las nubes el agua, -torciéndola á manera de torbellino, que cuando acaece hallarse juntas -las naos, las anega y es imposible escapar. Tuvieron por remedio decir -el Evangelio de San Juan, y así la cortaron, y creyeron por la virtud -divina haber escapado. Padecieron en estos dias terribles trabajos, que -ya no habia hombre que pensase, por solos los cansancios y molimientos, -con vida escapar. Dióles Dios un poco de alivio dándoles un dia ó dos -de calmas, en los cuales fueron tantos los tiburones que acudieron á -los navíos, que les ponian espanto y no ménos en gran temor, tomándolos -por agüeros, algunos, que no fuese alguna mala señal. Pero, sin ser -agüero, podia ser señal natural, como las toninas ó delfines lo es de -tormenta cuando sobreaguan, como arriba en el capítulo 5.º dimos alguna -relacion. Hicieron grande matanza dellos con anzuelos de cadena, que -no les fueron poco provechosos para hacer bastimento, porque tenian -ya falta de viandas, por haber ya ocho meses que andaban por la mar, -y así consumido la carne y pescado que de España habian sacado, dello -comido y dello podrido por los calores y bochorno, y tambien la humedad -que corrompe las cosas comestibles por estas mares; pudrióseles tanto -el bizcocho, y hinchióseles de tanta cantidad de gusanos, que habia -personas que no querian comer ó cenar la maçamorra que, del bizcocho y -agua, puesta en el fuego, hacian, sino de noche, por ver la multitud -de los gusanos que dél salian y con él se cocian. Otros estaban ya tan -acostumbrados por la hambre á comerlos, que ya no los quitaban, porque -en quitarlos se les pasaria la cena; tantos eran. En este camino hácia -Veragua, en obra de 15, 20 ó 30 leguas, fueron cosas espantosas las -que con los tiempos contrarios les acaecieron. Salian de un puerto, -y no parecia sino que el viento contrario, de industria, los estaba -esperando como tras un canton, para resistillos. Volvian con la fuerza -dél hácia el Oriente; cuando no se cataban, venia otro que los volvia -impetuosamente al Poniente, y esto tantas y tan diversas veces, que no -sabia el Almirante ni los que con él andaban qué decir ni hacer. Por -todos estos temporales tan adversos y diversos, que parece que nunca -hombres navegantes padecieron en tan poco camino, como desde Bel puerto -hasta Veragua, otros tales, puso por nombre á aquella costa, la costa -de los Contrastes. En todo este tiempo, el Almirante padecia enfermedad -de gota, y sobre ella estas angustias y trabajos, y la gente, lo mismo, -enferma y fatigada, y la más desmayada. Finalmente, dia de los Reyes -del año siguiente de 1503, entraron en un rio, al cual los indios -llamaban Yebra, y el Almirante le puso por nombre Belem, por honra de -aquel dia que los tres Reyes Magos aportaron á aquel Sancto Lugar. -Adelante deste rio está otro, una legua ó dos, que los indios decian -Veragua; mandó el Almirante sondar la entrada del primero, que es con -cierto plomo mirar qué tantos palmos ó brazas tiene de hondo, y tambien -el de Veragua, y hallaron tener catorce palmos el de Belem, cuando es -llena la mar, y mucho ménos el de Veragua. Subieron las barcas por el -de Belem arriba, hasta llegar á la poblacion, donde tuvieron noticia -que las minas del oro estaban en Veragua, puesto que los vecinos della -se pusieron al principio en armas, no queriendo oir á los españoles -ni hablarles, ántes resistirles la entrada; el dia siguiente fueron -las barcas por el rio de Veragua, y los vecinos tambien dél hicieron -lo mismo apedillándose unos á otros con sus armas; no sólo por tierra -trabajaban de defender que no pasasen adelante, pero entrando en el -agua, mas como iba con los españoles un indio de aquella costa, que -entendia su lenguaje, apaciguólos, afirmándoles que aquellos eran buena -gente, y que no les querian tomar cosa de las suyas sin pagársela, -y así se aseguraron y comenzaron á rescatar y contratar con los -cristianos, de los cuales se hobieron hasta 20 espejos de oro y algunos -cañutos, como cuentas y granos de oro, por fundir. Los cuales, para más -lo encarecer, fingian que se cogia muy léjos en unas sierras ásperas, y -que cuando lo cogian, no comian, ántes se apartaban de sus mujeres, y -otros encarecimientos semejantes. - - - - -CAPÍTULO XXV. - - -Visto que el rio de Belem era más hondo para entrar los navíos, acordó -el Almirante de entrar en él, y así, lúnes, 9 de Enero, entraron los -dos navíos, y otro dia siguiente, por esperar que fuese plena mar, -entraron los otros dos que pedian más agua, puesto que no crece ni -mengua, con la mayor marea, más de dos palmos. Vinieron luégo los -indios á contractar con los cristianos de lo que tenian, especialmente -pescado, el cuál entra de la mar tan inmenso número á temporadas, -que parece cosa increible á quien no lo haya visto; traian tambien -oro que daban por alfileres, y lo que era de más cantidad y precio -trocaban por cuentas y por cascabeles. Y como toda la fama de la -riqueza de las minas, los indios atribuyesen á Veragua, el tercero -dia, despues de la entrada, salió el Adelantado á la mar con las -barcas, para subir por el rio de Veragua hasta el pueblo donde residia -el Rey de la tierra, llamado Quibia, el cual, sabiendo la ida de los -cristianos, descendió él y gentes con él, en sus canoas, á rescebirlos, -el rio abajo. Llegadas las canoas á las barcas, hiciéronse todos buen -rescibimiento, como si fueran hermanos. Dió el Rey al Adelantado de -las joyas de oro que traia, y el Adelantado al Rey de las bujerías -y rescates de Castilla, por manera, que los unos quedaron de los -otros muy contentos y amigos, y volvióse con sus canoas el Rey á su -pueblo, y el Adelantado con sus barcas á los navíos. El dia siguiente -vino el Rey á ver al Almirante á los navíos, y como habia poco que -platicar, por no entenderse las lenguas, despues de obra de una hora, -el Almirante le dió algunas cosas de Castilla, y los suyos rescataron -algunas joyas de oro por cascabeles, y sin muchas ceremonias se -despidió, y se fué como se vino. Estando así, los españoles muy -contentos y alegres, un mártes, 24 de Enero, súbitamente vino aquel -rio de Belem de avenida tan crecido, que, sin poderse reparar echando -amarras á los navíos, dió el ímpetu del agua en la nao del Almirante -con tanta violencia, que le hizo quebrar la una de las dos anclas que -tenia, y fué á dar con terrible furia sobre uno de los otros navíos, -que le rompió la contramesana, que es uno de los mástiles, y entena, -donde va cierta vela, y van garrando ambas á dos (esto es llevar las -anclas arrastrando), y daban los golpes y relanzaduras ó vaivenes de -una parte á otra del rio, que no perderse allí todos cuatro navíos -fué negocio divino. Esta súbita venida é inundacion deste rio debió -ser algun grande aguacero (como los hace muchos en estas Indias), que -debió llover en las montañas muy altas que están sobre Veragua, que -llamó el Almirante de Sant Cristóbal, porque el pico de la más alta -parece exceder á la region del aire, porque nunca se ve sobre aquel -nube alguna, sino todas quedan muy más bajas, y, á quien lo mira, -parece que es una ermita. Estará, por lo ménos, á lo que se juzga, -20 leguas la tierra dentro, todas de grandísima espesura. No sólo -este peligro grande allí tuvieron, pero, ya que quisieran salir á la -mar, que estaba de los navíos no media milla, era tanta la tormenta -y braveza de la mar, que habia fuera, que no se hobieran movido del -rio, cuando fueran hechos los navíos pedazos á la salida de la barra; -en la cual eran tantas las rebentazones que hacia la mar, que ni las -barcas pudieron salir, por muchos dias que duró, para ir á ver por la -costa el asiento y disposicion de la tierra, para hacer un pueblo de -españoles que el Almirante hacer determinaba, y haber nueva de las -minas, que era lo que hacia á su caso. Pasados los dias destos tiempos -adversos, y de afliccion harta para todos, y más para el Almirante, -ya que abonanzó la mar, lúnes, á 6 de Febrero envió al Adelantado con -68 hombres por la mar, hasta la boca del rio de Veragua, que distaba -una legua ó poco más, á la parte del Occidente, y fueron por el rio -arriba otra legua y media, hasta el pueblo de aquel señor que dijimos -llamarse Quibia, donde estuvieron un dia informándose del camino de -las minas. De allí, fueron cuatro leguas y media á dormir en par de -un rio, que pasaron cuarenta y tres veces; y otro dia legua y media, -y llegaron á las minas que les mostraron tres indios quel señor mandó -que con ellos fuesen por guias. Llegados, segun dice el Almirante en -la carta que escribió á los Reyes desde Jamáica, que las guías les -señalaron muchas partes alrededor, que abundaban en oro, hácia el -Poniente, en especial por 20 jornadas. Finalmente, los españoles, en -obra de dos horas que allí quisieron tardar, cada uno cogió su poquillo -de oro entre las raíces (porque todo es gran espesura de arboledas), -con lo cual todos se contentaron y vinieron muy alegres aquel dia al -pueblo, y otro á los navíos; estimando ser gran señal de las riquezas -de aquella tierra, por sacar tanto, aunque poco, en tan poco tiempo, y -careciendo de industria, que se requiere mucha para sacallo. Despues se -supo que aquellas minas no eran las de Veragua, que más cerca estaban, -sino las de Urirá, que era otro pueblo de sus enemigos, á las cuales, -diz que, por hacerles enojo, mandó guiar allá los cristianos; y añide -otra razon D. Hernando, conviene á saber, porque se aficionasen de -pasarse allá, y dejasen su tierra sin embarazos. Tornó el Almirante á -enviar al Adelantado otra vez á que entrase por la tierra, y la costa -abajo, hácia el Poniente, á especular lo que por la tierra habia; y -así, salió el Adelantado, juéves, á 16 de Febrero del dicho año de 503, -con 59 hombres, y una barca por la mar con 14. Los cuales, otro dia -por la mañana, llegaron á un rio llamado Urirá, seis ó siete leguas -de Belem á la parte del Occidente. Sabido que iban por el señor de -aquella tierra, salió á recibillos una legua, con hasta 20 personas, -y presentóles mucha comida y bastimento, y rescataron algunos espejos -de oro. Estando un rato allí donde se toparon, fuéronse todos juntos -al pueblo, indios y cristianos, de donde salió gran número de gente á -recibillos; y teníanles aparejada una gran casa, donde los aposentaron -y les presentaron muchas y diversas cosas de comer. Desde á poco vino -á visitallos el señor de Dururi, otro pueblo de aquel cercano, con -mucha gente que traian algunos espejos para rescatar. De los unos y -de los otros, se supo que habia, la tierra dentro, señores de pueblos -que tenian gran riqueza de oro, y que era gente armada como nosotros, -pero esto postrero, ya pareció que, ó los indios mintieron porque no -entrasen los españoles más dentro, ó no los entendieron como hablasen -por señas. En lo que toca lo primero, que tuviesen mucha suma de oro, -harta verdad fué, segun pareció despues cuando por aquella tierra -dentro, hácia la mar del Sur, anduvo la gente de Pedrarias, como, si -Dios quisiere, se dirá. Otro dia siguiente, determinó el Adelantado de -entrar por la tierra más ahorrado, vista la bondad y mansedumbre de los -indios y caridad con que rescibian los cristianos; para lo cual mandó -volver por tierra toda la gente á los navíos, y, con hasta 30 hombres, -prosiguió su camino hácia un pueblo llamado Cobraba, donde habia más de -seis leguas de labranzas de maizales, y de allí fué á otro pueblo que -se decia Cateba; en los cuales se les hizo buen rescibimiento, dándoles -mucho de comer, y rescatando algunos espejos de oro. Estos espejos -eran como unas patenas de cálices, algunas grandes, otras menores, que -pesarian 12 ducados, y algunas más, y otras ménos, las cuales traian -colgadas al cuello, con una cuerda de algodon, como nosotros traemos un -_Agnus Dei_. Y porque ya el Adelantado se alejaba mucho de los navíos, -y por aquella costa ó ribera de la mar, no se hallaba puerto ni rio -que fuese más hondable que el de Belem, para hacer asiento de pueblo, -volvióse por el mismo camino con mucha cantidad de oro que habia de los -indios rescatado. El cual fué rescibido con harta alegría de su hermano -el Almirante, como trujese tan buenas nuevas, y mejor muestra de haber -por aquella tierra tanta riqueza de oro. - - - - -CAPÍTULO XXVI. - - -Con este contentamiento, y esperanza del mucho bien que se creia -alcanzar de tierra tan opulenta, como esta se les habia mostrado ser, -y en la verdad lo era y agora lo es, deliberó el Almirante dejar su -hermano, el Adelantado, en ella, con la mayor parte de los españoles, -para que poblasen y sojuzgasen la gente della, entre tanto que él -volvia á Castilla, para les enviar socorro de gente y bastimentos. -Estas son palabras de su hijo D. Hernando, con las que se siguen. -Dióse, pues, luégo con suma diligencia, en la quedada del Adelantado, -señalándole 80 hombres que con él quedasen. Acompañáronse de 10 en 10, -más ó ménos, segun entre sí se concertaban, y comenzaron á hacer sus -casas en la orilla ó ribera del rio dicho, Belem, cerca de la boca que -salia á la mar, obra de un tiro de lombarda, pasada una caleta que está -á la mano derecha, como entramos en el rio, sobre la cual entrada está -un morro ó montecillo más alto que lo demas. Las casas eran de madera, -cubiertas de hojas de palma, entre las cuales hicieron una casa grande, -para que fuese alhóndiga y casa de bastimentos. En esta se metió -mucha municion y artillería, con todo lo demas que para el servicio y -sustentacion de los pobladores se requeria, puesto que lo principal -de los bastimentos, como era bizcocho, y vino, y aceite, y vinagre, y -quesos, y legumbres, porque otra cosa de comer no habia, se dejaba, -como en lugar más seguro, en uno de los navíos que habia de quedar -con ellos, así para servicio de la mar, como para la segundad de la -tierra (y este fué el primer pueblo que se hizo de españoles en tierra -firme, puesto que luego desde á poco vino en nada).[1] Quedábales -tambien mucho aparejo de redes y anzuelos para las pesquerías, que, -segun se dijo, eran maravillosas, por la infinidad del pescado que -aquella tierra abunda en los rios y en la mar, que, á tiempos, vienen -de paso diversas especies de pescados. Péscanlos los indios de diversas -maneras, que muestran en ellos industria y mejor ingenio; hacen muy -buenas y grandes redes, y anzuelos de hueso y conchas de tortugas, y, -porque les falta hierro, córtanlos con unos hilos de cierta especie -de cáñamo que hay en estas Indias, que en esta Española llamaban -cabuya, y otra más delicada, nequen, de la manera que los que hacen -cuentas cortan con una sierra de hierro delgada los huesos; y no hay -hierro que de aquella manera no corten. Tienen otra manera de pescar -unos pececitos, tan menudos como unos fideos que se hacen de masa -en Castilla, y en esta isla llamaban tití, la última aguda. Estos -acuden cada luna, por sus temporadas, á la costa, huyendo de los peces -grandes, hasta que llegan á la orilla, y allí los atajan los indios -con unas esterillas ó muy menudas redes, y toman cuantos quieren, -los cuales envuelven en unas hojas de árboles, de la manera que los -boticarios hacen los confites en papeles; pónenlos en el fuego y así -se asan como si fuesen en horno cocidos, y los guardan mucho tiempo -para sus comidas, mayormente para cuando andan camino. Tienen otra -pesquería de sardinas, cuasi como la dicha: vienen á sus temporadas -infinitos cardumes de sardinas, huyendo de los peces mayores que las -persiguen, y con tanta velocidad que saltan en la playa, dos y tres -pasos, infinitas, y así no tienen más trabajo de cogella, como hacian -el maná los judíos. Tómanla tambien por otro artificio, conviene á -saber, que hacen un seto de hojas de palma en sus canoas, desde la proa -hasta la popa, medio por medio, de altura de tres codos, y paséanse los -indios por el rio, golpeando con los remos en el borde de la canoa, y -la sardina, con temor que no sea otro pescado que anda por comella, -salta, por salvar la canoa, y topa en el seto, y cae dentro, y con esta -industria tomaban cuanta querian. De los xureles, sábalos, liças, y -otras especies de pescados, vienen de paso, á temporadas, infinitos, -que es maravilla lo que hay por aquellos rios; toman dellos abundancia, -y muy asado lo conservaban mucho tiempo. Hacian de maíz vino blanco y -tinto, como se hace la cerveza en Flandes ó en Inglaterra, echando en -él de las que ellos tienen por buenas especias; es de muy buen sabor, -aunque como unos vinos bruscos ó de Gascuña. Hacian tambien otro -vino de árboles, que parecen palmas, y así son especie dellas, los -troncos ó mástiles son lisos, muy llenos de espinas, como de puerco -espin; del cogollo destas palmas, que es como palmito, rallándolo y -esprimiéndolo sacan el zumo, de que hacian el vino, hirviéndolo con -agua y mezclándole sus especias; tiénenlo por muy precioso vino, y -por más costoso, y, si lo hobieran de vender, llevaran por ello mayor -precio; hacian otro de piñas, una fruta preciosa y odorífera, de que -hablamos largo en nuestra Historia apologética. Item, otros de otras -frutas hacian, en especial, de una que nasce en árboles altísimos, que -es como toronjas ó pequeñas cidras; tiene cada una dos y tres cuescos -como nueces, aunque no redondos, sino de la forma de ajos ó castañas, -la cáscara de la cual es como de granada, y viéndola fuera del árbol, -luégo luégo parece granada, salvo que no tiene coronilla, el sabor es -como de durazno ó de buena pera; dellas son buenas, dellas mejores, -como acaece en todas las otras frutas. Estando ya las casas hechas y -lo demas que convenia para el pueblo de los españoles que allí habian -de quedar, y el Almirante para salir del rio, y tomar su viaje de -Castilla, como aquel rio de Belem los habia puesto en gran peligro con -las inundaciones y sobra excesiva de agua, que por él venia, que por -poco les hobiera destruido los navíos todos, por el contrario, la falta -del agua que con las muchas bonanzas de los tiempos y sequedad que -sucedió, y la poca que el rio traia, la resaca y olas de la mar, tapó -con arena tanto la boca que, habiendo cuando entraron 14 palmos de -hondo, la cual hondura era tasada para que los navíos nadasen, cuando -querian salir hallaron no más de 10, y así se hallaron cercados y -aislados, sin algun remedio, sino sólo de Dios, suplicándole que diese -lluvias y abundancia de agua, como los dias pasados rogaban que diese -seca y no lloviese tanto; porque, con llover, esperaban que el rio, -trayendo más agua, desazolvaria la entrada ó salida y boca del rio á la -mar, como cada dia se ve y experimenta en los rios semejantes. - - - - -CAPÍTULO XXVII. - - -Como los indios vieron que los españoles hacian casas y pueblo, para se -quedar y morar en aquella tierra, sin con ellos comunicarlo ni pedilles -licencia, sino como en suelo y cosa suya edificar, y conociendo ya -sus importunidades, y los atrevimientos y daños que dellos ya habian -rescibido, y haber tomado algunos indios, en las tierras de atras, -por fuerza, que traian en los navíos, no sintieron bien de su nueva -poblacion, y así, dice aquel piloto, arriba nombrado, Pedro de Ledesma, -en el proceso susodicho, que los indios se alteraron en ver tomar -posesion en su tierra, y lo mismo dijo el Almirante en la carta que -escribió á los Reyes desde Jamáica, como ninguna gente hobiera del -mundo, por bárbara é inculta que fuera, que muy mucho mal no sintiera -dello y que lo consintiera, y que con armas y todas sus fuerzas no -lo resistiera: esto no há menester prueba, porque ningun hombre de -razon hay que no lo acepte y á boca dello no lo conceda. Y porque, -por ventura, conocieron de los indios algunas señales de descontento, -acordaron de adoballo con añidir mayores agravios y más injustos y -violentos, y éstos fueron prender al señor de la tierra, y su mujer y -hijos, para dalles las gracias del buen acogimiento que les hicieron, -y así D. Hernando, como hombre que alcanzó poco del derecho destas -gentes, y de tener por injusticias las primeras que su padre comenzó -en esta isla, contra los naturales della, segun que en el primer -libro queda declarado, dice aquí, que se tuvo noticia por vía del -intérprete, que, «Quibia, rey de Veragua, tenia deliberado de venir -secretamente á poner fuego á las casas y matar los cristianos, porque -á todos los indios pesaba mucho que poblasen en aquel rio, y pareció -que para castigo suyo, y escarmiento y temor de los comarcanos, era -bien prendello con todos sus principales, y traellos á Castilla, -y que su pueblo quedase en servicio de los cristianos.» Estas son -formales palabras de don Hernando. ¿Qué mayor insensibilidad puede ser -boqueada ni pensada? ¿Qué injuria hicieron los indios á los españoles, -pesándoles á todos mucho que quedasen á poblar en su tierra gente -barbada, inquieta, fiera, cuyas obras no sanctas ni de virtud, ántes -escandalosas, injustas y malas, habian ya experimentado? ¿Era medicina -para aplacar aquel pesar, prender al Rey y á su mujer y hijos, y á -sus principales, y que el pueblo quedase para servilles, para que -á él fuese castigo y ejemplo á los comarcanos? ¿Qué delitos habian -cometido? ¿Eran, por ventura, dalles de comer y con alegría recibillos -en sus casas? ¿Y quién habia constituido juez al Almirante, y con qué -jurisdiccion para castigallos? ¿Con qué autoridad y jurisdiccion, con -cuál causa legítima y con qué justicia el Almirante condenaba todo -aquel pueblo á que á los españoles sirviese, siendo tanto y quizá más, -sacada la fe y cristiandad, que ellos, libres? ¿Por ventura, no tenian -más potestad y jurisdiccion, y más jurídica y justa sobre él y sobre -los suyos, pues eran Reyes y señores naturales, y ellos les ofendian -en su territorio y violaban la fe ó fidelidad que debian al buen -hospedaje que en su tierra y casas se les hacia? Y por consiguiente, -si quemalles el pueblo, y hacelles guerra, y matallos deliberaban, -justamente hacer no lo podian. Cuanto más, que porque el intérprete -les dijese que hacer aquello querian, no se seguia, que verdad fuese, -como el Adelantado, despues, cuando los fué á prender, vido que no -tenian ese brio. El remedio que eran obligados á tomar ya que fuera -verdad, lo que el intérprete dijo, si lo dijo, porque quizá no lo -entendieron, pues ninguna cosa, sino por señas le entendian, fuera -procurar de aplacar al Rey y á sus indios, con obras buenas, y dádivas -que le dieran, y lo más seguro y obligatorio que hacer debieran era -salirse de la tierra y dejarlos, lo mejor que pudieran, contentos, y -hecho esto, irse á Castilla y dar nuevas á los Reyes, para que despues, -cuando volvieran rescatadores y tambien predicadores de la fe, los -hallaran tambien quietos y satisfechos, y, con alegría, como á ellos -los recibieron, los recibieran. Pero no fueron dignos de ser alumbrados -para no caer en tan intolerable yerro, pues no pretendian sino buscar -oro por su propio interés y cudicia, errando cerca de los primeros -principios. Tornando á la historia que D. Hernando prosigue diciendo, -que para el efecto de la seguridad de aquellos que querian quedar en -aquel pueblo, el Adelantado con 74 hombres, á 30 de Marzo, fué al -pueblo de Veragua, que no tenia las casas juntas, sino desparcidas -como en Vizcaya, y como el rey Quibia supo que estaba el Adelantado -cerca, envióle á decir que no subiese á su casa, la cual estaba en un -altillo sobre el rio de Veragua. El Adelantado no curó de lo que se le -decia, y porque no se le huyese de temor suyo, acordó de ir con solos -cinco, dejando mandado á los que quedaban, que á trechos, de dos en -dos, se fuesen acercando, y que en sintiendo el sonido de la escopeta, -que agora llaman arcabuz, haciendo ala, rodeasen la casa porque nadie -se les escapase ni huyese. Aquí parece si aparejaba el Rey de matar -los españoles, pues el Adelantado llegó seguro con cinco compañeros, y -hizo lo que hizo. Así que, como ya llegase cerca de la casa del cacique -Quibia, envió otro mensajero diciéndole que no entrase en ella, porque -él saldria aunque estaba herido, y esto, diz que, hacian ellos porque -no viesen sus mujeres, que son celosos sobre manera, y así salió á -la puerta y se asentó diciendo, que sólo el Adelantado se allegase; -el cual fué, dejando proveido que cuando viesen que le asía por el -brazo, arremetiesen, y como llegó, comenzóle á hablar, preguntándole -de su indisposicion y de otras cosas de la tierra, mediante un indio -que traian tomado atras, que les parecia que algo lo entendian. El -Adelantado, fingiendo que señalaba dónde la herida tenia el Rey, asióle -de una muñeca, y como ambos fuesen de grandes fuerzas, túvolo tanto -cuanto bastó para que llegasen los cuatro españoles, y el otro soltase -la escopeta, y así acudieron todos los demas de la celada, y, llegados, -entran en la casa, donde habria 50 personas, entre chicas y grandes, -de los cuales fueron presos los más, entre los cuales hobo algunos -hijos y mujeres del mismo rey Quibia, y otras personas principales, que -ofrecian gran riqueza, diciendo que en el monte ó cierto lugar estaba -el tesoro, y que todo lo darian por su rescate. Esta fué la hazaña que -allí entónces hizo el Adelantado, con otras más. Pero porque ántes que -la tierra se apedillase, dióse priesa en enviar la presa, tan injusta -de aquellos inocentes, á las naos, él quedó, con la mayor parte de -la gente, para correr y perseguir y prender los demas parientes y -vasallos que se habian de sus violentas manos escapado. Platicando con -los que consigo tenia, quién llevaria la cabalgada á los navíos en -una barca, ofrecióse un piloto, tenido por hombre de buen recaudo, al -cual entregaron el Rey atado de piés y manos; y, avisándole que mirase -mucho no se le soltase, respondió quél lo tomaba á su cargo, y que, -si se le fuese, que le pelasen las barbas. Partido con él, y con los -demas, por el rio abajo, no faltando más de media legua de la boca para -entrar en la mar, comenzóse mucho á quejar el Rey del atadura de las -manos, y él, de lástima, desatóle del banco de la barca donde venia -reatado, teniéndolo de la trailla con buen recaudo, mas desde á poco -dió de presto consigo en el agua; él, no pudiendo retener la trailla, -por no ir tras él, acordó de soltallo, y así se escapó de sus manos. Y -porque ya era anochecido y con el rumor y movimientos de los demas que -llevaban en la barca, no pudieron ver ni oir á dónde iba á salir, por -manera, que nunca más dél pudieron saber cosa, y porque no le acaeciese -otro desman con los otros que llevaban presos, acordaron de no parar -hasta los navíos, harto avergonzados de haberles así el Cacique -burlado. El dia siguiente, que fué 1.º de Marzo, viendo el Adelantado -que sería trabajo demasiado seguir por tierra montuosa, como aquella -es, el alcance, acordó volverse á los navíos muy alegre de su hazaña, -con el despojo que habia robado en la casa del rey Quibia, que serian -obra de 300 ducados, en espejos y aguilillas y cañutillos, como cuentas -de oro, que se ponen á los brazos y piernas en hilos ensartados, y en -unas tiras de oro que traen al rededor de las cabezas, en manera de -corona, todo lo cual presentó al Almirante. De lo cual, diz que, sacado -el quinto para Sus Altezas, repartióse lo demas por los que fueron á la -entrada, como si fuera de muy buena guerra, contra turcos, apregonada; -y lo bueno es que añide D. Hernando, que, por señal de aquella tan -singular victoria, se dió una corona al Adelantado. Maravillosa, -cierto, fué por aquellos tiempos la ceguedad que, cerca del venir -á estas tierras y tratar á las gentes dellas como si fueran las de -África, en los entendimientos, primero del Almirante, y despues de los -demas, se hobo enjendrado. Pero pluguiera á Dios que en aquellos siglos -parara, y no estuviera hoy el mundo della estragado. - - - - -CAPÍTULO XXVIII. - - -En estos dias envió Dios muchas lluvias, y creció el rio y abrió la -entrada en la boca para que los navíos pudiesen salir á la mar, y así, -determinó el Almirante de se volver á Castilla con los tres navíos, -dejando el uno á su hermano el Adelantado, y á los que con él quedaban -en el pueblo, que allí, en Veragua, determinaron hacer, como es dicho. -Tambien pensó venir por esta isla Española, y de aquí enviarles el -socorro que pudiese. Salió, pues, con los tres navíos, fuera del -rio, á la mar, despedido de su hermano y de los demas, echadas sus -anclas una legua de la boca, esperando que hiciese buen viento para -proseguir su viaje. No faltó cierta ocasion, para, entre tanto, enviar -la barca á tierra el rio arriba, y esta fué tomar agua y otras cosas -que debiera el Almirante querer á su hermano proveer; y como el rey -Quibia, que de la prision en el rio, llevándolo á los navíos, se habia -escapado, quedase della y de la de su mujer y hijos, y los otros -suyos tan lastimado, y de los otros agravios, y viese salidos los -tres navíos y el Almirante, ó, por ventura, no esperaba que saliesen, -sino, cuando tuvo su gente recogida y aparejada, vino sobre el pueblo -de los españoles, al mismo punto que llegaba por allí la barca, y -hízolo tan secreto que no fué sentido hasta que estaba del pueblo -diez pasos, por la mucha espesura del monte que al pueblo cercaba, y -arremeten con tan gran ímpetu y alarido, que parecian romper los aires. -Y como los españoles estaban descuidados, lo que no debieran, pues -sabian los daños tan graves que habian cometido á quien no les habia -hecho agravio, ántes recreado, y debieran temer que los agraviados -no se descuidaban, y las casas eran cubiertas de paja ó de palmas, -tirábanles las lanzas, que eran palos tostados con puntas de huesos -de pescado, que las clavaban áun por las mismas paredes de las casas, -que pasaban de claro en claro, y así, en breve tiempo, habian á algunos -bien lastimado. El Adelantado era hombre valeroso y de mucho ánimo, -y, con siete ó ocho españoles que á él se allegaron, hizo varonil -rostro, animándolos de manera que retrujeron á los indios, hasta que, -en el monte, que estaba, como se dijo, cerca, los encerraron. De allí -tornaban los indios á hacer algunas arremetidas tirando sus varas y -recogiéndose, como suelen hacer los que juegan, entre nosotros, cañas; -y cierto, sus guerras, como carezcan de hierro y de todas armas que -de hierro se hacen, poco más sangrientas son que juegos de cañas, si -no es cuando los españoles son tan pocos y tan desarmados, y en pasos -peligrosos, y todo es acaso y muy pocas veces en muchos años. Pero como -siempre, por la dicha causa, los tristes desnudos y desarmados, han -de llevar, como siempre llevaron, la peor parte, como los españoles -los lastimasen con las espadas, donde quedaban sin piernas y barrigas, -y cabezas, y sin brazos, y en especial de un perro lebrel que tenian -los españoles, que rabiosamente los perseguia y desgarraba, pusiéronse -en huida, que es su principal arma, dejando un español muerto y siete -ú ocho heridos, pero de ellos bien se puede creer, que no recibieron -chico estrago. Uno de los heridos fué el Adelantado, á quien hirieron -por los pechos con una de sus lanzas, y al cabo no le hizo mucho -daño. Los de la barca paráronse á mirar la pelea, no queriendo salir -á ayudallos estando cuasi junto á la orilla del rio, respondiendo -el Capitan dellos á los que lo reprendian, que por temor que los de -tierra, queriendo huir á la barca, la anegaran y así se perdieran -todos, y tambien porque, como aquella barca fuese de la nao del -Almirante, perdiéndose quedaba el Almirante á gran peligro en la mar, -donde estaba, siendo costa brava; y en la verdad, cualquiera barca, ó -navío sin barca, grandes y ciertos son los peligros que pasa, y así, -decia que no queria hacer otra cosa más de lo que el Almirante le -mandaba, que era llevar agua. El Capitan, queriendo despacharse presto -con su agua, para llevar al Almirante la nueva de lo que pasaba, -subióse el rio arriba, hasta donde no llegaba ni se mezclaba con la -dulce el agua salada, puesto que, por el peligro que habia de las -canoas de los indios, le amonestaron algunos que no pasase adelante; -respondió que aquel peligro él no lo temia pues á él habia salido, y -fuera, por el que le podia mandar, enviado. Prosiguió el rio arriba, -que es muy hondable, de una parte y de otra de monte y arboledas, hasta -dentro del agua, muy cerrado, si no es algunas senditas que los indios -tienen hechas para descender á pescar, y donde meten y esconden sus -canoas. Como los indios viesen la barca una legua desviada del pueblo, -el rio arriba, salieron de una parte y de la otra, de lo más espeso de -las riberas, con muchas de sus canoas, que son muy ligeras, con grandes -alaridos y bocinas, muy seguros, y comenzaron á cercar la barca, que no -llevaba sino siete ó ocho remadores, y el Capitan con otros dos ó tres -sobresalientes, que no podian mampararse de la lluvia de las lanzas -que los indios les echaban, con las cuales hirieron los más de ellos, -y entre ellos al Capitan, al cual dieron muchas heridas, y, con ellas, -de animar los suyos valientemente no cesaba; pero, como eran combatidos -de todas partes, sin se poder menear ni aprovecharse de las lombardas -que en la barca llevaban, ninguna industria ni esfuerzo del Capitan, -ni las fuerzas de todos juntos, les aprovechó nada. Finalmente, dieron -con una lanza por el ojo derecho al Capitan, de que cayó muerto, y así -los demas, infelicemente, allí acabaron. Uno sólo, por caer al agua en -el hervor de la pelea é irse por debajo nadando, salió á la orilla, -donde los indios no lo vieron, y éste llevó al pueblo la nueva del -desastre de la barca. Sucedió en ellos tan gran descorazonamiento y -desmayo, viéndose tan pocos y los más heridos, y aquellos muertos, y el -Almirante fuera, en la mar, sin barca, y á peligro de no poder tornar -á parte donde les pudiese venir ó enviar socorro, que, perdida toda -esperanza, determinaron de no quedar en la tierra; y sin obediencia ni -deliberacion, ni mando del Adelantado, pusieron su ida por obra, y se -entraron en el navío para salirse fuera á la mar, pero no pudieron -salir porque la boca se habia tornado á tapar. Tampoco pudieron enviar -barca ni persona que pudiese dar aviso al Almirante de lo que pasaba, -por la gran resaca y quebrazon ó reventazon de las olas de la mar, -que á la boca quebraba, y el Almirante no padecia chico peligro donde -estaba surto con su nao, por ser aquella costa toda brava, y estar sin -barca, y la gente que tenia ménos, que los indios en la barca mataran; -y así, todos, los de tierra y los de la mar, estaban puestos en grande -angustia, peligro y sospecha, y demasiado cuidado. Añadióse, al temor -y daños rescibidos de los que estaban en tierra, ver venir á los de la -barca muertos el rio abajo, con mil heridas, y sobre ellos numerosa -cantidad de cuervos, ó unas aves hediondas y abominables, que llamamos -auras, que no se mantienen sino de cosas podridas y sucias, las cuales -venian graznando y revolando, comiéndolos, como rabiando; cada cosa -destas era tormento, á los de tierra, intolerable, y no faltaba quien -cada una dellas tomase por agüero, y estuviese con sospecha de que, con -desastrado fin, la vida se le acabase. Y ésto más se lo certificaba -ver los indios, que, con la victoria, mayor esfuerzo y confianza de -los acabar, de hora en hora, cobraban, no dejándolos resollar un sólo -credo, por la mala disposicion del pueblo, que mucho los desayudaba; -y todavía los acabaran, si no tomaran por remedio de pasarse á una -gran playa escombrada, á la parte oriental del rio, á donde hicieron -un baluarte de sus arcas y de pipas de los bastimentos, y asestaron á -trechos su artillería, y así se defendian, porque no osaban los indios -asomar fuera del monte, temiendo el daño que las pelotas les hacian, -tiradas con las lombardas. - - - - -CAPÍTULO XXIX. - - -No sin gran cuidado, sospecha y angustia estaba el Almirante viendo que -habia diez dias que la barca enviara, y que della ni de los del pueblo -sabia cosa ninguna, temiendo tambien su gran peligro, por el lugar, tan -ajeno de seguridad, donde tenia su nao y los otros navíos, mayormente -careciendo de su barca, que, como queda dicho, es uno y quizá el sumo -de los peligros. Esperaba que amansase la mar para enviar otra barca, -que supiese la causa de la tardanza de la primera, y tambien saber de -la disposicion de los del pueblo, temiendo siempre no les hobiese algo -adverso acaecido. Sobrevínole otro dolor que acrecentó los cuidados -que ántes tenia; que los hijos y deudos del rey Quibia, que estaban -presos en uno de los dos navíos para llevarlos á Castilla, se soltasen -por gran maravilla. La industria que tuvieron para se soltar, fué -aquesta: como los encerraban de noche debajo de cubierta, y cerraban el -escotilla (que es la boca cuadrada, de obra de cuatro palmos en cuadro, -con su cobertura, y por encima della echan una cadena con su candado y -llave, de manera, que es como si metiesen los hombres en un pozo ó en -una sima, y los tapasen con cierta puerta con su llave por encima); en -aquel navío, y comunmente en los grandes, la escotilla está más alta -que un estado, y algunas veces que dos, y como los indios no podian -alcanzar á lo alto de la escotilla, llegaron muy sotilmente muchas -piedras, del lastre del navío, en derecho de la boca del escotilla, -de que hicieron un monton, cuanto los pudo levantar á que alcanzasen -arriba, y porque dormian ciertos marineros encima de la escotilla, no -echaban la cadena, porque les lastimara si la pusieran: júntanse todos -los indios una noche, y, con las espaldas afirmando por debajo, dan -un gran rempujon, que dieron con la escotilla, y con los marineros -que dormian encima, de la otra parte del navío, y saltando muy de -presto, dieron consigo en la mar, los principales de todos ellos, pero -acudiendo la gente del navío al ruido, muchos dellos, no tuvieron lugar -de saltar, y así, cerrando prestamente la escotilla los marineros, -echaron la cadena, y quedaron debajo los tristes, los cuales, viéndose -desesperados, y que ya no podian tener remedio para escaparse de las -manos de los españoles, y que nunca verian ya sus mujeres y hijos, ni -se verian en libertad, con las cuerdas que pudieron haber, los hallaron -por la mañana todos ahorcados, teniendo los más dellos los piés y las -rodillas por el plan, que es por las postreras tablas del navío, y -por el lastre, que son las piedras que están sobre ellas, porque no -habia tanta altura para poderse ahorcar, y, en fin, desta manera se -ahorcaron, y así, de los presos de aquel navío, ninguno se escapó de -muerto ó huido. Todo esto dice D. Hernando, de donde parece que más -presos debian tener en los otros navíos. Dice más D. Hernando: «que, -aunque la falta de aquellos muertos é idos no hiciese en los navíos -mucho daño, parecia que, demás de acrecentarse las desdichas, podria á -los de tierra recrecerse, que, porque quizá el Cacique ó señor Quibia, -por razon de haber sus hijos, holgara de tomar paz con los cristianos, -y viendo que no habia prenda por quien temer, les haria más cruda -guerra.» Por lo cual parece la poca cuenta que D. Hernando hace de los -crímenes que allí se hicieron, prendiendo tan injustamente aquella -gente, y de haber sido causa de que aquellos tristes se ahorcasen, y -de tan grande escándalo como quedó por toda aquella tierra, é infamia -del nombre cristiano. Y es aquí de no pasar sin hacer alguna reflexion, -y considerar qué aparejo hallaran los predicadores del Evangelio, -que despues á predicar por ella fueran, y qué fama de cristianos; -y si fueran culpables, porque á todos los mataran, no queriendo, y -aborreciendo oir nuevas ni palabras de Jesucristo, por ser Dios de -los cristianos. Tambien se considere aquí, si Quibia, rey de aquella -tierra, tuvo derecho y justicia de hacer la guerra que hizo á los -del pueblo y á su Capitan, el Adelantado. Item, si era maravilla -que ocurriesen las desdichas que D. Hernando dice, al Almirante y á -toda su compañía, y que todos los elementos y cielos, y lo que en -ellos se contiene, le fuesen contrarios, haciendo él y los suyos á -aquellas gentes inocentes, que nunca le hicieron injuria ni daño, tan -irreparables daños y execrables injurias é injusticias. Tornemos al -hilo de lo que refiere D. Hernando. Como el Almirante y los que con él -estaban, con tantos adversos acaecimientos y sospechas estuviesen tan -atribulados y á merced de las amarras, que era, como dicho es, grande -peligro, sin saber de la barca y de los del pueblo, no faltó quien -se ofreciese á decir, que, pues aquellos indios, por sólo salvar sus -vidas, se habian atrevido á echarse á la mar, estando más de una legua -de tierra, que ellos, por salvarse á sí y á tanta gente, se atreverian -á salir á nado, si con una barca que quedaba los llevasen hasta donde -las ondas no reventaban. Visto por el Almirante la buena voluntad y -ánimo de aquellos marineros, holgóse mucho, y aceptó su ofrecimiento; -mandó que fuese la barca y los llevase hasta un tiro de escopeta, de -tierra, porque sin gran peligro no podia llegarse más cerca de la -tierra, por las grandes ondas que en la playa reventaban. Desde allí, -Pedro de Ledesma, piloto de Sevilla, de que arriba hemos hecho mencion, -fué el que osó echarse á nado, y, con varonil ánimo, cuándo encima y -cuándo debajo de los andenes, ó rengleras de las ondas de la mar, que -iban reventando, hobo de salir á tierra, donde supo el estado todo de -la gente, y como afirmaban generalmente, que ningunos quedarian en -ella tan vendidos y á tanto peligro, sin remedio, como allí estaban, -y por esta causa suplicaban al Almirante que no se partiese sin -recogerlos, porque era dejallos condenados á la cierta muerte, si -allí los dejaba, los cuales ninguna cosa trataban sino de aparejarse, -para en ablandando el tiempo meterse en algunas canoas que tenian de -indios, é irse á los navíos, porque con sola una barca que les habia -quedado no lo podian hacer; y protestaban, que si el Almirante no lo -hiciese, que ellos se meterian en el navío que les quedaba, y se irian -por esa mar, poniéndose á cualquiera peligro, donde la ventura los -echase, y no faltaban ya entre ellos algunos motines y desobediencias -al Adelantado y á los otros Capitanes. Con estas nuevas, y respuesta ó -disposicion dellos, se volvió como vino aquel piloto, Pedro de Ledesma, -nadando, á la barca que por allí le esperaba, y lo tomaron, y fué á dar -relacion de todo lo que pasaba al Almirante. Sabido por el Almirante el -desbarate y muertes de los que perecieron en la barca, y la indignacion -de los indios contra ellos, y que no se podia fácilmente aplacar como -estuviesen tan lastimados y agraviados, la disposicion y propósito de -no querer quedar los Españoles, que le movió principalmente más que -otro de los dichos inconvenientes, determinó de los recoger, aunque -no sin gran peligro, por tener los navíos en costa tan brava, sin -algun abrigo ni esperanza de salvarse á sí y á ellos, si el tiempo -más arreciara. Quiso Dios, por su bondad, que dentro de ocho dias que -allí estuvo, á beneficio sólo de las amarras, el tiempo abonanzó, y -los de tierra, con su barca y con dos canoas grandes, atadas una con -otra porque no se trastornasen, pudieron comenzar á recoger sus cosas, -procurando cada uno de no se dormir para el embarcar; y así, en obra -de dos dias, no quedó cosa en tierra de cuanto tenian, si no fué el -casco del navío, que por la mucha bruma estaba innavegable. Todos así -embarcados, se hicieron á la vela en los tres navíos, tomando el camino -por la costa arriba del Levante; llegaron á Bel puerto, y allí fueron -forzados á desmamparar el un navío, por la mucha agua que hacia, que no -podian vencer ni agotar. De allí pasaron arriba del puerto del Retrete, -á una tierra que tenia junto muchas isletas, que el Almirante llamó las -Barbas, y creo que hoy es el que pintan en las cartas el golfo de San -Blás; y cuando no nos cataremos, estos que hacen cartas les pornán de -Sant Nicolás, segun cada dia se escriben novedades. Pasaron más diez -leguas adelante, y aquí fué lo postrero que de tierra firme vieron, -y aquí la dejaron. De lo cual parece que no puso el Almirante nombre -al puerto que hoy llamamos de Cartagena, segun algunos han dicho; lo -uno, porque de donde dice D. Hernando que dejaron la tierra firme al -puerto de Cartagena hay buenas 60 leguas, lo otro, porque es claro que -si allí hobieran llegado, y pusiera nombre puerto de Cartagena á aquel -puerto, como fuese cosa harto señalada, que, pues decia otros nombres -que ponia el Almirante á lugares no tan principales, D. Hernando este -no callara. Yo creo que aquel nombre debió poner Rodrigo de Bastidas, y -Juan de la Cosa, ó quizá Cristóbal Guerra, que fueron los que aquella -tierra, primero que otros, descubrieron y cognoscieron, y tambien la -escandalizaron. Dejada, pues, la tierra firme, 1.º de Mayo de 1503, -volvieron la vía del Norte, para tomar la isla Española, y á cabo de -diez dias, ó á 10 del dicho mes, fueron á dar sobre dos isletas, que -ellas llenas, y la mar en rededor della, eran cuajadas de tortugas, -que parecia todo unos peñascales, por cuya causa les puso el Almirante -por nombre las Tortugas. Estas isletas, son las que hoy llaman en las -cartas del marear, los Caimanes que están, al Poniente, 25 leguas -ó poquitas más, de Jamáica, y 45 al Sur de la isla de Cuba, porque -en todo aquel camino que el Almirante agora anduvo no hay otras. -Yendo todavía el camino del Norte, adelante de las isletas dichas, -30 leguas, fueron á surgir al Jardin de la Reina, que son un gran -número de isletas, juntas á la isla de Cuba por la parte del Sur ó -Mediodia. Estando allí surtos, casi á 10 leguas de Cuba, con mucha -hambre y trabajo porque no tenian que comer sino bizcocho y algun -aceite, y muy poco vinagre, trabajando de dia y de noche, con tres -bombas, echando agua fuera, porque se iban los navíos á fondo, comidos -de bruma, sobrevínoles una noche tan grande tormenta, que garró el un -navío sobre el del Almirante, que es arrastrar las anclas, y juntarse -un navío sobre otro, que hizo pedazos toda la proa, y á sí mismo, el -navío, la popa; rompiéronse los cables ó maromas de las anclas, y fué -grande el peligro y riesgo que padecieron aquella noche. Salieron de -allí, é llegáronse á la tierra de Cuba, y aportaron á un pueblo de -indios, llamado Macáca, la media sílaba luenga, donde tomaron refresco -de caçabí, y otras cosas que los indios les dieron, creo que de buen -grado, porque tal era la gente de aquella isla, no ménos que las otras. -Salidos de allí, fueron en demanda de la isla de Jamáica, porque los -vientos y corrientes no los dejaban ir á la Española; iban los navíos -tan abiertos, que se les iban al fondo, que por ninguna fuerza ni -industria bastaba á vencer el agua con tres bombas cada navío, y en -alguno llegaba el agua cerca de la cubierta. La víspera de Sant Juan -llegaron á un puerto de Jamáica, llamado Puerto Bueno, y aunque bueno -para contra la tormenta de la mar, pero malo para se mamparar de la -sed y de la hambre, porque ni agua ni poblacion de indios alguna -tenia. Pasado el dia de Sant Juan partieron para otro puerto, llamado -Santa Gloria, con el mismo peligro y trabajo, en el cual entrados, no -pudiendo ya más sostener los navíos, encalláronlos en tierra lo más -que ser pudo, que seria un tiro de ballesta della, juntos el uno con -el otro, bordo con bordo; y con muchos puntales, de una parte y de -otra, los firmaron de tal manera, que no se podian mover, los cuales -se hinchieron de agua casi hasta la cubierta, sobre la cual, y por -los castillos de popa y proa, se hicieron estancias donde la gente se -aposentase. - - - - -CAPÍTULO XXX. - - -Puestos sus navíos así á recaudo, y haciendo dellos su morada, luego -los indios, que era buena gente y mansa (éstas son palabras de D. -Hernando, que allí estaba), vinieron en sus canoas á venderles de -sus cosillas é bastimentos, con deseo que tenian de haber de las de -Castilla, y, porque no hobiese debates ó rencillas entre los españoles, -por las compras, y unos tomasen más de lo que habia menester, y á otros -faltase lo necesario, constituyó el Almirante dos personas que tuviesen -cargo de la compra ó rescate de lo que los indios trujesen, y que cada -tarde, por sus suertes, dividiesen por la gente de los navíos lo que -hobiesen aquellos rescatado, porque ya en los navíos no tenian cosa con -que se mantener. Habiánseles gastado los bastimentos, dellos que habian -comido, dellos que se les habian podrido, y dellos que se perdieron -al embarcar con la prisa en el rio de Belem; y dice D. Hernando, -que les suplió Nuestro Señor aquella falta con llevarlos á aquella -isla, que entónces estaba muy poblada de indios, y floreciente de -mantenimientos, y deseosos de sus rescates, con cuya codicia de todas -las comarcas venian á rescatar de lo que tenian. Para efecto desto, y -porque los españoles no se desmandasen por la isla, quiso el Almirante -fortalecerse en la mar y no hacer asiento en tierra, porque segun -somos, dice D. Hernando, descomedidos, ningun castigo, ni mandamiento -bastara para detener la gente que no se fuera por los lugares y casas -de los indios, y les tomaran lo que tenian, y provocaran á sus mujeres -é hijas, de modo que no pudieran dejar de haber con ellos muchas -contiendas y revueltas, y se perdiera nuestra amistad, é hobiéramos -de tomar por fuerza la comida, y nos viéramos en gran necesidad ó -aprieto, lo cual no hobo por estar la gente encastillada en los -navíos, de donde no podian salir sino por cuenta y con licencia, lo -cual fué á los indios más agradable, que por cosa de muy poco precio, -nos traian lo necesario, porque si eran una ó dos hutias, que son como -conejos, dábaseles tanta hoja de laton como el cabo de una agujeta, y -si eran tortas de pan, á que llaman caçabí, hecho de raíces ralladas, -dábaseles dos ó tres contezuelas verdes ó amarillas, y si era cosa -de más calidad lo que traian, dábanles un cascabel. Á las veces, á -los Reyes y principales señores se les daba un espejuelo ó un bonete -colorado, ó unas tijeras, por tenelles muy contentos; remediados y -fuera de laceria quedaban con estas dádivas. Rescató el Almirante diez -canoas para servicio de los navíos encallados, y de la gente que en -ellos con él estaba. Con esta órden de rescate y manera de conversar -con los indios, estaba la gente española bien proveida y abastada -de mantenimientos, y los indios, sin pesadumbre de la vecindad y -conversacion dellos, los comunicaban. Concertada su vida de la manera -dicha, tractaba el Almirante con los principales españoles, qué remedio -tendrian para salir de aquella cárcel, y al ménos llegar hasta esta -isla Española. Veíanse casi de todos los remedios humanos privados; de -venir navío por allí alguno, por entónces, no se podia esperar, sino -sólo por divino milagro; hacerlo de nuevo, faltábales todo lo más de -lo que para hacello era necesario, mayormente oficiales. Despues de -muchos dias, y muchas veces los convenientes ó inconvenientes peligros -y remedios platicados y comunicados, fué la final conclusion, en que -el Almirante se resolvió, hacer saber al Comendador Mayor, que aquesta -isla gobernaba, y al hacedor que el mismo Almirante aquí tenia, de la -manera que en Jamáica él y su gente aislado quedaba, para que se le -enviase un navío de las rentas que tenia en esta isla, proveido de -bastimentos y de lo demas necesario, para en que acá pasasen. Para este -negocio, no poco dificultoso, nombró dos personas de cuya fidelidad y -esfuerzo, y cordura, él tenia confianza, porque para ponerse á tanto -peligro, entrando en canoas, barquillos de un madero, para pasar un -golfo tan grande, que de punta á punta, de Jamáica á esta isla, tiene -20 y 25 leguas, sin otras 35 que habia desde donde estaban hasta la -dicha punta oriental de Jamáica, necesario era esfuerzo de buen ánimo, -y prudencia, y fidelidad no ménos para lo que se les encomendaba. En -este golfo hay sólo una isleta ó peñol, que está ocho leguas desta -isla Española, llamada Navasa. Fué aquesta empresa, de pasar á esta -isla de aquella, obra de gran esfuerzo y generoso ánimo, porque las -canoas facilísimamente se trastornan poco ménos que una calabaza, -como sean un palo cavado y no tengan un palmo de vivo; los indios -no padecen en ellas casi peligro, porque si se trastornan, échanse -á nado, y con calabazas echan el agua fuera, y tórnanse á entrar en -ellas, porque no se hunden, sino andan sobre el agua, como sean de -un palo. Estas personas fueron, un Diego Mendez de Segura, que habia -venido por Escribano mayor de aquella flota, persona bien prudente, y -honrada, y muy bien hablada, la cual yo muy bien cognoscí, é la otra, -un Bartolomé de Flisco, ginovés, tambien digno de aquel mensaje. Cada -uno destos dos se metió en su canoa con seis españoles de compañía y 10 -indios que remasen; al Diego Mendez mandó que, llegado á esta ciudad -de Sancto Domingo, pasase á Castilla, con sus cartas, á dar cuenta á -los Reyes de su viaje; al Bartolomé Flisco, que llegase hasta tomar -tierra de esta isla Española, y de allí se volviese á Jamáica, para -dar cuenta como Diego Mendez habia pasado adelante. Habia desde do -quedaba el Almirante con su gente, á esta ciudad de Sancto Domingo, 200 -leguas largas. Escribió á los Reyes una larga carta, cuyo traslado yo -tengo al presente, dándoles cuenta de todo su viaje, de las angustias, -trabajos, peligros y grandes adversidades que le habian ocurrido, de -la tierra que de nuevo habia descubierto, y de las minas ricas de -Veragua, repitiendo los servicios que habia hecho á Sus Altezas en el -descubrimiento deste mundo nuevo, y trabajos en él pasados, llorando -su prision y de sus hermanos, y haberles tomado todo lo que tenian de -hacienda, en su prision, juntamente con haber sido despojado de su -honra y estado, que con tan señalado, y nunca otro tal, servicio hecho -á Reyes del mundo, lo hobo merecido y ganado. Estas postreras palabras, -no el Almirante las dijo en su carta, sino yo las añido, porque me -parece semejante encarecimiento serle debido; y mucho más adelante, -suplicóles por la restitucion de su Estado, y satisfaccion de sus -agravios, y castigo de los que injustamente le habian sido contrarios. -Invoca sobre esto al cielo, y la tierra que lloren sobre él, diciendo: -«yo he llorado hasta aquí, haya misericordia el cielo, llore por mí la -tierra, llore por mí quien tiene caridad, verdad y justicia», cuasi -diciendo, de aquí adelante. Encarecia la pobreza que tenia, diciendo -no tener en este siglo una teja donde se metiese, ántes, si queria -comer ó dormir, se habia de ir al meson á cabo de veinte años que les -habia servido, y con tan inauditos trabajos, los cuales, á él y á sus -hermanos, habian poco aprovechado; muestra tener dolor de carecer de -los Santos Sacramentos de la Iglesia, mayormente quedando enfermo, -como quedaba, lleno de gota, especialmente, si en aquel destierro y -aislamiento el ánima le saliese del cuerpo; afirma, que este postrero -viaje, no lo hizo para ganar honra, ni hacienda, como si dijera, -porque ya la tenia ganada, sino sólo por servilles con sana intencion -y celo. Suplícales, finalmente, que desque á Castilla llegue, le den -licencia y tengan por bien su ida á Roma, y á otras romerías, y con -esto acaba su carta, suplicando á la Sancta Trinidad su vida y alto -estado guarde y acreciente; hecha en las Indias, en la isla de Jamáica, -á 7 de Julio de 1503. Escribió tambien el Almirante al Comendador -Mayor, que aquesta isla gobernaba, notificándole la necesidad en -que quedaba y encomendándole sus mensajeros, que los aviase para su -despacho, y favoreciese para que se le enviase algun navío á su costa, -en que pudiese á esta isla pasar con la gente que con él quedaba. Con -estas cartas, y otras para Castilla, y lo demas que convenia escribir, -despachó al Diego Mendez, y á Bartolomé Flisco, con sus dos canoas, -metida en cada una, cada indio, su calabaza de agua y algunos ajes y -pan caçabí, é los españoles con solas sus espadas y rodelas, y el -bastimento de agua y pan, y carne de las hutias ó conejos que pudo -caber en las canoas, que no podia ser mucho demasiado. Y porque para -entrar en tan gran golfo de la mar brava, como es toda la deste Océano, -y mayormente entre islas, en tan flaca especie de barcos para nosotros, -porque para los indios, como dije, ménos peligro y daño reciben que -nosotros en naos grandes, fué necesario, despues que llegaron á la -punta de la isla de Jamáica, y distaba de donde quedaba el Almirante 30 -leguas, esperar que la mar amansase, y hiciese alguna gran calma, para -atravesar y comenzar su viaje, fué, hasta la dicha punta, el Adelantado -por tierra, con alguna gente, para si por caso, los indios de por -allí, no impidiesen á las dichas canoas, ó les hiciesen algun daño. -Despues se volvió poco á poco á los navíos, viniendo por los pueblos -alegremente conversando, dejándolos todos en su amistad. - - - - -CAPÍTULO XXXI. - - -Estando así en la punta ó cabo oriental de la isla de Jamáica las dos -canoas, sobrevínoles una muy buena calma, como la deseaban, y una -noche, ofreciéndose á Dios, partiéronse del Adelantado, y comenzaron -á navegar á costa de los brazos de los 10 indios, que voluntariamente -quisieron ayudallos con sus trabajos, y áun peligro de sus vidas, como -parecerá. Hízoles aquella noche y el dia siguiente buena calma, y -navegaron, remando los indios con unas palas, de que usan por remos, -de muy buena voluntad, y, como el calor era muy grande y llevaban poca -agua para se refrigerar, echábanse los indios de cuando en cuando en la -mar, nadando; tornaban de refresco al remo, y así caminaron tanto, que -perdieron de vista la tierra de Jamáica. Llegada la noche, remudábanse -los españoles y los indios, para el remar, y hacer la vela ó guardia. -Velaban los españoles, porque los indios, con el trabajo y sed, no se -tornasen ó hiciesen otro algun daño; llegados, al siguiente dia, ya -todos estaban muy cansados, pero animando cada cual de los Capitanes -á los suyos, é tomando ellos tambien sus ratos el remo, y mandándoles -que almorzasen, para recobrar fuerzas y aliento de la mala noche, -tornaron á su trabajo no viendo más que cielo y agua, y puesto que -aquello bastase para ir muy desconsolados y afligidos, podríase decir, -lo de Tántalo, que tenia el agua á la boca, y de sed rabiaba, y así -estos, iban junto al agua y cercados de agua, y bañados con agua, pero, -para matar la sed, poco les prestaba, como fuese de la mar y salada. -Los indios, con el sol y gran calor, y continuo trabajo de remar, -diéronse más priesa de la que convenia en beber de sus calabazas, y -así de presto las vaciaron, y como la sed, con sol recio y calma, sea -trabajo intolerable, cuanto más entraba el segundo dia de su partida, -tanto crescia más el calor y la sed á todos, por manera, que á medio -dia ya les faltaban las fuerzas para poder trabajar. Los Capitanes que -llevaban sus barriles de agua, los socorrian y esforzaban con dalles, -de cuando en cuando, algunos tragos y así los sostuvieron hasta el -frescor de la tarde. Allende la sed que padescian con el gran trabajo -de haber remado dos dias y una noche, lo que más los atormentaba, era -el temor de haber errado el camino derecho, donde habian de topar la -isleta llamada Navasa, que, segun dijimos, estaba de la punta desta -Española ocho leguas, donde creian repararse. Aquella tarde habian -echado ya un indio á la mar, de pura sed, ahogado, y otros estaban -echados en el plan ó suelo de la canoa, tendidos de desmayados. Los que -más vigor y ánimo y mejor subjecto tenian, estaban inestimablemente -tristes y atribulados, esperando cada momento la muerte que al otro -habia llevado. El refrigerio último que tenian, era tomar en la boca -del agua salada, para refrescarse, que más les angustiaba al cabo; -anduvieron con sus pocas fuerzas lo que pudieron, y ansí les anocheció -la segunda vez, sin vista de la isleta, que fué doblado el desmayo. -Plugo á Dios de los consolar, con que el Diego Mendez, al salir de -la luna, vido que salia sobre tierra, y el islote cobria la media -luna, como cuando hay éclipse, porque de otra manera no la pudieran -ver, por ser pequeño y á tal hora. Entónces todos, con gran placer -y excesiva alegría, esforzaron los indios, mostrándoles la tierra y -dándoles más tragos de agua, y tomaron tanto esfuerzo, que remaron y -fueron á amanecer con la isleta, y en ella desembarcaron; hallaron -la isleta toda de peña tajada, que bojará ó terná de circuito media -legua; dieron gracias á Dios, que los habia socorrido en tan gran -peligro y necesidad. Y como lo primero que pretendian era buscar agua, -no hallaron árbol en ella que fuese vivo, sino todo roquedo, pero, -andando de peña en peña, en los agujeros que los indios, en lengua -desta isla, llamaban jagueyes, hallaron del agua llovediza cuanta les -bastaba para henchir las barrigas sedientas, y las vasijas todas que -tenian; la cual todavía les fué perniciosa, porque, como venian tan -secos de la sed pasada, diéronse tanta priesa á beber, que algunos -de los míseros indios, allí murieron y otros incurrieron en graves -enfermedades, de manera que pocos ó ninguno fué dichoso de volver á su -tierra. Reposaron aquel dia hasta la tarde, los que estuvieron para -ello, recreándose como podian, comiendo marisco que hallaban por la -ribera, y encendieron fuego para lo asar, porque Diego Mendez llevaba -para lo encender aparejo; y porque ya estaban á vista del cabo desta -isla, que el Almirante llamó de Sant Miguel, y despues llamamos del -Tiburon, con codicia de acabar la jornada, y porque no les sobreviniese -algun tiempo contrario, caido el sol, tornaron al camino y á remar y -fueron á amanecer al dicho cabo, y esto fué al principio del cuarto dia -despues que partieron. Holgaron allí dos dias, y queriéndose volver -á Jamáica el Bartolomé Flisco, como el Almirante le habia mandado, -temieron los indios y los españoles de tornar á verse otra vez en los -peligros pasados, y así no se pudo tornar. No supe lo que despues se -hizo dél y de los indios, ni dónde pararon. Diego Mendez, que llebaba -priesa de pasar adelante, pasó en la canoa todo aquello que pudo por -mar; no supe dónde al cabo acordó de dejalla, bien creo que los indios -llevó consigo con sus cosas cargados, y así es muy verisímile que -ninguno dellos volvió á su mujer é hijos, ni vivió sino en servidumbre -triste y desconsolada. Finalmente, aportó á la provincia y pueblo de -Xaraguá, donde estaba el Comendador Mayor y habia hecho pocos dias de -ántes la crueldad é injusticia quemando tantos señores é ahorcando la -reina Anacaona, segun queda, en el cap. 9.º, declarado. Llegado Diego -Mendez á Xaraguá y dada la carta del Almirante al Comendador Mayor, -y hecha relacion de dónde y cómo venia, y de su mensaje, mostró el -Comendador Mayor haber placer de su venida; puesto que fué muy largo -en despachallo, porque, no sabiendo la simplicidad con que andaba el -Almirante, temia ó fingia temer que, con su venida, no hobiese en esta -isla algun escándalo cerca de las cosas pasadas, y que para ello venian -con Diego Mendez aquellos á tentar la disposicion de la tierra y de -la gente que con el Comendador Mayor estaba, por lo cual quiso primero -indagar ó escudriñar el pecho de Diego Mendez y los demas, ántes que á -dejallos ir adelante se determinase. Finalmente les dió licencia, con -importunidad, para pasar á esta ciudad y puerto de Sancto Domingo, al -ménos á Diego Mendez, para que hiciese lo que el Almirante, su amo, le -mandaba. Llegado Diego Mendez á esta ciudad, compró luégo un navío de -las rentas que el Almirante aquí tenia, y, bastecido de los bastimentos -y cosas necesarias, lo envió á Jamáica por fin de Mayo de 1504, y se -embarcó luégo para España, como traia ordenado por el Almirante. - - - - -CAPÍTULO XXXII. - - -Despachados aquellos dos Capitanes de las canoas, y partidos de Jamáica -en demanda desta isla, como dicho queda, los españoles que quedaban -comenzaron á enfermar, por los grandes trabajos que habian en todo el -viaje padecido; allegóse tambien la mudanza de los mantenimientos, -porque ya no tenian cosa que comiesen de las de Castilla, mayormente -no bebiendo vino, ni tenian tanta carne cuanta ellos quisieran, que -era la de aquellas hutias, y otros refrigerios que habian menester que -les faltaban. Los que dellos estaban sanos, tener aquella vida sin -esperanza de salir della presto, y tambien por estar inciertos del -cuándo saldrian, érales intolerable y cada hora se les hacia un año, -y, como estaban ociosos, de otra materia contínuamente no hablaban, -teniéndose por desterrados y de todo remedio alongados; de aquí pasaban -á murmurar del Almirante, diciendo que él no queria ir á Castilla, como -si le vieran que se estaba en grandes deleites recreando, padeciendo -como ellos las mesmas necesidades y enfermedad de gota de que por todos -los miembros era atormentado, que no podia mudarse de una cámara, y -hartas otras miserias y angustias que lo cercaban. Y alegaban que los -Reyes lo habian desterrado, y tampoco podia entrar en la Española, -como paresció, cuando llegó á este puerto, de Castilla, le fué vedado -que en él entrase, y que los que habia enviado en las canoas iban á -negociar sus cosas y no para traer ó enviar navíos y socorro para que -saliesen de aquella isla que tenian ellos por cárcel, y él no, sino -que de voluntad se queria estar allí, en tanto que aquellos con los -Reyes negociaban, y que si este artificio no hobiera, el Bartolomé -Flisco hobiera ya vuelto, segun que se habia ya publicado. Dudaban -tambien si hobiesen llegado á esta isla ó perecido en la mar, como -fuesen á tanto peligro, en aquellas canoas, tan luengo viaje, lo cual -si así acaeciese, nunca sería posible tener algun remedio, si ellos -por sus personas no lo procurasen, porque el Almirante no curaba de -buscarlo, por las razones dichas, y tambien porque, aunque quisiese, -no podia ponerse á algun peligro, por la gota que, como dicho es, lo -atormentaba, y que debian procurar pasar á esta isla, pues que estaban -sanos, ántes que como los otros enfermasen; no dejando de parlar más -adelante, conviene á saber, que ellos, en esta isla puestos, serian -mejor rescebidos del Comendador Mayor, cuando en más peligro al -Almirante dejasen, por estar el dicho Comendador Mayor mal con él: y -esta parece ser malévola invencion dellos, porque no es de creer que el -Comendador Mayor quisiese tanto mal al Almirante, y no ménos creible -es que el Almirante no le hobiese dado á ello jamás causa. Añadian -más, que idos á España, hallarian al obispo D. Juan de Fonseca, que -los libraría de cualquiera pena por desfavorecer al Almirante. Otras -razones harto maliciosas y dígnas de buen castigo alegaban, para se -persuadir á rebelion unos á otros, afirmando que siempre la culpa se -imputaria al Almirante, como lo habia sido en lo desta isla, cuando -las cosas de Francisco Roldan, y que ántes lo tomarian los Reyes por -achaque para quitalle lo que lo quedaba, y no guardalle cosa de los -privilegios que le habian dado. Estas y otras razones daban y conferian -entre sí; de los cuales fueron, de los principales, dos hermanos -llamados Porras, el uno que habia ido por Capitan de un navío de los -cuatro, y el otro por Contador de toda el Armada. Conjuráronse con -ellos 48 hombres, levantando por Capitan al un Porras; concertaron que, -para cierto dia y hora, todos estuviesen, con sus armas, aparejados. -Este dia fué á 2 de Enero de 1504 años, por la mañana: el Capitan -Francisco de Porras subió á la popa del navío, donde el Almirante -estaba, y dijo muy desatinadamente: «parécenos, señor, que no quereis -ir á Castilla, y que nos quereis tener aquí perdidos.» Y como el -Almirante oyese palabras de tan poca reverencia y con insolencia -dichas, y no acostumbradas, sospechando lo que podia ser, disimulando -la desvergüenza, con blandura respondióle: «ya veis la imposibilidad -que todos tenemos para nuestro pasaje, hasta que los que envié en las -canoas nos envien navíos en que vayamos, y Dios sabe cuánto yo lo -deseo, más que ninguno de los que aquí estamos, por mi bien particular -y por el de todos, pues estoy obligado á dar cuenta á Dios y á los -Reyes por cada uno; y ya sabeis que os he juntado muchas veces para -platicar en nuestro remedio, y á todos no ha parecido algun otro, pero, -si otra cosa os parece, juntaos y de nuevo se platique, y determínese -tomar el medio que mejor pareciere.» Respondió el Porras, que ya no -habia necesidad de tantas pláticas, sino que ó se embarcase luégo, ó -se quedase con Dios, y volvió las espaldas, con alta voz diciendo: -«porque yo me voy á Castilla con los que seguirme quisieren.» Entónces, -todos los conjurados con él, como estaban apercibidos, dijeron á voces: -«yo con él, yo con él, yo con el»; y saltando unos por una parte, -y otros por otra, tomaron los castillos y gabias, con sus armas en -la mano, sin tiento ni órden, clamando unos, «¡mueran!» otros, «¡á -Castilla!» y otros, «señor Capitan, ¿qué haremos?» Entónces, oyendo -tal barbarismo, el Almirante que estaba en la cama tullido de la gota, -pensando aplacallos, salió de la cama y cámara, cayendo y levantando, -pero tres ó cuatro personas de bien, criados suyos, arremetieron -y abrazáronse con él, porque la gente desvariada no lo matase, y -metiéronlo por fuerza en su cámara. Tornaron tambien al Adelantado, -que como valiente hombre, se habia puesto á la fresada, que es la viga -ó palo que atraviesa toda la nao junto á la bomba, con una lanza, y -por fuerza se la quitaron y metieron con su hermano en la cámara, -rogando al capitan Porras que se fuese él con Dios y no permitiese mal -de que á todos cupiese parte. Y que bastaba que para su ida no habia -quién lo estorbase, pues, siendo causa de la muerte del Almirante, no -podia ser que no hobiese sobre ella gran castigo, sin que aventurasen -ellos á conseguir por ella provecho alguno. De manera que, siendo -algo aplacado el alboroto, tomaron los conjurados hasta 10 canoas de -las que el Almirante á los indios habia comprado, en las cuales se -embarcaron con tanto regocijo y alegría, como si ya desembarcaran en -Sevilla; lo cual no hizo poco daño á los demas que no tuvieron parte en -la rebelion, porque viéndose quedar allí enfermos como desmamparados, -yéndose los que estaban sanos, crescióles la tristeza, y angustia, -y el ánsia de salir de allí, que de súbito arrebataban su hato y se -metian con ellos en las canoas, como que consistiera en sólo aquello -salvarse. Esto se hacia viéndolo y llorándolo todo, y á sí mismos y al -Almirante, aquellos muy pocos fieles que hobo de sus criados, y los -muchos enfermos que quedaban, los cuales perdian del todo la esperanza -de ser remediados; ninguna duda se tuvo, sino que si todos estuvieran -sanos, pocos ó ninguno dellos quedara. Salió el Almirante como pudo -de la cámara, y como mejor pudo, con dulces palabras, diciendo que -confiasen en Dios, que lo remediaria, y que él se echaria á los piés -de la Reina, su señora, que les galardonase muy bien sus trabajos, -y más aquella su perseverancia. El Porras con sus alzados, en las -canoas, tomaron el camino de la punta oriental de aquella isla, de -donde se habian partido Diego Mendez, y Bartolomé Flisco y los demas. -Por donde quiera que pasaban perpetraban mil desafueros y daños á los -indios, tomándoles los mantenimientos por fuerza, y todas las otras -cosas que les agradaban, diciendo que fuesen al Almirante que se las -pagase, y que sino se las pagase que lo matasen, porque, matándolo, -harian á sí mismos gran provecho, y excusarian que él á ellos no los -matase, como habia muerto á los indios desta isla y de la de Cuba, y á -los de Veragua, y que con este propósito para poblar allí se quedaba. -Llegados á la punta, con las primeras calmas acometieron su pasaje -para esta isla, con los indios que pudieron haber para remar en cada -canoa; pero como los tiempos no estuviesen bien asentados, y las canoas -llevasen muy cargadas, y, áun no andadas cuatro leguas, comenzase el -viento á turbarlos, y las oletas á los remojar, fué tanto su miedo, -que acordaron de se tornar, y porque áun no cognoscian el peligro de -las canoas para españoles, cuando vieron que el agua les entraba, -tomaron por remedio alivianarlas, y echar cuanto en ellas traian, -salvo una poquilla de comida y agua para tornarse, y solas las armas; -y porque el viento arreció, y la mar los mojaba más, pareciéndoles -estar en algun peligro, para aplacar á Dios y que los librase, acuerdan -con su devocion ofrecerle un sacrificio agradable, y éste fué echar -todos los indios que, les remaban á la mar, matándolos á cuchilladas. -Muchos dellos, viendo las espadas y la obra que pasaba, se lanzaron -á la mar, confiados de su nadar, pero despues de mucho nadar, dello -muy cansados, llegábanse á las canoas, para, asiéndose del bordo, -descansar algo; cortábanles con las espadas las manos y les daban -otras crueles heridas, por manera, que mataron 18, no dejando vivos -sino cual y cual, que las canoas les gobernasen, porque ellos no las -supieran gobernar: porque sino fuera por aquel interese propio, ningun -indio escapara que no lo mataran, en pago del buen servicio que los -hacian y habellos metido por fuerza ó por engaño, para servirse dellos -en aquel viaje. Vueltos á tierra, hobo entre ellos diversos pareceres -y votos, decian unos que sería mejor pasarse á la isla de Cuba, y que -tomarian los vientos Levantes y las corrientes á medio lado, y desde -allí atravesarian á esta isla, tomando el cabo de Sant Nicolás, que -no está de la punta ó cabo de Cuba, segun se ha dicho, 18 leguas; -otros afirmaban ser mejor volverse á los navíos y reconciliarse con el -Almirante, ó tomalle por fuerza lo que le quedaba de armas y rescates; -otros fueron de parecer, que ántes que cosa de aquellas se atentase, -debian esperar otra bonanza de calmas, para tornar otra vez á acometer -aquel pasaje, y en este asentaron. Estuvieron esperando las calmas -en el pueblo que estaba cerca de la punta, más de un mes, comiendo y -destruyendo toda la tierra comarcana, y, en fin, se embarcaron con -bonanza, y salieron una vez á la mar, y tornaba el viento á avivar, y -tornáronse; salieron otra vez, y de miedo, tambien se tornaron, y así, -viéndose desesperados de la pasada, dejaron las canoas y volviéronse -al pueblo muy desconsolados, y de allí, de pueblo en pueblo, unas veces -comiendo por rescatar, otras tomándolo aunque á los indios pesaba, -segun el poder ó resistencia en los pueblos y señores dellos hallaban. - - - - -CAPÍTULO XXXIII. - - -Despues que los alzados se fueron y andaban ocupados en la porfía de su -pasaje, procuró el Almirante de curar los enfermos que con él quedaban, -y en cuanto le era posible consolallos; trabajaba tambien de que se -conservase con los indios la paz y amistad, porque, con ella y con los -rescates, fuesen todos los españoles proveidos de mantenimientos, como -los indios lo hacian sin faltar, y así convalecieron los enfermos, y -los indios, por algunos dias, en las provisiones que solian traer, -perseveraron. Pero como los indios nunca tengan ni trabajen tener más -mantenimientos de los que les son necesarios, y hacer más de aquellos -tengan por trabajo, y los españoles gasten, y áun desperdicien más en -un dia que ellos comen en diez y en quince, y D. Hernando dice que en -diez y siete, hacíaseles carga no chica sustentarlos, como de ántes, -con abundancia; y así, acortábaseles la comida y no tenian tanto. -Allegóse á esto, ver como parte no chica de los españoles habian -alzádose contra el Almirante, y que los mismos los habian exhortado que -lo matasen, porque no queria quedar á poblar allí sino para matallos; -comenzaron á tenerlo en poco y á los que con él quedaron, por todo -lo cual, cada dia, en traer bastimentos aflojaban. De donde sucedió -verse no en poco aprieto y trabajo, porque, para se lo tomar por -fuerza, era menester salir todos con armas y por guerra, y dejar sólo -al Almirante; pues dejallo sólo á su voluntad, era padecer necesidad -grande, y que á poder de mucho rescate no pudieran remediarse. Plugo -á Dios, que los proveyó por nueva manera, con cierta industria del -Almirante, que lo que hobiesen menester no les faltase. Cuéntalo de -esta manera D. Hernando: que sabia el Almirante, que, desde á tres -dias, habia de haber eclipse de la luna, y envió á llamar los señores -y Caciques, y personas principales de la comarca, con un indio que -allí tenia desta isla, ladino en nuestra lengua, diciendo que les -queria hablar largo. Venidos un dia ántes del eclipse, díjoles que -ellos eran cristianos y vasallos y criados de Dios, que moraba en el -cielo, y que era señor hacedor de todas las cosas, y que á los buenos -hacia bien, y á los malos castigaba, el cual, visto que aquellos de -nuestra nacion se habian alzado, no habia querido ayudarles para que -á esta isla pasasen, como habian pasado los que él habia enviado; -ántes habian padecido, segun era en la isla notorio, grandes peligros, -pérdidas de sus cosas, y trabajos. Y lo mismo estaba enojado Dios -contra la gente de aquella isla, porque en traerles los mantenimientos -necesarios por sus rescates habian sido descuidados, y, con este enojo -que dellos tenia, determinaba de castigallos, enviándoles grande hambre -y hacelles otros daños; y que, porque por ventura no darian crédito á -sus palabras, queria Dios que viesen de su castigo en el cielo cierta -señal, y porque aquella noche la verian, que estuviesen sobre el aviso -al salir de la luna, y verian como salia muy enojada, y de color de -sangre, significando el mal que sobre ellos queria Dios envialles. -Acabado el sermon fuéronse todos; algunos con temor, otros quizá -burlando. Pero como, saliendo la luna, el eclipse comenzase, y cuanto -más subida fuese mayor el amortiguarse, comenzaron los indios á temer, -y tanto les creció el temor, que venian con grandes llantos, dando -gritos, cargados de comida á los navíos, y rogando al Almirante que -rogase á su Dios que no estuviese contra ellos enojado, ni les hiciese -mal, que ellos, de ahí adelante, traerian todos los mantenimientos que -fuesen menester para sus cristianos. El Almirante les respondió, que -él queria un poco hablar con Dios; el cual se encerró, entre tanto que -el eclipse crescia, y ellos daban gritos llorando é importunando que -los ayudase, y desque vido el Almirante que la creciente del eclipse -era ya cumplida, y que tornaria luego á menguar, salió diciendo que -habia rogado á Dios que no les hiciese el mal que tenia determinado, -porque le habia prometido de parte dellos, que de allí adelante -serian buenos, y tratarian, y proveerian bien á los cristianos, y que -ya Dios los perdonaba, y, en señal dello, verian cómo se iba quitando -el enojo de la luna, perdiendo la color y encendimiento que habia -mostrado. Los cuales, como viesen que iba menguando y al cabo del todo -se quitaba, dieron muchas gracias al Almirante, y maravillándose y -alabando las obras del Dios de los cristianos, se volvieron con grande -alegría todos á sus casas, y, allá llegados, no fueron negligentes -ni olvidaron el beneficio que creian haberles hecho el Almirante, -porque tuvieron grande cuidado de los proveer de todo lo que habian -menester con abundancia, loando siempre á Dios, y creyendo que les -podia hacer mal por sus pecados, y que los eclipses que otra vez habian -visto, debia ser como amenazas y castigo, que, por sus culpas, Dios -les enviaba. Tornando al propósito de la historia, como despues de -partidos Diego Mendez y Bartolomé Flisco, en las dos canoas, hobiesen -pasado ocho meses sin que hobiesen tenido nuevas de haber á esta isla -allegado, ó si fuesen muertos ó vivos, la gente que con el Almirante -quedó, que no se habia alzado, estaban con gran pena y cuidado, cada -hora haciéndoseles un año, y por tanto crecíales la impaciencia de -estar allí aislados, y estaban como desesperados. Sospechaban siempre -lo peor, como los que en angustias y trabajos muchos dias están -ejercitados, si Dios no les provee de algun consuelo interior con que -puedan sobrellevados; y así, unos decian que ya eran anegados en la -mar, otros que los indios los habian muerto en esta isla cuando por -alguna parte della pasasen, otros que de enfermedad y trabajo ó hambre -habrian perecido en el camino, como fuese tan largo y de mar trabajosa, -con vientos y corrientes, y de tierra muchas sierras ásperas. -Añadíase á la sospecha, que afirmaban los indios haber visto un navío -trastornado que lo llevaban las corrientes por la costa de Jamáica -abajo; lo cual, por ventura, fué industria y nueva que sembraron los -alzados, para quitar del todo la esperanza de remedio á los que con -el Almirante habian quedado. De manera que, teniendo casi por cierta -la imposibilidad de ser remediados, un maestre Bernal, boticario -valenciano, y unos dos compañeros, llamados Zamora y Villator, con -todos los demas que habian quedado enfermos, en mucho secreto hicieron -otra conjuracion para hacer lo mismo que los primeros; pero Nuestro -Señor tuvo por bien de proveer y obviar al peligro grande que deste -segundo levantamiento se le habia de recrecer al Almirante, y á sus -hermanos, y criados, y remediólo la divina Providencia con llegar un -carabelon que envió el Comendador Mayor, Gobernador desta isla, el cual -llegó una tarde cerca de donde los navíos encallados estaban. Vino en -él un Capitan, un Diego de Escobar, muy conocido mio, que habia sido -de los que en los tiempos de Francisco Roldan con él se habian, contra -el Adelantado, alzado; á este Diego de Escobar envió, porque sabia de -cierto que no se habia de hacer con el Almirante, porque le habia sido -enemigo por las cosas pasadas. Mandóle que no se llegase á los navíos -ni saltase en tierra, ni tuviese ni consintiese tener plática con -alguno de los que estaban con el Almirante, ni diese ni tomase carta. -No lo envió sino á ver qué disposicion tendria el Almirante y los que -con él estaban; el Almirante, quejándose dél, dijo que no lo envió á -visitar sino para saber si era muerto. Dejó el carabelon en la mar, -apartado, y saltó en la barca el Diego de Escobar, y llegó á echar una -carta del Comendador Mayor para el Almirante, y apartó la barca luégo, -y, desde léjos, dijo de palabra que el Comendador Mayor lo enviaba á -visitar de su parte, y que se le encomendaba mucho, pesándole de sus -trabajos, y porque no le podia enviar recaudo de navíos tan presto, -para en que fuese su persona y los demas, se sufriese hasta que se lo -enviase; presentóle un barril de vino y un tocino para entre tanto: -y desto me espanto, por ser el Comendador Mayor tan prudente y no -escaso, que no fuese en le enviar refresco más largo. Apartóse luégo -la barca, y fuése al galeon. Todos estos reguardos estimo que hizo y -mandó hacer el Comendador Mayor, porque como habia en esta isla de los -que habian sido sus criados, y de sus amigos, y tambien de los que le -habian sido rebeldes y enemigos, temia que por cartas ó por su persona, -siendo presente, hobiese algun escándalo en la tierra; el Almirante, -ó al ménos sus deudos, atribuíanlo á otro mal fin, conviene á saber, -á que muriese en Jamáica el Almirante, porque si fuese á Castilla los -Reyes le restituirian en su estado pristino, y entónces quitársele ya -la gobernacion desta isla y destas Indias. Esta intencion haber tenido -el Comendador Mayor, afirmar yo, cierto, no osaria, como quiera que -fuera malísima, y en la verdad, hablando más claro, todavía se tenia -la opinion que yo siempre tuve por falsa y maliciosamente fingida, ó -que contra el Almirante se envió por sus enemigos, conviene á saber, -que se queria alzar contra los Reyes y dar estas Indias á ginoveses, -ó á otra nacion fuera de Castilla, y á esto parece que el Comendador -Mayor proveia; pero si así fué, harto claro se muestra no haber razon -tan aparente para que tal sospecha se tuviese. Y desto se queja mucho -el Almirante á los Reyes en la carta que les escribió de Jamáica, donde -dice: «¿Quién creerá que un pobre extranjero se hobiese de alzar en tal -lugar contra Vuestras Altezas, sin causa y sin brazo de otro Príncipe, -y estando sólo entre sus vasallos y naturales, y teniendo todos mis -hijos en su real corte?» Estas son sus palabras y razones, las cuales, -cierto, no son frívolas. - - - - -CAPÍTULO XXXIV. - - -Debió decir Escobar al Almirante, que luégo se queria tornar á dar -nuevas al Comendador Mayor del estado en que quedaba, y si queria -escribir; el cual, luégo le escribió la carta siguiente: «Muy noble -señor: En este punto recebí vuestra carta, toda la leí con gran gozo; -papel ni péndolas abastarian á escribir la consolacion y esfuerzo -que cobré, yo y toda esta gente, con ella. Señor, si mi escribir con -Diego Mendez de Segura fué breve, la esperanza de suplir más largo, -por palabra, fué causa dello; digo de mi viaje, que en mil papeles no -cabria á recontar las asperezas de las tormentas y inconvenientes que -yo he pasado, etc.» Donde le cuenta muchas cosas de su viaje, y de la -riqueza de las tierras que dejaba descubiertas, y de como, llegando á -Jamáica, la gente que traia le hizo juramento de lo obedecer hasta la -muerte, y de como se le alzaron, etc. Y más abajo dice así: «Cuando -yo partí de Castilla, fué con grande contentamiento de Sus Altezas, -y grandes promesas, en especial, que me volverian todo lo que me -pertenece, y acrecentarian de más honra; por palabra y por escrito se -pasó esto. Allá, señor, os envió un capítulo de su carta, que dice -de la materia; con esto y sin ello, desque les comencé á servir yo -nunca tuve el pensamiento en otra cosa. Pídoos, señor, por merced, que -esteis cierto desto, dígolo porque creais que he de hacer y seguir -en todo vuestra órden y mandado sin pasar un punto. Escobar me diz, -señor, el buen tratamiento que han rescebido mis cosas, y que es sin -cuento, rescíbolo todo, señor, en grande merced, y agora no pienso -salvo en qué podia negar tanto; si yo hablé verdad en algun tiempo, -esto es una, que despues que os ví y cognoscí, siempre mi ánima estuvo -contenta de cuanto allá y en todo cabo á donde se ofreciese, por mí, -señor, haríades; con esta razon he estado siempre aquí alegre y bien -cierto de socorro, si las nuevas de tanta necesidad y peligro en que -estaba y estoy llegasen á su oido. No lo soy ni puedo escribir tan -largo como lo tengo firme; concluyo, que mi esperanza era y es, que -para mi salvacion gastaríades, señor, fasta la persona, y soy cierto -dello que ansí me lo afirman todos los sentidos. Yo no soy lisonjero -en fabla, ántes soy tenido por áspero, la obra, si hubiere lugar, fará -testimonio. Pídoos, señor, otra vez por merced, que de mí esteis muy -contento, y que creais que soy constante; tambien os pido por merced, -que hayais á Diego Mendez de Segura, mi encomendado, y á Flisco, que -sabe qué es de los principales de su tierra, y por tener tanto deudo -conmigo, y creed que no los envié, ni ellos fueron allá con artes, -salvo á haceros saber, señor, el tanto peligro en que yo estaba y -estoy hoy dia. Todavía, estoy aposentado en los navíos que tengo aquí -encallados esperando el socorro de Dios y vuestro, por el cual, los que -de mí descendieren, siempre le serán á cargo.» He querido poner aquí -estos pedazos de aquella carta, para que se vea con cuánta simplicidad -el Almirante andaba y escribia, y tambien como en aquellos tiempos no -habia el modo de escribir tan levantados de illustres y magníficos que -agora se usa en el mundo, que faltan vocablos para engrandecer los -títulos que se ponen en las cartas, no sólo á las personas illustres -y señaladas, pero á cualesquiera y de estados bajos. Rescebida esta -sola carta, partióse luégo el carabelon, y aunque con su venida todos -se holgaron y se suspendió el segundo trato y conjuracion, que querian -los que estaban con el Almirante contra él hacer, todavía, vista la -priesa que tuvo en partirse y sin rescibir carta ni hablar, ni querer -responder el capitan Diego de Escobar, ni otros de su compañía, á cosa -ninguna de las que les preguntaban, no quedaron sin sospecha que el -Comendador Mayor no quisiese que el Almirante no viniese á esta isla, -sino que allí quedase sin remedio, y, por consiguiente, los que con él -estaban; lo cual sintiendo el Almirante, trabajó de cumplir con ellos -diciendo que aquella presteza de la partida del galeon á él placia, -porque más aína viniesen navíos para los llevar á todos, pues él, sin -ellos, no habia de salir de aquella isla, y aquel galeon ó carabelon -para todos no bastaba; y, finalmente, con la vista del carabelon, y -con las nuevas que en él vinieron, que Diego Mendez habia llegado en -salvo, quedaron todos algo alegres y consolados, y con esperanza de su -remedio. El Almirante, que deseaba la reversion y reduccion de los que -andaban alzados, por él estar dellos seguro, y porque no alborotasen y -damnificasen las gentes de aquella isla, determinó de hacelles saber lo -que pasaba para que cesasen sus sospechas, rogándoles encarecidamente -tornasen á su obediencia y amor, perdonándoles todo lo que contra -él habian en su rebelion cometido, y ofreciéndoles todo el buen -tratamiento que se les pudiese hacer de su parte; para este mensaje, -nombró dos personas de bien, que que con él estaban, y que con los más -dellos tenian crédito y amistad; y porque creyesen haber venido el -carabelon, les envió parte del tocino, el cual no habian visto hartos -dias, ni pensaron verlo tan presto. Llegados estos dos mensajeros, -salió luégo al camino el Porras, su Capitan, con algunos pocos de los -que más se fiaba, porque no se moviese ni provocase la demas gente -al pesar y arrepentimiento de lo que habian hecho; pero no lo pudo -tanto encubrir, que no entendiesen todos las nuevas de la venida del -carabelon, y de la llegada de Diego Mendez, y de la salud de los que -con el Almirante estaban, y de la renovacion de la esperanza de salir -de aquella isla, con la venida que se esperaba de los navíos, que Diego -de Escobar profirió que vernian por parte del Comendador Mayor. Oida, -pues, su embajada, y despues de muchas consultas de los principales de -quien más se fiaba, en fin, se resolvieron en que no querian fiarse del -Almirante, ni del perdon y promesas que les enviaba, pero que habian -por bien de andarse pacíficamente por la isla, si les prometiese de -darles navío en que se fuesen si dos viniesen, ó si fuese uno sólo que -les diese el medio; y que entre tanto, porque ellos habian perdido -sus ropas y rescates por la mar, partiese con ellos lo que tenia. -Respondiendo los mensajeros no ser aquellas honestas ni razonables -condiciones, los atajaron diciendo, que sino se las concedia por amor -y de su voluntad, que ellos lo tomarian á su pesar y á discrecion; y, -con este recaudo, se vinieron vacíos los mensajeros, quedando diciendo -á su compañía, el Porras y otros, que el Almirante era persona cruel -y vindicativa, y que todos aquellos cumplimientos eran engaños, y que -puesto que no tuviesen temor dél, porque no osaria hacerles daño alguno -por el favor que ellos en la corte tenian, habia razon de temer la -venganza que so color de castigo en los comunes haria; y que por esta -causa Francisco Roldan, y los que le siguieron, cuando se alzaron en -esta isla, no se habian fiado ni de sus ofertas, lo cual les salió -á bien, y fueron tan favorescidos que le hicieron llevar en hierros -á Castilla, y que menor causa ni esperanza tenian ellos para hacer -lo mismo. Y porque la venida de la carabela no moviese los ánimos de -los que consigo tenia, diciendo las nuevas de la llegada de Diego -Mendez y lo demas, decíales que no habia sido carabela verdadera, -sino fantástica, y por nigromancia fabricada, ó que la habia visto el -Almirante y los suyos en sueños, porque el Almirante sabia mucho de -aquellas artes; pues no era cosa creedera, que si fuera carabela no -comunicara con ella la gente que tenia consigo, y no se hobiera tan -presto desaparecido: y corroboraban sus razones con esta, que si fuera -carabela, el Almirante y su hijo y hermano se metieran en ella, y se -fueran, pues tanta necesidad tenian dello. Con estas y otras razones y -persuasiones, los tornaron á afirmar en su rebelion y desobediencia, y -que todos determinasen de ir á los navíos á tomar por fuerza las armas, -y rescates, y lo que más tomar les conviniese, y, sobre todo, prender -al Almirante, hermano é hijo. - - - - -CAPÍTULO XXXV. - - -Averiguada verdad es, y sellada en las Sagradas letras, que cuando -Dios determina de atajar la maldad con presente castigo, permite que -ni basten ruegos, ni ofrecimientos, ni amenazas, para que los malos -se diviertan de sus perversos caminos, sino que, viendo no vean, y -oyendo no oigan, porque incurran en las penas decretadas por el divino -juicio. Así fué de aquestos alzados contra el Almirante, con tanto -escándalo y daño de la gente natural de aquella isla, los cuales, -como hobiesen gravemente ofendido, y cada dia ofendiesen á Dios, así -en la desobediencia contra el Almirante y causándole tantas amarguras -sin razon ni causa justa, mayormente si le habian hecho el juramento -que arriba se dijo, y le hobiesen hecho tantas injurias, y de nuevo -quisiesen hacelle duras injusticias proponiendo de irle á robar lo que -tenia, los indios que mataron á cuchilladas en las canoas, y por toda -la isla violencias y agravios infinitos, los cuales determinó la divina -justicia que no pasasen inpunidos, áun en esta vida, por eso los cegó -y ensordeció Dios, para que ni oyesen ni viesen las ofertas y ruegos -humildes del Almirante, porque padeciesen la caida de su soberbia y -jactura que poco despues les vino. Así que, prosiguiendo su furibunda -y estulta porfía, caminaron la vía de los navíos, y llegando hasta un -cuarto de legua dellos, en pueblo de indios, que llamaban Mayma, donde -despues, algunos años pasados, cuando allí fueron á poblar españoles, -hicieron un pueblo que llamaron Sevilla, sabido por el Almirante con -el propósito que venian, envió á su hermano el Adelantado, para que -con buenas razones pudiese de aquella maldad desviallos, y traellos ó -obediencia y al amor del Almirante; llevó consigo 50 hombres, no del -todo todos sanos, sino algunos flacos, y en lo demas bien armados. Y -como ya llegasen por una ladera un tiro de ballesta del pueblo dicho, -envió á los mismos dos mensajeros que les habia enviado ántes, para -que les persuadiesen y requiriesen con la paz, y que hobiese por bien -Francisco de Porras, su Capitan, que en cosas de concierto y de paz se -hablase; pero como ellos eran muchos más y más sanos, y ejercitados -más en trabajos, por ser marineros, y cognosciesen los que iban con el -Adelantado ser muchos ménos, y gente de palacio, más delicada, y no del -todo bien sanos, elevándose sobre sí en soberbia y menospreciándolos, -porque se cumpliese la escriptura, _ante ruinam exaltabitur cor_, no -dieron lugar que los mensajeros llegasen á hablallos, ántes, todos -juntos, hechos un escuadron, con sus lanzas y espadas desenvainadas, -y con gran grita, clamando «muera, muera», arremetieron á la gente, y -con ella el Adelantado, habiéndose primero juramentado, seis de los -principales, de no se apartar uno de otro, yendo contra la persona -del Adelantado hasta matallo, porque él muerto, de los demas no se -hacia caso. Pero de otra manera les sucedió, de sus pensamientos muy -contraria, porque hallaron en el Adelantado tan buen recaudo, que á -los primeros encuentros cayeron cinco ó seis, y los más dellos fueron -de los juramentados contra el Adelantado. El Francisco de Porras, su -Capitan, que era hombre esforzado, vínose derecho al Adelantado y -tiróle una cuchillada que le hendió toda la rodela hasta la manija y -llegó á herille la mano, y cuando quiso no pudo sacar el espada, y así, -llegaron y lo prendieron, tomándolo á vida; no supe, cuando lo pudiera -saber, qué heridas le hobiesen dado. El Adelantado, que era valentísimo -hombre, da en los demas con mucho ánimo, que en poco espacio fueron -muertos muchos, y, entre ellos, el Juan Sanchez de Cáliz, á quien se -habia soltado el rey Quibia llevándolo preso en la canoa de Veragua, y -un Juan Barba, que fué el primero que se vido cuando se alzaron sacar -contra el Almirante espada. Cayeron algunos otros muy mal heridos; por -manera que fueron todos desbaratados, y, como gente vil y traidores, -volvieron las espaldas. El Adelantado quiso ir en seguimiento dellos, -si algunos de los más honrados que con él fueron no se lo estorbaran -diciendo que aquello bastaba por castigo, y que no convenia llevallo -hasta el cabo; y dejado por esta razon de ir en alcance, volvióse el -Adelantado y los que le ayudaron, con esta victoria, á los navíos, -llevando preso al Francisco de Porras y á otros, donde fueron con -alegría rescibidos del Almirante y de los que con él habian quedado, -y daban gracias á Dios por aquel vencimiento, por el cual tenian por -cierto que todos de la muerte se habian librado, ó de grandes afrentas -y trabajos: y así fueron aquellos, de su soberbia, humillados. De -los del Adelantado, sólo él fué herido, como se dijo, en la mano, -y un maestresala del Almirante, que, de un muy chico bote de lanza -que le dieron en una cadera, murió; no muriendo el piloto Pedro de -Ledesma, de quien dijimos arriba que salió á tierra nadando en Belem ó -saber qué se habian hecho los del pueblo y de la barca, y era de los -alzados, á quien dieron tan terribles heridas, que parece, á hombre, -imposible poderse más fieras ni peores dar. E tenia una en la cabeza, -que se le parecian los sesos, otra en el hombro, que, como perdiz, -le tenian descoyuntado y le colgaba del aslilla todo el brazo, y la -una pantorrilla, á raíz del hueso, desde la corva, cortada y colgando -hasta el tobillo, y el un pié, como quien le pusiera una suela ó -chinela, cortado desde el calcañar hasta los dedos; y así, caido en el -suelo, llegaban los indios del pueblo á él, y con palillos habríanle -las heridas para ver las llagas que hacian las espadas, y cuando le -molestaban decia, «pues si me levanto», y con sólo aquello botaban á -huir como asombrados, y no era maravílla, porque era un hombre fiero y -de cuerpo muy grande, y la voz gruesa. Como era valentísimo, debíase -de defender validísimamente, y por eso pudo ser muchos tener lugar -de así desgarrado. Estuvo aquel dia de la pelea y el siguiente hasta -la tarde, sin que ninguno supiese dél ni le diese una gota de agua, -donde parece ser de subjecto admirable. Sabido en los navíos, fueron -por él, y pusiéronlo allí cerca, en una casa de paja, que sola la -humedad y los mosquitos bastara para matallo; comenzólo á curar un -cirujano, el cual, por falta de trementina, segun la que era menester, -le quemó las heridas con aceite, las cuales fueron muchas más de las -dichas, que juraba el cirujano que cada dia, de los ocho primeros que -le curó, heridas nuevas le hallaba, y finalmente, con todas escapó, y -yo le vide despues desto en Sevilla, sano como si no hobiera padecido -nada, pero no muchos dias pasados, desque yo lo vide, oí decir que lo -habian muerto á cuchilladas. Pasada la pelea, otro dia, lúnes, á 20 -de Mayo de 1504, todos los que habian della escapado, viéndose así de -Dios castigados y humillados, enviaron una peticion firmada de todos -al Almirante, confesando en ella todas sus maldades y crueldades, y -la mala intencion con que lo hacian, y suplicándole que, usando con -ellos de misericordia, los perdonase, porque ellos se arrepentian muy -de corazon de su rebelion y desobediencia pasada, y que cognoscian -haberles dado Dios, por ella, el pago, y por tanto querian tornar á -su obediencia, y prometiendo serville fielmente desde adelante; lo -cual, juraban y juraron sobre un crucifijo, y un misal, con pena, -que si lo quebrantasen, que ningun sacerdote ni otro cristiano los -pudiese oir de confesion, y que no les valiese la penitencia, y que -renunciaban los Sanctos Sacramentos de la Iglesia, y que al tiempo de -su muerte no les valiesen bulas ni indulgencias, y que se hiciese de -sus cuerpos como de malos y renegados cristianos, no enterrándolos en -sagrado, sino en el campo, como herejes, y renunciaron y quisieron que -el Sancto Padre no les absolviese, ni Cardenales, ni Arzobispos, ni -Obispos, ni otro sacerdote, etc.: á todas estas execrables penas los -pecadores se obligaron, si este juramento quebrantasen. El Almirante -se holgó de recebillos y perdonallos, con tal condicion, que Francisco -de Porras, su Capitan, quedase siempre en la prision, bien guardado, -como estaba, y porque en los navíos no estarian tanto á su contento, -y porque no faltarian entre los alzados y no alzados, palabras y -resabios, y afrentas, por las culpas perdonadas, y tambien porque era -difícil tanta gente junta estar bien aposentada y proveida de las -comidas necesarias, determinó el Almirante de envialles un Capitan con -rescates, para que anduviesen por la isla, y él los gobernase hasta -tanto que viniesen los navíos que cada dia esperaban, y Dios sabe en -cuánto perjuicio y escándalo de los indios andaban. - - - - -CAPÍTULO XXXVI. - - -Estando las cosas de Jamáica en este dicho estado, y en ella cumplido -un año desque allí llegaron, llegó el navío que Diego Mendez habia -fletado y proveido de lo necesario; vino tambien una carabeleta -con él. Trajo el navío un Diego de Salcedo, criado del Almirante, -que creo tenia en esta ciudad para cobrar sus rentas, con el cual -escribió al Almirante el Comendador Mayor. Quejábase mucho el -Almirante del Comendador Mayor, porque tan tarde le proveyó de navíos, -atribuyéndoselo á industria dolosa, porque allí pereciese, pues en un -año entero nunca fué proveido; y dijo que no lo proveyó hasta que por -el pueblo desta ciudad se sentia y murmuraba, y los predicadores en los -púlpitos lo tocaban y reprendian. Embarcáronse el Almirante y todos -los demas, y hiciéronse á la vela á 28 de Junio de 1504; navegaron con -mucho trabajo por ser los vientos y corrientes contínuamente contrarios -que vienen con las brisas. Llegando á la isleta que llamamos Beata, -que está junto á esta isla, 20 leguas de Yaquimo, que el Almirante -llamaba el puerto del Brasil, pasar desta isleta, para venir á este -puerto de Sancto Domingo, es muy difícil, porque allí son más recias -las corrientes, que acaecia estar un navío detenido allí, sin poder -pasalla, ocho meses. Miéntras estaba forzosamente allí el Almirante -detenido, quiso hacer saber al Comendador Mayor, como iba por deshacer -cuanto en sí era la vehemente sospecha, puesto que vana y frívola, que -dél sentia. La carta envió ó con algun marinero por tierra, que está -desta ciudad cerca de 50 leguas, ó envió delante, que, como más ligera, -pudo pasar las corrientes, la carabeleta. La carta fué del tenor -siguiente: - -«Muy noble señor: Diego de Salcedo llegó á mí con el socorro de los -navíos que vuestra merced me envió, el cual me dió la vida y á todos -los que estaban conmigo; aquí no se puede pagar á precio apreciado. Yo -estoy tan alegre, que, despues que le vide, no duermo de alegría; no -que yo tenga en tanto la muerte como tengo la victoria del Rey y de -la Reina, nuestros señores, que han rescebido. Los Porras volvieron á -Jamáica, y me enviaron á mandar que yo les enviase lo que yo tenia, -so pena de venir por ello á mi costa, y de hijo y de hermano y de los -otros que estaban conmigo, y, porque no cumplí su mando, pusieron en -obra, por su daño, de ejecutar la pena; hobo muertes y hartas feridas, -y en fin, nuestro Señor, que es enemigo de la soberbia é ingratitud, -nos los dió á todos en las manos: perdonélos y los restituí, á su -ruego, en sus honras. El Porras, Capitan, llevó á sus Altezas, porque -sepan la verdad de todo. La sospecha de mí, se ha trabajado de matar á -mala muerte, mas Diego de Salcedo todavía tiene el corazon inquieto; -lo por qué, yo se que no lo pudo ver ni sentir, porque mi intencion -es muy sana, y por esto yo me maravillo. La firma de vuestra carta -postrera folgué de ver, como si fuera de D. Diego ó de D. Fernando; por -muchas honras y bien vuestro, señor, sea, y que presto vea yo otra que -diga «el Maestre.» Su noble persona y casa, nuestro Señor guarde. De -la Beata, á donde forzosamente me detiene la brisa. Hoy sábado, á 3 de -Agosto. Fará, señor, vuestro mandado.» - -La firma que hacia era desta manera: - - S. - S. A. S. - X. M. Y. - Xp̅o̅. ferens. - -Dice que Diego de Salcedo, su criado, tenia el corazon inquieto, -porque via que no podia quitar ó matar la sospecha que del Almirante, -su señor, áun se tenia. Lo que dice, que vista la firma de aquella -postrera carta del Comendador Mayor, se habia holgado, díjolo porque -fué la primera, para él, en que habia Comendador Mayor, como ántes -Comendador de Lares firmase y fuese; parece que entónces le llegó la -nueva de como le habian hecho los Reyes Comendador Mayor. Finalmente, -llegó á este puerto y ciudad de Sancto Domingo á 13 dias de Agosto del -dicho año de 1504. Salióle á rescibir el Comendador Mayor con toda -la ciudad, haciéndole reverencia y fiesta. Dejóle su casa en que se -aponsetase, y allí le hizo servir muy complidamente. Quejóse mucho -dél el Almirante, porque con todas estas obras que mostraban amistad -y benevolencia, le hizo muchos agravios y obras que tuvo el Almirante -por afrentas; y así, creia que todos los cumplimientos que con él hacia -eran hechos fingidamente. Uno fué, que, trayendo él preso al Francisco -de Porras, Capitan de los alzados, y teniéndolo en el navío en hierros, -lo hizo sacar y quitalle las prisiones y ponello en libertad en su -presencia. Intentó eso mesmo de castigar á los que habian sido con -el Almirante, y tomado armas para su defensa, y prendido á aquel, y -á los otros herido y muerto, y de cognoscer destas causas y delitos -que en aquel viaje y armada se habian hecho, no perteneciéndole á -él, sino al Almirante, como á Capitan general della, aquel juicio. -Presentaba el Almirante sus provisiones, y no las admitia ni cumplia, -diciendo que aquellas no se entendian hablar con él; y, diz que, todo -esto hacia el Comendador Mayor con falsa disimulacion y risa. Duraron -estas vejaciones hasta tanto que se adobó aquel navío que los trujo de -Jamáica y se fletó una nao en que el Almirante y su hermano, y hijo y -criados, fuesen á Castilla; toda la otra gente se quedó en esta isla, y -desta pasaron algunos á la de Sant Juan, cuando fueron á poblalla, ó, -por mejor decir, destruilla. Hízose á la vela en 12 dias de Setiembre -del mismo año de 1504, y luégo, en saliendo deste rio, á dos leguas, -se rajó al navío el mástel, á raíz de la cubierta, por lo cual el -Almirante lo mandó volver á este puerto, y prosiguió él su viaje en la -nao; y habiéndoles hecho buen tiempo hasta cuasi el tercio del golfo, -dióles una tan terrible tormenta que se vieron en gran peligro de -perderse. Un sábado, 19 de Octubre, siendo ya la tormenta cesada, y -ellos con algun sosiego, vínoseles todo el mástel abajo, hecho cuatro -pedazos, pero el esfuerzo del Adelantado y la industria del Almirante, -aunque por la gota en la cama muy fatigado, lo remediaron, haciendo -un mastelete de la entena, engrosando y fortaleciendo la mitad della -con las latas y madera de los castillos que deshicieron. Quebróseles -despues, en otra tormenta que padecieron, la contramesana, por manera -que parecia perseguir al Almirante muy particularmente la fortuna, sin -dalle algun descanso, para que toda su vida fuese trabajos y angustias. -Navegó de aquesta manera 700 leguas, y al cabo, por la voluntad de -Dios, llegó y entró en el puerto de Sant Lúcar de Barrameda, y de allí -fué á parar y descansar por algunos dias en Sevilla. - - - - -CAPÍTULO XXXVII. - - -Llegado el Almirante á Sevilla, para que sus adversidades rescibiesen -el colmo que más le podia entristecer y amargar en la vida, supo -luégo como la reina doña Isabel, que tenia por todo su mamparo y -su esperanza, era fallecida pocos dias habia; ningun dolor, ningun -trabajo, ninguna pérdida, ni perder la misma vida, le pudo venir, -que mayor afliccion, tristeza, dolor, llanto y luto le causara, que -oir tales nuevas, porque aquella señora y felice Reina, así como fué -la que principalmente admitió su primera empresa del descubrimiento -destas Indias, como en el primer libro queda visto, así ella fué la -que lo favorecia, esforzaba, consolaba, defendia, sostenia, como -cristianísima y de tan inestimable servicio, como del Almirante -rescibió, muy agradecida. El Rey católico, no se con qué ó con cuál -espíritu, por el contrario, no sólo no le mostraba obras ni señales -de agradecimiento, pero en cuanto en sí era, lo desfavorecia en las -obras, puesto que no le faltaban cumplimientos de palabra. Creyóse, -que si él con buena consciencia y no con detrimento de su honra y -fama pudiera, que pocas ó ninguna de las cláusulas de los privilegios -que al Almirante por él y por la Reina, tan debida y justamente se -habian concedido, le guardara. No pude atinar ni sospechar cuál fuese -deste desamor y no real miramiento, para con quien tantos y tan -egrégios y nunca otros tales á algun Rey hechos, servicios le hizo, la -causa, sino fuese haber hecho mayor impresion en su ánimo los falsos -testimonios que al Almirante se levantaron, y dar más crédito á los -émulos del Almirante, que siempre tuvo cabe sí, que darles debiera, -de los cuales yo alcancé á sentir algo de personas muy privadas del -Rey, que le contradecian. Así que, habiendo reposado algunos dias en -Sevilla, de tanta frecuencia de trabajos, el Almirante partióse para -la corte por el mes de Mayo, año de 1505, la cual estaba en Segovia; -y llegando él y su hermano el Adelantado, á besar las manos al Rey, -rescibióles con algun semblante alegre, no tanto cuanto requerian sus -luengas navegaciones, sus grandes peligros, sus inmensos trabajos y -aspérrimos. Hízoles relacion el Almirante, de lo que habia navegado, -de la tierra que dejaba descubierta, de la riqueza de la provincia de -Veragua, y de su destierro y aislamiento que tuvo en Jamáica, entero -un año, de la desobediencia y levantamiento de los Porras y de los -demas, y finalmente, de todas las particularidades y acaescimientos, -peligros y trabajos del viaje. Pasados algunos dias, cuando vido que -era tiempo, suplicóle diciendo así: «Muy alto Rey, Dios, nuestro -Señor, milagrosamente me envió acá porque yo sirviese á Vuestra -Alteza; dije milagrosamente, porque fuí á aportar á Portugal, á donde -el Rey de allí entendia en el descubrir más que otro, él le atajó -la vista, oido y todos los sentidos, que en catorce años no le pude -hacer entender lo que yo dije. Tambien dije milagrosamente, porque -hobe cartas de ruego de tres Príncipes, que la Reina, que Dios haya, -vido y se las leyó el doctor de Villalon, Vuestra Alteza, despues que -hobo cognoscimiento de mi decir, me honró y fizo merced de títulos -de honra; agora mi empresa comienza á abrir la puerta y dice que es -y será lo que siempre yo dije. Vuestra Alteza es cristianísimo, yo y -todos aquellos que tienen noticia de mis fechos, en España y en todo -el mundo, creerán que Vuestra Alteza, que me honró al tiempo que no -habia visto de mí salvo palabras, que agora que ve la obra, que me -renovará las mercedes que me tiene fechas con acrescentamiento, y así -como me prometió por palabra y escripto y su firma: y si esto hace, -sea cierto que yo le serviré estos pocos de dias que Nuestro Señor -me dará de vida, y que espero en él, que segun lo que yo siento y me -parece saber con certeza, que yo haré sonar mi servicio, que está por -hacer, á la comparacion de lo hecho, ciento por uno, etc.» El Rey -le respondió, que bien via él que le habia dado las Indias, y habia -merecido las mercedes que le habia hecho, y que para que su negocio se -determinase sería bien señalar una persona; dijo el Almirante, «sea la -que Vuestra Alteza mandaré», y añidió: «¿quién lo puede mejor hacer -que el Arzobispo de Sevilla, pues habia sido causa, con el Camarero, -que Su Alteza hobiese las Indias?» Esto dijo, porque este Arzobispo de -Sevilla, que era D. Diego de Deza, fraile de Sancto Domingo, siendo -maestro del Príncipe D. Juan, insistió mucho con la Reina que aceptase -aquesta empresa, y lo mismo hizo el camarero Juan Cabrero, aragonés, -que fué muy privado del Rey, segun dijimos en el libro I. Respondió -el Rey al Almirante, que lo dijese de su parte al Arzobispo; el cual -respondió, que para lo que tocaba á la hacienda y rentas del Almirante, -que se señalasen letrados, pero no para la gobernacion; quiso decir, -segun yo entendí, porque no era menester ponello en disputa, pues era -claro que se le debia. Como en esto el Rey pusiese dilaciones, tornóle -á suplicar el Almirante, que su Alteza se acordase de sus servicios -y trabajos, y de su injusta prision, y con cuánto abatimiento de su -persona y honor del estado, en que Sus Altezas por sus servicios le -levantaron y honraron, sin culpa suya habia sido despojado. Y por -tanto mostrase, como Rey justo y agradecido, su real benignidad, en -mandalle guardar y cumplir sus privilegios, que Su Alteza y la Reina -le habian concedido, restituyéndolo en su hijo, en las mercedes y en -la posesion de sus oficios, dignidad y estado que le habian hecho; -de todo lo cual habia sido de hecho, sin ser oido, ni defendido, ni -convencido y sin sentencia, y así contra todo derecho, privado; y -mayormente se acordase de las recientes promesas que Su Alteza y la -Reina le hicieron por su Carta real, cuando se queria partir para -este postrero viaje, conviene á saber, que tuviese por cierto que -sus privilegios le serian guardados enteramente, y cumplirian las -mercedes en ellos contenidas, y se le harian otras de nuevo, porque -estaban de propósito de lo más honrar y acrecentar, como parescia por -la carta que de Valencia de la Torre, le mandaron escribir, firmada -de sus reales nombres, la cual pusimos en el cap. 4.º, á la letra, -como la tenemos en nuestro poder, autorizada. Hablando con el Rey otra -vez en Segovia, le dijo, á cierto propósito, que no queria pleito ni -pleitear, sino que Su Alteza tomase sus privilegios y escripturas, y, -de lo que por ellas le pertenecia, le diese lo que mandase, y porque -él estaba muy fatigado y se queria ir á un rincon que pudiese haber, -á descansar; el Rey, recognosciendo que él le habia dado las Indias, -le dijo que no se fuese, porque él estaba de propósito, no solamente -darle lo que por sus privilegios le pertenecia, pero que de su propria -y real hacienda, le queria hacer mercedes. Favorecíale tambien mucho -el Arzobispo de Toledo, don fray Francisco Jimenez, fraile de Sant -Francisco, y otras personas principales en la corte. Remitieron su -negocio al Consejo de los descargos de la consciencia de la Reina ya -muerta, y de la del Rey mismo; hobo dos consultas, y no salió nada; -creyó el Almirante, que por ser su negocio de tan gran importancia, -no queria el Rey determinar sin la Reina, su hija, que cada dia la -esperaban con el rey D. Felipe, y con esta creencia tuvo un poco -de esperanza, pero no cesaba de dar peticiones al Rey. Entre otras -muchas, hallo la presente, que decia desta manera. «Serenísimo y muy -alto Rey, en mi pliego se escribió lo que mis escripturas demandan, -ya lo dije, y que en las reales manos de Vuestra Alteza estaba el -quitar ó poner, y que todo seria bien hecho. La gobernacion y posesion -en que yo estaba, es el caudal de mi honra, injustamente fuí sacado -della, grande tiempo há que Dios, nuestro Señor, no mostró milagro tan -público, que el que lo hizo le puso con todos los que le fueron en -ayuda á ésto. En la más escogida nao que habia en 34, y en la mitad -dellas, é á salida del puerto, le enfundió, que ninguno de todos ellos -le vido en qué manera fué ni cómo. Muy humildemente suplico á Vuestra -Alteza que mande poner á mi hijo, en mi lugar, en la honra y posesion -de la gobernacion que yo estaba, con que toca tanto á mi honra, y en -lo otro haga Vuestra Alteza como fuere servido, que de todo rescibiré -merced; que creo que la congoja de la dilacion deste mi despacho, -sea aquello que más me tenga así tullido.» Estaba ya muy tollido en -la cama, de la gota. Lo que dice del hundimiento de la nao y de los -que allí perecieron, dícelo por el Comendador Bobadilla que le envió -preso, y por Francisco Roldan y los demas que le habian perseguido. -Dió cierto memorial, en el cual referia los daños y pérdidas de -sus rentas, y provechos que se le habian recrecido por no le haber -guardado y cumplido sus privilegios, que eran grandes intereses; y -entre muchos, dice aqueste; «que los indios desta isla Española eran -y son, dice él, la riqueza della, porque ellos son los que cavan y -labran el pan y las otras vituallas á los cristianos, y los sacan el -oro de las minas, y hacen todos los otros oficios é obras de hombres -y de bestias de acarreto. Dice que está informado, que despues que -salió desta isla, son muertos de los indios della, de siete partes -las seis; todos por mal tratamiento é inhumanidad, que se habia usado -con ellos; unos á cuchillo, otros muertos á palos y mal tratamiento, -otros de hambre y mala vida que les era dada, la mayor parte muertos -en las sierras y arroyos, á donde iban huidos por no poder sufrir los -trabajos, de la cual falta de los dichos indios, se perdia grandísima -renta; y dice más, que bien que hobiese enviado á Castilla muchos -dellos y se hobiesen vendido, pero que era con propósito, que, despues -que fuesen instruidos en nuestra sancta fe y en nuestras costumbres y -artes y oficios, los tornarian á cobrar, y los volver á su tierra para -enseñar á los otros.» Todas estas son palabras del Almirante; y donosa -ignorancia fué la suya, si ignorancia fué y no cudicia, la cual tengo -yo por cierto que le acarreó las angustias que le vinieron, y lo que -agora en sus despachos y negocios padece ó padecia. En lo demas verdad -dijo, porque así fueron muertos y menoscabados los vecinos y moradores -naturales desta isla; pero él lloraba el diezmo del oro que sacara, si -no murieran, y los otros intereses temporales que por aquella causa -perdia. Tornando al propósito, D. Diego Colon, su hijo mayor, dió al -Rey la peticion siguiente: «Muy alto y muy poderoso Príncipe Rey, -nuestro señor: D. Diego Colon, en nombre del Almirante, mi padre, -humildemente suplico á Vuestra Alteza, se quiera acordar con cuántos -trabajos de su persona y peligros de su vida, el dicho Almirante, -mi padre, ganó las mercedes que Vuestra Alteza y la Reina, nuestra -señora (que santa gloria haya), le hicieron, y en cuánto servicio y -provecho de Vuestra Alteza suceden sus servicios, y mande que las -dichas mercedes le sean guardadas, mandándole restituir en lo que le -está tomado y ocupado, sin él merecerlo, segun que Vuestra Alteza se -lo tiene dicho de palabra, y escripto por carta, segun que verá por -este capítulo que aquí va, que fué en una carta que Vuestra Alteza -le escribió, al tiempo que se partió para ir á descubrir; y en esto -Vuestra Alteza administrará justicia, y descargará la Real consciencia -de la Reina, nuestra señora y la suya, y al Almirante y á mí nos hará -señalada y gran merced. Y si de volvelle la gobernacion de las Indias -fuere servido, el dicho Almirante le suplica sea servido en que vaya -yo, con que vayan conmigo las personas que Vuestra Alteza sea servido, -cuyo consejo y parecer yo haya de tomar.» Cuanto más peticiones al -Rey daban, tanto mejor respondia dando palabras y se lo dilataban. -Entre aquestas dilaciones, quiso el Rey que le tentasen de concierto -y partidos, para que hiciese renunciacion de los privilegios que le -habian concedido, y que por Castilla le harian la recompensa, y creí -que se le comenzó á apuntar que le darian á Carrion de los Condes y -sobre ello cierto estado. Desto fué muy mal contento el Almirante, y -vido indicios de que el Rey no le habia de cumplir lo que le habia con -la Reina tantas veces, de nuevo, por cartas y por palabras, allende lo -que rezaban sus privilegios, largamente prometido, y por este concepto -que tuvo, desde la cama, donde ya estaba muy enfermo, por una carta -se quejó al Arzobispo de Sevilla, diciendo así: «Y pues se parece que -Su Alteza no há por bien de cumplir lo que ha prometido por palabra -y firma, juntamente con la Reina (que haya sancta gloria), creo que -combatir sobre el contrario, para mí que soy un arador, sea azotar el -viento, y que será bien, pues que yo he hecho lo que he podido, que -agora deje hacer á Dios, nuestro Señor, el cual he siempre hallado muy -próspero y presto á mis necesidades, etc.» Estas son sus palabras; por -manera que lo remitia, como quien ningun otro remedio creia tener, al -divino juicio, é yo bien creo, cierto, que le habrá hecho justicia. -Estando el Rey en estas largas dilaciones con el Almirante, y el -Almirante, con ellas, puesto en gran tribulacion y angustia, con gran -enfermedad de la gota, que se le aumentaba y afligia más cada dia, el -Rey, que ya habia venido á Valladolid, se partió para Laredo á esperar -al rey don Felipe, su yerno, y la reina doña Juana, nuestra señora, -su hija. Luégo, desde á pocos dias, llegaron de Flandes los dichos -Reyes, y el Almirante rescibió grande alegría, oidas las nuevas, porque -se le resucitó la esperanza de alcanzar su justicia, que del rey D. -Hernando tenia perdida; puesto que quedó con harto dolor y afliccion -de su corazon, por no poder ir, ni poder enviar á D. Diego, su hijo, -por el impedimento de la enfermedad que padecia. Envió al Adelantado, -su hermano, que besase las manos á los Reyes por él y por su hijo, y -los escusase, y escribióles con él la presente epístola: «Serenísimos -é muy altos é muy poderosos señores Príncipes, Rey y Reina, nuestros -señores: Yo creo que Vuestras Altezas creerán que en ningun tiempo tuve -tanto deseo de la salud de mi persona, como he tenido despues que supe -que Vuestras Altezas habian de pasar acá, por la mar, por venirles á -servir, y ver la experiencia del cognoscimiento que con el navegar -tengo. A Nuestro señor le ha placido así; por ende, muy humilmente -suplico á Vuestras Altezas, que me cuenten en la cuenta de su real -vasallo y servidor, y tengan por cierto, que bien que esta enfermedad -me trabaja así agora sin piedad, que yo les puedo áun servir de -servicio que no se haya visto su igual. Estos revesados tiempos é otras -angustias en que yo he sido puesto, contra tanta razon me han llegado -á gran extremo; á esta causa no he podido ir á Vuestras Altezas, ni -mi hijo. Muy humildemente les suplico que resciban la intencion y -voluntad, como de quien espera de ser vuelto en mi honra y estado, como -mis escripturas lo prometen. La Sancta Trinidad guarde y acreciente el -muy alto y Real Estado de Vuestras Altezas.» Bien creo, cierto, que si -el Almirante viviera y el rey D. Felipe no muriera, que el Almirante -alcanzara justicia y fuera en su estado restituido. - - - - -CAPÍTULO XXXVIII. - - -Despachado su hermano el Adelantado para ir á besar las manos á los -Reyes nuevos, agravóse cada hora más al Almirante su enfermedad de -la gota, por el aspereza del invierno, y más por las angustias de -verse así desconsolado, despojado, y en tanto olvido sus servicios y -peligro su justicia, no embargante que las nuevas sonaban y crecian de -las riquezas destas Indias, yendo á Castilla mucho oro desta isla, y -prometiendo muchas más de cada dia. El cual, viéndose muy debilitado, -como cristiano, cierto, que era, rescibió con mucha devocion todos -los Sanctos Sacramentos, y llegada la hora de su tránsito desta vida -para la otra, dicen que la postrera palabra que dijo: _in manus -tuas, Domine, comendo spiritum meum_. Murió en Valladolid, dia de la -Ascension, que cayó aquel año á 20 de Mayo, de 1506 años; llevaron -su cuerpo ó sus huesos á las Cuevas de Sevilla, monasterio de los -Cartujos, de allí los pasaron y trujeron á esta ciudad de Sancto -Domingo, y están en la capilla mayor de la Iglesia catedral enterrados. -Tenia hecho su testamento, en el cual instituyó por su universal -heredero á D. Diego, su hijo, y, si no tuviese hijos, á D. Hernando, -su hijo natural, y si aquel no los tuviese, á D. Bartolomé Colon, -Adelantado, su hermano, y sino tuviese su hermano hijos, á otro su -hermano; y en defecto de aquél, al pariente más cercano y más llegado -á su línea, y así, para siempre, mandó que habiendo varon, nunca -le heredase mujer, pero no lo habiendo, instituyó que heredase su -estado mujer, siempre la más cercana á su línea. Mandó, á cualquiera -que heredase su estado, que no pensase ni presumiese de menguar el -mayorazgo, sino que ántes trabajase de lo acrecentar, mandando á sus -herederos, que con sus personas y estado y rentas dél sirviesen al -Rey y á la Reina, y al acrecentamiento de la religion cristiana. -Dejóles tambien obligacion de que todas las rentas que de su mayorazgo -procedieren, den y repartan la décima parte á los pobres en limosna. -Entre otras cláusulas de su testamento, se contiene esta: «Al Rey y á -la Reina, nuestros señores, cuando yo les serví con las Indias, digo -serví, que parece que yo por la voluntad de Dios, nuestro Señor, se -las dí como cosa que era mia, puédolo decir, porque importuné á Sus -Altezas por ellas, las cuales eran ignotas y escondido el camino, é -cuanto se falló dellas; é para las ir á descubrir, allende de poner el -aviso y mi persona, Sus Altezas no gastaron ni quisieron gastar para -ello, salvo un cuento de maravedís, é á mí fué necesario de gastar -el resto. Despues plugo á Sus Altezas, que yo hobiese en mi parte de -las dichas Indias, islas y tierra firme, que son al Poniente de una -raya que mandaron marcar sobre las islas de los Azores, y aquellas -del Cabo Verde, 100 leguas, la cual pasa de Polo á Polo, que yo -hobiese en mi parte, tercio y el ochavo de todo, y más el diezmo de -lo que resta en ellos, como más largo se amuestra por los dichos mis -privilegios é Cartas de merced, etc.» Estas son sus palabras, en el -dicho su testamento. Y así pasó desta vida, en estado de harta angustia -y amargura y pobreza, é sin tener, como él dijo, una teja debajo de -qué se metiese para no se mojar ó reposar en el mundo, el que habia -descubierto por su industria otro nuevo y mayor que el que de ántes -sabíamos felicísimo mundo. Murió desposeido y despojado del estado y -honra que con tan inmensos é increibles peligros, sudores y trabajos -habia ganado, desposeido ignominiosamente, sin órden de justicia, -echado en grillos, encarcelado, sin oirlo ni convencerlo, ni hacerle -cargos ni recibir sus descargos, sino como si los que lo juzgaban -fuera gente sin razon, desordenada, estulta, estólida y absurda, y más -que bestiales bárbaros. Esto no fué sin juicio y beneplácito divino, -el cual juzga y pondera las obras y fines de los hombres, y así los -méritos y deméritos de cada uno, por reglas muy delgadas, de donde -nace que lo que nosotros loamos él desloa, y lo que vituperamos alaba; -quien bien quisiere advertir é considerar lo que la historia, con -verdad, hasta aquí ha contado de los agravios, guerras é injusticias, -captiverios y opresiones, despojos de señoríos y estados y tierras, -y privacion de propia y natural libertad, y de infinitas vidas que á -Reyes y á señores naturales, y á chicos y á grandes, en esta isla, y -tambien en Veragua, hizo y consintió hacer absurda y desordenadamente -el Almirante, no teniendo jurisdiccion alguna sobre ellos, ni alguna -justa causa, ántes siendo él súbdito dellos por estar en sus tierras, -reinos y señoríos, donde tenian jurisdiccion natural, y la usaban y -administraban, no con mucha dificultad, ni áun con demasiada temeridad, -podrá sentir que todos estos infortunios y adversidades, angustias y -penalidades fueron, de aquellas culpas, el pago y castigo. Porque, -¿quién puede pensar que cayese tan gran señal, y obra de ingratitud -en tan reales y cristianísimos ánimos como eran los de los Reyes -católicos, que á un tan nuevo y tan señalado, y singular y único -servicio, no tal otro hecho á Rey alguno en el mundo, fuesen ingratos, -y de las palabras y promesas reales, hechas y afirmadas muchas veces -por dicho y por escripto, faltos? No es, cierto, creible, que no -cumplirle sus privilegios y mercedes por ellos debidamente prometidas -y concedidas por sus tan señalados servicios, por falta de los Reyes -quedase, sino solamente por la divina voluntad, que determinó, que de -cosa dello en esta vida no gozase, y así, no movia á los Reyes que lo -galardonasen, ántes los impidió, sin los Reyes incurrir en mácula de -ingratitud, y sin otro defecto que fuese pecado; de la manera que, sin -culpa de los mismos Reyes, y sin su voluntad y mandado, el comendador -Bobadilla, ó por ignorancia ó por malicia, violando la órden del -derecho y justicia, permitió que lo prendiese, aprisionase, despojase -de la dignidad y estado, y hacienda que poseia y al cabo desterrase -á él y á sus hermanos. Y lo que más se debe notar es, que no paró en -él ni en ellos la penalidad, sino que ha comprendido hasta la tercera -generacion en sus sucesores, en que está hoy, como, si place á Dios, -por la historia será declarado. Estos son los juicios altísimos y -secretísimos de Dios, de los nuestros muy distantes; y por esto será -cordura, para el dia postrimero, donde todo en breve se discutirá y -será claro á todo el orbe, reservallo. A la bondad y misericordia -de Dios plega de contentarse, rescibiendo por satisfaccion de las -culpas que en estas tierras que descubrió contrajo, las tribulaciones, -angustias y amarguras, con los peligros, trabajos y sudores, que toda -su vida padeció, porque en la otra vida le haya concedido perpétuo -descanso. Ninguno, cierto, de los que sus cosas supimos y supieron, -pudo negar que no tuviese buena y simple intencion, y á los Reyes -fidelidad, y esta fué tan demasiada, que, por servirlos, él mismo -confesó con juramento en una carta que les escribió de Cáliz, cuando -estaba para se partir para el postrer viaje, que habia puesto más -diligencia para los servir, que para ganar el Paraíso, y así parece -que, por permision de Dios, que le dieron el pago; y tengo yo por -cierto, que aqueste demasiado cuidado de querer servir los Reyes, y -con oro y riquezas querer agradallos, y tambien la mucha ignorancia -que tuvo, fué la potísima causa de haber en todo lo que hizo contra -estas gentes errado; aunque en los que aconsejaron por aquellos tiempos -á los Reyes, como ya queda dicho, fué mucho más culpable. Es aquí de -saber, que el Almirante murió tambien con otra ignorancia, y esta fué, -que tuvo por cierto que esta isla Española era la tierra de donde á -Salomon se traia el oro para el templo que la Sagrada Escriptura llama -Ofir ó Társis; pero en esto es manifiesto haberse engañado, porque en -esta isla nunca hobo tan gran copia de oro como de allí se llevaba, y -tambien, porque con el oro llevaban pavones y marfil, que son dientes -de elefantes, lo que nunca por este orbe indiano nuestro se vido ni -halló, mas se cree haber sido la gran isla Taprobana, de donde aquellas -cosas preciosas se llevaron á Jerusalen. Tambien dijo, que estas islas -y tierra firme estaban al fin de Oriente y comienzo de Asia; bien creo -yo que, sino hallara atravesada esta nuestra tierra firme, que llegara -ó pretendiera navegar y llegar al fin de Oriente, y principio de Asia, -que es la China, ó Malucos ó otras tierras por allí, á donde agora -navegan los portugueses, y para esto, bien le quedaban por navegar -más de otras 2.000 leguas para llegar á donde es el fin de Oriente y -principio de Asia, como él decia ser estas islas y tierra firme. Murió -tambien ántes que supiese que la isla de Cuba fuese isla, porque como -anduvo mucho por ella, y áun no llegó á pasar de la mitad, por las -grandes tormentas que padesció por la costa della, y de allí se tornó -á esta isla, y de camino descubrió á la de Jamáica, como en el libro -primero dijimos, siempre creyó que Cuba era punta ó cabo de tierra -firme; y para en aquellos tiempos, que parecia que de la obscuridad del -Océano pasada el mundo se abria, no fué maravilla. - - - - -CAPÍTULO XXXIX. - - -Concluida la historia del primer Almirante, que aquestas Indias mostró -primero que otro al mundo, conviene tornar al camino que la historia -llevaba, y despues á proseguir la gobernacion del Comendador Mayor en -esta isla Española, de donde la dejamos, y contar lo que en ella por -estos tiempos sucedió, y ver de allí adelante lo que por estas partes, -dentro de los diez años, fuere de memoria digno; y aunque sea tornar -un poco atras, pues perdió su lugar con la frecuencia de las cosas -referidas, todavía no perderá sazon aquí decillo. Esto es, que en el -año de 1501, los Reyes católicos suplicaron al Papa Alejandro VI, que -les habia concedido estas Indias, que les concediese los diezmos de -las islas de las Indias, no señalando cuáles, puesto que la intencion -de los Reyes fué pedir los desta isla Española, donde habia entónces -españoles, y de las otras partes donde creian que habian españoles de -poblar. Finalmente, les hizo gracia y donacion de los diezmos con tal -carga y condicion, que primero asignasen dote suficiente realmente, -y con efecto, segun la ordenacion de los diocesanos (sobre lo cual -encargó la consciencia á los diocesanos mismos), de los bienes de los -Reyes á todas las iglesias que se erigesen en las dichas islas, con -que se pudiesen mantener los Presidentes y Rectores dellas, y llevar -la carga que en ellas y para ejercer el culto divino, fuese necesario, -etc., donde dice así: _Hujusmodi supplicationibus inclinati, vobis et -successoribus vestris pro tempore existentibus ut insulis prædictis -ab illarum incolis et habitatoribus, etiam pro tempore existentibus, -postquam ille acquisitæ et recuperatæ fuerint ut præfertur, assignata -prius realiter et cum effectu juxta ordinationem tunc diocesanorum -locorum (quorum conscientias super hoc oneramus), ecclesiis in -dictis insulis erigendis, per vos et successores vestros præfatos, -de vestris et eorum bonis dote sufficienti, ex qua illis Presidentes -earumque Rectores se commode sustentare, et onera dictis ecclesiis pro -tempore incumbentia perferre ac cultum divinum ad laudem omnipotentis -Dei debite exercere, juraque episcopalia persolvere possint, decima -hujusmodi percipere et levare libere ac licite valeatis, auctoritate -apostolica tenore presentium de specialis dono gratiæ indulgemus_, -etc. Por esta gracia del Papa y auctoridad, llevaron los Reyes los -diezmos de esta isla por algunos años, sin que hobiese Obispos ni -erigidas iglesias catedrales; y proveian las iglesias, que era una -choza de paja, de ornamentos y de lo necesario, de su real hacienda, -y, en cada pueblo ó villa de españoles, ponian un clérigo por cura, -al cual mandaban dar de su hacienda 100 pesos de oro cada año, de á -450 maravedís cada peso, de valor. Hasta agora no he podido saber qué -auctoridad y jurisdiccion hobiesen tenido aquellos clérigos para ser -curas, y absolver de los pecados y administrar los Sacramentos á los -españoles, como fuesen puestos por el Rey, ó por su mando, siendo -persona seglar. Valieron los diezmos, cuando más valieron en esta isla, -por aquellos tiempos, hasta 20.000 castellanos, ó pesos de oro que -era lo mismo. Despues, muerta la reina doña Isabel (que haya gloria), -hízosele al Rey pesada y costosa carga proveer las iglesias y clérigos -de la manera dicha; y, por otras causas que le debieron de mover, abrió -mano de los diezmos y de la dicha obligacion, y suplicó al Papa que -criase Obispos, y así los crió, como en el principio del libro III, si -pluguiere á Dios, se dirá, porque aquel es su lugar. Tornando, pues, á -lo demas, despues que el Almirante salió del aislamiento y trabajos que -padeció en Jamáica, y fué á Castilla, sabido lo que habia descubierto, -acordaron luégo, un Juan Diaz de Solís y Vicente Yañez Pinzon, el -hermano de Martin Alonso Pinzon, de quien dijimos que ayudó al despacho -del Almirante en la villa de Palos, y fué con él y llevó consigo -al Vicente Yañez y á otro hermano, cuando vino el primer viaje á -descubrir estas Indias, segun que en el primer libro queda explicado, -de ir á descubrir é proseguir el camino que en el cuarto viaje, y -descubrimiento postrero, dejaba hecho el Almirante, los cuales fueron -á tomar el hilo desde la isla ó islas de los Guanajes, que dijimos -haber descubierto el Almirante en su postrer viaje, y dellas tornarse -hácia el Oriente. Estos dos descubridores navegaron, segun se puede -colegir de los dichos de los testigos, que el Fiscal presentó en el -pleito que trató con el Almirante segundo, de que habemos muchas veces -hecho mencion, hácia el Poniente, desde los Guanajes, y debieron llegar -en paraje del golfo Dulce, aunque no lo vieron porque está escondido, -sino que vieron la entrada que hace la mar entre la tierra que contiene -el golfo Dulce y la de Yucatán, que es como una gran ensenada ó bahía -grande. Llaman bahía los marineros, á la mar que está entre dos tierras -á manera de puerto, no muy guardado, la cual seria puerto, si no fuese -muy grande, y por ser muy capaz y no cerrado, llaman bahía, las letras -_i_ é _a_ postrera leidas, divisas. Así que, como vieron aquel rincon -grande que hace la mar entre las dos tierras, la una que está á la -mano izquierda, teniendo las espaldas al Oriente, y esta es la costa -que contiene el puerto de Caballos, y adelante dél el golfo Dulce, -y la otra de la mano derecha que es la costa del reino de Yucatán, -parecióles grande bahía, y por eso el Vicente Yañez en la deposicion -que con juramento hizo en el dicho proceso, presentado por testigo por -el Fiscal, dijo: que navegando desde la isla de los Guanajes, yendo la -costa de luengo, descubrieron una gran bahía, á la cual pusieron nombre -la gran bahía de la Navidad, y que de allí descubrieron las sierras de -Caria, y otras tierras mas adelante, y segun los otros testigos dicen, -volvieron al Norte. Y por todo esto parece que sin duda descubrieron -entónces mucha parte del reino de Yucatán, sino que como despues no -hobo alguno que prosiguiese aquel descubrimiento, no se supo más de -los edificios de aquel reino, de donde fácilmente fuera descubierta la -tierra y grandezas de los reinos de la Nueva España, hasta que, acaso, -se descubrió desde la isla de Cuba, como parecerá, si pluguiere á -Dios, en el libro III desta historia. Y es aquí de notar, que estos -descubridores principalmente pretendian descubrir tierra, por emulacion -del Almirante, y pasar de lo que él habia descubierto adelante, para -echar cargo á los Reyes, como si no hobiera sido el Almirante el -primero que abrió las puertas del Océano, de tantos millares de siglos -atras cerradas, y el que para descubrir dió á todos lumbre; y el Fiscal -del Rey todo su estudio ponia en probar que las partes de tierra firme, -que los otros descubridores descubrian, eran distintas tierras de las -que el Almirante habia descubierto, y diera mucho porque no fuera -tan luenga la tierra firme, á fin de disminuille sus privilegios, -para hacer á los Reyes ménos obligados á le agradecer los servicios -inestimables que les habia hecho, y á cumplir las mercedes que le -habian prometido, á él tan justamente y con tanta razon debidas; y esto -era grande injusticia. Á aquel propósito puso una pregunta, ¿si sabian -que lo que aquellos descubridores habian descubierto, era apartado -de lo que el Almirante descubriera? y allí tiraban los dichos de los -marineros, por la mayor parte, diciendo que era otra tierra; pero no -les preguntaban si era toda una tierra firme, ni ellos lo decian. Pero -otros, en especial dos honrados hombres que yo bien cognoscí, el uno -Rodrigo de Bastidas, de quien ya arriba hemos tratado, y un piloto, -Andrés de Morales, entendiendo el agravio que hacer al Almirante el -Fiscal pretendia, depusieron muchas veces, en diversos artículos del -dicho proceso, que la tierra que aquellos habian descubierto estaba -más al Occidente de lo que el Almirante habia descubierto, pero que -toda era una tierra. Item, que Vicente Yañez y Juan de Solís fueron á -descubrir abajo de Veragua, por aquella costa, pero que todo lo que -los unos y los otros, y todos cuantos habian descubierto de la tierra -que dicen firme, era todo una costa con lo que el dicho Almirante -primero descubrió. Otro, sin los dos, dice que era toda una costa desde -Paria, sino que son diversos nombres de las provincias, así como son -diversas lenguas. Esto declaraban los testigos entónces, porque lo -vian y sabian muy claro por sus mismos ojos, y agora no será menester -buscar testigos, sino á los especieros de Sevilla. Por manera, que no -se le puede negar al Almirante, si no es con gran injusticia, que así -como fué el primero descubridor destas Indias, lo fué de toda esta -nuestra tierra firme, y á él se le deben las gracias, descubriendo la -provincia de Paria, que es una parte de toda ella, porque él puso en -las manos á todos los demas el hilo, por el cual, puesto que durara -mucho más y estuviera en muy mayor distancia, hallaran el ovillo; y -así, justísimamente se le debian de cumplir las mercedes y guardar sus -privilegios en toda la tierra firme, aunque fuera mayor, como en esta -Española y en las otras islas, porque no era obligado á pasealla toda, -como ni el que toma posesion de una heredad, segun tratan los juristas. - - - - -CAPÍTULO XL. - - -Gobernaba el Comendador Mayor en esta isla los españoles con mucha -prudencia; era tenido y amado, y reverenciado dellos en gran manera -en estos dias. Tuvo una industria muy buena para tenellos á todos -muy subjectos, entre los cuales habia muchas personas principales y -caballeros, y fué esta: tenia mucho cuidado de saber cómo cada uno, -en el pueblo que era vecino, vivia, preguntando muy particularmente -á los que, de los pueblos á negociar con él, ó á esta ciudad, donde -él por la mayor parte del año residia, por sus negocios venian; si -sabia que alguno era inquieto ó de mal ejemplo, y mayormente si era -informado que ponia los ojos en alguna mujer casada, aunque no supiese -más dél de que pasaba por su calle algunas veces, y dello se concebia -en el pueblo alguna sospecha, ó que tuviese otro defecto que fuese -nocivo, y aunque no fuese mucho escandaloso al pueblo, enviábale muy -disimuladamente á llamar, y, venido, recibíalo con rostro alegre, y -mandábale que viniese á comer con él, como si le hobiera de hacer -nuevas mercedes. Preguntábale de los otros vecinos, de las haciendas -de cada uno, cómo se habian unos con otros, y de otras cosas que -él fingia querer saber; el que era venido estimaba de sí, que, por -tenelle por más virtuoso y mostralle más amor, y querelle tener por -privado y dalle más indios, el Comendador Mayor se informaba dél y en -aquello le favorescia. Y porque siempre llamaba los tales en tiempo -que habia navíos en el puerto, cuando ya estaban para se partir, -decíale: «fulano, mirad en qué navío destos quereis ir á Castilla;» y -el otro íbasele una color y veníale otra, y decía, «¿señor, por qué?» -Respondia, «no cureis de hacer otra cosa.» Replicaba, «señor, no tengo -con qué, ni áun para el matalotaje.» Decia el Comendador Mayor, «por -eso no quedará, porque yo os lo daré,» y hacíalo así. Desta manera, con -pocos que envió, tenia toda la isla tan sosegada, donde hobo, segun -oí, 10 ó 12,000 españoles, y muchos de ellos, como dije, hijodalgos y -caballeros, que por no enojallo no osaban menearse; yo cognoscí dos -caballeros, harto personas señaladas, y del Comendador mucho estimadas, -que, habiéndose topado en cierta parte de noche, y descalabrádose, no -fué menester que alguno los concertase, porque ellos se perdonaron, -abrazaron y concertaron, sólo porque el Gobernador no lo alcanzase á -saber ni lo sospechase. Y esto todo lo hacian y sufrian, solamente -porque á los que habia dado indios no se los quitase, desterrándolos á -Castilla, y á los que no los habia dado, porque se los diese; y ansí el -oro que venian á buscar, y consistia en que les diesen indios, no se -estorbase. Por manera, que toda la paz y concierto y obediencia que los -españoles acá al Gobernador tenian, y no osar cometer cosa que fuese -por el foro exterior castigable, sólo se fundaba en el interés y temor -de no perder los bienes temporales que esperaban, y todo esto sobre -los desventurados indios cargaba. Y es aquí de saber, que desterrar -de la manera dicha en aquellos tiempos alguno á Castilla, ninguna -muerte ni daño se le igualaba, y, á lo que por entónces estimábamos, -algunos escogieran ser ántes muertos, que, por aquella manera, desta -isla echados; la razon era, por no ir á sus tierras pobres, perdida la -esperanza de alcanzar acá lo que deseaban; y así el estado desta isla, -en aqueste tiempo, fué muy al revés del que tuvo los tiempos pasados, -porque la mayor pena que daban á los malhechores de Castilla, sacada -la muerte, era desterrados de allá para acá, como en el libro primero -mostramos, pero por el contrario, la más grave que agora se temia y -podia dar, fué desterrar los hombres de acá para allá. En este comedio -andaba la priesa muy encendida, en sacar el oro de las minas, y los -otros trabajos que para lo sacar se ordenaban (porque aquel era el -fin de los españoles y de todos sus cuidados), y por consiguiente, la -diminucion y muerte de los indios era necesaria, porque como ellos -eran acostumbrados á poco trabajo, por la fertilidad de la tierra, -que con casi ninguno la cultivaban y de sus fructos tenian abundancia -para sustentarse, y tambien por contentarse con solamente lo á la vida -necesario, allende ser de su naturaleza gente delicada, metidos en tan -duros y acerbos trabajos, de un extremo á otro, no poco á poco sino de -súbito, acelerados, forzado era que no podian con la vida, en ellos, -mucho tiempo durar; y bien pareció, pues cada demora, que eran los -seis ó ocho meses que tenian las cuadrillas de indios en las minas, -sacando oro, hasta que se traia todo á fundir, se morian la cuarta y -áun la tercia parte. ¿Quién podrá contar las hambres y aflicciones, -malos y crueles tratamientos, que, no sólo en las minas, pero en las -estancias y donde quiera que trabajaban, padecian los desventurados? -Los que enfermaban, ya queda dicho que no eran creidos, diciendo que lo -hacian de haraganes y bellacos por no trabajar; y cuando la calentura -y la enfermedad hablaba por ellos, clamando estar enfermos de verdad, -dábanles un poco de pan caçabí, é unas pocas de ajes, raíces como -turmas de tierra, y enviábanlos á su tierra que estaba 10, y 15, y 20, -y 50 leguas, que se curasen, y áun no con pensamiento que se curasen, -sino que se fuesen donde quisiesen por no curallos; lo que, cierto, -no hacian, cuando alguna yegua de las suyas, porque entónces no habia -caballos, enfermaba. Viéndose así aquestas gentes, en tan infelice y -abatido y mortífero estado, por salir presto dél, muchos se mataban, -bebiendo de aquel agua ó zumo, que arriba dijimos salir de las raíces -de que hacen el pan caçabí, que tiene virtud de matar bebiéndola sin -dalle un hervor al fuego, y si se lo dan queda como vinagre muy bueno, -y llámanlo bien; las mujeres, si se empreñaban, tomaban hierbas para -echar las criaturas muertas, y desta manera, perecieron en esta isla -muchas gentes. Hombre hobo casado, que tomaba una vara ó vardasca, y -se iba á donde los indios cavando trabajaban, y á los que no hallaba -sudando, dábales de varazos diciendo; «¿no sudais, perros? ¿no sudais?» -La mujer se iba por su parte con su vara en la mano á donde las -mujeres indias trabajaban en hacer pan, mayormente cuando las raíces -rallaban, y á las que no hallaban sudando, daban de varazos, diciendo -las mismas palabras: «¿no sudais, perras? ¿no sudais?» Y, por justo -juicio de Dios, ellos despues más dolorosamente sudaron, porque -ambos á dos, con hijos é hijas, niños que parecian unos ángeles, y -con otras personas hermanas y cuñadas, y con el oro que con aquellas -obras buenas y justicia habian ganado, que era no poca cantidad, los -vide por mis ojos en el Puerto de Plata, desta isla, embarcar para -se ir á Castilla, creyendo ir á gozar dello y descansar, y nunca más -parecieron, habiéndose hundido con todo ello en la mar; destos castigos -que Dios ha hecho en reprobacion y venganza destas crueldades, que con -estas gentes se han obrado, habemos visto hartos, y, si place á Dios, -algunos dellos, notables, abajo se referirán. Y, porque el licenciado -Alonso Maldonado tenia gran trabajo en el ejercicio de la justicia de -toda esta isla, envió el Comendador Mayor á Castilla que le enviasen -un letrado para que llevase parte de sus trabajos, y así vino en este -tiempo un bachiller, llamado Lúcas Vazquez de Ayllon, natural de -Toledo, hombre muy entendido y muy grave, al cual hizo el Comendador -Mayor, Alcalde mayor de la ciudad de la Concepcion, con todas las otras -villas que están por aquella parte desta isla, como fueron, la villa -de Santiago, Puerto de Plata, Puerto Real, y Lares de Guahába. Este -bachiller Ayllon despues fué á Castilla, y tornó licenciado y por Oidor -de la Audiencia que aquí está. Dióle, luégo que vino, el Comendador, -400 ó 500 indios, porque éste era el principal salario con que pagaban -todos los servicios, los cuales al cabo mató, ó la gran parte dellos, -en sus minas y granjerías. - - - - -CAPÍTULO XLI. - - -En todo este tiempo faltó Rey en Castilla, desde el año de 504 hasta el -de 507, porque como en el de cuatro murió la reina doña Isabel, y el -de cinco vinieron á reinar el rey D. Felipe y la reina doña Juana, y -el rey D. Felipe murió luégo en aquel año, y la Reina, por su perpétua -enfermedad, no estuvo para gobernar, siguióse de aquí estar los reinos -de Castilla sin Rey y sin dueño, presente al ménos, desde el año de -cuatro, al fin dél, hasta el de siete, que vino el rey D. Hernando, -de Nápoles; porque aunque desque murió la reina doña Isabel estuvo -presente aquel año el rey D. Hernando, y lo gobernaba, pero cada dia -esperaba la reina doña Juana al rey D. Felipe, y no faltaron embarazos -y ocupaciones al Rey, y no tuvo noticia entera de la perniciosa -desórden que el Comendador Mayor habia puesto en esta isla, repartiendo -los indios de la manera dicha, y como por ella perecian todos: y si la -tuvo, porque, en la verdad, el Almirante le avisó dello, como arriba ya -dejamos dicho, ó no la creyó, ó con otros más vehementes pensamientos, -que entónces le ocupaban la intencion ó atencion, no la entendió, ó -della no curó. Venido el rey D. Felipe, fuése el rey D. Fernando á -Nápoles; murió luégo el rey D. Felipe, vacó la gobernacion, hasta -que el año de siete tornó de Nápoles el rey D. Hernando. Y así, con -estos embarazos y mudanzas, tuvo lugar de se entablar y asentar esta -pestilencia del repartimiento, sin que se sintiese ni hobiese persona -que en ella mirase, pereciendo cada dia, como es dicho, tantos, porque -no habia otro fin á que la intencion y cuidados se enderezasen, sino -á sacar oro; de la perdicion, y como se consumian los indios, ninguna -cosa curando, y el que debia más que los otros mirar en ello, que era -el Comendador Mayor, que lo habia ciegamente ordenado, y le incumbia -remediallo, aunque via cada hora morir estas gentes y despoblarse esta -isla, como ligado de su insensibilidad, ó no advertia ó no se le daba -nada. Venido el Rey el año de siete de Nápoles, no siendo informado -del estrago que acá destas gentes míseras pasaba, no se tractaba sino -del oro que se sacaba, que por entónces era mucho, pero de los tristes -que por sacallo morian, y de la sangre humana que costaba, y, lo que -más doloroso es, de las ánimas, que, sin fe y sin Sacramentos, salian -desta vida, ni se decia ni se preguntaba. Solamente sonó en los oidos -de muchas gentes, que tras el Rey vinieron de Nápoles, que allá le -habian servido y no pagado, y con importunidades le pedian la paga, -que en las Indias se sacaba mucho oro, y que quien alcanzase á tener -un repartimiento de indios ternia oro, y sería bienaventurado. Cayeron -algunos y quizá muchos, viendo que el Rey no los hacia mercedes, en -suplicarle que les hiciese merced de dalles indios en esta isla, -porque se querian venir á vivir acá. El Rey, por cumplir con ellos -y echallos de sí, no sabiendo lo que daba, ni, dando los indios, en -qué paraban, dió á algunos Cédulas para el Gobernador, mandando que -les diese 200 indios, como á los otros vecinos desta isla los daba, -muchas de las cuales el Comendador Mayor no cumplia, puesto que las -obedeciese, mayormente si aquellos eran personas principales, que -enviaban las Cédulas, y en Castilla se quedaban, diciendo que aquellos -no servian, quedando allá, en nada, y otras razones que le movian para -no aceptallas; pero que diese indios á éstos de nuevo venidos, ó no -los diese, ninguno los rescibia que no los mataba. En estos dias el -Comendador Mayor mandó á un piloto llamado Andrés de Morales, de que -arriba hemos hecho alguna mencion, que anduviese todos los rincones -desta isla y pusiese por escripto cuántos rios, y cuántas sierras, y -cuántos montes, y cuántos valles, con la dispusicion de cada uno, que -en ellos hallase. No pude ver yo esta descripcion despues que caí en -buscarla, puesto que muchos años ántes, si cayera en ello, me la diera -el mismo Andrés de Morales. Pienso que la terná Alonso de Sancta -Cruz, cosmógrafo, vecino de Sevilla, porque destas cosas tiene en su -poder hartas. Acordó tambien por este tiempo, que era el año de 508, -el Comendador Mayor, enviar á descubrir del todo á la isla de Cuba, -porque hasta entónces no se sabia si era isla ó tierra firme, ni hasta -dónde su longura llegaba, y tambien á ver si era tierra enjuta, porque -se decia que lo más era lleno de anegadizos, ignorando lo que el -Almirante, cuando la descubrió el año de 94, habia visto en ella, como -se dijo en el libro I. Para este descubrimiento, envió por Capitan á un -hidalgo gallego, llamado Sebastian de Campo, criado de la reina doña -Isabel, de los que habian venido con el primer Almirante, cuando vino á -poblar esta isla el segundo viaje. Partió este Sebastian de Campo con -dos navíos, y en cada uno sólos marineros, porque no iba sino á saber -si aquella tierra era isla ó cabo de tierra firme, como es dicho; el -cual, segun creo, fué por la parte del Norte, y la rodeó toda y entró -en algunos puertos, y creo que porque uno de los navíos, ó ambos, -tuvieron necesidad de darse carena, que es renovalles ó remendalles las -partes que andan debajo del agua, y ponelles pez y sebo, entraron en -el puerto que agora decimos de la Habana, y allí se la dieron, por lo -cual se llamó aquel puerto, el Puerto de Carenas. Este puerto es muy -bueno y donde pueden caber muchas naos, en el cual yo estuve de los -primeros, despues deste descubrimiento. De allí prosiguió adelante, al -Poniente, y halló el cabo de la isla, que hoy se llama el Cambo ó punta -de Sant Anton (no sé quién se lo puso, ni por qué ocasion), y está de -aquel puerto 50 leguas, pocas más ó ménos; tornó hácia el Oriente por -la costa del Sur, doblando el dicho cabo, y entró en el puerto que -llamamos de Xagua, porque así llamaban los indios aquella provincia; -este puerto es de los mejores y más seguros para mil naos, que pueden -hallar en el mundo. Aquí estuvo Sebastian de Campo con sus dos navíos, -muy á su placer, bien servido de los indios, de infinitas perdices como -las de Castilla, salvo que son algo menores; tuvo tambien abundancia -de lizas, porque no podia encarecerse la multitud que dellas hay en -este puerto. Tenian los indios corrales dellas, como el puerto es tan -quieto, donde contenian millones dellas, no ménos ciertas que si las -tuvieran dentro en sus casas, en un estanque ó alberca; en su mano era -sacar muchas ó pocas, segun querian. Los corrales eran de cañas juntas -unas con otras, hincadas en el cieno que tiene allí la mar, como sea, -segun dije, tan quieta, que no puede salir una ni ninguna dellos, y -son tan grandes cuanto quieren hacerlos, aunque lleguen á un tiro de -piedra. De allí se vino costeando la isla, y trujo al Comendador las -nuevas de ser isla; en lo cual gastó, sino me he olvidado, ocho meses. -Bien creo, que si más el oficio el Comendador Mayor tuviera, que la -enviara á poblar de españoles muy presto, sabido que era tierra enjuta -y buena. Por este tiempo se descubrió junto á la villa de Puerto Real, -en cierta sierra, cobre muy rico, porque tenia una buena parte de oro -á vueltas, y parecíasele en la tez ó superficie por de fuera; envió el -Comendador Mayor á cierto oficial que dello se le entendia para que -lo viese, y éste se lo encareció tanto y afirmó con tanta eficacia su -riqueza, que, dándole crédito el Comendador Mayor, lo escribió al Rey -con el mismo encarecimiento, afirmando que se habia descubierto cierta -sierra de cobre, del cual se sacaria más provecho y riquezas que de -todas las minas de oro, y no era entónces lo que se sacaba dellas poco. -El Rey, por ventura, concibió destas nuevas grande esperanza, de que -á España vernian grandes tesoros; y, si no me he olvidado, escribió -tambien al Rey, que mandase proveer de muchos oficiales de aquello, -y de herramientas y diversos instrumentos otros, en lo cual se gastó -mucho, y él acá puso diligencia é hizo muchos gastos, comenzando á -derrocar sierras y trastornar montes, segun que pedia y ordenaba aquel -susodicho hombre. Pero con todos los gastos, y trabajos y angustias -que padecieron los indios, al cabo hallóse tan poco del cobre, que, -con mucha cuantidad, el fructo que de allí sacaron no llegó al costo; -y venidos los instrumentos que el Rey envió, fué harta la pena que -rescibió el Comendador Mayor, porque hobo de escrebir al Rey el -contrario de lo que habia certificado, de que no quedó poco corrido, -segun su mucha prudencia y autoridad, y el Rey, quizá, no sin alguna -displicencia dél. Ya dijimos en el primer libro, cerca del fin, como -los 300 españoles, que cuando el Comendador vino acá estaban, vivian -vida muy á la larga, y entre otras licencias que para ella escogieron -y se tomaron, fué, por grado ó por fuerza, tomar las señoras de los -pueblos ó sus hijas por amigas, que llamaban criadas, con las cuales -estaban en pecado; los padres ó madres dellas y sus vasallos creian -que las tenian por sus legítimas mujeres, y con esta opinion se las -daban, y así pasaban, y eran de todos adorados. En estos dias estaban -buenos religiosos de Sant Francisco, en especial uno llamado fray -Antonio, creo, de los Mártires, que reprendia mucho aquel pecado -de tener aquellos aquellas señoras por mancebas, é insistia con el -Comendador Mayor que se las quitase, ó que les mandase que con ellas -se casasen; y así lo mandó que lo hiciesen dentro de cierto tiempo, -donde no, que las dejasen. Esta fué una de las grandes tribulaciones -que poderles venir estimaron, porque habia ya muchos dellos que estaban -en figura de muy honrados, aunque no de demasiada generosidad y casta, -y otros, que, aunque hijodalgos eran, y pudieran muy á honra suya -vivir con los padres de aquellas señoras y con ellas, como fuesen -Reyes y Reinas y de noble sangre cuanto á lo natural, pero era tanta -su amencia presuntuosa, y soberbia destestable, y menosprecio que -tenian destas gentes, viniendo á sus tierras andrajosos y á matar la -hambre, que en Castilla no se hartaban de pan, que no les pudo venir -mayor tormento, despues de la muerte, que mandallos con ellas casar, -teniéndolo por grandísimo deshonor y afrenta. Pero por no perder el -servicio y abundancia y señorío que con ellas poseian, hobieron de -pasar carrera; que no les fué menos áspera que si la pasaran, como -suele decir el refran. Ellos casados, y que en la verdad sucedian en -el estado y señorío de sus mujeres (y ningun derecho hobo en esta isla -para rescibir justamente servicio y provecho de los indios, si este -no), el Comendador Mayor debiera por ello de favorecerlos, pero hizo -una grande injusticia y disparate con cuanta prudencia tenia; esta -fué, que así como se casaron, los quitó los indios de sus mujeres, y -diólos á otros, y en otra parte dióles á ellos. ¿Qué mayor ceguedad, -despues de las pasadas, ni cosa más irracional? Movióse, segun se dijo, -porque los tales españoles no tuviesen presuncion, viéndose señores y -se alzasen á mayores, ó no sé qué otras cosas no bien consideradas, y -así añidió injurias á injusticias, y agravios á agravios, privando á -las señoras naturales de sus estados y vasallos, y consiguientemente -á los españoles, sus maridos, que sucedian en la administracion del -señorío, y tambien á los indios sus vasallos, que con servir á su -natural señora, fueran mejor tractados, aunque los maridos fueran -ruines; y no ménos agravió y privó á los hijos, que dellas y dellos -procedieron, de lo que de derecho natural y de las gentes, y áun por el -divino, por la sucesion se les debia, los cuales yo vide desposeidos, y -sin memoria ni vestigio de ser viva persona, de muchas gentes vasallos -de sus madres. Y así fué causa que más aína muriesen, que murieran, los -tristes indios. - - - - -CAPÍTULO XLII. - - -Cuando el Comendador Mayor, siendo Comendador de Lares, vino, segun -es dicho, á gobernar esta isla, vinieron con él cuatro oficiales de -la Hacienda real, que enviaron los Reyes, conviene á saber, Tesorero, -llamada Villacorta, creo que natural de Olmedo, Contador, cuyo nombre -fué Cristóbal de Cuéllar, y de Cuéllar natural, que habia servido de -Copero al príncipe D. Juan, natural de Cuéllar, y el Veedor, llamado -Diego Marque, natural de Sevilla; del nombre del Factor no me acuerdo. -Vino tambien allí por fundidor y marcador del oro un platero de los -Reyes, llamado Rodrigo del Alcázar, hombre muy prudente, que pudiera -tan bien gobernar pueblos como hacer joyas ó piezas de plata; éste -trujo de merced, que de todo el oro que se fundiese y marcase hobiese -de ciento uno, no creyendo los Reyes que le daban tanto como le dieron, -como hasta entónces las minas no sonasen y fuese poco el oro que se -hobiese sacado, y todo el estado destas Indias, en la estimacion de -todos, por no haber henchido á Castilla de tesoros en tres dias, -estaba muy caido y cuasi menospreciado, no haciendo mucho caudal de -los tesoros espirituales destas infinitas ánimas, que para que se las -salvásemos, nos habia Dios puesto en las manos. Así que, vino aquel -platero, Rodrigo del Alcázar, por fundidor ó marcador, con la centena -parte de todo el oro que se sacase de renta, con la cual, si le durara, -comprara en Castilla un buen Estado; pero como los Españoles, despues -que se les repartieron los indios, se dieron priesa en echallos á las -minas, y tan copiosamente dieron las riquezas y abundancia de oro que -tenian en sus entrañas, y el Rodrigo del Alcazar, por consiguiente, -adquiriese tanto de su centena parte, los oficiales y quizá tambien -el Comendador Mayor, avisaron á los Reyes haber sido aquella merced -exorbitante; y así, los Reyes, ó el Rey sólo, siendo la Reina muerta, -revocó la merced á Rodrigo del Alcázar. Cuatro fundiciones se hicieron -á los principios, cada año, dos en el pueblo de la Buenaventura, ocho -leguas desta ciudad, en la ribera de Hayna, donde se fundia el oro que -de las minas nuevas y viejas se sacaba; las otras dos se hacian en -la ciudad de la Vega ó Concepcion, y allí se traia á fundir todo el -oro que se sacaba de las minas de Cibao, y de todas aquellas partes, -que eran hartas, porque de muchos rios se sacaba. En cada fundicion -de las que se hacian en la villa de Buenaventura, se fundia 110.000, -y 112.000, y 116.000, y 18, y no pasaba de 120.000, pesos de oro; en -las fundiciones de la Vega comunmente se fundian, 125 y 130.000, y -treinta y tantos mil, y no llegaban á 40.000 pesos. Por manera, que -las fundiciones de la Vega hacian ventaja á las de la Buenaventura, en -15 y 20, y algunos más millares de castellanos, y así se sacaban por -entónces de toda esta isla cada año, 450 y 60.000 pesos, ó castellanos -de oro, pocos más ó pocos ménos; y así tenia Rodrigo del Alcázar, -platero del Rey, 4.500 pesos de oro de renta en cada un año, muy pocos -ménos; que para en aquel tiempo fué merced señalada, por lo cual le -duró poco, y así le fué quitada. Cada dia se iban disminuyendo las -fundiciones, como iban muriendo los desdichados que con sus sudores -y hambres y vida desesperada lo sacaban; y esta diminucion de los -pesos de oro debiera de advertir y estimular al Comendador Mayor, y -á los mismos cudiciosos que por sacar oro los mataban, á considerar -cuánto mejor les fuera, para sus haciendas, y para haber oro, sacarlo -despacio, y dar de comer á los indios para que más tiempo les duraran, -ya que compasion de verlos perecer, con su gran crueldad, no les -moviera, pero la ceguedad de todos los privó deste cuidado. Otra -ocasion les ofrecia Dios para que advirtieran su grande pecado (aunque -suele ser muy más escura y ménos pensada de los que con robos y daños -ajenos enriquecerse trabajan), y esta fué, por juicio manifiesto de -Dios, que con cuanto oro de contino sacaban, nunca hobo hombre que -medrase; traian sus 500, 800 y 1.000 pesos de oro á la fundicion, cada -uno, y ninguno salia della con un sólo peso de oro, ántes muchos della -iban presos á la cárcel, por las deudas en que, ó por los gastos que -en vestidos ó jaeces y otros excesos hacian, ó porque en comprar parte -de haciendas unos de otros se adeudaban; porque sacado el quinto para -el Rey, lo demas se repartia entre los acreedores, cada uno por su -antigüedad, y así se salian vacías las manos, con sólo la triste ánima, -por las muertes y aflicciones y crueldades que habian dado y usado con -los indios, á las penas infernales obligada. Túvose por gran maravilla -que salió uno sólo, llamado Juan de Villoria, de la fundicion, con -dos ó tres barras de oro, descubiertas, y dando en unas con otras en -las manos, y atribuyéronlo á que era hombre piadoso, y trataba los -indios ménos mal; puesto que tambien concurrieron algunas otras causas, -como es, que habia venido poco habia de Castilla y traido hacienda de -allá, y entró en los indios, que le dieron, sin necesidad; y áun éste -no se escapó del mismo juicio y castigo de Dios, despues, el tiempo -andando, si Dios quisiere, se declarará. Finalmente, nunca, con cuanto -oro sacaron y por sacallo con cuantas gentes murieron, ninguno se -halló que medrase. Fué tambien una regla, en esta isla, general, que -los que no echaban los indios á las minas, sino que los ocupaban en -otras granjerías y trabajos, como ménos reprobados y ménos aflictivos -de los inocentes indios, tuvieron ménos necesidad y más medraban. -Tornando al propósito de la historia de los oficiales del Rey, que con -el Comendador Mayor vinieron, murió desde á poco tiempo el Tesorero -Villacorta, el cual habia traido consigo, por oficial de sus cuentas, -un mancebo cuerdo, llamado Sancta Clara, natural de Salamanca, muy -hábil, gran contador, y en muchos otros dones, para entre hombres, -gracioso; por los cuales, todos, y más el Comendador Mayor, le amaba -y daba todo favor; muerto su amo, el Tesorero, quiso hacer en él el -Comendador Mayor, confiando de su habilidad y cordura, por manera, que -depositó en él el oficio de Tesorero, hasta tanto que lo proveia el -Rey desde allá. Túvolo algunos años el Sancta Clara, y porque entónces -no habia arca de tres llaves, como agora la hay, tenia el Tesorero sólo -todo el oro del Rey debajo de una sola llave suya, tomando el Contador -solamente la razon del oro, que en poder del Tesorero entraba; por -cuya causa tuvo el Sancta Clara lugar de gastar de los dineros del Rey -cómo y cuando queria y le parecia. Compró muchas y grandes haciendas -en esta isla, y hizo banquetes y fiestas al Comendador Mayor, y otros -gastos, que no pudiera, ni tenia de que los hacer, sino tuviera los -dineros del Rey. Un convite hizo, creo que dia del Corpus Christi, al -Comendador Mayor y á caballeros y personas principales, en esta ciudad -de Sancto Domingo, en gran manera excesivo y muy costoso, y entre otras -cosas señaladas que en él hobo, fué, que los saleros se sirvieron, por -sal, llenos de oro menudo, como lo sacaban de las minas de Cibao. Con -esta desórden de gastar, padecia mucha jactura la hacienda del Rey, y -era cosa de maravillar que el Comendador Mayor, siendo la persona que -habemos dicho, y no dejaremos de decir, ser muy prudente, no poner -con tiempo remedio en exceso tan descubierto, como aquel hacia en la -hacienda del Rey, habiéndosele de imputar por haber confiádola dél. -Pero no faltó quien al Rey avisase, como eran los oficiales del Rey, -en especial el Contador, que se llamaba Cristóbal de Cuéllar, que era -hombre de valor, y criado antiguo de los Reyes, y que no estaba muy -bien con el Comendador Mayor, porque no le habia dado los indios que -él queria, ó cuantos, ó donde queria. Envió el Rey un Contador de -cuentas, mandando que la tomasen al Sancta Clara, con cuanto rigor -conviniese. Tomáronle las cuentas y alcanzáronle por 80.000 pesos de -oro; secrestáronle todas sus haciendas, y mandó el Comendador Mayor -que se vendiesen en almoneda, en la cual siempre se halló presente, y -usó en ella de tanta prudencia é industria, que la hizo valer mucho -más de lo que valiera. Tenia una piña en la mano, que es fruta muy -excelente, y comenzaba entónces á darse en esta isla, y apregonándose -un atajo de yeguas, ó otras cosas de mucho precio, poníanselas en 500 -ó 1.000 pesos; decia el Comendador Mayor, quien la pusiere en 1.500 -le daré esta piña. Respondia el que más presto podia, mia es, señor, -la piña; y habia muchos que lo dijeran, y decian, porque, no por las -piezas que pujaban, que quizá no valian la mitad de lo que daban por -ellas, ni tampoco por la piña, sino porque sabian que agradaban al -Comendador Mayor y le compraban su gracia para, despues, les diese más -indios, ó más provechos sobre los que tenian. Desta manera y con esta -industria, hizo valer la hacienda de Sancta Clara 92.000 pesos de oro, -por manera que hizo pago al Rey de los 80.000 que le habia alcanzado -y sobráronle 12.000; y porque todos los tomaron para el Rey, porque -dió en pago algunas deudas que le debian, que se fueron, ó murieron -los deudores, y así faltaban al Rey ciertos millares de pesos de oro, -despues, muchos años, andaba el Sancta Clara, y, muerto él, su hijo, -suplicando que le satisfaciesen algo, pero no alcanzó nada, porque no -se debió de averiguar qué se le debia. Este Sancta Clara fué vecino -mucho tiempo y bien honrado en esta ciudad de Sancto Domingo. Entre -otros, que escribieron al Rey el mal recaudo de su hacienda, fué -Rodrigo del Alcázar, platero susodicho, cognoscido por prudente y que -tenia crédito con el Rey, éste juzgando ser el oficio de Tesorero en -esta isla de mucha calidad y requirirse gran cordura y fidelidad en la -persona que lo tuviese, escribió al Rey que debia enviar Su Alteza, -para que lo tuviese, una tal persona, como era Antonio de Fonseca, en -Castilla. Fué Antonio de Fonseca, en Castilla, un caballero valeroso, -muy señalado y muy prudente, y muy estimado, privado de los Reyes -católicos, contador mayor de Castilla, que es el más preeminente oficio -que en su casa y corte Real tienen, y era hermano del obispo D. Juan -de Fonseca, que tuvo, desde que se descubrieron estas Indias, por -muchos años cargo dellas, de quien arriba en muchas partes se ha hecho -mencion y se hará abajo, si Dios quisiere. El Rey católico, entendiendo -ser así encarecido el cargo en esta isla, de Tesorero, acordó enviar -para él una persona, cierto, veneranda, de grande cordura, prudencia, -experiencia y autoridad, aragonés, criado suyo viejo, llamado Miguel -de Pasamonte, señaladamente honesto, y de quien se tuvo opinion -haber sido casto toda su vida. Este llegó á esta isla en el mes de -Noviembre de 1508; diósele tanta honra, que lo llamaban en las Cartas -y Cédulas reales, Tesorero general de todas estas Indias, habiendo -Tesoreros en tierra firme y en las otras islas; esto no se si procedia -de voluntad del Rey, ó de solos los Secretarios que el Rey entónces -tenia. Finalmente, por ser la persona tal como es dicho, cobró aquel -oficio, en estas tierras, más nombre y mayor estimacion que el oficio -de Contador, como quiera que sea el contrario en Castilla. Tuvo tanto -crédito con el Rey miéntras el Rey vivió, que casi toda la disposicion -y gobernacion destas Indias por su relacion y parecer se ordenaba y -disponia. Cuando este Tesorero vino, que fué, como dije, año de 508, -habia, contados en esta isla todos los indios, 60.000 personas; de -manera, que desde el año de 494, en el cual comenzó su desventura, -como pareció en el libro I, capítulo 90, hasta el de 508, que fueron -catorce años, perecieron en las guerras y enviar por esclavos á vender -á Castilla, y en las minas y otros trabajos, sobre tres cuentos de -ánimas que en ella habia. Esto ¿quién lo creerá de los que en los -siglos venideros nacieren? yo mismo que lo escribo y vide, y sé lo más -dello, agora me parece que no fué posible; pero ya es hecho necesario -por nuestros grandes pecados, y será bien que con tiempo lo lloremos. - - - - -CAPÍTULO XLIII. - - -Viendo los españoles que tenian cargo de consumir los indios en las -minas, sacando oro, y en las otras sus granjerías y trabajos, con -que los mataban, que cada dia se les hacian ménos, muriéndoseles, no -teniendo más consideracion de á su temporal daño, y lo que perdian -de aprovecharse, cayeron en que sería bien suplir la falta de los -que perescian, naturales desta isla, trayendo á ella de las otras -islas la gente que se pudiese traer, para que su negocio y granjería -de las minas y otros intereses no cesasen; y para esto pensaron con -esta industriosa falsedad de engañar al Rey D. Hernando. Fué aquesta -cautela dolosa tal, conviene á saber, que le hicieron saber, ó por -cartas ó por procurador que á la corte enviaron (lo cual no es de creer -que se hizo sin parecer y consentimiento del Comendador Mayor), que -las islas de los Lucayos, ó Yucayos, vecinas desta Española y de la -de Cuba, estaban llenas de gente, donde estaban ociosos y de ninguna -cosa aprovechaban, y que allí nunca serian cristianos, que Su Alteza -diese licencia á los vecinos españoles desta isla, para que armasen -algunos navíos en que los trujesen á ella, donde serian cristianos y -ayudarian á sacar el oro que habia, y sería de mucho provecho aquella -traida, y Su Alteza sería muy mucho servido. El Rey se lo concedió -que así lo hiciesen, con harta culpa y ceguedad del Consejo que tal -le aconsejó y firmó la tal licencia, como si fueran los hombres -racionales alguna madera que se cortara de árboles y la hobieran de -traer para edificar en esta tierra, ó quizá manadas de ovejas ó otros -animales cualesquiera, que aunque murieran en el camino por la mar, -muchos, poco se perdia. ¿Quién no culpará error tan grande como era, -las gentes, naturales vecinos de tantas islas, de verse sacar por -fuerza dellas, y llevarlas 100 y 150 leguas por la mar, á otras nuevas -tierras, por causa buena ó mala que ofrecer se pudiera, cuanto ménos -á sacar oro de las minas, donde, cierto, habian de morir, para el -Rey ni para los extraños, á quienes nunca ofendieron? Si por ventura -no quisieron justificar la tal traida y despoblacion de las propias -patrias, con aquella engañosa y falsa color con que al Rey engañaron, -que traidos á esta isla serian instruidos y hechos cristianos; pero -aunque fuera esto verdad, lo cual no fué, porque ni lo pretendieron, -ni lo hicieron, ni lo pensaron hacer jamás, no queria Dios aquella -cristiandad con tanto estrago, porque no suele á Dios aplacer bien -alguno, por grande que sea, perpetrando los hombres gravísimos pecados, -y, aunque sean chicos, cualesquiera daños hechos contra sus prójimos; -y en esto los pecadores muchas veces, mayormente en estas Indias, se -han engañado y cada dia se engañan. Y para condenacion entera desta -fingida color y excusa, nunca los Apóstoles hicieron sacar por fuerza -de sus tierras las gentes infieles y llevarlas para las convertir á -donde ellos estaban, ni la Iglesia universal, despues dellos, jamás lo -usó, como cosa perniciosa y detestable; así que, el Consejo del Rey -tuvo gran ceguedad, y por consiguiente, ante Dios, fué muy culpable, -porque no debiera él ignorar esto ser malo, pues tenian oficio de -letrados los que en él entraban. Venida, pues, la licencia del Rey D. -Hernando para traer á esta isla las gentes que vivian en las islas que -llamábamos de los Lucayos, concertábanse 10 ó 12 vecinos de la ciudad -de la Vega ó Concepcion y de la villa de Santiago, y juntaban hasta 10 -ó 12.000 pesos de oro, de los cuales compraban dos ó tres navíos, y -cogian á sueldo 50 ó 60 hombres, con marineros y los demas, para ir á -saltear los indios que aquellas islas en su paz, y quietud y seguridad -de su patria, descuidados moraban. Estas gentes, llamadas lucayos, -como en el primer libro dejamos dicho, y en otra nuestra Historia, -llamada Apologética, muy más largo, fueron, sobre todas las destas -Indias y creo sobre todas las del mundo, en mansedumbre, simplicidad, -humildad, paz y quietud, y en otras virtudes naturales, señaladas, -que no parecia sino que ellos no habian pecado en Adan; no he hallado -en todas las naciones del mundo, de que las historias antiguas hayan -hecho mencion, á quien sino á las que llaman Séres comparallas, que -son pueblos de Asia, de quien Solino, cap. 63, dice ser mansos, y -entre sí quietísimos, y segun Pomponio Mela, libro III, cap. 6.º, es -linaje de hombres lleno de justicia; y segun Eusebio, libro VI, cap. -8.º, de _Preparatione Evangelica_, ni matar, ni fornicar saben, ni -hay entre ellos mala mujer alguna, ningun adulterio, ni ladron, ni -homicida se halla, ni adoran ídolos; á estas naciones fueron desta -isla, nuestros españoles, y hicieron las obras siguientes. Díjose, -que, al principio, los primeros nuestros que á esta vendimia llegaron, -en estas islas de los Lucayos, sabiendo la simplicidad y mansedumbre -destas gentes (que se pudo saber de la práctica que se tenia de cuando -el Almirante primero las descubrió, y trató con ellas, y experimentó -su bondad natural y condicion mitísima), llegados dos navíos á ellas, -y ellas rescibiéndolos, como siempre tuvieron, ántes que nuestras -obras cognosciesen, que eran venidos del cielo, dijéronles que iban -desta isla Española, donde las ánimas de sus padres y parientes, y de -los que bien querian, estaban en holganza, y que si querian venir á -vellos, que en aquellos navíos los traerian; esto era y es, cierto, -en todas estas indianas naciones, tener opinion que las ánimas eran -inmortales, y que, despues de muertos los cuerpos, se iban las ánimas -á ciertos lugares, amenos y deleitables, á donde ninguna cosa de -placer y consuelo les faltaba, y en algunas partes tenian, que primero -padescian algunas penas por los pecados que en esta vida habian pecado. -Así que, con éstas persuasiones y malvadas palabras, los primeros que -allí fueron, segun se dijo, engañaron aquellas inocentísimas gentes, -á que se dejasen meter en los navíos, hombres y mujeres, como la ropa -y ajuar de sus casas, ni las raíces de sus heredades les hiciese poco -embarazo; pero despues de traidos á esta isla, como no viesen á sus -padres, ni madres, ni á los que amaban, sino las herramientas de azadas -y azadones, y barras y barretas de hierro, y otros instrumentos tales, -y las minas donde las vidas en muy breve acababan, dellos desesperados, -viéndose burlados, con el zumo de la yuca se mataban, dellos de hambre -y trabajos se morian, como personas en grande manera delicadas, y que -nunca imaginaron haber tales trabajos. Despues, el tiempo andando, -tuvieron otras industrias, y hicieron otras maneras de fuerzas y -saltos para traellos, que ninguno se les escapaba. Traidos á esta -isla, y desembarcados hombres y mujeres, niños y viejos, en especial -en el Puerto de Plata y Puerto Real, que están en la costa del Norte, -fronteros de las mismas islas de los Lucayos, hacian ciertos montones -dellos, cuantos eran los que en los navíos y gastos ponian sus partes, -viejo con mozo, enfermo con sano (porque por la mar enfermaban y morian -muchos con el angustia, viniendo apretados debajo de cubierta, como -es region caliente, que de sed se ahogaban, y tambien de hambre); en -aquellos montones no se miraba que fuese la mujer con el marido, ni -el hijo con el padre, porque no se hacia más cuenta dellos, que si -verdaderamente fueran vilísimos animales. Así, los inocentes, _sicut -pecora occisionis_, repartidos por sus montones ó manadas, echaban -suertes sobrellos, y cuando cabia por la suerte algun viejo y enfermo, -decia el que le llevaba: «este viejo dadlo al diablo, ¿para qué lo -tengo de llevar, para dallo de comer y despues enterrallo? y éste -enfermo, ¿para qué me lo dáis, para curallo?» Y acaecia, estando en -estas partijas, caerse muertos de hambre, y de la flaqueza y enfermedad -que traian, y del dolor viendo los padres apartar de sí á sus hijos, y -los maridos á las mujeres llevárselas. ¿Quién podia sufrir que tuviese -corazon de carne, y entrañas de hombre, á ver tan inhumana crueldad? -¿Qué memoria debia entónces de haber de aquel precepto de la caridad, -«amarás tu prójimo como á tí mismo», en aquellos que tan olvidados de -ser cristianos, y áun de ser hombres, así tractaban en aquellos hombres -la humanidad? Ordenaron tambien, que para los gastos que se hacian, y -para pagar el sueldo á los 50 ó 60 que iban en los navíos á hacer estas -cabalgadas, que pudiesen vender, puesto que ellos decian traspasar de -uno á otro, cada indio de aquellos que ellos tambien nombraban piezas, -cada pieza, como si fueran piezas ó cabezas de ganado, por cuatro pesos -de oro, y no más; y ésta tenian por honra que les hacian, vendellos y -traspasallos por precio tan barato, como en la verdad, si el precio -fuera grande, tuviéranlos en mucho más, y por consiguiente tratáranlos -mejor por su propio interese, y duraran más. - - - - -CAPÍTULO XLIV. - - -Tuvieron, como dije, muchas maneras de sacarlos de sus islas y casas, -donde vivian verdaderamente aquella vida que vivieron las gentes de la -Edad dorada, que tanto por los poetas é historiadores fué alabada, y -unas cautelas usaban en unas islas y partes, y otras en otras; y las -primeras veces asegurándolos, como los indios estaban sin sospecha, -descuidados, y los rescibian como á ángeles; otras, salteándolos -de noche; otras, entrando á la clara como dicen, _aperto Marte_, -matándolos á cuchilladas, cuando algunos dellos, teniendo experiencia -ya de las obras de los españoles, y que venian á llevallos, se -defendian con sus arcos y flechas, de las que usaban, no para hacer -guerra á alguien, sino para matar pescados de que tenian siempre -abundancia. En obra de cuatro ó cinco años trujeron á esta isla, de -hombres, y mujeres, y chicos, y grandes, sobre 40.000 ánimas; y desto -hace mencion Pedro Mártir, en el capítulo 1.º, de su sétima Década, -diciendo: _Et quadraginta, utriusque sexus, millia in servitutem ad -inexhaustam auri famen explendam uti infra latius dicemus, abduxerunt: -has una denominatione Jucayas appellant, scilicet insulas, et incolas, -jucayos_. Donde tambien dice, como se mataban de desesperados, y otros -que tenian mejor ánimo, con esperanza de en algun tiempo se huir á sus -tierras, sufrian su vida desesperada, escondiéndose hácia la parte del -Norte, por algunos lugares montuosos que les parecia estar fronteros -de sus islas, para desde allí, algun dia, tener algun remedio como á -ellas pasarse. _Jucaya suis sedibus abrepti desperatis vivunt animis, -dimisere spiritus inertes multi á cibis aborrendo per valles, in vias -el deserta nemora rupesque abstrusas latitantes; alii vitam exosam -finierunt. Sed qui fortiore pectore constabant, sub spe recuperandæ, -libertatis muere mallebant. Ex his plerique non inertioris, forte si -fugæ locus dabatur, partes Hispaniolæ petebant septentrionales, unde -ab eorum patria venti flabant, ac prospectare arcton licebat: ibi -protentis lacertis et ore aperto halitus patrios anhelando absorvere -velle videbantur; et plerique spiritu deficiente languidi præ inedia -corruebant exanimes_, etc. Esto dice Pedro Mártir. Una vez, un indio -de aquellos (y allí lo refiere Pedro Mártir), tomó cierto árbol muy -grueso, que se llamaba, en lengua desta isla Española, yaurúma, la -penúltima sílaba luenga, el cual es muy liviano y todo hueco, y sobre -él debia de armar con otros palos alguna balsa, muy bien atados con -bejucos, que son ciertas raíces muy recias, como si fuesen cordeles. -En lo hueco de los palos metió algun maíz que pudo hallar, y que, por -ventura, él habia sembrado y cogido, y ciertas calabazas llenas de agua -dulce, asimismo dejando algun maíz fuera para comer algun dia, y tapó -bien con hojas los cabos de los palos, y admitió á su compañía otro -indio, y á unas indias, parientes ó vecinos suyos, grandes nadadores, -porque todos lo eran; y pónense encima de su balsa, y con otros palos, -como remos, échanse á la mar y andan camino de sus islas y tierras, y, -andadas 50 leguas, toparon por su desdicha con un navío que venia, de -hácia donde ellos iban, con cierta presa. Tomáronlos y volviéronlos, -llorando y lamentando su infelicidad, y la balsa en que iban para -esta isla, donde al cabo con los demas perecieron. De creer es, que -otros muchos intentaron buscar y tomaron este remedio, sino que no -lo sabemos, pero poco les aprovechó si lo hicieron, porque una vez -que otra, los tomaban y traian, si á sus tierras llegaban, pues que -ningunos, como parecerá, dejaron en todas aquellas islas. Escudriñaban -entre muchas dellas, cuál era la que mas fuerte ó cercada de peñas -estaba, y prendian toda la gente de las otras comarcanas, y traian á -aquella, quebradas ó tomadas todas las canoas ó barquillos que ellos -tenian, porque no se huyese, ponian para guardallos los españoles -que necesarios eran, entre tanto que los navíos tornaban desta isla, -dejando acá las barcadas que de gente habian traido. Acaeció tener -en una isleta de aquellas llegadas 7.000 ánimas, y estaban siete -españoles guardándolos muchos dias, como si fueran otras tantas ovejas -ó corderos, y como los navíos se tardasen, acabóseles el caçabí, ó -laceria que tenian para comer; y venidos ya dos navíos que traian -caçabí para los indios, porque otra cosa no les daban á comer, y si -otros bastimentos traian eran para los españoles, así como llegaron -los navíos á la isleta, levantóse una terrible tormenta que hundió los -navíos, ó los desbarató, por manera, que de hambre pura perecieron las -7.000 ánimas de indios, y los siete españoles sin tener remedio, ni -escapar alguno. De la gente de los navíos, no me acuerdo qué fué lo que -oí que se hobiese hecho dellos. Destos juicios de Dios, y castigos que -cada dia Dios hacia, no se miraba, ni que por los pecados, los enviase -Dios, que allí se cometian sino que acaso, y sin que hobiese Rector en -los cielos que lo viese y tuviese cuenta de tan crueles injusticias, -aquellos infortunios venian. Destas hazañas y crueldades que con estas -inocentes ovejas se usaron, y que fueron infinitas, pudiera saber y -agora referir muchas en particular, si en aquellos tiempos, que yo -estaba en esta isla, mirara en querellas saber de los mismos que las -obraban. Quiero aquí decir lo que uno dellos me dijo en la isla de -Cuba: Éste habia pasado de aquellas islas á la de Cuba, creo que en -una canoa de indios, no sé si quizá por huir de su Capitan, ó de algun -peligro que allí se le hobiese ofrecido, ó por salir de tan reprobados -tratos, por sentirse andar en mal estado; díjome, que, como metian -en los navíos mucha gente, 200, 300 y 500 ánimas, viejos y mozos, y -mujeres y niños, echábanlos todos debajo de cubierta, cerrando las -bocas que llaman escotillas, porque no se huyesen, los cuales quedaban -sin lumbre y sin soplo de viento, y la regiones caliente, y como no -metian en los navíos mantenimientos, en especial agua, más, ó poco más, -que bastase para más de los Españoles que en estos tractos andaban, -y así, por la falta de la comida, y más por la sed grande, que por -el gran calor y angustia y apretamiento de estar unos sobre otros, ó -muy junto á otros, padecian muchos muriesen y los echasen á la mar, -que eran tantos que un navío, sin aguja ni carta ó arte de navegar, -pudiera, solamente por el rastro de los que lanzaban muertos, venir -desde aquellas á esta isla. Estas fueron sus palabras. Y esta fué cosa -cierta, unas veces mayor y otras menor, que nunca navío fué á saltear -indios destos lucayos, y de la tierra firme donde mucho se usó esta -inhumanidad, como se dirá, que no echasen á la mar, muertos, la tercia -ó la cuarta parte de los que salteaban y embarcaban, por las susodichas -causas. Por esta órden, si órden se sufriera llamarla, en obra de -diez años trujeron á esta isla Española, hombres, y mujeres, niños, y -viejos, sobre un cuento de ánimas y muchas más; algunas barcadas dellos -hicieron los Españoles que vivian en la isla de Cuba, donde, al fin, -todas perecieron en las minas, de trabajos, y hambres, y angustias. -Pedro Mártir afirma haber sido informado, que de aquellas islas de -los Lucayos, que eran 406, habian los Españoles traido y puesto en -captiverio para echar en las minas, 40.000 ánimas; y dellas, y de las -demas, un cuento y 200.000; y dice así en el cap. 1.º de la sétima -Década: _Ut ego ipse, ad cujus manus quæcumque emergunt afferuntur, -de illarum insularum numero vix ausim credere quæ prædicantur. Ex -illis sex et quadringentas ab annis viginti amplius, quibus Hyspaniolæ -Cubæque habitatores hispani eas pertractarunt, percurrise inquiunt, et -quadraginta utriusque sexus millia in servitutem ad inexhausti auri -famem explendam adduxerunt: has una denominatione Jucayas appellant, -et incolas jucayos_, etc. Y en el cap. 2.º de la misma Década dice: -_Sed has scilicet insulas fatentur habitatoribus quondam fuisse -refertas, nunc vero desertas, quod ab earum densa congerie perductos -fuisse misseros insulares ad Hyspaniolæ Fernandinæque aurifodinarum -triste ministerium inquiunt deficientibus ipsarum incolis, tum variis -morbis et inedia, tum præ nimio labore, ad duodecies centena millia -consumptis. Piget hæc referre sed oportet esse veridicum, sui tamen -exitij vindictam alicuando sumpsere jucay, raptoribus interfectis: -cupiditate igitur habendi jucayos, more venatorum, per nemora montana -perque palustria loca feras insectantur_, etc. Todo es de Pedro -Mártir; cuanto á lo que añide, que los lucayos algunas veces mataron -españoles, acaecia cuando algunos pocos hallaban descuidados, porque -desque cognoscieron que los destruian, y que aquella era su venida y -demanda, los arcos y flechas, que usaban para matar pescado, acordaron -emplearlos para matar á los que los mataban, pero todo era en vano, -porque nunca podian matar sino dos ó tres, ó cuatro cuando más se -estiraban. Y, cuanto á lo que dice más, que eran 400 islas, metió en -aquel número las islas del Jardin de la Reina, y del Jardin del Rey, -que son unas rengleras de islas pequeñas, que están á la costa del -Sur y del Norte, pegadas con la isla de Cuba, y aunque las gentes -de que estaban pobladas aquellas isletas de los Jardines, eran de -aquella simplicidad y bondad natural que las de los Lucayos, pero no -acostumbramos llamarlas isletas de los Lucayos, sino las grandes que -comienzan desde cerca desta isla Española y van hácia cerca de la -Florida, desviadas algo de la de Cuba; y éstas serán 40 ó 50, entre -chicas y grandes, y á éstas llamamos propiamente Lucayos, ó por mejor -decir, Yucayos. Dice más Pedro Mártir, que se le presentaban las cosas -que de nuevo acaecian y iban destas Indias; ésto se hacia, por que -por aquel tiempo que esto escribia era del Consejo de las Indias, y -entró en él el año de 518, estando yo, á la sazon que presentó él su -provision real, en el mismo Consejo, presente: proveyóle deste oficio -el Emperador, luégo que vino á reinar, en la ciudad de Zaragoza. - - - - -CAPÍTULO XLV. - - -Despues que se consumieron en las minas y en los otros trabajos, y vida -durísima y desventurada, muy grande número de los lucayos, y de todos -la mayor parte, inventó el enemigo de la naturaleza humana otro modo de -codicia en los españoles, para del todo acaballos. Comenzaron á asomar -las perlas que habia en la mar, al rededor de la isleta de Cubagua, que -está junto á la isla Margarita, en la costa de tierra firme, que se -llama de Cumaná, la última sílaba aguda, y juntamente las minas en esta -isla iban aflojando. Acordaron los españoles de enviar á sacar perlas -los indios lucayos, por ser grandes nadadores todos ellos en universal, -como las perlas se saquen zabulléndose los hombres dos y tres y cuatro -estados, donde las ostias, que las perlas contienen, se hallan; por -cuya causa, se vendian cuasi públicamente, con ciertas cautelas, no á -4 pesos como al principio se habia ordenado, sino á 100 y á 150 pesos -de oro, y á más cada uno de los lucayos. Creció tanto el provecho, que, -sacando con ellos perlas, los nuestros hallaban, puesto que con gran -riesgo y perdicion de las vidas de los lucayos, como aquel oficio de -sacar perlas sea infernal, que por maravilla se halló en breves dias -que en esta isla quedase algun lucayo. Hay desta isla hasta la isleta -de Cubagua, por el camino que de necesidad se ha de llevar rodeando, -cerca de 300 leguas largas, y así los llevaron todos en navíos allá, y -en aquel duro y pernicioso ejercicio, muy más cruel que el sacar oro -de las minas, no en muchos años, finalmente, los mataron y acabaron; y -así fenecieron tanta multitud de gentes que habia en tantas islas, como -queda dicho, que llamamos de los Lucayos ó Yucayos. Estaba en aquesta -sazon ó tiempo, en esta ciudad de Sancto Domingo, un hombre honrado, -temeroso de Dios, llamado Pedro de Isla, que habia sido mercader, y, -por recogerse y vivir vida más sin peligro de la conciencia, dias habia -que hobo aquellos tractos dejado, y sustentábase de lo que justamente -creia que de las mercaderías pasadas, y con segura consciencia, le -pudo quedar. Este varon virtuoso, sabiendo los estragos y crueldades -que se habian hecho en aquellas gentes simplicísimas de los lucayos, -y como se despoblaron tantas y tales islas, y que ya no se curaban de -ir navíos á ellas, por tenellas por vacías, movido de celo de Dios, y -de lástima de tanta perdicion de ánimas, y por remediar los indios que -en aquellas islas se hobiesen de aquel fuego infernal y pestilencia -vastativa escapado, creyendo que algunos habria, para, en esta isla -ó en aquellas, hacer dellos un pueblo, y allí en las cosas de la -fe instruillos, y áun tambien por impedir á otros, que, con el fin -contrario, y para se servir dellos, procurasen lo que él pretendia, -fuése á los que gobernaban esta isla, y pidióles con mucha instancia le -diesen licencia para enviar un bergantin, ó lo que más fuese necesario, -á su costa, para rebuscar por todas aquellas islas los que se hallasen, -y los pudiese traer á ésta, y hacer un pueblo dellos y lo demas que -está dicho. El cual intento cristiano, por los que gobernaban oido y -entendido, con toda voluntad le concedieron lo que pedia. Habida esta -licencia, compró un bergantin ó carabela pequeña y puso en ella ocho -ó diez hombres, con abundancia de mantenimientos para mucho tiempo, -todo á sus espensas, y enviólos, encargándoles mucho anduviesen y -escudriñasen todas aquellas islas, buscando los indios que en ellas -hobiese, y los asegurasen y consolasen cuanto les fuese posible, que no -les sería hecho mal alguno, que no los iban á buscar para captivallos, -como se habia hecho á sus parientes y vecinos, ni que habian de ir á -sacar oro á las minas, sino que habian de estar en su libertad y á su -placer, como ellos verian, y otras palabras que, para que perdiesen el -miedo de tan grandes calamidades como habian padecido, y se consolasen, -puestos en tanta tristeza y amargura como estaban, convenia. Fueron y -hicieron lo que les fué mandado por su amo, ó que les daba su salario, -el buen Pedro de Isla, y anduvieron todas las islas, buscadas y -escudriñadas cuanto les fué posible. Tardaron en ello tres años, y al -cabo dellos, hecha la diligencia dicha, solamente hallaron 11 personas, -que yo con mis ojos corporales vide, porque vinieron á desembarcar al -Puerto de Plata, donde yo al presente vivia. Estos eran hombres, y -mujeres, y muchachos, no me acuerdo cuántos fuesen de unos y de otros, -mas de que uno dellos era un viejo que debia ser de sesenta y más -años; todos y él en cueros vivos, y con tanto sosiego y simplicidad, -como si fueran unos corderitos. Parábamelos á mirar de propósito, en -especial al viejo, que era de un aspecto muy venerable, bien alto de -cuerpo, el rostro grande, autorizado y reverendo. Parecíame ver en él -á nuestro padre Adan, cuando estuvo y gozó del estado de la inocencia, -y acordándome cuántos de aquellos habia entre tantas gentes, como, -en aquellas y de aquellas islas, en tan breves dias y en cuasi mi -presencia, sin culpa alguna en que nos hobiesen ofendido, se habian -destruido, no restaba sino alzar los ojos al cielo y temblar de los -divinos juicios. Así que, aqueste fué el rebusco que halló Pedro de -Isla de la pasada vendimia. Despues dió nuestro Señor, Dios, el pago de -su buen celo y virtud al Pedro de Isla, porque lo metió en la órden de -Sant Francisco, y allí, viviendo sanctamente, le ordenaron de órdenes -sagradas hasta ser Diácono ó de Evangelio, y, por su gran humildad, -rogó que no le forzasen á ser de Misa, por tenerse por indigno, -acordándose de lo que habia hecho su glorioso padre Sant Francisco; y -así, despues de muchos años, le llevó Dios para sí, donde yo creo que -goza de la vision divina, y gozará para siempre sin fin. Tornando á -los lucayos, esta fué gente, como en otra nuestra Historia dijimos, -felicísima, y creemos ciertamente, que fué de las más aparejadas para -cognoscer y servir á Dios, que en la masa del linaje humano por alguno -hobiese sido vista; yo confesé y comulgué, y me hallé á la muerte de -algunos dellos, despues que fueron baptizados é instruidos, y digo que -suplico á nuestro Señor, Dios, que tal devocion y tales lágrimas y -contriccion de mis pecados me dé al tiempo cuando su cuerpo y sangre -rescibiere, y de mi fin y muerte, como en ellos me parece que sentia -y cognoscia. Y con esto, cierro la Historia que toca á los lucayos, -que tan infelices fueron en caer en manos de quien así, tan sin culpa -y razon y justicia, los destruyeron, aunque ser nosotros, que lo -cometimos, mas sin buenaventura que ellos, que lo padecieron, ninguna -duda tengo. - - - - -CAPÍTULO XLVI. - - -En este año de 508, ó al fin de 507, el Comandador Mayor envió á ver y -considerar, con intencion de poblar de españoles, la isla que llamamos -de Sant Juan, que por vocablo de la lengua de los indios, vecinos -naturales della, se nombraba Boriquén, la última sílaba aguda. Esta -isla es toda ella, ó lo más della, sierras y montañas altas, algunas de -arboledas espesas, y otras rasas de muy hermosa hierba como la de esta -isla. Tiene pocos llanos, pero muchos valles y rios, por ellos, muy -graciosos, muy fértiles, y toda ella muy abundosa; está, de la punta -oriental desta isla Española, la punta ó cabo occidental della, obra -de 12 leguas; véese una isla de otra, cuando hace claro, estando en -lo alto de las dichas puntas ó cabos dellas. Tiene algunos puertos no -buenos, si no es el que llaman Puerto-Rico, donde la ciudad y cabeza -del Obispado tiene su asiento; terná de luengo 40 largas leguas, y -15 ó 16 de ancho, y en circuito bojará 115 ó 120. Toda la costa del -Sur della está en 17° y la del Norte en 18° de la línea equinoccial, -á la parte del Ártico, por manera que su ancho es cuasi un grado, -tomándolo de Norte á Sur. Tuvo mucho oro, no tan fino como el de esta -isla, pero no tenia de quilates y valor ménos que no valiese 450 -maravedís el peso; estaba plenísima de gentes, naturales, vecinos -y moradores della, y muy mansas y benignas, como las de esta; era -combatida de los caríbes, ó comedores de carne humana, y para contra -ellos eran valerosos y defendian bien su tierra. La ocasion de la -enviar el Comendador Mayor á explorar, para la poblar de españoles, -fué la siguiente: Despues de la postrera guerra que los españoles -hicieron á los vecinos de la provincia de Higuey, que tambien fué la -postrera de toda esta isla, de la cual hablamos en el cap. 18, en la -villa de Salvaleon, que mandó el Comendador Mayor poblar en aquella -provincia, puso por su Teniente y Capitan á Juan Ponce de Leon, el -que fué por Capitan de la gente desta ciudad de Sancto Domingo, en la -dicha postrera guerra, segun dijimos en el cap. 15; éste tuvo noticia -de algunos indios de los que le servian, que en la isla de Sant Juan -ó Boriquén habia mucho oro, porque como los vecinos indios de aquella -provincia de Higuey, fuesen los mas propincuos, y en la más propincua -tierra viviesen á la dicha isla de Sant Juan, y no hobiese sino 12 ó 15 -leguas de distancia, cada dia se iban en sus canoas ó barquillos los de -esta isla á aquella, y los de aquella á esta venian, y se comunicaban, -y así pudieron bien saber los unos y los otros lo que en la tierra de -cada uno habia. Dió, pues, parte Juan Ponce de Leon al Comendador Mayor -de las nuevas que habia sabido, y es de creer que le pidió licencia -para pasar allá con algunos españoles, á inquirir la verdad y tomar -trato y conversacion con los indios vecinos della, y ver la dispusicion -que habia para poderla ir á poblar, porque hasta entónces ninguna cosa -de lo que en la isla dentro habia se sabia, más de verla por de fuera -ser hermosísima, y que parecia mucha gente de cada vez que pasaban -por allí navíos. Finalmente, que Juan Ponce lo suplicase, ó que el -Comendador Mayor se lo mandase, aparejó un carabelon, y metióse con -ciertos pocos españoles y algunos indios que habian estado en la isla -con él, y fué á desembarcar en una parte della, donde señoreaba un Rey -é señor, llamado en su lengua dellos Agueíbana, la í letra luenga, el -mayor señor de toda ella. Este los rescibió con grande alegría, y los -aposentó y trató y hizo servir como si fueran del cielo venidos, como -todas estas gentes destas Indias, á los principios, de nosotros creian; -tenia este señor madre y padrastro, los cuales tambien mostraron -rescibir mucho gozo con su venida, y les hicieron todas buenas obras -de amor y amistad, mandándoles proveer abundantemente de comida, y -dándoles de todo lo que tenian, y haciendo todo lo que sentia que -hacia placer á Juan Ponce y á los cristianos. Trocaron los nombres, -y hiciéronse guatiaos, llamándose Juan Ponce, Agueíbana, y el Rey -Agueíbana, Juan Ponce, que, como arriba dijimos, era una señal entre -los indios destas islas de perpétua confederacion y amistad. A la madre -del Rey, dió Juan Ponce, doña Inés por nombre, y al padrastro, don -Francisco, porque así lo tenian de costumbre los españoles, dando los -nombres que se les antojaban, de cristianos, á cualesquiera indios, -con los cuales hasta la muerte se quedaban, sin que le diesen baptismo -ni doctrina, porque dello se tenia poco cuidado, como arriba queda -tocado. Este rey Agueíbana, era de muy humana y virtuosa condicion, -y no ménos su madre y padrastro, los cuales siempre le aconsejaban -que fuese amigo de los cristianos. Y porque la negociacion á que Juan -Ponce iba era la que á todos los que á estas tierras vienen hace pasar -acá, preguntóles luégo dónde habia minas de oro, y si lo sacaban ó -sabian sacar; el Cacique, con toda y larga voluntad, lo llevó consigo -por la tierra, y le mostró los rios donde sabia que dello habia mucha -cuantidad, ignorando el inocente que les descubria el cuchillo con -que á él y á su reino y gentes dél habian de matar; entre otros, le -mostró y llevó á dos rios muy ricos, de los cuales, despues se sacó -mucha riqueza de oro, el uno se llamaba en aquella lengua Manatuabón, -en la última el acento, y el otro, Çebúco, la media luenga. En éstos -hizo hacer catas Juan Ponce, con el buen aparejo que para ello llevaba, -como no fuese para otro fin, de donde llevó una buena muestra de oro al -Comendador Mayor. Dejó en la isla ciertos españoles muy encomendados -al señor ó cacique Agueíbana y á su madre, los cuales los tuvieron y -tractaron como si fueran sus hijos, y de su misma gente y naturaleza, -y estuvieron alli hasta que tornó más gente de españoles, para de -propósito poblar y gozar del fin que todos acá traen, como más largo, -placiendo á Dios, se referirá. - - - - -CAPÍTULO XLVII. - - -Estando en el estado, que por la relacion dicha se ha visto, acá las -cosas destas Indias, D. Diego Colon, hijo legítimo del almirante -D. Cristóbal Colon, primero descubridor dellas, despues que el Rey -católico de Nápoles vino, no cesaba de suplicarle que le restituyese y -mandase poner en la posesion de todo el Estado, y dignidad, y oficios -de que su padre habia sido despojado, conforme á sus privilegios, y á -muchas cartas que el Rey y la Reina, por ellos, se lo habian prometido, -segun que algunas veces se ha tocado. Y como el Rey le trujese siempre -suspenso con sus dilaciones, como habia hecho á su padre, y un dia -se le quejase diciendo que por qué Su Alteza no le hacia merced de -dalle lo suyo, y confiar del que le serviria con ello fielmente, pues -lo habia en su corte y casa criado, el Rey le respondió: «Mirad, -Almirante, de vos bien lo confiaria yo, pero no lo hago sino por -vuestros hijos y sucesores.» Luégo él dijo al Rey: «Señor, ¿es razon -que pague y pene yo por los pecados de mis hijos y sucesores, que por -ventura no los terné?» Esto me dijo un dia el Almirante, hablando -conmigo en Madrid cerca de los agravios que rescebia, el año de 516, -que con el Rey habia pasado. El cual, visto que por vía de suplicacion -y de merced no le aprovechaba con el Rey nada, pidióle licencia para -se lo pedir por justicia, y ponerle por demanda que le guardase sus -privilegios y restituyese en la posesion de los oficios y dignidad y -jurisdiccion, que su padre, con tantos trabajos y servicios hechos -á la Corona real de Castilla y Leon, habia merecido y ganado, y de -que habia sido injustamente desposeido, y por consiguiente, en ello -muy agraviado; el Rey le dió licencia para que pidiese y siguiese su -justicia como á él bien visto le fuese. Puso su demanda y representó -sus querellas; pidió justicia, dióse la voz al Fiscal, dió en diversos -tiempos diversas y muchas peticiones sobre muchos artículos de lo que -se sentia dañificado, respondia el Fiscal en muchos artículos harto -ineptamente, y algunas veces, no con mucha decencia y honestidad. Pidió -el Almirante que le pusiesen en la posesion de Visorey y Gobernador -perpétuo de las islas y tierra firme, descubiertas y por descubrir, -de todo el mar Océano, occidental y meridional, segun que los Reyes -lo habian concedido á su padre ántes que él fuese á descubrir, por -contracto que él habia hecho con los Reyes, y su padre, habiendo -cumplido de su parte lo que ofreció, y los Reyes, dándole lo que le -prometieron, usó y ejercitó los dichos oficios reales, de los cuales -habia sido, de hecho y no de derecho, con gran daño y deshonor de su -persona, despojado, sin haber hecho culpa porque hobiese merecido ser -así tractado; pidió que en los términos de su Almirantazgo le dejasen -usar del oficio de Almirante, con las preeminencias y jurisdiccion que -lo usaban los Almirantes de Castilla, porque así lo tenia concedido por -los Reyes, y que llevase los mismos derechos que ellos llevar solian. -Pidió que le diesen la décima del oro y plata y perlas, y otras cosas -de valor que viniesen y se hobiesen de todas estas Indias, islas y -tierra firme; tambien el ochavo de todas las ganancias que, destas -Indias, para el Rey resultasen, pues, cuando fué á descubrir su padre, -contribuyó con la ochava parte, y con más en todos los gastos. Pidió -que, para la gobernacion y regimiento de todas las islas y tierra firme -de su Almirantazgo, eligiese el Almirante tres personas para cada -oficio, y que el Rey escogiese uno que aquel oficio administrase como -lo rezaban sus privilegios. Pidió la gobernacion de tierra firme, y la -del Darien; pidió el repartimiento de los indios, conviene á saber, -que ya que se hacia que á él pertenecia tener cargo de hacello, como -fuese oficio de preeminencia y tocase á gobernacion. Pidió, por otros -42 capítulos, otras preeminencias, de algunas de las cuales abajo se -hará mencion. Estas y otras muchas cosas y diversas pidió en diversos -tiempos, segun que de nuevo nacian, y succedian en estas Indias, y -tocaban ó pertenecian á gobernacion y preeminencia, por ser Visorey y -Gobernador perpétuo en todas ellas por sus privilegios; pidió tambien -que no hobiese jueces de apelacion, diciendo que era en perjuicio de su -vireinado y superioridad, que él sólo debia tener. Y porque el Fiscal -alegaba que no habia descubierto su padre más de la costa de Paria y -á Veragua, y por consiguiente no le pertenecia gozar de los bienes de -lo demas, ni se entendia extenderse sus privilegios en toda la tierra -firme, recibidos á prueba, probó el Almirante con muy muchos testigos, -haber sido su padre el primero descubridor della, como lo fué destas -islas y todas las Indias, y lo mismo resultó de la probanza y testigos -que el Fiscal hizo, y á todas las réplicas del Fiscal respondió el -Almirante muy copiosamente, cuyo proceso yo he visto. Y harta ceguedad -y malicia era calumniar, y ofuscar, y disminuir, y querer aniquilar -una obra tan ilustre y hazañosa, y que en el mundo nunca otro tal, á -Reyes, servicio se hizo, debiéndola todos de agradecer y remunerar en -mucho más de lo que se le habia concedido y prometido, pues él cumplió -y dió á los Reyes, en infinito, más de lo que se habia ofrecido, como -los mismos Reyes confesaron parte, por una carta que le escribieron -de Castilla el año de 1494 á esta isla, y despues se ha visto asaz. -Andando en este pleito, el Consejo de las Indias, en diversos tiempos, -hizo ciertas declaraciones, una en Sevilla, y otra en la Coruña, sobre -algunos de los artículos que el Almirante por sus peticiones pedia. -En la de Sevilla, se contiene lo siguiente. «Que al Almirante y á sus -sucesores pertenecen la gobernacion y administracion de la justicia, -en nombre del Rey é de la Reina, nuestros señores, é del Rey é Reina, -que por tiempos fueren en estos reinos de Castilla, así de la isla -Española como de las otras islas, que el almirante D. Cristóbal Colon, -su padre, descubrió en aquellas mares, é de aquellas islas que por -industria del dicho su padre se descubrieron, con título de Visorey -de juro y de heredad, para siempre jamás, para que por sí ó por sus -Tenientes é oficiales de justicia, conforme á sus privilegios, pueda -ejercer y administrar la jurisdiccion civil é criminal, de las dichas -islas, como é de la manera que los otros Visoreyes é Gobernadores lo -usan, é pueden y deben usar en los límites de su jurisdiccion, con -tanto que las provisiones que por el dicho Almirante é sus sucesores se -libraren y despacharen, hayan de ir agora por D. Hernando y doña Juana, -é despues de los dias del Rey é Reina, nuestros señores, por el nombre -de Rey ó Reina que por tiempos fueren en estos reinos de Castilla, é -las provisiones é mandamientos que por Tenientes é Alcaldes, y otros -oficiales, ansí del mismo Almirante como de sus sucesores se libraren -ó firmaren, ó cualquiera ejercicio de justicia que en las dichas islas -se hagan, digan: Yo, fulano, Teniente ó Alcalde de tal lugar é isla, -por el Almirante Visorey ó Gobernador de la tal isla ó islas, por el -rey D. Hernando é reina Doña Juana, nuestros señores, y despues de sus -dias por el tal Rey ó Reina que por tiempo fueren, como dicho es, y -que si en otra manera fueren las dichas provisiones y mandamientos, -que no sean obedecidas ni cumplidas.» En la Coruña se tornó á declarar -el mismo artículo, por la forma siguiente: «Mandamos y declaramos que -el dicho Almirante tiene derecho de Gobernador é Visorey, así de la -isla Española, como de las otras islas que el almirante D. Cristóbal -Colon, su padre, descubrió en aquellas mares, é de aquellas islas, que -por industria del dicho su padre se descubrieron, conforme al asiento -que se tomó con el dicho Almirante, su padre, al tiempo que se hizo la -capitulacion para ir á descubrir, é conforme á la declaracion que fué -hecha por los del Consejo en la ciudad de Sevilla.» - -Declaracion de Sevilla. «Que la décima parte del oro é de las otras -cosas que pertenecen al dicho almirante D. Diego Colon, en las dichas -islas, por virtud de la dicha capitulacion, que el Rey, nuestro -señor, é la Reina, nuestra señora, que hayan gloria, hicieron con -el dicho D. Cristóbal Colon, su padre, en el Real de sobre Granada, -que pertenece al dicho almirante D. Diego Colon y á sus sucesores, -por juro de heredad, para siempre jamás, para que pueda hacer dello -lo que quisiere y por bien tuviere. Item, que de los diezmos -eclesiásticos, que á Sus Altezas pertenecen en las dichas islas, por -bulas apostólicas, así del oro como de las otras cosas, que al dicho -Almirante, D. Diego Colon, ni á sus sucesores no pertenece parte ni -cosa alguna. Item, que de las penas que pertenecen ó pertenecieren á -la Cámara de Sus Altezas é á la de los Reyes, que por tiempo fueren en -estos reinos de Castilla, así por leyes destos reinos como arbitrarias, -que se han impuesto ó impusieren para la dicha Cámara, que al dicho -Almirante, ni á sus sucesores, no les pertenece cosa alguna, salvo que -todas enteramente pertenecen á Sus Altezas; pero que las penas que, -por leyes destos reinos, pertenecian á las justicias é jueces dellos, -que éstas enteramente pertenecen al dicho Almirante y á sus oficiales. -Item, declaramos que al dicho Almirante no se le debe, ni ha de haber, -décima de aquellas cosas que Nos rescebimos, y podemos rescebir en las -dichas islas é tierra firme, por derecho de superioridad ó dominio, en -tal manera que el dicho Almirante no debe de haber décima de aquello -que Nos rescebimos ó podemos rescebir, á causa de las imposiciones -hechas ó que de aquí adelante se hicieren, así como son gabelas, que -comunmente se llaman almoxarifazgo, con otros servicios.» Item, dice la -de Sevilla: «Declaramos que las apelaciones que se interpusieren de los -Alcaldes ordinarios de las ciudades, villas é lugares, que agora son, ó -por tiempo fueren en las dichas islas, que fueren Alcaldes por eleccion -é nombramiento de los concejos, que aquellas vayan primeramente al -dicho Almirante ó á sus Tenientes, é dellos vayan las apelaciones á Sus -Altezas é á sus Audiencias, ó á aquellos que por su mandado hobieren de -cognoscer de las causas de las apelaciones de las dichas islas. Item, -que Sus Altezas puedan poner en las dichas islas, cada y cuando les -pareciere que conviene á su servicio, jueces de apelacion estantes en -ellas ó fuera dellas, los cuales puedan cognoscer de las dichas causas -de apelaciones, contenidas en su primer capítulo, é que para ésto no -embarguen los privilegios del dicho Almirante.» - -Declaracion de la Coruña, dice así: «Que de las sentencias que los -dichos nuestros Alcaldes ordinarios, por Nos nombrados, dieren y -pronuciaren, así en las causas criminales como en las civiles, se -puedan apelar y apelen para los dichos Alcaldes, nombrados por el -dicho Almirante, nuestro Visorey. Item, que de las sentencias dadas -por los dichos Alcaldes, nombrados por el dicho Almirante, como -nuestro Visorey, se pueda apelar y apele para delante de los jueces de -apelacion por Nos nombrados en las dichas ínsulas é tierra firme, para -cognoscer y determinar las dichas causas. Item, que de las sentencias -que los dichos nuestros jueces de apelacion dieren ó pronunciaren, sea -lícito é puedan apelar é suplicar para ante Nos, para que Nos mandemos -determinar é determinemos las dichas causas, por Nos é por los de -nuestro Consejo real, residente en estos nuestros reinos de Castilla, -con tanto que las causas sean de la cuantidad que por Nos está ordenado -y mandado.» - -En Sevilla. «Que las apelaciones que se interpusieren de los Alcaldes -ordinarios de las ciudades, villas é lugares, que agora son, ó por -tiempo fueren, en las dichas islas, que fueren Alcaldes por eleccion é -nombramiento de los concejos, que aquellas vayan primeramente al dicho -Almirante, ó á sus Tenientes, y dellos vayan las apelaciones á Sus -Altezas, ó á sus Audiencias, ó á aquellos que por su mandado hobieren -de cognoscer de las causas de las apelaciones de las dichas islas.» - -Declaracion de la Coruña. «Que en las dichas islas y tierra firme, y -en las ciudades, villas y lugares dellas, donde se extiende el dicho -Almirantazgo, Nos podamos criar é nombrar, é nombremos, é criemos -Alcaldes ordinarios, y en nuestro nombre los elijan y nombren los -pueblos, como hasta aquí se ha hecho; los cuales puedan cognoscer y -cognoscan, en prima instancia, cualesquiera causas civiles é criminales -pertenecientes á su jurisdiccion. Item, que los Jueces ante quien se -principiaren cualesquier causas é negocios, que aquellos jueces las -determinen hasta la sentencia definitiva, é no se puedan entremeter -otros jueces, si no fuere por apelacion.» - - - - -CAPÍTULO XLVIII. - -En el cual se prosiguen las declaraciones del Consejo, en Sevilla y en -la Coruña. - - -Declaracion de la Coruña. «Que el dicho Almirante, si quisiere, pueda -deputar y enviar una persona en la casa de la Contractacion de las -Indias, la cual asista con los nuestros oficiales, por Nos nombrados y -deputados en la dicha casa, para ver lo que así se hace en el tracto y -negociacion de las dichas Indias y tierra firme, donde su Almirantazgo -se extiende, porque tenga cuenta y razon de los que al dicho Almirante -pertenecen; con tanto, que la tal persona sea idónea y suficiente, y -presentada y notificada á Nos.» - -Declaracion en Sevilla. «Que cada y cuando á Sus Altezas pareciere -que conviene á su servicio é á la examinacion de su justicia, é á los -dichos Rey é Reina, que por tiempo fueren en estos dichos reinos, -puedan mandar tomar residencia al dicho Almirante é á sus oficiales, -conforme á las leyes destos Reinos.» - -Y porque el Almirante dió en cierto tiempo cuarenta y dos capítulos de -las cosas de que se agraviaba, respondiósele á algunos en Sevilla, y -despues en la Coruña. - -Una respuesta en Sevilla fué, «que á Sus Altezas ó á quien su poder -hobiere pertenecer el repartimiento de los indios de las dichas Indias, -y no al Almirante.» - -Respuesta en la Coruña. «Que pues Dios crió á los indios libres, é no -subjectos ni obligados á ninguna servidumbre, que de aquí adelante se -guarde lo que sobre ello está acordado é determinado.» En la márgen -dice ésto: «Declarado por los del Consejo, en la Coruña, que de -aquí adelante no se deputen y nombren Visitadores con jurisdiccion, -sino solamente que visiten los indios, y hagan pesquisa si han -hecho algunas cosas malas contra nuestra fe, para que se aparten y -abstengan dellas; y si hallaren algunos haber hecho y cometido algunas -cosas ilícitas y prohibidas, las declaren y notifiquen á sus jueces -competentes, para que sobre todo puedan debidamente proveer como más -convenga.» Aquesto se proveyó porque un Visitador pidió el oficio -de Visitador en Castilla, y lo hobo por una mula que dió á cierta -persona, nunca se habiendo proveido el tal oficio, en Castilla ni -acá, de aquella manera, sino como arriba dejamos dicho. Este vino á -esta isla, y, en muy pocos dias, robó dos ó tres mil castellanos, no -á los indios, porque no tenian más de los pellejos á cuestas, y los -trabajos donde los mataban, sino á los españoles, de cohechos, porque -disimulasen los malos tratamientos que á los indios hacian. Argúyese -aquí la ceguedad del Consejo en decir que solamente visitasen los -indios é hiciesen pesquisa si los indios hacian cosas malas contra -nuestra fe, etc. Ignoraba el Consejo lo que no le era lícito ignorar, -conviene á saber, que los desdichados opresos de los indios si sabian -qué hacer contra nuestra fe, como nunca hobiesen tenido doctrina ni -cognoscimiento de Dios, más que cien años ántes, ni aunque quisieran -no podian, como, dias y noches, otro espacio ni movimiento tuviesen, -sino morir en los trabajos de las minas, y en los que por ellas y á -ellas se conseguian. El mayor pecado de los tristes otro no era, sino -desear comer quequiera, porque, de pura hambre, aunque no trabajaran, -murieran como morian. Así que los Visitadores que se proveyeron en esta -isla, no se proveyeron para pesquisar si los indios hacian cosas contra -la fe, porque bien se sabia que no las hacian, sino para los afligir -cruelmente á azotes si se iban de las minas, ó si, á los en quien -estaban repartidos, á sabor de paladar no servian, y tambien para que -no consintiesen que los tuviesen más en las minas, y en otros trabajos, -de lo que ordenado estaba; pero desto segundo ningun cuidado se tenia, -de lo primero sí, porque no faltasen un punto en el servicio á los -que los destruian. Así que de todo esto, el Consejo, poca ó ninguna -noticia tenia, pues creia que los Visitadores se ordenaban para que -hiciesen pesquisa si los indios algunas cosas malas contra nuestra fe -cometian; de donde asaz parece, que las ignorancias del Consejo, así -del hecho como del derecho, tienen asoladas las Indias. Tornando al -propósito de las declaraciones, respondióse á lo mismo que el Almirante -pedia, de que le pertenecia el repartimiento de los indios, en lo cual -pedia para su alma el cuchillo, que el nombre de Visorey é título de -Almirante, y provision de Gobernador, no impide ni contradice para -que el Rey no pueda proveer y mandar las cosas que convengan para la -buena gobernacion de sus reinos y estados, como arriba es dicho, y por -esto no es agravio lo contenido en este capítulo; cuanto más que los -Visitadores, por leyes destos reinos, son permitidos para que puedan -visitar y cognoscer y determinar en las cosas pertenecientes á su -visitacion. Dice más cerca desto en la márgen de la declaracion de la -Coruña, que Su Alteza mandó y proveyó ésto, por los inconvenientes que -habia entre los oficiales de justicia, así para los indios que tenian -ellos, como para sentenciar en lo de los otros; y que así lo entiende -Su Alteza mandar en todos los otros oficiales de justicia, porque ansí -conviene para el buen tractamiento de los indios, y para la buena -gobernacion de aquella tierra. No he podido caer á qué propósito se -diga desta declaracion, porque no está más desto en aquel proceso. - -Declaróse en la Coruña tambien: «Que á cada uno sea lícito acusar -al juez del dicho Almirante, si se tuviese por agraviado dél, ó -pretendiere haber hecho y perpetrado alguna cosa digna de castigo -y punicion. Item, que Nos podamos nombrar y deputar, é nombremos é -deputemos juez de residencia que resciba residencia contra los jueces -nombrados y deputados por el dicho Almirante, é por virtud de sus -privilegios constituidos; el cual pueda á los dichos jueces suspender -ó quitar de sus oficios, si á él bien visto fuere, con tanto que en -lugar de los dichos jueces, que así fueren suspendidos é removidos, el -dicho Almirante pueda nombrar y constituir otros, que usen la misma -jurisdiccion é oficio que usaban los suspendidos é removidos, ántes de -su suspension é remocion, é que no puedan volver las varas á aquellos -hasta que hayan hecho residencia. Item, que contra el dicho Almirante -no se tome residencia, sino de los modos é formas pasadas en los -capítulos ántes deste.» - -En la Coruña. «Que los delitos que se cometieren y contractos que se -hicieren en la mar, do es el Almirante, entre las personas que fueren -á las dichas Indias, á donde se ejerce el dicho oficio, que pueda -cognoscer. Item, que si el Almirante lleva algunos derechos, que esté -pendiente el pleito sobre ello entre el reino y el Almirante, y que -se determine en el Consejo. Que de lo que se trujere de las partes -que descubrió el Almirante, su padre, se le acuda conforme á la -Capitulacion.» - -Item, en la Coruña se declaró: «Que en las dichas ínsulas é tierra -firme, donde el dicho su Almirantazgo se extiende, no se puedan hacer -ni se hagan ayuntamientos generales, sin intervencion del dicho nuestro -Visorey, ó de la persona por él nombrada, y de los del Consejo ó jueces -de apelacion por Nos nombrados. Pero que los oficiales reales de las -ciudades, villas é lugares, siendo llamados algunos buenos y probos -varones de los mismos lugares, si á ellos bien visto fuere, puedan -hacer y hagan ayuntamientos particulares, para los negocios que tocaren -particularmente á la utilidad é provecho de los dichos lugares; y que -en tanto que el Visorrey ejerciere el oficio por su persona, donde se -hallare presente que se haga.» Y aquesto de juntarse el Almirante con -los jueces é oficiales, Su Alteza lo mandó por honrar su persona, que -así no se entiende á sus Tenientes. - -Item, declaróse en Sevilla. «Que la provision de sus escribanías de los -concejos, y del número, de los lugares, pertenecer al Rey, pero las -del juzgado del Almirante, pertenecer al Almirante ó á quien su poder -tuviese, con tanto que los escribanos que pusiese tuviesen títulos de -escribanos del Rey.» - -Otras cosas muchas pidió y fueron declaradas por el Consejo de las -Indias, pero porque no fueron pedidas por vía de pleito y por tela de -juicio, sino por vía de negociacion y expediente, fueron despues dadas -por ningunas, por ciertos jueces que el Rey señaló, ante los cuales -anduvo muchos años el pleito. Esto se ha referido aquí, porque sepan -los venideros algunas cosas, de toda especie, de las pasadas, y porque -vean cuán transitorias son las mercedes que los Reyes hacen, y con -cuántos trabajos y dificultad se alcanzan, y cómo en este mundo los -grandes servicios se pagan; y todo ésto áun se verá más claro adelante. - - - - -CAPÍTULO XLIX. - - -Las peticiones y capítulos y pleitos que aquí quedan señalados hemos -referido por anticipacion, por no tornar despues á repetillos, porque, -como se ha dicho, fueron propuestos en diversos tiempos; año de 511 -algunos, y en él se hicieron en Sevilla las declaraciones; año de -12 otros, en Burgos, y otros año de 16, en Madrid, y año de 20 se -declararon en la Coruña, y otros año de 524. Pero los primeros y el -primer pleito se comenzó el año de 508, en el cual, como el Almirante -áun no se hobiese casado esperando que se determinase su justicia, -porque de allí dependia casar bien ó mejor, acordó, finalmente, casarse -con Doña María de Toledo, hija de D. Hernando de Toledo, Comendador -Mayor de Leon, hermano de D. Fadrique de Toledo, duque de Alba, -primos hijos de hermanos del Rey católico, el cual, de los grandes de -Castilla, era el que más en aquellos tiempos con el Rey privaba. Y -no pudo el Almirante llegarse á casa de grande del Reino, que tanto -le conviniese, para que con favor expidiese sus negocios, ya que no -le valia justicia, que la del duque de Alba, allende que cobró por -mujer una señora prudentísima y muy virtuosa, y que en su tiempo, en -especial en esta isla y donde quiera que estuvo, fué matrona ejemplo -de ilustres mujeres. Celebrado, pues, aqueste casamiento, el duque de -Alba insistia mucho con el Rey que pusiese al almirante D. Diego en la -posesion de la dignidad y oficios que habia ganado su padre, pero el -Rey, cuanto podia, complia con el Duque de palabras, con las cuales -el Duque, y con la dilacion, algunas veces rescibia mucho enojo, y -como privado y tan conjunto en sangre, y tambien, porque estando el -Rey en Nápoles, y muerto el rey D. Felipe, le sirvió mucho, y para -que á estos reinos tornase fué grande parte, no dejaba de mostrárselo. -Y áun díjose que ántes que viniese de Nápoles, ó estando en Nápoles -el Duque, se lo habia por cartas suplicado, y el Rey prometídoselo, -porque debia desde aquel tiempo el casamiento de tractarse. Finalmente, -de grado, ó vencido de las suplicaciones del Duque y tambien del -Comendador Mayor de Leon, su hermano, que despues del Duque no era -poco su privado y su cazador mayor, el Rey determinó enviar á esta -isla, con nombre solamente de Almirante y Gobernador de las Indias, al -dicho D. Diego Colon, segundo Almirante. Pero primero que le diese los -poderes, quiso poner el Rey aqueste resguardo, como si no tuviera el -Almirante privilegios ya de ello ganados, y adquirido derecho á todo -aquel Estado, y tractara de nuevo con algun estraño. El resguardo fué -protestar que no era su intincion, por los poderes que le habia de -dar, concedelle más derecho del que tenia pleiteando, y por esto mandó -despachar una Cédula del tenor siguiente: - -El Rey:--«Por cuanto yo he mandado al Almirante de las Indias que vaya -con poder á residir y estar en las dichas Indias, á entender en la -gobernacion dellas, segun en el dicho poder será contenido, háse de -entender que el dicho cargo y poder ha de ser sin perjuicio del derecho -de ninguna de las partes. Fecha en la villa de Arévalo á 9 dias del mes -de Agosto de 508 años.--Yo el Rey.--Por mandado de Su Alteza, Miguel -Perez de Almazán.»--Y en las espaldas de la dicha Cédula, «Acordada», y -estaba hecha una señal. - -Bien parece con la gana que el Rey le despachaba, que áun no dice con -mi poder, sino con poder, etc. Por manera, que no le dió mayor ni más -poder que habia dado al comendador Bobadilla y al Comendador Mayor, -que, al presente, aquesta isla gobernaba, que no se les habia dado más -de como á postizos y temporales que no habian de durar sino cuanto -fuese su voluntad. Y así, llevó el mesmo salario que el Comendador -Mayor tenia, y mandó que en Sevilla se le diese su pasaje, ó ayuda para -él, de la manera que al dicho Comendador Mayor se habia dado; y sobre -aquesta razon, el Rey le dió esta Cédula: - -El Rey:--«Nuestros oficiales de la casa de la Contractacion de las -Indias, que residís en la ciudad de Sevilla, ya sabeis como he proveido -de nuestro Gobernador de las dichas Indias al almirante D. Diego Colon, -el cual va á usar del dicho cargo, y porque mi voluntad es que en lo de -su pasaje se haga con él como se hizo con el Gobernador que agora es, -al tiempo que paso á las dichas Indias, por ende yo vos mando que veais -los libros que teneis del dicho tiempo, y todo lo que halláredes que se -hizo con el dicho Gobernador, así en el pagar de su pasaje y licencia -de bestias y otras cosas, lo hagais y cumplais con el dicho Almirante, -sin que falte cosa alguna, que yo por la presente, si necesario es, -doy licencia para ello por esta vez. Hecha en el Realejo, á 13 dias de -Diciembre de 1508.--El Rey.--Por mandado de Su Alteza, Lope Conchillos.» - -Entre otras Cédulas le mandó dar la siguiente, la cual puesto que -pareció favorable, y quizá la pidió el Almirante, porque supo que tenia -otra tal el Comendador Mayor, pero á lo que cognoscimos le fué harta -ocasion para que le durase poco la gobernacion, é se viese en muchos -lazos, por no cumplir la voluntad é interese de los privados del Rey, y -que estaban á su lado: - -El Rey:--«D. Diego Colon, Almirante de las Indias y nuestro Gobernador -dellas, porque podria ser que por yo no ser bien informado, mande -despachar algunas cartas para las dichas Indias, en cosa que viniese -perjuicio á nuestro servicio, yo vos mando que veais las tales cartas -y las obedezcais, y en cuanto al cumplimiento nos lo hagais luégo -saber, para que sobre ello os envie á mandar lo que se haga; pero -en recibiendo nuestro segundo mandado, obedeceldas y complildas -enteramente como os lo enviare á mandar, sin poner en ello dilacion -alguna. Fecha en el Realejo, á 13 de Diciembre de 1508. Yo el Rey.--Por -mandado de Su Alteza, Lope Conchillos.» - -Dióle poder para tomar residencia al Comendador Mayor y á sus dos -Alcaldes mayores. Habidos los despachos y besado las manos al Rey, -se partió el Almirante con su mujer, Doña María de Toledo, para -Sevilla, con mucha casa; trujo consigo á sus dos tios, el Adelantado D. -Bartolomé Colon, y D. Diego Colon, hermanos de su padre, de quien ya en -el libro I hablamos muy largo. Trujo tambien consigo á su hermano don -Hernando Colon, y algunos caballeros é hijos dalgo, casados, y algunas -doncellas para casar, como las casó despues en esta isla con personas -honradas y principales; trujo por Alcalde mayor á un licenciado, -Márcos de Aguilar, natural de la ciudad de Ecija, muy buen letrado y -experimentado en oficios de judicatura, en especial habia sido Alcalde -de la justicia en Sevilla, que es en ella muy principal cargo; trujo -á un licenciado Carrillo, tambien de quien abajo se dirá. Partió de -Sant Lúcar con una buena flota, creo que por fin de Mayo, ó principio -de Junio; trujo muy próspero tiempo y felice viaje, y entró por este -puerto desta ciudad de Sancto Domingo, por el mes de Julio, año de -1509. - - - - -CAPÍTULO L. - - -A la sazon que el Almirante llegó á este puerto, el Comendador Mayor -estaba en la tierra dentro, en la villa de Santiago, 40 leguas desta -ciudad, porque holgaba estar allí alguna parte del año, cuando podia, -por la sanidad y alegría del pueblo, y tener una legua de allí aquel -rio muy gracioso, llamado Yaquí; allende tambien que se iba allí, -por estar más cerca de las otras villas dichas, para, los que con él -quisiesen venir á negociar, escusarles el trabajo de venir á esta -ciudad. Ya dijimos tambien arriba, como habia puesto á un sobrino -suyo, llamado Diego Lopez de Salcedo, por Alcaide desta fortaleza, el -cual tambien acaeció estar fuera de aquí en una hacienda ó estancia -suya, cerca de aquí, por ventura para volver á dormir á ella, cuando -el Almirante vino. Pues como ninguno hobiese en la fortaleza, que -tuviese cargo de guardalla, aquel dia, sino fuesen gente de servicio, -así como lo supo el Almirante y desembarcó, fuése derecho con su mujer -y casa á aposentar en ella. Cuando el Alcaide vino, halló que otro la -poseia y mandaba la tierra. Escribióse luégo al Comendador Mayor como -el Almirante era venido, el cual, sabido el descuido de su sobrino -en la fortaleza, hobo gran enojo, y reprendiólo ásperamente, y tuvo -razon. Llegado á esta ciudad, fué luégo á ver al Almirante y á doña -María de Toledo, su mujer, los cuales le hicieron grande y gracioso -recibimiento, y él no menor reverencia á ellos. Hobo grandes fiestas -y representaciones, estando todos tres y los tios y hermano del -Almirante presentes, donde tambien ocurrieron de toda la isla muchos -caballeros y muy lucida gente. Acabadas las fiestas ó casi en ellas, -para las aguar, porque no haya en esta vida consuelo ni alegría sin -mezcla, sobrevino una tormenta y tempestad de las que hay por estas -mares y tierras, que los indios llamaban huracán, la última luenga, que -no dejó de toda esta ciudad cuasi casa enhiesta. Eran entónces las -casas de paja y de madera, y habia pocas de piedra. Destruyó las más -de las naos que estaban en este puerto, y entre ellas la en que habia -venido el Almirante, que fué muy grande y muy hermosa, con 500 ó 600 -quintales de bizcocho que áun no se habia desembarcado, y otras cosas -que allí en ella se perdieron. Tomóse la residencia al Comendador Mayor -y á sus dos Alcaldes mayores; bien creo que la dieron buena, porque -como el Comendador era tan prudente, amigo de justicia y bueno, no les -consintiera hacer cosa que no debiesen, y tambien porque el licenciado -Alonso Maldonado era muy hombre de bien, justiciero y que se holgaba -siempre más de concertar los pleiteantes que no que viniesen ante él á -pedir su derecho. El otro bachiller Ayllon, que presidia en la Vega, -no era tan humano, y algunas injusticias hizo. Y es aquí de considerar -juntamente y de reir, aunque con más verdad podríamos afirmar que con -justa razon era cosa de llorar, que no se hacia entónces, y, en muchos -años despues, cuenta ninguna, en las residencias, de los agravios y -perdicion que padecian los indios, y que todos los jueces eran en -destruillos, y los consentian oprimir é destruir, más que si aquellos -delitos fueran ir á cortar madera de los árboles que nunca tuvieron -dueño. Todas las culpas que venian á parar á las residencias, y que -eran por culpas tenidas, no eran otras sino si el juez habia dicho -alguna mala palabra segun la soberbia entónces habia, ó si lo echó -en la cárcel por palabras que dijo á otro que de tanta pena no eran -dignas, ó si le impidió que no echase tan aína los indios á las minas. -Estas y otras culpas semejantes se acusaban y ponian por cargos á los -Gobernadores y jueces en las residencias, no que hobiesen asolado -y muerto en las minas y trabajos, cada demora, 100 y 200 indios, -hécholos azotar, y apalear y matar de hambre, muy más cruelmente -que los otros crueles vecinos. Y debiérase tomar residencia y dar -por cargo al Comendador Mayor, haber inventado el cruel y tiránico -repartimiento, por el cual desposeyó á los señores naturales de sus -señoríos, privóles de su natural libertad, y hízolos servir, habiendo -de ser servidos; deshizo los pueblos, y todos los indios desta Isla -entregó en servidumbre, desparcidos, á sus capitales enemigos, que los -consumieron, y que cada demora via que se acababan, y no curaba dellos -ni á ponelles remedio se movia. De cómo los dejó morir sin fe y sin -Sacramentos, y otras infinitas injusticias que les hizo y les consintió -hacer, dignísimas de capital y durísimo castigo. Si estos cargos se le -pusieran y se hobieran de castigar en él y en sus Alcaldes mayores, -pero en él principalmente, manifiesto es á quien tuviera juicio, que no -pagara, aunque, siendo suyos, vendiera los reinos de Castilla y con mil -vidas que tuviera; pero miedo tengo que no fué digno que destas culpas -hiciese residencia en esta vida, plega á Dios, que la que Dios le tomó -en su divinal juicio, le haya sido favorable, porque, en verdad, yo le -amaba, fuera destos yerros en que ciegamente incurrió. Y porque se vea -más claro la ceguedad suya ó de los jueces suyos y de aquel tiempo, -quiero referir una cosa, que mostrará la rectitud de la justicia, ó, -por mejor decir, la estulticia de que aquellos usaban, y en qué estima -tenian á los inocentes indios, que pecaban los pecadores y pagaban la -pena los justos y que eran sin culpa. Hacia un delito grave, ó ménos -grave, un español, no porque matase indio ni lo tractase mal, porque -éstas no eran culpas ni jamás se castigó por ellas hombre alguno, sino -por otras causas que ofendiesen unos españoles á otros, la pena comun -y cuotidiana que cada dia se daba, era, que aquel hiciese á su costa -tal camino, ó diese tantos peones, ó hiciese otras obras públicas. La -costa era, que enviaba á los tristes opresos indios que tenia, para que -derrocasen y allanasen las sierras y levantasen los valles, con sus -sudores y trabajos, hambreando y llorando, y algunos exalaban allí el -espíritu. Estas eran las sentencias que los jueces daban y las penas -que padecian los españoles por sus delitos, no haciendo más caso de -las ánimas de los indios, que si fueran caballos ó otros animales, y -los condenaban en que dieran tantas bestias para traer tantas cargas, -ó carretadas, etc. Esta ceguedad, con las demas que arriba se han -notado, ¿cómo pudieron al Comendador Mayor y á sus jueces por alguna -causa ó color escusar? pero pasemos adelante. Tomada la residencia -tal cual, porque en lo demas que no tocase á indios no hallo cosa -(porque yo estuve aquí lo más del tiempo que él gobernó), en que con -razon algun español dél pudiese quejarse, aparejó para se partir para -Castilla, como el Rey le envió á mandar. Este Comendador Mayor tuvo sus -repartimientos de indios que tomó para sí; no creo que echó algunos -á las minas, sino para que le hiciesen labranzas de caçabí é de los -fructos de la tierra, para mantener la gente de su casa, porque para -su persona todo le venia de Castilla, y así tenia estancias ó granjas, -como las llaman en España. Yo cognoscí una con muchos indios en la -Vega, junto á la ciudad de la Concepcion, y otra ó otras creo yo que -tenia cerca desta ciudad de Sancto Domingo; la que yo cognoscí en la -Vega, no tuvo más doctrina para los indios, ni hobo mayor cuidado -dellos en ella, que tuvieron los otros españoles vecinos, que ni por -pensamiento les pasaba tenerlo. Cosa fué aquesta digna de maravilla, -que tanta ceguedad hobiese, aunque no se sirvieran de los indios, en -olvidar aquel precepto divino que todos tenemos, de enseñar é instruir -á los que ignoraban las cosas divinas, sin el cognoscimiento de las -cuales salvarse los hombres es imposible, cuanto más sirviéndose -destas gentes que con sus trabajos y angustias, y con perdicion de -su libertad y de sus propias vidas, parecian comprar la doctrina -de Cristo. Tuvieron tambien repartimientos de indios sus Alcaldes -mayores, y ninguno los dejaba de tener de los que acá tenian del Rey -oficios. La hacienda principal que el Comendador Mayor acá tuvo, que yo -sintiese, era una renglera de casas que hizo edificar en la calle de la -Fortaleza, que está más propincua al rio, en ambas á dos aceras; las de -una acera dejó para el Hospital de los pobres de esta ciudad de Sancto -Domingo, y las de la otra para su órden de Alcántara, que milita debajo -de la bandera de Sant Benito. Díjose que pidió dineros prestados para -salir desta isla. Finalmente, fué, cierto, ejemplo de honestidad y de -ser libre de cudicia este buen caballero en esta isla, donde pudiera -con mucha facilidad, en lo uno y en lo otro, corromperse. Despachó el -Almirante á su hermano don Hernando, que seria de edad de diez y ocho -años, para que fuese á estudiar á Castilla, porque era inclinado á -las ciencias y á tener muchos libros, y enviólo por Capitan general -de la flota, donde fué el Comendador Mayor por súbdito suyo cuanto -duró la navegacion; cosa fué notada, que una persona tan señalada y -digna de veneracion, y en dignidad de Comendador Mayor constituido, -y que habia sido Gobernador mayor de todas las Indias, fuese subjeta -de un muchacho de diez y ocho años; no pareció bien áun á los mismos -que querian bien al Almirante. A la sazon era Presidente del Consejo -real D. Alvaro de Portugal, hermano del duque de Berganza, portugués, -pariente de la reina doña Isabel, y que fué privado de los Reyes, que -se vino á Castilla en tiempo de las guerras y discordias que hobo en -aquellos tiempos entre Castilla y Portugal; oí decir, que habia dicho -el D. Alvaro, que habia de hacer tomar una residencia al Comendador -Mayor, que otra tal no se hobiese tomado, amenazándolo. Sospeché yo que -lo habia dicho por haber tenido noticia del estrago que habia hecho el -Comendador Mayor en la provincia de Xaraguá, quemando tantos señores -juntos, y ahorcando á Anacaona, hermana de Behechío, rey de allí; no -se si en la sospecha me engañé. De aquella matanza é injusticia tan -inhumana, en el cap. 9.º hicimos mencion. Finalmente, partió desta isla -el Comendador Mayor, por el mes de Setiembre del mismo año de 509, y -llegó á Castilla, bueno, al cabo del año. De cómo lo rescibió el Rey, -no lo supe, mas de que estando el Rey en Sevilla, y mandando celebrar -Capítulo la órden de Alcántara, en el mismo Capítulo, en cuatro dias, -murió, muy pocos dias despues que hobo de acá llegado. Ya habrá visto -cómo acertó en inventar ó entablar el repartimiento de los indios, y -desparcillos entre los españoles como si fueran cabras, pestilencia -vastativa y cruel que todas estas Indias ha estirpado, y las otras -obras que cerca y contra los indios hizo. - - - - -CAPÍTULO LI. - - -Lo que conviene aquí tractar, segun la órden de nuestra historia, es -de la persona y gobernacion del segundo Almirante, llamado D. Diego -Colon; el cual, segun parece por lo que vivió, más fué heredero de -las angustias é trabajos y disfavores de su padre, que del Estado -honras y preeminencias que con tantos sudores y aflicciones ganó. -Fué persona de grande estatura, como su padre, gentil hombre, y los -miembros bien proporcionados, el rostro luengo, y la cabeza empinada, -y que representaba tener persona de señor y de autoridad; era muy -bien acondicionado, y de buenas entrañas, más simple que recatado ni -malicioso; medianamente bien hablado, devoto y temeroso de Dios, y -amigo de religiosos, de los de Sant Francisco en especial como lo era -su padre, aunque ninguno de otra órden se pudiera dél quejar, y mucho -ménos los de Sancto Domingo. Temia mucho de errar en la gobernacion -que tenia á su cargo, encomendábase mucho á Dios suplicándole lo -alumbrase para hacer lo que era obligado; trujo poder de encomendar -los indios desta isla; porque, fuera desta, no habia poblacion de -españoles en otra parte, ni habian en otra parte destas Indias entrado -de asiento á los sojuzgar y estragar. Tomó indios para sí y para Doña -María de Toledo, su mujer, y diólos á sus tios el Adelantado y D. -Diego y á sus criados y personas honradas que vinieron de Castilla con -él, aunque algunos trujeron para que se los diese Cédulas del Rey. -Fueron tractados los indios, en este tiempo primero del Almirante, -con la priesa de sacar oro, y con el descuido de proveellos de comida -y remedio, y para sus corporales necesidades, y en dalles doctrina y -cognoscimiento de Dios, de la manera y peor que de ántes en tiempo del -Comendador Mayor. Habia en esta isla cuando el Almirante vino 40.000 -ánimas, que no restaban ya, de tres ó cuatro cuentos, más que matar; -por manera, que en obra de un año, desque vino el tesorero Pasamonte, -que dijimos haber 60.000, eran perecidos los 20.000 dellos. Proveyó, -luégo como vino, sabido las nuevas que habia traido Juan Ponce de -haber oro en la isla de Sant Juan, de enviar gente y un Teniente -suyo y Gobernador para que la poblase y gobernase; por su Teniente y -Gobernador, envió un caballero, natural de la ciudad de Ecija, llamado -Juan Ceron, y á Miguel Diaz, criado que habia sido del Adelantado, -su tio, los tiempos pasados, y le habia caido en suerte la mitad del -grano de oro grande, segun referimos arriba, por Alguacil Mayor; fuese -tambien á vivir á aquella isla el ya dicho Juan Ponce con su mujer é -hijos, y un caballero gallego, D. Cristóbal de Sotomayor, hijo de la -condesa de Camina, y hermano del conde de Camina, Secretario que habia -sido del rey D. Felipe, que habia venido con el mismo Almirante. Fueron -tambien otras muchas personas que habian venido con el Almirante, -desque vieron que ya en esta isla no habia indios para tantos, ni -sabian donde ir á parar yéndoseles gastando la laceria que habian -traido de Castilla. Deste caballero, D. Cristóbal de Sotomayor, se -dijo que el Rey enviaba por Gobernador de esta isla de Sant Juan, y -que el Almirante acá no lo consintió, pero esto parece no poder ser -por estas razones: una es, porque aún en Castilla no habia memoria -de que fuera desta Española se hobiese de poblar tierra alguna, ni -se sabia della si era tierra para poblarse de españoles ó no, porque -no habia entrado hombre de los nuestros por ella, mas de saltar en -la costa para tomar agua y leña; lo otro, porque las nuevas del oro -della trujo Juan Ponce al Comendador Mayor, y nadie las supo fuera -desta ciudad, porque cuando él vino con ellas, era ya desembarcado -el Almirante aquí; lo otro, porque el dicho D. Cristóbal vino sólo y -mondo, como dicen, con solos sus criados, harto pocos, y no traia de -Castilla un cuarto para gastar; lo otro, porque el Rey enviaba por -Gobernador al Almirante de todas estas Indias, y no habia luégo de -enviar juntamente Gobernador de parte dellas; lo otro, porque quedaba -pleito pendiente sobre la gobernacion y vireinado de todas ellas, -mayormente destas islas, de que ninguna duda habia en que fueron -descubiertas personalmente por su padre, y no haria el Rey luégo, sin -haber habido sentencia en ello, innovacion. Lo que yo creo, y entónces, -yo estando presente en esta ciudad, me parece haber sentido, sino me -he olvidado, que queria el D. Cristóbal que el Almirante lo enviara -por su teniente de Gobernador, y pienso que al principio lo envió, -y despues proveyó á Juan Ceron; y paréceme que aquesto es lo ménos -dudoso, si, como dije, la memoria de cerca de cincuenta años que han -pasado no me dejó. Finalmente, el uno ó otro duraron en el oficio un -año ó poco más, y ellos comenzaron á repartir los indios, y fueron -los primeros que aquesta pestilencia del repartimiento sacaron de -esta isla y llevaron á la de Sant Juan, y así fué la primera, despues -desta, que padeció esta plaga y calamidad. Llegado el Comendador Mayor -á Castilla, ó por hacer bien á Juan Ponce, ó al Almirante mal, hizo -relacion al Rey de como habia enviado á Juan Ponce á la isla de Sant -Juan, y habia descubierto mucha cantidad de oro, y que era hombre muy -hábil y que le habia servido en las guerras mucho, que Su Alteza le -debia proveer de aquella gobernacion, ó de cargo que en ella mandase. -El Rey le proveyó de la dicha gobernacion, pero como Teniente del -Almirante sin que el Almirante le pudiese quitar. Tomada la gobernacion -por provision del Rey, no le faltaron achaques, ó él se los buscó, -como es comun costumbre de los jueces acá, cuando quieren vengarse de -alguno sin tener temor de Dios ni del Rey, como está léjos el recurso; -prendió al Juan Ceron, y á Miguel Diaz, Alguacil mayor, y enviólos -presos á Castilla para que se presentasen en la corte, y esta fué la -primera sofrenada y disfavor que el Almirante, despues de acá llegado, -rescibió. Luégo, desde á pocos dias, rescibió otra poco menor: Tambien -vinieron con el Almirante dos hermanos, Cristóbal de Tapia, uno, por -Veedor de las fundiciones, el cual tenia la marca y sello con que se -marcaba, despues de fundido, el oro; y el otro, Francisco de Tapia, -por Alcaide de esta fortaleza, criados entrambos del obispo D. Juan -Rodriguez de Fonseca, de quien, muchas veces, arriba en el primer libro -y en éste, habemos hablado. Llegados á esta ciudad y entrado, como se -dijo, el Almirante y su casa en la fortaleza, presentó Francisco de -Tapia su provision de como era ya la tenencia della por el Rey; el -Almirante dilató cuanto pudo el cumplimiento de la provision, estándose -dentro, reacio, della, pareciéndole, por ventura, que á él pertenecia -por sus privilegios proveer ó señalar tres personas, y que el Rey -escogiese una dellas, como en los otros oficios se habia de hacer, y, -entre tanto, pensó escribir sobre ello. Avisaron los Tapias, segun es -verisímile, al obispo Fonseca, como el Almirante se habia entrado en -la fortaleza, y que presentada la provision del Alcaidía de Francisco -de Tapia, no habia querido complilla; no hobo llegado á noticia del -Obispo esta carta, cuando por los aires viniera la sobre carta real, -si fuera posible, pero baste que vino en los primeros navíos; envió -á mandar el Rey al Almirante, so graves penas, que luégo saliese de -la fortaleza y la entregase al tesorero Miguel de Pasamonte, para que -la tuviese hasta que mandase lo que se habia de hacer della; y de -creer es, que la Cédula desto, no vino poco reprensiva, porque no se -haria sino como quisiese y ordenase el Obispo. El Almirante luégo se -salió de la fortaleza, y fuése á posar á un cuarto de casa, que fué lo -primero que en esta ciudad, Francisco de Garay, criado del Almirante -primero, y que fué uno de los dos que hallaron el grano grande que -arriba dijimos, edificó la más propincua del desembarcadero sobre el -rio; estando allí el Almirante, procuró de hacer casa en que viviese, -y comenzó y acabó un muy buen cuarto, en el mejor lugar que por cerca -del rio habia, el cual posee agora el almirante don Luis, su hijo. -Pasados algunos meses, despues que el tesorero Pasamonte rescibió en -depósito la fortaleza, le vino mandado del Rey para que la entregase al -Francisco de Tapia, como Alcaide que hacia della, y con ella le mandó -dar 200 indios; éste era el principal salario que á los oficiales del -Rey se daba, y por haber éstos morian, y eran los que primero que los -de los particulares, por su grande cudicia y crueldad, y por tener más -favor, perecian; y despues de muertos la mitad ó el tercio de aquellos -200, en cada demora, presentaban la Cédula diciendo que el número que -el Rey les mandaba dar no lo tenian complido, y así tornábanse á echar -en la baraja todos los indios de la isla, y tornábanse á repartir, y -complíase aquel número de 200 indios, dejando sin indios á las personas -particulares que no tenian favor, segun que arriba se dijo. - - - - -CAPÍTULO LII. - - -Estando las cosas desta isla y de la de Sant Juan, y del Almirante -segundo, en el estado dicho, sucedió luégo, en este año de 509, -lo siguiente: Hobo un vecino en esta isla y en la ciudad de la -Concepcion, que decian de la Vega, de que muchas veces habemos á la -memoria repetido, llamado Diego de Nicuesa, que habia venido con -el Comendador Mayor, hijodalgo, que habia servido de trinchante á -D. Enrique Enriquez, tio del Rey católico, persona muy cuerda y -palanciana y graciosa en decir, gran tañedor de vihuela, y sobre todo -gran ginete, que sobre una yegua que tenia, porque pocos caballos en -aquel tiempo áun habian nacido, hacia maravillas. Finalmente, era uno -de los dotados de gracias y perfecciones humanas, que podia haber -en Castilla; sólo tenia ser mediano de cuerpo, pero de muy buenas -fuerzas, y tanto que, cuando jugaba á las cañas, el cañazo que él daba -sobre la adarga los huesos decian que molia. Este hidalgo, luégo que -llegó á esta isla, se acompañó con un vecino de los 300 que en esta -isla estaban, y que más hacienda de labranzas de la tierra, hecha -con indios, tenia, comprándole la mitad ó el tercio della, en 2 ó en -3.000 pesos de oro, fiada, á pagar sacando de los fructos de ella, que -entónces era gran deuda, y poniendo, el Diego de Nicuesa, los indios -de repartimiento que el Comendador Mayor le dió, en la compañía. El -tiempo andando, á costa de los sudores y trabajos de los indios, y -de la muerte de algunos dellos, sacó tanta cantidad de oro de las -minas, que pagó las deudas y quedó con 5 ó 6.000 castellanos de oro, -y mucha hacienda; y éstos por aquel tiempo era mucha riqueza en esta -isla y en estas Indias, porque, como queda muchas veces dicho, no -habia otra tierra poblada de españoles, sino ésta y la de Sant Juan, -que comenzó, como dije, poco habia. Cayeron en un aviso los vecinos -españoles desta isla, segun su parecer muy sotil, conviene á saber, -enviar procuradores al Rey que les concediese los indios perpétuos ó -por tres vidas, como los tenian por voluntad del Rey la cual no duraba -más de cuanto al que gobernaba placia. Este reguardo procuraban porque -no fuese en manos del Gobernador, cada y cuando que se le antojase, -quitarles los indios, como cada dia hacian. Para este mensaje y -procuracion, escogieron al dicho Diego de Nicuesa por procurador, y -á otro hidalgo muy prudente y virtuoso, llamado Sebastian de Atodo, -tambien, de aquella ciudad de la Vega, vecino. Estos, idos á Castilla, -propuesta su embajada y suplicacion al Rey, concedióles, creo que -entónces, que los tuviesen por una vida, pero despues se enviaron otros -procuradores que alcanzaron dos vidas, y despues se dieron priesa -por alcanzar tres vidas. Y esta fué cosa digna de admiracion, y no -sé si diga más digna de risa, ver la ceguedad que en todos, chicos y -grandes, habia, que se les morian cada dia los indios por sus crueles -tiranías, por las cuales, todos los indios de esta isla se acabaron, -no pasada, de muchos, la media vida, y toda su solicitud era que -el Rey se los diese perpétuos ó por tres vidas. Destos tupimientos -de los entendimientos, para sí mismos, y para los que los daños y -perdiciones padecian, tan nocivos, que los nuestros siempre tuvieron -en estas Indias, y comprendieron á muchos géneros de personas en -Castilla, verá innumerables cualquiera prudente lector, si leyendo -esta historia estuviese advertido. Así que Diego de Nicuesa, negociado -aquesta buena demanda para esta isla, negoció para sí otra tan buena -empresa, donde sudase y pagase los dineros, que, de los sudores y -trabajos y captiverio de los indios, habia adquirido; esta fué pedir -la gobernacion de la provincia de Veragua, por el olor de las nuevas, -que de la riqueza della, el Almirante primero que la descubrió, habia -dado y él oido, la cual se le concedió, aunque cierto era y notorio -haberla el Almirante descubierto, y estar sobre el cumplimiento de sus -privilegios pleito movido. A la sazon tambien se despachaba y despachó -la gobernacion de la provincia del golfo de Urabá, que es al rincon -que hace la mar en la tierra firme, pasada la tierra de Cartagena, de -que arriba hemos algo dicho, en el primero y en el presente libro, -para Alonso de Hojeda, que estaba en esta isla esperándola, porque -como el obispo D. Juan de Fonseca lo amase y tuviese como por criado, -aunque nunca lo fué, por ser valiente hombre y muy suelto, y lo hobiese -siempre favorescido, como arriba hemos alguna vez referido, en su -ausencia, le proveyó de la dicha gobernacion; la cual creo yo, que fué -á mover y negociar el piloto Juan de la Cosa, que con él habia andado -rescatando perlas y oro, y áun inquietando las gentes por aquella -costa de tierra firme, los años pasados, segun arriba queda dicho. -Así que, concedidas estas dos gobernaciones, que fueron las primeras -con propósito de poblar dentro de la tierra firme, señaló por límites -de la de Hojeda, desde el cabo que agora se dice de la Vela, hasta -la mitad del dicho golfo de Urabá, y á la de Nicuesa, desde la otra -mitad del golfo hasta el cabo de Gracias á Dios, que descubrió el -Almirante viejo, como en el cap. 21 queda escripto; dióseles á ambos -Gobernadores la isla de Jamáica, para que de allí se proveyesen de los -bastimentos que hobiesen menester: Dios sabe si habian de ser bien -ó mal habidos. Púsoles el Rey títulos á las gobernaciones; á la de -Hojeda nombró, el Andalucía, y Castilla del Oro á la de Nicuesa, las -cuales ambas dieron mucha pena al Almirante, mayormente la de Diego -de Nicuesa, por la causa dicha, y lo que más sintió fué dalles á la -isla de Jamáica, que el Rey y todo el mundo sabia haberla descubierto -su padre, con todas estotras islas, de lo cual ningun litigio habia. -Y porque Alonso de Hojeda era muy pobre, que no tenia, ó muy poco lo -que haber podia, para los gastos de navíos y bastimentos y gente que -traer se requeria, creo que Juan de la Cosa, con su hacienda y de -amigos y compañeros, allegó á fletar una nao, y uno ó dos bergantines, -dentro de los cuales, metidos los bastimentos que pudo y obra de 200 -hombres, vino á esta ciudad y puerto de Sancto Domingo, donde fué de -Hojeda bien rescibido. Diego de Nicuesa, como más poderoso de dineros -y de haciendas, que tenia en esta isla, engrosó más su armada y trujo -cuatro navíos grandes y dos bergantines, y mucho más aparato y gente, -y llegó y entró en este puerto desde á pocos dias; pero de camino, -para que Dios hiciese sus hechos, vínose por la isla de Sancta Cruz, -que está 12 ó 15 leguas de la de Sant Juan, y salteó ciento y tantos -indios que vendió por esclavos, aquí y en Sant Juan, de camino, y -dijo que trujo licencia del Rey para hacerlo. Estaba entónces aquí un -bachiller llamado Martin Hernandez de Anciso, que habia ganado á abogar -en pleitos 2.000 castellanos, que por aquel tiempo valian más que hoy -valen 10.000; viendo á Hojeda con tan poca sustancia para su empresa, -ó el mismo Alonso de Hojeda le rogó que le ayudase ó favoreciese con -su industria y dinero, el bachiller luégo lo hizo, porque compró un -navío y cargólo de bastimentos, segun pudo, y para ésto quedó en esta -isla, para luégo con alguna gente seguille; Hojeda le constituyó desde -luégo por su Alcalde mayor en todo el distrito de su Andalucía. Juntos -en esta ciudad los dos nuevos Gobernadores, Hojeda y Nicuesa, cada -uno procurando su despacho de llevar gente y bastimentos, comenzaron -á rifar sobre los límites de sus gobernaciones y sobre la isla de -Jamáica; queria cada uno dellos que la provincia del Darien cayese -dentro de sus límites; y así andaban cada dia de mal en peor, de tal -manera que, que se matasen un dia, creiamos los que los viamos. Hojeda -como era pobre y tan esforzado, echaba luégo el negocio á puñadas y á -desafíos, el Nicuesa, como se tenia por más rico, y era sabio, decidor -graciosísimo, díjole un dia: «dad acá, pongamos cada 5.000 castellanos -en depósito, que os matareis conmigo, y no nos estorbemos agora nuestro -camino.» Todo el mundo sabia que Hojeda, un real que pusiese, no tenia; -en fin, con parecer de Juan de la Cosa, se concertaron con que el rio -grande del Darien, los dividiese, que el uno tomase al Oriente, y el -otro al Occidente; como el Almirante de ambas gobernaciones por muy -agraviado se sintiese, mayormente, como se dijo, de la de Veragua -y Jamáica, todo cuanto pudo contrarió al despacho dellos, y, para -impedilles lo de Jamáica, determinó de enviar á poblalla, y á aquel -caballero de Sevilla, Juan de Esquivel, de quien dijimos arriba que -habia sido Capitan en las guerras de Higuey, por su Teniente della, -al cual dijo cuando se iba á embarcar, como era osado, Hojeda, «que -juraba que si entraba en la isla de Jamáica, que le habia de cortar la -cabeza.» Partióse de este puerto con dos navíos y dos bergantines, y en -ellos 300 hombres, de los venidos para esto de Castilla, y los que se -llegaron de esta isla, y doce yeguas, á 10 ó 12 dias de Noviembre del -mismo año de 509. Y porque Diego de Nicuesa tenia más gruesa armada, y -se le llegó desta isla mucha gente isleña, lo uno, porque habia sido -casi por todos amado por su buena conversacion y por sus gracias, lo -otro, y que más los movió, porque de riqueza volaba, más que la de -Urabá, la fama de Veragua, fuéle necesario comprar otra nao, allende -cuatro y dos bergantines que trujo de Castilla, para llevarlos, y así -tardar más que Hojeda en su despacho; y porque, para cumplir con tanta -nao y tanta gente, tuvo necesidad de adeudarse, así en Castilla como -en esta isla; despues de llegado aquí, tuvo grandísimas angustias y -trabajos ántes que se despachase. La razon desto fué, porque como al -Almirante pesase tan íntimamente de que Nicuesa ni otro fuese á gozar -de Veragua, como de tierra que habia personalmente descubierto su -padre, y sus privilegios fuesen violados, ó él, ó por hacelle placer -á él, ó su Alcalde mayor ó otras personas movian á los acreedores que -impidiesen la partida de Nicuesa echándole embargos; de manera, que, -cuando cumplia con uno con prendas de sus haciendas ó dando fianzas, -salia otro y mostraba una obligacion ó cognoscimiento suyo con que -lo embargaba. Ultimamente, un dia, creyendo que ya lo tenia todo -averiguado, y 700 hombres muy lucidos, y embarcados, y seis caballos (y -por su Capitan general nombró á un Lope de Olano, que habia sido con -las cosas de Francisco Roldan, contra el Almirante viejo, los tiempos -pasados), despacha todas sus cinco naos que se hagan á la vela, con él -un bergantin, y deja el uno, para meterse en él, y ir luégo á tomallas, -quedando entendiendo en cierto despacho, y aquella misma tarde que las -naos salieron, yéndose al rio á embarcar, viene tras él la justicia -y échanle un embargo de 500 castellanos, y áun creo que le sacaron -de la barca, si no me he olvidado, porque yo vide lo que he contado. -Vuélvenlo á casa del Alcalde mayor del Almirante, que era el licenciado -Márcos de Aguilar, y allí mándanle que pague, sino que habrá de ir á la -cárcel; hace sus requerimientos al Alcalde mayor que le deje ir, pues -via ya salidas del puerto sus naos, y que iba en servicio del Rey, y -que si lo detenia, se perdia su armada, donde se arriesgaba más que 500 -castellanos, los cuales él pagaria en llegando, y que al presente no -le era posible pagalles; respondia el Alcalde mayor que pagase, porque -el Rey no queria que ninguno la hacienda de otro llevase, y en esto -pasaban cosas muchas, que al triste de Nicuesa gravemente atribulaban, -y aunque pareció que industriosamente aquellos impedimentos se -rodeaban, valiérale mucho que allí lo detuvieran y muriera encarcelado, -segun el triste fin le estaba esperando. Estando en esto, sin saber -qué remedio tener, y fué maravilla no perder allí el seso aquella -tarde, segun estaba angustiado, sale de través un muy hombre de bien, -escribano desta ciudad, cuyo nombre me he olvidado y no quisiere -olvidado, y dice, «¿qué piden aquí al señor Nicuesa?» Respóndesele, -«500 castellanos»; dijo él, «asentá, escribano, que yo salgo por su -fiador de llano en llano, y vayan luégo á mi casa, que yo los pagaré de -contado.» El Nicuesa calla como espantado, de tan tempestivo consuelo -y socorro dudando; asienta el escribano la obligacion del que se -obligaba, y fírmala de su nombre, y desque Nicuesa vido que de veras se -hacia el acto, váse derecho á él casi sollozando, y dice, «dejáme ir -abrazar á quien de tanta angustia me ha sacado,» y así lo abraza. Esto -hecho, váse á embarcar en su bergantin para sus naos, que lo estaban -fuera del puerto esperando barloventeando, mirando siempre atras, si -venia tras él algun otro embargo. Salió despues de Alonso de Hojeda, -ocho dias, deste puerto, á 20 ó 22 dias de Noviembre del dicho año; -díjose, que en entrando en su nao la _Capitana_, comenzó á llamar de -borrachos á los pilotos y echar el punto en las cartas de marear, y -á querer guiar la danza; si ésto fué verdad, yo creo que llevaba el -juicio trastornado, porque no solian ser aquellas sus palabras, segun -la prudencia de que lo cognoscimos adornado. Partióse luégo tras ellos -Juan de Esquivel, con 60 hombres, á poblar la isla de Jamáica, y -éstos fueron los primeros que llevaron las guerras, y el pestilencial -repartimiento á aquella isla, y la destruyeron; dejó Nicuesa proveido -en sus haciendas que tenia en esta isla, que de 500 puercos, suyos ó -comprados, le hiciesen 1.000 tocinos en la Villa y puerto de Yaquimo, -80 leguas de este puerto abajo, como ya se ha dicho, que estaban en muy -buen paraje para dar con ellos en Veragua en cinco ó seis dias, yo los -vide hacer en la villa de Yaquimo, donde yo fuí, despues de Nicuesa -partido, y eran de los grandes y hermosos tocinos que en mi vida he -visto. - - - - -CAPÍTULO LIII. - - -Dejemos partidos los dos Gobernadores de esta isla para sus infelices -gobernaciones, que tales fueron al cabo, hasta que sea tiempo de tornar -á tratar de lo que, en tierra firme, por aquellos tiempos, á ellos y -á la tierra sucedió, que hay bien que recontar, y prosigamos lo que -concerniere al tiempo y gobernacion del segundo Almirante. Para que -sea, lo que adelante se dirá, más claro, es de presuponer, que despues -que el rey católico D. Hernando, el año de siete vino acá, á gobernar -los reinos de Castilla, por muerte del rey D. Felipe, desde Nápoles, -toda la gobernacion de estas Indias pendió principalmente del Obispo de -Búrgos, D. Juan Rodriguez de Fonseca, y del secretario Lope Conchillos, -los cuales eran muy privados del Rey, cada uno en su grado. Ya se ha -dicho en el primer libro, y en muchas partes destos libros ambos, como -el dicho Obispo, desde que fué Arcediano de Sevilla y se descubrieron -estas Indias, hasta este tiempo, y despues muchos años más, siempre -el dicho D. Juan Rodriguez de Fonseca, despues de Obispo que pasó por -diversos Obispados, tuvo de la gobernacion dellas todo el cargo, y con -él, principalmente por su autoridad y gran crédito que los Reyes dél -tuvieron, y tambien por su prudencia y capacidad, en lo que tocaba á -esto, se descuidaban, mayormente despues que el Rey vino de Nápoles, -como era viejo y enfermo, y bien cansado, puesto que con él se juntaban -otras personas de Consejo, notables letrados y no letrados, pero él era -el principal y presidia sobre todos, y su parecer se seguia en todo lo -que parecia tener color de bueno, por la mayor parte, por su autoridad -y por la experiencia que del hecho tenia de tantos años. El secretario -Conchillos, que entónces comenzaba, llegóse á él y seguia su voluntad, -como le via del Rey tan viejo privado, y finalmente, se hacia por acá -lo que ambos rodeaban, al ménos en aquellas cosas ordinarias y donde -no ocurrian nuevas dificultades. Ya se ha dicho tambien, como el dicho -Obispo, siempre tuvo acedía y no tomó sabor en los negocios y obras -de estos Almirantes; no se yo, que vide y oí mucho de esto, cuáles -hobiesen sido la causa ó causas, sino algunos puntos que arriba hemos -dado, que fueron harto livianos. Por ventura, sintiendo ésto los que -acá estaban, cobraban atrevimiento á no tener en cuanto debieran al -Almirante, así como dió lo mismo alguna y quizá mucha causa, en los -tiempos pasados, á la desvergüenza y alzamiento de Francisco Roldan, -contra su padre, primer Almirante, pues se jactaban que escribirian -al Obispo; y despues, cuando vino Alonso de Hojeda y alborotó la -provincia de Xaraguá, todos estribaban en el favor del Obispo, teniendo -por cierto que el Almirante no estaba en su gracia, segun que parece -arriba en el primer libro en algunos lugares. De aquí, creo que -se originó algo de lo que vamos hablando, conviene á saber, haber -engendrádose en esta isla, mayormente en esta ciudad, parcialidades; -una que volvia por el Almirante, y otra cuya cabeza era el tesorero -Pasamonte, y ésta se jactaba ser del Rey, como era muy favorescido -dél y del Obispo y de Conchillos, porque, segun creo, ambos, Tesorero -y Conchillos, eran aragoneses. Ayudaba mucho al bando del Tesorero, -ser su persona muy cuerda y de mucho ser y autoridad, y, á lo que -yo entendí ó creí cierto, por lo que cognoscí del Almirante y de su -condicion, noble y sin doblez, sin culpa suya todo esto se le rodeaba, -quizá, por algunas personas de las que habian sido desobedientes á su -padre de las reliquias de Francisco Roldan, ó de las que aquí quedaron -y despues vinieron, que querian bien al Comendador Mayor, todos los -cuales, sospecho que, pretendian deshacer al Almirante y quedarse con -la gobernacion, y hacer cada uno su casa. Y lo que sin gran ceguedad -de pasion, ó sin mayor malicia no pudo imaginarse, fué que, ó pensaban -ó fingian que el Almirante se podria ó querria en algun tiempo con -esta isla contra el Rey alzar, como á su padre levantaron, no teniendo -apénas que comer ni favor de ninguna parte. Y que esta maldad pensasen -ó fingiesen pareció, porque pasando por esta isla, para la de Cuba, uno -que iba por Contador del Rey, llamado Amador de Lares, muy diestro en -las cosas de la guerra, y que habia gastado muchos años en Italia, le -rogaron que fuese á ver las casas ó cuarto de casa que habia hecho el -Almirante, para ver si era casa fuerte de que pudiese tener sospecha -de algo. Fué á vella, y vido que estaba toda aventanada, ó llena por -todas partes de ventanas, porque así lo requeria la tierra por el -calor, y otras particularidades de casa muy llana; y burlo della y -más de los que aquello pensaban. Yo se lo oí esto al dicho contador -Amador de Lares. Creció cada dia más la malicia y envidia ó ambicion de -los de acá y de los de Castilla, ayudando algo, y quizá mucho, que el -Almirante no cumplia algunas Cédulas del Rey, que tocaban al interese -de los de Castilla y de los de acá, puesto que las obedecia, porque -le parecia que no convenia cumplillas, lo cual hacia por autoridad de -la Cédula que trujo, y arriba pusimos, y ansí escribian al Rey, y al -Obispo, y al secretario Conchillos lo que á sus paladares bien sabia, -y en disfavor del Almirante con sus colores y confitura del servicio -Real; lo que por todas estas Indias para corroborarse los oficiales del -Rey é ministros de su justicia en sus tiranías, se habia asaz usado. -Por estas invenciones y falsedades, á Castilla por cartas enviadas, -determinóse que se pusiesen ciertos jueces en esta isla y ciudad, que -se llamasen jueces de apelacion, á los cuales se apelase del Almirante -y de sus Alcaldes mayores; y aunque, si ellos fueran justos y usaran -sus oficios sólo para bien y guarda de la justicia, no parecia ser no -prudente provision (puesto que el Almirante la sintió mucho, porque -via que era para mayor daño suyo, y en perjuicio de sus privilegios -ponelle superior), pero ellos fueron siempre tales, que no tomaran -aquellos aquel oficio, sino por armas para destruir al Almirante y -echalle de esta isla, para mandalla ellos solos, los que despues -vinieron para señorear y robar la tierra y afligir y oprimir los que -poco podian y hoy pueden, no digo indios, porque muchos há que no -hay dellos memoria, sino los mismos españoles, como ellos afligieron -y oprimieron, y acabaron los indios. Proveyéronse por Jueces tres -licenciados, un licenciado llamado Marcelo de Villalobos, el licenciado -Juan Ortiz de Matienzio, y el bachiller Ayllon, que fué Alcalde mayor -de la Vega, como queda dicho en el capítulo 40, por el Comendador -Mayor, el cual venia ya licenciado, ó se llamó licenciado. Esta fué -la ponzoña principal que, de allí adelante lo que el cargo le duró, -entró en esta isla, en especial contra las cosas del Almirante, porque -renovó ó quiso vengar las cosquillas ó desabrimientos que hobo entre -el Almirante y el Comendador Mayor, ó los que quizá rescibió cuando -le tomó el Almirante residencia. Este se juntó con el Tesorero y con -otros criados del Obispo, que ya era de Búrgos, y con amigos y criados -del Comendador Mayor, los cuales, abierta ó casi abiertamente decian y -mostraban querer y seguir en destruir la casa y estado del Almirante; -y así lo hicieron grandes afrentas, y causaron muchas turbaciones con -la voz del servicio del Rey, de tal manera, que ya ni criados, ni -deudos, ni amigos osaban parecer ni hablar por miedo dellos. Envió -sus querellas el Almirante al Rey, suplicándole que enviase quien los -tomase residencia y á su Alcalde mayor, Márcos de Aguilar, y á los -demas sus oficiales; vino por juez de residencia un licenciado, que se -llamó Juan Ibañez de Ibarra, el cual, luégo que llegó, murió, y algun -rumor y sospecha hobo que se le dió con que muriese; murió tambien -el secretario Zabala, que con él vino para entender en la residencia -y negocios. Finalmente, tanto prevalecieron aquellos, todos, que se -llamaban servidores dél, contra el Almirante, que al cabo lo hobo de -enviar á llamar el Rey; y pasados grandes trabajos, angustias y gastos, -al cabo con ellas, desterrado de su casa, lo mataron, como dijo un -religioso en Sant Francisco desta ciudad, predicando á sus honras, como -abajo parecerá. - - - - -CAPÍTULO LIV. - - -Por este tiempo, en el año de 1510, creo que por el mes de Setiembre, -trujo la divina Providencia la Órden de Sancto Domingo á esta isla, -para lumbre de las tinieblas que entónces habia, y en todas estas -Indias se habian despues de engrosar y ampliar. El movedor primero, y -á quien Dios inspiró divinalmente la pasada de la Órden acá, fué un -gran religioso de la Órden, llamado fray Domingo de Mendoza, hermano -del padre fray García de Loaysa, que despues fué Maestro general de -la Órden, y confesor del Emperador y rey de España, Cárlos V, de este -nombre, y despues subió á ser Obispo de Osma, y despues Arzobispo de -Sevilla, y Cardenal y Presidente del Consejo destas Indias, y que por -más de veinte años las gobernó. Aquel hermano de este señor, llevó Dios -por otros pasos y caminos, y por otros grados más firmes y de mayor -seguridad lo levantó. Fué celosísimo de ampliar la religion, y que se -conservase en el prístino rigor, segun las antiguas sus constituciones, -y éste fué su principal fin, como fin que primero se ha de procurar, -no dejando de pretender el segundario, que es la salud y provecho de -las ánimas. Este padre fué muy gran letrado, casi sabia de coro las -partes de Sancto Tomás, las cuales puso todas en verso, para tenerlas -y traerlas más manuales, y, por sus letras, y más por su religiosa, -y aprobada y ejemplar vida, tenia en España grande autoridad. Para -su sancto propósito, halló á la mano un religioso llamado fray Pedro -de Córdoba, hombre lleno de virtudes y á quien Dios, nuestro Señor, -dotó y arreó de muchos dones y gracias corporales y espirituales. -Era natural de Córdoba, de gente noble y cristiana nacido, alto de -cuerpo y de hermosa presencia; era de muy escelente juicio, prudente -y muy discreto naturalmente, y de gran reposo. Entró en la órden de -Sancto Domingo, bien mozo, estando estudiando en Salamanca, y allí -en Santistéban se le dió el hábito; aprovechó mucho en las artes -y filosofía y en la teología, y fuera sumo letrado, si por las -penitencias grandes que hacia no cobrara grande y contínuo dolor de -cabeza, por el cual le fué forzado templarse mucho en el estudio, y -de quedarse con suficiente doctrina y pericia en las Sagradas letras, -y lo que se moderó en el estudio, acrecentólo en el rigor de la -austeridad y penitencia, todo el tiempo de su vida, cada y cuando las -enfermedades le dieron lugar. Fué tambien, con las otras gracias que -Dios le confirió, devoto y excelente predicador, y á todos daba, con -sus virtuosas y loables costumbres para en el camino de la virtud y de -buscar á Dios, loable y señalado ejemplo, tiénese por cierto que salió -desta vida tan limpio como su madre lo parió. Fué llevado de Salamanca, -con otros religiosos de mucha virtud, á Sancto Tomás de Avila, donde -por entónces resplandecia mucho la religion. A este bienaventurado -halló el padre fray Domingo de Mendoza dispuesto para que le ayudase á -proseguir aquesta empresa, y movió á otro, llamado el padre fray Anton -Montesino, amador tambien del rigor de la religion, muy religioso y -buen predicador. Persuadieron á otro santo varon, que se decia el padre -fray Bernardo de Sancto Domingo, poco ó nada experto en las cosas del -mundo, pero entendido en las espirituales, muy letrado y devoto y gran -religioso. Estos movidos y dispuestos para le ayudar, fué á Roma para -negociar con el Gaetano, que era entónces Maestro general de la Órden, -y trujo recaudos para pasar la Órden á estas partes, y, habida licencia -tambien del Rey, porque tuvieron necesidad que otra vez se tornase -ó hablar con el Maestro general para sus cosas de órden, quedóse el -padre fray Domingo de Mendoza para las negociar, y envió al dicho -padre fray Pedro de Córdoba, que tenia entónces edad de veintiocho -años, por Vicario de los otros dos, aunque más viejos, y un fraile -lego que les añidió. Estos cuatro religiosos trujeron la Órden á esta -isla; el fraile lego se tornó luégo á Castilla y quedaron los tres, -los cuales, comenzaron luego á dar de su religion y santidad suave -olor, porque rescibidos por un buen cristiano, vecino desta ciudad, -llamado Pedro de Lumbreras, dióles una choza, en que se aposentasen, -al cabo de un corral suyo, porque no habia entónces casas sino de -paja, y estrechas. Allí les daba de comer caçabí de raíces, que es pan -de muy poca sustancia, si se come sin carne ó pescado; solamente se -les daba algunos huevos, y de en cuando en cuando, si acaescia pescar -algun pescadillo, que era rarísimo. Alguna cocina de berzas, muchas -veces sin aceite, solamente con axí, que es la pimienta de los indios, -porque de todas las cosas de Castilla era grande la penuria que habia -en esta isla. Pan de trigo ni vino, áun para las misas, con dificultad -lo habia. Dormian en unos cadalechos, de horquetas y varas ó palos -hechos, y por colchones paja seca por encima; el vestido era de jerga -aspérrima, y una túnica de lana mal cardada. Con esta vida y deleitable -mantenimiento, ayunaban sus siete meses del año arreo, segun de su -Órden lo tenian y tienen constituido. Predicaban y confesaban como -varones divinos; y porque esta isla toda estaba (los españoles digo), -en las costumbres de cristianos pervertida, en especial en los ayunos y -abstinencias de la Iglesia, porque se comia carne los sábados y áun los -viérnes y todas las Cuaresmas, y habia, todas ellas, las carnecerías -tan abiertas, y tan sin escrúpulo y con tanta solemnidad, como las -hay por Pascua Florida, con sus sermones, y más creo que con su dura -penitencia y abstinencia, los redujeron á que se hiciese consciencia -dello y se quitase aquella glotonería en los tiempos y dias que la -Iglesia determina. Habia, esomismo, gran corrupcion en los logros y -usuras, tambien los desterraron é hicieron á muchos restituir; otros -efectos grandes, dignos de la religion y Órden de Sancto Domingo, se -siguieron de su felice venida. Y porque á la sazon que vinieron y -desembarcaron en este puerto y ciudad de Sancto Domingo, el Almirante -habia ido, con su mujer doña Maria de Toledo, á visitar la ciudad de -la Concepcion de la Vega, y estaban allí, fué luégo á dalles cuenta -de su venida el bienaventurado padre fray Pedro de Córdoba, no con -más fausto de ir á pié, comiendo pan de raíces y bebiendo agua fria -de los arroyos, que hay hartos, durmiendo en el campo y montes en el -suelo con su capa á cuestas, 30 leguas de harto trabajoso camino. -Rescibiólo el Almirante y doña María de Toledo, su mujer, con gran -benignidad y devocion, y hiciéronle reverencia, porque el venerable -y reverendo acatamiento, y sosiego y mortificacion de su persona, -aunque de veintiocho años, daba á entender á cualquiera que de nuevo lo -viese, su merescimiento. Creo que llegó sábado, y luégo domingo, que -acaecia ser entre las octavas de Todos Santos, predicó un sermon de la -gloria del Paraíso que tiene Dios para sus escogidos, con gran fervor -y celo; sermon alto y divino, é yo se lo oí, é por oírselo me tuve por -felice. Amonestó en él á todos los vecinos, que, en acabando de comer, -enviasen á la iglesia cada uno los indios que tenia en casa, de que se -servia. Enviáronlos todos, hombres y mujeres, grandes y chicos; él, -asentado en un banco y en la mano un crucifijo, y con algunas lenguas -ó intérpretes, comenzóles á predicar, desde la creacion del mundo -discurriendo, hasta que Cristo, Hijo de Dios, se puso en la Cruz. Fué -sermon dignísimo de oir é de notar, de gran provecho, no sólo para los -indios (los cuales nunca oyeron hasta entónces otro tal, ni áun otro, -porque aquel fue el primero que á aquellos y á los de toda la isla se -les predicó acabo de tantos años, ántes todos murieron sin haber oido -palabra de Dios), pero los españoles pudieran dél sacar mucho fructo. Y -si muchos de los tales se les hobieran predicado, algun más fructo se -hobiera hecho en ellos que se hizo, y más hobiera sido Dios cognoscido -y adorado, y mucho ménos ofendido. Finalmente, habiendo dado parte al -Almirante de lo que habia que dalle, y negociado en breves dias, se -tornó á esta ciudad, dejando á todos los que lo habian visto y oido -presos de su amor y devocion. Luégo, en los primeros navíos, segun -creo, vino el primer inventor desta hazaña, el padre fray Domingo de -Mendoza, con una muy buena compañía de muy buenos frailes; todos los -que entónces venian eran religiosos señalados, porque á sabiendas y -voluntariamente se ofrecian á venir, teniendo por cierto que habian -de padecer acá sumos trabajos, y que no habian de comer pan ni beber -vino, ni ver carne, ni andar los caminos cabalgando, ni vestir lienzo -ni paño, ni dormir en colchones de lana, sino con los manjares y rigor -de la Órden habian de pasar, y áun aquello muchas veces les habia de -faltar; y con este presupuesto se movian con gran celo y deseo de -padecello por Dios, con júbilo y alegría, y por ésto no venian sino -religiosos muy aventajados. Díjose, que cuando este padre fray Domingo -de Mendoza llegó, con su religiosa compañía, en la isla de la Gomera, -que es una de las de Canaria, hobo allí una mujer endemoniada, y rogado -que la visitase y conjurase, hízolo de grado; y hechos los conjuros y -forzando al espíritu inmundo que de allí saliese, trabadas pláticas, -preguntóle y forzóle que le dijese de dónde venia; respondió el demonio -que venia de las Indias; dijo entónces el padre: «¡Ah, don traidor, -que ya no os cale parar allá, pues la fé católica se lleva, y va en -ellas á predicarse, donde habeis rescibido gran daño, y ser dellas -desterrado.» Respondió el demonio: «Bien está, que algun daño me han -hecho y me hacen, pero por eso bien que no se sabrá el secreto en estos -cien años.» Esto se publicó que allí pasó, no me acuerdo quién me lo -dijo, y por mi descuido no lo supe del mismo padre fray Domingo, ó del -padre fray Pedro de Córdoba, y de otros muchos religiosos lo pudiera -bien saber y averiguar, porque tuve harto tiempo para ello. Si dijo -verdad el demonio, como la puede decir, cumpliendo la voluntad de Dios, -el tiempo lo declarará desque pasen cuarenta años, contando los ciento, -desde que estas Indias se descubrieron; y, por ventura, el secreto es -la claridad del engaño y ceguedad que hay cerca de las injusticias é -impiedades que estas gentes de nosotros han rescibido, no teniéndose -por pecados, que ha comprendido á todos los estados de España. En -fin, yo soy cierto que el tiempo, ó al ménos el dia del Juicio, se -declarará. Llegado, pues, el padre fray Domingo de Mendoza á este -pueblo y ciudad con su compañía, holgáronse inestimablemente el padre -fray Pedro de Córdoba y los que con él estaban, y como eran ya algun -número, y creo que pasaban de 12 ó 15, acordaron de consentimiento -de todos, con toda buena voluntad, de añadir ciertas ordenaciones y -reglas sobre las viejas constituciones de la Orden (que no hace poco -quien las guarda), para vivir con más rigor. Por manera que, ocupados -en guardar las nuevas y añididas reglas, estuviesen ciertos que las -constituciones antiguas, que los Santos padres de la Orden ordenaron, -estaban inviolablemente en su fuerza y vigor; y de una, entre otras, -me acuerdo que determinaron, que no se pidiese limosna de pan, ni de -vino, ni de aceite, cuando estuviesen sanos, pero si sin pedillo se lo -enviasen que lo comiesen, haciendo gracias á Dios: para los enfermos -podíase por la ciudad pedir. Y así les acaesció, dia de Pascua Florida, -no tener de comer sino una cocina de berzas, sin aceite, guisada con -sólo axí y sal. Vinieron muchos años guardando este rigor, al ménos -todo el tiempo que el felice padre fray Pedro de Córdoba vivió, y -pasaron grandes trabajos de penitencia, y florecia mucho la religion -en obediencia y pobreza, y, cierto, la primitiva del tiempo de Sancto -Domingo, aquí se renovó; y en tanto creció la fama de su santidad, que -el rey de Portugal escribió al Rey ó á los Prelados de la Orden, que -le enviasen de los frailes de Sancto Domingo destas Indias, ó para -reformar á Portugal, ó para poblar de nuevo la Orden en la India ó en -otra parte. Ordenaron que cada domingo y fiesta de guardar, despues de -comer, predicase á los indios un religioso, como el siervo de Dios, -fray Pedro de Córdoba, en la iglesia de la Vega habia principiado, y -á mí, que esto escribo, me cupo algun tiempo este cuidado; y así era -ordinario henchirse la iglesia, los domingos y las fiestas, de indios -de los que en casa á los españoles servian, lo que nunca en los tiempos -de ántes habian visto. En este mismo año, y en estos mismos dias que -el padre fray Pedro de Córdoba fué á la Vega, habia cantado misa nueva -un clérigo llamado Bartolomé de las Casas, natural de Sevilla, de los -antiguos de esta isla, la cual fué la primera que se cantó nueva en -todas estas Indias; y por ser la primera, fué muy celebrada y festejada -del Almirante y de todos los que se hallaron en la ciudad de la Vega, -que fueron gran parte de los vecinos desta isla, porque fué tiempo -de fundicion, á la cual, por traer cada uno el oro que habia, con -los indios que tenia, á fundirlo, ayuntábanse muchos, como cuando se -llegan las gentes á los lugares donde hay ferias, para sus pagamentos, -en Castilla; y porque no habia moneda de oro alguna, hicieron ciertas -piezas de oro, como castellanos y ducados contrahechos, que ofrecieron, -de diversas hechuras, en la misma fundicion donde se fundia y pagaba el -quinto al Rey, y otros hicieron arrieles para ofrecerle, segun que cada -uno queria ó podia. Moneda de reales se usaba, y destos le ofrecieron -muchos, y todo lo dió el misa-cantano al padrino, si no fueron -algunas piezas de oro, por ser bien hechas. Tuvo una calidad notable -esta primera misa nueva, que los clérigos que á ella se hallaron, no -bendecian, conviene á saber, que no se bebió en toda ella una gota de -vino, porque no se halló en toda la isla, por haber dias que no habian -venido navíos de Castilla. - - - - -CAPÍTULO LV. - - -Dejando la Órden de Sancto Domingo en el santo y religioso estado -que habemos contado, que fué una de las cosas pertenecientes á esta -isla, tornemos sobre lo que sucedió en la isla de Sant Juan, despues -de haber pasado á ella cristianos, y venida la gobernacion á Juan -Ponce, de quien se dijo arriba. Llegado, pues, el poder del Rey para -que Juan Ponce gobernase aquella isla, edificó un pueblo luégo de -españoles, que llamó Caparra, no sé á qué propósito, nombre de indios, -en la costa del Norte, las casas todas de paja; él para sí hizo una de -tapias, que bastó para fortaleza, como quiera que los indios no tengan -baluartes de hierro ni culebrinas, y la mayor fuerza que pueden poner -para derrocar la casa hecha de tapias es á cabezadas; despues otra -de piedra, todo á costa de los indios, y ellos todo lo trabajaban. -Este pueblo asentaron una legua de la mar, dentro la tierra, frontero -del puerto que llaman Rico, por ser toda aquella legua de un monte ó -bosque de árboles, tan cerrado y tan lodoso, que bestias y hombres -atollaban, cuando más enjuto estaba, hasta media pierna; por esta -causa era ésto averiguado, que las mercaderías de harina y vino, de -aceite y vinagre y ropa, y otras cosas que traian de Castilla, costaba -más desde la lengua del agua llevarlas al pueblo, sólo aquella legua, -que habian costado de Castilla traer hasta el puerto. Con toda esta -costa y trabajos, que cargaban todos sobre los indios, estuvieron tan -ciegos y ocupados en sacar oro, que no cayeron en diez ó doce años en -salir de allí, é mudar el pueblo, hasta que ya se les acababan los -indios, y convenia llegarse á la mar para suplir con el agua y barcos, -por ella, lo que la sangre de los indios derramada faltaba, y así -se pasaron donde agora el pueblo ó ciudad está. Donde al presente -está, es una isleta estéril, apartada de la misma isla grande por -un estero que allí hace la mar, pero angosto, que con una puente de -madera se pasa y trae todo lo que es menester de la isla, porque en -ella tienen todas las labranzas y ganados, y se sirven de todo lo -demas; hicieron otro pueblo cuasi al cabo de la isla, en un valle á la -misma costa del Norte, donde agora está el que se dice Sant Germán, -puesto que más arriba ó más abajo, y á aquel llamaron Guanica, por -razon que hallaron allí ciertos rios de oro; de allí lo mudaron cuatro -leguas la costa arriba, donde llaman el Aguada, porque sale allí un -buen rio, de donde se toma para las naos buen agua, y pusiéronle por -nombre Sotomayor; despues lo pasaron otra vez al mismo valle, poco -más ó poco ménos, más dentro ó más fuera, y llamáronlo Sant Germán. -Nunca hobo más de éstos dos pueblos en la isla de Sant Juan, puesto -que algunos más se comenzaron, pero en breve fueron despoblados por -ciertas causas; como, pues, los nuestros españoles, nunca en estas -Indias pueblen ó hagan pueblos, para ellos cavar y arar, y Juan -Ponce, que tenia la gobernacion, estuviese bien acostumbrado de las -poblaciones desta isla, y á cuya costa los españoles solian poblar, -llevó aquel camino que en aquesta isla él con los demas habia usado; -éste fué, repartir los indios señalando á cada uno tantos, cada uno -de los cuales tuvo cargo de que no se le pasase, en las minas, y en -las otras granjerías, el tiempo en balde; y así, todos los indios de -aquella isla, estando pacíficos y en su libertad, y rescibiendo á los -españoles como si fueran todos sus hermanos (yo me acuerdo que el año -de 502, saltando nosotros en tierra, vinieron pacíficos, alegres, á -vernos y nos trajeron de lo que tenian, como de su pan, y no me acuerdo -si pescado), súbitamente se vieron hechos esclavos, y los señores de -sus señoríos privados, y todos forzados á morir en los trabajos, sin -esperanza que en algun tiempo habian de cesar. ¿Qué se debia esperar -que los indios habian de hacer, mayormente habiendo tenido noticia que -las gentes desta Española, por aquel camino se habian ya acabado? Por -aquí se verá la ceguedad tupida de los que, por escrito ó por palabra, -llaman ingratos y malos á los indios, porque matan á los españoles, -durmiendo ó velando, juntos ó apartados y como quiera que puedan -tomallos. ¿Qué obras han sido las que de los españoles han rescibido -para que les deban ser agradecidos? ¿O habellos todos, donde quiera -que han entrado, consumido, matando ó destruyendo, como quiera que lo -puedan efectuar, no es usar de su natural defension que á los animales -brutos, y á las mismas piedras insensibles es natural y lícito? Grande -infelicidad y peligro es de todos aquellos que ésto no miran. Así que, -viendo las gentes de la isla de Sant Juan, que llevaban el camino para -ser consumptos como los de esta isla, acordaron de se defender, segun -que podian, y concertaron que cada señor con su gente, para cierto -tiempo, tuviese cargo de matar los españoles que pudiese haber por sus -comarcas, en las minas ó en las otras sus granjerías, que andaban ya -todos derramados, y en ellas bien ocupados. Mataron, por esta manera, -bien 80 hombres, y luégo van 3 ó 4.000 indios, sobre el dicho pueblo, -llamado Sotomayor, y, sin que fuesen sentidos, pusiéronle fuego, que -era todo de casas de paja, y juntamente mataron algunos de los vecinos -como estaban descuidados, los cuales, viéndose apretados y en gran -peligro, pelearon varonilmente contra los indios, por manera que no les -pudieron hacer más mal; pero hiciéronlos retraer y dejar el pueblo con -todo el hato que en él tenian, quemado y lo no quemado, y fuéronse á -juntar con Juan Ponce, por entónces su Gobernador, al pueblo llamado -Caparra. Y porque D. Cristóbal de Sotomayor, tuvo por su repartimiento -al Rey ó señor mayor de la tierra, llamado Agueíbana, no el que habia -rescibido á Juan Ponce y á los españoles la primera vez, como en el -capítulo 46 dijimos, sino un su hermano, que, despues de su muerte, en -el señorío le sucedió, y á la sazon estaba en el pueblo de aquel señor -que tenia él por siervo ó sirviente, acordólo allí matar. Dijeron que -desta determinacion le avisó una hermana del mismo señor, que tenia el -D. Cristóbal por manceba, pero que no lo creyó; y súpolo tambien de -otro español que tenia consigo, que sabia la lengua de los indios, y -se desnudó en cueros, y pintó con las colores que los indios estaban -pintados, y, cantando y haciendo bailes, fué donde cantaban la muerte -de D. Cristóbal que habian de hacer, de manera que no lo cognoscieron, -y le dijo como se tractaba de su muerte, y que aquella noche se podian -huir, pero tampoco aprovechó, hasta que, finalmente, otro dia lo -mataron con otros cuatro españoles. El Juan Ponce recogió y aparejó -lo mejor que pudo la gente de españoles que por la isla quedaba, que -eran pocos más de la mitad, porque todos los otros habian ya muerto los -indios, y donde sabia que habia gente junta, iba á buscarlos y peleaba -con ellos varonilmente, porque tuvo consigo hombres muy esforzados, -y, en muchas batallas ó recuentros, hicieron en los indios grandes -estragos; y así asolaron aquella isla, matando infinitos indios, los -señores y súbditos que podian armas tomar. Despues de los cuales -muertos, los demas sojuzgados, repartiéronlos entre sí, que es el -fin de sus guerras que llaman conquistas, (y ésto llama Oviedo en su -Historia pacificar, y todos los que se jactan de conquistadores), para -los echar á las minas y ocuparlos en las otras granjerías y trabajos, -donde al cabo los consumieron y acabaron, de la misma manera que los -desta isla Española fueron estirpados. Quien principalmente hizo la -guerra y ayudó más que otros, fué un perro que llamaban Becerrillo, -que hacia en los indios estragos admirables, y cognoscia los indios -de guerra y los que no lo eran, como si fuera una persona, y á éste -tuvieron, los que asolaron aquella isla, por ángel de Dios. Y cosas, -se dice, que hacia maravillosas, por lo cual temblaban los indios dél -que fuese con 10 españoles, más que si fuesen 100 y no lo llevasen; -por esta causa le daban parte y media, como á un ballestero, de lo que -se tomaba, fuesen cosas de comer, ó de oro, ó de los indios que hacian -esclavos, de las cuales partes gozaba su amo; finalmente, los indios, -como á capital enemigo, lo trabajaban de matar, y así lo mataron de un -flechazo. Una sola cosa, de las que de aquel perro dijeron, quiero aquí -escribir. Siempre acostumbraron en estas Indias los españoles, cuando -traian perros, echarles indios de los que prendian, hombres y mujeres, -ó por su pasatiempo y para más embravecer los perros, ó para mayor -temor poner á los indios que los despedazasen; acordaron una vez echar -una mujer vieja al dicho perro, y el Capitan dióle un papel viejo, -diciéndole, lleva esta carta á unos cristianos, que estaban una legua -de allí, para soltar luégo el perro desque la vieja saliese de entre -la gente; la india toma su carta con alegría, creyendo que se podria -por allí escapar de manos de los españoles. Ella salida, y llegando -un rato desviada de la gente, sueltan el perro, ella como lo vido -venir tan feroz á ella, sentóse en el suelo y comenzóle á hablar en su -lengua: «Señor perro, yo voy á llevar esta carta á los cristianos, no -me hagas mal, señor perro,» y estendíale la mano mostrándole la carta -ó papel. Paróse el perro muy manso, y comenzóla de oler, y alza la -pierna y orinóla, como lo suelen hacer los perros á la pared, y así no -la hizo mal ninguno; los españoles, admirados dello, llaman al perro -y átanlo, y á la triste vieja libertáronla por no ser más crueles que -el perro. Desde algunos dias, el Almirante, dando quejas desde acá, -que contra sus privilegios el Rey proveyera por Gobernador á Juan -Ponce, habiendo aquella isla descubierto personalmente su padre, en el -segundo viaje, y Juan Ceron y Miguel Diaz, que habia enviado presos -Juan Ponce, estando y negociando allá, fué movido el Rey á dejar la -eleccion de Teniente de aquella isla al Almirante, y dar licencia que -se volviesen Juan Ceron y Miguel Diaz á sus oficios, por el Almirante, -y á sus casas. Despues fué á la isla el Almirante, y por causas que le -movieron quitó á Juan Ceron la gobernacion, y puso á un caballero que -llamaron el Comendador Moscoso, que habia venido de Castilla con él. -Pasados algunos dias, quitó aquel y puso á otro caballero, Cristóbal -de Mendoza, y despues otros y otros; todos los cuales ayudaron á -destruir aquellas gentes, por todos holgarse de sacar oro, y no carecer -de la ceguedad que todos, hasta que los acabaron. Despues de muertos -los naturales vecinos della, dejó Dios para ejercicio y castigo de -los españoles, reservados, las gentes de los caríbes de las islas -de Guadalupe, y de la Dominica, y otras de por allí, que infestaron -muchas veces aquella isla, haciendo saltos, mataron algunos españoles, -y robaron y destruyeron algunas estancias ó haciendas, y llevaron -captivos algunos; lo que no osaran venir á hacer, si la isla estuviera -con sus habitadores en su prosperidad. Así dejó Dios ciertas naciones, -por los pecados de los hijos de Israel, para que los inquietasen, -turbasen, infestasen, robasen y castigasen, como parece por el libro -de Josué y de los Jueces. Y pluguiese á Dios que, con aquellos daños y -castigos, pagásemos solos los estragos, y calamidades, y destruyciones -que habemos causado en aquella isla, y los pecados que por ello habemos -cometido, dejados aparte los de las otras partes. - - - - -CAPÍTULO LVI. - - -Por aquellos mismos términos se destruyó y despobló la isla de Jamáica, -por aquellos que fueron con Juan de Esquivel, y por él ir á la poblar, -y ciertamente más verdad es que la fueron á despoblar; los cuales, -como se comenzaron á servir de los indios con el imperio y rigor que -siempre han acostumbrado, y á los indios se les hiciese tan nuevo y tan -pesado, mayormente teniendo experiencia de quién los españoles eran y -de sus obras, de cuando allí estuvo el Almirante viejo, viniendo del -descubrimiento de Veragua, comenzáronse por los montes á absentar. -Van tras ellos á montearlos, defendíanse y descalabraban algunos -españoles, porque matar, pocos ó ninguno pudieron matar; y nunca oí -que en Jamáica matasen los indios hombre, porque, en la verdad, era la -gente de aquella isla muy más pacífica y mansa que otra, que casi eran -como lo que habemos dicho de los lucayos. Y tanto anduvieron tras ellos -con perros bravos, que los cazaban y desbarrigaban, que, muertos con -extrañas crueldades, todos los principales y gente infinita que podia -tomar arcos en las manos, subjetaron los demas. Repartiéronlos entre -sí, ocupáronlos, no en las minas porque no las hallaron, ó era, como -despues fué, el oro tan poco, que dellas no curaban, sino en sembrar -las labranzas del pan caçabí y del grano maíz, y grandes algodonales, -porque allí se da mejor y más el algodon que en otra parte, aunque en -las más tierras destas Indias se da en abundancia, al ménos en las -que están desta parte de la equinoccial. Y ésta del algodon fué la -primera granjería que aquellos españoles en aquella isla tuvieron, -porque hacian hacer á las gentes della, en especial á las mujeres, -grandes telas de algodon, y camisas y hamacas, de que usábamos por -camas, y traíanlas á esta isla y á la de Cuba, y á la tierra firme, -desque fueron españoles á ellas, y las vendian, de donde llevaban -vino y harina de Castilla, y aceite, y vinagre, y ropa de lienzo y de -paño, y otras cosas que de Castilla venian y ellos habian menester; -y desta isla llevaban ganados y yeguas, de que allí se han bien -multiplicado. Llevaban ó venian de tierra firme á les comprar caçabí, -maíz é hamacas, y telas que compraban los marineros, para hacer velas, -de los indios, y carabelas, que por estas islas y tierra firme andaban -al tracto. En aquellos trabajos se hobieron tan cruel é inhumanamente -con aquellas inocentes gentes, que en ninguna parte, hasta entónces, -destas Indias se les habia, en crueldad y malos tractamientos, hecho -ventaja; los hombres en el sembrar y poner las labranzas y algodonales -y otras muchas maneras de trabajos; las mujeres en el hilar y tejer, -preñadas y paridas, haciéndolas en ello tan importunamente trabajar, -que un momento no las dejaba parar. No les daban de comer sino caçabí -y ajes, que son raíces de que ya hemos hablado, y con los continos -trabajos, enflaquecidos, morian. Fué regla general, que los indios de -los repartimientos que daban para las granjerías del Rey, eran siempre -los más cruelmente, por sus oficiales, afligidos y tractados, y así -más aína que otros perecian en todas las partes destas Indias, y hoy -lo son más opresos y más mal aventurados. Doctrina ninguna tuvieron, -ni se les dió en Jamáica, ni más cuidado dello se tuvo que si fueran -brutos animales, siendo de la gente más aparejada del mundo para ser -cristianos. Por lo cual, murieron todos sin fe y sin Sacramentos, sino -fueron algunos niños que se baptizaron, y sin baptismo perecieron -hartos. Habrá hoy, de todos los vecinos que allí habia, que estaba como -una piña de piñones, de gente toda poblada, obra de cien personas, -y no se si llegan á tantos. Este fructo sale de la pacificacion que -dice Oviedo á cada paso, y los que de conquistadores se jactan, que -nuestros españoles en nuestras Indias hacen; y es de ver cómo los -encarece y sublima Oviedo, como quien ha hecho grandes hazañas, y todos -son caballeros y gente noble, segun él, los que á hacer estas obras -acá pasan. Cierto, fueron hazañas y tan grandes y tan señaladas, que -despues que Dios crió á Adan, y permitió en el mundo pecados, otras -tales ni tantas, ni con tan execrables, y creo que, inespiables ofensas -de Dios, ni fueron jamás hechas, ni pudieron ser pensadas, ni áun -soñadas. Pero temprano nos quejamos, vamos adelante. - - - - -CAPÍTULO LVII. - - -La órden de nuestra Historia requiere que tornemos á los dos -Gobernadores primeros, que fueron á la tierra firme, conviene á saber, -Alonso de Hojeda y Diego de Nicuesa, que, en el cap. 52, desta ciudad -partidos dejamos; y, porque Alonso de Hojeda partió deste puerto -primero, dél primero y de sus desastres será bien que digamos. Fué á -echar sus anclas en cuatro ó cinco dias al puerto de Cartagena, donde -la gente de aquella tierra estaba muy alborotada, y siempre aparejada -para resistir á los españoles, por los grandes males que habian -rescibido de los que fueron los años pasados, con título de rescatar, -como fueron Cristóbal Guerra, y otros, segun en el libro I, cap. 172 -dejamos relatado, y porque, como en el capítulo 19 deste libro II -dijimos, las gentes de por allí habian por esta causa descalabrado -y muerto algunos de los nuestros, porque tenian hierba ponzoñosa y -brava, y hicieron relacion á los Reyes, que allí no querian rescibir -los cristianos, ántes los mataban, callando los insultos, violencias -y maldades que ellos en aquellos hacian, y no habia en la corte quien -volviese por los que estaban en sus casas, y gente tan inquieta y -mal mirada como hemos sido con ellos, por lo cual, dieron los Reyes -licencia que pudiesen ir á aquella tierra y hacelles guerra á fuego y -á sangre, y hacellos esclavos, con harta ceguedad y culpa de los que -tenian en su Consejo, como allí probamos, debia el Alonso de Hojeda -llevar esta misma licencia y allí determinó de usalla. Cuenta ésto, un -Cristóbal de la Tovilla, en una historia que llamó _La Barbárica_, el -cual anduvo por aquella tierra mucho tiempo, puesto que no entónces -sino despues, muchos años; pero súpolo de los mismos que con el Hojeda -fueron, ó de los que á aquellos inmediatamente sucedieron, y dice así -en el principio, cap. 1.º: «Aquí en Cartagena, echadas sus anclas, -porque el Rey católico le mandaba (conviene á saber, á Hojeda), que -hiciese guerra en aquella parte, por los muchos males que los indios -della hacian á los que con ellos rescataban. Esto procuraban ellos, -porque, como todo el tiempo que esta tierra firme estuvo sin poblarse -de cristianos, las cuales ínsulas habitaban, venian cada dia á rescatar -con los naturales della, dándoles por el rescate mucho oro que tenian, -y gallinas, por cuentas y cuchillos y otras cosas semejantes de España, -con que volvian á sus casas cargados de riqueza, y pasaban con descanso -la vida. Mas despues que esta contratacion se fué adelgazando, y su -codicia poco á poco extendiendo, debajo deste nombre rescate hacian -armadas con que captivaban gran suma de indios, que en la Española -y las demas ínsulas, sin más justo título, por esclavos vendian, -por donde los indios, sentido el daño, de paz y de guerra mataban á -cuantos se descuidaban; á cuya causa, el rey D. Hernando mandó que -se les hiciese cruel guerra, siendo cierto que, si la verdad dello -supiera, ni lo mandara ni lo permitiera.» Estas son palabras formales -del dicho Tobilla, que no es chico testimonio para lo que, en el -dicho cap. 19, dijimos, y lo que demás en este artículo dijéremos, -porque siendo uno de los que en esta ceguedad estuvieron y murieron, -y hablador y encarecedor, como Oviedo, de las dichas hazañas de los -españoles, y abatidor de los tristes indios, que han sido y son tan -injustamente agraviados, la misma verdad, con todo esto, le constriñe -á que no la calle. Tornando pues al propósito, acordó allí Alonso -de Hojeda de saltar en tierra y dar de súbito en un pueblo llamado -Calamar, por haber de presto algunos indios, y enviarlos á esta isla á -vender por esclavos, para pagar muchas deudas que acá dejaba. Juan de -la Cosa, gran piloto, y que llevaba por Capitan general, acordándose -de lo que, viniendo con el mismo Hojeda los años pasados á rescatar, -cognoscieron de aquellos indios, ser valientes y tener hierba mortífera -y demasiadamente ponzoñosa, prudentemente le dijo: «Señor, paréceme -que sería mejor que nos fuésemos á poblar dentro del golfo de Urabá, -donde la gente no es tan feroz, ni tienen tan brava hierba, y aquella -ganada, despues podriamos tornar á ganar ésta con más propósito»; pero -Hojeda, que fué siempre demasiadamente animoso, confiando que nunca en -millares de pendencias y peligros que en Castilla y en estas Indias -se habia hallado, le sacó jamás hombre sangre, no curó de tomar su -parecer, sino con cierta gente va sobre el pueblo al cuarto de alba, -diciendo: «Santiago», acuchillando y matando y cautivando cuantos en -él hallaba, y que huyendo no se escapaban; ocho indios que no fueron -tan deligentes en huir, metiéronse en una de estas casas de paja, y -de tal manera se defendieron, con las muchas y ponzoñosas flechas que -tiraban, que ninguno de los españoles osaba llegárseles á la casa. -El Hojeda dando voces reprendiólos, y dijo: «grande vergüenza es que -vosotros, tales y tantos, no oseis allegaros á ocho desnudos que así -burlan de vosotros.» Confuso de estas palabras uno de aquellos, que -en aquella obra solícito andaba, con ímpetu grande arremetió por -medio de infinitas flechas y entró por la puerta de la casa, pero al -entrar dióle una por medio de los pechos, que luégo lo derrivó y dió -el ánima. El Hojeda, de ésto más exacerbado, mandó poner fuego á la -casa por dos partes, donde, con ella, en un credo fueron los ocho -indios quemados vivos; tomó allí 60 personas captivas, y enviólas á los -navíos, que las guardasen. Luégo acordó ir, con esta su vitoria, tras -los que iban huyendo, en su alcance, y á un gran pueblo que de allí -cuatro leguas distaba, llamado Turbaco; los vecinos dél, entendidas -sus nuevas, de los que huyeron habian sido avisados. Alzaron todas sus -mujeres y hijos y alhajas, y pusiéronlas en los montes á recaudo, y -entrando en el pueblo, de madrugada, no hallaron persona que matasen -ni captivasen; y como descuidados y no experimentados de que los -indios eran hombres, y que la vejacion y la misma naturaleza les habia -de enseñar, y así, menospreciándolos, y su misma cudicia y pecados -cegándolos, despareciéronse por los montes, buscando cada uno qué -robar. Los indios, por sus espías, sintiéndolos derramados, salen de -los montes y dan en ellos, con una grita que á los cielos llegaba, y -con tanta espesura de flechas herboladas, que parecia escurecerse los -aires; y como los españoles creyesen, con su descuido, que no habia -quien los enojar osase, y ésta fuese avenida súbita, espantados, como -si fueran venados cercados, no sabian donde guarecese ni huir, como -atónitos; huyendo para una parte, daban en gente que los aguardaba, si -para otra parte, caian en la que los acababa, y con unas mismas flechas -emponzoñadas, que habian muerto á unos, que los indios de los cuerpos -les sacaban, herian y mataban á otros, que vivos y en pié hallaban. -Juan de la Cosa, con ciertos españoles que recogió consigo, hízose -fuerte á la puerta de un cierto palenque, donde Hojeda con ciertos -compañeros, defendiéndose, peleaba, hincándose de rodillas muchas veces -para rescibir las flechas en la rodela, en la cual, como era chico de -cuerpo, y con su ligereza y destreza, casi todo se escudaba; mas desque -vido caidos todos los más de los suyos, y á Juan de la Cosa, con los -que le ayudaban, muy al cabo, confiando de la ligereza grande que tenia -(y fué admirable como en el primer libro dejamos declarado), sale por -medio de los indios, corriendo, y áun huyendo, que parecia ir volando; -metióse por los montes donde más oscuros los hallaba, encaminándose -cuanto más le parecia hácia la mar, donde sus navíos estaban. Juan de -la Cosa metióse en una choza que halló sin hierba descobijada, ó él, -segun pudo, con algunos de los suyos la descobijaron porque no los -quemasen, arrimado á la madera, y peleando hasta que ante sus ojos -vido todos sus compañeros caidos muertos, y él que sentia en sí obrar -la hierba de muchas saetadas que tenia por su cuerpo, dejóse caer de -desmayado: vido cerca de sí uno de los suyos, que varonilmente peleaba, -y que no lo habian derrocado, y díjole: «pues que Dios hasta agora os -ha guardado, hermano, esforzaos y salvaos, y decid á Hojeda como me -dejais al cabo.» Y éste sólo, creemos que de todos escapó, y Hojeda, -que debian ser más de 100 los que en aqueste salto se hallaron; algunos -dijeron que fueron 70 los que allí murieron. Los de los navíos, como -vian que de Hojeda, su Gobernador, y de su gente no sabian nada ni vian -que alguno venia, ni á quien preguntar, sospechando no fuese acaecido -algun desastre, van con los bateles por la costa arriba y abajo, á -buscar si viesen alguno que viniese de allá, que les diese buenas -nuevas ó malas; poniendo en ello mucha solicitud, llegaron á donde -habia junto al agua de la mar unos manglares, que son unas arboledas -inputribles, que siempre nacen y crecen y permanecen en el agua de -la mar, con grandes raíces, unas con otras asidas y enmarañadas; -allí metido y escondido hallan á Hojeda con su espada en la mano, y -la rodela en las espaldas, y en ella sobre trescientas señales de -flechazos. Estaba casi transido y descaecido de hambre, que no podia -echar de sí el habla, pero hicieron fuego y escarentáronle y diéronle á -comer de lo que llevaban, y así volvió á tener aliento y á esforzarse; -y como en esta tristeza y dolor estuviesen, oyéndole contar su -desventurado alcance y trabajo, vieron asomar el armada de Nicuesa, de -que no le sucedió poco dolor y angustia, temiendo que Nicuesa quisiese -de él vengarse por los desafíos y pendencias que, pocos dias y áun no -muy muchas horas ántes, en esta ciudad entre ambos habian pasado, por -lo cual mandó que todos se fuesen á los navíos, y le dejasen sólo, no -diciendo dél nada en tanto que Nicuesa en el puerto tardase. - - - - -CAPÍTULO LVIII. - - -Salieron los bateles de la armada de Hojeda á rescibir á Nicuesa, que -en el puerto mismo de Cartagena con la suya entraba, y con gran dolor -y tristeza le dijeron, como habia tantos dias que Hojeda y Juan de la -Cosa salieron en tierra con tanta gente, y habian destruido el pueblo -de Calamar, y presos tantos esclavos, y entrado la tierra dentro en -el alcance, y no habia ninguna persona; que tenian vehemente sospecha -ser por mal dellos y de todos los que consigo llevaba, pero que, por -hacer lo que debian, determinaban de irlo á buscar y traerlo si lo -hallasen, si les aseguraba, como caballero, de no mirar en tan gran -necesidad á cosa de las entre ambos pasadas. Diego de Nicuesa, que -era hijodalgo, se enojó de oirles aquellas palabras, y díjoles que -fuesen luégo á buscallo, y que si fuese vivo lo trujesen, al cual -no solamente no entendia enojalle, pero que les prometia como quien -era de le ayudar en todas sus necesidades, como si fuese su hermano. -Trujéronlo, pues, y lo primero que hizo Nicuesa, segun es de creer, fué -abrazarlo diciéndole: «Mucha diferencia debe haber en las obras que los -hombres hijosdalgo deben hacerse, cuando ven á los que en algun tiempo -quisieron mal de ayuda necesitados, de las que cuando riñen hicieran, -teniendo facultad de vengarse, porque allende ser bajeza y vileza de -ánimo, y degenerar de la bondad de sus pasados, crueldad sería, y de -hombres no razonables, añadir afliccion al que las aflicciones hán en -angustias postrado. Por ende, señor Hojeda, puesto que en la Española -hayamos habido palabras, y allí el uno al otro amordazado, ahora es -tiempo del todo olvidallas, y así, haced cuenta que no ha pasado -cosa entre nosotros que nos apartare de ser hermanos, y guialdo vos -como mandardes, que yo con mi gente os seguiré hasta que Juan de la -Cosa, y los que con él murieron, sean vengados, sin pretender más de -solamente ayudaros.» Hojeda fué muy consolado y le hizo muchas gracias, -reagradeciéndole tan grande obra de bondad y socorro, estimándolo -cuanto era posible á hombre que en estado de tanta adversidad estaba; -y cabalgaron ambos en sendos caballos, y tomados 400 hombres, á los -cuales por pregon público mandaron, so pena de muerte, que ninguno -indio á vida tomase, partiéronse de noche al pueblo de Turbaco, y -llegando cerca partiéronse en dos partes. Hay por allí unos papagayos -grandes, colorados, que llaman guacamayas, que dan muchos gritos y -hacen grandes alharacas, éstos, en sintiendo la gente, comenzáronlos -á dar; los indios entendieron lo que era, y como pensaron que ya -los españoles eran acabados, descuidáronse, y del grande miedo que -tuvieron, de súbito, saliéronse de sus casas huyendo, dellos con armas -y dellos sin ellas, y no sabiendo por donde andaban, daban en el golpe -de los españoles que los desbarrigaban; huian de aquestos, y daban en -los otros de la otra parte que los despedazaban. Tórnanse á meter en -las casas, y allí los españoles, poniendo fuego, vivos los quemaban. -Con el horror y tormenta del fuego, las mujeres, con sus criaturas en -los brazos, se salian de las casas, pero luégo que vieron los caballos, -los que nunca jamás habian visto, se tornaban á las casas que ardian, -huyendo más de aquellos animales, que no los tragasen, que de las vivas -llamas. Hicieron los españoles allí increible matanza, no perdonando -mujeres, ni niños, chicos ni grandes. Dánse luégo á robar: díjose que -á Nicuesa, ó á él y á los suyos, cupieron 7.000 castellanos. Andando -por diversos lugares, buscando qué robar, toparon con el cuerpo de Juan -de la Cosa, que estaba reatado á un árbol, como un erizo asaetado; y -porque de la hierba ponzoñosa debia estar hinchado y disforme, y con -algunas espantosas fealdades, cayó tanto miedo en los españoles, que -no hobo hombre que aquella noche allí osase quedar. Vueltos al puerto, -Hojeda y Nicuesa confederados, Hojeda se despidió de Nicuesa y mandó -alzar sus velas para el golfo de Urabá, que era el fin de su jornada, -donde gozar de los bienes ajenos pensaba. Será bien aquí considerar, -porque por las cosas no pasemos como pasan los animales, ¿qué injuria -hicieron los vecinos del pueblo de Calamar á Hojeda y á Juan de la -Cosa, y á los que consigo llevaron? ¿qué haciendas les usurparon? -¿qué padres ó parientes les mataron? ¿qué testimonios les levantaron, -ó qué culpas otras contra ellos cometieron, estando en sus tierras y -casas pacíficos? Item, ¿fué alguna culpa, los del pueblo de Turbaco -matar á Juan de la Cosa y á los demas, yendo á hacer en ellos lo que -habian hecho los españoles á los del pueblo de Calamar? ¿y fuera culpa -vengable que lo hicieran, solamente por castigar y vengar la matanza -que los nuestros hicieron en los vecinos inocentes de Calamar? ¿Hobiera -gente ó nacion alguna en el mundo, razonable, que por autoridad de la -ley y razon natural, que no hiciera otro tanto? Todas las Naciones del -mundo son hombres, y de cada uno dellos es una no más la definicion, -todos tienen entendimiento y voluntad, todos tienen cinco sentidos -exteriores y sus cuatro interiores, y se mueven por los objetos dellos, -todos se huelgan con el bien y sienten placer con lo sabroso y alegre, -y todos desechan y aborrecen el mal, y se alteran con lo desabrido y -les hace daño, etc. Todo esto dice Tulio en el libro I, _De legibus: -Namet voluptate capiuntur omnes. ¿Quæ autem natio, non comitatem non -benignitatem non gratum animum et benefitii memorem diligit? ¿Quæ -superbos, quæ maleficos, quæ crudeles, quæ ingratos non aspernatur, non -odit?_ ¿Qué nacion hay que no ame y loe la mansedumbre, la benignidad, -el agradecimiento y el bien hacer? ¿Quién no aborrece ó le parecen mal -los soberbios, los crueles hombres y malos? Todo esto es de Tulio. -Item más, ¿Si mereció Diego de Nicuesa premio, ante Dios, en ayudar á -Hojeda con su gente para ir á vengar la muerte de Juan de la Cosa y -á su muerta compañía, y si tuvo algun título justo y derecho natural -que á ejercer aquella venganza lo obligase ó excusase, ó si fué la paz -y amistad de ambos, la del rey Herodes y del injusto juez Pilatos? -Pregunto tambien, si fué buena preparacion la que hizo Hojeda, y -tambien allí Nicuesa, para despues predicar la ley de Jesucristo, -evangélica, justa, sin mácula, mansa, pacífica y quieta, como algunos -pecadores sábios del mundo y segun el mundo, por sus escriptos y -palabras decir osan y enseñan. Tanto derecho adquirieron los vecinos -de aquella tierra, solamente por aqueste hecho que hicieron Hojeda y -Nicuesa (que fueron los primeros que de toda la tierra firme hasta -entónces descubierta, de propósito saltaron en tierra con ejército -á robar, y matar y captivar los vecinos della), que desde entónces, -hasta el dia del juicio, cobraron derecho de hacer contra todo español -justísima guerra, adquirieron razonable impedimento y causa probable -de, por muchos años, no rescibir la fe de Jesucristo, en tanto que -creyeran que la profesaban y guardaban aquellos. Infelices, cierto, en -ésto fueron, y bien lo probó Dios por el fin que todos hicieron. - - - - -CAPÍTULO LIX. - - -Salido Hojeda con sus navíos del puerto de Cartagena para su golfo de -Urabá, por vientos que tuvo contrarios paró en una isleta que está -de Cartagena, la costa abajo, 35 leguas, que se llamó isla Fuerte; -y allí, para enmendar el avieso de lo que habia en Cartagena hecho, -y porque Dios le ayudase para lo de adelante, captivó la gente que -pudo, y que no pudieron huir, é robó algun oro que tenian, con todo -lo demas que hallaron que les podia aprovechar. De allí entró en el -golfo de Urabá, y por él buscó el rio del Darien, que entre los indios -era muy celebrado de riqueza de oro y de gente belicosa, pero no lo -hallando, buscó por allí cierto lugar y desembarcó la gente, y sobre -unos cerros asentó un pueblo, al cual llamó la villa de Sant Sebastian, -tomándolo por abogado contra las flechas con hierba mortífera, que -por allí se tiraban y tiraron hartas. Pero como Dios ni sus Sanctos -no suelen dar ayuda á las injusticias é iniquidades, como eran en las -que éstos andaban, Sant Sebastian no curaba ni curó de guardallos, ni -al mismo Hojeda, como se verá; y ésta fué la segunda villa ó pueblo -de españoles, que en toda la gran tierra firme se pobló (la primera, -fué la que el Almirante viejo, que estas Indias descubrió, comenzó -á poblar en Veragua, como en el cap. 26 queda declarado), el cual, -aunque no se poblara, no se ofendiera Dios, ántes infinitos pecados se -excusaran. Andando por allí buscando asiento para edificar su pueblo, -salió de un rio un grande cocodrilo, que por error llaman lagarto, -y tomó con la boca de la pierna de una yegua que halló cercana, y -llevósela arrastrando al agua, y, allí ahogada, tuvo buena pascua. -Viéndose Hojeda con tan poca gente para sustentar la negra villa de -Sant Sebastian, y con miedo de la gente que él iba á inquietar, robar -y captivar, despachó el un navío de los que trujo á esta isla, con -el oro que habia robado y los indios captivado, para vendellos por -esclavos, para que le trujesen gente á fama de robar, y armas y otras -cosas necesarias; todo ésto se hacia en principio del año de 510. -Hizo en la villa de Sant Sebastian, que toda era de chozas ó casas de -paja, una fortaleza de madera muy gruesa, que, para contra indios, -si los españoles están sobre aviso, con poca resistencia que hagan, -mayormente si fuese cubierta de teja ó de tablas de palma, que cuasi -se hallan hechas, con no más de cortallas con una hacha, suele ser -como contra franceses Salsas; y como el principal y final cuidado, y -al que todos los otros cuidados se enderezan, de los que vienen de -España á estas partes, y entónces tan copiosamente se tractaba, sea -hoy y fuese entónces escudriñar donde habia más oro, supo Hojeda, -de ciertos indios que habia captivado, que cerca de allí estaba un -Rey, señor de mucha gente, llamado Tirufi, el cual tenia mucho oro. -Acordó de ir allá y no perder tan buen lance, y dejando la gente -que le pareció, para guarda del pueblo y fortaleza, llevó consigo -los demas; y porque ya era extendida la fama por todas las tierras, -de muchas leguas adentro, de las obras de los cristianos, y cuáles -paraban las gentes inocentes que estaban quietas en sus casas, sabiendo -que venian, saliéronles á rescibir despidiendo de sí, como si fuera -lluvia, tantas venenosas flechas; de las cuales, muchos de los de -Hojeda heridos, y que luégo rabiando morian, y ninguno dañificado de -los indios, acuerdan todos, y más diligentemente Hojeda, de volver las -espaldas, y corriendo y áun huyendo irse al refugio de su fortaleza. -Desde á pocos dias, comenzóles á faltar la comida que Juan de la Cosa -trujo de Castilla, y algun caçabí que cogieron desta isla, y, por no -esperar que del todo se les acabase, acordó Hojeda de hacer saltos -y entradas por la tierra, para buscar y traer comida, tomándola por -fuerza á los indios; y si oro hallasen de camino, de creer es que no -le desecharian. Llegaron á cierto pueblo y pueblos, salíanlos luégo al -camino los indios á rescibir, y con sus armas acostumbradas hirieron -y mataron algunos de los españoles, y por no perdellos todos, y á su -persona poner en peligro, dió la vuelta con los suyos, huyendo, á su -fuerza, siguiéndolos hasta encerrallos dentro los indios. Llegados -á su villa y fortaleza, tenian harto, los que en ella quedaron, que -hacer en enterrar los que morian, y curar los que no venian tan mal -tratados, y pocos de los que con hierba venian heridos, escapaban. -Desde á pocos dias acabarónsele todos los mantenimientos, y no osaban -salir de la fortaleza un paso, á buscallos á los pueblos de los indios, -segun de la hierba de las flechas estaban escarmentados; en tanto grado -estaban sin remedio de comida, que los sustentase, que comian hierbas -y raíces, áun sin cognoscer dellas si eran buenas ó mataderas y malas, -las cuales les corrompieron los humores, que incurrieron en grandes -enfermedades, de que murieron muchos; y estando uno por centinela ó -guardia, de noche velando, se le salió el alma, y otros tendíanse en el -suelo, sin otro dolor alguno, más de pura hambre, espiraban: no tenian -cosa que menor dolor y angustia les diese que la muerte, porque con -ella tenian estima que descansaban. Estando, pues, padeciendo, más que -viviendo, esta infelice vida, quiso Dios, sacando de los males de otros -algun consuelo, no desmamparallos; fué desta manera, que un vecino de -la villa de Yaquimo, esta isla abajo, llamado Bernardino de Talavera, -que tenia muy muchas deudas, como otros muchos en esta isla hobo (como -arriba hemos dicho, que, con cuantos indios en las minas mataban, nunca -Dios les hacia merced ni medraban); por huir de las cárceles, acordó -de se salir huyendo desta isla, y porque no habia donde, sino á una -de las dos gobernaciones de que vamos hablando, y, por ventura, se -habia con Hojeda concertado, ó por las nuevas que habian dado los que -Hojeda envió en el navío por bastimentos, de que ya Hojeda quedaba en -tierra rica poblado, concertóse con otros tramposos y adeudados, que -habia hartos, y otros tambien que por sus delitos andaban, por ventura, -absentados, de hurtar un navío que estaba en el puerto de la punta del -Tiburon, dos leguas del pueblo ó villa de Salvatierra de la Çabana, -al cabo occidental desta isla, que era de unos ginoveses que cargaban -de pan cacabí é de tocinos, para traer á esta isla é llevar á otras -partes; el cual así lo hizo con 70 hombres que á ello le ayudaron, los -cuales asomaron un dia donde Hojeda y los suyos perecian de hambre. -Fué no decible ni estimable el gozo y consuelo que rescibieron sus -ánimas, como si de muerte á vida resucitaran. Sacaron los bastimentos -que traia el navío, de pan y de carne, los cuales pagó Hojeda, en oro -ó en esclavos, á la persona que allí debia venir, que del navío tenia -cargo; y, segun la fama, que Hojeda tenia de mal partidor, porque dicen -que decia que temia, muchos años habia, de morir de hambre, debió de -partillo mal segun la hambre que todos padecian. Comenzaron á murmurar -los que ménos parte habian, contra Hojeda, y á tratar de se salir de -la tierra, y venir en los bergantines ó en el navío recien venido; -Hojeda complia con ellos, dándoles esperanza de la venida del bachiller -Anciso, que cada dia esperaban. En este tiempo no dejaban los indios -de venir á darles rebates, y cada dia dellos descalabraban; y como -cognoscian ya la ligereza de Hojeda, que el primero que salia contra -ellos era él y los alcanzaba, y que jamás flecha le acertaba, acordaron -de armarle una celada para lo herir é matar. Vinieron cuatro flecheros -con sus flechas bien herboladas, y pusiéronse tras ciertas matas, y -ordenaron que otros diesen grita é hiciesen rebato á la otra parte; lo -cual, puesto en obra, como lo habian concertado, dada la grita en la -parte contraria, sale Hojeda el primero de la fortaleza como volando, -y llegando frontero de los cuatro, que estaban en celada, desarman sus -arcos, y el uno dale por el muslo y pásaselo de parte á parte; vuélvese -Hojeda muy atribulado, esperando cada hora morir rabiando, porque -nunca, hasta entónces, hombre le habia sacado sangre, habiéndose visto -en millares, como ya se ha dicho, de ruidos, en Castilla y en estas -partes. Creyó aquella era la que le bastaba; y con este temor mandó -luégo que unas planchas de hierro en el fuego las blanqueasen, y, ellas -blancas, mandó á un cirujano que se las pusiese en el muslo herido, -ambas, el cirujano rehusó, diciendo que lo mataria con aquel fuego; -amenazóle Hojeda haciendo voto solemne á Dios, que si no se las ponia -que lo mandaria ahorcar. Esto hacia Hojeda, porque la hierba de las -flechas, ser ponzoñosa de frio excesivo, es averiguado. El cirujano, -pues, por no ser ahorcado, aplicóle las planchas de hierro blanqueadas, -la una á la una parte del muslo, y la otra á la otra, con ciertas -tenazas, de tal manera que no sólo le abrasó el muslo y la pierna, y -sobrepujó á la maldad de la ponzoña de la hierba, y la echó fuera, pero -todo el cuerpo le penetró el fuego en tanto grado, que fué necesario -gastar una pipa de vinagre, mojando sábanas y envolviéndole todo el -cuerpo en ellas; y así se tornó á templar el exceso que habia hecho el -fuego en todo el cuerpo. Esto sufrió Hojeda voluntariamente, sin que lo -atasen ni lo tuviesen; argumento grande de su grande ánimo y señalado -esfuerzo. Sanó desta manera, consumiendo la ponzoña fria de la hierba -con el vivo fuego. - - - - -CAPÍTULO LX. - - -Comidos tambien los bastimentos que trujo el navío que hurtó Bernardino -de Talavera, tornaron á hambrear y verse en el estrecho de hambre y -miseria que ántes tuvieron, y como se morian cada dia de hambre, y el -bachiller Anciso, con el socorro que esperaban, no venia, daban voces -contra Hojeda, diciendo los sacase de allí, pues todos perecian, y de -secreto murmuraban y trataban de hurtar los bergantines y venirse á -esta isla, y otras cosas que como aborridos y desesperados decian y -hacian. Visto por Hojeda su inquietud y miseria, determinó decilles y -poner por obra, que pues Anciso no venia, que él mismo determinaba de -venir á esta isla en la nao que habia llevado Bernardino de Talavera, -y llevalles mantenimiento y todo socorro, y que no tomaba de término, -para tornar á vellos ó para les enviar remedio, más de cincuenta -dias, los cuales pasados, sino hobiese venido ó enviado, les daba -licencia para que despoblasen el pueblo y se viniesen á esta isla en -los bergantines, ó hiciesen de sí lo que quisiesen; plugo á todos su -determinacion y salida de la tierra, para venir á esta isla, esperando -que más presto serian socorridos. Dejóles por su teniente é capitan á -Francisco Pizarro, que era uno dellos, y el que despues fué Marqués en -el Perú, hasta que Anciso viniese, que ya tenia elegido por su Alcalde -mayor; los 70 hombres ó la mayor parte dellos que habian venido con el -Bernardino de Talavera, viendo la miseria y peligros de las vidas que -los de Hojeda pasaban, no quisieron quedar en la tierra, sino volverse -á esta isla, escogiendo por menor mal lo que aquí les sucediese, que el -que allí, quedando, tenian por cierto que padecerian. Embarcóse, pues, -Hojeda con el Bernardino de Talavera y con los demas en aquel hurtado -navío, y no pudiendo tomar esta isla, fueron á dar á la de Cuba, y creo -que á la provincia y puerto de Xaguá, de que arriba en el cap. 41, -algunas cosas dijimos, donde áun no habian pasado á poblar españoles; -en la cual, saltando en tierra y desmamparando el navío, diéronse á -andar por la isla, camino del Oriente, para se acercar más á ésta. -Acaeció que ó en el navío, por el camino, ó ántes que se embarcasen, ó -despues de salidos á tierra en Cuba, ó sobre quién habia de capitanear, -ó por otras causas, que yo no curé de saber cuando pudiera saberlas, -revolviéronse Hojeda y Bernardino de Talavera, ó quizá que venian en -el navío alguno de los súbditos del mismo Hojeda, por vengarse de -algunos agravios que estimasen haber dél rescibido; finalmente, hechos -todos á una con el Talavera, prendieron al Hojeda, y preso lo llevaban -cuando iban por Cuba, camino, salvo que iba suelto porque tuvieron -muchas bregas y recuentros con los indios, y valia más Hojeda en la -guerra que la mitad de todos ellos; y como era tan valeroso en fuerzas -y ligereza y esfuerzo, trayéndolo preso los deshonraba á todos, y los -desafiaba, diciendo: «bellacos traidores, apartaos ahí, de dos en -dos, y me mataré con todos vosotros.» Pero ninguno habia que le osase -hablar ni llegarse á él; y porque como muchos indios, de los vecinos -de aquella isla de Cuba, eran naturales desta isla, y se habian huido -della por la destruccion y muerte que los españoles hacian y causaban -á las gentes de ésta, y cognoscian bien sus obras por experiencia, -item, las matanzas y despoblaciones que hacian en las gentes inocentes -de las islas de los Lucayos, cuando los vieron tantos juntos, creyendo -y temiendo que venian á les hacer otro tanto, salíanles al camino á -resistillos que no entrasen en sus pueblos, y, si pudieran, tambien -matallos, aunque eran tan pocas y tan débiles sus armas, que no tenian -sino unos simples arcos, y ellos gente pacífica y no osada á reñir con -nadie, que todos juntos aunque eran muchos les pudieran hacer como les -hicieron poco daño; pero porque los españoles venian flacos, y con gran -trabajo, por no pelear con los indios huian de los pueblos, llegándose -siempre á la costa de la mar, y habiendo andado más de 100 leguas, -hallaron junto á la mar una ciénaga que les llegaba á la rodilla y poco -más, y pensando que presto se acababa, proseguian su camino adelante; -andados dos ó tres dias, íbase ahondando la ciénaga, y, esperando que -no podria durar mucho más y por no tornar á andar lo que quedaba atras, -como habia sido muy trabajoso, todavía andaban más, la ciénaga crescia -más, así en la hondura como en alejarse. Desta manera anduvieron ocho -y diez dias por ella, con esperanza de que se acabaria, y con temor -de andar lo que dejaban atras andado, habiendo padecido incomparable -trabajo de sed y hambre, siempre á la cinta el lodo y el agua, noches -y dias, y para dormir subíanse sobre las raíces de los árboles mangles -y allí dormian algun sueño, harto inquieto, triste y amargo. La comida -era el caçabí y algun bocado de queso, si alguno lo alcanzó, y axí, que -es la pimienta de los indios, y algunas raíces de ajes ó batatas, como -zanahorias ó turmas de tierra, crudas, que era lo que cada uno llevaba -sobre sus cuestas en su mochila ó talega, y bebian del agua salobre -ó salada. Anduvieron más adelante, con la dicha esperanza de que se -acabaria camino tan mortal, y tanto más la ciénaga se les ahondaba -cuanto se dilataba más. Llegaban muchas veces á lugares, por ella, en -los cuales les llegaba el cieno y agua hedionda á los sobacos, y otras -que les subia sobre las cabezas, y otras más alto, donde se ahogaban -los que no sabian nadar. Mojábaseles la comida como las talegas andaban -nadando, y el caçabí, mojado, es luégo perdido, que de ningun provecho -puede ayudar, como lo podian ser obleas en un charco echadas. Traia -Hojeda en su talega, con la comidilla, una imágen de Nuestra Señora, -muy devota, y maravillosamente pintada, de Flandes, que el obispo D. -Juan de Fonseca, como lo queria mucho, le habia donado, con la cual -Hojeda tenia gran devocion, porque siempre fué devoto servidor de la -Madre de Dios; en hallando que hallaba algunas raíces de los dichos -árboles mangles, que suelen estar sobre el agua levantadas, parábanse -sobre ellas un rato á descansar, los que por allí se hallaban, porque -no todos venian juntos, sino unos que no tenian tantas fuerzas ni tanto -ánimo, quedábanse atras, y otros desmamparados, y otros más adelante; -sacaba Hojeda su imágen de su talega y poníala en el árbol, y allí la -adoraba y exhortaba á que los demas la adorasen, suplicando á Nuestra -Señora los quisiese remediar; y ésto hacia cada dia y muchas veces cada -y cuando hallaba oportunidad. Y porque les era imposible tornar atras, -por no reandar lo que con tantas angustias y daños habian andado, ya no -pensaban en volver hácia atras, sino en morir todos allí ahogados, ó de -hambre y sed, como ya muchos muertos quedaban, con sola la esperanza -de que la ciénaga se habia de acabar. Duróles la ciénaga 30 leguas, y -anduvieron por ella treinta dias con los trabajos y miseria que dichos -se están; murieron de hambre, y sed y ahogados, creo que de todos -ellos, que eran 70, la mitad. Cierto, que, aunque los trabajos que en -estas Indias los españoles han querido pasar, por buscar riquezas, han -sido los más duros y ásperos que hombres en el mundo nunca pasaron, -éstos que aquí Hojeda y los que con él venian padecieron, fueron de -los más grandes. Plugo á Dios que llegaron algunos, los más recios -y ligeros, y que más pudieron sufrir calamidad tan grande, hasta al -cabo, y hallaron un camino seguido, por el cual se dieron á andar, y -á obra de una legua llegaron á un pueblo de indios llamado Cueyba, -la y letra luénga, y llegados, cayeron como muertos de flacos. Los -indios de vellos quedaron espantados; dijéronles como atras quedaban -los demas en aquel doloroso trabajo, ó por señas, ó porque allí -venian algunos que de la lengua desta isla, que con la de aquella era -toda una, sabian algunos vocablos. Hallaron tanta piedad y compasivo -acogimiento en los indios, que no lo hallaran alguno dellos mejor en -casa de sus padres; á los que allí llegaron diéronles luégo de comer de -todo lo que tenian, que no era en poca abundancia, porque la isla de -Cuba en gran manera era de mantenimientos abundante, como, placiendo -á Dios, se dirá. Laváronlos, limpiáronlos, recreáronlos. El señor del -pueblo envió luégo mucha gente, con comida para los otros que en la -miseria y tristeza quedaban, mandándoles que los ayudasen á salir, y -los recreasen y alegrasen, y los que no pudiesen venir los trujesen -á cuestas, y entrasen por la ciénaga y buscasen los que faltaban. -Hiciéronlo los indios tan bien y mejor que les fué mandado, porque -cuando no son exacerbados y maltratados de nosotros ántes, siempre -así lo hacen. Traidos y llegados todos los que escaparon, fueron allí -servidos muchos dias, mantenidos, recreados y consolados, como si los -indios estimaran que fueran ángeles, y es cierto, que si 1.000 ó 10.000 -fueran los españoles, si los indios quisieran matallos, segun venian, -uno ni ninguno dellos no quedara; y porque Hojeda, con la devocion que -á Nuestra Señora tenia, se habia mucho á su misericordia encomendado, -y hecho voto que saliendo salvo al primer pueblo, dejaría en él su -imágen, dióla al señor del pueblo, é hízole hacer una ermita ó oratorio -con su altar, donde la puso, dando alguna noticia de las cosas de Dios -á los indios, segun que él pudo hablarles, diciéndoles que aquella -imágen significaba á la Madre de Dios, que estaba en el cielo, Dios -y Señor del mundo, llamada Sancta María, de los hombres muy abogada. -Fué admirable la devocion y reverencia que á la imágen tuvieron desde -adelante, y cuán ornada tenian la iglesia de paños hechos de algodon, -cuán barrida y regada; hiciéronle coplas en su lengua, que en sus -bailes y regocijos que llamaban areítos, la i letra luenga, cantaban, y -al son de las voces bailaban. Yo llegué, algunos dias despues de este -desastre de Hojeda y su compañía, y vide la imágen puesta en el altar, -y la iglesia ó oratorio, de la manera dicha, compuesta y adornada. Y -cuando habláremos, si á Dios pluguiere, de las cosas de aquella isla, -en el libro III, contaré otras cosas cerca de la devocion que los -indios tenian con esta imágen, no dignas de ser calladas. - - - - -CAPÍTULO LXI. - - -Estuvieron en aquel pueblo los españoles todo lo que les plugo y -quisieron estar, sirviéndoles los indios como si fueran padres y -hermanos; y, despues de sanos y hartos y recreados, dadas las gracias -al Señor y á los demas, y con muchos indios cargados de comida y de sus -hatillos, que el Cacique ó señor les dió, que los guiasen y acompañasen -hasta ponellos en otros pueblos, pasado un despobladillo que por allí -hay, por ser tierra muy baja, que creíamos, los que despues por allí -pasamos, que otro tiempo debia ser aquello mar, finalmente, llegaron -á la provincia y pueblo llamado Macáca, la media sílaba luenga; allí -los rescibieron muy bien los indios, y hospedaron, como los indios -universalmente lo suelen hacer donde no han sido primero agraviados. -Los españoles, como se vian aislados, y no remedio para salir de -aquella para esta isla, y redujesen á la memoria estar españoles en -la de Jamáica, la cual distaba de donde habian llegado obra de 20 -leguas, tractaron entre sí de quién se atreveria pasar en una canoa -ó barquillo de indios, á dar nuevas en Jamáica dellos, y del estado -en que estaban y habian venido. Ofrecióse luégo un Pedro de Ordás, -diciendo que él iria, (no me acuerdo si fué solo él ó le acompañó -alguno de los otros), rogaron al Cacique ó señor del pueblo que les -diese una canoa esquifada ó proveida de indios, para que pasasen á -Jamáica; hízolo de muy buena voluntad, y proveyóles de comida con -todo lo necesario, cuanto fué posible. Partiéronse y llegaron á la -isla, y dieron noticia á Juan de Esquivel, Teniente, que el Almirante -habia enviado allí, pocos dias habia, como en el capítulo 52 dijimos, -el cual proveyó luégo de una carabela que allí tenia proveida de -lo que habian menester, para que trujesen á Hojeda y á todos los -demas; y en ella envió á Pánfilo de Narvaez por Capitan, de quien -abajo hay bien que decir é de su desastrado fin. Llegada la carabela -al puerto de Macáca, como la vieron fué grande el alegría que todos -rescibieron, y Hojeda pidió al Cacique una canoa para que le llevase á -la carabela, y así como Pánfilo de Narvaez le vido, díjole con mucha -gracia: «Señor Hojeda, lléguese vuestra merced por esta parte, tomalle -hemos.» Respondió Hojeda: «Señor, mi remo no rema,» dando á entender -los desacatos y agravios que de Bernardino de Talavera y de los otros -habia rescibido. Rescibido en el navío, Pánfilo de Narvaez, que era -hombre honrado y de bien, y cognoscia bien á Hojeda, y lo que segun -la estimacion de los hombres merescia, le hizo grande acatamiento, y -trató como la persona que era; despues rescibió en el navío á todos -los otros, y llevólos á la isla de Jamáica. Juan de Esquivel, como -era caballero y se habia visto próspero, y despues muy caido, porque -habia seguido muchos años los vaivenes de la fortuna, como nos contó -algunas veces á ciertas personas que estábamos en esta isla con él -juntos, no curando de acordarse de las palabras de amenazas que Hojeda -le dijo en esta ciudad, al tiempo que se partia para esta su desdichada -empresa, que le cortaria la cabeza si á Jamáica iba, le hizo grande -acogimiento y hospedaje benigno, y mostró dulce y graciosa y familiar -conversacion, aposentándole en su casa y haciéndole servir como á su -persona misma. Pasados algunos dias, que descansó de tan trabajosa vida -como desde que salió desta isla Hojeda habia tenido, pasóse á ésta, -quedando Juan de Esquivel y él muy grandes amigos. Quedáronse allí -todos los más de aquellos que con Hojeda venian, no osando pasarse á -esta isla por miedo de la justicia, por el hurto de la nao y por las -afrentas que dellos habia Hojeda rescibido; pero sabido por la justicia -del Almirante, quedar en Jamáica, envióse por ellos en especial por -el Bernardino de Talavera. Trujéronlo preso, y creo que á otros con -él, que debian ser los culpados ó más culpados, y convencidos por su -ordinario juicio, sentenciaron á ahorcar á Bernardino de Talavera, -y ejecutóse la sentencia en él, y creo que tambien ahorcaron ó -afrontaron á otros con él, si no me he olvidado, por el mismo delito; -por lo que á Hojeda hicieron no creo que hubo castigo, porque no era -hombre Hojeda que los acusaria. Estuvo Hojeda en esta ciudad despues -desto muchos dias, y creo que fué más de un año, y yo lo vide; algunos, -que debian ser de los que con él mal estaban, y quizá de los que con -él habian desto viaje venido, lo aguardaron para lo matar una noche -que venia de pasar tiempo en conversacion buena con amigos, pero aína -les hobiera pesado de haberle acometido, porque creo que los corrió -por una calle adelante á cuchilladas, segun que siempre hacer solia en -semejantes refriegas. Al cabo, cuando plugo á Dios, no mucho despues -de lo dicho, que fuesen cumplidos sus dias, murió en esta ciudad de -su enfermedad, paupérrimo, sin dejar un cuarto, segun creo, de cuanto -habia rescatado y robado, para su entierro, de perlas y oro á los -indios, y dellos hechos esclavos muchas veces que á tierra firme habia -venido; mandó que lo enterrasen á la entrada, pasado el lumbral, luégo -allí, de la puerta de la iglesia y monasterio de Sant Francisco; y así -no acertaron los que dijeron que el Almirante queriendo prenderlo, se -habia retraido á Sant Francisco, y allí habia muerto de la herida que -en Urabá rescibido habia, porque, como dije, yo lo vide suelto, y libre -y sano, pasear por esta ciudad, y despues, yo salido de aquí, oí ser -fallecido. Este fué el fin de Alonso de Hojeda, que tantos escándalos -y daños en esta isla (como en el primer libro queda dicho), hizo á -indios; éste fué el primero que hizo la primera injusticia en esta -isla, usando de jurisdiccion que no tenia, cortando las orejas á un -señor Rey y Cacique, que con mayor y más cierto derecho, jurisdiccion y -justicia propia, por el derecho natural concedido, pudiera á él y los -que con él iban, y al mismo Almirante que los envió (como á injustos -y violentos tiranos, invasores de los reinos y tierras, y señoríos -ajenos), justiciar y hacer pedazos. Hojeda fué tambien el que por maña -y cautela, ó por manera ilícita, prendió y trujo á la Isabela preso -al rey Caonabo, que se ahogó estando en cadenas en cierto navío, para -llevar á Castilla contra toda justicia y razon. Este fué asimismo -el que infestó á tierra firme, y á otras destas islas, que nunca le -ofendieron, y llevó dellas muchos indios á vender por esclavos á -Castilla, como queda en el primer libro dicho. Y finalmente, lo que -agora en éste su postrero viaje por la provincia de Cartagena y el -golfo de Urabá hizo, y fué causa que Nicuesa hiciese, con otros muchos -insultos, que, si yo cayera en los tiempos pasados en ello, pudiera -dél mismo sabellos, y de otras muchas personas que con él anduvieran, -para referirlos; y porque no cometió ménos que otros (al ménos que los -de aquellos primeros tiempos, porque de los que despues sucedieron -otros le excedieron ciento por uno), pudiera y debiera padecer otro más -desastrado fin, pero yo lo atribuyo que por honra de la Madre de Dios, -de quien se afirmaba ser muy devoto, quiso dispensar con él la divina -justicia en que muriese en su paz, y en su cama, quito de barahundas, -para que tuviese tiempo de llorar sus pecados, en esta ciudad do Sancto -Domingo. Y plega ó haya placido á Dios de haberle dado cognoscimiento, -ántes de la muerte, de haber sido pecados los males que hizo á indios. - - - - -CAPÍTULO LXII. - - -Tornemos á tractar de los que quedaron en la fortaleza de Urabá, los -cuales, despues de partido Alonso de Hojeda, padeciendo extremas -angustias y hambres, esperaron todavía los cincuenta dias que -de término les habia dejado, y viendo que ni venia ni enviaba, -determinaron deshacer y dejar el pueblo, y en los bergantines, para -esta isla, embarcarse; y haciendo cuenta de los que podrian caber en -ellos, vieron que para llevar á todos, que debian de ser hasta 60, -no eran capaces; por lo cual no hallaron otro remedio, sino esperar -que la hambre y enfermedades, y tambien los indios con sus flechas, -los menoscabasen hasta quedar tantos cuántos los bergantines pudiesen -llevar. No pasaron muchos dias que la hambre y las angustias, y los -indios peleando contra ellos, porque iban á sus pueblos á tomalles -la comida, de tal manera los apocaron, que pudieron bien caber y -tener lugar en los bergantines, y que les sobrase. Habian dejado -cuatro yeguas vivas, para su defensa, porque con ellas los indios se -asombraban, éstas hicieron tasajos y echaron en sal, y metido lo que -más pudieron meter, entraron en los dos bergantines, yendo por Capitan -del uno, Francisco Pizarro, y del otro, un Valenzuela. Hiciéronse á la -vela, seis meses despues que allí habian entrado; salidos del golfo de -Urabá, y siendo, cerca de la isla Fuerte, obra de 20 leguas, salidos á -la mar, dió un golpe de mar al bergantin de Valenzuela, que lo metió -con todos los que llevaba debajo del agua, donde, á vista de Pizarro y -de los que con él iban y oyendo los gritos dellos, todos se ahogaron; -dijeron los del otro bergantin, que vieron una ballena ó otro pece muy -grande, que con la cola les hizo pedazos el timon ó gobernario. Pizarro -fuése con su bergantin á entrar y escaparse en el puerto de Cartagena, -y él que entraba vido venir un navío y un bergantin; esperóle, y era -el bachiller Anciso, el cual lo traia cargado de bastimentos, y 150 -hombres y doce yeguas, y algunos caballos, y puercas con sus berracos -para criar. Traia tambien muchos tiros de pólvora, y lanzas, y espadas -y otras armas, y trujera más de la gente que habia en esta isla, muy -adebdada, porque concertó con muchos que se saliesen á la costa de -la mar del Sur, en los puertos que habia hasta el cabo de la isla, y -que él iria con su navío y bergantin por ellos, y los iria tomando -cuantos hallase; pero, sabido por el Almirante, mandó que fuese una nao -armada con él, hasta dejallo pasado desta isla, porque los acreedores -se lo requirieron. Con toda la diligencia que se puso, no dejó Vasco -Nuñez de Balboa de ir en el navío, metido en una pipa vacía; díjose -que contra voluntad y sin saberlo Anciso. Este Vasco Nuñez era uno de -los que muchas deudas debia, vecino del postrero pueblo desta isla, -al Occidente, llamado Salvatierra de la Çabana, donde tenia indios de -repartimiento, natural de Badajoz. Era mancebo de hasta treinta y cinco -ó pocos más años, bien alto y dispuesto de cuerpo, y buenos miembros y -fuerzas, y gentil gesto de hombre muy entendido, y para sufrir mucho -trabajo; éste habia venido á la tierra firme, cuando vino á descubrir -é rescatar Bastidas, de quien arriba hicimos mencion. Salidos á la -mar, salió él de su pipa, y dijeron que desque lo vido Anciso se movió -á mucha ira contra él, certificándole que lo habia de hacer echar en -una isla despoblada, pues merecia muerte por las leyes; pero, dello -por se humillar, y dello porque otros á Anciso rogaron, se aplacó -Anciso, y así Vasco Nuñez se quedó porque tenia Dios determinado de -hacer otra cosa dél, por su mal. Así que, llegado Anciso al bergantin, -y cognoscido que era de la gente de Hojeda, creyó que se venian sin -licencia y huyendo se absentaban; y como era Alcalde mayor por el -Hojeda, como se dijo atras, quiso luégo prendellos y castigallos, no -curando ni creyendo que Hojeda fuese salido de allí, ni de lo que -más de sus infortunios alegaban. Pero referidos en particular los -trabajos, hambres y muertes que habian pasado, y mostrada la provision, -que Hojeda, de Capitan, dejó á Francisco Pizarro, comenzó á creer -Anciso lo que le parecia no poder haber pasado. Sintiendo y mostrando -de lo acaecido gran dolor, díjoles, que ya que aquello era pasado, que -por la postura y contrato que él con Hojeda habia puesto, era todavía -obligado á llegar hasta Urabá, y allí esperalle y entre tanto hacer lo -que pudiese de su parte; ellos, como de tan desesperada vida y peligros -se habian escapado, tornarse á ellos como de la misma muerte reusaban, -rogándole que por ninguna vía se lo mandase, y que él no lo debia -hacer, porque como ellos no se viese y desease, y que si no quisiese -que á esta isla se tornasen, que se fuese á la gobernacion de Veragua, -donde Nicuesa estaba. Finalmente, dello por ruegos y persuasiones, -y poniéndoles delante cebo para movellos, que saltarian en tierra -y harian esclavos para traer ó enviar á esta isla, dello mostrando -imperio como Justicia mayor, hobo de hacer que á Urabá tornasen, pero -ántes que de Cartagena partiesen, tuvo necesidad el navío de Anciso -de tomar agua y adobar la barca del navío, que se le habia quebrado. -Para ésto echó cierta gente en tierra con los oficiales, y, estando -adobando la barca, vinieron muchas gentes de los indios (como estaban -hostigados de los estragos que habian hecho en aquella provincia Hojeda -y Nicuesa), con sus arcos y flechas, y cercáronlos, y ni los indios les -acometieron, ni tampoco á los indios los cristianos, y así los tuvieron -tres dias cercados. En todos tres dias cada gente estaba sobre aviso, -velándose y aparejada para si la otra intentaba algo, puestos los -ojos en la otra, sin descuidarse. Estando en esta disposicion ambas, -salieron dos españoles dentre los otros á henchir y traer del rio, -que allí estaba junto, una botija de agua, á los cuales, como viesen -los indios moverse, arremetieron muy de presto 10 indios, con uno que -parecia ser su Capitan, y cercan los dos españoles y apuntan en ellos -las flechas con ojos airados, amagándoles como que los querian tirar, -pero no desarmaban los arcos. Visto esto, el uno de los dos da de -huir donde los muchos estaban adobando la barca, quedando el otro sin -temor, y con palabras de afrenta llamándolo. Tornó el otro, y dícele -que hablase á los indios en su lenguaje, porque habia ya, de los indios -que por allí habian captivado y robado, aprendido algunos vocablos de -su habla. Comenzólos á hablar, y como los indios oyeron palabras de su -lengua, espantados, comienzan á blandear y segurarse, y preguntáronle -que quién eran sus Capitanes, y qué querian ó buscaban. Respondió el -español, que eran gente que venían de otras tierras sin hacer mal á -nadie, y que se maravillaban que ellos les perturbasen, saltando en -aquella costa con necesidad, y mirasen lo que hacian, porque vernian -dellos mucha gente armada y los harian mucho daño. Avisado Anciso -que los indios tenian presos ó no dejaban venir los dos cristianos, -salió del navío con mucha gente armada, con harto miedo de las flechas -venenadas, su poco á poco yendo para ellos; el que los entendia hizo -señal que no acometiesen nada, porque los indios no querian sino paz, -porque creian que eran Hojeda y Nicuesa, que sin culpa suya les habian -hecho tan grandes daños, matándolos, y quemándolos, y llevando tantos -captivos como les habian llevado, en los cuales venian á vengarse, -pero, pues no eran dellos ni les habian hecho agravio, que á los que -no les dañaban no era su intencion dañarles, porque hacer el contrario -era malo. Y para señal dello dejaron los arcos y las flechas, y van -de presto y traénles pan de su maíz y pescado salado, y vino de sus -brebajes, y así quedaron pacíficos y en amistad de los cristianos. -Este caso refiere tambien Pedro Mártir, en su segunda Década, cap. 1.º -la cual escribió al Papa Leon X. Buena señal es ésta de que aquellas -gentes de Cartagena, que ante los Reyes habian sido de bravas, y que -hacian, sin causa, mal á los cristianos, infamadas, como en el cap. -19 contamos, que si no se les hobieran hecho daños, poco habia que -trabajar para, por amor y obras cristianas, y de hombres de razon, -ganallas; pues habiendo tan pocos dias que rescibidos de Hojeda y -Nicuesa tan irreparables males y estragos, y áun teniendo justísima -guerra por ellos contra todo español, tuvieron tanto sufrimiento y -moderacion á no acometer á estos luégo, saltando en su tierra sin su -licencia, hasta ver si eran de los que les habian tan injustamente -maltratado, ó si de nuevo los venian á infestar como los pasados. -Y estas particularidades fuera bien que los del Consejo del Rey -examinaran, como, segun Dios y razon áun humana, eran obligados; -pero por su gran ignorancia, como queda dicho, y áun presumpcion de -ser letrados, erraron mil veces en el derecho que no les era lícito -ignorarlo, y así tuvieron, de lo que tanto importaba, ningun cuidado. - - - - -CAPÍTULO LXIII. - - -Tornando al propósito de la historia, partióse Anciso de Cartagena -para Urabá, llevando consigo el bergantin, con Francisco Pizarro, y -los que de tantos infortunios se habian con él escapado; el cual, -entrando en el puerto, por descuido del marinero que llevaba el timon -ó gobernario, dió la nao en cierta arena ó bajo, que está en la punta -oriental de aquella entrada, la cual, con la resaca, que son las olas -que quiebran en la ribera, y con la corriente que allí hace, cuasi en -un momento fué hecha la nao pedazos; en el bergantin y en la barca, -con mucho peligro, se salvó la gente, cuasi desnudos todos, y con -algunas armas, de los bastimentos salvaron una poca de harina, y algun -bizcocho, y algunos quesos; las yeguas, y caballos y puercas, todas se -ahogaron. Todos estos argumentos y claras señales de aprobar Dios las -estaciones en que los ciegos pecadores andaban. Salidos de éste modo á -tierra comenzaron á hambrear, comian palmitos y fructos ciertos de las -palmas, socorriólos Dios, con topallos con muchas manadas de puercos -monteses de la misma tierra, que son más pequeños que los nuestros, -de cuyas carnes por algunos dias se mantuvieron; acabados los puercos -monteses, y faltándoles lo suyo, era por fuerza que habian de ir á -tomar lo ajeno, y no es excusado ante Dios, quien se pone y expone á -tal peligro. Acuerda luégo Anciso ir con 100 hombres, á inquietar y -robar y matar los que en sus casas, sin haberle injuriado ni hecho -otro daño alguno, pacíficos vivian, por tomarles violentamente su -comida, pero no sin riesgo de su propia vida; lo que tocaba al alma, -por entónces, poco escrúpulo ni cuidado habia. Salidos ciertas leguas, -toparon, no 100, como ellos iban, ni 1.000 ni 2.000 armados con -arcabuces, ni otra especie de artillería, sino con sólos desnudos y -tres indios; los cuales con tanto denuedo y esfuerzo acometieron á los -100 que llevaba Anciso, como si fueran dos, y los indios 1.000; sueltan -sus flechas llenas de ponzoñoso veneno, tan de presto, que ántes que -los españoles tuviesen lugar de revolverse, tenian clavados muchos, -y muchos rabiando muertos, y gastadas ó vacías las aljabas de sus -flechas, sin errar alguna, botaron á huir que parescian viento. Tórnase -Anciso con los que quedaron vivos, por muchas maneras atribulados é -infelices, torna la opinion y las voces y consejos, que ántes habia, -de salir é dejar aquella tierra, como á enemiga de sus vidas, y es de -creer que Francisco Pizarro y los de su compañía zaheririan é acusarian -su porfia de venir á ella al bachiller Anciso; ayudaba la opinion que -la dejasen, haber ya quemado los indios la fortaleza que Hojeda hizo, -y treinta casas que los españoles allí tenian, y áun díjose que el -mismo Anciso se quiso hurtar de su gente y venir á esta isla en los -bergantines, aunque despues, segun dijeron, con juramento aquesta culpa -satisfizo. Estando todos en aquesta extrema tristeza, no sabiendo qué -hacerse, oyendo cada uno á cada cual su sentencia, dijo Vasco Nuñez -de Balboa: «Yo me acuerdo que los años pasados, viniendo por esta -costa con Rodrigo de Bastidas, á descubrir, entramos en este golfo, y -á la parte del Occidente, á la mano derecha, segun me parece, salimos -en tierra, y vimos un pueblo de la otra banda, de un gran rio, y muy -fresca y abundante tierra de comida, y la gente della no ponia hierba -en sus flechas.» Todos, sin dudar en cosa de lo que Vasco Nuñez dijo, -concurrieron en un parescer, que luégo se fuese á buscar el rio y el -pueblo que Vasco Nuñez decia; este rio es el que los indios llamaban -el Darien, que dicen que es otro Nilo en Egipto. Salta luégo Anciso y -Vasco Nuñez con los que más cupieron en los bergantines y en la barca -del navío perdido, van allá, y hallan verdad, todo lo que Vasco Nuñez -habia dicho; pero desque los indios vieron, y el señor dellos que -se llamaba Cemaco, los bergantines españoles, como habian oido sus -obras, mujeres y niños, que no eran para pelear, enviados huyendo, -de los varones juntáronse obra de 500, y esperaron á los españoles -en un cerrillo. Como Anciso y los suyos vieron á los indios así -aparejados para pelear, temiendo más la ponzoña de la hierba que las -personas, (porque sin ella, para contra españoles, poco y nada pueden), -hincáronse de rodillas y con mucha devocion, segun la que les parecia -que tenian, encomendáronse á Dios y hicieron voto á Nuestra Señora, -como en Sevilla dicen, del Antigua, con cuya imágen toda la ciudad -tiene gran devocion, de, si les diese vencimiento, la primera iglesia -é pueblo que hiciesen por allí, intitulalla que se llamase Sancta -María del Antigua, y más desto, que enviarian un romero á Sevilla para -que le ofreciese, por todos, algunas joyas de oro y plata que con él -enviarian. Hízoles obligar á todos, con juramento que les tomó, que -ninguno huyese ni volviese las espaldas, á muerte ó á vida; hechas -todas estas diligencias, armados de sus espadas, lanzas y rodelas, -arremeten á los indios, y los indios, desnudos, á ellos, tirando sus -flechas, como de niños, como les faltase hierba; ellos con las espadas, -cortándolos por medio, y con las lanzas, en un credo alanceando cada -uno 20, pusieron al cabo en huida los que quedaron vivos. Entraron en -el pueblo, y halláronlo todo, como lo habian menester, lleno de comida; -otro dia entraron por la tierra y los montes que por ella habia, y -hallaron algunos barrios ó casas vacías de gente, por haber todas -huido, pero llenas de vasos, y otras alhajas de casa para el cuotidiano -servicio, y de cosas hechas de algodon, como naguas para las mujeres, -que son como medias faldillas, donde hobieron mucho algodon hilado y -con pelo, y lo que más ellos deseaban y andaban á buscar, con tantos -peligros del ánima y del cuerpo, muchas piezas de oro, que se ponian -en los pechos y en las orejas, y en otras partes, joyas de diversas -hechuras, que hasta 10.000 castellanos de oro fino pesarian. - -De diferente manera hallo en mis memoriales viejos, habida relacion de -los que creo que se hallaron en ésto, conviene á saber, que el cacique -Cemaco, señor de aquella tierra, luégo se aplacó y rescibió de paz -los españoles, y les dió graciosos, de su voluntad, entendiendo lo -que buscaban 8 ó 10.000 pesos de oro, pero que le preguntaron donde -se cogia de aquello, y respondió que les venia del cielo; forzándolo -que dijese la verdad, dijo, que las piezas grandes las cogian de 25 -leguas de allí, y lo menudo, de unos rios de por allí cerca. Dijéronle -que fuese á mostrallos, respondió que le placia, pero que queria ir -primero á llamar unos indios suyos, que fuesen con él; notificó á los -indios, lo que los españoles pretendian, respondiéronle los indios que -no lo descubriese, porque nunca saldrian de aquella tierra, por lo cual -el Cacique se fué á esconder á un pueblo ó tierra de un vasallo suyo. -Fueron tras él, y prendiéronlo; pregúntanle que dónde cogian aquel oro, -respondió, como ántes, que le venia del cielo. Dánle grandes tormentos, -por los cuales descubrió las minas; finalmente, soltóse despues, y -recogió sus gentes y amigos, y viene contra los españoles, y entónces -debian hacer sus oraciones y voto el bachiller Anciso.....[2]. - -Con este gran triunfo muy alegres, Anciso envió por los otros -compañeros que quedaron á la otra banda oriental de aquel golfo, por -no caber en los bergantines, los cuales, como los vieron, y oidas las -nuevas de la abundancia de la comida y fertilidad de las tierras, y más -de ser de oro ricas, ¿quién podrá encarecer el regocijo que hobieron, -bañados de alegría? Con este favor de haber salido verdad lo que Vasco -Nuñez dijo, y siendo él la guía sucedelles tan próspero, que mejor -esperallo no podian, cobró Vasco Nuñez mucha reputacion entre todos -aquellos españoles, y á tener amigos, y en sí mismo más estimacion de -la que debia. No es razon de pasar de aquí sin alguna consideracion de -cristiandad, y no insensiblemente como lo harian los gentiles, que ni -áun los cuerdos dellos, por semejantes cosas, fácilmente, sin mirar -en ellas, pasarian. ¡Que hobiese tan tupida ceguedad en aquellos, y -mayormente en el bachiller Anciso, que paresce que por sus leyes -debiera más presto sentilla, que disponiendo de infestar, matar, y -captivar, y robar á una gente apartada, en su tierra y casas segura sin -les haber ofendido, no ménos que las otras inocentísimas, que ni los -indios á españoles, ni españoles á los indios habian visto, hiciesen -oracion á Dios, y hiciesen votos á la Vírgen Maria del Antigua, porque -les ayudasen y favoresciesen á perpetrar tan impías, tan crueles, -tan violentas, tiránicas, y de Dios tan ignominiosas y afrentosas -injusticias! ¿Qué otra cosa era lo que allí en aquellas oraciones y -votos hacian, sino hacer ó tomar por compañero á Dios y su Madre Sancta -María, de los robos, homicidios, y captiverios é infamias de la fe, y -sangre que derramaban, y rapiñas que perpetraban, partícipes? Daban á -Dios y á su Sancta Madre oficios, que no son de otros propios, sino -de los demonios y de sus ministros. Los que en las obras del diablo -andan ocupados, como estos andaban, matando, captivando, robando y -escandalizando los inocentes que mal nunca les merescieron, é infamando -la fe de Jesucristo, y, por consiguiente, impidiendo que gentes no se -convirtiesen, no tienen necesidad de ayuda de Dios, sino del diablo; y -aquel, por las obras tales, con el diablo vive, y aunque busque y pida -la ayuda de Dios, no la hallará, como el ladron que vá á hurtar, que -se encomienda á Dios que le ayude á que salga en salvo con el hurto, y -el que entre en algun lugar para cometer fornicacion, porque no sabe -la Justicia de Dios dar favor á los crímenes é injusticias. Todo ésto -es de Sant Crisóstomo, sobre San Mateo: _Qui in diaboli iniquitatibus -ambulat diaboli adjutorium necessarium habet. Colonus diaboli auxilium -si quæsierit non inveniet. ¿Vidisti aliquando euntem ad furtum, Deum -orare ut bene prosperetur in furto? ¿Aut qui vadit ad fornicationem -numquid signum crucis ponit sibi in fronte, ut non comprehendatur -in crimine? Quod si fecerit non juvatur, quia nescit justitia Dei -patrocinium dare criminibus._ Esto es de Sant Crisóstomo; véalo bien -el cristiano lector, y determine si hobo lugar la sentencia de Sant -Crisóstomo en Anciso y en su compañía. Considere tambien, si nombrar la -iglesia del título de Sancta María del Antigua, y enviar á la capilla -de la Vírgen, que está en Sevilla, las joyas que le prometieron por -voto, si fué á Dios y á su Sancta Madre acepto sacrificio. No debiera -de ignorar Anciso aquello que en el Eclesiástico está escripto, y áun -en los «Decretos», si los profesó, lo pudiera haber visto: _Immolantes -ex inicuo oblatio est maculata_. _Dona iniquorum non probat Altissimus, -nec respicit in oblationibus iniquorum_, etc. Y que aunque Dios les -permitió hacer los grandes pecados que allí cometieron, y quiso que -saliesen con victoria, los tristes inocentes indios vencidos, no se -debieran de tener por sanctos y devotos de Dios, estimando que por -sus oraciones fueron oidos y favorescidos, porque Dios suele sacar de -nuestras maldades los fructos para su gloria y honra que determina, -porque, de otra manera, nunca los permitiria. El fructo que de aquellos -insultos y obras infernales Dios sacaria, sería algun predestinado -que allí tenia, puesto que no fuese más de sólo uno; pero no por eso -se sigue que apruebe las obras de los que, haciendo contra su ley é -mandamientos, inexpiablemente le desirven. Y cabe bien aquí lo que -refieren las historias de aquel Alexandre Magno, que traia en el mundo -el mismo oficio que los españoles han traido y traen por todas estas -Indias, infestando, escandalizando, matando, robando, captivando, -subjetando y usurpando los reinos ajenos y gentes que nada les debian. -Este, siendo infiel idólatra, enemigo del linaje humano, infernalísimo, -llegando á los montes Caspios, donde habian sido puestos y desterrados, -llevados captivos, los diez tribus de Israel, por Teglaphalasar y -Salmanazar, reyes de los Asirios, del cual captiverio se tracta en -el capítulo 15 y 17 del IV de los Reyes, los cuales no podian salir -de allí por edicto público, que se les puso por los mismos Reyes -ya dichos, enviáronle á suplicar, como lo vieron que señoreaba el -mundo, les diese licencia para salir y volverse á su tierra, que era -Jerusalen y la de promision; y como Alexandre preguntase la causa de -su destierro, fuéle respondido, que porque apostataron, dejando á su -Dios de Israel por adorar los becerros de oro, que les constituyó por -dioses Jeroboan, y les ofrecieron sacrificio, y que por los profetas -les estaba profetizado que nunca habian de salir, por aquel pecado, -de captiverio. Entónces respondió Alexandre, que dignos eran de ser, -más de lo que estaban, encerrados, y que él queria más estrechamente -los encerrar. Mandó luégo á su ejército que, con tierra y cal y otros -materiales, hiciesen otras sierras ó montes para cerrar los montes -Caspios, que debian tener alguna abertura ó entrada, para donde los -diez tribus desterrados estaban; pero como viese Alexandre ser obra que -sobrepujaba las fuerzas humanas, hizo oracion á Dios de Israel, que él, -con su poder, aquella obra perficcionase. Luégo se juntaron las dos -sierras ó montes, por manera que ya no se puede aquel lugar andar, ni -entrar ni salir nadie. Señal manifiesta, que no es la voluntad de Dios -que aquellos diez tribus, ni alguna persona dellos, de allí salgan; -saldrán cerca de la fin del mundo, y harán en los hombres grandes -estragos. Todo esto dice el Maestro de las Historias escolásticas -sobre Esther, cap. 5.º, y el Vicentio en el «Speculo historial», libro -V, cap. 43, y otros historiadores. El Burgense, en las adiciones al -Nicolao de Lira, expone á la larga el cap. 18 de Esaías de aquellos -diez tribus, conforme á lo que queda dicho. Tambien refiere Josepho, -en el fin del libro II, de las «Antigüedades», que yendo Alexandre -contra Dario, y no habiendo camino por donde pasase su ejército, se le -abrió la mar que llaman Pamphilica ó mar Pamphilico, por voluntad de -Dios, porque determinó de destruir por manos de Alexandre el reino de -los Persas. Esto es de Josepho. Así que, aplicando todo ésto á nuestro -propósito, pues oyó Dios la oracion de Alexandre, infiel y turbador -sangriento del linaje humano, y por ella quiso hacer aquel señalado -milagro, para cumplir su divina voluntad en lo que tenia determinado, -sin merecimiento ni provecho suyo, pues se fué á los infiernos al -cabo, no debió de presumir Anciso, ni los que con él estaban, que, -porque orasen y Dios les diese victoria, que pareciese, y lo fuese, -milagro, que de allí se siguiese que aquellas obras, y las semejantes -que hacian, Dios las aprobase, siendo tan injustas y por su ley tan -reprobadas; y por tanto, si penitencia en el artículo de la muerte no -les valió, yo temo que se han visto en trabajo, y plega á Dios que no -sea peor que el de Alexandre, porque más que los infieles y en mayor -grado de gravedad pecan los cristianos, en cualquiera género de pecado. -Lo mismo deben temer de sí todos los que por estas Indias en tales -estaciones andan. - - - - -CAPÍTULO LXIV. - - -En cumplimiento, pues, de su voto, acordó Anciso y todos de asentar -luégo allí una villa que se llamase Sancta María del Antigua del -Darien, que era nombre propio del pueblo de los indios, ó del rio -grande que por allí pasa ó pasaba, porque ya todo está por allí, como -en lo demás, asolado; y para prueba de su sanctidad, por quien Dios -hacia milagros, comenzó luégo á crecer la grande ambicion, entre -aquellos nuevos pobladores, que tenian en sus pechos, y que con sus -compañeras los habia llevado allá, y, segun se dijo, el principio -de todas las disensiones fué Vasco Nuñez de Balboa. Como ya tenia, -como se dijo, entre los otros autoridad, trabajaba de secreto con -los que sentia tener amistad, que quitasen la obediencia á Anciso, -diciendo no tener ya jurisdiccion, pues habian salido de los límites -de la gobernacion de Hojeda, cuyo era en ellos Alcalde mayor; y no -decian mal, si verdad era que aquella tierra salia de los dichos -términos, como creo ser verdad, si lo demás fuera agua limpia, que no -pretendiera él mandar. Pero, cierto, mejor dijeran que ni Anciso con -todos ellos, ni juntado con ellos Hojeda, tenian una punta de alfiler -de jurisdiccion, pues estaban en reinos y tierras ajenas, donde habia -y señoreaban propios y naturales Reyes y señores, con justa é legítima -y natural jurisdiccion, á la cual Hojeda y todos ellos eran subjectos, -aunque les pesara, y eran obligados, so pena de incurrir en grandes -pecados de inobediencia, de obedecer á los Caciques, señores y Reyes -de aquellos reinos, y cumplir sus mandamientos, y vivir segun sus -leyes miéntras en la tierra estuvieran, en todo aquello que no fuera -contrario á nuestra santa fe y cristiana religion. Y ésto verán los que -quisieren leer nuestro libro, escripto en latin, cuyo título es: _De -unico vocationis modo omnium gentium ad veram religionem_, más claro -que el sol. Tornando al propósito, andando en estos secretos tractos -unos con otros, mandó Anciso, presumiendo de Alcalde mayor, que ninguno -fuese osado, so pena de muerte, rescatar con los indios oro alguno; -Dios supo con qué intento, al ménos todos creian ó murmuraban, que por -haberlo él para sí todo. De ésto indignados todos, porque aquel daño -tuvieron por comun, acuerdan de quitalle la obediencia y el mando, -diciendo que no tenia poder ni jurisdiccion sobre ellos, por la causa -dicha y otras razones que alegaron; Anciso privado é impedido del -mando y gobierno, acuerdan entre todos elegir Alcaldes y Regidores, y -cayó la suerte de Alcaldes, al Vasco Nuñez, y creo que á uno llamado -fulano Çamudio, y por Regidor un Valdivia, y otros de que no tuve -noticia. No contentos con los Alcaldes y gobierno que habian elegido, -ó descontentos de su manera de regir, ó arrepentidos de haber dejado -ó excluido al Anciso, no contentos ni asosegados sus corazones, como -quien andaban fuera de la vida cristiana que debieran vivir, tornaron -á tener contenciones sobre la gobernacion, alegando algunos que no -convenia estar sin superior, uno sólo, que los gobernase, y así, -algunas veces estaban para peligrosamente reñir. En estas sus porfías -se dividieron todos en tres partes: la una decia que se restituyese -á Anciso en su grado prístino, hasta que el Rey los proveyese de -Gobernador, teniendo dello aviso; la otra, defendia otra opinion, -diciendo que á Nicuesa se habian de subjectar, pues aquella tierra -caia dentro de sus límites; la tercera, era de los amigos de Vasco -Nuñez, que contendian que estaba bien así, ó que si habia de ser único -que aquel fuese nombrado y elegido; los cuales, con estas contiendas -y opiniones, así divisos, llegó un Rodrigo de Colmenares, desta isla, -que puso fin por algun tiempo á estas porfías. Á este Colmenares, segun -creo, dejó Nicuesa en esta isla para que fuese despues dél recogiendo -los bastimentos, que dejaba haciendo en sus haciendas que en esta isla -tenia, ó por ventura lo dejó para este fin en Castilla. Este, partido -de aquí con dos navíos de bastimentos y provisiones otras necesarias, -y 60 hombres que iban dedicados al mesmo oficio, llegó con sus navíos, -despues de haber padecido gran tormenta en el camino, al puerto de -Sancta Marta, obra de 50 ó 60 leguas del de Cartagena, el cual los -indios llamaban Gayra, la y letra luenga. Quisieron allí tomar agua, -y como los indios vieron los navíos, y habian entendido las obras que -los españoles habian hecho á los de Cartagena, sus vecinos, acordaron -de hacellos alguna burla, porque descuidándose no les acaesciese -rescibilla. Saltaron en las barcas de los navíos, ó en la una dellas, -de los españoles 50, y llegados al rio, dijeron que salió el señor -de aquella tierra con 20 de sus allegados, vestido de cierta manera -con manta de algodon, como quiera que todos los indios anden por allí -desnudos, y llegando cerca díjoles por señas, que no tomasen de allí -agua, porque no era buena, señalándoles abajo (ó arriba), otro rio, -al cual yendo los españoles, con la resaca y braveza de la mar, no -pudieron llegar y tornáronse al de donde habian venido; y estando -embasando sus pipas ó vasijas, saltan de súbito, segun les pareció, -hasta 70 indios, y ántes que los españoles se revolviesen, los tenian, -á 47 dellos, con hierba ponzoñosa, heridos. Tomáronles la una barca ó -barcas y hácenlas pedazos luégo; creo que de los heridos huyeron al -navío, nadando, ó en la una barca, pero llegados á los navíos todos los -heridos murieron, que no se escapó sino sólo uno vivo. Escondiéronse -siete dellos en unas concavidades de cierto árbol grande hasta que -anocheciese, para se ir despues á las naos, ó nadando, ó que viniesen -por ellos; pero como en aquella noche, por no rescibir más daño y por -creer que aquellos serian muertos, se hiciesen á la vela, no hobo más -memoria dellos. Partióse, pues, del puerto de Sancta Marta, Colmenares, -con la pérdida dicha de los españoles, y con extrema tristeza, para el -golfo de Urabá derecho, por tomar de allí alguna nueva donde hobiese -parado Diego de Nicuesa, el cual, no viendo ni oyendo persona ninguna -en la parte de Oriente del golfo, donde creia que podian estar Hojeda -ó los suyos, quedó espantado, si eran todos muertos ó á otra parte -idos, no sabiendo qué fuese dellos. Acordó de tirar muchos tiros de -artillería, porque si por allí estaban lo oyesen, y hacer muchas -hogueras ó ahumadas de noche y de dia sobre unas altas peñas. Atruénase -todo el golfo de una parte á otra, que tiene de ancho seis leguas; -oyéronlo con espanto los del pueblo de Sancta María del Antigua, y las -ahumadas tambien vieron; responden con otras tales muchas veces, por -manera que atinó Colmenares, que cristianos debieran estar á la parte -del golfo de la mano derecha ó del Occidente; finalmente, hobo de -llegar á ellos, cuasi mediado Noviembre, año de 1510. Fué inestimable -la alegría y gozo que con su venida todos rescibieron, con todos los -trabajos y muertes y adversidades que cada uno dellos habian padecido. -Preguntando por Nicuesa ninguna nueva le dieron; todo el gozo de los -unos y de los otros, de tristeza y dolor tenia harta mezcla. Repartió -de los bastimentos que traia con todos aquellos, por manera que -contándose los unos á los otros sus duelos, con el pan y comida que -de nuevo á los que estaban venia, les fueron tolerables y buenos. Con -esta liberalidad, que Colmenares de los bastimentos con ellos hizo, -ganó las voluntades de los más que resistian que no se llamase para -los gobernar Nicuesa, y así ganada la opinion contraria, ó la mayor -parte, acordóse que fuesen á buscar á Nicuesa, y hallado lo convidasen -y rogasen tuviese por bien de venir á gobernallos, porque ellos se le -querian subjectar. Enviaron para ello con Colmenares á uno llamado -Diego Albitez, y al bachiller Corral, y el cargo principal dieron á -Colmenares. - - - - -CAPÍTULO LXV. - - -Dejemos partidos á los mensajeros ó procuradores que van á buscar y -á llamar á Diego de Nicuesa, sin saber dónde estaba ó qué habia sido -dél, y contémoslo aquí hasta el punto que Colmenares y los mensajeros -le hallaron, y será referir una tragedia de las más infelices y -desastradas que acaescieron despues en estas partes. Metióse, pues, -Diego de Nicuesa en una carabela, y mandó que con él junto fuesen -siempre los dos bergantines, en uno de los cuales mandó que fuese por -capitan Lope de Olano, que era su Capitan general en toda la armada; -y las naos grandes ordenó que fuesen más metidas en la mar, por miedo -de los bajos, y él se iria más llegado á tierra, todos en demanda de -Veragua, hízose á la vela é del puerto de Cartagena, desde á poco -que salió de él Alonso de Hojeda, con el intento y órden que se ha -contado. Comenzó luégo la mar y vientos á serle contrarios, porque se -levantó gran tormenta, y llegando sobre la costa ó ribera de Veragua, -una noche, por huir de los peligros que padescen los navíos andando -de noche cerca de tierra, y el remedio general es hacerse á la mar, -tomólo para sí tambien Nicuesa, y en anocheciendo apartóse de la tierra -con su carabela, estimando, como se debia estimar, que los seguia, con -los dos bergantines, Lope de Olano; pero no lo hizo ansí, ántes, cerca -de una isleta, estuvo aquella noche (como dicen los marineros), al -reparo. Aquello dijeron que hizo por miedo de la tormenta, y algunos, -y el mismo Nicuesa, tuvieron sospecha, que por alzarse con el armada -y gobernacion lo hizo Lope de Olano; alguna presuncion se pudo tener -de ésto contra él, porque fué uno de los que anduvieron en esta isla, -con Francisco Roldan, contra el Almirante, alzados, de los cuales -arriba, en el libro I, escribimos largo, é yo se que fué dellos uno -Lope de Olano. Así que como amaneció y no pareció la carabela donde -iba Nicuesa, no curó de ir á buscarlo, ántes se arrimó á buscar las -naos, las cuales halló en un rio que llamaron el rio de los Lagartos, -y así se nombra hoy en las cartas de marear, y hoy se llama comunmente -rio de Chagre; está, de lo que llamamos hoy el puerto y ciudad del -Nombre de Dios, 20 leguas largas. Llegado allí, halló las naos cuasi -descargadas de todos los bastimentos y hacienda que tenian, porque de -la bruma estaban todas comidas que se anegaban; allí echó fama Lope -de Olano que Nicuesa era perdido y ahogado, y que por gran ventura él -se habia escapado, y como fuese Capitan general de Nicuesa, ó porque -todos lo eligieron de nuevo, ellos le obedecian y él los mandaba; y -dijeron algunos, que, de industria, dejó las naos en cierta punta -del rio de Belem, donde las hizo pasar con la gente para buscar allí -asiento para poblar, que dista cuatro ó cinco leguas del de Veragua, -porque se perdiesen, porque de salir de allí los españoles, como -andaban hambrientos y atribulados, perdiesen el ánsia. Y porque las -naos quedaban en la dicha punta, que no podian entrar en el rio por -ser baja la entrada, él embarcado en una barca de gente bien esquifada -(quiere decir llena y bien aparejada), en la entrada del rio, con la -resaca y braveza de la mar, se le anegó la barca y se le ahogaron 14 -hombres, salvándose él por gran maravilla, con otros que supieron -bien nadar; estuvo en tierra con los demas, sin comer cuatro dias, -porque por la tormenta no pudieron sacar bastimento ninguno de las -naos del rio de Belem, que está, como dije, cuatro leguas de Veragua, -al Oriente. Metido en los bergantines, y una barca, con la gente que -pudo caber en ellos, entró por el rio de Veragua, en el cual mandó -que hiciesen catas para saber si habia oro, y hallando mucha muestra -dello, negábanlo diciendo que no habia oro ni comida, sino que era -tierra desesperada; ésto hacian y decian porque andaban todos ya muy -angustiados, y porque no pensase de perseverar en aquella tierra Lope -de Olano, y buscar remedio para se pasar á esta isla, por escapar de -donde temian perecer de trabajos y hambre. Los que quedaron en el rio -de Belem, como comian por tasa, y por no tener convinientes moradas, -porque estaban en chozas, que la humedad de la mar, y por las muchas -aguas que llovia, y de llagas que se les hacian de los muchos mosquitos -que habia, y más de verse atajados y sin esperanza de salir de allí, -atribulados moríanse muchos, notaron, en estas angustias estando, que -nunca moria alguno, sino cuando la mar menguaba; y como los enterraban -en el arena, experimentaron que en ocho dias eran comidos los cuerpos -como si hobiera cincuenta años que los hobieran enterrado, lo cual -tomaban por mala señal, entendiendo que áun el arena se daba priesa -á acabarlos. Añidióseles otro no chico trabajo, que una noche hizo -tanta tormenta en la mar, que les comió el arenal donde tenian hechas -sus chozas, por donde tuvieron necesidad de hacerlas más dentro, que -les fué desconsuelo doblado. Volvió Lope de Olano de Veragua al rio -de Belem, donde la otra gente de que agora hablamos estaba, y comenzó -á mandar que se hiciese una carabela de las tablas de las naos que la -mar habia hecho pedazos; la fama ó título que se publicó era, que la -carabela queria hacer para que se pasasen á esta isla, pero tambien -se dijo que era para se aprovechar della por allí, é no para salir de -aquella tierra, donde pensaba quizá ser rico. Comenzada la carabela, y -andando en la obra della adelante, acabáronseles los mantenimientos, y -fué tanta la hambre que padecieron que no puede ser creida; acabando de -parir una yegua, que allí tenian, como lobos hambrientos arremetieron -á comer las parias que hechó con el hijo, y se las comieron. Entre -estas angustias que Lope de Olano y la gente que con él andaba padecia, -no faltaban desventuras misérrimas y terribles tormentos al infelice -Nicuesa, el cual, como amaneciese, pasada la noche de la tormenta, y -no viese á los bergantines que traia Lope de Olano á par de sí, como -creia que tras él venian, fué grande su tristeza temiendo no fuesen -perdidos. Volvió luégo con su carabela sobre la costa, y visto un rio, -metióse por él hallando abundante fondo, porque venia, de las grandes -lluvias que hacia en las sierras, muy avenido, el cual, en muy breves -horas menguó tanto, sin cuasi sentillo, que la carabela tocó en el -arena, y no teniendo sosten dió de lado consigo. Viendo un marinero -que la carabela se abria, saltó de presto en el agua con un cabo, que -llamamos los hombres de tierra soga, para la atar en algun árbol en -tierra, pero fué tan vehemente la corriente que el rio traia, que, no -teniendo fuerzas para nadando vencerla, lo llevó y sacó á la mar, donde -no pudo ser de ninguno socorrido. Saltó luégo otro, no curando de la -muerte del pasado, con aquella ó otra soga, y vencida la corriente, -salió á tierra y á un árbol atóla, y por ella salió Nicuesa y los demas -como por puente, aunque no tan enjutos ni tan alegres como si fueran -por la de Alcántara, ni áun como por la de Sevilla. Perdióse allí -con la carabela cuanto bastimento y cosas traian, y así quedaron sin -comer y sin vestidos, mojados, angustiados y más que tristes. Acuerda -Nicuesa tomar por remedio, sólo uno que habia, que fué caminar por sus -piés al Occidente, buscando á aquella negra de Veragua que tanto caro, -áun hasta entónces, costado le habia; y pluguiera á Dios que allí sus -trabajos se le fueran concluidos. Tomada la barca de la carabela, mandó -ir cuatro marineros en ella por la mar, con inmenso peligro, para pasar -los esteros y rios que no pudiesen pasar á pié, y comiendo hierbas y -marisco que tomaban de la ribera, y muchos descalzos y cuasi todos -desnudos, andan los tristes y atribulados su camino, pasando ciénagas -muy lodosas, y anegadizos, y muchos rios y arroyos, y muchas veces -sin camino, y lo que mayor dolor les causaba no saber dónde Veragua -era, y si bien ó mal iban. Una mañana, cuando de donde habian dormido -se querian partir, llevando un paje de Nicuesa un sombrero blanco en -la cabeza, algunos indios, que debian espiallos, creyendo que el que -llevaba el sombrero blanco debia ser principal, ó Capitan entre ellos, -desde el monte le tiraron una vara, y diéronle en tal lugar que fué -luégo muerto con ella; causóles este desastre, mayormente á Nicuesa, -mucha angustia, sobre las que llevaban y tenian. Llegaron un dia de su -peregrinacion á la punta ó cabo de una ensenada, ó abra grande, que -hacia la mar, y por ahorrar camino acordaron de pasar en la barca, -su poco á poco á la otra punta. Ellos pasados, hallaron que aquellas -puntas, ó la una, eran de una isleta despoblada de todo consuelo y -remedio, que ni áun agua no tenian; viéndose así aislados, sobrevínoles -gran desmayo, y cuasi estuvieron puestos en total desesperacion de -remedio. Los cuatro marineros que iban en la barca, viendo que siendo -isla quedaban del todo perdidos, acordaron una noche, sin decir á -Nicuesa nada, volver atras, creyendo más al Poniente, por buena razon, -estarian. Ida la barca, y constando al triste Nicuesa con su desdichada -compañía, cada uno puede considerar cuál y cuánto sería el dolor, -la tristeza, caimiento de espíritu, amargura y perdimiento de toda -esperanza, sobre tantos males y angustias que habian padecido, que se -les acrecentaria. Díjose que andaban, como personas sin juicio, á un -cabo y á otro, dando alaridos, pidiendo á Dios misericordia, que se -doliese de sus desventuradas vidas, y tambien de sus ánimas. Comian -hierbas sin cognoscer si eran malas ó buenas, comian marisco que -hallaban por la ribera de la mar; y el mayor tormento fué faltalles -el agua, que en toda la isla no la hallaron, si no fué un charco de -ciénaga, lodoso y de agua salobre. Probaron muchas veces á hacer una -balsa de palos ó ramas de árboles para salir de aquella isla á tierra -firme, pero no les aprovechó nada, porque como no tenian fuerza para -nadar, los que nadar sabian, ni remos para la balsa, sacábala la -corriente grande á la mar, y así tornábanse. Estuvieron en aquella isla -muchos dias, y, segun entendí, más de tres meses, muriéndose dellos -cada dia, de pura hambre y sed, y de las hierbas que comian y del agua -salobre, y los que quedaban vivos andaban ya á gatas, pasciendo las -hierbas y comiendo crudo el marisco, porque no tenian vigor para poder -andar enhiestos. Bien puede juzgar cada uno, de los que esta Historia -leyeren, que lo que Nicuesa, para mayor dolor suyo vivia, segun lo que -padeció con los que con él en aquella carabela vinieron, fué una de -la más triste, dolorosa y amarga vida, por ser tan larga, que hombres -vivieron. - - - - -CAPÍTULO LXVI. - - -Llegó la barca con los cuatro marineros, despues de muchos trabajos -y peligros, donde Lope de Olano estaba y la demas gente, y diéronle -cuenta, como, por volver Nicuesa en su carabela á buscallo, se habia -perdido, y por extenso refiriéronle los trances, hambres y miserias -que habian padecido, y en el estado que quedaba en la isla, y que -ellos, sin le dar parte, se habian venido á buscar las naos para le -poder llevar remedio, porque si se lo dijeran entendian que no les -diera licencia, y así perecieran más aína. No hicieron buen sabor á -Lope de Olano las nuevas que habia oido, temiendo la ira de Nicuesa, -por se hallar reo del desastre acaecido; pero haciendo lo que en sí -era, despachó luégo el un bergantin, y dentro los cuatro que habian -en la barca venido, con algunos palmitos, y de la miseria, que los -que allí estaban con él tenian y comian. Ya que estaban todos los que -vivos quedaban en la isleta en el extremo para morirse, vieron venir el -bergantin con su refresco de palmitos, con cuya vista comenzaron como -á resucitar de muerte á vida, y á tener esperanza de no morir. Rogaban -á Dios, cada uno segun podia, que llegase á ellos el bergantin, é que -no se le siguiese algun impedimento, que desviase su vía; finalmente, -plugo á nuestro Señor consolallos con su llegada y vista. Bien se -puede aquí juzgar, no tener comparacion el gozo que los unos con los -otros hobieron, aunque harto mezclado de lágrimas y de tristeza, en -verse así, los unos y los otros, cercados de tantas miserias, y tan -disminuidos de las calamidades, en todas partes por todos, padescidas, -y las que tenian estarles por venir. Sacados los palmitos, comenzaron -á dar en ellos y del agua dulce que trujo el bergantin con la comida -y bebida, de lo cual no tuvieron chico peligro sobre los pasados; -Nicuesa proveyó que en ello tuviesen moderacion y tasa, puesto que no -era el que ménos de comida y de bebida tenia necesidad. Embarcáronse -todos en el bergantin, al cual no faltaron bravezas de la mar y -peligros grandes, ántes que al rio de Belem donde Lope de Olano y los -demas estaban, llegase. Ya Lope de Olano, temiendo la ira de Nicuesa, -tenia rogado á todos los que con él estaban, intercediesen por él, y á -Nicuesa aplacasen. Llegado Nicuesa, mandó prender á Lope de Olano, á -título y como á traidor, que lo habia dejado en los peligros tan graves -de la mar y de tierra que habia pasado, sin lo ir á buscar y socorrer -en tanto tiempo, como era obligado, por se alzar con la gobernacion, -de donde habian suscedido tan grandes daños, atribuyéndole las muertes -de tantos como habian muerto en ambas á dos partes, porque desde el -principio, si presente Nicuesa estuviera, diera otra órden como se -remediaran. Increpó con gran enojo, ásperamente, á los principales, -que con el Olano habian vivos quedado, imputándoles parte de aquella -maldad, porque no lo indujeron y forzaron á que fuese á buscallo. -Aquellos se excusaron diciendo, que no pudieron ni osaron más de -obedecelle, pues él lo habia constituido por su Capitan general, -y, porque temieron que luégo mandara justiciarlo, juntáronse todos -suplicándole que, pues Dios le habia hecho merced, y á todos ellos, en -traelle vivo, y de tantos peligros haberlo librado, les hiciese merced -de perdonallo, en lo cual cada uno de todos ellos la rescibian por -suya, y para su servicio los ternia con mayor vínculo de obligacion -aparejados. No bastó esto por entónces para blandeallo, sino que le -habia de dar de su traicion, segun merecia, el pago. Habíanle todos, -echándose á sus piés, con razones más lastimeras, y que el corazon le -penetraron: «Deberia bastar, señor, las desventuras que todos habemos -pasado, viniendo con vos este viaje, en el cual los 400 de nosotros ya -son acabados, y los que restamos vamos camino de acabarnos; para que -Dios á vos y á nos, en la vida poca que nos queda, no nos desampare, -bien será que vuestra merced perdone, de lo que se le debe, algo, pues -el deudor ya no tiene otra cosa, sino tan poca vida como nosotros, con -que pagarle. Porque si las hambres y tanta frecuencia de calamidades -nos desminuyen y apocan por una parte, y la justicia rigurosa por otra -nos mata, ¿quién señor, esperais que os sirva y acompañe? No hay duda -ninguna, sino que vuestra suerte no será bienaventurada, ni carecereis -de mayores trabajos.» Movieron á Nicuesa todas estas lástimas, y dejó -de justiciar á Lope de Olano, determinando de, en el primer navío, -desterrallo y enviallo preso á España. Y porque ni á Nicuesa, ni á -ninguna parte de su compaña, cuando se dividian, ninguna especie de -tribulacion y adversidad les faltaba, y ninguna de las que les ocurrian -les menguaba, sino que siempre les crecian y se les iban acrecentando, -viéndose así caer Nicuesa más y más cada dia, y cada hora, en peor -estado, hízose de aquí adelante muy impaciente, mal acondicionado é -inconversable; y así trataba muy mal y con aspereza á los pocos que -ya le quedaban, no considerando que las hambres, ni angustias que -padecian, y verse cada dia morir unos á otros, por tormento contínuo -les bastaba y sobraba. Enviábalos, á chicos y á grandes, enfermos y -sanos, á la tierra dentro por ciénagas y aguas, por montes y valles, -á saltear los pueblos de los indios y sus labranzas, para traer á -cuestas las cargas de la comida que hallaban, donde hacian y padecian -intolerables males. Creian que de industria les tractaba mal, por -vengarse dellos, por haberlo dejado de ir á buscar, pero ésto no lo -creo, por estar él asimismo en la misma extrema necesidad. Ya no -hallaban en toda la tierra que robar; los indios todos, puestos en -armas viéndose dellos así inquietar, hacian tambien contra ellos sus -saltos, para si pudiesen acabarlos. Morian cada dia, de hambre y de -enfermedades, y á tanta estrechura ó penuria vinieron, que 30 españoles -que fueron á hacer los mismos saltos, padeciendo rabiosa hambre y -hallando un indio, que ellos ó otros debian haber muerto, estando ya -hediendo, se lo comieron todo, y de aquella corrupcion quedaron todos -tan inficionados que ninguno escapó. Vistos y padecidos, y padeciendo -tambien tanta miseria y trabajos, determinó Nicuesa dejar aquel -asiento y tierra, como desafortunada, y mandó que cada uno aparejase -su carguilla de alhajas, si algo tenia, porque queria ir á buscar otro -asiento hácia el Oriente, donde poblase. Rogáronle todos, que, porque -cada uno tenia sembrado su poquillo de maíz, y otras hierbas para -remediarse, y desde á pocos dias se habia de madurar, que hasta que -lo cogiesen la partida dilatasen; no quiso aceptarlo. Mandó embarcar -los que le pareció, en la carabela que habia hecho Lope de Olano y -en los dos bergantines, y dejólos allí, señalándoles por Capitan un -Alonso Nuñez, que ya, por Alcalde mayor suyo, habia nombrado; embarcado -Nicuesa, con sus velas manda que guien hácia el Levante, y que vayan -mirando por la ribera donde parezca algun puerto y buena disposicion -de tierra, y andadas cuatro leguas, dijo un marinero á Nicuesa que -se queria acordar de un puerto que cerca de allí estaba, el cual -vido cuando los años pasados, con el Almirante primero que estas -Indias descubrió, vino, y se halló en el descubrimiento de aquella -provincia, y de la de Veragua, descubriendo por la costa de aquella -tierra firme, y la señal desto, que daba, era que allí en la arena -hallarian una ancla medio enterrada, que dejó el Almirante perdida, y -cerca de allí, debajo de un árbol, una fuente de agua dulce muy fresca. -Fueron allá, y hallaron el ancla y la fuente; y este puerto era al -que nombró el Almirante viejo, puerto Bello, como en el cap. 22 dicho -queda. Fué loado el marinero de hombre de buena memoria é ingenio, -llamábase Gregorio Ginovés. Aquí en este puerto Bello, salieron á -tierra ciertos españoles á buscar de comer, porque venian flaquísimos -de hambrientos, que no se podian tener sobre las piernas, y en él, y -en otras partes que atras en tierra saltaron, por el mismo fin, los -indios les resistian y peleaban con ellos, y mataron en aquel camino, -de los españoles, 20; porque, no pudiéndose tener de flaqueza ni tener -las armas en la mano, ¿cómo podian pelear, aunque sus enemigos fueran -las grullas que pelean con los pigmeos? De este puerto Bello se -pasó adelante, al Levante, seis ó siete leguas, á otro puerto, cuyos -moradores se llamaban chuchureyes; y porque le pareció que habia en -aquel lugar disposicion para hacer una fortaleza, determinó de poblar, -y dijo: «paremos aquí en el nombre de Dios»; y desde allí le quedó el -nombre, hasta hoy, el puerto y ciudad del Nombre de Dios, que asaz es -bien celebrado su nombre hoy, no tanto por la devocion, cuanto por la -extraña y nunca vista ni oida, ni áun soñada cuantidad de oro que se -ha embarcado para España, venida del Perú; y este puerto fué al que -puso el Almirante primero, puerto de Bastimentos, como arriba, en el -cap. 23, se declaró. Allí el mismo Nicuesa, con su misma espada, hizo -actos de tomar posesion por los reyes de Castilla; comenzó á hacer -una fortalecilla para resistir á los primeros ímpetus que los indios -diesen, para la obra de la cual no perdonó á chico ni á grande, ni á -enfermo, flaco, ni hambriento, como, en fin, lo eran. Hacíales ir á -puerto Bello por bastimentos y traellos á cuestas, blasfemaban dél y -aborrecíanlo, teníanlo por enemigo cruel, ni en obras ni en palabras -suyas no hallaban una palabra de consuelo; íbanle á pedir de comer, que -morian de hambre, ó á suplicalle que no los hiciese trabajar, porque no -podian de descaecidos; respondíales, «andá, idos al moridero.» Moríanse -cada dia de hambre en los trabajos, cayéndose de su estado, que era -verlos una intolerable miseria; despues que salió de Belem, dellos en -el camino, dellos de los que dejó en el mismo Belem, dellos haciendo la -fortaleza en el Nombre de Dios, se le murieron 200 hombres, y así se le -consumieron poco á poco los 785 hombres que sacó desta isla Española, -de todos los cuales no le quedaron arriba de 100 cuando hizo ésta -fortaleza. Y esto era fin del año de 1510, por el mes de Diciembre. La -gente que dejó en Belem no andaba en añazcas ni en fiestas, sino, en -cinco meses que allí estuvieron, por no poder enviar por ellos á causa -de los vientos vendabales, que prohibian que no fuesen los bergantines, -vinieron á tanta hambre y penuria, que ni sapos, ni ranas, ni lagartos, -ni otras cosas vivas, por sucias que fuesen, no dejaban de comellas. -Cayó uno de ellos en un grande aviso, que fué rallar los palmitos, -como si fuera yuca, y hacer harina dellos, y despues, echado en un -horno, hacíanlo tortas, de la manera propia como se hace el pan caçabí -en esta isla; desque vieron hecha una torta, todos los demas corrieron -á ella, y como si viniera del cielo así la recibieron. Fuéles á todos -aquella invencion, singularísimo remedio, para que todos no muriesen; -al cabo, envió por ellos la carabela, Nicuesa, y así vinieron al Nombro -de Dios. Venidos, envió á un Gonzalo de Badajoz, con 20 hombres, á las -poblaciones de los indios á saltear y captivar los que pudiese, para -enviar á esta isla por esclavos, porque con este sacrificio le ayudase -Dios en lo porvenir, como le habia ayudado y ayudaba en lo presente. -Acordó de enviar y envió á un deudo suyo, en la carabela, para esta -isla, que le llevase los mil tocinos que dejó haciendo en la villa ó -puerto de Yaquimo, y otros bastimentos, pero nunca gozó dellos, y se -perdieron, porque, segun se dijo, el almirante Don Diego impidió que -no se los llevasen, y puesto que se los llevaran no le hallaran vivo; -y áun no supe si llegó acá la carabela. Envió al dicho Badajoz, con 50 -hombres á robar bastimentos por las comarcas de aquella tierra, donde -habia hartos escándalos, y mataba y le mataban gente. Comidas todas las -labranzas de toda aquella tierra, y los indios corridos por los montes, -huyendo y juntándose para defenderse, y siempre aparejándose para -guerra, ni sembraban ni cogian, y así los unos ni los otros no tenian -remedio; pero porque los indios se contentaban con poco, y tienen y -hallan fácilmente, de sus hambres, cuando anclan sueltos, remedio, y -nosotros no así nos contentamos, ni pasar como ellos podemos, llegó -Nicuesa, y los pocos que con él estaban, á necesidad de hambre y -enfermedades tan extrema, que no se hallaba uno que velase de noche, -que llaman centinela los hombres de guerra. Desta manera cada dia se le -morian y consumian los pocos que ya eran. - - - - -CAPÍTULO LXVII. - - -Estando Nicuesa y su poca gente, que de tantas miserias y hambres y -calamidades le habia quedado, en el extremo y angustia que habemos -contado, llegaron los mensajeros, con Colmenares, de los del Darien, -con quien lo enviaban á llamar para que los gobernase; y porque, -como ya se dijo, venian á buscallo sin saber dónde estaba, pasábanse -con su nao de luengo de costa, y del puerto del Nombre de Dios, sino -fuera por un bergantin que Nicuesa habia enviado á las isletas que -allí junto estaban por bastimento, que tambien se llamaban islas del -Bastimento, por ser fértiles y tener muchas labranzas. Los que estaban -en el bergantin vieron venir la nao, que no poco consuelo y alegría, -de verla, tomaron; fueron luégo á ella, donde los unos á los otros -de su propio estado y propósito informaron. Fuéronse luégo al puerto -del Nombre de Dios, donde Colmenares y los que con él venian, de ver -á Nicuesa y á 60 personas (que ya no le quedaban más de 700 y tantos -que trujo), que haciendo la fortaleza con él estaban, tan flacos, tan -descaecidos, rotos y cuasi desnudos y descalzos, y en toda miseria y -tristeza puestos, quedaron espantados. No faltaron lágrimas, llantos -grandes y espesos, de ambas á dos partes, mayormente oidas las hambres, -las muertes y tan infelices desastres; Colmenares, con gran compasion, -cuanto podia, con palabras dulces y amorosas, dándoles esperanza de -que Dios los remediaria, en cuanto le era posible á Nicuesa consolaba, -mayormente diciéndole como los del Darien le enviaban á suplicar que -fuese á gobernarlos, donde habia buena tierra y tenian de comer, y -oro no faltaba, y allí descansaria mucho de los muchos y grandes -trabajos pasados. Con ésto, Nicuesa tomó algun resuello y descanso, -y con los mantenimientos que le traia y trujo, desterró de su pobre -casa la hambre, dando increibles gracias, por tanto consuelo y socorro -tan tempestivo, á Colmenares; y dijeron que aquel dia, guisada una -gallina de las que Colmenares trujo, por el alegría la cortó en el -aire, porque, como arriba se tocó, era Nicuesa muy gran trinchante, -oficio y gracia en casa de los grandes señores, los tiempos pasados, -no poco estimada. Pero como la prudencia de los hombres, cuando Dios -no la infunde, ser prudentes cuanto hombres muchas veces les aprovecha -poco, y otras muchas les daña, á Diego de Nicuesa, á quien cognoscí -yo, que en esta isla, de prudente fué muy estimado, y era en ella uno -de los más principales, hobo, al mejor tiempo, de faltalle. ¿Quién -pudiera pensar, de los que á Nicuesa cognoscieron, que estando en -tan desventurado estado, donde cada hora morir infelicísimamente, no -como quiera, sino en amarguras grandes, y de angustias dolorosísimas -cercado, esperaba, enviándolo á llamar para subjectársele los que -pudieran bien dejarlo, sacándolo de todos aquellos males, que acabadas -las lágrimas y llantos que tuvo con Colmenares, luégo públicamente -dijese que los habia de tomar el oro que habian en aquella tierra, sin -su licencia y beneplácito, habido, y sobre todo ellos castigallos? -¿Qué mayor imprudencia pudo hallarse, y qué yerro, en tal tiempo, á -éste puede ser comparado? É ya que los otros fueran dignos, como eran, -de ser despojados del oro que habian robado y por ello castigados -(no por la injuria que hicieron en ello á Nicuesa, pues él tambien -robaba, y por ésto castigallos él muy poco curaba, como ciego como -los otros, sino por roballo á sus dueños, y las muertes y escándalos -que en la tierra y gentes della causaban, por los cuales tambien Dios -á él castigaba), al ménos, hasta que fuera rescibido, disimulara. -Pero como nuestro Señor tenia determinado de lo castigar con su total -fenecimiento, por la matanza que hizo en Cartagena, y por las que -tenia en la intencion de hacer por aquella su gobernacion de Veragua, -y áun por los sudores que llevó á los indios desta isla, y las vidas -de los que por sacarle oro murieron, y por los saltos que hizo en -la isla de Sancta Cruz, captivando injustamente los indios que allí -tomó y vendió en ésta ó en la de Sant Juan por esclavos, por eso, para -cumplirse la voluntad y sentencia de Dios en él, no habian de faltar -ocasiones ni achaques. Hizo tambien otro yerro grande, y éste fué -dejar ir una carabela, y los que en ella fueron, delante, diciendo que -él queria ir á visitar ciertas isletas, que por aquella mar, en el -camino, estaban. Díjose que aquella noche Lope de Olano, que Nicuesa -traia siempre preso, habló con algunos de los que vinieron del Darien, -indignándolos, y que dijo al tiempo del embarcar públicamente: «¿Piensa -que le han de rescibir los de Hojeda como nosotros le rescibimos, -cuando venia perdido en Veragua?» Embarcóse, pues en el Nombre de Dios -en un bergantin, enviando la carabela delante, donde iba el bachiller -Corral y Diego Albitez, y otros, que avisaron de lo que habia dicho -de tomarles el oro y castigarlos, y de como era cruel y riguroso, y -tractaba, los que consigo traia y estaban, mal, y otras cosas, cuantas -pudieron para mudarles los ánimos; y llegado á las isletas, envió -delante al Veedor del Rey, llamado Juan de Cayzedo, ó Quizedo, en una -barca, que de secreto era su enemigo por ciertas cosas de su honra, -en que de Nicuesa se tenia por muy agraviado, para que dijese á los -del Darien como ya iba, como si le hobieran de salir á rescibir con -arcos triunfales. El veedor Quizedo no via la hora de verse fuera de -su poder, lo que muchos dias habia que deseaba, y, llegado al Darien, -impropera mucho á todos los que pretendian que Nicuesa los gobernase, -diciendo, ¿que cómo habian osado incurrir en tan grande error como -era, siendo libres, quererse someter á la gobernacion de Nicuesa, que -era un tirano, el cual era el peor hombre del mundo y más cruel, y que -peor tracta los que consigo trae, á los cuales toma todo lo que en -la guerra contra los indios se toma, diciendo que todos los despojos -son suyos, como traia propósito de hacer con ellos, como verian, y -por ello castigallos, porque todo lo habian tomado en aquella tierra -que era de su gobernacion? y otras palabras y razones terribles que -los asombraban. Pues como los del Darien oyesen tan duras nuevas, -por tantos testigos relatadas, temiendo ser maltratados, y amigos de -libertad y de no tener sobre sí yugo y superioridad, que, para su robar -y adquirir oro, les fuese á la mano, poca persuasion era menester para -movellos y alborotallos. Convertíanse contra sí mismos, de sí mismos -quejándose, porque tan inconsideradamente determinaron llamarlo. Quien -más en no rescibirlo á todos solicitaba fué Vasco Nuñez, porque más -que otro creia que, aceptándolo, aventuraba. Díjose que llamó á todos -los principales uno á uno, sin que el uno supiese del otro, y los -persuadió á que, pues habian errado en llamalle, que lo remediasen con -no rescibillo; llamó al escribano secretamente la misma noche, é hizo -una protestacion, y pidióle testimonio como él no era en lo que contra -Nicuesa se hacia, ántes estaba presto y aparejado para obedecelle y -hacer lo que le mandase, como Gobernador del Rey. - - - - -CAPÍTULO LXVIII. - - -Detúvose Nicuesa por aquellas isletas ocho dias, captivando algunos -indios de los que vivian en ellas, y quizá todos cuantos podia, sin -haberle á él ni á otro alguno ofendido, para que Dios hiciese bien -sus hechos. Llegado, pues, Nicuesa al desembarcadero del Darien, -vido á Vasco Nuñez á la ribera con muchos españoles armados, y uno, -que debia ser procurador del pueblo, que á altas voces le requeria, -que no desembarcase saltando en tierra, sino que se tornase á su -gobernacion, ó Nombre de Dios, donde ántes estaba; lo cual oido por -Nicuesa, quedó como pasmado, sin poder por un rato hablar palabra, -de ver tan súbita y contraria, de lo que traia en el pecho asentado, -mudanza. Recogido en sí, díjoles: «Señores, vosotros me habeis enviado -á llamar, y yo á vuestro llamado vengo, dejadme saltar en tierra y -hablaremos, y oirme heis, y oiros hé, y entendernos hémos, y despues -haced de mí lo que por bien tuviéredes.» Ellos, repitiendo los mismos -requirimientos, y protestando, que si descendia en tierra, que habian -de hacer y acontecer, y áun soltándose cada uno con más libertad de -la que era decente en algunas palabras, porque era ya tarde apartóse -aquella noche á la mar, desviado de la tierra, dejándolos para ver -si otro dia estarian de aquel intento; los cuales, no sólo no se -mudaron de su primera determinacion, pero, empeorándose, deliberaron -de prendello y echallo donde dañar no les pudiese. Otro dia llamáronlo -para prendelle; salió en tierra, y arremetiendo como desvariados á -tomallo, dió á huir por la playa ó ribera del rio adelante, é, como -era gran corredor, ninguno le pudo alcanzar, por mucho que corriese. -Ocurrió luégo Vasco Nuñez impidiendo al pueblo no prosiguiese más -adelante su desvarío, porque temió que pusieran las manos en él. Y -así, arrepentido de habelle sido contrario en su rescibimiento, de allí -adelante hizo por él, y reprendió mucho á todos su descomedimiento, -y refrenó al otro Alcalde ó Capitan, su compañero, Juan de Çamudio, -que era el que más se mostraba contra Nicuesa, y con él era todo el -pueblo. Rogábales Nicuesa, que si no lo querian por Gobernador, que lo -tomasen por compañero; respondian, que no querian, porque se entraria -por la manga y al cabo saldria por el cabezon. Replicaba Nicuesa, que -si no por compañero y en su libertad, lo tuviesen aprisionado con -hierros, porque más queria morir entre ellos que no en el Nombre de -Dios de hambre, ó á flechazos de indios ser muerto. Añidia más, que -se doliesen de 12.000 castellanos que habia gastado en aquel viaje y -armada, y los grandes infortunios que habia padescido por ello. Ningun -partido ni razon le admitieron ántes, cada uno mofaba dél y le decia -sus baldones y afrentas. Vasco Nuñez trabajaba mucho con el pueblo que -le admitiesen; uno, llamado Francisco Benitez, que era más que otro -locuaz, y que mucho se allegaba con Çamudio, el otro Alcalde, dando -voces, dijo que no se habia de rescibir tan mal hombre como Nicuesa. -Vasco Nuñez, muy de presto, ántes que su compañero se lo pudiese -impedir, mandóle dar cien azotes, los cuales llevó á cuestas, y viendo -que no podia ir contra el torrente y furia de todo el pueblo, envió -á decir á Nicuesa que se recogiese á sus bergantines, y que, si no -viese su cara, no saliese á tierra dellos. Nicuesa, temiendo que no le -prendiesen, mandó á ciertos ballesteros suyos que estuviesen metidos -en cierto cañaveral, mandándoles que cuando él hiciese la señal, -diesen en ellos. Sacó poco fruto de sus ballesteros, porque vinieron, -un Estéban de Barrantes, y Diego Albitez y Juan de Vegines, á decirle -de partes de todo el pueblo, que habiendo tractado de aquel negocio, -habian determinado de recibille por Gobernador, como lo era, con que -les perdonase la resistencia que hasta entónces se le habia hecho, -porque en fin era pueblo, y que á los primeros ímpetus no se suele -tener tanto acuerdo y miramiento. Nicuesa, no siguiendo el consejo -que Vasco Nuñez le habia dado, deste ofrecimiento fingido fué, más -de lo que debiera, crédulo, y no llamando á los suyos, salió de sus -bergantines, y púsose en las manos de los que morian por deshacelle. -Vino luégo Çamudio con mucha gente armada y prendióle, mandándole, so -pena de muerte, que luégo se partiese y no parase hasta presentarse en -España ante el Rey y los de su Consejo; y díjose que le constriñeron á -jurar, con amenazas que le hicieron que lo matarian, que se presentaria -en la corte ante el Rey. Visto Nicuesa claro su perdimiento, díjoles la -maldad y traicion que contra él cometian, porque aquella tierra donde -estaban entraba en los límites de su gobernacion, y que ninguno podia -en ella poblar ni estar sin su licencia, y el que allí estuviese era -su súbdito y subjecto á su jurisdiccion, porque él era en todo aquello -Gobernador por el Rey, é porque le querian echar donde muriese con tan -mal recaudo de navío y bastimentos, que protestaba de se quejar ante -el juicio de Dios de tan gran crueldad, como contra Dios y contra el -Rey, y contra él cometian, cuando no pudiese quejarse ante el Rey. -Ninguna cosa les movió á que templasen su furibundo y barbárico tumulto -y confusion, y así, lo llevaron preso hasta metello en el más ruin -bergantin que allí estaba. No sé si de industria escogieron el peor, -pero al ménos fué un bergantin viejo y harto mal aparejado, no sólo -para llegar á España, como ellos le mandaban, ni para esta isla, pero -ni áun para poder, seguramente, al Nombre de Dios, que de allí estaba -50 leguas, ir con él. Embarcáronse con él 16 ó 17 personas, de 60 que -le habian quedado, criados suyos, y otros, que, de lástima, seguir y -acompañarlo quisieron. Hízose á la vela con su bergantin, primer dia -de Marzo de 1511 años, el cual nunca jamás paresció, ni hombre de los -que con él fueron, ni dónde, ni como murió; algunos imaginaron que fué -á aportar en la isla de Cuba, y que allí los indios lo mataron, y que, -andando ciertos españoles por la isla, hallaron escrito en un árbol, -con letras esculpidas ó cavadas: «Aquí feneció el desdichado Nicuesa»; -pero yo creo que esto es falso, porque yo, uno de los primeros en -aquella isla, y que anduve por ella con otros, en sus principios, mucha -tierra, nunca ví ni oí que hobiese tal nueva. Lo que por más cierto se -puede tener es, que como él llevase tan mal recaudo de navío, y las -mares de por estas tierras sean tan bravas y vehementes, la mesma mar -le tragaria fácilmente, ó tambien, de pura hambre y de sed, muriese, -como no llevase sobrado, ni áun el necesario bastimento. Díjose que, -ántes que Nicuesa partiese de Castilla, uno que trataba de juzgar y -pronosticar las cosas venideras por astrología, dijo á Nicuesa, que -no partiese tal dia ó en tal signo; respondíole Nicuesa, que pues más -cuenta tenia con las estrellas que con Dios, Hacedor dellas, que no -traeria consigo á un hijo suyo que consigo traia. Tambien yo me acuerdo -haber, por aquellos tiempos, cierta cometa sobre esta isla, y, si no -me he olvidado, era de forma de un espada, y como que ardia, y dijeron -que un fraile habia entónces avisado á alguno de los que con él iban: -«Huid deste Capitan, porque los cielos muestran que ha de ser perdido.» -Lo mismo pudiera decir de los que iban con Alonso de Hojeda, puesto que -la misma persona de Hojeda no padeció tan calamitoso fin, pues murió en -esta ciudad, en su cama, como dicen, pero su gente harta mala ventura -tuvo, pues tantos rabiando, de la hierba ponzoñosa, murieron. Considere -aquí el lector el fin que hicieron estos dos primeros Capitanes, que -de propósito procuraron pedir gobernacion y autoridad del Rey, para -entrar en la tierra firme, á inquietar, infestar, turbar, robar, matar, -captivar, y destruir las gentes della, que, viviendo en sus tierras -tan apartadas de las nuestras, ni nos vieron, ni oyeron, ni buscaron, -ni en cosa nos ofendieron. Advierta eso mesmo, qué postremería fué la -de 800 hombres que consigo trujo Nicuesa, pues no le quedaron sino 60 -cuando vino al Darien, y de aquellos se ahogaron ó perdieron con él -16 ó 17, y de aquellos 43 que restan, el uno fué Francisco Pizarro, -que mataron á estocadas en el Perú, que descubrió y destruyó, y los -demas, Dios sabe el fin que hicieron, y cuán amargas y tristes y -desventuradas muertes, y con cuántas angustias y trabajos, hambres y -sedes, cansancios y aflicciones, murieron. Y de la gente de Hojeda, -no escaparon, de 300, 30 ó 40, porque los que asentaron en el Darien, -todos eran, ó los más, de los que trujo el bachiller Anciso, y de los -que con Colmenares vinieron. Es bien, no ménos, mirar y notar si estas -muertes y perdiciones de estos Capitanes, ó Gobernadores primeros y -de sus gentes, si fueron milagros con los que Dios y su recto juicio -y justicia, quiso aprobar y justificar las demandas que traian, y los -fines que pretendian; item, si por ellos se aprobaron y justificaron -las obras semejantes, y los fines é intentos mismos que los -Gobernadores y Capitanes, que despues destos, en aquella tierra firme -sucedieron, perpetraron, trujeron, cometieron y pretendieron; creerá -cualquiera cristiano que no, porque áun las mismas sus postrimerías -de todos ellos dieron fiel testimonio dello, como referirá toda esta -historia, si place á Dios, en todos los libros que por escribir quedan. -Y porque todo lo que resta de decir destas Indias, sale del año décimo, -y, por consiguiente, pertenece al libro tercero, por ende á gloria de -Nuestro Señor, con lo dicho aquí, el segundo fenecemos. - - _Laus Deo, pax vivis, requies defunctis._ - - - - - HISTORIA - - DE LAS INDIAS. - - - LIBRO TERCERO. - - - - -EN EL NOMBRE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD - -Comienza el libro tercero de la Historia general de las Indias escripta -por el Obispo de Chiapa, de la Órden de Sancto Domingo. - - - - -CAPÍTULO PRIMERO. - - -Referidas y explanadas quedan las cosas, que dignas fueron de poner -en historia, acaecidas en estas Indias, desde su descubrimiento, por -enteros diez y ocho años, contados desde el de 492 hasta el entero -año de 510; requiere la órden del decir y escribir, que al principio, -en el prólogo del primer libro, prometimos, contar lo que en los diez -años siguientes, desde el de 511 hasta el de 20 acaeció, que convenga -tener perpétua memoria. Y porque en esta tan difusa y general historia, -hobo muchas interpolaciones y pasaron muchos años, en los cuales se -interrumpia, por las inmensas y continuas ocupaciones que dentro y -fuera de la celda me ocurrieron, por cuya causa, de algunas cosas -escritas en los dos libros precedentes, que convenia hacer mencion, y -de los capítulos y lugares donde quedan puestas, lo mismo, y tambien -otras que ofrecian decir en éste tercero y en los demas, por ventura, -se podrán trastrocar, poniendo en un lugar lo que debiera poner en otro -por ende los benévolos lectores, aunque culpen la memoria, topando con -este defecto, pasen adelante á rescibir noticia de la verdad, que -aquí dárseles pretende, de la cual se ha tenido más cuidado que de -afeitar ni endulzorar palabras, y ni ocupar papel para cumplimientos -que no pasan de la superficie. Tenga, pues, nuestro tercero libro -principio, con el favor divino, de una provision espiritual que hizo -en estas Indias el Papa, en este undécimo año; ésta fué erigir las -primeras iglesias catedrales y criar los primeros Obispos que las -gobernasen. Para noticia de lo cual débese saber, que viviendo la -reina doña Isabel, que haya sancta gloria, y creo que por el año de -1503, al principio del pontificado del Papa Julio II, suplicaron -los Reyes al Papa proveyese de erigir iglesias y criar Obispos en -esta isla Española, porque habia ya mucha poblacion de españoles en -17 villas, como en el precedente libro referimos, puesto que con la -ceguedad del avaricia y priesa que todos tenian de haber oro y ser -ricos, no echaban de ver cómo cada dia los indios iban, de golpe, á -acabarse, haciendo grandes asonadas á los Reyes, que habia en ella -muchos pueblos, de españoles, poblados. Como quiera que no duraban -más tiempo las villas de los españoles de cuanto acababan de consumir -los indios, y dejados los pueblos ó villas dichas desiertas, luégo, -en viendo puerta abierta; y esta era determinar de pasar á la isla de -Sant Juan, y la de Jamáica ó Cuba, ó á la tierra firme, á sojuzgar, -con sus guerras crueles, los indios vecinos dellas, para el mismo fin -que tuvieron en ésta, conviene á saber, para echallos á las minas. -Luégo se salian desta isla lo mismo; y por la misma manera, despues -que habian muerto y destruido las gentes de las otras islas y partes -de tierra firme, las dejaban y se iban á otras á matar y á asolar las -gentes que en ellas habia, como pestilencia que, cosa que oliese á ser -hombre, habia de dejar viva. Así que, los Reyes, creyendo que tanto -pueblo y villas de españoles fueran en crecimiento, y la multitud de -los indios del todo no pereciera, porque siempre los encubrieron su -disminucion, ántes creian, segun yo creo, que iban en aumento, y con el -celo de la conversion dellos, suplicaron al Papa Julio II, como dije, -que erigiese iglesias y criase Obispos, el cual erigió una iglesia -metropolitana y cabeza de arzobispado, que llamó Hiagutensis; é no -pude atinar en qué provincia é lugar fuese la intencion de los Reyes -señalalla y pedilla, y del Papa constituilla, sino en la provincia -de Xaraguá, que como en la prosperidad desta isla era como la corte -della, como en el libro precedente dijimos, debieron creer los Reyes -que aquella fuera la más próspera, y así merecia ser cabeza de toda -ella. Por obispado erigió otra que nombró Vainensis; y ésta, no sé á -donde la situase, sino fué en la provincia de Vaynoa, hácia la parte -del Norte, donde estaba la villa de Lares de Guaháma, y la otra iglesia -catedral nombró Maguatensis, que debió ser en la Vega, que los indios -en su lengua llamaban Maguá, la última sílaba aguda, donde estaba -la villa de la Concepcion. Esto conjeturo por la conformidad de los -vocablos, que el Papa en su bula puso, con los de las mismas provincias -en lenguaje de los indios, si quizá los Reyes, informados desde esta -isla, nombraron al Papa los dichos lugares, mas siguiéndose por las -provincias y cantidad de la tierra, y gentes naturales della que á cada -iglesia aplicaban, que por los pueblos que de españoles entónces habia. -Hiagutensis, que fué el nombre de la del arzobispado, parece confinar -con el vocablo de la Yaguana, dentro del término de la provincia de -Xaraguá, ó quizá se tomó aquel nombre de la provincia de Higuey, que -es la más oriental desta isla que hallamos viniendo de Castilla. Para -estas tres iglesias, metropolitana una, y dos catedrales, presentaron -los Reyes al Papa tres personas cognoscidas por buenas, virtuosas y -religiosas; el uno fué el doctor, creo, en cánones, Pedro de Deza, -sobrino, segun entendí, de D. Diego de Deza, arzobispo de Sevilla, -fraile de Sancto Domingo, de quien arriba, en el libro I, hicimos -mencion; este Doctor nombraron para arzobispo Hiagutensis. El otro para -obispo de la iglesia Vainensis, fué un religioso de Sant Francisco, -llamado fray García de Padilla, no supe de qué provincia ó familia. -El tercero, para obispo Maguatensis, presentaron á un licenciado en -teología, canónigo de Salamanca, que se nombraba Alonso Manso; éste -cognoscí yo mucho, y era varon muy religioso y tenido por justo, -puesto que en las cosas temporales no muy experto. Cognoscí tambien al -primero, doctor Pedro Deza, no mucho, persona tenida por buena. Estos, -para Prelados, Arzobispo y Obispos, así nombrados para esta isla, -dilatóse la expedicion de las bulas por algunas causas, y, por ventura, -los Reyes no dieron priesa en ello, porque se les iba más luciendo, -de la disminucion y muerte destas gentes, algo. Entre tanto falleció -la reina doña Isabel, digna de memoria, y quedando el rey católico D. -Hernando, marido suyo, por Gobernador y Administrador de los reinos -de Castilla, por su hija, la reina doña Juana, impedida para reinar -ó gobernar, comenzándose á descubrir que no se podia ya encubrir ni -disimular el estrago y matanza que nuestros españoles hacian en los -vecinos, desta isla naturales, consumiéndolos en las minas, como en el -precedente libro se ha explicado, y que la isla se iba despoblando, -cognosció que en los sitios de las iglesias que el Papa tenia erigido -y señalado ya no habia á quien convertir ni predicar, sino era á los -pájaros y árboles: tornó el dicho Rey católico á informar y suplicar al -Papa, que porque aquellos sitios para las dichas iglesias señalados, -ya no eran dispuestos ni aptos para en ellos las edificar, lo uno, -por la misma disposicion de la tierra y sitio della, lo otro, por la -dificultad de los mantenimientos y cosas necesarias, (y estas dos -causas refiere en su bula el Papa, diciendo así: _Cum autem nuper -nobis constiterit, insulas et loca prædicta, ac ecclesiarum hujusmodi -existentiam, tum propter locorum situs, tum etiam comeatum et rerum -necessariarum difficultates nequaquam ac comoda existere_, etc.), y -pudiera mejor informar el Rey católico al Papa, que por haber muerto -las gentes de aquellos sitios y lugares, y estar despoblados de sus -naturales habitadores, ya no habia lugar, porque, en la verdad, no -habia, ni hoy hay en esta isla paso, donde no se pudiesen poblar y -asentar ciudades grandes y en ellas erigir catedrales, iglesias y -metropolitanas, segun es toda felice, y para dar fruto en ella, todas -las cosas á la vida necesarias, muy en abundancia, si hobieran los -nuestros usado della segun debian, y no las gentes della estirpado. -Así que, informando el Rey al Papa de que convenia mudar la órden de -los obispados ya dada, suplicóle que tuviese por bien, para en esta -isla, erigir dos iglesias catedrales y cesase la metropolitana, y otra -en la isla de Sant Juan, tambien catedral, las cuales fuesen sujetas á -la metropolitana de Sevilla, hasta que otra cosa Su Santidad ó la Sede -apostólica, en algun tiempo, ordenase. Los lugares para las iglesias -desta isla señaló el Rey, la villa de la Concepcion, que es en la Vega -grande, y el otro en la del puerto de Sancto Domingo, y para el tercero -obispado, el pueblo principal que habia en la isla de Sant Juan. El -Papa lo concedió así, como el Rey lo suplicó, suprimiendo y anulando -primero, de consentimiento expreso de los mismos tres electos, las -dichas tres iglesias erigidas en los dichos tres sitios y lugares, -y señaló y dió por título á la iglesia de la Vega, la Concepcion, y -á la de Sancto Domingo, Sancto Domingo, y á la de Sant Juan, Sant -Juan; á cada una de las cuales que eran villas, adornó con títulos y -privilegios de ciudades. Asignó por diócesi é subjetas del obispado -de Sancto Domingo, las villas de la Buena Ventura, la de Açuá, la de -Salvaleon, la de Sant Juan de la Maguána, la de Vera Paz, que era la -de Xaraguá, y la villa nueva de Yaquimo. Al obispado de la Concepcion, -subjetó y dió por término de diócesi, la villa de Santiago, la de -Puerto de Plata, la de Puerto Real, la de Lares de Guahába, la de -Salvatierra de la Çabana, y la de Sancta Cruz; olvidaron la villa -del Bonao, que no era la ménos que otras principal. A la iglesia de -Sant Juan dió por diócesi toda la isla, é fueron Obispos primeros -los mismos; de Sancto Domingo, el fray García de Padilla, y éste -murió en Castilla ántes que viniese acá, y creo que no consagrado; de -la Concepcion, fué el Doctor Deza, el cual vino consagrado y vivió -pocos años en la ciudad de la Concepcion, donde murió. El licenciado -Alonso Manso vino tambien Obispo consagrado, y vivió muchos años en -la dicha isla de Sant Juan, siendo siempre canónigo de Salamanca, -porque aceptó el obispado con retencion de la canongía. Concedió -los diezmos y primicias, el Papa, de todas las cosas, con toda la -autoridad, jurisdiccion espiritual y temporal, y todos los derechos y -preeminencias que á los obispos de España pertenecen de derecho y de -costumbre, de todo lo cual, excepto el oro y la plata, y otros metales, -y perlas y piedras preciosas en que ninguna parte tuviesen. - - - - -CAPÍTULO II. - - -Antes que las bulas destos obispados viniesen, ó ántes que los Obispos -primeros susodichos se consagrasen, hizo el Rey con ellos cierto -asiento y capitulacion; el primer capítulo de la cual fué, que les -hacia donacion de los diezmos, como los tenia del Papa concedidos, -segun en el precedente libro, capítulo 39, referimos, que el Papa -Alexandre á los dichos Reyes habia concedido; y esta donacion, porque -ellos y sus sucesores, con su clerecía, tuviesen cargo de rogar á Dios -por su vida y ánima, y de los Reyes sus sucesores, y por todos los -cristianos que, en descubrir é adquirir las dichas islas, murieron, y -que los dichos diezmos se repartan por los Obispos, clerecía, fábricas -y hospitales, y que á ello se obligasen por sí é por sus sucesores, y -en nombre de sus iglesias, que se guardará y complirá lo susodicho, -y lo que se dijere. El segundo capítulo fué, que las dignidades, -canongías y raciones y otros beneficios, sean á presentacion de Sus -Altezas. El tercero, que los beneficios que vacaren, ó se proveyeren -despues de la primera vez, se provean á los hijos legítimos, que -nacieren allá, de los españoles que de acá fueren á vivir á las -dichas islas, no los hijos de los indios, hasta que Sus Altezas ó -sus sucesores otra cosa determinen ó provean, por su suficiencia, -procediendo por oposicion y exámen, como en el obispado de Palencia; -con tal condicion, que los tales hijos de los vecinos, dentro de un año -y medio despues de proveidos, sean obligados de llevar ratihabicion y -aprobacion de Sus Altezas, y de sus sucesores de los tales beneficios, -no la llevando dentro del dicho término fuesen vacos, y Sus Altezas -los proveyesen á otras nuevas personas. Lo cuarto, que los Obispos, -por virtud de la bula del Papa Julio, declarasen la manera de traer -corona, y del hábito que habian de traer los de prima tonsura, la -cual fuese de grandor de un real castellano, y el cabello dos dedos -debajo de la oreja, y poco más bajo por detrás; la ropa de fuera fuese -tabardo, ó capuz cerrado, ó loba cerrada, ó abierta, tan larga que, á -lo ménos con un palmo, llegase al empeine, y que no fuesen coloradas, -ni verdes, ni amarillas, ni de otra color deshonesta. Item, que no -ordenasen de corona á ninguno si no supiese hablar y entender latin, -y que no puedan ordenar á quien tuviere dos ó tres hijos varones, más -de uno, porque no es que ninguno quiera todos los hijos para clérigos. -Item, en el guardar de las fiestas, se guarden las ordenadas por la -Iglesia, y no otras, aunque sean por voto y promesa, ni en los sínodos -se ordene que se guarden más de las que entónces se guardaban en la -isla Española, sino fuere cuanto á la solemnidad, y no para que los -cristianos las guarden. Item, que los Obispos no lleven diezmos de oro -y plata perlas, ni piedras preciosas, sino de las otras cosas, conforme -á la bula del Papa, y aquello, no en dineros, sino en los frutos, como -se llevaba en Castilla, y que ni por esta causa, ni por otra, _directe_ -ni _indirecte_, no apartaran los indios de aquello que agora hacian -para el sacar el oro, ántes los animaran y aconsejaran que sirvan -mejor que hasta aquí en el sacar del oro, diciéndoles que es para -hacer guerra á los infieles, y las otras cosas que vieren que pueden -aprovechar para que los indios trabajasen bien. Item, que el arzobispo -de Sevilla, como metropolitano, ó su Fiscal, puedan estar é residir -en cualquiera de los dichos obispados, y ejercer su oficio, y que no -pueda poner el metropolitano por oficial á ninguno de los Prelados de -las dichas islas. Item, que ninguna persona pueda sacar oro ni traer -personas que lo saquen, sino estuvieren sometidos á la jurisdiccion -de Sus Altezas, y á las ordenanzas que allá se guardan, y paguen los -derechos que los seglares. Item, que los que tuvieren indios en las -minas, ni los mismos indios, no puedan ser convenidos ni traidos, ni -arrastrados, ni llamados por sus causas, ni ajenas, por ningun Juez, -durante las demoras, porque ésto se les dá por inducias de pan y -vino coger, por cuanto aquel es fructo de la tierra y se ha de dar en -lugar del oro, segun se da en Castilla. Item, en las causas civiles, -profanas, los que se eximieren por la corona, pierdan los indios y lo -que tuvieren en las minas, sino fuere la causa eclesiástica, porque -ésta se puede ventilar ante el Juez eclesiástico, sin pena. Esta fué la -capitulacion celebrada entre los Reyes y los primeros Obispos, parte -de la cual, cierto, muestra la ceguedad que en los del Consejo del Rey -entónces habia, y la poca noticia que el Rey tenia de la perdicion de -aquestas gentes míseras, y no ménos la ignorancia de los Obispos, y la -ceguedad de los del Consejo en que aconsejasen al Rey que forzase por -vía de contrato, cuasi violento, á que los Obispos se obligasen á no -impedir á los indios _directe_ ni _indirecte_ dejar de sacar oro, y, -lo que más es, á que los animasen y aconsejasen á que lo sacasen, como -quiera que de sí sea manifiesto por las leyes de los Emperadores que -ellos leian, y por historias que debieran haber leido, sacar metales -haberse dado por pena y muerte, cuasi natural, por gravísimos delictos, -como por experiencia harto larga, y no sé si se hobiese áun entónces -visto, que al cabo y al efecto de por sacar oro, ser destruidos y -muertos todos los innumerables vecinos indios desta isla, y de todas -estas islas. Item, el poco cuidado que los del Consejo habian tenido -en saber cómo, en el sacar del oro, á los indios les iba, si morian ó -vivian, como en la verdad, el año de 511 y 12, cuando ésto se trataba, -segun se dijo, habian, toda la mayor parte de la gente desta isla, -perecido; y porque digo la mayor parte, fué muy mal dicho, porque -parece cosa de escarnio, fué tanto la mayor parte, que de tres cuentos -de ánimas no habian quedado obra de 20.000. Razon fuera que el Consejo -del Rey tuviera cuenta con saber desta vendimia, y no de obligar á los -Obispos á aquello, á cuyo contrario, impugnar, y resistir, y extirpar, -como pestilencia vastativa de todas sus ovejas, eran obligados de -precepto natural y divino; más parece, cierto, haberse desvelado en -cómo habria oro el Rey, que en descargalle la conciencia, y de la -salvacion de aquestas gentes, cuya carga tenian ellos más que el -Rey sobre sí mismos, los entendimientos de los cuales, no sólo de la -ignorancia del derecho, pero de la del hecho, eran entenebrecidos. -Tambien fué poca lumbre, ántes parte de gruesas tinieblas, asentar en -la dicha capitulacion que los Obispos dijesen á los indios, para los -animar á sacar oro, que era para hacer guerra á los infieles, como -quiera que fuese cosa impertinente y ántes muy nociva, dar cuenta á los -indios que habia en el mundo otros algunos infieles sin ellos. La poca -y ninguna noticia que el Rey tenia de la perdicion destas gentes, asaz -se sigue de lo dicho, porque cuando los ciegos guian, ¿de los que van -tras ellos, qué se espera? Y así, cuando los de los Consejos de los -Reyes andan en tinieblas, ¡guay de los Reyes! y, por mejor decir, ¡guay -de los reinos!; y ésto así, más que en toda la redondez del mundo, ha -acaecido en estos infelicísimos reinos deste orbe todo destas Indias. -La ignorancia de los Obispos no ménos queda de lo dicho manifiesta, -pues se obligaban, á ojos ciegas, á no apartar por alguna causa á los -indios de sacar oro, como quiera que debian estar recatados en no se -obligar á lo que podia ser injusto y malo, que de cierto no sabian, -cuanto más que la misma obra les pudiera dar sospecha, diciendo sacar -oro y servir; si quizá no imaginaron que sacar oro no era otra cosa, -sino que, como fructa de los árboles, se cogia. Otorgóse la dicha -capitulacion en presencia de Francisco de Valenzuela, canónigo de -Palencia, y Notario público apostólico, en 3 dias de Mayo, año de 1512. - - - - -CAPÍTULO III. - - -En este tiempo ya los religiosos de Sancto Domingo habian considerado -la triste vida y aspérrimo captiverio que la gente natural desta isla -padecia, y cómo se consumian, sin hacer caso dellos los españoles que -los poseian, más que si fueran unos animales sin provecho, despues de -muertos solamente pesándoles de que se les muriesen, por la falta que -en las minas del oro y en las otras granjerías les hacian; no por eso -en los que les quedaba usaban de más compasion ni blandura, cerca del -rigor y aspereza con que, oprimir, y fatigar y consumirlos, solian. Y -en todo ésto habia entre los españoles más y ménos, porque unos eran -crudelísimos, sin piedad ni misericordia, sólo teniendo respeto á -hacerse ricos con la sangre de aquellos míseros, otros, ménos crueles, -y otros, es de creer, que les debia doler la miseria y angustia -dellos, pero todos, unos y otros, la salud y vidas, y salvacion de los -tristes, tácita ó expresamente á sus intereses solos, y particulares y -temporales, posponian. No me acuerdo cognoscer hombre piadoso, para con -los indios que le sirviesen, dellos, sino solo uno, que se llamó Pedro -de la Rentería, del cual abajo, si place á Dios, habrá bien que decir. -Así que, viendo y mirando, y considerando, los religiosos dichos, -por muchos dias, las obras que los españoles á los indios hacian, -y el ningun cuidado que de su salud corporal y espiritual tenian, -y la inocencia, paciencia inextimable y mansedumbre de los indios, -comenzaron á juntar el derecho con el hecho, como hombres de los -espirituales y de Dios muy amigos, y á tractar entre sí de la fealdad -y enormidad de tan nunca oida injusticia, diciendo así: «¿Estos no son -hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de la -caridad y de la justicia? ¿Estos, no tenian sus tierras propias, y sus -señores y señoríos? ¿Estos, hánnos ofendido en algo? ¿La ley de Cristo -no somos obligados á predicársela, y trabajar con toda diligencia de -convertillos? Pues, ¿cómo siendo tantos y tan innumerables gentes las -que habia en esta isla, segun nos dicen, en tan breve tiempo, que -es obra de quince ó diez y seis años, han tan cruelmente perecido?» -Allegóse á ésto, que uno de los españoles que se habian hallado en -hacer las matanzas y estragos crueles que se habian hecho en estas -gentes, mató su mujer á puñaladas, por sospecha que della tuvo que le -cometia adulterio, y ésta era de las principales señoras naturales de -la provincia de la Vega, señora de mucha gente; éste anduvo por los -montes tres ó cuatro años, ántes que la Órden de Sancto Domingo á esta -isla viniese, por miedo de la justicia, el cual, sabida la llegada de -la Órden y el olor de sanctidad que de sí producia, vínose una noche -á la casa que, de paja, habian dado á los religiosos, para en que se -metiesen, y hecha relacion de su vida, rogó con gran importunidad -y perseverancia que le diesen el hábito de fraile lego, en el cual -entendia, con el favor de Dios, de servir toda su vida. Diéronselo con -caridad, por ver en él señales de conversion y detestacion de la vida -pasada, y deseo de hacer penitencia, la cual, despues, hizo grandísima, -y al cabo tenemos por cierto que murió mártir, porque suele Dios, en -los grandes pecadores, mostrar su inmensa misericordia, haciendo con -ellos maravillas; de su martirio diremos abajo, si á Dios pluguiere -que á su lugar lleguemos con vida, y será cuasi al cabo deste tercero -libro. Este, que llamaron fray Juan Garcés, y en el mundo Juan Garcés, -asaz de mí cognoscido, descubrió á los religiosos muy en particular -las execrables crueldades que él y todos los demas en estas inocentes -gentes habian, en las guerras y en la paz, si alguna se pudiera paz -decir, cometido, como testigo de vista. Los religiosos, asombrados de -oir obras, de humanidad y costumbre cristiana, tan enemigas, cobraron -mayor ánimo para impugnar el principio, y medio y el fin de aquesta -horrible y nueva manera de tiránica injusticia, y encendidos del calor -y celo de la honra divina, y doliéndose de las injurias que contra su -ley y mandamientos á Dios se hacian, de la infamia de su fe que entre -aquestas naciones, por las dichas obras, hedia, y compadeciéndose -entrañablemente de la jactura de tan gran número de ánimas, sin haber -quién se doliese ni hiciese cuenta dellas, como habian perecido y -cada hora perecian, suplicando y encomendándose mucho á Dios, con -contínuas oraciones, ayunos y vigilias, les alumbrase para no errar -en cosa que tanto iba, como quiera que se les representaba cuán nuevo -y escandaloso habia de se despertar á personas que en tan profundo y -abisal sueño, y tan insensiblemente dormian; finalmente, habido su -maduro y repetido muchas veces consejo, deliberaron de predicarlo en -los púlpitos públicamente, y declarar el estado en que, los pecadores -nuestros que aquestas gentes tenian y oprimian, estaban, y muriendo -en él, donde, al cabo de sus inhumanidades y cudicias, á rescibir su -galardon iban. Acuerdan todos los más letrados dellos, por órden del -prudentísimo siervo de Dios, el padre fray Pedro de Córdoba, Vicario -dellos, el sermon primero que cerca de la materia predicarse debia, -y firmáronlo todos de sus nombres, para que pareciese como no sólo -del que lo hobiese de predicar, pero que de parecer y deliberacion, -y consentimiento y aprobacion de todos procedia; impuso, mandándolo -por obediencia el dicho padre Vicario que predicase aquel sermon, al -principal predicador dellos despues del dicho padre Vicario, que se -llamaba el padre fray Anton Montesino, que fué el segundo de los tres -que trajeron la Órden acá, segun que arriba, en el libro II, cap. 54, -se dijo. Este padre fray Anton Montesino tenia gracia de predicar; era -aspérrimo en reprender vicios, y sobre todo, en sus sermones y palabras -muy colérico, eficacísimo, y así hacia, ó se creia que hacia, en sus -sermones mucho fructo; á éste, como muy animoso, cometieron el primer -sermon desta materia, tan nueva para los españoles desta isla, y la -novedad no era otra sino afirmar, que matar estas gentes era más pecado -que matar chinches. Y porque era tiempo del adviento, acordaron que -el sermon se predicase el cuarto domingo, cuando se canta el Evangelio -donde refiere el Evangelista Sant Juan: «Enviaron los fariseos á -preguntar á San Juan Baptista quién era, y respondióles: _Ego vox -clamantis in deserto_.» Y porque se hallase toda la ciudad de Sancto -Domingo al sermon, que ninguno faltase, al ménos de los principales, -convidaron al segundo Almirante que gobernaba entónces esta isla, y á -los oficiales del Rey, y á todos los letrados juristas que habia, á -cada uno en su casa, diciéndoles que el Domingo en la iglesia mayor -habria sermon suyo, y querian hacerles saber cierta cosa que mucho -tocaba á todos, que les rogaban se hallasen á oirlo. Todos concedieron -de muy buena voluntad, lo uno por la gran reverencia que les hacian, -y estima que dellos tenian, por su virtud y estrechura en que vivian, -y rigor de religion, lo otro, porque cada uno deseaba ya oir aquello -que tanto les habian dicho tocarles, lo cual, si ellos supieran ántes, -cierto es que no se les predicara, porque ni lo quisieran oir, ni -predicar les dejaran. - - - - -CAPÍTULO IV. - - -Llegado el domingo y la hora de predicar, subió en el púlpito el -susodicho padre fray Anton Montesino, y tomó por tema y fundamento de -su sermon, que ya llevaba escripto y firmado de los demas: _Ego vox -clamantis in deserto_. Hecha su introduccion y dicho algo de lo que -tocaba á la materia del tiempo del adviento, comenzó á encarecer la -esterilidad del desierto de las conciencias de los españoles desta -isla, y la ceguedad en que vivian, con cuánto peligro andaban de su -condenacion, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta -insensibilidad estaban contínuamente zabullidos y en ellos morian. -Luégo torna sobre su tema, diciendo así: «Para os los dar á cognoscer -me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla, -y por tanto, conviene que, con atencion, no cualquiera, sino con todo -vuestro corazon y con todos vuestros sentidos, la oigais; la cual -voz os será la más nueva que nunca oisteis, la más áspera y dura y -más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oir.» Esta voz, -encareció por buen rato con palabras muy pungitivas y terribles, que -los hacia estremecer las carnes, y que les parecia que ya estaban en el -divino juicio. La voz, pues, en gran manera, en universal encarecida, -declaróles cuál era ó qué contenia en si aquella voz. «Esta voz, dijo -él, que todos estais en pecado mortal y en el vivís y morís, por -la crueldad y tiranía que usais con estas inocentes gentes. Decid, -¿con qué derecho y con qué justicia teneis en tan cruel y horrible -servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habeis hecho tan -detestables guerras á estas gentes que estaban en sus tierras mansas -y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y extragos nunca -oidos, habeis consumido? ¿Cómo los teneis tan opresos y fatigados, sin -dalles de comer ni curallos en sus enfermemades, que de los excesivos -trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los -matais, por sacar y adquirir oro cada dia? ¿Y qué cuidado teneis de -quien los doctrine, y conozcan á su Dios y criador, sean baptizados, -oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? -¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados á amallos como á -vosotros mismos? ¿Esto no entendeis, ésto no sentís? ¿Cómo estais en -tanta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto, -que en el estado que estais, no os podeis más salvar, que los moros -ó turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.» Finalmente, -de tal manera se explicó la voz que ántes habia muy encarecido, -que los dejó atónitos, á muchos como fuera de sentido, á otros más -empedernidos, y algunos algo compungidos, pero á ninguno, á lo que yo -despues entendí, convertido. Concluido su sermon bájase del púlpito -con la cabeza no muy baja, porque no era hombre que quisiese mostrar -temor, así como no lo tenia, ni se daba mucho por desagradar los -oyentes, haciendo y diciendo, lo que, segun Dios, convenir le parecia; -con su compañero váse á su casa pajiza, donde, por ventura, no tenian -qué comer, sino caldo de berzas sin aceite, como algunas veces les -acaecia. Él salido, queda la iglesia llena de murmuro, que, segun yo -creo, apenas dejaron acabar la misa. Puédese bien juzgar, que no se -leyó leccion de menosprecio del mundo á las mesas de todos, aquél -dia. En acabando de comer, que no debiera ser muy gustosa la comida, -júntase toda la ciudad en casa del Almirante, segundo en esta dignidad -y real oficio, D. Diego Colon, hijo del primero que descubrió estas -Indias, en especial los oficiales del Rey, Tesorero y Contador, Factor -y Veedor, y acuerdan de ir á reprender y asombrar al predicador y á -los demas, sino lo castigaban como á hombre escandaloso, sembrador -de doctrina nueva, nunca oida, condenando á todos, y que habia dicho -contra el Rey é su señorío que tenia en estas Indias, afirmando que -no podian tener los indios, dándoselos el Rey, y estas eran cosas -gravísimas é irremisibles. Llaman á la portería, abre el portero, -dícenle que llame al Vicario, y aquel fraile que habia predicado tan -grandes desvaríos; sale sólo el Vicario, venerable padre, fray Pedro -de Córdoba, dícenle con más imperio que humildad, que haga llamar al -que habia predicado. Responde, como era prudentísimo, que no habia -necesidad, que si su señoría y mercedes mandaban algo, que él era -Prelado de aquellos religiosos, y él responderia. Porfian mucho con él -que lo hiciese llamar; él con gran prudencia y autoridad, con palabras -muy modestas y graves, como era costumbre hablar, se excusaba y evadia. -Finalmente, porque lo habia dotado la divina Providencia, entre otras -virtudes naturales y adquísitas, era de persona tan venerable y tan -religiosa, que mostraba con su presencia ser de toda reverencia digno; -viendo el Almirante y los demas, que, por razones y palabras de mucha -autoridad, el padre Vicario no se persuadia, comenzaron á blandear -humillándose, y ruéganle que lo mande llamar, porque, él presente, -les quieren hablar, y preguntarles cómo y en qué se fundaban para -determinarse á predicar una cosa tan nueva y tan perjudicial, en -deservicio del Rey y daño de todos los vecinos de aquella ciudad y de -toda esta isla. Viendo el sancto varon que llevaban otro camino é iban -templando el brío con que habian venido, mandó llamar al dicho padre -fray Anton Montesino, el cual maldito el miedo con que vino; sentados -todos, propone primero el Almirante por sí é por todos su querella, -diciendo, que cómo aquel padre habia sido osado á predicar cosas en tan -gran deservicio del Rey, é daño de toda aquella tierra, afirmando que -no podian tener los indios, dándoselos el Rey que era señor de todas -las Indias, en especial habiendo ganado los españoles aquellas islas -con muchos trabajos, y sojuzgado los infieles que las tenian, y porque -aquel sermon habia sido tan escandaloso y en tan gran deservicio del -Rey é perjudicial á todos los vecinos desta isla, que determinasen que -aquel padre se desdijese de todo lo que habia dicho, donde no que ellos -entendian poner el remedio que conviniese. El padre Vicario respondió, -que lo que habia predicado aquel padre habia sido de parecer, voluntad -y consentimiento suyo y de todos, despues de muy bien mirado y -conferido entre ellos, y con mucho consejo y madura deliberacion se -habian determinado que se predicase como verdad evangélica, y cosa -necesaria á la salvacion de todos los españoles y los indios desta -isla, que vian perecer cada dia sin tener dellos más cuidado que -si fueran bestias del campo; á lo cual eran obligados, de precepto -divino, por la profesion que habian hecho en el bautismo, primero de -cristianos, y despues de ser frailes predicadores de la verdad, en lo -cual no entendian deservir al Rey, que acá los habia enviado á predicar -lo que sintiesen que debian predicar necesario á las ánimas, sino -serville con toda fidelidad, y que tenian por cierto que, desque Su -Alteza fuese bien informado de lo que acá pasaba, y lo que sobre ello -habian ellos predicado, se ternia por bien servido, y les daria las -gracias. Poco aprovechó la habla y razones della, que el sancto varon -dió en justificacion del sermon, para satisfacellos y aplacallos de la -alteracion que habian rescibido en oir que no podian tener los indios, -como los tenian, tiranizados, porque no era camino aquello porque su -cudicia se hartase, porque, quitados los indios, de todos sus deseos y -suspiros quedaban defraudados; y así, cada uno de los que allí estaban, -mayormente los principales, decia, enderezado al propósito, lo que se -le antojaba. Convenian todos en que aquel padre se desdijese el domingo -siguiente de lo que habia predicado, y llegaron á tanta ceguedad, que -les dijeron, si no lo hacian, que aparejasen sus pajuelas para se ir -á embarcar é ir á España; respondió el padre Vicario, por cierto, -señores, en eso podremos tener harto de poco trabajo. Y así era, -cierto, porque sus alhajas no eran sino uno hábitos de jerga muy basta -que tenian vestidos, y unas mantas de la misma jerga con que se cobrian -de noche; las camas eran unas varas puestas sobre unas horquetas que -llaman cadalechos, y sobre ellas unos manojos de paja, lo que tocaba al -recaudo de la misa, y algunos librillos, que pudiera quizá caber todo -en dos arcas. Viendo en cuán poco tenian los siervos de Dios todas las -especies, que les ponian delante, de amenazas, tornaron á blandear como -rogándoles que tornasen á mirar en ello, y que, bien mirado, en otro -sermon lo que se habia dicho se enmendase para satisfacer al pueblo, -que habia sido y estaba en grande manera escandalizado. Finalmente, -insistiendo mucho en que, para el primer sermon, lo predicado se -moderase y satisfaciese al pueblo, concedieron los padres, por -despedirse ya dellos y dar fin á sus frívolas importunidades, que fuese -así en buena hora, que el mismo padre fray Anton Montesino tornaria el -domingo siguiente á predicar, y tornaria á la materia, y diria sobre lo -que habia predicado lo que mejor le pareciese, y, en cuanto pudiese, -trabajaria de los satisfacer, y todo lo dicho declarárselo; ésto así -concertado, fuéronse alegres con esta esperanza. - - - - -CAPÍTULO V. - - -Publicaron ellos luégo, ó dellos algunos, que dejaban concertado con -el Vicario y con los demas, que el domingo siguiente, de todo lo -dicho se habia de desdecir aquel fraile; y para oir aqueste sermon -segundo, no fué menester convidallos, porque no quedó persona en toda -la ciudad que en la iglesia no se hallase, unos á otros convidándose, -que se fuesen á oir aquel fraile, que se habia de desdecir de todo -lo que habia dicho el domingo pasado. Llegada la hora del sermon, -subido en el púlpito, el tema que para fundamento de su retractacion y -desdecimiento se halló, fué una sentencia del Sancto Job, en el cap. -36, que comienza: _Repetam scientiam meam á principio, et sermones -meos sine mendatio esse probabo_. Tornaré á referir desde su principio -mi sciencia y verdad, que el domingo pasado os prediqué, y aquellas -mis palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas. Oido -éste su tema, ya vieron luégo los más avisados á dónde iba á parar, -y fué harto sufrimiento dejalle de allí pasar. Comenzó á fundar su -sermon y á referir todo lo que en el sermon pasado habia predicado, -y á corroborar con más razones y autoridades lo que afirmó, de tener -injusta y tiránicamente aquellas gentes opresas y fatigadas, tornando á -repetir su sciencia, que tuviesen por cierto no poderse salvar en aquel -estado, por eso, que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que -á hombre dellos no confesarian, más que á los que andaban salteando, -y aquello publicasen y escribiesen á quien quisiesen á Castilla; en -todo lo cual, tenian por cierto que servian á Dios, y no chico servicio -hacian al Rey. Acabado su sermon fuése á su casa, y todo el pueblo en -la iglesia quedó alborotado, gruñendo, y muy peor que ántes indignado -contra los frailes, hallándose, de la vana é inícua esperanza que -tuvieron, que se habia de retractar de lo dicho, defraudados, como si -ya que el fraile se desdijera, la ley de Dios, contra la cual ellos -hacian en oprimir y estirpar estas gentes, se mudara. Peligrosa cosa -es, y digna de llorar mucho de los hombres que están en pecados, -mayormente los que con robos y daños de sus prójimos han subido ó -mayor estado del que nunca tuvieron, porque más duro les parece, y áun -lo es, decaer dél, que echarse de grandes barrancos abajo; yo añido, -que es imposible dejallos por vía humana, si Dios no hace grande -milagro; de aquí es tener por muy áspero y abominable oirse reprender -en los púlpitos, porque miéntras no lo oyen, paréceles que Dios está -descuidado, y que la ley divina es revocada, porque los predicadores -callan. Desta insensibilidad, peligro y obstinacion y malicia, más -que en otra parte del mundo, ni género de gente, consumada, tenemos -ejemplos sin número y experiencia ocular, en estas nuestras Indias, -padecer cada dia la gente, de nuestra España. Tornando al propósito, -salidos de la iglesia furibundos, é idos á comer, tuvieron la comida no -muy sabrosa, sino, segun que yo creo, más que amarga; no curan más de -los frailes, porque ya tenian entendido que hablar en ésto con ellos -les aprovecha nada. Acuerdan, con efecto, escribillo al Rey en las -primeras naos, como aquellos frailes que á ésta isla habian venido, -habian escandalizado al mundo sembrando doctrina nueva, condenándolos á -todos para el infierno, porque tenian los indios y se servian dellos en -las minas y los otros trabajos, contra lo que Su Alteza tenia ordenado, -y que no era otra cosa su predicacion, sino quitalle el señorío y las -rentas que tenia en estas partes. Estas cartas, llegadas á la córte, -toda la alborotaron; escribe el Rey y envió á llamar al Provincial de -Castilla, que era el Prelado de los que acá estaban, porque aún no -era ésto provincia por sí, quejándose de sus frailes que acá habia -enviado, que le habian mucho deservido en predicar cosas contra su -estado, y alboroto, y escándalo de toda la tierra, grande, que luégo -lo remediase, si nó que él lo mandaria remediar. Veis aquí, cuán -fáciles son los Reyes de engañar, y cuán infelices se hacen los reinos -por informacion de los malos, y cómo se oprime en tierra que no suene -ni respire la verdad. Las cartas de más eficacia que á Castilla y al -Rey llegaron, fueron las del Tesorero Miguel de Pasamonte, de quien -arriba en el libro II hablamos, por tener con el Rey grande autoridad, -y ser Lope Conchillos, Secretario, ambos aragoneses, y el Rey viejo -y cansado, calidades que, para que el Rey entendiese la verdad, no -poco desayudaban. Enviadas las cartas, proveyeron de otra industria -harto eficaz para contra los frailes, y ésta fué la que los demonios -tienen muy usada para que su reino prevalezca, y el de Cristo y la -verdad, que es los nervios que lo sustentan, estén siempre combatidos -y amortiguados y anden bambaleándose, y para ésto, por ministros de -sus maldades, aunque con especie de bien y bondad, trabaja con todo su -poder de poner personas espirituales, porque tomar los malos y de vida -depravada, fácil cosa seria, las cautelas y maldades artificiosas, que -para salir con su propósito emprende, entendérselas y desbaratárselas. -Ya se dijo arriba, en el libro II, cap. 3.º, como en el año de 502 -vinieron á esta isla ciertos buenos religiosos de la Orden de Sant -Francisco, cuyo Prelado y caudillo era un padre de presencia y religion -harto venerable, llamado fray Alonso del Espinal; éste, como se dijo, -era celoso y virtuoso religioso, pero no letrado, mas de saber lo que -comunmente muchos religiosos saben, y todo su estudio era leer en la -Suma angélica para confesar; á este venerable padre persuadieron todos -los Próceres de la ciudad que fuese á Castilla, por ellos, para hablar -y dar á entender al Rey, lo que los frailes dominicos habian predicado -contra lo que el Rey tenia ordenado, de tener los indios, y que, -teniéndolos, la isla estaba poblada de españoles, y se sacaba el oro y -á Sus Altezas las rentas se enviaban, y que, de otra manera, la tierra -no se podia sustentar, y que ésto habia causado grande escándalo y -alboroto en toda la isla é inquietud de las conciencias, y suplicase á -Su Alteza, por todos ellos, lo mandar remediar, y otras muchas cosas, -cuantas vieron que para la perseverancia de sus tiranías les podian -aprovechar. Finalmente, trabajaron enviar frailes contra frailes, por -meter el juego, como dicen, á barato. El bueno del padre francisco, -fray Alonso del Espinal, con su ignorancia no chica, aceptó el cargo -de la embajada, no advirtiendo que lo enviaban á detener en captiverio -é injusta servidumbre, en la cual era cierto perecer tantos millares -y cuentos de hombres, prójimos inocentes, como habian perecido, y al -cabo fenecieron sin quedar uno ni ninguno, como abajo parecerá, en lo -cual pecaban mortalísimamente, y eran obligados, _in solidum_, de todos -los daños y de lo que con esta tiranía adquirian, á total restitucion. -No sé yo cómo la ignorancia del padre dicho lo podrá excusar de no ser -partícipe de todos aquellos tan calificados pecados mortales. No osaré -afirmar que lo que aquí diré ayudase á aceptar tal cargo, y ésto fué -que en los repartimientos de los pasados, dieron uno á lo ménos, y yo -lo sé, al monesterio de Sant Francisco de la ciudad de la Concepcion, -en la Vega, para con que se mantuviese los religiosos que allí moraban, -y creo, que pues al de la Concepcion lo daban, que lo debieran de -dar al monesterio de la ciudad de Sancto Domingo, porque estos dos -monesterios habia de Sant Francisco en esta isla; otra casa hobo en la -villa de Xaraguá, pero no tenia sino dos, ó tres ó cuatro frailes, y -por eso no debieron de dalles indios. Del repartimiento de indios que -yo sé que dieron al monesterio de la Vega, no lo daban á los mismos -frailes, (lo cual áun fuera mejor para los indios, porque los tractaran -los religiosos con más piedad), sino que los quedaba á un vecino -español del pueblo, para que se aprovechase dellos, y enviase á los -frailes él la comida de cada dia; enviábales pan caçabí é ajes, que son -otras raíces, y carne de puerco, que todo era laceria (porque ni pan -de trigo, ni vino, sino era para las misas, ni lo comian, ni bebian, -ni lo vian), á seis ó ocho frailes que habia, y no creo que llegaban á -ocho, y echaba el vecino los indios á las minas, y era voz y fama muy -clara, que le cogian cada demora, que duraba ocho ó diez meses, 5.000 -castellanos ó pesos de oro, de las minas, y por ventura tenia más de -otras granjerías. Por manera, que, por título que daba de comer á los -frailes, perecian los desventurados de los indios, como los demas, en -las minas y en las otras granjerías. Tambien fué aquesta, no chica -ceguedad de aquellos religiosos, aunque buenos, cierto, no caer en el -gran peligro y daño que incurrian, pues, aunque no era cuasi nada de -valor lo que á ellos en aquella comida se les recrecia, todavía morian -los indios teniéndolos aquél con su título, y así digo, que no sé si -con la simplicidad de aquel padre, Prelado de todos ellos, aquello de -tener con nombre de Sant Francisco, de aquella manera aquellos indios, -para que aceptasen la embajada por los españoles contra los indios -y contra los frailes de Sancto Domingo, algun más motivo, y lo que -yo creo por cierto es, que todo lo que aquel padre hizo y hacia, era -con simplicidad é ignorancia, no advirtiendo en la maldad é iniquidad -que el mensaje y cargo que sobre sí tomaba contenia, y afirmo que, -de su bondad y religion, nunca duda tuve, porque él de mí, y yo dél, -teniamos y tuvimos mucha noticia. Ha llegado el tiempo de la partida: -no tuvo necesidad de andar con el alforja á mendigar las cosas que -habia menester, para su matalotaje, porque á él se lo aparejaron tal, -que si el mismo Rey se hobiera de embarcar no le fuera más, y quizá, -ni tan proveido, ni tan abundantemente aparejado, porque pensaban y -esperaban todos que por él habian de ser redimidos y remediados; y -el remedio era persuadir al Rey, que les dejase los indios en sus -repartimientos, sin que ninguno les fuese á la mano hasta acaballos, -como los acabaron. Escribieron todos en su favor, haciéndolo ya santo -canonizado, á quien Su Alteza podia dar todo el crédito que un santo, y -tan experimentado de los dominicos, que no sabian lo que se decian, que -ayer habian venido, y de los indios ni de la tierra tenian experiencia -de nada. Todo su bien y negocio creian que pendia de acreditar al padre -fray Alonso del Espinal, y desacreditar los dominicos, que contra sus -pecados habian predicado. Escribieron al obispo de Búrgos, D. Juan de -Fonseca, y á Lope Conchillos, Secretario, que todo lo gobernaban, -en favor del dicho padre, y al camarero Juan Cabrero, aragonés, del -Rey muy privado, y á todos los demas que sabian para con el Rey poder -ayudalle, y á los del Consejo Real, que para en las cosas de las Indias -se juntaban; porque no habia entónces Consejo de las Indias formado y -del Consejo real apartado. - - - - -CAPÍTULO VI. - - -Viendo los frailes de Sancto Domingo la diligencia y orgullo que toda -la ciudad traia, en enviar al padre fray Alonso del Espinal á Castilla, -para excusar las excusaciones de sus pecados y á ellos culpallos, -tractaron en su acuerdo (bien creo yo cierto, que no sin muchas y -afectuosas oraciones y lágrimas), que, ¿qué harian sobre este caso -no poco árduo? Deliberaron, al cabo, que fuese tambien á Castilla el -mismo padre fray Anton Montesino, que lo habia predicado, porque era -hombre, como se dijo, de letras, y en las cosas agibles experimentado, -y de gran ánimo y eficacia, para que volviese por sí é por ellos, y -diese cuenta y razon de su sermon, y de las razones que los habian -movido á determinarse de predicarlo. Esto determinado, salieron á pedir -limosna por el pueblo para la comida de su viaje; bien pueden creer -todos los que ésto leyeren, que no se le guisó tan presto como al dicho -padre, y que algunos baldones rescibirian de algunos desconcienciados, -aunque segun la santidad con que vivian, y dellos por la ciudad era -clara, en gran manera reverenciados. Y finalmente, no faltaron algunas -personas cuerdas y timoratas que les ayudaron para que el padre fray -Anton Montesino llevase que comer para su viaje. Partidos los padres -sobredichos, cada uno en su navío, el uno con todo el favor del mundo, -que por hombres se le podia dar, y el otro desfavorecido de todos, pero -puesta toda su confianza en Dios, por las oraciones de los que acá -quedaban, llegaron á Castilla sanos y salvos, y de allí fuéronse cada -uno por su camino á la corte, bien es de creer que primero fué cada uno -á dar cuenta á los Prelados de su Órden de su venida y negociacion. Y -como el Rey habia mandado llamar al Provincial de Castilla, y se le -quejó de los frailes que habia enviado á esta isla de haber predicado -cosas contra su servicio, y en escándalo de la tierra, encargándole que -lo remediase, como se dijo, luégo el Provincial escribió al Vicario -fray Pedro de Córdoba, y á todos, como el Rey estaba informado contra -ellos, haber predicado cosas contra su servicio y muy escandalosas, que -mirasen bien lo que habian dicho, y que, si eran cosas que convenia -retractarse, lo hiciesen, porque cesase tan grande escándalo como en -el Rey y en la corte se habia engendrado, diciendo primero que estaban -maravillados haber ellos afirmado cosa en el púlpito que no fuese digna -de sus letras y prudencia y hábito. Finalmente, la carta del Provincial -fué prudentemente moderada, por la mucha confianza que tenia de la -prudencia, religion y letras, del dicho padre fray Pedro de Córdoba, y -de los demas religiosos que con él estaban, segun el Rey habia mostrado -estar indignado por las informaciones que le habian hecho los de acá -por sus sacrílegas cartas. Llegado el padre francisco, fray Alonso del -Espinal á la corte, y entrado en palacio, recibióle el Rey como si -fuera el ángel Sant Miguel, que Dios le enviara, por la gran estima que -dél tenia ya el Rey, y por las cartas que de acá se le habian enviado, -y el secretario Conchillos, y el obispo de Búrgos, quizá, le habian -encarecido su persona y auctoridad; mandóle el Rey traer silla y que -se asentase, y, asentado, créese que favoreció la parte izquierda de -los que lo enviaban contra los frailes dominicos y contra los indios -desdichados, y la razon que para ésto se puede traer es, porque ni el -Rey le mandara sentar, ni desde allí fuera de todos tan venerado y áun -celebrado, porque siempre que venia á hablar al Rey le traian silla, -y el Rey le mandaba sentar; mandó asimismo, que siempre se hallase en -los Consejos, cada y cuando desta materia de los indios se tractase. -Cognoscido el favor que el Rey le daba, por todos los de palacio y -los de fuera de palacio, y que traia tan justa demanda, conviene á -saber, que los indios sirviesen á los españoles, y se sacase el oro de -las minas, y desta isla á España las riquezas se derivasen, no habia -puerta cerrada ni otro algun obstáculo para que las veces que quisiese -hablar al Rey no hablase, ni reverencia, ni besar de las manos y del -hábito, que por toda la corte no le sobrase. Llegó despues á la corte, -algunos dias, cuando pudo, el padre dominico fray Anton Montesino, -y sabido por todos que venia en contrario del padre francisco, -afirmando que no podian tener los indios, por ser contra razon y ley -divina, y violarse la natural justicia, todos lo aborrecian, ó al -ménos desfavorecian, y hablaban dél como de inventor de novedades y -escandaloso, y áun algunos de los favorecidos, y que por teólogos y -predicadores del Rey se tenian, presumieron de le decir palabras harto -soberbias y descomedidas. Llegaba á la puerta de la cámara del Rey, por -hablarle y darle cuenta y relacion de lo que habia predicado, y de la -ceguedad y crueldad que cerca de la injusta servidumbre y perdimiento -que los indios padecian, y la multitud que dellos en tan poco tiempo -habian perecido, y en llegando á la puerta, dábale el portero con la -puerta en lo ojos, y, con palabras no muy modestas, diciendo que no -podia hablar al Rey, le despedia. Esta es averiguada costumbre del -mundo, y áun regla general que Dios en todo él tiene, ó permitida ó -establecida, conviene á saber, que todos aquellos que pretenden seguir -y defender la verdad y la justicia sean desfavorecidos, corridos, -perseguidos y mal oidos, y, como desvariados y atrevidos, y monstruos, -entre los otros hombres tenidos, mayormente donde interviene pelea de -arraigados vicios; y la más dura suele ser la que impugna el avaricia y -codicia, y, sobre todas, la que no puede sufrirse como terribilísima, -si se le allega resistencia de tiranía. Por el contrario, los que -dan favor _directe_ ó _indirecte_, ó por ignorancia y simplicidad, -ó por agradar con buen ó mal intento, ó tambien, quizá, por su gran -malicia, á los negocios temporales y útiles que los hombres pretenden -para su crecimiento, segun lo que ellos en sí imaginan, puesto que -rebosen de falsedad y de injusticia, manifiesto es á todos, sin que se -produzcan testigos, cuánta parte suelen tener en todo lugar y entre -todas personas grandes y chicas, cuán estimados, cuán honrados y -venerados, cuán tenidos por cuerdos y prudentes; de lo cual se podrán -traer y colegir muchos ejemplos, asaz claros en esta Historia de las -Indias. Tornando al hilo, andando el dicho padre fray Anton Montesino -muy afligido y corrido, y así, desechado de todos, como he dicho, -principalmente de no poder hablar al Rey, llegóse un dia á la puerta -de la cámara del Rey, á rogar al portero que lo dejase entrar como -entraban otras personas, porque tenia cosas que informalle, que tocaban -mucho á su servicio; pero el portero, lo que las otras veces solia -hacer con él, hizo, el cual, como abriese á otro la puerta, no cuidando -que el religioso á tanto se atreveria, descuidado un poquito, el padre -fray Antonio y su compañero, que era un fraile lego, religioso, bueno, -con gran ímpetu entran dentro de la puerta en la cámara del Rey, á -pesar del portero, donde se hallaron cuasi junto al estrado del Rey; -dijo luégo el padre Montesino: «Señor, suplico á Vuestra Alteza, que -tenga por bien de me dar audiencia, porque lo que tengo que decir son -cosas muy importantes á vuestro servicio.» El Rey, benignamente le -respondió: «Decid, padre, lo que quisiéredes.» Llevaba el dicho padre -un pliego de papel, escripto por capítulos, de las crueldades, en -particular, que se habian hecho, en las guerras y fuera dellas, en los -indios vecinos desta isla, que habia bien visto y hallándose en ellas -el fraile que dijimos arriba, que, de los pecadores que las habian -perpetrado, habia el hábito de fraile lego rescibido. Llevaba tambien -por memoria en su pliego los tratamientos que, despues de los estragos -de las guerras, en el servicio y trabajos de las minas, y en los demas -les hacian. Hincóse, pues, de rodillas el padre fray Antonio, ante los -píes del Rey, y saca su memorial, y comiénzalo á leer, y refiere como -los indios, estando en sus casas y tierras sin ofender á ninguno desta -vida, entraban los españoles y les tomaban las mujeres, y las hijas, y -los hijos para servirse dellos, y á ellos, llevándolos cargados con sus -camas y haciendas, haciéndoles otros muchos agravios y violencias, los -cuales, no pudiéndolos sufrir, huíanse á los montes, y cuando podian -haber algun español desmandado, matábanlo como á capital enemigo; iban -luégo á hacelles guerra, y, para metelles el temor en el cuerpo, -hacian en ellos, desnudos, en cueros y sin armas ofensivas, estragos -nunca oidos, cortándolos por medio, haciendo apuesta sobre quién le -cortaba la cabeza de un piquete, quemándolos vivos, y otras crueldades -esquisitas; entre otras, le dijo, que burlando unos españoles entre -sí, estando cabe un rio, tomó uno dellos un niño de obra de un año ó -dos, y echólo por encima de los hombros en el rio, y porque el niño -no se sumió luégo, sino que estuvo encima del agua un poquito, volvió -la cabeza y dijo: «¿Aún bullís, cuerpo de tal, bullís?» Dijo el Rey: -«¿Eso es posible?» Respondió el religioso: «Ántes es necesario, porque -pasó así, y no puede dejar de ser hecho, pero como Vuestra Alteza es -piadoso y clemente, no se le parece que haya hombre que tal pudiese -hacer; ¿Vuestra Alteza, manda hacer esto? bien soy cierto que no lo -manda.» Dijo el Rey: «No, por Dios, ni tal mande en mi vida.» Acabados -los estragos y matanzas de las guerras, refiere las crueldades de -los repartimientos y mactamientos que se hacian en las ánimas, y los -otros trabajos, la falta de los mantenimientos y olvido de la salud -corporal, ni cura en sus enfermedades; de cómo las mujeres que se -sentian preñadas tomaban hierbas para echar muertas las criaturas, por -no vellas ó dejallas en aquellos infernales trabajos; el ningun cuidado -de dalles algun cognoscimiento de Dios, ni consideracion de las ánimas -más que si sirvieran de animales. Leido su memorial, y el Rey algo -lastimado y enternecido de oir cosas tan inhumanas, suplicóle que se -apiadase de aquestas gentes, y mandase poner el remedio necesario ántes -que del todo se acabasen; el Rey dijo que le placia y mandaria entender -con diligencia luégo en ello, y así, el padre fray Antonio se levantó, -y, besadas al Rey las manos, se salió, habiendo aquel dia, á pesar del -portero, bien negociado. - - - - -CAPÍTULO VII. - - -El Rey mandó luégo que con los de su Consejo, que para ésto mandó -señalar, se juntasen algunos teólogos; los del Consejo fueron en -aquel tiempo el obispo de Palencia, que despues fué de Búrgos, D. -Juan Rodriguez de Fonseca, de quien arriba se ha hecho hartas veces -mencion, y á quien, desde su descubrimiento, los Reyes cometieron la -gobernacion destas Indias, y era como Presidente, aunque no habia -Consejo por sí de Indias, como se ha dicho. El otro fué Hernando de -Vega, varon prudentísimo, y por tal estimado en toda Castilla; el -otro fué el licenciado Luis Zapata, persona prudente y principal -entre los licenciados, y más del Rey, que otro, querido, y que por la -auctoridad que alcanzaba con el Rey, con quien, segun era opinion de -muchos, sólo consultaba las mercedes que habia de hacer, por lo cual le -llamaban algunos el Rey chiquito; aunque éste y Hernando de Vega, y el -licenciado Móxica, no estoy cierto que entrasen en esta junta, despues -sí, muchas veces. Otro fué, de los que á esta junta concurrieron, el -licenciado Sanctiago, varon cristiano, y de muy buena voluntad. Fué -otro el doctor Palacios Rubios, doctísimo en su facultad de jurista, -estimado en ella más que todos, y por bueno y buen cristiano tambien -tenido, éste, como muy letrado é inclinado á escribir en derecho, -como muchas otras obras en derecho escribió, comenzó desde entónces -á escribir cierto libro que intituló: _De insulis Occeanis_, el cual -despues prosiguió y acabó siguiendo en el error de _Hostiensis_, -fundando sobre él el título que los reyes de Castilla tienen á las -Indias; y, cierto, si sobre aquella errónea y áun herética opinion, -sólo, estribara el derecho de los Reyes á las Indias, harto poco les -cupiera jurídicamente de lo que en ellas hay. Y ciertamente, mucho -parece que se alargó en el dicho su libro, pretendiendo dar sabor al -Rey, más que desabrille, por lo cual, quizá, permitió Dios que el Rey -le hiciese pocas mercedes, puesto que dél era harto bien querido. -Con todo esto, siempre, como de su natura era bueno, en cuanto pudo -favoreció á los indios, como abajo parecerá. Señalóse otro del Consejo -para esta congregacion, que fué el licenciado Móxica, tambien hombre -letrado y de virtud. Otro fué tambien nombrado, conviene á saber, el -licenciado de Sosa, que despues murió obispo de Almería, persona de -mucha virtud, y que favoreció mucho los indios, el tiempo adelante -desque fué más instruido, como el licenciado Santiago y el doctor -Palacios Rubios; estos fueron los de quien me acuerdo, no sé si me -olvido alguno. Con estos juristas mandó el Rey que se juntasen los -teólogos siguientes, conviene á saber: el maestro fray Tomás Durán, y -el maestro fray Pedro de Covarrubias, frailes de Sancto Domingo; fué -tambien nombrado un clérigo, predicador tambien del Rey, llamado el -licenciado Gregorio. Y porque por aquellos tiempos era estimado por más -señalado letrado el padre fray Matías de Paz, catedrático de teología -en la Universidad de Salamanca, fraile de la misma Órden de Sancto -Domingo, trabajó muy mucho el dicho padre fray Antonio Montesino que el -Rey lo enviase á llamar, que residia, siendo catedrático, como dijimos, -en Salamanca. La corte, cuando ésto se tractaba, estaba en Búrgos; de -los que estaban cabe el Rey, algunos, impedian que aquel padre maestro -fray Matías de Paz no se llamase, porque no querian tanta luz cuanta -creian que habia de dar en esta materia el dicho padre, y siempre se -cognosció, cada dia más y más, los que al Rey aconsejaban, huir este -negocio de los indios de claridad de la verdad, mayormente desque -los del Consejo comenzaron á tener parte interesal en los trabajos -y sudores, y muertes de los indios, como parecerá. Bien creo que no -eran todos, pero tambien sospecho que eran algunos, y quizá los más. -Finalmente, por la suma solicitud y diligencia del padre fray Antonio -Montesino, el Rey hobo de mandar que se enviase á llamar el dicho -padre maestro fray Matías de Paz; y como el padre fray Antonio fuese de -todos tractado por muy extraño, y todos los de la corte, al ménos de -los de palacio y de los oficiales y que desto tractaban, no lo pudiesen -ver ni áun pintado, vivia muy penado, porque todo se le encubria y no -sabia dónde atinar, ni á qué portillo acudir, ni qué remediar, temiendo -que en las juntas que se hacian, donde cada dia entraba el dicho padre -francisco, fray Alonso del Espinal, no habiendo quien volviese por -los indios, alguna cosa en su mayor perjuicio se determinase. Acordó -un dia de ir á Sant Francisco y esperar á la portería que saliese el -dicho padre fray Alonso para ir á la junta, de quien, como se ha dicho, -se hacia grande caudal, como ni del derecho ni del hecho supiese nada -para aprovechar, puesto que pudiera bien testificar muchas y grandes -tiranías, y crueldades, y obras inhumanas, que él y yo que ésto -escribo vimos juntamente, en destruccion de las gentes desta isla, -perpetrar. Saliendo, pues, del monasterio de Sant Francisco el padre -fray Alonso, llegóse á él el padre fray Antonio Montesino, y dijo que -le queria hablar; paróse á oille, y el padre fray Antonio hácele una -vehemente y cominatoria plática, diciéndole con vehemencia, como él -solia predicar: «Vos, padre, ¿habeis de llevar desta vida más deste -hábito andrajoso lleno de piojos que á cuestas traeis? ¿Vos, buscais -otros bienes más de servir á Dios? ¿Por qué os enfuscais con estos -tiranos? ¿Vos no veis que os han tomado por cabeza de lobo, para en sus -tiranías se sustentar? ¿Por qué sois contra aquellos tristes indios -desmamparados? ¿En ésto les pagais los sudores de que, hasta agora, vos -y vuestros frailes habeis comido? ¿Vos no habeis visto mejor que yo las -detestables crueldades, que, en las injustas guerras, contra ellos han -cometido, en las cuales os habeis presente hallado? ¿No sabeis y habeis -visto, y no dudais que hoy y cada dia los matan en las minas y en los -otros trabajos, con tanto olvido de humanidad, que á las mismas bestias -no pueden peor tratar? ¡y pluguiese á Dios que como á sus bestias los -tractasen! ¿Por qué, padre, quereis perder tantos años que habeis -traido á cuestas ese hábito, en tanta penitencia y religion, por cosa -que no echais en vuestra bolsa nada, sino por agradar, yendo los ojos -cerrados, á los que no se hartan de beber sangre humana, no viendo el -daño tan manifiesto que haceis á aquellos desventurados, sin persona -viviente que vuelva por ellos, haciendo obra como haceis, tan contra -justicia y caridad?» Estas y otras muchas palabras le dijo, con las -cuales le hizo temblar las carnes, porque, ciertamente, tenia especial -gracia y hervor en persuadir las cosas que tocaban al ánima, y tenia en -ello tanta eficacia, que pocos le oian que no saliesen compungidos ó -enmendados. En la ciudad de Sancto Domingo estaba una mujer sentenciada -á que la ahorcasen, y de tal manera sentia la muerte con impaciencia, -que no queria confesarse, y así iba impenitente y desesperada; llamaron -al padre fray Antonio Montesino, un poco ántes que la sacasen para la -justiciar, el cual le dijo así como entró, aspérrimamente aquestas -palabras: «¡Vos no os quereis confesar, mujer perdida! ¿No sabeis que -os habeis de ver dentro de un hora, delante el riguroso juicio de -Dios, que luégo os ha para siempre de condenar á las penas infernales? -¿Qué haceis, decid? Tornad, triste de vos, sobre vos, no os perdais.» -De tanta eficacia fueron estas palabras, que la mujer, como atónita -y asombrada, como si ya ardiera en las eternales llamas, pide que se -quiere confesar y comulgar, y ansí, contrita y contenta de morir, fué -ahorcada. Cuasi desta manera acaeció al padre fray Alonso del Espinal, -que tornando sobre sí (como en fin fuese buen religioso y no pecase -sino por ignorancia), dijo al padre fray Antonio Montesino: «Padre, -sea por amor de Dios la caridad que me habeis hecho en alumbrarme; yo -he andado engañado con estos seglares, ved vos lo que os parece que yo -haga y así lo compliré.» Respondióle: «Padre, que en todas vuestras -obras, pareceres y palabras defendais desta y desta manera los indios, -y siempre sed contra esos pecadores españoles, que sabeis vos cuánto -por destruillos con sus codicias trabajan; y cuando se tractare ésto, -responded ésto, y cuando viéredes cosa que convenga decirme, avisadme.» -Finalmente, desde adelante le fué buen amigo, y le daba aviso de lo -que en la congregacion se tractaba, de donde colegia el padre fray -Antonio lo que le convenia negociar y avisar á alguno ó algunos de los -que habia que le ayudaban, como era el doctor Palacios Rubios, y el -licenciado Santiago, y el licenciado Sosa. - - - - -CAPÍTULO VIII. - - -Estaban en la corte á la sazon, segun creo, Francisco de Garay, de los -antiguos desta isla, de quien habemos hecho arriba mencion, y haremos -más si á Dios pluguiere, y Juan Ponce de Leon, y un Pero García de -Carrion, mercader, hombre de auctoridad en su manera, y otros vecinos -desta isla, y que tenian en la servidumbre muchos indios, y habian -muerto hartos dellos por sus propias codicias é intereses; destos -algunos habian sido enviados por Procuradores sobre que el Rey les -diese los indios perpétuos, ó por tres vidas, como en el precedente -libro se dijo; otros, que habian ido por sus particulares negocios. -Todos estos, ó algunos dellos, fueron los primeros, segun yo entendí -y siempre tengo entendido, que infamaron los indios en la corte de no -saberse regir, é que habian menester tutores, y fué siempre creciendo -esta maldad, que los apocaron, hasta decir que no eran capaces de la -fe, que no es chica heregía, y hacellos iguales de bestias, como si -tantos millares de años que estas tierras estaban pobladas, llenas de -pueblos y gentes, y teniendo sus Reyes y señores, viviendo en toda paz -y sosiego, en toda abundancia y prosperidad, aquella que la naturaleza, -para vivir y multiplicarse _in immenso_ los hombres, requiere, hobieran -habido menester nuestras tutorías, las cuales, plugiera á Dios, que ni -ellos hobieran cognoscido, ni nosotros usurpádolas y usado dellas tan -contra justicia, porque dellos inmensos, en cuerpos y en ánimas, no -hobieran perecido, y de nosotros no se viera como se ha visto alguno, y -se verá muy mayor terrible castigo. Este menosprecio é infamia destas -gentes, por respeto de nosotros inocentísimas, les sucedió por nuestra -grande soberbia é inhumanidad, y por su gran mansedumbre, paciencia, -humildad y obediencia, que á todas las cosas las hallábamos á la mano, -y para cualquiera, por difícil que fuese, que las queríamos. Estos -hombres pecadores, ó algunos dellos, introdujeron esta mancilla, -informaron á la larga á los que entraron en la junta, y de creer es, y -yo así lo creo, que algunos de los que allí entraron, más propincuos á -las orejas del Rey, le informaban contra los indios lo que á los otros -oian, ó por que pensaban en ello defender, ó favorecer el título del -Rey, ó porque no les faltaba propósito, como al cabo pareció, de haber -y tener, siendo ellos absentes y viviendo en la corte, para embolsar -oro, indios. Este fué siempre, desde aqueste tiempo principalmente, -aunque tambien comenzaron desde el año de 500, como pareció en el -libro II, cap. 1.º, hasta hoy que es el año de 1559, el fin de los -españoles; y así lo entablaron por todo este orbe, conviene á saber, -infamar y decir cuantos males podian hacer creibles de los indios, y -por principal, que eran bestias y holgazanes y amaban la ociosidad, y -que no se sabian regir, por fingir necesidad que pareciese convenir -tenerlos y servirse dellos en aquella infernal servidumbre en que los -pusieron, diciendo ponerlos en policía y para los hacer trabajar, y -que así Dios y el Rey serian dellos servidos. Ya está visto arriba, -en los dos libros precedentes, la policía en que los pusieron, y el -fructo que Dios y el Rey por sus tutorías de los indios sacaron, como -sea ya manifiesto, y áun confesado por los mismos destruidores de los -indios, cuán justamente, en muchas partes destas Indias, pudieran los -indios poner á los españoles en más razonable y humana policía, y mejor -regimiento que ellos traian y áun tenian en Castilla. Juntados, pues, -los letrados muchas veces, y platicado sobre la gobernacion que debia -ponerse á los indios desta isla, porque de las demas partes deste orbe -no se tractaba, porque no habia españoles si no en ésta y en la de -Sant Juan, y de Jamáica, y ninguno en la tierra firme; habidas todas -las falsas informaciones que los seglares quisieron dar, y la cierta, -que el padre fray Antonio Montesino dar pudo, (y ésta consistia en -que las gentes infieles, mayormente aquestas, debian ser traidas á -la fe con dulzura, y amor, y libertad, y dádivas, y no con aspereza, -servidumbre y tormentos como estos padecian, como se lee de Sant -Silvestre, que atraia los gentiles á la fe con dones que les daba, y -que la servidumbre que estas padecian, era condenada por Dios, como -parecia por Ecequiel, cap. 34, _Væ pastoribus Israel qui pascebant -semet ipsos_, que eran amenazas contra el Rey, si no los remediaba; -decia, eso mesmo, que decir que aquestas gentes eran incapaces de la -doctrina y de la fe, era contradecir á la bondad y omnipotencia de -su Hacedor, etc.), determinaron los susodichos teólogos y juristas, -al cabo, las siguientes proposiciones, que, aunque hervia la infamia -contra los indios, no pudieron negar en las dos primeras ser libres los -indios, y deber ser como libres tractados, aunque en las siguientes van -oliendo y sabiendo á la sustentacion de la tiranía, que era el fin que -los infamadores y los que los oian de grado, y favorecian, y esperaban -tener tambien sus provechos, pretendian. - -«Muy Poderoso Señor: Vuestra Alteza nos mandó que entendiésemos en ver -en las cosas de las Indias, sobre ciertas informaciones, que cerca -dello á Vuestra Alteza se habian dado por ciertos religiosos que habian -estado en aquellas partes, así de los Dominicos como de los Franciscos, -y vistas aquellas, y oido todo lo que nos quisieron decir, y áun habida -más informacion de algunas personas que habian estado en las dichas -Indias, y sabian la disposicion de la tierra y la capacidad de las -personas, lo que nos parece á los que aquí firmamos, es lo siguiente: -Lo primero, que pues los indios son libres y Vuestra Alteza y la Reina, -nuestra señora (que haya sancta gloria), los mandaron tractar como á -libres, que así se haga. Lo segundo, que sean instruidos en la fe, -como el Papa lo manda en su bula, y Vuestras Altezas lo mandaron por -su Carta, y sobre ésto debe Vuestra Alteza mandar que se ponga toda -la diligencia que fuere necesaria. Lo tercero, que Vuestra Alteza les -puede mandar que trabajen, pero que el trabajo sea de tal manera, que -no sea impedimento á la instruccion de la fe, y sea provechoso á ellos -y á la república, y Vuestra Alteza sea aprovechado y servido por razon -del señorío y servicio que le es debido por mantenerlos en las cosas -de nuestra sancta fe y en justicia. Lo cuarto, que este trabajo sea -tal, que ellos lo puedan sufrir, dándoles tiempo para recrearse, así en -cada dia como en todo el año, en tiempos convenibles. Lo quinto, que -tengan casas y hacienda propia, la que pareciere á los que gobiernan -y gobernaren de aquí adelante las Indias, y se les dé tiempo para que -puedan labrar, y tener, y conservar la dicha hacienda á su manera. -Lo sexto, que se dé órden, como siempre tengan comunicacion con los -pobladores que allá van, porque con esta comunicacion sean mejor y -más presto instruidos en las cosas de nuestra sancta fe católica. Lo -setimo, que por su trabajo se les dé salario conveniente, y ésto no en -dinero, sino en vestidos y en otras cosas para sus casas.--_Johannes, -Episcopus Palentinus, Comes._--_Licenciatus Sanctiago._--_El Doctor -Palacios Rubios._--_Licenciatus de Sosa._--_Frater Thomas Duran, -Magister._--_Frater Petrus de Covarrubias, Magister._--_Frater Mathias -de Paz, Magister._--_Gregorius, Licenciatus._» - -Por estas siete proposiciones parece cuán buena intencion tuvieron -los letrados, y cuánto se desviaban de las infamias que se habian -levantado á los indios por los que los tenian y querian tener opresos -en servidumbre perpétua. Todavía en la tercera, cuarta, y quinta, y -sétima, pareció que suponian que los indios habian de estar repartidos -y en poder de los españoles como los tenian; pero poníanles algunas -limitaciones, porque les faltó clara y particular informacion, la -cual, áun el mismo padre fray Antonio Montesino, como habia poco que -era venido á esta isla, complida no tenia, como despues la pudiera -dar muy más larga. Faltóles noticia de las multitudes de los pueblos -pacíficos, y señores, y Reyes desta isla, y la gobernacion natural, -y policía ordenada, cuanta, sin fe y cognoscimiento del verdadero -Dios, puede tenerse para vivir en paz, y abundancia, y prosperidad, -y crecimiento _in immenso_, como dije, que tenian. Faltóles tambien -cognoscimiento de la imposibilidad de poder vivir, y no perecer como -perecieron, teniéndolos los españoles repartidos, y así ignoraron que -aquella manera de servidumbre despótica ó de esclavos, y no de hombres -y gentes, como ellos determinaron, que eran libres, y así carecieron -totalmente de la lumbre y claridad, y verdad del hecho. Contra lo cual, -mirando el maestro fray Matías de Paz más en esta materia, compuso un -tractado en latin, en obra de quince dias, desterrando é impugnando -el modo de servirse de los indios despótico, y probando que habian -de ser gobernados como personas y gentes libres, donde pone aquesta -conclusion y es la tercera: _Auctoritate Summi Pontificis el non aliter -licebit Catholico atque invictissimo Regi nostro supradictos indos -regali imperio seu politico, non autem despotico, regere, atque sic -perpetuo sub suo dominio retinere_. Y en el primer corolario de aquella -conclusion, dice así: _Unde quicumque eos hactenus servitute despotica -premuit, postquam sunt ad fidem conversi, ad restitutionem de damno -et lucro propter talem servitutem dumtaxat necessario tenetur_. Por -manera, que reprobó y condenó la manera de servirse de los indios, por -el repartimiento, por despótico y de esclavos, como en verdadera verdad -lo era, y, por consiguiente, el mismo repartimiento, y determinó ser -obligados los españoles, que así de los indios se habian servido, á -restitucion de todo lo que con ellos habian adquirido, y de los daños -que por ello rescibieron. ¿Y quién de ellos, aunque el Rey les ayudara -con su Estado, pudiera restituir los daños que, tan innumerables gentes -como habia en esta isla, de los españoles padecieron, pues todas, por -los trabajos y amargos é inhumanos tractamientos, en las minas y en los -otros pestilentes ejercicios, por sus cudicias, perecieron? - - - - -CAPÍTULO IX. - - -Determinadas estas siete proposiciones, dijeron de partes del Rey á -los dichos letrados, teólogos y juristas, que hiciesen ó ordenasen -leyes, esplicándolas, porque eran como principios que incluyen dentro -de sí muchas particulares reglas. Los letrados no quisieron, porque no -se atrevieron, diciendo que ellos habian determinado aquellas reglas -universales, que hiciesen las leyes ellos, las cuales tanto serían más -justas cuanto más se acercasen y conformasen con aquellos principios, y -tanto injustas cuanto se desviasen dellos, por consiguiente. Y porque -todos anhelaban y todo su cuidado y solicitud era que los indios no -saliesen de poder de los españoles, sino que los repartimientos se -perpetuasen, (todos, digo, los que desta isla que tenian indios, -estaban en la corte, y muchos de la corte que pensaban rodear de tener -en ellos parte, quizá por los mismos desta isla, poniéndoles interese -grande delante, porque fuesen en que los indios siempre se repartiesen, -de lo cual yo nunca dudé, ni agora dudo), despues de haber muy bien -informado de las infamias de los desmamparados indios á todos los de la -corte, y en especial al licenciado Gregorio, que se habia hallado en -hacer las susodichas siete proposiciones, y á otro predicador del Rey, -fraile de Sancto Domingo, llamado fray Bernardo de Mesa, que despues -fué nombrado para Obispo de la isla de Cuba, puesto que nunca fué allá, -y al cabo murió obispo de Elna, en Cataluña, gracioso predicador, -á los cuales dos hallaron, para rescibir sus falsas informaciones, -más benévolos y aparejados, rodeóse por los ministros, creo yo, de -Satanás, que el Rey les mandase ó de su parte se les mandó ó cometió, -que cada uno destos dos predicadores reales, diese por escripto, en la -materia, su parecer. El dicho padre fray Bernardo de Mesa comprendió -el suyo dentro de siete proposiciones. La primera fué, que el Rey era -obligado á trabajar con gran diligencia, tanta y mayor que habia puesto -en adquirir el estado de acá, en que los indios, moradores naturales -destas Indias, se convirtiesen á la fe y la amasen, no solamente -enviando Prelados, más áun otros predicadores celosos, si aquellos no -bastasen, para su conversion é instruccion en las buenas costumbres; -y ésto por el estrecho mandamiento que el Papa le puso por su bula -de la donacion, en la cual se mostraba claramente, que una de las -principales cosas que le movió á hacer la dicha donacion, fué para que -la fe se plantease en aquellas tierras, y con ella las otras virtudes, -tanto cuanto fuese posible. La segunda, que siendo los indios, como -lo eran, súbditos vasallos de Su Alteza y no siervos, justamente se -les podrán imponer y pedir servicios tales, que fuesen dentro de los -límites de vasallos, porque los indios no eran siervos por derecho, -porque no fueron conquistados al principio por la introduccion de la -fe, ni por razon de su infidelidad, porque la infidelidad en ellos no -era pecado; ni ménos son siervos por compra, ni ménos son siervos por -natividad, porque naturalmente todos los hombres son libres, ni ménos -eran siervos por la estimacion de Su Alteza, ni de la reina doña Isabel -de gloriosa memoria, que siempre los llamaron libres, y era manifiesta -señal de libertad. Y dice que él no via otra razon de servidumbre sino -la natural, que era falta de entendimiento y capacidad, y la falta de -la firmeza para perseverar en la fe y buenas costumbres, porque aquella -es una natural servidumbre, segun el filósofo, ó por ventura, son, -dice él, siervos por la naturaleza de la tierra, porque hay algunas -tierras á las cuales el aspecto del cielo hace siervas, y no podrian -ser regidas si en ellas no hobiera alguna manera de servidumbre, como -en Francia, Normandía, parte del Delfinazgo, siempre han sido regidas -mucho á semejanza de siervos; mas como quiera que sea, los indios no -se pueden llamar siervos, aunque para su bien hayan de ser regidos con -alguna manera de servidumbre, la cual no ha de ser tanta que les pueda -convenir el nombre de siervos, ni tanta la libertad que les dañe, pues -para su bien fueron dados, principalmente á los reyes de Castilla, y no -para el de los Reyes, puesto que justamente se les piden á estos los -servicios, y ellos son obligados á los dar, etc. La tercera, que pues -los indios habian de dar el dicho tributo y servicio á su Príncipe, y -no tienen manera para le dar otro, sino el personal, que aquel se les -debe pedir y ellos lo deben de dar, por cuanto el tributo ó servicio -que al Rey se hace, ó ha de ser de las riquezas ó de la persona; los -indios no poseen riquezas naturales ni artificiales, como saben los -que han visto su tierra, resta luégo que el servicio ha de ser hecho -con la persona en las cosas que más convenientes fueren á su Rey y -señor. La cuarta, que pues los indios eran dados al Rey para su bien, -y la ociosidad es el mayor mal que ellos pueden tener, que debia Su -Alteza con gran estudio trabajar de les quitar el daño depravado -de la ociosidad, mandándolos siempre ocupar en algunos ejercicios -espirituales ó corporales, que en la verdad, aunque la ociosidad sea -madrastra de todas las virtudes en todas las naciones, mucho más lo es, -dice él, en los indios, que eran habituados y criados en el pecado de -la idolatría y en otros pecados, los cuales reverdecen y crecen con la -ociosidad, y por ésto fueron reprendidos ágriamente por el Señor, los -que fueron hallados ociosos todo el dia en el mercado; y Sant Pablo -dice: «El que no quiere trabajar no coma, etc.» La quinta proposicion, -que para evitar el dicho vicio de la ociosidad y los otros vicios que -della se siguen, era lícito que Su Alteza repartiese los indios entre -los fieles de buena conciencia y de buenas costumbres, los cuales, -allende de los ocupar, les enseñen las cosas de la fe y de las otras -virtudes; bien parece ser ésto lícito, porque los indios no conviene -que sean ocupados por otros de su misma nacion, que seria incurrir en -los inconvenientes que deseamos huir, é asimismo porque no podrán ser -enseñados por sus Caciques, que son ignorantes, como ellos, en las -cosas de la fe, de donde se sigue que han de ser puestos en manos de -quien los pueda aprovechar, ansí en la doctrina como en la ocupacion -y ejercicio, y desta proposicion, muy poderoso señor (dice el padre -fray Bernaldo), se sigue un corolario, que á mi parecer, ser necesario -á la seguridad de la conciencia de Vuestra Alteza, y es, que los -indios no han de ser dados indiferentemente á todos, sino á personas -calificadas, con tales cualidades, que se pueda conseguir el efecto -de la buena ocupacion y buena doctrina, que, para los indios, Vuestra -Alteza es obligado á procurar. La sexta es, que los fieles, á quien -los indios por el repartimiento fueren concedidos, son obligados á les -dar suficiente mantenimiento, y moderar sus trabajos de tal manera que -no sean exasperados, ni aborrezcan la fe, ni las buenas costumbres -de los fieles. La sétima es, que Vuestra Alteza les debe tasar los -trabajos y el mantenimiento, y darles propia hacienda, como á libres, -y casas, é imponerles en la policía conveniente á su capacidad, y pues -Dios les hizo merced de los traer al servicio de Vuestra Alteza, debe -procurar que sientan que no son siervos, sino libres debajo del yugo -de Jesucristo, nuestro Salvador. Y al presente, muy poderoso señor, -ésto es lo que se me ofrece en esta materia, mayormente que sé que -por lo que otros han escripto, está la materia asaz suficientemente -declarada, aunque en palabras breves. Resta agora satisfacer á algunas -auctoridades que á algunos les parece que hacen en contrario de lo -que habemos dicho, y especialmente á una auctoridad de Ezequiel, cap. -34, en que son los superiores reprendidos, que apacientan á sí mismo -de la leche del ganado, olvidando apacentar las ovejas; y, cierto, yo -no dudo, muy poderoso señor, sino que si Vuestra Alteza descuidase de -proveer de pasto espiritual á los indios, y de justicia y remedios -posibles para su salvacion, que la conciencia de Vuestra Alteza -podria tener escrúpulo, por la auctoridad sobredicha, en la cual se -dice: «Væ», que es señal de pena eterna en la Sagrada Escriptura. -Mas con la provision de los Prelados y otros predicadores, y con el -Consejo y justicia que Vuestra Alteza allá tiene, y con las ordinarias -provisiones que Vuestra Alteza acá me parece que hace, creo que es -libre de la maldicion de la dicha auctoridad. Asimismo dicen, que -los indios y todos los nuevamente convertidos han de ser tractados -con dulzura y libertad, lo cual prueban con muchas auctoridades, las -cuales todas son de conceder, si la dicha dulzura y libertad no empece -á la conversion y perseverancia de los indios; mas siendo verdad que -libertad absoluta daña á los indios, por su mala disposicion, como -probamos en la segunda proposicion, digo que las auctoridades no -harian al propósito, porque todas ellas hablan en caso que aproveche -la dulzura de la libertad, que, en la verdad, no hay otra libertad -verdadera, sino aquella servidumbre que nos estorba el pecado, el cual -verdaderamente nos hace siervos. A lo que dicen que el Papa Silvestre -y otros sanctos parece que han prometido y dado dones á los nuevamente -convertidos, digo, que este ejemplo presupone que los indios tengan -aficion á las riquezas, y habilidad para distinguir entre rico y -pobre, como lo tenian aquellos á quien Sant Silvestre hablaba, mas no -gozándose los indios con los dones, más que los perricos y corderos con -el bocado que bien les sabe, no há lugar el ejemplo. Dicen más, que -esta incapacidad que ponemos en los indios, contradice á la bondad y -potencia de su Hacedor, porque es cierto que, cuando la causa produce -efecto tal que no pueda consegir su fin, que es alguna falta de la -causa, y así, será falta de Dios haber hecho hombres sin capacidad -bastante para rescibir fe y para salvarse; y así, por cierto, yo creo, -que ninguno de sano entendimiento podrá decir que en estos indios no -haya capacidad para rescibir la nuestra fe, y virtud que baste para -salvarse y conseguir el último fin de la bienaventuranza. Mas yo -oso decir que hay en ellos tan pequeña disposicion de naturaleza y -habituacion, que, para traerlos á rescibir la fe y buenas costumbres, -es menester tomar mucho trabajo, por estar ellos en tan remota -dispusicion, y dado que reciban la fe, la naturaleza dellos no les -consiente tener perseverancia en la virtud, quier por ser insulares, -que naturalmente tienen ménos constancia, por ser la luna señora de -las aguas, en medio de las cuales moran los insulares, quien por -los hábitos viciosos, que siempre inclinan á actos semejantes; así, -de donde se sigue, que aunque ellos tengan capacidad para rescibir -la fe, no por eso se quita que no sea necesario tenerlos en alguna -manera de servidumbre, para mejor disponerlos y para constreñirlos á -la perseverancia, y ésto es conforme á la bondad de Dios, etc. Esto es -todo el parecer que dió el dicho padre fray Bernaldo de Mesa. - - - - -CAPÍTULO X. - - -En todo lo cual, que dicho ha, parece cuán bien informado fué de los -que desta isla en la corte á la sazon se hallaron, y cuánto crédito -les dió al abatimiento é infamia destas gentes, que todo cuanto en -estos capítulos dijo lo fundó en la inhabilidad, y cuasi aniquilacion -de hombres, quitándoles todo cuasi el ser humano, nunca habiendo -visto indio alguno, más de la relacion de los seglares que morian por -matallos, chupándoles por sus codicias la sangre, no curando de se -informar del padre fray Antonio Montesino, á quien debiera dar más -crédito, como á hombre religioso y letrado, y cognoscido en el reino -por tal, y de su Órden, que cognoscia los indios é iba de acá, y que no -pretendia interese temporal alguno, más de volver y defender aquestas -gentes inocentes, de todos desmamparadas, y de todos destruidas y -consumidas, sólo por la excesiva y ardiente llama del ambicion y -codicia de los de nuestra nacion, ántes buscó soluciones frívolas para -responder á las razones y auctoridades que el dicho padre fray Antonio -alegaba, y defender su error, concebido solamente de aquellos que en -cualquiera juicio meritísimamente fueran repelidos como capitales -enemigos, interesales, y lobos hambrientos despedazadores, con verdad -hablo, destas ovejas mansísimas, que, de tan inmenso número, habian -destruido y disminuido. Fuera bien preguntar á aquel padre, y yo se -lo preguntara cuando lo cognoscí despues, si supiera que tal parecer -habia dado, si los insulares de Inglaterra, y de Sicilia, y de Candía, -ó los más cercanos de España, los baleares, ó mallorquinos, fuera bien -repartillos entre otras gentes, porque la luna señorea las aguas. -Item, los de Normandía y parte del Delfinado, si los repartieron como -atajos de ganados, por razon de predicarles la fe ó poner en policía, -y otras virtudes dotarlos. No imaginó aquel padre, sino que las gentes -desta isla debian ser algunas manadas de salvajes de hasta 3 ó 4.000, -como ganado en alguna dehesa, que se podian repartir entre algunas -buenas personas para que las enseñasen, y de la vida salvaje reducillos -á vida y costumbres más urbanas; y si él no fuera tan crédulo á los -seglares, y cegarse ó cerrarse con sólo aquello que les referian, en -lo cual debiera estar recatado y sospechoso si á aquellos les iba -en lo que decian algo, debiera de interrogar (pues que la cosa era -de tan gran importancia, y á dar parecer sobre lo que no sabia se -determinaba), cuántas gentes habia en esta isla, y si tenian pueblos y -quien los rigiese y gobernase, y si vivian en paz, y si comian ó morian -de hambre, ó si vinieron los españoles á hartallos, y haciendo esta -inquisicion, hallara que en esta isla habia sobre tres ó cuatro cuentos -de ánimas, que tenian sus pueblos y poblaciones ordenadas, como habia -cinco Reyes, y cinco reinos principales, y otros infinitos señores que -á aquellos obedecian, la abundancia de los mantenimientos y las grandes -labranzas, con las cuales infinitas veces hartaron las hambres y dieron -las vidas á los holgazanes españoles, que de ociosos y holgazanes -los infamaron, como todo lo dicho queda en los libros superiores -asaz probado y declarado. Y cosa es ésta maravillosa, y con verdad -hablo, que ninguna gente del mundo jamás se vió tan ociosa, inútil, -ni holgazana, que los españoles que á esta isla vinieron y vienen, -y á todas estas partes, y que del vicio pestilencial que ellos son -maculados y señoreados, hayan tan falsamente y tan perniciosa á estas -gentes infamado. Estas gentes, como no pretendian más de naturalmente -vivir y sustentarse y no atesorar, lo que la perfeccion evangélica -reprueba y daña, y las tierras tenian tan felices y abundantes, que con -muy poco trabajo, todo lo necesario alcanzaban, todo el demas tiempo -en sus cazas, y pesquerías, y sus fiestas y bailes, y en ejercicios de -sus manos, en cosas que hacian harto delicadas, careciendo de hierro -y instrumentos, como en el primero libro, pero más largo y muy claro -en nuestra Historia apologética demostramos, se ocupaban, y así no -estaban del todo ociosos mano sobre mano; tenian tambien sus guerras -de cuando en cuando, unas provincias ó reinos con otros, sobre algunas -causas. Concedemos que, segun la diligencia y solicitud ferviente, -y infatigable cuidado que nosotros tenemos de atesorar riquezas, y -amontonar bienes temporales por nuestra innata ambicion y codicia -insaciable, que podrán ser aquestas gentes por ociosas juzgadas, -pero no segun la razon natural y la misma ley divina y perfeccion -evangélica, que, como dije, la parcidad y contentamiento, con sólo lo -necesario, destas gentes aprueba y loa, y nuestra ánsia y demasiada -soberbia, solicitud y codicia detesta, y da por condenada; y como á -gente acostumbrada á poco trabajar, por las razones dichas, viviendo -en abundancia, sobrevino tanta priesa y tanto cuidado de los españoles -por ser ricos, á lo cual se siguieron los intolerables trabajos como se -pasan en sacar oro, que son trabajos infernales, y los indios fuesen -forzados á pasar de un extremo á otro, juzgue quien quiera que sea, -si tuvieron razon de sentir los trabajos y tenerse por agraviados, -por lo cual se huian á los montes, como el buey ó la res huye de la -carnicería por instinto natural, cuanto más los hombres racionales que -habian experimentado su reposo, y trabajo para sí moderado, siendo -señores de sí mismos y de sus casas, y se vian puestos en tantos -tormentos y amarguras, de la vida pasada tan exorbitantes, y morir -para provecho de aquellos que cognoscian no tener otro fin, sino, por -haber oro, consumillos, gastallos y acaballos, y de aquesta huida de -aquella vida infernal y desesperada, nació y tomaron los españoles -su principio para de ociosos y holgazanes infamallos. Y porque se -conozca claro si tuvieron causa y razon de huir á los montes, é si -pudieran meterse debajo de la tierra y dentro de sus entrañas, y no -parezca que encarecer tanto los trabajos de las minas es cosa fingida -y demasiadamente exagerada, quiero traer aquí lo que dice Diódoro, -antiguo historiador y de mucho crédito entre los antiguos, de los -trabajos que trae consigo el oficio de sacar el oro, puesto que en -el libro II, cap. 3.º, queda tambien relatado. Cuenta en el libro -IV, cap. 2.º, que los Reyes de Egipto á todos los que cometian crímen -alguno digno de muerte, y á los enemigos que prendian en las guerras, -y á los que calumniaban falsamente á otros, y á los que, por ira del -Rey, eran condenados á cárcel, por pena los echaban á las minas á sacar -oro; á estos, porque por los trabajos intolerables no se huyesen, los -echaban en hierros, y poníanles soldados de diversas lenguas, que -con suma diligencia los guardaban, para que, no entendiéndose, unos -con otros no hablasen, y así no cobrasen amistad con alguno, y por -ruegos, ó por amor, ó compasion lo soltasen, á los cuales se daba -tanta priesa y tan importuno trabajo, que de noche ni de dia no se les -daba chica ni grande holganza. Sobre los trabajos añidíanles injurias, -afrentas, azotes y palos; allí no perdonaban á viejos, ni á mujeres, -ni á muchachos, y á niño y á cada uno daban su oficio, unos cavaban, -otros molian las piedras que suelen estar con el oro entrañadas. -Andaban todos desnudos sin tener con que sus partes secretas se -tapasen, todos sucios y enlodados, tanto, que ninguno los via, que -tuviese alguna parte de humanidad, que de tanta calamidad no hobiese -lástima, porque ninguna piedad, ningun descanso, ninguna holganza se -les daba, que fuese viejo, que estuviese enfermo, que la fiebre ó otro -dolor y mal le fatigase, fuese mujer ó hombre, con carnes ó flaco, -ninguna misericordia con ellos se usaba, ántes con palos y azotes al -continuo trabajo eran forzados, hasta que de flaqueza y angustia los -desventurados echaban el ánima; muchos, por temor de vivir vida tan -amarga, escogian la muerte por más descanso, y así se mataban. Así lo -dice Diódoro: _Ægipti enim reges crimine damnatos, omnes ac ex hostibus -captos, insuper ob aliquam falsam calumniam aut regum iram in carcerem -detrusos, auro effodiendo deputant, simul sumpta facinorum pæna, et -magno quæstu ex eorum labore percepto, illi compedibus vincti, magnus -hominum numerus absque ulla intermissione die nocteque exercentur, -nulla neque requies concesa; omnique ablata fugiendi facultate, nam -barbari milites diversa invicem lingua, eorum custodiæ præsunt, quorum -nullus sermonis comercio sublato aut precibus aut amore potest -corrumpi._ Et infra: _Ab hoc labore nunquam conquiescunt, contumeliis -verberibusque ad continuum opus coacti._ Et parum infra: _Omnibus -horum corporis illuvies neque veste ulla operiente pudenda, nemo est -quin eo aspectu fedo tetroque motus, tantæ misereatur calamitatis. -Sed nulla pietas, nulla requies, nulla venia illis datur, sive æger, -sive febricosus, sive senes, sive feminæ debiles fuerint, sed plagis -omnes ad continuum opus coguntur quoad miseri ex debilitate deficiant. -Sunt qui timore futuræ vitæ, quæ presenti putant pena deteriorem, -mortem vitæ preferant._ Y porque más copiosamente se pruebe qué vida -y descanso suceda el oficio de sacar oro á los que lo sacan, quiero -tambien traer aquí lo que el mismo Diódoro, libro VI, cap. 9.º, refiere -que con esta obra y ejercicio padeció España. Despues que los romanos -sojuzgaron á España, los italianos, con ánsia de se enriquecer, como -lo hicieron, entrar en la misma granjería acordaron; compraron gran -copia de esclavos españoles que habian captivado los romanos, y -metiéronlos en las minas de oro y plata; los esclavos que en aquellas -minas trabajaban traian á sus señores grande ganancia, mas como de dia -y de noche ocupados estuviesen en los trabajos, muchos morian por el -demasiado y excesivo trabajo, como quiera que ninguna holganza se les -daba, ántes, con azotes y palos, al continuo ejercicio los forzaban, -y muy raros eran los que vivian vida larga, sino eran los que de -fuerzas y vigor del ánimo hacian á los otros alguna ventaja, á los -cuales, empero, la muerte, mucho más que la vida, por la grandeza de la -miseria, era deseada. _Postea cum Romani Iberiam subegissent, Italici, -qui lucri cupiditate id sibi opus sumpsere, maxime ex eo ditati sunt; -emptam enim servorum copiam ad effodienda metalla deputant, qui variis -locis metallorum venas scructati._ Et infra: _Servi qui ad hæc metalla -deputati sunt, incredibilem quæstum afferunt dominis, verum cum die -noctuque in labore perseverent, multi ex nimio labore moriuntur, -cum nulla eis ab opere detur requies, aut laboris intermissio, sed -verberibus ad continuum opus coacti, raro diutius vivunt. Robustiori -quidam corpore et animi vigore, plurimum temporis in ea versantur -calamitate, quibus tamen ob miseriæ magnitudinem mors est vita -optabilior._ Yo digo verdad, como cristiano, que lo mismo que Diódoro -dice en estos dos ambos lugares, sin alguna cosa faltar, se cumplió y -cumplia en las gentes desta isla que traian los españoles en las minas, -y así, porque huian desta pestilente calamidad, decian los españoles -que de haraganes y ociosos lo hacian; y ésto entendió y creyó el padre -fray Bernardo dellos mismos, más de lo que debiera, y por eso trabaja -en su parecer dar remedio para que no estén ociosos los indios. - - - - -CAPÍTULO XI. - - -Debiera tambien considerar el padre fray Bernardo, habiendo primero -hecho la dicha indagacion é interrogacion, que pues tenian sus pueblos -y grandes poblaciones, y tenian sus Reyes y señores muy grandes, y de -grande tierra, y gentes y señorío, y vivian en paz, y tenian tanta -abundancia de provisiones, y cada uno estaba contento con lo suyo, que -aquesto era señal de guardarse entre ellos justicia, porque la paz y -sosiego de los pueblos, y vivir cada uno seguro, y ser señor de lo -suyo, donde concurre multitud de gente, no suele conseguirse sino donde -hay órden y justicia, segun el Filósofo, y tambien Sant Agustin lo -afirma y es claro de sí. Pues donde hay Reyes y señores, y obediencia -grande á ellos, y hay órden, justicia y paz, y cada uno está en su -casa seguro, contento con lo que tiene, y ésto tiene en abundancia -para sustentar la naturaleza humana, y cada dia crece la gente, como -estas naciones crecian en inmenso, y las vimos con nuestros ojos ser -sin número, no debia ser desordenada ni mala su policía; y si contenia -su policía todas las partes que están dichas, como es verísimo y fué -manifestísimo, y á una voz todos lo confiesan, muertos y vivos, que -ninguno lo niega, áun los que no lo vieron, por ser cosa manifestísima, -despues áun de asolada esta isla, no tenian falta de entendimiento, -ni por consiguiente eran siervos por natura por ello, y tampoco por -la naturaleza de la tierra, ni por el aspecto del cielo, como los -destruidores dellos levantaron, y el padre fray Bernardo, dándoles -algun crédito, en su proposicion segunda dice; y fué harto demasiado, -y temerario en lo que en la postrera solucion que dió, dijo, afirmándo -lo que nunca vido ni supo, conviene á saber, que osaba decir haber en -los indios tan pequeña dispusicion de naturaleza, que, para traerlos á -la fe y buenas costumbres, era menester tomar mucho trabajo, por estar -en tan remota dispusicion. Mala, y no prudentemente dicho; y bien dijo -que osaba decir, porque osar decir es atreverse, y el atrevimiento -importa vicio digno de reprension, donde parece cuánto crédito dió á -los capitales enemigos de los indios. Esto es verdad, cierto, que tanto -entendimiento y capacidad tenian las gentes desta isla, cuanto les era -necesario para regirse y bien regirse, así los particulares vecinos -para regir sus casas, como los Reyes y señores para gobernar sus -pueblos, repúblicas, reinos y señorios, cuanto sin fe y cognoscimiento -del verdadero Dios se pudo hallar entre otras muchas naciones, en lo -cual, á muchas otras excedieron; y si fuéramos nosotros tan dichosos, -que, como Dios nos dió noticia dellos para que á ellos y á nosotros -salvásemos, los instruyéramos segun cristianos debiamos, por su buena -innata y natural complexion é inclinacion, en cristiandad y virtudes -morales, y pacífica, y ordenada policía, hicieran ventaja á muchas -gentes del mundo, pero, por nuestros grandes pecados de ambicion, -crueldad y cudicia, no fuimos dignos. Faltó tambien el dicho padre fray -Bernardo en no considerar que, pues aquestas gentes tenian sus Reyes y -señores, ¿con qué derecho y con qué conciencia podian ser despojados -de sus estados y señoríos? lo cual supone en su tercera proposicion, -no haciendo mencion alguna dellos, sino llamando Príncipe que era el -rey de Castilla, tratando de los tributos; y aunque confesamos que el -rey de Castilla y Leon, por la concesion de la Sede apostólica, para -fin de convertir aquestas gentes es Príncipe soberano en todo aqueste -orbe, pero no por eso se sigue que sean privados de sus estados y -señoríos los Reyes y señores naturales destas gentes, porque ésto -seria desbaratar todas las policías humanas, y escandalizar y turbar -el mundo, y así contra ley natural y divina, como en nuestro libro, -_De unico trahendi modo universas gentes ad veram religiones_, habemos -evidentemente probado y declarado; y la ignorancia ha hecho caer en -grandes y perniciosos errores á muchos, y no se escapó dellos el padre -fray Bernardo, y así debiera de hacer cuenta de los señores naturales, -cuando hablaba de dar tributo al Príncipe. Erró tambien no ménos en -decir que los indios eran obligados á dar servicios personales al -Rey, suponiendo una cosa falsa, que estas gentes no tenian riquezas -naturales. Manifiesto es que las riquezas naturales, segun el Filósofo -en su libro de la Política, no son otra cosa sino las labranzas y -frutos que dá la tierra, con que naturalmente, sin oro y sin plata, -nos sustentamos y vivimos, y destas, más ricos los hallamos y eran, -que otras muchas naciones, por la abundancia que de labranzas y -mantenimientos tenian, como ya queda probado y muchas veces dicho, y -bastaba dar destas por tributos al Rey, segun el padre fray Bernardo -dice deber al Príncipe. De las artificiales riquezas, que son oro y -plata, ni las tenian ni eran dignas de ser tenidas, pues la perficcion -evangélica, y áun la verdadera y natural filosofía, las estima por -estiércol, y por tanto no se les puede dar á estas gentes carecer -dellas por vicio; y bastábales, y áun sobrábales, para cumplir con el -Príncipe, tener en sus tierras muy ricas minas, y dar lugar y conceder -el Rey, en cuya tierra y señorío estaban las minas, que si el Príncipe -queria allegar muchas artificiales riquezas, enviase gente de Castilla -que las cavase y sacase de las minas, porque ni por la concesion -apostólica perdieron los Reyes las minas, ni cosa alguna de las que -justamente dentro de sus reinos y provincias poseian. Y más añidimos, -que los súbditos indios de los Reyes naturales desta isla, ni de las -demas, no eran obligados á dar tributo cada uno al rey de Castilla, su -Principe, sino los Reyes naturales bastaba que diesen ciertas parias, -ó ciertas joyas, ó otras cosas, por chicas y de poco valor que fuesen, -para en recognoscimiento de su universal señorío; y con ceder ó abrir -mano de las minas y las salinas, y otros derechos generales que parece -ser derechos reales del Príncipe, habian mucho más de lo que debian -con el Príncipe cumplido: y esta algarabía, no le ocurrió al padre -fray Bernardo en aquellos dias. Y lo que no carece de gran sospecha, -que quisiese aquel padre agradar al Rey más de lo que debia, es lo -que concluyó en su proposicion tercera, que pues los indios no tenian -riquezas naturales ni artificiales, que el servicio que debian dar era -con las personas en aquello, en las cosas que más convinientes fuesen -á su Rey y señor; palabra inícua y horrible, dentro de la cual estuvo -incluido para estas gentes el cruel cuchillo, el cual al cabo los -degolló y consumió á todos, como se ha visto, porque allí parece dar á -entender que los podia echar á las minas, como parecerá despues en las -leyes que por este parecer y por otros semejantes se hicieron. Faltóle -otra consideracion al dicho padre fray Bernardo, y hizo no chica -ceguera y gravísimo error en la quinta proposicion, diciendo que era -lícito al Rey repartir los indios entre los fieles de buena conciencia, -para evitar que los indios no estuviesen ociosos, y aquellos fieles -tuviesen cargo de los ocupar y de enseñallos en las cosas de la fe, y -en las otras virtudes. Ya dije arriba que debia pensar aquel padre que -los indios desta isla debian ser cuales que 3 ó 4.000 descarriados, -como los ganados del campo, porque si toda España viniera acá para -que se les repartieran los indios, era poca segun el infinito número -habia de gente en esta isla; y agora digo, que debia tambien pensar -que los españoles que acá pasaron y pasan eran y son ermitaños, y que -venian y vienen por acá para dejar el mundo y recogerse á vivir por -las montañas. Y cuánto en aquella quinta proposicion haya errado aquel -padre, parece, lo primero por lo que acaba agora de decir; lo segundo, -en contradecirse diciendo arriba, en la segunda proposicion, que no -halla por qué los indios son siervos por ninguna razon de servidumbre -civil, sino libres, y que como súbditos y vasallos los debia tener y -estimar el Rey, y en la quinta los hace todos esclavos, diciendo que -los deben repartir, porque, ¿qué libertad pueden tener los hombres -repartidos, subjectos noches y dias al mando y voluntad de otro -inmediato, y que siempre tienen sobre sí, el cual los ha de ocupar en -trabajos continuos, y mayormente los trabajos mortíferos de las minas? -Item, si siempre habian de estar subjectos á la voluntad de aquellos -á quienes fuesen repartidos y ocupados, poniéndolos en los dichos -trabajos, ¿cómo dice en la sétima, que el Rey debe mandar que tengan -propia hacienda y casas, é imponerlos en policía? Y ¿qué policía se -puede poner á los hombres repartidos de 20 en 20, y 30 en 30, y 50 en -50, como se hizo? Y si Dios les hizo merced de traerlos al servicio -de Su Alteza, como dice, ¿cómo se les puede dar á sentir que no son -siervos, sino libres debajo del yugo de Jesucristo, sacándolos de sus -tierras, pueblos y casas, quitándoles sus naturales señores, y viéndose -repartidos y forzados á servir en los trabajos que se han dicho, y áun -llevando un español los padres, y otros las mujeres, y otro los hijos, -como acaecia cada dia? Parece, cierto, quimera, lo que aquel padre fray -Bernardo en su parecer dijo. Mas lo tercero, se muestra su error en -aquella su quinta proposicion, en que hacia á los seglares apóstoles y -doctores de los indios; veamos, ¿son indóneos predicadores de infieles, -que han de ser enseñados desde los primeros rudimientos y principios de -la fe, y que hablan su lengua oscurísima y distintísima de todas las -que en el mundo ha habido, y que para sabella y penetralla se requiere, -como es necesario para predicalles la fe, no tener otro negocio y -emplear en ello toda su vida, los seglares que vienen rabiando y -hirviendo en cudicia de ser ricos, y los más, quizá, pospuesta toda -razon y toda ley, con propósito de haber lo que desean, sin diferencia -de lugar ni de persona, ni de modo, sino como lo pudieren haber? Item, -¿son idóneos predicadores los seglares, ya que las lenguas y lo demas -tuviesen, y á sola la conversion destas gentes, de Castilla viniesen, -que por la mayor parte ni saben el credo, ni los mandamientos, ni lo -que para su salvacion necesario les es? Más, ¿son idóneos apóstoles -y doctores de las gentes simplicísimas, infieles, que por la mayor -parte, al ménos los destas islas, vivian segun la ley natural, los -seglares que, por la mayor parte, y sacando muy poquitos, y quizá no de -ciento uno, vimos vivir vida profanísima y llena de todas maneras de -vicios, que los aires, cuanto más los simples ánimos y costumbres de -los infieles, que eran como tablas rasas, para pintar en ellos lo que -quisiéremos, corrompian? Y esto es verdad, que acaecia decir el indio, -«pese á tal,» y reprendelle alguna persona que lo oia, y responder el -indio: «¿pues ésto es malo? ¿no lo dicen los cristianos?»; y así de -los otros malos ejemplos y vicios. De aquí es el grande engaño que -los Reyes, entre otros, rescibieron, y tambien los letrados que en la -junta primera, que arriba se dijo, se ayuntaron, que determinaban, -que, para ser los indios más presto cristianos, se diese manera para -que siempre tuviesen con los españoles conversacion. Esto es verdad, -que segun lo que en aquellos tiempos por nuestros ojos vimos, y lo que -despues por muchos años habemos experimentado, que se debe tener por -regla cierta moral, que para que los indios de todas estas Indias sean -cristianos, es necesario que nunca tuviesen conversacion, ni viesen, -si posible fuese, á ninguno de todos ellos, por la corrupcion que con -sus malos ejemplos les causan; y escriptóseme há por persona religiosa, -prudente y letrado, y bien experimentado, que tiene por cierto que el -mayor milagro que Dios en aquellas tierras hace, es que los indios -crean y resciban nuestra fe, viendo las obras de los nuestros viejos -cristianos: y así, parece la ceguedad de aquel padre, que hacia -apóstoles de los indios, repartidos entre ellos, á los seglares. Lo -cuarto, parece su yerro no por ambajes, porque para que alguna ley -se instituya y ponga á los hombres, en ellos dos condiciones son -necesarias; la una, que sea pueblo ayuntado, porque la ley es precepto -comun, y que para el bien comun es ordenado; la otra, que los hombres -vecinos del pueblo tengan libertad con efecto, y no de palabras, porque -los siervos, como estén á mando y disposicion de otro, no son parte de -pueblo ni de ciudad á quien la ley comun se deba de dar, como prueba -el Filósofo en el tercero de su «Política»; y por esta causa no dió -Dios la Ley vieja en tiempo de Abraham, porque no era pueblo, ni en -tiempo de la captividad de Egipto, aunque los hebreos habian en inmenso -multiplicádose; pero dióseles cuando era pueblo, y salidos de Egipto, -donde gozaron de su libertad. Nunca hobo religion en el mundo, ni ley -se dió á gente alguna, que tanto requiriese ser pueblo y gozar de -libertad los que la han de recebir, como la religion cristiana y Ley -evangélica, por el ejercicio frecuente, activo y pasivo de los Sanctos -Sacramentos, en los cuales siempre se han de ocupar; y así al propósito -parece, que si halláramos estas gentes desparcidas como vacas por -los campos, para instruillas en la fe y dalles la ley de Cristo era -necesario que los juntáramos y hiciéramos pueblos dellos, como ellos -estaban, y si fueran todos esclavos, los habiamos de poner en libertad; -pero no lo hicimos así, ántes, hallándolos en pueblos y poblaciones -grandes, viviendo en policía y ordenados, los desparcimos, haciendo -á ellos manadas como de ganados, repartiéndolos, á uno 20, y á otro -30, etc., como dejamos probado. Hallámoslos en grande y conveniente -sosiego y libertad, subjectámoslos, hechos, cierto, mucho más captivos -que jamás fueron esclavos; y á este fin se ordenó el parecer que tan -inconsideradamente dió aquel padre, por no acertar en la teología y áun -filosofía moral, clara y razonable, que hallára en Sancto Tomás, _Prima -secundæ, quæst._ 98, art. 6.º, y en la tercera parte, _quæst._ 70, si -la buscara. - - - - -CAPÍTULO XII. - - -Otro predicador del Rey, que fué aquel licenciado Gregorio, que -arriba dijimos haberse con los letrados juntando y hecho las siete -proposiciones en el cap. 8.º asentadas, dió tambien su parecer, harto -diforme de la moderacion que las proposiciones mostraban, y muy á -la clara quiso mostrar su ignorancia y temeridad, en perdicion de -los indios y en favor del ambicion y cudicia de los que cada hora -le hablaban, que desta isla en la corte su condenacion negociaban. -Este dijo así: «Muy alto y muy poderoso Señor: Ví una informacion que -á Vuestra Alteza escribió un padre religioso de la órden de Sancto -Domingo, cerca de la subjeccion que tienen á Vuestra Alteza los indios -de la isla Española, y en ella prueba que Vuestra Alteza no se puede -servir dellos de mandarlos que sirvan á los cristianos de España en -cavar y sacar oro, porque son libres, y por tales Vuestra Alteza -los ha tenido, y así los nombra, y no siervos; y pruébalo por una -auctoridad de Ezequiel, en el cap. 34, la cual trae Sancto Tomás en -un libro que hizo _De Regimine Principum_, en el libro III, cap. 10 y -11; y porque por parte de Vuestra Alteza me fué mandado que yo dijese -mi parecer, lo diré aquí. Y para declaracion de la verdad presupongo -lo que Aristóteles dice y todos los doctores; que hay dos maneras de -principado, uno es real, y otro es dominico ó despótico, el primero es -gobernar libres y súbditos, para el bien y utilidad dellos, el segundo -es como de señor á siervo, y, aunque Vuestra Alteza sea Rey y tenga el -justo dominio de las Indias, digo que puede muy bien y justamente, como -señor, gobernarlos, y que sirvan por su mandado á los cristianos de la -manera que sirven, con tanto que sean bien tractados y gobernados; -y pruébolo brevemente y por la misma auctoridad que el dicho padre -religioso alega de Sancto Tomás, en el libro III del Regimiento de los -Príncipes, en el cap. 11 cuasi en fin: _Interdum enim dum populus non -cognoscit beneficium boni regiminis expedit exercere tiranides, quia -et hæc sunt instrumentum divinæ justitiæ, unde et quædam insulæ et -provinciæ (ut historiæ narrant) semper habent tirannos propter malitiam -populi, quia aliter nisi in virga ferrea regi non possuit. In talibus -ergo regionibus sic discolis, necesarius est regibus et principibus -principatus despoticus, non quidem juxta naturam regalis dominii, -sed secundum merita, et pertinacias subditorum: et ista es ratio -agendi in libro de Civitate Dei, et Philosophus in tertio Politicæ, -ubi distinguit genera regni, ostendit apud quasdam barbaras nationes -regale dominium esse omnino despoticum, quia aliter regi non posunt._ -Donde parece que, por la malicia y barbaria dispusieron del pueblo, -se pueden y deben gobernar como siervos. Esto mismo dice Aristóteles -en el libro I, de República, tít. II, cap. 2.º, donde, segun los -exponentes, allí, dicen, que entónces la gobernacion dominica, _id -est_, tiránica, es justa, donde se hace en aquellos que naturalmente -son siervos y bárbaros, que son aquellos que faltan en el juicio y -entendimiento, como son estos indios, que, segun todos dicen, son como -animales que hablan. Esto mismo infieren los doctores sobre el primer -libro de República, donde dicen que los siervos naturalmente, como los -bárbaros y hombres silvestres que del todo les falta razon, les es -provechoso servir á señor sin ninguna merced ni galardon. Item, hace -para nuestro caso lo que Scoto dice en el libro IV, en la distincion -treinta y seis, art. 1.º, donde, poniéndoles modos de servidumbre, -dice, que el Principe que justamente es señor de alguna comunidad, si -cognosce algunos así viciosos que la libertad les daña, justamente -les puede poner en servidumbre; pues así es que estos indios son muy -viciosos y de malos vicios, son gente ociosa, y ninguna inclinacion ni -aplicacion tienen á virtud ni bondad, justamente Vuestra Alteza los -puede y tiene puestos en servidumbre. Ni obsta que Vuestra Alteza los -llame libres, y la Reina de gloriosa memoria, porque su intincion fué -y es, declarar que no fuesen así siervos que se pudiesen vender, y que -ninguna cosa pudiesen poseer, pero en disponer y mandar que sirviesen -á los cristianos, quiso ponerlos en una servidumbre cualificada como -es ésta, ó cual les convenia, pues la total libertad les dañaba; -mayormente que es medio muy más conveniente para rescibir la fe, y -continuar y perseverar en ella, comunicando y participando con los -cristianos, que dejándolos apartados dellos en libertad, donde luégo -se tornaran á la idolatría y vicios que primero tenian. Item, hace -para corroboracion desto lo que dice Agustino de Anchona, en su libro -_De Potestate Papæ_, y tráelo el arzobispo de Florencia en su tercera -parte, donde dice, que, aunque el Papa ni otro señor no pueden punir á -los infieles por razon de la infidelidad que tienen, queriendo ellos -obedecer, y no haciendo daño á los cristianos, pero á los que pecan -pecados contra natura, los puede punir porque resciban la ley natural, -y haciendo contra ella pueden ser punidos; y como idolatría sea contra -razon y ley natural, por razon de la idolatría pueden ser punidos -y castigados, y pues estos indios fueron idólatras pudo justamente -Vuestra Alteza castigarlos, con pena de servidumbre cualificada como -es ésta, mayormente que estos indios no tienen con qué dar tributo á -Vuestra Alteza, que le deben por razon de ser su Rey y señor, sino -por esta manera, y por tanto, me parece que es justo lo que Vuestra -Alteza manda, con tanto que sean bien tratados y mantenidos, y para -esto mande Vuestra Alteza poner mucha vigilancia y visitadores que -los visiten cómo son tratados, puniendo y castigando á los que en -contrario hicieren, y quitándoselos á quien no los tractare, y no debe -mandar Vuestra Alteza hacer otra innovacion: y ésto, so correccion -del que mejor sintiere.» Todo esto dió por su parecer aquel venerado -licenciado Gregorio, el cual no parece por todo él sino que, quedar -los indios en la servidumbre mortífera en que estaban, era su propio -negocio, y le iba en ello la salvacion de su ánima. Pareció tambien su -aficion depravada, en que un dia, ó estando en consejo ó delante de -algunas personas graves, si no me he olvidado, tomando y defendiendo -el negocio por suyo, afrentó al susodicho padre fray Antonio Montesino -de palabra, resistiendo á lo que el padre por los indios decia. «Yo -(dijo él) os mostraré por vuestro Sancto Tomás, que los indios han de -ser regidos _in virga ferrea_, y entónces cesarán vuestras fantasías.» -El dicho padre le respondió: _Juxta stultitiam suam ne sibi sapiens -esse videretur_, como dice Salomon, proverbio 26. Asaz parece como -los matadores de los indios lo tenian bien persuadido y ganado, pero, -¿qué escusa terná éste y los demas, ánte el juicio de Dios, que sólo -por dar crédito á los tiranos, sin haber visto ni sabido cosa de los -indios, y desechar, no queriendo ser informado de la verdad que traia, -el religioso y padre fray Antonio, que no pretendia más de volver por -Dios y por aquestas infelices gentes desmamparadas, ántes lo afrentaba -para acobardallo, tomando el negocio por suyo, dejase el Rey, por -parecer deste y de los demas, los indios en la tiranía que padecian sin -remediallos, donde al cabo se acabaron? Bien creo yo que ningun cuerdo -cristiano quisiera, por todo el mundo, haber sido el que llevase á la -otra vida este cargo. Y aunque, por lo respondido al parecer del padre -fray Bernardo, queda confundido el deste venerable licenciado, todavía -quiero, tocando algunos puntos, responder á las auctoridades y razones -que él da, brevemente, y primero á la auctoridad de Sancto Tomás, en -el libro _De Regimine Principum_. Decimos que no entendió, ó ciego de -la informacion que le habian hecho los enemigos y opresores de los -indios, y afeccion que les tuvo para favorecellos contra los opresos, -no pudo entender la intencion de Sancto Tomás, aplicándola inepta y -harto impropiamente á los indios, que no les convenia más que al negro -el nombre de Juan Blanco; la razon es, porque Sancto Tomás habla de las -gentes soberbias, duras de cerviz é indómitas, y que muchas veces se -rebelan contra la obediencia de sus Reyes y señores, por lo cual, para -que no busquen novedades y se levanten, los cargan de tributos, pechos -y exacciones, y los rigen con gran rigor para metelles en miedo y en -cuidado y ocupallos en que hagan servicios grandes, lo que no harian -ni podrian justamente los tales Reyes hacer, si ellos fuesen humildes -y pacíficos y blandos en obedecer; y desta manera, el principado real -se les convierte á aquellos en despótico y servil ó dominativo, no -segun la naturaleza dél que es benigno y blando y para provecho del -pueblo, no imponiéndole sino lo justo y no más, sino segun la malicia -y protervia de aquellos, porque no podrian en otra manera ser bien -regidos, por su protervia, soberbia, dureza y mala disposicion, y áun -á estos tales, primero se ha de poner gobernacion de libres, y cuando -aquella y beneficio della no cognociesen, siendo protervos, inquietos y -mal asentados, entónces se les habia de imponer la despótica y tiránica -para su mal: y ésto es lo que allí dice Sancto Tomás de los judíos, -que porque no cognoscieron el beneficio de Dios que inmediatamente -los gobernaba y pidieron Rey, merecieron oir las leyes tiránicas que -se ponen en el primero de los Reyes, cap. 8.º, y desta hechura fueron -los de la isla de Sicilia y otras que apunta Sancto Tomás, aunque no -las señala pero parece por las historias. Las gentes, pues, desta -isla y de las cercanas á ella, eran mansísimas, humílimas, pacíficas, -obedientísimas como todo el mundo sabe y clama, y los mismos que las -destruyeron lo publicaban, y desto las alababan; ¿cómo les podria -convenir la gobernacion despótica, servil, onerosa, rigurosa y -tiránica de que Sancto Tomás habla?, porque, segun el Sancto Doctor -y el Filósofo, y la misma razon lo dicta y enseña, la gobernacion se -ha de adaptar y conformar con la condicion y dispusicion de la gente -que ha de ser gobernada. Luego engañado y errado y aficionado fué el -licenciado Gregorio, y no entendió, ó no quiso entender la intencion -y palabras de Sancto Tomás. Item, fuera bien preguntar al licenciado -Gregorio, y que él respondiera, y si yo cuando lo cognoscí hobiera -visto su parecer, quizá se lo preguntara, ¿si supo que á las gentes -desta isla ó islas se les hobiese puesto otra mas blanda, humana y -benigna gobernacion, la cual no cognosciendo, se hicieron indignos -della, por ser protervos y duros de cerviz, y les pusieron la dominica -y tiránica que padecian, ó si, desde el dia que los españoles entraron -en ella, los trataron como tigres y lobos hambrientos y feroces, -entrando en aprisco de mansas ovejas?; ésto notorio es, y así parece -la ceguedad, ó temeridad del licenciado Gregorio. A la auctoridad que -alega del Filósofo, en el primero de la Política, se responde, que -ignoró el licenciado Gregorio cuatro diferencias que hay de bárbaros, -que tenemos declaradas en el fin de nuestra Apologética historia, y de -la que habla el Filósofo allí no conviene ni tiene que hacer con estas -gentes, puesto que sean bárbaros, porque aquellos son silvestres, sin -casas y sin pueblo, y sin obediencia, y sin Rey quien los gobierne, -amigos de guerra y que hacen mal á otros como allí parece por el -Filósofo. Lo que trae del Scoto más es contra él, porque el Scoto -tracta que el que gobierna puede condenar á servidumbre y ser esclavo, -así como á muerte natural, á algunos hombres viciosos y que son nocivos -á la república, uno ó dos, ó tres ó pocos, pero no á todo un reino -podria hacer esclavos, sino que el que tuviese justa guerra contra -aquel reino podria lo punir de otra manera en tributos y exacciones, -pero no en servidumbre como de la que aquí tractamos, en que los indios -perecian. Fuera bien que respondiera el licenciado Gregorio, ¿en qué -habian ofendido estas gentes á los españoles, ó á otra persona alguna, -para que á tal servidumbre ni á otra alguna, por liviana que fuese, -los condenasen? Item, ¿cómo cognosció el licenciado que la libertad -les dañaba, sino por los falsos testimonios que los que los mataban, y -al cabo mataron, les levantaron? Y sino obstaba llamallos el Rey y la -Reina libres, ¿aquel vocablo libres qué les prestaba, pereciendo en las -minas y en los otros trabajos? No los llamaron libres declarando que -no se podian vender, como dice el licenciado, sino porque los tuvieron -por tan libres como á los españoles, sus vasallos, como parece en el -libro II, en fin del cap. 14, y en siete proposiciones que hicieron -los letrados, puestas en el capítulo 8.º, porque no podian justamente -por otro nombre llamallos, ni de otra manera ni gobierno gobernallos -ni tractallos. Lo que más dice que el Papa los pudo condenar á -servidumbre por la idolatría, es un gran disparate, y como á muy claro, -para entre letrados, de responder á ello no curamos; y cuanto á éste su -parecer tan errado cesemos de decir más, dejándolo por más que vano, -aunque hizo harto daño como parecerá. - - - - -CAPÍTULO XIII. - - -Por estos pareceres destos letrados y predicadores, y otros que se -pidieron á los españoles que á la sazon estaban en la corte, y la suma -diligéncia que estos tuvieron, informando cada dia y cada hora á los -del Consejo y á los demas que entraban en las juntas que se hacian, -como frailes teólogos, conviene á saber, de Sancto Domingo, acordaron -los del Consejo que para ello el Rey mandaba entrar, de hacer leyes, -supuestos y determinados ya, como fundamento, que los indios convenia -que estuviesen repartidos, para que fuesen convertidos y bien tratados, -ignorando que la raíz de la llaga mortal que mataba los indios é -impedia que fuesen doctrinados, y cognosciesen á su Dios verdadero, era -tenerlos los españoles repartidos, y que, aquesto supuesto, ninguna -ley, ninguna moderacion, ningun remedio bastaba ni se podia poner para -que no muriesen, y la isla, como se despobló, se yermase. Y estas -leyes fueron generales para todas estas islas y tierra firme, aunque -no habia españoles sino en esta Española y Sant Juan y la de Jamáica, -pero á todas las demas, con tierra firme, parece que por ellas ya -condenaban, suponiendo que todos los vecinos naturales dellas habian -de ser repartidos y á los españoles encomendados. Destas leyes, que -fueron treinta y tantas, para que en breve digamos sus calidades, -unas fueron, y todas las mas, inicuas y crueles, y contra ley natural -tiránicas, que con ninguna razon, ni color, ni ficcion pudieron ser por -alguna manera excusadas; otras fueron imposibles, y otras irracionales -y peores que barbáricas; finalmente, no fueron leyes del Rey, ántes -fueron de los dichos seglares, enemigos capitales, como se ha dicho, -de los inocentísimos indios, que á la sazon en la corte, negociando -el captiverio, la perdicion y vastacion de los tristes indefensos, -estaban. Esto por ellas mismas se cognoscerá; y comenzando por el -prólogo, se adivinará sin trabajo en qué reputacion y estima pusieron -aquellos buenos cristianos á los indios ante el Rey. Comienza, pues, el -prólogo así: - -«Doña Juana, por la gracia de Dios, reina de Castilla, etcétera: Por -cuanto el Rey, mi señor y padre, é la Reina, mi señora madre (que -haya sancta gloria), siempre tuvieron mucha voluntad que los Caciques -é indios de la isla Española viniesen en cognoscimiento de nuestra -sancta fe católica; y para ello mandaron hacer é se hicieron algunas -ordenanzas, así por Sus Altezas, como, por su mandado, el comendador -Bobadilla, y el comendador de Alcántara, gobernadores que fueron de -la dicha isla Española, é despues D. Diego Colon, nuestro Almirante, -Visorey é Gobernador della, é nuestros oficiales que allí residen; -y segun se ha visto por luenga experiencia, diz que, todo no basta -para que los dichos Caciques é indios tengan el cognoscimiento de -nuestra fe, que sería necesario para su salvacion, porque de su -natural son inclinados á ociosidad é malos vicios de que nuestro -Señor es deservido, y no á ninguna manera de virtud ni doctrina, y -el principal estorbo que tienen para no se enmendar de sus vicios, é -que la doctrina no les aproveche, ni en ellos imprima ni la tomen, es -tener sus asientos y estancias tan léjos como los tienen é apartados -de los lugares donde viven los españoles, que de acá han ido y van á -poblar á la dicha isla; porque, puesto que al tiempo que los vienen á -servir los doctrinan y enseñan las cosas de nuestra fe, como despues de -haber servido se vuelvan á sus estancias, con estar apartados y la mala -intencion que tienen, olvidan luégo todo lo que les han enseñado, y -tornan á su acostumbrada ociosidad y vicios, y cuando otra vez vuelven -á servir, están tan nuevos en la doctrina como de primero, porque -aunque el español que va con ellos á sus asientos, conforme lo que -allá está asentado y ordenado, se lo trae á la memoria y los reprende, -como no le tienen temor no aprovecha, y responden que los deje holgar, -pues para aquello van á los dichos asientos, y todo su fin y deseo -es tener libertad para hacer de sí lo que les viene á la voluntad, -sin haber respeto á ninguna cosa de virtud; y viendo que ésto es tan -contrario á nuestra fe, y cuánto somos obligados á que por todas vías -y maneras que ser pueda se busque algun remedio, platicado con el Rey, -mi señor y padre, por algunos del mi Consejo é personas de buena vida -y letras y conciencia, habida informacion de otros que habian mucha -noticia y experiencia de las cosas de la dicha isla, é de la vida y -manera de los dichos indios, pareció que lo más provechoso que al -presente se podria proveer, sería mandar las estancias de los Caciques -é indios cerca de los lugares y pueblos de los españoles, por muchas -consideraciones, porque por la conversacion continua que con ellos -ternán, como con ir á las iglesias los dias de fiesta á oir misa y los -oficios divinos, y ver cómo los españoles lo hacen, y con el aparejo -é cuidado que, teniéndolos junto consigo, ternán de les mostrar é -industriar en las cosas de nuestra sancta fe, está claro que más presto -las aprenderán, y despues de aprendidas no las olvidarán como agora; -é si algun indio adolesciere, sería brevemente socorrido é curado, y -se dará vida, con ayuda de nuestro Señor, á muchos que por no saber -dellos é por no curarlos mueren, y á todos se les excusará el trabajo -de las idas y venidas, que como son léjos sus estancias de los pueblos -de los españoles, les será harto alivio, y no morirán los que mueren -en los caminos, así por enfermedades como por falta de mantenimiento, -y los tales no pueden rescibir los Sacramentos, que como cristianos -son obligados, segun se les darán adolesciendo en los dichos pueblos, -los niños que nascerán serán luégo baptizados, y todos servirán con -ménos trabajo y á más provecho de los españoles, por estar más continuo -en sus casas, y los Visitadores que tuvieren cargo de los visitar, -los visitarán mejor y más á menudo, y les harán proveer de todo lo -que les falta, y no darán lugar que les tomen sus mujeres é hijas, -como lo hacen estando en los dichos sus asientos apartados, y cesarán -otros muchos males y daños que á los dichos indios les hacen por estar -apartados, que porque allá son manifiestos aquí no se dicen, y se les -seguirán otros muchos provechos, así para la salvacion de sus ánimas -como para el pró y utilidad de sus personas y conservacion de sus -vidas. Por las cuales cosas, y por otras muchas que á este propósito -se podrian decir, fué acordado que, para el bien é remedio de todo lo -susodicho, sean luégo traidos los dichos Caciques é indios cerca de los -lugares é pueblos de los dichos españoles que hay en la dicha isla, é -para que allí sean tractados é industriados é mirados como es razon y -siempre lo deseamos, mando que de aquí adelante se guarde y cumpla lo -que adelante será contenido, en esta guisa.» Este fué el prólogo de las -dichas leyes. - -Agora será bien declarar algunas de las grandes falsedades, mentiras -y testimonios que supone este prólogo, por la maldad y ánsia de -tiranía de los que, á la sazon desta isla estaban en la corte, que -informaban falsamente al Rey é á los del Consejo, y que en él entraban, -de cuanto podian fingir de males contra los indios, alegando tambien -necesidades en ellos, para no sólo tenerlos repartidos como de ántes, -pero tenerlos más cerca y más á la mano, y servirse dellos sin que -cosa les estorbase. Esto urdieron y acabaron que fuese lo primero que -el Rey ordenase, conviene á saber, que se sacasen de su naturaleza y -pueblos donde habian nacido y criádose con todos sus linajes, desde -quizá millares de años atras, y se trujesen cerca de los pueblos de los -españoles donde un dia ni una hora resollasen, ántes con esta mudanza -los acabaron. Y ésta es y ha sido regla general é infalible, que en -sacando ó mudando estas gentes de donde nacieron y se criaron á otra -parte, por poca distancia que sea, luégo enferman y pocos son los que -de la muerte se escapan; la razon que nos parece ser desto causa, es la -delicadeza de sus cuerpos y complision delicada, ser de muy poco comer, -y andar desnudos en muchas partes, y en otras cubiertos con sola una -manta de algodon, por manera, que mudándose de un asiento á otro, por -poca diferencia que la region en la tierra ó en los aires haga, ó en -las aguas, fácilmente les son los cuerpos transmudados y el armonía de -los humores desproporcionada. Lo mismo les han causado los trabajos, -porque acostumbrados todos á poco trabajar, por tener las tierras -tan fértiles y abundantes para haber dellas fácilmente lo á la vida -necesario, puestos en tan exorbitantes y desproporcionados trabajos, -de necesidad les era imposible mucho tiempo en ellos durar; y ésta ha -sido, de su tan breve y lamentable acabamiento, la causa, allende que, -como arriba hemos dicho alguna vez ó veces, son por la mayor parte -de miembros delicados, áun los labradores y plebeyos dellos, que no -parecen sino hijos de Príncipes criados en todo regalo, y ésto tambien -debe proceder de la susodicha causa. - - - - -CAPÍTULO XIV. - -En el cual se prosigue la declaracion de algunos puntos del prólogo de -las leyes. - - -Parece la falsedad del supuesto del prólogo, y la maldad de los que -informaron al Rey, é á los que habia el Rey mandado que del remedio -de los indios tractasen, lo primero en darle á entender que el -comendador Bobadilla hobiese hecho ordenanzas para que estas pobres -gentes viniesen en cognoscimiento de Dios; este remedio y ordenanzas -del comendador Bobadilla, para que viniesen en cognoscimiento de Dios, -véase arriba en el precedente libro, cap. 1.º, y las que el Comendador -Mayor de Alcántara constituyó, en el cap. 12 y los siguientes, y por -todos los años, ocho y algo más, de su gobernacion, donde queda bien á -la larga, con verdad, explicado. Ya dijimos y certificamos arriba, en -aquellos dichos lugares, que por aquellos tiempos no hobo más memoria -de enseñar estas gentes en las cosas de la fe, ni de su salvacion, -verdaderamente, que si fueran perros ó gatos, porque no hervia en los -seglares otra solicitud ni otro cuidado, sino solamente de los trabajos -y sudores, y vidas de los indios aprovecharse, por todas las vías y -maneras que ellos podian alcanzar; y como no habia religiosos, y los -de Sanct Francisco que vinieron á esta isla el año de 1502, como ya se -refirió, eran pocos, y áun, para decir verdad, tampoco tuvieron ese -cuidado, de todo remedio espiritual quedaron los indios desmamparados: -pues hablar en clérigos, como no pasen acá sino con el fin de los -seglares, y pluguiese á Dios que con sólo aquesto el negocio pasase, -no es menester gastar tiempo en valde. Las ordenanzas del Almirante -segundo, D. Diego Colon, y de los Oficiales no fueron otras sino -llevar adelante la servidumbre tiránica comenzada y arraigada, en que -perecian cada dia estas gentes desventuradas, sin que uno ni ninguno -se doliese de ellos, ni en su perdicion, sino sólo en lo que se les -disminuia de ganancia temporal, por su muerte, mirase. Veis aquí el -fundamento sobre que estribó el prólogo de las leyes, que el Rey para -que los indios fuesen cristianos hacer mandó. Y que diga luégo allí, -que segun se ha visto por luenga experiencia, que todo lo proveido por -lo susodichos no bastaba para que los dichos Caciques é indios tengan -el cognoscimiento de nuestra fe que necesario era para su salvacion, -porque de su natural eran inclinados á ociosidad y malos vicios, etc.; -pluguiera á Dios que no los tuvieran peores los españoles, dejada la fe -aparte, la cual, áun ellos, con su mala vida y ejemplos corruptísimos, -infamaban, y ofendian más á Dios con ellos y con su ociosidad, que los -indios á quien ellos tan falsa y perniciosamente infamaban. Es otra -cosa aquí de notar, conviene á saber, la ceguedad de los del Consejo -del Rey, y de los teólogos que para ésto se juntaban mucho más, que -no advirtiesen á considerar, que aunque presupusieran por verdad, -lo cual fué malvada falsedad, que los españoles tenian cuidado de -doctrinar á los indios, ¿qué doctrina podian dar hombres seglares y -mundanos, idiotas y que apénas, comunmente y por la mayor parte, se -saben santiguar, á infieles de lengua diversísima de la castellana, -que nunca aprendieron sino tres vocablos, «dáca agua, dáca pan, vé á -las minas, torna á trabajar,» y que habian de ser instruidos desde los -primeros principios de la fe y religion cristiana, que no son el Ave -María, y Paternoster ni Credo mostrado en latin, como quien lo enseña á -urracas ó papagayos, pues no ignoraron los del Consejo ni los teólogos -que con ellos se juntaban, que aquellos tiempos no habia en esta isla -frailes ni teólogos que á los indios enseñasen? Pues se dice en el -dicho prólogo que en el tiempo que les venian á servir los doctrinaban, -lo que es falso, pero ya que los doctrinasen, ¿qué doctrina les podian -dar?; y que el español que iba con ellos á sus asientos se lo traia á -la memoria y los reprendia, ¿qué podia traerles á la memoria un gañan -ú otro peon vicioso que con ellos enviaban (cuyo oficio no era otro -sino ser verdugo de los desdichados, que llamaban estanciero y minero, -como en el cap. 13, del libro II, tocamos, género de hombres en estas -Indias, el más vil é más infame, como todo el mundo de acá sabe), sino -los vicios en que él andaba embriagado y anegado, y echar el ojo á la -hija ó á la mujer, no sólo de cualquiera indio, pero áun del mismo -Cacique y señor? A lo que refiere tambien el prólogo que respondian -los indios que los dejase holgar, cuando les decia el español que -rezasen, podria ser que alguna vez lo respondiesen así, pero tenian en -ello mucha razon, porque cuando alguna vez les decian el Paternoster, -ó Ave María, ó el Credo en latin, ó tambien, aunque raro, en nuestro -romance castellano, como no entendian en la una ni en la otra lengua -cosa dello alguna, ni para qué fin se lo enseñaban, creyendo que los -querian enseñar á hablar la dicha lengua, como quien lo enseña á -papagayos, que tomasen aquello de coro, respondian los viejos y los -hombres de edad «ya yo soy viejo, ó soy hombre de edad, ¿para qué me -quieres á mí enseñar á hablar?, enseña á los niños que no tienen tantos -cuidados ni están cansados como yo,» desta respuesta colegian luégo -y murmuraban los españoles diciendo: «Mirad el perro como no quiere -rescibir la fe, éste nunca en su vida será buen cristiano.» Todo esto -es verdad. Júzguese aquí, si desta manera, puesto que aquellos vivieran -cien años, fueran cristianos, y si les imputara Dios por no sello algun -pecado. Item, como abajo se referirá que se hizo algunas veces despues -que estas leyes se promulgaron, cuando las noches salian ó cesaban de -los trabajos de las minas y de los otros en que los ocupaban, molidos -y cansados y muertos de hambre, hacíanlos ir á la iglesia ó pajar que -allí tenian para ésto hecha, hincar de rodillas, y que rezasen por -un buen rato el Credo, Paternoster, Ave María y la Salve, y como lo -hacian con dificultad y de mala gana, porque quisieran más cenar y -descansar luégo, blasfemaban dellos aquellos pecadores verdugos que los -atormentaban, y algunas veces les daban por ello de palos, diciendo: -«de perros lo hacen, á osadas que nunca estos perros en su vida sean -cristianos.» Será bien aquí de considerar, que ¿qué fraile criado toda -su vida en religion, en obediencia y doctrina ó disciplina monástica, -viniera de trabajar todo el dia, hecho pedazos y la barriga pegada -de pura hambre al espinazo, y que sabia el fructo que la oracion le -prestaba, si le mandara el Prelado que, cesando, á la noche, de los -diurnos y grandes trabajos, fuese á la iglesia á hincarse de rodillas -y rezar por media hora y más, no se le hiciera de mal? Y pudiera -responder con razon al Prelado: «Padre, mándame dar de cenar, y dáme -lugar para que descanse.» ¿Cuánto con mayor justicia y razon, estas -gentes, no sabiendo ni sintiendo cosa chica ni grande, para qué fin -aquellas palabras les mandaban que dijesen, por carecer totalmente -del cognoscimiento de Dios, y cuando lo oian nombrar, ni sabian si -nombraban piedra ó palo ó algun árbol, podian responder al minero -ó estanciero ó verdugo ordinario las palabras que dice el prólogo, -déjanos holgar, pues para ésto venimos á nuestras casas? Veis aquí el -fundamento de verdad sobre que estriba el prólogo de las leyes, y ellas -y toda substancia. ¡Oh ceguedad de los del Consejo del Rey, que así se -prendaron de las informaciones que aquellos pecadores les hacian en -favor de sus propias cudicias y tiránicas, y en perdicion de aquellas -ánimas, y que el Consejo les diese crédito siendo enemigos de los -indios, lo cual traian escripto en las frentes, y los del Consejo no lo -podian ignorar, condenándolos á perpétua servidumbre y á la muerte que -della sucedió, y que suceder era necesario, sin oirlos ni convencerlos, -y sin admitir por ellos alguno que se mostrase parte, ántes, por el -contrario, al religioso fray Antonio Montesino, á quien la caridad -movia que hablase por ellos, desechando por apasionado, y á los tiranos -por justos y razonables! Vean aquí los juristas si todo aquel juicio -y leyes ó ordenanzas, de derecho, tuvo alguna entidad ó valió algo; -y deste vigor, jaez y sustancia han sido todas las determinaciones, -leyes y ordenanzas que se han hecho por los Reyes cerca de todas estas -Indias, y gentes dellas, conviene á saber, hechas en inreparable -perjuicio y perdicion dellas, sin llamarlas, y sin oirlas, é sin -convencerlas, siendo partes más principales que ningunas otras, porque -más á ellas, y á solas ellas, y á todo su estado, lo que se ordenaba -y determinaba tocaba; y así, todo lo que se hizo y ordenó fué hecho y -ordenado sin parte, contra todo derecho natural, divino y humano. Estos -errores, ceguedad y daños irreparables, tuvieron los del Consejo de los -Reyes, y á ellos se les imputan todos los males y daños, que por estas -leyes á estas gentes destas islas se les recrecieron, que de su final -acabamiento fueron causa, como se verá, y por todos ellos fueron á -restitucion y satisfaccion, _in solidum_, obligados; porque no les era -lícito ignorar el derecho, pues el Rey los hacia de su Consejo y comian -su pan, no por gentiles hombres, como se dijo, sino por letrados, -_quia paria sunt scire aut debere scire quantum ad culpam et penam, ut -in c. Si culpa de injur,_ etc. _Et turpe est patritio et nobili viro -et causas oranti, jus in quo versatur ignorare._ §. _De orig. jur. -lib. II._ En la misma culpa, error y obligacion, ó en muy poca ménos, -incurrieron los teólogos, que por el Rey fueron llamados para la dicha -junta, en dar el voto en tan grande perjuicio, detrimento y perdicion -de tantas gentes, con harta temeridad, porque aunque no llevaban -salario del Rey por aquello, pero ya que el Rey les encomendaba que -diesen su parecer en cosa tan árdua, no tenian menor obligacion á ver -y escudriñar la verdad con suma diligencia, y declaralla al Rey, y no -creer á quien, como dije, traia el interese y la maldad escripta en la -frente, que los que les incumbia por oficio. De aquí parece que el Rey -católico quedó sin culpa ni obligacion alguna de los daños y muertes -y despoblacion, que por estas leyes en estas islas se cometieron, -porque hizo todo lo que en sí era, poniendo en Consejo el remedio -dellas, y toda cargó sobre los de su Consejo; y ésto es cierto, que si -le aconsejaran, segun debian, que los indios salieran de la tiránica -servidumbre que con los españoles padecian, y se pusieran en libertad, -y otro cualquiera remedio que para ellos conviniera, desde entónces -quedaran todas las Indias remediadas, extirpada del todo aquella -tiranía que llamaban repartimiento. Lo mismo afirmo en lo sucedido -despues acá, que de no haberse remediado, sino perdido, inficionado y -extragado y despoblado todo este orbe, aquel há, vastativo é infernal -repartimiento, que baptizaron con nombre de encomiendas, la culpa de -todo; y la obligacion á la restitucion y satisfaccion, _in solidum_, -que quiere decir cada uno al todo, de todos los daños, y muertes, y -robos, y vastaciones, y despoblaciones, siempre cargó sobre los del -Consejo y no sobre los Reyes. Y en especial afirmo ésto del Emperador -Cárlos, quinto deste nombre, que fué el rey de España que hizo en -ello lo que debia hacer, y estuvo aparejado muchas veces, para que, -si los del Consejo le dieran parecer, que sacara todas estas gentes -de la opresion y perdicion en que siempre han estado, y restituillas -en su libertad, y ponelles todo cristiano gobierno, y áun abrir mano -del señorío destas Indias, lo hiciera, y desto soy yo, más que otro, -testigo, como abajo más largo, con el favor de Dios, se dirá. - - - - -CAPÍTULO XV. - -En el cual se comienzan á referir las leyes, y á notar los defectos, y -puntos, y males que contienen, etc. - - -La ley primera fué la que los españoles, despues de ser ciertos que -habian de tener perpétuos los indios repartidos, más deseaban, conviene -á saber, que los indios todos se sacasen de sus pueblos y tierras donde -habian nacido y se habian criado, á otras que estuviesen cerca de los -pueblos y lugares de los españoles, á ellos harto desproporcionadas. -Ya queda dicho como en todas estas Indias es perniciosa á la salud y -vida destas gentes la tal mudanza, pero por tenerlos los españoles más -á mano para servirse dellos, que fuese la primera ley ésta trabajaron; -mandó la ley que para cada 50 indios hiciesen, los á quien estaban -repartidos, cuatro bohíos ó casas de paja, en los asientos donde -hobiesen de pasarlos, de treinta piés de largo y quince de ancho; item, -5.000 montones, los 3.000 de yuca, que son las raíces de que hacian el -pan, y los 2.000 de ajes, que son raíces que se comen por fructa; item, -250 piés de axí, que es la pimienta que sirve de poner sabor á lo que -se guisa, si es algo, y por este respecto, creciendo y menguando, segun -la cantidad de los indios que aquel tuviese encomendados, que se les -sembrase media hanega de maíz y se les diese una docena de gallinas -con un gallo. Nótese aquí qué ménos se pudiera ordenar ni proveer si -fueran los hombres ovejas ó vacas (para tantas reses, tantos corrales -y tanto pasto), sacándolas de unas dehesas para otras, y así los -desparcian en muchas partes, deshaciéndoles los pueblos y vecindad, -en que ellos vivian en su policía ordenada y natural, y sin hacer -mencion y cuenta que el hijo fuese con su padre, ó la hija con su -madre, ni la mujer con su marido; finalmente, ni más ni ménos sino como -si fueran animales. Otro defecto desta ley, entre los dichos y otros -más, fué, que manda á los españoles á quien estuviesen repartidos ó -encomendados, que les hiciesen las casas y las dichas labranzas, y no -declara bien, puesto que della se puede colegir, á cuya costa se habian -de hacer, que segun razon y justicia debiera ser á costa dellos, pero -no fué así, sino que las hicieron con sus sudores los malaventurados; -y así, esta ley fué con escuridad. Fué lo mismo imposible segun -natura, conviene á saber, segun razon natural, y segun la costumbre, -conviene á saber, contra la costumbre de los vecinos naturales y de -su patria, fué disconveniente al tiempo y al lugar; fué supérflua é -inútil, ántes nociva y destruitiva destas gentes, sacándolos de sus -asientos y pueblos propios y naturales; fué, sobre todo, hecha para -provecho é interese particular de los españoles, contraria del bien -destas gentes, comun y universal, y así, llena de toda injusticia é -iniquidad, porque tuvo todas las condiciones, y cualidades, de las que -la ley justa debe tener, contrarias, como pone Sant Isidro en el libro -V, de las Etimologías, y tráctase en los Decretos, distincion cuarta. -Por la segunda ley encargaba mucho el Rey, que los Caciques fuesen -sacados de sus pueblos para los dichos asientos nuevos, por la mejor -manera que ser pudiese, porque recibiesen ménos pena atrayéndolos por -halagos y persuasiones blandas á ellos; ¿pero tal, qué aprovechaba para -su consuelo, viéndose privados de su señorío, y sus vasallos muertos, -y teniendo certidumbre que brevemente habian ellos, y los que de sus -vasallos restaban, de morir? Por la tercera ley se mandaba que cada uno -de los españoles que tenian indios hiciese una casa de paja, para que -fuese iglesia, junto con el asiento, en la cual se pusiesen imágenes -de Nuestra Señora, y una campanilla para llamar los indios á rezar -en anocheciendo, venidos de trabajar, y en las mañanas, ántes que á -los trabajos fuesen, y que fuese una persona con ellos para les decir -el Ave María, y el Paternoster, y el Credo y la Salve Regina; esta -persona era el minero en las minas, y el estanciero en las estancias ó -granjas, para escarnio de la fe y religion cristiana, que, como arriba -dijimos, las dijesen las dichas oraciones en latin ó en romance, que -no entendian más que si en algaravía se las dijeran, ni más ni ménos, -como si á papagayos instruyeran; y dado que las palabras entendieran -(lo que no entendian), ¿qué les aprovechaba para rescibir la fe á gente -que se habia de instruir desde sus primeros principios, que consisten -en la explicacion de los artículos de la fe, para creer, y en la de -los diez mandamientos para saber lo que para guardar la ley de Dios, -habian de hacer, pero ignoraban el primer principio, que es saber que -hay un Dios, cuya substancia y ser divino es fuera de todas las cosas -que vemos y oimos, los cuales, empero, ni supieron si habia Dios, y si -alguna vez nombrarlo oian, si era el sol ó las estrellas, ó, como se -dijo, de palo ó de piedra?; algunas veces, aquel que los llevaba á la -iglesia á rezar, era un muchacho indio que habian criado en sus casas -los españoles y enseñado las dichas oraciones, y aquel se las referia. -En las leyes siguientes, hasta la docena, se proveia y mandaba que en -término de una legua en conveniente comarca, se hiciese una iglesia -donde ocurriesen los indios de al rededor á oir misa, y otras cosas -enderezadas para este fin, buenas; pero ni ésto ni lo demas que á -ésto se enderezaba se pudo cumplir, é así fueron todas inútiles y sin -provecho é imposibles. La tercia décima fué, por la cual se ordenó y -mandó que los indios trabajasen en sacar oro de las minas cinco meses, -y, cumplidos cinco meses, holgasen cuarenta dias, con tanto que alzasen -los montones de la labranza, que comian, en aquel tiempo; que bastaba -poco ménos que por trabajo principal, aunque no tuvieran otro, porque -los indios que no iban á las minas no tenian cuasi en todo el año otro -mayor. Dije cuasi, porque mayor era de nuevo hacer de tierra vírgen -aquellos montones al principio, cuando se hacia la labranza, y ésta -era la huelga que á los que habian cinco meses continuos en las minas -padecido trabajos, como están dichos, intolerables, les daban. Este -alzar los montones, era levantar la tierra con unos palos tostados, -por azadas y azadones, poco ménos de altor que hasta la cinta, y de -grandeza cuatro pasos en redondo; finalmente, era cavar y trabajar, y -sudar el agua mala, como dicen, por manera, que áun aquellos cuarenta -dias no quisieron, los que ésto aconsejaron, que del todo resollasen. -Dentro destos cuarenta dias eran obligados los oficiales del Rey de -tener hecha la fundicion, conviene á saber, haber fundido el oro todo -que en los cinco meses se habia sacado, y cobrado el quinto para el -Rey, y luégo tornar otros cinco meses á gastar las vidas de los indios -en las minas. La injusticia desta ley parece en echar los indios en las -minas el tiempo dicho, que eran los nueve meses del año, y algo más, -contra su voluntad, siendo libres, á trabajos á que los facinerosos -malhechores que merecian muerte eran condenados, ó los esclavos, segun -arriba queda declarado. Fué tambien injusta esta ley, juntamente con -ser cruel, mandando que en aquellos cuarenta dias no tuviesen del todo -holganza. Otra hobo que comienza así: «Porque en el mantenimiento de -los indios está la mayor parte de su buen tractamiento, y augmentacion, -ordenamos y mandamos que todas las personas que tuvieren indios sean -obligadas de les dar á los que estovieren en las estancias, é de les -tener contino en ellas, pan y ajes, é axí, abasto, é que, á lo ménos, -los domingos é Pascuas y fiestas, les den sus ollas de carne guisadas -al respecto que á los de las minas, é á los indios que anduvieren -en las minas les den pan é axí, todo lo que hobieren menester, y -les den una libra de carne cada dia, y que el dia que no fuere de -carne, les den pescado ó sardinas, ó otras cosas con que sean bien -mantenidos, etc.» Esta es la ley que proveyó cerca del mantenimiento -de los indios; la iniquidad y crueldad della juzgue la persona que -tuviere algun juicio, aunque no por reglas de cristiandad, juzgue -tambien la insensibilidad de los del Consejo y de algunos teólogos, -que al hacer destas leyes con ellos se hallaron. ¿Dónde pudo concurrir -mayor ceguedad que á los indios que trabajaban en las estancias ó -granjas, que tenian trabajos iguales y áun mucho mayores que los -cavadores padecen en Castilla, ordenasen que les diesen por comida -cuotidiana pan caçabí, que no tiene cuasi más sustancia que hierbas, -y ajes, que son como turmas de tierra, y axí, que es la pimienta, en -fin, es hierba, (como si dijeran, dénles paja y heno abasto), y que -los domingos, y fiestas y Pascuas, como si los mandaran dar vestidos -nuevos ó camisas lavadas, mandasen dar una libreta de carne? ¡Y que -confiese la ley en su principio, que porque en el mantener de los -indios está la mayor parte de su buen tractamiento y augmentacion!, -¿qué tractamiento se puedo decir aquel, y qué augmentacion pudieron -rescibir los desventurados, cavando y trabajando todo el dia sin -descansar, y comiendo sólo hierbas y raíces asadas y cocidas, y una -libreta de carne (no libra, porque no era sino la cuarta parte de un -arrelde), de domingo á domingo, y Pascuas y fiestas? El tractamiento -que en ésto se les hizo, y el augmentacion que rescibieron, pareció -bien desde á pocos dias, porque todos, en breve, perecieron. Exagerando -yo en Valladolid despues, la tiranía destas leyes con un maestro en -teología, que se halló en hacellas, y creo que las firmó de su nombre, -y él justificándolas, cuando le referí ésta dijo: «No me hicieron esa -relacion á mí, que la comida era esa.» Repliqué yo: «¿Por qué no os -informásteis vos, padre Maestro, del padre fray Anton Montesino, de la -tal comida, pues tanto iba en ello, y pasásteis con sola la informacion -que los enemigos de los indios hacian, yéndoles tanto interese á ellos -como les iba?, ó, ¿por qué firmábades materia que no entendíades?» -Tambien tuvo esta ley otro defecto, que de palabra se justificó y no -en efecto, en mandar que los dias que no fuesen de carne les diesen -libreta de pescado ó sardinas, y añidiendo, ó otras cosas, parece cuasi -abiertamente que entendian que la ley era solo para complir, porque -aunque en la mar habia y hay abundancia de pescado, y lo mismo en los -rios, pero como todo su fin de los españoles no era sino amontonar oro, -no habia uno ni ninguno que se ocupase en pescar, ni en otra granjería -fuera de las minas ó de aquello que se enderezaba para sacar oro de -las minas. Así que, pescado, nunca de los ojos lo vieron los indios, -y ménos sardinas, que habian de venir de Castilla. Por manera, que los -dias que no eran de carne pasaban con las raíces y hierbas dichas su -triste vida, tambien los indios de las minas; y estas eran las otras -cosas que la ley con disimulacion dice, y bien sabian los susodichos -españoles, que se hallaron presentes al hacimiento destas leyes, que -dalles pescado ó sardinas era imposible. Y así parece, por todo lo -dicho, que aquesta ley fué iniquísima, llena de injusticia. - - - - -CAPÍTULO XVI. - -En el cual se prosigue la relacion y declaracion de los defectos que -tuvieron las dicha leyes. - - -Otra ley hobo que trujo consigo clara la injusticia y tiránica -iniquidad, que fué cuasi el fin de todas las demas, y á que todas las -otras se ordenaban, conviene á saber, que por fuerza y con cierta pena -se mandó á los que tenian indios de repartimiento, que de todos ellos -echasen la tercera parte, ó, si quisiesen, trujesen más de la tercera -parte á sacar oro, pero permitimos, dice la ley, que los vecinos de -la Çavana (que estaba cien leguas y más de las minas), y los de la -Villa nueva de Yaquimo (que estaba 80), no sean obligados de traer -indios en las minas, porque están muy léjos dellas, pero mandamos que -hagan hamacas, etc. Pero por otra ley que tras ésta se sigue, y es la -veintiseis, que concedió que los que tenian las casas y haciendas léjos -de las minas, que no podian proveer de mantenimientos á los indios, -pudiesen hacer compañía con los vecinos que tuviesen las haciendas -cerca ó en comarca, y que aquestos pusiesen los mantenimientos, -y aquellos los indios, y despues partiesen el oro que los indios -sacasen, fué causa que los vecinos de la villa de Yaquimo trujesen los -indios á las minas, hecha compañía con otros que tenian las haciendas -comarcanas, y estos yo los vide; por manera, que los traian de 30, -y 40, y 50 y 60 leguas, sacados de sus propias tierras y casas, que -sola esta mudanza bastaba para matarlos, cuanto más los trabajos y -hambres que padecian, porque, como se dirá, nunca cosa de las dichas en -favor de los indios se cumplió, sino como de ántes ó muy poquito más. -Enfermaban en las minas por las susodichas causas, no los curaban, -sino dábanles un poco de caçabí é ajes, y enviábanlos á sus tierras á -que se curasen, los cuales se iban cuánto más podian durar, y cuando -el mal les crecia, ó la comida les faltaba, echábanse en un monte ó -arroyo donde se acababan; yo los vide algunas veces, y digo verdad. -Otra ley trata del jornal que les habian de dar, y éste fué un peso -de oro cada año, á cada persona, para con que, segun dice la tal ley, -tuviesen los indios con que se vestir; podíase comprar en aquellos -tiempos con un peso de oro, que vale 450 maravedís, un par de peines y -un espejo, y un paño de tocar, ó una sola caperuza colorada, y andando -todos desnudos desde la cabeza hasta los piés mirad con qué se habian -de vestir é ataviar. Ya dijimos, en el cap. 14 del libro II, como el -Comendador Mayor les mandó dar por jornal medio peso de oro, que salian -tres blancas en dos dias, y agora, por leyes del Rey, se les mandó -asignar tres maravedís en dos dias, y áun no sé si llega á tanto. Ved -el escarnio de las leyes, y cuán llenas fueron de iniquidad. Otra ley -hobo, que mandó que ninguna mujer preñada que pasase de cuatro meses -la preñez, no la enviasen á las minas, ni á hacer montones, sino que -las tuviesen los españoles en sus estancias, y se sirviesen dellas en -las cosas de por casa, que son de poco trabajo, así como hacer pan, y -guisar de comer, y desherbar; véase qué crueldad é inhumanidad, que -hasta cuatro meses pudiese trabajar la mujer preñada en las minas y -hacer montones, que son trabajos para jigantes, como queda declarado, -y que hasta que eche la criatura sirva en casa de hacer pan, que es no -chico sino grande trabajo, y mayor el desherbar las labranzas; clara -está, como de las otras, la injusticia desta ley, y cuán indigna fué -que mano real la firmase. Otras muchas fueron constituidas con las -referidas, que suenan favor de los indios, y en sí eran justas, pero, -supuesto estar los indios en poder de los españoles, y el fin que -dellos pretendian, y las leyes ya declaradas, que á la clara favorecian -todo lo que ellos andaban, y hoy andan los demas á buscar, si no fueron -injustas, fueron, empero, vanísimas y supérfluas, y más para complir -con el mundo que para remedio alguno de los indios; con efecto y con -verdad, vano es todo aquello, segun el Filósofo, que no alcanza su fin. -Entre las demas, hobo algunas que mandaban que en cada lugar ó pueblo -de españoles hobiese dos Visitadores que visitasen cada año dos veces -los indios, y viesen si rescibian agravios, y para que las leyes se -guardasen, y lo bueno fué, que una ley mandaba que á los Visitadores -les diesen indios de repartimiento, demás áun de los que como vecinos -les habian de ser dados; mirad que ceguedad de los del Consejo y de -los reverendos teólogos, que no vieron que, teniendo indios, eran -parte, y que habian de ser más tiranos que los otros, como lo fueron, y -ménos dignos de ser remunerados, ántes, de mayor castigo merecedores y -capaces. Y una de las grandes eficaces causas de no haber aprovechado -para remediar las calamidades de los indios, en todas estas partes, -muchas ordenanzas y cédulas y provisiones que los Reyes han proveido y -enviado, ha sido tener los jueces y Gobernadores destas Indias, en los -indios ó en los intereses que dellos salen, parte ó arte, y ésto, cada -dia, hasta hoy, lo hemos llorado, y hoy lo lloramos, y abajo parecerá -más claro. Es bien aquí de considerar, que en la constitucion de todas -estas leyes se hallaron presentes y se admitieron todos los españoles -principales que arriba dejamos nombrados; esto es cosa evidente, porque -como entónces no se sabia cuasi nada de las cosas destas Indias, ni qué -era yuca y ajes, axí, ó caçabí, ó montones; la villa de la Çavana y la -villa nueva de Yaquimo estar léjos de las minas; hamacas y areytos, -que son los bailes que los indios tenian, los cuales, por una de -las leyes, se prohiben; que los quitados, y otros vocablos y avisos -que no se podian saber si las personas idas de acá no las avisaran -y manifestaran, manifiestamente se arguye haberse los dichos, en el -hacer de las dichas leyes, hallado. De donde queda luégo manifiesta -la ceguedad ó malicia de los del Consejo, que admitian, al constituir -de las dichas leyes, los enemigos de los indios, como se ha dicho -arriba, tan interesados en los sudores y calamitosa servidumbre de -los inocentes indios, rabiando por sacalles la sangre. Con ésto quiero -este capítulo acabar, que se hizo entre las otras leyes una, conviene á -saber, que porque los Caciques tuviesen quien los sirviese y hiciesen, -diz que, lo que les mandasen para cosas de su servicio, que si los -indios del tal Cacique se hobiesen de repartir en más de una persona y -tuviese 40 personas, le fuesen dadas dellas dos para que le sirviesen, -y si tuviese 70, le diesen tres, y si 100, se le diesen cuatro, y si -hasta 150, le diesen seis, pero desde allí adelante, aunque más gente -tuviese, no se le diesen más personas. ¿Qué mayor injusticia ni más -confuso desórden pudo ser imaginada que desposeer á los naturales -señores de sus súbditos, señoríos y estados, sin culpa alguna, y de -millares de gentes que poseian dalles seis personas que les sirviesen, -y de pueblos ordenados, en que política y pacíficamente vivian juntos -infinitos vecinos, repartillos y desparcillos así, haciendo de cada -pueblo tantos pedazos? Yo cognoscí señor dellos, cuyo padre habia, los -tiempos pasados, hartado la hambre muchas veces á los cristianos y -librado de la muerte, que juntaba 10 y 12.000 hombres de pelea, y no le -dejaron sino las seis personas para que le sirviesen como á los demas. -Pues si ésto parece grave, véase lo que la misma ley dice un poco más -abajo, ésto es, que el mismo Cacique, Rey y señor natural, con las seis -personas que le daban, fuese con el español que en los indios suyos -tuviese por repartimiento el mayor número y mayor parte, con que fuesen -muy bien tratados, no les mandando trabajar salvo en cosas ligeras con -que ellos fuesen ocupados, porque no tuviesen ociosidad, por evitar -los inconvenientes que podian suceder; de la ley son todas estas -palabras. Por manera, que áun el señor y Rey natural, con los seis que -le daban para que le sirviesen, habian de servir al español en cosas -ligeras, por temor de la ociosidad; debajo de aquella palabra fingida -y colorada, muchas veces repetida en las leyes, y con que Dios fué -irritado, conviene á saber, que sean bien tractados, este tractamiento -siempre fué aquel con que á todos los estirparon, y nunca faltó hasta -hoy la dicha palabra, que sean bien tractados; cuánta iniquidad dentro -de sí contuviese aquella ley, y cuán tiránica fuese, y cuanta ceguedad -en el Consejo cayese, y en los otros señores teólogos y letrados, no -creo que hay necesidad de declararlo. Y promulgáronse las dichas leyes -en la ciudad de Búrgos, á 27 de Diciembre de 1512 años. - - - - -CAPÍTULO XVII. - - -Ya dijimos arriba, en el cap. 5.º, como despues que el Rey católico -supo por cartas y relacion del Almirante y oficiales desta isla, lo -que los religiosos de Sancto Domingo, contra esta tiranía y opresion -de los indios habian predicado, mandó llamar al Provincial de Castilla -de la dicha Órden, á quien áun estaban subjetos los que acá vinieron, -y se quejó á él dellos, diciendo haber sido muy deservido en lo que -habian predicado, etc.; por lo cual, el Provincial les escribió lo que -el Rey le dijo, y por tanto mirasen lo que habian dicho, etc., segun -ya dijimos arriba. Vista esta carta del Provincial por el Vicario y -padre fray Pedro de Córdoba, determinó de ir á España y dar cuenta de -todo á sus Prelados ó al Rey, é para ayudar, si fuese menester, al -padre fray Anton Montesino, en lo que conviniese. Púsolo así por obra, -y, llegado á España, cumplió primero con lo que debia á su Órden, y -de parecer del Provincial, fué á la corte, la cual estaba ya, segun -creo, en Valladolid. Cuando llegó, halló que se acababan de hacer -las dichas leyes, y vistas luégo, vido en ellas la perdicion de los -indios, como quedasen so el poder de los españoles repartidos como -ganados, y lo que más lloraba era cognoscer que se habian hecho por -tantas y tales personas y de tanta auctoridad, solemnidad, y con tanto -acuerdo, que parecia que ninguno podia decir en contrario cosa alguna, -que no fuese tenido ó por presuntuoso y temerario, ó por loco; pero -finalmente trabajó de hablar al Rey, para dalle su disculpa de lo que -acá se habia predicado. Habló al Rey largo, dándole cuenta de todo el -hecho y del derecho, y lo que les habia movido á predicallo, en lo -cual le dió á entender cuánto los frailes habian servido á Su Alteza, -y hecho bien á esta tierra. El Rey le oyó benignísimamente, y segun -el padre fray Pedro era de grande auctoridad y persona reverenda en -sí, que fácilmente, quien quiera que lo via y hablaba y oia hablar, -cognoscia morar Dios en él, y tener dentro de sí adornamiento y -ejercicio de santidad, concibió dél grandísima estima, y tractábalo -como á sancto, y, cierto, el Rey no se engañaba. Y tratando en el -remedio de los indios, y de las leyes recientemente hechas, y por -tales y tantas personas acordadas, díjole, segun creimos, que le -parecia que no quedaban remediadas las fatigas y perdicion de los -indios, quedando debajo de la mano de los españoles, y que otros -remedios requerian más que aquellos, para, de los daños que padecian, -librallos; finalmente, con estas ó con otras palabras, dificultando -el negocio y poniendo en duda que con las dichas leyes la dificultad -se remediase, le dijo el Rey con la reputacion en que lo habia ya -tomado: «Tomad, vos, padre, á cargo de remediarlas, en lo cual me -hareis mucho servicio, é yo mandaré que se guarde y cumpla lo que vos -acordáredes». El santo varon, como era muy nuevo en esta tierra, que no -habia aún dos años que á ella habia venido, y carecia de experiencia, -que para semejante cargo era necesaria, ó por otras causas, que como -era humilde podia considerar que le hacian sentir no ser bastante, no -se atrevió, y respondió al Rey: «Señor, no es de mi profesion meterme -en negocio tan arduo, suplico á Vuestra Alteza que no me lo mande.» -Esta fué, segun creo, la primera vez que se ofreció estar en un punto -los indios remediados y en manos de quien los remediara, porque si -en tal persona su remedio estuviera, como estuvo tan á la mano si lo -aceptara, no se dudó sino que aquesta tiranía, ántes que echara más -raíces, se estirpara; pero fueron infelices los indios en no querello -el padre fray Pedro aceptar, y más infelices los españoles que por -aquellos tiempos en esta granjería andaban, y los que despues hasta -hoy con ella se han inficionado. Todavía el dicho padre venerando puso -al Rey en escrúpulo y cuidado, por lo cual mandó que se tornasen á -juntar algunos del Consejo y teólogos, de nuevo, para que declarasen -y moderasen las leyes, si fuese necesario; uno de los teólogos fué -su confesor, llamado el padre maestro fray Tomás de Matiencio, y otro -fray Alonso de Bustillo, maestro tambien en teología, y el susodicho -licenciado Gregorio, clérigo y predicador del Rey. Los del Consejo -fueron: el licenciado Santiago, el doctor Palacios Rubios, y estos -dos, siempre, sin duda, fueron favorecedores de los indios, yo soy -testigo, porque eran personas de virtud. Juntáronse todos con el -obispo D. Juan de Fonseca, muchas veces nombrado, y que se nombrará si -Dios quisiere, obispo á la sazon de Palencia, sin el cual no se hacia -ni se tractaba cosa que tocase á estas Indias. Mandó el Rey que se -informasen del dicho padre fray Pedro de Córdoba, cerca de las recien -hechas leyes, y rescibiesen su parecer. El cual informó segun vido -que convenia al tiempo y á las personas, y al lugar y á la sazon de -cosas que le pareció, y agravió algunas que las leyes habian ordenado, -principalmente darles los indios á españoles, debiendo vivir por sí, -y traer en las minas y los otros trabajos las mujeres preñadas hasta -cuatro meses; y que no convenia que trabajasen las mujeres, bastaba los -maridos; y que tampoco era justo trabajar los niños como trabajaban, y -que era contra la honestidad cristiana consentir que anduviesen mujeres -y hombres desnudos, y otras cosas desta manera que le pareció decirles. -Y á lo que creimos, ó no informó de todo lo que al Rey habia dicho, por -ver cuán asentados y determinados estaban en que las leyes que habian -hecho eran convenientes, ó si los informó, pasaron con lo que habian -en las leyes determinado, con ciertas pocas cosas que añidieron, ó por -ventura, como fué nuevo en esta tierra, no supo del todo las maldades -della, ni responder á las objecciones y argumentos que le movian, por -no haber tenido de las cosas pasadas y áun presentes, plena noticia; y -como los dos teólogos añididos no sabian dónde consistia la mortífera -enfermedad de aquestos tristes enfermos, que era la tiránica detencion -y servidumbre de los indios por aquel condenado repartimiento, ni la -imposibilidad del cumplimiento de algunas de las leyes, y la inutilidad -y superfluidad de otras, (y muchas dellas son en sí justas, y suenan -en favor de los indios, si no supieran la fístula y llaga mortal que -todo lo canceraba, como en el precedente capítulo se dijo), pasaron -con lo que los juristas y el licenciado Gregorio les dijeron. Pero no -sé cómo se pudieron excusar los juristas, al ménos los teólogos, de -no caer en la iniquidad y crueldad de la ley, que se hizo sobre la -comida, que á los indios que trabajasen en hacer montones, y los otros -trabajos de las estancias, les diesen una libreta de carne de domingo -á domingo, y sobre esta ley hobimos el un maestro, que fué Bustillo, y -yo, la brega que, arriba en el cap. 15, dije. Finalmente, que, ó porque -la malicia de los seglares que á la sazon se hallaron en la corte, que -fueron los que mayor parte sin duda tuvieron en el hacer de las leyes, -impidió que Dios no tuviese por bien de dar lumbre á los letrados que -cayesen en ello, porque escripto está, _qui nocet noceat ad huc_, ó -porque por el divino juicio estaba determinado que aquestas humildes -gentes así padeciesen, porque, aunque inocentes, cuanto á nosotros, son -y siempre lo fueron, no lo son cuanto á Dios ni jamás hombre alguno -lo fué, pasaron todos con las leyes hechas, con ciertos aditamentos, -con los cuales respondieron al Rey que los habia mandado juntar, desta -manera: - -«Muy alto y muy poderoso Príncipe, Rey é señor: Vuestra Alteza nos -mandó, que porque algunos religiosos[3] y personas de conciencia, que -tenian alguna noticia de las cosas de las Indias, habian informado -á Vuestra Majestad, que en las ordenanzas que mandó hacer para el -buen tractamiento y conversion y doctrina de los indios de la isla -Española, y de las otras islas Indias y tierra firme del mar Océano, -habia algunas cosas que para el saneamiento de la conciencia de Vuestra -Alteza convenia enmendarse, y porque nosotros, los que de yuso firmamos -nuestros nombres, vistas las ordenanzas, y oidas otras personas[4] -que de las Indias tenian mucha noticia y experiencia, y despues de muy -bien visto y platicado, y haber estudiado sobre ello, lo que en Dios -y en nuestras conciencias nos parece que se debe añadir y enmendar en -las dichas ordenanzas, son las cosas siguientes: Primeramente, que las -mujeres indias, casadas, no sean obligadas de ir ni venir á servir con -sus maridos á las minas ni á otra parte ninguna, sino fuere por su -voluntad dellas, ó si sus maridos las quisiesen llevar consigo, pero -que las tales mujeres, sean compelidas á trabajar en sus haciendas -propias, ó en las de los españoles, dándoles sus jornales que con ellas -y con sus maridos se convinieren, salvo si las tales mujeres estuvieren -preñadas, porque con estas tales, Vuestra Majestad debe mandar que -se guarde lo contenido en la ordenanza que sobre ésto está hecha. -Que Vuestra Majestad debe mandar, que los niños y niñas, menores de -catorce años, no sean obligados á servicio en cosas de trabajo hasta -que hayan la dicha edad de catorce años, pero que sean compelidos á -hacer y servir en las cosas que los niños pueden bien comportar, como -en desherbar las heredades y cosas semejantes en las haciendas de sus -padres, los que los tuvieren; y los mayores de catorce años, estén -debajo del poder de sus padres, hasta que tengan legítima edad ó sean -casados, y los que no tuvieren padres ni madres, lo hagan debajo de -las personas á quien Vuestra Alteza los mandare encargar, conforme al -parecer de los Jueces, así en la edad, como en el trabajo que han de -hacer, con tanto que por ésto no sean impedidos á ser doctrinados y -enseñados en las cosas de la fe, á las horas que lo han de aprender, -dándoles de comer y pagándoles sus jornales que fueren tasados por -los dichos Jueces, y si alguno dellos quisiere aprender oficio, pueda -libremente hacerlo, y estos no sean compelidos á otra cosa, estando en -el oficio. Asimismo debe Vuestra Alteza mandar que las indias que no -fueren casadas, las que están so el poderío de sus padres ó madres, -que trabajen con ellos en sus haciendas ó en las ajenas, conveniéndose -con sus padres, y las que no estuvieren debajo del poder de sus padres -ó madres, porque no anden vagabundas, ni sean malas mujeres, y que -sean apartadas de vicios, que sean doctrinadas y constreñidas á estar -juntas con las otras, y á trabajar en sus haciendas, si las tuvieren, -y si no las tuvieren, en las haciendas de los indios y de los otros, -pagándoles sus jornales, como á las otras personas que trabajan por -ellos. Que asimismo Vuestra Alteza debe mandar que los dichos indios -sean obligados á servir nueve meses del año, como por Vuestra Alteza -en las dichas ordenanzas cuasi lo tiene declarado y mandado, y que los -tres meses contenidos en la dicha ordenanza, que á los dichos indios se -les dá de huelga, porque no tornen á sus vicios y á su manera de vida -ya costumbrada, sean compelidos á trabajar en sus haciendas mismas, ó -por jornales en las de los otros vecinos, y que esta manera de servir -sea por el tiempo que á Vuestra Alteza paresciere, y porque los dichos -indios podrian, con el tiempo y con la conversacion de los cristianos, -hacerse tan políticos, y tan entendidos, y capaces, y tan aparejados -á ser cristianos, para que por sí sepan regirse, y vivan, y sirvan -como acá lo hacen los otros cristianos, Vuestra Alteza ha de mandar -que anden vestidos, y como se fuere cognosciendo la habilidad para -ser cristianos, y éste capítulo se entiende de los hombres; y sobre -todo, Vuestra Alteza debe mandar que las mujeres se vistan dentro de -cierto término, so alguna pena. Este servicio que á Vuestra Majestad -es debido por los dichos indios de la manera susodicha, Vuestra Alteza -puede hacer merced dello, á quien fuere servido, por vida ó por el -tiempo que Vuestra Majestad fuere servido de hacer dello merced. Y con -estos aditamentos, suso contenidos, decimos que en Dios y en nuestras -conciencias, Vuestra Alteza tiene muy justas y moderadamente ordenadas -las cosas de las dichas Indias, así para el buen tractamiento y -conversion y doctrina de los dichos indios, como para la gobernacion -de aquellas partes, y que debe Vuestra Alteza mandar que, en todo y -por todo, se guarden las dichas ordenanzas que Vuestra Majestad tiene -mandadas hacer con estos dichos aditamentos, y que haciéndose así, -su real conciencia será enteramente descargada. Y así, firmamos aquí -nuestros nombres.--_Episcopus Palentinus_, Conde.--_Frater Tomás de -Matienzo._--_Fray Alonso de Bustillo._--_Licenciado Santiago._--_El -doctor Palacios Rubios._--_El licenciado Gregorio._» - - - - -CAPÍTULO XVIII. - - -Placer es de ver cómo el Rey católico quedó libre de los pecados que -en la perdicion destas gentes se cometieron, porque, ciertamente, hizo -lo que en sí era, poniendo en manos y determinacion de tantos y tales -letrados, teólogos y juristas, que hiciesen las leyes, y despues, por -los escrúpulos que le puso el varon santo, fray Pedro de Córdoba, tornó -á mandar que se juntasen, y que en esta junta interviniese su confesor, -para que las corrigiesen y enmendasen si viesen ser necesario. Los -Reyes, como no sean letrados, ni á ser letrados sean obligados, no -tienen más que hacer para gobernar los reinos con buenas conciencias, -sino elegir para sus Consejos personas notables, no por afeccion y -amor, sino por méritos, y elegidas, seguir en las cosas árduas, y donde -hay peligro en el errar, su consejo, no descuidándose de visitar el -Consejo á sus tiempos, para saber si los elegidos en el estado que -dellos al principio se estimó perseveran. Cuánto, pues, es de gozarse -el hombre con la diligencia que el Rey puso para justificarse, y quedar -de este negocio, tan árduo y peligroso, sin culpa, tanto es de lamentar -la ceguedad é ignorancia que en los consultores hobo; si en todos, -los unos y los otros, ó en algunos dellos, hobo culpa chica ó grave, -pues eran letrados, ó fueron excusados por las falsedades perniciosas -y horribles de que los tiranos contra los indios les informaron, Dios -lo sabe. Porque, segun por todo el discurso que desta materia, en -los capítulos pasados, se ha dicho, parece todo lo que los letrados -hicieron, determinaron, y al Rey respondieron, fué fundado en el -crédito que aquellos que, contra los indios les informaron, dieron; -y dar crédito á quien tanto interese pretendia en la servidumbre, y -trabajos, y sudores, y opresion destas gentes, sin oillas ni oir, -como se debieron oir, ó al ménos, no dar igual crédito á los dos y -tales religiosos de Sancto Domingo que las defendian, no sé yo cómo -los tales consultores, aunque fuesen buenos y con buena intincion -tractasen dello, de culpa quedasen libres. Haberles dado en todo -crédito á los susodichos, y negado á los religiosos, á quien darlo con -justa razon debieran, bien ha parecido en las leyes todas, pasadas, y -agora no ménos en estos aditamentos. Y es cosa ésta maravillosa, que -habiendo vivido estas gentes tantos millares de años en sus pueblos, -y policía ordenada, y pacífica, y con tanta copia y abundancia de las -cosas necesarias, como las hallamos y vimos con nuestros ojos, y es á -todos áun hoy notorio, cuanto más entónces, cuando desto el año de 11 -se tractaba, que así se creyese ó se cegasen en creer, contra ellas, -estos dos tan torcidos de razon y absurdos defectos, conviene á saber, -que no se sabian regir, por lo cual pusiesen en el cuarto aditamento, -que, porque con el tiempo y con la conversacion de los cristianos se -podrian hacer capaces y políticos para vivir por sí, é por sí regirse, -se les diese, á los que tales se cognosciesen, facultad para por sí -vivir. Esto es cierto, y puede constar por muchas de las cosas que -arriba se han probado, que si hasta hoy, y de hoy hasta el dia del -juicio, las gentes destas islas vivieran, nunca se les diera facultad -ni libertad para poder vivir por sí, porque á la ambicion y cudicia de -los españoles no convenia, por no dejallos de su poder. Y esta cláusula -deste aditamento nunca se pusiera si el padre fray Pedro de Córdoba, -detestando el repartimiento de los indios á los españoles, no lo -dijera; y en ponella, como la pusieron, más infamaron estos consultores -á los indios, que los españoles, sus enemigos, porque lo puso el Rey -luégo por ley. El otro defecto segundo, que al primero se endereza, -de que los infamaron, fué la ociosidad, como si se dejaran morir de -hambre, y, como arriba se há ya dicho, nosotros viniéramos de España á -dalles de comer. Que tanta diligencia pongan los consultores, imbuidos -de los pecadores, sobre que los indios no estén ociosos, que los tres -meses que se les daban de huelga, fuesen compelidos á trabajar en -sus haciendas, ó por jornal á las de los otros vecinos, por manera -que, al fin, trabajando, habian de morir, y de morir en nueve meses -sirviendo á los españoles, y morir en los tres trabajando en las suyas -por fuerza, ó por jornal en las ajenas, ¿qué utilidad se les seguia -de toda su vida, ó cuándo habian de vivir? Admirable cosa fué ésta. -Soltáranlos y dejáranlos estar en sus tierras y en sus pueblos en su -libertad, y regirse como se regian, y la fe diéraseles como Cristo dejó -establecido que á los infieles se diese, y ellos tuvieran la comida en -tanta copia y abundancia que á nosotros hartaran la hambre, como la -hartaron veces infinitas, segun arriba queda dicho, y recibieran la fe -y religion cristiana mucho ántes que la hobieran aborrecido. Y la razon -que los consultores dieron en este artículo fué, porque, diz que, no -tornasen á sus vicios; yo torno á repetir que pluguiera á Dios, dejando -la infidelidad á parte, la cual en estos no era culpa, sino pena -deribada de los primeros padres, no tuvieran los españoles, á quien -les daban por predicadores, y ejemplos de cristiandad, más horribles -y detestables en fealdad, y en número mayor multitud de vicios. -Tambien será bien no pasar callando una tan señalada y manifiesta -injusticia. ¿Qué Rey ni qué república, por bárbara é inculta é injusta -que fuese, hobo en el mundo que de doce meses del año constriñese á -los súbditos libres á que sirviesen con servicios personales, con sus -propios cuerpos y sudores, en trabajos insoportables, los nueve? ¿Qué -mayor servidumbre? ¿Qué mayor y más duro, qué más injusto y tiránico -captiverio? Fuera bien que los consultores, por buenos y religiosos que -fuesen, consideraran ésto. Vamos á la postrera limitacion ó aditamento -de las leyes, que toda fué fundada en la injusticia y tiranía, y para -confirmacion y perpetuidad del detestable repartimiento; item, para que -los privados del Rey tuviesen parte y arte cruel, que es lo que mucho -desde arriba se viene oliendo; y ésto es lo que dijeron: que aquel -servicio que los indios daban, de nueve meses, al Rey, que su Alteza -podia hacer merced, y dallo á quien quisiese, por vida ó por tiempo, y -en ésto fueron estos postreros consultores engañatísimos, porque no -sintieron la madriguera donde se acogia la liebre. De los cuales, yo -fuí siempre seguro, que no añadieron ésto último pretendiendo interese, -sino que los que lo pretendian, informados y persuadidos, quizá con -buen fin, aunque no lo creo, se lo persuadieron. Desta postrera junta y -de los cuatro aditamentos que en ella se hicieron, fué causa el dicho -sancto varon y padre fray Pedro; de la última ni por pensamiento, la -causa fueron los que, como dije, para que la pusiesen trujeron sus -rodeos. Luégo el Rey, presentándole los cinco susodichos aditamentos, -que estos postreros consultores le ofrecieron, mandó autorizallos -y promulgallos por leyes, escepto el quinto pues los letrados lo -instituyeron, sino fué porque á los privados que despues tuvieron -indios de repartimiento, quizá, se temió que sería imputado por cosa -rodeada y no muy honesta. Llamáronse estas cuatro leyes, declaracion y -moderacion de las ordenanzas hechas, y promulgáronse en Valladolid, á -28 de Julio de 1513 años, y fueron en molde impresas. - - - - -CAPÍTULO XIX. - - -Declaradas y promulgadas estas postreras cuatro leyes, y por mejor -decir, entendido el quinto aditamento que decia, que el servicio de los -nueve meses que los indios eran obligados á servir al Rey, lo podia -conceder, haciendo merced, á quien quisiese, luégo procuraron los -privados de pedir al Rey les hiciese merced á cada uno de repartimiento -de indios, teniendo por cierto y determinado que con buena conciencia -los podian tener, pues los letrados desta postrera junta lo afirmaron, -y firmaron en Dios y en sus conciencias, guardando las leyes dichas con -sus cinco limitaciones ó aditamentos. Y de los primeros fué, el obispo -de Palencia, D. Juan de Fonseca, de quien se ha dicho, que, desde el -descubrimiento destas Indias, siempre fué principal y Presidente en -el gobierno dellas; este señor Obispo tuvo 800 indios, en cada una -destas cuatro islas, Española, la de Cuba, la de Sant Juan, y de la de -Jamáica, 200. El secretario Lope Conchillos, tuvo 1.100, segun tuvimos -entendido. Hernando de Vega, que fué notable persona en prudencia -y muy estimado del Rey, y fué del Consejo de las Indias, cuando el -Consejo de los otros Consejos se distinguió, tuvo 200. El camarero Juan -Cabrero, aragonés, muy antiguo de la cámara del Rey, otros 200. El -licenciado Moxica, que era del Consejo real, tuvo no sé cuantos, y creo -que no eran ménos de 200. Sospecha hobo que algunos otros del Consejo -real los tuvieron de secreto, puestos en cabeza de otras personas, -que enviaban con cargos y oficios á esta isla; nunca del licenciado -Santiago, ni del doctor Palacios Rubios, que fueron los que más destas -Indias tractaron por aquellos tiempos, cosa de interese, ni cosa que -no debiesen hacer, se sospechó. Estos fueron los que tuvieron indios -en estas islas, estando ellos en Castilla, y no los caballeros de -Castilla, como dice Oviedo en su historia. Desta buena limitacion y -quinto aditamento, que los postreros consultores, sin saber el daño que -con ello hacian, escribieron, tuvieron tambien ocasion los oficiales -del Rey, Tesorero, y Contador, y Factor, y Veedor, de pedir y tener -cada uno su repartimiento; lo mismo hicieron los Jueces de apelacion, -que por estos tiempos, entre el año de 11 y 12 se proveyeron y á esta -isla vinieron; el uno fué el licenciado Marcelo de Villalobos, el otro, -el licenciado Juan Ortiz de Matiencio y el licenciado Lúcas Vazquez -de Ayllon, el que arriba, en el libro II, dijimos haber sido, en -tiempo del Comendador Mayor, Alcalde mayor de la Vega y sus comarcas. -Estos fueron enviados por Jueces de apelacion, para que del Almirante -y de sus Alcaldes mayores y Tenientes, para ante ellos, como Jueces -inmediatos del Rey, se apelase por la relacion quel Rey tuvo que habia -en esta isla disensiones y bandos entre el Almirante y el tesorero -Pasamonte, y los otros oficiales del Rey, que maldito aquel provecho -para Dios ni para dellos jamás salió, y estos se tuvo por cierto, que -revolvieron al Almirante con el Rey, é le persiguieron hasta la muerte, -como se dirá. Así que fueron proveidos aquellos tres licenciados por -Jueces de apelacion, y éste fué su primer nombre, despues se les dió -auctoridad y oficios de Oidores y de Audiencia y Chancillería real, -como hoy la tienen los que sucedieron. Estos tambien pidieron y -tuvieron sus repartimientos, como personas de más preeminentes oficios, -y todos ellos y los Oficiales no dejaban de llevar sus salarios del -Rey, puesto que no eran tan crecidos como despues de que mataron los -indios los tuvieron, y así los tristes indios, con sus angustias, -trabajos y sudores, eran parte de los salarios, y la justicia que les -guardaron abajo será manifiesta. Viendo el padre fray Pedro de Córdoba, -varon sancto y prudentísimo, las leyes hechas, y despues las adiciones -que habian poco limitado y moderado, cognosciendo quedar los indios sin -algun remedio, y viendo ántes con su prudencia, que los indios habian -en breve de perecer, como perecieron, y que esta muerte y destruccion -destas gentes, no se causaba sino por tenerlos en servidumbre los -españoles, y en lo que tocaba á su conversion ninguno la impidia sino -ellos, lo uno por sus tiranías, y lo otro por sus perniciosos ejemplos, -acordó de suplicar al Rey que le diese licencia, y ayuda, y favor, para -que él con los frailes de su Orden, que consigo le pareciese llevar, -pasasen á la tierra firme más cercana desta isla, que es la de Cumaná, -donde despues fué la priesa de sacar perlas, para predicar á aquellas -gentes, sin estorbo de los españoles, creyendo que nunca hombre dellos -asomara jamás por allí. El Rey católico, lo uno por la obra ser tal -y tan apostólica, y lo otro, la gran estima y devocion que dél habia -cobrado, fué dello muy contento y servido, y mandó que le diesen los -despachos á su voluntad, muy cumplidos, y así fué, que todo lo que -pidió para que en esta isla se le diese de navíos y bastimentos, y -otras cosas que llevar convenia, como herramientas, y aparejos para -edificar una casa, le fué concedido y cumplido, como abajo, placiendo -á Dios, será dicho. Habria en esta isla, á la sazon cuando andaba la -solicitud y barahunda de hacer las leyes en Castilla, obra de 20.000 -indios, con hombres y mujeres, grandes y chicos, y creo, cierto, que -áun no los habia. Estos habian quedado de tres y cuatro cuentos, -que, en sus pueblos, pacíficos con sus señores y Reyes, y en toda -abundancia, sobrándoles todas las cosas necesarias, sino era lumbre -de fe, digo verdad porque yo los vide, vivian. Alcanzados del Rey los -repartimientos por los susodichos privados y residentes en la corte, -luégo entraron sus criados y mayordomos acá, no los más negligentes que -en sus casas tenian. Estos, ó porque conocieron en sus amos hervir la -cudicia de rescibir oro y todo provecho de los indios, ó por su propia -crueldad y malicia, dábanles en los trabajos, y en especial en los de -las minas, sin guardar ley ni ordenanza, ni razon, ni justicia, que -en cada demora, que duraba, como se dijo, cinco meses, que de hambre, -y trabajo, y angustia y afliccion, la mitad ó el tercio de los indios -de su repartimiento, perecia. Aquellos muertos, presentaba luégo la -Cédula del Rey al que gobernaba, ó á los Jueces de apelacion, diciendo -que á su amo, por aquella Cédula, mandaba el Rey dar en repartimientos -200 ó 300 indios, y que no tenia sino tantos, por lo cual pedia que se -la hinchiesen, y porque no habia en esta isla quien de barro hiciese -indios, con tanta priesa como á matar se daban, ó los quitaban á los -que favor no tenian y dejábanlos sin repartimiento, para cumplir la -Cédula, ó echaban en la baraja todos los indios de la isla, y hacian -general repartimiento, y dejaban los de poco favor sin indios, y -cumplíase con los privados del Rey que estaban en Castilla. Un cruel -tirano, criado y mayordomo de uno de los de la corte arriba referidos, -habiendo muerto en una demora de los cinco meses, 70 ó setenta y tantos -indios, reprendiéndole aquella su crueldad un religioso de Sancto -Domingo, respondió sin temor ni vergüenza: «Andad, padre, que si yo -matare todos los indios en un dia, amo tengo yo á quien el Rey le dará -otros tantos para otro dia.» La razon de la desvergüenza deste fué, -porque no habia ley, ni habia pena ni estorbo, ni justicia que tocase -á estos verdugos que tenian acá los de Castilla, como quiera que les -enviasen oro y fuesen bien servidos, aunque matasen todos los indios en -un dia, ántes todos los que acá estaban, Jueces y Oficiales, para ello -los ayudaban y favorecian cuanto en el mundo podian. Pues los Jueces y -Oficiales desta isla, en quien no hervia ménos el ánsia de amontonar -oro, no habiendo superior alguno que á la mano les fuese, ¿qué tal -era la moderacion y justicia que con los indios de sus repartimientos -usaban, y qué estragos en ellos hacian?; los cuales tambien usaban -de la presentacion y hinchimiento de sus Cédulas, cada demora que el -número de los indios que mataban se les disminuia. Los particulares -vecinos, viendo la tiranía de los unos y de los otros, y temiendo -que, como aquellos se daban priesa á matar, para suplir sus Cédulas -se los habian á ellos de quitar un dia que otro, tambien á trabajar y -matar sus indios no se daban poca priesa; yo fuí avisado, en tiempo -que yo tuve cargo de mirar y estorbar los agravios de los desdichados -indios, que habia escripto un vecino á un estanciero, ó minero suyo, -que se diese priesa á trabajar los indios y que no perdonase mujeres -preñadas y paridas, porque cada hora, que se los habian de quitar, -temia. Algunos Visitadores, conforme á lo que las dichas leyes -disponian, pusieron, pero, de más carga y pesadumbre para los indios -y de disimular las tiranías y de robar su parte, sirvieron. Todo lo -que está dicho de los Jueces y Oficiales, y de los de Castilla que acá -tenian indios, y de los particulares, y de todas sus tiranías, y muerte -y perecimiento de los indios en las minas y en los otros trabajos desta -isla, se hacia con la misma impiedad y crueldad, y sin misericordia -alguna en las otras tres islas, la de Sant Juan, la de Cuba, como della -presto diremos, y en la de Jamáica. Veis aquí el fruto que salió de las -dichas leyes, y de sus cinco aditamentos que hicieron los postreros -ó engañados consultores, y que juraron en Dios y en sus conciencias, -que con aquellas limitaciones y declaraciones, el Rey tenia muy justas -y moderadamente ordenadas las cosas de las Indias. Y lo bueno fué, y -que adorna y hermosea todo lo arriba dicho, que los del Consejo dieron -forma de cómo habia de rezar la Cédula de los repartimientos que á cada -uno se daban, y decia así el Gobernador, ó que tenia cargo de repartir -los indios, que despues llamaron, como se dirá, Repartidor: «Yo, -fulano, en nombre del Rey é de la Reina, nuestros señores, por virtud -de los poderes que de Sus Altezas tengo, encomiendo á vos, fulano, tal -Cacique y tantas personas en él, para que os sirvais dellos en vuestras -haciendas, minas y granjerías, segun y como Sus Altezas lo mandan, -conforme á sus ordenanzas, guardándolas, y no de otra manera, porque de -otra manera Sus Altezas no vos los encomiendan, ni yo en su nombre; y -si no lo hiciéredes os serán quitados, y lo que os hobiéredes servido -dellos, será á cargo de vuestra conciencia y no de la de Sus Altezas, -ni de la mia, etc.» Esta era la sustancia y forma de la Cédula, por lo -cual creian que ya quedaba todo llano y santo, y fuera bien preguntar -á alguna de las justicias, si quitaron á uno ó alguno los indios por -los malos tractamientos. Pero mejor preguntados deben ya de estar, -porque todos son muertos. Las Cédulas antiguas decian, que se los -encomendaba para que se sirviesen dellos en sus granjerías y minas, -y que los enseñasen en las cosas de nuestra sancta fe católica, pero -estotras, ordenadas por el Consejo, añidian, «y sea á cargo de vuestra -conciencia y no de la de Sus Altezas ni de la mia, ó con ésto descargo -la conciencia de Sus Altezas, y la mia en su nombre»; y con estas -palabras creian los insensibles que quedaban las tiranías y muerte de -los indios justificadas y sanctificadas, y su conciencia y la del Rey -salvas y excusadas. Y llamo aquí la conciencia del Rey, la de los de -su Consejo, porque la de la misma persona real, yo no dudo sino que no -tuvo culpa alguna, porque hizo todo lo que en sí era, como arriba queda -declarado, y así fué, de todos estos errores y daños, excusado. - - - - -CAPÍTULO XX. - - En el cual se contiene una grande ingrata inhumanidad que los - españoles, que iban á saltear hombres en las islas de los Lucayos, á - ciertas gentes de la tierra Florida, hicieron.--Y parece ser éstos - los primeros que aquella tierra descubrieron.--Y como Juan Ponce de - Leon fué á descubrir por lo más alto, y descubrió el cabo Grande de la - Florida, al cual le puso aquel nombre.--Y como fué á Castilla y vino - por Adelantado della y Gobernador, y al cabo murió miserablemente. - - -Dejemos agora por un rato perecer cada dia y cada hora los indios -desta isla, y de la de Sant Juan, y la de Jamáica (porque en la de -Cuba no habia áun entrado en este año de 11 la pestilencia de que -hablamos), con las leyes y aditamentos tan saludables, de que dijeron -los postreros consultores, juristas y teólogos, que con ellas quedaban -justas y moderadamente ordenadas las cosas destas Indias, afirmándolo -en Dios y en sus conciencias, y prosigamos en nuestra historia, lo -que por estos años sucedió en esta isla y en estas tierras. Por este -tiempo, aunque ya se andaba por el rebusco de las gentes yucayas, -de que mucho habemos arriba, en el libro II, hablado, cómo nuestros -españoles las vendimiaron, todavía, como vieron los vecinos desta isla -que los indios della se les acababan (pero no por eso de matar cesaban -los que se hallaban), con algunos dineros, que con la sangre de los -ya muertos habian allegado, se juntaban en compañía y armaban uno ó -dos navíos ó más, para ir á rebuscar los inocentes que por las isletas -donde moraban, escondidos por los montes, se habian del furor pasado -escapado. Entre otros, se juntaron siete vecinos de las villas de la -Vega y Sanctiago, á lo que creo, y de otros lugares, y no faltaban -mercaderes que les ayudaban, los cuales armaron dos navíos, metiendo -en cada uno 50 ó 60 hombres, en aquellas romerías bien ejercitados, -con sus bastimentos de pan, caçabí é carne, y sus pipas de agua, -con todo lo demas necesario. Salieron de Puerto de Plata, de donde -luégo, otro dia, ó poco más, llegan á las islas de los Lucayos, á las -cuales llegados, y buscadas muchas dellas con diligencia suma, pero -no hallaron nada, porque ya, los que ántes dellos por aquellas islas -habian andado, los habian todos acabado con la priesa que arriba, en el -libro II, queda bien demostrado; y porque les pareció que si se volvian -vacíos sin presa, no sólo perdian los dineros que habian gastado, y el -peligro, y trabajo, pero áun afrenta se les recrecia tornarse á esta -isla sin sacar fruto alguno de su viaje, acordaron de se ir hácia el -Norte á descobrir tierra, cuanto los bastimentos les durasen, y, si -la hallasen, hacer en ella algun buen salto, aunque despues negaban -que hobiesen navegado por su voluntad, sino que los habia forzado -una gran tempestad, y arrebatado la fuerza della, que les duró dos -dias, y que el postrero vieron cierta tierra á la cual se allegaron. -Esta, cierto, fué la tierra y costa de mar, de la que agora llamamos -la Florida, que debia estar de las islas de los Lucayos, de donde -salieron, obra de 150 leguas, por mucho que con la tormenta anduviesen, -y así sería la bahía que agora se llama de _Sancti Spiritus_, y desta -isla Española estará 230 leguas, ó poco más; y si fueron sin tormenta, -y por su voluntad, en dos dias con sus noches no andarian arriba de -80 leguas, y, por consiguiente, llegarian al cabo de Sancta Elena, ó -poco más, que es harto más cerca de acá. Llegados los navíos á tierra, -la cual hallaron poblatísima, y como la gente vido los navíos, corren -infinitos á la ribera de la mar espantados de ver los navíos y gente -en ellos tan de otra manera de sí, que nunca visto habian, que no se -hartaban de mirar. Salieron en tierra en sus barcas los nuestros, á los -cuales como vieron salir, huyen todos de miedo, sin quedar persona que -osase esperar. Siguieron ciertos mancebos más ligeros, y alcanzaron -un hombre y una mujer, que no corrian tanto; lleváronlos á los navíos -y vistieron sendas camisas, y diéronles de comer y otras cosillas de -Castilla, que fué como carne de buitrera, que suele bien pagar el -escote quien á comerla viene. Soltáronlos, llevándolos á tierra; -perdido el miedo fuéronse muy seguros y contentos. Llegados éstos á -donde la gente estaba, viéndolos así ataviados, confiando que todo -era oro lo que relucia, y que debia ser buena y pacífica gente la que -daba de lo que tenia, tórnanse sin miedo á venir todos seguros á la -playa. El Rey dellos envia luégo 50 hombres á los cristianos, cargados -de comida. Fueron algunos de los españoles al pueblo, recibiólos el -Rey con gran reverencia y placer, dáles personas que los acompañen y -guien para que vean los otros pueblos; donde quiera que llegaban, las -gentes, con presentes de comida y de lo que tenian, como á hombres -venidos del cielo, los salian á rescibir. Despues de andado por la -tierra algunos dias, y visto lo que habia en ella, y el ojo vivo á -si hallaran señal de oro acordaron nuestros españoles de pagarles la -posada y benigno rescibimiento en la moneda que en los Lucayos y en -otras partes lo solian hacer. Un dia, con astucia y mañas que tuvieron, -convidaron á mucha gente, hombres y mujeres, á que á los navíos fuesen; -ellos, con su simplicidad, esperando que serian tractados y hospedados -con la fidelidad que lo habian hecho, por ir á ver los navíos fué -tanta la jente que ocurrió, que no cabian en las barcas ó bateles, y -hechos muchos barcajes y caminos, hinchiéronse de jentes, de mujeres -y hombres, los dos navíos, y lo mismo hicieran si fueran ciento. Los -navíos así llenos, alzan las anclas y sueltan las velas, y viénense -camino desta isla, quitando los hijos á los padres, y las mujeres á los -maridos, y por el contrario, los maridos á las mujeres, y los padres á -los hijos; y desta manera dejaron aquella tierra, que tan amigablemente -los habian rescibido, con tanta inhumana é ingrata obra escandalizada y -agraviada, y con justa razon contra ellos hecha enemiga. Volviendo con -su tan bien ganada presa los dos navíos, apartado el uno del otro, sin -verse nunca más, pareció para testigo de su justicia; creyeron que por -ser viejo se habia perdido, pero mejor creyeran que el divino juicio, -por dalles luégo por tan gran maldad el castigo, quiso hundillo, y -dejó el otro para que fuesen manifiestas las facinerosas obras que -los españoles, contra estas inocentes naciones, perpetraban cada -dia. Llegó aquel navío á este puerto y ciudad de Sancto Domingo con -su presa, y sabido por los Jueces de apelacion, mostraron haber enojo -dello y reprendieron los tiranos raptores, pero no los hicieron cuartos -como merecian, porque su costumbre fué, ántes á los tales favorecer, -como parecerá, si Dios quisiere, que hacer justicia dellos; allende que -el uno dellos habia puesto en la compañía de los dos navíos, para ir -á robar yucayos, su parte, y ésto bastaba para que todo aquello y más -se disimulase, y verse há tambien la justicia que Dios hizo dél, quizá -por sólo ésto, porque fué á morir á la misma tierra, ó á la cercana -della, harto infelicemente; tractaron de los tornar á enviar á su -tierra en el navío que los habian traido, pero no les faltó achaques ó -inconvenientes que fingian para hacello, y bastaba, como dije, haber -tenido el uno de los Jueces, en el armazon y granjería de los navíos, -parte. Y es la verdad, que ya que vieron y cognoscieron la nefanda obra -é injusticia con que los habian traido, que los pusieran en libertad y -los ayudaran con casas y mantenimientos, y las otras cosas necesarias -con que viviesen, y pareciese que les hacian alguna enmienda, pero -no fueron dignos que acertasen alguna vez en hacer justicia y lo que -debian, sino siempre al revés, y en todo errasen; lo que hicieron, -para recompensa y consuelo de los que así habian sido agraviados, fué -repartillos á quien quisieron, y quizá todos se quedaron en sus casas, -mayormente del uno que puso la parte, como otras veces hicieron, para -que sirviesen en las minas y haciendas, donde de angustia y tristeza, -y trabajos no acostumbrados, en breve todos perecieron. Esta gente -era más blanca que los demas; las mujeres venian vestidas de cueros -de leones bien adobados, y los hombres, de otros animales. Deste -salto hace mencion Pedro Mártir, en la Década 7.ª capítulo 2.º, donde -da cuenta de muchas cosas que oyó referir por dichos de los indios -que de allí trujeron; así de las costumbres y ritos de las gentes de -allí, como de la calidad de la tierra y cosas que en ella habia, en -especial perlas. Al olor, por ventura, desta nueva, en este tiempo, al -principio del año de 511, debió moverse Juan Ponce de Leon, algunas -veces nombrado, y el que arriba en el libro II dijimos que habia -sido el primero que habia ido á inquietar y tiranizar los vecinos -naturales de la isla de Sant Juan, porque como el almirante D. Diego -Colon le hobiese quitado la gobernacion de aquella isla y puesto otro -Gobernador, y se hallase rico de los sudores, sangre y angustias de -tantos hombres y gentes que habia tenido en servidumbre, así en esta -isla, en la provincia de Higuey, como en la dicha isla de Sant Juan, -fué necesario que para que mostrase Dios la justicia y razon con que lo -habia todo hecho y ayudado á hacer, emprendiese negocio y empresa donde -malgastase lo robado y en muchos dias amontonado, y al cabo, con mala -muerte, feneciese. Este armó dos navíos bien proveidos y aparejados -de gente, que por la mayor parte, para descubrir, son marineros, y -bastimentos de las otras cosas necesarias, y viniendo hácia el Norte -desta isla Española, pasando las islas de los Lucayos, quiso tomar más -arriba á mano izquierda del viaje que los dichos dos navíos habian -llevado, y á pocos dias vido tierra, y ésta fué un cabo muy grande -que sale á la mar del Norte, hácia el Sur, más de noventa leguas de -toda la otra tierra, el cual hace el estrecho que llamamos agora la -canal de Bahama, entre él y la isla de Cuba; luégo, como la vido, -llegóse á reconoscella y púsole por nombre la tierra Florida, porque -debiera parecerle fresca y florida como esté en 25° de la equinocial, -como lo están las islas dichas de los Lucayos, que son fresquísimas -y felicísimas. Esta misma tierra llamó el mismo Juan Ponce Bimine, -no supe de dónde ó por qué causa tal nombre le puso, ó de dónde le -vino, ó si la llamaron así los indios, porque no creo que saltó en -tierra ni tuvo deste viaje habla con indios. Descubierta esta tierra, -tornóse á la isla de Sant Juan, donde tenia sus haciendas, y de allí -fué á Castilla y pidió al Rey merced, por el descubrimiento de nueva -tierra que habia hecho, le hiciese Adelantado de Bimine y le diese la -gobernacion della, porque él á su costa la queria poblar, con otras -más preeminencias y provechos que debiera de pedir, como hombre acá -experimentado, que yo no supe; lo cual, todo le concedió el Rey. Tornó -de Castilla muy favorecido con título de Adelantado y Gobernador de -Bimine, que él llamó por otro nombre la Florida, y que agora llamamos -tambien Florida, aunque deste nombre decimos toda la tierra y costa de -la mar que comienza desde aquel cabo grande que él descubrió, hasta -la tierra de los Bacallaos, y por otro nombre la tierra del Labrador, -que no está muy léjos de la isla de Inglaterra. Llegado á la isla de -Sant Juan, tomó de allí de sus haciendas todo lo que habia menester y -vínose á esta isla y puerto de Sancto Domingo, donde se rehizo de gente -y navíos. Partióse deste puerto en el año de 512, y váse á su Bimine, y -queriendo entrar en la tierra como habia entrado en estas islas, y las -nuevas del salto que hicieron más abajo, en la misma tierra, los que -habemos dicho, que debieran todas aquellas regiones de haber cundido -y alborotado, los de Bimine defendieron su patria cuanto pudieron, -y, peleando con sus pocas armas y flacas fuerzas, entre los primeros -hirieron con una flecha al Juan Ponce, Adelantado y Gobernador. Parece -que aunque no tienen hierba ponzoñosa por aquella tierra, fué la herida -en tal lugar, que juzgó de sí mismo tener peligro, por lo cual mandó -que todos se recogiesen á los navíos, y dejasen la tierra y lo llevasen -á la Isla de Cuba, que era la tierra más propincua de donde estaban. -En llegando á ella, y creo, si no me he olvidado, al puerto que hoy se -llama del Príncipe, que es en la dicha isla, pasó desta vida puesto en -tanto trabajo; y por esta manera perdió el cuerpo, gastó gran suma de -pesos de oro, que, como dije, habia allegado con muchas muertes y vidas -dolorosas y amargas de indios, y padeció trabajos muy grandes yendo y -viniendo á Castilla, y á descubrir, y á querer poblar, y el ánima no -sabemos cómo le ha ido. Y así feneció el adelantamiento de Bimine con -todo lo demas. - - - - -CAPÍTULO XXI. - - -En este año de 1511 determinó el almirante D. Diego Colon, que estas -islas y tierras gobernaba, de enviar á poblar la isla de Cuba, porque -hasta entónces no se sabia más de que era isla, y buena tierra y -abundante de comida, y estaba llena de gente, y como Diego Velazquez, -de quien en el libro II, cap. 10, hicimos mencion, el Comendador Mayor -le habia hecho su Capitan, en las crueldades que se hicieron en las -provincias de Xaraguá, y las por allí comarcanas, y despues su Teniente -de cinco villas de españoles que por ellas se poblaron; este Diego -Velazquez, digo, como fuese el más rico y muy estimado entre los que -acá de los antiguos desta isla, cuando el almirante D. Diego vino á -gobernar, estaban, y habia tenido tan señalados cargos, y habia sido -criado del adelantado D. Bartolomé Colon, tio del mismo Almirante, -hermano de su padre, como arriba, en el libro I y II, queda muchas -veces tractado, puso los ojos en él, y acordó enviallo á que poblase -la dicha isla de Cuba, porque, en la verdad, ninguno otro en esta isla -se hallara, ya que se habia de enviar á poblar segun el modo, y leyes, -y camino, que en poblar, ó por, con muy mayor verdad decir, despoblar, -y destruir estas tierras de que se usaba y acostumbraba, que tuviese -tales ni tantas partes. Una era ser más rico que ninguno otro, otra -era que tenia mucha experiencia en derramar ó ayudar á derramar sangre -destas gentes malaventuradas, otra era, que de todos los españoles que -debajo de su regimiento vivian era muy amado, porque tenia condicion -alegre y humana, y toda su conversacion era de placeres y gasajos, -como entre mancebos no muy disciplinados, puesto que á sus tiempos -sabia guardar su auctoridad y queria que se la guardasen, otra era que -tenia todas sus haciendas en Xaraguá, y en aquellas comarcas, junto á -los puertos de la mar los más propincuos á la isla de Cuba, que habia -de ser poblada. Era muy gentil hombre de cuerpo y de rostro, y así -amable por ello, algo iba engordando, pero todavía perdia poco de su -gentileza; era prudente, aunque tenido por grueso de entendimiento, -pero engañólos con él. Sabido por esta isla que Diego Velazquez iba -por poblador de Cuba, hobo mucha gente que se moviese á ir con él, lo -uno por las razones declaradas, pero mucho más, cierto, porque cuantos -en esta isla habia, por permision y castigo de Dios por haber muerto -los indios, estaban y vivian necesitados, que con cuanto oro habian -sacado nunca medraron ni quiso Dios que medrasen, y así estaban todos -adeudados y trampeados, y muchos que no salian de las cárceles, ó de -hecho ó con temor que allí habian de ir á parar, y por esta causa no -dudo yo sino que, como tuviesen esta isla por cárcel, por salir della -con el turco se fueran, yendo á poblar tierras de nuevo, y de que les -habia de repartir los indios teniendo esperanza. Y generalmente fué -aquesta la manera de ir adelante de unas islas en otras, y de unas de -la gran tierra firme en otras, que nunca salian ni dejaban unas sin -que primero no las hobiesen destruido y muertos los indios dellas, y -despues que allí no enriquecian, porque Dios no consentia que, como -dije, con cuanto robaban y mataban, medrasen, iban á robar y matar las -gentes de adelante. Así fué, que desta isla salieron á la de Sant Juan, -y á la de Jamáica, el año de 9, y tambien á tierra firme con Nicuesa -y Hojeda, y agora, el año de 11, desta salieron para la de Cuba, y de -allí á la Nueva España y á otras partes, como, placiendo á Dios, se -verá. Finalmente, se allegaron, segun creo, hasta 300 hombres para ir -con Diego Velazquez en tres ó en cuatro navíos, y recogiéronse todos -en la villa y puerto que se llamaba Salvatierra de la Çavana, que es -al cabo desta isla, como en el libro II queda declarado. Pero ántes -que pasemos, en la partida y viaje de Diego Velazquez, y los que con -él fueron, adelante, será bien referir lo que en la misma isla de Cuba -pasaba. Para ésto es de saber, que por las persecuciones y tormentos -que las gentes de esta isla de los españoles padecian, los que podian -huir, ya está dicho arriba en el libro II, que huian á los montes, -y si se pudieran meter en las entrañas de la tierra se metieran, y -porque los de las provincias de Guahába estaban más propincuas á la -isla de Cuba, porque no hay sino 18 leguas de mar en medio de punta á -punta, muchos indios se metian en canoas, que son sus barquillas de -un madero, como en el libro I se vido, y se pasaban huyendo á la isla -de Cuba, entre los cuales se pasó un señor y Cacique de la provincia -de Guahába, con la gente que pudo, llamado en su lengua Hatuéy, la é -letra luenga, hombre prudente y bien esforzado, y en la tierra que -está más propincua á la punta ó cabo desta isla, que se llamaba en su -lengua Maycí, la última sílaba luenga, ó por la provincia por allí -comarcana, hizo su asiento, por grado, ó por fuerza quizá de los que -por allí vivian, y más parece que por grado, porque toda la más de la -gente de que estaba poblada aquella isla, era pasada y natural desta -isla Española, puesto que la más antigua y natural de aquella isla era -como la de los Lucayos, de quien hablamos en el libro I y II ser como -los Séres, que parecia no haber pecado nuestro padre Adan en ellos; -gente simplicísima, bonísima, careciente de todos vicios, y beatísima, -si solamente verdadero cognoscimiento de Dios tuviera. Esta era la -natural y nativa de aquella isla, y llamábanse en su lengua cibonéyes, -la penúltima sílaba luenga, y los desta, por grado ó por fuerza, se -apoderaron de aquella isla y gente della, y los tenian como sirvientes -suyos, no como esclavos, porque nunca en todas estas Indias se halló -que hiciesen diferencia, ó muy poca, de los libres y áun de los hijos á -los esclavos, cuanto al tractamiento, cuasi por la mayor parte, si no -fué en la Nueva España y en las otras provincias donde acostumbraban -sacrificar hombres á sus dioses, que sacrificaban comunmente los que -en las guerras captivaban por esclavos, pero desto estaban libres los -destas islas. Así que, aquel señor Hatuey, cognosciendo la costumbre de -los españoles, de cuya cruel servidumbre habia huido, y desterrádose -de su propia patria y señorío para otra, tenia siempre, parece que, -sus espías, que sabian y le traian las nuevas del estado desta isla, -porque debia de temer que algun dia habian de pasarse los españoles á -aquella de Cuba. Y, finalmente, parece que supo la determinacion de los -españoles, que estaban para pasarse á ella. Tenida esta nueva, un dia -juntó su gente toda, y debia ser los hombres de guerra, y comiénzales á -hacer un sermon, reduciéndoles á la memoria las persecuciones que los -españoles habian hecho á la gente desta isla Española, diciéndoles: -«Ya sabeis cuáles los cristianos nos han parado, tomándonos nuestras -tierras, quitando nuestros señoríos, captivando nuestras personas, -tomando nuestras mujeres y hijos, matando nuestros padres, hermanos, -parientes y vecinos; tal Rey, tal señor de tal provincia y de tal -pueblo, mataron; todas las gentes súbditas y vasallos que tenian, las -destruyeron y acabaron; y si nosotros no nos hobiéramos huido, saliendo -de nuestra tierra y venido á ésta, tambien fuéramos muertos por ellos -y acabados, ¿vosotros sabeis por qué todas estas persecuciones nos -causan, ó para qué fin lo hacen?» Respondieron todos: «Hácenlo porque -son crueles y malos.» Respondió el señor: «Yo os diré por qué lo hacen, -y ésto es, porque tienen un Señor grande á quien mucho quieren y aman, -y ésto yo os lo mostraré.» Tenia luégo allí encubierta una cestilla -hecha de palma, que en su lengua llamaban haba, llena, ó parte della, -con oro, y dice: «Veis aquí su Señor, á quien sirven y quieren mucho, -y por lo que andan; por haber este Señor nos angustian, por éste nos -persiguen, por éste nos han muerto nuestros padres y hermanos, y toda -nuestra gente, y nuestros vecinos, y de todos nuestros bienes nos han -privado, y por éste nos buscan y maltratan, y porque, como habeis oido -ya, quieren pasar acá, y no pretenden otra cosa sino buscar este Señor, -y por buscallo y sacallo han de trabajar de nos perseguir y fatigar, -como lo han hecho en nuestra tierra de ántes, por eso, hagámosle -aquí fiesta y bailes, porque cuando vengan les diga ó les mande que -no nos hagan mal.» Concedieron todos que era bien que le bailasen -y festejasen; entónces comenzaron á bailar y á cantar, hasta que -todos quedaron cansados, porque así era su costumbre, de bailar hasta -cansarse, y duraban en los bailes y cantos desde que anochecia, toda -la noche, hasta que venia la claridad, y todos sus bailes eran al son -de las voces, como en esta isla, y que estuviesen 500 y 1.000 juntos, -mujeres y hombres, no salian uno de otro con los piés ni con las -manos, y con todos los meneos de sus cuerpos, un cabello del compás; -hacian los bailes de los de Cuba á los desta isla gran ventaja en ser -los cantos á los oidos muy más suaves. Así que, despues que bailando -y cantando ante la cestilla de oro, se cansaron, tornóles el Hatuey -á hablar, diciendo: «Mirad, con todo ésto que he dicho, no guardemos -á este Señor de los cristianos en ninguna parte, porque, aunque lo -tengamos en las tripas, nos lo han de sacar; por eso, echémoslo en este -rio, debajo del agua, y no sabrán dónde está.» Y así lo hicieron, que -allí lo ahogaron, ó echaron; ésto fué despues por los indios dicho, -y entre nosotros publicado. Otras cosas notables hay que decir desde -Cacique y señor Hatuey, que despues, á su tiempo y lugar, se dirán. - - - - -CAPÍTULO XXII. - - -Tambien parece ser cosa conveniente, que ántes que refiramos la pasada -y obras de los españoles á la isla y en la isla de Cuba, tractemos -de la grandeza, sitio y hechura della, y sus calidades, y las cosas -que contiene, y lo tocante á las costumbres y religion de las gentes -naturales della, lo que no hicimos desta isla Española en esta -historia, porque era cosa muy larga, pero explicámoslo en nuestra -Historia Apologética muy en particular, y en general de la de Cuba, -y por eso será razon de la de Cuba en este lugar particularizarlo. -Cuanto, pues, á lo primero, la isla de Cuba tiene de longura pocas -ménos de 300 leguas, andadas por tierra, puesto que por el aire y por -el agua no haya tantas. De ancho tiene, tomándola del cabo ó punta -primera oriental, que llamamos de Maycí, cuasi al tercio della, 55 ó 60 -leguas, y luégo se comienza á ensangostar y va siempre de allí hasta -el cabo postrero ó punta occidental, poco más ó poco ménos angosta -de 20 leguas. Su sitio es dentro del trópico de Cáncer en 20 y 20 y -medio y hasta 21°. Es cuasi toda tierra llana y llena toda de montes -ó florestas; desde la punta oriental de Maycí, 30 leguas ó más, tiene -altísimas sierras, y al Poniente, pasadas las dos tercias partes de -toda ella, tambien las hay, y al medio della, eso mismo, hay otras, -puesto que no muy altas. Salen muy graciosos rios de una parte al -Norte, y de otra á la del Sur, llenos de pescados, mayormente lizas y -sávalos, y estos entran y suben de la mar. Cuasi en el medio de la isla -tiene infinitas isletas juntas por la banda del Sur, que, como dijimos -en el libro I, el Almirante, cuando la descubrió al segundo viaje, las -llamó el Jardin de la Reina. Otras tiene, aunque no tantas, por la del -Norte, que nombró el Jardin del Rey, Diego Velazquez; á la parte ó -costa del Sur, ó austral, sale cuasi al medio della un rio poderoso que -los indios llamaban Cauto, de muy hermosa ribera, en el cual se crian -infinitos cocodrilos, que abusivamente llamamos lagartos, de los mismos -que cria el rio Nilo, que suelen ser muy nombrados, ó por ventura se -crian en la mar y suben el rio arriba, y los que pasan por este rio es -menester no descuidarse, mayormente si les toma la noche en la ribera -dél, porque salen fuera del agua y andan por tierra, y llevan el hombre -que hallan durmiendo ó descuidado arrastrando al agua, donde lo matan -y comen, sin dejar dél nada; y al pasar el rio suelen echar mano de -los que van á pié, y tambien de los caballos. Esto mismo hacen donde -quiera, en estas Indias, que los hay, mayormente en la tierra firme -á la costa del Sur, en unas partes más y en otras ménos, son bravos -segun están encarnizados. En todas estas islas, cuatro, no hay, ni ha -habido, destos cocodrilos, sino en la de Cuba, y en ella, sólo en el -dicho rio y á la banda austral, porque á la del Norte, ni en ella, ni -en otra, excepto en la tierra firme como en el rio de Cumaná y en los -de por abajo, que hay hartos. Los tiempos pasados, agora cincuenta -años, pareció uno dellos en esta isla, á la misma banda del Sur, -hácia la villa de Salvatierra de la Çavana, que es, como se ha dicho, -al cabo desta isla, no me acuerdo bien si lo mataron. Al propósito -tornando, muchos rios y arroyos tuvieron mucho oro, dello de marca -que el castellano valia 450 maravedís; otro habia más fino y de más -quilates que valia á 470 maravedís, y ésto solamente lo habia en las -sierras y rios que salen al puerto de Xagua, que se dirá; otro habia -bajo que valia á ducado el peso por tener mucho cobre. La dicha isla de -Cuba es, como dije, muy montuosa, que cuasi se pueden andar 300 leguas -por debajo de árboles; estos son diversos como los desta Española, y -entre otros hay muy hermosos cedros, odoríferos y colorados, gruesos, -como gruesos bueyes, de que hacian grandes canoas los indios, que -cabian 50 y 70 hombres, para navegar por la mar, y destas era Cuba muy -rica en su tiempo y abundante. Hay otros árboles de estoraque, los -cuales no cognoscemos, mas que, si nos ponemos en algun alto en las -mañanas, es cosa maravillosa el olor tan suave que se siente, que no -parece sino que junto con el hombre, se quema preciosísimo estoraque, -y ésto se siente por las mañanas, por los vapores de la tierra que lo -suben, saliendo el sol, de los fuegos que los indios hacian de noche, -como siempre tengan fuego de noche, no porque haga frio, sino fresco -para ellos que no tienen como nosotros las camas, sino unas hamacas. -Hay unos árboles que dan una fruta que se llamaban xáguas, la primera -sílaba luenga, que son tan grandes como unos riñones de ternera, las -cuales, quitadas del árbol, aunque no estén maduras, y aporreadas, y -dejadas en un rincon de casa tres ó cuatro dias madurar, se hinchen -todas de miel, y todo lo que tienen dentro, que es cierta carne, ó -no sé á qué la compare, no es ménos sabrosa, y podré decir más que -una pera enmelada y sazonada. Hay en toda la isla de Cuba tantas de -parras monteses y de uvas en ellas, que hay lugares donde en un tiro -de ballesta en rededor, se podrian coger cien cargas, y doscientas de -uvas, y hacer vino dellas, puesto que ágrio, y yo lo bebí no muy ágrio, -por manera, que si se cultivasen y les diese el sol y el viento, sin -duda se harian domésticas y suaves, pero como están entre los montes y -grandes árboles, ni el sol las calienta, ni refresca el aire; y como -ya dije, la isla tiene de luengo cerca de 300 leguas, y se puede andar -toda por debajo de los árboles, y en todos los montes haya parras, -soliamos decir que habiamos visto viña tan grande que duraba 300 -leguas. El gordor de muchas parras dellas, las vimos mucho mayor de un -hombre, y no es encarecimiento decir ésto, y no es maravilla, pues los -cedros y otros árboles son tan gruesos como arriba decimos, lo cual -causa la gran humidad y fertilidad y grosedad de la isla. Toda ella es -más fresca y más templada que esta isla Española, y es tierra muy sana. -Tiene puertos admirables, muy más cerrados y seguros para muchas naos, -que si los hobieran hecho á mano, en especial en la costa ó ribera del -Sur, como es el de la ciudad de Santiago, el cual es de la forma de -una cruz, pero el de Xágua no creo yo que puede ser otro mejor, y ni -quizá tal en todo el mundo. Entran las naos por aquella angostura, que -terná un tiro de ballesta ó poco más, si no me he olvidado, y dentro -hay 10 leguas de agua con tres isletas que á la una ó á las dos de las -cuales pueden atar las naos en un estaca sin que se meneen de allí, -porque toda aquella anchura y capacidad del puerto está cerrada de -sierras como, si estuviesen dentro de una casa. Es tanta la multitud -de pescado que en él hay, mayormente de lizas, que tenian los indios -dentro del mismo puerto, en la misma mar, corrales hechos de cañas -hincadas, dentro de los cuales estaban cercadas y atajadas 20, y 30 y -50.000 lizas, que una dellas no se podia salir, de donde con sus redes -sacaban las que querian, y las otras dejábanlas de la manera que las -tuvieran en una alberca ó estanque. En la ribera ó costa del Norte hay -buenos puertos, y el mejor y mucho bueno es el que llaman de Carenas -y agora de la Habana; éste es él mucho bueno y capaz de muchas naos, -y pocos hay en España, y quizá ni en muchas partes del mundo, que se -le iguale, y éste cae casi al cabo de la isla, hácia el Poniente; y -20 leguas de allí, más al Levante, hay otro llamado el de Matanzas, -pero no es muy seguro ni guardado. El puerto que llaman del Príncipe -tambien es muy bueno, y éste cuasi está al medio de la isla, y cuasi al -cabo hay otro llamado de Baracoa, razonable, y otros en medio destos, -algunos, que son buenos surgideros para navíos no muy grandes. Las -aves que hay en aquella isla son muchas, como palomas, y tórtolas, y -perdices naturales como las de España, pero son menores, y fuera de las -pechugas, en lo demas tienen poca carne, y, si no es en aquella isla, -ni en esta Española, ni en otra destas islas, perdices no las hay. Lo -mismo decimos de grullas, que en sola Cuba se hallan, sino en la tierra -firme hay tambien otras aves que en ninguna parte destas Indias, islas -ni tierra firme no se han hallado, á cuanto yo tengo entendido; estas -son unas aves de la misma forma y grandor de grullas, las cuales al -principio son blancas como una paloma bien blanca, y poco á poco se -van haciendo coloradas, y al cabo ninguna pluma tienen que no sea -muy colorada, cosa hermosa es de ver. Y si estas aves alcanzaran los -indios de la Nueva España, por ser tan curiosos artífices de hacer -cosas de pluma, lo que ningunas gentes del mundo hasta hoy se hallaron -que tales obras hiciesen, tuviéranlas por cosa muy preciada; y es cosa -de ver cuando se comienzan á colorar, que como siempre están 500 y -1.000 juntas, no parecen sino greyes de ovejas señaladas ó almagradas, -comunmente no andan volando como las grullas, sino que siempre están en -la mar, todas las zancas ó piernas metidas en el agua salada, los piés -en el suelo que no les llega á la pluma el agua, y ésto es porque no se -mantienen sino de las hierbas, ó quizá pescadillos que están dentro de -la mar, y deben beber de la misma agua, porque si los indios tomaban -alguna dellas para tenerla en casa, le han de echar el caçabí ó lo -que les dan de comer en un vasija de agua, y en ella echalles un puño -de sal. Hay inmensidad de muy graciosos papagayos muy verdes, y sólo -tienen sobre el pico, en la frente, una poquita de pluma colorada, y en -ésto difieren de los desta isla Española, porque los desta, aquello de -sobre el pico es blanco ó cuasi como pelado. Por Mayo, y desde adelante -cuando ellos son nuevos, son de comer, cocidos y asados, muy mejores -que zorzales en su tiempo, ni otras buenas aves. Tomaban los indios -por ésta manera cuantos querian sin que uno se les fuese; sobíase un -niño de diez ó quince años en un árbol con un papagayo vivo, poníase -sobre la cabeza una poca de hierba ó paja, y en tocando con la mano -en la cabeza del papagayo dá luégo voces como quejándose, luégo todos -los papagayos que andan en el aire, que son innumerables, en oyendo -al papagayo atado, se vienen, sin quedar ninguno, y asiéntanse en el -árbol; el muchacho tiene una varilla muy delgada con un hilo delgado, -y al cabo hecho un lazo, y su poco á poco echa el lazo al pescuezo de -cada papagayo, porque no se asombra de la varilla, ántes piensa que es -cosa del mismo árbol, y tira y traelo á la mano, tuércele la cabeza y -échalo abajo; y así hace á todos los que quiere, hasta que ve abajo el -suelo cubierto de papagayos, que le parece que no podrá llevar más á -cuestas de los echados, y si de una vez quisiese llevar mil, y diez -mil, podria matallos, porque por demas es que los papagayos se levanten -del árbol, en tanto que el papagayo atado se quejare ó graznare. -Hay unas aves que vuelan cuasi junto con el suelo, que los indios -llamaban biáyas, la média sílaba luenga, que los indios corriendo las -alcanzaban, y tambien con perros, si no me he olvidado, las cuales, -cocidas, hacen el caldo como azafranado; son muy sabrosas y teniamos -en lugar de faisanes. Habia en aquella isla una especie de caza harto -provechosa y abundante, que los indios nombraban guaminiquinájes, la -penúltima luenga; éstos eran tan grandes como perrillos de halda, -tenian muy sabrosa carne, y, como dije, habia dellos grande abundancia. -Tenian dos hombres que comer en uno, al ménos dos para entre tres -bastaba; matábanse por piés y con un garrote, y mucho más con perros, -porque eran en correr muy torpes. Despues que hobo puercos de los -nuestros los acabaron todos, como en esta isla las hutias, que era -otra especie de caza; la hechura era, y en especial la cola, como de -ratones. Habia y hay en aquella isla culebras admirables, gruesas como -una gorda pierna de hombre, y muy grandes, todas de pintura pardas, muy -torpes, que las pisaba el hombre, hechas roscas, y cuasi no lo sentian. -Habia eso mismo iguanas, que son propias sierpes, de hechura de -lagartos, tan grandes como unos perrillos de halda, pintadas. El comer -dellas, dicen los nuestros, que exceden á faisanes, pero nunca pudieron -conmigo que las probase. De pescado es aquella isla muy demasiadamente -copiosa y abundante por ambas á dos costas ó partes, lizas, mojarras -de las de Castilla y sávalos muy grandes, y agujas, y otros muchos -pescados; pero por la banda ó costa del Sur, como hay infinitas -isletas, como dije llamarse Jardin de la Reina, y la mar hace mucho -remanso entre ellas y la grande, críanse por allí tantas de tortugas -que no tienen número, cuya pesquería es admirable: las tortugas son tan -grandes como una gran rodela, y áun como una adarga, pesa cada una, con -la carne ó pescado y manteca que tiene, comunmente cuatro arrobas, que -es un quintal. Es muy buena de comer y cosa muy sana, la manteca della -es como enjundia de gallina, muy amarilla, que parece, derretida, como -oro. Es buena para limpiar lepra y sarna, y enfermedad semejante. Hay -para comer en una tortuga 10 hombres que se harten, y más; tiene 500 y -600 huevos como de gallina; no tienen cáscara, sino una tela delgada; -salen de la mar á poner los huevos en tierra, y entiérranlos en el -arena, y el sol con el arena los ampolla, y de cada huevo sale una -tortuguita y luégo van todas á buscar la mar por instinto natural. La -pesca dellas es con este arte; tomaban los indios un pece que llaman -los marineros pece reveso, que será como una buena y gorda sardina en -el tamaño, y atábanle un cordel bien delgado á la cola, y de largo 30 y -50 brazas, segun convenia ser largo, y echábanlo á la mar, el pececillo -va luégo á buscar las tortugas, y en hallándolas pegábasele á una en la -concha de abajo, y cuando el indio via que sería tiempo, tiraba de su -hilo ó cordel su poco á poco, y traia por el agua la tortuga que pesaba -un quintal, como si trujera una chica calabaza; el pezecillo reveso, en -pegándose, donde quiera que se pegue, nunca se puede de allí quitar, -sino haciéndolos pedazos. Desta manera se tomaban tantas tortugas, que -á cada paso se podia hacer y se hacia una carnicería de tanta carne, ó -lo que es, como se podria hacer de cien vacas; y así, acaecia venir 300 -ó 400 indios de aquella carne ó pescado cargados, que nos presentaban. -Porque así como decimos que tenian de lizas corrales, así tambien los -tenian, entre aquellas isletas, de tortugas, quinientas y mil juntas, -que ninguna salia ni se podia ir de los cercados hechos de seto de -cañas. Allende de todo lo dicho, cuanto al pan caçabí, hallamos aquella -isla llena de aquellas sus labranzas, y nunca se ha hallado tierra en -estas Indias, que en abundancia de comida y de las cosas necesarias, le -hiciese ventaja. - - - - -CAPÍTULO XXIII. - - -Dicho de aquella isla lo que toca á la grandeza, sitio y cualidades, -y de lo que en sí contenia, como está declarado, consiguientemente -se sigue deber decir lo que concierne á la gente de que la hallamos -poblada. Las gentes que primero la poblaron eran las mismas que tenian -las islas de los Lucayos pobladas, gentes simplicísimas, pacíficas, -benignas, desnudas, sin cuidado de hacer mal á nadie, ántes bien, unas -á otras, como parece asaz claro en el libro I, cuando las descubrió -y anduvo entre ellas muchos dias el primer Almirante, se favorecian. -Despues pasaron desta isla Española alguna gente, mayormente despues -que los españoles comenzaron á fatigar y á oprimir los vecinos -naturales desta, y, llegados en aquella, por grado ó por fuerza en -ella habitaron, y sojuzgaron por ventura los naturales della, que, -como dije arriba, llamábanse cibunéyes, la penúltima luenga, y, segun -entónces creimos, no habia cincuenta años que los desta hobiesen pasado -á aquella isla. Finalmente, la gente que hallamos en ella era poco más -ó poco ménos como la de ésta, escepto la de los dichos cibunéyes, que, -como dije, muy modesta y simplicísima. Tenian sus Reyes y señores, y -sus pueblos de 200 y 300 casas, y en cada casa muchos vecinos, como -acostumbraban los desta isla. Vivian todos pacíficos, no me acuerdo -que oyésemos ni sintiésemos que unos pueblos contra otros, ni señores -con otros, tuviesen guerra. Estaban, como dije, abundantísimos de -comida y de todas las cosas necesarias á la vida; tenian sus labranzas, -muchas y muy ordenadas, de lo cual, todo tener de sobra y habemos con -ello matado la hambre, somos oculares testigos. Tambien dije que sus -bailes y cantos eran más suaves y mejor sonantes, y mas agradables -que los desta isla. La religion que tenian ninguna era, porque ni -tenian templos, ni ídolos, ni sacrificios, ni cosa que cerca desto -pareciese á idolatría, sólo tenian los sacerdotes, ó hechiceros, ó -médicos que en nuestra Apologética Historia dijimos tener las gentes -desta isla, los cuales se cree que hablaban con los demonios, ó los -demonios les declaraban sus dudas y les daban, de lo que pedian, -respuestas. Y para ser dignos de aquella vision ó comunicacion -diabólica, desta manera que diremos se disponian: ayunaban tres y -cuatro meses, y más, continuos, que cuasi cosa no comian, si no era -cierto zumo de hierbas que sólo bastaba para no espirar y salírseles -el ánima, despues que así quedaban flaquísimos y macerados, eran ya -dignos y aptos para que les apareciese aquella vision infernal, y -con ellos comunicase, y apareciéndoles, notificaba si habia de haber -buenos ó malos temporales, si enfermedades, si hijos les nacerian ó -vivirian los ya nacidos, y otras cosas que le preguntaban; y estos -eran sus oráculos, como fué costumbre en todas las naciones del mundo, -que carecieron del cognoscimiento del verdadero Dios, tener ciertos -hechiceros ó sacerdotes, hombres ó mujeres, que llamaban pythios ó -pythias, que de tal manera tenia pacto con el diablo, que, ó se le -revestia en el cuerpo, ó le aparecia en alguna manera ó forma, del -cual tenian sus respuestas, y sabian las cosas por venir que los -demonios podian saber por vía natural ó experiencia, como que desde á -tantos dias lloveria ó cosas semejantes. Y es de saber, que siempre -los demonios tuvieron industria de ganar algunas personas en toda la -gentilidad, que tenian por principales ó inmediatos ministros, con -los cuales engañaban á toda la otra gente, y estos escogian segun las -inclinaciones cognoscian tener para las supersticiones más aparejadas, -á los cuales por diversas vías, permitiéndolo Dios por sus pecados, -engañaban y ganaban, y despues obligábanlos con pacto expreso ó tácito -de serles subjectos y obedientes, y los demonios á ellos, para hacer -lo que les mandasen. Desto hablamos muy largo en nuestra Historia -Apologética, descubriendo grandes cautelas de los demonios, astucias -y engaños con que señorearon por esta vía todo el linaje humano. Así -era en estas gentes, de gracia y de doctrina, como todas las otras -del mundo, desmamparadas, y por medio destos, que los indios llamaban -en la lengua desta Española y de Cuba behíques, la media sílaba -luenga, debian sembrar en toda la otra gente muchas supersticiones y -agorerías, y ramos, ó señales de idolatría, que nosotros por aquellos -tiempos de escudriñarlo no curamos, y así los tuvieron en esta isla -Española, como en el susodicho libro declaramos. Hacíanse aquellos -behíques ó hechiceros, médicos, y curaban soplando, y con otros actos -exteriores, y hablando entre dientes algunas palabras. De cualquiera -destas supersticiones, y de tener respuestas del demonio echan luégo -mano los españoles para blasfemar destas gentes, y piensan que por -aquellas supersticiones tienen mayor derecho á roballas oprimillas y -matallas, lo cual les proviene por grande ignorancia de la ceguedad -y errores, supersticiones y idolatría de la gentilidad antigua, en -las cuales no estuvo ménos zabullida España, y á aquella ignorancia -no faltó ni falta en los nuestros malicia grande, que la acompaña, -por justificar sus crueles obras si pudiesen algo; y sepan lo que -debian de considerar, que donde quiera que doctrina y la palabra de -Dios falta, por muy políticos, y sábios, y áun cristianos que sean -los hombres, se olvidan y depraban, y hallarán por experiencia que en -los pueblos donde hay frecuencia de sermones, la gente suele haber -morigerada, compuesta y bien ordenada, y donde más mucho más; por el -contrario, donde hay pocos ó ningunos, verán los hombres, por la mayor -parte, sueltos, descompuestos, desbaratados en las costumbres, y poco -á poco se tornan insensibles para las cosas espirituales como animales -y brutales, y así, una de las mayores plagas y azotes que Dios suele -dar á los pueblos, que determinan desmampararse de la palabra de Dios -es de sermones privallos, y así lo amenaza Dios por los profetas: -_Mittant famem in terram, non famem panis sed audiendi verbum Dei_, -etc. Así que, ninguno se maraville ni haga contra estas gentes ascos, -porque, donde quiera que gracia y doctrina falta, no hay causa de -nos maravillar de los defectos y pecados que tienen y hacen, sino -de los que no tienen y no hacen hay razon y materia de nos espantar. -Cognoscimiento tenian estas gentes de Cuba, de que habia sido el cielo -y las otras cosas criadas, y decian que por tres personas, y que la -una vino de tal parte, y la otra de tal, con otras patrañas; yo les -decia que aquellas tres personas eran un verdadero Dios en Trinidad, -etc. Tuvieron noticia grande del Diluvio, y que se habia perdido el -mundo por mucha agua. Decian los viejos de más de setenta años, que un -hombre, sabiendo que habia de venir el Diluvio, hizo una nao grande, y -se metió en ella con su casa, y muchos animales, y que envió un cuervo, -y no volvió por comer de los cuerpos muertos, y despues envió una -paloma, la cual volvió cantando y trujo una rama con hoja que parecia -de hovo, pero que no era hovo; el cual salió del navío, y hizo vino -de las parras monteses que hay en Cuba, y se embriagó, y teniendo dos -hijos, el uno se rió y dijo al otro, echémonos con él, pero el otro le -riñó y cubrió al padre; el cual, despues de dormido el vino y sabida la -desvergüenza del hijo, lo maldijo, y al otro dió bendiciones, y que de -aquel habian procedido los indios destas tierras y por eso no tenian -sayos ni capas, pero los españoles, del otro que no se rió, por lo cual -andaban vestidos y tenian caballos. Esto refirió un indio viejo de -más de setenta años, á un español llamado Gabriel de Cabrera, porque -un dia, riñendo con él y llamándole perro, respondió el indio: «¿Por -qué me riñes y llamas perro? ¿Por ventura, no somos hermanos todos? -¿Vosotros no procedeis del un hijo de aquel que hizo la nao grande por -salvarse del agua, y nosotros del otro?» Esto refirió despues el mismo -indio delante de muchos otros españoles, publicado por el dicho Cabrera -su amo, y el mismo Cabrera me lo dijo á mí, despues muchos años, haber -así acaecido; era hombre prudente y honrado. Cerca de las costumbres -y leyes que tenian, como duraron poco por la causa que los desta isla -Española, ni los primeros que allí fuimos, ni los que despues aquella -isla asolaron no entendimos dellas nada. Lo que podemos con más -seguridad dellos juzgar es, que pues los hallamos en sus pueblos, y -con sus señores y Reyes pacíficos y ordenados, que, _manu regia_, como -antiguamente se rigieron sin leyes, al principio, los romanos, por -alvedrío y prudencia del Rey, así estos debian en aquella isla entre -sí, en justicia y paz, ser gobernados. Y éste es muy claro y averiguado -argumento, y señal de haber justicia y ejercicio della en algun reino, -ciudad ó pueblo, ó de la gente ser en sí virtuosa, cuando entre los -vecinos hay paz, y cada uno vive y está contento con lo suyo porque sin -justicia, segun el Filósofo y Sant Agustin, en el libro II, capítulo -21, _De Civitate Dei_, ninguna comunidad de gente junta, aunque sea -en una casa, puede permanecer ni mucho durar. Pues como estas gentes -desta isla y de la de Cuba, y de todas estas Indias, las hayamos -hallado vivir en pueblos y en ayuntamientos grandes, como lugares y -ciudades, aunque más dellos no sepamos, podemos razonablemente juzgar -que, ó eran con justicia por sus mayores gobernadas, ó que de su propia -y natural condicion vivian cada uno sin ofensa y daño de los demas. -Como dijimos en nuestra Apologética Historia, las gentes destas cuatro -islas, Española, Cuba, Sant Juan y Jamáica, y las de los Lucayos, -carecian de comer carne humana, y del pecado contra natura, y de hurtar -y otras costumbres malas; de lo primero ninguno dudó hasta hoy, de lo -segundo, tampoco aquellos que tractaron y cognoscieron estas gentes, -solamente Oviedo que presumió de escribir historia á lo que nunca vió, -ni cognosció, ni vido algunas destas, las infamó deste vicio nefando, -diciendo que eran todos sodomitas, con tanta facilidad y temeridad, -como si dijera que la color dellas era un poco fusca, ó morena más que -la de los de España. Es verdad, lo que aquí digo, que por muchos años -que en esta isla estuve, y vide, y cognoscí las gentes della, y tracté -con los españoles y con religiosos, y españoles que con el primer -Almirante la primera vez vinieron, y con mi mismo padre que con él -entónces vino, y que nunca jamás oí ni sospeché, ni sentí que hombre -hablase, ni sospechase, ni sintiese dellas cosa deste vicio, más que se -habla, ni entiende, ni se siente, ni sospecha de los de España que son -los nuestros, ántes oí decir algunas veces á los mismos españoles que -los oprimian y acabaron de matar, «¡oh, qué gente tan bienaventurada -era ésta si fueran cristianos!» cognosciendo la bondad natural que -tenian y carecian de vicios; y despues, mirando yo de propósito en -ello, y preguntando á personas que pudieran saber ó sospechar algo -dello, si lo hobiera, y me fué siempre respondido, que ninguna memoria -ni sospecha se tuvo desto. Y entre otras personas fué una mujer vieja, -india, Cacica ó señora, que habia sido casada con un español de los -primeros en esta isla, estándola yo confesando, miré en preguntarle si -ántes que los españoles á esta isla viniesen habia entre los hombres -alguna costumbre, ó mácula deste vicio, y me respondió: «Padre, no, -porque si la hobiera entre los indios, las mujeres, á bocados, los -comiéramos y no quedara hombre dellos vivo.» En la isla de Cuba, cuando -allí fuimos, hallamos un indio sólo que traia unas naguas, que es -vestidura de mujeres, con que se cubren desde la cinta á la rodilla, -de lo cual tuvimos alguna sospecha si habia algo de aquello, pero no -lo averiguamos, y pudo ser que por alguna causa, aquel ó otros, si -quizá los habia, se dedicasen á hacer oficios de mujeres y trujese -aquel vestido, no para el detestable fin, de la manera que refiere -Hipócrates y Galeno, que hacen algunas gentes cithias, los cuales por -andar mucho á caballo, incurren cierta enfermedad, y para sanar della -sángranse de ciertas venas, de donde finalmente les proviene á que -ya no son hombres para mujeres, y, cognosciendo en sí aquel defecto, -luégo mudan el hábito, y se dedican, ofrecen y ocupan en los oficios -que hacen las mujeres, y no para otro mal efecto, así pudo ser allí, -é en otras partes destas Indias donde aquellos se hallasen, ó por -otras causas, segun sus ritos y costumbres, y no para fin de aquellas -vilezas. Afirmar, pues, como hace Oviedo que todos eran sodomitas -los que aquella y desta isla, bien creo, que de haberlo escripto, -donde quiera que hoy está le pesa, y plega á Dios que sea pesar con -fruto de conciencia; levantóles á estos destas islas y á otros muchos -destas Indias, falsísimos testimonios, cierto, infamándolos de grandes -pecados y de ser bestias, porque nunca abrió la boca, en tocando en -indios, sino para decir mal dellos, y estas infamias han volado cuasi -por todo el mundo, como há dias que temerariamente publicó su falsa -historia, dándole el mundo crédito, el cual él no merecia por sus -falsedades grandes y muchas que dijo destas gentes, pero el mundo no -considera más de que se ponga en molde, cualquiera que sea, con que -tenga cosas nuevas y sabrosas, ó conformes á lo que para sostener los -suyos mundanamente desea, y porque costumbre vieja suya es rescibir é -creer más fácilmente lo malo que lo bueno. Puesto que si la historia -de Oviedo llevara en la frente escripto como su autor habia sido -conquistador, robador y matador de los indios, y haber echado en las -minas gentes dellos, en las cuales perecieron, y así ser enemigo cruel -dellos, como se dirá, y él mismo lo confiesa, al ménos entre los -prudentes y cristianos cuerdos, poco crédito y auctoridad su historia -tuviera. - - - - -CAPÍTULO XXIV. - - -Era gente pacífica, como dije, y benigna la de Cuba como la desta isla -Española, y creo que podia decir que á la desta, en ello, excedia, -puesto que no se qué mayor señal de benignidad puede decirse que la -que al Almirante primero, y á los primeros cristianos que con él, -al descubrimiento desta tierra, vinieron, el rey Guacanagarí en su -hospedaje y tractamiento, por muchos dias, como en el libro I dijimos, -hizo. Igual desta parece la benignidad y caritativo acogimiento, que -los vecinos de la provincia ó pueblo de Cueyba, en la isla de Cuba, -hicieron à Alonso de Hojeda y á su compañía, cuando salieron de la -gran ciénaga cuasi muertos, como en el libro II, capítulo 60, se dijo, -donde los pudieran matar á todos sin que hobiera memoria dellos, como -lo pudiera hacer el dicho Rey Guacanagarí al Almirante viejo cuando -se le perdió la nao en aquel puerto que llamó de la Navidad. Lo -mismo hicieron los mismos indios vecinos de la dicha isla de Cuba al -bachiller Anciso, y á Çamudio y á Valdivia, cuando vino echado Anciso -de tierra firme, como se dirá, con un navío y ciertos marineros, harto -sólo y desbaratado, y en especial le fué hecho amorosísimo acogimiento -por un gran señor y Rey de la provincia ó pueblo que se llamaba Macáca, -la media sílaba luenga, que es á la costa de la mar del Sur, y tiene -un puerto 15 ó 20 leguas del de Santiago, si no me he olvidado. Este -Rey ó Cacique se nombró el Comendador, la razon de su nombre diremos -luégo, el cual hizo y su gente, á Anciso y á los que con él venian, -tantas y tales obras, que en su misma casa no le fueran hechas mejores. -Y otros españoles habian venido ántes por allí, (porque todos los -desbaratados que venian de tierra firme aportaban á aquella isla), que -habian rescibido las mismas; de los cuales se quedó un marinero en -aquel pueblo de aqueste señor, enfermo, por no estar para pasar con -los demas en canoas, á lo que creo, á esta isla. Este marinero, con -lo que sabia de cristiano, aprendido algo de aquella lengua, enseñó -al Cacique y á su gente algunas cosas de Dios, en especial los impuso -en devocion de Nuestra Señora, diciendo que era Madre de Dios, y que -habia quedado despues del parto vírgen, mostrándoles una imágen de la -Vírgen que en papel traia, la cual le pidió el Cacique, y recitábales -muchas veces el Ave-María. Inducióle que hiciese hacer una iglesia como -casa de Nuestra Señora, la cual hicieron y un altar en ella; la cual, -luégo adornaron con cosas hechas de algodon, segun que mejor pudieron. -Pusiéronle muchas vasijas de comida y de agua, creyendo que de noche ó -de dia, si tuviese hambre, comeria; enseñóles como á las mañanas y á -las tardes fuese el Cacique y los vecinos á saludar á Nuestra Señora, -diciendo la oracion angélica. El Rey y todos entraban en la iglesia -y se hincaban de rodillas, las cabezas bajas, juntas las manos, muy -humildes, diciendo: «Ave-María, Ave-María, Sancta María, ayúdanos» -porque más adelante destas palabras, si no eran pocos, de coro aprender -no podian. Quedóles esta costumbre despues que el marinero sanó y se -pasó á esta isla, que no pasaba dia que su devocion y oraciones no -proseguian; y cuando llegó el bachiller Anciso y los que con él iban, -luégo el Cacique y Rey Comendador los tomó por la mano con grande -alegría y llevó á la iglesia, señalándoles con el dedo la imágen, -diciendo que aquello era gran cosa, y que la querian mucho porque era -la Madre de Dios, Sancta María. Fué inestimable la devocion que el -Cacique y toda su gente tuvieron á Nuestra Señora, en cuyo honor lo -compusieron cantares y bailes, repitiendo en ellos muchas veces Sancta -María; y, segun Anciso referia, vieron patentes milagros que Nuestra -Señora con ellos hizo, de donde procedió devocion á otros pueblos con -quien tuvieron ciertas pendencias, segun dijo Anciso. Hace mencion de -todo ésto Pedro Mártir, en su Década segunda, cap. 6.º, escribiéndolo -al Papa Leon X, habiéndolo oido en Valladolid del mismo Anciso. El -cual dice al Papa por estas palabras en el fin de aquella epístola: -_Hæc volui, Beatissime Pater, de incolarum religione recensuisse, quæ, -non ab Anciso solum verum et a pluribus aliis auctoritate pollentibus -viris, scrutatus sum, que intelligat Beatitudo tua quam docile sit hoc -genus hominum, quamque facilis pateat eis ad nostræ religionis ritus -imbuendos aditus. Nequeunt ista fieri repente; paulatim ad Christi -legem Evangelicam, in cujus culmine sedes, trahentur omnes, et tui -gregis oves multiplicatas in dies magis ac magis, Beatisime Pater -intelliges._ El nombre del Cacique, Comendador, lo hobo desta manera, -que como de los españoles que por allí venian supiese que era bien -ser cristiano baptizándose, y pidiese el baptismo, no supe quién lo -baptizó, mas de que cuando el nombre se le habia de dar, preguntó que -cómo se llamaba el señor grande de los cristianos que aquesta isla -Española gobernaba; dijéronle que se llamaba el Comendador, y entónces -dijo que aquel queria que fuese su nombre; de donde parece, que en -tiempo del Comendador Mayor de Alcántara, que gobernó esta isla, fué -aquél Cacique cristiano, y ésto no parece que pudo ser sino el año de -508, y por Sebastian de Ocampo, que envió el dicho Comendador Mayor á -que bojase y rodease aquella tierra de Cuba, porque áun no se sabia -si era isla ó tierra firme, porque ántes del año de 8, ninguno llegó -por allí, si no fué cuando la quiso rodear, el año de 4, el Almirante, -si quizá llegó allí entónces y lo hizo baptizar, porque llevaba -consigo clérigo capellán, y le hizo poner otro nombre y despues tomó -el del Comendador Mayor de Alcántara, pero creo que no, porque por -allí tuvo muchos trabajos de tormentas y vientos contrarios. Despues -del año de 8, ya no habia Comendador Mayor en esta isla, sino el -segundo Almirante; pudo tambien ser, que alguno de los que venian de -tierra firme, despues del año de 509, clérigo, y áun quizá seglar, -se atrevió á baptizarlo y ponelle aquel nombre por ser aficionado al -dicho Comendador Mayor. Por las cosas ya dichas de la benignidad y -buen tratamiento que los indios, vecinos de aquella isla de Cuba, con -Hojeda y con Anciso usaron, y así tambien con los de ántes ó despues -destos españoles que por aquella isla de tierra firme pasaron, parece -claro ser falso lo que refiere allí Pedro Mártir, conviene á saber, -que cuando llegaron á aquella isla Colmenares y Caicedo, procuradores -que los del Darien á Castilla enviaron, hallaron la carabela en que -Valdivia habia venido, cuando lo envió Vasco Nuñez la segunda vez á -esta isla Española, como se dirá, en la costa de la mar, hecha pedazos -en el agua, y juzgaron que los indios los habian muerto, la cual pudo -perderse como se perdió, segun diremos, en la mar, y ahogarse todos, -y despues echar la tormenta donde la hallaron. Cuanto más, que si á -aquellos mataran, y los de Cuéyba mataran á Hojeda y á los demas, y el -Comendador y su gente hicieran pedazos á Anciso y á los de su compañía, -y á todos los que ántes destos por allí pasaron, justamente lo hacian, -como á gente de cruel y tiránica infamada, y de quien sabian que -habian destruido esta isla Española, y tantas islas de los Lucayos, de -todos los cuales se habian ido huyendo á aquella isla de la tiránica y -horrible servidumbre con que los oprimian y mataban, como en el libro -precedente, cap. 60, fué declarado, y así podian racionabilísimamente -temer que á ellos les habian de hacer otro tanto, como lo hicieron -al cabo, hasta que, como á ésta, toda la despoblaron, y, pues no lo -hicieron pudiéndolo hacer tan á su salvo, señal es que pudo ser que ni -á Valdivia ni á Nicuesa, como algunos tambien pensaron, los de Cuba -mataron. Dice allí tambien Pedro Mártir, que como no hallaron cuerpo -ninguno, que los matadores los debian de haber echado en la mar, ó dado -á los caribes que comen carne humana, que por allí debian de navegar; -pero ésto no tiene señal de verdad, porque nunca jamás se halló que los -caribes, si los hay, descendiesen tanto abajo de sus islas, que son -las de Guadalupe y Dominica, que están más al Oriente que la de Sant -Juan, y áun á esta Española creo que no bajaban sino quizá de cuando -en cuando, y los que informaban desto á Pedro Mártir hablaban lo que -no sabian, sino lo que se les figuraba ó antojaba. Oviedo dice muchas -cosas, como suele, que no vido, de costumbres malas de la gente de -aquella isla, que ni yo supe, que fuí de los primeros y estuve allí -algunos años, ni jamás oí á hombre que lo alcanzase; porque, como está -dicho y se dirá, fué tan presta y violenta la destruccion de aquella -isla, que no fué posible los indios usar cosa de las que dice, ni los -españoles verlo para lo alcanzar, porque despues que allí entramos -nunca tuvieron un dia de alivio, sino que toda su ocupacion era en los -trabajos que los mataban, y la hora que dellos cesaban no tenian otro -cuidado que lamentar y gemir su desventura y calamidad. Dice Oviedo -que cuando alguno se casaba, señor ó principal, ó de los plebeyos y -bajos, todos los convidados, primero que el novio, habian de tener con -la novia mala parte; yo creo que el que lo dijo á Oviedo no le dijo -verdad, porque nunca hobo tiempo para que aquello de los indios se -alcanzase. Y si verdad fuese, naciones hobo entre las antiguas, que -vivian sin cognoscimiento de Dios, que acostumbraron lo mismo, como á -la larga en nuestra Apologética Historia mostramos. Y por ésto no es -de maravillar que quien carece de doctrina y de gracia caiga en estos -defectos y en otros mayores y más. - - - FIN DEL TOMO TERCERO. - - - - - ÍNDICE. - - - Páginas. - - ADVERTENCIA PRELIMINAR V - - ARGUMENTO DEL LIBRO SEGUNDO IX - - FACSÍMILE XII - - LIBRO SEGUNDO.--Capítulo I. 1 - - Cap. II. 10 - - Cap. III. 17 - - Cap. IV. 22 - - Cap. V. 28 - - Cap. VI. 33 - - Cap. VII. 40 - - Cap. VIII. 44 - - Cap. IX. 50 - - Cap. X. 56 - - Cap. XI. 60 - - Cap. XII. 64 - - Cap. XIII. 70 - - Cap. XIV.--En el cual se prosiguen la quinta y las otras tres - partes de la carta de la Reina, de que mal usó el Comendador - Mayor, en perdicion de los indios 76 - - Cap. XV. 84 - - Cap. XVI. 89 - - Cap. XVII. 93 - - Cap. XVIII. 97 - - Cap. XIX. 103 - - Cap. XX. 108 - - Cap. XXI. 112 - - Cap. XXII. 118 - - Cap. XXIII. 122 - - Cap. XXIV. 126 - - Cap. XXV. 130 - - Cap. XXVI. 134 - - Cap. XXVII. 138 - - Cap. XXVIII. 143 - - Cap. XXIX. 147 - - Cap. XXX. 153 - - Cap. XXXI. 158 - - Cap. XXXII. 162 - - Cap. XXXIII. 168 - - Cap. XXXIV. 173 - - Cap. XXXV. 177 - - Cap. XXXVI. 182 - - Cap. XXXVII. 186 - - Cap. XXXVIII. 194 - - Cap. XXXIX. 199 - - Cap. XL. 204 - - Cap. XLI. 208 - - Cap. XLII. 214 - - Cap. XLIII. 220 - - Cap. XLIV. 225 - - Cap. XLV. 230 - - Cap. XLVI. 234 - - Cap. XLVII. 237 - - Cap. XLVIII.--En el cual se prosiguen las declaraciones del - Consejo, en Sevilla y en la Coruña 243 - - Cap. XLIX. 248 - - Cap. L. 252 - - Cap. LI. 257 - - Cap. LII. 262 - - Cap. LIII. 269 - - Cap. LIV. 273 - - Cap. LV. 280 - - Cap. LVI. 286 - - Cap. LVII. 289 - - Cap. LVIII. 294 - - Cap. LIX. 298 - - Cap. LX. 303 - - Cap. LXI. 308 - - Cap. LXII. 312 - - Cap. LXIII. 317 - - Cap. LXIV. 325 - - Cap. LXV. 329 - - Cap. LXVI. 334 - - Cap. LXVII. 340 - - Cap. LXVIII. 344 - - LIBRO TERCERO.--Capítulo I. 351 - - Cap. II. 357 - - Cap. III. 361 - - Cap. IV. 365 - - Cap. V. 370 - - Cap. VI. 376 - - Cap. VII. 381 - - Cap. VIII. 386 - - Cap. IX. 391 - - Cap. X. 397 - - Cap. XI. 403 - - Cap. XII. 410 - - Cap. XIII. 417 - - Cap. XIV.--En el cual se prosigue la declaracion de algunos - puntos del prólogo de las leyes 422 - - Cap. XV.--En el cual se comienzan á referir las leyes, y á - notar los defectos, y puntos, y males que contienen, etc. 428 - - Cap. XVI.--En el cual se prosigue la relacion y declaracion de - los defectos que tuvieron las dichas leyes 434 - - Cap. XVII. 439 - - Cap. XVIII. 446 - - Cap. XIX. 450 - - Cap. XX.--En el cual se contiene una grande ingrata inhumanidad - que los españoles, que iban á saltear hombres en las islas - de los Lucayos, á ciertas gentes de la tierra Florida, - hicieron.--Y parece ser éstos los primeros que aquella tierra - descubrieron.--Y como Juan Ponce de Leon fué á descubrir por - lo más alto, y descubrió el cabo Grande de la Florida, al - cual le puso aquel nombre.--Y como fué á Castilla y vino por - Adelantado della y Gobernador, y al cabo murió miserablemente - 456 - - Cap. XXI. 462 - - Cap. XXII. 467 - - Cap. XXIII. 474 - - Cap. XXIV. 481 - - - - -FOOTNOTES: - -[1] Lo que está dentro del paréntesis se halla al márgen, de puño y -letra de Las Casas. - -[2] Hasta aquí, desde «De diferente manera», es de letra de Las Casas, -y no pueden leerse las últimas palabras por haber sido cortadas al -encuadernar el libro. - -[3] Y este fué el varon sancto fray Pedro de Córdoba, como se dijo. -(_Nota al márgen, de letra de la época, pero no de Las Casas._) - -[4] Y estos eran los tiranos que pretendian tener los indios por -siervos, y que habian hecho las leyes. (_Nota al márgen, de letra de la -época, pero no de Las Casas._) - - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Historia de las Indias, Volume 3 (of 5), by -Bartolomé de las Casas - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK HISTORIA DE LAS INDIAS, VOL 3 *** - -***** This file should be named 53171-0.txt or 53171-0.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/3/1/7/53171/ - -Produced by Giovanni Fini, Josep Cols Canals, Biblioteca -Digital Hispánica and the Online Distributed Proofreading -Team at http://www.pgdp.net - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. 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Email contact links and up to -date contact information can be found at the Foundation's web site and -official page at www.gutenberg.org/contact - -For additional contact information: - - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. 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If you are not located in the United States, you'll have -to check the laws of the country where you are located before using this ebook. - -Title: Historia de las Indias, Volume 3 (of 5) - -Author: Bartolomé de las Casas - -Release Date: September 30, 2016 [EBook #53171] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK HISTORIA DE LAS INDIAS, VOL 3 *** - - - - -Produced by Giovanni Fini, Josep Cols Canals, Biblioteca -Digital Hispánica and the Online Distributed Proofreading -Team at http://www.pgdp.net - - - - - - -</pre> - -<div class="limit"> - -<div class="chapter"> -<div class="transnote p4"> -<p class="pc large">NOTA DEL TRANSCRIPTOR:</p> -<p class="ptn">—Los errores obvios de impresión y puntuación han sido corregidos.</p> -<p class="ptn">—Se ha mantenido la acentuación del libro original, que difiere -notablemente de la utilizada en español moderno.</p> -<p class="ptn">—El transcriptor de este libro creó la imagen de tapa. La nueva imagen pertenece al dominio público.</p> -</div> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_i" id="Page_i">[i]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<p class="pc4 large">HISTORIA</p> -<p class="pc2 reduct">DE</p> -<p class="pc1 xlarge">LAS INDIAS.</p> - -<hr class="chap" /> -<p> </p> -<p><span class="pagenum"><a name="Page_ii" id="Page_ii">[ii]</a></span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_iii" id="Page_iii">[iii]</a></span></p> - -<h1 class="p4">HISTORIA<br /> -DE<br /> -LAS INDIAS</h1> - -<p class="pc4">ESCRITA POR</p> -<p class="pc1 mid">FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS</p> -<p class="pc1 lmid">OBISPO DE CHIAPA</p> -<p class="pc1">AHORA POR PRIMERA VEZ DADA Á LUZ</p> -<p class="pc1 reduct">POR</p> -<p class="pc1 lmid">EL MARQUÉS DE LA FUENSANTA DEL VALLE</p> -<p class="pc1">Y D. JOSÉ SANCHO RAYON.</p> - -<hr class="d1" /> -<p class="pc mid">TOMO III.</p> -<hr class="d2" /> - -<p class="pc4 lmid">MADRID</p> -<p class="pc">IMPRENTA DE MIGUEL GINESTA</p> -<p class="pc reduct">calle de Campomanes, núm. 8.</p> - -<hr class="d3" /> - -<p class="pc">1875.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_iv" id="Page_iv">[iv]</a></span></p> -<p> </p> -<p><span class="pagenum"><a name="Page_v" id="Page_v">[v]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">ADVERTENCIA PRELIMINAR.</h2> - -<hr class="d1" /> - -<p class="p2">El Argumento del libro II de esta Historia, que -nos dejó hecho su Autor, y que, adicionado con el -número del capítulo en que cada uno de los sucesos -en él extractados se refiere, imprimimos á continuacion, -facilitará á nuestros lectores el uso del Índice -del presente tomo.</p> - -<p>Varios de los capítulos no han tenido cabida en -dicho Argumento, por resultar en él omitido lo que -aquellos contienen; para subsanar esta falta indicaremos -aquí ligeramente la materia de que tratan:</p> - -<p>Vuelto Cristóbal Colon á Sevilla, despues de -muerta su protectora la Reina Católica, hace vivas -gestiones con el Rey para que le mande guardar sus -privilegios, restituyéndolo, en su hijo, en las mercedes -y en la posesion de sus títulos y dignidad (37), -muriendo, sin conseguir nada, en 20 de Mayo de 1506,<span class="pagenum"><a name="Page_vi" id="Page_vi">[vi]</a></span> -en Valladolid(38). Concede el Papa á los Reyes los -diezmos de Indias; descubrimiento de una gran parte -de la costa de Yucatan por Juan Diaz de Solís y Vicente -Yañez Pinzon(39). Estado de la isla Española, -durante la gobernacion del Comendador Mayor (40 -al 42), y despues, en tiempo del segundo Almirante, -D. Diego Colon, con noticia de varias intrigas movidas -contra él por sus enemigos, hasta que le llamaron -los Reyes (53). Relacion bastante extensa de -las expediciones de Hojeda y Nicuesa, á Urabá y Veragua, -de cuyo principio se dió noticia en el cap. 52, -concluyendo el libro con el desgraciado fin de ambos -conquistadores y de casi todos los que fueron con -ellos (57 al 68).</p> - -<p>En los veinticuatro capítulos del libro III, incluidos -tambien en este tomo, despues de darse curiosas -noticias sobre las primeras Iglesias Catedrales -y Obispados de Santo Domingo y San Juan de Puerto -Rico (1.º y 2.º), se refiere el malísimo efecto producido -entre los españoles de la primera de aquellas -islas por dos sermones que predicó el padre fray -Antonio Montesino, quejándose del mal tratamiento -que daban á los indios (3 al 5); de resultas de lo cual -vienen á Castilla el padre Montesino y fray Alonso -del Espinal, y, despues de varias consultas y pareceres -encontrados, se promulgan en Búrgos en 27 de -Diciembre de 1512 unas leyes sobre el repartimiento -de los indios, para que fuesen convertidos y bien tratados, -las cuales censura amargamente nuestro Autor, -y poco despues, en 28 de Julio de 1513, una «Declaracion -y moderacion» de las mismas (6 al 19).<span class="pagenum"><a name="Page_vii" id="Page_vii">[vii]</a></span> -Dáse noticia del descubrimiento de la Florida por -Juan Ponce de Leon (20) y de varios sucesos en la -isla de Cuba (21), de la cual se hace una curiosa -descripcion(22 al 24).</p> - -<p>Acompaña á este volúmen un <i>facsimile</i> foto-litografiado -de la Dedicatoria al Colegio de San Gregorio -de Valladolid, con que Las Casas encabeza el segundo -libro de su Historia, igual en un todo, hasta en la -fecha, á la del libro I, para que nuestros lectores conozcan -la letra del Obispo.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_viii" id="Page_viii">[viii]</a></span></p> -<p> </p> -<p><span class="pagenum"><a name="Page_ix" id="Page_ix">[ix]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">ARGUMENTO DEL LIBRO SEGUNDO</h2> - -<hr class="d1" /> - -<p class="p2">El libro II conterná la historia de diez años, comenzando -del año de 1501, por todo el de 10 inclusive, -puesto que algunas de las cosas que al principio -contaremos comenzaron ántes que saliese el -de 500, pero porque ésto acaeció pocos dias por -andar del año, y duraron por el de 501, pareció, por -evitar confusion compartillas, comenzallas y continuallas -hasta darles fin, en este libro II.</p> - -<p>Tratarse há del estado desta isla despues que al -Almirante llevaron preso á Castilla, gobernándola -Bobadilla (capítulo 1.º). De algunos descubrimientos, -ó por decir más propiamente, segun arriba dijimos, -seguimientos, de lo que el Almirante habia descubierto -(2). De cómo los Reyes mandaron restituir -al Almirante sus bienes y escripturas, y todo lo que -le habia tomado Bobadilla (4). De la provision que -hicieron los Reyes de otro Gobernador, que fué un -Comendador de Lares, de la Órden y Caballería de -Alcántara, que se llamó don fray Nicolás de Ovando -(3 y 6). De la venida de la Orden de Sant Francisco -á esta isla (3). Del fin que hizo el comendador -Bobadilla y Francisco Roldan (5).</p> - -<p>Del cuarto viaje que hizo el Almirante, de la -costa de la mar que anduvo, hasta dónde llegó, y de -la provincia de Verágua (5, y 20 al 29). De como á<span class="pagenum"><a name="Page_x" id="Page_x">[x]</a></span> -la vuelta que hizo, y llegó á Jamáica, se le alzaron -ciertos rebeldes, y de las angustias y aflicciones que -allí pasó (29 al 36). De como el Comendador de -Lares repartió á los españoles todos los indios desta -isla, sin dejar alguno, contra la intincion y mandado -de la reina Doña Isabel, por lo cual fué causa de perecer -toda la gente desta isla, y por la misma causa -que por ésto dió se introdujo el repartimiento de -los indios á los españoles, que despues llamaron Encomiendas, -en todas las Indias, y, por consiguiente, -fué principio y causa eficacísima que hayan perecido -en todo este orbe tantos millones de gentes, como -abajo parecerá (13 y 14). De las guerras injustas -que el dicho Comendador de Lares hizo á los vecinos -naturales dellas, y las crueldades que en ellas se -hicieron (7 al 10 y 15 al 18).</p> - -<p>Como desta isla Española salió y procedió la -pestilente y mortífera ponzoña causativa de todos los -males y estragos, y perdicion, que ha vaciado de sus -pobladores todas estas Indias, conviene á saber, las -conquistas y el repartimiento de los indios, dos cosas -que, si en todo lo poblado del mundo se hobieran introducido -y durado lo que en estas Indias dura hoy, -no hobiera ya memoria del linaje humano (11, 12 -y 19). De cómo engañaron al rey D. Hernando para -que diese licencia para traer los moradores de las -islas de los Lucayos á ésta, para servirse dellos, y de -los estragos y perdicion que en aquellas inocentísimas -gentes se hicieron, y como al cabo perecieron todas -en muy breves dias (43 al 45).</p> - -<p>De la ida primera de los cristianos á conquistar -y repartir la gente de la isla de Sant Juan (46). De -como el Comendador de Lares, que ya era Comendador -Mayor, envió á bojar y rodear la isla de Cuba, -que hasta entónces no se sabia si era isla ó tierra -firme (41). De la venida del almirante D. Diego<span class="pagenum"><a name="Page_xi" id="Page_xi">[xi]</a></span> -Colon, hijo y primer sucesor del Almirante primero -que este mundo descubrió (47 al 51). De la venida -y armada de Nicuesa para ir á conquistar y poblar -á la provincia de Verágua (52). De la armada que -le vino á Hojeda de Castilla, estando él en esta isla, -para ir á conquistar y poblar la provincia y golfo de -Urabá (52). De como envió el almirante D. Diego -á poblar de españoles á la isla de Sant Juan (55). -De como envió el almirante D. Diego á poblar á la -isla de Jamáica (56). De la venida de la Orden de -Sancto Domingo á esta isla, y de la primera Misa -nueva que se cantó en ella (54). De como se acordó -enviar procuradores á Castilla, sobre que concediese -el Rey á los españoles desta isla el repartimiento -perpétuo, quiero decir, que les diesen los indios perpétuos, -que los Gobernadores no se los pudiesen quitar -una vez dados, ó por ciertas vidas (52).</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_xii" id="Page_xii">[xii]</a></span></p> - -<div class="figcenter"> - <img src="images/pag.jpg" width="400" height="438" - alt="" - title="" /> -</div> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_1" id="Page_1">[1]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<p class="pc4 large">HISTORIA<br /> -<span class="large">DE LAS INDIAS.</span></p> - -<div class="figcenter"> - <img src="images/b1.jpg" width="150" height="27" - alt="" - title="" /> -</div> - - -<p class="pc4 elarge">LIBRO SEGUNDO.</p> - -<hr class="d3" /> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO PRIMERO.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Despues de la partida de las dos carabelas, en que envió -presos el comendador Bobadilla al Almirante y á sus hermanos, -trabajó de contentar en cuanto pudo á los españoles que -aquí estaban, que serian por todos hasta 300 hombres, porque -este era el número que el Almirante habia informado á -los Reyes que bastaban, para tener la isla y las gentes della -sojuzgadas; y así, mandaron los Reyes que aquestos 300 -hombres con su sueldo, y parte con el del Almirante, como -arriba ha parecido, se sustentasen: porque bastaban y sobraban -estos, y muchos ménos que estos, para no sólo tener los -indios pacíficos, sino llevaran el camino que llevaron, pero -áun para sojuzgallos y matallos á todos, como al cabo los -mataron, porque, teniendo 20 ó 30 caballos, bastaban para -los hacer á todos pedazos, mayormente habiendo amaestrado -los perros que tenian, porque con un perro, que un español -consigo llevase, iba tan seguro como si fuesen con él 50 y -100 cristianos. Y esto es, áun á los ciegos de sus errores y -pertinacia, más que claro, porque una gente en cueros desnuda,<span class="pagenum"><a name="Page_2" id="Page_2">[2]</a></span> -sin otras armas defensivas ni ofensivas más de sus flechas -y arcos y unas varas tostadas, y sin fortalezas ni muros de piedra -tajada, sino en casas de paja, ¿qué ofensa pueden hacer, -ni defensa podrán tener contra gente armada de hierro, de -que son nuestras armas, con arcabuces, y entónces espingardas, -con caballos y lanzas, que en dos horas alcanza y alancea -un mil y dos mil hombres, y desbarrigan y despedazan -cuantos quieren con las espadas? Por lo dicho parece ser error -el de Oviedo en su Historia, libro III, cap. 4.º, donde dice -que sin la gente que vino con los tres navíos que despachó el -Almirante desde la Gomera, cuando fué á descubrir á Paria, -esta isla se despoblara, quiere decir de cristianos, y que se -puede afirmar que por aquel socorro fué restaurada la vida -de los que acá estaban, y se sostuvo y no se perdió totalmente -esta isla, porque dicen que no osaban salir desta ciudad, -ni pasar el rio desta otra parte. Todo este encarecimiento -endereza Oviedo, como todas sus historias, para excusar las -tiranías de los españoles, y acusar y abatir estas tristes gentes -desmamparadas. Manifiesto es, por infinitos testimonios y argumentos -arriba traidos, la mansedumbre, y pacífica y modesta -natural cualidad y condicion de los habitadores naturales -desta isla, y las pocas y leves, y cuasi ningunas, armas que -tenian, y cuánto nosotros con las nuestras les excediamos, y -que, si viviéramos con ellos segun cristianos, no tuviéramos -necesidad de armas, ni arcabuces, ni caballos, ni perros bravos, -para todos atraellos. Despues ya de, habiéndolos así exacerbado, -estragado, muerto, despedazado y destruido, que -probasen á matarnos si pudiesen, uno aquí y otro allí (porque -muchos de nosotros juntos, ni que fuesen 30 juntos, si -no los tomaban durmiendo por ninguna industria podian), no -era maravilla; y así es cierto esto, que pocas veces se vido en -todas estas Indias que 50 ni 40 hombres juntos los matasen -los indios, como adelante, placiendo á Dios, se verá, mayormente -habiendo entre ellos algunos de caballo, si estuvieron -sobre aviso. Así que, 300 hombres eran muchos para defenderse -y para matar todos los indios desta isla, los cuales acá<span class="pagenum"><a name="Page_3" id="Page_3">[3]</a></span> -estaban ántes que aquellos que el Almirante envió y él llegase, -y si los envió y trujo, no fué porque fuesen más de 300 necesarios, -sino para enviar los flacos y enfermos, y los que morian -por se ir á Castilla, como arriba ha parecido. Tornando, pues, al -propósito, como el comendador Bobadilla quisiese agradar -los 300 hombres que en esta isla quedaban, lo primero determinó -en breve los procesos de los que estaban para ahorcar, -y de Francisco Roldan y los demas que se habian alzados, -los cuales yo vide, no muchos dias despues, sanos y -buenos, y, como si no hobieran hecho nada, en sus casas contentos -y honrados; no supe ni oí que les hobiese dado alguna -pena, porque en aquel tiempo no tenia yo tal cuidado, ni se -me dió nada por sabello. Con las libertades y favores que á -todos aquellos 300 dió el comendador Bobadilla, de que no -pagasen del oro que cogiesen, sino de 11 pesos uno, y ellos -no hobiesen ni pensasen de irlo á cavar, pedíanle que les -diese indios para que se lo sacasen y hiciesen labranza del -pan. Mandó ó aconsejó que se juntasen de dos en dos, haciendo -compañía en las haciendas y ganancias que granjeasen, -para las cuales les señaló la gente de tal y tal Cacique -y señor, y así á todos, muy á placer dellos, los contentó. Aquí -viérades á la gente vil, y á los azotados y desorejados en Castilla, -y desterrados para acá por homicianos ó homicidas, y -que estaban por sus delitos para los justiciar, tener á los Reyes -y señores naturales por vasallos, y por más que bajos y -viles y criados. Estos señores y Caciques tenian hijas ó hermanas, -ó parientas cercanas, las cuales luego eran tomadas, -ó por fuerza ó por grado, para con ellas se amancebar; y así, -todos estos 300 hidalgos estuvieron algunos años amancebados -y en continuo pecado mortal de concubinaria maldad, -sin los grandes pecados que cada dia y hora cometian, por -ser opresores destas gentes y tiranos. Estas señoras, que tenian -por mancebas, llamaron sus criadas, y así, tan sin vergüenza, -delante unos de otros, decian, mi criada fulana, y la criada -de fulano, como si dijera, mi mujer y la mujer de fulano. -El Comendador hacia desto, al ménos para remediallo y<span class="pagenum"><a name="Page_4" id="Page_4">[4]</a></span> -evitallo, poco caudal; deciales muchas veces: «aprovechaos -cuanto pudiéredes, porque no sabeis cuánto este tiempo os -durará», de los trabajos y sudores, aflicciones y muertes -de los indios, haciendo poco caso. Ellos, por tales favores -y ayuda, esfuerzo y consejos, lo adoraban y era dellos muy -amado; cognoscian cuán más larga licencia tenian agora, -para vivir en la ley que escogian, que en el tiempo del Almirante, -porque el triste del Almirante, aunque por la ceguedad -que tenia, como todos entónces tuvieron, y que hasta -estos tiempos nos ha penetrado, y por el ánsia de contentar -á los Reyes, como arriba se ha explanado, de grandes é irreparables -males y daños hechos á los indios, fué causa, empero, -si algunos daños que los españoles les hacian, disimulaba, -y tambien si dió licencia ó señaló á Francisco Roldan -y á otro alguno, que algun Cacique y señor, con su gente -le hiciese alguna labranza, y que le cogiesen algunos indios -oro, parece ser esto raro y muy raro, y cuasi por fuerza, por -verse constreñido á contentallos, por los levantamientos pasados, -al ménos aquellos pecados viles, y la vida tan suelta -y tan ancha que tenian los que se llamaban cristianos, no -dejaba de abominalla; y porque no puede un hombre pecador, -ni una gente inficionada en uno ó en más pecados, parar -en aquellos, sino que la fuerza dellos, en mayor gravedad y -número, ha de derrostrallos, no hicieron por muchos años -más cuenta ni escrúpulo de guardar cuaresmas, ni viérnes, -ni sábados, cuanto al ayunar y comer carne, que los dias de -Pascua. Como se vian ya señores de los señores y naturales, -y servidos y temidos de todas sus gentes, chicos y grandes, -porque delante dellos les temblaban las carnes, por las crueldades -hechas en las guerras pasadas, que cuando se les antojaba -las renovaban presentes, mayormente si la señora, -hija ó hermana del señor, el español la tenia para sí ocupada -por criada, creyendo que, segun sus costumbres, eran casados, -cada dia iban creciendo en desconocerse á sí mismos, y -en mayor soberbia y presuncion, y regalos y menosprecio -destas naciones humílimas; levantándose, ya no curaban de<span class="pagenum"><a name="Page_5" id="Page_5">[5]</a></span> -andar á pié camino alguno, aunque no tenian mulas ni caballos, -sino á cuestas de los hombros de los desventurados, -si iban de priesa, ó como en literas, metidos en hamacas, si -iban despacio, y los que los llevaban remudándose, con todo -eso, habian de ir volando. Iban junto con él, indios que les -llevasen unas ojas grandes de árboles para hacelles sombra, y -otros unas alas de ansar, para hacelles aire; la recua de indios -cargados, para las minas, de pan caçabí, con cargas de -asnos, yo vide muchos, y muchas veces los hombros y las espaldas -dellos, como de bestias, matadas. Donde quiera que llegaban, -en pueblos de los indios, en un dia les comian y gastaban -lo que á 50 indios abundara; el Cacique y todos los del -pueblo habian de traer lo que tuviesen y andar bailando delante. -No sólo estas obras de señorío y fausto vanísimo mostraban, -pero tenian otras mujeres, sin la criada principal, -oficialas, como fulana, la camarera, y fulana, la cocinera, y -otros oficios semejantes. Yo cognoscí un oficial carpintero de -hacer órganos, de los de aquel tiempo y en aquellos dias, -que tenia destas mujeres oficialas. Dos maneras tenian de -sirvientes; una, todos los indios, muchachos comunmente y -muchachas, que habian tomado á sus padres andando por la -isla matando y robando, los cuales tenian continos noches y -dias en sus casas, y estos se llamaban naborías, que quiere -decir en la lengua desta isla, criados; la otra era, los indios -que les hacian las labranzas y cogian el oro, á temporadas, y -se iban á sus pueblos despues de bien hambrientos, molidos, -flacos y cansados. Y era cosa de reir ver su presuncion y estado -vano como se aprobaba y autorizaba, con que no tenian una -camisa de lienzo de Castilla que se vestir, ni capa, ni sayo, ni -calzas, sino solamente una camisa de algodon encima de otra -de Castilla, si la alcanzaban, y si nó, la de algodon sola y las -piernas de fuera, y en lugar de borceguíes y zapatos, unas -alpargates y unas antíparas. El tractamiento y consuelo que -hacian y siempre hicieron á los tristes, en remuneracion de sus -continos servicios y trabajos, era muchos azotes y palos, y -otra palabra no oian de su boca sino, perro, y pluguiera á<span class="pagenum"><a name="Page_6" id="Page_6">[6]</a></span> -Dios que como á sus perros los tractaran, porque no mataran -un perro por mil castellanos, y no tenian en más matar 10 y -20 indios cuando se les antojaba, á cuchilladas, y probando, -por su pasatiempo, las fuerzas, ó los filos de las espadas, que -si fuera matar gatos. A estos mismos acaeció, que dos muchachos, -de hasta doce años, traian sendos papagayos, y tomáronselos -dos que tenian nombre de cristianos, y por su -placer, cortaron las cabezas á los muchachos. Otro tirano, porque -se enojó de un Cacique, porque no le trujo ó no le dió lo -que le demandaba, ahorcó 12 indios de sus vasallos, y otro -18, todos en una casa. Otro asaeteó un indio, con pregon, -diciendo que lo sentenciaba porque no se dió priesa en -traelle una carta que le enviaban. Deste jaez son infinitos los -casos y hazañas que han en estas gentes nuestros cristianos celebrado. -Padeciendo las gentes desta isla, estas y otras tales, -segun arriba se ha mostrado, obras, no de hombres sino de -diablos encarnados, como ellas eran mansísimas, humilísimas -y en paciencia, nunca otras semejantes, desque más no podian -hacer, habiendo probado sus guerrillas para se defender, huyéndose, -principalmente á los montes, y teniendo experiencia -que en ninguna parte podian de los españoles escaparse, -sufrian y morian en las minas y en los otros trabajos, cuasi -como pasmados, insensibles y pusilánimes degenerando, y -dejándose morir, callando, desesperados; no viendo persona -del mundo á quien se pudiesen quejar ni que dellos se apiadase. -Provino de aquí, que ciegos hechos é insensibles los -hombres desalmados, de no sentir en sí tan inexpiables pecados, -faltándoles todo amor y temor de Dios, ni de hombres -que los estorbase, no sólo los mataban sin algun escrúpulo ni -pensar que en ello pecaban, pero, usando perversamente, de -la paciencia, simplicidad natural, bondad, obediencia, mansedumbre -y servicios destas gentes, tan continos é incesables, -en lugar de admirarse, apiadarse y confundirse, y templar -sus crueldades, menospreciáronlas y apocáronlas en tanto -grado, que de bestias irracionales, en cuanto en sí fué, por -todo el mundo las infamaron, y así fueron causa que se pusiese<span class="pagenum"><a name="Page_7" id="Page_7">[7]</a></span> -duda por los que no los habian visto, si eran hombres -ó animales. De aquí sucedió otro peor error y ceguedad, lamentable, -que hobo quien dijese que de la fe católica eran -incapaces; herejía bestialísima, que con fuego se vengaría en -el que con pertinacia la porfiase. Sucedieron muchos inconvenientes -otros, como decir que habian menester tutores como -niños, porque no sabian gobernarse, porque si los dejaban no -trabajarian y morirse hian de hambre, todo enderezado á que -de su poder no se los sacasen, y como nunca hobo quien volviese -por ellos ni clamase, ántes todos han bebido de su sangre -y comido de sus carnes, entablóse aquesta perniciosa infamia -de tal arte, que, por muchos tiempos y años, los Reyes -de Castilla y sus Consejeros, y todos géneros de personas, los -tuvieron, estimaron y tractaron por tales, hasta que Dios puso -á quien, como abajo parecerá, este sueño y tupimiento de juicio -y falsedad averiguada, á los Reyes y al mundo declarase; -no por ser ella de sí escura ni que tuviese necesidad de -nuevo milagro y lumbre sobrenatural para alcanzarse, pues -no hay rústico de sayago, que, no sólo la conozca, pero que -de enseñalla á otros no pudiese jactarse, sino que, descubriendo -la causa della ser y haber sido la vehemente, ciega y -desordenada cudicia, de que proceden todos los daños y -males, se fué advirtiendo el pasmo que se habia echado por -los primeros tiranos y por todos los que en la misma damnacion -sucedieron, que con las mismas obras nefandas lo confirmaron, -y hobiese alguna esperanza que en algun tiempo se -atajase. ¿Quién de los que algo saben ignora que áun los animos -de los muy sábios y generosos hombres, degeneren y se -hagan pusillos y tímidos y apocados, si son puestos en áspera -y diuturna servidumbre, opresos, afligidos, amedrentados, -atormentados, y siempre, por diversas vías ó maneras, maltratados, -en tanto grado que se olviden de ser hombres, no pudiendo -alzar sus pensamientos á otra cosa sino á la infelice, -y dolorosa, y amarga vida que pasan? Y esta es la principal -de las industrias de los tiranos, para en sus usurpados reinos -sustentarse: oprimir y angustiar de contino á los más poderosos<span class="pagenum"><a name="Page_8" id="Page_8">[8]</a></span> -ó más sabios, porque, ocupados en llorar y gemir sus -calamidades, no tengan tiempo ni corazon para pensar en su -libertad, y así se acobardan y degeneran en tímidos y pusilánimos, -como en los capítulos 27 y 36 de nuestra otra Apologética -historia se dijo largamente. Pues si los sabios, y -muy sabios, aunque fuesen griegos y romanos (como están -llenas las historias), muchas veces temieron esta adversidad -por la misma causa y la padecieron, y otras muchas -gentes la experimentaron, y los filósofos della hablaron, -¿qué podiamos pedir á estas humildes, mansas, suaves y desnudas -naciones, que tantos tormentos, miedos, temores, servidumbres, -muertes y diminucion padecian, sino pusilanimidad -inmensa, descorazonamiento profundo, aniquilacion en -su estima de su ser humano, admirándose y dudando de sí -mismos, si eran hombres ó eran gatos? ¿Quién, tambien, no -juzgará de ciegos de pura y profunda malicia, aunque sea un -idiota de sayago, á los que hobiesen osado sembrar, é infamar -estos tan innúmeros pueblos, diciendo haber menester -tutores porque no se sabian gobernar, teniendo sus Reyes y -Gobernadores sus pueblos y casas, y gozando cada vecino y -persona de lo suyo, puesto que fuese poco, y comunicando -unos con otros en los actos humanos, así económicos como -políticos y populares, viviendo en tanta órden, concierto y -toda paz? Poco y bajo entendimiento alcanza el que no estima -ser imposible vivir en congregacion mucha gente junta -(como esta es innumerable), sin justicia, órden y paz. Finalmente, -se arguye y manifiesta la ya dicha industriosa maldad -de aquellos que fingian y blasfemaban de la verdad, diciendo -que los tutores les eran necesarios para hacellos trabajar, porque -no muriesen de hambre, y será bien preguntarles que ¿en -tantos mil años que estas Indias están pobladas, si les enviaron -de comer los españoles desde allá? Item, ¿si cuando acá, -en fuerte hora para muchos de nosotros, llegamos, los hallamos -flacos y trasijados, y les dimos industria para que comiesen, -porque vivian no comiendo, y les trujimos de Castilla -los manjares y los hartamos, ó ellos á nosotros nos mataron<span class="pagenum"><a name="Page_9" id="Page_9">[9]</a></span> -nuestra hambre y libraron millares de veces de la muerte, -dándonos, no sólo los mantenimientos necesarios, pero los supérfluos -y demasiados? ¡Oh ceguedad maliciosa! ¡Oh ingratitud -inícua, insensible y detestable! Destos, pues, primeros -destruidores desta isla, procedió esta mentirosa y perniciosa -infamia, y cundió todo este orbe contra estas multitudes de -hijos de Adan, sin razon y sin causa, tomando achaque y -ocasion de la bondad, mansedumbre, obediencia y simplicidad -natural dellos, la cual debiera más movellos á los amar -y alabar, y áun aprender dellos estas naturales virtudes, que -no á los menospreciar, publicar por bestiales, robar, afligir, -oprimir y aniquilarlos, porque no hicieron más cuenta dellos -que si fueran estiércol de las plazas. Y esto baste, cuanto á dar -noticia y razon del estado de esta isla en tiempo del comendador -Bobadilla, despues de haber enviado á Castilla preso al -Almirante.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_10" id="Page_10">[10]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO II.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En este año de 500, como cada dia creciese la nueva de -que la tierra firme tenia oro y perlas, y los que iban por la -costa della, por rescate de cosillas de poco valor, como cuentas -verdes y azules, y otras colores, y espejuelos, y cascabeles, -cuchillos y tijeras, etc., traian mucho provecho, y por poco -que fuese, segun entónces estaba España pobre de dinero, era -tenido en mucho, y haciase mucho con ello, y así crecia el -ánsia de ser ricos en los nuestros, y hacia perder el miedo de -navegar mares tan profundas y de tan luenga distancia, nunca -jamás navegadas, mayormente los vecinos de Triana, que -por la mayor parte, ó cuasi todos, son marineros, un Rodrigo -de Bastidas, vecino de Triana, hombre honrado y bien -entendido que debia tener hacienda, determinó de armar -dos navíos é ir á descubrir, juntamente con rescatar oro y -perlas, que era de todos el fin principal; concertóse con algunos, -y en especial con Juan de la Cosa, vizcaino, que por -entónces era el mejor piloto que por aquellas mares habia, -por haber andado en todos los viajes que habia hecho el Almirante; -y alcanzada de los Reyes licencia, ó del obispo don -Juan de Fonseca, que todo, en aquellos tiempos lo rodeaba -y áun lo mandaba, hecho el dicho Bastidas capitan, partió de -Cáliz, porque allí entónces, comunmente, los navíos se despachaban: -no supe cuándo (lo pudiera bien saber dél), por qué -mes ó á cuántos, mas de que debia ser al principio del año. -Navegaron á la tierra firme por los rumbos y caminos que el -Almirante, cuando la descubrió, habia llevado, hasta que, tomado -el hilo della, fuéronla costeando. Por toda ella llegaban -á los puertos y playas donde podian llegar, con las gentes -infinitas, que vian en la tierra, contractando y rescatando,<span class="pagenum"><a name="Page_11" id="Page_11">[11]</a></span> -que es vocablo que nuestros españoles, por trocar unas cosas -con otras, han usado; y llegados al golfo y provincia de Cuquibacoa, -que agora llamamos Venezuela, que arriba en el -cap. 167 haberla descubierto Alonso de Hojeda mostramos, -navegaron la costa abajo, y pasaron por la ribera de la mar, -de lo que nombramos al presente Sancta Marta y Cartagena, -y lo demas hasta la culata ó ensenada, que es el golfo de -Urabá, la última sílaba luenga; dentro del cual se contiene -la provincia del Darien, que por algunos años fué por estas -islas y en Castilla muy celebrada. Salieron del golfo de Urabá, -y fueron la costa del Poniente abajo, y llegaron al puerto -que llamaron del Retrete, donde agora está la ciudad y -puerto que nombramos del Nombre de Dios. De allí se tornaron, -habiendo rescatado mucho oro y perlas por toda la -costa que anduvieron, y vinieron á parar al golfo de Xaraguá -desta isla, donde los navíos perdieron, y de allí se fueron -por tierra, la gente, á Sancto Domingo, que está 70 leguas, -y allí los vide yo entónces y parte del oro que habian habido. -Decíase que traian dos ó tres arcas de piezas de oro, que entónces -se tenia por riquezas grandes, y nunca tantas imaginadas. -Trujo consigo ciertos indios, no sé si tomados por -fuerza ó vinieron con él de su grado, los cuales andaban por -la ciudad de Sancto Domingo, en cueros vivos, como en su tierra -lo usaban, y por paños menores traian sus partes vergonzosas -metidas dentro de unos canutos de fino oro, de hechura -de embudos, que no se les parecia nada. Tampoco sé si -hizo en la tierra ó costa de mar, por donde Bastidas anduvo, -algunos daños y escándalos á los indios, vecinos della, como -hicieron siempre todos los que por aquella costa y en aquellos -rescates y tratos andaban; pudiéralo bien saber entónces, -y despues, si en ello mirara, pero porque despues tuve mucha -conversacion y amistad con el dicho Rodrigo de Bastidas, -y siempre le cognoscí ser para con los indios piadoso, y que -de los que les hacian agravios blasfemaba, tuve concepto dél -que, cerca dello, andando por allí en aquellos tiempos y tractos, -sería moderado. El comendador Bobadilla le prendió,<span class="pagenum"><a name="Page_12" id="Page_12">[12]</a></span> -porque, diz que, habia rescatado oro con la gente de Xaraguá, -que es donde desembarcó. Finalmente, salió desta isla para -España, año de 502, por Julio, en la flota que abajo se dirá; -desembarcado en Cáliz, fué á la corte, que á la sazon estaba -en Alcalá de Henares, donde pagó el quinto á los Reyes del -oro y perlas que traia, de que todos los que oian llevar de la -tierra firme aquellas riquezas, no poco se alegraban. Díjose -haberle hecho merced los Reyes de 50.000 maravedís de juro -de por vida, en la dicha tierra del Darien, cuando se poblase, -porque la descubrió; dellos creo yo que pocos hobo. Todo lo -que arriba dicho habemos de Rodrigo de Bastidas y de aqueste -su viaje, por muchos testigos en el proceso de que arriba en -el libro precedente habemos hecho mencion, que se formó -entre el fisco y el Almirante, fué probado. Cuando Rodrigo -de Bastidas partió para hacer aquel su viaje, aparejaba el -suyo segundo, Alonso de Hojeda, y, partido de Cáliz, fué por -los mismos rumbos y camino que Rodrigo de Bastidas, no -sabiendo que el Bastidas iba por allí; llegó Hojeda al golfo de -Urabá, y, al principio ó ántes de la entrada dél, acordó hacer -una fortaleza de madera ó de tapias, para, desde allí, entrar á -descubrir, ó la tierra adentro, ó por la mar, de donde mandó -ir un navío por la costa abajo, y llegó hasta el puerto dicho del -Retrete, que llamamos al presente, del Nombre de Dios, que -Bastidas habia ya descubierto. Esto dice Alonso de Hojeda -mismo en cierto artículo, á instancia del Fiscal, en el susodicho -proceso. En este viaje segundo de Hojeda, con quien -otra vez navegó á estas Indias Américo Vespucio, tornó á persistir -en el engaño que quiso hacer, aplicando á sí mismo el -descubrimiento, tácitamente, de la tierra firme, usurpando la -gloria que al Almirante, porque lo hizo, se le debia, Vespucio, -porque puso en su segunda navegacion, que partieron de -Cáliz á 11 dias de Mayo del año 1499. Pudo ser decir verdad -en el dia y en el mes, pero no es verdad lo del año, porque -no fué sino el de 500. Esto queda claro en los capítulos 141, -y 163, y 166, y 167, donde se probó, que para el primero -viaje que hizo Alonso de Hojeda, en el cual trujo consigo al<span class="pagenum"><a name="Page_13" id="Page_13">[13]</a></span> -Américo Vespucio, partió de Castilla y del puerto de Sancta -María despues que el Almirante envió las nuevas á los Reyes -de como habia descubierto á Paria, que es tierra firme, y las -perlas, por la cual nueva Hojeda se movió á venir á descubrir, -y vino por la misma figura y caminos ó rumbos que habia -enviado el Almirante á los Reyes, y estas nuevas llevaron -los cinco navíos que partieron desta isla á 18 dias de Octubre -del año de 98, y llevaron á Castilla por Navidad, como queda, -en el cap. 155, dicho; luego, imposible fué haber partido en -el primer viaje, Hojeda y Vespucio, el año de 97, sino el año -de 99, ya que diga verdad en lo del mes y del dia, porque -dice que partieron á 20 de Mayo: en el cual viaje, dice tambien, -que tardaron diez y ocho meses, aunque arriba queda -declarado que no fueron sino cinco meses, luego, concluido -queda, contra Vespucio, que el segundo viaje que hizo con -Alonso de Hojeda, no fué año 99, sino de 500. De donde -parece como Américo pretendió tácitamente aplicar á su viaje -y á sí mismo, el descubrimiento de la tierra firme, usurpando -al Almirante lo que tan justamente se le debia. Parece tambien, -que, por este intento y por los que más, quizá, le movieron, -trastrocó las cosas que vieron é hicieron en el primer -viaje, con las del segundo, y las del segundo, á las del primero; -y por esto, y por muchos argumentos en los capítulos -dichos traidos, creo que los diez y ocho meses que dice haber -tardado en el primer viaje, y lo que dél cuenta que vieron y -trataron con diversas gentes, hobiese sido en el segundo y -no en el primero. Y que esto sea verdad, y Américo haya -escrito falsamente, atribuyendo lo del un viaje al otro, y por -consiguiente, se deba presumir dél todo lo que se ha probado -en los susodichos capítulos, y que á sabiendas haya querido -aplicar á sí el descubrimiento de la tierra firme, pruébase -evidentemente por lo que afirma de la isla de los Gigantes, -haberla visto en el segundo viaje, como haya sido -en el primero; y, que haya sido en el primero, parece por lo -que articula el Fiscal, por el fisco, y dice así en la quinta -pregunta: «Item, si saben que en este tiempo Alonso de Hojeda<span class="pagenum"><a name="Page_14" id="Page_14">[14]</a></span> -é Juan de la Cosa, piloto, y los que fueron en su compañía, -descubrieron en la costa de la tierra firme, hácia el -Poniente de los Frailes y los Gigantes, hasta la parte que -agora se llama Cuquibacoa, etc.;» los Frailes llamaron á unas -isletas muy bajas que están junto á la isla de la Margarita. -Dice Andrés de Morales, testigo y piloto, «que de Paria fueron -de puerto en puerto hasta la isla de los Gigantes, y de -allí discurrieron á la provincia de Cuquibacoa, hasta el cabo -de la Vela, el cual nombre le pusieron los dichos Juan de -la Cosa y Hojeda, etc.» Item, el mismo Hojeda, tomado por -testigo por el Fiscal, dice á la misma pregunta: «Alonso de -Hojeda dice que la verdad desta pregunta es, que este testigo -(y es el dicho Alonso de Hojeda), vino á descubrir, el -primer hombre que vino á descubrir despues que el Almirante -descubrió al Mediodia la tierra firme, y corrió por ella -cuasi 200 leguas, hasta Paria, y salió por la boca del Drago, -y allí cognosció que el Almirante habia estado en la isla de -la Trinidad, junto á la boca del Drago, y, yendo su camino, -fué descubriendo, desde los Frailes hasta en par de las islas -de los Gigantes, el golfo de Venezuela, etc.» Todas estas son -palabras de Hojeda. Otro testigo que fué con ellos á aquel -viaje primero, y dice que vido las islas de los Frailes y de -los Gigantes, y todo lo que la pregunta pide, y otros dos ó -tres, dicen lo mismo, etc.; luego, no en el segundo, sino en -el primer viaje que Hojeda hizo, descubrió la isla de los Gigantes, -y no en el segundo, como Américo Vespucio afirma; -y por consiguiente, queda probado lo en los dichos dos viajes -acaescido; y así, con razon, en lo demas se le debe dar poco -crédito. Y que viniese con el dicho Hojeda el Américo en el -segundo viaje, él mismo lo confiesa en su segunda navegacion, -al cabo della, donde dice que arribaron á la isla Española, -que llama Antiglia, que Cristóbal Colon hobiera descubierto -pocos dias habia; desta su llegada, y los escándalos que -Hojeda hizo en ella, en el cap. 167 queda escrito. Quiero -aquí referir lo que dice Américo de los gigantes que vido, entrando, -que entraron en una isla, la mayor de seis que hay,<span class="pagenum"><a name="Page_15" id="Page_15">[15]</a></span> -no más desde Paria hasta Cuquibacoa, que hoy decimos Venezuela, -dejada aparte la Margarita y otras isletas no de -cuenta, y aquella debia ser la que llaman los indios Curaçáo, -la penúltima luenga; estas son seis isletas que están en renglera, -que distan de la tierra firme cuasi 15 y 20 leguas. Entraron, -pues, nueve hombres dellos en ella, obra de una -legua, donde vieron ciertas casas; hallaron en ellas cinco -mujeres, dos viejas y tres muchachas, las cuales eran de tan -grande estatura, que hacian ventaja á los más altos hombres -que dellos habia, y señala uno, que debia ser demasiadamente -alto entre ellos, por manera que quedaron admirados de verlas; -ellas, vistos los nuestros, quedaron llenas de miedo, y una -de las viejas, con grandes halagos, ofrece á los cristianos -muchas cosas de sus comidas. Estando hablando ellos en que -sería bien llevarlas á los navíos para Castilla, como cosa de -grande admiracion digna, sobrevienen 35 ó 36 hombres -mucho más espantables de cuerpos que las mujeres, y de tan -hermosa disposicion, que era cosa deleitable verlos, los cuales -vistos, dice Américo, que tanta turbacion y miedo tuvieron -él y sus compañeros, que quisieran harto más estar en los -navíos que cabe ellos; hablaban entre sí como que querian -dar en los nuestros. Los nuestros tractaban si darian primero -en ellos, pero acordaron de salirse disimuladamente y dar la -vuelta hácia los navíos; y los indios, algo desviados, iban -tras ellos, y así llegaron á la mar, y embarcados en los bateles -y apartados de tierra, lánzanse los indios al agua, y de -allí tiráronles muchas flechas, y, con esto, los unos y los otros -quedaron ilesos. Aquella isla, que cuasi es redonda, y terná -de circuito 20 leguas, está poblada hoy de indios, y siempre -lo estuvo, no de gigantes, sino como los otros; no cognoscí -hombre, en aquellos tiempos, ni despues acá, que hobiese -visto aquellos gigantes, ni supe aquellos gigantes qué se hayan -hecho, más que desde entónces acá llamamos las islas de los -Gigantes aquellas, no sé por qué, ni si en las otras cinco los -habia. Resta por decir de lo tocante á estos viajes de Alonso -de Hojeda, lo que más siento, allende lo dicho, y es que ningun<span class="pagenum"><a name="Page_16" id="Page_16">[16]</a></span> -viaje hizo Alonso de Hojeda á la tierra firme, que, de tornada, -por esta isla Española no volviese, como abajo se dirá; -y así, tengo por cierto, que lo hizo estos dos, primero y segundo, -puesto que Américo lo calle y no lo refiera, él quizá -supo por qué. Y lo que yo dello siento es, que como Hojeda -fuese muy estrecho, segun se decia, en repartir con su compañía -los mantenimientos, como abajo diremos, siempre los -que gobernaba estaban mal con él, y era tanto, que algunas -veces sus mismos súbditos lo prendieron y echaron en grillos; -y porque hasta este tiempo de que vamos hablando yo no me -acuerdo, ni de ninguno entendí, en aquellos años ni despues, -que hobiese Hojeda hecho mas destos dos viajes á tierra firme: -y una vez lo prendieron, yendo él por Capitan como siempre -lo iba, y lo trujeron con dos pares de grillos en el navío, viniendo -aportar al puerto de Yaquimo, que el Almirante llamaba -del Brasil, que está 80 leguas del puerto y ciudad de -Sancto Domingo, en esta isla, y confiando de su gran ligereza, -una noche se echó á la mar, lo más secreto que pudo, pensando -en tierra escaparse de los que preso le traian, que estaba -un gran tiro de piedra y áun quizá de ballesta, que -babia de nadar (tengo pensamiento que fué en aqueste su segundo -viaje su prision y este caso de echarse á la mar, con -dos pares de grillos, y quizá por esta causa, Américo Vespucio, -trastrueca las cosas destos dos viajes, como ha parecido); -yendo, pues, nadando con sólos los brazos, como los dos -pares de grillos le llevaban al fondo, dió voces que le socorriesen, -porque se ahogaba; fueron luego con la barca, y tomáronle, -y así escapó: extraño caso. El proceso que alego que -hobo entre el Fiscal del Rey y el segundo Almirante, hallarse -há, si menester fuere, con mis escrituras, en un libro encuadernado, -en el colegio de Sant Gregorio que en Valladolid -está; las navegaciones de Américo, en el libro que se dice -<i>Novus Orbis</i> andan.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_17" id="Page_17">[17]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO III.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En este tiempo y año de 500, por las grandes quejas que -el Almirante á los Reyes daba, de los agravios que decia haber -recibido del comendador Bobadilla, pidiendo justicia, y cosas -que, para imputarle culpas, delante los Reyes alegaba, y por -otras razones que á los Reyes movieron, determinaron Sus -Altezas de proveer y enviar nuevo Gobernador á esta isla Española; -y, por consiguiente, lo era entónces, gobernándola, de -todas las Indias, porque hasta entónces, y despues algunos -años, ninguno habia otro en isla ni tierra firme, ni parte otra -de todas ellas. Este fué don fray Nicolás de Ovando, de la órden -de Alcántara, que á la sazon era Comendador de Lares; -despues, algunos años, vacó en Castilla la Encomienda mayor -de Alcántara, estando él acá gobernando, y le hicieron merced -los Reyes de la dicha Encomienda mayor, enviándole acá su -título, y dende adelante le llamamos el Comendador mayor, -como de ántes Comendador de Lares. Este caballero era varon -prudentísimo y digno de gobernar mucha gente, pero no indios, -porque, con su gobernacion, inestimables daños, como -abajo parecerá, les hizo. Era mediano de cuerpo, y la barba -muy rubia ó bermeja, tenia y mostraba grande autoridad, -amigo de justicia; era honestísimo en su persona en obras y -palabras, de cudicia y avaricia muy grande enemigo, y -no pareció faltarle humildad, que es esmalte de las virtudes; -y, dejado que lo mostraba en todos sus actos exteriores, -en el regimiento de su casa, en su comer y vestir, hablas -familiares y públicas, guardando siempre su gravedad y autoridad, -mostrólo asimismo, en que despues que le trajeron -la Encomienda mayor, nunca jamás consintió que le dijese alguno -señoría. Todas estas partes de virtud y virtudes, sin duda<span class="pagenum"><a name="Page_18" id="Page_18">[18]</a></span> -ninguna, en él cognoscimos. Este tal varon, pues, los Reyes -católicos acordaron enviar y enviaron por Gobernador á esta -isla é Indias, con largas provisiones é instrucciones para todo -lo que habia de hacer, señalándole dos años que durase su -gobernacion. Diéronle poder para que tomase residencia al -comendador fray Francisco de Bobadilla, y examinase las -causas del levantamiento de Francisco Roldan y sus secuaces, -y los delitos que habian hecho; item, las culpas de que era -notado el Almirante, y la causa de su prision, y que todo á -la corte lo enviase. Entre otras cláusulas de sus instrucciones -fué una muy principal, y muy encargada y mandada, conviene -á saber, que todos los indios vecinos y moradores desta -isla fuesen libres y no sujetos á servidumbre, ni molestados ni -agraviados de alguno, sino que viviesen como vasallos libres, -gobernados y conservados en justicia, como lo eran los vasallos -de los reinos de Castilla, y mandándole asimismo, que -diese órden, como en nuestra sancta fe católica fuesen instruidos; -y cerca deste cuidado, del buen tratamiento y conversion -destas gentes, siempre fué la bienaventurada Reina -muy solícita. Trujo consigo por Alcalde mayor un caballero -de Salamanca y licenciado, llamado Alonso Maldonado, persona -muy honrada, prudente y amigo de hacer justicia, y -humano. Despacharon este Gobernador los Reyes de la ciudad -de Granada, donde la corte á la sazon estaba. Hízose una flota -de 32 naos y navíos, entre chicos y grandes; la gente que se -embarcó, llegaron á 2.500 hombres, muchos, entre ellos, y -los más, eran personas nobles, caballeros y principales. Vino -Antonio de Torres, hermano del ama del príncipe D. Juan, -de quien arriba hemos hablado, por Capitan general, el cual -habia de venir é ir siempre por Capitan de todas las flotas. -Vinieron con él 12 frailes de Sant Francisco, personas religiosas, -y trajeron un Prelado, llamado fray Alonso del Espinal, -varon religioso y persona venerable, y entónces vino acá la -órden de Sant Francisco para poblar de propósito. Partió -de Sant Lúcar á 13 dias de Febrero, primer domingo de Cuaresma, -entrante año de 1502. Desde á ocho dias, que fué<span class="pagenum"><a name="Page_19" id="Page_19">[19]</a></span> -domingo segundo de Cuaresma, ya que quedaba poca mar de -andar para llegar á las islas de Canaria, comenzó á venir un -vendabal, que es viento Austro ó del Austro colateral, tan recio -y desaforado, que causó tan grande tormenta en la mar, que -ninguno de todos 32 navíos pensó escapar. Perdióse allí entónces -una nao grande con 120 pasajeros, sin los marineros, -segun creo llamada la <i>Rábida</i>. Todos los 31 navíos se desparcieron -sin parar uno con otro, alijando, que es echando á la -mar toda cuanta ropa, vino y agua llevaban encima de cubierta, -por escapar las vidas, y unas fueron á Berbería y -cabo de Aguer, que es tierra de moros vecina de las Canarias, -otras á una isla dellas, Tenerife, Lanzarote, La Gomera y Gran -Canaria, cada uno donde mejor guiarse pudo. Y porque acaeció -salir de Canaria dos carabelas cargadas de azúcar y otras -cosas, y perderse, y como la misma tormenta echó toda la cajería -y maderas y pipas dellas, y de la nao <i>Rábida</i>, á la costa ó -ribera de Cáliz y de los otros marítimos lugares, todos creyeron -que toda la flota era ya perdida y sumida en el agua, segun -la fuerza del viento y braveza de la mar. Van las nuevas luego -á los Reyes, á Granada; fué inextimable el dolor que en oirlo -recibieron, y pesar; supimos que habian estado ocho dias retraidos, -sin que hombre los viese ni hablase. Finalmente plugo á -Dios, que, á cabo de grandes peligros y trabajos, escaparon, y -se juntaron todos 31 navíos en la isla de la Gomera; tomó en -Gran Canaria otro navío para la gente que de allí quiso acá venir, -no me acuerdo por qué otras causas. Allí dividió la flota en -dos partes, porque algunos dellos andaban muy poco, y escogió -los 15 ó 16 más veleros para que fuesen consigo, y los demas -llevase Antonio de Torres. Llegó á esta isla, y entró en este -puerto de Sancto Domingo, á 15 dias de Abril; Antonio de -Torres, con la otra media flota, despues, doce ó quince dias, -así como el Comendador mayor con su media flota, entró por -este rio y echaron anclas los navíos. La gente española y vecinos -desta ciudad, que entónces era villa y estaba de la otra -parte del rio, allegáronse á la ribera con grande alegría. -Viendo los de tierra y conociendo á los que venian, algunos<span class="pagenum"><a name="Page_20" id="Page_20">[20]</a></span> -de los que habian estado acá, preguntaban estos por nuevas -de la tierra, y aquellos por nuevas de Castilla, y por quién á -gobernar venia; los que venian respondian que buenas nuevas, -y que los Reyes enviaban por su Gobernador destas Indias -al Comendador de Lares, de la órden de Alcántara, y -que quedaba buena Castilla; los de tierra decian, que la isla -estaba muy buena, y, dando razon de su bondad y regocijo, -añidian el por qué, conviene á saber, porque habia mucho -oro, y se habia sacado un grano sólo que pesaba tantos mil -pesos de oro, y porque se habian alzado ciertos indios de -cierta provincia, donde captivarian muchos esclavos. Yo lo -oí por mis oidos mismos, porque yo vine aquel viaje con el -Comendador de Lares á esta isla, por manera que daban por -buenas nuevas y materia de alegría, estar indios alzados, para -poderles hacer guerra, y, por consiguiente, captivar indios -para los enviar á vender á Castilla, por esclavos. Abajo -se dirá, placiendo á Dios, por qué se alzaron, y la guerra -que, desde á pocos dias que llegamos, se les hizo. El grano -que dije, de que dieron nueva, fué cosa monstruosa en naturaleza, -porque nunca otra joya tal, que la naturaleza sola -formase, vieron los vivos; pesaba 35 libras, que valian 3.600 -pesos de oro; cada peso era ó tenia de valor 450 maravedís; -era tan grande como una hogaza de Alcalá (que hay en -Sevilla, y de aquella hechura, que pesa tres libras), y yo -lo vide bien visto. Juzgaban que ternia de piedra, mezclada -y abrazada con el oro (la cual, sin duda, habia de ser -por tiempo en oro convertida), los 600 pesos, y porque la -piedra que está entrejerida y abrazada con el oro en los granos -que se hallan, son como manchezuelas menudas, cuasi -todo el grano parece oro, aunque con cantidad de piedra: -este, cierto, era hermosísima pieza. Hallólo una india, desta -manera, conviene á saber: habia dado el comendador Bobadilla, -Gobernador, tan larga licencia á los españoles que se -aprovechasen de los indios y echasen á las minas, cada dos -compañeros, sus cuadrillas de 15, y 20, y 30, y 40 indios, -hombres y mujeres; Francisco de Garay é Miguel Diaz (de<span class="pagenum"><a name="Page_21" id="Page_21">[21]</a></span> -quien algo se ha tocado, y abajo se dirá más, si á Dios pluguiere), -eran compañeros, y traian su cuadrilla ó cuadrillas en -las minas que dijimos Nuevas, porque se descubrieron despues -de las primeras, que llamaron por esto Viejas, de la otra -parte del rio Hayna, cuasi frontero, ocho leguas ó nueve, desta -ciudad de Sancto Domingo; una mañana, estando la gente almorzando, -estaba una india de las de la misma cuadrilla, sentada -en un arroyo, comiendo, y descuidada, pensando quizá -en sus trabajos, captiverio y miseria, y daba con una vara, ó -quizá una barreta, ó almocafre, ó otra herramienta de hierro -en la tierra, no mirando lo que hacia, y, con los golpes que -dió, comenzóse á descubrir el grano de oro que decimos; la -cual, bajando los ojos, vido un poquito dél relucir, é, visto, de -propósito descubre más, y, así descubierto todo, llama al minero -español, que era el verdugo que no los dejaba resollar, -y dícele: <i>ó cama guaxeri guariquen caona yari</i>. <i>Ó cama</i>, dice -oyes, <i>guaxeri</i>, señor, <i>guariquen</i>, mira ó ven á ver, <i>yari</i>, el -joyel ó piedra de oro; <i>caona</i> llamaban al oro. Vino el minero, -y con los vecinos hacen grandes alegrías, quedando -todos como fuera de sí en ver joya tan nueva y admirable y -tan rica; hicieron fiesta asando un lechon ó cochino, lo cortaron -y comieron en él, loándose que comieron en plato de -oro muy fino, que nunca otro tal lo tuvo algun Rey. El Gobernador -lo tomó para el Rey, dando lo que pesaba y valia á -los dos compañeros, Francisco de Garay y Miguel Diaz. Pero, -sin pecado, podemos presumir que á la triste india que lo -descubrió, por hallazgo no se le dieron de grana ni de seda -faldrillas, y ¡ojalá le hayan dado un sólo bocado del cochino!</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_22" id="Page_22">[22]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO IV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Dejemos agora, llegado no más á esta isla Española, el -Comendador de Lares, y despues Mayor, y tornemos á tractar -del principio de otros nuevos trabajos que ocurrieron al Almirante. -En este tiempo y año de 501, despues que los Reyes -le mandaron soltar, y vino á la corte, y lo recibieron benignísimamente, -y le consolaron, y certificaron su prision no haber -procedido de su voluntad real, en especial, la serenísima -reina Doña Isabel, que era, como ya se ha dicho, la que más -lo favorecia y estimaba, porque mejor sentia, por ventura, -que el Rey, el servicio inextimable que les habia hecho en -haber descubierto este mundo de acá indiano; el Almirante, -siempre les suplicaba que le tornasen á restituir en su estado, -guardándole sus privilegios de las mercedes que le habian -prometido, pues él habia cumplido lo que prometió, y mucho -más, sin comparacion, como era notorio, y no les habia deservido -por obra ni por voluntad, para que desmereciese y -hobiese de perder las mercedes prometidas, ántes, por su servicio, -habia sufrido en esta isla grandes angustias, tolerando -y haciendo comedimientos grandes con Francisco Roldan y -los alzados, á los cuales no dió causa ni ocasion para que le -fuesen rebeldes, pues estando él en su servicio en Castilla, y -en el descubrimiento de la tierra firme, se rebelaron á su -hermano; y que no diesen lugar á los émulos que ante Sus -Altezas le calumniaban, y otras muchas razones que en favor -de la justicia que creia tener, alegaba. Item, que aunque ya -era viejo, y muy cansado de tan inmensos trabajos, todavía -tenia propósito de gastar la vida que le quedaba en descubrir, -por su servicio, muchas otras tierras más de las que habia -descubierto, y que creia hallar estrecho de mar en el<span class="pagenum"><a name="Page_23" id="Page_23">[23]</a></span> -paraje del puerto del Retrete, que agora es el Nombre de Dios, -por las cuales, sobre todos los reinos del mundo, fuesen los -más esclarecidos y ricos los de España. Los Reyes lo sustentaban -con benignas y dulces palabras, certificándole que tuviese -por cierto que sus previlegios y las mercedes en ellos -contenidas, le serian cumplidas, guardadas, y conservadas, -y no sólo las prometidas, pero de nuevo le serian aquellas -confirmadas, y otras hechas y aumentadas. Y porque mostraba -querer ir á descubrir de nuevo, los Reyes se lo agradecieron, -y comenzaron á tratar dello y exhortalle que lo -pusiese por obra, entre tanto que el Comendador mayor la -declaracion de las cosas pasadas en esta isla enviaba, y que -le mandarian dar todo recaudo. Dió sus memoriales, pidió -cuatro navíos y bastimentos para dos años; fuéle todo concedido -cuanto dijo serle necesario, prometiéndole Sus Altezas, -que si Dios dél algo en aquel viaje dispusiese, á que no tornase, -de restituir á su hijo el mayor, llamado D. Diego Colon, -en toda su honra y estado. Mandaron al Comendador de Lares -que restituyese al Almirante y á sus hermanos, todo el -oro y joyas, y las haciendas de ganados y bastimentos de pan -y vino, y libros, y los vestidos y atavíos de sus personas, que -el comendador Bobadilla les habia tomado, y que le acudiesen -sus oficiales con el diezmo y ochavo del oro, y de todas -las otras ganancias y provechos, segun que sus privilegios -rezaban. Diéronle licencia para que en esta isla Española, tuviese -una persona que entendiese y tuviese cargo de su hacienda, -y recibiese las rentas y lo que hobiese de haber, -conforme á sus privilegios, y que estuviese presente, con el -Veedor del Rey, en las fundiciones, para que viese fundir y -marcar el oro que della y de las otras islas y tierra firme se -fundiese y marcase, de todo lo cual rescibiese la décima parte, -y tambien asistiese, con el Factor del Rey, en las cosas de las -mercaderías, y negociacion y ganancias dellas, de las cuales -habia de llevar el Almirante la ochava parte. La persona que -señaló el Almirante para esto, y los Reyes admitieron, fué -un caballero nombrado Alonso Sanchez de Carvajal, creo que<span class="pagenum"><a name="Page_24" id="Page_24">[24]</a></span> -natural de Úbeda ó de Baeza. Sobre todas estas cosas, hicieron -los Reyes declaracion, por muchos capítulos, la cual yo -vide, mandando al Comendador de Lares, Gobernador, y Contador, -y Oficiales, y Justicias, y personas destas islas y tierra -firme, que la guardasen y cumpliesen como en ella se contenia, -que es lo que arriba, en suma, queda dicho. Allende la -cual dicha declaracion y mando, que fué hecha en la ciudad -de Granada, á 27 dias de Setiembre de 501, mandaron despachar -la siguiente Cédula:</p> - -<p>«El Rey é la Reina: Comendador de Lares, nuestro Gobernador -de las Indias, Nos habemos mandado y declarado la -órden que se ha de tener en lo que se ha de hacer con don -Cristóbal Colon, nuestro Almirante del mar Océano y sus -hermanos, cerca de las cosas que el comendador Bobadilla -les tomó, y sobre la forma que se ha de tener en el acudir -al dicho Almirante con la parte del diezmo y ochavo, que ha de -haber de los bienes muebles de las islas y tierra firme del dicho -mar Océano, y de las mercaderías que Nos de acá enviáremos, -segun vereis por la dicha nuestra declaracion y -mandamiento, firmado de nuestros nombres, que sobre ello -les mandamos dar. Por ende vos mandamos que veais la dicha -declaracion, y, conforme á ella, les fagais entregar los -dichos sus bienes, y acudir al dicho Almirante con lo que le -pertenece de lo susodicho; por manera, que el dicho Almirante -y sus hermanos, ó quien su poder hobiere, sean de todo -ello entregados, y si el oro y otras cosas que así el dicho comendador -Bobadilla les tomó, lo hobiere gastado ó vendido, -que se lo fagais luego pagar; lo que fuere gastado en nuestro -servicio se les pague de nuestra facienda, y lo que el dicho -comendador Bobadilla hobiere gastado en sus cosas propias, se -les pague de los bienes y facienda del dicho Comendador, y -no fagades ende al. Fecha en Granada, á 28 dias del mes -de Setiembre de 1501 años.—Yo el Rey.—Yo la Reina.—Por -mandado del Rey é de la Reina, Gaspar de Grisio.»</p> - -<p>Despacharon finalmente los Reyes al Almirante, mandándole -dar todas las provisiones que para Sevilla y Cáliz<span class="pagenum"><a name="Page_25" id="Page_25">[25]</a></span> -eran necesarias para la expedicion de su flota ó armada; salió -con ellas de la ciudad de Granada, en el mes de Octubre, -para Sevilla, donde luego, con mucha diligencia, entendió en -su despacho. Compró cuatro navíos de gavia, cuales convenian, -el mayor no pasaba de 70 toneles, ni el menor de 50 -bajaba; juntó 140 hombres, entre chicos y grandes, con los -marineros y hombres de tierra, entre los cuales fueron algunos -de Sevilla; llevó consigo á D. Bartolomé Colon, el Adelantado, -su hermano. Toda esta gente fué á sueldo de los Reyes, -como habian venido, por la mayor parte, los españoles primeros -á esta isla. Proveyóse de muchos bastimentos y de armas, -y de toda manera de rescates. Desde Cáliz, donde tenia -los navíos y se aparejaba, ó quizá desde Sevilla, escribió á los -Reyes suplicándoles algunas cosas que le parecieron convenir -para su viaje, algunas, y otras que á él tocaban y á sus hijos -y hermanos. Una fué, que le diesen licencia para entrar en el -puerto desta isla Española, la cual, ántes les habia suplicado, -por proveerse allí de refresco y de cosas que suelen ocurrir, -necesarias en todas las navegaciones, por cortas que sean, -cuanto más en viaje tan largo; pero no se la quisieron dar, diciendo -que porque no se detuviese, sino que lo más presto -que pudiese navegase. Pidió tambien tuviesen por bien que -llevase consigo á su hijo el menor, D. Hernando, el cual era de -trece años; concediéronselo de buen grado. Pidió eso mismo -que pudiese llevar dos ó tres hombres que supiesen arábigo, -porque siempre tuvo opinion, que pasada esta nuestra tierra -firme, si estrecho de mar hallase, que habia de topar gente del -Gran Khan ó de otras que aquella lengua ó algo della hablasen, -y no era muy remota parte de providencia; concediéronselo -los Reyes, con que no se detuviese por buscallos ó esperallos. -Envió ciertos memoriales suplicando á los Reyes sobre -sus negocios y favor de sus hijos y de sus hermanos, porque -si él muriese los tuviesen por encomendados; á todas estas suplicaciones -respondieron los reyes Católicos con la siguiente -Cédula, que fué la final cerca deste viaje, y áun la postrera -que de Sus Altezas rescibió:</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_26" id="Page_26">[26]</a></span></p> - -<p>«El Rey é la Reina: D. Cristóbal Colon, nuestro Almirante -de las islas y tierra firme, que son en el mar Océano á la -parte de las Indias. Vimos vuestra letra de 26 de Febrero, y las -que con ella enviastes y los memoriales que nos distes, y á lo -que decís que para este viaje á que vais querríades pasar por -la Española, ya os dijimos, que, porque no es razon que para -este viaje á que agora vais se pierda tiempo alguno, en todo -caso vais por este otro camino, que, á la vuelta, si os pareciere -que será necesario, podeis volver por allí de pasada, para deteneros -poco; porque, como veis, convendrá que vuelto vos -del viaje á que agora vais, seamos luego informados de vos -en persona de todo lo que en él hobiéredes hallado y hecho, -para que, con vuestro parecer y consejo, proveamos sobre -ello lo que más cumpla á nuestro servicio, y las cosas necesarias -para el rescate de acá se provean. Aquí vos enviamos la -instruccion de lo que, placiendo á Nuestro Señor, habeis de -facer en este viaje, y á lo que decís de Portugal, Nos escrebimos -sobre ello al rey de Portugal, nuestro hijo, lo que conviene, -y vos enviamos aquí la Carta nuestra que decís, para -su Capitan, en que le facemos saber vuestra ida hácia el Poniente, -y que habemos sabido su ida hácia el Levante, que si en -camino vos topáredes, vos trateis los unos á los otros como amigos, -y como es razon de se tractar Capitanes y gentes de Reyes, -entre quien hay tanto deudo, amor y amistad, diciendo -que lo mismo habemos mandado á vos; y procuraremos que -el rey de Portugal, nuestro hijo, escriba otra tal carta al dicho -su Capitan, etc. (y, pasados ciertos capítulos en respuestas -de las cosas que arriba dijimos quel Almirante suplicaba, -dicen los Reyes abajo): Cuanto á lo otro contenido en vuestros -memoriales y letras, tocantes á vos y á vuestros hijos y -hermanos, porque, como vedes, á causa que Nos estamos en -camino y vos de partida, no se puede entender en ello hasta -que paremos de asiento en alguna parte, y si esto hobiésedes -de esperar se perdería el viaje á que agora vais, por esto es -mejor, que, pues de todo lo necesario para vuestro viaje estais -despachado, vos partais luego sin detenimiento alguno, y<span class="pagenum"><a name="Page_27" id="Page_27">[27]</a></span> -quede á vuestro hijo el cargo de solicitar lo contenido en los -dichos memoriales; y tened por cierto, que de vuestra prision -nos pesó mucho, y bien lo vistes vos y lo cognoscieron -todos claramente, pues que luego que lo supimos lo mandamos -remediar, y sabeis el favor con que vos habemos mandado -tractar siempre, y agora estamos mucho más en vos honrar y -tractar muy bien, y las mercedes que vos tenemos fechas vos -serán guardadas enteramente, segun forma y tenor de nuestros -privilegios, que dellas teneis, sin ir en cosa contra ellas, y -vos y vuestros hijos gozareis dellas como es razon, y, si necesario -fuese confirmarlas de nuevo, las confirmaremos, y á -vuestro hijo mandaremos poner en la posesion de todo ello, y -en más que esto tenemos voluntad de vos honrar y facer mercedes, -y de vuestros hijos y hermanos Nos ternemos el cuidado -que es razon, y todo esto se podrá facer, yéndovos en -buena hora, y quedando el cargo á vuestro hijo, como está -dicho; y así vos rogamos que en vuestra partida no haya dilacion. -De Valencia de la Torre, á 14 de Marzo de 502 años.—Yo -el Rey.—Yo la Reina.—Por mandado del Rey y de la -Reina, Almazán.»</p> - -<p>Ciertamente, para la alteza que tenian y acostumbrada -gravedad y autoridad de que los reyes de Castilla solian y -suelen, con sus súbditos, aunque sean los de mayores estados, -usar, grande humanidad y favores usaban con el Almirante, -y no sin razon, pues nunca algun otro tal servicio hizo, chico -ni grande, á sus Reyes, jamás.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_28" id="Page_28">[28]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO V.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Concluido todo lo que convenia para su despacho, y sus -navíos bien bastecidos y aparejados, hízose á la vela el Almirante -con sus cuatro navíos, á 9 dias del mes de Mayo -de 1502 años, y, porque supo el Almirante que habian los -moros cercado y en gran estrecho puesto la villa y fortaleza -de Arcila, en allende, que tenian los portugueses, acordó de -ir á socorrella, porque viendo los moros cuatro navíos de armada, -podian creer que iba socorro de propósito para los -hacer mal, y así alzar el cerco; el cual llegó desde á dos ó -tres dias, y halló que ya eran descercados. Envió el Almirante -al Adelantado, su hermano, y á los Capitanes de los navíos -con él, que fuesen á visitar en tierra, de su parte, al Capitan -de Arcila, que estaba herido de los moros, y á ofrecerle todo -lo que él podia de su armada. El Capitan le tuvo en mucha -merced la visita y ofrecimiento, y envió á visitalle y dalle -las gracias, con algunos caballeros que con él estaban, algunos -de los cuales eran deudos de Doña Felipa Moñiz, mujer -que fué del Almirante, en Portugal, como en el primer libro -dijimos. Hízose aquel mismo dia á la vela, y llegaron á la -Gran Canaria en 20 del mismo mes de Mayo; tomaron agua -y leña, y, creo que á 25, alzaron las velas para su viaje. Tuvieron -muy próspero tiempo, de manera que sin tocar en las -velas vieron la isla que llamamos y se llama por los indios -Matininó, la última luenga, en 15 dias de Junio. Allí dejó el -Almirante saltar en tierra la gente, para que se refrescasen, y -holgasen, y lavasen sus paños, y cogiesen agua y leña á su -placer, todo lo que desean en largas navegaciones los mareantes; -estuvieron allí tres dias, y de allí partieron, yendo -por entre muchas islas, harto frescas y señaladas, como quien<span class="pagenum"><a name="Page_29" id="Page_29">[29]</a></span> -va por entre vergeles, aunque están unas de otras 5 y 6, y -10 y 12 leguas desviadas. Y porque llevaba uno de los cuatro -navíos muy espacioso, así porque era mal velero que -no tenia con los otros, como porque le faltaba costado para -sostener velas, que con un vaiven, por liviano que fuese, -metia el bordo debajo del agua, tuvo necesidad de llegar á -Sancto Domingo á trocar aquel con alguno de los de la flota -que habia llevado el Comendador mayor, ó comprar otro. -Llegó á este puerto de Sancto Domingo á 29 de Junio, y, estando -cerca, envió en una barca del un navío, al Capitan dél, -llamado Pedro de Terreros, que habia sido su Maestre-sala, á -que dijese al Comendador de Lares la necesidad que traia -de dejar aquel navío, que tuviese por bien que entrase con -sus navíos en el puerto, y, no sólo por cambiar ó comprar -otro, pero por guarecerse de una gran tormenta, que tenia -por cierto que habia presto de venir. El Gobernador no quiso -dalle lugar para que en este rio y puerto entrase, y creo yo -que así lo habia traido, por mandado de los Reyes, porque -en la verdad, estando áun allí el comendador Bobadilla, de -quien tantas quejas él tenia, y Francisco Roldan y los que -con él se le alzaron, y que tanto mal habian dicho y escrito -á los Reyes dél, y otras razones que se podian considerar, y -de donde pudieran nacer algunos y graves escándalos, y los -Reyes proveyeron en ello prudentísimamente, no dándole licencia -para que aquí entrase, y mandallo tambien al Comendador -y Gobernador, que no lo admitiese; y, que no se lo mandaran -los Reyes, no admitiéndolo él lo hiciera como prudente. Finalmente, -viendo que no le dejaban entrar, y sabiendo como -la flota de las 32 naos, en que habia venido el Comendador -de Lares, estaba para se partir, envióle á decir que no la -dejase por aquellos ocho dias, porque tuviese por cierto que -habia de haber una grandísima tormenta, de la cual huyendo, -él se iba á meter en el primer puerto que más cerca -hallase. Fuése á meter en el puerto que llaman puerto Hermoso, -16 leguas deste de Sancto Domingo, hácia el Poniente. -El Comendador de Lares, no curó de creerlo, cuanto á no<span class="pagenum"><a name="Page_30" id="Page_30">[30]</a></span> -dejar salir la flota, y los marineros y pilotos, desque oyeron -que aquello habia enviado á decir el Almirante, unos burlaron -dello, y quiza dél, otros lo tuvieron por adivino, otros, mofando, -por profeta, y así no curaron de se detener; pero -luego se verá cómo les fué. Y para esto, es aquí de saber, que -no es menester ser el hombre profeta ni adivino para saber -algunas cosas por venir, que son efectos de causas naturales, -sino basta ser los hombres instructos y doctos en filosofía natural, -ó en las cosas que por la mayor parte suele acaecer -tener experiencia. De los primeros son los astrólogos, que -dicen, ántes muchos dias que acaezca, que ha haber eclipse, -porque teniendo ciencia de los cursos y movimientos de los -cuerpos celestiales, que son causas naturales de los eclipses, -cognoscen que, de necesidad, de aquellas causas han de proceder -aquellos efectos, y así de otras muchas cosas naturales, -como que ha de haber en aquel año muchas lluvias, -ó sequedad, etc.; de los segundos son los marineros, y que -han navegado muchas veces, por las señales naturales que -por la mar en el ponerse ó salir el sol de una ó de otra color, -en la mudanza de los vientos, en el aspecto de la luna, que -vieron y experimentaron muchas veces. Y una señal muy eficaz -de haber de venir tormenta, y que por maravilla yerra, -es cuando sobreaguan muchas toninas, que son, creo que, los -que llaman por otro nombre delfines, y los lobos marinos; y -esta es la más averiguada, porque andan por lo hondo buscando -su comida, y la tempestad de la mar se causa de cierta conmocion -y movimientos que se hace abajo en el profundo de la -mar, en las arenas, por los vientos que allá entran, y, como -aquestas bestias lo sienten, van luego huyendo con gran estruendo, -de aquellos movimientos, arriba á la superficie del -agua, y á la orilla, y, si pudiesen, saldrian á tierra; y así, dan -cierta señal de que ha de venir tempestad por la causa que -dello sintieron. Y así, como el Almirante, destas causas y efectos -y señales, de haberlas visto infinitas veces, tuviese larguísima -experiencia, pudo cognoscer y tener por cierta la tormenta; -y haber dicho verdad, y tener dello buen cognoscimiento,<span class="pagenum"><a name="Page_31" id="Page_31">[31]</a></span> -pareció luego, desde á no muchas horas, por sus efectos. -Embarcóse el comendador Bobadilla y Francisco Roldan, -el alzado, con otros de su ralea, que tantos daños y escándalos -habian causado y hecho en esta isla; embarcáronse estos y -mucha otra gente en la nao <i>Capitana</i>, que era de las mejores -de toda la flota, donde iba Antonio de Torres, el hermano del -ama del Príncipe, por Capitan general. Metieron allí tambien, -preso y con hierros, al rey Guarionex, Rey y señor de la grande y -real Vega, cuya injusticia que padeció bastaba para que sucediera -el mal viaje que les sucedió, sin que otra se buscara, -como en el primer libro declaramos, cap. 121. Metieron en esta -nao <i>Capitana</i> 100.000 castellanos del Rey, con el grano que dijimos, -grande, de 3.600 pesos ó castellanos, y otros 100.000 de -los pasajeros que iban en la dicha nao. Estos 200.000 pesos, -entonces, más eran y más se estimaban, segun la penuria que -habia entónces de dinero en España, que agora se estiman y -precian 2 millones, y áun, en la verdad, más se hacia y proveia -y sustentaba, en paz ó en guerra, en aquellos tiempos con -200.000 castellanos, que agora con todas las millonadas; y -así les conviene, millonadas, porque son cuasi nada. Así que -salió por principio de Julio nuestra flota de 30 á 31 navíos, -aunque algunos dijeron que eran 28, entre chicos y grandes; y -desde á treinta ó cuarenta horas vino tan extraña tempestad y -tan brava, que muchos años habia que hombres, en la mar de -España ni en otras mares, tanta, ni tal, ni tan triste, habian experimentado. -Perecieron con ella las 20 velas ó naos, sin que -hombre, chico ni grande, dellas escapase, ni vivo ni muerto -se hallase; y toda esta ciudad que estaba de la otra banda del -rio, como todas las casas eran de madera y paja, toda cayó -en el suelo, ó della muy gran parte; no parecia sino que todo -el ejército de los demonios se habian del infierno soltado. Al -principio della, con la gran escuridad, que llaman los marinos -cerrazon, los navíos del Almirante se apartaron los unos -de los otros, y cada uno padeció gran peligro, estimando de -los otros que seria milagro si escapasen. Finalmente, tornáronse -á juntar en el dicho puerto Hermoso ó el de Açua, que<span class="pagenum"><a name="Page_32" id="Page_32">[32]</a></span> -está de aquel cuatro ó cinco leguas; ó quizá alguna más; y -así escapó el Almirante y sus navíos, y los de la flota perecieron -por no creelle. Allí hobo fin el comendador Bobadilla, -que envió en grillos presos, al Almirante y á sus hermanos; -allí se ahogó Francisco Roldan y otros que fueron sus -secuaces rebelándose, y que á las gentes desta isla tanto vejaron -y fatigaron; allí feneció el rey Guarionex, que, gravísimos -insultos, y violencias, daños y agravios habia rescibido -de los que se llamaban cristianos, y, sobre todos, la injusticia -que al presente padecia, privado de su reino, mujer é hijos, -y casa, llevándolo en hierros á España, sin culpa, sin razon -y sin legítima causa, que no fué otra cosa sino matallo mayormente -siendo causa que allí se ahogase. Allí se hundió todo -aquel número de 200.000 pesos de oro, con aquel monstruoso -grano de oro, grande y admirable. Aqueste tan gran juicio -de Dios no curemos de escudriñallo, pues en el dia final deste -mundo nos será bien claro. En esta flota fué Rodrigo de Bastidas, -pero escapóse en un navío de los ocho ó seis que escaparon; -y así erró Gonzalo Hernandez de Oviedo, en el capítulo -8.º del lib. III de su Historia, donde dijo que lo habia enviado -preso el comendador Bobadilla con el Almirante: yo sé -que esto no es verdad.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_33" id="Page_33">[33]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO VI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Quédese partido del puerto Hermoso, ó del de Açua, ó puerto -Escondido, como algunos lo llamaron, con sus cuatro navíos, -el Almirante, y vaya enhorabuena su viaje hasta que á él -volvamos; agora, tornemos sobre lo que se siguió despues -que el Comendador de Lares fué á esta isla y puerto llegado. -Salido á tierra, estábale con toda la gente, vecinos desta ciudad, -el comendador Bobadilla, en la ribera, esperando, y -despues de los comedimientos acostumbrados, lleváronlo á la -fortaleza de tapias, que allí habia, que no era tal, como la -de Salsas, donde lo habian aposentado; presentó sus provisiones -ante Bobadilla, y Alcaldes, y Regidores y Cabildo de la -villa; obedeciéronlas todos, y pusiéronlas sobre sus cabezas, -y, cuanto al cumplimiento, hicieron la solemnidad que se suele -hacer, tomándole juramento, etc. Comenzó luego á gobernar -prudentemente, y á su tiempo mandó apregonar la residencia -del comendador Bobadilla, en la cual era cosa de considerar -ver al comendador Bobadilla cuál andaba sólo y desfavorecido, -yendo y viniendo á la posada del Gobernador, y parecer -ante su juicio, sin que hombre lo acompañase de los á -quien él habia favorecido y dicho, «aprovechaos, que no -sabeis cuánto este tiempo os durará,» y todo este inícuo provecho -no se entendia sino del sudor y trabajos de los indios. -Y en la verdad, él debia ser, de su condicion y naturaleza, -hombre llano y humilde; nunca oí dél, por aquellos tiempos, -que cada dia en él se hablaba, cosa deshonesta, ni que supiese -á cudicia, ántes todos decian bien dél; y, puesto que por dar -larga licencia que se aprovechasen de los indios los 300 españoles, -que en esta isla, entónces, sólos, como se dijo, habia, -les diese materia de querello bien, todavía, si algo tuviera de<span class="pagenum"><a name="Page_34" id="Page_34">[34]</a></span> -los susodichos vicios, despues de tomada su residencia, y -desta isla ido y muerto, alguna de las muchas veces que hablábamos -en él, algun pero, ó si nó, dél se dijera. Hizo tambien -el Comendador de Lares las informaciones de las cosas pasadas -en esta isla, en lo de Francisco Roldan y su compañía, -y, segun creo (porque no me acuerdo bien dello), preso lo -envió, aunque sin prisiones, á Castilla, para que los Reyes -determinasen la justicia de lo que merecia; pero entremetióse -la divina Providencia de prima instancia, llamándolo más -presto para su alto y delgado juicio. Ya dije, arriba, en el primer -capítulo deste segundo libro, como el comendador Bobadilla -ordenó que todos los que quisiesen llevar indios á coger -oro á las minas, pagasen á los Reyes, de 11 pesos, uno; pero -porque, ó los Reyes allá lo sintieron mucho, como se hobiese -hecho sin su poder y comision, y por eso mandaron al Comendador -de Lares, que hiciese lo que luego diré, ó porque á él -acá le pareció que debia hacerlo así, mandó que todos los que -habian cogido de las minas oro, no embargante que hobiesen -pagado el onceno, pagasen el tercio sin aquello; y porque -las minas entónces andaban ricas, como estaban vírgenes, y -todos se apercibian de haber herramientas y tener del caçabí, -ó pan desta isla, para poder echar indios y más indios á las -minas, y valia un azadon 10 y 15 castellanos, y una barreta, -de dos ó tres libras, 5, y un almocafre, 2 y 3, y 4 ó 5.000 -matas de las raíces que hacen el pan caçabí, 200 y 300 y más -castellanos ó pesos, los más cudiciosos de coger oro, gastaban -en estas pocas cosas 2 y 3.000 pesos de oro que cogian; -cuando les pidieron el tercio del oro que habian cogido, y, -por mejor decir, los indios que ellos oprimian, no se hallaron -con un maravedí; y así, vendian por 10 lo que habian -comprado por 50, por manera, que todos los que más oro -habian cogido, más que otros quedaron perdidos. Los que se -habian dado á las granjerías y no á coger oro, quedaron -segun las riquezas de entónces, como no pagaron, quedaron -ricos; y esta fué regla general en estas islas, que todos los -que se dieron á las minas, siempre vivian en necesidad, y áun<span class="pagenum"><a name="Page_35" id="Page_35">[35]</a></span> -por las cárceles, por deudas; y por el contrario, tuvieron más -descanso y abundancia los dados á las granjerías, sino era por -otros malos recaudos de excesos en el vestir, y jaeces y otras -vanidades que hacian, con que al cabo no medraban ni lucian, -sino, como aire, todo se les iba, porque fuese argumento de, -cuán injustamente, con las fatigas y sudores de los indios, lo -adquirian, puesto que ellos, poco y nada del castigo advertian. -Las granjerías de entónces no eran otras sino de criar puercos -y hacer labranzas de las del pan caçabí y las otras raíces comestibles, -que son los ajes y batatas. Cerca de los que hobiesen de -sacar oro de las minas, ordenaron los Reyes que, desde adelante, -de todo lo que sacasen, les acudiesen con la mitad, y -como ninguno acá pasaba, sino para, cogiendo oro, desechar -de sí la pobreza, de que España en todos los estados abundaba, -luego que desembarcaron, acordaron todos de ir á las minas -viejas y nuevas, que distan desta ciudad ocho leguas, como se -ha dicho, á coger oro, creyendo que no habia más de llegar -y pegar. Allí veríades hacer sus mochilas cada uno de vizcocho -de la harinilla que les habia sobrado ó traian de Castilla, -y llevarlas á cuestas con sus azadones y gamellas ó dornajos, -que acá llamaban y hoy llaman bateas, y los caminos de las -minas como hormigueros, de los hidalgos, que no traian mozos, -ellos mismos con sus cargas á cuestas, y los caballeros -que algunos trujeron. Aquellos, llegados á las minas, como el -oro no era fruto de árboles, que llegando lo cogiesen, sino -que estaba debajo de la tierra, y sin tener cognoscimiento ni -experiencia, cómo ni por qué caminos ó vetas iba, hartábanse -de cavar y de lavar la tierra que cavaban los que nunca cavar -supieron; cansábanse luego, sentábanse, comian muchas veces, -como digerian la comida, con el trabajo, presto, tornaban -á cavar, y al cabo no vian relucir, de sus trabajos, premio. A -cabo de ocho dias, no quedando cosa ya de comer en las talegas, -volvíanse á esta ciudad, ó villa que era, tan vacíos de -una señal de oro, por chica que fuese, como de bastimentos; -tornaban á comer de lo poco que les quedaba, traido de -Castilla. Comenzáronse á descorazonar viéndose defraudados<span class="pagenum"><a name="Page_36" id="Page_36">[36]</a></span> -del fin que los habia traido, con esto probábalos la tierra -dándoles calenturas; sobre aquellas, fáltales la comida y la -cura y todo refugio; comiénzanse á morir en tanto grado que -á enterrar no se daban á manos los clérigos. Murieron más de -los 1.000, de 2.500, y los 500, con grandes angustias, hambres -y necesidades, quedaban enfermos; y desta manera les -ha acaecido á todos los más de los que despues acá han querido -venir por oro á tierras nuevas. Otros que traian vestidos -y ropas, y cosas algunas de valor, y herramientas, como los -300 que acá estaban andaban desnudos, que apenas tenian -camisa de lienzo, sino sola de algodon, sin sayo ni capa, y -en piernas, vendian les vestidos, y con aquello se sustentaron -más tiempo. Había otros, que hicieron compañía con algunos -de los 300, comprándoles la mitad ó el tercio de sus haciendas, -dándoles luego, en vestidos y cosas que trujeron, parte -del precio, y adeudándose en 1.000 y en 2.000 castellanos, que -era el resto, porque como los 300 estaban apoderados en la -tierra, y tenian las señoras dellas por criadas, como en el primer -capítulo deste libro segundo referimos, eran poderosos en -tener comida en abundancia y servicio de indios, y muchas -haciendas de la tierra, y eran señores y Reyes, aunque, como -dije, andaban en piernas. En todo este tiempo estábanse los -indios pacíficos en sus casas, algo resollando de las tiranías -y angustias que de Francisco Roldan y los demas habian pasado, -sacados los que de los 300 españoles tenian á las señoras -por criadas, que trabajos no les faltaban; habia una sola -provincia levantada y puesta en armas, esperando cuando -habian de ir sobre ella los cristianos, de que haremos, placiendo -á Dios, mencion abajo. Un hidalgo llamado Luis de -Arriaga, vecino de Sevilla, que habia estado con el Almirante -en esta isla, ofrecióse á los Reyes de traer 200 casados de -Castilla, para poblar con ellos en esta isla cuatro villas, con -que los Reyes les diesen pasaje franco y otras exenciones harto -débiles; la una, que les diesen tierras y términos convenientes -para las villas y para que labrasen ellos, reservada la jurisdiccion -civil y criminal para los Reyes y sucesores de Sus Altezas,<span class="pagenum"><a name="Page_37" id="Page_37">[37]</a></span> -y excepto los diezmos y primicias, que, concedidos del -Papa, tenian los Reyes, no les pusiesen derecho otro ni inposicion -alguna, por término de cinco años. Reservaron tambien -todos los mineros de oro, plata y cobre, y hierro, y estaño, y -plomo, y azogue, y brasil, y mineros de azufre, y otros cualesquiera -que fuesen, y las salinas, y los puertos de mar, y todas -las otras cosas que á los derechos reales pertenecen, que hobiese -dentro de los términos de las dichas villas. Item, que de todo -el oro que cogiesen, ellos y los indios que con ellos anduviesen, -diesen la mitad de todo ello para los Reyes, y -que no pudiesen rescatar oro alguno de los indios. Item, que -no pudiesen tomar brasil, y, si tomasen, acudiesen á los Reyes -con todo ello. Item, que de todo lo que hobiesen de los -indios que no fuese oro, como algodon y otras granjerías -en que los enseñasen ó industriasen, fuera de los términos de -las dichas villas, fuesen obligados á dar el tercio á los Reyes, -fuera de las cosas que fuesen de comer. Item, que si descubriesen -algunos mineros á su costa, de todo el oro que dellos -cogiesen, sacadas las costas, diesen la mitad á los Reyes, quedando -los mineros tambien para Sus Altezas, y creo que esto -se entendia, si los hallasen dentro de los términos de los pueblos -ó villas que habian de hacer. Item, que si descubriesen -islas ó tierra firme, que hasta entónces no fuesen descubiertas, -de todo el oro y perlas diesen la mitad, pero de las otras -cosas pagasen el quinto. El pasaje franco, se les dió sólo á -sus personas, y no para cosa chica, ni grande, de las que llevasen -de su casa y ropa. Fué otra merced, que en las dichas -villas no pudiesen morar ni vivir persona alguna de las que de -Castilla se desterrasen para las Indias, ni que hobiesen sido -judíos, ni moros, ni reconciliados, por honra de los dichos 200 -vecinos; habian de ser obligados á residir cinco años en esta -isla, y servir en ella y hacer cumplir lo quel Gobernador -della, de parte de los Reyes, les mandase, sin sueldo alguno, -especialmente si algunos de los españoles no obedeciesen sus -mandamientos reales, ó algunas provincias se rebelasen, ó algunos -indios se alzasen contra su servicio, á sus propias costas<span class="pagenum"><a name="Page_38" id="Page_38">[38]</a></span> -les hiciesen la guerra, y si ántes de los cinco años quisiesen -volverse á Castilla, lo pudiesen hacer, pero que no pudiesen -vender lo que por razon de la vecindad se les hobiese -dado, sino que lo perdiesen, y los Reyes hiciesen dello lo -que por bien tuviesen. Esta fué la capitulacion que los Reyes -mandaron tomar con Luis de Arriaga, la cual se extendió á -todos los españoles que á esta isla viniesen á poblar. Despues -no pudo hallar 200 casados, sino 40; suplicó desde Sevilla, -que aquellos gozasen de aquellas mercedes, los Reyes se lo -concedieron. Venidos á esta isla, Arriaga con sus 40 casados, -como lo habian ellos de sudar y trabajar, y no venian á esto, -sino á holgar y volverse con muchos dineros, ni hicieron villas, -ni castillos, sino entre los demas se mezclaron, y lo que -de los más fué dellos. Algunos dias despues, los que cogian -oro, de los 300 que acá hallamos, y los que de nuevo vinieron, -que con ellos hicieron compañía, quejábanse al Gobernador, -que era mucho y muy oneroso dar á los Reyes, del oro -que sacasen de las minas, la mitad, por el mucho trabajo y -costa con que se sacaba, y, por tanto, que escribiese á los -Reyes se contentasen con recibir el tercio; escribiólo, y concediéronselo, -y esta libertad se concedió por un capítulo de -una Carta real para el Gobernador. Otra vez se suplicó á los -Reyes, que así como por la dicha capitulacion se habia de -pagar la tercia parte del algodon, y otras cosas que no fuesen -metales, que tuviesen por bien que no pagasen sino la -cuarta, y esta, por Provision real, hecha en Medina del Campo, -á 20 de Diciembre de 503. Despues, hallando tambien -por oneroso pagar á los Reyes el tercio del oro, tornaron los -españoles desta isla á suplicar que no quisiesen llevarles -tanto, y enviaron, por Procurador, á los Reyes, sobre ello, á -un caballero de Sevilla, llamado Juan de Esquivel; y en fin, -los Reyes les concedieron que no pagasen, de cualesquiera -metales, más del quinto, y esto fué por Provision real, -que comenzaba: «D. Hernando y Doña Isabel, por la gracia de -Dios, etc.;» y la fecha della fué á 5 de Febrero de 504, en -Medina del Campo. Habemos querido poner aquí estas menudencias<span class="pagenum"><a name="Page_39" id="Page_39">[39]</a></span> -pasadas, de que ninguno de los que escriben podrá -dar noticia particularizada, para que se vea cuán estrechos -andaban los Reyes por aquel tiempo en abrir mano de los derechos -reales, y en hacer mercedes cuán limitados, por la -pobreza grande que habia en Castilla en aquel tiempo, y los -Reyes católicos, no ménos que sus reinos, carecian de riquezas -y abundancia, con toda la cual, no empero, por eso, dejaban -de hacer, en ellos y fuera dellos, hazañas.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_40" id="Page_40">[40]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO VII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En este tiempo, cesada la tormenta que sumió en los abismos -la flota, determinó el Gobernador de poblar una villa en -el puerto de Plata, que está á la parte del Norte en esta isla, -por buenos respectos; y el uno, principal, fué por ser puerto -donde podian venir, como vinieron, navíos, despues, y volver -á Castilla con ménos dificultad que á éste, y deste puerto. Lo -otro fué por estar en comedio de la isla, 10 leguas de la -gran Vega, donde habia dos villas principales, la de Santiago, -que está 10 leguas, y la Concepcion, 16, dél, y las mismas -10 ó 12 leguas de las minas de Cibao, que fueron tenidas por -las más ricas de toda esta tierra; y así, dieron mucho más -oro y más fino que las de Sant Cristóbal y todas las otras. -Otra razon y motivo tuvo, y esta fué, acompañar la isla de -pueblo por aquella parte, donde habia mucha multitud de -indios; en aquel puerto no habia más que un vecino de la -villa de Santiago, que tenia una granja, que llamaban Estancia, -donde criaba puercos y gallinas, y otras granjerías ántes -desto. Así que, acordado de enviar á poblallo, envió ciertos -vecinos, en un navío, por la mar, los cuales despachados, hízose -á la vela el navío, y llegaron á la isleta de la Saona, 30 -leguas deste puerto, y que está una legua ó poco más desta -isla, cuasi apegada, la gente de la cual, con toda la provincia -de Higuey, que es en esta isla y á la isleta comarcana, era -la alzada, que daban por buenas nuevas á los que veniamos, -cuando llegamos, como arriba queda declarado. Llegado el -navío á la isleta, salieron á tierra ocho hombres á pasearse y -recrearse; los indios, viendo venir el navío, estimando que -era de los que allí habian estado poco ántes, y hecho la obra -que luego se dirá, no tardaron en aparejarse, y así como los<span class="pagenum"><a name="Page_41" id="Page_41">[41]</a></span> -ochos salieron en tierra, puestos los indios en celada, dieron -sobre ellos y matáronlos. La justicia y derechos que para -ello tuvieron, es la siguiente, la cual hobe de personas de -aquellos tiempos, y así la refiero con verdad, sin añadir, -ántes creo, que, cuanto á la esencia del caso, quito mucho encarecimiento -y ahorro muchas palabras. Entre la gente de -aquella isleta de la Saona y los españoles que vivian en este -puerto y villa de Sancto Domingo, habia mucha comunicacion -y amistad, por lo cual enviaban los vecinos desta villa una -carabela, cada y cuando que tenian necesidad, y sin ella, y -los indios desta isleta se la cargaban, principalmente de pan, -porque era dello abundante. Entre otras, una vez, pocos dias -ántes que con el Comendador de Lares llegásemos, fué la carabela -por el pan; el señor y Cacique de la isleta, con toda -su gente, recibieron á los españoles como tenian de costumbre, -como si fueran ángeles, ó cada uno su padre y su madre. -Pusieron luego por obra de la cargar, con todo el regocijo y -alegría que puede mucho pensarse, y, porque como entre los -españoles seglares, se acostumbra de no ir de una parte á -otra sin llevar consigo su espada, de aquella manera no se -mudaban los españoles sin llevar consigo un perro, y perros -de los bravos, muy bien doctrinados á desgarrar y hacer pedazos -á los indios, á los cuales temian los indios más que á -los mismos diablos. Andaban, pues, mucho número de indios -acarreando cargas del pan caçabí, y echábanlo en la barca -que á la carabela lo llevaba; el señor y Cacique de la isla traia -una vara en la mano, andando de una parte á otra, dando -priesa á sus indios, por hacer placer á los cristianos. Estaba -por allí un español que tenia el perro por la cadena, y como -el perro via al Cacique con la vara, y mucho menearse, cebábase -muchas veces á querer arremeter á él, como estaba en -desgarrar indios tan bien amaestrado, y con dificultad el español -lo podia refrenar, y dijo á otro español, «¿qué cosa sería si -se lo echásemos?» y, dicha aquella palabra, él ó el otro, revestidos -del diablo, dijo al perro: «tómalo», burlando, creyendo -podello tener. Oido el perro, «tómalo», arremete con tanta<span class="pagenum"><a name="Page_42" id="Page_42">[42]</a></span> -fuerza como si fuera un poderoso caballo desbocado, y lleva -tras sí al español, arrastrándolo; y, no pudiéndolo tener, suéltalo, -y va tras el Cacique, y dale un bocado de aquellos ijares, -y creo, si no me he olvidado, que le asió de las tripas; y -el Cacique huyendo á una parte, y el perro con ellas en -la boca, y tirando hácia otra, las iba desliando. Toman los -indios su desventurado señor, que desde allí á poco espiró, y -llévanlo á enterrar, con gritos que ponian en el cielo, lamentando; -los españoles, toman su buen perro y compañero, y -luego, vánse á la carabela, y en ella viénense á este puerto, -dejando hecho aquel buen recaudo. Sábelo á la hora, ó en -breve, la provincia de Higuey, en especial un señor llamado -Cotubáno ó Cotubanamá, la penúltima sílaba del primer vocablo -y la última del segundo luengas, el cual era el más -cercano, y tambien harto más que otros esforzado; pónense -todos en armas, con propósito de, cada y cuando que pudiesen, -se vengar, y porque ántes no pudieron hasta que -aquellos ocho que iban al puerto de Plata vinieron, que creo -que todos eran marineros, ó los más, su propósito y justicia -no ejecutaron. Estos eran los indios alzados y de guerra, -que nos daban por buenas nuevas, los que acá estaban, cuando -veniamos, porque terniamos donde hacer esclavos. Agora puede -cualquiera leyente que tenga algun juicio de razon, y mejor -si teme á Dios, juzgar, no con mucha dificultad, si en matar -á los ocho, aunque ellos por entónces no los ofendieron, tuvieron -derecho, justicia y razon; y dije «por entónces no los -ofendieron», porque quizá los habian ofendido ántes otras veces, -segun que alguno dellos que yo cognoscí habia por allí -andado. Y puesto que aquellos todos hayan sido, cuanto á -este hecho, inocentes, no por eso injustamente los mataron, -porque la nacion que justa guerra tiene contra otra, no es -obligada á andar discerniendo, si aquel es inocente ó aquel -nó; si no fuese que ser inocente alguno pareciese al primer -aspecto ó con poco discurso manifiesto; así como los niños, -ninguno dudará en que sean inocentes al primer aspecto y -con poco discurso, como los labradores que andan ocupados<span class="pagenum"><a name="Page_43" id="Page_43">[43]</a></span> -en sus labranzas, y los que estuviesen apartados, como en una -isla, de su propio señor, que mueve la guerra injusta, como -suponemos, de los cuales se puede presumir, con poco discurso -de consideracion, que ni saben della, ó al ménos no -ayudan, ni tienen en ella culpa. Todo el contrario desto es -en el presente caso, porque ningun español hobo en aquellos -tiempos, de los que habia en esta isla, que no fuesen de los -indios ofensores, y les hiciesen grandes é irreparables daños; -y, por consiguiente, racionabilísimamente podrian presumir y -juzgar, sin pecado, que cuantos viesen venir á su isleta eran -nocentes, y sus enemigos, y que les venian á hacer las obras -que los otros, puesto que entónces de Castilla llegasen, y así -tambien, sin pecado, matallos. Pero dejemos este derecho y -justicia para delante el divino juicio, que se lo há para sí reservado.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_44" id="Page_44">[44]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO VIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Sabido este hecho, quedos vecinos indios de la Saona hicieron -en aquellos ocho cristianos luego el Comendador de Lares -determinó de envialles á hacer guerra (porque para se la -mover poco achaque bastaba, segun la costumbre que todos los -españoles por entónces tenian), á más de haber rescibido el -agravio de habellos muerto tan inhumanamente á su señor; -porque ya sabian todos los españoles desta isla, que los indios -habian de quedar lastimados y llenos de toda amargura, y que -se habian de alzar, y matar los españoles que pudiesen. De -manera, que haberles hecho grandes injurias, insultos y daños -irreparables, cada y cuando que agravios, y robos y muertes -les hacian, tenian por justa causa y jurídico título para -los mover guerra; y el título que luego publicaban, era que -se habian alzado, y su alzamiento, muchas y diversas veces, -cierto, era huirse á los montes y esconderse solamente dellos. -Apercibió, pues, los pueblos de los españoles que habia en -esta isla, que eran, no más de cuatro villas, Santiago, la -Concepcion el Bonao y esta de Sancto Domingo, mandando, -que de cada uno saliese cierta gente, y de la gente que habia -venido de Castilla, con él, los que se hallaron sanos; todos, con -el ánsia de hacer esclavos, fueron de muy buena voluntad. -Apregonada ya la guerra á fuego y sangre, juntarse hian 300 -ó 400, segun yo creo; nombró por Capitan general, á Juan -de Esquivel, de quien dijimos en el capítulo precedente, haber -traido del Rey, que del oro que se sacase de las minas no -se pagase más del quinto, y con la gente de cada villa de los -españoles, iba tambien su Capitan. Acostumbrábase tambien -llevar toda la gente de indios que estaban sujetos, con sus -armas, en su ayuda, que no era poca la guerra, que, por<span class="pagenum"><a name="Page_45" id="Page_45">[45]</a></span> -miedo de los españoles y por contentarlos, estos á aquellos hacian, -y así se acostumbró despues en todas estas Indias. Llegados -á la provincia de Higuey, que, por comun nombre, llamamos -á mucha de aquella tierra (y es la tierra más oriental -desta isla, y que primero vemos y topamos viniendo de Castilla), -hallaron los indios aparejados para pelear y defender su tierra -y sus pueblos, si así pudieran como querian; pero como -todas sus guerras eran como juegos de niños, teniendo las -barrigas por escudos para rescibir las saetas de las ballestas -de los españoles, y las pelotas de las escopetas; como peleasen -desnudos en cueros, no con más armas de sus arcos y flechas, -sin hierro, y con piedras donde las habia, poco sosten -podian tener contra los españoles, cuyas armas son hierro, y -sus espadas cortan un indio por medio, y las fuerzas y corazones -tienen de acero; pues de los caballos no digo, que en una -hora de tiempo alancea uno sólo 2.000 dellos. Finalmente, -hacian cara un rato en los pueblos, y, no pudiendo sufrir las -ballestas y escopetas, y tambien las espadas, cuando se llegaban -cerca, deshechos sus escuadroncillos, y desjarretados -y muertos muchos dellos, toda su guerra era huir á los montes, -y por las breñas esconderse. Los cuales, aunque desnudos -en cueros vivos, y sin armas ofensivas ni defensivas, hicieron -algunos hechos señalados, y contaré uno: Dos de caballo, -personas señaladas en la gineta, que yo bien cognoscí, llamados -Valdenebro y Pontevedra, vieron un indio en un -bueno y grande campo; dijo el uno al otro: «déjamele ir á -matar;» arremete con el caballo y alcánzalo; el indio, de que -vido que lo alcanzaba, vuélvese á él, no sé si le tiró algun -flechazo, el Valdenebro, encuéntralo con la lanza, y pásalo de -parte á parte, el indio, toma con las manos la lanza, y métela -más, y váse por ella hasta tomar las riendas en la mano; -saca el espada el de caballo y métesela por el cuerpo, el indio -quítale de las manos el espada, teniéndola en el cuerpo; -saca el puñal y méteselo en el cuerpo, el indio, quítaselo de -las manos: ya quedó el de caballo desarmado. Vélo el otro, -de donde estaba, bate las piernas al caballo, encontrándolo<span class="pagenum"><a name="Page_46" id="Page_46">[46]</a></span> -con la lanza, y, tomada por el indio, hace lo mismo del espada -y del puñal; hélos aquí ambos desarmados, y el indio -con seis armas en el cuerpo, hasta que se apeó el uno, y sácale -el puñal con una coce que le dió, y luego cayó muerto el -indio en el suelo. Esto acaesció en esta guerra, y fué público -y notorio. Idos á los montes, luego era cierto irlos á montear -en cuadrillas, donde, hallándolos con sus mujeres y hijos, -hacian crueles matanzas en hombres y mujeres, niños y viejos, -sin piedad alguna, como si en un corral desbarrigaran y -degollaran corderos. Tenian por regla los españoles, como -arriba queda dicho, en las guerras que hacian á los indios, -ser siempre, no como quiera, sino muy mucho y extrañamente -crueles, porque jamás osen los indios dejar de sufrir la aspereza -y amargura de la infelice vida que con ellos tienen, y -que ni si son hombres conozcan, ó en algun momento de -tiempo piensen; muchos de los que tomaban cortaban las -manos ambas, á cercen, ó, colgadas de un hollejo, decíanles: -«anda, lleva á vuestros señores esas cartas;» conviene á -saber, esas nuevas. Probaban en muchos las espadas, quién -tenia mejor espada ó mejor brazo, y cortaba el hombre por -medio, ó le quitaba la cabeza de los hombros de un piquete, -y sobre ello hacian apuestas; á los señores que prendian, no -escapaban del fuego. Creo que á la gran señora vieja, que -arriba dijimos llamarse Higuanamá, la última sílaba luenga, -presa, la ahorcaron, si bien me acuerdo. Traian una carabela -por la mar, por allí cerca, para cuando fuese menester, en la -cual pasaron á la isleta de la Saona; hicieron los indios un -rato cara, y luego dieron á huir, como suelen, y aunque es -toda montes espesos, y hay algunas cuevas en las peñas, pero -no se pudieron esconder. Juntaron presos sobre 600 á 700 -hombres, y métenlos en una casa, y allí los meten todos á -cuchillo; y mandó el Capitan general, que era, como dije, -aquel caballero Juan de Esquivel, que sacasen todos aquellos -muertos y los pusiesen al rededor de la plaza del pueblo, y -que contasen cuántos eran, y halláronse los que dije; y así -vengaran los ocho cristianos, que ántes, pocos dias, los indios<span class="pagenum"><a name="Page_47" id="Page_47">[47]</a></span> -habian allí, con tan justa causa, muerto. Hicieron todos -los que tomaban á vida, esclavos, que es lo que principalmente -los españoles, aquí en esta isla, y despues en todas -las Indias, pretendieron, y á esto enderezaron siempre sus -pensamientos, sus deseos, sus industrias, sus palabras y sus -buenos hechos. Desta manera dejaron aquella isleta, destruida -y desierta, siendo el alholi del pan, por ser muy fértil. -Viéndose las gentes de aquel reino tan lastimadas, tan corridas, -tan perseguidas, y de remedio alguno tan desesperados, -y que ni en las entrañas de la tierra podian escaparse, comenzaron -á enviar mensajeros los señores de los pueblos, -diciendo que no querian guerrear, que ellos los servirian, -que más no los persiguiesen; rescibiéronlos de paz, el Capitan -general y los Capitanes, benignamente, afirmándoles que -no se les haria más mal, y por eso, que no hobiesen miedo -de venir á morar á sus pueblos. Concertaron y pusieron -con todos ellos que hiciesen allí, en cierta parte, una gran -labranza de su pan para el Rey, y que cumpliendo ellos -esto, estarian seguros de que no vernian á esta ciudad de -Sancto Domingo á servir, como ellos temian y pedian, y de -que de algun español mal ni daño rescibiesen. Entre otros -que vinieron á visitar los cristianos y hacer reverencia al -Capitan general y Capitanes, fué uno de los mayores señores, -y más valeroso, por ser muy esforzado entre ellos, y -aunque su persona daba noticia de quién era, por la gran -persona que tenia y autoridad que representaba, como, si -Dios quisiere, se dirá más largo, cuando hablaremos otra vez -dél; este fué Cotubanamá ó Cotubáno, segun ya dijimos, que -frontero de la dicha isleta Saona tenia su estado y tierra. A -este, como á señor principal y señalado, el Capitan general -dió su nombre, trocándolo por el suyo, diciendo que se llamase -desde adelante Juan de Esquivel, y que él se llamaria -Cotubáno, como él. Este trueque de nombres en la lengua comun -desta isla, se llamaba ser yo y fulano, que trocamos los -nombres, guatiaos, y así se llamaba el uno al otro; teníase -por gran parentesco, y como liga de perpetua amistad y confederacion,<span class="pagenum"><a name="Page_48" id="Page_48">[48]</a></span> -y así, el Capitan general y aquel señor quedaron -guatiaos, como perpétuos amigos y hermanos en armas, -y así los indios llamaban al Capitan, Cotubáno, y al señor, -Juan de Esquivel. Hizo edificar una fortaleza de madera en -cierto pueblo de indios, algo cerca de la mar, metido en la -tierra, donde le pareció convenir, y dejó allí nueve hombres -con un Capitan llamado Martin de Villaman; y, despedida la -gente de los españoles, cada uno se tornó á la villa de donde -habia venido con la parte que le venia de los esclavos. En tanto -que la guerra se hacia, el Gobernador mandó que esta villa de -Sancto Domingo, que está en la otra parte del rio, se pasase á -esta, donde agora está. Tuvo sola esta consideracion, conviene -á saber, porque todos los pueblos que habia de españoles -en toda esta isla, estaban y hoy están, desta parte -acá, y porque los que viniesen de la tierra dentro á negociar -y tratar con el Gobernador, y con los vecinos desta ciudad -y con las naos, no tuviesen impedimento, por estar en -medio el rio, esperando á pasar ellos y sus caballos en la -barca ó barcas que habia de haber, porque aún entónces no -las habia, porque no pasaban de una parte á otra sino en canoas; -barquillos de los indios. Pero en la verdad, para la sanidad, -mejor la asentó el Almirante donde estaba de la otra -parte ó banda, por estar al Oriente del rio, y en saliendo el -sol llevaba delante de sí los vapores, nieblas y humedades, -aventándolas del pueblo, y agora todas las echa sobre él. -Item, de la otra banda está una fuente de buen agua, que -aquí no hay sino de pozos muy gruesa, y no todos los vecinos -pueden enviar por ella; y que puedan, todavia es con trabajo -y dificultad, habiendo de esperar la barca á la ida y á la venida, -ó de tener cada uno canoa ó barco propio, lo cual todo -causa trabajo y tardanza, y áun peligro cuando el rio viene -avenido ó hay tormenta en la mar. Por todas estas razones, la -ciudad estaba más saludablemente á la otra parte. Pasados -acá todos los vecinos, hicieron sus casas de madera y de paja, -pero desde algunos meses comenzaron, cada uno segun podia, -á edificarlas de piedra y cal. Tiene la comarca desta ciudad los<span class="pagenum"><a name="Page_49" id="Page_49">[49]</a></span> -mejores materiales para edificios que se pueden hallar en alguna -parte, así de cantería como de piedra para cal, y la tierra -para tapias, y, para ladrillo y teja, barriales. De los primeros -que edificaron fué el mismo Comendador de Lares, que hizo -sus casas honestas sobre el rio, en la calle de la Fortaleza, y -tambien hizo en la otra acera, que despues dejó á su órden -y al hospital que hizo de Sant Nicolás. El piloto Roldan edificó -una renglera de casas, para su morada y para alquilar, -en las cuatro calles. Luego, un Hierónimo Grimaldo, mercader, -y otro llamado Briones y otros, y cada dia fueron creciendo -los edificios, cuanto cuasi cada año, aunque con alguna -interpolacion; algunas veces venian de aquellas tempestades -que acaecia derrocar todas las casas de la ciudad, sin -dejar alguna enhiesta, sino eran las pocas que de piedra -eran edificadas. Despues las guerras de Francia, y áun tambien -el demasiado número de negros esclavos, han causado -que de muro bueno se cercase ó comenzase á cercar. De los -monesterios, el primero se edificó el de Sant Francisco, despues -el de Sancto Domingo, y muchos años pasados el de la -Merced. La fortaleza tambien se comenzó luego á edificar, y -no cesó la obra hasta que fué acabada. Dió el alcaidía della -el Comendador de Lares á un sobrino suyo, llamado Diego -Lopez de Saucedo, persona muy cuerda y de autoridad, y -muy honrada. Fundó tambien un hospital de Sant Nicolás, y -dotólo de buena renta para rescibir y curar en él cierto número -de pobres, ó creo que todos los que en él se pudiesen -curar. Y porque ya en este tiempo éramos el año de 1503, -y los reyes Católicos, vacando la comendadoría mayor de Alcántara, -le hicieron merced della en este año, de aquí adelante -le nombraremos Comendador Mayor.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_50" id="Page_50">[50]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO IX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En este tiempo, estaban ciertos españoles, de los que se -alzaron con Francisco Roldan, en el pueblo y provincia de -Xaraguá, donde, como arriba, en el primer libro, dijimos, -era la corte y reino del rey Behechío, y de Anacaona, su -hermana, mujer muy valerosa, y, por muerte de Behechío, -ella el Estado gobernaba. Estos españoles, cuanto más podian, -se apoderaban en los indios, haciéndoles servir en hacer labranzas, -con título que querian poblar allí, fatigándolos y -obrando de aquellas obras, y usando de la libertad á que -con Francisco Roldan estaban acostumbrados. La señora Anacaona -y los señores de la provincia, que eran muchos, y, en -su ser, y autoridad, y señorío, muy nobles y generosos, y -que en polideza y lengua, y en muchas otras cualidades, hacian, -como, hablando de aquel reino, en el primer libro dijimos, -á todos los señores desta isla, ventaja, sentian, por demasiadamente -onerosos, á los españoles, y por perniciosos, y -por todas maneras intolerables; y debió de haber algun movimiento -en los indios con alguno ó algunos españoles, no -queriendo hacer lo que les demandaban, ó los señores reñir -con ellos, ó amenazallos. Y cualquiera cosa, por chica que -fuese, de resistencia, en obra ó palabra, que no se cumpliese -la voluntad del más astroso y vicioso, y áun azotado en Castilla, -bastaba para luego decir que los indios eran táles y -cuáles, y que se querian alzar; por esta causa, si fué de algo -desto el Comendador Mayor por ellos avisado, ó por visitar -los mismos españoles que en aquella provincia estaban, que -eran todos cerreros y mal domados, y puestos en costumbre -de no obedecer, sino andar en todo á sabor de su vicioso paladar, -ó por visitar aquel reino, que era donde habia gran<span class="pagenum"><a name="Page_51" id="Page_51">[51]</a></span> -multitud de gentes y señores grandes, y aquella señora, sobre -todos, que era tan nombrada; y aquella provincia estaba -desta ciudad 70 leguas, y así, más que otras de las desta isla, -tras mano, acordó el Comendador Mayor de ir allá. Llevó -consigo 300 hombres de pié y 70 de caballo, porque entónces -habia en esta isla pocas yeguas, y ménos caballos, y muy -rico habia de ser el que alcanzase una yegua en que andar, y -en estas andaban los que las tenian, y en ellas jugaban cañas, -y en ellas peleaban, porque para todo esto las enseñaban; -y áun hombre hobo, de los que vinieron en el viaje del -Comendador Mayor, que, al son de una vihuela, hacian su -yegua bailar ó hacer corvetas ó saltar. Sabido por la reina -Anacaona que el Comendador Mayor la iba á visitar, como -mujer muy prudente y comedida, mandó convocar todos los -señores de aquel reino, y gentes de los pueblos, que viniesen -á su ciudad de Xaraguá á rescebir y hacer reverencia y festejar -al Guamiquína de los cristianos, que habia venido entónces -de Castilla. Guamiquína, la penúltima luenga, quiere decir en -su lenguaje, el señor grande de los cristianos. Allegóse una -corte maravillosa, de gentes tan bien dispuestas, hombres y -mujeres, que era cosa de considerar. Ya se ha dicho que las -gentes de aquel reino, en hermosura de gestos, eran en gran -manera, sobre todas las otras desta isla, señaladas. Llegado -el Comendador Mayor y su compañía de pié y de caballo, -sale Anacaona é innumerables señores (porque se dijo venir -300 señores), y gentes infinitas, á lo recibir, con gran fiesta -y alegría, cantando y bailándole delante, porque así era su -costumbre, como se vido en el libro I, cap. 114, en el rescibimiento -que hicieron cuando fué á aquella provincia y entró -en aquel pueblo y ciudad, viviendo Behechío, el Adelantado, -hermano del Almirante. Aposentado el Comendador Mayor en -un caney ó casa grande y principal, y muy labrada, de las -que allí solian hacer muy hermosas, puesto que de madera -y cubiertas de paja (como notificamos en la otra nuestra Historia -apológica ó apologética), y la otra gente que traia, por -las otras casas cerca dél, con los españoles que allá estaban,<span class="pagenum"><a name="Page_52" id="Page_52">[52]</a></span> -Anacaona y todos los señores hacíanle mil servicios, mandándole -traer de comer la caza de la tierra, y del pescado de -la mar, que legua y media ó dos de allí distaba, y pan caçabí -(esto era lo que ellos alcanzaban), y de todas las otras cosas -que tenian y podian, y gente que sirviesen, cuanto era menester, -para su mesa, y para las de los demas, y para sus yeguas, -y si alguno llevaba caballo; areytos, que eran sus bailes, -y fiestas, y alegrías, y juegos de pelota, que era cosa de -ver, no creo que faltaban. Poco quiso gozar desto el Comendador -Mayor, porque luego, en breve, determinó de hacer -una obra, por los españoles en esta isla principiada, y en todas -las Indias muy usada y ejercitada; y esta es, que cuando -llegan ó están en una tierra y provincia donde hay mucha -gente, como ellos siempre son pocos al número de los indios -comparados, para meter y entrañar su temor en los corazones, -y que tiemblen como de los mismos diablos en oyendo el -nombre de cristianos, hacer una muy cruel y grande matanza. -Tuvo este señor Gobernador voluntad de ir por aquel camino -y hacer un hecho bien sonado, aunque no, cierto, romano, -y mucho ménos cristiano; y no dudo yo, sino que por -parecer, y persuasion, y importuno inducimiento de aquellos -romanos, que, de aquella simiente de Francisco Roldan, allí -quedaron y estaban. Un domingo, despues de comer, como -tenia concertado, mandó cabalgar á todos los de caballo, -con título que querian jugar á las cañas, y á todos los de pié, -allí junto, aparejados; dice Anacaona al Comendador Mayor, -que ella y aquellos señores Caciques, quieren ver con él el -juego de las cañas; dello al Comendador Mayor mucho place, -pero que haga llamar todos los señores, y con ella vengan -juntos, que les quiere hablar en su posada. Tenia concertado -que los de caballo cercasen la casa, y los de fuera y dentro -estuviesen aparejados, y que, cuando él pusiese la mano en -una pieza de oro que tenia á los pechos colgada, comenzasen -á atar á los señores que dentro estaban y á Anacaona; primero -sacadas todas sus espadas, y despues hiciesen lo que -más les estaba mandado. <i>Ipse dixit et facta sunt omnia.</i> Entra<span class="pagenum"><a name="Page_53" id="Page_53">[53]</a></span> -la señora y reina, noble, Anacaona, y que muchos y grandes -servicios habia hecho á los cristianos, y sufrídoles hartos insultos, -agravios y escándalos; entran 80 señores que por allí más -á mano se hallaron, ella y ellos con su simplicidad y descuidados; -esperan la habla del Comendador Mayor. No habla, sino -pone en la joya que á los pechos tenia, la mano; sacan los -satélites sus espadas, tiémblanles á Anacaona y á todos aquellos -señores las carnes, creyendo que los querian allí despedazar. -Comienzan á dar gritos Anacaona, y todos á llorar, diciendo, -que por qué causa tanto mal; los españoles dánse priesa -en los maniatar, sacan sola á Anacaona maniatada, pónense -á la puerta del caney ó casa grande, gentes armadas, que no -salga nadie; pegan fuego, arde la casa, quémanse vivos los -señores y Reyes en sus tierras, desdichados, hasta quedar todos, -con la paja y la madera, hechos brasa. Sabido por los de -caballo, que comenzaban los de pié á atar, comienzan ellos, -encima de sus caballos, y con sus lanzas, por todo el pueblo -corriendo, á alancear cuantos hallaban; los españoles de pié, -con sus espadas, no dormian entónces, sino cuantos podian -desbarrigaban, y como se habia llegado infinito número de -gente de diversas partes, al rescibimiento, negro para ellos, del -nuevo Guamiquína de los cristianos, fueron grandes los estragos -y crueldades que en hombres, viejos y niños inocentes -hicieron, y el número de gentes que mataron; y acaecia, que -algunos españoles, ó por piedad ó por cudicia, tomaban algunos -niños y muchachos, para escapallos y que no los matasen, -y poníanlos á las ancas de los caballos, venia otro -por detrás y pasábalo con una lanza. Otro, si estaba el -muchacho en el suelo, aunque lo tuviese otro por las manos, -le cortaba las piernas con el espada; á la reina y -señora Anacaona, por hacelle honra, la ahorcaron. Alguna -gente, que pudo desta inhumana matanza huir, pasáronse á -una isleta llamada el Guanabo, que está ocho leguas de allí, -dentro, en la mar, en sus barquillos ó canoas, por escapar; á -todos los cuales, porque se huyeron de la muerte, condenó á -que fuesen esclavos, é yo tuve uno dellos que me lo dieron<span class="pagenum"><a name="Page_54" id="Page_54">[54]</a></span> -por tal. Estas obras se hicieron por mandado del Comendador -Mayor de Alcántara, don fray Nicolás de Ovando, para pagar -á aquellas gentes, señores y súbditos de la provincia de Xaraguá, -el buen recibimiento y servicio que le habian hecho, -y en recompensa de los infinitos agravios y daños que habian -rescibido de Francisco Roldan y de los otros sus aliados. La -causa que publicó y publicaron fué porque, diz que, se querian -alzar y los querian matar, teniendo 70 de caballo, los -cuales, con verdad hablo, bastaban para asolar cien islas -como esta y toda la tierra firme, porque, donde quiera que -en estas Indias no habia rios grandes, ó lagunas, ó pasos malos -de sierras ásperas, 10 de caballo lo pueden todo asolar, -cuanto más estando esta triste gente desarmada, en cueros, descuidada -y sin pensamiento de mal. Y que esto sea así, ¿cómo no -habian muerto á 40 ó 50 españoles, que allí con ellos estaban -haciéndoles diez mil agravios, sin otras armas ni caballos, más de -sus espadas, dos ó tres años, solos, que fácilmente los pudieran -matar, y acordaban matar á cerca de 400 hombres juntos y 70 -de caballo que allí estaban, y sabian que habian venido á -este puerto treinta y tantas naos, lo que nunca jamás hasta -entónces oyeron, sino de una, dos, tres ó cuatro, y todas -aquellas llenas de cristianos? ¡Bien clara está la inocencia de -aquellos corderos y la injusticia y crueldad de quien así los -estirpó y mandó matar! Porque se vea esto más claro, sépase -y considérese esta verdad, conviene á saber: que cuando el -año de 505, muerta la reina Doña Isabel, vino el rey D. Felipe -y la reina Doña Juana á reinar, hobo vehemente fama en -esta isla, que proveian otra cierta persona para que la viniese -á gobernar. Entonces el Comendador Mayor, temiendo la residencia -que deste hecho se le habia de tomar, entendió en -que se hiciese proceso contra tantos señores, que, sin proceso, -y sin ser oidos ni defendidos, ni propuesto cargo y dado descargo, -habia quemado, y aquella tan grande señora y tan -benemérita de los cristianos ahorcado, y con tanta inhumanidad -la provincia estirpado; y así lo mandó hacer, á cabo de muchos -meses que era pasado, y quizá de un año, porque no me<span class="pagenum"><a name="Page_55" id="Page_55">[55]</a></span> -acuerdo, aquí en esta ciudad y en la villa de Santiago, y en -otras partes desta isla, y los testigos fueron los mismos verdugos -españoles, capitales enemigos de los indios, que habian -hecho aquel y otros estragos, porque se vea cuán bien y jurídicamente -iria el proceso sustanciado. Díjose en esta isla, -que la reina Doña Isabel, ántes que muriese, habia sabido -desto hecho tan notable, y que lo habia sentido mucho y abominádolo. -Tambien se dijo, que D. Álvaro de Portugal, que -á la sazon era Presidente del Consejo real, habia amenazado -al dicho Comendador Mayor, diciendo: «yo vos le faré tomar -una residencia, cual nunca fué tomada», y parece que no lo -pudo decir sino por estos daños tan grandes hechos á estas -gentes, porque, en la verdad, en muchos años que yo estuve -aquí, él gobernando, nunca cognoscí ni oí decir que á españoles -hiciese notables agravios, y que con razon dél se quejasen. -Por lo mostrado, tambien podrá parecer la verdad que contiene -la historia de Oviedo, cuando y doquiera que habla de -los indios, condenándolos siempre y excusando los españoles -en las perdiciones y despoblaciones que por todas estas tierras -han hecho, como en la verdad haya sido en ellas uno dellos. -Porque, en este caso hablando, dice que se supo la verdad -de la traicion que tenian ordenada, y como estaban alzados -de secreto, por lo cual fueron sentenciados á muerte. Yo -ruego á Dios, que nunca yo tenga parte en semejante justicia -ni sentencia, ántes todas mis obras sean contrarias della. Dice -más Oviedo, loando al Comendador Mayor, entre otras sus -bondades, que favoreció mucho á los indios; habia como hombre -ciego, y que hinche todo su escribir de ripio, sea cualquiera: -el amor que este caballero tuvo á los indios, parece -ha parecido y parecerá mucho más, por lo que con verdad se -dirá, bien manifiesto.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_56" id="Page_56">[56]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO X.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Hecho aquel prodigio, con tanta impiedad como se ha referido, -que llamaban los españoles castigo, para que temblasen -los corazones de aquellos tristes púsilos, y destruida -cuasi toda esta provincia, vánse huyendo todos á los montes -los que se hallaron presentes, que escaparon de aquel fuego -y cuchillo, y los que dello tuvieron nueva por oidas. Un señor, -llamado Guaorocuyá, la última luenga, sobrino de la -reina Anacaona, que se escapó de allí, con los que le quisieron -seguir, fué huyendo á las sierras de Baoruco, que están -frontero de aquella provincia á la parte de la mar, la vuelta -al Sur, ó Mediodia; sabido por el Comendador Mayor, diciéndole -los españoles que iba alzado (porque huirse los indios -de sus crueldades, como hacen las vacas y toros de la carnicería, -llamaban y hoy llaman que se rebelan contra la obediencia -de los reyes de Castilla), envió gente tras él, y hallado -en las breñas metido, luego lo ahorcaron, porque tambien -llevase parte de aquel nombrado castigo. Oidas estas nuevas -por todas aquellas dos partes desta isla, que por allí se abre -como si abriésemos los dedos primeros de la mano, el pulgar -excepto, donde habia otras dos grandes provincias, sus vecinas, -una llamada Guahába, la media sílaba luenga, que -está en la banda del Norte, y la otra la de Hanyguayába, -luenga la misma sílaba media, hácia el Poniente, temiendo -que les viniese lo mismo, pónense en armas, ó por mejor -decir en armillas, para defenderse. Luego envió dos Capitanes -principales que con él andaban, de los experimentados -en derramar sangre de indios en esta isla, llamado el uno -Diego Velazquez, y el otro Rodrigo Mexía Trillo; el primero -envió á Hanyguayába y cabo desta isla occidental, y el segundo<span class="pagenum"><a name="Page_57" id="Page_57">[57]</a></span> -á Guahába, que es la tierra y provincia felicísima desta -isla, que primero fué descubierta por el Almirante. Ambos -Capitanes hicieron en aquellas gentes sus obras acostumbradas, -y despues de hecha cara los indios, un ratillo, dan luego -de huir; van los nuestros á monteallos, ejecutan en muchos -sus ordinarios castigos; prenden los de Diego Velazquez -al señor y rey de Hanyguayába, y hácenlo, por honra, -luego ahorcar. Lo que hizo Rodrigo Mexía con su compañía, no -lo supe cuando pudiera, más de que al fin, como siempre, han -de quedar los indios, por su desnudez y carencia de armas, -y más por su infelicidad, lastimados y vencidos; viniéronse -todos, los unos y los otros, á dar á los españoles, sólo por -salvar las vidas de su cuchillo. Dice tambien Oviedo, que los -indios de aquella provincia de Hanyguayába, que guerreó -Diego Velázquez, eran salvajes y vivian en cuevas; mal supo -lo que dijo, porque no vivian sino en pueblos y tenian sus -señores que los regian, y á su modo como los demas, su comunal -policía; porque áun la misma tierra, por ser como un -jardin, aunque quisieran vivir selváticamente, no se lo consintiera, -y ni habia cuevas ni espeluncas, como él dice, presumiendo -demostrar que sabe nominativos, sino muy graciosos -campos y arboledas, donde tenian sus asientos de pueblos y -sembraban y cogian; é yo comí hartas veces de los frutos del -pan y de otras cosas que de su industria y trabajos procedian. -La Guacayarima, que dice ser otra distinta provincia (lo que no -es), porque tiene la punta della, junto á la mar, ciertas entradas -ó peñas, que llaman xagueyes los indios, como en la -provincia de Higuey, que los habia tan grandes, que podian -vivir en ellos muchos vecinos, pero no vivian sino en sus grandes -pueblos; allí se escondian cuando la calamidad de los españoles -los perseguia, y porque, huyendo dellos, algunos allí -escondidos hallarian, quién á Oviedo se lo dijo (si no lo puso, -quizá, de su casa, como suele, añidiendo á su historia, como -dije, ripio), por aquello lo diria. Mandó el Comendador Mayor -que se asentase y poblase allí en Xaraguá una villa, y llamóla -villa de la Vera Paz. Diego Velázquez constituyó tambien otra<span class="pagenum"><a name="Page_58" id="Page_58">[58]</a></span> -en la provincia de Haniguayába, en la costa de la mar del Sur, -y llamóla Salvatierra de la Çabana, y así, los españoles llamaron -á la provincia, de Çabana, porque çabana en lenguaje de -los indios quiere decir llano, y aquella tierra es llana y hermosa -por mucha parte, al ménos lo cercano á la mar. Pobló -tambien otra villa, por mandado del Comendador Mayor, en -la misma costa de la mar del Sur, y es puerto donde dije que -se habia echado Alonso de Hojeda con dos pares de grillos á -nadar, y el Almirante llamaba la tierra y puerto del Brasil; -los indios lo llamaban Yáquimo, la media sílaba breve, y así -llamó la villa de Yáquimo; hízose encima del puerto una fortalecilla, -no tan fuerte como la de Fuenterrabía. Mandó eso -mismo el Comendador Mayor, edificar otra villa 30 leguas de -Xaraguá, y otras 30 ó más desta ciudad de Sancto Domingo, -entre los dos rios poderosos llamados Neiba y Yaquí, á que -puso nombre Sant Juan de la Maguana, donde reinaba el -rey Caonabo, que dijimos en el libro I, haberle prendido -Alonso de Hojeda con cierta maña, y ahogarse en los navíos -que se perdieron en el puerto de la Isabela, estando para -partirse á España. De allí 14 leguas más hácia esta ciudad, -y 23 ó 24 della; pobló otra que se llamó la villa de Açua en -Compostela, por un Comendador gallego que allí estuvo ántes -que fuese pueblo. Açua, la sílaba del medio breve, es nombre -del lugar que allí tenian los indios. De todas estas cinco -villas hizo Teniente suyo al Diego Velasquez, tanta gracia -tuvo con él. Rodrigo Mexía hizo en la otra parte ó ramo desta -isla llamada Guahába, la media sílaba luenga, otras dos villas, -la una nombrada Puerto Real, que hoy está viva, puesto -que cuasi perdida, y la otra llamó Lares de Guahába, por -haber sido el Comendador Mayor Comendador de Lares; y él -fué teniente dellas. Esta traza de asentar estas villas en los ya -dichos lugares y mantenimientos de los españoles, no era con -las azadas que tomaban en las manos los españoles, ni con -sus trabajos y sudores, porque ninguno dellos sabia abajar el -lomo, sino que los indios, constreñidos por ellos, y por miedo -de las mantanzas pasadas, lo trabajaban, haciéndoles las casas<span class="pagenum"><a name="Page_59" id="Page_59">[59]</a></span> -con todo el pueblo y labranzas con que se sustentaban; y así -el Comendador Mayor comenzó á ir por el camino que Francisco -Roldan habia comenzado, y el Almirante sufrídole, y el -comendador Bobadilla mucho ampliado y dado licencia larga, -conviene á saber, señalar y forzar los indios que hiciesen las -casas y labranzas que los españoles querian, y todos los otros -servicios que habian menester, no sólo los necesarios, pero -los demasiados, y para hacer estado, como si fueran ellos los -señores naturales, y los indios, no solamente sus súbditos y -vasallos, pero mucho más que si todos fueran sus esclavos -vendidos y comprados: y esto corroboró y confirmó despues, -como más que si le echara clavos, el Comendador Mayor, -desque cierta ocasion le vino á las manos muy mal por él rodeada -y buscada, y peor aplicada. Y todo esto que está dicho -hizo el Comendador Mayor sin autoridad alguna, ántes contra -lo que en su Instruccion trujo de los Reyes mandado, -conviene á saber, que los indios fuesen libres, y á ninguna -servidumbre obligados, y él, no solamente sufrió el señorío -que tenian sobre los indios los 300 españoles que acá hallamos, -la cual, por ser pocos y los indios muchos, se toleraba, pero -añidió los muchos que consigo trujo, y echóles á los que estaban -apartados, como los de la Çabana de Haniguayába y -de la provincia de Guahába, la dicha carga, y á los que alguna -tenian con los pocos españoles, doblósela excesivamente, -y hízosela intolerable; y pluguiera á Dios, que en estos -trabajos y males de los indios su desdichada suerte parara: -y que parar en aquellos trabajos la suerte de los indios, por -entónces fuese deseable, la historia lo dirá en los capítulos de -adelante.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_60" id="Page_60">[60]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Como el Comendador Mayor vido, cuando luego luego vino, -que, acabada la harinilla y vizcocho, que la gente mucha que -trujo comenzó á hambrear, y parte dellos á morir, y muchos -más á enfermar, y que, por la instruccion que traia y mando -de los Reyes, los indios eran libres (y sin ella lo debia él adivinar), -y que no tenia poder de los Reyes para los obligar (ni -áun de Dios nunca lo tuvo, ni los Reyes para se lo dar), estábanse -los indios en sus pueblos, pacíficos, haciendo sus labranzas, -y curando de sus mujeres ó hijos, sin ofensa de nadie, -y sirviendo y obedeciendo á sus señores naturales, y á -los españoles que tenian á las hijas de sus señores, ó á las -mismas señoras, por criadas, y como mujeres, y ellas pensaban -que eran con ellas casados; puesto que destos no les faltaban -hartas vejaciones y angustias, que, como gente humílima -y pacientísima, con ellas pasaban y las toleraban: sola la -provincia de Higuey, como arriba dije, estaba alzada, y tambien -signifiqué la causa. Así que, viendo el Comendador Mayor -en aquel tiempo aquellas dificultades, y que habia traido -más gente de la que podia remediar (y esta fué siempre una -de las principales causas que han asolado estas Indias, como -parecerá, dejar venir á ellas gente demasiada de España), escribió -á los Reyes cierta carta, harto más alargándose que la -prudencia que tenia, y áun la conciencia recta y no errónea, -le debiera dictar, y miedo tengo, si quizá le dictaban, puesto -que todavía, siguiendo el juicio de menor peligro, creo que -más lo hizo errando y lleno de mucha ceguedad, de la cual, -pocos se han en Castilla escapado. Y digo que escribió él, no -porque yo lo viese ni los Reyes lo declaran, mas que fueron informados, -sino porque no habia entónces acá persona ó personas<span class="pagenum"><a name="Page_61" id="Page_61">[61]</a></span> -á quien los Reyes diesen crédito, para hacer mudanza de -cosa de tan gran importancia, sino á él. Escribió, pues, ó fueron -los Reyes informados dél ó de otros: lo primero, que á causa -de la libertad que á los indios se habia dado, huian y se apartaban -de la conversacion y comunicacion de los cristianos; por -manera, que, áun queriéndoles pagar sus jornales, no querian -trabajar, y que andaban vagabundos, y que ménos los podian -haber para los doctrinar y traer á que se convirtiesen á nuestra -sancta fe católica, etc. Es aquí agora de notar, ántes que -pasemos adelante, que la libertad que se les dió, fué la que -está contada con verdad, porque ni supieron, ni á su noticia -jamás llegó que los Reyes los mandasen libertad; y así, no -huian ni se apartaban de los españoles más que de ántes, por -la libertad que se les hobiese dado, sino siempre huian dellos -por sus infinitas ó implacables vejaciones, furiosas y rigurosas -opresiones, condicion feroz, brava, y á todos los indios -espantable, como huyen y se apartan, y alebrastan los pollitos -y pajaritos chiquitos cuando ven ó sienten el milano. Esta -fué, y es siempre y será, la causa de huir los indios de los -españoles, y meterse en las entrañas de la tierra y sus soterraños, -y no la libertad, que jamás nunca se les dió, ni la tuvieron -despues que cognoscieron cristianos; y esta es la pura -y verdadera realidad de la verdad, y lo que á los Reyes se -escribió fué falsísima maldad y perniciosa falsedad, y por -tanto, con justísima causa, no sólo parecer ante ellos para -con sus trabajos servirles, y rescibir dellos jornal, pero si para -hacelles fiestas y mil regalos los llamasen y rogasen, ántes -escogerian padecer cualesquiera penas y trabajos, y áun tanto -tiempo tratar con tigres, que conversarlos. Item, ¿qué ley -les mostraron que fuese conforme á la razon natural, por la -cual hobiesen sido convencidos y se cognosciesen obligados -á dejar sus casas, sus mujeres é hijos, y venir 50 y 100 leguas -á trabajar en lo que los españoles les mandasen, aunque les -quisiesen pagar su jornal? ¿por ventura, fueron las guerras -que les hizo el Almirante y su hermano, el Adelantado? ¿el -enviar los navíos á Castilla llenos de esclavos, prender y enviar<span class="pagenum"><a name="Page_62" id="Page_62">[62]</a></span> -en hierros á los dos mayores reyes desta isla, Caonabó, rey de -la Maguana, y Guarionex, de la Vega real, y ahogarse en las -naos? ¿ó los insultos y tiranías que hicieron en gran parte -desta isla Francisco Roldan y sus secuaces? Creo que no habrá -hombre sabio ni cristiano que ose afirmar, que á obra de -las dichas, á venir á trabajar en las obras y haciendas de -los españoles por su jornal, y mucho ménos, la ley natural -y divina los obligase. La misma falsedad contiene decir, -que no los podian haber para los doctrinar y traer á que se -convirtiesen á nuestra sancta fe católica, porque yo digo verdad, -y lo juro con verdad, que no hobo en aquellos tiempos -ni en otros muchos años despues, más cuidado y memoria -de los doctrinar y traer á nuestra fe ni que fuesen cristianos, -que si fueran yeguas, ó caballos ó algunas bestias otras -del campo. Dijeron más, que de allí resultaba que los españoles -no hallaban quien trabajase en sus granjerías, y les -ayudasen á sacar el oro que habia en esta isla, etc. Pudieron -responder los indios, que si habian ellos de llorar aquellos -duelos; que si granjerías querian que las trabajasen, y si ser -ricos de oro deseaban, que echasen mano á las herramientas -y lo cavasen y sacasen, y no quisiesen ellos ser los vagabundos -y ociosos y haraganes, lo que los indios no eran, pues no -comian sino del sudor de sus manos, y cumplian muy mejor -que ellos el segundo precepto que Dios puso á los hombres, y -así, caian en la culpa de que á los indios acusaban; y mayormente -eran ménos obligados á sacar el oro, que, con intolerables -trabajos, y con muerte de la gente, se sacaba, como -los españoles querian que los indios lo sacasen. Y tambien -aquí engañaron á los Reyes diciendo, que no les querian ayudar -á sacar el oro, como si ellos pusieran en algo la mano, -más de moler á palos, á azotes á los desventurados indios, -porque no se daban priesa y les sacaban tanto cuanto su cudicia -insaciable los instigaba. Y puesto que por razon de -para que se les predicara la fe, si tal intento y propósito acá -se tuviera, aunque los Reyes sin duda lo tenian, y de hecho -se les predicara y no los hobieran diminuido con las crueles<span class="pagenum"><a name="Page_63" id="Page_63">[63]</a></span> -guerras, y hecho daños tantos y tan irreparables, debieran de -contribuir con algo para ayuda á los gastos que los Reyes -hacian acá para que los españoles, no todos, sino cierto número, -que bastara, se sustentáran, no habia de ser esta contribucion -quitándoles su libertad, privando los señores naturales -de sus señoríos, desbaratándoles y desordenándoles toda -su órden, sus pueblos y manera de regirse y de vivir, entregándolos -á los españoles para que dellos se sirviesen absolutamente -en sus minas y granjerías, y esto todo en universal, -hombres y mujeres, mozos, niños y viejos, preñadas y -paridas, como si fueran atajos de vacas ó de ovejas, ó de otros -animales. Lo que en el caso propuesto arriba fueran obligados -á contribuir habia de ser cosa muy moderada, y que, sin -grandes angustias y peligros, ó daños de sus personas y casas, -y repúblicas les fuera posible, porque ellos no se disminuyeran, -y les fué onerosa y odiosa la fe. Pero porque la -entrada de los españoles en esta isla fué tan violenta y sangrienta, -y con tantos estragos, muertes y perdicion de tantas -gentes y con tan manifiestas injusticias, daños y agravios, que -nunca tuvieron reparacion, y con tan graves activos escándalos -de la fe, que fué el fin ó causa final de poder venir los -españoles á morar á estas tierras, nunca y en ningun tiempo -de todos los pasados, y hoy si fueran vivos, fueron ni fueran -obligados á dar, ni contribuir con un maravedí; y desto, tengo -por cierto que cualquiera persona, que alguna inteligencia -mediana tuviere de las reglas de la razon y ley natural, y -de la ley divina positiva, y áun de las leyes humanas, bien y -como deben ser entendidas, no dudará, sino que lo afirmará -y firmará. Quise poner aquí, á vueltas desta historia, estas razones, -porque son principios y fundamentos deste negocio, por -ignorancia de los cuales se han destruido todas estas Indias.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_64" id="Page_64">[64]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Agora será bien que declaremos, rescibida la letra é informacion -susodicha, y falsa, que el Comendador Mayor hizo á -los Reyes, ó quien quiera que haya sido el informador, qué fué -lo que la Reina sobre ello proveyó. ¡Oh, Reyes, y cuán fáciles -sois de engañar, debajo y con título de buenas obras, y de -buena razon, y cómo debríades de estar más recatados y -advertidos de lo que estais, y tan poco dejaros creer de los Ministros, -á quien los negocios árduos y gobernaciones confiais, -como de los demas! Porque, como vuestros reales oidos sean -simples y claros, de vuestra propia y real naturaleza ser -todos los otros hombres estimais, no temiendo que alguno os -pueda decir, como no la diríades, otra cosa sino verdad; -y por esto, ningun género de hombres hay que ménos la -oigan que vuestra excelencia real; desto se halla escrito en -la Escriptura sagrada, en el fin del libro de Ester, y tractaron -tambien dello los sabios. Respondió, pues, la reina Doña Isabel, -persuadida de las razones fingidas ya dichas, teniéndolas por -verdades, que, por cuanto ella deseaba, y pudiera decir que -era obligada, y en ello no le iba ménos que el alma, que los -indios se convirtiesen á nuestra sancta fe católica, y fuesen -doctrinados en las cosas della, y que porque aquesto se podria -mejor hacer comunicando los indios con los españoles, y tractando -con ellos, y ayudando los unos á los otros, para que la -Isla se labrase y poblase y aumentasen los frutos della, y se -cogiese el oro para que los reinos de Castilla, y los vecinos -dellos, fuesen aprovechados, por tanto, que mandaba dar -aquella su Carta en la dicha razon. Por lo cual mandaba al -Comendador Mayor, su Gobernador, que: «del dia que viese -aquella Carta en adelante, compeliese y apremiase á los indios<span class="pagenum"><a name="Page_65" id="Page_65">[65]</a></span> -que tratasen y conversasen con los españoles, y trabajasen -en sus edificios, en coger y sacar oro y otros metales, y en -hacer granjerías y mantenimientos para los cristianos, vecinos -y moradores de la isla, y que le hiciese pagar á cada uno, -el dia que trabajase, el jornal y mantenimiento, que, segun -la calidad de la tierra y de la persona y del oficio, le pareciese -que debia haber; mandando á cada Cacique que tuviese -cargo de cierto número de los indios, para que los hiciese ir -á trabajar donde fuese menester, y para que, las fiestas y dias -que pareciese, se juntasen á oir y ser doctrinados en las cosas -de la fe, en los lugares deputados, y para quel Cacique acudiese -con el número de indios que le señalase á la persona -ó personas que él nombrase, para que trabajasen en lo que -las tales personas mandasen, pagándoles el jornal que por él -fuese tasado, lo cual hiciesen y cumpliesen como personas -libres, como lo eran, y no como siervos; y que hiciese que fuesen -bien tratados, y los que dellos fuesen cristianos mejor -que los otros, y que no consintiese ni diese lugar que ninguna -persona les hiciese mal ni daño, ni otro desaguisado alguno, -y que los unos y los otros no hiciesen ende al, etc.» Todas estas -palabras son formales de la reina doña Isabel, de felice -memoria, en su Carta patente, que abajo á la letra se porná. -En todas las cuales, cierto, parece la intincion que al bien y -conversion destas gentes tenia, y tuvo hasta la muerte, como -pareció en su testamento, cuya cláusula, tocante á esto, abajo -se porná, y que si alguna cosa proveyó disconveniente al bien -dellas, fué por falsas informaciones, y tambien por la ignorancia -y error de los del Consejo que tuvo, los cuales debieran -considerar muchas cosas tocantes al derecho, pues lo profesaban, -y les daba de comer por letrados y no por gentiles -hombres ó por caballeros. Y despues, hartos años, conversé é -informé á algunos de los del Consejo, que firmaron esta Carta -patente de la Reina, y favorecieron en el contrario de lo que -habian firmado á los indios, entendiendo más el derecho y alcanzando -noticia del hecho. Ocho cosas, pues, parece pretender -la Reina en esta Patente, segun se colige della. La primera,<span class="pagenum"><a name="Page_66" id="Page_66">[66]</a></span> -que el fin principal que era obligada á pretender, pretendia, -y este mandaba, que el Gobernador pretendiese, conviene á -saber, la conversion y cristiandad destas gentes. Para lo cual -dijo: Primero, «y porque Nos deseamos que los dichos indios se -conviertan á nuestra sancta fe católica, y que sean doctrinados, -etc.», y luego añade: «y porque esto se podrá mejor -hacer, comunicando los indios con los cristanos, etc.»; por -manera, que todo lo que más ordenaba y mandaba que se -hiciese, habian de ser medios convenientes y proporcionados -para conseguir el dicho fin, y esto es regla natural y del mismo -derecho divino. Y en esta primera parte, donde dispuso -que los indios comunicasen con los cristianos, presupuso la -sancta Reina y los de su Consejo, que los que acá pasaban -eran cristianos, pero no lo fueron, porque si lo fueran, muy -bien, cierto, lo habia proveido Su Alteza; porque gran medio -y harto propincuo es, segun los santos, cuando viesen los gentiles -é infieles las obras cristianas de los cristianos, para -que, por ellas cognosciendo la limpieza, rectitud, blandura, -suavidad y sanctidad de la ley cristiana, se volviesen luego -á glorificar al dador della, Jesucristo, y, por consiguiente, no -tardarian en convertirse. Así lo testifica él mismo por Sant -Mateo en el cap. 5.º Pero como nuestros españoles, á estas -gentes, tantas injusticias y daños irreparables hiciesen, y con -tan malas y viciosas obras y tan contrarias á la ley de Cristo -viniesen, es verdad, cierto, que uno de los principales -humanos medios, que despues de la sancta doctrina, necesariamente -para la conversion y recibimiento de la católica -fe destas gentes se requiere, era y es que nunca uno -ni ninguno de nosotros congosciesen, conversasen ni viesen; -y esto bien claro y patente lo mostrará nuestra historia, -si el mismo Jesucristo, por cuya gloria todo esto se dice y -escribe, tiempo para la acabar nos concediere. Así que, la -cristianísima Reina se engañó, y los de su Consejo, creyendo -que la conversacion de los indios con los españoles, para su -conversion, era cosa conveniente. Lo segundo que pretendió la -Reina, fué que se mandase á cada señor y Cacique que señalase<span class="pagenum"><a name="Page_67" id="Page_67">[67]</a></span> -cierto número de gente para que fuesen á alquilarse y -ganar jornal, entendiendo en las haciendas y granjerías de los -españoles. Manifiesto es que la Reina entendió que aqueste -número no habian de ser todos cuantos vecinos habia en -un pueblo y pueblos, sino algunos, y aquellos los que pudiesen -trabajar y tuviesen oficio dello; y así, no viejos, ni -niños, ni mujeres, ni los señores y principales que eran entre -ellos, y que unos fuesen un tiempo, y otros en otro, y aquellos -venidos, fuesen otros; y que esto pretendiese la Reina, y -el Comendador Mayor lo debiese entender así es claro, porque, -si el contrario mandara, fuera mandamiento injusto y -contra ley natural, y por consiguiente, obligado era él por la -misma ley á no cumplillo. Lo tercero, que habia de tenerse -respeto á las necesidades de los mismos indios, y de sus -mujeres y hijos, y de sus casas y hacendejas, de que habian -de mantenerse y vivir. Item, que aquellos habian de ir á alquilarse -cerca, de donde pudiesen irse á las noches á sus casas -con sus mujeres é hijos, como lo hacen los que se alquilan -para trabajar en Castilla, y ninguno es compelido que vaya -á trabajar de una ciudad á otra; y, ya que á más se alongasen, -al ménos que no pasase la ausencia de sus casas de sábado -á sábado, aunque esto contenia no poca injusticia. Lo -cuarto, que aquellos alquilarse habia de ser no siempre, sino -en algun tiempo, como parece por aquella palabra de la -Reina: «y fagais pagar á cada uno el dia que trabajare, etc.»; -y esto habia de ser dulcemente inducidos, para que lo hiciesen -con alegría y voluntad, para que les fuesen ménos duros -los trabajos, y aunque la Reina decia, «los compelais», porque -fué dicho por la falsedad y testimonio que levantaron á -los indios, y le escribieron, que andaban ociosos y vagabundos, -siendo, como queda dicho, gran maldad. Lo quinto, que -los trabajos habian de ser moderados, y que ellos los pudiesen -sufrir, y los dias de trabajo, y no los domingos y fiestas; porque -aunque la Reina mandase que se alquilasen para ir á trabajar, -su intincion no era, ni debia, ni podia ser, que si los trabajos -eran táles y tan grandes, que les eran perniciosos y perecian<span class="pagenum"><a name="Page_68" id="Page_68">[68]</a></span> -con ellos, les forzasen á trabajarlos. Lo sexto, que el jornal que -se les habia de pagar, fuese conveniente y conforme á los trabajos, -para que de sus sudores y fatigas reportasen algun galardon, -para que se consolasen y proveyesen á sí y á sus mujeres -y hijos, y casas, recompensando con el jornal lo que -perdian por absentarse de sus casas, y dejar de hacer sus haciendas -y labranzas, de donde habian, á sí y á los suyos, de -mantener. Lo sétimo, que los indios eran libres, y que aquello -hiciesen como personas libres que eran, y no como siervos que -no eran, y que fuesen bien tractados, y no consintiese que les -fuese hecho agravio alguno, y debajo de esta libertad, es claro -que se entendia que se alquilasen como lo suelen hacer las personas -libres en nuestra Castilla, que tienen libertad para primero -proveer y ocurrir á las necesidades de sus casas y haciendas, -y por irse á alquilar no desmamparan sus mujeres, si -las tienen malas, y otros muchos inconvenientes, como, cuando -están cansados, descansar, y cuando enfermos, curarse, porque -de otra manera, ¿qué les prestaria su libertad, si teniendo los -dichos y otros impedimentos, á alquilarse los forzasen, que áun -á los esclavos no se puede, sin gravísimo pecado, tal compulsion -hacer? Lo octavo, que se colige y debe colegirse y entenderse, -que la Reina pretendia por la dicha su Carta patente, es, que -aquella órden y manera que mandaba, que se pusiese (la cual -sólo estribaba en la falsa relacion que se le habia hecho), era -imposible á los indios, y tan perniciosa, que no podia estar ni -sufrirse sin destruccion y total acabamiento dellos, que por -dar oro á los españoles no la habia el Comendador Mayor de -sustentar, ni consentir que un sólo dia en tal opresion ni captiverio -estuviesen, porque no era tal su intencion, y, aunque -lo fuera y mandara, él, en aquello, no la habia de obedecer, -ni mandar cumplir; cuanto más que es manifiesto, que si la -Reina supiera la calidad de la tierra, y la fragilidad y pobreza -y mansedumbre, y bondad de los indios, y la gravedad y -dureza de los trabajos, y la dificultad con que se sacaba el -oro, y la vida amarga, triste y desesperada que les sucedió, -por la cual muriendo vivian, y, finalmente, la imposibilidad<span class="pagenum"><a name="Page_69" id="Page_69">[69]</a></span> -de vivir, y de no perecer todos como perecieron, sin fé y sin -sacramentos, nunca tal le mandara ni cometiera, porque ni -tenia poder para se lo cometer y mandar; y que si alcanzara -á saber que la dicha manera que habia puesto el Comendador -Mayor, era á los indios tan perniciosa, ¿quién podrá dudar -que no la abominara y detestara? Mas por la infelicidad de -los indios, despachada esta Carta en fin del año de 503, porque -fué á 20 de Diciembre, luégo desde á pocos meses murió, -y así quedaron de todo auxilio y remedio humano desmamparados, -como parecerá.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_70" id="Page_70">[70]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Dicha la sustancia de la Carta de la reina doña Isabel, dirigida -al Comendador Mayor, sobre la órden que habia de -tener, si órden fuera, en hacer á los indios trabajar, fundada -sobre la falsa informacion que se le habia escrito, y declaradas -las ocho partes que la carta contenia, y que la Reina pretendia -que se pusiesen en ejecucion, será bien consiguientemente -dar noticia cómo el dicho Comendador Mayor entendió la -Carta, ó al ménos, si no la entendió, cómo la ejecutó. Cuanto, -pues, á lo primero y principal que la Reina pretendia, y era -obligada pretender por fin, conviene á saber, la instruccion, -doctrina y conversion de los indios, ya dije arriba, -y torno á decir y afirmar con verdad, que por todo el tiempo -que el Comendador Mayor esta isla gobernó, que fueron -cerca de nueve años, no se tuvo más cuidado de la doctrina -y salvacion dellos, ni se puso más por obra, ni hobo más -memoria ni cuenta della ni con ella, que si los indios fueran -palos, ó piedras, ó gatos, ó perros, y esto no sólo por el -mismo Gobernador, y á los que dió los indios que les sirviesen, -pero ni por los religiosos de Sant Francisco, que con él vinieron, -que eran buenas personas, los cuales, cerca dello, ninguna -cosa hicieron ni pretendieron, sino vivir en su casa, la -desta ciudad, y otra que hicieron en la Vega, religiosamente. -Sólo esto ví que hicieron, conviene á saber, que pidieron licencia -para tener en sus casas algunos muchachos, hijos de algunos -Caciques, pero pocos, dos, ó tres, ó cuatro, y así, á los -cuales enseñaron á leer y escribir, pero no sé que más con ellos -de la doctrina cristiana y buenas costumbres aprendieron, mas -de dalles muy buen ejemplo, porque eran buenos y vivian -bien. Cuanto á lo segundo, que fué que señalase cierto número<span class="pagenum"><a name="Page_71" id="Page_71">[71]</a></span> -de gente á cada Cacique, etc., deshizo los grandes y -muchos pueblos que habia en esta isla, y da á cada español de -los que él quiso, á uno 50, y á otro 100, y á otro más y á -otro ménos, segun la gracia que cada uno alcanzaba con -él; y en este número entraban niños y viejos, y mujeres preñadas -y paridas, hombres principales y plebeyos, y los mismos -señores y Reyes naturales de los pueblos y de la tierra. -Este repartir entre los españoles los indios, vecinos y moradores -de los pueblos, llamó y llamaron el repartimiento. Dió -tambien al Rey su repartimiento en cada villa, como á un -vecino que hacia sus labranzas y granjerías, y cogia oro para -el Rey; y porque de cada pueblo de indios se hacian muchos -repartimientos, dando á cada español cierto número, como -es dicho, dellos, con el uno dellos asignaba que fuese el señor -ó Cacique, y este daba al español á quien él más honrar -y aprovechar queria; á los cuales daba una Cédula de su repartimiento, -que rezaba desta manera: «A vos, fulano, se os -encomiendan en el Cacique fulano, 50 ó 100 indios, para que -os sirvais dellos, y enseñaldes las cosas de nuestra sancta fe -católica.» Item, decia otra: «A vos, fulano, se os encomiendan -en el Cacique fulano, 50 ó 100 indios, con la persona -del Cacique, para que os sirvais dellos en vuestras -granjerías y minas, y enseñaldes las cosas de nuestra sancta -fe católica,» y así todos cuantos habia en el pueblo, por manera, -que á todos, chicos y grandes, niños y viejos, hombres, -y mujeres preñadas y paridas, señores y vasallos, principales -y plebeyos, condenaba absolutamente á servidumbre, donde -al cabo, como se verá, morian. Esta fué la libertad, que de -su repartimiento consiguieron. Cuanto á lo tercero, que debiera -tener respeto á las grandes necesidades de las mujeres -y hijos, y á que se ayuntaran cada noche, ó al ménos cada sábado, -aunque esto era injusto, como dijimos, consintió que -llevasen los españoles á los maridos á sacar oro, 10, y 20, -y 30, y 40, y 80 leguas, cierto, y las mujeres quedaban -en las estancias ó granjas, trabajando en las labores de -la tierra, cavando, no con azadas, ni arando con bueyes,<span class="pagenum"><a name="Page_72" id="Page_72">[72]</a></span> -sino, con unos palos tostados, rompiendo la tierra, y -sudando, en trabajos que no son iguales, con mucho, á -los mayores que los cavadores trabajan en Castilla. Estos -eran, hacer unos montones para el pan que se come; y esto, -es alzar de la tierra que cavan, cuatro palmos en alto, y doce -piés en cuadro, y destos hacer diez y doce mil juntos, que -gigantes se molieran; y otros oficios y trabajos no menores, ó -poco ménos que estos, cualesquiera que vian los españoles -serles más provechosos para sacar dineros. Por manera, que no -se juntaba el marido con la mujer, ni se vian en ocho ni en -diez meses, ni en un año; y cuando al cabo deste tiempo se -venian á juntar, venian de las hambres y trabajos tan cansados -y tan desechos, tan molidos y sin fuerzas, y ellas, que no -estaban acá ménos, que poco cuidado habia de comunicarse -maridalmente; desta manera, cesó en ellos la generacion. Las -criaturas nacidas, chiquitas perecian, porque las madres, con -el trabajo y hambre, no tenian leche en las tetas; por cuya -causa murieron en la isla de Cuba, estando yo presente, 7.000 -niños en obra de tres meses; algunas madres ahogaban de desesperadas -las criaturas; otras, sintiéndose preñadas, tomaban -hierbas para malparir, con que las echaban muertas. Por manera, -que los maridos morian en las minas, y las mujeres en las -granjas, con los trabajos dellas, y las criaturas nascidas por se -les secar la leche, y cesando la generacion para las por nacer, -de necesidad habian, como perecieron todos, en breve de perecer, -y así se despobló esta tan grande, y poderosa y fertilísima, -aunque desdichada isla. Y es aquí de considerar, que -si en todo el mundo las dichas causas hobieran concurrido, si -haberse todo evacuado de todo el linaje humano, en tan breves -dias, fuera maravilla. Cuanto á la cuarta, que habia de -ser el alquilarse algun tiempo, y no siempre, é inducidos con -dulzura y piedad, etc; diólos el Comendador para que contínuamente -trabajasen sin darles descanso alguno, como parece -por la Cédula del repartimiento, y si alguna limitacion despues -puso, de que yo, cierto, no me acuerdo, al ménos esto es -cierto, que se les daba por resuello, y que muchos y los más<span class="pagenum"><a name="Page_73" id="Page_73">[73]</a></span> -servian y trabajaban en aquel tiempo, contínuamente; y, sobre -los trabajos importables, permitió ponellos y mandallos -unos verdugos españoles crueles, á los que andaban en las -minas, unos llamados mineros, y á los que andaban y trabajaban -en las granjas ó estancias, estancieros. Estos, tratábanlos -con tanto rigor y austeridad, y por modo tan inhumano, -que no parecia sino que eran los ministros del infierno, que -de dia ni de noche no dan de holganza un momento. Dábanles -de palos ó varazos, de bofetadas, de azotes, de puntilladas, -nunca oyendo dellos otra más dulce palabra que perros, y -porque por las continuas impiedades y aspereza de los malos -tractamientos de los estancieros y mineros, y por los trabajos -continuos, no tolerables, que sin resollar sufrian, y con tener -por cierto que nunca dellos habian de salir, sino en ellos de -morir, como vian que sus vecinos y compañeros morian, que -es lo que á los dañados en el infierno hace desesperar, íbanse -huyendo por los montes á esconder, criaron ciertos alguaciles -del campo, que los iban á montear y á traellos. Y en las -villas y lugares de los españoles, señaló y crió el Comendador -Mayor un vecino, el más honrado y caballero del pueblo, al -cual puso nombre Visitador, y á quien, por sólo el oficio, como -por salario, sin el repartimiento que le habia cabido de indios, -le daba otros cien indios, que como los otros le sirviesen. -Estos eran los verdugos mayores ordinarios, y así, como -más honrados en el pueblo, tanto más que los otros eran crueles. -Ante estos presentaban los alguaciles del campo á los desventurados -indios huidos que de los montes traian; iba el -acusador luego allí, y este era el que los tenia en repartimiento, -y les habian dado por piadoso maestro, y acusábalos -diciendo, que aquel indio ó indios era ó eran unos perros que -no le querian servir, y que cada dia se le iban de puro bellacos -haraganes, que los castigase bien. Luego el Visitador los -hacia amarrar á un poste, y él mismo, por sus propias manos, -como el más honrado, tomaba un rebenque de marineros alquitranado, -que llaman en las galeras anguilla, el cual es -como una verga de hierro, y dábale tantos de azotes y tan crueles<span class="pagenum"><a name="Page_74" id="Page_74">[74]</a></span> -al cuerpo desnudo, flaco, en los huesos, hambriento, hasta -que por muchas partes le reventaba la sangre y lo dejaba por -muerto, con protestacion y amenazas, que, si otra vez se huia, -que habia de hacer y acontecer. Nuestros ojos vieron algunas -veces muchas y grandes inhumanidades destas, y Dios es -testigo, que tantas fueron las que cometian y cometieron en -aquellos corderos, que, por mucho que dellas se diga, no pueden -ser, de muchas partes una, encarecidas. Cuanto á lo -quinto, que habian de ser los trabajos moderados, etc.; estos -eran sacar oro, el cual es tal, que há menester para sacallo de -las entrañas de la tierra, ser los hombres de hierro, porque -se trastornan las sierras, lo de abajo arriba y de arriba abajo, -mil veces, cavando, y quebrando peñas y meneando piedras, -y para lavallo en los rios llevan la tierra acuestas, y allí están -los lavadores siempre metidos en el agua, y corvados los lomos, -que se quiebran por el cuerpo, y cuando la mina hace -agua, sobre todos los trabajos es, con los brazos y ciertas gamellas, -de abajo arriba, echalla fuera; y finalmente, para conjeturar -y entender qué trabajo es coger oro y plata, débese -considerar, que los gentiles la mayor pena que daban á los -mártires, despues de la muerte, era condenallos para sacar los -metales. Y los reyes de Egipto no echaban en las minas á -sacar oro sino á los condenados por sus delitos, y á los que -captivaban en las guerras ó á los que levantaban algun grave -testimonio, ó á los que, por algun de servicio, incurrian en la -ira del Rey, y tal era el trabajo, que, porque no se huyesen, -les echaba prisiones, y era grande el número de la gente -que en ello ocupaban, á los cuales, sin descanso alguno, -dias y noches, forzaban á trabajar, con injurias, azotes y palos. -Todo esto dice Diodoro, lib. IV, cap. 2.º: <i>Egipti enim Reges, -crimine damnatos omnes ac ex hostibus captos, insuper ob aliquam -falsam calumniam aut Regum iram in carcerem detrusos, -aura defodiendo deputant simul sumpta facinorum pena e magno -quæstu ex eorum labore percepto: illi compedibus vincti magnus -hominum numerus absque ulla intermissione, die nocteque -exercentur nulla neque requie concessa, omnique ablata fugiendi<span class="pagenum"><a name="Page_75" id="Page_75">[75]</a></span> -facultate</i>, Y más abajo: <i>Ab hoc labore nunque conquiescunt, contumeliis -verberibusque ad continuum opus coacti</i>, etc. Tambien -dice allí que les ponian propósitos, que debian ser los verdugos, -como acá dijimos, de los mineros; y, en el lib. VI, -cap. 9.º, el mismo Diodoro, del trabajo que es sacar oro nos -trae otros testigos, á nosotros los españoles, más cercanos, y -estos son la misma gente de España. Cuenta que los romanos, -despues de haber sojuzgado á España, compraban muchos esclavos, -y de creer es que debian ser dellos algunos españoles, -y quizá todos, y que los enviaban y tenian en las minas, -y que era increible la riqueza que sacaban para sus señores, -aunque con grandes angustias y calamidad suyas; porque de -dia y de noche los constreñian á que cavasen, y que muchos, -por el excesivo trabajo, perecian, como quiera que ninguna -holganza les diesen ni tiempo para que resollasen, ántes, con -azotes, á que de contino estuviesen en la obra eran forzados; -los cuales, raro, podian vivir mucho, sino eran los muy robustos -de fuerzas y vigor de ánimo; aquestos más tiempo duraban -en esta calamidad, y á los tales, por la grandeza y -gravedad de la miseria que padecian, más deseada era la -muerte que la vida. <i>Verum cum die noctuque in labore perseverent -multi ex nimio labore moriuntur: cum nulla eis ab -opere detur requies aut laboris intermissio, sed verberibus ad -continuum opus coacti, raro diutius vivunt. Robustiori quidam -corporis et animi vigore, plurimum temporis in ea versantur calamitate, -quibus tamen ob miseriæ magnitudinem mors est vita -optabilior</i>, etc. Todo esto es de Diodoro, y lo que más se ha -dicho en romance. Por lo dicho parece que de naturaleza le -debe ser al oro apropiado morir los hombres del trabajo que -generalmente hay en sacallo, y ser tanto, que precian más la -muerte que la vida por no pasallo; y por consiguiente, queda -probado, que no son imposibles las calamidades, que, padecer -los indios en sacallo, contamos; y plugiera á Dios que -no fueran necesarias, pues, en verdad, son pasadas y pasan hoy -donde quiera que los españoles con indios el oro sacan.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_76" id="Page_76">[76]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XIV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="pch">En el cual se prosiguen la quinta y las otras tres partes de la carta de la Reina, de que -mal usó el Comendador Mayor, en perdicion de los indios.</p> - -<p class="p2">Duraban en las minas y en los trabajos dellas, al principio, -seis meses; despues ordenaron que ocho, que llamaban -una demora, hasta el tiempo que traian todo el oro cogido á -la fundicion, y, fundido, tomase el Rey su parte, y daban al -que tenia repartimiento lo demas, puesto que, por muchos -años, nunca entraba en su poder ni áun un castellano, porque -todo lo debia á mercaderes ó á otros acreedores, y, con -cuantas angustias y tormentos á los indios, por sacar aquel -infernal oro, causaba, Dios se lo consumia todo, y nunca hombre -dellos medraba. En el tiempo que habia fundicion, les daban -licencia que se fuesen á sus pueblos, los que los tenian -á dos, y á tres, y á cuatro jornadas. ¡Bien se puede juzgar -cuáles llegarian, y qué descanso hallarian en sus casas, habiendo -estado ocho meses fuera dellas, dejando sus mujeres -y hijos desmamparados, si quizá no las habian llevado tambien -á los trabajos, y tornaban juntos maridos y mujeres, á -llorar su vida desventurada! ¿Qué refrigerio hallarian, habiendo -de ir á buscar de comer y trabajar en sus hacendejas, -que hallaban hechas heriazos y llenas de hierba, y faltándoles -todo consuelo y recaudo? Los que de 40 ó 50 y 80 leguas habian -venido, nunca tornaban á sus casas de 100, 10, sino -que en las minas y en los otros trabajos, hasta que morian -estaban. Muchos de los españoles no tenian escrúpulo alguno -de, domingos y fiestas, trabajallos, y cuando ménos los trabajaban, -era que no sacasen aquel dia oro, sino en otras cosas, -que no faltaban, como hacer las casas ó remendallas de paja,<span class="pagenum"><a name="Page_77" id="Page_77">[77]</a></span> -y traer leña, y otras mil semejantes en que los ocupaban; la -comida que para sufrir tantos y tales trabajos les daban, era -pan caçabí, el cual, puesto que con harta carne y otras cosas -se pueden pasar bien los hombres, pero para sin carne ó -pescado, y manjar otro que le acompañe, tiene poca sustancia. -Así que su comida era de aquel pan caçabí, y mataba -el minero un puerco cada semana; comíase él los dos cuartos -y más, y, para 30 y 40 indios, echaba de los otros dos cuartos -cada dia á cocer un pedazo, y repartia entre los indios á -cada uno una tajadilla, que seria como una nuez, y con aquella, -gastándola toda emplingando el caçabí, y con sopear en -el caldo, se pasaban; y es verdad, que estando el minero comiendo, -estaban los indios debajo la mesa, como suelen estar -los perros y los gatos, para, en cayéndose el hueso, arrebatallo, -el cual chupaban primero, y, despues de bien chupado, -entre dos piedras lo majaban, y lo que dél podian gozar con -el caçabí lo comian, y así de todo el hueso no perdian nada; -y esta tajadilla de puerco, y los huesos dél, no lo alcanzaban -sino solamente los indios que en las minas á sacar oro andaban, -porque los de las estancias que cavaban y tenian otros -grandes trabajos, en su vida, mujeres ni hombres, nunca supieron, -despues de entregados á los españoles, qué cosa fuese -carne, más del caçabí y otras raíces. Personas hobo en la isla -de Cuba (porque si tratando della se me olvidare), que no -teniendo, por su avaricia, qué dar de comer á los indios que -les hacian las labranzas, los enviaban á pacer al campo y á -los montes las frutas de los árboles que habia, dos y tres dias, -y con lo que traian en los vientres, les hacian trabajar otros -dos ó tres dias sin comer otro bocado; y desta manera hizo -uno una labranza que le valió 500 y 600 pesos de oro ó castellanos, -y esto, él mismo por su boca, en presencia de mí y -de otros, lo contó por industriosa hazaña. Cuanto á lo sexto, -que era que el jornal fuese conforme á los trabajos, etc., -mandó el Comendador Mayor que les pagasen por jornal, por -la vida y trabajos y servicios que padecian y hacian que de -suso se han referido, no sé si podrá ser creido, pero yo digo<span class="pagenum"><a name="Page_78" id="Page_78">[78]</a></span> -verdad, y así lo afirmo, que les mandó dar tres blancas en -dos dias, y áun no fué tanto, sino media blanca ménos, porque -cada año ordenó que á cada un indio se diese medio peso -de oro, que son 225 maravedís, y estos que se los pagasen -en lo que bastase á comprar cosillas de Castilla, que los indios -llamaban cacóna, la media sílaba luenga, que quiere decir -galardon. Destos 225 maravedís, se podia comprar hasta un -peine y un espejuelo, y una sartilla de cuentas verdes ó azules, -y es tambien cierto que muchos años pasaron, que ni áun -esto no les pagaban; y poco hacian á su bien ni á la mitigacion -de sus angustias, y hambres, y calamidades; las cuales -eran tantas, que ni ellos se dieran ni daban nada por ello, -porque todos sus deseos no subian más de comer y verse hartos, -porque siempre rabiaban de hambre, y de cómo saldrian -de vida tan desesperada. Este fué, pues, el premio y jornal -que por tan grandes trabajos y daños (que no eran ménos -que perder los cuerpos y las ánimas), les mandó pagar, conviene -á saber, por dos dias, áun no tres blancas; despues el -tiempo andando, á cabo de muchos años, se les aumentó el -jornal hasta un peso de oro, por ciertas leyes que hicieron -hacer al rey D. Hernando, como, si Dios quisiere, se dirá, que -no es otro, que el dicho, menor escarnio. Cuanto á lo sétimo, -que la Reina pretendia, conviene á saber, que todo aquello -cumpliesen los indios, como personas libres que eran, y que -no consintiese hacerles daño ni agravio alguno, y que tuviesen -libertad para entender en sus haciendas, y descansar, -y curarse, etc., bien claro ha parecido, segun creo, por lo dicho, -como totalmente les quitó su libertad y consintió ponellos -en la más áspera, y fiera, y horrible servidumbre y captiverio, -que ninguno puede entender sino la viera por sus ojos, -no siendo libres para cosa desta vida; y áun las bestias suelen -tener libertad algunos tiempos para ir á pacer al campo, -y nuestros españoles no daban para esto, ni para otra cosa, -lugar á los indios miserandos, y así, los dió, en la realidad -de la verdad, perpétuamente por esclavos, pues nunca tuvieron -libre voluntad para hacer de sí nada ó algo, sino donde<span class="pagenum"><a name="Page_79" id="Page_79">[79]</a></span> -la crueldad y cudicia de los españoles queria echarlos, no -como á hombres captivos, sino como bestias, que sus dueños, -para lo que quieren hacer dellas, las tienen atadas. Cuando algunas -veces los dejaban ir á su tierra á descansar, no hallaban -vivas á sus mujeres ni hijos, ni hacienda alguna de que comiesen, -como se dijo, por no se las dejar labrar; y así, no tenian -otro remedio sino buscar raíces ó hierbas del monte y del campo, -y en el campo morir. Si enfermaban, que era frecuentísimo -en ellos, por los muchos y graves, y no acostumbrados trabajos, -y por ser de naturaleza delicadísimos, no los creian, y sin -alguna misericordia los llamaban perros, y que de haraganes lo -hacian por no trabajar, y, con estos ultrajes, no faltaban coces -y palos; y desque vian crecer el mal ó enfermedad, y que no -se podian aprovechar dellos, dábanles licencia que se fuesen -á sus tierras, 20, y 30, y 50, y 80 leguas distantes, y para el -camino, dábanles algunas raíces de ajes y algun caçabí. Los -tristes íbanse, y al primer arroyo caian, donde morian desesperados; -otros iban más adelante, y, finalmente, muy pocos, de -muchos, á sus tierras llegaban, y yo topé algunos muertos -por los caminos, y otros debajo de los árboles boqueando, y -otros con el dolor de la muerte dando gemidos, y, como podian, -diciendo «¡hambre! ¡hambre!», y esta fué la libertad y -los buenos tractamientos y cristiandad, y el no recibir agravios -ni daños, que estas gentes con la gobernacion y órden -que puso el Comendador Mayor, cobraron. Cuanto á la octava -y final parte de la Carta de la reina doña Isabel, y que por ella -mostraba pretender, conviene á saber, que los indios comunicasen -con los españoles para que fuesen doctrinados y cristianos, -y por medio daba que los Caciques señalasen cierto número -de gente para que se alquilasen, en sí era difícil ó imposible -y no proporcionada á que los indios fuesen cristianos, -ántes les era perniciosa y mortífera, y se convertia en total -destruccion de los indios; manifiesto es que no se le daba -poder ni se le podia dar, porque la Reina no lo tenia para -destruccion, sino para edificacion destas gentes, y esto habia -el Comendador Mayor de considerar. Item, debiera tambien<span class="pagenum"><a name="Page_80" id="Page_80">[80]</a></span> -mirar, que si la Reina estuviera presente para que le constara -tanto mal, no habia duda sino que aquella órden la prohibiera -y abominara. Cosa fué maravillosa en aqueste tan prudente -caballero, que cada demora que era de ocho á ocho meses, y -fué de año á año cuando se hacian las fundiciones del oro, morian -gran multitud de gente con aquellos trabajos, y no cognosciese -que la órden y gobernacion que cuanto á los indios -habia puesto era mortífera pestilencia, que con vehemencia -estas gentes consumia y asolaba, y que nunca la revocase y -enmendase, por lo cual no pudo él ignorar que no fuese pésimo -é inícuo todo lo que habia en esto constituido y ordenado, -y, por consiguiente, ni ante Dios ni ante los Reyes era -excusado. Ante Dios, porque lo que constituyó era de sí malo -y contra la ley divina y natural, poner en áspera servidumbre -y captiverio y perdicion á hombres racionales libres, cuanto -más que via por experiencia, que de la perdicion dellos, aquella -desórden era la causa; ante los Reyes, porque totalmente -salió y excedió, haciendo todo el contrario de lo que por la -Reina le era mandado. La enmienda que desta perdicion hacia, -es la siguiente: como via que las gentes se apocaban, matando -en las minas y estancias, cada demora ó cada año, cada español -los de su repartimiento, la mitad ó alguna buena parte, y -los mismos españoles, tambien, viendo que se les disminuian -los indios y acababan, no teniendo confusion de sus pecados, -se lo suplicaban, tornaba á echar todos los indios que habia en -la isla, como dicen, en la baraja, y esto era hacer nuevo repartimiento, -en el cual rehacia el número de los que habian -muerto, que primero les habia dado, y esto á los españoles -más principales y dél más favorecidos; y, porque no habia -para todos de aquel paño, dejaba á muchos que no tenian tanto -favor sin repartimiento y sin dalles algo, y desta manera, -cuasi cada dos ó tres años, los repartimientos remendaba ó -renovaba. Y porque despachada esta Carta real, la Reina, -como se dijo, murió luego, no supo de esta cruel perdicion -nada. Sucedió luego venir á reinar el rey D. Felipe y la reina -Doña Juana, y ántes que cosa de las Indias entendiese, murió<span class="pagenum"><a name="Page_81" id="Page_81">[81]</a></span> -el rey D. Felipe, por cuya muerte estuvo el reino de Castilla -sin Rey presente, dos años; y así se entabló y calló la diminucion -y perdicion destas gentes miserables. Despues desto, -vino á gobernar los reinos el rey católico D. Hernando, al -cual, ó se le encubrió, ó no se le encareció como debiera, y -áun porque pocas veces, ó ninguna, desto se le dijo verdad, -pasaron ocho años, muy poco ménos, que gobernó el dicho -Comendador Mayor, en los cuales se entabló y echó sus raíces -esta pestilente desórden, sin haber hombre que en ella hablase -ni mirase, ni pensase, y así se fueron consumiendo las -multitudes de vecinos y gentes que habia en esta isla, que, segun -el Almirante escribió á los Reyes, eran sin número, como -arriba en el primero libro queda ya dicho, y en tiempo de los -dichos ocho años de aquel gobierno, perecieron más de las -nueve, de diez partes. De aquí pasó esta red barradera á la -isla de Sant Juan y á la de Jamáica, y despues á la de Cuba, -y despues á la tierra firme, y así cundió y inficionó y asoló -todo este orbe, como parecerá, placiendo á Dios, en sus lugares. -Por manera, que del asiento y desórden que aquel Comendador -Mayor de Alcántara hizo y asentó en esta isla, repartiendo -los indios entre los españoles de la manera dicha, por ilusion, -cierto, y arte diabólica, procedió la perdicion y acabamiento -tan violento vehementísimo, que ha yermado y consumido, en -estas Indias, la mayor parte del linaje humano que en ellas -estaba y hallamos.</p> - -<p>«La Reina: Doña Isabel, por la gracia de Dios, reina de -Castilla, de Leon etc.: Por cuanto el Rey, mi señor, é yo, -por la Instruccion que mandamos dar á don frey Nicolás de -Ovando, comendador mayor de Alcántara, al tiempo que fué -por nuestro Gobernador á las islas y tierra firme del mar -Océano, hobimos mandado que los indios vecinos y moradores -de la isla Española fuesen libres y no subjetos á servidumbre, -segun más largamente en la dicha Instruccion se -contiene, y agora soy informada que, á causa de la mucha -libertad que los dichos indios tienen, huyen y se apartan de -la conversacion y comunicacion de los cristianos, por manera<span class="pagenum"><a name="Page_82" id="Page_82">[82]</a></span> -que, áun queriéndoles pagar sus jornales, no quieren trabajar -y andan vagabundos, ni ménos los pueden haber para los -doctrinar y traer á que se conviertan á nuestra sancta fe católica, -y que, á esta causa, los cristianos que están en la dicha -isla, y viven y moran en ella, no hallan quien trabaje en sus -granjerías y mantenimientos, ni les ayudan á sacar ni coger -el oro que hay en la dicha isla, de que á los unos y á los -otros viene perjuicio; y porque Nos deseamos que los dichos -indios se conviertan á nuestra sancta fe católica, y que sean -doctrinados en las cosas della, y porque esto se podria mejor -facer comunicando los dichos indios con los cristianos que en -la dicha isla están, y andando tratando con ellos, y ayudando -los unos á los otros, para que la dicha isla se labre, y pueble, -y aumenten los frutos della, y se coja el oro que en ella hobiere, -para que estos mis reinos, y los vecinos dellos, sean -aprovechados, mandé dar esta mi Carta, en la dicha razon: -por la cual mando á vos, el dicho nuestro Gobernador, que, -del dia que esta mi Carta viéredes en adelante, compelais y -apremieis á los dichos indios, que traten y conversen con los -cristianos de la dicha isla y trabajen en sus edificios, en coger -y sacar oro y otros metales, y en facer granjerías y mantenimientos -para los cristianos vecinos y moradores de la dicha -isla, y fagais pagar á cada uno, el dia que trabajare, el jornal -y mantenimiento, que, segun la calidad de la tierra, y de -la persona, y del oficio, vos pareciere que debieren haber, -mandando á cada Cacique que tenga cargo de cierto número -de los dichos indios, para que los haga ir á trabajar donde -fuere menester, y para que, las fiestas y dias que pareciere, -se junten á oir y ser doctrinados en las cosas de la fe, en los -lugares deputados para que cada Cacique acuda con el número -de indios que vos les señaláredes, á la persona ó personas -que vos nombráredes para que trabajen en lo que las tales -personas les mandaren, pagándoles el jornal que por vos fuere -tasado, lo cual hagan é cumplan como personas libres, como -lo son, y no como siervos; é faced que sean bien tratados los -dichos indios, é los que dellos fueren cristianos mejor que los<span class="pagenum"><a name="Page_83" id="Page_83">[83]</a></span> -otros, é non consintades ni dedes lugar que ninguna persona -les haga mal ni daño, ni otro desaguisado alguno, é los unos -ni los otros no fagades nin fagan ende al, por alguna manera, -so pena de la mi merced, y de 10.000 maravedís para la mi Cámara, -á cada uno que lo contrario ficiere; y demás mando al -home que les esta mi Carta mostrare, que los emplacen y parezcan -ante Mí en la mi corte, do quier que yo sea, del dia que -los emplazaren, fasta quince dias primeros siguientes, so la -dicha pena, so la cual mando á cualquier Escribano público -que para esto fuere llamado, que de, ende, al que se la notificare -testimonio sinado con su sino, porque yo sepa cómo se -cumple mi mandado. Dada en la villa de Medina del Campo, -á 20 días del mes de Diciembre, año del nascimiento de Nuestro -Señor Jesucristo de 1503 años.—Yo la Reina.—Yo Gaspar -de Gricio, Secretario del Rey y de la Reina, nuestros señores, -la fice escrebir por su mandado de la Reina, nuestra señora.» -Y en las espaldas de la dicha Carta está escripto y firmado lo -siguiente: «<i>Jo. Eps. Cartha. Franciscus, licenciatus. Jo. licenciatus, -Fidus Tello, licenciatus, Licenciatus Caravajal, Licenciatus -de Santiago</i>. Registrada: <i>Licenciatus Polanco</i>. Francisco -Diaz, Chanciller.»</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_84" id="Page_84">[84]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Dada cuenta de dónde y cómo y cuándo tuvo principio -abierto y formal el repartimiento de los indios á los españoles, -y quién fué el que con solemnidad y autoridad, aunque propia -y no de los Reyes, le dió nombre, que tanto despues fué por -todas estas Indias celebrado, y que ha sido causa de su despoblacion -y destruicion de las gentes, naturales dellas, como si -place á Dios se verá, lo que viene luego de aquel tiempo que -deba contar la historia, que fué pocos meses más ó pocos ménos, -contemporáneo, es la guerra que se tornó á hacer contra los indios -de la provincia de Higuey; aquella provincia, que, cuando -llegamos con el Comendador Mayor, estaba agraviada por haber -muerto al señor de la isleta de Saona, y, segun la estima -de los españoles, estaba alzada y rebelada, contra la cual se -hizo la guerra, que arriba en el cap. 8.º hicimos mencion. -Esta se movió por esta ocasion: ya dijimos, dónde arriba, que -el fin de la primera fué con cierto asiento que hizo Juan de -Esquivel, Capitan general, y los otros Capitanes, con aquella -gente de la provincia, que hiciesen ciertas labranzas de pan -para el Rey, que era lo que entónces mucho valia, y áun -siempre ha sido la principal riqueza desta isla, y que no vernian -á esta ciudad de Sancto Domingo á hacer algun servicio, -ni saliesen de su tierra; porque esto es y ha sido de los indios -en todas partes siempre aborrecido y temido. Dijimos tambien -como habia quedado allí, en una fortaleza de madera, por Capitan, -un hombre llamado Martin de Villaman, con nueve -otros españoles. Este, segun dije, y los que con él quedaron, -como estaban bien vezados á tener en poco los indios, y mandarlos -con austeridad y potencia, forzábanlos á traer el pan -que habian sembrado para el Rey, á esta ciudad; ó á que viniesen<span class="pagenum"><a name="Page_85" id="Page_85">[85]</a></span> -á hacer acá alguna labranza, y, lo que yo tengo por -cierto, por la luenga y contínua experiencia que tengo, y no -hay hombre en todas las Indias que esto no sepa ni lo niegue, -por las grandes importunidades y rigurosos malos tratamientos -que les hacian, tomándoles las hijas ó parientas, y quizá -las mujeres, porque esto es lo primero y que más en poco se -tiene por los nuestros en estas tierras, finalmente, por lo uno -y por lo otro, ó por todo, no pudiéndolos sufrir, juntóse -mucha gente, y vinieron sobre ellos y matáronlos, y quemaron -la fortaleza. Pienso, si no me he olvidado, que escapó, -de los nueve, uno, que trujo las nuevas dello á esta ciudad -de Sancto Domingo. Sabido por el Comendador Mayor, -manda apregonar la guerra contra los de aquella provincia, á -fuego y á sangre; mandó apercibir toda la gente que se pudo -sacar de las villas de los españoles, instituyó por Capitan general, -y por Capitan de la gente de la villa de Santiago, juntamente, -al ya nombrado caballero Juan de Esquivel. Desta -ciudad fué por Capitan un Juan Ponce de Leon, de quien, -abajo, si pluguiere á Dios, habrá que decir, y por Capitan de -la Vega, conviene á saber, de la villa de la Concepcion, que -en aquel tiempo era el principal pueblo de españoles desta -isla, nombró por Capitan á Diego de Escobar, de quien arriba, -en el primer libro, dijimos haber sido uno de los de la -compañía de Francisco Roldan. De la villa del Bonao no me -acuerdo quién fué por Capitan. Creo que se juntarian por todos -obra de 300, y no llegarian á 400 hombres, como en la -otra de que hablamos en el cap. 8.º Fuéronse á juntar todos, -por diversos y distantes caminos, á cierta provincia, creo que -llamada Ycayágua, la media sílaba luenga, propincua de la -de Higuey, cuyos vecinos llevaban el yugo de la servidumbre -de los españoles, con más paciencia y más equanimidad. -Lleváronse de allí cierto número de indios de guerra, con -sus armas, los cuales, en los de Higuey, alzados, no hicieron -poca guerra, ni poco daño. Las gentes de la provincia de -Higuey tenian sus pueblos dentro, en los montes, y estos -montes son llanos como una mesa llana, y sobre aquella<span class="pagenum"><a name="Page_86" id="Page_86">[86]</a></span> -mesa comienza otra mesa, de la misma manera llana y montuosa, -más alta 50 y más estados, al cual se subia con gran dificultad, -que apénas pueden subir gatos. Estas mesas son de 10 -y 15 leguas de largo y ancho, y todas soladas, como si lo fuesen -á mano, de lajas de peña viva muy áspera, como puntas -de diamante. Tienen infinitos ojos ó hoyos, de cinco y seis -palmos en torno, llenos de tierra colorada, la cual, para su pan -caçabí, es fertilísima y admirable, porque poniendo una rama -ó dos de la planta de donde salen las raíces de que se hace, -todo aquel agujero ó hoyo se hinche de sola una raíz, cuanto -el cabe, y áun sembrando en aquellos agujeros ó hoyos dos ó -tres pepitas de nuestros melones, se crian de la misma manera, -tan grandes, que no hay botijas de media arroba, de las de -España, mayores, finísimos y odoríferos, y, como sangre, colorados. -Por esta fertilidad tenian aquellas gentes sus pueblos -en aquellas montañas llanas. Dentro de aquellos montes -llanos talaban los árboles cuanto era menester, para hacer -una plaza, segun el pueblo era chico ó grande; y, hecha la -plaza, ella en medio, talaban y hacian cuatro calles en cruz, -muy anchas y de un tiro de piedra en largo. Estas calles hacian -para pelear, porque sin ellas no se pudieran menear, -segun los montes son espesos, y las rocas ó peñas y piedras -que hay, tambien muy ásperas, aunque llanas. Así que, llegada -la gente de los españoles á los límites de aquella provincia, -y sentida por las gentes della, hacen por todas partes -muchas ahumadas, unos pueblos á otros avisándose, y luego -ponian las mujeres, y los hijos, y viejos en cobro, en lo más -secreto que ellos hallar podian y sabian de los montes. Lléganse -más los españoles, y en cierto lugar llano y monte desembarazado, -asientan su real para que se pudiesen aprovechar -de los caballos, y, desde allí, proveer á dónde y cómo -habian de guerrear. Allí asentados, todo su principal cuidado -era y es, á los principios, como debe ser en todas las guerras, -prender alguno de los contrarios para que descubran los secretos -propósitos y disposicion, y gente y fuerzas que en ellos -hay; y así se tomaban, y, tomados, atormentaban, y algunos<span class="pagenum"><a name="Page_87" id="Page_87">[87]</a></span> -descubrian, y otros ántes se dejaban morir que descubrir la -verdad, si sus señores se lo mandaban. Entrados del todo los -españoles y llegando á los pueblos, hallaban los indios de los -pueblos comarcanos, juntos en un pueblo, que era el más -apropiado, y, en las calles, aparejados con sus arcos y flechas, -pero desnudos, en cueros, y las barrigas por broqueles, para -pelear; y era estraña su grita, que, si así como ponian miedo -con sus alaridos, lo pusieran con las armas, no les hobiera -ido con los españoles tan mal. Esperaban el primer ímpetu de -los españoles, aventando sus flechas, harto de léjos, que, -cuando llegaban, iban tan cansadas, que apénas mataran un -escarabajo. Desarmadas en los cuerpos desnudos las ballestas -principalmente, porque por entónces, pocas eran ó ningunas -las espingardas, viendo caer muchos dellos, luego se iban retrayendo, -y pocas veces ó ninguna esperaban las espadas. -Algunos habia, que así como le daban la saetada, que le entraba -hasta las plumas, con las manos se sacaba la saeta y con -los dientes la quebraba, y, escupida, la arrojaba con la mano -hácia los españoles, como que con aquella injuria, que les hacia, -se vengara, y luego, allí, ó poco despues, caia muerto. Pasados -aquellos primeros tiros, viendo lo poco que con las ballestas -de los españoles ganaban, todo su refugio y defensa no era -sino huir cada casa ó vecindad por su parte. Allí, por la espesura -de los montes y aspereza de la tierra, porque todo se -andaba sobre peñas, como es dicho, muy ásperas, poco duraba -tras ellos el alcance. Pero porque siempre, ó las más de -las veces, ó allí en el conflicto, ó mayormente andando cuadrillas -de españoles á cazar indios por los montes, se tomaban -algunas espías, ó algunos que de una parte á otra pasaban, á -estos tales dábanles increibles tormentos para que descubriesen -dónde se habia huido la gente, y en qué lugares y en -cuántas partes. Llevaban estos por guías, con cordeles al pescuezo -atados, y algunos, desque llegaban á algun despeñadero, -por llevar tras sí al español que lo llevaba del cordel, se despeñaba, -porque así se lo habia el señor ó Cacique mandado. -Llegada la cuadrilla de los españoles á donde los infelices<span class="pagenum"><a name="Page_88" id="Page_88">[88]</a></span> -tenian arrinconados sus ranchos, daban en ellos, donde veríades -hacer sus efectos, en aquellos cuerpos desnudos, las -espadas. Allí no se perdonaba á hombre viejo ni niño, ni mujer -parida ni preñada. Despues de hechos grandes estragos, prendian -muchos por los montes, destos que del cuchillo se habian -escapado, á todos los cuales les hacian poner sobre un palo la -una mano, y con el espada se la cortaban, y luego la otra, á -cercen, ó que en algun pellejo quedaba colgando, y decíanles, -«andad, llevad á los demas esas cartas.» Por decir, «llevad las -nuevas de lo que se ha de hacer dellos, segun que con vosotros -se ha obrado»; íbanse los desventurados, gimiendo y -llorando, de los cuales, pocos ó ningunos, segun iban, escapaban, -desangrándose, y no teniendo por los montes, ni sabiendo -donde ir á hallar alguno de los suyos, que les tomase -la sangre ni curase; y así, desde á poca tierra que andaban, -caian sin algun remedio ni mamparo.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_89" id="Page_89">[89]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XVI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Desbaratados y desparcidos los de los pueblos, que se -habian juntado en alguno de los más convenientes para resistir -á los españoles, iban á dar en otro pueblo donde sabian -que estaban los indios esperándolos. Entre otros, fueron al -más principal, que era el del rey y señor Cotubanamá ó Cotubáno, -que dijimos en el cap. 8.º que habia trocado el nombre -con Juan de Esquivel, Capitan General, y era su guatiao, -como hermano en armas; este Cacique y señor era estimado -por el más esforzado de toda aquella provincia, y era el más -lindo y dispuesto hombre, que, entre mil hombres de cualquiera -nacion, creo yo que se hallara; tenia el cuerpo mayor -que los de los otros, creo tambien que tenia una vara de medir -entera de espalda á espalda, la cintura la ciñeran con una -cinta de dos palmos ó muy poquito más; tenia la llave de las -manos de un gran palmo; los brazos, y las piernas, y todo lo -demas, á los otros miembros muy proporcionado, el gesto -no hermoso, sino de hombre fiero y muy grave; su arco y -flechas era de doblado gordor que los de los otros hombres, -que parecian ser de gigante. Finalmente, este señor era de tan -señalada disposicion, que los españoles, todos, de velle se admiraban. -Guardé para este lugar hablar dél, así en particular, -lo que parece que tenia su lugar en el cap. 8.º, porque no entónces -yo lo vide, sino en esta temporada y guerra segunda -que se les hizo. Asi que, determinados los españoles de ir al -pueblo deste señor, donde tenian nueva que habia mucha -gente ayuntada para les resistir, y por ser entre todos, y más -que ninguno, por su persona y esfuerzo, nombrado y estimado, -fueron todos derechos allá, y llegados á cierto pedazo -de la ribera de la mar, hallaron dos caminos, que iban por el<span class="pagenum"><a name="Page_90" id="Page_90">[90]</a></span> -monte, al pueblo. El uno, muy escombrado, cortadas las -ramas y todo lo que podia embarazar; en este, á la entrada del -pueblo, tenian los indios una celada, para dar á los españoles -en las espaldas, donde no recibieran poco daño; el otro camino -estaba muy cerrado, lleno de árboles cortados y atravesados, -que ni áun gatos pudieran por él andar, pero los españoles, -como siempre saben darse á recaudo, sospecharon -luego aquello haber sido de industria ordenado; y así, sospechando -algun engaño, dejaron el camino abierto, y vánse, -con muy gran dificultad, por el cerrado. De una legua ó -legua y media, que habria al pueblo desde la mar, la media -legua estaba el camino, de la manera dicha, con madera ocupado, -y, en pasarla, los españoles, tirando y cortando palos se -cansaron harto, y así pasaron; todo lo demas del camino estaba -sin embarazo, de donde tomaron mayor indicio que los -indios, industriosamente los echaban por el otro camino para -les hacer daño. Yendo por el camino adelante, muy sobre -aviso, acábanlo de andar, y, junto al pueblo, dan en los indios -que estaban en la celada, por las espaldas, y desarman en -ellos las ballestas, donde todas ó las más emplearon; saltan -luego todo el resto de los indios, recogiéndose á las calles, -y allí tiran infinitas flechas, desde léjos, como suelen, por -miedo de las espadas, como juego de niños, y así hicieron en -los españoles ningun daño; dellos fueron hartos, de las saetas, -heridos y bien lastimados. Con todo esto se acercaban y peleaban -con piedras, no con hondas tiradas, sino con las manos, -porque hondas nunca las usaron ni las alcanzaron, de que -allí habia grande abundancia, con su grita, que ponian en el -cielo, mostrando siempre grande gana de pelear y echar de su -tierra los que destruidores de su nacion estimaban. No desmayaban -porque vian caer muchos de sí mismos asaeteados, -ántes parecia que cobraban vigor, y otra cosa fuera si las -armas tuvieran á las de los españoles iguales. Contaré una -hazaña digna de ser oida y alabada, que allí vide hacer -á un indio, cierto, señalada, si la pudiera dar á entender cómo -pasó contándola. Apartóse de todos los otros, que, como dicho<span class="pagenum"><a name="Page_91" id="Page_91">[91]</a></span> -es, con piedras y sus flechas peleaban, un indiazo, bien alto, -desnudo en cueros como los otros, desde arriba hasta abajo, -con sólo un arco y una sola flecha, haciendo señas, como desafiando -que saliese á él algun cristiano. Estaba por allí cerca -un español llamado Alejos Gomez, muy bien dispuesto y alto -de cuerpo, y en matar indios harto experimentado, y que tenia -grande ventaja á todos los españoles desta isla, en cortar -de un espada, porque cortaba un indio por medio de una cuchillada. -Este, apartóse de los demas, y dijo que lo dejasen -con el indio, que lo queria él ir á matar. Las armas que llevaba -eran, una espada ceñida y una daga ó puñal, y una media -lanza, y cubierto bien con una grande adarga de juego de -cañas. Como el indio lo vido apartarse, váse á él como si fuera -armado de punta en blanco y el español algun gato. El -Alejos Gomez, pone la media lanza en la mano del adarga, y -pelea con el indio con piedras, que, como dije, habia hartas. El -indio no hacia más, sino amagalle con la flecha como que queria -soltalla, y andaba de una parte á otra, dando saltos, guardándose -de las piedras, con tanta ligereza como si fuera un gavilan. -Desque todos los españoles los vieron pelear desta manera, -y los indios asimismo, cesaron de la pelea por mirallos; -unas veces el indio daba un salto contra el Alejos Gomez, que -parecia que lo queria clavar, él cobríase todo con el adarga, -temiendo que ya era clavado. Tornaba á tomar piedra el Alejos -Gomez y á tiralle, y el indio saltando y amagándole; todo esto -él desnudo en cueros, como su madre lo parió, y con sola -una flecha, puesta en su arco; y, porque duró la pelea un muy -gran rato, fueron sin número las piedras que le tiró, estando -cada momento ambos cuasi juntos, y es cierto que con ninguna -le acertó. Finalmente, andando desta manera ambos á -dos, tuvo el indio en tan poco al español, que se fué acercando -á él en tanto grado, que arremetió á él y púsole la flecha -cuasi al arquillo del adarga, hizo harto Alejos Gomez en -hacerse como un ovillo, cubriéndose con su adarga, y como -lo vido tan junto á sí, deja las piedras y toma la lanzuela, y -arrojasela creyendo que ya lo tenia clavado, pero da el indio<span class="pagenum"><a name="Page_92" id="Page_92">[92]</a></span> -un salto á través, y váse riendo y mofando con su arco y flecha -sin la haber soltado de la mano, y con su cuerpo desnudo, -sano y salvo. Acuden los indios todos con gran grita y -risa, escarneciendo de Alejos Gomez y de los demas de su -compañía, dando grandes favores á su comiliton, por su soltura -y ligereza, y no ménos esfuerzo, digno de ser loado. Quedaron -los españoles admirados, y el mismo Alejos Gomez más -alegre que si lo matara, y no poco todos al indio loando. Fué, -cierto, espectáculo de grande alegría, y que no hobiera Príncipe -alguno, de los nuestros de España ni de otra nacion, que -no se holgara de verlo y de remunerar al indio con merced -señalada. Todo lo que he dicho es verdad, porque yo lo vide -de la manera que lo he contado. Duró la pelea toda entre indios -y españoles, de la manera dicha, desde las dos de la -tarde que llegaron, hasta que los despartió la noche.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_93" id="Page_93">[93]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XVII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Otro dia no pareció hombre ninguno de los indios, sino, -como vian que no podian prevalecer contra los españoles, -mostrada la primera vista, y gana de se defender y pelear, -como está dicho, luego á los montes huian, donde habian -puesto las mujeres y hijos, y los demas que no eran para pelear. -Pues como este señor Cotubanamá, fuese, como dicho -queda, el más fuerte para entre ellos, y más estimado, y no -hobiese sacado más fruto para contra los españoles que los -demas, no hobo ya de aquí adelante señor, ni gente, que en -su pueblo osase esperar, sino que todos trabajaron de retraerse -y esconderse donde mejor podian, en los más breñosos -y escondidos montes; ya no restaba qué hacer á los españoles -sino desparcirse por cuadrillas, y andar á montear los indios -que podian escudriñar y prender por los montes, y lo principal -que inquirian era topar con los Caciques y señores, y á -Catubanamá, sobre todos. Salian cuadrillas por diversas partes, -y escudriñaban los rastros por los caminos, que eran -harto ciegos y angostos. Habia hombres tan diestros en buscar -indios, que de una hoja de las del suelo, podrida, caidas de los -árboles, vuelta de la otra parte, sacaban el rastro é iban por -él á dar donde habia juntas mil ánimas; porque los indios, -andando por aquellos montes, con tanta sotileza andaban, -como anduviesen desnudos y descalzos, que no hacian 20 -ni 30 juntos, más rastro, que si pasara un sólo gato, pero no les -bastaba. Otros españoles habia, que de sólo el olor del fuego, -porque los indios, donde quiera que están, tienen fuego, de -mucho trecho, y de léjos, tomaban el rastro. Desta manera, las -cuadrillas de los españoles, andando, muchas veces cazaban -algun indio, y á tormentos descubria dónde la otra gente estaba;<span class="pagenum"><a name="Page_94" id="Page_94">[94]</a></span> -llevándolo atado iban allá, hallábanlos descuidados, daban -en ellos, y cuantos huir no podian, como mujeres, niños y -viejos, metian á espada, porque lo principal que pretendian -era hacer grandes crueldades y estragos, para meter miedo -por toda la tierra y viniesen á darse. Todos los que tomaban -á vida, como los mancebos y hombres grandes, cortaban ambas -á dos manos, y enviaban, como se dijo, con cartas; fueron -sin número á los que cortaron desta manera las manos, y -más los que mataron. Holgábanse por extraña manera en hacer -crueldades, unos más crueles que otros en derramar, con -nuevas y diversas maneras, sangre humana. Hacian una horca -luenga y baja, que las puntas de los piés llegasen al suelo, -porque no se ahogasen, y ahorcaban 13 juntos, en honor y -reverencia de Cristo, Nuestro Redentor, y de sus doce Apóstoles; -y así, ahorcados y vivos, probaban en ellos sus brazos y -sus espadas. Abríanlos de un revés por los pechos, descubríanles -las entrañas; otros hacian de otras maneras estas -hazañas. Despues de así desgarrados, áun vivos, poníanles -fuego y quemábanlos; liaban el indio todo con paja seca, y -poníanle fuego y quemábanlo. Hombre hobo que á dos criaturas, -que serian hasta de dos años, les metió por la hoya de la -garganta una daga, y así degollados los arrojó en las peñas. -Todas estas obras y otras, extrañas de toda naturaleza humana, -vieron mis ojos, y agora temo decillas, no creyéndome á -mí mismo, si quizá no las haya soñado. Pero en la verdad, -como otras tales y peores, y muy más crueles y sin número, -se hayan perpetrado en infinitas partes destas Indias, no creo -que de aquestas me he olvidado. Algunas veces, siguiendo -algunas cuadrillas algunos de los rastros que se han dicho, sin -otra guia, iban á dar donde habia mucha gente ayuntada, que -no quisieran hallar tanta, porque los indios, viendo que los -españoles eran pocos, desque los contaban tornaban sobre sí, -y con piedras y á flechazos, de cerca, los fatigaban: y así fué -una vez, que 13 españoles siguieron un rastro, y fueron á dar -con 1.000 ó 2.000 ánimas entre mujeres y niños, chicos y -grandes; llevaban cuatro ballestas, y sus rodelas y lanzas y<span class="pagenum"><a name="Page_95" id="Page_95">[95]</a></span> -espadas, á los cuales acometen los indios muy denodados; los -españoles sueltan las ballestas y hácenseles luego las cuerdas -pedazos. Los indios fatíganlos á pedradas y flechazos, los cuales -rescibian en las rodelas y adargas, pero no llegaban -junto á ellos, para con las porras ó mancanas hundilles los -cascos, porque sólo que el de la ballesta, que tenia siempre -armada, les amagaba como que la queria soltar, ninguno -habia que se les osase acercar, y con solos aquellos ademanes -de la ballesta, se libraron, que no los matasen, dos horas -ó tres que duró el combate, hasta que, por maravilla, se oyó -la grita en el Real de los españoles, que yendo de paso, habia -cerca de allí, aquella tarde, parado. Entónces ocurrió toda la -más gente del Real, y van por el rastro de los 13 españoles, -y llegan allá; dan en los indios de fresco, desmayan los indios, -ponénse en huida, hácese gran matanza, y la presa de -los captivos, mujeres y niños, y de otras edades, fué grande. -En estos comedios, todos los españoles padecieron grandes -hambres, porque regla general en estas Indias es, que como -entran y han entrado siempre guerreando y huyen los indios -dellos, y ellos no traen la comida de España, ni se dan maña -para hacer el pan destas tierras, ni haber los otros manjares, -que padezcan grandes hambres y mueran muchos dellos, -como han muerto infinitos, ésles necesario. Las gentes que se -captivaban repartian por los españoles los Capitanes, dándoselos -por esclavos. Cada uno echaba en cadenas, si las tenia, -los que le daban, ó de otra manera tenia cuidado de guardallos; -iban dos ó tres españoles juntos, llevando 10 ó 12 -y 15 y 20 esclavos, apartándose del Real, por los montes, á -sacar ciertas raíces, llamadas guayagas, la media sílaba breve, -de que en aquella provincia sola, se hacia cierto pan; y una -vez descuidáronse los tres ó cuatro españoles, y, aunque tenian -sus espadas y rodelas, arremeten á ellos los esclavos, -y, con los ramales de las cadenas y con piedras, matáronlos: -ellos, despues unos á otros se desherraron, y, en señal de su -victoria, llevaron las cadenas y las espadas á presentar al señor -Cotubanamá. A todos los indios que se prendian y cortaban las<span class="pagenum"><a name="Page_96" id="Page_96">[96]</a></span> -manos, y en quien se ejercitaban las susodichas crueldades, -decíaseles que así los habian á todos de lastimar y matar si -no se daban. Respondian que si vernian, sino que temian las -amenazas del rey Cotubanamá, que les enviaba siempre á -decir que no se diesen á los españoles, si nó, que, despues de -idos, los habia de matar. Lo uno, por esto, y lo otro, por la -persona que era tan señalada, y porque era cierto, que sino -se prendia, ó de otra manera se daba ó venia de paz, que la -tierra no habian de poder sujetar, todo el intento principal de -los Capitanes y españoles era preguntar dónde Cotubanamá -estaba, y dónde se podia hallar. Finalmente, se tuvo nueva -que se habia pasado á la Saona, y que allí estaba sin gente -con su mujer y hijos, pero muy vigilante y á buen recaudo. -De allí adelante acordó el Capitan general, Juan de Esquivel, -de pasar allá, como le pareció que allí le habia ido bien con -la matanza que habia hecho en aquella isla, y así, trabajó de -irse acercando hácia la tierra del mismo Cotubáno, que, como -dicho queda, era de la isla dicha, la tierra frontera y más -cercana, solas dos leguas de mar en medio. En este tiempo, -prendieron ciertos señores principales, y mandólos el Capitan -general quemar vivos, y creo que fueron cuatro, porque de -tres no tengo que dudar. Para quemallos, hicieron ciertos cadalechos -sobre cuatro ó seis horquetas, puestas unas varas á -manera de parrillas, y en ellos los Caciques muy bien atados; -debajo pusieron muy buen fuego, y comenzándose á quemar, -daban gritos extraños, que oirlos, las bestias me parece que no -lo pudieran tolerar. Estaba el Capitan general en un aposento, -apartado de allí alguna distancia, donde tambien oia sus dolorosos -gemidos y gritos lamentables, y porque de oillos rescibia -pena, ó por quitalle el reposo, ó quizá de lástima y piedad, -envió á mandar que los ahogasen; pero el alguacil del Real, -que ejecutaba la inícua sentencia, y era el verdugo de aquel -acto, hízoles meter palos en las bocas, porque no sonasen ni -oyese el Capitan los alaridos y gemidos que daban, y así se -quemasen abrasados, como si le hobieran muerto á todo su -linaje. Todo esto yo lo vide, con mis ojos corporales mortales.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_97" id="Page_97">[97]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XVIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Ya se tenia entendido por los españoles que no se habian de -subjectar los indios de la provincia, en tanto que el rey Cotubanamá -no se hobiese tomado, é ya que sabia que se habia -pasado á la isleta de Saona, el Capitan general, Juan de Esquivel, -determinó de seguille y pasar allá, para lo cual proveyó, -que una carabela que proveia el Real de pan caçabí, y -vino, y quesos, y otras cosas de Castilla, que desta ciudad -de Sancto Domingo se les enviaba, viniese á cierta parte, -siendo de noche, para que allí tomase la gente que con él -habia de pasar en la dicha isleta, de manera que el Cotubanamá -ni sus espías lo sospechasen. Tenia el dicho Cacique y -señor esta costumbre y aviso, despues que á ella pasó, para -se guardar de los españoles: en medio de la isleta estaba una -cueva grande, donde tenia su mujer y sus hijos, y él estaba, -desque vido que la carabela andaba por allí, aunque era ordinario -verla, por la razon que se dijo de proveer el Real, tenia -sus espías en los lugares donde se podrian desembarcar, y él, -cada dia, al cuarto del alba, iba, con 12 indios, de los más -dispuestos y valientes que consigo tenia, á la mar y el puerto -ó desembarcadero, de donde más temia que la carabela podia -echar gente en tierra y hacelle mal. Una noche embarcóse -Juan de Esquivel, con 50 hombres, en la tierra frontera de la -isla, que, como he dicho, estaba della dos leguas de mar, y -fué á desembarcar ya cuasi que amanecia. Las espías, que -eran dos indios, tardáronse, por manera, que saltaron en la -isla, primero, 20 ó 30 españoles, y subieron cierta peña, muy -alta, poco ántes que las espías, á especular la mar y carabela, -llegasen. Ciertos españoles ligeros, que iban delante, prendieron -las espías, trujéronlas al capitan Juan de Esquivel, y<span class="pagenum"><a name="Page_98" id="Page_98">[98]</a></span> -preguntados dónde quedaba ó estaba el rey Cotubanamá, -dijeron que allí cerca venia; sacó un puñal el Capitan, y dió -de puñaladas al uno, triste indio espía, y el otro, átanlo y -llévanlo por guía. Iban delante algunos españoles, corriendo, -y sin órden, cada uno presumiendo de señalarse en la prision -de Cotubanamá; hallan dos caminos, van por el de á mano -derecha, los más de los españoles, sólo uno acertó á tomar -el de la izquierda, porque, como toda la isla es montes bajos, -no se puede ver hombre á otro, aunque esté medio tiro de -herron dél. Aqueste sólo hombre, que tiró por aquel camino, -se llamaba Juan Lopez, labrador, harto bien alto y dispuesto, -y de fuerzas, y no ménos ejercitado en desgarrar indios, ó, al -ménos, era de los que andaban en estas estaciones, porque -era de los viejos que en esta isla Española se habian -en las tales obras ejercitado. El cual, áun poco entrado en el -camino, topó 12 indios, grandes y valientes, desnudos, como -todos andaban, con sus arcos y flechas, en renglera, uno tras -otro (porque así andan todos, y, tambien, aunque quisieran, -por la estrechura del camino y espesura del monte, no pudieran -venir de otra manera), y el postrero era Cotubanamá, -que traia un arco, segun ya dije, como de gigante, y una -flecha, con tres puntas de hueso de pescado, como un pié de -gallo, que si él la empleara en algun español, sin corazas, -bien pudiera, de vivir más, descuidarse. Como los indios que -venian delante al español vieron, enmudecieron, pensando -que sobre ellos venia todo el mundo, pudiendo, con las flechas, -clavallo y huir; pero preguntándoles por su señor Cotubanamá, -respondieron al Juan Lopez: «véelo, aquí viene detras,» -y diciendo esto, apartáronse para que pasase. Pasa Juan Lopez, -con su espada desnuda; como no lo habia visto ántes, y vídolo -de súbito, quiso flechar su arco; pero arremetió Juan -Lopez con su espada, y tírale un estocada; recógesela Cotubanamá, -con ambas manos, pensó que debia ser algun palo -blanco, como no lo habia experimentado; corrió Juan Lopez -la espada, y sególe las manos; entónces, acudíale con otra. -Díjole Cotubanamá: <i>mayanimacaná, Juan Desquivel daca</i>; «no<span class="pagenum"><a name="Page_99" id="Page_99">[99]</a></span> -me mates, porque yo soy Juan de Esquivel.» Luego, todos los -indios, 11 ó 12, huyeron, dejando al triste de su señor con -Juan Lopez, que lo pudieran muy bien matar, y el señor -y ellos salvarse. Ya dijimos en el cap. 8.º, como habian trocado -los nombres él y el Capitan General. Púsole Juan Lopez -la punta del espada á la barriga, y la mano en el hombro, ó -en los cabellos, y como estaba sólo Juan Lopez, no sabia qué -se hacer; estando así rogándole que no lo matase que él era -Juan de Esquivel, aunque las manos tenia cortadas, corriendo -sangre, con la derecha da un vaiven al espada desviándola -de la barriga, y juntamente arremete con el Juan Lopez, que, -como dije, tenia harto gran cuerpo y miembros y fuerzas, y -dá con él de espaldas sobre las peñas y cae sobre el espada, -y échale mano, con la mano, cuya llave dije ser de un gran -palmo, de la garganta y ahogábalo. Estando así, gaznando y -quejándose como podia, oyéronlo ciertos españoles, que iban -por otro camino, que áun distaba poco el uno del otro; tornaron -hácia atras donde los caminos se habian apartado, y entran -por él, donde el Cacique á Juan Lopez maltrataba, y llegó primero -un ballestero, y con toda la ballesta desarmada, dió un -gran golpe al Cacique, que estaba encima del Juan Lopez, sobre -todo el cuerpo, que cuasi lo aturdió, y, levantándose, levantóse -tambien Juan Lopez, medio muerto, y allí lo prendieron -con otros españoles que luego llegaron. Maniatáronlo y -lleváronlo á cierto pueblo que estaba despoblado, donde acordaron -los españoles de ir en busca de la mujer y de los hijos -del Cotubáno. Los 12 indios que vinieron con él, como huyeron, -fueron á dar aviso á la mujer y á los hijos de Cotubanamá, -que estaban en la cueva, del estado en que dejaban á -su señor; creyendo que ya sería muerto, creo que dejaron la -cueva y huyeron á otros rincones de la isla; pero tomados -ciertos indios por los españoles, y traidos donde Cotubanamá -estaba, mandó que llevasen á ciertos españoles á la -cueva, y á otros indios que le trujesen á su mujer y hijos, y -así fué. Trajéronle su mujer y hijos, y de la cueva trujeron -las alhajas que allí tenia, como hamacas en que dormia y<span class="pagenum"><a name="Page_100" id="Page_100">[100]</a></span> -cosas de su servicio, que tenian poco valor, porque, arriba -de lo muy necesario, las gentes desta isla Española, más que -otras algunas, ninguna cosa poseian ni poseer querian. Hallaron -allí tambien tres ó cuatro espadas, y la cadena en que -llevaban los indios que habian hecho esclavos, y mataron -á los dos ó tres españoles que arriba dije, la cual, traida, -echaron al mismo Cotubanamá; al cual se trató de quemar -vivo allí, como habian quemado en parrillas á otros, sino que -pareció que era mejor enviallo á esta ciudad, en la carabela, -porque aquí lo atenazasen, y así recibiese mayores tormentos, -como que hobiera cometido atroces delitos, defendiendo -su persona y Estado, y su tierra, de las opresiones que comenzaban -á padecer del Martin de Villaman y de sus compañeros, -y que eran comienzo y principio de las que sabian que -todas las otras gentes infinitas desta isla, padecian y habian -padecido, por las cuales habian ya perecido muchas dellas. -Finalmente, lo metieron en la carabela con sus prisiones, y -trujeron á esta ciudad de Sancto Domingo, y el Comendador -Mayor se hobo con él menos cruelmente que Juan de Esquivel -y los españoles deseaban ó pensaban, porque lo hizo ahorcar -y no atenazarlo. Gloriábase Juan de Esquivel mucho, que -tres cosas habia hecho en esta isla buenas, la una traer merced -de los Reyes á esta isla, que no se pagase, del oro que -se cogiese, más del quinto; la otra, la matanza que habia -hecho en la isleta Saona, en la guerra pasada, de que arriba -en el cap. 8.º hicimos mencion; la tercera hazaña suya, de -que se jactaba Juan de Esquivel, fué la prision deste señor -Cotubanamá. Algo más justa y más digna de fama loable, fué -la que hicieron el conde de Cabra y el Alcaide, de los donceles -del Rey Chiquito, y así lo nombraban, de Granada. Preso y -muerto este señor Cotubáno, y hechas las crueldades que, por -ocho ó diez meses que esta guerra duró, en ella se perpetraron, -cayeron todas las fuerzas de todas las gentes desta isla, -que todas juntas eran harto pocas, y los pensamientos y esperanza -de nunca tener remedio, y así quedó toda esta isla -pacífica, si pacífica se pudiera con verdad decir, quedando<span class="pagenum"><a name="Page_101" id="Page_101">[101]</a></span> -los españoles en tanta guerra con Dios, por la gran libertad -en que quedaron para poder oprimir estas gentes á su placer, -sin embargo ni impedimento alguno, chico ni grande, que se -les pusiese y nadie les resistiese, y así, las consumieron y -aniquilaron de tal manera, que los que vienen á esta isla pueden -preguntar si los indios della eran blancos ó prietos. Esta -consumacion lamentable, y de tantas gentes, todo el mundo -sabe y la confiesa, y no dudan áun los que nunca á estas tierras -vinieron, por ser la fama tan vehemente; y es certísima, -porque mucho mayor fué la verdad de lo acaecido, que lo -que ella suena. El número de la gente que habitaban en esta -isla era sin número, y así lo escribió á los Reyes el Almirante -viejo, y díjome el Arzobispo de Sevilla, D. Diego de Deza, -que fué de aquellos tiempos, que le habia dicho el mismo -Almirante, que habia contado un cuento y cien mil ánimas. -Pero estas fueron solas aquellas que estaban al rededor de las -minas de Cibao, como eran las que moraban en la gran Vega -y otras cercanas dellas, á las cuales impuso el cascabel de oro -que diesen por tributo, como arriba se dijo, en el primer -libro, y con ellas pudieron entrar alguna parte de la provincia -de Xaraguá, que dieron por tributo pan caçabí y algodon -hilado y en pelo. Pero segun creo, sin temor de que creyéndolo -me engañe, más habia en toda la isla de tres millones, -porque en aquellos tiempos no se tenia cuenta con esta provincia -de Higuey, ni hombre habia ido á ella, ni á la de Haniguayába -y Guaycayarima, ni con la de Guahába, y con -otros pedazos de esta isla. Mandó poblar el Comendador Mayor, -dos pueblos ó villas de españoles, para tener esta provincia -del todo segura, que más cabeza no alzase; una, cerca -de la mar, que fué nombrada Salvaleon, y la otra, dentro de -la tierra, llamada Sancta Cruz de Aycayágua, y, entre ambas, -repartió todos los pueblos de los indios, que sirviesen á los -cristianos, que al cabo los consumieron. Y así hobo en esta -isla 17 villas de españoles, que todas las gentes della asolaron, -y fueron estas: esta de Santo Domingo; otra en las minas -viejas, ocho leguas de aquí, que se llamó la Buenaventura; la<span class="pagenum"><a name="Page_102" id="Page_102">[102]</a></span> -tercera, el Bonao; la cuarta, la Concepcion; la quinta, Santiago; -la sexta, Puerto de la Plata; la sétima, Puerto Real; la -octava, Lares de Guahába; la novena, el Arbol gordo; la décima, -el Cotuy; la undécima, la villa de Azua; la duodécima, -Sant Juan de la Maguana; la décimatercera, Xaraguá; la décimacuarta, -villa de Yaquimo; la décimaquinta, la villa de -Salvatierra; la décimasexta, de Salvaleon; y la décimasétima, -Sancta Cruz de Aycayágua, la penúltima sílaba luenga.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_103" id="Page_103">[103]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XIX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En estos tiempos habian mandado los Reyes, por su Carta -y patente real, y por la Instruccion de suso dicha que dió al -Comendador de Lares, que ningun español fuese osado á inquirir, -ni agraviar, ni escandalizar los indios vecinos y moradores -de ninguna destas islas, ni de alguna parte de tierra -firme, ni prendiese, ni captivase indio alguno, ni lo llevase -á Castilla, ni llevar á otras partes, ni les hiciesen otro mal ni -daño alguno en sus personas y bienes, so graves penas, por -celo que tenian de que las gentes destas tierras recibiesen -buen ejemplo y buenas obras, para que pudiesen con facilidad -ser traidas á nuestra sancta fe católica, y fuesen cristianos; -y, con este fin y propósito, dieron licencia á algunos de -España, que armasen para ir á rescatar y contratar, y á que -comunicasen de paz con ellos, porque, con la comunicacion y -amor de los cristianos, se aficionasen é induciesen á las cosas -de la cristiana religion. Pero como habian sido los años pasados, -escandalizados y gravemente damnificados de Alonso de Hojeda -y de Cristóbal Guerra, y de otros que con título de venir á -rescatar oro y perlas, pidieron á los Reyes licencia, muchas ó -algunas islas y partes de tierra firme, y señaladamente la -tierra que despues se llamó y hoy nombramos Cartagena, -donde Cristóbal Guerra hizo grandes violencias y tiranías; en -algunas partes, comunicaron los indios con los cristianos, pacíficamente, -y otras, cognosciendo ya sus obras, no los dejaron -saltar en sus tierras, ántes les resistieron, y, peleando con -ellos, algunos mataron. De uno, ó de dos, ó de diez, que -apénas subian de tres los que mataban, hacian grandes quejas -á los Reyes, que por ser caníbales, que entónces llamaban -los que ahora decimos caribes, que son los que comen<span class="pagenum"><a name="Page_104" id="Page_104">[104]</a></span> -carne humana, no querian conversar con los cristianos, ni los -acogian en sus tierras, ántes los mataban; y no decian las -obras que ellos á los indios hacian, por las cuales, no sólo -matallos, pero bebelles la sangre y comelles la carne, segun -la manera que los hombres, algunos, tienen para vengarse de -sus enemigos, podian tener por justísima, por la causa eficacísima -que ellos les daban. Y como los desventurados indios -no tenian, como nunca tuvieron, quien por ellos abogase y -defendiese, y dijese la verdad á los Reyes, movidos por aquellas -falsas informaciones, como siempre fueron en estos negocios, -muy nocivamente, de todos engañados, la Reina mandó -dar su Carta patente, toda en contrario de la primera, dando -licencia á todos los que quisiesen armar é ir á todas las islas -y tierra firme, y á los que fuesen á descubrir otras tierras de -nuevo, que si no los recibiesen y quisiesen oir para ser doctrinados -en las cosas de nuestra sancta fe católica, ni estar á -su servicio y en su obediencia, los pudiesen captivar y llevar -á Castilla y á otras cualesquiera partes, y vendellos, y aprovecharse -dellos, sin que incurriesen en pena, de las que se -habian puesto en la prohibicion desto, alguna. Señaló la Reina, -en especial, las islas de Sant Bernardo, y la isla Fuerte y -las islas de Barú, todas las cuales han perdido su nombre, y -no sabré decir cuáles son, sino las de Barú, que están junto á -Cartagena; señaló tambien los puertos de Cartagena, que -deben ser Cartagena la que hoy nombramos, y por ventura -el puerto de Sancta Marta. Y en la dicha Carta real, dice la -Reina, que mandó á los de su Consejo que lo viesen y platicasen, -y visto por ellos como los Reyes, con celo que los dichos -indios caníbales fuesen reducidos á nuestra sancta fe -católica, los habian requerido muchas veces que fuesen cristianos -y se convirtiesen, y estuviesen incorporados en la -comunion de los fieles, y so su obediencia, y viviesen seguramente, -y tratasen bien á los otros sus vecinos de las otras -islas, los cuales, no solamente no lo habian querido hacer, -mas habian buscado y buscaban de se defender, para no ser -doctrinados ni enseñados en las cosas de nuestra sancta fe católica,<span class="pagenum"><a name="Page_105" id="Page_105">[105]</a></span> -que contínuamente hacian guerra á sus súbditos, y -habian muerto muchos cristianos de los que iban á las dichas -islas, por estar como estaban, endurecidos en su mal -propósito, idolatrando y comiendo los dichos indios, fué -acordado que debia mandar dar esta Carta, etc. Todas estas -son palabras de la dicha Carta de la reina doña Isabel, de -buena memoria, en las cuales, cierto, bien parece cómo suelen -ser engañados los Reyes, áun en el derecho, puesto que -finjan los juristas quel Príncipe tiene todas leyes y derecho -dentro de su pecho, porque, segun dicen ellos, tiene cabe -sí grandes varones que florecen y abundan en la ciencia y -pericia dellos; parece tambien la grande ignorancia y ceguedad -que, desde su principio del descubrimiento destas Indias, -cayó en los ánimos y entendimientos, que tuvieron los del -Consejo de los reyes de Castilla, cerca desta materia. La que -tuvieron los de aquel tiempo es asaz, por lo dicho, manifiesta. -¿Qué mayor ignorancia pudo ser de los del Consejo, que atribuir -por culpa á una gente, nunca ántes vista ni oida, y ella, -que nunca imaginó haber otra sino ella en el mundo, ni saber -qué cosa fuese fe católica, ni convertirse, y ni qué queria -decir cristianos, mas de gente malvada, cruel, robadora, -matadora, ni comunion de fieles, y que nunca hombre de los -nuestros, por aquellos tiempos, supo palabra de su lengua, ni -ellos de la nuestra? Y que dijesen los del Consejo en la dicha -Carta que les habian requirido muchas veces que fuesen cristianos -y se convirtiesen, y que estuviesen incorporados en la -comunion de los fieles, ¿era decilles que el sol era claro, ya -que supieran vocablos de su lengua para decírselo, y que -ellos lo entendieran, era tan fácil como si les dijeran, dos y -dos son cuatro? Item, ¿ya que lo entendieran, eran obligados, -luego luego, sin más razon y persuasion, ni deliberacion, dar -crédito á tales requirimientos, y sino luego creyesen, incurriesen -las penas de la dicha Carta? Item, ¿la fe católica, suélese -dar á los que nunca la recibieron ni oyeron, ni fueron obligados -á la adivinar, por requirimientos, aunque sean millares -de veces hechos, de manera, que si no la quisieren recibir,<span class="pagenum"><a name="Page_106" id="Page_106">[106]</a></span> -incurran en tan graves ó en algunas penas? ¿Dejólo así ordenado -Cristo, el dador principal de la fe? Item, ¿será obligada -alguna nacion del mundo á creer á los que con armas, robando -y matando las gentes que estaban en sus tierras y -casas, seguros, sin les haber ofendido, como los españoles, primero -que otra cosa hiciesen, hicieron, como desto está el -mundo lleno? Item, ¿no más de porque los españoles les dijesen -que obedeciesen por señores á los reyes de Castilla, -ya que tuvieran lengua para se lo decir, y ellos lo entendieran, -eran obligados á los creer, y por consiguiente, á se sujetar -á los Reyes, y á los obedecer, teniendo ellos sus -naturales Reyes? ¿No fueran juzgados por insipientes y por -bestias, si tal subjeccion concedieran y obedecieran? Item, -¿si los Reyes suyos naturales, se dieran á los reyes de Castilla, -no tuvieran los pueblos derecho, por el mismo caso, de -deponellos? ¿Y si los pueblos sin los Reyes lo hicieran, no tuvieran -mucha razon de tenellos por traidores y arallos de sal -como en España los Reyes, justamente, en tal caso, lo hicieran? -Item, ¿buscar vías y caminos, para de los españoles, que -tantos daños, y robos, y muertes recibian, se defender, era -crímen grande, como, áun á las bestias brutas, el derecho -natural, la defensa de su ser, les concede? Item, ¿no fué perniciosísimo -testimonio falso, decir contra ellos, que buscaban -para se defender por no ser doctrinados, ni enseñados en las -cosas de la fe? ¿Y cuándo supieron, ó quien les dió noticia, -qué cosa era ser doctrinados ni enseñados, ni qué cosa era -fe? Manifiesta queda la ignorancia que los del Consejo de la -Reina y de los Reyes tuvieron del derecho, en cosa tan jurídica, -tan importante, tan peligrosa, tan dañosa, y tan provechosa -si su impericia del Consejo, tan irreparablemente, no -lo errara. Y así, tan grandes daños é injusticias, y nunca jamás -reparables, á los del Consejo de los Reyes se los imputó -Dios, porque no les era lícito á ellos ignorar derecho tan -claro, pues los Reyes les dan honra y de comer, por letrados -y no por gentiles hombres, ni por muy hidalgos que fuesen, -porque otros habria más que ellos; y así, la ficcion de los<span class="pagenum"><a name="Page_107" id="Page_107">[107]</a></span> -juristas, que todos los derechos residen dentro del pecho del -Príncipe, es harto incierta y débil, pues los de sus Consejos -hicieron y hacen cada dia tan intolerables yerros. Podemos -tambien aquí notallos de muy injustos, pues no guardaron la -órden del derecho, ya que tuvieran jurisdicion para hacer lo -que hicieron, la cual por entónces los Reyes no tuvieron, y -en esto los engañaron, y mucho desirvieron, y esto fué, condenar -aquellas gentes, sin ser oidas ni defendidas, ni convencidas, -sino sólo por dicho y testimonio falsísimo de sus -capitales enemigos, que eran los españoles, que nunca otra -cosa, sino roballos, oprimillos, y captivallos, y destruillos, -pretendieron. Nunca juicio tan pervertido ni tan inícuo, en -toda la redondez del orbe, jamás se vido, como la historia -presente, con verdad, delante de Dios, que sabe que verdad -aquí se escribe, será el verdadero testigo.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_108" id="Page_108">[108]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Dejemos esta isla en el estado que habemos dicho, y volvamos -á tomar la historia del viaje del Almirante, que dejamos. -En el cap. 6.º y en el cap. 5.º dijimos cómo partió de junto á -este puerto de Sancto Domingo, huyendo de la tempestad grande, -que dijo ántes que habia de venir, y se fué á salvar, despues de -haber padecido todos sus cuatro navíos gran daño y peligro, de -la misma tormenta, que luego sobrevino, al puerto Hermoso, ó -Escondido; salido de allí, y tomada la vía del Poniente, fué á -dar al puerto de Yaquimo, que él llamaba del Brasil, que está -80 leguas deste de Sancto Domingo. De aquí salió á 14 de -Julio, y, queriendo ir hácia la tierra firme, tuvo muchas calmas, -que no podia, por falta de viento, andar nada; y acercóse -á unas isletas, cerca de la isla de Jamáica, las cuales no tenian -agua, pero hicieron unas hoyas, cerca de la mar, y hallaron -agua dulce, de la cual tomaron la necesaria para servicio de -los cuatro navíos. Crescióle tanto la calma y falta de viento, -que las grandes corrientes lo llevaron á cerca de las muchas -isletas que están junto á la isla de Cuba, que él llamó, cuando -desta isla, el año de 494, fué á descubrir á la de Cuba, el -Jardin de la Reina. De allí, haciéndole tiempo, tornó sobre -la tierra firme, y, navegando, salieron vientos contrarios y -corrientes terribles, á que no podia resistir; anduvo forcejando -sesenta dias con grandísima tormenta y agua del cielo, -truenos y relámpagos, sin ver sol ni estrellas, que parecia -que el mundo se hundia. No pudo ganar de camino, en todos -aquellos dias, sino 60 leguas; con esta grande tormenta, y -forcejando contra viento y corriente, como los navíos rescibian -de la mar y de los vientos, grandes golpes y combates, -abríanseles todos; los marineros, de los grandes trabajos y<span class="pagenum"><a name="Page_109" id="Page_109">[109]</a></span> -vigilias, y en mares tan nuevas, enfermaron casi todos, y el -mismo Almirante, de desvelado y angustiado, enfermó cuasi -á la muerte. Al cabo, con grandes dificultades, peligros y trabajos -inefables, llegó y descubrió una isla pequeña, que los -indios llamaban Guanaja, y tiene por vecinas otras tres ó -cuatro islas menores que aquella, que los españoles llamaron -despues las Guanajas; todas estaban bien pobladas. En esta -isla mandó el Almirante á su hermano D. Bartolomé Colon, -Adelantado desta isla, que iba por Capitan del un navío, que -saltase en tierra á tomar nueva; saltó, llevando dos barcas -llenas de gente, hallaron la gente muy pacífica, y de la manera -de las destas islas, salvo que no tenian las frentes anchas, -y, porque habia en ella muchos pinos, púsole el Almirante -por nombre la Isla de Pinos. Esta isla dista del cabo -que agora llaman de Honduras, donde está ó estuvo la ciudad -de españoles que llamaron Trujillo, y que agora terná cinco -ó seis vecinos, obra de 12 leguas; y porque algunos que, despues -que por aquí anduvo el Almirante, quisieron por aquí -descubrir, aplicaron ó quisieron aplicar á sí el descubrimiento -de hasta aquí, yo he visto muchos testigos presentados por -parte del Fiscal, en el proceso arriba dicho, los cuales fueron -con el mismo Almirante en este viaje, que afirman que el -Almirante descubrió estas islas, ó la principal destas de los -Guanajes. Todas estas islas, y muchos puertos y partes de la -tierra firme, están ya descognoscidas, por mudalles los nombres -los que hacen las cartas de marear, en que no poca confusion -engendran, y áun son causa de hartos yerros y perdicion -de navíos rescibir la relacion de cada marinero. Así que, -habiendo saltado el adelantado en esta isla de los Guanajes, -ó Guanaja, llegó una canoa llena de indios, tan luenga como -una galera, y de ocho piés de ancho; venia cargada de mercaderías -del Occidente, y debia ser, cierto, de tierra de Yucatán, -porque está cerca de allí, obra de 30 leguas, ó poco más; -traian en medio de la canoa un toldo de esteras, hechas de -palma, que en la Nueva España llaman petates, dentro y debajo -del cual venian sus mujeres, y hijos, y hacendejas, y mercaderías,<span class="pagenum"><a name="Page_110" id="Page_110">[110]</a></span> -sin que agua del cielo ni de la mar les pudiese mojar -cosa. Las mercaderías y cosas que traian eran, muchas -mantas de algodon, muy pintadas de diversas colores y labores, -y camisetas sin mangas, tambien pintadas y labradas, y -de los almaizares con que cubren los hombres sus vergüenzas, -de las mismas pinturas y labores. Item, espadas de palo, -con unas canales en los filos, y allí apegadas, con pez y hilo, -ciertas navajas de pedernal, hachuelas de cobre para cortar -leña, y cascabeles, y unas patenas, y grisoles para fundir el -cobre; muchas almendras de cacao, que tienen por moneda -en la Nueva España, y en Yucatán, y en otras partes. Su bastimento -era pan de maíz y algunas raíces comestibles, que -debian ser las que en esta Española llamamos ajes y batatas, -y en la Nueva España camotes; su vino era del mismo maíz, -que parecia cerveza. Venian en la canoa hasta 25 hombres, y -no se osaron defender ni huir, viendo las barcas de los cristianos, -y así los trujeron en su canoa á la nao del Almirante; -y, subiendo los de la canoa á la nao, si acaecia asillos de sus -paños menores, mostrando mucha vergüenza, luego se ponian -las manos delante, y las mujeres se cobrian el rostro y -cuerpo con las mantas, de la manera que lo acostumbraban -las moras de Granada con sus almalafas. Destas muestras de -vergüenza y honestidad quedó el Almirante y todos muy satisfechos, -y tratáronlos bien, y, tomándoles de aquellas mantas -y cosas vistosas, para llevar por muestra, mandóles dar -el Almirante de las cosas de Castilla, en recompensa, y dejólos -ir en su canoa á todos excepto un viejo, que pareció persona -de prudencia, para que les diese aviso de lo que habia -por aquella tierra; porque lo primero que el Almirante inquiria, -por señas, era, mostrándoles oro, que le diesen nuevas -de la tierra donde lo hobiese, y, porque aquel viejo le señaló -haberlo hácia las provincias de Oriente, por eso lo detuvieron, -y lleváronlo hasta que no le entendian su lengua. Despues, -diz que, lo enviaron á su tierra, no sé yo cómo pudo -volver á ella quedando sólo y sin canoa, y, quizá 100 leguas -y 200 de mar, léjos de su casa. Andando por aquí el Almirante,<span class="pagenum"><a name="Page_111" id="Page_111">[111]</a></span> -todavía creia que habia de hallar nueva del Catay y -del Gran Khan, y que aquellas mantas y cosas pintadas comenzaban -á ser principio de aquello que tanto él deseaba; y -como le vian los indios, con tanta solicitud, preguntar dónde -habia oro, debíanle de hartar de muchas palabras, señalándole -haber mucha cantidad de oro por tales y tales tierras, y -que traian coronas de oro en la cabeza, y manillas dello á los -piés y á los brazos, bien gruesas; y las sillas, y mesas, y arcas -enforradas de oro, y las mantas tejidas de brocado, y esto era -la tierra dentro, hácia el Catayo. Mostrábales corales, si los -habia; respondian los indios que las mujeres traian sartas -dellos, colgados de las cabezas á las espaldas; mostrábales -pimienta y otras especerías, respondian que sí habia en mucha -abundancia; de manera, que cuanto vian que les mostraban, -tanto, por les agradar, les concedian, sin haber visto -ni sabido ni oido ántes cosa de las que les pedian. Decíanles -más, que aquellas gentes de aquellas tierras tenian naos y -lombardas, arcos y flechas, espadas y corazas, de todo lo que -vian que los cristianos allí traian. Imaginaba más el Almirante, -que le señalaban que habia caballos, los que nunca -habian visto, ni el Almirante llevaba entónces consigo. Item, -que la mar bojaba á Cyguare, que debia ser alguna ciudad ó -provincia de los reinos del Gran Khan, y que de allí á diez jornadas -estaba el rio de Ganjes; y porque una de las provincias, -que le señalaban los indios ser rica de oro, era Veragua, creia -el Almirante que aquellas tierras estaban con Veragua, como -está Tortosa con Fuenterrabía, cuasi entendiendo que la una -estuviese á una mar y la otra á la otra: y así parece que imaginaba -el Almirante haber otra mar, que agora llamamos del -Sur, en lo cual no se engañaba, puesto que en todo lo demas -sí. Lo cual todo, como se platicaba por señas, ó los indios de -propósito le burlaban, ó él ninguna cosa dellos, sino lo que -deseaba, entendia. Todo lo que está dicho escribió á los Reyes, -quedando aislado, como se dirá, en Jamáica, y el treslado -de la carta tengo conmigo.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_112" id="Page_112">[112]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Habiéndole señalado aquel indio viejo las provincias de -Veragua y otras, por ricas, y que estaban al Oriente, dejó de -proseguir la vía que llevaba del Poniente (la cual, si prosiguiera, -ninguna duda debe haber que no topara el reino de -Yucatán y luego los de la Nueva España, turándole los navíos), -dió la vuelta por la vía de Levante y Oriente. La primera -tierra que de la firme vió, y se llegó á ella, fué una -punta que llamó de Caxinas, porque habia muchos árboles -cuyo fruto es unas manzanillas buenas de comer, que en la -lengua de los indios desta isla Española, llamaban, segun decia -el Almirante, caxinas, aunque yo, que supe algo della, no -me acuerdo que tal nombre oyese. Las gentes que moraban -más cercanas de aquella punta de Caxinas traian vestidas -unas jaquetas pintadas, sin mangas como las dichas, y los -almaizares con que se cubrian las vergüenzas, que debian ser -habidos de mercaderes de la tierra de Yucatán, de donde la -canoa que dijimos creemos que venia. Salió el Adelantado, -un domingo, á 14 de Agosto, con mucha gente de los españoles, -á tierra, á oir misa, y el miércoles siguiente tornó á salir -en tierra para tomar la posesion en nombre de los reyes de -Castilla, y estaban ya en la playa cien personas ó más, cargadas -de bastimentos y comidas de la tierra, como pan de -maíz, gallinas, venados, pescados y frutas, y, presentadas ante -el Adelantado y los cristianos, se retrajeron atrás sin hablar -palabra. El Adelantado les mandó dar de los rescates, como -cascabeles, y sartas de cuentas y espejuelos y otras menudencias. -Otro dia, siguiente, amanecieron en el mismo lugar -más de doscientas personas, todos cargados de gallinas, y ansares -y pescado asado y de diversas especies de fríxoles, que son<span class="pagenum"><a name="Page_113" id="Page_113">[113]</a></span> -como habas, y otras frutas. Es la tierra muy fresca, verde y -hermosa, en la cual habia infinidad de pinos, encinas de más -de seis ó siete especies, y de los árboles que llamaban en esta -isla hobos, que nosotros llamamos mirabolanos, fruta odorífera -y sabrosa. Sintieron que habia leones pardos, y ciervos, y otros -animales, y pudieran sentir que habia hartos tígres. Las gentes -de por aquellas comarcas no tenian las frentes anchas como las -destas islas, eran de diversas lenguas; totalmente desnudas -algunas, otras, solamente las vergüenzas cubiertas, otras, vestidas -de unas jaquetas como las cueras, que les llegaban hasta -el ombligo, sin mangas. Tenian labrados los cuerpos con fuego, -de unas labores como moriscas, unos figurando leones, otros -ciervos y otros de otras figuras; los señores, ó más honrados entre -ellos, traian por bonetes unos paños de algodon blancos y colorados; -algunos tenian en la frente unos copetes de cabellos como -una flocadura. Cuando se ataviaban para sus fiestas, teñíanse -algunos los rostros de negro, otros de colorado, otros hacíanse -rayas por la cara de diversas colores, y otros teñian el -pico de la naríz, otros se alcoholaban los ojos y los teñian de -negro, y estos atavíos tenian por mucha gala; y, porque habia -otras gentes por aquella costa que tenian las orejas horadadas, -y tan grandes agujeros, que cupiera un huevo de gallina -bien por ellos, puso nombre á aquella ribera la costa de -la Oreja. De aquella punta de Caxinas navegó el Almirante -hácia el Oriente con muy grandes trabajos, contra viento -y contra las corrientes, á la bolina, como dicen los marineros, -que apénas se andan cada dia cinco leguas, y ni dos muchas -veces; van los navíos dando vueltas cuatro y cinco y más horas -hácia una parte, y otra hácia otra, y desta manera se -ahorra lo poco que se anda, y algunas veces se pierde lo -que se ha ganado en dos, de una vuelta. Y, porque habiendo -60 leguas de la punta de Caxinas á un cabo de tierra que entra -mucho en la mar, tardó, con estos trabajos, en llegar el Almirante, -y de allí vuelve la tierra y se encoge hácia el Sur, por -lo cual, los navíos podian mejor y bien navegar, púsole nombre -á aquel cabo, el cabo de Gracias á Dios; y esto dice el<span class="pagenum"><a name="Page_114" id="Page_114">[114]</a></span> -Almirante que fué á 12 de Setiembre del mismo año de 502. -Pasado el cabo de Gracias á Dios, tuvieron necesidad de tomar -agua y leña; mandó el Almirante ir las barcas á un gran rio -que allí parecia, donde, por la creciente de la mar y la corriente -del rio que se combatian, se perdió la una de las barcas, con -toda la gente que traia, y, por este desastre, púsole nombre del -Desastre, al rio. El Domingo, á 17 de Setiembre, fueron á echar -anclas entre una isleta llamada Quiribri, y en un pueblo en la -tierra firme, llamado Cariarí. Allí hallaron la mejor gente, y -tierra, y estancia que habian hasta allí hallado, por la hermosura -de los cerros y sierra, y frescura de los rios y arboledas, -que se iban al cielo de altas, y la isleta verde, fresquísima, -llana, de grandes florestas, que parecía un vergel -deleitable; llamóla el Almirante la Huerta, y está del dicho -pueblo Cariarí, la última luenga, una legua pequeña. Está el -pueblo junto á un graciosísimo rio, á donde concurrió mucha -gente de guerra, con sus armas, arcos y flechas, y varas, y -macanas, como haciendo rebato, y mostrando estar aparejados -para defender su tierra. Los hombres traian los cabellos -trenzados, revueltos á la cabeza, y las mujeres cortados, de la -manera que los traen los hombres nuestros; pero, como los -cristianos les hicieron seña de paz, ellos no pasaron adelante, -mas de mostrar voluntad de trocar sus cosas por las nuestras. -Traian mantas de algodon y jaquetas de las dichas, y unas -águilas de oro bajo, que traian al cuello. Estas cosas traian -nadando á las barcas, porque aquel dia, ni otro, los españoles -no salieron á tierra. De todas ellas no quiso el Almirante que -se tomase cosa, por, disimulando, dalles á entender que no -hacian cuenta dello, y cuanto más dellas se mostraba menosprecio, -tanta mayor cudicia é importunidad significaban los -indios de contratar, haciendo muchas señas, tendiendo las -mantas como banderas, y provocándolos á que saliesen á tierra. -Mandóles dar el Almirante cosas de rescate de Castilla, -mas desque vieron que los cristianos no querian de sus -cosas, y que ninguno salia é iba á contratar con ellos, todas -las cosas de Castilla, que habian rescibido, las pusieron liadas<span class="pagenum"><a name="Page_115" id="Page_115">[115]</a></span> -junto á la mar, sin que faltase la menor dellas, casi diciendo, -«pues no quereis de las nuestras tomaos las vuestras», -y así las hallaron todas los cristianos otro dia, que salieron -en tierra. Y como los indios, que por aquella comarca estaban, -sintieron que los cristianos no se fiaban dellos, enviaron un -indio viejo, que parecia persona honrada, y de estima entre -ellos, con una bandera puesta en una vara, como que daban -seguridad; y traia dos muchachas, la una de hasta catorce años, -y la otra de hasta ocho, con ciertas joyas de oro al cuello, el -que las metió en la barca, haciendo señas que podian los -cristianos salir seguramente. Salieron, pues, algunos á traer -agua para los navíos, estando los indios modestísimos y quietos, -y con aviso de no se mover, ni hacer cosa por donde los -españoles tomasen ocasion de tener algun miedo dellos. Tomada -el agua, y como se entrasen en las barcas para se volver á los -navíos, hacíanles señas que llevasen consigo las muchachas y -las piezas del oro que traian colgadas del cuello; y, por la importunacion -del viejo, lleváronlas consigo, y era cosa de notar -las muchachas no mostrar señal de pena ni tristeza, viéndose -entregar á gente tan extraña, y feroz, y de ellos, en vista, -y habla y meneos, tan diversa, ántes mostraban un semblante -alegre y honesto. Desque el Almirante las vido, hízolas vestir, -y dalles de comer y de las cosas de Castilla, y mandó que -luego las tornasen á tierra, para que los indios entendiesen -que no eran gente que solian usar mal de mujeres, pero llegando -á tierra, no hallaron persona á quien las diesen; -por lo cual las tornaron al navío del Almirante, y allí las -mandó aquella noche tener, con toda honestidad, á buen recaudo. -El dia siguiente, juéves, á 29 de Setiembre, las mandó -tornar en tierra, donde estaban ya 50 hombres, y el viejo que -las habia traido las tornó á rescibir, mostrando mucho placer -con ellas, y volviendo á la tarde las barcas á tierra, hallaron -la misma gente con las mozas, y ellas y ellos volvieron á los -cristianos todo cuanto se les habia dado, sin querer que dello -quedase alguna cosa. Otro dia, saliendo el Adelantado á tierra, -para tomar lengua, y hacer informacion de aquella gente,<span class="pagenum"><a name="Page_116" id="Page_116">[116]</a></span> -llegáronse dos indios de los más honrados, á lo que parecia, -junto á la barca donde iba, y tomáronlo en medio por los -brazos hasta sentarlo en las hierbas muy frescas de la ribera, -y preguntándoles algunas cosas por señas, mandó al -escribano que escribiese lo que decian; los cuales se alborotaron -de tal manera viendo la tinta y el papel, y que escribian, -que los más echaron luego á huir, creyóse que por temor -que no fuesen algunas palabras ó señales para los hechizar, -porque, por ventura, se usaban hechizos entre ellos, y presumióse, -porque, cuando llegaban cerca de los cristianos, derramaban -por el aire unos polvos hácia ellos, y de los mismos -polvos hacian sahumerios, procurando que el humo fuese -hácia los cristianos, y por este mismo temor, quizá, no quisieron -que quedase con ellos cosa de las que les habian dado de -las nuestras. Reparados los navíos de lo que habian menester y -oreados los bastimentos, y recreada la gente que iba enferma, -mandó el Almirante que saliese su hermano el Adelantado con -alguna gente á tierra, para ver el pueblo, y la manera y trato -que los moradores dél tenian; donde vieron que dentro de -sus casas, que eran de madera cubiertas de cañas, tenian sepulturas -en que estaban cuerpos muertos, secos y mirrados, -sin algun mal olor, envueltos en unas mantas ó sábanas de -algodon, y encima de la sepultura estaban unas tablas, y en -ellas esculpidas figuras de animales, y en algunas la figura -del que estaba sepultado, y con él joyas de oro y cuentas, y -cosas que por más preciosas tenian. Mandó el Almirante tomar -algunos de aquellos indios, por fuerza, para llevar consigo -y saber dellos los secretos de la tierra. Tomaron siete, no -sin gran escándalo de todos los demás, y, de los siete, dos escogió, -que parecian los más honrados y principales; á los demas -dejaron ir dándoles algunas cosas de las de Castilla, dándoles á -entender por señas, que aquellos tomaban por guías, y despues -se los enviarian. Pero poco los consoló este decir, por lo cual, -luego, el siguiente dia, vino á la playa mucha gente, y enviaron -cuatro por embajadores al navío del Almirante; prometian de -dar de lo que tenian, y que les diesen los dos hombres, que<span class="pagenum"><a name="Page_117" id="Page_117">[117]</a></span> -debian ser personas de calidad, y luego trujeron dos puercos -de la tierra, en presente, que son muy bravos, aunque pequeños. -No quiso restituirles los dos presos el Almirante, sino -mandó dar á los mensajeros que habian venido algunas de las -bujerías de Castilla y pagarles sus porquezuelos que habian -traido, y saliéronse á tierra con harto desconsuelo de aquella -violencia é injusticia de tomalles aquellos por fuerza, y llevárselos -contra voluntad de todos ellos, dejando sus mujeres y -hijos huérfanos. Y quizá eran señores de la tierra ó de los -pueblos, los que les detenian, injustamente, presos; y así, tuvieron -de allí en adelante justa causa y claro derecho de no se -fiar de ningun cristiano, ántes razon jurídica para hacelles -justa guerra, como es manifiesto.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_118" id="Page_118">[118]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Entre otros lugares que el indio viejo, que habian tomado -y detenido de la canoa, en la isla de los Guanajes, y otros -indios, nombraron al Almirante, que habia ó eran tierras de -oro, fué uno llamado Caravaró. Levantó, pues, las anclas desta -provincia ó pueblos de Cariarí, 5 de Octubre, y navegó á la de -Caravaró, la última luenga, hácia el Oriente, donde habia una -bahía de mar, de seis leguas de longura y de ancho más de -tres, la cual tiene muchas isletas, y tres ó cuatro bocas, para -entrar los navíos y salir muy buenas con todos tiempos, y -por entre aquellas isletas van los navíos, como si fuesen por -calles, tocando las ramas de los árboles, en la járcia y cuerdas -de los navíos; cosa muy fresca y hermosa. Despues de -haber surgido y echado anclas los navíos, salieron las barcas -á una de aquellas isletas, donde hallaron 20 canoas ó navecitas -de un madero, de los indios, y la gente dellas vieron en -tierra desnudos, en cueros del todo, solas las mujeres cubierto -lo vergonzoso; traia cada uno su espejo de oro al -cuello, y algunos una águila, y comenzándoles á hablar los -dos indios que traian de Cariarí, perdieron el temor, y dieron -luego un espejo de oro, que pesaba 10 ducados, por tres -cascabeles, diciendo que allí, en la tierra firme, habia mucho -de aquello, muy cerca de donde estaban. El dia siguiente, á 7 -de Octubre, fueron las barcas á tierra firme, y toparon diez -canoas llenas de gente, todas con sus espejos al cuello, de -oro. Tomaron dellas dos hombres que parecian ser dellos los -más principales, para, con los dos de Cariarí, saber los secretos -de la tierra. Dice cerca desto un testigo, llamado Pedro de -Ledesma, piloto señalado, que yo cognoscí, que salieron á los -navíos 80 canoas, con mucho oro, y que no quiso el Almirante<span class="pagenum"><a name="Page_119" id="Page_119">[119]</a></span> -rescibir alguna cosa. Su hijo del Almirante, D. Hernando -Colon, que allí andaba, puesto que niño de trece años, no -hace mencion de 80 canoas, pero pudo ser que viniesen 80, -una vez 10, y otras 20, y así llegasen á 80, y es de creer que -mejor cuenta ternia desto el piloto dicho, que era de cuarenta y -cinco y más años, que no el niño de trece. Los dos hombres que -aquí desta canoa tomaron traian al cuello, el uno, un espejo que -pesó 14 ducados, y el otro un águila que pesó 22, y estos -afirmaban, que de aquel metal, pues tanto caso dél hacian, -una jornada y dos de hallí habia harta abundancia. En aquesta -bahía era infinita la cuantidad que habia de pescado, y en -la tierra muchos animales de los arriba nombrados. Habia -muchos mantenimientos de las raíces y de grano, y de frutas. -Los hombres andaban totalmente desnudos, y las mujeres -de la manera de las de Cariarí. Desta tierra ó provincia de -Carabaró, pasaron á otra, confin della, que nombraban Aburená, -la última luenga, la cual es, en todo y por todo, como -la pasada. Desta salieron á la mar larga, y, 12 leguas adelante, -llegaron á un rio, en el cual mandó el Almirante salir -las barcas, y, llegando á tierra, obra de 200 indios, que estaban -en la playa, arremetieron con gran furia contra las -barcas, metidos en la mar hasta la cinta, esgrimiendo con -sus varas, tañendo bocinas y un atambor, mostrando querer -defender la entrada en su tierra de gente á ellos tan extraña; -echaban del agua salada con las manos hácia los españoles, -y mascaban hierbas y arrojábanlas contra ellos. Los españoles -disimulaban, blandeándolos y aplacándolos por señas, y -los indios que traian hablándolos, hasta tanto que, finalmente, -se apaciguaron, y se llegaron á rescatar ó contratar los espejos -de oro que traian al cuello, los cuales daban por dos -ó tres cascabeles; hobiéronse allí entónces 16 espejos de -oro fino, que valdrian 150 ducados. Otro dia, viérnes, á 21 -de Octubre, tornaron las barcas á tierra, al sabor del rescate; -llamaron á los indios desde las barcas, que estaban cerca de -allí, en unas ramadas que aquella noche hicieron, temiendo -que los españoles no saliesen á tierra y les hiciesen algun<span class="pagenum"><a name="Page_120" id="Page_120">[120]</a></span> -daño, pero ninguno quiso venir á su llamado. Desde á un -rato, tañen sus bocinas ó cuernos, y atambor, y, con gran -grita, lléganse á la mar de la manera que de ántes, y, llegando -cerca de las barcas, amagábanles como que les querian tirar -las varas si no se volvian á sus navíos, y se fuesen, pero ninguna -les tiraron; mas á la buena paciencia y humildad de los -españoles, no pareció que era bien sufrir tanto, por lo cual -sueltan una ballesta y dan una saetada á un indio dellos, en -un brazo, y tras ella pegan fuego á una lombarda, y dando el -tronido, pensando que los cielos se caian y los tomaban debajo, -no paró hombre de todos ellos, huyendo el que más podia, -por salvarse. Salieron luego de las barcas cuatro españoles, -y tornáronlos á llamar, los cuales, dejadas sus armas, se vinieron -para ellos como unos corderos seguros, y como si no -hobieran pasado nada. Rescataron ó conmutaron tres espejos, -excusándose que no traian al presente más, por no saber que -aquello les agradaba. Desta tierra pasó adelante á otra llamada -Catiba, y echando anclas en la boca de un gran rio, -la gente della, con cuernos y atambores, se andaba toda -moviendo, y apedillando. Enviaron á los navíos una canoa -con dos hombres, para ver qué gente nueva era, y qué queria. -Habláronles los indios que se habian tomado atras, y -luego entraron en la nao del Almirante, con mucha seguridad, -y, por induccion del indio de Cariarí y de los otros, se -quitaron los espejos de oro, que traian al cuello, y diéronlos -al Almirante, y el Almirante les mandó dar de las cosas y -rescates de Castilla. Salidos estos á tierra, vino luego otra canoa -con tres hombres, y sus espejos al cuello, los cuales hicieron -lo mismo que los primeros. Conciliada ya desta manera -el amistad, salieron las barcas á tierra, donde hallaron mucha -gente con el Rey de aquella provincia, ó pueblos, el cual, -ninguna diferencia mostraba tener de los otros, salvo estar -cubierto con una hoja de árbol, porque llovía, y el acatamiento -y reverencia que todos le tenian. Él fué el primero -que rescató su espejo, y dió licencia que los suyos tambien -rescatasen con los cristianos. Fueron por todos 19 espejos,<span class="pagenum"><a name="Page_121" id="Page_121">[121]</a></span> -de fino oro. Pedro de Ledesma, el piloto que arriba -dije, depuso en el pleito, de que ya he hecho algunas veces -mencion, presentado por el Fiscal, que en uno de los puertos -por donde andaban entónces, llamado Hurira, se rescataron -90 marcos de oro por tres docenas de cascabeles; y -este debia ser uno de cinco pueblos, ó todos cinco, donde, -salido de la boca de aquel gran rio, el Oriente arriba, fué -luego el Almirante, y segun dijo D. Hernando Colon, su hijo, -allí habia mucho rescate, y entre ellos estaba Veragua, donde -los indios de atras decian que se cogia el mucho oro, y se -labraban los espejos que rescataban. Destos pueblos fueron á -una poblacion llamada Cubija ó Cubiga, donde, segun la relacion -que los indios daban, se acababa la tierra del rescate, la -cual comenzaba desde Carabaró y fenecia en aquella poblacion -Cubiga ó Cubija, que serian obra de 50 leguas de costa -de mar. De aquí subió el Almirante la mar arriba, por el -Oriente, como venia, y fué á entrar, en 2 dias de Noviembre, -en un puerto mucho bueno, que por ser tal lo llamó puerto -Bello, que estaba obra de seis leguas del que agora llamamos -el Nombre de Dios. El puerto es muy grande y muy hermoso; -entró en él por medio de dos isletas, y, dentro dél, pueden llegarse -las naos, muy en tierra, y salir voltejando si quisieren. -Toda la tierra de la redonda del puerto es la tierra graciosísima, -estaba toda labrada y llena de casas, á tiro de piedra -y de ballesta la una de la otra, que parecia todo una huerta -pintada, y de las más hermosas que se habian por toda aquella -costa visto. Allí estuvieron siete dias, por las muchas lluvias -y matos tiempos que les hizo, y en todos ellos vinieron -canoas de toda la comarca, á contratar con los cristianos las -comidas y frutas que tenian, y ovillos de algodon hilado, muy -lindo, lo cual, todo, daban por cosillas de laton, como eran, -alfileres y cabos de agujetas, y si tuvieran oro tambien por -ellos lo dieran.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_122" id="Page_122">[122]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Pasados los siete dias, salieron de Bel puerto ó puerto Bello, -en 9 de Noviembre, y fueron ocho leguas, y, con malos -tiempos, volvieron atras y entraron en el puerto que llamamos -el Nombre de Dios, al cual llamó el Almirante puerto de Bastimentos, -porque todas aquellas comarcas y tres isletas, que -estaban por allí, eran llenas de labranzas y maizales. Vieron -una canoa de indios, y adelantóse una barca llena de españoles -tras ella, por tomar lengua de alguno dellos, pero los -indios, huyendo, dábanse priesa á remar, temiendo si les querian -hacer mal, y como los alcanzasen, llegando la barca como -á un tiro de piedra, echáronse todos á la mar para huir nadando, -y cuanto los marineros remaban, y llegaba la barca -junto á ellos, zabullíanse, como hacen las aves de agua, é iban -á salir por debajo del agua un tiro de ballesta y dos desviados -de la barca, por una parte ó por otra; y esto duró más de -grande media legua. Era una fiesta bien de ver, y de harto -pasatiempo y alegría, ver lo que trabajaban los marineros en -su barca por tomar alguno, y cuan en valde, pues á ningun -indio tomaron, y los indios todos se fueron riendo y mofando, á -tierra, de los marineros, y los marineros, vacíos y corridos, se -volvieron á las naos. Estuvieron aquí hasta 23 de Noviembre, -adobando los navíos y la vasija del agua, y, salidos, fueron -hácia el Oriente, y llegaron á una tierra llamada Guija ó Guiga, -y salidas las barcas á tierra, estaban ya esperando los cristianos -sobre trescientas personas con deseos de rescatar sus mantenimientos, -y algunas joyuelas de oro que traian en las orejas -y narices; pero no quiso el Almirante parar allí mucho, más -sábado, á 26 del mismo mes, entraron en un portezuelo, al -cual puso el Almirante nombre Retrete, por su estrehura, porque<span class="pagenum"><a name="Page_123" id="Page_123">[123]</a></span> -no cabian en él arriba de cinco ó seis navíos juntos, y la -entrada era por una boca de hasta quince ó veinte pasos de -ancho, y de ambas partes los arracifes que sobreaguaban, -que son peñas como puntas de diamantes, y la canal entre ellos -era tan hondable, que, á allegarse un poco á la orilla, pueden -saltar en tierra desde las naos; y esto fué principal remedio -para no se perder los navíos, segun el angostura era, y la -causa deste peligro fué la relacion falsa que hicieron los marineros -que en las barcas entraron primero adelante á sondar -ó conocer la hondura que por allí habia y peligros, por el -ansia que tenian siempre de salir á tierra á rescatar ó contratar -con los indios de la tierra. Por esto parece que el puerto -del Retrete no es el que agora llamamos del Nombre de Dios, -como arriba dijimos por relacion de otros, sino más adelante, -hácia el Oriente. Estuvieron aquí los navíos nueve dias, por -los vientos que corrian muy forzosos y contrarios. Al principio -de estos dias, venian los indios muy pacíficos y mansos, -con toda simplicidad, á hacer sus rescates con los cristianos, -pero despues que los españoles se salian sin licencia del Almirante -de los navíos, escondidamente, y se iban por las casas -de los indios, y, como gente disoluta y cudiciosa, les hacian -mil agravios, diéronles causa á que se alterasen de tal forma, -que se hobo de quebrar la paz con ellos, y pasaban algunas -escaramuzas; y como ellos, de cada dia se juntasen en mayor -copia, osaban ya venir hasta cerca de los navíos, que, como -dijimos, estaban con el bordo á tierra, pareciéndoles que podian -hacer el daño que quisiesen, aunque les saliera bien por -el contrario, si el Almirante no tuviera siempre respecto á mitigallos -con sufrimiento y buenas obras. Todo esto dice don -Hernando, hijo del Almirante; donde parece quién fué y era -la causa de que los indios se escandalizasen y tuviesen por -mala gente á los cristianos, y no quisiesen con ellos paz. Parece -tambien, si aquellas gentes, desde su descubrimiento, fueran -tractadas por amor y justicia, segun dicta la razon natural, y -prosiguiera siempre adelante con ellos la vía de comercio y -contratacion pacífica y moderada, y mucho más si fuera cristiana,<span class="pagenum"><a name="Page_124" id="Page_124">[124]</a></span> -como justamente hobiéramos dellos todo lo que de oro y -riquezas tenian y abundaban, por nuestras cosillas de no nada, -y cuánta paz y amor entre nosotros y ellos se conciliara, y, -por consiguiente, cuán cierta y fácil fuera su conversion á -Cristo, y cuánto la Iglesia universal se gozara de tener tan -infinitos hijos cristianos. Añide más D. Hernando: «que, visto su -demasiado atrevimiento, por espantallos, mandaba tirar el Almirante -alguna lombarda de cuando en cuando, y que ellos -respondian con gran grita, dando con sus bastones en las ramas -de los árboles, haciendo grandes amenazas y mostrando -no tener temor del sonido ó estruendo de las lombardas, pensando -que debian ser como los truenos secos sin rayos, no -más de para causar espanto; y, que porque no tuviesen tan -gran soberbia, ni menospreciasen á los cristanos, mandó que -una vez tirasen una lombarda contra una cuadrilla de gente -que estaba junta y apeñuscada en un cerrito, y dando por -medio dellos la pelota, hízoles cognoscer que aquella burla era -tambien rayo como trueno, por tal manera, que despues, áun -tras los montes, no se osaban asomar.» Esto dice D. Hernando, -y así parece que debia de haber muerto algunos dellos la pelota -de la lombarda; y, cierto, harta mal enmienda de los escándalos -que los españoles habian causado á aquellas pacíficas -gentes, y poco sufrimiento y ménos buenas obras en esto hizo -el Almirante, por no más de porque no tuviesen tan gran soberbia, -y no menospreciasen los cristianos, con la lombarda -matallos, siendo ellos primero escandalizados y agraviados, mostrándose -tan pacíficos y amigos, y los españoles, por el contrario, -haber sido culpados, y quizá muy culpados, lo que, por -ventura, D. Hernando calla. Cierto, mejor sufrimiento fuera -castigar con rigor el Almirante á los que los habian agraviado y -escandalizado en presencia dellos, para que pareciera pesarle -dello, y ser sólos culpados aquellos, y con palabras ó señas, y -mucho más con dádivas y buenas otras obras, satisfacellos, que -no á grandes pecados añadir otros más detestables, con que -mayores daños les hicieron. Dice tambien D. Hernando, que la -gente de aquella tierra era la más bien dispuesta que hasta<span class="pagenum"><a name="Page_125" id="Page_125">[125]</a></span> -entónces se habia visto en estas Indias; eran altos de cuerpo y -enjutos, de muy buenos gestos. La tierra toda rasa, y de mucha -hierba y poca arboleda. En el puerto habia grandísimos -lagartos que salian á dormir en seco, los cuales lanzan de sí -un olor que parece que allí está todo el almizcle del mundo, -y son tan carniceros, que si hallan un hombre durmiendo en -tierra, lo llevan arrastrando al agua para comello, puesto que -son muy cobardes y huyen cuando son acometidos. Estos son -los verdaderos cocodrilos de los que se dice abundar el rio -Nilo; hay muchos en los rios que salen á esta mar que decimos -del Norte, pero muchos más, sin número, en los que corren -á la mar del Sur.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_126" id="Page_126">[126]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Andando en esto habia grandes tempestades y contrarios -tiempos, cuasi siempre, unos dias más que otros; y viendo el -Almirante impedirle los tiempos Levantes y Nordestes, que -son brisas fuertes, de ir adelante, siguiendo la vía que llevaba -del Oriente, lúnes, 5 dias de Diciembre, determinó de volver -atras, para certificarse de las minas del oro, que ser -muy ricas, en la provincia de Veragua, le habian dicho; así -que, aquel mesmo dia, llegó á Bel puerto, que serian hasta -10 leguas al Occidente. Siguiendo su camino, el dia siguiente -asoma un viento gueste, que es Poniente, contrarísimo al -camino que habia querido tomar de nuevo, y próspero para -el que llevaba y habia deseado por tres meses, que lo puso -en muy grande aprieto. No quiso tornar la vía del Oriente, -para la cual bien le sirviera, por la incertidumbre que cada dia -experimentaba de los vientos. Forcejó contra los vientos, crecióle -la tormenta, y anduvieron nueve dias sin esperanza de -vida. Dice el Almirante en la carta, que desde la isla de Jamáica -escribió á los Reyes, que nunca ojos vieron la mar -tan alta ni tan brava, y la espuma della que parecia arder en -fuego. El viento estorbaba ir adelante y no daba lugar para -correr á la mar larga, ni para socorrerse con alguna punta -de tierra ó cabo. Un dia y una noche pareció que ardia en -vivas llamas el cielo, segun la frecuencia de los truenos y -relámpagos y rayos que caian, que cada momento esperaban -de ser abrasados todos, y los navíos hundidos á pedazos, segun -los vientos eran espantables. Los truenos eran tan bravos -y tan espesos, que pensaban los de un navío que los de los -otros disparaban el artillería, demandando socorro porque se -hundian. Con todo esto eran tantas y tan espesas las lluvias y<span class="pagenum"><a name="Page_127" id="Page_127">[127]</a></span> -aguas del cielo, que, en dos ni en tres dias, no cesaba de llover -á cántaros, que no parecia sino que resegundaba otro Diluvio. -La gente de los navíos estaba tan molida, turbada, enferma -y de tantas amarguras llena, que, como desesperada, deseaba -más la muerte que la vida; viendo que todos cuatro elementos -contra ellos tan cruelmente peleaban. Temian el fuego, por -los rayos y relámpagos; los vientos unos contrarios de otros -tan furiosos y bravos y desmensurados; el agua de la mar -que los comia, y la de los cielos que los empapaba; la tierra -por los bajos y roquedos de las costas no sabidas, que, hallándose -cabe el puerto, donde consiste el refugio de los mareantes, -por no tener noticia dellos ó por no les saber las entradas, -escogen los hombres ántes pelear y contrastar con bravos -vientos y con la espantosa soberbia de la mar, y con todos los -otros peligros que hay, que llegarse á la tierra, que, como más -propicia y á nosotros más agradable y natural, entónces más -deseamos. Sobrevínoles otro peligro y angustia, sobre todos -los relatados, y esta fué una manga que se suele hacer en la -mar. Esta es como una nube ó niebla que sube de la mar hácia -el aire, tan gruesa como una cuba ó tonel, por la cual -sube á las nubes el agua, torciéndola á manera de torbellino, -que cuando acaece hallarse juntas las naos, las anega y es -imposible escapar. Tuvieron por remedio decir el Evangelio -de San Juan, y así la cortaron, y creyeron por la virtud divina -haber escapado. Padecieron en estos dias terribles trabajos, -que ya no habia hombre que pensase, por solos los cansancios -y molimientos, con vida escapar. Dióles Dios un poco de alivio -dándoles un dia ó dos de calmas, en los cuales fueron -tantos los tiburones que acudieron á los navíos, que les ponian -espanto y no ménos en gran temor, tomándolos por agüeros, -algunos, que no fuese alguna mala señal. Pero, sin ser -agüero, podia ser señal natural, como las toninas ó delfines -lo es de tormenta cuando sobreaguan, como arriba en el capítulo -5.º dimos alguna relacion. Hicieron grande matanza -dellos con anzuelos de cadena, que no les fueron poco provechosos -para hacer bastimento, porque tenian ya falta de viandas,<span class="pagenum"><a name="Page_128" id="Page_128">[128]</a></span> -por haber ya ocho meses que andaban por la mar, y así -consumido la carne y pescado que de España habian sacado, -dello comido y dello podrido por los calores y bochorno, y -tambien la humedad que corrompe las cosas comestibles -por estas mares; pudrióseles tanto el bizcocho, y hinchióseles -de tanta cantidad de gusanos, que habia personas que no -querian comer ó cenar la maçamorra que, del bizcocho y -agua, puesta en el fuego, hacian, sino de noche, por ver la -multitud de los gusanos que dél salian y con él se cocian. -Otros estaban ya tan acostumbrados por la hambre á comerlos, -que ya no los quitaban, porque en quitarlos se les pasaria -la cena; tantos eran. En este camino hácia Veragua, en -obra de 15, 20 ó 30 leguas, fueron cosas espantosas las que -con los tiempos contrarios les acaecieron. Salian de un puerto, -y no parecia sino que el viento contrario, de industria, los estaba -esperando como tras un canton, para resistillos. Volvian -con la fuerza dél hácia el Oriente; cuando no se cataban, venia -otro que los volvia impetuosamente al Poniente, y esto tantas -y tan diversas veces, que no sabia el Almirante ni los que -con él andaban qué decir ni hacer. Por todos estos temporales -tan adversos y diversos, que parece que nunca hombres navegantes -padecieron en tan poco camino, como desde Bel -puerto hasta Veragua, otros tales, puso por nombre á aquella -costa, la costa de los Contrastes. En todo este tiempo, el Almirante -padecia enfermedad de gota, y sobre ella estas angustias -y trabajos, y la gente, lo mismo, enferma y fatigada, y -la más desmayada. Finalmente, dia de los Reyes del año siguiente -de 1503, entraron en un rio, al cual los indios llamaban -Yebra, y el Almirante le puso por nombre Belem, por honra -de aquel dia que los tres Reyes Magos aportaron á aquel -Sancto Lugar. Adelante deste rio está otro, una legua ó dos, que -los indios decian Veragua; mandó el Almirante sondar la entrada -del primero, que es con cierto plomo mirar qué tantos -palmos ó brazas tiene de hondo, y tambien el de Veragua, y -hallaron tener catorce palmos el de Belem, cuando es llena la -mar, y mucho ménos el de Veragua. Subieron las barcas por<span class="pagenum"><a name="Page_129" id="Page_129">[129]</a></span> -el de Belem arriba, hasta llegar á la poblacion, donde tuvieron -noticia que las minas del oro estaban en Veragua, puesto -que los vecinos della se pusieron al principio en armas, no -queriendo oir á los españoles ni hablarles, ántes resistirles la -entrada; el dia siguiente fueron las barcas por el rio de Veragua, -y los vecinos tambien dél hicieron lo mismo apedillándose -unos á otros con sus armas; no sólo por tierra trabajaban -de defender que no pasasen adelante, pero entrando en -el agua, mas como iba con los españoles un indio de aquella -costa, que entendia su lenguaje, apaciguólos, afirmándoles que -aquellos eran buena gente, y que no les querian tomar cosa -de las suyas sin pagársela, y así se aseguraron y comenzaron -á rescatar y contratar con los cristianos, de los cuales se -hobieron hasta 20 espejos de oro y algunos cañutos, como -cuentas y granos de oro, por fundir. Los cuales, para más lo -encarecer, fingian que se cogia muy léjos en unas sierras -ásperas, y que cuando lo cogian, no comian, ántes se apartaban -de sus mujeres, y otros encarecimientos semejantes.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_130" id="Page_130">[130]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Visto que el rio de Belem era más hondo para entrar los -navíos, acordó el Almirante de entrar en él, y así, lúnes, 9 -de Enero, entraron los dos navíos, y otro dia siguiente, por -esperar que fuese plena mar, entraron los otros dos que pedian -más agua, puesto que no crece ni mengua, con la mayor -marea, más de dos palmos. Vinieron luégo los indios á contractar -con los cristianos de lo que tenian, especialmente pescado, -el cuál entra de la mar tan inmenso número á temporadas, -que parece cosa increible á quien no lo haya visto; -traian tambien oro que daban por alfileres, y lo que era de -más cantidad y precio trocaban por cuentas y por cascabeles. -Y como toda la fama de la riqueza de las minas, los indios -atribuyesen á Veragua, el tercero dia, despues de la entrada, -salió el Adelantado á la mar con las barcas, para subir por -el rio de Veragua hasta el pueblo donde residia el Rey de la -tierra, llamado Quibia, el cual, sabiendo la ida de los cristianos, -descendió él y gentes con él, en sus canoas, á rescebirlos, -el rio abajo. Llegadas las canoas á las barcas, hiciéronse todos -buen rescibimiento, como si fueran hermanos. Dió el Rey al -Adelantado de las joyas de oro que traia, y el Adelantado al -Rey de las bujerías y rescates de Castilla, por manera, que -los unos quedaron de los otros muy contentos y amigos, y -volvióse con sus canoas el Rey á su pueblo, y el Adelantado -con sus barcas á los navíos. El dia siguiente vino el Rey á ver -al Almirante á los navíos, y como habia poco que platicar, por -no entenderse las lenguas, despues de obra de una hora, el -Almirante le dió algunas cosas de Castilla, y los suyos rescataron -algunas joyas de oro por cascabeles, y sin muchas ceremonias -se despidió, y se fué como se vino. Estando así, los<span class="pagenum"><a name="Page_131" id="Page_131">[131]</a></span> -españoles muy contentos y alegres, un mártes, 24 de Enero, -súbitamente vino aquel rio de Belem de avenida tan crecido, -que, sin poderse reparar echando amarras á los navíos, dió -el ímpetu del agua en la nao del Almirante con tanta violencia, -que le hizo quebrar la una de las dos anclas que tenia, y -fué á dar con terrible furia sobre uno de los otros navíos, que -le rompió la contramesana, que es uno de los mástiles, y entena, -donde va cierta vela, y van garrando ambas á dos (esto -es llevar las anclas arrastrando), y daban los golpes y relanzaduras -ó vaivenes de una parte á otra del rio, que no perderse -allí todos cuatro navíos fué negocio divino. Esta súbita -venida é inundacion deste rio debió ser algun grande aguacero -(como los hace muchos en estas Indias), que debió llover -en las montañas muy altas que están sobre Veragua, que llamó -el Almirante de Sant Cristóbal, porque el pico de la más -alta parece exceder á la region del aire, porque nunca se ve -sobre aquel nube alguna, sino todas quedan muy más bajas, -y, á quien lo mira, parece que es una ermita. Estará, por lo -ménos, á lo que se juzga, 20 leguas la tierra dentro, todas de -grandísima espesura. No sólo este peligro grande allí tuvieron, -pero, ya que quisieran salir á la mar, que estaba de los -navíos no media milla, era tanta la tormenta y braveza de la -mar, que habia fuera, que no se hobieran movido del rio, -cuando fueran hechos los navíos pedazos á la salida de la -barra; en la cual eran tantas las rebentazones que hacia la -mar, que ni las barcas pudieron salir, por muchos dias que -duró, para ir á ver por la costa el asiento y disposicion de -la tierra, para hacer un pueblo de españoles que el Almirante -hacer determinaba, y haber nueva de las minas, que -era lo que hacia á su caso. Pasados los dias destos tiempos -adversos, y de afliccion harta para todos, y más para el Almirante, -ya que abonanzó la mar, lúnes, á 6 de Febrero -envió al Adelantado con 68 hombres por la mar, hasta la -boca del rio de Veragua, que distaba una legua ó poco más, á -la parte del Occidente, y fueron por el rio arriba otra legua y -media, hasta el pueblo de aquel señor que dijimos llamarse<span class="pagenum"><a name="Page_132" id="Page_132">[132]</a></span> -Quibia, donde estuvieron un dia informándose del camino de -las minas. De allí, fueron cuatro leguas y media á dormir en -par de un rio, que pasaron cuarenta y tres veces; y otro dia -legua y media, y llegaron á las minas que les mostraron tres -indios quel señor mandó que con ellos fuesen por guias. Llegados, -segun dice el Almirante en la carta que escribió á los -Reyes desde Jamáica, que las guías les señalaron muchas -partes alrededor, que abundaban en oro, hácia el Poniente, -en especial por 20 jornadas. Finalmente, los españoles, en -obra de dos horas que allí quisieron tardar, cada uno cogió -su poquillo de oro entre las raíces (porque todo es gran espesura -de arboledas), con lo cual todos se contentaron y vinieron -muy alegres aquel dia al pueblo, y otro á los navíos; -estimando ser gran señal de las riquezas de aquella tierra, por -sacar tanto, aunque poco, en tan poco tiempo, y careciendo de -industria, que se requiere mucha para sacallo. Despues se -supo que aquellas minas no eran las de Veragua, que más -cerca estaban, sino las de Urirá, que era otro pueblo de sus -enemigos, á las cuales, diz que, por hacerles enojo, mandó guiar -allá los cristianos; y añide otra razon D. Hernando, conviene -á saber, porque se aficionasen de pasarse allá, y dejasen -su tierra sin embarazos. Tornó el Almirante á enviar al Adelantado -otra vez á que entrase por la tierra, y la costa abajo, -hácia el Poniente, á especular lo que por la tierra habia; y así, -salió el Adelantado, juéves, á 16 de Febrero del dicho año -de 503, con 59 hombres, y una barca por la mar con 14. Los -cuales, otro dia por la mañana, llegaron á un rio llamado Urirá, -seis ó siete leguas de Belem á la parte del Occidente. Sabido -que iban por el señor de aquella tierra, salió á recibillos -una legua, con hasta 20 personas, y presentóles mucha -comida y bastimento, y rescataron algunos espejos de oro. -Estando un rato allí donde se toparon, fuéronse todos juntos -al pueblo, indios y cristianos, de donde salió gran número de -gente á recibillos; y teníanles aparejada una gran casa, donde -los aposentaron y les presentaron muchas y diversas cosas de -comer. Desde á poco vino á visitallos el señor de Dururi, otro<span class="pagenum"><a name="Page_133" id="Page_133">[133]</a></span> -pueblo de aquel cercano, con mucha gente que traian algunos -espejos para rescatar. De los unos y de los otros, se supo que -habia, la tierra dentro, señores de pueblos que tenian gran riqueza -de oro, y que era gente armada como nosotros, pero -esto postrero, ya pareció que, ó los indios mintieron porque -no entrasen los españoles más dentro, ó no los entendieron -como hablasen por señas. En lo que toca lo primero, que tuviesen -mucha suma de oro, harta verdad fué, segun pareció -despues cuando por aquella tierra dentro, hácia la mar del -Sur, anduvo la gente de Pedrarias, como, si Dios quisiere, se -dirá. Otro dia siguiente, determinó el Adelantado de entrar -por la tierra más ahorrado, vista la bondad y mansedumbre -de los indios y caridad con que rescibian los cristianos; para -lo cual mandó volver por tierra toda la gente á los navíos, y, -con hasta 30 hombres, prosiguió su camino hácia un pueblo -llamado Cobraba, donde habia más de seis leguas de labranzas -de maizales, y de allí fué á otro pueblo que se decia Cateba; -en los cuales se les hizo buen rescibimiento, dándoles -mucho de comer, y rescatando algunos espejos de oro. Estos -espejos eran como unas patenas de cálices, algunas grandes, -otras menores, que pesarian 12 ducados, y algunas más, y otras -ménos, las cuales traian colgadas al cuello, con una cuerda -de algodon, como nosotros traemos un <i>Agnus Dei</i>. Y porque ya -el Adelantado se alejaba mucho de los navíos, y por aquella -costa ó ribera de la mar, no se hallaba puerto ni rio que fuese -más hondable que el de Belem, para hacer asiento de pueblo, -volvióse por el mismo camino con mucha cantidad de -oro que habia de los indios rescatado. El cual fué rescibido -con harta alegría de su hermano el Almirante, como trujese -tan buenas nuevas, y mejor muestra de haber por aquella -tierra tanta riqueza de oro.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_134" id="Page_134">[134]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXVI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Con este contentamiento, y esperanza del mucho bien que -se creia alcanzar de tierra tan opulenta, como esta se les habia -mostrado ser, y en la verdad lo era y agora lo es, deliberó -el Almirante dejar su hermano, el Adelantado, en ella, -con la mayor parte de los españoles, para que poblasen y -sojuzgasen la gente della, entre tanto que él volvia á Castilla, -para les enviar socorro de gente y bastimentos. Estas son palabras -de su hijo D. Hernando, con las que se siguen. Dióse, -pues, luégo con suma diligencia, en la quedada del Adelantado, -señalándole 80 hombres que con él quedasen. Acompañáronse -de 10 en 10, más ó ménos, segun entre sí se -concertaban, y comenzaron á hacer sus casas en la orilla ó -ribera del rio dicho, Belem, cerca de la boca que salia á la -mar, obra de un tiro de lombarda, pasada una caleta que está -á la mano derecha, como entramos en el rio, sobre la cual -entrada está un morro ó montecillo más alto que lo demas. -Las casas eran de madera, cubiertas de hojas de palma, entre -las cuales hicieron una casa grande, para que fuese alhóndiga -y casa de bastimentos. En esta se metió mucha municion -y artillería, con todo lo demas que para el servicio y -sustentacion de los pobladores se requeria, puesto que lo -principal de los bastimentos, como era bizcocho, y vino, y -aceite, y vinagre, y quesos, y legumbres, porque otra cosa -de comer no habia, se dejaba, como en lugar más seguro, en -uno de los navíos que habia de quedar con ellos, así para -servicio de la mar, como para la segundad de la tierra (y este -fué el primer pueblo que se hizo de españoles en tierra firme,<span class="pagenum"><a name="Page_135" id="Page_135">[135]</a></span> -puesto que luego desde á poco vino en nada).<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a> Quedábales -tambien mucho aparejo de redes y anzuelos para las pesquerías, -que, segun se dijo, eran maravillosas, por la infinidad -del pescado que aquella tierra abunda en los rios y en la mar, -que, á tiempos, vienen de paso diversas especies de pescados. -Péscanlos los indios de diversas maneras, que muestran en -ellos industria y mejor ingenio; hacen muy buenas y grandes -redes, y anzuelos de hueso y conchas de tortugas, y, porque -les falta hierro, córtanlos con unos hilos de cierta especie de -cáñamo que hay en estas Indias, que en esta Española llamaban -cabuya, y otra más delicada, nequen, de la manera que -los que hacen cuentas cortan con una sierra de hierro delgada -los huesos; y no hay hierro que de aquella manera no corten. -Tienen otra manera de pescar unos pececitos, tan menudos -como unos fideos que se hacen de masa en Castilla, y en esta -isla llamaban tití, la última aguda. Estos acuden cada luna, por -sus temporadas, á la costa, huyendo de los peces grandes, -hasta que llegan á la orilla, y allí los atajan los indios con unas -esterillas ó muy menudas redes, y toman cuantos quieren, los -cuales envuelven en unas hojas de árboles, de la manera que -los boticarios hacen los confites en papeles; pónenlos en el -fuego y así se asan como si fuesen en horno cocidos, y los -guardan mucho tiempo para sus comidas, mayormente para -cuando andan camino. Tienen otra pesquería de sardinas, cuasi -como la dicha: vienen á sus temporadas infinitos cardumes -de sardinas, huyendo de los peces mayores que las persiguen, -y con tanta velocidad que saltan en la playa, dos y tres pasos, -infinitas, y así no tienen más trabajo de cogella, como -hacian el maná los judíos. Tómanla tambien por otro artificio, -conviene á saber, que hacen un seto de hojas de palma en sus -canoas, desde la proa hasta la popa, medio por medio, de -altura de tres codos, y paséanse los indios por el rio, golpeando -con los remos en el borde de la canoa, y la sardina,<span class="pagenum"><a name="Page_136" id="Page_136">[136]</a></span> -con temor que no sea otro pescado que anda por comella, -salta, por salvar la canoa, y topa en el seto, y cae dentro, y -con esta industria tomaban cuanta querian. De los xureles, sábalos, -liças, y otras especies de pescados, vienen de paso, á -temporadas, infinitos, que es maravilla lo que hay por aquellos -rios; toman dellos abundancia, y muy asado lo conservaban -mucho tiempo. Hacian de maíz vino blanco y tinto, como se -hace la cerveza en Flandes ó en Inglaterra, echando en él de -las que ellos tienen por buenas especias; es de muy buen -sabor, aunque como unos vinos bruscos ó de Gascuña. Hacian -tambien otro vino de árboles, que parecen palmas, y así -son especie dellas, los troncos ó mástiles son lisos, muy llenos -de espinas, como de puerco espin; del cogollo destas -palmas, que es como palmito, rallándolo y esprimiéndolo sacan -el zumo, de que hacian el vino, hirviéndolo con agua y -mezclándole sus especias; tiénenlo por muy precioso vino, y -por más costoso, y, si lo hobieran de vender, llevaran por -ello mayor precio; hacian otro de piñas, una fruta preciosa y -odorífera, de que hablamos largo en nuestra Historia apologética. -Item, otros de otras frutas hacian, en especial, de -una que nasce en árboles altísimos, que es como toronjas -ó pequeñas cidras; tiene cada una dos y tres cuescos como -nueces, aunque no redondos, sino de la forma de ajos ó castañas, -la cáscara de la cual es como de granada, y viéndola -fuera del árbol, luégo luégo parece granada, salvo que no tiene -coronilla, el sabor es como de durazno ó de buena pera; dellas -son buenas, dellas mejores, como acaece en todas las otras -frutas. Estando ya las casas hechas y lo demas que convenia -para el pueblo de los españoles que allí habian de quedar, y -el Almirante para salir del rio, y tomar su viaje de Castilla, -como aquel rio de Belem los habia puesto en gran peligro -con las inundaciones y sobra excesiva de agua, que por él -venia, que por poco les hobiera destruido los navíos todos, por -el contrario, la falta del agua que con las muchas bonanzas -de los tiempos y sequedad que sucedió, y la poca que el rio -traia, la resaca y olas de la mar, tapó con arena tanto la boca<span class="pagenum"><a name="Page_137" id="Page_137">[137]</a></span> -que, habiendo cuando entraron 14 palmos de hondo, la cual -hondura era tasada para que los navíos nadasen, cuando querian -salir hallaron no más de 10, y así se hallaron cercados -y aislados, sin algun remedio, sino sólo de Dios, suplicándole -que diese lluvias y abundancia de agua, como los dias pasados -rogaban que diese seca y no lloviese tanto; porque, con -llover, esperaban que el rio, trayendo más agua, desazolvaria -la entrada ó salida y boca del rio á la mar, como cada -dia se ve y experimenta en los rios semejantes.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_138" id="Page_138">[138]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXVII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Como los indios vieron que los españoles hacian casas y -pueblo, para se quedar y morar en aquella tierra, sin con -ellos comunicarlo ni pedilles licencia, sino como en suelo y -cosa suya edificar, y conociendo ya sus importunidades, y los -atrevimientos y daños que dellos ya habian rescibido, y haber -tomado algunos indios, en las tierras de atras, por fuerza, que -traian en los navíos, no sintieron bien de su nueva poblacion, -y así, dice aquel piloto, arriba nombrado, Pedro de Ledesma, -en el proceso susodicho, que los indios se alteraron en ver -tomar posesion en su tierra, y lo mismo dijo el Almirante en -la carta que escribió á los Reyes desde Jamáica, como ninguna -gente hobiera del mundo, por bárbara é inculta que -fuera, que muy mucho mal no sintiera dello y que lo consintiera, -y que con armas y todas sus fuerzas no lo resistiera: esto -no há menester prueba, porque ningun hombre de razon hay -que no lo acepte y á boca dello no lo conceda. Y porque, por -ventura, conocieron de los indios algunas señales de descontento, -acordaron de adoballo con añidir mayores agravios y -más injustos y violentos, y éstos fueron prender al señor de -la tierra, y su mujer y hijos, para dalles las gracias del buen -acogimiento que les hicieron, y así D. Hernando, como hombre -que alcanzó poco del derecho destas gentes, y de tener -por injusticias las primeras que su padre comenzó en esta -isla, contra los naturales della, segun que en el primer libro -queda declarado, dice aquí, que se tuvo noticia por vía del -intérprete, que, «Quibia, rey de Veragua, tenia deliberado de -venir secretamente á poner fuego á las casas y matar los cristianos, -porque á todos los indios pesaba mucho que poblasen -en aquel rio, y pareció que para castigo suyo, y escarmiento y<span class="pagenum"><a name="Page_139" id="Page_139">[139]</a></span> -temor de los comarcanos, era bien prendello con todos sus -principales, y traellos á Castilla, y que su pueblo quedase en -servicio de los cristianos.» Estas son formales palabras de don -Hernando. ¿Qué mayor insensibilidad puede ser boqueada ni -pensada? ¿Qué injuria hicieron los indios á los españoles, pesándoles -á todos mucho que quedasen á poblar en su tierra -gente barbada, inquieta, fiera, cuyas obras no sanctas ni de -virtud, ántes escandalosas, injustas y malas, habian ya experimentado? -¿Era medicina para aplacar aquel pesar, prender -al Rey y á su mujer y hijos, y á sus principales, y que el pueblo -quedase para servilles, para que á él fuese castigo y ejemplo -á los comarcanos? ¿Qué delitos habian cometido? ¿Eran, por -ventura, dalles de comer y con alegría recibillos en sus casas? -¿Y quién habia constituido juez al Almirante, y con qué jurisdiccion -para castigallos? ¿Con qué autoridad y jurisdiccion, -con cuál causa legítima y con qué justicia el Almirante condenaba -todo aquel pueblo á que á los españoles sirviese, siendo -tanto y quizá más, sacada la fe y cristiandad, que ellos, libres? -¿Por ventura, no tenian más potestad y jurisdiccion, y -más jurídica y justa sobre él y sobre los suyos, pues eran -Reyes y señores naturales, y ellos les ofendian en su territorio -y violaban la fe ó fidelidad que debian al buen hospedaje -que en su tierra y casas se les hacia? Y por consiguiente, si -quemalles el pueblo, y hacelles guerra, y matallos deliberaban, -justamente hacer no lo podian. Cuanto más, que porque -el intérprete les dijese que hacer aquello querian, no se seguia, -que verdad fuese, como el Adelantado, despues, cuando -los fué á prender, vido que no tenian ese brio. El remedio -que eran obligados á tomar ya que fuera verdad, lo que el -intérprete dijo, si lo dijo, porque quizá no lo entendieron, pues -ninguna cosa, sino por señas le entendian, fuera procurar de -aplacar al Rey y á sus indios, con obras buenas, y dádivas -que le dieran, y lo más seguro y obligatorio que hacer debieran -era salirse de la tierra y dejarlos, lo mejor que pudieran, -contentos, y hecho esto, irse á Castilla y dar nuevas á los Reyes, -para que despues, cuando volvieran rescatadores y tambien<span class="pagenum"><a name="Page_140" id="Page_140">[140]</a></span> -predicadores de la fe, los hallaran tambien quietos y satisfechos, -y, con alegría, como á ellos los recibieron, los recibieran. -Pero no fueron dignos de ser alumbrados para no caer en tan -intolerable yerro, pues no pretendian sino buscar oro por su -propio interés y cudicia, errando cerca de los primeros principios. -Tornando á la historia que D. Hernando prosigue diciendo, -que para el efecto de la seguridad de aquellos que -querian quedar en aquel pueblo, el Adelantado con 74 hombres, -á 30 de Marzo, fué al pueblo de Veragua, que no tenia -las casas juntas, sino desparcidas como en Vizcaya, y como -el rey Quibia supo que estaba el Adelantado cerca, envióle -á decir que no subiese á su casa, la cual estaba en un altillo -sobre el rio de Veragua. El Adelantado no curó de lo que se -le decia, y porque no se le huyese de temor suyo, acordó de -ir con solos cinco, dejando mandado á los que quedaban, que -á trechos, de dos en dos, se fuesen acercando, y que en sintiendo -el sonido de la escopeta, que agora llaman arcabuz, -haciendo ala, rodeasen la casa porque nadie se les escapase -ni huyese. Aquí parece si aparejaba el Rey de matar los españoles, -pues el Adelantado llegó seguro con cinco compañeros, -y hizo lo que hizo. Así que, como ya llegase cerca de -la casa del cacique Quibia, envió otro mensajero diciéndole -que no entrase en ella, porque él saldria aunque estaba herido, -y esto, diz que, hacian ellos porque no viesen sus mujeres, -que son celosos sobre manera, y así salió á la puerta y se -asentó diciendo, que sólo el Adelantado se allegase; el cual -fué, dejando proveido que cuando viesen que le asía por el -brazo, arremetiesen, y como llegó, comenzóle á hablar, preguntándole -de su indisposicion y de otras cosas de la tierra, -mediante un indio que traian tomado atras, que les parecia -que algo lo entendian. El Adelantado, fingiendo que señalaba -dónde la herida tenia el Rey, asióle de una muñeca, y como -ambos fuesen de grandes fuerzas, túvolo tanto cuanto bastó -para que llegasen los cuatro españoles, y el otro soltase la -escopeta, y así acudieron todos los demas de la celada, y, llegados, -entran en la casa, donde habria 50 personas, entre<span class="pagenum"><a name="Page_141" id="Page_141">[141]</a></span> -chicas y grandes, de los cuales fueron presos los más, entre -los cuales hobo algunos hijos y mujeres del mismo rey Quibia, -y otras personas principales, que ofrecian gran riqueza, diciendo -que en el monte ó cierto lugar estaba el tesoro, y que -todo lo darian por su rescate. Esta fué la hazaña que allí entónces -hizo el Adelantado, con otras más. Pero porque ántes -que la tierra se apedillase, dióse priesa en enviar la presa, tan -injusta de aquellos inocentes, á las naos, él quedó, con la mayor -parte de la gente, para correr y perseguir y prender los -demas parientes y vasallos que se habian de sus violentas -manos escapado. Platicando con los que consigo tenia, quién -llevaria la cabalgada á los navíos en una barca, ofrecióse un -piloto, tenido por hombre de buen recaudo, al cual entregaron -el Rey atado de piés y manos; y, avisándole que mirase mucho -no se le soltase, respondió quél lo tomaba á su cargo, y -que, si se le fuese, que le pelasen las barbas. Partido con él, -y con los demas, por el rio abajo, no faltando más de media -legua de la boca para entrar en la mar, comenzóse mucho á -quejar el Rey del atadura de las manos, y él, de lástima, desatóle -del banco de la barca donde venia reatado, teniéndolo -de la trailla con buen recaudo, mas desde á poco dió de presto -consigo en el agua; él, no pudiendo retener la trailla, por -no ir tras él, acordó de soltallo, y así se escapó de sus manos. -Y porque ya era anochecido y con el rumor y movimientos de -los demas que llevaban en la barca, no pudieron ver ni oir -á dónde iba á salir, por manera, que nunca más dél pudieron -saber cosa, y porque no le acaeciese otro desman con los -otros que llevaban presos, acordaron de no parar hasta los -navíos, harto avergonzados de haberles así el Cacique burlado. -El dia siguiente, que fué 1.º de Marzo, viendo el Adelantado -que sería trabajo demasiado seguir por tierra montuosa, -como aquella es, el alcance, acordó volverse á los navíos muy -alegre de su hazaña, con el despojo que habia robado en la -casa del rey Quibia, que serian obra de 300 ducados, en espejos -y aguilillas y cañutillos, como cuentas de oro, que se -ponen á los brazos y piernas en hilos ensartados, y en unas<span class="pagenum"><a name="Page_142" id="Page_142">[142]</a></span> -tiras de oro que traen al rededor de las cabezas, en manera de -corona, todo lo cual presentó al Almirante. De lo cual, diz que, -sacado el quinto para Sus Altezas, repartióse lo demas por -los que fueron á la entrada, como si fuera de muy buena -guerra, contra turcos, apregonada; y lo bueno es que añide -D. Hernando, que, por señal de aquella tan singular victoria, -se dió una corona al Adelantado. Maravillosa, cierto, fué por -aquellos tiempos la ceguedad que, cerca del venir á estas -tierras y tratar á las gentes dellas como si fueran las de África, -en los entendimientos, primero del Almirante, y despues de -los demas, se hobo enjendrado. Pero pluguiera á Dios que en -aquellos siglos parara, y no estuviera hoy el mundo della -estragado.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_143" id="Page_143">[143]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXVIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En estos dias envió Dios muchas lluvias, y creció el rio y -abrió la entrada en la boca para que los navíos pudiesen salir -á la mar, y así, determinó el Almirante de se volver á Castilla -con los tres navíos, dejando el uno á su hermano el Adelantado, -y á los que con él quedaban en el pueblo, que allí, -en Veragua, determinaron hacer, como es dicho. Tambien -pensó venir por esta isla Española, y de aquí enviarles el socorro -que pudiese. Salió, pues, con los tres navíos, fuera del -rio, á la mar, despedido de su hermano y de los demas, echadas -sus anclas una legua de la boca, esperando que hiciese -buen viento para proseguir su viaje. No faltó cierta ocasion, -para, entre tanto, enviar la barca á tierra el rio arriba, y esta -fué tomar agua y otras cosas que debiera el Almirante querer á -su hermano proveer; y como el rey Quibia, que de la prision -en el rio, llevándolo á los navíos, se habia escapado, quedase -della y de la de su mujer y hijos, y los otros suyos tan lastimado, -y de los otros agravios, y viese salidos los tres navíos -y el Almirante, ó, por ventura, no esperaba que saliesen, sino, -cuando tuvo su gente recogida y aparejada, vino sobre el -pueblo de los españoles, al mismo punto que llegaba por allí -la barca, y hízolo tan secreto que no fué sentido hasta que -estaba del pueblo diez pasos, por la mucha espesura del monte -que al pueblo cercaba, y arremeten con tan gran ímpetu y -alarido, que parecian romper los aires. Y como los españoles -estaban descuidados, lo que no debieran, pues sabian los daños -tan graves que habian cometido á quien no les habia hecho -agravio, ántes recreado, y debieran temer que los agraviados -no se descuidaban, y las casas eran cubiertas de paja -ó de palmas, tirábanles las lanzas, que eran palos tostados con<span class="pagenum"><a name="Page_144" id="Page_144">[144]</a></span> -puntas de huesos de pescado, que las clavaban áun por las -mismas paredes de las casas, que pasaban de claro en claro, -y así, en breve tiempo, habian á algunos bien lastimado. El -Adelantado era hombre valeroso y de mucho ánimo, y, con siete -ó ocho españoles que á él se allegaron, hizo varonil rostro, -animándolos de manera que retrujeron á los indios, hasta que, -en el monte, que estaba, como se dijo, cerca, los encerraron. -De allí tornaban los indios á hacer algunas arremetidas tirando -sus varas y recogiéndose, como suelen hacer los que juegan, -entre nosotros, cañas; y cierto, sus guerras, como carezcan -de hierro y de todas armas que de hierro se hacen, poco más -sangrientas son que juegos de cañas, si no es cuando los españoles -son tan pocos y tan desarmados, y en pasos peligrosos, -y todo es acaso y muy pocas veces en muchos años. Pero -como siempre, por la dicha causa, los tristes desnudos y desarmados, -han de llevar, como siempre llevaron, la peor parte, -como los españoles los lastimasen con las espadas, donde -quedaban sin piernas y barrigas, y cabezas, y sin brazos, y -en especial de un perro lebrel que tenian los españoles, que -rabiosamente los perseguia y desgarraba, pusiéronse en -huida, que es su principal arma, dejando un español muerto -y siete ú ocho heridos, pero de ellos bien se puede creer, que -no recibieron chico estrago. Uno de los heridos fué el Adelantado, -á quien hirieron por los pechos con una de sus lanzas, -y al cabo no le hizo mucho daño. Los de la barca paráronse -á mirar la pelea, no queriendo salir á ayudallos estando cuasi -junto á la orilla del rio, respondiendo el Capitan dellos á -los que lo reprendian, que por temor que los de tierra, queriendo -huir á la barca, la anegaran y así se perdieran todos, -y tambien porque, como aquella barca fuese de la nao del -Almirante, perdiéndose quedaba el Almirante á gran peligro -en la mar, donde estaba, siendo costa brava; y en la verdad, -cualquiera barca, ó navío sin barca, grandes y ciertos -son los peligros que pasa, y así, decia que no queria hacer -otra cosa más de lo que el Almirante le mandaba, que era -llevar agua. El Capitan, queriendo despacharse presto con su<span class="pagenum"><a name="Page_145" id="Page_145">[145]</a></span> -agua, para llevar al Almirante la nueva de lo que pasaba, -subióse el rio arriba, hasta donde no llegaba ni se mezclaba -con la dulce el agua salada, puesto que, por el peligro que -habia de las canoas de los indios, le amonestaron algunos -que no pasase adelante; respondió que aquel peligro él no lo -temia pues á él habia salido, y fuera, por el que le podia mandar, -enviado. Prosiguió el rio arriba, que es muy hondable, de -una parte y de otra de monte y arboledas, hasta dentro del -agua, muy cerrado, si no es algunas senditas que los indios -tienen hechas para descender á pescar, y donde meten y esconden -sus canoas. Como los indios viesen la barca una legua -desviada del pueblo, el rio arriba, salieron de una parte y de -la otra, de lo más espeso de las riberas, con muchas de sus -canoas, que son muy ligeras, con grandes alaridos y bocinas, -muy seguros, y comenzaron á cercar la barca, que no llevaba -sino siete ó ocho remadores, y el Capitan con otros dos ó tres -sobresalientes, que no podian mampararse de la lluvia de las -lanzas que los indios les echaban, con las cuales hirieron los -más de ellos, y entre ellos al Capitan, al cual dieron muchas -heridas, y, con ellas, de animar los suyos valientemente -no cesaba; pero, como eran combatidos de todas partes, -sin se poder menear ni aprovecharse de las lombardas que -en la barca llevaban, ninguna industria ni esfuerzo del Capitan, -ni las fuerzas de todos juntos, les aprovechó nada. Finalmente, -dieron con una lanza por el ojo derecho al Capitan, -de que cayó muerto, y así los demas, infelicemente, allí acabaron. -Uno sólo, por caer al agua en el hervor de la pelea é irse -por debajo nadando, salió á la orilla, donde los indios no lo -vieron, y éste llevó al pueblo la nueva del desastre de la -barca. Sucedió en ellos tan gran descorazonamiento y desmayo, -viéndose tan pocos y los más heridos, y aquellos muertos, -y el Almirante fuera, en la mar, sin barca, y á peligro de -no poder tornar á parte donde les pudiese venir ó enviar socorro, -que, perdida toda esperanza, determinaron de no quedar -en la tierra; y sin obediencia ni deliberacion, ni mando -del Adelantado, pusieron su ida por obra, y se entraron en el<span class="pagenum"><a name="Page_146" id="Page_146">[146]</a></span> -navío para salirse fuera á la mar, pero no pudieron salir -porque la boca se habia tornado á tapar. Tampoco pudieron -enviar barca ni persona que pudiese dar aviso al Almirante -de lo que pasaba, por la gran resaca y quebrazon ó reventazon -de las olas de la mar, que á la boca quebraba, y el Almirante -no padecia chico peligro donde estaba surto con su nao, -por ser aquella costa toda brava, y estar sin barca, y la gente -que tenia ménos, que los indios en la barca mataran; y así, -todos, los de tierra y los de la mar, estaban puestos en grande -angustia, peligro y sospecha, y demasiado cuidado. Añadióse, -al temor y daños rescibidos de los que estaban en tierra, ver -venir á los de la barca muertos el rio abajo, con mil heridas, -y sobre ellos numerosa cantidad de cuervos, ó unas aves hediondas -y abominables, que llamamos auras, que no se mantienen -sino de cosas podridas y sucias, las cuales venian -graznando y revolando, comiéndolos, como rabiando; cada -cosa destas era tormento, á los de tierra, intolerable, y no -faltaba quien cada una dellas tomase por agüero, y estuviese -con sospecha de que, con desastrado fin, la vida se le acabase. -Y ésto más se lo certificaba ver los indios, que, con la victoria, -mayor esfuerzo y confianza de los acabar, de hora en hora, -cobraban, no dejándolos resollar un sólo credo, por la mala -disposicion del pueblo, que mucho los desayudaba; y todavía -los acabaran, si no tomaran por remedio de pasarse á una -gran playa escombrada, á la parte oriental del rio, á donde -hicieron un baluarte de sus arcas y de pipas de los bastimentos, -y asestaron á trechos su artillería, y así se defendian, porque -no osaban los indios asomar fuera del monte, temiendo el -daño que las pelotas les hacian, tiradas con las lombardas.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_147" id="Page_147">[147]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">No sin gran cuidado, sospecha y angustia estaba el Almirante -viendo que habia diez dias que la barca enviara, y -que della ni de los del pueblo sabia cosa ninguna, temiendo -tambien su gran peligro, por el lugar, tan ajeno de seguridad, -donde tenia su nao y los otros navíos, mayormente careciendo -de su barca, que, como queda dicho, es uno y quizá el -sumo de los peligros. Esperaba que amansase la mar para -enviar otra barca, que supiese la causa de la tardanza de la -primera, y tambien saber de la disposicion de los del pueblo, -temiendo siempre no les hobiese algo adverso acaecido. Sobrevínole -otro dolor que acrecentó los cuidados que ántes -tenia; que los hijos y deudos del rey Quibia, que estaban -presos en uno de los dos navíos para llevarlos á Castilla, se soltasen -por gran maravilla. La industria que tuvieron para se -soltar, fué aquesta: como los encerraban de noche debajo de -cubierta, y cerraban el escotilla (que es la boca cuadrada, de -obra de cuatro palmos en cuadro, con su cobertura, y por -encima della echan una cadena con su candado y llave, de -manera, que es como si metiesen los hombres en un pozo ó en -una sima, y los tapasen con cierta puerta con su llave por -encima); en aquel navío, y comunmente en los grandes, la escotilla -está más alta que un estado, y algunas veces que dos, -y como los indios no podian alcanzar á lo alto de la escotilla, -llegaron muy sotilmente muchas piedras, del lastre del navío, -en derecho de la boca del escotilla, de que hicieron un monton, -cuanto los pudo levantar á que alcanzasen arriba, y porque -dormian ciertos marineros encima de la escotilla, no -echaban la cadena, porque les lastimara si la pusieran: júntanse -todos los indios una noche, y, con las espaldas afirmando<span class="pagenum"><a name="Page_148" id="Page_148">[148]</a></span> -por debajo, dan un gran rempujon, que dieron con la -escotilla, y con los marineros que dormian encima, de la otra -parte del navío, y saltando muy de presto, dieron consigo en -la mar, los principales de todos ellos, pero acudiendo la gente -del navío al ruido, muchos dellos, no tuvieron lugar de saltar, -y así, cerrando prestamente la escotilla los marineros, echaron -la cadena, y quedaron debajo los tristes, los cuales, viéndose -desesperados, y que ya no podian tener remedio para -escaparse de las manos de los españoles, y que nunca verian -ya sus mujeres y hijos, ni se verian en libertad, con las cuerdas -que pudieron haber, los hallaron por la mañana todos -ahorcados, teniendo los más dellos los piés y las rodillas por el -plan, que es por las postreras tablas del navío, y por el lastre, -que son las piedras que están sobre ellas, porque no habia -tanta altura para poderse ahorcar, y, en fin, desta manera se -ahorcaron, y así, de los presos de aquel navío, ninguno se escapó -de muerto ó huido. Todo esto dice D. Hernando, de -donde parece que más presos debian tener en los otros navíos. -Dice más D. Hernando: «que, aunque la falta de aquellos -muertos é idos no hiciese en los navíos mucho daño, -parecia que, demás de acrecentarse las desdichas, podria á los -de tierra recrecerse, que, porque quizá el Cacique ó señor Quibia, -por razon de haber sus hijos, holgara de tomar paz con -los cristianos, y viendo que no habia prenda por quien temer, -les haria más cruda guerra.» Por lo cual parece la poca cuenta -que D. Hernando hace de los crímenes que allí se hicieron, -prendiendo tan injustamente aquella gente, y de haber sido -causa de que aquellos tristes se ahorcasen, y de tan grande -escándalo como quedó por toda aquella tierra, é infamia del -nombre cristiano. Y es aquí de no pasar sin hacer alguna -reflexion, y considerar qué aparejo hallaran los predicadores -del Evangelio, que despues á predicar por ella fueran, y qué -fama de cristianos; y si fueran culpables, porque á todos los -mataran, no queriendo, y aborreciendo oir nuevas ni palabras -de Jesucristo, por ser Dios de los cristianos. Tambien se considere -aquí, si Quibia, rey de aquella tierra, tuvo derecho y<span class="pagenum"><a name="Page_149" id="Page_149">[149]</a></span> -justicia de hacer la guerra que hizo á los del pueblo y á su -Capitan, el Adelantado. Item, si era maravilla que ocurriesen -las desdichas que D. Hernando dice, al Almirante y á toda su -compañía, y que todos los elementos y cielos, y lo que en -ellos se contiene, le fuesen contrarios, haciendo él y los suyos -á aquellas gentes inocentes, que nunca le hicieron injuria ni -daño, tan irreparables daños y execrables injurias é injusticias. -Tornemos al hilo de lo que refiere D. Hernando. Como el Almirante -y los que con él estaban, con tantos adversos acaecimientos -y sospechas estuviesen tan atribulados y á merced -de las amarras, que era, como dicho es, grande peligro, sin -saber de la barca y de los del pueblo, no faltó quien se ofreciese -á decir, que, pues aquellos indios, por sólo salvar sus -vidas, se habian atrevido á echarse á la mar, estando más de -una legua de tierra, que ellos, por salvarse á sí y á tanta -gente, se atreverian á salir á nado, si con una barca que quedaba -los llevasen hasta donde las ondas no reventaban. Visto -por el Almirante la buena voluntad y ánimo de aquellos marineros, -holgóse mucho, y aceptó su ofrecimiento; mandó que -fuese la barca y los llevase hasta un tiro de escopeta, de tierra, -porque sin gran peligro no podia llegarse más cerca de la -tierra, por las grandes ondas que en la playa reventaban. -Desde allí, Pedro de Ledesma, piloto de Sevilla, de que arriba -hemos hecho mencion, fué el que osó echarse á nado, y, con -varonil ánimo, cuándo encima y cuándo debajo de los andenes, -ó rengleras de las ondas de la mar, que iban reventando, -hobo de salir á tierra, donde supo el estado todo de la gente, -y como afirmaban generalmente, que ningunos quedarian en -ella tan vendidos y á tanto peligro, sin remedio, como allí estaban, -y por esta causa suplicaban al Almirante que no se -partiese sin recogerlos, porque era dejallos condenados á la -cierta muerte, si allí los dejaba, los cuales ninguna cosa -trataban sino de aparejarse, para en ablandando el tiempo meterse -en algunas canoas que tenian de indios, é irse á los navíos, -porque con sola una barca que les habia quedado no lo -podian hacer; y protestaban, que si el Almirante no lo hiciese,<span class="pagenum"><a name="Page_150" id="Page_150">[150]</a></span> -que ellos se meterian en el navío que les quedaba, y se irian -por esa mar, poniéndose á cualquiera peligro, donde la ventura -los echase, y no faltaban ya entre ellos algunos motines -y desobediencias al Adelantado y á los otros Capitanes. -Con estas nuevas, y respuesta ó disposicion dellos, se volvió -como vino aquel piloto, Pedro de Ledesma, nadando, á la -barca que por allí le esperaba, y lo tomaron, y fué á dar -relacion de todo lo que pasaba al Almirante. Sabido por el -Almirante el desbarate y muertes de los que perecieron en la -barca, y la indignacion de los indios contra ellos, y que no -se podia fácilmente aplacar como estuviesen tan lastimados y -agraviados, la disposicion y propósito de no querer quedar -los Españoles, que le movió principalmente más que otro de -los dichos inconvenientes, determinó de los recoger, aunque -no sin gran peligro, por tener los navíos en costa tan brava, -sin algun abrigo ni esperanza de salvarse á sí y á ellos, si el -tiempo más arreciara. Quiso Dios, por su bondad, que dentro -de ocho dias que allí estuvo, á beneficio sólo de las amarras, -el tiempo abonanzó, y los de tierra, con su barca y con dos canoas -grandes, atadas una con otra porque no se trastornasen, -pudieron comenzar á recoger sus cosas, procurando cada uno -de no se dormir para el embarcar; y así, en obra de dos dias, -no quedó cosa en tierra de cuanto tenian, si no fué el casco -del navío, que por la mucha bruma estaba innavegable. Todos -así embarcados, se hicieron á la vela en los tres navíos, tomando -el camino por la costa arriba del Levante; llegaron á -Bel puerto, y allí fueron forzados á desmamparar el un navío, -por la mucha agua que hacia, que no podian vencer ni agotar. -De allí pasaron arriba del puerto del Retrete, á una tierra -que tenia junto muchas isletas, que el Almirante llamó las -Barbas, y creo que hoy es el que pintan en las cartas el golfo -de San Blás; y cuando no nos cataremos, estos que hacen -cartas les pornán de Sant Nicolás, segun cada dia se escriben -novedades. Pasaron más diez leguas adelante, y aquí fué lo -postrero que de tierra firme vieron, y aquí la dejaron. De lo -cual parece que no puso el Almirante nombre al puerto que<span class="pagenum"><a name="Page_151" id="Page_151">[151]</a></span> -hoy llamamos de Cartagena, segun algunos han dicho; lo uno, -porque de donde dice D. Hernando que dejaron la tierra firme -al puerto de Cartagena hay buenas 60 leguas, lo otro, porque -es claro que si allí hobieran llegado, y pusiera nombre -puerto de Cartagena á aquel puerto, como fuese cosa harto -señalada, que, pues decia otros nombres que ponia el Almirante -á lugares no tan principales, D. Hernando este no callara. -Yo creo que aquel nombre debió poner Rodrigo de -Bastidas, y Juan de la Cosa, ó quizá Cristóbal Guerra, que -fueron los que aquella tierra, primero que otros, descubrieron -y cognoscieron, y tambien la escandalizaron. Dejada, pues, -la tierra firme, 1.º de Mayo de 1503, volvieron la vía del -Norte, para tomar la isla Española, y á cabo de diez dias, ó -á 10 del dicho mes, fueron á dar sobre dos isletas, que ellas -llenas, y la mar en rededor della, eran cuajadas de tortugas, -que parecia todo unos peñascales, por cuya causa les puso el -Almirante por nombre las Tortugas. Estas isletas, son las que -hoy llaman en las cartas del marear, los Caimanes que están, -al Poniente, 25 leguas ó poquitas más, de Jamáica, y 45 al Sur -de la isla de Cuba, porque en todo aquel camino que el Almirante -agora anduvo no hay otras. Yendo todavía el camino -del Norte, adelante de las isletas dichas, 30 leguas, fueron á -surgir al Jardin de la Reina, que son un gran número de isletas, -juntas á la isla de Cuba por la parte del Sur ó Mediodia. -Estando allí surtos, casi á 10 leguas de Cuba, con mucha -hambre y trabajo porque no tenian que comer sino bizcocho -y algun aceite, y muy poco vinagre, trabajando de dia y de -noche, con tres bombas, echando agua fuera, porque se iban -los navíos á fondo, comidos de bruma, sobrevínoles una noche -tan grande tormenta, que garró el un navío sobre el del Almirante, -que es arrastrar las anclas, y juntarse un navío sobre -otro, que hizo pedazos toda la proa, y á sí mismo, el navío, la -popa; rompiéronse los cables ó maromas de las anclas, y fué -grande el peligro y riesgo que padecieron aquella noche. Salieron -de allí, é llegáronse á la tierra de Cuba, y aportaron á -un pueblo de indios, llamado Macáca, la media sílaba luenga,<span class="pagenum"><a name="Page_152" id="Page_152">[152]</a></span> -donde tomaron refresco de caçabí, y otras cosas que los indios -les dieron, creo que de buen grado, porque tal era la gente de -aquella isla, no ménos que las otras. Salidos de allí, fueron en -demanda de la isla de Jamáica, porque los vientos y corrientes -no los dejaban ir á la Española; iban los navíos tan abiertos, -que se les iban al fondo, que por ninguna fuerza ni industria -bastaba á vencer el agua con tres bombas cada navío, y -en alguno llegaba el agua cerca de la cubierta. La víspera de -Sant Juan llegaron á un puerto de Jamáica, llamado Puerto -Bueno, y aunque bueno para contra la tormenta de la mar, -pero malo para se mamparar de la sed y de la hambre, porque -ni agua ni poblacion de indios alguna tenia. Pasado el dia -de Sant Juan partieron para otro puerto, llamado Santa Gloria, -con el mismo peligro y trabajo, en el cual entrados, no -pudiendo ya más sostener los navíos, encalláronlos en tierra -lo más que ser pudo, que seria un tiro de ballesta della, juntos -el uno con el otro, bordo con bordo; y con muchos puntales, -de una parte y de otra, los firmaron de tal manera, que no -se podian mover, los cuales se hinchieron de agua casi hasta -la cubierta, sobre la cual, y por los castillos de popa y proa, -se hicieron estancias donde la gente se aposentase.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_153" id="Page_153">[153]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Puestos sus navíos así á recaudo, y haciendo dellos su morada, -luego los indios, que era buena gente y mansa (éstas son -palabras de D. Hernando, que allí estaba), vinieron en sus -canoas á venderles de sus cosillas é bastimentos, con deseo -que tenian de haber de las de Castilla, y, porque no hobiese -debates ó rencillas entre los españoles, por las compras, y -unos tomasen más de lo que habia menester, y á otros faltase -lo necesario, constituyó el Almirante dos personas que tuviesen -cargo de la compra ó rescate de lo que los indios trujesen, -y que cada tarde, por sus suertes, dividiesen por la gente de -los navíos lo que hobiesen aquellos rescatado, porque ya en -los navíos no tenian cosa con que se mantener. Habiánseles -gastado los bastimentos, dellos que habian comido, dellos -que se les habian podrido, y dellos que se perdieron al embarcar -con la prisa en el rio de Belem; y dice D. Hernando, -que les suplió Nuestro Señor aquella falta con llevarlos á -aquella isla, que entónces estaba muy poblada de indios, y -floreciente de mantenimientos, y deseosos de sus rescates, -con cuya codicia de todas las comarcas venian á rescatar de -lo que tenian. Para efecto desto, y porque los españoles no se -desmandasen por la isla, quiso el Almirante fortalecerse en la -mar y no hacer asiento en tierra, porque segun somos, dice -D. Hernando, descomedidos, ningun castigo, ni mandamiento -bastara para detener la gente que no se fuera por los lugares -y casas de los indios, y les tomaran lo que tenian, y provocaran -á sus mujeres é hijas, de modo que no pudieran dejar de -haber con ellos muchas contiendas y revueltas, y se perdiera -nuestra amistad, é hobiéramos de tomar por fuerza la comida, -y nos viéramos en gran necesidad ó aprieto, lo cual no hobo<span class="pagenum"><a name="Page_154" id="Page_154">[154]</a></span> -por estar la gente encastillada en los navíos, de donde no podian -salir sino por cuenta y con licencia, lo cual fué á los indios -más agradable, que por cosa de muy poco precio, nos -traian lo necesario, porque si eran una ó dos hutias, que son -como conejos, dábaseles tanta hoja de laton como el cabo de -una agujeta, y si eran tortas de pan, á que llaman caçabí, -hecho de raíces ralladas, dábaseles dos ó tres contezuelas -verdes ó amarillas, y si era cosa de más calidad lo que traian, -dábanles un cascabel. Á las veces, á los Reyes y principales -señores se les daba un espejuelo ó un bonete colorado, ó -unas tijeras, por tenelles muy contentos; remediados y fuera -de laceria quedaban con estas dádivas. Rescató el Almirante -diez canoas para servicio de los navíos encallados, y de la -gente que en ellos con él estaba. Con esta órden de rescate y -manera de conversar con los indios, estaba la gente española -bien proveida y abastada de mantenimientos, y los indios, -sin pesadumbre de la vecindad y conversacion dellos, los -comunicaban. Concertada su vida de la manera dicha, tractaba -el Almirante con los principales españoles, qué remedio -tendrian para salir de aquella cárcel, y al ménos llegar hasta -esta isla Española. Veíanse casi de todos los remedios humanos -privados; de venir navío por allí alguno, por entónces, no -se podia esperar, sino sólo por divino milagro; hacerlo de -nuevo, faltábales todo lo más de lo que para hacello era necesario, -mayormente oficiales. Despues de muchos dias, y -muchas veces los convenientes ó inconvenientes peligros y -remedios platicados y comunicados, fué la final conclusion, -en que el Almirante se resolvió, hacer saber al Comendador -Mayor, que aquesta isla gobernaba, y al hacedor que el mismo -Almirante aquí tenia, de la manera que en Jamáica él y -su gente aislado quedaba, para que se le enviase un navío de -las rentas que tenia en esta isla, proveido de bastimentos y de -lo demas necesario, para en que acá pasasen. Para este negocio, -no poco dificultoso, nombró dos personas de cuya fidelidad -y esfuerzo, y cordura, él tenia confianza, porque para -ponerse á tanto peligro, entrando en canoas, barquillos de<span class="pagenum"><a name="Page_155" id="Page_155">[155]</a></span> -un madero, para pasar un golfo tan grande, que de punta á -punta, de Jamáica á esta isla, tiene 20 y 25 leguas, sin otras 35 -que habia desde donde estaban hasta la dicha punta oriental -de Jamáica, necesario era esfuerzo de buen ánimo, y prudencia, -y fidelidad no ménos para lo que se les encomendaba. -En este golfo hay sólo una isleta ó peñol, que está ocho leguas -desta isla Española, llamada Navasa. Fué aquesta empresa, -de pasar á esta isla de aquella, obra de gran esfuerzo -y generoso ánimo, porque las canoas facilísimamente se trastornan -poco ménos que una calabaza, como sean un palo -cavado y no tengan un palmo de vivo; los indios no padecen -en ellas casi peligro, porque si se trastornan, échanse á -nado, y con calabazas echan el agua fuera, y tórnanse á entrar -en ellas, porque no se hunden, sino andan sobre el agua, -como sean de un palo. Estas personas fueron, un Diego Mendez -de Segura, que habia venido por Escribano mayor de -aquella flota, persona bien prudente, y honrada, y muy bien -hablada, la cual yo muy bien cognoscí, é la otra, un Bartolomé -de Flisco, ginovés, tambien digno de aquel mensaje. Cada -uno destos dos se metió en su canoa con seis españoles de -compañía y 10 indios que remasen; al Diego Mendez mandó -que, llegado á esta ciudad de Sancto Domingo, pasase á Castilla, -con sus cartas, á dar cuenta á los Reyes de su viaje; al -Bartolomé Flisco, que llegase hasta tomar tierra de esta isla -Española, y de allí se volviese á Jamáica, para dar cuenta -como Diego Mendez habia pasado adelante. Habia desde do -quedaba el Almirante con su gente, á esta ciudad de Sancto -Domingo, 200 leguas largas. Escribió á los Reyes una larga -carta, cuyo traslado yo tengo al presente, dándoles cuenta de -todo su viaje, de las angustias, trabajos, peligros y grandes -adversidades que le habian ocurrido, de la tierra que de nuevo -habia descubierto, y de las minas ricas de Veragua, repitiendo -los servicios que habia hecho á Sus Altezas en el descubrimiento -deste mundo nuevo, y trabajos en él pasados, llorando -su prision y de sus hermanos, y haberles tomado todo -lo que tenian de hacienda, en su prision, juntamente con haber<span class="pagenum"><a name="Page_156" id="Page_156">[156]</a></span> -sido despojado de su honra y estado, que con tan señalado, -y nunca otro tal, servicio hecho á Reyes del mundo, lo -hobo merecido y ganado. Estas postreras palabras, no el Almirante -las dijo en su carta, sino yo las añido, porque me -parece semejante encarecimiento serle debido; y mucho más -adelante, suplicóles por la restitucion de su Estado, y satisfaccion -de sus agravios, y castigo de los que injustamente le -habian sido contrarios. Invoca sobre esto al cielo, y la tierra -que lloren sobre él, diciendo: «yo he llorado hasta aquí, haya -misericordia el cielo, llore por mí la tierra, llore por mí -quien tiene caridad, verdad y justicia», cuasi diciendo, de aquí -adelante. Encarecia la pobreza que tenia, diciendo no tener -en este siglo una teja donde se metiese, ántes, si queria comer -ó dormir, se habia de ir al meson á cabo de veinte años que les -habia servido, y con tan inauditos trabajos, los cuales, á él y -á sus hermanos, habian poco aprovechado; muestra tener -dolor de carecer de los Santos Sacramentos de la Iglesia, -mayormente quedando enfermo, como quedaba, lleno de gota, -especialmente, si en aquel destierro y aislamiento el ánima -le saliese del cuerpo; afirma, que este postrero viaje, no lo -hizo para ganar honra, ni hacienda, como si dijera, porque -ya la tenia ganada, sino sólo por servilles con sana intencion -y celo. Suplícales, finalmente, que desque á Castilla llegue, le -den licencia y tengan por bien su ida á Roma, y á otras romerías, -y con esto acaba su carta, suplicando á la Sancta -Trinidad su vida y alto estado guarde y acreciente; hecha -en las Indias, en la isla de Jamáica, á 7 de Julio de 1503. -Escribió tambien el Almirante al Comendador Mayor, que -aquesta isla gobernaba, notificándole la necesidad en que -quedaba y encomendándole sus mensajeros, que los aviase -para su despacho, y favoreciese para que se le enviase algun -navío á su costa, en que pudiese á esta isla pasar con la gente -que con él quedaba. Con estas cartas, y otras para Castilla, y -lo demas que convenia escribir, despachó al Diego Mendez, -y á Bartolomé Flisco, con sus dos canoas, metida en cada una, -cada indio, su calabaza de agua y algunos ajes y pan caçabí,<span class="pagenum"><a name="Page_157" id="Page_157">[157]</a></span> -é los españoles con solas sus espadas y rodelas, y el bastimento -de agua y pan, y carne de las hutias ó conejos que -pudo caber en las canoas, que no podia ser mucho demasiado. -Y porque para entrar en tan gran golfo de la mar brava, -como es toda la deste Océano, y mayormente entre islas, en -tan flaca especie de barcos para nosotros, porque para los -indios, como dije, ménos peligro y daño reciben que nosotros -en naos grandes, fué necesario, despues que llegaron á -la punta de la isla de Jamáica, y distaba de donde quedaba -el Almirante 30 leguas, esperar que la mar amansase, y hiciese -alguna gran calma, para atravesar y comenzar su viaje, -fué, hasta la dicha punta, el Adelantado por tierra, con alguna -gente, para si por caso, los indios de por allí, no impidiesen -á las dichas canoas, ó les hiciesen algun daño. Despues -se volvió poco á poco á los navíos, viniendo por los pueblos -alegremente conversando, dejándolos todos en su amistad.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_158" id="Page_158">[158]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Estando así en la punta ó cabo oriental de la isla de Jamáica -las dos canoas, sobrevínoles una muy buena calma, -como la deseaban, y una noche, ofreciéndose á Dios, partiéronse -del Adelantado, y comenzaron á navegar á costa de los brazos -de los 10 indios, que voluntariamente quisieron ayudallos -con sus trabajos, y áun peligro de sus vidas, como parecerá. -Hízoles aquella noche y el dia siguiente buena calma, y navegaron, -remando los indios con unas palas, de que usan -por remos, de muy buena voluntad, y, como el calor era muy -grande y llevaban poca agua para se refrigerar, echábanse -los indios de cuando en cuando en la mar, nadando; tornaban -de refresco al remo, y así caminaron tanto, que perdieron de -vista la tierra de Jamáica. Llegada la noche, remudábanse los -españoles y los indios, para el remar, y hacer la vela ó guardia. -Velaban los españoles, porque los indios, con el trabajo -y sed, no se tornasen ó hiciesen otro algun daño; llegados, al -siguiente dia, ya todos estaban muy cansados, pero animando -cada cual de los Capitanes á los suyos, é tomando ellos tambien -sus ratos el remo, y mandándoles que almorzasen, para -recobrar fuerzas y aliento de la mala noche, tornaron á su -trabajo no viendo más que cielo y agua, y puesto que aquello -bastase para ir muy desconsolados y afligidos, podríase decir, -lo de Tántalo, que tenia el agua á la boca, y de sed rabiaba, -y así estos, iban junto al agua y cercados de agua, y bañados -con agua, pero, para matar la sed, poco les prestaba, como -fuese de la mar y salada. Los indios, con el sol y gran calor, -y continuo trabajo de remar, diéronse más priesa de la que -convenia en beber de sus calabazas, y así de presto las vaciaron, -y como la sed, con sol recio y calma, sea trabajo intolerable,<span class="pagenum"><a name="Page_159" id="Page_159">[159]</a></span> -cuanto más entraba el segundo dia de su partida, -tanto crescia más el calor y la sed á todos, por manera, que -á medio dia ya les faltaban las fuerzas para poder trabajar. -Los Capitanes que llevaban sus barriles de agua, los socorrian -y esforzaban con dalles, de cuando en cuando, algunos tragos -y así los sostuvieron hasta el frescor de la tarde. Allende la sed -que padescian con el gran trabajo de haber remado dos dias -y una noche, lo que más los atormentaba, era el temor de -haber errado el camino derecho, donde habian de topar la -isleta llamada Navasa, que, segun dijimos, estaba de la punta -desta Española ocho leguas, donde creian repararse. Aquella -tarde habian echado ya un indio á la mar, de pura sed, ahogado, -y otros estaban echados en el plan ó suelo de la canoa, -tendidos de desmayados. Los que más vigor y ánimo y mejor -subjecto tenian, estaban inestimablemente tristes y atribulados, -esperando cada momento la muerte que al otro habia -llevado. El refrigerio último que tenian, era tomar en la boca -del agua salada, para refrescarse, que más les angustiaba al -cabo; anduvieron con sus pocas fuerzas lo que pudieron, y -ansí les anocheció la segunda vez, sin vista de la isleta, que -fué doblado el desmayo. Plugo á Dios de los consolar, con que -el Diego Mendez, al salir de la luna, vido que salia sobre -tierra, y el islote cobria la media luna, como cuando hay -éclipse, porque de otra manera no la pudieran ver, por ser -pequeño y á tal hora. Entónces todos, con gran placer y excesiva -alegría, esforzaron los indios, mostrándoles la tierra y -dándoles más tragos de agua, y tomaron tanto esfuerzo, que -remaron y fueron á amanecer con la isleta, y en ella desembarcaron; -hallaron la isleta toda de peña tajada, que bojará -ó terná de circuito media legua; dieron gracias á Dios, que -los habia socorrido en tan gran peligro y necesidad. Y como -lo primero que pretendian era buscar agua, no hallaron árbol -en ella que fuese vivo, sino todo roquedo, pero, andando de -peña en peña, en los agujeros que los indios, en lengua desta -isla, llamaban jagueyes, hallaron del agua llovediza cuanta -les bastaba para henchir las barrigas sedientas, y las vasijas<span class="pagenum"><a name="Page_160" id="Page_160">[160]</a></span> -todas que tenian; la cual todavía les fué perniciosa, porque, -como venian tan secos de la sed pasada, diéronse tanta priesa -á beber, que algunos de los míseros indios, allí murieron y -otros incurrieron en graves enfermedades, de manera que -pocos ó ninguno fué dichoso de volver á su tierra. Reposaron -aquel dia hasta la tarde, los que estuvieron para ello, recreándose -como podian, comiendo marisco que hallaban por la ribera, -y encendieron fuego para lo asar, porque Diego Mendez -llevaba para lo encender aparejo; y porque ya estaban á vista -del cabo desta isla, que el Almirante llamó de Sant Miguel, y -despues llamamos del Tiburon, con codicia de acabar la jornada, -y porque no les sobreviniese algun tiempo contrario, caido el -sol, tornaron al camino y á remar y fueron á amanecer al dicho -cabo, y esto fué al principio del cuarto dia despues que partieron. -Holgaron allí dos dias, y queriéndose volver á Jamáica el -Bartolomé Flisco, como el Almirante le habia mandado, temieron -los indios y los españoles de tornar á verse otra vez -en los peligros pasados, y así no se pudo tornar. No supe lo -que despues se hizo dél y de los indios, ni dónde pararon. -Diego Mendez, que llebaba priesa de pasar adelante, pasó en -la canoa todo aquello que pudo por mar; no supe dónde al -cabo acordó de dejalla, bien creo que los indios llevó consigo -con sus cosas cargados, y así es muy verisímile que ninguno -dellos volvió á su mujer é hijos, ni vivió sino en servidumbre -triste y desconsolada. Finalmente, aportó á la provincia y -pueblo de Xaraguá, donde estaba el Comendador Mayor y -habia hecho pocos dias de ántes la crueldad é injusticia quemando -tantos señores é ahorcando la reina Anacaona, segun -queda, en el cap. 9.º, declarado. Llegado Diego Mendez á -Xaraguá y dada la carta del Almirante al Comendador Mayor, -y hecha relacion de dónde y cómo venia, y de su mensaje, -mostró el Comendador Mayor haber placer de su venida; -puesto que fué muy largo en despachallo, porque, no sabiendo -la simplicidad con que andaba el Almirante, temia ó fingia -temer que, con su venida, no hobiese en esta isla algun escándalo -cerca de las cosas pasadas, y que para ello venian con<span class="pagenum"><a name="Page_161" id="Page_161">[161]</a></span> -Diego Mendez aquellos á tentar la disposicion de la tierra y -de la gente que con el Comendador Mayor estaba, por lo cual -quiso primero indagar ó escudriñar el pecho de Diego Mendez -y los demas, ántes que á dejallos ir adelante se determinase. -Finalmente les dió licencia, con importunidad, para pasar á -esta ciudad y puerto de Sancto Domingo, al ménos á Diego -Mendez, para que hiciese lo que el Almirante, su amo, le mandaba. -Llegado Diego Mendez á esta ciudad, compró luégo un -navío de las rentas que el Almirante aquí tenia, y, bastecido -de los bastimentos y cosas necesarias, lo envió á Jamáica por -fin de Mayo de 1504, y se embarcó luégo para España, como -traia ordenado por el Almirante.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_162" id="Page_162">[162]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Despachados aquellos dos Capitanes de las canoas, y partidos -de Jamáica en demanda desta isla, como dicho queda, -los españoles que quedaban comenzaron á enfermar, por los -grandes trabajos que habian en todo el viaje padecido; allegóse -tambien la mudanza de los mantenimientos, porque ya no -tenian cosa que comiesen de las de Castilla, mayormente no -bebiendo vino, ni tenian tanta carne cuanta ellos quisieran, -que era la de aquellas hutias, y otros refrigerios que habian -menester que les faltaban. Los que dellos estaban sanos, tener -aquella vida sin esperanza de salir della presto, y tambien por -estar inciertos del cuándo saldrian, érales intolerable y cada -hora se les hacia un año, y, como estaban ociosos, de otra materia -contínuamente no hablaban, teniéndose por desterrados -y de todo remedio alongados; de aquí pasaban á murmurar del -Almirante, diciendo que él no queria ir á Castilla, como si le -vieran que se estaba en grandes deleites recreando, padeciendo -como ellos las mesmas necesidades y enfermedad de gota de -que por todos los miembros era atormentado, que no podia -mudarse de una cámara, y hartas otras miserias y angustias -que lo cercaban. Y alegaban que los Reyes lo habian desterrado, -y tampoco podia entrar en la Española, como paresció, -cuando llegó á este puerto, de Castilla, le fué vedado que en -él entrase, y que los que habia enviado en las canoas iban á -negociar sus cosas y no para traer ó enviar navíos y socorro -para que saliesen de aquella isla que tenian ellos por cárcel, -y él no, sino que de voluntad se queria estar allí, en tanto que -aquellos con los Reyes negociaban, y que si este artificio -no hobiera, el Bartolomé Flisco hobiera ya vuelto, segun que<span class="pagenum"><a name="Page_163" id="Page_163">[163]</a></span> -se habia ya publicado. Dudaban tambien si hobiesen llegado -á esta isla ó perecido en la mar, como fuesen á tanto peligro, -en aquellas canoas, tan luengo viaje, lo cual si así acaeciese, -nunca sería posible tener algun remedio, si ellos por sus -personas no lo procurasen, porque el Almirante no curaba de -buscarlo, por las razones dichas, y tambien porque, aunque -quisiese, no podia ponerse á algun peligro, por la gota que, -como dicho es, lo atormentaba, y que debian procurar pasar -á esta isla, pues que estaban sanos, ántes que como los otros -enfermasen; no dejando de parlar más adelante, conviene á -saber, que ellos, en esta isla puestos, serian mejor rescebidos -del Comendador Mayor, cuando en más peligro al Almirante -dejasen, por estar el dicho Comendador Mayor mal con él: y -esta parece ser malévola invencion dellos, porque no es de -creer que el Comendador Mayor quisiese tanto mal al Almirante, -y no ménos creible es que el Almirante no le hobiese -dado á ello jamás causa. Añadian más, que idos á España, -hallarian al obispo D. Juan de Fonseca, que los libraría de -cualquiera pena por desfavorecer al Almirante. Otras razones -harto maliciosas y dígnas de buen castigo alegaban, -para se persuadir á rebelion unos á otros, afirmando que -siempre la culpa se imputaria al Almirante, como lo habia sido -en lo desta isla, cuando las cosas de Francisco Roldan, y que -ántes lo tomarian los Reyes por achaque para quitalle lo -que lo quedaba, y no guardalle cosa de los privilegios que -le habian dado. Estas y otras razones daban y conferian -entre sí; de los cuales fueron, de los principales, dos hermanos -llamados Porras, el uno que habia ido por Capitan -de un navío de los cuatro, y el otro por Contador de toda -el Armada. Conjuráronse con ellos 48 hombres, levantando -por Capitan al un Porras; concertaron que, para cierto dia -y hora, todos estuviesen, con sus armas, aparejados. Este dia -fué á 2 de Enero de 1504 años, por la mañana: el Capitan -Francisco de Porras subió á la popa del navío, donde el Almirante -estaba, y dijo muy desatinadamente: «parécenos, -señor, que no quereis ir á Castilla, y que nos quereis tener<span class="pagenum"><a name="Page_164" id="Page_164">[164]</a></span> -aquí perdidos.» Y como el Almirante oyese palabras de tan -poca reverencia y con insolencia dichas, y no acostumbradas, -sospechando lo que podia ser, disimulando la desvergüenza, -con blandura respondióle: «ya veis la imposibilidad que todos -tenemos para nuestro pasaje, hasta que los que envié en las canoas -nos envien navíos en que vayamos, y Dios sabe cuánto yo -lo deseo, más que ninguno de los que aquí estamos, por mi bien -particular y por el de todos, pues estoy obligado á dar cuenta -á Dios y á los Reyes por cada uno; y ya sabeis que os he -juntado muchas veces para platicar en nuestro remedio, y á -todos no ha parecido algun otro, pero, si otra cosa os parece, -juntaos y de nuevo se platique, y determínese tomar el medio -que mejor pareciere.» Respondió el Porras, que ya no habia -necesidad de tantas pláticas, sino que ó se embarcase luégo, -ó se quedase con Dios, y volvió las espaldas, con alta voz -diciendo: «porque yo me voy á Castilla con los que seguirme -quisieren.» Entónces, todos los conjurados con él, como -estaban apercibidos, dijeron á voces: «yo con él, yo con él, -yo con el»; y saltando unos por una parte, y otros por otra, -tomaron los castillos y gabias, con sus armas en la mano, sin -tiento ni órden, clamando unos, «¡mueran!» otros, «¡á Castilla!» -y otros, «señor Capitan, ¿qué haremos?» Entónces, oyendo -tal barbarismo, el Almirante que estaba en la cama tullido -de la gota, pensando aplacallos, salió de la cama y cámara, cayendo -y levantando, pero tres ó cuatro personas de bien, criados -suyos, arremetieron y abrazáronse con él, porque la gente -desvariada no lo matase, y metiéronlo por fuerza en su cámara. -Tornaron tambien al Adelantado, que como valiente hombre, -se habia puesto á la fresada, que es la viga ó palo que -atraviesa toda la nao junto á la bomba, con una lanza, y por -fuerza se la quitaron y metieron con su hermano en la cámara, -rogando al capitan Porras que se fuese él con Dios y no -permitiese mal de que á todos cupiese parte. Y que bastaba -que para su ida no habia quién lo estorbase, pues, siendo causa -de la muerte del Almirante, no podia ser que no hobiese sobre -ella gran castigo, sin que aventurasen ellos á conseguir por<span class="pagenum"><a name="Page_165" id="Page_165">[165]</a></span> -ella provecho alguno. De manera que, siendo algo aplacado -el alboroto, tomaron los conjurados hasta 10 canoas de las -que el Almirante á los indios habia comprado, en las cuales -se embarcaron con tanto regocijo y alegría, como si ya desembarcaran -en Sevilla; lo cual no hizo poco daño á los demas -que no tuvieron parte en la rebelion, porque viéndose quedar -allí enfermos como desmamparados, yéndose los que estaban -sanos, crescióles la tristeza, y angustia, y el ánsia de -salir de allí, que de súbito arrebataban su hato y se metian -con ellos en las canoas, como que consistiera en sólo aquello -salvarse. Esto se hacia viéndolo y llorándolo todo, y á sí mismos -y al Almirante, aquellos muy pocos fieles que hobo de sus -criados, y los muchos enfermos que quedaban, los cuales -perdian del todo la esperanza de ser remediados; ninguna -duda se tuvo, sino que si todos estuvieran sanos, pocos ó ninguno -dellos quedara. Salió el Almirante como pudo de la -cámara, y como mejor pudo, con dulces palabras, diciendo -que confiasen en Dios, que lo remediaria, y que él se echaria -á los piés de la Reina, su señora, que les galardonase muy -bien sus trabajos, y más aquella su perseverancia. El Porras -con sus alzados, en las canoas, tomaron el camino de la punta -oriental de aquella isla, de donde se habian partido Diego Mendez, -y Bartolomé Flisco y los demas. Por donde quiera que -pasaban perpetraban mil desafueros y daños á los indios, -tomándoles los mantenimientos por fuerza, y todas las otras -cosas que les agradaban, diciendo que fuesen al Almirante -que se las pagase, y que sino se las pagase que lo matasen, -porque, matándolo, harian á sí mismos gran provecho, y excusarian -que él á ellos no los matase, como habia muerto á los -indios desta isla y de la de Cuba, y á los de Veragua, y que -con este propósito para poblar allí se quedaba. Llegados á la -punta, con las primeras calmas acometieron su pasaje para -esta isla, con los indios que pudieron haber para remar en -cada canoa; pero como los tiempos no estuviesen bien asentados, -y las canoas llevasen muy cargadas, y, áun no andadas -cuatro leguas, comenzase el viento á turbarlos, y las oletas á<span class="pagenum"><a name="Page_166" id="Page_166">[166]</a></span> -los remojar, fué tanto su miedo, que acordaron de se tornar, y -porque áun no cognoscian el peligro de las canoas para españoles, -cuando vieron que el agua les entraba, tomaron por -remedio alivianarlas, y echar cuanto en ellas traian, salvo -una poquilla de comida y agua para tornarse, y solas las armas; -y porque el viento arreció, y la mar los mojaba más, -pareciéndoles estar en algun peligro, para aplacar á Dios y -que los librase, acuerdan con su devocion ofrecerle un sacrificio -agradable, y éste fué echar todos los indios que, les remaban -á la mar, matándolos á cuchilladas. Muchos dellos, -viendo las espadas y la obra que pasaba, se lanzaron á la mar, -confiados de su nadar, pero despues de mucho nadar, dello -muy cansados, llegábanse á las canoas, para, asiéndose del -bordo, descansar algo; cortábanles con las espadas las manos -y les daban otras crueles heridas, por manera, que mataron -18, no dejando vivos sino cual y cual, que las canoas les -gobernasen, porque ellos no las supieran gobernar: porque -sino fuera por aquel interese propio, ningun indio escapara -que no lo mataran, en pago del buen servicio que los hacian -y habellos metido por fuerza ó por engaño, para servirse dellos -en aquel viaje. Vueltos á tierra, hobo entre ellos diversos pareceres -y votos, decian unos que sería mejor pasarse á la isla -de Cuba, y que tomarian los vientos Levantes y las corrientes -á medio lado, y desde allí atravesarian á esta isla, tomando el -cabo de Sant Nicolás, que no está de la punta ó cabo de Cuba, -segun se ha dicho, 18 leguas; otros afirmaban ser mejor volverse -á los navíos y reconciliarse con el Almirante, ó tomalle -por fuerza lo que le quedaba de armas y rescates; otros fueron -de parecer, que ántes que cosa de aquellas se atentase, -debian esperar otra bonanza de calmas, para tornar otra vez -á acometer aquel pasaje, y en este asentaron. Estuvieron esperando -las calmas en el pueblo que estaba cerca de la punta, -más de un mes, comiendo y destruyendo toda la tierra comarcana, -y, en fin, se embarcaron con bonanza, y salieron una -vez á la mar, y tornaba el viento á avivar, y tornáronse; salieron -otra vez, y de miedo, tambien se tornaron, y así, viéndose<span class="pagenum"><a name="Page_167" id="Page_167">[167]</a></span> -desesperados de la pasada, dejaron las canoas y volviéronse -al pueblo muy desconsolados, y de allí, de pueblo en -pueblo, unas veces comiendo por rescatar, otras tomándolo -aunque á los indios pesaba, segun el poder ó resistencia en -los pueblos y señores dellos hallaban.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_168" id="Page_168">[168]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Despues que los alzados se fueron y andaban ocupados en -la porfía de su pasaje, procuró el Almirante de curar los enfermos -que con él quedaban, y en cuanto le era posible consolallos; -trabajaba tambien de que se conservase con los indios -la paz y amistad, porque, con ella y con los rescates, -fuesen todos los españoles proveidos de mantenimientos, como -los indios lo hacian sin faltar, y así convalecieron los enfermos, -y los indios, por algunos dias, en las provisiones que solian -traer, perseveraron. Pero como los indios nunca tengan ni -trabajen tener más mantenimientos de los que les son necesarios, -y hacer más de aquellos tengan por trabajo, y los españoles -gasten, y áun desperdicien más en un dia que ellos comen -en diez y en quince, y D. Hernando dice que en diez y siete, -hacíaseles carga no chica sustentarlos, como de ántes, con -abundancia; y así, acortábaseles la comida y no tenian tanto. -Allegóse á esto, ver como parte no chica de los españoles habian -alzádose contra el Almirante, y que los mismos los habian -exhortado que lo matasen, porque no queria quedar á poblar -allí sino para matallos; comenzaron á tenerlo en poco y á los -que con él quedaron, por todo lo cual, cada dia, en traer bastimentos -aflojaban. De donde sucedió verse no en poco aprieto -y trabajo, porque, para se lo tomar por fuerza, era menester -salir todos con armas y por guerra, y dejar sólo al Almirante; -pues dejallo sólo á su voluntad, era padecer necesidad -grande, y que á poder de mucho rescate no pudieran remediarse. -Plugo á Dios, que los proveyó por nueva manera, -con cierta industria del Almirante, que lo que hobiesen menester -no les faltase. Cuéntalo de esta manera D. Hernando: -que sabia el Almirante, que, desde á tres dias, habia de haber<span class="pagenum"><a name="Page_169" id="Page_169">[169]</a></span> -eclipse de la luna, y envió á llamar los señores y Caciques, y -personas principales de la comarca, con un indio que allí -tenia desta isla, ladino en nuestra lengua, diciendo que les -queria hablar largo. Venidos un dia ántes del eclipse, díjoles -que ellos eran cristianos y vasallos y criados de Dios, que moraba -en el cielo, y que era señor hacedor de todas las cosas, -y que á los buenos hacia bien, y á los malos castigaba, el -cual, visto que aquellos de nuestra nacion se habian alzado, -no habia querido ayudarles para que á esta isla pasasen, como -habian pasado los que él habia enviado; ántes habian padecido, -segun era en la isla notorio, grandes peligros, pérdidas de -sus cosas, y trabajos. Y lo mismo estaba enojado Dios contra la -gente de aquella isla, porque en traerles los mantenimientos -necesarios por sus rescates habian sido descuidados, y, con -este enojo que dellos tenia, determinaba de castigallos, enviándoles -grande hambre y hacelles otros daños; y que, porque -por ventura no darian crédito á sus palabras, queria Dios que -viesen de su castigo en el cielo cierta señal, y porque aquella -noche la verian, que estuviesen sobre el aviso al salir de la -luna, y verian como salia muy enojada, y de color de sangre, -significando el mal que sobre ellos queria Dios envialles. Acabado -el sermon fuéronse todos; algunos con temor, otros -quizá burlando. Pero como, saliendo la luna, el eclipse comenzase, -y cuanto más subida fuese mayor el amortiguarse, -comenzaron los indios á temer, y tanto les creció el temor, -que venian con grandes llantos, dando gritos, cargados de comida -á los navíos, y rogando al Almirante que rogase á su -Dios que no estuviese contra ellos enojado, ni les hiciese mal, -que ellos, de ahí adelante, traerian todos los mantenimientos -que fuesen menester para sus cristianos. El Almirante les respondió, -que él queria un poco hablar con Dios; el cual se encerró, -entre tanto que el eclipse crescia, y ellos daban gritos -llorando é importunando que los ayudase, y desque vido el -Almirante que la creciente del eclipse era ya cumplida, y que -tornaria luego á menguar, salió diciendo que habia rogado á -Dios que no les hiciese el mal que tenia determinado, porque<span class="pagenum"><a name="Page_170" id="Page_170">[170]</a></span> -le habia prometido de parte dellos, que de allí adelante -serian buenos, y tratarian, y proveerian bien á los cristianos, -y que ya Dios los perdonaba, y, en señal dello, verian cómo -se iba quitando el enojo de la luna, perdiendo la color y encendimiento -que habia mostrado. Los cuales, como viesen que -iba menguando y al cabo del todo se quitaba, dieron muchas -gracias al Almirante, y maravillándose y alabando las obras -del Dios de los cristianos, se volvieron con grande alegría -todos á sus casas, y, allá llegados, no fueron negligentes ni -olvidaron el beneficio que creian haberles hecho el Almirante, -porque tuvieron grande cuidado de los proveer de -todo lo que habian menester con abundancia, loando siempre -á Dios, y creyendo que les podia hacer mal por sus pecados, -y que los eclipses que otra vez habian visto, debia ser como -amenazas y castigo, que, por sus culpas, Dios les enviaba. -Tornando al propósito de la historia, como despues de partidos -Diego Mendez y Bartolomé Flisco, en las dos canoas, hobiesen -pasado ocho meses sin que hobiesen tenido nuevas de -haber á esta isla allegado, ó si fuesen muertos ó vivos, la gente -que con el Almirante quedó, que no se habia alzado, estaban -con gran pena y cuidado, cada hora haciéndoseles un año, y -por tanto crecíales la impaciencia de estar allí aislados, y estaban -como desesperados. Sospechaban siempre lo peor, como -los que en angustias y trabajos muchos dias están ejercitados, -si Dios no les provee de algun consuelo interior con que -puedan sobrellevados; y así, unos decian que ya eran anegados -en la mar, otros que los indios los habian muerto en -esta isla cuando por alguna parte della pasasen, otros que de -enfermedad y trabajo ó hambre habrian perecido en el camino, -como fuese tan largo y de mar trabajosa, con vientos y -corrientes, y de tierra muchas sierras ásperas. Añadíase á -la sospecha, que afirmaban los indios haber visto un navío -trastornado que lo llevaban las corrientes por la costa de Jamáica -abajo; lo cual, por ventura, fué industria y nueva que -sembraron los alzados, para quitar del todo la esperanza de -remedio á los que con el Almirante habian quedado. De manera<span class="pagenum"><a name="Page_171" id="Page_171">[171]</a></span> -que, teniendo casi por cierta la imposibilidad de ser -remediados, un maestre Bernal, boticario valenciano, y unos -dos compañeros, llamados Zamora y Villator, con todos -los demas que habian quedado enfermos, en mucho secreto -hicieron otra conjuracion para hacer lo mismo que los primeros; -pero Nuestro Señor tuvo por bien de proveer y obviar -al peligro grande que deste segundo levantamiento se le habia -de recrecer al Almirante, y á sus hermanos, y criados, y remediólo -la divina Providencia con llegar un carabelon que -envió el Comendador Mayor, Gobernador desta isla, el cual -llegó una tarde cerca de donde los navíos encallados estaban. -Vino en él un Capitan, un Diego de Escobar, muy conocido -mio, que habia sido de los que en los tiempos de Francisco -Roldan con él se habian, contra el Adelantado, alzado; á este -Diego de Escobar envió, porque sabia de cierto que no se -habia de hacer con el Almirante, porque le habia sido enemigo -por las cosas pasadas. Mandóle que no se llegase á los navíos -ni saltase en tierra, ni tuviese ni consintiese tener plática con -alguno de los que estaban con el Almirante, ni diese ni tomase -carta. No lo envió sino á ver qué disposicion tendria el -Almirante y los que con él estaban; el Almirante, quejándose -dél, dijo que no lo envió á visitar sino para saber si -era muerto. Dejó el carabelon en la mar, apartado, y saltó en -la barca el Diego de Escobar, y llegó á echar una carta del -Comendador Mayor para el Almirante, y apartó la barca -luégo, y, desde léjos, dijo de palabra que el Comendador Mayor -lo enviaba á visitar de su parte, y que se le encomendaba -mucho, pesándole de sus trabajos, y porque no le podia enviar -recaudo de navíos tan presto, para en que fuese su persona -y los demas, se sufriese hasta que se lo enviase; presentóle -un barril de vino y un tocino para entre tanto: y desto -me espanto, por ser el Comendador Mayor tan prudente y no -escaso, que no fuese en le enviar refresco más largo. Apartóse -luégo la barca, y fuése al galeon. Todos estos reguardos estimo -que hizo y mandó hacer el Comendador Mayor, porque -como habia en esta isla de los que habian sido sus criados, y<span class="pagenum"><a name="Page_172" id="Page_172">[172]</a></span> -de sus amigos, y tambien de los que le habian sido rebeldes -y enemigos, temia que por cartas ó por su persona, siendo -presente, hobiese algun escándalo en la tierra; el Almirante, ó -al ménos sus deudos, atribuíanlo á otro mal fin, conviene á -saber, á que muriese en Jamáica el Almirante, porque si fuese -á Castilla los Reyes le restituirian en su estado pristino, y -entónces quitársele ya la gobernacion desta isla y destas Indias. -Esta intencion haber tenido el Comendador Mayor, afirmar -yo, cierto, no osaria, como quiera que fuera malísima, y -en la verdad, hablando más claro, todavía se tenia la opinion -que yo siempre tuve por falsa y maliciosamente fingida, -ó que contra el Almirante se envió por sus enemigos, conviene -á saber, que se queria alzar contra los Reyes y dar estas -Indias á ginoveses, ó á otra nacion fuera de Castilla, y á esto -parece que el Comendador Mayor proveia; pero si así fué, -harto claro se muestra no haber razon tan aparente para que -tal sospecha se tuviese. Y desto se queja mucho el Almirante -á los Reyes en la carta que les escribió de Jamáica, donde -dice: «¿Quién creerá que un pobre extranjero se hobiese de -alzar en tal lugar contra Vuestras Altezas, sin causa y sin brazo -de otro Príncipe, y estando sólo entre sus vasallos y naturales, -y teniendo todos mis hijos en su real corte?» Estas son sus palabras -y razones, las cuales, cierto, no son frívolas.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_173" id="Page_173">[173]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXIV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Debió decir Escobar al Almirante, que luégo se queria -tornar á dar nuevas al Comendador Mayor del estado en que -quedaba, y si queria escribir; el cual, luégo le escribió la carta -siguiente: «Muy noble señor: En este punto recebí vuestra carta, -toda la leí con gran gozo; papel ni péndolas abastarian á -escribir la consolacion y esfuerzo que cobré, yo y toda esta -gente, con ella. Señor, si mi escribir con Diego Mendez de -Segura fué breve, la esperanza de suplir más largo, por palabra, -fué causa dello; digo de mi viaje, que en mil papeles no -cabria á recontar las asperezas de las tormentas y inconvenientes -que yo he pasado, etc.» Donde le cuenta muchas -cosas de su viaje, y de la riqueza de las tierras que dejaba -descubiertas, y de como, llegando á Jamáica, la gente que -traia le hizo juramento de lo obedecer hasta la muerte, y de -como se le alzaron, etc. Y más abajo dice así: «Cuando yo -partí de Castilla, fué con grande contentamiento de Sus Altezas, -y grandes promesas, en especial, que me volverian todo lo -que me pertenece, y acrecentarian de más honra; por palabra -y por escrito se pasó esto. Allá, señor, os envió un capítulo -de su carta, que dice de la materia; con esto y sin ello, desque -les comencé á servir yo nunca tuve el pensamiento en otra -cosa. Pídoos, señor, por merced, que esteis cierto desto, dígolo -porque creais que he de hacer y seguir en todo vuestra órden -y mandado sin pasar un punto. Escobar me diz, señor, el -buen tratamiento que han rescebido mis cosas, y que es sin -cuento, rescíbolo todo, señor, en grande merced, y agora no -pienso salvo en qué podia negar tanto; si yo hablé verdad en -algun tiempo, esto es una, que despues que os ví y cognoscí, -siempre mi ánima estuvo contenta de cuanto allá y en todo<span class="pagenum"><a name="Page_174" id="Page_174">[174]</a></span> -cabo á donde se ofreciese, por mí, señor, haríades; con esta -razon he estado siempre aquí alegre y bien cierto de socorro, -si las nuevas de tanta necesidad y peligro en que estaba y -estoy llegasen á su oido. No lo soy ni puedo escribir tan largo -como lo tengo firme; concluyo, que mi esperanza era y es, -que para mi salvacion gastaríades, señor, fasta la persona, y -soy cierto dello que ansí me lo afirman todos los sentidos. Yo -no soy lisonjero en fabla, ántes soy tenido por áspero, la obra, -si hubiere lugar, fará testimonio. Pídoos, señor, otra vez por -merced, que de mí esteis muy contento, y que creais que soy -constante; tambien os pido por merced, que hayais á Diego -Mendez de Segura, mi encomendado, y á Flisco, que sabe qué -es de los principales de su tierra, y por tener tanto deudo conmigo, -y creed que no los envié, ni ellos fueron allá con artes, -salvo á haceros saber, señor, el tanto peligro en que yo estaba -y estoy hoy dia. Todavía, estoy aposentado en los navíos que -tengo aquí encallados esperando el socorro de Dios y vuestro, -por el cual, los que de mí descendieren, siempre le serán á -cargo.» He querido poner aquí estos pedazos de aquella carta, -para que se vea con cuánta simplicidad el Almirante andaba -y escribia, y tambien como en aquellos tiempos no habia el -modo de escribir tan levantados de illustres y magníficos que -agora se usa en el mundo, que faltan vocablos para engrandecer -los títulos que se ponen en las cartas, no sólo á las personas -illustres y señaladas, pero á cualesquiera y de estados -bajos. Rescebida esta sola carta, partióse luégo el carabelon, -y aunque con su venida todos se holgaron y se suspendió -el segundo trato y conjuracion, que querian los que estaban -con el Almirante contra él hacer, todavía, vista la priesa que -tuvo en partirse y sin rescibir carta ni hablar, ni querer responder -el capitan Diego de Escobar, ni otros de su compañía, -á cosa ninguna de las que les preguntaban, no quedaron sin -sospecha que el Comendador Mayor no quisiese que el Almirante -no viniese á esta isla, sino que allí quedase sin remedio, -y, por consiguiente, los que con él estaban; lo cual sintiendo -el Almirante, trabajó de cumplir con ellos diciendo que aquella<span class="pagenum"><a name="Page_175" id="Page_175">[175]</a></span> -presteza de la partida del galeon á él placia, porque más -aína viniesen navíos para los llevar á todos, pues él, sin ellos, -no habia de salir de aquella isla, y aquel galeon ó carabelon -para todos no bastaba; y, finalmente, con la vista del carabelon, -y con las nuevas que en él vinieron, que Diego Mendez -habia llegado en salvo, quedaron todos algo alegres y consolados, -y con esperanza de su remedio. El Almirante, que deseaba -la reversion y reduccion de los que andaban alzados, por él -estar dellos seguro, y porque no alborotasen y damnificasen las -gentes de aquella isla, determinó de hacelles saber lo que pasaba -para que cesasen sus sospechas, rogándoles encarecidamente -tornasen á su obediencia y amor, perdonándoles todo -lo que contra él habian en su rebelion cometido, y ofreciéndoles -todo el buen tratamiento que se les pudiese hacer de su -parte; para este mensaje, nombró dos personas de bien, que -que con él estaban, y que con los más dellos tenian crédito -y amistad; y porque creyesen haber venido el carabelon, les -envió parte del tocino, el cual no habian visto hartos dias, -ni pensaron verlo tan presto. Llegados estos dos mensajeros, -salió luégo al camino el Porras, su Capitan, con algunos pocos -de los que más se fiaba, porque no se moviese ni provocase -la demas gente al pesar y arrepentimiento de lo que habian -hecho; pero no lo pudo tanto encubrir, que no entendiesen -todos las nuevas de la venida del carabelon, y de la llegada -de Diego Mendez, y de la salud de los que con el Almirante -estaban, y de la renovacion de la esperanza de salir de aquella -isla, con la venida que se esperaba de los navíos, que -Diego de Escobar profirió que vernian por parte del Comendador -Mayor. Oida, pues, su embajada, y despues de muchas -consultas de los principales de quien más se fiaba, en fin, se resolvieron -en que no querian fiarse del Almirante, ni del perdon -y promesas que les enviaba, pero que habian por bien de andarse -pacíficamente por la isla, si les prometiese de darles navío -en que se fuesen si dos viniesen, ó si fuese uno sólo que -les diese el medio; y que entre tanto, porque ellos habian perdido -sus ropas y rescates por la mar, partiese con ellos lo que<span class="pagenum"><a name="Page_176" id="Page_176">[176]</a></span> -tenia. Respondiendo los mensajeros no ser aquellas honestas -ni razonables condiciones, los atajaron diciendo, que sino -se las concedia por amor y de su voluntad, que ellos lo tomarian -á su pesar y á discrecion; y, con este recaudo, se vinieron -vacíos los mensajeros, quedando diciendo á su compañía, -el Porras y otros, que el Almirante era persona cruel y -vindicativa, y que todos aquellos cumplimientos eran engaños, -y que puesto que no tuviesen temor dél, porque no osaria -hacerles daño alguno por el favor que ellos en la corte tenian, -habia razon de temer la venganza que so color de castigo en -los comunes haria; y que por esta causa Francisco Roldan, y -los que le siguieron, cuando se alzaron en esta isla, no se habian -fiado ni de sus ofertas, lo cual les salió á bien, y fueron -tan favorescidos que le hicieron llevar en hierros á Castilla, y -que menor causa ni esperanza tenian ellos para hacer lo mismo. -Y porque la venida de la carabela no moviese los ánimos -de los que consigo tenia, diciendo las nuevas de la llegada de -Diego Mendez y lo demas, decíales que no habia sido carabela -verdadera, sino fantástica, y por nigromancia fabricada, ó -que la habia visto el Almirante y los suyos en sueños, porque -el Almirante sabia mucho de aquellas artes; pues no era cosa -creedera, que si fuera carabela no comunicara con ella la -gente que tenia consigo, y no se hobiera tan presto desaparecido: -y corroboraban sus razones con esta, que si fuera carabela, -el Almirante y su hijo y hermano se metieran en ella, -y se fueran, pues tanta necesidad tenian dello. Con estas y -otras razones y persuasiones, los tornaron á afirmar en su -rebelion y desobediencia, y que todos determinasen de ir á -los navíos á tomar por fuerza las armas, y rescates, y lo que -más tomar les conviniese, y, sobre todo, prender al Almirante, -hermano é hijo.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_177" id="Page_177">[177]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Averiguada verdad es, y sellada en las Sagradas letras, que -cuando Dios determina de atajar la maldad con presente castigo, -permite que ni basten ruegos, ni ofrecimientos, ni amenazas, -para que los malos se diviertan de sus perversos caminos, -sino que, viendo no vean, y oyendo no oigan, porque -incurran en las penas decretadas por el divino juicio. Así -fué de aquestos alzados contra el Almirante, con tanto escándalo -y daño de la gente natural de aquella isla, los cuales, -como hobiesen gravemente ofendido, y cada dia ofendiesen á -Dios, así en la desobediencia contra el Almirante y causándole -tantas amarguras sin razon ni causa justa, mayormente si le -habian hecho el juramento que arriba se dijo, y le hobiesen -hecho tantas injurias, y de nuevo quisiesen hacelle duras injusticias -proponiendo de irle á robar lo que tenia, los indios que -mataron á cuchilladas en las canoas, y por toda la isla violencias -y agravios infinitos, los cuales determinó la divina justicia -que no pasasen inpunidos, áun en esta vida, por eso los cegó -y ensordeció Dios, para que ni oyesen ni viesen las ofertas y -ruegos humildes del Almirante, porque padeciesen la caida de -su soberbia y jactura que poco despues les vino. Así que, prosiguiendo -su furibunda y estulta porfía, caminaron la vía de los -navíos, y llegando hasta un cuarto de legua dellos, en pueblo -de indios, que llamaban Mayma, donde despues, algunos -años pasados, cuando allí fueron á poblar españoles, hicieron -un pueblo que llamaron Sevilla, sabido por el Almirante con -el propósito que venian, envió á su hermano el Adelantado, -para que con buenas razones pudiese de aquella maldad desviallos, -y traellos ó obediencia y al amor del Almirante; llevó -consigo 50 hombres, no del todo todos sanos, sino algunos<span class="pagenum"><a name="Page_178" id="Page_178">[178]</a></span> -flacos, y en lo demas bien armados. Y como ya llegasen por -una ladera un tiro de ballesta del pueblo dicho, envió á los -mismos dos mensajeros que les habia enviado ántes, para que -les persuadiesen y requiriesen con la paz, y que hobiese por -bien Francisco de Porras, su Capitan, que en cosas de concierto -y de paz se hablase; pero como ellos eran muchos más -y más sanos, y ejercitados más en trabajos, por ser marineros, -y cognosciesen los que iban con el Adelantado ser muchos -ménos, y gente de palacio, más delicada, y no del todo bien -sanos, elevándose sobre sí en soberbia y menospreciándolos, -porque se cumpliese la escriptura, <i>ante ruinam exaltabitur cor</i>, -no dieron lugar que los mensajeros llegasen á hablallos, ántes, -todos juntos, hechos un escuadron, con sus lanzas y espadas -desenvainadas, y con gran grita, clamando «muera, muera», -arremetieron á la gente, y con ella el Adelantado, habiéndose -primero juramentado, seis de los principales, de no se apartar -uno de otro, yendo contra la persona del Adelantado hasta -matallo, porque él muerto, de los demas no se hacia caso. -Pero de otra manera les sucedió, de sus pensamientos muy -contraria, porque hallaron en el Adelantado tan buen recaudo, -que á los primeros encuentros cayeron cinco ó seis, y -los más dellos fueron de los juramentados contra el Adelantado. -El Francisco de Porras, su Capitan, que era hombre esforzado, -vínose derecho al Adelantado y tiróle una cuchillada -que le hendió toda la rodela hasta la manija y llegó á herille -la mano, y cuando quiso no pudo sacar el espada, y así, llegaron -y lo prendieron, tomándolo á vida; no supe, cuando lo -pudiera saber, qué heridas le hobiesen dado. El Adelantado, -que era valentísimo hombre, da en los demas con mucho -ánimo, que en poco espacio fueron muertos muchos, y, entre -ellos, el Juan Sanchez de Cáliz, á quien se habia soltado el -rey Quibia llevándolo preso en la canoa de Veragua, y un -Juan Barba, que fué el primero que se vido cuando se alzaron -sacar contra el Almirante espada. Cayeron algunos otros muy -mal heridos; por manera que fueron todos desbaratados, y, -como gente vil y traidores, volvieron las espaldas. El Adelantado<span class="pagenum"><a name="Page_179" id="Page_179">[179]</a></span> -quiso ir en seguimiento dellos, si algunos de los más -honrados que con él fueron no se lo estorbaran diciendo que -aquello bastaba por castigo, y que no convenia llevallo hasta -el cabo; y dejado por esta razon de ir en alcance, volvióse el -Adelantado y los que le ayudaron, con esta victoria, á los navíos, -llevando preso al Francisco de Porras y á otros, donde -fueron con alegría rescibidos del Almirante y de los que con -él habian quedado, y daban gracias á Dios por aquel vencimiento, -por el cual tenian por cierto que todos de la muerte se -habian librado, ó de grandes afrentas y trabajos: y así fueron -aquellos, de su soberbia, humillados. De los del Adelantado, -sólo él fué herido, como se dijo, en la mano, y un maestresala -del Almirante, que, de un muy chico bote de lanza que -le dieron en una cadera, murió; no muriendo el piloto Pedro -de Ledesma, de quien dijimos arriba que salió á tierra nadando -en Belem ó saber qué se habian hecho los del pueblo y de -la barca, y era de los alzados, á quien dieron tan terribles heridas, -que parece, á hombre, imposible poderse más fieras ni -peores dar. E tenia una en la cabeza, que se le parecian los -sesos, otra en el hombro, que, como perdiz, le tenian descoyuntado -y le colgaba del aslilla todo el brazo, y la una pantorrilla, -á raíz del hueso, desde la corva, cortada y colgando -hasta el tobillo, y el un pié, como quien le pusiera una suela -ó chinela, cortado desde el calcañar hasta los dedos; y así, -caido en el suelo, llegaban los indios del pueblo á él, y con -palillos habríanle las heridas para ver las llagas que hacian -las espadas, y cuando le molestaban decia, «pues si me levanto», -y con sólo aquello botaban á huir como asombrados, y -no era maravílla, porque era un hombre fiero y de cuerpo -muy grande, y la voz gruesa. Como era valentísimo, debíase -de defender validísimamente, y por eso pudo ser muchos tener -lugar de así desgarrado. Estuvo aquel dia de la pelea y el -siguiente hasta la tarde, sin que ninguno supiese dél ni le -diese una gota de agua, donde parece ser de subjecto admirable. -Sabido en los navíos, fueron por él, y pusiéronlo allí -cerca, en una casa de paja, que sola la humedad y los<span class="pagenum"><a name="Page_180" id="Page_180">[180]</a></span> -mosquitos bastara para matallo; comenzólo á curar un cirujano, -el cual, por falta de trementina, segun la que era menester, -le quemó las heridas con aceite, las cuales fueron -muchas más de las dichas, que juraba el cirujano que cada -dia, de los ocho primeros que le curó, heridas nuevas le hallaba, -y finalmente, con todas escapó, y yo le vide despues -desto en Sevilla, sano como si no hobiera padecido nada, -pero no muchos dias pasados, desque yo lo vide, oí decir que -lo habian muerto á cuchilladas. Pasada la pelea, otro dia, lúnes, -á 20 de Mayo de 1504, todos los que habian della escapado, -viéndose así de Dios castigados y humillados, enviaron -una peticion firmada de todos al Almirante, confesando en -ella todas sus maldades y crueldades, y la mala intencion -con que lo hacian, y suplicándole que, usando con ellos de -misericordia, los perdonase, porque ellos se arrepentian muy de -corazon de su rebelion y desobediencia pasada, y que cognoscian -haberles dado Dios, por ella, el pago, y por tanto querian -tornar á su obediencia, y prometiendo serville fielmente -desde adelante; lo cual, juraban y juraron sobre un crucifijo, -y un misal, con pena, que si lo quebrantasen, que ningun -sacerdote ni otro cristiano los pudiese oir de confesion, y que -no les valiese la penitencia, y que renunciaban los Sanctos -Sacramentos de la Iglesia, y que al tiempo de su muerte no les -valiesen bulas ni indulgencias, y que se hiciese de sus cuerpos -como de malos y renegados cristianos, no enterrándolos -en sagrado, sino en el campo, como herejes, y renunciaron y -quisieron que el Sancto Padre no les absolviese, ni Cardenales, -ni Arzobispos, ni Obispos, ni otro sacerdote, etc.: á todas -estas execrables penas los pecadores se obligaron, si este juramento -quebrantasen. El Almirante se holgó de recebillos y -perdonallos, con tal condicion, que Francisco de Porras, su -Capitan, quedase siempre en la prision, bien guardado, como -estaba, y porque en los navíos no estarian tanto á su contento, -y porque no faltarian entre los alzados y no alzados, palabras -y resabios, y afrentas, por las culpas perdonadas, y tambien -porque era difícil tanta gente junta estar bien aposentada<span class="pagenum"><a name="Page_181" id="Page_181">[181]</a></span> -y proveida de las comidas necesarias, determinó el Almirante -de envialles un Capitan con rescates, para que anduviesen -por la isla, y él los gobernase hasta tanto que viniesen los -navíos que cada dia esperaban, y Dios sabe en cuánto perjuicio -y escándalo de los indios andaban.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_182" id="Page_182">[182]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXVI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Estando las cosas de Jamáica en este dicho estado, y en -ella cumplido un año desque allí llegaron, llegó el navío que -Diego Mendez habia fletado y proveido de lo necesario; vino -tambien una carabeleta con él. Trajo el navío un Diego de -Salcedo, criado del Almirante, que creo tenia en esta ciudad -para cobrar sus rentas, con el cual escribió al Almirante el -Comendador Mayor. Quejábase mucho el Almirante del Comendador -Mayor, porque tan tarde le proveyó de navíos, atribuyéndoselo -á industria dolosa, porque allí pereciese, pues -en un año entero nunca fué proveido; y dijo que no lo proveyó -hasta que por el pueblo desta ciudad se sentia y murmuraba, -y los predicadores en los púlpitos lo tocaban y reprendian. -Embarcáronse el Almirante y todos los demas, y -hiciéronse á la vela á 28 de Junio de 1504; navegaron con -mucho trabajo por ser los vientos y corrientes contínuamente -contrarios que vienen con las brisas. Llegando á la isleta que -llamamos Beata, que está junto á esta isla, 20 leguas de Yaquimo, -que el Almirante llamaba el puerto del Brasil, pasar -desta isleta, para venir á este puerto de Sancto Domingo, es -muy difícil, porque allí son más recias las corrientes, que -acaecia estar un navío detenido allí, sin poder pasalla, ocho -meses. Miéntras estaba forzosamente allí el Almirante detenido, -quiso hacer saber al Comendador Mayor, como iba por -deshacer cuanto en sí era la vehemente sospecha, puesto que -vana y frívola, que dél sentia. La carta envió ó con algun marinero -por tierra, que está desta ciudad cerca de 50 leguas, ó -envió delante, que, como más ligera, pudo pasar las corrientes, -la carabeleta. La carta fué del tenor siguiente:</p> - -<p>«Muy noble señor: Diego de Salcedo llegó á mí con el<span class="pagenum"><a name="Page_183" id="Page_183">[183]</a></span> -socorro de los navíos que vuestra merced me envió, el cual -me dió la vida y á todos los que estaban conmigo; aquí no se -puede pagar á precio apreciado. Yo estoy tan alegre, que, despues -que le vide, no duermo de alegría; no que yo tenga en -tanto la muerte como tengo la victoria del Rey y de la Reina, -nuestros señores, que han rescebido. Los Porras volvieron á -Jamáica, y me enviaron á mandar que yo les enviase lo que -yo tenia, so pena de venir por ello á mi costa, y de hijo y de -hermano y de los otros que estaban conmigo, y, porque no -cumplí su mando, pusieron en obra, por su daño, de ejecutar -la pena; hobo muertes y hartas feridas, y en fin, nuestro -Señor, que es enemigo de la soberbia é ingratitud, nos los dió -á todos en las manos: perdonélos y los restituí, á su ruego, en -sus honras. El Porras, Capitan, llevó á sus Altezas, porque -sepan la verdad de todo. La sospecha de mí, se ha trabajado -de matar á mala muerte, mas Diego de Salcedo todavía tiene -el corazon inquieto; lo por qué, yo se que no lo pudo ver ni -sentir, porque mi intencion es muy sana, y por esto yo me -maravillo. La firma de vuestra carta postrera folgué de ver, -como si fuera de D. Diego ó de D. Fernando; por muchas -honras y bien vuestro, señor, sea, y que presto vea yo otra que -diga «el Maestre.» Su noble persona y casa, nuestro Señor -guarde. De la Beata, á donde forzosamente me detiene la brisa. -Hoy sábado, á 3 de Agosto. Fará, señor, vuestro mandado.»</p> - -<p>La firma que hacia era desta manera:</p> - -<p class="pc1 lmid"> -S.<br /> -S. A. S.<br /> -X. M. Y.<br /> -Xp̅o̅. ferens.</p> - -<p class="p1">Dice que Diego de Salcedo, su criado, tenia el corazon inquieto, -porque via que no podia quitar ó matar la sospecha -que del Almirante, su señor, áun se tenia. Lo que dice, que -vista la firma de aquella postrera carta del Comendador Mayor, -se habia holgado, díjolo porque fué la primera, para él, -en que habia Comendador Mayor, como ántes Comendador<span class="pagenum"><a name="Page_184" id="Page_184">[184]</a></span> -de Lares firmase y fuese; parece que entónces le llegó la -nueva de como le habian hecho los Reyes Comendador Mayor. -Finalmente, llegó á este puerto y ciudad de Sancto Domingo -á 13 dias de Agosto del dicho año de 1504. Salióle á -rescibir el Comendador Mayor con toda la ciudad, haciéndole -reverencia y fiesta. Dejóle su casa en que se aponsetase, y allí -le hizo servir muy complidamente. Quejóse mucho dél el Almirante, -porque con todas estas obras que mostraban amistad -y benevolencia, le hizo muchos agravios y obras que tuvo el -Almirante por afrentas; y así, creia que todos los cumplimientos -que con él hacia eran hechos fingidamente. Uno fué, que, -trayendo él preso al Francisco de Porras, Capitan de los alzados, -y teniéndolo en el navío en hierros, lo hizo sacar y -quitalle las prisiones y ponello en libertad en su presencia. -Intentó eso mesmo de castigar á los que habian sido con el -Almirante, y tomado armas para su defensa, y prendido á -aquel, y á los otros herido y muerto, y de cognoscer destas -causas y delitos que en aquel viaje y armada se habian hecho, -no perteneciéndole á él, sino al Almirante, como á Capitan -general della, aquel juicio. Presentaba el Almirante sus -provisiones, y no las admitia ni cumplia, diciendo que aquellas -no se entendian hablar con él; y, diz que, todo esto hacia -el Comendador Mayor con falsa disimulacion y risa. Duraron -estas vejaciones hasta tanto que se adobó aquel navío que los -trujo de Jamáica y se fletó una nao en que el Almirante y su -hermano, y hijo y criados, fuesen á Castilla; toda la otra gente -se quedó en esta isla, y desta pasaron algunos á la de Sant -Juan, cuando fueron á poblalla, ó, por mejor decir, destruilla. -Hízose á la vela en 12 dias de Setiembre del mismo año de -1504, y luégo, en saliendo deste rio, á dos leguas, se rajó al -navío el mástel, á raíz de la cubierta, por lo cual el Almirante -lo mandó volver á este puerto, y prosiguió él su viaje -en la nao; y habiéndoles hecho buen tiempo hasta cuasi el -tercio del golfo, dióles una tan terrible tormenta que se vieron -en gran peligro de perderse. Un sábado, 19 de Octubre, -siendo ya la tormenta cesada, y ellos con algun sosiego,<span class="pagenum"><a name="Page_185" id="Page_185">[185]</a></span> -vínoseles todo el mástel abajo, hecho cuatro pedazos, pero el -esfuerzo del Adelantado y la industria del Almirante, aunque -por la gota en la cama muy fatigado, lo remediaron, haciendo -un mastelete de la entena, engrosando y fortaleciendo la mitad -della con las latas y madera de los castillos que deshicieron. -Quebróseles despues, en otra tormenta que padecieron, -la contramesana, por manera que parecia perseguir al Almirante -muy particularmente la fortuna, sin dalle algun descanso, -para que toda su vida fuese trabajos y angustias. Navegó -de aquesta manera 700 leguas, y al cabo, por la voluntad -de Dios, llegó y entró en el puerto de Sant Lúcar de Barrameda, -y de allí fué á parar y descansar por algunos dias en -Sevilla.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_186" id="Page_186">[186]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXVII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Llegado el Almirante á Sevilla, para que sus adversidades -rescibiesen el colmo que más le podia entristecer y amargar en -la vida, supo luégo como la reina doña Isabel, que tenia por -todo su mamparo y su esperanza, era fallecida pocos dias habia; -ningun dolor, ningun trabajo, ninguna pérdida, ni perder -la misma vida, le pudo venir, que mayor afliccion, tristeza, dolor, -llanto y luto le causara, que oir tales nuevas, porque -aquella señora y felice Reina, así como fué la que principalmente -admitió su primera empresa del descubrimiento destas -Indias, como en el primer libro queda visto, así ella fué la -que lo favorecia, esforzaba, consolaba, defendia, sostenia, -como cristianísima y de tan inestimable servicio, como del Almirante -rescibió, muy agradecida. El Rey católico, no se con -qué ó con cuál espíritu, por el contrario, no sólo no le mostraba -obras ni señales de agradecimiento, pero en cuanto en sí -era, lo desfavorecia en las obras, puesto que no le faltaban -cumplimientos de palabra. Creyóse, que si él con buena consciencia -y no con detrimento de su honra y fama pudiera, que -pocas ó ninguna de las cláusulas de los privilegios que al -Almirante por él y por la Reina, tan debida y justamente se -habian concedido, le guardara. No pude atinar ni sospechar -cuál fuese deste desamor y no real miramiento, para con quien -tantos y tan egrégios y nunca otros tales á algun Rey hechos, -servicios le hizo, la causa, sino fuese haber hecho mayor -impresion en su ánimo los falsos testimonios que al Almirante -se levantaron, y dar más crédito á los émulos del Almirante, -que siempre tuvo cabe sí, que darles debiera, de los -cuales yo alcancé á sentir algo de personas muy privadas del<span class="pagenum"><a name="Page_187" id="Page_187">[187]</a></span> -Rey, que le contradecian. Así que, habiendo reposado algunos -dias en Sevilla, de tanta frecuencia de trabajos, el Almirante -partióse para la corte por el mes de Mayo, año de 1505, -la cual estaba en Segovia; y llegando él y su hermano el -Adelantado, á besar las manos al Rey, rescibióles con algun -semblante alegre, no tanto cuanto requerian sus luengas navegaciones, -sus grandes peligros, sus inmensos trabajos y aspérrimos. -Hízoles relacion el Almirante, de lo que habia navegado, -de la tierra que dejaba descubierta, de la riqueza de la -provincia de Veragua, y de su destierro y aislamiento que -tuvo en Jamáica, entero un año, de la desobediencia y levantamiento -de los Porras y de los demas, y finalmente, de -todas las particularidades y acaescimientos, peligros y trabajos -del viaje. Pasados algunos dias, cuando vido que era -tiempo, suplicóle diciendo así: «Muy alto Rey, Dios, nuestro -Señor, milagrosamente me envió acá porque yo sirviese á -Vuestra Alteza; dije milagrosamente, porque fuí á aportar á -Portugal, á donde el Rey de allí entendia en el descubrir más -que otro, él le atajó la vista, oido y todos los sentidos, que -en catorce años no le pude hacer entender lo que yo dije. Tambien -dije milagrosamente, porque hobe cartas de ruego de tres -Príncipes, que la Reina, que Dios haya, vido y se las leyó el -doctor de Villalon, Vuestra Alteza, despues que hobo cognoscimiento -de mi decir, me honró y fizo merced de títulos de -honra; agora mi empresa comienza á abrir la puerta y dice -que es y será lo que siempre yo dije. Vuestra Alteza es cristianísimo, -yo y todos aquellos que tienen noticia de mis fechos, en -España y en todo el mundo, creerán que Vuestra Alteza, que me -honró al tiempo que no habia visto de mí salvo palabras, que -agora que ve la obra, que me renovará las mercedes que me -tiene fechas con acrescentamiento, y así como me prometió -por palabra y escripto y su firma: y si esto hace, sea cierto -que yo le serviré estos pocos de dias que Nuestro Señor -me dará de vida, y que espero en él, que segun lo que yo -siento y me parece saber con certeza, que yo haré sonar mi -servicio, que está por hacer, á la comparacion de lo hecho,<span class="pagenum"><a name="Page_188" id="Page_188">[188]</a></span> -ciento por uno, etc.» El Rey le respondió, que bien via él que -le habia dado las Indias, y habia merecido las mercedes que -le habia hecho, y que para que su negocio se determinase -sería bien señalar una persona; dijo el Almirante, «sea la que -Vuestra Alteza mandaré», y añidió: «¿quién lo puede mejor hacer -que el Arzobispo de Sevilla, pues habia sido causa, con el -Camarero, que Su Alteza hobiese las Indias?» Esto dijo, porque -este Arzobispo de Sevilla, que era D. Diego de Deza, fraile de -Sancto Domingo, siendo maestro del Príncipe D. Juan, insistió -mucho con la Reina que aceptase aquesta empresa, y lo -mismo hizo el camarero Juan Cabrero, aragonés, que fué muy -privado del Rey, segun dijimos en el libro I. Respondió el -Rey al Almirante, que lo dijese de su parte al Arzobispo; el -cual respondió, que para lo que tocaba á la hacienda y rentas -del Almirante, que se señalasen letrados, pero no para la -gobernacion; quiso decir, segun yo entendí, porque no era -menester ponello en disputa, pues era claro que se le debia. -Como en esto el Rey pusiese dilaciones, tornóle á suplicar -el Almirante, que su Alteza se acordase de sus servicios y -trabajos, y de su injusta prision, y con cuánto abatimiento de -su persona y honor del estado, en que Sus Altezas por sus -servicios le levantaron y honraron, sin culpa suya habia sido -despojado. Y por tanto mostrase, como Rey justo y agradecido, -su real benignidad, en mandalle guardar y cumplir sus -privilegios, que Su Alteza y la Reina le habian concedido, restituyéndolo -en su hijo, en las mercedes y en la posesion de sus -oficios, dignidad y estado que le habian hecho; de todo lo cual -habia sido de hecho, sin ser oido, ni defendido, ni convencido -y sin sentencia, y así contra todo derecho, privado; y mayormente -se acordase de las recientes promesas que Su Alteza -y la Reina le hicieron por su Carta real, cuando se queria -partir para este postrero viaje, conviene á saber, que tuviese -por cierto que sus privilegios le serian guardados enteramente, -y cumplirian las mercedes en ellos contenidas, y se le harian -otras de nuevo, porque estaban de propósito de lo más -honrar y acrecentar, como parescia por la carta que de Valencia<span class="pagenum"><a name="Page_189" id="Page_189">[189]</a></span> -de la Torre, le mandaron escribir, firmada de sus reales -nombres, la cual pusimos en el cap. 4.º, á la letra, como la tenemos -en nuestro poder, autorizada. Hablando con el Rey otra -vez en Segovia, le dijo, á cierto propósito, que no queria pleito -ni pleitear, sino que Su Alteza tomase sus privilegios y escripturas, -y, de lo que por ellas le pertenecia, le diese lo que -mandase, y porque él estaba muy fatigado y se queria ir á un -rincon que pudiese haber, á descansar; el Rey, recognosciendo -que él le habia dado las Indias, le dijo que no se fuese, porque -él estaba de propósito, no solamente darle lo que por sus -privilegios le pertenecia, pero que de su propria y real hacienda, -le queria hacer mercedes. Favorecíale tambien mucho -el Arzobispo de Toledo, don fray Francisco Jimenez, fraile -de Sant Francisco, y otras personas principales en la corte. -Remitieron su negocio al Consejo de los descargos de la consciencia -de la Reina ya muerta, y de la del Rey mismo; hobo -dos consultas, y no salió nada; creyó el Almirante, que por -ser su negocio de tan gran importancia, no queria el Rey determinar -sin la Reina, su hija, que cada dia la esperaban con -el rey D. Felipe, y con esta creencia tuvo un poco de esperanza, -pero no cesaba de dar peticiones al Rey. Entre otras muchas, hallo -la presente, que decia desta manera. «Serenísimo y muy alto -Rey, en mi pliego se escribió lo que mis escripturas demandan, -ya lo dije, y que en las reales manos de Vuestra Alteza estaba -el quitar ó poner, y que todo seria bien hecho. La gobernacion -y posesion en que yo estaba, es el caudal de mi honra, injustamente -fuí sacado della, grande tiempo há que Dios, nuestro -Señor, no mostró milagro tan público, que el que lo hizo -le puso con todos los que le fueron en ayuda á ésto. En la -más escogida nao que habia en 34, y en la mitad dellas, -é á salida del puerto, le enfundió, que ninguno de todos -ellos le vido en qué manera fué ni cómo. Muy humildemente -suplico á Vuestra Alteza que mande poner á mi hijo, en mi -lugar, en la honra y posesion de la gobernacion que yo estaba, -con que toca tanto á mi honra, y en lo otro haga Vuestra -Alteza como fuere servido, que de todo rescibiré merced;<span class="pagenum"><a name="Page_190" id="Page_190">[190]</a></span> -que creo que la congoja de la dilacion deste mi despacho, sea -aquello que más me tenga así tullido.» Estaba ya muy tollido -en la cama, de la gota. Lo que dice del hundimiento de la nao -y de los que allí perecieron, dícelo por el Comendador Bobadilla -que le envió preso, y por Francisco Roldan y los demas -que le habian perseguido. Dió cierto memorial, en el cual -referia los daños y pérdidas de sus rentas, y provechos que -se le habian recrecido por no le haber guardado y cumplido -sus privilegios, que eran grandes intereses; y entre muchos, -dice aqueste; «que los indios desta isla Española eran y son, -dice él, la riqueza della, porque ellos son los que cavan y -labran el pan y las otras vituallas á los cristianos, y los sacan -el oro de las minas, y hacen todos los otros oficios é obras -de hombres y de bestias de acarreto. Dice que está informado, -que despues que salió desta isla, son muertos de los indios -della, de siete partes las seis; todos por mal tratamiento é -inhumanidad, que se habia usado con ellos; unos á cuchillo, -otros muertos á palos y mal tratamiento, otros de hambre y -mala vida que les era dada, la mayor parte muertos en las -sierras y arroyos, á donde iban huidos por no poder sufrir los -trabajos, de la cual falta de los dichos indios, se perdia -grandísima renta; y dice más, que bien que hobiese enviado -á Castilla muchos dellos y se hobiesen vendido, pero que era -con propósito, que, despues que fuesen instruidos en nuestra -sancta fe y en nuestras costumbres y artes y oficios, los tornarian -á cobrar, y los volver á su tierra para enseñar á los -otros.» Todas estas son palabras del Almirante; y donosa ignorancia -fué la suya, si ignorancia fué y no cudicia, la cual -tengo yo por cierto que le acarreó las angustias que le vinieron, -y lo que agora en sus despachos y negocios padece ó -padecia. En lo demas verdad dijo, porque así fueron muertos -y menoscabados los vecinos y moradores naturales desta -isla; pero él lloraba el diezmo del oro que sacara, si no murieran, -y los otros intereses temporales que por aquella causa -perdia. Tornando al propósito, D. Diego Colon, su hijo mayor, -dió al Rey la peticion siguiente: «Muy alto y muy poderoso<span class="pagenum"><a name="Page_191" id="Page_191">[191]</a></span> -Príncipe Rey, nuestro señor: D. Diego Colon, en nombre del -Almirante, mi padre, humildemente suplico á Vuestra Alteza, -se quiera acordar con cuántos trabajos de su persona y peligros -de su vida, el dicho Almirante, mi padre, ganó las mercedes -que Vuestra Alteza y la Reina, nuestra señora (que santa -gloria haya), le hicieron, y en cuánto servicio y provecho de -Vuestra Alteza suceden sus servicios, y mande que las dichas -mercedes le sean guardadas, mandándole restituir en lo que -le está tomado y ocupado, sin él merecerlo, segun que Vuestra -Alteza se lo tiene dicho de palabra, y escripto por carta, segun -que verá por este capítulo que aquí va, que fué en una -carta que Vuestra Alteza le escribió, al tiempo que se partió -para ir á descubrir; y en esto Vuestra Alteza administrará -justicia, y descargará la Real consciencia de la Reina, nuestra -señora y la suya, y al Almirante y á mí nos hará señalada y -gran merced. Y si de volvelle la gobernacion de las Indias -fuere servido, el dicho Almirante le suplica sea servido en -que vaya yo, con que vayan conmigo las personas que Vuestra -Alteza sea servido, cuyo consejo y parecer yo haya de tomar.» -Cuanto más peticiones al Rey daban, tanto mejor respondia -dando palabras y se lo dilataban. Entre aquestas dilaciones, -quiso el Rey que le tentasen de concierto y partidos, para que -hiciese renunciacion de los privilegios que le habian concedido, -y que por Castilla le harian la recompensa, y creí que se -le comenzó á apuntar que le darian á Carrion de los Condes -y sobre ello cierto estado. Desto fué muy mal contento el Almirante, -y vido indicios de que el Rey no le habia de cumplir -lo que le habia con la Reina tantas veces, de nuevo, por -cartas y por palabras, allende lo que rezaban sus privilegios, -largamente prometido, y por este concepto que tuvo, desde la -cama, donde ya estaba muy enfermo, por una carta se quejó -al Arzobispo de Sevilla, diciendo así: «Y pues se parece que -Su Alteza no há por bien de cumplir lo que ha prometido por -palabra y firma, juntamente con la Reina (que haya sancta -gloria), creo que combatir sobre el contrario, para mí que soy -un arador, sea azotar el viento, y que será bien, pues que yo<span class="pagenum"><a name="Page_192" id="Page_192">[192]</a></span> -he hecho lo que he podido, que agora deje hacer á Dios, -nuestro Señor, el cual he siempre hallado muy próspero y -presto á mis necesidades, etc.» Estas son sus palabras; por -manera que lo remitia, como quien ningun otro remedio creia -tener, al divino juicio, é yo bien creo, cierto, que le habrá -hecho justicia. Estando el Rey en estas largas dilaciones con -el Almirante, y el Almirante, con ellas, puesto en gran tribulacion -y angustia, con gran enfermedad de la gota, que se le -aumentaba y afligia más cada dia, el Rey, que ya habia venido -á Valladolid, se partió para Laredo á esperar al rey don -Felipe, su yerno, y la reina doña Juana, nuestra señora, su -hija. Luégo, desde á pocos dias, llegaron de Flandes los dichos -Reyes, y el Almirante rescibió grande alegría, oidas las nuevas, -porque se le resucitó la esperanza de alcanzar su justicia, que -del rey D. Hernando tenia perdida; puesto que quedó con -harto dolor y afliccion de su corazon, por no poder ir, ni poder -enviar á D. Diego, su hijo, por el impedimento de la enfermedad -que padecia. Envió al Adelantado, su hermano, que -besase las manos á los Reyes por él y por su hijo, y los escusase, -y escribióles con él la presente epístola: «Serenísimos -é muy altos é muy poderosos señores Príncipes, Rey y Reina, -nuestros señores: Yo creo que Vuestras Altezas creerán que -en ningun tiempo tuve tanto deseo de la salud de mi persona, -como he tenido despues que supe que Vuestras Altezas habian -de pasar acá, por la mar, por venirles á servir, y ver la experiencia -del cognoscimiento que con el navegar tengo. A Nuestro -señor le ha placido así; por ende, muy humilmente suplico -á Vuestras Altezas, que me cuenten en la cuenta de su real vasallo -y servidor, y tengan por cierto, que bien que esta enfermedad -me trabaja así agora sin piedad, que yo les puedo áun -servir de servicio que no se haya visto su igual. Estos revesados -tiempos é otras angustias en que yo he sido puesto, contra -tanta razon me han llegado á gran extremo; á esta causa no -he podido ir á Vuestras Altezas, ni mi hijo. Muy humildemente -les suplico que resciban la intencion y voluntad, como de -quien espera de ser vuelto en mi honra y estado, como mis<span class="pagenum"><a name="Page_193" id="Page_193">[193]</a></span> -escripturas lo prometen. La Sancta Trinidad guarde y acreciente -el muy alto y Real Estado de Vuestras Altezas.» Bien -creo, cierto, que si el Almirante viviera y el rey D. Felipe no -muriera, que el Almirante alcanzara justicia y fuera en su -estado restituido.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_194" id="Page_194">[194]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXVIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Despachado su hermano el Adelantado para ir á besar las -manos á los Reyes nuevos, agravóse cada hora más al Almirante -su enfermedad de la gota, por el aspereza del invierno, y -más por las angustias de verse así desconsolado, despojado, y -en tanto olvido sus servicios y peligro su justicia, no embargante -que las nuevas sonaban y crecian de las riquezas destas -Indias, yendo á Castilla mucho oro desta isla, y prometiendo -muchas más de cada dia. El cual, viéndose muy debilitado, -como cristiano, cierto, que era, rescibió con mucha devocion -todos los Sanctos Sacramentos, y llegada la hora de su tránsito -desta vida para la otra, dicen que la postrera palabra que -dijo: <i>in manus tuas, Domine, comendo spiritum meum</i>. Murió -en Valladolid, dia de la Ascension, que cayó aquel año á 20 -de Mayo, de 1506 años; llevaron su cuerpo ó sus huesos á las -Cuevas de Sevilla, monasterio de los Cartujos, de allí los pasaron -y trujeron á esta ciudad de Sancto Domingo, y están en -la capilla mayor de la Iglesia catedral enterrados. Tenia hecho -su testamento, en el cual instituyó por su universal heredero -á D. Diego, su hijo, y, si no tuviese hijos, á D. Hernando, su -hijo natural, y si aquel no los tuviese, á D. Bartolomé Colon, -Adelantado, su hermano, y sino tuviese su hermano hijos, á -otro su hermano; y en defecto de aquél, al pariente más cercano -y más llegado á su línea, y así, para siempre, mandó que -habiendo varon, nunca le heredase mujer, pero no lo habiendo, -instituyó que heredase su estado mujer, siempre la más -cercana á su línea. Mandó, á cualquiera que heredase su estado, -que no pensase ni presumiese de menguar el mayorazgo, -sino que ántes trabajase de lo acrecentar, mandando á sus herederos, -que con sus personas y estado y rentas dél sirviesen<span class="pagenum"><a name="Page_195" id="Page_195">[195]</a></span> -al Rey y á la Reina, y al acrecentamiento de la religion cristiana. -Dejóles tambien obligacion de que todas las rentas que -de su mayorazgo procedieren, den y repartan la décima parte á -los pobres en limosna. Entre otras cláusulas de su testamento, -se contiene esta: «Al Rey y á la Reina, nuestros señores, cuando -yo les serví con las Indias, digo serví, que parece que yo por -la voluntad de Dios, nuestro Señor, se las dí como cosa que -era mia, puédolo decir, porque importuné á Sus Altezas por -ellas, las cuales eran ignotas y escondido el camino, é cuanto -se falló dellas; é para las ir á descubrir, allende de poner el -aviso y mi persona, Sus Altezas no gastaron ni quisieron gastar -para ello, salvo un cuento de maravedís, é á mí fué necesario -de gastar el resto. Despues plugo á Sus Altezas, que yo -hobiese en mi parte de las dichas Indias, islas y tierra firme, -que son al Poniente de una raya que mandaron marcar sobre -las islas de los Azores, y aquellas del Cabo Verde, 100 leguas, -la cual pasa de Polo á Polo, que yo hobiese en mi parte, tercio -y el ochavo de todo, y más el diezmo de lo que resta en ellos, -como más largo se amuestra por los dichos mis privilegios é -Cartas de merced, etc.» Estas son sus palabras, en el dicho su -testamento. Y así pasó desta vida, en estado de harta angustia y -amargura y pobreza, é sin tener, como él dijo, una teja debajo -de qué se metiese para no se mojar ó reposar en el mundo, -el que habia descubierto por su industria otro nuevo y mayor -que el que de ántes sabíamos felicísimo mundo. Murió desposeido -y despojado del estado y honra que con tan inmensos -é increibles peligros, sudores y trabajos habia ganado, desposeido -ignominiosamente, sin órden de justicia, echado en grillos, -encarcelado, sin oirlo ni convencerlo, ni hacerle cargos -ni recibir sus descargos, sino como si los que lo juzgaban -fuera gente sin razon, desordenada, estulta, estólida y absurda, -y más que bestiales bárbaros. Esto no fué sin juicio y beneplácito -divino, el cual juzga y pondera las obras y fines de los -hombres, y así los méritos y deméritos de cada uno, por reglas -muy delgadas, de donde nace que lo que nosotros loamos él -desloa, y lo que vituperamos alaba; quien bien quisiere<span class="pagenum"><a name="Page_196" id="Page_196">[196]</a></span> -advertir é considerar lo que la historia, con verdad, hasta aquí -ha contado de los agravios, guerras é injusticias, captiverios y -opresiones, despojos de señoríos y estados y tierras, y privacion -de propia y natural libertad, y de infinitas vidas que á -Reyes y á señores naturales, y á chicos y á grandes, en esta -isla, y tambien en Veragua, hizo y consintió hacer absurda y -desordenadamente el Almirante, no teniendo jurisdiccion alguna -sobre ellos, ni alguna justa causa, ántes siendo él súbdito -dellos por estar en sus tierras, reinos y señoríos, donde tenian -jurisdiccion natural, y la usaban y administraban, no con -mucha dificultad, ni áun con demasiada temeridad, podrá -sentir que todos estos infortunios y adversidades, angustias y -penalidades fueron, de aquellas culpas, el pago y castigo. -Porque, ¿quién puede pensar que cayese tan gran señal, y -obra de ingratitud en tan reales y cristianísimos ánimos como -eran los de los Reyes católicos, que á un tan nuevo y tan señalado, -y singular y único servicio, no tal otro hecho á Rey -alguno en el mundo, fuesen ingratos, y de las palabras y promesas -reales, hechas y afirmadas muchas veces por dicho y -por escripto, faltos? No es, cierto, creible, que no cumplirle sus -privilegios y mercedes por ellos debidamente prometidas y -concedidas por sus tan señalados servicios, por falta de los -Reyes quedase, sino solamente por la divina voluntad, que determinó, -que de cosa dello en esta vida no gozase, y así, no -movia á los Reyes que lo galardonasen, ántes los impidió, sin -los Reyes incurrir en mácula de ingratitud, y sin otro defecto -que fuese pecado; de la manera que, sin culpa de los mismos -Reyes, y sin su voluntad y mandado, el comendador Bobadilla, -ó por ignorancia ó por malicia, violando la órden del -derecho y justicia, permitió que lo prendiese, aprisionase, despojase -de la dignidad y estado, y hacienda que poseia y al -cabo desterrase á él y á sus hermanos. Y lo que más se debe -notar es, que no paró en él ni en ellos la penalidad, sino que -ha comprendido hasta la tercera generacion en sus sucesores, -en que está hoy, como, si place á Dios, por la historia será -declarado. Estos son los juicios altísimos y secretísimos de<span class="pagenum"><a name="Page_197" id="Page_197">[197]</a></span> -Dios, de los nuestros muy distantes; y por esto será cordura, -para el dia postrimero, donde todo en breve se discutirá y -será claro á todo el orbe, reservallo. A la bondad y misericordia -de Dios plega de contentarse, rescibiendo por satisfaccion -de las culpas que en estas tierras que descubrió contrajo, -las tribulaciones, angustias y amarguras, con los -peligros, trabajos y sudores, que toda su vida padeció, porque -en la otra vida le haya concedido perpétuo descanso. Ninguno, -cierto, de los que sus cosas supimos y supieron, pudo negar -que no tuviese buena y simple intencion, y á los Reyes fidelidad, -y esta fué tan demasiada, que, por servirlos, él mismo -confesó con juramento en una carta que les escribió de Cáliz, -cuando estaba para se partir para el postrer viaje, que habia -puesto más diligencia para los servir, que para ganar el Paraíso, -y así parece que, por permision de Dios, que le dieron -el pago; y tengo yo por cierto, que aqueste demasiado cuidado -de querer servir los Reyes, y con oro y riquezas querer -agradallos, y tambien la mucha ignorancia que tuvo, fué la -potísima causa de haber en todo lo que hizo contra estas gentes -errado; aunque en los que aconsejaron por aquellos tiempos -á los Reyes, como ya queda dicho, fué mucho más culpable. -Es aquí de saber, que el Almirante murió tambien con -otra ignorancia, y esta fué, que tuvo por cierto que esta isla -Española era la tierra de donde á Salomon se traia el oro -para el templo que la Sagrada Escriptura llama Ofir ó Társis; -pero en esto es manifiesto haberse engañado, porque en esta -isla nunca hobo tan gran copia de oro como de allí se llevaba, -y tambien, porque con el oro llevaban pavones y marfil, -que son dientes de elefantes, lo que nunca por este orbe indiano -nuestro se vido ni halló, mas se cree haber sido la gran -isla Taprobana, de donde aquellas cosas preciosas se llevaron -á Jerusalen. Tambien dijo, que estas islas y tierra firme estaban -al fin de Oriente y comienzo de Asia; bien creo yo que, -sino hallara atravesada esta nuestra tierra firme, que llegara -ó pretendiera navegar y llegar al fin de Oriente, y principio -de Asia, que es la China, ó Malucos ó otras tierras por allí, á<span class="pagenum"><a name="Page_198" id="Page_198">[198]</a></span> -donde agora navegan los portugueses, y para esto, bien le quedaban -por navegar más de otras 2.000 leguas para llegar á -donde es el fin de Oriente y principio de Asia, como él decia -ser estas islas y tierra firme. Murió tambien ántes que supiese -que la isla de Cuba fuese isla, porque como anduvo mucho -por ella, y áun no llegó á pasar de la mitad, por las grandes -tormentas que padesció por la costa della, y de allí se tornó á -esta isla, y de camino descubrió á la de Jamáica, como en el -libro primero dijimos, siempre creyó que Cuba era punta ó -cabo de tierra firme; y para en aquellos tiempos, que parecia -que de la obscuridad del Océano pasada el mundo se abria, -no fué maravilla.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_199" id="Page_199">[199]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXXIX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Concluida la historia del primer Almirante, que aquestas -Indias mostró primero que otro al mundo, conviene tornar al -camino que la historia llevaba, y despues á proseguir la gobernacion -del Comendador Mayor en esta isla Española, de -donde la dejamos, y contar lo que en ella por estos tiempos -sucedió, y ver de allí adelante lo que por estas partes, dentro -de los diez años, fuere de memoria digno; y aunque sea -tornar un poco atras, pues perdió su lugar con la frecuencia -de las cosas referidas, todavía no perderá sazon aquí decillo. -Esto es, que en el año de 1501, los Reyes católicos suplicaron -al Papa Alejandro VI, que les habia concedido estas -Indias, que les concediese los diezmos de las islas de las Indias, -no señalando cuáles, puesto que la intencion de los -Reyes fué pedir los desta isla Española, donde habia entónces -españoles, y de las otras partes donde creian que habian españoles -de poblar. Finalmente, les hizo gracia y donacion de -los diezmos con tal carga y condicion, que primero asignasen -dote suficiente realmente, y con efecto, segun la ordenacion -de los diocesanos (sobre lo cual encargó la consciencia á los -diocesanos mismos), de los bienes de los Reyes á todas las -iglesias que se erigesen en las dichas islas, con que se pudiesen -mantener los Presidentes y Rectores dellas, y llevar la -carga que en ellas y para ejercer el culto divino, fuese necesario, -etc., donde dice así: <i>Hujusmodi supplicationibus inclinati, -vobis et successoribus vestris pro tempore existentibus ut -insulis prædictis ab illarum incolis et habitatoribus, etiam pro -tempore existentibus, postquam ille acquisitæ et recuperatæ -fuerint ut præfertur, assignata prius realiter et cum effectu juxta -ordinationem tunc diocesanorum locorum (quorum conscientias<span class="pagenum"><a name="Page_200" id="Page_200">[200]</a></span> -super hoc oneramus), ecclesiis in dictis insulis erigendis, per vos -et successores vestros præfatos, de vestris et eorum bonis dote -sufficienti, ex qua illis Presidentes earumque Rectores se commode -sustentare, et onera dictis ecclesiis pro tempore incumbentia perferre -ac cultum divinum ad laudem omnipotentis Dei debite -exercere, juraque episcopalia persolvere possint, decima hujusmodi -percipere et levare libere ac licite valeatis, auctoritate apostolica -tenore presentium de specialis dono gratiæ indulgemus</i>, etc. -Por esta gracia del Papa y auctoridad, llevaron los Reyes los -diezmos de esta isla por algunos años, sin que hobiese Obispos -ni erigidas iglesias catedrales; y proveian las iglesias, que -era una choza de paja, de ornamentos y de lo necesario, de -su real hacienda, y, en cada pueblo ó villa de españoles, ponian -un clérigo por cura, al cual mandaban dar de su hacienda -100 pesos de oro cada año, de á 450 maravedís cada peso, de -valor. Hasta agora no he podido saber qué auctoridad y jurisdiccion -hobiesen tenido aquellos clérigos para ser curas, -y absolver de los pecados y administrar los Sacramentos á -los españoles, como fuesen puestos por el Rey, ó por su -mando, siendo persona seglar. Valieron los diezmos, cuando -más valieron en esta isla, por aquellos tiempos, hasta 20.000 -castellanos, ó pesos de oro que era lo mismo. Despues, muerta -la reina doña Isabel (que haya gloria), hízosele al Rey pesada -y costosa carga proveer las iglesias y clérigos de la manera -dicha; y, por otras causas que le debieron de mover, abrió -mano de los diezmos y de la dicha obligacion, y suplicó al -Papa que criase Obispos, y así los crió, como en el principio -del libro III, si pluguiere á Dios, se dirá, porque aquel es su -lugar. Tornando, pues, á lo demas, despues que el Almirante -salió del aislamiento y trabajos que padeció en Jamáica, y fué -á Castilla, sabido lo que habia descubierto, acordaron luégo, -un Juan Diaz de Solís y Vicente Yañez Pinzon, el hermano de -Martin Alonso Pinzon, de quien dijimos que ayudó al despacho -del Almirante en la villa de Palos, y fué con él y llevó -consigo al Vicente Yañez y á otro hermano, cuando vino el -primer viaje á descubrir estas Indias, segun que en el primer<span class="pagenum"><a name="Page_201" id="Page_201">[201]</a></span> -libro queda explicado, de ir á descubrir é proseguir el camino -que en el cuarto viaje, y descubrimiento postrero, dejaba -hecho el Almirante, los cuales fueron á tomar el hilo desde -la isla ó islas de los Guanajes, que dijimos haber descubierto -el Almirante en su postrer viaje, y dellas tornarse hácia el -Oriente. Estos dos descubridores navegaron, segun se puede -colegir de los dichos de los testigos, que el Fiscal presentó -en el pleito que trató con el Almirante segundo, de que habemos -muchas veces hecho mencion, hácia el Poniente, desde -los Guanajes, y debieron llegar en paraje del golfo Dulce, -aunque no lo vieron porque está escondido, sino que vieron -la entrada que hace la mar entre la tierra que contiene el -golfo Dulce y la de Yucatán, que es como una gran ensenada -ó bahía grande. Llaman bahía los marineros, á la mar que -está entre dos tierras á manera de puerto, no muy guardado, -la cual seria puerto, si no fuese muy grande, y por ser muy -capaz y no cerrado, llaman bahía, las letras <i>i</i> é <i>a</i> postrera -leidas, divisas. Así que, como vieron aquel rincon grande que -hace la mar entre las dos tierras, la una que está á la mano -izquierda, teniendo las espaldas al Oriente, y esta es la costa -que contiene el puerto de Caballos, y adelante dél el golfo -Dulce, y la otra de la mano derecha que es la costa del reino -de Yucatán, parecióles grande bahía, y por eso el Vicente -Yañez en la deposicion que con juramento hizo en el dicho -proceso, presentado por testigo por el Fiscal, dijo: que navegando -desde la isla de los Guanajes, yendo la costa de -luengo, descubrieron una gran bahía, á la cual pusieron nombre -la gran bahía de la Navidad, y que de allí descubrieron -las sierras de Caria, y otras tierras mas adelante, y segun -los otros testigos dicen, volvieron al Norte. Y por todo esto -parece que sin duda descubrieron entónces mucha parte del -reino de Yucatán, sino que como despues no hobo alguno que -prosiguiese aquel descubrimiento, no se supo más de los edificios -de aquel reino, de donde fácilmente fuera descubierta -la tierra y grandezas de los reinos de la Nueva España, hasta -que, acaso, se descubrió desde la isla de Cuba, como parecerá,<span class="pagenum"><a name="Page_202" id="Page_202">[202]</a></span> -si pluguiere á Dios, en el libro III desta historia. Y es aquí -de notar, que estos descubridores principalmente pretendian -descubrir tierra, por emulacion del Almirante, y pasar de lo -que él habia descubierto adelante, para echar cargo á los Reyes, -como si no hobiera sido el Almirante el primero que abrió -las puertas del Océano, de tantos millares de siglos atras cerradas, -y el que para descubrir dió á todos lumbre; y el Fiscal del -Rey todo su estudio ponia en probar que las partes de tierra -firme, que los otros descubridores descubrian, eran distintas -tierras de las que el Almirante habia descubierto, y diera -mucho porque no fuera tan luenga la tierra firme, á fin de -disminuille sus privilegios, para hacer á los Reyes ménos -obligados á le agradecer los servicios inestimables que les habia -hecho, y á cumplir las mercedes que le habian prometido, -á él tan justamente y con tanta razon debidas; y esto era -grande injusticia. Á aquel propósito puso una pregunta, ¿si -sabian que lo que aquellos descubridores habian descubierto, -era apartado de lo que el Almirante descubriera? y allí tiraban -los dichos de los marineros, por la mayor parte, diciendo -que era otra tierra; pero no les preguntaban si era toda una -tierra firme, ni ellos lo decian. Pero otros, en especial dos -honrados hombres que yo bien cognoscí, el uno Rodrigo de -Bastidas, de quien ya arriba hemos tratado, y un piloto, -Andrés de Morales, entendiendo el agravio que hacer al Almirante -el Fiscal pretendia, depusieron muchas veces, en diversos -artículos del dicho proceso, que la tierra que aquellos -habian descubierto estaba más al Occidente de lo que el Almirante -habia descubierto, pero que toda era una tierra. -Item, que Vicente Yañez y Juan de Solís fueron á descubrir -abajo de Veragua, por aquella costa, pero que todo lo que los -unos y los otros, y todos cuantos habian descubierto de la -tierra que dicen firme, era todo una costa con lo que el dicho -Almirante primero descubrió. Otro, sin los dos, dice que -era toda una costa desde Paria, sino que son diversos nombres -de las provincias, así como son diversas lenguas. Esto -declaraban los testigos entónces, porque lo vian y sabian muy<span class="pagenum"><a name="Page_203" id="Page_203">[203]</a></span> -claro por sus mismos ojos, y agora no será menester buscar -testigos, sino á los especieros de Sevilla. Por manera, que no -se le puede negar al Almirante, si no es con gran injusticia, -que así como fué el primero descubridor destas Indias, lo fué -de toda esta nuestra tierra firme, y á él se le deben las gracias, -descubriendo la provincia de Paria, que es una parte de -toda ella, porque él puso en las manos á todos los demas el -hilo, por el cual, puesto que durara mucho más y estuviera -en muy mayor distancia, hallaran el ovillo; y así, justísimamente -se le debian de cumplir las mercedes y guardar sus -privilegios en toda la tierra firme, aunque fuera mayor, como -en esta Española y en las otras islas, porque no era obligado -á pasealla toda, como ni el que toma posesion de una heredad, -segun tratan los juristas.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_204" id="Page_204">[204]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XL.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Gobernaba el Comendador Mayor en esta isla los españoles -con mucha prudencia; era tenido y amado, y reverenciado -dellos en gran manera en estos dias. Tuvo una industria -muy buena para tenellos á todos muy subjectos, entre los -cuales habia muchas personas principales y caballeros, y fué -esta: tenia mucho cuidado de saber cómo cada uno, en el -pueblo que era vecino, vivia, preguntando muy particularmente -á los que, de los pueblos á negociar con él, ó á esta ciudad, -donde él por la mayor parte del año residia, por sus negocios -venian; si sabia que alguno era inquieto ó de mal ejemplo, y -mayormente si era informado que ponia los ojos en alguna -mujer casada, aunque no supiese más dél de que pasaba por -su calle algunas veces, y dello se concebia en el pueblo alguna -sospecha, ó que tuviese otro defecto que fuese nocivo, y -aunque no fuese mucho escandaloso al pueblo, enviábale muy -disimuladamente á llamar, y, venido, recibíalo con rostro alegre, -y mandábale que viniese á comer con él, como si le hobiera -de hacer nuevas mercedes. Preguntábale de los otros -vecinos, de las haciendas de cada uno, cómo se habian unos -con otros, y de otras cosas que él fingia querer saber; el que -era venido estimaba de sí, que, por tenelle por más virtuoso -y mostralle más amor, y querelle tener por privado y dalle -más indios, el Comendador Mayor se informaba dél y en -aquello le favorescia. Y porque siempre llamaba los tales en -tiempo que habia navíos en el puerto, cuando ya estaban para -se partir, decíale: «fulano, mirad en qué navío destos quereis -ir á Castilla;» y el otro íbasele una color y veníale otra, -y decía, «¿señor, por qué?» Respondia, «no cureis de hacer -otra cosa.» Replicaba, «señor, no tengo con qué, ni áun para<span class="pagenum"><a name="Page_205" id="Page_205">[205]</a></span> -el matalotaje.» Decia el Comendador Mayor, «por eso no quedará, -porque yo os lo daré,» y hacíalo así. Desta manera, con -pocos que envió, tenia toda la isla tan sosegada, donde hobo, -segun oí, 10 ó 12,000 españoles, y muchos de ellos, como -dije, hijodalgos y caballeros, que por no enojallo no osaban -menearse; yo cognoscí dos caballeros, harto personas señaladas, -y del Comendador mucho estimadas, que, habiéndose topado -en cierta parte de noche, y descalabrádose, no fué menester -que alguno los concertase, porque ellos se perdonaron, -abrazaron y concertaron, sólo porque el Gobernador no lo -alcanzase á saber ni lo sospechase. Y esto todo lo hacian y -sufrian, solamente porque á los que habia dado indios no se -los quitase, desterrándolos á Castilla, y á los que no los habia -dado, porque se los diese; y ansí el oro que venian á buscar, y -consistia en que les diesen indios, no se estorbase. Por manera, -que toda la paz y concierto y obediencia que los españoles -acá al Gobernador tenian, y no osar cometer cosa que fuese -por el foro exterior castigable, sólo se fundaba en el interés y -temor de no perder los bienes temporales que esperaban, y -todo esto sobre los desventurados indios cargaba. Y es aquí -de saber, que desterrar de la manera dicha en aquellos tiempos -alguno á Castilla, ninguna muerte ni daño se le igualaba, -y, á lo que por entónces estimábamos, algunos escogieran ser -ántes muertos, que, por aquella manera, desta isla echados; -la razon era, por no ir á sus tierras pobres, perdida la esperanza -de alcanzar acá lo que deseaban; y así el estado desta -isla, en aqueste tiempo, fué muy al revés del que tuvo los -tiempos pasados, porque la mayor pena que daban á los malhechores -de Castilla, sacada la muerte, era desterrados de -allá para acá, como en el libro primero mostramos, pero por -el contrario, la más grave que agora se temia y podia dar, -fué desterrar los hombres de acá para allá. En este comedio -andaba la priesa muy encendida, en sacar el oro de las minas, -y los otros trabajos que para lo sacar se ordenaban (porque -aquel era el fin de los españoles y de todos sus cuidados), y -por consiguiente, la diminucion y muerte de los indios era<span class="pagenum"><a name="Page_206" id="Page_206">[206]</a></span> -necesaria, porque como ellos eran acostumbrados á poco trabajo, -por la fertilidad de la tierra, que con casi ninguno la -cultivaban y de sus fructos tenian abundancia para sustentarse, -y tambien por contentarse con solamente lo á la vida -necesario, allende ser de su naturaleza gente delicada, metidos -en tan duros y acerbos trabajos, de un extremo á otro, no -poco á poco sino de súbito, acelerados, forzado era que no -podian con la vida, en ellos, mucho tiempo durar; y bien pareció, -pues cada demora, que eran los seis ó ocho meses que -tenian las cuadrillas de indios en las minas, sacando oro, hasta -que se traia todo á fundir, se morian la cuarta y áun la tercia -parte. ¿Quién podrá contar las hambres y aflicciones, malos y -crueles tratamientos, que, no sólo en las minas, pero en las -estancias y donde quiera que trabajaban, padecian los desventurados? -Los que enfermaban, ya queda dicho que no -eran creidos, diciendo que lo hacian de haraganes y bellacos -por no trabajar; y cuando la calentura y la enfermedad hablaba -por ellos, clamando estar enfermos de verdad, dábanles -un poco de pan caçabí, é unas pocas de ajes, raíces como -turmas de tierra, y enviábanlos á su tierra que estaba 10, y 15, -y 20, y 50 leguas, que se curasen, y áun no con pensamiento -que se curasen, sino que se fuesen donde quisiesen por no curallos; -lo que, cierto, no hacian, cuando alguna yegua de las -suyas, porque entónces no habia caballos, enfermaba. Viéndose -así aquestas gentes, en tan infelice y abatido y mortífero -estado, por salir presto dél, muchos se mataban, bebiendo de -aquel agua ó zumo, que arriba dijimos salir de las raíces de -que hacen el pan caçabí, que tiene virtud de matar bebiéndola -sin dalle un hervor al fuego, y si se lo dan queda como vinagre -muy bueno, y llámanlo bien; las mujeres, si se empreñaban, -tomaban hierbas para echar las criaturas muertas, y -desta manera, perecieron en esta isla muchas gentes. Hombre -hobo casado, que tomaba una vara ó vardasca, y se iba á donde -los indios cavando trabajaban, y á los que no hallaba sudando, -dábales de varazos diciendo; «¿no sudais, perros? ¿no sudais?» -La mujer se iba por su parte con su vara en la mano á donde<span class="pagenum"><a name="Page_207" id="Page_207">[207]</a></span> -las mujeres indias trabajaban en hacer pan, mayormente -cuando las raíces rallaban, y á las que no hallaban sudando, -daban de varazos, diciendo las mismas palabras: «¿no sudais, -perras? ¿no sudais?» Y, por justo juicio de Dios, ellos despues -más dolorosamente sudaron, porque ambos á dos, con hijos é -hijas, niños que parecian unos ángeles, y con otras personas -hermanas y cuñadas, y con el oro que con aquellas obras -buenas y justicia habian ganado, que era no poca cantidad, -los vide por mis ojos en el Puerto de Plata, desta isla, embarcar -para se ir á Castilla, creyendo ir á gozar dello y descansar, -y nunca más parecieron, habiéndose hundido con todo ello -en la mar; destos castigos que Dios ha hecho en reprobacion -y venganza destas crueldades, que con estas gentes se han -obrado, habemos visto hartos, y, si place á Dios, algunos dellos, -notables, abajo se referirán. Y, porque el licenciado Alonso -Maldonado tenia gran trabajo en el ejercicio de la justicia de -toda esta isla, envió el Comendador Mayor á Castilla que le -enviasen un letrado para que llevase parte de sus trabajos, y -así vino en este tiempo un bachiller, llamado Lúcas Vazquez -de Ayllon, natural de Toledo, hombre muy entendido y muy -grave, al cual hizo el Comendador Mayor, Alcalde mayor de -la ciudad de la Concepcion, con todas las otras villas que están -por aquella parte desta isla, como fueron, la villa de Santiago, -Puerto de Plata, Puerto Real, y Lares de Guahába. Este bachiller -Ayllon despues fué á Castilla, y tornó licenciado y por -Oidor de la Audiencia que aquí está. Dióle, luégo que vino, el -Comendador, 400 ó 500 indios, porque éste era el principal -salario con que pagaban todos los servicios, los cuales al cabo -mató, ó la gran parte dellos, en sus minas y granjerías.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_208" id="Page_208">[208]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En todo este tiempo faltó Rey en Castilla, desde el año de 504 -hasta el de 507, porque como en el de cuatro murió la reina -doña Isabel, y el de cinco vinieron á reinar el rey D. Felipe y -la reina doña Juana, y el rey D. Felipe murió luégo en aquel -año, y la Reina, por su perpétua enfermedad, no estuvo para -gobernar, siguióse de aquí estar los reinos de Castilla sin Rey -y sin dueño, presente al ménos, desde el año de cuatro, al fin -dél, hasta el de siete, que vino el rey D. Hernando, de Nápoles; -porque aunque desque murió la reina doña Isabel estuvo presente -aquel año el rey D. Hernando, y lo gobernaba, pero cada -dia esperaba la reina doña Juana al rey D. Felipe, y no faltaron -embarazos y ocupaciones al Rey, y no tuvo noticia entera de la -perniciosa desórden que el Comendador Mayor habia puesto -en esta isla, repartiendo los indios de la manera dicha, y -como por ella perecian todos: y si la tuvo, porque, en la verdad, -el Almirante le avisó dello, como arriba ya dejamos dicho, -ó no la creyó, ó con otros más vehementes pensamientos, -que entónces le ocupaban la intencion ó atencion, no -la entendió, ó della no curó. Venido el rey D. Felipe, fuése el -rey D. Fernando á Nápoles; murió luégo el rey D. Felipe, -vacó la gobernacion, hasta que el año de siete tornó de Nápoles -el rey D. Hernando. Y así, con estos embarazos y mudanzas, -tuvo lugar de se entablar y asentar esta pestilencia del repartimiento, -sin que se sintiese ni hobiese persona que en ella -mirase, pereciendo cada dia, como es dicho, tantos, porque -no habia otro fin á que la intencion y cuidados se enderezasen, -sino á sacar oro; de la perdicion, y como se consumian -los indios, ninguna cosa curando, y el que debia más que -los otros mirar en ello, que era el Comendador Mayor, que lo<span class="pagenum"><a name="Page_209" id="Page_209">[209]</a></span> -habia ciegamente ordenado, y le incumbia remediallo, aunque -via cada hora morir estas gentes y despoblarse esta isla, como -ligado de su insensibilidad, ó no advertia ó no se le daba -nada. Venido el Rey el año de siete de Nápoles, no siendo informado -del estrago que acá destas gentes míseras pasaba, no -se tractaba sino del oro que se sacaba, que por entónces era -mucho, pero de los tristes que por sacallo morian, y de la sangre -humana que costaba, y, lo que más doloroso es, de las -ánimas, que, sin fe y sin Sacramentos, salian desta vida, ni se -decia ni se preguntaba. Solamente sonó en los oidos de muchas -gentes, que tras el Rey vinieron de Nápoles, que allá le -habian servido y no pagado, y con importunidades le pedian -la paga, que en las Indias se sacaba mucho oro, y que quien -alcanzase á tener un repartimiento de indios ternia oro, y -sería bienaventurado. Cayeron algunos y quizá muchos, viendo -que el Rey no los hacia mercedes, en suplicarle que les -hiciese merced de dalles indios en esta isla, porque se querian -venir á vivir acá. El Rey, por cumplir con ellos y echallos -de sí, no sabiendo lo que daba, ni, dando los indios, en qué -paraban, dió á algunos Cédulas para el Gobernador, mandando -que les diese 200 indios, como á los otros vecinos desta isla -los daba, muchas de las cuales el Comendador Mayor no -cumplia, puesto que las obedeciese, mayormente si aquellos -eran personas principales, que enviaban las Cédulas, y en -Castilla se quedaban, diciendo que aquellos no servian, quedando -allá, en nada, y otras razones que le movian para no -aceptallas; pero que diese indios á éstos de nuevo venidos, ó -no los diese, ninguno los rescibia que no los mataba. En estos -dias el Comendador Mayor mandó á un piloto llamado Andrés -de Morales, de que arriba hemos hecho alguna mencion, que -anduviese todos los rincones desta isla y pusiese por escripto -cuántos rios, y cuántas sierras, y cuántos montes, y cuántos -valles, con la dispusicion de cada uno, que en ellos hallase. No -pude ver yo esta descripcion despues que caí en buscarla, -puesto que muchos años ántes, si cayera en ello, me la diera el -mismo Andrés de Morales. Pienso que la terná Alonso de Sancta<span class="pagenum"><a name="Page_210" id="Page_210">[210]</a></span> -Cruz, cosmógrafo, vecino de Sevilla, porque destas cosas -tiene en su poder hartas. Acordó tambien por este tiempo, que -era el año de 508, el Comendador Mayor, enviar á descubrir -del todo á la isla de Cuba, porque hasta entónces no se sabia -si era isla ó tierra firme, ni hasta dónde su longura llegaba, -y tambien á ver si era tierra enjuta, porque se decia que lo -más era lleno de anegadizos, ignorando lo que el Almirante, -cuando la descubrió el año de 94, habia visto en ella, como se -dijo en el libro I. Para este descubrimiento, envió por Capitan -á un hidalgo gallego, llamado Sebastian de Campo, criado -de la reina doña Isabel, de los que habian venido con el primer -Almirante, cuando vino á poblar esta isla el segundo -viaje. Partió este Sebastian de Campo con dos navíos, y en -cada uno sólos marineros, porque no iba sino á saber si aquella -tierra era isla ó cabo de tierra firme, como es dicho; el cual, -segun creo, fué por la parte del Norte, y la rodeó toda y entró -en algunos puertos, y creo que porque uno de los navíos, ó -ambos, tuvieron necesidad de darse carena, que es renovalles -ó remendalles las partes que andan debajo del agua, y ponelles -pez y sebo, entraron en el puerto que agora decimos de -la Habana, y allí se la dieron, por lo cual se llamó aquel -puerto, el Puerto de Carenas. Este puerto es muy bueno y -donde pueden caber muchas naos, en el cual yo estuve de los -primeros, despues deste descubrimiento. De allí prosiguió adelante, -al Poniente, y halló el cabo de la isla, que hoy se llama -el Cambo ó punta de Sant Anton (no sé quién se lo puso, -ni por qué ocasion), y está de aquel puerto 50 leguas, pocas -más ó ménos; tornó hácia el Oriente por la costa del Sur, -doblando el dicho cabo, y entró en el puerto que llamamos -de Xagua, porque así llamaban los indios aquella provincia; -este puerto es de los mejores y más seguros para mil naos, que -pueden hallar en el mundo. Aquí estuvo Sebastian de Campo -con sus dos navíos, muy á su placer, bien servido de los indios, -de infinitas perdices como las de Castilla, salvo que son -algo menores; tuvo tambien abundancia de lizas, porque no -podia encarecerse la multitud que dellas hay en este puerto.<span class="pagenum"><a name="Page_211" id="Page_211">[211]</a></span> -Tenian los indios corrales dellas, como el puerto es tan quieto, -donde contenian millones dellas, no ménos ciertas que si las -tuvieran dentro en sus casas, en un estanque ó alberca; en su -mano era sacar muchas ó pocas, segun querian. Los corrales -eran de cañas juntas unas con otras, hincadas en el cieno -que tiene allí la mar, como sea, segun dije, tan quieta, que no -puede salir una ni ninguna dellos, y son tan grandes cuanto -quieren hacerlos, aunque lleguen á un tiro de piedra. De allí -se vino costeando la isla, y trujo al Comendador las nuevas de -ser isla; en lo cual gastó, sino me he olvidado, ocho meses. -Bien creo, que si más el oficio el Comendador Mayor tuviera, -que la enviara á poblar de españoles muy presto, sabido que -era tierra enjuta y buena. Por este tiempo se descubrió junto -á la villa de Puerto Real, en cierta sierra, cobre muy rico, -porque tenia una buena parte de oro á vueltas, y parecíasele -en la tez ó superficie por de fuera; envió el Comendador Mayor -á cierto oficial que dello se le entendia para que lo viese, -y éste se lo encareció tanto y afirmó con tanta eficacia su riqueza, -que, dándole crédito el Comendador Mayor, lo escribió -al Rey con el mismo encarecimiento, afirmando que se habia -descubierto cierta sierra de cobre, del cual se sacaria más -provecho y riquezas que de todas las minas de oro, y no era -entónces lo que se sacaba dellas poco. El Rey, por ventura, -concibió destas nuevas grande esperanza, de que á España -vernian grandes tesoros; y, si no me he olvidado, escribió tambien -al Rey, que mandase proveer de muchos oficiales de -aquello, y de herramientas y diversos instrumentos otros, en -lo cual se gastó mucho, y él acá puso diligencia é hizo muchos -gastos, comenzando á derrocar sierras y trastornar montes, -segun que pedia y ordenaba aquel susodicho hombre. Pero -con todos los gastos, y trabajos y angustias que padecieron -los indios, al cabo hallóse tan poco del cobre, que, con mucha -cuantidad, el fructo que de allí sacaron no llegó al costo; y -venidos los instrumentos que el Rey envió, fué harta la pena -que rescibió el Comendador Mayor, porque hobo de escrebir -al Rey el contrario de lo que habia certificado, de que no<span class="pagenum"><a name="Page_212" id="Page_212">[212]</a></span> -quedó poco corrido, segun su mucha prudencia y autoridad, -y el Rey, quizá, no sin alguna displicencia dél. Ya dijimos en -el primer libro, cerca del fin, como los 300 españoles, que -cuando el Comendador vino acá estaban, vivian vida muy á la -larga, y entre otras licencias que para ella escogieron y se -tomaron, fué, por grado ó por fuerza, tomar las señoras de los -pueblos ó sus hijas por amigas, que llamaban criadas, con las -cuales estaban en pecado; los padres ó madres dellas y sus vasallos -creian que las tenian por sus legítimas mujeres, y con -esta opinion se las daban, y así pasaban, y eran de todos adorados. -En estos dias estaban buenos religiosos de Sant Francisco, -en especial uno llamado fray Antonio, creo, de los Mártires, -que reprendia mucho aquel pecado de tener aquellos aquellas -señoras por mancebas, é insistia con el Comendador Mayor -que se las quitase, ó que les mandase que con ellas se casasen; -y así lo mandó que lo hiciesen dentro de cierto tiempo, -donde no, que las dejasen. Esta fué una de las grandes tribulaciones -que poderles venir estimaron, porque habia ya muchos -dellos que estaban en figura de muy honrados, aunque -no de demasiada generosidad y casta, y otros, que, aunque -hijodalgos eran, y pudieran muy á honra suya vivir con los -padres de aquellas señoras y con ellas, como fuesen Reyes -y Reinas y de noble sangre cuanto á lo natural, pero era -tanta su amencia presuntuosa, y soberbia destestable, y menosprecio -que tenian destas gentes, viniendo á sus tierras -andrajosos y á matar la hambre, que en Castilla no se hartaban -de pan, que no les pudo venir mayor tormento, despues -de la muerte, que mandallos con ellas casar, teniéndolo por -grandísimo deshonor y afrenta. Pero por no perder el servicio -y abundancia y señorío que con ellas poseian, hobieron -de pasar carrera; que no les fué menos áspera que si la pasaran, -como suele decir el refran. Ellos casados, y que en la -verdad sucedian en el estado y señorío de sus mujeres (y ningun -derecho hobo en esta isla para rescibir justamente servicio -y provecho de los indios, si este no), el Comendador -Mayor debiera por ello de favorecerlos, pero hizo una grande<span class="pagenum"><a name="Page_213" id="Page_213">[213]</a></span> -injusticia y disparate con cuanta prudencia tenia; esta fué, -que así como se casaron, los quitó los indios de sus mujeres, -y diólos á otros, y en otra parte dióles á ellos. ¿Qué mayor -ceguedad, despues de las pasadas, ni cosa más irracional? -Movióse, segun se dijo, porque los tales españoles no tuviesen -presuncion, viéndose señores y se alzasen á mayores, ó -no sé qué otras cosas no bien consideradas, y así añidió injurias -á injusticias, y agravios á agravios, privando á las señoras -naturales de sus estados y vasallos, y consiguientemente -á los españoles, sus maridos, que sucedian en la administracion -del señorío, y tambien á los indios sus vasallos, que con -servir á su natural señora, fueran mejor tractados, aunque los -maridos fueran ruines; y no ménos agravió y privó á los hijos, -que dellas y dellos procedieron, de lo que de derecho natural -y de las gentes, y áun por el divino, por la sucesion se les -debia, los cuales yo vide desposeidos, y sin memoria ni vestigio -de ser viva persona, de muchas gentes vasallos de sus -madres. Y así fué causa que más aína muriesen, que murieran, -los tristes indios.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_214" id="Page_214">[214]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Cuando el Comendador Mayor, siendo Comendador de -Lares, vino, segun es dicho, á gobernar esta isla, vinieron con -él cuatro oficiales de la Hacienda real, que enviaron los Reyes, -conviene á saber, Tesorero, llamada Villacorta, creo que natural -de Olmedo, Contador, cuyo nombre fué Cristóbal de -Cuéllar, y de Cuéllar natural, que habia servido de Copero al -príncipe D. Juan, natural de Cuéllar, y el Veedor, llamado -Diego Marque, natural de Sevilla; del nombre del Factor no -me acuerdo. Vino tambien allí por fundidor y marcador del -oro un platero de los Reyes, llamado Rodrigo del Alcázar, -hombre muy prudente, que pudiera tan bien gobernar pueblos -como hacer joyas ó piezas de plata; éste trujo de merced, -que de todo el oro que se fundiese y marcase hobiese de ciento -uno, no creyendo los Reyes que le daban tanto como le dieron, -como hasta entónces las minas no sonasen y fuese poco el oro -que se hobiese sacado, y todo el estado destas Indias, en la -estimacion de todos, por no haber henchido á Castilla de tesoros -en tres dias, estaba muy caido y cuasi menospreciado, -no haciendo mucho caudal de los tesoros espirituales destas -infinitas ánimas, que para que se las salvásemos, nos habia -Dios puesto en las manos. Así que, vino aquel platero, Rodrigo -del Alcázar, por fundidor ó marcador, con la centena parte -de todo el oro que se sacase de renta, con la cual, si le -durara, comprara en Castilla un buen Estado; pero como los -Españoles, despues que se les repartieron los indios, se dieron -priesa en echallos á las minas, y tan copiosamente dieron las -riquezas y abundancia de oro que tenian en sus entrañas, y -el Rodrigo del Alcazar, por consiguiente, adquiriese tanto de -su centena parte, los oficiales y quizá tambien el Comendador<span class="pagenum"><a name="Page_215" id="Page_215">[215]</a></span> -Mayor, avisaron á los Reyes haber sido aquella merced -exorbitante; y así, los Reyes, ó el Rey sólo, siendo la Reina -muerta, revocó la merced á Rodrigo del Alcázar. Cuatro fundiciones -se hicieron á los principios, cada año, dos en el pueblo -de la Buenaventura, ocho leguas desta ciudad, en la ribera -de Hayna, donde se fundia el oro que de las minas nuevas y -viejas se sacaba; las otras dos se hacian en la ciudad de la -Vega ó Concepcion, y allí se traia á fundir todo el oro que se -sacaba de las minas de Cibao, y de todas aquellas partes, que -eran hartas, porque de muchos rios se sacaba. En cada fundicion -de las que se hacian en la villa de Buenaventura, se -fundia 110.000, y 112.000, y 116.000, y 18, y no pasaba de -120.000, pesos de oro; en las fundiciones de la Vega comunmente -se fundian, 125 y 130.000, y treinta y tantos mil, y no -llegaban á 40.000 pesos. Por manera, que las fundiciones de -la Vega hacian ventaja á las de la Buenaventura, en 15 y 20, -y algunos más millares de castellanos, y así se sacaban por -entónces de toda esta isla cada año, 450 y 60.000 pesos, ó -castellanos de oro, pocos más ó pocos ménos; y así tenia Rodrigo -del Alcázar, platero del Rey, 4.500 pesos de oro de -renta en cada un año, muy pocos ménos; que para en aquel -tiempo fué merced señalada, por lo cual le duró poco, y así -le fué quitada. Cada dia se iban disminuyendo las fundiciones, -como iban muriendo los desdichados que con sus sudores -y hambres y vida desesperada lo sacaban; y esta diminucion -de los pesos de oro debiera de advertir y estimular al -Comendador Mayor, y á los mismos cudiciosos que por sacar -oro los mataban, á considerar cuánto mejor les fuera, para sus -haciendas, y para haber oro, sacarlo despacio, y dar de comer -á los indios para que más tiempo les duraran, ya que compasion -de verlos perecer, con su gran crueldad, no les moviera, -pero la ceguedad de todos los privó deste cuidado. Otra ocasion -les ofrecia Dios para que advirtieran su grande pecado -(aunque suele ser muy más escura y ménos pensada de los -que con robos y daños ajenos enriquecerse trabajan), y esta -fué, por juicio manifiesto de Dios, que con cuanto oro de<span class="pagenum"><a name="Page_216" id="Page_216">[216]</a></span> -contino sacaban, nunca hobo hombre que medrase; traian -sus 500, 800 y 1.000 pesos de oro á la fundicion, cada uno, -y ninguno salia della con un sólo peso de oro, ántes muchos -della iban presos á la cárcel, por las deudas en que, ó -por los gastos que en vestidos ó jaeces y otros excesos hacian, -ó porque en comprar parte de haciendas unos de otros -se adeudaban; porque sacado el quinto para el Rey, lo demas -se repartia entre los acreedores, cada uno por su antigüedad, -y así se salian vacías las manos, con sólo la triste ánima, por -las muertes y aflicciones y crueldades que habian dado y -usado con los indios, á las penas infernales obligada. Túvose -por gran maravilla que salió uno sólo, llamado Juan de Villoria, -de la fundicion, con dos ó tres barras de oro, descubiertas, -y dando en unas con otras en las manos, y atribuyéronlo -á que era hombre piadoso, y trataba los indios ménos mal; -puesto que tambien concurrieron algunas otras causas, como -es, que habia venido poco habia de Castilla y traido hacienda -de allá, y entró en los indios, que le dieron, sin necesidad; -y áun éste no se escapó del mismo juicio y castigo de Dios, -despues, el tiempo andando, si Dios quisiere, se declarará. Finalmente, -nunca, con cuanto oro sacaron y por sacallo con -cuantas gentes murieron, ninguno se halló que medrase. Fué -tambien una regla, en esta isla, general, que los que no echaban -los indios á las minas, sino que los ocupaban en otras -granjerías y trabajos, como ménos reprobados y ménos aflictivos -de los inocentes indios, tuvieron ménos necesidad y más -medraban. Tornando al propósito de la historia de los oficiales -del Rey, que con el Comendador Mayor vinieron, murió -desde á poco tiempo el Tesorero Villacorta, el cual habia traido -consigo, por oficial de sus cuentas, un mancebo cuerdo, llamado -Sancta Clara, natural de Salamanca, muy hábil, gran -contador, y en muchos otros dones, para entre hombres, gracioso; -por los cuales, todos, y más el Comendador Mayor, le -amaba y daba todo favor; muerto su amo, el Tesorero, quiso -hacer en él el Comendador Mayor, confiando de su habilidad -y cordura, por manera, que depositó en él el oficio de Tesorero,<span class="pagenum"><a name="Page_217" id="Page_217">[217]</a></span> -hasta tanto que lo proveia el Rey desde allá. Túvolo algunos -años el Sancta Clara, y porque entónces no habia arca -de tres llaves, como agora la hay, tenia el Tesorero sólo todo -el oro del Rey debajo de una sola llave suya, tomando el -Contador solamente la razon del oro, que en poder del Tesorero -entraba; por cuya causa tuvo el Sancta Clara lugar de -gastar de los dineros del Rey cómo y cuando queria y le parecia. -Compró muchas y grandes haciendas en esta isla, y hizo -banquetes y fiestas al Comendador Mayor, y otros gastos, -que no pudiera, ni tenia de que los hacer, sino tuviera los -dineros del Rey. Un convite hizo, creo que dia del Corpus -Christi, al Comendador Mayor y á caballeros y personas -principales, en esta ciudad de Sancto Domingo, en gran manera -excesivo y muy costoso, y entre otras cosas señaladas -que en él hobo, fué, que los saleros se sirvieron, por sal, llenos -de oro menudo, como lo sacaban de las minas de Cibao. -Con esta desórden de gastar, padecia mucha jactura la hacienda -del Rey, y era cosa de maravillar que el Comendador -Mayor, siendo la persona que habemos dicho, y no dejaremos -de decir, ser muy prudente, no poner con tiempo remedio -en exceso tan descubierto, como aquel hacia en la hacienda -del Rey, habiéndosele de imputar por haber confiádola dél. -Pero no faltó quien al Rey avisase, como eran los oficiales del -Rey, en especial el Contador, que se llamaba Cristóbal de -Cuéllar, que era hombre de valor, y criado antiguo de los Reyes, -y que no estaba muy bien con el Comendador Mayor, -porque no le habia dado los indios que él queria, ó cuantos, -ó donde queria. Envió el Rey un Contador de cuentas, mandando -que la tomasen al Sancta Clara, con cuanto rigor conviniese. -Tomáronle las cuentas y alcanzáronle por 80.000 -pesos de oro; secrestáronle todas sus haciendas, y mandó el -Comendador Mayor que se vendiesen en almoneda, en la -cual siempre se halló presente, y usó en ella de tanta prudencia -é industria, que la hizo valer mucho más de lo que -valiera. Tenia una piña en la mano, que es fruta muy excelente, -y comenzaba entónces á darse en esta isla, y apregonándose<span class="pagenum"><a name="Page_218" id="Page_218">[218]</a></span> -un atajo de yeguas, ó otras cosas de mucho precio, -poníanselas en 500 ó 1.000 pesos; decia el Comendador Mayor, -quien la pusiere en 1.500 le daré esta piña. Respondia -el que más presto podia, mia es, señor, la piña; y habia -muchos que lo dijeran, y decian, porque, no por las piezas -que pujaban, que quizá no valian la mitad de lo que daban -por ellas, ni tampoco por la piña, sino porque sabian que -agradaban al Comendador Mayor y le compraban su gracia -para, despues, les diese más indios, ó más provechos sobre los -que tenian. Desta manera y con esta industria, hizo valer la -hacienda de Sancta Clara 92.000 pesos de oro, por manera -que hizo pago al Rey de los 80.000 que le habia alcanzado y -sobráronle 12.000; y porque todos los tomaron para el Rey, -porque dió en pago algunas deudas que le debian, que se -fueron, ó murieron los deudores, y así faltaban al Rey ciertos -millares de pesos de oro, despues, muchos años, andaba el -Sancta Clara, y, muerto él, su hijo, suplicando que le satisfaciesen -algo, pero no alcanzó nada, porque no se debió de -averiguar qué se le debia. Este Sancta Clara fué vecino mucho -tiempo y bien honrado en esta ciudad de Sancto Domingo. -Entre otros, que escribieron al Rey el mal recaudo de su -hacienda, fué Rodrigo del Alcázar, platero susodicho, cognoscido -por prudente y que tenia crédito con el Rey, éste -juzgando ser el oficio de Tesorero en esta isla de mucha calidad -y requirirse gran cordura y fidelidad en la persona que -lo tuviese, escribió al Rey que debia enviar Su Alteza, para -que lo tuviese, una tal persona, como era Antonio de Fonseca, -en Castilla. Fué Antonio de Fonseca, en Castilla, un caballero -valeroso, muy señalado y muy prudente, y muy estimado, -privado de los Reyes católicos, contador mayor de Castilla, -que es el más preeminente oficio que en su casa y corte Real -tienen, y era hermano del obispo D. Juan de Fonseca, que -tuvo, desde que se descubrieron estas Indias, por muchos años -cargo dellas, de quien arriba en muchas partes se ha hecho -mencion y se hará abajo, si Dios quisiere. El Rey católico, -entendiendo ser así encarecido el cargo en esta isla, de<span class="pagenum"><a name="Page_219" id="Page_219">[219]</a></span> -Tesorero, acordó enviar para él una persona, cierto, veneranda, -de grande cordura, prudencia, experiencia y autoridad, -aragonés, criado suyo viejo, llamado Miguel de Pasamonte, -señaladamente honesto, y de quien se tuvo opinion haber sido -casto toda su vida. Este llegó á esta isla en el mes de Noviembre -de 1508; diósele tanta honra, que lo llamaban en las -Cartas y Cédulas reales, Tesorero general de todas estas Indias, -habiendo Tesoreros en tierra firme y en las otras islas; esto -no se si procedia de voluntad del Rey, ó de solos los Secretarios -que el Rey entónces tenia. Finalmente, por ser la persona -tal como es dicho, cobró aquel oficio, en estas tierras, más -nombre y mayor estimacion que el oficio de Contador, como -quiera que sea el contrario en Castilla. Tuvo tanto crédito con -el Rey miéntras el Rey vivió, que casi toda la disposicion y -gobernacion destas Indias por su relacion y parecer se ordenaba -y disponia. Cuando este Tesorero vino, que fué, como -dije, año de 508, habia, contados en esta isla todos los indios, -60.000 personas; de manera, que desde el año de 494, en el -cual comenzó su desventura, como pareció en el libro I, capítulo -90, hasta el de 508, que fueron catorce años, perecieron -en las guerras y enviar por esclavos á vender á Castilla, y -en las minas y otros trabajos, sobre tres cuentos de ánimas -que en ella habia. Esto ¿quién lo creerá de los que en los siglos -venideros nacieren? yo mismo que lo escribo y vide, y -sé lo más dello, agora me parece que no fué posible; pero ya -es hecho necesario por nuestros grandes pecados, y será bien -que con tiempo lo lloremos.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_220" id="Page_220">[220]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Viendo los españoles que tenian cargo de consumir los indios -en las minas, sacando oro, y en las otras sus granjerías y -trabajos, con que los mataban, que cada dia se les hacian -ménos, muriéndoseles, no teniendo más consideracion de á su -temporal daño, y lo que perdian de aprovecharse, cayeron -en que sería bien suplir la falta de los que perescian, naturales -desta isla, trayendo á ella de las otras islas la gente que -se pudiese traer, para que su negocio y granjería de las minas -y otros intereses no cesasen; y para esto pensaron con -esta industriosa falsedad de engañar al Rey D. Hernando. Fué -aquesta cautela dolosa tal, conviene á saber, que le hicieron -saber, ó por cartas ó por procurador que á la corte enviaron -(lo cual no es de creer que se hizo sin parecer y consentimiento -del Comendador Mayor), que las islas de los Lucayos, -ó Yucayos, vecinas desta Española y de la de Cuba, estaban -llenas de gente, donde estaban ociosos y de ninguna cosa -aprovechaban, y que allí nunca serian cristianos, que Su Alteza -diese licencia á los vecinos españoles desta isla, para que -armasen algunos navíos en que los trujesen á ella, donde serian -cristianos y ayudarian á sacar el oro que habia, y sería -de mucho provecho aquella traida, y Su Alteza sería muy -mucho servido. El Rey se lo concedió que así lo hiciesen, -con harta culpa y ceguedad del Consejo que tal le aconsejó y -firmó la tal licencia, como si fueran los hombres racionales -alguna madera que se cortara de árboles y la hobieran de -traer para edificar en esta tierra, ó quizá manadas de ovejas ó -otros animales cualesquiera, que aunque murieran en el camino -por la mar, muchos, poco se perdia. ¿Quién no culpará -error tan grande como era, las gentes, naturales vecinos de<span class="pagenum"><a name="Page_221" id="Page_221">[221]</a></span> -tantas islas, de verse sacar por fuerza dellas, y llevarlas 100 -y 150 leguas por la mar, á otras nuevas tierras, por causa -buena ó mala que ofrecer se pudiera, cuanto ménos á sacar -oro de las minas, donde, cierto, habian de morir, para el Rey -ni para los extraños, á quienes nunca ofendieron? Si por ventura -no quisieron justificar la tal traida y despoblacion de las -propias patrias, con aquella engañosa y falsa color con que al -Rey engañaron, que traidos á esta isla serian instruidos y -hechos cristianos; pero aunque fuera esto verdad, lo cual no -fué, porque ni lo pretendieron, ni lo hicieron, ni lo pensaron -hacer jamás, no queria Dios aquella cristiandad con tanto -estrago, porque no suele á Dios aplacer bien alguno, por -grande que sea, perpetrando los hombres gravísimos pecados, -y, aunque sean chicos, cualesquiera daños hechos contra sus -prójimos; y en esto los pecadores muchas veces, mayormente -en estas Indias, se han engañado y cada dia se engañan. Y -para condenacion entera desta fingida color y excusa, nunca -los Apóstoles hicieron sacar por fuerza de sus tierras las gentes -infieles y llevarlas para las convertir á donde ellos estaban, -ni la Iglesia universal, despues dellos, jamás lo usó, como cosa -perniciosa y detestable; así que, el Consejo del Rey tuvo -gran ceguedad, y por consiguiente, ante Dios, fué muy culpable, -porque no debiera él ignorar esto ser malo, pues tenian -oficio de letrados los que en él entraban. Venida, pues, la licencia -del Rey D. Hernando para traer á esta isla las gentes -que vivian en las islas que llamábamos de los Lucayos, concertábanse -10 ó 12 vecinos de la ciudad de la Vega ó Concepcion -y de la villa de Santiago, y juntaban hasta 10 ó 12.000 -pesos de oro, de los cuales compraban dos ó tres navíos, y cogian -á sueldo 50 ó 60 hombres, con marineros y los demas, -para ir á saltear los indios que aquellas islas en su paz, y quietud -y seguridad de su patria, descuidados moraban. Estas gentes, -llamadas lucayos, como en el primer libro dejamos dicho, -y en otra nuestra Historia, llamada Apologética, muy más largo, -fueron, sobre todas las destas Indias y creo sobre todas las del -mundo, en mansedumbre, simplicidad, humildad, paz y quietud,<span class="pagenum"><a name="Page_222" id="Page_222">[222]</a></span> -y en otras virtudes naturales, señaladas, que no parecia -sino que ellos no habian pecado en Adan; no he hallado en -todas las naciones del mundo, de que las historias antiguas -hayan hecho mencion, á quien sino á las que llaman Séres -comparallas, que son pueblos de Asia, de quien Solino, cap. 63, -dice ser mansos, y entre sí quietísimos, y segun Pomponio -Mela, libro III, cap. 6.º, es linaje de hombres lleno de justicia; -y segun Eusebio, libro VI, cap. 8.º, de <i>Preparatione Evangelica</i>, -ni matar, ni fornicar saben, ni hay entre ellos mala mujer alguna, -ningun adulterio, ni ladron, ni homicida se halla, ni -adoran ídolos; á estas naciones fueron desta isla, nuestros españoles, -y hicieron las obras siguientes. Díjose, que, al principio, -los primeros nuestros que á esta vendimia llegaron, en -estas islas de los Lucayos, sabiendo la simplicidad y mansedumbre -destas gentes (que se pudo saber de la práctica que -se tenia de cuando el Almirante primero las descubrió, y trató -con ellas, y experimentó su bondad natural y condicion mitísima), -llegados dos navíos á ellas, y ellas rescibiéndolos, como -siempre tuvieron, ántes que nuestras obras cognosciesen, que -eran venidos del cielo, dijéronles que iban desta isla Española, -donde las ánimas de sus padres y parientes, y de los que bien -querian, estaban en holganza, y que si querian venir á vellos, -que en aquellos navíos los traerian; esto era y es, cierto, en -todas estas indianas naciones, tener opinion que las ánimas eran -inmortales, y que, despues de muertos los cuerpos, se iban las -ánimas á ciertos lugares, amenos y deleitables, á donde ninguna -cosa de placer y consuelo les faltaba, y en algunas partes -tenian, que primero padescian algunas penas por los pecados -que en esta vida habian pecado. Así que, con éstas -persuasiones y malvadas palabras, los primeros que allí fueron, -segun se dijo, engañaron aquellas inocentísimas gentes, á que -se dejasen meter en los navíos, hombres y mujeres, como la -ropa y ajuar de sus casas, ni las raíces de sus heredades les -hiciese poco embarazo; pero despues de traidos á esta isla, -como no viesen á sus padres, ni madres, ni á los que amaban, -sino las herramientas de azadas y azadones, y barras y barretas<span class="pagenum"><a name="Page_223" id="Page_223">[223]</a></span> -de hierro, y otros instrumentos tales, y las minas donde -las vidas en muy breve acababan, dellos desesperados, viéndose -burlados, con el zumo de la yuca se mataban, dellos de -hambre y trabajos se morian, como personas en grande manera -delicadas, y que nunca imaginaron haber tales trabajos. -Despues, el tiempo andando, tuvieron otras industrias, y hicieron -otras maneras de fuerzas y saltos para traellos, que -ninguno se les escapaba. Traidos á esta isla, y desembarcados -hombres y mujeres, niños y viejos, en especial en el Puerto de -Plata y Puerto Real, que están en la costa del Norte, fronteros -de las mismas islas de los Lucayos, hacian ciertos montones -dellos, cuantos eran los que en los navíos y gastos ponian sus -partes, viejo con mozo, enfermo con sano (porque por la mar -enfermaban y morian muchos con el angustia, viniendo apretados -debajo de cubierta, como es region caliente, que de sed -se ahogaban, y tambien de hambre); en aquellos montones no -se miraba que fuese la mujer con el marido, ni el hijo con el -padre, porque no se hacia más cuenta dellos, que si verdaderamente -fueran vilísimos animales. Así, los inocentes, <i>sicut pecora -occisionis</i>, repartidos por sus montones ó manadas, echaban -suertes sobrellos, y cuando cabia por la suerte algun -viejo y enfermo, decia el que le llevaba: «este viejo dadlo al -diablo, ¿para qué lo tengo de llevar, para dallo de comer y -despues enterrallo? y éste enfermo, ¿para qué me lo dáis, para -curallo?» Y acaecia, estando en estas partijas, caerse muertos -de hambre, y de la flaqueza y enfermedad que traian, y del -dolor viendo los padres apartar de sí á sus hijos, y los maridos -á las mujeres llevárselas. ¿Quién podia sufrir que tuviese -corazon de carne, y entrañas de hombre, á ver tan inhumana -crueldad? ¿Qué memoria debia entónces de haber de -aquel precepto de la caridad, «amarás tu prójimo como á tí -mismo», en aquellos que tan olvidados de ser cristianos, y áun -de ser hombres, así tractaban en aquellos hombres la humanidad? -Ordenaron tambien, que para los gastos que se hacian, -y para pagar el sueldo á los 50 ó 60 que iban en los -navíos á hacer estas cabalgadas, que pudiesen vender, puesto<span class="pagenum"><a name="Page_224" id="Page_224">[224]</a></span> -que ellos decian traspasar de uno á otro, cada indio de aquellos -que ellos tambien nombraban piezas, cada pieza, como -si fueran piezas ó cabezas de ganado, por cuatro pesos de oro, -y no más; y ésta tenian por honra que les hacian, vendellos y -traspasallos por precio tan barato, como en la verdad, si el -precio fuera grande, tuviéranlos en mucho más, y por consiguiente -tratáranlos mejor por su propio interese, y duraran -más.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_225" id="Page_225">[225]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLIV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Tuvieron, como dije, muchas maneras de sacarlos de sus -islas y casas, donde vivian verdaderamente aquella vida que -vivieron las gentes de la Edad dorada, que tanto por los poetas -é historiadores fué alabada, y unas cautelas usaban en -unas islas y partes, y otras en otras; y las primeras veces -asegurándolos, como los indios estaban sin sospecha, descuidados, -y los rescibian como á ángeles; otras, salteándolos de -noche; otras, entrando á la clara como dicen, <i>aperto Marte</i>, -matándolos á cuchilladas, cuando algunos dellos, teniendo -experiencia ya de las obras de los españoles, y que venian -á llevallos, se defendian con sus arcos y flechas, de las que -usaban, no para hacer guerra á alguien, sino para matar -pescados de que tenian siempre abundancia. En obra de cuatro -ó cinco años trujeron á esta isla, de hombres, y mujeres, -y chicos, y grandes, sobre 40.000 ánimas; y desto hace mencion -Pedro Mártir, en el capítulo 1.º, de su sétima Década, -diciendo: <i>Et quadraginta, utriusque sexus, millia in servitutem -ad inexhaustam auri famen explendam uti infra latius dicemus, -abduxerunt: has una denominatione Jucayas appellant, scilicet -insulas, et incolas, jucayos</i>. Donde tambien dice, como se mataban -de desesperados, y otros que tenian mejor ánimo, con -esperanza de en algun tiempo se huir á sus tierras, sufrian su -vida desesperada, escondiéndose hácia la parte del Norte, -por algunos lugares montuosos que les parecia estar fronteros -de sus islas, para desde allí, algun dia, tener algun remedio -como á ellas pasarse. <i>Jucaya suis sedibus abrepti desperatis -vivunt animis, dimisere spiritus inertes multi á cibis -aborrendo per valles, in vias el deserta nemora rupesque abstrusas -latitantes; alii vitam exosam finierunt. Sed qui fortiore pectore<span class="pagenum"><a name="Page_226" id="Page_226">[226]</a></span> -constabant, sub spe recuperandæ, libertatis muere mallebant. Ex -his plerique non inertioris, forte si fugæ locus dabatur, partes Hispaniolæ -petebant septentrionales, unde ab eorum patria venti -flabant, ac prospectare arcton licebat: ibi protentis lacertis et ore -aperto halitus patrios anhelando absorvere velle videbantur; et -plerique spiritu deficiente languidi præ inedia corruebant exanimes</i>, -etc. Esto dice Pedro Mártir. Una vez, un indio de aquellos -(y allí lo refiere Pedro Mártir), tomó cierto árbol muy grueso, -que se llamaba, en lengua desta isla Española, yaurúma, la -penúltima sílaba luenga, el cual es muy liviano y todo hueco, -y sobre él debia de armar con otros palos alguna balsa, muy -bien atados con bejucos, que son ciertas raíces muy recias, -como si fuesen cordeles. En lo hueco de los palos metió algun -maíz que pudo hallar, y que, por ventura, él habia sembrado -y cogido, y ciertas calabazas llenas de agua dulce, asimismo -dejando algun maíz fuera para comer algun dia, y -tapó bien con hojas los cabos de los palos, y admitió á su -compañía otro indio, y á unas indias, parientes ó vecinos -suyos, grandes nadadores, porque todos lo eran; y pónense -encima de su balsa, y con otros palos, como remos, échanse -á la mar y andan camino de sus islas y tierras, y, andadas 50 -leguas, toparon por su desdicha con un navío que venia, de -hácia donde ellos iban, con cierta presa. Tomáronlos y volviéronlos, -llorando y lamentando su infelicidad, y la balsa en -que iban para esta isla, donde al cabo con los demas perecieron. -De creer es, que otros muchos intentaron buscar y tomaron -este remedio, sino que no lo sabemos, pero poco les -aprovechó si lo hicieron, porque una vez que otra, los tomaban -y traian, si á sus tierras llegaban, pues que ningunos, -como parecerá, dejaron en todas aquellas islas. Escudriñaban -entre muchas dellas, cuál era la que mas fuerte ó cercada de -peñas estaba, y prendian toda la gente de las otras comarcanas, -y traian á aquella, quebradas ó tomadas todas las canoas -ó barquillos que ellos tenian, porque no se huyese, ponian para -guardallos los españoles que necesarios eran, entre tanto que -los navíos tornaban desta isla, dejando acá las barcadas que<span class="pagenum"><a name="Page_227" id="Page_227">[227]</a></span> -de gente habian traido. Acaeció tener en una isleta de aquellas -llegadas 7.000 ánimas, y estaban siete españoles guardándolos -muchos dias, como si fueran otras tantas ovejas ó corderos, -y como los navíos se tardasen, acabóseles el caçabí, ó -laceria que tenian para comer; y venidos ya dos navíos que -traian caçabí para los indios, porque otra cosa no les daban á -comer, y si otros bastimentos traian eran para los españoles, -así como llegaron los navíos á la isleta, levantóse una terrible -tormenta que hundió los navíos, ó los desbarató, por manera, -que de hambre pura perecieron las 7.000 ánimas de indios, y -los siete españoles sin tener remedio, ni escapar alguno. De -la gente de los navíos, no me acuerdo qué fué lo que oí que -se hobiese hecho dellos. Destos juicios de Dios, y castigos que -cada dia Dios hacia, no se miraba, ni que por los pecados, los -enviase Dios, que allí se cometian sino que acaso, y sin que -hobiese Rector en los cielos que lo viese y tuviese cuenta de -tan crueles injusticias, aquellos infortunios venian. Destas hazañas -y crueldades que con estas inocentes ovejas se usaron, -y que fueron infinitas, pudiera saber y agora referir muchas -en particular, si en aquellos tiempos, que yo estaba en esta -isla, mirara en querellas saber de los mismos que las obraban. -Quiero aquí decir lo que uno dellos me dijo en la isla -de Cuba: Éste habia pasado de aquellas islas á la de Cuba, -creo que en una canoa de indios, no sé si quizá por huir de su -Capitan, ó de algun peligro que allí se le hobiese ofrecido, ó -por salir de tan reprobados tratos, por sentirse andar en mal -estado; díjome, que, como metian en los navíos mucha gente, -200, 300 y 500 ánimas, viejos y mozos, y mujeres y niños, -echábanlos todos debajo de cubierta, cerrando las bocas que -llaman escotillas, porque no se huyesen, los cuales quedaban -sin lumbre y sin soplo de viento, y la regiones caliente, y -como no metian en los navíos mantenimientos, en especial -agua, más, ó poco más, que bastase para más de los Españoles -que en estos tractos andaban, y así, por la falta de la comida, -y más por la sed grande, que por el gran calor y angustia y -apretamiento de estar unos sobre otros, ó muy junto á otros,<span class="pagenum"><a name="Page_228" id="Page_228">[228]</a></span> -padecian muchos muriesen y los echasen á la mar, que eran -tantos que un navío, sin aguja ni carta ó arte de navegar, pudiera, -solamente por el rastro de los que lanzaban muertos, -venir desde aquellas á esta isla. Estas fueron sus palabras. -Y esta fué cosa cierta, unas veces mayor y otras menor, que -nunca navío fué á saltear indios destos lucayos, y de la tierra -firme donde mucho se usó esta inhumanidad, como se dirá, -que no echasen á la mar, muertos, la tercia ó la cuarta parte -de los que salteaban y embarcaban, por las susodichas causas. -Por esta órden, si órden se sufriera llamarla, en obra de diez -años trujeron á esta isla Española, hombres, y mujeres, niños, -y viejos, sobre un cuento de ánimas y muchas más; algunas -barcadas dellos hicieron los Españoles que vivian en la isla de -Cuba, donde, al fin, todas perecieron en las minas, de trabajos, -y hambres, y angustias. Pedro Mártir afirma haber sido informado, -que de aquellas islas de los Lucayos, que eran 406, habian -los Españoles traido y puesto en captiverio para echar en -las minas, 40.000 ánimas; y dellas, y de las demas, un cuento -y 200.000; y dice así en el cap. 1.º de la sétima Década: <i>Ut ego -ipse, ad cujus manus quæcumque emergunt afferuntur, de illarum -insularum numero vix ausim credere quæ prædicantur. Ex -illis sex et quadringentas ab annis viginti amplius, quibus Hyspaniolæ -Cubæque habitatores hispani eas pertractarunt, percurrise -inquiunt, et quadraginta utriusque sexus millia in servitutem -ad inexhausti auri famem explendam adduxerunt: has -una denominatione Jucayas appellant, et incolas jucayos</i>, etc. -Y en el cap. 2.º de la misma Década dice: <i>Sed has scilicet -insulas fatentur habitatoribus quondam fuisse refertas, nunc -vero desertas, quod ab earum densa congerie perductos fuisse -misseros insulares ad Hyspaniolæ Fernandinæque aurifodinarum -triste ministerium inquiunt deficientibus ipsarum incolis, tum -variis morbis et inedia, tum præ nimio labore, ad duodecies centena -millia consumptis. Piget hæc referre sed oportet esse veridicum, -sui tamen exitij vindictam alicuando sumpsere jucay, -raptoribus interfectis: cupiditate igitur habendi jucayos, more -venatorum, per nemora montana perque palustria loca feras insectantur</i>,<span class="pagenum"><a name="Page_229" id="Page_229">[229]</a></span> -etc. Todo es de Pedro Mártir; cuanto á lo que añide, -que los lucayos algunas veces mataron españoles, acaecia -cuando algunos pocos hallaban descuidados, porque desque -cognoscieron que los destruian, y que aquella era su venida -y demanda, los arcos y flechas, que usaban para matar pescado, -acordaron emplearlos para matar á los que los mataban, -pero todo era en vano, porque nunca podian matar sino dos -ó tres, ó cuatro cuando más se estiraban. Y, cuanto á lo que -dice más, que eran 400 islas, metió en aquel número las islas -del Jardin de la Reina, y del Jardin del Rey, que son unas -rengleras de islas pequeñas, que están á la costa del Sur y -del Norte, pegadas con la isla de Cuba, y aunque las gentes -de que estaban pobladas aquellas isletas de los Jardines, eran -de aquella simplicidad y bondad natural que las de los Lucayos, -pero no acostumbramos llamarlas isletas de los Lucayos, -sino las grandes que comienzan desde cerca desta isla Española -y van hácia cerca de la Florida, desviadas algo de la -de Cuba; y éstas serán 40 ó 50, entre chicas y grandes, y -á éstas llamamos propiamente Lucayos, ó por mejor decir, -Yucayos. Dice más Pedro Mártir, que se le presentaban las -cosas que de nuevo acaecian y iban destas Indias; ésto se hacia, -por que por aquel tiempo que esto escribia era del Consejo -de las Indias, y entró en él el año de 518, estando yo, á la -sazon que presentó él su provision real, en el mismo Consejo, -presente: proveyóle deste oficio el Emperador, luégo que vino -á reinar, en la ciudad de Zaragoza.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_230" id="Page_230">[230]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Despues que se consumieron en las minas y en los otros -trabajos, y vida durísima y desventurada, muy grande número -de los lucayos, y de todos la mayor parte, inventó el -enemigo de la naturaleza humana otro modo de codicia en -los españoles, para del todo acaballos. Comenzaron á asomar -las perlas que habia en la mar, al rededor de la isleta de Cubagua, -que está junto á la isla Margarita, en la costa de tierra -firme, que se llama de Cumaná, la última sílaba aguda, y -juntamente las minas en esta isla iban aflojando. Acordaron -los españoles de enviar á sacar perlas los indios lucayos, por -ser grandes nadadores todos ellos en universal, como las perlas -se saquen zabulléndose los hombres dos y tres y cuatro -estados, donde las ostias, que las perlas contienen, se hallan; -por cuya causa, se vendian cuasi públicamente, con ciertas -cautelas, no á 4 pesos como al principio se habia ordenado, -sino á 100 y á 150 pesos de oro, y á más cada uno de los lucayos. -Creció tanto el provecho, que, sacando con ellos perlas, -los nuestros hallaban, puesto que con gran riesgo y perdicion -de las vidas de los lucayos, como aquel oficio de sacar perlas -sea infernal, que por maravilla se halló en breves dias -que en esta isla quedase algun lucayo. Hay desta isla hasta la -isleta de Cubagua, por el camino que de necesidad se ha de -llevar rodeando, cerca de 300 leguas largas, y así los llevaron -todos en navíos allá, y en aquel duro y pernicioso ejercicio, -muy más cruel que el sacar oro de las minas, no en muchos -años, finalmente, los mataron y acabaron; y así fenecieron -tanta multitud de gentes que habia en tantas islas, como -queda dicho, que llamamos de los Lucayos ó Yucayos. Estaba -en aquesta sazon ó tiempo, en esta ciudad de Sancto Domingo,<span class="pagenum"><a name="Page_231" id="Page_231">[231]</a></span> -un hombre honrado, temeroso de Dios, llamado Pedro de -Isla, que habia sido mercader, y, por recogerse y vivir vida -más sin peligro de la conciencia, dias habia que hobo aquellos -tractos dejado, y sustentábase de lo que justamente creia -que de las mercaderías pasadas, y con segura consciencia, le -pudo quedar. Este varon virtuoso, sabiendo los estragos y -crueldades que se habian hecho en aquellas gentes simplicísimas -de los lucayos, y como se despoblaron tantas y tales -islas, y que ya no se curaban de ir navíos á ellas, por tenellas -por vacías, movido de celo de Dios, y de lástima de tanta -perdicion de ánimas, y por remediar los indios que en aquellas -islas se hobiesen de aquel fuego infernal y pestilencia -vastativa escapado, creyendo que algunos habria, para, en -esta isla ó en aquellas, hacer dellos un pueblo, y allí en las -cosas de la fe instruillos, y áun tambien por impedir á otros, -que, con el fin contrario, y para se servir dellos, procurasen -lo que él pretendia, fuése á los que gobernaban esta isla, y -pidióles con mucha instancia le diesen licencia para enviar -un bergantin, ó lo que más fuese necesario, á su costa, para -rebuscar por todas aquellas islas los que se hallasen, y los -pudiese traer á ésta, y hacer un pueblo dellos y lo demas que -está dicho. El cual intento cristiano, por los que gobernaban -oido y entendido, con toda voluntad le concedieron lo que -pedia. Habida esta licencia, compró un bergantin ó carabela -pequeña y puso en ella ocho ó diez hombres, con abundancia -de mantenimientos para mucho tiempo, todo á sus espensas, -y enviólos, encargándoles mucho anduviesen y escudriñasen -todas aquellas islas, buscando los indios que en ellas -hobiese, y los asegurasen y consolasen cuanto les fuese posible, -que no les sería hecho mal alguno, que no los iban á -buscar para captivallos, como se habia hecho á sus parientes -y vecinos, ni que habian de ir á sacar oro á las minas, sino -que habian de estar en su libertad y á su placer, como ellos -verian, y otras palabras que, para que perdiesen el miedo de -tan grandes calamidades como habian padecido, y se consolasen, -puestos en tanta tristeza y amargura como estaban, convenia.<span class="pagenum"><a name="Page_232" id="Page_232">[232]</a></span> -Fueron y hicieron lo que les fué mandado por su amo, -ó que les daba su salario, el buen Pedro de Isla, y anduvieron -todas las islas, buscadas y escudriñadas cuanto les fué -posible. Tardaron en ello tres años, y al cabo dellos, hecha -la diligencia dicha, solamente hallaron 11 personas, que yo -con mis ojos corporales vide, porque vinieron á desembarcar -al Puerto de Plata, donde yo al presente vivia. Estos eran -hombres, y mujeres, y muchachos, no me acuerdo cuántos -fuesen de unos y de otros, mas de que uno dellos era un viejo -que debia ser de sesenta y más años; todos y él en cueros vivos, -y con tanto sosiego y simplicidad, como si fueran unos corderitos. -Parábamelos á mirar de propósito, en especial al viejo, -que era de un aspecto muy venerable, bien alto de cuerpo, -el rostro grande, autorizado y reverendo. Parecíame ver en -él á nuestro padre Adan, cuando estuvo y gozó del estado de -la inocencia, y acordándome cuántos de aquellos habia entre -tantas gentes, como, en aquellas y de aquellas islas, en tan -breves dias y en cuasi mi presencia, sin culpa alguna en que -nos hobiesen ofendido, se habian destruido, no restaba sino -alzar los ojos al cielo y temblar de los divinos juicios. Así -que, aqueste fué el rebusco que halló Pedro de Isla de la pasada -vendimia. Despues dió nuestro Señor, Dios, el pago de -su buen celo y virtud al Pedro de Isla, porque lo metió en -la órden de Sant Francisco, y allí, viviendo sanctamente, le -ordenaron de órdenes sagradas hasta ser Diácono ó de Evangelio, -y, por su gran humildad, rogó que no le forzasen á ser -de Misa, por tenerse por indigno, acordándose de lo que habia -hecho su glorioso padre Sant Francisco; y así, despues de -muchos años, le llevó Dios para sí, donde yo creo que goza -de la vision divina, y gozará para siempre sin fin. Tornando -á los lucayos, esta fué gente, como en otra nuestra Historia -dijimos, felicísima, y creemos ciertamente, que fué de las más -aparejadas para cognoscer y servir á Dios, que en la masa del -linaje humano por alguno hobiese sido vista; yo confesé y -comulgué, y me hallé á la muerte de algunos dellos, despues -que fueron baptizados é instruidos, y digo que suplico á<span class="pagenum"><a name="Page_233" id="Page_233">[233]</a></span> -nuestro Señor, Dios, que tal devocion y tales lágrimas y contriccion -de mis pecados me dé al tiempo cuando su cuerpo y -sangre rescibiere, y de mi fin y muerte, como en ellos me -parece que sentia y cognoscia. Y con esto, cierro la Historia -que toca á los lucayos, que tan infelices fueron en caer en -manos de quien así, tan sin culpa y razon y justicia, los destruyeron, -aunque ser nosotros, que lo cometimos, mas sin -buenaventura que ellos, que lo padecieron, ninguna duda -tengo.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_234" id="Page_234">[234]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLVI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En este año de 508, ó al fin de 507, el Comandador Mayor -envió á ver y considerar, con intencion de poblar de españoles, -la isla que llamamos de Sant Juan, que por vocablo de la -lengua de los indios, vecinos naturales della, se nombraba Boriquén, -la última sílaba aguda. Esta isla es toda ella, ó lo más -della, sierras y montañas altas, algunas de arboledas espesas, -y otras rasas de muy hermosa hierba como la de esta isla. -Tiene pocos llanos, pero muchos valles y rios, por ellos, muy -graciosos, muy fértiles, y toda ella muy abundosa; está, de la -punta oriental desta isla Española, la punta ó cabo occidental -della, obra de 12 leguas; véese una isla de otra, cuando hace -claro, estando en lo alto de las dichas puntas ó cabos dellas. -Tiene algunos puertos no buenos, si no es el que llaman Puerto-Rico, -donde la ciudad y cabeza del Obispado tiene su asiento; -terná de luengo 40 largas leguas, y 15 ó 16 de ancho, y en -circuito bojará 115 ó 120. Toda la costa del Sur della está -en 17° y la del Norte en 18° de la línea equinoccial, á la -parte del Ártico, por manera que su ancho es cuasi un -grado, tomándolo de Norte á Sur. Tuvo mucho oro, no tan -fino como el de esta isla, pero no tenia de quilates y valor -ménos que no valiese 450 maravedís el peso; estaba plenísima -de gentes, naturales, vecinos y moradores della, y muy -mansas y benignas, como las de esta; era combatida de los -caríbes, ó comedores de carne humana, y para contra ellos -eran valerosos y defendian bien su tierra. La ocasion de la -enviar el Comendador Mayor á explorar, para la poblar de -españoles, fué la siguiente: Despues de la postrera guerra que -los españoles hicieron á los vecinos de la provincia de Higuey, -que tambien fué la postrera de toda esta isla, de la cual<span class="pagenum"><a name="Page_235" id="Page_235">[235]</a></span> -hablamos en el cap. 18, en la villa de Salvaleon, que -mandó el Comendador Mayor poblar en aquella provincia, -puso por su Teniente y Capitan á Juan Ponce de Leon, el que -fué por Capitan de la gente desta ciudad de Sancto Domingo, -en la dicha postrera guerra, segun dijimos en el cap. 15; éste -tuvo noticia de algunos indios de los que le servian, que en -la isla de Sant Juan ó Boriquén habia mucho oro, porque -como los vecinos indios de aquella provincia de Higuey, fuesen -los mas propincuos, y en la más propincua tierra viviesen -á la dicha isla de Sant Juan, y no hobiese sino 12 ó 15 -leguas de distancia, cada dia se iban en sus canoas ó barquillos -los de esta isla á aquella, y los de aquella á esta venian, y -se comunicaban, y así pudieron bien saber los unos y los otros -lo que en la tierra de cada uno habia. Dió, pues, parte Juan -Ponce de Leon al Comendador Mayor de las nuevas que habia -sabido, y es de creer que le pidió licencia para pasar allá con -algunos españoles, á inquirir la verdad y tomar trato y conversacion -con los indios vecinos della, y ver la dispusicion -que habia para poderla ir á poblar, porque hasta entónces -ninguna cosa de lo que en la isla dentro habia se sabia, más -de verla por de fuera ser hermosísima, y que parecia mucha -gente de cada vez que pasaban por allí navíos. Finalmente, -que Juan Ponce lo suplicase, ó que el Comendador Mayor se -lo mandase, aparejó un carabelon, y metióse con ciertos pocos -españoles y algunos indios que habian estado en la isla con -él, y fué á desembarcar en una parte della, donde señoreaba -un Rey é señor, llamado en su lengua dellos Agueíbana, la í -letra luenga, el mayor señor de toda ella. Este los rescibió -con grande alegría, y los aposentó y trató y hizo servir como -si fueran del cielo venidos, como todas estas gentes destas -Indias, á los principios, de nosotros creian; tenia este señor -madre y padrastro, los cuales tambien mostraron rescibir -mucho gozo con su venida, y les hicieron todas buenas obras -de amor y amistad, mandándoles proveer abundantemente de -comida, y dándoles de todo lo que tenian, y haciendo todo -lo que sentia que hacia placer á Juan Ponce y á los cristianos.<span class="pagenum"><a name="Page_236" id="Page_236">[236]</a></span> -Trocaron los nombres, y hiciéronse guatiaos, llamándose Juan -Ponce, Agueíbana, y el Rey Agueíbana, Juan Ponce, que, -como arriba dijimos, era una señal entre los indios destas islas -de perpétua confederacion y amistad. A la madre del Rey, -dió Juan Ponce, doña Inés por nombre, y al padrastro, don -Francisco, porque así lo tenian de costumbre los españoles, -dando los nombres que se les antojaban, de cristianos, á cualesquiera -indios, con los cuales hasta la muerte se quedaban, -sin que le diesen baptismo ni doctrina, porque dello se tenia -poco cuidado, como arriba queda tocado. Este rey Agueíbana, -era de muy humana y virtuosa condicion, y no ménos su -madre y padrastro, los cuales siempre le aconsejaban que -fuese amigo de los cristianos. Y porque la negociacion á que -Juan Ponce iba era la que á todos los que á estas tierras vienen -hace pasar acá, preguntóles luégo dónde habia minas de -oro, y si lo sacaban ó sabian sacar; el Cacique, con toda y larga -voluntad, lo llevó consigo por la tierra, y le mostró los rios -donde sabia que dello habia mucha cuantidad, ignorando el -inocente que les descubria el cuchillo con que á él y á su -reino y gentes dél habian de matar; entre otros, le mostró y -llevó á dos rios muy ricos, de los cuales, despues se sacó mucha -riqueza de oro, el uno se llamaba en aquella lengua Manatuabón, -en la última el acento, y el otro, Çebúco, la media -luenga. En éstos hizo hacer catas Juan Ponce, con el buen -aparejo que para ello llevaba, como no fuese para otro fin, de -donde llevó una buena muestra de oro al Comendador Mayor. -Dejó en la isla ciertos españoles muy encomendados al señor -ó cacique Agueíbana y á su madre, los cuales los tuvieron -y tractaron como si fueran sus hijos, y de su misma gente y -naturaleza, y estuvieron alli hasta que tornó más gente de -españoles, para de propósito poblar y gozar del fin que todos -acá traen, como más largo, placiendo á Dios, se referirá.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_237" id="Page_237">[237]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLVII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Estando en el estado, que por la relacion dicha se ha visto, -acá las cosas destas Indias, D. Diego Colon, hijo legítimo del -almirante D. Cristóbal Colon, primero descubridor dellas, despues -que el Rey católico de Nápoles vino, no cesaba de suplicarle -que le restituyese y mandase poner en la posesion -de todo el Estado, y dignidad, y oficios de que su padre habia -sido despojado, conforme á sus privilegios, y á muchas cartas -que el Rey y la Reina, por ellos, se lo habian prometido, -segun que algunas veces se ha tocado. Y como el Rey le trujese -siempre suspenso con sus dilaciones, como habia hecho á -su padre, y un dia se le quejase diciendo que por qué Su Alteza -no le hacia merced de dalle lo suyo, y confiar del que le -serviria con ello fielmente, pues lo habia en su corte y -casa criado, el Rey le respondió: «Mirad, Almirante, de vos -bien lo confiaria yo, pero no lo hago sino por vuestros hijos y -sucesores.» Luégo él dijo al Rey: «Señor, ¿es razon que pague -y pene yo por los pecados de mis hijos y sucesores, que por -ventura no los terné?» Esto me dijo un dia el Almirante, hablando -conmigo en Madrid cerca de los agravios que rescebia, -el año de 516, que con el Rey habia pasado. El cual, visto que -por vía de suplicacion y de merced no le aprovechaba con -el Rey nada, pidióle licencia para se lo pedir por justicia, y -ponerle por demanda que le guardase sus privilegios y restituyese -en la posesion de los oficios y dignidad y jurisdiccion, -que su padre, con tantos trabajos y servicios hechos á la Corona -real de Castilla y Leon, habia merecido y ganado, y de -que habia sido injustamente desposeido, y por consiguiente, -en ello muy agraviado; el Rey le dió licencia para que pidiese -y siguiese su justicia como á él bien visto le fuese. Puso<span class="pagenum"><a name="Page_238" id="Page_238">[238]</a></span> -su demanda y representó sus querellas; pidió justicia, dióse -la voz al Fiscal, dió en diversos tiempos diversas y muchas -peticiones sobre muchos artículos de lo que se sentia dañificado, -respondia el Fiscal en muchos artículos harto ineptamente, -y algunas veces, no con mucha decencia y honestidad. -Pidió el Almirante que le pusiesen en la posesion de Visorey -y Gobernador perpétuo de las islas y tierra firme, descubiertas -y por descubrir, de todo el mar Océano, occidental y meridional, -segun que los Reyes lo habian concedido á su padre -ántes que él fuese á descubrir, por contracto que él habia hecho -con los Reyes, y su padre, habiendo cumplido de su parte -lo que ofreció, y los Reyes, dándole lo que le prometieron, usó -y ejercitó los dichos oficios reales, de los cuales habia sido, de -hecho y no de derecho, con gran daño y deshonor de su persona, -despojado, sin haber hecho culpa porque hobiese merecido -ser así tractado; pidió que en los términos de su Almirantazgo -le dejasen usar del oficio de Almirante, con las preeminencias -y jurisdiccion que lo usaban los Almirantes de Castilla, -porque así lo tenia concedido por los Reyes, y que llevase -los mismos derechos que ellos llevar solian. Pidió que le diesen -la décima del oro y plata y perlas, y otras cosas de valor -que viniesen y se hobiesen de todas estas Indias, islas y tierra -firme; tambien el ochavo de todas las ganancias que, destas -Indias, para el Rey resultasen, pues, cuando fué á descubrir -su padre, contribuyó con la ochava parte, y con más en todos -los gastos. Pidió que, para la gobernacion y regimiento de -todas las islas y tierra firme de su Almirantazgo, eligiese -el Almirante tres personas para cada oficio, y que el Rey escogiese -uno que aquel oficio administrase como lo rezaban -sus privilegios. Pidió la gobernacion de tierra firme, y la del -Darien; pidió el repartimiento de los indios, conviene á saber, -que ya que se hacia que á él pertenecia tener cargo de hacello, -como fuese oficio de preeminencia y tocase á gobernacion. -Pidió, por otros 42 capítulos, otras preeminencias, de algunas -de las cuales abajo se hará mencion. Estas y otras muchas -cosas y diversas pidió en diversos tiempos, segun que de<span class="pagenum"><a name="Page_239" id="Page_239">[239]</a></span> -nuevo nacian, y succedian en estas Indias, y tocaban ó pertenecian -á gobernacion y preeminencia, por ser Visorey y Gobernador -perpétuo en todas ellas por sus privilegios; pidió -tambien que no hobiese jueces de apelacion, diciendo que -era en perjuicio de su vireinado y superioridad, que él sólo -debia tener. Y porque el Fiscal alegaba que no habia descubierto -su padre más de la costa de Paria y á Veragua, y por -consiguiente no le pertenecia gozar de los bienes de lo demas, -ni se entendia extenderse sus privilegios en toda la tierra firme, -recibidos á prueba, probó el Almirante con muy muchos -testigos, haber sido su padre el primero descubridor della, -como lo fué destas islas y todas las Indias, y lo mismo resultó -de la probanza y testigos que el Fiscal hizo, y á todas las -réplicas del Fiscal respondió el Almirante muy copiosamente, -cuyo proceso yo he visto. Y harta ceguedad y malicia era -calumniar, y ofuscar, y disminuir, y querer aniquilar una obra -tan ilustre y hazañosa, y que en el mundo nunca otro tal, á -Reyes, servicio se hizo, debiéndola todos de agradecer y remunerar -en mucho más de lo que se le habia concedido y -prometido, pues él cumplió y dió á los Reyes, en infinito, más -de lo que se habia ofrecido, como los mismos Reyes confesaron -parte, por una carta que le escribieron de Castilla el año -de 1494 á esta isla, y despues se ha visto asaz. Andando en -este pleito, el Consejo de las Indias, en diversos tiempos, hizo -ciertas declaraciones, una en Sevilla, y otra en la Coruña, sobre -algunos de los artículos que el Almirante por sus peticiones -pedia. En la de Sevilla, se contiene lo siguiente. «Que al -Almirante y á sus sucesores pertenecen la gobernacion y administracion -de la justicia, en nombre del Rey é de la Reina, -nuestros señores, é del Rey é Reina, que por tiempos fueren -en estos reinos de Castilla, así de la isla Española como de las -otras islas, que el almirante D. Cristóbal Colon, su padre, descubrió -en aquellas mares, é de aquellas islas que por industria -del dicho su padre se descubrieron, con título de Visorey -de juro y de heredad, para siempre jamás, para que por sí ó -por sus Tenientes é oficiales de justicia, conforme á sus privilegios,<span class="pagenum"><a name="Page_240" id="Page_240">[240]</a></span> -pueda ejercer y administrar la jurisdiccion civil é criminal, -de las dichas islas, como é de la manera que los otros Visoreyes -é Gobernadores lo usan, é pueden y deben usar en los -límites de su jurisdiccion, con tanto que las provisiones que -por el dicho Almirante é sus sucesores se libraren y despacharen, -hayan de ir agora por D. Hernando y doña Juana, é -despues de los dias del Rey é Reina, nuestros señores, por el -nombre de Rey ó Reina que por tiempos fueren en estos reinos -de Castilla, é las provisiones é mandamientos que por -Tenientes é Alcaldes, y otros oficiales, ansí del mismo Almirante -como de sus sucesores se libraren ó firmaren, ó cualquiera -ejercicio de justicia que en las dichas islas se hagan, -digan: Yo, fulano, Teniente ó Alcalde de tal lugar é isla, por -el Almirante Visorey ó Gobernador de la tal isla ó islas, por el -rey D. Hernando é reina Doña Juana, nuestros señores, y -despues de sus dias por el tal Rey ó Reina que por tiempo fueren, -como dicho es, y que si en otra manera fueren las dichas -provisiones y mandamientos, que no sean obedecidas ni cumplidas.» -En la Coruña se tornó á declarar el mismo artículo, -por la forma siguiente: «Mandamos y declaramos que el dicho -Almirante tiene derecho de Gobernador é Visorey, así -de la isla Española, como de las otras islas que el almirante -D. Cristóbal Colon, su padre, descubrió en aquellas mares, é -de aquellas islas, que por industria del dicho su padre se -descubrieron, conforme al asiento que se tomó con el dicho -Almirante, su padre, al tiempo que se hizo la capitulacion -para ir á descubrir, é conforme á la declaracion que fué hecha -por los del Consejo en la ciudad de Sevilla.»</p> - -<p>Declaracion de Sevilla. «Que la décima parte del oro é -de las otras cosas que pertenecen al dicho almirante D. Diego -Colon, en las dichas islas, por virtud de la dicha capitulacion, -que el Rey, nuestro señor, é la Reina, nuestra señora, que hayan -gloria, hicieron con el dicho D. Cristóbal Colon, su padre, -en el Real de sobre Granada, que pertenece al dicho -almirante D. Diego Colon y á sus sucesores, por juro de heredad, -para siempre jamás, para que pueda hacer dello lo que<span class="pagenum"><a name="Page_241" id="Page_241">[241]</a></span> -quisiere y por bien tuviere. Item, que de los diezmos eclesiásticos, -que á Sus Altezas pertenecen en las dichas islas, por -bulas apostólicas, así del oro como de las otras cosas, que al -dicho Almirante, D. Diego Colon, ni á sus sucesores no pertenece -parte ni cosa alguna. Item, que de las penas que pertenecen -ó pertenecieren á la Cámara de Sus Altezas é á la de -los Reyes, que por tiempo fueren en estos reinos de Castilla, -así por leyes destos reinos como arbitrarias, que se han impuesto -ó impusieren para la dicha Cámara, que al dicho Almirante, -ni á sus sucesores, no les pertenece cosa alguna, -salvo que todas enteramente pertenecen á Sus Altezas; pero -que las penas que, por leyes destos reinos, pertenecian á las -justicias é jueces dellos, que éstas enteramente pertenecen -al dicho Almirante y á sus oficiales. Item, declaramos que al -dicho Almirante no se le debe, ni ha de haber, décima de -aquellas cosas que Nos rescebimos, y podemos rescebir en las -dichas islas é tierra firme, por derecho de superioridad ó dominio, -en tal manera que el dicho Almirante no debe de haber -décima de aquello que Nos rescebimos ó podemos rescebir, -á causa de las imposiciones hechas ó que de aquí adelante se -hicieren, así como son gabelas, que comunmente se llaman -almoxarifazgo, con otros servicios.» Item, dice la de Sevilla: -«Declaramos que las apelaciones que se interpusieren de los -Alcaldes ordinarios de las ciudades, villas é lugares, que -agora son, ó por tiempo fueren en las dichas islas, que fueren -Alcaldes por eleccion é nombramiento de los concejos, que -aquellas vayan primeramente al dicho Almirante ó á sus Tenientes, -é dellos vayan las apelaciones á Sus Altezas é á sus -Audiencias, ó á aquellos que por su mandado hobieren de -cognoscer de las causas de las apelaciones de las dichas islas. -Item, que Sus Altezas puedan poner en las dichas islas, cada -y cuando les pareciere que conviene á su servicio, jueces de -apelacion estantes en ellas ó fuera dellas, los cuales puedan -cognoscer de las dichas causas de apelaciones, contenidas en -su primer capítulo, é que para ésto no embarguen los privilegios -del dicho Almirante.»</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_242" id="Page_242">[242]</a></span></p> - -<p>Declaracion de la Coruña, dice así: «Que de las sentencias -que los dichos nuestros Alcaldes ordinarios, por Nos nombrados, -dieren y pronuciaren, así en las causas criminales -como en las civiles, se puedan apelar y apelen para los dichos -Alcaldes, nombrados por el dicho Almirante, nuestro Visorey. -Item, que de las sentencias dadas por los dichos Alcaldes, -nombrados por el dicho Almirante, como nuestro -Visorey, se pueda apelar y apele para delante de los jueces -de apelacion por Nos nombrados en las dichas ínsulas é tierra -firme, para cognoscer y determinar las dichas causas. -Item, que de las sentencias que los dichos nuestros jueces de -apelacion dieren ó pronunciaren, sea lícito é puedan apelar -é suplicar para ante Nos, para que Nos mandemos determinar -é determinemos las dichas causas, por Nos é por los de nuestro -Consejo real, residente en estos nuestros reinos de Castilla, -con tanto que las causas sean de la cuantidad que por -Nos está ordenado y mandado.»</p> - -<p>En Sevilla. «Que las apelaciones que se interpusieren de -los Alcaldes ordinarios de las ciudades, villas é lugares, -que agora son, ó por tiempo fueren, en las dichas islas, que -fueren Alcaldes por eleccion é nombramiento de los concejos, -que aquellas vayan primeramente al dicho Almirante, ó á sus -Tenientes, y dellos vayan las apelaciones á Sus Altezas, ó á sus -Audiencias, ó á aquellos que por su mandado hobieren de -cognoscer de las causas de las apelaciones de las dichas islas.»</p> - -<p>Declaracion de la Coruña. «Que en las dichas islas y -tierra firme, y en las ciudades, villas y lugares dellas, donde -se extiende el dicho Almirantazgo, Nos podamos criar é nombrar, -é nombremos, é criemos Alcaldes ordinarios, y en nuestro -nombre los elijan y nombren los pueblos, como hasta aquí -se ha hecho; los cuales puedan cognoscer y cognoscan, en -prima instancia, cualesquiera causas civiles é criminales pertenecientes -á su jurisdiccion. Item, que los Jueces ante quien -se principiaren cualesquier causas é negocios, que aquellos -jueces las determinen hasta la sentencia definitiva, é no se -puedan entremeter otros jueces, si no fuere por apelacion.»</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_243" id="Page_243">[243]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLVIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="pch">En el cual se prosiguen las declaraciones del Consejo, en Sevilla y en la Coruña.</p> - -<p class="p2">Declaracion de la Coruña. «Que el dicho Almirante, si -quisiere, pueda deputar y enviar una persona en la casa de -la Contractacion de las Indias, la cual asista con los nuestros -oficiales, por Nos nombrados y deputados en la dicha casa, -para ver lo que así se hace en el tracto y negociacion de las -dichas Indias y tierra firme, donde su Almirantazgo se extiende, -porque tenga cuenta y razon de los que al dicho Almirante -pertenecen; con tanto, que la tal persona sea idónea y -suficiente, y presentada y notificada á Nos.»</p> - -<p>Declaracion en Sevilla. «Que cada y cuando á Sus Altezas -pareciere que conviene á su servicio é á la examinacion -de su justicia, é á los dichos Rey é Reina, que por tiempo -fueren en estos dichos reinos, puedan mandar tomar residencia -al dicho Almirante é á sus oficiales, conforme á las leyes -destos Reinos.»</p> - -<p>Y porque el Almirante dió en cierto tiempo cuarenta y dos -capítulos de las cosas de que se agraviaba, respondiósele á -algunos en Sevilla, y despues en la Coruña.</p> - -<p>Una respuesta en Sevilla fué, «que á Sus Altezas ó á quien -su poder hobiere pertenecer el repartimiento de los indios de -las dichas Indias, y no al Almirante.»</p> - -<p>Respuesta en la Coruña. «Que pues Dios crió á los indios -libres, é no subjectos ni obligados á ninguna servidumbre, -que de aquí adelante se guarde lo que sobre ello está acordado -é determinado.» En la márgen dice ésto: «Declarado por -los del Consejo, en la Coruña, que de aquí adelante no se -deputen y nombren Visitadores con jurisdiccion, sino solamente<span class="pagenum"><a name="Page_244" id="Page_244">[244]</a></span> -que visiten los indios, y hagan pesquisa si han hecho -algunas cosas malas contra nuestra fe, para que se aparten y -abstengan dellas; y si hallaren algunos haber hecho y cometido -algunas cosas ilícitas y prohibidas, las declaren y notifiquen -á sus jueces competentes, para que sobre todo puedan -debidamente proveer como más convenga.» Aquesto se proveyó -porque un Visitador pidió el oficio de Visitador en Castilla, -y lo hobo por una mula que dió á cierta persona, nunca se -habiendo proveido el tal oficio, en Castilla ni acá, de aquella -manera, sino como arriba dejamos dicho. Este vino á esta isla, -y, en muy pocos dias, robó dos ó tres mil castellanos, no á los -indios, porque no tenian más de los pellejos á cuestas, y los -trabajos donde los mataban, sino á los españoles, de cohechos, -porque disimulasen los malos tratamientos que á los indios -hacian. Argúyese aquí la ceguedad del Consejo en decir que -solamente visitasen los indios é hiciesen pesquisa si los indios -hacian cosas malas contra nuestra fe, etc. Ignoraba el Consejo -lo que no le era lícito ignorar, conviene á saber, que los desdichados -opresos de los indios si sabian qué hacer contra nuestra -fe, como nunca hobiesen tenido doctrina ni cognoscimiento -de Dios, más que cien años ántes, ni aunque quisieran -no podian, como, dias y noches, otro espacio ni movimiento -tuviesen, sino morir en los trabajos de las minas, y en los que -por ellas y á ellas se conseguian. El mayor pecado de los tristes -otro no era, sino desear comer quequiera, porque, de pura -hambre, aunque no trabajaran, murieran como morian. Así -que los Visitadores que se proveyeron en esta isla, no se proveyeron -para pesquisar si los indios hacian cosas contra la fe, -porque bien se sabia que no las hacian, sino para los afligir -cruelmente á azotes si se iban de las minas, ó si, á los en -quien estaban repartidos, á sabor de paladar no servian, y -tambien para que no consintiesen que los tuviesen más en las -minas, y en otros trabajos, de lo que ordenado estaba; pero -desto segundo ningun cuidado se tenia, de lo primero sí, porque -no faltasen un punto en el servicio á los que los destruian. -Así que de todo esto, el Consejo, poca ó ninguna noticia<span class="pagenum"><a name="Page_245" id="Page_245">[245]</a></span> -tenia, pues creia que los Visitadores se ordenaban para -que hiciesen pesquisa si los indios algunas cosas malas contra -nuestra fe cometian; de donde asaz parece, que las ignorancias -del Consejo, así del hecho como del derecho, tienen -asoladas las Indias. Tornando al propósito de las declaraciones, -respondióse á lo mismo que el Almirante pedia, de que -le pertenecia el repartimiento de los indios, en lo cual pedia -para su alma el cuchillo, que el nombre de Visorey é título -de Almirante, y provision de Gobernador, no impide ni contradice -para que el Rey no pueda proveer y mandar las cosas -que convengan para la buena gobernacion de sus reinos y -estados, como arriba es dicho, y por esto no es agravio lo -contenido en este capítulo; cuanto más que los Visitadores, por -leyes destos reinos, son permitidos para que puedan visitar y -cognoscer y determinar en las cosas pertenecientes á su visitacion. -Dice más cerca desto en la márgen de la declaracion -de la Coruña, que Su Alteza mandó y proveyó ésto, por los -inconvenientes que habia entre los oficiales de justicia, así -para los indios que tenian ellos, como para sentenciar en lo -de los otros; y que así lo entiende Su Alteza mandar en todos -los otros oficiales de justicia, porque ansí conviene para el -buen tractamiento de los indios, y para la buena gobernacion -de aquella tierra. No he podido caer á qué propósito se diga -desta declaracion, porque no está más desto en aquel proceso.</p> - -<p>Declaróse en la Coruña tambien: «Que á cada uno sea -lícito acusar al juez del dicho Almirante, si se tuviese por -agraviado dél, ó pretendiere haber hecho y perpetrado alguna -cosa digna de castigo y punicion. Item, que Nos podamos -nombrar y deputar, é nombremos é deputemos juez de residencia -que resciba residencia contra los jueces nombrados -y deputados por el dicho Almirante, é por virtud de sus privilegios -constituidos; el cual pueda á los dichos jueces suspender -ó quitar de sus oficios, si á él bien visto fuere, con -tanto que en lugar de los dichos jueces, que así fueren suspendidos -é removidos, el dicho Almirante pueda nombrar y<span class="pagenum"><a name="Page_246" id="Page_246">[246]</a></span> -constituir otros, que usen la misma jurisdiccion é oficio que -usaban los suspendidos é removidos, ántes de su suspension é -remocion, é que no puedan volver las varas á aquellos hasta -que hayan hecho residencia. Item, que contra el dicho Almirante -no se tome residencia, sino de los modos é formas pasadas -en los capítulos ántes deste.»</p> - -<p>En la Coruña. «Que los delitos que se cometieren y contractos -que se hicieren en la mar, do es el Almirante, entre las -personas que fueren á las dichas Indias, á donde se ejerce -el dicho oficio, que pueda cognoscer. Item, que si el Almirante -lleva algunos derechos, que esté pendiente el pleito sobre -ello entre el reino y el Almirante, y que se determine en -el Consejo. Que de lo que se trujere de las partes que descubrió -el Almirante, su padre, se le acuda conforme á la Capitulacion.»</p> - -<p>Item, en la Coruña se declaró: «Que en las dichas ínsulas -é tierra firme, donde el dicho su Almirantazgo se extiende, no -se puedan hacer ni se hagan ayuntamientos generales, sin intervencion -del dicho nuestro Visorey, ó de la persona por él -nombrada, y de los del Consejo ó jueces de apelacion por Nos -nombrados. Pero que los oficiales reales de las ciudades, villas -é lugares, siendo llamados algunos buenos y probos varones -de los mismos lugares, si á ellos bien visto fuere, puedan -hacer y hagan ayuntamientos particulares, para los -negocios que tocaren particularmente á la utilidad é provecho -de los dichos lugares; y que en tanto que el Visorrey ejerciere -el oficio por su persona, donde se hallare presente que se -haga.» Y aquesto de juntarse el Almirante con los jueces é oficiales, -Su Alteza lo mandó por honrar su persona, que así no -se entiende á sus Tenientes.</p> - -<p>Item, declaróse en Sevilla. «Que la provision de sus escribanías -de los concejos, y del número, de los lugares, pertenecer -al Rey, pero las del juzgado del Almirante, pertenecer -al Almirante ó á quien su poder tuviese, con tanto que -los escribanos que pusiese tuviesen títulos de escribanos del -Rey.»</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_247" id="Page_247">[247]</a></span></p> - -<p>Otras cosas muchas pidió y fueron declaradas por el Consejo -de las Indias, pero porque no fueron pedidas por vía de pleito -y por tela de juicio, sino por vía de negociacion y expediente, -fueron despues dadas por ningunas, por ciertos jueces que el -Rey señaló, ante los cuales anduvo muchos años el pleito. -Esto se ha referido aquí, porque sepan los venideros algunas -cosas, de toda especie, de las pasadas, y porque vean cuán -transitorias son las mercedes que los Reyes hacen, y con -cuántos trabajos y dificultad se alcanzan, y cómo en este mundo -los grandes servicios se pagan; y todo ésto áun se verá -más claro adelante.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_248" id="Page_248">[248]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XLIX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Las peticiones y capítulos y pleitos que aquí quedan señalados -hemos referido por anticipacion, por no tornar despues -á repetillos, porque, como se ha dicho, fueron propuestos en -diversos tiempos; año de 511 algunos, y en él se hicieron en -Sevilla las declaraciones; año de 12 otros, en Burgos, y otros -año de 16, en Madrid, y año de 20 se declararon en la Coruña, -y otros año de 524. Pero los primeros y el primer pleito -se comenzó el año de 508, en el cual, como el Almirante áun -no se hobiese casado esperando que se determinase su justicia, -porque de allí dependia casar bien ó mejor, acordó, finalmente, -casarse con Doña María de Toledo, hija de D. Hernando de -Toledo, Comendador Mayor de Leon, hermano de D. Fadrique -de Toledo, duque de Alba, primos hijos de hermanos del Rey -católico, el cual, de los grandes de Castilla, era el que más en -aquellos tiempos con el Rey privaba. Y no pudo el Almirante -llegarse á casa de grande del Reino, que tanto le conviniese, -para que con favor expidiese sus negocios, ya que no le valia -justicia, que la del duque de Alba, allende que cobró por -mujer una señora prudentísima y muy virtuosa, y que en su -tiempo, en especial en esta isla y donde quiera que estuvo, -fué matrona ejemplo de ilustres mujeres. Celebrado, pues, -aqueste casamiento, el duque de Alba insistia mucho con el -Rey que pusiese al almirante D. Diego en la posesion de la -dignidad y oficios que habia ganado su padre, pero el Rey, -cuanto podia, complia con el Duque de palabras, con las cuales -el Duque, y con la dilacion, algunas veces rescibia mucho -enojo, y como privado y tan conjunto en sangre, y tambien, -porque estando el Rey en Nápoles, y muerto el rey D. Felipe,<span class="pagenum"><a name="Page_249" id="Page_249">[249]</a></span> -le sirvió mucho, y para que á estos reinos tornase fué grande -parte, no dejaba de mostrárselo. Y áun díjose que ántes -que viniese de Nápoles, ó estando en Nápoles el Duque, se lo -habia por cartas suplicado, y el Rey prometídoselo, porque -debia desde aquel tiempo el casamiento de tractarse. Finalmente, -de grado, ó vencido de las suplicaciones del Duque y -tambien del Comendador Mayor de Leon, su hermano, que -despues del Duque no era poco su privado y su cazador mayor, -el Rey determinó enviar á esta isla, con nombre solamente -de Almirante y Gobernador de las Indias, al dicho D. Diego -Colon, segundo Almirante. Pero primero que le diese los poderes, -quiso poner el Rey aqueste resguardo, como si no tuviera -el Almirante privilegios ya de ello ganados, y adquirido -derecho á todo aquel Estado, y tractara de nuevo con algun -estraño. El resguardo fué protestar que no era su intincion, -por los poderes que le habia de dar, concedelle más derecho -del que tenia pleiteando, y por esto mandó despachar una Cédula -del tenor siguiente:</p> - -<p>El Rey:—«Por cuanto yo he mandado al Almirante de las -Indias que vaya con poder á residir y estar en las dichas Indias, -á entender en la gobernacion dellas, segun en el dicho -poder será contenido, háse de entender que el dicho cargo y -poder ha de ser sin perjuicio del derecho de ninguna de las -partes. Fecha en la villa de Arévalo á 9 dias del mes de Agosto -de 508 años.—Yo el Rey.—Por mandado de Su Alteza, Miguel -Perez de Almazán.»—Y en las espaldas de la dicha Cédula, -«Acordada», y estaba hecha una señal.</p> - -<p>Bien parece con la gana que el Rey le despachaba, que áun -no dice con mi poder, sino con poder, etc. Por manera, que no -le dió mayor ni más poder que habia dado al comendador Bobadilla -y al Comendador Mayor, que, al presente, aquesta isla -gobernaba, que no se les habia dado más de como á postizos -y temporales que no habian de durar sino cuanto fuese su voluntad. -Y así, llevó el mesmo salario que el Comendador Mayor -tenia, y mandó que en Sevilla se le diese su pasaje, ó ayuda -para él, de la manera que al dicho Comendador Mayor se<span class="pagenum"><a name="Page_250" id="Page_250">[250]</a></span> -habia dado; y sobre aquesta razon, el Rey le dió esta Cédula:</p> - -<p>El Rey:—«Nuestros oficiales de la casa de la Contractacion -de las Indias, que residís en la ciudad de Sevilla, ya sabeis -como he proveido de nuestro Gobernador de las dichas Indias -al almirante D. Diego Colon, el cual va á usar del dicho cargo, -y porque mi voluntad es que en lo de su pasaje se haga con él -como se hizo con el Gobernador que agora es, al tiempo que -paso á las dichas Indias, por ende yo vos mando que veais los -libros que teneis del dicho tiempo, y todo lo que halláredes que -se hizo con el dicho Gobernador, así en el pagar de su pasaje -y licencia de bestias y otras cosas, lo hagais y cumplais con -el dicho Almirante, sin que falte cosa alguna, que yo por la -presente, si necesario es, doy licencia para ello por esta vez. -Hecha en el Realejo, á 13 dias de Diciembre de 1508.—El -Rey.—Por mandado de Su Alteza, Lope Conchillos.»</p> - -<p>Entre otras Cédulas le mandó dar la siguiente, la cual -puesto que pareció favorable, y quizá la pidió el Almirante, -porque supo que tenia otra tal el Comendador Mayor, pero á -lo que cognoscimos le fué harta ocasion para que le durase -poco la gobernacion, é se viese en muchos lazos, por no cumplir -la voluntad é interese de los privados del Rey, y que estaban -á su lado:</p> - -<p>El Rey:—«D. Diego Colon, Almirante de las Indias y nuestro -Gobernador dellas, porque podria ser que por yo no ser -bien informado, mande despachar algunas cartas para las dichas -Indias, en cosa que viniese perjuicio á nuestro servicio, -yo vos mando que veais las tales cartas y las obedezcais, y -en cuanto al cumplimiento nos lo hagais luégo saber, para que -sobre ello os envie á mandar lo que se haga; pero en recibiendo -nuestro segundo mandado, obedeceldas y complildas enteramente -como os lo enviare á mandar, sin poner en ello dilacion -alguna. Fecha en el Realejo, á 13 de Diciembre de 1508. -Yo el Rey.—Por mandado de Su Alteza, Lope Conchillos.»</p> - -<p>Dióle poder para tomar residencia al Comendador Mayor -y á sus dos Alcaldes mayores. Habidos los despachos y besado -las manos al Rey, se partió el Almirante con su mujer, Doña<span class="pagenum"><a name="Page_251" id="Page_251">[251]</a></span> -María de Toledo, para Sevilla, con mucha casa; trujo consigo á -sus dos tios, el Adelantado D. Bartolomé Colon, y D. Diego -Colon, hermanos de su padre, de quien ya en el libro I hablamos -muy largo. Trujo tambien consigo á su hermano don -Hernando Colon, y algunos caballeros é hijos dalgo, casados, -y algunas doncellas para casar, como las casó despues en esta -isla con personas honradas y principales; trujo por Alcalde -mayor á un licenciado, Márcos de Aguilar, natural de la ciudad -de Ecija, muy buen letrado y experimentado en oficios de judicatura, -en especial habia sido Alcalde de la justicia en Sevilla, -que es en ella muy principal cargo; trujo á un licenciado -Carrillo, tambien de quien abajo se dirá. Partió de Sant Lúcar -con una buena flota, creo que por fin de Mayo, ó principio de -Junio; trujo muy próspero tiempo y felice viaje, y entró por -este puerto desta ciudad de Sancto Domingo, por el mes de -Julio, año de 1509.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_252" id="Page_252">[252]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO L.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">A la sazon que el Almirante llegó á este puerto, el Comendador -Mayor estaba en la tierra dentro, en la villa de Santiago, -40 leguas desta ciudad, porque holgaba estar allí alguna -parte del año, cuando podia, por la sanidad y alegría -del pueblo, y tener una legua de allí aquel rio muy gracioso, -llamado Yaquí; allende tambien que se iba allí, por estar más -cerca de las otras villas dichas, para, los que con él quisiesen -venir á negociar, escusarles el trabajo de venir á esta ciudad. -Ya dijimos tambien arriba, como habia puesto á un sobrino -suyo, llamado Diego Lopez de Salcedo, por Alcaide desta -fortaleza, el cual tambien acaeció estar fuera de aquí en una -hacienda ó estancia suya, cerca de aquí, por ventura para -volver á dormir á ella, cuando el Almirante vino. Pues como -ninguno hobiese en la fortaleza, que tuviese cargo de guardalla, -aquel dia, sino fuesen gente de servicio, así como lo supo el -Almirante y desembarcó, fuése derecho con su mujer y casa -á aposentar en ella. Cuando el Alcaide vino, halló que otro la -poseia y mandaba la tierra. Escribióse luégo al Comendador -Mayor como el Almirante era venido, el cual, sabido el descuido -de su sobrino en la fortaleza, hobo gran enojo, y reprendiólo -ásperamente, y tuvo razon. Llegado á esta ciudad, -fué luégo á ver al Almirante y á doña María de Toledo, su -mujer, los cuales le hicieron grande y gracioso recibimiento, -y él no menor reverencia á ellos. Hobo grandes fiestas y representaciones, -estando todos tres y los tios y hermano del -Almirante presentes, donde tambien ocurrieron de toda la isla -muchos caballeros y muy lucida gente. Acabadas las fiestas ó -casi en ellas, para las aguar, porque no haya en esta vida -consuelo ni alegría sin mezcla, sobrevino una tormenta y -tempestad de las que hay por estas mares y tierras, que los -indios llamaban huracán, la última luenga, que no dejó de<span class="pagenum"><a name="Page_253" id="Page_253">[253]</a></span> -toda esta ciudad cuasi casa enhiesta. Eran entónces las casas -de paja y de madera, y habia pocas de piedra. Destruyó las -más de las naos que estaban en este puerto, y entre ellas la -en que habia venido el Almirante, que fué muy grande y -muy hermosa, con 500 ó 600 quintales de bizcocho que áun -no se habia desembarcado, y otras cosas que allí en ella se -perdieron. Tomóse la residencia al Comendador Mayor y á -sus dos Alcaldes mayores; bien creo que la dieron buena, -porque como el Comendador era tan prudente, amigo de justicia -y bueno, no les consintiera hacer cosa que no debiesen, -y tambien porque el licenciado Alonso Maldonado era muy -hombre de bien, justiciero y que se holgaba siempre más de -concertar los pleiteantes que no que viniesen ante él á pedir -su derecho. El otro bachiller Ayllon, que presidia en la Vega, -no era tan humano, y algunas injusticias hizo. Y es aquí de -considerar juntamente y de reir, aunque con más verdad podríamos -afirmar que con justa razon era cosa de llorar, que -no se hacia entónces, y, en muchos años despues, cuenta -ninguna, en las residencias, de los agravios y perdicion que -padecian los indios, y que todos los jueces eran en destruillos, -y los consentian oprimir é destruir, más que si aquellos delitos -fueran ir á cortar madera de los árboles que nunca tuvieron -dueño. Todas las culpas que venian á parar á las residencias, -y que eran por culpas tenidas, no eran otras sino si el -juez habia dicho alguna mala palabra segun la soberbia entónces -habia, ó si lo echó en la cárcel por palabras que dijo -á otro que de tanta pena no eran dignas, ó si le impidió que -no echase tan aína los indios á las minas. Estas y otras culpas -semejantes se acusaban y ponian por cargos á los Gobernadores -y jueces en las residencias, no que hobiesen asolado y -muerto en las minas y trabajos, cada demora, 100 y 200 indios, -hécholos azotar, y apalear y matar de hambre, muy -más cruelmente que los otros crueles vecinos. Y debiérase -tomar residencia y dar por cargo al Comendador Mayor, haber -inventado el cruel y tiránico repartimiento, por el cual -desposeyó á los señores naturales de sus señoríos, privóles<span class="pagenum"><a name="Page_254" id="Page_254">[254]</a></span> -de su natural libertad, y hízolos servir, habiendo de ser servidos; -deshizo los pueblos, y todos los indios desta Isla entregó -en servidumbre, desparcidos, á sus capitales enemigos, -que los consumieron, y que cada demora via que se acababan, -y no curaba dellos ni á ponelles remedio se movia. De cómo -los dejó morir sin fe y sin Sacramentos, y otras infinitas injusticias -que les hizo y les consintió hacer, dignísimas de capital -y durísimo castigo. Si estos cargos se le pusieran y se -hobieran de castigar en él y en sus Alcaldes mayores, pero -en él principalmente, manifiesto es á quien tuviera juicio, -que no pagara, aunque, siendo suyos, vendiera los reinos de -Castilla y con mil vidas que tuviera; pero miedo tengo que -no fué digno que destas culpas hiciese residencia en esta vida, -plega á Dios, que la que Dios le tomó en su divinal juicio, le -haya sido favorable, porque, en verdad, yo le amaba, fuera -destos yerros en que ciegamente incurrió. Y porque se vea -más claro la ceguedad suya ó de los jueces suyos y de aquel -tiempo, quiero referir una cosa, que mostrará la rectitud -de la justicia, ó, por mejor decir, la estulticia de que aquellos -usaban, y en qué estima tenian á los inocentes indios, que -pecaban los pecadores y pagaban la pena los justos y que -eran sin culpa. Hacia un delito grave, ó ménos grave, un español, -no porque matase indio ni lo tractase mal, porque -éstas no eran culpas ni jamás se castigó por ellas hombre -alguno, sino por otras causas que ofendiesen unos españoles á -otros, la pena comun y cuotidiana que cada dia se daba, era, -que aquel hiciese á su costa tal camino, ó diese tantos peones, -ó hiciese otras obras públicas. La costa era, que enviaba -á los tristes opresos indios que tenia, para que derrocasen y -allanasen las sierras y levantasen los valles, con sus sudores y -trabajos, hambreando y llorando, y algunos exalaban allí el -espíritu. Estas eran las sentencias que los jueces daban y las -penas que padecian los españoles por sus delitos, no haciendo -más caso de las ánimas de los indios, que si fueran caballos ó -otros animales, y los condenaban en que dieran tantas bestias -para traer tantas cargas, ó carretadas, etc. Esta ceguedad, con<span class="pagenum"><a name="Page_255" id="Page_255">[255]</a></span> -las demas que arriba se han notado, ¿cómo pudieron al Comendador -Mayor y á sus jueces por alguna causa ó color escusar? -pero pasemos adelante. Tomada la residencia tal cual, -porque en lo demas que no tocase á indios no hallo cosa -(porque yo estuve aquí lo más del tiempo que él gobernó), en -que con razon algun español dél pudiese quejarse, aparejó -para se partir para Castilla, como el Rey le envió á mandar. -Este Comendador Mayor tuvo sus repartimientos de indios -que tomó para sí; no creo que echó algunos á las minas, -sino para que le hiciesen labranzas de caçabí é de los fructos -de la tierra, para mantener la gente de su casa, porque para -su persona todo le venia de Castilla, y así tenia estancias ó -granjas, como las llaman en España. Yo cognoscí una con muchos -indios en la Vega, junto á la ciudad de la Concepcion, -y otra ó otras creo yo que tenia cerca desta ciudad de Sancto -Domingo; la que yo cognoscí en la Vega, no tuvo más doctrina -para los indios, ni hobo mayor cuidado dellos en ella, -que tuvieron los otros españoles vecinos, que ni por pensamiento -les pasaba tenerlo. Cosa fué aquesta digna de maravilla, -que tanta ceguedad hobiese, aunque no se sirvieran de -los indios, en olvidar aquel precepto divino que todos tenemos, -de enseñar é instruir á los que ignoraban las cosas divinas, -sin el cognoscimiento de las cuales salvarse los hombres -es imposible, cuanto más sirviéndose destas gentes que -con sus trabajos y angustias, y con perdicion de su libertad -y de sus propias vidas, parecian comprar la doctrina de Cristo. -Tuvieron tambien repartimientos de indios sus Alcaldes mayores, -y ninguno los dejaba de tener de los que acá tenian -del Rey oficios. La hacienda principal que el Comendador Mayor -acá tuvo, que yo sintiese, era una renglera de casas que -hizo edificar en la calle de la Fortaleza, que está más propincua -al rio, en ambas á dos aceras; las de una acera dejó para -el Hospital de los pobres de esta ciudad de Sancto Domingo, -y las de la otra para su órden de Alcántara, que milita debajo -de la bandera de Sant Benito. Díjose que pidió dineros prestados -para salir desta isla. Finalmente, fué, cierto, ejemplo de<span class="pagenum"><a name="Page_256" id="Page_256">[256]</a></span> -honestidad y de ser libre de cudicia este buen caballero en -esta isla, donde pudiera con mucha facilidad, en lo uno y en -lo otro, corromperse. Despachó el Almirante á su hermano don -Hernando, que seria de edad de diez y ocho años, para que -fuese á estudiar á Castilla, porque era inclinado á las ciencias -y á tener muchos libros, y enviólo por Capitan general de la -flota, donde fué el Comendador Mayor por súbdito suyo -cuanto duró la navegacion; cosa fué notada, que una persona -tan señalada y digna de veneracion, y en dignidad de Comendador -Mayor constituido, y que habia sido Gobernador -mayor de todas las Indias, fuese subjeta de un muchacho de -diez y ocho años; no pareció bien áun á los mismos que querian -bien al Almirante. A la sazon era Presidente del Consejo -real D. Alvaro de Portugal, hermano del duque de Berganza, -portugués, pariente de la reina doña Isabel, y que fué privado -de los Reyes, que se vino á Castilla en tiempo de las -guerras y discordias que hobo en aquellos tiempos entre Castilla -y Portugal; oí decir, que habia dicho el D. Alvaro, que -habia de hacer tomar una residencia al Comendador Mayor, -que otra tal no se hobiese tomado, amenazándolo. Sospeché -yo que lo habia dicho por haber tenido noticia del estrago -que habia hecho el Comendador Mayor en la provincia de -Xaraguá, quemando tantos señores juntos, y ahorcando á -Anacaona, hermana de Behechío, rey de allí; no se si en la -sospecha me engañé. De aquella matanza é injusticia tan inhumana, -en el cap. 9.º hicimos mencion. Finalmente, partió -desta isla el Comendador Mayor, por el mes de Setiembre del -mismo año de 509, y llegó á Castilla, bueno, al cabo del año. -De cómo lo rescibió el Rey, no lo supe, mas de que estando el -Rey en Sevilla, y mandando celebrar Capítulo la órden de -Alcántara, en el mismo Capítulo, en cuatro dias, murió, muy -pocos dias despues que hobo de acá llegado. Ya habrá visto -cómo acertó en inventar ó entablar el repartimiento de los -indios, y desparcillos entre los españoles como si fueran cabras, -pestilencia vastativa y cruel que todas estas Indias ha -estirpado, y las otras obras que cerca y contra los indios hizo.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_257" id="Page_257">[257]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Lo que conviene aquí tractar, segun la órden de nuestra -historia, es de la persona y gobernacion del segundo Almirante, -llamado D. Diego Colon; el cual, segun parece por lo que -vivió, más fué heredero de las angustias é trabajos y disfavores -de su padre, que del Estado honras y preeminencias que -con tantos sudores y aflicciones ganó. Fué persona de grande -estatura, como su padre, gentil hombre, y los miembros bien -proporcionados, el rostro luengo, y la cabeza empinada, y que -representaba tener persona de señor y de autoridad; era muy -bien acondicionado, y de buenas entrañas, más simple que -recatado ni malicioso; medianamente bien hablado, devoto y -temeroso de Dios, y amigo de religiosos, de los de Sant Francisco -en especial como lo era su padre, aunque ninguno de -otra órden se pudiera dél quejar, y mucho ménos los de Sancto -Domingo. Temia mucho de errar en la gobernacion que tenia -á su cargo, encomendábase mucho á Dios suplicándole lo -alumbrase para hacer lo que era obligado; trujo poder de -encomendar los indios desta isla; porque, fuera desta, no -habia poblacion de españoles en otra parte, ni habian en -otra parte destas Indias entrado de asiento á los sojuzgar y -estragar. Tomó indios para sí y para Doña María de Toledo, -su mujer, y diólos á sus tios el Adelantado y D. Diego y á sus -criados y personas honradas que vinieron de Castilla con él, -aunque algunos trujeron para que se los diese Cédulas del Rey. -Fueron tractados los indios, en este tiempo primero del Almirante, -con la priesa de sacar oro, y con el descuido de proveellos -de comida y remedio, y para sus corporales necesidades, -y en dalles doctrina y cognoscimiento de Dios, de la -manera y peor que de ántes en tiempo del Comendador Mayor.<span class="pagenum"><a name="Page_258" id="Page_258">[258]</a></span> -Habia en esta isla cuando el Almirante vino 40.000 ánimas, -que no restaban ya, de tres ó cuatro cuentos, más que matar; -por manera, que en obra de un año, desque vino el tesorero -Pasamonte, que dijimos haber 60.000, eran perecidos los -20.000 dellos. Proveyó, luégo como vino, sabido las nuevas -que habia traido Juan Ponce de haber oro en la isla de Sant -Juan, de enviar gente y un Teniente suyo y Gobernador para -que la poblase y gobernase; por su Teniente y Gobernador, -envió un caballero, natural de la ciudad de Ecija, llamado -Juan Ceron, y á Miguel Diaz, criado que habia sido del Adelantado, -su tio, los tiempos pasados, y le habia caido en suerte -la mitad del grano de oro grande, segun referimos arriba, -por Alguacil Mayor; fuese tambien á vivir á aquella isla el ya -dicho Juan Ponce con su mujer é hijos, y un caballero gallego, -D. Cristóbal de Sotomayor, hijo de la condesa de Camina, y -hermano del conde de Camina, Secretario que habia sido del -rey D. Felipe, que habia venido con el mismo Almirante. Fueron -tambien otras muchas personas que habian venido con el -Almirante, desque vieron que ya en esta isla no habia indios -para tantos, ni sabian donde ir á parar yéndoseles gastando la -laceria que habian traido de Castilla. Deste caballero, D. Cristóbal -de Sotomayor, se dijo que el Rey enviaba por Gobernador -de esta isla de Sant Juan, y que el Almirante acá no lo -consintió, pero esto parece no poder ser por estas razones: -una es, porque aún en Castilla no habia memoria de que -fuera desta Española se hobiese de poblar tierra alguna, ni se -sabia della si era tierra para poblarse de españoles ó no, -porque no habia entrado hombre de los nuestros por ella, -mas de saltar en la costa para tomar agua y leña; lo otro, porque -las nuevas del oro della trujo Juan Ponce al Comendador -Mayor, y nadie las supo fuera desta ciudad, porque cuando él -vino con ellas, era ya desembarcado el Almirante aquí; lo otro, -porque el dicho D. Cristóbal vino sólo y mondo, como dicen, -con solos sus criados, harto pocos, y no traia de Castilla un -cuarto para gastar; lo otro, porque el Rey enviaba por Gobernador -al Almirante de todas estas Indias, y no habia luégo<span class="pagenum"><a name="Page_259" id="Page_259">[259]</a></span> -de enviar juntamente Gobernador de parte dellas; lo otro, -porque quedaba pleito pendiente sobre la gobernacion y vireinado -de todas ellas, mayormente destas islas, de que ninguna -duda habia en que fueron descubiertas personalmente -por su padre, y no haria el Rey luégo, sin haber habido sentencia -en ello, innovacion. Lo que yo creo, y entónces, yo estando -presente en esta ciudad, me parece haber sentido, sino me he -olvidado, que queria el D. Cristóbal que el Almirante lo enviara -por su teniente de Gobernador, y pienso que al principio -lo envió, y despues proveyó á Juan Ceron; y paréceme -que aquesto es lo ménos dudoso, si, como dije, la memoria de -cerca de cincuenta años que han pasado no me dejó. Finalmente, -el uno ó otro duraron en el oficio un año ó poco más, y ellos -comenzaron á repartir los indios, y fueron los primeros que -aquesta pestilencia del repartimiento sacaron de esta isla y -llevaron á la de Sant Juan, y así fué la primera, despues desta, -que padeció esta plaga y calamidad. Llegado el Comendador -Mayor á Castilla, ó por hacer bien á Juan Ponce, ó al Almirante -mal, hizo relacion al Rey de como habia enviado á Juan -Ponce á la isla de Sant Juan, y habia descubierto mucha cantidad -de oro, y que era hombre muy hábil y que le habia servido -en las guerras mucho, que Su Alteza le debia proveer -de aquella gobernacion, ó de cargo que en ella mandase. El -Rey le proveyó de la dicha gobernacion, pero como Teniente -del Almirante sin que el Almirante le pudiese quitar. Tomada -la gobernacion por provision del Rey, no le faltaron achaques, -ó él se los buscó, como es comun costumbre de los jueces -acá, cuando quieren vengarse de alguno sin tener temor de -Dios ni del Rey, como está léjos el recurso; prendió al Juan -Ceron, y á Miguel Diaz, Alguacil mayor, y enviólos presos á -Castilla para que se presentasen en la corte, y esta fué la -primera sofrenada y disfavor que el Almirante, despues de acá -llegado, rescibió. Luégo, desde á pocos dias, rescibió otra poco -menor: Tambien vinieron con el Almirante dos hermanos, Cristóbal -de Tapia, uno, por Veedor de las fundiciones, el cual tenia -la marca y sello con que se marcaba, despues de fundido,<span class="pagenum"><a name="Page_260" id="Page_260">[260]</a></span> -el oro; y el otro, Francisco de Tapia, por Alcaide de esta fortaleza, -criados entrambos del obispo D. Juan Rodriguez de -Fonseca, de quien, muchas veces, arriba en el primer libro -y en éste, habemos hablado. Llegados á esta ciudad y entrado, -como se dijo, el Almirante y su casa en la fortaleza, presentó -Francisco de Tapia su provision de como era ya la tenencia -della por el Rey; el Almirante dilató cuanto pudo el cumplimiento -de la provision, estándose dentro, reacio, della, pareciéndole, -por ventura, que á él pertenecia por sus privilegios -proveer ó señalar tres personas, y que el Rey escogiese una -dellas, como en los otros oficios se habia de hacer, y, entre -tanto, pensó escribir sobre ello. Avisaron los Tapias, segun es -verisímile, al obispo Fonseca, como el Almirante se habia -entrado en la fortaleza, y que presentada la provision del Alcaidía -de Francisco de Tapia, no habia querido complilla; no -hobo llegado á noticia del Obispo esta carta, cuando por los -aires viniera la sobre carta real, si fuera posible, pero baste -que vino en los primeros navíos; envió á mandar el Rey al -Almirante, so graves penas, que luégo saliese de la fortaleza -y la entregase al tesorero Miguel de Pasamonte, para que la -tuviese hasta que mandase lo que se habia de hacer della; -y de creer es, que la Cédula desto, no vino poco reprensiva, -porque no se haria sino como quisiese y ordenase el Obispo. -El Almirante luégo se salió de la fortaleza, y fuése á posar á -un cuarto de casa, que fué lo primero que en esta ciudad, -Francisco de Garay, criado del Almirante primero, y que fué -uno de los dos que hallaron el grano grande que arriba dijimos, -edificó la más propincua del desembarcadero sobre el rio; estando -allí el Almirante, procuró de hacer casa en que viviese, -y comenzó y acabó un muy buen cuarto, en el mejor lugar que -por cerca del rio habia, el cual posee agora el almirante don -Luis, su hijo. Pasados algunos meses, despues que el tesorero -Pasamonte rescibió en depósito la fortaleza, le vino mandado -del Rey para que la entregase al Francisco de Tapia, como -Alcaide que hacia della, y con ella le mandó dar 200 indios; -éste era el principal salario que á los oficiales del Rey se daba,<span class="pagenum"><a name="Page_261" id="Page_261">[261]</a></span> -y por haber éstos morian, y eran los que primero que los de -los particulares, por su grande cudicia y crueldad, y por tener -más favor, perecian; y despues de muertos la mitad ó el tercio -de aquellos 200, en cada demora, presentaban la Cédula diciendo -que el número que el Rey les mandaba dar no lo tenian -complido, y así tornábanse á echar en la baraja todos los -indios de la isla, y tornábanse á repartir, y complíase aquel -número de 200 indios, dejando sin indios á las personas particulares -que no tenian favor, segun que arriba se dijo.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_262" id="Page_262">[262]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Estando las cosas desta isla y de la de Sant Juan, y del -Almirante segundo, en el estado dicho, sucedió luégo, en este -año de 509, lo siguiente: Hobo un vecino en esta isla y en la -ciudad de la Concepcion, que decian de la Vega, de que muchas -veces habemos á la memoria repetido, llamado Diego de -Nicuesa, que habia venido con el Comendador Mayor, hijodalgo, -que habia servido de trinchante á D. Enrique Enriquez, -tio del Rey católico, persona muy cuerda y palanciana y -graciosa en decir, gran tañedor de vihuela, y sobre todo gran -ginete, que sobre una yegua que tenia, porque pocos caballos -en aquel tiempo áun habian nacido, hacia maravillas. Finalmente, -era uno de los dotados de gracias y perfecciones humanas, -que podia haber en Castilla; sólo tenia ser mediano -de cuerpo, pero de muy buenas fuerzas, y tanto que, cuando -jugaba á las cañas, el cañazo que él daba sobre la adarga -los huesos decian que molia. Este hidalgo, luégo que llegó á -esta isla, se acompañó con un vecino de los 300 que en esta -isla estaban, y que más hacienda de labranzas de la tierra, -hecha con indios, tenia, comprándole la mitad ó el tercio -della, en 2 ó en 3.000 pesos de oro, fiada, á pagar sacando de -los fructos de ella, que entónces era gran deuda, y poniendo, -el Diego de Nicuesa, los indios de repartimiento que el Comendador -Mayor le dió, en la compañía. El tiempo andando, -á costa de los sudores y trabajos de los indios, y de la muerte -de algunos dellos, sacó tanta cantidad de oro de las minas, -que pagó las deudas y quedó con 5 ó 6.000 castellanos de -oro, y mucha hacienda; y éstos por aquel tiempo era mucha -riqueza en esta isla y en estas Indias, porque, como queda -muchas veces dicho, no habia otra tierra poblada de españoles,<span class="pagenum"><a name="Page_263" id="Page_263">[263]</a></span> -sino ésta y la de Sant Juan, que comenzó, como dije, poco -habia. Cayeron en un aviso los vecinos españoles desta isla, -segun su parecer muy sotil, conviene á saber, enviar procuradores -al Rey que les concediese los indios perpétuos ó por -tres vidas, como los tenian por voluntad del Rey la cual no -duraba más de cuanto al que gobernaba placia. Este reguardo -procuraban porque no fuese en manos del Gobernador, cada -y cuando que se le antojase, quitarles los indios, como cada dia -hacian. Para este mensaje y procuracion, escogieron al dicho -Diego de Nicuesa por procurador, y á otro hidalgo muy prudente -y virtuoso, llamado Sebastian de Atodo, tambien, de -aquella ciudad de la Vega, vecino. Estos, idos á Castilla, propuesta -su embajada y suplicacion al Rey, concedióles, creo -que entónces, que los tuviesen por una vida, pero despues se -enviaron otros procuradores que alcanzaron dos vidas, y despues -se dieron priesa por alcanzar tres vidas. Y esta fué cosa -digna de admiracion, y no sé si diga más digna de risa, ver la -ceguedad que en todos, chicos y grandes, habia, que se les -morian cada dia los indios por sus crueles tiranías, por las -cuales, todos los indios de esta isla se acabaron, no pasada, de -muchos, la media vida, y toda su solicitud era que el Rey se -los diese perpétuos ó por tres vidas. Destos tupimientos de los -entendimientos, para sí mismos, y para los que los daños y -perdiciones padecian, tan nocivos, que los nuestros siempre -tuvieron en estas Indias, y comprendieron á muchos géneros -de personas en Castilla, verá innumerables cualquiera prudente -lector, si leyendo esta historia estuviese advertido. Así -que Diego de Nicuesa, negociado aquesta buena demanda -para esta isla, negoció para sí otra tan buena empresa, donde -sudase y pagase los dineros, que, de los sudores y trabajos -y captiverio de los indios, habia adquirido; esta fué pedir la -gobernacion de la provincia de Veragua, por el olor de las -nuevas, que de la riqueza della, el Almirante primero que la -descubrió, habia dado y él oido, la cual se le concedió, aunque -cierto era y notorio haberla el Almirante descubierto, y -estar sobre el cumplimiento de sus privilegios pleito movido.<span class="pagenum"><a name="Page_264" id="Page_264">[264]</a></span> -A la sazon tambien se despachaba y despachó la gobernacion -de la provincia del golfo de Urabá, que es al rincon -que hace la mar en la tierra firme, pasada la tierra de Cartagena, -de que arriba hemos algo dicho, en el primero y en el -presente libro, para Alonso de Hojeda, que estaba en esta -isla esperándola, porque como el obispo D. Juan de Fonseca -lo amase y tuviese como por criado, aunque nunca lo fué, -por ser valiente hombre y muy suelto, y lo hobiese siempre -favorescido, como arriba hemos alguna vez referido, en su -ausencia, le proveyó de la dicha gobernacion; la cual creo yo, -que fué á mover y negociar el piloto Juan de la Cosa, que con -él habia andado rescatando perlas y oro, y áun inquietando las -gentes por aquella costa de tierra firme, los años pasados, segun -arriba queda dicho. Así que, concedidas estas dos gobernaciones, -que fueron las primeras con propósito de poblar -dentro de la tierra firme, señaló por límites de la de Hojeda, -desde el cabo que agora se dice de la Vela, hasta la mitad del -dicho golfo de Urabá, y á la de Nicuesa, desde la otra mitad -del golfo hasta el cabo de Gracias á Dios, que descubrió el -Almirante viejo, como en el cap. 21 queda escripto; dióseles -á ambos Gobernadores la isla de Jamáica, para que de allí se -proveyesen de los bastimentos que hobiesen menester: Dios -sabe si habian de ser bien ó mal habidos. Púsoles el Rey títulos -á las gobernaciones; á la de Hojeda nombró, el Andalucía, -y Castilla del Oro á la de Nicuesa, las cuales ambas dieron -mucha pena al Almirante, mayormente la de Diego de -Nicuesa, por la causa dicha, y lo que más sintió fué dalles á -la isla de Jamáica, que el Rey y todo el mundo sabia haberla -descubierto su padre, con todas estotras islas, de lo cual ningun -litigio habia. Y porque Alonso de Hojeda era muy pobre, que -no tenia, ó muy poco lo que haber podia, para los gastos de -navíos y bastimentos y gente que traer se requeria, creo que -Juan de la Cosa, con su hacienda y de amigos y compañeros, -allegó á fletar una nao, y uno ó dos bergantines, dentro de -los cuales, metidos los bastimentos que pudo y obra de 200 -hombres, vino á esta ciudad y puerto de Sancto Domingo, donde<span class="pagenum"><a name="Page_265" id="Page_265">[265]</a></span> -fué de Hojeda bien rescibido. Diego de Nicuesa, como más -poderoso de dineros y de haciendas, que tenia en esta isla, -engrosó más su armada y trujo cuatro navíos grandes y -dos bergantines, y mucho más aparato y gente, y llegó y entró -en este puerto desde á pocos dias; pero de camino, para -que Dios hiciese sus hechos, vínose por la isla de Sancta Cruz, -que está 12 ó 15 leguas de la de Sant Juan, y salteó ciento y -tantos indios que vendió por esclavos, aquí y en Sant Juan, -de camino, y dijo que trujo licencia del Rey para hacerlo. -Estaba entónces aquí un bachiller llamado Martin Hernandez -de Anciso, que habia ganado á abogar en pleitos 2.000 castellanos, -que por aquel tiempo valian más que hoy valen 10.000; -viendo á Hojeda con tan poca sustancia para su empresa, ó el -mismo Alonso de Hojeda le rogó que le ayudase ó favoreciese -con su industria y dinero, el bachiller luégo lo hizo, porque -compró un navío y cargólo de bastimentos, segun pudo, y -para ésto quedó en esta isla, para luégo con alguna gente seguille; -Hojeda le constituyó desde luégo por su Alcalde mayor -en todo el distrito de su Andalucía. Juntos en esta ciudad -los dos nuevos Gobernadores, Hojeda y Nicuesa, cada -uno procurando su despacho de llevar gente y bastimentos, -comenzaron á rifar sobre los límites de sus gobernaciones y -sobre la isla de Jamáica; queria cada uno dellos que la provincia -del Darien cayese dentro de sus límites; y así andaban -cada dia de mal en peor, de tal manera que, que se matasen -un dia, creiamos los que los viamos. Hojeda como era pobre y -tan esforzado, echaba luégo el negocio á puñadas y á desafíos, -el Nicuesa, como se tenia por más rico, y era sabio, decidor -graciosísimo, díjole un dia: «dad acá, pongamos cada 5.000 -castellanos en depósito, que os matareis conmigo, y no nos -estorbemos agora nuestro camino.» Todo el mundo sabia que -Hojeda, un real que pusiese, no tenia; en fin, con parecer de -Juan de la Cosa, se concertaron con que el rio grande del -Darien, los dividiese, que el uno tomase al Oriente, y el otro -al Occidente; como el Almirante de ambas gobernaciones por -muy agraviado se sintiese, mayormente, como se dijo, de la de<span class="pagenum"><a name="Page_266" id="Page_266">[266]</a></span> -Veragua y Jamáica, todo cuanto pudo contrarió al despacho -dellos, y, para impedilles lo de Jamáica, determinó de enviar -á poblalla, y á aquel caballero de Sevilla, Juan de Esquivel, -de quien dijimos arriba que habia sido Capitan en las guerras -de Higuey, por su Teniente della, al cual dijo cuando se -iba á embarcar, como era osado, Hojeda, «que juraba que si -entraba en la isla de Jamáica, que le habia de cortar la cabeza.» -Partióse de este puerto con dos navíos y dos bergantines, -y en ellos 300 hombres, de los venidos para esto de Castilla, -y los que se llegaron de esta isla, y doce yeguas, á 10 ó 12 -dias de Noviembre del mismo año de 509. Y porque Diego de -Nicuesa tenia más gruesa armada, y se le llegó desta isla -mucha gente isleña, lo uno, porque habia sido casi por todos -amado por su buena conversacion y por sus gracias, lo otro, y -que más los movió, porque de riqueza volaba, más que la de -Urabá, la fama de Veragua, fuéle necesario comprar otra nao, -allende cuatro y dos bergantines que trujo de Castilla, para -llevarlos, y así tardar más que Hojeda en su despacho; y -porque, para cumplir con tanta nao y tanta gente, tuvo necesidad -de adeudarse, así en Castilla como en esta isla; despues -de llegado aquí, tuvo grandísimas angustias y trabajos -ántes que se despachase. La razon desto fué, porque como al -Almirante pesase tan íntimamente de que Nicuesa ni otro fuese -á gozar de Veragua, como de tierra que habia personalmente -descubierto su padre, y sus privilegios fuesen violados, ó él, -ó por hacelle placer á él, ó su Alcalde mayor ó otras personas -movian á los acreedores que impidiesen la partida de -Nicuesa echándole embargos; de manera, que, cuando cumplia -con uno con prendas de sus haciendas ó dando fianzas, -salia otro y mostraba una obligacion ó cognoscimiento suyo -con que lo embargaba. Ultimamente, un dia, creyendo que -ya lo tenia todo averiguado, y 700 hombres muy lucidos, y -embarcados, y seis caballos (y por su Capitan general nombró -á un Lope de Olano, que habia sido con las cosas de -Francisco Roldan, contra el Almirante viejo, los tiempos -pasados), despacha todas sus cinco naos que se hagan á la<span class="pagenum"><a name="Page_267" id="Page_267">[267]</a></span> -vela, con él un bergantin, y deja el uno, para meterse en él, -y ir luégo á tomallas, quedando entendiendo en cierto despacho, -y aquella misma tarde que las naos salieron, yéndose -al rio á embarcar, viene tras él la justicia y échanle un embargo -de 500 castellanos, y áun creo que le sacaron de la -barca, si no me he olvidado, porque yo vide lo que he contado. -Vuélvenlo á casa del Alcalde mayor del Almirante, que era el -licenciado Márcos de Aguilar, y allí mándanle que pague, sino -que habrá de ir á la cárcel; hace sus requerimientos al Alcalde -mayor que le deje ir, pues via ya salidas del puerto sus -naos, y que iba en servicio del Rey, y que si lo detenia, se -perdia su armada, donde se arriesgaba más que 500 castellanos, -los cuales él pagaria en llegando, y que al presente no le era -posible pagalles; respondia el Alcalde mayor que pagase, -porque el Rey no queria que ninguno la hacienda de otro -llevase, y en esto pasaban cosas muchas, que al triste de -Nicuesa gravemente atribulaban, y aunque pareció que industriosamente -aquellos impedimentos se rodeaban, valiérale -mucho que allí lo detuvieran y muriera encarcelado, segun el -triste fin le estaba esperando. Estando en esto, sin saber qué -remedio tener, y fué maravilla no perder allí el seso aquella -tarde, segun estaba angustiado, sale de través un muy hombre -de bien, escribano desta ciudad, cuyo nombre me he olvidado -y no quisiere olvidado, y dice, «¿qué piden aquí al -señor Nicuesa?» Respóndesele, «500 castellanos»; dijo él, -«asentá, escribano, que yo salgo por su fiador de llano en -llano, y vayan luégo á mi casa, que yo los pagaré de contado.» -El Nicuesa calla como espantado, de tan tempestivo -consuelo y socorro dudando; asienta el escribano la obligacion -del que se obligaba, y fírmala de su nombre, y desque -Nicuesa vido que de veras se hacia el acto, váse derecho á él -casi sollozando, y dice, «dejáme ir abrazar á quien de tanta angustia -me ha sacado,» y así lo abraza. Esto hecho, váse á embarcar -en su bergantin para sus naos, que lo estaban fuera -del puerto esperando barloventeando, mirando siempre atras, -si venia tras él algun otro embargo. Salió despues de Alonso<span class="pagenum"><a name="Page_268" id="Page_268">[268]</a></span> -de Hojeda, ocho dias, deste puerto, á 20 ó 22 dias de Noviembre -del dicho año; díjose, que en entrando en su nao la <i>Capitana</i>, -comenzó á llamar de borrachos á los pilotos y echar el -punto en las cartas de marear, y á querer guiar la danza; si -ésto fué verdad, yo creo que llevaba el juicio trastornado, -porque no solian ser aquellas sus palabras, segun la prudencia -de que lo cognoscimos adornado. Partióse luégo tras ellos -Juan de Esquivel, con 60 hombres, á poblar la isla de Jamáica, -y éstos fueron los primeros que llevaron las guerras, y el pestilencial -repartimiento á aquella isla, y la destruyeron; dejó -Nicuesa proveido en sus haciendas que tenia en esta isla, que -de 500 puercos, suyos ó comprados, le hiciesen 1.000 tocinos en -la Villa y puerto de Yaquimo, 80 leguas de este puerto abajo, -como ya se ha dicho, que estaban en muy buen paraje para -dar con ellos en Veragua en cinco ó seis dias, yo los vide hacer -en la villa de Yaquimo, donde yo fuí, despues de Nicuesa -partido, y eran de los grandes y hermosos tocinos que en mi -vida he visto.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_269" id="Page_269">[269]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Dejemos partidos los dos Gobernadores de esta isla para -sus infelices gobernaciones, que tales fueron al cabo, hasta -que sea tiempo de tornar á tratar de lo que, en tierra firme, -por aquellos tiempos, á ellos y á la tierra sucedió, que hay -bien que recontar, y prosigamos lo que concerniere al tiempo -y gobernacion del segundo Almirante. Para que sea, lo que -adelante se dirá, más claro, es de presuponer, que despues que -el rey católico D. Hernando, el año de siete vino acá, á gobernar -los reinos de Castilla, por muerte del rey D. Felipe, -desde Nápoles, toda la gobernacion de estas Indias pendió -principalmente del Obispo de Búrgos, D. Juan Rodriguez de -Fonseca, y del secretario Lope Conchillos, los cuales eran -muy privados del Rey, cada uno en su grado. Ya se ha dicho -en el primer libro, y en muchas partes destos libros ambos, -como el dicho Obispo, desde que fué Arcediano de Sevilla y -se descubrieron estas Indias, hasta este tiempo, y despues -muchos años más, siempre el dicho D. Juan Rodriguez de Fonseca, -despues de Obispo que pasó por diversos Obispados, -tuvo de la gobernacion dellas todo el cargo, y con él, principalmente -por su autoridad y gran crédito que los Reyes dél -tuvieron, y tambien por su prudencia y capacidad, en lo que -tocaba á esto, se descuidaban, mayormente despues que el -Rey vino de Nápoles, como era viejo y enfermo, y bien cansado, -puesto que con él se juntaban otras personas de Consejo, -notables letrados y no letrados, pero él era el principal y -presidia sobre todos, y su parecer se seguia en todo lo que -parecia tener color de bueno, por la mayor parte, por su autoridad -y por la experiencia que del hecho tenia de tantos años. -El secretario Conchillos, que entónces comenzaba, llegóse á<span class="pagenum"><a name="Page_270" id="Page_270">[270]</a></span> -él y seguia su voluntad, como le via del Rey tan viejo privado, -y finalmente, se hacia por acá lo que ambos rodeaban, al -ménos en aquellas cosas ordinarias y donde no ocurrian nuevas -dificultades. Ya se ha dicho tambien, como el dicho Obispo, -siempre tuvo acedía y no tomó sabor en los negocios y -obras de estos Almirantes; no se yo, que vide y oí mucho de -esto, cuáles hobiesen sido la causa ó causas, sino algunos -puntos que arriba hemos dado, que fueron harto livianos. Por -ventura, sintiendo ésto los que acá estaban, cobraban atrevimiento -á no tener en cuanto debieran al Almirante, así como -dió lo mismo alguna y quizá mucha causa, en los tiempos pasados, -á la desvergüenza y alzamiento de Francisco Roldan, -contra su padre, primer Almirante, pues se jactaban que escribirian -al Obispo; y despues, cuando vino Alonso de Hojeda -y alborotó la provincia de Xaraguá, todos estribaban en el -favor del Obispo, teniendo por cierto que el Almirante no estaba -en su gracia, segun que parece arriba en el primer libro -en algunos lugares. De aquí, creo que se originó algo de lo -que vamos hablando, conviene á saber, haber engendrádose -en esta isla, mayormente en esta ciudad, parcialidades; una que -volvia por el Almirante, y otra cuya cabeza era el tesorero -Pasamonte, y ésta se jactaba ser del Rey, como era muy favorescido -dél y del Obispo y de Conchillos, porque, segun -creo, ambos, Tesorero y Conchillos, eran aragoneses. Ayudaba -mucho al bando del Tesorero, ser su persona muy cuerda y de -mucho ser y autoridad, y, á lo que yo entendí ó creí cierto, -por lo que cognoscí del Almirante y de su condicion, noble -y sin doblez, sin culpa suya todo esto se le rodeaba, quizá, -por algunas personas de las que habian sido desobedientes á -su padre de las reliquias de Francisco Roldan, ó de las que -aquí quedaron y despues vinieron, que querian bien al Comendador -Mayor, todos los cuales, sospecho que, pretendian -deshacer al Almirante y quedarse con la gobernacion, y hacer -cada uno su casa. Y lo que sin gran ceguedad de pasion, ó -sin mayor malicia no pudo imaginarse, fué que, ó pensaban -ó fingian que el Almirante se podria ó querria en algun tiempo<span class="pagenum"><a name="Page_271" id="Page_271">[271]</a></span> -con esta isla contra el Rey alzar, como á su padre levantaron, -no teniendo apénas que comer ni favor de ninguna -parte. Y que esta maldad pensasen ó fingiesen pareció, porque -pasando por esta isla, para la de Cuba, uno que iba por -Contador del Rey, llamado Amador de Lares, muy diestro en -las cosas de la guerra, y que habia gastado muchos años en -Italia, le rogaron que fuese á ver las casas ó cuarto de casa -que habia hecho el Almirante, para ver si era casa fuerte de -que pudiese tener sospecha de algo. Fué á vella, y vido que -estaba toda aventanada, ó llena por todas partes de ventanas, -porque así lo requeria la tierra por el calor, y otras particularidades -de casa muy llana; y burlo della y más de los que -aquello pensaban. Yo se lo oí esto al dicho contador Amador -de Lares. Creció cada dia más la malicia y envidia ó ambicion -de los de acá y de los de Castilla, ayudando algo, y quizá -mucho, que el Almirante no cumplia algunas Cédulas del Rey, -que tocaban al interese de los de Castilla y de los de acá, puesto -que las obedecia, porque le parecia que no convenia cumplillas, -lo cual hacia por autoridad de la Cédula que trujo, y arriba -pusimos, y ansí escribian al Rey, y al Obispo, y al secretario -Conchillos lo que á sus paladares bien sabia, y en disfavor del -Almirante con sus colores y confitura del servicio Real; lo que -por todas estas Indias para corroborarse los oficiales del Rey -é ministros de su justicia en sus tiranías, se habia asaz usado. -Por estas invenciones y falsedades, á Castilla por cartas -enviadas, determinóse que se pusiesen ciertos jueces en esta -isla y ciudad, que se llamasen jueces de apelacion, á los -cuales se apelase del Almirante y de sus Alcaldes mayores; y -aunque, si ellos fueran justos y usaran sus oficios sólo para -bien y guarda de la justicia, no parecia ser no prudente provision -(puesto que el Almirante la sintió mucho, porque via -que era para mayor daño suyo, y en perjuicio de sus privilegios -ponelle superior), pero ellos fueron siempre tales, que -no tomaran aquellos aquel oficio, sino por armas para destruir -al Almirante y echalle de esta isla, para mandalla ellos -solos, los que despues vinieron para señorear y robar la<span class="pagenum"><a name="Page_272" id="Page_272">[272]</a></span> -tierra y afligir y oprimir los que poco podian y hoy pueden, -no digo indios, porque muchos há que no hay dellos memoria, -sino los mismos españoles, como ellos afligieron y oprimieron, -y acabaron los indios. Proveyéronse por Jueces tres -licenciados, un licenciado llamado Marcelo de Villalobos, el -licenciado Juan Ortiz de Matienzio, y el bachiller Ayllon, que -fué Alcalde mayor de la Vega, como queda dicho en el capítulo -40, por el Comendador Mayor, el cual venia ya licenciado, -ó se llamó licenciado. Esta fué la ponzoña principal que, -de allí adelante lo que el cargo le duró, entró en esta isla, en -especial contra las cosas del Almirante, porque renovó ó -quiso vengar las cosquillas ó desabrimientos que hobo entre -el Almirante y el Comendador Mayor, ó los que quizá rescibió -cuando le tomó el Almirante residencia. Este se juntó con -el Tesorero y con otros criados del Obispo, que ya era de -Búrgos, y con amigos y criados del Comendador Mayor, los -cuales, abierta ó casi abiertamente decian y mostraban querer -y seguir en destruir la casa y estado del Almirante; y -así lo hicieron grandes afrentas, y causaron muchas turbaciones -con la voz del servicio del Rey, de tal manera, que ya -ni criados, ni deudos, ni amigos osaban parecer ni hablar por -miedo dellos. Envió sus querellas el Almirante al Rey, suplicándole -que enviase quien los tomase residencia y á su -Alcalde mayor, Márcos de Aguilar, y á los demas sus oficiales; -vino por juez de residencia un licenciado, que se llamó -Juan Ibañez de Ibarra, el cual, luégo que llegó, murió, y algun -rumor y sospecha hobo que se le dió con que muriese; -murió tambien el secretario Zabala, que con él vino para entender -en la residencia y negocios. Finalmente, tanto prevalecieron -aquellos, todos, que se llamaban servidores dél, contra -el Almirante, que al cabo lo hobo de enviar á llamar el Rey; -y pasados grandes trabajos, angustias y gastos, al cabo con -ellas, desterrado de su casa, lo mataron, como dijo un religioso -en Sant Francisco desta ciudad, predicando á sus honras, -como abajo parecerá.</p> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_273" id="Page_273">[273]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LIV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Por este tiempo, en el año de 1510, creo que por el mes -de Setiembre, trujo la divina Providencia la Órden de Sancto -Domingo á esta isla, para lumbre de las tinieblas que entónces -habia, y en todas estas Indias se habian despues de engrosar -y ampliar. El movedor primero, y á quien Dios inspiró -divinalmente la pasada de la Órden acá, fué un gran religioso -de la Órden, llamado fray Domingo de Mendoza, hermano del -padre fray García de Loaysa, que despues fué Maestro general -de la Órden, y confesor del Emperador y rey de España, -Cárlos V, de este nombre, y despues subió á ser Obispo de -Osma, y despues Arzobispo de Sevilla, y Cardenal y Presidente -del Consejo destas Indias, y que por más de veinte -años las gobernó. Aquel hermano de este señor, llevó Dios -por otros pasos y caminos, y por otros grados más firmes y -de mayor seguridad lo levantó. Fué celosísimo de ampliar la -religion, y que se conservase en el prístino rigor, segun las -antiguas sus constituciones, y éste fué su principal fin, como -fin que primero se ha de procurar, no dejando de pretender -el segundario, que es la salud y provecho de las ánimas. Este -padre fué muy gran letrado, casi sabia de coro las partes de -Sancto Tomás, las cuales puso todas en verso, para tenerlas y -traerlas más manuales, y, por sus letras, y más por su religiosa, -y aprobada y ejemplar vida, tenia en España grande -autoridad. Para su sancto propósito, halló á la mano un religioso -llamado fray Pedro de Córdoba, hombre lleno de virtudes -y á quien Dios, nuestro Señor, dotó y arreó de muchos -dones y gracias corporales y espirituales. Era natural de Córdoba, -de gente noble y cristiana nacido, alto de cuerpo y -de hermosa presencia; era de muy escelente juicio, prudente<span class="pagenum"><a name="Page_274" id="Page_274">[274]</a></span> -y muy discreto naturalmente, y de gran reposo. Entró en la -órden de Sancto Domingo, bien mozo, estando estudiando en -Salamanca, y allí en Santistéban se le dió el hábito; aprovechó -mucho en las artes y filosofía y en la teología, y fuera -sumo letrado, si por las penitencias grandes que hacia no -cobrara grande y contínuo dolor de cabeza, por el cual le fué -forzado templarse mucho en el estudio, y de quedarse con -suficiente doctrina y pericia en las Sagradas letras, y lo que -se moderó en el estudio, acrecentólo en el rigor de la austeridad -y penitencia, todo el tiempo de su vida, cada y cuando -las enfermedades le dieron lugar. Fué tambien, con las otras -gracias que Dios le confirió, devoto y excelente predicador, y -á todos daba, con sus virtuosas y loables costumbres para en -el camino de la virtud y de buscar á Dios, loable y señalado -ejemplo, tiénese por cierto que salió desta vida tan limpio -como su madre lo parió. Fué llevado de Salamanca, con otros -religiosos de mucha virtud, á Sancto Tomás de Avila, donde -por entónces resplandecia mucho la religion. A este bienaventurado -halló el padre fray Domingo de Mendoza dispuesto -para que le ayudase á proseguir aquesta empresa, y movió á -otro, llamado el padre fray Anton Montesino, amador tambien -del rigor de la religion, muy religioso y buen predicador. -Persuadieron á otro santo varon, que se decia el padre fray -Bernardo de Sancto Domingo, poco ó nada experto en las -cosas del mundo, pero entendido en las espirituales, muy -letrado y devoto y gran religioso. Estos movidos y dispuestos -para le ayudar, fué á Roma para negociar con el Gaetano, -que era entónces Maestro general de la Órden, y trujo recaudos -para pasar la Órden á estas partes, y, habida licencia -tambien del Rey, porque tuvieron necesidad que otra vez se -tornase ó hablar con el Maestro general para sus cosas de órden, -quedóse el padre fray Domingo de Mendoza para las -negociar, y envió al dicho padre fray Pedro de Córdoba, que -tenia entónces edad de veintiocho años, por Vicario de los -otros dos, aunque más viejos, y un fraile lego que les añidió. -Estos cuatro religiosos trujeron la Órden á esta isla; el fraile<span class="pagenum"><a name="Page_275" id="Page_275">[275]</a></span> -lego se tornó luégo á Castilla y quedaron los tres, los cuales, -comenzaron luego á dar de su religion y santidad suave olor, -porque rescibidos por un buen cristiano, vecino desta ciudad, -llamado Pedro de Lumbreras, dióles una choza, en que se -aposentasen, al cabo de un corral suyo, porque no habia entónces -casas sino de paja, y estrechas. Allí les daba de comer -caçabí de raíces, que es pan de muy poca sustancia, si se -come sin carne ó pescado; solamente se les daba algunos -huevos, y de en cuando en cuando, si acaescia pescar algun -pescadillo, que era rarísimo. Alguna cocina de berzas, muchas -veces sin aceite, solamente con axí, que es la pimienta de los -indios, porque de todas las cosas de Castilla era grande la -penuria que habia en esta isla. Pan de trigo ni vino, áun -para las misas, con dificultad lo habia. Dormian en unos cadalechos, -de horquetas y varas ó palos hechos, y por colchones -paja seca por encima; el vestido era de jerga aspérrima, y -una túnica de lana mal cardada. Con esta vida y deleitable -mantenimiento, ayunaban sus siete meses del año arreo, segun -de su Órden lo tenian y tienen constituido. Predicaban y -confesaban como varones divinos; y porque esta isla toda -estaba (los españoles digo), en las costumbres de cristianos -pervertida, en especial en los ayunos y abstinencias de la -Iglesia, porque se comia carne los sábados y áun los viérnes -y todas las Cuaresmas, y habia, todas ellas, las carnecerías -tan abiertas, y tan sin escrúpulo y con tanta solemnidad, -como las hay por Pascua Florida, con sus sermones, y -más creo que con su dura penitencia y abstinencia, los redujeron -á que se hiciese consciencia dello y se quitase aquella -glotonería en los tiempos y dias que la Iglesia determina. -Habia, esomismo, gran corrupcion en los logros y usuras, -tambien los desterraron é hicieron á muchos restituir; otros -efectos grandes, dignos de la religion y Órden de Sancto Domingo, -se siguieron de su felice venida. Y porque á la sazon -que vinieron y desembarcaron en este puerto y ciudad de -Sancto Domingo, el Almirante habia ido, con su mujer doña -Maria de Toledo, á visitar la ciudad de la Concepcion de la<span class="pagenum"><a name="Page_276" id="Page_276">[276]</a></span> -Vega, y estaban allí, fué luégo á dalles cuenta de su venida -el bienaventurado padre fray Pedro de Córdoba, no con más -fausto de ir á pié, comiendo pan de raíces y bebiendo agua -fria de los arroyos, que hay hartos, durmiendo en el campo -y montes en el suelo con su capa á cuestas, 30 leguas de -harto trabajoso camino. Rescibiólo el Almirante y doña María -de Toledo, su mujer, con gran benignidad y devocion, y hiciéronle -reverencia, porque el venerable y reverendo acatamiento, -y sosiego y mortificacion de su persona, aunque de -veintiocho años, daba á entender á cualquiera que de nuevo -lo viese, su merescimiento. Creo que llegó sábado, y luégo -domingo, que acaecia ser entre las octavas de Todos Santos, -predicó un sermon de la gloria del Paraíso que tiene Dios -para sus escogidos, con gran fervor y celo; sermon alto y divino, -é yo se lo oí, é por oírselo me tuve por felice. Amonestó -en él á todos los vecinos, que, en acabando de comer, enviasen -á la iglesia cada uno los indios que tenia en casa, de que -se servia. Enviáronlos todos, hombres y mujeres, grandes y -chicos; él, asentado en un banco y en la mano un crucifijo, -y con algunas lenguas ó intérpretes, comenzóles á predicar, -desde la creacion del mundo discurriendo, hasta que Cristo, -Hijo de Dios, se puso en la Cruz. Fué sermon dignísimo de oir é -de notar, de gran provecho, no sólo para los indios (los cuales -nunca oyeron hasta entónces otro tal, ni áun otro, porque -aquel fue el primero que á aquellos y á los de toda la isla se les -predicó acabo de tantos años, ántes todos murieron sin haber -oido palabra de Dios), pero los españoles pudieran dél sacar -mucho fructo. Y si muchos de los tales se les hobieran predicado, -algun más fructo se hobiera hecho en ellos que se hizo, -y más hobiera sido Dios cognoscido y adorado, y mucho ménos -ofendido. Finalmente, habiendo dado parte al Almirante -de lo que habia que dalle, y negociado en breves dias, se -tornó á esta ciudad, dejando á todos los que lo habian visto -y oido presos de su amor y devocion. Luégo, en los primeros -navíos, segun creo, vino el primer inventor desta hazaña, el -padre fray Domingo de Mendoza, con una muy buena compañía<span class="pagenum"><a name="Page_277" id="Page_277">[277]</a></span> -de muy buenos frailes; todos los que entónces venian -eran religiosos señalados, porque á sabiendas y voluntariamente -se ofrecian á venir, teniendo por cierto que habian de -padecer acá sumos trabajos, y que no habian de comer pan -ni beber vino, ni ver carne, ni andar los caminos cabalgando, -ni vestir lienzo ni paño, ni dormir en colchones de lana, sino -con los manjares y rigor de la Órden habian de pasar, y áun -aquello muchas veces les habia de faltar; y con este presupuesto -se movian con gran celo y deseo de padecello por -Dios, con júbilo y alegría, y por ésto no venian sino religiosos -muy aventajados. Díjose, que cuando este padre fray Domingo -de Mendoza llegó, con su religiosa compañía, en la isla de la -Gomera, que es una de las de Canaria, hobo allí una mujer -endemoniada, y rogado que la visitase y conjurase, hízolo de -grado; y hechos los conjuros y forzando al espíritu inmundo -que de allí saliese, trabadas pláticas, preguntóle y forzóle que -le dijese de dónde venia; respondió el demonio que venia de -las Indias; dijo entónces el padre: «¡Ah, don traidor, que ya -no os cale parar allá, pues la fé católica se lleva, y va en -ellas á predicarse, donde habeis rescibido gran daño, y ser -dellas desterrado.» Respondió el demonio: «Bien está, que algun -daño me han hecho y me hacen, pero por eso bien que -no se sabrá el secreto en estos cien años.» Esto se publicó que -allí pasó, no me acuerdo quién me lo dijo, y por mi descuido -no lo supe del mismo padre fray Domingo, ó del padre fray -Pedro de Córdoba, y de otros muchos religiosos lo pudiera -bien saber y averiguar, porque tuve harto tiempo para ello. Si -dijo verdad el demonio, como la puede decir, cumpliendo la -voluntad de Dios, el tiempo lo declarará desque pasen cuarenta -años, contando los ciento, desde que estas Indias se descubrieron; -y, por ventura, el secreto es la claridad del engaño -y ceguedad que hay cerca de las injusticias é impiedades que -estas gentes de nosotros han rescibido, no teniéndose por pecados, -que ha comprendido á todos los estados de España. En -fin, yo soy cierto que el tiempo, ó al ménos el dia del Juicio, -se declarará. Llegado, pues, el padre fray Domingo de Mendoza<span class="pagenum"><a name="Page_278" id="Page_278">[278]</a></span> -á este pueblo y ciudad con su compañía, holgáronse inestimablemente -el padre fray Pedro de Córdoba y los que con él -estaban, y como eran ya algun número, y creo que pasaban -de 12 ó 15, acordaron de consentimiento de todos, con toda -buena voluntad, de añadir ciertas ordenaciones y reglas sobre -las viejas constituciones de la Orden (que no hace poco quien -las guarda), para vivir con más rigor. Por manera que, ocupados -en guardar las nuevas y añididas reglas, estuviesen ciertos -que las constituciones antiguas, que los Santos padres de -la Orden ordenaron, estaban inviolablemente en su fuerza y -vigor; y de una, entre otras, me acuerdo que determinaron, -que no se pidiese limosna de pan, ni de vino, ni de aceite, -cuando estuviesen sanos, pero si sin pedillo se lo enviasen que -lo comiesen, haciendo gracias á Dios: para los enfermos podíase -por la ciudad pedir. Y así les acaesció, dia de Pascua -Florida, no tener de comer sino una cocina de berzas, sin -aceite, guisada con sólo axí y sal. Vinieron muchos años guardando -este rigor, al ménos todo el tiempo que el felice padre -fray Pedro de Córdoba vivió, y pasaron grandes trabajos de -penitencia, y florecia mucho la religion en obediencia y pobreza, -y, cierto, la primitiva del tiempo de Sancto Domingo, -aquí se renovó; y en tanto creció la fama de su santidad, que -el rey de Portugal escribió al Rey ó á los Prelados de la Orden, -que le enviasen de los frailes de Sancto Domingo destas -Indias, ó para reformar á Portugal, ó para poblar de nuevo la -Orden en la India ó en otra parte. Ordenaron que cada domingo -y fiesta de guardar, despues de comer, predicase á los -indios un religioso, como el siervo de Dios, fray Pedro de Córdoba, -en la iglesia de la Vega habia principiado, y á mí, que -esto escribo, me cupo algun tiempo este cuidado; y así era ordinario -henchirse la iglesia, los domingos y las fiestas, de indios -de los que en casa á los españoles servian, lo que nunca en los -tiempos de ántes habian visto. En este mismo año, y en estos -mismos dias que el padre fray Pedro de Córdoba fué á la Vega, -habia cantado misa nueva un clérigo llamado Bartolomé de las -Casas, natural de Sevilla, de los antiguos de esta isla, la cual<span class="pagenum"><a name="Page_279" id="Page_279">[279]</a></span> -fué la primera que se cantó nueva en todas estas Indias; y por -ser la primera, fué muy celebrada y festejada del Almirante y -de todos los que se hallaron en la ciudad de la Vega, que fueron -gran parte de los vecinos desta isla, porque fué tiempo de -fundicion, á la cual, por traer cada uno el oro que habia, con -los indios que tenia, á fundirlo, ayuntábanse muchos, como -cuando se llegan las gentes á los lugares donde hay ferias, -para sus pagamentos, en Castilla; y porque no habia moneda -de oro alguna, hicieron ciertas piezas de oro, como castellanos -y ducados contrahechos, que ofrecieron, de diversas hechuras, -en la misma fundicion donde se fundia y pagaba el quinto al -Rey, y otros hicieron arrieles para ofrecerle, segun que cada -uno queria ó podia. Moneda de reales se usaba, y destos le -ofrecieron muchos, y todo lo dió el misa-cantano al padrino, -si no fueron algunas piezas de oro, por ser bien hechas. Tuvo -una calidad notable esta primera misa nueva, que los clérigos -que á ella se hallaron, no bendecian, conviene á saber, que -no se bebió en toda ella una gota de vino, porque no se halló -en toda la isla, por haber dias que no habian venido navíos -de Castilla.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_280" id="Page_280">[280]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Dejando la Órden de Sancto Domingo en el santo y religioso -estado que habemos contado, que fué una de las cosas -pertenecientes á esta isla, tornemos sobre lo que sucedió en -la isla de Sant Juan, despues de haber pasado á ella cristianos, -y venida la gobernacion á Juan Ponce, de quien se dijo -arriba. Llegado, pues, el poder del Rey para que Juan Ponce -gobernase aquella isla, edificó un pueblo luégo de españoles, -que llamó Caparra, no sé á qué propósito, nombre de indios, -en la costa del Norte, las casas todas de paja; él para sí hizo -una de tapias, que bastó para fortaleza, como quiera que los -indios no tengan baluartes de hierro ni culebrinas, y la mayor -fuerza que pueden poner para derrocar la casa hecha de -tapias es á cabezadas; despues otra de piedra, todo á costa de -los indios, y ellos todo lo trabajaban. Este pueblo asentaron -una legua de la mar, dentro la tierra, frontero del puerto -que llaman Rico, por ser toda aquella legua de un monte ó -bosque de árboles, tan cerrado y tan lodoso, que bestias y -hombres atollaban, cuando más enjuto estaba, hasta media -pierna; por esta causa era ésto averiguado, que las mercaderías -de harina y vino, de aceite y vinagre y ropa, y otras cosas -que traian de Castilla, costaba más desde la lengua del -agua llevarlas al pueblo, sólo aquella legua, que habian costado -de Castilla traer hasta el puerto. Con toda esta costa y -trabajos, que cargaban todos sobre los indios, estuvieron tan -ciegos y ocupados en sacar oro, que no cayeron en diez ó -doce años en salir de allí, é mudar el pueblo, hasta que ya -se les acababan los indios, y convenia llegarse á la mar para -suplir con el agua y barcos, por ella, lo que la sangre de los -indios derramada faltaba, y así se pasaron donde agora el<span class="pagenum"><a name="Page_281" id="Page_281">[281]</a></span> -pueblo ó ciudad está. Donde al presente está, es una isleta -estéril, apartada de la misma isla grande por un estero que -allí hace la mar, pero angosto, que con una puente de madera -se pasa y trae todo lo que es menester de la isla, porque -en ella tienen todas las labranzas y ganados, y se sirven de -todo lo demas; hicieron otro pueblo cuasi al cabo de la isla, -en un valle á la misma costa del Norte, donde agora está el -que se dice Sant Germán, puesto que más arriba ó más abajo, -y á aquel llamaron Guanica, por razon que hallaron allí ciertos -rios de oro; de allí lo mudaron cuatro leguas la costa -arriba, donde llaman el Aguada, porque sale allí un buen rio, -de donde se toma para las naos buen agua, y pusiéronle por -nombre Sotomayor; despues lo pasaron otra vez al mismo -valle, poco más ó poco ménos, más dentro ó más fuera, y llamáronlo -Sant Germán. Nunca hobo más de éstos dos pueblos -en la isla de Sant Juan, puesto que algunos más se comenzaron, -pero en breve fueron despoblados por ciertas causas; -como, pues, los nuestros españoles, nunca en estas Indias pueblen -ó hagan pueblos, para ellos cavar y arar, y Juan Ponce, -que tenia la gobernacion, estuviese bien acostumbrado de las -poblaciones desta isla, y á cuya costa los españoles solian -poblar, llevó aquel camino que en aquesta isla él con los demas -habia usado; éste fué, repartir los indios señalando á cada -uno tantos, cada uno de los cuales tuvo cargo de que no se -le pasase, en las minas, y en las otras granjerías, el tiempo en -balde; y así, todos los indios de aquella isla, estando pacíficos -y en su libertad, y rescibiendo á los españoles como si fueran -todos sus hermanos (yo me acuerdo que el año de 502, saltando -nosotros en tierra, vinieron pacíficos, alegres, á vernos -y nos trajeron de lo que tenian, como de su pan, y no me -acuerdo si pescado), súbitamente se vieron hechos esclavos, y -los señores de sus señoríos privados, y todos forzados á morir -en los trabajos, sin esperanza que en algun tiempo habian de -cesar. ¿Qué se debia esperar que los indios habian de hacer, -mayormente habiendo tenido noticia que las gentes desta -Española, por aquel camino se habian ya acabado? Por aquí<span class="pagenum"><a name="Page_282" id="Page_282">[282]</a></span> -se verá la ceguedad tupida de los que, por escrito ó por palabra, -llaman ingratos y malos á los indios, porque matan á -los españoles, durmiendo ó velando, juntos ó apartados y como -quiera que puedan tomallos. ¿Qué obras han sido las que de -los españoles han rescibido para que les deban ser agradecidos? -¿O habellos todos, donde quiera que han entrado, consumido, -matando ó destruyendo, como quiera que lo puedan -efectuar, no es usar de su natural defension que á los animales -brutos, y á las mismas piedras insensibles es natural y -lícito? Grande infelicidad y peligro es de todos aquellos que -ésto no miran. Así que, viendo las gentes de la isla de Sant -Juan, que llevaban el camino para ser consumptos como los de -esta isla, acordaron de se defender, segun que podian, y concertaron -que cada señor con su gente, para cierto tiempo, tuviese -cargo de matar los españoles que pudiese haber por sus -comarcas, en las minas ó en las otras sus granjerías, que andaban -ya todos derramados, y en ellas bien ocupados. Mataron, -por esta manera, bien 80 hombres, y luégo van 3 ó -4.000 indios, sobre el dicho pueblo, llamado Sotomayor, y, -sin que fuesen sentidos, pusiéronle fuego, que era todo de -casas de paja, y juntamente mataron algunos de los vecinos -como estaban descuidados, los cuales, viéndose apretados y -en gran peligro, pelearon varonilmente contra los indios, por -manera que no les pudieron hacer más mal; pero hiciéronlos -retraer y dejar el pueblo con todo el hato que en él tenian, -quemado y lo no quemado, y fuéronse á juntar con Juan -Ponce, por entónces su Gobernador, al pueblo llamado Caparra. -Y porque D. Cristóbal de Sotomayor, tuvo por su repartimiento -al Rey ó señor mayor de la tierra, llamado Agueíbana, no -el que habia rescibido á Juan Ponce y á los españoles la primera -vez, como en el capítulo 46 dijimos, sino un su hermano, -que, despues de su muerte, en el señorío le sucedió, y á la -sazon estaba en el pueblo de aquel señor que tenia él por -siervo ó sirviente, acordólo allí matar. Dijeron que desta determinacion -le avisó una hermana del mismo señor, que tenia -el D. Cristóbal por manceba, pero que no lo creyó; y súpolo<span class="pagenum"><a name="Page_283" id="Page_283">[283]</a></span> -tambien de otro español que tenia consigo, que sabia la lengua -de los indios, y se desnudó en cueros, y pintó con las colores -que los indios estaban pintados, y, cantando y haciendo -bailes, fué donde cantaban la muerte de D. Cristóbal que habian -de hacer, de manera que no lo cognoscieron, y le dijo -como se tractaba de su muerte, y que aquella noche se podian -huir, pero tampoco aprovechó, hasta que, finalmente, otro dia -lo mataron con otros cuatro españoles. El Juan Ponce recogió -y aparejó lo mejor que pudo la gente de españoles que por la -isla quedaba, que eran pocos más de la mitad, porque todos -los otros habian ya muerto los indios, y donde sabia que -habia gente junta, iba á buscarlos y peleaba con ellos varonilmente, -porque tuvo consigo hombres muy esforzados, y, en -muchas batallas ó recuentros, hicieron en los indios grandes -estragos; y así asolaron aquella isla, matando infinitos indios, -los señores y súbditos que podian armas tomar. Despues de -los cuales muertos, los demas sojuzgados, repartiéronlos entre -sí, que es el fin de sus guerras que llaman conquistas, (y ésto -llama Oviedo en su Historia pacificar, y todos los que se jactan -de conquistadores), para los echar á las minas y ocuparlos -en las otras granjerías y trabajos, donde al cabo los consumieron -y acabaron, de la misma manera que los desta isla -Española fueron estirpados. Quien principalmente hizo la -guerra y ayudó más que otros, fué un perro que llamaban -Becerrillo, que hacia en los indios estragos admirables, y cognoscia -los indios de guerra y los que no lo eran, como si fuera -una persona, y á éste tuvieron, los que asolaron aquella isla, -por ángel de Dios. Y cosas, se dice, que hacia maravillosas, -por lo cual temblaban los indios dél que fuese con 10 españoles, -más que si fuesen 100 y no lo llevasen; por esta causa -le daban parte y media, como á un ballestero, de lo que se -tomaba, fuesen cosas de comer, ó de oro, ó de los indios que -hacian esclavos, de las cuales partes gozaba su amo; finalmente, -los indios, como á capital enemigo, lo trabajaban de -matar, y así lo mataron de un flechazo. Una sola cosa, de las -que de aquel perro dijeron, quiero aquí escribir. Siempre<span class="pagenum"><a name="Page_284" id="Page_284">[284]</a></span> -acostumbraron en estas Indias los españoles, cuando traian -perros, echarles indios de los que prendian, hombres y mujeres, -ó por su pasatiempo y para más embravecer los perros, -ó para mayor temor poner á los indios que los despedazasen; -acordaron una vez echar una mujer vieja al dicho perro, y -el Capitan dióle un papel viejo, diciéndole, lleva esta carta -á unos cristianos, que estaban una legua de allí, para soltar -luégo el perro desque la vieja saliese de entre la gente; la -india toma su carta con alegría, creyendo que se podria por -allí escapar de manos de los españoles. Ella salida, y llegando -un rato desviada de la gente, sueltan el perro, ella como lo -vido venir tan feroz á ella, sentóse en el suelo y comenzóle -á hablar en su lengua: «Señor perro, yo voy á llevar esta -carta á los cristianos, no me hagas mal, señor perro,» y estendíale -la mano mostrándole la carta ó papel. Paróse el perro -muy manso, y comenzóla de oler, y alza la pierna y orinóla, -como lo suelen hacer los perros á la pared, y así no la hizo -mal ninguno; los españoles, admirados dello, llaman al perro -y átanlo, y á la triste vieja libertáronla por no ser más crueles -que el perro. Desde algunos dias, el Almirante, dando -quejas desde acá, que contra sus privilegios el Rey proveyera -por Gobernador á Juan Ponce, habiendo aquella isla descubierto -personalmente su padre, en el segundo viaje, y Juan -Ceron y Miguel Diaz, que habia enviado presos Juan Ponce, -estando y negociando allá, fué movido el Rey á dejar la eleccion -de Teniente de aquella isla al Almirante, y dar licencia -que se volviesen Juan Ceron y Miguel Diaz á sus oficios, por -el Almirante, y á sus casas. Despues fué á la isla el Almirante, -y por causas que le movieron quitó á Juan Ceron la gobernacion, -y puso á un caballero que llamaron el Comendador -Moscoso, que habia venido de Castilla con él. Pasados algunos -dias, quitó aquel y puso á otro caballero, Cristóbal de Mendoza, -y despues otros y otros; todos los cuales ayudaron á -destruir aquellas gentes, por todos holgarse de sacar oro, y no -carecer de la ceguedad que todos, hasta que los acabaron. -Despues de muertos los naturales vecinos della, dejó Dios para<span class="pagenum"><a name="Page_285" id="Page_285">[285]</a></span> -ejercicio y castigo de los españoles, reservados, las gentes de -los caríbes de las islas de Guadalupe, y de la Dominica, y otras -de por allí, que infestaron muchas veces aquella isla, haciendo -saltos, mataron algunos españoles, y robaron y destruyeron -algunas estancias ó haciendas, y llevaron captivos algunos; lo -que no osaran venir á hacer, si la isla estuviera con sus habitadores -en su prosperidad. Así dejó Dios ciertas naciones, -por los pecados de los hijos de Israel, para que los inquietasen, -turbasen, infestasen, robasen y castigasen, como parece -por el libro de Josué y de los Jueces. Y pluguiese á Dios que, -con aquellos daños y castigos, pagásemos solos los estragos, y -calamidades, y destruyciones que habemos causado en aquella -isla, y los pecados que por ello habemos cometido, dejados -aparte los de las otras partes.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_286" id="Page_286">[286]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LVI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Por aquellos mismos términos se destruyó y despobló la -isla de Jamáica, por aquellos que fueron con Juan de Esquivel, -y por él ir á la poblar, y ciertamente más verdad es que -la fueron á despoblar; los cuales, como se comenzaron á servir -de los indios con el imperio y rigor que siempre han -acostumbrado, y á los indios se les hiciese tan nuevo y tan -pesado, mayormente teniendo experiencia de quién los españoles -eran y de sus obras, de cuando allí estuvo el Almirante -viejo, viniendo del descubrimiento de Veragua, comenzáronse -por los montes á absentar. Van tras ellos á montearlos, defendíanse -y descalabraban algunos españoles, porque matar, -pocos ó ninguno pudieron matar; y nunca oí que en Jamáica -matasen los indios hombre, porque, en la verdad, era la gente -de aquella isla muy más pacífica y mansa que otra, que casi -eran como lo que habemos dicho de los lucayos. Y tanto anduvieron -tras ellos con perros bravos, que los cazaban y desbarrigaban, -que, muertos con extrañas crueldades, todos los -principales y gente infinita que podia tomar arcos en las -manos, subjetaron los demas. Repartiéronlos entre sí, ocupáronlos, -no en las minas porque no las hallaron, ó era, como -despues fué, el oro tan poco, que dellas no curaban, sino en -sembrar las labranzas del pan caçabí y del grano maíz, y -grandes algodonales, porque allí se da mejor y más el algodon -que en otra parte, aunque en las más tierras destas Indias -se da en abundancia, al ménos en las que están desta parte -de la equinoccial. Y ésta del algodon fué la primera granjería -que aquellos españoles en aquella isla tuvieron, porque hacian -hacer á las gentes della, en especial á las mujeres, grandes -telas de algodon, y camisas y hamacas, de que usábamos<span class="pagenum"><a name="Page_287" id="Page_287">[287]</a></span> -por camas, y traíanlas á esta isla y á la de Cuba, y á la tierra -firme, desque fueron españoles á ellas, y las vendian, de -donde llevaban vino y harina de Castilla, y aceite, y vinagre, -y ropa de lienzo y de paño, y otras cosas que de Castilla -venian y ellos habian menester; y desta isla llevaban ganados -y yeguas, de que allí se han bien multiplicado. Llevaban -ó venian de tierra firme á les comprar caçabí, maíz é hamacas, -y telas que compraban los marineros, para hacer velas, -de los indios, y carabelas, que por estas islas y tierra firme -andaban al tracto. En aquellos trabajos se hobieron tan cruel -é inhumanamente con aquellas inocentes gentes, que en ninguna -parte, hasta entónces, destas Indias se les habia, en -crueldad y malos tractamientos, hecho ventaja; los hombres -en el sembrar y poner las labranzas y algodonales y otras -muchas maneras de trabajos; las mujeres en el hilar y tejer, -preñadas y paridas, haciéndolas en ello tan importunamente -trabajar, que un momento no las dejaba parar. No les daban -de comer sino caçabí y ajes, que son raíces de que ya hemos -hablado, y con los continos trabajos, enflaquecidos, morian. -Fué regla general, que los indios de los repartimientos que -daban para las granjerías del Rey, eran siempre los más -cruelmente, por sus oficiales, afligidos y tractados, y así más -aína que otros perecian en todas las partes destas Indias, y -hoy lo son más opresos y más mal aventurados. Doctrina -ninguna tuvieron, ni se les dió en Jamáica, ni más cuidado -dello se tuvo que si fueran brutos animales, siendo de la gente -más aparejada del mundo para ser cristianos. Por lo cual, -murieron todos sin fe y sin Sacramentos, sino fueron algunos -niños que se baptizaron, y sin baptismo perecieron hartos. -Habrá hoy, de todos los vecinos que allí habia, que estaba -como una piña de piñones, de gente toda poblada, obra de cien -personas, y no se si llegan á tantos. Este fructo sale de la pacificacion -que dice Oviedo á cada paso, y los que de conquistadores -se jactan, que nuestros españoles en nuestras Indias -hacen; y es de ver cómo los encarece y sublima Oviedo, -como quien ha hecho grandes hazañas, y todos son caballeros<span class="pagenum"><a name="Page_288" id="Page_288">[288]</a></span> -y gente noble, segun él, los que á hacer estas obras acá pasan. -Cierto, fueron hazañas y tan grandes y tan señaladas, -que despues que Dios crió á Adan, y permitió en el mundo -pecados, otras tales ni tantas, ni con tan execrables, y creo -que, inespiables ofensas de Dios, ni fueron jamás hechas, ni -pudieron ser pensadas, ni áun soñadas. Pero temprano nos -quejamos, vamos adelante.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_289" id="Page_289">[289]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LVII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">La órden de nuestra Historia requiere que tornemos á los -dos Gobernadores primeros, que fueron á la tierra firme, conviene -á saber, Alonso de Hojeda y Diego de Nicuesa, que, en -el cap. 52, desta ciudad partidos dejamos; y, porque Alonso -de Hojeda partió deste puerto primero, dél primero y de sus -desastres será bien que digamos. Fué á echar sus anclas en -cuatro ó cinco dias al puerto de Cartagena, donde la gente -de aquella tierra estaba muy alborotada, y siempre aparejada -para resistir á los españoles, por los grandes males que habian -rescibido de los que fueron los años pasados, con título -de rescatar, como fueron Cristóbal Guerra, y otros, segun en -el libro I, cap. 172 dejamos relatado, y porque, como en el -capítulo 19 deste libro II dijimos, las gentes de por allí habian -por esta causa descalabrado y muerto algunos de los -nuestros, porque tenian hierba ponzoñosa y brava, y hicieron -relacion á los Reyes, que allí no querian rescibir los cristianos, -ántes los mataban, callando los insultos, violencias y -maldades que ellos en aquellos hacian, y no habia en la -corte quien volviese por los que estaban en sus casas, y gente -tan inquieta y mal mirada como hemos sido con ellos, por -lo cual, dieron los Reyes licencia que pudiesen ir á aquella -tierra y hacelles guerra á fuego y á sangre, y hacellos esclavos, -con harta ceguedad y culpa de los que tenian en su Consejo, -como allí probamos, debia el Alonso de Hojeda llevar -esta misma licencia y allí determinó de usalla. Cuenta ésto, -un Cristóbal de la Tovilla, en una historia que llamó <i>La Barbárica</i>, -el cual anduvo por aquella tierra mucho tiempo, -puesto que no entónces sino despues, muchos años; pero súpolo -de los mismos que con el Hojeda fueron, ó de los que á<span class="pagenum"><a name="Page_290" id="Page_290">[290]</a></span> -aquellos inmediatamente sucedieron, y dice así en el principio, -cap. 1.º: «Aquí en Cartagena, echadas sus anclas, porque -el Rey católico le mandaba (conviene á saber, á Hojeda), -que hiciese guerra en aquella parte, por los muchos males -que los indios della hacian á los que con ellos rescataban. -Esto procuraban ellos, porque, como todo el tiempo que esta -tierra firme estuvo sin poblarse de cristianos, las cuales ínsulas -habitaban, venian cada dia á rescatar con los naturales -della, dándoles por el rescate mucho oro que tenian, y gallinas, -por cuentas y cuchillos y otras cosas semejantes de España, -con que volvian á sus casas cargados de riqueza, y -pasaban con descanso la vida. Mas despues que esta contratacion -se fué adelgazando, y su codicia poco á poco extendiendo, -debajo deste nombre rescate hacian armadas con que captivaban -gran suma de indios, que en la Española y las demas -ínsulas, sin más justo título, por esclavos vendian, por donde -los indios, sentido el daño, de paz y de guerra mataban á -cuantos se descuidaban; á cuya causa, el rey D. Hernando -mandó que se les hiciese cruel guerra, siendo cierto que, si -la verdad dello supiera, ni lo mandara ni lo permitiera.» -Estas son palabras formales del dicho Tobilla, que no es chico -testimonio para lo que, en el dicho cap. 19, dijimos, y lo que -demás en este artículo dijéremos, porque siendo uno de los que -en esta ceguedad estuvieron y murieron, y hablador y encarecedor, -como Oviedo, de las dichas hazañas de los españoles, -y abatidor de los tristes indios, que han sido y son tan injustamente -agraviados, la misma verdad, con todo esto, le constriñe -á que no la calle. Tornando pues al propósito, acordó -allí Alonso de Hojeda de saltar en tierra y dar de súbito en -un pueblo llamado Calamar, por haber de presto algunos indios, -y enviarlos á esta isla á vender por esclavos, para pagar -muchas deudas que acá dejaba. Juan de la Cosa, gran piloto, -y que llevaba por Capitan general, acordándose de lo que, -viniendo con el mismo Hojeda los años pasados á rescatar, -cognoscieron de aquellos indios, ser valientes y tener hierba -mortífera y demasiadamente ponzoñosa, prudentemente le dijo:<span class="pagenum"><a name="Page_291" id="Page_291">[291]</a></span> -«Señor, paréceme que sería mejor que nos fuésemos á poblar -dentro del golfo de Urabá, donde la gente no es tan feroz, ni -tienen tan brava hierba, y aquella ganada, despues podriamos -tornar á ganar ésta con más propósito»; pero Hojeda, que -fué siempre demasiadamente animoso, confiando que nunca en -millares de pendencias y peligros que en Castilla y en estas Indias -se habia hallado, le sacó jamás hombre sangre, no curó -de tomar su parecer, sino con cierta gente va sobre el pueblo -al cuarto de alba, diciendo: «Santiago», acuchillando y matando -y cautivando cuantos en él hallaba, y que huyendo no se escapaban; -ocho indios que no fueron tan deligentes en huir, -metiéronse en una de estas casas de paja, y de tal manera se -defendieron, con las muchas y ponzoñosas flechas que tiraban, -que ninguno de los españoles osaba llegárseles á la casa. -El Hojeda dando voces reprendiólos, y dijo: «grande vergüenza -es que vosotros, tales y tantos, no oseis allegaros á ocho -desnudos que así burlan de vosotros.» Confuso de estas palabras -uno de aquellos, que en aquella obra solícito andaba, -con ímpetu grande arremetió por medio de infinitas flechas y -entró por la puerta de la casa, pero al entrar dióle una por -medio de los pechos, que luégo lo derrivó y dió el ánima. El -Hojeda, de ésto más exacerbado, mandó poner fuego á la casa -por dos partes, donde, con ella, en un credo fueron los ocho -indios quemados vivos; tomó allí 60 personas captivas, y enviólas -á los navíos, que las guardasen. Luégo acordó ir, con -esta su vitoria, tras los que iban huyendo, en su alcance, y -á un gran pueblo que de allí cuatro leguas distaba, llamado -Turbaco; los vecinos dél, entendidas sus nuevas, de los que -huyeron habian sido avisados. Alzaron todas sus mujeres y -hijos y alhajas, y pusiéronlas en los montes á recaudo, y entrando -en el pueblo, de madrugada, no hallaron persona que -matasen ni captivasen; y como descuidados y no experimentados -de que los indios eran hombres, y que la vejacion y la -misma naturaleza les habia de enseñar, y así, menospreciándolos, -y su misma cudicia y pecados cegándolos, despareciéronse -por los montes, buscando cada uno qué robar. Los<span class="pagenum"><a name="Page_292" id="Page_292">[292]</a></span> -indios, por sus espías, sintiéndolos derramados, salen de los -montes y dan en ellos, con una grita que á los cielos llegaba, -y con tanta espesura de flechas herboladas, que parecia escurecerse -los aires; y como los españoles creyesen, con su descuido, -que no habia quien los enojar osase, y ésta fuese avenida -súbita, espantados, como si fueran venados cercados, no -sabian donde guarecese ni huir, como atónitos; huyendo para -una parte, daban en gente que los aguardaba, si para otra -parte, caian en la que los acababa, y con unas mismas flechas -emponzoñadas, que habian muerto á unos, que los indios -de los cuerpos les sacaban, herian y mataban á otros, que -vivos y en pié hallaban. Juan de la Cosa, con ciertos españoles -que recogió consigo, hízose fuerte á la puerta de un cierto -palenque, donde Hojeda con ciertos compañeros, defendiéndose, -peleaba, hincándose de rodillas muchas veces para rescibir -las flechas en la rodela, en la cual, como era chico de -cuerpo, y con su ligereza y destreza, casi todo se escudaba; -mas desque vido caidos todos los más de los suyos, y á Juan -de la Cosa, con los que le ayudaban, muy al cabo, confiando -de la ligereza grande que tenia (y fué admirable como en el -primer libro dejamos declarado), sale por medio de los indios, -corriendo, y áun huyendo, que parecia ir volando; metióse -por los montes donde más oscuros los hallaba, encaminándose -cuanto más le parecia hácia la mar, donde sus navíos estaban. -Juan de la Cosa metióse en una choza que halló sin hierba -descobijada, ó él, segun pudo, con algunos de los suyos la -descobijaron porque no los quemasen, arrimado á la madera, -y peleando hasta que ante sus ojos vido todos sus compañeros -caidos muertos, y él que sentia en sí obrar la hierba de -muchas saetadas que tenia por su cuerpo, dejóse caer de desmayado: -vido cerca de sí uno de los suyos, que varonilmente -peleaba, y que no lo habian derrocado, y díjole: «pues que -Dios hasta agora os ha guardado, hermano, esforzaos y salvaos, -y decid á Hojeda como me dejais al cabo.» Y éste sólo, creemos -que de todos escapó, y Hojeda, que debian ser más de -100 los que en aqueste salto se hallaron; algunos dijeron que<span class="pagenum"><a name="Page_293" id="Page_293">[293]</a></span> -fueron 70 los que allí murieron. Los de los navíos, como vian -que de Hojeda, su Gobernador, y de su gente no sabian nada ni -vian que alguno venia, ni á quien preguntar, sospechando no -fuese acaecido algun desastre, van con los bateles por la costa -arriba y abajo, á buscar si viesen alguno que viniese de allá, -que les diese buenas nuevas ó malas; poniendo en ello mucha -solicitud, llegaron á donde habia junto al agua de la mar -unos manglares, que son unas arboledas inputribles, que siempre -nacen y crecen y permanecen en el agua de la mar, con -grandes raíces, unas con otras asidas y enmarañadas; allí metido -y escondido hallan á Hojeda con su espada en la mano, -y la rodela en las espaldas, y en ella sobre trescientas señales -de flechazos. Estaba casi transido y descaecido de hambre, -que no podia echar de sí el habla, pero hicieron fuego y escarentáronle -y diéronle á comer de lo que llevaban, y así volvió -á tener aliento y á esforzarse; y como en esta tristeza y -dolor estuviesen, oyéndole contar su desventurado alcance y -trabajo, vieron asomar el armada de Nicuesa, de que no le sucedió -poco dolor y angustia, temiendo que Nicuesa quisiese -de él vengarse por los desafíos y pendencias que, pocos dias -y áun no muy muchas horas ántes, en esta ciudad entre ambos -habian pasado, por lo cual mandó que todos se fuesen á los -navíos, y le dejasen sólo, no diciendo dél nada en tanto que -Nicuesa en el puerto tardase.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_294" id="Page_294">[294]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LVIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Salieron los bateles de la armada de Hojeda á rescibir á -Nicuesa, que en el puerto mismo de Cartagena con la suya -entraba, y con gran dolor y tristeza le dijeron, como habia -tantos dias que Hojeda y Juan de la Cosa salieron en tierra con -tanta gente, y habian destruido el pueblo de Calamar, y presos -tantos esclavos, y entrado la tierra dentro en el alcance, y -no habia ninguna persona; que tenian vehemente sospecha -ser por mal dellos y de todos los que consigo llevaba, pero -que, por hacer lo que debian, determinaban de irlo á buscar -y traerlo si lo hallasen, si les aseguraba, como caballero, de no -mirar en tan gran necesidad á cosa de las entre ambos pasadas. -Diego de Nicuesa, que era hijodalgo, se enojó de oirles -aquellas palabras, y díjoles que fuesen luégo á buscallo, y que -si fuese vivo lo trujesen, al cual no solamente no entendia -enojalle, pero que les prometia como quien era de le ayudar -en todas sus necesidades, como si fuese su hermano. Trujéronlo, -pues, y lo primero que hizo Nicuesa, segun es de creer, -fué abrazarlo diciéndole: «Mucha diferencia debe haber en -las obras que los hombres hijosdalgo deben hacerse, cuando -ven á los que en algun tiempo quisieron mal de ayuda -necesitados, de las que cuando riñen hicieran, teniendo facultad -de vengarse, porque allende ser bajeza y vileza de -ánimo, y degenerar de la bondad de sus pasados, crueldad -sería, y de hombres no razonables, añadir afliccion al que las -aflicciones hán en angustias postrado. Por ende, señor Hojeda, -puesto que en la Española hayamos habido palabras, y allí -el uno al otro amordazado, ahora es tiempo del todo olvidallas, -y así, haced cuenta que no ha pasado cosa entre nosotros -que nos apartare de ser hermanos, y guialdo vos como mandardes,<span class="pagenum"><a name="Page_295" id="Page_295">[295]</a></span> -que yo con mi gente os seguiré hasta que Juan de la -Cosa, y los que con él murieron, sean vengados, sin pretender -más de solamente ayudaros.» Hojeda fué muy consolado -y le hizo muchas gracias, reagradeciéndole tan grande obra -de bondad y socorro, estimándolo cuanto era posible á hombre -que en estado de tanta adversidad estaba; y cabalgaron -ambos en sendos caballos, y tomados 400 hombres, á los -cuales por pregon público mandaron, so pena de muerte, que -ninguno indio á vida tomase, partiéronse de noche al pueblo -de Turbaco, y llegando cerca partiéronse en dos partes. Hay -por allí unos papagayos grandes, colorados, que llaman guacamayas, -que dan muchos gritos y hacen grandes alharacas, -éstos, en sintiendo la gente, comenzáronlos á dar; los indios -entendieron lo que era, y como pensaron que ya los españoles -eran acabados, descuidáronse, y del grande miedo que tuvieron, -de súbito, saliéronse de sus casas huyendo, dellos con armas -y dellos sin ellas, y no sabiendo por donde andaban, daban -en el golpe de los españoles que los desbarrigaban; huian de -aquestos, y daban en los otros de la otra parte que los despedazaban. -Tórnanse á meter en las casas, y allí los españoles, -poniendo fuego, vivos los quemaban. Con el horror y tormenta -del fuego, las mujeres, con sus criaturas en los brazos, se -salian de las casas, pero luégo que vieron los caballos, los -que nunca jamás habian visto, se tornaban á las casas que -ardian, huyendo más de aquellos animales, que no los tragasen, -que de las vivas llamas. Hicieron los españoles allí increible -matanza, no perdonando mujeres, ni niños, chicos ni -grandes. Dánse luégo á robar: díjose que á Nicuesa, ó á él y -á los suyos, cupieron 7.000 castellanos. Andando por diversos -lugares, buscando qué robar, toparon con el cuerpo de -Juan de la Cosa, que estaba reatado á un árbol, como un -erizo asaetado; y porque de la hierba ponzoñosa debia estar -hinchado y disforme, y con algunas espantosas fealdades, cayó -tanto miedo en los españoles, que no hobo hombre que aquella -noche allí osase quedar. Vueltos al puerto, Hojeda y -Nicuesa confederados, Hojeda se despidió de Nicuesa y mandó<span class="pagenum"><a name="Page_296" id="Page_296">[296]</a></span> -alzar sus velas para el golfo de Urabá, que era el fin -de su jornada, donde gozar de los bienes ajenos pensaba. -Será bien aquí considerar, porque por las cosas no pasemos -como pasan los animales, ¿qué injuria hicieron los vecinos -del pueblo de Calamar á Hojeda y á Juan de la Cosa, y á los -que consigo llevaron? ¿qué haciendas les usurparon? ¿qué -padres ó parientes les mataron? ¿qué testimonios les levantaron, -ó qué culpas otras contra ellos cometieron, estando en -sus tierras y casas pacíficos? Item, ¿fué alguna culpa, los -del pueblo de Turbaco matar á Juan de la Cosa y á los demas, -yendo á hacer en ellos lo que habian hecho los españoles á -los del pueblo de Calamar? ¿y fuera culpa vengable que lo -hicieran, solamente por castigar y vengar la matanza que los -nuestros hicieron en los vecinos inocentes de Calamar? ¿Hobiera -gente ó nacion alguna en el mundo, razonable, que por -autoridad de la ley y razon natural, que no hiciera otro -tanto? Todas las Naciones del mundo son hombres, y de cada -uno dellos es una no más la definicion, todos tienen entendimiento -y voluntad, todos tienen cinco sentidos exteriores -y sus cuatro interiores, y se mueven por los objetos dellos, -todos se huelgan con el bien y sienten placer con lo sabroso -y alegre, y todos desechan y aborrecen el mal, y se -alteran con lo desabrido y les hace daño, etc. Todo esto -dice Tulio en el libro I, <i>De legibus: Namet voluptate capiuntur -omnes. ¿Quæ autem natio, non comitatem non benignitatem -non gratum animum et benefitii memorem diligit? ¿Quæ superbos, -quæ maleficos, quæ crudeles, quæ ingratos non aspernatur, non -odit?</i> ¿Qué nacion hay que no ame y loe la mansedumbre, la -benignidad, el agradecimiento y el bien hacer? ¿Quién no -aborrece ó le parecen mal los soberbios, los crueles hombres -y malos? Todo esto es de Tulio. Item más, ¿Si mereció Diego -de Nicuesa premio, ante Dios, en ayudar á Hojeda con su -gente para ir á vengar la muerte de Juan de la Cosa y á su -muerta compañía, y si tuvo algun título justo y derecho natural -que á ejercer aquella venganza lo obligase ó excusase, -ó si fué la paz y amistad de ambos, la del rey Herodes y del<span class="pagenum"><a name="Page_297" id="Page_297">[297]</a></span> -injusto juez Pilatos? Pregunto tambien, si fué buena preparacion -la que hizo Hojeda, y tambien allí Nicuesa, para despues -predicar la ley de Jesucristo, evangélica, justa, sin mácula, -mansa, pacífica y quieta, como algunos pecadores sábios del -mundo y segun el mundo, por sus escriptos y palabras decir -osan y enseñan. Tanto derecho adquirieron los vecinos de aquella -tierra, solamente por aqueste hecho que hicieron Hojeda -y Nicuesa (que fueron los primeros que de toda la tierra firme -hasta entónces descubierta, de propósito saltaron en tierra -con ejército á robar, y matar y captivar los vecinos della), que -desde entónces, hasta el dia del juicio, cobraron derecho de -hacer contra todo español justísima guerra, adquirieron razonable -impedimento y causa probable de, por muchos años, -no rescibir la fe de Jesucristo, en tanto que creyeran que la -profesaban y guardaban aquellos. Infelices, cierto, en ésto -fueron, y bien lo probó Dios por el fin que todos hicieron.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_298" id="Page_298">[298]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LIX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Salido Hojeda con sus navíos del puerto de Cartagena -para su golfo de Urabá, por vientos que tuvo contrarios paró -en una isleta que está de Cartagena, la costa abajo, 35 leguas, -que se llamó isla Fuerte; y allí, para enmendar el avieso de -lo que habia en Cartagena hecho, y porque Dios le ayudase -para lo de adelante, captivó la gente que pudo, y que no pudieron -huir, é robó algun oro que tenian, con todo lo demas -que hallaron que les podia aprovechar. De allí entró en el -golfo de Urabá, y por él buscó el rio del Darien, que entre -los indios era muy celebrado de riqueza de oro y de gente belicosa, -pero no lo hallando, buscó por allí cierto lugar y desembarcó -la gente, y sobre unos cerros asentó un pueblo, al -cual llamó la villa de Sant Sebastian, tomándolo por abogado -contra las flechas con hierba mortífera, que por allí se tiraban -y tiraron hartas. Pero como Dios ni sus Sanctos no suelen dar -ayuda á las injusticias é iniquidades, como eran en las que -éstos andaban, Sant Sebastian no curaba ni curó de guardallos, -ni al mismo Hojeda, como se verá; y ésta fué la segunda -villa ó pueblo de españoles, que en toda la gran tierra firme -se pobló (la primera, fué la que el Almirante viejo, que estas -Indias descubrió, comenzó á poblar en Veragua, como en el -cap. 26 queda declarado), el cual, aunque no se poblara, no -se ofendiera Dios, ántes infinitos pecados se excusaran. Andando -por allí buscando asiento para edificar su pueblo, salió -de un rio un grande cocodrilo, que por error llaman lagarto, -y tomó con la boca de la pierna de una yegua que halló cercana, -y llevósela arrastrando al agua, y, allí ahogada, tuvo -buena pascua. Viéndose Hojeda con tan poca gente para sustentar -la negra villa de Sant Sebastian, y con miedo de la<span class="pagenum"><a name="Page_299" id="Page_299">[299]</a></span> -gente que él iba á inquietar, robar y captivar, despachó el un -navío de los que trujo á esta isla, con el oro que habia robado -y los indios captivado, para vendellos por esclavos, para -que le trujesen gente á fama de robar, y armas y otras cosas -necesarias; todo ésto se hacia en principio del año de 510. -Hizo en la villa de Sant Sebastian, que toda era de chozas ó -casas de paja, una fortaleza de madera muy gruesa, que, para -contra indios, si los españoles están sobre aviso, con poca resistencia -que hagan, mayormente si fuese cubierta de teja ó -de tablas de palma, que cuasi se hallan hechas, con no más de -cortallas con una hacha, suele ser como contra franceses Salsas; -y como el principal y final cuidado, y al que todos los otros -cuidados se enderezan, de los que vienen de España á estas -partes, y entónces tan copiosamente se tractaba, sea hoy y -fuese entónces escudriñar donde habia más oro, supo Hojeda, -de ciertos indios que habia captivado, que cerca de allí -estaba un Rey, señor de mucha gente, llamado Tirufi, el cual -tenia mucho oro. Acordó de ir allá y no perder tan buen -lance, y dejando la gente que le pareció, para guarda del pueblo -y fortaleza, llevó consigo los demas; y porque ya era extendida -la fama por todas las tierras, de muchas leguas adentro, -de las obras de los cristianos, y cuáles paraban las gentes -inocentes que estaban quietas en sus casas, sabiendo que -venian, saliéronles á rescibir despidiendo de sí, como si fuera -lluvia, tantas venenosas flechas; de las cuales, muchos de los -de Hojeda heridos, y que luégo rabiando morian, y ninguno -dañificado de los indios, acuerdan todos, y más diligentemente -Hojeda, de volver las espaldas, y corriendo y áun huyendo -irse al refugio de su fortaleza. Desde á pocos dias, comenzóles -á faltar la comida que Juan de la Cosa trujo de Castilla, y -algun caçabí que cogieron desta isla, y, por no esperar que -del todo se les acabase, acordó Hojeda de hacer saltos y entradas -por la tierra, para buscar y traer comida, tomándola -por fuerza á los indios; y si oro hallasen de camino, de creer -es que no le desecharian. Llegaron á cierto pueblo y pueblos, -salíanlos luégo al camino los indios á rescibir, y con sus armas<span class="pagenum"><a name="Page_300" id="Page_300">[300]</a></span> -acostumbradas hirieron y mataron algunos de los españoles, -y por no perdellos todos, y á su persona poner en peligro, dió -la vuelta con los suyos, huyendo, á su fuerza, siguiéndolos -hasta encerrallos dentro los indios. Llegados á su villa y fortaleza, -tenian harto, los que en ella quedaron, que hacer en -enterrar los que morian, y curar los que no venian tan mal -tratados, y pocos de los que con hierba venian heridos, escapaban. -Desde á pocos dias acabarónsele todos los mantenimientos, -y no osaban salir de la fortaleza un paso, á buscallos á los -pueblos de los indios, segun de la hierba de las flechas estaban -escarmentados; en tanto grado estaban sin remedio de comida, -que los sustentase, que comian hierbas y raíces, áun sin -cognoscer dellas si eran buenas ó mataderas y malas, las -cuales les corrompieron los humores, que incurrieron en grandes -enfermedades, de que murieron muchos; y estando uno -por centinela ó guardia, de noche velando, se le salió el alma, -y otros tendíanse en el suelo, sin otro dolor alguno, más de -pura hambre, espiraban: no tenian cosa que menor dolor y -angustia les diese que la muerte, porque con ella tenian estima -que descansaban. Estando, pues, padeciendo, más que -viviendo, esta infelice vida, quiso Dios, sacando de los males -de otros algun consuelo, no desmamparallos; fué desta -manera, que un vecino de la villa de Yaquimo, esta isla -abajo, llamado Bernardino de Talavera, que tenia muy -muchas deudas, como otros muchos en esta isla hobo -(como arriba hemos dicho, que, con cuantos indios en las -minas mataban, nunca Dios les hacia merced ni medraban); -por huir de las cárceles, acordó de se salir huyendo desta -isla, y porque no habia donde, sino á una de las dos gobernaciones -de que vamos hablando, y, por ventura, se habia con -Hojeda concertado, ó por las nuevas que habian dado los que -Hojeda envió en el navío por bastimentos, de que ya Hojeda -quedaba en tierra rica poblado, concertóse con otros tramposos -y adeudados, que habia hartos, y otros tambien que -por sus delitos andaban, por ventura, absentados, de hurtar un -navío que estaba en el puerto de la punta del Tiburon, dos<span class="pagenum"><a name="Page_301" id="Page_301">[301]</a></span> -leguas del pueblo ó villa de Salvatierra de la Çabana, al cabo -occidental desta isla, que era de unos ginoveses que cargaban -de pan cacabí é de tocinos, para traer á esta isla é llevar -á otras partes; el cual así lo hizo con 70 hombres que á -ello le ayudaron, los cuales asomaron un dia donde Hojeda y -los suyos perecian de hambre. Fué no decible ni estimable el -gozo y consuelo que rescibieron sus ánimas, como si de -muerte á vida resucitaran. Sacaron los bastimentos que traia -el navío, de pan y de carne, los cuales pagó Hojeda, en oro ó -en esclavos, á la persona que allí debia venir, que del navío -tenia cargo; y, segun la fama, que Hojeda tenia de mal partidor, -porque dicen que decia que temia, muchos años habia, de morir -de hambre, debió de partillo mal segun la hambre que -todos padecian. Comenzaron á murmurar los que ménos parte -habian, contra Hojeda, y á tratar de se salir de la tierra, y -venir en los bergantines ó en el navío recien venido; Hojeda -complia con ellos, dándoles esperanza de la venida del bachiller -Anciso, que cada dia esperaban. En este tiempo no -dejaban los indios de venir á darles rebates, y cada dia dellos -descalabraban; y como cognoscian ya la ligereza de Hojeda, -que el primero que salia contra ellos era él y los alcanzaba, -y que jamás flecha le acertaba, acordaron de armarle una celada -para lo herir é matar. Vinieron cuatro flecheros con sus -flechas bien herboladas, y pusiéronse tras ciertas matas, y -ordenaron que otros diesen grita é hiciesen rebato á la otra -parte; lo cual, puesto en obra, como lo habian concertado, -dada la grita en la parte contraria, sale Hojeda el primero de -la fortaleza como volando, y llegando frontero de los cuatro, -que estaban en celada, desarman sus arcos, y el uno dale por -el muslo y pásaselo de parte á parte; vuélvese Hojeda muy -atribulado, esperando cada hora morir rabiando, porque -nunca, hasta entónces, hombre le habia sacado sangre, habiéndose -visto en millares, como ya se ha dicho, de ruidos, -en Castilla y en estas partes. Creyó aquella era la que le bastaba; -y con este temor mandó luégo que unas planchas de -hierro en el fuego las blanqueasen, y, ellas blancas, mandó<span class="pagenum"><a name="Page_302" id="Page_302">[302]</a></span> -á un cirujano que se las pusiese en el muslo herido, ambas, -el cirujano rehusó, diciendo que lo mataria con aquel fuego; -amenazóle Hojeda haciendo voto solemne á Dios, que si no se -las ponia que lo mandaria ahorcar. Esto hacia Hojeda, porque -la hierba de las flechas, ser ponzoñosa de frio excesivo, es averiguado. -El cirujano, pues, por no ser ahorcado, aplicóle las -planchas de hierro blanqueadas, la una á la una parte del -muslo, y la otra á la otra, con ciertas tenazas, de tal manera -que no sólo le abrasó el muslo y la pierna, y sobrepujó á la -maldad de la ponzoña de la hierba, y la echó fuera, pero todo -el cuerpo le penetró el fuego en tanto grado, que fué necesario -gastar una pipa de vinagre, mojando sábanas y envolviéndole -todo el cuerpo en ellas; y así se tornó á templar el -exceso que habia hecho el fuego en todo el cuerpo. Esto sufrió -Hojeda voluntariamente, sin que lo atasen ni lo tuviesen; argumento -grande de su grande ánimo y señalado esfuerzo. Sanó -desta manera, consumiendo la ponzoña fria de la hierba con -el vivo fuego.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_303" id="Page_303">[303]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Comidos tambien los bastimentos que trujo el navío que -hurtó Bernardino de Talavera, tornaron á hambrear y verse -en el estrecho de hambre y miseria que ántes tuvieron, y como -se morian cada dia de hambre, y el bachiller Anciso, con -el socorro que esperaban, no venia, daban voces contra Hojeda, -diciendo los sacase de allí, pues todos perecian, y de secreto -murmuraban y trataban de hurtar los bergantines y -venirse á esta isla, y otras cosas que como aborridos y desesperados -decian y hacian. Visto por Hojeda su inquietud y -miseria, determinó decilles y poner por obra, que pues Anciso -no venia, que él mismo determinaba de venir á esta isla en -la nao que habia llevado Bernardino de Talavera, y llevalles -mantenimiento y todo socorro, y que no tomaba de término, -para tornar á vellos ó para les enviar remedio, más de cincuenta -dias, los cuales pasados, sino hobiese venido ó enviado, les -daba licencia para que despoblasen el pueblo y se viniesen á -esta isla en los bergantines, ó hiciesen de sí lo que quisiesen; -plugo á todos su determinacion y salida de la tierra, para venir -á esta isla, esperando que más presto serian socorridos. -Dejóles por su teniente é capitan á Francisco Pizarro, que era -uno dellos, y el que despues fué Marqués en el Perú, hasta -que Anciso viniese, que ya tenia elegido por su Alcalde mayor; -los 70 hombres ó la mayor parte dellos que habian venido -con el Bernardino de Talavera, viendo la miseria y peligros -de las vidas que los de Hojeda pasaban, no quisieron -quedar en la tierra, sino volverse á esta isla, escogiendo por -menor mal lo que aquí les sucediese, que el que allí, quedando, -tenian por cierto que padecerian. Embarcóse, pues, Hojeda -con el Bernardino de Talavera y con los demas en aquel<span class="pagenum"><a name="Page_304" id="Page_304">[304]</a></span> -hurtado navío, y no pudiendo tomar esta isla, fueron á dar á -la de Cuba, y creo que á la provincia y puerto de Xaguá, de -que arriba en el cap. 41, algunas cosas dijimos, donde áun no -habian pasado á poblar españoles; en la cual, saltando en -tierra y desmamparando el navío, diéronse á andar por la isla, -camino del Oriente, para se acercar más á ésta. Acaeció que ó -en el navío, por el camino, ó ántes que se embarcasen, ó despues -de salidos á tierra en Cuba, ó sobre quién habia de capitanear, -ó por otras causas, que yo no curé de saber cuando -pudiera saberlas, revolviéronse Hojeda y Bernardino de Talavera, -ó quizá que venian en el navío alguno de los súbditos -del mismo Hojeda, por vengarse de algunos agravios que estimasen -haber dél rescibido; finalmente, hechos todos á una -con el Talavera, prendieron al Hojeda, y preso lo llevaban -cuando iban por Cuba, camino, salvo que iba suelto porque -tuvieron muchas bregas y recuentros con los indios, y valia -más Hojeda en la guerra que la mitad de todos ellos; y como -era tan valeroso en fuerzas y ligereza y esfuerzo, trayéndolo -preso los deshonraba á todos, y los desafiaba, diciendo: «bellacos -traidores, apartaos ahí, de dos en dos, y me mataré con -todos vosotros.» Pero ninguno habia que le osase hablar ni -llegarse á él; y porque como muchos indios, de los vecinos -de aquella isla de Cuba, eran naturales desta isla, y se habian -huido della por la destruccion y muerte que los españoles -hacian y causaban á las gentes de ésta, y cognoscian bien -sus obras por experiencia, item, las matanzas y despoblaciones -que hacian en las gentes inocentes de las islas de los Lucayos, -cuando los vieron tantos juntos, creyendo y temiendo -que venian á les hacer otro tanto, salíanles al camino á resistillos -que no entrasen en sus pueblos, y, si pudieran, -tambien matallos, aunque eran tan pocas y tan débiles sus -armas, que no tenian sino unos simples arcos, y ellos gente -pacífica y no osada á reñir con nadie, que todos juntos aunque -eran muchos les pudieran hacer como les hicieron poco daño; -pero porque los españoles venian flacos, y con gran trabajo, por -no pelear con los indios huian de los pueblos, llegándose siempre<span class="pagenum"><a name="Page_305" id="Page_305">[305]</a></span> -á la costa de la mar, y habiendo andado más de 100 leguas, -hallaron junto á la mar una ciénaga que les llegaba á la rodilla -y poco más, y pensando que presto se acababa, proseguian su -camino adelante; andados dos ó tres dias, íbase ahondando -la ciénaga, y, esperando que no podria durar mucho más y -por no tornar á andar lo que quedaba atras, como habia sido -muy trabajoso, todavía andaban más, la ciénaga crescia más, -así en la hondura como en alejarse. Desta manera anduvieron -ocho y diez dias por ella, con esperanza de que se acabaria, y -con temor de andar lo que dejaban atras andado, habiendo -padecido incomparable trabajo de sed y hambre, siempre á la -cinta el lodo y el agua, noches y dias, y para dormir subíanse -sobre las raíces de los árboles mangles y allí dormian algun -sueño, harto inquieto, triste y amargo. La comida era el caçabí -y algun bocado de queso, si alguno lo alcanzó, y axí, que -es la pimienta de los indios, y algunas raíces de ajes ó batatas, -como zanahorias ó turmas de tierra, crudas, que era lo -que cada uno llevaba sobre sus cuestas en su mochila ó talega, -y bebian del agua salobre ó salada. Anduvieron más adelante, -con la dicha esperanza de que se acabaria camino tan -mortal, y tanto más la ciénaga se les ahondaba cuanto se -dilataba más. Llegaban muchas veces á lugares, por ella, en -los cuales les llegaba el cieno y agua hedionda á los sobacos, -y otras que les subia sobre las cabezas, y otras más alto, -donde se ahogaban los que no sabian nadar. Mojábaseles -la comida como las talegas andaban nadando, y el caçabí, mojado, -es luégo perdido, que de ningun provecho puede ayudar, -como lo podian ser obleas en un charco echadas. Traia -Hojeda en su talega, con la comidilla, una imágen de Nuestra -Señora, muy devota, y maravillosamente pintada, de Flandes, -que el obispo D. Juan de Fonseca, como lo queria mucho, -le habia donado, con la cual Hojeda tenia gran devocion, -porque siempre fué devoto servidor de la Madre de Dios; -en hallando que hallaba algunas raíces de los dichos árboles -mangles, que suelen estar sobre el agua levantadas, parábanse -sobre ellas un rato á descansar, los que por allí se hallaban,<span class="pagenum"><a name="Page_306" id="Page_306">[306]</a></span> -porque no todos venian juntos, sino unos que no tenian tantas -fuerzas ni tanto ánimo, quedábanse atras, y otros desmamparados, -y otros más adelante; sacaba Hojeda su imágen de -su talega y poníala en el árbol, y allí la adoraba y exhortaba -á que los demas la adorasen, suplicando á Nuestra Señora -los quisiese remediar; y ésto hacia cada dia y muchas -veces cada y cuando hallaba oportunidad. Y porque les era -imposible tornar atras, por no reandar lo que con tantas angustias -y daños habian andado, ya no pensaban en volver -hácia atras, sino en morir todos allí ahogados, ó de hambre -y sed, como ya muchos muertos quedaban, con sola la esperanza -de que la ciénaga se habia de acabar. Duróles la ciénaga -30 leguas, y anduvieron por ella treinta dias con los trabajos -y miseria que dichos se están; murieron de hambre, y -sed y ahogados, creo que de todos ellos, que eran 70, la mitad. -Cierto, que, aunque los trabajos que en estas Indias los españoles -han querido pasar, por buscar riquezas, han sido los -más duros y ásperos que hombres en el mundo nunca pasaron, -éstos que aquí Hojeda y los que con él venian padecieron, -fueron de los más grandes. Plugo á Dios que llegaron -algunos, los más recios y ligeros, y que más pudieron sufrir -calamidad tan grande, hasta al cabo, y hallaron un camino -seguido, por el cual se dieron á andar, y á obra de una legua -llegaron á un pueblo de indios llamado Cueyba, la y letra -luénga, y llegados, cayeron como muertos de flacos. Los indios -de vellos quedaron espantados; dijéronles como atras -quedaban los demas en aquel doloroso trabajo, ó por señas, -ó porque allí venian algunos que de la lengua desta isla, que -con la de aquella era toda una, sabian algunos vocablos. Hallaron -tanta piedad y compasivo acogimiento en los indios, que -no lo hallaran alguno dellos mejor en casa de sus padres; -á los que allí llegaron diéronles luégo de comer de todo lo -que tenian, que no era en poca abundancia, porque la isla de -Cuba en gran manera era de mantenimientos abundante, como, -placiendo á Dios, se dirá. Laváronlos, limpiáronlos, recreáronlos. -El señor del pueblo envió luégo mucha gente, con<span class="pagenum"><a name="Page_307" id="Page_307">[307]</a></span> -comida para los otros que en la miseria y tristeza quedaban, -mandándoles que los ayudasen á salir, y los recreasen y alegrasen, -y los que no pudiesen venir los trujesen á cuestas, -y entrasen por la ciénaga y buscasen los que faltaban. Hiciéronlo -los indios tan bien y mejor que les fué mandado, porque -cuando no son exacerbados y maltratados de nosotros ántes, -siempre así lo hacen. Traidos y llegados todos los que escaparon, -fueron allí servidos muchos dias, mantenidos, recreados -y consolados, como si los indios estimaran que fueran ángeles, -y es cierto, que si 1.000 ó 10.000 fueran los españoles, si los -indios quisieran matallos, segun venian, uno ni ninguno dellos -no quedara; y porque Hojeda, con la devocion que á Nuestra -Señora tenia, se habia mucho á su misericordia encomendado, -y hecho voto que saliendo salvo al primer pueblo, dejaría en -él su imágen, dióla al señor del pueblo, é hízole hacer una -ermita ó oratorio con su altar, donde la puso, dando alguna -noticia de las cosas de Dios á los indios, segun que él pudo -hablarles, diciéndoles que aquella imágen significaba á la -Madre de Dios, que estaba en el cielo, Dios y Señor del mundo, -llamada Sancta María, de los hombres muy abogada. Fué admirable -la devocion y reverencia que á la imágen tuvieron -desde adelante, y cuán ornada tenian la iglesia de paños -hechos de algodon, cuán barrida y regada; hiciéronle coplas en -su lengua, que en sus bailes y regocijos que llamaban areítos, -la i letra luenga, cantaban, y al son de las voces bailaban. Yo -llegué, algunos dias despues de este desastre de Hojeda y su -compañía, y vide la imágen puesta en el altar, y la iglesia ó -oratorio, de la manera dicha, compuesta y adornada. Y cuando -habláremos, si á Dios pluguiere, de las cosas de aquella -isla, en el libro III, contaré otras cosas cerca de la devocion -que los indios tenian con esta imágen, no dignas de ser -calladas.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_308" id="Page_308">[308]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LXI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Estuvieron en aquel pueblo los españoles todo lo que les -plugo y quisieron estar, sirviéndoles los indios como si fueran -padres y hermanos; y, despues de sanos y hartos y recreados, -dadas las gracias al Señor y á los demas, y con muchos indios -cargados de comida y de sus hatillos, que el Cacique ó -señor les dió, que los guiasen y acompañasen hasta ponellos -en otros pueblos, pasado un despobladillo que por allí hay, -por ser tierra muy baja, que creíamos, los que despues por allí -pasamos, que otro tiempo debia ser aquello mar, finalmente, -llegaron á la provincia y pueblo llamado Macáca, la media -sílaba luenga; allí los rescibieron muy bien los indios, y hospedaron, -como los indios universalmente lo suelen hacer donde -no han sido primero agraviados. Los españoles, como se vian -aislados, y no remedio para salir de aquella para esta isla, y -redujesen á la memoria estar españoles en la de Jamáica, la -cual distaba de donde habian llegado obra de 20 leguas, tractaron -entre sí de quién se atreveria pasar en una canoa ó barquillo -de indios, á dar nuevas en Jamáica dellos, y del estado -en que estaban y habian venido. Ofrecióse luégo un Pedro de -Ordás, diciendo que él iria, (no me acuerdo si fué solo él ó -le acompañó alguno de los otros), rogaron al Cacique ó señor -del pueblo que les diese una canoa esquifada ó proveida de -indios, para que pasasen á Jamáica; hízolo de muy buena voluntad, -y proveyóles de comida con todo lo necesario, cuanto -fué posible. Partiéronse y llegaron á la isla, y dieron noticia -á Juan de Esquivel, Teniente, que el Almirante habia enviado -allí, pocos dias habia, como en el capítulo 52 dijimos, el cual -proveyó luégo de una carabela que allí tenia proveida de lo -que habian menester, para que trujesen á Hojeda y á todos los<span class="pagenum"><a name="Page_309" id="Page_309">[309]</a></span> -demas; y en ella envió á Pánfilo de Narvaez por Capitan, de -quien abajo hay bien que decir é de su desastrado fin. Llegada -la carabela al puerto de Macáca, como la vieron fué grande -el alegría que todos rescibieron, y Hojeda pidió al Cacique -una canoa para que le llevase á la carabela, y así como Pánfilo -de Narvaez le vido, díjole con mucha gracia: «Señor Hojeda, -lléguese vuestra merced por esta parte, tomalle hemos.» Respondió -Hojeda: «Señor, mi remo no rema,» dando á entender -los desacatos y agravios que de Bernardino de Talavera -y de los otros habia rescibido. Rescibido en el navío, -Pánfilo de Narvaez, que era hombre honrado y de bien, y -cognoscia bien á Hojeda, y lo que segun la estimacion de los -hombres merescia, le hizo grande acatamiento, y trató como -la persona que era; despues rescibió en el navío á todos los -otros, y llevólos á la isla de Jamáica. Juan de Esquivel, como -era caballero y se habia visto próspero, y despues muy caido, -porque habia seguido muchos años los vaivenes de la fortuna, -como nos contó algunas veces á ciertas personas que estábamos -en esta isla con él juntos, no curando de acordarse de -las palabras de amenazas que Hojeda le dijo en esta ciudad, -al tiempo que se partia para esta su desdichada empresa, que -le cortaria la cabeza si á Jamáica iba, le hizo grande acogimiento -y hospedaje benigno, y mostró dulce y graciosa y -familiar conversacion, aposentándole en su casa y haciéndole -servir como á su persona misma. Pasados algunos dias, que -descansó de tan trabajosa vida como desde que salió desta -isla Hojeda habia tenido, pasóse á ésta, quedando Juan de -Esquivel y él muy grandes amigos. Quedáronse allí todos los -más de aquellos que con Hojeda venian, no osando pasarse á -esta isla por miedo de la justicia, por el hurto de la nao y por -las afrentas que dellos habia Hojeda rescibido; pero sabido por -la justicia del Almirante, quedar en Jamáica, envióse por ellos -en especial por el Bernardino de Talavera. Trujéronlo preso, -y creo que á otros con él, que debian ser los culpados ó más -culpados, y convencidos por su ordinario juicio, sentenciaron -á ahorcar á Bernardino de Talavera, y ejecutóse la sentencia<span class="pagenum"><a name="Page_310" id="Page_310">[310]</a></span> -en él, y creo que tambien ahorcaron ó afrontaron á otros con -él, si no me he olvidado, por el mismo delito; por lo que á -Hojeda hicieron no creo que hubo castigo, porque no era -hombre Hojeda que los acusaria. Estuvo Hojeda en esta ciudad -despues desto muchos dias, y creo que fué más de un -año, y yo lo vide; algunos, que debian ser de los que con él -mal estaban, y quizá de los que con él habian desto viaje venido, -lo aguardaron para lo matar una noche que venia de -pasar tiempo en conversacion buena con amigos, pero aína les -hobiera pesado de haberle acometido, porque creo que los -corrió por una calle adelante á cuchilladas, segun que siempre -hacer solia en semejantes refriegas. Al cabo, cuando plugo á Dios, -no mucho despues de lo dicho, que fuesen cumplidos sus dias, -murió en esta ciudad de su enfermedad, paupérrimo, sin dejar -un cuarto, segun creo, de cuanto habia rescatado y robado, -para su entierro, de perlas y oro á los indios, y dellos hechos esclavos -muchas veces que á tierra firme habia venido; mandó -que lo enterrasen á la entrada, pasado el lumbral, luégo allí, de -la puerta de la iglesia y monasterio de Sant Francisco; y así no -acertaron los que dijeron que el Almirante queriendo prenderlo, -se habia retraido á Sant Francisco, y allí habia muerto de la -herida que en Urabá rescibido habia, porque, como dije, yo lo -vide suelto, y libre y sano, pasear por esta ciudad, y despues, -yo salido de aquí, oí ser fallecido. Este fué el fin de Alonso -de Hojeda, que tantos escándalos y daños en esta isla (como -en el primer libro queda dicho), hizo á indios; éste fué el -primero que hizo la primera injusticia en esta isla, usando de -jurisdiccion que no tenia, cortando las orejas á un señor Rey y -Cacique, que con mayor y más cierto derecho, jurisdiccion y -justicia propia, por el derecho natural concedido, pudiera á él -y los que con él iban, y al mismo Almirante que los envió -(como á injustos y violentos tiranos, invasores de los reinos y -tierras, y señoríos ajenos), justiciar y hacer pedazos. Hojeda -fué tambien el que por maña y cautela, ó por manera ilícita, -prendió y trujo á la Isabela preso al rey Caonabo, que se -ahogó estando en cadenas en cierto navío, para llevar á Castilla<span class="pagenum"><a name="Page_311" id="Page_311">[311]</a></span> -contra toda justicia y razon. Este fué asimismo el que -infestó á tierra firme, y á otras destas islas, que nunca le ofendieron, -y llevó dellas muchos indios á vender por esclavos á -Castilla, como queda en el primer libro dicho. Y finalmente, lo -que agora en éste su postrero viaje por la provincia de Cartagena -y el golfo de Urabá hizo, y fué causa que Nicuesa hiciese, -con otros muchos insultos, que, si yo cayera en los -tiempos pasados en ello, pudiera dél mismo sabellos, y de otras -muchas personas que con él anduvieran, para referirlos; y -porque no cometió ménos que otros (al ménos que los de -aquellos primeros tiempos, porque de los que despues sucedieron -otros le excedieron ciento por uno), pudiera y debiera -padecer otro más desastrado fin, pero yo lo atribuyo que por -honra de la Madre de Dios, de quien se afirmaba ser muy devoto, -quiso dispensar con él la divina justicia en que muriese -en su paz, y en su cama, quito de barahundas, para que tuviese -tiempo de llorar sus pecados, en esta ciudad do Sancto -Domingo. Y plega ó haya placido á Dios de haberle dado cognoscimiento, -ántes de la muerte, de haber sido pecados los -males que hizo á indios.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_312" id="Page_312">[312]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LXII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Tornemos á tractar de los que quedaron en la fortaleza -de Urabá, los cuales, despues de partido Alonso de Hojeda, -padeciendo extremas angustias y hambres, esperaron todavía -los cincuenta dias que de término les habia dejado, y viendo -que ni venia ni enviaba, determinaron deshacer y dejar el -pueblo, y en los bergantines, para esta isla, embarcarse; y haciendo -cuenta de los que podrian caber en ellos, vieron que -para llevar á todos, que debian de ser hasta 60, no eran capaces; -por lo cual no hallaron otro remedio, sino esperar que -la hambre y enfermedades, y tambien los indios con sus flechas, -los menoscabasen hasta quedar tantos cuántos los bergantines -pudiesen llevar. No pasaron muchos dias que la hambre y las -angustias, y los indios peleando contra ellos, porque iban á -sus pueblos á tomalles la comida, de tal manera los apocaron, -que pudieron bien caber y tener lugar en los bergantines, y -que les sobrase. Habian dejado cuatro yeguas vivas, para su -defensa, porque con ellas los indios se asombraban, éstas hicieron -tasajos y echaron en sal, y metido lo que más pudieron -meter, entraron en los dos bergantines, yendo por Capitan -del uno, Francisco Pizarro, y del otro, un Valenzuela. Hiciéronse -á la vela, seis meses despues que allí habian entrado; -salidos del golfo de Urabá, y siendo, cerca de la isla Fuerte, -obra de 20 leguas, salidos á la mar, dió un golpe de mar al -bergantin de Valenzuela, que lo metió con todos los que llevaba -debajo del agua, donde, á vista de Pizarro y de los que -con él iban y oyendo los gritos dellos, todos se ahogaron; dijeron -los del otro bergantin, que vieron una ballena ó otro -pece muy grande, que con la cola les hizo pedazos el timon ó -gobernario. Pizarro fuése con su bergantin á entrar y escaparse<span class="pagenum"><a name="Page_313" id="Page_313">[313]</a></span> -en el puerto de Cartagena, y él que entraba vido venir -un navío y un bergantin; esperóle, y era el bachiller Anciso, -el cual lo traia cargado de bastimentos, y 150 hombres y doce -yeguas, y algunos caballos, y puercas con sus berracos para -criar. Traia tambien muchos tiros de pólvora, y lanzas, y espadas -y otras armas, y trujera más de la gente que habia en -esta isla, muy adebdada, porque concertó con muchos que -se saliesen á la costa de la mar del Sur, en los puertos que -habia hasta el cabo de la isla, y que él iria con su navío y -bergantin por ellos, y los iria tomando cuantos hallase; pero, -sabido por el Almirante, mandó que fuese una nao armada -con él, hasta dejallo pasado desta isla, porque los acreedores -se lo requirieron. Con toda la diligencia que se puso, no dejó -Vasco Nuñez de Balboa de ir en el navío, metido en una -pipa vacía; díjose que contra voluntad y sin saberlo Anciso. -Este Vasco Nuñez era uno de los que muchas deudas -debia, vecino del postrero pueblo desta isla, al Occidente, -llamado Salvatierra de la Çabana, donde tenia indios de repartimiento, -natural de Badajoz. Era mancebo de hasta treinta -y cinco ó pocos más años, bien alto y dispuesto de cuerpo, y -buenos miembros y fuerzas, y gentil gesto de hombre muy -entendido, y para sufrir mucho trabajo; éste habia venido á -la tierra firme, cuando vino á descubrir é rescatar Bastidas, -de quien arriba hicimos mencion. Salidos á la mar, salió él -de su pipa, y dijeron que desque lo vido Anciso se movió á -mucha ira contra él, certificándole que lo habia de hacer -echar en una isla despoblada, pues merecia muerte por las -leyes; pero, dello por se humillar, y dello porque otros á Anciso -rogaron, se aplacó Anciso, y así Vasco Nuñez se quedó -porque tenia Dios determinado de hacer otra cosa dél, por su -mal. Así que, llegado Anciso al bergantin, y cognoscido que -era de la gente de Hojeda, creyó que se venian sin licencia y -huyendo se absentaban; y como era Alcalde mayor por el -Hojeda, como se dijo atras, quiso luégo prendellos y castigallos, -no curando ni creyendo que Hojeda fuese salido de allí, ni -de lo que más de sus infortunios alegaban. Pero referidos en<span class="pagenum"><a name="Page_314" id="Page_314">[314]</a></span> -particular los trabajos, hambres y muertes que habian pasado, -y mostrada la provision, que Hojeda, de Capitan, dejó á -Francisco Pizarro, comenzó á creer Anciso lo que le parecia -no poder haber pasado. Sintiendo y mostrando de lo acaecido -gran dolor, díjoles, que ya que aquello era pasado, que por -la postura y contrato que él con Hojeda habia puesto, era -todavía obligado á llegar hasta Urabá, y allí esperalle y entre -tanto hacer lo que pudiese de su parte; ellos, como de tan -desesperada vida y peligros se habian escapado, tornarse á -ellos como de la misma muerte reusaban, rogándole que por -ninguna vía se lo mandase, y que él no lo debia hacer, porque -como ellos no se viese y desease, y que si no quisiese -que á esta isla se tornasen, que se fuese á la gobernacion de -Veragua, donde Nicuesa estaba. Finalmente, dello por ruegos -y persuasiones, y poniéndoles delante cebo para movellos, -que saltarian en tierra y harian esclavos para traer ó enviar -á esta isla, dello mostrando imperio como Justicia mayor, -hobo de hacer que á Urabá tornasen, pero ántes que de Cartagena -partiesen, tuvo necesidad el navío de Anciso de tomar -agua y adobar la barca del navío, que se le habia quebrado. -Para ésto echó cierta gente en tierra con los oficiales, y, estando -adobando la barca, vinieron muchas gentes de los indios -(como estaban hostigados de los estragos que habian hecho -en aquella provincia Hojeda y Nicuesa), con sus arcos y -flechas, y cercáronlos, y ni los indios les acometieron, ni -tampoco á los indios los cristianos, y así los tuvieron tres -dias cercados. En todos tres dias cada gente estaba sobre -aviso, velándose y aparejada para si la otra intentaba algo, -puestos los ojos en la otra, sin descuidarse. Estando en esta -disposicion ambas, salieron dos españoles dentre los otros á -henchir y traer del rio, que allí estaba junto, una botija de -agua, á los cuales, como viesen los indios moverse, arremetieron -muy de presto 10 indios, con uno que parecia ser su -Capitan, y cercan los dos españoles y apuntan en ellos las -flechas con ojos airados, amagándoles como que los querian -tirar, pero no desarmaban los arcos. Visto esto, el uno de los<span class="pagenum"><a name="Page_315" id="Page_315">[315]</a></span> -dos da de huir donde los muchos estaban adobando la barca, -quedando el otro sin temor, y con palabras de afrenta llamándolo. -Tornó el otro, y dícele que hablase á los indios en -su lenguaje, porque habia ya, de los indios que por allí habian -captivado y robado, aprendido algunos vocablos de su -habla. Comenzólos á hablar, y como los indios oyeron palabras -de su lengua, espantados, comienzan á blandear y segurarse, -y preguntáronle que quién eran sus Capitanes, y qué -querian ó buscaban. Respondió el español, que eran gente -que venían de otras tierras sin hacer mal á nadie, y que se -maravillaban que ellos les perturbasen, saltando en aquella -costa con necesidad, y mirasen lo que hacian, porque vernian -dellos mucha gente armada y los harian mucho daño. Avisado -Anciso que los indios tenian presos ó no dejaban venir los -dos cristianos, salió del navío con mucha gente armada, con -harto miedo de las flechas venenadas, su poco á poco yendo -para ellos; el que los entendia hizo señal que no acometiesen -nada, porque los indios no querian sino paz, porque creian -que eran Hojeda y Nicuesa, que sin culpa suya les habian hecho -tan grandes daños, matándolos, y quemándolos, y llevando -tantos captivos como les habian llevado, en los cuales venian -á vengarse, pero, pues no eran dellos ni les habian hecho -agravio, que á los que no les dañaban no era su intencion dañarles, -porque hacer el contrario era malo. Y para señal dello -dejaron los arcos y las flechas, y van de presto y traénles pan -de su maíz y pescado salado, y vino de sus brebajes, y así quedaron -pacíficos y en amistad de los cristianos. Este caso refiere -tambien Pedro Mártir, en su segunda Década, cap. 1.º la -cual escribió al Papa Leon X. Buena señal es ésta de que -aquellas gentes de Cartagena, que ante los Reyes habian sido -de bravas, y que hacian, sin causa, mal á los cristianos, infamadas, -como en el cap. 19 contamos, que si no se les hobieran -hecho daños, poco habia que trabajar para, por amor -y obras cristianas, y de hombres de razon, ganallas; pues habiendo -tan pocos dias que rescibidos de Hojeda y Nicuesa -tan irreparables males y estragos, y áun teniendo justísima<span class="pagenum"><a name="Page_316" id="Page_316">[316]</a></span> -guerra por ellos contra todo español, tuvieron tanto sufrimiento -y moderacion á no acometer á estos luégo, saltando -en su tierra sin su licencia, hasta ver si eran de los que les -habian tan injustamente maltratado, ó si de nuevo los venian -á infestar como los pasados. Y estas particularidades fuera -bien que los del Consejo del Rey examinaran, como, segun -Dios y razon áun humana, eran obligados; pero por su gran -ignorancia, como queda dicho, y áun presumpcion de ser letrados, -erraron mil veces en el derecho que no les era lícito -ignorarlo, y así tuvieron, de lo que tanto importaba, ningun -cuidado.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_317" id="Page_317">[317]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LXIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Tornando al propósito de la historia, partióse Anciso de -Cartagena para Urabá, llevando consigo el bergantin, con -Francisco Pizarro, y los que de tantos infortunios se habian -con él escapado; el cual, entrando en el puerto, por descuido -del marinero que llevaba el timon ó gobernario, dió la nao -en cierta arena ó bajo, que está en la punta oriental de aquella -entrada, la cual, con la resaca, que son las olas que quiebran -en la ribera, y con la corriente que allí hace, cuasi en un momento -fué hecha la nao pedazos; en el bergantin y en la barca, -con mucho peligro, se salvó la gente, cuasi desnudos todos, -y con algunas armas, de los bastimentos salvaron una poca -de harina, y algun bizcocho, y algunos quesos; las yeguas, y -caballos y puercas, todas se ahogaron. Todos estos argumentos -y claras señales de aprobar Dios las estaciones en que los -ciegos pecadores andaban. Salidos de éste modo á tierra comenzaron -á hambrear, comian palmitos y fructos ciertos de -las palmas, socorriólos Dios, con topallos con muchas manadas -de puercos monteses de la misma tierra, que son más pequeños -que los nuestros, de cuyas carnes por algunos dias -se mantuvieron; acabados los puercos monteses, y faltándoles -lo suyo, era por fuerza que habian de ir á tomar lo ajeno, y -no es excusado ante Dios, quien se pone y expone á tal peligro. -Acuerda luégo Anciso ir con 100 hombres, á inquietar -y robar y matar los que en sus casas, sin haberle injuriado -ni hecho otro daño alguno, pacíficos vivian, por tomarles violentamente -su comida, pero no sin riesgo de su propia vida; -lo que tocaba al alma, por entónces, poco escrúpulo ni cuidado -habia. Salidos ciertas leguas, toparon, no 100, como ellos -iban, ni 1.000 ni 2.000 armados con arcabuces, ni otra especie<span class="pagenum"><a name="Page_318" id="Page_318">[318]</a></span> -de artillería, sino con sólos desnudos y tres indios; los -cuales con tanto denuedo y esfuerzo acometieron á los 100 -que llevaba Anciso, como si fueran dos, y los indios 1.000; -sueltan sus flechas llenas de ponzoñoso veneno, tan de presto, -que ántes que los españoles tuviesen lugar de revolverse, tenian -clavados muchos, y muchos rabiando muertos, y gastadas -ó vacías las aljabas de sus flechas, sin errar alguna, botaron á -huir que parescian viento. Tórnase Anciso con los que quedaron -vivos, por muchas maneras atribulados é infelices, torna -la opinion y las voces y consejos, que ántes habia, de salir é -dejar aquella tierra, como á enemiga de sus vidas, y es de -creer que Francisco Pizarro y los de su compañía zaheririan -é acusarian su porfia de venir á ella al bachiller Anciso; ayudaba -la opinion que la dejasen, haber ya quemado los indios -la fortaleza que Hojeda hizo, y treinta casas que los españoles -allí tenian, y áun díjose que el mismo Anciso se quiso hurtar -de su gente y venir á esta isla en los bergantines, aunque -despues, segun dijeron, con juramento aquesta culpa satisfizo. -Estando todos en aquesta extrema tristeza, no sabiendo qué -hacerse, oyendo cada uno á cada cual su sentencia, dijo Vasco -Nuñez de Balboa: «Yo me acuerdo que los años pasados, viniendo -por esta costa con Rodrigo de Bastidas, á descubrir, -entramos en este golfo, y á la parte del Occidente, á la mano -derecha, segun me parece, salimos en tierra, y vimos un pueblo -de la otra banda, de un gran rio, y muy fresca y abundante -tierra de comida, y la gente della no ponia hierba en sus -flechas.» Todos, sin dudar en cosa de lo que Vasco Nuñez -dijo, concurrieron en un parescer, que luégo se fuese á buscar -el rio y el pueblo que Vasco Nuñez decia; este rio es el -que los indios llamaban el Darien, que dicen que es otro Nilo -en Egipto. Salta luégo Anciso y Vasco Nuñez con los que más -cupieron en los bergantines y en la barca del navío perdido, -van allá, y hallan verdad, todo lo que Vasco Nuñez habia dicho; -pero desque los indios vieron, y el señor dellos que se -llamaba Cemaco, los bergantines españoles, como habian oido -sus obras, mujeres y niños, que no eran para pelear, enviados<span class="pagenum"><a name="Page_319" id="Page_319">[319]</a></span> -huyendo, de los varones juntáronse obra de 500, y esperaron -á los españoles en un cerrillo. Como Anciso y los suyos vieron -á los indios así aparejados para pelear, temiendo más la -ponzoña de la hierba que las personas, (porque sin ella, para -contra españoles, poco y nada pueden), hincáronse de rodillas y -con mucha devocion, segun la que les parecia que tenian, encomendáronse -á Dios y hicieron voto á Nuestra Señora, como -en Sevilla dicen, del Antigua, con cuya imágen toda la ciudad -tiene gran devocion, de, si les diese vencimiento, la primera -iglesia é pueblo que hiciesen por allí, intitulalla que se -llamase Sancta María del Antigua, y más desto, que enviarian -un romero á Sevilla para que le ofreciese, por todos, algunas -joyas de oro y plata que con él enviarian. Hízoles -obligar á todos, con juramento que les tomó, que ninguno -huyese ni volviese las espaldas, á muerte ó á vida; hechas todas -estas diligencias, armados de sus espadas, lanzas y rodelas, -arremeten á los indios, y los indios, desnudos, á ellos, tirando -sus flechas, como de niños, como les faltase hierba; ellos con -las espadas, cortándolos por medio, y con las lanzas, en un -credo alanceando cada uno 20, pusieron al cabo en huida -los que quedaron vivos. Entraron en el pueblo, y halláronlo -todo, como lo habian menester, lleno de comida; otro dia entraron -por la tierra y los montes que por ella habia, y hallaron -algunos barrios ó casas vacías de gente, por haber todas -huido, pero llenas de vasos, y otras alhajas de casa para el -cuotidiano servicio, y de cosas hechas de algodon, como naguas -para las mujeres, que son como medias faldillas, donde hobieron -mucho algodon hilado y con pelo, y lo que más ellos -deseaban y andaban á buscar, con tantos peligros del ánima -y del cuerpo, muchas piezas de oro, que se ponian en los pechos -y en las orejas, y en otras partes, joyas de diversas hechuras, -que hasta 10.000 castellanos de oro fino pesarian.</p> - -<p>De diferente manera hallo en mis memoriales viejos, -habida relacion de los que creo que se hallaron en ésto, conviene -á saber, que el cacique Cemaco, señor de aquella tierra, -luégo se aplacó y rescibió de paz los españoles, y les dió<span class="pagenum"><a name="Page_320" id="Page_320">[320]</a></span> -graciosos, de su voluntad, entendiendo lo que buscaban 8 -ó 10.000 pesos de oro, pero que le preguntaron donde se cogia -de aquello, y respondió que les venia del cielo; forzándolo que -dijese la verdad, dijo, que las piezas grandes las cogian de 25 -leguas de allí, y lo menudo, de unos rios de por allí cerca. -Dijéronle que fuese á mostrallos, respondió que le placia, pero -que queria ir primero á llamar unos indios suyos, que fuesen -con él; notificó á los indios, lo que los españoles pretendian, -respondiéronle los indios que no lo descubriese, porque -nunca saldrian de aquella tierra, por lo cual el Cacique se fué -á esconder á un pueblo ó tierra de un vasallo suyo. Fueron -tras él, y prendiéronlo; pregúntanle que dónde cogian aquel -oro, respondió, como ántes, que le venia del cielo. Dánle grandes -tormentos, por los cuales descubrió las minas; finalmente, -soltóse despues, y recogió sus gentes y amigos, y viene contra -los españoles, y entónces debian hacer sus oraciones y voto -el bachiller Anciso.....<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a>.</p> - -<p>Con este gran triunfo muy alegres, Anciso envió por los -otros compañeros que quedaron á la otra banda oriental de -aquel golfo, por no caber en los bergantines, los cuales, como -los vieron, y oidas las nuevas de la abundancia de la comida -y fertilidad de las tierras, y más de ser de oro ricas, ¿quién -podrá encarecer el regocijo que hobieron, bañados de alegría? -Con este favor de haber salido verdad lo que Vasco Nuñez -dijo, y siendo él la guía sucedelles tan próspero, que mejor -esperallo no podian, cobró Vasco Nuñez mucha reputacion -entre todos aquellos españoles, y á tener amigos, y en sí -mismo más estimacion de la que debia. No es razon de -pasar de aquí sin alguna consideracion de cristiandad, y no -insensiblemente como lo harian los gentiles, que ni áun los -cuerdos dellos, por semejantes cosas, fácilmente, sin mirar en -ellas, pasarian. ¡Que hobiese tan tupida ceguedad en aquellos, -y mayormente en el bachiller Anciso, que paresce que por<span class="pagenum"><a name="Page_321" id="Page_321">[321]</a></span> -sus leyes debiera más presto sentilla, que disponiendo de infestar, -matar, y captivar, y robar á una gente apartada, en -su tierra y casas segura sin les haber ofendido, no ménos que -las otras inocentísimas, que ni los indios á españoles, ni españoles -á los indios habian visto, hiciesen oracion á Dios, y -hiciesen votos á la Vírgen Maria del Antigua, porque les ayudasen -y favoresciesen á perpetrar tan impías, tan crueles, tan -violentas, tiránicas, y de Dios tan ignominiosas y afrentosas -injusticias! ¿Qué otra cosa era lo que allí en aquellas oraciones -y votos hacian, sino hacer ó tomar por compañero á Dios -y su Madre Sancta María, de los robos, homicidios, y captiverios -é infamias de la fe, y sangre que derramaban, y rapiñas -que perpetraban, partícipes? Daban á Dios y á su Sancta Madre -oficios, que no son de otros propios, sino de los demonios y de -sus ministros. Los que en las obras del diablo andan ocupados, -como estos andaban, matando, captivando, robando y escandalizando -los inocentes que mal nunca les merescieron, é infamando -la fe de Jesucristo, y, por consiguiente, impidiendo -que gentes no se convirtiesen, no tienen necesidad de ayuda -de Dios, sino del diablo; y aquel, por las obras tales, con el -diablo vive, y aunque busque y pida la ayuda de Dios, no la -hallará, como el ladron que vá á hurtar, que se encomienda -á Dios que le ayude á que salga en salvo con el hurto, y el -que entre en algun lugar para cometer fornicacion, porque no -sabe la Justicia de Dios dar favor á los crímenes é injusticias. -Todo ésto es de Sant Crisóstomo, sobre San Mateo: <i>Qui in -diaboli iniquitatibus ambulat diaboli adjutorium necessarium -habet. Colonus diaboli auxilium si quæsierit non inveniet. ¿Vidisti -aliquando euntem ad furtum, Deum orare ut bene prosperetur -in furto? ¿Aut qui vadit ad fornicationem numquid signum -crucis ponit sibi in fronte, ut non comprehendatur in crimine? -Quod si fecerit non juvatur, quia nescit justitia Dei patrocinium -dare criminibus.</i> Esto es de Sant Crisóstomo; véalo bien -el cristiano lector, y determine si hobo lugar la sentencia -de Sant Crisóstomo en Anciso y en su compañía. Considere -tambien, si nombrar la iglesia del título de Sancta María del<span class="pagenum"><a name="Page_322" id="Page_322">[322]</a></span> -Antigua, y enviar á la capilla de la Vírgen, que está en Sevilla, -las joyas que le prometieron por voto, si fué á Dios y á su -Sancta Madre acepto sacrificio. No debiera de ignorar Anciso -aquello que en el Eclesiástico está escripto, y áun en los «Decretos», -si los profesó, lo pudiera haber visto: <i>Immolantes -ex inicuo oblatio est maculata</i>. <i>Dona iniquorum non probat Altissimus, -nec respicit in oblationibus iniquorum</i>, etc. Y que aunque -Dios les permitió hacer los grandes pecados que allí cometieron, -y quiso que saliesen con victoria, los tristes inocentes -indios vencidos, no se debieran de tener por sanctos y devotos -de Dios, estimando que por sus oraciones fueron oidos y favorescidos, -porque Dios suele sacar de nuestras maldades los -fructos para su gloria y honra que determina, porque, de otra -manera, nunca los permitiria. El fructo que de aquellos insultos -y obras infernales Dios sacaria, sería algun predestinado -que allí tenia, puesto que no fuese más de sólo uno; pero no por -eso se sigue que apruebe las obras de los que, haciendo contra -su ley é mandamientos, inexpiablemente le desirven. Y -cabe bien aquí lo que refieren las historias de aquel Alexandre -Magno, que traia en el mundo el mismo oficio que los -españoles han traido y traen por todas estas Indias, infestando, -escandalizando, matando, robando, captivando, subjetando -y usurpando los reinos ajenos y gentes que nada les -debian. Este, siendo infiel idólatra, enemigo del linaje humano, -infernalísimo, llegando á los montes Caspios, donde habian -sido puestos y desterrados, llevados captivos, los diez tribus -de Israel, por Teglaphalasar y Salmanazar, reyes de los -Asirios, del cual captiverio se tracta en el capítulo 15 y 17 -del IV de los Reyes, los cuales no podian salir de allí por -edicto público, que se les puso por los mismos Reyes ya dichos, -enviáronle á suplicar, como lo vieron que señoreaba -el mundo, les diese licencia para salir y volverse á su tierra, -que era Jerusalen y la de promision; y como Alexandre preguntase -la causa de su destierro, fuéle respondido, que porque -apostataron, dejando á su Dios de Israel por adorar los becerros -de oro, que les constituyó por dioses Jeroboan, y les<span class="pagenum"><a name="Page_323" id="Page_323">[323]</a></span> -ofrecieron sacrificio, y que por los profetas les estaba profetizado -que nunca habian de salir, por aquel pecado, de captiverio. -Entónces respondió Alexandre, que dignos eran de -ser, más de lo que estaban, encerrados, y que él queria -más estrechamente los encerrar. Mandó luégo á su ejército -que, con tierra y cal y otros materiales, hiciesen otras sierras -ó montes para cerrar los montes Caspios, que debian tener -alguna abertura ó entrada, para donde los diez tribus desterrados -estaban; pero como viese Alexandre ser obra que sobrepujaba -las fuerzas humanas, hizo oracion á Dios de Israel, -que él, con su poder, aquella obra perficcionase. Luégo se -juntaron las dos sierras ó montes, por manera que ya no se -puede aquel lugar andar, ni entrar ni salir nadie. Señal manifiesta, -que no es la voluntad de Dios que aquellos diez tribus, -ni alguna persona dellos, de allí salgan; saldrán cerca -de la fin del mundo, y harán en los hombres grandes estragos. -Todo esto dice el Maestro de las Historias escolásticas -sobre Esther, cap. 5.º, y el Vicentio en el «Speculo historial», -libro V, cap. 43, y otros historiadores. El Burgense, en las -adiciones al Nicolao de Lira, expone á la larga el cap. 18 de -Esaías de aquellos diez tribus, conforme á lo que queda dicho. -Tambien refiere Josepho, en el fin del libro II, de las «Antigüedades», -que yendo Alexandre contra Dario, y no habiendo camino -por donde pasase su ejército, se le abrió la mar que -llaman Pamphilica ó mar Pamphilico, por voluntad de Dios, -porque determinó de destruir por manos de Alexandre el reino -de los Persas. Esto es de Josepho. Así que, aplicando todo ésto -á nuestro propósito, pues oyó Dios la oracion de Alexandre, -infiel y turbador sangriento del linaje humano, y por ella quiso -hacer aquel señalado milagro, para cumplir su divina voluntad -en lo que tenia determinado, sin merecimiento ni provecho -suyo, pues se fué á los infiernos al cabo, no debió de -presumir Anciso, ni los que con él estaban, que, porque orasen -y Dios les diese victoria, que pareciese, y lo fuese, milagro, -que de allí se siguiese que aquellas obras, y las semejantes -que hacian, Dios las aprobase, siendo tan injustas y<span class="pagenum"><a name="Page_324" id="Page_324">[324]</a></span> -por su ley tan reprobadas; y por tanto, si penitencia en el -artículo de la muerte no les valió, yo temo que se han visto -en trabajo, y plega á Dios que no sea peor que el de Alexandre, -porque más que los infieles y en mayor grado de gravedad -pecan los cristianos, en cualquiera género de pecado. -Lo mismo deben temer de sí todos los que por estas Indias en -tales estaciones andan.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_325" id="Page_325">[325]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LXIV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En cumplimiento, pues, de su voto, acordó Anciso y todos -de asentar luégo allí una villa que se llamase Sancta María -del Antigua del Darien, que era nombre propio del pueblo de -los indios, ó del rio grande que por allí pasa ó pasaba, porque -ya todo está por allí, como en lo demás, asolado; y para -prueba de su sanctidad, por quien Dios hacia milagros, comenzó -luégo á crecer la grande ambicion, entre aquellos nuevos -pobladores, que tenian en sus pechos, y que con sus compañeras -los habia llevado allá, y, segun se dijo, el principio -de todas las disensiones fué Vasco Nuñez de Balboa. Como ya -tenia, como se dijo, entre los otros autoridad, trabajaba de secreto -con los que sentia tener amistad, que quitasen la obediencia -á Anciso, diciendo no tener ya jurisdiccion, pues habian -salido de los límites de la gobernacion de Hojeda, cuyo -era en ellos Alcalde mayor; y no decian mal, si verdad era -que aquella tierra salia de los dichos términos, como creo -ser verdad, si lo demás fuera agua limpia, que no pretendiera -él mandar. Pero, cierto, mejor dijeran que ni Anciso con todos -ellos, ni juntado con ellos Hojeda, tenian una punta de alfiler -de jurisdiccion, pues estaban en reinos y tierras ajenas, -donde habia y señoreaban propios y naturales Reyes y señores, -con justa é legítima y natural jurisdiccion, á la cual -Hojeda y todos ellos eran subjectos, aunque les pesara, y eran -obligados, so pena de incurrir en grandes pecados de inobediencia, -de obedecer á los Caciques, señores y Reyes de -aquellos reinos, y cumplir sus mandamientos, y vivir segun -sus leyes miéntras en la tierra estuvieran, en todo aquello -que no fuera contrario á nuestra santa fe y cristiana religion. -Y ésto verán los que quisieren leer nuestro libro, escripto en<span class="pagenum"><a name="Page_326" id="Page_326">[326]</a></span> -latin, cuyo título es: <i>De unico vocationis modo omnium gentium -ad veram religionem</i>, más claro que el sol. Tornando al propósito, -andando en estos secretos tractos unos con otros, -mandó Anciso, presumiendo de Alcalde mayor, que ninguno -fuese osado, so pena de muerte, rescatar con los indios oro -alguno; Dios supo con qué intento, al ménos todos creian ó -murmuraban, que por haberlo él para sí todo. De ésto indignados -todos, porque aquel daño tuvieron por comun, acuerdan -de quitalle la obediencia y el mando, diciendo que no -tenia poder ni jurisdiccion sobre ellos, por la causa dicha y -otras razones que alegaron; Anciso privado é impedido del -mando y gobierno, acuerdan entre todos elegir Alcaldes y -Regidores, y cayó la suerte de Alcaldes, al Vasco Nuñez, y creo -que á uno llamado fulano Çamudio, y por Regidor un Valdivia, -y otros de que no tuve noticia. No contentos con los Alcaldes -y gobierno que habian elegido, ó descontentos de su manera -de regir, ó arrepentidos de haber dejado ó excluido al -Anciso, no contentos ni asosegados sus corazones, como quien -andaban fuera de la vida cristiana que debieran vivir, tornaron -á tener contenciones sobre la gobernacion, alegando algunos -que no convenia estar sin superior, uno sólo, que los -gobernase, y así, algunas veces estaban para peligrosamente -reñir. En estas sus porfías se dividieron todos en tres partes: -la una decia que se restituyese á Anciso en su grado prístino, -hasta que el Rey los proveyese de Gobernador, teniendo dello -aviso; la otra, defendia otra opinion, diciendo que á Nicuesa -se habian de subjectar, pues aquella tierra caia dentro de sus -límites; la tercera, era de los amigos de Vasco Nuñez, que -contendian que estaba bien así, ó que si habia de ser único -que aquel fuese nombrado y elegido; los cuales, con estas contiendas -y opiniones, así divisos, llegó un Rodrigo de Colmenares, -desta isla, que puso fin por algun tiempo á estas porfías. -Á este Colmenares, segun creo, dejó Nicuesa en esta isla para -que fuese despues dél recogiendo los bastimentos, que dejaba -haciendo en sus haciendas que en esta isla tenia, ó por -ventura lo dejó para este fin en Castilla. Este, partido de aquí<span class="pagenum"><a name="Page_327" id="Page_327">[327]</a></span> -con dos navíos de bastimentos y provisiones otras necesarias, -y 60 hombres que iban dedicados al mesmo oficio, llegó -con sus navíos, despues de haber padecido gran tormenta en -el camino, al puerto de Sancta Marta, obra de 50 ó 60 leguas -del de Cartagena, el cual los indios llamaban Gayra, la y letra -luenga. Quisieron allí tomar agua, y como los indios vieron -los navíos, y habian entendido las obras que los españoles -habian hecho á los de Cartagena, sus vecinos, acordaron -de hacellos alguna burla, porque descuidándose no les acaesciese -rescibilla. Saltaron en las barcas de los navíos, ó en la -una dellas, de los españoles 50, y llegados al rio, dijeron -que salió el señor de aquella tierra con 20 de sus allegados, -vestido de cierta manera con manta de algodon, como -quiera que todos los indios anden por allí desnudos, y llegando -cerca díjoles por señas, que no tomasen de allí agua, -porque no era buena, señalándoles abajo (ó arriba), otro rio, -al cual yendo los españoles, con la resaca y braveza de la -mar, no pudieron llegar y tornáronse al de donde habian venido; -y estando embasando sus pipas ó vasijas, saltan de súbito, -segun les pareció, hasta 70 indios, y ántes que los españoles -se revolviesen, los tenian, á 47 dellos, con hierba -ponzoñosa, heridos. Tomáronles la una barca ó barcas y hácenlas -pedazos luégo; creo que de los heridos huyeron al -navío, nadando, ó en la una barca, pero llegados á los navíos -todos los heridos murieron, que no se escapó sino sólo uno -vivo. Escondiéronse siete dellos en unas concavidades de cierto -árbol grande hasta que anocheciese, para se ir despues á las -naos, ó nadando, ó que viniesen por ellos; pero como en aquella -noche, por no rescibir más daño y por creer que aquellos serian -muertos, se hiciesen á la vela, no hobo más memoria dellos. -Partióse, pues, del puerto de Sancta Marta, Colmenares, con -la pérdida dicha de los españoles, y con extrema tristeza, para -el golfo de Urabá derecho, por tomar de allí alguna nueva -donde hobiese parado Diego de Nicuesa, el cual, no viendo ni -oyendo persona ninguna en la parte de Oriente del golfo, -donde creia que podian estar Hojeda ó los suyos, quedó<span class="pagenum"><a name="Page_328" id="Page_328">[328]</a></span> -espantado, si eran todos muertos ó á otra parte idos, no sabiendo -qué fuese dellos. Acordó de tirar muchos tiros de artillería, -porque si por allí estaban lo oyesen, y hacer muchas -hogueras ó ahumadas de noche y de dia sobre unas altas -peñas. Atruénase todo el golfo de una parte á otra, que tiene -de ancho seis leguas; oyéronlo con espanto los del pueblo de -Sancta María del Antigua, y las ahumadas tambien vieron; -responden con otras tales muchas veces, por manera que atinó -Colmenares, que cristianos debieran estar á la parte del golfo -de la mano derecha ó del Occidente; finalmente, hobo de -llegar á ellos, cuasi mediado Noviembre, año de 1510. Fué -inestimable la alegría y gozo que con su venida todos rescibieron, -con todos los trabajos y muertes y adversidades que -cada uno dellos habian padecido. Preguntando por Nicuesa -ninguna nueva le dieron; todo el gozo de los unos y de los -otros, de tristeza y dolor tenia harta mezcla. Repartió de los -bastimentos que traia con todos aquellos, por manera que -contándose los unos á los otros sus duelos, con el pan y comida -que de nuevo á los que estaban venia, les fueron tolerables -y buenos. Con esta liberalidad, que Colmenares de los -bastimentos con ellos hizo, ganó las voluntades de los más -que resistian que no se llamase para los gobernar Nicuesa, y así -ganada la opinion contraria, ó la mayor parte, acordóse que -fuesen á buscar á Nicuesa, y hallado lo convidasen y rogasen -tuviese por bien de venir á gobernallos, porque ellos se le -querian subjectar. Enviaron para ello con Colmenares á uno -llamado Diego Albitez, y al bachiller Corral, y el cargo principal -dieron á Colmenares.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_329" id="Page_329">[329]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LXV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Dejemos partidos á los mensajeros ó procuradores que van -á buscar y á llamar á Diego de Nicuesa, sin saber dónde estaba -ó qué habia sido dél, y contémoslo aquí hasta el punto -que Colmenares y los mensajeros le hallaron, y será referir -una tragedia de las más infelices y desastradas que acaescieron -despues en estas partes. Metióse, pues, Diego de Nicuesa -en una carabela, y mandó que con él junto fuesen siempre -los dos bergantines, en uno de los cuales mandó que fuese -por capitan Lope de Olano, que era su Capitan general en toda -la armada; y las naos grandes ordenó que fuesen más metidas -en la mar, por miedo de los bajos, y él se iria más llegado -á tierra, todos en demanda de Veragua, hízose á la vela é del -puerto de Cartagena, desde á poco que salió de él Alonso de -Hojeda, con el intento y órden que se ha contado. Comenzó -luégo la mar y vientos á serle contrarios, porque se levantó -gran tormenta, y llegando sobre la costa ó ribera de Veragua, -una noche, por huir de los peligros que padescen los navíos -andando de noche cerca de tierra, y el remedio general es -hacerse á la mar, tomólo para sí tambien Nicuesa, y en anocheciendo -apartóse de la tierra con su carabela, estimando, -como se debia estimar, que los seguia, con los dos bergantines, -Lope de Olano; pero no lo hizo ansí, ántes, cerca de una isleta, -estuvo aquella noche (como dicen los marineros), al reparo. -Aquello dijeron que hizo por miedo de la tormenta, y algunos, -y el mismo Nicuesa, tuvieron sospecha, que por alzarse con el -armada y gobernacion lo hizo Lope de Olano; alguna presuncion -se pudo tener de ésto contra él, porque fué uno de los -que anduvieron en esta isla, con Francisco Roldan, contra el -Almirante, alzados, de los cuales arriba, en el libro I, escribimos -largo, é yo se que fué dellos uno Lope de Olano. Así que -como amaneció y no pareció la carabela donde iba Nicuesa,<span class="pagenum"><a name="Page_330" id="Page_330">[330]</a></span> -no curó de ir á buscarlo, ántes se arrimó á buscar las naos, -las cuales halló en un rio que llamaron el rio de los Lagartos, -y así se nombra hoy en las cartas de marear, y hoy se llama -comunmente rio de Chagre; está, de lo que llamamos hoy el -puerto y ciudad del Nombre de Dios, 20 leguas largas. Llegado -allí, halló las naos cuasi descargadas de todos los bastimentos -y hacienda que tenian, porque de la bruma estaban -todas comidas que se anegaban; allí echó fama Lope de Olano -que Nicuesa era perdido y ahogado, y que por gran ventura -él se habia escapado, y como fuese Capitan general de -Nicuesa, ó porque todos lo eligieron de nuevo, ellos le obedecian -y él los mandaba; y dijeron algunos, que, de industria, -dejó las naos en cierta punta del rio de Belem, donde las hizo -pasar con la gente para buscar allí asiento para poblar, que -dista cuatro ó cinco leguas del de Veragua, porque se perdiesen, -porque de salir de allí los españoles, como andaban hambrientos -y atribulados, perdiesen el ánsia. Y porque las naos -quedaban en la dicha punta, que no podian entrar en el rio -por ser baja la entrada, él embarcado en una barca de gente -bien esquifada (quiere decir llena y bien aparejada), en la entrada -del rio, con la resaca y braveza de la mar, se le anegó -la barca y se le ahogaron 14 hombres, salvándose él por -gran maravilla, con otros que supieron bien nadar; estuvo en -tierra con los demas, sin comer cuatro dias, porque por la tormenta -no pudieron sacar bastimento ninguno de las naos del -rio de Belem, que está, como dije, cuatro leguas de Veragua, -al Oriente. Metido en los bergantines, y una barca, con la -gente que pudo caber en ellos, entró por el rio de Veragua, -en el cual mandó que hiciesen catas para saber si habia oro, -y hallando mucha muestra dello, negábanlo diciendo que no -habia oro ni comida, sino que era tierra desesperada; ésto -hacian y decian porque andaban todos ya muy angustiados, y -porque no pensase de perseverar en aquella tierra Lope de -Olano, y buscar remedio para se pasar á esta isla, por escapar -de donde temian perecer de trabajos y hambre. Los que -quedaron en el rio de Belem, como comian por tasa, y por no<span class="pagenum"><a name="Page_331" id="Page_331">[331]</a></span> -tener convinientes moradas, porque estaban en chozas, que la -humedad de la mar, y por las muchas aguas que llovia, y de -llagas que se les hacian de los muchos mosquitos que habia, -y más de verse atajados y sin esperanza de salir de allí, atribulados -moríanse muchos, notaron, en estas angustias estando, -que nunca moria alguno, sino cuando la mar menguaba; -y como los enterraban en el arena, experimentaron que en -ocho dias eran comidos los cuerpos como si hobiera cincuenta -años que los hobieran enterrado, lo cual tomaban por mala -señal, entendiendo que áun el arena se daba priesa á acabarlos. -Añidióseles otro no chico trabajo, que una noche hizo tanta -tormenta en la mar, que les comió el arenal donde tenian hechas -sus chozas, por donde tuvieron necesidad de hacerlas -más dentro, que les fué desconsuelo doblado. Volvió Lope -de Olano de Veragua al rio de Belem, donde la otra gente -de que agora hablamos estaba, y comenzó á mandar que -se hiciese una carabela de las tablas de las naos que la mar -habia hecho pedazos; la fama ó título que se publicó era, -que la carabela queria hacer para que se pasasen á esta -isla, pero tambien se dijo que era para se aprovechar della -por allí, é no para salir de aquella tierra, donde pensaba -quizá ser rico. Comenzada la carabela, y andando en la -obra della adelante, acabáronseles los mantenimientos, y -fué tanta la hambre que padecieron que no puede ser -creida; acabando de parir una yegua, que allí tenian, como -lobos hambrientos arremetieron á comer las parias que -hechó con el hijo, y se las comieron. Entre estas angustias -que Lope de Olano y la gente que con él andaba padecia, no -faltaban desventuras misérrimas y terribles tormentos al infelice -Nicuesa, el cual, como amaneciese, pasada la noche de -la tormenta, y no viese á los bergantines que traia Lope de -Olano á par de sí, como creia que tras él venian, fué grande -su tristeza temiendo no fuesen perdidos. Volvió luégo con su -carabela sobre la costa, y visto un rio, metióse por él hallando -abundante fondo, porque venia, de las grandes lluvias que -hacia en las sierras, muy avenido, el cual, en muy breves<span class="pagenum"><a name="Page_332" id="Page_332">[332]</a></span> -horas menguó tanto, sin cuasi sentillo, que la carabela tocó en -el arena, y no teniendo sosten dió de lado consigo. Viendo un -marinero que la carabela se abria, saltó de presto en el agua -con un cabo, que llamamos los hombres de tierra soga, para -la atar en algun árbol en tierra, pero fué tan vehemente la -corriente que el rio traia, que, no teniendo fuerzas para nadando -vencerla, lo llevó y sacó á la mar, donde no pudo ser -de ninguno socorrido. Saltó luégo otro, no curando de la -muerte del pasado, con aquella ó otra soga, y vencida la corriente, -salió á tierra y á un árbol atóla, y por ella salió Nicuesa -y los demas como por puente, aunque no tan enjutos ni -tan alegres como si fueran por la de Alcántara, ni áun como -por la de Sevilla. Perdióse allí con la carabela cuanto bastimento -y cosas traian, y así quedaron sin comer y sin vestidos, -mojados, angustiados y más que tristes. Acuerda Nicuesa tomar -por remedio, sólo uno que habia, que fué caminar por -sus piés al Occidente, buscando á aquella negra de Veragua -que tanto caro, áun hasta entónces, costado le habia; y pluguiera -á Dios que allí sus trabajos se le fueran concluidos. -Tomada la barca de la carabela, mandó ir cuatro marineros -en ella por la mar, con inmenso peligro, para pasar los esteros -y rios que no pudiesen pasar á pié, y comiendo hierbas -y marisco que tomaban de la ribera, y muchos descalzos y -cuasi todos desnudos, andan los tristes y atribulados su camino, -pasando ciénagas muy lodosas, y anegadizos, y muchos -rios y arroyos, y muchas veces sin camino, y lo que mayor dolor -les causaba no saber dónde Veragua era, y si bien ó mal -iban. Una mañana, cuando de donde habian dormido se querian -partir, llevando un paje de Nicuesa un sombrero blanco -en la cabeza, algunos indios, que debian espiallos, creyendo -que el que llevaba el sombrero blanco debia ser principal, ó -Capitan entre ellos, desde el monte le tiraron una vara, y -diéronle en tal lugar que fué luégo muerto con ella; causóles -este desastre, mayormente á Nicuesa, mucha angustia, sobre -las que llevaban y tenian. Llegaron un dia de su peregrinacion -á la punta ó cabo de una ensenada, ó abra grande, que hacia<span class="pagenum"><a name="Page_333" id="Page_333">[333]</a></span> -la mar, y por ahorrar camino acordaron de pasar en la barca, -su poco á poco á la otra punta. Ellos pasados, hallaron que -aquellas puntas, ó la una, eran de una isleta despoblada de -todo consuelo y remedio, que ni áun agua no tenian; viéndose -así aislados, sobrevínoles gran desmayo, y cuasi estuvieron -puestos en total desesperacion de remedio. Los cuatro marineros -que iban en la barca, viendo que siendo isla quedaban -del todo perdidos, acordaron una noche, sin decir á Nicuesa -nada, volver atras, creyendo más al Poniente, por buena razon, -estarian. Ida la barca, y constando al triste Nicuesa con su -desdichada compañía, cada uno puede considerar cuál y -cuánto sería el dolor, la tristeza, caimiento de espíritu, amargura -y perdimiento de toda esperanza, sobre tantos males y -angustias que habian padecido, que se les acrecentaria. Díjose -que andaban, como personas sin juicio, á un cabo y á -otro, dando alaridos, pidiendo á Dios misericordia, que se doliese -de sus desventuradas vidas, y tambien de sus ánimas. -Comian hierbas sin cognoscer si eran malas ó buenas, comian -marisco que hallaban por la ribera de la mar; y el mayor -tormento fué faltalles el agua, que en toda la isla no la hallaron, -si no fué un charco de ciénaga, lodoso y de agua salobre. -Probaron muchas veces á hacer una balsa de palos ó ramas -de árboles para salir de aquella isla á tierra firme, pero no -les aprovechó nada, porque como no tenian fuerza para nadar, -los que nadar sabian, ni remos para la balsa, sacábala la -corriente grande á la mar, y así tornábanse. Estuvieron en -aquella isla muchos dias, y, segun entendí, más de tres meses, -muriéndose dellos cada dia, de pura hambre y sed, y de las -hierbas que comian y del agua salobre, y los que quedaban -vivos andaban ya á gatas, pasciendo las hierbas y comiendo -crudo el marisco, porque no tenian vigor para poder andar -enhiestos. Bien puede juzgar cada uno, de los que esta Historia -leyeren, que lo que Nicuesa, para mayor dolor suyo vivia, -segun lo que padeció con los que con él en aquella carabela -vinieron, fué una de la más triste, dolorosa y amarga vida, -por ser tan larga, que hombres vivieron.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_334" id="Page_334">[334]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LXVI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Llegó la barca con los cuatro marineros, despues de muchos -trabajos y peligros, donde Lope de Olano estaba y la -demas gente, y diéronle cuenta, como, por volver Nicuesa en -su carabela á buscallo, se habia perdido, y por extenso refiriéronle -los trances, hambres y miserias que habian padecido, -y en el estado que quedaba en la isla, y que ellos, sin le -dar parte, se habian venido á buscar las naos para le poder -llevar remedio, porque si se lo dijeran entendian que no les -diera licencia, y así perecieran más aína. No hicieron buen sabor -á Lope de Olano las nuevas que habia oido, temiendo la -ira de Nicuesa, por se hallar reo del desastre acaecido; pero -haciendo lo que en sí era, despachó luégo el un bergantin, y -dentro los cuatro que habian en la barca venido, con algunos -palmitos, y de la miseria, que los que allí estaban con él tenian -y comian. Ya que estaban todos los que vivos quedaban en -la isleta en el extremo para morirse, vieron venir el bergantin -con su refresco de palmitos, con cuya vista comenzaron -como á resucitar de muerte á vida, y á tener esperanza de -no morir. Rogaban á Dios, cada uno segun podia, que llegase -á ellos el bergantin, é que no se le siguiese algun impedimento, -que desviase su vía; finalmente, plugo á nuestro Señor -consolallos con su llegada y vista. Bien se puede aquí -juzgar, no tener comparacion el gozo que los unos con los -otros hobieron, aunque harto mezclado de lágrimas y de tristeza, -en verse así, los unos y los otros, cercados de tantas miserias, -y tan disminuidos de las calamidades, en todas partes -por todos, padescidas, y las que tenian estarles por venir. -Sacados los palmitos, comenzaron á dar en ellos y del agua -dulce que trujo el bergantin con la comida y bebida, de<span class="pagenum"><a name="Page_335" id="Page_335">[335]</a></span> -lo cual no tuvieron chico peligro sobre los pasados; Nicuesa -proveyó que en ello tuviesen moderacion y tasa, puesto que -no era el que ménos de comida y de bebida tenia necesidad. -Embarcáronse todos en el bergantin, al cual no faltaron bravezas -de la mar y peligros grandes, ántes que al rio de Belem -donde Lope de Olano y los demas estaban, llegase. Ya Lope -de Olano, temiendo la ira de Nicuesa, tenia rogado á todos -los que con él estaban, intercediesen por él, y á Nicuesa aplacasen. -Llegado Nicuesa, mandó prender á Lope de Olano, á -título y como á traidor, que lo habia dejado en los peligros -tan graves de la mar y de tierra que habia pasado, sin lo ir -á buscar y socorrer en tanto tiempo, como era obligado, por -se alzar con la gobernacion, de donde habian suscedido tan -grandes daños, atribuyéndole las muertes de tantos como habian -muerto en ambas á dos partes, porque desde el principio, -si presente Nicuesa estuviera, diera otra órden como se remediaran. -Increpó con gran enojo, ásperamente, á los principales, -que con el Olano habian vivos quedado, imputándoles -parte de aquella maldad, porque no lo indujeron y forzaron -á que fuese á buscallo. Aquellos se excusaron diciendo, que -no pudieron ni osaron más de obedecelle, pues él lo habia -constituido por su Capitan general, y, porque temieron que -luégo mandara justiciarlo, juntáronse todos suplicándole -que, pues Dios le habia hecho merced, y á todos ellos, en -traelle vivo, y de tantos peligros haberlo librado, les hiciese -merced de perdonallo, en lo cual cada uno de todos ellos la -rescibian por suya, y para su servicio los ternia con mayor -vínculo de obligacion aparejados. No bastó esto por entónces -para blandeallo, sino que le habia de dar de su traicion, segun -merecia, el pago. Habíanle todos, echándose á sus piés, con -razones más lastimeras, y que el corazon le penetraron: «Deberia -bastar, señor, las desventuras que todos habemos pasado, -viniendo con vos este viaje, en el cual los 400 de nosotros -ya son acabados, y los que restamos vamos camino de acabarnos; -para que Dios á vos y á nos, en la vida poca que nos -queda, no nos desampare, bien será que vuestra merced perdone,<span class="pagenum"><a name="Page_336" id="Page_336">[336]</a></span> -de lo que se le debe, algo, pues el deudor ya no tiene -otra cosa, sino tan poca vida como nosotros, con que pagarle. -Porque si las hambres y tanta frecuencia de calamidades nos -desminuyen y apocan por una parte, y la justicia rigurosa -por otra nos mata, ¿quién señor, esperais que os sirva y -acompañe? No hay duda ninguna, sino que vuestra suerte no -será bienaventurada, ni carecereis de mayores trabajos.» Movieron -á Nicuesa todas estas lástimas, y dejó de justiciar á -Lope de Olano, determinando de, en el primer navío, desterrallo -y enviallo preso á España. Y porque ni á Nicuesa, ni á -ninguna parte de su compaña, cuando se dividian, ninguna -especie de tribulacion y adversidad les faltaba, y ninguna de -las que les ocurrian les menguaba, sino que siempre les crecian -y se les iban acrecentando, viéndose así caer Nicuesa -más y más cada dia, y cada hora, en peor estado, hízose de -aquí adelante muy impaciente, mal acondicionado é inconversable; -y así trataba muy mal y con aspereza á los pocos -que ya le quedaban, no considerando que las hambres, ni -angustias que padecian, y verse cada dia morir unos á otros, -por tormento contínuo les bastaba y sobraba. Enviábalos, á -chicos y á grandes, enfermos y sanos, á la tierra dentro por -ciénagas y aguas, por montes y valles, á saltear los pueblos -de los indios y sus labranzas, para traer á cuestas las cargas -de la comida que hallaban, donde hacian y padecian intolerables -males. Creian que de industria les tractaba mal, por -vengarse dellos, por haberlo dejado de ir á buscar, pero ésto -no lo creo, por estar él asimismo en la misma extrema necesidad. -Ya no hallaban en toda la tierra que robar; los indios -todos, puestos en armas viéndose dellos así inquietar, hacian -tambien contra ellos sus saltos, para si pudiesen acabarlos. -Morian cada dia, de hambre y de enfermedades, y á -tanta estrechura ó penuria vinieron, que 30 españoles que -fueron á hacer los mismos saltos, padeciendo rabiosa hambre y -hallando un indio, que ellos ó otros debian haber muerto, -estando ya hediendo, se lo comieron todo, y de aquella corrupcion -quedaron todos tan inficionados que ninguno escapó.<span class="pagenum"><a name="Page_337" id="Page_337">[337]</a></span> -Vistos y padecidos, y padeciendo tambien tanta miseria y trabajos, -determinó Nicuesa dejar aquel asiento y tierra, como -desafortunada, y mandó que cada uno aparejase su carguilla -de alhajas, si algo tenia, porque queria ir á buscar otro asiento -hácia el Oriente, donde poblase. Rogáronle todos, que, porque -cada uno tenia sembrado su poquillo de maíz, y otras -hierbas para remediarse, y desde á pocos dias se habia de -madurar, que hasta que lo cogiesen la partida dilatasen; no -quiso aceptarlo. Mandó embarcar los que le pareció, en la carabela -que habia hecho Lope de Olano y en los dos bergantines, -y dejólos allí, señalándoles por Capitan un Alonso Nuñez, -que ya, por Alcalde mayor suyo, habia nombrado; -embarcado Nicuesa, con sus velas manda que guien hácia el -Levante, y que vayan mirando por la ribera donde parezca -algun puerto y buena disposicion de tierra, y andadas cuatro -leguas, dijo un marinero á Nicuesa que se queria acordar de -un puerto que cerca de allí estaba, el cual vido cuando los -años pasados, con el Almirante primero que estas Indias descubrió, -vino, y se halló en el descubrimiento de aquella provincia, -y de la de Veragua, descubriendo por la costa de aquella -tierra firme, y la señal desto, que daba, era que allí en la -arena hallarian una ancla medio enterrada, que dejó el Almirante -perdida, y cerca de allí, debajo de un árbol, una -fuente de agua dulce muy fresca. Fueron allá, y hallaron el -ancla y la fuente; y este puerto era al que nombró el Almirante -viejo, puerto Bello, como en el cap. 22 dicho queda. -Fué loado el marinero de hombre de buena memoria é ingenio, -llamábase Gregorio Ginovés. Aquí en este puerto Bello, -salieron á tierra ciertos españoles á buscar de comer, porque -venian flaquísimos de hambrientos, que no se podian tener sobre -las piernas, y en él, y en otras partes que atras en tierra -saltaron, por el mismo fin, los indios les resistian y peleaban -con ellos, y mataron en aquel camino, de los españoles, 20; -porque, no pudiéndose tener de flaqueza ni tener las armas -en la mano, ¿cómo podian pelear, aunque sus enemigos fueran -las grullas que pelean con los pigmeos? De este puerto Bello se<span class="pagenum"><a name="Page_338" id="Page_338">[338]</a></span> -pasó adelante, al Levante, seis ó siete leguas, á otro puerto, -cuyos moradores se llamaban chuchureyes; y porque le pareció -que habia en aquel lugar disposicion para hacer una fortaleza, -determinó de poblar, y dijo: «paremos aquí en el nombre -de Dios»; y desde allí le quedó el nombre, hasta hoy, el -puerto y ciudad del Nombre de Dios, que asaz es bien celebrado -su nombre hoy, no tanto por la devocion, cuanto por la -extraña y nunca vista ni oida, ni áun soñada cuantidad de -oro que se ha embarcado para España, venida del Perú; y -este puerto fué al que puso el Almirante primero, puerto de -Bastimentos, como arriba, en el cap. 23, se declaró. Allí el -mismo Nicuesa, con su misma espada, hizo actos de tomar posesion -por los reyes de Castilla; comenzó á hacer una fortalecilla -para resistir á los primeros ímpetus que los indios diesen, -para la obra de la cual no perdonó á chico ni á grande, -ni á enfermo, flaco, ni hambriento, como, en fin, lo eran. Hacíales -ir á puerto Bello por bastimentos y traellos á cuestas, blasfemaban -dél y aborrecíanlo, teníanlo por enemigo cruel, ni en -obras ni en palabras suyas no hallaban una palabra de consuelo; -íbanle á pedir de comer, que morian de hambre, ó á suplicalle -que no los hiciese trabajar, porque no podian de descaecidos; -respondíales, «andá, idos al moridero.» Moríanse cada dia -de hambre en los trabajos, cayéndose de su estado, que era verlos -una intolerable miseria; despues que salió de Belem, dellos -en el camino, dellos de los que dejó en el mismo Belem, dellos -haciendo la fortaleza en el Nombre de Dios, se le murieron 200 -hombres, y así se le consumieron poco á poco los 785 hombres -que sacó desta isla Española, de todos los cuales no le quedaron -arriba de 100 cuando hizo ésta fortaleza. Y esto era fin del -año de 1510, por el mes de Diciembre. La gente que dejó en -Belem no andaba en añazcas ni en fiestas, sino, en cinco meses -que allí estuvieron, por no poder enviar por ellos á causa de -los vientos vendabales, que prohibian que no fuesen los bergantines, -vinieron á tanta hambre y penuria, que ni sapos, -ni ranas, ni lagartos, ni otras cosas vivas, por sucias que fuesen, -no dejaban de comellas. Cayó uno de ellos en un grande<span class="pagenum"><a name="Page_339" id="Page_339">[339]</a></span> -aviso, que fué rallar los palmitos, como si fuera yuca, y -hacer harina dellos, y despues, echado en un horno, hacíanlo -tortas, de la manera propia como se hace el pan caçabí en -esta isla; desque vieron hecha una torta, todos los demas -corrieron á ella, y como si viniera del cielo así la recibieron. -Fuéles á todos aquella invencion, singularísimo remedio, para -que todos no muriesen; al cabo, envió por ellos la carabela, -Nicuesa, y así vinieron al Nombro de Dios. Venidos, envió á -un Gonzalo de Badajoz, con 20 hombres, á las poblaciones -de los indios á saltear y captivar los que pudiese, para enviar -á esta isla por esclavos, porque con este sacrificio le -ayudase Dios en lo porvenir, como le habia ayudado y ayudaba -en lo presente. Acordó de enviar y envió á un deudo -suyo, en la carabela, para esta isla, que le llevase los mil tocinos -que dejó haciendo en la villa ó puerto de Yaquimo, y -otros bastimentos, pero nunca gozó dellos, y se perdieron, -porque, segun se dijo, el almirante Don Diego impidió que no -se los llevasen, y puesto que se los llevaran no le hallaran -vivo; y áun no supe si llegó acá la carabela. Envió al dicho -Badajoz, con 50 hombres á robar bastimentos por las comarcas -de aquella tierra, donde habia hartos escándalos, y -mataba y le mataban gente. Comidas todas las labranzas de toda -aquella tierra, y los indios corridos por los montes, huyendo -y juntándose para defenderse, y siempre aparejándose para -guerra, ni sembraban ni cogian, y así los unos ni los otros no -tenian remedio; pero porque los indios se contentaban con -poco, y tienen y hallan fácilmente, de sus hambres, cuando -anclan sueltos, remedio, y nosotros no así nos contentamos, ni -pasar como ellos podemos, llegó Nicuesa, y los pocos que con -él estaban, á necesidad de hambre y enfermedades tan extrema, -que no se hallaba uno que velase de noche, que llaman -centinela los hombres de guerra. Desta manera cada dia se -le morian y consumian los pocos que ya eran.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_340" id="Page_340">[340]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LXVII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Estando Nicuesa y su poca gente, que de tantas miserias -y hambres y calamidades le habia quedado, en el extremo y -angustia que habemos contado, llegaron los mensajeros, con -Colmenares, de los del Darien, con quien lo enviaban á llamar -para que los gobernase; y porque, como ya se dijo, venian á -buscallo sin saber dónde estaba, pasábanse con su nao de -luengo de costa, y del puerto del Nombre de Dios, sino fuera -por un bergantin que Nicuesa habia enviado á las isletas que -allí junto estaban por bastimento, que tambien se llamaban -islas del Bastimento, por ser fértiles y tener muchas labranzas. -Los que estaban en el bergantin vieron venir la nao, que -no poco consuelo y alegría, de verla, tomaron; fueron luégo -á ella, donde los unos á los otros de su propio estado y propósito -informaron. Fuéronse luégo al puerto del Nombre de -Dios, donde Colmenares y los que con él venian, de ver á -Nicuesa y á 60 personas (que ya no le quedaban más de -700 y tantos que trujo), que haciendo la fortaleza con él estaban, -tan flacos, tan descaecidos, rotos y cuasi desnudos y -descalzos, y en toda miseria y tristeza puestos, quedaron -espantados. No faltaron lágrimas, llantos grandes y espesos, -de ambas á dos partes, mayormente oidas las hambres, -las muertes y tan infelices desastres; Colmenares, con -gran compasion, cuanto podia, con palabras dulces y amorosas, -dándoles esperanza de que Dios los remediaria, en -cuanto le era posible á Nicuesa consolaba, mayormente -diciéndole como los del Darien le enviaban á suplicar que -fuese á gobernarlos, donde habia buena tierra y tenian -de comer, y oro no faltaba, y allí descansaria mucho de -los muchos y grandes trabajos pasados. Con ésto, Nicuesa<span class="pagenum"><a name="Page_341" id="Page_341">[341]</a></span> -tomó algun resuello y descanso, y con los mantenimientos -que le traia y trujo, desterró de su pobre casa la hambre, -dando increibles gracias, por tanto consuelo y socorro tan -tempestivo, á Colmenares; y dijeron que aquel dia, guisada -una gallina de las que Colmenares trujo, por el alegría la cortó -en el aire, porque, como arriba se tocó, era Nicuesa muy -gran trinchante, oficio y gracia en casa de los grandes señores, -los tiempos pasados, no poco estimada. Pero como la -prudencia de los hombres, cuando Dios no la infunde, ser -prudentes cuanto hombres muchas veces les aprovecha poco, -y otras muchas les daña, á Diego de Nicuesa, á quien cognoscí -yo, que en esta isla, de prudente fué muy estimado, y era -en ella uno de los más principales, hobo, al mejor tiempo, de -faltalle. ¿Quién pudiera pensar, de los que á Nicuesa cognoscieron, -que estando en tan desventurado estado, donde cada -hora morir infelicísimamente, no como quiera, sino en amarguras -grandes, y de angustias dolorosísimas cercado, esperaba, -enviándolo á llamar para subjectársele los que pudieran -bien dejarlo, sacándolo de todos aquellos males, que acabadas -las lágrimas y llantos que tuvo con Colmenares, luégo públicamente -dijese que los habia de tomar el oro que habian -en aquella tierra, sin su licencia y beneplácito, habido, y sobre -todo ellos castigallos? ¿Qué mayor imprudencia pudo hallarse, -y qué yerro, en tal tiempo, á éste puede ser comparado? É ya -que los otros fueran dignos, como eran, de ser despojados del -oro que habian robado y por ello castigados (no por la injuria -que hicieron en ello á Nicuesa, pues él tambien robaba, y por -ésto castigallos él muy poco curaba, como ciego como los -otros, sino por roballo á sus dueños, y las muertes y escándalos -que en la tierra y gentes della causaban, por los cuales -tambien Dios á él castigaba), al ménos, hasta que fuera rescibido, -disimulara. Pero como nuestro Señor tenia determinado -de lo castigar con su total fenecimiento, por la matanza que -hizo en Cartagena, y por las que tenia en la intencion de hacer -por aquella su gobernacion de Veragua, y áun por los sudores -que llevó á los indios desta isla, y las vidas de los que por<span class="pagenum"><a name="Page_342" id="Page_342">[342]</a></span> -sacarle oro murieron, y por los saltos que hizo en la isla de -Sancta Cruz, captivando injustamente los indios que allí tomó y -vendió en ésta ó en la de Sant Juan por esclavos, por eso, para -cumplirse la voluntad y sentencia de Dios en él, no habian de -faltar ocasiones ni achaques. Hizo tambien otro yerro grande, -y éste fué dejar ir una carabela, y los que en ella fueron, delante, -diciendo que él queria ir á visitar ciertas isletas, que por -aquella mar, en el camino, estaban. Díjose que aquella noche -Lope de Olano, que Nicuesa traia siempre preso, habló con -algunos de los que vinieron del Darien, indignándolos, y que -dijo al tiempo del embarcar públicamente: «¿Piensa que le han -de rescibir los de Hojeda como nosotros le rescibimos, cuando -venia perdido en Veragua?» Embarcóse, pues en el Nombre de -Dios en un bergantin, enviando la carabela delante, donde -iba el bachiller Corral y Diego Albitez, y otros, que avisaron -de lo que habia dicho de tomarles el oro y castigarlos, y de -como era cruel y riguroso, y tractaba, los que consigo traia y -estaban, mal, y otras cosas, cuantas pudieron para mudarles -los ánimos; y llegado á las isletas, envió delante al Veedor del -Rey, llamado Juan de Cayzedo, ó Quizedo, en una barca, que -de secreto era su enemigo por ciertas cosas de su honra, en -que de Nicuesa se tenia por muy agraviado, para que dijese á -los del Darien como ya iba, como si le hobieran de salir á -rescibir con arcos triunfales. El veedor Quizedo no via la hora -de verse fuera de su poder, lo que muchos dias habia que -deseaba, y, llegado al Darien, impropera mucho á todos los -que pretendian que Nicuesa los gobernase, diciendo, ¿que cómo -habian osado incurrir en tan grande error como era, siendo libres, -quererse someter á la gobernacion de Nicuesa, que era -un tirano, el cual era el peor hombre del mundo y más cruel, -y que peor tracta los que consigo trae, á los cuales toma todo -lo que en la guerra contra los indios se toma, diciendo que -todos los despojos son suyos, como traia propósito de hacer -con ellos, como verian, y por ello castigallos, porque todo lo -habian tomado en aquella tierra que era de su gobernacion? -y otras palabras y razones terribles que los asombraban. Pues<span class="pagenum"><a name="Page_343" id="Page_343">[343]</a></span> -como los del Darien oyesen tan duras nuevas, por tantos testigos -relatadas, temiendo ser maltratados, y amigos de libertad -y de no tener sobre sí yugo y superioridad, que, para su -robar y adquirir oro, les fuese á la mano, poca persuasion era -menester para movellos y alborotallos. Convertíanse contra -sí mismos, de sí mismos quejándose, porque tan inconsideradamente -determinaron llamarlo. Quien más en no rescibirlo á -todos solicitaba fué Vasco Nuñez, porque más que otro creia -que, aceptándolo, aventuraba. Díjose que llamó á todos los -principales uno á uno, sin que el uno supiese del otro, y los -persuadió á que, pues habian errado en llamalle, que lo remediasen -con no rescibillo; llamó al escribano secretamente -la misma noche, é hizo una protestacion, y pidióle testimonio -como él no era en lo que contra Nicuesa se hacia, ántes estaba -presto y aparejado para obedecelle y hacer lo que le -mandase, como Gobernador del Rey.</p> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_344" id="Page_344">[344]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO LXVIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Detúvose Nicuesa por aquellas isletas ocho dias, captivando -algunos indios de los que vivian en ellas, y quizá todos -cuantos podia, sin haberle á él ni á otro alguno ofendido, -para que Dios hiciese bien sus hechos. Llegado, pues, Nicuesa -al desembarcadero del Darien, vido á Vasco Nuñez á la -ribera con muchos españoles armados, y uno, que debia ser -procurador del pueblo, que á altas voces le requeria, que no -desembarcase saltando en tierra, sino que se tornase á su gobernacion, -ó Nombre de Dios, donde ántes estaba; lo cual -oido por Nicuesa, quedó como pasmado, sin poder por un -rato hablar palabra, de ver tan súbita y contraria, de lo que -traia en el pecho asentado, mudanza. Recogido en sí, díjoles: -«Señores, vosotros me habeis enviado á llamar, y yo á vuestro -llamado vengo, dejadme saltar en tierra y hablaremos, y -oirme heis, y oiros hé, y entendernos hémos, y despues haced -de mí lo que por bien tuviéredes.» Ellos, repitiendo los mismos -requirimientos, y protestando, que si descendia en tierra, -que habian de hacer y acontecer, y áun soltándose cada uno -con más libertad de la que era decente en algunas palabras, -porque era ya tarde apartóse aquella noche á la mar, desviado -de la tierra, dejándolos para ver si otro dia estarian de -aquel intento; los cuales, no sólo no se mudaron de su primera -determinacion, pero, empeorándose, deliberaron de prendello -y echallo donde dañar no les pudiese. Otro dia llamáronlo -para prendelle; salió en tierra, y arremetiendo como desvariados -á tomallo, dió á huir por la playa ó ribera del rio -adelante, é, como era gran corredor, ninguno le pudo alcanzar, -por mucho que corriese. Ocurrió luégo Vasco Nuñez impidiendo -al pueblo no prosiguiese más adelante su desvarío,<span class="pagenum"><a name="Page_345" id="Page_345">[345]</a></span> -porque temió que pusieran las manos en él. Y así, arrepentido -de habelle sido contrario en su rescibimiento, de allí adelante -hizo por él, y reprendió mucho á todos su descomedimiento, -y refrenó al otro Alcalde ó Capitan, su compañero, -Juan de Çamudio, que era el que más se mostraba contra -Nicuesa, y con él era todo el pueblo. Rogábales Nicuesa, que si -no lo querian por Gobernador, que lo tomasen por compañero; -respondian, que no querian, porque se entraria por la -manga y al cabo saldria por el cabezon. Replicaba Nicuesa, -que si no por compañero y en su libertad, lo tuviesen aprisionado -con hierros, porque más queria morir entre ellos que -no en el Nombre de Dios de hambre, ó á flechazos de indios -ser muerto. Añidia más, que se doliesen de 12.000 castellanos -que habia gastado en aquel viaje y armada, y los grandes -infortunios que habia padescido por ello. Ningun partido -ni razon le admitieron ántes, cada uno mofaba dél y le decia -sus baldones y afrentas. Vasco Nuñez trabajaba mucho con el -pueblo que le admitiesen; uno, llamado Francisco Benitez, -que era más que otro locuaz, y que mucho se allegaba con -Çamudio, el otro Alcalde, dando voces, dijo que no se habia -de rescibir tan mal hombre como Nicuesa. Vasco Nuñez, muy -de presto, ántes que su compañero se lo pudiese impedir, -mandóle dar cien azotes, los cuales llevó á cuestas, y viendo -que no podia ir contra el torrente y furia de todo el pueblo, -envió á decir á Nicuesa que se recogiese á sus bergantines, y -que, si no viese su cara, no saliese á tierra dellos. Nicuesa, -temiendo que no le prendiesen, mandó á ciertos ballesteros -suyos que estuviesen metidos en cierto cañaveral, mandándoles -que cuando él hiciese la señal, diesen en ellos. Sacó poco -fruto de sus ballesteros, porque vinieron, un Estéban de Barrantes, -y Diego Albitez y Juan de Vegines, á decirle de partes -de todo el pueblo, que habiendo tractado de aquel negocio, -habian determinado de recibille por Gobernador, como lo era, -con que les perdonase la resistencia que hasta entónces se le -habia hecho, porque en fin era pueblo, y que á los primeros -ímpetus no se suele tener tanto acuerdo y miramiento. Nicuesa,<span class="pagenum"><a name="Page_346" id="Page_346">[346]</a></span> -no siguiendo el consejo que Vasco Nuñez le habia dado, -deste ofrecimiento fingido fué, más de lo que debiera, crédulo, -y no llamando á los suyos, salió de sus bergantines, y púsose -en las manos de los que morian por deshacelle. Vino luégo -Çamudio con mucha gente armada y prendióle, mandándole, -so pena de muerte, que luégo se partiese y no parase hasta presentarse -en España ante el Rey y los de su Consejo; y díjose -que le constriñeron á jurar, con amenazas que le hicieron -que lo matarian, que se presentaria en la corte ante el Rey. -Visto Nicuesa claro su perdimiento, díjoles la maldad y traicion -que contra él cometian, porque aquella tierra donde estaban -entraba en los límites de su gobernacion, y que ninguno podia -en ella poblar ni estar sin su licencia, y el que allí estuviese -era su súbdito y subjecto á su jurisdiccion, porque él era -en todo aquello Gobernador por el Rey, é porque le querian -echar donde muriese con tan mal recaudo de navío y bastimentos, -que protestaba de se quejar ante el juicio de Dios de -tan gran crueldad, como contra Dios y contra el Rey, y contra -él cometian, cuando no pudiese quejarse ante el Rey. Ninguna -cosa les movió á que templasen su furibundo y barbárico -tumulto y confusion, y así, lo llevaron preso hasta metello en -el más ruin bergantin que allí estaba. No sé si de industria -escogieron el peor, pero al ménos fué un bergantin viejo y -harto mal aparejado, no sólo para llegar á España, como ellos -le mandaban, ni para esta isla, pero ni áun para poder, seguramente, -al Nombre de Dios, que de allí estaba 50 leguas, ir -con él. Embarcáronse con él 16 ó 17 personas, de 60 que -le habian quedado, criados suyos, y otros, que, de lástima, -seguir y acompañarlo quisieron. Hízose á la vela con su -bergantin, primer dia de Marzo de 1511 años, el cual nunca -jamás paresció, ni hombre de los que con él fueron, ni dónde, -ni como murió; algunos imaginaron que fué á aportar en la isla -de Cuba, y que allí los indios lo mataron, y que, andando -ciertos españoles por la isla, hallaron escrito en un árbol, con -letras esculpidas ó cavadas: «Aquí feneció el desdichado Nicuesa»; -pero yo creo que esto es falso, porque yo, uno de los<span class="pagenum"><a name="Page_347" id="Page_347">[347]</a></span> -primeros en aquella isla, y que anduve por ella con otros, en -sus principios, mucha tierra, nunca ví ni oí que hobiese tal -nueva. Lo que por más cierto se puede tener es, que como él -llevase tan mal recaudo de navío, y las mares de por estas -tierras sean tan bravas y vehementes, la mesma mar le tragaria -fácilmente, ó tambien, de pura hambre y de sed, muriese, -como no llevase sobrado, ni áun el necesario bastimento. Díjose -que, ántes que Nicuesa partiese de Castilla, uno que trataba -de juzgar y pronosticar las cosas venideras por astrología, -dijo á Nicuesa, que no partiese tal dia ó en tal signo; respondíole -Nicuesa, que pues más cuenta tenia con las estrellas que -con Dios, Hacedor dellas, que no traeria consigo á un hijo -suyo que consigo traia. Tambien yo me acuerdo haber, por -aquellos tiempos, cierta cometa sobre esta isla, y, si no me he -olvidado, era de forma de un espada, y como que ardia, y dijeron -que un fraile habia entónces avisado á alguno de los que -con él iban: «Huid deste Capitan, porque los cielos muestran -que ha de ser perdido.» Lo mismo pudiera decir de los que -iban con Alonso de Hojeda, puesto que la misma persona de -Hojeda no padeció tan calamitoso fin, pues murió en esta -ciudad, en su cama, como dicen, pero su gente harta mala -ventura tuvo, pues tantos rabiando, de la hierba ponzoñosa, murieron. -Considere aquí el lector el fin que hicieron estos dos -primeros Capitanes, que de propósito procuraron pedir gobernacion -y autoridad del Rey, para entrar en la tierra firme, -á inquietar, infestar, turbar, robar, matar, captivar, y destruir -las gentes della, que, viviendo en sus tierras tan apartadas -de las nuestras, ni nos vieron, ni oyeron, ni buscaron, ni en -cosa nos ofendieron. Advierta eso mesmo, qué postremería fué -la de 800 hombres que consigo trujo Nicuesa, pues no le -quedaron sino 60 cuando vino al Darien, y de aquellos se -ahogaron ó perdieron con él 16 ó 17, y de aquellos 43 que -restan, el uno fué Francisco Pizarro, que mataron á estocadas -en el Perú, que descubrió y destruyó, y los demas, Dios sabe -el fin que hicieron, y cuán amargas y tristes y desventuradas -muertes, y con cuántas angustias y trabajos, hambres y sedes,<span class="pagenum"><a name="Page_348" id="Page_348">[348]</a></span> -cansancios y aflicciones, murieron. Y de la gente de Hojeda, no -escaparon, de 300, 30 ó 40, porque los que asentaron en el Darien, -todos eran, ó los más, de los que trujo el bachiller Anciso, -y de los que con Colmenares vinieron. Es bien, no ménos, mirar -y notar si estas muertes y perdiciones de estos Capitanes, ó Gobernadores -primeros y de sus gentes, si fueron milagros con -los que Dios y su recto juicio y justicia, quiso aprobar y justificar -las demandas que traian, y los fines que pretendian; -item, si por ellos se aprobaron y justificaron las obras semejantes, -y los fines é intentos mismos que los Gobernadores y -Capitanes, que despues destos, en aquella tierra firme sucedieron, -perpetraron, trujeron, cometieron y pretendieron; -creerá cualquiera cristiano que no, porque áun las mismas sus -postrimerías de todos ellos dieron fiel testimonio dello, como -referirá toda esta historia, si place á Dios, en todos los libros -que por escribir quedan. Y porque todo lo que resta de decir -destas Indias, sale del año décimo, y, por consiguiente, pertenece -al libro tercero, por ende á gloria de Nuestro Señor, -con lo dicho aquí, el segundo fenecemos.</p> - -<p class="pc2"><i>Laus Deo, pax vivis, requies defunctis.</i></p> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_349" id="Page_349">[349]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<p class="pc4 large">HISTORIA<br /> -<span class="large">DE LAS INDIAS.</span></p> - -<div class="figcenter"> - <img src="images/b1.jpg" width="150" height="27" - alt="" - title="" /> -</div> - - -<p class="pc4 elarge">LIBRO TERCERO.</p> - -<hr class="chap" /> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_350" id="Page_350">[350]</a></span></p> -<p> </p> -<p><span class="pagenum"><a name="Page_351" id="Page_351">[351]</a></span></p> - - -<p class="pc4">EN EL NOMBRE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD</p> - -<p class="pc1 reduct">Comienza el libro tercero de la Historia general de las Indias<br /> -escripta por el Obispo de Chiapa, de la Órden<br /> -de Sancto Domingo.</p> - -<hr class="d3" /> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO PRIMERO.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Referidas y explanadas quedan las cosas, que dignas fueron -de poner en historia, acaecidas en estas Indias, desde su descubrimiento, -por enteros diez y ocho años, contados desde el -de 492 hasta el entero año de 510; requiere la órden del decir -y escribir, que al principio, en el prólogo del primer libro, -prometimos, contar lo que en los diez años siguientes, desde el -de 511 hasta el de 20 acaeció, que convenga tener perpétua -memoria. Y porque en esta tan difusa y general historia, hobo -muchas interpolaciones y pasaron muchos años, en los cuales -se interrumpia, por las inmensas y continuas ocupaciones que -dentro y fuera de la celda me ocurrieron, por cuya causa, de -algunas cosas escritas en los dos libros precedentes, que convenia -hacer mencion, y de los capítulos y lugares donde -quedan puestas, lo mismo, y tambien otras que ofrecian decir -en éste tercero y en los demas, por ventura, se podrán trastrocar, -poniendo en un lugar lo que debiera poner en otro -por ende los benévolos lectores, aunque culpen la memoria, -topando con este defecto, pasen adelante á rescibir noticia de<span class="pagenum"><a name="Page_352" id="Page_352">[352]</a></span> -la verdad, que aquí dárseles pretende, de la cual se ha tenido -más cuidado que de afeitar ni endulzorar palabras, y ni ocupar -papel para cumplimientos que no pasan de la superficie. -Tenga, pues, nuestro tercero libro principio, con el favor divino, -de una provision espiritual que hizo en estas Indias el -Papa, en este undécimo año; ésta fué erigir las primeras iglesias -catedrales y criar los primeros Obispos que las gobernasen. -Para noticia de lo cual débese saber, que viviendo la reina -doña Isabel, que haya sancta gloria, y creo que por el año -de 1503, al principio del pontificado del Papa Julio II, suplicaron -los Reyes al Papa proveyese de erigir iglesias y criar -Obispos en esta isla Española, porque habia ya mucha poblacion -de españoles en 17 villas, como en el precedente -libro referimos, puesto que con la ceguedad del avaricia y -priesa que todos tenian de haber oro y ser ricos, no echaban -de ver cómo cada dia los indios iban, de golpe, á acabarse, -haciendo grandes asonadas á los Reyes, que habia en ella -muchos pueblos, de españoles, poblados. Como quiera que no -duraban más tiempo las villas de los españoles de cuanto acababan -de consumir los indios, y dejados los pueblos ó villas -dichas desiertas, luégo, en viendo puerta abierta; y esta era -determinar de pasar á la isla de Sant Juan, y la de Jamáica ó -Cuba, ó á la tierra firme, á sojuzgar, con sus guerras crueles, -los indios vecinos dellas, para el mismo fin que tuvieron en ésta, -conviene á saber, para echallos á las minas. Luégo se salian -desta isla lo mismo; y por la misma manera, despues que habian -muerto y destruido las gentes de las otras islas y partes -de tierra firme, las dejaban y se iban á otras á matar y á -asolar las gentes que en ellas habia, como pestilencia que, cosa -que oliese á ser hombre, habia de dejar viva. Así que, los -Reyes, creyendo que tanto pueblo y villas de españoles fueran -en crecimiento, y la multitud de los indios del todo no -pereciera, porque siempre los encubrieron su disminucion, -ántes creian, segun yo creo, que iban en aumento, y con el celo -de la conversion dellos, suplicaron al Papa Julio II, como -dije, que erigiese iglesias y criase Obispos, el cual erigió una<span class="pagenum"><a name="Page_353" id="Page_353">[353]</a></span> -iglesia metropolitana y cabeza de arzobispado, que llamó Hiagutensis; -é no pude atinar en qué provincia é lugar fuese la -intencion de los Reyes señalalla y pedilla, y del Papa constituilla, -sino en la provincia de Xaraguá, que como en la prosperidad -desta isla era como la corte della, como en el libro -precedente dijimos, debieron creer los Reyes que aquella fuera -la más próspera, y así merecia ser cabeza de toda ella. Por -obispado erigió otra que nombró Vainensis; y ésta, no sé -á donde la situase, sino fué en la provincia de Vaynoa, hácia -la parte del Norte, donde estaba la villa de Lares de Guaháma, -y la otra iglesia catedral nombró Maguatensis, que debió ser -en la Vega, que los indios en su lengua llamaban Maguá, la -última sílaba aguda, donde estaba la villa de la Concepcion. -Esto conjeturo por la conformidad de los vocablos, que el Papa -en su bula puso, con los de las mismas provincias en lenguaje -de los indios, si quizá los Reyes, informados desde esta isla, -nombraron al Papa los dichos lugares, mas siguiéndose por -las provincias y cantidad de la tierra, y gentes naturales della -que á cada iglesia aplicaban, que por los pueblos que de españoles -entónces habia. Hiagutensis, que fué el nombre de la -del arzobispado, parece confinar con el vocablo de la Yaguana, -dentro del término de la provincia de Xaraguá, ó -quizá se tomó aquel nombre de la provincia de Higuey, que -es la más oriental desta isla que hallamos viniendo de Castilla. -Para estas tres iglesias, metropolitana una, y dos catedrales, -presentaron los Reyes al Papa tres personas cognoscidas -por buenas, virtuosas y religiosas; el uno fué el doctor, -creo, en cánones, Pedro de Deza, sobrino, segun entendí, de -D. Diego de Deza, arzobispo de Sevilla, fraile de Sancto Domingo, -de quien arriba, en el libro I, hicimos mencion; este -Doctor nombraron para arzobispo Hiagutensis. El otro para -obispo de la iglesia Vainensis, fué un religioso de Sant Francisco, -llamado fray García de Padilla, no supe de qué provincia -ó familia. El tercero, para obispo Maguatensis, presentaron -á un licenciado en teología, canónigo de Salamanca, -que se nombraba Alonso Manso; éste cognoscí yo mucho, y era<span class="pagenum"><a name="Page_354" id="Page_354">[354]</a></span> -varon muy religioso y tenido por justo, puesto que en las cosas -temporales no muy experto. Cognoscí tambien al primero, -doctor Pedro Deza, no mucho, persona tenida por buena. -Estos, para Prelados, Arzobispo y Obispos, así nombrados para -esta isla, dilatóse la expedicion de las bulas por algunas causas, -y, por ventura, los Reyes no dieron priesa en ello, porque -se les iba más luciendo, de la disminucion y muerte destas -gentes, algo. Entre tanto falleció la reina doña Isabel, digna -de memoria, y quedando el rey católico D. Hernando, marido -suyo, por Gobernador y Administrador de los reinos de Castilla, -por su hija, la reina doña Juana, impedida para reinar -ó gobernar, comenzándose á descubrir que no se podia ya -encubrir ni disimular el estrago y matanza que nuestros españoles -hacian en los vecinos, desta isla naturales, consumiéndolos -en las minas, como en el precedente libro se ha -explicado, y que la isla se iba despoblando, cognosció que en -los sitios de las iglesias que el Papa tenia erigido y señalado ya -no habia á quien convertir ni predicar, sino era á los pájaros y -árboles: tornó el dicho Rey católico á informar y suplicar al -Papa, que porque aquellos sitios para las dichas iglesias señalados, -ya no eran dispuestos ni aptos para en ellos las edificar, -lo uno, por la misma disposicion de la tierra y sitio -della, lo otro, por la dificultad de los mantenimientos y cosas -necesarias, (y estas dos causas refiere en su bula el Papa, diciendo -así: <i>Cum autem nuper nobis constiterit, insulas et loca prædicta, -ac ecclesiarum hujusmodi existentiam, tum propter locorum -situs, tum etiam comeatum et rerum necessariarum difficultates -nequaquam ac comoda existere</i>, etc.), y pudiera mejor informar -el Rey católico al Papa, que por haber muerto las gentes de -aquellos sitios y lugares, y estar despoblados de sus naturales -habitadores, ya no habia lugar, porque, en la verdad, no habia, -ni hoy hay en esta isla paso, donde no se pudiesen poblar y -asentar ciudades grandes y en ellas erigir catedrales, iglesias y -metropolitanas, segun es toda felice, y para dar fruto en ella, -todas las cosas á la vida necesarias, muy en abundancia, si -hobieran los nuestros usado della segun debian, y no las gentes<span class="pagenum"><a name="Page_355" id="Page_355">[355]</a></span> -della estirpado. Así que, informando el Rey al Papa de -que convenia mudar la órden de los obispados ya dada, suplicóle -que tuviese por bien, para en esta isla, erigir dos iglesias -catedrales y cesase la metropolitana, y otra en la isla de -Sant Juan, tambien catedral, las cuales fuesen sujetas á la -metropolitana de Sevilla, hasta que otra cosa Su Santidad ó -la Sede apostólica, en algun tiempo, ordenase. Los lugares -para las iglesias desta isla señaló el Rey, la villa de la Concepcion, -que es en la Vega grande, y el otro en la del puerto -de Sancto Domingo, y para el tercero obispado, el pueblo -principal que habia en la isla de Sant Juan. El Papa lo concedió -así, como el Rey lo suplicó, suprimiendo y anulando -primero, de consentimiento expreso de los mismos tres electos, -las dichas tres iglesias erigidas en los dichos tres sitios y -lugares, y señaló y dió por título á la iglesia de la Vega, la -Concepcion, y á la de Sancto Domingo, Sancto Domingo, y á la -de Sant Juan, Sant Juan; á cada una de las cuales que eran -villas, adornó con títulos y privilegios de ciudades. Asignó por -diócesi é subjetas del obispado de Sancto Domingo, las villas -de la Buena Ventura, la de Açuá, la de Salvaleon, la de Sant -Juan de la Maguána, la de Vera Paz, que era la de Xaraguá, -y la villa nueva de Yaquimo. Al obispado de la Concepcion, -subjetó y dió por término de diócesi, la villa de Santiago, la -de Puerto de Plata, la de Puerto Real, la de Lares de Guahába, -la de Salvatierra de la Çabana, y la de Sancta Cruz; -olvidaron la villa del Bonao, que no era la ménos que otras -principal. A la iglesia de Sant Juan dió por diócesi toda la -isla, é fueron Obispos primeros los mismos; de Sancto Domingo, -el fray García de Padilla, y éste murió en Castilla ántes -que viniese acá, y creo que no consagrado; de la Concepcion, -fué el Doctor Deza, el cual vino consagrado y vivió pocos años -en la ciudad de la Concepcion, donde murió. El licenciado -Alonso Manso vino tambien Obispo consagrado, y vivió muchos -años en la dicha isla de Sant Juan, siendo siempre canónigo -de Salamanca, porque aceptó el obispado con retencion de -la canongía. Concedió los diezmos y primicias, el Papa, de todas<span class="pagenum"><a name="Page_356" id="Page_356">[356]</a></span> -las cosas, con toda la autoridad, jurisdiccion espiritual y temporal, -y todos los derechos y preeminencias que á los obispos -de España pertenecen de derecho y de costumbre, de todo lo -cual, excepto el oro y la plata, y otros metales, y perlas y -piedras preciosas en que ninguna parte tuviesen.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_357" id="Page_357">[357]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO II.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Antes que las bulas destos obispados viniesen, ó ántes que -los Obispos primeros susodichos se consagrasen, hizo el Rey -con ellos cierto asiento y capitulacion; el primer capítulo de -la cual fué, que les hacia donacion de los diezmos, como los -tenia del Papa concedidos, segun en el precedente libro, capítulo -39, referimos, que el Papa Alexandre á los dichos Reyes -habia concedido; y esta donacion, porque ellos y sus -sucesores, con su clerecía, tuviesen cargo de rogar á Dios por -su vida y ánima, y de los Reyes sus sucesores, y por todos -los cristianos que, en descubrir é adquirir las dichas islas, -murieron, y que los dichos diezmos se repartan por los Obispos, -clerecía, fábricas y hospitales, y que á ello se obligasen -por sí é por sus sucesores, y en nombre de sus iglesias, que -se guardará y complirá lo susodicho, y lo que se dijere. El segundo -capítulo fué, que las dignidades, canongías y raciones y -otros beneficios, sean á presentacion de Sus Altezas. El tercero, -que los beneficios que vacaren, ó se proveyeren despues de la -primera vez, se provean á los hijos legítimos, que nacieren allá, -de los españoles que de acá fueren á vivir á las dichas islas, -no los hijos de los indios, hasta que Sus Altezas ó sus sucesores -otra cosa determinen ó provean, por su suficiencia, procediendo -por oposicion y exámen, como en el obispado de Palencia; -con tal condicion, que los tales hijos de los vecinos, -dentro de un año y medio despues de proveidos, sean obligados -de llevar ratihabicion y aprobacion de Sus Altezas, y de -sus sucesores de los tales beneficios, no la llevando dentro -del dicho término fuesen vacos, y Sus Altezas los proveyesen -á otras nuevas personas. Lo cuarto, que los Obispos, por virtud -de la bula del Papa Julio, declarasen la manera de traer<span class="pagenum"><a name="Page_358" id="Page_358">[358]</a></span> -corona, y del hábito que habian de traer los de prima tonsura, -la cual fuese de grandor de un real castellano, y el cabello -dos dedos debajo de la oreja, y poco más bajo por detrás; la -ropa de fuera fuese tabardo, ó capuz cerrado, ó loba cerrada, -ó abierta, tan larga que, á lo ménos con un palmo, llegase al -empeine, y que no fuesen coloradas, ni verdes, ni amarillas, -ni de otra color deshonesta. Item, que no ordenasen de corona -á ninguno si no supiese hablar y entender latin, y que no -puedan ordenar á quien tuviere dos ó tres hijos varones, más -de uno, porque no es que ninguno quiera todos los hijos para -clérigos. Item, en el guardar de las fiestas, se guarden las ordenadas -por la Iglesia, y no otras, aunque sean por voto y -promesa, ni en los sínodos se ordene que se guarden más de -las que entónces se guardaban en la isla Española, sino fuere -cuanto á la solemnidad, y no para que los cristianos las guarden. -Item, que los Obispos no lleven diezmos de oro y plata -perlas, ni piedras preciosas, sino de las otras cosas, conforme -á la bula del Papa, y aquello, no en dineros, sino en los -frutos, como se llevaba en Castilla, y que ni por esta causa, -ni por otra, <i>directe</i> ni <i>indirecte</i>, no apartaran los indios de -aquello que agora hacian para el sacar el oro, ántes los animaran -y aconsejaran que sirvan mejor que hasta aquí en el -sacar del oro, diciéndoles que es para hacer guerra á los infieles, -y las otras cosas que vieren que pueden aprovechar -para que los indios trabajasen bien. Item, que el arzobispo de -Sevilla, como metropolitano, ó su Fiscal, puedan estar é residir -en cualquiera de los dichos obispados, y ejercer su oficio, -y que no pueda poner el metropolitano por oficial á ninguno -de los Prelados de las dichas islas. Item, que ninguna persona -pueda sacar oro ni traer personas que lo saquen, sino estuvieren -sometidos á la jurisdiccion de Sus Altezas, y á las -ordenanzas que allá se guardan, y paguen los derechos que -los seglares. Item, que los que tuvieren indios en las minas, -ni los mismos indios, no puedan ser convenidos ni traidos, ni -arrastrados, ni llamados por sus causas, ni ajenas, por ningun -Juez, durante las demoras, porque ésto se les dá por inducias<span class="pagenum"><a name="Page_359" id="Page_359">[359]</a></span> -de pan y vino coger, por cuanto aquel es fructo de la tierra -y se ha de dar en lugar del oro, segun se da en Castilla. Item, -en las causas civiles, profanas, los que se eximieren por la -corona, pierdan los indios y lo que tuvieren en las minas, -sino fuere la causa eclesiástica, porque ésta se puede ventilar -ante el Juez eclesiástico, sin pena. Esta fué la capitulacion celebrada -entre los Reyes y los primeros Obispos, parte de la cual, -cierto, muestra la ceguedad que en los del Consejo del Rey -entónces habia, y la poca noticia que el Rey tenia de la perdicion -de aquestas gentes míseras, y no ménos la ignorancia -de los Obispos, y la ceguedad de los del Consejo en que aconsejasen -al Rey que forzase por vía de contrato, cuasi violento, -á que los Obispos se obligasen á no impedir á los indios <i>directe</i> -ni <i>indirecte</i> dejar de sacar oro, y, lo que más es, á que los -animasen y aconsejasen á que lo sacasen, como quiera que de -sí sea manifiesto por las leyes de los Emperadores que ellos -leian, y por historias que debieran haber leido, sacar metales -haberse dado por pena y muerte, cuasi natural, por gravísimos -delictos, como por experiencia harto larga, y no sé si se hobiese -áun entónces visto, que al cabo y al efecto de por sacar -oro, ser destruidos y muertos todos los innumerables vecinos -indios desta isla, y de todas estas islas. Item, el poco cuidado -que los del Consejo habian tenido en saber cómo, en el sacar -del oro, á los indios les iba, si morian ó vivian, como en la -verdad, el año de 511 y 12, cuando ésto se trataba, segun se -dijo, habian, toda la mayor parte de la gente desta isla, perecido; -y porque digo la mayor parte, fué muy mal dicho, porque -parece cosa de escarnio, fué tanto la mayor parte, que de tres -cuentos de ánimas no habian quedado obra de 20.000. Razon -fuera que el Consejo del Rey tuviera cuenta con saber desta -vendimia, y no de obligar á los Obispos á aquello, á cuyo -contrario, impugnar, y resistir, y extirpar, como pestilencia -vastativa de todas sus ovejas, eran obligados de precepto natural -y divino; más parece, cierto, haberse desvelado en cómo -habria oro el Rey, que en descargalle la conciencia, y de la -salvacion de aquestas gentes, cuya carga tenian ellos más que<span class="pagenum"><a name="Page_360" id="Page_360">[360]</a></span> -el Rey sobre sí mismos, los entendimientos de los cuales, no -sólo de la ignorancia del derecho, pero de la del hecho, eran -entenebrecidos. Tambien fué poca lumbre, ántes parte de -gruesas tinieblas, asentar en la dicha capitulacion que los -Obispos dijesen á los indios, para los animar á sacar oro, que -era para hacer guerra á los infieles, como quiera que fuese -cosa impertinente y ántes muy nociva, dar cuenta á los indios -que habia en el mundo otros algunos infieles sin ellos. La poca -y ninguna noticia que el Rey tenia de la perdicion destas -gentes, asaz se sigue de lo dicho, porque cuando los ciegos -guian, ¿de los que van tras ellos, qué se espera? Y así, -cuando los de los Consejos de los Reyes andan en tinieblas, -¡guay de los Reyes! y, por mejor decir, ¡guay de -los reinos!; y ésto así, más que en toda la redondez del -mundo, ha acaecido en estos infelicísimos reinos deste orbe -todo destas Indias. La ignorancia de los Obispos no ménos -queda de lo dicho manifiesta, pues se obligaban, á ojos ciegas, -á no apartar por alguna causa á los indios de sacar oro, como -quiera que debian estar recatados en no se obligar á lo que -podia ser injusto y malo, que de cierto no sabian, cuanto más -que la misma obra les pudiera dar sospecha, diciendo sacar -oro y servir; si quizá no imaginaron que sacar oro no era -otra cosa, sino que, como fructa de los árboles, se cogia. Otorgóse -la dicha capitulacion en presencia de Francisco de Valenzuela, -canónigo de Palencia, y Notario público apostólico, -en 3 dias de Mayo, año de 1512.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_361" id="Page_361">[361]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO III.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En este tiempo ya los religiosos de Sancto Domingo habian -considerado la triste vida y aspérrimo captiverio que la -gente natural desta isla padecia, y cómo se consumian, sin -hacer caso dellos los españoles que los poseian, más que si -fueran unos animales sin provecho, despues de muertos solamente -pesándoles de que se les muriesen, por la falta que en -las minas del oro y en las otras granjerías les hacian; no por -eso en los que les quedaba usaban de más compasion ni -blandura, cerca del rigor y aspereza con que, oprimir, y fatigar -y consumirlos, solian. Y en todo ésto habia entre los españoles -más y ménos, porque unos eran crudelísimos, sin -piedad ni misericordia, sólo teniendo respeto á hacerse ricos -con la sangre de aquellos míseros, otros, ménos crueles, y -otros, es de creer, que les debia doler la miseria y angustia -dellos, pero todos, unos y otros, la salud y vidas, y salvacion -de los tristes, tácita ó expresamente á sus intereses solos, y -particulares y temporales, posponian. No me acuerdo cognoscer -hombre piadoso, para con los indios que le sirviesen, dellos, -sino solo uno, que se llamó Pedro de la Rentería, del cual -abajo, si place á Dios, habrá bien que decir. Así que, viendo -y mirando, y considerando, los religiosos dichos, por muchos -dias, las obras que los españoles á los indios hacian, y el ningun -cuidado que de su salud corporal y espiritual tenian, y -la inocencia, paciencia inextimable y mansedumbre de los -indios, comenzaron á juntar el derecho con el hecho, como -hombres de los espirituales y de Dios muy amigos, y á tractar -entre sí de la fealdad y enormidad de tan nunca oida injusticia, -diciendo así: «¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se -deben guardar y cumplir los preceptos de la caridad y de la<span class="pagenum"><a name="Page_362" id="Page_362">[362]</a></span> -justicia? ¿Estos, no tenian sus tierras propias, y sus señores y -señoríos? ¿Estos, hánnos ofendido en algo? ¿La ley de Cristo -no somos obligados á predicársela, y trabajar con toda diligencia -de convertillos? Pues, ¿cómo siendo tantos y tan innumerables -gentes las que habia en esta isla, segun nos dicen, en -tan breve tiempo, que es obra de quince ó diez y seis años, han -tan cruelmente perecido?» Allegóse á ésto, que uno de los -españoles que se habian hallado en hacer las matanzas y estragos -crueles que se habian hecho en estas gentes, mató su mujer -á puñaladas, por sospecha que della tuvo que le cometia adulterio, -y ésta era de las principales señoras naturales de la -provincia de la Vega, señora de mucha gente; éste anduvo por -los montes tres ó cuatro años, ántes que la Órden de Sancto -Domingo á esta isla viniese, por miedo de la justicia, el cual, -sabida la llegada de la Órden y el olor de sanctidad que de -sí producia, vínose una noche á la casa que, de paja, habian -dado á los religiosos, para en que se metiesen, y hecha relacion -de su vida, rogó con gran importunidad y perseverancia -que le diesen el hábito de fraile lego, en el cual entendia, -con el favor de Dios, de servir toda su vida. Diéronselo con -caridad, por ver en él señales de conversion y detestacion de -la vida pasada, y deseo de hacer penitencia, la cual, despues, -hizo grandísima, y al cabo tenemos por cierto que murió -mártir, porque suele Dios, en los grandes pecadores, mostrar -su inmensa misericordia, haciendo con ellos maravillas; de -su martirio diremos abajo, si á Dios pluguiere que á su lugar -lleguemos con vida, y será cuasi al cabo deste tercero libro. -Este, que llamaron fray Juan Garcés, y en el mundo Juan -Garcés, asaz de mí cognoscido, descubrió á los religiosos muy -en particular las execrables crueldades que él y todos los -demas en estas inocentes gentes habian, en las guerras y en -la paz, si alguna se pudiera paz decir, cometido, como testigo -de vista. Los religiosos, asombrados de oir obras, de humanidad -y costumbre cristiana, tan enemigas, cobraron mayor -ánimo para impugnar el principio, y medio y el fin de aquesta -horrible y nueva manera de tiránica injusticia, y encendidos<span class="pagenum"><a name="Page_363" id="Page_363">[363]</a></span> -del calor y celo de la honra divina, y doliéndose de las -injurias que contra su ley y mandamientos á Dios se hacian, -de la infamia de su fe que entre aquestas naciones, por las -dichas obras, hedia, y compadeciéndose entrañablemente de -la jactura de tan gran número de ánimas, sin haber quién se -doliese ni hiciese cuenta dellas, como habian perecido y cada -hora perecian, suplicando y encomendándose mucho á Dios, -con contínuas oraciones, ayunos y vigilias, les alumbrase para -no errar en cosa que tanto iba, como quiera que se les representaba -cuán nuevo y escandaloso habia de se despertar -á personas que en tan profundo y abisal sueño, y tan insensiblemente -dormian; finalmente, habido su maduro y repetido -muchas veces consejo, deliberaron de predicarlo en los púlpitos -públicamente, y declarar el estado en que, los pecadores -nuestros que aquestas gentes tenian y oprimian, estaban, y -muriendo en él, donde, al cabo de sus inhumanidades y cudicias, -á rescibir su galardon iban. Acuerdan todos los más letrados -dellos, por órden del prudentísimo siervo de Dios, el -padre fray Pedro de Córdoba, Vicario dellos, el sermon primero -que cerca de la materia predicarse debia, y firmáronlo -todos de sus nombres, para que pareciese como no sólo del -que lo hobiese de predicar, pero que de parecer y deliberacion, -y consentimiento y aprobacion de todos procedia; impuso, -mandándolo por obediencia el dicho padre Vicario que -predicase aquel sermon, al principal predicador dellos despues -del dicho padre Vicario, que se llamaba el padre fray -Anton Montesino, que fué el segundo de los tres que trajeron -la Órden acá, segun que arriba, en el libro II, cap. 54, se -dijo. Este padre fray Anton Montesino tenia gracia de predicar; -era aspérrimo en reprender vicios, y sobre todo, en -sus sermones y palabras muy colérico, eficacísimo, y así -hacia, ó se creia que hacia, en sus sermones mucho fructo; á -éste, como muy animoso, cometieron el primer sermon desta -materia, tan nueva para los españoles desta isla, y la novedad -no era otra sino afirmar, que matar estas gentes era más pecado -que matar chinches. Y porque era tiempo del adviento,<span class="pagenum"><a name="Page_364" id="Page_364">[364]</a></span> -acordaron que el sermon se predicase el cuarto domingo, -cuando se canta el Evangelio donde refiere el Evangelista Sant -Juan: «Enviaron los fariseos á preguntar á San Juan Baptista -quién era, y respondióles: <i>Ego vox clamantis in deserto</i>.» Y -porque se hallase toda la ciudad de Sancto Domingo al sermon, -que ninguno faltase, al ménos de los principales, convidaron -al segundo Almirante que gobernaba entónces esta isla, y á -los oficiales del Rey, y á todos los letrados juristas que habia, -á cada uno en su casa, diciéndoles que el Domingo en la iglesia -mayor habria sermon suyo, y querian hacerles saber cierta -cosa que mucho tocaba á todos, que les rogaban se hallasen -á oirlo. Todos concedieron de muy buena voluntad, lo uno por -la gran reverencia que les hacian, y estima que dellos tenian, -por su virtud y estrechura en que vivian, y rigor de religion, -lo otro, porque cada uno deseaba ya oir aquello que tanto -les habian dicho tocarles, lo cual, si ellos supieran ántes, -cierto es que no se les predicara, porque ni lo quisieran oir, -ni predicar les dejaran.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_365" id="Page_365">[365]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO IV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Llegado el domingo y la hora de predicar, subió en el -púlpito el susodicho padre fray Anton Montesino, y tomó por -tema y fundamento de su sermon, que ya llevaba escripto y -firmado de los demas: <i>Ego vox clamantis in deserto</i>. Hecha su -introduccion y dicho algo de lo que tocaba á la materia del -tiempo del adviento, comenzó á encarecer la esterilidad del -desierto de las conciencias de los españoles desta isla, y la -ceguedad en que vivian, con cuánto peligro andaban de su -condenacion, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con -tanta insensibilidad estaban contínuamente zabullidos y en -ellos morian. Luégo torna sobre su tema, diciendo así: «Para -os los dar á cognoscer me he subido aquí, yo que soy voz -de Cristo en el desierto desta isla, y por tanto, conviene -que, con atencion, no cualquiera, sino con todo vuestro corazon -y con todos vuestros sentidos, la oigais; la cual voz -os será la más nueva que nunca oisteis, la más áspera y dura -y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oir.» -Esta voz, encareció por buen rato con palabras muy pungitivas -y terribles, que los hacia estremecer las carnes, y que -les parecia que ya estaban en el divino juicio. La voz, pues, -en gran manera, en universal encarecida, declaróles cuál era -ó qué contenia en si aquella voz. «Esta voz, dijo él, que todos -estais en pecado mortal y en el vivís y morís, por la crueldad -y tiranía que usais con estas inocentes gentes. Decid, -¿con qué derecho y con qué justicia teneis en tan cruel y -horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad -habeis hecho tan detestables guerras á estas gentes que estaban -en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas -dellas, con muertes y extragos nunca oidos, habeis consumido?<span class="pagenum"><a name="Page_366" id="Page_366">[366]</a></span> -¿Cómo los teneis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer -ni curallos en sus enfermemades, que de los excesivos trabajos -que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los -matais, por sacar y adquirir oro cada dia? ¿Y qué cuidado -teneis de quien los doctrine, y conozcan á su Dios y criador, -sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? -¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No -sois obligados á amallos como á vosotros mismos? ¿Esto no -entendeis, ésto no sentís? ¿Cómo estais en tanta profundidad, -de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto, que en el -estado que estais, no os podeis más salvar, que los moros -ó turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.» Finalmente, -de tal manera se explicó la voz que ántes habia muy -encarecido, que los dejó atónitos, á muchos como fuera de -sentido, á otros más empedernidos, y algunos algo compungidos, -pero á ninguno, á lo que yo despues entendí, convertido. -Concluido su sermon bájase del púlpito con la cabeza no -muy baja, porque no era hombre que quisiese mostrar temor, -así como no lo tenia, ni se daba mucho por desagradar -los oyentes, haciendo y diciendo, lo que, segun Dios, convenir -le parecia; con su compañero váse á su casa pajiza, donde, -por ventura, no tenian qué comer, sino caldo de berzas sin -aceite, como algunas veces les acaecia. Él salido, queda la -iglesia llena de murmuro, que, segun yo creo, apenas dejaron -acabar la misa. Puédese bien juzgar, que no se leyó leccion -de menosprecio del mundo á las mesas de todos, aquél dia. -En acabando de comer, que no debiera ser muy gustosa la -comida, júntase toda la ciudad en casa del Almirante, segundo -en esta dignidad y real oficio, D. Diego Colon, hijo del primero -que descubrió estas Indias, en especial los oficiales del -Rey, Tesorero y Contador, Factor y Veedor, y acuerdan de ir -á reprender y asombrar al predicador y á los demas, sino -lo castigaban como á hombre escandaloso, sembrador de doctrina -nueva, nunca oida, condenando á todos, y que habia -dicho contra el Rey é su señorío que tenia en estas Indias, -afirmando que no podian tener los indios, dándoselos el Rey,<span class="pagenum"><a name="Page_367" id="Page_367">[367]</a></span> -y estas eran cosas gravísimas é irremisibles. Llaman á la portería, -abre el portero, dícenle que llame al Vicario, y aquel -fraile que habia predicado tan grandes desvaríos; sale sólo -el Vicario, venerable padre, fray Pedro de Córdoba, dícenle -con más imperio que humildad, que haga llamar al que -habia predicado. Responde, como era prudentísimo, que -no habia necesidad, que si su señoría y mercedes mandaban -algo, que él era Prelado de aquellos religiosos, y él responderia. -Porfian mucho con él que lo hiciese llamar; él con -gran prudencia y autoridad, con palabras muy modestas y -graves, como era costumbre hablar, se excusaba y evadia. Finalmente, -porque lo habia dotado la divina Providencia, entre -otras virtudes naturales y adquísitas, era de persona tan venerable -y tan religiosa, que mostraba con su presencia ser -de toda reverencia digno; viendo el Almirante y los demas, -que, por razones y palabras de mucha autoridad, el padre Vicario -no se persuadia, comenzaron á blandear humillándose, -y ruéganle que lo mande llamar, porque, él presente, les quieren -hablar, y preguntarles cómo y en qué se fundaban para -determinarse á predicar una cosa tan nueva y tan perjudicial, -en deservicio del Rey y daño de todos los vecinos de aquella -ciudad y de toda esta isla. Viendo el sancto varon que llevaban -otro camino é iban templando el brío con que habian -venido, mandó llamar al dicho padre fray Anton Montesino, -el cual maldito el miedo con que vino; sentados todos, propone -primero el Almirante por sí é por todos su querella, diciendo, -que cómo aquel padre habia sido osado á predicar -cosas en tan gran deservicio del Rey, é daño de toda aquella -tierra, afirmando que no podian tener los indios, dándoselos -el Rey que era señor de todas las Indias, en especial habiendo -ganado los españoles aquellas islas con muchos trabajos, y -sojuzgado los infieles que las tenian, y porque aquel sermon -habia sido tan escandaloso y en tan gran deservicio del Rey -é perjudicial á todos los vecinos desta isla, que determinasen -que aquel padre se desdijese de todo lo que habia dicho, donde -no que ellos entendian poner el remedio que conviniese.<span class="pagenum"><a name="Page_368" id="Page_368">[368]</a></span> -El padre Vicario respondió, que lo que habia predicado aquel -padre habia sido de parecer, voluntad y consentimiento suyo -y de todos, despues de muy bien mirado y conferido entre -ellos, y con mucho consejo y madura deliberacion se habian -determinado que se predicase como verdad evangélica, y cosa -necesaria á la salvacion de todos los españoles y los indios -desta isla, que vian perecer cada dia sin tener dellos más cuidado -que si fueran bestias del campo; á lo cual eran obligados, -de precepto divino, por la profesion que habian hecho en -el bautismo, primero de cristianos, y despues de ser frailes -predicadores de la verdad, en lo cual no entendian deservir al -Rey, que acá los habia enviado á predicar lo que sintiesen -que debian predicar necesario á las ánimas, sino serville con -toda fidelidad, y que tenian por cierto que, desque Su Alteza -fuese bien informado de lo que acá pasaba, y lo que sobre -ello habian ellos predicado, se ternia por bien servido, y les -daria las gracias. Poco aprovechó la habla y razones della, que -el sancto varon dió en justificacion del sermon, para satisfacellos -y aplacallos de la alteracion que habian rescibido en -oir que no podian tener los indios, como los tenian, tiranizados, -porque no era camino aquello porque su cudicia se hartase, -porque, quitados los indios, de todos sus deseos y suspiros -quedaban defraudados; y así, cada uno de los que allí -estaban, mayormente los principales, decia, enderezado al -propósito, lo que se le antojaba. Convenian todos en que aquel -padre se desdijese el domingo siguiente de lo que habia predicado, -y llegaron á tanta ceguedad, que les dijeron, si no lo -hacian, que aparejasen sus pajuelas para se ir á embarcar é ir -á España; respondió el padre Vicario, por cierto, señores, en -eso podremos tener harto de poco trabajo. Y así era, cierto, -porque sus alhajas no eran sino uno hábitos de jerga muy -basta que tenian vestidos, y unas mantas de la misma jerga -con que se cobrian de noche; las camas eran unas varas puestas -sobre unas horquetas que llaman cadalechos, y sobre ellas -unos manojos de paja, lo que tocaba al recaudo de la misa, y -algunos librillos, que pudiera quizá caber todo en dos arcas.<span class="pagenum"><a name="Page_369" id="Page_369">[369]</a></span> -Viendo en cuán poco tenian los siervos de Dios todas las especies, -que les ponian delante, de amenazas, tornaron á blandear -como rogándoles que tornasen á mirar en ello, y que, bien -mirado, en otro sermon lo que se habia dicho se enmendase -para satisfacer al pueblo, que habia sido y estaba en grande -manera escandalizado. Finalmente, insistiendo mucho en que, -para el primer sermon, lo predicado se moderase y satisfaciese -al pueblo, concedieron los padres, por despedirse ya dellos y -dar fin á sus frívolas importunidades, que fuese así en buena -hora, que el mismo padre fray Anton Montesino tornaria el -domingo siguiente á predicar, y tornaria á la materia, y diria -sobre lo que habia predicado lo que mejor le pareciese, y, en -cuanto pudiese, trabajaria de los satisfacer, y todo lo dicho -declarárselo; ésto así concertado, fuéronse alegres con esta -esperanza.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_370" id="Page_370">[370]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO IV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Publicaron ellos luégo, ó dellos algunos, que dejaban concertado -con el Vicario y con los demas, que el domingo siguiente, -de todo lo dicho se habia de desdecir aquel fraile; y -para oir aqueste sermon segundo, no fué menester convidallos, -porque no quedó persona en toda la ciudad que en la -iglesia no se hallase, unos á otros convidándose, que se fuesen -á oir aquel fraile, que se habia de desdecir de todo lo que -habia dicho el domingo pasado. Llegada la hora del sermon, -subido en el púlpito, el tema que para fundamento de su retractacion -y desdecimiento se halló, fué una sentencia del -Sancto Job, en el cap. 36, que comienza: <i>Repetam scientiam -meam á principio, et sermones meos sine mendatio esse probabo</i>. -Tornaré á referir desde su principio mi sciencia y verdad, -que el domingo pasado os prediqué, y aquellas mis -palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas. Oido -éste su tema, ya vieron luégo los más avisados á dónde iba -á parar, y fué harto sufrimiento dejalle de allí pasar. Comenzó -á fundar su sermon y á referir todo lo que en el sermon pasado -habia predicado, y á corroborar con más razones y autoridades -lo que afirmó, de tener injusta y tiránicamente aquellas -gentes opresas y fatigadas, tornando á repetir su sciencia, -que tuviesen por cierto no poderse salvar en aquel estado, -por eso, que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que -á hombre dellos no confesarian, más que á los que andaban -salteando, y aquello publicasen y escribiesen á quien quisiesen -á Castilla; en todo lo cual, tenian por cierto que servian -á Dios, y no chico servicio hacian al Rey. Acabado su sermon -fuése á su casa, y todo el pueblo en la iglesia quedó alborotado, -gruñendo, y muy peor que ántes indignado contra los<span class="pagenum"><a name="Page_371" id="Page_371">[371]</a></span> -frailes, hallándose, de la vana é inícua esperanza que tuvieron, -que se habia de retractar de lo dicho, defraudados, -como si ya que el fraile se desdijera, la ley de Dios, contra la -cual ellos hacian en oprimir y estirpar estas gentes, se mudara. -Peligrosa cosa es, y digna de llorar mucho de los hombres -que están en pecados, mayormente los que con robos y daños -de sus prójimos han subido ó mayor estado del que nunca tuvieron, -porque más duro les parece, y áun lo es, decaer dél, -que echarse de grandes barrancos abajo; yo añido, que es imposible -dejallos por vía humana, si Dios no hace grande milagro; -de aquí es tener por muy áspero y abominable oirse -reprender en los púlpitos, porque miéntras no lo oyen, paréceles -que Dios está descuidado, y que la ley divina es revocada, -porque los predicadores callan. Desta insensibilidad, -peligro y obstinacion y malicia, más que en otra parte del -mundo, ni género de gente, consumada, tenemos ejemplos sin -número y experiencia ocular, en estas nuestras Indias, padecer -cada dia la gente, de nuestra España. Tornando al propósito, -salidos de la iglesia furibundos, é idos á comer, tuvieron la comida -no muy sabrosa, sino, segun que yo creo, más que -amarga; no curan más de los frailes, porque ya tenian entendido -que hablar en ésto con ellos les aprovecha nada. -Acuerdan, con efecto, escribillo al Rey en las primeras naos, -como aquellos frailes que á ésta isla habian venido, habian -escandalizado al mundo sembrando doctrina nueva, condenándolos -á todos para el infierno, porque tenian los indios y se -servian dellos en las minas y los otros trabajos, contra lo que -Su Alteza tenia ordenado, y que no era otra cosa su predicacion, -sino quitalle el señorío y las rentas que tenia en estas -partes. Estas cartas, llegadas á la córte, toda la alborotaron; -escribe el Rey y envió á llamar al Provincial de Castilla, -que era el Prelado de los que acá estaban, porque aún no era -ésto provincia por sí, quejándose de sus frailes que acá habia -enviado, que le habian mucho deservido en predicar cosas -contra su estado, y alboroto, y escándalo de toda la tierra, -grande, que luégo lo remediase, si nó que él lo mandaria remediar.<span class="pagenum"><a name="Page_372" id="Page_372">[372]</a></span> -Veis aquí, cuán fáciles son los Reyes de engañar, y cuán -infelices se hacen los reinos por informacion de los malos, y -cómo se oprime en tierra que no suene ni respire la verdad. Las -cartas de más eficacia que á Castilla y al Rey llegaron, fueron -las del Tesorero Miguel de Pasamonte, de quien arriba en el -libro II hablamos, por tener con el Rey grande autoridad, -y ser Lope Conchillos, Secretario, ambos aragoneses, y el -Rey viejo y cansado, calidades que, para que el Rey entendiese -la verdad, no poco desayudaban. Enviadas las cartas, -proveyeron de otra industria harto eficaz para contra los frailes, -y ésta fué la que los demonios tienen muy usada para -que su reino prevalezca, y el de Cristo y la verdad, que es -los nervios que lo sustentan, estén siempre combatidos y -amortiguados y anden bambaleándose, y para ésto, por ministros -de sus maldades, aunque con especie de bien y bondad, -trabaja con todo su poder de poner personas espirituales, -porque tomar los malos y de vida depravada, fácil cosa seria, -las cautelas y maldades artificiosas, que para salir con -su propósito emprende, entendérselas y desbaratárselas. Ya -se dijo arriba, en el libro II, cap. 3.º, como en el año de 502 -vinieron á esta isla ciertos buenos religiosos de la Orden -de Sant Francisco, cuyo Prelado y caudillo era un padre -de presencia y religion harto venerable, llamado fray Alonso -del Espinal; éste, como se dijo, era celoso y virtuoso religioso, -pero no letrado, mas de saber lo que comunmente -muchos religiosos saben, y todo su estudio era leer en la Suma -angélica para confesar; á este venerable padre persuadieron -todos los Próceres de la ciudad que fuese á Castilla, por ellos, -para hablar y dar á entender al Rey, lo que los frailes dominicos -habian predicado contra lo que el Rey tenia ordenado, -de tener los indios, y que, teniéndolos, la isla estaba poblada -de españoles, y se sacaba el oro y á Sus Altezas las rentas se -enviaban, y que, de otra manera, la tierra no se podia sustentar, -y que ésto habia causado grande escándalo y alboroto -en toda la isla é inquietud de las conciencias, y suplicase á -Su Alteza, por todos ellos, lo mandar remediar, y otras muchas<span class="pagenum"><a name="Page_373" id="Page_373">[373]</a></span> -cosas, cuantas vieron que para la perseverancia de sus tiranías -les podian aprovechar. Finalmente, trabajaron enviar -frailes contra frailes, por meter el juego, como dicen, á barato. -El bueno del padre francisco, fray Alonso del Espinal, con -su ignorancia no chica, aceptó el cargo de la embajada, no -advirtiendo que lo enviaban á detener en captiverio é injusta -servidumbre, en la cual era cierto perecer tantos millares y -cuentos de hombres, prójimos inocentes, como habian perecido, -y al cabo fenecieron sin quedar uno ni ninguno, como -abajo parecerá, en lo cual pecaban mortalísimamente, y eran -obligados, <i>in solidum</i>, de todos los daños y de lo que con esta -tiranía adquirian, á total restitucion. No sé yo cómo la ignorancia -del padre dicho lo podrá excusar de no ser partícipe de -todos aquellos tan calificados pecados mortales. No osaré afirmar -que lo que aquí diré ayudase á aceptar tal cargo, y ésto -fué que en los repartimientos de los pasados, dieron uno á lo -ménos, y yo lo sé, al monesterio de Sant Francisco de la ciudad -de la Concepcion, en la Vega, para con que se mantuviese los -religiosos que allí moraban, y creo, que pues al de la Concepcion -lo daban, que lo debieran de dar al monesterio de la ciudad de -Sancto Domingo, porque estos dos monesterios habia de Sant -Francisco en esta isla; otra casa hobo en la villa de Xaraguá, -pero no tenia sino dos, ó tres ó cuatro frailes, y por eso no -debieron de dalles indios. Del repartimiento de indios que -yo sé que dieron al monesterio de la Vega, no lo daban á los -mismos frailes, (lo cual áun fuera mejor para los indios, porque -los tractaran los religiosos con más piedad), sino que los -quedaba á un vecino español del pueblo, para que se aprovechase -dellos, y enviase á los frailes él la comida de cada dia; -enviábales pan caçabí é ajes, que son otras raíces, y carne de -puerco, que todo era laceria (porque ni pan de trigo, ni vino, -sino era para las misas, ni lo comian, ni bebian, ni lo vian), á -seis ó ocho frailes que habia, y no creo que llegaban á ocho, -y echaba el vecino los indios á las minas, y era voz y fama -muy clara, que le cogian cada demora, que duraba ocho ó diez -meses, 5.000 castellanos ó pesos de oro, de las minas, y por<span class="pagenum"><a name="Page_374" id="Page_374">[374]</a></span> -ventura tenia más de otras granjerías. Por manera, que, por -título que daba de comer á los frailes, perecian los desventurados -de los indios, como los demas, en las minas y en las -otras granjerías. Tambien fué aquesta, no chica ceguedad de -aquellos religiosos, aunque buenos, cierto, no caer en el gran -peligro y daño que incurrian, pues, aunque no era cuasi nada -de valor lo que á ellos en aquella comida se les recrecia, todavía -morian los indios teniéndolos aquél con su título, y así -digo, que no sé si con la simplicidad de aquel padre, Prelado -de todos ellos, aquello de tener con nombre de Sant Francisco, -de aquella manera aquellos indios, para que aceptasen -la embajada por los españoles contra los indios y contra los -frailes de Sancto Domingo, algun más motivo, y lo que yo -creo por cierto es, que todo lo que aquel padre hizo y hacia, -era con simplicidad é ignorancia, no advirtiendo en la maldad -é iniquidad que el mensaje y cargo que sobre sí tomaba contenia, -y afirmo que, de su bondad y religion, nunca duda -tuve, porque él de mí, y yo dél, teniamos y tuvimos mucha -noticia. Ha llegado el tiempo de la partida: no tuvo necesidad -de andar con el alforja á mendigar las cosas que habia menester, -para su matalotaje, porque á él se lo aparejaron tal, -que si el mismo Rey se hobiera de embarcar no le fuera más, -y quizá, ni tan proveido, ni tan abundantemente aparejado, -porque pensaban y esperaban todos que por él habian de -ser redimidos y remediados; y el remedio era persuadir al -Rey, que les dejase los indios en sus repartimientos, sin que -ninguno les fuese á la mano hasta acaballos, como los acabaron. -Escribieron todos en su favor, haciéndolo ya santo canonizado, -á quien Su Alteza podia dar todo el crédito que un -santo, y tan experimentado de los dominicos, que no sabian lo -que se decian, que ayer habian venido, y de los indios ni de -la tierra tenian experiencia de nada. Todo su bien y negocio -creian que pendia de acreditar al padre fray Alonso del Espinal, -y desacreditar los dominicos, que contra sus pecados -habian predicado. Escribieron al obispo de Búrgos, D. Juan de -Fonseca, y á Lope Conchillos, Secretario, que todo lo gobernaban,<span class="pagenum"><a name="Page_375" id="Page_375">[375]</a></span> -en favor del dicho padre, y al camarero Juan Cabrero, -aragonés, del Rey muy privado, y á todos los demas que sabian -para con el Rey poder ayudalle, y á los del Consejo Real, -que para en las cosas de las Indias se juntaban; porque no -habia entónces Consejo de las Indias formado y del Consejo -real apartado.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_376" id="Page_376">[376]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO VI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Viendo los frailes de Sancto Domingo la diligencia y orgullo -que toda la ciudad traia, en enviar al padre fray Alonso -del Espinal á Castilla, para excusar las excusaciones de sus -pecados y á ellos culpallos, tractaron en su acuerdo (bien creo -yo cierto, que no sin muchas y afectuosas oraciones y lágrimas), -que, ¿qué harian sobre este caso no poco árduo? Deliberaron, -al cabo, que fuese tambien á Castilla el mismo padre -fray Anton Montesino, que lo habia predicado, porque era -hombre, como se dijo, de letras, y en las cosas agibles experimentado, -y de gran ánimo y eficacia, para que volviese por sí -é por ellos, y diese cuenta y razon de su sermon, y de las razones -que los habian movido á determinarse de predicarlo. -Esto determinado, salieron á pedir limosna por el pueblo para -la comida de su viaje; bien pueden creer todos los que ésto -leyeren, que no se le guisó tan presto como al dicho padre, y -que algunos baldones rescibirian de algunos desconcienciados, -aunque segun la santidad con que vivian, y dellos por la ciudad -era clara, en gran manera reverenciados. Y finalmente, no -faltaron algunas personas cuerdas y timoratas que les ayudaron -para que el padre fray Anton Montesino llevase que comer -para su viaje. Partidos los padres sobredichos, cada uno -en su navío, el uno con todo el favor del mundo, que por hombres -se le podia dar, y el otro desfavorecido de todos, pero -puesta toda su confianza en Dios, por las oraciones de los que -acá quedaban, llegaron á Castilla sanos y salvos, y de allí -fuéronse cada uno por su camino á la corte, bien es de creer -que primero fué cada uno á dar cuenta á los Prelados de su -Órden de su venida y negociacion. Y como el Rey habia mandado -llamar al Provincial de Castilla, y se le quejó de los frailes<span class="pagenum"><a name="Page_377" id="Page_377">[377]</a></span> -que habia enviado á esta isla de haber predicado cosas -contra su servicio, y en escándalo de la tierra, encargándole -que lo remediase, como se dijo, luégo el Provincial escribió al -Vicario fray Pedro de Córdoba, y á todos, como el Rey estaba -informado contra ellos, haber predicado cosas contra su -servicio y muy escandalosas, que mirasen bien lo que habian -dicho, y que, si eran cosas que convenia retractarse, lo hiciesen, -porque cesase tan grande escándalo como en el Rey y en -la corte se habia engendrado, diciendo primero que estaban -maravillados haber ellos afirmado cosa en el púlpito que no -fuese digna de sus letras y prudencia y hábito. Finalmente, la -carta del Provincial fué prudentemente moderada, por la mucha -confianza que tenia de la prudencia, religion y letras, del -dicho padre fray Pedro de Córdoba, y de los demas religiosos -que con él estaban, segun el Rey habia mostrado estar indignado -por las informaciones que le habian hecho los de acá -por sus sacrílegas cartas. Llegado el padre francisco, fray -Alonso del Espinal á la corte, y entrado en palacio, recibióle -el Rey como si fuera el ángel Sant Miguel, que Dios le enviara, -por la gran estima que dél tenia ya el Rey, y por las cartas -que de acá se le habian enviado, y el secretario Conchillos, -y el obispo de Búrgos, quizá, le habian encarecido su -persona y auctoridad; mandóle el Rey traer silla y que se -asentase, y, asentado, créese que favoreció la parte izquierda de -los que lo enviaban contra los frailes dominicos y contra los -indios desdichados, y la razon que para ésto se puede traer es, -porque ni el Rey le mandara sentar, ni desde allí fuera de -todos tan venerado y áun celebrado, porque siempre que venia -á hablar al Rey le traian silla, y el Rey le mandaba sentar; -mandó asimismo, que siempre se hallase en los Consejos, -cada y cuando desta materia de los indios se tractase. Cognoscido -el favor que el Rey le daba, por todos los de palacio -y los de fuera de palacio, y que traia tan justa demanda, conviene -á saber, que los indios sirviesen á los españoles, y se -sacase el oro de las minas, y desta isla á España las riquezas -se derivasen, no habia puerta cerrada ni otro algun obstáculo<span class="pagenum"><a name="Page_378" id="Page_378">[378]</a></span> -para que las veces que quisiese hablar al Rey no hablase, ni -reverencia, ni besar de las manos y del hábito, que por toda -la corte no le sobrase. Llegó despues á la corte, algunos dias, -cuando pudo, el padre dominico fray Anton Montesino, y sabido -por todos que venia en contrario del padre francisco, afirmando -que no podian tener los indios, por ser contra razon y -ley divina, y violarse la natural justicia, todos lo aborrecian, -ó al ménos desfavorecian, y hablaban dél como de inventor -de novedades y escandaloso, y áun algunos de los favorecidos, -y que por teólogos y predicadores del Rey se tenian, presumieron -de le decir palabras harto soberbias y descomedidas. -Llegaba á la puerta de la cámara del Rey, por hablarle y -darle cuenta y relacion de lo que habia predicado, y de la -ceguedad y crueldad que cerca de la injusta servidumbre y -perdimiento que los indios padecian, y la multitud que dellos -en tan poco tiempo habian perecido, y en llegando á la puerta, -dábale el portero con la puerta en lo ojos, y, con palabras -no muy modestas, diciendo que no podia hablar al Rey, le despedia. -Esta es averiguada costumbre del mundo, y áun regla -general que Dios en todo él tiene, ó permitida ó establecida, -conviene á saber, que todos aquellos que pretenden seguir y -defender la verdad y la justicia sean desfavorecidos, corridos, -perseguidos y mal oidos, y, como desvariados y atrevidos, y -monstruos, entre los otros hombres tenidos, mayormente donde -interviene pelea de arraigados vicios; y la más dura suele ser -la que impugna el avaricia y codicia, y, sobre todas, la que no -puede sufrirse como terribilísima, si se le allega resistencia de -tiranía. Por el contrario, los que dan favor <i>directe</i> ó <i>indirecte</i>, ó -por ignorancia y simplicidad, ó por agradar con buen ó mal -intento, ó tambien, quizá, por su gran malicia, á los negocios -temporales y útiles que los hombres pretenden para su crecimiento, -segun lo que ellos en sí imaginan, puesto que rebosen -de falsedad y de injusticia, manifiesto es á todos, sin que se -produzcan testigos, cuánta parte suelen tener en todo lugar y -entre todas personas grandes y chicas, cuán estimados, cuán -honrados y venerados, cuán tenidos por cuerdos y prudentes;<span class="pagenum"><a name="Page_379" id="Page_379">[379]</a></span> -de lo cual se podrán traer y colegir muchos ejemplos, asaz -claros en esta Historia de las Indias. Tornando al hilo, andando -el dicho padre fray Anton Montesino muy afligido y corrido, -y así, desechado de todos, como he dicho, principalmente -de no poder hablar al Rey, llegóse un dia á la puerta de la -cámara del Rey, á rogar al portero que lo dejase entrar como -entraban otras personas, porque tenia cosas que informalle, -que tocaban mucho á su servicio; pero el portero, lo que las -otras veces solia hacer con él, hizo, el cual, como abriese á -otro la puerta, no cuidando que el religioso á tanto se atreveria, -descuidado un poquito, el padre fray Antonio y su -compañero, que era un fraile lego, religioso, bueno, con gran -ímpetu entran dentro de la puerta en la cámara del Rey, á -pesar del portero, donde se hallaron cuasi junto al estrado -del Rey; dijo luégo el padre Montesino: «Señor, suplico á -Vuestra Alteza, que tenga por bien de me dar audiencia, porque -lo que tengo que decir son cosas muy importantes á vuestro -servicio.» El Rey, benignamente le respondió: «Decid, -padre, lo que quisiéredes.» Llevaba el dicho padre un pliego -de papel, escripto por capítulos, de las crueldades, en particular, -que se habian hecho, en las guerras y fuera dellas, en -los indios vecinos desta isla, que habia bien visto y hallándose -en ellas el fraile que dijimos arriba, que, de los pecadores que -las habian perpetrado, habia el hábito de fraile lego rescibido. -Llevaba tambien por memoria en su pliego los tratamientos -que, despues de los estragos de las guerras, en el servicio -y trabajos de las minas, y en los demas les hacian. Hincóse, -pues, de rodillas el padre fray Antonio, ante los píes del -Rey, y saca su memorial, y comiénzalo á leer, y refiere como -los indios, estando en sus casas y tierras sin ofender á ninguno -desta vida, entraban los españoles y les tomaban las mujeres, -y las hijas, y los hijos para servirse dellos, y á ellos, llevándolos -cargados con sus camas y haciendas, haciéndoles otros -muchos agravios y violencias, los cuales, no pudiéndolos sufrir, -huíanse á los montes, y cuando podian haber algun español -desmandado, matábanlo como á capital enemigo; iban luégo<span class="pagenum"><a name="Page_380" id="Page_380">[380]</a></span> -á hacelles guerra, y, para metelles el temor en el cuerpo, -hacian en ellos, desnudos, en cueros y sin armas ofensivas, estragos -nunca oidos, cortándolos por medio, haciendo apuesta -sobre quién le cortaba la cabeza de un piquete, quemándolos -vivos, y otras crueldades esquisitas; entre otras, le dijo, que -burlando unos españoles entre sí, estando cabe un rio, tomó -uno dellos un niño de obra de un año ó dos, y echólo por -encima de los hombros en el rio, y porque el niño no se sumió -luégo, sino que estuvo encima del agua un poquito, volvió -la cabeza y dijo: «¿Aún bullís, cuerpo de tal, bullís?» Dijo el Rey: -«¿Eso es posible?» Respondió el religioso: «Ántes es necesario, -porque pasó así, y no puede dejar de ser hecho, pero como -Vuestra Alteza es piadoso y clemente, no se le parece que haya -hombre que tal pudiese hacer; ¿Vuestra Alteza, manda hacer -esto? bien soy cierto que no lo manda.» Dijo el Rey: «No, por -Dios, ni tal mande en mi vida.» Acabados los estragos y matanzas -de las guerras, refiere las crueldades de los repartimientos -y mactamientos que se hacian en las ánimas, y los -otros trabajos, la falta de los mantenimientos y olvido de la -salud corporal, ni cura en sus enfermedades; de cómo las -mujeres que se sentian preñadas tomaban hierbas para echar -muertas las criaturas, por no vellas ó dejallas en aquellos infernales -trabajos; el ningun cuidado de dalles algun cognoscimiento -de Dios, ni consideracion de las ánimas más que si -sirvieran de animales. Leido su memorial, y el Rey algo lastimado -y enternecido de oir cosas tan inhumanas, suplicóle -que se apiadase de aquestas gentes, y mandase poner el remedio -necesario ántes que del todo se acabasen; el Rey dijo -que le placia y mandaria entender con diligencia luégo en -ello, y así, el padre fray Antonio se levantó, y, besadas al Rey -las manos, se salió, habiendo aquel dia, á pesar del portero, -bien negociado.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_381" id="Page_381">[381]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO VII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">El Rey mandó luégo que con los de su Consejo, que para -ésto mandó señalar, se juntasen algunos teólogos; los del Consejo -fueron en aquel tiempo el obispo de Palencia, que despues -fué de Búrgos, D. Juan Rodriguez de Fonseca, de quien -arriba se ha hecho hartas veces mencion, y á quien, desde su -descubrimiento, los Reyes cometieron la gobernacion destas -Indias, y era como Presidente, aunque no habia Consejo por sí -de Indias, como se ha dicho. El otro fué Hernando de Vega, -varon prudentísimo, y por tal estimado en toda Castilla; el -otro fué el licenciado Luis Zapata, persona prudente y principal -entre los licenciados, y más del Rey, que otro, querido, -y que por la auctoridad que alcanzaba con el Rey, con quien, -segun era opinion de muchos, sólo consultaba las mercedes -que habia de hacer, por lo cual le llamaban algunos el Rey -chiquito; aunque éste y Hernando de Vega, y el licenciado -Móxica, no estoy cierto que entrasen en esta junta, despues sí, -muchas veces. Otro fué, de los que á esta junta concurrieron, -el licenciado Sanctiago, varon cristiano, y de muy buena voluntad. -Fué otro el doctor Palacios Rubios, doctísimo en su -facultad de jurista, estimado en ella más que todos, y por -bueno y buen cristiano tambien tenido, éste, como muy letrado -é inclinado á escribir en derecho, como muchas otras obras -en derecho escribió, comenzó desde entónces á escribir cierto -libro que intituló: <i>De insulis Occeanis</i>, el cual despues prosiguió -y acabó siguiendo en el error de <i>Hostiensis</i>, fundando sobre -él el título que los reyes de Castilla tienen á las Indias; y, -cierto, si sobre aquella errónea y áun herética opinion, sólo, -estribara el derecho de los Reyes á las Indias, harto poco les<span class="pagenum"><a name="Page_382" id="Page_382">[382]</a></span> -cupiera jurídicamente de lo que en ellas hay. Y ciertamente, -mucho parece que se alargó en el dicho su libro, pretendiendo -dar sabor al Rey, más que desabrille, por lo cual, quizá, -permitió Dios que el Rey le hiciese pocas mercedes, puesto -que dél era harto bien querido. Con todo esto, siempre, como -de su natura era bueno, en cuanto pudo favoreció á los indios, -como abajo parecerá. Señalóse otro del Consejo para esta -congregacion, que fué el licenciado Móxica, tambien hombre -letrado y de virtud. Otro fué tambien nombrado, conviene á -saber, el licenciado de Sosa, que despues murió obispo de -Almería, persona de mucha virtud, y que favoreció mucho los -indios, el tiempo adelante desque fué más instruido, como el -licenciado Santiago y el doctor Palacios Rubios; estos fueron -los de quien me acuerdo, no sé si me olvido alguno. Con estos -juristas mandó el Rey que se juntasen los teólogos siguientes, -conviene á saber: el maestro fray Tomás Durán, y el maestro -fray Pedro de Covarrubias, frailes de Sancto Domingo; fué -tambien nombrado un clérigo, predicador tambien del Rey, -llamado el licenciado Gregorio. Y porque por aquellos tiempos -era estimado por más señalado letrado el padre fray Matías -de Paz, catedrático de teología en la Universidad de Salamanca, -fraile de la misma Órden de Sancto Domingo, trabajó -muy mucho el dicho padre fray Antonio Montesino que el -Rey lo enviase á llamar, que residia, siendo catedrático, como -dijimos, en Salamanca. La corte, cuando ésto se tractaba, estaba -en Búrgos; de los que estaban cabe el Rey, algunos, impedian -que aquel padre maestro fray Matías de Paz no se llamase, -porque no querian tanta luz cuanta creian que habia de dar -en esta materia el dicho padre, y siempre se cognosció, cada -dia más y más, los que al Rey aconsejaban, huir este negocio -de los indios de claridad de la verdad, mayormente desque -los del Consejo comenzaron á tener parte interesal en los trabajos -y sudores, y muertes de los indios, como parecerá. Bien -creo que no eran todos, pero tambien sospecho que eran algunos, -y quizá los más. Finalmente, por la suma solicitud y -diligencia del padre fray Antonio Montesino, el Rey hobo de<span class="pagenum"><a name="Page_383" id="Page_383">[383]</a></span> -mandar que se enviase á llamar el dicho padre maestro fray -Matías de Paz; y como el padre fray Antonio fuese de todos -tractado por muy extraño, y todos los de la corte, al ménos de -los de palacio y de los oficiales y que desto tractaban, no lo -pudiesen ver ni áun pintado, vivia muy penado, porque todo -se le encubria y no sabia dónde atinar, ni á qué portillo acudir, -ni qué remediar, temiendo que en las juntas que se hacian, -donde cada dia entraba el dicho padre francisco, fray Alonso -del Espinal, no habiendo quien volviese por los indios, alguna -cosa en su mayor perjuicio se determinase. Acordó un dia de -ir á Sant Francisco y esperar á la portería que saliese el dicho -padre fray Alonso para ir á la junta, de quien, como se -ha dicho, se hacia grande caudal, como ni del derecho ni del -hecho supiese nada para aprovechar, puesto que pudiera bien -testificar muchas y grandes tiranías, y crueldades, y obras inhumanas, -que él y yo que ésto escribo vimos juntamente, en -destruccion de las gentes desta isla, perpetrar. Saliendo, pues, -del monasterio de Sant Francisco el padre fray Alonso, llegóse -á él el padre fray Antonio Montesino, y dijo que le queria -hablar; paróse á oille, y el padre fray Antonio hácele una -vehemente y cominatoria plática, diciéndole con vehemencia, -como él solia predicar: «Vos, padre, ¿habeis de llevar desta -vida más deste hábito andrajoso lleno de piojos que á cuestas -traeis? ¿Vos, buscais otros bienes más de servir á Dios? -¿Por qué os enfuscais con estos tiranos? ¿Vos no veis que os -han tomado por cabeza de lobo, para en sus tiranías se sustentar? -¿Por qué sois contra aquellos tristes indios desmamparados? -¿En ésto les pagais los sudores de que, hasta agora, vos -y vuestros frailes habeis comido? ¿Vos no habeis visto mejor -que yo las detestables crueldades, que, en las injustas guerras, -contra ellos han cometido, en las cuales os habeis presente -hallado? ¿No sabeis y habeis visto, y no dudais que hoy y -cada dia los matan en las minas y en los otros trabajos, con -tanto olvido de humanidad, que á las mismas bestias no pueden -peor tratar? ¡y pluguiese á Dios que como á sus bestias -los tractasen! ¿Por qué, padre, quereis perder tantos años que<span class="pagenum"><a name="Page_384" id="Page_384">[384]</a></span> -habeis traido á cuestas ese hábito, en tanta penitencia y religion, -por cosa que no echais en vuestra bolsa nada, sino por -agradar, yendo los ojos cerrados, á los que no se hartan de -beber sangre humana, no viendo el daño tan manifiesto que -haceis á aquellos desventurados, sin persona viviente que -vuelva por ellos, haciendo obra como haceis, tan contra justicia -y caridad?» Estas y otras muchas palabras le dijo, con las -cuales le hizo temblar las carnes, porque, ciertamente, tenia especial -gracia y hervor en persuadir las cosas que tocaban al -ánima, y tenia en ello tanta eficacia, que pocos le oian que no -saliesen compungidos ó enmendados. En la ciudad de Sancto -Domingo estaba una mujer sentenciada á que la ahorcasen, y -de tal manera sentia la muerte con impaciencia, que no queria -confesarse, y así iba impenitente y desesperada; llamaron -al padre fray Antonio Montesino, un poco ántes que la sacasen -para la justiciar, el cual le dijo así como entró, aspérrimamente -aquestas palabras: «¡Vos no os quereis confesar, mujer perdida! -¿No sabeis que os habeis de ver dentro de un hora, delante el -riguroso juicio de Dios, que luégo os ha para siempre de condenar -á las penas infernales? ¿Qué haceis, decid? Tornad, triste -de vos, sobre vos, no os perdais.» De tanta eficacia fueron -estas palabras, que la mujer, como atónita y asombrada, como -si ya ardiera en las eternales llamas, pide que se quiere confesar -y comulgar, y ansí, contrita y contenta de morir, fué -ahorcada. Cuasi desta manera acaeció al padre fray Alonso -del Espinal, que tornando sobre sí (como en fin fuese buen -religioso y no pecase sino por ignorancia), dijo al padre fray -Antonio Montesino: «Padre, sea por amor de Dios la caridad -que me habeis hecho en alumbrarme; yo he andado engañado -con estos seglares, ved vos lo que os parece que yo haga -y así lo compliré.» Respondióle: «Padre, que en todas vuestras -obras, pareceres y palabras defendais desta y desta manera los -indios, y siempre sed contra esos pecadores españoles, que -sabeis vos cuánto por destruillos con sus codicias trabajan; y -cuando se tractare ésto, responded ésto, y cuando viéredes cosa -que convenga decirme, avisadme.» Finalmente, desde adelante<span class="pagenum"><a name="Page_385" id="Page_385">[385]</a></span> -le fué buen amigo, y le daba aviso de lo que en la congregacion -se tractaba, de donde colegia el padre fray Antonio lo -que le convenia negociar y avisar á alguno ó algunos de los -que habia que le ayudaban, como era el doctor Palacios Rubios, -y el licenciado Santiago, y el licenciado Sosa.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_386" id="Page_386">[386]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO VIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Estaban en la corte á la sazon, segun creo, Francisco de Garay, -de los antiguos desta isla, de quien habemos hecho arriba -mencion, y haremos más si á Dios pluguiere, y Juan Ponce -de Leon, y un Pero García de Carrion, mercader, hombre -de auctoridad en su manera, y otros vecinos desta isla, y que -tenian en la servidumbre muchos indios, y habian muerto -hartos dellos por sus propias codicias é intereses; destos algunos -habian sido enviados por Procuradores sobre que el Rey -les diese los indios perpétuos, ó por tres vidas, como en el -precedente libro se dijo; otros, que habian ido por sus particulares -negocios. Todos estos, ó algunos dellos, fueron los primeros, -segun yo entendí y siempre tengo entendido, que infamaron -los indios en la corte de no saberse regir, é que habian -menester tutores, y fué siempre creciendo esta maldad, -que los apocaron, hasta decir que no eran capaces de la fe, -que no es chica heregía, y hacellos iguales de bestias, como si -tantos millares de años que estas tierras estaban pobladas, -llenas de pueblos y gentes, y teniendo sus Reyes y señores, -viviendo en toda paz y sosiego, en toda abundancia y prosperidad, -aquella que la naturaleza, para vivir y multiplicarse -<i>in immenso</i> los hombres, requiere, hobieran habido menester -nuestras tutorías, las cuales, plugiera á Dios, que ni ellos -hobieran cognoscido, ni nosotros usurpádolas y usado dellas -tan contra justicia, porque dellos inmensos, en cuerpos y en -ánimas, no hobieran perecido, y de nosotros no se viera como -se ha visto alguno, y se verá muy mayor terrible castigo. -Este menosprecio é infamia destas gentes, por respeto de -nosotros inocentísimas, les sucedió por nuestra grande soberbia -é inhumanidad, y por su gran mansedumbre, paciencia,<span class="pagenum"><a name="Page_387" id="Page_387">[387]</a></span> -humildad y obediencia, que á todas las cosas las hallábamos -á la mano, y para cualquiera, por difícil que fuese, que las -queríamos. Estos hombres pecadores, ó algunos dellos, introdujeron -esta mancilla, informaron á la larga á los que entraron -en la junta, y de creer es, y yo así lo creo, que algunos -de los que allí entraron, más propincuos á las orejas del Rey, -le informaban contra los indios lo que á los otros oian, ó por -que pensaban en ello defender, ó favorecer el título del Rey, ó -porque no les faltaba propósito, como al cabo pareció, de -haber y tener, siendo ellos absentes y viviendo en la corte, -para embolsar oro, indios. Este fué siempre, desde aqueste -tiempo principalmente, aunque tambien comenzaron desde el -año de 500, como pareció en el libro II, cap. 1.º, hasta hoy -que es el año de 1559, el fin de los españoles; y así lo entablaron -por todo este orbe, conviene á saber, infamar y decir -cuantos males podian hacer creibles de los indios, y por principal, -que eran bestias y holgazanes y amaban la ociosidad, y -que no se sabian regir, por fingir necesidad que pareciese -convenir tenerlos y servirse dellos en aquella infernal servidumbre -en que los pusieron, diciendo ponerlos en policía y -para los hacer trabajar, y que así Dios y el Rey serian dellos -servidos. Ya está visto arriba, en los dos libros precedentes, la -policía en que los pusieron, y el fructo que Dios y el Rey por -sus tutorías de los indios sacaron, como sea ya manifiesto, y -áun confesado por los mismos destruidores de los indios, cuán -justamente, en muchas partes destas Indias, pudieran los indios -poner á los españoles en más razonable y humana policía, y -mejor regimiento que ellos traian y áun tenian en Castilla. -Juntados, pues, los letrados muchas veces, y platicado sobre -la gobernacion que debia ponerse á los indios desta isla, porque -de las demas partes deste orbe no se tractaba, porque no -habia españoles si no en ésta y en la de Sant Juan, y de Jamáica, -y ninguno en la tierra firme; habidas todas las falsas -informaciones que los seglares quisieron dar, y la cierta, que -el padre fray Antonio Montesino dar pudo, (y ésta consistia -en que las gentes infieles, mayormente aquestas, debian<span class="pagenum"><a name="Page_388" id="Page_388">[388]</a></span> -ser traidas á la fe con dulzura, y amor, y libertad, y dádivas, -y no con aspereza, servidumbre y tormentos como estos padecian, -como se lee de Sant Silvestre, que atraia los gentiles -á la fe con dones que les daba, y que la servidumbre que -estas padecian, era condenada por Dios, como parecia por -Ecequiel, cap. 34, <i>Væ pastoribus Israel qui pascebant semet -ipsos</i>, que eran amenazas contra el Rey, si no los remediaba; -decia, eso mesmo, que decir que aquestas gentes eran incapaces -de la doctrina y de la fe, era contradecir á la bondad y -omnipotencia de su Hacedor, etc.), determinaron los susodichos -teólogos y juristas, al cabo, las siguientes proposiciones, que, -aunque hervia la infamia contra los indios, no pudieron negar -en las dos primeras ser libres los indios, y deber ser como -libres tractados, aunque en las siguientes van oliendo y sabiendo -á la sustentacion de la tiranía, que era el fin que los -infamadores y los que los oian de grado, y favorecian, y esperaban -tener tambien sus provechos, pretendian.</p> - -<p>«Muy Poderoso Señor: Vuestra Alteza nos mandó que entendiésemos -en ver en las cosas de las Indias, sobre ciertas informaciones, -que cerca dello á Vuestra Alteza se habian dado -por ciertos religiosos que habian estado en aquellas partes, -así de los Dominicos como de los Franciscos, y vistas aquellas, -y oido todo lo que nos quisieron decir, y áun habida -más informacion de algunas personas que habian estado en -las dichas Indias, y sabian la disposicion de la tierra y la capacidad -de las personas, lo que nos parece á los que aquí firmamos, -es lo siguiente: Lo primero, que pues los indios son -libres y Vuestra Alteza y la Reina, nuestra señora (que haya -sancta gloria), los mandaron tractar como á libres, que así se -haga. Lo segundo, que sean instruidos en la fe, como el Papa -lo manda en su bula, y Vuestras Altezas lo mandaron por su -Carta, y sobre ésto debe Vuestra Alteza mandar que se ponga -toda la diligencia que fuere necesaria. Lo tercero, que Vuestra -Alteza les puede mandar que trabajen, pero que el trabajo -sea de tal manera, que no sea impedimento á la instruccion -de la fe, y sea provechoso á ellos y á la república, y<span class="pagenum"><a name="Page_389" id="Page_389">[389]</a></span> -Vuestra Alteza sea aprovechado y servido por razon del señorío -y servicio que le es debido por mantenerlos en las cosas -de nuestra sancta fe y en justicia. Lo cuarto, que este trabajo -sea tal, que ellos lo puedan sufrir, dándoles tiempo para recrearse, -así en cada dia como en todo el año, en tiempos convenibles. -Lo quinto, que tengan casas y hacienda propia, la -que pareciere á los que gobiernan y gobernaren de aquí adelante -las Indias, y se les dé tiempo para que puedan labrar, y -tener, y conservar la dicha hacienda á su manera. Lo sexto, -que se dé órden, como siempre tengan comunicacion con los -pobladores que allá van, porque con esta comunicacion sean -mejor y más presto instruidos en las cosas de nuestra sancta -fe católica. Lo setimo, que por su trabajo se les dé salario -conveniente, y ésto no en dinero, sino en vestidos y en otras -cosas para sus casas.—<i>Johannes, Episcopus Palentinus, Comes.</i>—<i>Licenciatus -Sanctiago.</i>—<i>El Doctor Palacios Rubios.</i>—<i>Licenciatus -de Sosa.</i>—<i>Frater Thomas Duran, Magister.</i>—<i>Frater -Petrus de Covarrubias, Magister.</i>—<i>Frater Mathias de Paz, -Magister.</i>—<i>Gregorius, Licenciatus.</i>»</p> - -<p>Por estas siete proposiciones parece cuán buena intencion -tuvieron los letrados, y cuánto se desviaban de las infamias -que se habian levantado á los indios por los que los -tenian y querian tener opresos en servidumbre perpétua. Todavía -en la tercera, cuarta, y quinta, y sétima, pareció que -suponian que los indios habian de estar repartidos y en poder -de los españoles como los tenian; pero poníanles algunas limitaciones, -porque les faltó clara y particular informacion, -la cual, áun el mismo padre fray Antonio Montesino, como -habia poco que era venido á esta isla, complida no tenia, -como despues la pudiera dar muy más larga. Faltóles noticia -de las multitudes de los pueblos pacíficos, y señores, y Reyes -desta isla, y la gobernacion natural, y policía ordenada, -cuanta, sin fe y cognoscimiento del verdadero Dios, puede -tenerse para vivir en paz, y abundancia, y prosperidad, y -crecimiento <i>in immenso</i>, como dije, que tenian. Faltóles tambien -cognoscimiento de la imposibilidad de poder vivir, y no<span class="pagenum"><a name="Page_390" id="Page_390">[390]</a></span> -perecer como perecieron, teniéndolos los españoles repartidos, -y así ignoraron que aquella manera de servidumbre despótica -ó de esclavos, y no de hombres y gentes, como ellos determinaron, -que eran libres, y así carecieron totalmente de la lumbre -y claridad, y verdad del hecho. Contra lo cual, mirando -el maestro fray Matías de Paz más en esta materia, compuso -un tractado en latin, en obra de quince dias, desterrando é -impugnando el modo de servirse de los indios despótico, y -probando que habian de ser gobernados como personas y -gentes libres, donde pone aquesta conclusion y es la tercera: -<i>Auctoritate Summi Pontificis el non aliter licebit Catholico atque -invictissimo Regi nostro supradictos indos regali imperio seu -politico, non autem despotico, regere, atque sic perpetuo sub -suo dominio retinere</i>. Y en el primer corolario de aquella -conclusion, dice así: <i>Unde quicumque eos hactenus servitute -despotica premuit, postquam sunt ad fidem conversi, ad restitutionem -de damno et lucro propter talem servitutem dumtaxat necessario -tenetur</i>. Por manera, que reprobó y condenó la manera de -servirse de los indios, por el repartimiento, por despótico y -de esclavos, como en verdadera verdad lo era, y, por consiguiente, -el mismo repartimiento, y determinó ser obligados -los españoles, que así de los indios se habian servido, á -restitucion de todo lo que con ellos habian adquirido, y de -los daños que por ello rescibieron. ¿Y quién de ellos, aunque -el Rey les ayudara con su Estado, pudiera restituir los daños -que, tan innumerables gentes como habia en esta isla, de los -españoles padecieron, pues todas, por los trabajos y amargos -é inhumanos tractamientos, en las minas y en los otros pestilentes -ejercicios, por sus cudicias, perecieron?</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_391" id="Page_391">[391]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO IX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Determinadas estas siete proposiciones, dijeron de partes -del Rey á los dichos letrados, teólogos y juristas, que hiciesen -ó ordenasen leyes, esplicándolas, porque eran como principios -que incluyen dentro de sí muchas particulares reglas. Los -letrados no quisieron, porque no se atrevieron, diciendo que -ellos habian determinado aquellas reglas universales, que hiciesen -las leyes ellos, las cuales tanto serían más justas cuanto -más se acercasen y conformasen con aquellos principios, y -tanto injustas cuanto se desviasen dellos, por consiguiente. Y -porque todos anhelaban y todo su cuidado y solicitud era que -los indios no saliesen de poder de los españoles, sino que los -repartimientos se perpetuasen, (todos, digo, los que desta isla -que tenian indios, estaban en la corte, y muchos de la corte -que pensaban rodear de tener en ellos parte, quizá por los -mismos desta isla, poniéndoles interese grande delante, porque -fuesen en que los indios siempre se repartiesen, de lo cual yo -nunca dudé, ni agora dudo), despues de haber muy bien informado -de las infamias de los desmamparados indios á todos -los de la corte, y en especial al licenciado Gregorio, que se -habia hallado en hacer las susodichas siete proposiciones, y -á otro predicador del Rey, fraile de Sancto Domingo, llamado -fray Bernardo de Mesa, que despues fué nombrado para Obispo -de la isla de Cuba, puesto que nunca fué allá, y al cabo -murió obispo de Elna, en Cataluña, gracioso predicador, á -los cuales dos hallaron, para rescibir sus falsas informaciones, -más benévolos y aparejados, rodeóse por los ministros, creo -yo, de Satanás, que el Rey les mandase ó de su parte se les -mandó ó cometió, que cada uno destos dos predicadores reales, -diese por escripto, en la materia, su parecer. El dicho<span class="pagenum"><a name="Page_392" id="Page_392">[392]</a></span> -padre fray Bernardo de Mesa comprendió el suyo dentro de -siete proposiciones. La primera fué, que el Rey era obligado -á trabajar con gran diligencia, tanta y mayor que habia -puesto en adquirir el estado de acá, en que los indios, moradores -naturales destas Indias, se convirtiesen á la fe y la -amasen, no solamente enviando Prelados, más áun otros predicadores -celosos, si aquellos no bastasen, para su conversion -é instruccion en las buenas costumbres; y ésto por el estrecho -mandamiento que el Papa le puso por su bula de la donacion, -en la cual se mostraba claramente, que una de las principales -cosas que le movió á hacer la dicha donacion, fué -para que la fe se plantease en aquellas tierras, y con ella las -otras virtudes, tanto cuanto fuese posible. La segunda, que -siendo los indios, como lo eran, súbditos vasallos de Su Alteza -y no siervos, justamente se les podrán imponer y pedir servicios -tales, que fuesen dentro de los límites de vasallos, porque -los indios no eran siervos por derecho, porque no fueron -conquistados al principio por la introduccion de la fe, ni por -razon de su infidelidad, porque la infidelidad en ellos no era -pecado; ni ménos son siervos por compra, ni ménos son siervos -por natividad, porque naturalmente todos los hombres -son libres, ni ménos eran siervos por la estimacion de Su Alteza, -ni de la reina doña Isabel de gloriosa memoria, que -siempre los llamaron libres, y era manifiesta señal de libertad. -Y dice que él no via otra razon de servidumbre sino la natural, -que era falta de entendimiento y capacidad, y la falta de -la firmeza para perseverar en la fe y buenas costumbres, -porque aquella es una natural servidumbre, segun el filósofo, -ó por ventura, son, dice él, siervos por la naturaleza de la -tierra, porque hay algunas tierras á las cuales el aspecto del -cielo hace siervas, y no podrian ser regidas si en ellas no hobiera -alguna manera de servidumbre, como en Francia, Normandía, -parte del Delfinazgo, siempre han sido regidas mucho -á semejanza de siervos; mas como quiera que sea, los indios -no se pueden llamar siervos, aunque para su bien hayan de -ser regidos con alguna manera de servidumbre, la cual no ha<span class="pagenum"><a name="Page_393" id="Page_393">[393]</a></span> -de ser tanta que les pueda convenir el nombre de siervos, ni -tanta la libertad que les dañe, pues para su bien fueron dados, -principalmente á los reyes de Castilla, y no para el de los -Reyes, puesto que justamente se les piden á estos los servicios, -y ellos son obligados á los dar, etc. La tercera, que pues -los indios habian de dar el dicho tributo y servicio á su Príncipe, -y no tienen manera para le dar otro, sino el personal, -que aquel se les debe pedir y ellos lo deben de dar, por -cuanto el tributo ó servicio que al Rey se hace, ó ha de ser -de las riquezas ó de la persona; los indios no poseen riquezas -naturales ni artificiales, como saben los que han visto su tierra, -resta luégo que el servicio ha de ser hecho con la persona -en las cosas que más convenientes fueren á su Rey y señor. -La cuarta, que pues los indios eran dados al Rey para su -bien, y la ociosidad es el mayor mal que ellos pueden tener, -que debia Su Alteza con gran estudio trabajar de les quitar -el daño depravado de la ociosidad, mandándolos siempre -ocupar en algunos ejercicios espirituales ó corporales, que -en la verdad, aunque la ociosidad sea madrastra de todas las -virtudes en todas las naciones, mucho más lo es, dice él, -en los indios, que eran habituados y criados en el pecado de -la idolatría y en otros pecados, los cuales reverdecen y crecen -con la ociosidad, y por ésto fueron reprendidos ágriamente -por el Señor, los que fueron hallados ociosos todo el -dia en el mercado; y Sant Pablo dice: «El que no quiere trabajar -no coma, etc.» La quinta proposicion, que para evitar el -dicho vicio de la ociosidad y los otros vicios que della se -siguen, era lícito que Su Alteza repartiese los indios entre los -fieles de buena conciencia y de buenas costumbres, los cuales, -allende de los ocupar, les enseñen las cosas de la fe y de las -otras virtudes; bien parece ser ésto lícito, porque los indios -no conviene que sean ocupados por otros de su misma nacion, -que seria incurrir en los inconvenientes que deseamos huir, é -asimismo porque no podrán ser enseñados por sus Caciques, -que son ignorantes, como ellos, en las cosas de la fe, de donde -se sigue que han de ser puestos en manos de quien los pueda<span class="pagenum"><a name="Page_394" id="Page_394">[394]</a></span> -aprovechar, ansí en la doctrina como en la ocupacion y -ejercicio, y desta proposicion, muy poderoso señor (dice el -padre fray Bernaldo), se sigue un corolario, que á mi parecer, -ser necesario á la seguridad de la conciencia de Vuestra Alteza, -y es, que los indios no han de ser dados indiferentemente -á todos, sino á personas calificadas, con tales cualidades, que -se pueda conseguir el efecto de la buena ocupacion y buena -doctrina, que, para los indios, Vuestra Alteza es obligado á -procurar. La sexta es, que los fieles, á quien los indios por el -repartimiento fueren concedidos, son obligados á les dar suficiente -mantenimiento, y moderar sus trabajos de tal manera -que no sean exasperados, ni aborrezcan la fe, ni las buenas -costumbres de los fieles. La sétima es, que Vuestra Alteza les -debe tasar los trabajos y el mantenimiento, y darles propia -hacienda, como á libres, y casas, é imponerles en la policía -conveniente á su capacidad, y pues Dios les hizo merced de -los traer al servicio de Vuestra Alteza, debe procurar que -sientan que no son siervos, sino libres debajo del yugo de -Jesucristo, nuestro Salvador. Y al presente, muy poderoso -señor, ésto es lo que se me ofrece en esta materia, mayormente -que sé que por lo que otros han escripto, está la materia -asaz suficientemente declarada, aunque en palabras breves. -Resta agora satisfacer á algunas auctoridades que á -algunos les parece que hacen en contrario de lo que habemos -dicho, y especialmente á una auctoridad de Ezequiel, cap. 34, -en que son los superiores reprendidos, que apacientan á sí -mismo de la leche del ganado, olvidando apacentar las ovejas; -y, cierto, yo no dudo, muy poderoso señor, sino que si Vuestra -Alteza descuidase de proveer de pasto espiritual á los indios, -y de justicia y remedios posibles para su salvacion, que la -conciencia de Vuestra Alteza podria tener escrúpulo, por la -auctoridad sobredicha, en la cual se dice: «Væ», que es señal -de pena eterna en la Sagrada Escriptura. Mas con la provision -de los Prelados y otros predicadores, y con el Consejo y -justicia que Vuestra Alteza allá tiene, y con las ordinarias -provisiones que Vuestra Alteza acá me parece que hace, creo<span class="pagenum"><a name="Page_395" id="Page_395">[395]</a></span> -que es libre de la maldicion de la dicha auctoridad. Asimismo -dicen, que los indios y todos los nuevamente convertidos -han de ser tractados con dulzura y libertad, lo cual prueban -con muchas auctoridades, las cuales todas son de conceder, si -la dicha dulzura y libertad no empece á la conversion y -perseverancia de los indios; mas siendo verdad que libertad -absoluta daña á los indios, por su mala disposicion, como probamos -en la segunda proposicion, digo que las auctoridades -no harian al propósito, porque todas ellas hablan en caso que -aproveche la dulzura de la libertad, que, en la verdad, no hay -otra libertad verdadera, sino aquella servidumbre que nos -estorba el pecado, el cual verdaderamente nos hace siervos. -A lo que dicen que el Papa Silvestre y otros sanctos parece -que han prometido y dado dones á los nuevamente convertidos, -digo, que este ejemplo presupone que los indios tengan -aficion á las riquezas, y habilidad para distinguir entre rico y -pobre, como lo tenian aquellos á quien Sant Silvestre hablaba, -mas no gozándose los indios con los dones, más que los -perricos y corderos con el bocado que bien les sabe, no há -lugar el ejemplo. Dicen más, que esta incapacidad que ponemos -en los indios, contradice á la bondad y potencia de su -Hacedor, porque es cierto que, cuando la causa produce efecto -tal que no pueda consegir su fin, que es alguna falta de la -causa, y así, será falta de Dios haber hecho hombres sin capacidad -bastante para rescibir fe y para salvarse; y así, por -cierto, yo creo, que ninguno de sano entendimiento podrá -decir que en estos indios no haya capacidad para rescibir la -nuestra fe, y virtud que baste para salvarse y conseguir el -último fin de la bienaventuranza. Mas yo oso decir que hay en -ellos tan pequeña disposicion de naturaleza y habituacion, -que, para traerlos á rescibir la fe y buenas costumbres, es -menester tomar mucho trabajo, por estar ellos en tan remota -dispusicion, y dado que reciban la fe, la naturaleza dellos no -les consiente tener perseverancia en la virtud, quier por ser -insulares, que naturalmente tienen ménos constancia, por ser -la luna señora de las aguas, en medio de las cuales moran los<span class="pagenum"><a name="Page_396" id="Page_396">[396]</a></span> -insulares, quien por los hábitos viciosos, que siempre inclinan -á actos semejantes; así, de donde se sigue, que aunque ellos -tengan capacidad para rescibir la fe, no por eso se quita que -no sea necesario tenerlos en alguna manera de servidumbre, -para mejor disponerlos y para constreñirlos á la perseverancia, -y ésto es conforme á la bondad de Dios, etc. Esto es todo -el parecer que dió el dicho padre fray Bernaldo de Mesa.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_397" id="Page_397">[397]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO X.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En todo lo cual, que dicho ha, parece cuán bien informado -fué de los que desta isla en la corte á la sazon se hallaron, y -cuánto crédito les dió al abatimiento é infamia destas gentes, -que todo cuanto en estos capítulos dijo lo fundó en la inhabilidad, -y cuasi aniquilacion de hombres, quitándoles todo cuasi -el ser humano, nunca habiendo visto indio alguno, más de la -relacion de los seglares que morian por matallos, chupándoles -por sus codicias la sangre, no curando de se informar del -padre fray Antonio Montesino, á quien debiera dar más crédito, -como á hombre religioso y letrado, y cognoscido en el -reino por tal, y de su Órden, que cognoscia los indios é iba -de acá, y que no pretendia interese temporal alguno, más de -volver y defender aquestas gentes inocentes, de todos desmamparadas, -y de todos destruidas y consumidas, sólo por la excesiva -y ardiente llama del ambicion y codicia de los de nuestra -nacion, ántes buscó soluciones frívolas para responder á -las razones y auctoridades que el dicho padre fray Antonio -alegaba, y defender su error, concebido solamente de aquellos -que en cualquiera juicio meritísimamente fueran repelidos -como capitales enemigos, interesales, y lobos hambrientos despedazadores, -con verdad hablo, destas ovejas mansísimas, que, -de tan inmenso número, habian destruido y disminuido. Fuera -bien preguntar á aquel padre, y yo se lo preguntara cuando lo -cognoscí despues, si supiera que tal parecer habia dado, si los -insulares de Inglaterra, y de Sicilia, y de Candía, ó los más -cercanos de España, los baleares, ó mallorquinos, fuera bien -repartillos entre otras gentes, porque la luna señorea las aguas. -Item, los de Normandía y parte del Delfinado, si los repartieron -como atajos de ganados, por razon de predicarles la fe<span class="pagenum"><a name="Page_398" id="Page_398">[398]</a></span> -ó poner en policía, y otras virtudes dotarlos. No imaginó aquel -padre, sino que las gentes desta isla debian ser algunas manadas -de salvajes de hasta 3 ó 4.000, como ganado en alguna -dehesa, que se podian repartir entre algunas buenas -personas para que las enseñasen, y de la vida salvaje reducillos -á vida y costumbres más urbanas; y si él no fuera tan -crédulo á los seglares, y cegarse ó cerrarse con sólo aquello -que les referian, en lo cual debiera estar recatado y sospechoso -si á aquellos les iba en lo que decian algo, debiera de -interrogar (pues que la cosa era de tan gran importancia, y -á dar parecer sobre lo que no sabia se determinaba), cuántas -gentes habia en esta isla, y si tenian pueblos y quien los rigiese -y gobernase, y si vivian en paz, y si comian ó morian de -hambre, ó si vinieron los españoles á hartallos, y haciendo -esta inquisicion, hallara que en esta isla habia sobre tres ó -cuatro cuentos de ánimas, que tenian sus pueblos y poblaciones -ordenadas, como habia cinco Reyes, y cinco reinos principales, -y otros infinitos señores que á aquellos obedecian, la -abundancia de los mantenimientos y las grandes labranzas, -con las cuales infinitas veces hartaron las hambres y dieron -las vidas á los holgazanes españoles, que de ociosos y holgazanes -los infamaron, como todo lo dicho queda en los libros -superiores asaz probado y declarado. Y cosa es ésta maravillosa, -y con verdad hablo, que ninguna gente del mundo jamás -se vió tan ociosa, inútil, ni holgazana, que los españoles que -á esta isla vinieron y vienen, y á todas estas partes, y que del -vicio pestilencial que ellos son maculados y señoreados, hayan -tan falsamente y tan perniciosa á estas gentes infamado. Estas -gentes, como no pretendian más de naturalmente vivir y sustentarse -y no atesorar, lo que la perfeccion evangélica reprueba -y daña, y las tierras tenian tan felices y abundantes, que -con muy poco trabajo, todo lo necesario alcanzaban, todo el -demas tiempo en sus cazas, y pesquerías, y sus fiestas y bailes, -y en ejercicios de sus manos, en cosas que hacian harto -delicadas, careciendo de hierro y instrumentos, como en el -primero libro, pero más largo y muy claro en nuestra Historia<span class="pagenum"><a name="Page_399" id="Page_399">[399]</a></span> -apologética demostramos, se ocupaban, y así no estaban -del todo ociosos mano sobre mano; tenian tambien sus guerras -de cuando en cuando, unas provincias ó reinos con otros, -sobre algunas causas. Concedemos que, segun la diligencia y -solicitud ferviente, y infatigable cuidado que nosotros tenemos -de atesorar riquezas, y amontonar bienes temporales por nuestra -innata ambicion y codicia insaciable, que podrán ser -aquestas gentes por ociosas juzgadas, pero no segun la razon -natural y la misma ley divina y perfeccion evangélica, que, -como dije, la parcidad y contentamiento, con sólo lo necesario, -destas gentes aprueba y loa, y nuestra ánsia y demasiada -soberbia, solicitud y codicia detesta, y da por condenada; y -como á gente acostumbrada á poco trabajar, por las razones -dichas, viviendo en abundancia, sobrevino tanta priesa y tanto -cuidado de los españoles por ser ricos, á lo cual se siguieron -los intolerables trabajos como se pasan en sacar oro, que son -trabajos infernales, y los indios fuesen forzados á pasar de un -extremo á otro, juzgue quien quiera que sea, si tuvieron razon -de sentir los trabajos y tenerse por agraviados, por lo cual se -huian á los montes, como el buey ó la res huye de la carnicería -por instinto natural, cuanto más los hombres racionales -que habian experimentado su reposo, y trabajo para sí moderado, -siendo señores de sí mismos y de sus casas, y se vian -puestos en tantos tormentos y amarguras, de la vida pasada -tan exorbitantes, y morir para provecho de aquellos que cognoscian -no tener otro fin, sino, por haber oro, consumillos, -gastallos y acaballos, y de aquesta huida de aquella vida infernal -y desesperada, nació y tomaron los españoles su principio -para de ociosos y holgazanes infamallos. Y porque se -conozca claro si tuvieron causa y razon de huir á los montes, -é si pudieran meterse debajo de la tierra y dentro de sus entrañas, -y no parezca que encarecer tanto los trabajos de las -minas es cosa fingida y demasiadamente exagerada, quiero -traer aquí lo que dice Diódoro, antiguo historiador y de mucho -crédito entre los antiguos, de los trabajos que trae consigo el -oficio de sacar el oro, puesto que en el libro II, cap. 3.º, queda<span class="pagenum"><a name="Page_400" id="Page_400">[400]</a></span> -tambien relatado. Cuenta en el libro IV, cap. 2.º, que los Reyes -de Egipto á todos los que cometian crímen alguno digno -de muerte, y á los enemigos que prendian en las guerras, y á -los que calumniaban falsamente á otros, y á los que, por ira -del Rey, eran condenados á cárcel, por pena los echaban á las -minas á sacar oro; á estos, porque por los trabajos intolerables -no se huyesen, los echaban en hierros, y poníanles soldados -de diversas lenguas, que con suma diligencia los guardaban, -para que, no entendiéndose, unos con otros no hablasen, y así -no cobrasen amistad con alguno, y por ruegos, ó por amor, ó -compasion lo soltasen, á los cuales se daba tanta priesa y tan -importuno trabajo, que de noche ni de dia no se les daba -chica ni grande holganza. Sobre los trabajos añidíanles injurias, -afrentas, azotes y palos; allí no perdonaban á viejos, ni -á mujeres, ni á muchachos, y á niño y á cada uno daban su -oficio, unos cavaban, otros molian las piedras que suelen estar -con el oro entrañadas. Andaban todos desnudos sin tener con -que sus partes secretas se tapasen, todos sucios y enlodados, -tanto, que ninguno los via, que tuviese alguna parte de humanidad, -que de tanta calamidad no hobiese lástima, porque -ninguna piedad, ningun descanso, ninguna holganza se les -daba, que fuese viejo, que estuviese enfermo, que la fiebre ó -otro dolor y mal le fatigase, fuese mujer ó hombre, con carnes -ó flaco, ninguna misericordia con ellos se usaba, ántes con -palos y azotes al continuo trabajo eran forzados, hasta que de -flaqueza y angustia los desventurados echaban el ánima; muchos, -por temor de vivir vida tan amarga, escogian la muerte -por más descanso, y así se mataban. Así lo dice Diódoro: -<i>Ægipti enim reges crimine damnatos, omnes ac ex hostibus captos, -insuper ob aliquam falsam calumniam aut regum iram in carcerem -detrusos, auro effodiendo deputant, simul sumpta facinorum -pæna, et magno quæstu ex eorum labore percepto, illi compedibus -vincti, magnus hominum numerus absque ulla intermissione die -nocteque exercentur, nulla neque requies concesa; omnique ablata -fugiendi facultate, nam barbari milites diversa invicem lingua, -eorum custodiæ præsunt, quorum nullus sermonis comercio sublato<span class="pagenum"><a name="Page_401" id="Page_401">[401]</a></span> -aut precibus aut amore potest corrumpi.</i> Et infra: <i>Ab hoc -labore nunquam conquiescunt, contumeliis verberibusque ad continuum -opus coacti.</i> Et parum infra: <i>Omnibus horum corporis -illuvies neque veste ulla operiente pudenda, nemo est quin eo aspectu -fedo tetroque motus, tantæ misereatur calamitatis. Sed nulla -pietas, nulla requies, nulla venia illis datur, sive æger, sive febricosus, -sive senes, sive feminæ debiles fuerint, sed plagis omnes ad -continuum opus coguntur quoad miseri ex debilitate deficiant. Sunt -qui timore futuræ vitæ, quæ presenti putant pena deteriorem, mortem -vitæ preferant.</i> Y porque más copiosamente se pruebe qué -vida y descanso suceda el oficio de sacar oro á los que lo sacan, -quiero tambien traer aquí lo que el mismo Diódoro, libro VI, -cap. 9.º, refiere que con esta obra y ejercicio padeció España. -Despues que los romanos sojuzgaron á España, los italianos, -con ánsia de se enriquecer, como lo hicieron, entrar en la misma -granjería acordaron; compraron gran copia de esclavos -españoles que habian captivado los romanos, y metiéronlos en -las minas de oro y plata; los esclavos que en aquellas minas -trabajaban traian á sus señores grande ganancia, mas como -de dia y de noche ocupados estuviesen en los trabajos, muchos -morian por el demasiado y excesivo trabajo, como quiera -que ninguna holganza se les daba, ántes, con azotes y palos, -al continuo ejercicio los forzaban, y muy raros eran los que -vivian vida larga, sino eran los que de fuerzas y vigor del -ánimo hacian á los otros alguna ventaja, á los cuales, empero, -la muerte, mucho más que la vida, por la grandeza de la miseria, -era deseada. <i>Postea cum Romani Iberiam subegissent, -Italici, qui lucri cupiditate id sibi opus sumpsere, maxime ex eo -ditati sunt; emptam enim servorum copiam ad effodienda metalla -deputant, qui variis locis metallorum venas scructati.</i> Et infra: <i>Servi -qui ad hæc metalla deputati sunt, incredibilem quæstum afferunt -dominis, verum cum die noctuque in labore perseverent, multi ex -nimio labore moriuntur, cum nulla eis ab opere detur requies, -aut laboris intermissio, sed verberibus ad continuum opus coacti, -raro diutius vivunt. Robustiori quidam corpore et animi vigore, -plurimum temporis in ea versantur calamitate, quibus tamen ob<span class="pagenum"><a name="Page_402" id="Page_402">[402]</a></span> -miseriæ magnitudinem mors est vita optabilior.</i> Yo digo verdad, -como cristiano, que lo mismo que Diódoro dice en estos dos -ambos lugares, sin alguna cosa faltar, se cumplió y cumplia -en las gentes desta isla que traian los españoles en las minas, -y así, porque huian desta pestilente calamidad, decian los españoles -que de haraganes y ociosos lo hacian; y ésto entendió -y creyó el padre fray Bernardo dellos mismos, más de lo -que debiera, y por eso trabaja en su parecer dar remedio para -que no estén ociosos los indios.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_403" id="Page_403">[403]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Debiera tambien considerar el padre fray Bernardo, habiendo -primero hecho la dicha indagacion é interrogacion, -que pues tenian sus pueblos y grandes poblaciones, y tenian -sus Reyes y señores muy grandes, y de grande tierra, y gentes -y señorío, y vivian en paz, y tenian tanta abundancia de -provisiones, y cada uno estaba contento con lo suyo, que -aquesto era señal de guardarse entre ellos justicia, porque la -paz y sosiego de los pueblos, y vivir cada uno seguro, y ser -señor de lo suyo, donde concurre multitud de gente, no suele -conseguirse sino donde hay órden y justicia, segun el Filósofo, -y tambien Sant Agustin lo afirma y es claro de sí. Pues donde -hay Reyes y señores, y obediencia grande á ellos, y hay órden, -justicia y paz, y cada uno está en su casa seguro, contento -con lo que tiene, y ésto tiene en abundancia para sustentar -la naturaleza humana, y cada dia crece la gente, como -estas naciones crecian en inmenso, y las vimos con nuestros -ojos ser sin número, no debia ser desordenada ni mala su -policía; y si contenia su policía todas las partes que están -dichas, como es verísimo y fué manifestísimo, y á una voz -todos lo confiesan, muertos y vivos, que ninguno lo niega, áun -los que no lo vieron, por ser cosa manifestísima, despues áun -de asolada esta isla, no tenian falta de entendimiento, ni por -consiguiente eran siervos por natura por ello, y tampoco por -la naturaleza de la tierra, ni por el aspecto del cielo, como los -destruidores dellos levantaron, y el padre fray Bernardo, dándoles -algun crédito, en su proposicion segunda dice; y fué -harto demasiado, y temerario en lo que en la postrera solucion -que dió, dijo, afirmándo lo que nunca vido ni supo, conviene á -saber, que osaba decir haber en los indios tan pequeña dispusicion<span class="pagenum"><a name="Page_404" id="Page_404">[404]</a></span> -de naturaleza, que, para traerlos á la fe y buenas costumbres, -era menester tomar mucho trabajo, por estar en tan -remota dispusicion. Mala, y no prudentemente dicho; y bien -dijo que osaba decir, porque osar decir es atreverse, y el atrevimiento -importa vicio digno de reprension, donde parece -cuánto crédito dió á los capitales enemigos de los indios. Esto -es verdad, cierto, que tanto entendimiento y capacidad tenian -las gentes desta isla, cuanto les era necesario para regirse y -bien regirse, así los particulares vecinos para regir sus casas, -como los Reyes y señores para gobernar sus pueblos, repúblicas, -reinos y señorios, cuanto sin fe y cognoscimiento del -verdadero Dios se pudo hallar entre otras muchas naciones, -en lo cual, á muchas otras excedieron; y si fuéramos nosotros -tan dichosos, que, como Dios nos dió noticia dellos para que á -ellos y á nosotros salvásemos, los instruyéramos segun cristianos -debiamos, por su buena innata y natural complexion é -inclinacion, en cristiandad y virtudes morales, y pacífica, y -ordenada policía, hicieran ventaja á muchas gentes del mundo, -pero, por nuestros grandes pecados de ambicion, crueldad -y cudicia, no fuimos dignos. Faltó tambien el dicho padre -fray Bernardo en no considerar que, pues aquestas gentes tenian -sus Reyes y señores, ¿con qué derecho y con qué conciencia -podian ser despojados de sus estados y señoríos? lo -cual supone en su tercera proposicion, no haciendo mencion -alguna dellos, sino llamando Príncipe que era el rey de Castilla, -tratando de los tributos; y aunque confesamos que el -rey de Castilla y Leon, por la concesion de la Sede apostólica, -para fin de convertir aquestas gentes es Príncipe soberano en -todo aqueste orbe, pero no por eso se sigue que sean privados -de sus estados y señoríos los Reyes y señores naturales -destas gentes, porque ésto seria desbaratar todas las policías -humanas, y escandalizar y turbar el mundo, y así contra ley -natural y divina, como en nuestro libro, <i>De unico trahendi modo -universas gentes ad veram religiones</i>, habemos evidentemente -probado y declarado; y la ignorancia ha hecho caer en grandes -y perniciosos errores á muchos, y no se escapó dellos el<span class="pagenum"><a name="Page_405" id="Page_405">[405]</a></span> -padre fray Bernardo, y así debiera de hacer cuenta de los señores -naturales, cuando hablaba de dar tributo al Príncipe. -Erró tambien no ménos en decir que los indios eran obligados -á dar servicios personales al Rey, suponiendo una cosa falsa, -que estas gentes no tenian riquezas naturales. Manifiesto -es que las riquezas naturales, segun el Filósofo en su libro de la -Política, no son otra cosa sino las labranzas y frutos que dá la -tierra, con que naturalmente, sin oro y sin plata, nos sustentamos -y vivimos, y destas, más ricos los hallamos y eran, que -otras muchas naciones, por la abundancia que de labranzas -y mantenimientos tenian, como ya queda probado y muchas -veces dicho, y bastaba dar destas por tributos al Rey, segun -el padre fray Bernardo dice deber al Príncipe. De las artificiales -riquezas, que son oro y plata, ni las tenian ni eran -dignas de ser tenidas, pues la perficcion evangélica, y áun la -verdadera y natural filosofía, las estima por estiércol, y por -tanto no se les puede dar á estas gentes carecer dellas por -vicio; y bastábales, y áun sobrábales, para cumplir con el -Príncipe, tener en sus tierras muy ricas minas, y dar lugar y -conceder el Rey, en cuya tierra y señorío estaban las minas, -que si el Príncipe queria allegar muchas artificiales riquezas, -enviase gente de Castilla que las cavase y sacase de las minas, -porque ni por la concesion apostólica perdieron los Reyes -las minas, ni cosa alguna de las que justamente dentro de -sus reinos y provincias poseian. Y más añidimos, que los súbditos -indios de los Reyes naturales desta isla, ni de las demas, -no eran obligados á dar tributo cada uno al rey de Castilla, -su Principe, sino los Reyes naturales bastaba que diesen ciertas -parias, ó ciertas joyas, ó otras cosas, por chicas y de poco -valor que fuesen, para en recognoscimiento de su universal -señorío; y con ceder ó abrir mano de las minas y las salinas, -y otros derechos generales que parece ser derechos reales del -Príncipe, habian mucho más de lo que debian con el Príncipe -cumplido: y esta algarabía, no le ocurrió al padre fray Bernardo -en aquellos dias. Y lo que no carece de gran sospecha, -que quisiese aquel padre agradar al Rey más de lo que debia,<span class="pagenum"><a name="Page_406" id="Page_406">[406]</a></span> -es lo que concluyó en su proposicion tercera, que pues los -indios no tenian riquezas naturales ni artificiales, que el servicio -que debian dar era con las personas en aquello, en las -cosas que más convinientes fuesen á su Rey y señor; palabra -inícua y horrible, dentro de la cual estuvo incluido para -estas gentes el cruel cuchillo, el cual al cabo los degolló y -consumió á todos, como se ha visto, porque allí parece dar -á entender que los podia echar á las minas, como parecerá -despues en las leyes que por este parecer y por otros semejantes -se hicieron. Faltóle otra consideracion al dicho padre -fray Bernardo, y hizo no chica ceguera y gravísimo error en -la quinta proposicion, diciendo que era lícito al Rey repartir -los indios entre los fieles de buena conciencia, para evitar -que los indios no estuviesen ociosos, y aquellos fieles tuviesen -cargo de los ocupar y de enseñallos en las cosas de la fe, y en -las otras virtudes. Ya dije arriba que debia pensar aquel padre -que los indios desta isla debian ser cuales que 3 ó 4.000 -descarriados, como los ganados del campo, porque si toda -España viniera acá para que se les repartieran los indios, era -poca segun el infinito número habia de gente en esta -isla; y agora digo, que debia tambien pensar que los españoles -que acá pasaron y pasan eran y son ermitaños, y que -venian y vienen por acá para dejar el mundo y recogerse á -vivir por las montañas. Y cuánto en aquella quinta proposicion -haya errado aquel padre, parece, lo primero por lo que -acaba agora de decir; lo segundo, en contradecirse diciendo -arriba, en la segunda proposicion, que no halla por qué los -indios son siervos por ninguna razon de servidumbre civil, -sino libres, y que como súbditos y vasallos los debia tener -y estimar el Rey, y en la quinta los hace todos esclavos, diciendo -que los deben repartir, porque, ¿qué libertad pueden -tener los hombres repartidos, subjectos noches y dias al mando -y voluntad de otro inmediato, y que siempre tienen sobre -sí, el cual los ha de ocupar en trabajos continuos, y mayormente -los trabajos mortíferos de las minas? Item, si siempre -habian de estar subjectos á la voluntad de aquellos á quienes<span class="pagenum"><a name="Page_407" id="Page_407">[407]</a></span> -fuesen repartidos y ocupados, poniéndolos en los dichos trabajos, -¿cómo dice en la sétima, que el Rey debe mandar que -tengan propia hacienda y casas, é imponerlos en policía? -Y ¿qué policía se puede poner á los hombres repartidos de 20 -en 20, y 30 en 30, y 50 en 50, como se hizo? Y si Dios les -hizo merced de traerlos al servicio de Su Alteza, como dice, -¿cómo se les puede dar á sentir que no son siervos, sino libres -debajo del yugo de Jesucristo, sacándolos de sus tierras, pueblos -y casas, quitándoles sus naturales señores, y viéndose repartidos -y forzados á servir en los trabajos que se han dicho, -y áun llevando un español los padres, y otros las mujeres, y -otro los hijos, como acaecia cada dia? Parece, cierto, quimera, -lo que aquel padre fray Bernardo en su parecer dijo. Mas lo -tercero, se muestra su error en aquella su quinta proposicion, -en que hacia á los seglares apóstoles y doctores de los indios; -veamos, ¿son indóneos predicadores de infieles, que han de ser -enseñados desde los primeros rudimientos y principios de la -fe, y que hablan su lengua oscurísima y distintísima de todas -las que en el mundo ha habido, y que para sabella y penetralla -se requiere, como es necesario para predicalles la fe, no -tener otro negocio y emplear en ello toda su vida, los seglares -que vienen rabiando y hirviendo en cudicia de ser ricos, -y los más, quizá, pospuesta toda razon y toda ley, con propósito -de haber lo que desean, sin diferencia de lugar ni de persona, -ni de modo, sino como lo pudieren haber? Item, ¿son -idóneos predicadores los seglares, ya que las lenguas y lo -demas tuviesen, y á sola la conversion destas gentes, de Castilla -viniesen, que por la mayor parte ni saben el credo, ni -los mandamientos, ni lo que para su salvacion necesario les -es? Más, ¿son idóneos apóstoles y doctores de las gentes simplicísimas, -infieles, que por la mayor parte, al ménos los destas -islas, vivian segun la ley natural, los seglares que, por -la mayor parte, y sacando muy poquitos, y quizá no de -ciento uno, vimos vivir vida profanísima y llena de todas -maneras de vicios, que los aires, cuanto más los simples ánimos -y costumbres de los infieles, que eran como tablas<span class="pagenum"><a name="Page_408" id="Page_408">[408]</a></span> -rasas, para pintar en ellos lo que quisiéremos, corrompian? Y -esto es verdad, que acaecia decir el indio, «pese á tal,» y reprendelle -alguna persona que lo oia, y responder el indio: -«¿pues ésto es malo? ¿no lo dicen los cristianos?»; y así de -los otros malos ejemplos y vicios. De aquí es el grande engaño -que los Reyes, entre otros, rescibieron, y tambien los letrados -que en la junta primera, que arriba se dijo, se ayuntaron, que -determinaban, que, para ser los indios más presto cristianos, se -diese manera para que siempre tuviesen con los españoles -conversacion. Esto es verdad, que segun lo que en aquellos -tiempos por nuestros ojos vimos, y lo que despues por muchos -años habemos experimentado, que se debe tener por regla -cierta moral, que para que los indios de todas estas Indias sean -cristianos, es necesario que nunca tuviesen conversacion, ni -viesen, si posible fuese, á ninguno de todos ellos, por la corrupcion -que con sus malos ejemplos les causan; y escriptóseme há -por persona religiosa, prudente y letrado, y bien experimentado, -que tiene por cierto que el mayor milagro que Dios en aquellas -tierras hace, es que los indios crean y resciban nuestra fe, -viendo las obras de los nuestros viejos cristianos: y así, parece -la ceguedad de aquel padre, que hacia apóstoles de los -indios, repartidos entre ellos, á los seglares. Lo cuarto, parece -su yerro no por ambajes, porque para que alguna ley se instituya -y ponga á los hombres, en ellos dos condiciones son -necesarias; la una, que sea pueblo ayuntado, porque la ley es -precepto comun, y que para el bien comun es ordenado; la -otra, que los hombres vecinos del pueblo tengan libertad con -efecto, y no de palabras, porque los siervos, como estén á -mando y disposicion de otro, no son parte de pueblo ni de -ciudad á quien la ley comun se deba de dar, como prueba el -Filósofo en el tercero de su «Política»; y por esta causa no dió -Dios la Ley vieja en tiempo de Abraham, porque no era pueblo, -ni en tiempo de la captividad de Egipto, aunque los hebreos -habian en inmenso multiplicádose; pero dióseles cuando -era pueblo, y salidos de Egipto, donde gozaron de su libertad. -Nunca hobo religion en el mundo, ni ley se dió á gente<span class="pagenum"><a name="Page_409" id="Page_409">[409]</a></span> -alguna, que tanto requiriese ser pueblo y gozar de libertad -los que la han de recebir, como la religion cristiana y Ley -evangélica, por el ejercicio frecuente, activo y pasivo de los -Sanctos Sacramentos, en los cuales siempre se han de ocupar; -y así al propósito parece, que si halláramos estas gentes desparcidas -como vacas por los campos, para instruillas en la fe -y dalles la ley de Cristo era necesario que los juntáramos -y hiciéramos pueblos dellos, como ellos estaban, y si fueran -todos esclavos, los habiamos de poner en libertad; pero no -lo hicimos así, ántes, hallándolos en pueblos y poblaciones -grandes, viviendo en policía y ordenados, los desparcimos, -haciendo á ellos manadas como de ganados, repartiéndolos, á -uno 20, y á otro 30, etc., como dejamos probado. Hallámoslos -en grande y conveniente sosiego y libertad, subjectámoslos, -hechos, cierto, mucho más captivos que jamás fueron esclavos; -y á este fin se ordenó el parecer que tan inconsideradamente -dió aquel padre, por no acertar en la teología y áun -filosofía moral, clara y razonable, que hallára en Sancto Tomás, -<i>Prima secundæ, quæst.</i> 98, art. 6.º, y en la tercera parte, -<i>quæst.</i> 70, si la buscara.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_410" id="Page_410">[410]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Otro predicador del Rey, que fué aquel licenciado Gregorio, -que arriba dijimos haberse con los letrados juntando y -hecho las siete proposiciones en el cap. 8.º asentadas, dió -tambien su parecer, harto diforme de la moderacion que las -proposiciones mostraban, y muy á la clara quiso mostrar su -ignorancia y temeridad, en perdicion de los indios y en favor -del ambicion y cudicia de los que cada hora le hablaban, que -desta isla en la corte su condenacion negociaban. Este dijo -así: «Muy alto y muy poderoso Señor: Ví una informacion -que á Vuestra Alteza escribió un padre religioso de la órden -de Sancto Domingo, cerca de la subjeccion que tienen á Vuestra -Alteza los indios de la isla Española, y en ella prueba -que Vuestra Alteza no se puede servir dellos de mandarlos que -sirvan á los cristianos de España en cavar y sacar oro, porque -son libres, y por tales Vuestra Alteza los ha tenido, y así los -nombra, y no siervos; y pruébalo por una auctoridad de Ezequiel, -en el cap. 34, la cual trae Sancto Tomás en un libro -que hizo <i>De Regimine Principum</i>, en el libro III, cap. 10 y 11; -y porque por parte de Vuestra Alteza me fué mandado que -yo dijese mi parecer, lo diré aquí. Y para declaracion de la -verdad presupongo lo que Aristóteles dice y todos los doctores; -que hay dos maneras de principado, uno es real, y otro -es dominico ó despótico, el primero es gobernar libres y súbditos, -para el bien y utilidad dellos, el segundo es como de -señor á siervo, y, aunque Vuestra Alteza sea Rey y tenga -el justo dominio de las Indias, digo que puede muy bien y justamente, -como señor, gobernarlos, y que sirvan por su mandado -á los cristianos de la manera que sirven, con tanto que<span class="pagenum"><a name="Page_411" id="Page_411">[411]</a></span> -sean bien tractados y gobernados; y pruébolo brevemente y -por la misma auctoridad que el dicho padre religioso alega -de Sancto Tomás, en el libro III del Regimiento de los Príncipes, -en el cap. 11 cuasi en fin: <i>Interdum enim dum populus non -cognoscit beneficium boni regiminis expedit exercere tiranides, -quia et hæc sunt instrumentum divinæ justitiæ, unde et quædam -insulæ et provinciæ (ut historiæ narrant) semper habent tirannos -propter malitiam populi, quia aliter nisi in virga ferrea regi non -possuit. In talibus ergo regionibus sic discolis, necesarius est -regibus et principibus principatus despoticus, non quidem juxta -naturam regalis dominii, sed secundum merita, et pertinacias subditorum: -et ista es ratio agendi in libro de Civitate Dei, et Philosophus -in tertio Politicæ, ubi distinguit genera regni, ostendit apud -quasdam barbaras nationes regale dominium esse omnino despoticum, -quia aliter regi non posunt.</i> Donde parece que, por la malicia -y barbaria dispusieron del pueblo, se pueden y deben gobernar -como siervos. Esto mismo dice Aristóteles en el libro I, -de República, tít. II, cap. 2.º, donde, segun los exponentes, allí, -dicen, que entónces la gobernacion dominica, <i>id est</i>, tiránica, -es justa, donde se hace en aquellos que naturalmente son -siervos y bárbaros, que son aquellos que faltan en el juicio y -entendimiento, como son estos indios, que, segun todos dicen, -son como animales que hablan. Esto mismo infieren los doctores -sobre el primer libro de República, donde dicen que los -siervos naturalmente, como los bárbaros y hombres silvestres -que del todo les falta razon, les es provechoso servir á señor -sin ninguna merced ni galardon. Item, hace para nuestro caso -lo que Scoto dice en el libro IV, en la distincion treinta y -seis, art. 1.º, donde, poniéndoles modos de servidumbre, dice, -que el Principe que justamente es señor de alguna comunidad, -si cognosce algunos así viciosos que la libertad les daña, -justamente les puede poner en servidumbre; pues así es que -estos indios son muy viciosos y de malos vicios, son gente -ociosa, y ninguna inclinacion ni aplicacion tienen á virtud ni -bondad, justamente Vuestra Alteza los puede y tiene puestos -en servidumbre. Ni obsta que Vuestra Alteza los llame libres,<span class="pagenum"><a name="Page_412" id="Page_412">[412]</a></span> -y la Reina de gloriosa memoria, porque su intincion fué y es, -declarar que no fuesen así siervos que se pudiesen vender, y -que ninguna cosa pudiesen poseer, pero en disponer y mandar -que sirviesen á los cristianos, quiso ponerlos en una servidumbre -cualificada como es ésta, ó cual les convenia, pues -la total libertad les dañaba; mayormente que es medio muy -más conveniente para rescibir la fe, y continuar y perseverar -en ella, comunicando y participando con los cristianos, que -dejándolos apartados dellos en libertad, donde luégo se tornaran -á la idolatría y vicios que primero tenian. Item, hace -para corroboracion desto lo que dice Agustino de Anchona, -en su libro <i>De Potestate Papæ</i>, y tráelo el arzobispo de Florencia -en su tercera parte, donde dice, que, aunque el Papa -ni otro señor no pueden punir á los infieles por razon de la -infidelidad que tienen, queriendo ellos obedecer, y no haciendo -daño á los cristianos, pero á los que pecan pecados contra -natura, los puede punir porque resciban la ley natural, y haciendo -contra ella pueden ser punidos; y como idolatría sea -contra razon y ley natural, por razon de la idolatría pueden -ser punidos y castigados, y pues estos indios fueron idólatras -pudo justamente Vuestra Alteza castigarlos, con pena de servidumbre -cualificada como es ésta, mayormente que estos indios -no tienen con qué dar tributo á Vuestra Alteza, que le -deben por razon de ser su Rey y señor, sino por esta manera, -y por tanto, me parece que es justo lo que Vuestra Alteza -manda, con tanto que sean bien tratados y mantenidos, y para -esto mande Vuestra Alteza poner mucha vigilancia y visitadores -que los visiten cómo son tratados, puniendo y castigando -á los que en contrario hicieren, y quitándoselos á quien no -los tractare, y no debe mandar Vuestra Alteza hacer otra innovacion: -y ésto, so correccion del que mejor sintiere.» Todo -esto dió por su parecer aquel venerado licenciado Gregorio, -el cual no parece por todo él sino que, quedar los indios en -la servidumbre mortífera en que estaban, era su propio negocio, -y le iba en ello la salvacion de su ánima. Pareció tambien -su aficion depravada, en que un dia, ó estando en consejo<span class="pagenum"><a name="Page_413" id="Page_413">[413]</a></span> -ó delante de algunas personas graves, si no me he olvidado, -tomando y defendiendo el negocio por suyo, afrentó al -susodicho padre fray Antonio Montesino de palabra, resistiendo -á lo que el padre por los indios decia. «Yo (dijo él) os -mostraré por vuestro Sancto Tomás, que los indios han de -ser regidos <i>in virga ferrea</i>, y entónces cesarán vuestras fantasías.» -El dicho padre le respondió: <i>Juxta stultitiam suam ne -sibi sapiens esse videretur</i>, como dice Salomon, proverbio 26. -Asaz parece como los matadores de los indios lo tenian bien -persuadido y ganado, pero, ¿qué escusa terná éste y los demas, -ánte el juicio de Dios, que sólo por dar crédito á los tiranos, -sin haber visto ni sabido cosa de los indios, y desechar, no -queriendo ser informado de la verdad que traia, el religioso -y padre fray Antonio, que no pretendia más de volver por -Dios y por aquestas infelices gentes desmamparadas, ántes lo -afrentaba para acobardallo, tomando el negocio por suyo, dejase -el Rey, por parecer deste y de los demas, los indios en la -tiranía que padecian sin remediallos, donde al cabo se acabaron? -Bien creo yo que ningun cuerdo cristiano quisiera, por -todo el mundo, haber sido el que llevase á la otra vida este -cargo. Y aunque, por lo respondido al parecer del padre fray -Bernardo, queda confundido el deste venerable licenciado, -todavía quiero, tocando algunos puntos, responder á las auctoridades -y razones que él da, brevemente, y primero á la auctoridad -de Sancto Tomás, en el libro <i>De Regimine Principum</i>. -Decimos que no entendió, ó ciego de la informacion que le -habian hecho los enemigos y opresores de los indios, y afeccion -que les tuvo para favorecellos contra los opresos, no pudo -entender la intencion de Sancto Tomás, aplicándola inepta -y harto impropiamente á los indios, que no les convenia más -que al negro el nombre de Juan Blanco; la razon es, porque -Sancto Tomás habla de las gentes soberbias, duras de -cerviz é indómitas, y que muchas veces se rebelan contra la -obediencia de sus Reyes y señores, por lo cual, para que no -busquen novedades y se levanten, los cargan de tributos, pechos -y exacciones, y los rigen con gran rigor para metelles en<span class="pagenum"><a name="Page_414" id="Page_414">[414]</a></span> -miedo y en cuidado y ocupallos en que hagan servicios grandes, -lo que no harian ni podrian justamente los tales Reyes -hacer, si ellos fuesen humildes y pacíficos y blandos en obedecer; -y desta manera, el principado real se les convierte á -aquellos en despótico y servil ó dominativo, no segun la naturaleza -dél que es benigno y blando y para provecho del -pueblo, no imponiéndole sino lo justo y no más, sino segun la -malicia y protervia de aquellos, porque no podrian en otra -manera ser bien regidos, por su protervia, soberbia, dureza y -mala disposicion, y áun á estos tales, primero se ha de poner -gobernacion de libres, y cuando aquella y beneficio della no -cognociesen, siendo protervos, inquietos y mal asentados, entónces -se les habia de imponer la despótica y tiránica para su -mal: y ésto es lo que allí dice Sancto Tomás de los judíos, que -porque no cognoscieron el beneficio de Dios que inmediatamente -los gobernaba y pidieron Rey, merecieron oir las leyes -tiránicas que se ponen en el primero de los Reyes, cap. 8.º, y -desta hechura fueron los de la isla de Sicilia y otras que -apunta Sancto Tomás, aunque no las señala pero parece por -las historias. Las gentes, pues, desta isla y de las cercanas á -ella, eran mansísimas, humílimas, pacíficas, obedientísimas -como todo el mundo sabe y clama, y los mismos que las destruyeron -lo publicaban, y desto las alababan; ¿cómo les podria -convenir la gobernacion despótica, servil, onerosa, rigurosa y -tiránica de que Sancto Tomás habla?, porque, segun el Sancto -Doctor y el Filósofo, y la misma razon lo dicta y enseña, la -gobernacion se ha de adaptar y conformar con la condicion y -dispusicion de la gente que ha de ser gobernada. Luego engañado -y errado y aficionado fué el licenciado Gregorio, y no -entendió, ó no quiso entender la intencion y palabras de Sancto -Tomás. Item, fuera bien preguntar al licenciado Gregorio, -y que él respondiera, y si yo cuando lo cognoscí hobiera visto -su parecer, quizá se lo preguntara, ¿si supo que á las gentes -desta isla ó islas se les hobiese puesto otra mas blanda, humana -y benigna gobernacion, la cual no cognosciendo, se -hicieron indignos della, por ser protervos y duros de cerviz,<span class="pagenum"><a name="Page_415" id="Page_415">[415]</a></span> -y les pusieron la dominica y tiránica que padecian, ó si, -desde el dia que los españoles entraron en ella, los trataron -como tigres y lobos hambrientos y feroces, entrando en -aprisco de mansas ovejas?; ésto notorio es, y así parece la ceguedad, -ó temeridad del licenciado Gregorio. A la auctoridad -que alega del Filósofo, en el primero de la Política, se responde, -que ignoró el licenciado Gregorio cuatro diferencias que -hay de bárbaros, que tenemos declaradas en el fin de nuestra -Apologética historia, y de la que habla el Filósofo allí no conviene -ni tiene que hacer con estas gentes, puesto que sean bárbaros, -porque aquellos son silvestres, sin casas y sin pueblo, y -sin obediencia, y sin Rey quien los gobierne, amigos de guerra -y que hacen mal á otros como allí parece por el Filósofo. -Lo que trae del Scoto más es contra él, porque el Scoto tracta -que el que gobierna puede condenar á servidumbre y ser esclavo, -así como á muerte natural, á algunos hombres viciosos -y que son nocivos á la república, uno ó dos, ó tres ó pocos, -pero no á todo un reino podria hacer esclavos, sino que el que -tuviese justa guerra contra aquel reino podria lo punir de -otra manera en tributos y exacciones, pero no en servidumbre -como de la que aquí tractamos, en que los indios perecian. -Fuera bien que respondiera el licenciado Gregorio, ¿en qué habian -ofendido estas gentes á los españoles, ó á otra persona -alguna, para que á tal servidumbre ni á otra alguna, por liviana -que fuese, los condenasen? Item, ¿cómo cognosció el -licenciado que la libertad les dañaba, sino por los falsos testimonios -que los que los mataban, y al cabo mataron, les -levantaron? Y sino obstaba llamallos el Rey y la Reina libres, -¿aquel vocablo libres qué les prestaba, pereciendo en las -minas y en los otros trabajos? No los llamaron libres declarando -que no se podian vender, como dice el licenciado, sino -porque los tuvieron por tan libres como á los españoles, sus -vasallos, como parece en el libro II, en fin del cap. 14, y en -siete proposiciones que hicieron los letrados, puestas en el capítulo -8.º, porque no podian justamente por otro nombre llamallos, -ni de otra manera ni gobierno gobernallos ni tractallos.<span class="pagenum"><a name="Page_416" id="Page_416">[416]</a></span> -Lo que más dice que el Papa los pudo condenar á servidumbre -por la idolatría, es un gran disparate, y como á muy claro, -para entre letrados, de responder á ello no curamos; y cuanto -á éste su parecer tan errado cesemos de decir más, dejándolo -por más que vano, aunque hizo harto daño como parecerá.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_417" id="Page_417">[417]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Por estos pareceres destos letrados y predicadores, y otros -que se pidieron á los españoles que á la sazon estaban en la -corte, y la suma diligéncia que estos tuvieron, informando cada -dia y cada hora á los del Consejo y á los demas que entraban -en las juntas que se hacian, como frailes teólogos, conviene á -saber, de Sancto Domingo, acordaron los del Consejo que -para ello el Rey mandaba entrar, de hacer leyes, supuestos -y determinados ya, como fundamento, que los indios convenia -que estuviesen repartidos, para que fuesen convertidos y bien -tratados, ignorando que la raíz de la llaga mortal que mataba -los indios é impedia que fuesen doctrinados, y cognosciesen á -su Dios verdadero, era tenerlos los españoles repartidos, y que, -aquesto supuesto, ninguna ley, ninguna moderacion, ningun -remedio bastaba ni se podia poner para que no muriesen, y la -isla, como se despobló, se yermase. Y estas leyes fueron generales -para todas estas islas y tierra firme, aunque no habia españoles -sino en esta Española y Sant Juan y la de Jamáica, -pero á todas las demas, con tierra firme, parece que por ellas -ya condenaban, suponiendo que todos los vecinos naturales -dellas habian de ser repartidos y á los españoles encomendados. -Destas leyes, que fueron treinta y tantas, para que en -breve digamos sus calidades, unas fueron, y todas las mas, inicuas -y crueles, y contra ley natural tiránicas, que con ninguna -razon, ni color, ni ficcion pudieron ser por alguna manera excusadas; -otras fueron imposibles, y otras irracionales y peores -que barbáricas; finalmente, no fueron leyes del Rey, ántes -fueron de los dichos seglares, enemigos capitales, como se ha -dicho, de los inocentísimos indios, que á la sazon en la corte, -negociando el captiverio, la perdicion y vastacion de los tristes<span class="pagenum"><a name="Page_418" id="Page_418">[418]</a></span> -indefensos, estaban. Esto por ellas mismas se cognoscerá; -y comenzando por el prólogo, se adivinará sin trabajo en qué -reputacion y estima pusieron aquellos buenos cristianos á los -indios ante el Rey. Comienza, pues, el prólogo así:</p> - -<p>«Doña Juana, por la gracia de Dios, reina de Castilla, -etcétera: Por cuanto el Rey, mi señor y padre, é la Reina, -mi señora madre (que haya sancta gloria), siempre tuvieron -mucha voluntad que los Caciques é indios de la isla Española -viniesen en cognoscimiento de nuestra sancta fe católica; y -para ello mandaron hacer é se hicieron algunas ordenanzas, -así por Sus Altezas, como, por su mandado, el comendador Bobadilla, -y el comendador de Alcántara, gobernadores que fueron -de la dicha isla Española, é despues D. Diego Colon, -nuestro Almirante, Visorey é Gobernador della, é nuestros oficiales -que allí residen; y segun se ha visto por luenga experiencia, -diz que, todo no basta para que los dichos Caciques é -indios tengan el cognoscimiento de nuestra fe, que sería necesario -para su salvacion, porque de su natural son inclinados -á ociosidad é malos vicios de que nuestro Señor es deservido, -y no á ninguna manera de virtud ni doctrina, y el principal -estorbo que tienen para no se enmendar de sus vicios, é que -la doctrina no les aproveche, ni en ellos imprima ni la tomen, -es tener sus asientos y estancias tan léjos como los tienen -é apartados de los lugares donde viven los españoles, que -de acá han ido y van á poblar á la dicha isla; porque, puesto -que al tiempo que los vienen á servir los doctrinan y enseñan -las cosas de nuestra fe, como despues de haber servido se -vuelvan á sus estancias, con estar apartados y la mala intencion -que tienen, olvidan luégo todo lo que les han enseñado, -y tornan á su acostumbrada ociosidad y vicios, y cuando -otra vez vuelven á servir, están tan nuevos en la doctrina -como de primero, porque aunque el español que va con ellos -á sus asientos, conforme lo que allá está asentado y ordenado, -se lo trae á la memoria y los reprende, como no le tienen -temor no aprovecha, y responden que los deje holgar, pues -para aquello van á los dichos asientos, y todo su fin y deseo<span class="pagenum"><a name="Page_419" id="Page_419">[419]</a></span> -es tener libertad para hacer de sí lo que les viene á la voluntad, -sin haber respeto á ninguna cosa de virtud; y viendo que -ésto es tan contrario á nuestra fe, y cuánto somos obligados á -que por todas vías y maneras que ser pueda se busque algun -remedio, platicado con el Rey, mi señor y padre, por -algunos del mi Consejo é personas de buena vida y letras y -conciencia, habida informacion de otros que habian mucha -noticia y experiencia de las cosas de la dicha isla, é de la -vida y manera de los dichos indios, pareció que lo más -provechoso que al presente se podria proveer, sería mandar -las estancias de los Caciques é indios cerca de los lugares y -pueblos de los españoles, por muchas consideraciones, porque -por la conversacion continua que con ellos ternán, como -con ir á las iglesias los dias de fiesta á oir misa y los oficios -divinos, y ver cómo los españoles lo hacen, y con el aparejo -é cuidado que, teniéndolos junto consigo, ternán de les -mostrar é industriar en las cosas de nuestra sancta fe, está -claro que más presto las aprenderán, y despues de aprendidas -no las olvidarán como agora; é si algun indio adolesciere, -sería brevemente socorrido é curado, y se dará vida, con ayuda -de nuestro Señor, á muchos que por no saber dellos é por -no curarlos mueren, y á todos se les excusará el trabajo de -las idas y venidas, que como son léjos sus estancias de los -pueblos de los españoles, les será harto alivio, y no morirán -los que mueren en los caminos, así por enfermedades como -por falta de mantenimiento, y los tales no pueden rescibir los -Sacramentos, que como cristianos son obligados, segun se les -darán adolesciendo en los dichos pueblos, los niños que nascerán -serán luégo baptizados, y todos servirán con ménos -trabajo y á más provecho de los españoles, por estar más continuo -en sus casas, y los Visitadores que tuvieren cargo de los -visitar, los visitarán mejor y más á menudo, y les harán proveer -de todo lo que les falta, y no darán lugar que les tomen -sus mujeres é hijas, como lo hacen estando en los dichos sus -asientos apartados, y cesarán otros muchos males y daños que -á los dichos indios les hacen por estar apartados, que porque<span class="pagenum"><a name="Page_420" id="Page_420">[420]</a></span> -allá son manifiestos aquí no se dicen, y se les seguirán otros -muchos provechos, así para la salvacion de sus ánimas como -para el pró y utilidad de sus personas y conservacion de sus -vidas. Por las cuales cosas, y por otras muchas que á este -propósito se podrian decir, fué acordado que, para el bien é -remedio de todo lo susodicho, sean luégo traidos los dichos -Caciques é indios cerca de los lugares é pueblos de los dichos -españoles que hay en la dicha isla, é para que allí sean tractados -é industriados é mirados como es razon y siempre lo -deseamos, mando que de aquí adelante se guarde y cumpla -lo que adelante será contenido, en esta guisa.» Este fué el prólogo -de las dichas leyes.</p> - -<p>Agora será bien declarar algunas de las grandes falsedades, -mentiras y testimonios que supone este prólogo, por la -maldad y ánsia de tiranía de los que, á la sazon desta isla estaban -en la corte, que informaban falsamente al Rey é á los -del Consejo, y que en él entraban, de cuanto podian fingir de -males contra los indios, alegando tambien necesidades en ellos, -para no sólo tenerlos repartidos como de ántes, pero tenerlos -más cerca y más á la mano, y servirse dellos sin que cosa les -estorbase. Esto urdieron y acabaron que fuese lo primero -que el Rey ordenase, conviene á saber, que se sacasen de su -naturaleza y pueblos donde habian nacido y criádose con -todos sus linajes, desde quizá millares de años atras, y se trujesen -cerca de los pueblos de los españoles donde un dia ni -una hora resollasen, ántes con esta mudanza los acabaron. Y -ésta es y ha sido regla general é infalible, que en sacando ó -mudando estas gentes de donde nacieron y se criaron á otra -parte, por poca distancia que sea, luégo enferman y pocos -son los que de la muerte se escapan; la razon que nos parece -ser desto causa, es la delicadeza de sus cuerpos y complision -delicada, ser de muy poco comer, y andar desnudos en muchas -partes, y en otras cubiertos con sola una manta de algodon, -por manera, que mudándose de un asiento á otro, por -poca diferencia que la region en la tierra ó en los aires haga, -ó en las aguas, fácilmente les son los cuerpos transmudados y<span class="pagenum"><a name="Page_421" id="Page_421">[421]</a></span> -el armonía de los humores desproporcionada. Lo mismo les han -causado los trabajos, porque acostumbrados todos á poco trabajar, -por tener las tierras tan fértiles y abundantes para haber -dellas fácilmente lo á la vida necesario, puestos en tan -exorbitantes y desproporcionados trabajos, de necesidad les -era imposible mucho tiempo en ellos durar; y ésta ha sido, de -su tan breve y lamentable acabamiento, la causa, allende que, -como arriba hemos dicho alguna vez ó veces, son por la mayor -parte de miembros delicados, áun los labradores y plebeyos -dellos, que no parecen sino hijos de Príncipes criados en -todo regalo, y ésto tambien debe proceder de la susodicha -causa.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_422" id="Page_422">[422]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XIV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="pch">En el cual se prosigue la declaracion de algunos puntos del prólogo de las leyes.</p> - -<p class="p2">Parece la falsedad del supuesto del prólogo, y la maldad -de los que informaron al Rey, é á los que habia el Rey mandado -que del remedio de los indios tractasen, lo primero en -darle á entender que el comendador Bobadilla hobiese hecho -ordenanzas para que estas pobres gentes viniesen en cognoscimiento -de Dios; este remedio y ordenanzas del comendador -Bobadilla, para que viniesen en cognoscimiento de Dios, véase -arriba en el precedente libro, cap. 1.º, y las que el Comendador -Mayor de Alcántara constituyó, en el cap. 12 y los siguientes, -y por todos los años, ocho y algo más, de su gobernacion, -donde queda bien á la larga, con verdad, explicado. Ya -dijimos y certificamos arriba, en aquellos dichos lugares, que -por aquellos tiempos no hobo más memoria de enseñar estas -gentes en las cosas de la fe, ni de su salvacion, verdaderamente, -que si fueran perros ó gatos, porque no hervia en los seglares -otra solicitud ni otro cuidado, sino solamente de los -trabajos y sudores, y vidas de los indios aprovecharse, por -todas las vías y maneras que ellos podian alcanzar; y como -no habia religiosos, y los de Sanct Francisco que vinieron á -esta isla el año de 1502, como ya se refirió, eran pocos, y áun, -para decir verdad, tampoco tuvieron ese cuidado, de todo remedio -espiritual quedaron los indios desmamparados: pues -hablar en clérigos, como no pasen acá sino con el fin de los -seglares, y pluguiese á Dios que con sólo aquesto el negocio -pasase, no es menester gastar tiempo en valde. Las ordenanzas -del Almirante segundo, D. Diego Colon, y de los Oficiales -no fueron otras sino llevar adelante la servidumbre tiránica<span class="pagenum"><a name="Page_423" id="Page_423">[423]</a></span> -comenzada y arraigada, en que perecian cada dia estas gentes -desventuradas, sin que uno ni ninguno se doliese de ellos, -ni en su perdicion, sino sólo en lo que se les disminuia de -ganancia temporal, por su muerte, mirase. Veis aquí el fundamento -sobre que estribó el prólogo de las leyes, que el Rey -para que los indios fuesen cristianos hacer mandó. Y que diga -luégo allí, que segun se ha visto por luenga experiencia, que -todo lo proveido por lo susodichos no bastaba para que los -dichos Caciques é indios tengan el cognoscimiento de nuestra -fe que necesario era para su salvacion, porque de su natural -eran inclinados á ociosidad y malos vicios, etc.; pluguiera á -Dios que no los tuvieran peores los españoles, dejada la fe -aparte, la cual, áun ellos, con su mala vida y ejemplos corruptísimos, -infamaban, y ofendian más á Dios con ellos y con su -ociosidad, que los indios á quien ellos tan falsa y perniciosamente -infamaban. Es otra cosa aquí de notar, conviene á saber, -la ceguedad de los del Consejo del Rey, y de los teólogos -que para ésto se juntaban mucho más, que no advirtiesen á -considerar, que aunque presupusieran por verdad, lo cual fué -malvada falsedad, que los españoles tenian cuidado de doctrinar -á los indios, ¿qué doctrina podian dar hombres seglares y -mundanos, idiotas y que apénas, comunmente y por la mayor -parte, se saben santiguar, á infieles de lengua diversísima de la -castellana, que nunca aprendieron sino tres vocablos, «dáca -agua, dáca pan, vé á las minas, torna á trabajar,» y que habian -de ser instruidos desde los primeros principios de la fe -y religion cristiana, que no son el Ave María, y Paternoster ni -Credo mostrado en latin, como quien lo enseña á urracas ó -papagayos, pues no ignoraron los del Consejo ni los teólogos -que con ellos se juntaban, que aquellos tiempos no habia en -esta isla frailes ni teólogos que á los indios enseñasen? Pues -se dice en el dicho prólogo que en el tiempo que les venian -á servir los doctrinaban, lo que es falso, pero ya que los doctrinasen, -¿qué doctrina les podian dar?; y que el español que -iba con ellos á sus asientos se lo traia á la memoria y los reprendia, -¿qué podia traerles á la memoria un gañan ú otro<span class="pagenum"><a name="Page_424" id="Page_424">[424]</a></span> -peon vicioso que con ellos enviaban (cuyo oficio no era otro -sino ser verdugo de los desdichados, que llamaban estanciero -y minero, como en el cap. 13, del libro II, tocamos, género de -hombres en estas Indias, el más vil é más infame, como todo -el mundo de acá sabe), sino los vicios en que él andaba embriagado -y anegado, y echar el ojo á la hija ó á la mujer, no -sólo de cualquiera indio, pero áun del mismo Cacique y señor? -A lo que refiere tambien el prólogo que respondian los -indios que los dejase holgar, cuando les decia el español que -rezasen, podria ser que alguna vez lo respondiesen así, pero -tenian en ello mucha razon, porque cuando alguna vez les -decian el Paternoster, ó Ave María, ó el Credo en latin, ó -tambien, aunque raro, en nuestro romance castellano, como no -entendian en la una ni en la otra lengua cosa dello alguna, ni -para qué fin se lo enseñaban, creyendo que los querian enseñar -á hablar la dicha lengua, como quien lo enseña á papagayos, -que tomasen aquello de coro, respondian los viejos y los hombres -de edad «ya yo soy viejo, ó soy hombre de edad, ¿para -qué me quieres á mí enseñar á hablar?, enseña á los niños que -no tienen tantos cuidados ni están cansados como yo,» desta -respuesta colegian luégo y murmuraban los españoles diciendo: -«Mirad el perro como no quiere rescibir la fe, éste nunca -en su vida será buen cristiano.» Todo esto es verdad. Júzguese -aquí, si desta manera, puesto que aquellos vivieran cien -años, fueran cristianos, y si les imputara Dios por no sello algun -pecado. Item, como abajo se referirá que se hizo algunas -veces despues que estas leyes se promulgaron, cuando las noches -salian ó cesaban de los trabajos de las minas y de los otros -en que los ocupaban, molidos y cansados y muertos de hambre, -hacíanlos ir á la iglesia ó pajar que allí tenian para ésto hecha, -hincar de rodillas, y que rezasen por un buen rato el Credo, -Paternoster, Ave María y la Salve, y como lo hacian con dificultad -y de mala gana, porque quisieran más cenar y descansar -luégo, blasfemaban dellos aquellos pecadores verdugos que -los atormentaban, y algunas veces les daban por ello de palos, -diciendo: «de perros lo hacen, á osadas que nunca estos perros<span class="pagenum"><a name="Page_425" id="Page_425">[425]</a></span> -en su vida sean cristianos.» Será bien aquí de considerar, que -¿qué fraile criado toda su vida en religion, en obediencia y -doctrina ó disciplina monástica, viniera de trabajar todo el -dia, hecho pedazos y la barriga pegada de pura hambre al -espinazo, y que sabia el fructo que la oracion le prestaba, si -le mandara el Prelado que, cesando, á la noche, de los diurnos -y grandes trabajos, fuese á la iglesia á hincarse de rodillas y -rezar por media hora y más, no se le hiciera de mal? Y pudiera -responder con razon al Prelado: «Padre, mándame dar -de cenar, y dáme lugar para que descanse.» ¿Cuánto con mayor -justicia y razon, estas gentes, no sabiendo ni sintiendo -cosa chica ni grande, para qué fin aquellas palabras les mandaban -que dijesen, por carecer totalmente del cognoscimiento -de Dios, y cuando lo oian nombrar, ni sabian si nombraban -piedra ó palo ó algun árbol, podian responder al minero ó estanciero -ó verdugo ordinario las palabras que dice el prólogo, -déjanos holgar, pues para ésto venimos á nuestras casas? Veis -aquí el fundamento de verdad sobre que estriba el prólogo -de las leyes, y ellas y toda substancia. ¡Oh ceguedad de los -del Consejo del Rey, que así se prendaron de las informaciones -que aquellos pecadores les hacian en favor de sus propias -cudicias y tiránicas, y en perdicion de aquellas ánimas, y que -el Consejo les diese crédito siendo enemigos de los indios, lo -cual traian escripto en las frentes, y los del Consejo no lo podian -ignorar, condenándolos á perpétua servidumbre y á la -muerte que della sucedió, y que suceder era necesario, -sin oirlos ni convencerlos, y sin admitir por ellos alguno que -se mostrase parte, ántes, por el contrario, al religioso fray -Antonio Montesino, á quien la caridad movia que hablase por -ellos, desechando por apasionado, y á los tiranos por justos y -razonables! Vean aquí los juristas si todo aquel juicio y leyes -ó ordenanzas, de derecho, tuvo alguna entidad ó valió algo; y -deste vigor, jaez y sustancia han sido todas las determinaciones, -leyes y ordenanzas que se han hecho por los Reyes -cerca de todas estas Indias, y gentes dellas, conviene á saber, -hechas en inreparable perjuicio y perdicion dellas, sin llamarlas,<span class="pagenum"><a name="Page_426" id="Page_426">[426]</a></span> -y sin oirlas, é sin convencerlas, siendo partes más principales -que ningunas otras, porque más á ellas, y á solas ellas, -y á todo su estado, lo que se ordenaba y determinaba tocaba; -y así, todo lo que se hizo y ordenó fué hecho y ordenado sin -parte, contra todo derecho natural, divino y humano. Estos -errores, ceguedad y daños irreparables, tuvieron los del Consejo -de los Reyes, y á ellos se les imputan todos los males y -daños, que por estas leyes á estas gentes destas islas se les recrecieron, -que de su final acabamiento fueron causa, como se -verá, y por todos ellos fueron á restitucion y satisfaccion, <i>in solidum</i>, -obligados; porque no les era lícito ignorar el derecho, pues -el Rey los hacia de su Consejo y comian su pan, no por gentiles -hombres, como se dijo, sino por letrados, <i>quia paria sunt -scire aut debere scire quantum ad culpam et penam, ut in c. Si -culpa de injur,</i> etc. <i>Et turpe est patritio et nobili viro et causas -oranti, jus in quo versatur ignorare.</i> §. <i>De orig. jur. lib. II.</i> En -la misma culpa, error y obligacion, ó en muy poca ménos, incurrieron -los teólogos, que por el Rey fueron llamados para la -dicha junta, en dar el voto en tan grande perjuicio, detrimento -y perdicion de tantas gentes, con harta temeridad, -porque aunque no llevaban salario del Rey por aquello, pero -ya que el Rey les encomendaba que diesen su parecer en -cosa tan árdua, no tenian menor obligacion á ver y escudriñar -la verdad con suma diligencia, y declaralla al Rey, y no creer -á quien, como dije, traia el interese y la maldad escripta en -la frente, que los que les incumbia por oficio. De aquí parece -que el Rey católico quedó sin culpa ni obligacion alguna -de los daños y muertes y despoblacion, que por estas leyes en -estas islas se cometieron, porque hizo todo lo que en sí era, -poniendo en Consejo el remedio dellas, y toda cargó sobre los -de su Consejo; y ésto es cierto, que si le aconsejaran, segun -debian, que los indios salieran de la tiránica servidumbre que -con los españoles padecian, y se pusieran en libertad, y otro -cualquiera remedio que para ellos conviniera, desde entónces -quedaran todas las Indias remediadas, extirpada del todo -aquella tiranía que llamaban repartimiento. Lo mismo afirmo<span class="pagenum"><a name="Page_427" id="Page_427">[427]</a></span> -en lo sucedido despues acá, que de no haberse remediado, -sino perdido, inficionado y extragado y despoblado todo este -orbe, aquel há, vastativo é infernal repartimiento, que baptizaron -con nombre de encomiendas, la culpa de todo; y la obligacion -á la restitucion y satisfaccion, <i>in solidum</i>, que quiere -decir cada uno al todo, de todos los daños, y muertes, y robos, -y vastaciones, y despoblaciones, siempre cargó sobre los -del Consejo y no sobre los Reyes. Y en especial afirmo ésto -del Emperador Cárlos, quinto deste nombre, que fué el rey de -España que hizo en ello lo que debia hacer, y estuvo aparejado -muchas veces, para que, si los del Consejo le dieran parecer, -que sacara todas estas gentes de la opresion y perdicion -en que siempre han estado, y restituillas en su libertad, -y ponelles todo cristiano gobierno, y áun abrir mano del señorío -destas Indias, lo hiciera, y desto soy yo, más que otro, -testigo, como abajo más largo, con el favor de Dios, se dirá.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_428" id="Page_428">[428]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="pch">En el cual se comienzan á referir las leyes, y á notar los defectos, y puntos, y males -que contienen, etc.</p> - -<p class="p2">La ley primera fué la que los españoles, despues de ser -ciertos que habian de tener perpétuos los indios repartidos, -más deseaban, conviene á saber, que los indios todos se sacasen -de sus pueblos y tierras donde habian nacido y se habian -criado, á otras que estuviesen cerca de los pueblos y lugares -de los españoles, á ellos harto desproporcionadas. Ya queda -dicho como en todas estas Indias es perniciosa á la salud y -vida destas gentes la tal mudanza, pero por tenerlos los españoles -más á mano para servirse dellos, que fuese la primera -ley ésta trabajaron; mandó la ley que para cada 50 indios -hiciesen, los á quien estaban repartidos, cuatro bohíos ó casas -de paja, en los asientos donde hobiesen de pasarlos, de treinta -piés de largo y quince de ancho; item, 5.000 montones, los -3.000 de yuca, que son las raíces de que hacian el pan, y los -2.000 de ajes, que son raíces que se comen por fructa; item, -250 piés de axí, que es la pimienta que sirve de poner sabor -á lo que se guisa, si es algo, y por este respecto, creciendo y -menguando, segun la cantidad de los indios que aquel tuviese -encomendados, que se les sembrase media hanega de maíz y -se les diese una docena de gallinas con un gallo. Nótese aquí -qué ménos se pudiera ordenar ni proveer si fueran los hombres -ovejas ó vacas (para tantas reses, tantos corrales y tanto -pasto), sacándolas de unas dehesas para otras, y así los desparcian -en muchas partes, deshaciéndoles los pueblos y vecindad, -en que ellos vivian en su policía ordenada y natural, y -sin hacer mencion y cuenta que el hijo fuese con su padre, ó<span class="pagenum"><a name="Page_429" id="Page_429">[429]</a></span> -la hija con su madre, ni la mujer con su marido; finalmente, -ni más ni ménos sino como si fueran animales. Otro defecto -desta ley, entre los dichos y otros más, fué, que manda á los -españoles á quien estuviesen repartidos ó encomendados, que -les hiciesen las casas y las dichas labranzas, y no declara bien, -puesto que della se puede colegir, á cuya costa se habian de -hacer, que segun razon y justicia debiera ser á costa dellos, -pero no fué así, sino que las hicieron con sus sudores los malaventurados; -y así, esta ley fué con escuridad. Fué lo mismo -imposible segun natura, conviene á saber, segun razon natural, -y segun la costumbre, conviene á saber, contra la costumbre -de los vecinos naturales y de su patria, fué disconveniente -al tiempo y al lugar; fué supérflua é inútil, ántes nociva -y destruitiva destas gentes, sacándolos de sus asientos y -pueblos propios y naturales; fué, sobre todo, hecha para provecho -é interese particular de los españoles, contraria del -bien destas gentes, comun y universal, y así, llena de toda injusticia -é iniquidad, porque tuvo todas las condiciones, y cualidades, -de las que la ley justa debe tener, contrarias, como -pone Sant Isidro en el libro V, de las Etimologías, y tráctase -en los Decretos, distincion cuarta. Por la segunda ley encargaba -mucho el Rey, que los Caciques fuesen sacados de sus -pueblos para los dichos asientos nuevos, por la mejor manera -que ser pudiese, porque recibiesen ménos pena atrayéndolos -por halagos y persuasiones blandas á ellos; ¿pero tal, qué aprovechaba -para su consuelo, viéndose privados de su señorío, y -sus vasallos muertos, y teniendo certidumbre que brevemente -habian ellos, y los que de sus vasallos restaban, de morir? -Por la tercera ley se mandaba que cada uno de los españoles -que tenian indios hiciese una casa de paja, para que fuese -iglesia, junto con el asiento, en la cual se pusiesen imágenes -de Nuestra Señora, y una campanilla para llamar los indios á -rezar en anocheciendo, venidos de trabajar, y en las mañanas, -ántes que á los trabajos fuesen, y que fuese una persona con -ellos para les decir el Ave María, y el Paternoster, y el Credo -y la Salve Regina; esta persona era el minero en las minas, y<span class="pagenum"><a name="Page_430" id="Page_430">[430]</a></span> -el estanciero en las estancias ó granjas, para escarnio de la -fe y religion cristiana, que, como arriba dijimos, las dijesen las -dichas oraciones en latin ó en romance, que no entendian más -que si en algaravía se las dijeran, ni más ni ménos, como si á -papagayos instruyeran; y dado que las palabras entendieran -(lo que no entendian), ¿qué les aprovechaba para rescibir la fe -á gente que se habia de instruir desde sus primeros principios, -que consisten en la explicacion de los artículos de la -fe, para creer, y en la de los diez mandamientos para saber -lo que para guardar la ley de Dios, habian de hacer, pero -ignoraban el primer principio, que es saber que hay un -Dios, cuya substancia y ser divino es fuera de todas las -cosas que vemos y oimos, los cuales, empero, ni supieron si -habia Dios, y si alguna vez nombrarlo oian, si era el sol ó las -estrellas, ó, como se dijo, de palo ó de piedra?; algunas veces, -aquel que los llevaba á la iglesia á rezar, era un muchacho -indio que habian criado en sus casas los españoles y enseñado -las dichas oraciones, y aquel se las referia. En las leyes siguientes, -hasta la docena, se proveia y mandaba que en término -de una legua en conveniente comarca, se hiciese una -iglesia donde ocurriesen los indios de al rededor á oir misa, y -otras cosas enderezadas para este fin, buenas; pero ni ésto ni lo -demas que á ésto se enderezaba se pudo cumplir, é así fueron -todas inútiles y sin provecho é imposibles. La tercia décima -fué, por la cual se ordenó y mandó que los indios trabajasen -en sacar oro de las minas cinco meses, y, cumplidos -cinco meses, holgasen cuarenta dias, con tanto que alzasen -los montones de la labranza, que comian, en aquel tiempo; -que bastaba poco ménos que por trabajo principal, aunque -no tuvieran otro, porque los indios que no iban á las minas -no tenian cuasi en todo el año otro mayor. Dije cuasi, porque -mayor era de nuevo hacer de tierra vírgen aquellos -montones al principio, cuando se hacia la labranza, y ésta -era la huelga que á los que habian cinco meses continuos en -las minas padecido trabajos, como están dichos, intolerables, -les daban. Este alzar los montones, era levantar la tierra con<span class="pagenum"><a name="Page_431" id="Page_431">[431]</a></span> -unos palos tostados, por azadas y azadones, poco ménos de -altor que hasta la cinta, y de grandeza cuatro pasos en redondo; -finalmente, era cavar y trabajar, y sudar el agua -mala, como dicen, por manera, que áun aquellos cuarenta -dias no quisieron, los que ésto aconsejaron, que del todo resollasen. -Dentro destos cuarenta dias eran obligados los oficiales -del Rey de tener hecha la fundicion, conviene á saber, -haber fundido el oro todo que en los cinco meses se habia -sacado, y cobrado el quinto para el Rey, y luégo tornar otros -cinco meses á gastar las vidas de los indios en las minas. La -injusticia desta ley parece en echar los indios en las minas el -tiempo dicho, que eran los nueve meses del año, y algo más, -contra su voluntad, siendo libres, á trabajos á que los facinerosos -malhechores que merecian muerte eran condenados, ó -los esclavos, segun arriba queda declarado. Fué tambien injusta -esta ley, juntamente con ser cruel, mandando que en -aquellos cuarenta dias no tuviesen del todo holganza. Otra -hobo que comienza así: «Porque en el mantenimiento de los -indios está la mayor parte de su buen tractamiento, y augmentacion, -ordenamos y mandamos que todas las personas que -tuvieren indios sean obligadas de les dar á los que estovieren -en las estancias, é de les tener contino en ellas, pan y ajes, -é axí, abasto, é que, á lo ménos, los domingos é Pascuas y fiestas, -les den sus ollas de carne guisadas al respecto que á los -de las minas, é á los indios que anduvieren en las minas les -den pan é axí, todo lo que hobieren menester, y les den una -libra de carne cada dia, y que el dia que no fuere de carne, -les den pescado ó sardinas, ó otras cosas con que sean bien -mantenidos, etc.» Esta es la ley que proveyó cerca del mantenimiento -de los indios; la iniquidad y crueldad della juzgue -la persona que tuviere algun juicio, aunque no por reglas de -cristiandad, juzgue tambien la insensibilidad de los del Consejo -y de algunos teólogos, que al hacer destas leyes con ellos -se hallaron. ¿Dónde pudo concurrir mayor ceguedad que á -los indios que trabajaban en las estancias ó granjas, que tenian -trabajos iguales y áun mucho mayores que los cavadores<span class="pagenum"><a name="Page_432" id="Page_432">[432]</a></span> -padecen en Castilla, ordenasen que les diesen por comida -cuotidiana pan caçabí, que no tiene cuasi más sustancia que -hierbas, y ajes, que son como turmas de tierra, y axí, que es -la pimienta, en fin, es hierba, (como si dijeran, dénles paja y -heno abasto), y que los domingos, y fiestas y Pascuas, como si -los mandaran dar vestidos nuevos ó camisas lavadas, mandasen -dar una libreta de carne? ¡Y que confiese la ley en su -principio, que porque en el mantener de los indios está la mayor -parte de su buen tractamiento y augmentacion!, ¿qué tractamiento -se puedo decir aquel, y qué augmentacion pudieron -rescibir los desventurados, cavando y trabajando todo el dia -sin descansar, y comiendo sólo hierbas y raíces asadas y cocidas, -y una libreta de carne (no libra, porque no era sino la -cuarta parte de un arrelde), de domingo á domingo, y Pascuas -y fiestas? El tractamiento que en ésto se les hizo, y el -augmentacion que rescibieron, pareció bien desde á pocos -dias, porque todos, en breve, perecieron. Exagerando yo en -Valladolid despues, la tiranía destas leyes con un maestro en -teología, que se halló en hacellas, y creo que las firmó de su -nombre, y él justificándolas, cuando le referí ésta dijo: «No -me hicieron esa relacion á mí, que la comida era esa.» Repliqué -yo: «¿Por qué no os informásteis vos, padre Maestro, -del padre fray Anton Montesino, de la tal comida, pues tanto -iba en ello, y pasásteis con sola la informacion que los enemigos -de los indios hacian, yéndoles tanto interese á ellos -como les iba?, ó, ¿por qué firmábades materia que no entendíades?» -Tambien tuvo esta ley otro defecto, que de palabra se -justificó y no en efecto, en mandar que los dias que no fuesen -de carne les diesen libreta de pescado ó sardinas, y añidiendo, -ó otras cosas, parece cuasi abiertamente que entendian -que la ley era solo para complir, porque aunque en la -mar habia y hay abundancia de pescado, y lo mismo en los -rios, pero como todo su fin de los españoles no era sino -amontonar oro, no habia uno ni ninguno que se ocupase en -pescar, ni en otra granjería fuera de las minas ó de aquello -que se enderezaba para sacar oro de las minas. Así que, pescado,<span class="pagenum"><a name="Page_433" id="Page_433">[433]</a></span> -nunca de los ojos lo vieron los indios, y ménos sardinas, -que habian de venir de Castilla. Por manera, que los dias que -no eran de carne pasaban con las raíces y hierbas dichas su -triste vida, tambien los indios de las minas; y estas eran las -otras cosas que la ley con disimulacion dice, y bien sabian -los susodichos españoles, que se hallaron presentes al hacimiento -destas leyes, que dalles pescado ó sardinas era imposible. -Y así parece, por todo lo dicho, que aquesta ley fué iniquísima, -llena de injusticia.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_434" id="Page_434">[434]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XVI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="pch">En el cual se prosigue la relacion y declaracion de los defectos que tuvieron las dicha leyes.</p> - -<p class="p2">Otra ley hobo que trujo consigo clara la injusticia y tiránica -iniquidad, que fué cuasi el fin de todas las demas, y á -que todas las otras se ordenaban, conviene á saber, que por -fuerza y con cierta pena se mandó á los que tenian indios de -repartimiento, que de todos ellos echasen la tercera parte, ó, -si quisiesen, trujesen más de la tercera parte á sacar oro, pero -permitimos, dice la ley, que los vecinos de la Çavana (que estaba -cien leguas y más de las minas), y los de la Villa nueva -de Yaquimo (que estaba 80), no sean obligados de traer indios -en las minas, porque están muy léjos dellas, pero mandamos -que hagan hamacas, etc. Pero por otra ley que tras ésta se sigue, -y es la veintiseis, que concedió que los que tenian las -casas y haciendas léjos de las minas, que no podian proveer de -mantenimientos á los indios, pudiesen hacer compañía con los -vecinos que tuviesen las haciendas cerca ó en comarca, y que -aquestos pusiesen los mantenimientos, y aquellos los indios, y -despues partiesen el oro que los indios sacasen, fué causa que -los vecinos de la villa de Yaquimo trujesen los indios á las -minas, hecha compañía con otros que tenian las haciendas comarcanas, -y estos yo los vide; por manera, que los traian de -30, y 40, y 50 y 60 leguas, sacados de sus propias tierras y -casas, que sola esta mudanza bastaba para matarlos, cuanto -más los trabajos y hambres que padecian, porque, como se -dirá, nunca cosa de las dichas en favor de los indios se cumplió, -sino como de ántes ó muy poquito más. Enfermaban en<span class="pagenum"><a name="Page_435" id="Page_435">[435]</a></span> -las minas por las susodichas causas, no los curaban, sino dábanles -un poco de caçabí é ajes, y enviábanlos á sus tierras á -que se curasen, los cuales se iban cuánto más podian durar, -y cuando el mal les crecia, ó la comida les faltaba, echábanse -en un monte ó arroyo donde se acababan; yo los vide algunas -veces, y digo verdad. Otra ley trata del jornal que les habian -de dar, y éste fué un peso de oro cada año, á cada persona, -para con que, segun dice la tal ley, tuviesen los indios -con que se vestir; podíase comprar en aquellos tiempos con -un peso de oro, que vale 450 maravedís, un par de peines y -un espejo, y un paño de tocar, ó una sola caperuza colorada, y -andando todos desnudos desde la cabeza hasta los piés mirad -con qué se habian de vestir é ataviar. Ya dijimos, en el -cap. 14 del libro II, como el Comendador Mayor les mandó -dar por jornal medio peso de oro, que salian tres blancas -en dos dias, y agora, por leyes del Rey, se les mandó asignar -tres maravedís en dos dias, y áun no sé si llega á tanto. Ved -el escarnio de las leyes, y cuán llenas fueron de iniquidad. Otra -ley hobo, que mandó que ninguna mujer preñada que pasase -de cuatro meses la preñez, no la enviasen á las minas, ni á -hacer montones, sino que las tuviesen los españoles en sus -estancias, y se sirviesen dellas en las cosas de por casa, que -son de poco trabajo, así como hacer pan, y guisar de comer, -y desherbar; véase qué crueldad é inhumanidad, que hasta -cuatro meses pudiese trabajar la mujer preñada en las minas -y hacer montones, que son trabajos para jigantes, como queda -declarado, y que hasta que eche la criatura sirva en casa de -hacer pan, que es no chico sino grande trabajo, y mayor el -desherbar las labranzas; clara está, como de las otras, la injusticia -desta ley, y cuán indigna fué que mano real la firmase. -Otras muchas fueron constituidas con las referidas, que suenan -favor de los indios, y en sí eran justas, pero, supuesto estar los -indios en poder de los españoles, y el fin que dellos pretendian, -y las leyes ya declaradas, que á la clara favorecian todo -lo que ellos andaban, y hoy andan los demas á buscar, si no -fueron injustas, fueron, empero, vanísimas y supérfluas, y más<span class="pagenum"><a name="Page_436" id="Page_436">[436]</a></span> -para complir con el mundo que para remedio alguno de los -indios; con efecto y con verdad, vano es todo aquello, segun -el Filósofo, que no alcanza su fin. Entre las demas, hobo algunas -que mandaban que en cada lugar ó pueblo de españoles -hobiese dos Visitadores que visitasen cada año dos -veces los indios, y viesen si rescibian agravios, y para que -las leyes se guardasen, y lo bueno fué, que una ley mandaba -que á los Visitadores les diesen indios de repartimiento, -demás áun de los que como vecinos les habian de ser -dados; mirad que ceguedad de los del Consejo y de los reverendos -teólogos, que no vieron que, teniendo indios, eran -parte, y que habian de ser más tiranos que los otros, como lo -fueron, y ménos dignos de ser remunerados, ántes, de mayor -castigo merecedores y capaces. Y una de las grandes eficaces -causas de no haber aprovechado para remediar las calamidades -de los indios, en todas estas partes, muchas ordenanzas -y cédulas y provisiones que los Reyes han proveido y -enviado, ha sido tener los jueces y Gobernadores destas Indias, -en los indios ó en los intereses que dellos salen, parte ó -arte, y ésto, cada dia, hasta hoy, lo hemos llorado, y hoy lo -lloramos, y abajo parecerá más claro. Es bien aquí de considerar, -que en la constitucion de todas estas leyes se hallaron -presentes y se admitieron todos los españoles principales que -arriba dejamos nombrados; esto es cosa evidente, porque como -entónces no se sabia cuasi nada de las cosas destas Indias, ni -qué era yuca y ajes, axí, ó caçabí, ó montones; la villa de la -Çavana y la villa nueva de Yaquimo estar léjos de las minas; -hamacas y areytos, que son los bailes que los indios tenian, -los cuales, por una de las leyes, se prohiben; que los quitados, -y otros vocablos y avisos que no se podian saber si las personas -idas de acá no las avisaran y manifestaran, manifiestamente -se arguye haberse los dichos, en el hacer de las dichas -leyes, hallado. De donde queda luégo manifiesta la ceguedad ó -malicia de los del Consejo, que admitian, al constituir de las -dichas leyes, los enemigos de los indios, como se ha dicho arriba, -tan interesados en los sudores y calamitosa servidumbre<span class="pagenum"><a name="Page_437" id="Page_437">[437]</a></span> -de los inocentes indios, rabiando por sacalles la sangre. Con -ésto quiero este capítulo acabar, que se hizo entre las otras -leyes una, conviene á saber, que porque los Caciques tuviesen -quien los sirviese y hiciesen, diz que, lo que les mandasen -para cosas de su servicio, que si los indios del tal Cacique se -hobiesen de repartir en más de una persona y tuviese 40 -personas, le fuesen dadas dellas dos para que le sirviesen, y -si tuviese 70, le diesen tres, y si 100, se le diesen cuatro, y -si hasta 150, le diesen seis, pero desde allí adelante, aunque -más gente tuviese, no se le diesen más personas. ¿Qué mayor -injusticia ni más confuso desórden pudo ser imaginada que -desposeer á los naturales señores de sus súbditos, señoríos y -estados, sin culpa alguna, y de millares de gentes que poseian -dalles seis personas que les sirviesen, y de pueblos ordenados, -en que política y pacíficamente vivian juntos infinitos vecinos, -repartillos y desparcillos así, haciendo de cada pueblo tantos -pedazos? Yo cognoscí señor dellos, cuyo padre habia, los tiempos -pasados, hartado la hambre muchas veces á los cristianos -y librado de la muerte, que juntaba 10 y 12.000 hombres de -pelea, y no le dejaron sino las seis personas para que le sirviesen -como á los demas. Pues si ésto parece grave, véase lo -que la misma ley dice un poco más abajo, ésto es, que el mismo -Cacique, Rey y señor natural, con las seis personas que le -daban, fuese con el español que en los indios suyos tuviese -por repartimiento el mayor número y mayor parte, con que -fuesen muy bien tratados, no les mandando trabajar salvo en -cosas ligeras con que ellos fuesen ocupados, porque no tuviesen -ociosidad, por evitar los inconvenientes que podian suceder; -de la ley son todas estas palabras. Por manera, que áun -el señor y Rey natural, con los seis que le daban para que le -sirviesen, habian de servir al español en cosas ligeras, por temor -de la ociosidad; debajo de aquella palabra fingida y colorada, -muchas veces repetida en las leyes, y con que Dios fué -irritado, conviene á saber, que sean bien tractados, este tractamiento -siempre fué aquel con que á todos los estirparon, y -nunca faltó hasta hoy la dicha palabra, que sean bien tractados;<span class="pagenum"><a name="Page_438" id="Page_438">[438]</a></span> -cuánta iniquidad dentro de sí contuviese aquella ley, y -cuán tiránica fuese, y cuanta ceguedad en el Consejo cayese, -y en los otros señores teólogos y letrados, no creo que hay -necesidad de declararlo. Y promulgáronse las dichas leyes en -la ciudad de Búrgos, á 27 de Diciembre de 1512 años.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_439" id="Page_439">[439]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XVII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Ya dijimos arriba, en el cap. 5.º, como despues que el Rey -católico supo por cartas y relacion del Almirante y oficiales -desta isla, lo que los religiosos de Sancto Domingo, contra -esta tiranía y opresion de los indios habian predicado, mandó -llamar al Provincial de Castilla de la dicha Órden, á quien -áun estaban subjetos los que acá vinieron, y se quejó á él -dellos, diciendo haber sido muy deservido en lo que habian -predicado, etc.; por lo cual, el Provincial les escribió lo que -el Rey le dijo, y por tanto mirasen lo que habian dicho, etc., -segun ya dijimos arriba. Vista esta carta del Provincial por el -Vicario y padre fray Pedro de Córdoba, determinó de ir á España -y dar cuenta de todo á sus Prelados ó al Rey, é para -ayudar, si fuese menester, al padre fray Anton Montesino, en -lo que conviniese. Púsolo así por obra, y, llegado á España, -cumplió primero con lo que debia á su Órden, y de parecer -del Provincial, fué á la corte, la cual estaba ya, segun creo, -en Valladolid. Cuando llegó, halló que se acababan de hacer -las dichas leyes, y vistas luégo, vido en ellas la perdicion de -los indios, como quedasen so el poder de los españoles repartidos -como ganados, y lo que más lloraba era cognoscer que -se habian hecho por tantas y tales personas y de tanta auctoridad, -solemnidad, y con tanto acuerdo, que parecia que -ninguno podia decir en contrario cosa alguna, que no fuese -tenido ó por presuntuoso y temerario, ó por loco; pero finalmente -trabajó de hablar al Rey, para dalle su disculpa de lo -que acá se habia predicado. Habló al Rey largo, dándole -cuenta de todo el hecho y del derecho, y lo que les habia -movido á predicallo, en lo cual le dió á entender cuánto los -frailes habian servido á Su Alteza, y hecho bien á esta tierra.<span class="pagenum"><a name="Page_440" id="Page_440">[440]</a></span> -El Rey le oyó benignísimamente, y segun el padre fray Pedro -era de grande auctoridad y persona reverenda en sí, que -fácilmente, quien quiera que lo via y hablaba y oia hablar, -cognoscia morar Dios en él, y tener dentro de sí adornamiento -y ejercicio de santidad, concibió dél grandísima estima, y -tractábalo como á sancto, y, cierto, el Rey no se engañaba. -Y tratando en el remedio de los indios, y de las leyes recientemente -hechas, y por tales y tantas personas acordadas, -díjole, segun creimos, que le parecia que no quedaban remediadas -las fatigas y perdicion de los indios, quedando debajo -de la mano de los españoles, y que otros remedios -requerian más que aquellos, para, de los daños que padecian, -librallos; finalmente, con estas ó con otras palabras, dificultando -el negocio y poniendo en duda que con las dichas leyes -la dificultad se remediase, le dijo el Rey con la reputacion -en que lo habia ya tomado: «Tomad, vos, padre, á cargo de -remediarlas, en lo cual me hareis mucho servicio, é yo mandaré -que se guarde y cumpla lo que vos acordáredes». El santo -varon, como era muy nuevo en esta tierra, que no habia aún -dos años que á ella habia venido, y carecia de experiencia, que -para semejante cargo era necesaria, ó por otras causas, que -como era humilde podia considerar que le hacian sentir no -ser bastante, no se atrevió, y respondió al Rey: «Señor, no es -de mi profesion meterme en negocio tan arduo, suplico á -Vuestra Alteza que no me lo mande.» Esta fué, segun creo, la -primera vez que se ofreció estar en un punto los indios remediados -y en manos de quien los remediara, porque si en tal -persona su remedio estuviera, como estuvo tan á la mano si -lo aceptara, no se dudó sino que aquesta tiranía, ántes que -echara más raíces, se estirpara; pero fueron infelices los indios -en no querello el padre fray Pedro aceptar, y más infelices -los españoles que por aquellos tiempos en esta granjería andaban, -y los que despues hasta hoy con ella se han inficionado. -Todavía el dicho padre venerando puso al Rey en escrúpulo y -cuidado, por lo cual mandó que se tornasen á juntar algunos -del Consejo y teólogos, de nuevo, para que declarasen y moderasen<span class="pagenum"><a name="Page_441" id="Page_441">[441]</a></span> -las leyes, si fuese necesario; uno de los teólogos fué -su confesor, llamado el padre maestro fray Tomás de Matiencio, -y otro fray Alonso de Bustillo, maestro tambien en teología, -y el susodicho licenciado Gregorio, clérigo y predicador -del Rey. Los del Consejo fueron: el licenciado Santiago, el -doctor Palacios Rubios, y estos dos, siempre, sin duda, fueron -favorecedores de los indios, yo soy testigo, porque eran personas -de virtud. Juntáronse todos con el obispo D. Juan de -Fonseca, muchas veces nombrado, y que se nombrará si Dios -quisiere, obispo á la sazon de Palencia, sin el cual no se hacia -ni se tractaba cosa que tocase á estas Indias. Mandó el -Rey que se informasen del dicho padre fray Pedro de Córdoba, -cerca de las recien hechas leyes, y rescibiesen su parecer. -El cual informó segun vido que convenia al tiempo y -á las personas, y al lugar y á la sazon de cosas que le pareció, -y agravió algunas que las leyes habian ordenado, principalmente -darles los indios á españoles, debiendo vivir por -sí, y traer en las minas y los otros trabajos las mujeres preñadas -hasta cuatro meses; y que no convenia que trabajasen -las mujeres, bastaba los maridos; y que tampoco era justo -trabajar los niños como trabajaban, y que era contra la honestidad -cristiana consentir que anduviesen mujeres y hombres -desnudos, y otras cosas desta manera que le pareció -decirles. Y á lo que creimos, ó no informó de todo lo que al -Rey habia dicho, por ver cuán asentados y determinados estaban -en que las leyes que habian hecho eran convenientes, ó -si los informó, pasaron con lo que habian en las leyes determinado, -con ciertas pocas cosas que añidieron, ó por ventura, -como fué nuevo en esta tierra, no supo del todo las maldades -della, ni responder á las objecciones y argumentos que le movian, -por no haber tenido de las cosas pasadas y áun presentes, -plena noticia; y como los dos teólogos añididos no sabian -dónde consistia la mortífera enfermedad de aquestos tristes -enfermos, que era la tiránica detencion y servidumbre de los -indios por aquel condenado repartimiento, ni la imposibilidad -del cumplimiento de algunas de las leyes, y la inutilidad y<span class="pagenum"><a name="Page_442" id="Page_442">[442]</a></span> -superfluidad de otras, (y muchas dellas son en sí justas, y -suenan en favor de los indios, si no supieran la fístula y llaga -mortal que todo lo canceraba, como en el precedente capítulo -se dijo), pasaron con lo que los juristas y el licenciado Gregorio -les dijeron. Pero no sé cómo se pudieron excusar los juristas, -al ménos los teólogos, de no caer en la iniquidad y -crueldad de la ley, que se hizo sobre la comida, que á los indios -que trabajasen en hacer montones, y los otros trabajos -de las estancias, les diesen una libreta de carne de domingo -á domingo, y sobre esta ley hobimos el un maestro, que fué -Bustillo, y yo, la brega que, arriba en el cap. 15, dije. Finalmente, -que, ó porque la malicia de los seglares que á la sazon -se hallaron en la corte, que fueron los que mayor parte sin -duda tuvieron en el hacer de las leyes, impidió que Dios no -tuviese por bien de dar lumbre á los letrados que cayesen en -ello, porque escripto está, <i>qui nocet noceat ad huc</i>, ó porque -por el divino juicio estaba determinado que aquestas humildes -gentes así padeciesen, porque, aunque inocentes, cuanto á -nosotros, son y siempre lo fueron, no lo son cuanto á Dios ni -jamás hombre alguno lo fué, pasaron todos con las leyes hechas, -con ciertos aditamentos, con los cuales respondieron al -Rey que los habia mandado juntar, desta manera:</p> - -<p>«Muy alto y muy poderoso Príncipe, Rey é señor: Vuestra -Alteza nos mandó, que porque algunos religiosos<a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a> y personas -de conciencia, que tenian alguna noticia de las cosas de las Indias, -habian informado á Vuestra Majestad, que en las ordenanzas -que mandó hacer para el buen tractamiento y conversion -y doctrina de los indios de la isla Española, y de las otras islas -Indias y tierra firme del mar Océano, habia algunas cosas -que para el saneamiento de la conciencia de Vuestra Alteza -convenia enmendarse, y porque nosotros, los que de yuso -firmamos nuestros nombres, vistas las ordenanzas, y oidas otras<span class="pagenum"><a name="Page_443" id="Page_443">[443]</a></span> -personas<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a> que de las Indias tenian mucha noticia y experiencia, -y despues de muy bien visto y platicado, y haber estudiado -sobre ello, lo que en Dios y en nuestras conciencias nos -parece que se debe añadir y enmendar en las dichas ordenanzas, -son las cosas siguientes: Primeramente, que las mujeres -indias, casadas, no sean obligadas de ir ni venir á servir con -sus maridos á las minas ni á otra parte ninguna, sino fuere -por su voluntad dellas, ó si sus maridos las quisiesen llevar -consigo, pero que las tales mujeres, sean compelidas á trabajar -en sus haciendas propias, ó en las de los españoles, dándoles -sus jornales que con ellas y con sus maridos se convinieren, -salvo si las tales mujeres estuvieren preñadas, porque -con estas tales, Vuestra Majestad debe mandar que se guarde -lo contenido en la ordenanza que sobre ésto está hecha. Que -Vuestra Majestad debe mandar, que los niños y niñas, menores -de catorce años, no sean obligados á servicio en cosas de -trabajo hasta que hayan la dicha edad de catorce años, pero -que sean compelidos á hacer y servir en las cosas que los niños -pueden bien comportar, como en desherbar las heredades -y cosas semejantes en las haciendas de sus padres, los que los -tuvieren; y los mayores de catorce años, estén debajo del poder -de sus padres, hasta que tengan legítima edad ó sean casados, -y los que no tuvieren padres ni madres, lo hagan debajo -de las personas á quien Vuestra Alteza los mandare encargar, -conforme al parecer de los Jueces, así en la edad, como en el -trabajo que han de hacer, con tanto que por ésto no sean -impedidos á ser doctrinados y enseñados en las cosas de la fe, -á las horas que lo han de aprender, dándoles de comer y pagándoles -sus jornales que fueren tasados por los dichos Jueces, -y si alguno dellos quisiere aprender oficio, pueda libremente -hacerlo, y estos no sean compelidos á otra cosa, estando en el -oficio. Asimismo debe Vuestra Alteza mandar que las indias<span class="pagenum"><a name="Page_444" id="Page_444">[444]</a></span> -que no fueren casadas, las que están so el poderío de sus padres -ó madres, que trabajen con ellos en sus haciendas ó en -las ajenas, conveniéndose con sus padres, y las que no estuvieren -debajo del poder de sus padres ó madres, porque no -anden vagabundas, ni sean malas mujeres, y que sean apartadas -de vicios, que sean doctrinadas y constreñidas á estar juntas -con las otras, y á trabajar en sus haciendas, si las tuvieren, -y si no las tuvieren, en las haciendas de los indios y de los -otros, pagándoles sus jornales, como á las otras personas que -trabajan por ellos. Que asimismo Vuestra Alteza debe mandar -que los dichos indios sean obligados á servir nueve meses del -año, como por Vuestra Alteza en las dichas ordenanzas cuasi -lo tiene declarado y mandado, y que los tres meses contenidos -en la dicha ordenanza, que á los dichos indios se les dá -de huelga, porque no tornen á sus vicios y á su manera de -vida ya costumbrada, sean compelidos á trabajar en sus haciendas -mismas, ó por jornales en las de los otros vecinos, y -que esta manera de servir sea por el tiempo que á Vuestra -Alteza paresciere, y porque los dichos indios podrian, con el -tiempo y con la conversacion de los cristianos, hacerse tan -políticos, y tan entendidos, y capaces, y tan aparejados á ser -cristianos, para que por sí sepan regirse, y vivan, y sirvan como -acá lo hacen los otros cristianos, Vuestra Alteza ha de -mandar que anden vestidos, y como se fuere cognosciendo la -habilidad para ser cristianos, y éste capítulo se entiende de -los hombres; y sobre todo, Vuestra Alteza debe mandar que -las mujeres se vistan dentro de cierto término, so alguna pena. -Este servicio que á Vuestra Majestad es debido por los dichos -indios de la manera susodicha, Vuestra Alteza puede hacer -merced dello, á quien fuere servido, por vida ó por el tiempo -que Vuestra Majestad fuere servido de hacer dello merced. Y -con estos aditamentos, suso contenidos, decimos que en Dios y -en nuestras conciencias, Vuestra Alteza tiene muy justas y -moderadamente ordenadas las cosas de las dichas Indias, así -para el buen tractamiento y conversion y doctrina de los dichos -indios, como para la gobernacion de aquellas partes, y<span class="pagenum"><a name="Page_445" id="Page_445">[445]</a></span> -que debe Vuestra Alteza mandar que, en todo y por todo, se -guarden las dichas ordenanzas que Vuestra Majestad tiene -mandadas hacer con estos dichos aditamentos, y que haciéndose -así, su real conciencia será enteramente descargada. Y -así, firmamos aquí nuestros nombres.—<i>Episcopus Palentinus</i>, -Conde.—<i>Frater Tomás de Matienzo.</i>—<i>Fray Alonso de Bustillo.</i>—<i>Licenciado -Santiago.</i>—<i>El doctor Palacios Rubios.</i>—<i>El licenciado -Gregorio.</i>»</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_446" id="Page_446">[446]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XVIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Placer es de ver cómo el Rey católico quedó libre de los -pecados que en la perdicion destas gentes se cometieron, porque, -ciertamente, hizo lo que en sí era, poniendo en manos y -determinacion de tantos y tales letrados, teólogos y juristas, -que hiciesen las leyes, y despues, por los escrúpulos -que le puso el varon santo, fray Pedro de Córdoba, tornó á -mandar que se juntasen, y que en esta junta interviniese su -confesor, para que las corrigiesen y enmendasen si viesen ser -necesario. Los Reyes, como no sean letrados, ni á ser letrados -sean obligados, no tienen más que hacer para gobernar los -reinos con buenas conciencias, sino elegir para sus Consejos -personas notables, no por afeccion y amor, sino por méritos, -y elegidas, seguir en las cosas árduas, y donde hay peligro en -el errar, su consejo, no descuidándose de visitar el Consejo á -sus tiempos, para saber si los elegidos en el estado que dellos -al principio se estimó perseveran. Cuánto, pues, es de gozarse -el hombre con la diligencia que el Rey puso para justificarse, y -quedar de este negocio, tan árduo y peligroso, sin culpa, tanto -es de lamentar la ceguedad é ignorancia que en los consultores -hobo; si en todos, los unos y los otros, ó en algunos dellos, -hobo culpa chica ó grave, pues eran letrados, ó fueron excusados -por las falsedades perniciosas y horribles de que los tiranos -contra los indios les informaron, Dios lo sabe. Porque, -segun por todo el discurso que desta materia, en los capítulos -pasados, se ha dicho, parece todo lo que los letrados hicieron, -determinaron, y al Rey respondieron, fué fundado en el -crédito que aquellos que, contra los indios les informaron, -dieron; y dar crédito á quien tanto interese pretendia en la -servidumbre, y trabajos, y sudores, y opresion destas gentes,<span class="pagenum"><a name="Page_447" id="Page_447">[447]</a></span> -sin oillas ni oir, como se debieron oir, ó al ménos, no dar igual -crédito á los dos y tales religiosos de Sancto Domingo que las -defendian, no sé yo cómo los tales consultores, aunque fuesen -buenos y con buena intincion tractasen dello, de culpa quedasen -libres. Haberles dado en todo crédito á los susodichos, -y negado á los religiosos, á quien darlo con justa razon debieran, -bien ha parecido en las leyes todas, pasadas, y agora -no ménos en estos aditamentos. Y es cosa ésta maravillosa, que -habiendo vivido estas gentes tantos millares de años en sus -pueblos, y policía ordenada, y pacífica, y con tanta copia y -abundancia de las cosas necesarias, como las hallamos y vimos -con nuestros ojos, y es á todos áun hoy notorio, cuanto -más entónces, cuando desto el año de 11 se tractaba, que así -se creyese ó se cegasen en creer, contra ellas, estos dos tan -torcidos de razon y absurdos defectos, conviene á saber, que -no se sabian regir, por lo cual pusiesen en el cuarto aditamento, -que, porque con el tiempo y con la conversacion de los -cristianos se podrian hacer capaces y políticos para vivir por -sí, é por sí regirse, se les diese, á los que tales se cognosciesen, -facultad para por sí vivir. Esto es cierto, y puede constar por -muchas de las cosas que arriba se han probado, que si hasta -hoy, y de hoy hasta el dia del juicio, las gentes destas islas -vivieran, nunca se les diera facultad ni libertad para poder -vivir por sí, porque á la ambicion y cudicia de los españoles -no convenia, por no dejallos de su poder. Y esta cláusula -deste aditamento nunca se pusiera si el padre fray Pedro de -Córdoba, detestando el repartimiento de los indios á los españoles, -no lo dijera; y en ponella, como la pusieron, más infamaron -estos consultores á los indios, que los españoles, sus -enemigos, porque lo puso el Rey luégo por ley. El otro defecto -segundo, que al primero se endereza, de que los infamaron, -fué la ociosidad, como si se dejaran morir de hambre, y, como -arriba se há ya dicho, nosotros viniéramos de España á dalles -de comer. Que tanta diligencia pongan los consultores, imbuidos -de los pecadores, sobre que los indios no estén ociosos, -que los tres meses que se les daban de huelga, fuesen compelidos<span class="pagenum"><a name="Page_448" id="Page_448">[448]</a></span> -á trabajar en sus haciendas, ó por jornal á las de los otros -vecinos, por manera que, al fin, trabajando, habian de morir, -y de morir en nueve meses sirviendo á los españoles, y morir -en los tres trabajando en las suyas por fuerza, ó por jornal -en las ajenas, ¿qué utilidad se les seguia de toda su vida, -ó cuándo habian de vivir? Admirable cosa fué ésta. Soltáranlos -y dejáranlos estar en sus tierras y en sus pueblos en su -libertad, y regirse como se regian, y la fe diéraseles como -Cristo dejó establecido que á los infieles se diese, y ellos tuvieran -la comida en tanta copia y abundancia que á nosotros -hartaran la hambre, como la hartaron veces infinitas, segun -arriba queda dicho, y recibieran la fe y religion cristiana mucho -ántes que la hobieran aborrecido. Y la razon que los consultores -dieron en este artículo fué, porque, diz que, no tornasen -á sus vicios; yo torno á repetir que pluguiera á Dios, -dejando la infidelidad á parte, la cual en estos no era culpa, -sino pena deribada de los primeros padres, no tuvieran los -españoles, á quien les daban por predicadores, y ejemplos de -cristiandad, más horribles y detestables en fealdad, y en número -mayor multitud de vicios. Tambien será bien no pasar -callando una tan señalada y manifiesta injusticia. ¿Qué Rey -ni qué república, por bárbara é inculta é injusta que fuese, -hobo en el mundo que de doce meses del año constriñese á -los súbditos libres á que sirviesen con servicios personales, -con sus propios cuerpos y sudores, en trabajos insoportables, -los nueve? ¿Qué mayor servidumbre? ¿Qué mayor y más duro, -qué más injusto y tiránico captiverio? Fuera bien que los -consultores, por buenos y religiosos que fuesen, consideraran -ésto. Vamos á la postrera limitacion ó aditamento de las leyes, -que toda fué fundada en la injusticia y tiranía, y para -confirmacion y perpetuidad del detestable repartimiento; item, -para que los privados del Rey tuviesen parte y arte cruel, que -es lo que mucho desde arriba se viene oliendo; y ésto es lo -que dijeron: que aquel servicio que los indios daban, de nueve -meses, al Rey, que su Alteza podia hacer merced, y dallo -á quien quisiese, por vida ó por tiempo, y en ésto fueron estos<span class="pagenum"><a name="Page_449" id="Page_449">[449]</a></span> -postreros consultores engañatísimos, porque no sintieron la -madriguera donde se acogia la liebre. De los cuales, yo fuí -siempre seguro, que no añadieron ésto último pretendiendo -interese, sino que los que lo pretendian, informados y persuadidos, -quizá con buen fin, aunque no lo creo, se lo persuadieron. -Desta postrera junta y de los cuatro aditamentos -que en ella se hicieron, fué causa el dicho sancto varon y -padre fray Pedro; de la última ni por pensamiento, la causa -fueron los que, como dije, para que la pusiesen trujeron sus -rodeos. Luégo el Rey, presentándole los cinco susodichos aditamentos, -que estos postreros consultores le ofrecieron, mandó -autorizallos y promulgallos por leyes, escepto el quinto pues -los letrados lo instituyeron, sino fué porque á los privados -que despues tuvieron indios de repartimiento, quizá, se temió -que sería imputado por cosa rodeada y no muy honesta. Llamáronse -estas cuatro leyes, declaracion y moderacion de las -ordenanzas hechas, y promulgáronse en Valladolid, á 28 de -Julio de 1513 años, y fueron en molde impresas.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_450" id="Page_450">[450]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XIX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Declaradas y promulgadas estas postreras cuatro leyes, y -por mejor decir, entendido el quinto aditamento que decia, -que el servicio de los nueve meses que los indios eran obligados -á servir al Rey, lo podia conceder, haciendo merced, á -quien quisiese, luégo procuraron los privados de pedir al Rey -les hiciese merced á cada uno de repartimiento de indios, teniendo -por cierto y determinado que con buena conciencia -los podian tener, pues los letrados desta postrera junta lo afirmaron, -y firmaron en Dios y en sus conciencias, guardando -las leyes dichas con sus cinco limitaciones ó aditamentos. Y -de los primeros fué, el obispo de Palencia, D. Juan de Fonseca, -de quien se ha dicho, que, desde el descubrimiento destas Indias, -siempre fué principal y Presidente en el gobierno dellas; -este señor Obispo tuvo 800 indios, en cada una destas cuatro -islas, Española, la de Cuba, la de Sant Juan, y de la de Jamáica, -200. El secretario Lope Conchillos, tuvo 1.100, segun -tuvimos entendido. Hernando de Vega, que fué notable persona -en prudencia y muy estimado del Rey, y fué del Consejo -de las Indias, cuando el Consejo de los otros Consejos se -distinguió, tuvo 200. El camarero Juan Cabrero, aragonés, -muy antiguo de la cámara del Rey, otros 200. El licenciado -Moxica, que era del Consejo real, tuvo no sé cuantos, y creo -que no eran ménos de 200. Sospecha hobo que algunos otros -del Consejo real los tuvieron de secreto, puestos en cabeza de -otras personas, que enviaban con cargos y oficios á esta isla; -nunca del licenciado Santiago, ni del doctor Palacios Rubios, -que fueron los que más destas Indias tractaron por aquellos -tiempos, cosa de interese, ni cosa que no debiesen hacer, se -sospechó. Estos fueron los que tuvieron indios en estas islas,<span class="pagenum"><a name="Page_451" id="Page_451">[451]</a></span> -estando ellos en Castilla, y no los caballeros de Castilla, como -dice Oviedo en su historia. Desta buena limitacion y quinto -aditamento, que los postreros consultores, sin saber el daño -que con ello hacian, escribieron, tuvieron tambien ocasion los -oficiales del Rey, Tesorero, y Contador, y Factor, y Veedor, -de pedir y tener cada uno su repartimiento; lo mismo hicieron -los Jueces de apelacion, que por estos tiempos, entre el -año de 11 y 12 se proveyeron y á esta isla vinieron; el uno -fué el licenciado Marcelo de Villalobos, el otro, el licenciado -Juan Ortiz de Matiencio y el licenciado Lúcas Vazquez de -Ayllon, el que arriba, en el libro II, dijimos haber sido, en -tiempo del Comendador Mayor, Alcalde mayor de la Vega y -sus comarcas. Estos fueron enviados por Jueces de apelacion, -para que del Almirante y de sus Alcaldes mayores y Tenientes, -para ante ellos, como Jueces inmediatos del Rey, se apelase -por la relacion quel Rey tuvo que habia en esta isla disensiones -y bandos entre el Almirante y el tesorero Pasamonte, -y los otros oficiales del Rey, que maldito aquel provecho para -Dios ni para dellos jamás salió, y estos se tuvo por cierto, que -revolvieron al Almirante con el Rey, é le persiguieron hasta -la muerte, como se dirá. Así que fueron proveidos aquellos -tres licenciados por Jueces de apelacion, y éste fué su primer -nombre, despues se les dió auctoridad y oficios de Oidores y -de Audiencia y Chancillería real, como hoy la tienen los que -sucedieron. Estos tambien pidieron y tuvieron sus repartimientos, -como personas de más preeminentes oficios, y todos -ellos y los Oficiales no dejaban de llevar sus salarios del Rey, -puesto que no eran tan crecidos como despues de que mataron -los indios los tuvieron, y así los tristes indios, con sus angustias, -trabajos y sudores, eran parte de los salarios, y la -justicia que les guardaron abajo será manifiesta. Viendo el -padre fray Pedro de Córdoba, varon sancto y prudentísimo, -las leyes hechas, y despues las adiciones que habian poco limitado -y moderado, cognosciendo quedar los indios sin algun -remedio, y viendo ántes con su prudencia, que los indios habian -en breve de perecer, como perecieron, y que esta muerte<span class="pagenum"><a name="Page_452" id="Page_452">[452]</a></span> -y destruccion destas gentes, no se causaba sino por tenerlos -en servidumbre los españoles, y en lo que tocaba á su conversion -ninguno la impidia sino ellos, lo uno por sus tiranías, -y lo otro por sus perniciosos ejemplos, acordó de suplicar al -Rey que le diese licencia, y ayuda, y favor, para que él con -los frailes de su Orden, que consigo le pareciese llevar, pasasen -á la tierra firme más cercana desta isla, que es la de Cumaná, -donde despues fué la priesa de sacar perlas, para predicar -á aquellas gentes, sin estorbo de los españoles, creyendo -que nunca hombre dellos asomara jamás por allí. El Rey católico, -lo uno por la obra ser tal y tan apostólica, y lo otro, la -gran estima y devocion que dél habia cobrado, fué dello muy -contento y servido, y mandó que le diesen los despachos á su -voluntad, muy cumplidos, y así fué, que todo lo que pidió para -que en esta isla se le diese de navíos y bastimentos, y otras -cosas que llevar convenia, como herramientas, y aparejos -para edificar una casa, le fué concedido y cumplido, como -abajo, placiendo á Dios, será dicho. Habria en esta isla, á la -sazon cuando andaba la solicitud y barahunda de hacer las -leyes en Castilla, obra de 20.000 indios, con hombres y mujeres, -grandes y chicos, y creo, cierto, que áun no los habia. -Estos habian quedado de tres y cuatro cuentos, que, en sus -pueblos, pacíficos con sus señores y Reyes, y en toda abundancia, -sobrándoles todas las cosas necesarias, sino era lumbre -de fe, digo verdad porque yo los vide, vivian. Alcanzados -del Rey los repartimientos por los susodichos privados y residentes -en la corte, luégo entraron sus criados y mayordomos -acá, no los más negligentes que en sus casas tenian. Estos, ó -porque conocieron en sus amos hervir la cudicia de rescibir -oro y todo provecho de los indios, ó por su propia crueldad y -malicia, dábanles en los trabajos, y en especial en los de las -minas, sin guardar ley ni ordenanza, ni razon, ni justicia, que -en cada demora, que duraba, como se dijo, cinco meses, que de -hambre, y trabajo, y angustia y afliccion, la mitad ó el tercio de -los indios de su repartimiento, perecia. Aquellos muertos, presentaba -luégo la Cédula del Rey al que gobernaba, ó á los<span class="pagenum"><a name="Page_453" id="Page_453">[453]</a></span> -Jueces de apelacion, diciendo que á su amo, por aquella Cédula, -mandaba el Rey dar en repartimientos 200 ó 300 indios, y que -no tenia sino tantos, por lo cual pedia que se la hinchiesen, y -porque no habia en esta isla quien de barro hiciese indios, con -tanta priesa como á matar se daban, ó los quitaban á los que -favor no tenian y dejábanlos sin repartimiento, para cumplir -la Cédula, ó echaban en la baraja todos los indios de la isla, -y hacian general repartimiento, y dejaban los de poco favor -sin indios, y cumplíase con los privados del Rey que estaban -en Castilla. Un cruel tirano, criado y mayordomo de uno de -los de la corte arriba referidos, habiendo muerto en una demora -de los cinco meses, 70 ó setenta y tantos indios, reprendiéndole -aquella su crueldad un religioso de Sancto Domingo, -respondió sin temor ni vergüenza: «Andad, padre, que si yo -matare todos los indios en un dia, amo tengo yo á quien el -Rey le dará otros tantos para otro dia.» La razon de la desvergüenza -deste fué, porque no habia ley, ni habia pena ni -estorbo, ni justicia que tocase á estos verdugos que tenian -acá los de Castilla, como quiera que les enviasen oro y fuesen -bien servidos, aunque matasen todos los indios en un dia, -ántes todos los que acá estaban, Jueces y Oficiales, para ello -los ayudaban y favorecian cuanto en el mundo podian. Pues -los Jueces y Oficiales desta isla, en quien no hervia ménos el -ánsia de amontonar oro, no habiendo superior alguno que á -la mano les fuese, ¿qué tal era la moderacion y justicia que -con los indios de sus repartimientos usaban, y qué estragos -en ellos hacian?; los cuales tambien usaban de la presentacion -y hinchimiento de sus Cédulas, cada demora que el número -de los indios que mataban se les disminuia. Los particulares -vecinos, viendo la tiranía de los unos y de los otros, -y temiendo que, como aquellos se daban priesa á matar, para -suplir sus Cédulas se los habian á ellos de quitar un dia que -otro, tambien á trabajar y matar sus indios no se daban poca -priesa; yo fuí avisado, en tiempo que yo tuve cargo de mirar -y estorbar los agravios de los desdichados indios, que habia -escripto un vecino á un estanciero, ó minero suyo, que se<span class="pagenum"><a name="Page_454" id="Page_454">[454]</a></span> -diese priesa á trabajar los indios y que no perdonase mujeres -preñadas y paridas, porque cada hora, que se los habian de -quitar, temia. Algunos Visitadores, conforme á lo que las dichas -leyes disponian, pusieron, pero, de más carga y pesadumbre -para los indios y de disimular las tiranías y de robar -su parte, sirvieron. Todo lo que está dicho de los Jueces y Oficiales, -y de los de Castilla que acá tenian indios, y de los -particulares, y de todas sus tiranías, y muerte y perecimiento -de los indios en las minas y en los otros trabajos desta isla, -se hacia con la misma impiedad y crueldad, y sin misericordia -alguna en las otras tres islas, la de Sant Juan, la de Cuba, -como della presto diremos, y en la de Jamáica. Veis aquí el -fruto que salió de las dichas leyes, y de sus cinco aditamentos -que hicieron los postreros ó engañados consultores, y que -juraron en Dios y en sus conciencias, que con aquellas limitaciones -y declaraciones, el Rey tenia muy justas y moderadamente -ordenadas las cosas de las Indias. Y lo bueno fué, y -que adorna y hermosea todo lo arriba dicho, que los del Consejo -dieron forma de cómo habia de rezar la Cédula de los -repartimientos que á cada uno se daban, y decia así el Gobernador, -ó que tenia cargo de repartir los indios, que despues -llamaron, como se dirá, Repartidor: «Yo, fulano, en nombre -del Rey é de la Reina, nuestros señores, por virtud de -los poderes que de Sus Altezas tengo, encomiendo á vos, fulano, -tal Cacique y tantas personas en él, para que os sirvais -dellos en vuestras haciendas, minas y granjerías, segun y -como Sus Altezas lo mandan, conforme á sus ordenanzas, -guardándolas, y no de otra manera, porque de otra manera -Sus Altezas no vos los encomiendan, ni yo en su nombre; y si -no lo hiciéredes os serán quitados, y lo que os hobiéredes servido -dellos, será á cargo de vuestra conciencia y no de la de -Sus Altezas, ni de la mia, etc.» Esta era la sustancia y forma -de la Cédula, por lo cual creian que ya quedaba todo llano -y santo, y fuera bien preguntar á alguna de las justicias, si -quitaron á uno ó alguno los indios por los malos tractamientos. -Pero mejor preguntados deben ya de estar, porque todos<span class="pagenum"><a name="Page_455" id="Page_455">[455]</a></span> -son muertos. Las Cédulas antiguas decian, que se los encomendaba -para que se sirviesen dellos en sus granjerías y minas, -y que los enseñasen en las cosas de nuestra sancta fe -católica, pero estotras, ordenadas por el Consejo, añidian, «y -sea á cargo de vuestra conciencia y no de la de Sus Altezas ni de -la mia, ó con ésto descargo la conciencia de Sus Altezas, y la -mia en su nombre»; y con estas palabras creian los insensibles -que quedaban las tiranías y muerte de los indios justificadas -y sanctificadas, y su conciencia y la del Rey salvas y excusadas. -Y llamo aquí la conciencia del Rey, la de los de su -Consejo, porque la de la misma persona real, yo no dudo -sino que no tuvo culpa alguna, porque hizo todo lo que en sí -era, como arriba queda declarado, y así fué, de todos estos -errores y daños, excusado.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_456" id="Page_456">[456]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XX.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="pch">En el cual se contiene una grande ingrata inhumanidad que los españoles, que iban á saltear -hombres en las islas de los Lucayos, á ciertas gentes de la tierra Florida, hicieron.—Y -parece ser éstos los primeros que aquella tierra descubrieron.—Y como Juan -Ponce de Leon fué á descubrir por lo más alto, y descubrió el cabo Grande de la Florida, -al cual le puso aquel nombre.—Y como fué á Castilla y vino por Adelantado della y Gobernador, -y al cabo murió miserablemente.</p> - -<p class="p2">Dejemos agora por un rato perecer cada dia y cada hora -los indios desta isla, y de la de Sant Juan, y la de Jamáica -(porque en la de Cuba no habia áun entrado en este año de 11 -la pestilencia de que hablamos), con las leyes y aditamentos -tan saludables, de que dijeron los postreros consultores, juristas -y teólogos, que con ellas quedaban justas y moderadamente -ordenadas las cosas destas Indias, afirmándolo en Dios -y en sus conciencias, y prosigamos en nuestra historia, lo que -por estos años sucedió en esta isla y en estas tierras. Por este -tiempo, aunque ya se andaba por el rebusco de las gentes -yucayas, de que mucho habemos arriba, en el libro II, hablado, -cómo nuestros españoles las vendimiaron, todavía, como -vieron los vecinos desta isla que los indios della se les acababan -(pero no por eso de matar cesaban los que se hallaban), -con algunos dineros, que con la sangre de los ya muertos habian -allegado, se juntaban en compañía y armaban uno ó dos -navíos ó más, para ir á rebuscar los inocentes que por las -isletas donde moraban, escondidos por los montes, se habian -del furor pasado escapado. Entre otros, se juntaron siete vecinos -de las villas de la Vega y Sanctiago, á lo que creo, y de -otros lugares, y no faltaban mercaderes que les ayudaban, los -cuales armaron dos navíos, metiendo en cada uno 50 ó 60 -hombres, en aquellas romerías bien ejercitados, con sus bastimentos -de pan, caçabí é carne, y sus pipas de agua, con<span class="pagenum"><a name="Page_457" id="Page_457">[457]</a></span> -todo lo demas necesario. Salieron de Puerto de Plata, de donde -luégo, otro dia, ó poco más, llegan á las islas de los Lucayos, -á las cuales llegados, y buscadas muchas dellas con diligencia -suma, pero no hallaron nada, porque ya, los que -ántes dellos por aquellas islas habian andado, los habian todos -acabado con la priesa que arriba, en el libro II, queda bien -demostrado; y porque les pareció que si se volvian vacíos sin -presa, no sólo perdian los dineros que habian gastado, y el -peligro, y trabajo, pero áun afrenta se les recrecia tornarse -á esta isla sin sacar fruto alguno de su viaje, acordaron de -se ir hácia el Norte á descobrir tierra, cuanto los bastimentos -les durasen, y, si la hallasen, hacer en ella algun buen salto, -aunque despues negaban que hobiesen navegado por su voluntad, -sino que los habia forzado una gran tempestad, y arrebatado -la fuerza della, que les duró dos dias, y que el postrero -vieron cierta tierra á la cual se allegaron. Esta, cierto, -fué la tierra y costa de mar, de la que agora llamamos la Florida, -que debia estar de las islas de los Lucayos, de donde -salieron, obra de 150 leguas, por mucho que con la tormenta -anduviesen, y así sería la bahía que agora se llama de <i>Sancti -Spiritus</i>, y desta isla Española estará 230 leguas, ó poco más; -y si fueron sin tormenta, y por su voluntad, en dos dias con -sus noches no andarian arriba de 80 leguas, y, por consiguiente, -llegarian al cabo de Sancta Elena, ó poco más, que -es harto más cerca de acá. Llegados los navíos á tierra, la -cual hallaron poblatísima, y como la gente vido los navíos, -corren infinitos á la ribera de la mar espantados de ver los -navíos y gente en ellos tan de otra manera de sí, que nunca -visto habian, que no se hartaban de mirar. Salieron en tierra en -sus barcas los nuestros, á los cuales como vieron salir, huyen -todos de miedo, sin quedar persona que osase esperar. Siguieron -ciertos mancebos más ligeros, y alcanzaron un hombre -y una mujer, que no corrian tanto; lleváronlos á los navíos -y vistieron sendas camisas, y diéronles de comer y otras -cosillas de Castilla, que fué como carne de buitrera, que suele -bien pagar el escote quien á comerla viene. Soltáronlos,<span class="pagenum"><a name="Page_458" id="Page_458">[458]</a></span> -llevándolos á tierra; perdido el miedo fuéronse muy seguros -y contentos. Llegados éstos á donde la gente estaba, viéndolos -así ataviados, confiando que todo era oro lo que relucia, y que -debia ser buena y pacífica gente la que daba de lo que tenia, -tórnanse sin miedo á venir todos seguros á la playa. El Rey -dellos envia luégo 50 hombres á los cristianos, cargados de -comida. Fueron algunos de los españoles al pueblo, recibiólos -el Rey con gran reverencia y placer, dáles personas que los -acompañen y guien para que vean los otros pueblos; donde -quiera que llegaban, las gentes, con presentes de comida y de lo -que tenian, como á hombres venidos del cielo, los salian á rescibir. -Despues de andado por la tierra algunos dias, y visto lo que -habia en ella, y el ojo vivo á si hallaran señal de oro acordaron -nuestros españoles de pagarles la posada y benigno rescibimiento -en la moneda que en los Lucayos y en otras partes lo solian -hacer. Un dia, con astucia y mañas que tuvieron, convidaron á -mucha gente, hombres y mujeres, á que á los navíos fuesen; ellos, -con su simplicidad, esperando que serian tractados y hospedados -con la fidelidad que lo habian hecho, por ir á ver los navíos -fué tanta la jente que ocurrió, que no cabian en las barcas -ó bateles, y hechos muchos barcajes y caminos, hinchiéronse -de jentes, de mujeres y hombres, los dos navíos, y lo -mismo hicieran si fueran ciento. Los navíos así llenos, alzan -las anclas y sueltan las velas, y viénense camino desta isla, -quitando los hijos á los padres, y las mujeres á los maridos, y -por el contrario, los maridos á las mujeres, y los padres á los -hijos; y desta manera dejaron aquella tierra, que tan amigablemente -los habian rescibido, con tanta inhumana é ingrata -obra escandalizada y agraviada, y con justa razon contra -ellos hecha enemiga. Volviendo con su tan bien ganada presa -los dos navíos, apartado el uno del otro, sin verse nunca más, -pareció para testigo de su justicia; creyeron que por ser viejo -se habia perdido, pero mejor creyeran que el divino juicio, por -dalles luégo por tan gran maldad el castigo, quiso hundillo, y -dejó el otro para que fuesen manifiestas las facinerosas obras -que los españoles, contra estas inocentes naciones, perpetraban<span class="pagenum"><a name="Page_459" id="Page_459">[459]</a></span> -cada dia. Llegó aquel navío á este puerto y ciudad de -Sancto Domingo con su presa, y sabido por los Jueces de apelacion, -mostraron haber enojo dello y reprendieron los tiranos -raptores, pero no los hicieron cuartos como merecian, -porque su costumbre fué, ántes á los tales favorecer, como parecerá, -si Dios quisiere, que hacer justicia dellos; allende -que el uno dellos habia puesto en la compañía de los dos navíos, -para ir á robar yucayos, su parte, y ésto bastaba para -que todo aquello y más se disimulase, y verse há tambien la -justicia que Dios hizo dél, quizá por sólo ésto, porque fué á -morir á la misma tierra, ó á la cercana della, harto infelicemente; -tractaron de los tornar á enviar á su tierra en el navío -que los habian traido, pero no les faltó achaques ó inconvenientes -que fingian para hacello, y bastaba, como dije, haber -tenido el uno de los Jueces, en el armazon y granjería de los -navíos, parte. Y es la verdad, que ya que vieron y cognoscieron -la nefanda obra é injusticia con que los habian traido, -que los pusieran en libertad y los ayudaran con casas y mantenimientos, -y las otras cosas necesarias con que viviesen, y -pareciese que les hacian alguna enmienda, pero no fueron -dignos que acertasen alguna vez en hacer justicia y lo que -debian, sino siempre al revés, y en todo errasen; lo que hicieron, -para recompensa y consuelo de los que así habian sido -agraviados, fué repartillos á quien quisieron, y quizá todos se -quedaron en sus casas, mayormente del uno que puso la parte, -como otras veces hicieron, para que sirviesen en las minas y -haciendas, donde de angustia y tristeza, y trabajos no acostumbrados, -en breve todos perecieron. Esta gente era más -blanca que los demas; las mujeres venian vestidas de cueros -de leones bien adobados, y los hombres, de otros animales. -Deste salto hace mencion Pedro Mártir, en la Década 7.ª capítulo -2.º, donde da cuenta de muchas cosas que oyó referir -por dichos de los indios que de allí trujeron; así de las costumbres -y ritos de las gentes de allí, como de la calidad de -la tierra y cosas que en ella habia, en especial perlas. Al olor, -por ventura, desta nueva, en este tiempo, al principio del año<span class="pagenum"><a name="Page_460" id="Page_460">[460]</a></span> -de 511, debió moverse Juan Ponce de Leon, algunas veces -nombrado, y el que arriba en el libro II dijimos que habia -sido el primero que habia ido á inquietar y tiranizar los vecinos -naturales de la isla de Sant Juan, porque como el almirante -D. Diego Colon le hobiese quitado la gobernacion de -aquella isla y puesto otro Gobernador, y se hallase rico de los -sudores, sangre y angustias de tantos hombres y gentes -que habia tenido en servidumbre, así en esta isla, en la provincia -de Higuey, como en la dicha isla de Sant Juan, fué -necesario que para que mostrase Dios la justicia y razon con -que lo habia todo hecho y ayudado á hacer, emprendiese negocio -y empresa donde malgastase lo robado y en muchos -dias amontonado, y al cabo, con mala muerte, feneciese. Este -armó dos navíos bien proveidos y aparejados de gente, que -por la mayor parte, para descubrir, son marineros, y bastimentos -de las otras cosas necesarias, y viniendo hácia el Norte -desta isla Española, pasando las islas de los Lucayos, quiso -tomar más arriba á mano izquierda del viaje que los dichos -dos navíos habian llevado, y á pocos dias vido tierra, y ésta -fué un cabo muy grande que sale á la mar del Norte, hácia el -Sur, más de noventa leguas de toda la otra tierra, el cual hace -el estrecho que llamamos agora la canal de Bahama, entre él y -la isla de Cuba; luégo, como la vido, llegóse á reconoscella y -púsole por nombre la tierra Florida, porque debiera parecerle -fresca y florida como esté en 25° de la equinocial, como -lo están las islas dichas de los Lucayos, que son fresquísimas -y felicísimas. Esta misma tierra llamó el mismo Juan Ponce -Bimine, no supe de dónde ó por qué causa tal nombre le puso, -ó de dónde le vino, ó si la llamaron así los indios, porque no -creo que saltó en tierra ni tuvo deste viaje habla con indios. -Descubierta esta tierra, tornóse á la isla de Sant Juan, donde -tenia sus haciendas, y de allí fué á Castilla y pidió al Rey merced, -por el descubrimiento de nueva tierra que habia hecho, -le hiciese Adelantado de Bimine y le diese la gobernacion -della, porque él á su costa la queria poblar, con otras más -preeminencias y provechos que debiera de pedir, como hombre<span class="pagenum"><a name="Page_461" id="Page_461">[461]</a></span> -acá experimentado, que yo no supe; lo cual, todo le concedió -el Rey. Tornó de Castilla muy favorecido con título de Adelantado -y Gobernador de Bimine, que él llamó por otro nombre -la Florida, y que agora llamamos tambien Florida, aunque -deste nombre decimos toda la tierra y costa de la mar -que comienza desde aquel cabo grande que él descubrió, hasta -la tierra de los Bacallaos, y por otro nombre la tierra del Labrador, -que no está muy léjos de la isla de Inglaterra. Llegado -á la isla de Sant Juan, tomó de allí de sus haciendas todo -lo que habia menester y vínose á esta isla y puerto de Sancto -Domingo, donde se rehizo de gente y navíos. Partióse deste -puerto en el año de 512, y váse á su Bimine, y queriendo entrar -en la tierra como habia entrado en estas islas, y las nuevas -del salto que hicieron más abajo, en la misma tierra, los -que habemos dicho, que debieran todas aquellas regiones de -haber cundido y alborotado, los de Bimine defendieron su -patria cuanto pudieron, y, peleando con sus pocas armas y -flacas fuerzas, entre los primeros hirieron con una flecha al -Juan Ponce, Adelantado y Gobernador. Parece que aunque no -tienen hierba ponzoñosa por aquella tierra, fué la herida en tal -lugar, que juzgó de sí mismo tener peligro, por lo cual -mandó que todos se recogiesen á los navíos, y dejasen la tierra -y lo llevasen á la Isla de Cuba, que era la tierra más propincua -de donde estaban. En llegando á ella, y creo, si no me -he olvidado, al puerto que hoy se llama del Príncipe, que es -en la dicha isla, pasó desta vida puesto en tanto trabajo; y -por esta manera perdió el cuerpo, gastó gran suma de pesos -de oro, que, como dije, habia allegado con muchas muertes y -vidas dolorosas y amargas de indios, y padeció trabajos muy -grandes yendo y viniendo á Castilla, y á descubrir, y á querer -poblar, y el ánima no sabemos cómo le ha ido. Y así feneció -el adelantamiento de Bimine con todo lo demas.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_462" id="Page_462">[462]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXI.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">En este año de 1511 determinó el almirante D. Diego Colon, -que estas islas y tierras gobernaba, de enviar á poblar -la isla de Cuba, porque hasta entónces no se sabia más de que -era isla, y buena tierra y abundante de comida, y estaba llena -de gente, y como Diego Velazquez, de quien en el libro II, -cap. 10, hicimos mencion, el Comendador Mayor le habia -hecho su Capitan, en las crueldades que se hicieron en las -provincias de Xaraguá, y las por allí comarcanas, y despues -su Teniente de cinco villas de españoles que por ellas se poblaron; -este Diego Velazquez, digo, como fuese el más rico y -muy estimado entre los que acá de los antiguos desta isla, -cuando el almirante D. Diego vino á gobernar, estaban, y habia -tenido tan señalados cargos, y habia sido criado del adelantado -D. Bartolomé Colon, tio del mismo Almirante, hermano -de su padre, como arriba, en el libro I y II, queda muchas -veces tractado, puso los ojos en él, y acordó enviallo á que -poblase la dicha isla de Cuba, porque, en la verdad, ninguno -otro en esta isla se hallara, ya que se habia de enviar á poblar -segun el modo, y leyes, y camino, que en poblar, ó por, con -muy mayor verdad decir, despoblar, y destruir estas tierras -de que se usaba y acostumbraba, que tuviese tales ni tantas -partes. Una era ser más rico que ninguno otro, otra era que -tenia mucha experiencia en derramar ó ayudar á derramar -sangre destas gentes malaventuradas, otra era, que de todos -los españoles que debajo de su regimiento vivian era muy -amado, porque tenia condicion alegre y humana, y toda su -conversacion era de placeres y gasajos, como entre mancebos -no muy disciplinados, puesto que á sus tiempos sabia guardar -su auctoridad y queria que se la guardasen, otra era que<span class="pagenum"><a name="Page_463" id="Page_463">[463]</a></span> -tenia todas sus haciendas en Xaraguá, y en aquellas comarcas, -junto á los puertos de la mar los más propincuos á la isla de -Cuba, que habia de ser poblada. Era muy gentil hombre de -cuerpo y de rostro, y así amable por ello, algo iba engordando, -pero todavía perdia poco de su gentileza; era prudente, -aunque tenido por grueso de entendimiento, pero engañólos -con él. Sabido por esta isla que Diego Velazquez iba por poblador -de Cuba, hobo mucha gente que se moviese á ir con -él, lo uno por las razones declaradas, pero mucho más, cierto, -porque cuantos en esta isla habia, por permision y castigo de -Dios por haber muerto los indios, estaban y vivian necesitados, -que con cuanto oro habian sacado nunca medraron ni -quiso Dios que medrasen, y así estaban todos adeudados y -trampeados, y muchos que no salian de las cárceles, ó de -hecho ó con temor que allí habian de ir á parar, y por esta -causa no dudo yo sino que, como tuviesen esta isla por cárcel, -por salir della con el turco se fueran, yendo á poblar tierras -de nuevo, y de que les habia de repartir los indios teniendo -esperanza. Y generalmente fué aquesta la manera de ir adelante -de unas islas en otras, y de unas de la gran tierra firme -en otras, que nunca salian ni dejaban unas sin que primero no -las hobiesen destruido y muertos los indios dellas, y despues -que allí no enriquecian, porque Dios no consentia que, como dije, -con cuanto robaban y mataban, medrasen, iban á robar y matar -las gentes de adelante. Así fué, que desta isla salieron á la de Sant -Juan, y á la de Jamáica, el año de 9, y tambien á tierra firme -con Nicuesa y Hojeda, y agora, el año de 11, desta salieron para -la de Cuba, y de allí á la Nueva España y á otras partes, como, -placiendo á Dios, se verá. Finalmente, se allegaron, segun -creo, hasta 300 hombres para ir con Diego Velazquez en tres -ó en cuatro navíos, y recogiéronse todos en la villa y puerto -que se llamaba Salvatierra de la Çavana, que es al cabo desta -isla, como en el libro II queda declarado. Pero ántes que pasemos, -en la partida y viaje de Diego Velazquez, y los que con -él fueron, adelante, será bien referir lo que en la misma isla -de Cuba pasaba. Para ésto es de saber, que por las persecuciones<span class="pagenum"><a name="Page_464" id="Page_464">[464]</a></span> -y tormentos que las gentes de esta isla de los españoles -padecian, los que podian huir, ya está dicho arriba en el libro -II, que huian á los montes, y si se pudieran meter en las -entrañas de la tierra se metieran, y porque los de las provincias -de Guahába estaban más propincuas á la isla de Cuba, -porque no hay sino 18 leguas de mar en medio de punta á -punta, muchos indios se metian en canoas, que son sus barquillas -de un madero, como en el libro I se vido, y se pasaban -huyendo á la isla de Cuba, entre los cuales se pasó un señor y -Cacique de la provincia de Guahába, con la gente que pudo, -llamado en su lengua Hatuéy, la é letra luenga, hombre prudente -y bien esforzado, y en la tierra que está más propincua á -la punta ó cabo desta isla, que se llamaba en su lengua Maycí, -la última sílaba luenga, ó por la provincia por allí comarcana, -hizo su asiento, por grado, ó por fuerza quizá de los que por -allí vivian, y más parece que por grado, porque toda la más -de la gente de que estaba poblada aquella isla, era pasada y -natural desta isla Española, puesto que la más antigua y natural -de aquella isla era como la de los Lucayos, de quien hablamos -en el libro I y II ser como los Séres, que parecia no -haber pecado nuestro padre Adan en ellos; gente simplicísima, -bonísima, careciente de todos vicios, y beatísima, si solamente -verdadero cognoscimiento de Dios tuviera. Esta era la -natural y nativa de aquella isla, y llamábanse en su lengua -cibonéyes, la penúltima sílaba luenga, y los desta, por grado -ó por fuerza, se apoderaron de aquella isla y gente della, y -los tenian como sirvientes suyos, no como esclavos, porque -nunca en todas estas Indias se halló que hiciesen diferencia, ó -muy poca, de los libres y áun de los hijos á los esclavos, -cuanto al tractamiento, cuasi por la mayor parte, si no fué en -la Nueva España y en las otras provincias donde acostumbraban -sacrificar hombres á sus dioses, que sacrificaban comunmente -los que en las guerras captivaban por esclavos, pero -desto estaban libres los destas islas. Así que, aquel señor Hatuey, -cognosciendo la costumbre de los españoles, de cuya -cruel servidumbre habia huido, y desterrádose de su propia<span class="pagenum"><a name="Page_465" id="Page_465">[465]</a></span> -patria y señorío para otra, tenia siempre, parece que, sus espías, -que sabian y le traian las nuevas del estado desta isla, -porque debia de temer que algun dia habian de pasarse los -españoles á aquella de Cuba. Y, finalmente, parece que supo -la determinacion de los españoles, que estaban para pasarse á -ella. Tenida esta nueva, un dia juntó su gente toda, y debia -ser los hombres de guerra, y comiénzales á hacer un sermon, -reduciéndoles á la memoria las persecuciones que los españoles -habian hecho á la gente desta isla Española, diciéndoles: -«Ya sabeis cuáles los cristianos nos han parado, tomándonos -nuestras tierras, quitando nuestros señoríos, captivando nuestras -personas, tomando nuestras mujeres y hijos, matando -nuestros padres, hermanos, parientes y vecinos; tal Rey, tal -señor de tal provincia y de tal pueblo, mataron; todas las gentes -súbditas y vasallos que tenian, las destruyeron y acabaron; -y si nosotros no nos hobiéramos huido, saliendo de nuestra -tierra y venido á ésta, tambien fuéramos muertos por ellos -y acabados, ¿vosotros sabeis por qué todas estas persecuciones -nos causan, ó para qué fin lo hacen?» Respondieron todos: -«Hácenlo porque son crueles y malos.» Respondió el señor: -«Yo os diré por qué lo hacen, y ésto es, porque tienen un Señor -grande á quien mucho quieren y aman, y ésto yo os lo -mostraré.» Tenia luégo allí encubierta una cestilla hecha de -palma, que en su lengua llamaban haba, llena, ó parte della, -con oro, y dice: «Veis aquí su Señor, á quien sirven y quieren -mucho, y por lo que andan; por haber este Señor nos -angustian, por éste nos persiguen, por éste nos han muerto -nuestros padres y hermanos, y toda nuestra gente, y nuestros -vecinos, y de todos nuestros bienes nos han privado, y por -éste nos buscan y maltratan, y porque, como habeis oido ya, -quieren pasar acá, y no pretenden otra cosa sino buscar este -Señor, y por buscallo y sacallo han de trabajar de nos perseguir -y fatigar, como lo han hecho en nuestra tierra de ántes, -por eso, hagámosle aquí fiesta y bailes, porque cuando vengan -les diga ó les mande que no nos hagan mal.» Concedieron -todos que era bien que le bailasen y festejasen; entónces<span class="pagenum"><a name="Page_466" id="Page_466">[466]</a></span> -comenzaron á bailar y á cantar, hasta que todos quedaron cansados, -porque así era su costumbre, de bailar hasta cansarse, -y duraban en los bailes y cantos desde que anochecia, toda -la noche, hasta que venia la claridad, y todos sus bailes eran -al son de las voces, como en esta isla, y que estuviesen 500 -y 1.000 juntos, mujeres y hombres, no salian uno de otro con -los piés ni con las manos, y con todos los meneos de sus cuerpos, -un cabello del compás; hacian los bailes de los de Cuba á -los desta isla gran ventaja en ser los cantos á los oidos muy -más suaves. Así que, despues que bailando y cantando ante la -cestilla de oro, se cansaron, tornóles el Hatuey á hablar, diciendo: -«Mirad, con todo ésto que he dicho, no guardemos á -este Señor de los cristianos en ninguna parte, porque, aunque -lo tengamos en las tripas, nos lo han de sacar; por eso, echémoslo -en este rio, debajo del agua, y no sabrán dónde está.» -Y así lo hicieron, que allí lo ahogaron, ó echaron; ésto fué -despues por los indios dicho, y entre nosotros publicado. Otras -cosas notables hay que decir desde Cacique y señor Hatuey, -que despues, á su tiempo y lugar, se dirán.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_467" id="Page_467">[467]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Tambien parece ser cosa conveniente, que ántes que refiramos -la pasada y obras de los españoles á la isla y en la isla -de Cuba, tractemos de la grandeza, sitio y hechura della, y -sus calidades, y las cosas que contiene, y lo tocante á las -costumbres y religion de las gentes naturales della, lo que no -hicimos desta isla Española en esta historia, porque era cosa -muy larga, pero explicámoslo en nuestra Historia Apologética -muy en particular, y en general de la de Cuba, y por eso será -razon de la de Cuba en este lugar particularizarlo. Cuanto, pues, -á lo primero, la isla de Cuba tiene de longura pocas ménos -de 300 leguas, andadas por tierra, puesto que por el aire y por -el agua no haya tantas. De ancho tiene, tomándola del cabo ó -punta primera oriental, que llamamos de Maycí, cuasi al tercio -della, 55 ó 60 leguas, y luégo se comienza á ensangostar -y va siempre de allí hasta el cabo postrero ó punta occidental, -poco más ó poco ménos angosta de 20 leguas. Su sitio es dentro -del trópico de Cáncer en 20 y 20 y medio y hasta 21°. Es -cuasi toda tierra llana y llena toda de montes ó florestas; -desde la punta oriental de Maycí, 30 leguas ó más, tiene altísimas -sierras, y al Poniente, pasadas las dos tercias partes de -toda ella, tambien las hay, y al medio della, eso mismo, hay -otras, puesto que no muy altas. Salen muy graciosos rios de -una parte al Norte, y de otra á la del Sur, llenos de pescados, -mayormente lizas y sávalos, y estos entran y suben de la -mar. Cuasi en el medio de la isla tiene infinitas isletas juntas -por la banda del Sur, que, como dijimos en el libro I, el Almirante, -cuando la descubrió al segundo viaje, las llamó el -Jardin de la Reina. Otras tiene, aunque no tantas, por la del -Norte, que nombró el Jardin del Rey, Diego Velazquez; á la<span class="pagenum"><a name="Page_468" id="Page_468">[468]</a></span> -parte ó costa del Sur, ó austral, sale cuasi al medio della un -rio poderoso que los indios llamaban Cauto, de muy hermosa -ribera, en el cual se crian infinitos cocodrilos, que abusivamente -llamamos lagartos, de los mismos que cria el rio -Nilo, que suelen ser muy nombrados, ó por ventura se crian -en la mar y suben el rio arriba, y los que pasan por este rio -es menester no descuidarse, mayormente si les toma la noche -en la ribera dél, porque salen fuera del agua y andan por -tierra, y llevan el hombre que hallan durmiendo ó descuidado -arrastrando al agua, donde lo matan y comen, sin dejar dél -nada; y al pasar el rio suelen echar mano de los que van á -pié, y tambien de los caballos. Esto mismo hacen donde quiera, -en estas Indias, que los hay, mayormente en la tierra firme -á la costa del Sur, en unas partes más y en otras ménos, -son bravos segun están encarnizados. En todas estas islas, cuatro, -no hay, ni ha habido, destos cocodrilos, sino en la de -Cuba, y en ella, sólo en el dicho rio y á la banda austral, -porque á la del Norte, ni en ella, ni en otra, excepto en la -tierra firme como en el rio de Cumaná y en los de por abajo, -que hay hartos. Los tiempos pasados, agora cincuenta años, -pareció uno dellos en esta isla, á la misma banda del Sur, hácia -la villa de Salvatierra de la Çavana, que es, como se ha dicho, -al cabo desta isla, no me acuerdo bien si lo mataron. -Al propósito tornando, muchos rios y arroyos tuvieron mucho -oro, dello de marca que el castellano valia 450 maravedís; -otro habia más fino y de más quilates que valia á 470 maravedís, -y ésto solamente lo habia en las sierras y rios que salen -al puerto de Xagua, que se dirá; otro habia bajo que valia -á ducado el peso por tener mucho cobre. La dicha isla de -Cuba es, como dije, muy montuosa, que cuasi se pueden andar -300 leguas por debajo de árboles; estos son diversos como los -desta Española, y entre otros hay muy hermosos cedros, odoríferos -y colorados, gruesos, como gruesos bueyes, de que hacian -grandes canoas los indios, que cabian 50 y 70 hombres, -para navegar por la mar, y destas era Cuba muy rica en su -tiempo y abundante. Hay otros árboles de estoraque, los cuales<span class="pagenum"><a name="Page_469" id="Page_469">[469]</a></span> -no cognoscemos, mas que, si nos ponemos en algun alto en -las mañanas, es cosa maravillosa el olor tan suave que se -siente, que no parece sino que junto con el hombre, se quema -preciosísimo estoraque, y ésto se siente por las mañanas, por -los vapores de la tierra que lo suben, saliendo el sol, de los -fuegos que los indios hacian de noche, como siempre tengan -fuego de noche, no porque haga frio, sino fresco para ellos que -no tienen como nosotros las camas, sino unas hamacas. Hay -unos árboles que dan una fruta que se llamaban xáguas, la -primera sílaba luenga, que son tan grandes como unos riñones -de ternera, las cuales, quitadas del árbol, aunque no estén -maduras, y aporreadas, y dejadas en un rincon de casa tres ó -cuatro dias madurar, se hinchen todas de miel, y todo lo que -tienen dentro, que es cierta carne, ó no sé á qué la compare, -no es ménos sabrosa, y podré decir más que una pera enmelada -y sazonada. Hay en toda la isla de Cuba tantas de parras -monteses y de uvas en ellas, que hay lugares donde en un -tiro de ballesta en rededor, se podrian coger cien cargas, y -doscientas de uvas, y hacer vino dellas, puesto que ágrio, y yo -lo bebí no muy ágrio, por manera, que si se cultivasen y les -diese el sol y el viento, sin duda se harian domésticas y suaves, -pero como están entre los montes y grandes árboles, ni -el sol las calienta, ni refresca el aire; y como ya dije, la isla -tiene de luengo cerca de 300 leguas, y se puede andar toda -por debajo de los árboles, y en todos los montes haya parras, -soliamos decir que habiamos visto viña tan grande que duraba -300 leguas. El gordor de muchas parras dellas, las vimos -mucho mayor de un hombre, y no es encarecimiento decir -ésto, y no es maravilla, pues los cedros y otros árboles son -tan gruesos como arriba decimos, lo cual causa la gran humidad -y fertilidad y grosedad de la isla. Toda ella es más fresca -y más templada que esta isla Española, y es tierra muy sana. -Tiene puertos admirables, muy más cerrados y seguros para -muchas naos, que si los hobieran hecho á mano, en especial -en la costa ó ribera del Sur, como es el de la ciudad de Santiago, -el cual es de la forma de una cruz, pero el de Xágua no<span class="pagenum"><a name="Page_470" id="Page_470">[470]</a></span> -creo yo que puede ser otro mejor, y ni quizá tal en todo el -mundo. Entran las naos por aquella angostura, que terná un -tiro de ballesta ó poco más, si no me he olvidado, y dentro hay -10 leguas de agua con tres isletas que á la una ó á las dos de -las cuales pueden atar las naos en un estaca sin que se meneen -de allí, porque toda aquella anchura y capacidad del -puerto está cerrada de sierras como, si estuviesen dentro de -una casa. Es tanta la multitud de pescado que en él hay, mayormente -de lizas, que tenian los indios dentro del mismo -puerto, en la misma mar, corrales hechos de cañas hincadas, -dentro de los cuales estaban cercadas y atajadas 20, y 30 y -50.000 lizas, que una dellas no se podia salir, de donde con -sus redes sacaban las que querian, y las otras dejábanlas de -la manera que las tuvieran en una alberca ó estanque. En la -ribera ó costa del Norte hay buenos puertos, y el mejor y -mucho bueno es el que llaman de Carenas y agora de la Habana; -éste es él mucho bueno y capaz de muchas naos, y -pocos hay en España, y quizá ni en muchas partes del mundo, -que se le iguale, y éste cae casi al cabo de la isla, hácia el -Poniente; y 20 leguas de allí, más al Levante, hay otro llamado -el de Matanzas, pero no es muy seguro ni guardado. El -puerto que llaman del Príncipe tambien es muy bueno, y -éste cuasi está al medio de la isla, y cuasi al cabo hay otro llamado -de Baracoa, razonable, y otros en medio destos, algunos, -que son buenos surgideros para navíos no muy grandes. Las -aves que hay en aquella isla son muchas, como palomas, y -tórtolas, y perdices naturales como las de España, pero son -menores, y fuera de las pechugas, en lo demas tienen poca -carne, y, si no es en aquella isla, ni en esta Española, ni en -otra destas islas, perdices no las hay. Lo mismo decimos de -grullas, que en sola Cuba se hallan, sino en la tierra firme hay -tambien otras aves que en ninguna parte destas Indias, islas -ni tierra firme no se han hallado, á cuanto yo tengo entendido; -estas son unas aves de la misma forma y grandor de grullas, -las cuales al principio son blancas como una paloma bien -blanca, y poco á poco se van haciendo coloradas, y al cabo<span class="pagenum"><a name="Page_471" id="Page_471">[471]</a></span> -ninguna pluma tienen que no sea muy colorada, cosa hermosa -es de ver. Y si estas aves alcanzaran los indios de la Nueva -España, por ser tan curiosos artífices de hacer cosas de pluma, -lo que ningunas gentes del mundo hasta hoy se hallaron -que tales obras hiciesen, tuviéranlas por cosa muy preciada; -y es cosa de ver cuando se comienzan á colorar, que como -siempre están 500 y 1.000 juntas, no parecen sino greyes de -ovejas señaladas ó almagradas, comunmente no andan volando -como las grullas, sino que siempre están en la mar, todas -las zancas ó piernas metidas en el agua salada, los piés en el -suelo que no les llega á la pluma el agua, y ésto es porque -no se mantienen sino de las hierbas, ó quizá pescadillos que -están dentro de la mar, y deben beber de la misma agua, -porque si los indios tomaban alguna dellas para tenerla en -casa, le han de echar el caçabí ó lo que les dan de comer -en un vasija de agua, y en ella echalles un puño de sal. Hay -inmensidad de muy graciosos papagayos muy verdes, y sólo -tienen sobre el pico, en la frente, una poquita de pluma -colorada, y en ésto difieren de los desta isla Española, porque -los desta, aquello de sobre el pico es blanco ó cuasi como -pelado. Por Mayo, y desde adelante cuando ellos son nuevos, -son de comer, cocidos y asados, muy mejores que zorzales en -su tiempo, ni otras buenas aves. Tomaban los indios por ésta -manera cuantos querian sin que uno se les fuese; sobíase un -niño de diez ó quince años en un árbol con un papagayo vivo, -poníase sobre la cabeza una poca de hierba ó paja, y en tocando -con la mano en la cabeza del papagayo dá luégo voces -como quejándose, luégo todos los papagayos que andan en el -aire, que son innumerables, en oyendo al papagayo atado, se -vienen, sin quedar ninguno, y asiéntanse en el árbol; el muchacho -tiene una varilla muy delgada con un hilo delgado, y -al cabo hecho un lazo, y su poco á poco echa el lazo al pescuezo -de cada papagayo, porque no se asombra de la varilla, -ántes piensa que es cosa del mismo árbol, y tira y traelo á la -mano, tuércele la cabeza y échalo abajo; y así hace á todos -los que quiere, hasta que ve abajo el suelo cubierto de papagayos,<span class="pagenum"><a name="Page_472" id="Page_472">[472]</a></span> -que le parece que no podrá llevar más á cuestas de los -echados, y si de una vez quisiese llevar mil, y diez mil, podria -matallos, porque por demas es que los papagayos se levanten -del árbol, en tanto que el papagayo atado se quejare -ó graznare. Hay unas aves que vuelan cuasi junto con el suelo, -que los indios llamaban biáyas, la média sílaba luenga, que -los indios corriendo las alcanzaban, y tambien con perros, si -no me he olvidado, las cuales, cocidas, hacen el caldo como -azafranado; son muy sabrosas y teniamos en lugar de faisanes. -Habia en aquella isla una especie de caza harto provechosa y -abundante, que los indios nombraban guaminiquinájes, la -penúltima luenga; éstos eran tan grandes como perrillos de -halda, tenian muy sabrosa carne, y, como dije, habia dellos -grande abundancia. Tenian dos hombres que comer en uno, -al ménos dos para entre tres bastaba; matábanse por piés y -con un garrote, y mucho más con perros, porque eran en -correr muy torpes. Despues que hobo puercos de los nuestros -los acabaron todos, como en esta isla las hutias, que era otra -especie de caza; la hechura era, y en especial la cola, como -de ratones. Habia y hay en aquella isla culebras admirables, -gruesas como una gorda pierna de hombre, y muy grandes, -todas de pintura pardas, muy torpes, que las pisaba el hombre, -hechas roscas, y cuasi no lo sentian. Habia eso mismo -iguanas, que son propias sierpes, de hechura de lagartos, tan -grandes como unos perrillos de halda, pintadas. El comer -dellas, dicen los nuestros, que exceden á faisanes, pero nunca -pudieron conmigo que las probase. De pescado es aquella isla -muy demasiadamente copiosa y abundante por ambas á dos -costas ó partes, lizas, mojarras de las de Castilla y sávalos -muy grandes, y agujas, y otros muchos pescados; pero por la -banda ó costa del Sur, como hay infinitas isletas, como dije -llamarse Jardin de la Reina, y la mar hace mucho remanso -entre ellas y la grande, críanse por allí tantas de tortugas -que no tienen número, cuya pesquería es admirable: las tortugas -son tan grandes como una gran rodela, y áun como una -adarga, pesa cada una, con la carne ó pescado y manteca que<span class="pagenum"><a name="Page_473" id="Page_473">[473]</a></span> -tiene, comunmente cuatro arrobas, que es un quintal. Es muy -buena de comer y cosa muy sana, la manteca della es como -enjundia de gallina, muy amarilla, que parece, derretida, como -oro. Es buena para limpiar lepra y sarna, y enfermedad semejante. -Hay para comer en una tortuga 10 hombres que se -harten, y más; tiene 500 y 600 huevos como de gallina; no -tienen cáscara, sino una tela delgada; salen de la mar á poner -los huevos en tierra, y entiérranlos en el arena, y el sol -con el arena los ampolla, y de cada huevo sale una tortuguita -y luégo van todas á buscar la mar por instinto natural. La -pesca dellas es con este arte; tomaban los indios un pece que -llaman los marineros pece reveso, que será como una buena -y gorda sardina en el tamaño, y atábanle un cordel bien delgado -á la cola, y de largo 30 y 50 brazas, segun convenia ser -largo, y echábanlo á la mar, el pececillo va luégo á buscar -las tortugas, y en hallándolas pegábasele á una en la concha -de abajo, y cuando el indio via que sería tiempo, tiraba de -su hilo ó cordel su poco á poco, y traia por el agua la tortuga -que pesaba un quintal, como si trujera una chica calabaza; -el pezecillo reveso, en pegándose, donde quiera que se pegue, -nunca se puede de allí quitar, sino haciéndolos pedazos. -Desta manera se tomaban tantas tortugas, que á cada paso se -podia hacer y se hacia una carnicería de tanta carne, ó lo que -es, como se podria hacer de cien vacas; y así, acaecia venir -300 ó 400 indios de aquella carne ó pescado cargados, que -nos presentaban. Porque así como decimos que tenian de lizas -corrales, así tambien los tenian, entre aquellas isletas, de tortugas, -quinientas y mil juntas, que ninguna salia ni se podia ir -de los cercados hechos de seto de cañas. Allende de todo lo -dicho, cuanto al pan caçabí, hallamos aquella isla llena de -aquellas sus labranzas, y nunca se ha hallado tierra en estas -Indias, que en abundancia de comida y de las cosas necesarias, -le hiciese ventaja.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_474" id="Page_474">[474]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIII.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Dicho de aquella isla lo que toca á la grandeza, sitio y cualidades, -y de lo que en sí contenia, como está declarado, consiguientemente -se sigue deber decir lo que concierne á la gente -de que la hallamos poblada. Las gentes que primero la poblaron -eran las mismas que tenian las islas de los Lucayos pobladas, -gentes simplicísimas, pacíficas, benignas, desnudas, sin -cuidado de hacer mal á nadie, ántes bien, unas á otras, como -parece asaz claro en el libro I, cuando las descubrió y anduvo -entre ellas muchos dias el primer Almirante, se favorecian. -Despues pasaron desta isla Española alguna gente, mayormente -despues que los españoles comenzaron á fatigar y -á oprimir los vecinos naturales desta, y, llegados en aquella, -por grado ó por fuerza en ella habitaron, y sojuzgaron por -ventura los naturales della, que, como dije arriba, llamábanse -cibunéyes, la penúltima luenga, y, segun entónces creimos, no -habia cincuenta años que los desta hobiesen pasado á aquella -isla. Finalmente, la gente que hallamos en ella era poco más -ó poco ménos como la de ésta, escepto la de los dichos cibunéyes, -que, como dije, muy modesta y simplicísima. Tenian -sus Reyes y señores, y sus pueblos de 200 y 300 casas, y en -cada casa muchos vecinos, como acostumbraban los desta -isla. Vivian todos pacíficos, no me acuerdo que oyésemos -ni sintiésemos que unos pueblos contra otros, ni señores con -otros, tuviesen guerra. Estaban, como dije, abundantísimos -de comida y de todas las cosas necesarias á la vida; tenian -sus labranzas, muchas y muy ordenadas, de lo cual, todo -tener de sobra y habemos con ello matado la hambre, somos -oculares testigos. Tambien dije que sus bailes y cantos eran -más suaves y mejor sonantes, y mas agradables que los desta<span class="pagenum"><a name="Page_475" id="Page_475">[475]</a></span> -isla. La religion que tenian ninguna era, porque ni tenian templos, -ni ídolos, ni sacrificios, ni cosa que cerca desto pareciese -á idolatría, sólo tenian los sacerdotes, ó hechiceros, ó médicos -que en nuestra Apologética Historia dijimos tener las -gentes desta isla, los cuales se cree que hablaban con los demonios, -ó los demonios les declaraban sus dudas y les daban, -de lo que pedian, respuestas. Y para ser dignos de aquella vision -ó comunicacion diabólica, desta manera que diremos se -disponian: ayunaban tres y cuatro meses, y más, continuos, -que cuasi cosa no comian, si no era cierto zumo de hierbas que -sólo bastaba para no espirar y salírseles el ánima, despues -que así quedaban flaquísimos y macerados, eran ya dignos y -aptos para que les apareciese aquella vision infernal, y con -ellos comunicase, y apareciéndoles, notificaba si habia de haber -buenos ó malos temporales, si enfermedades, si hijos les -nacerian ó vivirian los ya nacidos, y otras cosas que le preguntaban; -y estos eran sus oráculos, como fué costumbre en -todas las naciones del mundo, que carecieron del cognoscimiento -del verdadero Dios, tener ciertos hechiceros ó sacerdotes, -hombres ó mujeres, que llamaban pythios ó pythias, que -de tal manera tenia pacto con el diablo, que, ó se le revestia -en el cuerpo, ó le aparecia en alguna manera ó forma, del cual -tenian sus respuestas, y sabian las cosas por venir que los -demonios podian saber por vía natural ó experiencia, como -que desde á tantos dias lloveria ó cosas semejantes. Y es de -saber, que siempre los demonios tuvieron industria de ganar -algunas personas en toda la gentilidad, que tenian por principales -ó inmediatos ministros, con los cuales engañaban á toda -la otra gente, y estos escogian segun las inclinaciones cognoscian -tener para las supersticiones más aparejadas, á los cuales -por diversas vías, permitiéndolo Dios por sus pecados, engañaban -y ganaban, y despues obligábanlos con pacto expreso -ó tácito de serles subjectos y obedientes, y los demonios á ellos, -para hacer lo que les mandasen. Desto hablamos muy largo -en nuestra Historia Apologética, descubriendo grandes cautelas -de los demonios, astucias y engaños con que señorearon<span class="pagenum"><a name="Page_476" id="Page_476">[476]</a></span> -por esta vía todo el linaje humano. Así era en estas gentes, de -gracia y de doctrina, como todas las otras del mundo, desmamparadas, -y por medio destos, que los indios llamaban en la lengua -desta Española y de Cuba behíques, la media sílaba luenga, -debian sembrar en toda la otra gente muchas supersticiones -y agorerías, y ramos, ó señales de idolatría, que nosotros por -aquellos tiempos de escudriñarlo no curamos, y así los tuvieron -en esta isla Española, como en el susodicho libro declaramos. -Hacíanse aquellos behíques ó hechiceros, médicos, y curaban -soplando, y con otros actos exteriores, y hablando entre dientes -algunas palabras. De cualquiera destas supersticiones, y -de tener respuestas del demonio echan luégo mano los españoles -para blasfemar destas gentes, y piensan que por aquellas -supersticiones tienen mayor derecho á roballas oprimillas -y matallas, lo cual les proviene por grande ignorancia -de la ceguedad y errores, supersticiones y idolatría de la -gentilidad antigua, en las cuales no estuvo ménos zabullida -España, y á aquella ignorancia no faltó ni falta en los -nuestros malicia grande, que la acompaña, por justificar -sus crueles obras si pudiesen algo; y sepan lo que debian de -considerar, que donde quiera que doctrina y la palabra de -Dios falta, por muy políticos, y sábios, y áun cristianos que -sean los hombres, se olvidan y depraban, y hallarán por experiencia -que en los pueblos donde hay frecuencia de sermones, -la gente suele haber morigerada, compuesta y bien ordenada, -y donde más mucho más; por el contrario, donde hay -pocos ó ningunos, verán los hombres, por la mayor parte, -sueltos, descompuestos, desbaratados en las costumbres, y -poco á poco se tornan insensibles para las cosas espirituales -como animales y brutales, y así, una de las mayores plagas y -azotes que Dios suele dar á los pueblos, que determinan desmampararse -de la palabra de Dios es de sermones privallos, y -así lo amenaza Dios por los profetas: <i>Mittant famem in terram, -non famem panis sed audiendi verbum Dei</i>, etc. Así que, ninguno -se maraville ni haga contra estas gentes ascos, porque, donde -quiera que gracia y doctrina falta, no hay causa de nos<span class="pagenum"><a name="Page_477" id="Page_477">[477]</a></span> -maravillar de los defectos y pecados que tienen y hacen, sino -de los que no tienen y no hacen hay razon y materia de nos -espantar. Cognoscimiento tenian estas gentes de Cuba, de que -habia sido el cielo y las otras cosas criadas, y decian que por tres -personas, y que la una vino de tal parte, y la otra de tal, con -otras patrañas; yo les decia que aquellas tres personas eran un -verdadero Dios en Trinidad, etc. Tuvieron noticia grande del -Diluvio, y que se habia perdido el mundo por mucha agua. Decian -los viejos de más de setenta años, que un hombre, sabiendo -que habia de venir el Diluvio, hizo una nao grande, y se metió -en ella con su casa, y muchos animales, y que envió un cuervo, -y no volvió por comer de los cuerpos muertos, y despues -envió una paloma, la cual volvió cantando y trujo una rama -con hoja que parecia de hovo, pero que no era hovo; el cual -salió del navío, y hizo vino de las parras monteses que hay -en Cuba, y se embriagó, y teniendo dos hijos, el uno se rió y -dijo al otro, echémonos con él, pero el otro le riñó y cubrió al -padre; el cual, despues de dormido el vino y sabida la desvergüenza -del hijo, lo maldijo, y al otro dió bendiciones, y que de -aquel habian procedido los indios destas tierras y por eso no -tenian sayos ni capas, pero los españoles, del otro que no se -rió, por lo cual andaban vestidos y tenian caballos. Esto refirió -un indio viejo de más de setenta años, á un español llamado -Gabriel de Cabrera, porque un dia, riñendo con él y llamándole -perro, respondió el indio: «¿Por qué me riñes y llamas -perro? ¿Por ventura, no somos hermanos todos? ¿Vosotros no -procedeis del un hijo de aquel que hizo la nao grande por salvarse -del agua, y nosotros del otro?» Esto refirió despues el -mismo indio delante de muchos otros españoles, publicado por -el dicho Cabrera su amo, y el mismo Cabrera me lo dijo á mí, -despues muchos años, haber así acaecido; era hombre prudente -y honrado. Cerca de las costumbres y leyes que tenian, como -duraron poco por la causa que los desta isla Española, ni los -primeros que allí fuimos, ni los que despues aquella isla asolaron -no entendimos dellas nada. Lo que podemos con más seguridad -dellos juzgar es, que pues los hallamos en sus pueblos,<span class="pagenum"><a name="Page_478" id="Page_478">[478]</a></span> -y con sus señores y Reyes pacíficos y ordenados, que, <i>manu -regia</i>, como antiguamente se rigieron sin leyes, al principio, -los romanos, por alvedrío y prudencia del Rey, así estos debian -en aquella isla entre sí, en justicia y paz, ser gobernados. -Y éste es muy claro y averiguado argumento, y señal de -haber justicia y ejercicio della en algun reino, ciudad ó pueblo, -ó de la gente ser en sí virtuosa, cuando entre los vecinos -hay paz, y cada uno vive y está contento con lo suyo porque -sin justicia, segun el Filósofo y Sant Agustin, en el libro II, capítulo -21, <i>De Civitate Dei</i>, ninguna comunidad de gente junta, -aunque sea en una casa, puede permanecer ni mucho durar. -Pues como estas gentes desta isla y de la de Cuba, y de todas -estas Indias, las hayamos hallado vivir en pueblos y en ayuntamientos -grandes, como lugares y ciudades, aunque más dellos -no sepamos, podemos razonablemente juzgar que, ó eran con -justicia por sus mayores gobernadas, ó que de su propia y natural -condicion vivian cada uno sin ofensa y daño de los demas. -Como dijimos en nuestra Apologética Historia, las gentes destas -cuatro islas, Española, Cuba, Sant Juan y Jamáica, y las de los -Lucayos, carecian de comer carne humana, y del pecado contra -natura, y de hurtar y otras costumbres malas; de lo primero -ninguno dudó hasta hoy, de lo segundo, tampoco aquellos -que tractaron y cognoscieron estas gentes, solamente -Oviedo que presumió de escribir historia á lo que nunca vió, -ni cognosció, ni vido algunas destas, las infamó deste vicio nefando, -diciendo que eran todos sodomitas, con tanta facilidad -y temeridad, como si dijera que la color dellas era un poco -fusca, ó morena más que la de los de España. Es verdad, lo -que aquí digo, que por muchos años que en esta isla estuve, -y vide, y cognoscí las gentes della, y tracté con los españoles -y con religiosos, y españoles que con el primer Almirante la -primera vez vinieron, y con mi mismo padre que con él entónces -vino, y que nunca jamás oí ni sospeché, ni sentí que -hombre hablase, ni sospechase, ni sintiese dellas cosa deste -vicio, más que se habla, ni entiende, ni se siente, ni sospecha -de los de España que son los nuestros, ántes oí decir algunas<span class="pagenum"><a name="Page_479" id="Page_479">[479]</a></span> -veces á los mismos españoles que los oprimian y acabaron de -matar, «¡oh, qué gente tan bienaventurada era ésta si fueran -cristianos!» cognosciendo la bondad natural que tenian y carecian -de vicios; y despues, mirando yo de propósito en ello, -y preguntando á personas que pudieran saber ó sospechar -algo dello, si lo hobiera, y me fué siempre respondido, que -ninguna memoria ni sospecha se tuvo desto. Y entre otras -personas fué una mujer vieja, india, Cacica ó señora, que habia -sido casada con un español de los primeros en esta isla, -estándola yo confesando, miré en preguntarle si ántes que los -españoles á esta isla viniesen habia entre los hombres alguna -costumbre, ó mácula deste vicio, y me respondió: «Padre, no, -porque si la hobiera entre los indios, las mujeres, á bocados, los -comiéramos y no quedara hombre dellos vivo.» En la isla de -Cuba, cuando allí fuimos, hallamos un indio sólo que traia -unas naguas, que es vestidura de mujeres, con que se cubren -desde la cinta á la rodilla, de lo cual tuvimos alguna sospecha -si habia algo de aquello, pero no lo averiguamos, y pudo -ser que por alguna causa, aquel ó otros, si quizá los habia, se -dedicasen á hacer oficios de mujeres y trujese aquel vestido, -no para el detestable fin, de la manera que refiere Hipócrates -y Galeno, que hacen algunas gentes cithias, los cuales por andar -mucho á caballo, incurren cierta enfermedad, y para sanar -della sángranse de ciertas venas, de donde finalmente les -proviene á que ya no son hombres para mujeres, y, cognosciendo -en sí aquel defecto, luégo mudan el hábito, y se dedican, -ofrecen y ocupan en los oficios que hacen las mujeres, -y no para otro mal efecto, así pudo ser allí, é en otras partes -destas Indias donde aquellos se hallasen, ó por otras causas, -segun sus ritos y costumbres, y no para fin de aquellas vilezas. -Afirmar, pues, como hace Oviedo que todos eran sodomitas -los que aquella y desta isla, bien creo, que de haberlo escripto, -donde quiera que hoy está le pesa, y plega á Dios que sea -pesar con fruto de conciencia; levantóles á estos destas islas -y á otros muchos destas Indias, falsísimos testimonios, cierto, -infamándolos de grandes pecados y de ser bestias, porque<span class="pagenum"><a name="Page_480" id="Page_480">[480]</a></span> -nunca abrió la boca, en tocando en indios, sino para decir mal -dellos, y estas infamias han volado cuasi por todo el mundo, -como há dias que temerariamente publicó su falsa historia, -dándole el mundo crédito, el cual él no merecia por sus falsedades -grandes y muchas que dijo destas gentes, pero el -mundo no considera más de que se ponga en molde, cualquiera -que sea, con que tenga cosas nuevas y sabrosas, ó conformes -á lo que para sostener los suyos mundanamente desea, -y porque costumbre vieja suya es rescibir é creer más fácilmente -lo malo que lo bueno. Puesto que si la historia de -Oviedo llevara en la frente escripto como su autor habia -sido conquistador, robador y matador de los indios, y haber -echado en las minas gentes dellos, en las cuales perecieron, y -así ser enemigo cruel dellos, como se dirá, y él mismo lo confiesa, -al ménos entre los prudentes y cristianos cuerdos, poco -crédito y auctoridad su historia tuviera.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_481" id="Page_481">[481]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">CAPÍTULO XXIV.</h2> - -<hr class="d3" /> - -<p class="p2">Era gente pacífica, como dije, y benigna la de Cuba como -la desta isla Española, y creo que podia decir que á la desta, -en ello, excedia, puesto que no se qué mayor señal de benignidad -puede decirse que la que al Almirante primero, y á los -primeros cristianos que con él, al descubrimiento desta tierra, -vinieron, el rey Guacanagarí en su hospedaje y tractamiento, -por muchos dias, como en el libro I dijimos, hizo. Igual desta -parece la benignidad y caritativo acogimiento, que los vecinos -de la provincia ó pueblo de Cueyba, en la isla de Cuba, -hicieron à Alonso de Hojeda y á su compañía, cuando salieron -de la gran ciénaga cuasi muertos, como en el libro II, capítulo -60, se dijo, donde los pudieran matar á todos sin que -hobiera memoria dellos, como lo pudiera hacer el dicho Rey -Guacanagarí al Almirante viejo cuando se le perdió la nao -en aquel puerto que llamó de la Navidad. Lo mismo hicieron -los mismos indios vecinos de la dicha isla de Cuba al bachiller -Anciso, y á Çamudio y á Valdivia, cuando vino echado Anciso -de tierra firme, como se dirá, con un navío y ciertos marineros, -harto sólo y desbaratado, y en especial le fué hecho -amorosísimo acogimiento por un gran señor y Rey de la provincia -ó pueblo que se llamaba Macáca, la media sílaba -luenga, que es á la costa de la mar del Sur, y tiene un puerto -15 ó 20 leguas del de Santiago, si no me he olvidado. Este -Rey ó Cacique se nombró el Comendador, la razon de su -nombre diremos luégo, el cual hizo y su gente, á Anciso y á -los que con él venian, tantas y tales obras, que en su misma -casa no le fueran hechas mejores. Y otros españoles habian -venido ántes por allí, (porque todos los desbaratados que venian -de tierra firme aportaban á aquella isla), que habian rescibido<span class="pagenum"><a name="Page_482" id="Page_482">[482]</a></span> -las mismas; de los cuales se quedó un marinero en -aquel pueblo de aqueste señor, enfermo, por no estar para -pasar con los demas en canoas, á lo que creo, á esta isla. Este -marinero, con lo que sabia de cristiano, aprendido algo de -aquella lengua, enseñó al Cacique y á su gente algunas cosas -de Dios, en especial los impuso en devocion de Nuestra Señora, -diciendo que era Madre de Dios, y que habia quedado -despues del parto vírgen, mostrándoles una imágen de la Vírgen -que en papel traia, la cual le pidió el Cacique, y recitábales -muchas veces el Ave-María. Inducióle que hiciese hacer -una iglesia como casa de Nuestra Señora, la cual hicieron y -un altar en ella; la cual, luégo adornaron con cosas hechas -de algodon, segun que mejor pudieron. Pusiéronle muchas -vasijas de comida y de agua, creyendo que de noche ó de dia, -si tuviese hambre, comeria; enseñóles como á las mañanas y -á las tardes fuese el Cacique y los vecinos á saludar á Nuestra -Señora, diciendo la oracion angélica. El Rey y todos entraban -en la iglesia y se hincaban de rodillas, las cabezas bajas, juntas -las manos, muy humildes, diciendo: «Ave-María, Ave-María, -Sancta María, ayúdanos» porque más adelante destas -palabras, si no eran pocos, de coro aprender no podian. Quedóles -esta costumbre despues que el marinero sanó y se pasó -á esta isla, que no pasaba dia que su devocion y oraciones no -proseguian; y cuando llegó el bachiller Anciso y los que con -él iban, luégo el Cacique y Rey Comendador los tomó por la -mano con grande alegría y llevó á la iglesia, señalándoles con -el dedo la imágen, diciendo que aquello era gran cosa, y que -la querian mucho porque era la Madre de Dios, Sancta María. -Fué inestimable la devocion que el Cacique y toda su gente -tuvieron á Nuestra Señora, en cuyo honor lo compusieron -cantares y bailes, repitiendo en ellos muchas veces Sancta María; -y, segun Anciso referia, vieron patentes milagros que Nuestra -Señora con ellos hizo, de donde procedió devocion á otros -pueblos con quien tuvieron ciertas pendencias, segun dijo -Anciso. Hace mencion de todo ésto Pedro Mártir, en su Década -segunda, cap. 6.º, escribiéndolo al Papa Leon X, habiéndolo<span class="pagenum"><a name="Page_483" id="Page_483">[483]</a></span> -oido en Valladolid del mismo Anciso. El cual dice al -Papa por estas palabras en el fin de aquella epístola: <i>Hæc -volui, Beatissime Pater, de incolarum religione recensuisse, quæ, -non ab Anciso solum verum et a pluribus aliis auctoritate pollentibus -viris, scrutatus sum, que intelligat Beatitudo tua quam docile -sit hoc genus hominum, quamque facilis pateat eis ad nostræ religionis -ritus imbuendos aditus. Nequeunt ista fieri repente; paulatim -ad Christi legem Evangelicam, in cujus culmine sedes, trahentur -omnes, et tui gregis oves multiplicatas in dies magis ac magis, -Beatisime Pater intelliges.</i> El nombre del Cacique, Comendador, -lo hobo desta manera, que como de los españoles que por -allí venian supiese que era bien ser cristiano baptizándose, -y pidiese el baptismo, no supe quién lo baptizó, mas de que -cuando el nombre se le habia de dar, preguntó que cómo -se llamaba el señor grande de los cristianos que aquesta isla -Española gobernaba; dijéronle que se llamaba el Comendador, -y entónces dijo que aquel queria que fuese su nombre; -de donde parece, que en tiempo del Comendador Mayor de -Alcántara, que gobernó esta isla, fué aquél Cacique cristiano, -y ésto no parece que pudo ser sino el año de 508, y por Sebastian -de Ocampo, que envió el dicho Comendador Mayor -á que bojase y rodease aquella tierra de Cuba, porque áun no -se sabia si era isla ó tierra firme, porque ántes del año de 8, -ninguno llegó por allí, si no fué cuando la quiso rodear, el año -de 4, el Almirante, si quizá llegó allí entónces y lo hizo baptizar, -porque llevaba consigo clérigo capellán, y le hizo poner -otro nombre y despues tomó el del Comendador Mayor de Alcántara, -pero creo que no, porque por allí tuvo muchos trabajos -de tormentas y vientos contrarios. Despues del año -de 8, ya no habia Comendador Mayor en esta isla, sino el -segundo Almirante; pudo tambien ser, que alguno de los que -venian de tierra firme, despues del año de 509, clérigo, y áun -quizá seglar, se atrevió á baptizarlo y ponelle aquel nombre -por ser aficionado al dicho Comendador Mayor. Por las cosas -ya dichas de la benignidad y buen tratamiento que los indios, -vecinos de aquella isla de Cuba, con Hojeda y con Anciso<span class="pagenum"><a name="Page_484" id="Page_484">[484]</a></span> -usaron, y así tambien con los de ántes ó despues destos españoles -que por aquella isla de tierra firme pasaron, parece -claro ser falso lo que refiere allí Pedro Mártir, conviene á saber, -que cuando llegaron á aquella isla Colmenares y Caicedo, -procuradores que los del Darien á Castilla enviaron, hallaron -la carabela en que Valdivia habia venido, cuando lo envió -Vasco Nuñez la segunda vez á esta isla Española, como se -dirá, en la costa de la mar, hecha pedazos en el agua, y juzgaron -que los indios los habian muerto, la cual pudo perderse -como se perdió, segun diremos, en la mar, y ahogarse todos, -y despues echar la tormenta donde la hallaron. Cuanto más, -que si á aquellos mataran, y los de Cuéyba mataran á Hojeda -y á los demas, y el Comendador y su gente hicieran pedazos á -Anciso y á los de su compañía, y á todos los que ántes destos -por allí pasaron, justamente lo hacian, como á gente de cruel -y tiránica infamada, y de quien sabian que habian destruido -esta isla Española, y tantas islas de los Lucayos, de todos los -cuales se habian ido huyendo á aquella isla de la tiránica y -horrible servidumbre con que los oprimian y mataban, como -en el libro precedente, cap. 60, fué declarado, y así podian racionabilísimamente -temer que á ellos les habian de hacer -otro tanto, como lo hicieron al cabo, hasta que, como á ésta, -toda la despoblaron, y, pues no lo hicieron pudiéndolo hacer -tan á su salvo, señal es que pudo ser que ni á Valdivia ni á -Nicuesa, como algunos tambien pensaron, los de Cuba mataron. -Dice allí tambien Pedro Mártir, que como no hallaron -cuerpo ninguno, que los matadores los debian de haber echado -en la mar, ó dado á los caribes que comen carne humana, -que por allí debian de navegar; pero ésto no tiene señal de -verdad, porque nunca jamás se halló que los caribes, si los -hay, descendiesen tanto abajo de sus islas, que son las de -Guadalupe y Dominica, que están más al Oriente que la de -Sant Juan, y áun á esta Española creo que no bajaban sino -quizá de cuando en cuando, y los que informaban desto á -Pedro Mártir hablaban lo que no sabian, sino lo que se les -figuraba ó antojaba. Oviedo dice muchas cosas, como suele,<span class="pagenum"><a name="Page_485" id="Page_485">[485]</a></span> -que no vido, de costumbres malas de la gente de aquella isla, -que ni yo supe, que fuí de los primeros y estuve allí algunos -años, ni jamás oí á hombre que lo alcanzase; porque, como -está dicho y se dirá, fué tan presta y violenta la destruccion -de aquella isla, que no fué posible los indios usar cosa de las -que dice, ni los españoles verlo para lo alcanzar, porque despues -que allí entramos nunca tuvieron un dia de alivio, sino -que toda su ocupacion era en los trabajos que los mataban, y -la hora que dellos cesaban no tenian otro cuidado que lamentar -y gemir su desventura y calamidad. Dice Oviedo que -cuando alguno se casaba, señor ó principal, ó de los plebeyos -y bajos, todos los convidados, primero que el novio, habian -de tener con la novia mala parte; yo creo que el que lo -dijo á Oviedo no le dijo verdad, porque nunca hobo tiempo -para que aquello de los indios se alcanzase. Y si verdad fuese, -naciones hobo entre las antiguas, que vivian sin cognoscimiento -de Dios, que acostumbraron lo mismo, como á la larga -en nuestra Apologética Historia mostramos. Y por ésto no -es de maravillar que quien carece de doctrina y de gracia -caiga en estos defectos y en otros mayores y más.</p> - - -<p class="pc4">FIN DEL TOMO TERCERO.</p> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="Page_486" id="Page_486">[486]</a></span></p> -<p> </p> -<p><span class="pagenum"><a name="Page_487" id="Page_487">[487]</a></span></p> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">ÍNDICE.</h2> - -<table id="toc1" summary="cont1"> - - <tr> - <td> </td> - <td class="tdr"><span class="u small">Páginas.</span></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl"><span class="smcap">Advertencia preliminar</span></td> - <td class="tdr"><a href="#Page_v">v</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl"><span class="smcap">Argumento del libro segundo</span></td> - <td class="tdr"><a href="#Page_ix">ix</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl"><span class="smcap">Facsímile</span></td> - <td class="tdr"><a href="#Page_xii">xii</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl"><span class="smcap">Libro segundo.</span>—Capítulo I.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_1">1</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. II.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_10">10</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. III.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_17">17</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. IV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_22">22</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. V.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_28">28</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. VI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_33">33</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. VII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_40">40</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. VII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_40">40</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. VIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_44">44</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. IX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_50">50</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. X.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_56">56</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_60">60</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_64">64</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_70">70</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XIV.—En el cual se prosiguen la quinta y las otras tres -partes de la carta de la Reina, de que mal usó el Comendador -Mayor, en perdicion de los indios.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_76">76</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_84">84</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XVI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_89">89</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XVII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_93">93</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XVIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_97">97</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XIX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_103">103</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_108">108</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_112">112</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_118">118</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXIII.<span class="pagenum"><a name="Page_488" id="Page_488">[488]</a></span></td> - <td class="tdr"><a href="#Page_122">122</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXIV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_126">126</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_130">130</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXVI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_134">134</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXVII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_138">138</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXVIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_143">143</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXIX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_147">147</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_153">153</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_158">158</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_162">162</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_168">168</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXIV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_173">173</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_177">177</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXVI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_182">182</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXVII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_186">186</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXVIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_194">194</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXXIX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_199">199</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XL.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_204">204</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_208">208</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_214">214</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_220">220</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLIV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_225">225</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_230">230</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLVI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_234">234</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLVII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_237">237</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLVIII.—En el cual se prosiguen las declaraciones del -Consejo, en Sevilla y en la Coruña.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_243">243</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XLIX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_248">248</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. L.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_252">252</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_257">257</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_262">262</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_269">269</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LIV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_273">273</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_280">280</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LVI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_286">286</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LVII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_289">289</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LVIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_294">294</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LIX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_298">298</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_303">303</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl"><span class="pagenum"><a name="Page_489" id="Page_489">[489]</a></span>Cap. LXI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_308">308</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LXII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_312">312</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LXIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_317">317</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LXIV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_325">325</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LXV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_329">329</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LXVI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_334">334</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LXVII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_340">340</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. LXVIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_344">344</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl"><span class="smcap">Libro tercero.</span>—Capítulo I.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_351">351</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. II.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_357">357</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. III.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_361">361</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. IV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_365">365</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. V.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_370">370</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. VI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_376">376</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. VII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_381">381</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. VIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_386">386</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. IX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_391">391</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. X.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_397">397</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_403">403</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_410">410</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_417">417</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XIV.—En el cual se prosigue la declaracion de algunos -puntos del prólogo de las leyes</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_422">422</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XV.—En el cual se comienzan á referir las leyes, y á notar -los defectos, y puntos, y males que contienen, etc.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_428">428</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XVI.—En el cual se prosigue la relacion y declaracion de -los defectos que tuvieron las dichas leyes</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_434">434</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XVII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_439">439</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XVIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_446">446</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XIX.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_450">450</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XX.—En el cual se contiene una grande ingrata inhumanidad -que los españoles, que iban á saltear hombres en las -islas de los Lucayos, á ciertas gentes de la tierra Florida, -hicieron.—Y parece ser éstos los primeros que aquella tierra -descubrieron.—Y como Juan Ponce de Leon fué á descubrir -por lo más alto, y descubrió el cabo Grande de la Florida, al -<span class="pagenum"><a name="Page_490" id="Page_490">[490]</a></span> -cual le puso aquel nombre.—Y como fué á Castilla y vino por -Adelantado della y Gobernador, y al cabo murió miserablemente</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_456">456</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXI.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_462">462</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_467">467</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXIII.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_474">474</a></td> - </tr> - - <tr> - <td class="tdl">Cap. XXIV.</td> - <td class="tdr"><a href="#Page_481">481</a></td> - </tr> - -</table> - -<hr class="chap" /> - -</div> - -<div class="chapter"> - -<h2 class="p4">FOOTNOTES:</h2> - -<div class="footnotes"> - -<p class="pfn4"><span class="ln1"><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a></span> -Lo que está dentro del paréntesis se halla al márgen, de puño y letra -de Las Casas.</p> - -<p class="pfn4"><span class="ln1"><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a></span> -Hasta aquí, desde «De diferente manera», es de letra de Las Casas, y no -pueden leerse las últimas palabras por haber sido cortadas al encuadernar el -libro.</p> - -<p class="pfn4"><span class="ln1"><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a></span> -Y este fué el varon sancto fray Pedro de Córdoba, como se dijo. (<i>Nota -al márgen, de letra de la época, pero no de Las Casas.</i>)</p> - -<p class="pfn4"><span class="ln1"><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a></span> -Y estos eran los tiranos que pretendian tener los indios por siervos, y que -habian hecho las leyes. (<i>Nota al márgen, de letra de la época, pero no de Las -Casas.</i>)</p></div> -</div> - -</div> - - - - - - - -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Historia de las Indias, Volume 3 (of 5), by -Bartolomé de las Casas - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK HISTORIA DE LAS INDIAS, VOL 3 *** - -***** This file should be named 53171-h.htm or 53171-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/3/1/7/53171/ - -Produced by Giovanni Fini, Josep Cols Canals, Biblioteca -Digital Hispánica and the Online Distributed Proofreading -Team at http://www.pgdp.net - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. 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