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You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: Los Raros - Obras Completas Vol. VI - -Author: Rubén Darío - -Illustrator: Enrique Ochoa - -Release Date: November 1, 2015 [EBook #50365] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LOS RAROS *** - - - - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - - - - - LOS RAROS - - - - - LOS RAROS - - POR - - RUBÉN DARÍO - - ILUSTRACIONES - - DE - - ENRIQUE OCHOA - - [imagen] - - Volumen VI de las obras completas. - Administración: Editorial - MUNDO LATINO - MADRID - -[imagen] - -[imagen: ES PROPIEDAD] - -[imagen: RUBÉN DARÍO] - - - - -PROLOGO - - -_Fuera de las notas sobre Mauclair y Adam, todo lo contenido en este -libro fué escrito hace doce años, en Buenos Aires, cuando en Francia -estaba el simbolismo en pleno desarrollo. Me tocó dar a conocer en -América ese movimiento y por ello y por mis versos de entonces, fuí -atacado y calificado con la inevitable palabra «decadente...» Todo eso -ha pasado,--como mi fresca juventud._ - -_Hay en estas páginas mucho entusiasmo, admiración sincera, mucha -lectura y no poca buena intención. En la evolución natural de mi -pensamiento, el fondo ha quedado siempre el mismo. Confesaré, no -obstante, que me he acercado a algunos de mis ídolos de antaño y he -reconocido más de un engaño de mi manera de percibir._ - -_Restan la misma pasión de arte, el mismo reconocimiento de las -jerarquías intelectuales, el mismo desdén de lo vulgar y la misma -religión de belleza. Pero una razón autumnal ha sucedido a las -explosiones de la primavera._ - -RUBÉN DARÍO. - -_París, Enero de 1905._ - -[imagen] - - - - -EL ARTE EN SILENCIO - - -No se ha hecho mucho comentario sobre _L’Art en silence_, de Camilo -Mauclair, como era natural. ¡El «Arte en silencio», en el país del -ruido! así debía ser. Y pocos libros más llenos de bien, más hermosos y -más nobles que éste, fruto de joven, impregnado de un perfume de cordura -y de un sabor de siglos. Al leerle, he aquí el espectáculo que se ha -presentado a mi imaginación: un campo inmenso y preparado para la labor; -un día en su más bello instante, y un labrador matinal que empuja -fuertemente su arado, orgulloso de que su virtud triptolémica trae -consigo la seguridad de la hora de paz y de fecundidad de mañana. En la -confusión de tentativas, en la lucha de tendencias, entre los -juglarismos de mal convencidos apóstoles y la imitación de titubeantes -sectarios, la voz de este digno trabajador, de este sincero intelectual, -en el absoluto sentido del vocablo, es de una transcendental vibración. -No puede haber profesión de fe más transparente, más noble y más -generosa. - -«Creo en la vanidad de las prerrogativas sociales de mi profesión y del -talento por sí mismo. Creo en la misión difícil, agotadora y casi -siempre ingrata del hombre de letras, del artista, del circulador de -ideas; creo que, el hombre que en nombre del talento que Dios le ha -prestado, descuida su carácter y se juzga exonerado de los deberes -urgentes de la existencia humana, desobedece a la humanidad y es -castigado. Creo en la aceptación de todos los deberes por la ayuda de la -caridad y del orgullo; creo en el individualismo artístico y social. -Creo que el arte, ese silencioso apostolado, esa bella penitencia -escogida por algunos seres cuyos cuerpos les fatigan e impiden más que a -otros encontrar lo infinito, es una obligación de honor que es necesario -llenar, con la más seria, la más circunspecta probidad; que hay buenos o -malos artistas, pero que no tenemos que juzgar sino a los mentirosos, y -los sinceros serán premiados en el altísimo cielo de la paz, en tanto -que los brillantes, los satisfechos, los mentirosos, serán castigados. -Creo todo eso, porque ya he visto pruebas alrededor mío, y porque he -sentido la verdad en mí mismo, después de haber escrito varios libros, -no sin sinceridad ni trabajo, pero con la confianza precipitada de la -juventud.» - -En efecto, ¿quiénes habrían podido prever, en el autor de tantas páginas -de ensueños,--«corona de claridad» o «sonatitas de otoño»--este rumbo -hacia un ideal de moral absoluta, en las regiones verdaderamente -intelectuales donde no hay ninguna necesidad de hacer ruido para ser -escuchado? El ha agrupado en este sano volumen a varios artistas -aislados, cuya existencia y cuya obra pueden servir de estimulantes -ejemplos en la lucha de las ideas y de las aspiraciones mentales. -Mallarmé, Edgar Poe, Flaubert, Rodenbach, Puvis de Chavannes y Rops, -entre los muertos, y señaladas y activas energías jóvenes. Antes, -conocidos son sus ensayos magistrales, de tan sagaz ideología, sobre -Jules Laforgue y Auguste Rodin. - -Cada día se afirma con mayor brillo la gloria ya sin sombras de Edgar -Poe, desde su prestigiosa introducción por Baudelaire, coronada luego -por el espíritu transcendentalmente comprensivo y seductor de Stephane -Mallarmé. Mas entre lo mucho que se ha escrito respecto al desgraciado -poeta norteamericano, muy poco llegará a la profundidad y belleza que se -contienen en el ensayo de Mauclair. Es un bienhechor capítulo sobre la -psicología de la desventura, que producirá en ciertas almas el bien de -una medicina, la sensación de una onda cordial y vigorizante. Luego el -espíritu penetrante y buscador, hace ver con luz nueva la ideología -poeana, y muchos puntos que antes pudieran aparecer velados u obscuros, -se ven en una dulce semiluz de afección que despide la elevada y pura -estética del comentarista. - -Una de las principales bondades es la de borrar la negra aureola de -hermosura un tanto macabra, que las disculpas de la bohemia han querido -hacer aparecer alrededor de la frente del gran yanqui. En este caso, -como en otros, como en el de Musset, como en el de Verlaine, por -ejemplo, el vicio es malignamente ocasional, es el complemento de la -fatal desventura. El genio original, libre del alcohol, u otro variativo -semejante, se desenvolvería siempre, siendo, en esa virtud, sus -floraciones, libres de obscuridades y trágicas miserias. En resumen, Poe -queda para el ensayista, «sin imitadores y sin antecesores, un fenómeno -literario y mental, germinado espontáneamente en una tierra ingrata, -místico purificado por ese dolor del que ha dado la inolvidable -transposición, levantado en ultramar, entre Emerson misericordioso y -Whitman profético, como un interrogador del porvenir.» - -De Flaubert--ese vasto espectáculo--presenta una nueva perspectiva. La -suma de razonamientos nos conduce a este resultado: «Flaubert no tiene -de realista sino la apariencia, de artista impasible la apariencia, de -romántico la apariencia. Idealista, cristiano y lírico, he ahí sus -rasgos esenciales.» Y las demostraciones son llevadas por medio de la -amable e irresistible lógica de Mauclair, que nos presenta la figura -soberbia del «buen gigante», por ese aspecto que permanece ya -definitivo. Es también de un fin reconfortante, por el ejemplo de -voluntad y de sufrimientos, en la pasión invencible de las letras, la -enfermedad de la forma, soportada por otros dones de fortaleza y de -método. - -Sobre Mallarmé la lección es todavía de una virtud que concreta una -moral superior. ¿Acaso no va ya destacándose en toda su altura y -hermosura ese poeta a quien la vida no consentía el triunfo, y hoy baña -la gloria, «el sol de los muertos», con su dorada luz? - -La simbólica representación está en la gráfica idea de Felician Rops: el -harpa ascendente, a la cual tienden, en el éter, innumerables manos de -lo invisible. La honorabilidad artística, el carácter en lo ideal, la -santidad, si posible es decir, del sacerdocio, o misión de belleza, -facultad inaudita que halló su singular representación en el maravilloso -maestro, que a través del silencio, fué hacia la inmortalidad. Una frase -de Mme. Perier en su «Vida de Pascal», sirve de epígrafe al ensayo -afectuoso, admirable y admirativo, justo, consagrado al doctor de -misterio: «Nous n’avons su toutes ces choses qu’apres sa morte.» - -La estética mallarmeana por esta vez ha encontrado un expositor que se -aleje de las fáciles tentativas de un Wisewa, de las exégesis divertidas -de varios teorizantes, como de las blindadas oposiciones de la retórica -escolar, o lo que es peor, junto a la burda risa de una enemistad que no -razona, la embrolladora disertación de más de un pseudo-discípulo. - -Las páginas dedicadas a Rodenbach, con quien la juventud le une más -cercanamente, en una afección artística fraternal, mitigan su tristeza -en la afirmación de un generoso y sereno carácter, de una vida como -autumnal, iluminados crepuscularmente de poesía y de gracia interior. -«Le hemos conocido irónico, entusiasta, espiritual y nervioso; pero era, -ante todo, un melancólico, aun en la sonrisa. Le sentíamos menos extraño -por su voz y ciertos signos exteriores, que lejano por una singular -facultad de reserva. Ese cordial era aislado de alma. Había en esa faz -rubia y fina, en esa boca fina, en esos ojos atrayentes, una languidez y -un fatalismo que no dejaban de extrañar. Es feliz, pensábamos, y, sin -embargo, ¿qué tiene? Tenía el gusto atento y la comprensión de la -muerte. Se detenía en el dintel de la existencia, y no entraba, y desde -ese dintel nos miraba a todos con una tristeza profundamente delicada. -Ha vuelto a tomar el camino eterno: era un transeunte encantador que no -ha dicho todo su pensamiento en este mundo. Estaba «hanté» por su -misticismo minucioso y extraño, evocaba todo lo que está difunto, -recogido, purificado por la inmóvil palidez de los reposos seculares. -Llevaba por todas partes su claustro interior, y si ha deseado ser -enterrado en esa Bruges que amó tanto, puede decirse que su alma estaba -dormida ya en la pacífica belleza de una muerte harmoniosa.» Decid si no -es este camafeo de un encanto sutil y revelador, y si no se ve a su -través el alma melancólica del malogrado animador de «Bruges la muerta.» -Estos párrafos de Mauclair son comparables, como retrato, en la -transposición de la pintura a la prosa, al admirable pastel en que -perpetúa la triste faz del desaparecido, el talento comprensivo de Levy -Dhurmer. - -Algunos vivos, son también presentados y estudiados, y entre ellos uno -que representa bien la fuerza, la claridad, la tradición del espíritu -francés, del alma francesa, el talento más vigoroso de los actuales -escritores de este país. - -He nombrado a Paul Adam. Así sobre Elemir Bourges de obra poco -resonante, pero muy estimado por los intelectuales, consagra algunas -notas, como sobre León Daudet. - -La parte que denomina «El crepúsculo de las técnicas», debía traducirse -a todos los idiomas y ser conocida por la juventud literaria que en -todos los países busca una vía, y mira la cultura de Francia y el -pensamiento francés, como guías y modelos. Es la historia del -simbolismo, escrita con toda sinceridad y con toda verdad; y de ella se -desprenden utilísimas lecciones, enseñanzas cuyo provecho es inmediato, -así el estudio sobre el sentimentalismo literario, en que el alma de -nuestro siglo está analizada con penetración y cordura a la luz de una -filosofía amplia y generosa, poco conocida en estos tiempos de egotismos -superhombríos y otras nieztschedades. No sabría alabar suficientemente -los capítulos sobre arte, y el homenaje a altos artistas--artistas en -silencio--como Puvis y Felician Rops, Gustave Moreau y Besnard, así como -los fragmentos de otros estudios y ensayos que ayudan en el volumen a la -comprensión, al peso, y para decirlo con mi sentimiento, a la simpatía -que se experimenta por un sincero, por un laborioso, por un verdadero y -grande expositor de saludables ideas, que es al propio tiempo, él -también, un señalado, uno que ha hallado su rumbo cierto, y como él -gustará que se le llame, un artista silencioso. - -[imagen] - -[imagen: EDGAR ALLAN POE] - -[imagen] - - - - -EDGAR ALLAN POE - - -En una mañana fría y húmeda llegué por primera vez al inmenso país de -los Estados Unidos. Iba el «steamer» despacio, y la sirena aullaba -roncamente por temor de un choque. Quedaba atrás Fire Island con su -erecto faro; estábamos frente a Sandy Hook, de donde nos salió al paso -el barco de sanidad. El ladrante slang yanqui sonaba por todas partes, -bajo el pabellón de bandas y estrellas. El viento frío, los pitos -arromadizados, el humo de las chimeneas, el movimiento de las máquinas, -las mismas ondas ventrudas de aquel mar estañado, el vapor que caminaba -rumbo a la gran bahía, todo decía: «all right.» Entre las brumas se -divisaban islas y barcos. Long Island desarrollaba la inmensa cinta de -sus costas, y Staten Island, como en el marco de una viñeta, se -presentaba en su hermosura, tentando al lápiz, ya que no, por la falta -de sol, la máquina fotográfica. Sobre cubierta se agrupan los pasajeros: -el comerciante de gruesa panza, congestionado como un pavo, con -encorvadas narices israelitas; el clergyman huesoso, enfundado en su -largo levitón negro, cubierto con su ancho sombrero de fieltro, y en la -mano una pequeña Biblia; la muchacha que usa gorra de jokey y que -durante toda la travesía ha cantado con voz fonográfica, al son de un -banjo; el joven robusto, lampiño como un bebé, y que, aficionado al box, -tiene los puños de tal modo, que bien pudiera desquijar un rinoceronte -de un solo impulso... En los Narrows se alcanza a ver la tierra -pintoresca y florida, las fortalezas. Luego, levantando sobre su cabeza -la antorcha simbólica, queda a un lado la gigantesca Madona de la -Libertad, que tiene por peana un islote. De mi alma brota entonces la -salutación: «A ti, prolífica, enorme, dominadora. A ti, Nuestra Señora -de la Libertad. A ti, cuyas mamas de bronce alimentan un sinnúmero de -almas y corazones. A ti, que te alzas solitaria y magnífica sobre tu -isla, levantando la divina antorcha. Yo te saludo al paso de mi -«steamer», prosternándome delante de tu majestad. ¡Ave: Good morning! Yo -sé, divino icono, oh magna estatua, que tu solo nombre, el de la excelsa -beldad que encarnas, ha hecho brotar estrellas sobre el mundo, a la -manera del _fiat_ del Señor. Allí están entre todas, brillantes sobre -las listas de la bandera, las que iluminan el vuelo del águila de -América, de esta tu América formidable, de ojos azules. Ave, Libertad, -llena de fuerza; el Señor es contigo: bendita tú eres. Pero ¿sabes? se -te ha herido mucho por el mundo, divinidad, manchando tu esplendor. Anda -en la tierra otra que ha usurpado tu nombre, y que, en vez de la -antorcha, lleva la tea. Aquélla no es la Diana sagrada de las -incomparables flechas: es Hécate.» - -Hecha mi salutación, mi vista contempla la masa enorme que está al -frente, aquella tierra coronada de torres, aquella región de donde casi -sentís que viene un soplo subyugador y terrible: Manhattan, la isla de -hierro, New-York, la sanguínea, la ciclópea, la monstruosa, la -tormentosa, la irresistible capital del cheque. Rodeada de islas -menores, tiene cerca a Jersey; y agarrada a Brooklin con la uña enorme -del puente, Brooklin, que tiene sobre el palpitante pecho de acero un -ramillete de campanarios. Se cree oir la voz de New-York, el eco de un -vasto soliloquio de cifras. ¡Cuán distinta de la voz de París, cuando -uno cree escucharla, al acercarse, halagadora como una canción de amor, -de poesía y de juventud! Sobre el suelo de Manhattan parece que va a -verse surgir de pronto un colosal Tío Samuel, que llama a los pueblos -todos a un inaudito remate, y que el martillo del rematador cae sobre -cúpulas y techumbres produciendo un ensordecedor trueno metálico. Antes -de entrar al corazón del monstruo, recuerdo la ciudad que vió en el -poema bárbaro el vidente Thogorma: - - Thogorma dans ses yeux vit monter des murailles - De fer dont s’enroulaient des spirales des tours - Et des palais cerclés d’arain sur des blocs lourds; - Ruche énorme, gékenne aux lúgubres entrailles - Où s’engouffraint les Forts, princes des anciens jours. -............................................ - -Semejantes a los Fuertes de los días antiguos, viven en sus torres de -piedra, de hierro y de cristal, los hombres de Manhattan. - -En su fabulosa Babel, gritan, mugen, resuenan, braman, conmueven la -Bolsa, la locomotora, la fragua, el banco, la imprenta, el dock y la -urna electoral. El edificio Produce Exchange entre sus muros de hierro y -granito reune tantas almas cuantas hacen un pueblo... He allí Broadway. -Se experimenta casi una impresión dolorosa; sentís el dominio del -vértigo. Por un gran canal cuyos lados los forman casas monumentales que -ostentan sus cien ojos de vidrios y sus tatuajes de rótulos, pasa un río -caudaloso, confuso, de comerciantes, corredores, caballos, tranvías, -ómnibus, hombres-sandwichs vestidos de anuncios, y mujeres bellísimas. -Abarcando con la vista la inmensa arteria en su hervor continuo, llega -a sentirse la angustia de ciertas pesadillas. Reina la vida del -hormiguero: un hormiguero de percherones gigantescos, de carros -monstruosos, de toda clase de vehículos. El vendedor de periódicos, -rosado y risueño, salta como un gorrión, de tranvía en tranvía, y grita -al pasajero ¡intanrsooonwoood! lo que quiere decir si gustáis comprar -cualquiera de esos tres diarios el «Evening Telegram», el «Sun» o el -«World.» El ruido es mareador y se siente en el aire una trepidación -incesante; el repiqueteo de los cascos, el vuelo sonoro de las ruedas, -parece a cada instante aumentarse. Temeríase a cada momento un choque, -un fracaso, si no se conociese que este inmenso río que corre con una -fuerza de alud, lleva en sus ondas la exactitud de una máquina. En lo -más intrincado de la muchedumbre, en lo más convulsivo y crespo de la -ola de movimiento, sucede que una lady anciana, bajo su capota negra, o -una miss rubia, o una nodriza con su bebé quiere pasar de una acera a -otra. Un corpulento policeman alza la mano; detiénese el torrente; pasa -la dama; ¡all right! - -«Esos cíclopes...» dice Groussac; «esos feroces calibanes...» escribe -Peladan. ¿Tuvo razón el raro Sar al llamar así a estos hombres de la -América del Norte? Calibán reina en la isla de Manhattan, en San -Francisco, en Boston, en Washington, en todo el país. Ha conseguido -establecer el imperio de la materia desde su estado misterioso con -Edison, hasta la apoteosis del puerco, en esa abrumadora ciudad de -Chicago. Calibán se satura de wishky, como en el drama de Shakespeare de -vino; se desarrolla y crece; y sin ser esclavo de ningún Próspero, ni -martirizado por ningún genio del aire, engorda y se multiplica; su -nombre es Legión. Por voluntad de Dios suele brotar de entre esos -poderosos monstruos, algún sér de superior naturaleza, que tiende las -alas a la eterna Miranda de lo ideal. Entonces, Calibán mueve contra él -a Sicorax, y se le destierra o se le mata. Esto vió el mundo con Edgar -Allan Poe, el cisne desdichado que mejor ha conocido el ensueño y la -muerte... - -¿Por qué vino tu imagen a mi memoria, Stella, Alma, dulce reina mía, tan -presto ida para siempre, el día en que, después de recorrer el hirviente -Broadway, me puse a leer los versos de Poe, cuyo nombre de Edgar, -armonioso y legendario, encierra tan vaga y triste poesía, y he visto -desfilar la procesión de sus castas enamoradas a través del polvo de -plata de un místico ensueño? Es porque tú eres hermana de las liliales -vírgenes cantadas en brumosa lengua inglesa por el soñador infeliz, -príncipe de los poetas malditos. Tú como ellas eres llama del infinito -amor. Frente al balcón, vestido de rosas blancas, por donde en el -Paraíso asoma tu faz de generosos y profundos ojos, pasan tus hermanas y -te saludan con una sonrisa, en la maravilla de tu virtud, ¡oh mi ángel -consolador, oh mi esposa! La primera que pasa es Irene, la dama -brillante de palidez extraña, venida de allá, de los mares lejanos; la -segunda es Eulalia, la dulce Eulalia de cabellos de oro y ojos de -violeta, que dirige al cielo su mirada; la tercera es Leonora, llamada -así por los ángeles, joven y radiosa en el Edén distante; la otra es -Frances, la amada que calma las penas con su recuerdo; la otra es -Ulalume, cuya sombra yerra en la nebulosa región de Weir, cerca del -sombrío lago de Auber; la otra Helen, la que fué vista por la primera -vez a la luz de perla de la luna; la otra Annie, la de los ósculos y las -caricias y oraciones por el adorado; la otra Annabel Lee, que amó con un -amor envidia de los serafines del cielo; la otra Isabel, la de los -amantes coloquios en la claridad lunar; Ligeia, en fin, meditabunda, -envuelta en un velo de extraterrestre esplendor... Ellas son, cándido -coro de ideales oceanidas quienes consuelan y enjugan la frente al -lírico Prometeo amarrado a la montaña Yankee, cuyo cuervo, más cruel -aun que el buitre esquiliano, sentado sobre el busto de Palas, tortura -el corazón del desdichado, apuñalándole con la monótona palabra de la -desesperanza. Así tú para mí. En medio de los martirios de la vida, me -refrescas y alientas con el aire de tus alas, porque si partiste en tu -forma humana al viaje sin retorno, siento la venida de tu sér inmortal, -cuando las fuerzas me faltan o cuando el dolor tiende hacia mí el negro -arco. Entonces, Alma, Stella, oigo sonar cerca de mí el oro invisible de -tu escudo angélico. Tu nombre luminoso y simbólico surge en el cielo de -mis noches como un incomparable guía, y por tu claridad inefable llevo -el incienso y la mirra a la cuna de la eterna Esperanza. - - -I.--EL HOMBRE - -La influencia de Poe en el arte universal ha sido suficientemente honda -y transcendente para que su nombre y su obra no sean a la continua -recordados. Desde su muerte acá, no hay año casi en que, ya en el libro -o en la revista, no se ocupen del excelso poeta americano, críticos, -ensayistas y poetas. La obra de Ingram iluminó la vida del hombre; nada -puede aumentar la gloria del soñador maravilloso. Por cierto que la -publicación de aquel libro cuya traducción a nuestra lengua hay que -agradecer al señor Mayer, estaba destinada al grueso público. - -¿Es que en el número de los escogidos, de los aristócratas del espíritu, -no estaba ya pesado en su propio valor, el odioso fárrago del canino -Griswold? La infame autopsia moral que se hizo del ilustre difunto debía -tener esa bella protesta. Ha de ver ya el mundo libre de mancha al cisne -inmaculado. - -Poe, como un Ariel hecho hombre, diríase que ha pasado su vida bajo el -flotante influjo de un extraño misterio. Nacido en un país de vida -práctica y material, la influencia del medio obra en él al contrario. De -un país de cálculo brota imaginación tan estupenda. El don mitológico -parece nacer en él por lejano atavismo y vese en su poesía un claro rayo -del país de sol y azul en que nacieron sus antepasados. Renace en él el -alma caballeresca de los Le Poer alabados en las crónicas de Generaldo -Gambresio. Arnoldo Le Poer lanza en la Irlanda de 1327 este terrible -insulto al caballero Mauricio de Desmond: «Sois un rimador.» Por lo cual -se empuñan las espadas y se traba una riña que es el prólogo de guerra -sangrienta. Cinco siglos después, un descendiente del provocativo -Arnoldo glorificará a su raza, erigiendo sobre el rico pedestal de la -lengua inglesa, y en un nuevo mundo, el palacio de oro de sus rimas. - -El noble abolengo de Poe, ciertamente, no interesa sino a «aquellos que -tienen gusto de averiguar los efectos producidos por el país y el linaje -en las peculiaridades mentales y constitucionales de los hombres de -genio,» según las palabras de la noble señora Whitman. Por lo demás, es -él quien hoy da valer y honra a todos los pastores protestantes, -tenderos, rentistas o mercachifles que lleven su apellido en la tierra -del honorable padre de su patria, Jorge Washington. - -Sábese que en el linaje del poeta hubo un bravo Sir Rogerio que batalló -en compañía de Strongbow, un osado Sir Arnoldo que defendió a una lady -acusada de bruja; una mujer heroica y viril, la célebre «Condesa» del -tiempo de Cromwell; y pasando sobre enredos genealógicos antiguos, un -general de los Estados Unidos, su abuelo. Después de todo, ese sér -trágico, de historia tan extraña y romanesca, dió su primer vagido entre -las coronas marchitas de una comedianta, la cual le dió vida bajo el -imperio del más ardiente amor. La pobre artista había quedado huérfana -desde muy tierna edad. Amaba el teatro, era inteligente y bella, y de -esa dulce gracia nació el pálido y melancólico visionario que dió al -arte un mundo nuevo. - -Poe nació con el envidiable don de la belleza corporal. De todos los -retratos que he visto suyos, ninguno da idea de aquella especial -hermosura que en descripciones han dejado muchas de las personas que le -conocieron. No hay duda que en toda la iconografía poeana, el retrato -que debe representarle mejor es el que sirvió a Mr. Clarke para publicar -un grabado que copiaba al poeta en el tiempo en que éste trabajaba en la -empresa de aquel caballero. El mismo Clarke protestó contra los falsos -retratos de Poe que después de su muerte se publicaron. Si no tanto como -los que calumniaron su hermosa alma poética, los que desfiguran la -belleza de su rostro son dignos de la más justa censura. De todos los -retratos que han llegado a mis manos, los que más me han llamado la -atención son el de Chiffart, publicado en la edición ilustrada de -Quantin, de los «Cuentos extraordinarios,» y el grabado por R. Loncup -para la traducción del libro de Ingram por Mayer. En ambos Poe ha -llegado ya a la edad madura. No es por cierto aquel gallardo jovencito -sensitivo que al conocer a Elena Staneand, quedó trémulo y sin voz, como -el Dante de la «Vita Nuova...» Es el hombre que ha sufrido ya, que -conoce por sus propias desgarradas carnes cómo hieren las asperezas de -la vida. En el primero, el artista parece haber querido hacer una cabeza -simbólica. En los ojos, casi ornitomorfos, en el aire, en la expresión -trágica del rostro, Chiffart ha intentado pintar al autor del «Cuervo,» -al visionario, al «unhappy Master» más que al hombre. En el segundo hay -más realidad: esa mirada triste, de tristeza contagiosa, esa boca -apretada, ese vago gesto de dolor y esa frente ancha y magnífica en -donde se entronizó la palidez fatal del sufrimiento, pintan al -desgraciado en sus días de mayor infortunio, quizá en los que -precedieron a su muerte. Los otros retratos, como el de Halpin para la -edición de Amstrong, nos dan ya tipos de lechuguinos de la época, ya -caras que nada tienen que ver con la cabeza bella e inteligente de que -habla Clark. Nada más cierto que la observación de Gautier: - -«Es raro que un poeta, dice, que un artista sea conocido bajo su primer -encantador aspecto. La reputación no le viene sino muy tarde, cuando ya -las fatigas del estudio, la lucha por la vida y las torturas de las -pasiones han alterado su fisonomía primitiva: apenas deja sino una -máscara usada, marchita, donde cada dolor ha puesto por estigma una -magulladura o una arruga.» - -Desde niño Poe «prometía una gran belleza.»[1] - -Sus compañeros de colegio hablan de su agilidad y robustez. Su -imaginación y su temperamento nervioso estaban contrapesados por la -fuerza de sus músculos. El amable y delicado ángel de poesía, sabía dar -excelentes puñetazos. Más tarde dirá de él una buena señora: «Era un -muchacho bonito.»[2] - -Cuando entra a West Point hace notar en él un colega, Mr. Gibson, su -«mirada cansada, tediosa y hastiada.» Ya en su edad viril, recuérdale el -bibliófilo Gowans: «Poe tenía un exterior notablemente agradable y que -predisponía en su favor: lo que las damas llamarían claramente bello.» -Una persona que le oye recitar en Boston, dice: «Era la mejor -realización de un poeta, en su fisonomía, aire y manera.» Un precioso -retrato es hecho de mano femenina: «una talla algo menos que de altura -mediana quizá, pero tan perfectamente proporcionada y coronada por una -cabeza tan noble, llevada tan regiamente, que, a mi juicio de muchacha, -causaba la impresión de una estatura dominante. Esos claros y -melancólicos ojos parecían mirar desde una eminencia...»[3] Otra dama -recuerda la extraña impresión de sus ojos: «Los ojos de Poe, en verdad, -eran el rasgo que más impresionaba y era a ellos a los que su cara debía -su atractivo peculiar. Jamás he visto otros ojos que en algo se le -parecieran. Eran grandes, con pestañas largas y un negro de azabache: el -iris acerogris, poseía una cristalina claridad y transparencia, a través -de la cual la pupila negraazabache se veía expandirse y contraerse, con -toda sombra de pensamiento o de emoción. Observé que los párpados jamás -se contraían, como es tan usual en la mayor parte de las personas, -principalmente cuando hablan; pero su mirada siempre era llena, abierta -y sin encogimiento ni emoción. Su expresión habitual era soñadora y -triste: algunas veces tenía un modo de dirigir una mirada ligera, de -soslayo, sobre alguna persona que no le observaba a él, y, con una -mirada tranquila y fija, parecía que mentalmente estaba midiendo el -calibre de la persona que estaba ajena de ello.--¡Qué ojos tan tremendos -tiene el señor Poe!--me dijo una señora. Me hace helar la sangre el -verle darse vuelta lentamente y fijarlos sobre mí cuando estoy -hablando.»[4] La misma agrega: «Usaba un bigote negro esmeradamente -cuidado, pero que no cubría completamente una expresión ligeramente -contraída de la boca y una tensión ocasional del labio superior, que se -asemejaba a una expresión de mofa. Esta mofa era fácilmente excitada y -se manifestaba por un movimiento del labio, apenas perceptible y, sin -embargo, intensamente expresivo. No había en ella nada de malevolencia; -pero sí mucho sarcasmo.» Sábese, pues, que aquella alma potente y -extraña estaba encerrada en hermoso vaso. Parece que la distinción y -dotes físicas deberían ser nativas en todos los portadores de la lira. -¿Apolo, el crinado numen lírico, no es el prototipo de la belleza viril? -Mas no todos sus hijos nacen con dote tan espléndido. Los privilegiados -se llaman Goethe, Byron, Lamartine, Poe. - -Nuestro poeta, por su organización vigorosa y cultivada, pudo resistir -esa terrible dolencia que un médico escritor llama con gran propiedad -«la enfermedad del ensueño.» Era un sublime apasionado, un nervioso, uno -de esos divinos semilocos necesarios para el progreso humano, -lamentables cristos del arte, que por amor al eterno ideal tienen su -calle de la amargura, sus espinas y su cruz. Nació con la adorable llama -de la poesía, y ella le alimentaba al propio tiempo que era su martirio. -Desde niño quedó huérfano y le recogió un hombre que jamás podría -conocer el valor intelectual de su hijo adoptivo. El señor Allan--cuyo -nombre pasará al porvenir al brillo del nombre del poeta--jamás pudo -imaginarse que el pobre muchacho recitador de versos que alegraba las -veladas de su «home», fuese más tarde un egregio príncipe del arte. En -Poe reina el «ensueño» desde la niñez. Cuando el viaje de su protector -le lleva a Londres, la escuela del dómine Brandeby es para él como un -lugar fantástico que despierta en su sér extrañas reminiscencias; -después, en la fuerza de su genio, el recuerdo de aquella morada y del -viejo profesor han de hacerle producir una de sus subyugadoras páginas. -Por una parte, posee en su fuerte cerebro la facultad musical; por otra, -la fuerza matemática. Su «ensueño» está poblado de quimeras y de cifras -como la carta de un astrólogo. Vuelto a América, vémosle en la escuela -de Clarke, en Richmond, en donde al mismo tiempo que se nutre de -clásicos y recita odas latinas, boxea y llega a ser algo como un -«champion» estudiantil; en la carrera hubiera dejado atrás a Atalanta, y -aspiraba a los lauros natatorios de Byron. Pero si brilla y descuella -intelectual y físicamente entre sus compañeros, los hijos de familia de -la fofa aristocracia del lugar miran por encima del hombro al hijo de la -cómica. ¿Cuánta no ha de haber sido la hiel que tuvo que devorar este -sér exquisito, humillado por un origen del cual en días posteriores -habría orgullosamente de gloriarse? Son esos primeros golpes los que -empezaron a cincelar el pliegue amargo y sarcástico de sus labios. -Desde muy temprano conoció las acechanzas del lobo racional. Por eso -buscaba la comunicación con la naturaleza, tan sana y fortalecedora. -«Odio sobre todo y detesto este animal que se llama Hombre», escribía -Swift a Pope. Poe a su vez habla «de la mezquina amistad y de la -fidelidad de polvillo de fruta (gossamer fidelity) del mero hombre.» Ya -en el libro de Job, Eliphaz Themanita exclama: «¿Cuánto más el hombre -abominable y vil que bebe como la iniquidad?» No buscó el lírico -americano el apoyo de la oración; no era creyente; o al menos, su alma -estaba alejada del misticismo. A lo cual da por razón James Russell -Lowell lo que podría llamarse la matematicidad de su cerebración. «Hasta -su misterio es matemático, para su propio espíritu.» La ciencia impide -al poeta penetrar y tender las alas en la atmósfera de las verdades -ideales. Su necesidad de análisis, la condición algebraica de su -fantasía, hácele producir tristísimos efectos cuando nos arrastra al -borde de lo desconocido. La especulación filosófica nubló en él la fe, -que debiera poseer como todo poeta verdadero. En todas sus obras, si mal -no recuerdo, sólo unas dos veces está escrito el nombre de Cristo.[5] -Profesaba sí la moral cristiana; y en cuanto a los destinos del hombre, -creía en una ley divina, en un fallo inexorable. En él la ecuación -dominaba a la creencia, y aun en lo referente a Dios y sus atributos, -pensaba con Spinoza que las cosas invisibles y todo lo que es objeto -propio del entendimiento no puede percibirse de otro modo que por los -ojos de la demostración[6] olvidando la profunda afirmación filosófica: -«intelectus noster sic ¿de habet? ad prima entium quœ sunt -manifestissima in natura, sicut oculus vespertilionis ad solem.» No -creía en lo sobrenatural, según confesión propia; pero afirmaba que -Dios, como creador de la naturaleza, puede, si quiere, modificarla. En -la narración de la metempsícosis de Ligeia hay una definición de Dios, -tomada de Granwill, que parece ser sustentada por Poe: Dios no es más -que una gran voluntad que penetra todas las cosas por la naturaleza de -su intensidad. Lo cual estaba ya dicho por Santo Tomás en estas -palabras: «Si las cosas mismas no determinan el fin para sí, porque -desconocen la razón del fin, es necesario que se les determine el fin -por otro que sea determinador de la naturaleza. Este es el que previene -todas las cosas, que es ser por sí mismo necesario, y a éste llamamos -Dios...»[7] En la «Revelación Magnética», a vuelta de divagaciones -filosóficas, Mr. Vankirk--que, como casi todos los personajes de Poe, es -Poe mismo--afirma la existencia de un Dios material, al cual llama -materia suprema e imparticulada. Pero agrega: «La materia imparticulada, -o sea Dios en estado de reposo, es en lo que entra en nuestra -comprensión, lo que los hombres llaman espíritu.» En el diálogo entre -Oinos y Agathos pretende sondear el misterio de la divina inteligencia; -así como en los de Monos y Una y de Eros y Charmion penetra en la -desconocida sombra de la Muerte, produciendo, como pocos, extraños -vislumbres en su concepción del espíritu en el espacio y en el tiempo. - -[imagen] - -[imagen: LECONTE DE LISLE] - -[imagen] - - - - -LECONTE DE LISLE - - -Ha muerto el pontífice del Parnaso, el Vicario de Hugo; las campanas de -la Basílica lírica están tocando vacante. Descansa ya, pálida y sin la -sangre de la vida, aquella majestuosa cabeza de sumo sacerdote, aquella -testa coronada,--coronada de los más verdes laureles--llena de augusta -hermosura antigua y cuyos rasgos exigen el relieve de la medalla y la -consagración olímpica del mármol. - -Homéricos funerales deberían ser los de Leconte de Lisle. En hoguera -encendida con maderos olorosos, allá en el corazón de la isla maternal, -en donde por primera vez vió la gloria del Sol, consumiríase su cuerpo -al vuelo de las odas con que un coro de poetas cantaría el Triunfo de la -Lira, recitaríanse estrofas que recordarían a Orfeo encadenando con sus -acordes la furia de los leopardos y leones, o a Melesigenes cercado de -las musas en la maravilla de una apoteosis. ¡Homéricos funerales para -quien fué homérida, por el soplo épico que pasaba por el cordaje de su -lira, por la soberana expresión y el vuelo soberbio, por la -impasibilidad casi religiosa, por la magnificencia monumental -estatuaria de su obra, en la cual, como en la del Padre de los poetas, -pasan a nuestra vista portentosos desfiles de personajes, grupos -esculturales, marmóreos bajorrelieves, figuras que encarnan los odios, -los combates, las terribles iras; homérida por ser de alma y sangre -latinas y por haber adorado siempre el lustre y el renombre de la Hélade -inmortal! Griego fué, de los griegos tenía, como lo hizo notar muy bien -Guyau, la concepción de una especie de mundo de las formas y de las -ideas que es el mundo mismo del arte; habiéndose colocado por una -ascensión de la voluntad, sobre el mundo del sentimiento, en la región -serena de la idea, y revistiendo su musa inconmovible el esculpido peplo -cuyo más ligero pliegue no pudiera agitar el estremecimiento de las -humanas emociones, ni aun el aire que el Amor mismo agitase con sus -alas. «Vuestros contemporáneos,--díjole Alejandro Dumas (hijo),--eran -los griegos y los hindus.» Y es, en efecto, de aquellos dos inmensos -focos de donde parten los rayos que iluminan la obra de Leconte de -Lisle, conduciendo uno la idea brahamánica desde el índico Ganges cuyas -aguas reflejaran los combates del Ramayana y el otro la idea griega -desde el harmonioso Alfeo, en cuyas linfas se viera la desnudez celeste -de la virgen Diana. - -La India y Grecia eran para su espíritu tierras de predilección: -reconocía como las dos originales fuentes de la universal poesía, a -Valmiki y a Homero. Navegó a pleno viento por el océano inmenso de la -teogonía védica, y profundo conocedor de la antigüedad griega, y -helenista insigne, condujo a Homero a orillas del Sena. Atraíale la -aurora de la humanidad, la soberana sencillez de las edades primeras, la -grandiosa infancia de las razas, en la cual empieza el Génesis de lo que -él llamara con su verbo solemne «la historia sagrada del pensamiento -humano en su florecimiento de harmonía y de luz;» la historia de la -Poesía. - -El más griego de los artistas, como le llamara un joven esteta, cantó a -los bárbaros, ciertamente. Como había en su reino poético, suprimido -todo anhelo por un ideal de fe, la inmensa alma medioeval no tenía para -él ningún fulgor; y calificaba la Edad Media como una edad de abominable -barbarie. Y he aquí que ninguno entre los poetas, después de Hugo, ha -sabido poner delante de los ojos modernos, como Leconte de Lisle, la -vida de los caballeros de hierro, las costumbres de aquellas épocas, los -hechos y aventuras trágicas de aquellos combatientes y de aquellos -tiranos; los sombríos cuadros monacales, los interiores de los -claustros, los cismas, la supremacía de Roma, las musulmanas barbaries -fastuosas, el ascetismo católico, y el temblor extranatural que pasó por -el mundo en la edad que otro gran poeta ha llamado con razón, en una -estrofa célebre, «enorme y delicada.» - -Puso el espíritu sobre el corazón. Jamás en toda su obra se escucha un -solo eco de sentimiento; nunca sentiréis el escalofrío pasional. Eros -mismo, si pasa por esas inmensas florestas, es como un ave desolada. No -se atrevería la Musa de Musset a llamar a la puerta del vate serenísimo; -y las palomas lamartinianas alzarían el vuelo asustadas delante del -cuervo centenario que dialoga con el abad Serapio de Arsinoe. - -Nacido en una isla cálida y espléndida, isla de sol, florestas y -pájaros, que siente de cerca la respiración de la negra Africa, sintióse -poeta el «joven salvaje»; la lengua de la naturaleza le enseñó su -primera rima, el gran bosque primitivo le hizo sentir la influencia de -su estremecimiento, y el mar solemne y el cielo le dejaron entrever el -misterio de su inmensidad azul. Sentía él latir su corazón, deseoso de -algo extraño, y sus labios estaban sedientos del vino divino. Copa de -oro inagotable, llena del celeste licor, fué para él la poesía de Hugo. -Al llegar «Las Orientales» a sus manos, al ver esos fulgurantes poemas, -la luz misma de su cielo patrio le pareció brillar con un resplandor -nuevo; la montaña, el viento africano, las olas, las aves de las -florestas nativas, la naturaleza toda, tuvo para él voces despertadoras -que le iniciaron en un culto arcano y supremo. - -Imaginaos un Pan que vagase en la montaña sonora, poseído de la fiebre -de la harmonía, en busca de la caña con que habría de hacer su rústica -flauta, y a quien de pronto diese Apolo una lira y le enseñase el arte -de arrancar de sus cuerdas sones sublimes. No de otro modo aconteció al -poeta que debiera salir de la tierra lejana en donde nació, para -levantar en la capital del Pensamiento un templo cincelado en el más -bello paros, en honor del Dios del arco de plata. - -El que fué impecable adorador de la tradición clásica pura, debía -pronunciar en ocasión solemne, delante de la Academia francesa que le -recibía en su seno, estas palabras: «Las formas nuevas son la expresión -necesaria de las concepciones originales.» Digna es tal declaración de -quien sucediera a Hugo en la asamblea de los «inmortales» y de quien -como su sacrocesáreo antecesor, fué jefe de escuela, y de escuela que -tenía por fundamento principal el culto de la forma. Hugo fué en verdad -para él la encarnación de la poesía. Leconte de Lisle no reconocía de la -Trinidad romántica, sino la omnipotencia del «Padre»; Musset, «el Hijo», -y Lamartine «el Espíritu», apenas si merecieron una mirada rápida de sus -ojos sacerdotales. Y es que Hugo ejercía sobre él la atracción astral de -los genios individuales y absolutos; el hijo de la isla oriental fué -iniciado en el secreto del arte por el autor de «Las Orientales»; el que -debía escribir los «Poemas antiguos» y los «Poemas bárbaros», no podía -sino contemplar con estupor la creación de ese orbe constelado, vario, -profuso y estupendo que se llama «La Leyenda de los siglos.» Luego, fué -a él, barón, par, príncipe, a quien el Carlomagno de la lira dirigiera -este corto mensaje imperial y fraternal: «Jungamus dextras.» Después, él -fué siempre el privilegiado. Hugo le consagró. Y cuando Hugo fué -conducido al Pantheón, fué Leconte de Lisle quien entonó el himno más -ferviente en honor de quien entraba a la inmortalidad. Posteriormente, -al ocupar su sillón en la Academia, colocó aún más triunfales palmas y -coronas en la tumba del César literario. Recorrió con su pensamiento la -historia de la poesía universal, para llegar a depositar sus trofeos en -aras del daimon desaparecido, y presentó con la magia de su lenguaje la -creación toda de Hugo. Hizo aparecer con sus prestigios incomparables -«Las Orientales», cuya lengua y movimiento, según confesión propia, -fueron para él una revelación; el prefacio de «Cromwell», oriflama de -guerra, tendido al viento; las «Hojas de otoño», los «Cantos del -crepúsculo», las «Voces interiores», los «Rayos» y las «Sombras», a -propósito de los cuales lanzó una flecha de su carcaj dirigida al -sentimentalismo; los «Castigos», llenos de rayos y relámpagos, bajo los -cuales coloca los «Yambos» de Chenier y las «Trágicas» de Agrippa -d’Aubigné; «La Leyenda de los siglos», «que permanecerá como la prueba -brillante de una potencia verbal inaudita, puesta al servicio de una -imaginación incomparable.» Y todos los poemas posteriores, «Canciones de -calles y bosques», «Año terrible», «Arte de ser abuelo», el «Papa», la -«Piedad suprema», «Religión y religiones», «El asno», «Torquemada» y los -«Cuatro vientos del Espíritu.» De todas estas últimas obras nombradas, -la que llama su atención principal es «Torquemada.» ¿Por qué? Porque -Leconte de Lisle sentía el pasado con una fuerza de visión insuperable, -a punto de que Guyau llama a la Trilogía «Nueva leyenda de los siglos.» -«Bien que ningún siglo, escribe el poeta, haya igualado al nuestro en la -ciencia universal; que la historia, las lenguas, las costumbres, las -teogonías de los pueblos antiguos nos sean reveladas de año en año por -tantos sabios ilustres; que los hechos y las ideas, la vida íntima y la -vida exterior; que todo lo que constituye la razón de ser, de creer, de -pensar de los hombres desaparecidos, llama la atención de las -inteligencias elevadas, nuestros grandes poetas han raramente intentado -volver intelectualmente la vida al pasado.» Tiempos primitivos, Edad -Media, todo lo que se halla respecto a nuestra edad contemporánea como -en una lejanía de ensueño, atrae la imaginación del vate severo. La -exposición de la obra novelesca de Víctor Hugo, dióle motivo para lanzar -otra flecha que fué directamente a clavarse en el pecho robusto de Zola, -cuando habló de «la epidemia que se hace sentir directamente en una -parte de nuestra literatura, y contamina los últimos años de un siglo -que se abriera con tanto brillo y proclamara tan ardientemente su amor a -lo bello» y de «el desdén de la imaginación y del ideal que se instala -imprudentemente en muchos espíritus obstruídos por teorías groseras y -malsanas.» «El público letrado, agrega, no tardará en arrojar con -desprecio lo que aclama hoy con ciega admiración. Las epidemias de esta -naturaleza pasan y el genio permanece.» - -Al contestar el discurso del nuevo académico, Alejandro Dumas, hijo, -entre sonrisa y sonrisa, quemó en honor del recién llegado este puñado -de incienso: «Cuando un gran genio (Hugo) ha tenido desde la infancia el -hábito de frecuentar un círculo de genios anteriores, entre los cuales -Sófocles, Platón, Virgilio, Lafontaine, Corneille y Moliére no ocupan -sino un segundo término y en donde Montaigne, Racine, Pascal, Bossuet, -La Bruyere no penetran, se comprende fácilmente que el día en que ese -gran genio distingue entre la muchedumbre que se agita a sus pies un -poeta y le marca en la frente con el signo con que ha de reconocer, en -lo porvenir, a los de su raza y familia, ese poeta tendrá el derecho de -estar orgulloso. Ese poeta sois vos, señor.» - -Fueron ciertamente los «Poemas bárbaros» la anunciación espléndida de un -grande y nuevo poeta. ¿Qué son esos poemas? Visiones formidables de los -pasados siglos, los horrores y las grandezas épicas de los bárbaros -evocados por un latino que emplea para su obra versos de bronce, versos -de hierro, rimas de acero, estrofas de granito. Caín surge en el ensueño -del vidente Thogorma, en un poema primitivo, bíblico, que se desarrolla -en la misteriosa, inmemorial «ciudad de la angustia», en el país de -Hevila. Caín es el mensajero de la nada. Luego, es aún en la Biblia -donde se halla el origen de otros poemas; la viña de Naboth, el -Eclesiastés, que declara cómo la irrevocable Muerte es también mentira; -después el poeta va de un punto a otro, extraño cosmopolita del pasado; -a Tebas, donde el rey Khons descansa en su barca dorada; a Grecia donde -surgirá la monstruosa Equidna, o un grupo de hirsutos combatientes; a la -Polinesia, en donde aprenderá el génesis indígena; al boreal país de los -Nornos y escaldas, donde Snorr tiene su infernal visión; a Irlanda, -tierra de bardos. Y se advierten blancas pinturas de países frígidos, -figuras cinceladas en nieve; Angantir que dialoga con Hervor; Hialmar -que clama trágicamente, el oso que llora, los cantos de los cazadores y -runoyas; el norte aun, el país de Sigurd; los elfos que coronados de -tomillo danzan a la luz de la luna, en un aire germánico de balada; -cantos tradicionales; Kono de Kemper; el terrible poema de Mona; cuadros -orientales como la preciosa y musical «Verandah»; las frases ásperas de -la naturaleza; el desierto; la India y sus pagodas y fakires; Córdoba -morisca; fieras y aves de rapiña; fuentes cristalinas, bosques salvajes; -la historia religiosa, la leyenda, el Romancero; América, los Andes...; -y sobre todo esto, el «Cuervo», el cuervo desolador, y la silenciosa, -fatal, pálida y como deseada imagen de la Muerte, acompañada de su -obscuro paje, el dolor. - -En los «Poemas antiguos» resucita el esplendor de la belleza griega, -lanzando al mismo tiempo un manifiesto a manera de prólogo. He aquí lo -que pensaba de los tiempos modernos: «Desde Homero, Esquilo y Sófocles -que representan la poesía en su vitalidad, en su plenitud y en su unidad -armónica, la decadencia y la barbarie han invadido el espíritu humano. -En lo tocante a arte original, el mundo romano está al nivel de los -Dacios y de los Sármatas; el cielo cristiano, todo es bárbaro. Dante, -Shakespeare y Milton, no tienen sino la altura de su genio individual; -su lengua y sus concepciones, son bárbaras. La escultura se detiene en -Fidias y en Lisipo; Miguel Angel no ha fecundado nada; su obra, -admirable en sí misma, ha abierto una vía desastrosa. ¿Qué queda, pues, -de los siglos transcurridos después de la Grecia? Algunas -individualidades potentes, algunas grandes obras sin liga y sin unidad. -La poesía moderna, reflejo confuso de la personalidad fogosa de Byron, -de la religiosidad ficticia de Chateaubriand, del ensueño místico de -Ultra-Rhin y del realismo de los lakistas, se turba y se disipa. Nada -menos vivo y menos original, bajo el aparato más ficticio. Un arte de -segunda mano, híbrido, incoherente. Arcaísmo de la víspera, nada más. La -paciencia pública se ha cansado de esta comedia sonoramente representada -a beneficio de una autolatria de préstamo. Los maestros se han callado o -quieren callarse, fatigados de sí mismos, olvidados ya, solitarios en -medio de sus obras infructuosas. Los poetas nuevos, criados en la vejez -precoz de una estética infecunda, deben sentir la necesidad de remojar -en las fuentes eternamente puras la expresión usada y debilitada de los -sentimientos generosos. El tema personal y sus variaciones demasiado -repetidas, han agotado la atención; con justicia ha venido la -indiferencia, pero si es posible abandonar a la mayor brevedad esa vía -estrecha y banal, es preciso aun no entrar en un camino más difícil y -peligroso, sino fortificado por el estudio y la iniciación. - -«Una vez sufridas esas pruebas expiatorias, una vez saneada la lengua -poética, las especulaciones del espíritu perderán algo de su verdad y su -energía cuando dispongan de formas más netas y más precisas. Nada será -abandonado ni olvidado; la base pensante y el arte habrán recobrado la -savia y el vigor, la harmonía y la unidad unidas. Y más tarde, cuando -esas inteligencias profundamente agitadas se hayan aplacado, cuando la -meditación de los principios descuidados y la regeneración de las formas -hayan purificado el espíritu y la letra, dentro de un siglo o dos, si -todavía la elaboración de los tiempos nuevos no implica una gestación -más alta, tal vez la poesía llegaría a ser el verbo inspirado e -inmediato del alma humana...» - -Esa declaración demuestra el por qué Leconte de Lisle no vibraba a -ningún soplo moderno, a ninguna conmoción contemporánea, y se refugiaba, -como Keats, aunque de otra suerte, en viejas edades paganas en cuyas -fuentes su Pegaso se abrevaba a su placer. - -Los «Poemas trágicos» completan la trilogía. Hay como en los anteriores -una rica variedad de temas, predominando los paisajes exóticos, -reconstrucciones históricas, o fantásticas y brillantes pinturas de -asuntos legendarios. El kalifa de Damasco, abre la serie, entre imanes -de Meca y emires de Oriente. - -Es este un libro purpúreo. Los «Poemas bárbaros» son un libro negro. La -palabra más usada en ellos es _noir_. Libro rojo es éste, ciertamente, -que comienza con la apoteosis de Muza-al-Kebir, en país oriental, y -concluye en la Grecia de Orestes, con la tragedia funesta de las -Erinnias o Furias. - -Oiréis entre tanto un canto de muerte de los galos del siglo sexto, -clamores de moros medioevales; veréis la caza del águila, en versos que -no haría mejores un numen artífice; después del águila vuela el -albatros, el «prince des nuages» de Baudelaire; pasan lúgubres ancianos -como Magno; frailes como el abad Jerónimo, cual surge en poema que sin -duda alguna, Núñez de Arce leyó antes de escribir «La visión de fray -Martín»; monstruos simbólicos como la Bestia escarlata; tipos del -romancero español como don Fadrique, y entre todo esto el severo bardo -no desdeña jugar con la musa, y ensaya el pantum malayo, o rima la -villanelle como su amigo Banville. - -Las «Erinnias» es obra de quien puede recorrer el campo de la poesía -griega, y conversar con París, Agamenón o Clitemnestra. Artistas -egregios ha habido que hayan comprendido la antigüedad profunda y -extensamente; mas de seguro ninguno con la soberanía, con el poder de -Leconte de Lisle. Pudo Keats escribir sus célebres versos a una urna -griega; pudo el germánico Goethe despertar a Helena después de un sueño -de siglos y hacer que iluminase la frente de Euforión la luz divina, y -que Juan Pablo escribiese una famosa metáfora. Leconte de Lisle -desciende directamente de Homero; y si fuese cierta la transmigración de -las almas, no hay duda de que su espíritu estuvo en los tiempos heroicos -encarnado en algún aeda famoso o en algún sacerdote de Delfos. - -Bien sabida es la historia del Hamlet antiguo, de Orestes, el -desventurado parricida, armado por el destino y la venganza, castigador -del materno crimen, y perseguido por las desmelenadas y horribles -Furias. Sófocles en su «Electra», Eurípides, Voltaire, Alfieri, han -llevado a la escena al trágico personaje. - -Leconte de Lisle, en clásicos alejandrinos que bien valen por hexámetros -de la antigüedad, evoca en la parte primera de su poema a Clitemnestra, -en el pórtico del palacio de Pelos; a Tallibios y Euribates, y un coro -de ancianos, asimismo la sollozante Casandra de profética voz. En la -segunda parte, ya cometido el crimen de su madre, Orestes, vengará, -apoyado por el impulso sororal de Electra, la sangre de su padre. Las -Furias le persiguen entre clamores de horror. - -El poeta, como traductor, fué insigne. A Homero, Sófocles, Hesiodo, -Teócrito, Bion, Mosco, tradújolos en prosa rítmica y purísima en cuyas -ondas parece que sonasen las músicas de los metros originales. -Conservaba la ortografía de los idiomas antiguos; y así sus obras tienen -a la vista una aristocracia tipográfica que no se encuentra en otras. - -Cuando Hugo estaba en el destierro, la poesía apenas tenía vida en -Francia, representada por unos pocos nombres ilustres. Entonces fué -cuando los parnasianos levantaron su estandarte, y buscaron un jefe que -los condujese a la campaña. ¡El Parnaso! No fué más bella la lucha -romántica, ni tuvieron los Joven-Francia más rica leyenda que la de los -parnasianos, contada admirablemente por uno de sus más bravos y -gloriosos capitanes. De esa leyenda encantadora y vívida, no puedo menos -que traducir la hermosa página consagrada al cantor excelso por quien -hoy viste luto la poesía de Francia, la Poesía universal. - -«...Y lo que nos faltaba también era una firme disciplina, una línea de -conducta precisa y resuelta. Ciertamente, el sentimiento de la Belleza, -el horror de las abobadas sensiblerías que deshonraban entonces la -poesía francesa, ¡lo teníamos nosotros! ¡Pero qué! tan jóvenes, -desordenadamente y un poco al azar era como nos arrojábamos a la brega, -y marchábamos a la conquista de nuestro ideal. Era tiempo de que los -niños de antes tomaran actitudes de hombres, que de nuestro cuerpo de -tiradores formase un ejército regular. Nos faltaba la regla, una regla -impuesta de lo alto, y que sobre dejarnos nuestra independencia -intelectual, hiciera concurrir gravemente, dignamente, nuestras fuerzas -esparcidas, a la victoria entrevista. Esta regla la recibimos de Leconte -de Lisle. Desde el día en que François Copée, Villiers de l’Isle Adam, y -yo, tuvimos el honor de ser conducidos a casa de Leconte de Lisle,--M. -Luis Ménard, el poeta y filósofo, fué nuestro introductor,--desde el día -en que tuvimos la alegría de encontrar en casa del maestro a José María -de Heredia y a León Dierx, de ver allí a Armand Silvestre, de -reencontrar a Sully Prudhomme, desde ese día data, hablando propiamente, -nuestra historia, que cesa de ser una leyenda; y entonces fué cuando -nuestra adolescencia se convirtió en virilidad. En verdad nuestra -juventud de ayer no estaba muerta de ningún modo, y no habíamos -renunciado a las azarosas extravagancias en el arte y en la vida. Pero -dejamos todo eso a la puerta de Leconte de Lisle, como se quita un -vestido de carnaval, para llegar a la casa familiar. Teníamos alguna -semejanza con esos jóvenes pintores de Venecia que después de trasnochar -cantando en góndola y acariciando los cabellos rojos de bellas -muchachas, tomaban de repente un aire reflexivo, casi austero, para -entrar al taller del Ticiano. - -»Ninguno de aquellos que han sido admitidos en el salón de Leconte de -Lisle, olvidará nunca el recuerdo de esas nobles y dulces tardes, que -durante tantos años, fueron nuestras más bellas horas. ¡Con qué -impaciencia al pasar cada semana esperábamos el sábado, el precioso -sábado, en que nos era dado encontrarnos, unidos en espíritu y corazón, -alrededor de aquel que tenía nuestro corazón y toda nuestra ternura! Era -en un saloncito, en el quinto piso de una casa nueva, boulevard de los -Inválidos, en donde nos juntábamos para contarnos nuestros proyectos, -llevar nuestros versos nuevos, y solicitar el juicio de nuestros -camaradas y de nuestro grande amigo. Los que han hablado de entusiasmo -mutuo, los que han acusado a nuestro grupo de demasiada complacencia -consigo mismo, esos, en verdad, han sido mal informados. Creo que -ninguno de nosotros se ha atrevido, en casa de Leconte de Lisle, a -formular un elogio o una crítica sin llevar íntimamente la convicción -de decir la verdad. Ni más exagerado el elogio, que acerba la -desaprobación. - -»Espíritus sinceros, he ahí en efecto lo que éramos; y Leconte de Lisle -nos daba el ejemplo de esa franqueza. Con rudeza que sabíamos que era -amable, sucedía que a menudo censuraba resueltamente nuestras obras -nuevas, reprochaba nuestras perezas y reprimía nuestras concesiones. -Porque nos amaba no era indulgente. Pero también ¡qué precio daba a los -elogios, esta acostumbrada severidad! ¡Yo no sé que exista mayor gozo -que recibir la aprobación de un espíritu justo y firme. Sobre todo, no -creáis, por mis palabras, que Leconte de Lisle haya nunca sido uno de -esos genios exclusivos, deseosos de crear poetas a su imagen, y que no -aman en sus hijos literarios sino su propia semejanza! Al contrario. El -autor de «Kain» es quizá, de todos los inventores de este tiempo, aquel -cuya alma se abre más ampliamente a la inteligencia de las vocaciones y -de las obras más opuestas a su propia naturaleza. El no pretende que -nadie sea lo que él es magníficamente. La sola disciplina que -imponía--era la buena--consistía en la veneración del Arte, y el desdén -de los triunfos fáciles. El era el buen consejero de las probidades -literarias, sin impedir jamás el vuelo personal de nuestras aspiraciones -diversas, él fué, él es aún, nuestra conciencia poética misma. A él es a -quien pedimos, en las horas de duda, que nos prevenga del mal. El -condena, o absuelve y estamos sometidos. - -»¡Ah! yo me acuerdo aún de todas las bromas que se hacían entonces, -sobre nuestras reuniones en el salón de Leconte de Lisle. ¡Y bien! los -burlones no tenían razón, pues, en verdad, lo creo y lo digo, en esta -época felizmente desaparecida en que la poesía era por todas partes -burlada; en que hacer versos tenía este sinónimo: ¡morir de hambre!; en -que todo el triunfo, todo el renombre, pertenecía a los rimadores de -elegías y verseros de couplets, a los lloriqueadores y a los risueños; -en que era suficiente hacer un soneto para ser un imbécil y hacer una -opereta para ser una especie de grande hombre; en esta época era un -bello espectáculo el de aquellos jóvenes prendados del arte verdadero, -perseguidores del ideal, pobres la mayor parte, y desdeñosos de la -riqueza, que confesaban imperturbablemente, venga lo que viniere, su fe -de poetas, y que se agrupaban, con una religión que nunca ha excluído la -libertad de pensamiento, alrededor de un maestro venerado, pobre como -ellos! - -»Otro error sería creer que nuestras reuniones familiares fuesen -sesiones dogmáticas y morosas. Leconte de Lisle era de aquellos que -pretenden apartar, sobre todo del elogio, su personalidad íntima y por -tanto mi conversación no tendrá aquí anécdotas. No diré de las -sonrientes dulzuras de una familiaridad de que estábamos tan orgullosos, -de las cordialidades de camarada que tenía con nosotros el gran poeta, -ni de las charlas al amor del hogar--porque se era serio, pero -alegre--ni todo el bello humor casi infantil de nuestras apacibles -conciencias de artistas en el querido salón, poco lujoso, pero tan neto -y siempre en orden, como una estrofa bien compuesta; mientras la -presencia de una joven en medio de nuestro amistoso respeto, agregaba su -gracia a la poesía esparcida.» - -Tal es el recuerdo que consagra Catulle Mendés en uno de sus mejores -libros, al hoy difunto jefe del Parnaso. El alentó a los que le -rodeaban, como en otro tiempo Ronsard a los de la Pléyade, al cual -cenáculo ha consagrado Leconte de Lisle muy entusiásticas frases; pues -quien en «Las Erinnias» pudo renovar la máscara esquiliana, miraba con -simpatía a Ronsard, que tuvo el fuego pindárico, anhelo de perfección y -amor absoluto a la belleza. - -Mas Leconte brillará siempre al fulgor de Hugo. ¿Qué porta-lira de -nuestro siglo no desciende de Hugo? ¿No ha demostrado triunfantemente -Mendés--ese hermano menor de Leconte de Lisle--que hasta el árbol -genealógico de los Rougon Macquart ha nacido al amor del roble enorme -del más grande de los poetas? Los parnasianos proceden de los -románticos, como los decadentes de los parnasianos. «La Leyenda de los -siglos» refleja su luz cíclica sobre los «Poemas trágicos, antiguos y -bárbaros.» La misma reforma métrica de que tanto se enorgullece con -justicia el Parnaso, ¿quién ignora que fué comenzada por el colosal -artífice revolucionario en 1830? - -La fama no ha sido propicia a Leconte de Lisle. Hay en él mucho de -olímpico, y esto le aleja de la gloria común de los poetas humanos. En -Francia, en Europa, en el mundo, tan solamente los artistas, los -letrados, los poetas, conocen y leen aquellos poemas. Entre sus -seguidores, uno hay que adquirió gran renombre: José María de Heredia, -también como él nacido en una isla tropical. En lengua castellana apenas -es conocido Leconte de Lisle. Yo no sé de ningún poeta que le haya -traducido, exceptuando al argentino Leopoldo Díaz, mi amigo muy -estimado, quien ha puesto en versos castellanos el «Cuervo»--con motivo -de lo cual el poeta francés le envió una real esquela--, «El sueño del -cóndor», «El desierto», «La tristeza del diablo», y «La espada de -Angantir», todo de los «Poemas bárbaros», como también «Los Elfos», cuya -traducción es la siguiente: - - De tomillo y rústicas hierbas coronados - los Elfos alegres bailan en los prados. - - Del bosque por arduo y angosto sendero - en corcel obscuro marcha un caballero. - Sus espuelas brillan en la noche bruna, - y, cuando en su rayo le envuelve la luna - fulgurando luce con vivos destellos, - un casco de plata sobre sus cabellos. - - De tomillo y rústicas hierbas coronados - los Elfos alegres bailan en los prados. - Cual ligero enjambre, todos le rodean, - y en el aire mudo raudos voltegean. - --Gentil Caballero, ¿dó vas tan de prisa? - La reina pregunta, con suave sonrisa. - Fantasmas y endriagos hallarás doquiera; - ven, y danzaremos en la azul pradera. - - De tomillo y rústicas hierbas coronados - los Elfos alegres bailan en los prados. - - --¡No! Mi prometida, la de ojos hermosos - me espera y mañana seremos esposos. - Dejadme prosiga, Elfos encantados, - que holláis vaporosos el musgo en los prados. - Lejos estoy, lejos de la amada mía, - y ya los fulgores se anuncian del día. - - De tomillo y rústicas hierbas coronados - los Elfos alegres bailan en los prados. - - --Queda, caballero, te daré a que elijas - el ópalo mágico, las áureas sortijas - y, lo que más vale que gloria y fortuna: - mi saya tejida con rayos de luna. - --¡No!--dice él.--¡Pues anda!--Y su blanco dedo - su corazón toca e infúndele miedo. - - De tomillo y rústicas hierbas coronados - los Elfos alegres bailan en los prados. - - Y el corcel obscuro, sintiendo la espuela, - parte, corre, salta, sin retardo vuela, - mas el caballero, temblando, se inclina: - ve sobre la senda forma blanquecina - que los brazos tiende, marchando sin ruido. - --¡Déjame, oh, demonio, Elfo maldecido! - - De tomillo y rústicas hierbas coronados - los Elfos alegres bailan en los prados. - - --¡Déjame, fantasma siempre aborrecida! - Voy a desposarme con mi prometida. - --Oh, mi amado esposo, la tumba perenne - será nuestro lecho de bodas solemne. - ¡He muerto!--dice ella, y él, desesperado, - de amor y de angustia cae muerto a su lado. - - De tomillo y rústicas hierbas coronados - los Elfos alegres bailan en los prados. - -Duerma en paz el hermoso anciano, el caballero de Apolo. Ya su espíritu -sabrá de cierto lo que se esconde tras el velo negro de la tumba. Llegó -por fin la por él deseada, la pálida mensajera de la verdad. - -Fínjome la llegada de su sombra a una de las islas gloriosas, Tempes, -Amatuntes celestes, en donde los orfeos tienen su premio. Recibiránle -con palmas en las manos, coros de vírgenes cubiertas de albas, -impalpables vestiduras; a lo lejos destacaráse la harmonía del pórtico -de un templo; bajo frescos laureles, se verán las blancas barbas de los -antiguos amados de las musas, Homero, Sófocles, Anacreonte. En un bosque -cercano, un grupo de centauros, Quirón a la cabeza, se acerca para mirar -al recién llegado. Brota del mar un himno. Pan aparece. Por el aire -suave, bajo la cúpula azul del cielo, un águila pasa, en vuelo rápido, -camino del país de las pagodas, de los lotos y de los elefantes. - -[imagen] - -[imagen: PAUL VERLAINE] - -[imagen] - - - - -PAUL VERLAINE - - -Y al fin vas a descansar; y al fin has dejado de arrastrar tu pierna -lamentable y anquilótica, y tu existencia extraña llena de dolor y de -ensueños, ¡oh, pobre viejo divino! Ya no padeces el mal de la vida, -complicado en ti con la maligna influencia de Saturno. - -Mueres, seguramente en uno de los hospitales que has hecho amar a tus -discípulos, tus «palacios de invierno», los lugares de descanso que -tuvieron tus huesos vagabundos, en la hora de los implacables reumas y -de las duras miserias parisienses. - -Seguramente, has muerto rodeado de los tuyos, de los hijos de tu -espíritu, de los jóvenes oficiantes de tu iglesia, de los alumnos de tu -escuela, ¡oh, lírico Sócrates de un tiempo imposible! - -Pero mueres en un instante glorioso: cuando tu nombre empieza a -triunfar, y la simiente de tus ideas, a convertirse en magníficas flores -de arte, aun en países distintos del tuyo; pues es el momento de decir -que hoy, en el mundo entero, tu figura, entre los escogidos de -diferentes lenguas y tierras, resplandece en su nimbo supremo, así sea -delante del trono del enorme Wagner. - -El holandés Bivanck se representa a Verlaine como un leproso sentado a -la puerta de una catedral, lastimoso, mendicante, despertando en los -fieles que entran y salen, la compasión, la caridad. Alfred Ernst le -compara con Benoit Labre, viviente símbolo de enfermedad y de miseria; -antes León Bloy le había llamado también el Leproso en el portentoso -tríptico de su «Brelan», en donde está pintado en compañía del Niño -Terrible y del Loco: Barbey d’Aurevilly y Ernesto Hello. ¡Ay, fué su -vida así! Pocas veces ha nacido de vientre de mujer un sér que haya -llevado sobre sus hombros igual peso de dolor. Job le diría: «¡Hermano -mío!» - -Yo confieso que después de hundirme en el agitado golfo de sus libros, -después de penetrar en el secreto de esa existencia única; después de -ver esa alma llena de cicatrices y de heridas incurables, todo al eco de -celestes o profanas músicas, siempre hondamente encantadoras; después de -haber contemplado aquella figura imponente en su pena, aquel cráneo -soberbio, aquellos ojos obscuros, aquella faz con algo de socrático, de -pierrotesco y de infantil; después de mirar al dios caído, quizá -castigado por olímpicos crímenes en otra vida anterior; después de saber -la fe sublime y el amor furioso y la inmensa poesía que tenían por -habitáculo aquel claudicante cuerpo infeliz, sentí nacer en mi corazón -un doloroso cariño que junté a la grande admiración por el triste -maestro. - -A mi paso por París, en 1893, me había ofrecido Enrique Gómez Carrillo -presentarme a él. Este amigo mío había publicado una apasionada -impresión que figura en sus «Sensaciones de Arte», en la cual habla de -una visita al cliente del hospital de Broussais. «Y allí le encontré -siempre dispuesto a la burla terrible, en una cama estrecha de hospital. -Su rostro enorme y simpático cuya palidez extrema me hizo pensar en las -figuras pintadas por Ribera, tenía un aspecto hierático. Su nariz -pequeña se dilata a cada momento para aspirar con delicia el humo del -cigarro. Sus labios gruesos que se entreabren para recitar con amor las -estrofas de Villón o para maldecir contra los poemas de Ronsard, -conservan siempre su mueca original, en donde el vicio y la bondad se -mezclan para formar la expresión de la sonrisa. Sólo su barba rubia de -cosaco, había crecido un poco y se había encanecido mucho.» - -Por Carrillo penetramos en algunas interioridades de Verlaine. No era -éste en ese tiempo el viejo gastado y débil que uno pudiera imaginarse, -antes bien, «un viejo robusto.» Decíase que padecía de pesadillas -espantosas y visiones en las cuales los recuerdos de la leyenda obscura -y misteriosa de su vida, se complicaban con la tristeza y el terror -alcohólicos. Pasaba sus horas de enfermedad, a veces en un penoso -aislamiento, abandonado y olvidado, a pesar de las bondadosas -iniciativas de los Mendés o de los León Deschamps. - -¡Dios mío! aquel hombre nacido para las espinas, para los garfios y los -azotes del mundo, se me apareció como un viviente doble símbolo de la -grandeza angélica y de la miseria humana. Angélico, lo era Verlaine; -tiorba alguna, salterio alguno, desde Jacopone de Todi, desde el Stabat -Mater, ha alabado a la Virgen con la melodía filial, ardiente y humilde -de «Sagesse»; lengua alguna, como no sean las lenguas de los serafines -prosternados, ha cantado mejor la carne y la sangre del Cordero; en -ningunas manos han ardido mejor los sagrados carbones de la penitencia; -y penitente alguno se ha flagelado los desnudos lomos con igual ardor de -arrepentimiento que Verlaine cuando se ha desgarrado el alma misma, cuya -sangre fresca y pura ha hecho abrirse rítmicas rosas de martirio. - -Quien lo haya visto en sus «Confesiones», en sus «Hospitales», en sus -otros libros íntimos, comprenderá bien al hombre--inseparable del -poeta--y hallará que en ese mar tempestuoso primero, muerto después, hay -tesoros de perlas. Verlaine fué un hijo desdichado de Adán, en el que la -herencia paterna apareció con mayor fuerza que en los demás. De los tres -Enemigos, quien menos mal le hizo fué el Mundo. El Demonio le atacaba; -se defendía de él, como podía, con el escudo de la plegaria. La Carne -sí, fué invencible e implacable. Raras veces ha mordido cerebro humano -con más furia y ponzoña la serpiente del Sexo. Su cuerpo era la lira del -pecado. Era un eterno prisionero del deseo. Al andar, hubiera podido -buscarse en su huella, lo hendido del pie. Se extraña uno no ver sobre -su frente los dos cuernecillos, puesto que en sus ojos podían verse aún -pasar las visiones de las blancas ninfas, y en sus labios, antiguos -conocidos de la flauta, solía aparecer el rictus del egipán. Como el -sátiro de Hugo, hubiera dicho a la desnuda Venus, en el resplandor del -monte sagrado: «¡Viens nous en...!» Y ese carnal pagano aumentaba su -lujuria primitiva y natural a medida que acrecía su concepción católica -de la culpa. - -Mas ¿habéis leído unas bellas historias renovadas por Anatole France de -viejas narraciones hagiográficas, en las cuales hay sátiros que adoran a -Dios, y creen en su cielo y en sus santos, llegando en ocasiones hasta -ser santos sátiros? Tal me parece Pauvre Lelian, mitad cornudo flautista -de la selva, violador de hamadriadas, mitad asceta del Señor, eremita -que, extático, canta sus salmos. El cuerpo velloso sufre la tiranía de -la sangre, la voluntad imperiosa de los nervios, la llama de la -primavera, la afrodisia de la libre y fecunda montaña; el espíritu se -consagra a la alabanza del Padre, del Hijo, del Santo Espíritu, y, sobre -todo, de la maternal y casta Virgen; de modo que al dar la tentación su -clarinada, el espíritu ciego, no mira, queda como en sopor, al son de la -fanfarria carnal; pero tan luego como el sátiro vuelve del boscaje y el -alma recobra su imperio y mira a la altura de Dios, la pena es profunda, -el salmo brota. Así, hasta que vuelve a verse pasar a través de las -hojas del bosque, la cadera de Kalixto... - -Cuando el Dr. Nordau publicó la obra célebre digna del Dr. Triboulat -Bonhoment, «Entartung», la figura de Verlaine, casi desconocida para la -generalidad--y en la generalidad pongo a muchos de la _élite_ en otros -sentidos--surgió por la primera vez, en el más curiosamente abominable -de los retratos. El poeta de «Sagesse» estaba señalado como uno de los -más patentes casos demostrativos de la afirmación pseudocientífica de -que los modos estéticos contemporáneos son formas de descomposición -intelectual. Muchos fueron los atacados: se defendieron algunos. Hasta -el cabalístico Mallarmé descendió de su trípode para demostrar el escaso -intelectualismo del profesor austro alemán, en su conferencia sobre la -Música y la Literatura dada en Londres. Pauvre Lelian no se defendió a -sí mismo. Comentaría cuando más el caso con algunos ¡dam! en el François -I o en el D’Harcout. Varios amigos discípulos le defendieron; entre -todos con vigor y maestría lo hizo Charles Tennib, y su hermoso y -justificado ímpetu correspondió a la presentación del «caso» por Max -Nordau: - -«Tenemos ante nosotros la figura bien neta del jefe más famoso de los -simbolistas. Vemos un espantoso degenerado, de cráneo asimétrico y -rostro mongoloide, un vagabundo impulsivo, un dipsómano... un erótico... -un soñador emotivo, débil de espíritu, que lucha dolorosamente contra -sus malos instintos y encuentra a veces en su angustia conmovedores -acentos de queja, un místico cuya conciencia humosa está llena de -representaciones de Dios y de los santos; y un viejo chocho, etc.» - -En verdad que los clamores de ese generoso De Amicis contra la ciencia -que acaba de descuartizar a Leopardi después de denventrar al Tasso, -son muy justos, e insuficientemente iracundos. - -En la vida de Verlaine hay una nebulosa leyenda que ha hecho crecer una -verde pradera en que ha pastado a su placer el «pan-muflisme.» No me -detendré en tales miserias. En estas líneas escritas al vuelo, y en el -momento de la impresión causada por su muerte, no puedo ser tan extenso -como quisiera. - -De la obra de Verlaine, ¿qué decir? El ha sido el más grande de los -poetas de este siglo. Su obra está esparcida sobre la faz del mundo. -Suele ya ser vergonzoso para los escritores apteros oficiales, no citar -de cuando en cuando, siquiera sea para censurar sordamente, a Paul -Verlaine. En Suecia y Noruega los jóvenes amigos de Jonas Lee, propagan -la influencia artística del maestro. En Inglaterra, a donde iba a dar -conferencias, gracias a los escritores nuevos, como Symons, y los -colaboradores del Yellow Book, el nombre ilustre se impone; la New -Rewiew daba sus versos en francés. En los Estados Unidos antes de -publicarse el conocido estudio de Symons en el «Harpers’s»--«The -decadent movement in literature»--la fama del poeta era conocida. En -Italia, D’Annunzio reconoce en él a uno de los maestros que le ayudaran -a subir a la gloria; Vittorio Pica y los jóvenes artistas de la Tavola -Rotonda exponen sus doctrinas; en Holanda la nueva generación -literaria--nótese un estudio de Werwey--le saludan en su alto puesto; en -España es casi desconocido y serálo por mucho tiempo: solamente el -talento de Clarín creo que lo tuvo en alta estima; en lengua española no -se ha escrito aún nada digno de Verlaine; apenas lo publicado por Gómez -Carrillo; pues las impresiones y notas de Bonafoux y Eduardo Pardo, son -ligerísimas. - -Vayan, pues, estas líneas, como ofrenda del momento. Otra será la -ocasión en que consagre al gran Verlaine el estudio que merece. Por hoy, -no cabe el análisis de su obra. - -«Esta pata enferma me hace sufrir un poco: me proporciona, en cambio, -más comodidad que mis versos, que me han hecho sufrir tanto! Si no fuese -por el reumatismo yo no podría vivir de mis rentas. Estando bueno, no lo -admiten a uno en el hospital.» - -Esas palabras pintan al hermano trágico de Villón. - -No era mala, estaba enferma su _animula_, _blandula_, _vagula_... ¡Dios -la haya acogido en el cielo como en un hospital! - -[imagen] - -[imagen: EL CONDE MATÍAS AUGUSTO DE VILLIERS DE L’ISLE ADAM] - -[imagen] - - - - -EL CONDE MATÍAS AUGUSTO DE VILLIERS DE L’ISLE ADAM - - ¡VA OULTRE! - (Divisa de los Villiers de L’Isle Adam.) - - -«Este era un rey...» Así, como en los cuentos azules, hubiera debido -empezar la historia del monarca _raté_, pero prodigioso poeta, que fué -en esta vida el conde Matías Felipe Augusto de Villiers de l’Isle Adam. -Puédese construir este fragmento de historia ideal: «Por aquel -tiempo--fué a mediados del indecoroso siglo XIX,--el país de Grecia vió -renacer su esplendor. Un príncipe semejante a los príncipes antiguos, se -coronó en Atenas, y brilló como un astro real. Era descendiente de los -caballeros de Malta; había en él algo del príncipe Hamlet y mucho del -rey Apolo; hacía anunciar su paso con trompetas de plata; recorría los -campos en carrozas heroicas, tiradas por cuadrillas de caballos blancos; -echó de su reino a todos los ciudadanos de los Estados Unidos de Norte -América; pensionó magníficamente a pintores, escultores y rimadores, de -modo que las abejas áticas se despertaban a un sonido de cinceles y de -liras; pobló de estatuas los bosques; hizo volver a los ojos de los -pastores la visión de las ninfas y de las diosas; recibió la visita de -un soberano soñador que se llamaba Luis de Baviera, señor hermoso como -Lohengrin, y a quien amaba Loreley y vivía junto a un lago azul nevado -de cisnes; llevó a Wagner a la harmoniosa tierra del Olimpo, de modo que -el bello sol griego puso su aureola de oro en la divina frente de -Euforión; envió embajadas a los países de Oriente y cerró las puertas -del reino a los bárbaros occidentales; volvió gracias a él la gloria de -las musas; y cuando murió no se supo si fué un águila o un unicornio -quien llevó su cuerpo a un lugar misterioso.» - -Pero la suerte, ¡oh, sire, oh excelso poeta! no quiso que se realizase -ese adorable sueño, en este tiempo que ha podido envolver en la más alta -apoteosis la abominable figura de un Franklin! - -Villiers de l’Isle Adam es un sér raro entre los raros. Todos los que le -conocieron conservan de él la impresión de un personaje extraordinario. - -A los ojos del hermético y fastuoso Mallarmé es un tipo de ilusión, un -solitario,--como las más bellas piedras y las más santas almas:--además, -en todo y por todo, un rey; un rey absurdo si queréis, poético, -fantástico; pero un rey. Luego un genio. «El joven más magníficamente -dotado de su generación», escribe Henry Laujol. Mendés exclama a -propósito de Villiers, en 1884: - -«¡Desgraciados los semidioses! Están demasiado lejos de nosotros para -que les amemos como hermanos y demasiado cerca para que les adoremos -como a maestros.» El tipo del semi-genio, descripto por el poeta de -«Panteleia», es verdadero. Más de una vez habréis pensado en ciertos -espíritus que hubieran podido ser, como una chispa más del fuego celeste -con que Dios forma los genios, genios completos, genios totales; pero -que, águilas de cortas alas, ni pueden llegar a la suprema altura, como -los condores, ni revolar en el bosque, como los ruiseñores. - -Van más allá del talento los semi-genios; pero no tienen voz para decir, -como en la página de Hugo, a las puertas de lo infinito: «Abrid; yo soy -el Dante.» Por lo tanto flotan aislados sin poder subir a las fortalezas -titánicas de Shakespeare, ni acogerse a los kioscos floridos de Gautier. -Y son desgraciados. - -Hoy, ya publicada toda la obra de Villiers de l’Isle Adam, no hay casi -vacilación alguna en poder saludarle entre los espíritus augustos y -superiores. Si genio es el que crea, y el que ahonda más en lo divino y -misterioso, Villiers fué genio. - -Nació para triunfar y murió sin ver su triunfo; descendiente de -nobilísima familia, vivió pobre, casi miserable; aristócrata por sangre, -arte y gustos, tuvo que frecuentar medios impropios de su delicadeza y -realeza. Bien hizo Verlaine en incluirle entre sus poetas Malditos. -Aquel orgulloso, del más justo orgullo; aquel artista que escribía: -¿«Qué nos importa la justicia? Quien al nacer no trae en su pecho su -propia gloria no conocerá nunca la significación real de esa -palabra»,--hizo su peregrinación por la tierra acompañado del -sufrimiento, y fué un maldito. - -Según Verlaine, y sobre todo, según su biógrafo y primo R. du Pontavice -de Heussey, comenzó por escribir versos. Despertó a la poesía en la -campaña bretona, donde, como Poe, tuvo un amor desgraciado, una ilusión -dulce y pura que se llevó la muerte. Es de notarse que casi todos los -grandes poetas han sufrido el mismo dolor: de aquí esa bella -constelación de divinas difuntas que brillan milagrosamente en el cielo -del arte, y que se llaman Beatrice, Lady Rowena de Tremain; y la dama -sublime que hizo vibrar con melodiosa tristeza el laud de Dante Gabriel -Rossetti. Villiers a los diecisiete años, cantaba ya: - - ¡Oh! vous souvenez vous, forêt délicieuse, - de la jolie enfant qui passait gracieuse, - souriant simplement au ciel, à l’avenir, - se perdant avec moi dans ces vertes allées? - ¡Eh bien! parmi les lis de vos sombres vallées - vous ne la verrez plus venir. - -Villiers no volvió a amar con el fuego de sus primeros años; esa casi -infantil pasión, fué la más grande de su vida. - -Advierte Gautier, al hablar en sus «Grotesques», de Chapelain, cómo la -familia de éste, contrariando el natural horror que los padres tienen -por la carrera literaria, se propuso dedicarle a la poesía. El resultado -fué dotar a las letras francesas de un excelente mal poeta. No fué así -por cierto el caso de Villiers. Sus padres le alentaron en sus luchas de -artista; desde los primeros años; por ley atávica existía en toda esa -familia el sentimiento de las grandezas y la confianza en todas las -victorias. Jamás dejaron de tener esperanza los buenos viejos,--principalmente -ese soberbio marqués, buscador de tesoros,--en que la cabeza de su -Matías estaba destinada para la corona, ya fuese la de los reyes, o la -verde y fresca de laurel. Si apenas logró entrever ésta en los últimos -días de su existencia,--a punto de que Verlaine le llamase «tres -glorieux»--la de crucificado del arte llevó siempre clavada, el infeliz -soñador. - -Cuando Villiers llegó a París era el tiempo en que surgía el alba del -Parnaso. Entre todos aquellos brillantes luchadores su llegada causó -asombro. Coppée, Dierx, Heredia, Verlaine, le saludaron como a un -triunfante capitán. Mallarmé dice: «¡Un genio!» Así lo comprendimos -nosotros. El genio se reveló desde las primeras poesías, publicadas en -un volumen dedicado al conde Alfred de Vigny. Luego, en la «Revue -Fantaisiste» que dirigía Catulle Mendés, dió vida al personaje más -sorprendente que haya animado la literatura de este siglo: el Dr. -Tribulat Bonhomet. Solamente un soplo de Shakespeare hubiera podido -hacer vivir, respirar, obrar de ese modo, al tipo estupendo que encarna -nuestro incomparable tiempo. - -El Dr. Tribulat Bonhomet, es una especie de Don Quijote trágico y -maligno, perseguidor de la Dulcinea del utilitarismo y cuya figura está -pintada de tal manera, que hace temblar. La influencia misteriosa y -honda de Poe ha prevalecido, es innegable, en la creación del personaje. - -Oigamos a Huyssmans: habla de Des Esseintes: «Entonces se dirigía a -Villiers de l’Isle Adam, en cuya obra esparcida notaba observaciones aún -sediciosas, vibraciones aún espamóticas; pero que ya no dardeaban--a -excepción de su Claire Lenoir, al menos--un horror tan espantable...» - -La historia de «discréte et scientifique personne, dame veuve Claire -Lenoir», que es la misma en que aparece el Dr. Bonhomet, tiene páginas -en que se cree ver un punto más allá de lo desconocido. - -Shakespeare y Poe han producido semejantes relámpagos, que medio -iluminan, siquiera sea por un instante, las tinieblas de la muerte, el -obscuro reino de lo sobrenatural. Este impulso hacia lo arcano de la -vida persiste en obras posteriores, como los «Cuentos crueles», los -«Nuevos cuentos crueles», «Isis» y una de las novelas más originales y -fuertes que se hayan escrito: «La Eva futura.» Espiritualista -convencido, el autor, apoyado en Hegel y en Kant, volaba por el orbe de -las posibilidades, teniendo a su servicio la razón práctica, mientras -tomaba fuerza para ascender y asir de su túnica impalpable a Psiquis. -Tullia Fabriana, primera parte de «Isis», acusa en Villiers, a los ojos -de la crítica exigente, exageración romántica. - -A esto no habría que decir sino que Tullia Fabriana fué el «Han de -Islandia» de Villiers de l’Isle Adam. - -Su vida es otra novela, otro cuento, otro poema. De ella veamos, por -ejemplo, la leyenda del rey de Grecia, apoyados en las narraciones de -Laujol, Verlaine y B. Pontavice de Heussey. Dice el último: «En el año -de gracia de 1863, en la época en que el gobierno imperial irradiaba con -su más fulgurante brillo, faltaba un rey al pueblo de los helenos. Las -grandes potencias que protegían a la heroica y pequeña nación a que -Byron sacrificó su vida, Francia, Rusia, Inglaterra, se pusieron a -buscar un joven tirano constitucional para darlo a su protegida. -Napoleón III tenía en esta época voz preponderante en los congresos, y -se preguntaban con ansiedad si él presentaría un candidato y si éste -sería francés. En fin, los diarios aparecían llenos de decires y -comentarios sobre ese asunto palpitante: la cuestión griega estaba a la -orden del día. Los noticieros podían sin temor dar rienda suelta a la -imaginación, pues mientras que las otras naciones parecían haber -definitivamente escogido al hijo del rey de Dinamarca--el emperador, tan -justamente llamado «el príncipe taciturno» por su amigo de días -sombríos, Carlos Dickens, el emperador, digo, continuaba callado y -haciendo guardar su decisión. Así estaban las cosas, cuando una mañana -de principios de Marzo, el gran marqués (habla del padre de Villiers) -entra como huracán en el triste salón de la calle Saint-Honoré, -blandiendo un diario sobre su cabeza y en un indescriptible estado de -exaltación que pronto compartió toda la familia. He aquí en efecto la -extraña noticia que publicaban esa mañana muchas hojas parisienses: -«Sabemos de fuente autorizada que una nueva candidatura al trono de -Grecia acaba de brotar. El candidato esta vez es un gran señor francés, -muy conocido de todo París: el conde Matías Augusto de Villiers de -l’Isle Adam, último descendiente de la augusta línea que ha producido al -heroico defensor de Rodas y al primer gran maestre de Malta. En la -última recepción íntima del emperador, habiéndole a éste preguntado uno -de sus familiares sobre el éxito que pudiera tener esta candidatura, su -majestad ha sonreído de una manera enigmática. Todos nuestros votos al -nuevo aspirante a rey.» «Los que me han seguido hasta aquí se figurarán -seguramente el efecto que debió producir en imaginaciones como las de la -familia de Villiers semejante lectura, etc., etc.» Hasta aquí Pontevice. -Sea, pase que haya habido en la noticia antes copiada, engaño o broma de -algún mistificador; pero es el caso que en las Tullerías se le concedió -una audiencia al flamante pretendiente, para tratar del asunto en -cuestión. He allí que bien trajeado--¡no, ah, con el manto, ni la -ropilla, o la armadura de sus abuelos!--fué recibido el conde en el -palacio real, por el duque de Bassano. Villiers vivía en el mundo de sus -ensueños, y cualquier monarca moderno hubiera sido un buen burgués -delante de él, a excepción de Luis de Baviera, el loco. Matías I, el -poeta, desconcertó con sus rarezas al chambelán imperial; creyó ser -víctima de ocultos enemigos, pensó una tragedia shakespeariana en pocos -minutos; no quiso hablar sino con el emperador. «Il vous faudra done -prendre la peine de venir une autre fois, monsieur le comte, dis le duc -en se levant; sa majesté était occupée et m’avait chargé de vous -recevoir[8].» Así concluyó la pretensión al trono de Grecia, y los -griegos perdieron la oportunidad de ver resucitar los tiempos de -Píndaro, bajo el poder de un rey lírico que hubiera tenido un verdadero -cetro, una verdadera corona, un verdadero manto; y que desterrando las -abominaciones occidentales--paraguas, sombrero de pelo, periódicos, -constituciones, etc.,--la Civilización y el Progreso, con mayúsculas, -haría florecer los viejos bosques fabulosos, y celebrar el triunfo de -Homero, en templos de mármol, bajo los vuelos de las palomas y de las -abejas, y al mágico son de las ilustres cigarras. - -Hay otras páginas admirables en la vida de este magnífico desgraciado. -Los comienzos de su vida literaria los han descripto afectuosamente y -elogiosamente, Coppée, Mendés, Verlaine, Mallarmé, Laujol; los últimos -momentos de su vida, nadie los ha pintado como el admirable Huyssmans. -El asunto del progreso con motivo de «Perrinet Lecrerc», drama histórico -de Lockroy y Anicet Bourgeois, dió cierto relieve al nombre de Villiers; -pues únicamente una alma como la suya hubiera intentado, con todo el -fuego de su entusiasmo, salir a la defensa de un tan antiguo antepasado -como el mariscal Jean de l’Isle Adam, difamado en la pieza dramática -antes nombrada. Después el duelo con el otro Villiers militar, que -desdeñándole antes, al llegar el momento del combate, le abraza y -reconoce su nobleza. - -Algunas anécdotas y algunas palabras de Coppée: - -Se refiere a la llegada de Villiers al cenáculo parnasiano: «Súbitamente -en la asamblea de poetas un grito jovial fué lanzado por todos: -¡Villiers! ¡Es Villiers! Y de repente un joven de ojos azul pálido, -piernas vacilantes, mordiendo un cigarro, moviendo con gesto capital su -cabellera desordenada y retorciendo su corto bigote rubio, entra con -aire turbado, distribuye apretones de mano distraídos, ve el piano -abierto, se sienta, y, crispados sus dedos sobre el teclado, canta con -voz que tiembla, pero cuyo acento mágico y profundo jamás olvidará -ninguno de nosotros, una melodía que acaba de improvisar en la calle, -una vaga y misteriosa melopea que acompañaba duplicando la impresión -turbadora, el bello soneto de Beaudelaire: - - Nous aurons des lits pleins d’odeurs légers. - Des divans profonds comme des tombeaux, etc. - -Después, cuando todo el mundo está encantado, el cantor, mascullando las -últimas notas de su melodía, se interrumpe bruscamente, se levanta, se -aleja del piano, va como a ocultarse a un rincón del cuarto, y -enrollando otro cigarrillo, lanza a su auditorio estupefacto un vistazo -desconfiado y circular, una mirada de Hamlet a los pies de Ofelia, en la -representación del asesinato de Gonzaga. Tal se nos apareció, hace diez -y ocho años en las amistosas reuniones de la rue de Douai, en casa de -Catulle Mendés, el conde Auguste Villiers de l’Isle Adam.» - -El año de 1875 se promovió un concurso en París, para premiar con una -fuerte suma y una medalla, «al autor dramático francés que en una obra -de cuatro o cinco actos, recordara más poderosamente el episodio de la -proclamación de la independencia de los Estados Unidos, cuyo centésimo -aniversario caía en 4 de julio de 1876.» El tema habría regocijado al -Dr. Tribulat Bohomet. Villiers se decidió a optar al premio y a la -medalla. - -El jurado estaba compuesto de críticos de los diarios, de Augier, -Feuillet, Legouvé, Grenville, Murray, del «Herald» de New York, Perrin -y, como presidente de honor, Víctor Hugo. El conde Matías creó una obra -ideal en un terreno prosaico y difícil. - -No lo hubiera hecho de distinto modo el autor de los «Cuentos -extraordinarios.» En resumen, y, naturalmente, no se ganó el premio. - -Furioso, fulminante, se dirigió nada menos que a casa del dios Hugo, que -en aquellos días estaba en la época más resplandeciente y autocrática de -su imperio. Entró y lanzó sus protestas a la faz del César literario, a -quien llegó a acusar de deslealtad, y a cuya chochez aludió. - -Un señor había allí entre los príncipes de la corte, que se encaró con -Villiers y le arrojó esta frase: «¡La probidad no tiene edad, señor!» - -Villiers le midió con una vaga mirada, y muy dulcemente respondió al -viejo: «Y la tontería tampoco, señor[9].» - -Cuando Drumont hizo estallar su primer torpedo antisemita, con la -publicación de la _France juive_, los poderosos israelitas de París -buscaron un escritor que pudiese contestar victoriosamente la obra -formidable del panfletista. Alguien indicó a Villiers, cuya pobreza era -conocida; y se creyó comprar su limpia conciencia, y su pluma. -Enviáronle con este objeto un comisionado, sujeto de verbo y elegancia, -comerciante y hombre de mundo. Este penetró a la humilde habitación del -poeta insigne, le babeó sus adulaciones mejor hiladas, le puso sobre el -techo de la sinagoga, le expuso las injusticias persistentes e -implacables del rabioso Drumont y, por último, suplicó al descendiente -del defensor de Rodas, dijese cuál era el precio de sus escritos, pues -éste sería pagado en buenos luises de oro inmediatamente. Quizá no -habría comido Villiers ese día en que dió esta incomparable respuesta: -«¿Mi precio, señor? No ha cambiado desde Nuestro Señor Jesucristo: -¡treinta dineros!» - -A Anatole France, cuando llegó un día a pedirle datos sobre sus -antepasados: - -«--¡Cómo! ¡queréis que os hable del ilustre gran maestre y del célebre -mariscal, mis antepasados, así no más, en pleno sol y a las diez de la -mañana!» - -En la mesa del pretendido delfín de Francia Naundorff, con motivo de un -rasgo de soberbia y de desprecio que tuvo aquél para con un buen -servidor, el conde de F... y en momentos en que este pobre anciano se -retiraba llorando avergonzado: - -«--Sire, bebo por vuestra majestad. Vuestros títulos son decididamente -indiscutibles. ¡Tenéis la ingratitud de un rey!» - -En sus últimos días, a un amigo: - -«--¡Mi carne está ya madura para la tumba!» - -Y como estas, innumerables frases, arranques, originalidades que -llenarían un volumen. - -Su obra genial forma un hermoso zodiaco, impenetrable para la mayoría: -resplandeciente y lleno de los prestigios de la iniciación, para los -que pueden colocarse bajo su círculo de maravillosa luz. En los «Cuentos -crueles», libro que con justicia Mendés califica de «libro -extraordinario», Poe y Swift aplauden. - -El dolor misterioso y profundo se os muestra, ya con una indescriptible, -falsa y penosa sonrisa, ya al húmedo brillo de las lágrimas. Pocos han -reído tan amargamente como Villiers. «Le Nouveau Monde», ese drama -confuso en el cual cruza como una creación fantástica la -protagonista--obra ante la cual Maeterlink debe inclinarse, pues si hay -hoy, drama simbolista, quien dió la nota inicial fué Villiers--, «Le -Nouveau Monde», digo, aunque difícilmente representable, queda como una -de las manifestaciones más poderosas de la moderna dramática. El -esfuerzo estético principal consiste a mi modo de ver, en la -presentación de un personaje como mistress Andrews--en el medio -norteamericano, de suyo refractario a la verdadera poesía--, tipo -rodeado de una bruma legendaria, hasta convertirse en una figura -vaporosa, encantada y poética. A Edilh Evandale sonríen cariñosa y -fraternalmente las heroínas de las baladas sajonas. La Eva Futura no -tiene precedente ninguno; es obra cósmica y única; obra de sabio y de -poeta; obra de la cual no puede hablarse en pocas palabras. Sea -suficiente decir que pudieran en su frontispicio grabarse, como un -símbolo, la Esfinge y la Quimera; que la andreida creada por Villiers no -admite comparación alguna, a no ser que sea con la Eva del Eterno Padre; -y que al acabar de leer la última página, os sentís conmovidos, pues -creéis escuchar algo de lo que murmura la Boca de Sombra. Cuando Edison -estuvo en París en 1889, alguien le hizo conocer esa novela en que el -Brujo es el principal protagonista. El inventor del fonógrafo quedó -sorprendido. «He aquí dijo, un hombre que me supera: ¡yo invento; él -crea!» «Ellen» y «Morgane», dramas. La fantasía despliega sus juegos de -colores, sus irisados abanicos. «Akedysseril», la India con sus -prestigios y visiones; coros de guerreras y guerreros, el himno de -Iadnour-Veda y la palabra de la felicidad; evocaciones de antiguos -cultos y de liturgias suntuosas y bárbaras; sacrificios y plegarias; un -poema de Oriente, en el cual la reina Akedysseril aparece, hierática y -suprema, vencedora en su esplendorosa majestad. - -No cabría en los límites de este artículo una completa reseña de las -obras de Villiers; pero es imposible dejar de recordar a «Axel», el -drama que acaba de presentarse en París, gracias a los esfuerzos de una -noble y valiente escritora: Madame Tola Doirán. - -«Axel», es la victoria del deseo sobre el hecho; del amor ideal sobre la -posesión. Llégase hasta renegar--según la frase de Janus--de la -naturaleza, para realizar la ascensión hacia el espíritu absoluto. Axel -como Lohengrin, es casto; fin de esa pasión ardorosa y pura, no puede -tener más desenlace que la muerte. - -Ese poema dramático, escrito en un luminoso, diamantino lenguaje, -representado por excelentes artistas, y aplaudido por una muchedumbre de -admiradores de poetas, de oyentes escogidos--sin que dejase de haber, -según las crónicas, gentes «malfilatres», como diría el inmortal -maestro,--hubiera sido para él conquista soberana en vida. ¡Mas quien -fué tan desventurado, no tuvo ni esa realización de uno de sus más -fervientes deseos, en tiempos en que se ponía los pantalones de su primo -y tomaba por todo alimento diario una taza de caldo! - -En 1889, en el establecimiento de los hermanos de San Juan de Dios, de -París, el conde Matías Augusto de Villiers de l’Isle Adam, descendiente -de los señores de Villiers de l’Isle Adam, de Chailly, originarios de la -Isla de Francia; quien tuvo entre sus antepasados a Pedro, gran maestre -y porta-oriflama de Francia; a Felipe gran maestre de la orden de Malta -y defensor de la isla de Rodas en el sitio impuesto por la fuerza de -Solimán; y a Francisco, marqués, «gran louvetier de France» en 1550; se -unía, en matrimonio, en el lecho de muerte, a una pobre muchacha inculta -con la cual había tenido un hijo. El reverendo padre Silvestre, que -había ayudado a bien morir a Barbey d’Aurevilly, casó al conde con su -humilde y antigua querida, la cual le había amado y servido con -adoración en sus horas amargas de enfermo y de pobre;--y el mismo fraile -preparóle para el eterno viaje. Luego, después de recibir los -sacramentos, rodeado de unos pocos amigos, entre los cuales Huyssmans, -Mallarmé y Dierx, entregó su alma a Dios el excelso poeta, el raro -artista, el rey, el soñador. Fué el 20 de Agosto de 1889. Sire, «¡Va -oultre!» - -[imagen] - -[imagen] - - - - -LEON BLOY - - Je suis escorté de quelqu’un qui me chuchote sans cesse que la vie - bien entendue doit être une continuelle persécution, tout vaillant - homme un persécuteur, et que c’est la seule manière d’être vraiment - poète. Persécuteur de soi-même, persécuteur du genre humain, - persécuteur de Dieu. Celui qui n’est pas cela, soit en acte, soit - en puissance, est indigne de respirer. - - León Bloy. (Prefacio de «Propos d’un entrepreneur de démolitions».) - - -Cuando William Ritter llama a León Bloy «el verdugo de la literatura -contemporánea», tiene razón. - -Monsieur de París vive sombrío, aislado, como en un ambiente de espanto -y de siniestra extrañeza. Hay quienes le tienen miedo; hay muchos que le -odian; todos evitan su contacto, cual si fuese un lazarino, un apestado; -la familiaridad con la muerte ha puesto en su sér algo de espectral y de -macabro; en esa vida lívida no florece una sola rosa. ¿Cuál es su -crimen? Ser el brazo de la justicia. Es el hombre que decapita por -mandato de la ley. León Bloy es el voluntario verdugo moral de esta -generación, el Monsieur de París de la literatura, el formidable e -inflexible ejecutor de los más crueles suplicios; él azota, quema, -raja, empala y decapita; tiene el knut y el cuchillo, el aceite -hirviente y el hacha: más que todo, es un monje de la Santa Inquisición, -o un profeta iracundo que castiga con el hierro y el fuego y ofrece a -Dios el chirrido de las carnes quemadas, las disciplinas sangrientas, -los huesos quebrantados, como un homenaje, como un holocausto. «¡Hijo -mío predilecto!» le diría Torquemada. - -Jamás veréis que se le cite en los diarios; la prensa parisiense, herida -por él, se ha pasado la palabra de aviso: «silencio.» - -Lo mejor es no ocuparse de ese loco furioso; no escribir su nombre, -relegar a ese vociferador al manicomio del olvido... Pero resulta que el -loco clama con una voz tan tremenda y tan sonora, que se hace oir como -un clarín de la Biblia. Sus libros se solicitan casi misteriosamente; -entre ciertas gentes su nombre es una mala palabra; los señalados -editores que publican sus obras, se lavan las manos; Tresse, al dar a -luz «Propos d’un entrepreneur de démolitions», se apresura a declarar -que León Bloy es un rebelde, y que si se hace cargo de su obra, «no -acepta de ninguna manera la solidaridad de esos juicios o de esas -apreciaciones, encerrándose en su estricto deber de editor y de -«marchand de curiosités litteraires.» - -León Bloy sigue adelante, cargado con su montaña de odios, sin inclinar -su frente una sola línea. Por su propia voluntad se ha consagrado a un -cruel sacerdocio. Clama sobre París como Isaías sobre Jerusalén: -«¡Príncipes de Sodoma, oid la palabra de Jehová; escuchad la ley de -nuestro Dios, pueblo de Gomorra!» Es ingenuo como un primitivo, áspero -como la verdad, robusto como un sano roble. Y ese hombre que desgarra -las entrañas de sus víctimas, ese salvaje, ese poseído de un deseo -llameante y colérico, tiene un inmenso fondo de dulzura, lleva en su -alma fuego de amor de la celeste hoguera de los serafines. No es de -estos tiempos. Si fuese cierto que las almas transmigran, diríase que -uno de aquellos fervorosos combatientes de las Cruzadas, o más bien, uno -de los predicadores antiguos que arengaban a los reyes y a los pueblos -corrompidos, se ha reencarnado en León Bloy, para venir a luchar por la -ley de Dios y por el ideal, en esta época en que se ha cometido el -asesinato del Entusiasmo y el envenenamiento del alma popular. El -desafía, desenmascara, injuria. Desnudo de deshonras y de vicios, en el -inmenso circo, armado de su fe, provoca, escupe, desjarreta, estrangula -las más temibles fieras: es el gladiador de Dios. Mas sus enemigos, los -«espadachines del Silencio», pueden decirle, gracias a la incomparable -vida actual: - - «los muertos que vos matáis, - gozan de buena salud.» - -¡Ah, desgraciadamente es la verdad! León Bloy ha rugido en el vacío. -Unas cuantas almas han respondido a sus clamores; pero mucho es que sus -propósitos de demoledor, de perseguidor, no le hayan conducido a un -verdadero martirio, bajo el poder de los Dioclecianos de la canalla -contemporánea. Decir la verdad es siempre peligroso, y gritarla de modo -tremendo como este inaudito campeón es condenarse al sacrificio -voluntario. El lo ha hecho; y tanto, que sus manos capaces de -desquijadar leones, se han ocupado en apretar el pescuezo de más de un -perrillo de cortesana. He dicho que la gran venganza ha sido el -silencio. Se ha querido aplastar con esa plancha de plomo al sublevado, -al raro, al que viene a turbar las alegrías carnavalescas con sus -imprecaciones y clarinadas. Por eso la crítica oficial ha dejado en la -sombra sus libros y sus folletos. De ellos quiero dar siquiera sea una -ligera idea. - -¡Este Isaías, o mejor, este Ezequiel, apareció en el «Chat Noir!» - -«Llego de tan lejos como de la luna, de un país absolutamente -impermeable a toda civilización como a toda literatura. He sido nutrido -en medio de bestias feroces, mejores que el hombre, y a ellas debo la -poca benignidad que se nota en mí. He vivido completamente desnudo hasta -estos últimos tiempos, y no he vestido decentemente sino hasta que entré -al «Chat Noir.»[10] Fué Rodolfo Salis, «le gentil homme cabaretier», -quien le ayudó a salir a flote en el revuelto mar parisiense. - -Escribió en el periódico del «cabaret» famoso, y desde sus primeros -artículos se destacaron su potente originalidad y su asombrosa bravura. -Entre las canciones de los cancioneros y los dibujos de Villete, -crepitaban los carbones encendidos de sus atroces censuras; esa crítica -no tenía precedentes; esos libelos resplandecían; ese bárbaro abofeteaba -con manopla de un hierro antiguo; jinete inaudito, en el caballo de -Saulo, dejaba un reguero de chispas sobre los guijarros de la polémica. -Sorprendió y asustó. Lo mejor, para algunos, fué tomarlo a risa. -¡Escribía en el «Chat Noir!» Pero llegó un día en que su talento se -demostró en el libro; el articulista «cabaretier» publicó «Le Revelateur -du Globe», y ese volumen tuvo un prólogo nada menos que de Barbey -d’Aurevilly. - -Sí, el condestable presentó al verdugo. El conde Roselly de Lorgues -había publicado su «Historia de Cristóbal Colón» como un homenaje; y al -mismo tiempo como una protesta por la indiferencia universal para con el -descubridor de América. Su obra no obtuvo el triunfo que merecía en el -público ébrio y sediento de libros de escándalo; en cambio, Pío IX la -tomó en cuenta y nombró a su autor postulante de la Causa de -Beatificación de Cristóbal Colón, cerca de la Sagrada Congregación de -los Ritos. La historia escrita por el conde Roselly de Lorgues y su -admiración por el «Revelador del Globo» inspiraron a León Bloy ese -libro que, como he dicho, fué apadrinado por el nobilísimo y admirable -Barbey d’Aurevilly. Barbey aplaudió al «obscuro», al olvidado de la -Crítica. Hay que advertir que León Bloy es católico, apostólico, romano -intransigente--, acerado y diamantino. Es indomable e inrayable: y en su -vida íntima no se le conoce la más ligera mancha ni sombra. Por tanto, -repito, estaba en la obscuridad, a pesar de sus polémicas. No había -nacido ni nacería el onagro con cuya piel pudiera hacer sonar su bombo -en honor del autor honrado, el periodismo prostituído. - -La fama no prefiere a los católicos. Hello y Barbey, han muerto en una -relativa obscuridad. Bloy, con hombros y puños, ha luchado por -sobresalir, ¡y apenas si lo ha logrado! En su «Revelador del Globo» -canta un himno a la Religión, celebra la virtud sobrenatural del -Navegante, ofrece a la iglesia del Cristo una palma de luz. Barbey se -entusiasmó, no le escatimó sus alabanzas, le proclamó el más osado y -verecundo de los escritores católicos, y le anunció el día de la -victoria, el premio de sus bregas. Le preconizó vencedor y famoso. No -fué profeta. Rara será la persona que, no digo entre nosotros, sino en -el mismo París, si le preguntáis: «¿Avez-vous la Baruch?» ¿ha leído -usted algo de León Bloy? responda afirmativamente. Está condenado por el -papado de lo mediocre: está puesto en el índice de la hipocresía social; -y, literariamente, tampoco cuenta con simpatías, ni logrará alcanzarlas, -sino en número bastante reducido. No pueden saborearle los asiduos -gustadores de los jarabes y vinos de la literatura a la moda, y menos -los comedores de pan sin sal, los porosos fabricantes de crítica -exegética, cloróticos de estilo, raquíticos o cacoquimios. ¡Cómo alzará -las manos, lleno de espanto, el rebaño de afeminados, al oir los truenos -de Bloy, sus fulminantes escatalogias, sus «cargas» proféticas y el -estallido de sus bombas de dinamita fecal! - -Si el «Revelador del Globo» tuvo muy pocos lectores, los «Propos», con -el atractivo de la injuria circularon aquí, allá; la prensa, -naturalmente, ni media palabra. Aquí se declara Bloy el perseguidor y el -combatiente. Vese en él una ansia de pugilato, un gozo de correr a la -campaña semejante al del caballo bíblico, que relincha al oir el son de -las trompetas. Es poeta y es héroe y pone al lado del peligro su fuerte -pecho. El escucha una voz sobrenatural que le impulsa al combate. Como -San Macario Romano, vive acompañado de leones, mas son los suyos fieros -y sanguinarios y los arroja sobre aquello que su cólera señala. - -Este artista--porque Bloy es un grande artista--se lamenta de la pérdida -del entusiasmo, de la frialdad de estos tiempos para con todo aquello -que por el cultivo del ideal o los resplandores de la fe nos pueda -salvar de la banalidad y sequedad contemporánea. Nuestros padres eran -mejores que nosotros, tenían entusiasmo por algo; buenos burgueses de -1830, valían mil veces más que nosotros. Foy, Beranger, la Libertad, -Víctor Hugo, eran motivos de lucha, dioses de la religión del -Entusiasmo. Se tenía fe, entusiasmo por alguna cosa. Hoy es el -indiferentismo como una anquilosis moral; no se piensa con ardor en -nada, no se aspira con alma y vida a ideal alguno. Eso poco más o menos -piensa el nostálgico de los tiempos pasados, que fueron mejores. - -Una de las primeras víctimas de «Propos» elegida por el Sacrificador, es -un hermano suyo en creencias, un católico que ha tenido en este siglo la -preponderancia de guerrero oficial de la Iglesia, por decir así, Luis -Veuillot. A los veintidós días de muerto el redactor de «L’Univers», -publicó Bloy en la «Nouvelle Revue» una formidable oración fúnebre, una -severísima apreciación sobre el periodista mimado de la curia. -Naturalmente, los católicos inofensivos protestaron, y el innumerable -grupo de partidarios del célebre difunto señaló aquella producción como -digna de reproches y excomuniones. Bloy no faltó a la caridad--virtud -real e imperial en la tierra y en el cielo--; lo que hizo fué descubrir -lo censurable de un hombre que había sido elevado a altura inconcebible -por el espíritu de partido, y endiosado a tal punto que apagó con sus -aureolas artificiales los rayos de astros verdaderos como los Hello y -Barbey. Bloy no quiere, no puede permanecer con los labios cerrados -delante de la injusticia; señaló al orgulloso, hizo resaltar una vez más -la carneril estupidez de la Opinión--esfinge con cabeza de asno, que -dice Pascal--, y demostró las flaquezas, hinchazones, ignorancias, -vanidades, injusticias y aun villanías del celebrado y triunfante autor -del «Perfume de Roma.» Si a los de su gremio trata implacable León Bloy, -con los declarados enemigos es dantesco en sus suplicios; a Renán ¡al -gran Renán! le empala sobre el bastón de la pedantería; a Zola le sofoca -en un ambiente sulfídrico. Grandes, medianos y pequeños son medidos con -igual rasero. Todo lo que halla al alcance de su flecha, lo ataca ese -sagitario del moderno Bajo Imperio social e intelectual. Poctevin, a -quien él con clara injusticia llama «un monsieur Francis Poctevin», -sufre un furibundo vapuleo; Alejandro Dumas padre es el «hijo mayor de -Caín»; a Nicolardet le revuelca y golpea a puntapiés; con Richepin es de -una crueldad horrible; con Jules Vallés despreciativo e insultante; -flagela a Willette, a quien había alabado, porque prostituyó su talento -en un dibujo sacrílego; no es miel la que ofrece a Coquelin Cadet; al -padre Didon le presenta grotesco y malo; a Catulle Mendés... ¡qué -pintura la que hace de Mendés!; con motivo de una estatua de Coligny, -recordando «La cólera del Bronce», de Hugo, en su prosa renueva la -protesta del bronce colérico... azota a Flor O’Squarr, novelista -anticlerical; la fracmasonería recibe un aguacero de fuego. Hay -alabanzas a Barbey, a Rollinat, a Godeau, a muy pocos. Bloy tiene el -elogio difícil. De «Propos» dice con justicia uno de los pocos -escritores que se hayan ocupado de Bloy, que son el testamento de un -desesperado, y que después de escribir ese libro, no habría otro camino, -para su autor, si no fuese católico, que el del suicidio. No hay en León -Bloy injusticia sino exceso de celo. Se ha consagrado a aplicar a la -sociedad actual los cauterios de su palabra nerviosa e indignada. Donde -quiera que encuentra la enfermedad la denuncia. Cuando fundó «Le Pal», -despedazó como nunca. En este periódico que no alcanzó sino a cuatro -números, desfilaban los nombres más conocidos de Francia bajo una -tempestad de epítetos corrosivos, de frases mordientes, de revelaciones -aplastadoras. El lenguaje era una mezcla de deslumbrantes metáforas y -bajas groserías, verbos impuros y adjetivos estercolarios. Como a todos -los grandes castos, a León Bloy le persiguen las imágenes carnales; y a -semejanza de poetas y videntes como Dante y Ezequiel, levanta las -palabras más indignas e impronunciables y las engasta en sus metálicos y -deslumbrantes períodos. - -«Le Pal» es hoy una curiosidad bibliográfica, y la muestra más flagrante -de la fuerza rabiosa del primero de los «panfletistas» de este siglo. - -Llegamos a «El Desesperado», que es a mi entender la obra maestra de -León Bloy. Más aun: juzgo que ese libro encierra una dolorosa -autobiografía. «El Desesperado» es el autor mismo, y grita denostando y -maldiciendo con toda la fuerza de su desesperación. - -En esa novela, a través de pseudónimos transparentes y de nombres -fonéticamente semejantes a los de los tipos originales, se ven pasar las -figuras de los principales favoritos de la Gloria literaria actual, -desnudos, con sus lunares, cicatrices, lacras y jorobas. Marchenoir, el -protagonista, es una creación sombría y hermosa al lado de la cual -aparecen los condenados por el inflexible demoledor, como cadena de -presidiarios. Esos galeotes tienen nombres ilustres: se llaman Paul -Bourget, Sarcey, Daudet, Catulle Mendés, Armand Silvestre, Jean -Richepin, Bergerat, Jules Vallés, Wolff, Bounetain y otros, y otros. -Nunca la furia escrita ha tenido explosión igual. - -Para Bloy no hay vocablo que no pueda emplearse. Brotan de sus prosas -emanaciones asfixiantes, gases ahogadores. Pensaríase que pide a -Ezequiel una parte de su plato, en la plaza pública... Y en medio de tan -profunda rabia y ferocidad indomable, ¡cómo tiembla en los ojos del -monstruo la humedad divina de las lágrimas; cómo ama el loco a los -pequeños y humildes; cómo dentro del cuerpo del oso arde el corazón de -Francisco de Asis! Su compasión envuelve a todo caído, desde Caín hasta -Bazaine. - -Esa pobre prostituta que se arrepiente de su vida infame y vive con -Marchenoir, como pudiera vivir María Egipciaca con el monje Zózimo, en -amor divino y plegaria, supera a todas las Magdalenas. No puede pintarse -el arrepentimiento con mayor grandeza y León Bloy, que trata con hondo -afecto la figura de la desgraciada, en vez de escribir obra de novelista -ha escrito obra de hagiografo, igualando en su empresa, por fervor y -luces espirituales, a un Evagrio del Ponto, a un San Atanasio, a un Fra -Domenico Cavalca. Su arrepentida es una santa y una mártir: jamás del -estiércol pudiera brotar flor más digna del paraíso. Y Marchenoir es la -representación de la inmortal virtud, de la honradez eterna, en medio de -las abominaciones y de los pecados; es Lot en Sodoma. «El desesperado» -como obra literaria encierra, fuera del mérito de la novela, dos partes -magistrales: una monografía sobre la Cartuja, y un estudio sobre el -Simbolismo en la historia, que Charles Morice califica de «único», muy -justamente. - -«Un brelan d’excomunniés», tríptico soberbio, las imágenes de tres -excomulgados: Barbey d’Aurevilly, Ernest Hello, Paul Verlaine: «El Niño -terrible», «El Loco» y «El Leproso.» ¿No existe en el mismo Bloy un algo -de cada uno de ellos? El nos presenta a esos tres seres prodigiosos; -Barbey, el dandy gentilhombre, a quien se llamó el duque de Guisa de la -literatura, el escritor feudal que ponía encajes y galones a su vestido -y a su estilo, y que por noble y grande hubiera podido beber en el vaso -de Carlomagno; Hello, que poseyó el verbo de los profetas y la ciencia -de los doctores; Verlaine, Pauvre Lelian, el desventurado, el caído, -pero también el harmonioso místico, el inmenso poeta del amor inmortal y -de la Virgen. Ellos son de aquellos raros a quienes Bloy quema su -incienso, porque al par que han sido grandes, han padecido naufragios y -miserias. - -Como una continuación de su primer volumen sobre el «Revelador del -Globo», publicó Bloy, cuando el duque de Veraguas llevó a la tauromaquia -a París, su libro «Christophe Colombo devant les taureaux.» El honorable -ganadero de las Españas no volverá a oir sobre su cabeza ducal una voz -tan terrible hasta que escuche el clarín del día del juicio. En ese -libro alternan sones de órgano con chasquidos de látigos, himnos -cristianos y frases de Juvenal; con un encarnizamiento despiadado se asa -al noble taurófilo en el toro de bronce de Falaris. La Real Academia de -la Historia, Fernández Duro, el historiógrafo yankee Harisses, son -también objeto de las iras del libelista. Dé gracias a Dios el que fué -mi buen amigo don Luis Vidart de que todavía no se hubiesen publicado en -aquella ocasión sus folletos anticolombinos. Bloy se proclamó caballero -de Colón en una especie de sublime quijotismo, y arremetió contra todos -los enemigos de su Santo genovés. - -Y he aquí una obra de pasión y de piedad, «La caballera de la muerte.» -Es la presentación apologética de la blanca paloma real sacrificada por -la Bestia revolucionaria, y al propio tiempo la condenación del siglo -pasado, «el único siglo indigno de los fastos de nuestro planeta, dice -William Ritter, siglo que sería preciso poder suprimir para castigarle -por haberse rebajado tanto.» En estas páginas, el lenguaje, si siempre -relampagueante, es noble y digno de todos los oídos. - -El panegirista de María Antonieta ha elevado en memoria de la reina -guillotinada un mausoleo heráldico y sagrado, al cual todo espíritu -aristocrático y superior no puede menos que saludar con doloroso -respeto. - -Los dos últimos libros de Bloy son «Le Salut par les juifs» y «Sueur de -sang.» - -El primero no es por cierto en favor de los perseguidos israelitas; más -también los rayos caen sobre ciertos malos católicos: la caridad -frenética de Bloy comienza por casa. El segundo es una colección de -cuentos militares, y que son a la guerra francoprusiana lo que el -aplaudido libro de d’Esparbés a la epopeya napoleónica; con la -diferencia de que allá os queda la impresión gloriosa del vuelo del -águila de la leyenda, y aquí la Francia suda sangre... Para dar una idea -de lo que es esta reciente producción, baste con copiar la dedicatoria: - - A LA MÉMOIRE DIFFAMÉE - - de - - =François-Achille Bazaine= - - Maréchal de l’Empire - - _Qui porta les péchés de toute la France_. - -Están los cuentos basados en la realidad, por más que en ellos se llegue -a lo fantástico. Es un libro que hace daño con sus espantos sepulcrales, -sus carnicerías locas, su olor a carne quemada, a cadaverina y a -pólvora. Bloy se batió con el alemán de soldado raso; y odio como el -suyo al enemigo, no lo encontraréis. «Sueur de sang» fué ilustrado con -tres dibujos de Henry de Groux, macabros, horribles, vampirizados. - -Robusto, como para las luchas, de aire enérgico y dominante, mirada -firme y honrada, frente espaciosa coronada por una cabellera en que ya -ha nevado, rostro de hombre que mucho ha sufrido y que tiene el orgullo -de su pureza: tal es León Bloy. - -Un amigo mío, católico, escritor de brillante talento, y por el cual he -conocido al Perseguidor, me decía: «Este hombre se perderá por la -soberbia de su virtud, y por su falta de caridad.» Se perdería si -tuviese las alucinaciones de un Lamennais, y si no latiese en él un -corazón antiguo, lleno de verdadera fe y de santo entusiasmo. - -Es el hombre destinado por Dios para clamar en medio de nuestras -humillaciones presentes. El siente que «alguien» le dice al oído que -debe cumplir con su misión de Perseguidor, y la cumple, aunque a su voz -se hagan los indiferentes los «príncipes de Sodoma» y las «Archiduquesas -de Gomorra». Tiene la vasta fuerza de ser un fanático. El fanatismo, en -cualquier terreno, es el calor, es la vida: indica que el alma está toda -entera en su obra de elección. ¡El fanatismo es soplo que viene de lo -alto, luz que irradia en los nimbos y aureolas de los santos y de los -genios! - -[imagen] - -[imagen: M. JEAN RICHEPIN] - -[imagen] - - - - -JEAN RICHEPIN - -A PROPÓSITO DE «MES PARADIS» - - -Para frontispicio de estas líneas, ¿qué pintor, qué dibujante puede -darme retrato mejor que el que ha hecho Teodoro de Banville, en este -precioso esmalte? - -«Este cantor, de toisón y negro rostro ambarino, ha resuelto parecerse a -un príncipe indio, sin duda con el objeto de poder desparramar, sin -llamar la atención, un montón de perlas, de rubíes, de zafiros y de -crisólitos. Sus cejas rectas casi se juntan, y sus ojos hundidos, de -pupilas grises, estriados y circulados de amarillo, permanecen -comunmente como durmientes y turbados, coléricos, lanzan relámpagos de -acero. La nariz pequeña, casi recta, redondamente terminada, tiene las -ventanillas móviles y expresivas; la boca pequeña, roja, bien modelada y -dibujada, finamente voluptuosa y amorosa; los dientes cortos, estrechos, -blancos, bien ordenados, sólidos como para comer hierro; dan una -original y viril belleza al poeta de las «Caricias.» La largura -avanzada de la mandíbula inferior, desaparece bajo la linda barba rizada -y ahorquillada; y ocultando sin duda una alta y espaciosa frente, de la -cima del cráneo se precipita hasta sobre los ojos una mar de hondas -apretadas: es la espesa y brillante y negra y ondulante cabellera.» -Confrontando esta pintura con la agua-fuerte de León Bloy, la fisonomía -adquiere sus rasgos absolutos: sea al amor de aquella cariñosa efigie, o -al corrosivo efecto de los ácidos del panfletista, la figura de Richepin -es interesante y hermosa. Robusto y gallardo, tiene a orgullo el ser -turanio, bohemio, cómico y gimnasta. Hace sus versos a su imagen y -semejanza, bien vertebrados y musculosos; monta bien en Pegaso como -domaría potros en la pampa; alza los cantos metálicos de sus poemas como -un hércules sus esferas de hierro, y juega con ellos, haciendo gala de -bíceps, potente y sanguíneo. En el feudalismo artístico en que Hugo es -Burgrave, Richepin es barón bárbaro, gran cazador cuyo cuerno asorda el -bosque y a cuyo halalí pasa la tempestuosa tropa cinegética, en un -galope ronco y sonoro, tras la furia erizada y fugitiva de los jabalíes -y los vuelos violentos de los ciervos. - -Los que le colocan en el principado del «cabotinismo», ¿no creen que -tenga derecho este hombre fuerte a cortarle la cola a su león? - -No son pocos los golpes que ha recibido y recibe, desde la catapulta de -Bloy hasta las flechas rabelesianas de Laurent Tailhade. A todos -resiste, acorazando su carne de atleta con las planchas de bronce de su -confiada soberbia. Busca lo rojo, como los toros, los negros y las -mujeres andaluzas, princesas de los claveles: de sus instrumentos el -tímpano y la trompeta; de sus bebidas el vino, hermano de la sangre; de -sus flores las rosas pletóricas: de su mar las ásperas sales, los iodos -y los fósforos. Como Baudelaire, revienta petardos verbales para -espantar esas cosas que se llaman «las gentes.» No de otro modo puede -tomarse la ocurrencia que Bloy asegura haber oído de sus labios, -superior, indudablemente, a la del jardinero de las «Flores del Mal», -que alababa el sabor de los sesos de niño... - -La «chanson des gueux», fué la fanfarria que anunció la entrada de ese -vencedor que se ciñó su corona de laureles en los bancos de la policía -correccional. «Mon livre n’a point de feuille de vigne et je m’en -flatte.» Voluntariamente encanallado, canta a la canalla, se enrola en -las turbas de los perdidos, repite las canciones de los mendigos, los -estribillos de las prostitutas; engasta en un oro lírico las perlas -enfermas de los burdeles; Píndaro «atorrante» suelta las alondras de sus -odas desde el arrollo. Los jaques de Quevedo no vestían los harapos de -púrpura de esos jaques; los borrachos de Villón no cantaban más -triunfantemente que esos borrachos. Cínica y grosera, la musa -arremangada baila un «chahut» vertiginoso; vemos a un mismo tiempo el -Moulin Rouge y el Olimpo; las páginas están impregnadas de acres -perfumes; brilla la tea anárquica; los pobres cantan la canción del oro; -el coro de las nueve hermanas, ya en ritmos tristes o en rimas joviales, -se expresa en «argot»; la Miseria, gitana pálida y embriagada, danza un -prodigioso paso, y de Orión y Arturo forma sus castañuelas de oro. La -creación tiene su himno; las bestias, las plantas, las cosas, exhalan su -aliento o su voz; los jóvenes vagabundos se juntan con los ancianos -limosneros; el son del pifferaro responde a la romanza gastada del -organillo. Oid un canto a Raul Pouchon, valiente cancionero de París, -mientras rimando una frase en griego de Platón, se prepara el juglar a -disculparse de su amor por las máscaras, apoyado en el brazo de -Shakespeare. - -Se ha dicho que no es la voz de los verdaderos «gueux» la que ha sonado -en la bocina de Richepin, y que su sentimiento popular es falsificado; -el mismo Arístides Bruant, clarín de la canción, le aplaude con -reservas y señala su falta de sinceridad. No he de juzgar por esto menos -poeta a quien ha revestido con las más bellas preseas de la harmonía el -poema vasto y profundo de los miserables. - -En «Las Caricias» se ve al virtuoso, al ejecutante, al organista del -verso; acuña sonetos como medallas y esterlinas; tiene la ligereza y el -vigor; chispas y llamaradas, saltantes «pizzicati» y prestigiosas fugas. - -Como tirada por catorce cisnes, la barca del soneto recorre el lago de -la universal poesía; a su paso saluda el piloto paraísos de Grecia, -encantadas islas medioevales, soñadas Cápuas, divinos Eldorados; hasta -anclar cerca de un edén Watteau, que se percibe en el país de un abanico -de catorce varillas. La delicadeza y distinción del poeta dan a entender -que lo púgil no quita lo Buckingham. - -En este poema, como en todos los poemas, como en todos los libros de -Richepin, encontraréis la obsesión de la carne, una furia erótica -manifestada en símiles sexuales, una fraseología plástico-genital que -cantaridiza la estrofa hasta hacerla vibrar como aguijoneada por cálida -brama; un culto fálico comparable al que brilla con carbones de un -adorable y dominante infierno en los versos del raro, total, soberano -poeta del amor epidérmico y omnipotente: Algernon C. Swinburne. - -Al eco de un rondó vais al país de las hadas y de los príncipes de los -cuentos azules; huelen los campos florecidos de madrigales; tras el -reino de Floreal, Thermidor os enseñará su región, en donde a la -entrada, se balancea un macabro ahorcado alegre, que me hace recordar -cierta agua-fuerte de Felicien Rops, que apareció en el frontispicio de -las poesías del belga Théodore Hannon. Tras las brumas de Brumario, -Nivoso dirige sus bailarinas en un amargo cancán; y después de estas -caricias, de estas «Caricias», queda en el ánimo una pena tan honda, -como la que aprieta y persigue a los fornicarios en los tratados de los -fisiólogos y la anunciada en los versículos de los libros santos. - -En «Las Blasfemias» brota una demencia vertiginosa. El título no más del -poema, toca un bombo infamante. Lo han tocado antes, Baudelaire con sus -«Letanías de Satán» y el autor de la «Oda a Priapo.» Esos títulos son -comparables a los que decoran, con cromos vistosos los editores de -cuentos obscenos. «¡Atención, señores! ¡Voy a blasfemar!» ¿Se quiere -mayor atractivo para el hombre, cuyo sentido más desarrollado es el que -Poe llamaba el sentido de perversidad? Y he aquí que aunque la protesta -de hablar palabras sinceras manifestada por Richepin, sea clara y -franca, yo,--sin permitirme formar coro junto con los que le llaman -cabotín y farsante,--miro en su loco hervor de ideas negativas y de -revueltas espumas metafísicas, a un peregrino sediento, a un gran poeta -errante en un calcinado desierto, lleno de desesperación y de deseo, y -que por no encontrar el oasis y la fuente de frescas aguas, maldice, -jura y blasfema. Cuando más, me acercaría a la sombra de Guyau, y vería -en esta obra única y resonante, un concierto de ideas desbarajustadas, -una harmonía de sonidos en un desorden de pensamientos, un capricho de -portalira que quiere asombrar a su auditorio con el estruendo de sonatas -estupendas y originales. De otro modo no se explicaría ese paradojal -grupo de sonetos amargos, en el que las más fundamentales ideas de moral -se ven destrozadas y empapadas en las más abominables deyecciones. - -Ese soneto sobre Padre y Madre, forma pareja con la célebre frase -frigorífica que León Bloy asegura haber oído de boca de Richepin. El -carnaval teológico que en las «Blasfemias» constituye la diversión -principal de la fiesta del ateo, con sus cópulas inauditas y sus -sacrílegos cuadros imaginarios, sería motivo para dar razón al -iconoclasta Max Nordau, en sus diagnósticos y afirmaciones. Pocas veces -habrá caído la fantasía en una histeria, en una epilepsia igual; sus -espumas asustan, sus contorsiones la encorvan como un arco de acero, sus -huesos crujen, sus dientes rechinan, sus gritos son clamores de -ninfomaníaca; el sadismo se junta a la profanación: ese vuelo de -estrofas condenadas precisa el exorcismo, la desinfección mística, el -agua bendita, las blancas hostias, un lirio del santuario, un balido del -cordero pascual. La cuadrilla infernal de los dioses caídos no puede ser -acompañada sino por el órgano del Silencio. Habla el ateo con las -estrellas, para quedar más fuerte en su negación, y su plegaria, cuando -parodia la oración, como un pájaro sin alas, cae. El judío errante dice -bien sus alejandrinos y prosigue su marcha. Las letanías de Baudelaire -tienen su mejor paráfrasis en la apología que hace Richepin del -Bajísimo. - -Con una rodilla en tierra, y en vibrantes versos, entona, él también su -¡Pape Satán, Pape Satán alepe! Mas donde se retrata su tipo desastrado, -es en las que él llama canciones de la sangre: su árbol genealógico -florece rosas de Bohemia: sus antepasados espirituales están entre los -invasores, los parias, los bandidos cabalgantes, los soldados de Atila, -los florentinos asesinos, los atormentadores, los sucubos, los -hechiceros, y los gitanos. - -En esas canciones se encuentra una estrofa harmoniosísima que Guyau -considera como la mejor imitación fonética del galope del caballo, -olvidando el ilustre sabio el verso que todos sabemos desde el colegio: - - Cuadrupedantem puten sonitu quatit - ungula campum... - -Nada existe de divino para el comedor de ideales; y si hace tabla rasa -con los dioses de todos los cultos y con los mitos de todas las -religiones, no por eso deja de decir a la Razón desvergüenzas, de -abominar a la Naturaleza, montón de deyecciones, según él, y de reirse, -tonante y burlón, del Progreso, para señalarse como precursor de un -Cristo venidero cuya aparición saluda, el blasfemo, con los tubos de sus -trompetas alejandrinas. Eran sus intenciones, según confesión propia, -cuando echó al mundo ese poema candente y escandaloso, instaurar a su -modo una moral, una política y una cosmogonía materialista. Para esto -debía publicar después de las «Blasfemias», el «Paraíso del Ateo», el -«Evangelio del Antecristo» y las «Canciones eternas.» El poema nuevo -«Mis paraísos» corresponde a aquel plan. - -Una palabra siquiera sobre una de las obras más fuertes, quizá la más -fuerte, de Jean Richepin: «El Mar.» Desde Lucrecio hasta nuestros días, -no ha vibrado nunca con mayor ímpetu el alma de las cosas, la expresión -de la materia, como en esa abrumadora sucesión de consonantes que olea, -sala, respira, tiene flujo y reflujo, y toda la agitación y todo el -encanto vencedor de la inmensidad marina. De todos los que han rimado o -escrito sobre el mar, tan solamente Tristán Corbiére (de la academia -hermética de los escogidos), ha hecho cantar mejor la lengua de la onda -y del viento, la melodía oceánica. Hay que saber que Richepin, como -Corbière, conoce prácticamente las aventuras de los marineros y de los -pescadores, y bajo sus pies ha sentido los sacudimientos de la piel azul -de la hidra. No sé si de grumete empezó; pero sí que ha hecho la -guardia, a la media noche, delante de la mirada de oro de las estrellas; -y envuelto en la bruma de las madrugadas, ha dicho entre dientes las -canciones que saben los lobos de mar. Loti delante de él es un -«sportman», un «yachtman»; René Maizeroy, un elegante que va a tomar las -aguas a Trouville; Michelet, un admirable profesor; solamente Corbière -le presta su pipa y su cuchillo y le aplaude cuando salmodia sus -cristalizadas letanías, o enmarca maravillosas marinas que no han sabido -crear los pintores de Holanda, o retrata y esculpe los tipos de a -bordo, o con la linterna mágica de un poder imaginativo excepcional -ilumina cuadros fantasmagóricos sobre las olas, concertando la muda -melodía de los castos astros con la polémica eterna de las ebrias -espumas. - -El Richepin prosista ha cosechado laureles y silbas; pues si con sus -cuadros urbanos de París ha realizado una obra única, con sus novelas ha -llegado hasta las puertas aterradoras del folletín. Jamás creería yo en -un rebajamiento intelectual de tan alado poeta, y no seré de los que lo -aburguesan, a causa de tal o cual producción; y que son los mismos que -llaman a Zola «un monsieur a génie.» Mme. André se va con sus tristezas -humanas; y «Braves gens» junto con Miark, ceden el paso al «conteur.» -Pues si algún poder tiene Richepin después del de lírico, es el que le -dá la forma rápida y vivaz del cuento. Ya nos pinte las intimidades de -los cómicos, a los cuales le acerca una simpatía irresistible; ya vaya -al jardín de Poe a cortar adelfas o arrancar mandrágoras, al lívido -resplandor de las pesadillas; ya juegue con la muerte, o se declare -paladín de anarquistas, humillando, mal poeta en esto, la idea -indestructible de las jerarquías, su palabra tiene carne y sangre, vive -y se agita, y os hará estremecer. - -En «Mes Paradis» hay ya una ascensión. Como las «Blasfemias», el poema -está dedicado a Maurice Bouchor. Quien, espiritual y místico, deberá -aplaudir el cambio experimentado en el ateo. Ya no todo está regido por -la fatalidad, ni el Mal es el invencible emperador. La explicación podrá -quizá encontrarse en esta declaración del poeta: «Las Blasfemias» fueron -escritas de veinte a treinta años, y «Mis Paraísos», de treinta a -cuarenta.» Comienza su último poema con un tono casi prosáico, y -protesta su buena voluntad y la sinceridad de su pensamiento. Buen -gladiador, hace su saludo antes de entrar en la lucha. Luego, las -primeras bestias fieras que le salen al encuentro son dragones de -ensueño, o frías víboras bíblicas que nos vienen a repetir una vez más -que en el fondo de toda copa hay amargura, y que la rosa tiene su espina -y la mujer su engaño. Vuelve Richepin a ver al diablo, a quien canta en -sonoros versos de pie quebrado; antes le había visto igual físicamente a -un hermano de Bouchor, ahora le adula, le ruega y le habla en su idioma, -como un ferviente adorador de las misas negras. - -Pero no todo es negación, puesto que hay una voz secreta que pone en el -cerebro del soñador la simiente de la probabilidad. - -Para ser discípulo del demonio, Richepin filosofa demasiado, y, sobre -todo, el tejido de su filosofía sopla un buen aire que augura tiempo -mejor. La barca en que va, con rumbo a las Islas de Oro, pasa por muchos -escollos, es cierto; pero esto nos da motivo para oir el suave son de -muy lindas baladas. Sensual sobre todo, el predicador del culto de la -materia nos dice cosas viejas y bien sabidas. ¿Es acaso nuevo el -principio que resume la mayor parte de estas primeras poesías: «comamos, -bebamos, gocemos, que mañana todo habrá concluído?» ¿O este otro: «vale -más pájaro en mano que buitre volando?» Oh, sí; los panales, las rosas, -los senos de las mujeres, las uvas y los vinos, son cosas que nos -halagan y encantan; pero ¿esto es todo? Diré con el mismo Richepin: -«Poète, n’as tu pas des ailes?» - -El amor a los humildes se advierte en toda esta obra; no un amor que se -cierne desde la altura del numen, sino un compañerismo fraternal que -junta al poeta con los «gueux» de antaño. Las canciones transcienden a -olores tabernarios. Decididamente, ese duque vestido de oro tiene una -tendencia marcada al «atorrantismo.» Gracias a Dios, que buen aire ha -inflado las velas y tenemos a la vista las costas de las anunciadas -áureas islas. Sabemos aquí que la vida vale la pena de nacer; que -nuestro cuerpo tiene un reino extenso y rico; que nada hay como el -placer, y que la felicidad consiste en la satisfacción de nuestros -instintos. Islas de oro pálido, islas de oro negro, islas de oro rojo, -¿son estas las flores que brotan en vuestras maravillosas campiñas? - -Lo que llama al paso mi atención son dos coincidencias que no tocan en -nada la amazónica originalidad de Richepin, pero me traen a la memoria -conocidísimas obras de dos grandes maestros. En la página 229 de «Mes -Paradis» tiembla la cabellera de Gautier, y en página 368 se lee: - - Enivre-toi quand même, et non moins follement, - de tout ce qui survit au rapide moment, - des chimères, de l’art, du beau, du vin, des rêves - qu’on vendange en passant aux réalités brèves, etc. - -Lo cual se encuentra más o menos en uno de los admirables poemas en -prosa de Baudelaire. - -Todo hay, en fin, en esas islas de oro: maravillas de poesía satiriaca, -estrofas en que ha querido demostrar Richepin como él también puede -igualar las exquisiteces de la poética simbolista; paisajes de suprema -belleza, decoraciones orientales, ritmos y estrofas de una lengua -asiática en que triunfa el millonario de vocablos y de recursos -artísticos; relámpagos de pasión y ternuras súbitas; las apoteosis del -hogar y la poetización de las cosas más prosáicas; las flautas y harpas -de Verlaine se unen a las orquestas parnasianas; el treno, el terceto -monorrimo de los himnos latinos precede al verso libre; el elogio de la -palabra está hecho en alejandrinos que parecen continuación de los -célebres de Hugo, y si turba la harmonía órfica la obsesión de la -metafísica, pronto nos salva de la confusión o del aburrimiento al -galope metálico y musical de las cuádrigas de hemistiquios. En largo -discurso rimado nos explicará por qué es a veces prosáico, o trivial. Su -pensamiento pesa mucho, y no pueden arrastrarlo en ocasiones las -palabras. - -Islas de oro pálido, islas de oro rubio, islas de oro negro, todas sois -como países de ensueño. No hay arcos de plata y flores para recibir al -catecúmeno. Richepin no es aún el elegido de la Fe. Lo que hay de -consolador y de divino en este poema es que al concluir presenciamos la -apoteosis del amor. Y el Amor lleva a Dios tanto o más que la Fe. Amor -carnal, amor ideal, amor de todas las cosas, atracción, imán, beso, -simpatía, rima, ritmo, ¡el amor es la visión de Dios sobre la faz de la -tierra! - -Y pues que vamos a esos paraísos, a esas islas de oro, celebremos la -blancura de las velas de seda, el vuelo de los remos, el marfil del -timón, la proa dorada, curva como un brazo de lira, el agua azul, ¡y la -eterna corona de diamantes de la Reina Poesía! - -[imagen] - -[imagen] - - - - -JEAN MOREAS - - -El retrato que el holandés Byvanck hizo de Moreas en un libro publicado -no ha mucho tiempo, no es de una completa exactitud. Moreas no está -contento con la imagen pintada por el Teniers filólogo, como llama -Anatole France al profesor de Hilversum. Ha llegado hasta calificar a -éste, en el calor de la conversación, sencillamente de «imbécil.» -Palabra que no osé contradecir, aunque me pareció harto dura e injusta, -y de todo punto inaplicable para el excelente villonista, para el «sabio -pensativo» para quien, según el mismo France, con todo y ser filólogo, -se interesa por el movimiento intelectual... - -Cierto es que en su libro, a vuelta de justos elogios y de una -admiración que demuestra indudablemente su sinceridad, nos ha dado un -Moreas caricatural, un Moreas inadmisible para los que tenemos el gusto -de conocerle. Y no puede ser excusa salvadora, el que las anécdotas -bufas referentes al poeta estén en la narración de Byvanck puestas en -los labios de antiguos amigos del hoy jefe de la escuela romana. ¡Todo -lo contrario! Bien sabe el pensador de Holanda que del «cher confrère» y -del «cher maître» gustan mucho los dientes literarios en todas partes -del mundo... Un mordisco al «querido compañero», un arañazo al «querido -maestro», no hay nada mejor, principalmente cuando ello va acompañado -con la salsa del ridículo! Es un don especial del lobo humano. Al lobo -humano parece que el arte le pusiese en el hígado una extraña y áspera -bilis. Hasta hoy no se ha visto sino muy raras veces una amistad -profunda, verdadera, desinteresada, y dulcemente franca, entre dos -hombres de letras. ¡Y los poetas, esos amables y luminosos pájaros de -alas azules! Los triunfos de Moreas, enconaron a muchos de sus colegas. -El banquete que se dió, cuando la aparición del primer «Pelerin -Passionné» fué causa de bastantes rencores. No impunemente se logra una -victoria. - -Moreas, si es que era tal como aparece retratado en el libro de Byvanck, -ha cambiado en dos años muy mucho. Cierto es que hay algo en él del -espadachín idealizado en sus hermosos versos: - - La main de noir gantée a la hanche campée, - avec sa toque à plume, avec sa longue epée, - il passe sous les hauts balcons indolemment. - -Por lo demás, si usa siempre el «monocle», no dice «Píndaro y yo», ni se -admira de tener las manos blancas y finas. La «toque a plume» es un -flamante sombrero de copa; su traje es correcto, de intachable corte. -Alta y serena frente; cabello de klepto; porque, como en París se sabe, -Moreas, es griego de Galia. - -«No es un pachá, es un klepto de negra cabellera.» Cuerpo fuerte y bien -erguido, manos aristocráticas, el aire un si es no es altivo y -sonrientemente desdeñoso; gestos de gran señor de raza; bigotes bien -cuidados. Y entre todo esto, una nariz soberbia y orgullosa, a -propósito de la cual, un periodista risueño, ha dicho que Moreas es -semejante a una cacatúa. - -¿Qué misteriosa razón hará que ese apéndice facial llame tanto la -atención de la crítica? La nariz de Moreas es, vuelvo a repetirlo, una -soberbia y orgullosa nariz, ni atrozmente aumentada con un garbanzo, -como la de Cicerón, ni tan desarrollada como la de Cornéille, ni fea -hasta la provocación y el insulto, como la de Cyrano de Bergerac. En -resumen, nuestro poeta tiene un gallardo tipo de caballero. - -Con ropilla y sombrero emplumado, se podría afirmar: «Velázquez pinxit.» -Como Ronsard y como Chenier tiene en las venas sangre de Grecia. Su -familia es originaria del Epiro y su apellido es ilustre: Diamanto; -precedido de la palabra Papa, y seguido de la terminación «poulos», lo -primero para indicar que hay entre los miembros que ilustran la casa, un -gerarca de la iglesia, y lo segundo, que es en griego equivalente al -«off», al «vitch» o al «ski» slavos. A principios del siglo, esa familia -de nombre inmenso, «Papadiamantopoulos», emigró al Peloponeso, a la -Morea; y de aquí el nuevo nombre, el nombre adoptivo hoy en uso. El -poeta es de raza de héroes. Su abuelo fué un gran luchador por la -libertad de la Grecia. Su padre había quedado en la capital y era -dignatario de la corte del rey bávaro Othon, impuesto por las potencias. -«Y aquí,--decía Moreas a Byvanck,--y aquí comienza la historia de mi -rebelión. Mis padres habían concebido una alta idea de mi porvenir y -querían enviarme a Alemania, donde recibiría una buena educación. Hay -que recordar que la influencia alemana prevalecía en la corte. Había -aprendido a un tiempo griego y francés, y no separaba ambas lenguas. -Quería ver la Francia; niño aun, ya tenía la nostalgia de París. -Creyeron forzar mi resistencia, enviándome a Alemania, y me volví dos -veces. En fin, me fuí a Marsella y de allí a París. Era que el destino -me señalaba mi ruta; pues yo era aún muy joven para darme cuenta de mis -acciones. He sufrido horriblemente; pero no me he dejado abatir y he -mantenido alta la cabeza. Mi familia me reprochaba mi pereza,--según sus -palabras,--y hacía espejear ante mis ojos el alto empleo que hubiera -podido obtener en Atenas. Pero basta. Se siente uno herido en lo más -vivo cuando las personas que ama no le comprenden, y aun le hieren. Yo -nunca he hablado de esto con nadie...» - -Y he ahí que ha llegado en la terrible ciudad de la gloria a -conquistarse un envidiado nombre. Después de brega y sufrimiento, el -desconocido es ya «alguien.» Anatole France, a quien siempre habrá que -citar, le llama «el poeta pindárico de palabras lapidarias.» Si Moreas -no fuese tan descuidado de su renombre, si tuviese el don de intriga y -de acomodaticia humildad de muchos de los que fueron antaño sus -compañeros, su gloria habría sido sonoramente cantada por el clarín -prostituído de la Fama fácil. Mas el joven «centauricida» está acorazado -de orgullo, casqueado de desdén olímpico. Alrededor de ese orgullo y ese -desdén, se ha formado más de una leyenda, que circula por los cafés -estudiantiles y literarios del Barrio Latino. - -Ya es el Moreas hinchado de pretensiones, irrespetuoso con los genios, -con los Santos Padres de las letras, que observa con su «monocle» a -Píndaro, que blasfema de Hugo y acepta con reservas a Leconte de Lisle; -ya es el Narciso que se deleita con su belleza en un espejo de -cervecería; ya es el corifeo de las primeras armas, que entraba al café -seguido de una cohorte de acólitos papanatas; ya es el rival de -Verlaine, que ve de reojo al fauno maldito; ya el recitador de sus -propios versos, que se alaba pontifical y descaradamente, delante de un -concurso asombrado o burlón. Después de todo, la mala voluntad ha -quedado vencida. No hay sino que reconocer en el autor del «Pelerin -Passionné», a un egregio poeta. «El único,--dice el escritor -holandés,--que en todo el mundo civilizado puede hablar de su Lira y de -su Musa, sin caer en ridículo.» Moreas ha tomado muchos rumbos antes de -seguir la senda que hoy lleva. El apareció en el campo de las letras, -como revolucionario. Una nueva escuela acababa de surgir, opuesta hasta -cierto punto a la corriente poderosa de Víctor Hugo y sus hijos los -parnasianos; y en todo y por todo, a la invasión creciente del -naturalismo, cuyo pontífice aparecía como un formidable segador de -ideales. Los nuevos luchadores quisieron librar a los espíritus -enamorados de lo bello, de la peste Rougon y de la plaga Macquart. -Artistas, ante todo, eran, entusiastas y bravos, los voluntarios del -Arte. - -Tales fueron los decadentes, unidos en un principio, y después separados -por la más extraña de las anarquías, en grupos, subgrupos, variados y -curiosos cenáculos. Moreas, como queda dicho, fué uno de los primeros -combatientes; él, como un decidido y convencido adalid, tuvo que -sostener el brillo de la flamante bandera, contra los innumerables -ataques de los contrarios. Casi toda la prensa parisiense disparaba sus -baterías sobre los recién llegados. Paul Bourde se alzaba implacable en -su burla, desde las columnas del «Temps.» Llamaba a los decadentes con -tono de reproche, hijos de Baudelaire; dirigía sus más certeros -proyectiles contra Mallarmé, Moreas, Laurent Tailhade, Vignier y Charles -Morice; y pintaba a los odiados reformadores, con colores chillones y -extravagantes perfiles. Todos ellos no eran sino una muchedumbre de -histéricos, un club de chiflados. Las fantasías escritas de Moreas, eran -según el crítico, sentidas y vividas. ¿El joven poeta quería ser Khan de -Tartaria, o de no sé dónde, en un bello verso? Pues eso era muestra de -un innegable desorden intelectual. Moreas era un sujeto sospechoso, de -deseos crueles y bárbaros. Además, los decadentes eran enemigos de la -salud, de la alegría, de la vida, en fin. Moreas contestó a Bourde -tranquilo y bizarramente. Le dijo al escritor del más grave de los -diarios que no había motivo para tanta algarada; que el distinguido -señor Bourde se hacía eco de fútiles anécdotas inventadas por alegres -desocupados; que ellos, los decadentes, gustaban del buen vino, y eran -poco afectos a las caricias de la diosa Morfina; que preferían beber en -vasos, como el común de los mortales, y no en el cráneo de sus abuelos; -y que, por la noche, en vez de ir al sábado de los diablos y de las -brujas, trabajaban. Defendió a la censurada Melancolía, de la Risa gala, -su gorda y sana enemiga. «Esquilo, dijo, Dante, Shakespeare, Byron, -Goethe, Lamartine, Hugo, los grandes poetas, no parece que hayan visto -en la vida una loca kermesse de infladas alegrías.» Fué el campeón de -las lágrimas. Después se ocupó de la exterioridad de la poesía decadente -y expuso sus cánones. Al poco tiempo apareció en el «Fígaro» un -manifiesto de Moreas. Fué la declaratoria de la evolución, la -anunciación «oficial» del simbolismo. Los simbolistas eran para los -románticos rezagados y para el naturalismo, lo que el romanticismo para -los pelucas de 1830. ¿Pero no eran ellos los de la joven falanje, nietos -de Víctor Hugo? - -Ese célebre manifiesto en que aparecían declarados los principios del -simbolismo, el organismo de la naciente escuela, su ritual artístico, su -teoría, sus intentos y sus esperanzas, fué analizado y combatido por -Anatole France con la manera magistral y la superior fuerza que -distinguen a ese escritor. Moreas respondióle, en unas cuantas líneas, -con caballeresca cortesía, manteniendo, buen paladín, sus ideas. De esto -hace ya algunos años. - -Moreas desdeña hoy, mira con cierta reprochable falta de cariño, sus -primeras producciones. ¿Por qué? Ellas marcan el sendero que debía -seguir el talento del autor, son los vuelos en que se ensayaban las -alas, y para el observador o el biógrafo, constituyen valiosísimos -documentos. Nuestro poeta no habla nunca de sus trabajos en prosa. Como -todo verdadero poeta, es un excelente prosador. A pesar de las -inextrincables montañas simbólicas y de las raras brumas, amontonadas en -el «The chez Miranda», o en las «Demoiselles Gobert», ambas obras -escritas en colaboración con Paul Adam, esos dos trabajos primigenios -son ya un augurio de poder y de victoria. Hay en ellos riqueza, derroche -de intelectualidad y de pasión artística. Son revuelta y amontonada -pedrería, joyas regadas; lujo desbordado de la fantasía, locura de -ansioso príncipe adolescente. ¿Que hay distancia de esos libros al -último «Pelerín?» Claro está. - -«He crecido»,--dice Hugo en una célebre epístola. El antiguo camarada de -Moreas, el Paul Adam de estos momentos, que corona de gemas ilustres la -cabeza hierática de las princesas bizantinas, ¿no empieza a mostrar los -quilates de sus oros y diamantes allá, al principio, cuando los tanteos -de su pluma delineaban los contornos de un estilo prestigioso y potente? - -El Moreas de «Les Syrtes», no es, en verdad, el lírico capitolino y -regio de los últimos poemas; sin embargo, algunos proferirían muchos de -esos primeros versos a varias de las sinfonías verbales recientemente -escritas por el joven maestro. La razón de esto quizá esté en que hay en -la primavera de su poesía más pasión y menos ciencia. Es innegable que -la orquestación exquisita del verso libre, «la máquina del poema -poliformo modernísimo», son esfuerzos que seducen; más es irresistible -aquella magia, de los vuelos de palomas, de las frescas rosas, bien -rimadas en estrofas harmónicas: la consonancia dulce de los labios, -luciente de los ojos, ideal y celeste de las alas y el lenguaje de la -pasión y de la juventud. - -Esto, volviendo a afirmar que el verso libre, tal como hoy impera en la -poética francesa, es en manos de una legión triunfante de rimadores, -instrumento precioso, teclado insigne y vasto de incomparable polifonía. -Mas volvamos a los primeros versos de Moreas. «¡Syrtis inhóspita!» Clama -Ovidio. «Incerta Syrtis», dice Séneca. Aun no ha acabado la aurora de -esperezarse, y ya la barca del joven soñador ha padecido la rudeza de -los escollos. ¡El poeta empieza por el recuerdo! Ya hay un tiempo ido, -al cual el alma vuelve los nostálgicos ojos. Quizá no es la culpa del -sonador. El viene después del enfermo René y del triste Olimpio. - -Es el invierno. Arde en la chimenea - - El fuero brillador que estalla en chispas, - -como dice un poeta mi amigo a quien quiero mucho. Fuera pasan los -vientos de la fría estación. Dentro, el gato mayador se enarca y se -estira lánguidamente. Algo flota sobre la ramazón bordada de los -cortinajes. - -Es el pasado; es el pasado, que clama lamentando las ternuras acabadas y -los amores difuntos. El recuerdo vuela primero al divino país de Grecia. -Allá es donde «bajo los cielos áticos los crepúsculos radiosos tiñen de -amatista los dioses esculpidos en los frisos de los pórticos; donde en -el follaje argentado de los árboles de torsos flacos, crepitan las -agrias cigarras, ebrias de las copas del Estío.» Es en la tierra de las -olímpicas divinidades y, de las musas, donde la virgen helénica, de -florecientes senos, despertó el amor del adolescente, poniendo el -embriagador vino del primer beso sobre sus labios secos de sed. Luego -pasará la dama enigmática, encarnación del inmortal femenino. Va en una -barca mágica o en una góndola amorosa, y a su paso hacen vibrar el aire -los «pizzicatti» de las mandolinas. Es la mujer ideal del ensueño largo -tiempo acariciado, la dama que se yergue como una flor, con su falda de -brocatel, cual pintado por el viejo Tintoreto. Eva y Helena, hermanas -fatales, reinarán siempre, bajo apariencias distintas. Si un rostro de -niña rubia se asoma a la ventana, será la pálida Margarita. En un -paisaje duro y vigoroso, al canto de las cascadas, brotará la forma de -una catalana, de pie pequeño y ojos brilladores; y en París,--seguramente -en un decorado de cámara privada,--ríe la serpentina parisiense, bajo su -sombrero florido. - -Y es en ese instante, cuando el poeta casi siempre casto, pone el oído -atento a la lección del encendido Sátiro. Al vagar ideal, hará sus -ramilletes galantes en los parques ducales, cerca de los viejos -chambelanes que madrigalizan. Nos mostrará a esa misteriosa Otilia de -labios de bacante y ojos de madona, que cruza semejante a la vaga figura -de un mito, en tanto que las harpas dejan escapar un trémulo acorde en -el salón de las armaduras. La oda irá, como una águila, a tocar con sus -alas la frente del vate recordándole las futuras apoteosis de la Gloria. -Nuestros ojos se detendrán ante un retrato de mujer, esfíngico y -encantador, o veremos al enamorado dedicar, adorador de unas blancas -manos, perlas a los dedos liliales. Querrá también, tentado como -Parsifal, ofrecer sacrificios a la Venus carnal y matadora; pero -protegido por especial virtud, cual por un Graal Santo, volverá a flotar -en el azul de la eterna idealidad. En el claro de la luna, un beso. El -amor que soñará será triste y sollozante, lleno de meditaciones y -furtivas caricias. Canta su amargura delante de la triunfal beldad, y, a -pesar de la obsesión de los deseos clandestinos, y del soplo impulsivo -de Mefistófeles, el alma flota en un delicado y místico ambiente. El -sueña con la bella vida del amor invencible. La canción invernal -languidece en las cuerdas. La amada y el amado están cerca de las llamas -de oro de la chimenea, y admiran un paisaje de desconocido pintor, donde -en una fiesta de colores corre el agua de una fuente, bajo un toldo de -hojas; se alza a lo lejos, la montaña, y, en primer término, bajo el sol -del trópico, grandes bueyes blancos,--como los del robusto Pierre -Dupont,--elevan hacia el cielo la doble curva de los firmes cuernos. La -feliz pareja sólo soñará un instante, pues pronto llega la amarga onda a -invadir los corazones. Los corazones sangran martirizados como en los -versos de Heine; el invierno será tan sólo nuncio de penas y de -desiluciones; los besos han partido como pájaros en fuga; las rosas -están marchitas, y los brazos deseosos, los brazos viudos, en vano -buscarán la mística figura. Es un cuento de amor, un cuento otoñal, -escuchado cuando el viento de la tarde pasa haciendo temblar las ramas -de los árboles deshojados. Todo muy confuso, diréis, muy wagneriano. Muy -bello. - -De cuando en cuando convierte el triste los ojos a una visión que presto -desaparece. Son las negras cabelleras, los talles, las caderas -harmoniosas, las pupilas húmedas, de miradas profundas. ¡Y las manos! -Esta deliciosa parte de la escultura femenil, atrae especialmente a -Moreas. ¡Qué preciosos retratos nos haría este encantador, de Diana -encombando un arco, o de Ana de Austria deshojando una rosa, o vertiendo -en una copa de plata un poco de sangre moscatel! - -Carmencita, la española, desfila, mas no como era de esperar, en un paso -de cachucha o en un giro de fandango; a esa hechicera meridional, canta -el poeta un lied del norte. - -Amores, intenciones de amor, ya en la basílica al brillo aurisolar de la -custodia, o en el aposento tapizado de rosa y aromado de lilas; y como -divino pájaro de un alba inextinguible, se ve al ave azul que resucita -las esperanzas; pero la cual buscara en vano el náufrago, pues volará -hacia esas sirtes en que el propio piloto ha buscado el naufragio. Hasta -el final de este primer libro se siente el influjo del desencanto. Mas -aun, la sombra de Baudelaire sugiere a ese joven ágil y pletórico, que -aprendió a amar y a cantar en Atenas, sugiere vagas ideas obscuras, -relámpagos de satanismo. El se pregunta: - - Quel succûbe au pied bot m’a t-il donc envouté? - -Sin saberse en qué momentos, han empezado a vegetar en el jardín del -soñador, las plantas que producen las flores del mal. Y sobre el suelo -en que crecen esas plantas, bien pueden ya percibirse a la luz del claro -sol, las huellas del pie hendido de Verlaine. Por allí ha pasado Pan, o -el demonio. La pobre alma quiere librarse de las llamas libertinas, de -las larvas negras, de las salamandras invasoras. Lamenta la pérdida de -la alegría de su corazón, la sequedad de su rosal espiritual, sobre el -que ha agitado las alas un mal vampiro. El tenderá sus brazos a la -naturaleza y al Oriente divino. Pero todas sus quejas serán vanas; y aun -más, incomprensibles. Ya Mallarmé se oye sonar; sus trompetas -cabalísticas auguran una desconocida irrupción de rarezas, bellas, muy -bellas y luminosas, pero caóticas, como una puesta de sol en nuestros -cielos americanos, en que la confusión es el mayor de los encantos. - -La adolescencia es ida, y los años de las dulces cosas juveniles, cuando -Julieta nos canta con su dulce voz vencedora de la de la alondra: «¡No -te vayas todavía!» «Las Cantinelas» encierran el nuevo período. El traje -del caballero es de un tono más obscuro. La espada siempre pende al -cinto; se nota el triunfo de los terciopelos sobre los encajes. Ha -sufrido el joven caballero griego. No son por cierto notas alegres las -que primero escuchamos. Los sonetos, que vienen como heraldos, traen -vestiduras de duelo. La pena del placer perdido hace demandar las voces -arrulladoras y los aromas embriagantes; el jardín de Fletcher decorado -por la musa sonámbula de Poe, solloza en sus fuentes; hay una atmósfera -de duelo, de llanto, casi de histerismo, y una luz espectral sirve de -sol, o mejor dicho de luna. - - Que je cueille la grappe, et la feuille de myrte - qui tombe, et que je sois à l’abri de la syrte - où j’ai fait si souvent naufrage près du port. - -Así canta el mal herido de desesperanzas. - -Su voz se dirige a las hadas propicias, pero ellas no llegan todavía. El -va cerca de la mar, de la mar femenina y maternal, a dejar en sus -riberas lo que queda de sus ensueños y hasta el último hilo de la -púrpura de su orgullo. Su alma está triste hasta la muerte. En el -interludio parece que quisiera entregarse a la felicidad de una alegría -ficticia. Así el gaitero de Gijón de nuestro admirado y querido -Campoamor, toca la gaita y rige las danzas con el alma apuñalada de -pena. Gestos, expresiones, impresiones fugaces, paisajes nocturnos en -una calle parisiense; y en las estrofas una mezcla de vaguedad germánica -y de color meridional. - -El «never more» fatídico del cuervo de Poe, es escuchado por el cantor -nostálgico, a la luz del gas de París. - -Preséntasenos también una legendaria escena nocturna que ya habíamos -visto, lector, acompañada por blanda música, gracias al inmenso cordaje -de la lira de Leconte de Lisle. Los Elfos del norte cantan coronados de -hojas perfumadas y frescas, cuando el caballero de la balada viene en su -caballo negro, haciendo espejear su casco argentino a la luz de la luna. -Es osado, y sus armas no han conocido nunca la vergüenza de las -derrotas. Su corcel va como si fuese alado, a las punzadas de las -espuelas de oro. El caballero muere vencido en las «Odas bárbaras.» - -El personaje de Moreas, cuya figura no se alcanza a ver y cuyo caballo -apenas se oye galopar, no es aprisionado por el encanto. En el instante -del nacimiento de la aurora, lo que alcanza a divisarse en la selva es -la silueta del emperador Barbarroja, que medita, apoyada la frente en -las manos. - -Pero he aquí que nos ilumina el sol de Florencia. Después de tanta -niebla, halaga por una visión de claros ríos y de puentes pintorescos. - -El cielo es azul y entre dos rimas y dos acordes musicales, desfilan una -marquesa enamorada y un envuelto capuchino. Moreas es un exquisito -grabador de viñetas. Riega los madrigales y miniaturas, decora y viste -sus personajes sin que una falta de tocado turbe la exactitud de ese -conocedor de todos los refinamientos. - -«Las Asonancias» son bosquejos de leyendas; pocas, pero admirables, -cortas, pero conmovedoras. El klepto siente volver a su memoria las -narraciones de la infancia: Maryó tejiendo su lana, vencedora en su -fidelidad; y, tal como se sabe en las narraciones de la isla de Candia, -la mala madre que oye hablar al corazón desde el plato y que después -sufre el castigo de sus crímenes. En esta sección nos deleita el errante -perfume de la fábula, las ingenuas repeticiones de versos y de palabras -de los poemas primitivos, los metros apropiados a la música de las -danzas; y nuestro asonante español, aplicado en estrofas cortas, y en -argumentos donde aparece algún héroe de gesta o alguna princesa de -tradición, en sangrientos sucesos de antiguos adulterios y de incestos -inmemoriales. Poesía de leyenda y de romancero; damas del tiempo de -Amadis; armaduras que se entrechocan en la sombra medioeval. - -En cuanto el poeta dirige las riendas de Pegaso a la región de los -conceptos puros, nos sentimos envueltos en una sombra absolutamente -alemana. Su metafísica adormece. Subimos a alturas inaccesibles, -rodeadas de obscuridad. Felizmente pronto entramos al reino encantado de -las ficciones portentosas. Raimondin, corre a nuestra vista, en su -cabalgadura, y la celeste claridad le envuelve en su sutil polvo de -plata. Los castillos del tenebroso encantamiento se deshacen y la -Enteléquia, desnuda, resplandece al amor de la luz del día. No es sino -en una fuga crepuscular donde se esfuma la vieja de Berkeley, el enano -Fidogolain, «que, ni muy loco ni muy vulgar, sabía cantar baladas», y la -Muerte, la Thanatos cabalgante, que exige para el contorno de su -esqueleto el lápiz visionario de Alberto Durero. - -Refiriéndose a la concepción que de la dignidad de su arte han tenido -dos ilustres prerafaelistas ingleses--casi huelga nombrarlos: Rossetti y -Burne Jones--dice un escritor britanico que la desventaja única de la -elevación aristocrática de su ideal es la de ser incomprensible excepto -para unos pocos. Algo semejante puede afirmarse de la obra de Moreas. - -Tal como los ritos musicales de Beyruth, Meca de los wagneristas, o como -las excelencias delicadas del arte pictórico de los primitivos, las -poesías del autor del «Pelerin Passionné» necesitan para ser apreciadas -en su verdadero valor, de cierto esfuerzo de intelecto, y de cierta -iniciación estética. «Autant en emporte le vent» fué escrito de 1886 a -1887. Es en ese librito donde se encuentran las que se podrían llamar -primeras manifestaciones quatrocentistas de Moreas. Madeleine, Agnes, -Enone, son encantadoras figuras del siglo décimoquinto; sus facciones -exigen la humana sencillez y al propio tiempo la milagrosa expresión de -un Botticelli. La Edad Media es para nuestro poeta como para Dante -Gabriel Rossetti, familiar y amada, y los sujetos que ella le sugiere, -son plausiblemente idealizados, sin una tacha anacrónica, sin una falta -o debilidad en la idea íntima ni en la ornamentación exterior. - -El espíritu vuela a los tiempos de la caballería. Leyendo los poemas -medioevales de Moreas se comprende el valor del conocido verso de -Verlaine: - -... le Moyen âge énorme et délicat... - -El poeta vive la vida de los príncipes enamorados, de los guerreros -galantes. Los lugares que se presentan a nuestra vista son los viejos -castillos tradicionales y poéticos; o alguna decoración que aparece como -por virtud de un ensalmo, o del movimiento de la mano de una hada. Las -parejas llenas de amor, cortan flores en fantásticos parques. Tras un -rosal se alcanza a ver de cuando en cuando, ya la joroba de un bufón, ya -la cola irisada de un pavo real. «Agnes» es una deliciosa y extraña -sinfonía. Las estrofas están construídas de mano maestra, y el alma -atenta del artista se siente acariciada por la repetición de un suave -«leit-motive.» - -La poética de Moreas está definida en estas cortas palabras del maestro -Mallarmé: - -«Une euphonie fragmentée, selon l’assentiment du lecteur intuitif, avec -une ingénue et precieuse justesse...» - -En resumen, Moreas posee un alma abierta a la Belleza como la primavera -al sol. Su Musa se adorna con galas de todos los tiempos, divina -cosmopolita e incomparable poliglota. La India y sus mitos le atraen, -Grecia y su teogonía y su cielo de luz y de mármol, y sobre todo, la -edad más poética, la edad de los santos, de los misterios, de las -justas, de los hechos sobrenaturales, la edad terrible y teológica; la -edad de los pontífices omnipotentes y de los reyes de corona de hierro; -la edad de Merlin y de Viviana, de Arturo y sus caballeros; la edad de -la lira de Dante, la Edad Media. El nombre del «Pelerin Passionné» está -tomado de Shakespeare. La colección de versos amorosos de Moreas no -tiene con la del poeta inglés ningún punto de contacto, como no sea el -pertenecer al mismo género, al erótico, y el empleo de variedad de -metros y de caprichos rítmicos. Shakespeare usa desde el verso que -equivale en inglés a nuestro endecasílabo español: - - When my love swears that she is made of truth, - -hasta los «trenos», imitados de los himnos latinos cristianos: - - Beauty truth and varity - grace in and simplicity - here enclosed in cinders lie. - -Y Moreas, siguiendo las huellas de Lafontaine, ya aumentando o cortando -a la moderna el número de sílabas, ha logrado hacer de sus poemas, con -una técnica delicada y fina, maravillas de harmonía; que por supuesto, -no han dejado de producir escándalo en la crítica oficial. - -La aparición del «Pelerin» fué saludada con un gran banquete que -presidió Mallarmé y que fué un resonante triunfo. Fué la exaltación de -la obra del joven luchador, que en aquellos instantes representaba el -más bello de los sacerdocios; el del Arte. Eran ya conocidas esas -creaciones y amables resurrecciones que atraviesan por la senda del -Peregrino. Enone, la del claro rostro, que arrastra en el poema un rico -manto constelado de rimas como piedras preciosas, en una gradería de -estrofas de pórfido, y del más blanco pentélico, el caballero Joë, -meditabundo, que en revista mental, mira el coro de beldades que guarda -en su memoria, entre las cuales: Madame Emelos, la castellana de -Hiverdum que se llamaba Bertranda, y Sancha que engañó al amante con -tres capitanes. Doulce, a su vez, es una princesa de cuento azul. - -En el «Pelerin» es donde florece de orgullo el laurel heleno-galo. Sin -temor a la edad contemporánea, se proclama Moreas tal como se juzga. -Alaba el arte que inventa. Mantenedor del renombre griego, de la -tradición latina, no vacila en llevar consigo, junto a la lira de -Pindaro, la lanza de Aquiles; y no hay sino inclinarse ante el orgullo -de sus carteles y el esplendor de sus trofeos. Sus alegorías pastorales -son un escogido ramillete eclógico, con más de una perla que no sería -indigna del joyero de la Antología. Y para concluir: si escuchamos un -clamor de trompas, y percibimos una bandera agitada por un fuerte brazo, -es que la campaña Romanista ha sido empezada. ¡A otros las nieblas -hiperbóreas y los dioses de los bárbaros! El jefe que llega es nuestro -bravo caballero; la diosa de azules ojos que le cubre con su égida es -Minerva: la misma que protegerá al editor Vanier,--según sus -editados,--y le hará ganar tanto dinero como Lemerre; y el abanderado, -que viene cerca del jefe, henchido de entusiasmo, es el caballero -Mauricio Du Plessis, lugarteniente de la falange, y cuyo «Primer libro -pastoral» es su mejor hoja de servicios. - -Moreas confía en su completa victoria. Nuevo Ronsard, tiene por Casandra -una beldad galo-greca. Y él confía en que gracias a sus ritos - - Sur de nouvelles fleurs, les abeilles de Grèce - Butineront un miel français. - -Y con Racine exclama: - - Je me suis applaudi, quand je me suis connu... - -Así vive en París, indiferente a todo, desdeñando escribir en los -diarios, enemigo del reportaje; en una existencia independiente, gracias -a su familia «reconciliada ya con las rimas», como dice Mendés; -ignorando que existen Monsieur Carnot, el sistema parlamentario y el -socialismo. No ha parido hembra humana un poeta más poeta... - -[imagen: RACHILDE] - -[imagen] - - - - -RACHILDE - - Tous ceux qui aiment le rare, l’examinent - avec inquiétude. - _Maurice Barrès._ - - -Trato de una mujer extraña y escabrosa, de un espíritu único -esfíngicamente solitario en este tiempo finisecular; de un «caso» -curiosísimo y turbador, de la escritora que ha publicado todas sus obras -con este pseudónimo, Rachilde; satánica flor de decadencia picantemente -perfumada, misteriosa y hechicera y mala como un pecado. - -Hace algunos años publicóse en Bélgica una novela que llamó la atención -grandemente y que según se dijo había sido condenada por la justicia. No -se trataba de uno de esos libros hipománicos que hicieron célebre al -editor Kistemaekers, en los buenos tiempos del naturalismo; tampoco de -esas cajas de bombones afrodisíacos a lo Mendés, llenas de cintas, -aromas y flores de tocador. Se trataba de un libro de demonómana, de un -libro impregnado de una desconocida u olvidada lujuria, libro cuyo fondo -no había sospechado en los manuales de los confesores: una obra -complicada y refinada, triple e insigne esencia de perversidad. Libro -sin antecedentes, pues a su lado arden completamente aparte, los -carbones encendidos y sangrientos del «divino marqués», y forman grupo -separado las colecciones prisioneras y ocultas en el «inferi» de las -bibliotecas. Este libro se titulaba «Monsieur Venus», el más conocido de -una serie en que desfilan las creaciones más raras y equívocas de un -cerebro malignamente femenino y peregrinamente infame. - -Y era una mujer el autor de aquel libro, una dulce y adorable virgen, de -diecinueve años, que apareció a los ojos de Jean Lorrain, que fué a -visitarla, como un sér extraño y pálido, «pero de una palidez de -colegiala estudiosa, una verdadera «jeune fille», un poco delgada, un -poco débil, de manos inquietantes de pequeñez, de perfil grave de efebo -griego, o de joven francés enamorado... y ojos--¡oh los ojos!--grandes, -grandes, cargados de pestañas inverosímiles, y de una claridad de agua, -ojos que ignoran todo, a punto de creer que Rachilde no ve con esos -ojos, sino que tiene otros detrás de la cabeza para buscar y descubrir -los pimientos rabiosos con que realza sus obras.» - -Esa mujer, esa colegiala virginal, esa niña era la sembradora de -mandrágoras, la cultivadora de venenosas orquídeas, la juglaresa -decadente, amansadora de víboras y encantadora de cantáridas, la -escritora ante cuyos libros, tiempos más tarde, se asombrarán, como en -una increíble alucinación, los buscadores de documentos que escriban la -historia moral de nuestro siglo. Los pintores potentes, dice Barbey -d’Aurevilly, pueden pintarlo todo, y su pintura es siempre bastante -moral cuando es trágica y da el horror de las cosas que manifiesta. No -hay de inmoral sino los «Impasibles» y los «Mofadores.» - -Rachilde no es impasible ¡qué iba a serlo ese crujiente cordaje de -nervios agitados por una continua y contagiosa vibración!--ni es -mofadora,--no cabe ninguna risa en esas profundidades obscuras del -Pecado, ni ante las lamentables deformaciones y casos de teratolología -psíquica que nos presenta la primera inmoralista de todas las épocas. - -Imaginaos el dulce y puro sueño de una virgen, lleno de blandura, de -delicadeza, de suavidad, una fiesta eucarística, una pascua de lirios y -de cisnes. Entonces un diablo,--Behemot quizá,--el mismo de Tamar, el -mismo de Halagabal, el mismo de las posesas de Lodun, el mismo de Sade, -el mismo de las misas negras, aparece. Y en aquel sueño casto y blanco -hace brotar la roja flora de las aberraciones sexuales, los extractos y -aromas que atraen a incubos y sucubos, las visiones locas de incógnitos -y desoladores vicios, los besos ponzoñosos y embrujados, el crepúsculo -misterioso en que se juntan y confunden el amor, el dolor y la muerte. - -La virgen tentada o poseída por el Maligno, escribe las visiones de sus -sueños. De ahí esos libros que deberían leer tan solamente los -sacerdotes, los médicos y los psicólogos. - -Maurice Barrès coloca «Monsieur Venus», por ejemplo, al lado de -«Adolphe», de «Mlle. de Maupin», de «Crime d’Amour», obras en que se han -estudiado algunos fenómenos raros de la sensibilidad amorosa. Mas -Rachilde no tiene, bien mirado, antecesores,--a no ser la «Justina»,--o -ciertos libros antiguos cuyos nombres apenas osan escribir los -bibliófilos del amor, o del Líbido, como el Inglés que anima D’Annunzio -en su «Piacere.» Apenas podrían citarse a propósito de las obras de -Rachilde, pero colocándolas bastante lejanamente, algunas pequeñas -novelas de Balzac, la «Religiosa» de Diderot, y en lo contemporáneo, «Zo -Har» de Mendés. Un compañero tiene, sin embargo, Rachilde, pero es un -pintor, un aguafuertista, no un escritor: Felicien Rops. Los que -conozcan la obra secreta de Rops, tan bien estudiada por Huysmans, verán -que es justa la afirmación. - -El mayor de los atractivos que tienen las obras de Rachilde, está basado -en la curiosidad patológica del lector, en que se ve la parte -autobiográfica, en que se presenta al que observa, sin velos ni ambajes, -el alma de una mujer, de una joven finisecular con todas las -complicaciones que el «mal del siglo» ha puesto en ella. Barrès se -pregunta: ¿Por qué misterio Rachilde ha alzado delante de sí a Rauole de -Vénerande y Jacques Silvert? ¿Cómo de esta niña de sana educación han -salido esas creaciones equívocas? Es en verdad el problema atrayente y -curioso. No hay sino pensar en lejanas influencias, en la fuerza de -ondas atávicas que han puesto en este delicado sér la perversidad de -muchas generaciones; en el despertamiento, descubrimiento o invención de -pecados antiguos, completamente olvidados y borrados del haz de la -tierra por las aguas y los fuegos de los cielos castigadores. - -Exponiendo los títulos de sus obras, puede entreverse algo de las -infernales pedrerías de la anticristesa: «Monsieur de la Nouveauté», «La -femme du 199^o», «Monsieur Venus», «Gueue de poisson», «Histoires -bêtes», «Nonó», «La virginité de Diane», «La voise du sang», «A mort», -«La Marquese de Sade», «Le tiroir de Mimi-Corail», «Madame Adonis», -«L’homme roux», «La sanglante ironie», «Le Mordu», «L’animale»: parece -que se miraran nudos de brillantes y coloreados áspides, frutos bellos, -rojos y venenosos, confituras enloquecedoras, ásperas pimientas, vedados -genjibres. Entrar en detalles no podría, a menos que lo hiciese en -latín, y quizás mejor en griego, pues en latín habría demasiada -transparencia, y los misterios eleusíacos, no eran por cierto para ser -expuestos a la luz del sol. - -Los tipos de sus obras son todos excepcionales. - -Su libro «Sangrienta ironía», por ejemplo, presenta, como todos los -otros suyos, a un desequilibrado, un «détraqué.» Se trata de un joven -que ha asesinado a su querida en un momento de alucinación. Prisionero, -cuenta y explica por qué sucesión de causas ha llegado a cometer aquel -acto. La figura de Sylvain d’Hauterac, el desequilibrado, es una de las -mejores creaciones de Rachilde, pero la crítica le ha señalado como -inverosímil. Ello no quita que la obra sea de una vida intensa, y de un -análisis psicológico admirable. - -Ha escrito un drama simbolista titulado «Madame la Mort.» La acción se -circunscribe a una lucha desesperada del protagonista, entre la muerte y -la vida. A propósito; ¡qué dibujo macabro el de Paul Gauguin; dibujo que -simboliza a Madama la Muerte! - -Un fantasma espectral en un fondo obscuro de tinieblas. Se advierte la -anatomía de la figura; un gran cráneo; el espectro tiene una mano -llevada a la frente, una mano larga, desproporcionada, delgada, de -esqueleto; se miran claramente los huesos de las mandíbulas; los ojos -están hundidos en las cuencas. - -El artista visionario ha evocado las manifestaciones de ciertas -pesadillas, en que se contemplan cadáveres ambulantes, que se acercan a -la víctima, la tocan, la estrechan, y en el horrible sueño, se siente -como si se apretase una carne de cera, y se respirase el conocido y -espantoso olor de la cadaverina... - -La novela «Monsieur Venus» es un producto incúbico. Jacques Silvert es -el Sporus de la cruelmente apasionada cesarina; un Sporus vulgar de ojos -de cordero; bestia, sonriente, pasivo. Raoule de Vénerande una especie -de mademoiselle Des Esseints, se enamora de ese primor porcino; se -enamora, aplicando a su manera el soneto de Shakespeare: - - A womans’s face, with natures own - hand painted... - -Raoule de Vénerande es de la familia de Nerón, y de aquel legendario y -terrible Gilles de Laval, sire de Rayes, que murió en la hoguera; según -él por causa de Suetonio. En cuanto al emasculado y detestable Jacques, -ridículo Ganimedes de su amante vampirizada, es un curioso caso de -clínica, cliente de Krafft-Ebing, de Molle, de Gley. La androginia del -florista la explica Aristófanes en el banquete de Platón. Krafft-Ebing -le colocaría entre los casos que llama de «eviratio, o transmutatio -sexus paranoia.» - -El Sar Peladán en su etopea ha abordado temas peligrosos, con su -irremediable tendencia a idealizar el androginismo. Barbey también -penetró en algunos obscuros problemas; mas ni el autor de las -«Diabólicas», ni el Mago y caballero Rosa Cruz, han logrado como -Rachilde poseer el secreto de la Serpiente. Ella dice a nuestros oídos: - -...des mots si specieux tout has - que notre âme depuis ce temps tremble et s’tonne. - -Una mujer, una joven delicada, intelectual, cerebral, os descubre los -secretos terribles: he ahí el mayor de los halagos, el más tentador de -los llamamientos. Y advertid que penetramos en un terreno dificilísimo y -desconocido, antinatural, prohibido, peligroso. - -Hay un retrato de Rachilde, a los veinticinco años. De perfil; desnudo -el cuello, hasta el nacimiento del seno; el cabello enrollado hacia la -nuca, como una negra culebra; sobre la frente, recortado, según la moda -pasada, recortado y cubriendo toda la frente; la mirada, ¡qué mirada! -mirada de ojos que dicen todo, y que saben todo; la nariz delicada y -ligeramente judía; la boca... ¡oh boca compañera de los ojos! y en toda -ella el enigma divino y terrible de la mujer: «Misterium.» Sobre el -pecho blanco, prendido con descuido, hay un ramillete de botones de -rosas blancas. - -Sé de quien, estando en París, no quiso ser presentado a Rachilde, por -no perder una ilusión más. Rachilde es hoy madame Alfred Vallette; ha -engordado un poco; no es la subyugadora enigmática del retrato de -veinticinco años, aquella adorable y temible ahijada de Lilith. - -Casada con Alfred Vallette es hoy «mujer de su casa» mas no deja de -producir hijos intelectuales. Hace novelas, cuentos, críticas. - -Tiene Rachilde un vivo sentido crítico, descubre en la obra que analiza; -las faces más ocultas, con su hábil y rápida perspicacia de mujer. En la -revista que dirige Vallette, suele escribir ella ya un «compte rendu» -teatral, ya una vibrante exposición de un libro nuevo; critica con la -firmeza de una ilustración maciza, y con la admirable visión de su raro -talento. Tiene palabras especiales que os descubren siempre algo -ignorado y «sobre entendido» de una sutileza y malicia que inquietan. - -Es profundamente artista. Oid este grito: «¡Oh, son necesarios, esos, -los convencidos de nacimiento, para que se enmiende o reviente la Bestia -Burguesa, cuya grasa rezumante concluye por untarnos a todos! - -«Obra de odio y obra de amor deben unirse delante del enemigo maldito: -la humanidad indiferente.» - -Veamos algunas de sus ideas, al vuelo. «El verso libre--dice a propósito -de un libro de su amiga María Krysinska--es un encantador «non sens», es -un tartamudeo delicioso y barroco que conviene maravillosamente a las -mujeres poetas, cuya pereza instintiva es a menudo sinónimo de genio. No -veo ningún inconveniente en que una mujer lleve la versificación hasta -su última licencia!» - -En el prólogo de su teatro, hállase esta franca declaración: «Moi, je ne -connais pas mon école, je n’ais pas d’esthétique.» - -Según Charles Froment, en nuestra época no se tiene en absoluto la -noción de lo bello. Rachilde escribe su «Vendeur de Soleil», pieza -dramática que se ha presentado casi en toda Europa con éxito, para -demostrar que los únicos que no han visto el sol son los románticos. ¿Y -si buscando bien encontrásemos en la genealogía de Rachilde sangre -romántica?... Ella, ciertamente, ha empezado conversando con «Joseph -Delorme», y ha bebido en el mismo vaso que Baudelaire, el Baudelaire de -las poesías condenadas: «Le Léthe», «Les metamorphoses du Vampirer», -«Lesbos...» y que escribió un día en sus «Fusées»: «Moi, je dis: la -volupté unique et suprème de l’amour git dans la certitude de faire le -mal. Et l’homme et la femme savent, de naissance, que dans le mal se -trouve toute volupté.» - -En nuestros días, dice Rachilde, hay instigadores de ideas--como antes -«moneurs de loups»--pues en nuestra época llamada moderna, mil veces más -siniestra que la sangrienta Edad Media, son precisas apariciones mil -veces más flagelantes; y esos «meneurs», conduciendo sus ideas -carniceras a los asesinatos de las viejas teorías, de los viejos -principios, abriendo locamente los ojos del espíritu, son también los -precursores del Angel! ¡Bien locas las gentes que no comprenden que los -tiempos están próximos, porque los azuzadores de ideas se suceden con -una asombrosa rapidez sobre el sombrío horizonte! - -Así, ¿no tengo razón en llamar a Rachilde madama la Anticristesa? Ella -comprende, ella sabe, y ella es también un Signo. ¡Qué página escribiría -el profético Bloy sobre las anunciaciones del Juicio! - -¿Cómo dar una muestra de lo que escribe Rachilde, sin grave riesgo...? -Felizmente encuentro una paginita magistral, inocente y hasta santa, que -escribió con el título: «Imagen de Piedad.» - -Es la que sigue: - -«Era de aquellos que no conocen ni el reposo, ni las fiestas, el pobre -buen hombre viejo. Llevaba al dueño de su pequeño cortijo, la entrega -del mes de Agosto: el medio saco de trigo molido, tres pares de pollos, -cuyos huesos sobresalían bajo las plumas erizadas, y un poco de manteca. -Sus hijos, desembarazándose del servicio para ir a los oficios, le -habían puesto la brida del asno en el puño, del viejo asno casi tan -enfermo como él y; «Hue! Papá! Conduisez droit notre Martin...!» - -En momentos en que él llegaba a la orilla, recibió en plena frente como -un deslumbramiento, una visión del paraíso, y permaneció allí -estúpidamente plantado, en una admiración respetuosa; el asno, reculó, -afirmándose sobre sus jarretes: era la procesión que se desenvolvía, con -sus grandes muselinas talares, sus banderas llenas de reflejos, sus -cordones floridos, con sus ángeles, niños y niñas, «tout en neuf»; -inflando sus mejillas bajo sus coronas de rosas. Después el sacerdote, -vestido de un inmenso manto de oro, levantando al buen Dios, pálido, a -través de una custodia de fuego... - -Los jovencitos y las jovencitas se codearon y, querían reventar de risa; -ciertamente, no se desarreglaría ese bello orden de cosas por un viejo -hombre acompañado de un asno viejo. Y toda la procesión rozó a esos dos -séres ridículos con el extremo de sus suntuosas vestiduras de reina. - -El viejo tuvo conciencia de su indignidad, se puso le rodillas, se quitó -su gran sombrero. El asno bajó las orejas lamentablemente, sus orejas -demasiado largas, roídas de úlceras y cubiertas de moscas. De la alforja -de la izquierda, las cabezas asustadas de los volatiles, salieron -abriendo el pico, tendiendo la lengua puntiaguda, muertos de sed, pues -hacía un calor espantable, un pleno sol que devoraba el piadoso grupo -con sus dientes de brasa. El campesino se apoyaba en el animal y el -animal en el campesino, sudando uno y otro, los flancos palpitantes, no -osando ni uno ni otro mirar esas manificencias que caían del cielo con -llamas. La procesión, con su paso lento, ceremonioso, de gran dama, se -acercaba al próximo altar de Corpus; eso no concluía; siempre filas -nuevas de mujeres endomingadas, nuevas filas de los señores notables; no -volvería el viejo de su asombro de haber visto una tan enorme -muchedumbre de cristianos bien puestos. En fin, llegó el momento en que -pasaron los cojos, los enfermos, las madres llevando los niños de pecho, -los mal vestidos, la vergüenza de la parroquia: «Menoux», el de las -muletas, que tomaba rapé cada diez pasos: Ragotte, la bociosa, que tenía -la manía de plantar su enfermedad sobre un vestido de cachemir verde. - -Entonces, nuestro viejo se levantó, vacilante sobre sus piernas -doloridas, conmovido; levantó al asno por la rienda, siguió... No sabía -ya lo que hacía, pero se sentía a su vez tirado como su asno, por una -cuerda invisible, un hilo de oro salido de los rayos de la custodia, que -corría a lo largo de las guirnaldas de flores y llegaba a su frente de -viejo encaprichado, bajo la forma lancinante de una flecha de sol. Muy -chico, antes (¡oh! en la mañana de los tiempos), ha seguido al sacerdote -con vestidos purpúreos, arrojando hojas de rosa entre los humos del -incienso, y había tenido gozos de orgullo; más grande, se había colocado -tras las mozas risueñas, intentando en veces distraerlas de su rosario; -había tenido las mismas altiveces inexplicables, los mismos fuertes -latidos de corazón, confundiendo el brillo de las piedras preciosas, de -las casullas, con la dulce emulación de los ojos de «Marión», su -prometida... y después, no se acordaba mucho, los años corrían todos -iguales, como las tocas blancas, como las alas palpitantes de todas esas -cabezas de mujeres piadosas, perdiéndose sobre las azules lejanías del -cielo... No se acordaba más; seguía, sin embargo, siempre el último, el -menos digno, tirando de su asno con mano obstinada, olvidando hasta el -objeto de su viaje. Y «Martin» dócilmente, ritmaba su marcha con el coro -del cántico; los pollos, fuera de la alforja inclinaban la cresta, con -aire de resignarse, pues que se iba al paso... - -Había quienes se volvían a menudo entre la fila de fieles -escandalizados. Se le enviaban muchachos para decirle que se -volviese... o que dejase su asno. ¡Qué cola de procesión, la de Martín! -Circulaban risas de muchachas, con susurros de abejones; y solamente, el -señor cura, no quería darse cuenta de nada, aparentando no entender lo -que venía a murmurarle su sacristán al presentarle el incensario. - -La procesión después de las paradas de uso, se entró bajo el pórtico de -la iglesia. El viejo se encontró solo, en medio de una playa desierta. -Entrar con «Martín» no era casi posible. Abandonar a «Martín», los -pollos, la manteca, la montura, ni pensarlo quería. Y no tendría él su -parte de la gran bendición, de aquella que inclinada a los fieles, -cargados de pecados, sobre las baldosas, como las espigas maduras bajo -el vencedor relámpago de la hoz... Lanzando un profundo suspiro, el -pobre viejo se signó, descubierta su frente, una última vez, ante la -ojiva sombría del pórtico. Mas he aquí que, bruscamente, brota de esa -obscuridad temible una extraordinaria aparición: del fondo de la -iglesia, el cura llevaba la custodia; sí, el cura asombrando a sus -feligreses endomingados, el cura con su casulla luminosa, aureolado de -estrellas, de cirios, nimbado de las nubes del incienso... y el -sacerdote, con una mirada de extraña dulzura, pronuncia las palabras -sagradas, mientras que resplandece, más fulgurante aún, la custodia de -allá arriba, el sol, sobre el humilde viejo que lloraba de alegría, -sobre el triste «Martín» cuyas orejas ulceradas, pendían, ¡ay, tan -lastimosamente...!» - - * * * * * - -Esa página de Rachilde da a conocer el fondo de amor y de dulzura que -hay en el corazón de la terrible Decadente. Rachilde, la Perversa, -habría sido disputada entre Dios y el diablo, según Luis Dumur. ¡Qué -casuísta, qué teólogo podría demostrarme la victoria de Satanás en este -caso? Rachilde se salvaría, siquiera fuese por la intercesión del viejo -campesino y por la apoteosis de «Martín», el cual también rogaría por -ella... ¿No se salvó el Sultán del poema de Hugo, por la súplica del -cerdo? - -[imagen] - -[imagen] - - - - -GEORGE D’ESPARBÉS - - -Como el hecho no demuestra sino la oportunidad de una ocurrencia de -poeta, que en todo caso no merece sino aplausos, y como me fué narrado -delante de Jean Carrere, que aprobaba con su sonrisa, no creo ser -indiscreto al comenzar estas líneas contando la historia de un telegrama -de Atenas, leído en el reciente banquete de Víctor Hugo y firmado George -D’Esparbés, telegrama que reprodujo toda la prensa de París. - -Jean Carrere, en unión de otros jóvenes brillantes y entusiastas, -literatos, poetas, quisieron manifestar que no era cierta la fea -calumnia levantada contra la juventud literaria de Francia, que ha sido -tachada de irrespetuosa para con Víctor Hugo. - -Para ello, y con motivo de la nueva publicación de «Toute la Lyre», -organizaron un banquete que tuvo la correspondiente resonancia; un -banquete que pudiérase llamar de desagravio. - -Fueron ágapes a que asistió gran parte del París literario--viejos -románticos, parnasianos y escuelas nuevas, y de las que brotó, maldita -flor de discordia--a pistola, treinta pasos, sin resultado--un duelo -entre Catulle Mendés y Jules Bois, quienes no hace mucho tiempo eran -excelentes amigos. Fué la fiesta una deuda pagada, una ceremonia -cumplida con el dios, y la cual, con gran pompa, y por contribución -internacional, debería realizarse anualmente. Esta es una idea -poético-gastronómica que dejo a la disposición de los hugólatras. - -En la mesa, cuando el espíritu lírico y el champaña hacían sentir en el -ambiente un perfume de real mirra y de glorioso incienso, en medio de -los vibrantes y ardientes discursos en honor de aquél que ya no está, -corporalmente, entre los poetas, después de los brindis de los maestros, -y de los versos leídos por Carrere y Mendés, se pronunció por allí el -nombre de George D’Esparbés. D’Esparbés no estaba en el banquete, él, -que ama la gloria del Padre, y que como él ha cantado, en una prosa -llena de soberbia y de harmonía, los hechos del «cabito», la epopeya de -Napoleón. Jean Carrere, el soberbio rimador, se levanta y ausenta por -unos segundos. Luego, vuelve triunfante, mostrando en sus manos un -despacho telegráfico que acababa de recibir, un despacho firmado -D’Esparbés. - -¿Pero dónde está ahora él? Nadie lo sabe. Está en Atenas, dice Carrere. -Y lee el telegrama, una corona de flores griegas que desde el Acrópolis -envía el fervoroso escritor a la mesa en que se celebra el triunfo -eterno de Hugo. Pocas palabras, que son acogidas con una explosión de -palmas y vivas. Nadie estaba en el secreto. Cuando aparezca D’Esparbés -no hay duda de que «reconocerá» su telegrama. - -Y ahora hablemos de esa portentosa «Leyenda del Aguila» napoleónica. - -La «Leyenda del Aguila» es un poema, con la advertencia de que -D’Esparbés canta en cuentos. La epopeya es toda una, mas cada cuento -está animado por su llama propia, en que el lirismo y la más llana -realidad se confunden. - -No hace falta el verso, pues en esta prosa marcial cada frase es un -toque de música guerrera, las palabras suenan sus fanfarrias de -clarines, hacen rodar en el ambiente sus redobles de tambores, son a -veces un cántico, un trueno, un ¡ay!, un omnisonante clamor de victoria. - -También el final es triste, al doble sonoro y doloroso de las campanas -que tocan por la caída del imperio. Napoleón no aparece aumentado, no es -un Napoleón mítico y de fantasía; antes bien, algunas veces como que el -poeta se complace en achicar más su tan conocida pequeña estatura. - -Pensaríase en ocasiones un joven Aquiles comandando un ejército de -cíclopes, guiando a la campaña batallones de gigantes. Porque si emplea -el lente épico D’Esparbés, es cuando pinta las luchas, el decorado, el -campamento, los soldados imperiales. Los soldados crecen a nuestra -vista, aparecen enormes, sobrehumanos, como si fuesen engendrados en -mujeres por arcángeles o por demonios. Sus talantes se destacan -orgullosa y heroicamente. Tienen formas homéricas, son verdaderos -androleones; llega a creerse que al caer uno de ellos herido, debe -temblar alrededor la tierra, como en los hexámetros de la Iliada. - -Tal húsar es inmenso; tal granadero podría llamarse Amico o Polifemo; -tal escuadrón de caballería podría entrar en el versículo de un profeta, -terrible y devastador como una «carga» de Isaías. Y en todo esto una -sencillez serena y dominadora. Podría intercalarse en este libro, sin -que se notase diferencia en tono y fuerza, el episodio de Hugo en que -vemos a Marius asomarse a la ventana y lanzar un ¡viva al emperador! al -viento y a la noche. - -D’Esparbés ha elegido para su obra el cuento, este género delicado y -peligroso, que en los últimos tiempos ha tomado todos los rumbos y todos -los vuelos. La prosa, animada hoy por los prestigios de un arte -deslumbrador y exquisito, juntando los secretos, las bizarrías -artísticas de los maestros antiguos o los virtuosísimos modernos, es -para él un rico material con que pinta, esculpe, suena y maravilla. -Batallista de primer orden, conciso, nervioso y sugestivo, supera en -impresiones y sensaciones de guerra a Stendhal y a Tolstoi, y si existe -actualmente quien puede igualarle--alguno diría superarle--en campo -semejante, es un escritor de España, Pérez Galdós, el Pérez Galdós de -los «Episodios Nacionales.» - -Desde que comienza el poema, con el cuento de los tres soldados; tres -húsares altos como encinas, viene un potente soplo que posee, que -arrebata la atención. Estamos enfrente de tres máquinas de carne de -cañón, tres soldados, rudos y musculosos como búfalos, tres grandes -animales crinados del rebaño de leones del pastor Bonaparte. Porque es -de ver cómo esos sangrientos luchadores, esos fieros hombres del -invencible ejército, hablan del «emperadorcito», del pequeño y real -ídolo, como de un divino pastor, como de un David. Así cuando se -pronuncia su nombre, las fauces bárbaras, los fulminantes ojazos, se -suavizan con una dulce y cariñosa humedad. Son tres soldados que después -de la jornada de Jena, tienen, lo que es muy natural en un soldado -después de una batalla, tienen hambre. - -Ingenuamente y «necesariamente» feroces, esos tres hombres degüellan a -uno del enemigo, con la mayor tranquilidad, pero sufren y se inquietan -cuando sus caballos no comen. - -Por eso cuando hallan un cura que les hospeda, en Saalfeld, del lado de -Erfurth, y les da buena vianda y buen pan, lo que está conforme con la -lógica militar es que sus tres cabalgaduras, también hambrientas, entren -a comer en los mismos platos de ellos, espantando a la criada, y -haciendo que el sacerdote medite, y vea el alma de esos hombres; y no -se extrañe. Es uno de los mejores cuentos del poema. No resisto a citar -una frase. - -Los soldados comen como desesperados de apetito. El cura les contempla, -meditabundo y sacerdotal. De cuando en cuando les hace preguntas. Ha -tiempo que están en armas. Desde jóvenes han oído las trompetas de las -campañas. No saben de nada más. Y sobre todo, Napoleón se alza delante -de ellos semejante a una inmortal divinidad. El cura dice a uno: - -«--Y vos, hijo mío, ¿creéis en Dios padre todopoderoso?» - -El soldado no comprende bien. Piensa: «Dios padre... Dios hijo... -Dios...» - -«--¡Y bien!--grita de repente: - -«--¡Todo eso...! ¡eso es la familia del Emperador!» - -Después surge a nuestra vista un colosal tambor mayor del ejército de -Italia, «alto como una torre y tierno como un saco de pan.» Su nombre es -un verdadero nombre de gigante, más hermoso y tremendo que el de -Cristóbal o el de Fierabrás, o el de Goliat; se llama Rougeot de -Salandrouse. Un gallardo bruto, que cuando reía, «il montrait comme les -bêtes une épaisse gueule de chair rouge qui semblait saigner.» - -Este bello monstruo que gustaba de las viejas historias de guerra y de -las sublimes mitologías, amaba sobre todo la harmonía musical, las -cornetas, los parches del combate. Bonaparte le nombró subteniente, -teniente y capitán; después de lo de Arcola, después de lo de Mantua, -después de lo de Trebia. Pero el hijo de Apolo cifraba su ambición en -las pompas radiantes, en los compases, en el bastón que guiaba a los -tambores: quería ser tambor mayor. Lo fué después de mucho pedirlo al -emperador; y el titánico testarudo saludó con su admirable uniforme y -sus vanidosos gestos, el triunfal sol de Austerlitz. Le vió Lannes desde -su caballo, le vió Soult, le vió Bernadotte, le vió el insigne -caballero Murat: y junto con Berthier y Janot, le vió, sonriendo, el -«petit caporal», príncipe y dueño del Aguila. Y cuando llega la áspera -brega, en medio de los choques, de la confusión sangrienta y de la -muerte, la figura de Salandrouse, guiando sus tambores, adquiere -proporciones legendarias. - -Herido, soberbio, incomparable, hace que los parches no cesen de tocar -un son de victoria; y hay que ir a arrancarle de su puesto, donde se -yergue, maravilloso como un dios, al canto ronco y sordo de los pellejos -cribados. - -El desdén de la muerte, el respeto de la consigna, el amor a la vida -militar, y sobre todo, la adoración por el que ellos miran como -favorecido de la omnipotencia divina;--conquistador victorioso, señor -del mundo, Napoleón,--forman el alma de estos épicos relatos. - -Ya es el conde subteniente que sufre sin gemir, y muere oyendo leer, -cual si fuese un santo breviario, un libro de oro de la nobleza heroica; -ya es el grupo de bravos rústicos que no sabían cargar los fusiles en -medio de la más horrible carnicería, y que luego fueron condecorados; ya -son los rudos gascones que luchan como tigres y gritan como diablos; ya -es la marcha que bate un tamborcito casi femenil, para que desfilen ante -los ojos aquilinos de Bonaparte ciento veinticinco hombres, resto de los -treinta y ocho mil de Elkingen, o la visión de los cascos coronados por -penachos de cabellos de mujeres españolas; o «Le Kenneck», valiente y -fiel, delante del rey de Prusia; o el águila del Imperio que sale, -apretando el rayo con las garras, del vientre del caballo muerto; o esta -orden trágica, casi macabra, dada en lo más duro de la batalla: «En -avant, les cadavres...!» o el capellán que parafrasea la Biblia al ruido -de las descargas; o ese cuadro cuya sencilla magnificencia impone, -asombra y encanta, cuando el Cabito tiene frío, y va a la tienda de la -guardia inmortal, y duerme y se le hace lumbre con millones de oro, con -Murillos, con Goyas, con portentos de Velázquez, con encajes de -marquesas y abanicos de manolas; o el león de vida de gato que creía ser -inmortal si no se le mataba con su sable; o el abandono de los caballos, -alas de los caballeros; o el oficial que condecora y el emperador que -aprueba; o el fantasma del «shakó», que se alza para responder con -bizarría y cae en la muerte; o Duclós con sus charreteras, que condecora -llorando a un viejo luchador, y cuando el emperador le pregunta: -«Duclós, ¿conoces a ese hombre?» le contesta: «¡Señor, es mi padre!» o -el águila, el águila viva, que vuela y grita sobre el pabellón que -marcha al Austria; o el fúnebre clamor del abismo; o, en fin, los -cañones que doblan cuando ya el Grande ha caído, ¡lúgubres y fatales -campanas del Imperio! - -¡Libro magistral; poema ardiente y magnífico! - -La mujer no aparece sino raras veces, y en los recuerdos de los héroes: -las madres, las abuelas llenas de canas, alguna esposa que está allá -lejos! Donde brota un grupo de ellas, como un coro de Esquilo, -terribles, suplicantes, gemidoras como mártires, coléricas como -gorgonas, es en el capítulo, en el cuento de las crines. A un gran -número de las hijas de España, en su pueblo invadido, un coronel -fantasista, jovial y plúmbeo, hace cortar las cabelleras para adornar -los cascos de sus dragones. Y como una mujer, aullante de dolor como -Hécuba, se presenta con sus espesos cabellos ya canosos, el coronel se -los hace también cortar y los pone sobre su cabeza marcial, donde los -hará agitarse el huracán de la guerra. Y otra mujer brilla como una -estrella de virtud y de grandeza, divina suicida, augusta delante de la -muerte. Sucumbe con su niño en el más sublime de los sacrificios; pero -también quedan emponzoñados, rígidos y sin vida, en la casita pobre, -ocho cosacos como ocho bestias fieras. - -¿Qué otra figura femenil? Hay una, envuelta en el misterio. Ella, la -vaga, la anunciadora de las desgracias, la que se pasea silenciosa por -los vivacs, haciendo malos signos; ella, solitaria como la Tristeza, y -triste como la Muerte. ¿Qué otra más? La Victoria, de real y soberano -perfil, de cuello robusto y erectas mamas; creatriz de los lauros y de -los himnos. - - * * * * * - -Este libro es una obra de bien. El es fruto de un espíritu sano, de un -poeta sanguíneo y fuerte; y Francia, la adorada Francia, que ve brotar -de su suelo--por causa de una decadencia tan lamentable como cierta, -falta de fe y de entusiasmo, falta de ideales;--que ve brotar tantas -plantas enfermas, tanta adelfa, tanto cáñamo indiano, tanta adormidera, -necesita de estos laureles verdes, de estas erguidas palmas. Libros como -el de D’Esparbés recuerdan a los olvidadizos, a los flojos y a los -epicúreos el camino de las altas empresas, la calle enguirnaldada de los -triunfos. - -Y puesto que de Vogüe ha visto el feliz anuncio de un vuelo de cigüeñas, -alce los ojos Francia y mire si ya también vuelve, sonora, lírica, -inmensa, el Aguila antigua de las garras de bronce. - -[imagen] - -[imagen] - - - - -AUGUSTO DE ARMAS - - -Hace algunos años un joven delicado, soñador, nervioso, que llevaba en -su alma la irremediable y divina enfermedad de la poesía, llegó a París, -como quien llega a un Oriente encantado. Dejaba su tierra de Cuba en -donde había nacido de familia hidalga. Tenía por París esa pasión -nostálgica que tantos hemos sentido, en todos los cuatro puntos del -mundo; esa pasión que hizo dejar a Heine su Alemania, a Moreas su -Grecia, a Parodi su Italia, a Stuart Merril su Nueva York. Hijo -espiritual de Francia y desde sus primeros años dedicado al estudio de -la lengua francesa, si llegó a escribir preciosos versos españoles, -donde debía encontrar la expresión de su exquisito talento de artista, -de su lirismo aristocrático y noble, fué en el teclado polífono y -prestigioso de Banville. - -¡Banville! Pocos días antes de morir aquel maestro maravilloso y -encantador, recibió un libro de versos en cuya portada se leía: «Augusto -de Armas--Rimes Byzantines.» Leyó las rimas cinceladas de Armas y -entonces le escribió una carta llena de aliento y entusiasmo. - -Theodore de Banville había escrito, a propósito de Wagner, estas -palabras: «Le vrai, le seul, l’irrémisible défaut de son armure c’est -qu’il a fait des vers français. L’homme de génie, qui doit tout savoir, -doit savoir entre autres choses, que nul étranger ne fera jamais un vers -français qui ait le sens commun. On t’en fricasse des filles commes -nous! voilà ce que dit la Muse française á quiconque n’est pas de ce -pays ci, et lorsqu’elle disait cela en se mettant les poings sur les -hanches, Henri Heine, qui était un malin, l’a bien entendu.» -Ciertamente, le escribió el gran poeta a Augusto de Armas,--he dicho -eso; pero huélgome de confesar que vos sois la excepción de lo que -afirmé. - -Basta leer una sola de las poesías del refinado bizantino de Cuba, para -reconocer que fué con justicia armado caballero de la musa francesa al -golpe de la espada de oro de Banville. ¿Quién ha cantado en más ricos -hemistiquios el oleaje sonoro de los alejandrinos? Como Carducci que -lleno del fuego de su estro entona su cántico «¡Ave o Rima...!» como -Sainte Beuve que a manera de Ronsard celebra ese mismo encanto musical -de la consonancia, Augusto de Armas, con el más elevado deleite, alaba -la forma del verso francés en que se han escrito tantas obras maestras y -tantos tesoros literarios; alaba el instrumento que ha hecho resonar -desde el «Poema de Alejandro» hasta las colosales harmonías de «La -Leyenda de los siglos». - -Su libro es labrado cofrecillo bizantino, lleno de joyas. Su verso es -flor de Francia; su espíritu era completamente galo. Ha sido uno de los -pocos extranjeros que hayan podido sembrar sus rosas en suelo francés, -bajo el inmenso roble de Víctor Hugo. El abate Marchena no sé que haya -hecho en francés nada como su curiosidad latina del falso Petronio; -Menéndez Pelayo, pasmo de sabiduría, según se dice en España, dudo que -se acomodase a las exigencias de las musas de Galia; Longfellow dejó muy -medianejos ensayos, como su juguete «Chez Agassiz», Swinburne, que como -Menéndez Pelayo versifica admirablemente en lenguas sabias, en sus -versos franceses va como estrechado y sin la libertad y potencia de sus -poesías en su lengua nativa. Lo mismo Dante Gabriel Rossetti. - -Heine lo que escribió en francés fué prosa; lo propio Tourgueneff. Los -casos que pueden citarse, semejantes al de Augusto de Armas, son el de -su paisano José María de Heredia, que se ha colocado orgullosamente -entre el esplendor de sus trofeos; el de Alejandro Parodi, que ha -logrado hasta el laurel de las victorias teatrales: el de Jean Moreas, -gran maestro de poesía; el de Stuart Merril, que sólo puede ser yankee -porque como Poe nació en ese país que Peladan tiene razón en llamar de -Calibanes; el de Eduardo Cornelio Price, distinguido antillano, el de -García Mansilla, poeta y diplomático argentino que escribe envuelto en -el perfume del jardín de Coppée. Pero José María de Heredia llegó a -París muy joven, y apenas si tiene de americano el color y la vida que -en sus sonetos surgen, de nuestros ponientes sangrientos, nuestras -fuertes savias y nuestros calores tórridos. Heredia se ha educado en -Francia; su lengua es la francesa más que la castellana. Parodi, por una -prodigiosa asimilación, pertenece al Parnaso francés; Moreas llegó de -Atenas, histórica hermana de París; Stuart Merrill, como Poe, brota de -una tierra férrea, en un medio de materialidad y de cifra, y es un -verdadero mirlo blanco; formando Poe, el pintor misterioso y él, la -trinidad azul de la nación del honorable presidente Washington; Price, -no pasa de lo mediano; y García Mansilla, me figuro, que a pesar de sus -preciosas producciones, y con todo y creerle dominador de la rima -francesa y poeta y refinado artista, me figuro, digo, que debe de ser un -cultivador elegante de la poesía, un trovero gran señor que ritma y rima -para solaz de los salones, versos que deben ser impresos en ediciones -ricas y celebrados por lindas bocas en las bellas veladas de la -diplomacia. - -Augusto de Armas representaba una de las grandes manifestaciones de la -unidad y de la fuerza del alma latina, cuyo centro y foco es hoy la -luminosa Francia. El, que había nacido animado por la fiebre santa del -arte, llevó al suelo francés la representación de nuestras energías -espirituales, y Bánville pudo reconocer que el laurel francés, honra y -gloria de nuestra gran raza, podía tener quien regase su tronco con agua -de fuente americana, y que un americano de sangre latina podía ceñirse -una corona hecha de ramas cortadas en el divino bosque de Ronsard. - -¿Pero el soñador no sabía acaso que París, que es la cumbre, y el canto, -y el lauro, y el triunfo de la aurora, es también el maelstrom y la -gehenna? ¿No sabía que, semejante a la reina ardiente y cruel de la -historia, da a gozar de su belleza a sus amantes y en seguida los hace -arrojar en la sombra y en la muerte? ¡Pobre Augusto de Armas! Delicado -como una mujer, sensitivo, iluso, vivía la vida parisiense de la lucha -diaria, viendo a cada paso el miraje de la victoria y no abandonado -nunca de la bondadosa esperanza. Entre los grandes maestros, encontró -consejos, cariño, amistad. Dios pague a Sully Prudhomme, al venerable -Leconte de Lisle, a Mendés y a José María de Heredia, los momentos -dichosos que podían dar al joven americano, alimentando su sueño, su -noble ilusión de poeta. Y también a los que fueron generosos y llevaron -a la cama del hospital en que sufría el pálido bizantino de larga -cabellera, el consuelo material y la eficaz ayuda. Entre estos diré dos -nombres para que ellos sean estimados por la juventud de América: es el -uno Domingo Estrada, el brillante traductor de Poe, y el otro M. Aurelio -Soto, expresidente de la república de Honduras. - -[imagen] - -[imagen] - - - - -LAURENT TAILHADE - - -Rarísimo. Es, ni más ni menos, un poeta. Estas palabras que se han dicho -respecto a él no pueden ser más exactas: «Es un supremo refinado que se -entretiene con la vida como con un espectáculo eternamente imprevisto, -sin más amor que el de la belleza, sin más odio que a lo vulgar y lo -mediocre.» - -Como poeta, como escritor, no ha tenido la notoriedad que sólo dan los -éxitos de librería, los cuales desprecia el olímpico Jean Moreas, -supongo que, fuera de la razón lírica, porque recibe una buena pensión -de su familia de Atenas. Como hombre, raro es el que no conozca a -Tailhade en el «quartier.» - -Y a propósito, ¿recuerdan los lectores lo que aconteció a este otro -poeta cuando el alboroto de los estudiantes, años há? No le dieron sus -versos, por cierto, la fama que los garrotazos y heridas que recibió. -Poco más o menos sucede ahora con Laurent Tailhade. Sus libros, que -antes solamente circulaban entre un público escogido y en ediciones de -subscripción, es probable que tengan hoy siquiera sea una pasajera -boga; aunque su refinamiento y su aristocracia artística no serán ni -podrían ser para el gran público de los indudablemente ilustres Tales y -Cuales. El cómo ve la vida Laurent Tailhade, lo explica un caricaturista -de esta manera: «El poeta, vestido a la griega, toca la lira admirando -un hermoso caballo salvaje. Poseído del «deus», no advierte el peligro. -Resultado: Orfeo recibe un par de coces que le echan fuera de la boca -toda la dentadura.» - -Y Castelar a su vez, hablando de la explosión que tan maltrecho dejó al -lírico: «Hallábase allí entre tantos adoradores de la belleza divorciada -del bien, un escritor anarquista, el amado Tailhade, quien dijo que -importaba poco el crimen cometido por Vaillant, ante la hermosura de su -actitud y de su gesto al despedir la bomba, sólo comparables, añado yo, -al gesto y actitud de Nerón, cuando, vestido de Apolo y llevando en las -manos áurea cítara tañida por sus delicados dedos, celebraba el incendio -de la sacra Ilión entre las llamas que consumían la Ciudad Eterna. Pues -bien, el apologista de Vaillant y su crimen estaba en el comedor cuando -estalló la nueva bomba; y efecto del estallido, cayó casi deshecho en -tierra, perdiendo un ojo arrancado a su rostro por los vidrios -ardientes. Al sentirse así, no dijo nada el cuitadísimo de gestos y -actitudes, llevóse la mano a la herida y gritó: «¡Al asesino!» Hay -providencia.» - -¡El «amado Tailhade», anarquista! - -El gusta de los buenos olores y de las cosas bellas y poéticas. No quiso -ir al último banquete de la Pluma, porque «olía a remedios.» ¿Será -anarquista el que sabe como todos que, no digamos el anarquismo sino la -misma democracia, huele mal? - -Tengo a la vista sus «Vitraux.» Mi número es el 226 del tiraje único de -quinientos ejemplares que sobre rico papel de Holanda hizo el editor -Vanier. «Vitraux» es la primera parte de «Sur Champ D’Or.» La carátula -está impresa a tres tintas, rojo, violeta y negro, sobre un papel -apergaminado. Y la dedicatoria que escribió ese admirador de Vaillant es -la siguiente: - - A Madame - La Comtesse Diane de Beausaq - L. T. - -Laurent Tailhade dedica a esa dama aristocrática sus versos, porque debe -de ser bella, tiene un lindo nombre y el blasón es siempre bello. Y -pronunció la «boutade» sobre Vaillant porque, como Castelar, se imaginó -que el dinamitero había lanzado la bomba con un bello gesto. En cuanto a -Nerón, era sencillamente otro poeta, muy inferior por cierto al raro de -quien hoy escribo. Porque, no, no haría ni con todas las lecciones de -cien Sénecas, el imperial rimador, versos a sus dioses, como estos -burilados, miniados adorables versos que Tailhade ha escrito «Sur Champ -D’Or» en homenaje a la religión católica... y a la mujer amada. Es un -homenaje sacrílegamente artístico, si queréis; son joyas profanas -adornadas con los diamantes de las custodias, labradas en el oro de los -altares y de los cálices. Cierto que en los tercetos a nuestra Señora, -no se muestra el resplandor sagrado de la fe que vemos en la liturgia de -Verlaine; son obras inspiradas en la belleza del culto cristiano, del -ritual católico. - -Pero después de «Pauvre Lelian», que con fe pura y profunda y arte de -insigne maestro, ha escrito prodigios de rimado amor místico, nadie ha -igualado siquiera al Laurent Tailhade de los «Vitraux» en ninguna -lengua, por la gracia primitiva, el sagrado vocabulario y el sentimiento -de las hermosuras y magnificencias del catolicismo. Es aquí demasiado -profano, es cierto, y vierte en el agua bendita un frasco de opoponax... -¿Le perdonaremos en gracia al «bello gesto?» Para escribir estos poemas -ha debido recorrer los viejos himnarios, las prosas, los antiguos cantos -de la iglesia; las sequencias de Notker, las de Hildegarda, las de -Godeschalk y las poesías de aquel divino Hermanus Contractus que nos -dejó la perla de la Salve Regina. - -Laurent Tailhade es buen latinista, y ha versificado imitando a Adam de -Saint-Víctor. - -Ejemplo: - - ¡Saivi vincia! ¡fulge lemur! - Amor nunc foveamur: - Per te, virgo, virginemur. - -Sus «Vitraux» son comparables a los de las antiguas catedrales. En ellos -la Virgen conversa ingénuamente con el encantador serafín: - - Les calcédoines, les rubis - Passementent ses longs habits - De moire antique et de tabis. - - Ses cheveux souplets d’ambre vert - Glissent comme un rayón d’hiver - Sur sa cotte de menu-vair. - - ¡Oh! ses doigts frêles et le pur - Mystère de ses yeux d’azur - Eblouis du pardon futur! - - Tremblante elle reçoit l’Ave. - Par qui le front sera lavé - De l’antique Adam réprouvé. - - «Emperière au bleu pennon, - Sur le sistre et le tympanon, - Les cieux exaltent ton renom. - - ¡Toi de Jessé royal provin, - Pain mistique, pain sans levain, - Font scellé de l’Amour divin! - - ¡Toison de Gédéon! ¡Cristal - Dont le soleil oriental - N’adombre pas le feu natal...! - -La letanía continúa magnífica y preciosamente encadenada. Delicado, -perfumado con mirra celeste, su «Hortus Conclusus» resuena con el eco de -un himno en la fiesta de la purificación: - - Quia obsequentes oferunt - Ligustra et alba lilia. - Candor sed horum vincitur - Candore casti pectoris. - -Siempre la Reina Virgen, la «Mère Marie» de Verlaine--¡y de todos los -que sufren!--aparece radiante, vestida de sol, la Hija del Príncipe que -cantó el Profeta. Todos los bálsamos de consolación brotan de ella: -todos los perfumes: el del olibán, el del cinamomo, el del nardo de la -Esposa del Cantar de los Cantares. - -Un soneto litúrgico hay que no puedo menos que reproducir. Para él no -habría traducción posible en verso castellano. - -Es este: - - Dans le nimbe ajouré des vierges byzantines, - Sous l’auréole et la chasuble de drap d’or - Où s’irisent les clairs saphirs du Labrador, - Je veux emprisonner vos grâces enfantines. - - ¡Vases myrrhins! ¡trépieds de Cumes ou d’Endor! - ¡Maître-autel qu’ont fleuri les roses de matines! - Coupe lustrale des ivresses libertines, - Vos yeux sont un ciel calme ou le désir s’endort. - - ¡Des lis! ¡des lis! ¡des lis! ¡Oh pâleurs inhumaines! - ¡Lin des etoles, chœur des froids catéchuménes! - ¡Inviolable hostie oferte à nos espoirs! - - Mon amour devant toi se prosterne et t’admire, - Et s’exhale, avec la vapeur der encensoirs, - Dans un parfum de nard, de cinname et de myrrhe. - -Imaginaos un enamorado que fuese a las santas basílicas a arrancar los -mejores adornos para decorar con ellos la casa de su querida. Podría -citar exquisitas muestras de este volumen admirable; pero sería alargar -mucho estas apuntaciones. He de observar, sí, algo de su poética. Hay en -ella mezcla de Decadencia y de Parnaso. Algunas veces se pregunta uno: -¿es esto Banville? Prueba: - - C’est un jardin orné pour les métamorphoses - Où Benserade apprend ses rondeaux aux Follets, - Où Puck avec Trilby, près des lacs violets, - Débitent des fadeurs, en adorables poses. - -Y el «Menuet d’automne», es un espécime de la poética modernísima. Pero -en todo se reconoce la distinción, la aristocracia espiritual y la -magnífica realeza de ese «anarquista.» - -Cierto es que es éste el anverso de la medalla: la faz del inmortal -Apolo. - -En el reverso nos encontramos con una cara conocida, ancha y risueña, -con la cabeza de un bonachón y pícaro fraile que nos saluda con estas -palabras: ¡Buveurs très illustres, et vous, verolés très précieux!...» -Laurent Tailhade ha renovado a Rabelais en sus escasamente conocidas -«Lettres de mon Ermitage.» Después, su risa hiriente y sonora se ha -derramado en una profusión de baladas que le han acarreado un sinnúmero -de enemigos. En este terreno es una especie de León Bloy rimador y -jovial. Quisiera citar algún fragmento de las cartas o de las baladas; -¿pero cómo serán ellas cuando en las revistas que se han publicado se -ven llenas de lagunas y de puntos suspensivos? Con un tono antiguo y -bufonesco, burla a sus contemporáneos, empleando en sus estrofas las -palabras más brutales, obscenas o escatológicas. Sus baladas son el polo -opuesto de sus «Vitraux.» Esas baladas se conocieron en las noches -literarias de la «Plume» u otras semejantes, y hoy pueden verse en un -elegante volumen ilustrado por H. Paul. Nombres de escritores, asuntos -políticos y sociales, son el tema. Ya despelleja a Peladan, - -...C’est Peladan-Tueur-de Mouches... - Quand Peladan coiffé de vermicelle..., - -ya pone en berlina a Loti, o a Bonnetain, o a Barres, o a Jean Moreas; -ya la emprende con el senador Bérenger, de pudorosísima memoria; ya toma -como blanco al burgués y alaba la terrible locura de Ravachol o de -Vaillant. - -Allá en el fondo de su corazón de buen poeta, hallaréis honrada nobleza, -valor, bravura y un tesoro de compasión para el caído. Exactamente lo -mismo que en el fulminante Bloy. - -Como conferencista ha traído un escogido público a la Bodiniére. Su -figura es apropiada a la elocuencia, y sus gestos son bellos, en verdad. - -Hay un retrato de «Dom Juniperien»--pseudónimo suyo, en el -«Mercure»--que le representa sentado en una vieja silla monástica, -vestido con su hábito de religioso, la capucha caída. La frente asciende -en una ebúrnea calva imponente; sobre el cuello robusto se alza la -cabeza firme y enérgica; los ojos escrutadores brillan bajo el arco de -las cejas; la nariz recta y noble se asienta sobre un bigote de -sportman, cuyas guías aguzadas denuncian la pomada húngara. De las -obscuras mangas del hábito salen las manos blancas, cuidadísimas, -finas, regordetas, abaciales. - -Fué de los primeros iniciadores del simbolismo. Vive en su sueño. Es -raro, rarísimo. ¡Un poeta! - -[imagen] - -[imagen] - - - - -FRA DOMENICO CAVALCA - - -No tengo conocimiento de que se haya traducido a nuestra lengua ningún -libro del «primitivo» Fra Domenico Cavalca, en cuyas obras en prosa y en -verso brilla la luz sencilla y adorable, la expresión milagrosa de las -pinturas de un Botticelli. Al menos, Estelrich, que es, en lo moderno, -quien mejor se ha ocupado en su magnífica Antología, de las traducciones -de obras italianas en idioma español, no cita en las noticias -bibliográficas de su obra el nombre del fraile Cavalca, de cuyas -producciones dice Manni, citado por Francisco Costero, hablando de las -«Vite scelte dei santi padri», que son merecedoras de todo encomio, «non -solamente pel fatto di nostra favella, ma exiandio per la materia stessa -di erudizione, di buon costume, di ottimi esempli, di antichi riti e di -profonda, sovrana dottrina fornita e ripiena»: Costero le coloca en el -rango de primer prosista de su tiempo, apoyado en Barretti, y en la -mayor parte de los críticos modernos. - -Si la pintura «primitiva» ha dado vuelo a la inspiración de los -prerrafaelitas, la poesía, la literatura trecentista y quatrocentista, -resuena también en el laud de Dante Gabriel Rosseti, en la lira de -Swinburne. En Francia ha inspirado a más de un poeta de las escuelas -nuevas. Verlaine, Moreas, Vielli Griffin,--quien con su Oso y su Abadesa -ha escrito una obra maestra,--son muestra de lo que afirmo. Ese mismo -Laurent Tailhade, ese mismo poeta de las baladas anárquicas, ha escrito -antes sus «Vitraux», en los cuales hallaréis oro y azul de misal viejo, -sencillas pinceladas de Fra Angélico. Hay un tesoro inmenso de poesía en -la gloriosa y pura falange de los místicos antiguos. - -Cuando en nuestra Bolsa el oro se cotiza duramente, cuando no hay día en -que no tengamos noticia de una explosión de dinamita de un escándalo -financiero o de un baldón político, bueno será volar en espíritu a los -tiempos pasados, a la Edad Media. - - Le Moyen Age énorme et délicat... - -He aquí a Cavalca, dulce y santo poeta que respiraba el aroma -paradisíaco del milagro, que vivía en la atmósfera del prodigio, que -estaba poseído del amor y de la fe en su Señor y rey Cristo. Antes que -él, Fra Guittone d’Arezzo pedía en un célebre soneto a la Virgen, que -le defendiese del amor terreno y le infundiese el divino; y el inmenso -Dante, en medio de sus agitaciones de combatiente, ascendía por las -graderías de oro de sus tercetos, al amor divino, conducido por el amor -humano. - -Eran los antiguos místicos prodigiosos de virtud; sus grandes almas -parece que hubiesen tenido comunicación directa con lo sobrenatural; de -modo que el milagro es para ellos simple y verdadero como la eclosión de -una rosa o el amanecer del sol. ¡Y qué artistas, qué iluminadores! En la -tela de la vida de un anacoreta, de un solitario, os bordan los -paisajes más ideales, las flores más poéticamente sencillas que podáis -imaginar. La caridad, la fe, la esperanza iluminan, perfuman, animan las -obras. Es el tiempo del imperio de Cristo. Para aquellos corazones -únicos, para aquellas mentes de excepción, la cruz se agiganta de tal -manera que casi llena todo el cielo. El Padre mismo y la Paloma blanca -del Espíritu están en el resplandor del Hijo. Y la Madre, la emperatriz -María, pone con su sonrisa una aurora eterna en la maravilla del -Empíreo. - -La hagiografía fué en aquellos siglos ocupación de las mejores almas. -Fra Domenico, si dejó escritos religiosos y teológicos, y vulgarizó más -de una obra desconocida, si fué poeta en sus serventesios y laudes, lo -que le ha señalado un puesto único en la literatura mística universal, -son las «Vidas»; aunque ellas no sean originales sino arreglos y -versiones. «Le Vite de Santi Padri» furono scritte parte de San -Gerolamo, parte da Evagrio del Ponto e da Sant’ Atanasio, e Fra Domenico -Cavalca le tradusse del latino», dice Costero. Pero hay tal encanto, tal -ingenua gracia y tal animación en ese italiano antiguo; es tan nítido y -suave el estilo de Fra Domenico, que la obra pasa a ser suya propia. No -conozco las otras traducciones suyas de obras diversas, como el -«Pangilingua» o «Suma de Vicios», de Guillermo de Francia, u otras de -que habla Costero: Un diálogo y una epístola de San Gregorio, las -«Ammonizione» de San Jerónimo a Santa Paula, un libro de Fra Simone de -Cascia, el «Libro de Ruth», y «Tratado de Virtudes y Vicios.» - -La musa de Cavalca, dice De Sanctis, es el amor. Respira, en efecto, -amor todo aquello que brota de su pluma: el absoluto amor de Dios. La -ternura rebosa en la vida de Santa Eugenia, que tanto entusiasmó a -escritora como la Franceschi Ferrucci. En la de San Pablo, primer -ermitaño, flota un ambiente de deliciosa fantasía. No creo equivocarme -si digo que Anatole France ha leído a nuestro autor para escribir -imitaciones tan preciosas como la «Leyenda» y «Celestín» de su «Etui de -nacre.» Las creaciones del paganismo alternan con las figuras ascéticas. -Pinturas hay de Fra Domenico que tienen toda la libertad de la -inocencia, y que en boca de un autor moderno serían demasiado -naturalistas. En la vida de San Pablo es donde se cuenta el caso de -aquel mancebo que, tentado para pecar, por una «bellísima meretriz», -sintiéndose ya próximo a faltar a la pureza, se cortó la lengua con los -dientes y la arrojó sangrienta a la cara de la tentadora. - -El viaje de San Antonio en busca de su hermano en Cristo, Pablo, que -habitaba en el Yermo, es página curiosísima. - -Allí es donde vemos afirmada la existencia real de los hipocentauros y -de los faunos. El Santo peregrino encuentra a su paso un «mezzo uomo e -mezzo cavallo», que conversa con él y le da la dirección que debe seguir -para encontrar al eremita. Luego un sátiro, un «uomo piccolo, col naso -ritorto e lungo, e con corna in fronte, e piedi quasi come di capra», le -ofrece dátiles y le ruega que interceda por él y sus compañeros con el -nuevo Dios, con el triunfante Cristo. - -Para Fra Domenico, que era un digno poeta, la existencia de esos seres -fabulosos es cosa indiscutible e indudable. Más aun, da en su apoyo -citas históricas. «De estas cosas, dice, no hay que dudar, por creerlas -increíbles o vanas; porque en tiempo del emperador Constantino, un -semejante hombre vivo fué llevado a Alejandría, y después, cuando murió, -su cuerpo fué conservado «(insalato)» para que el calor no le -descompusiese, y llevado a Antioquía, al emperador, de lo cual casi todo -el mundo puede dar testimonio.» - -Pero nada como la odisea de los monjes Teófilo, Sergio y Elquino, cuando -se propusieron, para edificación de la gente, narrar y escribir las -admirables cosas que Dios les había hecho ver, en su viaje en busca del -Paraíso terrenal. Esto se ve en la vida de San Macario. Habiendo -renunciado al siglo, entraron a un monasterio de Mesopotamia de Siria, -del cual era abad y rector Asclepione. El monasterio estaba situado -entre el Eufrates y el Tigris. Teófilo un día en medio de una mística -conversación, propuso a sus dos nombrados hermanos en Cristo ir en -peregrinación por el mundo, «hasta llegar al lugar en que se junta el -cielo con la tierra.» Partieron todos juntos, y la primera ciudad que -encontraron después de muchos días de caminar fué Jerusalém, en donde -adoraron la santa cruz y visitaron los lugares santos. Estuvieron en -Belén, y en el monte de los Olivos. Después se dirigieron a Persia, el -cual imperio recorrieron. Luego van a la India, y empiezan para ellos -los encuentros raros, los peligros y las cosas extranaturales. Les -rodean tres mil etiopes, en una casa deshabitada en la cual habían -entrado a orar; les cercan de fuego, para quemarles vivos; oran ellos a -Cristo; Cristo les salva; les encierran para darles muerte de hambre; -Dios les saca libres y sanos. Pasan por montes obscuros, llenos de -víboras y fieras. Caminan días enteros y pierden el rumbo. Un bellísimo -ciervo llega de pronto y les sirve de guía. Vuelven a encontrarse solos, -en un lugar lleno de tinieblas y de espantos: una paloma se les aparece -y les conduce. Encuentran una tabla de mármol con una inscripción -referente a Alejandro y a Darío. En la cual tabla miran escrita la -dirección nueva que deben tomar. Cuarenta días más de peregrinación y -caen rendidos de cansancio. Llaman a Dios, y adquieren nuevas fuerzas. -Se levantan y ven un grandísimo lago lleno de serpientes que parecían -arrojar fuego, «y oímos voces, dice la narración, salir estridentes de -aquel lago, como de innumerables pueblos que gimiesen y aullasen.» Una -voz del cielo les dijo que allí estaban los que negaron a Cristo. - -Hallaron después a un hombre inmenso--una especie de -Prometeo--encadenado a dos montes, y martirizado por el fuego. Su clamor -doloroso «s’udiva bene quaranta miglia alla lunga...» Después en un -lugar profundísimo, y horrible, y rocalloso y áspero--los adjetivos son -del original--vieron una fea mujer desnuda a la cual apretaba un enorme -dragón, y le mordía la lengua. Más adelante encuentran árboles -semejantes a las higueras, llenos de pájaros que tenían voz humana y -pedían perdón a Dios por sus pecados. Quisieron nuestros monjes saber -qué era aquello, mas una voz celeste les reprendió: «Non ci conviene a -voi conoscere li segreti giudici di Dio; andate alla vïa vostra.» Con -esta franca indicación los buenos religiosos prosiguieron su camino. -Hallan en seguida cuatro ancianos, hermosos y venerables, con coronas de -oro y gemas, palmas de oro en las manos; ante ellos, fuego y espadas -agudas. Temblaron los peregrinos; pero fueron confortados: «Seguid -vuestro camino seguramente que nosotros estaremos en este lugar, por -Dios, hasta el día del juicio.» - -Anduvieron cuarenta días más, sin comer. Después viene la pintura de una -visión semejante a las visiones, de los fuertes profetas--Ezequiel, -Isaías--, pero en un lenguaje dulce y claro, de una transparencia -cristalina. No es posible dar traducidas las excelencias originales. -Dicen que, en su camino, escucharon como cantar la voz de un pueblo -innumerable; y sintieron al mismo tiempo perfumes suavísimos, y una -dulzura en el paladar como de miel. - -Gozaban todos los sentidos santamente. Como en la bruma de un ensueño, -vieron un templo de cristal, y un altar en medio, del cual brotaba una -agua blanca como la leche, y alrededor hombres de aspecto santísimo que -cantaban un canto celestial con admirable melodía. El templo, en su -parte del mediodía, parecía de piedras preciosas; en su parte austral -era color de sangre; en la del occidente, blanco como la nieve. Arriba -estrellas, más radiantes que las que vemos en el cielo:--sol, árboles, -frutas y flores y pájaros mejores que los nuestros; y este precioso -detalle: «la terra medesima e dall’ uno lato bianca come neve e dall’ -altro rosa.» No concluyen aquí las maravillas encontradas por estos -divinos Marco Polos. Después de verse frente a frente con una tribu -extrañísima--a la cual ponen en fuga de muy curiosa manera, -gritando,--Dios calma sus hambres y sedes con hierbas que brotan de la -tierra como cayó el maná bíblico del cielo. - -Todo cubierto de cabellos blancos, «come l’uccello delle penne», aparece -ante ellos el ermitaño San Macario. Si la blancura de sus cabellos ha -sido comparada con la de la nieve, no obsta para compararla con la de la -leche. El retrato del solitario: «Su faz parecía faz de ángel; y por la -mucha vejez casi no se veían los ojos. Las uñas de los pies y de las -manos cubrían todo el cuerpo; su voz era tan sutil y poca que apenas se -oía, la piel del rostro casi como una piel seca.» - -Así León Bloy dibujaría una de sus viñetas arcaicas, a imitación de los -viejos maestros alemanes. Macario conversa con los peregrinos, después -de reconocer en ellos a hijos y ministros de Dios, y les aconseja no -proseguir en su intento de llegar al Paraíso. - -El mismo ha querido hacer el viaje: lo ha hecho: ¡está tan cerca aquel -lugar de delicias donde vivieron Adán y Eva! veinte millas, no más. Pero -allá está el querubín con una espada de fuego en la mano, para guardar -el árbol de la vida: sus pies parecen de hombre, su pecho de león, sus -manos de cristal. Macario recomienda sus huéspedes a sus dos leones: -«Hijitos míos, esos hermanos vienen del siglo a nosotros: cuidado con -hacerles ningún mal.» Cenaron raíces y agua; durmieron. Al siguiente día -ruegan a Macario que les narre su vida. Nuevos y mayores prodigios. - -Macario, nacido en Roma, cuenta cómo dejó el lecho de sus nupcias, la -propia noche de bodas, para consagrarse al servicio de Cristo. - -Guías sobrenaturales, milagrosos senderos, hallazgos portentosos; todo -eso hay en la vida del anciano. También él, perdido en el monte, tuvo -por compañero a un onagro maravilloso, después de ser conducido por el -arcángel Rafael; muéstrale el sendero que debe seguir luego un ciervo -desmesurado; frente a frente con un dragón, el dragón le llama por su -nombre y le conduce a su vez, mas ya transformado en un bellísimo joven. -Halló una gruta y en ella dos leones, que desde entonces fueron sus -compañeros. Esos dos leones escoltaron como pajes, un buen trecho, a los -peregrinos, cuando se despidieron del santo eremita. - -Al tratar de los demonios y sus costumbres, en las «Vidas», Fra Domenico -es copioso en detalles. Deben haber consultado sus obras los Bodin, -Gorres, Sinistrari, Lannes, Sprenger, Remigius, del Río, para escribir -sus tratados demonológicos. En la vida de San Antonio Abad toma el -Bajísimo formas diversas: ya es una mujer bellísima y provocativa; o un -mozo horrible; o surge el diablo en forma de serpiente; y fieras, leones -fantásticos, toros, lobos, basiliscos, escorpiones, leopardos y osos, -que amenazan al solitario en una algarabía infernal. Después en otro -capítulo, explícase cómo los demonios pueden venir en forma de ángeles -luminosos, y parecer espíritus buenos. San Antonio cuenta de cuantas -maneras se le aparecieron: en forma de caballeros armados, o de fieras o -monstruos; de un gigante y de un santo monje. San Hilarión les oye -llorar como niños, mugir como bueyes, gemir como mujeres, rugir como -leones. San Abraham mira a Lucifer en su celda en medio de una -maravillosa luz, o en forma de hombre furioso, de niño, de una agresiva -multitud. A San Macario le tienta en figura de preciosa doncella, -ricamente vestida. A San Patricio le arroja a un fuego demoníaco, del -cual se libra por la oración. Pero casi siempre es en forma de mujer, o -por medio de la mujer que Satán incita, pues según dice con justicia -Bodin: «Satán par le moyen des femmes, attire les hommes a sa cordelle.» -Y es probado. - -Lo que se presenta con especial y primitiva gracia en las «Vite» son las -adorables figuras de las santas. Semejan imágenes de altar bizantino, de -vidrieras medioevales; la virgen Eufrasia; Eugenia, mártir; Eufrosina -que vivió en un monasterio con hábito masculino, como murió Palagia; -María Egipciaca, dulce pecadora que va a Dios y resplandece como una -estrella en el cielo de la santidad; Reparada, que cambia en agua fría -el plomo derretido y entra al horno ardiente y sale intacta. - -Al acabar de leer la obra de Fra Domenico Cavalca siéntese la impresión -de una blanda brisa llena de aromas paradisíacos y refrescantes. Hay -algo de infantil que deleita y pone en los labios a veces una suave -sonrisa. - -Todas las literaturas europeas tienen esta clase de -escritores--hagiógrafos o poetas,--por desgracia hoy demasiado olvidados -e ignorados.--Raro es un Rémy de Gourmont que resucite y ponga en -maravilloso marco las bellezas del latín místico de la Edad Media, por -ejemplo. No son muchos--no digo entre nosotros; eso es claro--los que -conocen joyeles como las «Secuencias» de santa Hildegarda, y otros -tesoros de poesía mística antigua. Alemania posee el «Barlaam» y -«Josaphat», el cántico de San Hannon, etcétera. Tieck intentó que la -poesía alemana de su tiempo se abrevase en las límpidas aguas de -Wackenroder y otros autores de su tiempo. Fué un precursor de Dante -Gabriel Rossetti, del prerrafaelismo; y sufrió por sus intentos más de -una picadura de las abejas de Heine. - -[imagen] - - - - -EDUARDO DUBUS - - -Los violines también se callan, los violines que tocaban tan -vigorosamente para la danza, para la danza de las pasiones; los violines -se callan también. Estas palabras de la «Angélica» de Heine, escucháis -al entrar al parque solitario en donde la fiesta tuvo sus luces y sus -cantos. - -Eduardo Dubus es un raro poeta, poeta que enguirnalda con rosas -marchitas el simulacro de la Melancolía. - -Vamos allá al recinto abandonado... ya pasó la hora de la partida; ya -las barcas van lejos; ya las marquesas, los caballeros galantes, los -abates rosados van lejos. Callaron los violines y partieron, con su -dulce alma harmoniosa... Los violines, silenciosos, van ya lejos... - - En mes rêves, ou regne une Magicienne, - Cent violons mignons, d’une grâce ancienne, - Vêtus de bleu, de rose, et de noir plus souvent - Viennent jouer parfois, on dirait pour le vent, - Des musiques de la couleur de leur coutume, - Mais on pleurent de folles notes d’amertume, - Que la Fée, une fleur au lèvres, sans émoi, - Ecoute longuement se prolonger en moi, - El dont je garde souvenir, pour lui complaire, - Et maint joyau voilé d’ombre crépusculaire, - Qu’orfèvre symbolique et pieuse sortis - A sa gloire, - Quand les violons sont partis. - -Si vuestra alma pone el oído atento, en las fiestas de ensueños del -poeta, oiréis los maravillosos sones de los violines: los azules cantan -la melodía de las dichas soñadas, los alcázares de ilusión, las -babilonias de pálido oro que vemos a través de las brumas de los vagos -anhelos; los rosados dicen las albas de las adolescencias, la luz -adorable del orto del amor, la primera sutil y encantada iniciación del -beso, las palomas, las liras; los negros, ¡oh los negros! son los -reveladores de las tristezas, los que plañen los desengaños, los que -sollozan líricos de profundis, los que riman la historia de los adioses, -en una enternecedora lengua crepuscular. Todos ellos mezclan a sus sones -divinos la nota melancólica; todos a su «gracia antigua», agregan como -una visión de desesperanza: así escucha el Hada, una flor en los -labios... - -La aparición de Ella, es semejante a una de las deliciosas visiones de -Gachons, ese discípulo prestigioso de Grasset, rosa suave, violeta -suave, un poniente melancólico; la Mujer surge intangible; no es la -Mujer, es la Apariencia; sus ojos son adoradores de los sueños, enemigos -de las fuertes y furiosas luces; aman las neblinas fantásticas; buscan -las lejanías en donde crece el sublime lirio de lo Imposible. Luego la -contemplamos en un jardín hesperidino: - - Parmi les fleurs pâles, aux senteurs ingénues, - Qui n’ont jamais vibré sous les soleils torrides, - Elle va le regard éperdu vers les nues. - - Son âme, une eau limpide et calme de fontaine: - Sous le grand nonchaloir des ramures funèbres, - Reflète indolement la rêverie hautaine - Des lis épanouis dans les demi ténébres. - - Une angélique Main, qui lui montre la Voie, - Seule dans sa pensée eut la gloire d’écrire, - Et le ciel, d’une paix divine lui renvoie - L’écho perpétuel de son chaste sourire... - -Es una misteriosa y pura figura de primitivo: su paso es casi un -imperceptible vuelo; su delicadeza virginal tiene el resplandor albísimo -de una celeste nieve... Etcétera... - -Y así podría seguir, violineando poema en prosa, para encanto de los -snobs de nuestra América ¡que también los tenemos! si no debiese -presentar como se lo merece, en la serie de los Raros, a este poeta -Dubus, que es ciertamente admirable, y en el mismo París, como no sea en -ciertos cenáculos literarios, muy escasamente conocido. - -León Deschamps compara la cara de Dubus a «la máscara de Baudelaire -joven», lo cual quiere decir que era de un hermoso tipo, si recordáis la -impresión de Gautier; era joven y vigoroso, «un grand enfant rêveur, -pervers pas mal et fantasque joliment.» Del retratito pintado con humor -y cariño por su amigo el jefe de «La Plume», se ve que había en el -lírico envainado un fantasista, y en el soñador un terrible, que quería -a toda costa espantar a los burgueses. No hay que olvidar que los peores -enemigos de las «gentes», se han hallado siempre entre los hombres -jóvenes y cabelludos que besan mejor que nadie las mejillas, muerden las -uvas a plenos dientes y acarician a las musas, como a celestiales amadas -y ardientes queridas. Era así Dubus. - -No se adivinaría tras su faz, al melancólico que deslíe los pálidos -colores de sus ensueños, en los versos exquisitos que rimaba, cuando los -violines habían ya partido... - -Quería tener fama en «Francisco I», en el «Vachette», en todo el barrio -de ser morfinómano y no había visto nunca, dicen sus íntimos, una -Pravaz; de ser pornógrafo y era casto, tan casto en sus versos, como un -lirio de poesía; de mal «sujeto», y era un excelente muchacho. Su Maga -le protegía; su Maga le enseñaba la más dulce magia; su Maga le enseñaba -los melodiosos versos, las músicas de sus enigmáticos violines... - -Henri Degrou--otro perfecto desconocido--nos ha contado de él cómo -apenas tenía diez años de vida artística; que comenzó en el «Scapin» de -Vallette con Denise, Samain, Dumur, Stuart Merril, que luego juntando -dos cosas horriblemente antagónicas, poesía y política, fué -conferencista revolucionario en la sala Jussieu; y se batió en duelo; -periodista clamoroso y aullante en el «Cri du Peuple», en la «Jeune -Republique» y en la escandalosa «Cocarde» de boulangística memoria; -poeta en el «Chat Noir», con Tinchant y Cross, y compañero constante de -la parvada mantenedora de las «revistas jóvenes», entre las cuales -brotaron dos que hoy son lujo intelectual del alma nueva de Francia, y a -las que no nombro por ser muy conocidas de los «nuevos.» - -Hízose luego Dubus pontífice o cosa así de una de esas religiones de -moda más o menos indias o egipcias; budhista, kabalista, o lo que fuese, -lo que buscaba su espíritu era huir de la banalidad ambiente, hallar -algo en que refugiarse, sediento de ensueños y de fábulas, enemigo del -bulevar, de Coquelin y de la «Revue de Deux Mondes», uno de tantos «des -Esseintes», en fin. - -Cuando la publicación de su libro-bijou, «Quand les violons sont -partis»,--libro especial, defendido de los hipopótamos callejeros porque -era de subscripción y no se vendía en las librerías,--los pocos, los que -le comprendieron, le saludaron como a uno de los más ricos y brillantes -poetas de la nueva generación. - -Ni desconyuntó el verso francés; ¡y era revolucionario y simbolista! ni -mimó a Mallarmé; ¡y era decadente...! ni ostentó la escuadra de plata y -la cuchara de oro de los impecables albañiles del Parnaso; ¡y era -parnasiano! Lo único que le denunciaba su filiación era un cierto -perfume de Baudelaire; pero un Baudelaire tan sereno y melancólico... - -Al comenzar vimos cómo era el alma del poeta, es decir, la mujer, la -inspiración. Simboliza Dubus en ella a la reina de un soñado país que se -desvanece, de un reino hechizado que se borra, que se esfuma: - - Elle pairait ainsi bien Reine pour ces temps - Enveloppés de leur linceul de décadence, - Où tante joie est travestie de Mort qui danse, - Et l’Amour en vieillard, dont les doigts mécontents, - Brodent, sans foi, sur une trame de mensonge - Des griffons prisonniers dans des palais de songe. - -En ella, como en un altar, se verifican todos los sacrificios, se queman -todos los inciensos. Se miran, como a través de una gasa diamantina, o -más bien, de clara luz lunar, los jardines de su vida, su primavera, en -un estrecimiento de oro; o es ya su perfil, el perfil de una emperatriz -bizantina--algo como la Ana Commeno que pinta Paul Adam--sus deseos y -sus ensueños, bajeles-cisnes que parten a desconocidos países de amor, -en busca de nuevos ardores, de nuevos fuegos: y mirad la transformación: -cómo la mujer intangible marchita ahora con sólo su aliento las corolas -frescas; cómo estremece de asombrado espanto los blancores liliales con -sólo la visión de sus crueles e imperiales labios de púrpura, la roja -violadora de lises. - -La segunda parte del libro está precedida de un son de siringa de -Verlaine; - - Cœurs tendres, mais affranchis du serment. - -En toda obra de poeta joven actual se ve necesariamente pasar la sombra -del Capripede. - -Es el que ha enseñado el secreto de las vagas melodías sugestivas, de -aquellas palabras - - si specieux, tout bas, - -que hacen que nuestro corazón «tiemble y se extrañe...» primero con la -proclamación del imperio musical--de la «musique avant toute chose»--y -las maravillas del matiz, en una poética encantadora y sabia; después -con la sapientísima gracia de una sencillez más difícil que todas las -manifestaciones que parecieron al principio tan abstrusas. - -Dubus canta su romanza teniendo la visión de aquel parque verleniano en -que iban las bellas, prendidas del brazo de los jóvenes amantes, -soñadoras; y en donde los tacones luchaban con las faldas... - - J’aimerais bien vous égarer un soir - Au fond du pare desert, dans une allée - Impénétrable à la nuit etoilée: - J’aimerais bien vous égarer un soir. - - Je ne verrais que vos longs yeux féeriques - Et nous vivons lèvres closes, rêvant - A la chanson languisante du vent; - Je ne verrais que vos longs yeux féeriques. - -Luego las pequeñas cosas divinas del amor, en medio de los perfumes del -gran bosque misterioso, las dos almas olvidadas de la tierra; vuelos de -mariposa, sombras propicias... - - Quelle serait la fin de l’aventure? - Un madrigal accueilli d’airs moqueurs? - Nous fûmes tant les dupes de nos cœurs? - Quelle serai la fin de l’aventure? - -Abates de corte, marquesas, ecos de las Fiestas galantes. Como en éstas, -la expresión de un indecible «régret», y el refugio de la desolación en -el ensueño. - -En ritmos de Malasia continúan las lentas y vagorosas prosas de las -ilusiones fugitivas, de las «reveries» crepusculares, de las laxitudes -que dejan los apasionados besos idos; se oyen en el «pantum» como las -quejas de un viejo clavicordio, que hubiese sido testigo de las horas de -pasión, en la primavera en que florecieron las ilusiones, y que hoy -rememora ¡tan tristemente! las albas amorosas que pasaron. ¿Hay algo más -melancólico que el rostro de viuda de esa musa entristecida que tiene -por nombre Antes? - -En «Les Jeux fermés» las reminiscencias de Verlaine aparecen más claras -que en ninguna. Si me favoreciese la memoria, recordaría el pasaje -original del maestro. Pero los pocos lectores para quienes escribo estas -líneas, podrán hacer la confrontación: - - * * * * * - - Toute blanche, comme une aubépine fleurie, - Voici la Belle-au-bois-dormant: on la marie, - Ce soir, au bien-aimé qu’elle atendit cent ans. - - Cendrillon passe au bras de l’Adroite-Princesse... - Et les songes épars des contes, vont sans cesse - Souriant aux petits enfants jusqu’au reveil. - - * * * * * - -La parte siguiente la preside Mallarmé; un Mallarmé que viene desde las -lejanías del Eclesiastés: - - ¡La chair est triste hélas! et j’ai lu touts les livres! - -¿Los violines, los dos violines de la cuadrilla, lloran, o ríen? Es el -fin del baile. La respuesta quizá la encontraríamos en «La Nuit perdue», -bajo los tilos radiosos de girándulas, en donde la orquesta da al aire -alegres y frívolos motivos. - -Aquel mismo parque lleno de adorables visiones, y de ruidos de músicas -suaves y de besos, es el lugar de la nueva escena. Al claro de la luna -se inicia un amorío deleitoso y loco. Pero el éxtasis es rápido. No -quedará muy en breve sino la lánguida atonía del recuerdo. - -«La Mensonge d’Autunne» está escrita con la manera suntuosa y hermética -de Mallarmé: apenas entrevistas apariencias, enigmáticas evocaciones, -músicas sutiles y penetrantes, despertadoras de sensaciones que un -momento antes ignoraba uno dentro de sí mismo. - -Aurora. Ha pasado la noche de la fiesta. «El oro rosado de la aurora -incendia los «vitraux» del palacio en donde se danza una lenta pavana -desfalleciente, a los perfumes enervantes del aire puro.» - -Un detalle: - - L’éclat falot de la bougie agonise - A l’infini, dans les glaces de Venise. - -¿Habéis visto un final de fiesta, cuando el alba empieza y la luz del -sol va inundado el salón iluminado por las arañas y los candelabros? Los -rostros cansados, las ojeras, las fatigas del cuerpo y una vaga fatiga -del alma. - - - * * * * * - - La musique a des sons bien étranges; - On dirait un remords qui pérore. - - Mourants ou morts dejà les sourires mièvres, - Les madrigaux sont morts sur tous les lèvres. - - * * * * * - - Dans la salle de bal nue et vide - Reste seul un bouquet qui se fane, - Pour mourir du même jour livide - Que l’espoir des danseurs de pavane. - - L’éclat falot de la bougie agonise - A l’infini, dans les glaces de Venise... - -Después una canción jovial cuyo final nos llevará al ineludible páramo -de los desengaños; una «feerie»--para Rachilde--que sería -maravillosamente a propósito para ser interpretada por Odilon Redon. - -Y en los «bailes», son las alegres danzantes, las amadas, las -adoradas--¡ah, crueles gatas nietzschianas!--las alegres danzantes que -danzan al son de los violines y de las flautas. - -Entre aromas y sonrisas y músicas, helas allí del brazo de los -caballeros, de los pobres enamorados caballeros. - ---Bellas nuestras, ¿queréis colocar en el lugar de las rosas, sobre -vuestro corazón los corazones nuestros? - -¡Ah! ellas dicen que sí, toman los corazones, se los prenden al corpiño, -y ríen. Los pobres caballeros partirán y han de ver cómo las bellas -danzan en la sala del baile, y cómo se desprenden los corazones de los -corpiños, y cómo ellas siguen danzando, - -... et leurs petits souliers - Glissent éclaboussés de gouttes purpurines. - -Otra noche de fiesta. Los pájaros azules han volado desde el amanecer -del día, pero vuelven como heridos, con un incierto vuelo. Las rosas del -camino están más pálidas y son más raras que nunca. Las flores están -desoladas bajo un cielo ahogador. Casi concluye esta parte con una -sensación de pesadilla. - -Ciertamente, el poeta sabía ya cómo la carne es triste; y había leído -todos los libros... - -En la otra parte, cuyo epígrafe es este verso de Gerard de Nerval: - - Crains dans le mur un regard qui t’epie, - -es una sucesión de cuadros fastuosos, en donde predomina siempre la -bruma de una tristeza irremediable. Es el reino del desencanto. - -Así en un soneto invernal, como en el «pantun» del Fuego, dedicado a -Saint Pol Roux El Magnífico; como en el palacio monumental que alza en -una Babilonia de ensueño; como en la canción «para la que llegó -demasiado tarde»; como en Epaves, donde los galeones cargados de -esperanzas se hunden en un océano de olvido, antes de llegar a la España -soñada; como en el jardín muerto, un jardín a lo Poe, en donde reina la -Desolación. - -La parte siguiente presídenla dos corifeos de la Decadencia (¡habrá que -llamarla así!): Villiers de l’Isle Adam y Charles Morice. - -El Eterno Femenino alza al cielo un cáliz enguirnaldado de locas flores -de voluptuosidad: - - La haute coupe, d’un metal diamanté - Où se profilent de lascives silhouettes, - A l’attirance d’un miroir aux alouettes, - Et nos divins désirs, qu’elle eblouit un jour, - Viennent, l’aile ivre, éperdument voler autour - Criant la grande soif qui nous brûle la bouche, - Jusqu’à l’heure de la communion farouche - Où chacun boit dans le metal diamanté - La Science: qu’il n’est au monde volupté - Hormis les fleurs dont s’enguirnalde le calice, - Pour que s’immortalice un merveilleux supplice. - -Las letanías que siguen tienen su clarísimo origen en Baudelaire; pero -tanto Dubus, como Hannon, como todos los que han querido renovar las -admirables de Satán, no han alcanzado la señalada altura. No se puede -decir lo mismo respecto a la «Sangre de las rosas», en donde el autor se -revela exquisito artista del verso y poeta encantador. - -Después oímos el canto que rememora el naufragio de los que, atraídos -por las fascinantes sirenas, hallaron la muerte bajo la tempestad, -«cerca de los archipiélagos cuyos bosques exhalan vagas sinfonías y -perfumes cargados de languideces infinitas.» - - C’était le chant suave et mortel des sirenes, - Qui avançaient, avec d’ineffables lenteurs, - Les bras en lyre et les regards fascinateurs, - Dans les râles du vent diviniment sereines. - -Algo soberbio es «El Idolo», poema fabricado lapidariamente, cuyo -símbolo supremo irradia una majestad solemne y grandiosa. - -Seguidamente viene la última parte, en la cual vuelve a oirse el paso -del Pie de chivo, y su flauta de carrizos: - - ¿Te souvient-il de notre extase ancienne? - -Llama a la Resignación, con una cordura completamente verleniana; Don -Juan se queja en dísticos. Es ya un piano viejo y roto, demasiado usado. -Ha cantado muchos amores y muchas delicias. Las mujeres han aporreado -sus teclas con aires infames, y «traderiderá y laitou», - - ¡Tant et tout! que les tremolos - Eussent la gaîté des sanglots. - -En el parque antiguo yace la estatua de Eros, caída; las canciones ha -tiempo que se han callado: el solitario desterrado halla apenas un -refugio: el orgullo de los recuerdos: «Superbia.» Al finalizar hay un -clamor de resurrección. - - Pour devenir enfin celui que tu recèles, - Et qui pourrait périr avant d’avoir été - Sous le poids d’une trop charnelle humanité, - ¡O mon âme! il est temps enfin d’avoir des ailes. - -Concluye el libro con un inmemoriam a la adorada que un tiempo sacrificó -el corazón del pobre poeta; a la adorada reina, amante de la sangre del -sacrificio, cruel como todas las adoradas,--Herodias. - -Los violines se han callado, los violines han partido. Y el poeta ha -partido también, camino del cielo de los pobres poetas, camino de su -hospital. - -Los violines negros deben haber iniciado un misterioso «De profundis», -los violines negros que le acompañaron en sus desesperanzas y en sus -dolores, cuando la vida le fué dura, la gloria huraña y la mujer -engañosa y felina. - -[imagen] - -[imagen] - - - - -TEODORO HANNON - -...M. Théodre Hannon, un poéte - de talent, sombré, sans excuse de - misère, a Bruxelles, dans la cloaque - des revues de fin d’année et les - nauséeuses ratatouilles de la basse - presse. - _J. K. Huysmans._ - - -¿Arthur Symons?... no estoy seguro; pero es en libro de escritor inglés -donde he visto primeramente la observación de que la mayor parte de los -poetas y escritores «fin de siglo» de París, decadentes, simbolistas, -etc., han sido extranjeros y, sobre todo, belgas. - -Escribo hoy sobre Theodore Hannon, quien si no tiene el renombre de -otros como Maeterlink, es porque se ha quedado en Bruselas, de revistero -de fin de año y periodista, cosa que a Des Esseintes provoca náuseas. - -¡Raro poeta, este Theodore Hannon! Apareció entre la pacotilla -pornográfica que hizo ganar al editor Kistemackers, propagador de todas -las cantáridas e hipomanes de la literatura. Fueron los tiempos de las -nuevas ediciones de antiguos libros obscenos; de la reimpresión del «En -18...» de los Goncourt, con las partes que la censura francesa había -cercenado. Paul Bonnetain daba a luz su «Charlot s’amuse», Flor -O’squarr su «Cristiana», que le valdría unos cuantos golpes del knut de -León Bloy, Poetevin, Nizet, Caze... la falange escandalosa se llamaba en -verdad legión. Entonces surgió Hannon con su «Manneken-pis», anunciado -como «curiosísimo y originalísimo volumen.» Amédée Lynen le había -ilustrado con dibujos «ingenuos.» No siendo suficiente esa campanada, -dió a luz el «Mirliton.» El diablo de las ediciones, Kistemacker, no -podía estar más satisfecho rabudo y en cuclillas, sobre las carátulas. -«Las Rimas de Gozo» nos muestran ya un Theodore Hannon, si no menos -tentado por el demonio de todas las concupiscencias, suavizado por los -ungüentos y perfumes de una poesía exquisita. Depravada, enferma, -sabática si queréis, pero exquisita. - -He ahí primero ese condenado suicidio del herrero, que dió tema a -Felicien Rops para abracadabrante aguafuerte, que no aconsejo ver a -ninguna persona nerviosa propensa a las pesadillas macabras. Esos versos -del ahorcado, parécenme la más amarga y corrosiva sátira que se ha -podido escribir contra la literatura afrodisíaca. No tendría Theodore -Hannon esas intenciones; pero es el caso que le resultaron así. - -Discípulo de Baudelaire «su alma flota sobre los perfumes», como la del -maestro. Busca las sensaciones extrañas, los países raros, las mujeres -raras, los nombres exóticos y expresivos. Me imagino el enfermizo gozo -de Des Esseintes al leer las estrofas al Opoponax: «¡Opoponax! nom très -bizarre--et parfum plus bizarre encore!» Tráele el perfume de apelación -exótica, visiones galantes, tentadores cuadros, maravillosos conciertos -orgiásticos; la nota de ese aroma poderoso sobrepasa a las de los demás, -en un efluvio victorioso. - -Gusta del opoponax porque viene de lejanas regiones, donde la naturaleza -parece artificial a nuestras miradas; cielos de laca, flores de -porcelana, pájaros desconocidos, mariposas como pintadas por un pintor -caprichoso: el reinado de lo postizo. El poeta de lo artificial se -deleita con los vuelos de las cigüeñas de los paisajes chinos, los -arrozales, los boscajes ocultos y misteriosos impregnados de vagos -almizcles. Estrofas inauditas como esta: - - La chinoise aux lueurs des bronzes - En allume ses ongles d’or - Et sa gorge citrine où dort - Le désir insensé des bonzes. - La japonaise en ses rançons - Se sert de tes âcres salives. - - * * * * * - -Luego se dirigirá a Marión, la adorada que adora el opoponax. (El amor -en la obra de Hannon no existe sino a condición de ser epidérmico). Para -adular a la mujer de su elección le canta, le arrulla, lo diré con la -palabra que mejor lo expresa, le maulla letanías de sensualidad, -collares de epítetos acariciadores, comparaciones pimentadas, frases -mordientes y melifluas... Es el gato de Baudelaire, en una noche de -celo, sobre el tejado de la Decadencia. El opoponax es su tintura de -valeriana. - -Como paisajista es sorprendente. Nada de Corot; para hallar su -procedimiento es preciso buscarlo entre los últimos impresionistas. Tal -pinta una tarde obscura de tempestad y nubarrones; mar brava, negros -oleajes, vuelo de pájaros marinos; o un florecimiento de nieve, los -acuosos vidrios del hielo, la blancura de las nevadas; sinfonías en -blanco, inmensos y húmedos armiños. Pero de todo brota siempre el -relente de la tentación, el soplo del tercer enemigo del hombre, más -formidable que todos juntos: la carne. - -Solamente en Swinburne puede hallarse, entre los poderosos, esta poética -y terrible obsesión. Mas en el inglés reina la antigua y clásica furia -amorosa, el Líbido formidable que azotaba con tirsos de rosas y ortigas -a la melodiosa y candente Safo. Theodore Hannon es un perverso, elegante -y refinado; en sus poemas tiembla la «histeria mental» de la ciencia, y -la «delectación morosa» de los teólogos. Es un satánico, un poseído. Mas -el Satán que le tienta, no creáis que es el chivo impuro y sucio, de -horrible recuerdo, o el dragón encendido y aterrorizador, ni siquiera el -Arcángel maldito, o la Serpentina de la Biblia, o el diablo que llegó a -la gruta del santo Antonio, o el de Hugo, de grandes alas de murciélago, -o el labrado por Antokolsky, sobre un picacho, en la sombra. El diablo -que ha poseído a Hannon es el que ha pintado Rops, diablo de frac y -«monocle», moderno, civilizado, refinado, morfinómano, sadista, maldito, -más diablo que nunca. - -Si Gorres escribiese hoy su «Mística diabólica», no pintaría al Enemigo, -«alto, negro, con voz inarticulada, cascada, pero sonora y terrible... -cabellos erizados, barba de chivo...» antes bien: buen mozo, elegante, -perfumado con aromas exóticos, piel de seda y rosa, bebedor de ajenjo, -sportman, y, si literato, poeta decadente. Este es el de Theodore -Hannon, el que le hace rimar preciosidades infernales y cultivar sus -flores de fiebre, esas flores luciferinas que tienen el atractivo de un -aroma divino que diera la eterna muerte. - -Hannon pagó tributo a la chinofilia y tejió sedosos encajes rimados en -alabanza del Imperio Celeste y del Japón... Allá le llevó el amor acre y -nuevo de la mujer amarilla y el opio sublime y poderoso, según la -expresión de Quincey. También, como al autor de las «Flores del Mal», le -persigue el spleen. Luego, lanza en esas horas cansadas y plúmbeas, su -desdén al amor ideal. Rompe los moldes en que su poesía pudiese formar -este o aquel verso de oro en honor de la pasión espiritual y pura; fleta -un barco para Cíteres, y arroja al paso ramos de rosas a las mujeres de -Lesbos. La vendedora de amor será glorificada por él y corre hacia el -abismo de las delicias en una especie de fatal e ineludible demencia. Va -como si le hubiese aguijoneado los riñones una abeja del jardín de -Petronio. - -Héle allí bajando a la bodega de los abuelos, a buscar el buen vino -viejo que le pondrá sol y sangre en las venas; o en el tren expreso que -va a llevarle a saborear los labios deseados; o admirando en una íntima -noche de Diciembre, la estatua viviente de las voluptuosidades felinas. -De pronto un efecto de luna en un mar de duelo, en un fondo negro de -tinieblas. El «odor di femmina» se encuentra en una serie de versos, -como esos perfumes concentrados en los «sachets» de las damas. A veces -creyérase en una vuelta a la naturaleza, a las frescas primaveras, pues -brilla sobre la harmonía de una estrofa, la sonrisa de Mayo. Es una -nueva forma de la tentación, y si oís el canto de un mirlo será una -invitación picaresca. Como su maestro de una malabaresa, Hannon se -prenda de una funámbula, para la cual decora un interior a su capricho, -y a la que ofrece la sonata más amorosamente extravagante del harpa loca -de sus nervios. Todo, para este sensual, es color, sonido, perfume; -línea, materia. Baudelaire hubiera sonreído al leer este terceto: - - Le sandrigham, l’Ylang-Ylang, la violette - de ma pâle Beauté font une cassolette - vivante sur laquelle errent mes sens rôdeurs. - -Si hay celos son celos del mar, que envuelve en un beso inmenso el -cuerpo amado. He visto cuadros, muchos, que representan sugerentes -escenas de baños de mar; pero ningún pintor ha llegado, a mi juicio, a -donde este maldito belga que hasta en el agua inmensa y azul vierte -filtros amatorios, como un brujo. En ocasiones es banal, emplea símiles -prosaicos, como ferroviarios y geográficos. Pero cuando canta las -medias, esas cosas prosaicas, os juro que no hay nada más original que -esa poesía audaz y fugitiva; sobre una alfombra de seda e hilos de -Escocia, danza la musa Serpentina uno de sus pasos más prodigiosos. -Cuando llega Mayo, madrigaliza el poeta tristemente. No es raro: «Omnia -animal post...» etc. - -A Louise Abbema dedica una linda copia rítmica de su cuadro «Lilas -blancas»; ¡suave descanso! Pero es para, en seguida, abortar una -estúpida y vulgar blasfemia. ¿Hannon ha querido imitar ciertos versos de -Baudelaire? Baudelaire era profunda y dolorosamente católico, y si -escribió algunas de sus poesías «pour épater les bourgeois», no osó -nunca a Dios. Pasa Theodore Hannon con sus bebedoras de fósforo: esas -son las musas y las mujeres que le llevan la alegría de sus rimas; -dedica ciertos limones a Cheret, y el pintor de los joviales «affiches» -gustará de esas limonadas; quema lo que él llama «incienso femenino», en -una copa de Venus con carbones del Infierno; pinta mares de espumosas -ondas lesbianas y celebra a su amada de figura andrógina; es bohemio y -errabundo, soñador y noctámbulo; prefiere las flores artificiales a las -flores de la primavera; labra joyas, verdaderas joyas poéticas, para -modistas y perdularias; dice sus desengaños prematuros; nos describe a -Jane, una diablesa; nos lleva a un taller de pintor en donde un pobre -viejo modelo sufre su martirio; los «Sonetos sinceros» son tres -canciones del amor moderno, llenas de rosas y de besos, y sus iconos -bizantinos son obras maestras de «degeneración.» Tomando por modelo las -letanías infernales de Baudelaire, escribe las del Ajenjo, que a decir -verdad, le resultaron más que medianas. Su histerismo estalla al cantar -la Histeria; su «Mer enrhumée» es una extravagancia. Canta a unos ojos -negros y diabólicos que le queman el alma; canta el pecado. Nos presenta -un cuadro de «toilette» que es adorable de arte y abominable de vicio; -en sus versos se sienten todos los perfumes, y se miran todos los -afeites y menjurjes de un tocador femenino, desde el coldcream diáfano, -la leche de Iris, la Crema Ninon, el blanco Emperatriz, el polvo divino, -el polvo vegetal, hasta la azurina, el carmín, Ixor, new-mownhay, -frangipane, steplanotis... ¡qué sé yo! todo en los más cristalinos, -diamantinos, tallados, cincelados, admirables frascos. ¡Raro poeta este -Theodore Hannon! - -[imagen] - -[imagen: EL CONDE DE LAUTRÉAMONT] - -[imagen] - - - - -EL CONDE DE LAUTRÉAMONT - - -Su nombre verdadero se ignora. El conde de Lautréamont es pseudónimo. El -se dice montevideano; pero ¿quién sabe nada de la verdad de esa vida -sombría, pesadilla tal vez de algún triste ángel a quien martiriza en el -empíreo en recuerdo del celeste Lucifer? Vivió desventurado y murió -loco. Escribió un libro que sería único si no existiesen las prosas de -Rimbaud; un libro diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y -penoso; un libro en que se oyen a un tiempo mismo los gemidos del Dolor -y los siniestros cascabeles de la Locura. - -León Bloy fué el verdadero descubridor del conde de Lautréamont. El -furioso San Juan de Dios hizo ver como llenas de luz las llagas del alma -del Job blasfemo. Mas hoy mismo, en Francia y Bélgica, fuera de un -reducidísimo grupo de iniciados, nadie conoce ese poema que se llama -«Cantos de Maldoror», en el cual está vaciada la pavorosa angustia del -infeliz y sublime montevideano, cuya obra me tocó hacer conocer a -América en Montevideo. No aconsejaré yo a la juventud que se abreve en -esas negras aguas, por más que en ellas se refleje la maravilla de las -constelaciones. No sería prudente a los espíritus jóvenes conversar -mucho con ese hombre espectral, siquiera fuese por bizarría literaria, o -gusto de un manjar nuevo. Hay un juicioso consejo de la Kabala: «No hay -que jugar al espectro, porque se llega a serlo»: y si existe autor -peligroso a este respecto, es el conde de Lautréamont. ¿Qué infernal -cancerbero rabioso mordió a esa alma, allá en la región del misterio, -antes de que viniese a encarnarse en este mundo? Los clamores del -teófobo ponen espanto en quien los escucha. Si yo llevase a mi musa -cerca del lugar en donde el loco está enjaulado vociferando al viento, -le taparía los oídos. - -Como a Job le quebrantan los sueños y le turban las visiones; como Job -puede exclamar: «Mi alma es cortada en mi vida; yo soltaré mi queja -sobre mí y hablaré con amargura de mi alma.» Pero Job significa «el que -llora»; Job lloraba y el pobre Lautréamont no llora. Su libro es un -breviario satánico, impregnado de melancolía y de tristeza. «El espíritu -maligno, dice Quevedo, en su «Introducción a la vida devota», se deleita -en la tristeza y melancolía por cuanto es triste y melancólico, y lo -será eternamente.» Más aun: quien ha escrito los «Cantos de Maldoror» -puede muy bien haber sido un poseso. Recordaremos que ciertos casos de -locura que hoy la ciencia clasifica con nombres técnicos en el catálogo -de las enfermedades nerviosas, eran y son vistos por la Santa Madre -Iglesia como casos de posesión para los cuales se hace preciso el -exorcismo. «¡Alma en ruinas!» exclamaría Bloy con palabras húmedas de -compasión. - -Job:--«El hombre nacido de mujer, corto de días y harto de -desabrimiento...» - -Lautréamont:--«Soy hijo del hombre y de la mujer, según lo que se me ha -dicho. Eso me extraña. ¡Creía ser más!» - -Con quien tiene puntos de contacto es con Edgar Poe. - -Ambos tuvieron la visión de lo extranatural, ambos fueron perseguidos -por los terribles espíritus enemigos, «horlas» funestas que arrastran al -alcohol, a la locura, o a la muerte; ambos experimentaron la atracción -de las matemáticas, que son, con la teología y la poesía, los tres lados -por donde puede ascenderse a lo infinito. Mas Poe fué celeste, y -Lautréamont infernal. - -Escuchad estos amargos fragmentos: - -«Soñé que había entrado en el cuerpo de un puerco, que no me era fácil -salir, y que enlodaba mis cerdas en los pantanos más fangosos. ¿Era ello -como una recompensa? Objeto de mis deseos: ¡no pertenecía más a la -humanidad! Así interpretaba yo, experimentando una más que profunda -alegría. Sin embargo, rebuscaba activamente qué acto de virtud había -realizado, para merecer de parte de la Providencia este insigne favor... - -»¿Más quién conoce sus necesidades íntimas, o la causa de sus goces -pestilenciales? La metamorfosis no pareció jamás a mis ojos sino como la -alta y magnífica repercusión de una felicidad perfecta que esperaba -desde hacía largo tiempo. ¡Por fin había llegado el día en que yo me -convirtiese en un puerco! Ensayaba mis dientes sobre la corteza de los -árboles; mi hocico, lo contemplaba con delicia. «No quedaba en mí la -menor partícula de divinidad»: supe elevar mi alma hasta la excesiva -altura de esta voluptuosidad inefable.» - -León Bloy, que en asuntos teológicos tiene la ciencia de un doctor, -explica y excusa en parte la tendencia blasfematoria del lúgubre -alienado, suponiendo que no fué sino un blasfemo por amor. «Después de -todo, este odio rabioso para el Creador, para el Eterno, para el -Todopoderoso, tal como se expresa, es demasiado vago en su objeto, -puesto que no toca nunca los Símbolos», dice. - -Oid la voz macabra del raro visionario. Se refiere a los perros -nocturnos, en este pequeño poema en prosa, que hace daño a los nervios. -Los perros aullan «sea como un niño que grita de hambre, sea como un -gato herido en el vientre, bajo un techo; sea como una mujer que pare; -sea como un moribundo atacado de la peste, en el hospital; sea como una -joven que canta un aire sublime--; contra las estrellas al norte, contra -las estrellas al este, contra las estrellas al sur, contra las estrellas -al oeste; contra la luna; contra las montañas; semejantes, a lo lejos, a -rocas gigantes, yacentes en la obscuridad--; contra el aire frío que -ellos aspiran a plenos pulmones, que vuelve lo interior de sus narices -rojo y quemante; contra el silencio de la noche; contra las lechuzas, -cuyo vuelo oblicuo les roza los labios y las narices, y que llevan un -ratón o una rana en el pico, alimento vivo, dulce para la cría; contra -las liebres que desaparecen en un parpadear; contra el ladrón que huye, -al galope de su caballo, después de haber cometido un crimen; contra las -serpientes agitadoras de hierbas, que les ponen temblor en sus pellejos -y les hacen chocar los dientes--; contra sus propios ladridos, que a -ellos mismos dan miedo; contra los sapos, a los que revientan de un solo -apretón de mandíbulas (¿para qué se alejaron del charco?); contra los -árboles, cuyas hojas, muellemente mecidas, son otros tantos misterios -que no comprenden, y quieren descubrir con sus ojos fijos -inteligentes--; contra las arañas suspendidas entre las largas patas, -que suben a los árboles para salvarse; contra los cuervos que no han -encontrado que comer durante el día y que vuelven al nido, el ala -fatigada; contra las rocas de la ribera; contra los fuegos que fingen -mástiles de navíos invisibles; contra el ruido sordo de las olas; contra -los grandes peces que nadan mostrando su negro lomo y se hunden en el -abismo--, y contra el hombre que les esclaviza... - -«Un día, con ojos vidriosos, me dijo mi madre:--Cuando estés en tu -lecho, y oigas los aullidos de los perros en la campaña, ocúltate en tus -sábanas, no rías de lo que ellos hacen, ellos tienen una sed insaciable -de lo infinito, como yo, como el resto de los humanos, a la «figure pale -et longue...» «Yo,--sigue él,--como los perros sufro la necesidad de lo -infinito. ¡No puedo, no puedo llenar esa necesidad!» Es ello insensato, -delirante; «mas hay algo en el fondo que a los reflexivos hace temblar.» - -Se trata de un loco, ciertamente. Pero recordad que el «deus» enloquecía -a las pitonisas, y que la fiebre divina de los profetas producía cosas -semejantes: y que el autor «vivió» eso, y que no se trata de una «obra -literaria», sino del grito, del aullido de un sér sublime martirizado -por Satanás. - -El cómo se burla de la belleza,--como de Psiquis, por odio a Dios,--lo -veréis en las siguientes comparaciones, tomadas de otros pequeños -poemas: - -«...El gran duque de Virginia, era bello, bello como una memoria sobre -la curva que describe un perro que corre tras de su amo...» «El vautour -des agneaux, bello como la ley de la detención del desarrollo del pecho -en los adultos cuya propensión al crecimiento no está en relación con la -cantidad de moléculas que su organismo se asimila... El escarabajo, -«bello como el temblor de las manos en el alcoholismo...» - -El adolescente, «bello como la retractibilidad de las garras de las aves -de rapiña», o aun «como la poca seguridad de los movimientos musculares -en las llagas de las partes blandas de la región cervical posterior», o, -todavía, «como esa trampa perpetua para ratones, «toujours retendu par -l’animal pris, qui peut prendre seul des rongeurs indéfiniment, et -fonctionner même caché sous la paille», y sobre todo, bello «como el -encuentro fortuito sobre una mesa de disección, de una máquina de coser -y un paraguas...» - -En verdad, oh espíritus serenos y felices, que eso es de un «humor» -hiriente y abominable. - -¡Y el final del primer canto! Es un agradable cumplimiento para el -lector el que Baudelaire le dedica en las «Flores del Mal», al lado de -esta despedida: «Adieu vieillard, et pense a moi, si tu m’as lu. Toi, -jeune homme, ne te désespere point; car tu as un ami dans le vampire, -malgré ton opinion contraire. En comptant l’acarus sarcopte qui produit -la gale, tu auras deux amis.» - -El no pensó jamás en la gloria literaria. No escribió sino para sí -mismo. Nació con la suprema llama genial, y esa misma le consumió. - -El Bajísimo le poseyó, penetrando en su sér por la tristeza. Se dejó -caer. Aborreció al hombre y detestó a Dios. En las seis partes de su -obra sembró una Flora enferma, leprosa, envenenada. Sus animales son -aquellos que hacen pensar en las creaciones del Diablo; el sapo, el -buho, la víbora, la araña. La desesperación es el vino que le embriaga. -La Prostitución, es para él, el misterioso símbolo apocalíptico, -entrevisto por excepcionales espíritus en su verdadera trascendencia: -«Yo he hecho un pacto con la Prostitución, a fin de sembrar el desorden -en las familias... ¡ay! ¡ay...! grita la bella mujer desnuda: los -hombres algún día serán justos. No digo más. Déjame partir, para ir a -ocultar en el fondo del mar mi tristeza infinita. No hay sino tú y los -monstruos odiosos que bullen en esos negros abismos, que no me -desprecien.» - -Y Bloy: «El signo incontestable del gran poeta es la «inconsciencia» -profética, la turbadora facultad de proferir sobre los hombres y el -tiempo, palabras inauditas cuyo contenido ignora él mismo. Esa es la -misteriosa estampilla del Espíritu Santo sobre las frentes sagradas o -profanas. Por ridículo que pueda ser, hoy, descubrir un gran poeta y -descubrirle en una casa de locos, debo declarar en conciencia, que estoy -cierto de haber realizado el hallazgo.» - -El poema de Lautréamont se publicó hace diez y siete años en Bélgica. De -la vida de su autor nada se sabe. Los «modernos» grandes artistas de la -lengua francesa, se hablan del libro como de un devocionario simbólico, -raro, inencontrable. - -[imagen] - -[imagen: PAUL ADAM] - -[imagen] - - - - -PAUL ADAM - - -De cuando en cuando, la primera página del «Journal» viene como pesada. -Dos, tres, cuatro columnas nutridas, negras, casi de una sola pieza, -hacen ya adivinar la firma. Y el lector avisado se prepara, alista bien -su cabeza, limpia los cristales del entendimiento, y recibe el regalo -con placer y confianza. Es el artículo de Paul Adam. Y es como salir al -campo, o a la orilla del mar. Hay, pues, algo más que el aposento -perfumado, los senos lujuriosos, los chismes de la condesa, los cancanes -de la política, las piernas de las bailarinas y las evoluciones del -protocolo. La sensación es de extrañeza al propio tiempo que de -satisfacción. Salir de la perpetua casa de cita, del perpetuo bar, de -los perpetuos bastidores, del perpetuo salón «coú l’on flirte»; dejar la -compañía de lechuguinos canijos y de vírgenes locas de su cuerpo, por la -de un hombre fuerte, sano, honesto, franco y noble que os señala con un -hermoso gesto un gran espectáculo histórico, un vasto campo moral, un -alba estética, es ciertamente consolador y vigorizante. Los -politiqueros de la patriotería dan vueltas cada mañana al mismo cantar. -Rochefort redobla cotidianamente en su viejo tambor, furioso; Drumont -destaza su semita de costumbre; Coppée, inválido lírico metido a -sacristán, se pone a la par del ridículo Dérouléde; los escritores de la -literatura, explotan sus distintos lenocinios; M. Jean Lorrain cuenta -sus historias viciosas de siempre; Mendés, cuya pornografía de color de -rosa no está ya de moda, hace la crítica teatral, generalmente plástica; -Fouquier, el maestro periodista, da lecciones útiles y generosas;--entre -todos, más alto, más joven, más enérgico, más vigoroso, Paul Adam -aparece,--al lado de Mirbeau;--llega con su misión, obligatoria y -dignificadora, y ara en la prensa, en el campo malsano de esta prensa, -con su deber, firme arado. - -Yo admiro profundamente a M. Paul Adam. Noble por familia y origen, se -ha consagrado a una tarea de solidaridad humana cuyos frutos se vierten -para los de abajo. Dueño de una voluntad, propietario de un carácter, -fecundo de ideas, pletórico de conocimientos, archimillonario de -palabras, ha desdeñado la parada de un Barrés, que le hubiera conducido -a una diputación, ha rechazado los flonflones de la literatura fácil, la -«gloriole» de los éxitos azucarados; ha podado su antiguo estilo de -ramas superfluas; ha puesto su cuño de pensamientos circulantes en pleno -sol, en plena claridad; se ha ido a vivir fuera de París, para trabajar -mejor; y diciendo la verdad, clamando al porvenir, recorriendo lo -pasado, estudiando lo presente, sacudiendo la historia, escarbando -naciones, da, periódicamente, su ración de bien para quien sepa -aprovecharla. - -No haya vacilación en creer que éstos son pocos. Para los de abajo la -elevación mental, la frase simplificada y amacizada de M. Paul Adam no -es fácilmente accesible; para los puros ideólogos, este organizador, -este lógico, este filósofo de combate, no inspira completa confianza. -Por otra parte, la media intelectualidad halla la selva demasiado -tupida, y la pereza es enemiga del hacha, encuentra el mar muy -peligroso, y cree más agradable fumar, sentada en una piedra de la -orilla, por donde los ensueños pasan y se cogen con la mano. - -Hablando recientemente con el poeta Moreas, cuyos olímpicos juicios son -conocidos y sonreídos, preguntéle, su opinión sobre su antiguo -colaborador y amigo. Con las condiciones que él suele establecer, el -amable descontentadizo me concedió: «Mais il est tres fort, tout de -même!» Sabido es que M. Paul Adam comenzó en el grupo de los que en un -tiempo ya lejano se llamaron simbolistas y decadentes, y que escribió en -unión de Moreas «Les demoiselles Goubert» y «Le thé chez Miranda», con -un estilo ultra exquisito, jeroglífico casi y quintaesenciado, obras en -que se llevaba al extremo un propósito intelectual, para dejar mejor -asentadas las doctrinas entonces flamantes que producirían en lo futuro -muchos fracasados, pero algunos nombres que ilustran la prosa y la -poesía francesas contemporáneas, y que, recorriendo el mundo, causarían -en todos los países y lenguas civilizados, movimientos provechosos. -¿Quién reconocería al pintor extraño de aquellas decoraciones y al -tejedor de aquellas sutiles telas de araña, en el musculoso manejador de -mazas dialécticas, fundidor de ideas regeneradoras y trabajador -triptolémico de ahora? - -Amontona en la balanza del pensamiento francés, libro sobre libro, y ya -su obra pesa como la carga de cien graneros. Esta transformación la ha -operado la voluntad guiadora de la labor; la labor ordenada que lleva su -propósito, y la conciencia que hace cumplir con la tarea que se creó una -obligación, una obligación para con su propia personalidad, que se -difunde en el bien de su patria, la Francia, y por lo tanto en favor de -toda la estirpe humana. - -Desde «Soi», hasta sus novelas de alta psicología histórica, una obra -enorme atestigua la potencia de ese singular entendimiento. Sus -reconstrucciones bizantinas son de un encanto dominador, y junto a lo -concreto de la época, brilla el lujo de un tesoro verbal único, de un -decir que no admite complementos, total. Batallista, arregla, táctico -del estilo, sus escenas y su decoración, con una magistralidad soberbia -y matemática. Y, conciso en lo abundoso, rico de perspectivas, de líneas -y colores, con dos o tres pincelazos planta su cuadro a la vista, neto, -definitivo. En sus estudios del alma de las muchedumbres, como en sus -análisis de tipos psíquicos, su fino espíritu ahonda y aclara, en -súbitos golpes de luz, los más hondos recodos. Y jamás el soplo nórdico, -la cosa germana, o la cosa escandinava, o la cosa rusa, le han -perturbado o fascinado en su camino. M. Paul Adam permanece francés, -nada más que francés, y lleno del soplo de su época, cumple con su deber -actual, pone su contingente en la labor de ahora, y hace lo que puede -por ver si no es imposible la regeneración, la consecución de un ideal -de grandeza futura, humano, seguro y positivo. - -No creáis que porque su amor a la justicia y su pasión de belleza y de -verdad le conduzcan a la exaltación de las ocultas fuerzas populares, -haya en él ni un solo momento, un adulador de muchedumbres, ni un -político de oportunidades, ni un cantor de marsellesas y carmañolas. -Moralmente, es un aristócrata, y no confundirá jamás su alma superior, -en el mismo rango o en la misma oleada que la de los rebaños -pseudosocialistas. El obra en pro de los trabajadores; lleva su utopia -por el sendero en que se suele encontrar el casi imposible sueño de la -supresión de la miseria y del desaparecimiento de los ejércitos -guerreros. Un crítico sutil y penetrante, M. Camille Mauclair, concentra -en estas palabras la sociología de M. Paul Adam: - -«Para él no hay más que un asunto en los libros y en la vida: la lucha -de la fuerza y del espíritu. El opone la fuerza creadora a la -destrucción, la fecundidad activa al nihilismo de la guerra, el -internacionalismo al «chauvinismo», los conflictos de clases a los -conflictos de naciones, el intelectualismo al militarismo, Lucifer y -Prometeo a Júpiter y a Jehová, dioses de la fuerza brutal.» - -M. Paul Adam es un intelectual, en el único sentido que debía tener esta -palabra. El pone en el intelecto la fuente del perfeccionamiento, y da a -la idea su valor de multiplicación vital, y de repartidora de bienes en -la muchedumbre humana. - -Si M. Paul Adam, guiado por su voluntad de siempre, quisiese un día ir a -la acción política, a la lucha directa, sería un gran conductor de -pueblos; pero me temo mucho que tuviese la suerte de un héroe ibseniano. -En las muchedumbres no tienen éxito los cerebrales; el sentimentalismo -priva en seres casi instintivos. El pueblo oye y entiende con mayor -placer y facilidad las tiradas tricolores de un Coppée, que las altas -palabras de quien se desinteresa de las bajas aventuras presentes, y -desea formar caracteres, hacer vibrar noblemente las conciencias y -asentar y rehacer y solidificar la patria. - -Una de las fases más simpáticas y sobresalientes de M. Paul Adam, es su -faz de periodista. El «Triomphe des mediocres» es una obra maestra en su -género. Sin la escandalosa escatología pátmica de León Bloy, sin las -farsas, o compadrerías de un Drumont, o de un Rochefort, ha blandido las -más bien templadas ideas, ha herido mucho y bien en esas carnes -sociales, ha flagelado costumbres, se ha burlado duramente de los -carnavales políticos, de las paradas monarquistas, de la caridad falsa, -de la ciencia abotonada y de palmarés; ha denunciado a inicuos, a -sinvergüenzas y mercaderes de patriotismo, falsos socialistas, -aristocráticas fantochesas, cepilladores de moral y remendones de la -virginidad literaria. - -¡Y qué hermosa prosa, de un lirismo sofrenado, que va latigueando a un -lado y otro, sin desbocarse, sin sobresaltos, sin caídas, que dice lo -que hay que decir, y nada más; que tiene el adverbio justo, el verbo -propio, y que clava el adjetivo como un rejón, de manera que queda -vibrante, arraigado y seguro! No hay duda de que M. Paul Adam es uno de -los maestros de la prosa contemporánea, en ese maridaje estupendo de la -claridad con la energía, la vivacidad con la fiereza y el ímpetu con la -ponderación. - -Y este vigoroso que tiene la medula de un sabio y las alas de un -artista, llena su misión con la mayor serenidad y tranquilidad, no lejos -del sonoro y ronco maelstrom de París. Uno de los mayores bienes que su -personalidad esparce, es ese continuo ejemplo de actividad, esa -incesante campaña, esa inextinguible ansia de trabajar, y de trabajar -bien. «La lucha por el pan, por el oficio de escritor y de periodista, -salva a los fuertes de la abstracción estéril», dice M. Mauclair. Y dice -bien. A pesar de su alejamiento de centros y camarillas, o por esto -mismo, creo que se le respeta y se le reconoce como el más potente y el -más noble. Al verle así, en su aislada residencia, sin mezclarse en las -locuras y chismes y revueltas parisienses, cultivando su vasto talento -con tanta voluntad y tanto tino, me suelo imaginar a uno de esos -gentiles hombres de la campaña, que mientras la ciudad danza y se -prostituye, siembran sus campos, tranquilos y laboriosos, y llenan, -llenan sus trojes; y cuando la peste llega y llega el hambre a la -ciudad, dan la limosna de sus graneros, abren sus depósitos, brindan sus -almacenes. - -Y quizá muy pronto tenga hambre Francia. - -[imagen] - - - - -MAX NORDAU - - -Mi distinguido colega en «La Nación», Dr. Schimper, se ocupó el año -pasado del primer volumen de «Entartung» de Max Nordau. Ha poco ha -aparecido el segundo: la obra está ya completa. Una endiablada y extraña -Lucrecia Borgia, doctora en medicina, dice en alemán, para mayor -autoridad, con clara y tranquila voz, a todos los convidados al banquete -del arte moderno: «Tengo que anunciaros una noticia, señores míos, y es -que todos estáis locos.» En verdad Max Nordau no deja un solo nombre, -entre todos los escritores y artistas contemporáneos, de la aristocracia -intelectual, al lado del cual nos estriba la correspondiente -clasificación diagnóstica: «imbécil», «idiota», «degenerado», «loco -peligroso». Recuerdo que una vez al acabar de leer uno de los libros de -Lombroso, quedé con la obsesión de la idea de una locura poco menos que -universal. A cada persona de mi conocimiento le aplicaba la observación -del doctor italiano y resultábame que, unos por fas, otros por nefas, -todos mis prójimos eran candidatos al manicomio. Recientemente una obra -nacional digna de elogio, «Pasiones», de Ayarragaray, llamó mi atención -hacia la psicología de nuestro siglo, y presentó a mi vista el tipo del -médico moderno que penetra en lo más íntimo del sér humano. Cuando la -literatura ha hecho suyo el campo de la fisiología, la medicina ha -tendido sus brazos a la región obscura del misterio. - -Allá a lo lejos vense a Moliére y Lesage atacar a jeringazos a los -esculapios. Había cierta inquina de los hombres de pluma contra los -médicos, y el epigrama y la sátira teatral no desperdiciaban momento -oportuno para caer sobre los hijos de Galeno. Sangredo había nacido, y -no todo él del cerebro de su creador, pues sabemos por Max Simón que -Sangredo vivió en carne y hueso en la personalidad del médico Hecquet. -El mismo Max Simón hace notar la acrimonia especial con que el más -ilustre de los poetas cómicos y el más grande de los novelistas de su -época atacaron a los médicos. En uno y otro, dice, se nota un verdadero -desprecio por el arte que profesan aquellos a quienes atacan. Moliére, -irónico y fuerte, Lesage, injurioso y despreciativo, están siempre -listos con sus aljabas. Monsieur Purgón, formalista, aparatoso y ciego -de intelecto, y los dos Tomases Diafoirus aparecieron como encarnaciones -de una ciencia tan aparatosa como falsa. Sangredo fué, según Walter -Scott, el mismo Helvecio. En resumen, los ataques literarios se dirigían -contra los doctores de sangría y agua tibia. Son los tiempos en que -Hecquet publica «Le Brigandage de la Médecine», en el cual están en su -base los principios de Gil Blas, y en el que eran más que comunes -diálogos a la manera del que en una obra del gran cómico sostienen -Desfonandrés y Tomes. - -Si los médicos del siglo XVII se enconaron con las bromas de Moliére, -los del siglo XVIII no fueron tan quisquillosos con las sátiras de -Lesage[11]. En nuestro siglo, la última gran campaña literaria, el -movimiento naturalista dirigido por Zola, tiene por padre a un médico, -Claudio Bernard. En tanto que la literatura investiga y se deja -arrastrar por el impulso científico, la medicina penetra al reino de las -letras; se escriben libros de clínica tan amenos como una novela. La -psiquiatría pone su lente práctico en regiones donde solamente antes -había visto claro la pupila ideal de la poesía. Ante el profesor de la -Salpetriére, junto con los estudiantes han ido los literatos. Y en el -terreno crítico cierta crítica tiene por base estudios recientes sobre -el genio y la locura: Lombroso y sus seguidores. - -Guyau, el admirable y joven sabio, sacrificó en las aras de los nuevos -ídolos científicos. El comprobó, como un profesor que toma el pulso, el -estado patológico de su edad, el progreso de fiebre moral siempre en -crecimiento. El juntó en un capítulo de un célebre libro a los -neurópatas y delincuentes, como invasores, como conquistadores -victoriosos en el reino de la literatura. «Et s’y font une place tous -les jours plus grande»--, decía de ellos. Como principal síntoma del mal -del siglo, señala la manifestación de un hondo sufrimiento, el impulso -al dolor, que en ciertos espíritus puede llegar hasta el pesimismo. El -tipo que el filósofo presenta es aquel infeliz Imbert Galloix, cuya -pálida figura pasará al porvenir iluminada en su dolorosa expresión por -un rayo piadoso de la gloria de Víctor Hugo. ¡Y bien! si la desgracia es -desequilibrio, bien está señalado Imbert Galloix. Ese gran talento gemía -bajo la más amarga de las desventuras. Sentirse poseedor del sagrado -fuego y no poder acercarse al ara; luchar con la pobreza, estar lleno de -bellas ambiciones y encontrarse solo, abandonado a sus propias fuerzas -en un campo donde la fortuna es la que decide, es cosa áspera y dura. A -propósito de un joven cubano poeta muerto recientemente en -París--¡Augusto de Armas, uno de tantos Imbertos Galloix!--dice con gran -razón el brillante Aniceto Valdivia: «Sólo un temperamento de toro, -como el de Balzac, puede soportar sin rajarse, el peso de ese mundo de -desdenes, de olvidos, de negaciones, de injustos silencios bajo el cual -ha caído el adorable poeta de «Rimes Byzantines.» La autopsia espiritual -que del desgraciado joven ginebrino hace el sereno analizador sociólogo, -me parece de una impasible crueldad. - -Aquí de las comparaciones que ofrece la nueva ciencia penal, entre los -desequilibrados, locos y criminales. Porque un cierto Cimmino, bandido -napolitano, se ha hecho tatuar en el pecho una frase de desconsuelo, -quedan condenados a la comparación más curiosamente atroz todos los -admirables melancólicos que representan la tristeza en la literatura. El -nombre de Leopardi, por ejemplo, aparecerá en la más infame promiscuidad -con el de cualquier número de penitenciaria o de presidio, por obra de -tal razonamiento de Lacassagne o de tal opinión de Lombroso. En las -especializaciones de Max Nordau la falta de justicia se hace notar, -agravándose con una de las más extrañas inquinas que pueden caber en -crítico nacido. Bien trae a cuento Jean Thorel un caso gracioso que aquí -citaré con las mismas palabras del escritor: «Recuerdo haber leído una -vez en una revista inglesa un largo estudio, muy concienzudo, de -argumentación apretada e irrefutable, que probaba--que no se contentaba -con afirmar, sino que probaba con numerosos ejemplos--que Víctor Hugo -era un escritor sin talento y un execrable poeta. Para mejor convencer a -sus lectores, el crítico que se había señalado la tarea de «demoler» a -Víctor Hugo, había tenido cuidado de acompañar cada una de sus citas de -una notita que hacía conocer el título de la obra de que se había -extraído la cita, con todas sus indicaciones accesorias, lugar y año de -publicación, número de la edición, cifra de la página cuyo era el verso -citado, etcétera. Y se tenía inmediatamente el sentimiento de que si en -verdad se hallaba en tal página de tal libro, el mal verso que se acaba -de leer en la revista, Víctor Hugo era, realmente, un poeta lastimoso. -Me decidí temblando a llevar a cabo esta verificación, y encontré que -cada vez que el pícaro verso estaba en realidad en el libro indicado, -descubría también al mismo tiempo que al lado de ése había diez, cien o -mil versos que eran de una completa belleza.» Tiene razón Jean Thorel. -Max Nordau condena el poema entero por un verso cojo o luxado; y al arte -entero, por uno que otro caso de morbosismo mental. Para estimar la obra -de los escritores a quienes ataca, pues principalmente por los frutos -declara él la enfermedad del árbol, parte de las observaciones de los -alienistas en sus casos de los manicomios. Al tratar Guyau de los -desequilibrados, hablaba de «esas literaturas de decadencia que parecen -haber tomado por modelos y por maestros a los locos y los delincuentes.» -Nordau no se contenta con dirigir su escalpelo hacia Verlaine, el gran -poeta desventurado o a uno que otro extravagante de los últimos -cenáculos de las letras parisienses. El sentencia a decadentes y -estetas, a parnasianos y diabólicos, a ibsenistas y neomísticos, a -prerrafaelistas y tolstoistas, wagnerianos y cultivadores del yo; y si -no lleva su análisis implacable con mayor fuerza hacia Zola y los suyos, -no es por falta de bríos y deseos, sino porque el naturalismo yace -enterrado bajo el árbol genealógico de los Rougon-Macquart. - -Una de las cosas que señala en los modernos artistas como signo -inequívoco de neuropatía, es la tendencia a formar escuelas y -agrupaciones. Sería deliciosamente peregrino que por ese solo hecho -todas las escuelas antiguas, todos los cenáculos, desde el de Sócrates -hasta el de N. S. Jesucristo y desde el de Ronsard hasta el de Víctor -Hugo, mereciesen la calificación inapelable de la nueva crítica -científica. - -Otras causas de condenación: amor apasionado del color: fecundidad: -fraternidad artística entre dos; esta afirmación que nos dejará -estupefactos, gracias a la autoridad del sabio Sollier: es una -particularidad de los idiotas y de los imbéciles tener gusto por la -música. Thorel señala una contradicción del crítico alemán que aparece -harto clara. La música, dice éste, no tiene otro objeto que despertar -emociones; por tanto, los que se entregan a ella son o están próximos a -ser degenerados, por razón de que la parte del sistema nervioso que está -dotada de la facultad de emotividad, es anterior atávicamente a la -substancia gris del cerebro, que es la encargada de la representación y -juicio de las cosas; y el progreso de la raza consiste en la -superioridad que adquiere esta parte sobre la primera. Entretanto Nordau -coloca entre los grandes artistas de su devoción a un gran músico: -Beethoven. De más está decir que las ideas que Max Nordau profesa sobre -el arte son de una estética en extremo singular y utilitaria. El carro -de hierro, la ciencia, ha destruído según él los ideales religiosos. No -va ese carro tirado, ciertamente, por una cuádriga de caballos de Atila. -Y hoy mismo, en el campo de humanidad, después del paso del monstruo -científico, renacen arboles, llenos de flores de fe. Tampoco el arte -podrá ser destruído. Los divinos semi-locos «necesarios para el -progreso,» vivirán siempre en su celeste manicomio consolando a la -tierra de sus sequedades y durezas con una armoniosa lluvia de -esplendores y una maravillosa riqueza de ensueños y de esperanzas. - -Por de pronto, en «Degeneración,» los números de hospital, entre otros, -son los siguientes: Tolstoï,--puesto que lleno de una santa pasión por -el mujick, por el pobre campesino de su Rusia, se enciende en religiosa -caridad y alivia el sufrimiento humano, queda señalado. Queda señalado -también Zola, ese búfalo, Dante Gabriel Rossetti tiene su pareja en tal -casa de orates, en tal lesionado que padece de alalia. Esto a causa de -los motivos musicales de algunos de sus poemas que se repiten con -frecuencia. Deben acompañar lógicamente en su desahucio, al exquisito -prerrafaelista, los bucólicos griegos, los autores de himnos -medioevales, los romancistas españoles y los innumerables cancioneros -que han repetido por gala rítmica una frase dada en el medio o en el fin -de sus estrofas. El admirado universalmente por su alta crítica -artística, Ruskin, queda condenado: es la causa de su condenación el -defender a Burne Jones y a la escuela prerrafaelista. En el proceso del -libro, desfilan los simbolistas y decadentes. El ilustre jefe, el -extraño y cabalístico Mallarmé con el pasaporte de su música encantadora -y de sus brumas herméticas, no necesita más para el diagnóstico. Charles -Morice, de larga cabellera y de grandes ideas, al manicomio. Lo mismo -Regnier, el orgulloso ejecutante en el teclado del verso; Julio -Laforgue, que con la introducción del verso falso ha hecho tantas -exquisiteces; Paul Adam, que ya curado de ciertas exageraciones de -juventud, escribe sus «Princesas Bizantinas;» Stuard Merril, prestigioso -rimador yankee-francés; Laurent Tailhade, que resucita a Rabelais -después de cincelar sus joyas místicas. No hay que negarle mucha razón a -Nordau cuando trata de Verlaine, con quien--en cuanto al poeta,--es -justo. Mas el que conozca la vida de Verlaine y lea sus obras, tendrá -que confesar que hay en ese potente cerebro, no el grano de locura -necesario, sino la lesión terrible que ha causado la desgracia de ese -«poeta maldito.» En cuanto a Rimbaud--a quien un talento tan claro como -el de Jorge Vanor coloca entre los genios,--tan orate como él, aunque -menos confuso, y a Tristan Corbiere, a quien sus versos marinos -salvan... Después René Ghil y su tentativa de instrumentación, Gustavo -Khan y su apreciación del valor tonal de las palabras son más bien--a mi -ver--excéntricos literarios llevados por una concepción del arte, en -verdad abstrusa y difícil. Y por lo que toca a Moreas, cuyo talento es -sólido é innegable, y a quien por buena amistad personal conozco -íntimamente, puedo afirmar que lo que menos tiene dañado es el seso. -Risueño, poeta, conocedor de _su_ París, ha sabido cortarle la cola a su -perro, y, nada más. - -Los wagnerianos van en montón, con el olímpico maestro a la cabeza. No -oye el médico de piedra el eco soberbio de la floresta de armonías. -Mientras Max Nordau escribe su diagnóstico, van en fuga visionaria -Sigfrido y Brunhilda, Venus desnuda, guerreros y sirenas, Wotan -formidable, el marino del barco-fantasma; y, llevado por el blanco -cisne, alada góndola de viva nieve, rubio como un Dios de la Walhalla, -el bello caballero Lohengrin. - -Pláceme la dureza del clínico para con el grupo de falsos místicos que -trastruecan con extravagantes parodias los vuelos de la fe y las obras -de religión pura. - -Así también a los que, sin ver el gran peligro de las posesiones -satánicas que en el vocabulario de la ciencia atea tienen también su -nombre--penetran en las obscuridades escabrosas del ocultismo y de la -magia, cuando no en las abominables farsas de la misa negra. No hay duda -de que muchos de los magos, teósofos y hermetistas están predestinados -para una verdadera alienación. - -Todos los médicos pueden testificar que el espiritismo ha dado muchos -habitantes a las celdas de los manicomios. - -Por la puerta del egoísmo entran los parnasianos y diabólicos, los -decadentes y estetas, los ibsenistas, y un hombre ilustre que, -desgraciadamente, se volvió loco: Federico Nietzsche. ¿El egoísmo es un -producto de este siglo? Un estudio de la historia del espíritu humano, -demostrará que no. - -No ha habido mejor defensor del egoísmo bien entendido, en este fin de -siglo, que Mauricio Barrés. Ya Saint-Simón, en la aurora de estos cien -años, combatía el patriotismo en nombre del egoísmo. Y en el estado -actual de la sociedad humana, ¿quién podrá extrañar el aislamiento de -ciertas almas estilitas, de pie sobre su columna moral, que tienen sobre -sí la mirada del ojo de los bárbaros? - -Entre los parnasianos, si no cita a todos los clientes de Lemerre, que -con el oro de la rima le repletaran su caja de editor millonario, señala -al soberbio Theo, que va a su celda, agitando la cabellera absalónica y -junto con él Banville, el mejor tocador de lira de los anfiones de -Francia. ¿Y Mendés? - - On y rencontre aussi Mendés - A qui nul rythme ne resiste, - Qu’il chante l’Olimpe ou l’Ades. - -También se encuentra allí Mendés, entre los degenerados, a causa de sus -versos diamantinos y de sus floridas priapeas. Y al paso de los estetas -y decadentes, lleva la insignia de capitán de los primeros Oscar Wilde. -Sí, Dorian Gray es loco rematado, y allá va Dorian Gray a su celda. No -puede escribirse con la masa cerebral completamente sana el libro -«Intentions...» Y lo que son los decadentes,--¡Nordau como todos los que -de ello tratan, desbarra en la clasificación!--van representados por -Villiers de L’Isle-Adam, el hermano menor de Poe, por el católico Barbey -d’Aurevilly... por el turanio Richepin; por Huyssmans, en fin, lleno de -músculos y de fuerzas de estilo, que personificara en Des Esseintes el -tipo finisecular del cerebral y del quintesenciado, del manojo de vivos -nervios que vive enfermo por obra de la prosa de su tiempo. Si sois -partidarios de Ibsen, sabed que el autor de «Hedda Gabler» está -declarado imbécil. No citaré más nombres de la larga lista. - -Después de la diagnosis, la prognosis; después de la prognosis, la -terapia. Dada la enfermedad, el proceso de ella; luego la manera de -curarla. La primera indicación terapéutica es el alejamiento de -aquellas ideas que son causa de la enfermedad. Para los que piensan -hondamente en el misterio de la vida, para los que se entregan a toda -especulación que tenga por objeto lo desconocido, «no pensar en ello.» -Cuando Ayarragaray entre nosotros señala el campo, la quietud, el -retiro, «Cantaclaro» protesta. Nordau pasando sobre el hegelianismo y el -idealismo trascendental de Ficht en persecución del «egoísmo morboso», -explica etiológicamente la degeneración como un resultado de la -debilidad de los centros de percepción o de los nervios sensitivos; -cuando trata de la curación debe permitir que sus lectores abran la boca -en forma de O. Receta: prohibición de la lectura de ciertos libros, y, -respecto a los escritores «peligrosos», que se les aleje de los centros -sociales, ni más ni menos como a los lazarinos y coléricos. Y «¡horresco -referens!» que de no tomar tal medida, se les trate exactamente como a -los perros hidrófobos. Este seráfico sabio trae a la memoria al autor de -la «Modesta proposición para impedir que los niños pobres sean una carga -para sus padres y su país, y medio de hacerles útiles para el público.» -Ya se sabe cuál era ese medio que Swift proponía «with the tread and -gaiety of an ogre», que dice Thackeray: comerse a los chicos. Mas cuando -Max Nordau habla del arte con el mismo tono con que hablaría de la -fiebre amarilla o del tifus; cuando habla de los artistas y de los -poetas como de «casos», y aplica la thanathoterapia, quien le sonríe -fraternalmente es el perilustre Dr. Tribulat Bonhomet, «profesor de -diagnosis», que gozaba voluptuosamente apretándoles el pescuezo a los -cisnes de los estanques. El, antes de la indicación del autor de -«Entartung» había hecho la célebre «Moción respecto a la utilización de -los terremotos.» El odiaba científicamente a «ciertas gentes toleradas -en nuestros grandes centros, a título de artistas», «esos viles -alineadores de palabras, que son una peste para el cuerpo social.» «Es -preciso matarlos horriblemente», decía. Y para ello proponía que se -construyese en lugares donde fuesen frecuentes los temblores de tierra, -grandes edificios de techos de granito; y «allí invitaremos para que se -establezca a toda la inspirada «ribambelle de ces pretendus Reveurs», -que Platón quería, indulgentemente, coronar de rosas y arrojarlos de su -República.» Ya instalados los poetas, los «soñadores», un terremoto -vendría y el efecto sería el que caracterizaba Bonhomet con esta -inquietante onomatopeya: - - ¡¡¡Krrraaaak!!! - -Pero el viejo Tribulat no era tan cruel, pues ofrecía dar a sus -condenados a aplastamiento, horizontes bellos, aires suaves, músicas -armoniosas. Por tanto, yo, que adoro al amable coro de las musas, y el -azul de los sueños, preferiría, antes que ponerme en manos de Max -Nordau, ir a casa del médico de Clara Lenoir, quien me enviaría al -edificio de granito, en donde esperaría la hora de morir saludando a la -primavera y al amor, cantando las rosas y las liras y besando en sus -rojos labios a Cloe, Galatea o Cidalisa! - -[imagen] - -[imagen] - - - - -IBSEN - - -No hace mucho tiempo han comenzado las exploraciones intelectuales al -Polo. Ya Leconte de Lisle había ido a contemplar la naturaleza y -aprender el canto de las runoyas; Mendés a ver el sol de media noche y a -hacer dialogar a Snorr y Snorra, en un poema de sangre y de hielo. -Después, los Nordenskjöld del pensamiento descubrieron en las lejanas -regiones boreales, seres extraños e inauditos: poetas inmensos, -pensadores cósmicos. Entre todos, hallaron uno, en la Noruega; era un -hombre fuerte y raro, de cabellos blancos, de sonrisa penosa, de miradas -profundas, de obras profundas. ¿Estaba acaso en él el genio ártico? -Acaso estaba en él el genio ártico. Parecería que fuese alto como un -pino. Es chico de cuerpo. Nació en su país misterioso; el alma de la -tierra en sus más enigmáticas manifestaciones, se le reveló en su -infancia. Hoy, es ya anciano; ha nevado mucho sobre él; la gloria le ha -aureolado, como una magnificente aurora boreal. Vive allá, lejos, en su -tierra de fjords y lluvias y brumas, bajo un cielo de luz caprichosa y -esquiva. El mundo le mira como a un legendario habitante del reino -polar. Quienes, le creen un extravagante generoso, que grita a los -hombres la palabra de su sueño, desde su frío retiro; quienes, un -apostol huraño, quienes, un loco. ¡Enorme visionario de la nieve! Sus -ojos han contemplado las largas noches y el sol rojo que ensangrienta la -obscuridad invernal: luego miró la noche de la vida, lo obscuro de la -humanidad. Su alma estará amargada hasta la muerte. - -Maurice Bigeon, que le ha conocido íntimamente, nos le pinta: «La nariz -es fuerte, los pómulos rojos y salientes, la barbilla vigorosamente -marcada, sus grandes anteojos de oro, su barba espesa y blanca donde se -hunde lo bajo del rostro, le dan «l’air brave homme», la apariencia de -un magistrado de provincia, envejecido en el cargo. Toda la poesía del -alma, todo el esplendor de la inteligencia, se han refugiado, aparecen -en los labios finos y largos, un tanto sensuales, que forman en las -comisuras una mueca de altiva ironía; en la mirada, velada y como -abierta hacia adentro, ya dulce y melancólica, ya ágil y agresiva, -mirada de místico y luchador, mirada turbadora, inquietante, -atormentada, bajo la cual se tiembla, y que parece escrutar las -conciencias. Y la frente, sobre todo, es magnífica, cuadrada, sólida, de -potentes contornos, frente heroica y genial, vasta como el mundo de -pensamientos que abriga. Y, dominando el conjunto, acentuando todavía -más esta impresión de animalidad ideal que se desprende de su fisonomía -toda, una crinada cabellera blanca, fogosa, indomable... - -...Un hombre, en resumen, de esencia especial, de tipo extraño, que -inquieta y subyuga, cuyo igual es inencontrable--un hombre, que no se -podría olvidar aunque se viviese cien años.» - - * * * * * - -Pues todo hombre tiene un mundo interior y los varones superiores -tiénenlo en grado supremo, el gran escandinavo halló su tesoro en su -propio mundo. «Todo lo he buscado en mí mismo, todo ha salido de mi -corazón.» - -Es en sí propio donde encontró el mejor venero para estudiar el -principio humano. Hizo la propia vivisección. Puso el oído a su propia -voz y los dedos al propio pulso. Y todo salió de su corazón. ¡Su -corazón! - -El corazón de un sensitivo y de un nervioso. Palpitaba por el mundo. -Estaba enfermo de humanidad. - -Su organización vibradora y predispuesta a los choques de lo -desconocido, se templó más en el medio de la naturaleza fantasmal, de la -atmósfera extraña de la patria nativa. Una mano invisible le asió, en -las tinieblas. - -Ecos misteriosos le llamaron en la bruma. Su niñez fué una flor de -tristeza. Estaba ansioso de ensueños, había nacido con la enfermedad. Yo -me lo imagino, niño silencioso y pálido, de larga cabellera en su pueblo -de Skien, de calles solitarias, de días nebulosos. Me lo imagino en los -primeros estremecimientos producidos por el espíritu que debía poseerle, -en un tiempo perpetuamente crepuscular, o en el silencio frío de la -noche noruega. Su pequeña alma infantil, apretada en un hogar ingrato, -los primeros golpes morales en esa pequeña alma frágil y cristalina, las -primeras impresiones que le hacen comprender la maldad de la tierra y lo -áspero del camino por recorrer. Después, en los años de la juventud, -nuevas asperezas. El comienzo de la lucha por la vida, y la visión -reveladora de la miseria social. ¡Ah, él comprendió el duro mecanismo; y -el peligro de tanta rueda dentada; y el error de la dirección de la -máquina; y la perfidia de los capataces y la universal degradación de la -especie. Y su alma se hizo su torre de nieve. Apareció en él el -luchador, el combatiente. Acorazado, casqueado, armado, apareció el -poeta. Oyó la voz de los pueblos. Su espíritu salió de su restringido -círculo nacional; cantó las luchas extranjeras; llamó a la unión de las -naciones del norte; su palabra, que apenas se oía en su pueblo, fué -callada por el desencanto; sus compatriotas no le conocieron; hubo para -él, eso sí, piedras, sátira, envidia, egoísmo, estupidez: su patria, -como todas las patrias, fué una espesa comadre que dió de escobazos a su -profeta. De Skien a Grimstad, a Cristianía. De la mano de Welhaven su -espíritu penetra en el mundo de una nueva filosofía. Después del -desencanto, halla otra vez su joven musa cantos de entusiasmo, de vida, -de amor. En los tiempos de las primeras luchas por la vida había sido -farmacéutico. Fué periodista después. Luego, director de una errante -compañía dramática. Viaja, vive. De Dinamarca vuelve a la capital de su -país, y se ocupa también en cosas de teatro. En su trato con los -cómicos--tal Guillermo Shakespeare--comienza a entrever el mundo de su -obra teatral. Está pobre, no le importa; ama. Se enloquece de amor: -tanto se enloquece que se casa. Una dulce hija de pastor protestante, -fué su mujer. Imagínome que la buena Daë Thoresen debe de haber tenido -los cabellos del más lindo oro, y los ojos divinamente azules. - - * * * * * - -Después de su «Catilina», simple ensayo juvenil, el autor dramático -surge. La antigua patria renace en «La Castellana de Ostroett»; los que -conocéis la obra ibseniana, oiréis siempre el grito final de Dame -Ingegerd, agonizante: «¿Lo que yo quiero? Un ataúd, un ataúd cerca del -de mi hijo.» Después «Los Guerreros de Helgeland» esa rara obra de -visionario. Recordad: - -«Hjordis.--El lobo, allí está, ¿lo ves? allí. No me deja nunca; me tiene -clavados sus ojos rojos, incandescentes. ¡Ah, Sigurd, es un presagio! -Tres veces se me ha aparecido, y seguramente eso quiere decir que moriré -esta noche. - -Sigurd.--¡Hjordis! ¡Hjordis! - -Hjordis.--Acaba de desaparecer allá, en el suelo. Ahora, ya lo sé. - -Sigurd.--¡Oh, Hjordis, ven, estás enfermo! Volvamos a casa. - -Hjordis.--No: esperaré aquí. Tengo muy poco tiempo de vida. - -Sigurd.--¿Pero qué tienes? - -Hjordis.--¿Qué tengo? No sé. Pero ya lo ves, tú has dicho la verdad hoy. -Gunuar y Daquy están allí, entre nosotros. Dejémosles. Dejemos esta -vida; así podemos vivir juntos. - -Sigurd.--¿Podemos? ¿Tú lo crees? - -Hjordis.--Desde el día en que has tomado otra mujer, yo estoy sin patria -en este mundo», etc. - -«Los pretendientes a la corona», donde hay el admirable diálogo, entre -el Poeta y el Rey, y el cual tiene que haber influído muy directamente -en la forma dialogal característica de Maeterlink, en sus dramas -simbólicos, seguida en parte por Eugenio de Castro en su suntuoso -«Belkiss.» Véase: - -El rey Skule.--Me hablarás de eso dentro de poco. Pero dime, Skalda, que -has errado tanto por países extranjeros, ¿has visto una mujer que ame al -hijo de otra? Y cuando digo amar, entiendo amar no con un sentimiento -pasajero, sino amar con todas las ternuras del alma. - -El poeta Jatgeir.--Eso no acontece sino a las mujeres que no tienen -hijos. - -El rey.--¿A ellas solamente? - -El poeta.--Sobre todo a las que son estériles. - -El rey.--¿Sobre todo a las que son estériles? ¿Aman entonces a los hijos -de otra, con todas las ternuras de su alma? - -El poeta.--Sí, a menudo. - -El rey.--Y, ¿no es cierto? Sucede que esas mujeres estériles matan a los -hijos de otra, despechadas de no haber tenido ellas. - -El poeta.--Sí. Pero eso no es obrar prudentemente. - -El rey.--¿Prudentemente? - -El poeta.--No, no es obrar prudentemente, porque dan a aquellos cuyos -hijos matan, el don del sufrimiento. - -El rey.--Pero ¿crees tú que el don del sufrimiento sea una buena cosa? - -El poeta.--Sí, señor. - -El rey.--Islandés, hay como dos hombres en ti. Estás entre la -muchedumbre, en algún alegre festín, y pones un manto sobre tus -pensamientos. Se está a solas contigo, y te asemejas a los raros a -quienes voluntariamente se escogería por amigos. ¿Por qué es así? - -El poeta.--Señor, cuando os queréis bañar en el río, no os desvestís -cerca de donde pasan los que van a la iglesia, sino que buscáis un lugar -solitario... - -El rey.--Naturalmente. - -El poeta.--¡Y bien! yo también tengo el pudor del alma y por eso es que -no me desvisto cuando hay tanta gente en la sala. - -El rey.--¿Eh? Cuéntame, Jatgeir, cómo has llegado a ser poeta y quién te -ha enseñado la poesía. - -El poeta.--Señor, la poesía no se aprende. - -El rey.--¡La poesía no se aprende! Entonces, ¿cómo has hecho? - -El poeta.--He recibido el don del sufrimiento y así he llegado a ser -poeta. - -El rey.--Así, pues, ¿el don del sufrimiento es necesario al poeta? - -El poeta.--Para mí fué necesario; pero hay otros a quienes ha sido -concedida la alegría, la fe o la duda. - -El rey.--¿Aun la duda? - -El poeta.--Sí; pero es preciso que sea la duda de la fuerza y de la -salud. - -El rey.--¿Y cuál es la duda que no sea la de la fuerza y de la salud? - -El poeta.--Es la duda que duda aún de su duda. - -El rey.--Paréceme que eso debe ser la muerte. - -El poeta.--Es más horrible que la muerte misma: son las tinieblas -profundas», etc. - -La «Comedia del Amor» marca el humor fino que hay también en Ibsen, -siempre a propósito de errores sociales; y es una puerta de libertad, -abierta al santo instinto humano de amor. - -Con la hostilidad de los cómicos cuya dirección tenía, y el clamor de -odio y de villanía que contra él alzaron unos cuantos periodistas, tuvo -que mostrar hombros de hierro, cabeza resistente, puños firmes. Su -tierra le desconocía, le desdeñaba, le odiaba, le calumniaba. Entonces, -sacudió el polvo de sus zapatos. Se va, mordiendo versos contra el -rebaño de tontos; se va, desterrado por la fosilizada familia de -retardatarios y de puritanos. Así, más se ahonda en su corazón el -sentimiento de la redención social. - -El revolucionario fué a ver el sol de oro de las naciones latinas. - -Después de este baño solar nacieron las otras obras que debían darle el -imperio del drama moderno, y colocarle al lado de Wagner, en la altura -del arte y del pensamiento contemporáneo. El había sido el escultor en -carne viva, en su propia carne. Animó después sus extraños personajes -simbólicos por cuyos labios saldría la denuncia del mal inveterado, en -la nueva doctrina. Los pobres tendrán en él un gran defensor. Es un -propósito de redención el que le impulsa. Es un gigantesco arquitecto -que desea erigir su construcción monumental, para salvar las almas por -la plegaria en la altura, de cara a Dios. - -El hombre de las visiones, el hombre del país de los kobolds, encuentra -que hay mayores misterios en lo común de la vida que en el reino de la -fantasía: el mayor enigma está en el propio hombre. Y su sueño es ver la -vida mejor, el hombre rejuvenecido, la actual máquina social -despedazada. Nace en él el socialista; es una especie de nuevo -redentor. - -Así surgen «El pato salvaje», «Nora», «Los aparecidos», «El enemigo del -pueblo», «Rosmersholm», «Hedda Gabler.» Escribía para la muchedumbre, -para la salvación de la muchedumbre. La máquina recibía rudos golpes de -su enorme martillo de dios escandinavo. Su martilleo se oye por todo el -orbe. La aristocracia intelectual está con él. Se le saluda como a uno -de los grandes héroes. Pero su obra no produce lo que él desea. Y su -esfuerzo se vela de una sombra de pesimismo. - -Fué a ver el sol de las naciones latinas. - - * * * * * - -Y en las naciones latinas encuentra luchas y horrores, desastres y -tristezas: su alma padece por la amargura de Francia. Llega un momento -en que juzga muerta el alma de la raza. Mas no se va del todo la -esperanza de su corazón. Cree en la resurrección futura: «¿Quién sabe -cuándo la paloma traerá en su pico el ramo precursor? Lo veremos. Por lo -que a mí toca, hasta ese día, permaneceré en mi habitáculo enguatado de -Suecia, celoso de la soledad, ordenando ritmos distinguidos. La multitud -vagabunda se enojará sin duda alguna, y me tratará de renegado; pero esa -muchedumbre me espanta, no quiero que el lodo me salpique; y deseo, en -traje de himeneo, sin mancha, aguardar la aurora que ha de venir.» ¡Ah, -la pobre humanidad perdida! ese extraño redentor quiere salvarla, -encontrar para ella el remedio del mal y la senda que conduce al -verdadero bien. Pero cada instante que pasa le da muerte a una ilusión. -Los hombres están originalmente viciados. Su mismo organismo es un foco -infectivo; su alma está sujeta al error y al pecado. Se va sobre -lodazales o sobre cambroneras. La existencia es el campo de la mentira y -el dolor. Los malos son los que logran conocer el rostro de la -felicidad, en tanto que el inmenso montón de los desgraciados se agita -bajo la tabla de plomo de una fatal miseria. Y el redentor padece con -la pena de la muchedumbre. Su grito no se escucha, su torre no tiene el -deseado coronamiento. Por eso su agitado corazón está de luto, por eso -brotan de los labios de sus nuevos personajes palabras terribles, -condenaciones fulminantes, ásperas y flagelantes verdades. Es pesimista -por obra de la fuerza contraria. El ha entrevisto el ideal, como un -miraje. Ha caminado tras él, ha despedazado sus pies en las piedras del -camino, no ha logrado sino cosechas de decepciones, su fata-morgana se -ha convertido en nada. - -Y su progenie simbólica está animada de una vida maravillosa y -elocuente. Sus personajes son seres que viven y se mueven y obran sobre -la tierra, en medio de la sociedad actual. Tienen la realidad de la -existencia nuestra. Son nuestros vecinos, nuestros hermanos. A veces nos -sorprende oir salir de sus bocas nuestros propios íntimos pensamientos. -Y es que Ibsen es el hermano de Shakespeare. El proceso shakespeareano -de León Daudet tendría mejor aplicación si se tratase del gran -escandinavo. Los tipos son observados, tomados de la vida común. La -misma particularidad nacional, el escenario de la Noruega, le sirve para -acentuar mejor los rasgos universales. Después, él, el creador, ha -exprimido su corazón: ha sondeado su océano mental; ha penetrado en su -obscura selva interior; es el buzo de la conciencia general, en lo -profundo de su propia conciencia. Y había habido un día en que desde el -vientre materno su alma se llenara de la virtud del arte. Su dolencia -debía de ser la sublime dolencia del genio; de un genio peregrino, en -que se juntarían las ocultas energías psíquicas de países remotos en los -cuales parece que se encontrase, en ciertas manifestaciones, la realidad -del Ensueño. Y ese «aristo», ese excelente, ese héroe, ese casi -super-hombre, había de hacer de su vida un holocausto; había de ser el -apóstol y el mártir de la verdad inconquistable, un inmenso trueno en el -desierto, un prodigioso relámpago en un mundo de ciegas pupilas. Y -buscó los ejemplos del mal por ser el ambiente del mal el que satura el -mundo. Desde Job a nuestros días, jamás el diálogo ha sentido en su -carne verbal los sacudimientos del espíritu que en las obras de Ibsen. -Habla todo, los cuerpos y las almas. La enfermedad, el ensueño, la -locura, la muerte toman la palabra; sus discursos vienen impregnados de -más-allá. Hay seres ibsenianos en que corre la esencia de los siglos. -Nos hallamos a muchos miles de leguas distantes de la literatura, esa -agradable y alta rama de las Bellas Artes. Es un mundo distinto y -misterioso, en que el pensador tiene la estatura de los arcángeles. Se -siente, en lo obscuro vecino, una brisa que sopla de lo infinito, cuyo -sordo oleaje oímos de tanto en tanto. - -Su lenguaje está construído de lógica y animado de misterio. Es Ibsen, -uno de los que más hondamente han escrutado el enigma de la psique -humana. Se remonta a Dios. Parte la fuente de su pensar de la montaña de -las ideas primordiales. Es el héroe moral. ¡Potente solitario! Sale de -su torre de hielo para hacer su oficio de domador de razas, de -regenerador de naciones, de salvador humano, su oficio, ay, ímprobo, -porque cree que no será él quien verá el día de la transfiguración -ansiada. - -No os extrañéis de que sobre su obra titánica floten brumas misteriosas. -Como en todos los espíritus soberanos, como en todos los jerarcas del -pensamiento, su verbo se vela de humareda cual las fisuras de las -solfataras y los cráteres de los volcanes. - -Consagrado a su obra como a un sacerdocio, es el ejemplo más admirable -que puede darse en la historia de la idea humana, de la unidad de la -acción y del pensamiento. - -Es el misionero formidable de una ideal religión, que predica con -inaudito valor las verdades de su evangelio delante de las civilizadas -flechas de los bárbaros blancos. - -Si Ibsen no fuera un sublevado titán, sería un santo, puesto que la -santidad es el genio en el carácter, el genio moral. Y ha sentido sobre -su faz el soplo de lo desconocido, de lo arcano; a ese soplo ha -obedecido su autoinvestigación en las tinieblas del propio abismo. Y va -por la tierra en medio de los dolores de los hombres siendo el eco de -todas las quejas. Los versos al cisne, recordados por Bigeon, cantan -así: «Cisne cándido, siempre mudo, en calma siempre! Ni el dolor ni la -alegría pueden turbar la serenidad de tu indiferencia; protector -majestuoso del Elfo que se aduerme, tú te has deslizado sobre las aguas -sin jamás producir un murmullo, sin jamás lanzar un cántico. - -Todo lo que juntamos en nuestros pasos, juramentos de amor, miradas -angustiosas, hipocresías, mentiras ¡qué te importaban! ¿Qué te -importaban? - -Y sin embargo, la mañana de tu muerte suspiraste tu agonía, murmuraste -tu dolor... - -¡Y eras un cisne!» - -El olímpico pájaro de nieve cantado tan melancólicamente por el Poeta -ártico--y que en su ciclo surgiera de manera tan mágica y armoniosa por -obra del dios Wagner--es para Ibsen nuncio del ultraterrestre Enigma. - -He ahí que la inviolada Desconocida aparecerá siempre envuelta en su -impenetrable nube, fuerte y silenciosa; su fuerza, el fin de todas las -fuerzas, y su silencio, la aleación de todas las armonías. - -¿Cuál sería el poeta que apoyado en el muro kantiano ordenase con mayor -soberanía el himno de la Voluntad? ¿Quién diría la voluntad del Mundo y -el mundo de la Voluntad? Necesitaríase un Pitágoras moral. El Noruego ha -comprendido esa armonía y sus cantos han sido seres vivos. Ha sido un -intérprete de esa representación de Dios. Ha sido un incansable minador -de prejuicios y ha ido a perseguir el mal en sus dos principales -baluartes, la carne y el espíritu. La carne, que en su infierno contiene -los indomables apetitos y las tormentosas consecuciones del placer, y -el espíritu, que presa de vacilaciones o esclavo de la mentira o -arrebatado del pecado luciferino, cae también en su infierno. - -Autoridad, constitución social, convenciones de los hombres engañados o -perversos, religiones amoldadas a usos viciados, injusticias de la ley y -leyes de la injusticia; todo el viejo conjunto del organismo ciudadano; -todo el aparato de cultura y de progreso de la colectividad moderna; -toda la grande y monstruosa Jericó, oye sonar el desusado clarín del -luminoso enemigo, pero sus muros no se conmueven, sus fábricas no caen. -Por las ventanas y almenas adviértese cómo las caras rosadas de las -mujeres que habitan la ciudad ríen y los hombres se encogen de hombros. -Y el clarín enemigo suena contra los engaños sociales; contra los -contrarios del ideal; contra los fariseos de la cosa pública; contra la -burguesía, cuyo principal representante será siempre Pilatos; contra los -jueces de la falsa justicia, los sacerdotes de los falsos sacerdocios; -contra el capital cuyas monedas, si se rompiesen, como la hostia del -cuento, derramarían sangre humana; contra la explotación de la miseria; -contra los errores del estado; contra las ligas arraigadas desde siglos -de ignominia para mal del hombre y aun en daño de la misma naturaleza; -contra la imbécil canalla apedreadora de profetas y adoradora de -abominables becerros; contra lo que ha deformado y empequeñecido el -cerebro de la mujer, logrando convertirla, en el transcurso de un -inmemorial tiempo de oprobio, en ser inferior y pasivo; contra las -mordazas y grillos de los sexos; contra el comercio infame, la política -fangosa y el pensamiento prostituído: así en «Los aparecidos», así en -«Hedda Gabler», así en «El enemigo del pueblo», así en «Solness», así en -«Las columnas de la sociedad», así en «Los pretendientes a la corona», -así en «La Unión de los jóvenes», así en «El pequeño Eyolf». - -El arcángel de la guarda del enorme Escandinavo tiene por nombre -Sinceridad. Otros hay que le escoltan y se llaman Verdad, Nobleza, -Bondad, Virtud. Suele también acompañarle el querubin Eironeia. Al final -de las «Columnas de la sociedad», Lona proclama la grandeza de la -Libertad y de la Sinceridad. Camille Mauclair decía al finalizar su -conferencia sobre «Solness», cuando Lugne-Poe hacía a París el servicio -que acaba de hacer a Buenos Aires Alfredo de Sanctis: «Seamos sinceros -delante de nosotros mismos, cuidémonos del demonio tonto.» ¡Cuán elevado -y provechoso consejo intelectual! Y Laurent Tailhade al predicar a su -vez las excelencias de «El enemigo del pueblo», decía: «Si algo puede -hacer perdonar al público de las primeras representaciones, mundanos y -bolsistas, pilares de club y folicularios, bobos y snobs de todo pelaje, -la asombrosa impericia que le distingue, el apetito monstruoso que -muestra comunmente para toda especie de chaturas, es la acogida que ha -hecho desde hace tres años a los dos genios, cuya amargura parece caber -menos en lo que se llama tan justamente «el gusto francés»; me refiero a -Ricardo Wagner y a Henrik Ibsen.» Si esto ha sido aplicado a París, -pongan oído atento los centros pensantes de otras naciones. Surjan las -excelencias del gusto nacional y asciéndase a las altas cimas de la Idea -y del Arte; escúchese la doctrina de los señalados maestros conductores, -exorcícese con ideal agua bendita al tonto demonio. - -Ibsen no cree en el triunfo de su causa. Por eso la ironía le ha -cincelado su especial sonrisa. ¿Pero quién podría afirmar que no pueden -llegar todavía a ser dorados por el fulgor de la esperada aurora, los -cabellos blancos e indomables de ese soberbio y hecatonquero Precursor -del Porvenir? - -[imagen: JOSÉ MARTÍ] - -[imagen] - - - - -JOSÉ MARTÍ - - -El fúnebre cortejo de Wagner exigiría los truenos solemnes del -«Tannhauser»; para acompañar a su sepulcro a un dulce poeta bucólico, -irían, como en los bajos relieves, flautistas que hiciesen lamentarse a -sus melodiosas dobles flautas; para los instantes en que se quemase el -cuerpo de Melesígenes, vibrantes coros de liras; para acompañar--¡oh! -permitid que diga su nombre delante de la gran Sombra épica; de todos -modos, malignas sonrisas que podáis aparecer, ya está muerto...!--para -acompañar, americanos todos que habláis idioma español, el entierro de -José Martí, necesitaríase su propia lengua, su órgano prodigioso lleno -de innumerables registros, sus potentes coros verbales, sus trompas de -oro, sus cuerdas quejosas, sus oboes sollozantes, sus flautas, sus -tímpanos, sus liras, sus sistros. Sí, americanos, hay que decir quien -fué aquel grande que ha caído! Quien escribe estas líneas que salen -atropelladas de corazón y cerebro, no es de los que creen en las -riquezas existentes de América... Somos muy pobres... Tan pobres, que -nuestros espíritus, si no viniese el alimento extranjero, se morirían de -hambre. Debemos llorar mucho por esto al que ha caído! Quien murió allá -en Cuba, era de lo mejor, de lo poco que tenemos nosotros los pobres; -era millonario y dadivoso: vaciaba su riqueza a cada instante, y como -por la magia del cuento, siempre quedaba rico: hay entre los enormes -volúmenes de la colección de «La Nación», tanto de su metal fino y -piedras preciosas, que podría sacarse de allí la mejor y más rica -estatua. Antes que nadie, Martí hizo admirar el secreto de las fuentes -luminosas. Nunca la lengua nuestra tuvo mejores tintas, caprichos y -bizarrías. Sobre el Niágara castelariano, milagrosos iris de América. ¡Y -qué gracia tan ágil, y qué fuerza natural tan sostenida y magnífica! - -Otra verdad aun, aunque pese más al asombro sonriente: eso que se llama -el genio, fruto tan solamente de árboles centenarios--ese majestuoso -fenómeno del intelecto elevado a su mayor potencia, alta maravilla -creadora, el Genio, en fin, que no ha tenido aún nacimiento en nuestras -repúblicas, ha intentado aparecer dos veces en América; la primera en un -hombre ilustre de esta tierra, la segunda en José Martí. Y no era Martí, -como pudiera creerse, de los semi-genios de que habla Mendés, incapaces -de comunicar con los hombres, porque sus alas les levantan sobre la -cabeza de éstos, e incapaces de subir hasta los dioses, porque el vigor -no les alcanza y aun tiene fuerza la tierra para atraerles. El cubano -era «un hombre.» Más aun; era como debería ser el verdadero -super-hombre, grande y viril; poseído del secreto de su excelencia, en -comunión con Dios y con la naturaleza. - -En comunión con Dios vivía el hombre de corazón suave e inmenso; aquel -hombre que aborreció el mal y el dolor; aquel amable león de pecho -columbino, que pudiendo desjarretar, aplastar, herir, morder, desgarrar, -fué siempre seda y miel hasta con sus enemigos. Y estaba en comunión -con Dios, habiendo ascendido hasta él por la más firme y segura de las -escalas: la escala del Dolor. La piedad tenía en su sér un templo; por -ella diríase que siguió su alma los cuatro ríos de que habla Rusbrock el -Admirable; el río que asciende, que conduce a la divina altura; el que -lleva a la compasión por las almas cautivas, los otros dos que envuelven -todas las miserias y pesadumbres del herido y perdido rebaño humano. -Subió a Dios, por la compasión y por el dolor. ¡Padeció mucho -Martí!--desde las túnicas consumidoras, del temperamento y de la -enfermedad, hasta la inmensa pena del señalado que se siente desconocido -entre la general estolidez ambiente; y por último, desbordante de amor y -de patriótica locura, consagróse a seguir una triste estrella, la -estrella solitaria de la Isla, estrella engañosa que llevó a ese -desventurado rey mago a caer de pronto en la más negra muerte! - -Los tambores de la mediocridad, los clarines del patrioterismo tocarán -dianas celebrando la gloria política del Apolo armado de espada y -pistolas que ha caído, dando su vida, preciosa para la humanidad y para -el Arte y para el verdadero triunfo futuro de América, combatiendo entre -el negro Guillermón y el general Martínez Campos! - -¡Oh, Cuba! eres muy bella, ciertamente, y hacen gloriosa obra los hijos -tuyos que luchan porque te quieren libre; y bien hace el español de no -dar paz a la mano por temor de perderte, Cuba admirable y rica y cien -veces bendecida por mi lengua; mas la sangre de Martí no te pertenecía; -pertenecía a toda una raza, a todo un continente; pertenecía a una -briosa juventud que pierde en él quizá al primero de sus maestros; -pertenecía al porvenir! - - * * * * * - -Cuando Cuba se desangró en la primera guerra, la guerra de Céspedes; -cuando el esfuerzo de los deseosos de libertad no tuvo más fruto que -muertes e incendios y carnicerías, gran parte de la intelectualidad -cubana partió al destierro. Muchos de los mejores se expatriaron, -discípulos de don José de la Luz, poetas, pensadores, educacionistas. -Aquel destierro todavía dura para algunos que no han dejado sus huesos -en patria ajena o no han vuelto ahora a la manigua. José Joaquín Palma, -que salió a la edad de Lohengrín con una barba rubia como la de él, y -gallardo como sobre el cisne de su poesía, después de arrullar sus -décimas «a la estrella solitaria» de república en república, vió nevar -en su barba de oro, siempre con ansias de volver a su Bayamo, de donde -salió al campo a pelear después de quemar su casa. Tomás Estrada Palma, -pariente del poeta, varón probo, discreto y lleno de luces, y hoy -elegido presidente por los revolucionarios, vivió de maestro de escuela -en la lejana Honduras; Antonio Zambrana, orador de fama justa en las -repúblicas del norte que a punto estuvo de ir a las Cortes, en donde -habría honrado a los americanos, se refugió en Costa Rica, y allí abrió -su estudio de abogado; Eizaguirre fué a Guatemala; el poeta Sellén, el -celebrado traductor de Heine, y su hermano, otro poeta, fueron a Nueva -York, a hacer almanaques para las píldoras de Lamman y Kemp, si no -mienten los decires; Martí, el gran Martí andaba de tierra en tierra, -aquí en tristezas, allá en los abominables cuidados de las pequeñas -miserias de la falta de oro en suelo extranjero; ya triunfando, porque a -la postre la garra es garra y se impone, ya padeciendo las consecuencias -de su antagonismo con la imbecilidad humana; periodista, profesor, -orador; gastando el cuerpo y sangrando el alma; derrochando las -esplendideces de su interior en lugares en donde jamás se podría saber -el valor del altísimo ingenio y se le infligiría además el baldón del -elogio de los ignorantes;--tuvo en cambio grandes gozos: la compresión -de su vuelo por los raros que le conocían hondamente; el satisfactorio -aborrecimiento de los tontos, la acogida que «l’élite» de la prensa -americana--en Buenos Aires y Méjico,--tuvo para sus correspondencias y -artículos de colaboración. - -Anduvo, pues, de país en país, y por fin, después de una permanencia en -Centro América, partió a radicarse a Nueva York. - -Allá, a aquella ciclópea ciudad, fué aquel caballero del pensamiento a -trabajar y a bregar más que nunca. Desalentado, él tan grande y tan -fuerte, ¡Dios mío! desalentado en sus ensueños de Arte, remachó con -triples clavos dentro de su cráneo la imagen de su estrella solitaria, y -dando tiempo al tiempo, se puso a forjar armas para la guerra, a golpe -de palabra y a fuego de idea. Paciencia, la tenía; esperaba y veía como -una vaga fatamorgana, su soñada Cuba libre. Trabajaba de casa en casa, -en los muchos hogares de gentes de Cuba que en Nueva York existen; no -desdeñaba al humilde: al humilde le hablaba como un buen hermano mayor, -aquel sereno e indomable carácter, aquel luchador que hubiera hablado -como Elciis, los cuatro días seguidos, delante del poderoso Otón rodeado -de reyes. - -Su labor aumentaba de instante en instante, como si activase más la -savia de su energía aquel inmenso hervor metropolitano. Y visitando al -doctor de la Quinta Avenida, al corredor de la Bolsa y al periodista y -al alto empleado de La Equitativa, y al cigarrero y al negro marinero, a -todos los cubanos neoyorkinos, para no dejar apagar el fuego, para -mantener el deseo de guerra, luchando aún con más o menos claras -rivalidades, pero, es lo cierto, querido y admirado de todos los suyos, -tenía que vivir, tenía que trabajar, entonces eran aquellas cascadas -literarias que a estas columnas venían y otras que iban a diarios de -Méjico y Venezuela. No hay duda de que ese tiempo fué el más hermoso -tiempo de José Martí. Entonces fué cuando se mostró su personalidad -intelectual más bellamente. En aquellas kilométricas epístolas, si -apartáis una que otra rara ramazón sin flor o fruto, hallaréis en el -fondo, en lo macizo del terreno, regentes y ko-hinoores. - -Allí aparecía Martí pensador, Martí filósofo, Martí pintor, Martí -músico, Martí poeta siempre. Con una magia incomparable hacía ver unos -Estados Unidos vivos y palpitantes, con su sol y sus almas. Aquella -«Nación» colosal, la «sábana» de antaño, presentaba en sus columnas, a -cada correo de Nueva York, espesas inundaciones de tinta. Los Estados -Unidos de Bourget deleitan y divierten; los Estados Unidos de Groussac -hacen pensar; los Estados Unidos de Martí son estupendo y encantador -diorama que casi se diría aumenta el color de la visión real. Mi memoria -se pierde en aquella montaña de imágenes, pero bien recuerdo un Grant -marcial y un Sherman heroico que no he visto más bellos en otra parte; -una llegada de héroes del Polo; un puente de Brooklin literario igual al -de hierro; una hercúlea descripción de una exposición agrícola, vasta -como los establos de Augías; unas primaveras floridas y unos veranos -¡oh, sí! mejores que los naturales; unos indios sioux que hablaban en -lengua de Martí como si Manitu mismo les inspirase; unas nevadas que -daban frío verdadero, y un Walt Whitman patriarcal, prestigioso, -líricamente augusto, antes, mucho antes de que Francia conociera por -Sarrazin al bíblico autor de las «Hojas de hierba.» - -Y cuando el famoso congreso pan-americano, sus cartas fueron -sencillamente un libro. En aquellas correspondencias hablaba de los -peligros del yankee, de los ojos cuidadosos que debía tener la América -latina respecto a la Hermana mayor; y del fondo de aquella frase que una -boca argentina opuso a la frase de Monroe. - - * * * * * - -Era Martí de temperamento nervioso, delgado, de ojos vivaces y -bondadosos. Su palabra suave y delicada en el trato familiar, cambiaba -su raso y blandura en la tribuna, por los violentos cobres oratorios. -Era orador, y orador de grande influencia. Arrastraba muchedumbres. Su -vida fué un combate. Era blandílocuo y cortesísimo con las damas; las -cubanas de Nueva York teníanle en justo aprecio y cariño, y una sociedad -femenina había que llevaba su nombre. - -Su cultura era proverbial, su honra intacta y cristalina; quien se -acercó a él se retiró queriéndole. - -Y era poeta; y hacía versos. - -Sí, aquel prosista que, siempre fiel a la Castalia clásica, se abrevó en -ella todos los días, al propio tiempo que por su constante comunión con -todo lo moderno y su saber universal y políglota, formaba su manera -especial y peculiarísima, mezclando en su estilo a Saavedra Fajardo con -Gautier, con Goncourt,--con el que gustéis, pues de todo tiene; usando a -la continua de hipérbaton inglés, lanzando a escape sus cuádrigas de -metáforas, retorciendo sus espirales de figuras; pintando ya con minucia -de pre-rafaelista las más pequeñas hojas del paisaje, ya a manchas, a -pinceladas súbitas, a golpes de espátula, dando vida a las figuras; -aquel fuerte cazador, hacía versos, y casi siempre versos pequeñitos, -versos sencillos--¿no se llamaba así un librito de ellos?--versos de -tristezas patrióticas, de duelos de amor, ricos de rima o armonizados -siempre con tacto; una primera y rara colección está dedicada a un hijo -a quien adoró y a quien perdió por siempre: «Ismaelillo.» - -Los «Versos sencillos», publicados en Nueva York, en linda edición, en -forma de eucologio, tienen verdaderas joyas. Otros versos hay, y entre -los más bellos «Los zapaticos de Rosa.» Creo que como Banville la -palabra «lira» y Leconte de Lisle la palabra «negro», Martí la que más -ha empleado es «rosa.» - -Recordemos algunas rimas del infortunado: - - I - - ¡Oh, mi vida que en la cumbre - Del Ajusco hogar buscó, - Y tan fría se moría - Que en la cumbre halló calor! - ¡Oh, los ojos de la virgen - Que me vieron una vez, - Y mi vida estremecida - En la cumbre volvió a arder! - - II - - Entró la niña en el bosque - Del brazo de su galán, - Y se oyó un beso, otro beso, - Y no se oyó nada más. - - Una hora en el bosque estuvo, - Salió al fin sin su galán: - Se oyó un sollozo; un sollozo, - Y después no se oyó más. - - III - - En la falda del Turquino - La esmeralda del camino - Los incita a descansar: - El amante campesino - En la falda del Turquino - Canta bien y sabe amar. - - Guajirilla ruborosa, - La mejilla tinta en rosa - Bien pudiera denunciar, - Que en la plática sabrosa - Guajirilla ruborosa, - Callar fué mejor que hablar. - - IV - - Allá en la sombría, - Solemne Alameda, - Un ruido que pasa, - Una hoja que rueda, - Parece al malvado - Gigante que alzado - El brazo le estruja, - La mano le oprime, - Y el cuello le estrecha - Y el alma le pide--, - Y es ruido que pasa - Y es hoja que rueda; - Allá en la sombría, - Callada, vacía, - Solemne Alameda... - - V - - --¡Un beso! - --¡Espera! - Aquel día - Al despedirse se amaron. - - --¡Un beso! - --Toma. - Aquel día - Al despedirse lloraron. - - VI - - La del pañuelo de rosa, - La de los ojos muy negros, - No hay negro como tus ojos - Ni rosa cual tu pañuelo. - - La de promesa vendida, - La de los ojos tan negros, - Más negras son que tus ojos - Las promesas de tu pecho. - -Y este primoroso juguete: - - De tela blanca y rosada - Tiene Rosa un delantal, - Y a la margen de la puerta - Casi, casi en el umbral, - Un rosal de rosas blancas - Y de rojas un rosal. - - Una hermana tiene Rosa - Que tres años besó abril, - Y le piden rojas flores - Y la niña va al pensil, - Y al rosal de rosas blancas - Blancas rosas va a pedir. - - Y esta hermana caprichosa - Que a las rosas nunca va, - Cuando Rosa juega y vuelve - En el juego el delantal, - Si ve el blanco abraza a Rosa - Si ve el rojo da en llorar. - - Y si pasa caprichosa - Por delante del rosal, - Flores blancas pone a Rosa - En el blanco delantal. - -Un libro, la Obra escogida del ilustre escritor, debe ser idea de sus -amigos y discípulos. - -Nadie podría iniciar la práctica de tal pensamiento, como el que fué, no -solemne discípulo querido, sino amigo del alma, el paje, o más bien «el -hijo» de Martí: Gonzalo de Quesada, el que le acompañó siempre leal y -cariñoso, en trabajos y propagandas, allá en Nueva York y Cayo Hueso y -Tampa. ¡Pero quién sabe si el pobre Gonzalo de Quesada, alma viril y -ardorosa, no ha acompañado al jefe también en la muerte! - -Los niños de América tuvieron en el corazón de Martí predilección y -amor. - -Queda un periódico único en su género--, los pocos números de un -periódico que redactó especialmente para los niños. Hay en uno de ellos -un retrato de San Martín, que es obra maestra. Quedan también la -colección de «Patria» y varias obras vertidas del inglés, pero eso todo -es lo menor de la obra literaria que servirá en lo futuro. - -Y ahora, maestro y autor y amigo, perdona que te guardemos rencor los -que te amábamos y admirábamos, por haber ido a exponer y a perder el -tesoro de tu talento. Ya sabrá el mundo lo que tú eras, pues la justicia -de Dios es infinita y señala a cada cual su legítima gloria. Martínez -Campos, que ha ordenado exponer tu cadáver, sigue leyendo sus dos -autores preferidos: «Cervantes...» y «Ohnet.» Cuba quizá tarde en -cumplir contigo como debe. La juventud americana te saluda y te llora; -pero ¡oh, Maestro! ¿qué has hecho...? - -Y paréceme que con aquella voz suya, amable y bondadosa, me reprende, -adorador como fué hasta la muerte del ídolo luminoso y terrible de la -Patria; y me habla del sueño en que viera a los héroes: las manos de -piedra, los ojos de piedra, los labios de piedra, las barbas de piedra, -la espada de piedra... - -Y que repite luego el voto del verso: - - ¡Yo quiero, cuando me muera, - Sin patria, pero sin amo, - Tener en mi losa un ramo - De flores y una bandera! - -[imagen] - - - - -EUGENIO DE CASTRO - -(_Conferencia leída en el Ateneo de Buenos Aires_). - - -Señor presidente, señoras, señores: Os saludo al comenzar esta -conferencia sobre el poeta Eugenio de Castro y la literatura portuguesa. -Es el asunto para mí gratísimo. Mi deseo es que al acabar de escuchar -mis palabras llevéis con vosotros el encanto de un nuevo y peregrino -conocimiento: el del joven ilustre que hoy representa una de las más -brillantes fases del renacimiento latino, y que, como su hermano de -Italia--el Ermete maravilloso--se mantiene en la consagración de su -ideal «en la sede del arte severo y del silencio», allá en la noble y -docta ciudad de Coimbra. Este nombre os despierta, desde luego, el -recuerdo de una antigua vida escolar, los estudiantes tradicionales, la -Fuente de los Amores, el Mondego, celebrado en los versos, y la figura -dulce y trágica de aquella adorable señora que tuvo el mismo apellido -que nuestro poeta: Inés de Castro, tan bella cuanto sin ventura. Es en -aquella ciudad universitaria en donde ha surgido el admirable lírico que -había de representar, el primero, a la raza ibérica, en el movimiento -intelectual contemporáneo, que ha dado al arte espacios nuevos, fuerzas -nuevas y nuevas glorias. Vogüe, que antes mirara el vuelo simbólico de -las cigüeñas, anunciaba, no hace mucho tiempo, a propósito de la obra de -Gabriele D’Annunzio, una resurrección del espíritu latino. Las harpas y -las flautas sonaban del lado de Italia. Hoy la armonía se oye del lado -de Iberia. Ya es un conjunto de músicas orientales; ya un son melodioso -de siringa, semejante a los que la muerte ha venido a suspender en los -labios del divino Panida de Francia, Paúl Verlaine; ya un heráldico -trueno de trompetas de plata, que avisa el paso de una caravana -salomónica. ¿Conocéis al prestigioso Gama que corona Camöens de -esplendorosas gemas poéticas en los triunfos de sus «Lusiadas»? Es el -viajero casi mitológico que vuelve de los países recónditos a donde su -valor y su sed de cosas desconocidas le han llevado. A semejanza de -aquellos antiguos atrevidos navegantes portugueses que iban a las playas -distantes de las tierras asiáticas y africanas en busca de tesoros -prodigiosos y volvían con las perlas arábigas, los diamantes de -Golconda, las resinas y aromas y ámbares recogidos en los misteriosos -continentes y en los hechiceros archipiélagos, trayendo al propio tiempo -la impresión de sus visiones en la realidad de las leyendas, en las -visitas a islas raras y penínsulas de encantamiento, Eugenio de Castro, -bizarro y mágico Vasco de Gama de la lira, vuelve de sus incursiones a -un Oriente de ensueño, de sus expediciones a los fantásticos imperios, a -países del pasado, lleno de riquezas, dueño de raras piedras preciosas, -conquistador y argonauta, vestido de suntuosos paramentos e impregnado -de exóticos perfumes. - -Señores: Mientras nuestra amada y desgraciada madre patria, España, -parece sufrir la hostilidad de una suerte enemiga, encerrada en la -muralla de su tradición, aislada por su propio carácter, sin que penetre -hasta ella la oleada de la evolución mental de estos últimos tiempos, -el vecino reino fraternal manifiesta una súbita energía; el alma -portuguesa llama la atención del mundo, la patria portuguesa encuentra -en el extranjero lenguas que la celebran y la levantan, la sangre de -Lusitania florece en harmoniosas flores de arte y de vida: nosotros, -latinos, hispano-americanos, debemos mirar con orgullo las -manifestaciones vitales de ese pueblo y sentir como propias las -victorias que consigue en honor de nuestra raza. - -Es digno de todas nuestras simpatías ese bello y glorioso país de -guerreros, de descubridores y de poetas. Una de las más gratas -impresiones de mi vida ha sido la que produjo esa tierra en que -florerecen los naranjos. Lisboa, hermosa y real, frente a su soberbia -bahía, un cielo generoso de luz, una tierra perfumada de jardines, una -delicia natural esparcida en el ambiente, una fascinación amorosa que -invita a la vida, altivez nativa, nobleza ingénita en sus caballeros, y -en sus damas una distinción gentilicia como corona de la belleza. Y -consideraba al hollar aquella tierra, las proezas de tantos hijos suyos -famosos, Magallanes cuyo nombre quedó para los siglos en el extremo sur -argentino, Alburquerque, el que fué a la lejana Goa, Bartolomé Díaz y la -figura dominante, aureolada de fuegos épicos, del gran Vasco. - -Y evocaba la obra de la lira, los ingenuos balbuceos en la corte de -Alfonso Henriquez, en donde la linda Doña Violante, antojábaseme harto -cruel, con el pobre Egas Moniz, agonizante de amor, por aquel «corpo -d’oiro»; los trovadores, formando sus ramilletes de serranillas; Don -Diniz, el rey poeta y sapiente, semejante a Alfonso de España, y a quien -Camoëns compara con el grande Alejandro: - - Eis depois vem Dinis, que bem parece - Do bravo Afonso estirpe nobre e dina, - Com quem a fama grande se escurece - Da liberalidade Alexandrina. - Com este o Reino próspero florece - (Alcançada já a paz áurea divina) - Em constituições, leis e costumes, - Na terra já tranquila claros lumes. - - Fez primeiro em Coimbra exercitar-se - O valeroso officio de Minerva; - E de Helicona as Musas fez passar-se - A pizar do Mondego a fertil herva. - Quanto pode de Athenas desejar-se, - Tudo o soberbo Apollo aqui reserva: - Aqui as capellas dá tecidas de ouro, - Do bacharo e do sempre verde louro. - -«Y después viene Dionisio, que bien parece del bravo Alfonso estirpe -noble y digna; por quien la fama grande se obscurece de la liberalidad -Alejandrina: Con éste el reino próspero florece (ya alcanzada la áurea -paz divina) en constituciones, leyes y costumbres, e iluminan claras -luces la ya tranquila tierra. Hizo primero en Coimbra que se ejercitase -el valeroso oficio de Minerva; y las musas del Helicón por él fueron a -pisar la fértil hierba del Mondego. Cuanto puede de Atenas desearse, -todo el soberbio Apolo aquí reserva: Aquí da las coronas tejidas de oro -y de siempre verde laurel». Y luego los romanceros, el «Amadís» que -despierta el «Quijote»; Mascías que muere por el amor, y tanto -porta-lira que en tiempos propicios a las Musas las glorificaron en el -suelo lusitano. - -No había llegado aún a mis oídos el nombre de Eugenio de Castro, ni a mi -mente el resplandor de su arte aristocrático. La literatura portuguesa -ha sido hasta hace poco tiempo escasamente conocida. Existe cerca de -nosotros un gran país, hijo de Portugal, cuyas manifestaciones -espirituales son en el resto del continente completamente ignoradas; y -hay, señores, en Portugal, y hay en el Brasil una literatura digna de la -universal atención y del estudio de los hombres de pensamiento y de -arte. En nuestra América española, el conocimiento de la literatura de -lengua portuguesa se reduce al escaso número de los que han leído a -Camoëns, la mayor parte en malas traducciones y vaya por lo antiguo. En -cuanto a lo moderno, se sabe que ha existido un Herculano gracias a los -versos de Núñez de Arce, y un Eça de Queiroz, por un «Primo-Basilio», -que ha esparcido a los cuatro vientos, en castellano, una feroz casa -editora peninsular. - -No era poco el triste asombro del eminente Pinheiro Chagas, cuando en -Madrid en la hospitalaria casa del conde de Peralta oía de mis labios la -lamentación de semejante indiferencia. ¡Pero qué mucho, si en España -misma, a pesar del esfuerzo de propagandistas como la Pardo Bazán y -Sánchez Moguel, el alma lusitana es tanto o más desconocida que entre -nosotros! Y de Gil Vicente a nuestros días, hay un teatro vario y rico. -De Sa de Miranda y Camoëns, a João de Deus, el camino lírico está lleno -de arcos triunfales. De Duharte Galvao a Alejandro Herculano la historia -levanta monumentales y fuertes construcciones; la filosofía y la -filología y la erudición están representadas por más de un nombre -ilustre en los anales de la civilización humana; su lengua, que ha -pasado por evoluciones distintas, ha llegado a ser en manos de Eugenio -de Castro y de sus seguidores, el armonioso instrumento que nos da esas -puras joyas del arte moderno, como «Sagramor» y «Belkiss». - -Este siglo tuvo mal comienzo para el pensamiento portugués. Sus alas no -se abrieron en el aire angustioso que esparciera la tempestad -napoleónica. ¿Qué figuras vemos aparecer en esa agitada época? Una -especie de Quintana, José Agustín de Macedo, que sopla su hueca trompa; -una especie de Ponsard, Aguiar Leitao, que se pavonea entre la pobreza y -sequedad de sus tragedias; y el curioso y desjuicido José Daniel, que a -falta de Terencio y Plauto, se iba solo, por una senda poco envidiable. -Manuel de Nascimiento, arrojado por una tormenta política, estaba en -París. El obispo Lobo, a quien se ha comparado con de Maistre, señala el -principio de una nueva era. Almeida Garret, que como Nascimiento había -ido a París y había sido ungido por Hugo, llevó a su país la iniciación -romántica. Eugenio de Castro reconoce en uno de sus escritos, cómo el -fondo del alma portuguesa está impregnado de melancolía. Ciertamente, -ese pueblo viril siente de modo hondo y particular el soplo de la -tristeza. Los portugueses tienen esa palabra que indica una enfermiza y -especial nostalgia, un sentimiento único, lleno de la más melancólica -dulzura: «saudade.» Tal sentimiento forma gran parte del espíritu de la -poesía de Almeida Garret, que había llevado su barca sobre las mansas y -sonoras olas del lago lamartiniano. El es uno de los precursores del -nuevo movimiento. El marca un nuevo rumbo a la generación literaria, -afianzando en un sólido fundamento clásico, pero con largas vistas hacia -el futuro. El prefacio de «Doña Branca», que Loiseau parangona con el de -«Cronwell», fué un manifiesto que señaló definitivamente la renovación. -El sentimentalismo de los románticos y las caballerescas aventuras están -de triunfo. Doña Branca está en el castillo morisco con una hada, y -Adozinda, pura como un lirio de nieve, es perseguida, cual la memorable -italiana, por el incestuoso fuego paternal. Almeida Garret--sin que -intente defender la perfección de su obra--ha quedado como uno de los -grandes románticos, que a comienzos de esta centuria han iniciado una -revolución en formas e ideas en el arte de escribir. Antonio Feliciano -de Castilho se presenta, «enfant sublime», con su áulico «Epicedion» a -los quince años; su obra posterior, si es de un romántico declarado, -como que procede inmediatamente de Nascimiento, arranca en su fondo de -antiguas fuentes clásicas, a punto de que se haya nombrado a propósito -de su «Primavera», a Safo, Anacreonte y Ovidio. Y se yergue luego, -altiva y majestuosa, la talla de quien, cuando cayó en la tumba, hizo -brotar de la más bien templada lira castellana un célebre canto fúnebre: -comprenderéis que me refiero a Alejandro Herculano. El gran historiador -fué asimismo aficionado a las musas. Cuando vayáis por su jardín lírico, -no dejéis de observar que por ahí ha pasado el Lamartine de las -«Meditaciones.» Pero era un vigoroso, era un fuerte, y en la piedra fina -y duradera de su prosa, supo construir más de un soberbio monumento. Si -sus novelas y los que podíamos llamar con Galdós, episodios nacionales, -son de notable valer, su fama se sienta sobre el pedestal de su obra -histórica, al cual su violento liberalismo no alcanzó a producir raja -alguna. Castello Branco dejó una producción copiosísima en donde se -pueden encontrar algunos granos de oro. Nos hallamos en pleno período -contemporáneo. La voz de Pinheiro Chagas resuena. Magalhaes Lima va -agitar a París la bandera portuguesa; brillan los nombres de Casal -Ribeiro, Machado, Oliveira Martins y tantos otros, entre los cuales -despide excepcional luz el del noble y egregio Teófilo Braga. Conocemos -algunas poesías de Antero de Quental. Doña Emilia nos informa desde -Madrid, de cuando en cuando, que existen tales o cuales liras lusitanas. - -Leopoldo Díaz, hábil husmeador de elegantes novedades, nos traduce una -que otra poesía portuguesa; nos comienzan a llegar los ecos de un -renacimiento en las letras brasileras y en notables revistas jóvenes; y -de pronto un clamor doloroso nos anuncia al mismo tiempo que la muerte -de Verlaine, la del gran poeta João de Deus. - -El viejo João de Deus, «el poeta del amor», a quien Louis Pitate de -Brinn Gaubast no ha vacilado en llamar «un Verlaine--con la pureza de un -Lamartine», fué también un precursor de los artistas exquisitos que hoy -han colocado a tan gran altura las letras portuguesas. Como en España, -como entre nosotros, la exageración romántica, el lacrimoso, falso y -grotesco lirismo personal que tuvo la fecundidad de una epidemia, halló -en Portugal su falange en los seguidores de Palmeirim y João de Lemos. - -Contra esos se opuso João de Deus, ayudado por el triste y malogrado -Soares de Passos, que iniciaron algo semejante a la labor parnasiana de -Francia, pero poniendo en el fondo del vaso buen vino de emoción. La -obra de João de Deus, condénsala en pocas palabras Teófilo Braga: -«volvió a la elocución más ideal por la naturalidad; dió al verso la -armonía indefectible por la concordancia de los acentos métricos con la -acentuación de las palabras; hizo de la rima una sorpresa y al mismo -tiempo un colorido vivo; combinó nuevas formas estróficas, renovando -también el soneto y el terceto camonianos, con un tinte de gracia de los -modismos populares. En la fábula de la «Cabra» o «Carneiro e o Cebado,» -resolvió magistralmente el problema presentido por los llamados -nephelibatas, de la remodelación de la estructura del verso; encontró -que el verso puede quebrarse en los hemistiquios más caprichosos, y aun -sin sílabas definidas, pero siempre cayendo dentro de la armonía -fundamental y orgánica del verso tal como el oído romántico lo -estableció. La perfección de la forma no bastaba para que João de Deus -ejerciese un influjo inmediato; sería admirado como artista, pero no -tendría el invencible poder de sugestión en los espíritus. Además de esa -perfección parnasista, sus versos expresan estados de alma, la pasión -íntima, vaga y casi timorata de los antiguos trovadores; aspiraciones -indefinidas, como las de los neoplatónicos o petrarquistas del -Renacimiento; la unción mística, como la de los versos de los poetas -extáticos españoles; y, finalmente, la sátira mordiente, como la de los -«goliardos» y estudiantes de la tuna de las universidades medioevales, -cuyo espíritu se advierte en las estrofas de «Dinheiro,» la «Lata» y la -«Marmelada». La impresión que produjo cuando la poesía caía -desacreditada por las exageraciones ultra románticas, fué grande, se -hizo sentir en una rápida transformación de gusto y esmero en los nuevos -poetas. Con verdad y justicia, João de Deus fué proclamado el maestro de -todos nosotros.» - -Muerto ese maestro ilustre, a quien con tanto amor celebra Teófilo -Braga, y cuyos despojos se habían cubierto de blancas rosas frescas y de -laureles, un joven le despide con un saludo glorioso, como se saluda a -un pabellón, en el instituto de Coimbra. Ese joven era el mismo que -enviara al féretro del consagrado cantor de amores, una corona de -violetas y crisantemos, con esta leyenda: «A João de Deus, Eugenio de -Castro.» Le despide con nobleza y orgullo principales, salvando la -esencia lírica del maestro. Su ofrenda fué la presentación verdadera de -la obra de João de Deus, libre de las tachas y aglomeraciones -perturbadoras que impone la crítica indocta y fácil en la incompetencia -de sus admiraciones. Lamentó con una honda voz de artista puro, la -belleza poluta por la brutalidad de la moderna vida, por las bajas -conquistas de interés y de la utilidad. «El americanismo reina -absolutamente: destruye las catedrales para levantar almacenes: derrumba -palacios para alzar chimeneas, no siendo de extrañar que transforme -brevemente el monasterio de Batalha en fábrica de conservas o tejidos, y -los Jerónimos en depósito de carbón de piedra o en club democrático, -como ya transformó en cuartel el monumental convento de Mafra. Las -multitudes triunfantes aclaman al progreso; Edison es el nuevo Mesías; -las Bolsas son los nuevos templos. El humo de las fábricas ya obscurece -el aire; en breve dejaremos de ver el cielo!» Tal es la queja; es la -misma de Huysman en Francia, la queja de todos los artistas, amigos del -alma; y considerad si se podría lanzar con justicia ese Clamor de -Coimbra, en este gran Buenos Aires que con los ojos fijos en los Estados -Unidos, al llegar a igualar a Nueva York, podrá levantar un gigantesco -Sarmiento de bronce, como la libertad de Bartholdi, la frente vuelta -hacia el país de los ferrocarriles. - -Ese artista que de tal manera exclama «¡en breve dejaremos de ver el -cielo!», es uno de los más exquisitos con que hoy cuenta la moderna -literatura europea, o mejor dicho, la moderna literatura cosmopolita. -Pues existe hoy ese grupo de pensadores y de hombres de arte que en -distintos climas y bajo distintos cielos van guiados por una misma -estrella a la morada de su ideal; que trabajan mudos y alentados por una -misma misteriosa y potente voz, en lenguas distintas, con un impulso -único. ¿Simbolistas? ¿Decadentes? Oh, ya ha pasado el tiempo, -felizmente, de la lucha por sutiles clasificaciones. Artistas, nada más, -artistas a quienes distingue principalmente la consagración exclusiva a -su religión mental, y el padecer la persecución de los Domicianos del -utilitarismo; la aristocracia de su obra, que aleja a los espíritus -superficiales, o esclavos de límites y reglamentos fijos. Entre las -acusaciones que han padecido, ha sido la de la obscuridad. Se les -adjudicó el imperio de las tinieblas. Las gentes que se nutren en los -periódicos les declararon incomprensibles. En los países del sol, se -dijo: «son cosas de los países del Norte. Esos hombres trabajan en las -nieblas; sigamos nuestras tradiciones de claridad.» Y resulta por fin, -que la luz también pertenece a esos hombres, y que los palacios -sospechosos de encantamiento que se divisaban entre las brumas de -Escandinavia y en tierras donde sueñan seres de cabellos dorados y ojos -azules, alzan también sus cúpulas entre las fragancias y esplendores del -mediodía, y en tierras en que los divinos sueños y las prodigiosas -visiones penetran también por las pupilas negras. - -En los tiempos que corren, dice de Castro, el diletantismo literario, -ese joyero de piedras falsas, dejó de ser un monopolio de los burgueses, -ha pasado hasta las más bajas clases populares. Cuando las otras -ocupaciones intelectuales, la filosofía y el derecho, las matemáticas y -la química, por ejemplo, son respetadas por el vulgo, no hay por ahí -«boni frate» que no se juzgue con derecho de invadir el campo literario, -exponiendo opiniones, distribuyendo diplomas de valer o de mediocridad. - -Lo cierto es, sin embargo, que la literatura es sólo para los literatos, -como las matemáticas son sólo para los matemáticos y la química para los -químicos. Así como en religión sólo valen las fes puras, en arte sólo -valen las opiniones de conciencia, y para tener una concienzuda opinión -artística, es necesario ser un artista. - -¿Ha tenido que luchar Eugenio de Castro? Indudablemente, sí. No conozco -los detalles de su campaña intelectual; pero no impunemente se llega a -tan justa gloria a su edad, ni se producen tan admirables poemas. La -gloria suya, la que debe satisfacer su alma de excepción, no es por -cierto la ciega y panúrgica fama popular, tan lisonjera con las -medianías; es la gloria de ser comprendido por aquellos que pueden -comprenderle; es la gloria en la comunidad de los «aristos.» Su nombre -no resuena sino desde hace poco tiempo en el mundo de los nuevos. Su -«Oaristos» apareció hace apenas seis años. Después se sucedieron -«Horas,» «Sylva,» «Interlunios.» No he leído sus obras sino después que -conocí al poeta por la crítica de Italia y Francia. Abonado por Remy de -Gourmont y Vittorio Pica, encontró abiertas de par en par las puertas de -mi espíritu. Leí sus versos. Desde el primer momento reconocí su -iniciación en el nuevo sacerdocio estético y la influencia de maestros -como Verlaine. Y en veces su voz era tan semejante a la voz verleniana, -que junté en mi imaginación el recuerdo de de Castro, al del amado y -malogrado Julián del Casal, un cubano que era por cierto el hijo -espiritual de «Pauvre Lelian». Eran versos de la carne y versos del -alma, versos caldeados de pasión, o de fe; ya reflejos de la roja -hoguera swinborniana o de los incensarios y cirios de «Sagesse.» - - Oid: - - «Tu frialdad acrece mi deseo: cierro los ojos para olvidarte, y - cuanto más procuro no verte, cuanto más cierro los ojos, más te - veo. - - Humildemente tras de ti sigo, humildemente, sin convencerte, cuanto - siento por mí crecer el gélido cortejo de tus desdenes. - - Sé que jamás te poseeré, sé que «otro» feliz venturoso como un rey - abrazará tu virginal cuerpo en flor. - - Mi corazón entretanto no se detiene: aman a medias los que aman con - esperanza--: amar sin esperanza es el verdadero amor.» - -Ya en «Horas» el tono cambia. - - «No perpetuemos el dolor, seamos castos de una castidad elevada. Tú - como Inés, la santa de los tupidos cabellos, yo como el purísimo - San Luis Gonzaga. - - ¡La Pureza conviene a almas como las nuestras, las mucosas tientan - solamente a las almas vulgares, la sonrisa con que me encantas sea - rosa mística! y sean las miradas tuyas el argentino «pax tecum». - - No son ya tus gráciles gracias de doncella las que me cautivan. Del - Arcángel la espada reluciente decapitó a la Lujuria que hiere y que - hiela: lo que adoro es tu corazón.» - - * * * * * - -Después llegó a mis manos, en el «Mercure de France», un poema simbólico -y extraño, de un sentimiento profundamente pagano, hondo y audaz. -«Sagramor» y «Belkiss» me hechizaron luego. - -«Sagramor» comienza en prosa, en la prosa musical y artística de de -Castro. Sagramor es un pastor al principio. Luego, caballero, recorrerá -todas las cimas de la vida, en busca de la felicidad. Goza del amor, de -las grandezas mundanas, de la variedad de paisajes y cielos, de las -victorias de la fama: Como un eco del Eclesiastés debía repetirle a cada -instante la vanidad de las cosas humanas. ¿Qué le consolará de la -desesperanza, cuando ha hallado polvo y ceniza? Ni la ciencia, ni la luz -del creyente, ni la voz de la triste Naturaleza. Hay una virgen fiel que -podría salvarle y acogerle: la Muerte; pero la Muerte no le abre sus -brazos. A través de soberbios episodios, en mágicos versos, desfila una -sucesión de visiones y de símbolos que va a parar al obscuro reino de la -invencible Desilusión, a la fatal miseria del Tedio. En lo más amargo -del desencanto, Sagramor quiere consolarse con el recuerdo de su primera -y dulce pasión, Cecilia, que apenas surge un instante, «creatura bella -bianco vestita», y desaparece. Oid las voces que llegan de tanto en -tanto, a invitarle al goce de la existencia: - -PRIMERA VOZ - -O viandante que estáis llorando, ¿por qué lloras? Ven conmigo; reiremos -cantando las horas. ¡Ven, no tardes; yo soy el Amor; quiero dar alas a -tus deseos! ¡De lindas bocas, copas en flor, beberás dulces, suaves -besos! - -SAGRAMOR - -¿Besos...? Los besos, hojas vertiginosas, son venenos. Deshojan rosas -sobre las bocas, pero abren llagas en el corazón... - -SEGUNDA VOZ - -He aquí oro, llénate de oro, toma, no llores... Con los ducados de este -tesoro, tendrás palacios, gemas y flores... Mira, ve cuán rubio es el -oro y cómo resplandece... - -SAGRAMOR - -¿Oro...? ¿y para qué? La Felicidad no la vende nadie. - -TERCERA VOZ - -¿Por qué lanzas tan lamentables quejas, con tan tétrico y angustioso -tono? ¡Viajemos! gozaremos bellos días... - -SAGRAMOR - -El mundo es pequeño. Lo he recorrido ya todo. - -CUARTA VOZ - -Soy la Gloria, alegre genio de un radioso país solar... ¡Tú serás el -mayor poeta del mundo! - -SAGRAMOR - -Dicen que el mundo está para concluir... - -QUINTA VOZ - -Serás un sabio: desde mi albergue verás pronto aclarado todo. - -SAGRAMOR - -Si hubiera conservado mi ignorancia, no me habría sentido tan -desventurado... - -SEXTA VOZ - -Yo soy la muerte victoriosa, madre del misterio, madre del secreto... - -SAGRAMOR - -¡Oh, no me toques! ¡Vete! ¡Tengo miedo de ti! - -SÉPTIMA VOZ - -¡Yo soy la vida! Ya que el morir te da miedo, te daré mil años. - -SAGRAMOR - -¡No, Dios mío! ¡No he sufrido ya tantos atroces desengaños! - -MUCHAS VOCES - -¿Quieres los más raros, los más dulces placeres? ¿Quieres ser estrella, -quieres ser rey? Responde. ¿Qué quieres? - -SAGRAMOR - -No sé... No sé... - - * * * * * - -Un delicado poema suyo:--«La Monja y el Ruiseñor», que dedicó a su amigo -el conde Robert de Montesquiou-Fezensac,--otro exquisito de Francia. Os -traduciré fielmente esos preciosos versos. - - De los argentinos plátanos a la sombra - La linda monja, que antes fuera princesa, - Deja vagar sus ojos por el paisaje... - Vese el monasterio, a lo lejos, entre las hojas... - - Allá, en un balcón que domina las aguas, - Las otras monjas ríen, contemplando - El polífono mar, tan agitado, - Que de las olas los límpidos aljófares - Sobre la tela de los hábitos cintilan, - Dando a aquellas pobrecillas el aspecto - De reinas que se divierten en una boda. - - La princesa real, que se hizo monja, - Que una corona trocó por cilicios, - Y las fiestas por la dulce paz del claustro, - Lejos de las compañeras sonrientes - Jamás a las diversiones de ellas se junta. - Cuando no duerme o reza, su vida - Es vagar por el encierro, - Tan ajena a sí misma, tan suspensa - Cual si las nieblas de un sueño atravesase... - - La monja piensa... - - Un día, siendo novicia, - Al despertar, sus claros ojos vieron - Cerca de sí un ruiseñor dulcísimo - Que le dijo: - - «Soy yo, el alma tuya, - Que esta forma tomé, para, volando, - Recorrer distantes, luminosos países, - Cuyos prodigios mil y mil encantos - Vendré a contarte en las serenas noches...» - - Entonces, el ruiseñor batió las alas; - Pero nunca más volvió a su dueña - Que por volverle a ver se desespera, - Sufriendo tanto que llorosa juzga - Haber tenido quizá dos almas, - Porque, huyendo la una, no sentiría - Tales penas, si no le quedase otra. - - Apágase el día... - - He aquí que al nacer la luna - Entre las aves que vuelven a sus nidos - A la esbelta monja se acerca un ruiseñor - Mirándola y remirándola, hasta que rompe - En un argentino cantar: - - «¿No me conoces? - Soy yo, tu alma... ten paciencia - Si de ti me he apartado por tanto tiempo. - ¡Ah! Pero tú no calculas, amiga mía, - Cuán lindas cosas he visto, qué lindas cosas - Traigo que contarte...» - - La paz de la noche - Se aterciopela por los tranquilos prados; - Y entonces la monja que en transporte lánguido - Parece oir allí celestes coros, - A la linda monja cuyos ojos mansos - Se van cerrando en mística voluptuosidad, - El airoso ruiseñor cuenta los viajes - Que hizo por las estrellas diamantinas... - - ¡Oh! ¡qué dulce cantar! Cantar tan lindo - Que el sol nació, subió, y en fin hundióse, - Sin que la monja en su curso reparase - Toda abstraída al oir el divino canto... - ¡Y el canto no termina! Y la luna blanca - De nuevo surge en el aire, de nuevo expira, - Nuevamente el sol brilla y palidece, - Y siempre el canto encanta a la monja. - - El canto celestial la va llevando - Por divinos jardines maravillosos - Donde los pálidos ángeles sonrientes, - Con aéreos vestidos de perfumes, - Andan curando heridas mariposas. - - Llévala el canto por la vía láctea, - Donde hay floresta, blancas, todas blancas, - Y donde en lagos de leche pasan cisnes - Arrastrando de los serafines extáticos - Las barcas de cristal llenas de lirios... - - ¡Y el ruiseñor no cesa! Cuenta, cuenta - Maravillas, prodigios, esplendores... - Y la linda monja, al oirlo, sueña, sueña... - Sin comer ni dormir, días y días... - Muere por fin el otoño, llega el invierno, - Cae nieve, el frío corta, mas la monja - Sólo oye al ruiseñor... y nada siente... - - Muere el invierno, llega la primavera, - Retorna el verano y pasan meses, - Pasan años, ciclones, tempestades, - ¡Y el ruiseñor no cesa! cuenta... canta... - Y la linda monja al oirlo, sueña, sueña... - ¡Oh, qué delicia aquella! ¡Qué delicia! - - De sus compañeras queda apenas - El frío polvo en las frías sepulturas, - Y el fuego destruyó todo el convento - --¡Y sin embargo, la monja no sabe nada! - Oyendo al ruiseñor no vió el incendio - Ni los dobles oyó que anunciaran - De las otras monjas la distante muerte... - - Nuevos años se extinguen... - - Una guerra - Tuvo lugar allí, muy cerca de ella, - Que nada oyó ni vió, escuchando el canto: - Ni el funesto estridor de las granadas, - Ni los suspiros vanos de los moribundos, - Ni la sangre que a sus pies iba corriendo... - - ¡Un día, al fin, el ruiseñor se calló! - De los argentinos plátanos a la sombra - La monja despertó, suavemente - Y murió, como un niño que se duerme, - Mientras el ruiseñor volaba, ledo, - Para el país que tanto le deslumbrara... - -El ruiseñor había cantado trescientos años... - -Si no habéis podido juzgar de la melodía original del verso, de seguro -os habrá complacido esa deliciosa fábula. Si os fijáis bien, podréis -encontrar que ese ruiseñor es hermano de aquel que oyó el monje de la -leyenda; pero confesaréis que ambos pájaros paradisíacos cantan unánimes -con igual divina gracia. - -Y he aquí que llegamos a la obra principal de Eugenio de Castro, -«Belkiss», traducida ya a varios idiomas y celebrada como una verdadera -obra maestra. - -Léese en el «Libro de los Reyes», en la parte del reinado de Salomón: -«Et ingressa Jerusalem multo cum comitatu, et divitiis, camelis -portantibus aromata, et aurum infinitum nimis, et gemmas pretiosas, -venit ad regem Salomonen, et locuta est ei universa quæ habebat in corde -suo.» Y más adelante: «Rex autem Salomon, dedit reginæ Saba omnia quæ -voluit et petivit ab eo; exceptis his, quæ ultro obtulerat ei numere -regio. Quæ reserva est, et abiit in terram suam cum servis suis.» Es esa -reina de Saba, la Makheda de la Etiopía de cuya descendencia se gloria -el negus Menelik, la Belkiss arábiga. Al solo nombrar a la reina de Saba -sentiréis como un soplo perfumado de ungüentos bíblicos, miraréis en -vuestra imaginación un espectáculo suntuoso de poderío oriental; tiendas -regias, camellos enjaezados de oro, desnudas negras adolescentes con -flabeles de plumas de pavos-reales; piedras preciosas y telas de -incomparable riqueza. ¡Y bien! Eugenio de Castro ha evocado mágicamente -la misteriosa y bella persona. La reina de Saba de Axum y del Hymiar se -anima, llena de una vida ardiente, en fabulosas decoraciones, imperiosa -de amor, simbólica víctima de una fatalidad irreductible. - -Es un poema dialogado, en prosa martillada por un Flaubert nervioso y -soñador, y en donde la reminiscencia de Mæterlink queda inundada en un -torbellino de luz milagrosa, y en una harmonía musical, cálida y -vibrante. Lo pintoresco, las acotaciones, en su elegancia arqueológica -nos llevan a recodar ciertas páginas, de «Herodias» o de la «Tentación -de San Antonio.» Belkiss en sus suntuosos triunfos, habrá de padecer -después el ineludible dolor. Para que David nazca ella pasará sobre la -experiencia y sabiduría de Jophesamin, su mentor o ayo; y sentirá -primero la tempestad de amor en su sexo y en su corazón; y hará el viaje -a Jerusalem, entre prodigios y misterios, y sentirá por fin el beso del -adorado rey, y temblará cuando contemple bajo sus pies las azucenas -sangrientas. - -Una sucesión de escenas fastuosas se desarrolla al eco de una wagneriana -orquestación verbal. Puede asegurarse sin temor a equivocación, que los -primeros «músicos,» en el sentido pitagórico y en el sentido wagneriano, -del arte de la palabra, son hoy Gabriel D’Annunzio y Eugenio de Castro. - -Quisiera daros una idea de ese poema--que ha rendido la indiferencia -oficial en Portugal,--donde a los veintisiete años ha sido su autor -elegido miembro de la Real academia de Lisboa, y que ha arrancado -aplausos fraternales en todos los puntos del globo en que existen -cultivadores del arte puro. Mas tendría que ser demasiado profuso, y -prefiero aconsejaros, como quien recomienda una especie rara de flor, o -un delicioso licor exótico, que leáis Belkiss, en la versión de Picca, -en italiano, que es de todo punto admirable, o, en el bello librito -arcaico impreso en Coimbra por Francisco Franca Amado. Y tened presente -que hay que acercarse a nuestro autor con deseo, sinceridad y nobleza -estéticas. Os repetiré las palabras del crítico italiano: «Ciertamente, -la poesía de Eugenio de Castro es poesía aristocrática, es poesía -decadente, y por lo tanto, no puede gustar sino a un público restricto -y selecto, que, en los refinamientos de las ideas y de las sensaciones, -en la variedad sabia y musical de los ritmos, halla una singular -voluptuosidad del espíritu. El común de los lectores, acostumbrados a -los azucarados jarabes de los poetitas sentimentales, o solamente de -gusto austero y que no aprecian sino la leche y el vino vigoroso de los -autores clásicos, vale más que no acerquen los labios a las ánforas -curiosamente arabescadas y pomposamente gemadas de los cantos ya -amorosos, ya místicos, ya desesperados del poeta de Coimbra; ya que en -ellos está contenido un violento licor que quema y disgusta a quien no -está hecho a las fuertes drogas de cierta refinada y excepcional -literatura modernísima.» - -Se trata, pues, de un «raro.» Y será asombro curioso el de aquellos que -lean a Eugenio de Castro con la preocupación de moda de los que creen -que toda obra simbolista es un pozo de sombra. «Belkiss» está lleno de -luz. - -Señores: He concluído esta conferencia sobre el poeta Eugenio de Castro -y la literatura portuguesa. - -[imagen] - - - - -ÍNDICE - - - _Páginas._ - -Prólogo 7 - -El arte en silencio 9 - -Edgar Allan Poe 17 - -Leconte de Lisle 33 - -Paul Verlaine 53 - -El conde Matías Augusto de Villiers de -L’Isle Adam 63 - -León Bloy 77 - -Jean Richepin 91 - -Jean Moreas 103 - -Rachilde 123 - -George d’Esparbés 135 - -Augusto de Armas 143 - -Laurent Tailhade 149 - -Fra Domenico Cavalca 157 - -Eduardo Dubus 167 - -Teodoro Hannon 179 - -El conde de Lautréamont 189 - -Paul Adam 199 - -Max Nordau 205 - -Ibsen 217 - -José Martí 233 - -Eugenio de Castro 245 - -[imagen: - - ACABÓSE - DE IMPRIMIR - ESTE LIBRO EN - MADRID, EN LA - TIPOGRAFÍA YAGÜES - EL DÍA XVI - DE ENERO - DEL AÑO - MCMXVIII -] - - - - - -PRIMERA Y UNICA EDICION - -DE LAS - -OBRAS COMPLETAS - -DEL GLORIOSO POETA HISPANO-AMERICANO - -RUBÉN DARÍO - -(EDITADAS POR SU HIJO RUBÉN) - -cuidadosamente seleccionadas, corregidas e impresas en tomos de 300 a -400 páginas, con magníficas decoraciones del insigne artista - -ENRIQUE OCHOA - -Se publicará un volumen mensual. - -Para la adquisición de estas colecciones se admiten suscripciones a los -precios siguientes: - -_Suscripción anual, o sea de doce volúmenes:_ - - En España En el Extranjero - --------- ---------------- - En rústica 40 ptas. 45 pesetas - En tela con planchas doradas 52 » 55 » - En pasta española 58 » 62 » - - -_Volumen suelto:_ - - En rústica 3,50 ptas. - En tela con planchas doradas 4,50 » - En pasta española 5,00 » - -Las suscripciones, tanto a España como al Extranjero, se servirán =FRANCO -DE PORTE= y se cobrarán por - -SEMESTRES ADELANTADOS - -EDICION ESPECIAL PARA BIBLIOFILOS - -Además se hará una tirada extraordinaria de cien colecciones numeradas, -impresas en papel fabricado especialmente y encuadernadas en pergamino, -que se servirán únicamente por suscripción, en las mismas condiciones -que las anteriores, al precio de - -DIEZ PESETAS CADA TOMO - -En cada tomo se harán constar los nombres de los suscriptores a todas -las colecciones, tanto de la edición corriente como de ésta, -especialmente dedicada a bibliófilos, la cual llevará además, si así lo -desea el interesado, su nombre o iniciales en la tapa de encuadernación, -sin ningún otro adorno; pero si el suscriptor desea que la tapa vaya -decorada a mano por el Sr. Ochoa, habrá de aumentar otras 10 pesetas por -este trabajo. Cada tomo llevará distinta decoración. - -Para suscripciones y pedidos de ejemplares, dirigirse a la casa -administradora de esta edición. - - - EDITORIAL MUNDO LATINO - - Barbieri, 1 duplicado.--Apartado 502 - - MADRID - - - Las librerías de España y América deberán dirigir sus pedidos a la - - SOCIEDAD GENERAL ESPAÑOLA DE LIBRERÍA, - - DIARIOS, REVISTAS Y PUBLICACIONES (S. A.) - - ------FERRAZ, 21------ MADRID------ - -NOTAS: - - [1] Ingram. - - [2] Miss. Royster--citada por Ingram. - - [3] Miss. Heywod.--Ibid. - - [4] Mrs. Weiss.--Ibid. - - [5] Tiene, no obstante, un himno a María en Poems and Essays. - - [6] Spinoza. Tratado teológico-político. - - [7] Santo Tomás. Teodicia, XLI. - - [8] V. Pontavice. - - [9] Pontavice. Vida de Villiers. - - [10] Le «Dixième cercle de l’Enfer.» - - [11] Max Simón. - - * * * * * - -Los errores corregidos por el transcriptor: - -de las perrogativas sociales=> de las prerrogativas sociales {pg 9} - -por por ese aspecto=> por ese aspecto {pg 12} - -disertación de mas de un=> disertación de más de un {pg 12} - -Ya en libro de Job=> Ya en el libro de Job {pg 28} - -marmóreos bajorelieves=> marmóreos bajorrelieves {pg 34} - -la india y sus pagodas=> la India y sus pagodas {pg 39} - -crismen=> crimen {pg 42} - -encantadora y vivida=> encantadora y vívida {pg 43} - -El sueño del cóndor=> El sueño del condor {pg 47} - -Ya no padeceses=> Ya no padeces {pg 53} - -Barbey de’Aurevilly=> Barbey d’Aurevilly {pg 54} - -trágico de Villon=> trágico de Villón {pg 59} - -los principes antiguos=> los príncipes antiguos {pg 63} - -de nolilísima familia=> de nobilísima familia {pg 65} - -su llegada causo asombro=> su llegada causó asombro {pg 66} - -se posieron a buscar un joven=> se pusieron a buscar un joven {pg 68} - -respladeciente y lleno=> resplandeciente y lleno {pg 72} - -mejores que el homdre=> mejores que el hombre {pg 80} - -fulminantes escatalogias=> fulminantes escatologías {pg 81} - -Leód Bloy=> León Bloy {pg 84} - -gala de biceps=> gala de bíceps {pg 91} - -del amor epidermico=> del amor epidérmico {pg 94} - -sacrilegos cuadros imaginarios=> sacrílegos cuadros imaginarios {pg 95} - -cosas viejas y bien sabidos=> cosas viejas y bien sabidas {pg 99} - -espejear antes mis ojos=> espejear ante mis ojos {pg 106} - -Qué hay distancia=> Que hay distancia {pg 109} - -Syrtis inhospita=> Syrtis inhóspita {pg 110} - -sheis made of truth=> she is made of truth {pg 117} - -grace in an simplicty=> grace in and simplicity {pg 118} - -guerra a Stendahl y a Tolstoi=> guerra a Stendhal y a Tolstoi {pg 138} - -regase su troncó=> regase su tronco {pg 146} - -nagnificencias del catolicismo=> magnificencias del catolicismo {pg 151} - -ds cinname et de myrrhe=> de cinname et de myrrhe {pg 154} - -con los dientes y y la arrojó=> con los dientes y la arrojó {pg 160} - -salir estrindentes=> salir estridentes {pg 161} - -Cuando la publicacién=> Cuando la publicación {pg 170} - -del Eclesiastes=> del Eclesiastés {pg 173} - -avant davoir été=> avant d’avoir été {pg 177} - -M. Théodre Hannon, un poéte=> M. Théodore Hannon, un poète {pg 179} - -los poetas y estritores=> los poetas y escritores {pg 179} - -curiosísmo y originalísimo=> curiosísimo y originalísimo {pg 180} - -La chinoise aux fueurs des bronzes En allume ses ongles d’or Et sa gorge -çitrine où dort Le désir insensè des bonzes. La japonaise en ses rançons -Se sert de tes acres salives.=> La chinoise aux lueurs des bronzes En -allume ses ongles d’or Et sa gorge citrine où dort Le désir insensé des -bonzes. La japonaise en ses rançons Se sert de tes âcres salives. {pg -181} - -Le sandrigham, l’Ylang-Ylang, la violette De ma pále Beuté font une -cassolette Vivante sur laquelle errent mes sens rodeurs=> Le sandrigham, -l’Ylang-Ylang, la violette de ma pâle Beauté font une cassolette vivante -sur laquelle errent mes sens rôdeurs. {pg 183} - -palabras humedas=> palabras húmedas {pg 190} - -es demasido vago=> es demasiado vago {pg 191} - -Adieu viellard=> Adieu vieillard {pg 194} - -antigo colaborador=> antiguo colaborador {pg 201} - -a la destruccción=> a la destrucción {pg 203} - -socialistas, aristocráticas fantochesas=> socialistas, aristocrácticas -fantochesas {pg 203} - -según Waltter Scott=> según Walter Scott {pg 206} - -Le Brigandage de la Médicine=> Le Brigandage de la Médecine {pg 206} - -Aqui de las comparaciones=> Aquí de las comparaciones {pg 208} - -al lado de ese había=> al lado de ése había {pg 209} - -dirigir su escalpedo hacia Verlaine=> dirigir su escalpelo hacia -Verlaine {pg 209} - -Jesucrito=> Jesucristo {pg 209} - -lógicamente en su deshaucio=> lógicamente en su desahucio {pg 211} - -escribe su diagóstic=> escribe su diagóstic {pg 212} - -On y recontre aussi Mendés A qui nul rythme ne resiste, Qu’il chante -l,Olimpe ou l’Ades.=> On y rencontre aussi Mendés A qui nul rythme ne -resiste, Qu’il chante l’Olimpe ou l’Ades. {pg 213} - -Si, Dorian Gray es loco rematado=> Sí, Dorian Gray es loco rematado {pg -213} - -Heda Gabler=> Hedda Gabler {pg 213} - -el católico Barbey d’Aureville=> el católico Barbey d’Aurevilly {pg 213} - -ser el apostol=> ser el apóstol {pg 225} - -¿Cual sería el poeta=> ¿Cuál sería el poeta {pg 227} - -el gusto fracés=> el gusto francés {pg 229} - -oborrecimiento de los tontos=> aborrecimiento de los tontos {pg 237} - -cuadrigas de metáforas=> cuádrigas de metáforas {pg 239} - -Ei despois vem Diniz, que bem parece Do bravo Affonso, estirpe nolbe e -dina; Con quen a fama grande se escurece Da liberalidade Alexandrina: -Com este o reino próspero florece (Alcançada já a paz aurea divina) En -constituiçoes, leis e costumes, Na terra já tranquilla claros lumes.=> - -Eis depois vem Dinis, que bem parece Do bravo Afonso estirpe nobre e -dina, Com quem a fama grande se escurece Da liberalidade Alexandrina. -Com este o Reino próspero florece (Alcançada já a paz áurea divina) Em -constituições, leis e costumes, Na terra já tranquila claros lumes. {pg -247-8} - -una produccción=> una producción {pg 251} - -el gélico cortejo=> el gélido cortejo {pg 256} - -tus graciles gracias=> tus gráciles gracias {pg 256} - -reluciente dedecapitó=> reluciente decapitó {pg 256} - -un eco del Eclesiastes=> un eco del Eclesiastés {pg 257} - -Gabriel D’Anunnzio=> Gabriel D’Annunzio {pg 264} - - - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Los Raros, by Rubén Darío - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LOS RAROS *** - -***** This file should be named 50365-0.txt or 50365-0.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/0/3/6/50365/ - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. 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You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: Los Raros - Obras Completas Vol. VI - -Author: Rubén Darío - -Illustrator: Enrique Ochoa - -Release Date: November 1, 2015 [EBook #50365] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LOS RAROS *** - - - - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - -</pre> - -<hr class="full" /> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/cover.jpg" width="300" height="500" alt="Image not available" title="" /> -</div> - -<h1>L O S R A R O S</h1> - -<p><a name="page_001" id="page_001"></a></p> - -<p><a name="page_002" id="page_002"></a></p> - -<p><a name="page_003" id="page_003"></a></p> - -<div class="figcenter"> -<a href="images/title_lg.png"> -<img src="images/title_sml.png" width="337" height="500" alt="Image not available: LOS RAROS - -POR - -RUBÉN DARÍO - -ILUSTRACIONES - -DE - -ENRIQUE OCHOA - -Volumen VI de las obras completas. -Administración: Editorial -MUNDO LATINO -Madrid" title="" /></a> -</div> - -<p><a name="page_004" id="page_004"></a></p> - -<div class="figcenter"> -<a href="images/illus-004_lg.png"> -<img src="images/illus-004_sml.png" width="231" height="103" alt="Image not available: ES PROPIEDAD" title="" /></a> -</div> - -<table border="4" cellpadding="10" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td align="center"><a href="#INDICE"><b>AL ÍNDICE</b></a></td></tr> -</table> - -<p><a name="page_005" id="page_005"></a></p> - -<div class="figcenter"> -<a href="images/illus-005_lg.png"> -<img src="images/illus-005_sml.png" width="330" height="456" alt="Image not available: Rubén Darío" title="" /></a> -<br /> -<span class="caption">Rubén Darío</span> -</div> - -<p><a name="page_006" id="page_006"></a></p> - -<p><a name="page_007" id="page_007"></a></p> - -<h2><a name="PROLOGO" id="PROLOGO"></a>PROLOGO</h2> - -<p><i>Fuera de las notas sobre Mauclair y Adam, todo lo contenido en este -libro fué escrito hace doce años, en Buenos Aires, cuando en Francia -estaba el simbolismo en pleno desarrollo. Me tocó dar a conocer en -América ese movimiento y por ello y por mis versos de entonces, fuí -atacado y calificado con la inevitable palabra «decadente...» Todo eso -ha pasado,—como mi fresca juventud.</i></p> - -<p><i>Hay en estas páginas mucho entusiasmo, admiración sincera, mucha -lectura y no poca buena intención. En la evolución natural de mi -pensamiento, el fondo ha quedado siempre el mismo. Confesaré, no -obstante, que me he acercado a algunos de mis ídolos de antaño y he -reconocido más de un engaño de mi manera de percibir.</i><a name="page_008" id="page_008"></a></p> - -<p><i>Restan la misma pasión de arte, el mismo reconocimiento de las -jerarquías intelectuales, el mismo desdén de lo vulgar y la misma -religión de belleza. Pero una razón autumnal ha sucedido a las -explosiones de la primavera.</i></p> - -<p class="r"> -<span class="smcap">Rubén Darío.</span><br /> -</p> - -<p><i>París, Enero de 1905.</i><a name="page_009" id="page_009"></a></p> - -<div class="figcenter"> -<a href="images/illus-009_lg.png"> -<img src="images/illus-009_sml.png" width="320" height="109" alt="Image not available" title="" /></a> -</div> - -<h2><a name="EL_ARTE_EN_SILENCIO" id="EL_ARTE_EN_SILENCIO"></a>EL ARTE EN SILENCIO</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-n.png" -width="80" height="82" -alt="N" -/></span><small>O</small> se ha hecho mucho comentario sobre <i>L’Art en silence</i>, de Camilo -Mauclair, como era natural. ¡El «Arte en silencio», en el país del -ruido! así debía ser. Y pocos libros más llenos de bien, más hermosos y -más nobles que éste, fruto de joven, impregnado de un perfume de cordura -y de un sabor de siglos. Al leerle, he aquí el espectáculo que se ha -presentado a mi imaginación: un campo inmenso y preparado para la labor; -un día en su más bello instante, y un labrador matinal que empuja -fuertemente su arado, orgulloso de que su virtud triptolémica trae -consigo la seguridad de la hora de paz y de fecundidad de mañana. En la -confusión de tentativas, en la lucha de tendencias, entre los -juglarismos de mal convencidos apóstoles y la imitación de titubeantes -sectarios, la voz de este digno trabajador, de este sincero intelectual, -en el absoluto sentido del vocablo, es de una transcendental vibración. -No puede haber profesión de fe más transparente, más noble y más -generosa.</p> - -<p>«Creo en la vanidad de las prerrogativas sociales<a name="page_010" id="page_010"></a> de mi profesión y del -talento por sí mismo. Creo en la misión difícil, agotadora y casi -siempre ingrata del hombre de letras, del artista, del circulador de -ideas; creo que, el hombre que en nombre del talento que Dios le ha -prestado, descuida su carácter y se juzga exonerado de los deberes -urgentes de la existencia humana, desobedece a la humanidad y es -castigado. Creo en la aceptación de todos los deberes por la ayuda de la -caridad y del orgullo; creo en el individualismo artístico y social. -Creo que el arte, ese silencioso apostolado, esa bella penitencia -escogida por algunos seres cuyos cuerpos les fatigan e impiden más que a -otros encontrar lo infinito, es una obligación de honor que es necesario -llenar, con la más seria, la más circunspecta probidad; que hay buenos o -malos artistas, pero que no tenemos que juzgar sino a los mentirosos, y -los sinceros serán premiados en el altísimo cielo de la paz, en tanto -que los brillantes, los satisfechos, los mentirosos, serán castigados. -Creo todo eso, porque ya he visto pruebas alrededor mío, y porque he -sentido la verdad en mí mismo, después de haber escrito varios libros, -no sin sinceridad ni trabajo, pero con la confianza precipitada de la -juventud.»</p> - -<p>En efecto, ¿quiénes habrían podido prever, en el autor de tantas páginas -de ensueños,—«corona de claridad» o «sonatitas de otoño»—este rumbo -hacia un ideal de moral absoluta, en las regiones verdaderamente -intelectuales donde no hay ninguna necesidad de hacer ruido para ser -escuchado? El ha agrupado en este sano volumen a varios artistas -aislados, cuya existencia y cuya obra pueden servir de estimulantes -ejemplos en la lucha de las ideas y de las aspiraciones mentales. -Mallarmé, Edgar Poe, Flaubert, Rodenbach, Puvis de Chavannes y Rops, -entre los muertos, y señaladas y activas energías jóvenes. Antes, -conocidos son sus ensayos magistrales, de tan sagaz ideología, sobre -Jules Laforgue y Auguste Rodin.<a name="page_011" id="page_011"></a></p> - -<p>Cada día se afirma con mayor brillo la gloria ya sin sombras de Edgar -Poe, desde su prestigiosa introducción por Baudelaire, coronada luego -por el espíritu transcendentalmente comprensivo y seductor de Stephane -Mallarmé. Mas entre lo mucho que se ha escrito respecto al desgraciado -poeta norteamericano, muy poco llegará a la profundidad y belleza que se -contienen en el ensayo de Mauclair. Es un bienhechor capítulo sobre la -psicología de la desventura, que producirá en ciertas almas el bien de -una medicina, la sensación de una onda cordial y vigorizante. Luego el -espíritu penetrante y buscador, hace ver con luz nueva la ideología -poeana, y muchos puntos que antes pudieran aparecer velados u obscuros, -se ven en una dulce semiluz de afección que despide la elevada y pura -estética del comentarista.</p> - -<p>Una de las principales bondades es la de borrar la negra aureola de -hermosura un tanto macabra, que las disculpas de la bohemia han querido -hacer aparecer alrededor de la frente del gran yanqui. En este caso, -como en otros, como en el de Musset, como en el de Verlaine, por -ejemplo, el vicio es malignamente ocasional, es el complemento de la -fatal desventura. El genio original, libre del alcohol, u otro variativo -semejante, se desenvolvería siempre, siendo, en esa virtud, sus -floraciones, libres de obscuridades y trágicas miserias. En resumen, Poe -queda para el ensayista, «sin imitadores y sin antecesores, un fenómeno -literario y mental, germinado espontáneamente en una tierra ingrata, -místico purificado por ese dolor del que ha dado la inolvidable -transposición, levantado en ultramar, entre Emerson misericordioso y -Whitman profético, como un interrogador del porvenir.»</p> - -<p>De Flaubert—ese vasto espectáculo—presenta una nueva perspectiva. La -suma de razonamientos nos conduce a este resultado: «Flaubert no tiene -de realista sino la apariencia, de artista impasible la<a name="page_012" id="page_012"></a> apariencia, de -romántico la apariencia. Idealista, cristiano y lírico, he ahí sus -rasgos esenciales.» Y las demostraciones son llevadas por medio de la -amable e irresistible lógica de Mauclair, que nos presenta la figura -soberbia del «buen gigante», por ese aspecto que permanece ya -definitivo. Es también de un fin reconfortante, por el ejemplo de -voluntad y de sufrimientos, en la pasión invencible de las letras, la -enfermedad de la forma, soportada por otros dones de fortaleza y de -método.</p> - -<p>Sobre Mallarmé la lección es todavía de una virtud que concreta una -moral superior. ¿Acaso no va ya destacándose en toda su altura y -hermosura ese poeta a quien la vida no consentía el triunfo, y hoy baña -la gloria, «el sol de los muertos», con su dorada luz?</p> - -<p>La simbólica representación está en la gráfica idea de Felician Rops: el -harpa ascendente, a la cual tienden, en el éter, innumerables manos de -lo invisible. La honorabilidad artística, el carácter en lo ideal, la -santidad, si posible es decir, del sacerdocio, o misión de belleza, -facultad inaudita que halló su singular representación en el maravilloso -maestro, que a través del silencio, fué hacia la inmortalidad. Una frase -de Mme. Perier en su «Vida de Pascal», sirve de epígrafe al ensayo -afectuoso, admirable y admirativo, justo, consagrado al doctor de -misterio: «Nous n’avons su toutes ces choses qu’apres sa morte.»</p> - -<p>La estética mallarmeana por esta vez ha encontrado un expositor que se -aleje de las fáciles tentativas de un Wisewa, de las exégesis divertidas -de varios teorizantes, como de las blindadas oposiciones de la retórica -escolar, o lo que es peor, junto a la burda risa de una enemistad que no -razona, la embrolladora disertación de más de un pseudo-discípulo.</p> - -<p>Las páginas dedicadas a Rodenbach, con quien la juventud le une más -cercanamente, en una afección<a name="page_013" id="page_013"></a> artística fraternal, mitigan su tristeza -en la afirmación de un generoso y sereno carácter, de una vida como -autumnal, iluminados crepuscularmente de poesía y de gracia interior. -«Le hemos conocido irónico, entusiasta, espiritual y nervioso; pero era, -ante todo, un melancólico, aun en la sonrisa. Le sentíamos menos extraño -por su voz y ciertos signos exteriores, que lejano por una singular -facultad de reserva. Ese cordial era aislado de alma. Había en esa faz -rubia y fina, en esa boca fina, en esos ojos atrayentes, una languidez y -un fatalismo que no dejaban de extrañar. Es feliz, pensábamos, y, sin -embargo, ¿qué tiene? Tenía el gusto atento y la comprensión de la -muerte. Se detenía en el dintel de la existencia, y no entraba, y desde -ese dintel nos miraba a todos con una tristeza profundamente delicada. -Ha vuelto a tomar el camino eterno: era un transeunte encantador que no -ha dicho todo su pensamiento en este mundo. Estaba «hanté» por su -misticismo minucioso y extraño, evocaba todo lo que está difunto, -recogido, purificado por la inmóvil palidez de los reposos seculares. -Llevaba por todas partes su claustro interior, y si ha deseado ser -enterrado en esa Bruges que amó tanto, puede decirse que su alma estaba -dormida ya en la pacífica belleza de una muerte harmoniosa.» Decid si no -es este camafeo de un encanto sutil y revelador, y si no se ve a su -través el alma melancólica del malogrado animador de «Bruges la muerta.» -Estos párrafos de Mauclair son comparables, como retrato, en la -transposición de la pintura a la prosa, al admirable pastel en que -perpetúa la triste faz del desaparecido, el talento comprensivo de Levy -Dhurmer.</p> - -<p>Algunos vivos, son también presentados y estudiados, y entre ellos uno -que representa bien la fuerza, la claridad, la tradición del espíritu -francés, del alma francesa, el talento más vigoroso de los actuales -escritores de este país.</p> - -<p>He nombrado a Paul Adam. Así sobre Elemir<a name="page_014" id="page_014"></a> Bourges de obra poco -resonante, pero muy estimado por los intelectuales, consagra algunas -notas, como sobre León Daudet.</p> - -<p>La parte que denomina «El crepúsculo de las técnicas», debía traducirse -a todos los idiomas y ser conocida por la juventud literaria que en -todos los países busca una vía, y mira la cultura de Francia y el -pensamiento francés, como guías y modelos. Es la historia del -simbolismo, escrita con toda sinceridad y con toda verdad; y de ella se -desprenden utilísimas lecciones, enseñanzas cuyo provecho es inmediato, -así el estudio sobre el sentimentalismo literario, en que el alma de -nuestro siglo está analizada con penetración y cordura a la luz de una -filosofía amplia y generosa, poco conocida en estos tiempos de egotismos -superhombríos y otras nieztschedades. No sabría alabar suficientemente -los capítulos sobre arte, y el homenaje a altos artistas—artistas en -silencio—como Puvis y Felician Rops, Gustave Moreau y Besnard, así como -los fragmentos de otros estudios y ensayos que ayudan en el volumen a la -comprensión, al peso, y para decirlo con mi sentimiento, a la simpatía -que se experimenta por un sincero, por un laborioso, por un verdadero y -grande expositor de saludables ideas, que es al propio tiempo, él -también, un señalado, uno que ha hallado su rumbo cierto, y como él -gustará que se le llame, un artista silencioso.</p> - -<div class="figcenter" style="width: 142px;"> -<a href="images/illus-014_lg.png"> -<img src="images/illus-014_sml.png" width="142" height="80" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_015" id="page_015"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 329px;"> -<a href="images/illus-015_lg.png"> -<img src="images/illus-015_sml.png" width="329" height="387" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">Edgar Allan Poe</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_016" id="page_016"></a></p> - -<p><a name="page_017" id="page_017"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 320px;"> -<a href="images/illus-017_lg.png"> -<img src="images/illus-017_sml.png" width="320" height="120" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="EDGAR_ALLAN_POE" id="EDGAR_ALLAN_POE"></a>EDGAR ALLAN POE</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-e.png" -width="80" height="78" -alt="E" -/></span><small>N</small> una mañana fría y húmeda llegué por primera vez al inmenso país de -los Estados Unidos. Iba el «steamer» despacio, y la sirena aullaba -roncamente por temor de un choque. Quedaba atrás Fire Island con su -erecto faro; estábamos frente a Sandy Hook, de donde nos salió al paso -el barco de sanidad. El ladrante slang yanqui sonaba por todas partes, -bajo el pabellón de bandas y estrellas. El viento frío, los pitos -arromadizados, el humo de las chimeneas, el movimiento de las máquinas, -las mismas ondas ventrudas de aquel mar estañado, el vapor que caminaba -rumbo a la gran bahía, todo decía: «all right.» Entre las brumas se -divisaban islas y barcos. Long Island desarrollaba la inmensa cinta de -sus costas, y Staten Island, como en el marco de una viñeta, se -presentaba en su hermosura, tentando al lápiz, ya que no, por la falta -de sol, la máquina fotográfica. Sobre cubierta se agrupan los pasajeros: -el comerciante de gruesa panza, congestionado como un pavo, con -encorvadas narices israelitas; el clergyman huesoso, enfundado en su -largo levitón<a name="page_018" id="page_018"></a> negro, cubierto con su ancho sombrero de fieltro, y en la -mano una pequeña Biblia; la muchacha que usa gorra de jokey y que -durante toda la travesía ha cantado con voz fonográfica, al son de un -banjo; el joven robusto, lampiño como un bebé, y que, aficionado al box, -tiene los puños de tal modo, que bien pudiera desquijar un rinoceronte -de un solo impulso... En los Narrows se alcanza a ver la tierra -pintoresca y florida, las fortalezas. Luego, levantando sobre su cabeza -la antorcha simbólica, queda a un lado la gigantesca Madona de la -Libertad, que tiene por peana un islote. De mi alma brota entonces la -salutación: «A ti, prolífica, enorme, dominadora. A ti, Nuestra Señora -de la Libertad. A ti, cuyas mamas de bronce alimentan un sinnúmero de -almas y corazones. A ti, que te alzas solitaria y magnífica sobre tu -isla, levantando la divina antorcha. Yo te saludo al paso de mi -«steamer», prosternándome delante de tu majestad. ¡Ave: Good morning! Yo -sé, divino icono, oh magna estatua, que tu solo nombre, el de la excelsa -beldad que encarnas, ha hecho brotar estrellas sobre el mundo, a la -manera del <i>fiat</i> del Señor. Allí están entre todas, brillantes sobre -las listas de la bandera, las que iluminan el vuelo del águila de -América, de esta tu América formidable, de ojos azules. Ave, Libertad, -llena de fuerza; el Señor es contigo: bendita tú eres. Pero ¿sabes? se -te ha herido mucho por el mundo, divinidad, manchando tu esplendor. Anda -en la tierra otra que ha usurpado tu nombre, y que, en vez de la -antorcha, lleva la tea. Aquélla no es la Diana sagrada de las -incomparables flechas: es Hécate.»</p> - -<p>Hecha mi salutación, mi vista contempla la masa enorme que está al -frente, aquella tierra coronada de torres, aquella región de donde casi -sentís que viene un soplo subyugador y terrible: Manhattan, la isla de -hierro, New-York, la sanguínea, la ciclópea, la monstruosa, la -tormentosa, la irresistible capital del cheque. Rodeada de islas -menores, tiene<a name="page_019" id="page_019"></a> cerca a Jersey; y agarrada a Brooklin con la uña enorme -del puente, Brooklin, que tiene sobre el palpitante pecho de acero un -ramillete de campanarios. Se cree oir la voz de New-York, el eco de un -vasto soliloquio de cifras. ¡Cuán distinta de la voz de París, cuando -uno cree escucharla, al acercarse, halagadora como una canción de amor, -de poesía y de juventud! Sobre el suelo de Manhattan parece que va a -verse surgir de pronto un colosal Tío Samuel, que llama a los pueblos -todos a un inaudito remate, y que el martillo del rematador cae sobre -cúpulas y techumbres produciendo un ensordecedor trueno metálico. Antes -de entrar al corazón del monstruo, recuerdo la ciudad que vió en el -poema bárbaro el vidente Thogorma:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Thogorma dans ses yeux vit monter des murailles<br /></span> -<span class="i0">De fer dont s’enroulaient des spirales des tours<br /></span> -<span class="i0">Et des palais cerclés d’arain sur des blocs lourds;<br /></span> -<span class="i0">Ruche énorme, gékenne aux lúgubres entrailles<br /></span> -<span class="i0">Où s’engouffraint les Forts, princes des anciens jours.<br /></span> -<span class="i5">............................................<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Semejantes a los Fuertes de los días antiguos, viven en sus torres de -piedra, de hierro y de cristal, los hombres de Manhattan.</p> - -<p>En su fabulosa Babel, gritan, mugen, resuenan, braman, conmueven la -Bolsa, la locomotora, la fragua, el banco, la imprenta, el dock y la -urna electoral. El edificio Produce Exchange entre sus muros de hierro y -granito reune tantas almas cuantas hacen un pueblo... He allí Broadway. -Se experimenta casi una impresión dolorosa; sentís el dominio del -vértigo. Por un gran canal cuyos lados los forman casas monumentales que -ostentan sus cien ojos de vidrios y sus tatuajes de rótulos, pasa un río -caudaloso, confuso, de comerciantes, corredores, caballos, tranvías, -ómnibus, hombres-sandwichs vestidos de anuncios, y mujeres bellísimas. -Abarcando<a name="page_020" id="page_020"></a> con la vista la inmensa arteria en su hervor continuo, llega -a sentirse la angustia de ciertas pesadillas. Reina la vida del -hormiguero: un hormiguero de percherones gigantescos, de carros -monstruosos, de toda clase de vehículos. El vendedor de periódicos, -rosado y risueño, salta como un gorrión, de tranvía en tranvía, y grita -al pasajero ¡intanrsooonwoood! lo que quiere decir si gustáis comprar -cualquiera de esos tres diarios el «Evening Telegram», el «Sun» o el -«World.» El ruido es mareador y se siente en el aire una trepidación -incesante; el repiqueteo de los cascos, el vuelo sonoro de las ruedas, -parece a cada instante aumentarse. Temeríase a cada momento un choque, -un fracaso, si no se conociese que este inmenso río que corre con una -fuerza de alud, lleva en sus ondas la exactitud de una máquina. En lo -más intrincado de la muchedumbre, en lo más convulsivo y crespo de la -ola de movimiento, sucede que una lady anciana, bajo su capota negra, o -una miss rubia, o una nodriza con su bebé quiere pasar de una acera a -otra. Un corpulento policeman alza la mano; detiénese el torrente; pasa -la dama; ¡all right!</p> - -<p>«Esos cíclopes...» dice Groussac; «esos feroces calibanes...» escribe -Peladan. ¿Tuvo razón el raro Sar al llamar así a estos hombres de la -América del Norte? Calibán reina en la isla de Manhattan, en San -Francisco, en Boston, en Washington, en todo el país. Ha conseguido -establecer el imperio de la materia desde su estado misterioso con -Edison, hasta la apoteosis del puerco, en esa abrumadora ciudad de -Chicago. Calibán se satura de wishky, como en el drama de Shakespeare de -vino; se desarrolla y crece; y sin ser esclavo de ningún Próspero, ni -martirizado por ningún genio del aire, engorda y se multiplica; su -nombre es Legión. Por voluntad de Dios suele brotar de entre esos -poderosos monstruos, algún sér de superior naturaleza, que tiende las -alas a la eterna Miranda de lo ideal. Entonces,<a name="page_021" id="page_021"></a> Calibán mueve contra él -a Sicorax, y se le destierra o se le mata. Esto vió el mundo con Edgar -Allan Poe, el cisne desdichado que mejor ha conocido el ensueño y la -muerte...</p> - -<p>¿Por qué vino tu imagen a mi memoria, Stella, Alma, dulce reina mía, tan -presto ida para siempre, el día en que, después de recorrer el hirviente -Broadway, me puse a leer los versos de Poe, cuyo nombre de Edgar, -armonioso y legendario, encierra tan vaga y triste poesía, y he visto -desfilar la procesión de sus castas enamoradas a través del polvo de -plata de un místico ensueño? Es porque tú eres hermana de las liliales -vírgenes cantadas en brumosa lengua inglesa por el soñador infeliz, -príncipe de los poetas malditos. Tú como ellas eres llama del infinito -amor. Frente al balcón, vestido de rosas blancas, por donde en el -Paraíso asoma tu faz de generosos y profundos ojos, pasan tus hermanas y -te saludan con una sonrisa, en la maravilla de tu virtud, ¡oh mi ángel -consolador, oh mi esposa! La primera que pasa es Irene, la dama -brillante de palidez extraña, venida de allá, de los mares lejanos; la -segunda es Eulalia, la dulce Eulalia de cabellos de oro y ojos de -violeta, que dirige al cielo su mirada; la tercera es Leonora, llamada -así por los ángeles, joven y radiosa en el Edén distante; la otra es -Frances, la amada que calma las penas con su recuerdo; la otra es -Ulalume, cuya sombra yerra en la nebulosa región de Weir, cerca del -sombrío lago de Auber; la otra Helen, la que fué vista por la primera -vez a la luz de perla de la luna; la otra Annie, la de los ósculos y las -caricias y oraciones por el adorado; la otra Annabel Lee, que amó con un -amor envidia de los serafines del cielo; la otra Isabel, la de los -amantes coloquios en la claridad lunar; Ligeia, en fin, meditabunda, -envuelta en un velo de extraterrestre esplendor... Ellas son, cándido -coro de ideales oceanidas quienes consuelan y enjugan la frente al -lírico Prometeo amarrado a la montaña Yankee, cuyo<a name="page_022" id="page_022"></a> cuervo, más cruel -aun que el buitre esquiliano, sentado sobre el busto de Palas, tortura -el corazón del desdichado, apuñalándole con la monótona palabra de la -desesperanza. Así tú para mí. En medio de los martirios de la vida, me -refrescas y alientas con el aire de tus alas, porque si partiste en tu -forma humana al viaje sin retorno, siento la venida de tu sér inmortal, -cuando las fuerzas me faltan o cuando el dolor tiende hacia mí el negro -arco. Entonces, Alma, Stella, oigo sonar cerca de mí el oro invisible de -tu escudo angélico. Tu nombre luminoso y simbólico surge en el cielo de -mis noches como un incomparable guía, y por tu claridad inefable llevo -el incienso y la mirra a la cuna de la eterna Esperanza.</p> - -<h3>I.—<span class="smcap">El hombre</span></h3> - -<p>La influencia de Poe en el arte universal ha sido suficientemente honda -y transcendente para que su nombre y su obra no sean a la continua -recordados. Desde su muerte acá, no hay año casi en que, ya en el libro -o en la revista, no se ocupen del excelso poeta americano, críticos, -ensayistas y poetas. La obra de Ingram iluminó la vida del hombre; nada -puede aumentar la gloria del soñador maravilloso. Por cierto que la -publicación de aquel libro cuya traducción a nuestra lengua hay que -agradecer al señor Mayer, estaba destinada al grueso público.</p> - -<p>¿Es que en el número de los escogidos, de los aristócratas del espíritu, -no estaba ya pesado en su propio valor, el odioso fárrago del canino -Griswold? La infame autopsia moral que se hizo del ilustre difunto debía -tener esa bella protesta. Ha de ver ya el mundo libre de mancha al cisne -inmaculado.</p> - -<p>Poe, como un Ariel hecho hombre, diríase que ha pasado su vida bajo el -flotante influjo de un extraño misterio. Nacido en un país de vida -práctica y material, la influencia del medio obra en él al contrario. De -un país de cálculo brota imaginación tan estupenda.<a name="page_023" id="page_023"></a> El don mitológico -parece nacer en él por lejano atavismo y vese en su poesía un claro rayo -del país de sol y azul en que nacieron sus antepasados. Renace en él el -alma caballeresca de los Le Poer alabados en las crónicas de Generaldo -Gambresio. Arnoldo Le Poer lanza en la Irlanda de 1327 este terrible -insulto al caballero Mauricio de Desmond: «Sois un rimador.» Por lo cual -se empuñan las espadas y se traba una riña que es el prólogo de guerra -sangrienta. Cinco siglos después, un descendiente del provocativo -Arnoldo glorificará a su raza, erigiendo sobre el rico pedestal de la -lengua inglesa, y en un nuevo mundo, el palacio de oro de sus rimas.</p> - -<p>El noble abolengo de Poe, ciertamente, no interesa sino a «aquellos que -tienen gusto de averiguar los efectos producidos por el país y el linaje -en las peculiaridades mentales y constitucionales de los hombres de -genio,» según las palabras de la noble señora Whitman. Por lo demás, es -él quien hoy da valer y honra a todos los pastores protestantes, -tenderos, rentistas o mercachifles que lleven su apellido en la tierra -del honorable padre de su patria, Jorge Washington.</p> - -<p>Sábese que en el linaje del poeta hubo un bravo Sir Rogerio que batalló -en compañía de Strongbow, un osado Sir Arnoldo que defendió a una lady -acusada de bruja; una mujer heroica y viril, la célebre «Condesa» del -tiempo de Cromwell; y pasando sobre enredos genealógicos antiguos, un -general de los Estados Unidos, su abuelo. Después de todo, ese sér -trágico, de historia tan extraña y romanesca, dió su primer vagido entre -las coronas marchitas de una comedianta, la cual le dió vida bajo el -imperio del más ardiente amor. La pobre artista había quedado huérfana -desde muy tierna edad. Amaba el teatro, era inteligente y bella, y de -esa dulce gracia nació el pálido y melancólico visionario que dió al -arte un mundo nuevo.</p> - -<p>Poe nació con el envidiable don de la belleza corporal.<a name="page_024" id="page_024"></a> De todos los -retratos que he visto suyos, ninguno da idea de aquella especial -hermosura que en descripciones han dejado muchas de las personas que le -conocieron. No hay duda que en toda la iconografía poeana, el retrato -que debe representarle mejor es el que sirvió a Mr. Clarke para publicar -un grabado que copiaba al poeta en el tiempo en que éste trabajaba en la -empresa de aquel caballero. El mismo Clarke protestó contra los falsos -retratos de Poe que después de su muerte se publicaron. Si no tanto como -los que calumniaron su hermosa alma poética, los que desfiguran la -belleza de su rostro son dignos de la más justa censura. De todos los -retratos que han llegado a mis manos, los que más me han llamado la -atención son el de Chiffart, publicado en la edición ilustrada de -Quantin, de los «Cuentos extraordinarios,» y el grabado por R. Loncup -para la traducción del libro de Ingram por Mayer. En ambos Poe ha -llegado ya a la edad madura. No es por cierto aquel gallardo jovencito -sensitivo que al conocer a Elena Staneand, quedó trémulo y sin voz, como -el Dante de la «Vita Nuova...» Es el hombre que ha sufrido ya, que -conoce por sus propias desgarradas carnes cómo hieren las asperezas de -la vida. En el primero, el artista parece haber querido hacer una cabeza -simbólica. En los ojos, casi ornitomorfos, en el aire, en la expresión -trágica del rostro, Chiffart ha intentado pintar al autor del «Cuervo,» -al visionario, al «unhappy Master» más que al hombre. En el segundo hay -más realidad: esa mirada triste, de tristeza contagiosa, esa boca -apretada, ese vago gesto de dolor y esa frente ancha y magnífica en -donde se entronizó la palidez fatal del sufrimiento, pintan al -desgraciado en sus días de mayor infortunio, quizá en los que -precedieron a su muerte. Los otros retratos, como el de Halpin para la -edición de Amstrong, nos dan ya tipos de lechuguinos de la época, ya -caras que nada tienen que ver con la cabeza bella e inteligente de que -habla<a name="page_025" id="page_025"></a> Clark. Nada más cierto que la observación de Gautier:</p> - -<p>«Es raro que un poeta, dice, que un artista sea conocido bajo su primer -encantador aspecto. La reputación no le viene sino muy tarde, cuando ya -las fatigas del estudio, la lucha por la vida y las torturas de las -pasiones han alterado su fisonomía primitiva: apenas deja sino una -máscara usada, marchita, donde cada dolor ha puesto por estigma una -magulladura o una arruga.»</p> - -<p>Desde niño Poe «prometía una gran belleza.»<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a></p> - -<p>Sus compañeros de colegio hablan de su agilidad y robustez. Su -imaginación y su temperamento nervioso estaban contrapesados por la -fuerza de sus músculos. El amable y delicado ángel de poesía, sabía dar -excelentes puñetazos. Más tarde dirá de él una buena señora: «Era un -muchacho bonito.»<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a></p> - -<p>Cuando entra a West Point hace notar en él un colega, Mr. Gibson, su -«mirada cansada, tediosa y hastiada.» Ya en su edad viril, recuérdale el -bibliófilo Gowans: «Poe tenía un exterior notablemente agradable y que -predisponía en su favor: lo que las damas llamarían claramente bello.» -Una persona que le oye recitar en Boston, dice: «Era la mejor -realización de un poeta, en su fisonomía, aire y manera.» Un precioso -retrato es hecho de mano femenina: «una talla algo menos que de altura -mediana quizá, pero tan perfectamente proporcionada y coronada por una -cabeza tan noble, llevada tan regiamente, que, a mi juicio de muchacha, -causaba la impresión de una estatura dominante. Esos claros y -melancólicos ojos parecían mirar desde una eminencia...»<a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a> Otra dama -recuerda la extraña impresión de sus ojos: «Los ojos de Poe, en verdad, -eran el rasgo que más impresionaba y era a ellos a los que su cara debía -su atractivo peculiar. Jamás he<a name="page_026" id="page_026"></a> visto otros ojos que en algo se le -parecieran. Eran grandes, con pestañas largas y un negro de azabache: el -iris acerogris, poseía una cristalina claridad y transparencia, a través -de la cual la pupila negraazabache se veía expandirse y contraerse, con -toda sombra de pensamiento o de emoción. Observé que los párpados jamás -se contraían, como es tan usual en la mayor parte de las personas, -principalmente cuando hablan; pero su mirada siempre era llena, abierta -y sin encogimiento ni emoción. Su expresión habitual era soñadora y -triste: algunas veces tenía un modo de dirigir una mirada ligera, de -soslayo, sobre alguna persona que no le observaba a él, y, con una -mirada tranquila y fija, parecía que mentalmente estaba midiendo el -calibre de la persona que estaba ajena de ello.—¡Qué ojos tan tremendos -tiene el señor Poe!—me dijo una señora. Me hace helar la sangre el -verle darse vuelta lentamente y fijarlos sobre mí cuando estoy -hablando.»<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a> La misma agrega: «Usaba un bigote negro esmeradamente -cuidado, pero que no cubría completamente una expresión ligeramente -contraída de la boca y una tensión ocasional del labio superior, que se -asemejaba a una expresión de mofa. Esta mofa era fácilmente excitada y -se manifestaba por un movimiento del labio, apenas perceptible y, sin -embargo, intensamente expresivo. No había en ella nada de malevolencia; -pero sí mucho sarcasmo.» Sábese, pues, que aquella alma potente y -extraña estaba encerrada en hermoso vaso. Parece que la distinción y -dotes físicas deberían ser nativas en todos los portadores de la lira. -¿Apolo, el crinado numen lírico, no es el prototipo de la belleza viril? -Mas no todos sus hijos nacen con dote tan espléndido. Los privilegiados -se llaman Goethe, Byron, Lamartine, Poe.</p> - -<p>Nuestro poeta, por su organización vigorosa y<a name="page_027" id="page_027"></a> cultivada, pudo resistir -esa terrible dolencia que un médico escritor llama con gran propiedad -«la enfermedad del ensueño.» Era un sublime apasionado, un nervioso, uno -de esos divinos semilocos necesarios para el progreso humano, -lamentables cristos del arte, que por amor al eterno ideal tienen su -calle de la amargura, sus espinas y su cruz. Nació con la adorable llama -de la poesía, y ella le alimentaba al propio tiempo que era su martirio. -Desde niño quedó huérfano y le recogió un hombre que jamás podría -conocer el valor intelectual de su hijo adoptivo. El señor Allan—cuyo -nombre pasará al porvenir al brillo del nombre del poeta—jamás pudo -imaginarse que el pobre muchacho recitador de versos que alegraba las -veladas de su «home», fuese más tarde un egregio príncipe del arte. En -Poe reina el «ensueño» desde la niñez. Cuando el viaje de su protector -le lleva a Londres, la escuela del dómine Brandeby es para él como un -lugar fantástico que despierta en su sér extrañas reminiscencias; -después, en la fuerza de su genio, el recuerdo de aquella morada y del -viejo profesor han de hacerle producir una de sus subyugadoras páginas. -Por una parte, posee en su fuerte cerebro la facultad musical; por otra, -la fuerza matemática. Su «ensueño» está poblado de quimeras y de cifras -como la carta de un astrólogo. Vuelto a América, vémosle en la escuela -de Clarke, en Richmond, en donde al mismo tiempo que se nutre de -clásicos y recita odas latinas, boxea y llega a ser algo como un -«champion» estudiantil; en la carrera hubiera dejado atrás a Atalanta, y -aspiraba a los lauros natatorios de Byron. Pero si brilla y descuella -intelectual y físicamente entre sus compañeros, los hijos de familia de -la fofa aristocracia del lugar miran por encima del hombro al hijo de la -cómica. ¿Cuánta no ha de haber sido la hiel que tuvo que devorar este -sér exquisito, humillado por un origen del cual en días posteriores -habría orgullosamente de gloriarse? Son esos primeros golpes los que -empezaron<a name="page_028" id="page_028"></a> a cincelar el pliegue amargo y sarcástico de sus labios. -Desde muy temprano conoció las acechanzas del lobo racional. Por eso -buscaba la comunicación con la naturaleza, tan sana y fortalecedora. -«Odio sobre todo y detesto este animal que se llama Hombre», escribía -Swift a Pope. Poe a su vez habla «de la mezquina amistad y de la -fidelidad de polvillo de fruta (gossamer fidelity) del mero hombre.» Ya -en el libro de Job, Eliphaz Themanita exclama: «¿Cuánto más el hombre -abominable y vil que bebe como la iniquidad?» No buscó el lírico -americano el apoyo de la oración; no era creyente; o al menos, su alma -estaba alejada del misticismo. A lo cual da por razón James Russell -Lowell lo que podría llamarse la matematicidad de su cerebración. «Hasta -su misterio es matemático, para su propio espíritu.» La ciencia impide -al poeta penetrar y tender las alas en la atmósfera de las verdades -ideales. Su necesidad de análisis, la condición algebraica de su -fantasía, hácele producir tristísimos efectos cuando nos arrastra al -borde de lo desconocido. La especulación filosófica nubló en él la fe, -que debiera poseer como todo poeta verdadero. En todas sus obras, si mal -no recuerdo, sólo unas dos veces está escrito el nombre de Cristo.<a name="FNanchor_5_5" id="FNanchor_5_5"></a><a href="#Footnote_5_5" class="fnanchor">[5]</a> -Profesaba sí la moral cristiana; y en cuanto a los destinos del hombre, -creía en una ley divina, en un fallo inexorable. En él la ecuación -dominaba a la creencia, y aun en lo referente a Dios y sus atributos, -pensaba con Spinoza que las cosas invisibles y todo lo que es objeto -propio del entendimiento no puede percibirse de otro modo que por los -ojos de la demostración<a name="FNanchor_6_6" id="FNanchor_6_6"></a><a href="#Footnote_6_6" class="fnanchor">[6]</a> olvidando la profunda afirmación filosófica: -«intelectus noster sic ¿de habet? ad prima entium quœ sunt -manifestissima in natura, sicut oculus vespertilionis ad solem.» No -creía en lo sobrenatural, según confesión propia;<a name="page_029" id="page_029"></a> pero afirmaba que -Dios, como creador de la naturaleza, puede, si quiere, modificarla. En -la narración de la metempsícosis de Ligeia hay una definición de Dios, -tomada de Granwill, que parece ser sustentada por Poe: Dios no es más -que una gran voluntad que penetra todas las cosas por la naturaleza de -su intensidad. Lo cual estaba ya dicho por Santo Tomás en estas -palabras: «Si las cosas mismas no determinan el fin para sí, porque -desconocen la razón del fin, es necesario que se les determine el fin -por otro que sea determinador de la naturaleza. Este es el que previene -todas las cosas, que es ser por sí mismo necesario, y a éste llamamos -Dios...»<a name="FNanchor_7_7" id="FNanchor_7_7"></a><a href="#Footnote_7_7" class="fnanchor">[7]</a> En la «Revelación Magnética», a vuelta de divagaciones -filosóficas, Mr. Vankirk—que, como casi todos los personajes de Poe, es -Poe mismo—afirma la existencia de un Dios material, al cual llama -materia suprema e imparticulada. Pero agrega: «La materia imparticulada, -o sea Dios en estado de reposo, es en lo que entra en nuestra -comprensión, lo que los hombres llaman espíritu.» En el diálogo entre -Oinos y Agathos pretende sondear el misterio de la divina inteligencia; -así como en los de Monos y Una y de Eros y Charmion penetra en la -desconocida sombra de la Muerte, produciendo, como pocos, extraños -vislumbres en su concepción del espíritu en el espacio y en el tiempo.</p> - -<div class="figcenter" style="width: 152px;"> -<a href="images/illus-029_lg.png"> -<img src="images/illus-029_sml.png" width="152" height="70" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_030" id="page_030"></a></p> - -<p><a name="page_031" id="page_031"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 299px;"> -<a href="images/illus-031_lg.png"> -<img src="images/illus-031_sml.png" width="299" height="374" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">Leconte de Lisle</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_032" id="page_032"></a></p> - -<p><a name="page_033" id="page_033"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 320px;"> -<a href="images/illus-033_lg.png"> -<img src="images/illus-033_sml.png" width="320" height="96" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="LECONTE_DE_LISLE" id="LECONTE_DE_LISLE"></a>LECONTE DE LISLE</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-h.png" -width="80" height="81" -alt="H" -/></span><small>A</small> muerto el pontífice del Parnaso, el Vicario de Hugo; las campanas de -la Basílica lírica están tocando vacante. Descansa ya, pálida y sin la -sangre de la vida, aquella majestuosa cabeza de sumo sacerdote, aquella -testa coronada,—coronada de los más verdes laureles—llena de augusta -hermosura antigua y cuyos rasgos exigen el relieve de la medalla y la -consagración olímpica del mármol.</p> - -<p>Homéricos funerales deberían ser los de Leconte de Lisle. En hoguera -encendida con maderos olorosos, allá en el corazón de la isla maternal, -en donde por primera vez vió la gloria del Sol, consumiríase su cuerpo -al vuelo de las odas con que un coro de poetas cantaría el Triunfo de la -Lira, recitaríanse estrofas que recordarían a Orfeo encadenando con sus -acordes la furia de los leopardos y leones, o a Melesigenes cercado de -las musas en la maravilla de una apoteosis. ¡Homéricos funerales para -quien fué homérida, por el soplo épico que pasaba por el cordaje de su -lira, por la soberana expresión y el vuelo soberbio, por la -impasibilidad casi religiosa,<a name="page_034" id="page_034"></a> por la magnificencia monumental -estatuaria de su obra, en la cual, como en la del Padre de los poetas, -pasan a nuestra vista portentosos desfiles de personajes, grupos -esculturales, marmóreos bajorrelieves, figuras que encarnan los odios, -los combates, las terribles iras; homérida por ser de alma y sangre -latinas y por haber adorado siempre el lustre y el renombre de la Hélade -inmortal! Griego fué, de los griegos tenía, como lo hizo notar muy bien -Guyau, la concepción de una especie de mundo de las formas y de las -ideas que es el mundo mismo del arte; habiéndose colocado por una -ascensión de la voluntad, sobre el mundo del sentimiento, en la región -serena de la idea, y revistiendo su musa inconmovible el esculpido peplo -cuyo más ligero pliegue no pudiera agitar el estremecimiento de las -humanas emociones, ni aun el aire que el Amor mismo agitase con sus -alas. «Vuestros contemporáneos,—díjole Alejandro Dumas (hijo),—eran -los griegos y los hindus.» Y es, en efecto, de aquellos dos inmensos -focos de donde parten los rayos que iluminan la obra de Leconte de -Lisle, conduciendo uno la idea brahamánica desde el índico Ganges cuyas -aguas reflejaran los combates del Ramayana y el otro la idea griega -desde el harmonioso Alfeo, en cuyas linfas se viera la desnudez celeste -de la virgen Diana.</p> - -<p>La India y Grecia eran para su espíritu tierras de predilección: -reconocía como las dos originales fuentes de la universal poesía, a -Valmiki y a Homero. Navegó a pleno viento por el océano inmenso de la -teogonía védica, y profundo conocedor de la antigüedad griega, y -helenista insigne, condujo a Homero a orillas del Sena. Atraíale la -aurora de la humanidad, la soberana sencillez de las edades primeras, la -grandiosa infancia de las razas, en la cual empieza el Génesis de lo que -él llamara con su verbo solemne «la historia sagrada del pensamiento -humano en su florecimiento de harmonía y de luz;» la historia de la -Poesía.<a name="page_035" id="page_035"></a></p> - -<p>El más griego de los artistas, como le llamara un joven esteta, cantó a -los bárbaros, ciertamente. Como había en su reino poético, suprimido -todo anhelo por un ideal de fe, la inmensa alma medioeval no tenía para -él ningún fulgor; y calificaba la Edad Media como una edad de abominable -barbarie. Y he aquí que ninguno entre los poetas, después de Hugo, ha -sabido poner delante de los ojos modernos, como Leconte de Lisle, la -vida de los caballeros de hierro, las costumbres de aquellas épocas, los -hechos y aventuras trágicas de aquellos combatientes y de aquellos -tiranos; los sombríos cuadros monacales, los interiores de los -claustros, los cismas, la supremacía de Roma, las musulmanas barbaries -fastuosas, el ascetismo católico, y el temblor extranatural que pasó por -el mundo en la edad que otro gran poeta ha llamado con razón, en una -estrofa célebre, «enorme y delicada.»</p> - -<p>Puso el espíritu sobre el corazón. Jamás en toda su obra se escucha un -solo eco de sentimiento; nunca sentiréis el escalofrío pasional. Eros -mismo, si pasa por esas inmensas florestas, es como un ave desolada. No -se atrevería la Musa de Musset a llamar a la puerta del vate serenísimo; -y las palomas lamartinianas alzarían el vuelo asustadas delante del -cuervo centenario que dialoga con el abad Serapio de Arsinoe.</p> - -<p>Nacido en una isla cálida y espléndida, isla de sol, florestas y -pájaros, que siente de cerca la respiración de la negra Africa, sintióse -poeta el «joven salvaje»; la lengua de la naturaleza le enseñó su -primera rima, el gran bosque primitivo le hizo sentir la influencia de -su estremecimiento, y el mar solemne y el cielo le dejaron entrever el -misterio de su inmensidad azul. Sentía él latir su corazón, deseoso de -algo extraño, y sus labios estaban sedientos del vino divino. Copa de -oro inagotable, llena del celeste licor, fué para él la poesía de Hugo. -Al llegar «Las Orientales» a sus manos, al ver esos fulgurantes<a name="page_036" id="page_036"></a> poemas, -la luz misma de su cielo patrio le pareció brillar con un resplandor -nuevo; la montaña, el viento africano, las olas, las aves de las -florestas nativas, la naturaleza toda, tuvo para él voces despertadoras -que le iniciaron en un culto arcano y supremo.</p> - -<p>Imaginaos un Pan que vagase en la montaña sonora, poseído de la fiebre -de la harmonía, en busca de la caña con que habría de hacer su rústica -flauta, y a quien de pronto diese Apolo una lira y le enseñase el arte -de arrancar de sus cuerdas sones sublimes. No de otro modo aconteció al -poeta que debiera salir de la tierra lejana en donde nació, para -levantar en la capital del Pensamiento un templo cincelado en el más -bello paros, en honor del Dios del arco de plata.</p> - -<p>El que fué impecable adorador de la tradición clásica pura, debía -pronunciar en ocasión solemne, delante de la Academia francesa que le -recibía en su seno, estas palabras: «Las formas nuevas son la expresión -necesaria de las concepciones originales.» Digna es tal declaración de -quien sucediera a Hugo en la asamblea de los «inmortales» y de quien -como su sacrocesáreo antecesor, fué jefe de escuela, y de escuela que -tenía por fundamento principal el culto de la forma. Hugo fué en verdad -para él la encarnación de la poesía. Leconte de Lisle no reconocía de la -Trinidad romántica, sino la omnipotencia del «Padre»; Musset, «el Hijo», -y Lamartine «el Espíritu», apenas si merecieron una mirada rápida de sus -ojos sacerdotales. Y es que Hugo ejercía sobre él la atracción astral de -los genios individuales y absolutos; el hijo de la isla oriental fué -iniciado en el secreto del arte por el autor de «Las Orientales»; el que -debía escribir los «Poemas antiguos» y los «Poemas bárbaros», no podía -sino contemplar con estupor la creación de ese orbe constelado, vario, -profuso y estupendo que se llama «La Leyenda de los siglos.» Luego, fué -a él, barón, par, príncipe, a<a name="page_037" id="page_037"></a> quien el Carlomagno de la lira dirigiera -este corto mensaje imperial y fraternal: «Jungamus dextras.» Después, él -fué siempre el privilegiado. Hugo le consagró. Y cuando Hugo fué -conducido al Pantheón, fué Leconte de Lisle quien entonó el himno más -ferviente en honor de quien entraba a la inmortalidad. Posteriormente, -al ocupar su sillón en la Academia, colocó aún más triunfales palmas y -coronas en la tumba del César literario. Recorrió con su pensamiento la -historia de la poesía universal, para llegar a depositar sus trofeos en -aras del daimon desaparecido, y presentó con la magia de su lenguaje la -creación toda de Hugo. Hizo aparecer con sus prestigios incomparables -«Las Orientales», cuya lengua y movimiento, según confesión propia, -fueron para él una revelación; el prefacio de «Cromwell», oriflama de -guerra, tendido al viento; las «Hojas de otoño», los «Cantos del -crepúsculo», las «Voces interiores», los «Rayos» y las «Sombras», a -propósito de los cuales lanzó una flecha de su carcaj dirigida al -sentimentalismo; los «Castigos», llenos de rayos y relámpagos, bajo los -cuales coloca los «Yambos» de Chenier y las «Trágicas» de Agrippa -d’Aubigné; «La Leyenda de los siglos», «que permanecerá como la prueba -brillante de una potencia verbal inaudita, puesta al servicio de una -imaginación incomparable.» Y todos los poemas posteriores, «Canciones de -calles y bosques», «Año terrible», «Arte de ser abuelo», el «Papa», la -«Piedad suprema», «Religión y religiones», «El asno», «Torquemada» y los -«Cuatro vientos del Espíritu.» De todas estas últimas obras nombradas, -la que llama su atención principal es «Torquemada.» ¿Por qué? Porque -Leconte de Lisle sentía el pasado con una fuerza de visión insuperable, -a punto de que Guyau llama a la Trilogía «Nueva leyenda de los siglos.» -«Bien que ningún siglo, escribe el poeta, haya igualado al nuestro en la -ciencia universal; que la historia, las lenguas, las costumbres, las -teogonías de los pueblos antiguos nos sean reveladas<a name="page_038" id="page_038"></a> de año en año por -tantos sabios ilustres; que los hechos y las ideas, la vida íntima y la -vida exterior; que todo lo que constituye la razón de ser, de creer, de -pensar de los hombres desaparecidos, llama la atención de las -inteligencias elevadas, nuestros grandes poetas han raramente intentado -volver intelectualmente la vida al pasado.» Tiempos primitivos, Edad -Media, todo lo que se halla respecto a nuestra edad contemporánea como -en una lejanía de ensueño, atrae la imaginación del vate severo. La -exposición de la obra novelesca de Víctor Hugo, dióle motivo para lanzar -otra flecha que fué directamente a clavarse en el pecho robusto de Zola, -cuando habló de «la epidemia que se hace sentir directamente en una -parte de nuestra literatura, y contamina los últimos años de un siglo -que se abriera con tanto brillo y proclamara tan ardientemente su amor a -lo bello» y de «el desdén de la imaginación y del ideal que se instala -imprudentemente en muchos espíritus obstruídos por teorías groseras y -malsanas.» «El público letrado, agrega, no tardará en arrojar con -desprecio lo que aclama hoy con ciega admiración. Las epidemias de esta -naturaleza pasan y el genio permanece.»</p> - -<p>Al contestar el discurso del nuevo académico, Alejandro Dumas, hijo, -entre sonrisa y sonrisa, quemó en honor del recién llegado este puñado -de incienso: «Cuando un gran genio (Hugo) ha tenido desde la infancia el -hábito de frecuentar un círculo de genios anteriores, entre los cuales -Sófocles, Platón, Virgilio, Lafontaine, Corneille y Moliére no ocupan -sino un segundo término y en donde Montaigne, Racine, Pascal, Bossuet, -La Bruyere no penetran, se comprende fácilmente que el día en que ese -gran genio distingue entre la muchedumbre que se agita a sus pies un -poeta y le marca en la frente con el signo con que ha de reconocer, en -lo porvenir, a los de su raza y familia, ese poeta tendrá el derecho de -estar orgulloso. Ese poeta sois vos, señor.»<a name="page_039" id="page_039"></a></p> - -<p>Fueron ciertamente los «Poemas bárbaros» la anunciación espléndida de un -grande y nuevo poeta. ¿Qué son esos poemas? Visiones formidables de los -pasados siglos, los horrores y las grandezas épicas de los bárbaros -evocados por un latino que emplea para su obra versos de bronce, versos -de hierro, rimas de acero, estrofas de granito. Caín surge en el ensueño -del vidente Thogorma, en un poema primitivo, bíblico, que se desarrolla -en la misteriosa, inmemorial «ciudad de la angustia», en el país de -Hevila. Caín es el mensajero de la nada. Luego, es aún en la Biblia -donde se halla el origen de otros poemas; la viña de Naboth, el -Eclesiastés, que declara cómo la irrevocable Muerte es también mentira; -después el poeta va de un punto a otro, extraño cosmopolita del pasado; -a Tebas, donde el rey Khons descansa en su barca dorada; a Grecia donde -surgirá la monstruosa Equidna, o un grupo de hirsutos combatientes; a la -Polinesia, en donde aprenderá el génesis indígena; al boreal país de los -Nornos y escaldas, donde Snorr tiene su infernal visión; a Irlanda, -tierra de bardos. Y se advierten blancas pinturas de países frígidos, -figuras cinceladas en nieve; Angantir que dialoga con Hervor; Hialmar -que clama trágicamente, el oso que llora, los cantos de los cazadores y -runoyas; el norte aun, el país de Sigurd; los elfos que coronados de -tomillo danzan a la luz de la luna, en un aire germánico de balada; -cantos tradicionales; Kono de Kemper; el terrible poema de Mona; cuadros -orientales como la preciosa y musical «Verandah»; las frases ásperas de -la naturaleza; el desierto; la India y sus pagodas y fakires; Córdoba -morisca; fieras y aves de rapiña; fuentes cristalinas, bosques salvajes; -la historia religiosa, la leyenda, el Romancero; América, los Andes...; -y sobre todo esto, el «Cuervo», el cuervo desolador, y la silenciosa, -fatal, pálida y como deseada imagen de la Muerte, acompañada de su -obscuro paje, el dolor.</p> - -<p>En los «Poemas antiguos» resucita el esplendor<a name="page_040" id="page_040"></a> de la belleza griega, -lanzando al mismo tiempo un manifiesto a manera de prólogo. He aquí lo -que pensaba de los tiempos modernos: «Desde Homero, Esquilo y Sófocles -que representan la poesía en su vitalidad, en su plenitud y en su unidad -armónica, la decadencia y la barbarie han invadido el espíritu humano. -En lo tocante a arte original, el mundo romano está al nivel de los -Dacios y de los Sármatas; el cielo cristiano, todo es bárbaro. Dante, -Shakespeare y Milton, no tienen sino la altura de su genio individual; -su lengua y sus concepciones, son bárbaras. La escultura se detiene en -Fidias y en Lisipo; Miguel Angel no ha fecundado nada; su obra, -admirable en sí misma, ha abierto una vía desastrosa. ¿Qué queda, pues, -de los siglos transcurridos después de la Grecia? Algunas -individualidades potentes, algunas grandes obras sin liga y sin unidad. -La poesía moderna, reflejo confuso de la personalidad fogosa de Byron, -de la religiosidad ficticia de Chateaubriand, del ensueño místico de -Ultra-Rhin y del realismo de los lakistas, se turba y se disipa. Nada -menos vivo y menos original, bajo el aparato más ficticio. Un arte de -segunda mano, híbrido, incoherente. Arcaísmo de la víspera, nada más. La -paciencia pública se ha cansado de esta comedia sonoramente representada -a beneficio de una autolatria de préstamo. Los maestros se han callado o -quieren callarse, fatigados de sí mismos, olvidados ya, solitarios en -medio de sus obras infructuosas. Los poetas nuevos, criados en la vejez -precoz de una estética infecunda, deben sentir la necesidad de remojar -en las fuentes eternamente puras la expresión usada y debilitada de los -sentimientos generosos. El tema personal y sus variaciones demasiado -repetidas, han agotado la atención; con justicia ha venido la -indiferencia, pero si es posible abandonar a la mayor brevedad esa vía -estrecha y banal, es preciso aun no entrar en un camino más difícil y -peligroso, sino fortificado por el estudio y la iniciación.<a name="page_041" id="page_041"></a></p> - -<p>«Una vez sufridas esas pruebas expiatorias, una vez saneada la lengua -poética, las especulaciones del espíritu perderán algo de su verdad y su -energía cuando dispongan de formas más netas y más precisas. Nada será -abandonado ni olvidado; la base pensante y el arte habrán recobrado la -savia y el vigor, la harmonía y la unidad unidas. Y más tarde, cuando -esas inteligencias profundamente agitadas se hayan aplacado, cuando la -meditación de los principios descuidados y la regeneración de las formas -hayan purificado el espíritu y la letra, dentro de un siglo o dos, si -todavía la elaboración de los tiempos nuevos no implica una gestación -más alta, tal vez la poesía llegaría a ser el verbo inspirado e -inmediato del alma humana...»</p> - -<p>Esa declaración demuestra el por qué Leconte de Lisle no vibraba a -ningún soplo moderno, a ninguna conmoción contemporánea, y se refugiaba, -como Keats, aunque de otra suerte, en viejas edades paganas en cuyas -fuentes su Pegaso se abrevaba a su placer.</p> - -<p>Los «Poemas trágicos» completan la trilogía. Hay como en los anteriores -una rica variedad de temas, predominando los paisajes exóticos, -reconstrucciones históricas, o fantásticas y brillantes pinturas de -asuntos legendarios. El kalifa de Damasco, abre la serie, entre imanes -de Meca y emires de Oriente.</p> - -<p>Es este un libro purpúreo. Los «Poemas bárbaros» son un libro negro. La -palabra más usada en ellos es <i>noir</i>. Libro rojo es éste, ciertamente, -que comienza con la apoteosis de Muza-al-Kebir, en país oriental, y -concluye en la Grecia de Orestes, con la tragedia funesta de las -Erinnias o Furias.</p> - -<p>Oiréis entre tanto un canto de muerte de los galos del siglo sexto, -clamores de moros medioevales; veréis la caza del águila, en versos que -no haría mejores un numen artífice; después del águila vuela el -albatros, el «prince des nuages» de Baudelaire; pasan lúgubres ancianos -como Magno; frailes<a name="page_042" id="page_042"></a> como el abad Jerónimo, cual surge en poema que sin -duda alguna, Núñez de Arce leyó antes de escribir «La visión de fray -Martín»; monstruos simbólicos como la Bestia escarlata; tipos del -romancero español como don Fadrique, y entre todo esto el severo bardo -no desdeña jugar con la musa, y ensaya el pantum malayo, o rima la -villanelle como su amigo Banville.</p> - -<p>Las «Erinnias» es obra de quien puede recorrer el campo de la poesía -griega, y conversar con París, Agamenón o Clitemnestra. Artistas -egregios ha habido que hayan comprendido la antigüedad profunda y -extensamente; mas de seguro ninguno con la soberanía, con el poder de -Leconte de Lisle. Pudo Keats escribir sus célebres versos a una urna -griega; pudo el germánico Goethe despertar a Helena después de un sueño -de siglos y hacer que iluminase la frente de Euforión la luz divina, y -que Juan Pablo escribiese una famosa metáfora. Leconte de Lisle -desciende directamente de Homero; y si fuese cierta la transmigración de -las almas, no hay duda de que su espíritu estuvo en los tiempos heroicos -encarnado en algún aeda famoso o en algún sacerdote de Delfos.</p> - -<p>Bien sabida es la historia del Hamlet antiguo, de Orestes, el -desventurado parricida, armado por el destino y la venganza, castigador -del materno crimen, y perseguido por las desmelenadas y horribles -Furias. Sófocles en su «Electra», Eurípides, Voltaire, Alfieri, han -llevado a la escena al trágico personaje.</p> - -<p>Leconte de Lisle, en clásicos alejandrinos que bien valen por hexámetros -de la antigüedad, evoca en la parte primera de su poema a Clitemnestra, -en el pórtico del palacio de Pelos; a Tallibios y Euribates, y un coro -de ancianos, asimismo la sollozante Casandra de profética voz. En la -segunda parte, ya cometido el crimen de su madre, Orestes, vengará, -apoyado por el impulso sororal de Electra, la sangre<a name="page_043" id="page_043"></a> de su padre. Las -Furias le persiguen entre clamores de horror.</p> - -<p>El poeta, como traductor, fué insigne. A Homero, Sófocles, Hesiodo, -Teócrito, Bion, Mosco, tradújolos en prosa rítmica y purísima en cuyas -ondas parece que sonasen las músicas de los metros originales. -Conservaba la ortografía de los idiomas antiguos; y así sus obras tienen -a la vista una aristocracia tipográfica que no se encuentra en otras.</p> - -<p>Cuando Hugo estaba en el destierro, la poesía apenas tenía vida en -Francia, representada por unos pocos nombres ilustres. Entonces fué -cuando los parnasianos levantaron su estandarte, y buscaron un jefe que -los condujese a la campaña. ¡El Parnaso! No fué más bella la lucha -romántica, ni tuvieron los Joven-Francia más rica leyenda que la de los -parnasianos, contada admirablemente por uno de sus más bravos y -gloriosos capitanes. De esa leyenda encantadora y vívida, no puedo menos -que traducir la hermosa página consagrada al cantor excelso por quien -hoy viste luto la poesía de Francia, la Poesía universal.</p> - -<p>«...Y lo que nos faltaba también era una firme disciplina, una línea de -conducta precisa y resuelta. Ciertamente, el sentimiento de la Belleza, -el horror de las abobadas sensiblerías que deshonraban entonces la -poesía francesa, ¡lo teníamos nosotros! ¡Pero qué! tan jóvenes, -desordenadamente y un poco al azar era como nos arrojábamos a la brega, -y marchábamos a la conquista de nuestro ideal. Era tiempo de que los -niños de antes tomaran actitudes de hombres, que de nuestro cuerpo de -tiradores formase un ejército regular. Nos faltaba la regla, una regla -impuesta de lo alto, y que sobre dejarnos nuestra independencia -intelectual, hiciera concurrir gravemente, dignamente, nuestras fuerzas -esparcidas, a la victoria entrevista. Esta regla la recibimos de Leconte -de Lisle. Desde el día en que François Copée, Villiers de l’Isle Adam, y -yo, tuvimos el honor<a name="page_044" id="page_044"></a> de ser conducidos a casa de Leconte de Lisle,—M. -Luis Ménard, el poeta y filósofo, fué nuestro introductor,—desde el día -en que tuvimos la alegría de encontrar en casa del maestro a José María -de Heredia y a León Dierx, de ver allí a Armand Silvestre, de -reencontrar a Sully Prudhomme, desde ese día data, hablando propiamente, -nuestra historia, que cesa de ser una leyenda; y entonces fué cuando -nuestra adolescencia se convirtió en virilidad. En verdad nuestra -juventud de ayer no estaba muerta de ningún modo, y no habíamos -renunciado a las azarosas extravagancias en el arte y en la vida. Pero -dejamos todo eso a la puerta de Leconte de Lisle, como se quita un -vestido de carnaval, para llegar a la casa familiar. Teníamos alguna -semejanza con esos jóvenes pintores de Venecia que después de trasnochar -cantando en góndola y acariciando los cabellos rojos de bellas -muchachas, tomaban de repente un aire reflexivo, casi austero, para -entrar al taller del Ticiano.</p> - -<p>»Ninguno de aquellos que han sido admitidos en el salón de Leconte de -Lisle, olvidará nunca el recuerdo de esas nobles y dulces tardes, que -durante tantos años, fueron nuestras más bellas horas. ¡Con qué -impaciencia al pasar cada semana esperábamos el sábado, el precioso -sábado, en que nos era dado encontrarnos, unidos en espíritu y corazón, -alrededor de aquel que tenía nuestro corazón y toda nuestra ternura! Era -en un saloncito, en el quinto piso de una casa nueva, boulevard de los -Inválidos, en donde nos juntábamos para contarnos nuestros proyectos, -llevar nuestros versos nuevos, y solicitar el juicio de nuestros -camaradas y de nuestro grande amigo. Los que han hablado de entusiasmo -mutuo, los que han acusado a nuestro grupo de demasiada complacencia -consigo mismo, esos, en verdad, han sido mal informados. Creo que -ninguno de nosotros se ha atrevido, en casa de Leconte de Lisle, a -formular un elogio o una crítica sin llevar íntimamente<a name="page_045" id="page_045"></a> la convicción -de decir la verdad. Ni más exagerado el elogio, que acerba la -desaprobación.</p> - -<p>»Espíritus sinceros, he ahí en efecto lo que éramos; y Leconte de Lisle -nos daba el ejemplo de esa franqueza. Con rudeza que sabíamos que era -amable, sucedía que a menudo censuraba resueltamente nuestras obras -nuevas, reprochaba nuestras perezas y reprimía nuestras concesiones. -Porque nos amaba no era indulgente. Pero también ¡qué precio daba a los -elogios, esta acostumbrada severidad! ¡Yo no sé que exista mayor gozo -que recibir la aprobación de un espíritu justo y firme. Sobre todo, no -creáis, por mis palabras, que Leconte de Lisle haya nunca sido uno de -esos genios exclusivos, deseosos de crear poetas a su imagen, y que no -aman en sus hijos literarios sino su propia semejanza! Al contrario. El -autor de «Kain» es quizá, de todos los inventores de este tiempo, aquel -cuya alma se abre más ampliamente a la inteligencia de las vocaciones y -de las obras más opuestas a su propia naturaleza. El no pretende que -nadie sea lo que él es magníficamente. La sola disciplina que -imponía—era la buena—consistía en la veneración del Arte, y el desdén -de los triunfos fáciles. El era el buen consejero de las probidades -literarias, sin impedir jamás el vuelo personal de nuestras aspiraciones -diversas, él fué, él es aún, nuestra conciencia poética misma. A él es a -quien pedimos, en las horas de duda, que nos prevenga del mal. El -condena, o absuelve y estamos sometidos.</p> - -<p>»¡Ah! yo me acuerdo aún de todas las bromas que se hacían entonces, -sobre nuestras reuniones en el salón de Leconte de Lisle. ¡Y bien! los -burlones no tenían razón, pues, en verdad, lo creo y lo digo, en esta -época felizmente desaparecida en que la poesía era por todas partes -burlada; en que hacer versos tenía este sinónimo: ¡morir de hambre!; en -que todo el triunfo, todo el renombre, pertenecía a los rimadores de -elegías y verseros de couplets, a los<a name="page_046" id="page_046"></a> lloriqueadores y a los risueños; -en que era suficiente hacer un soneto para ser un imbécil y hacer una -opereta para ser una especie de grande hombre; en esta época era un -bello espectáculo el de aquellos jóvenes prendados del arte verdadero, -perseguidores del ideal, pobres la mayor parte, y desdeñosos de la -riqueza, que confesaban imperturbablemente, venga lo que viniere, su fe -de poetas, y que se agrupaban, con una religión que nunca ha excluído la -libertad de pensamiento, alrededor de un maestro venerado, pobre como -ellos!</p> - -<p>»Otro error sería creer que nuestras reuniones familiares fuesen -sesiones dogmáticas y morosas. Leconte de Lisle era de aquellos que -pretenden apartar, sobre todo del elogio, su personalidad íntima y por -tanto mi conversación no tendrá aquí anécdotas. No diré de las -sonrientes dulzuras de una familiaridad de que estábamos tan orgullosos, -de las cordialidades de camarada que tenía con nosotros el gran poeta, -ni de las charlas al amor del hogar—porque se era serio, pero -alegre—ni todo el bello humor casi infantil de nuestras apacibles -conciencias de artistas en el querido salón, poco lujoso, pero tan neto -y siempre en orden, como una estrofa bien compuesta; mientras la -presencia de una joven en medio de nuestro amistoso respeto, agregaba su -gracia a la poesía esparcida.»</p> - -<p>Tal es el recuerdo que consagra Catulle Mendés en uno de sus mejores -libros, al hoy difunto jefe del Parnaso. El alentó a los que le -rodeaban, como en otro tiempo Ronsard a los de la Pléyade, al cual -cenáculo ha consagrado Leconte de Lisle muy entusiásticas frases; pues -quien en «Las Erinnias» pudo renovar la máscara esquiliana, miraba con -simpatía a Ronsard, que tuvo el fuego pindárico, anhelo de perfección y -amor absoluto a la belleza.</p> - -<p>Mas Leconte brillará siempre al fulgor de Hugo. ¿Qué porta-lira de -nuestro siglo no desciende de Hugo? ¿No ha demostrado triunfantemente -Mendés—<a name="page_047" id="page_047"></a>ese hermano menor de Leconte de Lisle—que hasta el árbol -genealógico de los Rougon Macquart ha nacido al amor del roble enorme -del más grande de los poetas? Los parnasianos proceden de los -románticos, como los decadentes de los parnasianos. «La Leyenda de los -siglos» refleja su luz cíclica sobre los «Poemas trágicos, antiguos y -bárbaros.» La misma reforma métrica de que tanto se enorgullece con -justicia el Parnaso, ¿quién ignora que fué comenzada por el colosal -artífice revolucionario en 1830?</p> - -<p>La fama no ha sido propicia a Leconte de Lisle. Hay en él mucho de -olímpico, y esto le aleja de la gloria común de los poetas humanos. En -Francia, en Europa, en el mundo, tan solamente los artistas, los -letrados, los poetas, conocen y leen aquellos poemas. Entre sus -seguidores, uno hay que adquirió gran renombre: José María de Heredia, -también como él nacido en una isla tropical. En lengua castellana apenas -es conocido Leconte de Lisle. Yo no sé de ningún poeta que le haya -traducido, exceptuando al argentino Leopoldo Díaz, mi amigo muy -estimado, quien ha puesto en versos castellanos el «Cuervo»—con motivo -de lo cual el poeta francés le envió una real esquela—, «El sueño del -cóndor», «El desierto», «La tristeza del diablo», y «La espada de -Angantir», todo de los «Poemas bárbaros», como también «Los Elfos», cuya -traducción es la siguiente:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">De tomillo y rústicas hierbas coronados<br /></span> -<span class="i0">los Elfos alegres bailan en los prados.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Del bosque por arduo y angosto sendero<br /></span> -<span class="i0">en corcel obscuro marcha un caballero.<br /></span> -<span class="i0">Sus espuelas brillan en la noche bruna,<br /></span> -<span class="i0">y, cuando en su rayo le envuelve la luna<br /></span> -<span class="i0">fulgurando luce con vivos destellos,<br /></span> -<span class="i0">un casco de plata sobre sus cabellos.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">De tomillo y rústicas hierbas coronados<br /></span> -<span class="i0">los Elfos alegres bailan en los prados.<a name="page_048" id="page_048"></a><br /></span> -<span class="i0">Cual ligero enjambre, todos le rodean,<br /></span> -<span class="i0">y en el aire mudo raudos voltegean.<br /></span> -<span class="i0">—Gentil Caballero, ¿dó vas tan de prisa?<br /></span> -<span class="i0">La reina pregunta, con suave sonrisa.<br /></span> -<span class="i0">Fantasmas y endriagos hallarás doquiera;<br /></span> -<span class="i0">ven, y danzaremos en la azul pradera.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">De tomillo y rústicas hierbas coronados<br /></span> -<span class="i0">los Elfos alegres bailan en los prados.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">—¡No! Mi prometida, la de ojos hermosos<br /></span> -<span class="i0">me espera y mañana seremos esposos.<br /></span> -<span class="i0">Dejadme prosiga, Elfos encantados,<br /></span> -<span class="i0">que holláis vaporosos el musgo en los prados.<br /></span> -<span class="i0">Lejos estoy, lejos de la amada mía,<br /></span> -<span class="i0">y ya los fulgores se anuncian del día.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">De tomillo y rústicas hierbas coronados<br /></span> -<span class="i0">los Elfos alegres bailan en los prados.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">—Queda, caballero, te daré a que elijas<br /></span> -<span class="i0">el ópalo mágico, las áureas sortijas<br /></span> -<span class="i0">y, lo que más vale que gloria y fortuna:<br /></span> -<span class="i0">mi saya tejida con rayos de luna.<br /></span> -<span class="i0">—¡No!—dice él.—¡Pues anda!—Y su blanco dedo<br /></span> -<span class="i0">su corazón toca e infúndele miedo.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">De tomillo y rústicas hierbas coronados<br /></span> -<span class="i0">los Elfos alegres bailan en los prados.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Y el corcel obscuro, sintiendo la espuela,<br /></span> -<span class="i0">parte, corre, salta, sin retardo vuela,<br /></span> -<span class="i0">mas el caballero, temblando, se inclina:<br /></span> -<span class="i0">ve sobre la senda forma blanquecina<br /></span> -<span class="i0">que los brazos tiende, marchando sin ruido.<br /></span> -<span class="i0">—¡Déjame, oh, demonio, Elfo maldecido!<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">De tomillo y rústicas hierbas coronados<br /></span> -<span class="i0">los Elfos alegres bailan en los prados.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">—¡Déjame, fantasma siempre aborrecida!<br /></span> -<span class="i0">Voy a desposarme con mi prometida.<br /></span> -<span class="i0">—Oh, mi amado esposo, la tumba perenne<br /></span> -<span class="i0">será nuestro lecho de bodas solemne.<a name="page_049" id="page_049"></a><br /></span> -<span class="i0">¡He muerto!—dice ella, y él, desesperado,<br /></span> -<span class="i0">de amor y de angustia cae muerto a su lado.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">De tomillo y rústicas hierbas coronados<br /></span> -<span class="i0">los Elfos alegres bailan en los prados.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Duerma en paz el hermoso anciano, el caballero de Apolo. Ya su espíritu -sabrá de cierto lo que se esconde tras el velo negro de la tumba. Llegó -por fin la por él deseada, la pálida mensajera de la verdad.</p> - -<p>Fínjome la llegada de su sombra a una de las islas gloriosas, Tempes, -Amatuntes celestes, en donde los orfeos tienen su premio. Recibiránle -con palmas en las manos, coros de vírgenes cubiertas de albas, -impalpables vestiduras; a lo lejos destacaráse la harmonía del pórtico -de un templo; bajo frescos laureles, se verán las blancas barbas de los -antiguos amados de las musas, Homero, Sófocles, Anacreonte. En un bosque -cercano, un grupo de centauros, Quirón a la cabeza, se acerca para mirar -al recién llegado. Brota del mar un himno. Pan aparece. Por el aire -suave, bajo la cúpula azul del cielo, un águila pasa, en vuelo rápido, -camino del país de las pagodas, de los lotos y de los elefantes.</p> - -<div class="figcenter" style="width: 144px;"> -<a href="images/illus-049_lg.png"> -<img src="images/illus-049_sml.png" width="144" height="115" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_050" id="page_050"></a></p> - -<p><a name="page_051" id="page_051"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 303px;"> -<a href="images/illus-051_lg.png"> -<img src="images/illus-051_sml.png" width="303" height="376" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">Paul Verlaine</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_052" id="page_052"></a></p> - -<p><a name="page_053" id="page_053"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 315px;"> -<a href="images/illus-053_lg.png"> -<img src="images/illus-053_sml.png" width="315" height="102" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="PAUL_VERLAINE" id="PAUL_VERLAINE"></a>PAUL VERLAINE</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-y.png" -width="80" height="88" -alt="Y" -/></span> al fin vas a descansar; y al fin has dejado de arrastrar tu pierna -lamentable y anquilótica, y tu existencia extraña llena de dolor y de -ensueños, ¡oh, pobre viejo divino! Ya no padeces el mal de la vida, -complicado en ti con la maligna influencia de Saturno.</p> - -<p>Mueres, seguramente en uno de los hospitales que has hecho amar a tus -discípulos, tus «palacios de invierno», los lugares de descanso que -tuvieron tus huesos vagabundos, en la hora de los implacables reumas y -de las duras miserias parisienses.</p> - -<p>Seguramente, has muerto rodeado de los tuyos, de los hijos de tu -espíritu, de los jóvenes oficiantes de tu iglesia, de los alumnos de tu -escuela, ¡oh, lírico Sócrates de un tiempo imposible!</p> - -<p>Pero mueres en un instante glorioso: cuando tu nombre empieza a -triunfar, y la simiente de tus ideas, a convertirse en magníficas flores -de arte, aun en países distintos del tuyo; pues es el momento de decir -que hoy, en el mundo entero, tu figura, entre los escogidos de -diferentes lenguas y tierras, resplandece<a name="page_054" id="page_054"></a> en su nimbo supremo, así sea -delante del trono del enorme Wagner.</p> - -<p>El holandés Bivanck se representa a Verlaine como un leproso sentado a -la puerta de una catedral, lastimoso, mendicante, despertando en los -fieles que entran y salen, la compasión, la caridad. Alfred Ernst le -compara con Benoit Labre, viviente símbolo de enfermedad y de miseria; -antes León Bloy le había llamado también el Leproso en el portentoso -tríptico de su «Brelan», en donde está pintado en compañía del Niño -Terrible y del Loco: Barbey d’Aurevilly y Ernesto Hello. ¡Ay, fué su -vida así! Pocas veces ha nacido de vientre de mujer un sér que haya -llevado sobre sus hombros igual peso de dolor. Job le diría: «¡Hermano -mío!»</p> - -<p>Yo confieso que después de hundirme en el agitado golfo de sus libros, -después de penetrar en el secreto de esa existencia única; después de -ver esa alma llena de cicatrices y de heridas incurables, todo al eco de -celestes o profanas músicas, siempre hondamente encantadoras; después de -haber contemplado aquella figura imponente en su pena, aquel cráneo -soberbio, aquellos ojos obscuros, aquella faz con algo de socrático, de -pierrotesco y de infantil; después de mirar al dios caído, quizá -castigado por olímpicos crímenes en otra vida anterior; después de saber -la fe sublime y el amor furioso y la inmensa poesía que tenían por -habitáculo aquel claudicante cuerpo infeliz, sentí nacer en mi corazón -un doloroso cariño que junté a la grande admiración por el triste -maestro.</p> - -<p>A mi paso por París, en 1893, me había ofrecido Enrique Gómez Carrillo -presentarme a él. Este amigo mío había publicado una apasionada -impresión que figura en sus «Sensaciones de Arte», en la cual habla de -una visita al cliente del hospital de Broussais. «Y allí le encontré -siempre dispuesto a la burla terrible, en una cama estrecha de hospital. -Su rostro enorme y simpático cuya palidez extrema<a name="page_055" id="page_055"></a> me hizo pensar en las -figuras pintadas por Ribera, tenía un aspecto hierático. Su nariz -pequeña se dilata a cada momento para aspirar con delicia el humo del -cigarro. Sus labios gruesos que se entreabren para recitar con amor las -estrofas de Villón o para maldecir contra los poemas de Ronsard, -conservan siempre su mueca original, en donde el vicio y la bondad se -mezclan para formar la expresión de la sonrisa. Sólo su barba rubia de -cosaco, había crecido un poco y se había encanecido mucho.»</p> - -<p>Por Carrillo penetramos en algunas interioridades de Verlaine. No era -éste en ese tiempo el viejo gastado y débil que uno pudiera imaginarse, -antes bien, «un viejo robusto.» Decíase que padecía de pesadillas -espantosas y visiones en las cuales los recuerdos de la leyenda obscura -y misteriosa de su vida, se complicaban con la tristeza y el terror -alcohólicos. Pasaba sus horas de enfermedad, a veces en un penoso -aislamiento, abandonado y olvidado, a pesar de las bondadosas -iniciativas de los Mendés o de los León Deschamps.</p> - -<p>¡Dios mío! aquel hombre nacido para las espinas, para los garfios y los -azotes del mundo, se me apareció como un viviente doble símbolo de la -grandeza angélica y de la miseria humana. Angélico, lo era Verlaine; -tiorba alguna, salterio alguno, desde Jacopone de Todi, desde el Stabat -Mater, ha alabado a la Virgen con la melodía filial, ardiente y humilde -de «Sagesse»; lengua alguna, como no sean las lenguas de los serafines -prosternados, ha cantado mejor la carne y la sangre del Cordero; en -ningunas manos han ardido mejor los sagrados carbones de la penitencia; -y penitente alguno se ha flagelado los desnudos lomos con igual ardor de -arrepentimiento que Verlaine cuando se ha desgarrado el alma misma, cuya -sangre fresca y pura ha hecho abrirse rítmicas rosas de martirio.</p> - -<p>Quien lo haya visto en sus «Confesiones», en sus «Hospitales», en sus -otros libros íntimos, comprenderá<a name="page_056" id="page_056"></a> bien al hombre—inseparable del -poeta—y hallará que en ese mar tempestuoso primero, muerto después, hay -tesoros de perlas. Verlaine fué un hijo desdichado de Adán, en el que la -herencia paterna apareció con mayor fuerza que en los demás. De los tres -Enemigos, quien menos mal le hizo fué el Mundo. El Demonio le atacaba; -se defendía de él, como podía, con el escudo de la plegaria. La Carne -sí, fué invencible e implacable. Raras veces ha mordido cerebro humano -con más furia y ponzoña la serpiente del Sexo. Su cuerpo era la lira del -pecado. Era un eterno prisionero del deseo. Al andar, hubiera podido -buscarse en su huella, lo hendido del pie. Se extraña uno no ver sobre -su frente los dos cuernecillos, puesto que en sus ojos podían verse aún -pasar las visiones de las blancas ninfas, y en sus labios, antiguos -conocidos de la flauta, solía aparecer el rictus del egipán. Como el -sátiro de Hugo, hubiera dicho a la desnuda Venus, en el resplandor del -monte sagrado: «¡Viens nous en...!» Y ese carnal pagano aumentaba su -lujuria primitiva y natural a medida que acrecía su concepción católica -de la culpa.</p> - -<p>Mas ¿habéis leído unas bellas historias renovadas por Anatole France de -viejas narraciones hagiográficas, en las cuales hay sátiros que adoran a -Dios, y creen en su cielo y en sus santos, llegando en ocasiones hasta -ser santos sátiros? Tal me parece Pauvre Lelian, mitad cornudo flautista -de la selva, violador de hamadriadas, mitad asceta del Señor, eremita -que, extático, canta sus salmos. El cuerpo velloso sufre la tiranía de -la sangre, la voluntad imperiosa de los nervios, la llama de la -primavera, la afrodisia de la libre y fecunda montaña; el espíritu se -consagra a la alabanza del Padre, del Hijo, del Santo Espíritu, y, sobre -todo, de la maternal y casta Virgen; de modo que al dar la tentación su -clarinada, el espíritu ciego, no mira, queda como en sopor, al son de la -fanfarria carnal; pero tan luego como<a name="page_057" id="page_057"></a> el sátiro vuelve del boscaje y el -alma recobra su imperio y mira a la altura de Dios, la pena es profunda, -el salmo brota. Así, hasta que vuelve a verse pasar a través de las -hojas del bosque, la cadera de Kalixto...</p> - -<p>Cuando el Dr. Nordau publicó la obra célebre digna del Dr. Triboulat -Bonhoment, «Entartung», la figura de Verlaine, casi desconocida para la -generalidad—y en la generalidad pongo a muchos de la <i>élite</i> en otros -sentidos—surgió por la primera vez, en el más curiosamente abominable -de los retratos. El poeta de «Sagesse» estaba señalado como uno de los -más patentes casos demostrativos de la afirmación pseudocientífica de -que los modos estéticos contemporáneos son formas de descomposición -intelectual. Muchos fueron los atacados: se defendieron algunos. Hasta -el cabalístico Mallarmé descendió de su trípode para demostrar el escaso -intelectualismo del profesor austro alemán, en su conferencia sobre la -Música y la Literatura dada en Londres. Pauvre Lelian no se defendió a -sí mismo. Comentaría cuando más el caso con algunos ¡dam! en el François -I o en el D’Harcout. Varios amigos discípulos le defendieron; entre -todos con vigor y maestría lo hizo Charles Tennib, y su hermoso y -justificado ímpetu correspondió a la presentación del «caso» por Max -Nordau:</p> - -<p>«Tenemos ante nosotros la figura bien neta del jefe más famoso de los -simbolistas. Vemos un espantoso degenerado, de cráneo asimétrico y -rostro mongoloide, un vagabundo impulsivo, un dipsómano... un erótico... -un soñador emotivo, débil de espíritu, que lucha dolorosamente contra -sus malos instintos y encuentra a veces en su angustia conmovedores -acentos de queja, un místico cuya conciencia humosa está llena de -representaciones de Dios y de los santos; y un viejo chocho, etc.»</p> - -<p>En verdad que los clamores de ese generoso De Amicis contra la ciencia -que acaba de descuartizar<a name="page_058" id="page_058"></a> a Leopardi después de denventrar al Tasso, -son muy justos, e insuficientemente iracundos.</p> - -<p>En la vida de Verlaine hay una nebulosa leyenda que ha hecho crecer una -verde pradera en que ha pastado a su placer el «pan-muflisme.» No me -detendré en tales miserias. En estas líneas escritas al vuelo, y en el -momento de la impresión causada por su muerte, no puedo ser tan extenso -como quisiera.</p> - -<p>De la obra de Verlaine, ¿qué decir? El ha sido el más grande de los -poetas de este siglo. Su obra está esparcida sobre la faz del mundo. -Suele ya ser vergonzoso para los escritores apteros oficiales, no citar -de cuando en cuando, siquiera sea para censurar sordamente, a Paul -Verlaine. En Suecia y Noruega los jóvenes amigos de Jonas Lee, propagan -la influencia artística del maestro. En Inglaterra, a donde iba a dar -conferencias, gracias a los escritores nuevos, como Symons, y los -colaboradores del Yellow Book, el nombre ilustre se impone; la New -Rewiew daba sus versos en francés. En los Estados Unidos antes de -publicarse el conocido estudio de Symons en el «Harpers’s»—«The -decadent movement in literature»—la fama del poeta era conocida. En -Italia, D’Annunzio reconoce en él a uno de los maestros que le ayudaran -a subir a la gloria; Vittorio Pica y los jóvenes artistas de la Tavola -Rotonda exponen sus doctrinas; en Holanda la nueva generación -literaria—nótese un estudio de Werwey—le saludan en su alto puesto; en -España es casi desconocido y serálo por mucho tiempo: solamente el -talento de Clarín creo que lo tuvo en alta estima; en lengua española no -se ha escrito aún nada digno de Verlaine; apenas lo publicado por Gómez -Carrillo; pues las impresiones y notas de Bonafoux y Eduardo Pardo, son -ligerísimas.</p> - -<p>Vayan, pues, estas líneas, como ofrenda del momento. Otra será la -ocasión en que consagre al gran Verlaine el estudio que merece. Por hoy, -no cabe el análisis de su obra.<a name="page_059" id="page_059"></a></p> - -<p>«Esta pata enferma me hace sufrir un poco: me proporciona, en cambio, -más comodidad que mis versos, que me han hecho sufrir tanto! Si no fuese -por el reumatismo yo no podría vivir de mis rentas. Estando bueno, no lo -admiten a uno en el hospital.»</p> - -<p>Esas palabras pintan al hermano trágico de Villón.</p> - -<p>No era mala, estaba enferma su <i>animula</i>, <i>blandula</i>, <i>vagula</i>... ¡Dios -la haya acogido en el cielo como en un hospital!</p> - -<div class="figcenter" style="width: 141px;"> -<a href="images/illus-059_lg.png"> -<img src="images/illus-059_sml.png" width="141" height="121" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_060" id="page_060"></a></p> - -<p><a name="page_061" id="page_061"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 322px;"> -<a href="images/illus-061_lg.png"> -<img src="images/illus-061_sml.png" width="322" height="422" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">El conde Matías Augusto de Villiers de L’Isle Adam</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_062" id="page_062"></a></p> - -<p><a name="page_063" id="page_063"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 320px;"> -<a href="images/illus-063_lg.png"> -<img src="images/illus-063_sml.png" width="320" height="124" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="EL_CONDE_MATIAS_AUGUSTO_DE_VILLIERS_DE_LISLE_ADAM" id="EL_CONDE_MATIAS_AUGUSTO_DE_VILLIERS_DE_LISLE_ADAM"></a>EL CONDE MATÍAS AUGUSTO<br /> <span style="margin-left: 20%;">DE VILLIERS DE L’ISLE ADAM</span></h2> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i5"><span class="smcap">¡Va oultre!</span><br /></span> -<span class="i0">(Divisa de los Villiers de L’Isle Adam.)<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-e.png" -width="80" height="78" -alt="E" -/></span>STE era un rey...» Así, como en los cuentos azules, hubiera debido -empezar la historia del monarca <i>raté</i>, pero prodigioso poeta, que fué -en esta vida el conde Matías Felipe Augusto de Villiers de l’Isle Adam. -Puédese construir este fragmento de historia ideal: «Por aquel -tiempo—fué a mediados del indecoroso siglo <small>XIX</small>,—el país de Grecia vió -renacer su esplendor. Un príncipe semejante a los príncipes antiguos, se -coronó en Atenas, y brilló como un astro real. Era descendiente de los -caballeros de Malta; había en él algo del príncipe Hamlet y mucho del -rey Apolo; hacía anunciar su paso con trompetas de plata; recorría los -campos en carrozas heroicas, tiradas por cuadrillas de caballos blancos; -echó de su reino a todos los ciudadanos de los Estados Unidos de Norte -América; pensionó magníficamente a pintores, escultores y rimadores, de -modo que las abejas áticas se despertaban a un sonido de cinceles y de -liras; pobló<a name="page_064" id="page_064"></a> de estatuas los bosques; hizo volver a los ojos de los -pastores la visión de las ninfas y de las diosas; recibió la visita de -un soberano soñador que se llamaba Luis de Baviera, señor hermoso como -Lohengrin, y a quien amaba Loreley y vivía junto a un lago azul nevado -de cisnes; llevó a Wagner a la harmoniosa tierra del Olimpo, de modo que -el bello sol griego puso su aureola de oro en la divina frente de -Euforión; envió embajadas a los países de Oriente y cerró las puertas -del reino a los bárbaros occidentales; volvió gracias a él la gloria de -las musas; y cuando murió no se supo si fué un águila o un unicornio -quien llevó su cuerpo a un lugar misterioso.»</p> - -<p>Pero la suerte, ¡oh, sire, oh excelso poeta! no quiso que se realizase -ese adorable sueño, en este tiempo que ha podido envolver en la más alta -apoteosis la abominable figura de un Franklin!</p> - -<p>Villiers de l’Isle Adam es un sér raro entre los raros. Todos los que le -conocieron conservan de él la impresión de un personaje extraordinario.</p> - -<p>A los ojos del hermético y fastuoso Mallarmé es un tipo de ilusión, un -solitario,—como las más bellas piedras y las más santas almas:—además, -en todo y por todo, un rey; un rey absurdo si queréis, poético, -fantástico; pero un rey. Luego un genio. «El joven más magníficamente -dotado de su generación», escribe Henry Laujol. Mendés exclama a -propósito de Villiers, en 1884:</p> - -<p>«¡Desgraciados los semidioses! Están demasiado lejos de nosotros para -que les amemos como hermanos y demasiado cerca para que les adoremos -como a maestros.» El tipo del semi-genio, descripto por el poeta de -«Panteleia», es verdadero. Más de una vez habréis pensado en ciertos -espíritus que hubieran podido ser, como una chispa más del fuego celeste -con que Dios forma los genios, genios completos, genios totales; pero -que, águilas de cortas alas, ni pueden llegar a la suprema altura, como -los condores,<a name="page_065" id="page_065"></a> ni revolar en el bosque, como los ruiseñores.</p> - -<p>Van más allá del talento los semi-genios; pero no tienen voz para decir, -como en la página de Hugo, a las puertas de lo infinito: «Abrid; yo soy -el Dante.» Por lo tanto flotan aislados sin poder subir a las fortalezas -titánicas de Shakespeare, ni acogerse a los kioscos floridos de Gautier. -Y son desgraciados.</p> - -<p>Hoy, ya publicada toda la obra de Villiers de l’Isle Adam, no hay casi -vacilación alguna en poder saludarle entre los espíritus augustos y -superiores. Si genio es el que crea, y el que ahonda más en lo divino y -misterioso, Villiers fué genio.</p> - -<p>Nació para triunfar y murió sin ver su triunfo; descendiente de -nobilísima familia, vivió pobre, casi miserable; aristócrata por sangre, -arte y gustos, tuvo que frecuentar medios impropios de su delicadeza y -realeza. Bien hizo Verlaine en incluirle entre sus poetas Malditos. -Aquel orgulloso, del más justo orgullo; aquel artista que escribía: -¿«Qué nos importa la justicia? Quien al nacer no trae en su pecho su -propia gloria no conocerá nunca la significación real de esa -palabra»,—hizo su peregrinación por la tierra acompañado del -sufrimiento, y fué un maldito.</p> - -<p>Según Verlaine, y sobre todo, según su biógrafo y primo R. du Pontavice -de Heussey, comenzó por escribir versos. Despertó a la poesía en la -campaña bretona, donde, como Poe, tuvo un amor desgraciado, una ilusión -dulce y pura que se llevó la muerte. Es de notarse que casi todos los -grandes poetas han sufrido el mismo dolor: de aquí esa bella -constelación de divinas difuntas que brillan milagrosamente en el cielo -del arte, y que se llaman Beatrice, Lady Rowena de Tremain; y la dama -sublime que hizo vibrar con melodiosa tristeza el laud de Dante Gabriel -Rossetti. Villiers a los diecisiete años, cantaba ya:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Oh! vous souvenez vous, forêt délicieuse,<br /></span> -<span class="i0">de la jolie enfant qui passait gracieuse,<br /></span> -<span class="i0">souriant simplement au ciel, à l’avenir,<a name="page_066" id="page_066"></a><br /></span> -<span class="i0">se perdant avec moi dans ces vertes allées?<br /></span> -<span class="i0">¡Eh bien! parmi les lis de vos sombres vallées<br /></span> -<span class="i5">vous ne la verrez plus venir.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Villiers no volvió a amar con el fuego de sus primeros años; esa casi -infantil pasión, fué la más grande de su vida.</p> - -<p>Advierte Gautier, al hablar en sus «Grotesques», de Chapelain, cómo la -familia de éste, contrariando el natural horror que los padres tienen -por la carrera literaria, se propuso dedicarle a la poesía. El resultado -fué dotar a las letras francesas de un excelente mal poeta. No fué así -por cierto el caso de Villiers. Sus padres le alentaron en sus luchas de -artista; desde los primeros años; por ley atávica existía en toda esa -familia el sentimiento de las grandezas y la confianza en todas las -victorias. Jamás dejaron de tener esperanza los buenos -viejos,—principalmente ese soberbio marqués, buscador de tesoros,—en -que la cabeza de su Matías estaba destinada para la corona, ya fuese la -de los reyes, o la verde y fresca de laurel. Si apenas logró entrever -ésta en los últimos días de su existencia,—a punto de que Verlaine le -llamase «tres glorieux»—la de crucificado del arte llevó siempre -clavada, el infeliz soñador.</p> - -<p>Cuando Villiers llegó a París era el tiempo en que surgía el alba del -Parnaso. Entre todos aquellos brillantes luchadores su llegada causó -asombro. Coppée, Dierx, Heredia, Verlaine, le saludaron como a un -triunfante capitán. Mallarmé dice: «¡Un genio!» Así lo comprendimos -nosotros. El genio se reveló desde las primeras poesías, publicadas en -un volumen dedicado al conde Alfred de Vigny. Luego, en la «Revue -Fantaisiste» que dirigía Catulle Mendés, dió vida al personaje más -sorprendente que haya animado la literatura de este siglo: el Dr. -Tribulat Bonhomet. Solamente un soplo de Shakespeare hubiera podido -hacer vivir, respirar, obrar de ese<a name="page_067" id="page_067"></a> modo, al tipo estupendo que encarna -nuestro incomparable tiempo.</p> - -<p>El Dr. Tribulat Bonhomet, es una especie de Don Quijote trágico y -maligno, perseguidor de la Dulcinea del utilitarismo y cuya figura está -pintada de tal manera, que hace temblar. La influencia misteriosa y -honda de Poe ha prevalecido, es innegable, en la creación del personaje.</p> - -<p>Oigamos a Huyssmans: habla de Des Esseintes: «Entonces se dirigía a -Villiers de l’Isle Adam, en cuya obra esparcida notaba observaciones aún -sediciosas, vibraciones aún espamóticas; pero que ya no dardeaban—a -excepción de su Claire Lenoir, al menos—un horror tan espantable...»</p> - -<p>La historia de «discréte et scientifique personne, dame veuve Claire -Lenoir», que es la misma en que aparece el Dr. Bonhomet, tiene páginas -en que se cree ver un punto más allá de lo desconocido.</p> - -<p>Shakespeare y Poe han producido semejantes relámpagos, que medio -iluminan, siquiera sea por un instante, las tinieblas de la muerte, el -obscuro reino de lo sobrenatural. Este impulso hacia lo arcano de la -vida persiste en obras posteriores, como los «Cuentos crueles», los -«Nuevos cuentos crueles», «Isis» y una de las novelas más originales y -fuertes que se hayan escrito: «La Eva futura.» Espiritualista -convencido, el autor, apoyado en Hegel y en Kant, volaba por el orbe de -las posibilidades, teniendo a su servicio la razón práctica, mientras -tomaba fuerza para ascender y asir de su túnica impalpable a Psiquis. -Tullia Fabriana, primera parte de «Isis», acusa en Villiers, a los ojos -de la crítica exigente, exageración romántica.</p> - -<p>A esto no habría que decir sino que Tullia Fabriana fué el «Han de -Islandia» de Villiers de l’Isle Adam.</p> - -<p>Su vida es otra novela, otro cuento, otro poema. De ella veamos, por -ejemplo, la leyenda del rey de Grecia, apoyados en las narraciones de -Laujol, Verlaine<a name="page_068" id="page_068"></a> y B. Pontavice de Heussey. Dice el último: «En el año -de gracia de 1863, en la época en que el gobierno imperial irradiaba con -su más fulgurante brillo, faltaba un rey al pueblo de los helenos. Las -grandes potencias que protegían a la heroica y pequeña nación a que -Byron sacrificó su vida, Francia, Rusia, Inglaterra, se pusieron a -buscar un joven tirano constitucional para darlo a su protegida. -Napoleón III tenía en esta época voz preponderante en los congresos, y -se preguntaban con ansiedad si él presentaría un candidato y si éste -sería francés. En fin, los diarios aparecían llenos de decires y -comentarios sobre ese asunto palpitante: la cuestión griega estaba a la -orden del día. Los noticieros podían sin temor dar rienda suelta a la -imaginación, pues mientras que las otras naciones parecían haber -definitivamente escogido al hijo del rey de Dinamarca—el emperador, tan -justamente llamado «el príncipe taciturno» por su amigo de días -sombríos, Carlos Dickens, el emperador, digo, continuaba callado y -haciendo guardar su decisión. Así estaban las cosas, cuando una mañana -de principios de Marzo, el gran marqués (habla del padre de Villiers) -entra como huracán en el triste salón de la calle Saint-Honoré, -blandiendo un diario sobre su cabeza y en un indescriptible estado de -exaltación que pronto compartió toda la familia. He aquí en efecto la -extraña noticia que publicaban esa mañana muchas hojas parisienses: -«Sabemos de fuente autorizada que una nueva candidatura al trono de -Grecia acaba de brotar. El candidato esta vez es un gran señor francés, -muy conocido de todo París: el conde Matías Augusto de Villiers de -l’Isle Adam, último descendiente de la augusta línea que ha producido al -heroico defensor de Rodas y al primer gran maestre de Malta. En la -última recepción íntima del emperador, habiéndole a éste preguntado uno -de sus familiares sobre el éxito que pudiera tener esta candidatura, su -majestad ha sonreído de una manera enigmática.<a name="page_069" id="page_069"></a> Todos nuestros votos al -nuevo aspirante a rey.» «Los que me han seguido hasta aquí se figurarán -seguramente el efecto que debió producir en imaginaciones como las de la -familia de Villiers semejante lectura, etc., etc.» Hasta aquí Pontevice. -Sea, pase que haya habido en la noticia antes copiada, engaño o broma de -algún mistificador; pero es el caso que en las Tullerías se le concedió -una audiencia al flamante pretendiente, para tratar del asunto en -cuestión. He allí que bien trajeado—¡no, ah, con el manto, ni la -ropilla, o la armadura de sus abuelos!—fué recibido el conde en el -palacio real, por el duque de Bassano. Villiers vivía en el mundo de sus -ensueños, y cualquier monarca moderno hubiera sido un buen burgués -delante de él, a excepción de Luis de Baviera, el loco. Matías I, el -poeta, desconcertó con sus rarezas al chambelán imperial; creyó ser -víctima de ocultos enemigos, pensó una tragedia shakespeariana en pocos -minutos; no quiso hablar sino con el emperador. «Il vous faudra done -prendre la peine de venir une autre fois, monsieur le comte, dis le duc -en se levant; sa majesté était occupée et m’avait chargé de vous -recevoir<a name="FNanchor_8_8" id="FNanchor_8_8"></a><a href="#Footnote_8_8" class="fnanchor">[8]</a>.» Así concluyó la pretensión al trono de Grecia, y los -griegos perdieron la oportunidad de ver resucitar los tiempos de -Píndaro, bajo el poder de un rey lírico que hubiera tenido un verdadero -cetro, una verdadera corona, un verdadero manto; y que desterrando las -abominaciones occidentales—paraguas, sombrero de pelo, periódicos, -constituciones, etc.,—la Civilización y el Progreso, con mayúsculas, -haría florecer los viejos bosques fabulosos, y celebrar el triunfo de -Homero, en templos de mármol, bajo los vuelos de las palomas y de las -abejas, y al mágico son de las ilustres cigarras.</p> - -<p>Hay otras páginas admirables en la vida de este magnífico desgraciado. -Los comienzos de su vida<a name="page_070" id="page_070"></a> literaria los han descripto afectuosamente y -elogiosamente, Coppée, Mendés, Verlaine, Mallarmé, Laujol; los últimos -momentos de su vida, nadie los ha pintado como el admirable Huyssmans. -El asunto del progreso con motivo de «Perrinet Lecrerc», drama histórico -de Lockroy y Anicet Bourgeois, dió cierto relieve al nombre de Villiers; -pues únicamente una alma como la suya hubiera intentado, con todo el -fuego de su entusiasmo, salir a la defensa de un tan antiguo antepasado -como el mariscal Jean de l’Isle Adam, difamado en la pieza dramática -antes nombrada. Después el duelo con el otro Villiers militar, que -desdeñándole antes, al llegar el momento del combate, le abraza y -reconoce su nobleza.</p> - -<p>Algunas anécdotas y algunas palabras de Coppée:</p> - -<p>Se refiere a la llegada de Villiers al cenáculo parnasiano: «Súbitamente -en la asamblea de poetas un grito jovial fué lanzado por todos: -¡Villiers! ¡Es Villiers! Y de repente un joven de ojos azul pálido, -piernas vacilantes, mordiendo un cigarro, moviendo con gesto capital su -cabellera desordenada y retorciendo su corto bigote rubio, entra con -aire turbado, distribuye apretones de mano distraídos, ve el piano -abierto, se sienta, y, crispados sus dedos sobre el teclado, canta con -voz que tiembla, pero cuyo acento mágico y profundo jamás olvidará -ninguno de nosotros, una melodía que acaba de improvisar en la calle, -una vaga y misteriosa melopea que acompañaba duplicando la impresión -turbadora, el bello soneto de Beaudelaire:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Nous aurons des lits pleins d’odeurs légers.<br /></span> -<span class="i0">Des divans profonds comme des tombeaux, etc.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Después, cuando todo el mundo está encantado, el cantor, mascullando las -últimas notas de su melodía, se interrumpe bruscamente, se levanta, se -aleja<a name="page_071" id="page_071"></a> del piano, va como a ocultarse a un rincón del cuarto, y -enrollando otro cigarrillo, lanza a su auditorio estupefacto un vistazo -desconfiado y circular, una mirada de Hamlet a los pies de Ofelia, en la -representación del asesinato de Gonzaga. Tal se nos apareció, hace diez -y ocho años en las amistosas reuniones de la rue de Douai, en casa de -Catulle Mendés, el conde Auguste Villiers de l’Isle Adam.»</p> - -<p>El año de 1875 se promovió un concurso en París, para premiar con una -fuerte suma y una medalla, «al autor dramático francés que en una obra -de cuatro o cinco actos, recordara más poderosamente el episodio de la -proclamación de la independencia de los Estados Unidos, cuyo centésimo -aniversario caía en 4 de julio de 1876.» El tema habría regocijado al -Dr. Tribulat Bohomet. Villiers se decidió a optar al premio y a la -medalla.</p> - -<p>El jurado estaba compuesto de críticos de los diarios, de Augier, -Feuillet, Legouvé, Grenville, Murray, del «Herald» de New York, Perrin -y, como presidente de honor, Víctor Hugo. El conde Matías creó una obra -ideal en un terreno prosaico y difícil.</p> - -<p>No lo hubiera hecho de distinto modo el autor de los «Cuentos -extraordinarios.» En resumen, y, naturalmente, no se ganó el premio.</p> - -<p>Furioso, fulminante, se dirigió nada menos que a casa del dios Hugo, que -en aquellos días estaba en la época más resplandeciente y autocrática de -su imperio. Entró y lanzó sus protestas a la faz del César literario, a -quien llegó a acusar de deslealtad, y a cuya chochez aludió.</p> - -<p>Un señor había allí entre los príncipes de la corte, que se encaró con -Villiers y le arrojó esta frase: «¡La probidad no tiene edad, señor!»</p> - -<p>Villiers le midió con una vaga mirada, y muy dulcemente respondió al -viejo: «Y la tontería tampoco, señor<a name="FNanchor_9_9" id="FNanchor_9_9"></a><a href="#Footnote_9_9" class="fnanchor">[9]</a>.»<a name="page_072" id="page_072"></a></p> - -<p>Cuando Drumont hizo estallar su primer torpedo antisemita, con la -publicación de la <i>France juive</i>, los poderosos israelitas de París -buscaron un escritor que pudiese contestar victoriosamente la obra -formidable del panfletista. Alguien indicó a Villiers, cuya pobreza era -conocida; y se creyó comprar su limpia conciencia, y su pluma. -Enviáronle con este objeto un comisionado, sujeto de verbo y elegancia, -comerciante y hombre de mundo. Este penetró a la humilde habitación del -poeta insigne, le babeó sus adulaciones mejor hiladas, le puso sobre el -techo de la sinagoga, le expuso las injusticias persistentes e -implacables del rabioso Drumont y, por último, suplicó al descendiente -del defensor de Rodas, dijese cuál era el precio de sus escritos, pues -éste sería pagado en buenos luises de oro inmediatamente. Quizá no -habría comido Villiers ese día en que dió esta incomparable respuesta: -«¿Mi precio, señor? No ha cambiado desde Nuestro Señor Jesucristo: -¡treinta dineros!»</p> - -<p>A Anatole France, cuando llegó un día a pedirle datos sobre sus -antepasados:</p> - -<p>«—¡Cómo! ¡queréis que os hable del ilustre gran maestre y del célebre -mariscal, mis antepasados, así no más, en pleno sol y a las diez de la -mañana!»</p> - -<p>En la mesa del pretendido delfín de Francia Naundorff, con motivo de un -rasgo de soberbia y de desprecio que tuvo aquél para con un buen -servidor, el conde de F... y en momentos en que este pobre anciano se -retiraba llorando avergonzado:</p> - -<p>«—Sire, bebo por vuestra majestad. Vuestros títulos son decididamente -indiscutibles. ¡Tenéis la ingratitud de un rey!»</p> - -<p>En sus últimos días, a un amigo:</p> - -<p>«—¡Mi carne está ya madura para la tumba!»</p> - -<p>Y como estas, innumerables frases, arranques, originalidades que -llenarían un volumen.</p> - -<p>Su obra genial forma un hermoso zodiaco, impenetrable para la mayoría: -resplandeciente y lleno de<a name="page_073" id="page_073"></a> los prestigios de la iniciación, para los -que pueden colocarse bajo su círculo de maravillosa luz. En los «Cuentos -crueles», libro que con justicia Mendés califica de «libro -extraordinario», Poe y Swift aplauden.</p> - -<p>El dolor misterioso y profundo se os muestra, ya con una indescriptible, -falsa y penosa sonrisa, ya al húmedo brillo de las lágrimas. Pocos han -reído tan amargamente como Villiers. «Le Nouveau Monde», ese drama -confuso en el cual cruza como una creación fantástica la -protagonista—obra ante la cual Maeterlink debe inclinarse, pues si hay -hoy, drama simbolista, quien dió la nota inicial fué Villiers—, «Le -Nouveau Monde», digo, aunque difícilmente representable, queda como una -de las manifestaciones más poderosas de la moderna dramática. El -esfuerzo estético principal consiste a mi modo de ver, en la -presentación de un personaje como mistress Andrews—en el medio -norteamericano, de suyo refractario a la verdadera poesía—, tipo -rodeado de una bruma legendaria, hasta convertirse en una figura -vaporosa, encantada y poética. A Edilh Evandale sonríen cariñosa y -fraternalmente las heroínas de las baladas sajonas. La Eva Futura no -tiene precedente ninguno; es obra cósmica y única; obra de sabio y de -poeta; obra de la cual no puede hablarse en pocas palabras. Sea -suficiente decir que pudieran en su frontispicio grabarse, como un -símbolo, la Esfinge y la Quimera; que la andreida creada por Villiers no -admite comparación alguna, a no ser que sea con la Eva del Eterno Padre; -y que al acabar de leer la última página, os sentís conmovidos, pues -creéis escuchar algo de lo que murmura la Boca de Sombra. Cuando Edison -estuvo en París en 1889, alguien le hizo conocer esa novela en que el -Brujo es el principal protagonista. El inventor del fonógrafo quedó -sorprendido. «He aquí dijo, un hombre que me supera: ¡yo invento; él -crea!» «Ellen» y «Morgane», dramas. La fantasía despliega sus juegos de -colores,<a name="page_074" id="page_074"></a> sus irisados abanicos. «Akedysseril», la India con sus -prestigios y visiones; coros de guerreras y guerreros, el himno de -Iadnour-Veda y la palabra de la felicidad; evocaciones de antiguos -cultos y de liturgias suntuosas y bárbaras; sacrificios y plegarias; un -poema de Oriente, en el cual la reina Akedysseril aparece, hierática y -suprema, vencedora en su esplendorosa majestad.</p> - -<p>No cabría en los límites de este artículo una completa reseña de las -obras de Villiers; pero es imposible dejar de recordar a «Axel», el -drama que acaba de presentarse en París, gracias a los esfuerzos de una -noble y valiente escritora: Madame Tola Doirán.</p> - -<p>«Axel», es la victoria del deseo sobre el hecho; del amor ideal sobre la -posesión. Llégase hasta renegar—según la frase de Janus—de la -naturaleza, para realizar la ascensión hacia el espíritu absoluto. Axel -como Lohengrin, es casto; fin de esa pasión ardorosa y pura, no puede -tener más desenlace que la muerte.</p> - -<p>Ese poema dramático, escrito en un luminoso, diamantino lenguaje, -representado por excelentes artistas, y aplaudido por una muchedumbre de -admiradores de poetas, de oyentes escogidos—sin que dejase de haber, -según las crónicas, gentes «malfilatres», como diría el inmortal -maestro,—hubiera sido para él conquista soberana en vida. ¡Mas quien -fué tan desventurado, no tuvo ni esa realización de uno de sus más -fervientes deseos, en tiempos en que se ponía los pantalones de su primo -y tomaba por todo alimento diario una taza de caldo!</p> - -<p>En 1889, en el establecimiento de los hermanos de San Juan de Dios, de -París, el conde Matías Augusto de Villiers de l’Isle Adam, descendiente -de los señores de Villiers de l’Isle Adam, de Chailly, originarios de la -Isla de Francia; quien tuvo entre sus antepasados a Pedro, gran maestre -y porta-oriflama de Francia; a Felipe gran maestre de la orden de Malta -y defensor de la isla de Rodas en el sitio impuesto<a name="page_075" id="page_075"></a> por la fuerza de -Solimán; y a Francisco, marqués, «gran louvetier de France» en 1550; se -unía, en matrimonio, en el lecho de muerte, a una pobre muchacha inculta -con la cual había tenido un hijo. El reverendo padre Silvestre, que -había ayudado a bien morir a Barbey d’Aurevilly, casó al conde con su -humilde y antigua querida, la cual le había amado y servido con -adoración en sus horas amargas de enfermo y de pobre;—y el mismo fraile -preparóle para el eterno viaje. Luego, después de recibir los -sacramentos, rodeado de unos pocos amigos, entre los cuales Huyssmans, -Mallarmé y Dierx, entregó su alma a Dios el excelso poeta, el raro -artista, el rey, el soñador. Fué el 20 de Agosto de 1889. Sire, «¡Va -oultre!»</p> - -<div class="figcenter" style="width: 94px;"> -<a href="images/illus-075_lg.png"> -<img src="images/illus-075_sml.png" width="94" height="124" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_076" id="page_076"></a></p> - -<p><a name="page_077" id="page_077"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 322px;"> -<a href="images/illus-077_lg.png"> -<img src="images/illus-077_sml.png" width="322" height="113" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="LEON_BLOY" id="LEON_BLOY"></a>LEON BLOY</h2> - -<div class="blockquotrt"><p>Je suis escorté de quelqu’un qui me chuchote sans cesse que la vie -bien entendue doit être une continuelle persécution, tout vaillant -homme un persécuteur, et que c’est la seule manière d’être vraiment -poète. Persécuteur de soi-même, persécuteur du genre humain, -persécuteur de Dieu. Celui qui n’est pas cela, soit en acte, soit -en puissance, est indigne de respirer.</p> - -<p>León Bloy. (Prefacio de «Propos d’un entrepreneur de démolitions».)</p></div> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-c.png" -width="80" height="81" -alt="C" -/></span><small>UANDO</small> William Ritter llama a León Bloy «el verdugo de la literatura -contemporánea», tiene razón.</p> - -<p>Monsieur de París vive sombrío, aislado, como en un ambiente de espanto -y de siniestra extrañeza. Hay quienes le tienen miedo; hay muchos que le -odian; todos evitan su contacto, cual si fuese un lazarino, un apestado; -la familiaridad con la muerte ha puesto en su sér algo de espectral y de -macabro; en esa vida lívida no florece una sola rosa. ¿Cuál es su -crimen? Ser el brazo de la justicia. Es el hombre que decapita por -mandato de la ley. León Bloy es el voluntario verdugo moral de esta -generación, el Monsieur de París de la literatura, el formidable e -inflexible ejecutor de los más crueles suplicios; él azota,<a name="page_078" id="page_078"></a> quema, -raja, empala y decapita; tiene el knut y el cuchillo, el aceite -hirviente y el hacha: más que todo, es un monje de la Santa Inquisición, -o un profeta iracundo que castiga con el hierro y el fuego y ofrece a -Dios el chirrido de las carnes quemadas, las disciplinas sangrientas, -los huesos quebrantados, como un homenaje, como un holocausto. «¡Hijo -mío predilecto!» le diría Torquemada.</p> - -<p>Jamás veréis que se le cite en los diarios; la prensa parisiense, herida -por él, se ha pasado la palabra de aviso: «silencio.»</p> - -<p>Lo mejor es no ocuparse de ese loco furioso; no escribir su nombre, -relegar a ese vociferador al manicomio del olvido... Pero resulta que el -loco clama con una voz tan tremenda y tan sonora, que se hace oir como -un clarín de la Biblia. Sus libros se solicitan casi misteriosamente; -entre ciertas gentes su nombre es una mala palabra; los señalados -editores que publican sus obras, se lavan las manos; Tresse, al dar a -luz «Propos d’un entrepreneur de démolitions», se apresura a declarar -que León Bloy es un rebelde, y que si se hace cargo de su obra, «no -acepta de ninguna manera la solidaridad de esos juicios o de esas -apreciaciones, encerrándose en su estricto deber de editor y de -«marchand de curiosités litteraires.»</p> - -<p>León Bloy sigue adelante, cargado con su montaña de odios, sin inclinar -su frente una sola línea. Por su propia voluntad se ha consagrado a un -cruel sacerdocio. Clama sobre París como Isaías sobre Jerusalén: -«¡Príncipes de Sodoma, oid la palabra de Jehová; escuchad la ley de -nuestro Dios, pueblo de Gomorra!» Es ingenuo como un primitivo, áspero -como la verdad, robusto como un sano roble. Y ese hombre que desgarra -las entrañas de sus víctimas, ese salvaje, ese poseído de un deseo -llameante y colérico, tiene un inmenso fondo de dulzura, lleva en su -alma fuego de amor de la celeste hoguera de los serafines. No es de -estos tiempos.<a name="page_079" id="page_079"></a> Si fuese cierto que las almas transmigran, diríase que -uno de aquellos fervorosos combatientes de las Cruzadas, o más bien, uno -de los predicadores antiguos que arengaban a los reyes y a los pueblos -corrompidos, se ha reencarnado en León Bloy, para venir a luchar por la -ley de Dios y por el ideal, en esta época en que se ha cometido el -asesinato del Entusiasmo y el envenenamiento del alma popular. El -desafía, desenmascara, injuria. Desnudo de deshonras y de vicios, en el -inmenso circo, armado de su fe, provoca, escupe, desjarreta, estrangula -las más temibles fieras: es el gladiador de Dios. Mas sus enemigos, los -«espadachines del Silencio», pueden decirle, gracias a la incomparable -vida actual:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">«los muertos que vos matáis,<br /></span> -<span class="i0">gozan de buena salud.»<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>¡Ah, desgraciadamente es la verdad! León Bloy ha rugido en el vacío. -Unas cuantas almas han respondido a sus clamores; pero mucho es que sus -propósitos de demoledor, de perseguidor, no le hayan conducido a un -verdadero martirio, bajo el poder de los Dioclecianos de la canalla -contemporánea. Decir la verdad es siempre peligroso, y gritarla de modo -tremendo como este inaudito campeón es condenarse al sacrificio -voluntario. El lo ha hecho; y tanto, que sus manos capaces de -desquijadar leones, se han ocupado en apretar el pescuezo de más de un -perrillo de cortesana. He dicho que la gran venganza ha sido el -silencio. Se ha querido aplastar con esa plancha de plomo al sublevado, -al raro, al que viene a turbar las alegrías carnavalescas con sus -imprecaciones y clarinadas. Por eso la crítica oficial ha dejado en la -sombra sus libros y sus folletos. De ellos quiero dar siquiera sea una -ligera idea.</p> - -<p>¡Este Isaías, o mejor, este Ezequiel, apareció en el «Chat Noir!»</p> - -<p>«Llego de tan lejos como de la luna, de un país<a name="page_080" id="page_080"></a> absolutamente -impermeable a toda civilización como a toda literatura. He sido nutrido -en medio de bestias feroces, mejores que el hombre, y a ellas debo la -poca benignidad que se nota en mí. He vivido completamente desnudo hasta -estos últimos tiempos, y no he vestido decentemente sino hasta que entré -al «Chat Noir.»<a name="FNanchor_10_10" id="FNanchor_10_10"></a><a href="#Footnote_10_10" class="fnanchor">[10]</a> Fué Rodolfo Salis, «le gentil homme cabaretier», -quien le ayudó a salir a flote en el revuelto mar parisiense.</p> - -<p>Escribió en el periódico del «cabaret» famoso, y desde sus primeros -artículos se destacaron su potente originalidad y su asombrosa bravura. -Entre las canciones de los cancioneros y los dibujos de Villete, -crepitaban los carbones encendidos de sus atroces censuras; esa crítica -no tenía precedentes; esos libelos resplandecían; ese bárbaro abofeteaba -con manopla de un hierro antiguo; jinete inaudito, en el caballo de -Saulo, dejaba un reguero de chispas sobre los guijarros de la polémica. -Sorprendió y asustó. Lo mejor, para algunos, fué tomarlo a risa. -¡Escribía en el «Chat Noir!» Pero llegó un día en que su talento se -demostró en el libro; el articulista «cabaretier» publicó «Le Revelateur -du Globe», y ese volumen tuvo un prólogo nada menos que de Barbey -d’Aurevilly.</p> - -<p>Sí, el condestable presentó al verdugo. El conde Roselly de Lorgues -había publicado su «Historia de Cristóbal Colón» como un homenaje; y al -mismo tiempo como una protesta por la indiferencia universal para con el -descubridor de América. Su obra no obtuvo el triunfo que merecía en el -público ébrio y sediento de libros de escándalo; en cambio, Pío IX la -tomó en cuenta y nombró a su autor postulante de la Causa de -Beatificación de Cristóbal Colón, cerca de la Sagrada Congregación de -los Ritos. La historia escrita por el conde Roselly de Lorgues y su -admiración por el «Revelador del Globo» inspiraron<a name="page_081" id="page_081"></a> a León Bloy ese -libro que, como he dicho, fué apadrinado por el nobilísimo y admirable -Barbey d’Aurevilly. Barbey aplaudió al «obscuro», al olvidado de la -Crítica. Hay que advertir que León Bloy es católico, apostólico, romano -intransigente—, acerado y diamantino. Es indomable e inrayable: y en su -vida íntima no se le conoce la más ligera mancha ni sombra. Por tanto, -repito, estaba en la obscuridad, a pesar de sus polémicas. No había -nacido ni nacería el onagro con cuya piel pudiera hacer sonar su bombo -en honor del autor honrado, el periodismo prostituído.</p> - -<p>La fama no prefiere a los católicos. Hello y Barbey, han muerto en una -relativa obscuridad. Bloy, con hombros y puños, ha luchado por -sobresalir, ¡y apenas si lo ha logrado! En su «Revelador del Globo» -canta un himno a la Religión, celebra la virtud sobrenatural del -Navegante, ofrece a la iglesia del Cristo una palma de luz. Barbey se -entusiasmó, no le escatimó sus alabanzas, le proclamó el más osado y -verecundo de los escritores católicos, y le anunció el día de la -victoria, el premio de sus bregas. Le preconizó vencedor y famoso. No -fué profeta. Rara será la persona que, no digo entre nosotros, sino en -el mismo París, si le preguntáis: «¿Avez-vous la Baruch?» ¿ha leído -usted algo de León Bloy? responda afirmativamente. Está condenado por el -papado de lo mediocre: está puesto en el índice de la hipocresía social; -y, literariamente, tampoco cuenta con simpatías, ni logrará alcanzarlas, -sino en número bastante reducido. No pueden saborearle los asiduos -gustadores de los jarabes y vinos de la literatura a la moda, y menos -los comedores de pan sin sal, los porosos fabricantes de crítica -exegética, cloróticos de estilo, raquíticos o cacoquimios. ¡Cómo alzará -las manos, lleno de espanto, el rebaño de afeminados, al oir los truenos -de Bloy, sus fulminantes escatalogias, sus «cargas» proféticas y el -estallido de sus bombas de dinamita fecal!<a name="page_082" id="page_082"></a></p> - -<p>Si el «Revelador del Globo» tuvo muy pocos lectores, los «Propos», con -el atractivo de la injuria circularon aquí, allá; la prensa, -naturalmente, ni media palabra. Aquí se declara Bloy el perseguidor y el -combatiente. Vese en él una ansia de pugilato, un gozo de correr a la -campaña semejante al del caballo bíblico, que relincha al oir el son de -las trompetas. Es poeta y es héroe y pone al lado del peligro su fuerte -pecho. El escucha una voz sobrenatural que le impulsa al combate. Como -San Macario Romano, vive acompañado de leones, mas son los suyos fieros -y sanguinarios y los arroja sobre aquello que su cólera señala.</p> - -<p>Este artista—porque Bloy es un grande artista—se lamenta de la pérdida -del entusiasmo, de la frialdad de estos tiempos para con todo aquello -que por el cultivo del ideal o los resplandores de la fe nos pueda -salvar de la banalidad y sequedad contemporánea. Nuestros padres eran -mejores que nosotros, tenían entusiasmo por algo; buenos burgueses de -1830, valían mil veces más que nosotros. Foy, Beranger, la Libertad, -Víctor Hugo, eran motivos de lucha, dioses de la religión del -Entusiasmo. Se tenía fe, entusiasmo por alguna cosa. Hoy es el -indiferentismo como una anquilosis moral; no se piensa con ardor en -nada, no se aspira con alma y vida a ideal alguno. Eso poco más o menos -piensa el nostálgico de los tiempos pasados, que fueron mejores.</p> - -<p>Una de las primeras víctimas de «Propos» elegida por el Sacrificador, es -un hermano suyo en creencias, un católico que ha tenido en este siglo la -preponderancia de guerrero oficial de la Iglesia, por decir así, Luis -Veuillot. A los veintidós días de muerto el redactor de «L’Univers», -publicó Bloy en la «Nouvelle Revue» una formidable oración fúnebre, una -severísima apreciación sobre el periodista mimado de la curia. -Naturalmente, los católicos inofensivos protestaron, y el innumerable -grupo de partidarios del célebre difunto señaló aquella producción<a name="page_083" id="page_083"></a> como -digna de reproches y excomuniones. Bloy no faltó a la caridad—virtud -real e imperial en la tierra y en el cielo—; lo que hizo fué descubrir -lo censurable de un hombre que había sido elevado a altura inconcebible -por el espíritu de partido, y endiosado a tal punto que apagó con sus -aureolas artificiales los rayos de astros verdaderos como los Hello y -Barbey. Bloy no quiere, no puede permanecer con los labios cerrados -delante de la injusticia; señaló al orgulloso, hizo resaltar una vez más -la carneril estupidez de la Opinión—esfinge con cabeza de asno, que -dice Pascal—, y demostró las flaquezas, hinchazones, ignorancias, -vanidades, injusticias y aun villanías del celebrado y triunfante autor -del «Perfume de Roma.» Si a los de su gremio trata implacable León Bloy, -con los declarados enemigos es dantesco en sus suplicios; a Renán ¡al -gran Renán! le empala sobre el bastón de la pedantería; a Zola le sofoca -en un ambiente sulfídrico. Grandes, medianos y pequeños son medidos con -igual rasero. Todo lo que halla al alcance de su flecha, lo ataca ese -sagitario del moderno Bajo Imperio social e intelectual. Poctevin, a -quien él con clara injusticia llama «un monsieur Francis Poctevin», -sufre un furibundo vapuleo; Alejandro Dumas padre es el «hijo mayor de -Caín»; a Nicolardet le revuelca y golpea a puntapiés; con Richepin es de -una crueldad horrible; con Jules Vallés despreciativo e insultante; -flagela a Willette, a quien había alabado, porque prostituyó su talento -en un dibujo sacrílego; no es miel la que ofrece a Coquelin Cadet; al -padre Didon le presenta grotesco y malo; a Catulle Mendés... ¡qué -pintura la que hace de Mendés!; con motivo de una estatua de Coligny, -recordando «La cólera del Bronce», de Hugo, en su prosa renueva la -protesta del bronce colérico... azota a Flor O’Squarr, novelista -anticlerical; la fracmasonería recibe un aguacero de fuego. Hay -alabanzas a Barbey, a Rollinat, a Godeau, a muy pocos. Bloy tiene el -elogio difícil.<a name="page_084" id="page_084"></a> De «Propos» dice con justicia uno de los pocos -escritores que se hayan ocupado de Bloy, que son el testamento de un -desesperado, y que después de escribir ese libro, no habría otro camino, -para su autor, si no fuese católico, que el del suicidio. No hay en León -Bloy injusticia sino exceso de celo. Se ha consagrado a aplicar a la -sociedad actual los cauterios de su palabra nerviosa e indignada. Donde -quiera que encuentra la enfermedad la denuncia. Cuando fundó «Le Pal», -despedazó como nunca. En este periódico que no alcanzó sino a cuatro -números, desfilaban los nombres más conocidos de Francia bajo una -tempestad de epítetos corrosivos, de frases mordientes, de revelaciones -aplastadoras. El lenguaje era una mezcla de deslumbrantes metáforas y -bajas groserías, verbos impuros y adjetivos estercolarios. Como a todos -los grandes castos, a León Bloy le persiguen las imágenes carnales; y a -semejanza de poetas y videntes como Dante y Ezequiel, levanta las -palabras más indignas e impronunciables y las engasta en sus metálicos y -deslumbrantes períodos.</p> - -<p>«Le Pal» es hoy una curiosidad bibliográfica, y la muestra más flagrante -de la fuerza rabiosa del primero de los «panfletistas» de este siglo.</p> - -<p>Llegamos a «El Desesperado», que es a mi entender la obra maestra de -León Bloy. Más aun: juzgo que ese libro encierra una dolorosa -autobiografía. «El Desesperado» es el autor mismo, y grita denostando y -maldiciendo con toda la fuerza de su desesperación.</p> - -<p>En esa novela, a través de pseudónimos transparentes y de nombres -fonéticamente semejantes a los de los tipos originales, se ven pasar las -figuras de los principales favoritos de la Gloria literaria actual, -desnudos, con sus lunares, cicatrices, lacras y jorobas. Marchenoir, el -protagonista, es una creación sombría y hermosa al lado de la cual -aparecen los condenados por el inflexible demoledor, como<a name="page_085" id="page_085"></a> cadena de -presidiarios. Esos galeotes tienen nombres ilustres: se llaman Paul -Bourget, Sarcey, Daudet, Catulle Mendés, Armand Silvestre, Jean -Richepin, Bergerat, Jules Vallés, Wolff, Bounetain y otros, y otros. -Nunca la furia escrita ha tenido explosión igual.</p> - -<p>Para Bloy no hay vocablo que no pueda emplearse. Brotan de sus prosas -emanaciones asfixiantes, gases ahogadores. Pensaríase que pide a -Ezequiel una parte de su plato, en la plaza pública... Y en medio de tan -profunda rabia y ferocidad indomable, ¡cómo tiembla en los ojos del -monstruo la humedad divina de las lágrimas; cómo ama el loco a los -pequeños y humildes; cómo dentro del cuerpo del oso arde el corazón de -Francisco de Asis! Su compasión envuelve a todo caído, desde Caín hasta -Bazaine.</p> - -<p>Esa pobre prostituta que se arrepiente de su vida infame y vive con -Marchenoir, como pudiera vivir María Egipciaca con el monje Zózimo, en -amor divino y plegaria, supera a todas las Magdalenas. No puede pintarse -el arrepentimiento con mayor grandeza y León Bloy, que trata con hondo -afecto la figura de la desgraciada, en vez de escribir obra de novelista -ha escrito obra de hagiografo, igualando en su empresa, por fervor y -luces espirituales, a un Evagrio del Ponto, a un San Atanasio, a un Fra -Domenico Cavalca. Su arrepentida es una santa y una mártir: jamás del -estiércol pudiera brotar flor más digna del paraíso. Y Marchenoir es la -representación de la inmortal virtud, de la honradez eterna, en medio de -las abominaciones y de los pecados; es Lot en Sodoma. «El desesperado» -como obra literaria encierra, fuera del mérito de la novela, dos partes -magistrales: una monografía sobre la Cartuja, y un estudio sobre el -Simbolismo en la historia, que Charles Morice califica de «único», muy -justamente.</p> - -<p>«Un brelan d’excomunniés», tríptico soberbio, las imágenes de tres -excomulgados: Barbey d’Aurevilly,<a name="page_086" id="page_086"></a> Ernest Hello, Paul Verlaine: «El Niño -terrible», «El Loco» y «El Leproso.» ¿No existe en el mismo Bloy un algo -de cada uno de ellos? El nos presenta a esos tres seres prodigiosos; -Barbey, el dandy gentilhombre, a quien se llamó el duque de Guisa de la -literatura, el escritor feudal que ponía encajes y galones a su vestido -y a su estilo, y que por noble y grande hubiera podido beber en el vaso -de Carlomagno; Hello, que poseyó el verbo de los profetas y la ciencia -de los doctores; Verlaine, Pauvre Lelian, el desventurado, el caído, -pero también el harmonioso místico, el inmenso poeta del amor inmortal y -de la Virgen. Ellos son de aquellos raros a quienes Bloy quema su -incienso, porque al par que han sido grandes, han padecido naufragios y -miserias.</p> - -<p>Como una continuación de su primer volumen sobre el «Revelador del -Globo», publicó Bloy, cuando el duque de Veraguas llevó a la tauromaquia -a París, su libro «Christophe Colombo devant les taureaux.» El honorable -ganadero de las Españas no volverá a oir sobre su cabeza ducal una voz -tan terrible hasta que escuche el clarín del día del juicio. En ese -libro alternan sones de órgano con chasquidos de látigos, himnos -cristianos y frases de Juvenal; con un encarnizamiento despiadado se asa -al noble taurófilo en el toro de bronce de Falaris. La Real Academia de -la Historia, Fernández Duro, el historiógrafo yankee Harisses, son -también objeto de las iras del libelista. Dé gracias a Dios el que fué -mi buen amigo don Luis Vidart de que todavía no se hubiesen publicado en -aquella ocasión sus folletos anticolombinos. Bloy se proclamó caballero -de Colón en una especie de sublime quijotismo, y arremetió contra todos -los enemigos de su Santo genovés.</p> - -<p>Y he aquí una obra de pasión y de piedad, «La caballera de la muerte.» -Es la presentación apologética de la blanca paloma real sacrificada por -la<a name="page_087" id="page_087"></a> Bestia revolucionaria, y al propio tiempo la condenación del siglo -pasado, «el único siglo indigno de los fastos de nuestro planeta, dice -William Ritter, siglo que sería preciso poder suprimir para castigarle -por haberse rebajado tanto.» En estas páginas, el lenguaje, si siempre -relampagueante, es noble y digno de todos los oídos.</p> - -<p>El panegirista de María Antonieta ha elevado en memoria de la reina -guillotinada un mausoleo heráldico y sagrado, al cual todo espíritu -aristocrático y superior no puede menos que saludar con doloroso -respeto.</p> - -<p>Los dos últimos libros de Bloy son «Le Salut par les juifs» y «Sueur de -sang.»</p> - -<p>El primero no es por cierto en favor de los perseguidos israelitas; más -también los rayos caen sobre ciertos malos católicos: la caridad -frenética de Bloy comienza por casa. El segundo es una colección de -cuentos militares, y que son a la guerra francoprusiana lo que el -aplaudido libro de d’Esparbés a la epopeya napoleónica; con la -diferencia de que allá os queda la impresión gloriosa del vuelo del -águila de la leyenda, y aquí la Francia suda sangre... Para dar una idea -de lo que es esta reciente producción, baste con copiar la dedicatoria:</p> - -<p class="c"> -A LA MÉMOIRE DIFFAMÉE<br /> - -de<br /> - -<big><b>François-Achille Bazaine</b></big><br /> - -<small>Maréchal de l’Empire</small><br /> - -<i>Qui porta les péchés de toute la France</i>.<br /> -</p> - -<p>Están los cuentos basados en la realidad, por más que en ellos se llegue -a lo fantástico. Es un libro que hace daño con sus espantos sepulcrales, -sus carnicerías locas, su olor a carne quemada, a cadaverina y a -pólvora. Bloy se batió con el alemán de<a name="page_088" id="page_088"></a> soldado raso; y odio como el -suyo al enemigo, no lo encontraréis. «Sueur de sang» fué ilustrado con -tres dibujos de Henry de Groux, macabros, horribles, vampirizados.</p> - -<p>Robusto, como para las luchas, de aire enérgico y dominante, mirada -firme y honrada, frente espaciosa coronada por una cabellera en que ya -ha nevado, rostro de hombre que mucho ha sufrido y que tiene el orgullo -de su pureza: tal es León Bloy.</p> - -<p>Un amigo mío, católico, escritor de brillante talento, y por el cual he -conocido al Perseguidor, me decía: «Este hombre se perderá por la -soberbia de su virtud, y por su falta de caridad.» Se perdería si -tuviese las alucinaciones de un Lamennais, y si no latiese en él un -corazón antiguo, lleno de verdadera fe y de santo entusiasmo.</p> - -<p>Es el hombre destinado por Dios para clamar en medio de nuestras -humillaciones presentes. El siente que «alguien» le dice al oído que -debe cumplir con su misión de Perseguidor, y la cumple, aunque a su voz -se hagan los indiferentes los «príncipes de Sodoma» y las «Archiduquesas -de Gomorra». Tiene la vasta fuerza de ser un fanático. El fanatismo, en -cualquier terreno, es el calor, es la vida: indica que el alma está toda -entera en su obra de elección. ¡El fanatismo es soplo que viene de lo -alto, luz que irradia en los nimbos y aureolas de los santos y de los -genios!</p> - -<div class="figcenter" style="width: 163px;"> -<a href="images/illus-088_lg.png"> -<img src="images/illus-088_sml.png" width="163" height="87" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_089" id="page_089"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 322px;"> -<a href="images/illus-089_lg.png"> -<img src="images/illus-089_sml.png" width="322" height="368" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">M. Jean Richepin</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_090" id="page_090"></a></p> - -<p><a name="page_091" id="page_091"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 324px;"> -<a href="images/illus-091_lg.png"> -<img src="images/illus-091_sml.png" width="324" height="160" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="JEAN_RICHEPIN" id="JEAN_RICHEPIN"></a>JEAN RICHEPIN<br /><br /> -<small>A <span class="smcap">propósito de</span> «Mes Paradis»</small></h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-p.png" -width="80" height="84" -alt="P" -/></span><small>ARA</small> frontispicio de estas líneas, ¿qué pintor, qué dibujante puede -darme retrato mejor que el que ha hecho Teodoro de Banville, en este -precioso esmalte?</p> - -<p>«Este cantor, de toisón y negro rostro ambarino, ha resuelto parecerse a -un príncipe indio, sin duda con el objeto de poder desparramar, sin -llamar la atención, un montón de perlas, de rubíes, de zafiros y de -crisólitos. Sus cejas rectas casi se juntan, y sus ojos hundidos, de -pupilas grises, estriados y circulados de amarillo, permanecen -comunmente como durmientes y turbados, coléricos, lanzan relámpagos de -acero. La nariz pequeña, casi recta, redondamente terminada, tiene las -ventanillas móviles y expresivas; la boca pequeña, roja, bien modelada y -dibujada, finamente voluptuosa y amorosa; los dientes cortos, estrechos, -blancos, bien ordenados, sólidos como para comer hierro; dan una -original y viril belleza al poeta de las «Caricias.»<a name="page_092" id="page_092"></a> La largura -avanzada de la mandíbula inferior, desaparece bajo la linda barba rizada -y ahorquillada; y ocultando sin duda una alta y espaciosa frente, de la -cima del cráneo se precipita hasta sobre los ojos una mar de hondas -apretadas: es la espesa y brillante y negra y ondulante cabellera.» -Confrontando esta pintura con la agua-fuerte de León Bloy, la fisonomía -adquiere sus rasgos absolutos: sea al amor de aquella cariñosa efigie, o -al corrosivo efecto de los ácidos del panfletista, la figura de Richepin -es interesante y hermosa. Robusto y gallardo, tiene a orgullo el ser -turanio, bohemio, cómico y gimnasta. Hace sus versos a su imagen y -semejanza, bien vertebrados y musculosos; monta bien en Pegaso como -domaría potros en la pampa; alza los cantos metálicos de sus poemas como -un hércules sus esferas de hierro, y juega con ellos, haciendo gala de -bíceps, potente y sanguíneo. En el feudalismo artístico en que Hugo es -Burgrave, Richepin es barón bárbaro, gran cazador cuyo cuerno asorda el -bosque y a cuyo halalí pasa la tempestuosa tropa cinegética, en un -galope ronco y sonoro, tras la furia erizada y fugitiva de los jabalíes -y los vuelos violentos de los ciervos.</p> - -<p>Los que le colocan en el principado del «cabotinismo», ¿no creen que -tenga derecho este hombre fuerte a cortarle la cola a su león?</p> - -<p>No son pocos los golpes que ha recibido y recibe, desde la catapulta de -Bloy hasta las flechas rabelesianas de Laurent Tailhade. A todos -resiste, acorazando su carne de atleta con las planchas de bronce de su -confiada soberbia. Busca lo rojo, como los toros, los negros y las -mujeres andaluzas, princesas de los claveles: de sus instrumentos el -tímpano y la trompeta; de sus bebidas el vino, hermano de la sangre; de -sus flores las rosas pletóricas: de su mar las ásperas sales, los iodos -y los fósforos. Como Baudelaire, revienta petardos verbales para -espantar esas cosas que se llaman «las gentes.» No de otro modo<a name="page_093" id="page_093"></a> puede -tomarse la ocurrencia que Bloy asegura haber oído de sus labios, -superior, indudablemente, a la del jardinero de las «Flores del Mal», -que alababa el sabor de los sesos de niño...</p> - -<p>La «chanson des gueux», fué la fanfarria que anunció la entrada de ese -vencedor que se ciñó su corona de laureles en los bancos de la policía -correccional. «Mon livre n’a point de feuille de vigne et je m’en -flatte.» Voluntariamente encanallado, canta a la canalla, se enrola en -las turbas de los perdidos, repite las canciones de los mendigos, los -estribillos de las prostitutas; engasta en un oro lírico las perlas -enfermas de los burdeles; Píndaro «atorrante» suelta las alondras de sus -odas desde el arrollo. Los jaques de Quevedo no vestían los harapos de -púrpura de esos jaques; los borrachos de Villón no cantaban más -triunfantemente que esos borrachos. Cínica y grosera, la musa -arremangada baila un «chahut» vertiginoso; vemos a un mismo tiempo el -Moulin Rouge y el Olimpo; las páginas están impregnadas de acres -perfumes; brilla la tea anárquica; los pobres cantan la canción del oro; -el coro de las nueve hermanas, ya en ritmos tristes o en rimas joviales, -se expresa en «argot»; la Miseria, gitana pálida y embriagada, danza un -prodigioso paso, y de Orión y Arturo forma sus castañuelas de oro. La -creación tiene su himno; las bestias, las plantas, las cosas, exhalan su -aliento o su voz; los jóvenes vagabundos se juntan con los ancianos -limosneros; el son del pifferaro responde a la romanza gastada del -organillo. Oid un canto a Raul Pouchon, valiente cancionero de París, -mientras rimando una frase en griego de Platón, se prepara el juglar a -disculparse de su amor por las máscaras, apoyado en el brazo de -Shakespeare.</p> - -<p>Se ha dicho que no es la voz de los verdaderos «gueux» la que ha sonado -en la bocina de Richepin, y que su sentimiento popular es falsificado; -el mismo Arístides Bruant, clarín de la canción, le aplaude<a name="page_094" id="page_094"></a> con -reservas y señala su falta de sinceridad. No he de juzgar por esto menos -poeta a quien ha revestido con las más bellas preseas de la harmonía el -poema vasto y profundo de los miserables.</p> - -<p>En «Las Caricias» se ve al virtuoso, al ejecutante, al organista del -verso; acuña sonetos como medallas y esterlinas; tiene la ligereza y el -vigor; chispas y llamaradas, saltantes «pizzicati» y prestigiosas fugas.</p> - -<p>Como tirada por catorce cisnes, la barca del soneto recorre el lago de -la universal poesía; a su paso saluda el piloto paraísos de Grecia, -encantadas islas medioevales, soñadas Cápuas, divinos Eldorados; hasta -anclar cerca de un edén Watteau, que se percibe en el país de un abanico -de catorce varillas. La delicadeza y distinción del poeta dan a entender -que lo púgil no quita lo Buckingham.</p> - -<p>En este poema, como en todos los poemas, como en todos los libros de -Richepin, encontraréis la obsesión de la carne, una furia erótica -manifestada en símiles sexuales, una fraseología plástico-genital que -cantaridiza la estrofa hasta hacerla vibrar como aguijoneada por cálida -brama; un culto fálico comparable al que brilla con carbones de un -adorable y dominante infierno en los versos del raro, total, soberano -poeta del amor epidérmico y omnipotente: Algernon C. Swinburne.</p> - -<p>Al eco de un rondó vais al país de las hadas y de los príncipes de los -cuentos azules; huelen los campos florecidos de madrigales; tras el -reino de Floreal, Thermidor os enseñará su región, en donde a la -entrada, se balancea un macabro ahorcado alegre, que me hace recordar -cierta agua-fuerte de Felicien Rops, que apareció en el frontispicio de -las poesías del belga Théodore Hannon. Tras las brumas de Brumario, -Nivoso dirige sus bailarinas en un amargo cancán; y después de estas -caricias, de estas «Caricias», queda en el ánimo una pena tan honda, -como la que aprieta y persigue a los fornicarios<a name="page_095" id="page_095"></a> en los tratados de los -fisiólogos y la anunciada en los versículos de los libros santos.</p> - -<p>En «Las Blasfemias» brota una demencia vertiginosa. El título no más del -poema, toca un bombo infamante. Lo han tocado antes, Baudelaire con sus -«Letanías de Satán» y el autor de la «Oda a Priapo.» Esos títulos son -comparables a los que decoran, con cromos vistosos los editores de -cuentos obscenos. «¡Atención, señores! ¡Voy a blasfemar!» ¿Se quiere -mayor atractivo para el hombre, cuyo sentido más desarrollado es el que -Poe llamaba el sentido de perversidad? Y he aquí que aunque la protesta -de hablar palabras sinceras manifestada por Richepin, sea clara y -franca, yo,—sin permitirme formar coro junto con los que le llaman -cabotín y farsante,—miro en su loco hervor de ideas negativas y de -revueltas espumas metafísicas, a un peregrino sediento, a un gran poeta -errante en un calcinado desierto, lleno de desesperación y de deseo, y -que por no encontrar el oasis y la fuente de frescas aguas, maldice, -jura y blasfema. Cuando más, me acercaría a la sombra de Guyau, y vería -en esta obra única y resonante, un concierto de ideas desbarajustadas, -una harmonía de sonidos en un desorden de pensamientos, un capricho de -portalira que quiere asombrar a su auditorio con el estruendo de sonatas -estupendas y originales. De otro modo no se explicaría ese paradojal -grupo de sonetos amargos, en el que las más fundamentales ideas de moral -se ven destrozadas y empapadas en las más abominables deyecciones.</p> - -<p>Ese soneto sobre Padre y Madre, forma pareja con la célebre frase -frigorífica que León Bloy asegura haber oído de boca de Richepin. El -carnaval teológico que en las «Blasfemias» constituye la diversión -principal de la fiesta del ateo, con sus cópulas inauditas y sus -sacrílegos cuadros imaginarios, sería motivo para dar razón al -iconoclasta Max Nordau, en sus diagnósticos y afirmaciones. Pocas<a name="page_096" id="page_096"></a> veces -habrá caído la fantasía en una histeria, en una epilepsia igual; sus -espumas asustan, sus contorsiones la encorvan como un arco de acero, sus -huesos crujen, sus dientes rechinan, sus gritos son clamores de -ninfomaníaca; el sadismo se junta a la profanación: ese vuelo de -estrofas condenadas precisa el exorcismo, la desinfección mística, el -agua bendita, las blancas hostias, un lirio del santuario, un balido del -cordero pascual. La cuadrilla infernal de los dioses caídos no puede ser -acompañada sino por el órgano del Silencio. Habla el ateo con las -estrellas, para quedar más fuerte en su negación, y su plegaria, cuando -parodia la oración, como un pájaro sin alas, cae. El judío errante dice -bien sus alejandrinos y prosigue su marcha. Las letanías de Baudelaire -tienen su mejor paráfrasis en la apología que hace Richepin del -Bajísimo.</p> - -<p>Con una rodilla en tierra, y en vibrantes versos, entona, él también su -¡Pape Satán, Pape Satán alepe! Mas donde se retrata su tipo desastrado, -es en las que él llama canciones de la sangre: su árbol genealógico -florece rosas de Bohemia: sus antepasados espirituales están entre los -invasores, los parias, los bandidos cabalgantes, los soldados de Atila, -los florentinos asesinos, los atormentadores, los sucubos, los -hechiceros, y los gitanos.</p> - -<p>En esas canciones se encuentra una estrofa harmoniosísima que Guyau -considera como la mejor imitación fonética del galope del caballo, -olvidando el ilustre sabio el verso que todos sabemos desde el colegio:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Cuadrupedantem puten sonitu quatit<br /></span> -<span class="i0">ungula campum...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Nada existe de divino para el comedor de ideales; y si hace tabla rasa -con los dioses de todos los cultos y con los mitos de todas las -religiones, no por eso deja de decir a la Razón desvergüenzas, de -abominar<a name="page_097" id="page_097"></a> a la Naturaleza, montón de deyecciones, según él, y de reirse, -tonante y burlón, del Progreso, para señalarse como precursor de un -Cristo venidero cuya aparición saluda, el blasfemo, con los tubos de sus -trompetas alejandrinas. Eran sus intenciones, según confesión propia, -cuando echó al mundo ese poema candente y escandaloso, instaurar a su -modo una moral, una política y una cosmogonía materialista. Para esto -debía publicar después de las «Blasfemias», el «Paraíso del Ateo», el -«Evangelio del Antecristo» y las «Canciones eternas.» El poema nuevo -«Mis paraísos» corresponde a aquel plan.</p> - -<p>Una palabra siquiera sobre una de las obras más fuertes, quizá la más -fuerte, de Jean Richepin: «El Mar.» Desde Lucrecio hasta nuestros días, -no ha vibrado nunca con mayor ímpetu el alma de las cosas, la expresión -de la materia, como en esa abrumadora sucesión de consonantes que olea, -sala, respira, tiene flujo y reflujo, y toda la agitación y todo el -encanto vencedor de la inmensidad marina. De todos los que han rimado o -escrito sobre el mar, tan solamente Tristán Corbiére (de la academia -hermética de los escogidos), ha hecho cantar mejor la lengua de la onda -y del viento, la melodía oceánica. Hay que saber que Richepin, como -Corbière, conoce prácticamente las aventuras de los marineros y de los -pescadores, y bajo sus pies ha sentido los sacudimientos de la piel azul -de la hidra. No sé si de grumete empezó; pero sí que ha hecho la -guardia, a la media noche, delante de la mirada de oro de las estrellas; -y envuelto en la bruma de las madrugadas, ha dicho entre dientes las -canciones que saben los lobos de mar. Loti delante de él es un -«sportman», un «yachtman»; René Maizeroy, un elegante que va a tomar las -aguas a Trouville; Michelet, un admirable profesor; solamente Corbière -le presta su pipa y su cuchillo y le aplaude cuando salmodia sus -cristalizadas letanías, o enmarca maravillosas marinas que no han sabido -crear los pintores de Holanda, o<a name="page_098" id="page_098"></a> retrata y esculpe los tipos de a -bordo, o con la linterna mágica de un poder imaginativo excepcional -ilumina cuadros fantasmagóricos sobre las olas, concertando la muda -melodía de los castos astros con la polémica eterna de las ebrias -espumas.</p> - -<p>El Richepin prosista ha cosechado laureles y silbas; pues si con sus -cuadros urbanos de París ha realizado una obra única, con sus novelas ha -llegado hasta las puertas aterradoras del folletín. Jamás creería yo en -un rebajamiento intelectual de tan alado poeta, y no seré de los que lo -aburguesan, a causa de tal o cual producción; y que son los mismos que -llaman a Zola «un monsieur a génie.» Mme. André se va con sus tristezas -humanas; y «Braves gens» junto con Miark, ceden el paso al «conteur.» -Pues si algún poder tiene Richepin después del de lírico, es el que le -dá la forma rápida y vivaz del cuento. Ya nos pinte las intimidades de -los cómicos, a los cuales le acerca una simpatía irresistible; ya vaya -al jardín de Poe a cortar adelfas o arrancar mandrágoras, al lívido -resplandor de las pesadillas; ya juegue con la muerte, o se declare -paladín de anarquistas, humillando, mal poeta en esto, la idea -indestructible de las jerarquías, su palabra tiene carne y sangre, vive -y se agita, y os hará estremecer.</p> - -<p>En «Mes Paradis» hay ya una ascensión. Como las «Blasfemias», el poema -está dedicado a Maurice Bouchor. Quien, espiritual y místico, deberá -aplaudir el cambio experimentado en el ateo. Ya no todo está regido por -la fatalidad, ni el Mal es el invencible emperador. La explicación podrá -quizá encontrarse en esta declaración del poeta: «Las Blasfemias» fueron -escritas de veinte a treinta años, y «Mis Paraísos», de treinta a -cuarenta.» Comienza su último poema con un tono casi prosáico, y -protesta su buena voluntad y la sinceridad de su pensamiento. Buen -gladiador, hace su saludo antes de entrar en la lucha. Luego, las -primeras bestias fieras<a name="page_099" id="page_099"></a> que le salen al encuentro son dragones de -ensueño, o frías víboras bíblicas que nos vienen a repetir una vez más -que en el fondo de toda copa hay amargura, y que la rosa tiene su espina -y la mujer su engaño. Vuelve Richepin a ver al diablo, a quien canta en -sonoros versos de pie quebrado; antes le había visto igual físicamente a -un hermano de Bouchor, ahora le adula, le ruega y le habla en su idioma, -como un ferviente adorador de las misas negras.</p> - -<p>Pero no todo es negación, puesto que hay una voz secreta que pone en el -cerebro del soñador la simiente de la probabilidad.</p> - -<p>Para ser discípulo del demonio, Richepin filosofa demasiado, y, sobre -todo, el tejido de su filosofía sopla un buen aire que augura tiempo -mejor. La barca en que va, con rumbo a las Islas de Oro, pasa por muchos -escollos, es cierto; pero esto nos da motivo para oir el suave son de -muy lindas baladas. Sensual sobre todo, el predicador del culto de la -materia nos dice cosas viejas y bien sabidas. ¿Es acaso nuevo el -principio que resume la mayor parte de estas primeras poesías: «comamos, -bebamos, gocemos, que mañana todo habrá concluído?» ¿O este otro: «vale -más pájaro en mano que buitre volando?» Oh, sí; los panales, las rosas, -los senos de las mujeres, las uvas y los vinos, son cosas que nos -halagan y encantan; pero ¿esto es todo? Diré con el mismo Richepin: -«Poète, n’as tu pas des ailes?»</p> - -<p>El amor a los humildes se advierte en toda esta obra; no un amor que se -cierne desde la altura del numen, sino un compañerismo fraternal que -junta al poeta con los «gueux» de antaño. Las canciones transcienden a -olores tabernarios. Decididamente, ese duque vestido de oro tiene una -tendencia marcada al «atorrantismo.» Gracias a Dios, que buen aire ha -inflado las velas y tenemos a la vista las costas de las anunciadas -áureas islas. Sabemos aquí que la vida vale la pena de nacer; que -nuestro cuerpo<a name="page_100" id="page_100"></a> tiene un reino extenso y rico; que nada hay como el -placer, y que la felicidad consiste en la satisfacción de nuestros -instintos. Islas de oro pálido, islas de oro negro, islas de oro rojo, -¿son estas las flores que brotan en vuestras maravillosas campiñas?</p> - -<p>Lo que llama al paso mi atención son dos coincidencias que no tocan en -nada la amazónica originalidad de Richepin, pero me traen a la memoria -conocidísimas obras de dos grandes maestros. En la página 229 de «Mes -Paradis» tiembla la cabellera de Gautier, y en página 368 se lee:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Enivre-toi quand même, et non moins follement,<br /></span> -<span class="i0">de tout ce qui survit au rapide moment,<br /></span> -<span class="i0">des chimères, de l’art, du beau, du vin, des rêves<br /></span> -<span class="i0">qu’on vendange en passant aux réalités brèves, etc.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Lo cual se encuentra más o menos en uno de los admirables poemas en -prosa de Baudelaire.</p> - -<p>Todo hay, en fin, en esas islas de oro: maravillas de poesía satiriaca, -estrofas en que ha querido demostrar Richepin como él también puede -igualar las exquisiteces de la poética simbolista; paisajes de suprema -belleza, decoraciones orientales, ritmos y estrofas de una lengua -asiática en que triunfa el millonario de vocablos y de recursos -artísticos; relámpagos de pasión y ternuras súbitas; las apoteosis del -hogar y la poetización de las cosas más prosáicas; las flautas y harpas -de Verlaine se unen a las orquestas parnasianas; el treno, el terceto -monorrimo de los himnos latinos precede al verso libre; el elogio de la -palabra está hecho en alejandrinos que parecen continuación de los -célebres de Hugo, y si turba la harmonía órfica la obsesión de la -metafísica, pronto nos salva de la confusión o del aburrimiento al -galope metálico y musical de las cuádrigas de hemistiquios. En largo -discurso rimado nos explicará por qué es a veces prosáico, o trivial. Su -pensamiento<a name="page_101" id="page_101"></a> pesa mucho, y no pueden arrastrarlo en ocasiones las -palabras.</p> - -<p>Islas de oro pálido, islas de oro rubio, islas de oro negro, todas sois -como países de ensueño. No hay arcos de plata y flores para recibir al -catecúmeno. Richepin no es aún el elegido de la Fe. Lo que hay de -consolador y de divino en este poema es que al concluir presenciamos la -apoteosis del amor. Y el Amor lleva a Dios tanto o más que la Fe. Amor -carnal, amor ideal, amor de todas las cosas, atracción, imán, beso, -simpatía, rima, ritmo, ¡el amor es la visión de Dios sobre la faz de la -tierra!</p> - -<p>Y pues que vamos a esos paraísos, a esas islas de oro, celebremos la -blancura de las velas de seda, el vuelo de los remos, el marfil del -timón, la proa dorada, curva como un brazo de lira, el agua azul, ¡y la -eterna corona de diamantes de la Reina Poesía!</p> - -<div class="figcenter" style="width: 166px;"> -<a href="images/illus-101_lg.png"> -<img src="images/illus-101_sml.png" width="166" height="123" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_102" id="page_102"></a></p> - -<p><a name="page_103" id="page_103"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 318px;"> -<a href="images/illus-103_lg.png"> -<img src="images/illus-103_sml.png" width="318" height="113" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="JEAN_MOREAS" id="JEAN_MOREAS"></a>JEAN MOREAS</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-l.png" -width="80" height="78" -alt="E" -/></span><small>L</small> retrato que el holandés Byvanck hizo de Moreas en un libro publicado -no ha mucho tiempo, no es de una completa exactitud. Moreas no está -contento con la imagen pintada por el Teniers filólogo, como llama -Anatole France al profesor de Hilversum. Ha llegado hasta calificar a -éste, en el calor de la conversación, sencillamente de «imbécil.» -Palabra que no osé contradecir, aunque me pareció harto dura e injusta, -y de todo punto inaplicable para el excelente villonista, para el «sabio -pensativo» para quien, según el mismo France, con todo y ser filólogo, -se interesa por el movimiento intelectual...</p> - -<p>Cierto es que en su libro, a vuelta de justos elogios y de una -admiración que demuestra indudablemente su sinceridad, nos ha dado un -Moreas caricatural, un Moreas inadmisible para los que tenemos el gusto -de conocerle. Y no puede ser excusa salvadora, el que las anécdotas -bufas referentes al poeta estén en la narración de Byvanck puestas en -los labios de antiguos amigos del hoy jefe de la escuela<a name="page_104" id="page_104"></a> romana. ¡Todo -lo contrario! Bien sabe el pensador de Holanda que del «cher confrère» y -del «cher maître» gustan mucho los dientes literarios en todas partes -del mundo... Un mordisco al «querido compañero», un arañazo al «querido -maestro», no hay nada mejor, principalmente cuando ello va acompañado -con la salsa del ridículo! Es un don especial del lobo humano. Al lobo -humano parece que el arte le pusiese en el hígado una extraña y áspera -bilis. Hasta hoy no se ha visto sino muy raras veces una amistad -profunda, verdadera, desinteresada, y dulcemente franca, entre dos -hombres de letras. ¡Y los poetas, esos amables y luminosos pájaros de -alas azules! Los triunfos de Moreas, enconaron a muchos de sus colegas. -El banquete que se dió, cuando la aparición del primer «Pelerin -Passionné» fué causa de bastantes rencores. No impunemente se logra una -victoria.</p> - -<p>Moreas, si es que era tal como aparece retratado en el libro de Byvanck, -ha cambiado en dos años muy mucho. Cierto es que hay algo en él del -espadachín idealizado en sus hermosos versos:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">La main de noir gantée a la hanche campée,<br /></span> -<span class="i0">avec sa toque à plume, avec sa longue epée,<br /></span> -<span class="i0">il passe sous les hauts balcons indolemment.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Por lo demás, si usa siempre el «monocle», no dice «Píndaro y yo», ni se -admira de tener las manos blancas y finas. La «toque a plume» es un -flamante sombrero de copa; su traje es correcto, de intachable corte. -Alta y serena frente; cabello de klepto; porque, como en París se sabe, -Moreas, es griego de Galia.</p> - -<p>«No es un pachá, es un klepto de negra cabellera.» Cuerpo fuerte y bien -erguido, manos aristocráticas, el aire un si es no es altivo y -sonrientemente desdeñoso; gestos de gran señor de raza; bigotes bien -cuidados. Y entre todo esto, una nariz soberbia<a name="page_105" id="page_105"></a> y orgullosa, a -propósito de la cual, un periodista risueño, ha dicho que Moreas es -semejante a una cacatúa.</p> - -<p>¿Qué misteriosa razón hará que ese apéndice facial llame tanto la -atención de la crítica? La nariz de Moreas es, vuelvo a repetirlo, una -soberbia y orgullosa nariz, ni atrozmente aumentada con un garbanzo, -como la de Cicerón, ni tan desarrollada como la de Cornéille, ni fea -hasta la provocación y el insulto, como la de Cyrano de Bergerac. En -resumen, nuestro poeta tiene un gallardo tipo de caballero.</p> - -<p>Con ropilla y sombrero emplumado, se podría afirmar: «Velázquez pinxit.» -Como Ronsard y como Chenier tiene en las venas sangre de Grecia. Su -familia es originaria del Epiro y su apellido es ilustre: Diamanto; -precedido de la palabra Papa, y seguido de la terminación «poulos», lo -primero para indicar que hay entre los miembros que ilustran la casa, un -gerarca de la iglesia, y lo segundo, que es en griego equivalente al -«off», al «vitch» o al «ski» slavos. A principios del siglo, esa familia -de nombre inmenso, «Papadiamantopoulos», emigró al Peloponeso, a la -Morea; y de aquí el nuevo nombre, el nombre adoptivo hoy en uso. El -poeta es de raza de héroes. Su abuelo fué un gran luchador por la -libertad de la Grecia. Su padre había quedado en la capital y era -dignatario de la corte del rey bávaro Othon, impuesto por las potencias. -«Y aquí,—decía Moreas a Byvanck,—y aquí comienza la historia de mi -rebelión. Mis padres habían concebido una alta idea de mi porvenir y -querían enviarme a Alemania, donde recibiría una buena educación. Hay -que recordar que la influencia alemana prevalecía en la corte. Había -aprendido a un tiempo griego y francés, y no separaba ambas lenguas. -Quería ver la Francia; niño aun, ya tenía la nostalgia de París. -Creyeron forzar mi resistencia, enviándome a Alemania, y me volví dos -veces. En fin, me fuí a Marsella<a name="page_106" id="page_106"></a> y de allí a París. Era que el destino -me señalaba mi ruta; pues yo era aún muy joven para darme cuenta de mis -acciones. He sufrido horriblemente; pero no me he dejado abatir y he -mantenido alta la cabeza. Mi familia me reprochaba mi pereza,—según sus -palabras,—y hacía espejear ante mis ojos el alto empleo que hubiera -podido obtener en Atenas. Pero basta. Se siente uno herido en lo más -vivo cuando las personas que ama no le comprenden, y aun le hieren. Yo -nunca he hablado de esto con nadie...»</p> - -<p>Y he ahí que ha llegado en la terrible ciudad de la gloria a -conquistarse un envidiado nombre. Después de brega y sufrimiento, el -desconocido es ya «alguien.» Anatole France, a quien siempre habrá que -citar, le llama «el poeta pindárico de palabras lapidarias.» Si Moreas -no fuese tan descuidado de su renombre, si tuviese el don de intriga y -de acomodaticia humildad de muchos de los que fueron antaño sus -compañeros, su gloria habría sido sonoramente cantada por el clarín -prostituído de la Fama fácil. Mas el joven «centauricida» está acorazado -de orgullo, casqueado de desdén olímpico. Alrededor de ese orgullo y ese -desdén, se ha formado más de una leyenda, que circula por los cafés -estudiantiles y literarios del Barrio Latino.</p> - -<p>Ya es el Moreas hinchado de pretensiones, irrespetuoso con los genios, -con los Santos Padres de las letras, que observa con su «monocle» a -Píndaro, que blasfema de Hugo y acepta con reservas a Leconte de Lisle; -ya es el Narciso que se deleita con su belleza en un espejo de -cervecería; ya es el corifeo de las primeras armas, que entraba al café -seguido de una cohorte de acólitos papanatas; ya es el rival de -Verlaine, que ve de reojo al fauno maldito; ya el recitador de sus -propios versos, que se alaba pontifical y descaradamente, delante de un -concurso asombrado o burlón. Después de todo, la mala voluntad ha -quedado vencida. No hay sino que reconocer<a name="page_107" id="page_107"></a> en el autor del «Pelerin -Passionné», a un egregio poeta. «El único,—dice el escritor -holandés,—que en todo el mundo civilizado puede hablar de su Lira y de -su Musa, sin caer en ridículo.» Moreas ha tomado muchos rumbos antes de -seguir la senda que hoy lleva. El apareció en el campo de las letras, -como revolucionario. Una nueva escuela acababa de surgir, opuesta hasta -cierto punto a la corriente poderosa de Víctor Hugo y sus hijos los -parnasianos; y en todo y por todo, a la invasión creciente del -naturalismo, cuyo pontífice aparecía como un formidable segador de -ideales. Los nuevos luchadores quisieron librar a los espíritus -enamorados de lo bello, de la peste Rougon y de la plaga Macquart. -Artistas, ante todo, eran, entusiastas y bravos, los voluntarios del -Arte.</p> - -<p>Tales fueron los decadentes, unidos en un principio, y después separados -por la más extraña de las anarquías, en grupos, subgrupos, variados y -curiosos cenáculos. Moreas, como queda dicho, fué uno de los primeros -combatientes; él, como un decidido y convencido adalid, tuvo que -sostener el brillo de la flamante bandera, contra los innumerables -ataques de los contrarios. Casi toda la prensa parisiense disparaba sus -baterías sobre los recién llegados. Paul Bourde se alzaba implacable en -su burla, desde las columnas del «Temps.» Llamaba a los decadentes con -tono de reproche, hijos de Baudelaire; dirigía sus más certeros -proyectiles contra Mallarmé, Moreas, Laurent Tailhade, Vignier y Charles -Morice; y pintaba a los odiados reformadores, con colores chillones y -extravagantes perfiles. Todos ellos no eran sino una muchedumbre de -histéricos, un club de chiflados. Las fantasías escritas de Moreas, eran -según el crítico, sentidas y vividas. ¿El joven poeta quería ser Khan de -Tartaria, o de no sé dónde, en un bello verso? Pues eso era muestra de -un innegable desorden intelectual. Moreas era un sujeto sospechoso, de -deseos crueles y bárbaros. Además,<a name="page_108" id="page_108"></a> los decadentes eran enemigos de la -salud, de la alegría, de la vida, en fin. Moreas contestó a Bourde -tranquilo y bizarramente. Le dijo al escritor del más grave de los -diarios que no había motivo para tanta algarada; que el distinguido -señor Bourde se hacía eco de fútiles anécdotas inventadas por alegres -desocupados; que ellos, los decadentes, gustaban del buen vino, y eran -poco afectos a las caricias de la diosa Morfina; que preferían beber en -vasos, como el común de los mortales, y no en el cráneo de sus abuelos; -y que, por la noche, en vez de ir al sábado de los diablos y de las -brujas, trabajaban. Defendió a la censurada Melancolía, de la Risa gala, -su gorda y sana enemiga. «Esquilo, dijo, Dante, Shakespeare, Byron, -Goethe, Lamartine, Hugo, los grandes poetas, no parece que hayan visto -en la vida una loca kermesse de infladas alegrías.» Fué el campeón de -las lágrimas. Después se ocupó de la exterioridad de la poesía decadente -y expuso sus cánones. Al poco tiempo apareció en el «Fígaro» un -manifiesto de Moreas. Fué la declaratoria de la evolución, la -anunciación «oficial» del simbolismo. Los simbolistas eran para los -románticos rezagados y para el naturalismo, lo que el romanticismo para -los pelucas de 1830. ¿Pero no eran ellos los de la joven falanje, nietos -de Víctor Hugo?</p> - -<p>Ese célebre manifiesto en que aparecían declarados los principios del -simbolismo, el organismo de la naciente escuela, su ritual artístico, su -teoría, sus intentos y sus esperanzas, fué analizado y combatido por -Anatole France con la manera magistral y la superior fuerza que -distinguen a ese escritor. Moreas respondióle, en unas cuantas líneas, -con caballeresca cortesía, manteniendo, buen paladín, sus ideas. De esto -hace ya algunos años.</p> - -<p>Moreas desdeña hoy, mira con cierta reprochable falta de cariño, sus -primeras producciones. ¿Por qué? Ellas marcan el sendero que debía -seguir el talento del autor, son los vuelos en que se ensayaban<a name="page_109" id="page_109"></a> las -alas, y para el observador o el biógrafo, constituyen valiosísimos -documentos. Nuestro poeta no habla nunca de sus trabajos en prosa. Como -todo verdadero poeta, es un excelente prosador. A pesar de las -inextrincables montañas simbólicas y de las raras brumas, amontonadas en -el «The chez Miranda», o en las «Demoiselles Gobert», ambas obras -escritas en colaboración con Paul Adam, esos dos trabajos primigenios -son ya un augurio de poder y de victoria. Hay en ellos riqueza, derroche -de intelectualidad y de pasión artística. Son revuelta y amontonada -pedrería, joyas regadas; lujo desbordado de la fantasía, locura de -ansioso príncipe adolescente. ¿Que hay distancia de esos libros al -último «Pelerín?» Claro está.</p> - -<p>«He crecido»,—dice Hugo en una célebre epístola. El antiguo camarada de -Moreas, el Paul Adam de estos momentos, que corona de gemas ilustres la -cabeza hierática de las princesas bizantinas, ¿no empieza a mostrar los -quilates de sus oros y diamantes allá, al principio, cuando los tanteos -de su pluma delineaban los contornos de un estilo prestigioso y potente?</p> - -<p>El Moreas de «Les Syrtes», no es, en verdad, el lírico capitolino y -regio de los últimos poemas; sin embargo, algunos proferirían muchos de -esos primeros versos a varias de las sinfonías verbales recientemente -escritas por el joven maestro. La razón de esto quizá esté en que hay en -la primavera de su poesía más pasión y menos ciencia. Es innegable que -la orquestación exquisita del verso libre, «la máquina del poema -poliformo modernísimo», son esfuerzos que seducen; más es irresistible -aquella magia, de los vuelos de palomas, de las frescas rosas, bien -rimadas en estrofas harmónicas: la consonancia dulce de los labios, -luciente de los ojos, ideal y celeste de las alas y el lenguaje de la -pasión y de la juventud.</p> - -<p>Esto, volviendo a afirmar que el verso libre, tal<a name="page_110" id="page_110"></a> como hoy impera en la -poética francesa, es en manos de una legión triunfante de rimadores, -instrumento precioso, teclado insigne y vasto de incomparable polifonía. -Mas volvamos a los primeros versos de Moreas. «¡Syrtis inhóspita!» Clama -Ovidio. «Incerta Syrtis», dice Séneca. Aun no ha acabado la aurora de -esperezarse, y ya la barca del joven soñador ha padecido la rudeza de -los escollos. ¡El poeta empieza por el recuerdo! Ya hay un tiempo ido, -al cual el alma vuelve los nostálgicos ojos. Quizá no es la culpa del -sonador. El viene después del enfermo René y del triste Olimpio.</p> - -<p>Es el invierno. Arde en la chimenea</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">El fuero brillador que estalla en chispas,<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">como dice un poeta mi amigo a quien quiero mucho. Fuera pasan los -vientos de la fría estación. Dentro, el gato mayador se enarca y se -estira lánguidamente. Algo flota sobre la ramazón bordada de los -cortinajes.</p> - -<p>Es el pasado; es el pasado, que clama lamentando las ternuras acabadas y -los amores difuntos. El recuerdo vuela primero al divino país de Grecia. -Allá es donde «bajo los cielos áticos los crepúsculos radiosos tiñen de -amatista los dioses esculpidos en los frisos de los pórticos; donde en -el follaje argentado de los árboles de torsos flacos, crepitan las -agrias cigarras, ebrias de las copas del Estío.» Es en la tierra de las -olímpicas divinidades y, de las musas, donde la virgen helénica, de -florecientes senos, despertó el amor del adolescente, poniendo el -embriagador vino del primer beso sobre sus labios secos de sed. Luego -pasará la dama enigmática, encarnación del inmortal femenino. Va en una -barca mágica o en una góndola amorosa, y a su paso hacen vibrar el aire -los «pizzicatti» de las mandolinas. Es la mujer ideal del ensueño largo -tiempo acariciado, la dama que se yergue como una flor, con su falda de<a name="page_111" id="page_111"></a> -brocatel, cual pintado por el viejo Tintoreto. Eva y Helena, hermanas -fatales, reinarán siempre, bajo apariencias distintas. Si un rostro de -niña rubia se asoma a la ventana, será la pálida Margarita. En un -paisaje duro y vigoroso, al canto de las cascadas, brotará la forma de -una catalana, de pie pequeño y ojos brilladores; y en -París,—seguramente en un decorado de cámara privada,—ríe la serpentina -parisiense, bajo su sombrero florido.</p> - -<p>Y es en ese instante, cuando el poeta casi siempre casto, pone el oído -atento a la lección del encendido Sátiro. Al vagar ideal, hará sus -ramilletes galantes en los parques ducales, cerca de los viejos -chambelanes que madrigalizan. Nos mostrará a esa misteriosa Otilia de -labios de bacante y ojos de madona, que cruza semejante a la vaga figura -de un mito, en tanto que las harpas dejan escapar un trémulo acorde en -el salón de las armaduras. La oda irá, como una águila, a tocar con sus -alas la frente del vate recordándole las futuras apoteosis de la Gloria. -Nuestros ojos se detendrán ante un retrato de mujer, esfíngico y -encantador, o veremos al enamorado dedicar, adorador de unas blancas -manos, perlas a los dedos liliales. Querrá también, tentado como -Parsifal, ofrecer sacrificios a la Venus carnal y matadora; pero -protegido por especial virtud, cual por un Graal Santo, volverá a flotar -en el azul de la eterna idealidad. En el claro de la luna, un beso. El -amor que soñará será triste y sollozante, lleno de meditaciones y -furtivas caricias. Canta su amargura delante de la triunfal beldad, y, a -pesar de la obsesión de los deseos clandestinos, y del soplo impulsivo -de Mefistófeles, el alma flota en un delicado y místico ambiente. El -sueña con la bella vida del amor invencible. La canción invernal -languidece en las cuerdas. La amada y el amado están cerca de las llamas -de oro de la chimenea, y admiran un paisaje de desconocido pintor, donde -en una fiesta de colores corre el agua de una fuente, bajo un toldo de<a name="page_112" id="page_112"></a> -hojas; se alza a lo lejos, la montaña, y, en primer término, bajo el sol -del trópico, grandes bueyes blancos,—como los del robusto Pierre -Dupont,—elevan hacia el cielo la doble curva de los firmes cuernos. La -feliz pareja sólo soñará un instante, pues pronto llega la amarga onda a -invadir los corazones. Los corazones sangran martirizados como en los -versos de Heine; el invierno será tan sólo nuncio de penas y de -desiluciones; los besos han partido como pájaros en fuga; las rosas -están marchitas, y los brazos deseosos, los brazos viudos, en vano -buscarán la mística figura. Es un cuento de amor, un cuento otoñal, -escuchado cuando el viento de la tarde pasa haciendo temblar las ramas -de los árboles deshojados. Todo muy confuso, diréis, muy wagneriano. Muy -bello.</p> - -<p>De cuando en cuando convierte el triste los ojos a una visión que presto -desaparece. Son las negras cabelleras, los talles, las caderas -harmoniosas, las pupilas húmedas, de miradas profundas. ¡Y las manos! -Esta deliciosa parte de la escultura femenil, atrae especialmente a -Moreas. ¡Qué preciosos retratos nos haría este encantador, de Diana -encombando un arco, o de Ana de Austria deshojando una rosa, o vertiendo -en una copa de plata un poco de sangre moscatel!</p> - -<p>Carmencita, la española, desfila, mas no como era de esperar, en un paso -de cachucha o en un giro de fandango; a esa hechicera meridional, canta -el poeta un lied del norte.</p> - -<p>Amores, intenciones de amor, ya en la basílica al brillo aurisolar de la -custodia, o en el aposento tapizado de rosa y aromado de lilas; y como -divino pájaro de un alba inextinguible, se ve al ave azul que resucita -las esperanzas; pero la cual buscara en vano el náufrago, pues volará -hacia esas sirtes en que el propio piloto ha buscado el naufragio. Hasta -el final de este primer libro se siente el influjo del desencanto. Mas -aun, la sombra de Baudelaire sugiere<a name="page_113" id="page_113"></a> a ese joven ágil y pletórico, que -aprendió a amar y a cantar en Atenas, sugiere vagas ideas obscuras, -relámpagos de satanismo. El se pregunta:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Quel succûbe au pied bot m’a t-il donc envouté?<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Sin saberse en qué momentos, han empezado a vegetar en el jardín del -soñador, las plantas que producen las flores del mal. Y sobre el suelo -en que crecen esas plantas, bien pueden ya percibirse a la luz del claro -sol, las huellas del pie hendido de Verlaine. Por allí ha pasado Pan, o -el demonio. La pobre alma quiere librarse de las llamas libertinas, de -las larvas negras, de las salamandras invasoras. Lamenta la pérdida de -la alegría de su corazón, la sequedad de su rosal espiritual, sobre el -que ha agitado las alas un mal vampiro. El tenderá sus brazos a la -naturaleza y al Oriente divino. Pero todas sus quejas serán vanas; y aun -más, incomprensibles. Ya Mallarmé se oye sonar; sus trompetas -cabalísticas auguran una desconocida irrupción de rarezas, bellas, muy -bellas y luminosas, pero caóticas, como una puesta de sol en nuestros -cielos americanos, en que la confusión es el mayor de los encantos.</p> - -<p>La adolescencia es ida, y los años de las dulces cosas juveniles, cuando -Julieta nos canta con su dulce voz vencedora de la de la alondra: «¡No -te vayas todavía!» «Las Cantinelas» encierran el nuevo período. El traje -del caballero es de un tono más obscuro. La espada siempre pende al -cinto; se nota el triunfo de los terciopelos sobre los encajes. Ha -sufrido el joven caballero griego. No son por cierto notas alegres las -que primero escuchamos. Los sonetos, que vienen como heraldos, traen -vestiduras de duelo. La pena del placer perdido hace demandar las voces -arrulladoras y los aromas embriagantes; el jardín de Fletcher decorado -por la musa sonámbula de Poe, solloza en sus fuentes; hay una atmósfera -de duelo,<a name="page_114" id="page_114"></a> de llanto, casi de histerismo, y una luz espectral sirve de -sol, o mejor dicho de luna.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Que je cueille la grappe, et la feuille de myrte<br /></span> -<span class="i0">qui tombe, et que je sois à l’abri de la syrte<br /></span> -<span class="i0">où j’ai fait si souvent naufrage près du port.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Así canta el mal herido de desesperanzas.</p> - -<p>Su voz se dirige a las hadas propicias, pero ellas no llegan todavía. El -va cerca de la mar, de la mar femenina y maternal, a dejar en sus -riberas lo que queda de sus ensueños y hasta el último hilo de la -púrpura de su orgullo. Su alma está triste hasta la muerte. En el -interludio parece que quisiera entregarse a la felicidad de una alegría -ficticia. Así el gaitero de Gijón de nuestro admirado y querido -Campoamor, toca la gaita y rige las danzas con el alma apuñalada de -pena. Gestos, expresiones, impresiones fugaces, paisajes nocturnos en -una calle parisiense; y en las estrofas una mezcla de vaguedad germánica -y de color meridional.</p> - -<p>El «never more» fatídico del cuervo de Poe, es escuchado por el cantor -nostálgico, a la luz del gas de París.</p> - -<p>Preséntasenos también una legendaria escena nocturna que ya habíamos -visto, lector, acompañada por blanda música, gracias al inmenso cordaje -de la lira de Leconte de Lisle. Los Elfos del norte cantan coronados de -hojas perfumadas y frescas, cuando el caballero de la balada viene en su -caballo negro, haciendo espejear su casco argentino a la luz de la luna. -Es osado, y sus armas no han conocido nunca la vergüenza de las -derrotas. Su corcel va como si fuese alado, a las punzadas de las -espuelas de oro. El caballero muere vencido en las «Odas bárbaras.»</p> - -<p>El personaje de Moreas, cuya figura no se alcanza a ver y cuyo caballo -apenas se oye galopar, no es aprisionado por el encanto. En el instante -del nacimiento de la aurora, lo que alcanza a divisarse en la<a name="page_115" id="page_115"></a> selva es -la silueta del emperador Barbarroja, que medita, apoyada la frente en -las manos.</p> - -<p>Pero he aquí que nos ilumina el sol de Florencia. Después de tanta -niebla, halaga por una visión de claros ríos y de puentes pintorescos.</p> - -<p>El cielo es azul y entre dos rimas y dos acordes musicales, desfilan una -marquesa enamorada y un envuelto capuchino. Moreas es un exquisito -grabador de viñetas. Riega los madrigales y miniaturas, decora y viste -sus personajes sin que una falta de tocado turbe la exactitud de ese -conocedor de todos los refinamientos.</p> - -<p>«Las Asonancias» son bosquejos de leyendas; pocas, pero admirables, -cortas, pero conmovedoras. El klepto siente volver a su memoria las -narraciones de la infancia: Maryó tejiendo su lana, vencedora en su -fidelidad; y, tal como se sabe en las narraciones de la isla de Candia, -la mala madre que oye hablar al corazón desde el plato y que después -sufre el castigo de sus crímenes. En esta sección nos deleita el errante -perfume de la fábula, las ingenuas repeticiones de versos y de palabras -de los poemas primitivos, los metros apropiados a la música de las -danzas; y nuestro asonante español, aplicado en estrofas cortas, y en -argumentos donde aparece algún héroe de gesta o alguna princesa de -tradición, en sangrientos sucesos de antiguos adulterios y de incestos -inmemoriales. Poesía de leyenda y de romancero; damas del tiempo de -Amadis; armaduras que se entrechocan en la sombra medioeval.</p> - -<p>En cuanto el poeta dirige las riendas de Pegaso a la región de los -conceptos puros, nos sentimos envueltos en una sombra absolutamente -alemana. Su metafísica adormece. Subimos a alturas inaccesibles, -rodeadas de obscuridad. Felizmente pronto entramos al reino encantado de -las ficciones portentosas. Raimondin, corre a nuestra vista, en su -cabalgadura, y la celeste claridad le envuelve en su sutil polvo de -plata. Los castillos del tenebroso encantamiento<a name="page_116" id="page_116"></a> se deshacen y la -Enteléquia, desnuda, resplandece al amor de la luz del día. No es sino -en una fuga crepuscular donde se esfuma la vieja de Berkeley, el enano -Fidogolain, «que, ni muy loco ni muy vulgar, sabía cantar baladas», y la -Muerte, la Thanatos cabalgante, que exige para el contorno de su -esqueleto el lápiz visionario de Alberto Durero.</p> - -<p>Refiriéndose a la concepción que de la dignidad de su arte han tenido -dos ilustres prerafaelistas ingleses—casi huelga nombrarlos: Rossetti y -Burne Jones—dice un escritor britanico que la desventaja única de la -elevación aristocrática de su ideal es la de ser incomprensible excepto -para unos pocos. Algo semejante puede afirmarse de la obra de Moreas.</p> - -<p>Tal como los ritos musicales de Beyruth, Meca de los wagneristas, o como -las excelencias delicadas del arte pictórico de los primitivos, las -poesías del autor del «Pelerin Passionné» necesitan para ser apreciadas -en su verdadero valor, de cierto esfuerzo de intelecto, y de cierta -iniciación estética. «Autant en emporte le vent» fué escrito de 1886 a -1887. Es en ese librito donde se encuentran las que se podrían llamar -primeras manifestaciones quatrocentistas de Moreas. Madeleine, Agnes, -Enone, son encantadoras figuras del siglo décimoquinto; sus facciones -exigen la humana sencillez y al propio tiempo la milagrosa expresión de -un Botticelli. La Edad Media es para nuestro poeta como para Dante -Gabriel Rossetti, familiar y amada, y los sujetos que ella le sugiere, -son plausiblemente idealizados, sin una tacha anacrónica, sin una falta -o debilidad en la idea íntima ni en la ornamentación exterior.</p> - -<p>El espíritu vuela a los tiempos de la caballería. Leyendo los poemas -medioevales de Moreas se comprende el valor del conocido verso de -Verlaine:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">... le Moyen âge énorme et délicat...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><a name="page_117" id="page_117"></a></p> - -<p>El poeta vive la vida de los príncipes enamorados, de los guerreros -galantes. Los lugares que se presentan a nuestra vista son los viejos -castillos tradicionales y poéticos; o alguna decoración que aparece como -por virtud de un ensalmo, o del movimiento de la mano de una hada. Las -parejas llenas de amor, cortan flores en fantásticos parques. Tras un -rosal se alcanza a ver de cuando en cuando, ya la joroba de un bufón, ya -la cola irisada de un pavo real. «Agnes» es una deliciosa y extraña -sinfonía. Las estrofas están construídas de mano maestra, y el alma -atenta del artista se siente acariciada por la repetición de un suave -«leit-motive.»</p> - -<p>La poética de Moreas está definida en estas cortas palabras del maestro -Mallarmé:</p> - -<p>«Une euphonie fragmentée, selon l’assentiment du lecteur intuitif, avec -une ingénue et precieuse justesse...»</p> - -<p>En resumen, Moreas posee un alma abierta a la Belleza como la primavera -al sol. Su Musa se adorna con galas de todos los tiempos, divina -cosmopolita e incomparable poliglota. La India y sus mitos le atraen, -Grecia y su teogonía y su cielo de luz y de mármol, y sobre todo, la -edad más poética, la edad de los santos, de los misterios, de las -justas, de los hechos sobrenaturales, la edad terrible y teológica; la -edad de los pontífices omnipotentes y de los reyes de corona de hierro; -la edad de Merlin y de Viviana, de Arturo y sus caballeros; la edad de -la lira de Dante, la Edad Media. El nombre del «Pelerin Passionné» está -tomado de Shakespeare. La colección de versos amorosos de Moreas no -tiene con la del poeta inglés ningún punto de contacto, como no sea el -pertenecer al mismo género, al erótico, y el empleo de variedad de -metros y de caprichos rítmicos. Shakespeare usa desde el verso que -equivale en inglés a nuestro endecasílabo español:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">When my love swears that she is made of truth,<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><a name="page_118" id="page_118"></a></p> - -<p class="nind">hasta los «trenos», imitados de los himnos latinos cristianos:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Beauty truth and varity<br /></span> -<span class="i0">grace in and simplicity<br /></span> -<span class="i0">here enclosed in cinders lie.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Y Moreas, siguiendo las huellas de Lafontaine, ya aumentando o cortando -a la moderna el número de sílabas, ha logrado hacer de sus poemas, con -una técnica delicada y fina, maravillas de harmonía; que por supuesto, -no han dejado de producir escándalo en la crítica oficial.</p> - -<p>La aparición del «Pelerin» fué saludada con un gran banquete que -presidió Mallarmé y que fué un resonante triunfo. Fué la exaltación de -la obra del joven luchador, que en aquellos instantes representaba el -más bello de los sacerdocios; el del Arte. Eran ya conocidas esas -creaciones y amables resurrecciones que atraviesan por la senda del -Peregrino. Enone, la del claro rostro, que arrastra en el poema un rico -manto constelado de rimas como piedras preciosas, en una gradería de -estrofas de pórfido, y del más blanco pentélico, el caballero Joë, -meditabundo, que en revista mental, mira el coro de beldades que guarda -en su memoria, entre las cuales: Madame Emelos, la castellana de -Hiverdum que se llamaba Bertranda, y Sancha que engañó al amante con -tres capitanes. Doulce, a su vez, es una princesa de cuento azul.</p> - -<p>En el «Pelerin» es donde florece de orgullo el laurel heleno-galo. Sin -temor a la edad contemporánea, se proclama Moreas tal como se juzga. -Alaba el arte que inventa. Mantenedor del renombre griego, de la -tradición latina, no vacila en llevar consigo, junto a la lira de -Pindaro, la lanza de Aquiles; y no hay sino inclinarse ante el orgullo -de sus carteles y el esplendor de sus trofeos. Sus alegorías pastorales -son un escogido ramillete eclógico, con<a name="page_119" id="page_119"></a> más de una perla que no sería -indigna del joyero de la Antología. Y para concluir: si escuchamos un -clamor de trompas, y percibimos una bandera agitada por un fuerte brazo, -es que la campaña Romanista ha sido empezada. ¡A otros las nieblas -hiperbóreas y los dioses de los bárbaros! El jefe que llega es nuestro -bravo caballero; la diosa de azules ojos que le cubre con su égida es -Minerva: la misma que protegerá al editor Vanier,—según sus -editados,—y le hará ganar tanto dinero como Lemerre; y el abanderado, -que viene cerca del jefe, henchido de entusiasmo, es el caballero -Mauricio Du Plessis, lugarteniente de la falange, y cuyo «Primer libro -pastoral» es su mejor hoja de servicios.</p> - -<p>Moreas confía en su completa victoria. Nuevo Ronsard, tiene por Casandra -una beldad galo-greca. Y él confía en que gracias a sus ritos</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Sur de nouvelles fleurs, les abeilles de Grèce<br /></span> -<span class="i0">Butineront un miel français.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Y con Racine exclama:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Je me suis applaudi, quand je me suis connu...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Así vive en París, indiferente a todo, desdeñando escribir en los -diarios, enemigo del reportaje; en una existencia independiente, gracias -a su familia «reconciliada ya con las rimas», como dice Mendés; -ignorando que existen Monsieur Carnot, el sistema parlamentario y el -socialismo. No ha parido hembra humana un poeta más poeta...</p> - -<p><a name="page_120" id="page_120"></a></p> - -<p><a name="page_121" id="page_121"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 294px;"> -<a href="images/illus-121_lg.png"> -<img src="images/illus-121_sml.png" width="294" height="463" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">Rachilde</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_122" id="page_122"></a></p> - -<p><a name="page_123" id="page_123"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 316px;"> -<a href="images/illus-123_lg.png"> -<img src="images/illus-123_sml.png" width="316" height="138" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="RACHILDE" id="RACHILDE"></a>RACHILDE</h2> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Tous ceux qui aiment le rare, l’examinent<br /></span> -<span class="i0">avec inquiétude.<br /></span> -<span class="i6"><i>Maurice Barrès.</i><br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-t.png" -width="80" height="87" -alt="T" -/></span><small>RATO</small> de una mujer extraña y escabrosa, de un espíritu único -esfíngicamente solitario en este tiempo finisecular; de un «caso» -curiosísimo y turbador, de la escritora que ha publicado todas sus obras -con este pseudónimo, Rachilde; satánica flor de decadencia picantemente -perfumada, misteriosa y hechicera y mala como un pecado.</p> - -<p>Hace algunos años publicóse en Bélgica una novela que llamó la atención -grandemente y que según se dijo había sido condenada por la justicia. No -se trataba de uno de esos libros hipománicos que hicieron célebre al -editor Kistemaekers, en los buenos tiempos del naturalismo; tampoco de -esas cajas de bombones afrodisíacos a lo Mendés, llenas de cintas, -aromas y flores de tocador. Se trataba de un libro de demonómana, de un -libro impregnado de una desconocida u olvidada lujuria, libro cuyo fondo -no había sospechado en los manuales de los confesores:<a name="page_124" id="page_124"></a> una obra -complicada y refinada, triple e insigne esencia de perversidad. Libro -sin antecedentes, pues a su lado arden completamente aparte, los -carbones encendidos y sangrientos del «divino marqués», y forman grupo -separado las colecciones prisioneras y ocultas en el «inferi» de las -bibliotecas. Este libro se titulaba «Monsieur Venus», el más conocido de -una serie en que desfilan las creaciones más raras y equívocas de un -cerebro malignamente femenino y peregrinamente infame.</p> - -<p>Y era una mujer el autor de aquel libro, una dulce y adorable virgen, de -diecinueve años, que apareció a los ojos de Jean Lorrain, que fué a -visitarla, como un sér extraño y pálido, «pero de una palidez de -colegiala estudiosa, una verdadera «jeune fille», un poco delgada, un -poco débil, de manos inquietantes de pequeñez, de perfil grave de efebo -griego, o de joven francés enamorado... y ojos—¡oh los ojos!—grandes, -grandes, cargados de pestañas inverosímiles, y de una claridad de agua, -ojos que ignoran todo, a punto de creer que Rachilde no ve con esos -ojos, sino que tiene otros detrás de la cabeza para buscar y descubrir -los pimientos rabiosos con que realza sus obras.»</p> - -<p>Esa mujer, esa colegiala virginal, esa niña era la sembradora de -mandrágoras, la cultivadora de venenosas orquídeas, la juglaresa -decadente, amansadora de víboras y encantadora de cantáridas, la -escritora ante cuyos libros, tiempos más tarde, se asombrarán, como en -una increíble alucinación, los buscadores de documentos que escriban la -historia moral de nuestro siglo. Los pintores potentes, dice Barbey -d’Aurevilly, pueden pintarlo todo, y su pintura es siempre bastante -moral cuando es trágica y da el horror de las cosas que manifiesta. No -hay de inmoral sino los «Impasibles» y los «Mofadores.»</p> - -<p>Rachilde no es impasible ¡qué iba a serlo ese crujiente cordaje de -nervios agitados por una continua y contagiosa vibración!—ni es -mofadora,—no cabe<a name="page_125" id="page_125"></a> ninguna risa en esas profundidades obscuras del -Pecado, ni ante las lamentables deformaciones y casos de teratolología -psíquica que nos presenta la primera inmoralista de todas las épocas.</p> - -<p>Imaginaos el dulce y puro sueño de una virgen, lleno de blandura, de -delicadeza, de suavidad, una fiesta eucarística, una pascua de lirios y -de cisnes. Entonces un diablo,—Behemot quizá,—el mismo de Tamar, el -mismo de Halagabal, el mismo de las posesas de Lodun, el mismo de Sade, -el mismo de las misas negras, aparece. Y en aquel sueño casto y blanco -hace brotar la roja flora de las aberraciones sexuales, los extractos y -aromas que atraen a incubos y sucubos, las visiones locas de incógnitos -y desoladores vicios, los besos ponzoñosos y embrujados, el crepúsculo -misterioso en que se juntan y confunden el amor, el dolor y la muerte.</p> - -<p>La virgen tentada o poseída por el Maligno, escribe las visiones de sus -sueños. De ahí esos libros que deberían leer tan solamente los -sacerdotes, los médicos y los psicólogos.</p> - -<p>Maurice Barrès coloca «Monsieur Venus», por ejemplo, al lado de -«Adolphe», de «Mlle. de Maupin», de «Crime d’Amour», obras en que se han -estudiado algunos fenómenos raros de la sensibilidad amorosa. Mas -Rachilde no tiene, bien mirado, antecesores,—a no ser la «Justina»,—o -ciertos libros antiguos cuyos nombres apenas osan escribir los -bibliófilos del amor, o del Líbido, como el Inglés que anima D’Annunzio -en su «Piacere.» Apenas podrían citarse a propósito de las obras de -Rachilde, pero colocándolas bastante lejanamente, algunas pequeñas -novelas de Balzac, la «Religiosa» de Diderot, y en lo contemporáneo, «Zo -Har» de Mendés. Un compañero tiene, sin embargo, Rachilde, pero es un -pintor, un aguafuertista, no un escritor: Felicien Rops. Los que -conozcan la obra secreta de Rops, tan bien estudiada por Huysmans, verán -que es justa la afirmación.<a name="page_126" id="page_126"></a></p> - -<p>El mayor de los atractivos que tienen las obras de Rachilde, está basado -en la curiosidad patológica del lector, en que se ve la parte -autobiográfica, en que se presenta al que observa, sin velos ni ambajes, -el alma de una mujer, de una joven finisecular con todas las -complicaciones que el «mal del siglo» ha puesto en ella. Barrès se -pregunta: ¿Por qué misterio Rachilde ha alzado delante de sí a Rauole de -Vénerande y Jacques Silvert? ¿Cómo de esta niña de sana educación han -salido esas creaciones equívocas? Es en verdad el problema atrayente y -curioso. No hay sino pensar en lejanas influencias, en la fuerza de -ondas atávicas que han puesto en este delicado sér la perversidad de -muchas generaciones; en el despertamiento, descubrimiento o invención de -pecados antiguos, completamente olvidados y borrados del haz de la -tierra por las aguas y los fuegos de los cielos castigadores.</p> - -<p>Exponiendo los títulos de sus obras, puede entreverse algo de las -infernales pedrerías de la anticristesa: «Monsieur de la Nouveauté», «La -femme du 199^o», «Monsieur Venus», «Gueue de poisson», «Histoires -bêtes», «Nonó», «La virginité de Diane», «La voise du sang», «A mort», -«La Marquese de Sade», «Le tiroir de Mimi-Corail», «Madame Adonis», -«L’homme roux», «La sanglante ironie», «Le Mordu», «L’animale»: parece -que se miraran nudos de brillantes y coloreados áspides, frutos bellos, -rojos y venenosos, confituras enloquecedoras, ásperas pimientas, vedados -genjibres. Entrar en detalles no podría, a menos que lo hiciese en -latín, y quizás mejor en griego, pues en latín habría demasiada -transparencia, y los misterios eleusíacos, no eran por cierto para ser -expuestos a la luz del sol.</p> - -<p>Los tipos de sus obras son todos excepcionales.</p> - -<p>Su libro «Sangrienta ironía», por ejemplo, presenta, como todos los -otros suyos, a un desequilibrado, un «détraqué.» Se trata de un joven -que ha asesinado a su querida en un momento de alucinación. Prisionero,<a name="page_127" id="page_127"></a> -cuenta y explica por qué sucesión de causas ha llegado a cometer aquel -acto. La figura de Sylvain d’Hauterac, el desequilibrado, es una de las -mejores creaciones de Rachilde, pero la crítica le ha señalado como -inverosímil. Ello no quita que la obra sea de una vida intensa, y de un -análisis psicológico admirable.</p> - -<p>Ha escrito un drama simbolista titulado «Madame la Mort.» La acción se -circunscribe a una lucha desesperada del protagonista, entre la muerte y -la vida. A propósito; ¡qué dibujo macabro el de Paul Gauguin; dibujo que -simboliza a Madama la Muerte!</p> - -<p>Un fantasma espectral en un fondo obscuro de tinieblas. Se advierte la -anatomía de la figura; un gran cráneo; el espectro tiene una mano -llevada a la frente, una mano larga, desproporcionada, delgada, de -esqueleto; se miran claramente los huesos de las mandíbulas; los ojos -están hundidos en las cuencas.</p> - -<p>El artista visionario ha evocado las manifestaciones de ciertas -pesadillas, en que se contemplan cadáveres ambulantes, que se acercan a -la víctima, la tocan, la estrechan, y en el horrible sueño, se siente -como si se apretase una carne de cera, y se respirase el conocido y -espantoso olor de la cadaverina...</p> - -<p>La novela «Monsieur Venus» es un producto incúbico. Jacques Silvert es -el Sporus de la cruelmente apasionada cesarina; un Sporus vulgar de ojos -de cordero; bestia, sonriente, pasivo. Raoule de Vénerande una especie -de mademoiselle Des Esseints, se enamora de ese primor porcino; se -enamora, aplicando a su manera el soneto de Shakespeare:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">A womans’s face, with natures own<br /></span> -<span class="i5">hand painted...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Raoule de Vénerande es de la familia de Nerón, y de aquel legendario y -terrible Gilles de Laval, sire de Rayes, que murió en la hoguera; según -él por causa<a name="page_128" id="page_128"></a> de Suetonio. En cuanto al emasculado y detestable Jacques, -ridículo Ganimedes de su amante vampirizada, es un curioso caso de -clínica, cliente de Krafft-Ebing, de Molle, de Gley. La androginia del -florista la explica Aristófanes en el banquete de Platón. Krafft-Ebing -le colocaría entre los casos que llama de «eviratio, o transmutatio -sexus paranoia.»</p> - -<p>El Sar Peladán en su etopea ha abordado temas peligrosos, con su -irremediable tendencia a idealizar el androginismo. Barbey también -penetró en algunos obscuros problemas; mas ni el autor de las -«Diabólicas», ni el Mago y caballero Rosa Cruz, han logrado como -Rachilde poseer el secreto de la Serpiente. Ella dice a nuestros oídos:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">...des mots si specieux tout has<br /></span> -<span class="i0">que notre âme depuis ce temps tremble et s’tonne.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Una mujer, una joven delicada, intelectual, cerebral, os descubre los -secretos terribles: he ahí el mayor de los halagos, el más tentador de -los llamamientos. Y advertid que penetramos en un terreno dificilísimo y -desconocido, antinatural, prohibido, peligroso.</p> - -<p>Hay un retrato de Rachilde, a los veinticinco años. De perfil; desnudo -el cuello, hasta el nacimiento del seno; el cabello enrollado hacia la -nuca, como una negra culebra; sobre la frente, recortado, según la moda -pasada, recortado y cubriendo toda la frente; la mirada, ¡qué mirada! -mirada de ojos que dicen todo, y que saben todo; la nariz delicada y -ligeramente judía; la boca... ¡oh boca compañera de los ojos! y en toda -ella el enigma divino y terrible de la mujer: «Misterium.» Sobre el -pecho blanco, prendido con descuido, hay un ramillete de botones de -rosas blancas.</p> - -<p>Sé de quien, estando en París, no quiso ser presentado a Rachilde, por -no perder una ilusión más. Rachilde es hoy madame Alfred Vallette; ha -engordado<a name="page_129" id="page_129"></a> un poco; no es la subyugadora enigmática del retrato de -veinticinco años, aquella adorable y temible ahijada de Lilith.</p> - -<p>Casada con Alfred Vallette es hoy «mujer de su casa» mas no deja de -producir hijos intelectuales. Hace novelas, cuentos, críticas.</p> - -<p>Tiene Rachilde un vivo sentido crítico, descubre en la obra que analiza; -las faces más ocultas, con su hábil y rápida perspicacia de mujer. En la -revista que dirige Vallette, suele escribir ella ya un «compte rendu» -teatral, ya una vibrante exposición de un libro nuevo; critica con la -firmeza de una ilustración maciza, y con la admirable visión de su raro -talento. Tiene palabras especiales que os descubren siempre algo -ignorado y «sobre entendido» de una sutileza y malicia que inquietan.</p> - -<p>Es profundamente artista. Oid este grito: «¡Oh, son necesarios, esos, -los convencidos de nacimiento, para que se enmiende o reviente la Bestia -Burguesa, cuya grasa rezumante concluye por untarnos a todos!</p> - -<p>«Obra de odio y obra de amor deben unirse delante del enemigo maldito: -la humanidad indiferente.»</p> - -<p>Veamos algunas de sus ideas, al vuelo. «El verso libre—dice a propósito -de un libro de su amiga María Krysinska—es un encantador «non sens», es -un tartamudeo delicioso y barroco que conviene maravillosamente a las -mujeres poetas, cuya pereza instintiva es a menudo sinónimo de genio. No -veo ningún inconveniente en que una mujer lleve la versificación hasta -su última licencia!»</p> - -<p>En el prólogo de su teatro, hállase esta franca declaración: «Moi, je ne -connais pas mon école, je n’ais pas d’esthétique.»</p> - -<p>Según Charles Froment, en nuestra época no se tiene en absoluto la -noción de lo bello. Rachilde escribe su «Vendeur de Soleil», pieza -dramática que se ha presentado casi en toda Europa con éxito, para -demostrar que los únicos que no han visto el<a name="page_130" id="page_130"></a> sol son los románticos. ¿Y -si buscando bien encontrásemos en la genealogía de Rachilde sangre -romántica?... Ella, ciertamente, ha empezado conversando con «Joseph -Delorme», y ha bebido en el mismo vaso que Baudelaire, el Baudelaire de -las poesías condenadas: «Le Léthe», «Les metamorphoses du Vampirer», -«Lesbos...» y que escribió un día en sus «Fusées»: «Moi, je dis: la -volupté unique et suprème de l’amour git dans la certitude de faire le -mal. Et l’homme et la femme savent, de naissance, que dans le mal se -trouve toute volupté.»</p> - -<p>En nuestros días, dice Rachilde, hay instigadores de ideas—como antes -«moneurs de loups»—pues en nuestra época llamada moderna, mil veces más -siniestra que la sangrienta Edad Media, son precisas apariciones mil -veces más flagelantes; y esos «meneurs», conduciendo sus ideas -carniceras a los asesinatos de las viejas teorías, de los viejos -principios, abriendo locamente los ojos del espíritu, son también los -precursores del Angel! ¡Bien locas las gentes que no comprenden que los -tiempos están próximos, porque los azuzadores de ideas se suceden con -una asombrosa rapidez sobre el sombrío horizonte!</p> - -<p>Así, ¿no tengo razón en llamar a Rachilde madama la Anticristesa? Ella -comprende, ella sabe, y ella es también un Signo. ¡Qué página escribiría -el profético Bloy sobre las anunciaciones del Juicio!</p> - -<p>¿Cómo dar una muestra de lo que escribe Rachilde, sin grave riesgo...? -Felizmente encuentro una paginita magistral, inocente y hasta santa, que -escribió con el título: «Imagen de Piedad.»</p> - -<p>Es la que sigue:</p> - -<p>«Era de aquellos que no conocen ni el reposo, ni las fiestas, el pobre -buen hombre viejo. Llevaba al dueño de su pequeño cortijo, la entrega -del mes de Agosto: el medio saco de trigo molido, tres pares de pollos, -cuyos huesos sobresalían bajo las plumas erizadas, y un poco de manteca. -Sus hijos, desembarazándose del servicio para ir a los oficios, le -habían<a name="page_131" id="page_131"></a> puesto la brida del asno en el puño, del viejo asno casi tan -enfermo como él y; «Hue! Papá! Conduisez droit notre Martin...!»</p> - -<p>En momentos en que él llegaba a la orilla, recibió en plena frente como -un deslumbramiento, una visión del paraíso, y permaneció allí -estúpidamente plantado, en una admiración respetuosa; el asno, reculó, -afirmándose sobre sus jarretes: era la procesión que se desenvolvía, con -sus grandes muselinas talares, sus banderas llenas de reflejos, sus -cordones floridos, con sus ángeles, niños y niñas, «tout en neuf»; -inflando sus mejillas bajo sus coronas de rosas. Después el sacerdote, -vestido de un inmenso manto de oro, levantando al buen Dios, pálido, a -través de una custodia de fuego...</p> - -<p>Los jovencitos y las jovencitas se codearon y, querían reventar de risa; -ciertamente, no se desarreglaría ese bello orden de cosas por un viejo -hombre acompañado de un asno viejo. Y toda la procesión rozó a esos dos -séres ridículos con el extremo de sus suntuosas vestiduras de reina.</p> - -<p>El viejo tuvo conciencia de su indignidad, se puso le rodillas, se quitó -su gran sombrero. El asno bajó las orejas lamentablemente, sus orejas -demasiado largas, roídas de úlceras y cubiertas de moscas. De la alforja -de la izquierda, las cabezas asustadas de los volatiles, salieron -abriendo el pico, tendiendo la lengua puntiaguda, muertos de sed, pues -hacía un calor espantable, un pleno sol que devoraba el piadoso grupo -con sus dientes de brasa. El campesino se apoyaba en el animal y el -animal en el campesino, sudando uno y otro, los flancos palpitantes, no -osando ni uno ni otro mirar esas manificencias que caían del cielo con -llamas. La procesión, con su paso lento, ceremonioso, de gran dama, se -acercaba al próximo altar de Corpus; eso no concluía; siempre filas -nuevas de mujeres endomingadas, nuevas filas de los señores notables; no -volvería el viejo de su asombro de haber visto una tan enorme -muchedumbre<a name="page_132" id="page_132"></a> de cristianos bien puestos. En fin, llegó el momento en que -pasaron los cojos, los enfermos, las madres llevando los niños de pecho, -los mal vestidos, la vergüenza de la parroquia: «Menoux», el de las -muletas, que tomaba rapé cada diez pasos: Ragotte, la bociosa, que tenía -la manía de plantar su enfermedad sobre un vestido de cachemir verde.</p> - -<p>Entonces, nuestro viejo se levantó, vacilante sobre sus piernas -doloridas, conmovido; levantó al asno por la rienda, siguió... No sabía -ya lo que hacía, pero se sentía a su vez tirado como su asno, por una -cuerda invisible, un hilo de oro salido de los rayos de la custodia, que -corría a lo largo de las guirnaldas de flores y llegaba a su frente de -viejo encaprichado, bajo la forma lancinante de una flecha de sol. Muy -chico, antes (¡oh! en la mañana de los tiempos), ha seguido al sacerdote -con vestidos purpúreos, arrojando hojas de rosa entre los humos del -incienso, y había tenido gozos de orgullo; más grande, se había colocado -tras las mozas risueñas, intentando en veces distraerlas de su rosario; -había tenido las mismas altiveces inexplicables, los mismos fuertes -latidos de corazón, confundiendo el brillo de las piedras preciosas, de -las casullas, con la dulce emulación de los ojos de «Marión», su -prometida... y después, no se acordaba mucho, los años corrían todos -iguales, como las tocas blancas, como las alas palpitantes de todas esas -cabezas de mujeres piadosas, perdiéndose sobre las azules lejanías del -cielo... No se acordaba más; seguía, sin embargo, siempre el último, el -menos digno, tirando de su asno con mano obstinada, olvidando hasta el -objeto de su viaje. Y «Martin» dócilmente, ritmaba su marcha con el coro -del cántico; los pollos, fuera de la alforja inclinaban la cresta, con -aire de resignarse, pues que se iba al paso...</p> - -<p>Había quienes se volvían a menudo entre la fila de fieles -escandalizados. Se le enviaban muchachos<a name="page_133" id="page_133"></a> para decirle que se -volviese... o que dejase su asno. ¡Qué cola de procesión, la de Martín! -Circulaban risas de muchachas, con susurros de abejones; y solamente, el -señor cura, no quería darse cuenta de nada, aparentando no entender lo -que venía a murmurarle su sacristán al presentarle el incensario.</p> - -<p>La procesión después de las paradas de uso, se entró bajo el pórtico de -la iglesia. El viejo se encontró solo, en medio de una playa desierta. -Entrar con «Martín» no era casi posible. Abandonar a «Martín», los -pollos, la manteca, la montura, ni pensarlo quería. Y no tendría él su -parte de la gran bendición, de aquella que inclinada a los fieles, -cargados de pecados, sobre las baldosas, como las espigas maduras bajo -el vencedor relámpago de la hoz... Lanzando un profundo suspiro, el -pobre viejo se signó, descubierta su frente, una última vez, ante la -ojiva sombría del pórtico. Mas he aquí que, bruscamente, brota de esa -obscuridad temible una extraordinaria aparición: del fondo de la -iglesia, el cura llevaba la custodia; sí, el cura asombrando a sus -feligreses endomingados, el cura con su casulla luminosa, aureolado de -estrellas, de cirios, nimbado de las nubes del incienso... y el -sacerdote, con una mirada de extraña dulzura, pronuncia las palabras -sagradas, mientras que resplandece, más fulgurante aún, la custodia de -allá arriba, el sol, sobre el humilde viejo que lloraba de alegría, -sobre el triste «Martín» cuyas orejas ulceradas, pendían, ¡ay, tan -lastimosamente...!»</p> - -<p> </p> - -<p>Esa página de Rachilde da a conocer el fondo de amor y de dulzura que -hay en el corazón de la terrible Decadente. Rachilde, la Perversa, -habría sido disputada entre Dios y el diablo, según Luis Dumur. ¡Qué -casuísta, qué teólogo podría demostrarme la victoria de Satanás en este -caso? Rachilde se salvaría,<a name="page_134" id="page_134"></a> siquiera fuese por la intercesión del viejo -campesino y por la apoteosis de «Martín», el cual también rogaría por -ella... ¿No se salvó el Sultán del poema de Hugo, por la súplica del -cerdo?</p> - -<div class="figcenter" style="width: 130px;"> -<a href="images/illus-134_lg.png"> -<img src="images/illus-134_sml.png" width="130" height="147" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_135" id="page_135"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 324px;"> -<a href="images/illus-135_lg.png"> -<img src="images/illus-135_sml.png" width="324" height="111" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="GEORGE_DESPARBES" id="GEORGE_DESPARBES"></a>GEORGE D’ESPARBÉS</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-c.png" -width="80" height="81" -alt="C" -/></span><small>OMO</small> el hecho no demuestra sino la oportunidad de una ocurrencia de -poeta, que en todo caso no merece sino aplausos, y como me fué narrado -delante de Jean Carrere, que aprobaba con su sonrisa, no creo ser -indiscreto al comenzar estas líneas contando la historia de un telegrama -de Atenas, leído en el reciente banquete de Víctor Hugo y firmado George -D’Esparbés, telegrama que reprodujo toda la prensa de París.</p> - -<p>Jean Carrere, en unión de otros jóvenes brillantes y entusiastas, -literatos, poetas, quisieron manifestar que no era cierta la fea -calumnia levantada contra la juventud literaria de Francia, que ha sido -tachada de irrespetuosa para con Víctor Hugo.</p> - -<p>Para ello, y con motivo de la nueva publicación de «Toute la Lyre», -organizaron un banquete que tuvo la correspondiente resonancia; un -banquete que pudiérase llamar de desagravio.</p> - -<p>Fueron ágapes a que asistió gran parte del París literario—viejos -románticos, parnasianos y escuelas<a name="page_136" id="page_136"></a> nuevas, y de las que brotó, maldita -flor de discordia—a pistola, treinta pasos, sin resultado—un duelo -entre Catulle Mendés y Jules Bois, quienes no hace mucho tiempo eran -excelentes amigos. Fué la fiesta una deuda pagada, una ceremonia -cumplida con el dios, y la cual, con gran pompa, y por contribución -internacional, debería realizarse anualmente. Esta es una idea -poético-gastronómica que dejo a la disposición de los hugólatras.</p> - -<p>En la mesa, cuando el espíritu lírico y el champaña hacían sentir en el -ambiente un perfume de real mirra y de glorioso incienso, en medio de -los vibrantes y ardientes discursos en honor de aquél que ya no está, -corporalmente, entre los poetas, después de los brindis de los maestros, -y de los versos leídos por Carrere y Mendés, se pronunció por allí el -nombre de George D’Esparbés. D’Esparbés no estaba en el banquete, él, -que ama la gloria del Padre, y que como él ha cantado, en una prosa -llena de soberbia y de harmonía, los hechos del «cabito», la epopeya de -Napoleón. Jean Carrere, el soberbio rimador, se levanta y ausenta por -unos segundos. Luego, vuelve triunfante, mostrando en sus manos un -despacho telegráfico que acababa de recibir, un despacho firmado -D’Esparbés.</p> - -<p>¿Pero dónde está ahora él? Nadie lo sabe. Está en Atenas, dice Carrere. -Y lee el telegrama, una corona de flores griegas que desde el Acrópolis -envía el fervoroso escritor a la mesa en que se celebra el triunfo -eterno de Hugo. Pocas palabras, que son acogidas con una explosión de -palmas y vivas. Nadie estaba en el secreto. Cuando aparezca D’Esparbés -no hay duda de que «reconocerá» su telegrama.</p> - -<p>Y ahora hablemos de esa portentosa «Leyenda del Aguila» napoleónica.</p> - -<p>La «Leyenda del Aguila» es un poema, con la advertencia de que -D’Esparbés canta en cuentos. La epopeya es toda una, mas cada cuento -está animado<a name="page_137" id="page_137"></a> por su llama propia, en que el lirismo y la más llana -realidad se confunden.</p> - -<p>No hace falta el verso, pues en esta prosa marcial cada frase es un -toque de música guerrera, las palabras suenan sus fanfarrias de -clarines, hacen rodar en el ambiente sus redobles de tambores, son a -veces un cántico, un trueno, un ¡ay!, un omnisonante clamor de victoria.</p> - -<p>También el final es triste, al doble sonoro y doloroso de las campanas -que tocan por la caída del imperio. Napoleón no aparece aumentado, no es -un Napoleón mítico y de fantasía; antes bien, algunas veces como que el -poeta se complace en achicar más su tan conocida pequeña estatura.</p> - -<p>Pensaríase en ocasiones un joven Aquiles comandando un ejército de -cíclopes, guiando a la campaña batallones de gigantes. Porque si emplea -el lente épico D’Esparbés, es cuando pinta las luchas, el decorado, el -campamento, los soldados imperiales. Los soldados crecen a nuestra -vista, aparecen enormes, sobrehumanos, como si fuesen engendrados en -mujeres por arcángeles o por demonios. Sus talantes se destacan -orgullosa y heroicamente. Tienen formas homéricas, son verdaderos -androleones; llega a creerse que al caer uno de ellos herido, debe -temblar alrededor la tierra, como en los hexámetros de la Iliada.</p> - -<p>Tal húsar es inmenso; tal granadero podría llamarse Amico o Polifemo; -tal escuadrón de caballería podría entrar en el versículo de un profeta, -terrible y devastador como una «carga» de Isaías. Y en todo esto una -sencillez serena y dominadora. Podría intercalarse en este libro, sin -que se notase diferencia en tono y fuerza, el episodio de Hugo en que -vemos a Marius asomarse a la ventana y lanzar un ¡viva al emperador! al -viento y a la noche.</p> - -<p>D’Esparbés ha elegido para su obra el cuento, este género delicado y -peligroso, que en los últimos tiempos ha tomado todos los rumbos y todos -los<a name="page_138" id="page_138"></a> vuelos. La prosa, animada hoy por los prestigios de un arte -deslumbrador y exquisito, juntando los secretos, las bizarrías -artísticas de los maestros antiguos o los virtuosísimos modernos, es -para él un rico material con que pinta, esculpe, suena y maravilla. -Batallista de primer orden, conciso, nervioso y sugestivo, supera en -impresiones y sensaciones de guerra a Stendhal y a Tolstoi, y si existe -actualmente quien puede igualarle—alguno diría superarle—en campo -semejante, es un escritor de España, Pérez Galdós, el Pérez Galdós de -los «Episodios Nacionales.»</p> - -<p>Desde que comienza el poema, con el cuento de los tres soldados; tres -húsares altos como encinas, viene un potente soplo que posee, que -arrebata la atención. Estamos enfrente de tres máquinas de carne de -cañón, tres soldados, rudos y musculosos como búfalos, tres grandes -animales crinados del rebaño de leones del pastor Bonaparte. Porque es -de ver cómo esos sangrientos luchadores, esos fieros hombres del -invencible ejército, hablan del «emperadorcito», del pequeño y real -ídolo, como de un divino pastor, como de un David. Así cuando se -pronuncia su nombre, las fauces bárbaras, los fulminantes ojazos, se -suavizan con una dulce y cariñosa humedad. Son tres soldados que después -de la jornada de Jena, tienen, lo que es muy natural en un soldado -después de una batalla, tienen hambre.</p> - -<p>Ingenuamente y «necesariamente» feroces, esos tres hombres degüellan a -uno del enemigo, con la mayor tranquilidad, pero sufren y se inquietan -cuando sus caballos no comen.</p> - -<p>Por eso cuando hallan un cura que les hospeda, en Saalfeld, del lado de -Erfurth, y les da buena vianda y buen pan, lo que está conforme con la -lógica militar es que sus tres cabalgaduras, también hambrientas, entren -a comer en los mismos platos de ellos, espantando a la criada, y -haciendo que el sacerdote medite, y vea el alma de esos hombres; y<a name="page_139" id="page_139"></a> no -se extrañe. Es uno de los mejores cuentos del poema. No resisto a citar -una frase.</p> - -<p>Los soldados comen como desesperados de apetito. El cura les contempla, -meditabundo y sacerdotal. De cuando en cuando les hace preguntas. Ha -tiempo que están en armas. Desde jóvenes han oído las trompetas de las -campañas. No saben de nada más. Y sobre todo, Napoleón se alza delante -de ellos semejante a una inmortal divinidad. El cura dice a uno:</p> - -<p>«—Y vos, hijo mío, ¿creéis en Dios padre todopoderoso?»</p> - -<p>El soldado no comprende bien. Piensa: «Dios padre... Dios hijo... -Dios...»</p> - -<p>«—¡Y bien!—grita de repente:</p> - -<p>«—¡Todo eso...! ¡eso es la familia del Emperador!»</p> - -<p>Después surge a nuestra vista un colosal tambor mayor del ejército de -Italia, «alto como una torre y tierno como un saco de pan.» Su nombre es -un verdadero nombre de gigante, más hermoso y tremendo que el de -Cristóbal o el de Fierabrás, o el de Goliat; se llama Rougeot de -Salandrouse. Un gallardo bruto, que cuando reía, «il montrait comme les -bêtes une épaisse gueule de chair rouge qui semblait saigner.»</p> - -<p>Este bello monstruo que gustaba de las viejas historias de guerra y de -las sublimes mitologías, amaba sobre todo la harmonía musical, las -cornetas, los parches del combate. Bonaparte le nombró subteniente, -teniente y capitán; después de lo de Arcola, después de lo de Mantua, -después de lo de Trebia. Pero el hijo de Apolo cifraba su ambición en -las pompas radiantes, en los compases, en el bastón que guiaba a los -tambores: quería ser tambor mayor. Lo fué después de mucho pedirlo al -emperador; y el titánico testarudo saludó con su admirable uniforme y -sus vanidosos gestos, el triunfal sol de Austerlitz. Le vió Lannes desde -su caballo, le vió Soult, le vió<a name="page_140" id="page_140"></a> Bernadotte, le vió el insigne -caballero Murat: y junto con Berthier y Janot, le vió, sonriendo, el -«petit caporal», príncipe y dueño del Aguila. Y cuando llega la áspera -brega, en medio de los choques, de la confusión sangrienta y de la -muerte, la figura de Salandrouse, guiando sus tambores, adquiere -proporciones legendarias.</p> - -<p>Herido, soberbio, incomparable, hace que los parches no cesen de tocar -un son de victoria; y hay que ir a arrancarle de su puesto, donde se -yergue, maravilloso como un dios, al canto ronco y sordo de los pellejos -cribados.</p> - -<p>El desdén de la muerte, el respeto de la consigna, el amor a la vida -militar, y sobre todo, la adoración por el que ellos miran como -favorecido de la omnipotencia divina;—conquistador victorioso, señor -del mundo, Napoleón,—forman el alma de estos épicos relatos.</p> - -<p>Ya es el conde subteniente que sufre sin gemir, y muere oyendo leer, -cual si fuese un santo breviario, un libro de oro de la nobleza heroica; -ya es el grupo de bravos rústicos que no sabían cargar los fusiles en -medio de la más horrible carnicería, y que luego fueron condecorados; ya -son los rudos gascones que luchan como tigres y gritan como diablos; ya -es la marcha que bate un tamborcito casi femenil, para que desfilen ante -los ojos aquilinos de Bonaparte ciento veinticinco hombres, resto de los -treinta y ocho mil de Elkingen, o la visión de los cascos coronados por -penachos de cabellos de mujeres españolas; o «Le Kenneck», valiente y -fiel, delante del rey de Prusia; o el águila del Imperio que sale, -apretando el rayo con las garras, del vientre del caballo muerto; o esta -orden trágica, casi macabra, dada en lo más duro de la batalla: «En -avant, les cadavres...!» o el capellán que parafrasea la Biblia al ruido -de las descargas; o ese cuadro cuya sencilla magnificencia impone, -asombra y encanta, cuando el Cabito tiene frío, y va a la tienda de la -guardia<a name="page_141" id="page_141"></a> inmortal, y duerme y se le hace lumbre con millones de oro, con -Murillos, con Goyas, con portentos de Velázquez, con encajes de -marquesas y abanicos de manolas; o el león de vida de gato que creía ser -inmortal si no se le mataba con su sable; o el abandono de los caballos, -alas de los caballeros; o el oficial que condecora y el emperador que -aprueba; o el fantasma del «shakó», que se alza para responder con -bizarría y cae en la muerte; o Duclós con sus charreteras, que condecora -llorando a un viejo luchador, y cuando el emperador le pregunta: -«Duclós, ¿conoces a ese hombre?» le contesta: «¡Señor, es mi padre!» o -el águila, el águila viva, que vuela y grita sobre el pabellón que -marcha al Austria; o el fúnebre clamor del abismo; o, en fin, los -cañones que doblan cuando ya el Grande ha caído, ¡lúgubres y fatales -campanas del Imperio!</p> - -<p>¡Libro magistral; poema ardiente y magnífico!</p> - -<p>La mujer no aparece sino raras veces, y en los recuerdos de los héroes: -las madres, las abuelas llenas de canas, alguna esposa que está allá -lejos! Donde brota un grupo de ellas, como un coro de Esquilo, -terribles, suplicantes, gemidoras como mártires, coléricas como -gorgonas, es en el capítulo, en el cuento de las crines. A un gran -número de las hijas de España, en su pueblo invadido, un coronel -fantasista, jovial y plúmbeo, hace cortar las cabelleras para adornar -los cascos de sus dragones. Y como una mujer, aullante de dolor como -Hécuba, se presenta con sus espesos cabellos ya canosos, el coronel se -los hace también cortar y los pone sobre su cabeza marcial, donde los -hará agitarse el huracán de la guerra. Y otra mujer brilla como una -estrella de virtud y de grandeza, divina suicida, augusta delante de la -muerte. Sucumbe con su niño en el más sublime de los sacrificios; pero -también quedan emponzoñados, rígidos y sin vida, en la casita pobre, -ocho cosacos como ocho bestias fieras.</p> - -<p>¿Qué otra figura femenil? Hay una, envuelta en<a name="page_142" id="page_142"></a> el misterio. Ella, la -vaga, la anunciadora de las desgracias, la que se pasea silenciosa por -los vivacs, haciendo malos signos; ella, solitaria como la Tristeza, y -triste como la Muerte. ¿Qué otra más? La Victoria, de real y soberano -perfil, de cuello robusto y erectas mamas; creatriz de los lauros y de -los himnos.</p> - -<p> </p> - -<p>Este libro es una obra de bien. El es fruto de un espíritu sano, de un -poeta sanguíneo y fuerte; y Francia, la adorada Francia, que ve brotar -de su suelo—por causa de una decadencia tan lamentable como cierta, -falta de fe y de entusiasmo, falta de ideales;—que ve brotar tantas -plantas enfermas, tanta adelfa, tanto cáñamo indiano, tanta adormidera, -necesita de estos laureles verdes, de estas erguidas palmas. Libros como -el de D’Esparbés recuerdan a los olvidadizos, a los flojos y a los -epicúreos el camino de las altas empresas, la calle enguirnaldada de los -triunfos.</p> - -<p>Y puesto que de Vogüe ha visto el feliz anuncio de un vuelo de cigüeñas, -alce los ojos Francia y mire si ya también vuelve, sonora, lírica, -inmensa, el Aguila antigua de las garras de bronce.</p> - -<div class="figcenter" style="width: 138px;"> -<a href="images/illus-142_lg.png"> -<img src="images/illus-142_sml.png" width="138" height="77" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_143" id="page_143"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 316px;"> -<a href="images/illus-143_lg.png"> -<img src="images/illus-143_sml.png" width="316" height="100" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="AUGUSTO_DE_ARMAS" id="AUGUSTO_DE_ARMAS"></a>AUGUSTO DE ARMAS</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-h.png" -width="80" height="81" -alt="H" -/></span><small>ACE</small> algunos años un joven delicado, soñador, nervioso, que llevaba en -su alma la irremediable y divina enfermedad de la poesía, llegó a París, -como quien llega a un Oriente encantado. Dejaba su tierra de Cuba en -donde había nacido de familia hidalga. Tenía por París esa pasión -nostálgica que tantos hemos sentido, en todos los cuatro puntos del -mundo; esa pasión que hizo dejar a Heine su Alemania, a Moreas su -Grecia, a Parodi su Italia, a Stuart Merril su Nueva York. Hijo -espiritual de Francia y desde sus primeros años dedicado al estudio de -la lengua francesa, si llegó a escribir preciosos versos españoles, -donde debía encontrar la expresión de su exquisito talento de artista, -de su lirismo aristocrático y noble, fué en el teclado polífono y -prestigioso de Banville.</p> - -<p>¡Banville! Pocos días antes de morir aquel maestro<a name="page_144" id="page_144"></a> maravilloso y -encantador, recibió un libro de versos en cuya portada se leía: «Augusto -de Armas—Rimes Byzantines.» Leyó las rimas cinceladas de Armas y -entonces le escribió una carta llena de aliento y entusiasmo.</p> - -<p>Theodore de Banville había escrito, a propósito de Wagner, estas -palabras: «Le vrai, le seul, l’irrémisible défaut de son armure c’est -qu’il a fait des vers français. L’homme de génie, qui doit tout savoir, -doit savoir entre autres choses, que nul étranger ne fera jamais un vers -français qui ait le sens commun. On t’en fricasse des filles commes -nous! voilà ce que dit la Muse française á quiconque n’est pas de ce -pays ci, et lorsqu’elle disait cela en se mettant les poings sur les -hanches, Henri Heine, qui était un malin, l’a bien entendu.» -Ciertamente, le escribió el gran poeta a Augusto de Armas,—he dicho -eso; pero huélgome de confesar que vos sois la excepción de lo que -afirmé.</p> - -<p>Basta leer una sola de las poesías del refinado bizantino de Cuba, para -reconocer que fué con justicia armado caballero de la musa francesa al -golpe de la espada de oro de Banville. ¿Quién ha cantado en más ricos -hemistiquios el oleaje sonoro de los alejandrinos? Como Carducci que -lleno del fuego de su estro entona su cántico «¡Ave o Rima...!» como -Sainte Beuve que a manera de Ronsard celebra ese mismo encanto musical -de la consonancia, Augusto de Armas, con el más elevado deleite, alaba -la forma del verso francés en que se han escrito tantas obras maestras y -tantos tesoros literarios; alaba el instrumento que ha hecho resonar -desde el «Poema de Alejandro» hasta las colosales harmonías de «La -Leyenda de los siglos».</p> - -<p>Su libro es labrado cofrecillo bizantino, lleno de joyas. Su verso es -flor de Francia; su espíritu era completamente galo. Ha sido uno de los -pocos extranjeros que hayan podido sembrar sus rosas en suelo francés, -bajo el inmenso roble de Víctor<a name="page_145" id="page_145"></a> Hugo. El abate Marchena no sé que haya -hecho en francés nada como su curiosidad latina del falso Petronio; -Menéndez Pelayo, pasmo de sabiduría, según se dice en España, dudo que -se acomodase a las exigencias de las musas de Galia; Longfellow dejó muy -medianejos ensayos, como su juguete «Chez Agassiz», Swinburne, que como -Menéndez Pelayo versifica admirablemente en lenguas sabias, en sus -versos franceses va como estrechado y sin la libertad y potencia de sus -poesías en su lengua nativa. Lo mismo Dante Gabriel Rossetti.</p> - -<p>Heine lo que escribió en francés fué prosa; lo propio Tourgueneff. Los -casos que pueden citarse, semejantes al de Augusto de Armas, son el de -su paisano José María de Heredia, que se ha colocado orgullosamente -entre el esplendor de sus trofeos; el de Alejandro Parodi, que ha -logrado hasta el laurel de las victorias teatrales: el de Jean Moreas, -gran maestro de poesía; el de Stuart Merril, que sólo puede ser yankee -porque como Poe nació en ese país que Peladan tiene razón en llamar de -Calibanes; el de Eduardo Cornelio Price, distinguido antillano, el de -García Mansilla, poeta y diplomático argentino que escribe envuelto en -el perfume del jardín de Coppée. Pero José María de Heredia llegó a -París muy joven, y apenas si tiene de americano el color y la vida que -en sus sonetos surgen, de nuestros ponientes sangrientos, nuestras -fuertes savias y nuestros calores tórridos. Heredia se ha educado en -Francia; su lengua es la francesa más que la castellana. Parodi, por una -prodigiosa asimilación, pertenece al Parnaso francés; Moreas llegó de -Atenas, histórica hermana de París; Stuart Merrill, como Poe, brota de -una tierra férrea, en un medio de materialidad y de cifra, y es un -verdadero mirlo blanco; formando Poe, el pintor misterioso y él, la -trinidad azul de la nación del honorable presidente Washington; Price, -no pasa de lo mediano; y García Mansilla, me figuro, que a pesar de sus -preciosas<a name="page_146" id="page_146"></a> producciones, y con todo y creerle dominador de la rima -francesa y poeta y refinado artista, me figuro, digo, que debe de ser un -cultivador elegante de la poesía, un trovero gran señor que ritma y rima -para solaz de los salones, versos que deben ser impresos en ediciones -ricas y celebrados por lindas bocas en las bellas veladas de la -diplomacia.</p> - -<p>Augusto de Armas representaba una de las grandes manifestaciones de la -unidad y de la fuerza del alma latina, cuyo centro y foco es hoy la -luminosa Francia. El, que había nacido animado por la fiebre santa del -arte, llevó al suelo francés la representación de nuestras energías -espirituales, y Bánville pudo reconocer que el laurel francés, honra y -gloria de nuestra gran raza, podía tener quien regase su tronco con agua -de fuente americana, y que un americano de sangre latina podía ceñirse -una corona hecha de ramas cortadas en el divino bosque de Ronsard.</p> - -<p>¿Pero el soñador no sabía acaso que París, que es la cumbre, y el canto, -y el lauro, y el triunfo de la aurora, es también el maelstrom y la -gehenna? ¿No sabía que, semejante a la reina ardiente y cruel de la -historia, da a gozar de su belleza a sus amantes y en seguida los hace -arrojar en la sombra y en la muerte? ¡Pobre Augusto de Armas! Delicado -como una mujer, sensitivo, iluso, vivía la vida parisiense de la lucha -diaria, viendo a cada paso el miraje de la victoria y no abandonado -nunca de la bondadosa esperanza. Entre los grandes maestros, encontró -consejos, cariño, amistad. Dios pague a Sully Prudhomme, al venerable -Leconte de Lisle, a Mendés y a José María de Heredia, los momentos -dichosos que podían dar al joven americano, alimentando su sueño, su -noble ilusión de poeta. Y también a los que fueron generosos y llevaron -a la cama del hospital en que sufría el pálido bizantino de larga -cabellera, el consuelo material y la eficaz ayuda. Entre estos diré dos -nombres para que ellos sean estimados por<a name="page_147" id="page_147"></a> la juventud de América: es el -uno Domingo Estrada, el brillante traductor de Poe, y el otro M. Aurelio -Soto, expresidente de la república de Honduras.</p> - -<div class="figcenter" style="width: 114px;"> -<a href="images/illus-147_lg.png"> -<img src="images/illus-147_sml.png" width="114" height="169" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_148" id="page_148"></a></p> - -<p><a name="page_149" id="page_149"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 321px;"> -<a href="images/illus-149_lg.png"> -<img src="images/illus-149_sml.png" width="321" height="113" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="LAURENT_TAILHADE" id="LAURENT_TAILHADE"></a>LAURENT TAILHADE</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-r.png" -width="80" height="84" -alt="R" -/></span><small>ARÍSIMO</small>. Es, ni más ni menos, un poeta. Estas palabras que se han dicho -respecto a él no pueden ser más exactas: «Es un supremo refinado que se -entretiene con la vida como con un espectáculo eternamente imprevisto, -sin más amor que el de la belleza, sin más odio que a lo vulgar y lo -mediocre.»</p> - -<p>Como poeta, como escritor, no ha tenido la notoriedad que sólo dan los -éxitos de librería, los cuales desprecia el olímpico Jean Moreas, -supongo que, fuera de la razón lírica, porque recibe una buena pensión -de su familia de Atenas. Como hombre, raro es el que no conozca a -Tailhade en el «quartier.»</p> - -<p>Y a propósito, ¿recuerdan los lectores lo que aconteció a este otro -poeta cuando el alboroto de los estudiantes, años há? No le dieron sus -versos, por cierto, la fama que los garrotazos y heridas que recibió. -Poco más o menos sucede ahora con Laurent Tailhade. Sus libros, que -antes solamente circulaban entre un público escogido y en ediciones de -subscripción,<a name="page_150" id="page_150"></a> es probable que tengan hoy siquiera sea una pasajera -boga; aunque su refinamiento y su aristocracia artística no serán ni -podrían ser para el gran público de los indudablemente ilustres Tales y -Cuales. El cómo ve la vida Laurent Tailhade, lo explica un caricaturista -de esta manera: «El poeta, vestido a la griega, toca la lira admirando -un hermoso caballo salvaje. Poseído del «deus», no advierte el peligro. -Resultado: Orfeo recibe un par de coces que le echan fuera de la boca -toda la dentadura.»</p> - -<p>Y Castelar a su vez, hablando de la explosión que tan maltrecho dejó al -lírico: «Hallábase allí entre tantos adoradores de la belleza divorciada -del bien, un escritor anarquista, el amado Tailhade, quien dijo que -importaba poco el crimen cometido por Vaillant, ante la hermosura de su -actitud y de su gesto al despedir la bomba, sólo comparables, añado yo, -al gesto y actitud de Nerón, cuando, vestido de Apolo y llevando en las -manos áurea cítara tañida por sus delicados dedos, celebraba el incendio -de la sacra Ilión entre las llamas que consumían la Ciudad Eterna. Pues -bien, el apologista de Vaillant y su crimen estaba en el comedor cuando -estalló la nueva bomba; y efecto del estallido, cayó casi deshecho en -tierra, perdiendo un ojo arrancado a su rostro por los vidrios -ardientes. Al sentirse así, no dijo nada el cuitadísimo de gestos y -actitudes, llevóse la mano a la herida y gritó: «¡Al asesino!» Hay -providencia.»</p> - -<p>¡El «amado Tailhade», anarquista!</p> - -<p>El gusta de los buenos olores y de las cosas bellas y poéticas. No quiso -ir al último banquete de la Pluma, porque «olía a remedios.» ¿Será -anarquista el que sabe como todos que, no digamos el anarquismo sino la -misma democracia, huele mal?</p> - -<p>Tengo a la vista sus «Vitraux.» Mi número es el 226 del tiraje único de -quinientos ejemplares que sobre rico papel de Holanda hizo el editor -Vanier.<a name="page_151" id="page_151"></a> «Vitraux» es la primera parte de «Sur Champ D’Or.» La carátula -está impresa a tres tintas, rojo, violeta y negro, sobre un papel -apergaminado. Y la dedicatoria que escribió ese admirador de Vaillant es -la siguiente:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i5">A Madame<br /></span> -<span class="i0">La Comtesse Diane de Beausaq<br /></span> -<span class="i10">L. T.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Laurent Tailhade dedica a esa dama aristocrática sus versos, porque debe -de ser bella, tiene un lindo nombre y el blasón es siempre bello. Y -pronunció la «boutade» sobre Vaillant porque, como Castelar, se imaginó -que el dinamitero había lanzado la bomba con un bello gesto. En cuanto a -Nerón, era sencillamente otro poeta, muy inferior por cierto al raro de -quien hoy escribo. Porque, no, no haría ni con todas las lecciones de -cien Sénecas, el imperial rimador, versos a sus dioses, como estos -burilados, miniados adorables versos que Tailhade ha escrito «Sur Champ -D’Or» en homenaje a la religión católica... y a la mujer amada. Es un -homenaje sacrílegamente artístico, si queréis; son joyas profanas -adornadas con los diamantes de las custodias, labradas en el oro de los -altares y de los cálices. Cierto que en los tercetos a nuestra Señora, -no se muestra el resplandor sagrado de la fe que vemos en la liturgia de -Verlaine; son obras inspiradas en la belleza del culto cristiano, del -ritual católico.</p> - -<p>Pero después de «Pauvre Lelian», que con fe pura y profunda y arte de -insigne maestro, ha escrito prodigios de rimado amor místico, nadie ha -igualado siquiera al Laurent Tailhade de los «Vitraux» en ninguna -lengua, por la gracia primitiva, el sagrado vocabulario y el sentimiento -de las hermosuras y magnificencias del catolicismo. Es aquí demasiado<a name="page_152" id="page_152"></a> -profano, es cierto, y vierte en el agua bendita un frasco de opoponax... -¿Le perdonaremos en gracia al «bello gesto?» Para escribir estos poemas -ha debido recorrer los viejos himnarios, las prosas, los antiguos cantos -de la iglesia; las sequencias de Notker, las de Hildegarda, las de -Godeschalk y las poesías de aquel divino Hermanus Contractus que nos -dejó la perla de la Salve Regina.</p> - -<p>Laurent Tailhade es buen latinista, y ha versificado imitando a Adam de -Saint-Víctor.</p> - -<p>Ejemplo:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Saivi vincia! ¡fulge lemur!<br /></span> -<span class="i0">Amor nunc foveamur:<br /></span> -<span class="i0">Per te, virgo, virginemur.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Sus «Vitraux» son comparables a los de las antiguas catedrales. En ellos -la Virgen conversa ingénuamente con el encantador serafín:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Les calcédoines, les rubis<br /></span> -<span class="i0">Passementent ses longs habits<br /></span> -<span class="i0">De moire antique et de tabis.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Ses cheveux souplets d’ambre vert<br /></span> -<span class="i0">Glissent comme un rayón d’hiver<br /></span> -<span class="i0">Sur sa cotte de menu-vair.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Oh! ses doigts frêles et le pur<br /></span> -<span class="i0">Mystère de ses yeux d’azur<br /></span> -<span class="i0">Eblouis du pardon futur!<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Tremblante elle reçoit l’Ave.<br /></span> -<span class="i0">Par qui le front sera lavé<br /></span> -<span class="i0">De l’antique Adam réprouvé.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">«Emperière au bleu pennon,<br /></span> -<span class="i0">Sur le sistre et le tympanon,<br /></span> -<span class="i0">Les cieux exaltent ton renom.<a name="page_153" id="page_153"></a><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Toi de Jessé royal provin,<br /></span> -<span class="i0">Pain mistique, pain sans levain,<br /></span> -<span class="i0">Font scellé de l’Amour divin!<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Toison de Gédéon! ¡Cristal<br /></span> -<span class="i0">Dont le soleil oriental<br /></span> -<span class="i0">N’adombre pas le feu natal...!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>La letanía continúa magnífica y preciosamente encadenada. Delicado, -perfumado con mirra celeste, su «Hortus Conclusus» resuena con el eco de -un himno en la fiesta de la purificación:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Quia obsequentes oferunt<br /></span> -<span class="i0">Ligustra et alba lilia.<br /></span> -<span class="i0">Candor sed horum vincitur<br /></span> -<span class="i0">Candore casti pectoris.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Siempre la Reina Virgen, la «Mère Marie» de Verlaine—¡y de todos los -que sufren!—aparece radiante, vestida de sol, la Hija del Príncipe que -cantó el Profeta. Todos los bálsamos de consolación brotan de ella: -todos los perfumes: el del olibán, el del cinamomo, el del nardo de la -Esposa del Cantar de los Cantares.</p> - -<p>Un soneto litúrgico hay que no puedo menos que reproducir. Para él no -habría traducción posible en verso castellano.</p> - -<p>Es este:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Dans le nimbe ajouré des vierges byzantines,<br /></span> -<span class="i0">Sous l’auréole et la chasuble de drap d’or<br /></span> -<span class="i0">Où s’irisent les clairs saphirs du Labrador,<br /></span> -<span class="i0">Je veux emprisonner vos grâces enfantines.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Vases myrrhins! ¡trépieds de Cumes ou d’Endor!<br /></span> -<span class="i0">¡Maître-autel qu’ont fleuri les roses de matines!<br /></span> -<span class="i0">Coupe lustrale des ivresses libertines,<br /></span> -<span class="i0">Vos yeux sont un ciel calme ou le désir s’endort.<a name="page_154" id="page_154"></a><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Des lis! ¡des lis! ¡des lis! ¡Oh pâleurs inhumaines!<br /></span> -<span class="i0">¡Lin des etoles, chœur des froids catéchuménes!<br /></span> -<span class="i0">¡Inviolable hostie oferte à nos espoirs!<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Mon amour devant toi se prosterne et t’admire,<br /></span> -<span class="i0">Et s’exhale, avec la vapeur der encensoirs,<br /></span> -<span class="i0">Dans un parfum de nard, de cinname et de myrrhe.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Imaginaos un enamorado que fuese a las santas basílicas a arrancar los -mejores adornos para decorar con ellos la casa de su querida. Podría -citar exquisitas muestras de este volumen admirable; pero sería alargar -mucho estas apuntaciones. He de observar, sí, algo de su poética. Hay en -ella mezcla de Decadencia y de Parnaso. Algunas veces se pregunta uno: -¿es esto Banville? Prueba:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">C’est un jardin orné pour les métamorphoses<br /></span> -<span class="i0">Où Benserade apprend ses rondeaux aux Follets,<br /></span> -<span class="i0">Où Puck avec Trilby, près des lacs violets,<br /></span> -<span class="i0">Débitent des fadeurs, en adorables poses.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Y el «Menuet d’automne», es un espécime de la poética modernísima. Pero -en todo se reconoce la distinción, la aristocracia espiritual y la -magnífica realeza de ese «anarquista.»</p> - -<p>Cierto es que es éste el anverso de la medalla: la faz del inmortal -Apolo.</p> - -<p>En el reverso nos encontramos con una cara conocida, ancha y risueña, -con la cabeza de un bonachón y pícaro fraile que nos saluda con estas -palabras: ¡Buveurs très illustres, et vous, verolés très précieux!...» -Laurent Tailhade ha renovado a Rabelais en sus escasamente conocidas -«Lettres de mon Ermitage.» Después, su risa hiriente y sonora se ha -derramado en una profusión de baladas que le han acarreado un sinnúmero -de enemigos. En este terreno es una especie de León Bloy rimador y -jovial. Quisiera citar algún fragmento de las cartas o de<a name="page_155" id="page_155"></a> las baladas; -¿pero cómo serán ellas cuando en las revistas que se han publicado se -ven llenas de lagunas y de puntos suspensivos? Con un tono antiguo y -bufonesco, burla a sus contemporáneos, empleando en sus estrofas las -palabras más brutales, obscenas o escatológicas. Sus baladas son el polo -opuesto de sus «Vitraux.» Esas baladas se conocieron en las noches -literarias de la «Plume» u otras semejantes, y hoy pueden verse en un -elegante volumen ilustrado por H. Paul. Nombres de escritores, asuntos -políticos y sociales, son el tema. Ya despelleja a Peladan,</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">...C’est Peladan-Tueur-de Mouches...<br /></span> -<span class="i0">Quand Peladan coiffé de vermicelle...,<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">ya pone en berlina a Loti, o a Bonnetain, o a Barres, o a Jean Moreas; -ya la emprende con el senador Bérenger, de pudorosísima memoria; ya toma -como blanco al burgués y alaba la terrible locura de Ravachol o de -Vaillant.</p> - -<p>Allá en el fondo de su corazón de buen poeta, hallaréis honrada nobleza, -valor, bravura y un tesoro de compasión para el caído. Exactamente lo -mismo que en el fulminante Bloy.</p> - -<p>Como conferencista ha traído un escogido público a la Bodiniére. Su -figura es apropiada a la elocuencia, y sus gestos son bellos, en verdad.</p> - -<p>Hay un retrato de «Dom Juniperien»—pseudónimo suyo, en el -«Mercure»—que le representa sentado en una vieja silla monástica, -vestido con su hábito de religioso, la capucha caída. La frente asciende -en una ebúrnea calva imponente; sobre el cuello robusto se alza la -cabeza firme y enérgica; los ojos escrutadores brillan bajo el arco de -las cejas; la nariz recta y noble se asienta sobre un bigote de -sportman, cuyas guías aguzadas denuncian la pomada húngara. De las -obscuras mangas del hábito salen<a name="page_156" id="page_156"></a> las manos blancas, cuidadísimas, -finas, regordetas, abaciales.</p> - -<p>Fué de los primeros iniciadores del simbolismo. Vive en su sueño. Es -raro, rarísimo. ¡Un poeta!</p> - -<div class="figcenter" style="width: 152px;"> -<a href="images/illus-156_lg.png"> -<img src="images/illus-156_sml.png" width="152" height="146" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_157" id="page_157"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 320px;"> -<a href="images/illus-157_lg.png"> -<img src="images/illus-157_sml.png" width="320" height="147" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="FRA_DOMENICO_CAVALCA" id="FRA_DOMENICO_CAVALCA"></a>FRA DOMENICO CAVALCA</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-n.png" -width="80" height="82" -alt="N" -/></span><small>O</small> tengo conocimiento de que se haya traducido a nuestra lengua ningún -libro del «primitivo» Fra Domenico Cavalca, en cuyas obras en prosa y en -verso brilla la luz sencilla y adorable, la expresión milagrosa de las -pinturas de un Botticelli. Al menos, Estelrich, que es, en lo moderno, -quien mejor se ha ocupado en su magnífica Antología, de las traducciones -de obras italianas en idioma español, no cita en las noticias -bibliográficas de su obra el nombre del fraile Cavalca, de cuyas -producciones dice Manni, citado por Francisco Costero, hablando de las -«Vite scelte dei santi padri», que son merecedoras de todo encomio, «non -solamente pel fatto di nostra favella, ma exiandio per la materia stessa -di erudizione, di buon costume, di ottimi esempli, di antichi riti e di -profonda, sovrana dottrina fornita e ripiena»: Costero le coloca en el -rango de primer prosista de su tiempo, apoyado en Barretti, y en la -mayor parte de los críticos modernos.</p> - -<p>Si la pintura «primitiva» ha dado vuelo a la inspiración<a name="page_158" id="page_158"></a> de los -prerrafaelitas, la poesía, la literatura trecentista y quatrocentista, -resuena también en el laud de Dante Gabriel Rosseti, en la lira de -Swinburne. En Francia ha inspirado a más de un poeta de las escuelas -nuevas. Verlaine, Moreas, Vielli Griffin,—quien con su Oso y su Abadesa -ha escrito una obra maestra,—son muestra de lo que afirmo. Ese mismo -Laurent Tailhade, ese mismo poeta de las baladas anárquicas, ha escrito -antes sus «Vitraux», en los cuales hallaréis oro y azul de misal viejo, -sencillas pinceladas de Fra Angélico. Hay un tesoro inmenso de poesía en -la gloriosa y pura falange de los místicos antiguos.</p> - -<p>Cuando en nuestra Bolsa el oro se cotiza duramente, cuando no hay día en -que no tengamos noticia de una explosión de dinamita de un escándalo -financiero o de un baldón político, bueno será volar en espíritu a los -tiempos pasados, a la Edad Media.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Le Moyen Age énorme et délicat...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>He aquí a Cavalca, dulce y santo poeta que respiraba el aroma -paradisíaco del milagro, que vivía en la atmósfera del prodigio, que -estaba poseído del amor y de la fe en su Señor y rey Cristo. Antes que -él, Fra Guittone d’Arezzo pedía en un célebre soneto a la Virgen, que -le defendiese del amor terreno y le infundiese el divino; y el inmenso -Dante, en medio de sus agitaciones de combatiente, ascendía por las -graderías de oro de sus tercetos, al amor divino, conducido por el amor -humano.</p> - -<p>Eran los antiguos místicos prodigiosos de virtud; sus grandes almas -parece que hubiesen tenido comunicación directa con lo sobrenatural; de -modo que el milagro es para ellos simple y verdadero como la eclosión de -una rosa o el amanecer del sol. ¡Y qué artistas, qué iluminadores! En la -tela de la vida de un anacoreta, de un solitario, os bordan<a name="page_159" id="page_159"></a> los -paisajes más ideales, las flores más poéticamente sencillas que podáis -imaginar. La caridad, la fe, la esperanza iluminan, perfuman, animan las -obras. Es el tiempo del imperio de Cristo. Para aquellos corazones -únicos, para aquellas mentes de excepción, la cruz se agiganta de tal -manera que casi llena todo el cielo. El Padre mismo y la Paloma blanca -del Espíritu están en el resplandor del Hijo. Y la Madre, la emperatriz -María, pone con su sonrisa una aurora eterna en la maravilla del -Empíreo.</p> - -<p>La hagiografía fué en aquellos siglos ocupación de las mejores almas. -Fra Domenico, si dejó escritos religiosos y teológicos, y vulgarizó más -de una obra desconocida, si fué poeta en sus serventesios y laudes, lo -que le ha señalado un puesto único en la literatura mística universal, -son las «Vidas»; aunque ellas no sean originales sino arreglos y -versiones. «Le Vite de Santi Padri» furono scritte parte de San -Gerolamo, parte da Evagrio del Ponto e da Sant’ Atanasio, e Fra Domenico -Cavalca le tradusse del latino», dice Costero. Pero hay tal encanto, tal -ingenua gracia y tal animación en ese italiano antiguo; es tan nítido y -suave el estilo de Fra Domenico, que la obra pasa a ser suya propia. No -conozco las otras traducciones suyas de obras diversas, como el -«Pangilingua» o «Suma de Vicios», de Guillermo de Francia, u otras de -que habla Costero: Un diálogo y una epístola de San Gregorio, las -«Ammonizione» de San Jerónimo a Santa Paula, un libro de Fra Simone de -Cascia, el «Libro de Ruth», y «Tratado de Virtudes y Vicios.»</p> - -<p>La musa de Cavalca, dice De Sanctis, es el amor. Respira, en efecto, -amor todo aquello que brota de su pluma: el absoluto amor de Dios. La -ternura rebosa en la vida de Santa Eugenia, que tanto entusiasmó a -escritora como la Franceschi Ferrucci. En la de San Pablo, primer -ermitaño, flota un ambiente de deliciosa fantasía. No creo equivocarme -si digo<a name="page_160" id="page_160"></a> que Anatole France ha leído a nuestro autor para escribir -imitaciones tan preciosas como la «Leyenda» y «Celestín» de su «Etui de -nacre.» Las creaciones del paganismo alternan con las figuras ascéticas. -Pinturas hay de Fra Domenico que tienen toda la libertad de la -inocencia, y que en boca de un autor moderno serían demasiado -naturalistas. En la vida de San Pablo es donde se cuenta el caso de -aquel mancebo que, tentado para pecar, por una «bellísima meretriz», -sintiéndose ya próximo a faltar a la pureza, se cortó la lengua con los -dientes y la arrojó sangrienta a la cara de la tentadora.</p> - -<p>El viaje de San Antonio en busca de su hermano en Cristo, Pablo, que -habitaba en el Yermo, es página curiosísima.</p> - -<p>Allí es donde vemos afirmada la existencia real de los hipocentauros y -de los faunos. El Santo peregrino encuentra a su paso un «mezzo uomo e -mezzo cavallo», que conversa con él y le da la dirección que debe seguir -para encontrar al eremita. Luego un sátiro, un «uomo piccolo, col naso -ritorto e lungo, e con corna in fronte, e piedi quasi come di capra», le -ofrece dátiles y le ruega que interceda por él y sus compañeros con el -nuevo Dios, con el triunfante Cristo.</p> - -<p>Para Fra Domenico, que era un digno poeta, la existencia de esos seres -fabulosos es cosa indiscutible e indudable. Más aun, da en su apoyo -citas históricas. «De estas cosas, dice, no hay que dudar, por creerlas -increíbles o vanas; porque en tiempo del emperador Constantino, un -semejante hombre vivo fué llevado a Alejandría, y después, cuando murió, -su cuerpo fué conservado «(insalato)» para que el calor no le -descompusiese, y llevado a Antioquía, al emperador, de lo cual casi todo -el mundo puede dar testimonio.»</p> - -<p>Pero nada como la odisea de los monjes Teófilo, Sergio y Elquino, cuando -se propusieron, para edificación de la gente, narrar y escribir las -admirables<a name="page_161" id="page_161"></a> cosas que Dios les había hecho ver, en su viaje en busca del -Paraíso terrenal. Esto se ve en la vida de San Macario. Habiendo -renunciado al siglo, entraron a un monasterio de Mesopotamia de Siria, -del cual era abad y rector Asclepione. El monasterio estaba situado -entre el Eufrates y el Tigris. Teófilo un día en medio de una mística -conversación, propuso a sus dos nombrados hermanos en Cristo ir en -peregrinación por el mundo, «hasta llegar al lugar en que se junta el -cielo con la tierra.» Partieron todos juntos, y la primera ciudad que -encontraron después de muchos días de caminar fué Jerusalém, en donde -adoraron la santa cruz y visitaron los lugares santos. Estuvieron en -Belén, y en el monte de los Olivos. Después se dirigieron a Persia, el -cual imperio recorrieron. Luego van a la India, y empiezan para ellos -los encuentros raros, los peligros y las cosas extranaturales. Les -rodean tres mil etiopes, en una casa deshabitada en la cual habían -entrado a orar; les cercan de fuego, para quemarles vivos; oran ellos a -Cristo; Cristo les salva; les encierran para darles muerte de hambre; -Dios les saca libres y sanos. Pasan por montes obscuros, llenos de -víboras y fieras. Caminan días enteros y pierden el rumbo. Un bellísimo -ciervo llega de pronto y les sirve de guía. Vuelven a encontrarse solos, -en un lugar lleno de tinieblas y de espantos: una paloma se les aparece -y les conduce. Encuentran una tabla de mármol con una inscripción -referente a Alejandro y a Darío. En la cual tabla miran escrita la -dirección nueva que deben tomar. Cuarenta días más de peregrinación y -caen rendidos de cansancio. Llaman a Dios, y adquieren nuevas fuerzas. -Se levantan y ven un grandísimo lago lleno de serpientes que parecían -arrojar fuego, «y oímos voces, dice la narración, salir estridentes de -aquel lago, como de innumerables pueblos que gimiesen y aullasen.» Una -voz del cielo les dijo que allí estaban los que negaron a Cristo.<a name="page_162" id="page_162"></a></p> - -<p>Hallaron después a un hombre inmenso—una especie de -Prometeo—encadenado a dos montes, y martirizado por el fuego. Su clamor -doloroso «s’udiva bene quaranta miglia alla lunga...» Después en un -lugar profundísimo, y horrible, y rocalloso y áspero—los adjetivos son -del original—vieron una fea mujer desnuda a la cual apretaba un enorme -dragón, y le mordía la lengua. Más adelante encuentran árboles -semejantes a las higueras, llenos de pájaros que tenían voz humana y -pedían perdón a Dios por sus pecados. Quisieron nuestros monjes saber -qué era aquello, mas una voz celeste les reprendió: «Non ci conviene a -voi conoscere li segreti giudici di Dio; andate alla vïa vostra.» Con -esta franca indicación los buenos religiosos prosiguieron su camino. -Hallan en seguida cuatro ancianos, hermosos y venerables, con coronas de -oro y gemas, palmas de oro en las manos; ante ellos, fuego y espadas -agudas. Temblaron los peregrinos; pero fueron confortados: «Seguid -vuestro camino seguramente que nosotros estaremos en este lugar, por -Dios, hasta el día del juicio.»</p> - -<p>Anduvieron cuarenta días más, sin comer. Después viene la pintura de una -visión semejante a las visiones, de los fuertes profetas—Ezequiel, -Isaías—, pero en un lenguaje dulce y claro, de una transparencia -cristalina. No es posible dar traducidas las excelencias originales. -Dicen que, en su camino, escucharon como cantar la voz de un pueblo -innumerable; y sintieron al mismo tiempo perfumes suavísimos, y una -dulzura en el paladar como de miel.</p> - -<p>Gozaban todos los sentidos santamente. Como en la bruma de un ensueño, -vieron un templo de cristal, y un altar en medio, del cual brotaba una -agua blanca como la leche, y alrededor hombres de aspecto santísimo que -cantaban un canto celestial con admirable melodía. El templo, en su -parte del mediodía, parecía de piedras preciosas; en su parte austral -era color de sangre; en la del occidente,<a name="page_163" id="page_163"></a> blanco como la nieve. Arriba -estrellas, más radiantes que las que vemos en el cielo:—sol, árboles, -frutas y flores y pájaros mejores que los nuestros; y este precioso -detalle: «la terra medesima e dall’ uno lato bianca come neve e dall’ -altro rosa.» No concluyen aquí las maravillas encontradas por estos -divinos Marco Polos. Después de verse frente a frente con una tribu -extrañísima—a la cual ponen en fuga de muy curiosa manera, -gritando,—Dios calma sus hambres y sedes con hierbas que brotan de la -tierra como cayó el maná bíblico del cielo.</p> - -<p>Todo cubierto de cabellos blancos, «come l’uccello delle penne», aparece -ante ellos el ermitaño San Macario. Si la blancura de sus cabellos ha -sido comparada con la de la nieve, no obsta para compararla con la de la -leche. El retrato del solitario: «Su faz parecía faz de ángel; y por la -mucha vejez casi no se veían los ojos. Las uñas de los pies y de las -manos cubrían todo el cuerpo; su voz era tan sutil y poca que apenas se -oía, la piel del rostro casi como una piel seca.»</p> - -<p>Así León Bloy dibujaría una de sus viñetas arcaicas, a imitación de los -viejos maestros alemanes. Macario conversa con los peregrinos, después -de reconocer en ellos a hijos y ministros de Dios, y les aconseja no -proseguir en su intento de llegar al Paraíso.</p> - -<p>El mismo ha querido hacer el viaje: lo ha hecho: ¡está tan cerca aquel -lugar de delicias donde vivieron Adán y Eva! veinte millas, no más. Pero -allá está el querubín con una espada de fuego en la mano, para guardar -el árbol de la vida: sus pies parecen de hombre, su pecho de león, sus -manos de cristal. Macario recomienda sus huéspedes a sus dos leones: -«Hijitos míos, esos hermanos vienen del siglo a nosotros: cuidado con -hacerles ningún mal.» Cenaron raíces y agua; durmieron. Al siguiente día -ruegan a Macario que les narre su vida. Nuevos y mayores prodigios.<a name="page_164" id="page_164"></a></p> - -<p>Macario, nacido en Roma, cuenta cómo dejó el lecho de sus nupcias, la -propia noche de bodas, para consagrarse al servicio de Cristo.</p> - -<p>Guías sobrenaturales, milagrosos senderos, hallazgos portentosos; todo -eso hay en la vida del anciano. También él, perdido en el monte, tuvo -por compañero a un onagro maravilloso, después de ser conducido por el -arcángel Rafael; muéstrale el sendero que debe seguir luego un ciervo -desmesurado; frente a frente con un dragón, el dragón le llama por su -nombre y le conduce a su vez, mas ya transformado en un bellísimo joven. -Halló una gruta y en ella dos leones, que desde entonces fueron sus -compañeros. Esos dos leones escoltaron como pajes, un buen trecho, a los -peregrinos, cuando se despidieron del santo eremita.</p> - -<p>Al tratar de los demonios y sus costumbres, en las «Vidas», Fra Domenico -es copioso en detalles. Deben haber consultado sus obras los Bodin, -Gorres, Sinistrari, Lannes, Sprenger, Remigius, del Río, para escribir -sus tratados demonológicos. En la vida de San Antonio Abad toma el -Bajísimo formas diversas: ya es una mujer bellísima y provocativa; o un -mozo horrible; o surge el diablo en forma de serpiente; y fieras, leones -fantásticos, toros, lobos, basiliscos, escorpiones, leopardos y osos, -que amenazan al solitario en una algarabía infernal. Después en otro -capítulo, explícase cómo los demonios pueden venir en forma de ángeles -luminosos, y parecer espíritus buenos. San Antonio cuenta de cuantas -maneras se le aparecieron: en forma de caballeros armados, o de fieras o -monstruos; de un gigante y de un santo monje. San Hilarión les oye -llorar como niños, mugir como bueyes, gemir como mujeres, rugir como -leones. San Abraham mira a Lucifer en su celda en medio de una -maravillosa luz, o en forma de hombre furioso, de niño, de una agresiva -multitud. A San Macario le tienta en figura de preciosa doncella, -ricamente vestida. A San Patricio<a name="page_165" id="page_165"></a> le arroja a un fuego demoníaco, del -cual se libra por la oración. Pero casi siempre es en forma de mujer, o -por medio de la mujer que Satán incita, pues según dice con justicia -Bodin: «Satán par le moyen des femmes, attire les hommes a sa cordelle.» -Y es probado.</p> - -<p>Lo que se presenta con especial y primitiva gracia en las «Vite» son las -adorables figuras de las santas. Semejan imágenes de altar bizantino, de -vidrieras medioevales; la virgen Eufrasia; Eugenia, mártir; Eufrosina -que vivió en un monasterio con hábito masculino, como murió Palagia; -María Egipciaca, dulce pecadora que va a Dios y resplandece como una -estrella en el cielo de la santidad; Reparada, que cambia en agua fría -el plomo derretido y entra al horno ardiente y sale intacta.</p> - -<p>Al acabar de leer la obra de Fra Domenico Cavalca siéntese la impresión -de una blanda brisa llena de aromas paradisíacos y refrescantes. Hay -algo de infantil que deleita y pone en los labios a veces una suave -sonrisa.</p> - -<p>Todas las literaturas europeas tienen esta clase de -escritores—hagiógrafos o poetas,—por desgracia hoy demasiado olvidados -e ignorados.—Raro es un Rémy de Gourmont que resucite y ponga en -maravilloso marco las bellezas del latín místico de la Edad Media, por -ejemplo. No son muchos—no digo entre nosotros; eso es claro—los que -conocen joyeles como las «Secuencias» de santa Hildegarda, y otros -tesoros de poesía mística antigua. Alemania posee el «Barlaam» y -«Josaphat», el cántico de San Hannon, etcétera. Tieck intentó que la -poesía alemana de su tiempo se abrevase en las límpidas aguas de -Wackenroder y otros autores de su tiempo. Fué un precursor de Dante -Gabriel Rossetti, del prerrafaelismo; y sufrió por sus intentos más de -una picadura de las abejas de Heine.</p> - -<p><a name="page_166" id="page_166"></a></p> - -<p><a name="page_167" id="page_167"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 316px;"> -<a href="images/illus-167_lg.png"> -<img src="images/illus-167_sml.png" width="316" height="95" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="EDUARDO_DUBUS" id="EDUARDO_DUBUS"></a>EDUARDO DUBUS</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-l.png" -width="80" height="79" -alt="L" -/></span><small>OS</small> violines también se callan, los violines que tocaban tan -vigorosamente para la danza, para la danza de las pasiones; los violines -se callan también. Estas palabras de la «Angélica» de Heine, escucháis -al entrar al parque solitario en donde la fiesta tuvo sus luces y sus -cantos.</p> - -<p>Eduardo Dubus es un raro poeta, poeta que enguirnalda con rosas -marchitas el simulacro de la Melancolía.</p> - -<p>Vamos allá al recinto abandonado... ya pasó la hora de la partida; ya -las barcas van lejos; ya las marquesas, los caballeros galantes, los -abates rosados van lejos. Callaron los violines y partieron, con su -dulce alma harmoniosa... Los violines, silenciosos, van ya lejos...</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">En mes rêves, ou regne une Magicienne,<br /></span> -<span class="i0">Cent violons mignons, d’une grâce ancienne,<br /></span> -<span class="i0">Vêtus de bleu, de rose, et de noir plus souvent<br /></span> -<span class="i0">Viennent jouer parfois, on dirait pour le vent,<br /></span> -<span class="i0">Des musiques de la couleur de leur coutume,<br /></span> -<span class="i0">Mais on pleurent de folles notes d’amertume,<br /></span> -<span class="i0">Que la Fée, une fleur au lèvres, sans émoi,<a name="page_168" id="page_168"></a><br /></span> -<span class="i0">Ecoute longuement se prolonger en moi,<br /></span> -<span class="i0">El dont je garde souvenir, pour lui complaire,<br /></span> -<span class="i0">Et maint joyau voilé d’ombre crépusculaire,<br /></span> -<span class="i0">Qu’orfèvre symbolique et pieuse sortis<br /></span> -<span class="i0">A sa gloire,<br /></span> -<span class="i5">Quand les violons sont partis.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Si vuestra alma pone el oído atento, en las fiestas de ensueños del -poeta, oiréis los maravillosos sones de los violines: los azules cantan -la melodía de las dichas soñadas, los alcázares de ilusión, las -babilonias de pálido oro que vemos a través de las brumas de los vagos -anhelos; los rosados dicen las albas de las adolescencias, la luz -adorable del orto del amor, la primera sutil y encantada iniciación del -beso, las palomas, las liras; los negros, ¡oh los negros! son los -reveladores de las tristezas, los que plañen los desengaños, los que -sollozan líricos de profundis, los que riman la historia de los adioses, -en una enternecedora lengua crepuscular. Todos ellos mezclan a sus sones -divinos la nota melancólica; todos a su «gracia antigua», agregan como -una visión de desesperanza: así escucha el Hada, una flor en los -labios...</p> - -<p>La aparición de Ella, es semejante a una de las deliciosas visiones de -Gachons, ese discípulo prestigioso de Grasset, rosa suave, violeta -suave, un poniente melancólico; la Mujer surge intangible; no es la -Mujer, es la Apariencia; sus ojos son adoradores de los sueños, enemigos -de las fuertes y furiosas luces; aman las neblinas fantásticas; buscan -las lejanías en donde crece el sublime lirio de lo Imposible. Luego la -contemplamos en un jardín hesperidino:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Parmi les fleurs pâles, aux senteurs ingénues,<br /></span> -<span class="i0">Qui n’ont jamais vibré sous les soleils torrides,<br /></span> -<span class="i0">Elle va le regard éperdu vers les nues.<a name="page_169" id="page_169"></a><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Son âme, une eau limpide et calme de fontaine:<br /></span> -<span class="i0">Sous le grand nonchaloir des ramures funèbres,<br /></span> -<span class="i0">Reflète indolement la rêverie hautaine<br /></span> -<span class="i0">Des lis épanouis dans les demi ténébres.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Une angélique Main, qui lui montre la Voie,<br /></span> -<span class="i0">Seule dans sa pensée eut la gloire d’écrire,<br /></span> -<span class="i0">Et le ciel, d’une paix divine lui renvoie<br /></span> -<span class="i0">L’écho perpétuel de son chaste sourire...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Es una misteriosa y pura figura de primitivo: su paso es casi un -imperceptible vuelo; su delicadeza virginal tiene el resplandor albísimo -de una celeste nieve... Etcétera...</p> - -<p>Y así podría seguir, violineando poema en prosa, para encanto de los -snobs de nuestra América ¡que también los tenemos! si no debiese -presentar como se lo merece, en la serie de los Raros, a este poeta -Dubus, que es ciertamente admirable, y en el mismo París, como no sea en -ciertos cenáculos literarios, muy escasamente conocido.</p> - -<p>León Deschamps compara la cara de Dubus a «la máscara de Baudelaire -joven», lo cual quiere decir que era de un hermoso tipo, si recordáis la -impresión de Gautier; era joven y vigoroso, «un grand enfant rêveur, -pervers pas mal et fantasque joliment.» Del retratito pintado con humor -y cariño por su amigo el jefe de «La Plume», se ve que había en el -lírico envainado un fantasista, y en el soñador un terrible, que quería -a toda costa espantar a los burgueses. No hay que olvidar que los peores -enemigos de las «gentes», se han hallado siempre entre los hombres -jóvenes y cabelludos que besan mejor que nadie las mejillas, muerden las -uvas a plenos dientes y acarician a las musas, como a celestiales amadas -y ardientes queridas. Era así Dubus.</p> - -<p>No se adivinaría tras su faz, al melancólico que deslíe los pálidos -colores de sus ensueños, en los versos exquisitos que rimaba, cuando los -violines habían ya partido...<a name="page_170" id="page_170"></a></p> - -<p>Quería tener fama en «Francisco I», en el «Vachette», en todo el barrio -de ser morfinómano y no había visto nunca, dicen sus íntimos, una -Pravaz; de ser pornógrafo y era casto, tan casto en sus versos, como un -lirio de poesía; de mal «sujeto», y era un excelente muchacho. Su Maga -le protegía; su Maga le enseñaba la más dulce magia; su Maga le enseñaba -los melodiosos versos, las músicas de sus enigmáticos violines...</p> - -<p>Henri Degrou—otro perfecto desconocido—nos ha contado de él cómo -apenas tenía diez años de vida artística; que comenzó en el «Scapin» de -Vallette con Denise, Samain, Dumur, Stuart Merril, que luego juntando -dos cosas horriblemente antagónicas, poesía y política, fué -conferencista revolucionario en la sala Jussieu; y se batió en duelo; -periodista clamoroso y aullante en el «Cri du Peuple», en la «Jeune -Republique» y en la escandalosa «Cocarde» de boulangística memoria; -poeta en el «Chat Noir», con Tinchant y Cross, y compañero constante de -la parvada mantenedora de las «revistas jóvenes», entre las cuales -brotaron dos que hoy son lujo intelectual del alma nueva de Francia, y a -las que no nombro por ser muy conocidas de los «nuevos.»</p> - -<p>Hízose luego Dubus pontífice o cosa así de una de esas religiones de -moda más o menos indias o egipcias; budhista, kabalista, o lo que fuese, -lo que buscaba su espíritu era huir de la banalidad ambiente, hallar -algo en que refugiarse, sediento de ensueños y de fábulas, enemigo del -bulevar, de Coquelin y de la «Revue de Deux Mondes», uno de tantos «des -Esseintes», en fin.</p> - -<p>Cuando la publicación de su libro-bijou, «Quand les violons sont -partis»,—libro especial, defendido de los hipopótamos callejeros porque -era de subscripción y no se vendía en las librerías,—los pocos, los que -le comprendieron, le saludaron como a uno de los más ricos y brillantes -poetas de la nueva generación.<a name="page_171" id="page_171"></a></p> - -<p>Ni desconyuntó el verso francés; ¡y era revolucionario y simbolista! ni -mimó a Mallarmé; ¡y era decadente...! ni ostentó la escuadra de plata y -la cuchara de oro de los impecables albañiles del Parnaso; ¡y era -parnasiano! Lo único que le denunciaba su filiación era un cierto -perfume de Baudelaire; pero un Baudelaire tan sereno y melancólico...</p> - -<p>Al comenzar vimos cómo era el alma del poeta, es decir, la mujer, la -inspiración. Simboliza Dubus en ella a la reina de un soñado país que se -desvanece, de un reino hechizado que se borra, que se esfuma:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Elle pairait ainsi bien Reine pour ces temps<br /></span> -<span class="i0">Enveloppés de leur linceul de décadence,<br /></span> -<span class="i0">Où tante joie est travestie de Mort qui danse,<br /></span> -<span class="i0">Et l’Amour en vieillard, dont les doigts mécontents,<br /></span> -<span class="i0">Brodent, sans foi, sur une trame de mensonge<br /></span> -<span class="i0">Des griffons prisonniers dans des palais de songe.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>En ella, como en un altar, se verifican todos los sacrificios, se queman -todos los inciensos. Se miran, como a través de una gasa diamantina, o -más bien, de clara luz lunar, los jardines de su vida, su primavera, en -un estrecimiento de oro; o es ya su perfil, el perfil de una emperatriz -bizantina—algo como la Ana Commeno que pinta Paul Adam—sus deseos y -sus ensueños, bajeles-cisnes que parten a desconocidos países de amor, -en busca de nuevos ardores, de nuevos fuegos: y mirad la transformación: -cómo la mujer intangible marchita ahora con sólo su aliento las corolas -frescas; cómo estremece de asombrado espanto los blancores liliales con -sólo la visión de sus crueles e imperiales labios de púrpura, la roja -violadora de lises.</p> - -<p>La segunda parte del libro está precedida de un son de siringa de -Verlaine;</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Cœurs tendres, mais affranchis du serment.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><a name="page_172" id="page_172"></a></p> - -<p>En toda obra de poeta joven actual se ve necesariamente pasar la sombra -del Capripede.</p> - -<p>Es el que ha enseñado el secreto de las vagas melodías sugestivas, de -aquellas palabras</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">si specieux, tout bas,<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">que hacen que nuestro corazón «tiemble y se extrañe...» primero con la -proclamación del imperio musical—de la «musique avant toute chose»—y -las maravillas del matiz, en una poética encantadora y sabia; después -con la sapientísima gracia de una sencillez más difícil que todas las -manifestaciones que parecieron al principio tan abstrusas.</p> - -<p>Dubus canta su romanza teniendo la visión de aquel parque verleniano en -que iban las bellas, prendidas del brazo de los jóvenes amantes, -soñadoras; y en donde los tacones luchaban con las faldas...</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">J’aimerais bien vous égarer un soir<br /></span> -<span class="i0">Au fond du pare desert, dans une allée<br /></span> -<span class="i0">Impénétrable à la nuit etoilée:<br /></span> -<span class="i0">J’aimerais bien vous égarer un soir.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Je ne verrais que vos longs yeux féeriques<br /></span> -<span class="i0">Et nous vivons lèvres closes, rêvant<br /></span> -<span class="i0">A la chanson languisante du vent;<br /></span> -<span class="i0">Je ne verrais que vos longs yeux féeriques.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Luego las pequeñas cosas divinas del amor, en medio de los perfumes del -gran bosque misterioso, las dos almas olvidadas de la tierra; vuelos de -mariposa, sombras propicias...</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Quelle serait la fin de l’aventure?<br /></span> -<span class="i0">Un madrigal accueilli d’airs moqueurs?<br /></span> -<span class="i0">Nous fûmes tant les dupes de nos cœurs?<br /></span> -<span class="i0">Quelle serai la fin de l’aventure?<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Abates de corte, marquesas, ecos de las Fiestas galantes. Como en éstas, -la expresión de un indecible<a name="page_173" id="page_173"></a> «régret», y el refugio de la desolación en -el ensueño.</p> - -<p>En ritmos de Malasia continúan las lentas y vagorosas prosas de las -ilusiones fugitivas, de las «reveries» crepusculares, de las laxitudes -que dejan los apasionados besos idos; se oyen en el «pantum» como las -quejas de un viejo clavicordio, que hubiese sido testigo de las horas de -pasión, en la primavera en que florecieron las ilusiones, y que hoy -rememora ¡tan tristemente! las albas amorosas que pasaron. ¿Hay algo más -melancólico que el rostro de viuda de esa musa entristecida que tiene -por nombre Antes?</p> - -<p>En «Les Jeux fermés» las reminiscencias de Verlaine aparecen más claras -que en ninguna. Si me favoreciese la memoria, recordaría el pasaje -original del maestro. Pero los pocos lectores para quienes escribo estas -líneas, podrán hacer la confrontación:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i5">...........................................<br /></span> -<span class="i2"> Toute blanche, comme une aubépine fleurie,<br /></span> -<span class="i2">Voici la Belle-au-bois-dormant: on la marie,<br /></span> -<span class="i2">Ce soir, au bien-aimé qu’elle atendit cent ans.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Cendrillon passe au bras de l’Adroite-Princesse...<br /></span> -<span class="i0">Et les songes épars des contes, vont sans cesse<br /></span> -<span class="i0">Souriant aux petits enfants jusqu’au reveil.<br /></span> -<span class="i5">...........................................<br /></span> - -</div></div> -</div> - -<p>La parte siguiente la preside Mallarmé; un Mallarmé que viene desde las -lejanías del Eclesiastés:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">¡La chair est triste hélas! et j’ai lu touts les livres!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>¿Los violines, los dos violines de la cuadrilla, lloran, o ríen? Es el -fin del baile. La respuesta quizá la encontraríamos en «La Nuit perdue», -bajo los tilos radiosos de girándulas, en donde la orquesta da al aire -alegres y frívolos motivos.<a name="page_174" id="page_174"></a></p> - -<p>Aquel mismo parque lleno de adorables visiones, y de ruidos de músicas -suaves y de besos, es el lugar de la nueva escena. Al claro de la luna -se inicia un amorío deleitoso y loco. Pero el éxtasis es rápido. No -quedará muy en breve sino la lánguida atonía del recuerdo.</p> - -<p>«La Mensonge d’Autunne» está escrita con la manera suntuosa y hermética -de Mallarmé: apenas entrevistas apariencias, enigmáticas evocaciones, -músicas sutiles y penetrantes, despertadoras de sensaciones que un -momento antes ignoraba uno dentro de sí mismo.</p> - -<p>Aurora. Ha pasado la noche de la fiesta. «El oro rosado de la aurora -incendia los «vitraux» del palacio en donde se danza una lenta pavana -desfalleciente, a los perfumes enervantes del aire puro.»</p> - -<p>Un detalle:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">L’éclat falot de la bougie agonise<br /></span> -<span class="i0">A l’infini, dans les glaces de Venise.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>¿Habéis visto un final de fiesta, cuando el alba empieza y la luz del -sol va inundado el salón iluminado por las arañas y los candelabros? Los -rostros cansados, las ojeras, las fatigas del cuerpo y una vaga fatiga -del alma.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i3">...........................................<br /></span> -<span class="i2">La musique a des sons bien étranges;<br /></span> -<span class="i0">On dirait un remords qui pérore.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Mourants ou morts dejà les sourires mièvres,<br /></span> -<span class="i0">Les madrigaux sont morts sur tous les lèvres.<br /></span> -<span class="i3">...........................................<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Dans la salle de bal nue et vide<br /></span> -<span class="i0">Reste seul un bouquet qui se fane,<br /></span> -<span class="i0">Pour mourir du même jour livide<br /></span> -<span class="i0">Que l’espoir des danseurs de pavane.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">L’éclat falot de la bougie agonise<br /></span> -<span class="i0">A l’infini, dans les glaces de Venise...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><a name="page_175" id="page_175"></a></p> - -<p>Después una canción jovial cuyo final nos llevará al ineludible páramo -de los desengaños; una «feerie»—para Rachilde—que sería -maravillosamente a propósito para ser interpretada por Odilon Redon.</p> - -<p>Y en los «bailes», son las alegres danzantes, las amadas, las -adoradas—¡ah, crueles gatas nietzschianas!—las alegres danzantes que -danzan al son de los violines y de las flautas.</p> - -<p>Entre aromas y sonrisas y músicas, helas allí del brazo de los -caballeros, de los pobres enamorados caballeros.</p> - -<p>—Bellas nuestras, ¿queréis colocar en el lugar de las rosas, sobre -vuestro corazón los corazones nuestros?</p> - -<p>¡Ah! ellas dicen que sí, toman los corazones, se los prenden al corpiño, -y ríen. Los pobres caballeros partirán y han de ver cómo las bellas -danzan en la sala del baile, y cómo se desprenden los corazones de los -corpiños, y cómo ellas siguen danzando,</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">... et leurs petits souliers<br /></span> -<span class="i0">Glissent éclaboussés de gouttes purpurines.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Otra noche de fiesta. Los pájaros azules han volado desde el amanecer -del día, pero vuelven como heridos, con un incierto vuelo. Las rosas del -camino están más pálidas y son más raras que nunca. Las flores están -desoladas bajo un cielo ahogador. Casi concluye esta parte con una -sensación de pesadilla.</p> - -<p>Ciertamente, el poeta sabía ya cómo la carne es triste; y había leído -todos los libros...</p> - -<p>En la otra parte, cuyo epígrafe es este verso de Gerard de Nerval:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Crains dans le mur un regard qui t’epie,<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">es una sucesión de cuadros fastuosos, en donde predomina<a name="page_176" id="page_176"></a> siempre la -bruma de una tristeza irremediable. Es el reino del desencanto.</p> - -<p>Así en un soneto invernal, como en el «pantun» del Fuego, dedicado a -Saint Pol Roux El Magnífico; como en el palacio monumental que alza en -una Babilonia de ensueño; como en la canción «para la que llegó -demasiado tarde»; como en Epaves, donde los galeones cargados de -esperanzas se hunden en un océano de olvido, antes de llegar a la España -soñada; como en el jardín muerto, un jardín a lo Poe, en donde reina la -Desolación.</p> - -<p>La parte siguiente presídenla dos corifeos de la Decadencia (¡habrá que -llamarla así!): Villiers de l’Isle Adam y Charles Morice.</p> - -<p>El Eterno Femenino alza al cielo un cáliz enguirnaldado de locas flores -de voluptuosidad:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">La haute coupe, d’un metal diamanté<br /></span> -<span class="i0">Où se profilent de lascives silhouettes,<br /></span> -<span class="i0">A l’attirance d’un miroir aux alouettes,<br /></span> -<span class="i0">Et nos divins désirs, qu’elle eblouit un jour,<br /></span> -<span class="i0">Viennent, l’aile ivre, éperdument voler autour<br /></span> -<span class="i0">Criant la grande soif qui nous brûle la bouche,<br /></span> -<span class="i0">Jusqu’à l’heure de la communion farouche<br /></span> -<span class="i0">Où chacun boit dans le metal diamanté<br /></span> -<span class="i0">La Science: qu’il n’est au monde volupté<br /></span> -<span class="i0">Hormis les fleurs dont s’enguirnalde le calice,<br /></span> -<span class="i0">Pour que s’immortalice un merveilleux supplice.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Las letanías que siguen tienen su clarísimo origen en Baudelaire; pero -tanto Dubus, como Hannon, como todos los que han querido renovar las -admirables de Satán, no han alcanzado la señalada altura. No se puede -decir lo mismo respecto a la «Sangre de las rosas», en donde el autor se -revela exquisito artista del verso y poeta encantador.</p> - -<p>Después oímos el canto que rememora el naufragio de los que, atraídos -por las fascinantes sirenas, hallaron la muerte bajo la tempestad, -«cerca de los archipiélagos cuyos bosques exhalan vagas<a name="page_177" id="page_177"></a> sinfonías y -perfumes cargados de languideces infinitas.»</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">C’était le chant suave et mortel des sirenes,<br /></span> -<span class="i0">Qui avançaient, avec d’ineffables lenteurs,<br /></span> -<span class="i0">Les bras en lyre et les regards fascinateurs,<br /></span> -<span class="i0">Dans les râles du vent diviniment sereines.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Algo soberbio es «El Idolo», poema fabricado lapidariamente, cuyo -símbolo supremo irradia una majestad solemne y grandiosa.</p> - -<p>Seguidamente viene la última parte, en la cual vuelve a oirse el paso -del Pie de chivo, y su flauta de carrizos:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">¿Te souvient-il de notre extase ancienne?<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Llama a la Resignación, con una cordura completamente verleniana; Don -Juan se queja en dísticos. Es ya un piano viejo y roto, demasiado usado. -Ha cantado muchos amores y muchas delicias. Las mujeres han aporreado -sus teclas con aires infames, y «traderiderá y laitou»,</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Tant et tout! que les tremolos<br /></span> -<span class="i0">Eussent la gaîté des sanglots.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>En el parque antiguo yace la estatua de Eros, caída; las canciones ha -tiempo que se han callado: el solitario desterrado halla apenas un -refugio: el orgullo de los recuerdos: «Superbia.» Al finalizar hay un -clamor de resurrección.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Pour devenir enfin celui que tu recèles,<br /></span> -<span class="i0">Et qui pourrait périr avant d’avoir été<br /></span> -<span class="i0">Sous le poids d’une trop charnelle humanité,<br /></span> -<span class="i0">¡O mon âme! il est temps enfin d’avoir des ailes.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Concluye el libro con un inmemoriam a la adorada que un tiempo sacrificó -el corazón del pobre poeta; a la adorada reina, amante de la sangre del<a name="page_178" id="page_178"></a> -sacrificio, cruel como todas las adoradas,—Herodias.</p> - -<p>Los violines se han callado, los violines han partido. Y el poeta ha -partido también, camino del cielo de los pobres poetas, camino de su -hospital.</p> - -<p>Los violines negros deben haber iniciado un misterioso «De profundis», -los violines negros que le acompañaron en sus desesperanzas y en sus -dolores, cuando la vida le fué dura, la gloria huraña y la mujer -engañosa y felina.</p> - -<div class="figcenter" style="width: 166px;"> -<a href="images/illus-178_lg.png"> -<img src="images/illus-178_sml.png" width="166" height="129" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_179" id="page_179"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 317px;"> -<a href="images/illus-179_lg.png"> -<img src="images/illus-179_sml.png" width="317" height="132" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="TEODORO_HANNON" id="TEODORO_HANNON"></a>TEODORO HANNON</h2> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">...M. Théodre Hannon, un poéte<br /></span> -<span class="i0">de talent, sombré, sans excuse de<br /></span> -<span class="i0">misère, a Bruxelles, dans la cloaque<br /></span> -<span class="i0">des revues de fin d’année et les<br /></span> -<span class="i0">nauséeuses ratatouilles de la basse<br /></span> -<span class="i0">presse.<br /></span> -<span class="i6"><i>J. K. Huysmans.</i><br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-a.png" -width="80" height="84" -alt="A" -/></span><small>RTHUR</small> Symons?... no estoy seguro; pero es en libro de escritor inglés -donde he visto primeramente la observación de que la mayor parte de los -poetas y escritores «fin de siglo» de París, decadentes, simbolistas, -etc., han sido extranjeros y, sobre todo, belgas.</p> - -<p>Escribo hoy sobre Theodore Hannon, quien si no tiene el renombre de -otros como Maeterlink, es porque se ha quedado en Bruselas, de revistero -de fin de año y periodista, cosa que a Des Esseintes provoca náuseas.</p> - -<p>¡Raro poeta, este Theodore Hannon! Apareció entre la pacotilla -pornográfica que hizo ganar al editor Kistemackers, propagador de todas -las cantáridas e hipomanes de la literatura. Fueron los tiempos de las -nuevas ediciones de antiguos libros obscenos; de la reimpresión del «En -18...» de los Goncourt, con las partes que la censura francesa había -cercenado.<a name="page_180" id="page_180"></a> Paul Bonnetain daba a luz su «Charlot s’amuse», Flor -O’squarr su «Cristiana», que le valdría unos cuantos golpes del knut de -León Bloy, Poetevin, Nizet, Caze... la falange escandalosa se llamaba en -verdad legión. Entonces surgió Hannon con su «Manneken-pis», anunciado -como «curiosísimo y originalísimo volumen.» Amédée Lynen le había -ilustrado con dibujos «ingenuos.» No siendo suficiente esa campanada, -dió a luz el «Mirliton.» El diablo de las ediciones, Kistemacker, no -podía estar más satisfecho rabudo y en cuclillas, sobre las carátulas. -«Las Rimas de Gozo» nos muestran ya un Theodore Hannon, si no menos -tentado por el demonio de todas las concupiscencias, suavizado por los -ungüentos y perfumes de una poesía exquisita. Depravada, enferma, -sabática si queréis, pero exquisita.</p> - -<p>He ahí primero ese condenado suicidio del herrero, que dió tema a -Felicien Rops para abracadabrante aguafuerte, que no aconsejo ver a -ninguna persona nerviosa propensa a las pesadillas macabras. Esos versos -del ahorcado, parécenme la más amarga y corrosiva sátira que se ha -podido escribir contra la literatura afrodisíaca. No tendría Theodore -Hannon esas intenciones; pero es el caso que le resultaron así.</p> - -<p>Discípulo de Baudelaire «su alma flota sobre los perfumes», como la del -maestro. Busca las sensaciones extrañas, los países raros, las mujeres -raras, los nombres exóticos y expresivos. Me imagino el enfermizo gozo -de Des Esseintes al leer las estrofas al Opoponax: «¡Opoponax! nom très -bizarre—et parfum plus bizarre encore!» Tráele el perfume de apelación -exótica, visiones galantes, tentadores cuadros, maravillosos conciertos -orgiásticos; la nota de ese aroma poderoso sobrepasa a las de los demás, -en un efluvio victorioso.</p> - -<p>Gusta del opoponax porque viene de lejanas regiones, donde la naturaleza -parece artificial a nuestras miradas; cielos de laca, flores de -porcelana, pájaros<a name="page_181" id="page_181"></a> desconocidos, mariposas como pintadas por un pintor -caprichoso: el reinado de lo postizo. El poeta de lo artificial se -deleita con los vuelos de las cigüeñas de los paisajes chinos, los -arrozales, los boscajes ocultos y misteriosos impregnados de vagos -almizcles. Estrofas inauditas como esta:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">La chinoise aux lueurs des bronzes<br /></span> -<span class="i0">En allume ses ongles d’or<br /></span> -<span class="i0">Et sa gorge citrine où dort<br /></span> -<span class="i0">Le désir insensé des bonzes.<br /></span> -<span class="i0">La japonaise en ses rançons<br /></span> -<span class="i0">Se sert de tes âcres salives.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="cb">. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .</p> - -<p>Luego se dirigirá a Marión, la adorada que adora el opoponax. (El amor -en la obra de Hannon no existe sino a condición de ser epidérmico). Para -adular a la mujer de su elección le canta, le arrulla, lo diré con la -palabra que mejor lo expresa, le maulla letanías de sensualidad, -collares de epítetos acariciadores, comparaciones pimentadas, frases -mordientes y melifluas... Es el gato de Baudelaire, en una noche de -celo, sobre el tejado de la Decadencia. El opoponax es su tintura de -valeriana.</p> - -<p>Como paisajista es sorprendente. Nada de Corot; para hallar su -procedimiento es preciso buscarlo entre los últimos impresionistas. Tal -pinta una tarde obscura de tempestad y nubarrones; mar brava, negros -oleajes, vuelo de pájaros marinos; o un florecimiento de nieve, los -acuosos vidrios del hielo, la blancura de las nevadas; sinfonías en -blanco, inmensos y húmedos armiños. Pero de todo brota siempre el -relente de la tentación, el soplo del tercer enemigo del hombre, más -formidable que todos juntos: la carne.</p> - -<p>Solamente en Swinburne puede hallarse, entre los poderosos, esta poética -y terrible obsesión. Mas en el inglés reina la antigua y clásica furia -amorosa, el<a name="page_182" id="page_182"></a> Líbido formidable que azotaba con tirsos de rosas y ortigas -a la melodiosa y candente Safo. Theodore Hannon es un perverso, elegante -y refinado; en sus poemas tiembla la «histeria mental» de la ciencia, y -la «delectación morosa» de los teólogos. Es un satánico, un poseído. Mas -el Satán que le tienta, no creáis que es el chivo impuro y sucio, de -horrible recuerdo, o el dragón encendido y aterrorizador, ni siquiera el -Arcángel maldito, o la Serpentina de la Biblia, o el diablo que llegó a -la gruta del santo Antonio, o el de Hugo, de grandes alas de murciélago, -o el labrado por Antokolsky, sobre un picacho, en la sombra. El diablo -que ha poseído a Hannon es el que ha pintado Rops, diablo de frac y -«monocle», moderno, civilizado, refinado, morfinómano, sadista, maldito, -más diablo que nunca.</p> - -<p>Si Gorres escribiese hoy su «Mística diabólica», no pintaría al Enemigo, -«alto, negro, con voz inarticulada, cascada, pero sonora y terrible... -cabellos erizados, barba de chivo...» antes bien: buen mozo, elegante, -perfumado con aromas exóticos, piel de seda y rosa, bebedor de ajenjo, -sportman, y, si literato, poeta decadente. Este es el de Theodore -Hannon, el que le hace rimar preciosidades infernales y cultivar sus -flores de fiebre, esas flores luciferinas que tienen el atractivo de un -aroma divino que diera la eterna muerte.</p> - -<p>Hannon pagó tributo a la chinofilia y tejió sedosos encajes rimados en -alabanza del Imperio Celeste y del Japón... Allá le llevó el amor acre y -nuevo de la mujer amarilla y el opio sublime y poderoso, según la -expresión de Quincey. También, como al autor de las «Flores del Mal», le -persigue el spleen. Luego, lanza en esas horas cansadas y plúmbeas, su -desdén al amor ideal. Rompe los moldes en que su poesía pudiese formar -este o aquel verso de oro en honor de la pasión espiritual y pura; fleta -un barco para Cíteres, y arroja al paso ramos de rosas a las mujeres de -Lesbos. La vendedora de amor será<a name="page_183" id="page_183"></a> glorificada por él y corre hacia el -abismo de las delicias en una especie de fatal e ineludible demencia. Va -como si le hubiese aguijoneado los riñones una abeja del jardín de -Petronio.</p> - -<p>Héle allí bajando a la bodega de los abuelos, a buscar el buen vino -viejo que le pondrá sol y sangre en las venas; o en el tren expreso que -va a llevarle a saborear los labios deseados; o admirando en una íntima -noche de Diciembre, la estatua viviente de las voluptuosidades felinas. -De pronto un efecto de luna en un mar de duelo, en un fondo negro de -tinieblas. El «odor di femmina» se encuentra en una serie de versos, -como esos perfumes concentrados en los «sachets» de las damas. A veces -creyérase en una vuelta a la naturaleza, a las frescas primaveras, pues -brilla sobre la harmonía de una estrofa, la sonrisa de Mayo. Es una -nueva forma de la tentación, y si oís el canto de un mirlo será una -invitación picaresca. Como su maestro de una malabaresa, Hannon se -prenda de una funámbula, para la cual decora un interior a su capricho, -y a la que ofrece la sonata más amorosamente extravagante del harpa loca -de sus nervios. Todo, para este sensual, es color, sonido, perfume; -línea, materia. Baudelaire hubiera sonreído al leer este terceto:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Le sandrigham, l’Ylang-Ylang, la violette<br /></span> -<span class="i0">de ma pâle Beauté font une cassolette<br /></span> -<span class="i0">vivante sur laquelle errent mes sens rôdeurs.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Si hay celos son celos del mar, que envuelve en un beso inmenso el -cuerpo amado. He visto cuadros, muchos, que representan sugerentes -escenas de baños de mar; pero ningún pintor ha llegado, a mi juicio, a -donde este maldito belga que hasta en el agua inmensa y azul vierte -filtros amatorios, como un brujo. En ocasiones es banal, emplea símiles -prosaicos, como ferroviarios y geográficos. Pero cuando canta las -medias, esas cosas prosaicas, os<a name="page_184" id="page_184"></a> juro que no hay nada más original que -esa poesía audaz y fugitiva; sobre una alfombra de seda e hilos de -Escocia, danza la musa Serpentina uno de sus pasos más prodigiosos. -Cuando llega Mayo, madrigaliza el poeta tristemente. No es raro: «Omnia -animal post...» etc.</p> - -<p>A Louise Abbema dedica una linda copia rítmica de su cuadro «Lilas -blancas»; ¡suave descanso! Pero es para, en seguida, abortar una -estúpida y vulgar blasfemia. ¿Hannon ha querido imitar ciertos versos de -Baudelaire? Baudelaire era profunda y dolorosamente católico, y si -escribió algunas de sus poesías «pour épater les bourgeois», no osó -nunca a Dios. Pasa Theodore Hannon con sus bebedoras de fósforo: esas -son las musas y las mujeres que le llevan la alegría de sus rimas; -dedica ciertos limones a Cheret, y el pintor de los joviales «affiches» -gustará de esas limonadas; quema lo que él llama «incienso femenino», en -una copa de Venus con carbones del Infierno; pinta mares de espumosas -ondas lesbianas y celebra a su amada de figura andrógina; es bohemio y -errabundo, soñador y noctámbulo; prefiere las flores artificiales a las -flores de la primavera; labra joyas, verdaderas joyas poéticas, para -modistas y perdularias; dice sus desengaños prematuros; nos describe a -Jane, una diablesa; nos lleva a un taller de pintor en donde un pobre -viejo modelo sufre su martirio; los «Sonetos sinceros» son tres -canciones del amor moderno, llenas de rosas y de besos, y sus iconos -bizantinos son obras maestras de «degeneración.» Tomando por modelo las -letanías infernales de Baudelaire, escribe las del Ajenjo, que a decir -verdad, le resultaron más que medianas. Su histerismo estalla al cantar -la Histeria; su «Mer enrhumée» es una extravagancia. Canta a unos ojos -negros y diabólicos que le queman el alma; canta el pecado. Nos presenta -un cuadro de «toilette» que es adorable de arte y abominable de vicio; -en sus versos se sienten todos los perfumes,<a name="page_185" id="page_185"></a> y se miran todos los -afeites y menjurjes de un tocador femenino, desde el coldcream diáfano, -la leche de Iris, la Crema Ninon, el blanco Emperatriz, el polvo divino, -el polvo vegetal, hasta la azurina, el carmín, Ixor, new-mownhay, -frangipane, steplanotis... ¡qué sé yo! todo en los más cristalinos, -diamantinos, tallados, cincelados, admirables frascos. ¡Raro poeta este -Theodore Hannon!</p> - -<div class="figcenter" style="width: 109px;"> -<a href="images/illus-185_lg.png"> -<img src="images/illus-185_sml.png" width="109" height="127" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_186" id="page_186"></a></p> - -<p><a name="page_187" id="page_187"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 330px;"> -<a href="images/illus-187_lg.png"> -<img src="images/illus-187_sml.png" width="330" height="371" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">El Conde de Lautréamont</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_188" id="page_188"></a></p> - -<p><a name="page_189" id="page_189"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 318px;"> -<a href="images/illus-189_lg.png"> -<img src="images/illus-189_sml.png" width="318" height="134" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="EL_CONDE_DE_LAUTREAMONT" id="EL_CONDE_DE_LAUTREAMONT"></a>EL CONDE DE LAUTRÉAMONT</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-s.png" -width="80" height="81" -alt="S" -/></span><small>U</small> nobre verdadero se ignora. El conde de Lautréamont es pseudónimo. El -se dice montevideano; pero ¿quién sabe nada de la verdad de esa vida -sombría, pesadilla tal vez de algún triste ángel a quien martiriza en el -empíreo en recuerdo del celeste Lucifer? Vivió desventurado y murió -loco. Escribió un libro que sería único si no existiesen las prosas de -Rimbaud; un libro diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y -penoso; un libro en que se oyen a un tiempo mismo los gemidos del Dolor -y los siniestros cascabeles de la Locura.</p> - -<p>León Bloy fué el verdadero descubridor del conde de Lautréamont. El -furioso San Juan de Dios hizo ver como llenas de luz las llagas del alma -del Job blasfemo. Mas hoy mismo, en Francia y Bélgica, fuera de un -reducidísimo grupo de iniciados, nadie conoce ese poema que se llama -«Cantos de Maldoror», en el cual está vaciada la pavorosa angustia del -infeliz y sublime montevideano, cuya obra me tocó hacer conocer a -América en Montevideo. No<a name="page_190" id="page_190"></a> aconsejaré yo a la juventud que se abreve en -esas negras aguas, por más que en ellas se refleje la maravilla de las -constelaciones. No sería prudente a los espíritus jóvenes conversar -mucho con ese hombre espectral, siquiera fuese por bizarría literaria, o -gusto de un manjar nuevo. Hay un juicioso consejo de la Kabala: «No hay -que jugar al espectro, porque se llega a serlo»: y si existe autor -peligroso a este respecto, es el conde de Lautréamont. ¿Qué infernal -cancerbero rabioso mordió a esa alma, allá en la región del misterio, -antes de que viniese a encarnarse en este mundo? Los clamores del -teófobo ponen espanto en quien los escucha. Si yo llevase a mi musa -cerca del lugar en donde el loco está enjaulado vociferando al viento, -le taparía los oídos.</p> - -<p>Como a Job le quebrantan los sueños y le turban las visiones; como Job -puede exclamar: «Mi alma es cortada en mi vida; yo soltaré mi queja -sobre mí y hablaré con amargura de mi alma.» Pero Job significa «el que -llora»; Job lloraba y el pobre Lautréamont no llora. Su libro es un -breviario satánico, impregnado de melancolía y de tristeza. «El espíritu -maligno, dice Quevedo, en su «Introducción a la vida devota», se deleita -en la tristeza y melancolía por cuanto es triste y melancólico, y lo -será eternamente.» Más aun: quien ha escrito los «Cantos de Maldoror» -puede muy bien haber sido un poseso. Recordaremos que ciertos casos de -locura que hoy la ciencia clasifica con nombres técnicos en el catálogo -de las enfermedades nerviosas, eran y son vistos por la Santa Madre -Iglesia como casos de posesión para los cuales se hace preciso el -exorcismo. «¡Alma en ruinas!» exclamaría Bloy con palabras húmedas de -compasión.</p> - -<p>Job:—«El hombre nacido de mujer, corto de días y harto de -desabrimiento...»</p> - -<p>Lautréamont:—«Soy hijo del hombre y de la mujer, según lo que se me ha -dicho. Eso me extraña. ¡Creía ser más!»<a name="page_191" id="page_191"></a></p> - -<p>Con quien tiene puntos de contacto es con Edgar Poe.</p> - -<p>Ambos tuvieron la visión de lo extranatural, ambos fueron perseguidos -por los terribles espíritus enemigos, «horlas» funestas que arrastran al -alcohol, a la locura, o a la muerte; ambos experimentaron la atracción -de las matemáticas, que son, con la teología y la poesía, los tres lados -por donde puede ascenderse a lo infinito. Mas Poe fué celeste, y -Lautréamont infernal.</p> - -<p>Escuchad estos amargos fragmentos:</p> - -<p>«Soñé que había entrado en el cuerpo de un puerco, que no me era fácil -salir, y que enlodaba mis cerdas en los pantanos más fangosos. ¿Era ello -como una recompensa? Objeto de mis deseos: ¡no pertenecía más a la -humanidad! Así interpretaba yo, experimentando una más que profunda -alegría. Sin embargo, rebuscaba activamente qué acto de virtud había -realizado, para merecer de parte de la Providencia este insigne favor...</p> - -<p>»¿Más quién conoce sus necesidades íntimas, o la causa de sus goces -pestilenciales? La metamorfosis no pareció jamás a mis ojos sino como la -alta y magnífica repercusión de una felicidad perfecta que esperaba -desde hacía largo tiempo. ¡Por fin había llegado el día en que yo me -convirtiese en un puerco! Ensayaba mis dientes sobre la corteza de los -árboles; mi hocico, lo contemplaba con delicia. «No quedaba en mí la -menor partícula de divinidad»: supe elevar mi alma hasta la excesiva -altura de esta voluptuosidad inefable.»</p> - -<p>León Bloy, que en asuntos teológicos tiene la ciencia de un doctor, -explica y excusa en parte la tendencia blasfematoria del lúgubre -alienado, suponiendo que no fué sino un blasfemo por amor. «Después de -todo, este odio rabioso para el Creador, para el Eterno, para el -Todopoderoso, tal como se expresa, es demasiado vago en su objeto, -puesto que no toca nunca los Símbolos», dice.<a name="page_192" id="page_192"></a></p> - -<p>Oid la voz macabra del raro visionario. Se refiere a los perros -nocturnos, en este pequeño poema en prosa, que hace daño a los nervios. -Los perros aullan «sea como un niño que grita de hambre, sea como un -gato herido en el vientre, bajo un techo; sea como una mujer que pare; -sea como un moribundo atacado de la peste, en el hospital; sea como una -joven que canta un aire sublime—; contra las estrellas al norte, contra -las estrellas al este, contra las estrellas al sur, contra las estrellas -al oeste; contra la luna; contra las montañas; semejantes, a lo lejos, a -rocas gigantes, yacentes en la obscuridad—; contra el aire frío que -ellos aspiran a plenos pulmones, que vuelve lo interior de sus narices -rojo y quemante; contra el silencio de la noche; contra las lechuzas, -cuyo vuelo oblicuo les roza los labios y las narices, y que llevan un -ratón o una rana en el pico, alimento vivo, dulce para la cría; contra -las liebres que desaparecen en un parpadear; contra el ladrón que huye, -al galope de su caballo, después de haber cometido un crimen; contra las -serpientes agitadoras de hierbas, que les ponen temblor en sus pellejos -y les hacen chocar los dientes—; contra sus propios ladridos, que a -ellos mismos dan miedo; contra los sapos, a los que revientan de un solo -apretón de mandíbulas (¿para qué se alejaron del charco?); contra los -árboles, cuyas hojas, muellemente mecidas, son otros tantos misterios -que no comprenden, y quieren descubrir con sus ojos fijos -inteligentes—; contra las arañas suspendidas entre las largas patas, -que suben a los árboles para salvarse; contra los cuervos que no han -encontrado que comer durante el día y que vuelven al nido, el ala -fatigada; contra las rocas de la ribera; contra los fuegos que fingen -mástiles de navíos invisibles; contra el ruido sordo de las olas; contra -los grandes peces que nadan mostrando su negro lomo y se hunden en el -abismo—, y contra el hombre que les esclaviza...<a name="page_193" id="page_193"></a></p> - -<p>«Un día, con ojos vidriosos, me dijo mi madre:—Cuando estés en tu -lecho, y oigas los aullidos de los perros en la campaña, ocúltate en tus -sábanas, no rías de lo que ellos hacen, ellos tienen una sed insaciable -de lo infinito, como yo, como el resto de los humanos, a la «figure pale -et longue...» «Yo,—sigue él,—como los perros sufro la necesidad de lo -infinito. ¡No puedo, no puedo llenar esa necesidad!» Es ello insensato, -delirante; «mas hay algo en el fondo que a los reflexivos hace temblar.»</p> - -<p>Se trata de un loco, ciertamente. Pero recordad que el «deus» enloquecía -a las pitonisas, y que la fiebre divina de los profetas producía cosas -semejantes: y que el autor «vivió» eso, y que no se trata de una «obra -literaria», sino del grito, del aullido de un sér sublime martirizado -por Satanás.</p> - -<p>El cómo se burla de la belleza,—como de Psiquis, por odio a Dios,—lo -veréis en las siguientes comparaciones, tomadas de otros pequeños -poemas:</p> - -<p>«...El gran duque de Virginia, era bello, bello como una memoria sobre -la curva que describe un perro que corre tras de su amo...» «El vautour -des agneaux, bello como la ley de la detención del desarrollo del pecho -en los adultos cuya propensión al crecimiento no está en relación con la -cantidad de moléculas que su organismo se asimila... El escarabajo, -«bello como el temblor de las manos en el alcoholismo...»</p> - -<p>El adolescente, «bello como la retractibilidad de las garras de las aves -de rapiña», o aun «como la poca seguridad de los movimientos musculares -en las llagas de las partes blandas de la región cervical posterior», o, -todavía, «como esa trampa perpetua para ratones, «toujours retendu par -l’animal pris, qui peut prendre seul des rongeurs indéfiniment, et -fonctionner même caché sous la paille», y sobre todo, bello «como el -encuentro fortuito sobre una mesa de disección, de una máquina de coser -y un paraguas...»<a name="page_194" id="page_194"></a></p> - -<p>En verdad, oh espíritus serenos y felices, que eso es de un «humor» -hiriente y abominable.</p> - -<p>¡Y el final del primer canto! Es un agradable cumplimiento para el -lector el que Baudelaire le dedica en las «Flores del Mal», al lado de -esta despedida: «Adieu vieillard, et pense a moi, si tu m’as lu. Toi, -jeune homme, ne te désespere point; car tu as un ami dans le vampire, -malgré ton opinion contraire. En comptant l’acarus sarcopte qui produit -la gale, tu auras deux amis.»</p> - -<p>El no pensó jamás en la gloria literaria. No escribió sino para sí -mismo. Nació con la suprema llama genial, y esa misma le consumió.</p> - -<p>El Bajísimo le poseyó, penetrando en su sér por la tristeza. Se dejó -caer. Aborreció al hombre y detestó a Dios. En las seis partes de su -obra sembró una Flora enferma, leprosa, envenenada. Sus animales son -aquellos que hacen pensar en las creaciones del Diablo; el sapo, el -buho, la víbora, la araña. La desesperación es el vino que le embriaga. -La Prostitución, es para él, el misterioso símbolo apocalíptico, -entrevisto por excepcionales espíritus en su verdadera trascendencia: -«Yo he hecho un pacto con la Prostitución, a fin de sembrar el desorden -en las familias... ¡ay! ¡ay...! grita la bella mujer desnuda: los -hombres algún día serán justos. No digo más. Déjame partir, para ir a -ocultar en el fondo del mar mi tristeza infinita. No hay sino tú y los -monstruos odiosos que bullen en esos negros abismos, que no me -desprecien.»</p> - -<p>Y Bloy: «El signo incontestable del gran poeta es la «inconsciencia» -profética, la turbadora facultad de proferir sobre los hombres y el -tiempo, palabras inauditas cuyo contenido ignora él mismo. Esa es la -misteriosa estampilla del Espíritu Santo sobre las frentes sagradas o -profanas. Por ridículo que pueda ser, hoy, descubrir un gran poeta y -descubrirle en una casa de locos, debo declarar en conciencia, que estoy -cierto de haber realizado el hallazgo.»<a name="page_195" id="page_195"></a></p> - -<p>El poema de Lautréamont se publicó hace diez y siete años en Bélgica. De -la vida de su autor nada se sabe. Los «modernos» grandes artistas de la -lengua francesa, se hablan del libro como de un devocionario simbólico, -raro, inencontrable.</p> - -<div class="figcenter" style="width: 121px;"> -<a href="images/illus-195_lg.png"> -<img src="images/illus-195_sml.png" width="121" height="118" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_196" id="page_196"></a></p> - -<p><a name="page_197" id="page_197"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 318px;"> -<a href="images/illus-197_lg.png"> -<img src="images/illus-197_sml.png" width="318" height="374" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">Paul Adam</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_198" id="page_198"></a></p> - -<p><a name="page_199" id="page_199"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 318px;"> -<a href="images/illus-199_lg.png"> -<img src="images/illus-199_sml.png" width="318" height="99" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="PAUL_ADAM" id="PAUL_ADAM"></a>PAUL ADAM</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-d.png" -width="80" height="82" -alt="D" -/></span><small>E</small> cuando en cuando, la primera página del «Journal» viene como pesada. -Dos, tres, cuatro columnas nutridas, negras, casi de una sola pieza, -hacen ya adivinar la firma. Y el lector avisado se prepara, alista bien -su cabeza, limpia los cristales del entendimiento, y recibe el regalo -con placer y confianza. Es el artículo de Paul Adam. Y es como salir al -campo, o a la orilla del mar. Hay, pues, algo más que el aposento -perfumado, los senos lujuriosos, los chismes de la condesa, los cancanes -de la política, las piernas de las bailarinas y las evoluciones del -protocolo. La sensación es de extrañeza al propio tiempo que de -satisfacción. Salir de la perpetua casa de cita, del perpetuo bar, de -los perpetuos bastidores, del perpetuo salón «coú l’on flirte»; dejar la -compañía de lechuguinos canijos y de vírgenes locas de su cuerpo, por la -de un hombre fuerte, sano, honesto, franco y noble que os señala con un -hermoso gesto un gran espectáculo histórico, un vasto campo moral, un -alba estética, es ciertamente consolador y vigorizante.<a name="page_200" id="page_200"></a> Los -politiqueros de la patriotería dan vueltas cada mañana al mismo cantar. -Rochefort redobla cotidianamente en su viejo tambor, furioso; Drumont -destaza su semita de costumbre; Coppée, inválido lírico metido a -sacristán, se pone a la par del ridículo Dérouléde; los escritores de la -literatura, explotan sus distintos lenocinios; M. Jean Lorrain cuenta -sus historias viciosas de siempre; Mendés, cuya pornografía de color de -rosa no está ya de moda, hace la crítica teatral, generalmente plástica; -Fouquier, el maestro periodista, da lecciones útiles y generosas;—entre -todos, más alto, más joven, más enérgico, más vigoroso, Paul Adam -aparece,—al lado de Mirbeau;—llega con su misión, obligatoria y -dignificadora, y ara en la prensa, en el campo malsano de esta prensa, -con su deber, firme arado.</p> - -<p>Yo admiro profundamente a M. Paul Adam. Noble por familia y origen, se -ha consagrado a una tarea de solidaridad humana cuyos frutos se vierten -para los de abajo. Dueño de una voluntad, propietario de un carácter, -fecundo de ideas, pletórico de conocimientos, archimillonario de -palabras, ha desdeñado la parada de un Barrés, que le hubiera conducido -a una diputación, ha rechazado los flonflones de la literatura fácil, la -«gloriole» de los éxitos azucarados; ha podado su antiguo estilo de -ramas superfluas; ha puesto su cuño de pensamientos circulantes en pleno -sol, en plena claridad; se ha ido a vivir fuera de París, para trabajar -mejor; y diciendo la verdad, clamando al porvenir, recorriendo lo -pasado, estudiando lo presente, sacudiendo la historia, escarbando -naciones, da, periódicamente, su ración de bien para quien sepa -aprovecharla.</p> - -<p>No haya vacilación en creer que éstos son pocos. Para los de abajo la -elevación mental, la frase simplificada y amacizada de M. Paul Adam no -es fácilmente accesible; para los puros ideólogos, este organizador, -este lógico, este filósofo de combate, no inspira completa confianza. -Por otra parte, la media<a name="page_201" id="page_201"></a> intelectualidad halla la selva demasiado -tupida, y la pereza es enemiga del hacha, encuentra el mar muy -peligroso, y cree más agradable fumar, sentada en una piedra de la -orilla, por donde los ensueños pasan y se cogen con la mano.</p> - -<p>Hablando recientemente con el poeta Moreas, cuyos olímpicos juicios son -conocidos y sonreídos, preguntéle, su opinión sobre su antiguo -colaborador y amigo. Con las condiciones que él suele establecer, el -amable descontentadizo me concedió: «Mais il est tres fort, tout de -même!» Sabido es que M. Paul Adam comenzó en el grupo de los que en un -tiempo ya lejano se llamaron simbolistas y decadentes, y que escribió en -unión de Moreas «Les demoiselles Goubert» y «Le thé chez Miranda», con -un estilo ultra exquisito, jeroglífico casi y quintaesenciado, obras en -que se llevaba al extremo un propósito intelectual, para dejar mejor -asentadas las doctrinas entonces flamantes que producirían en lo futuro -muchos fracasados, pero algunos nombres que ilustran la prosa y la -poesía francesas contemporáneas, y que, recorriendo el mundo, causarían -en todos los países y lenguas civilizados, movimientos provechosos. -¿Quién reconocería al pintor extraño de aquellas decoraciones y al -tejedor de aquellas sutiles telas de araña, en el musculoso manejador de -mazas dialécticas, fundidor de ideas regeneradoras y trabajador -triptolémico de ahora?</p> - -<p>Amontona en la balanza del pensamiento francés, libro sobre libro, y ya -su obra pesa como la carga de cien graneros. Esta transformación la ha -operado la voluntad guiadora de la labor; la labor ordenada que lleva su -propósito, y la conciencia que hace cumplir con la tarea que se creó una -obligación, una obligación para con su propia personalidad, que se -difunde en el bien de su patria, la Francia, y por lo tanto en favor de -toda la estirpe humana.</p> - -<p>Desde «Soi», hasta sus novelas de alta psicología<a name="page_202" id="page_202"></a> histórica, una obra -enorme atestigua la potencia de ese singular entendimiento. Sus -reconstrucciones bizantinas son de un encanto dominador, y junto a lo -concreto de la época, brilla el lujo de un tesoro verbal único, de un -decir que no admite complementos, total. Batallista, arregla, táctico -del estilo, sus escenas y su decoración, con una magistralidad soberbia -y matemática. Y, conciso en lo abundoso, rico de perspectivas, de líneas -y colores, con dos o tres pincelazos planta su cuadro a la vista, neto, -definitivo. En sus estudios del alma de las muchedumbres, como en sus -análisis de tipos psíquicos, su fino espíritu ahonda y aclara, en -súbitos golpes de luz, los más hondos recodos. Y jamás el soplo nórdico, -la cosa germana, o la cosa escandinava, o la cosa rusa, le han -perturbado o fascinado en su camino. M. Paul Adam permanece francés, -nada más que francés, y lleno del soplo de su época, cumple con su deber -actual, pone su contingente en la labor de ahora, y hace lo que puede -por ver si no es imposible la regeneración, la consecución de un ideal -de grandeza futura, humano, seguro y positivo.</p> - -<p>No creáis que porque su amor a la justicia y su pasión de belleza y de -verdad le conduzcan a la exaltación de las ocultas fuerzas populares, -haya en él ni un solo momento, un adulador de muchedumbres, ni un -político de oportunidades, ni un cantor de marsellesas y carmañolas. -Moralmente, es un aristócrata, y no confundirá jamás su alma superior, -en el mismo rango o en la misma oleada que la de los rebaños -pseudosocialistas. El obra en pro de los trabajadores; lleva su utopia -por el sendero en que se suele encontrar el casi imposible sueño de la -supresión de la miseria y del desaparecimiento de los ejércitos -guerreros. Un crítico sutil y penetrante, M. Camille Mauclair, concentra -en estas palabras la sociología de M. Paul Adam:</p> - -<p>«Para él no hay más que un asunto en los libros y en la vida: la lucha -de la fuerza y del espíritu.<a name="page_203" id="page_203"></a> El opone la fuerza creadora a la -destrucción, la fecundidad activa al nihilismo de la guerra, el -internacionalismo al «chauvinismo», los conflictos de clases a los -conflictos de naciones, el intelectualismo al militarismo, Lucifer y -Prometeo a Júpiter y a Jehová, dioses de la fuerza brutal.»</p> - -<p>M. Paul Adam es un intelectual, en el único sentido que debía tener esta -palabra. El pone en el intelecto la fuente del perfeccionamiento, y da a -la idea su valor de multiplicación vital, y de repartidora de bienes en -la muchedumbre humana.</p> - -<p>Si M. Paul Adam, guiado por su voluntad de siempre, quisiese un día ir a -la acción política, a la lucha directa, sería un gran conductor de -pueblos; pero me temo mucho que tuviese la suerte de un héroe ibseniano. -En las muchedumbres no tienen éxito los cerebrales; el sentimentalismo -priva en seres casi instintivos. El pueblo oye y entiende con mayor -placer y facilidad las tiradas tricolores de un Coppée, que las altas -palabras de quien se desinteresa de las bajas aventuras presentes, y -desea formar caracteres, hacer vibrar noblemente las conciencias y -asentar y rehacer y solidificar la patria.</p> - -<p>Una de las fases más simpáticas y sobresalientes de M. Paul Adam, es su -faz de periodista. El «Triomphe des mediocres» es una obra maestra en su -género. Sin la escandalosa escatología pátmica de León Bloy, sin las -farsas, o compadrerías de un Drumont, o de un Rochefort, ha blandido las -más bien templadas ideas, ha herido mucho y bien en esas carnes -sociales, ha flagelado costumbres, se ha burlado duramente de los -carnavales políticos, de las paradas monarquistas, de la caridad falsa, -de la ciencia abotonada y de palmarés; ha denunciado a inicuos, a -sinvergüenzas y mercaderes de patriotismo, falsos socialistas, -aristocráticas fantochesas, cepilladores de moral y remendones de la -virginidad literaria.</p> - -<p>¡Y qué hermosa prosa, de un lirismo sofrenado,<a name="page_204" id="page_204"></a> que va latigueando a un -lado y otro, sin desbocarse, sin sobresaltos, sin caídas, que dice lo -que hay que decir, y nada más; que tiene el adverbio justo, el verbo -propio, y que clava el adjetivo como un rejón, de manera que queda -vibrante, arraigado y seguro! No hay duda de que M. Paul Adam es uno de -los maestros de la prosa contemporánea, en ese maridaje estupendo de la -claridad con la energía, la vivacidad con la fiereza y el ímpetu con la -ponderación.</p> - -<p>Y este vigoroso que tiene la medula de un sabio y las alas de un -artista, llena su misión con la mayor serenidad y tranquilidad, no lejos -del sonoro y ronco maelstrom de París. Uno de los mayores bienes que su -personalidad esparce, es ese continuo ejemplo de actividad, esa -incesante campaña, esa inextinguible ansia de trabajar, y de trabajar -bien. «La lucha por el pan, por el oficio de escritor y de periodista, -salva a los fuertes de la abstracción estéril», dice M. Mauclair. Y dice -bien. A pesar de su alejamiento de centros y camarillas, o por esto -mismo, creo que se le respeta y se le reconoce como el más potente y el -más noble. Al verle así, en su aislada residencia, sin mezclarse en las -locuras y chismes y revueltas parisienses, cultivando su vasto talento -con tanta voluntad y tanto tino, me suelo imaginar a uno de esos -gentiles hombres de la campaña, que mientras la ciudad danza y se -prostituye, siembran sus campos, tranquilos y laboriosos, y llenan, -llenan sus trojes; y cuando la peste llega y llega el hambre a la -ciudad, dan la limosna de sus graneros, abren sus depósitos, brindan sus -almacenes.</p> - -<p>Y quizá muy pronto tenga hambre Francia.<a name="page_205" id="page_205"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 319px;"> -<a href="images/illus-205_lg.png"> -<img src="images/illus-205_sml.png" width="319" height="83" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="MAX_NORDAU" id="MAX_NORDAU"></a>MAX NORDAU</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-m.png" -width="80" height="83" -alt="M" -/></span><small>I</small> distinguido colega en «La Nación», Dr. Schimper, se ocupó el año -pasado del primer volumen de «Entartung» de Max Nordau. Ha poco ha -aparecido el segundo: la obra está ya completa. Una endiablada y extraña -Lucrecia Borgia, doctora en medicina, dice en alemán, para mayor -autoridad, con clara y tranquila voz, a todos los convidados al banquete -del arte moderno: «Tengo que anunciaros una noticia, señores míos, y es -que todos estáis locos.» En verdad Max Nordau no deja un solo nombre, -entre todos los escritores y artistas contemporáneos, de la aristocracia -intelectual, al lado del cual nos estriba la correspondiente -clasificación diagnóstica: «imbécil», «idiota», «degenerado», «loco -peligroso». Recuerdo que una vez al acabar de leer uno de los libros de -Lombroso, quedé con la obsesión de la idea de una locura poco menos que -universal. A cada persona de mi conocimiento le aplicaba la observación -del doctor italiano y resultábame que, unos por fas, otros por nefas, -todos mis prójimos eran candidatos al manicomio. Recientemente una obra -nacional digna<a name="page_206" id="page_206"></a> de elogio, «Pasiones», de Ayarragaray, llamó mi atención -hacia la psicología de nuestro siglo, y presentó a mi vista el tipo del -médico moderno que penetra en lo más íntimo del sér humano. Cuando la -literatura ha hecho suyo el campo de la fisiología, la medicina ha -tendido sus brazos a la región obscura del misterio.</p> - -<p>Allá a lo lejos vense a Moliére y Lesage atacar a jeringazos a los -esculapios. Había cierta inquina de los hombres de pluma contra los -médicos, y el epigrama y la sátira teatral no desperdiciaban momento -oportuno para caer sobre los hijos de Galeno. Sangredo había nacido, y -no todo él del cerebro de su creador, pues sabemos por Max Simón que -Sangredo vivió en carne y hueso en la personalidad del médico Hecquet. -El mismo Max Simón hace notar la acrimonia especial con que el más -ilustre de los poetas cómicos y el más grande de los novelistas de su -época atacaron a los médicos. En uno y otro, dice, se nota un verdadero -desprecio por el arte que profesan aquellos a quienes atacan. Moliére, -irónico y fuerte, Lesage, injurioso y despreciativo, están siempre -listos con sus aljabas. Monsieur Purgón, formalista, aparatoso y ciego -de intelecto, y los dos Tomases Diafoirus aparecieron como encarnaciones -de una ciencia tan aparatosa como falsa. Sangredo fué, según Walter -Scott, el mismo Helvecio. En resumen, los ataques literarios se dirigían -contra los doctores de sangría y agua tibia. Son los tiempos en que -Hecquet publica «Le Brigandage de la Médecine», en el cual están en su -base los principios de Gil Blas, y en el que eran más que comunes -diálogos a la manera del que en una obra del gran cómico sostienen -Desfonandrés y Tomes.</p> - -<p>Si los médicos del siglo <small>XVII</small> se enconaron con las bromas de Moliére, -los del siglo <small>XVIII</small> no fueron tan quisquillosos con las sátiras de -Lesage<a name="FNanchor_11_11" id="FNanchor_11_11"></a><a href="#Footnote_11_11" class="fnanchor">[11]</a>. En nuestro<a name="page_207" id="page_207"></a> siglo, la última gran campaña literaria, el -movimiento naturalista dirigido por Zola, tiene por padre a un médico, -Claudio Bernard. En tanto que la literatura investiga y se deja -arrastrar por el impulso científico, la medicina penetra al reino de las -letras; se escriben libros de clínica tan amenos como una novela. La -psiquiatría pone su lente práctico en regiones donde solamente antes -había visto claro la pupila ideal de la poesía. Ante el profesor de la -Salpetriére, junto con los estudiantes han ido los literatos. Y en el -terreno crítico cierta crítica tiene por base estudios recientes sobre -el genio y la locura: Lombroso y sus seguidores.</p> - -<p>Guyau, el admirable y joven sabio, sacrificó en las aras de los nuevos -ídolos científicos. El comprobó, como un profesor que toma el pulso, el -estado patológico de su edad, el progreso de fiebre moral siempre en -crecimiento. El juntó en un capítulo de un célebre libro a los -neurópatas y delincuentes, como invasores, como conquistadores -victoriosos en el reino de la literatura. «Et s’y font une place tous -les jours plus grande»—, decía de ellos. Como principal síntoma del mal -del siglo, señala la manifestación de un hondo sufrimiento, el impulso -al dolor, que en ciertos espíritus puede llegar hasta el pesimismo. El -tipo que el filósofo presenta es aquel infeliz Imbert Galloix, cuya -pálida figura pasará al porvenir iluminada en su dolorosa expresión por -un rayo piadoso de la gloria de Víctor Hugo. ¡Y bien! si la desgracia es -desequilibrio, bien está señalado Imbert Galloix. Ese gran talento gemía -bajo la más amarga de las desventuras. Sentirse poseedor del sagrado -fuego y no poder acercarse al ara; luchar con la pobreza, estar lleno de -bellas ambiciones y encontrarse solo, abandonado a sus propias fuerzas -en un campo donde la fortuna es la que decide, es cosa áspera y dura. A -propósito de un joven cubano poeta muerto recientemente en -París—¡Augusto de Armas, uno de tantos Imbertos Galloix!—dice con gran -razón<a name="page_208" id="page_208"></a> el brillante Aniceto Valdivia: «Sólo un temperamento de toro, -como el de Balzac, puede soportar sin rajarse, el peso de ese mundo de -desdenes, de olvidos, de negaciones, de injustos silencios bajo el cual -ha caído el adorable poeta de «Rimes Byzantines.» La autopsia espiritual -que del desgraciado joven ginebrino hace el sereno analizador sociólogo, -me parece de una impasible crueldad.</p> - -<p>Aquí de las comparaciones que ofrece la nueva ciencia penal, entre los -desequilibrados, locos y criminales. Porque un cierto Cimmino, bandido -napolitano, se ha hecho tatuar en el pecho una frase de desconsuelo, -quedan condenados a la comparación más curiosamente atroz todos los -admirables melancólicos que representan la tristeza en la literatura. El -nombre de Leopardi, por ejemplo, aparecerá en la más infame promiscuidad -con el de cualquier número de penitenciaria o de presidio, por obra de -tal razonamiento de Lacassagne o de tal opinión de Lombroso. En las -especializaciones de Max Nordau la falta de justicia se hace notar, -agravándose con una de las más extrañas inquinas que pueden caber en -crítico nacido. Bien trae a cuento Jean Thorel un caso gracioso que aquí -citaré con las mismas palabras del escritor: «Recuerdo haber leído una -vez en una revista inglesa un largo estudio, muy concienzudo, de -argumentación apretada e irrefutable, que probaba—que no se contentaba -con afirmar, sino que probaba con numerosos ejemplos—que Víctor Hugo -era un escritor sin talento y un execrable poeta. Para mejor convencer a -sus lectores, el crítico que se había señalado la tarea de «demoler» a -Víctor Hugo, había tenido cuidado de acompañar cada una de sus citas de -una notita que hacía conocer el título de la obra de que se había -extraído la cita, con todas sus indicaciones accesorias, lugar y año de -publicación, número de la edición, cifra de la página cuyo era el verso -citado, etcétera. Y se tenía inmediatamente el sentimiento de<a name="page_209" id="page_209"></a> que si en -verdad se hallaba en tal página de tal libro, el mal verso que se acaba -de leer en la revista, Víctor Hugo era, realmente, un poeta lastimoso. -Me decidí temblando a llevar a cabo esta verificación, y encontré que -cada vez que el pícaro verso estaba en realidad en el libro indicado, -descubría también al mismo tiempo que al lado de ése había diez, cien o -mil versos que eran de una completa belleza.» Tiene razón Jean Thorel. -Max Nordau condena el poema entero por un verso cojo o luxado; y al arte -entero, por uno que otro caso de morbosismo mental. Para estimar la obra -de los escritores a quienes ataca, pues principalmente por los frutos -declara él la enfermedad del árbol, parte de las observaciones de los -alienistas en sus casos de los manicomios. Al tratar Guyau de los -desequilibrados, hablaba de «esas literaturas de decadencia que parecen -haber tomado por modelos y por maestros a los locos y los delincuentes.» -Nordau no se contenta con dirigir su escalpelo hacia Verlaine, el gran -poeta desventurado o a uno que otro extravagante de los últimos -cenáculos de las letras parisienses. El sentencia a decadentes y -estetas, a parnasianos y diabólicos, a ibsenistas y neomísticos, a -prerrafaelistas y tolstoistas, wagnerianos y cultivadores del yo; y si -no lleva su análisis implacable con mayor fuerza hacia Zola y los suyos, -no es por falta de bríos y deseos, sino porque el naturalismo yace -enterrado bajo el árbol genealógico de los Rougon-Macquart.</p> - -<p>Una de las cosas que señala en los modernos artistas como signo -inequívoco de neuropatía, es la tendencia a formar escuelas y -agrupaciones. Sería deliciosamente peregrino que por ese solo hecho -todas las escuelas antiguas, todos los cenáculos, desde el de Sócrates -hasta el de N. S. Jesucristo y desde el de Ronsard hasta el de Víctor -Hugo, mereciesen la calificación inapelable de la nueva crítica -científica.</p> - -<p>Otras causas de condenación: amor apasionado del color: fecundidad: -fraternidad artística entre<a name="page_210" id="page_210"></a> dos; esta afirmación que nos dejará -estupefactos, gracias a la autoridad del sabio Sollier: es una -particularidad de los idiotas y de los imbéciles tener gusto por la -música. Thorel señala una contradicción del crítico alemán que aparece -harto clara. La música, dice éste, no tiene otro objeto que despertar -emociones; por tanto, los que se entregan a ella son o están próximos a -ser degenerados, por razón de que la parte del sistema nervioso que está -dotada de la facultad de emotividad, es anterior atávicamente a la -substancia gris del cerebro, que es la encargada de la representación y -juicio de las cosas; y el progreso de la raza consiste en la -superioridad que adquiere esta parte sobre la primera. Entretanto Nordau -coloca entre los grandes artistas de su devoción a un gran músico: -Beethoven. De más está decir que las ideas que Max Nordau profesa sobre -el arte son de una estética en extremo singular y utilitaria. El carro -de hierro, la ciencia, ha destruído según él los ideales religiosos. No -va ese carro tirado, ciertamente, por una cuádriga de caballos de Atila. -Y hoy mismo, en el campo de humanidad, después del paso del monstruo -científico, renacen arboles, llenos de flores de fe. Tampoco el arte -podrá ser destruído. Los divinos semi-locos «necesarios para el -progreso,» vivirán siempre en su celeste manicomio consolando a la -tierra de sus sequedades y durezas con una armoniosa lluvia de -esplendores y una maravillosa riqueza de ensueños y de esperanzas.</p> - -<p>Por de pronto, en «Degeneración,» los números de hospital, entre otros, -son los siguientes: Tolstoï,—puesto que lleno de una santa pasión por -el mujick, por el pobre campesino de su Rusia, se enciende en religiosa -caridad y alivia el sufrimiento humano, queda señalado. Queda señalado -también Zola, ese búfalo, Dante Gabriel Rossetti tiene su pareja en tal -casa de orates, en tal lesionado que padece de alalia. Esto a causa de -los motivos musicales<a name="page_211" id="page_211"></a> de algunos de sus poemas que se repiten con -frecuencia. Deben acompañar lógicamente en su desahucio, al exquisito -prerrafaelista, los bucólicos griegos, los autores de himnos -medioevales, los romancistas españoles y los innumerables cancioneros -que han repetido por gala rítmica una frase dada en el medio o en el fin -de sus estrofas. El admirado universalmente por su alta crítica -artística, Ruskin, queda condenado: es la causa de su condenación el -defender a Burne Jones y a la escuela prerrafaelista. En el proceso del -libro, desfilan los simbolistas y decadentes. El ilustre jefe, el -extraño y cabalístico Mallarmé con el pasaporte de su música encantadora -y de sus brumas herméticas, no necesita más para el diagnóstico. Charles -Morice, de larga cabellera y de grandes ideas, al manicomio. Lo mismo -Regnier, el orgulloso ejecutante en el teclado del verso; Julio -Laforgue, que con la introducción del verso falso ha hecho tantas -exquisiteces; Paul Adam, que ya curado de ciertas exageraciones de -juventud, escribe sus «Princesas Bizantinas;» Stuard Merril, prestigioso -rimador yankee-francés; Laurent Tailhade, que resucita a Rabelais -después de cincelar sus joyas místicas. No hay que negarle mucha razón a -Nordau cuando trata de Verlaine, con quien—en cuanto al poeta,—es -justo. Mas el que conozca la vida de Verlaine y lea sus obras, tendrá -que confesar que hay en ese potente cerebro, no el grano de locura -necesario, sino la lesión terrible que ha causado la desgracia de ese -«poeta maldito.» En cuanto a Rimbaud—a quien un talento tan claro como -el de Jorge Vanor coloca entre los genios,—tan orate como él, aunque -menos confuso, y a Tristan Corbiere, a quien sus versos marinos -salvan... Después René Ghil y su tentativa de instrumentación, Gustavo -Khan y su apreciación del valor tonal de las palabras son más bien—a mi -ver—excéntricos literarios llevados por una concepción del arte, en -verdad abstrusa y difícil. Y por lo que toca a<a name="page_212" id="page_212"></a> Moreas, cuyo talento es -sólido é innegable, y a quien por buena amistad personal conozco -íntimamente, puedo afirmar que lo que menos tiene dañado es el seso. -Risueño, poeta, conocedor de <i>su</i> París, ha sabido cortarle la cola a su -perro, y, nada más.</p> - -<p>Los wagnerianos van en montón, con el olímpico maestro a la cabeza. No -oye el médico de piedra el eco soberbio de la floresta de armonías. -Mientras Max Nordau escribe su diagnóstico, van en fuga visionaria -Sigfrido y Brunhilda, Venus desnuda, guerreros y sirenas, Wotan -formidable, el marino del barco-fantasma; y, llevado por el blanco -cisne, alada góndola de viva nieve, rubio como un Dios de la Walhalla, -el bello caballero Lohengrin.</p> - -<p>Pláceme la dureza del clínico para con el grupo de falsos místicos que -trastruecan con extravagantes parodias los vuelos de la fe y las obras -de religión pura.</p> - -<p>Así también a los que, sin ver el gran peligro de las posesiones -satánicas que en el vocabulario de la ciencia atea tienen también su -nombre—penetran en las obscuridades escabrosas del ocultismo y de la -magia, cuando no en las abominables farsas de la misa negra. No hay duda -de que muchos de los magos, teósofos y hermetistas están predestinados -para una verdadera alienación.</p> - -<p>Todos los médicos pueden testificar que el espiritismo ha dado muchos -habitantes a las celdas de los manicomios.</p> - -<p>Por la puerta del egoísmo entran los parnasianos y diabólicos, los -decadentes y estetas, los ibsenistas, y un hombre ilustre que, -desgraciadamente, se volvió loco: Federico Nietzsche. ¿El egoísmo es un -producto de este siglo? Un estudio de la historia del espíritu humano, -demostrará que no.</p> - -<p>No ha habido mejor defensor del egoísmo bien entendido, en este fin de -siglo, que Mauricio Barrés. Ya Saint-Simón, en la aurora de estos cien -años, combatía el patriotismo en nombre del egoísmo. Y<a name="page_213" id="page_213"></a> en el estado -actual de la sociedad humana, ¿quién podrá extrañar el aislamiento de -ciertas almas estilitas, de pie sobre su columna moral, que tienen sobre -sí la mirada del ojo de los bárbaros?</p> - -<p>Entre los parnasianos, si no cita a todos los clientes de Lemerre, que -con el oro de la rima le repletaran su caja de editor millonario, señala -al soberbio Theo, que va a su celda, agitando la cabellera absalónica y -junto con él Banville, el mejor tocador de lira de los anfiones de -Francia. ¿Y Mendés?</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">On y rencontre aussi Mendés<br /></span> -<span class="i0">A qui nul rythme ne resiste,<br /></span> -<span class="i0">Qu’il chante l’Olimpe ou l’Ades.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>También se encuentra allí Mendés, entre los degenerados, a causa de sus -versos diamantinos y de sus floridas priapeas. Y al paso de los estetas -y decadentes, lleva la insignia de capitán de los primeros Oscar Wilde. -Sí, Dorian Gray es loco rematado, y allá va Dorian Gray a su celda. No -puede escribirse con la masa cerebral completamente sana el libro -«Intentions...» Y lo que son los decadentes,—¡Nordau como todos los que -de ello tratan, desbarra en la clasificación!—van representados por -Villiers de L’Isle-Adam, el hermano menor de Poe, por el católico Barbey -d’Aurevilly... por el turanio Richepin; por Huyssmans, en fin, lleno de -músculos y de fuerzas de estilo, que personificara en Des Esseintes el -tipo finisecular del cerebral y del quintesenciado, del manojo de vivos -nervios que vive enfermo por obra de la prosa de su tiempo. Si sois -partidarios de Ibsen, sabed que el autor de «Hedda Gabler» está -declarado imbécil. No citaré más nombres de la larga lista.</p> - -<p>Después de la diagnosis, la prognosis; después de la prognosis, la -terapia. Dada la enfermedad, el proceso de ella; luego la manera de -curarla. La primera<a name="page_214" id="page_214"></a> indicación terapéutica es el alejamiento de -aquellas ideas que son causa de la enfermedad. Para los que piensan -hondamente en el misterio de la vida, para los que se entregan a toda -especulación que tenga por objeto lo desconocido, «no pensar en ello.» -Cuando Ayarragaray entre nosotros señala el campo, la quietud, el -retiro, «Cantaclaro» protesta. Nordau pasando sobre el hegelianismo y el -idealismo trascendental de Ficht en persecución del «egoísmo morboso», -explica etiológicamente la degeneración como un resultado de la -debilidad de los centros de percepción o de los nervios sensitivos; -cuando trata de la curación debe permitir que sus lectores abran la boca -en forma de O. Receta: prohibición de la lectura de ciertos libros, y, -respecto a los escritores «peligrosos», que se les aleje de los centros -sociales, ni más ni menos como a los lazarinos y coléricos. Y «¡horresco -referens!» que de no tomar tal medida, se les trate exactamente como a -los perros hidrófobos. Este seráfico sabio trae a la memoria al autor de -la «Modesta proposición para impedir que los niños pobres sean una carga -para sus padres y su país, y medio de hacerles útiles para el público.» -Ya se sabe cuál era ese medio que Swift proponía «with the tread and -gaiety of an ogre», que dice Thackeray: comerse a los chicos. Mas cuando -Max Nordau habla del arte con el mismo tono con que hablaría de la -fiebre amarilla o del tifus; cuando habla de los artistas y de los -poetas como de «casos», y aplica la thanathoterapia, quien le sonríe -fraternalmente es el perilustre Dr. Tribulat Bonhomet, «profesor de -diagnosis», que gozaba voluptuosamente apretándoles el pescuezo a los -cisnes de los estanques. El, antes de la indicación del autor de -«Entartung» había hecho la célebre «Moción respecto a la utilización de -los terremotos.» El odiaba científicamente a «ciertas gentes toleradas -en nuestros grandes centros, a título de artistas», «esos viles -alineadores de palabras, que son una peste para el cuerpo<a name="page_215" id="page_215"></a> social.» «Es -preciso matarlos horriblemente», decía. Y para ello proponía que se -construyese en lugares donde fuesen frecuentes los temblores de tierra, -grandes edificios de techos de granito; y «allí invitaremos para que se -establezca a toda la inspirada «ribambelle de ces pretendus Reveurs», -que Platón quería, indulgentemente, coronar de rosas y arrojarlos de su -República.» Ya instalados los poetas, los «soñadores», un terremoto -vendría y el efecto sería el que caracterizaba Bonhomet con esta -inquietante onomatopeya:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">¡¡¡Krrraaaak!!!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Pero el viejo Tribulat no era tan cruel, pues ofrecía dar a sus -condenados a aplastamiento, horizontes bellos, aires suaves, músicas -armoniosas. Por tanto, yo, que adoro al amable coro de las musas, y el -azul de los sueños, preferiría, antes que ponerme en manos de Max -Nordau, ir a casa del médico de Clara Lenoir, quien me enviaría al -edificio de granito, en donde esperaría la hora de morir saludando a la -primavera y al amor, cantando las rosas y las liras y besando en sus -rojos labios a Cloe, Galatea o Cidalisa!</p> - -<div class="figcenter" style="width: 144px;"> -<a href="images/illus-215_lg.png"> -<img src="images/illus-215_sml.png" width="144" height="108" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_216" id="page_216"></a></p> - -<p><a name="page_217" id="page_217"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 319px;"> -<a href="images/illus-217_lg.png"> -<img src="images/illus-217_sml.png" width="319" height="102" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="IBSEN" id="IBSEN"></a>IBSEN</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-n.png" -width="80" height="82" -alt="N" -/></span><small>O</small> hace mucho tiempo han comenzado las exploraciones intelectuales al -Polo. Ya Leconte de Lisle había ido a contemplar la naturaleza y -aprender el canto de las runoyas; Mendés a ver el sol de media noche y a -hacer dialogar a Snorr y Snorra, en un poema de sangre y de hielo. -Después, los Nordenskjöld del pensamiento descubrieron en las lejanas -regiones boreales, seres extraños e inauditos: poetas inmensos, -pensadores cósmicos. Entre todos, hallaron uno, en la Noruega; era un -hombre fuerte y raro, de cabellos blancos, de sonrisa penosa, de miradas -profundas, de obras profundas. ¿Estaba acaso en él el genio ártico? -Acaso estaba en él el genio ártico. Parecería que fuese alto como un -pino. Es chico de cuerpo. Nació en su país misterioso; el alma de la -tierra en sus más enigmáticas manifestaciones, se le reveló en su -infancia. Hoy, es ya anciano; ha nevado mucho sobre él; la gloria le ha -aureolado, como una magnificente aurora boreal. Vive allá, lejos, en su -tierra de fjords y lluvias y brumas, bajo un cielo de luz caprichosa y<a name="page_218" id="page_218"></a> -esquiva. El mundo le mira como a un legendario habitante del reino -polar. Quienes, le creen un extravagante generoso, que grita a los -hombres la palabra de su sueño, desde su frío retiro; quienes, un -apostol huraño, quienes, un loco. ¡Enorme visionario de la nieve! Sus -ojos han contemplado las largas noches y el sol rojo que ensangrienta la -obscuridad invernal: luego miró la noche de la vida, lo obscuro de la -humanidad. Su alma estará amargada hasta la muerte.</p> - -<p>Maurice Bigeon, que le ha conocido íntimamente, nos le pinta: «La nariz -es fuerte, los pómulos rojos y salientes, la barbilla vigorosamente -marcada, sus grandes anteojos de oro, su barba espesa y blanca donde se -hunde lo bajo del rostro, le dan «l’air brave homme», la apariencia de -un magistrado de provincia, envejecido en el cargo. Toda la poesía del -alma, todo el esplendor de la inteligencia, se han refugiado, aparecen -en los labios finos y largos, un tanto sensuales, que forman en las -comisuras una mueca de altiva ironía; en la mirada, velada y como -abierta hacia adentro, ya dulce y melancólica, ya ágil y agresiva, -mirada de místico y luchador, mirada turbadora, inquietante, -atormentada, bajo la cual se tiembla, y que parece escrutar las -conciencias. Y la frente, sobre todo, es magnífica, cuadrada, sólida, de -potentes contornos, frente heroica y genial, vasta como el mundo de -pensamientos que abriga. Y, dominando el conjunto, acentuando todavía -más esta impresión de animalidad ideal que se desprende de su fisonomía -toda, una crinada cabellera blanca, fogosa, indomable...</p> - -<p>...Un hombre, en resumen, de esencia especial, de tipo extraño, que -inquieta y subyuga, cuyo igual es inencontrable—un hombre, que no se -podría olvidar aunque se viviese cien años.»</p> - -<p> </p> - -<p>Pues todo hombre tiene un mundo interior y los varones superiores -tiénenlo en grado supremo, el<a name="page_219" id="page_219"></a> gran escandinavo halló su tesoro en su -propio mundo. «Todo lo he buscado en mí mismo, todo ha salido de mi -corazón.»</p> - -<p>Es en sí propio donde encontró el mejor venero para estudiar el -principio humano. Hizo la propia vivisección. Puso el oído a su propia -voz y los dedos al propio pulso. Y todo salió de su corazón. ¡Su -corazón!</p> - -<p>El corazón de un sensitivo y de un nervioso. Palpitaba por el mundo. -Estaba enfermo de humanidad.</p> - -<p>Su organización vibradora y predispuesta a los choques de lo -desconocido, se templó más en el medio de la naturaleza fantasmal, de la -atmósfera extraña de la patria nativa. Una mano invisible le asió, en -las tinieblas.</p> - -<p>Ecos misteriosos le llamaron en la bruma. Su niñez fué una flor de -tristeza. Estaba ansioso de ensueños, había nacido con la enfermedad. Yo -me lo imagino, niño silencioso y pálido, de larga cabellera en su pueblo -de Skien, de calles solitarias, de días nebulosos. Me lo imagino en los -primeros estremecimientos producidos por el espíritu que debía poseerle, -en un tiempo perpetuamente crepuscular, o en el silencio frío de la -noche noruega. Su pequeña alma infantil, apretada en un hogar ingrato, -los primeros golpes morales en esa pequeña alma frágil y cristalina, las -primeras impresiones que le hacen comprender la maldad de la tierra y lo -áspero del camino por recorrer. Después, en los años de la juventud, -nuevas asperezas. El comienzo de la lucha por la vida, y la visión -reveladora de la miseria social. ¡Ah, él comprendió el duro mecanismo; y -el peligro de tanta rueda dentada; y el error de la dirección de la -máquina; y la perfidia de los capataces y la universal degradación de la -especie. Y su alma se hizo su torre de nieve. Apareció en él el -luchador, el combatiente. Acorazado, casqueado, armado, apareció el -poeta. Oyó la voz de los pueblos. Su espíritu salió de su restringido -círculo nacional;<a name="page_220" id="page_220"></a> cantó las luchas extranjeras; llamó a la unión de las -naciones del norte; su palabra, que apenas se oía en su pueblo, fué -callada por el desencanto; sus compatriotas no le conocieron; hubo para -él, eso sí, piedras, sátira, envidia, egoísmo, estupidez: su patria, -como todas las patrias, fué una espesa comadre que dió de escobazos a su -profeta. De Skien a Grimstad, a Cristianía. De la mano de Welhaven su -espíritu penetra en el mundo de una nueva filosofía. Después del -desencanto, halla otra vez su joven musa cantos de entusiasmo, de vida, -de amor. En los tiempos de las primeras luchas por la vida había sido -farmacéutico. Fué periodista después. Luego, director de una errante -compañía dramática. Viaja, vive. De Dinamarca vuelve a la capital de su -país, y se ocupa también en cosas de teatro. En su trato con los -cómicos—tal Guillermo Shakespeare—comienza a entrever el mundo de su -obra teatral. Está pobre, no le importa; ama. Se enloquece de amor: -tanto se enloquece que se casa. Una dulce hija de pastor protestante, -fué su mujer. Imagínome que la buena Daë Thoresen debe de haber tenido -los cabellos del más lindo oro, y los ojos divinamente azules.</p> - -<p> </p> - -<p>Después de su «Catilina», simple ensayo juvenil, el autor dramático -surge. La antigua patria renace en «La Castellana de Ostroett»; los que -conocéis la obra ibseniana, oiréis siempre el grito final de Dame -Ingegerd, agonizante: «¿Lo que yo quiero? Un ataúd, un ataúd cerca del -de mi hijo.» Después «Los Guerreros de Helgeland» esa rara obra de -visionario. Recordad:</p> - -<p>«Hjordis.—El lobo, allí está, ¿lo ves? allí. No me deja nunca; me tiene -clavados sus ojos rojos, incandescentes. ¡Ah, Sigurd, es un presagio! -Tres veces se me ha aparecido, y seguramente eso quiere decir que moriré -esta noche.<a name="page_221" id="page_221"></a></p> - -<p>Sigurd.—¡Hjordis! ¡Hjordis!</p> - -<p>Hjordis.—Acaba de desaparecer allá, en el suelo. Ahora, ya lo sé.</p> - -<p>Sigurd.—¡Oh, Hjordis, ven, estás enfermo! Volvamos a casa.</p> - -<p>Hjordis.—No: esperaré aquí. Tengo muy poco tiempo de vida.</p> - -<p>Sigurd.—¿Pero qué tienes?</p> - -<p>Hjordis.—¿Qué tengo? No sé. Pero ya lo ves, tú has dicho la verdad hoy. -Gunuar y Daquy están allí, entre nosotros. Dejémosles. Dejemos esta -vida; así podemos vivir juntos.</p> - -<p>Sigurd.—¿Podemos? ¿Tú lo crees?</p> - -<p>Hjordis.—Desde el día en que has tomado otra mujer, yo estoy sin patria -en este mundo», etc.</p> - -<p>«Los pretendientes a la corona», donde hay el admirable diálogo, entre -el Poeta y el Rey, y el cual tiene que haber influído muy directamente -en la forma dialogal característica de Maeterlink, en sus dramas -simbólicos, seguida en parte por Eugenio de Castro en su suntuoso -«Belkiss.» Véase:</p> - -<p>El rey Skule.—Me hablarás de eso dentro de poco. Pero dime, Skalda, que -has errado tanto por países extranjeros, ¿has visto una mujer que ame al -hijo de otra? Y cuando digo amar, entiendo amar no con un sentimiento -pasajero, sino amar con todas las ternuras del alma.</p> - -<p>El poeta Jatgeir.—Eso no acontece sino a las mujeres que no tienen -hijos.</p> - -<p>El rey.—¿A ellas solamente?</p> - -<p>El poeta.—Sobre todo a las que son estériles.</p> - -<p>El rey.—¿Sobre todo a las que son estériles? ¿Aman entonces a los hijos -de otra, con todas las ternuras de su alma?</p> - -<p>El poeta.—Sí, a menudo.</p> - -<p>El rey.—Y, ¿no es cierto? Sucede que esas mujeres estériles matan a los -hijos de otra, despechadas de no haber tenido ellas.</p> - -<p>El poeta.—Sí. Pero eso no es obrar prudentemente.<a name="page_222" id="page_222"></a></p> - -<p>El rey.—¿Prudentemente?</p> - -<p>El poeta.—No, no es obrar prudentemente, porque dan a aquellos cuyos -hijos matan, el don del sufrimiento.</p> - -<p>El rey.—Pero ¿crees tú que el don del sufrimiento sea una buena cosa?</p> - -<p>El poeta.—Sí, señor.</p> - -<p>El rey.—Islandés, hay como dos hombres en ti. Estás entre la -muchedumbre, en algún alegre festín, y pones un manto sobre tus -pensamientos. Se está a solas contigo, y te asemejas a los raros a -quienes voluntariamente se escogería por amigos. ¿Por qué es así?</p> - -<p>El poeta.—Señor, cuando os queréis bañar en el río, no os desvestís -cerca de donde pasan los que van a la iglesia, sino que buscáis un lugar -solitario...</p> - -<p>El rey.—Naturalmente.</p> - -<p>El poeta.—¡Y bien! yo también tengo el pudor del alma y por eso es que -no me desvisto cuando hay tanta gente en la sala.</p> - -<p>El rey.—¿Eh? Cuéntame, Jatgeir, cómo has llegado a ser poeta y quién te -ha enseñado la poesía.</p> - -<p>El poeta.—Señor, la poesía no se aprende.</p> - -<p>El rey.—¡La poesía no se aprende! Entonces, ¿cómo has hecho?</p> - -<p>El poeta.—He recibido el don del sufrimiento y así he llegado a ser -poeta.</p> - -<p>El rey.—Así, pues, ¿el don del sufrimiento es necesario al poeta?</p> - -<p>El poeta.—Para mí fué necesario; pero hay otros a quienes ha sido -concedida la alegría, la fe o la duda.</p> - -<p>El rey.—¿Aun la duda?</p> - -<p>El poeta.—Sí; pero es preciso que sea la duda de la fuerza y de la -salud.</p> - -<p>El rey.—¿Y cuál es la duda que no sea la de la fuerza y de la salud?</p> - -<p>El poeta.—Es la duda que duda aún de su duda.</p> - -<p>El rey.—Paréceme que eso debe ser la muerte.<a name="page_223" id="page_223"></a></p> - -<p>El poeta.—Es más horrible que la muerte misma: son las tinieblas -profundas», etc.</p> - -<p>La «Comedia del Amor» marca el humor fino que hay también en Ibsen, -siempre a propósito de errores sociales; y es una puerta de libertad, -abierta al santo instinto humano de amor.</p> - -<p>Con la hostilidad de los cómicos cuya dirección tenía, y el clamor de -odio y de villanía que contra él alzaron unos cuantos periodistas, tuvo -que mostrar hombros de hierro, cabeza resistente, puños firmes. Su -tierra le desconocía, le desdeñaba, le odiaba, le calumniaba. Entonces, -sacudió el polvo de sus zapatos. Se va, mordiendo versos contra el -rebaño de tontos; se va, desterrado por la fosilizada familia de -retardatarios y de puritanos. Así, más se ahonda en su corazón el -sentimiento de la redención social.</p> - -<p>El revolucionario fué a ver el sol de oro de las naciones latinas.</p> - -<p>Después de este baño solar nacieron las otras obras que debían darle el -imperio del drama moderno, y colocarle al lado de Wagner, en la altura -del arte y del pensamiento contemporáneo. El había sido el escultor en -carne viva, en su propia carne. Animó después sus extraños personajes -simbólicos por cuyos labios saldría la denuncia del mal inveterado, en -la nueva doctrina. Los pobres tendrán en él un gran defensor. Es un -propósito de redención el que le impulsa. Es un gigantesco arquitecto -que desea erigir su construcción monumental, para salvar las almas por -la plegaria en la altura, de cara a Dios.</p> - -<p>El hombre de las visiones, el hombre del país de los kobolds, encuentra -que hay mayores misterios en lo común de la vida que en el reino de la -fantasía: el mayor enigma está en el propio hombre. Y su sueño es ver la -vida mejor, el hombre rejuvenecido, la actual máquina social -despedazada. Nace en él el socialista; es una especie de nuevo -redentor.<a name="page_224" id="page_224"></a></p> - -<p>Así surgen «El pato salvaje», «Nora», «Los aparecidos», «El enemigo del -pueblo», «Rosmersholm», «Hedda Gabler.» Escribía para la muchedumbre, -para la salvación de la muchedumbre. La máquina recibía rudos golpes de -su enorme martillo de dios escandinavo. Su martilleo se oye por todo el -orbe. La aristocracia intelectual está con él. Se le saluda como a uno -de los grandes héroes. Pero su obra no produce lo que él desea. Y su -esfuerzo se vela de una sombra de pesimismo.</p> - -<p>Fué a ver el sol de las naciones latinas.</p> - -<p> </p> - -<p>Y en las naciones latinas encuentra luchas y horrores, desastres y -tristezas: su alma padece por la amargura de Francia. Llega un momento -en que juzga muerta el alma de la raza. Mas no se va del todo la -esperanza de su corazón. Cree en la resurrección futura: «¿Quién sabe -cuándo la paloma traerá en su pico el ramo precursor? Lo veremos. Por lo -que a mí toca, hasta ese día, permaneceré en mi habitáculo enguatado de -Suecia, celoso de la soledad, ordenando ritmos distinguidos. La multitud -vagabunda se enojará sin duda alguna, y me tratará de renegado; pero esa -muchedumbre me espanta, no quiero que el lodo me salpique; y deseo, en -traje de himeneo, sin mancha, aguardar la aurora que ha de venir.» ¡Ah, -la pobre humanidad perdida! ese extraño redentor quiere salvarla, -encontrar para ella el remedio del mal y la senda que conduce al -verdadero bien. Pero cada instante que pasa le da muerte a una ilusión. -Los hombres están originalmente viciados. Su mismo organismo es un foco -infectivo; su alma está sujeta al error y al pecado. Se va sobre -lodazales o sobre cambroneras. La existencia es el campo de la mentira y -el dolor. Los malos son los que logran conocer el rostro de la -felicidad, en tanto que el inmenso montón de los desgraciados se agita -bajo la tabla de plomo de una fatal miseria. Y<a name="page_225" id="page_225"></a> el redentor padece con -la pena de la muchedumbre. Su grito no se escucha, su torre no tiene el -deseado coronamiento. Por eso su agitado corazón está de luto, por eso -brotan de los labios de sus nuevos personajes palabras terribles, -condenaciones fulminantes, ásperas y flagelantes verdades. Es pesimista -por obra de la fuerza contraria. El ha entrevisto el ideal, como un -miraje. Ha caminado tras él, ha despedazado sus pies en las piedras del -camino, no ha logrado sino cosechas de decepciones, su fata-morgana se -ha convertido en nada.</p> - -<p>Y su progenie simbólica está animada de una vida maravillosa y -elocuente. Sus personajes son seres que viven y se mueven y obran sobre -la tierra, en medio de la sociedad actual. Tienen la realidad de la -existencia nuestra. Son nuestros vecinos, nuestros hermanos. A veces nos -sorprende oir salir de sus bocas nuestros propios íntimos pensamientos. -Y es que Ibsen es el hermano de Shakespeare. El proceso shakespeareano -de León Daudet tendría mejor aplicación si se tratase del gran -escandinavo. Los tipos son observados, tomados de la vida común. La -misma particularidad nacional, el escenario de la Noruega, le sirve para -acentuar mejor los rasgos universales. Después, él, el creador, ha -exprimido su corazón: ha sondeado su océano mental; ha penetrado en su -obscura selva interior; es el buzo de la conciencia general, en lo -profundo de su propia conciencia. Y había habido un día en que desde el -vientre materno su alma se llenara de la virtud del arte. Su dolencia -debía de ser la sublime dolencia del genio; de un genio peregrino, en -que se juntarían las ocultas energías psíquicas de países remotos en los -cuales parece que se encontrase, en ciertas manifestaciones, la realidad -del Ensueño. Y ese «aristo», ese excelente, ese héroe, ese casi -super-hombre, había de hacer de su vida un holocausto; había de ser el -apóstol y el mártir de la verdad inconquistable, un inmenso trueno en el -desierto, un<a name="page_226" id="page_226"></a> prodigioso relámpago en un mundo de ciegas pupilas. Y -buscó los ejemplos del mal por ser el ambiente del mal el que satura el -mundo. Desde Job a nuestros días, jamás el diálogo ha sentido en su -carne verbal los sacudimientos del espíritu que en las obras de Ibsen. -Habla todo, los cuerpos y las almas. La enfermedad, el ensueño, la -locura, la muerte toman la palabra; sus discursos vienen impregnados de -más-allá. Hay seres ibsenianos en que corre la esencia de los siglos. -Nos hallamos a muchos miles de leguas distantes de la literatura, esa -agradable y alta rama de las Bellas Artes. Es un mundo distinto y -misterioso, en que el pensador tiene la estatura de los arcángeles. Se -siente, en lo obscuro vecino, una brisa que sopla de lo infinito, cuyo -sordo oleaje oímos de tanto en tanto.</p> - -<p>Su lenguaje está construído de lógica y animado de misterio. Es Ibsen, -uno de los que más hondamente han escrutado el enigma de la psique -humana. Se remonta a Dios. Parte la fuente de su pensar de la montaña de -las ideas primordiales. Es el héroe moral. ¡Potente solitario! Sale de -su torre de hielo para hacer su oficio de domador de razas, de -regenerador de naciones, de salvador humano, su oficio, ay, ímprobo, -porque cree que no será él quien verá el día de la transfiguración -ansiada.</p> - -<p>No os extrañéis de que sobre su obra titánica floten brumas misteriosas. -Como en todos los espíritus soberanos, como en todos los jerarcas del -pensamiento, su verbo se vela de humareda cual las fisuras de las -solfataras y los cráteres de los volcanes.</p> - -<p>Consagrado a su obra como a un sacerdocio, es el ejemplo más admirable -que puede darse en la historia de la idea humana, de la unidad de la -acción y del pensamiento.</p> - -<p>Es el misionero formidable de una ideal religión, que predica con -inaudito valor las verdades de su evangelio delante de las civilizadas -flechas de los bárbaros blancos.<a name="page_227" id="page_227"></a></p> - -<p>Si Ibsen no fuera un sublevado titán, sería un santo, puesto que la -santidad es el genio en el carácter, el genio moral. Y ha sentido sobre -su faz el soplo de lo desconocido, de lo arcano; a ese soplo ha -obedecido su autoinvestigación en las tinieblas del propio abismo. Y va -por la tierra en medio de los dolores de los hombres siendo el eco de -todas las quejas. Los versos al cisne, recordados por Bigeon, cantan -así: «Cisne cándido, siempre mudo, en calma siempre! Ni el dolor ni la -alegría pueden turbar la serenidad de tu indiferencia; protector -majestuoso del Elfo que se aduerme, tú te has deslizado sobre las aguas -sin jamás producir un murmullo, sin jamás lanzar un cántico.</p> - -<p>Todo lo que juntamos en nuestros pasos, juramentos de amor, miradas -angustiosas, hipocresías, mentiras ¡qué te importaban! ¿Qué te -importaban?</p> - -<p>Y sin embargo, la mañana de tu muerte suspiraste tu agonía, murmuraste -tu dolor...</p> - -<p>¡Y eras un cisne!»</p> - -<p>El olímpico pájaro de nieve cantado tan melancólicamente por el Poeta -ártico—y que en su ciclo surgiera de manera tan mágica y armoniosa por -obra del dios Wagner—es para Ibsen nuncio del ultraterrestre Enigma.</p> - -<p>He ahí que la inviolada Desconocida aparecerá siempre envuelta en su -impenetrable nube, fuerte y silenciosa; su fuerza, el fin de todas las -fuerzas, y su silencio, la aleación de todas las armonías.</p> - -<p>¿Cuál sería el poeta que apoyado en el muro kantiano ordenase con mayor -soberanía el himno de la Voluntad? ¿Quién diría la voluntad del Mundo y -el mundo de la Voluntad? Necesitaríase un Pitágoras moral. El Noruego ha -comprendido esa armonía y sus cantos han sido seres vivos. Ha sido un -intérprete de esa representación de Dios. Ha sido un incansable minador -de prejuicios y ha ido a perseguir el mal en sus dos principales -baluartes, la carne y el espíritu. La carne, que en su infierno contiene -los<a name="page_228" id="page_228"></a> indomables apetitos y las tormentosas consecuciones del placer, y -el espíritu, que presa de vacilaciones o esclavo de la mentira o -arrebatado del pecado luciferino, cae también en su infierno.</p> - -<p>Autoridad, constitución social, convenciones de los hombres engañados o -perversos, religiones amoldadas a usos viciados, injusticias de la ley y -leyes de la injusticia; todo el viejo conjunto del organismo ciudadano; -todo el aparato de cultura y de progreso de la colectividad moderna; -toda la grande y monstruosa Jericó, oye sonar el desusado clarín del -luminoso enemigo, pero sus muros no se conmueven, sus fábricas no caen. -Por las ventanas y almenas adviértese cómo las caras rosadas de las -mujeres que habitan la ciudad ríen y los hombres se encogen de hombros. -Y el clarín enemigo suena contra los engaños sociales; contra los -contrarios del ideal; contra los fariseos de la cosa pública; contra la -burguesía, cuyo principal representante será siempre Pilatos; contra los -jueces de la falsa justicia, los sacerdotes de los falsos sacerdocios; -contra el capital cuyas monedas, si se rompiesen, como la hostia del -cuento, derramarían sangre humana; contra la explotación de la miseria; -contra los errores del estado; contra las ligas arraigadas desde siglos -de ignominia para mal del hombre y aun en daño de la misma naturaleza; -contra la imbécil canalla apedreadora de profetas y adoradora de -abominables becerros; contra lo que ha deformado y empequeñecido el -cerebro de la mujer, logrando convertirla, en el transcurso de un -inmemorial tiempo de oprobio, en ser inferior y pasivo; contra las -mordazas y grillos de los sexos; contra el comercio infame, la política -fangosa y el pensamiento prostituído: así en «Los aparecidos», así en -«Hedda Gabler», así en «El enemigo del pueblo», así en «Solness», así en -«Las columnas de la sociedad», así en «Los pretendientes a la corona», -así en «La Unión de los jóvenes», así en «El pequeño Eyolf».<a name="page_229" id="page_229"></a></p> - -<p>El arcángel de la guarda del enorme Escandinavo tiene por nombre -Sinceridad. Otros hay que le escoltan y se llaman Verdad, Nobleza, -Bondad, Virtud. Suele también acompañarle el querubin Eironeia. Al final -de las «Columnas de la sociedad», Lona proclama la grandeza de la -Libertad y de la Sinceridad. Camille Mauclair decía al finalizar su -conferencia sobre «Solness», cuando Lugne-Poe hacía a París el servicio -que acaba de hacer a Buenos Aires Alfredo de Sanctis: «Seamos sinceros -delante de nosotros mismos, cuidémonos del demonio tonto.» ¡Cuán elevado -y provechoso consejo intelectual! Y Laurent Tailhade al predicar a su -vez las excelencias de «El enemigo del pueblo», decía: «Si algo puede -hacer perdonar al público de las primeras representaciones, mundanos y -bolsistas, pilares de club y folicularios, bobos y snobs de todo pelaje, -la asombrosa impericia que le distingue, el apetito monstruoso que -muestra comunmente para toda especie de chaturas, es la acogida que ha -hecho desde hace tres años a los dos genios, cuya amargura parece caber -menos en lo que se llama tan justamente «el gusto francés»; me refiero a -Ricardo Wagner y a Henrik Ibsen.» Si esto ha sido aplicado a París, -pongan oído atento los centros pensantes de otras naciones. Surjan las -excelencias del gusto nacional y asciéndase a las altas cimas de la Idea -y del Arte; escúchese la doctrina de los señalados maestros conductores, -exorcícese con ideal agua bendita al tonto demonio.</p> - -<p>Ibsen no cree en el triunfo de su causa. Por eso la ironía le ha -cincelado su especial sonrisa. ¿Pero quién podría afirmar que no pueden -llegar todavía a ser dorados por el fulgor de la esperada aurora, los -cabellos blancos e indomables de ese soberbio y hecatonquero Precursor -del Porvenir?</p> - -<p><a name="page_230" id="page_230"></a></p> - -<p><a name="page_231" id="page_231"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 222px;"> -<a href="images/illus-231_lg.png"> -<img src="images/illus-231_sml.png" width="222" height="382" alt="[image not available]" /></a> -<div class="caption"><p class="c"><span class="smcap">José Martí</span></p></div> -</div> - -<p><a name="page_232" id="page_232"></a></p> - -<p><a name="page_233" id="page_233"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 318px;"> -<a href="images/illus-233_lg.png"> -<img src="images/illus-233_sml.png" width="318" height="97" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="JOSE_MARTI" id="JOSE_MARTI"></a>JOSÉ MARTÍ</h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-e.png" -width="80" height="78" -alt="E" -/></span><small>L</small> fúnebre cortejo de Wagner exigiría los truenos solemnes del -«Tannhauser»; para acompañar a su sepulcro a un dulce poeta bucólico, -irían, como en los bajos relieves, flautistas que hiciesen lamentarse a -sus melodiosas dobles flautas; para los instantes en que se quemase el -cuerpo de Melesígenes, vibrantes coros de liras; para acompañar—¡oh! -permitid que diga su nombre delante de la gran Sombra épica; de todos -modos, malignas sonrisas que podáis aparecer, ya está muerto...!—para -acompañar, americanos todos que habláis idioma español, el entierro de -José Martí, necesitaríase su propia lengua, su órgano prodigioso lleno -de innumerables registros, sus potentes coros verbales, sus trompas de -oro, sus cuerdas quejosas, sus oboes sollozantes, sus flautas, sus -tímpanos, sus liras, sus sistros. Sí, americanos, hay que decir quien -fué aquel grande que ha caído! Quien escribe estas líneas que salen -atropelladas de corazón y cerebro, no es de los que creen en las -riquezas existentes de América... Somos muy pobres... Tan pobres,<a name="page_234" id="page_234"></a> que -nuestros espíritus, si no viniese el alimento extranjero, se morirían de -hambre. Debemos llorar mucho por esto al que ha caído! Quien murió allá -en Cuba, era de lo mejor, de lo poco que tenemos nosotros los pobres; -era millonario y dadivoso: vaciaba su riqueza a cada instante, y como -por la magia del cuento, siempre quedaba rico: hay entre los enormes -volúmenes de la colección de «La Nación», tanto de su metal fino y -piedras preciosas, que podría sacarse de allí la mejor y más rica -estatua. Antes que nadie, Martí hizo admirar el secreto de las fuentes -luminosas. Nunca la lengua nuestra tuvo mejores tintas, caprichos y -bizarrías. Sobre el Niágara castelariano, milagrosos iris de América. ¡Y -qué gracia tan ágil, y qué fuerza natural tan sostenida y magnífica!</p> - -<p>Otra verdad aun, aunque pese más al asombro sonriente: eso que se llama -el genio, fruto tan solamente de árboles centenarios—ese majestuoso -fenómeno del intelecto elevado a su mayor potencia, alta maravilla -creadora, el Genio, en fin, que no ha tenido aún nacimiento en nuestras -repúblicas, ha intentado aparecer dos veces en América; la primera en un -hombre ilustre de esta tierra, la segunda en José Martí. Y no era Martí, -como pudiera creerse, de los semi-genios de que habla Mendés, incapaces -de comunicar con los hombres, porque sus alas les levantan sobre la -cabeza de éstos, e incapaces de subir hasta los dioses, porque el vigor -no les alcanza y aun tiene fuerza la tierra para atraerles. El cubano -era «un hombre.» Más aun; era como debería ser el verdadero -super-hombre, grande y viril; poseído del secreto de su excelencia, en -comunión con Dios y con la naturaleza.</p> - -<p>En comunión con Dios vivía el hombre de corazón suave e inmenso; aquel -hombre que aborreció el mal y el dolor; aquel amable león de pecho -columbino, que pudiendo desjarretar, aplastar, herir, morder, desgarrar, -fué siempre seda y miel hasta con<a name="page_235" id="page_235"></a> sus enemigos. Y estaba en comunión -con Dios, habiendo ascendido hasta él por la más firme y segura de las -escalas: la escala del Dolor. La piedad tenía en su sér un templo; por -ella diríase que siguió su alma los cuatro ríos de que habla Rusbrock el -Admirable; el río que asciende, que conduce a la divina altura; el que -lleva a la compasión por las almas cautivas, los otros dos que envuelven -todas las miserias y pesadumbres del herido y perdido rebaño humano. -Subió a Dios, por la compasión y por el dolor. ¡Padeció mucho -Martí!—desde las túnicas consumidoras, del temperamento y de la -enfermedad, hasta la inmensa pena del señalado que se siente desconocido -entre la general estolidez ambiente; y por último, desbordante de amor y -de patriótica locura, consagróse a seguir una triste estrella, la -estrella solitaria de la Isla, estrella engañosa que llevó a ese -desventurado rey mago a caer de pronto en la más negra muerte!</p> - -<p>Los tambores de la mediocridad, los clarines del patrioterismo tocarán -dianas celebrando la gloria política del Apolo armado de espada y -pistolas que ha caído, dando su vida, preciosa para la humanidad y para -el Arte y para el verdadero triunfo futuro de América, combatiendo entre -el negro Guillermón y el general Martínez Campos!</p> - -<p>¡Oh, Cuba! eres muy bella, ciertamente, y hacen gloriosa obra los hijos -tuyos que luchan porque te quieren libre; y bien hace el español de no -dar paz a la mano por temor de perderte, Cuba admirable y rica y cien -veces bendecida por mi lengua; mas la sangre de Martí no te pertenecía; -pertenecía a toda una raza, a todo un continente; pertenecía a una -briosa juventud que pierde en él quizá al primero de sus maestros; -pertenecía al porvenir!</p> - -<p> </p> - -<p>Cuando Cuba se desangró en la primera guerra, la guerra de Céspedes; -cuando el esfuerzo de los<a name="page_236" id="page_236"></a> deseosos de libertad no tuvo más fruto que -muertes e incendios y carnicerías, gran parte de la intelectualidad -cubana partió al destierro. Muchos de los mejores se expatriaron, -discípulos de don José de la Luz, poetas, pensadores, educacionistas. -Aquel destierro todavía dura para algunos que no han dejado sus huesos -en patria ajena o no han vuelto ahora a la manigua. José Joaquín Palma, -que salió a la edad de Lohengrín con una barba rubia como la de él, y -gallardo como sobre el cisne de su poesía, después de arrullar sus -décimas «a la estrella solitaria» de república en república, vió nevar -en su barba de oro, siempre con ansias de volver a su Bayamo, de donde -salió al campo a pelear después de quemar su casa. Tomás Estrada Palma, -pariente del poeta, varón probo, discreto y lleno de luces, y hoy -elegido presidente por los revolucionarios, vivió de maestro de escuela -en la lejana Honduras; Antonio Zambrana, orador de fama justa en las -repúblicas del norte que a punto estuvo de ir a las Cortes, en donde -habría honrado a los americanos, se refugió en Costa Rica, y allí abrió -su estudio de abogado; Eizaguirre fué a Guatemala; el poeta Sellén, el -celebrado traductor de Heine, y su hermano, otro poeta, fueron a Nueva -York, a hacer almanaques para las píldoras de Lamman y Kemp, si no -mienten los decires; Martí, el gran Martí andaba de tierra en tierra, -aquí en tristezas, allá en los abominables cuidados de las pequeñas -miserias de la falta de oro en suelo extranjero; ya triunfando, porque a -la postre la garra es garra y se impone, ya padeciendo las consecuencias -de su antagonismo con la imbecilidad humana; periodista, profesor, -orador; gastando el cuerpo y sangrando el alma; derrochando las -esplendideces de su interior en lugares en donde jamás se podría saber -el valor del altísimo ingenio y se le infligiría además el baldón del -elogio de los ignorantes;—tuvo en cambio grandes gozos: la compresión -de su vuelo por los raros que le conocían hondamente; el satisfactorio<a name="page_237" id="page_237"></a> -aborrecimiento de los tontos, la acogida que «l’élite» de la prensa -americana—en Buenos Aires y Méjico,—tuvo para sus correspondencias y -artículos de colaboración.</p> - -<p>Anduvo, pues, de país en país, y por fin, después de una permanencia en -Centro América, partió a radicarse a Nueva York.</p> - -<p>Allá, a aquella ciclópea ciudad, fué aquel caballero del pensamiento a -trabajar y a bregar más que nunca. Desalentado, él tan grande y tan -fuerte, ¡Dios mío! desalentado en sus ensueños de Arte, remachó con -triples clavos dentro de su cráneo la imagen de su estrella solitaria, y -dando tiempo al tiempo, se puso a forjar armas para la guerra, a golpe -de palabra y a fuego de idea. Paciencia, la tenía; esperaba y veía como -una vaga fatamorgana, su soñada Cuba libre. Trabajaba de casa en casa, -en los muchos hogares de gentes de Cuba que en Nueva York existen; no -desdeñaba al humilde: al humilde le hablaba como un buen hermano mayor, -aquel sereno e indomable carácter, aquel luchador que hubiera hablado -como Elciis, los cuatro días seguidos, delante del poderoso Otón rodeado -de reyes.</p> - -<p>Su labor aumentaba de instante en instante, como si activase más la -savia de su energía aquel inmenso hervor metropolitano. Y visitando al -doctor de la Quinta Avenida, al corredor de la Bolsa y al periodista y -al alto empleado de La Equitativa, y al cigarrero y al negro marinero, a -todos los cubanos neoyorkinos, para no dejar apagar el fuego, para -mantener el deseo de guerra, luchando aún con más o menos claras -rivalidades, pero, es lo cierto, querido y admirado de todos los suyos, -tenía que vivir, tenía que trabajar, entonces eran aquellas cascadas -literarias que a estas columnas venían y otras que iban a diarios de -Méjico y Venezuela. No hay duda de que ese tiempo fué el más hermoso -tiempo de José Martí. Entonces fué cuando se mostró su personalidad -intelectual más bellamente. En aquellas kilométricas<a name="page_238" id="page_238"></a> epístolas, si -apartáis una que otra rara ramazón sin flor o fruto, hallaréis en el -fondo, en lo macizo del terreno, regentes y ko-hinoores.</p> - -<p>Allí aparecía Martí pensador, Martí filósofo, Martí pintor, Martí -músico, Martí poeta siempre. Con una magia incomparable hacía ver unos -Estados Unidos vivos y palpitantes, con su sol y sus almas. Aquella -«Nación» colosal, la «sábana» de antaño, presentaba en sus columnas, a -cada correo de Nueva York, espesas inundaciones de tinta. Los Estados -Unidos de Bourget deleitan y divierten; los Estados Unidos de Groussac -hacen pensar; los Estados Unidos de Martí son estupendo y encantador -diorama que casi se diría aumenta el color de la visión real. Mi memoria -se pierde en aquella montaña de imágenes, pero bien recuerdo un Grant -marcial y un Sherman heroico que no he visto más bellos en otra parte; -una llegada de héroes del Polo; un puente de Brooklin literario igual al -de hierro; una hercúlea descripción de una exposición agrícola, vasta -como los establos de Augías; unas primaveras floridas y unos veranos -¡oh, sí! mejores que los naturales; unos indios sioux que hablaban en -lengua de Martí como si Manitu mismo les inspirase; unas nevadas que -daban frío verdadero, y un Walt Whitman patriarcal, prestigioso, -líricamente augusto, antes, mucho antes de que Francia conociera por -Sarrazin al bíblico autor de las «Hojas de hierba.»</p> - -<p>Y cuando el famoso congreso pan-americano, sus cartas fueron -sencillamente un libro. En aquellas correspondencias hablaba de los -peligros del yankee, de los ojos cuidadosos que debía tener la América -latina respecto a la Hermana mayor; y del fondo de aquella frase que una -boca argentina opuso a la frase de Monroe.</p> - -<p> </p> - -<p>Era Martí de temperamento nervioso, delgado, de ojos vivaces y -bondadosos. Su palabra suave y delicada<a name="page_239" id="page_239"></a> en el trato familiar, cambiaba -su raso y blandura en la tribuna, por los violentos cobres oratorios. -Era orador, y orador de grande influencia. Arrastraba muchedumbres. Su -vida fué un combate. Era blandílocuo y cortesísimo con las damas; las -cubanas de Nueva York teníanle en justo aprecio y cariño, y una sociedad -femenina había que llevaba su nombre.</p> - -<p>Su cultura era proverbial, su honra intacta y cristalina; quien se -acercó a él se retiró queriéndole.</p> - -<p>Y era poeta; y hacía versos.</p> - -<p>Sí, aquel prosista que, siempre fiel a la Castalia clásica, se abrevó en -ella todos los días, al propio tiempo que por su constante comunión con -todo lo moderno y su saber universal y políglota, formaba su manera -especial y peculiarísima, mezclando en su estilo a Saavedra Fajardo con -Gautier, con Goncourt,—con el que gustéis, pues de todo tiene; usando a -la continua de hipérbaton inglés, lanzando a escape sus cuádrigas de -metáforas, retorciendo sus espirales de figuras; pintando ya con minucia -de pre-rafaelista las más pequeñas hojas del paisaje, ya a manchas, a -pinceladas súbitas, a golpes de espátula, dando vida a las figuras; -aquel fuerte cazador, hacía versos, y casi siempre versos pequeñitos, -versos sencillos—¿no se llamaba así un librito de ellos?—versos de -tristezas patrióticas, de duelos de amor, ricos de rima o armonizados -siempre con tacto; una primera y rara colección está dedicada a un hijo -a quien adoró y a quien perdió por siempre: «Ismaelillo.»</p> - -<p>Los «Versos sencillos», publicados en Nueva York, en linda edición, en -forma de eucologio, tienen verdaderas joyas. Otros versos hay, y entre -los más bellos «Los zapaticos de Rosa.» Creo que como Banville la -palabra «lira» y Leconte de Lisle la palabra «negro», Martí la que más -ha empleado es «rosa.»<a name="page_240" id="page_240"></a></p> - -<p>Recordemos algunas rimas del infortunado:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i5">I<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Oh, mi vida que en la cumbre<br /></span> -<span class="i0">Del Ajusco hogar buscó,<br /></span> -<span class="i0">Y tan fría se moría<br /></span> -<span class="i0">Que en la cumbre halló calor!<br /></span> -<span class="i0">¡Oh, los ojos de la virgen<br /></span> -<span class="i0">Que me vieron una vez,<br /></span> -<span class="i0">Y mi vida estremecida<br /></span> -<span class="i0">En la cumbre volvió a arder!<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i5">II<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Entró la niña en el bosque<br /></span> -<span class="i0">Del brazo de su galán,<br /></span> -<span class="i0">Y se oyó un beso, otro beso,<br /></span> -<span class="i0">Y no se oyó nada más.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Una hora en el bosque estuvo,<br /></span> -<span class="i0">Salió al fin sin su galán:<br /></span> -<span class="i0">Se oyó un sollozo; un sollozo,<br /></span> -<span class="i0">Y después no se oyó más.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i5">III<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">En la falda del Turquino<br /></span> -<span class="i0">La esmeralda del camino<br /></span> -<span class="i0">Los incita a descansar:<br /></span> -<span class="i0">El amante campesino<br /></span> -<span class="i0">En la falda del Turquino<br /></span> -<span class="i0">Canta bien y sabe amar.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Guajirilla ruborosa,<br /></span> -<span class="i0">La mejilla tinta en rosa<br /></span> -<span class="i0">Bien pudiera denunciar,<br /></span> -<span class="i0">Que en la plática sabrosa<br /></span> -<span class="i0">Guajirilla ruborosa,<br /></span> -<span class="i0">Callar fué mejor que hablar.<a name="page_241" id="page_241"></a><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i5">IV<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Allá en la sombría,<br /></span> -<span class="i0">Solemne Alameda,<br /></span> -<span class="i0">Un ruido que pasa,<br /></span> -<span class="i0">Una hoja que rueda,<br /></span> -<span class="i0">Parece al malvado<br /></span> -<span class="i0">Gigante que alzado<br /></span> -<span class="i0">El brazo le estruja,<br /></span> -<span class="i0">La mano le oprime,<br /></span> -<span class="i0">Y el cuello le estrecha<br /></span> -<span class="i0">Y el alma le pide—,<br /></span> -<span class="i0">Y es ruido que pasa<br /></span> -<span class="i0">Y es hoja que rueda;<br /></span> -<span class="i0">Allá en la sombría,<br /></span> -<span class="i0">Callada, vacía,<br /></span> -<span class="i0">Solemne Alameda...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i5">V<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">—¡Un beso!<br /></span> -<span class="i2">—¡Espera!<br /></span> -<span class="i8">Aquel día<br /></span> -<span class="i0">Al despedirse se amaron.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">—¡Un beso!<br /></span> -<span class="i2">—Toma.<br /></span> -<span class="i8">Aquel día<br /></span> -<span class="i0">Al despedirse lloraron.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i5">VI<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">La del pañuelo de rosa,<br /></span> -<span class="i0">La de los ojos muy negros,<br /></span> -<span class="i0">No hay negro como tus ojos<br /></span> -<span class="i0">Ni rosa cual tu pañuelo.<a name="page_242" id="page_242"></a><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">La de promesa vendida,<br /></span> -<span class="i0">La de los ojos tan negros,<br /></span> -<span class="i0">Más negras son que tus ojos<br /></span> -<span class="i0">Las promesas de tu pecho.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Y este primoroso juguete:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">De tela blanca y rosada<br /></span> -<span class="i0">Tiene Rosa un delantal,<br /></span> -<span class="i0">Y a la margen de la puerta<br /></span> -<span class="i0">Casi, casi en el umbral,<br /></span> -<span class="i0">Un rosal de rosas blancas<br /></span> -<span class="i0">Y de rojas un rosal.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Una hermana tiene Rosa<br /></span> -<span class="i0">Que tres años besó abril,<br /></span> -<span class="i0">Y le piden rojas flores<br /></span> -<span class="i0">Y la niña va al pensil,<br /></span> -<span class="i0">Y al rosal de rosas blancas<br /></span> -<span class="i0">Blancas rosas va a pedir.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Y esta hermana caprichosa<br /></span> -<span class="i0">Que a las rosas nunca va,<br /></span> -<span class="i0">Cuando Rosa juega y vuelve<br /></span> -<span class="i0">En el juego el delantal,<br /></span> -<span class="i0">Si ve el blanco abraza a Rosa<br /></span> -<span class="i0">Si ve el rojo da en llorar.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Y si pasa caprichosa<br /></span> -<span class="i0">Por delante del rosal,<br /></span> -<span class="i0">Flores blancas pone a Rosa<br /></span> -<span class="i0">En el blanco delantal.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Un libro, la Obra escogida del ilustre escritor, debe ser idea de sus -amigos y discípulos.</p> - -<p>Nadie podría iniciar la práctica de tal pensamiento, como el que fué, no -solemne discípulo querido, sino amigo del alma, el paje, o más bien «el -hijo» de Martí: Gonzalo de Quesada, el que le acompañó<a name="page_243" id="page_243"></a> siempre leal y -cariñoso, en trabajos y propagandas, allá en Nueva York y Cayo Hueso y -Tampa. ¡Pero quién sabe si el pobre Gonzalo de Quesada, alma viril y -ardorosa, no ha acompañado al jefe también en la muerte!</p> - -<p>Los niños de América tuvieron en el corazón de Martí predilección y -amor.</p> - -<p>Queda un periódico único en su género—, los pocos números de un -periódico que redactó especialmente para los niños. Hay en uno de ellos -un retrato de San Martín, que es obra maestra. Quedan también la -colección de «Patria» y varias obras vertidas del inglés, pero eso todo -es lo menor de la obra literaria que servirá en lo futuro.</p> - -<p>Y ahora, maestro y autor y amigo, perdona que te guardemos rencor los -que te amábamos y admirábamos, por haber ido a exponer y a perder el -tesoro de tu talento. Ya sabrá el mundo lo que tú eras, pues la justicia -de Dios es infinita y señala a cada cual su legítima gloria. Martínez -Campos, que ha ordenado exponer tu cadáver, sigue leyendo sus dos -autores preferidos: «Cervantes...» y «Ohnet.» Cuba quizá tarde en -cumplir contigo como debe. La juventud americana te saluda y te llora; -pero ¡oh, Maestro! ¿qué has hecho...?</p> - -<p>Y paréceme que con aquella voz suya, amable y bondadosa, me reprende, -adorador como fué hasta la muerte del ídolo luminoso y terrible de la -Patria; y me habla del sueño en que viera a los héroes: las manos de -piedra, los ojos de piedra, los labios de piedra, las barbas de piedra, -la espada de piedra...</p> - -<p>Y que repite luego el voto del verso:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">¡Yo quiero, cuando me muera,<br /></span> -<span class="i0">Sin patria, pero sin amo,<br /></span> -<span class="i0">Tener en mi losa un ramo<br /></span> -<span class="i0">De flores y una bandera!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><a name="page_244" id="page_244"></a></p> - -<p><a name="page_245" id="page_245"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 321px;"> -<a href="images/illus-245_lg.png"> -<img src="images/illus-245_sml.png" width="321" height="111" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<h2><a name="EUGENIO_DE_CASTRO" id="EUGENIO_DE_CASTRO"></a>EUGENIO DE CASTRO<br /><br /> -<small>(<i>Conferencia leída en el Ateneo de Buenos Aires</i>).</small></h2> - -<p class="nind"> -<span class="letra"><img src="images/drop-s.png" -width="80" height="81" -alt="S" -/></span><small>EÑOR</small> presidente, señoras, señores: Os saludo al comenzar esta -conferencia sobre el poeta Eugenio de Castro y la literatura portuguesa. -Es el asunto para mí gratísimo. Mi deseo es que al acabar de escuchar -mis palabras llevéis con vosotros el encanto de un nuevo y peregrino -conocimiento: el del joven ilustre que hoy representa una de las más -brillantes fases del renacimiento latino, y que, como su hermano de -Italia—el Ermete maravilloso—se mantiene en la consagración de su -ideal «en la sede del arte severo y del silencio», allá en la noble y -docta ciudad de Coimbra. Este nombre os despierta, desde luego, el -recuerdo de una antigua vida escolar, los estudiantes tradicionales, la -Fuente de los Amores, el Mondego, celebrado en los versos, y la figura -dulce y trágica de aquella adorable señora que tuvo el mismo apellido -que nuestro poeta: Inés de Castro, tan bella cuanto sin ventura. Es en -aquella ciudad universitaria en donde ha surgido el admirable lírico que -había de representar, el primero, a la raza ibérica, en el movimiento<a name="page_246" id="page_246"></a> -intelectual contemporáneo, que ha dado al arte espacios nuevos, fuerzas -nuevas y nuevas glorias. Vogüe, que antes mirara el vuelo simbólico de -las cigüeñas, anunciaba, no hace mucho tiempo, a propósito de la obra de -Gabriele D’Annunzio, una resurrección del espíritu latino. Las harpas y -las flautas sonaban del lado de Italia. Hoy la armonía se oye del lado -de Iberia. Ya es un conjunto de músicas orientales; ya un son melodioso -de siringa, semejante a los que la muerte ha venido a suspender en los -labios del divino Panida de Francia, Paúl Verlaine; ya un heráldico -trueno de trompetas de plata, que avisa el paso de una caravana -salomónica. ¿Conocéis al prestigioso Gama que corona Camöens de -esplendorosas gemas poéticas en los triunfos de sus «Lusiadas»? Es el -viajero casi mitológico que vuelve de los países recónditos a donde su -valor y su sed de cosas desconocidas le han llevado. A semejanza de -aquellos antiguos atrevidos navegantes portugueses que iban a las playas -distantes de las tierras asiáticas y africanas en busca de tesoros -prodigiosos y volvían con las perlas arábigas, los diamantes de -Golconda, las resinas y aromas y ámbares recogidos en los misteriosos -continentes y en los hechiceros archipiélagos, trayendo al propio tiempo -la impresión de sus visiones en la realidad de las leyendas, en las -visitas a islas raras y penínsulas de encantamiento, Eugenio de Castro, -bizarro y mágico Vasco de Gama de la lira, vuelve de sus incursiones a -un Oriente de ensueño, de sus expediciones a los fantásticos imperios, a -países del pasado, lleno de riquezas, dueño de raras piedras preciosas, -conquistador y argonauta, vestido de suntuosos paramentos e impregnado -de exóticos perfumes.</p> - -<p>Señores: Mientras nuestra amada y desgraciada madre patria, España, -parece sufrir la hostilidad de una suerte enemiga, encerrada en la -muralla de su tradición, aislada por su propio carácter, sin que penetre -hasta ella la oleada de la evolución mental<a name="page_247" id="page_247"></a> de estos últimos tiempos, -el vecino reino fraternal manifiesta una súbita energía; el alma -portuguesa llama la atención del mundo, la patria portuguesa encuentra -en el extranjero lenguas que la celebran y la levantan, la sangre de -Lusitania florece en harmoniosas flores de arte y de vida: nosotros, -latinos, hispano-americanos, debemos mirar con orgullo las -manifestaciones vitales de ese pueblo y sentir como propias las -victorias que consigue en honor de nuestra raza.</p> - -<p>Es digno de todas nuestras simpatías ese bello y glorioso país de -guerreros, de descubridores y de poetas. Una de las más gratas -impresiones de mi vida ha sido la que produjo esa tierra en que -florerecen los naranjos. Lisboa, hermosa y real, frente a su soberbia -bahía, un cielo generoso de luz, una tierra perfumada de jardines, una -delicia natural esparcida en el ambiente, una fascinación amorosa que -invita a la vida, altivez nativa, nobleza ingénita en sus caballeros, y -en sus damas una distinción gentilicia como corona de la belleza. Y -consideraba al hollar aquella tierra, las proezas de tantos hijos suyos -famosos, Magallanes cuyo nombre quedó para los siglos en el extremo sur -argentino, Alburquerque, el que fué a la lejana Goa, Bartolomé Díaz y la -figura dominante, aureolada de fuegos épicos, del gran Vasco.</p> - -<p>Y evocaba la obra de la lira, los ingenuos balbuceos en la corte de -Alfonso Henriquez, en donde la linda Doña Violante, antojábaseme harto -cruel, con el pobre Egas Moniz, agonizante de amor, por aquel «corpo -d’oiro»; los trovadores, formando sus ramilletes de serranillas; Don -Diniz, el rey poeta y sapiente, semejante a Alfonso de España, y a quien -Camoëns compara con el grande Alejandro:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Eis depois vem Dinis, que bem parece<br /></span> -<span class="i0">Do bravo Afonso estirpe nobre e dina,<br /></span> -<span class="i0">Com quem a fama grande se escurece<br /></span> -<span class="i0">Da liberalidade Alexandrina.<br /></span> -<span class="i0">Com este o Reino próspero florece<br /></span> -<span class="i0">(Alcançada já a paz áurea divina)<br /></span> -<span class="i0">Em constituições, leis e costumes,<br /></span> -<span class="i0">Na terra já tranquila claros lumes.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Fez primeiro em Coimbra exercitar-se<br /></span> -<span class="i0">O valeroso officio de Minerva;<br /></span> -<span class="i0">E de Helicona as Musas fez passar-se<br /></span> -<span class="i0">A pizar do Mondego a fertil herva.<br /></span> -<span class="i0">Quanto pode de Athenas desejar-se,<br /></span> -<span class="i0">Tudo o soberbo Apollo aqui reserva:<br /></span> -<span class="i0">Aqui as capellas dá tecidas de ouro,<br /></span> -<span class="i0">Do bacharo e do sempre verde louro.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>«Y después viene Dionisio, que bien parece del bravo Alfonso estirpe -noble y digna; por quien la fama grande se obscurece de la liberalidad -Alejandrina: Con éste el reino próspero florece (ya alcanzada la áurea -paz divina) en constituciones, leyes y costumbres, e iluminan claras -luces la ya tranquila tierra. Hizo primero en Coimbra que se ejercitase -el valeroso oficio de Minerva; y las musas del Helicón por él fueron a -pisar la fértil hierba del Mondego. Cuanto puede de Atenas desearse, -todo el soberbio Apolo aquí reserva: Aquí da las coronas tejidas de oro -y de siempre verde laurel». Y luego los romanceros, el «Amadís» que -despierta el «Quijote»; Mascías que muere por el amor, y tanto -porta-lira que en tiempos propicios a las Musas las glorificaron en el -suelo lusitano.</p> - -<p>No había llegado aún a mis oídos el nombre de Eugenio de Castro, ni a mi -mente el resplandor de su arte aristocrático. La literatura portuguesa -ha sido hasta hace poco tiempo escasamente conocida. Existe cerca de -nosotros un gran país, hijo de Portugal, cuyas manifestaciones -espirituales son en el resto del continente completamente ignoradas; y -hay, señores, en Portugal, y hay en el Brasil una literatura digna de la -universal atención y del <a name="page_249" id="page_249"></a>estudio de los hombres de pensamiento y de -arte. En nuestra América española, el conocimiento de la literatura de -lengua portuguesa se reduce al escaso número de los que han leído a -Camoëns, la mayor parte en malas traducciones y vaya por lo antiguo. En -cuanto a lo moderno, se sabe que ha existido un Herculano gracias a los -versos de Núñez de Arce, y un Eça de Queiroz, por un «Primo-Basilio», -que ha esparcido a los cuatro vientos, en castellano, una feroz casa -editora peninsular.</p> - -<p>No era poco el triste asombro del eminente Pinheiro Chagas, cuando en -Madrid en la hospitalaria casa del conde de Peralta oía de mis labios la -lamentación de semejante indiferencia. ¡Pero qué mucho, si en España -misma, a pesar del esfuerzo de propagandistas como la Pardo Bazán y -Sánchez Moguel, el alma lusitana es tanto o más desconocida que entre -nosotros! Y de Gil Vicente a nuestros días, hay un teatro vario y rico. -De Sa de Miranda y Camoëns, a João de Deus, el camino lírico está lleno -de arcos triunfales. De Duharte Galvao a Alejandro Herculano la historia -levanta monumentales y fuertes construcciones; la filosofía y la -filología y la erudición están representadas por más de un nombre -ilustre en los anales de la civilización humana; su lengua, que ha -pasado por evoluciones distintas, ha llegado a ser en manos de Eugenio -de Castro y de sus seguidores, el armonioso instrumento que nos da esas -puras joyas del arte moderno, como «Sagramor» y «Belkiss».</p> - -<p>Este siglo tuvo mal comienzo para el pensamiento portugués. Sus alas no -se abrieron en el aire angustioso que esparciera la tempestad -napoleónica. ¿Qué figuras vemos aparecer en esa agitada época? Una -especie de Quintana, José Agustín de Macedo, que sopla su hueca trompa; -una especie de Ponsard, Aguiar Leitao, que se pavonea entre la pobreza y -sequedad de sus tragedias; y el curioso y desjuicido José Daniel, que a -falta de Terencio y Plauto, se<a name="page_250" id="page_250"></a> iba solo, por una senda poco envidiable. -Manuel de Nascimiento, arrojado por una tormenta política, estaba en -París. El obispo Lobo, a quien se ha comparado con de Maistre, señala el -principio de una nueva era. Almeida Garret, que como Nascimiento había -ido a París y había sido ungido por Hugo, llevó a su país la iniciación -romántica. Eugenio de Castro reconoce en uno de sus escritos, cómo el -fondo del alma portuguesa está impregnado de melancolía. Ciertamente, -ese pueblo viril siente de modo hondo y particular el soplo de la -tristeza. Los portugueses tienen esa palabra que indica una enfermiza y -especial nostalgia, un sentimiento único, lleno de la más melancólica -dulzura: «saudade.» Tal sentimiento forma gran parte del espíritu de la -poesía de Almeida Garret, que había llevado su barca sobre las mansas y -sonoras olas del lago lamartiniano. El es uno de los precursores del -nuevo movimiento. El marca un nuevo rumbo a la generación literaria, -afianzando en un sólido fundamento clásico, pero con largas vistas hacia -el futuro. El prefacio de «Doña Branca», que Loiseau parangona con el de -«Cronwell», fué un manifiesto que señaló definitivamente la renovación. -El sentimentalismo de los románticos y las caballerescas aventuras están -de triunfo. Doña Branca está en el castillo morisco con una hada, y -Adozinda, pura como un lirio de nieve, es perseguida, cual la memorable -italiana, por el incestuoso fuego paternal. Almeida Garret—sin que -intente defender la perfección de su obra—ha quedado como uno de los -grandes románticos, que a comienzos de esta centuria han iniciado una -revolución en formas e ideas en el arte de escribir. Antonio Feliciano -de Castilho se presenta, «enfant sublime», con su áulico «Epicedion» a -los quince años; su obra posterior, si es de un romántico declarado, -como que procede inmediatamente de Nascimiento, arranca en su fondo de -antiguas fuentes clásicas, a punto de que se haya nombrado a propósito -de su<a name="page_251" id="page_251"></a> «Primavera», a Safo, Anacreonte y Ovidio. Y se yergue luego, -altiva y majestuosa, la talla de quien, cuando cayó en la tumba, hizo -brotar de la más bien templada lira castellana un célebre canto fúnebre: -comprenderéis que me refiero a Alejandro Herculano. El gran historiador -fué asimismo aficionado a las musas. Cuando vayáis por su jardín lírico, -no dejéis de observar que por ahí ha pasado el Lamartine de las -«Meditaciones.» Pero era un vigoroso, era un fuerte, y en la piedra fina -y duradera de su prosa, supo construir más de un soberbio monumento. Si -sus novelas y los que podíamos llamar con Galdós, episodios nacionales, -son de notable valer, su fama se sienta sobre el pedestal de su obra -histórica, al cual su violento liberalismo no alcanzó a producir raja -alguna. Castello Branco dejó una producción copiosísima en donde se -pueden encontrar algunos granos de oro. Nos hallamos en pleno período -contemporáneo. La voz de Pinheiro Chagas resuena. Magalhaes Lima va -agitar a París la bandera portuguesa; brillan los nombres de Casal -Ribeiro, Machado, Oliveira Martins y tantos otros, entre los cuales -despide excepcional luz el del noble y egregio Teófilo Braga. Conocemos -algunas poesías de Antero de Quental. Doña Emilia nos informa desde -Madrid, de cuando en cuando, que existen tales o cuales liras lusitanas.</p> - -<p>Leopoldo Díaz, hábil husmeador de elegantes novedades, nos traduce una -que otra poesía portuguesa; nos comienzan a llegar los ecos de un -renacimiento en las letras brasileras y en notables revistas jóvenes; y -de pronto un clamor doloroso nos anuncia al mismo tiempo que la muerte -de Verlaine, la del gran poeta João de Deus.</p> - -<p>El viejo João de Deus, «el poeta del amor», a quien Louis Pitate de -Brinn Gaubast no ha vacilado en llamar «un Verlaine—con la pureza de un -Lamartine», fué también un precursor de los artistas exquisitos que hoy -han colocado a tan gran altura<a name="page_252" id="page_252"></a> las letras portuguesas. Como en España, -como entre nosotros, la exageración romántica, el lacrimoso, falso y -grotesco lirismo personal que tuvo la fecundidad de una epidemia, halló -en Portugal su falange en los seguidores de Palmeirim y João de Lemos.</p> - -<p>Contra esos se opuso João de Deus, ayudado por el triste y malogrado -Soares de Passos, que iniciaron algo semejante a la labor parnasiana de -Francia, pero poniendo en el fondo del vaso buen vino de emoción. La -obra de João de Deus, condénsala en pocas palabras Teófilo Braga: -«volvió a la elocución más ideal por la naturalidad; dió al verso la -armonía indefectible por la concordancia de los acentos métricos con la -acentuación de las palabras; hizo de la rima una sorpresa y al mismo -tiempo un colorido vivo; combinó nuevas formas estróficas, renovando -también el soneto y el terceto camonianos, con un tinte de gracia de los -modismos populares. En la fábula de la «Cabra» o «Carneiro e o Cebado,» -resolvió magistralmente el problema presentido por los llamados -nephelibatas, de la remodelación de la estructura del verso; encontró -que el verso puede quebrarse en los hemistiquios más caprichosos, y aun -sin sílabas definidas, pero siempre cayendo dentro de la armonía -fundamental y orgánica del verso tal como el oído romántico lo -estableció. La perfección de la forma no bastaba para que João de Deus -ejerciese un influjo inmediato; sería admirado como artista, pero no -tendría el invencible poder de sugestión en los espíritus. Además de esa -perfección parnasista, sus versos expresan estados de alma, la pasión -íntima, vaga y casi timorata de los antiguos trovadores; aspiraciones -indefinidas, como las de los neoplatónicos o petrarquistas del -Renacimiento; la unción mística, como la de los versos de los poetas -extáticos españoles; y, finalmente, la sátira mordiente, como la de los -«goliardos» y estudiantes de la tuna de las universidades medioevales,<a name="page_253" id="page_253"></a> -cuyo espíritu se advierte en las estrofas de «Dinheiro,» la «Lata» y la -«Marmelada». La impresión que produjo cuando la poesía caía -desacreditada por las exageraciones ultra románticas, fué grande, se -hizo sentir en una rápida transformación de gusto y esmero en los nuevos -poetas. Con verdad y justicia, João de Deus fué proclamado el maestro de -todos nosotros.»</p> - -<p>Muerto ese maestro ilustre, a quien con tanto amor celebra Teófilo -Braga, y cuyos despojos se habían cubierto de blancas rosas frescas y de -laureles, un joven le despide con un saludo glorioso, como se saluda a -un pabellón, en el instituto de Coimbra. Ese joven era el mismo que -enviara al féretro del consagrado cantor de amores, una corona de -violetas y crisantemos, con esta leyenda: «A João de Deus, Eugenio de -Castro.» Le despide con nobleza y orgullo principales, salvando la -esencia lírica del maestro. Su ofrenda fué la presentación verdadera de -la obra de João de Deus, libre de las tachas y aglomeraciones -perturbadoras que impone la crítica indocta y fácil en la incompetencia -de sus admiraciones. Lamentó con una honda voz de artista puro, la -belleza poluta por la brutalidad de la moderna vida, por las bajas -conquistas de interés y de la utilidad. «El americanismo reina -absolutamente: destruye las catedrales para levantar almacenes: derrumba -palacios para alzar chimeneas, no siendo de extrañar que transforme -brevemente el monasterio de Batalha en fábrica de conservas o tejidos, y -los Jerónimos en depósito de carbón de piedra o en club democrático, -como ya transformó en cuartel el monumental convento de Mafra. Las -multitudes triunfantes aclaman al progreso; Edison es el nuevo Mesías; -las Bolsas son los nuevos templos. El humo de las fábricas ya obscurece -el aire; en breve dejaremos de ver el cielo!» Tal es la queja; es la -misma de Huysman en Francia, la queja de todos los artistas, amigos del -alma; y considerad si se podría lanzar<a name="page_254" id="page_254"></a> con justicia ese Clamor de -Coimbra, en este gran Buenos Aires que con los ojos fijos en los Estados -Unidos, al llegar a igualar a Nueva York, podrá levantar un gigantesco -Sarmiento de bronce, como la libertad de Bartholdi, la frente vuelta -hacia el país de los ferrocarriles.</p> - -<p>Ese artista que de tal manera exclama «¡en breve dejaremos de ver el -cielo!», es uno de los más exquisitos con que hoy cuenta la moderna -literatura europea, o mejor dicho, la moderna literatura cosmopolita. -Pues existe hoy ese grupo de pensadores y de hombres de arte que en -distintos climas y bajo distintos cielos van guiados por una misma -estrella a la morada de su ideal; que trabajan mudos y alentados por una -misma misteriosa y potente voz, en lenguas distintas, con un impulso -único. ¿Simbolistas? ¿Decadentes? Oh, ya ha pasado el tiempo, -felizmente, de la lucha por sutiles clasificaciones. Artistas, nada más, -artistas a quienes distingue principalmente la consagración exclusiva a -su religión mental, y el padecer la persecución de los Domicianos del -utilitarismo; la aristocracia de su obra, que aleja a los espíritus -superficiales, o esclavos de límites y reglamentos fijos. Entre las -acusaciones que han padecido, ha sido la de la obscuridad. Se les -adjudicó el imperio de las tinieblas. Las gentes que se nutren en los -periódicos les declararon incomprensibles. En los países del sol, se -dijo: «son cosas de los países del Norte. Esos hombres trabajan en las -nieblas; sigamos nuestras tradiciones de claridad.» Y resulta por fin, -que la luz también pertenece a esos hombres, y que los palacios -sospechosos de encantamiento que se divisaban entre las brumas de -Escandinavia y en tierras donde sueñan seres de cabellos dorados y ojos -azules, alzan también sus cúpulas entre las fragancias y esplendores del -mediodía, y en tierras en que los divinos sueños y las prodigiosas -visiones penetran también por las pupilas negras.<a name="page_255" id="page_255"></a></p> - -<p>En los tiempos que corren, dice de Castro, el diletantismo literario, -ese joyero de piedras falsas, dejó de ser un monopolio de los burgueses, -ha pasado hasta las más bajas clases populares. Cuando las otras -ocupaciones intelectuales, la filosofía y el derecho, las matemáticas y -la química, por ejemplo, son respetadas por el vulgo, no hay por ahí -«boni frate» que no se juzgue con derecho de invadir el campo literario, -exponiendo opiniones, distribuyendo diplomas de valer o de mediocridad.</p> - -<p>Lo cierto es, sin embargo, que la literatura es sólo para los literatos, -como las matemáticas son sólo para los matemáticos y la química para los -químicos. Así como en religión sólo valen las fes puras, en arte sólo -valen las opiniones de conciencia, y para tener una concienzuda opinión -artística, es necesario ser un artista.</p> - -<p>¿Ha tenido que luchar Eugenio de Castro? Indudablemente, sí. No conozco -los detalles de su campaña intelectual; pero no impunemente se llega a -tan justa gloria a su edad, ni se producen tan admirables poemas. La -gloria suya, la que debe satisfacer su alma de excepción, no es por -cierto la ciega y panúrgica fama popular, tan lisonjera con las -medianías; es la gloria de ser comprendido por aquellos que pueden -comprenderle; es la gloria en la comunidad de los «aristos.» Su nombre -no resuena sino desde hace poco tiempo en el mundo de los nuevos. Su -«Oaristos» apareció hace apenas seis años. Después se sucedieron -«Horas,» «Sylva,» «Interlunios.» No he leído sus obras sino después que -conocí al poeta por la crítica de Italia y Francia. Abonado por Remy de -Gourmont y Vittorio Pica, encontró abiertas de par en par las puertas de -mi espíritu. Leí sus versos. Desde el primer momento reconocí su -iniciación en el nuevo sacerdocio estético y la influencia de maestros -como Verlaine. Y en veces su voz era tan semejante a la voz verleniana, -que junté en mi imaginación el recuerdo de de Castro,<a name="page_256" id="page_256"></a> al del amado y -malogrado Julián del Casal, un cubano que era por cierto el hijo -espiritual de «Pauvre Lelian». Eran versos de la carne y versos del -alma, versos caldeados de pasión, o de fe; ya reflejos de la roja -hoguera swinborniana o de los incensarios y cirios de «Sagesse.»</p> - -<div class="blockquot"><p>Oid:</p> - -<p>«Tu frialdad acrece mi deseo: cierro los ojos para olvidarte, y -cuanto más procuro no verte, cuanto más cierro los ojos, más te -veo.</p> - -<p>Humildemente tras de ti sigo, humildemente, sin convencerte, cuanto -siento por mí crecer el gélido cortejo de tus desdenes.</p> - -<p>Sé que jamás te poseeré, sé que «otro» feliz venturoso como un rey -abrazará tu virginal cuerpo en flor.</p> - -<p>Mi corazón entretanto no se detiene: aman a medias los que aman con -esperanza—: amar sin esperanza es el verdadero amor.»</p></div> - -<p>Ya en «Horas» el tono cambia.</p> - -<div class="blockquot"><p>«No perpetuemos el dolor, seamos castos de una castidad elevada. Tú -como Inés, la santa de los tupidos cabellos, yo como el purísimo -San Luis Gonzaga.</p> - -<p>¡La Pureza conviene a almas como las nuestras, las mucosas tientan -solamente a las almas vulgares, la sonrisa con que me encantas sea -rosa mística! y sean las miradas tuyas el argentino «pax tecum».</p> - -<p>No son ya tus gráciles gracias de doncella las que me cautivan. Del -Arcángel la espada reluciente decapitó a la Lujuria que hiere y que -hiela: lo que adoro es tu corazón.»</p></div> - -<p class="cb">. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .</p> - -<p>Después llegó a mis manos, en el «Mercure de France», un poema simbólico -y extraño, de un sentimiento<a name="page_257" id="page_257"></a> profundamente pagano, hondo y audaz. -«Sagramor» y «Belkiss» me hechizaron luego.</p> - -<p>«Sagramor» comienza en prosa, en la prosa musical y artística de de -Castro. Sagramor es un pastor al principio. Luego, caballero, recorrerá -todas las cimas de la vida, en busca de la felicidad. Goza del amor, de -las grandezas mundanas, de la variedad de paisajes y cielos, de las -victorias de la fama: Como un eco del Eclesiastés debía repetirle a cada -instante la vanidad de las cosas humanas. ¿Qué le consolará de la -desesperanza, cuando ha hallado polvo y ceniza? Ni la ciencia, ni la luz -del creyente, ni la voz de la triste Naturaleza. Hay una virgen fiel que -podría salvarle y acogerle: la Muerte; pero la Muerte no le abre sus -brazos. A través de soberbios episodios, en mágicos versos, desfila una -sucesión de visiones y de símbolos que va a parar al obscuro reino de la -invencible Desilusión, a la fatal miseria del Tedio. En lo más amargo -del desencanto, Sagramor quiere consolarse con el recuerdo de su primera -y dulce pasión, Cecilia, que apenas surge un instante, «creatura bella -bianco vestita», y desaparece. Oid las voces que llegan de tanto en -tanto, a invitarle al goce de la existencia:</p> - -<p class="vozc">PRIMERA VOZ</p> - -<p>O viandante que estáis llorando, ¿por qué lloras? Ven conmigo; reiremos -cantando las horas. ¡Ven, no tardes; yo soy el Amor; quiero dar alas a -tus deseos! ¡De lindas bocas, copas en flor, beberás dulces, suaves -besos!</p> - -<p class="vozc">SAGRAMOR</p> - -<p>¿Besos...? Los besos, hojas vertiginosas, son venenos. Deshojan rosas -sobre las bocas, pero abren llagas en el corazón...<a name="page_258" id="page_258"></a></p> - -<p class="vozc">SEGUNDA VOZ</p> - -<p>He aquí oro, llénate de oro, toma, no llores... Con los ducados de este -tesoro, tendrás palacios, gemas y flores... Mira, ve cuán rubio es el -oro y cómo resplandece...</p> - -<p class="vozc">SAGRAMOR</p> - -<p>¿Oro...? ¿y para qué? La Felicidad no la vende nadie.</p> - -<p class="vozc">TERCERA VOZ</p> - -<p>¿Por qué lanzas tan lamentables quejas, con tan tétrico y angustioso -tono? ¡Viajemos! gozaremos bellos días...</p> - -<p class="vozc">SAGRAMOR</p> - -<p>El mundo es pequeño. Lo he recorrido ya todo.</p> - -<p class="vozc">CUARTA VOZ</p> - -<p>Soy la Gloria, alegre genio de un radioso país solar... ¡Tú serás el -mayor poeta del mundo!</p> - -<p class="vozc">SAGRAMOR</p> - -<p>Dicen que el mundo está para concluir...</p> - -<p class="vozc">QUINTA VOZ</p> - -<p>Serás un sabio: desde mi albergue verás pronto aclarado todo.</p> - -<p class="vozc">SAGRAMOR</p> - -<p>Si hubiera conservado mi ignorancia, no me habría sentido tan -desventurado...<a name="page_259" id="page_259"></a></p> - -<p class="vozc">SEXTA VOZ</p> - -<p>Yo soy la muerte victoriosa, madre del misterio, madre del secreto...</p> - -<p class="vozc">SAGRAMOR</p> - -<p>¡Oh, no me toques! ¡Vete! ¡Tengo miedo de ti!</p> - -<p class="vozc">SÉPTIMA VOZ</p> - -<p>¡Yo soy la vida! Ya que el morir te da miedo, te daré mil años.</p> - -<p class="vozc">SAGRAMOR</p> - -<p>¡No, Dios mío! ¡No he sufrido ya tantos atroces desengaños!</p> - -<p class="vozc">MUCHAS VOCES</p> - -<p>¿Quieres los más raros, los más dulces placeres? ¿Quieres ser estrella, -quieres ser rey? Responde. ¿Qué quieres?</p> - -<p class="vozc">SAGRAMOR</p> - -<p>No sé... No sé...</p> - -<p> </p> - -<p>Un delicado poema suyo:—«La Monja y el Ruiseñor», que dedicó a su amigo -el conde Robert de Montesquiou-Fezensac,—otro exquisito de Francia. Os -traduciré fielmente esos preciosos versos.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">De los argentinos plátanos a la sombra<br /></span> -<span class="i0">La linda monja, que antes fuera princesa,<br /></span> -<span class="i0">Deja vagar sus ojos por el paisaje...<br /></span> -<span class="i0">Vese el monasterio, a lo lejos, entre las hojas...<a name="page_260" id="page_260"></a><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Allá, en un balcón que domina las aguas,<br /></span> -<span class="i0">Las otras monjas ríen, contemplando<br /></span> -<span class="i0">El polífono mar, tan agitado,<br /></span> -<span class="i0">Que de las olas los límpidos aljófares<br /></span> -<span class="i0">Sobre la tela de los hábitos cintilan,<br /></span> -<span class="i0">Dando a aquellas pobrecillas el aspecto<br /></span> -<span class="i0">De reinas que se divierten en una boda.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">La princesa real, que se hizo monja,<br /></span> -<span class="i0">Que una corona trocó por cilicios,<br /></span> -<span class="i0">Y las fiestas por la dulce paz del claustro,<br /></span> -<span class="i0">Lejos de las compañeras sonrientes<br /></span> -<span class="i0">Jamás a las diversiones de ellas se junta.<br /></span> -<span class="i0">Cuando no duerme o reza, su vida<br /></span> -<span class="i0">Es vagar por el encierro,<br /></span> -<span class="i0">Tan ajena a sí misma, tan suspensa<br /></span> -<span class="i0">Cual si las nieblas de un sueño atravesase...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">La monja piensa...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i10">Un día, siendo novicia,<br /></span> -<span class="i0">Al despertar, sus claros ojos vieron<br /></span> -<span class="i0">Cerca de sí un ruiseñor dulcísimo<br /></span> -<span class="i0">Que le dijo:<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i8">«Soy yo, el alma tuya,<br /></span> -<span class="i0">Que esta forma tomé, para, volando,<br /></span> -<span class="i0">Recorrer distantes, luminosos países,<br /></span> -<span class="i0">Cuyos prodigios mil y mil encantos<br /></span> -<span class="i0">Vendré a contarte en las serenas noches...»<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Entonces, el ruiseñor batió las alas;<br /></span> -<span class="i0">Pero nunca más volvió a su dueña<br /></span> -<span class="i0">Que por volverle a ver se desespera,<br /></span> -<span class="i0">Sufriendo tanto que llorosa juzga<br /></span> -<span class="i0">Haber tenido quizá dos almas,<br /></span> -<span class="i0">Porque, huyendo la una, no sentiría<br /></span> -<span class="i0">Tales penas, si no le quedase otra.<a name="page_261" id="page_261"></a><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Apágase el día...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i8">He aquí que al nacer la luna<br /></span> -<span class="i0">Entre las aves que vuelven a sus nidos<br /></span> -<span class="i0">A la esbelta monja se acerca un ruiseñor<br /></span> -<span class="i0">Mirándola y remirándola, hasta que rompe<br /></span> -<span class="i0">En un argentino cantar:<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i10">«¿No me conoces?<br /></span> -<span class="i0">Soy yo, tu alma... ten paciencia<br /></span> -<span class="i0">Si de ti me he apartado por tanto tiempo.<br /></span> -<span class="i0">¡Ah! Pero tú no calculas, amiga mía,<br /></span> -<span class="i0">Cuán lindas cosas he visto, qué lindas cosas<br /></span> -<span class="i0">Traigo que contarte...»<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i10">La paz de la noche<br /></span> -<span class="i0">Se aterciopela por los tranquilos prados;<br /></span> -<span class="i0">Y entonces la monja que en transporte lánguido<br /></span> -<span class="i0">Parece oir allí celestes coros,<br /></span> -<span class="i0">A la linda monja cuyos ojos mansos<br /></span> -<span class="i0">Se van cerrando en mística voluptuosidad,<br /></span> -<span class="i0">El airoso ruiseñor cuenta los viajes<br /></span> -<span class="i0">Que hizo por las estrellas diamantinas...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">¡Oh! ¡qué dulce cantar! Cantar tan lindo<br /></span> -<span class="i0">Que el sol nació, subió, y en fin hundióse,<br /></span> -<span class="i0">Sin que la monja en su curso reparase<br /></span> -<span class="i0">Toda abstraída al oir el divino canto...<br /></span> -<span class="i0">¡Y el canto no termina! Y la luna blanca<br /></span> -<span class="i0">De nuevo surge en el aire, de nuevo expira,<br /></span> -<span class="i0">Nuevamente el sol brilla y palidece,<br /></span> -<span class="i0">Y siempre el canto encanta a la monja.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">El canto celestial la va llevando<br /></span> -<span class="i0">Por divinos jardines maravillosos<br /></span> -<span class="i0">Donde los pálidos ángeles sonrientes,<br /></span> -<span class="i0">Con aéreos vestidos de perfumes,<br /></span> -<span class="i0">Andan curando heridas mariposas.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Llévala el canto por la vía láctea,<br /></span> -<span class="i0">Donde hay floresta, blancas, todas blancas,<a name="page_262" id="page_262"></a><br /></span> -<span class="i0">Y donde en lagos de leche pasan cisnes<br /></span> -<span class="i0">Arrastrando de los serafines extáticos<br /></span> -<span class="i0">Las barcas de cristal llenas de lirios...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">¡Y el ruiseñor no cesa! Cuenta, cuenta<br /></span> -<span class="i0">Maravillas, prodigios, esplendores...<br /></span> -<span class="i0">Y la linda monja, al oirlo, sueña, sueña...<br /></span> -<span class="i0">Sin comer ni dormir, días y días...<br /></span> -<span class="i0">Muere por fin el otoño, llega el invierno,<br /></span> -<span class="i0">Cae nieve, el frío corta, mas la monja<br /></span> -<span class="i0">Sólo oye al ruiseñor... y nada siente...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Muere el invierno, llega la primavera,<br /></span> -<span class="i0">Retorna el verano y pasan meses,<br /></span> -<span class="i0">Pasan años, ciclones, tempestades,<br /></span> -<span class="i0">¡Y el ruiseñor no cesa! cuenta... canta...<br /></span> -<span class="i0">Y la linda monja al oirlo, sueña, sueña...<br /></span> -<span class="i0">¡Oh, qué delicia aquella! ¡Qué delicia!<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">De sus compañeras queda apenas<br /></span> -<span class="i0">El frío polvo en las frías sepulturas,<br /></span> -<span class="i0">Y el fuego destruyó todo el convento<br /></span> -<span class="i0">—¡Y sin embargo, la monja no sabe nada!<br /></span> -<span class="i0">Oyendo al ruiseñor no vió el incendio<br /></span> -<span class="i0">Ni los dobles oyó que anunciaran<br /></span> -<span class="i0">De las otras monjas la distante muerte...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Nuevos años se extinguen...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i12">Una guerra<br /></span> -<span class="i0">Tuvo lugar allí, muy cerca de ella,<br /></span> -<span class="i0">Que nada oyó ni vió, escuchando el canto:<br /></span> -<span class="i0">Ni el funesto estridor de las granadas,<br /></span> -<span class="i0">Ni los suspiros vanos de los moribundos,<br /></span> -<span class="i0">Ni la sangre que a sus pies iba corriendo...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">¡Un día, al fin, el ruiseñor se calló!<br /></span> -<span class="i0">De los argentinos plátanos a la sombra<br /></span> -<span class="i0">La monja despertó, suavemente<a name="page_263" id="page_263"></a><br /></span> -<span class="i0">Y murió, como un niño que se duerme,<br /></span> -<span class="i0">Mientras el ruiseñor volaba, ledo,<br /></span> -<span class="i0">Para el país que tanto le deslumbrara...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>El ruiseñor había cantado trescientos años...</p> - -<p>Si no habéis podido juzgar de la melodía original del verso, de seguro -os habrá complacido esa deliciosa fábula. Si os fijáis bien, podréis -encontrar que ese ruiseñor es hermano de aquel que oyó el monje de la -leyenda; pero confesaréis que ambos pájaros paradisíacos cantan unánimes -con igual divina gracia.</p> - -<p>Y he aquí que llegamos a la obra principal de Eugenio de Castro, -«Belkiss», traducida ya a varios idiomas y celebrada como una verdadera -obra maestra.</p> - -<p>Léese en el «Libro de los Reyes», en la parte del reinado de Salomón: -«Et ingressa Jerusalem multo cum comitatu, et divitiis, camelis -portantibus aromata, et aurum infinitum nimis, et gemmas pretiosas, -venit ad regem Salomonen, et locuta est ei universa quæ habebat in corde -suo.» Y más adelante: «Rex autem Salomon, dedit reginæ Saba omnia quæ -voluit et petivit ab eo; exceptis his, quæ ultro obtulerat ei numere -regio. Quæ reserva est, et abiit in terram suam cum servis suis.» Es esa -reina de Saba, la Makheda de la Etiopía de cuya descendencia se gloria -el negus Menelik, la Belkiss arábiga. Al solo nombrar a la reina de Saba -sentiréis como un soplo perfumado de ungüentos bíblicos, miraréis en -vuestra imaginación un espectáculo suntuoso de poderío oriental; tiendas -regias, camellos enjaezados de oro, desnudas negras adolescentes con -flabeles de plumas de pavos-reales; piedras preciosas y telas de -incomparable riqueza. ¡Y bien! Eugenio de Castro ha evocado mágicamente -la misteriosa y bella persona. La reina de Saba de Axum y del Hymiar se -anima, llena de una vida ardiente, en fabulosas decoraciones, imperiosa -de amor, simbólica víctima de una fatalidad irreductible.<a name="page_264" id="page_264"></a></p> - -<p>Es un poema dialogado, en prosa martillada por un Flaubert nervioso y -soñador, y en donde la reminiscencia de Mæterlink queda inundada en un -torbellino de luz milagrosa, y en una harmonía musical, cálida y -vibrante. Lo pintoresco, las acotaciones, en su elegancia arqueológica -nos llevan a recodar ciertas páginas, de «Herodias» o de la «Tentación -de San Antonio.» Belkiss en sus suntuosos triunfos, habrá de padecer -después el ineludible dolor. Para que David nazca ella pasará sobre la -experiencia y sabiduría de Jophesamin, su mentor o ayo; y sentirá -primero la tempestad de amor en su sexo y en su corazón; y hará el viaje -a Jerusalem, entre prodigios y misterios, y sentirá por fin el beso del -adorado rey, y temblará cuando contemple bajo sus pies las azucenas -sangrientas.</p> - -<p>Una sucesión de escenas fastuosas se desarrolla al eco de una wagneriana -orquestación verbal. Puede asegurarse sin temor a equivocación, que los -primeros «músicos,» en el sentido pitagórico y en el sentido wagneriano, -del arte de la palabra, son hoy Gabriel D’Annunzio y Eugenio de Castro.</p> - -<p>Quisiera daros una idea de ese poema—que ha rendido la indiferencia -oficial en Portugal,—donde a los veintisiete años ha sido su autor -elegido miembro de la Real academia de Lisboa, y que ha arrancado -aplausos fraternales en todos los puntos del globo en que existen -cultivadores del arte puro. Mas tendría que ser demasiado profuso, y -prefiero aconsejaros, como quien recomienda una especie rara de flor, o -un delicioso licor exótico, que leáis Belkiss, en la versión de Picca, -en italiano, que es de todo punto admirable, o, en el bello librito -arcaico impreso en Coimbra por Francisco Franca Amado. Y tened presente -que hay que acercarse a nuestro autor con deseo, sinceridad y nobleza -estéticas. Os repetiré las palabras del crítico italiano: «Ciertamente, -la poesía de Eugenio de Castro es poesía aristocrática, es poesía -decadente, y por lo tanto,<a name="page_265" id="page_265"></a> no puede gustar sino a un público restricto -y selecto, que, en los refinamientos de las ideas y de las sensaciones, -en la variedad sabia y musical de los ritmos, halla una singular -voluptuosidad del espíritu. El común de los lectores, acostumbrados a -los azucarados jarabes de los poetitas sentimentales, o solamente de -gusto austero y que no aprecian sino la leche y el vino vigoroso de los -autores clásicos, vale más que no acerquen los labios a las ánforas -curiosamente arabescadas y pomposamente gemadas de los cantos ya -amorosos, ya místicos, ya desesperados del poeta de Coimbra; ya que en -ellos está contenido un violento licor que quema y disgusta a quien no -está hecho a las fuertes drogas de cierta refinada y excepcional -literatura modernísima.»</p> - -<p>Se trata, pues, de un «raro.» Y será asombro curioso el de aquellos que -lean a Eugenio de Castro con la preocupación de moda de los que creen -que toda obra simbolista es un pozo de sombra. «Belkiss» está lleno de -luz.</p> - -<p>Señores: He concluído esta conferencia sobre el poeta Eugenio de Castro -y la literatura portuguesa.</p> - -<div class="figcenter" style="width: 125px;"> -<a href="images/illus-265_lg.png"> -<img src="images/illus-265_sml.png" width="125" height="107" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_266" id="page_266"></a></p> - -<p><a name="page_267" id="page_267"></a></p> - -<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>ÍNDICE</h2> - -<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary=""> - -<tr><td> </td><td align="right"><i>Páginas.</i></td></tr> - -<tr><td><a href="#PROLOGO">Prólogo</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_007">7</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#EL_ARTE_EN_SILENCIO">El arte en silencio</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_009">9</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#EDGAR_ALLAN_POE">Edgar Allan Poe</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_017">17</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#LECONTE_DE_LISLE">Leconte de Lisle</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_033">33</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#PAUL_VERLAINE">Paul Verlaine</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_053">53</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#EL_CONDE_MATIAS_AUGUSTO_DE_VILLIERS_DE_LISLE_ADAM">El conde Matías Augusto de Villiers de L’Isle Adam</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_063">63</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#LEON_BLOY">León Bloy</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_077">77</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#JEAN_RICHEPIN">Jean Richepin</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_091">91</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#JEAN_MOREAS">Jean Moreas</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_103">103</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#RACHILDE">Rachilde</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_123">123</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#GEORGE_DESPARBES">George d’Esparbés</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_135">135</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#AUGUSTO_DE_ARMAS">Augusto de Armas</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_143">143</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#LAURENT_TAILHADE">Laurent Tailhade</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_149">149</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#FRA_DOMENICO_CAVALCA">Fra Domenico Cavalca</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_157">157</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#EDUARDO_DUBUS">Eduardo Dubus</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_167">167</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#TEODORO_HANNON">Teodoro Hannon</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_179">179</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#EL_CONDE_DE_LAUTREAMONT">El conde de Lautréamont</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_189">189</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#PAUL_ADAM">Paul Adam</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_199">199</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#MAX_NORDAU">Max Nordau</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_205">205</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#IBSEN">Ibsen</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_217">217</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#JOSE_MARTI">José Martí</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_233">233</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#EUGENIO_DE_CASTRO">Eugenio de Castro</a></td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_245">245</a></td></tr> -</table> - -<p><a name="page_268" id="page_268"></a></p> - -<p><a name="page_269" id="page_269"></a></p> - -<div class="figcenter" style="width: 251px;"> -<a href="images/illus-269_lg.png"> -<img src="images/illus-269_sml.png" width="251" height="386" alt="[image not available]" /></a> -</div> - -<p><a name="page_270" id="page_270"></a> </p> - -<p><a name="page_271" id="page_271"></a> </p> - -<hr /> - -<p class="cb">PRIMERA Y UNICA EDICION</p> - -<p class="c">DE LAS</p> - -<p class="c">OBRAS COMPLETAS</p> - -<p class="c">DEL GLORIOSO POETA HISPANO-AMERICANO</p> - -<p class="c">RUBÉN DARÍO</p> - -<p class="c">(EDITADAS POR SU HIJO RUBÉN)</p> - -<p class="nind">cuidadosamente seleccionadas, corregidas e impresas en tomos de 300 a -400 páginas, con magníficas decoraciones del insigne artista</p> - -<p class="cb"><big>ENRIQUE OCHOA</big></p> - -<p>Se publicará un volumen mensual.</p> - -<p>Para la adquisición de estas colecciones se admiten suscripciones a los -precios siguientes:</p> - -<p class="c"><i>Suscripción anual, o sea de doce volúmenes:</i></p> - -<table border="0" cellpadding="2" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td align="left"> </td><td align="left" colspan="2">En España</td><td align="left" colspan="2">En el Extranjero</td></tr> -<tr><td align="left">En rústica</td><td align="center">40</td><td align="center">ptas.</td><td align="center">45</td><td align="center">pesetas</td></tr> -<tr><td align="left">En tela con planchas doradas</td><td align="center">52</td><td align="center">»</td><td align="center">55</td><td align="center">»</td></tr> -<tr><td align="left">En pasta española</td><td align="center">58</td><td align="center">»</td><td align="center">62</td><td align="center">»</td></tr> -</table> - -<p class="c"><i>Volumen suelto:</i></p> - -<table border="0" cellpadding="2" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td align="left">En rústica</td><td align="center">3,50</td><td align="center">ptas.</td></tr> -<tr><td align="left">En tela con planchas doradas</td><td align="center">4,50</td><td align="center">»</td></tr> -<tr><td align="left">En pasta española</td><td align="center">5,00</td><td align="center">»</td></tr> -</table> - -<p>Las suscripciones, tanto a España como al Extranjero, se servirán <b>FRANCO -DE PORTE</b> y se cobrarán por</p> - -<p class="cb">SEMESTRES ADELANTADOS<a name="page_272" id="page_272"></a></p> - -<hr /> - -<p class="cb">EDICION ESPECIAL PARA BIBLIOFILOS</p> - -<p>Además se hará una tirada extraordinaria de cien colecciones numeradas, -impresas en papel fabricado especialmente y encuadernadas en pergamino, -que se servirán únicamente por suscripción, en las mismas condiciones -que las anteriores, al precio de</p> - -<p class="cb">DIEZ PESETAS CADA TOMO</p> - -<p>En cada tomo se harán constar los nombres de los suscriptores a todas -las colecciones, tanto de la edición corriente como de ésta, -especialmente dedicada a bibliófilos, la cual llevará además, si así lo -desea el interesado, su nombre o iniciales en la tapa de encuadernación, -sin ningún otro adorno; pero si el suscriptor desea que la tapa vaya -decorada a mano por el Sr. Ochoa, habrá de aumentar otras 10 pesetas por -este trabajo. Cada tomo llevará distinta decoración.</p> - -<p>Para suscripciones y pedidos de ejemplares, dirigirse a la casa -administradora de esta edición.</p> - -<p class="cb">EDITORIAL MUNDO LATINO</p> - -<p class="cb">Barbieri, 1 duplicado.—Apartado 502</p> - -<p class="cb">———MADRID———</p> - -<p>Las librerías de España y América deberán dirigir sus pedidos a la</p> - -<p class="c">SOCIEDAD GENERAL ESPAÑOLA DE LIBRERÍA,</p> - -<p class="c">DIARIOS, REVISTAS Y PUBLICACIONES (S. A.)</p> - -<p class="c">———FERRAZ, 21——— MADRID———</p> - -<div class="footnotes"><p class="cb">NOTAS:</p> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Ingram.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Miss. Royster—citada por Ingram.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a> Miss. Heywod.—Ibid.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a> Mrs. Weiss.—Ibid.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_5_5" id="Footnote_5_5"></a><a href="#FNanchor_5_5"><span class="label">[5]</span></a> Tiene, no obstante, un himno a María en Poems and Essays.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_6_6" id="Footnote_6_6"></a><a href="#FNanchor_6_6"><span class="label">[6]</span></a> Spinoza. Tratado teológico-político.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_7_7" id="Footnote_7_7"></a><a href="#FNanchor_7_7"><span class="label">[7]</span></a> Santo Tomás. Teodicia, <span class="smcap">XLI.</span></p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_8_8" id="Footnote_8_8"></a><a href="#FNanchor_8_8"><span class="label">[8]</span></a> V. Pontavice.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_9_9" id="Footnote_9_9"></a><a href="#FNanchor_9_9"><span class="label">[9]</span></a> Pontavice. Vida de Villiers.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_10_10" id="Footnote_10_10"></a><a href="#FNanchor_10_10"><span class="label">[10]</span></a> Le «Dixième cercle de l’Enfer.»</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_11_11" id="Footnote_11_11"></a><a href="#FNanchor_11_11"><span class="label">[11]</span></a> Max Simón.</p></div> -</div> - -<div class="errores"> -<ol> - -<li><b>Los errores corregidos por el transcriptor:</b></li> - -<li>de las perrogativas sociales=> de las prerrogativas sociales {pg 9}</li> - -<li>por por ese aspecto=> por ese aspecto {pg 12}</li> - -<li>disertación de mas de un=> disertación de más de un {pg 12}</li> - -<li>Ya en libro de Job=> Ya en el libro de Job {pg 28}</li> - -<li>marmóreos bajorelieves=> marmóreos bajorrelieves {pg 34}</li> - -<li>la india y sus pagodas=> la India y sus pagodas {pg 39}</li> - -<li>crismen=> crimen {pg 42}</li> - -<li>encantadora y vivida=> encantadora y vívida {pg 43}</li> - -<li>El sueño del cóndor=> El sueño del condor {pg 47}</li> - -<li>Ya no padeceses=> Ya no padeces {pg 53}</li> - -<li>Barbey de’Aurevilly=> Barbey d’Aurevilly {pg 54}</li> - -<li>trágico de Villon=> trágico de Villón {pg 59}</li> - -<li>los principes antiguos=> los príncipes antiguos {pg 63}</li> - -<li>de nolilísima familia=> de nobilísima familia {pg 65}</li> - -<li>su llegada causo asombro=> su llegada causó asombro {pg 66}</li> - -<li>se posieron a buscar un joven=> se pusieron a buscar un joven {pg 68}</li> - -<li>respladeciente y lleno=> resplandeciente y lleno {pg 72}</li> - -<li>mejores que el homdre=> mejores que el hombre {pg 80}</li> - -<li>fulminantes escatalogias=> fulminantes escatologías {pg 81}</li> - -<li>Leód Bloy=> León Bloy {pg 84}</li> - -<li>gala de biceps=> gala de bíceps {pg 91}</li> - -<li>del amor epidermico=> del amor epidérmico {pg 94}</li> - -<li>sacrilegos cuadros imaginarios=> sacrílegos cuadros imaginarios {pg 95}</li> - -<li>cosas viejas y bien sabidos=> cosas viejas y bien sabidas {pg 99}</li> - -<li>espejear antes mis ojos=> espejear ante mis ojos {pg 106}</li> - -<li>Qué hay distancia=> Que hay distancia {pg 109}</li> - -<li>Syrtis inhospita=> Syrtis inhóspita {pg 110}</li> - -<li>sheis made of truth=> she is made of truth {pg 117}</li> - -<li>grace in an simplicty=> grace in and simplicity {pg 118}</li> - -<li>guerra a Stendahl y a Tolstoi=> guerra a Stendhal y a Tolstoi {pg 138}</li> - -<li>regase su troncó=> regase su tronco {pg 146}</li> - -<li>nagnificencias del catolicismo=> magnificencias del catolicismo {pg 151}</li> - -<li>ds cinname et de myrrhe=> de cinname et de myrrhe {pg 154}</li> - -<li>con los dientes y y la arrojó=> con los dientes y la arrojó {pg 160}</li> - -<li>salir estrindentes=> salir estridentes {pg 161}</li> - -<li>Cuando la publicacién=> Cuando la publicación {pg 170}</li> - -<li>del Eclesiastes=> del Eclesiastés {pg 173}</li> - -<li>avant davoir été=> avant d’avoir été {pg 177}</li> - -<li>M. Théodre Hannon, un poéte=> M. Théodore Hannon, un poète {pg 179}</li> - -<li>los poetas y estritores=> los poetas y escritores {pg 179}</li> - -<li>curiosísmo y originalísimo=> curiosísimo y originalísimo {pg 180}</li> - -<li>La chinoise aux fueurs des bronzes En allume ses ongles d’or Et sa gorge çitrine où dort Le désir insensè des bonzes. La japonaise en ses rançons Se sert de tes acres salives.=> La chinoise aux lueurs des bronzes En allume ses ongles d’or Et sa gorge citrine où dort Le désir insensé des bonzes. La japonaise en ses rançons Se sert de tes âcres salives. {pg 181}</li> - -<li>Le sandrigham, l’Ylang-Ylang, la violette De ma pále Beuté font une cassolette Vivante sur laquelle errent mes sens rodeurs=> Le sandrigham, -l’Ylang-Ylang, la violette de ma pâle Beauté font une cassolette vivante sur laquelle errent mes sens rôdeurs. {pg 183}</li> - -<li>palabras humedas=> palabras húmedas {pg 190}</li> - -<li>es demasido vago=> es demasiado vago {pg 191}</li> - -<li>Adieu viellard=> Adieu vieillard {pg 194}</li> - -<li>antigo colaborador=> antiguo colaborador {pg 201}</li> - -<li>a la destruccción=> a la destrucción {pg 203}</li> - -<li>socialistas, aristocráticas fantochesas=> socialistas, aristocrácticas fantochesas {pg 203}</li> - -<li>según Waltter Scott=> según Walter Scott {pg 206}</li> - -<li>Le Brigandage de la Médicine=> Le Brigandage de la Médecine {pg 206}</li> - -<li>Aqui de las comparaciones=> Aquí de las comparaciones {pg 208}</li> - -<li>al lado de ese había=> al lado de ése había {pg 209}</li> - -<li>dirigir su escalpedo hacia Verlaine=> dirigir su escalpelo hacia Verlaine {pg 209}</li> - -<li>Jesucrito=> Jesucristo {pg 209}</li> - -<li>lógicamente en su deshaucio=> lógicamente en su desahucio {pg 211}</li> - -<li>escribe su diagóstic=> escribe su diagóstic {pg 212}</li> - -<li>On y recontre aussi Mendés A qui nul rythme ne resiste, Qu’il chante l,Olimpe ou l’Ades.=> On y rencontre aussi Mendés A qui nul rythme ne resiste, Qu’il chante l’Olimpe ou l’Ades. {pg 213}</li> - -<li>Si, Dorian Gray es loco rematado=> Sí, Dorian Gray es loco rematado {pg 213}</li> - -<li>Heda Gabler=> Hedda Gabler {pg 213}</li> - -<li>el católico Barbey d’Aureville=> el católico Barbey d’Aurevilly {pg 213}</li> - -<li>ser el apostol=> ser el apóstol {pg 225}</li> - -<li>¿Cual sería el poeta=> ¿Cuál sería el poeta {pg 227}</li> - -<li>el gusto fracés=> el gusto francés {pg 229}</li> - -<li>oborrecimiento de los tontos=> aborrecimiento de los tontos {pg 237}</li> - -<li>cuadrigas de metáforas=> cuádrigas de metáforas {pg 239}</li> - -<li>Ei despois vem Diniz, que bem parece Do bravo Affonso, estirpe nolbe e dina; Con quen a fama grande se escurece Da liberalidade Alexandrina. -Com este o reino próspero florece (Alcançada já a paz aurea divina) En constituiçoes, leis e costumes, Na terra já tranquilla claros lumes.=> -Eis depois vem Dinis, que bem parece Do bravo Afonso estirpe nobre e dina, Com quem a fama grande se escurece Da liberalidade Alexandrina. -Com este o Reino próspero florece (Alcançada já a paz áurea divina) Em constituições, leis e costumes, Na terra já tranquila claros lumes. {pg 247-8}</li> - -<li>una produccción=> una producción {pg 251}</li> - -<li>el gélico cortejo=> el gélido cortejo {pg 256}</li> - -<li>tus graciles gracias=> tus gráciles gracias {pg 256}</li> - -<li>reluciente dedecapitó=> reluciente decapitó {pg 256}</li> - -<li>un eco del Eclesiastes=> un eco del Eclesiastés {pg 257}</li> - -<li>Gabriel D’Anunnzio=> Gabriel D’Annunzio {pg 264}</li> -</ol> -</div> - -<hr class="full" /> - - - - - - - -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Los Raros, by Rubén Darío - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LOS RAROS *** - -***** This file should be named 50365-h.htm or 50365-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/0/3/6/50365/ - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. 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Email contact links and up to date contact -information can be found at the Foundation's web site and official -page at http://pglaf.org - -For additional contact information: - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. 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a/old/50365-h/images/illus-121_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-123_lg.png b/old/50365-h/images/illus-123_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 57254da..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-123_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-123_sml.png b/old/50365-h/images/illus-123_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 0ecec5d..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-123_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-134_lg.png b/old/50365-h/images/illus-134_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index f1d1cbc..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-134_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-134_sml.png b/old/50365-h/images/illus-134_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 7d22827..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-134_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-135_lg.png b/old/50365-h/images/illus-135_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index fb1760f..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-135_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-135_sml.png b/old/50365-h/images/illus-135_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 1af3511..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-135_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-142_lg.png b/old/50365-h/images/illus-142_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 2e890a9..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-142_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-142_sml.png b/old/50365-h/images/illus-142_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 2dd091d..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-142_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-143_lg.png b/old/50365-h/images/illus-143_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 2ae4254..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-143_lg.png +++ /dev/null diff --git 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differdeleted file mode 100644 index 5bf1d09..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-167_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-167_sml.png b/old/50365-h/images/illus-167_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 97e1470..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-167_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-178_lg.png b/old/50365-h/images/illus-178_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 529af99..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-178_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-178_sml.png b/old/50365-h/images/illus-178_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index dfa6a9a..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-178_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-179_lg.png b/old/50365-h/images/illus-179_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 2a862ce..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-179_lg.png +++ /dev/null diff --git 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differdeleted file mode 100644 index 0b60f42..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-197_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-197_sml.png b/old/50365-h/images/illus-197_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 5c8efcf..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-197_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-199_lg.png b/old/50365-h/images/illus-199_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 100c55c..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-199_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-199_sml.png b/old/50365-h/images/illus-199_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index b955b99..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-199_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-205_lg.png b/old/50365-h/images/illus-205_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index d9a12e3..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-205_lg.png +++ /dev/null diff --git 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a/old/50365-h/images/illus-217_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-231_lg.png b/old/50365-h/images/illus-231_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 76bb53e..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-231_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-231_sml.png b/old/50365-h/images/illus-231_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 90f3513..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-231_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-233_lg.png b/old/50365-h/images/illus-233_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 8669ebe..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-233_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-233_sml.png b/old/50365-h/images/illus-233_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index cf1c47a..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-233_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-245_lg.png b/old/50365-h/images/illus-245_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index a83cbde..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-245_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-245_sml.png b/old/50365-h/images/illus-245_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 215640a..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-245_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-265_lg.png b/old/50365-h/images/illus-265_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index bf8bec5..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-265_lg.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-265_sml.png b/old/50365-h/images/illus-265_sml.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 3360bc1..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-265_sml.png +++ /dev/null diff --git a/old/50365-h/images/illus-269_lg.png b/old/50365-h/images/illus-269_lg.png Binary files differdeleted file mode 100644 index 2ebcca3..0000000 --- a/old/50365-h/images/illus-269_lg.png +++ /dev/null diff --git 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