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Teléf. 14-30.--Madrid. + + + + +_PROLOGO_ + +(_QUE PUEDE SALTAR EL LECTOR DE NOVELAS_) + + +«TENÍA _uno (hermano) casi de mi edad, que era el que yo más quería, +aunque a todos tenía gran amor y ellos a mí; juntábamonos entrambos a +leer vidas de santos... Espantábanos mucho el decir en lo que leíamos +que pena y gloria eran para siempre. Acaecíanos estar muchos ratos +tratando desto, y gustábamos de decir muchas veces para siempre, +siempre, siempre. En pronunciar esto mucho rato era el Señor servido, me +quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad. De que vi que +era imposible ir adonde me matasen por Dios, ordenábamos ser ermitaños, +y en una huerta que había en casa procurábamos, como podíamos, hacer +ermitas poniendo unas pedrecillas, que luego se nos caían, y ansí no +hallábamos remedio en nada para nuestro deseo; que ahora me pone +devoción ver cómo me daba Dios tan presto lo que yo perdí por mi +culpa._» + + * * * * * + +«_Acuérdome que cuando murió mi madre quedé yo de edad de doce años, +poco menos; como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida +fuíme a una imagen de Nuestra Señora y supliquela fuese mi madre con +muchas lágrimas. Paréceme que aunque se hizo con simpleza, que me ha +valido, pues conocidamente he hallado a esta Virgen Soberana en cuanto +me he encomendado a ella, y, en fin, me ha tornado a sí._» + + _(Del capítulo I de la Vida de la Santa Madre Teresa de Jesús, que + escribió ella misma por mandado de su confesor.)_ + +«_Sea (Dios) alabado por siempre, que tanta merced ha hecho a vuestra +merced, pues le ha dado mujer, con quien pueda tener mucho descanso. Sea +mucho de enhorabuena, que harto consuelo es para mí pensar que le tiene. +A la señora doña María beso siempre las manos muchas veces; aquí tiene +una capellana y muchas. Harto quisiéramos poderla gozar; mas si había +de ser con los trabajos que por acá hay, más quiero que tenga allá +sosiego, que verla acá padecer._» + + (_De una carta que desde Avila, a 15 de diciembre de 1581, dirigió + la Santa Madre, y Tía, Teresa de Jesús, a su sobrino don Lorenzo de + Cepeda, que estaba en Indias, en el Perú, donde se casó con doña + María de Hinojosa, que es la señora doña María de que se habla en + ella_) + +_En el capítulo II de la misma susomentada Vida, dice la Santa Madre +Teresa de Jesús que era moza «aficionada a leer libros de +caballerías»--los suyos lo son, a lo divino--y en uno de los sonetos, de +nuestro Rosario de ellos, la hemos llamado_ + + _Quijotesa_ + _a lo divino, que dejó asentada_ + _nuestra España inmoral, cuya es la empresa:_ + _sólo existe lo eterno; ¡Dios o nada!_ + +_Lo que acaso alguien crea que diferencia a Santa Teresa de Don Quijote, +es que éste, el Caballero--y tío, tío de su inmortal sobrina--se puso en +ridículo y fué el ludibrio y juguete de padres y madres, de zánganos y +de reinas; pero ¿es que Santa Teresa escapó al ridículo? ¿Es que no se +burlaron de ella? ¿Es que no se estima hoy por muchos quijotesco, o sea +ridículo, su instituto, y aventurera, de caballería andante, su obra y +su vida?_ + +_No crea el lector, por lo que precede, que el relato que se sigue y va +a leer es, en modo alguno, un comentario a la vida de la Santa española. +¡No, nada de esto! Ni pensábamos en Teresa de Jesús al emprenderlo y +desarrollarlo; ni en Don Quijote. Ha sido después de haberlo terminado, +cuando aun para nuestro ánimo, que lo concibió, resultó una novedad este +parangón, cuando hemos descubierto las raíces de este relato novelesco. +Nos fué oculto su más hondo sentido al emprenderlo. No hemos visto sino +después, al hacer sobre él examen de conciencia de autor, sus raíces +teresianas y quijotescas. Que son una misma raíz._ + +_¿Es acaso éste un libro de caballerías? Como el lector quiera +tomarlo... Tal vez a alguno pueda parecerle una novela agiográfica, de +vida de santos. Es, de todos modos, una novela, podemos asegurarlo._ + +_No se nos ocurrió a nosotros, sino que fué cosa de un amigo, francés +por más señas, el notar que la inspiración--¡perdón!--de nuestra +nivola_ Niebla _era de la misma raíz que la de_ La vida es sueño, _de +Calderón. Mas en este otro caso ha sido cosa nuestra el descubrir, +después de concluída esta novela que tienes a la vista, lector, sus +raíces quijotescas y teresianas. Lo que no quiere decir ¡claro está! que +lo que aquí se cuenta no haya podido pasar fuera de España._ + + * * * * * + +_Antes de terminar este Prólogo queremos hacer otra observación, que le +podrá parecer a alguien quizás sutileza de lingüista y filólogo, y no lo +es sino de psicología. Aunque ¿es la psicología algo más que lingüística +y filología?_ + +_La observación es que así como tenemos la palabra_ paternal _y_ +paternidad, _que derivan de_ pater, _padre, y_ maternal _y_ maternidad, +_de_ mater, _madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal y lo +maternal, ni la paternidad y la maternidad, es extraño que junto a_ +fraternal _y_ fraternidad, _de_ frater, _hermano, no tengamos_ sororal +_y_ sororidad, _de_ soror, _hermana. En latín hay_ sororius, a, um, _lo +de la hermana, y el verbo_ sororiare, _crecer por igual y juntamente._ + +_Se nos dirá que la_ sororidad _equivaldría a la_ fraternidad, _mas no +lo creemos así. Como si en latín tuviese la hija un apelativo de raíz +distinta que el de hijo, valdría la pena de distinguir entre las dos +filialidades._ + +Sororidad _fué la de la admirable Antígona, esta santa del paganismo +helénico, la hija de Edipo, que sufrió martirio por amor a su hermano +Polinices, y por confesar su fe de que las leyes eternas de la +conciencia, las que rigen en el eterno mundo de los muertos, en el mundo +de la inmortalidad, no son las que forjan los déspotas y tiranos de la +tierra, como era Creonte._ + +_Cuando en la tragedia sofocleana Creonte le acusa a su sobrina Antígona +de haber faltado a la ley, al mandato regio, rindiendo servicio fúnebre +a su hermano, el fratricida, hay entre aquéllos este duelo de palabras:_ + +«A.--_No es nada feo honrar a los de la misma entraña..._ + +»Cr.--_¿No era de tu sangre también el que murió contra él?_ + +»A.--_De la misma, por madre y padre..._ + +»Cr.--_¿Y cómo rindes a éste un honor impío?_ + +»A.--_No diría eso el muerto..._ + +»Cr.--_Pero es que le honras igual que al impío..._ + +»A.--_No murió su siervo, sino su hermano..._ + +»Cr.--_Asolando esta tierra, y el otro defendiéndola..._ + +»A.--_El otro mundo, sin embargo, gusta de igualdad ante la ley..._ + +»Cr.--_¿Cómo ha de ser igual para el vil que para el noble?_ + +»A.--_Quién sabe si estas máximas son santas allí abajo..._» + + (_Antígona_, versos 511-521.) + + * * * * * + +_¿Es que acaso lo que a Antígona le permitió descubrir esa ley eterna, +apareciendo a los ojos de los ciudadanos de Tebas y de Creonte, su tío, +como una anarquista, no fué el que era, por terrible decreto del Hado, +hermana carnal de su propio padre, Edipo? Con el que había ejercido +oficio de_ sororidad _también._ + +_El acto_ sororio _de Antígona dando tierra al cadáver insepulto de su +hermano y librándolo así del furor regio de su tío Creonte, parecióle a +éste un acto de anarquista. «¡No hay mal mayor que el de la +anarquía!»--declaraba el tirano--._ (Antígona, _verso 672_.) +_¿Anarquía? ¿Civilización?_ + +_Antígona, la anarquista según su tío, el tirano Creonte, modelo de +virilidad, pero no de humanidad; Antígona, hermana de su padre Edipo y, +por lo tanto, tía de su hermano Polinices, representa acaso la +domesticidad religiosa, la religión doméstica, la del hogar, frente a la +civilidad política y tiránica, a la tiranía civil, y acaso también la +domesticación frente a la civilización. ¿Aunque es posible civilizarse +sin haberse domesticado antes? ¿Caben civilidad y civilización donde no +tienen como cimientos domesticidad y domesticación?_ + +_Hablamos de_ patrias _y sobre ellas de_ fraternidad _universal, pero no +es una sutileza lingüística el sostener que no pueden prosperar sino +sobre_ matrias _y_ sororidad. _Y habrá barbarie de guerras devastadoras, +y otros estragos, mientras sean los zánganos, que revolotean en torno de +la reina para fecundarla y devorar la miel que no hicieron, los que +rijan las colmenas._ + +_¿Guerras? El primer acto guerrero fué, según lo que llamamos Historia +Sagrada, la de la Biblia, el asesinato de Abel por su hermano Caín. Fué +una muerte fraternal, entre hermanos, el primer acto de fraternidad. Y +dice el Génesis que fué Caín, el fratricida, el que primero edificó una +ciudad, a la que llamó del nombre de su hijo--habido en una +hermana--Henoc._ (_Gén. IV, 17._) _Y en aquella ciudad,_ polis, _debió +empezar la vida civil, política, la civilidad y la civilización. Obra, +como se ve, del fratricida. Y cuando, siglos más tarde, nuestro Lucano, +español, llamó a las guerras entre César y Pompeyo_ plusquam civilia, +_más que civiles--lo dice en el primer verso de su_ Pharsalia--_quiere +decir_ fraternales. _Las guerras más que civiles son las fraternales._ + +_Aristóteles le llamó al hombre_ zoon politicon, _esto es, animal civil +o ciudadano--no político, que esto es no traducir--animal que tiende a +vivir en ciudades, en mazorcas de casas estadizas, arraigadas en tierra +por cimientos, y ése es el hombre y, sobre todo, el varón. Animal civil, +urbano, fraternal y... fratricida. Pero ese animal civil, ¿no ha de +depurarse por acción doméstica? Y el hogar, el verdadero hogar, ¿no ha +de encontrarse lo mismo en la tienda del pastor errante que se planta al +azar de los caminos? Y Antígona acompañó a su padre, ciego y errante, +por los senderos del desierto, hasta que desapareció en Colono. ¡Pobre +civilidad fraternal, cainita, si no hubiera la domesticidad sororia!..._ + +_Va, pues, el fundamento de la civilidad, la domesticidad, de mano en +mano de hermanas, de tías. O de esposas de espíritu, castísimas, como +aquella Abisag, la sunamita de que se nos habla en el capítulo I del +libro I de los Reyes, aquella doncella que le llevaron al viejo rey +David, ya cercano a su muerte, para que le mantuviese en la puesta de su +vida, abrigándole y calentándole en la cama mientras dormía. Y Abisag le +sacrificó su maternidad, permaneció virgen por él--pues David no la +conoció--y fué causa de que más luego Salomón, el hijo del pecado de +David con la adúltera Betsabé, hiciese matar a Adonías, su hermanastro, +hijo de David y de Hagit, porque pretendió para mujer a Abisag, la +última reina con David, pensando así heredar a éste su reino._ + +_Pero a esta Abisag y a su suerte y a su sentido pensamos dedicar todo +un libro que no será precisamente una novela. Ni una_ nivola. + +_Y ahora el lector que ha leído este prólogo--que no es necesario para +inteligencia en lo que sigue--puede pasar a hacer conocimiento con la +tía Tula, que si supo de Santa Teresa y de Don Quijote, acaso no supo ni +de Antígona la griega ni de Abisag la israelita._ + +_En mi novela_ Abel Sánchez _intenté escarbar en ciertos sótanos y +escondrijos del corazón, en ciertas catacumbas del alma, adonde no +gustan descender los más de los mortales. Creen que en esas catacumbas +hay muertos, a los que lo mejor es no visitar, y esos muertos, sin +embargo, nos gobiernan. Es la herencia de Caín. Y aquí, en esta novela, +he intentado escarbar en otros sótanos y escondrijos. Y como no ha +faltado quien me haya dicho que aquello era inhumano, no faltará quien +me lo diga, aunque en otro sentido, de esto. Aquello pareció a alguien +inhumano por viril, por fraternal; esto lo parecerá acaso por femenil, +por sororio. Sin que quepa negar que el varón hereda femenidad de su +madre y la mujer virilidad de su padre. ¿O es que el zángano no tiene +algo de abeja y la abeja algo de zángano? O hay, si se quiere,_ abejos +_y_ zánganas. + +_Y nada más, que no debo hacer una novela sobre otra novela._ + + _En Salamanca, ciudad, en el día de los Desposorios de Nuestra + Señora del año de gracia milésimo novecentésimo y vigésimo._ + + + + +I + + +ERA a Rosa y no a su hermana Gertrudis, que siempre salía de casa con +ella, a quien ceñían aquellas ansiosas miradas que les enderezaba +Ramiro. O por lo menos, así lo creían ambos, Ramiro y Rosa, al atraerse +el uno al otro. + +Formaban las dos hermanas, siempre juntas, aunque no por eso unidas +siempre, una pareja al parecer indisoluble, y como un solo valor. Era la +hermosura espléndida y algún tanto provocativa de Rosa, flor de carne +que se abría a flor del cielo a toda luz y todo viento, la que llevaba +de primera vez las miradas a la pareja; pero eran luego los ojos tenaces +de Gertrudis los que sujetaban a los ojos que se habían fijado en ellos +y los que a la par les ponían raya. Hubo quien al verlas pasar preparó +algún chicoleo un poco más subido de tono; mas tuvo que contenerse al +tropezar con el reproche de aquellos ojos de Gertrudis, que hablaban +mudamente de seriedad. «Con esta pareja no se juega», parecía decir con +sus miradas silenciosas. + +Y bien miradas y de cerca aún despertaba más Gertrudis el ansia de goce. +Mientras su hermana Rosa abría espléndidamente a todo viento y toda luz +la flor de su encarnadura, ella era como un cofre cerrado y sellado en +que se adivina un tesoro de ternuras y delicias secretas. + +Pero Ramiro, que llevaba el alma toda a flor de los ojos, no creyó ver +más que a Rosa, y a Rosa se dirigió desde luego. + +--Sabes que me ha escrito--le dijo ésta a su hermana. + +--Sí, vi la carta. + +--¿Cómo? ¿que la viste? ¿es que me espías? + +--¿Podía dejar de haberla visto? No, yo no espío nunca, ya lo sabes, y +has dicho eso no más que por decirlo... + +--Tienes razón, Tula, perdónamelo. + +--Sí, una vez más, porque tú eres así. Yo no espío, pero tampoco oculto +nunca nada. Vi la carta. + +--Ya lo sé; ya lo sé... + +--He visto la carta y la esperaba. + +--Y bien, ¿qué te parece de Ramiro? + +--No le conozco. + +--Pero no hace falta conocer a un hombre para decir lo que le parece a +una de él. + +--A mí, sí. + +--Pero lo que se ve, lo que está a la vista... + +--Ni de eso puedo juzgar sin conocerle. + +--¿Es que no tienes ojos en la cara? + +--Acaso no los tenga así...; ya sabes que soy corta de vista. + +--¡Pretextos! Pues mira, chica, es un guapo mozo. + +--Así parece. + +--Y simpático. + +--Con que te lo sea a ti, basta. + +--¿Pero es que crees que le he dicho ya que sí? + +--Sé que se lo dirás al cabo, y basta. + +--No importa; hay que hacerle esperar y hasta rabiar un poco... + +--¿Para qué? + +--Hay que hacerse valer. + +--Así no te haces valer, Rosa; y ese coqueteo es cosa muy fea. + +--De modo que tú... + +--A mí no se me ha dirigido. + +--¿Y si se hubiera dirigido a ti? + +--No sirve preguntar cosas sin sustancia. + +--Pero tú, si a ti se te dirige, ¿qué le habrías contestado? + +--Yo no he dicho que me parece un guapo mozo y que es simpático, y por +eso me habría puesto a estudiarle... + +--Y entretanto si iba a otra... + +--Es lo más probable. + +--Pues así, hija, ya puedes prepararte... + +--Sí, a ser tía. + +--¿Cómo tía? + +--Tía de tus hijos, Rosa. + +--¡Eh, qué cosas tienes!--y se le quebró la voz. + +--Vamos, Rosita, no te pongas así, y perdóname--le dijo dándole un beso. + +--Pero si vuelves... + +--¡No, no volveré! + +--Y bien, ¿qué le digo? + +--¡Dile que sí! + +--Pero pensará que soy demasiado fácil... + +--¡Entonces dile que no! + +--Pero es que... + +--Sí, que te parece un guapo mozo y simpático. Dile, pues, que sí y no +andes con más coqueterías, que eso es feo. Dile que sí. Después de todo, +no es fácil que se te presente mejor partido. Ramiro está muy bien, es +hijo solo... + +--Yo no he hablado de eso. + +--Pero yo hablo de ello, Rosa, y es igual. + +--¿Y no dirán, Tula, que tengo ganas de novio? + +--Y dirán bien. + +--¿Otra vez, Tula? + +--Y ciento. Tienes ganas de novio y es natural que las tengas. ¿Para qué +si no te hizo Dios tan guapa? + +--¡Guasitas no! + +--Ya sabes que yo no me guaseo. Parézcanos bien o mal, nuestra carrera +es el matrimonio o el convento; tú no tienes vocación de monja; Dios te +hizo para el mundo y el hogar... vamos, para madre de familia... No vas +a quedarte a vestir imágenes. Dile, pues, que sí. + +--¿Y tú? + +--¿Cómo yo? + +--Que tú, luego... + +--A mí déjame. + +Al día siguiente de estas palabras estaban ya en lo que se llaman +relaciones amorosas Rosa y Ramiro. + +Lo que empezó a cuajar la soledad de Gertrudis. + +Vivían las dos hermanas, huérfanas de padre y madre desde muy niñas, con +un tío materno, sacerdote, que no las mantenía, pues ellas disfrutaban +de un pequeño patrimonio que les permitía sostenerse en la holgura de la +modestia, pero les daba buenos consejos a la hora de comer, en la mesa, +dejándolas, por lo demás, a la guía de su buen natural. Los buenos +consejos eran consejos de libros, los mismos que le servían a don +Primitivo para formar sus escasos sermones. + +«Además--se decía a sí mismo con muy buen acierto don Primitivo--¿para +qué me voy a meter en sus inclinaciones y sentimientos íntimos? Lo mejor +es no hablarlas mucho de eso, que se les abre demasiado los ojos. +Aunque... ¿abrirles? ¡Bah! bien abiertos los tienen, sobre todo las +mujeres. Nosotros los hombres no sabemos una palabra de esas cosas. Y +los curas, menos. Todo lo que nos dicen los libros son pataratas. ¡Y +luego, me mete un miedo esa Tulilla...! Delante de ella no me atrevo... +no me atrevo... ¡Tiene unas preguntas la mocita! ¡Y cuando me mira tan +seria, tan seria... con esos ojazos tristes--los de mi hermana, los de +mi madre, Dios las tenga en su santa gloria!--¡Esos ojazos de luto que +se le meten a uno en el corazón...! Muy serios, sí, pero riéndose con el +rabillo. Parecen decirme: «¡no diga usted más bobadas, tío!» ¡El demonio +de la chiquilla! ¡Todavía me acuerdo el día en que se empeñó en ir, con +su hermana, a oirme aquel sermoncete; el rato que pasé, Jesús Santo! +¡Todo se me volvía apartar mis ojos de ella por no cortarme; pero nada, +ella tirando de los míos! Lo mismo, lo mismito me pasaba con su santa +madre, mi hermana, y con mi santa madre, Dios las tenga en su gloria. +Jamás pude predicar a mis anchas delante de ellas, y por eso les tenía +dicho que no fuesen a oirme. Madre iba, pero iba a hurtadillas, sin +decírmelo, y se ponía detrás de la columna, donde yo no le viera, y +luego no me decía nada de mi sermón. Y lo mismo hacía mi hermana. Pero +yo sé lo que ésta pensaba, aunque tan cristiana, lo sé. «¡Bobadas de +hombres!» Y lo mismo piensa esta mocita, estoy de ello seguro. No, no, +¿delante de ella predicar? ¿Yo? ¿Darle consejos? Una vez se le escapó lo +de _¡bobadas de hombres!_ y no dirigiéndose a mí, no, pero yo le +entiendo...» + +El pobre señor sentía un profundísimo respeto, mezclado de admiración, +por su sobrina Gertrudis. Tenía el sentimiento de que la sabiduría iba +en su linaje por vía femenina, que su madre había sido la providencia +inteligente de la casa en que se crió, que su hermana lo había sido en +la suya, tan breve. Y en cuanto a su otra sobrina, a Rosa, le bastaba +para protección y guía con su hermana. «Pero qué hermosa la ha hecho +Dios, Dios sea alabado--se decía--; esta chica o hace un gran +matrimonio, con quien ella quiera, o no tienen los mozos de hoy ojos en +la cara.» + +Y un día fué Gertrudis la que, después que Rosa se levantó de la mesa +fingiendo sentirse algo indispuesta, al quedarse a solas con su tío, le +dijo: + +--Tengo que decirle a usted, tío, una cosa muy grave. + +--Muy grave..., muy grave...--y el pobre señor se azaró, creyendo +observar que los rabillos de los ojazos tan serios de su sobrina se +reían maliciosamente. + +--Sí, muy grave. + +--Bueno, pues desembucha, hija, que aquí estamos los dos para tomar un +consejo. + +--El caso es que Rosa tiene ya novio. + +--¿Y no es más que eso? + +--Pero novio formal, ¿eh?, tío. + +--Vamos, sí, para que yo los case. + +--¡Naturalmente! + +--Y a ti, ¿qué te parece de él? + +--Aun no ha preguntado usted quién es... + +--¿Y qué más da, si yo apenas conozco a nadie? A ti qué te parece de él, +contesta. + +--Pues tampoco yo le conozco. + +--¿Pero no sabes quién es, tú? + +--Sí, sé cómo se llama y de qué familia es y... + +--¡Basta! ¿Qué te parece? + +--Que es un buen partido para Rosa y que se querrán. + +--¿Pero es que no se quieren ya? + +--¿Pero cree usted, tío, que pueden empezar queriéndose? + +--Pues así dicen, chiquilla, y hasta que eso viene como un rayo... + +--Son decires, tío. + +--Así será; basta que tú lo digas. + +--Ramiro..., Ramiro Cuadrado... + +--¿Pero es el hijo de doña Venancia, la viuda? ¡Acabáramos! No hay más +que hablar. + +--A Ramiro, tío, se le ha metido Rosa por los ojos y cree estar +enamorado de ella... + +--Y lo estará, Tulilla, lo estará... + +--Eso digo yo, tío, que lo estará. Porque como es hombre de vergüenza y +de palabra, acabará por cobrar cariño a aquella con la que se ha +comprometido ya. No le creo hombre de volver atrás. + +--¿Y ella? + +--¿Quién? ¿Mi hermana? A ella le pasará lo mismo. + +--Sabes más que San Agustín, hija. + +--Esto no se aprende, tío. + +--¡Pues que se casen, los bendigo y sanseacabó! + +--¡O sanseempezó! Pero hay que casarlos y pronto. Antes que él se +vuelva... + +--Pero temes tú que él pueda volverse... + +--Yo siempre temo de los hombres, tío. + +--¿Y de las mujeres no? + +--Esos temores deben quedar para los hombres. Pero sin ánimo de ofender +al sexo... fuerte, ¿no se dice así?, le digo que la constancia, que la +fortaleza está más bien de parte nuestra... + +--Si todas fueran como tú, chiquilla, lo creería así, pero... + +--¿Pero qué? + +--¡Que tú eres excepcional, Tulilla! + +--Le he oído a usted más de una vez, tío, que las excepciones confirman +la regla... + +--Vamos, que me aturdes... Pues bien, los casaremos, no sea que se +vuelva él... o ella... + +Por los ojos de Gertrudis pasó como la sombra de una nube de borrasca, y +si se hubiera podido oir el silencio habríase oído que en las bóvedas de +los sótanos de su alma resonaba como un eco repetido y que va +perdiéndose a lo lejos aquello de «o ella...» + + + + +II + + +¿PERO qué le pasaba a Ramiro, en relaciones ya, y en relaciones +formales, con Rosa, y poco menos que entrando en la casa? ¿Qué +dilaciones y qué frialdades eran aquéllas? + +--Mira, Tula, yo no le entiendo; cada vez le entiendo menos. Parece que +está siempre distraído y como si estuviese pensando en otra cosa--o en +otra persona, ¡quién sabe!--o temiendo que alguien nos vaya a sorprender +de pronto. Y cuando le tiro algún avance y le hablo, así como quien no +quiere la cosa, del fin que deben tener nuestras relaciones, hace como +que no oye y como si estuviera atendiendo a otra... + +--Es porque le hablas como quien no quiere la cosa. Háblale como quien +la quiere. + +--¡Eso es, y que piense que tengo prisa por casarme! + +--¡Pues que lo piense! ¿No es acaso así? + +--¿Pero crees tú, Tula, que yo estoy rabiando por casarme? + +--¿Le quieres? + +--Eso nada tiene que ver... + +--¿Le quieres, di? + +--Pues mira... + +--¡Pues mira, no! ¿le quieres? ¡sí o no! + +Rosa bajó la frente con los ojos, arrebolóse toda y llorándole la voz +tartamudeó: + +--Tienes unas cosas, Tula; ¡pareces un confesor! + +Gertrudis tomó la mano de su hermana, con otra le hizo levantar la +frente, le clavó los ojos en los ojos y le dijo: + +--Vivimos solas, hermana... + +--¿Y el tío? + +--Vivimos solas, te he dicho. Las mujeres vivimos siempre solas. El +pobre tío es un santo, pero un santo de libro, y aunque cura, al fin y +al cabo hombre. + +--Pero confiesa... + +--Acaso por eso sabe menos. Además, se le olvida. Y así debe ser. +Vivimos solas, te he dicho. Y ahora lo que debes hacer es confesarte +aquí, pero confesarte a ti misma. ¿Le quieres? repito. + +La pobre Rosa se echó a llorar. + +--¿Le quieres?--sonó la voz implacable. + +Y Rosa llegó a fingirse que aquella pregunta, en una voz pastosa y +solemne y que parecía venir de las lontananzas de la vida común de la +pureza, era su propia voz, era acaso la de su madre común. + +--Sí, creo que le querré... mucho... mucho...--exclamó en voz baja y +sollozando. + +--¡Sí, le querrás mucho y él te querrá más aún! + +--¿Y cómo lo sabes? + +--Yo sé que te querrá. + +--Entonces, ¿por qué está distraído? ¿por qué rehuye el que abordemos lo +del casorio? + +--¡Yo le hablaré de eso, Rosa, déjalo de mi cuenta! + +--¿Tú? + +--¡Yo, sí! ¿Tiene algo de extraño? + +--Pero... + +--A mí no puede cohibirme el temor que a ti te cohibe. + +--Pero dirá que rabio por casarme. + +--¡No, no dirá eso! Dirá, si quiere, que es a mí a quien me conviene que +tú te cases para facilitar así el que se me pretenda o para quedarme a +mandar aquí sola; y las dos cosas son, como sabes, dos disparates. Dirá +lo que quiera, pero yo me las arreglaré. + +Rosa cayó en brazos de su hermana, que le dijo al oído: + +--¿Y luego, tienes que quererle mucho, eh? + +--¿Y por qué me dices tú eso, Tula? + +--Porque es tu deber. + +Y al otro día, al ir Ramiro a visitar a su novia, encontróse con la +otra, con la hermana. Demudósele el semblante y se le vió vacilar. La +seriedad de aquellos serenos ojazos de luto le concentró la sangre toda +en el corazón. + +--¿Y Rosa?--preguntó sin oirse. + +--Rosa ha salido y soy yo quien tengo ahora que hablarte. + +--¿Tú?--dijo con labios que le temblaban. + +-¡Sí, yo! + +--¡Grave te pones, chica!--y se esforzó en reirse. + +--Nací con esa gravedad encima, dicen. El tío asegura que la heredé de +mi madre, su hermana, y de mi abuela, su madre. No lo sé, ni me +importa. Lo que sí sé es que me gustan las cosas sencillas y derechas y +sin engaño. + +--¿Por qué lo dices, Tula? + +--¿Y por qué rehuyes hablar de vuestro casamiento a mi hermana? Vamos, +dímelo, ¿por qué? + +El pobre mozo inclinó la frente arrebolada de vergüenza. Sentíase herido +por un golpe inesperado. + +--Tú le pediste relaciones con buen fin, como dicen los inocentes. + +--¡Tula! + +--¡Nada de Tula! Tú te pusiste con ella en relaciones para hacerla tu +mujer y madre de tus hijos... + +--¡Pero qué de prisa vas...!--y volvió a esforzarse a reirse. + +--Es que hay que ir de prisa, porque la vida es corta. + +--¡La vida es corta! ¡y lo dice a los veintidós años! + +--Más corta aún. Pues bien, ¿piensas casarte con Rosa, sí o no? + +--¡Pues qué duda cabe!--y al decirlo le temblaba el cuerpo todo. + +--Pues si piensas casarte con ella, ¿por qué diferirlo así? + +--Somos aún jóvenes... + +--¡Mejor! + +--Tenemos que probarnos... + +--¿Qué, qué es eso? ¿qué es eso de probaros? ¿Crees que la conocerás +mejor dentro de un año? Peor, mucho peor... + +--Y si luego... + +--¡No pensaste en eso al pedir la entrada aquí! + +--Pero, Tula... + +--¡Nada de Tula! ¿La quieres, sí o no? + +--¿Puedes dudarlo, Tula? + +--¡Te he dicho que nada de Tula! ¿La quieres? + +--¡Claro que la quiero! + +--Pues la querrás más todavía. Será una buena mujer para ti. Haréis un +buen matrimonio. + +--Y con tu consejo... + +--Nada de consejo. ¡Yo haré una buena tía, y basta! + +Ramiro pareció luchar un breve rato consigo mismo y como si buscase +algo, y al cabo, con un gesto de desesperada resolución, exclamó: + +--¡Pues bien, Gertrudis, quiero decirte toda la verdad! + +--No tienes que decirme más verdad--le atajó severamente--; me has dicho +que quieres a Rosa y que estás resuelto a casarte con ella; todo lo +demás de la verdad es a ella a quien se la tienes que decir luego que os +caséis. + +--Pero hay cosas... + +--No, no hay cosas que no se deba decir a la mujer... + +--¡Pero, Tula! + +--Nada de Tula, te he dicho. Si la quieres, a casarte con ella, y si no +la quieres, estás de más en esta casa. + +Estas palabras le brotaron de los labios fríos y mientras se le paraba +el corazón. Siguió a ellas un silencio de hielo, y durante él la sangre, +antes represada y ahora suelta, le encendió la cara a la hermana. Y +entonces, en el silencio agorero, podía oírsele el galope trepidante del +corazón. + +Al siguiente día se fijaba el de la boda. + + + + +III + + +DON Primitivo autorizó y bendijo la boda de Ramiro con Rosa. Y nadie +estuvo en ella más alegre que lo estuvo Gertrudis. A tal punto, que su +alegría sorprendió a cuantos la conocían, sin que faltara quien creyese +que tenía muy poco de natural. + +Fuéronse a su casa los recién casados, y Rosa reclamaba a ella de +continuo la presencia de su hermana. Gertrudis le replicaba que a los +novios les convenía soledad. + +--Pero si es al contrario, hija, si nunca he sentido más tu falta; ahora +es cuando comprendo lo que te quería. + +Y poníase a abrazarla y besuquearla. + +--Sí, sí--le replicaba Gertrudis sonriendo gravemente--; vuestra +felicidad necesita de testigos; se os acrecienta la dicha sabiendo que +otros se dan cuenta de ella. + +Ibase, pues, de cuando en cuando a hacerles compañía; a comer con ellos +alguna vez. Su hermana le hacía las más ostentosas demostraciones de +cariño, y luego a su marido, que, por su parte, aparecía como +avergonzado ante su cuñada. + +--Mira--llegó a decirle una vez Gertrudis a su hermana ante aquellas +señales--, no te pongas así, tan babosa. No parece sino que has +inventado lo del matrimonio. + +Un día vió un perrito en la casa. + +--Y esto ¿qué es? + +--Un perro, chica, ¿no lo ves? + +--¿Y cómo ha venido? + +--Lo encontré ahí, en la calle, abandonado y medio muerto, me dió +lástima, le traje, le di de comer, le curé y aquí le tengo--y lo +acariciaba en su regazo y le daba besos en el hocico. + +--Pues mira, Rosa, me parece que debes regalar el perrito, porque el que +le mates me parece una crueldad. + +--¿Regalarle? Y ¿por qué? Mira, Tití--y al decirlo apechugaba contra su +seno al animalito--, me dicen que te eche. ¿Adónde irás tú, pobrecito? + +--Vamos, vamos, no seas chiquilla y no lo tomes así. ¿A que tu marido es +de mi opinión? + +--¡Claro, en cuanto se lo digas! Como tú eres la sabia... + +--Déjate de esas cosas y deja al perro. + +--Pero ¿qué? ¿Crees que tendrá Ramiro celos? + +--Nunca creí, Rosa, que el matrimonio pudiese entontecer así. + +Cuando llegó Ramiro y se enteró de la pequeña disputa por lo del perro, +no se atrevió a dar la razón ni a la una ni a la otra, declarando que la +cosa no tenía importancia. + +--No, nada la tiene y lo tiene todo, según--dijo Gertrudis--. Pero en +eso hay algo de chiquillada, y aún más. Serás capaz, Rosa, de haberte +traído aquella pepona que guardas desde que nos dieron dos, una a ti y a +mí otra, siendo niñas, y serás capaz de haberla puesto ocupando su +silla... + +--Exacto; allí está, en la sala, con su mejor traje, ocupando toda una +silla de respeto. ¿La quieres ver? + +--Así es--asintió Ramiro. + +--Bueno, ya la quitarás de allí... + +--Quia, hija, la guardaré... + +--Sí, para juguete de tus hijas... + +--¡Qué cosas se te ocurren, Tula...!--y se arreboló. + +--No, es a ti a quien se te ocurren cosas como la del perro. + +--Y tú--exclamó Rosa, tratando de desasirse de aquella inquisitoria que +le molestaba--¿no tienes también tu pepona? ¿La has dado, o deshecho +acaso? + +--No--respondióle resueltamente su hermana--, pero la tengo guardada. + +--¡Y tan guardada que no se la he podido descubrir nunca...! + +--Es que Gertrudis la guarda para sí sola--dijo Ramiro sin saber lo que +decía. + +--Dios sabe para qué la guardo. Es un talismán de mi niñez. + +El que iba poco, poquísimo, por casa del nuevo matrimonio era el bueno +de don Primitivo. «El onceno no estorbar»--decía. + +Corrían los días, todos iguales, en una y otra casa. Gertrudis se había +propuesto visitar lo menos posible a su hermana, pero ésta venía a +buscarla en cuanto pasaba un par de días sin que se viesen. «¿Pero qué, +estás mala, chica? ¿O te sigue estorbando el perro? Porque si es así, +mira, le echaré. ¿Por qué me dejas así, sola?» + +--¿Sola, Rosa? ¿Sola? ¿Y tu marido? + +--Pero él se tiene que ir a sus asuntos... + +--O los inventa... + +--¿Qué, es que crees que me deja aposta? ¿Es que sabes algo? ¡Dilo, +Tula, por lo que más quieras, por nuestra madre dímelo! + +--No, es que os aburrís de vuestra felicidad y de vuestra soledad. Ya le +echarás el perro o si no te darán antojos, y será peor. + +--No digas esas cosas. + +--Te darán antojos--replicó con más firmeza. + +Y cuando al fin fué un día a decirle que había regalado el perrito, +Gertrudis, sonriendo gravemente y acariciándola como a una niña, le +preguntó al oído: «¿Por miedo a los antojos, eh?» Y al oir en respuesta +un susurrado «¡sí!» abrazó a su hermana con una efusión de que ésta no +la creía capaz. + +--Ahora va de veras, Rosa; ahora no os aburriréis de la felicidad ni de +la soledad y tendrá varios asuntos tu marido. Esto era lo que os +faltaba... + +--Y acaso lo que te faltaba... ¿no es así, hermanita? + +--¿Y a ti quién te ha dicho eso? + +--Mira, aunque soy tan tonta, como he vivido siempre contigo... + +--¡Bueno, déjate de bromas! + +Y desde entonces empezó Gertrudis a frecuentar más la casa de su +hermana. + + + + +IV + + +EN el parto de Rosa, que fué durísimo, nadie estuvo más serena y +valerosa que Gertrudis. Creeríase que era una veterana en asistir a +trances tales. Llegó a haber peligro de muerte para la madre o la cría +que hubiera de salir, y el médico llegó a hablar de sacársela viva o +muerta. + +--¿Muerta?--exclamó Gertrudis--; ¡eso sí que no! + +--¿Pero no ve usted--exclamó el médico--que aunque se muera el crío +queda la madre para hacer otros, mientras que si se muere ella no es lo +mismo? + +Pasó rápidamente por el magín de Gertrudis replicarle que quedaban otras +madres, pero se contuvo e insistió: + +--Muerta, ¡no!, ¡nunca! Y hay, además, que salvar un alma. + +La pobre parturienta ni se enteraba de cosa alguna. Hasta que, rendida +al combate, dió a luz un niño. + +Recojiólo Gertrudis con avidez, y como si nunca hubiera hecho otra cosa +lo lavó y envolvió en sus pañales. + +--Es usted comadrona de nacimiento--le dijo el médico. + +Tomó la criaturita y se la llevó a su padre, que en un rincón, aterrado +y como contrito de una falta, aguardaba la noticia de la muerte de su +mujer. + +--¡Aquí tienes tu primer hijo, Ramiro; mírale qué hermoso! + +Pero al levantar la vista el padre, libre del peso de su angustia, no +vió sino los ojazos de su cuñada, que irradiaban una luz nueva, más +negra pero más brillante que la de antes. Y al ir a besar a aquel rollo +de carne que le presentaban como su hijo rozó su mejilla, encendida, con +la de Gertrudis. + +--Ahora--le dijo tranquilamente ésta--ve a dar las gracias a tu mujer, a +pedirle perdón y a animarla. + +--¿A pedirle perdón? + +--Sí, a pedirle perdón. + +--¿Y por qué? + +--Yo me entiendo y ella te entenderá. Y en cuanto a éste--y al decirlo +apretábalo contra su seno palpitante--corre ya de mi cuenta, y o poco he +de poder o haré de él un hombre. + +La casa le daba vueltas en derredor a Ramiro. Y del fondo de su alma +salíale una voz diciendo: «¿Cuál es la madre?» + +Poco después ponía Gertrudis cuidadosamente el niño al lado de la madre, +que parecía dormir extenuada y con la cara blanca como la nieve. Pero +Rosa entreabrió los ojos y se encontró con los de su hermana. Al ver a +ésta una corriente de ánimo recorrió el cuerpo todo victorioso de la +nueva madre. + +--¡Tula!--gimió. + +--Aquí estoy, Rosa, aquí estaré. Ahora descansa. Cuando sea le das de +mamar a este crío para que se calle. De todo lo demás no te preocupes. + +--Creí morirme, Tula. Aun ahora me parece que sueño muerta. Y me daba +tanta pena de Ramiro... + +--Cállate. El médico ha dicho que no hables mucho. El pobre Ramiro +estaba más muerto que tú. ¡Ahora, ánimo, y a otra! + +La enferma sonrió tristemente. + +--Este se llamará Ramiro, como su padre--decretó luego Gertrudis en +pequeño consejo de familia--y la otra, porque la siguiente será niña, +Gertrudis como yo. + +--¿Pero ya estás pensando en otra--exclamó don Primitivo--y tu pobre +hermana de por poco se queda en el trance? + +--¿Y qué hacer?--replicó ella--; ¿para qué se han casado si no? ¿No es +así, Ramiro?--y le clavó los ojos. + +--Ahora lo que importa es que se reponga--dijo el marido sobrecojiéndose +bajo aquella mirada. + +--¡Bah!, de estas dolencias se repone una mujer pronto. + +--Bien dice el médico, sobrina, que parece como si hubieras nacido +comadrona. + +--Toda mujer nace madre, tío. + +Y lo dijo con tan íntima solemnidad casera, que Ramiro se sintió presa +de un indefinible desasosiego y de un extraño remordimiento. «¿Querré yo +a mi mujer como se merece?»--se decía. + +--Y ahora, Ramiro--le dijo su cuñada--ya puedes decir que tienes mujer. + +Y a partir de entonces no faltó Gertrudis un solo día de casa de su +hermana. Ella era quien desnudaba y vestía y cuidaba al niño hasta que +su madre pudiera hacerlo. + +La cual se repuso muy pronto y su hermosura se redondeó más. A la vez +extremó sus ternuras para con su marido y aun llegó a culparle de que se +le mostraba esquivo. + +--Temí por tu vida--le dijo su marido--y estaba aterrado. Aterrado y +desesperado y lleno de remordimiento. + +--Remordimiento, ¿por qué? + +--¡Si llegas a morirte me pego un tiro! + +--¡Quia! ¿a qué? «Cosas de hombres», que diría Tula. Pero eso ya pasó y +ya sé lo que es. + +--¿Y no has quedado escarmentada, Rosa? + +--¿Escarmentada?--y cojiendo a su marido, echándole los brazos al +cuello, apechugándole fuertemente a sí, le dijo al oído con un aliento +que se lo quemaba:--¡A otra, Ramiro, a otra! ¡Ahora sí que te quiero! ¡Y +aunque me mates! + +Gertrudis en tanto arrollaba al niño, celosa de que no se +percatase--¡inocente!--de los ardores de sus padres. + +Era como una preocupación en la tía la de ir sustrayendo al niño, ya +desde su más tierna edad de inconciencia, de conocer, ni en las más +leves y remotas señales, el amor de que había brotado. Colgóle al cuello +desde luego una medalla de la Santísima Virgen, de la Virgen Madre, con +su Niño en brazos. + +Con frecuencia, cuando veía que su hermana, la madre, se impacientaba en +acallar al niño o al envolverlo en sus pañales, le decía: + +--Dámelo, Rosa, dámelo, y vete a entretener a tu marido... + +--Pero, Tula... + +--Sí, tú tienes que atender a los dos y yo sólo a éste. + +--Tienes, Tula, una manera de decir las cosas... + +--No seas niña, ea, que eres ya toda una señora mamá. Y da gracias a +Dios que podamos así repartirnos el trabajo. + +--Tula... Tula... + +--Ramiro... Ramiro... Rosa. + +La madre se amoscaba, pero iba a su marido. + +Y así pasaba el tiempo y llegó otra cría, una niña. + + + + +V + + +A poco de nacer la niña encontraron un día muerto al bueno de don +Primitivo. Gertrudis le amortajó después de haberle lavado--quería que +fuese limpio a la tumba--con el mismo esmero con que había envuelto en +pañales a sus sobrinos recién nacidos. Y a solas en el cuarto con el +cuerpo del buen anciano, le lloró como no se creyera capaz de hacerlo. +«Nunca habría creído que le quisiese tanto--se dijo--; era un bendito; +de poco llega a hacerme creer que soy un pozo de prudencia; ¡era tan +sencillo!» + +--Fué nuestro padre--le dijo a su hermana--y jamás le oímos una palabra +más alta que otra. + +--¡Claro!--exclamó Rosa--; como que siempre nos dejó hacer nuestra +santísima voluntad. + +--Porque sabía, Rosa, que su sola presencia santificaba nuestra +voluntad. Fué nuestro padre; él nos educó. Y para educarnos le bastó la +trasparencia de su vida, tan sencilla, tan clara... + +--Es verdad, sí--dijo Rosa con los ojos henchidos de lágrimas--, como +sencillo no he conocido otro. + +--Nos habría sido imposible, hermana, habernos criado en un hogar más +limpio que éste. + +--¿Qué quieres decir con eso, Tula? + +--El nos llenó la vida casi silenciosamente casi sin decirnos palabra, +con el culto de la Santísima Virgen Madre y con el culto también de +nuestra madre, su hermana, y de nuestra abuela, su madre. ¿Te acuerdas +cuando por las noches nos hacía rezar el rosario, cómo le cambiaba la +voz al llegar a aquel padrenuestro y avemaría por el eterno descanso del +alma de nuestra madre, y luego aquellos otros por el de su madre, +nuestra abuela, a las que no conocimos? En aquel rosario nos daba madre +y en aquel rosario te enseñó a serlo. + +--¡Y a ti, Tula, a ti!--exclamó entre sollozos Rosa. + +--¿A mí? + +--¡A ti, sí, a ti! ¿Quién, si no, es la verdadera madre de mis hijos? + +--Deja ahora eso. Y ahí le tienes, un santo silencioso. Me han dicho que +las pobres beatas lloraban algunas veces al oirle predicar sin percibir +ni una sola de sus palabras. Y lo comprendo. Su voz sola era un consejo +de serenidad amorosa. ¡Y ahora, Rosa, el rosario! + +Arrodilláronse las dos hermanas al pie del lecho mortuorio de su tío y +rezaron el mismo rosario que con él habían rezado durante tantos años, +con dos padrenuestros y avemarías por el eterno descanso de las almas de +su madre y de la del que yacía allí muerto, a que añadieron otro +padrenuestro y otra avemaría por el alma del recién bienaventurado. Y +las lenguas de manso y dulce fuego de los dos cirios que ardían a un +lado y otro del cadáver, haciendo brillar su frente, tan blanca como la +cera de ellos, parecían, vibrando al compás del rezo, acompañar en sus +oraciones a las dos hermanas. Una paz entrañable irradiaba de aquella +muerte. Levantáronse del suelo las dos hermanas, la pareja; besaron, +primero Gertrudis y Rosa después, la frente cérea del anciano y +abrazáronse luego con los ojos ya enjutos. + +--Y ahora--le dijo Gertrudis a su hermana al oído--a querer mucho a tu +marido, a hacerle dichoso y... ¡a darnos muchos hijos! + +--Y ahora--le respondió Rosa--te vendrás a vivir con nosotros, por +supuesto. + +--¡No, eso no!--exclamó súbitamente la otra. + +--¿Cómo que no? Y lo dices de un modo... + +--Sí, sí, hermana; perdóname la viveza, perdónamela, ¿me la perdonas?--e +hizo mención, ante el cadáver, de volver a arrodillarse. + +--Vaya, no te pongas así, Tula, que no es para tanto. Tienes unos +prontos... + +--Es verdad, pero me los perdonas, ¿no es verdad, Rosa?, me los +perdonas. + +--Eso ni se pregunta. Pero te vendrás con nosotros... + +--No insistas, Rosa, no insistas... + +--¿Qué? ¿No te vendrás? Dejarás a tus sobrinos, más bien tus hijos +casi... + +--Pero si no los he dejado un día... + +--¿Te vendrás? + +--Lo pensaré, Rosa, lo pensaré... + +--Bueno, pues no insisto. + +Pero a los pocos días insistió, y Gertrudis se defendía. + +--No, no; no quiero estorbaros... + +--¿Estorbarnos? ¿qué dices, Tula? + +--Los casados casa quieren. + +--¿Y no puede ser la tuya también? + +--No, no; aunque tú no lo creas, yo os quitaría libertad. ¿No es así, +Ramiro? + +--No... no veo...--balbuceó el marido confuso, como casi siempre le +ocurría, ante la inesperada interpelación de su cuñada. + +--Sí, Rosa; tu marido, aunque no lo dice, comprende que un matrimonio, y +más un matrimonio joven como vosotros y en plena producción, necesita +estar solo. Yo, la tía, vendré a mis horas a ir enseñando a vuestros +hijos todo aquello en que no podáis ocuparos. + +Y allá seguía yendo, a las veces desde muy temprano, encontrándose con +el niño ya levantado, pero no así sus padres. «Cuando digo que hago yo +aquí falta»--se decía. + + + + +VI + + +VENÍA ya el tercer hijo al matrimonio. Rosa empezaba a quejarse de su +fecundidad. «Vamos a cargarnos de hijos»--decía. A lo que su hermana: +«¿Pues para qué os habéis casado?» + +El embarazo fué molestísimo para la madre y tenía que descuidar más que +antes a sus otros hijos, que así quedaban al cuidado de su tía, +encantada de que se los dejasen. Y hasta consiguió llevárselos más de un +día a su casa, a su solitario hogar de soltera, donde vivía con la vieja +criada que fué de don Primitivo, y donde los retenía. Y los pequeñuelos +se apegaban con ciego cariño a aquella mujer severa y grave. + +Ramiro, malhumorado antes en los últimos meses de los embarazos de su +mujer, malhumor que desasosegaba a Gertrudis, ahora lo estaba más. + +--¡Qué pesado y molesto es esto!--decía. + +--¿Para ti?--le preguntaba su cuñada sin levantar los ojos del sobrino o +sobrina que de seguro tenía en el regazo. + +--Para mí, sí. Vivo en perpetuo sobresalto, temiéndolo todo. + +--¡Bah! no será al fin nada. La Naturaleza es sabia. + +--Pero tantas veces va el cántaro a la fuente... + +--¡Ay, hijo, todo tiene sus riesgos y todo estado sus contrariedades! + +Ramiro se sobrecojía al oirse llamar hijo por su cuñada, que rehuía +darle su nombre, mientras él en cambio se complacía en llamarla por el +familiar Tula. + +--¡Qué bien has hecho en no casarte, Tula! + +--¿De veras?--y levantando los ojos se los clavó en los suyos. + +--De veras, sí. Todo son trabajos y aun peligros... + +--¿Y sabes tú acaso si no me he de casar todavía? + +--Claro. ¡Lo que es por la edad! + +--¿Pues por qué ha de quedar? + +--Como no te veo con afición a ello... + +--¿Afición a casarse? ¿Qué es eso? + +--Bueno; es que... + +--Es que no me ves buscar novio, ¿no es eso? + +--No, no es eso. + +--Sí, eso es. + +--Si tú los aceptaras, de seguro que no te habrán faltado... + +--Pero yo no puedo buscarlos. No soy hombre, y la mujer tiene que +esperar y ser elegida. Y yo, la verdad, me gusta elegir, pero no ser +elegida. + +--¿Qué es eso de que estáis hablando?--dijo Rosa acercándose y dejándose +caer abatida en un sillón. + +--Nada, discreteos de tu marido sobre las ventajas e inconvenientes del +matrimonio. + +--¡No hables de eso, Ramiro! Vosotros los hombres apenas sabéis de eso. +Somos nosotras las que nos casamos, no vosotros. + +--¡Pero, mujer! + +--Anda, ven, sosténme, que apenas puedo tenerme en pie. Voy a echarme. +Adiós, Tula. Ahí te los dejo. + +Acercóse a ella su marido; le tomó del brazo con sus dos manos y se +incorporó y levantó trabajosamente; luego, tendiéndole un brazo por el +hombro, doblando su cabeza hasta casi darle en éste con ella y +cojiéndole con la otra mano, con la diestra, de su diestra, se fué +lentamente, así apoyada en él y gimoteando. Gertrudis, teniendo a cada +uno de sus sobrinos en sus rodillas, se quedó mirando la marcha +trabajosa de su hermana, colgada de su marido como una enredadera de su +rodrigón. Llenáronsele los grandes ojazos, aquellos ojos de luto, +serenamente graves, gravemente serenos, de lágrimas, y apretando a su +seno a los dos pequeños, apretó sus mejillas a cada una de las de ellos. +Y el pequeñito, Ramirín, al ver llorar a su tía, a tita Tula, se echó a +llorar también. + +--Vamos, no llores; vamos a jugar. + +De este tercer parto quedó quebrantadísima Rosa. + +--Tengo malos presentimientos, Tula. + +--No hagas caso de agüeros. + +--No es agüero; es que siento que se me va la vida; he quedado sin +sangre. + +--Ella volverá. + +--Por de pronto ya no puedo criar este niño. Y eso de las amas, Tula, +¡eso me aterra! + +Y así era, en verdad. En pocos días cambiaron tres. El padre estaba +furioso y hablaba de tratarlas a latigazos. Y la madre decaía. + +--¡Esto se va!--pronunció un día el médico. + +Ramiro vagaba por la casa como atontado, presa de extraños +remordimientos y de furias súbitas. Una tarde llegó a decir a su cuñada: + +--Pero es que esta Rosa no hace nada por vivir; se le ha metido en la +cabeza que tiene que morirse y ¡es claro! así se morirá. ¿Por qué no le +animas y le convences a que viva? + +--Eso tú, hijo, tú, su marido. Si tú no le infundes apetito de vivir, +¿quién va a infundírselo? Porque sí, no es lo peor lo débil y exangüe +que está; lo peor es que no piensa sino en morirse. Ya ves, hasta los +chicos la cansan pronto. Y apenas si pregunta por las cosas del ama. + +Y era que la pobre Rosa vivía como en sueños, en un constante mareo, +viéndolo todo como a través de una niebla. + +Una tarde llamó a solas a su hermana y en frases entrecortadas, con un +hilito de voz febril, le dijo cojiéndole la mano: + +--Mira, Tula, yo me muero y me muero sin remedio. Ahí te dejo mis hijos, +los pedazos de mi corazón, y ahí te dejo a Ramiro, que es como otro +hijo. Créeme que es otro niño, un niño grande y antojadizo, pero bueno, +más bueno que el pan. No me ha dado ni un solo disgusto. Ahí te los +dejo, Tula. + +--Descuida, Rosa; conozco mis deberes. + +--Deberes... deberes... + +--Sí, sé mis amores. A tus hijos no les faltará madre mientras yo viva. + +--Gracias, Tula, gracias. Eso quería de ti. + +--Pues no lo dudes. + +--¡Es decir que mis hijos, los míos, los pedazos de mi corazón no +tendrán madrastra! + +--¿Qué quieres decir con eso, Rosa? + +--Que como Ramiro volverá a pensar en casarse... es lo natural... tan +joven... y yo sé que no podrá vivir sin mujer, lo sé... pues que... + +--¿Qué quieres decir? + +--Que serás tú su mujer, Tula. + +--Yo no te he dicho eso, Rosa, y ahora, en este momento, no puedo, ni +por piedad, mentir. Yo no te he dicho que me casaré con tu marido si tú +le faltas; yo te he dicho que a tus hijos no les faltará madre... + +--No, tú me has dicho que no tendrán madrastra. + +--¡Pues bien, sí, no tendrán madrastra! + +--Y eso no puede ser sino casándote tú con mi Ramiro, y mira, no tengo +celos, no. ¡Si ha de ser de otra, que sea tuyo! Que sea tuyo. Acaso... + +--¿Y por qué ha de volver a casarse? + +--¡Ay, Tula, tú no conoces a los hombres! Tú no conoces a mi marido... + +--No, no le conozco. + +--¡Pues yo sí! + +--Quién sabe... + +La pobre enferma se desvaneció. + +Poco después llamaba a su marido. Y al salir éste del cuarto iba +desencajado y pálido como un cadáver. + +La Muerte afilaba su guadaña en la piedra angular del hogar de Rosa y +Ramiro, y mientras la vida de la joven madre se iba en rosario de gotas, +destilando, había que andar a la busca de una nueva ama de cría para el +pequeñito, que iba rindiéndose también de hambre. Y Gertrudis, dejando +que su hermana se adormeciese en la cuna de una agonía lenta, no hacía +sino agitarse en busca de un seno próvido para su sobrinito. Procuraba +irle engañando el hambre, sosteniéndole a biberón. + +--¿Y esa ama? + +--¡Hasta mañana no podrá venir, señorita! + +--Mira, Tula--empezó Ramiro. + +--¡Déjame! ¡Déjame! ¡Vete al lado de tu mujer, que se muere de un +momento a otro; vete, que allí es tu puesto, y déjame con el niño! + +--Pero, Tula... + +--Déjame, te he dicho. Vete a verla morir; a que entre en la otra vida +en tus brazos; ¡vete! ¡Déjame! + +Ramiro se fué. Gertrudis tomó a su sobrinito, que no hacía sino gemir; +encerróse con él en un cuarto y sacando uno de sus pechos secos, uno de +sus pechos de doncella que arrebolado todo él le retemblaba como con +fiebre, le retemblaba por los latidos del corazón--era el derecho--, +puso el botón de ese pecho en la flor sonrosada pálida de la boca del +pequeñuelo. Y éste gemía más estrujando entre sus pálidos labios el +conmovido pezón seco. + +--Un milagro, Virgen Santísima--gemía Gertrudis con los ojos velados por +las lágrimas--; un milagro, y nadie lo sabrá, nadie. + +Y apretaba como una loca al niño a su seno. + +Oyó pasos y luego que intentaban abrir la puerta. Metióse el pecho, lo +cubrió, se enjugó los ojos y salió a abrir. Era Ramiro, que le dijo: + +--¡Ya acabó! + +--Dios la tenga en su gloria. Y ahora, Ramiro, a cuidar de éstos. + +--¿A cuidar? Tú... tú... porque sin ti... + +--Bueno, ahora a criarlos te digo. + + + + +VII + + +AHORA, ahora que se había quedado viudo era cuando Ramiro sentía todo lo +que sin él siquiera sospecharlo había querido a Rosa, su mujer. Uno de +sus consuelos, el mayor, era recojerse en aquella alcoba en que tanto +habían vivido amándose y repasar su vida de matrimonio. + +Primero el noviazgo, aquel noviazgo, aunque no muy prolongado, de lento +reposo, en que Rosa parecía como que le hurtaba el fondo del alma +siempre, y como si por acaso no la tuviese o haciéndole pensar que no la +conocería hasta que fuese suya del todo y por entero; aquel noviazgo de +recato y de reserva, bajo la mirada de Gertrudis, que era todo alma. +Repasaba en su mente Ramiro, lo recordaba bien, cómo la presencia de +Gertrudis, la tía Tula de sus hijos, le contenía y desasosegaba, cómo +ante ella no se atrevía a soltar ninguna de esas obligadas bromas entre +novios, sino a medir sus palabras. + +Vino luego la boda y la embriaguez de los primeros meses, de las lunas +de miel; Rosa iba abriéndole el espíritu, pero era éste tan sencillo, +tan trasparente, que cayó en la cuenta Ramiro de que no le había velado +ni recatado nada. Porque su mujer vivía con el corazón en la mano y +extendida ésta en gesto de oferta y con las entrañas espirituales al +aire del mundo, entregada por entero al cuidado del momento, como viven +las rosas del campo y las alondras del cielo. Y era a la vez el espíritu +de Rosa como un reflejo del de su hermana, como el agua corriente al sol +de que aquél era el manantial cerrado. + +Llegó, por fin, una mañana en que se le desprendieron a Ramiro las +escamas de la vista, y purificada ésta vió claro con el corazón. Rosa no +era una hermosura cual él se la había creído y antojado, sino una figura +vulgar, pero con todo el más dulce encanto de la vulgaridad recojida y +mansa; era como el pan de cada día, como el pan casero y cotidiano y no +un raro manjar de turbadores jugos. Su mirada que sembraba paz, su +sonrisa, su aire de vida, eran encarnación de un ánimo sedante, +sosegado y doméstico. Tenía su pobre mujer algo de planta en la +silenciosa mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar luz con +los ojos y derramarla luego convertida en paz; tenía algo de planta en +aquella fuerza velada y a la vez poderosa con que de continuo, momento +tras momento, chupaba jugos de las entrañas de la vida común ordinaria y +en la dulce naturalidad con que abría sus perfumadas corolas. + +¡Qué de recuerdos! Aquellos juegos cuando la pobre se le escapaba y la +perseguía él por la casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como +botín besos largos y apretados, boca a boca; aquel cojerle la cara con +ambas manos y estarse en silencio mirándole al alma por los ojos y, +sobre todo, cuando apoyaba el oído sobre el pecho de ella ciñéndole con +los brazos el talle, y escuchándole la marcha tranquila del corazón le +decía: «¡Calla, déjale que hable!» + +Y las visitas de Gertrudis, que con su cara grave y sus grandes ojazos +de luto a que se asomaba un espíritu embozado, parecía decirles: «Sois +unos chiquillos que cuando no os veo estáis jugando a marido y mujer; no +es esa la manera de prepararse a criar hijos, pues el matrimonio se +instituyó para casar, dar gracia a los casados y que críen hijos para el +cielo.» + +¡Los hijos! Ellos fueron sus primeras grandes meditaciones. Porque pasó +un mes y otro y algunos más, y al no notar señal ni indicio de que +hubiese fructificado aquel amor, «¿tendría razón--decíase +entonces--Gertrudis? ¿Sería verdad que no estaban sino jugando a marido +y mujer y sin querer, con la fuerza toda de la fe en el deber, el fruto +de la bendición del amor justo?» Pero lo que más le molestaba entonces, +recordábalo bien ahora, era lo que pensarían los demás, pues acaso +hubiese quien le creyera a él, por eso de no haber podido hacer hijos, +menos hombre que otros. ¿Por qué no había de hacer él, y mejor, lo que +cualquier mentecato, enclenque y apocado hace? Heríale en su amor +propio; habría querido que su mujer hubiese dado a luz a los nueve meses +justos y cabales de haberse ellos casado. Además, eso de tener hijos o +no tenerlos debía de depender--decíase entonces--de la mayor o menor +fuerza de cariño que los casados se tengan, aunque los hay +enamoradísimos uno de otro y que no dan fruto, y otros, ayuntados por +conveniencias de fortuna y ventura, que se carguen de críos. Pero--y +esto sí que lo recordaba bien ahora--pero para explicárselo había +fraguado su teoría, y era que hay un amor aparente y conciente, de +cabeza, que puede mostrarse muy grande y ser, sin embargo, infecundo, y +otro sustancial y oculto, recatado aun al propio conocimiento de los +mismos que lo alimentan, un amor del alma y el cuerpo enteros y justos, +amor fecundo siempre. ¿No querría él lo bastante a Rosa o no le querría +lo bastante Rosa a él? Y recordaba ahora cómo había tratado de descifrar +el misterio mientras la envolvía en besos, a solas, en el silencio y +oscuro de la noche y susurrándola una y otra vez al oído en letanía un +rosario de: «¿me quieres, me quieres, Rosa?», mientras a ella se la +escapaban síes desfallecidos. Aquello fué una locura, una necia locura, +de la que se avergonzaba apenas veía entrar a Gertrudis derramando +serena seriedad en torno, y de aquello le curó la sazón del amor cuando +le fué anunciado el hijo. Fué un trasporte loco... ¡había vencido! Y +entonces fué cuando vino, con su primer fruto, el verdadero amor. + +El amor, sí. ¿Amor? ¿Amor dicen? ¿Qué saben de él todos esos escritores +amatorios, que no amorosos, que de él hablan y quieren excitarlo en +quien los lee? ¿Qué saben de él los galeotos de las letras? ¿Amor? No +amor, sino mejor cariño. Eso de amor--decíase Ramiro ahora--sabe a +libro; sólo en el teatro y en las novelas se oye el _yo te amo_; en la +vida de carne y sangre y hueso el entrañable _¡te quiero!_ y el más +entrañable aún callárselo. ¿Amor? No, ni cariño siquiera, sino algo sin +nombre y que no se dice por confundirse ello con la vida misma. Los más +de los cantores amatorios saben de amor lo que de oración los +masculla-jaculatorias, traga-novenas y engulle-rosarios. No, la oración +no es tanto algo que haya de cumplirse a tales o cuales horas, en sitio +apartado y recojido y en postura compuesta, cuanto es un modo de hacerlo +todo votivamente con toda el alma y viviendo en Dios. Oración ha de ser +el comer y el beber y el pasearse y el jugar y el leer y el escribir y +el conversar y hasta el dormir, y rezo todo, y nuestra vida un continuo +y mudo «¡hágase tu voluntad!» y un incesante «¡venga a nos el tu reino!» +no ya pronunciados, mas ni aun pensados siquiera, sino vividos. Así oyó +de la oración una vez Ramiro a un santo varón religioso que pasaba por +maestro de ella, y así lo aplicó él al amor luego. Pues el que profesara +a su mujer y a ella le apegaba veía bien ahora en que ella se le fué, +que se le llegó a fundir con el rutinero andar de la vida diaria, que lo +había respirado en las mil naderías y frioleras del vivir doméstico, que +le fué como el aire que se respira y al que no se le siente sino en +momentos de angustioso ahogo, cuando nos falta. Y ahora ahogábase +Ramiro, y la congoja de su viudez reciente le revelaba todo el poderío +del amor pasado y vivido. + +Al principio de su matrimonio fué, sí, el imperio del deseo; no podía +juntar carne con carne sin que la suya se le encendiese y alborotase y +empezara a martillarle el corazón, pero era porque la otra no era aún de +veras y por entero suya también; pero luego, cuando ponía su mano sobre +la carne desnuda de ella, era como si en la propia la hubiese puesto, +tan tranquilo se quedaba; mas también si se la hubiesen cortado habríale +dolido como si se la cortaran a él. ¿No sintió acaso en sus entrañas los +dolores de los partos de su Rosa? + +Cuando la vió gozar, sufriendo al darle su primer hijo, es cuando +comprendió cómo es el amor más fuerte que la vida y que la muerte, y +domina la discordia de éstas; cómo el amor hace morirse a la vida y +vivir la muerte; cómo él vivía ahora la muerte de su Rosa y se moría en +su propia vida. Luego, al ver al niño dormido y sereno, con los labios +en flor entreabiertos vió al amor hecho carne que vive. Y allí, sobre la +cuna, contemplando a su fruto, traía a sí a la madre, y mientras el niño +sonreía en sueños palpitando sus labios, besaba él a Rosa en la corola +de sus labios frescos y en la fuente de paz de sus ojos. Y le decía +mostrándole dos dedos de la mano: «¡Otra vez, dos, dos...!» Y ella: +«¡No, no, ya no más, uno y no más!» Y se reía. Y él: «¡Dos, dos, me ha +entrado el capricho de que tengamos dos melguizos, una parejita, niño y +niña!» Y cuando ella volvió a quedarse encinta, a cada paso y tropezón, +él: «¡Qué cargado viene eso! ¡Qué granazón! ¡Me voy a salir con la mía; +por lo menos, dos!» «¡Uno, el último, y basta!», replicaba ella riendo. +Y vino el segundo, la niña, Tulita, y luego que salió con vida, cuando +descansaba la madre, la besó larga y apretadamente en la boca, como en +premio, diciéndose: «¡bien has trabajado, pobrecilla!»; mientras Rosa, +vencedora de la muerte y de la vida, sonreía con los domésticos ojos +apacibles. + +¡Y murió!; aunque pareciese mentira, se murió. Vino la tarde terrible +del combate último. Allí estuvo Gertrudis, mientras el cuidado de la +pobrecita niña que desfallecía de hambre se lo permitió, sirviendo +medicinas inútiles, componiendo la cama, animando a la enferma, +encorazonando a todos. Tendida en el lecho que había sido campo de donde +brotaron tres vidas, llegó a faltarle el habla y las fuerzas, y cojida +de la mano a la mano de su hombre, del padre de sus hijos, mirábale como +el navegante, al ir a perderse en el mar sin orillas, mira al lejano +promontorio, lengua de la tierra nativa, que se va desvaneciendo en la +lontananza y junto al cielo; en los trances del ahogo miraban sus ojos, +desde el borde la eternidad, a los ojos de su Ramiro. Y parecía aquella +mirada una pregunta desesperada y suprema, como si a punto de partirse +para nunca más volver a tierra, preguntase por el oculto sentido de la +vida. Aquellas miradas de congoja reposada, de acongojado reposo, +decían: «Tú, tú que eres mi vida, tú que conmigo has traído al mundo +nuevos mortales, tú que me has sacado tres vidas, tú, mi hombre, dime, +¿esto qué es?» Fué una tarde abismática. En momentos de tregua, teniendo +Rosa entre sus manos, húmedas y febriles, las manos temblorosas de +Ramiro, clavados en los ojos de éste sus ojos henchidos de cansancio de +vida, sonreía tristemente, volviéndolos luego al niño, que dormía allí +cerca, en su cunita, y decía con los ojos, y alguna vez con un hilito de +voz: «¡No despertarle, no!, ¡que duerma, pobrecillo!, ¡que duerma... que +duerma hasta hartarse, que duerma!» Llególe por último el supremo +trance, el del tránsito, y fué como si en el brocal de las eternas +tinieblas, suspendida sobre el abismo, se aferrara a él, a su hombre, +que vacilaba sintiéndose arrastrado. Quería abrirse con las uñas la +garganta la pobre, mirábale despavorida, pidiéndole con los ojos aire; +luego, con ellos le sondó el fondo del alma, y soltando su mano cayó en +la cama donde había concebido y parido sus tres hijos. Descansaron los +dos; Ramiro, aturdido, con el corazón acorchado, sumergido como en un +sueño sin fondo y sin despertar, muerta el alma, mientras dormía el +niño. Gertrudis fué quien, viniendo con la pequeñita al pecho, cerró +luego los ojos a su hermana, la compuso un poco y fuese después a cubrir +y arropar mejor al niño dormido y a trasladarle en un beso la tibieza +que con otro recojió de la vida que aún tendía sus últimos jirones sobre +la frente de la rendida madre. + +Pero, ¿murió acaso Rosa? ¿Se murió de veras? ¿Podía haberse muerto +viviendo él, Ramiro? No; en sus noches, ahora solitarias, mientras se +dormía solo en aquella cama de la muerte y de la vida y del amor, sentía +a su lado el ritmo de su respiración, su calor tibio, aunque con una +congojosa sensación de vacío. Y tendía la mano, recorriendo con ella la +otra mitad de la cama, apretándola algunas veces. Y era lo peor que, +cuando recojiéndose se ponía a meditar en ella, no se le ocurrieran sino +cosas de libro, cosas de amor de libro y no de cariño de vida, y le +escocía que aquel robusto sentimiento, vida de su vida y aire de su +espíritu, no se le cuajara más que en abstractas lucubraciones. El dolor +se le espiritualizaba, vale decir que se le intelectualizaba, y sólo +cobraba carne, aunque fuera vaporosa, cuando entraba Gertrudis. Y de +todo esto sacábale una de aquellas vocecitas frescas que piaba: «¡Papá!» +Ya estaba, pues, allí, ella, la muerta inmortal. Y luego, la misma +vocecita: «¡Mamá!» Y la de Gertrudis, gravemente dulce, respondía: +«¡Hijo!» + +No, Rosa, su Rosa, no se había muerto, no era posible que se le hubiese +muerto; la mujer estaba allí, tan viva como antes, y derramando vida en +torno; la mujer no podía morir. + + + + +VIII + + +GERTRUDIS, que se había instalado en casa de su hermana desde que ésta +dió por última vez a luz y durante su enfermedad última, le dijo un día +a su cuñado: + +--Mira, voy a levantar mi casa. + +El corazón de Ramiro se puso al galope. + +--Sí--añadió ella--, tengo que venir a vivir con vosotros y a cuidar de +los chicos. No se le puede, además, dejar aquí sola a esa buena pécora +del ama. + +--Dios te lo pague, Tula. + +--Nada de Tula, ya te lo tengo dicho; para ti soy Gertrudis. + +--¿Y qué más da? + +--Yo lo sé. + +--Mira, Gertrudis... + +--Bueno, voy a ver qué hace el ama. + +A la cual vigilaba sin descanso. No le dejaba dar el pecho al pequeñito +delante del padre de éste, y le regañaba por el poco recato y mucha +desenvoltura con que se desabrochaba el seno. + +--Si no hace falta que enseñes eso así; en el niño es en quien hay que +ver si tienes o no leche abundante. + +Ramiro sufría y Gertrudis le sentía sufrir. + +--¡Pobre Rosa!--decía de continuo. + +--Ahora los pobres son los niños y es en ellos en quienes hay que +pensar... + +--No basta, no. Apenas descanso. Sobre todo por las noches la soledad me +pesa; las hay que las paso en vela. + +--Sal después de cenar, como salías de casado últimamente, y no vuelvas +a casa hasta que sientas sueño. Hay que acostarse con sueño. + +--Pero es que siento un vacío... + +--¿Vacío teniendo hijos? + +--Pero ella es insustituíble... + +--Así lo creo... Aunque vosotros los hombres... + +--No creí que la quería tanto... + +--Así nos pasa de continuo. Así me pasó con mi tío y así me ha pasado +con mi hermana, con tu Rosa. Hasta que ha muerto tampoco yo he sabido lo +que la quería. Lo sé ahora en que cuido a sus hijos, a vuestros hijos. Y +es que queremos a los muertos en los vivos... + +--¿Y no acaso a los vivos en los muertos...? + +--No sutilicemos. + +Y por las mañanas, luego de haberse levantado Ramiro, iba su cuñada a la +alcoba y abría de par en par las hojas del balcón diciéndose: «para que +se vaya el olor a hombre». Y evitaba luego encontrarse a solas con su +cuñado, para lo cual llevaba siempre algún niño delante. + +Sentada en la butaca en que solía sentarse la difunta, contemplaba los +juegos de los pequeñuelos. + +--Es que yo soy chico y tú no eres más que chica--oyó que le decía un +día, con su voz de trapo, Ramirín a su hermanita. + +--Ramirín, Ramirín--le dijo la tía--, ¿qué es eso? ¿Ya empiezas a ser +bruto, a ser hombre? + +Un día llegó Ramiro, llamó a su cuñada y le dijo: + +--He sorprendido tu secreto, Gertrudis. + +--¿Qué secreto? + +--Las relaciones que llevabas con Ricardo, mi primo. + +--Pues bien, sí, es cierto; se empeñó, me hostigó, no me dejaba en paz y +acabó por darme lástima. + +--Y tan oculto que lo teníais... + +--¿Para qué declararlo? + +--Y sé más. + +--¿Qué es lo que sabes? + +--Que le has despedido. + +--También es cierto. + +--Me ha enseñado él mismo tu carta. + +--¿Cómo? No le creía capaz de eso. Bien he hecho en dejarle: ¡hombre al +fin! + +Ramiro, en efecto, había visto una carta de su cuñada a Ricardo, que +decía así: + +«Mi querido Ricardo: No sabes bien qué días tan malos estoy pasando +desde que murió la pobre Rosa. Estos últimos han sido terribles y no he +cesado de pedir a la Virgen Santísima y a su Hijo que me diesen fuerzas +para ver claro en mi porvenir. No sabes bien con cuánta pena te lo digo, +pero no pueden continuar nuestras relaciones; no puedo casarme. Mi +hermana me sigue rogando desde el otro mundo que no abandone a sus +hijos y que les haga de madre. Y puesto que tengo estos hijos a que +cuidar, no debo ya casarme. Perdóname, Ricardo, perdónamelo, por Dios, y +mira bien por qué lo hago. Me cuesta mucha pena porque sé que habría +llegado a quererte y, sobre todo, porque sé lo que me quieres y lo que +sufrirás con esto. Siento en el alma causarte esta pena, pero tú que +eres bueno, comprenderás mis deberes y los motivos de mi resolución y +encontrarás otra mujer que no tenga mis obligaciones sagradas y que te +pueda hacer más feliz que yo habría podido hacerte. Adiós, Ricardo, que +seas feliz y hagas felices a otros, y ten por seguro que nunca, nunca te +olvidará + + GERTRUDIS.» + + * * * * * + +--Y ahora--añadió Ramiro--, a pesar de esto Ricardo quiere verte. + +--¿Es que yo me oculto acaso? + +--No, pero... + +--Dile que venga cuando quiera a verme a esta nuestra casa. + +--Nuestra casa, Gertrudis, nuestra... + +--Nuestra, sí, y de nuestros hijos... + +--Si tú quisieras... + +--¡No hablemos de eso!--y se levantó. + +Al siguiente día se le presentó Ricardo. + +--Pero, por Dios, Tula. + +--No hablemos más de eso, Ricardo, que es cosa hecha. + +--Pero, por Dios--y se le quebró la voz. + +--¡Sé hombre, Ricardo, sé fuerte! + +--Pero es que ya tienen padre... + +--No basta; no tienen madre... es decir, sí la tienen. + +--Puede él volver a casarse. + +--¿Volverse a casar él? En ese caso los niños se irán conmigo. Le +prometí a su madre, en su lecho de muerte, que no tendrían madrastra. + +--¿Y si llegases a serlo tú, Tula? + +--¿Cómo yo? + +--Sí, tú; casándote con él, con Ramiro. + +--¡Eso nunca! + +--Pues yo sólo así me lo explico. + +--Eso nunca, te he dicho; no me expondría a que unos míos, es decir, de +mi vientre, pudiesen mermarme el cariño que a ésos tengo. ¿Y más hijos, +más? Eso nunca. Bastan éstos para bien criarlos. + +--Pues a nadie le convencerás, Tula, de que no te has venido a vivir +aquí por eso. + +--Yo no trato de convencer a nadie de nada. Y en cuanto a ti, basta que +yo te lo diga. + +Se separaron para siempre. + +--¿Y qué?--le preguntó luego Ramiro. + +--Que hemos acabado; no podía ser de otro modo. + +--Y que has quedado libre... + +--Libre estaba, libre estoy, libre pienso morirme. + +--Gertrudis... Gertrudis--y su voz temblaba a súplica. + +--Le he despedido porque me debo, ya te lo dije, a tus hijos, a los +hijos de Rosa... + +--Y tuyos... ¿no dices así? + +--¡Y míos, sí! + +--Pero si tú quisieras... + +--No insistas; ya te tengo dicho que no debo casarme ni contigo ni con +otro menos. + +--¿Menos?--y se le abrió el pecho. + +--Sí, menos. + +--¿Y cómo no fuiste monja? + +--No me gusta que me manden. + +--Es que en el convento en que entrases serías tú la abadesa, la +superiora. + +--Menos me gusta mandar. ¿Ramirín? + +El niño acudió al reclamo. Y cojiéndole su tía le dijo: «¡vamos a jugar +al escondite, rico!» + +--Pero Tula... + +--Te he dicho--y para decirle esto se le acercó, teniendo cojido de la +mano al niño, y se lo dijo al oído--que no me llames Tula, y menos +delante de los niños. Ellos sí, pero tú no. Y ten respeto a los +pequeños. + +--¿En qué les falto al respeto? + +--En dejar así al descubierto delante de ellos tus instintos... + +--Pero si no comprenden... + +--Los niños lo comprenden todo; más que nosotros. Y no olvidan nada. Y +si ahora no lo comprende, lo comprenderá mañana. Cada cosa de estas que +ve u oye un niño es una semilla en su alma, que luego echa tallo y da +fruto. ¡Y basta! + + + + +IX + + +Y empezó una vida de triste desasosiego, de interna lucha en aquel +hogar. Ella defendíase con los niños, a los que siempre procuraba tener +presentes, y le excitaba a él a que saliese a distraerse. El, por su +parte, extremaba sus caricias a los hijos y no hacía sino hablarles de +su madre, de su pobre madre. Cojía a la niña y allí, delante de la tía, +se la devoraba a besos. + +--No tanto, hombre, no tanto, que así no haces sino molestar a la pobre +criatura. Y eso, permíteme que te lo diga, no es natural. Bien está que +hagas que me llamen tía y no mamá, pero no tanto; repórtate. + +--¿Es que yo no he de tener el consuelo de mis hijos? + +--Sí, hijo, sí; pero lo primero es educarlos bien. + +--¿Y así? + +--Hartándoles de besos y de golosinas se les hace débiles. Y mira que +los niños adivinan... + +--Y qué culpa tengo yo... + +--¿Pero es que puede haber para unos niños, hombre de Dios, un hogar +mejor que éste? Tienen hogar, verdadero hogar, con padre y madre, y es +un hogar limpio, castísimo, por todos cuyos rincones pueden andar a +todas horas, un hogar donde nunca hay que cerrarles puerta alguna, un +hogar sin misterios. ¿Quieres más? + +Pero él buscaba acercarse a ella, hasta rozarla. Y alguna vez le tuvo +que decir en la mesa: + +--No me mires así, que los niños ven. + +Por las noches solía hacerles rezar por mamá Rosa, por mamita, para que +Dios la tuviese en su gloria. Y una noche, después de este rezo y +hallándose presente el padre, añadió: + +--Ahora, hijos míos, un padrenuestro y avemaría por papá también. + +--Pero papá no se ha muerto, mamá Tula. + +--No importa, porque se puede morir... + +--Eso, también tú. + +--Es verdad; otro padrenuestro y avemaría por mí entonces. + +Y cuando los niños se hubieron acostado, volviéndose a su cuñado le dijo +secamente: + +--Esto no puede ser así. Si sigues sin reportarte tendré que marcharme +de esta casa aunque Rosa no me lo perdone desde el cielo. + +--Pero es que... + +--Lo dicho; no quiero que ensucies así, ni con miradas, esta casa tan +pura y donde mejor pueden criarse las almas de tus hijos. Acuérdate de +Rosa. + +--¿Pero de qué crees que somos los hombres? + +--De carne y muy brutos. + +--¿Y tú, no te has mirado nunca? + +--¿Qué es eso?--y se le demudó el rostro sereno. + +--Que aunque no fueses, como en realidad lo eres, su madre, ¿tienes +derecho, Gertrudis, a perseguirme con tu presencia? ¿Es justo que me +reproches y estés llenando la casa con tu persona, con el fuego de tus +ojos, con el son de tu voz, con el imán de tu cuerpo lleno de alma, pero +de un alma llena de cuerpo? + +Gertrudis, toda encendida, bajaba la cabeza y se callaba, mientras le +tocaba a rebato el corazón. + +--¿Quién tiene la culpa de esto?, dime. + +--Tienes razón, Ramiro, y si me fuese, los niños piarían por mí, porque +me quieren... + +--Más que a mí--dijo tristemente el padre. + +--Es que yo no les besuqueo como tú ni les sobo, y cuando les beso, +ellos sienten que mis besos son más puros, que son para ellos solos... + +--Y bien, ¿quién tiene la culpa de esto?, repito. + +--Bueno, pues. Espera un año, esperemos un año; déjame un año de plazo +para que vea claro en mí, para que veas claro en ti mismo, para que te +convenzas... + +--Un año... un año... + +--¿Te parece mucho? + +--¿Y luego, cuando se acabe? + +--Entonces... veremos... + +--Veremos... veremos... + +--Yo no prometo más. + +--Y si en este año... + +--¿Qué? Si en este año haces alguna tontería... + +--¿A qué llamas hacer una tontería? + +--A enamorarte de otra y volverte a casar. + +--Eso... ¡nunca! + +--Qué pronto lo dijiste... + +--Eso... ¡nunca! + +--¡Bah! juramentos de hombres... + +--Y si así fuese, ¿quién tendrá la culpa? + +--¿Culpa? + +--¡Sí, la culpa! + +--Eso sólo querría decir... + +--¿Qué? + +--Que no le quisiste, que no le quieres a tu Rosa como ella te quiso a +ti, como ella te habría querido de haber sido ella la viuda... + +--No, eso querría decir otra cosa, que no es... + +--Bueno, basta. ¡Ramirín!, ¡ven acá, Ramirín! Anda, corre. + +Y así se aplacó aquella lucha. + +Y ella continuaba su labor de educar a sus sobrinos. + +No quiso que a la niña se le ocupase demasiado en aprender costura y +cosas así. «¿Labores de su sexo?--decía--, no, nada de labores de su +sexo; el oficio de una mujer es hacer hombres y mujeres, y no +vestirlos.» + +Un día que Ramirín soltó una expresión soez que había aprendido en la +calle y su padre iba a reprenderle, interrumpióle Gertrudis, diciéndole +bajo: «No, dejarlo; hay que hacer como si no se ha oído; debe de haber +un mundo de que ni para condenarlo hay que hablar aquí.» + +Una vez que oyó decir de una que se quedaba soltera que quedaba para +vestir santos, agregó: «¡o para vestir almas de niños!» + +--Tulita es mi novia--dijo una vez Ramirín. + +--No digas tonterías; Tulita es tu hermana. + +--¿Y no puede ser novia y hermana? + +--No. + +--¿Y qué es ser hermana? + +--¿Ser hermana? Ser hermana es... + +--Vivir en la misma casa--acabó la niña. + +Un día llegó la niña llorando y mostrando un dedo en que le había picado +una abeja. Lo primero que se le ocurrió a la tía fué ver si con su boca, +chupándoselo, podía extraerle el veneno como había leído que se hace con +el de ciertas culebras. Luego declararon los niños, y se les unió el +padre, que no dejarían viva a ninguna de las abejas que venían al +jardín, que las perseguirían a muerte. + +--No, eso sí que no--exclamó Gertrudis--; a las abejas no las toca +nadie. + +--¿Por qué? ¿Por la miel?--preguntó Ramiro. + +--No las toca nadie, he dicho. + +--Pero si no son madres, Gertrudis. + +--Lo sé, lo sé bien. He leído en uno de esos libros tuyos lo que son las +abejas, lo he leído. Sé lo que son las abejas estas, las que pican y +hacen la miel; sé lo que es la reina y sé también lo que son los +zánganos. + +--Los zánganos somos nosotros, los hombres. + +--¡Claro está! + +--Pues mira, voy a meterme en política; me van a presentar candidato a +diputado provincial. + +--¿De veras?--preguntó Gertrudis, sin poder disimular su alegría. + +--¿Tanto te place? + +--Todo lo que te distraiga. + +--Faltan once meses, Gertrudis... + +--¿Para qué?, ¿para la elección? + +--¡Para la elección, sí! + + + + +X + + +Y era lo cierto que en el alma cerrada de Gertrudis se estaba +desencadenando una brava galerna. Su cabeza reñía con su corazón, y +ambos, corazón y cabeza, reñían en ella con algo más ahincado, más +entrañado, más íntimo, con algo que era como el tuétano de los huesos de +su espíritu. + +A solas, cuando Ramiro estaba ausente del hogar, cojía al hijo de éste y +de Rosa, a Ramirín, al que llamaba su hijo, y se lo apretaba al seno +virgen, palpitante de congoja y henchido de zozobra. Y otras veces se +quedaba contemplando el retrato de la que fué, de la que era todavía su +hermana y como interrogándole si había querido, de veras, que ella, que +Gertrudis, le sucediese en Ramiro. «Sí, me dijo que yo habría de llegar +a ser la mujer de su hombre, su otra mujer--se decía--, pero no pudo +querer eso, no, no pudo quererlo... yo en su caso, al menos, no lo +habría querido, no podría haberlo querido... ¿de otra? ¡no, de otra no! +ni después de mi muerte... ni de mi hermana... ¡de otra no! no se puede +ser más que de una... No, no pudo querer eso; no pudo querer que entre +él, entre su hombre, entre el padre de sus hijos y yo se interpusiese su +sombra... no pudo querer eso. Porque cuando él estuviese a mi lado, +arrimado a mí, carne a carne, ¿quién me dice que no estuviese pensando +en ella? Yo no sería sino el recuerdo... ¡algo peor que el recuerdo de +la otra! No, lo que me pidió es que impida que sus hijos tengan +madrasta. ¡Y lo impediré! Y casándome con Ramiro, entregándole mi +cuerpo, y no sólo mi alma, no lo impediría... Porque entonces sí que +sería madrasta. Y más si llegaba a darme hijos de mi carne y de mi +sangre...» Y esto de los hijos de la carne hacía palpitar de sagrado +terror el tuétano de los huesos del alma de Gertrudis, que era toda +maternidad, pero maternidad de espíritu. + +Y encerrábase en su cuarto, en su recatada alcoba, a llorar al pie de +una imagen de la Santísima Virgen Madre, a llorar mientras susurraba: +«el fruto de tu vientre...» + +Una vez que tenía apretado a su seno a Ramirín, éste le dijo: + +--¿Por qué lloras, mamita?--pues habíale enseñado a llamarla así. + +--Si no lloro... + +--Sí, lloras... + +--¿Pero es que me ves llorar...? + +--No, pero te siento que lloras... Estás llorando... + +--Es que me acuerdo de tu madre... + +--¿Pues no dices que lo eres tú...? + +--Sí, pero de la otra, de mamá Rosa. + +--Ah, sí, la que se murió... la de papá... + +--¡Sí, la de papá! + +--¿Y por qué papá nos dice que no te llamemos mamá, sino tía, tiíta +Tula, y tú nos dices que te llamemos mamá y no tía, no tiíta Tula...? + +--¿Pero es que papá os dice eso? + +--Sí, nos ha dicho que todavía no eres nuestra mamá, que todavía no eres +más que nuestra tía... + +--¿Todavía? + +--Sí, nos ha dicho que todavía no eres nuestra mamá, pero que lo +serás... Sí, que vas a ser nuestra mamá cuando pasen unos meses... + +«Entonces sería vuestra madrasta»--pensó Gertrudis, pero no se atrevió a +desnudar este pensamiento pecaminoso ante el niño. + +--Bueno, mira, no hagas caso de esas cosas, hijo mío... + +Y cuando luego llegó Ramiro, el padre, le llamó aparte y severamente le +dijo: + +--No andes diciéndole al niño esas cosas. No le digas que yo no soy +todavía más que su tía, la tía Tula, y que seré su mamá. Eso es +corromperle, eso es abrirle los ojos sobre cosas que no debe ver. Y si +lo haces por influir con él sobre mí, si lo haces por moverme... + +--Me dijiste que te tomabas un plazo... + +--Bueno, si lo haces por eso piensa en el papel que haces hacer a tu +hijo, un papel de... + +--¡Bueno, calla! + +--Las palabras no me asustan, pero lo callaré. Y tú piensa en Rosa, +recuerda a Rosa, ¡tu primer... amor! + +--¡Tula! + +--Basta. Y no busques madrasta para tus hijos, que tienen madre. + + + + +XI + + +«ESTO necesita campo»--se dijo Gertrudis, e indicó a Ramiro la +conveniencia de que todos ellos se fuesen a veranear a un pueblecito +costero que tuviese montaña, dominando al mar y por éste dominada. Buscó +un lugar que no fuese muy de moda, pero donde Ramiro pudiese encontrar +compañeros de tresillo, pues tampoco le quería obligado a la continua +compañía de los suyos. Era un género de soledad a que Gertrudis temía. + +Allí todos los días salían de paseo, por la montaña, dando vista al mar, +entre madroñales, ellos dos, Gertrudis y Ramiro, y los tres niños: +Ramirín, Rosita y Elvira. Jamás, ni aun allí donde no los conocían--es +decir, allí menos--se hubiese arriesgado Gertrudis a salir de paseo con +su cuñado, solos los dos. Al llegar a un punto en que un tronco tendido +en tierra, junto al sendero, ofrecía, a modo de banco rústico, asiento, +sentábanse en él ellos dos, cara al mar, mientras los niños jugaban allí +cerca, lo más cerca posible. Una vez en que Ramiro quiso que se sentaran +en el suelo, sobre la yerba montañesa, Gertrudis le contestó: «¡No, en +el suelo, no! yo no me siento en el suelo, sobre la tierra, y menos +junto a ti y ante los niños...» «Pero si el suelo está limpio... si hay +yerba...» «¡Te he dicho que no me siento así!» «No, la postura no es +cómoda...» «¡Peor que incómoda!» + +Desde aquel tronco, mirando al mar, hablaban de mil nonadas, pues en +cuanto el hombre deslizaba la conversación a senderos de lo por pacto +tácito ya vedado de hablar entre ellos, la tía tenía en la boca un +«¡Ramirín!» o «¡Rosita!» o «¡Elvira!» Le hablaba ella del mar y eran sus +palabras, que le llegaban a él envueltas en el rumor no lejano de las +olas, como la letra vaga de un canto de cuna para el alma. Gertrudis +estaba brizando la pasión de Ramiro para adormecérsela. No le miraba +casi nunca entonces, miraba al mar; pero en él, en el mar, veía +reflejada por misterioso modo la mirada del hombre. El mar purísimo les +unía las miradas y las almas. + +Otras veces íbanse al bosque, a un castañar, y allí tenía ella que +vigilarle, vigilarse y vigilar a los niños con más cuidado. Y también +allí encontró el tronco derribado que le sirviese de asiento. + +Quería atemperarle a una vida de familia purísima y campesina, hacer que +se acostase cansado de luz y de aire libres, que se durmiese, oyendo +fuera al grillo, para dormir sin ensueños, que le despertase el canto +del gallo y el trajineo de los campesinos y los marineros. + +Por las mañanas bajaban a una pequeña playa, donde se reunía la pequeña +colonia veraniega. Los niños, descalzos, entreteníanse, después del +baño, en desviar con los pies el curso de un pequeño arroyuelo vagabundo +e indeciso que por la arena desaguaba en el mar. Ramiro se unió alguna +vez a este juego de los niños. + +Pero Gertrudis empezó a temer. Se había equivocado en sus precauciones. +Ramiro huía del tresillo con sus compañeros de colonia veraniega y +parecía espiar más que nunca la ocasión de hallarse a solas con su +cuñada. La casita que habitaban tenía más de tienda de gitanos +trashumantes que de otra cosa. El campo, en vez de adormecer no la +pasión, el deseo de Ramiro, parecía como si se lo excitase más, y ella +misma, Gertrudis, empezó a sentirse desasosegada. La vida se les ofrecía +más al desnudo en aquellos campos, en el bosque, en los repliegues de la +montaña. Y luego había los animales domésticos, los que cría el hombre, +con los que era mayor allí la convivencia. Gertrudis sufría al ver la +atención con que los pequeños, sus sobrinos, seguían los juegos del +averío. No, el campo no rendía una lección de pureza. Lo puro allí era +hundir la mirada en el mar. Y aun el mar... La brisa marina les llegaba +como un aguijón. + +--¡Mira qué hermosura!--exclamó Gertrudis una tarde, al ocaso, en que +estaban sentados frente al mar. + +Era la luna llena, roja sobre su palidez, que surgía de las olas como +una flor gigantesca y solitaria en un yermo palpitante. + +--¿Por qué le habrán cantado tanto a la luna los poetas?--dijo +Ramiro;--¿por qué será la luz romántica y de los enamorados? + +--No lo sé, pero se me ocurre que es la única tierra, porque es una +tierra... que vemos sabiendo que nunca llegaremos a ella... es lo +inaccesible... El sol no, el sol nos rechaza; gustamos de bañarnos en su +luz, pero sabemos que es inhabitable, que en él nos quemaríamos, +mientras que en la luna creemos que se podría vivir y en paz y +crepúsculo eternos, sin tormentas, pues no la vemos cambiar, pero +sentimos que no se puede llegar a ella... Es lo intangible... + +--Y siempre nos da la misma cara... esa cara tan triste y tan seria... +es decir, siempre ¡no! porque la va velando poco a poco y la oscurece +del todo y otras veces parece una hoz... + +--Sí--y al decirlo parecía como que Gertrudis seguía sus propios +pensamientos sin oir los de su compañero, aunque no era así--; siempre +enseña la misma cara porque es constante, es fiel. No sabemos cómo será +por el otro lado... cuál será su otra cara... + +--Y eso añade a su misterio... + +--Puede ser... puede ser... Me explico que alguien anhele llegar a la +luna... ¡lo imposible!... para ver cómo es por el otro lado... para +conocer y explorar su otra cara... + +--La oscura... + +--¿La oscura? ¡Me parece que no! Ahora que esta que vemos está iluminada +la otra estará a oscuras, pero o yo sé poco de estas cosas o cuando esta +cara se oscurece del todo, en luna nueva, está en luz por el otro, es +luna llena de la otra parte... + +--¿Para quién? + +--¿Cómo para quién...? + +--Sí, que cuando el otro lado alumbra ¿para quién? + +--Para el cielo, y basta. ¿O es que a la luna la hizo Dios no más que +para alumbrarnos de noche a nosotros, los de la tierra? ¿O para que +hablemos estas tonterías? + +--Pues bien, mira, Tula... + +--¡Rosita! + +Y no le dejó comentar la intangibilidad y la plenitud de la luna. + +Cuando ella habló de volver ya a la ciudad apresuróse él a aceptarlo. +Aquella temporada en el campo, entre la montaña y el mar, había sido +estéril para sus propósitos. «Me he equivocado--se decía también él--; +aquí está más segura que allí, que en casa; aquí parece embozarse en la +montaña, en el bosque, y como si el mar le sirviese de escudo; aquí es +tan intangible como la luna, y entretanto este aire de salina filtrado +por entre rayos de sol enciende la sangre... y ella me parece aquí fuera +de su ámbito y como si temiese algo; vive alerta y diríase que no +duerme...» Y ella a su vez se decía: «No, la pureza no es del campo, la +pureza es de celda, de claustro y de ciudad; la pureza se desarrolla +entre gentes que se unen en mazorcas de viviendas para mejor aislarse; +la ciudad es monasterio, convento de solitarios; aquí la tierra, sobre +que casi se acuestan, las une y los animales son otras tantas serpientes +del paraíso... ¡a la ciudad, a la ciudad!» + +En la ciudad estaba su convento, su hogar, y en él su celda. Y allí +adormecería mejor a su cuñado. Oh, si pudiese decir de él--pensaba--lo +que Santa Teresa en una carta--Gertrudis leía mucho a Santa +Teresa--decía de su cuñado don Juan de Ovalle, marido de doña Juana de +Ahumada: «El es de condición en cosas muy aniñado...» ¿Cómo le +aniñaría? + + + + +XII + + +AL fin Gertrudis no pudo con su soledad y decidió llevar su congoja al +padre Alvarez, su confesor, pero no su director espiritual. Porque esta +mujer había rehuído siempre ser dirigida, y menos por un hombre. Sus +normas de conducta moral, sus convicciones y creencias religiosas se las +había formado ella con lo que oía a su alrededor y con lo que leía, pero +las interpretaba a su modo. Su pobre tío, don Primitivo, el sacerdote +ingenuo que las había criado a las dos hermanas y les enseñó el +catecismo de la doctrina cristiana explicado según _el Mazo_, sintió +siempre un profundo respeto por la inteligencia de su sobrina Tula, a la +que admiraba. «Si te hicieses monja--solía decirle--llegarías a ser otra +Santa Teresa... Qué cosas se te ocurren, hija...» Y otras veces: «Me +parece que eso que dices, Tulilla, huele un poco a herejía; ¡hum! No lo +sé... no lo sé... porque no es posible que te inspire herejías el ángel +de tu guarda, pero eso me suena así como a... qué sé yo...» Y ella le +contestaba riendo: «Sí, tío, son tonterías que se me ocurren, y ya que +dice usted que huele a herejía no lo volveré a pensar.» Pero ¿quién pone +barreras al pensamiento? + +Gertrudis se sintió siempre sola. Es decir, sola para que la ayudaran, +porque para ayudar ella a los otros no, no estaba sola. Era como una +huérfana cargada de hijos. Ella sería el báculo de todos los que la +rodearan; pero si sus piernas flaquearan, si su cabeza no le mantuviese +firme en su sendero, si su corazón empezaba a bambolear y enflaquecer, +¿quién la sostendría a ella? ¿quién sería su báculo? Porque ella, tan +henchida del sentimiento, de la pasión mejor, de la maternidad, no +sentía la filialidad. «¿No es esto orgullo?»--se preguntaba. + +No pudo al fin con esta soledad y decidió llevar a su confesor, al padre +Alvarez, su congoja. Y le contó la declaración y proposición de Ramiro, +y hasta lo que les había dicho a los niños de que no le llamasen a ella +todavía madre, y las razones que tenía para mantener la pureza de aquel +hogar y cómo no quería entregarse a hombre alguno, sino reservarse para +mejor consagrarse a los hijos de Rosa. + +--Pero lo de su cuñado lo encuentro muy natural--arguyó el buen padre de +almas. + +--Es que no se trata ahora de mi cuñado, padre, sino de mí; y no creo +que haya acudido a usted también en busca de alianza... + +--¡No, no, hija, no! + +--Como dicen que en los confesonarios se confeccionan bodas y que +ustedes, los padres, se dedican a casamenteros... + +--Yo lo único que digo ahora, hija, es que es muy natural que su cuñado, +viudo y joven y fuerte, quiera volver a casarse, y más natural, y hasta +santo, que busque otra madre para sus hijos... + +--¿Otra? ¡Ya la tiene! + +--Sí; pero... y si ésta se va... + +--¿Irme? ¿Yo? Estoy tan obligada a esos niños como estaría su madre de +carne y sangre si viviese... + +--Y luego eso da que hablar... + +--De lo que hablen, padre, ya le he dicho que nada se me da... + +--¿Y si lo hiciese precisamente por eso, porque hablen? Examínese y mire +si no entra en ello un deseo de afrontar las preocupaciones ajenas, de +desafiar la opinión pública... + +--Y si así fuese, ¿qué? + +--Que eso sí que es pecaminoso. Y después de todo, la cuestión es +otra... + +--¿Cuál es la cuestión? + +--La cuestión es si usted le quiere o no. Esta es la cuestión. ¿Le +quiere usted, sí o no? + +--¡Para marido... no! + +--¿Pero le rechaza? + +--¡Rechazarle... no! + +--Si cuando se dirigió a su hermana, la difunta, se hubiera dirigido a +usted... + +--¡Padre! ¡Padre!--y su voz gemía. + +--Sí, por ahí hay que verlo... + +--¡Padre; que eso no es pecado...! + +--Pero ahora se trata de dirección espiritual, de tomar consejo... Y sí, +es pecado, es acaso pecado... Tal vez hay aquí unos viejos celos... + +--¡Padre! + +--Hay que ahondar en ello. Acaso no le ha perdonado aún... + +--Le he dicho, padre, que le quiero; pero no para marido. Le quiero +como a un hermano, como a un más que hermano, como al padre de mis +hijos, porque éstos, sus hijos, lo son míos de lo más dentro mío, de +todo mi corazón; pero para marido no. Yo no puedo ocupar en su cama el +sitio que ocupó mi hermana... Y sobre todo, yo no quiero, no debo darles +madrasta a mis hijos... + +--¿Madrasta? + +--Sí, madrastra. Si yo me caso con él, con el padre de los hijos de mi +corazón, les daré madrasta a éstos, y más si llego a tener hijos de +carne y de sangre con él. Esto, ahora ya... ¡nunca! + +--Ahora ya... + +--Sí, ahora que ya tengo a los de mi corazón... mis hijos... + +--Pero piense en él, en su cuñado, en su situación... + +--¿Que piense...? + +--¡Sí! ¿Y no tiene compasión de él? + +--Sí que la tengo. Y por eso le ayudo y le sostengo. Es como otro hijo +mío. + +--Le ayuda... le sostiene... + +--Sí, le ayudo y le sostengo a ser padre... + +--A ser padre... a ser padre... Pero él es un hombre... + +--¡Y yo una mujer! + +--Es débil... + +--¿Soy yo fuerte? + +--Más de lo debido. + +--¿Más de lo debido? ¿Y lo de la mujer fuerte? + +--Es que esa fortaleza, hija mía, puede alguna vez ser dureza, ser +crueldad. Y es dura con él, muy dura. ¿Que no le quiere como a marido? +¡Y qué importa! Ni hace falta eso para casarse con un hombre. Muchas +veces tiene que casarse una mujer con un hombre por compasión, por no +dejarle solo, por salvarle, por salvar su alma... + +--Pero si no le dejo solo... + +--Sí, sí, le deja solo. Y creo que me comprende sin que se lo explique +más claro... + +--Sí, sí que se lo comprendo, pero no quiero comprenderlo. No está solo. +¡Quien está sola soy yo! Sola... sola... siempre sola... + +--Pero ya sabe aquello de «más vale casarse que abrasarse...» + +--Pero si no me abraso... + +--¿No se queja de su soledad? + +--No es soledad de abrasarse; no es esa soledad a que usted, padre, +alude. No, no es esa. No me abraso... + +--¿Y si se abrasa él...? + +--Que se refresque en el cuidado y amor de sus hijos... + +--Bueno, pero ya me entiende... + +--Demasiado. + +--Y por si no, le diré más claro aún que su cuñado corre peligro, y que +si cae en él, le cabrá culpa... + +--¿A mí? + +--¡Claro está! + +--No lo veo tan claro... Como no soy hombre... + +--Me dijo que uno de sus temores de casarse con su cuñado era el de +tener hijos con él, ¿no es así? + +--Sí, así es. Si tuviéramos hijos llegaría yo a ser, quieras o no, +madrasta de los que me dejó mi hermana... + +--Pero el matrimonio no se instituyó sólo para hacer hijos... + +--Para casar y dar gracia a los casados y que críen hijos para el +cielo. + +--Dar gracia a los casados... ¿Lo entiende? + +--Apenas... + +--Que vivan en gracia, libres de pecado... + +--Ahora lo entiendo menos... + +--Bueno, pues que es un remedio contra la sensualidad. + +--¿Cómo? ¿Qué es eso? ¿Qué? + +--¿Pero por qué se pone así...? ¿Por qué se altera...? + +--¿Qué es el remedio contra la sensualidad? ¿El matrimonio o la mujer? + +--Los dos... La mujer... y... y el hombre. + +--¡Pues, no, padre, no, no y no! Yo no puedo ser remedio contra nada. +¿Qué es eso de considerarme remedio? ¡Y remedio... contra eso! No, me +estimo en más... + +--Pero si es que... + +--No, ya no sirve. Yo, si él no tuviera ya hijos de mi hermana, acaso me +habría casado con él para tenerlos... para tenerlos de él... pero, +¿remedio? ¿Y a eso? ¿Yo remedio? ¡No! + +--Y si antes de haber solicitado a su hermana la hubiera solicitado... + +--¿A mí? ¿Antes? ¿Cuando nos conoció? No hablemos ya más, padre, que no +podemos entendernos, pues veo que hablamos lenguas diferentes. Ni yo sé +la de usted ni usted sabe la mía. + +Y dicho esto, se levantó de junto al confesonario. Le costaba andar: tan +doloridas le habían quedado del arrodillamiento las rodillas. Y a la vez +le dolían las articulaciones del alma y sentía su soledad más hondamente +que nunca. «¡No, no me entiende--se decía--, no me entiende; hombre al +fin! ¿Pero me entiendo yo misma? ¿Es que me entiendo? ¿Le quiero o no le +quiero? ¿No es soberbia esto? ¿No es la triste pasión solitaria del +armiño que por no mancharse no se echa a nado en un lodazal a salvar a +su compañero...? No lo sé... no lo sé...» + + + + +XIII + + +Y de pronto observó Gertrudis que su cuñado era otro hombre, que celaba +algún secreto, que andaba caviloso y desconfiado, que salía mucho de +casa. Pero aquellas más largas ausencias del hogar no le engañaron. El +secreto estaba en él, en el hogar. Y a fuerza de paciente astucia logró +sorprender miradas de conocimiento íntimo entre Ramiro y la criada de +servicio. + +Era Manuela una hospiciana de diez y nueve años, enfermiza y pálida, de +un brillo febril en los ojos, de maneras sumisas y mansas, de muy pocas +palabras, triste casi siempre. A ella, a Gertrudis, ante quien sin saber +por qué temblaba, llamábale «señora». Ramiro quiso hacer que le llamase +«señorita». + +--No, llámame así, señora; nada de señorita... + +En general parecía como que la criada le temiera, como avergonzada o +amedrentada en su presencia. Y a los niños los evitaba y apenas si les +dirigía la palabra. Ellos, por su parte, sentían una indiferencia, +rayana en despego, hacia la Manuela. Y hasta alguna vez se burlaban de +ella, por ciertas sus maneras de hablar, lo que la ponía de grana. «Lo +extraño es--pensaba Gertrudis--que a pesar de todo no quiera irse... +tiene algo de gata esta mozuela.» Hasta que se percató de lo que podría +haber escondido. + +Un día logró sorprender a la pobre muchacha cuando salía del cuarto de +Ramiro, del señorito--porque a éste sí que le llamaba así--toda +encendida y jadeante. Cruzáronse las miradas y la criada rindió la suya. +Pero llegó otro en que el niño, Ramirín, se fué a su tía y le dijo: + +--Dime, mamá Tula, ¿es Manuela también hermana nuestra? + +--Ya te tengo dicho que todos los hombres y mujeres somos hermanos. + +--Sí, pero como nosotros, los que vivimos juntos... + +--No, porque aunque vive aquí ésta no es su casa... + +--¿Y cuál es su casa? + +--¿Su casa? No lo quieras saber. ¿Y por qué preguntas eso? + +--Porque le he visto a papá que la estaba besando... + +Aquella noche, luego que hubieron acostado a los niños, dijo Gertrudis a +Ramiro: + +--Tenemos que hablar. + +--Pero si aun faltan ocho meses... + +--¿Ocho meses? + +--¿No hace cuatro que me diste un año de plazo? + +--No se trata de eso, hombre, sino de algo más serio. + +A Ramiro se le paró el corazón y se puso pálido. + +--¿Más serio? + +--Más serio, sí. Se trata de tus hijos, de su buena crianza, y se trata +de esa pobre hospiciana, de la que estoy segura que estás abusando. + +--Y si así fuese, ¿quién tiene la culpa de eso? + +--¿Y aún lo preguntas? ¿Aún querrás también culparme de ello? + +--¡Claro que sí! + +--Pues bien, Ramiro: se ha acabado ya aquello del año; no hay plazo +ninguno; no puede ser, no puede ser. Y ahora sí que me voy, y, diga lo +que dijere la ley, me llevaré a los niños conmigo, es decir, se irán +conmigo. + +--¿Pero estás loca, Gertrudis? + +--Quien está loco eres tú. + +--Pero qué querías... + +--Nada, o yo o ella. O me voy o echas a esa criadita de casa. + +Siguióse un congojoso silencio. + +--No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo echar. ¿Adónde se va? ¿Al +Hospicio otra vez? + +--A servir a otra casa. + +--No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo echar--y el hombre rompió a +llorar. + +--¡Pobre hombre!--murmuró ella poniéndole la mano sobre la suya--. Me +das pena. + +--Ahora, ¿eh?, ¿ahora? + +--Sí; me das lástima... Estoy ya dispuesta a todo... + +--¡Gertrudis! ¡Tula! + +--Pero has dicho que no la puedes echar... + +--Es verdad; no la puedo echar--y volvió a abatirse. + +--¿Qué, pues?, ¿que no va sola? + +--No, no irá sola. + +--Los ocho meses del plazo, ¿eh? + +--Estoy perdido, Tula, estoy perdido. + +--No, la que está perdida es ella, la huérfana, la hospiciana, la sin +amparo. + +--Es verdad, es verdad... + +--Pero no te aflijas así, Ramiro, que la cosa tiene fácil remedio... + +--¿Remedio? ¿Y fácil?--y se atrevió a mirarle a la cara. + +--Sí; casarte con ella. + +Un rayo que le hubiese herido no le habría dejado más deshecho que esas +palabras sencillas. + +--¡Que me case! ¡Que me case con la criada! ¿Que me case con una +hospiciana? ¡Y me lo dices tú!... + +--¡Y quién si no había de decírtelo! Yo, la verdadera madre hoy de tus +hijos. + +--¿Que les dé madrasta? + +--¡No, eso no!, que aquí estoy yo para seguir siendo su madre. Pero que +des padre al que haya de ser tu nuevo hijo, y que le des madre también. +Esa hospiciana tiene derecho a ser madre, tiene ya el deber de serlo, +tiene derecho a su hijo y al padre de su hijo. + +--Pero Gertrudis... + +--Cásate con ella, te he dicho; y te lo dice Rosa. Sí--y su voz, serena +y pastosa, resonó como una campana--. Rosa, tu mujer, te dice por mi +boca que te cases con la hospiciana. ¡Manuela! + +--«¡Señora!»--se oyó como un gemido, y la pobre muchacha, que acurrucada +junto al fogón, en la cocina, había estado oyéndolo todo, no se movió de +su sitio. Volvió a llamarla, y después de otro «¡Señora!», tampoco se +movió. + +--Ven acá, o iré a traerte. + +--¡Por Dios!--suplicó Ramiro. + +La muchacha apareció cubriéndose la llorosa cara con las manos. + +--Descubre la cara y míranos. + +--¡No, señora, no! + +--Sí, míranos. Aquí tienes a tu amo, a Ramiro, que te pide perdón por lo +que de ti ha hecho. + +--Perdón, yo, señora, y a usted... + +--No, te pide perdón y se casará contigo. + +--¡Pero señora!--clamó Manuela a la vez que Ramiro clamaba: «¡Pero +Gertrudis!» + +--Lo he dicho, se casará contigo: así lo quiere Rosa. No es posible +dejarte así. Porque tú estás ya... ¿no es eso? + +--Creo que sí, señora, pero yo... + +--No llores así ni hagas juramentos; sé que no es tuya la culpa... + +--Pero se podría arreglar... + +--Bien sabe aquí Manuela--dijo Ramiro--que nunca he pensado en +abandonarla... Yo le colocaría... + +--Sí, señora, sí; yo me contento... + +--No, tú no debes contentarte con eso que ibas a decir. O, mejor, aquí +Ramiro no puede contentarse con eso. Tú te has criado en el Hospicio, +¿no es eso? + +--Sí, señora. + +--Pues tu hijo no se criará en él. Tiene derecho a tener padre, a su +padre, y le tendrá. Y ahora vete... vete a tu cuarto, y déjanos. + +Y cuando quedaron Ramiro y ella a solas: + +--Me parece que no dudarás ni un momento... + +--¡Pero eso que pretendes es una locura, Gertrudis! + +--La locura, peor que locura, la infamia, sería lo que pensabas. + +--Consúltalo siquiera con el padre Alvarez. + +--No lo necesito. Lo he consultado con Rosa. + +--Pero si ella te dijo que no dieses madrasta a sus hijos... + +--¿A sus hijos? ¡Y tuyos! + +--Bueno, sí, a nuestros hijos... + +--Y no les daré madrasta. De ellos, de los nuestros, seguiré siendo yo +la madre, pero del de ésa... + +--Nadie le quitará de ser madre... + +--Sí, tú si no te casas con ella. Eso no será ser madre... + +--Pues ella... + +--¿Y qué? ¿Porque ella no ha conocido a la suya pretendes tú que no lo +sea como es debido? + +--Pero fíjate en que esta chica... + +--Tú eres quien debió fijarse... + +--Es una locura... una locura... + +--La locura ha sido antes. Y ahora piénsalo, que si no haces lo que +debes el escándalo le daré yo. Lo sabrá todo el mundo. + +--¡Gertrudis! + +--Cásate con ella, y se acabó. + + + + +XIV + + +UNA profunda tristeza henchía aquel hogar después del matrimonio de +Ramiro con la hospiciana. Y ésta parecía aún más que antes la criada, la +sirvienta, y más que nunca Gertrudis el ama de la casa. Y esforzábase +ésta más que nunca por mantener al nuevo matrimonio apartado de los +niños, y que éstos se percataran lo menos posible de aquella convivencia +íntima. Mas hubo que tomar otra criada y explicar a los pequeños el +caso. + +Pero, ¿cómo explicarles el que la antigua criada se sentara a la mesa a +comer con los de casa? Porque esto exigió Gertrudis. + +--Por Dios, señora--suplicaba la Manuela--, no me avergüence así... mire +que me avergüenza... Hacerme que me siente a la mesa con los señores, y +sobre todo con los niños... y que hable de tú al señorito... ¡eso nunca! + +--Háblale como quieras, pero es menester que los niños, a los que tanto +temes, sepan que eres de la familia. Y ahora, una vez arreglado esto, no +podrán ya sorprender intimidades a hurtadillas. Ahora os recataréis +mejor. Porque antes el querer ocultaros de ellos os delataba. + +La preñez de Manuela fué, en tanto, molestísima. Su fragilísima fábrica +de cuerpo la soportaba muy mal. Y Gertrudis, por su parte, le +recomendaba que ocultase a los niños lo anormal de su estado. + +Ramiro vivía sumido en una resignada desesperación y más entregado que +nunca al albedrío de Gertrudis. + +--Sí, sí, bien lo comprendo ahora--decía--, no ha habido más remedio, +pero... + +--¿Te pesa?--le preguntaba Gertrudis. + +--De haberme casado, ¡no! De haber tenido que volverme a casar, ¡sí! + +--Ahora no es ya tiempo de pensar en eso; ¡pecho a la vida! + +--¡Ah, si tú hubieras querido, Tula! + +--Te di un año de plazo; ¿has sabido guardarlo? + +--¿Y si lo hubiese guardado como tú querías, al fin de él qué, dime? +Porque no me prometiste nada. + +--Aunque te hubiese prometido algo habría sido igual. No, habría sido +peor aún. En nuestras circunstancias, el haberte hecho una promesa, el +haberte sólo pedido una dilación para nuestro enlace, habría sido peor. + +--Pero si hubiese guardado la tregua como tú querías que la guardase, +dime: ¿qué habrías hecho? + +--No lo sé. + +--Que no lo sabes... Tula... que no lo sabes... + +--No, no lo sé; te digo que no lo sé. + +--Pero tus sentimientos... + +--Piensa ahora en tu mujer, que no sé si podrá soportar el trance en que +la pusiste. ¡Es tan endeble la pobrecilla! Y está tan llena de miedo. +Sigue asustada de ser tu mujer y ama de su casa. + +Y cuando llegó el peligroso parto repitió Gertrudis las abnegaciones que +en los partos de su hermana tuviera, y recojió al niño, una criatura +menguada y debilísima, y fué quien lo enmantilló y quien se lo presentó +a su padre. + +--Aquí le tienes, hombre, aquí le tienes. + +--¡Pobre criatura!--exclamó Ramiro sintiendo que se le derretían de +lástima las entrañas a la vista de aquel mezquino rollo de carne +viviente y sufriente. + +--Pues es tu hijo, un hijo más... Es un hijo más que nos llega. + +--¿Nos llega? ¿También a ti? + +--Sí, también a mí; no he de ser madrasta para él, yo que hago que no lo +tengan los otros. + +Y así fué que no hizo distinción entre uno y otros. + +--Eres una santa, Gertrudis--le decía Ramiro--, pero una santa que ha +hecho pecadores. + +--No digas eso; soy una pecadora que me esfuerzo por hacer santos, +santos a tus hijos y a ti y a tu mujer. + +--¡Mi mujer!... + +--Tu mujer, sí; la madre de tu hijo. ¿Por qué le tratas con ese cariñoso +despego y como a una carga? + +--¿Y qué quieres que haga, que me enamore de ella? + +--¿Pero no lo estabas cuando la sedujiste? + +--¿De quién? ¿De ella? + +--Ya lo sé, ya sé que no; pero lo merece la pobre... + +--¡Pero si es la menor cantidad de mujer posible, si no es nada! + +--No, hombre, no; es más, es mucho más de lo que tú te crees. Aun no la +has conocido. + +--Si es una esclava... + +--Puede ser, pero debes libertarla... La pobre está asustada... nació +asustada... Te aprovechaste de su susto... + +--No sé, no sé cómo fué aquello... + +--Así sois los hombres; no sabéis lo que hacéis ni pensáis en ello. +Hacéis las cosas sin pensarlas... + +--Peor es muchas veces pensarlas y no hacerlas... + +--¿Por qué lo dices? + +--No, nada, por nada... + +--¿Tú crees sin duda que yo no hago más que pensar? + +--No, no he dicho que crea eso... + +--Sí, tú crees que yo no soy más que pensamiento. + + + + +XV + + +DE nuevo la pobre Manuela, la hospiciana, la esclava, hallábase preñada. +Y Ramiro muy malhumorado con ello. + +--Como si uno no tuviese bastante con los otros...--decía. + +--¡Y yo qué quieres que le haga!--exclamaba la víctima. + +--Después de todo, tú lo has querido así--concluía Gertrudis. + +Y luego, aparte, volvía a reprenderle por el trato de compasivo despego +que daba a su mujer. La cual soportaba esta preñez aún peor que la otra. + +--Me temo por la pobre muchacha--vaticinó don Juan, el médico, un viudo +que menudeaba sus visitas. + +--¿Cree usted que corre peligro?--le preguntó Gertrudis. + +--Esta pobre chica está deshecha por dentro; es una tísica consumada y +consumida. Resistirá, es lo más probable, hasta dar a luz, pues la +Naturaleza, que es muy sabia... + +--¡La Naturaleza no! La Santísima Virgen Madre, don Juan--le interrumpió +Gertrudis. + +--Como usted quiera; me rindo, como siempre, a su superior parecer. +Pues, como decía, la Naturaleza o la Virgen, que para mí es lo mismo... + +--No, la Virgen es la Gracia... + +--Bueno, pues la Naturaleza, la Virgen, la Gracia o lo que sea, hace que +en estos casos la madre se defienda y resista hasta que dé a luz al +nuevo ser. Ese inocente pequeñuelo le sirve a la pobre madre futura como +escudo contra la muerte. + +--¿Y luego? + +--¿Luego? Que probablemente tendrá usted que criar sola, sirviéndose de +un ama de cría, por supuesto, un crío más. Tiene ya cuatro; cargará con +cinco. + +--Con todos los que Dios me mande. + +--Y que probablemente, no digo que seguramente, a no tardar mucho, don +Ramiro volverá a quedar libre--y miró fijamente con sus ojillos grises a +Gertrudis. + +--Y dispuesto a casarse tercera vez--agregó ésta haciéndose la +desentendida. + +--¡Eso sería ya heroico! + +--Y usted, puesto que permanece viudo, y viudo sin hijos, es que no +tiene madera de héroe. + +--¡Ah, doña Gertrudis, si yo pudiese hablar! + +--¡Pues cállese usted! + +--Me callo. + +Le tomó la mano, reteniéndosela un rato, y dándole con la otra suya unos +golpecitos añadió con un suspiro: + +--Cada hombre es un mundo, Gertrudis. + +--Y cada mujer, una luna, ¿no es eso, don Juan? + +--Cada mujer puede ser un cielo. + +«Este hombre me dedica un cortejeo platónico», se dijo Gertrudis. + +Cuando en la casa temían por la pobre Manuela y todos los cuidados eran +para ella, cayó de pronto en cama Ramiro, declarándosele desde luego +una pulmonía. La pobre hospiciana quedóse como atontada. + +--Déjame a mí, Manuela--le dijo Gertrudis--; tú cuídate y cuida a lo que +llevas contigo. No te empeñes en atender a tu marido, que eso puede +agravarte. + +--Pero yo debo... + +--Tú debes cuidar de lo tuyo. + +--Y mi marido, ¿no es mío? + +--No, ahora no; ahora es tuyo tu hijo que está por venir. + +La enfermedad de Ramiro se agravaba. + +--Temo complicaciones al corazón--sentenció don Juan--. Le tiene débil; +claro, ¡los pesares y disgustos! + +--¿Pero se morirá, don Juan?--preguntó henchida de angustia Gertrudis. + +--Todo pudiera ser... + +--Sálvele, don Juan, sálvele, como sea... + +--Qué más quisiera yo... + +--¡Ah, qué desgracia! ¡Qué desgracia!--y por primera vez se le vió a +aquella mujer tener que sentarse y sufrir un desvanecimiento. + +--Es, en efecto, terrible--dijo el médico en cuanto Gertrudis se +repuso--dejar así cuatro hijos, ¿qué digo cuatro?, cinco se puede +decir, ¡y esa pobre viuda tal como está!... + +--Eso es lo de menos, don Juan; para todo eso me basto y me sobro yo. +¡Qué desgracia! ¡Qué desgracia! + +Y el médico se fué diciéndose: «Está visto; esta cuñadita contaba con +volver a tenerle libre a su cuñado. Cada persona es un mundo y algunas +varios mundos. ¡Pero qué mujer! ¡Es toda una mujer! ¡Qué fortaleza! ¡Qué +sagacidad! ¡Y qué ojos! ¡Qué cuerpo! ¡Irradia fuego!» + +Ramiro, una tarde en que la fiebre, remitiéndosele, habíale dejado algo +más tranquilo, llamó a Gertrudis, le rogó que cerrara la puerta de la +alcoba, y le dijo: + +--Yo me muero, Tula, me muero sin remedio. Siento que el corazón no +quiere ya marchar, a pesar de todas las inyecciones; yo me muero... + +--No pienses en eso, Ramiro. + +Pero ella también creía en aquella muerte. + +--Me muero, y es hora, Tula, de decirte toda la verdad. Tú me casaste +con Rosa. + +--Como no te decidías y dabas largas... + +--¿Y sabes por qué? + +--Sí, lo sé, Ramiro. + +--Al principio, al veros, al ver a la pareja, sólo reparé en Rosa; era a +quien se le veía de lejos; pero al acercarme, al empezar a frecuentaros, +sólo te vi a ti, pues eras la única a quien desde cerca se veía. De +lejos te borraba ella; de cerca le borrabas tú. + +--No hables así de mi hermana, de la madre de tus hijos. + +--No; la madre de mis hijos eres tú, tú, tú. + +--No pienses ahora sino en Rosa, Ramiro. + +--A la que me juntaré pronto, ¿no es eso? + +--¡Quién sabe...! Piensa en vivir, en tus hijos... + +--A mis hijos les quedas tú, su madre. + +--Y en Manuela, en la pobre Manuela... + +--Aquel plazo, Tula, aquel plazo fatal. + +Los ojos de Gertrudis se hinchieron de lágrimas. + +--¡Tula!--gimió el enfermo, abriendo los brazos. + +--¡Sí, Ramiro, sí!--exclamó ella cayendo en ellos y abrazándole. + +Juntaron las bocas y así se estuvieron, sollozando. + +--¿Me perdonas todo, Tula? + +--No, Ramiro, no; eres tú quien tienes que perdonarme. + +--¿Yo? + +--¡Tú! Una vez hablabas de santos que hacen pecadores. Acaso he tenido +una idea inhumana de la virtud. Pero cuando lo primero, cuando te +dirigiste a mi hermana, yo hice lo que debí hacer. Además, te lo +confieso, el hombre, todo hombre, hasta tú, Ramiro, hasta tú, me ha dado +miedo siempre; no he podido ver en él sino el bruto. Los niños, sí; pero +el hombre... He huído del hombre... + +--Tienes razón, Tula. + +--Pero ahora descansa, que estas emociones así pueden dañarte. + +Le hizo guardar los brazos bajo las mantas, le arropó, le dió un beso en +la frente como se le da a un niño--y un niño era entonces para ella--y +se fué. Mas al encontrarse sola se dijo: «¿Y si se repone y cura? ¿Si no +se muere? ¿Ahora que ha acabado de romperse el secreto entre nosotros? +¿Y la pobre Manuela? ¡Tendré que marcharme! ¿Y adónde? ¿Y si Manuela se +muere y vuelve él a quedarse libre?» Y fué a ver a Manuela, a la que +encontró postradísima. + +Al siguiente día llevó a los niños al lecho del padre, ya sacramentado y +moribundo; los levantó uno a uno y les hizo que le besaran. Luego fué, +apoyada en ella, en Gertrudis, Manuela, y de poco se muere de la congoja +que le dió sobre el enfermo. Hubo que sacarla y acostarla. Y poco +después, cojido de una mano a otra de Gertrudis, y susurrando: «¡Adiós, +mi Tula!», rindió el espíritu con el último huelgo Ramiro. Y ella, la +tía, vació su corazón en sollozos de congoja sobre el cuerpo exánime del +padre de sus hijos, de su pobre Ramiro. + + + + +XVI + + +APENAS, fuera de la soberana, hubo abatimiento en aquel hogar, pues los +niños eran incapaces de darse cuenta de lo que había pasado, y Manuela, +la viuda casi sin saberlo, concentraba su vida y su ánimo todos en +luchar, al modo de una planta, por la otra vida que llevaba en su seno y +aun repitiendo, como un gemido de res herida, que se quería morir. +Gertrudis proveía a todo. + +Cerró los ojos al muerto, no sin decirse: «¿Me estará mirando +todavía...?» Le amortajó como lo había hecho con su tío, cubriéndole con +un hábito sobre la ropa con que murió, y sin quitarle ésta, y luego, +quebrantada por un largo cansancio, por fatiga de años, juntó un momento +su boca a la boca fría de Ramiro, y repasó sus vidas, que era su vida. +Cuando el llanto de uno de los niños, del pequeñito, del hijo de la +hospiciana, le hizo desprenderse del muerto e ir a cojer y acallar y +mimar al que vivía. + +Manuela iba hundiéndose. + +--Yo, señora, me muero; no voy a poder resistir esta vez; este parto me +cuesta la vida. + +Y así fué. Dió a luz una niña, pero se iba en sangre. La niña misma +nació envuelta en sangre. Y Gertrudis tuvo que vencer la repugnancia que +la sangre, sobre todo la negra y cuajada, le producía. Siempre le costó +una terrible brega consigo misma al vencer este asco. Cuando una vez, +poco antes de morir, su hermana Rosa tuvo un vómito, de ella Gertrudis +huyó despavorida. Y no era miedo, no; era, sobre todo, asco. + +Murió Manuela clavados en los ojos de Gertrudis sus ojos, donde vagaban +figuras de niebla sobre las sombras del Hospicio. + +--Por tus hijos no pases cuidado--le había dicho Gertrudis--, que yo he +de vivir hasta dejarlos colocados y que se puedan valer por sí en el +mundo, y si no les dejaré sus hermanos. Cuidaré sobre todo de esta +última, ¡pobrecilla!, la que te cuesta la vida. Yo seré su madre y su +padre. + +--¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Dios se lo pagará! ¡Es una santa! + +Y quiso besarle la mano, pero Gertrudis se inclinó a ella, la besó en la +frente y le puso su mejilla a que se la besase. Y esas expresiones de +gratitud repetíalas la hospiciana como quien recita una lección +aprendida desde niña. Y murió como había vivido, como una res sumisa y +paciente, más bien como un enser. + +Y fué esta muerte, tan natural, la que más ahondó en el ánimo de +Gertrudis, que había asistido a otras tres ya. En ésta creyó sentir +mejor el sentido del enigma. Ni la de su tío, ni la de su hermana, ni la +de Ramiro horadaron tan hondo el agujero que se iba abriendo en el +centro de su alma. Era como si esta muerte confirmara las otras tres, +como si las iluminara a la vez. + +En sus solitarias cavilaciones se decía: «Los otros se murieron; ¡a esta +la han matado...! ¡la ha matado...! ¡la hemos matado! ¿No la he matado +yo más que nadie? ¿No la he traído yo a este trance? ¿Pero es que la +pobre ha vivido? ¿Es que pudo vivir? ¿Es que nació acaso? Si fué +expósita, ¿no ha sido _exposición_ su muerte? ¿No lo fué su casamiento? +¿No la hemos echado en el torno de la eternidad para que entre al +hospicio de la Gloria? ¿No será allí hospiciana también?» Y lo que más +le acongojaba era el pensamiento tenaz que le perseguía de lo que +sentiría Rosa al recibirla al lado suyo, al lado de Ramiro, y conocerla +en el otro mundo. Su tío, el buen sacerdote que les crió, cumplió su +misión en este mundo, protegió con su presencia la crianza de ellas; su +hermana Rosa logró su deseo y gozó y dejó los hijos que había querido +tener; Ramiro... ¿Ramiro? Sí, también Ramiro hizo su travesía, aunque a +remo y de espaldas a la estrella que le marcaba rumbo, y sufrió, pero +con noble sufrir, y pecó y purgó su pecado; pero, ¡y esta pobre que ni +sufrió siquiera, que no pecó, sino se pecó en ella y murió huérfana!... +«Huérfana también murió Eva...», pensaba Gertrudis. Y luego: «¡No; tuvo +a Dios de padre! ¿Y madre? Eva no conoció madre... ¡Así se explica el +pecado original!... ¡Eva murió huérfana de humanidad!» Y Eva le trajo el +recuerdo del relato del _Génesis_, que había leído poco antes, y cómo el +Señor alentó al hombre por la nariz soplo de vida, y se imaginó que se +la quitase por manera análoga. Y luego se figuraba que a aquella pobre +hospiciana, cuyo sentido de vida no comprendía, le quitó Dios la vida de +un beso, posando sus infinitos labios invisibles, los que se cierran +formando el cielo azul, sobre los labios, azulados por la muerte, de la +pobre muchacha, y sorbiéndole el aliento así. + +Y ahora quedábase Gertrudis con sus cinco crías, y bregando, para la +última, con amas. + +El mayor, Ramirín, era la viva imagen de su padre, en figura y en +gestos, y su tía proponíase combatir en él desde entonces, desde +pequeño, aquellos rasgos e inclinaciones de aquel que, observando a +éste, había visto que más le perjudicaban. «Tengo que estar alerta--se +decía Gertrudis--para cuando en él se despierte el hombre, el macho más +bien, y educarle a que haga su elección con reposo y tiento.» Lo malo +era que su salud no fuese del todo buena y su desarrollo difícil y hasta +doliente. + +Y a todos había que sacarlos adelante en la vida y educarlos en el culto +a sus padres perdidos. + +¿Y los pobres niños de la hospiciana? «Esos también son míos--pensaba +Gertrudis--; tan míos como los otros, como los de mi hermana, más míos +aún. Porque éstos son hijos de mi pecado. ¿Del mío? ¿No más bien el de +él? ¡No, de mi pecado! ¡Son los hijos de mi pecado! ¡Sí, de mi pecado! +¡Pobre chica!» Y le preocupaba sobre todo la pequeñita. + + + + +XVII + + +GERTRUDIS, molesta por las insinuaciones de don Juan, el médico, que +menudeaba las visitas para los niños, y aun pretendió verla a ella como +enferma, cuando no sabía que adoleciese de cosa alguna, le anunció un +día hallarse dispuesta a cambiar de médico. + +--¿Cómo así, Gertrudis? + +--Pues muy claro: le observo a usted singularidades que me hacen temer +que está entrando en la chochera de una vejez prematura, y para médico +necesitamos un hombre con el seso bien despejado y despierto. + +--Muy bien; pues que ha llegado el momento, usted me permitirá que le +hable claro. + +--Diga lo que quiera, don Juan, mas en la inteligencia de que es lo +último que dirá en esta casa. + +--¡Quién sabe!... + +--Diga. + +--Yo soy viudo y sin hijos, como usted sabe, Gertrudis. Y adoro a los +niños. + +--Pues vuélvase usted a casar. + +--A eso voy. + +--¡Ah! ¿Y busca usted consejo de mí? + +--Busco más que consejo. + +--¿Que le encuentre yo novia? + +--Yo soy médico, le digo, y no sólo no tuve hijos de mi mujer, que era +viuda, y perdimos el que ella me trajo al matrimonio, ¡aún le lloro al +pobrecillo!, sino que sé, sé positivamente, sé con toda seguridad, que +no he de tener nunca hijos propios, que no puedo tenerlos. Aunque no por +eso, claro está, me sienta menos hombre que otro cualquiera; ¿usted me +entiende, Gertrudis? + +--Quisiera no entenderle a usted, don Juan. + +--Para acabar, yo creo que a estos niños, a estos sobrinos de usted y a +los otros dos acaso... + +--Son tan sobrinos para mí como los otros, más bien hijos. + +--Bueno, pues que a estos hijos de usted, ya que por tales les tiene, no +les vendría mal un padre, y un padre no mal acomodado y hasta +regularmente rico. + +--¿Y eso es todo? + +--Sí, que yo creo que hasta necesitan padre. + +--Les basta, don Juan, con el Padre nuestro que está en los cielos. + +--Y como madre usted, que es la representante de la Madre Santísima, ¿no +es eso? + +--Usted lo ha dicho, don Juan, y por última vez en esta casa. + +--¿De modo que...? + +--Que toda esa historia de la necesidad que siente de tener hijos y de +su incapacidad para tenerlos, ¿le he entendido bien, don Juan? + +--Perfectamente, y esto último, por supuesto, quede entre los dos. + +--No seré yo quien le estorbe otro matrimonio. Y esa historia, digo, no +me ha convencido de que usted busque hijos que adoptar, que eso le será +muy fácil y casándose, sino que me busca a mí y me buscaría aunque +estuviese sola y hubiésemos de vivir solos y sin hijos; ¿le he +entendido, don Juan? ¿Me entiende usted? + +--Cierto es, Gertrudis, que si estuviese sola lo mismo me casaría con +usted, si usted lo quisiera, ¡claro!, porque yo soy muy claro, muy +claro, y es usted la que me atrae; pero en ese caso nos quedaba el +adoptar hijos de cualquier modo, aunque fuese sacándolos del Hospicio. +Pues ya he podido ver que usted, como yo, se muere por los niños y que +los necesita y los busca y los adora. + +--Pero ni usted ni nadie ha visto, don Juan, que yo haya sido y sea +incapaz de hacerlos; nadie puede decir que yo sea estéril, y no vuelva a +poner los pies en esta casa. + +--¿Por qué, Gertrudis? + +--¡Por puerco! + +Y así se despidieron para siempre. + +Mas luego que le hubo así despachado entróle una desdeñosa lástima, un +lastimero desdén de aquel hombre. «¿No le he tratado con demasiada +dureza?--se decía--. El hombre me sacaba de quicio, es cierto; sus +miradas me herían más que sus palabras, pero debí tratarle de otro modo. +El pobrecillo parece que necesita remedio, pero no el que él busca, sino +otro, un remedio heroico y radical.» Pero cuando supo que don Juan se +remediaba empezó a pensar si era, en efecto, calor de hogar lo que +buscaba, aunque bien pronto dió en otra sospecha que le sublevó aún más +el corazón. «¡Ah--se dijo--, lo que necesita es una de casa, una que le +cuide, que le ponga sobre la cama la ropa limpia, que haga que se le +prepare el puchero... peor, peor que el remedio, peor aún! ¡Cuando una +no es remedio es animal doméstico y la mayor parte de las veces ambas +cosas a la vez! Estos hombres... ¡O porquería o poltronería! ¡Y aún +dicen que el cristianismo redimió nuestra suerte, la de las mujeres!» Y +al pensar esto, acordándose de su buen tío, se santiguó diciéndole: +«¡No, no lo volveré a pensar...!» + +¿Pero quién enfrenaba a un pensamiento que mordía en el fruto de la +ciencia del mal? «¡El cristianismo, al fin, y a pesar de la Magdalena, +es religión de hombres--se decía Gertrudis--; masculinos el Padre, el +Hijo y el Espíritu Santo...!» ¿Pero y la Madre? La religión de la Madre +está en: «He aquí la criada del Señor; hágase en mí según tu palabra» y +en pedir a su Hijo que provea de vino a unas bodas, de vino que embriaga +y alegra y hace olvidar penas, y para que el Hijo le diga: «¿Qué tengo +yo que ver contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.» ¿Qué tengo que +ver contigo...? Y llamarle mujer y no madre... Y volvió a santiguarse, +esta vez con verdadero temblor. Y es que el demonio de su guarda--así +creía ella--le susurró: «¡Hombre al fin!» + + + + +XVIII + + +CORRIERON unos años apacibles y serenos. La orfandad daba a aquel hogar, +en el que de nada de bienestar se carecía, una íntima luz espiritual de +serena calma. Apenas si había que pensar en el día de mañana. Y seguían +en él viviendo, con más dulce imperio que cuando respirando llenaban con +sus cuerpos sus sitios, los tres que le dieron a Gertrudis masa con que +fraguarlo, Ramiro y sus dos mujeres de carne y hueso. De continuo +hablaba Gertrudis de ellos a sus hijos. «¡Mira que te está mirando tu +madre!» o «¡Mira que te ve tu padre!» Eran sus dos más frecuentes +amonestaciones. Y los retratos de los que se fueron presidían el hogar +de los tres. + +Los niños, sin embargo, íbanlos olvidando. Para ellos no existían sino +en las palabras de mamá Tula, que así la llamaban todos. Los recuerdos +directos del mayorcito, de Ramirín, se iban perdiendo y fundiendo en los +recuerdos de lo que de ellos oía contar a su tía. Sus padres eran ya +para él una creación de ésta. + +Lo que más preocupaba a Gertrudis era evitar que entre ellos naciese la +idea de una diferencia, de que había dos madres, de que no eran sino +medio hermanos. Mas no podía evitarlo. Sufrió en un principio la +tentación de decirles que las dos, Rosa y Manuela, eran, como ella +misma, madres de todos ellos, pero vió la imposibilidad de mantener +mucho tiempo el equívoco; y, sobre todo, el amor a la verdad, un amor en +ella desenfrenado, le hizo rechazar tal tentación al punto. + +Porque su amor a la verdad confundíase en ella con su amor a la pureza. +Repugnábanle esas historietas corrientes con que se trata de engañar la +inocencia de los niños, como la de decirles que los traen a este mundo +desde París, donde los compran. «¡Buena gana de gastar el dinero en +tonto!»--había dicho un niño que tenía varios hermanos y a quien le +dijeron que a un amiguito suyo le iban a traer pronto un hermanito sus +padres. «Buena gana de gastar mentiras en balde»--se decía Gertrudis; +añadiéndose: «toda mentira es cuando menos en balde». + +--Me han dicho que soy hijo de una criada de mi padre; que mi mamá fué +criada de la mamá de mis hermanos. + +Así fué diciendo un día a casa el hijo de Manuela. Y la tía Tula, con su +voz más seria y delante de todos, le contestó: + +--Aquí todos sois hermanos, todos sois hijos de un mismo padre y de una +misma madre, que soy yo. + +--¿Pues no dices, mamita, que hemos tenido otra madre? + +--La tuvisteis, pero ahora la madre soy yo; ya lo sabéis. ¡Y que no se +vuelva a hablar de eso! + +Mas no lograba evitar el que se trasparentara que sentía preferencias. Y +eran por el mayor, el primogénito, Ramirín, al que engendró su padre +cuando aún tuviera reciente en el corazón el cardenal del golpe que le +produjo el haber tenido que escojer entre las dos hermanas, o mejor el +haber tenido que aceptar de mandato de Gertrudis a Rosa, y por la +pequeñuela, por Manolita, pálido y frágil botoncito de rosa que hacía +temer lo hiciese ajarse un frío o un ardor tempranos. + +De Ramirín, del mayor, una voz muy queda, muy sumisa, pero de un susurro +sibilante y diabólico, que Gertrudis solía oir que brotaba de un rincón +de las entrañas de su espíritu--y al oirla se hacía, santiguándose, una +cruz sobre la frente y otra sobre el pecho, ya que no pudiese taparse +los oídos íntimos de aquélla y de éste--de Ramirín decíale ese tentador +susurro que acaso cuando le engendró su padre soñaba más en ella, en +Gertrudis, que en Rosa. Y de Manolita, de la hija de la muerte de la +hospiciana, se decía que sin su decisión de casar segunda vez a Ramiro, +sin aquel haberle obligado a redimir su pecado y a rescatar a la víctima +de él, a la pobre Manuela, no viviría el pálido y frágil botoncito. + +¡Y lo que le costó criarla! Porque el primer hijo de Ramiro y Manuela +fué criado por ésta, por su madre. La cual, sumisa siempre como una res, +y ayudada a la vez por su natural instinto, no intentó siquiera +rehusarlo a pesar de la endeblez de su carne, pero fué con el hombre, +fué con el marido, con quien tuvo que bregar Gertrudis. Porque Ramiro, +viendo la flaqueza de su pobre mujer, procuró buscar nodriza a su hijo. +Y fué Gertrudis la que le obligó a casarse con aquélla, quien se plantó +en firme en que había de ser la madre misma quien criara al hijo. «No +hay leche como la de la madre»--repetía, y al redargüir su cuñado: «Sí, +pero es tan débil que corren peligro ella y el niño, y éste se criará +enclenque», replicaba implacable la soberana del hogar: «¡Pretextos y +habladurías! Una mujer a la que se le puede alimentar, puede siempre +criar y la naturaleza ayuda, y en cuanto al niño, te repito que la mejor +leche es la de la madre, si no está envenenada.» Y luego, bajando la +voz, agregaba: «Y no creo que le hayas envenenado la sangre a tu mujer.» +Y Ramiro tenía que someterse. Y la querella terminó un día en que a +nuevas instancias del hombre, que vió que su nueva mujer sufrió un +vahido, para que le desahijaran el hijo, la soberana del hogar, +cojiéndole aparte, le dijo: «¡Pero qué empeño, hombre! Cualquiera +creería que te estorba el hijo...» + +--¿Cómo que me estorba el hijo...? No lo comprendo... + +--¿No lo comprendes? ¡Pues yo sí! + +--Como no te expliques... + +--¿Que me explique? ¿Te acuerdas de lo de aquel bárbaro de Pascualón, el +guarda de tu cortijo de Majadalaprieta? + +--¿Qué? ¿Aquello que comentamos de la insensibilidad con que recibió la +muerte de su hijo...? + +--Sí. + +--¿Y qué tiene que ver esto con aquello? Por Dios, Tula... + +--Que a mí aquello me llegó al fondo del alma, me hirió profundamente y +quise averiguar la raíz del mal... + +--Tu manía de siempre... + +--Sí, ya me decía el pobre tío que yo era como Eva, empeñada en conocer +la ciencia del bien y del mal. + +--¿Y averiguaste...? + +--Que a aquel... hombre... + +--¿Ibas a decir...? + +--Que a aquel hombre, digo, le estorbaba el niño para más cómodamente +disponer de su mujer. ¿Lo entiendes? + +--¡Qué barbaridad! + +Pero ya Ramiro tuvo que darse por vencido y dejó que su Manuela criara +al niño mientras Gertrudis lo dispusiese así. + +Y ahora se encontraba ésta con que tenía que criar a la pequeñuela, a la +hija de la muerte, y que forzosamente había de dársela a una madre de +alquiler, buscándole un pecho mercenario. Y esto le horrorizaba. +Horrorizábale porque temía que cualquier nodriza, y más si era soltera, +pudiese tener envenenada, con la sangre, la leche, y abusase de su +posición. «Si es soltera--se decía--, ¡malo! Hay que vigilarla para que +no vuelva al novio o acaso a otro cualquiera, y si es casada, malo +también, y peor aún si dejó al hijo propio para criar el ajeno.» Porque +esto era lo que sobre todo le repugnaba. Vender el jugo maternal de las +propias entrañas para mantener mal, para dejarlos morir acaso de hambre, +a los propios hijos, era algo que le causaba dolorosos retortijones en +las entrañas maternales. Y así es como se vió desde un principio en +conflicto con las amas de cría de la pobre criatura, y teniendo que +cambiar de ellas cada cuatro días. ¡No poder criarle ella misma! Hasta +que tuvo que acudir a la lactancia artificial. + +Pero el artificio se hizo en ella arte, y luego poesía, y por fin más +profunda naturaleza que la del instinto ciego. Fué un culto, un +sacrificio, casi un sacramento. El biberón, ese artefacto industrial, +llegó a ser para Gertrudis el símbolo y el instrumento de un rito +religioso. Limpiaba los botellines, cocía los pisgos cada vez que los +había empleado, preparaba y esterilizaba la leche con el ardor recatado +y ansioso con que una sacerdotisa cumpliría un sacrificio ritual. Cuando +ponía el pisgo de caucho en la boquita de la pobre criatura, sentía que +le palpitaba y se le encendía la propia mama. La pobre criatura posaba +alguna vez su manecita en la mano de Gertrudis, que sostenía el frasco. + +Se acostaba con la niña, a la que daba calor con su cuerpo, y contra +éste guardaba el frasco de la leche por si de noche se despertaba +aquélla pidiendo alimento. Y se le antojaba que el calor de su carne, +enfebrecida a ratos por la fiebre de la maternidad virginal, de la +virginidad maternal, daba a aquella leche industrial una virtud de vida +materna y hasta que pasaba a ella, por misterioso modo, algo de los +ensueños que habían florecido en aquella cama solitaria. Y al darle de +mamar, en aquel artilugio, por la noche, a oscuras y a solas las dos, +poníale a la criaturita uno de sus pechos estériles, pero henchidos de +sangre, al alcance de las manecitas para que siquiera las posase sobre +él mientras chupaba el jugo de vida. Antojábasele que así una vaga y +dulce ilusión animaría a la huérfana. Y era ella, Gertrudis, la que así +soñaba. ¿Qué? Ni ella misma lo sabía bien. + +Alguna vez la criaturita se vomitó sobre aquella cama, limpia siempre +hasta entonces como una patena, y de pronto sintió Gertrudis la punzada +de la mancha. Su pasión morbosa por la pureza, de que procedía su culto +místico a la limpieza, sufrió entonces, y tuvo que esforzarse para +dominarse. Comprendía, sí, que no cabe vivir sin mancharse y que aquella +mancha era inocentísima, pero los cimientos de su espíritu se conmovían +dolorosamente con ello. Y luego le apretaba a la criaturita contra sus +pechos pidiéndole perdón en silencio por aquella tentación de su +pureza. + + + + +XIX + + +FUERA de este cuidado maternal por la pobre criaturita de la muerte de +Manuela, cuidado que celaba una expiación y un culto místicos, y sin +desatender a los otros y esforzándose por no mostrar preferencias a +favor de los de su sangre, Gertrudis se preocupaba muy en especial de +Ramirín y seguía su educación paso a paso, vigilando todo lo que en él +pudiese recordar rasgos de su padre, a quien físicamente se parecía +mucho. «Así sería a su edad»--pensaba la tía y hasta buscó y llegó a +encontrar entre los papeles de su cuñado retratos de cuando éste era un +chicuelo y los miraba y remiraba para descubrir en ellos al hijo. Porque +quería hacer de éste lo que de aquél habría hecho a haberle conocido y +podido tomar bajo su amparo y crianza cuando fué un mozuelo a quien se +le abrían los caminos de la vida. «Que no se equivoque como él--se +decía--, que aprenda a detenerse para elegir, que no encadene la +voluntad antes de haberla asentado en su raíz viva, en el amor perfecto +y bien alumbrado, a la luz que le sea propia.» Porque ella creía que no +era al suelo, sino al cielo, a lo que había que mirar antes de plantar +un retoño; no al mantillo de la tierra, sino a las razas de lumbre que +del sol le llegaran, y que crece mejor el arbolito que prende sobre una +roca al solano dulce del mediodía que no el que sobre un mantillo +vicioso y graso se alza a la umbría. La luz era la pureza. + +Fué con Ramirín aprendiendo todo lo que él tenía que aprender, pues le +tomaba a diario las lecciones. Y así satisfacía aquella ansia por saber +que desde niña le había aquejado y que hizo que su tío le comparase +alguna vez con Eva. Y de entre las cosas que aprendió con su sobrino y +para enseñárselas, pocas le interesaron más que la geometría. ¡Nunca lo +hubiese ella creído! Y es que en aquellas demostraciones de la +geometría, ciencia árida y fría al sentir de los más, encontraba +Gertrudis un no sabía qué de luminosidad y de pureza. Años después, ya +mayor Ramirín, y cuando el polvo que fué la carne de su tía reposaba +bajo tierra, sin luz de sol, recordaba el entusiasmo con que un día de +radiante primavera le explicaba cómo no puede haber más que cinco y sólo +cinco poliedros regulares; tres formados de triángulos: el tetraedro, de +cuatro; el octaedro, de ocho, y el icosaedro, de veinte; uno de +cuadrados: el cubo, de seis, y uno de pentágonos: el dodecaedro, de +doce. «¿Pero no ves qué claro?», me decía--contaba el sobrino--; «¿no lo +ves?, sólo cinco y no más que cinco, ni uno menos, ni uno más, ¡qué +bonito! ¡Y no puede ser de otro modo, tiene que ser así!», y al decirlo +me mostraba los cinco modelos en cartulina blanca, blanquísima, que ella +misma había construído, con sus santas manos, que eran prodigiosas para +toda labor, y parecía como si acabase de descubrir por sí misma la ley +de los cinco poliedros regulares... ¡pobre tía Tula! Y recuerdo que como +a uno de aquellos modelos geométricos le cayera una mancha de grasa, +hizo otro porque decía que con la mancha no se veía bien la +demostración. Para ella la geometría era luz y pureza. + +En cambio huyó de enseñarle anatomía y fisiología. «Esas son +porquerías--decía--y en que nada se sabe de cierto ni de claro.» + +Y lo que sobre todo acechaba era el alborear de la pubertad en su +sobrino. Quería guiarle en sus primeros descubrimientos sentimentales y +que fuese su amor primero el último y el único. «¿Pero es que hay un +primer amor?», se preguntaba a sí misma sin acertar a responderse. + +Lo que más temía era las soledades de su sobrino. La soledad, no siendo +a toda luz, la temía. Para ella no había más soledad santa que la del +sol y la de la Virgen de la Soledad cuando se quedó sin su Hijo, el Sol +del Espíritu. «Que no se encierre en su cuarto--pensaba--, que no esté +nunca, a poder ser, solo; hay soledad que es la peor compañía; que no +lea mucho sobre todo, que no lea mucho; y que no se esté mirando +grabados.» No temía tanto para su sobrino a lo vivo cuanto a lo muerto, +a lo pintado. «La muerte viene por lo muerto»--pensaba. + +Confesábase Gertrudis con el confesor de Ramirín, y era para, dirigiendo +al director del muchacho en la dirección de éste, ser ella la que de +veras le dirigiese. Y por eso en sus confesiones hablaba más que de sí +misma de su hijo mayor, como le llamaba. «Pero es, señora, que usted +viene aquí a confesar sus pecados y no los de otros»--le tuvo que decir +alguna vez el padre Alvarez, a lo que ella contestó: «Y si ese chico es +mi pecado...» + +Cuando una vez creyó observar en el muchacho inclinaciones ascéticas, +acaso místicas, acudió alarmada al padre Alvarez. + +--¡Eso no puede ser, padre! + +--Y si Dios le llamase por ese camino... + +--No, no le llama por ahí; lo sé, lo sé mejor que usted y desde luego +mejor que él mismo; eso es... la sensualidad que se le despierta... + +--Pero, señora... + +--Sí, anda triste, y la tristeza no es señal de vocación religiosa. ¡Y +remordimiento no puede ser! ¿De qué...? + +--Los juicios de Dios, señora... + +--Los juicios de Dios son claros. Y esto es oscuro. Quítele eso de la +cabeza. ¡El ha nacido para padre y yo para abuela! + +--¡Ya salió aquello! + +--¡Sí, ya salió aquello! + +--¡Y cómo le pesa a usted eso! Líbrese de ese peso... Me ha dicho cien +veces que había ahogado ese mal pensamiento... + +--¡No puedo, padre, no puedo! Que ellos, que mis hijos--porque son mis +hijos, mis verdaderos hijos--que ellos no lo sepan, que no lo sepan, +padre, que no lo adivinen... + +--Cálmese, señora, por Dios, cálmese... y deseche esas aprensiones... +esas tentaciones del Demonio, se lo he dicho cien veces... Sea la que +es... la tía Tula que todos conocemos y veneramos y admiramos...; sí, +admiramos... + +--¡No, padre, no! ¡Usted lo sabe! Por dentro soy otra... + +--Pero hay que ocultarlo... + +--Sí, hay que ocultarlo, sí; pero hay días en que siento ganas de reunir +a sus hijos, a mis hijos... + +--¡Sí, suyos, de usted! + +--¡Sí, yo madre, como usted... padre! + +--Deje eso, señora, deje eso... + +--Sí, reunirles y decirles que toda mi vida ha sido una mentira, una +equivocación, un fracaso... + +--Usted se calumnia, señora. Esa no es usted, usted es la otra... la que +todos conocemos... la tía Tula... + +--Yo le hice desgraciado, padre; yo le hice caer dos veces: una con mi +hermana, otra vez con otra... + +--¿Caer? + +--¡Caer, sí! ¡Y fué por soberbia! + +--No, fué por amor, por verdadero amor... + +--Por amor propio, padre--y estalló a llorar. + + + + +XX + + +LOGRÓ sacar a su sobrino de aquellas veleidades ascéticas y se puso a +vigilarle, a espiar la aparición del primer amor. «Fíjate bien, hijo--le +decía--y no te precipites, que una vez que hayas comprometido a una no +debes dejarla...» + +--Pero, mamá, si no se trata de compromisos... Primero hay que probar... + +--No, nada de pruebas; nada de esos noviazgos; nada de eso de «hablo con +Fulana». Todo seriamente... + +En rigor la tía Tula había ya hecho, por su parte, su elección y se +proponía ir llevando dulcemente a su Ramirín a aquella que le había +escojido, a Caridad. + +--Parece que te fijas en Carita--le dijo un día. + +-¡Psé! + +--Y ella en ti, si no me equivoco. + +--Y tú en los dos, a lo que parece... + +--¿Yo? Eso es cosa vuestra, hijo mío, cosa vuestra... + +Pero les fué llevando el uno al otro, y consiguió su propósito. Y luego +se propuso casarlos cuanto antes. «Y que venga acá--decía--y viviremos +todos juntos, que hay sitio para todos... ¡Una hija más!» + +Y cuando hubo llevado a Carita a su casa, como mujer de su sobrino, era +con ésta con la que tenía sus confidencias. Y era de quien trataba de +sonsacar lo íntimo de su sobrino. + +Le obligó, ya desde un principio, a que le tutease y le llamase madre. Y +le recomendaba que cuidase sobre todo de la pequeñita, de la mansa, +tranquila y medrosica Manolita. + +--Mira, Caridad--le decía--, cuida sobre todo de esa pobrecita, que es +lo más inocente y lo más quebradizo que hay y buena como el pan... Es mi +obra... + +--Pero si la pobrecita apenas levanta la voz... si ni se le siente andar +por la casa... Parece como que tuviera vergüenza hasta de presentarse... + +--Sí, sí, es así... Harto he hecho por infundirle valor, pero en no +estando arrimada a mí, cosida a mi falda, la pobrecita se encuentra como +perdida. ¡Claro, como criada con biberón! + +--El caso es que es laboriosa, obediente, servicial, pero ¡habla tan +poco...! ¡Y luego no se la oye reir nunca...! + +--Sólo alguna vez cuando está a solas conmigo, porque entonces es otra +cosa, es otra Manolita... entonces resucita... Y trato de animarla, de +consolarla, y me dice: «No te canses, mamita, que yo soy así... y +además, no estoy triste...» + +--Pues lo parece... + +--Lo parece, sí, pero he llegado a creer que no lo está. Porque yo, yo +misma, ¿qué te parezco, Carita, triste o alegre? + +--Usted, tía... + +--¿Qué es eso de usted y de tía? + +--Bueno, tú, mamá, tú... pues no sé si eres triste o alegre, pero a mí +me pareces alegre... + +--¿Te parezco así? ¡Pues basta! + +--Por lo menos a mí me alegras... + +--Y es a lo que nos manda Dios a este mundo, a alegrar a los demás. + +--Pero para alegrar a los demás hay que estar alegre una... + +--O no... + +--¿Cómo no? + +--Nada alegra más que un rayo de sol, sobre todo si da sobre la verdura +del follaje de un árbol, y el rayo de sol no está ni alegre ni triste, y +quién sabe... acaso su propio fuego le consume... El rayo de sol alegra +porque está limpio; todo lo limpio alegra... Y esa pobre Manolita debe +alegrarte, porque a limpia... + +--¡Sí, eso sí! Y luego esos ojos que tiene, que parecen... + +--Parecen dos estanques quietos entre verdura... Los he estado mirando +muchas veces y desde cerca. Y no sé de dónde ha sacado esos ojos... No +son de su madre, que tenía ojos de tísica, turbios de fiebre... ni son +los de su padre, que eran... + +--¿Sabes de quién parecen esos ojos? + +--¿De quién?--y Gertrudis temblaba al preguntarlo. + +--¡Pues son tus ojos...! + +--Puede ser... puede ser... No me los he mirado nunca de cerca ni puedo +vérmelos desde dentro, pero puede ser... puede ser... Al menos le he +enseñado a mirar... + + + + +XXI + + +¿QUÉ le pasaba a la pobre Gertrudis que se sentía derretir por dentro? +Sin duda había cumplido su misión en el mundo. Dejaba a su sobrino +mayor, a su Ramiro, a su otro Ramiro, a cubierto de la peor tormenta, +embarcado en su barca de por vida, y a los otros hijos al amparo de él; +dejaba un hogar encendido y quien cuidase de su fuego. Y se sentía +deshacer. Sufría frecuentes embaimientos, desmayos, y durante días +enteros lo veía todo como en niebla, como si fuese bruma y humo todo. Y +soñaba; soñaba como nunca había soñado. Soñaba lo que habría sido si +Ramiro hubiese dejado por ella a Rosa. Y acababa diciéndose que no +habrían sido de otro modo las cosas. Pero ella había pasado por el mundo +fuera del mundo. El padre Alvarez creía que la pobre Gertrudis +chocheaba antes de tiempo, que su robusta inteligencia flaqueaba y que +flaqueaba al peso mismo de su robustez. Y tenía que defenderle de +aquellas sus viejas tentaciones. + +Cuando un día se le acercó Caridad y, al oído, le dijo: «¡Madre...!», al +notarle el rubor que le encendía el rostro, exclamó: «¿Qué? ¿Ya?» «¡Sí, +ya!»--susurró la muchacha. «¿Estás segura?» «¡Segura; si no, no te lo +habría dicho!» Y Gertrudis, en medio de su goce, sintió como si una +espada de hielo le atravesase por medio el corazón. Ya no tenía qué +hacer en el mundo más que esperar al nieto, al nieto de los suyos, de su +Ramiro y su Rosa, a su nieto, e ir luego a darles la buena nueva. Ya +apenas se cuidaba más que de Caridad, que era quien para ella llenaba la +casa. Hasta de Manolita, de su obra, se iba descuidando, y la pobre niña +lo sentía; sentía que el esperado iba relegándole en la sombra. + +--Ven acá--le decía Gertrudis a Caridad, cuando alguna vez se +encontraban a solas, ocasión que acechaba--, ven acá, siéntate aquí, a +mi lado... ¿Qué, le sientes, hija mía, le sientes? + +--Algunas veces... + +--¿No llama? ¿No tiene prisa por salir a luz, a la luz del sol? Porque +ahí dentro, a oscuras... aunque esté ello tan tibio, tan sosegado... ¿No +da empujoncitos? Si tarda no me va a ver... no le voy a ver... Es decir: +¡si tarda, no!, si me apresuro yo... + +--Pero, madre, no diga esas cosas... + +--¡_No digas_, hija! Pero me siento derretir... ya no soy para nada... +Veo todo como empañado... como en sueños... Si no lo supiera no podría +ahora decir si tu pelo es rubio o moreno... + +Y le acariciaba lentamente la espléndida cabellera rubia. Y como si +viese con los dedos, añadía: «Rubia, rubia como el sol...» + +--Si es chico, ya lo sabes, Ramiro, y si es chica... Rosa... + +--No, madre, sino Gertrudis... Tula, mamá Tula. + +--¡Tula... bueno...! Y mejor si fuese una pareja, mellizos, pero chico y +chica... + +--¡Por Dios, madre! + +--¿Qué? ¿Crees que no podrías con eso? ¿Te parece demasiado trabajo? + +--Yo... no sé... no sé nada de eso, madre; pero... + +--Sí, eso es lo perfecto, una parejita de gemelos... un chico y una +chica que han estado abrazaditos cuando no sabían nada del mundo, cuando +no sabían ni que existían; que han estado abrazaditos al calorcito del +vientre materno... Algo así debe de ser el cielo... + +--¡Qué cosas se te ocurren, mamá Tula! + +--No ves que me he pasado la vida soñando... + +Y en esto, mientras soñaba así y como para guardar en su pecho este +último ensueño y llevarlo como viático al seno de la madre tierra, la +pobre Manolita cayó gravemente enferma. «¡Ah!, yo tengo la culpa--se +dijo Gertrudis--, yo que con esto de la parejita de mi ensueño me he +descuidado de esa pobre avecilla... Sin duda en un momento en que +necesitaba de mi arrimo ha debido de cojer algún frío...» Y sintió que +le volvían las fuerzas, unas fuerzas como de milagro. Se le despejó la +cabeza, y se dispuso a cuidar a la enferma. + +--Pero, madre--le decía Caridad--, déjeme que le cuide yo, que le +cuidemos nosotras... entre yo, Rosita y Elvira le cuidaremos. + +--No; tú no puedes cuidarla como es debido, no debes cuidarla... Tú te +debes al que llevas, a lo que llevas, y no es cosa de que por atender a +ésta malogres lo otro... y en cuanto a Rosita y Elvira, sí, son sus +hermanas, la quieren como tales, pero no entienden de eso, y además la +pobre, aunque se aviene a todo, no se halla sin mí... Un simple vaso de +agua que yo le sirva le hace más provecho que todo lo que los demás le +podáis hacer. Yo sola sé arreglarle la almohada de modo que no le duela +en ella la cabeza y que no tenga luego pesadillas... + +--Sí, es verdad... + +--¡Claro, yo la crié...! Y yo debo cuidarle. + +Resucitó. Volvióle todo el luminoso y fuerte aplomo de sus días más +heroicos. Ya no le temblaba el pulso ni le vacilaban las piernas. Y +cuando teniendo el vaso con la pócima medicinal que a las veces tenía +que darle, la pobre enferma le posaba las manos febriles en sus manos +firmes y finas, pasaba sobre su enlace como el resplandor de un dulce +recuerdo, casi borrado para la encamada. Y luego se sentaba la tía Tula +junto a la cama de la enferma y se estaba allí, y ésta no hacía sino +mirarle en silencio. + +--¿Me moriré, mamita?--preguntaba la niña. + +--¿Morirte? ¡No, pobrecita alondra, no! Tú tienes que vivir... + +--Mientras tú vivas... + +--Y después... y después... + +--Después... no... ¿para qué...? + +--Pero las muchachas deben vivir... + +--¿Para qué...? + +--Pues... para vivir... para casarse... para criar familia... + +--Pues tú no te casaste, mamita... + +--No, yo no me casé; pero como si me hubiese casado... Y tú tienes que +vivir para cuidar de tu hermano... + +--Es verdad... de mi hermano... de mis hermanos... + +--Sí, de todos ellos... + +--Pero si dicen, mamita, que yo no sirvo para nada... + +--¿Y quién dice eso, hija mía? + +--No, no lo dicen... no lo dicen... pero lo piensan... + +--¿Y cómo sabes tú que lo piensan? + +--¡Pues... porque lo sé! Y además, porque es verdad... porque yo no +sirvo para nada, y después de que tú te me mueras yo nada tengo que +hacer aquí... Si tú te murieras me moriría de frío... + +--Vamos, vamos, arrópate bien y no digas esas cosas... Y voy a +arreglarte esa medicina... + +Y fué a ocultar sus lágrimas y a echarse a los pies de su imagen de la +Virgen de la Soledad y a suplicarla: «¡Mi vida por la suya, Madre, mi +vida por la suya! Siente que yo me voy, que me llaman mis muertos, y +quiere irse conmigo; quiere arrimarse a mí, arropada por la tierra, allí +abajo, donde no llega la luz, y que yo le preste no sé qué calor... ¡Mi +vida por la suya, Madre, mi vida por la suya! Que no caiga tan pronto +esa cortina de tierra de las tinieblas sobre esos ojos en que la luz no +se quiebra, sobre esos ojos que dicen que son los míos, sobre esos ojos +sin mancha que le di yo... sí, yo... Que no se muera... que no se +muera... Sálvala, Madre, aunque tenga yo que irme sin ver al que ha de +venir...» + +Y se cumplió su ruego. + +La pobre niña enferma fué recobrando vida; volvieron los colores de rosa +a sus mejillas; volvió a mirar la luz del sol dando en el verdor de los +árboles del jardincito de la casa, pero la tía Tula cayó con una +broncopneumonía cojida durante la convalecencia de Manolita. Y entonces +fué ésta la que sintió que brotaba en sus entrañas un manadero de salud, +pues tenía que cuidar a la que le había dado vida. + +Toda la casa vió con asombro la revelación de aquella niña. + +--Di a Manolita--decía Gertrudis a Caridad--que no se afane tanto, que +aún estará débil... Tú tampoco, por supuesto; tú te debes a los tuyos, +ya lo sabes... Con Rosita y Elvira basta... Además, como todo ha de ser +inútil... Porque yo ya he cumplido... + +--Pero, madre... + +--Nada, lo dicho, y que esa palomita de Dios no se malgaste... + +--Pero si se ha puesto tan fuerte... Jamás hubiese creído... + +--Y ella que se quería morir y creía morirse... Y yo también lo temí... +¡Porque la pobre me parecía tan débil...! Claro, no conoció a su padre +que estaba ya herido de muerte cuando la engendró... y en cuanto a su +pobre madre, yo creo que siempre vivió medio muerta... ¡Pero esa chica +ha resucitado! + +--¡Sí, al verte en peligro ha resucitado! + +--¡Claro, es mi hija! + +--¿Más? + +--¡Sí, más! Te lo quiero declarar ahora que estoy en el zaguán de la +eternidad; si, más. ¡Ella y tú! + +--¿Ella y yo? + +--¡Sí, ella y tú! Y porque no tenéis mi sangre. Ella y tú. Ella tiene la +sangre de Ramiro, no la mía, pero la he hecho yo, ¡es obra mía! Y a ti +yo te casé con mi hijo. + +--Lo sé... + +--Sí, como le casé a su padre con su madre, con mi hermana, y luego le +volví a casar con la madre de Manolita... + +--Lo sé... lo sé... + +--Sé que lo sabes, pero no todo... + +--No, todo no... + +--Ni yo tampoco... O al menos no quiero saberlo. Quiero irme de este +mundo sin saber muchas cosas... Porque hay cosas que el saberlas +mancha... Eso es el pecado original, y la Santísima Virgen Madre nació +sin mancha de pecado original... + +--Pues yo he oído decir que lo sabía todo... + +--No, no lo sabía todo; no conocía la ciencia del mal... que es +ciencia... + +--Bueno, no hables tanto, madre, que te perjudica... + +--Más me perjudica cavilar, y si me callo cavilo... cavilo... + + + + +XXII + + +LA tía Tula no podía ya más con su cuerpo. El alma le revoloteaba dentro +de él, como un pájaro en una jaula que se desvencija, a la que deja con +el dolor de quien le desollaran, pero ansiando volar por encima de las +nubes. No llegaría a ver al nieto. ¿Lo sentía? «Allá arriba, estando con +ellos--soñaba--sabré cómo es, y si es niño o niña... o los dos... y lo +sabré mejor que aquí, pues desde allí arriba se ve mejor y más limpio lo +de aquí abajo.» + +La última fiebre teníala postrada en cama. Apenas si distinguía a sus +sobrinos más que por el paso, sobre todo a Caridad y a Manolita. El paso +de aquélla, de Caridad, llegábale como el de una criatura cargada de +fruto y hasta le parecía oler a sazón de madurez. Y el de Manolita era +tan leve como el de un pajarito que no se sabe si corre o vuela a ras de +tierra. «Cuando ella entra--se decía la tía--siento rumor de alas caídas +y quietas.» + +Quiso despedirse primero de ésta, a solas, y aprovechó un momento en que +vino a traerle la medicina. Sacó el brazo de la cama, lo alargó como +para bendecirla, y poniéndole la mano sobre la cabeza, que ella inclinó +con los claros ojos empañados, le dijo: + +--¿Qué, palomita sin hiel, quieres todavía morirte...? ¡La verdad! + +--Si con ello consiguiera... + +--Que yo no me muera, ¿eh? No, no debes querer morirte... tienes a tu +hermano, a tus hermanos... Estuviste cerca de ello, pero me parece que +la prueba te curó de esas cosas... ¿No es así? Dímelo como en confesión, +que voy a contárselo a los nuestros... + +--Sí, ya no se me ocurren aquellas tonterías... + +--¿Tonterías? No, no eran tonterías. ¡Ah!, y ahora que dices eso de +tonterías, tráeme tu muñeca, porque la guardas, ¿no es así? Si, sé que +la guardas... Tráeme aquella muñeca, ¿sabes? Quiero despedirme de ella +también y que se despida de mí... ¿Te acuerdas? Vamos, ¿a que no te +acuerdas? + +--Sí, madre, me acuerdo. + +--¿De qué te acuerdas? + +--De cuando se me cayó en aquel patín de la huerta y Elvira me llamaba +tonta porque lloraba tanto y me decía que de nada sirve llorar... + +--Eso... eso... ¿y qué más? ¿Te acuerdas de más? + +--Sí, del cuento que nos contaste entonces... + +--¿A ver, qué cuento? + +--De la niña que se le cayó la muñeca en un pozo seco adonde no podía +bajar a sacarla y se puso a llorar, a llorar, a llorar, y lloró tanto +que se llenó el pozo con sus lágrimas y salió flotando en ellas la +muñeca... + +--¿Y qué dijo Elvirita a eso? ¿Qué dijo? Que no me acuerdo... + +--Sí, sí se acuerda, madre... + +--Bueno, ¿pues qué dijo? + +--Dijo que la niña se quedaría seca y muerta de haber llorado tanto... + +--¿Y yo qué dije? + +--Por Dios, madre... + +--Bueno, no lo digas, pero no llores así, palomita, no llores así... +que por mucho que llores no se llenará con tus lágrimas el pozo en que +voy cayendo y no saldré flotando... + +--Si pudiera ser... + +--¡Ah, sí! Si pudiera ser yo saldría a cojerte y llevarte conmigo... +Pero hay que esperar la hora. Y cuida de tus hermanos. Te los entrego a +ti, ¿sabes? a ti. Haz que no se den cuenta de que me he muerto. + +--Haré todo lo que pueda... + +--Y yo te ayudaré desde arriba. + +--Que no se enteren de que me he muerto... + +--Te rezaré, madre... + +--A la Virgen, hija, a la Virgen... + +--Te rezaré, madre, todas las noches antes de acostarme... + +--Bueno, no llores así... + +--Pero si no lloro, ¿no ves que no lloro? + +--Para lavar los ojos cuando han visto cosas feas no está mal, pero tú +no has visto cosas feas, no puedes verlas... + +--Y si es caso, cerrando los ojos... + +--No, no, así se ven cosas más feas. Y pide por tu padre, por tu madre, +por mí... No olvides a tu madre... + +--Si no la olvido... + +--Como no la conociste... + +--¡Sí, la conozco! + +--Pero a la otra, digo, a la que te trajo al mundo. + +--¡Sí, gracias a ti la conozco; a aquélla! + +--¡Pobrecilla! Ella no había conocido a la suya... + +--¡Su madre fuiste tú, lo sé bien! + +--Bueno, pero no llores... + +--¡Si no lloro!--y se enjugaba los ojos con el dorso de la mano +izquierda mientras con la otra temblorosa, sostenía el vaso de la +medicina. + +--Bueno, y ahora trae a la muñeca, que quiero verla. ¡Ah! ¡Y allí en un +rincón de aquella arquita mía que tú sabes... ahí está la llave... sí, +ésa, ésa!... Allí donde nadie ha tocado más que yo, y tú alguna vez; +allí, junto a aquellos retratos, ¿sabes?, hay otra muñeca... la mía... +la que yo tenía siendo niña... mi primer cariño... ¿el primero?... +¡bueno! Tráemela también... Pero que no se entere ninguna de ésas, no +digan que son tonterías nuestras, porque las tontas somos nosotras... +Tráeme las dos muñecas, que me despida de ellas, y luego nos pondremos +serias para despedirnos de los otros... Vete, que me viene un mal +pensamiento--y se santiguó. + +El mal pensamiento era que el susurro diabólico allá, en el fondo de las +entrañas doloridas con el dolor de la partida, le decía: «¡muñecos +todos!» + + + + +XXIII + + +LUEGO llamó a todos, y Caridad entre ellos. + +--Esto es, hijos míos, la última fiebre, el principio del fuego del +Purgatorio... + +--Pero qué cosas dices, mamá... + +--Sí; el fuego del Purgatorio, porque en el Infierno no hay fuego... el +Infierno es de hielo y nada más que de hielo. Se me está quemando la +carne... Y lo que siento es irme sin ver, sin conocer, al que ha de +llegar... o a la que ha de llegar... o a los que han de llegar... + +--Vamos, mamá... + +--Bueno, tú, Cari, cállate y no nos vengas ahora con vergüenza... Porque +yo querría contarles todo a los que me llaman... Vamos, no lloréis +así... Allí están... los tres... + +--Pero no digas esas cosas... + +--Ah, ¿queréis que os diga cosas de reir? Las tonterías ya nos las hemos +dicho Manolita y yo, las dos tontas de la casa, y ahora hay que hacer +esto como se hace en los libros... + +--Bueno, ¡no hables tanto! El médico ha dicho que no se te deje hablar +mucho. + +--¿Ya estás ahí tú, Ramiro? ¡El hombre! ¿El médico dices? ¿Y qué sabe el +médico? No le hagáis caso... Y además es mejor vivir una hora hablando +que dos días más en silencio. Ahora es cuando hay que hablar. Además, +así me distraigo y no pienso en mis cosas... + +--Pues ya sabes que el padre Alvarez te ha dicho que pienses ahora en +tus cosas... + +--Ah, ¿ya estás ahí tú, Elvira, la juiciosa? ¿Conque el padre Alvarez, +eh?... el del remedio... ¿Y qué sabe el padre Alvarez? ¡Otro médico! +¡Otro hombre! Además, yo no tengo cosas mías en que pensar... yo no +tengo mis cosas... Mis cosas son las vuestras... y las de ellos... las +de los que me llaman... Yo no estoy ni viva ni muerta... no he estado +nunca ni viva ni muerta... ¿Qué? ¿Qué dices tú ahí, Enriquín? Que estoy +delirando... + +--No, no digo eso... + +--Sí, has dicho eso, te lo he oído bien... se lo has dicho al oído a +Rosita... No ves que siento hasta el roce en el aire de las alas quietas +de Manolita. Pues si deliro... ¿qué? + +--Que debes descansar... + +--Descansar... descansar... ¡tiempo me queda para descansar! + +--Pero no te destapes así... + +--Si es que me abraso... Y ya sabes, Caridad, Tula, Tula como yo... y +él, el otro, Ramiro... Sí, son dos, él y ella, que estarán ahora +abrazaditos... al calorcito... + +Callaron todos un momento. Y al oir la moribunda sollozos entrecortados +y contenidos, añadió: + +--Bueno, ¡hay que tener ánimo! Pensad bien, bien, muy bien, lo que +hayáis de hacer, pensadlo muy bien... que nunca tengáis que arrepentiros +de haber hecho algo y menos de no haberlo hecho... Y si veis que el que +queréis se ha caído en una laguna de fango y aunque sea en un pozo +negro, en un albañal, echaos a salvarle, aun a riesgo de ahogaros, +echaos a salvarle... que no se ahogue él allí... o ahogaros juntos... en +el albañal... servidle de remedio... sí, de remedio... ¿que morís entre +légamo y porquería? no importa... Y no podréis ir a salvar al compañero +volando sobre el ras del albañal porque no tenemos alas... no, no +tenemos alas... o son alas de gallina, de no volar... y hasta las alas +se mancharían con el fango que salpica el que se ahoga en él... No, no +tenemos alas... a lo más de gallina... no somos ángeles... lo seremos en +la otra vida... donde no hay fango... ni sangre! Fango hay en el +Purgatorio, fango ardiente, que quema y limpia... fango que limpia, +sí... En el Purgatorio les queman a los que no quisieron lavarse con +fango... sí, con fango... Les queman con estiércol ardiente... les lavan +con porquería... Es lo último que os digo, no tengáis miedo a la +podredumbre... Rogad por mí, y que la Virgen me perdone. + +Le dió un desmayo. Al volver de él no coordinaba los pensamientos. Entró +luego en una agonía dulce. Y se apagó como se apaga una tarde de otoño +cuando las últimas razas del sol, filtradas por nubes sangrientas, se +derriten en las aguas serenas de un remanso del río en que se reflejan +los álamos--sanguíneo su follaje también--que velan a sus orillas. + + + + +XXIV + + +¿MURIÓ la tía Tula? No, sino que empezó a vivir en la familia, e +irradiando de ella, con una nueva vida más entrañada y más vivífica, con +la vida eterna de la familiaridad inmortal. Ahora era ya para sus hijos, +sus sobrinos, la Tía, no más que la Tía, ni _madre_ ya ni _mamá_, ni aun +tía Tula, sino sólo la Tía. Fué este nombre de invocación, de verdadera +invocación religiosa, como el canonizamiento doméstico de una santidad +de hogar. La misma Manolita, su más hija y la más heredera de su +espíritu, la depositaria de su tradición, no le llamaba sino la Tía. + +Mantenía la unidad y la unión de la familia, y si al morir ella +afloraron a vista de todos, haciéndose patentes, divisiones intestinas +antes ocultas, alianzas defensivas y ofensivas entre los hermanos, fué +porque esas divisiones brotaban de la vida misma familiar que ella creó. +Su espíritu provocó tales disensiones y bajo de ellas y sobre ellas la +unidad fundamental y culminante de la familia. La tía Tula era el +cimiento y la techumbre de aquel hogar. + +Formáronse en éste dos grupos: de un lado, Rosita, la hija mayor de +Rosa, aliada con Caridad, con su cuñada y no con su hermano, no con +Ramiro; de otro, Elvira, la segunda hija de Rosa, con Enrique, su +hermanastro, el hijo de la hospiciana, y quedaban fuera Ramiro y +Manolita. Ramiro vivía, o más bien se dejaba vivir, atento a su hijo y +al porvenir que podía depararle otros y a sus negocios civiles, y +Manolita, atenta a mantener el culto de la Tía y la tradición del hogar. + +Manolita se preparaba a ser el posible lazo entre cuatro probables +familias venideras. Desde la muerte de la Tía habíase revelado. Guardaba +todo su saber, todo su espíritu; las mismas frases recortadas y +aceradas, a las veces repetición de las que oyó a la otra, la misma +doctrina, el mismo estilo y hasta el mismo gesto. «¡Otra +tía!»--exclamaban sus hermanos, y no siempre llevándoselo a bien. Ella +guardaba el archivo y el tesoro de la otra; ella tenía la llave de los +cajoncitos secretos de la que se fué en carne y sangre; ella guardaba, +con su muñeca de cuando niña, la muñeca de la niñez de la Tía, y algunas +cartas, y el devocionario y el breviario de don Primitivo; ella era en +la familia quien sabía los dichos y hechos de los antepasados dentro de +memoria: de don Primitivo, que nada era de su sangre; de la madre del +primer Ramiro; de Rosa; de su propia madre Manuela, la hospiciana--de +ésta no dichos ni hechos, sino silencios y pasiones--, ella era la +historia doméstica; por ella se continuaba la eternidad espiritual de la +familia. Ella heredó el alma de ésta, espiritualizada en la Tía. + +¿Herencia? Se trasmite por herencia en una colmena el espíritu de las +abejas, la tradición abejil, el arte de la melificación y de la fábrica +del panal, la _abejidad_, y no se trasmite, sin embargo, por carne y por +jugos de ella. La carnalidad se perpetúa por zánganos y por reinas, y ni +los zánganos ni las reinas trabajaron nunca, no supieron ni fabricar +panales, ni hacer miel, ni cuidar larvas, y no sabiéndolo, no pudieron +trasmitir ese saber, con su carne y sus jugos, a sus crías. La tradición +del arte de las abejas, de la fábrica del panal y el laboreo de la miel +y la cera, es, pues, colateral y no de trasmisión de carne, sino de +espíritu, y débese a las tías, a las abejas que ni fecundan huevecillos +ni los ponen. Y todo esto lo sabía Manolita, a quien se lo había +enseñado la Tía, que desde muy joven paró su atención en la vida de las +abejas y la estudió y meditó, y hasta soñó sobre ella. Y una de las +frases de íntimo sentido, casi esotérico, que aprendió Manolita de la +Tía y que de vez en cuando aplicaba a sus hermanos, cuando dejaban muy +al desnudo su masculinidad de instintos, era decirles: «¡Cállate, +zángano!» Y zángano tenía para ella, como lo había tenido para la Tía, +un sentido de largas y profundas resonancias. Sentido que sus hermanos +adivinaban. + +La alianza entre Elvira, la hija del primer Ramiro que le costó la vida +a Rosa, su primera mujer, y Enrique, el hijo del pecado de aquél y de la +hospiciana, era muy estrecha. Queríanse los hermanastros más que +cualesquiera otros de los cinco entre sí. Siempre andaban en cuchicheos +y en secreteos. Y esta a modo de conjura desasosegábale a Manolita. No +que le doliera que su hermano uterino, el salido del mismo vientre de +donde ella salió, tuviese más apego a hermana nacida de otra madre, no; +sentía que a ella no había de apegársele ninguno de sus hermanos y +complacíase en ello. Pero aquel afecto más que fraternal le era +repulsivo. + +--Ya estoy deseando--les dijo una vez--que uno de vosotros se enamore; +que tú, Enrique, te eches novia o que a ésta, a ti, Elvira, te pretenda +alguno... + +--¿Y para qué?--preguntó ésta. + +--Para que dejéis de andar así, de bracete por la casa, y con +cuentecitos al oído y carantoñas, arrumacos y lagoterías... + +--Acaso entonces más...--dijo Enrique. + +--¿Y cómo así? + +--Porque ésta vendrá a contarme los secretos de su novio, ¿verdad, +Elvira?, y yo le contaré, ¡claro está!, los de mi novia... + +--Sí, sí...--exclamó Elvira a punto de palmotear. + +--Y os reiréis uno y otro del otro novio y de la otra novia, ¿no es +así?... ¡qué bonito! + +--Bueno, ¿y qué diría a esto la Tía?--preguntó Elvira mirándole a +Manolita a los ojos. + +--Diría que no se debe jugar con las cosas santas y que sois unos +chiquillos... + +--Pues no repitas con la Tía--le arguyó Enrique--aquello del Evangelio +de que hay que hacerse niño para entrar en el reino de los cielos... + +--¡Niño, sí! ¡Chiquillo, no! + +--¿Y en qué se le distingue al niño del chiquillo...? + +--¿En qué? En la manera de jugar. + +--¿Cómo juega el chiquillo? + +--El chiquillo juega a persona mayor. Los niños no son, como los +mayores, ni hombres ni mujeres, sino que son como los ángeles. Recuerdo +haberle oído decir a la Tía que había oído que hay lenguas en que el +niño no es ni masculino ni femenino, sino neutro... + +--Sí--añadió Enrique--en alemán. Y la señorita es neutro... + +--Pues esta señorita--dijo Manolita intentando, sin conseguirlo, teñir +de una sonrisa estas palabras--no es neutra... + +--¡Claro que no soy neutra; pues no faltaba más...! + +--¡Pero bueno, nada de chiquilladas! + +--Chiquilladas, no; niñerías, eso, ¿no es eso? + +--¡Eso es! + +--Bueno, ¿y en qué las conoceremos? + +--Basta, que no quiero deciros más. ¿Para qué? Porque hay cosas que al +tratar de decirlas se ponen más oscuras... + +--Bien, bien, tiíta--exclamó Elvira abrazándola y dándole un beso--, no +te enfades así... ¿Verdad que no te enfadas, tiíta...? + +--No; y menos porque me llames tiíta... + +--Si lo hacía sin intención... + +--Lo sé; pero eso es lo peligroso. Porque la intención viene después... + +Enrique le hizo una carantoña a su hermana completa y cojiendo a la +otra, a la hermanastra, por debajo de un brazo, se la llevó consigo. + +Y Manolita, viéndoles alejarse, quedó diciéndose: «¿Chiquillos? ¡En +efecto, chiquillos! ¿Pero he hecho bien en decirles lo que les he dicho? +¿He hecho bien, Tía?»--e invocaba mentalmente a la Tía.--«La intención +viene después... ¿No soy yo la que con mis reconvenciones voy a darles +una intención que les falta? Pero, ¡no, no! ¡Que no jueguen así! ¡Porque +están jugando...! ¡Y ojalá les salga pronto el novio a ella y la novia a +él!» + + + + +XXV + + +EL otro grupo lo formaban en la familia, no Rosita y Ramiro, sino la +mujer de éste, Caridad, y aquella su cuñada. Aunque en rigor era Rosita +la que buscaba a Caridad y le llevaba sus quejas, sus aprensiones, sus +suspicacias. Porque iba, por lo común, a quejarse. Creíase, o al menos +aparentaba creer, que era la desdeñada y la no comprendida. Poníase +triste y como preocupada en espera de que le preguntasen qué era lo que +tenía, y como nadie se lo preguntaba sufría con ello. Y menos que los +otros hermanos se lo preguntaba Manolita, que se decía: «Si tiene algo +de verdad y más que gana de mimo y de que nos ocupemos especialmente en +ella, ya reventará!» Y la preocupada sufría con ello. + +A su cuñada, a Caridad, le iba sobre todo con quejas de su marido; +complacíase en acusar a éste, a Ramiro, de egoísta. Y la mujer le oía +pacientemente y sin saber qué decirle. + +--Yo no sé, Manuela--le decía a ésta Caridad, su cuñada--qué hacer con +Rosa... Siempre me está viniendo con quejas de Ramiro: que si es un +orgulloso, que si un egoísta, que si un distraído... + +--¡Llévale la hebra y dile que sí! + +--¿Pero cómo? ¿Voy a darle alas? + +--No, sino a cortárselas. + +--Pues no lo entiendo. Y además, eso no es verdad; ¡Ramiro no es así!... + +--Lo sé, lo sé muy bien. Sé que Ramiro podrá tener, como todo hombre, +sus defectos... + +--Y como toda mujer. + +--¡Claro, sí! Pero los de él son defectos de hombre... + +--¡De zángano, vamos! + +--Como quieras; los de Ramiro son defectos de hombre, o si quieres, pues +que te empeñas, de zángano... + +--¿Y los míos? + +--¿Los tuyos, Caridad? Los tuyos... ¡de reina! + +--¡Muy bien! ¡Ni la Tía...! + +--Pero los defectos de Ramiro no son los que Rosa dice. Ni es +orgulloso, ni es egoísta, ni es distraído... + +--¿Y entonces por qué voy a llevarle la hebra como dices? + +--Porque eso será llevarle la contraria. Lo sé muy bien. La conozco. + +Cierta mañana, encontrándose las tres, Caridad, Manuela y Rosa, comenzó +ésta el ataque. + +R.--¡Vaya unas horas de llegar anoche tu maridito! + +Nunca hablando con su cuñada le llamaba a Ramiro «mi hermano», sino +siempre: «tu marido». + +C.--¿Y qué mal hay en ello? + +M.--Y tú, Rosa, estabas a esas horas despierta... + +R.--Me despertó su llegada... + +M.--¿Sí, eh? + +C.--Pues a mí apenas si me despertó... + +R.--¡Vaya una calma! + +M.--Aquí Caridad duerme confiada y hace bien. + +R.--¿Hace bien...? ¿Hace bien...? No lo comprendo. + +M.--Pues yo sí. Pero tú parece que te complaces en eso, que es un juego +muy peligroso y muy feo... + +C.--¡Por Dios, Manuela! + +R.--Déjale, déjale a la tía... + +M.--Con el acento que ahora le pones la tía aquí eres ahora tú... + +R.--¿Yo? ¿Yo la tía? + +M.--Sí, tú, tú, Rosa. ¿A qué viene querer provocar celos en tu hermana? + +C.--Pero si Rosa no quiere hacerme celosa, Manuela... + +M.--Yo sé lo que me digo, Caridad. + +R.--Sí, aquí ella sabe lo que se dice... + +M.--Aquí sabemos todos lo que queremos decir y yo sé, además, lo que me +digo, ¿me entiendes, Rosa? + +R.--El estribillo de la Tía... + +M.--Sea. Y te digo que serías capaz de aceptar el peor novio que se te +presente y casarte con él no más que para provocarle a que te diese +celos, no a dárselos tú... + +R.--¿Casarme yo? ¿Yo casarme? ¿Yo novio? ¡Las ganas...! + +M.--Sí, ya sé que dices, aunque no sé si lo piensas, que no te has de +casar, que tú no quieres novio... Ya sé que andas en si te vas o no a +meter monja... + +C.--¿Y cómo lo has sabido, Manuela? + +M.--Ah, ¿pero vosotras creéis que no me percato de vuestros secretos? +Precisamente por ser secretos... + +R.--Bueno, y si pensara yo en meterme monja, ¿qué? ¿Qué mal hay en ello? +¿Qué mal hay en servir a Dios? + +M.--En servir a Dios, no, no hay mal ninguno... Pero es que si tú +entrases monja no sería por servir a Dios... + +R.--¿No? ¿Pues por qué? + +M.--Por no servir a los hombres... ni a las mujeres... + +C.--Pero por Dios, Manuela, qué cosas tienes... + +R.--Sí, ella tiene sus cosas y yo las mías... ¿Y quién te ha dicho, +hermana, que desde el convento no se puede servir a los hombres...? + +M.--Sin duda, rezando por ellos... + +R.--¡Pues claro está! Pidiendo a Dios que les libre de tentaciones... + +M.--Pero me parece que tú más que a rezar «no nos dejes caer en la +tentación» vas a «no me dejes caer en la tentación...» + +R.--Sí, que voy a que no me tienten... + +M.--¿Pues no has venido acá a tentar a Caridad, tu hermana? ¿O es que +crees que no era tentación eso? ¿No venías a hacerle caer en tentación? + +C.--No, Manuela, no venía a eso. Y además sabe que no soy celosa, que no +lo seré, que no puedo serlo... + +R.--Déjale, déjale, Caridad, déjale a la abejita, que pique... que +pique... + +M.--Duele, ¿eh? Pues, hija, rascarse... + +R.--_Hija_ ahora, ¿eh? + +M.--Y siempre, hermana. + +R.--Y dime tú, hermanita, la abejita, ¿tú no has pensado nunca en +meterte en un panal así, en una colmena...? + +M.--Se puede hacer miel y cera en el mundo... + +R.--Y picar... + +M.--¡Y picar, exacto! + +R.--Vamos, sí, que tú, como tía Tula, vas para tía... + +M.--Yo no sé para lo que voy, pero si siguiera el ejemplo de la Tía no +habría de ir por mal camino. ¿O es que crees que marró ella el suyo? ¿Es +que has olvidado sus enseñanzas? ¿Es que trató ella nunca de encismar a +los de casa? ¿Es que habría ella nunca denunciado un acto de uno de sus +hermanos? + +C.--Por Dios, Manuela, por la memoria de tía Tula, cállate ya... Y tú, +Rosa, no llores así... vamos, levanta esa frente... no te tapes así la +cara con las manos... no llores así, hija, no llores así... + +Manuela le puso a su hermanastra la mano sobre el hombro y con una voz +que parecía venir del otro mundo, del mundo eterno de la familia +inmortal, le dijo: + +--¡Perdóname, hermana, me he excedido... pero tu conducta me ha herido +en lo vivo de la familia y he hecho lo que creo que habría hecho la Tía +en este caso... perdónamelo! + +Y Rosa, cayendo en sus brazos y ocultando su cabeza entre los pechos de +su hermana, le dijo entre sollozos: + +--¡Quien tiene que perdonarme eres tú, hermana, tú... Pero hermana... +no, sino madre... ni madre... ¡Tía! ¡Tía! + +--¡Es la Tía, la tía Tula, la que tiene que perdonarnos y unirnos y +guiarnos a todos!--concluyó Manuela. + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of La tía Tula, by Miguel De Unamuno + +*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 44358 *** diff --git a/44358-h/44358-h.htm b/44358-h/44358-h.htm new file mode 100644 index 0000000..542c481 --- /dev/null +++ b/44358-h/44358-h.htm @@ -0,0 +1,6082 @@ +<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" + "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> +<html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" xml:lang="es" lang="es"> + <head> + <meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=UTF-8" /> + <meta http-equiv="Content-Style-Type" content="text/css" /> + <title> + The Project Gutenberg eBook of La tía Tula by Miguel de Unamuno. + </title> + <link rel="coverpage" href="images/cover.jpg" /> + <style type="text/css"> + +body { + margin-left: 10%; + margin-right: 10%; +} + + h1,h2,h3{ + text-align: center; /* all headings centered */ + clear: both; + line-height: 2; +} + +h1 {margin-top: 2em; margin-bottom: 2em;} + +h2 {margin-top: 4em; margin-bottom: 2em;} + + +p { + margin-top: .75em; + text-align: justify; + margin-bottom: .75em; + } + + .p2 {margin-top: 2em;} + .p4 {margin-top: 4em;} + .p6 {margin-top: 6em;} + .ht {page-break-after: always;} + +hr { + width: 33%; + margin-top: 2em; + margin-bottom: 2em; + margin-left: auto; + margin-right: auto; + clear: both; +} + +hr.tb {width: 5%; margin-top: 2em; margin-bottom: 2em;} +hr.chap {width: 15%; margin-top: 2em; margin-bottom: 2em; + page-break-after: always;} + + + +.pagenum { /* uncomment the next line for invisible page numbers */ + /* visibility: hidden; */ + position: absolute; + left: 92%; + font-size: smaller; + text-align: right; + /* not bold */ + font-weight: normal; + /* not italic */ + font-style: normal; + /* not small cap */ + font-variant: normal; +} /* page numbers */ + + +.center {text-align: center;} +.smcap {font-variant: small-caps;} +.large {font-size: large;} +.right {text-align: right;} +.indenr5 {padding-right: 25px;} + +.i2 {margin-left: 2em;} +.i5 {margin-left: 5em;} + + +/* Transcriber's notes */ +.box {margin: auto; + border: 1px solid; + padding: 1em; + background-color: #F0FFFF; + width: 25em;} + + +@media print +{ + + hr.tb + { + width: 5%; + margin-left: 47.5%; + margin-top: 2em; + margin-bottom: 2em; + } + + hr.chap + { + width: 15%; + margin-left: 42.5%; + margin-top: 2em; + margin-bottom: 2em; + } +} + +@media handheld +{ + body + { + margin: 0; + padding: 0; + width: 90%; + } + + .box + { + width: auto; + } + + hr.tb + { + width: 5%; + margin-left: 47.5%; + margin-top: 2em; + margin-bottom: 2em; + } + + hr.chap + { + width: 15%; + margin-left: 42.5%; + margin-top: 2em; + margin-bottom: 2em; + } + +} + </style> + </head> +<body> +<div>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 44358 ***</div> + +<p class="box">Nota del Transcriptor:<br/><br/> + Errores obvios de imprenta han sido corregidos.<br/> + Páginas en blanco han sido eliminadas.<br/> +</p> + + + +<p class="center large p6">MIGUEL DE UNAMUNO</p> + +<h1>LA TIA TULA</h1> +<p class="center">(NOVELA)</p> + +<p class="center p6 ht">RENACIMIENTO<br /> +<span class="smcap">SAN MARCOS</span>, 42<br /> +MADRID<br /> +1921</p> + + + + +<p class="right p6">ES PROPIEDAD</p> + + +<p class="center p6">Copyright 1921 by Miguel de Unamuno.</p> + + +<p class="center p6 ht">Imprenta de Juan Pueyo. Luna, 29. Teléf. 14-30.—Madrid.</p> + + + + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_5" id="Page_5">[5]</a></span></p> + + + + +<h2><i>PROLOGO</i></h2> +<p class="center">(<i>QUE PUEDE SALTAR EL LECTOR DE NOVELAS</i>)</p> + + +<p class="p2">«<span class="smcap">Tenía</span> <i>uno (hermano) casi de mi edad, que era +el que yo más quería, aunque a todos tenía +gran amor y ellos a mí; juntábamonos entrambos +a leer vidas de santos... Espantábanos mucho +el decir en lo que leíamos que pena y gloria +eran para siempre. Acaecíanos estar muchos ratos +tratando desto, y gustábamos de decir muchas +veces para siempre, siempre, siempre. En +pronunciar esto mucho rato era el Señor servido, +me quedase en esta niñez imprimido el camino +de la verdad. De que vi que era imposible ir +adonde me matasen por Dios, ordenábamos ser +ermitaños, y en una huerta que había en casa +procurábamos, como podíamos, hacer ermitas<span class="pagenum"><a name="Page_6" id="Page_6">[6]</a></span> +poniendo unas pedrecillas, que luego se nos +caían, y ansí no hallábamos remedio en nada +para nuestro deseo; que ahora me pone devoción +ver cómo me daba Dios tan presto lo que yo +perdí por mi culpa.</i>»</p> + +<hr class="tb" /> + +<p>«<i>Acuérdome que cuando murió mi madre quedé +yo de edad de doce años, poco menos; como +yo comencé a entender lo que había perdido, +afligida fuíme a una imagen de Nuestra Señora +y supliquela fuese mi madre con muchas lágrimas. +Paréceme que aunque se hizo con simpleza, +que me ha valido, pues conocidamente he hallado +a esta Virgen Soberana en cuanto me he encomendado +a ella, y, en fin, me ha tornado a sí.</i>»</p> + +<p class="i5"><i>(Del capítulo I de la Vida de la Santa Madre +Teresa de Jesús, que escribió ella misma por +mandado de su confesor.)</i></p> + +<p>«<i>Sea (Dios) alabado por siempre, que tanta +merced ha hecho a vuestra merced, pues le ha +dado mujer, con quien pueda tener mucho descanso. +Sea mucho de enhorabuena, que harto +consuelo es para mí pensar que le tiene. A la +señora doña María beso siempre las manos muchas +veces; aquí tiene una capellana y muchas.<span class="pagenum"><a name="Page_7" id="Page_7">[7]</a></span> +Harto quisiéramos poderla gozar; mas si había +de ser con los trabajos que por acá hay, más +quiero que tenga allá sosiego, que verla acá +padecer.</i>»</p> + +<p class="i5">(<i>De una carta que desde Avila, a 15 de diciembre +de 1581, dirigió la Santa Madre, y Tía, +Teresa de Jesús, a su sobrino don Lorenzo de +Cepeda, que estaba en Indias, en el Perú, donde +se casó con doña María de Hinojosa, que es la +señora doña María de que se habla en ella</i>)</p> + +<p><i>En el capítulo II de la misma susomentada +Vida, dice la Santa Madre Teresa de Jesús que +era moza «aficionada a leer libros de caballerías»—los +suyos lo son, a lo divino—y en uno +de los sonetos, de nuestro Rosario de ellos, la hemos +llamado</i></p> + +<p class="i5"><i>Quijotesa</i></p> +<p class="i2"><i>a lo divino, que dejó asentada</i><br /> +<i>nuestra España inmoral, cuya es la empresa:</i><br /> +<i>sólo existe lo eterno; ¡Dios o nada!</i><br /></p> + +<p><i>Lo que acaso alguien crea que diferencia a +Santa Teresa de Don Quijote, es que éste, el Caballero—y +tío, tío de su inmortal sobrina—se +puso en ridículo y fué el ludibrio y juguete de +padres y madres, de zánganos y de reinas; pero +¿es que Santa Teresa escapó al ridículo? ¿Es que<span class="pagenum"><a name="Page_8" id="Page_8">[8]</a></span> +no se burlaron de ella? ¿Es que no se estima hoy +por muchos quijotesco, o sea ridículo, su instituto, +y aventurera, de caballería andante, su obra y +su vida?</i></p> + +<p><i>No crea el lector, por lo que precede, que el relato +que se sigue y va a leer es, en modo alguno, +un comentario a la vida de la Santa española. +¡No, nada de esto! Ni pensábamos en Teresa de +Jesús al emprenderlo y desarrollarlo; ni en Don +Quijote. Ha sido después de haberlo terminado, +cuando aun para nuestro ánimo, que lo concibió, +resultó una novedad este parangón, cuando hemos +descubierto las raíces de este relato novelesco. +Nos fué oculto su más hondo sentido al emprenderlo. +No hemos visto sino después, al hacer +sobre él examen de conciencia de autor, sus raíces +teresianas y quijotescas. Que son una misma raíz.</i></p> + +<p><i>¿Es acaso éste un libro de caballerías? Como +el lector quiera tomarlo... Tal vez a alguno pueda +parecerle una novela agiográfica, de vida de santos. +Es, de todos modos, una novela, podemos +asegurarlo.</i></p> + +<p><i>No se nos ocurrió a nosotros, sino que fué +cosa de un amigo, francés por más señas, el notar +que la inspiración—¡perdón!—de nuestra<span class="pagenum"><a name="Page_9" id="Page_9">[9]</a></span> +nivola</i> Niebla <i>era de la misma raíz que la de</i> La +vida es sueño, <i>de Calderón. Mas en este otro +caso ha sido cosa nuestra el descubrir, después +de concluída esta novela que tienes a la vista, +lector, sus raíces quijotescas y teresianas. Lo que +no quiere decir ¡claro está! que lo que aquí se +cuenta no haya podido pasar fuera de España.</i></p> + +<hr class="tb" /> + +<p><i>Antes de terminar este Prólogo queremos hacer +otra observación, que le podrá parecer a alguien +quizás sutileza de lingüista y filólogo, y no +lo es sino de psicología. Aunque ¿es la psicología +algo más que lingüística y filología?</i></p> + +<p><i>La observación es que así como tenemos la +palabra</i> paternal <i>y</i> paternidad, <i>que derivan de</i> +pater, <i>padre, y</i> maternal <i>y</i> maternidad, <i>de</i> mater, +<i>madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal +y lo maternal, ni la paternidad y la maternidad, +es extraño que junto a</i> fraternal <i>y</i> fraternidad, +<i>de</i> frater, <i>hermano, no tengamos</i> sororal +<i>y</i> sororidad, <i>de</i> soror, <i>hermana. En latín hay</i> +sororius, a, um, <i>lo de la hermana, y el verbo</i> sororiare, +<i>crecer por igual y juntamente.</i></p> + +<p><i>Se nos dirá que la</i> sororidad <i>equivaldría a la</i><span class="pagenum"><a name="Page_10" id="Page_10">[10]</a></span> +fraternidad, <i>mas no lo creemos así. Como si en +latín tuviese la hija un apelativo de raíz distinta +que el de hijo, valdría la pena de distinguir entre +las dos filialidades.</i></p> + +<p>Sororidad <i>fué la de la admirable Antígona, +esta santa del paganismo helénico, la hija de +Edipo, que sufrió martirio por amor a su hermano +Polinices, y por confesar su fe de que +las leyes eternas de la conciencia, las que rigen +en el eterno mundo de los muertos, en el +mundo de la inmortalidad, no son las que forjan +los déspotas y tiranos de la tierra, como era +Creonte.</i></p> + +<p><i>Cuando en la tragedia sofocleana Creonte le +acusa a su sobrina Antígona de haber faltado a +la ley, al mandato regio, rindiendo servicio fúnebre +a su hermano, el fratricida, hay entre aquéllos +este duelo de palabras:</i></p> + +<p>«A.—<i>No es nada feo honrar a los de la misma +entraña...</i></p> + +<p>»Cr.—<i>¿No era de tu sangre también el que +murió contra él?</i></p> + +<p>»A.—<i>De la misma, por madre y padre...</i></p> + +<p>»Cr.—<i>¿Y cómo rindes a éste un honor impío?</i></p> + +<p>»A.—<i>No diría eso el muerto...</i></p><p><span class="pagenum"><a name="Page_11" id="Page_11">[11]</a></span></p> + +<p>»Cr.—<i>Pero es que le honras igual que al +impío...</i></p> + +<p>»A.—<i>No murió su siervo, sino su hermano...</i></p> + +<p>»Cr.—<i>Asolando esta tierra, y el otro defendiéndola...</i></p> + +<p>»A.—<i>El otro mundo, sin embargo, gusta de +igualdad ante la ley...</i></p> + +<p>»Cr.—<i>¿Cómo ha de ser igual para el vil que +para el noble?</i></p> + +<p>»A.—<i>Quién sabe si estas máximas son santas +allí abajo...</i>»</p> + +<p class="i5">(<i>Antígona</i>, versos 511-521.)</p> + +<hr class="tb" /> + +<p><i>¿Es que acaso lo que a Antígona le permitió +descubrir esa ley eterna, apareciendo a los ojos +de los ciudadanos de Tebas y de Creonte, su tío, +como una anarquista, no fué el que era, por terrible +decreto del Hado, hermana carnal de su +propio padre, Edipo? Con el que había ejercido +oficio de</i> sororidad <i>también.</i></p> + +<p><i>El acto</i> sororio <i>de Antígona dando tierra al +cadáver insepulto de su hermano y librándolo +así del furor regio de su tío Creonte, parecióle a +éste un acto de anarquista. «¡No hay mal mayor +que el de la anarquía!»—declaraba el tirano—.</i><span class="pagenum"><a name="Page_12" id="Page_12">[12]</a></span> +(Antígona, <i>verso 672</i>.) <i>¿Anarquía? ¿Civilización?</i></p> + +<p><i>Antígona, la anarquista según su tío, el tirano +Creonte, modelo de virilidad, pero no de humanidad; +Antígona, hermana de su padre Edipo y, +por lo tanto, tía de su hermano Polinices, representa +acaso la domesticidad religiosa, la religión +doméstica, la del hogar, frente a la civilidad política +y tiránica, a la tiranía civil, y acaso también +la domesticación frente a la civilización. ¿Aunque +es posible civilizarse sin haberse domesticado +antes? ¿Caben civilidad y civilización donde no +tienen como cimientos domesticidad y domesticación?</i></p> + +<p><i>Hablamos de</i> patrias <i>y sobre ellas de</i> fraternidad +<i>universal, pero no es una sutileza lingüística +el sostener que no pueden prosperar sino sobre</i> +matrias <i>y</i> sororidad. <i>Y habrá barbarie de guerras +devastadoras, y otros estragos, mientras sean los +zánganos, que revolotean en torno de la reina +para fecundarla y devorar la miel que no hicieron, +los que rijan las colmenas.</i></p> + +<p><i>¿Guerras? El primer acto guerrero fué, según +lo que llamamos Historia Sagrada, la de la Biblia, +el asesinato de Abel por su hermano Caín. +Fué una muerte fraternal, entre hermanos, el primer<span class="pagenum"><a name="Page_13" id="Page_13">[13]</a></span> +acto de fraternidad. Y dice el Génesis que +fué Caín, el fratricida, el que primero edificó una +ciudad, a la que llamó del nombre de su hijo—habido +en una hermana—Henoc.</i> (<i>Gén. IV, 17.</i>) +<i>Y en aquella ciudad,</i> polis, <i>debió empezar la vida +civil, política, la civilidad y la civilización. Obra, +como se ve, del fratricida. Y cuando, siglos más +tarde, nuestro Lucano, español, llamó a las guerras +entre César y Pompeyo</i> plusquam civilia, +<i>más que civiles—lo dice en el primer verso de su</i> +Pharsalia—<i>quiere decir</i> fraternales. <i>Las guerras +más que civiles son las fraternales.</i></p> + +<p><i>Aristóteles le llamó al hombre</i> zoon politicon, +<i>esto es, animal civil o ciudadano—no político, que +esto es no traducir—animal que tiende a vivir en +ciudades, en mazorcas de casas estadizas, arraigadas +en tierra por cimientos, y ése es el hombre +y, sobre todo, el varón. Animal civil, urbano, fraternal +y... fratricida. Pero ese animal civil, ¿no +ha de depurarse por acción doméstica? Y el hogar, +el verdadero hogar, ¿no ha de encontrarse +lo mismo en la tienda del pastor errante que se +planta al azar de los caminos? Y Antígona acompañó +a su padre, ciego y errante, por los senderos +del desierto, hasta que desapareció en Colono.<span class="pagenum"><a name="Page_14" id="Page_14">[14]</a></span> +¡Pobre civilidad fraternal, cainita, si no hubiera +la domesticidad sororia!...</i></p> + +<p><i>Va, pues, el fundamento de la civilidad, la domesticidad, +de mano en mano de hermanas, de +tías. O de esposas de espíritu, castísimas, como +aquella Abisag, la sunamita de que se nos habla +en el capítulo I del libro I de los Reyes, aquella +doncella que le llevaron al viejo rey David, ya +cercano a su muerte, para que le mantuviese en +la puesta de su vida, abrigándole y calentándole +en la cama mientras dormía. Y Abisag le sacrificó +su maternidad, permaneció virgen por él—pues +David no la conoció—y fué causa de que +más luego Salomón, el hijo del pecado de David +con la adúltera Betsabé, hiciese matar a Adonías, +su hermanastro, hijo de David y de Hagit, porque +pretendió para mujer a Abisag, la última +reina con David, pensando así heredar a éste su +reino.</i></p> + +<p><i>Pero a esta Abisag y a su suerte y a su sentido +pensamos dedicar todo un libro que no será precisamente +una novela. Ni una</i> nivola.</p> + +<p><i>Y ahora el lector que ha leído este prólogo—que +no es necesario para inteligencia en lo que +sigue—puede pasar a hacer conocimiento con<span class="pagenum"><a name="Page_15" id="Page_15">[15]</a></span> +la tía Tula, que si supo de Santa Teresa y de +Don Quijote, acaso no supo ni de Antígona la +griega ni de Abisag la israelita.</i></p> + +<p><i>En mi novela</i> Abel Sánchez <i>intenté escarbar +en ciertos sótanos y escondrijos del corazón, en +ciertas catacumbas del alma, adonde no gustan +descender los más de los mortales. Creen que en +esas catacumbas hay muertos, a los que lo mejor +es no visitar, y esos muertos, sin embargo, nos +gobiernan. Es la herencia de Caín. Y aquí, en +esta novela, he intentado escarbar en otros sótanos +y escondrijos. Y como no ha faltado quien +me haya dicho que aquello era inhumano, no faltará +quien me lo diga, aunque en otro sentido, de +esto. Aquello pareció a alguien inhumano por +viril, por fraternal; esto lo parecerá acaso por +femenil, por sororio. Sin que quepa negar que el +varón hereda femenidad de su madre y la mujer +virilidad de su padre. ¿O es que el zángano no +tiene algo de abeja y la abeja algo de zángano? +O hay, si se quiere,</i> abejos <i>y</i> zánganas.</p> + +<p><i>Y nada más, que no debo hacer una novela +sobre otra novela.</i></p> + +<p class="i5"><i>En Salamanca, ciudad, en el día de los Desposorios +de Nuestra Señora del año de gracia +milésimo novecentésimo y vigésimo.</i></p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_17" id="Page_17">[17]</a></span></p> + + + + +<h2>I</h2> + +<p><span class="smcap">Era</span> a Rosa y no a su hermana Gertrudis, que +siempre salía de casa con ella, a quien ceñían +aquellas ansiosas miradas que les enderezaba +Ramiro. O por lo menos, así lo creían ambos, +Ramiro y Rosa, al atraerse el uno al otro.</p> + +<p>Formaban las dos hermanas, siempre juntas, +aunque no por eso unidas siempre, una pareja +al parecer indisoluble, y como un solo valor. +Era la hermosura espléndida y algún tanto provocativa +de Rosa, flor de carne que se abría a +flor del cielo a toda luz y todo viento, la que llevaba +de primera vez las miradas a la pareja; pero +eran luego los ojos tenaces de Gertrudis los que +sujetaban a los ojos que se habían fijado en +ellos y los que a la par les ponían raya. Hubo +quien al verlas pasar preparó algún chicoleo un +poco más subido de tono; mas tuvo que contenerse +<span class="pagenum"><a name="Page_18" id="Page_18">[18]</a></span> +al tropezar con el reproche de aquellos +ojos de Gertrudis, que hablaban mudamente de +seriedad. «Con esta pareja no se juega», parecía +decir con sus miradas silenciosas.</p> + +<p>Y bien miradas y de cerca aún despertaba más +Gertrudis el ansia de goce. Mientras su hermana +Rosa abría espléndidamente a todo viento y +toda luz la flor de su encarnadura, ella era como +un cofre cerrado y sellado en que se adivina un +tesoro de ternuras y delicias secretas.</p> + +<p>Pero Ramiro, que llevaba el alma toda a flor +de los ojos, no creyó ver más que a Rosa, y a +Rosa se dirigió desde luego.</p> + +<p>—Sabes que me ha escrito—le dijo ésta a su +hermana.</p> + +<p>—Sí, vi la carta.</p> + +<p>—¿Cómo? ¿que la viste? ¿es que me espías?</p> + +<p>—¿Podía dejar de haberla visto? No, yo no +espío nunca, ya lo sabes, y has dicho eso no +más que por decirlo...</p> + +<p>—Tienes razón, Tula, perdónamelo.</p> + +<p>—Sí, una vez más, porque tú eres así. Yo no +espío, pero tampoco oculto nunca nada. Vi la +carta.</p> + +<p>—Ya lo sé; ya lo sé...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_19" id="Page_19">[19]</a></span> +—He visto la carta y la esperaba.</p> + +<p>—Y bien, ¿qué te parece de Ramiro?</p> + +<p>—No le conozco.</p> + +<p>—Pero no hace falta conocer a un hombre +para decir lo que le parece a una de él.</p> + +<p>—A mí, sí.</p> + +<p>—Pero lo que se ve, lo que está a la vista...</p> + +<p>—Ni de eso puedo juzgar sin conocerle.</p> + +<p>—¿Es que no tienes ojos en la cara?</p> + +<p>—Acaso no los tenga así...; ya sabes que soy +corta de vista.</p> + +<p>—¡Pretextos! Pues mira, chica, es un guapo +mozo.</p> + +<p>—Así parece.</p> + +<p>—Y simpático.</p> + +<p>—Con que te lo sea a ti, basta.</p> + +<p>—¿Pero es que crees que le he dicho ya +que sí?</p> + +<p>—Sé que se lo dirás al cabo, y basta.</p> + +<p>—No importa; hay que hacerle esperar y hasta +rabiar un poco...</p> + +<p>—¿Para qué?</p> + +<p>—Hay que hacerse valer.</p> + +<p>—Así no te haces valer, Rosa; y ese coqueteo +es cosa muy fea.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_20" id="Page_20">[20]</a></span> +—De modo que tú...</p> + +<p>—A mí no se me ha dirigido.</p> + +<p>—¿Y si se hubiera dirigido a ti?</p> + +<p>—No sirve preguntar cosas sin sustancia.</p> + +<p>—Pero tú, si a ti se te dirige, ¿qué le habrías +contestado?</p> + +<p>—Yo no he dicho que me parece un guapo +mozo y que es simpático, y por eso me habría +puesto a estudiarle...</p> + +<p>—Y entretanto si iba a otra...</p> + +<p>—Es lo más probable.</p> + +<p>—Pues así, hija, ya puedes prepararte...</p> + +<p>—Sí, a ser tía.</p> + +<p>—¿Cómo tía?</p> + +<p>—Tía de tus hijos, Rosa.</p> + +<p>—¡Eh, qué cosas tienes!—y se le quebró +la voz.</p> + +<p>—Vamos, Rosita, no te pongas así, y perdóname—le +dijo dándole un beso.</p> + +<p>—Pero si vuelves...</p> + +<p>—¡No, no volveré!</p> + +<p>—Y bien, ¿qué le digo?</p> + +<p>—¡Dile que sí!</p> + +<p>—Pero pensará que soy demasiado fácil...</p> + +<p>—¡Entonces dile que no!</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_21" id="Page_21">[21]</a></span> +—Pero es que...</p> + +<p>—Sí, que te parece un guapo mozo y simpático. +Dile, pues, que sí y no andes con más +coqueterías, que eso es feo. Dile que sí. Después +de todo, no es fácil que se te presente mejor +partido. Ramiro está muy bien, es hijo +solo...</p> + +<p>—Yo no he hablado de eso.</p> + +<p>—Pero yo hablo de ello, Rosa, y es igual.</p> + +<p>—¿Y no dirán, Tula, que tengo ganas de +novio?</p> + +<p>—Y dirán bien.</p> + +<p>—¿Otra vez, Tula?</p> + +<p>—Y ciento. Tienes ganas de novio y es natural +que las tengas. ¿Para qué si no te hizo Dios +tan guapa?</p> + +<p>—¡Guasitas no!</p> + +<p>—Ya sabes que yo no me guaseo. Parézcanos +bien o mal, nuestra carrera es el matrimonio o +el convento; tú no tienes vocación de monja; +Dios te hizo para el mundo y el hogar... vamos, +para madre de familia... No vas a quedarte a vestir +imágenes. Dile, pues, que sí.</p> + +<p>—¿Y tú?</p> + +<p>—¿Cómo yo?</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_22" id="Page_22">[22]</a></span> +—Que tú, luego...</p> + +<p>—A mí déjame.</p> + +<p>Al día siguiente de estas palabras estaban ya +en lo que se llaman relaciones amorosas Rosa +y Ramiro.</p> + +<p>Lo que empezó a cuajar la soledad de Gertrudis.</p> + +<p>Vivían las dos hermanas, huérfanas de padre +y madre desde muy niñas, con un tío materno, +sacerdote, que no las mantenía, pues ellas disfrutaban +de un pequeño patrimonio que les permitía +sostenerse en la holgura de la modestia, +pero les daba buenos consejos a la hora de +comer, en la mesa, dejándolas, por lo demás, a +la guía de su buen natural. Los buenos consejos +eran consejos de libros, los mismos que le servían +a don Primitivo para formar sus escasos +sermones.</p> + +<p>«Además—se decía a sí mismo con muy buen +acierto don Primitivo—¿para qué me voy a meter +en sus inclinaciones y sentimientos íntimos? Lo +mejor es no hablarlas mucho de eso, que se les +abre demasiado los ojos. Aunque... ¿abrirles? +¡Bah! bien abiertos los tienen, sobre todo las +mujeres. Nosotros los hombres no sabemos una +<span class="pagenum"><a name="Page_23" id="Page_23">[23]</a></span> +palabra de esas cosas. Y los curas, menos. Todo +lo que nos dicen los libros son pataratas. ¡Y luego, +me mete un miedo esa Tulilla...! Delante de ella +no me atrevo... no me atrevo... ¡Tiene unas preguntas +la mocita! ¡Y cuando me mira tan seria, +tan seria... con esos ojazos tristes—los de mi +hermana, los de mi madre, Dios las tenga en +su santa gloria!—¡Esos ojazos de luto que se le +meten a uno en el corazón...! Muy serios, sí, +pero riéndose con el rabillo. Parecen decirme: +«¡no diga usted más bobadas, tío!» ¡El demonio +de la chiquilla! ¡Todavía me acuerdo el día en +que se empeñó en ir, con su hermana, a oirme +aquel sermoncete; el rato que pasé, Jesús Santo! +¡Todo se me volvía apartar mis ojos de ella por +no cortarme; pero nada, ella tirando de los míos! +Lo mismo, lo mismito me pasaba con su santa +madre, mi hermana, y con mi santa madre, Dios +las tenga en su gloria. Jamás pude predicar a +mis anchas delante de ellas, y por eso les tenía +dicho que no fuesen a oirme. Madre iba, pero +iba a hurtadillas, sin decírmelo, y se ponía detrás +de la columna, donde yo no le viera, y luego no +me decía nada de mi sermón. Y lo mismo hacía +mi hermana. Pero yo sé lo que ésta pensaba, +<span class="pagenum"><a name="Page_24" id="Page_24">[24]</a></span> +aunque tan cristiana, lo sé. «¡Bobadas de hombres!» +Y lo mismo piensa esta mocita, estoy de +ello seguro. No, no, ¿delante de ella predicar? +¿Yo? ¿Darle consejos? Una vez se le escapó lo +de <i>¡bobadas de hombres!</i> y no dirigiéndose a mí, +no, pero yo le entiendo...»</p> + +<p>El pobre señor sentía un profundísimo respeto, +mezclado de admiración, por su sobrina +Gertrudis. Tenía el sentimiento de que la sabiduría +iba en su linaje por vía femenina, que su +madre había sido la providencia inteligente de +la casa en que se crió, que su hermana lo había +sido en la suya, tan breve. Y en cuanto a su +otra sobrina, a Rosa, le bastaba para protección +y guía con su hermana. «Pero qué hermosa +la ha hecho Dios, Dios sea alabado—se decía—; +esta chica o hace un gran matrimonio, +con quien ella quiera, o no tienen los mozos de +hoy ojos en la cara.»</p> + +<p>Y un día fué Gertrudis la que, después que +Rosa se levantó de la mesa fingiendo sentirse +algo indispuesta, al quedarse a solas con su tío, +le dijo:</p> + +<p>—Tengo que decirle a usted, tío, una cosa +muy grave.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_25" id="Page_25">[25]</a></span> +—Muy grave..., muy grave...—y el pobre señor +se azaró, creyendo observar que los rabillos +de los ojazos tan serios de su sobrina se reían +maliciosamente.</p> + +<p>—Sí, muy grave.</p> + +<p>—Bueno, pues desembucha, hija, que aquí estamos +los dos para tomar un consejo.</p> + +<p>—El caso es que Rosa tiene ya novio.</p> + +<p>—¿Y no es más que eso?</p> + +<p>—Pero novio formal, ¿eh?, tío.</p> + +<p>—Vamos, sí, para que yo los case.</p> + +<p>—¡Naturalmente!</p> + +<p>—Y a ti, ¿qué te parece de él?</p> + +<p>—Aun no ha preguntado usted quién es...</p> + +<p>—¿Y qué más da, si yo apenas conozco a +nadie? A ti qué te parece de él, contesta.</p> + +<p>—Pues tampoco yo le conozco.</p> + +<p>—¿Pero no sabes quién es, tú?</p> + +<p>—Sí, sé cómo se llama y de qué familia es y...</p> + +<p>—¡Basta! ¿Qué te parece?</p> + +<p>—Que es un buen partido para Rosa y que +se querrán.</p> + +<p>—¿Pero es que no se quieren ya?</p> + +<p>—¿Pero cree usted, tío, que pueden empezar +queriéndose?</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_26" id="Page_26">[26]</a></span> +—Pues así dicen, chiquilla, y hasta que eso +viene como un rayo...</p> + +<p>—Son decires, tío.</p> + +<p>—Así será; basta que tú lo digas.</p> + +<p>—Ramiro..., Ramiro Cuadrado...</p> + +<p>—¿Pero es el hijo de doña Venancia, la viuda? +¡Acabáramos! No hay más que hablar.</p> + +<p>—A Ramiro, tío, se le ha metido Rosa por los +ojos y cree estar enamorado de ella...</p> + +<p>—Y lo estará, Tulilla, lo estará...</p> + +<p>—Eso digo yo, tío, que lo estará. Porque como +es hombre de vergüenza y de palabra, acabará +por cobrar cariño a aquella con la que se ha +comprometido ya. No le creo hombre de volver +atrás.</p> + +<p>—¿Y ella?</p> + +<p>—¿Quién? ¿Mi hermana? A ella le pasará lo +mismo.</p> + +<p>—Sabes más que San Agustín, hija.</p> + +<p>—Esto no se aprende, tío.</p> + +<p>—¡Pues que se casen, los bendigo y sanseacabó!</p> + +<p>—¡O sanseempezó! Pero hay que casarlos y +pronto. Antes que él se vuelva...</p> + +<p>—Pero temes tú que él pueda volverse...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_27" id="Page_27">[27]</a></span> +—Yo siempre temo de los hombres, tío.</p> + +<p>—¿Y de las mujeres no?</p> + +<p>—Esos temores deben quedar para los hombres. +Pero sin ánimo de ofender al sexo... fuerte, +¿no se dice así?, le digo que la constancia, que +la fortaleza está más bien de parte nuestra...</p> + +<p>—Si todas fueran como tú, chiquilla, lo creería +así, pero...</p> + +<p>—¿Pero qué?</p> + +<p>—¡Que tú eres excepcional, Tulilla!</p> + +<p>—Le he oído a usted más de una vez, tío, que +las excepciones confirman la regla...</p> + +<p>—Vamos, que me aturdes... Pues bien, los casaremos, +no sea que se vuelva él... o ella...</p> + +<p>Por los ojos de Gertrudis pasó como la sombra +de una nube de borrasca, y si se hubiera podido +oir el silencio habríase oído que en las bóvedas +de los sótanos de su alma resonaba como +un eco repetido y que va perdiéndose a lo lejos +aquello de «o ella...»</p> +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_29" id="Page_29">[29]</a></span></p> + + +<h2>II</h2> + + +<p>¿<span class="smcap">Pero</span> qué le pasaba a Ramiro, en relaciones +ya, y en relaciones formales, con Rosa, y +poco menos que entrando en la casa? ¿Qué dilaciones +y qué frialdades eran aquéllas?</p> + +<p>—Mira, Tula, yo no le entiendo; cada vez le +entiendo menos. Parece que está siempre distraído +y como si estuviese pensando en otra +cosa—o en otra persona, ¡quién sabe!—o temiendo +que alguien nos vaya a sorprender de +pronto. Y cuando le tiro algún avance y le hablo, +así como quien no quiere la cosa, del fin +que deben tener nuestras relaciones, hace como +que no oye y como si estuviera atendiendo a +otra...</p> + +<p>—Es porque le hablas como quien no quiere +la cosa. Háblale como quien la quiere.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_30" id="Page_30">[30]</a></span></p> + +<p>—¡Eso es, y que piense que tengo prisa por +casarme!</p> + +<p>—¡Pues que lo piense! ¿No es acaso así?</p> + +<p>—¿Pero crees tú, Tula, que yo estoy rabiando +por casarme?</p> + +<p>—¿Le quieres?</p> + +<p>—Eso nada tiene que ver...</p> + +<p>—¿Le quieres, di?</p> + +<p>—Pues mira...</p> + +<p>—¡Pues mira, no! ¿le quieres? ¡sí o no!</p> + +<p>Rosa bajó la frente con los ojos, arrebolóse +toda y llorándole la voz tartamudeó:</p> + +<p>—Tienes unas cosas, Tula; ¡pareces un confesor!</p> + +<p>Gertrudis tomó la mano de su hermana, con +otra le hizo levantar la frente, le clavó los ojos +en los ojos y le dijo:</p> + +<p>—Vivimos solas, hermana...</p> + +<p>—¿Y el tío?</p> + +<p>—Vivimos solas, te he dicho. Las mujeres vivimos +siempre solas. El pobre tío es un santo, +pero un santo de libro, y aunque cura, al fin y +al cabo hombre.</p> + +<p>—Pero confiesa...</p> + +<p>—Acaso por eso sabe menos. Además, se le<span class="pagenum"><a name="Page_31" id="Page_31">[31]</a></span> +olvida. Y así debe ser. Vivimos solas, te he dicho. +Y ahora lo que debes hacer es confesarte aquí, +pero confesarte a ti misma. ¿Le quieres? repito.</p> + +<p>La pobre Rosa se echó a llorar.</p> + +<p>—¿Le quieres?—sonó la voz implacable.</p> + +<p>Y Rosa llegó a fingirse que aquella pregunta, +en una voz pastosa y solemne y que parecía venir +de las lontananzas de la vida común de la +pureza, era su propia voz, era acaso la de su madre +común.</p> + +<p>—Sí, creo que le querré... mucho... mucho...—exclamó +en voz baja y sollozando.</p> + +<p>—¡Sí, le querrás mucho y él te querrá más aún!</p> + +<p>—¿Y cómo lo sabes?</p> + +<p>—Yo sé que te querrá.</p> + +<p>—Entonces, ¿por qué está distraído? ¿por qué +rehuye el que abordemos lo del casorio?</p> + +<p>—¡Yo le hablaré de eso, Rosa, déjalo de mi +cuenta!</p> + +<p>—¿Tú?</p> + +<p>—¡Yo, sí! ¿Tiene algo de extraño?</p> + +<p>—Pero...</p> + +<p>—A mí no puede cohibirme el temor que a ti +te cohibe.</p> + +<p>—Pero dirá que rabio por casarme.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_32" id="Page_32">[32]</a></span></p> + +<p>—¡No, no dirá eso! Dirá, si quiere, que es a +mí a quien me conviene que tú te cases para facilitar +así el que se me pretenda o para quedarme +a mandar aquí sola; y las dos cosas son, como +sabes, dos disparates. Dirá lo que quiera, pero +yo me las arreglaré.</p> + +<p>Rosa cayó en brazos de su hermana, que le +dijo al oído:</p> + +<p>—¿Y luego, tienes que quererle mucho, eh?</p> + +<p>—¿Y por qué me dices tú eso, Tula?</p> + +<p>—Porque es tu deber.</p> + +<p>Y al otro día, al ir Ramiro a visitar a su novia, +encontróse con la otra, con la hermana. Demudósele +el semblante y se le vió vacilar. La seriedad +de aquellos serenos ojazos de luto le concentró +la sangre toda en el corazón.</p> + +<p>—¿Y Rosa?—preguntó sin oirse.</p> + +<p>—Rosa ha salido y soy yo quien tengo ahora +que hablarte.</p> + +<p>—¿Tú?—dijo con labios que le temblaban.</p> + +<p>-¡Sí, yo!</p> + +<p>—¡Grave te pones, chica!—y se esforzó en +reirse.</p> + +<p>—Nací con esa gravedad encima, dicen. El +tío asegura que la heredé de mi madre, su her<span class="pagenum"><a name="Page_33" id="Page_33">[33]</a></span>mana, +y de mi abuela, su madre. No lo sé, ni me +importa. Lo que sí sé es que me gustan las cosas +sencillas y derechas y sin engaño.</p> + +<p>—¿Por qué lo dices, Tula?</p> + +<p>—¿Y por qué rehuyes hablar de vuestro casamiento +a mi hermana? Vamos, dímelo, ¿por qué?</p> + +<p>El pobre mozo inclinó la frente arrebolada de +vergüenza. Sentíase herido por un golpe inesperado.</p> + +<p>—Tú le pediste relaciones con buen fin, como +dicen los inocentes.</p> + +<p>—¡Tula!</p> + +<p>—¡Nada de Tula! Tú te pusiste con ella en +relaciones para hacerla tu mujer y madre de tus +hijos...</p> + +<p>—¡Pero qué de prisa vas...!—y volvió a esforzarse +a reirse.</p> + +<p>—Es que hay que ir de prisa, porque la vida +es corta.</p> + +<p>—¡La vida es corta! ¡y lo dice a los veintidós +años!</p> + +<p>—Más corta aún. Pues bien, ¿piensas casarte +con Rosa, sí o no?</p> + +<p>—¡Pues qué duda cabe!—y al decirlo le temblaba +el cuerpo todo.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_34" id="Page_34">[34]</a></span></p> + +<p>—Pues si piensas casarte con ella, ¿por qué +diferirlo así?</p> + +<p>—Somos aún jóvenes...</p> + +<p>—¡Mejor!</p> + +<p>—Tenemos que probarnos...</p> + +<p>—¿Qué, qué es eso? ¿qué es eso de probaros? +¿Crees que la conocerás mejor dentro de +un año? Peor, mucho peor...</p> + +<p>—Y si luego...</p> + +<p>—¡No pensaste en eso al pedir la entrada aquí!</p> + +<p>—Pero, Tula...</p> + +<p>—¡Nada de Tula! ¿La quieres, sí o no?</p> + +<p>—¿Puedes dudarlo, Tula?</p> + +<p>—¡Te he dicho que nada de Tula! ¿La quieres?</p> + +<p>—¡Claro que la quiero!</p> + +<p>—Pues la querrás más todavía. Será una buena +mujer para ti. Haréis un buen matrimonio.</p> + +<p>—Y con tu consejo...</p> + +<p>—Nada de consejo. ¡Yo haré una buena tía, y +basta!</p> + +<p>Ramiro pareció luchar un breve rato consigo +mismo y como si buscase algo, y al cabo, con +un gesto de desesperada resolución, exclamó:</p> + +<p>—¡Pues bien, Gertrudis, quiero decirte toda +la verdad!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_35" id="Page_35">[35]</a></span></p> + +<p>—No tienes que decirme más verdad—le atajó +severamente—; me has dicho que quieres a +Rosa y que estás resuelto a casarte con ella; +todo lo demás de la verdad es a ella a quien se +la tienes que decir luego que os caséis.</p> + +<p>—Pero hay cosas...</p> + +<p>—No, no hay cosas que no se deba decir a +la mujer...</p> + +<p>—¡Pero, Tula!</p> + +<p>—Nada de Tula, te he dicho. Si la quieres, a +casarte con ella, y si no la quieres, estás de más +en esta casa.</p> + +<p>Estas palabras le brotaron de los labios fríos +y mientras se le paraba el corazón. Siguió a +ellas un silencio de hielo, y durante él la sangre, +antes represada y ahora suelta, le encendió la +cara a la hermana. Y entonces, en el silencio +agorero, podía oírsele el galope trepidante del +corazón.</p> + +<p>Al siguiente día se fijaba el de la boda.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_37" id="Page_37">[37]</a></span></p> + + + + +<h2>III</h2> + + +<p><span class="smcap">Don</span> Primitivo autorizó y bendijo la boda de +Ramiro con Rosa. Y nadie estuvo en ella +más alegre que lo estuvo Gertrudis. A tal punto, +que su alegría sorprendió a cuantos la conocían, +sin que faltara quien creyese que tenía muy poco +de natural.</p> + +<p>Fuéronse a su casa los recién casados, y Rosa +reclamaba a ella de continuo la presencia de su +hermana. Gertrudis le replicaba que a los novios +les convenía soledad.</p> + +<p>—Pero si es al contrario, hija, si nunca he +sentido más tu falta; ahora es cuando comprendo +lo que te quería.</p> + +<p>Y poníase a abrazarla y besuquearla.</p> + +<p>—Sí, sí—le replicaba Gertrudis sonriendo +gravemente—; vuestra felicidad necesita de testi<span class="pagenum"><a name="Page_38" id="Page_38">[38]</a></span>gos; +se os acrecienta la dicha sabiendo que otros +se dan cuenta de ella.</p> + +<p>Ibase, pues, de cuando en cuando a hacerles +compañía; a comer con ellos alguna vez. Su hermana +le hacía las más ostentosas demostraciones +de cariño, y luego a su marido, que, por su +parte, aparecía como avergonzado ante su cuñada.</p> + +<p>—Mira—llegó a decirle una vez Gertrudis a +su hermana ante aquellas señales—, no te pongas +así, tan babosa. No parece sino que has inventado +lo del matrimonio.</p> + +<p>Un día vió un perrito en la casa.</p> + +<p>—Y esto ¿qué es?</p> + +<p>—Un perro, chica, ¿no lo ves?</p> + +<p>—¿Y cómo ha venido?</p> + +<p>—Lo encontré ahí, en la calle, abandonado y +medio muerto, me dió lástima, le traje, le di de +comer, le curé y aquí le tengo—y lo acariciaba +en su regazo y le daba besos en el hocico.</p> + +<p>—Pues mira, Rosa, me parece que debes regalar +el perrito, porque el que le mates me parece +una crueldad.</p> + +<p>—¿Regalarle? Y ¿por qué? Mira, Tití—y al +decirlo apechugaba contra su seno al animali<span class="pagenum"><a name="Page_39" id="Page_39">[39]</a></span>to—, +me dicen que te eche. ¿Adónde irás tú, pobrecito?</p> + +<p>—Vamos, vamos, no seas chiquilla y no lo +tomes así. ¿A que tu marido es de mi opinión?</p> + +<p>—¡Claro, en cuanto se lo digas! Como tú eres +la sabia...</p> + +<p>—Déjate de esas cosas y deja al perro.</p> + +<p>—Pero ¿qué? ¿Crees que tendrá Ramiro celos?</p> + +<p>—Nunca creí, Rosa, que el matrimonio pudiese +entontecer así.</p> + +<p>Cuando llegó Ramiro y se enteró de la pequeña +disputa por lo del perro, no se atrevió a dar +la razón ni a la una ni a la otra, declarando que +la cosa no tenía importancia.</p> + +<p>—No, nada la tiene y lo tiene todo, según—dijo +Gertrudis—. Pero en eso hay algo de chiquillada, +y aún más. Serás capaz, Rosa, de haberte +traído aquella pepona que guardas desde +que nos dieron dos, una a ti y a mí otra, siendo +niñas, y serás capaz de haberla puesto ocupando +su silla...</p> + +<p>—Exacto; allí está, en la sala, con su mejor +traje, ocupando toda una silla de respeto. ¿La +quieres ver?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_40" id="Page_40">[40]</a></span></p> + +<p>—Así es—asintió Ramiro.</p> + +<p>—Bueno, ya la quitarás de allí...</p> + +<p>—Quia, hija, la guardaré...</p> + +<p>—Sí, para juguete de tus hijas...</p> + +<p>—¡Qué cosas se te ocurren, Tula...!—y se +arreboló.</p> + +<p>—No, es a ti a quien se te ocurren cosas como +la del perro.</p> + +<p>—Y tú—exclamó Rosa, tratando de desasirse +de aquella inquisitoria que le molestaba—¿no +tienes también tu pepona? ¿La has dado, o deshecho +acaso?</p> + +<p>—No—respondióle resueltamente su hermana—, +pero la tengo guardada.</p> + +<p>—¡Y tan guardada que no se la he podido +descubrir nunca...!</p> + +<p>—Es que Gertrudis la guarda para sí sola—dijo +Ramiro sin saber lo que decía.</p> + +<p>—Dios sabe para qué la guardo. Es un talismán +de mi niñez.</p> + +<p>El que iba poco, poquísimo, por casa del nuevo +matrimonio era el bueno de don Primitivo. +«El onceno no estorbar»—decía.</p> + +<p>Corrían los días, todos iguales, en una y otra +casa. Gertrudis se había propuesto visitar lo me<span class="pagenum"><a name="Page_41" id="Page_41">[41]</a></span>nos +posible a su hermana, pero ésta venía a buscarla +en cuanto pasaba un par de días sin que se +viesen. «¿Pero qué, estás mala, chica? ¿O te sigue +estorbando el perro? Porque si es así, mira, +le echaré. ¿Por qué me dejas así, sola?»</p> + +<p>—¿Sola, Rosa? ¿Sola? ¿Y tu marido?</p> + +<p>—Pero él se tiene que ir a sus asuntos...</p> + +<p>—O los inventa...</p> + +<p>—¿Qué, es que crees que me deja aposta? +¿Es que sabes algo? ¡Dilo, Tula, por lo que más +quieras, por nuestra madre dímelo!</p> + +<p>—No, es que os aburrís de vuestra felicidad +y de vuestra soledad. Ya le echarás el perro o si +no te darán antojos, y será peor.</p> + +<p>—No digas esas cosas.</p> + +<p>—Te darán antojos—replicó con más firmeza.</p> + +<p>Y cuando al fin fué un día a decirle que había +regalado el perrito, Gertrudis, sonriendo gravemente +y acariciándola como a una niña, le preguntó +al oído: «¿Por miedo a los antojos, eh?» +Y al oir en respuesta un susurrado «¡sí!» abrazó +a su hermana con una efusión de que ésta no +la creía capaz.</p> + +<p>—Ahora va de veras, Rosa; ahora no os abu<span class="pagenum"><a name="Page_42" id="Page_42">[42]</a></span>rriréis +de la felicidad ni de la soledad y tendrá +varios asuntos tu marido. Esto era lo que os faltaba...</p> + +<p>—Y acaso lo que te faltaba... ¿no es así, hermanita?</p> + +<p>—¿Y a ti quién te ha dicho eso?</p> + +<p>—Mira, aunque soy tan tonta, como he vivido +siempre contigo...</p> + +<p>—¡Bueno, déjate de bromas!</p> + +<p>Y desde entonces empezó Gertrudis a frecuentar +más la casa de su hermana.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_43" id="Page_43">[43]</a></span></p> + + + + +<h2>IV</h2> + + +<p><span class="smcap">En</span> el parto de Rosa, que fué durísimo, nadie +estuvo más serena y valerosa que Gertrudis. +Creeríase que era una veterana en asistir a trances +tales. Llegó a haber peligro de muerte para +la madre o la cría que hubiera de salir, y el médico +llegó a hablar de sacársela viva o muerta.</p> + +<p>—¿Muerta?—exclamó Gertrudis—; ¡eso sí +que no!</p> + +<p>—¿Pero no ve usted—exclamó el médico—que +aunque se muera el crío queda la madre +para hacer otros, mientras que si se muere ella +no es lo mismo?</p> + +<p>Pasó rápidamente por el magín de Gertrudis +replicarle que quedaban otras madres, pero se +contuvo e insistió:</p> + +<p>—Muerta, ¡no!, ¡nunca! Y hay, además, que +salvar un alma.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_44" id="Page_44">[44]</a></span></p> + +<p>La pobre parturienta ni se enteraba de cosa +alguna. Hasta que, rendida al combate, dió a luz +un niño.</p> + +<p>Recojiólo Gertrudis con avidez, y como si +nunca hubiera hecho otra cosa lo lavó y envolvió +en sus pañales.</p> + +<p>—Es usted comadrona de nacimiento—le +dijo el médico.</p> + +<p>Tomó la criaturita y se la llevó a su padre, +que en un rincón, aterrado y como contrito de +una falta, aguardaba la noticia de la muerte de +su mujer.</p> + +<p>—¡Aquí tienes tu primer hijo, Ramiro; mírale +qué hermoso!</p> + +<p>Pero al levantar la vista el padre, libre del +peso de su angustia, no vió sino los ojazos de +su cuñada, que irradiaban una luz nueva, más +negra pero más brillante que la de antes. Y al ir +a besar a aquel rollo de carne que le presentaban +como su hijo rozó su mejilla, encendida, con +la de Gertrudis.</p> + +<p>—Ahora—le dijo tranquilamente ésta—ve a +dar las gracias a tu mujer, a pedirle perdón y a +animarla.</p> + +<p>—¿A pedirle perdón?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_45" id="Page_45">[45]</a></span></p> + +<p>—Sí, a pedirle perdón.</p> + +<p>—¿Y por qué?</p> + +<p>—Yo me entiendo y ella te entenderá. Y en +cuanto a éste—y al decirlo apretábalo contra su +seno palpitante—corre ya de mi cuenta, y o poco +he de poder o haré de él un hombre.</p> + +<p>La casa le daba vueltas en derredor a Ramiro. +Y del fondo de su alma salíale una voz diciendo: +«¿Cuál es la madre?»</p> + +<p>Poco después ponía Gertrudis cuidadosamente +el niño al lado de la madre, que parecía +dormir extenuada y con la cara blanca como la +nieve. Pero Rosa entreabrió los ojos y se encontró +con los de su hermana. Al ver a ésta una +corriente de ánimo recorrió el cuerpo todo victorioso +de la nueva madre.</p> + +<p>—¡Tula!—gimió.</p> + +<p>—Aquí estoy, Rosa, aquí estaré. Ahora descansa. +Cuando sea le das de mamar a este crío +para que se calle. De todo lo demás no te preocupes.</p> + +<p>—Creí morirme, Tula. Aun ahora me parece +que sueño muerta. Y me daba tanta pena de +Ramiro...</p> + +<p>—Cállate. El médico ha dicho que no hables<span class="pagenum"><a name="Page_46" id="Page_46">[46]</a></span> +mucho. El pobre Ramiro estaba más muerto que +tú. ¡Ahora, ánimo, y a otra!</p> + +<p>La enferma sonrió tristemente.</p> + +<p>—Este se llamará Ramiro, como su padre—decretó +luego Gertrudis en pequeño consejo de +familia—y la otra, porque la siguiente será niña, +Gertrudis como yo.</p> + +<p>—¿Pero ya estás pensando en otra—exclamó +don Primitivo—y tu pobre hermana de por poco +se queda en el trance?</p> + +<p>—¿Y qué hacer?—replicó ella—; ¿para qué +se han casado si no? ¿No es así, Ramiro?—y le +clavó los ojos.</p> + +<p>—Ahora lo que importa es que se reponga—dijo +el marido sobrecojiéndose bajo aquella +mirada.</p> + +<p>—¡Bah!, de estas dolencias se repone una +mujer pronto.</p> + +<p>—Bien dice el médico, sobrina, que parece +como si hubieras nacido comadrona.</p> + +<p>—Toda mujer nace madre, tío.</p> + +<p>Y lo dijo con tan íntima solemnidad casera, que +Ramiro se sintió presa de un indefinible desasosiego +y de un extraño remordimiento. «¿Querré +yo a mi mujer como se merece?»—se decía.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_47" id="Page_47">[47]</a></span></p> + +<p>—Y ahora, Ramiro—le dijo su cuñada—ya +puedes decir que tienes mujer.</p> + +<p>Y a partir de entonces no faltó Gertrudis un +solo día de casa de su hermana. Ella era quien +desnudaba y vestía y cuidaba al niño hasta que +su madre pudiera hacerlo.</p> + +<p>La cual se repuso muy pronto y su hermosura +se redondeó más. A la vez extremó sus ternuras +para con su marido y aun llegó a culparle de que +se le mostraba esquivo.</p> + +<p>—Temí por tu vida—le dijo su marido—y +estaba aterrado. Aterrado y desesperado y lleno +de remordimiento.</p> + +<p>—Remordimiento, ¿por qué?</p> + +<p>—¡Si llegas a morirte me pego un tiro!</p> + +<p>—¡Quia! ¿a qué? «Cosas de hombres», que +diría Tula. Pero eso ya pasó y ya sé lo que es.</p> + +<p>—¿Y no has quedado escarmentada, Rosa?</p> + +<p>—¿Escarmentada?—y cojiendo a su marido, +echándole los brazos al cuello, apechugándole +fuertemente a sí, le dijo al oído con un aliento +que se lo quemaba:—¡A otra, Ramiro, a +otra! ¡Ahora sí que te quiero! ¡Y aunque me +mates!</p> + +<p>Gertrudis en tanto arrollaba al niño, celosa<span class="pagenum"><a name="Page_48" id="Page_48">[48]</a></span> +de que no se percatase—¡inocente!—de los ardores +de sus padres.</p> + +<p>Era como una preocupación en la tía la de ir +sustrayendo al niño, ya desde su más tierna edad +de inconciencia, de conocer, ni en las más leves +y remotas señales, el amor de que había +brotado. Colgóle al cuello desde luego una medalla +de la Santísima Virgen, de la Virgen Madre, +con su Niño en brazos.</p> + +<p>Con frecuencia, cuando veía que su hermana, +la madre, se impacientaba en acallar al niño o al +envolverlo en sus pañales, le decía:</p> + +<p>—Dámelo, Rosa, dámelo, y vete a entretener +a tu marido...</p> + +<p>—Pero, Tula...</p> + +<p>—Sí, tú tienes que atender a los dos y yo sólo +a éste.</p> + +<p>—Tienes, Tula, una manera de decir las cosas...</p> + +<p>—No seas niña, ea, que eres ya toda una señora +mamá. Y da gracias a Dios que podamos +así repartirnos el trabajo.</p> + +<p>—Tula... Tula...</p> + +<p>—Ramiro... Ramiro... Rosa.</p> + +<p>La madre se amoscaba, pero iba a su marido.</p> + +<p>Y así pasaba el tiempo y llegó otra cría, una niña.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_49" id="Page_49">[49]</a></span></p> + + + + +<h2>V</h2> + + +<p>A poco de nacer la niña encontraron un día +muerto al bueno de don Primitivo. Gertrudis +le amortajó después de haberle lavado—quería +que fuese limpio a la tumba—con el +mismo esmero con que había envuelto en pañales +a sus sobrinos recién nacidos. Y a solas en +el cuarto con el cuerpo del buen anciano, le +lloró como no se creyera capaz de hacerlo. +«Nunca habría creído que le quisiese tanto—se +dijo—; era un bendito; de poco llega a hacerme +creer que soy un pozo de prudencia; ¡era tan +sencillo!»</p> + +<p>—Fué nuestro padre—le dijo a su hermana—y +jamás le oímos una palabra más alta que otra.</p> + +<p>—¡Claro!—exclamó Rosa—; como que siempre +nos dejó hacer nuestra santísima voluntad.</p> + +<p>—Porque sabía, Rosa, que su sola presencia<span class="pagenum"><a name="Page_50" id="Page_50">[50]</a></span> +santificaba nuestra voluntad. Fué nuestro padre; +él nos educó. Y para educarnos le bastó +la trasparencia de su vida, tan sencilla, tan +clara...</p> + +<p>—Es verdad, sí—dijo Rosa con los ojos henchidos +de lágrimas—, como sencillo no he conocido +otro.</p> + +<p>—Nos habría sido imposible, hermana, habernos +criado en un hogar más limpio que éste.</p> + +<p>—¿Qué quieres decir con eso, Tula?</p> + +<p>—El nos llenó la vida casi silenciosamente +casi sin decirnos palabra, con el culto de la Santísima +Virgen Madre y con el culto también de +nuestra madre, su hermana, y de nuestra abuela, +su madre. ¿Te acuerdas cuando por las noches +nos hacía rezar el rosario, cómo le cambiaba la +voz al llegar a aquel padrenuestro y avemaría +por el eterno descanso del alma de nuestra madre, +y luego aquellos otros por el de su madre, +nuestra abuela, a las que no conocimos? En +aquel rosario nos daba madre y en aquel rosario +te enseñó a serlo.</p> + +<p>—¡Y a ti, Tula, a ti!—exclamó entre sollozos +Rosa.</p> + +<p>—¿A mí?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_51" id="Page_51">[51]</a></span></p> + +<p>—¡A ti, sí, a ti! ¿Quién, si no, es la verdadera +madre de mis hijos?</p> + +<p>—Deja ahora eso. Y ahí le tienes, un santo +silencioso. Me han dicho que las pobres beatas +lloraban algunas veces al oirle predicar +sin percibir ni una sola de sus palabras. Y +lo comprendo. Su voz sola era un consejo +de serenidad amorosa. ¡Y ahora, Rosa, el rosario!</p> + +<p>Arrodilláronse las dos hermanas al pie del lecho +mortuorio de su tío y rezaron el mismo rosario +que con él habían rezado durante tantos +años, con dos padrenuestros y avemarías por el +eterno descanso de las almas de su madre y de +la del que yacía allí muerto, a que añadieron +otro padrenuestro y otra avemaría por el alma +del recién bienaventurado. Y las lenguas de +manso y dulce fuego de los dos cirios que ardían +a un lado y otro del cadáver, haciendo brillar su +frente, tan blanca como la cera de ellos, parecían, +vibrando al compás del rezo, acompañar en sus +oraciones a las dos hermanas. Una paz entrañable +irradiaba de aquella muerte. Levantáronse +del suelo las dos hermanas, la pareja; besaron, +primero Gertrudis y Rosa después, la frente cé<span class="pagenum"><a name="Page_52" id="Page_52">[52]</a></span>rea +del anciano y abrazáronse luego con los ojos +ya enjutos.</p> + +<p>—Y ahora—le dijo Gertrudis a su hermana al +oído—a querer mucho a tu marido, a hacerle dichoso +y... ¡a darnos muchos hijos!</p> + +<p>—Y ahora—le respondió Rosa—te vendrás a +vivir con nosotros, por supuesto.</p> + +<p>—¡No, eso no!—exclamó súbitamente la otra.</p> + +<p>—¿Cómo que no? Y lo dices de un modo...</p> + +<p>—Sí, sí, hermana; perdóname la viveza, perdónamela, +¿me la perdonas?—e hizo mención, +ante el cadáver, de volver a arrodillarse.</p> + +<p>—Vaya, no te pongas así, Tula, que no es +para tanto. Tienes unos prontos...</p> + +<p>—Es verdad, pero me los perdonas, ¿no es +verdad, Rosa?, me los perdonas.</p> + +<p>—Eso ni se pregunta. Pero te vendrás con +nosotros...</p> + +<p>—No insistas, Rosa, no insistas...</p> + +<p>—¿Qué? ¿No te vendrás? Dejarás a tus sobrinos, +más bien tus hijos casi...</p> + +<p>—Pero si no los he dejado un día...</p> + +<p>—¿Te vendrás?</p> + +<p>—Lo pensaré, Rosa, lo pensaré...</p> + +<p>—Bueno, pues no insisto.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_53" id="Page_53">[53]</a></span></p> + +<p>Pero a los pocos días insistió, y Gertrudis se +defendía.</p> + +<p>—No, no; no quiero estorbaros...</p> + +<p>—¿Estorbarnos? ¿qué dices, Tula?</p> + +<p>—Los casados casa quieren.</p> + +<p>—¿Y no puede ser la tuya también?</p> + +<p>—No, no; aunque tú no lo creas, yo os quitaría +libertad. ¿No es así, Ramiro?</p> + +<p>—No... no veo...—balbuceó el marido confuso, +como casi siempre le ocurría, ante la inesperada +interpelación de su cuñada.</p> + +<p>—Sí, Rosa; tu marido, aunque no lo dice, +comprende que un matrimonio, y más un matrimonio +joven como vosotros y en plena producción, +necesita estar solo. Yo, la tía, vendré a +mis horas a ir enseñando a vuestros hijos todo +aquello en que no podáis ocuparos.</p> + +<p>Y allá seguía yendo, a las veces desde muy +temprano, encontrándose con el niño ya levantado, +pero no así sus padres. «Cuando digo que +hago yo aquí falta»—se decía.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_55" id="Page_55">[55]</a></span></p> + + + + +<h2>VI</h2> + + +<p><span class="smcap">Venía</span> ya el tercer hijo al matrimonio. Rosa +empezaba a quejarse de su fecundidad. +«Vamos a cargarnos de hijos»—decía. A lo que +su hermana: «¿Pues para qué os habéis casado?»</p> + +<p>El embarazo fué molestísimo para la madre y +tenía que descuidar más que antes a sus otros +hijos, que así quedaban al cuidado de su tía, encantada +de que se los dejasen. Y hasta consiguió +llevárselos más de un día a su casa, a su +solitario hogar de soltera, donde vivía con la +vieja criada que fué de don Primitivo, y donde +los retenía. Y los pequeñuelos se apegaban con +ciego cariño a aquella mujer severa y grave.</p> + +<p>Ramiro, malhumorado antes en los últimos +meses de los embarazos de su mujer, malhumor +que desasosegaba a Gertrudis, ahora lo estaba +más.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_56" id="Page_56">[56]</a></span></p> + +<p>—¡Qué pesado y molesto es esto!—decía.</p> + +<p>—¿Para ti?—le preguntaba su cuñada sin levantar +los ojos del sobrino o sobrina que de seguro +tenía en el regazo.</p> + +<p>—Para mí, sí. Vivo en perpetuo sobresalto, +temiéndolo todo.</p> + +<p>—¡Bah! no será al fin nada. La Naturaleza es +sabia.</p> + +<p>—Pero tantas veces va el cántaro a la fuente...</p> + +<p>—¡Ay, hijo, todo tiene sus riesgos y todo estado +sus contrariedades!</p> + +<p>Ramiro se sobrecojía al oirse llamar hijo por +su cuñada, que rehuía darle su nombre, mientras +él en cambio se complacía en llamarla por +el familiar Tula.</p> + +<p>—¡Qué bien has hecho en no casarte, Tula!</p> + +<p>—¿De veras?—y levantando los ojos se los +clavó en los suyos.</p> + +<p>—De veras, sí. Todo son trabajos y aun peligros...</p> + +<p>—¿Y sabes tú acaso si no me he de casar +todavía?</p> + +<p>—Claro. ¡Lo que es por la edad!</p> + +<p>—¿Pues por qué ha de quedar?</p> + +<p>—Como no te veo con afición a ello...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_57" id="Page_57">[57]</a></span></p> + +<p>—¿Afición a casarse? ¿Qué es eso?</p> + +<p>—Bueno; es que...</p> + +<p>—Es que no me ves buscar novio, ¿no es eso?</p> + +<p>—No, no es eso.</p> + +<p>—Sí, eso es.</p> + +<p>—Si tú los aceptaras, de seguro que no te habrán +faltado...</p> + +<p>—Pero yo no puedo buscarlos. No soy hombre, +y la mujer tiene que esperar y ser elegida. +Y yo, la verdad, me gusta elegir, pero no ser +elegida.</p> + +<p>—¿Qué es eso de que estáis hablando?—dijo +Rosa acercándose y dejándose caer abatida en +un sillón.</p> + +<p>—Nada, discreteos de tu marido sobre las +ventajas e inconvenientes del matrimonio.</p> + +<p>—¡No hables de eso, Ramiro! Vosotros los +hombres apenas sabéis de eso. Somos nosotras +las que nos casamos, no vosotros.</p> + +<p>—¡Pero, mujer!</p> + +<p>—Anda, ven, sosténme, que apenas puedo +tenerme en pie. Voy a echarme. Adiós, Tula. +Ahí te los dejo.</p> + +<p>Acercóse a ella su marido; le tomó del brazo +con sus dos manos y se incorporó y levantó<span class="pagenum"><a name="Page_58" id="Page_58">[58]</a></span> +trabajosamente; luego, tendiéndole un brazo por +el hombro, doblando su cabeza hasta casi darle +en éste con ella y cojiéndole con la otra mano, +con la diestra, de su diestra, se fué lentamente, +así apoyada en él y gimoteando. Gertrudis, teniendo +a cada uno de sus sobrinos en sus rodillas, +se quedó mirando la marcha trabajosa de +su hermana, colgada de su marido como una +enredadera de su rodrigón. Llenáronsele los +grandes ojazos, aquellos ojos de luto, serenamente +graves, gravemente serenos, de lágrimas, +y apretando a su seno a los dos pequeños, apretó +sus mejillas a cada una de las de ellos. Y el +pequeñito, Ramirín, al ver llorar a su tía, a tita +Tula, se echó a llorar también.</p> + +<p>—Vamos, no llores; vamos a jugar.</p> + +<p>De este tercer parto quedó quebrantadísima +Rosa.</p> + +<p>—Tengo malos presentimientos, Tula.</p> + +<p>—No hagas caso de agüeros.</p> + +<p>—No es agüero; es que siento que se me va +la vida; he quedado sin sangre.</p> + +<p>—Ella volverá.</p> + +<p>—Por de pronto ya no puedo criar este niño. +Y eso de las amas, Tula, ¡eso me aterra!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_59" id="Page_59">[59]</a></span></p> + +<p>Y así era, en verdad. En pocos días cambiaron +tres. El padre estaba furioso y hablaba de +tratarlas a latigazos. Y la madre decaía.</p> + +<p>—¡Esto se va!—pronunció un día el médico.</p> + +<p>Ramiro vagaba por la casa como atontado, +presa de extraños remordimientos y de furias +súbitas. Una tarde llegó a decir a su cuñada:</p> + +<p>—Pero es que esta Rosa no hace nada por +vivir; se le ha metido en la cabeza que tiene que +morirse y ¡es claro! así se morirá. ¿Por qué no le +animas y le convences a que viva?</p> + +<p>—Eso tú, hijo, tú, su marido. Si tú no le infundes +apetito de vivir, ¿quién va a infundírselo? +Porque sí, no es lo peor lo débil y exangüe +que está; lo peor es que no piensa sino en morirse. +Ya ves, hasta los chicos la cansan pronto. +Y apenas si pregunta por las cosas del ama.</p> + +<p>Y era que la pobre Rosa vivía como en sueños, +en un constante mareo, viéndolo todo como +a través de una niebla.</p> + +<p>Una tarde llamó a solas a su hermana y en +frases entrecortadas, con un hilito de voz febril, +le dijo cojiéndole la mano:</p> + +<p>—Mira, Tula, yo me muero y me muero sin +remedio. Ahí te dejo mis hijos, los pedazos de<span class="pagenum"><a name="Page_60" id="Page_60">[60]</a></span> +mi corazón, y ahí te dejo a Ramiro, que es como +otro hijo. Créeme que es otro niño, un niño +grande y antojadizo, pero bueno, más bueno que +el pan. No me ha dado ni un solo disgusto. Ahí +te los dejo, Tula.</p> + +<p>—Descuida, Rosa; conozco mis deberes.</p> + +<p>—Deberes... deberes...</p> + +<p>—Sí, sé mis amores. A tus hijos no les faltará +madre mientras yo viva.</p> + +<p>—Gracias, Tula, gracias. Eso quería de ti.</p> + +<p>—Pues no lo dudes.</p> + +<p>—¡Es decir que mis hijos, los míos, los pedazos +de mi corazón no tendrán madrastra!</p> + +<p>—¿Qué quieres decir con eso, Rosa?</p> + +<p>—Que como Ramiro volverá a pensar en +casarse... es lo natural... tan joven... y yo +sé que no podrá vivir sin mujer, lo sé... pues +que...</p> + +<p>—¿Qué quieres decir?</p> + +<p>—Que serás tú su mujer, Tula.</p> + +<p>—Yo no te he dicho eso, Rosa, y ahora, en +este momento, no puedo, ni por piedad, mentir. +Yo no te he dicho que me casaré con tu marido +si tú le faltas; yo te he dicho que a tus hijos no +les faltará madre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_61" id="Page_61">[61]</a></span></p> + +<p>—No, tú me has dicho que no tendrán madrastra.</p> + +<p>—¡Pues bien, sí, no tendrán madrastra!</p> + +<p>—Y eso no puede ser sino casándote tú con +mi Ramiro, y mira, no tengo celos, no. ¡Si ha de +ser de otra, que sea tuyo! Que sea tuyo. Acaso...</p> + +<p>—¿Y por qué ha de volver a casarse?</p> + +<p>—¡Ay, Tula, tú no conoces a los hombres! Tú +no conoces a mi marido...</p> + +<p>—No, no le conozco.</p> + +<p>—¡Pues yo sí!</p> + +<p>—Quién sabe...</p> + +<p>La pobre enferma se desvaneció.</p> + +<p>Poco después llamaba a su marido. Y al salir +éste del cuarto iba desencajado y pálido como +un cadáver.</p> + +<p>La Muerte afilaba su guadaña en la piedra angular +del hogar de Rosa y Ramiro, y mientras la +vida de la joven madre se iba en rosario de gotas, +destilando, había que andar a la busca de +una nueva ama de cría para el pequeñito, que iba +rindiéndose también de hambre. Y Gertrudis, +dejando que su hermana se adormeciese en la +cuna de una agonía lenta, no hacía sino agitarse +en busca de un seno próvido para su sobrinito.<span class="pagenum"><a name="Page_62" id="Page_62">[62]</a></span> +Procuraba irle engañando el hambre, sosteniéndole +a biberón.</p> + +<p>—¿Y esa ama?</p> + +<p>—¡Hasta mañana no podrá venir, señorita!</p> + +<p>—Mira, Tula—empezó Ramiro.</p> + +<p>—¡Déjame! ¡Déjame! ¡Vete al lado de tu mujer, +que se muere de un momento a otro; vete, que +allí es tu puesto, y déjame con el niño!</p> + +<p>—Pero, Tula...</p> + +<p>—Déjame, te he dicho. Vete a verla morir; a +que entre en la otra vida en tus brazos; ¡vete! +¡Déjame!</p> + +<p>Ramiro se fué. Gertrudis tomó a su sobrinito, +que no hacía sino gemir; encerróse con él en un +cuarto y sacando uno de sus pechos secos, uno +de sus pechos de doncella que arrebolado todo +él le retemblaba como con fiebre, le retemblaba +por los latidos del corazón—era el derecho—, +puso el botón de ese pecho en la flor sonrosada +pálida de la boca del pequeñuelo. Y éste gemía +más estrujando entre sus pálidos labios el conmovido +pezón seco.</p> + +<p>—Un milagro, Virgen Santísima—gemía Gertrudis +con los ojos velados por las lágrimas—; un +milagro, y nadie lo sabrá, nadie.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_63" id="Page_63">[63]</a></span></p> + +<p>Y apretaba como una loca al niño a su seno.</p> + +<p>Oyó pasos y luego que intentaban abrir la +puerta. Metióse el pecho, lo cubrió, se enjugó +los ojos y salió a abrir. Era Ramiro, que le dijo:</p> + +<p>—¡Ya acabó!</p> + +<p>—Dios la tenga en su gloria. Y ahora, Ramiro, +a cuidar de éstos.</p> + +<p>—¿A cuidar? Tú... tú... porque sin ti...</p> + +<p>—Bueno, ahora a criarlos te digo.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_65" id="Page_65">[65]</a></span></p> + + + + +<h2>VII</h2> + + +<p><span class="smcap">Ahora</span>, ahora que se había quedado viudo +era cuando Ramiro sentía todo lo que sin +él siquiera sospecharlo había querido a Rosa, su +mujer. Uno de sus consuelos, el mayor, era recojerse +en aquella alcoba en que tanto habían vivido +amándose y repasar su vida de matrimonio.</p> + +<p>Primero el noviazgo, aquel noviazgo, aunque +no muy prolongado, de lento reposo, en que +Rosa parecía como que le hurtaba el fondo del +alma siempre, y como si por acaso no la tuviese +o haciéndole pensar que no la conocería hasta +que fuese suya del todo y por entero; aquel noviazgo +de recato y de reserva, bajo la mirada de +Gertrudis, que era todo alma. Repasaba en su +mente Ramiro, lo recordaba bien, cómo la presencia +de Gertrudis, la tía Tula de sus hijos, le +contenía y desasosegaba, cómo ante ella no se<span class="pagenum"><a name="Page_66" id="Page_66">[66]</a></span> +atrevía a soltar ninguna de esas obligadas bromas +entre novios, sino a medir sus palabras.</p> + +<p>Vino luego la boda y la embriaguez de los +primeros meses, de las lunas de miel; Rosa iba +abriéndole el espíritu, pero era éste tan sencillo, +tan trasparente, que cayó en la cuenta Ramiro +de que no le había velado ni recatado nada. +Porque su mujer vivía con el corazón en la mano +y extendida ésta en gesto de oferta y con las entrañas +espirituales al aire del mundo, entregada +por entero al cuidado del momento, como viven +las rosas del campo y las alondras del cielo. Y +era a la vez el espíritu de Rosa como un reflejo +del de su hermana, como el agua corriente al sol +de que aquél era el manantial cerrado.</p> + +<p>Llegó, por fin, una mañana en que se le desprendieron +a Ramiro las escamas de la vista, y +purificada ésta vió claro con el corazón. Rosa no +era una hermosura cual él se la había creído y +antojado, sino una figura vulgar, pero con todo +el más dulce encanto de la vulgaridad recojida +y mansa; era como el pan de cada día, como el +pan casero y cotidiano y no un raro manjar de +turbadores jugos. Su mirada que sembraba paz, +su sonrisa, su aire de vida, eran encarnación de<span class="pagenum"><a name="Page_67" id="Page_67">[67]</a></span> +un ánimo sedante, sosegado y doméstico. Tenía +su pobre mujer algo de planta en la silenciosa +mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar +luz con los ojos y derramarla luego convertida +en paz; tenía algo de planta en aquella fuerza +velada y a la vez poderosa con que de continuo, +momento tras momento, chupaba jugos de las +entrañas de la vida común ordinaria y en la dulce +naturalidad con que abría sus perfumadas corolas.</p> + +<p>¡Qué de recuerdos! Aquellos juegos cuando la +pobre se le escapaba y la perseguía él por la +casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como +botín besos largos y apretados, boca a boca; +aquel cojerle la cara con ambas manos y estarse +en silencio mirándole al alma por los ojos y, sobre +todo, cuando apoyaba el oído sobre el pecho +de ella ciñéndole con los brazos el talle, y escuchándole +la marcha tranquila del corazón le decía: +«¡Calla, déjale que hable!»</p> + +<p>Y las visitas de Gertrudis, que con su cara +grave y sus grandes ojazos de luto a que se asomaba +un espíritu embozado, parecía decirles: +«Sois unos chiquillos que cuando no os veo estáis +jugando a marido y mujer; no es esa la ma<span class="pagenum"><a name="Page_68" id="Page_68">[68]</a></span>nera +de prepararse a criar hijos, pues el matrimonio +se instituyó para casar, dar gracia a los +casados y que críen hijos para el cielo.»</p> + +<p>¡Los hijos! Ellos fueron sus primeras grandes +meditaciones. Porque pasó un mes y otro y algunos +más, y al no notar señal ni indicio de que +hubiese fructificado aquel amor, «¿tendría razón—decíase +entonces—Gertrudis? ¿Sería verdad +que no estaban sino jugando a marido y mujer +y sin querer, con la fuerza toda de la fe en el +deber, el fruto de la bendición del amor justo?» +Pero lo que más le molestaba entonces, recordábalo +bien ahora, era lo que pensarían los demás, +pues acaso hubiese quien le creyera a él, +por eso de no haber podido hacer hijos, menos +hombre que otros. ¿Por qué no había de hacer +él, y mejor, lo que cualquier mentecato, enclenque +y apocado hace? Heríale en su amor propio; +habría querido que su mujer hubiese dado a luz +a los nueve meses justos y cabales de haberse +ellos casado. Además, eso de tener hijos o no +tenerlos debía de depender—decíase entonces—de +la mayor o menor fuerza de cariño que +los casados se tengan, aunque los hay enamoradísimos +uno de otro y que no dan fruto, y otros,<span class="pagenum"><a name="Page_69" id="Page_69">[69]</a></span> +ayuntados por conveniencias de fortuna y ventura, +que se carguen de críos. Pero—y esto sí +que lo recordaba bien ahora—pero para explicárselo +había fraguado su teoría, y era que hay +un amor aparente y conciente, de cabeza, que +puede mostrarse muy grande y ser, sin embargo, +infecundo, y otro sustancial y oculto, recatado +aun al propio conocimiento de los mismos +que lo alimentan, un amor del alma y el cuerpo +enteros y justos, amor fecundo siempre. ¿No +querría él lo bastante a Rosa o no le querría lo +bastante Rosa a él? Y recordaba ahora cómo había +tratado de descifrar el misterio mientras la +envolvía en besos, a solas, en el silencio y oscuro +de la noche y susurrándola una y otra vez +al oído en letanía un rosario de: «¿me quieres, +me quieres, Rosa?», mientras a ella se la escapaban +síes desfallecidos. Aquello fué una locura, +una necia locura, de la que se avergonzaba apenas +veía entrar a Gertrudis derramando serena +seriedad en torno, y de aquello le curó la sazón +del amor cuando le fué anunciado el hijo. Fué +un trasporte loco... ¡había vencido! Y entonces +fué cuando vino, con su primer fruto, el verdadero +amor.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_70" id="Page_70">[70]</a></span></p> + +<p>El amor, sí. ¿Amor? ¿Amor dicen? ¿Qué saben +de él todos esos escritores amatorios, que +no amorosos, que de él hablan y quieren excitarlo +en quien los lee? ¿Qué saben de él los galeotos +de las letras? ¿Amor? No amor, sino mejor +cariño. Eso de amor—decíase Ramiro ahora—sabe +a libro; sólo en el teatro y en las novelas +se oye el <i>yo te amo</i>; en la vida de carne y sangre +y hueso el entrañable <i>¡te quiero!</i> y el más entrañable +aún callárselo. ¿Amor? No, ni cariño siquiera, +sino algo sin nombre y que no se dice +por confundirse ello con la vida misma. Los más +de los cantores amatorios saben de amor lo que +de oración los masculla-jaculatorias, traga-novenas +y engulle-rosarios. No, la oración no es +tanto algo que haya de cumplirse a tales o cuales +horas, en sitio apartado y recojido y en postura +compuesta, cuanto es un modo de hacerlo +todo votivamente con toda el alma y viviendo +en Dios. Oración ha de ser el comer y el beber +y el pasearse y el jugar y el leer y el escribir y +el conversar y hasta el dormir, y rezo todo, y +nuestra vida un continuo y mudo «¡hágase tu +voluntad!» y un incesante «¡venga a nos el tu +reino!» no ya pronunciados, mas ni aun pensados<span class="pagenum"><a name="Page_71" id="Page_71">[71]</a></span> +siquiera, sino vividos. Así oyó de la oración una +vez Ramiro a un santo varón religioso que pasaba +por maestro de ella, y así lo aplicó él al +amor luego. Pues el que profesara a su mujer y +a ella le apegaba veía bien ahora en que ella se +le fué, que se le llegó a fundir con el rutinero andar +de la vida diaria, que lo había respirado en +las mil naderías y frioleras del vivir doméstico, +que le fué como el aire que se respira y al que no +se le siente sino en momentos de angustioso +ahogo, cuando nos falta. Y ahora ahogábase Ramiro, +y la congoja de su viudez reciente le revelaba +todo el poderío del amor pasado y vivido.</p> + +<p>Al principio de su matrimonio fué, sí, el imperio +del deseo; no podía juntar carne con carne +sin que la suya se le encendiese y alborotase +y empezara a martillarle el corazón, pero era +porque la otra no era aún de veras y por entero +suya también; pero luego, cuando ponía su +mano sobre la carne desnuda de ella, era como +si en la propia la hubiese puesto, tan tranquilo +se quedaba; mas también si se la hubiesen cortado +habríale dolido como si se la cortaran a él. +¿No sintió acaso en sus entrañas los dolores de +los partos de su Rosa?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_72" id="Page_72">[72]</a></span></p> + +<p>Cuando la vió gozar, sufriendo al darle su +primer hijo, es cuando comprendió cómo es el +amor más fuerte que la vida y que la muerte, y +domina la discordia de éstas; cómo el amor hace +morirse a la vida y vivir la muerte; cómo él vivía +ahora la muerte de su Rosa y se moría en su +propia vida. Luego, al ver al niño dormido y sereno, +con los labios en flor entreabiertos vió al +amor hecho carne que vive. Y allí, sobre la +cuna, contemplando a su fruto, traía a sí a la +madre, y mientras el niño sonreía en sueños +palpitando sus labios, besaba él a Rosa en la +corola de sus labios frescos y en la fuente de +paz de sus ojos. Y le decía mostrándole dos dedos +de la mano: «¡Otra vez, dos, dos...!» Y ella: +«¡No, no, ya no más, uno y no más!» Y se reía. +Y él: «¡Dos, dos, me ha entrado el capricho de +que tengamos dos melguizos, una parejita, niño +y niña!» Y cuando ella volvió a quedarse encinta, +a cada paso y tropezón, él: «¡Qué cargado +viene eso! ¡Qué granazón! ¡Me voy a salir con la +mía; por lo menos, dos!» «¡Uno, el último, y +basta!», replicaba ella riendo. Y vino el segundo, +la niña, Tulita, y luego que salió con vida, +cuando descansaba la madre, la besó larga y<span class="pagenum"><a name="Page_73" id="Page_73">[73]</a></span> +apretadamente en la boca, como en premio, +diciéndose: «¡bien has trabajado, pobrecilla!»; +mientras Rosa, vencedora de la muerte y de la +vida, sonreía con los domésticos ojos apacibles.</p> + +<p>¡Y murió!; aunque pareciese mentira, se murió. +Vino la tarde terrible del combate último. +Allí estuvo Gertrudis, mientras el cuidado de la +pobrecita niña que desfallecía de hambre se lo +permitió, sirviendo medicinas inútiles, componiendo +la cama, animando a la enferma, encorazonando +a todos. Tendida en el lecho que había +sido campo de donde brotaron tres vidas, +llegó a faltarle el habla y las fuerzas, y cojida +de la mano a la mano de su hombre, del padre +de sus hijos, mirábale como el navegante, al ir +a perderse en el mar sin orillas, mira al lejano +promontorio, lengua de la tierra nativa, que se +va desvaneciendo en la lontananza y junto al +cielo; en los trances del ahogo miraban sus ojos, +desde el borde la eternidad, a los ojos de su Ramiro. +Y parecía aquella mirada una pregunta +desesperada y suprema, como si a punto de +partirse para nunca más volver a tierra, preguntase +por el oculto sentido de la vida. Aquellas +miradas de congoja reposada, de acongojado<span class="pagenum"><a name="Page_74" id="Page_74">[74]</a></span> +reposo, decían: «Tú, tú que eres mi vida, tú que +conmigo has traído al mundo nuevos mortales, +tú que me has sacado tres vidas, tú, mi hombre, +dime, ¿esto qué es?» Fué una tarde abismática. +En momentos de tregua, teniendo Rosa entre +sus manos, húmedas y febriles, las manos temblorosas +de Ramiro, clavados en los ojos de éste +sus ojos henchidos de cansancio de vida, sonreía +tristemente, volviéndolos luego al niño, +que dormía allí cerca, en su cunita, y decía con +los ojos, y alguna vez con un hilito de voz: +«¡No despertarle, no!, ¡que duerma, pobrecillo!, +¡que duerma... que duerma hasta hartarse, que +duerma!» Llególe por último el supremo trance, +el del tránsito, y fué como si en el brocal de las +eternas tinieblas, suspendida sobre el abismo, se +aferrara a él, a su hombre, que vacilaba sintiéndose +arrastrado. Quería abrirse con las uñas la +garganta la pobre, mirábale despavorida, pidiéndole +con los ojos aire; luego, con ellos le +sondó el fondo del alma, y soltando su mano +cayó en la cama donde había concebido y parido +sus tres hijos. Descansaron los dos; Ramiro, +aturdido, con el corazón acorchado, sumergido +como en un sueño sin fondo y sin despertar,<span class="pagenum"><a name="Page_75" id="Page_75">[75]</a></span> +muerta el alma, mientras dormía el niño. Gertrudis +fué quien, viniendo con la pequeñita al +pecho, cerró luego los ojos a su hermana, la +compuso un poco y fuese después a cubrir y +arropar mejor al niño dormido y a trasladarle en +un beso la tibieza que con otro recojió de la +vida que aún tendía sus últimos jirones sobre la +frente de la rendida madre.</p> + +<p>Pero, ¿murió acaso Rosa? ¿Se murió de veras? +¿Podía haberse muerto viviendo él, Ramiro? +No; en sus noches, ahora solitarias, mientras +se dormía solo en aquella cama de la muerte +y de la vida y del amor, sentía a su lado el +ritmo de su respiración, su calor tibio, aunque +con una congojosa sensación de vacío. Y tendía +la mano, recorriendo con ella la otra mitad de +la cama, apretándola algunas veces. Y era lo +peor que, cuando recojiéndose se ponía a meditar +en ella, no se le ocurrieran sino cosas de +libro, cosas de amor de libro y no de cariño de +vida, y le escocía que aquel robusto sentimiento, +vida de su vida y aire de su espíritu, no se le +cuajara más que en abstractas lucubraciones. El +dolor se le espiritualizaba, vale decir que se le +intelectualizaba, y sólo cobraba carne, aunque<span class="pagenum"><a name="Page_76" id="Page_76">[76]</a></span> +fuera vaporosa, cuando entraba Gertrudis. Y de +todo esto sacábale una de aquellas vocecitas +frescas que piaba: «¡Papá!» Ya estaba, pues, allí, +ella, la muerta inmortal. Y luego, la misma vocecita: +«¡Mamá!» Y la de Gertrudis, gravemente +dulce, respondía: «¡Hijo!»</p> + +<p>No, Rosa, su Rosa, no se había muerto, no +era posible que se le hubiese muerto; la mujer +estaba allí, tan viva como antes, y derramando +vida en torno; la mujer no podía morir.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_77" id="Page_77">[77]</a></span></p> + + + + +<h2>VIII</h2> + + +<p><span class="smcap">Gertrudis</span>, que se había instalado en casa +de su hermana desde que ésta dió por +última vez a luz y durante su enfermedad última, +le dijo un día a su cuñado:</p> + +<p>—Mira, voy a levantar mi casa.</p> + +<p>El corazón de Ramiro se puso al galope.</p> + +<p>—Sí—añadió ella—, tengo que venir a vivir +con vosotros y a cuidar de los chicos. No se le +puede, además, dejar aquí sola a esa buena pécora +del ama.</p> + +<p>—Dios te lo pague, Tula.</p> + +<p>—Nada de Tula, ya te lo tengo dicho; para ti +soy Gertrudis.</p> + +<p>—¿Y qué más da?</p> + +<p>—Yo lo sé.</p> + +<p>—Mira, Gertrudis...</p> + +<p>—Bueno, voy a ver qué hace el ama.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_78" id="Page_78">[78]</a></span></p> + +<p>A la cual vigilaba sin descanso. No le dejaba +dar el pecho al pequeñito delante del padre de +éste, y le regañaba por el poco recato y mucha +desenvoltura con que se desabrochaba el seno.</p> + +<p>—Si no hace falta que enseñes eso así; en el +niño es en quien hay que ver si tienes o no leche +abundante.</p> + +<p>Ramiro sufría y Gertrudis le sentía sufrir.</p> + +<p>—¡Pobre Rosa!—decía de continuo.</p> + +<p>—Ahora los pobres son los niños y es en ellos +en quienes hay que pensar...</p> + +<p>—No basta, no. Apenas descanso. Sobre todo +por las noches la soledad me pesa; las hay que +las paso en vela.</p> + +<p>—Sal después de cenar, como salías de casado +últimamente, y no vuelvas a casa hasta +que sientas sueño. Hay que acostarse con +sueño.</p> + +<p>—Pero es que siento un vacío...</p> + +<p>—¿Vacío teniendo hijos?</p> + +<p>—Pero ella es insustituíble...</p> + +<p>—Así lo creo... Aunque vosotros los hombres...</p> + +<p>—No creí que la quería tanto...</p> + +<p>—Así nos pasa de continuo. Así me pasó con<span class="pagenum"><a name="Page_79" id="Page_79">[79]</a></span> +mi tío y así me ha pasado con mi hermana, con +tu Rosa. Hasta que ha muerto tampoco yo he +sabido lo que la quería. Lo sé ahora en que +cuido a sus hijos, a vuestros hijos. Y es que queremos +a los muertos en los vivos...</p> + +<p>—¿Y no acaso a los vivos en los muertos...?</p> + +<p>—No sutilicemos.</p> + +<p>Y por las mañanas, luego de haberse levantado +Ramiro, iba su cuñada a la alcoba y abría de par +en par las hojas del balcón diciéndose: «para +que se vaya el olor a hombre». Y evitaba luego +encontrarse a solas con su cuñado, para lo cual +llevaba siempre algún niño delante.</p> + +<p>Sentada en la butaca en que solía sentarse la +difunta, contemplaba los juegos de los pequeñuelos.</p> + +<p>—Es que yo soy chico y tú no eres más que +chica—oyó que le decía un día, con su voz de +trapo, Ramirín a su hermanita.</p> + +<p>—Ramirín, Ramirín—le dijo la tía—, ¿qué es +eso? ¿Ya empiezas a ser bruto, a ser hombre?</p> + +<p>Un día llegó Ramiro, llamó a su cuñada y le +dijo:</p> + +<p>—He sorprendido tu secreto, Gertrudis.</p> + +<p>—¿Qué secreto?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_80" id="Page_80">[80]</a></span></p> + +<p>—Las relaciones que llevabas con Ricardo, mi +primo.</p> + +<p>—Pues bien, sí, es cierto; se empeñó, me hostigó, +no me dejaba en paz y acabó por darme +lástima.</p> + +<p>—Y tan oculto que lo teníais...</p> + +<p>—¿Para qué declararlo?</p> + +<p>—Y sé más.</p> + +<p>—¿Qué es lo que sabes?</p> + +<p>—Que le has despedido.</p> + +<p>—También es cierto.</p> + +<p>—Me ha enseñado él mismo tu carta.</p> + +<p>—¿Cómo? No le creía capaz de eso. Bien he +hecho en dejarle: ¡hombre al fin!</p> + +<p>Ramiro, en efecto, había visto una carta de su +cuñada a Ricardo, que decía así:</p> + +<p>«Mi querido Ricardo: No sabes bien qué días +tan malos estoy pasando desde que murió la pobre +Rosa. Estos últimos han sido terribles y no +he cesado de pedir a la Virgen Santísima y a su +Hijo que me diesen fuerzas para ver claro en mi +porvenir. No sabes bien con cuánta pena te lo +digo, pero no pueden continuar nuestras relaciones; +no puedo casarme. Mi hermana me sigue +rogando desde el otro mundo que no abandone<span class="pagenum"><a name="Page_81" id="Page_81">[81]</a></span> +a sus hijos y que les haga de madre. Y puesto +que tengo estos hijos a que cuidar, no debo ya +casarme. Perdóname, Ricardo, perdónamelo, por +Dios, y mira bien por qué lo hago. Me cuesta +mucha pena porque sé que habría llegado a quererte +y, sobre todo, porque sé lo que me quieres +y lo que sufrirás con esto. Siento en el alma +causarte esta pena, pero tú que eres bueno, +comprenderás mis deberes y los motivos de mi +resolución y encontrarás otra mujer que no tenga +mis obligaciones sagradas y que te pueda hacer +más feliz que yo habría podido hacerte. +Adiós, Ricardo, que seas feliz y hagas felices a +otros, y ten por seguro que nunca, nunca te olvidará</p> + +<p class="smcap right indenr5">Gertrudis.»</p> + + +<p class="p2">—Y ahora—añadió Ramiro—, a pesar de esto +Ricardo quiere verte.</p> + +<p>—¿Es que yo me oculto acaso?</p> + +<p>—No, pero...</p> + +<p>—Dile que venga cuando quiera a verme a +esta nuestra casa.</p> + +<p>—Nuestra casa, Gertrudis, nuestra...</p> + +<p>—Nuestra, sí, y de nuestros hijos...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_82" id="Page_82">[82]</a></span></p> + +<p>—Si tú quisieras...</p> + +<p>—¡No hablemos de eso!—y se levantó.</p> + +<p>Al siguiente día se le presentó Ricardo.</p> + +<p>—Pero, por Dios, Tula.</p> + +<p>—No hablemos más de eso, Ricardo, que es +cosa hecha.</p> + +<p>—Pero, por Dios—y se le quebró la voz.</p> + +<p>—¡Sé hombre, Ricardo, sé fuerte!</p> + +<p>—Pero es que ya tienen padre...</p> + +<p>—No basta; no tienen madre... es decir, sí la +tienen.</p> + +<p>—Puede él volver a casarse.</p> + +<p>—¿Volverse a casar él? En ese caso los niños +se irán conmigo. Le prometí a su madre, en su +lecho de muerte, que no tendrían madrastra.</p> + +<p>—¿Y si llegases a serlo tú, Tula?</p> + +<p>—¿Cómo yo?</p> + +<p>—Sí, tú; casándote con él, con Ramiro.</p> + +<p>—¡Eso nunca!</p> + +<p>—Pues yo sólo así me lo explico.</p> + +<p>—Eso nunca, te he dicho; no me expondría a +que unos míos, es decir, de mi vientre, pudiesen +mermarme el cariño que a ésos tengo. ¿Y más +hijos, más? Eso nunca. Bastan éstos para bien +criarlos.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_83" id="Page_83">[83]</a></span></p> + +<p>—Pues a nadie le convencerás, Tula, de que +no te has venido a vivir aquí por eso.</p> + +<p>—Yo no trato de convencer a nadie de +nada. Y en cuanto a ti, basta que yo te lo +diga.</p> + +<p>Se separaron para siempre.</p> + +<p>—¿Y qué?—le preguntó luego Ramiro.</p> + +<p>—Que hemos acabado; no podía ser de otro +modo.</p> + +<p>—Y que has quedado libre...</p> + +<p>—Libre estaba, libre estoy, libre pienso morirme.</p> + +<p>—Gertrudis... Gertrudis—y su voz temblaba +a súplica.</p> + +<p>—Le he despedido porque me debo, ya te lo +dije, a tus hijos, a los hijos de Rosa...</p> + +<p>—Y tuyos... ¿no dices así?</p> + +<p>—¡Y míos, sí!</p> + +<p>—Pero si tú quisieras...</p> + +<p>—No insistas; ya te tengo dicho que no debo +casarme ni contigo ni con otro menos.</p> + +<p>—¿Menos?—y se le abrió el pecho.</p> + +<p>—Sí, menos.</p> + +<p>—¿Y cómo no fuiste monja?</p> + +<p>—No me gusta que me manden.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_84" id="Page_84">[84]</a></span></p> + +<p>—Es que en el convento en que entrases +serías tú la abadesa, la superiora.</p> + +<p>—Menos me gusta mandar. ¿Ramirín?</p> + +<p>El niño acudió al reclamo. Y cojiéndole su +tía le dijo: «¡vamos a jugar al escondite, rico!»</p> + +<p>—Pero Tula...</p> + +<p>—Te he dicho—y para decirle esto se le acercó, +teniendo cojido de la mano al niño, y se lo +dijo al oído—que no me llames Tula, y menos +delante de los niños. Ellos sí, pero tú no. Y ten +respeto a los pequeños.</p> + +<p>—¿En qué les falto al respeto?</p> + +<p>—En dejar así al descubierto delante de ellos +tus instintos...</p> + +<p>—Pero si no comprenden...</p> + +<p>—Los niños lo comprenden todo; más que +nosotros. Y no olvidan nada. Y si ahora no lo +comprende, lo comprenderá mañana. Cada cosa +de estas que ve u oye un niño es una semilla en +su alma, que luego echa tallo y da fruto. ¡Y basta!</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_85" id="Page_85">[85]</a></span></p> + + + + +<h2>IX</h2> + + +<p>Y empezó una vida de triste desasosiego, de +interna lucha en aquel hogar. Ella defendíase +con los niños, a los que siempre procuraba +tener presentes, y le excitaba a él a que saliese +a distraerse. El, por su parte, extremaba sus caricias +a los hijos y no hacía sino hablarles de su +madre, de su pobre madre. Cojía a la niña y allí, +delante de la tía, se la devoraba a besos.</p> + +<p>—No tanto, hombre, no tanto, que así no +haces sino molestar a la pobre criatura. Y eso, +permíteme que te lo diga, no es natural. Bien +está que hagas que me llamen tía y no mamá, +pero no tanto; repórtate.</p> + +<p>—¿Es que yo no he de tener el consuelo de +mis hijos?</p> + +<p>—Sí, hijo, sí; pero lo primero es educarlos +bien.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_86" id="Page_86">[86]</a></span></p> + +<p>—¿Y así?</p> + +<p>—Hartándoles de besos y de golosinas se les +hace débiles. Y mira que los niños adivinan...</p> + +<p>—Y qué culpa tengo yo...</p> + +<p>—¿Pero es que puede haber para unos niños, +hombre de Dios, un hogar mejor que éste? +Tienen hogar, verdadero hogar, con padre y +madre, y es un hogar limpio, castísimo, por +todos cuyos rincones pueden andar a todas +horas, un hogar donde nunca hay que cerrarles +puerta alguna, un hogar sin misterios. ¿Quieres +más?</p> + +<p>Pero él buscaba acercarse a ella, hasta rozarla. +Y alguna vez le tuvo que decir en la +mesa:</p> + +<p>—No me mires así, que los niños ven.</p> + +<p>Por las noches solía hacerles rezar por mamá +Rosa, por mamita, para que Dios la tuviese en +su gloria. Y una noche, después de este rezo y +hallándose presente el padre, añadió:</p> + +<p>—Ahora, hijos míos, un padrenuestro y avemaría +por papá también.</p> + +<p>—Pero papá no se ha muerto, mamá Tula.</p> + +<p>—No importa, porque se puede morir...</p> + +<p>—Eso, también tú.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_87" id="Page_87">[87]</a></span></p> + +<p>—Es verdad; otro padrenuestro y avemaría +por mí entonces.</p> + +<p>Y cuando los niños se hubieron acostado, +volviéndose a su cuñado le dijo secamente:</p> + +<p>—Esto no puede ser así. Si sigues sin reportarte +tendré que marcharme de esta casa aunque +Rosa no me lo perdone desde el cielo.</p> + +<p>—Pero es que...</p> + +<p>—Lo dicho; no quiero que ensucies así, ni +con miradas, esta casa tan pura y donde mejor +pueden criarse las almas de tus hijos. Acuérdate +de Rosa.</p> + +<p>—¿Pero de qué crees que somos los hombres?</p> + +<p>—De carne y muy brutos.</p> + +<p>—¿Y tú, no te has mirado nunca?</p> + +<p>—¿Qué es eso?—y se le demudó el rostro +sereno.</p> + +<p>—Que aunque no fueses, como en realidad lo +eres, su madre, ¿tienes derecho, Gertrudis, a +perseguirme con tu presencia? ¿Es justo que me +reproches y estés llenando la casa con tu persona, +con el fuego de tus ojos, con el son de tu +voz, con el imán de tu cuerpo lleno de alma, +pero de un alma llena de cuerpo?</p> + +<p>Gertrudis, toda encendida, bajaba la cabeza y<span class="pagenum"><a name="Page_88" id="Page_88">[88]</a></span> +se callaba, mientras le tocaba a rebato el corazón.</p> + +<p>—¿Quién tiene la culpa de esto?, dime.</p> + +<p>—Tienes razón, Ramiro, y si me fuese, los niños +piarían por mí, porque me quieren...</p> + +<p>—Más que a mí—dijo tristemente el padre.</p> + +<p>—Es que yo no les besuqueo como tú ni les +sobo, y cuando les beso, ellos sienten que mis +besos son más puros, que son para ellos solos...</p> + +<p>—Y bien, ¿quién tiene la culpa de esto?, +repito.</p> + +<p>—Bueno, pues. Espera un año, esperemos un +año; déjame un año de plazo para que vea claro +en mí, para que veas claro en ti mismo, para +que te convenzas...</p> + +<p>—Un año... un año...</p> + +<p>—¿Te parece mucho?</p> + +<p>—¿Y luego, cuando se acabe?</p> + +<p>—Entonces... veremos...</p> + +<p>—Veremos... veremos...</p> + +<p>—Yo no prometo más.</p> + +<p>—Y si en este año...</p> + +<p>—¿Qué? Si en este año haces alguna tontería...</p> + +<p>—¿A qué llamas hacer una tontería?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_89" id="Page_89">[89]</a></span></p> + +<p>—A enamorarte de otra y volverte a casar.</p> + +<p>—Eso... ¡nunca!</p> + +<p>—Qué pronto lo dijiste...</p> + +<p>—Eso... ¡nunca!</p> + +<p>—¡Bah! juramentos de hombres...</p> + +<p>—Y si así fuese, ¿quién tendrá la culpa?</p> + +<p>—¿Culpa?</p> + +<p>—¡Sí, la culpa!</p> + +<p>—Eso sólo querría decir...</p> + +<p>—¿Qué?</p> + +<p>—Que no le quisiste, que no le quieres a tu +Rosa como ella te quiso a ti, como ella te habría +querido de haber sido ella la viuda...</p> + +<p>—No, eso querría decir otra cosa, que no es...</p> + +<p>—Bueno, basta. ¡Ramirín!, ¡ven acá, Ramirín! +Anda, corre.</p> + +<p>Y así se aplacó aquella lucha.</p> + +<p>Y ella continuaba su labor de educar a sus +sobrinos.</p> + +<p>No quiso que a la niña se le ocupase demasiado +en aprender costura y cosas así. «¿Labores +de su sexo?—decía—, no, nada de labores de su +sexo; el oficio de una mujer es hacer hombres y +mujeres, y no vestirlos.»</p> + +<p>Un día que Ramirín soltó una expresión soez<span class="pagenum"><a name="Page_90" id="Page_90">[90]</a></span> +que había aprendido en la calle y su padre iba a +reprenderle, interrumpióle Gertrudis, diciéndole +bajo: «No, dejarlo; hay que hacer como si no +se ha oído; debe de haber un mundo de que ni +para condenarlo hay que hablar aquí.»</p> + +<p>Una vez que oyó decir de una que se quedaba +soltera que quedaba para vestir santos, agregó: +«¡o para vestir almas de niños!»</p> + +<p>—Tulita es mi novia—dijo una vez Ramirín.</p> + +<p>—No digas tonterías; Tulita es tu hermana.</p> + +<p>—¿Y no puede ser novia y hermana?</p> + +<p>—No.</p> + +<p>—¿Y qué es ser hermana?</p> + +<p>—¿Ser hermana? Ser hermana es...</p> + +<p>—Vivir en la misma casa—acabó la niña.</p> + +<p>Un día llegó la niña llorando y mostrando un +dedo en que le había picado una abeja. Lo primero +que se le ocurrió a la tía fué ver si con su +boca, chupándoselo, podía extraerle el veneno +como había leído que se hace con el de ciertas +culebras. Luego declararon los niños, y se les +unió el padre, que no dejarían viva a ninguna +de las abejas que venían al jardín, que las perseguirían +a muerte.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_91" id="Page_91">[91]</a></span></p> + +<p>—No, eso sí que no—exclamó Gertrudis—; a +las abejas no las toca nadie.</p> + +<p>—¿Por qué? ¿Por la miel?—preguntó Ramiro.</p> + +<p>—No las toca nadie, he dicho.</p> + +<p>—Pero si no son madres, Gertrudis.</p> + +<p>—Lo sé, lo sé bien. He leído en uno de esos +libros tuyos lo que son las abejas, lo he leído. +Sé lo que son las abejas estas, las que pican y +hacen la miel; sé lo que es la reina y sé también +lo que son los zánganos.</p> + +<p>—Los zánganos somos nosotros, los hombres.</p> + +<p>—¡Claro está!</p> + +<p>—Pues mira, voy a meterme en política; me +van a presentar candidato a diputado provincial.</p> + +<p>—¿De veras?—preguntó Gertrudis, sin poder +disimular su alegría.</p> + +<p>—¿Tanto te place?</p> + +<p>—Todo lo que te distraiga.</p> + +<p>—Faltan once meses, Gertrudis...</p> + +<p>—¿Para qué?, ¿para la elección?</p> + +<p>—¡Para la elección, sí!</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_93" id="Page_93">[93]</a></span></p> + + + + +<h2>X</h2> + + +<p>Y era lo cierto que en el alma cerrada de Gertrudis +se estaba desencadenando una brava +galerna. Su cabeza reñía con su corazón, y +ambos, corazón y cabeza, reñían en ella con +algo más ahincado, más entrañado, más íntimo, +con algo que era como el tuétano de los huesos +de su espíritu.</p> + +<p>A solas, cuando Ramiro estaba ausente del +hogar, cojía al hijo de éste y de Rosa, a Ramirín, +al que llamaba su hijo, y se lo apretaba al +seno virgen, palpitante de congoja y henchido +de zozobra. Y otras veces se quedaba contemplando +el retrato de la que fué, de la que era +todavía su hermana y como interrogándole si +había querido, de veras, que ella, que Gertrudis, +le sucediese en Ramiro. «Sí, me dijo que yo habría +de llegar a ser la mujer de su hombre, su<span class="pagenum"><a name="Page_94" id="Page_94">[94]</a></span> +otra mujer—se decía—, pero no pudo querer +eso, no, no pudo quererlo... yo en su caso, al +menos, no lo habría querido, no podría haberlo +querido... ¿de otra? ¡no, de otra no! ni después +de mi muerte... ni de mi hermana... ¡de otra no! +no se puede ser más que de una... No, no pudo +querer eso; no pudo querer que entre él, entre +su hombre, entre el padre de sus hijos y yo se +interpusiese su sombra... no pudo querer eso. +Porque cuando él estuviese a mi lado, arrimado +a mí, carne a carne, ¿quién me dice que no estuviese +pensando en ella? Yo no sería sino el +recuerdo... ¡algo peor que el recuerdo de la otra! +No, lo que me pidió es que impida que sus hijos +tengan madrasta. ¡Y lo impediré! Y casándome +con Ramiro, entregándole mi cuerpo, y +no sólo mi alma, no lo impediría... Porque entonces +sí que sería madrasta. Y más si llegaba +a darme hijos de mi carne y de mi sangre...» Y +esto de los hijos de la carne hacía palpitar de +sagrado terror el tuétano de los huesos del alma +de Gertrudis, que era toda maternidad, pero maternidad +de espíritu.</p> + +<p>Y encerrábase en su cuarto, en su recatada +alcoba, a llorar al pie de una imagen de la San<span class="pagenum"><a name="Page_95" id="Page_95">[95]</a></span>tísima +Virgen Madre, a llorar mientras susurraba: +«el fruto de tu vientre...»</p> + +<p>Una vez que tenía apretado a su seno a Ramirín, +éste le dijo:</p> + +<p>—¿Por qué lloras, mamita?—pues habíale enseñado +a llamarla así.</p> + +<p>—Si no lloro...</p> + +<p>—Sí, lloras...</p> + +<p>—¿Pero es que me ves llorar...?</p> + +<p>—No, pero te siento que lloras... Estás llorando...</p> + +<p>—Es que me acuerdo de tu madre...</p> + +<p>—¿Pues no dices que lo eres tú...?</p> + +<p>—Sí, pero de la otra, de mamá Rosa.</p> + +<p>—Ah, sí, la que se murió... la de papá...</p> + +<p>—¡Sí, la de papá!</p> + +<p>—¿Y por qué papá nos dice que no te llamemos +mamá, sino tía, tiíta Tula, y tú nos dices +que te llamemos mamá y no tía, no tiíta Tula...?</p> + +<p>—¿Pero es que papá os dice eso?</p> + +<p>—Sí, nos ha dicho que todavía no eres nuestra +mamá, que todavía no eres más que nuestra +tía...</p> + +<p>—¿Todavía?</p> + +<p>—Sí, nos ha dicho que todavía no eres nues<span class="pagenum"><a name="Page_96" id="Page_96">[96]</a></span>tra +mamá, pero que lo serás... Sí, que vas a ser +nuestra mamá cuando pasen unos meses...</p> + +<p>«Entonces sería vuestra madrasta»—pensó +Gertrudis, pero no se atrevió a desnudar este +pensamiento pecaminoso ante el niño.</p> + +<p>—Bueno, mira, no hagas caso de esas cosas, +hijo mío...</p> + +<p>Y cuando luego llegó Ramiro, el padre, le +llamó aparte y severamente le dijo:</p> + +<p>—No andes diciéndole al niño esas cosas. No +le digas que yo no soy todavía más que su tía, +la tía Tula, y que seré su mamá. Eso es corromperle, +eso es abrirle los ojos sobre cosas que no +debe ver. Y si lo haces por influir con él sobre +mí, si lo haces por moverme...</p> + +<p>—Me dijiste que te tomabas un plazo...</p> + +<p>—Bueno, si lo haces por eso piensa en el +papel que haces hacer a tu hijo, un papel de...</p> + +<p>—¡Bueno, calla!</p> + +<p>—Las palabras no me asustan, pero lo callaré. +Y tú piensa en Rosa, recuerda a Rosa, ¡tu +primer... amor!</p> + +<p>—¡Tula!</p> + +<p>—Basta. Y no busques madrasta para tus +hijos, que tienen madre.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_97" id="Page_97">[97]</a></span></p> + + + + +<h2>XI</h2> + + +<p>«<span class="smcap">Esto</span> necesita campo»—se dijo Gertrudis, e +indicó a Ramiro la conveniencia de que todos +ellos se fuesen a veranear a un pueblecito +costero que tuviese montaña, dominando al mar +y por éste dominada. Buscó un lugar que no +fuese muy de moda, pero donde Ramiro pudiese +encontrar compañeros de tresillo, pues tampoco +le quería obligado a la continua compañía de los +suyos. Era un género de soledad a que Gertrudis +temía.</p> + +<p>Allí todos los días salían de paseo, por la montaña, +dando vista al mar, entre madroñales, ellos +dos, Gertrudis y Ramiro, y los tres niños: Ramirín, +Rosita y Elvira. Jamás, ni aun allí donde no +los conocían—es decir, allí menos—se hubiese +arriesgado Gertrudis a salir de paseo con su cu<span class="pagenum"><a name="Page_98" id="Page_98">[98]</a></span>ñado, +solos los dos. Al llegar a un punto en que +un tronco tendido en tierra, junto al sendero, +ofrecía, a modo de banco rústico, asiento, sentábanse +en él ellos dos, cara al mar, mientras los +niños jugaban allí cerca, lo más cerca posible. +Una vez en que Ramiro quiso que se sentaran +en el suelo, sobre la yerba montañesa, Gertrudis +le contestó: «¡No, en el suelo, no! yo no me +siento en el suelo, sobre la tierra, y menos junto +a ti y ante los niños...» «Pero si el suelo está +limpio... si hay yerba...» «¡Te he dicho que no +me siento así!» «No, la postura no es cómoda...» +«¡Peor que incómoda!»</p> + +<p>Desde aquel tronco, mirando al mar, hablaban +de mil nonadas, pues en cuanto el hombre +deslizaba la conversación a senderos de lo por +pacto tácito ya vedado de hablar entre ellos, la +tía tenía en la boca un «¡Ramirín!» o «¡Rosita!» +o «¡Elvira!» Le hablaba ella del mar y eran sus +palabras, que le llegaban a él envueltas en el rumor +no lejano de las olas, como la letra vaga de +un canto de cuna para el alma. Gertrudis estaba +brizando la pasión de Ramiro para adormecérsela. +No le miraba casi nunca entonces, miraba +al mar; pero en él, en el mar, veía reflejada<span class="pagenum"><a name="Page_99" id="Page_99">[99]</a></span> +por misterioso modo la mirada del hombre. El +mar purísimo les unía las miradas y las almas.</p> + +<p>Otras veces íbanse al bosque, a un castañar, y +allí tenía ella que vigilarle, vigilarse y vigilar a +los niños con más cuidado. Y también allí encontró +el tronco derribado que le sirviese de +asiento.</p> + +<p>Quería atemperarle a una vida de familia purísima +y campesina, hacer que se acostase cansado +de luz y de aire libres, que se durmiese, +oyendo fuera al grillo, para dormir sin ensueños, +que le despertase el canto del gallo y el +trajineo de los campesinos y los marineros.</p> + +<p>Por las mañanas bajaban a una pequeña playa, +donde se reunía la pequeña colonia veraniega. +Los niños, descalzos, entreteníanse, después +del baño, en desviar con los pies el curso de un +pequeño arroyuelo vagabundo e indeciso que +por la arena desaguaba en el mar. Ramiro se +unió alguna vez a este juego de los niños.</p> + +<p>Pero Gertrudis empezó a temer. Se había +equivocado en sus precauciones. Ramiro huía +del tresillo con sus compañeros de colonia veraniega +y parecía espiar más que nunca la ocasión +de hallarse a solas con su cuñada. La casi<span class="pagenum"><a name="Page_100" id="Page_100">[100]</a></span>ta +que habitaban tenía más de tienda de gitanos +trashumantes que de otra cosa. El campo, en vez +de adormecer no la pasión, el deseo de Ramiro, +parecía como si se lo excitase más, y ella misma, +Gertrudis, empezó a sentirse desasosegada. +La vida se les ofrecía más al desnudo en aquellos +campos, en el bosque, en los repliegues de +la montaña. Y luego había los animales domésticos, +los que cría el hombre, con los que era +mayor allí la convivencia. Gertrudis sufría al ver +la atención con que los pequeños, sus sobrinos, +seguían los juegos del averío. No, el campo no +rendía una lección de pureza. Lo puro allí era +hundir la mirada en el mar. Y aun el mar... La +brisa marina les llegaba como un aguijón.</p> + +<p>—¡Mira qué hermosura!—exclamó Gertrudis +una tarde, al ocaso, en que estaban sentados +frente al mar.</p> + +<p>Era la luna llena, roja sobre su palidez, que +surgía de las olas como una flor gigantesca y +solitaria en un yermo palpitante.</p> + +<p>—¿Por qué le habrán cantado tanto a la luna +los poetas?—dijo Ramiro;—¿por qué será la luz +romántica y de los enamorados?</p> + +<p>—No lo sé, pero se me ocurre que es la única<span class="pagenum"><a name="Page_101" id="Page_101">[101]</a></span> +tierra, porque es una tierra... que vemos sabiendo +que nunca llegaremos a ella... es lo inaccesible... +El sol no, el sol nos rechaza; gustamos de +bañarnos en su luz, pero sabemos que es inhabitable, +que en él nos quemaríamos, mientras +que en la luna creemos que se podría vivir y en +paz y crepúsculo eternos, sin tormentas, pues +no la vemos cambiar, pero sentimos que no se +puede llegar a ella... Es lo intangible...</p> + +<p>—Y siempre nos da la misma cara... esa cara +tan triste y tan seria... es decir, siempre ¡no! porque +la va velando poco a poco y la oscurece +del todo y otras veces parece una hoz...</p> + +<p>—Sí—y al decirlo parecía como que Gertrudis +seguía sus propios pensamientos sin oir los +de su compañero, aunque no era así—; siempre +enseña la misma cara porque es constante, es +fiel. No sabemos cómo será por el otro lado... +cuál será su otra cara...</p> + +<p>—Y eso añade a su misterio...</p> + +<p>—Puede ser... puede ser... Me explico que alguien +anhele llegar a la luna... ¡lo imposible!... +para ver cómo es por el otro lado... para conocer +y explorar su otra cara...</p> + +<p>—La oscura...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_102" id="Page_102">[102]</a></span></p> + +<p>—¿La oscura? ¡Me parece que no! Ahora que +esta que vemos está iluminada la otra estará a +oscuras, pero o yo sé poco de estas cosas o +cuando esta cara se oscurece del todo, en luna +nueva, está en luz por el otro, es luna llena de +la otra parte...</p> + +<p>—¿Para quién?</p> + +<p>—¿Cómo para quién...?</p> + +<p>—Sí, que cuando el otro lado alumbra ¿para +quién?</p> + +<p>—Para el cielo, y basta. ¿O es que a la luna la +hizo Dios no más que para alumbrarnos de +noche a nosotros, los de la tierra? ¿O para que +hablemos estas tonterías?</p> + +<p>—Pues bien, mira, Tula...</p> + +<p>—¡Rosita!</p> + +<p>Y no le dejó comentar la intangibilidad y la +plenitud de la luna.</p> + +<p>Cuando ella habló de volver ya a la ciudad +apresuróse él a aceptarlo. Aquella temporada en +el campo, entre la montaña y el mar, había sido +estéril para sus propósitos. «Me he equivocado—se +decía también él—; aquí está más segura +que allí, que en casa; aquí parece embozarse en +la montaña, en el bosque, y como si el mar le<span class="pagenum"><a name="Page_103" id="Page_103">[103]</a></span> +sirviese de escudo; aquí es tan intangible como +la luna, y entretanto este aire de salina filtrado +por entre rayos de sol enciende la sangre... y +ella me parece aquí fuera de su ámbito y como +si temiese algo; vive alerta y diríase que no +duerme...» Y ella a su vez se decía: «No, la pureza +no es del campo, la pureza es de celda, de +claustro y de ciudad; la pureza se desarrolla +entre gentes que se unen en mazorcas de viviendas +para mejor aislarse; la ciudad es monasterio, +convento de solitarios; aquí la tierra, sobre +que casi se acuestan, las une y los animales son +otras tantas serpientes del paraíso... ¡a la ciudad, +a la ciudad!»</p> + +<p>En la ciudad estaba su convento, su hogar, y +en él su celda. Y allí adormecería mejor a su +cuñado. Oh, si pudiese decir de él—pensaba—lo +que Santa Teresa en una carta—Gertrudis +leía mucho a Santa Teresa—decía de su cuñado +don Juan de Ovalle, marido de doña Juana de +Ahumada: «El es de condición en cosas muy +aniñado...» ¿Cómo le aniñaría?</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_105" id="Page_105">[105]</a></span></p> + + + + +<h2>XII</h2> + + +<p><span class="smcap">Al</span> fin Gertrudis no pudo con su soledad y +decidió llevar su congoja al padre Alvarez, +su confesor, pero no su director espiritual. Porque +esta mujer había rehuído siempre ser dirigida, +y menos por un hombre. Sus normas de conducta +moral, sus convicciones y creencias religiosas +se las había formado ella con lo que oía +a su alrededor y con lo que leía, pero las interpretaba +a su modo. Su pobre tío, don Primitivo, +el sacerdote ingenuo que las había criado a +las dos hermanas y les enseñó el catecismo de +la doctrina cristiana explicado según <i>el Mazo</i>, +sintió siempre un profundo respeto por la inteligencia +de su sobrina Tula, a la que admiraba. «Si +te hicieses monja—solía decirle—llegarías a ser +otra Santa Teresa... Qué cosas se te ocurren, +hija...» Y otras veces: «Me parece que eso que<span class="pagenum"><a name="Page_106" id="Page_106">[106]</a></span> +dices, Tulilla, huele un poco a herejía; ¡hum! No +lo sé... no lo sé... porque no es posible que te +inspire herejías el ángel de tu guarda, pero eso +me suena así como a... qué sé yo...» Y ella le +contestaba riendo: «Sí, tío, son tonterías que se +me ocurren, y ya que dice usted que huele a herejía +no lo volveré a pensar.» Pero ¿quién pone +barreras al pensamiento?</p> + +<p>Gertrudis se sintió siempre sola. Es decir, sola +para que la ayudaran, porque para ayudar ella +a los otros no, no estaba sola. Era como una +huérfana cargada de hijos. Ella sería el báculo +de todos los que la rodearan; pero si sus piernas +flaquearan, si su cabeza no le mantuviese firme +en su sendero, si su corazón empezaba a bambolear +y enflaquecer, ¿quién la sostendría a ella? +¿quién sería su báculo? Porque ella, tan henchida +del sentimiento, de la pasión mejor, de la +maternidad, no sentía la filialidad. «¿No es esto +orgullo?»—se preguntaba.</p> + +<p>No pudo al fin con esta soledad y decidió llevar +a su confesor, al padre Alvarez, su congoja. +Y le contó la declaración y proposición de Ramiro, +y hasta lo que les había dicho a los niños +de que no le llamasen a ella todavía madre, y las<span class="pagenum"><a name="Page_107" id="Page_107">[107]</a></span> +razones que tenía para mantener la pureza de +aquel hogar y cómo no quería entregarse a hombre +alguno, sino reservarse para mejor consagrarse +a los hijos de Rosa.</p> + +<p>—Pero lo de su cuñado lo encuentro muy natural—arguyó +el buen padre de almas.</p> + +<p>—Es que no se trata ahora de mi cuñado, padre, +sino de mí; y no creo que haya acudido a +usted también en busca de alianza...</p> + +<p>—¡No, no, hija, no!</p> + +<p>—Como dicen que en los confesonarios se +confeccionan bodas y que ustedes, los padres, +se dedican a casamenteros...</p> + +<p>—Yo lo único que digo ahora, hija, es que es +muy natural que su cuñado, viudo y joven y fuerte, +quiera volver a casarse, y más natural, y hasta +santo, que busque otra madre para sus hijos...</p> + +<p>—¿Otra? ¡Ya la tiene!</p> + +<p>—Sí; pero... y si ésta se va...</p> + +<p>—¿Irme? ¿Yo? Estoy tan obligada a esos niños +como estaría su madre de carne y sangre si +viviese...</p> + +<p>—Y luego eso da que hablar...</p> + +<p>—De lo que hablen, padre, ya le he dicho +que nada se me da...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_108" id="Page_108">[108]</a></span></p> + +<p>—¿Y si lo hiciese precisamente por eso, porque +hablen? Examínese y mire si no entra en +ello un deseo de afrontar las preocupaciones +ajenas, de desafiar la opinión pública...</p> + +<p>—Y si así fuese, ¿qué?</p> + +<p>—Que eso sí que es pecaminoso. Y después +de todo, la cuestión es otra...</p> + +<p>—¿Cuál es la cuestión?</p> + +<p>—La cuestión es si usted le quiere o no. Esta +es la cuestión. ¿Le quiere usted, sí o no?</p> + +<p>—¡Para marido... no!</p> + +<p>—¿Pero le rechaza?</p> + +<p>—¡Rechazarle... no!</p> + +<p>—Si cuando se dirigió a su hermana, la difunta, +se hubiera dirigido a usted...</p> + +<p>—¡Padre! ¡Padre!—y su voz gemía.</p> + +<p>—Sí, por ahí hay que verlo...</p> + +<p>—¡Padre; que eso no es pecado...!</p> + +<p>—Pero ahora se trata de dirección espiritual, +de tomar consejo... Y sí, es pecado, es acaso +pecado... Tal vez hay aquí unos viejos celos...</p> + +<p>—¡Padre!</p> + +<p>—Hay que ahondar en ello. Acaso no le ha +perdonado aún...</p> + +<p>—Le he dicho, padre, que le quiero; pero no<span class="pagenum"><a name="Page_109" id="Page_109">[109]</a></span> +para marido. Le quiero como a un hermano, +como a un más que hermano, como al padre de +mis hijos, porque éstos, sus hijos, lo son míos +de lo más dentro mío, de todo mi corazón; pero +para marido no. Yo no puedo ocupar en su cama +el sitio que ocupó mi hermana... Y sobre todo, +yo no quiero, no debo darles madrasta a mis +hijos...</p> + +<p>—¿Madrasta?</p> + +<p>—Sí, madrastra. Si yo me caso con él, con el +padre de los hijos de mi corazón, les daré madrasta +a éstos, y más si llego a tener hijos de +carne y de sangre con él. Esto, ahora ya... +¡nunca!</p> + +<p>—Ahora ya...</p> + +<p>—Sí, ahora que ya tengo a los de mi corazón... +mis hijos...</p> + +<p>—Pero piense en él, en su cuñado, en su situación...</p> + +<p>—¿Que piense...?</p> + +<p>—¡Sí! ¿Y no tiene compasión de él?</p> + +<p>—Sí que la tengo. Y por eso le ayudo y le +sostengo. Es como otro hijo mío.</p> + +<p>—Le ayuda... le sostiene...</p> + +<p>—Sí, le ayudo y le sostengo a ser padre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_110" id="Page_110">[110]</a></span></p> + +<p>—A ser padre... a ser padre... Pero él es un +hombre...</p> + +<p>—¡Y yo una mujer!</p> + +<p>—Es débil...</p> + +<p>—¿Soy yo fuerte?</p> + +<p>—Más de lo debido.</p> + +<p>—¿Más de lo debido? ¿Y lo de la mujer +fuerte?</p> + +<p>—Es que esa fortaleza, hija mía, puede alguna +vez ser dureza, ser crueldad. Y es dura con +él, muy dura. ¿Que no le quiere como a marido? +¡Y qué importa! Ni hace falta eso para casarse +con un hombre. Muchas veces tiene que casarse +una mujer con un hombre por compasión, por +no dejarle solo, por salvarle, por salvar su +alma...</p> + +<p>—Pero si no le dejo solo...</p> + +<p>—Sí, sí, le deja solo. Y creo que me comprende +sin que se lo explique más claro...</p> + +<p>—Sí, sí que se lo comprendo, pero no quiero +comprenderlo. No está solo. ¡Quien está sola +soy yo! Sola... sola... siempre sola...</p> + +<p>—Pero ya sabe aquello de «más vale casarse +que abrasarse...»</p> + +<p>—Pero si no me abraso...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_111" id="Page_111">[111]</a></span></p> + +<p>—¿No se queja de su soledad?</p> + +<p>—No es soledad de abrasarse; no es esa soledad +a que usted, padre, alude. No, no es esa. No +me abraso...</p> + +<p>—¿Y si se abrasa él...?</p> + +<p>—Que se refresque en el cuidado y amor de +sus hijos...</p> + +<p>—Bueno, pero ya me entiende...</p> + +<p>—Demasiado.</p> + +<p>—Y por si no, le diré más claro aún que su +cuñado corre peligro, y que si cae en él, le cabrá +culpa...</p> + +<p>—¿A mí?</p> + +<p>—¡Claro está!</p> + +<p>—No lo veo tan claro... Como no soy hombre...</p> + +<p>—Me dijo que uno de sus temores de casarse +con su cuñado era el de tener hijos con él, +¿no es así?</p> + +<p>—Sí, así es. Si tuviéramos hijos llegaría yo a +ser, quieras o no, madrasta de los que me dejó +mi hermana...</p> + +<p>—Pero el matrimonio no se instituyó sólo +para hacer hijos...</p> + +<p>—Para casar y dar gracia a los casados y que +críen hijos para el cielo.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_112" id="Page_112">[112]</a></span></p> + +<p>—Dar gracia a los casados... ¿Lo entiende?</p> + +<p>—Apenas...</p> + +<p>—Que vivan en gracia, libres de pecado...</p> + +<p>—Ahora lo entiendo menos...</p> + +<p>—Bueno, pues que es un remedio contra la +sensualidad.</p> + +<p>—¿Cómo? ¿Qué es eso? ¿Qué?</p> + +<p>—¿Pero por qué se pone así...? ¿Por qué se altera...?</p> + +<p>—¿Qué es el remedio contra la sensualidad? +¿El matrimonio o la mujer?</p> + +<p>—Los dos... La mujer... y... y el hombre.</p> + +<p>—¡Pues, no, padre, no, no y no! Yo no puedo +ser remedio contra nada. ¿Qué es eso de considerarme +remedio? ¡Y remedio... contra eso! No, +me estimo en más...</p> + +<p>—Pero si es que...</p> + +<p>—No, ya no sirve. Yo, si él no tuviera ya +hijos de mi hermana, acaso me habría casado con +él para tenerlos... para tenerlos de él... pero, +¿remedio? ¿Y a eso? ¿Yo remedio? ¡No!</p> + +<p>—Y si antes de haber solicitado a su hermana +la hubiera solicitado...</p> + +<p>—¿A mí? ¿Antes? ¿Cuando nos conoció? No +hablemos ya más, padre, que no podemos en<span class="pagenum"><a name="Page_113" id="Page_113">[113]</a></span>tendernos, +pues veo que hablamos lenguas diferentes. +Ni yo sé la de usted ni usted sabe la +mía.</p> + +<p>Y dicho esto, se levantó de junto al confesonario. +Le costaba andar: tan doloridas le habían +quedado del arrodillamiento las rodillas. Y +a la vez le dolían las articulaciones del alma y +sentía su soledad más hondamente que nunca. +«¡No, no me entiende—se decía—, no me entiende; +hombre al fin! ¿Pero me entiendo yo +misma? ¿Es que me entiendo? ¿Le quiero o no +le quiero? ¿No es soberbia esto? ¿No es la triste +pasión solitaria del armiño que por no mancharse +no se echa a nado en un lodazal a salvar a su +compañero...? No lo sé... no lo sé...»</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_115" id="Page_115">[115]</a></span></p> + + + + +<h2>XIII</h2> + + +<p>Y de pronto observó Gertrudis que su cuñado +era otro hombre, que celaba algún secreto, +que andaba caviloso y desconfiado, que salía +mucho de casa. Pero aquellas más largas ausencias +del hogar no le engañaron. El secreto estaba +en él, en el hogar. Y a fuerza de paciente +astucia logró sorprender miradas de conocimiento +íntimo entre Ramiro y la criada de servicio.</p> + +<p>Era Manuela una hospiciana de diez y nueve +años, enfermiza y pálida, de un brillo febril en +los ojos, de maneras sumisas y mansas, de muy +pocas palabras, triste casi siempre. A ella, a Gertrudis, +ante quien sin saber por qué temblaba, +llamábale «señora». Ramiro quiso hacer que le +llamase «señorita».</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_116" id="Page_116">[116]</a></span></p> + +<p>—No, llámame así, señora; nada de señorita...</p> + +<p>En general parecía como que la criada le temiera, +como avergonzada o amedrentada en su +presencia. Y a los niños los evitaba y apenas si +les dirigía la palabra. Ellos, por su parte, sentían +una indiferencia, rayana en despego, hacia la +Manuela. Y hasta alguna vez se burlaban de +ella, por ciertas sus maneras de hablar, lo que la +ponía de grana. «Lo extraño es—pensaba Gertrudis—que +a pesar de todo no quiera irse... +tiene algo de gata esta mozuela.» Hasta que se +percató de lo que podría haber escondido.</p> + +<p>Un día logró sorprender a la pobre muchacha +cuando salía del cuarto de Ramiro, del señorito—porque +a éste sí que le llamaba así—toda +encendida y jadeante. Cruzáronse las miradas y +la criada rindió la suya. Pero llegó otro en que +el niño, Ramirín, se fué a su tía y le dijo:</p> + +<p>—Dime, mamá Tula, ¿es Manuela también +hermana nuestra?</p> + +<p>—Ya te tengo dicho que todos los hombres y +mujeres somos hermanos.</p> + +<p>—Sí, pero como nosotros, los que vivimos +juntos...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_117" id="Page_117">[117]</a></span></p> + +<p>—No, porque aunque vive aquí ésta no es su +casa...</p> + +<p>—¿Y cuál es su casa?</p> + +<p>—¿Su casa? No lo quieras saber. ¿Y por qué +preguntas eso?</p> + +<p>—Porque le he visto a papá que la estaba +besando...</p> + +<p>Aquella noche, luego que hubieron acostado +a los niños, dijo Gertrudis a Ramiro:</p> + +<p>—Tenemos que hablar.</p> + +<p>—Pero si aun faltan ocho meses...</p> + +<p>—¿Ocho meses?</p> + +<p>—¿No hace cuatro que me diste un año de +plazo?</p> + +<p>—No se trata de eso, hombre, sino de algo +más serio.</p> + +<p>A Ramiro se le paró el corazón y se puso +pálido.</p> + +<p>—¿Más serio?</p> + +<p>—Más serio, sí. Se trata de tus hijos, de su +buena crianza, y se trata de esa pobre hospiciana, +de la que estoy segura que estás abusando.</p> + +<p>—Y si así fuese, ¿quién tiene la culpa de +eso?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_118" id="Page_118">[118]</a></span></p> + +<p>—¿Y aún lo preguntas? ¿Aún querrás también +culparme de ello?</p> + +<p>—¡Claro que sí!</p> + +<p>—Pues bien, Ramiro: se ha acabado ya aquello +del año; no hay plazo ninguno; no puede ser, +no puede ser. Y ahora sí que me voy, y, diga lo +que dijere la ley, me llevaré a los niños conmigo, +es decir, se irán conmigo.</p> + +<p>—¿Pero estás loca, Gertrudis?</p> + +<p>—Quien está loco eres tú.</p> + +<p>—Pero qué querías...</p> + +<p>—Nada, o yo o ella. O me voy o echas a esa +criadita de casa.</p> + +<p>Siguióse un congojoso silencio.</p> + +<p>—No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo +echar. ¿Adónde se va? ¿Al Hospicio otra vez?</p> + +<p>—A servir a otra casa.</p> + +<p>—No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo +echar—y el hombre rompió a llorar.</p> + +<p>—¡Pobre hombre!—murmuró ella poniéndole +la mano sobre la suya—. Me das pena.</p> + +<p>—Ahora, ¿eh?, ¿ahora?</p> + +<p>—Sí; me das lástima... Estoy ya dispuesta a +todo...</p> + +<p>—¡Gertrudis! ¡Tula!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_119" id="Page_119">[119]</a></span></p> + +<p>—Pero has dicho que no la puedes echar...</p> + +<p>—Es verdad; no la puedo echar—y volvió a +abatirse.</p> + +<p>—¿Qué, pues?, ¿que no va sola?</p> + +<p>—No, no irá sola.</p> + +<p>—Los ocho meses del plazo, ¿eh?</p> + +<p>—Estoy perdido, Tula, estoy perdido.</p> + +<p>—No, la que está perdida es ella, la huérfana, +la hospiciana, la sin amparo.</p> + +<p>—Es verdad, es verdad...</p> + +<p>—Pero no te aflijas así, Ramiro, que la cosa +tiene fácil remedio...</p> + +<p>—¿Remedio? ¿Y fácil?—y se atrevió a mirarle +a la cara.</p> + +<p>—Sí; casarte con ella.</p> + +<p>Un rayo que le hubiese herido no le habría +dejado más deshecho que esas palabras sencillas.</p> + +<p>—¡Que me case! ¡Que me case con la criada! +¿Que me case con una hospiciana? ¡Y me lo +dices tú!...</p> + +<p>—¡Y quién si no había de decírtelo! Yo, la +verdadera madre hoy de tus hijos.</p> + +<p>—¿Que les dé madrasta?</p> + +<p>—¡No, eso no!, que aquí estoy yo para seguir<span class="pagenum"><a name="Page_120" id="Page_120">[120]</a></span> +siendo su madre. Pero que des padre al que +haya de ser tu nuevo hijo, y que le des madre +también. Esa hospiciana tiene derecho a ser madre, +tiene ya el deber de serlo, tiene derecho a +su hijo y al padre de su hijo.</p> + +<p>—Pero Gertrudis...</p> + +<p>—Cásate con ella, te he dicho; y te lo dice +Rosa. Sí—y su voz, serena y pastosa, resonó +como una campana—. Rosa, tu mujer, te dice +por mi boca que te cases con la hospiciana. ¡Manuela!</p> + +<p>—«¡Señora!»—se oyó como un gemido, y la +pobre muchacha, que acurrucada junto al fogón, +en la cocina, había estado oyéndolo todo, no se +movió de su sitio. Volvió a llamarla, y después +de otro «¡Señora!», tampoco se movió.</p> + +<p>—Ven acá, o iré a traerte.</p> + +<p>—¡Por Dios!—suplicó Ramiro.</p> + +<p>La muchacha apareció cubriéndose la llorosa +cara con las manos.</p> + +<p>—Descubre la cara y míranos.</p> + +<p>—¡No, señora, no!</p> + +<p>—Sí, míranos. Aquí tienes a tu amo, a Ramiro, +que te pide perdón por lo que de ti ha hecho.</p> + +<p>—Perdón, yo, señora, y a usted...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_121" id="Page_121">[121]</a></span></p> + +<p>—No, te pide perdón y se casará contigo.</p> + +<p>—¡Pero señora!—clamó Manuela a la vez +que Ramiro clamaba: «¡Pero Gertrudis!»</p> + +<p>—Lo he dicho, se casará contigo: así lo quiere +Rosa. No es posible dejarte así. Porque tú +estás ya... ¿no es eso?</p> + +<p>—Creo que sí, señora, pero yo...</p> + +<p>—No llores así ni hagas juramentos; sé que +no es tuya la culpa...</p> + +<p>—Pero se podría arreglar...</p> + +<p>—Bien sabe aquí Manuela—dijo Ramiro—que +nunca he pensado en abandonarla... Yo le +colocaría...</p> + +<p>—Sí, señora, sí; yo me contento...</p> + +<p>—No, tú no debes contentarte con eso que +ibas a decir. O, mejor, aquí Ramiro no puede +contentarse con eso. Tú te has criado en el +Hospicio, ¿no es eso?</p> + +<p>—Sí, señora.</p> + +<p>—Pues tu hijo no se criará en él. Tiene derecho +a tener padre, a su padre, y le tendrá. Y +ahora vete... vete a tu cuarto, y déjanos.</p> + +<p>Y cuando quedaron Ramiro y ella a solas:</p> + +<p>—Me parece que no dudarás ni un momento...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_122" id="Page_122">[122]</a></span></p> + +<p>—¡Pero eso que pretendes es una locura, Gertrudis!</p> + +<p>—La locura, peor que locura, la infamia, sería +lo que pensabas.</p> + +<p>—Consúltalo siquiera con el padre Alvarez.</p> + +<p>—No lo necesito. Lo he consultado con +Rosa.</p> + +<p>—Pero si ella te dijo que no dieses madrasta +a sus hijos...</p> + +<p>—¿A sus hijos? ¡Y tuyos!</p> + +<p>—Bueno, sí, a nuestros hijos...</p> + +<p>—Y no les daré madrasta. De ellos, de los +nuestros, seguiré siendo yo la madre, pero del +de ésa...</p> + +<p>—Nadie le quitará de ser madre...</p> + +<p>—Sí, tú si no te casas con ella. Eso no será +ser madre...</p> + +<p>—Pues ella...</p> + +<p>—¿Y qué? ¿Porque ella no ha conocido a la +suya pretendes tú que no lo sea como es debido?</p> + +<p>—Pero fíjate en que esta chica...</p> + +<p>—Tú eres quien debió fijarse...</p> + +<p>—Es una locura... una locura...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_123" id="Page_123">[123]</a></span></p> + +<p>—La locura ha sido antes. Y ahora piénsalo, +que si no haces lo que debes el escándalo le +daré yo. Lo sabrá todo el mundo.</p> + +<p>—¡Gertrudis!</p> + +<p>—Cásate con ella, y se acabó.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_125" id="Page_125">[125]</a></span></p> + + + + +<h2>XIV</h2> + + +<p><span class="smcap">Una</span> profunda tristeza henchía aquel hogar +después del matrimonio de Ramiro con la +hospiciana. Y ésta parecía aún más que antes la +criada, la sirvienta, y más que nunca Gertrudis +el ama de la casa. Y esforzábase ésta más que +nunca por mantener al nuevo matrimonio apartado +de los niños, y que éstos se percataran lo +menos posible de aquella convivencia íntima. +Mas hubo que tomar otra criada y explicar a los +pequeños el caso.</p> + +<p>Pero, ¿cómo explicarles el que la antigua +criada se sentara a la mesa a comer con los de +casa? Porque esto exigió Gertrudis.</p> + +<p>—Por Dios, señora—suplicaba la Manuela—, +no me avergüence así... mire que me avergüenza... +Hacerme que me siente a la mesa con los<span class="pagenum"><a name="Page_126" id="Page_126">[126]</a></span> +señores, y sobre todo con los niños... y que +hable de tú al señorito... ¡eso nunca!</p> + +<p>—Háblale como quieras, pero es menester +que los niños, a los que tanto temes, sepan que +eres de la familia. Y ahora, una vez arreglado +esto, no podrán ya sorprender intimidades +a hurtadillas. Ahora os recataréis mejor. Porque +antes el querer ocultaros de ellos os delataba.</p> + +<p>La preñez de Manuela fué, en tanto, molestísima. +Su fragilísima fábrica de cuerpo la soportaba +muy mal. Y Gertrudis, por su parte, le recomendaba +que ocultase a los niños lo anormal +de su estado.</p> + +<p>Ramiro vivía sumido en una resignada desesperación +y más entregado que nunca al albedrío +de Gertrudis.</p> + +<p>—Sí, sí, bien lo comprendo ahora—decía—, +no ha habido más remedio, pero...</p> + +<p>—¿Te pesa?—le preguntaba Gertrudis.</p> + +<p>—De haberme casado, ¡no! De haber tenido +que volverme a casar, ¡sí!</p> + +<p>—Ahora no es ya tiempo de pensar en eso; +¡pecho a la vida!</p> + +<p>—¡Ah, si tú hubieras querido, Tula!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_127" id="Page_127">[127]</a></span></p> + +<p>—Te di un año de plazo; ¿has sabido guardarlo?</p> + +<p>—¿Y si lo hubiese guardado como tú querías, +al fin de él qué, dime? Porque no me prometiste +nada.</p> + +<p>—Aunque te hubiese prometido algo habría +sido igual. No, habría sido peor aún. En nuestras +circunstancias, el haberte hecho una promesa, +el haberte sólo pedido una dilación para +nuestro enlace, habría sido peor.</p> + +<p>—Pero si hubiese guardado la tregua como +tú querías que la guardase, dime: ¿qué habrías +hecho?</p> + +<p>—No lo sé.</p> + +<p>—Que no lo sabes... Tula... que no lo sabes...</p> + +<p>—No, no lo sé; te digo que no lo sé.</p> + +<p>—Pero tus sentimientos...</p> + +<p>—Piensa ahora en tu mujer, que no sé si podrá +soportar el trance en que la pusiste. ¡Es tan +endeble la pobrecilla! Y está tan llena de miedo. +Sigue asustada de ser tu mujer y ama de su +casa.</p> + +<p>Y cuando llegó el peligroso parto repitió Gertrudis +las abnegaciones que en los partos de su +hermana tuviera, y recojió al niño, una criatura<span class="pagenum"><a name="Page_128" id="Page_128">[128]</a></span> +menguada y debilísima, y fué quien lo enmantilló +y quien se lo presentó a su padre.</p> + +<p>—Aquí le tienes, hombre, aquí le tienes.</p> + +<p>—¡Pobre criatura!—exclamó Ramiro sintiendo +que se le derretían de lástima las entrañas a +la vista de aquel mezquino rollo de carne viviente +y sufriente.</p> + +<p>—Pues es tu hijo, un hijo más... Es un hijo +más que nos llega.</p> + +<p>—¿Nos llega? ¿También a ti?</p> + +<p>—Sí, también a mí; no he de ser madrasta +para él, yo que hago que no lo tengan los otros.</p> + +<p>Y así fué que no hizo distinción entre uno y +otros.</p> + +<p>—Eres una santa, Gertrudis—le decía Ramiro—, +pero una santa que ha hecho pecadores.</p> + +<p>—No digas eso; soy una pecadora que me +esfuerzo por hacer santos, santos a tus hijos y a +ti y a tu mujer.</p> + +<p>—¡Mi mujer!...</p> + +<p>—Tu mujer, sí; la madre de tu hijo. ¿Por qué +le tratas con ese cariñoso despego y como a una +carga?</p> + +<p>—¿Y qué quieres que haga, que me enamore +de ella?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_129" id="Page_129">[129]</a></span></p> + +<p>—¿Pero no lo estabas cuando la sedujiste?</p> + +<p>—¿De quién? ¿De ella?</p> + +<p>—Ya lo sé, ya sé que no; pero lo merece la +pobre...</p> + +<p>—¡Pero si es la menor cantidad de mujer posible, +si no es nada!</p> + +<p>—No, hombre, no; es más, es mucho más de +lo que tú te crees. Aun no la has conocido.</p> + +<p>—Si es una esclava...</p> + +<p>—Puede ser, pero debes libertarla... La pobre +está asustada... nació asustada... Te aprovechaste +de su susto...</p> + +<p>—No sé, no sé cómo fué aquello...</p> + +<p>—Así sois los hombres; no sabéis lo que +hacéis ni pensáis en ello. Hacéis las cosas sin +pensarlas...</p> + +<p>—Peor es muchas veces pensarlas y no hacerlas...</p> + +<p>—¿Por qué lo dices?</p> + +<p>—No, nada, por nada...</p> + +<p>—¿Tú crees sin duda que yo no hago más que +pensar?</p> + +<p>—No, no he dicho que crea eso...</p> + +<p>—Sí, tú crees que yo no soy más que pensamiento.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_131" id="Page_131">[131]</a></span></p> + + + + +<h2>XV</h2> + + +<p><span class="smcap">De</span> nuevo la pobre Manuela, la hospiciana, +la esclava, hallábase preñada. Y Ramiro +muy malhumorado con ello.</p> + +<p>—Como si uno no tuviese bastante con los +otros...—decía.</p> + +<p>—¡Y yo qué quieres que le haga!—exclamaba +la víctima.</p> + +<p>—Después de todo, tú lo has querido así—concluía +Gertrudis.</p> + +<p>Y luego, aparte, volvía a reprenderle por el +trato de compasivo despego que daba a su mujer. +La cual soportaba esta preñez aún peor que +la otra.</p> + +<p>—Me temo por la pobre muchacha—vaticinó +don Juan, el médico, un viudo que menudeaba +sus visitas.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_132" id="Page_132">[132]</a></span></p> + +<p>—¿Cree usted que corre peligro?—le preguntó +Gertrudis.</p> + +<p>—Esta pobre chica está deshecha por dentro; +es una tísica consumada y consumida. Resistirá, +es lo más probable, hasta dar a luz, pues la Naturaleza, +que es muy sabia...</p> + +<p>—¡La Naturaleza no! La Santísima Virgen Madre, +don Juan—le interrumpió Gertrudis.</p> + +<p>—Como usted quiera; me rindo, como siempre, +a su superior parecer. Pues, como decía, +la Naturaleza o la Virgen, que para mí es lo +mismo...</p> + +<p>—No, la Virgen es la Gracia...</p> + +<p>—Bueno, pues la Naturaleza, la Virgen, la +Gracia o lo que sea, hace que en estos casos la +madre se defienda y resista hasta que dé a luz +al nuevo ser. Ese inocente pequeñuelo le sirve +a la pobre madre futura como escudo contra la +muerte.</p> + +<p>—¿Y luego?</p> + +<p>—¿Luego? Que probablemente tendrá usted +que criar sola, sirviéndose de un ama de cría, +por supuesto, un crío más. Tiene ya cuatro; cargará +con cinco.</p> + +<p>—Con todos los que Dios me mande.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_133" id="Page_133">[133]</a></span></p> + +<p>—Y que probablemente, no digo que seguramente, +a no tardar mucho, don Ramiro volverá +a quedar libre—y miró fijamente con sus ojillos +grises a Gertrudis.</p> + +<p>—Y dispuesto a casarse tercera vez—agregó +ésta haciéndose la desentendida.</p> + +<p>—¡Eso sería ya heroico!</p> + +<p>—Y usted, puesto que permanece viudo, y +viudo sin hijos, es que no tiene madera de +héroe.</p> + +<p>—¡Ah, doña Gertrudis, si yo pudiese hablar!</p> + +<p>—¡Pues cállese usted!</p> + +<p>—Me callo.</p> + +<p>Le tomó la mano, reteniéndosela un rato, y +dándole con la otra suya unos golpecitos añadió +con un suspiro:</p> + +<p>—Cada hombre es un mundo, Gertrudis.</p> + +<p>—Y cada mujer, una luna, ¿no es eso, don +Juan?</p> + +<p>—Cada mujer puede ser un cielo.</p> + +<p>«Este hombre me dedica un cortejeo platónico», +se dijo Gertrudis.</p> + +<p>Cuando en la casa temían por la pobre Manuela +y todos los cuidados eran para ella, cayó +de pronto en cama Ramiro, declarándosele des<span class="pagenum"><a name="Page_134" id="Page_134">[134]</a></span>de +luego una pulmonía. La pobre hospiciana +quedóse como atontada.</p> + +<p>—Déjame a mí, Manuela—le dijo Gertrudis—; +tú cuídate y cuida a lo que llevas contigo. No +te empeñes en atender a tu marido, que eso puede +agravarte.</p> + +<p>—Pero yo debo...</p> + +<p>—Tú debes cuidar de lo tuyo.</p> + +<p>—Y mi marido, ¿no es mío?</p> + +<p>—No, ahora no; ahora es tuyo tu hijo que +está por venir.</p> + +<p>La enfermedad de Ramiro se agravaba.</p> + +<p>—Temo complicaciones al corazón—sentenció +don Juan—. Le tiene débil; claro, ¡los pesares +y disgustos!</p> + +<p>—¿Pero se morirá, don Juan?—preguntó henchida +de angustia Gertrudis.</p> + +<p>—Todo pudiera ser...</p> + +<p>—Sálvele, don Juan, sálvele, como sea...</p> + +<p>—Qué más quisiera yo...</p> + +<p>—¡Ah, qué desgracia! ¡Qué desgracia!—y por +primera vez se le vió a aquella mujer tener que +sentarse y sufrir un desvanecimiento.</p> + +<p>—Es, en efecto, terrible—dijo el médico en +cuanto Gertrudis se repuso—dejar así cuatro<span class="pagenum"><a name="Page_135" id="Page_135">[135]</a></span> +hijos, ¿qué digo cuatro?, cinco se puede decir, +¡y esa pobre viuda tal como está!...</p> + +<p>—Eso es lo de menos, don Juan; para todo +eso me basto y me sobro yo. ¡Qué desgracia! +¡Qué desgracia!</p> + +<p>Y el médico se fué diciéndose: «Está visto; +esta cuñadita contaba con volver a tenerle libre +a su cuñado. Cada persona es un mundo y algunas +varios mundos. ¡Pero qué mujer! ¡Es toda +una mujer! ¡Qué fortaleza! ¡Qué sagacidad! ¡Y +qué ojos! ¡Qué cuerpo! ¡Irradia fuego!»</p> + +<p>Ramiro, una tarde en que la fiebre, remitiéndosele, +habíale dejado algo más tranquilo, llamó +a Gertrudis, le rogó que cerrara la puerta de la +alcoba, y le dijo:</p> + +<p>—Yo me muero, Tula, me muero sin remedio. +Siento que el corazón no quiere ya marchar, a +pesar de todas las inyecciones; yo me muero...</p> + +<p>—No pienses en eso, Ramiro.</p> + +<p>Pero ella también creía en aquella muerte.</p> + +<p>—Me muero, y es hora, Tula, de decirte toda +la verdad. Tú me casaste con Rosa.</p> + +<p>—Como no te decidías y dabas largas...</p> + +<p>—¿Y sabes por qué?</p> + +<p>—Sí, lo sé, Ramiro.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_136" id="Page_136">[136]</a></span></p> + +<p>—Al principio, al veros, al ver a la pareja, +sólo reparé en Rosa; era a quien se le veía de +lejos; pero al acercarme, al empezar a frecuentaros, +sólo te vi a ti, pues eras la única a quien +desde cerca se veía. De lejos te borraba ella; de +cerca le borrabas tú.</p> + +<p>—No hables así de mi hermana, de la madre +de tus hijos.</p> + +<p>—No; la madre de mis hijos eres tú, tú, tú.</p> + +<p>—No pienses ahora sino en Rosa, Ramiro.</p> + +<p>—A la que me juntaré pronto, ¿no es eso?</p> + +<p>—¡Quién sabe...! Piensa en vivir, en tus +hijos...</p> + +<p>—A mis hijos les quedas tú, su madre.</p> + +<p>—Y en Manuela, en la pobre Manuela...</p> + +<p>—Aquel plazo, Tula, aquel plazo fatal.</p> + +<p>Los ojos de Gertrudis se hinchieron de lágrimas.</p> + +<p>—¡Tula!—gimió el enfermo, abriendo los +brazos.</p> + +<p>—¡Sí, Ramiro, sí!—exclamó ella cayendo en +ellos y abrazándole.</p> + +<p>Juntaron las bocas y así se estuvieron, sollozando.</p> + +<p>—¿Me perdonas todo, Tula?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_137" id="Page_137">[137]</a></span></p> + +<p>—No, Ramiro, no; eres tú quien tienes que +perdonarme.</p> + +<p>—¿Yo?</p> + +<p>—¡Tú! Una vez hablabas de santos que hacen +pecadores. Acaso he tenido una idea inhumana +de la virtud. Pero cuando lo primero, cuando te +dirigiste a mi hermana, yo hice lo que debí hacer. +Además, te lo confieso, el hombre, todo +hombre, hasta tú, Ramiro, hasta tú, me ha dado +miedo siempre; no he podido ver en él sino el +bruto. Los niños, sí; pero el hombre... He huído +del hombre...</p> + +<p>—Tienes razón, Tula.</p> + +<p>—Pero ahora descansa, que estas emociones +así pueden dañarte.</p> + +<p>Le hizo guardar los brazos bajo las mantas, +le arropó, le dió un beso en la frente como se +le da a un niño—y un niño era entonces para +ella—y se fué. Mas al encontrarse sola se dijo: +«¿Y si se repone y cura? ¿Si no se muere? +¿Ahora que ha acabado de romperse el secreto +entre nosotros? ¿Y la pobre Manuela? ¡Tendré +que marcharme! ¿Y adónde? ¿Y si Manuela se +muere y vuelve él a quedarse libre?» Y fué a +ver a Manuela, a la que encontró postradísima.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_138" id="Page_138">[138]</a></span></p> + +<p>Al siguiente día llevó a los niños al lecho del +padre, ya sacramentado y moribundo; los levantó +uno a uno y les hizo que le besaran. Luego +fué, apoyada en ella, en Gertrudis, Manuela, y +de poco se muere de la congoja que le dió sobre +el enfermo. Hubo que sacarla y acostarla. +Y poco después, cojido de una mano a otra de +Gertrudis, y susurrando: «¡Adiós, mi Tula!», rindió +el espíritu con el último huelgo Ramiro. Y +ella, la tía, vació su corazón en sollozos de congoja +sobre el cuerpo exánime del padre de sus +hijos, de su pobre Ramiro.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_139" id="Page_139">[139]</a></span></p> + + + + +<h2>XVI</h2> + + +<p><span class="smcap">Apenas</span>, fuera de la soberana, hubo abatimiento +en aquel hogar, pues los niños eran +incapaces de darse cuenta de lo que había pasado, +y Manuela, la viuda casi sin saberlo, concentraba +su vida y su ánimo todos en luchar, al +modo de una planta, por la otra vida que llevaba +en su seno y aun repitiendo, como un gemido +de res herida, que se quería morir. Gertrudis +proveía a todo.</p> + +<p>Cerró los ojos al muerto, no sin decirse: «¿Me +estará mirando todavía...?» Le amortajó como +lo había hecho con su tío, cubriéndole con un +hábito sobre la ropa con que murió, y sin quitarle +ésta, y luego, quebrantada por un largo +cansancio, por fatiga de años, juntó un momento +su boca a la boca fría de Ramiro, y repasó +sus vidas, que era su vida. Cuando el llanto<span class="pagenum"><a name="Page_140" id="Page_140">[140]</a></span> +de uno de los niños, del pequeñito, del hijo de +la hospiciana, le hizo desprenderse del muerto +e ir a cojer y acallar y mimar al que vivía.</p> + +<p>Manuela iba hundiéndose.</p> + +<p>—Yo, señora, me muero; no voy a poder resistir +esta vez; este parto me cuesta la vida.</p> + +<p>Y así fué. Dió a luz una niña, pero se iba en +sangre. La niña misma nació envuelta en sangre. +Y Gertrudis tuvo que vencer la repugnancia +que la sangre, sobre todo la negra y cuajada, le +producía. Siempre le costó una terrible brega +consigo misma al vencer este asco. Cuando una +vez, poco antes de morir, su hermana Rosa tuvo +un vómito, de ella Gertrudis huyó despavorida. +Y no era miedo, no; era, sobre todo, asco.</p> + +<p>Murió Manuela clavados en los ojos de Gertrudis +sus ojos, donde vagaban figuras de niebla +sobre las sombras del Hospicio.</p> + +<p>—Por tus hijos no pases cuidado—le había +dicho Gertrudis—, que yo he de vivir hasta dejarlos +colocados y que se puedan valer por sí +en el mundo, y si no les dejaré sus hermanos. +Cuidaré sobre todo de esta última, ¡pobrecilla!, +la que te cuesta la vida. Yo seré su madre y su +padre.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_141" id="Page_141">[141]</a></span></p> + +<p>—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Dios se lo pagará! +¡Es una santa!</p> + +<p>Y quiso besarle la mano, pero Gertrudis se +inclinó a ella, la besó en la frente y le puso su +mejilla a que se la besase. Y esas expresiones de +gratitud repetíalas la hospiciana como quien recita +una lección aprendida desde niña. Y murió +como había vivido, como una res sumisa y paciente, +más bien como un enser.</p> + +<p>Y fué esta muerte, tan natural, la que más +ahondó en el ánimo de Gertrudis, que había +asistido a otras tres ya. En ésta creyó sentir mejor +el sentido del enigma. Ni la de su tío, ni la +de su hermana, ni la de Ramiro horadaron tan +hondo el agujero que se iba abriendo en el centro +de su alma. Era como si esta muerte confirmara +las otras tres, como si las iluminara a +la vez.</p> + +<p>En sus solitarias cavilaciones se decía: «Los +otros se murieron; ¡a esta la han matado...! ¡la +ha matado...! ¡la hemos matado! ¿No la he matado +yo más que nadie? ¿No la he traído yo a +este trance? ¿Pero es que la pobre ha vivido? +¿Es que pudo vivir? ¿Es que nació acaso? Si +fué expósita, ¿no ha sido <i>exposición</i> su muerte?<span class="pagenum"><a name="Page_142" id="Page_142">[142]</a></span> +¿No lo fué su casamiento? ¿No la hemos echado +en el torno de la eternidad para que entre al hospicio +de la Gloria? ¿No será allí hospiciana también?» +Y lo que más le acongojaba era el pensamiento +tenaz que le perseguía de lo que sentiría +Rosa al recibirla al lado suyo, al lado de Ramiro, +y conocerla en el otro mundo. Su tío, el +buen sacerdote que les crió, cumplió su misión en +este mundo, protegió con su presencia la crianza +de ellas; su hermana Rosa logró su deseo y +gozó y dejó los hijos que había querido tener; +Ramiro... ¿Ramiro? Sí, también Ramiro hizo su +travesía, aunque a remo y de espaldas a la estrella +que le marcaba rumbo, y sufrió, pero con +noble sufrir, y pecó y purgó su pecado; pero, ¡y +esta pobre que ni sufrió siquiera, que no pecó, +sino se pecó en ella y murió huérfana!... «Huérfana +también murió Eva...», pensaba Gertrudis. +Y luego: «¡No; tuvo a Dios de padre! ¿Y madre? +Eva no conoció madre... ¡Así se explica el pecado +original!... ¡Eva murió huérfana de humanidad!» +Y Eva le trajo el recuerdo del relato del +<i>Génesis</i>, que había leído poco antes, y cómo el +Señor alentó al hombre por la nariz soplo de +vida, y se imaginó que se la quitase por manera<span class="pagenum"><a name="Page_143" id="Page_143">[143]</a></span> +análoga. Y luego se figuraba que a aquella pobre +hospiciana, cuyo sentido de vida no comprendía, +le quitó Dios la vida de un beso, posando +sus infinitos labios invisibles, los que se +cierran formando el cielo azul, sobre los labios, +azulados por la muerte, de la pobre muchacha, +y sorbiéndole el aliento así.</p> + +<p>Y ahora quedábase Gertrudis con sus cinco +crías, y bregando, para la última, con amas.</p> + +<p>El mayor, Ramirín, era la viva imagen de su +padre, en figura y en gestos, y su tía proponíase +combatir en él desde entonces, desde pequeño, +aquellos rasgos e inclinaciones de aquel que, +observando a éste, había visto que más le perjudicaban. +«Tengo que estar alerta—se decía +Gertrudis—para cuando en él se despierte el +hombre, el macho más bien, y educarle a que +haga su elección con reposo y tiento.» Lo malo +era que su salud no fuese del todo buena y su +desarrollo difícil y hasta doliente.</p> + +<p>Y a todos había que sacarlos adelante en la +vida y educarlos en el culto a sus padres perdidos.</p> + +<p>¿Y los pobres niños de la hospiciana? «Esos +también son míos—pensaba Gertrudis—; tan<span class="pagenum"><a name="Page_144" id="Page_144">[144]</a></span> +míos como los otros, como los de mi hermana, +más míos aún. Porque éstos son hijos de mi pecado. +¿Del mío? ¿No más bien el de él? ¡No, de +mi pecado! ¡Son los hijos de mi pecado! ¡Sí, de +mi pecado! ¡Pobre chica!» Y le preocupaba sobre +todo la pequeñita.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_145" id="Page_145">[145]</a></span></p> + + + + +<h2>XVII</h2> + + +<p><span class="smcap">Gertrudis</span>, molesta por las insinuaciones de +don Juan, el médico, que menudeaba las +visitas para los niños, y aun pretendió verla a +ella como enferma, cuando no sabía que adoleciese +de cosa alguna, le anunció un día hallarse +dispuesta a cambiar de médico.</p> + +<p>—¿Cómo así, Gertrudis?</p> + +<p>—Pues muy claro: le observo a usted singularidades +que me hacen temer que está entrando +en la chochera de una vejez prematura, y para +médico necesitamos un hombre con el seso bien +despejado y despierto.</p> + +<p>—Muy bien; pues que ha llegado el momento, +usted me permitirá que le hable claro.</p> + +<p>—Diga lo que quiera, don Juan, mas en la inteligencia +de que es lo último que dirá en esta +casa.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_146" id="Page_146">[146]</a></span></p> + +<p>—¡Quién sabe!...</p> + +<p>—Diga.</p> + +<p>—Yo soy viudo y sin hijos, como usted sabe, +Gertrudis. Y adoro a los niños.</p> + +<p>—Pues vuélvase usted a casar.</p> + +<p>—A eso voy.</p> + +<p>—¡Ah! ¿Y busca usted consejo de mí?</p> + +<p>—Busco más que consejo.</p> + +<p>—¿Que le encuentre yo novia?</p> + +<p>—Yo soy médico, le digo, y no sólo no +tuve hijos de mi mujer, que era viuda, y perdimos +el que ella me trajo al matrimonio, ¡aún le +lloro al pobrecillo!, sino que sé, sé positivamente, +sé con toda seguridad, que no he de tener +nunca hijos propios, que no puedo tenerlos. +Aunque no por eso, claro está, me sienta menos +hombre que otro cualquiera; ¿usted me entiende, +Gertrudis?</p> + +<p>—Quisiera no entenderle a usted, don Juan.</p> + +<p>—Para acabar, yo creo que a estos niños, a +estos sobrinos de usted y a los otros dos acaso...</p> + +<p>—Son tan sobrinos para mí como los otros, +más bien hijos.</p> + +<p>—Bueno, pues que a estos hijos de usted, ya +que por tales les tiene, no les vendría mal un<span class="pagenum"><a name="Page_147" id="Page_147">[147]</a></span> +padre, y un padre no mal acomodado y hasta +regularmente rico.</p> + +<p>—¿Y eso es todo?</p> + +<p>—Sí, que yo creo que hasta necesitan padre.</p> + +<p>—Les basta, don Juan, con el Padre nuestro +que está en los cielos.</p> + +<p>—Y como madre usted, que es la representante +de la Madre Santísima, ¿no es eso?</p> + +<p>—Usted lo ha dicho, don Juan, y por última +vez en esta casa.</p> + +<p>—¿De modo que...?</p> + +<p>—Que toda esa historia de la necesidad que +siente de tener hijos y de su incapacidad para +tenerlos, ¿le he entendido bien, don Juan?</p> + +<p>—Perfectamente, y esto último, por supuesto, +quede entre los dos.</p> + +<p>—No seré yo quien le estorbe otro matrimonio. +Y esa historia, digo, no me ha convencido +de que usted busque hijos que adoptar, que eso +le será muy fácil y casándose, sino que me busca +a mí y me buscaría aunque estuviese sola y +hubiésemos de vivir solos y sin hijos; ¿le he entendido, +don Juan? ¿Me entiende usted?</p> + +<p>—Cierto es, Gertrudis, que si estuviese sola +lo mismo me casaría con usted, si usted lo qui<span class="pagenum"><a name="Page_148" id="Page_148">[148]</a></span>siera, +¡claro!, porque yo soy muy claro, muy +claro, y es usted la que me atrae; pero en ese +caso nos quedaba el adoptar hijos de cualquier +modo, aunque fuese sacándolos del Hospicio. +Pues ya he podido ver que usted, como yo, se +muere por los niños y que los necesita y los +busca y los adora.</p> + +<p>—Pero ni usted ni nadie ha visto, don Juan, +que yo haya sido y sea incapaz de hacerlos; nadie +puede decir que yo sea estéril, y no vuelva +a poner los pies en esta casa.</p> + +<p>—¿Por qué, Gertrudis?</p> + +<p>—¡Por puerco!</p> + +<p>Y así se despidieron para siempre.</p> + +<p>Mas luego que le hubo así despachado entróle +una desdeñosa lástima, un lastimero desdén de +aquel hombre. «¿No le he tratado con demasiada +dureza?—se decía—. El hombre me sacaba de +quicio, es cierto; sus miradas me herían más que +sus palabras, pero debí tratarle de otro modo. +El pobrecillo parece que necesita remedio, pero +no el que él busca, sino otro, un remedio heroico +y radical.» Pero cuando supo que don Juan +se remediaba empezó a pensar si era, en efecto, +calor de hogar lo que buscaba, aunque bien<span class="pagenum"><a name="Page_149" id="Page_149">[149]</a></span> +pronto dió en otra sospecha que le sublevó aún +más el corazón. «¡Ah—se dijo—, lo que necesita +es una de casa, una que le cuide, que le ponga +sobre la cama la ropa limpia, que haga que se +le prepare el puchero... peor, peor que el remedio, +peor aún! ¡Cuando una no es remedio +es animal doméstico y la mayor parte de las veces +ambas cosas a la vez! Estos hombres... ¡O +porquería o poltronería! ¡Y aún dicen que el cristianismo +redimió nuestra suerte, la de las mujeres!» +Y al pensar esto, acordándose de su buen +tío, se santiguó diciéndole: «¡No, no lo volveré a +pensar...!»</p> + +<p>¿Pero quién enfrenaba a un pensamiento que +mordía en el fruto de la ciencia del mal? «¡El +cristianismo, al fin, y a pesar de la Magdalena, +es religión de hombres—se decía Gertrudis—; +masculinos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo...!» +¿Pero y la Madre? La religión de la Madre +está en: «He aquí la criada del Señor; hágase +en mí según tu palabra» y en pedir a su Hijo +que provea de vino a unas bodas, de vino que +embriaga y alegra y hace olvidar penas, y para +que el Hijo le diga: «¿Qué tengo yo que ver +contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.»<span class="pagenum"><a name="Page_150" id="Page_150">[150]</a></span> +¿Qué tengo que ver contigo...? Y llamarle mujer +y no madre... Y volvió a santiguarse, esta vez +con verdadero temblor. Y es que el demonio +de su guarda—así creía ella—le susurró: «¡Hombre +al fin!»</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_151" id="Page_151">[151]</a></span></p> + + + + +<h2>XVIII</h2> + + +<p><span class="smcap">Corrieron</span> unos años apacibles y serenos. La +orfandad daba a aquel hogar, en el que de +nada de bienestar se carecía, una íntima luz espiritual +de serena calma. Apenas si había que +pensar en el día de mañana. Y seguían en él +viviendo, con más dulce imperio que cuando +respirando llenaban con sus cuerpos sus sitios, +los tres que le dieron a Gertrudis masa con que +fraguarlo, Ramiro y sus dos mujeres de carne y +hueso. De continuo hablaba Gertrudis de ellos +a sus hijos. «¡Mira que te está mirando tu madre!» +o «¡Mira que te ve tu padre!» Eran sus +dos más frecuentes amonestaciones. Y los retratos +de los que se fueron presidían el hogar +de los tres.</p> + +<p>Los niños, sin embargo, íbanlos olvidando. +Para ellos no existían sino en las palabras de<span class="pagenum"><a name="Page_152" id="Page_152">[152]</a></span> +mamá Tula, que así la llamaban todos. Los recuerdos +directos del mayorcito, de Ramirín, se +iban perdiendo y fundiendo en los recuerdos de +lo que de ellos oía contar a su tía. Sus padres +eran ya para él una creación de ésta.</p> + +<p>Lo que más preocupaba a Gertrudis era evitar +que entre ellos naciese la idea de una diferencia, +de que había dos madres, de que no +eran sino medio hermanos. Mas no podía evitarlo. +Sufrió en un principio la tentación de decirles +que las dos, Rosa y Manuela, eran, como +ella misma, madres de todos ellos, pero vió la +imposibilidad de mantener mucho tiempo el +equívoco; y, sobre todo, el amor a la verdad, un +amor en ella desenfrenado, le hizo rechazar tal +tentación al punto.</p> + +<p>Porque su amor a la verdad confundíase en +ella con su amor a la pureza. Repugnábanle esas +historietas corrientes con que se trata de engañar +la inocencia de los niños, como la de decirles +que los traen a este mundo desde París, +donde los compran. «¡Buena gana de gastar +el dinero en tonto!»—había dicho un niño que +tenía varios hermanos y a quien le dijeron que +a un amiguito suyo le iban a traer pronto un<span class="pagenum"><a name="Page_153" id="Page_153">[153]</a></span> +hermanito sus padres. «Buena gana de gastar +mentiras en balde»—se decía Gertrudis; añadiéndose: +«toda mentira es cuando menos en +balde».</p> + +<p>—Me han dicho que soy hijo de una criada +de mi padre; que mi mamá fué criada de la +mamá de mis hermanos.</p> + +<p>Así fué diciendo un día a casa el hijo de Manuela. +Y la tía Tula, con su voz más seria y delante +de todos, le contestó:</p> + +<p>—Aquí todos sois hermanos, todos sois hijos +de un mismo padre y de una misma madre, que +soy yo.</p> + +<p>—¿Pues no dices, mamita, que hemos tenido +otra madre?</p> + +<p>—La tuvisteis, pero ahora la madre soy yo; ya +lo sabéis. ¡Y que no se vuelva a hablar de eso!</p> + +<p>Mas no lograba evitar el que se trasparentara +que sentía preferencias. Y eran por el mayor, el +primogénito, Ramirín, al que engendró su padre +cuando aún tuviera reciente en el corazón el +cardenal del golpe que le produjo el haber tenido +que escojer entre las dos hermanas, o mejor +el haber tenido que aceptar de mandato de Gertrudis +a Rosa, y por la pequeñuela, por Mano<span class="pagenum"><a name="Page_154" id="Page_154">[154]</a></span>lita, +pálido y frágil botoncito de rosa que hacía temer +lo hiciese ajarse un frío o un ardor tempranos.</p> + +<p>De Ramirín, del mayor, una voz muy queda, +muy sumisa, pero de un susurro sibilante y diabólico, +que Gertrudis solía oir que brotaba de +un rincón de las entrañas de su espíritu—y al +oirla se hacía, santiguándose, una cruz sobre la +frente y otra sobre el pecho, ya que no pudiese +taparse los oídos íntimos de aquélla y de éste—de +Ramirín decíale ese tentador susurro que +acaso cuando le engendró su padre soñaba más +en ella, en Gertrudis, que en Rosa. Y de Manolita, +de la hija de la muerte de la hospiciana, se +decía que sin su decisión de casar segunda +vez a Ramiro, sin aquel haberle obligado a redimir +su pecado y a rescatar a la víctima de él, a +la pobre Manuela, no viviría el pálido y frágil +botoncito.</p> + +<p>¡Y lo que le costó criarla! Porque el primer +hijo de Ramiro y Manuela fué criado por ésta, +por su madre. La cual, sumisa siempre como +una res, y ayudada a la vez por su natural instinto, +no intentó siquiera rehusarlo a pesar de +la endeblez de su carne, pero fué con el hombre, +fué con el marido, con quien tuvo que bre<span class="pagenum"><a name="Page_155" id="Page_155">[155]</a></span>gar +Gertrudis. Porque Ramiro, viendo la flaqueza +de su pobre mujer, procuró buscar nodriza +a su hijo. Y fué Gertrudis la que le obligó a +casarse con aquélla, quien se plantó en firme en +que había de ser la madre misma quien criara al +hijo. «No hay leche como la de la madre»—repetía, +y al redargüir su cuñado: «Sí, pero es +tan débil que corren peligro ella y el niño, y +éste se criará enclenque», replicaba implacable +la soberana del hogar: «¡Pretextos y habladurías! +Una mujer a la que se le puede alimentar, +puede siempre criar y la naturaleza ayuda, y en +cuanto al niño, te repito que la mejor leche es +la de la madre, si no está envenenada.» Y luego, +bajando la voz, agregaba: «Y no creo que le +hayas envenenado la sangre a tu mujer.» Y Ramiro +tenía que someterse. Y la querella terminó +un día en que a nuevas instancias del hombre, +que vió que su nueva mujer sufrió un vahido, +para que le desahijaran el hijo, la soberana del +hogar, cojiéndole aparte, le dijo: «¡Pero qué +empeño, hombre! Cualquiera creería que te estorba +el hijo...»</p> + +<p>—¿Cómo que me estorba el hijo...? No lo +comprendo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_156" id="Page_156">[156]</a></span></p> + +<p>—¿No lo comprendes? ¡Pues yo sí!</p> + +<p>—Como no te expliques...</p> + +<p>—¿Que me explique? ¿Te acuerdas de lo de +aquel bárbaro de Pascualón, el guarda de tu +cortijo de Majadalaprieta?</p> + +<p>—¿Qué? ¿Aquello que comentamos de la insensibilidad +con que recibió la muerte de su +hijo...?</p> + +<p>—Sí.</p> + +<p>—¿Y qué tiene que ver esto con aquello? Por +Dios, Tula...</p> + +<p>—Que a mí aquello me llegó al fondo del +alma, me hirió profundamente y quise averiguar +la raíz del mal...</p> + +<p>—Tu manía de siempre...</p> + +<p>—Sí, ya me decía el pobre tío que yo era +como Eva, empeñada en conocer la ciencia del +bien y del mal.</p> + +<p>—¿Y averiguaste...?</p> + +<p>—Que a aquel... hombre...</p> + +<p>—¿Ibas a decir...?</p> + +<p>—Que a aquel hombre, digo, le estorbaba +el niño para más cómodamente disponer de su +mujer. ¿Lo entiendes?</p> + +<p>—¡Qué barbaridad!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_157" id="Page_157">[157]</a></span></p> + +<p>Pero ya Ramiro tuvo que darse por vencido y +dejó que su Manuela criara al niño mientras +Gertrudis lo dispusiese así.</p> + +<p>Y ahora se encontraba ésta con que tenía que +criar a la pequeñuela, a la hija de la muerte, y +que forzosamente había de dársela a una madre +de alquiler, buscándole un pecho mercenario. Y +esto le horrorizaba. Horrorizábale porque temía +que cualquier nodriza, y más si era soltera, pudiese +tener envenenada, con la sangre, la leche, +y abusase de su posición. «Si es soltera—se decía—, +¡malo! Hay que vigilarla para que no +vuelva al novio o acaso a otro cualquiera, y si es +casada, malo también, y peor aún si dejó al hijo +propio para criar el ajeno.» Porque esto era lo +que sobre todo le repugnaba. Vender el jugo +maternal de las propias entrañas para mantener +mal, para dejarlos morir acaso de hambre, a los +propios hijos, era algo que le causaba dolorosos +retortijones en las entrañas maternales. Y así es +como se vió desde un principio en conflicto con +las amas de cría de la pobre criatura, y teniendo +que cambiar de ellas cada cuatro días. ¡No poder +criarle ella misma! Hasta que tuvo que acudir +a la lactancia artificial.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_158" id="Page_158">[158]</a></span></p> + +<p>Pero el artificio se hizo en ella arte, y luego +poesía, y por fin más profunda naturaleza que la +del instinto ciego. Fué un culto, un sacrificio, +casi un sacramento. El biberón, ese artefacto +industrial, llegó a ser para Gertrudis el símbolo +y el instrumento de un rito religioso. Limpiaba +los botellines, cocía los pisgos cada vez que los +había empleado, preparaba y esterilizaba la leche +con el ardor recatado y ansioso con que +una sacerdotisa cumpliría un sacrificio ritual. +Cuando ponía el pisgo de caucho en la boquita +de la pobre criatura, sentía que le palpitaba y +se le encendía la propia mama. La pobre criatura +posaba alguna vez su manecita en la mano +de Gertrudis, que sostenía el frasco.</p> + +<p>Se acostaba con la niña, a la que daba calor +con su cuerpo, y contra éste guardaba el frasco +de la leche por si de noche se despertaba aquélla +pidiendo alimento. Y se le antojaba que el +calor de su carne, enfebrecida a ratos por la fiebre +de la maternidad virginal, de la virginidad +maternal, daba a aquella leche industrial una +virtud de vida materna y hasta que pasaba a +ella, por misterioso modo, algo de los ensueños +que habían florecido en aquella cama solitaria.<span class="pagenum"><a name="Page_159" id="Page_159">[159]</a></span> +Y al darle de mamar, en aquel artilugio, por la +noche, a oscuras y a solas las dos, poníale a la +criaturita uno de sus pechos estériles, pero henchidos +de sangre, al alcance de las manecitas +para que siquiera las posase sobre él mientras +chupaba el jugo de vida. Antojábasele que así +una vaga y dulce ilusión animaría a la huérfana. +Y era ella, Gertrudis, la que así soñaba. ¿Qué? +Ni ella misma lo sabía bien.</p> + +<p>Alguna vez la criaturita se vomitó sobre aquella +cama, limpia siempre hasta entonces como +una patena, y de pronto sintió Gertrudis la punzada +de la mancha. Su pasión morbosa por la +pureza, de que procedía su culto místico a la +limpieza, sufrió entonces, y tuvo que esforzarse +para dominarse. Comprendía, sí, que no cabe +vivir sin mancharse y que aquella mancha era +inocentísima, pero los cimientos de su espíritu +se conmovían dolorosamente con ello. Y luego +le apretaba a la criaturita contra sus pechos pidiéndole +perdón en silencio por aquella tentación +de su pureza.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_161" id="Page_161">[161]</a></span></p> + + + + +<h2>XIX</h2> + + +<p><span class="smcap">Fuera</span> de este cuidado maternal por la pobre +criaturita de la muerte de Manuela, cuidado +que celaba una expiación y un culto místicos, +y sin desatender a los otros y esforzándose +por no mostrar preferencias a favor de los de +su sangre, Gertrudis se preocupaba muy en especial +de Ramirín y seguía su educación paso a +paso, vigilando todo lo que en él pudiese recordar +rasgos de su padre, a quien físicamente se +parecía mucho. «Así sería a su edad»—pensaba +la tía y hasta buscó y llegó a encontrar entre los +papeles de su cuñado retratos de cuando éste +era un chicuelo y los miraba y remiraba para +descubrir en ellos al hijo. Porque quería hacer +de éste lo que de aquél habría hecho a haberle +conocido y podido tomar bajo su amparo y<span class="pagenum"><a name="Page_162" id="Page_162">[162]</a></span> +crianza cuando fué un mozuelo a quien se le +abrían los caminos de la vida. «Que no se equivoque +como él—se decía—, que aprenda a detenerse +para elegir, que no encadene la voluntad +antes de haberla asentado en su raíz viva, en el +amor perfecto y bien alumbrado, a la luz que +le sea propia.» Porque ella creía que no era al +suelo, sino al cielo, a lo que había que mirar +antes de plantar un retoño; no al mantillo de la +tierra, sino a las razas de lumbre que del sol le +llegaran, y que crece mejor el arbolito que prende +sobre una roca al solano dulce del mediodía +que no el que sobre un mantillo vicioso y graso +se alza a la umbría. La luz era la pureza.</p> + +<p>Fué con Ramirín aprendiendo todo lo que él +tenía que aprender, pues le tomaba a diario las +lecciones. Y así satisfacía aquella ansia por saber +que desde niña le había aquejado y que hizo +que su tío le comparase alguna vez con Eva. Y +de entre las cosas que aprendió con su sobrino +y para enseñárselas, pocas le interesaron más +que la geometría. ¡Nunca lo hubiese ella creído! +Y es que en aquellas demostraciones de la geometría, +ciencia árida y fría al sentir de los más, +encontraba Gertrudis un no sabía qué de lumi<span class="pagenum"><a name="Page_163" id="Page_163">[163]</a></span>nosidad +y de pureza. Años después, ya mayor +Ramirín, y cuando el polvo que fué la carne de +su tía reposaba bajo tierra, sin luz de sol, recordaba +el entusiasmo con que un día de radiante +primavera le explicaba cómo no puede haber +más que cinco y sólo cinco poliedros regulares; +tres formados de triángulos: el tetraedro, de cuatro; +el octaedro, de ocho, y el icosaedro, de +veinte; uno de cuadrados: el cubo, de seis, y +uno de pentágonos: el dodecaedro, de doce. +«¿Pero no ves qué claro?», me decía—contaba +el sobrino—; «¿no lo ves?, sólo cinco y no más +que cinco, ni uno menos, ni uno más, ¡qué bonito! +¡Y no puede ser de otro modo, tiene que +ser así!», y al decirlo me mostraba los cinco modelos +en cartulina blanca, blanquísima, que ella +misma había construído, con sus santas manos, +que eran prodigiosas para toda labor, y parecía +como si acabase de descubrir por sí misma la +ley de los cinco poliedros regulares... ¡pobre tía +Tula! Y recuerdo que como a uno de aquellos +modelos geométricos le cayera una mancha de +grasa, hizo otro porque decía que con la mancha +no se veía bien la demostración. Para ella +la geometría era luz y pureza.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_164" id="Page_164">[164]</a></span></p> + +<p>En cambio huyó de enseñarle anatomía y +fisiología. «Esas son porquerías—decía—y en +que nada se sabe de cierto ni de claro.»</p> + +<p>Y lo que sobre todo acechaba era el alborear +de la pubertad en su sobrino. Quería guiarle en +sus primeros descubrimientos sentimentales y +que fuese su amor primero el último y el único. +«¿Pero es que hay un primer amor?», se preguntaba +a sí misma sin acertar a responderse.</p> + +<p>Lo que más temía era las soledades de su sobrino. +La soledad, no siendo a toda luz, la temía. +Para ella no había más soledad santa que la del +sol y la de la Virgen de la Soledad cuando se +quedó sin su Hijo, el Sol del Espíritu. «Que no +se encierre en su cuarto—pensaba—, que no esté +nunca, a poder ser, solo; hay soledad que es la +peor compañía; que no lea mucho sobre todo, +que no lea mucho; y que no se esté mirando +grabados.» No temía tanto para su sobrino a lo +vivo cuanto a lo muerto, a lo pintado. «La muerte +viene por lo muerto»—pensaba.</p> + +<p>Confesábase Gertrudis con el confesor de Ramirín, +y era para, dirigiendo al director del muchacho +en la dirección de éste, ser ella la que de +veras le dirigiese. Y por eso en sus confesiones<span class="pagenum"><a name="Page_165" id="Page_165">[165]</a></span> +hablaba más que de sí misma de su hijo mayor, +como le llamaba. «Pero es, señora, que usted +viene aquí a confesar sus pecados y no los de +otros»—le tuvo que decir alguna vez el padre +Alvarez, a lo que ella contestó: «Y si ese chico +es mi pecado...»</p> + +<p>Cuando una vez creyó observar en el muchacho +inclinaciones ascéticas, acaso místicas, acudió +alarmada al padre Alvarez.</p> + +<p>—¡Eso no puede ser, padre!</p> + +<p>—Y si Dios le llamase por ese camino...</p> + +<p>—No, no le llama por ahí; lo sé, lo sé mejor +que usted y desde luego mejor que él mismo; +eso es... la sensualidad que se le despierta...</p> + +<p>—Pero, señora...</p> + +<p>—Sí, anda triste, y la tristeza no es señal de +vocación religiosa. ¡Y remordimiento no puede +ser! ¿De qué...?</p> + +<p>—Los juicios de Dios, señora...</p> + +<p>—Los juicios de Dios son claros. Y esto es +oscuro. Quítele eso de la cabeza. ¡El ha nacido +para padre y yo para abuela!</p> + +<p>—¡Ya salió aquello!</p> + +<p>—¡Sí, ya salió aquello!</p> + +<p>—¡Y cómo le pesa a usted eso! Líbrese de ese<span class="pagenum"><a name="Page_166" id="Page_166">[166]</a></span> +peso... Me ha dicho cien veces que había ahogado +ese mal pensamiento...</p> + +<p>—¡No puedo, padre, no puedo! Que ellos, que +mis hijos—porque son mis hijos, mis verdaderos +hijos—que ellos no lo sepan, que no lo +sepan, padre, que no lo adivinen...</p> + +<p>—Cálmese, señora, por Dios, cálmese... y +deseche esas aprensiones... esas tentaciones del +Demonio, se lo he dicho cien veces... Sea la que +es... la tía Tula que todos conocemos y veneramos +y admiramos...; sí, admiramos...</p> + +<p>—¡No, padre, no! ¡Usted lo sabe! Por dentro +soy otra...</p> + +<p>—Pero hay que ocultarlo...</p> + +<p>—Sí, hay que ocultarlo, sí; pero hay días en +que siento ganas de reunir a sus hijos, a mis +hijos...</p> + +<p>—¡Sí, suyos, de usted!</p> + +<p>—¡Sí, yo madre, como usted... padre!</p> + +<p>—Deje eso, señora, deje eso...</p> + +<p>—Sí, reunirles y decirles que toda mi vida ha +sido una mentira, una equivocación, un fracaso...</p> + +<p>—Usted se calumnia, señora. Esa no es usted, +usted es la otra... la que todos conocemos... la +tía Tula...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_167" id="Page_167">[167]</a></span></p> + +<p>—Yo le hice desgraciado, padre; yo le hice +caer dos veces: una con mi hermana, otra vez +con otra...</p> + +<p>—¿Caer?</p> + +<p>—¡Caer, sí! ¡Y fué por soberbia!</p> + +<p>—No, fué por amor, por verdadero amor...</p> + +<p>—Por amor propio, padre—y estalló a llorar.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_169" id="Page_169">[169]</a></span></p> + + + + +<h2>XX</h2> + + +<p><span class="smcap">Logró</span> sacar a su sobrino de aquellas veleidades +ascéticas y se puso a vigilarle, a espiar +la aparición del primer amor. «Fíjate bien, +hijo—le decía—y no te precipites, que una vez +que hayas comprometido a una no debes dejarla...»</p> + +<p>—Pero, mamá, si no se trata de compromisos... +Primero hay que probar...</p> + +<p>—No, nada de pruebas; nada de esos noviazgos; +nada de eso de «hablo con Fulana». Todo +seriamente...</p> + +<p>En rigor la tía Tula había ya hecho, por su +parte, su elección y se proponía ir llevando dulcemente +a su Ramirín a aquella que le había escojido, +a Caridad.</p> + +<p>—Parece que te fijas en Carita—le dijo un día.</p> + +<p>-¡Psé!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_170" id="Page_170">[170]</a></span></p> + +<p>—Y ella en ti, si no me equivoco.</p> + +<p>—Y tú en los dos, a lo que parece...</p> + +<p>—¿Yo? Eso es cosa vuestra, hijo mío, cosa +vuestra...</p> + +<p>Pero les fué llevando el uno al otro, y consiguió +su propósito. Y luego se propuso casarlos +cuanto antes. «Y que venga acá—decía—y viviremos +todos juntos, que hay sitio para todos... +¡Una hija más!»</p> + +<p>Y cuando hubo llevado a Carita a su casa, +como mujer de su sobrino, era con ésta con la +que tenía sus confidencias. Y era de quien trataba +de sonsacar lo íntimo de su sobrino.</p> + +<p>Le obligó, ya desde un principio, a que le tutease +y le llamase madre. Y le recomendaba que +cuidase sobre todo de la pequeñita, de la mansa, +tranquila y medrosica Manolita.</p> + +<p>—Mira, Caridad—le decía—, cuida sobre +todo de esa pobrecita, que es lo más inocente y +lo más quebradizo que hay y buena como el +pan... Es mi obra...</p> + +<p>—Pero si la pobrecita apenas levanta la voz... +si ni se le siente andar por la casa... Parece como +que tuviera vergüenza hasta de presentarse...</p> + +<p>—Sí, sí, es así... Harto he hecho por infun<span class="pagenum"><a name="Page_171" id="Page_171">[171]</a></span>dirle +valor, pero en no estando arrimada a mí, +cosida a mi falda, la pobrecita se encuentra como +perdida. ¡Claro, como criada con biberón!</p> + +<p>—El caso es que es laboriosa, obediente, servicial, +pero ¡habla tan poco...! ¡Y luego no se la +oye reir nunca...!</p> + +<p>—Sólo alguna vez cuando está a solas conmigo, +porque entonces es otra cosa, es otra Manolita... +entonces resucita... Y trato de animarla, +de consolarla, y me dice: «No te canses, mamita, +que yo soy así... y además, no estoy triste...»</p> + +<p>—Pues lo parece...</p> + +<p>—Lo parece, sí, pero he llegado a creer que +no lo está. Porque yo, yo misma, ¿qué te parezco, +Carita, triste o alegre?</p> + +<p>—Usted, tía...</p> + +<p>—¿Qué es eso de usted y de tía?</p> + +<p>—Bueno, tú, mamá, tú... pues no sé si eres +triste o alegre, pero a mí me pareces alegre...</p> + +<p>—¿Te parezco así? ¡Pues basta!</p> + +<p>—Por lo menos a mí me alegras...</p> + +<p>—Y es a lo que nos manda Dios a este mundo, +a alegrar a los demás.</p> + +<p>—Pero para alegrar a los demás hay que +estar alegre una...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_172" id="Page_172">[172]</a></span></p> + +<p>—O no...</p> + +<p>—¿Cómo no?</p> + +<p>—Nada alegra más que un rayo de sol, sobre +todo si da sobre la verdura del follaje de un +árbol, y el rayo de sol no está ni alegre ni triste, +y quién sabe... acaso su propio fuego le consume... +El rayo de sol alegra porque está limpio; +todo lo limpio alegra... Y esa pobre Manolita +debe alegrarte, porque a limpia...</p> + +<p>—¡Sí, eso sí! Y luego esos ojos que tiene, que +parecen...</p> + +<p>—Parecen dos estanques quietos entre verdura... +Los he estado mirando muchas veces y +desde cerca. Y no sé de dónde ha sacado esos +ojos... No son de su madre, que tenía ojos de +tísica, turbios de fiebre... ni son los de su padre, +que eran...</p> + +<p>—¿Sabes de quién parecen esos ojos?</p> + +<p>—¿De quién?—y Gertrudis temblaba al preguntarlo.</p> + +<p>—¡Pues son tus ojos...!</p> + +<p>—Puede ser... puede ser... No me los he mirado +nunca de cerca ni puedo vérmelos desde +dentro, pero puede ser... puede ser... Al menos +le he enseñado a mirar...</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_173" id="Page_173">[173]</a></span></p> + + + + +<h2>XXI</h2> + + +<p>¿<span class="smcap">Qué</span> le pasaba a la pobre Gertrudis que se +sentía derretir por dentro? Sin duda +había cumplido su misión en el mundo. Dejaba +a su sobrino mayor, a su Ramiro, a su otro Ramiro, +a cubierto de la peor tormenta, embarcado +en su barca de por vida, y a los otros hijos +al amparo de él; dejaba un hogar encendido y +quien cuidase de su fuego. Y se sentía deshacer. +Sufría frecuentes embaimientos, desmayos, y durante +días enteros lo veía todo como en niebla, +como si fuese bruma y humo todo. Y soñaba; +soñaba como nunca había soñado. Soñaba lo +que habría sido si Ramiro hubiese dejado por +ella a Rosa. Y acababa diciéndose que no +habrían sido de otro modo las cosas. Pero ella +había pasado por el mundo fuera del mundo. El<span class="pagenum"><a name="Page_174" id="Page_174">[174]</a></span> +padre Alvarez creía que la pobre Gertrudis chocheaba +antes de tiempo, que su robusta inteligencia +flaqueaba y que flaqueaba al peso mismo +de su robustez. Y tenía que defenderle de aquellas +sus viejas tentaciones.</p> + +<p>Cuando un día se le acercó Caridad y, al +oído, le dijo: «¡Madre...!», al notarle el rubor que +le encendía el rostro, exclamó: «¿Qué? ¿Ya?» +«¡Sí, ya!»—susurró la muchacha. «¿Estás segura?» +«¡Segura; si no, no te lo habría dicho!» +Y Gertrudis, en medio de su goce, sintió como +si una espada de hielo le atravesase por medio +el corazón. Ya no tenía qué hacer en el mundo +más que esperar al nieto, al nieto de los suyos, +de su Ramiro y su Rosa, a su nieto, e ir luego +a darles la buena nueva. Ya apenas se cuidaba +más que de Caridad, que era quien para ella llenaba +la casa. Hasta de Manolita, de su obra, se +iba descuidando, y la pobre niña lo sentía; +sentía que el esperado iba relegándole en la +sombra.</p> + +<p>—Ven acá—le decía Gertrudis a Caridad, +cuando alguna vez se encontraban a solas, ocasión +que acechaba—, ven acá, siéntate aquí, a +mi lado... ¿Qué, le sientes, hija mía, le sientes?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_175" id="Page_175">[175]</a></span></p> + +<p>—Algunas veces...</p> + +<p>—¿No llama? ¿No tiene prisa por salir a luz, +a la luz del sol? Porque ahí dentro, a oscuras... +aunque esté ello tan tibio, tan sosegado... ¿No +da empujoncitos? Si tarda no me va a ver... no +le voy a ver... Es decir: ¡si tarda, no!, si me +apresuro yo...</p> + +<p>—Pero, madre, no diga esas cosas...</p> + +<p>—¡<i>No digas</i>, hija! Pero me siento derretir... +ya no soy para nada... Veo todo como empañado... +como en sueños... Si no lo supiera no podría +ahora decir si tu pelo es rubio o moreno...</p> + +<p>Y le acariciaba lentamente la espléndida cabellera +rubia. Y como si viese con los dedos, +añadía: «Rubia, rubia como el sol...»</p> + +<p>—Si es chico, ya lo sabes, Ramiro, y si es +chica... Rosa...</p> + +<p>—No, madre, sino Gertrudis... Tula, mamá +Tula.</p> + +<p>—¡Tula... bueno...! Y mejor si fuese una pareja, +mellizos, pero chico y chica...</p> + +<p>—¡Por Dios, madre!</p> + +<p>—¿Qué? ¿Crees que no podrías con eso? ¿Te +parece demasiado trabajo?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_176" id="Page_176">[176]</a></span></p> + +<p>—Yo... no sé... no sé nada de eso, madre; +pero...</p> + +<p>—Sí, eso es lo perfecto, una parejita de gemelos... +un chico y una chica que han estado abrazaditos +cuando no sabían nada del mundo, +cuando no sabían ni que existían; que han estado +abrazaditos al calorcito del vientre materno... +Algo así debe de ser el cielo...</p> + +<p>—¡Qué cosas se te ocurren, mamá Tula!</p> + +<p>—No ves que me he pasado la vida soñando...</p> + +<p>Y en esto, mientras soñaba así y como para +guardar en su pecho este último ensueño y llevarlo +como viático al seno de la madre tierra, la +pobre Manolita cayó gravemente enferma. «¡Ah!, +yo tengo la culpa—se dijo Gertrudis—, yo que +con esto de la parejita de mi ensueño me he descuidado +de esa pobre avecilla... Sin duda en un +momento en que necesitaba de mi arrimo ha +debido de cojer algún frío...» Y sintió que le +volvían las fuerzas, unas fuerzas como de milagro. +Se le despejó la cabeza, y se dispuso a cuidar +a la enferma.</p> + +<p>—Pero, madre—le decía Caridad—, déjeme +que le cuide yo, que le cuidemos nosotras... entre +yo, Rosita y Elvira le cuidaremos.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_177" id="Page_177">[177]</a></span></p> + +<p>—No; tú no puedes cuidarla como es debido, +no debes cuidarla... Tú te debes al que llevas, +a lo que llevas, y no es cosa de que por atender +a ésta malogres lo otro... y en cuanto a Rosita y +Elvira, sí, son sus hermanas, la quieren como +tales, pero no entienden de eso, y además la pobre, +aunque se aviene a todo, no se halla sin +mí... Un simple vaso de agua que yo le sirva le +hace más provecho que todo lo que los demás +le podáis hacer. Yo sola sé arreglarle la almohada +de modo que no le duela en ella la cabeza y +que no tenga luego pesadillas...</p> + +<p>—Sí, es verdad...</p> + +<p>—¡Claro, yo la crié...! Y yo debo cuidarle.</p> + +<p>Resucitó. Volvióle todo el luminoso y fuerte +aplomo de sus días más heroicos. Ya no le temblaba +el pulso ni le vacilaban las piernas. Y +cuando teniendo el vaso con la pócima medicinal +que a las veces tenía que darle, la pobre +enferma le posaba las manos febriles en sus manos +firmes y finas, pasaba sobre su enlace como +el resplandor de un dulce recuerdo, casi borrado +para la encamada. Y luego se sentaba la tía Tula +junto a la cama de la enferma y se estaba allí, y +ésta no hacía sino mirarle en silencio.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_178" id="Page_178">[178]</a></span></p> + +<p>—¿Me moriré, mamita?—preguntaba la niña.</p> + +<p>—¿Morirte? ¡No, pobrecita alondra, no! Tú +tienes que vivir...</p> + +<p>—Mientras tú vivas...</p> + +<p>—Y después... y después...</p> + +<p>—Después... no... ¿para qué...?</p> + +<p>—Pero las muchachas deben vivir...</p> + +<p>—¿Para qué...?</p> + +<p>—Pues... para vivir... para casarse... para criar +familia...</p> + +<p>—Pues tú no te casaste, mamita...</p> + +<p>—No, yo no me casé; pero como si me hubiese +casado... Y tú tienes que vivir para cuidar +de tu hermano...</p> + +<p>—Es verdad... de mi hermano... de mis hermanos...</p> + +<p>—Sí, de todos ellos...</p> + +<p>—Pero si dicen, mamita, que yo no sirvo para +nada...</p> + +<p>—¿Y quién dice eso, hija mía?</p> + +<p>—No, no lo dicen... no lo dicen... pero lo +piensan...</p> + +<p>—¿Y cómo sabes tú que lo piensan?</p> + +<p>—¡Pues... porque lo sé! Y además, porque es +verdad... porque yo no sirvo para nada, y des<span class="pagenum"><a name="Page_179" id="Page_179">[179]</a></span>pués +de que tú te me mueras yo nada tengo que +hacer aquí... Si tú te murieras me moriría de +frío...</p> + +<p>—Vamos, vamos, arrópate bien y no digas +esas cosas... Y voy a arreglarte esa medicina...</p> + +<p>Y fué a ocultar sus lágrimas y a echarse a los +pies de su imagen de la Virgen de la Soledad y +a suplicarla: «¡Mi vida por la suya, Madre, mi +vida por la suya! Siente que yo me voy, que +me llaman mis muertos, y quiere irse conmigo; +quiere arrimarse a mí, arropada por la tierra, allí +abajo, donde no llega la luz, y que yo le preste +no sé qué calor... ¡Mi vida por la suya, Madre, mi +vida por la suya! Que no caiga tan pronto esa +cortina de tierra de las tinieblas sobre esos ojos +en que la luz no se quiebra, sobre esos ojos que +dicen que son los míos, sobre esos ojos sin mancha +que le di yo... sí, yo... Que no se muera... +que no se muera... Sálvala, Madre, aunque tenga +yo que irme sin ver al que ha de venir...»</p> + +<p>Y se cumplió su ruego.</p> + +<p>La pobre niña enferma fué recobrando vida; +volvieron los colores de rosa a sus mejillas; volvió +a mirar la luz del sol dando en el verdor de +los árboles del jardincito de la casa, pero la tía<span class="pagenum"><a name="Page_180" id="Page_180">[180]</a></span> +Tula cayó con una broncopneumonía cojida +durante la convalecencia de Manolita. Y entonces +fué ésta la que sintió que brotaba en sus entrañas +un manadero de salud, pues tenía que +cuidar a la que le había dado vida.</p> + +<p>Toda la casa vió con asombro la revelación +de aquella niña.</p> + +<p>—Di a Manolita—decía Gertrudis a Caridad—que +no se afane tanto, que aún estará débil... Tú +tampoco, por supuesto; tú te debes a los tuyos, +ya lo sabes... Con Rosita y Elvira basta... Además, +como todo ha de ser inútil... Porque yo ya +he cumplido...</p> + +<p>—Pero, madre...</p> + +<p>—Nada, lo dicho, y que esa palomita de Dios +no se malgaste...</p> + +<p>—Pero si se ha puesto tan fuerte... Jamás hubiese +creído...</p> + +<p>—Y ella que se quería morir y creía morirse... +Y yo también lo temí... ¡Porque la pobre me parecía +tan débil...! Claro, no conoció a su padre +que estaba ya herido de muerte cuando la engendró... +y en cuanto a su pobre madre, yo creo +que siempre vivió medio muerta... ¡Pero esa chica +ha resucitado!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_181" id="Page_181">[181]</a></span></p> + +<p>—¡Sí, al verte en peligro ha resucitado!</p> + +<p>—¡Claro, es mi hija!</p> + +<p>—¿Más?</p> + +<p>—¡Sí, más! Te lo quiero declarar ahora que +estoy en el zaguán de la eternidad; si, más. ¡Ella +y tú!</p> + +<p>—¿Ella y yo?</p> + +<p>—¡Sí, ella y tú! Y porque no tenéis mi sangre. +Ella y tú. Ella tiene la sangre de Ramiro, no la +mía, pero la he hecho yo, ¡es obra mía! Y a ti yo +te casé con mi hijo.</p> + +<p>—Lo sé...</p> + +<p>—Sí, como le casé a su padre con su madre, +con mi hermana, y luego le volví a casar con la +madre de Manolita...</p> + +<p>—Lo sé... lo sé...</p> + +<p>—Sé que lo sabes, pero no todo...</p> + +<p>—No, todo no...</p> + +<p>—Ni yo tampoco... O al menos no quiero saberlo. +Quiero irme de este mundo sin saber muchas +cosas... Porque hay cosas que el saberlas +mancha... Eso es el pecado original, y la Santísima +Virgen Madre nació sin mancha de pecado +original...</p> + +<p>—Pues yo he oído decir que lo sabía todo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_182" id="Page_182">[182]</a></span></p> + +<p>—No, no lo sabía todo; no conocía la ciencia +del mal... que es ciencia...</p> + +<p>—Bueno, no hables tanto, madre, que te perjudica...</p> + +<p>—Más me perjudica cavilar, y si me callo cavilo... +cavilo...</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_183" id="Page_183">[183]</a></span></p> + + + + +<h2>XXII</h2> + + +<p><span class="smcap">La</span> tía Tula no podía ya más con su cuerpo. +El alma le revoloteaba dentro de él, como +un pájaro en una jaula que se desvencija, a la +que deja con el dolor de quien le desollaran, +pero ansiando volar por encima de las nubes. +No llegaría a ver al nieto. ¿Lo sentía? «Allá +arriba, estando con ellos—soñaba—sabré cómo +es, y si es niño o niña... o los dos... y lo sabré +mejor que aquí, pues desde allí arriba se ve mejor +y más limpio lo de aquí abajo.»</p> + +<p>La última fiebre teníala postrada en cama. +Apenas si distinguía a sus sobrinos más que por +el paso, sobre todo a Caridad y a Manolita. El +paso de aquélla, de Caridad, llegábale como el +de una criatura cargada de fruto y hasta le parecía +oler a sazón de madurez. Y el de Manolita<span class="pagenum"><a name="Page_184" id="Page_184">[184]</a></span> +era tan leve como el de un pajarito que no se +sabe si corre o vuela a ras de tierra. «Cuando +ella entra—se decía la tía—siento rumor de alas +caídas y quietas.»</p> + +<p>Quiso despedirse primero de ésta, a solas, y +aprovechó un momento en que vino a traerle la +medicina. Sacó el brazo de la cama, lo alargó +como para bendecirla, y poniéndole la mano sobre +la cabeza, que ella inclinó con los claros ojos +empañados, le dijo:</p> + +<p>—¿Qué, palomita sin hiel, quieres todavía morirte...? +¡La verdad!</p> + +<p>—Si con ello consiguiera...</p> + +<p>—Que yo no me muera, ¿eh? No, no debes +querer morirte... tienes a tu hermano, a tus hermanos... +Estuviste cerca de ello, pero me parece +que la prueba te curó de esas cosas... ¿No es +así? Dímelo como en confesión, que voy a contárselo +a los nuestros...</p> + +<p>—Sí, ya no se me ocurren aquellas tonterías...</p> + +<p>—¿Tonterías? No, no eran tonterías. ¡Ah!, y +ahora que dices eso de tonterías, tráeme tu muñeca, +porque la guardas, ¿no es así? Si, sé que +la guardas... Tráeme aquella muñeca, ¿sabes? +Quiero despedirme de ella también y que se<span class="pagenum"><a name="Page_185" id="Page_185">[185]</a></span> +despida de mí... ¿Te acuerdas? Vamos, ¿a que +no te acuerdas?</p> + +<p>—Sí, madre, me acuerdo.</p> + +<p>—¿De qué te acuerdas?</p> + +<p>—De cuando se me cayó en aquel patín de la +huerta y Elvira me llamaba tonta porque lloraba +tanto y me decía que de nada sirve llorar...</p> + +<p>—Eso... eso... ¿y qué más? ¿Te acuerdas de +más?</p> + +<p>—Sí, del cuento que nos contaste entonces...</p> + +<p>—¿A ver, qué cuento?</p> + +<p>—De la niña que se le cayó la muñeca en un +pozo seco adonde no podía bajar a sacarla y se +puso a llorar, a llorar, a llorar, y lloró tanto que +se llenó el pozo con sus lágrimas y salió flotando +en ellas la muñeca...</p> + +<p>—¿Y qué dijo Elvirita a eso? ¿Qué dijo? Que +no me acuerdo...</p> + +<p>—Sí, sí se acuerda, madre...</p> + +<p>—Bueno, ¿pues qué dijo?</p> + +<p>—Dijo que la niña se quedaría seca y muerta +de haber llorado tanto...</p> + +<p>—¿Y yo qué dije?</p> + +<p>—Por Dios, madre...</p> + +<p>—Bueno, no lo digas, pero no llores así, pa<span class="pagenum"><a name="Page_186" id="Page_186">[186]</a></span>lomita, +no llores así... que por mucho que llores +no se llenará con tus lágrimas el pozo en que +voy cayendo y no saldré flotando...</p> + +<p>—Si pudiera ser...</p> + +<p>—¡Ah, sí! Si pudiera ser yo saldría a cojerte +y llevarte conmigo... Pero hay que esperar la +hora. Y cuida de tus hermanos. Te los entrego a +ti, ¿sabes? a ti. Haz que no se den cuenta de +que me he muerto.</p> + +<p>—Haré todo lo que pueda...</p> + +<p>—Y yo te ayudaré desde arriba.</p> + +<p>—Que no se enteren de que me he muerto...</p> + +<p>—Te rezaré, madre...</p> + +<p>—A la Virgen, hija, a la Virgen...</p> + +<p>—Te rezaré, madre, todas las noches antes de +acostarme...</p> + +<p>—Bueno, no llores así...</p> + +<p>—Pero si no lloro, ¿no ves que no lloro?</p> + +<p>—Para lavar los ojos cuando han visto cosas +feas no está mal, pero tú no has visto cosas feas, +no puedes verlas...</p> + +<p>—Y si es caso, cerrando los ojos...</p> + +<p>—No, no, así se ven cosas más feas. Y pide +por tu padre, por tu madre, por mí... No olvides +a tu madre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_187" id="Page_187">[187]</a></span></p> + +<p>—Si no la olvido...</p> + +<p>—Como no la conociste...</p> + +<p>—¡Sí, la conozco!</p> + +<p>—Pero a la otra, digo, a la que te trajo al +mundo.</p> + +<p>—¡Sí, gracias a ti la conozco; a aquélla!</p> + +<p>—¡Pobrecilla! Ella no había conocido a la +suya...</p> + +<p>—¡Su madre fuiste tú, lo sé bien!</p> + +<p>—Bueno, pero no llores...</p> + +<p>—¡Si no lloro!—y se enjugaba los ojos con el +dorso de la mano izquierda mientras con la otra +temblorosa, sostenía el vaso de la medicina.</p> + +<p>—Bueno, y ahora trae a la muñeca, que quiero +verla. ¡Ah! ¡Y allí en un rincón de aquella arquita +mía que tú sabes... ahí está la llave... sí, +ésa, ésa!... Allí donde nadie ha tocado más que +yo, y tú alguna vez; allí, junto a aquellos retratos, +¿sabes?, hay otra muñeca... la mía... la que +yo tenía siendo niña... mi primer cariño... ¿el +primero?... ¡bueno! Tráemela también... Pero +que no se entere ninguna de ésas, no digan que +son tonterías nuestras, porque las tontas somos +nosotras... Tráeme las dos muñecas, que me despida +de ellas, y luego nos pondremos serias para<span class="pagenum"><a name="Page_188" id="Page_188">[188]</a></span> +despedirnos de los otros... Vete, que me viene un +mal pensamiento—y se santiguó.</p> + +<p>El mal pensamiento era que el susurro diabólico +allá, en el fondo de las entrañas doloridas +con el dolor de la partida, le decía: «¡muñecos +todos!»</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_189" id="Page_189">[189]</a></span></p> + + + + +<h2>XXIII</h2> + + +<p><span class="smcap">Luego</span> llamó a todos, y Caridad entre ellos.</p> + +<p>—Esto es, hijos míos, la última fiebre, el +principio del fuego del Purgatorio...</p> + +<p>—Pero qué cosas dices, mamá...</p> + +<p>—Sí; el fuego del Purgatorio, porque en el +Infierno no hay fuego... el Infierno es de hielo +y nada más que de hielo. Se me está quemando +la carne... Y lo que siento es irme sin ver, sin +conocer, al que ha de llegar... o a la que ha de +llegar... o a los que han de llegar...</p> + +<p>—Vamos, mamá...</p> + +<p>—Bueno, tú, Cari, cállate y no nos vengas +ahora con vergüenza... Porque yo querría contarles +todo a los que me llaman... Vamos, no +lloréis así... Allí están... los tres...</p> + +<p>—Pero no digas esas cosas...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_190" id="Page_190">[190]</a></span></p> + +<p>—Ah, ¿queréis que os diga cosas de reir? Las +tonterías ya nos las hemos dicho Manolita y yo, +las dos tontas de la casa, y ahora hay que hacer +esto como se hace en los libros...</p> + +<p>—Bueno, ¡no hables tanto! El médico ha dicho +que no se te deje hablar mucho.</p> + +<p>—¿Ya estás ahí tú, Ramiro? ¡El hombre! ¿El +médico dices? ¿Y qué sabe el médico? No le +hagáis caso... Y además es mejor vivir una hora +hablando que dos días más en silencio. Ahora +es cuando hay que hablar. Además, así me distraigo +y no pienso en mis cosas...</p> + +<p>—Pues ya sabes que el padre Alvarez te ha +dicho que pienses ahora en tus cosas...</p> + +<p>—Ah, ¿ya estás ahí tú, Elvira, la juiciosa? +¿Conque el padre Alvarez, eh?... el del remedio... +¿Y qué sabe el padre Alvarez? ¡Otro médico! +¡Otro hombre! Además, yo no tengo cosas +mías en que pensar... yo no tengo mis cosas... +Mis cosas son las vuestras... y las de ellos... las +de los que me llaman... Yo no estoy ni viva ni +muerta... no he estado nunca ni viva ni muerta... +¿Qué? ¿Qué dices tú ahí, Enriquín? Que estoy +delirando...</p> + +<p>—No, no digo eso...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_191" id="Page_191">[191]</a></span></p> + +<p>—Sí, has dicho eso, te lo he oído bien... se lo +has dicho al oído a Rosita... No ves que siento +hasta el roce en el aire de las alas quietas de +Manolita. Pues si deliro... ¿qué?</p> + +<p>—Que debes descansar...</p> + +<p>—Descansar... descansar... ¡tiempo me queda +para descansar!</p> + +<p>—Pero no te destapes así...</p> + +<p>—Si es que me abraso... Y ya sabes, Caridad, +Tula, Tula como yo... y él, el otro, Ramiro... Sí, +son dos, él y ella, que estarán ahora abrazaditos... +al calorcito...</p> + +<p>Callaron todos un momento. Y al oir la moribunda +sollozos entrecortados y contenidos, añadió:</p> + +<p>—Bueno, ¡hay que tener ánimo! Pensad bien, +bien, muy bien, lo que hayáis de hacer, pensadlo +muy bien... que nunca tengáis que arrepentiros +de haber hecho algo y menos de no haberlo +hecho... Y si veis que el que queréis se ha caído +en una laguna de fango y aunque sea en un +pozo negro, en un albañal, echaos a salvarle, +aun a riesgo de ahogaros, echaos a salvarle... +que no se ahogue él allí... o ahogaros juntos... +en el albañal... servidle de remedio... sí, de re<span class="pagenum"><a name="Page_192" id="Page_192">[192]</a></span>medio... +¿que morís entre légamo y porquería? +no importa... Y no podréis ir a salvar al compañero +volando sobre el ras del albañal porque no +tenemos alas... no, no tenemos alas... o son alas +de gallina, de no volar... y hasta las alas se +mancharían con el fango que salpica el que se +ahoga en él... No, no tenemos alas... a lo más +de gallina... no somos ángeles... lo seremos en +la otra vida... donde no hay fango... ni sangre! +Fango hay en el Purgatorio, fango ardiente, que +quema y limpia... fango que limpia, sí... En el +Purgatorio les queman a los que no quisieron +lavarse con fango... sí, con fango... Les queman +con estiércol ardiente... les lavan con porquería... +Es lo último que os digo, no tengáis miedo +a la podredumbre... Rogad por mí, y que la Virgen +me perdone.</p> + +<p>Le dió un desmayo. Al volver de él no coordinaba +los pensamientos. Entró luego en una +agonía dulce. Y se apagó como se apaga una +tarde de otoño cuando las últimas razas del sol, +filtradas por nubes sangrientas, se derriten en +las aguas serenas de un remanso del río en que +se reflejan los álamos—sanguíneo su follaje +también—que velan a sus orillas.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_193" id="Page_193">[193]</a></span></p> + + + + +<h2>XXIV</h2> + + +<p>¿<span class="smcap">Murió</span> la tía Tula? No, sino que empezó a +vivir en la familia, e irradiando de ella, +con una nueva vida más entrañada y más vivífica, +con la vida eterna de la familiaridad inmortal. +Ahora era ya para sus hijos, sus sobrinos, la +Tía, no más que la Tía, ni <i>madre</i> ya ni <i>mamá</i>, ni +aun tía Tula, sino sólo la Tía. Fué este nombre +de invocación, de verdadera invocación religiosa, +como el canonizamiento doméstico de una +santidad de hogar. La misma Manolita, su más +hija y la más heredera de su espíritu, la depositaria +de su tradición, no le llamaba sino la Tía.</p> + +<p>Mantenía la unidad y la unión de la familia, y +si al morir ella afloraron a vista de todos, haciéndose +patentes, divisiones intestinas antes ocultas, +alianzas defensivas y ofensivas entre los<span class="pagenum"><a name="Page_194" id="Page_194">[194]</a></span> +hermanos, fué porque esas divisiones brotaban +de la vida misma familiar que ella creó. Su espíritu +provocó tales disensiones y bajo de ellas +y sobre ellas la unidad fundamental y culminante +de la familia. La tía Tula era el cimiento y +la techumbre de aquel hogar.</p> + +<p>Formáronse en éste dos grupos: de un lado, +Rosita, la hija mayor de Rosa, aliada con Caridad, +con su cuñada y no con su hermano, no +con Ramiro; de otro, Elvira, la segunda hija de +Rosa, con Enrique, su hermanastro, el hijo de la +hospiciana, y quedaban fuera Ramiro y Manolita. +Ramiro vivía, o más bien se dejaba vivir, +atento a su hijo y al porvenir que podía depararle +otros y a sus negocios civiles, y Manolita, +atenta a mantener el culto de la Tía y la tradición +del hogar.</p> + +<p>Manolita se preparaba a ser el posible lazo +entre cuatro probables familias venideras. Desde +la muerte de la Tía habíase revelado. Guardaba +todo su saber, todo su espíritu; las mismas frases +recortadas y aceradas, a las veces repetición +de las que oyó a la otra, la misma doctrina, el +mismo estilo y hasta el mismo gesto. «¡Otra +tía!»—exclamaban sus hermanos, y no siempre<span class="pagenum"><a name="Page_195" id="Page_195">[195]</a></span> +llevándoselo a bien. Ella guardaba el archivo y +el tesoro de la otra; ella tenía la llave de los cajoncitos +secretos de la que se fué en carne y +sangre; ella guardaba, con su muñeca de cuando +niña, la muñeca de la niñez de la Tía, y algunas +cartas, y el devocionario y el breviario de don +Primitivo; ella era en la familia quien sabía los +dichos y hechos de los antepasados dentro de +memoria: de don Primitivo, que nada era de su +sangre; de la madre del primer Ramiro; de Rosa; +de su propia madre Manuela, la hospiciana—de +ésta no dichos ni hechos, sino silencios y pasiones—, +ella era la historia doméstica; por ella +se continuaba la eternidad espiritual de la familia. +Ella heredó el alma de ésta, espiritualizada +en la Tía.</p> + +<p>¿Herencia? Se trasmite por herencia en una +colmena el espíritu de las abejas, la tradición +abejil, el arte de la melificación y de la fábrica +del panal, la <i>abejidad</i>, y no se trasmite, sin embargo, +por carne y por jugos de ella. La carnalidad +se perpetúa por zánganos y por reinas, y +ni los zánganos ni las reinas trabajaron nunca, +no supieron ni fabricar panales, ni hacer miel, ni +cuidar larvas, y no sabiéndolo, no pudieron<span class="pagenum"><a name="Page_196" id="Page_196">[196]</a></span> +trasmitir ese saber, con su carne y sus jugos, a +sus crías. La tradición del arte de las abejas, de +la fábrica del panal y el laboreo de la miel y la +cera, es, pues, colateral y no de trasmisión de +carne, sino de espíritu, y débese a las tías, a +las abejas que ni fecundan huevecillos ni los +ponen. Y todo esto lo sabía Manolita, a quien +se lo había enseñado la Tía, que desde muy +joven paró su atención en la vida de las abejas +y la estudió y meditó, y hasta soñó sobre ella. +Y una de las frases de íntimo sentido, casi esotérico, +que aprendió Manolita de la Tía y que de +vez en cuando aplicaba a sus hermanos, cuando +dejaban muy al desnudo su masculinidad de +instintos, era decirles: «¡Cállate, zángano!» Y +zángano tenía para ella, como lo había tenido +para la Tía, un sentido de largas y profundas +resonancias. Sentido que sus hermanos adivinaban.</p> + +<p>La alianza entre Elvira, la hija del primer +Ramiro que le costó la vida a Rosa, su primera +mujer, y Enrique, el hijo del pecado de aquél +y de la hospiciana, era muy estrecha. Queríanse +los hermanastros más que cualesquiera otros +de los cinco entre sí. Siempre andaban en<span class="pagenum"><a name="Page_197" id="Page_197">[197]</a></span> +cuchicheos y en secreteos. Y esta a modo de +conjura desasosegábale a Manolita. No que le +doliera que su hermano uterino, el salido del +mismo vientre de donde ella salió, tuviese más +apego a hermana nacida de otra madre, no; sentía +que a ella no había de apegársele ninguno +de sus hermanos y complacíase en ello. Pero +aquel afecto más que fraternal le era repulsivo.</p> + +<p>—Ya estoy deseando—les dijo una vez—que +uno de vosotros se enamore; que tú, Enrique, +te eches novia o que a ésta, a ti, Elvira, te pretenda +alguno...</p> + +<p>—¿Y para qué?—preguntó ésta.</p> + +<p>—Para que dejéis de andar así, de bracete +por la casa, y con cuentecitos al oído y carantoñas, +arrumacos y lagoterías...</p> + +<p>—Acaso entonces más...—dijo Enrique.</p> + +<p>—¿Y cómo así?</p> + +<p>—Porque ésta vendrá a contarme los secretos +de su novio, ¿verdad, Elvira?, y yo le contaré, +¡claro está!, los de mi novia...</p> + +<p>—Sí, sí...—exclamó Elvira a punto de palmotear.</p> + +<p>—Y os reiréis uno y otro del otro novio y<span class="pagenum"><a name="Page_198" id="Page_198">[198]</a></span> +de la otra novia, ¿no es así?... ¡qué bonito!</p> + +<p>—Bueno, ¿y qué diría a esto la Tía?—preguntó +Elvira mirándole a Manolita a los ojos.</p> + +<p>—Diría que no se debe jugar con las cosas +santas y que sois unos chiquillos...</p> + +<p>—Pues no repitas con la Tía—le arguyó Enrique—aquello +del Evangelio de que hay que hacerse +niño para entrar en el reino de los cielos...</p> + +<p>—¡Niño, sí! ¡Chiquillo, no!</p> + +<p>—¿Y en qué se le distingue al niño del chiquillo...?</p> + +<p>—¿En qué? En la manera de jugar.</p> + +<p>—¿Cómo juega el chiquillo?</p> + +<p>—El chiquillo juega a persona mayor. Los niños +no son, como los mayores, ni hombres ni +mujeres, sino que son como los ángeles. Recuerdo +haberle oído decir a la Tía que había oído +que hay lenguas en que el niño no es ni masculino +ni femenino, sino neutro...</p> + +<p>—Sí—añadió Enrique—en alemán. Y la señorita +es neutro...</p> + +<p>—Pues esta señorita—dijo Manolita intentando, +sin conseguirlo, teñir de una sonrisa estas +palabras—no es neutra...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_199" id="Page_199">[199]</a></span></p> + +<p>—¡Claro que no soy neutra; pues no faltaba +más...!</p> + +<p>—¡Pero bueno, nada de chiquilladas!</p> + +<p>—Chiquilladas, no; niñerías, eso, ¿no es eso?</p> + +<p>—¡Eso es!</p> + +<p>—Bueno, ¿y en qué las conoceremos?</p> + +<p>—Basta, que no quiero deciros más. ¿Para +qué? Porque hay cosas que al tratar de decirlas +se ponen más oscuras...</p> + +<p>—Bien, bien, tiíta—exclamó Elvira abrazándola +y dándole un beso—, no te enfades así... +¿Verdad que no te enfadas, tiíta...?</p> + +<p>—No; y menos porque me llames tiíta...</p> + +<p>—Si lo hacía sin intención...</p> + +<p>—Lo sé; pero eso es lo peligroso. Porque la +intención viene después...</p> + +<p>Enrique le hizo una carantoña a su hermana +completa y cojiendo a la otra, a la hermanastra, +por debajo de un brazo, se la llevó consigo.</p> + +<p>Y Manolita, viéndoles alejarse, quedó diciéndose: +«¿Chiquillos? ¡En efecto, chiquillos! ¿Pero +he hecho bien en decirles lo que les he dicho? +¿He hecho bien, Tía?»—e invocaba mentalmente +a la Tía.—«La intención viene después... ¿No<span class="pagenum"><a name="Page_200" id="Page_200">[200]</a></span> +soy yo la que con mis reconvenciones voy a +darles una intención que les falta? Pero, ¡no, no! +¡Que no jueguen así! ¡Porque están jugando...! +¡Y ojalá les salga pronto el novio a ella y la novia +a él!»</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_201" id="Page_201">[201]</a></span></p> + + + + +<h2>XXV</h2> + + +<p><span class="smcap">El</span> otro grupo lo formaban en la familia, no +Rosita y Ramiro, sino la mujer de éste, Caridad, +y aquella su cuñada. Aunque en rigor era +Rosita la que buscaba a Caridad y le llevaba sus +quejas, sus aprensiones, sus suspicacias. Porque +iba, por lo común, a quejarse. Creíase, o al menos +aparentaba creer, que era la desdeñada y la +no comprendida. Poníase triste y como preocupada +en espera de que le preguntasen qué era +lo que tenía, y como nadie se lo preguntaba +sufría con ello. Y menos que los otros hermanos +se lo preguntaba Manolita, que se decía: «Si +tiene algo de verdad y más que gana de mimo y +de que nos ocupemos especialmente en ella, ya +reventará!» Y la preocupada sufría con ello.</p> + +<p>A su cuñada, a Caridad, le iba sobre todo +con quejas de su marido; complacíase en acusar<span class="pagenum"><a name="Page_202" id="Page_202">[202]</a></span> +a éste, a Ramiro, de egoísta. Y la mujer le oía +pacientemente y sin saber qué decirle.</p> + +<p>—Yo no sé, Manuela—le decía a ésta Caridad, +su cuñada—qué hacer con Rosa... Siempre +me está viniendo con quejas de Ramiro: que si +es un orgulloso, que si un egoísta, que si un +distraído...</p> + +<p>—¡Llévale la hebra y dile que sí!</p> + +<p>—¿Pero cómo? ¿Voy a darle alas?</p> + +<p>—No, sino a cortárselas.</p> + +<p>—Pues no lo entiendo. Y además, eso no es +verdad; ¡Ramiro no es así!...</p> + +<p>—Lo sé, lo sé muy bien. Sé que Ramiro podrá +tener, como todo hombre, sus defectos...</p> + +<p>—Y como toda mujer.</p> + +<p>—¡Claro, sí! Pero los de él son defectos de +hombre...</p> + +<p>—¡De zángano, vamos!</p> + +<p>—Como quieras; los de Ramiro son defectos +de hombre, o si quieres, pues que te empeñas, +de zángano...</p> + +<p>—¿Y los míos?</p> + +<p>—¿Los tuyos, Caridad? Los tuyos... ¡de reina!</p> + +<p>—¡Muy bien! ¡Ni la Tía...!</p> + +<p>—Pero los defectos de Ramiro no son los que<span class="pagenum"><a name="Page_203" id="Page_203">[203]</a></span> +Rosa dice. Ni es orgulloso, ni es egoísta, ni es +distraído...</p> + +<p>—¿Y entonces por qué voy a llevarle la hebra +como dices?</p> + +<p>—Porque eso será llevarle la contraria. Lo sé +muy bien. La conozco.</p> + +<p>Cierta mañana, encontrándose las tres, Caridad, +Manuela y Rosa, comenzó ésta el ataque.</p> + +<p>R.—¡Vaya unas horas de llegar anoche tu maridito!</p> + +<p>Nunca hablando con su cuñada le llamaba a +Ramiro «mi hermano», sino siempre: «tu marido».</p> + +<p>C.—¿Y qué mal hay en ello?</p> + +<p>M.—Y tú, Rosa, estabas a esas horas despierta...</p> + +<p>R.—Me despertó su llegada...</p> + +<p>M.—¿Sí, eh?</p> + +<p>C.—Pues a mí apenas si me despertó...</p> + +<p>R.—¡Vaya una calma!</p> + +<p>M.—Aquí Caridad duerme confiada y hace bien.</p> + +<p>R.—¿Hace bien...? ¿Hace bien...? No lo comprendo.</p> + +<p>M.—Pues yo sí. Pero tú parece que te complaces +en eso, que es un juego muy peligroso y +muy feo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_204" id="Page_204">[204]</a></span></p> + +<p>C.—¡Por Dios, Manuela!</p> + +<p>R.—Déjale, déjale a la tía...</p> + +<p>M.—Con el acento que ahora le pones la tía +aquí eres ahora tú...</p> + +<p>R.—¿Yo? ¿Yo la tía?</p> + +<p>M.—Sí, tú, tú, Rosa. ¿A qué viene querer provocar +celos en tu hermana?</p> + +<p>C.—Pero si Rosa no quiere hacerme celosa, +Manuela...</p> + +<p>M.—Yo sé lo que me digo, Caridad.</p> + +<p>R.—Sí, aquí ella sabe lo que se dice...</p> + +<p>M.—Aquí sabemos todos lo que queremos +decir y yo sé, además, lo que me digo, ¿me entiendes, +Rosa?</p> + +<p>R.—El estribillo de la Tía...</p> + +<p>M.—Sea. Y te digo que serías capaz de aceptar +el peor novio que se te presente y casarte +con él no más que para provocarle a que te diese +celos, no a dárselos tú...</p> + +<p>R.—¿Casarme yo? ¿Yo casarme? ¿Yo novio? +¡Las ganas...!</p> + +<p>M.—Sí, ya sé que dices, aunque no sé si lo +piensas, que no te has de casar, que tú no quieres +novio... Ya sé que andas en si te vas o no a +meter monja...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_205" id="Page_205">[205]</a></span></p> + +<p>C.—¿Y cómo lo has sabido, Manuela?</p> + +<p>M.—Ah, ¿pero vosotras creéis que no me percato +de vuestros secretos? Precisamente por ser +secretos...</p> + +<p>R.—Bueno, y si pensara yo en meterme +monja, ¿qué? ¿Qué mal hay en ello? ¿Qué mal +hay en servir a Dios?</p> + +<p>M.—En servir a Dios, no, no hay mal ninguno... +Pero es que si tú entrases monja no +sería por servir a Dios...</p> + +<p>R.—¿No? ¿Pues por qué?</p> + +<p>M.—Por no servir a los hombres... ni a las +mujeres...</p> + +<p>C.—Pero por Dios, Manuela, qué cosas tienes...</p> + +<p>R.—Sí, ella tiene sus cosas y yo las mías... ¿Y +quién te ha dicho, hermana, que desde el convento +no se puede servir a los hombres...?</p> + +<p>M.—Sin duda, rezando por ellos...</p> + +<p>R.—¡Pues claro está! Pidiendo a Dios que les +libre de tentaciones...</p> + +<p>M.—Pero me parece que tú más que a rezar +«no nos dejes caer en la tentación» vas a «no +me dejes caer en la tentación...»</p> + +<p>R.—Sí, que voy a que no me tienten...</p> + +<p>M.—¿Pues no has venido acá a tentar a Cari<span class="pagenum"><a name="Page_206" id="Page_206">[206]</a></span>dad, +tu hermana? ¿O es que crees que no era tentación +eso? ¿No venías a hacerle caer en tentación?</p> + +<p>C.—No, Manuela, no venía a eso. Y además +sabe que no soy celosa, que no lo seré, que no +puedo serlo...</p> + +<p>R.—Déjale, déjale, Caridad, déjale a la abejita, +que pique... que pique...</p> + +<p>M.—Duele, ¿eh? Pues, hija, rascarse...</p> + +<p>R.—<i>Hija</i> ahora, ¿eh?</p> + +<p>M.—Y siempre, hermana.</p> + +<p>R.—Y dime tú, hermanita, la abejita, ¿tú no +has pensado nunca en meterte en un panal así, +en una colmena...?</p> + +<p>M.—Se puede hacer miel y cera en el mundo...</p> + +<p>R.—Y picar...</p> + +<p>M.—¡Y picar, exacto!</p> + +<p>R.—Vamos, sí, que tú, como tía Tula, vas +para tía...</p> + +<p>M.—Yo no sé para lo que voy, pero si siguiera +el ejemplo de la Tía no habría de ir por mal +camino. ¿O es que crees que marró ella el suyo? +¿Es que has olvidado sus enseñanzas? ¿Es que +trató ella nunca de encismar a los de casa? ¿Es +que habría ella nunca denunciado un acto de +uno de sus hermanos?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_207" id="Page_207">[207]</a></span></p> + +<p>C.—Por Dios, Manuela, por la memoria de tía +Tula, cállate ya... Y tú, Rosa, no llores así... vamos, +levanta esa frente... no te tapes así la cara +con las manos... no llores así, hija, no llores así...</p> + +<p>Manuela le puso a su hermanastra la mano +sobre el hombro y con una voz que parecía venir +del otro mundo, del mundo eterno de la familia +inmortal, le dijo:</p> + +<p>—¡Perdóname, hermana, me he excedido... +pero tu conducta me ha herido en lo vivo de la +familia y he hecho lo que creo que habría hecho +la Tía en este caso... perdónamelo!</p> + +<p>Y Rosa, cayendo en sus brazos y ocultando su +cabeza entre los pechos de su hermana, le dijo +entre sollozos:</p> + +<p>—¡Quien tiene que perdonarme eres tú, hermana, +tú... Pero hermana... no, sino madre... ni +madre... ¡Tía! ¡Tía!</p> + +<p>—¡Es la Tía, la tía Tula, la que tiene que perdonarnos +y unirnos y guiarnos a todos!—concluyó +Manuela.</p> + +<div>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 44358 ***</div> +</body> +</html> diff --git a/44358-h/images/cover.jpg b/44358-h/images/cover.jpg Binary files differnew file mode 100644 index 0000000..9a984e8 --- /dev/null +++ b/44358-h/images/cover.jpg diff --git a/LICENSE.txt b/LICENSE.txt new file mode 100644 index 0000000..6312041 --- /dev/null +++ b/LICENSE.txt @@ -0,0 +1,11 @@ +This eBook, including all associated images, markup, improvements, +metadata, and any other content or labor, has been confirmed to be +in the PUBLIC DOMAIN IN THE UNITED STATES. + +Procedures for determining public domain status are described in +the "Copyright How-To" at https://www.gutenberg.org. + +No investigation has been made concerning possible copyrights in +jurisdictions other than the United States. Anyone seeking to utilize +this eBook outside of the United States should confirm copyright +status under the laws that apply to them. diff --git a/README.md b/README.md new file mode 100644 index 0000000..20b7060 --- /dev/null +++ b/README.md @@ -0,0 +1,2 @@ +Project Gutenberg (https://www.gutenberg.org) public repository for +eBook #44358 (https://www.gutenberg.org/ebooks/44358) diff --git a/old/44358-8.txt b/old/44358-8.txt new file mode 100644 index 0000000..3faf84c --- /dev/null +++ b/old/44358-8.txt @@ -0,0 +1,5089 @@ +The Project Gutenberg EBook of La ta Tula, by Miguel De Unamuno + +This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with +almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org + + +Title: La ta Tula + Novela + +Author: Miguel De Unamuno + +Release Date: December 5, 2013 [EBook #44358] + +Language: Spanish + +Character set encoding: ISO-8859-1 + +*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA TA TULA *** + + + + +Produced by Carlos Coln, University of Michigan and the +Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net +(This file was produced from images generously made +available by The Internet Archive/American Libraries.) + + + + + + + + + + Nota del Transcriptor: + + + Errores obvios de imprenta han sido corregidos. + + Pginas en blanco han sido eliminadas. + + Letras itlicas son denotadas con _lneas_. + + Las versalitas (letras maysculas de tamao igual a las minsculas) + han sido sustituidas por letras maysculas de tamao normal. + + + + + MIGUEL DE UNAMUNO + + + LA TIA TULA + + (NOVELA) + + + RENACIMIENTO + SAN MARCOS, 42 + MADRID + 1921 + + + + + ES PROPIEDAD + + + Copyright 1921 by Miguel de Unamuno. + + + Imprenta de Juan Pueyo. Luna, 29. Telf. 14-30.--Madrid. + + + + +_PROLOGO_ + +(_QUE PUEDE SALTAR EL LECTOR DE NOVELAS_) + + +TENA _uno (hermano) casi de mi edad, que era el que yo ms quera, +aunque a todos tena gran amor y ellos a m; juntbamonos entrambos a +leer vidas de santos... Espantbanos mucho el decir en lo que leamos +que pena y gloria eran para siempre. Acaecanos estar muchos ratos +tratando desto, y gustbamos de decir muchas veces para siempre, +siempre, siempre. En pronunciar esto mucho rato era el Seor servido, me +quedase en esta niez imprimido el camino de la verdad. De que vi que +era imposible ir adonde me matasen por Dios, ordenbamos ser ermitaos, +y en una huerta que haba en casa procurbamos, como podamos, hacer +ermitas poniendo unas pedrecillas, que luego se nos caan, y ans no +hallbamos remedio en nada para nuestro deseo; que ahora me pone +devocin ver cmo me daba Dios tan presto lo que yo perd por mi +culpa._ + + * * * * * + +_Acurdome que cuando muri mi madre qued yo de edad de doce aos, +poco menos; como yo comenc a entender lo que haba perdido, afligida +fume a una imagen de Nuestra Seora y supliquela fuese mi madre con +muchas lgrimas. Parceme que aunque se hizo con simpleza, que me ha +valido, pues conocidamente he hallado a esta Virgen Soberana en cuanto +me he encomendado a ella, y, en fin, me ha tornado a s._ + + _(Del captulo I de la Vida de la Santa Madre Teresa de Jess, que + escribi ella misma por mandado de su confesor.)_ + +_Sea (Dios) alabado por siempre, que tanta merced ha hecho a vuestra +merced, pues le ha dado mujer, con quien pueda tener mucho descanso. Sea +mucho de enhorabuena, que harto consuelo es para m pensar que le tiene. +A la seora doa Mara beso siempre las manos muchas veces; aqu tiene +una capellana y muchas. Harto quisiramos poderla gozar; mas si haba +de ser con los trabajos que por ac hay, ms quiero que tenga all +sosiego, que verla ac padecer._ + + (_De una carta que desde Avila, a 15 de diciembre de 1581, dirigi + la Santa Madre, y Ta, Teresa de Jess, a su sobrino don Lorenzo de + Cepeda, que estaba en Indias, en el Per, donde se cas con doa + Mara de Hinojosa, que es la seora doa Mara de que se habla en + ella_) + +_En el captulo II de la misma susomentada Vida, dice la Santa Madre +Teresa de Jess que era moza aficionada a leer libros de +caballeras--los suyos lo son, a lo divino--y en uno de los sonetos, de +nuestro Rosario de ellos, la hemos llamado_ + + _Quijotesa_ + _a lo divino, que dej asentada_ + _nuestra Espaa inmoral, cuya es la empresa:_ + _slo existe lo eterno; Dios o nada!_ + +_Lo que acaso alguien crea que diferencia a Santa Teresa de Don Quijote, +es que ste, el Caballero--y to, to de su inmortal sobrina--se puso en +ridculo y fu el ludibrio y juguete de padres y madres, de znganos y +de reinas; pero es que Santa Teresa escap al ridculo? Es que no se +burlaron de ella? Es que no se estima hoy por muchos quijotesco, o sea +ridculo, su instituto, y aventurera, de caballera andante, su obra y +su vida?_ + +_No crea el lector, por lo que precede, que el relato que se sigue y va +a leer es, en modo alguno, un comentario a la vida de la Santa espaola. +No, nada de esto! Ni pensbamos en Teresa de Jess al emprenderlo y +desarrollarlo; ni en Don Quijote. Ha sido despus de haberlo terminado, +cuando aun para nuestro nimo, que lo concibi, result una novedad este +parangn, cuando hemos descubierto las races de este relato novelesco. +Nos fu oculto su ms hondo sentido al emprenderlo. No hemos visto sino +despus, al hacer sobre l examen de conciencia de autor, sus races +teresianas y quijotescas. Que son una misma raz._ + +_Es acaso ste un libro de caballeras? Como el lector quiera +tomarlo... Tal vez a alguno pueda parecerle una novela agiogrfica, de +vida de santos. Es, de todos modos, una novela, podemos asegurarlo._ + +_No se nos ocurri a nosotros, sino que fu cosa de un amigo, francs +por ms seas, el notar que la inspiracin--perdn!--de nuestra +nivola_ Niebla _era de la misma raz que la de_ La vida es sueo, _de +Caldern. Mas en este otro caso ha sido cosa nuestra el descubrir, +despus de concluda esta novela que tienes a la vista, lector, sus +races quijotescas y teresianas. Lo que no quiere decir claro est! que +lo que aqu se cuenta no haya podido pasar fuera de Espaa._ + + * * * * * + +_Antes de terminar este Prlogo queremos hacer otra observacin, que le +podr parecer a alguien quizs sutileza de lingista y fillogo, y no lo +es sino de psicologa. Aunque es la psicologa algo ms que lingstica +y filologa?_ + +_La observacin es que as como tenemos la palabra_ paternal _y_ +paternidad, _que derivan de_ pater, _padre, y_ maternal _y_ maternidad, +_de_ mater, _madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal y lo +maternal, ni la paternidad y la maternidad, es extrao que junto a_ +fraternal _y_ fraternidad, _de_ frater, _hermano, no tengamos_ sororal +_y_ sororidad, _de_ soror, _hermana. En latn hay_ sororius, a, um, _lo +de la hermana, y el verbo_ sororiare, _crecer por igual y juntamente._ + +_Se nos dir que la_ sororidad _equivaldra a la_ fraternidad, _mas no +lo creemos as. Como si en latn tuviese la hija un apelativo de raz +distinta que el de hijo, valdra la pena de distinguir entre las dos +filialidades._ + +Sororidad _fu la de la admirable Antgona, esta santa del paganismo +helnico, la hija de Edipo, que sufri martirio por amor a su hermano +Polinices, y por confesar su fe de que las leyes eternas de la +conciencia, las que rigen en el eterno mundo de los muertos, en el mundo +de la inmortalidad, no son las que forjan los dspotas y tiranos de la +tierra, como era Creonte._ + +_Cuando en la tragedia sofocleana Creonte le acusa a su sobrina Antgona +de haber faltado a la ley, al mandato regio, rindiendo servicio fnebre +a su hermano, el fratricida, hay entre aqullos este duelo de palabras:_ + +A.--_No es nada feo honrar a los de la misma entraa..._ + +Cr.--_No era de tu sangre tambin el que muri contra l?_ + +A.--_De la misma, por madre y padre..._ + +Cr.--_Y cmo rindes a ste un honor impo?_ + +A.--_No dira eso el muerto..._ + +Cr.--_Pero es que le honras igual que al impo..._ + +A.--_No muri su siervo, sino su hermano..._ + +Cr.--_Asolando esta tierra, y el otro defendindola..._ + +A.--_El otro mundo, sin embargo, gusta de igualdad ante la ley..._ + +Cr.--_Cmo ha de ser igual para el vil que para el noble?_ + +A.--_Quin sabe si estas mximas son santas all abajo..._ + + (_Antgona_, versos 511-521.) + + * * * * * + +_Es que acaso lo que a Antgona le permiti descubrir esa ley eterna, +apareciendo a los ojos de los ciudadanos de Tebas y de Creonte, su to, +como una anarquista, no fu el que era, por terrible decreto del Hado, +hermana carnal de su propio padre, Edipo? Con el que haba ejercido +oficio de_ sororidad _tambin._ + +_El acto_ sororio _de Antgona dando tierra al cadver insepulto de su +hermano y librndolo as del furor regio de su to Creonte, parecile a +ste un acto de anarquista. No hay mal mayor que el de la +anarqua!--declaraba el tirano--._ (Antgona, _verso 672_.) +_Anarqua? Civilizacin?_ + +_Antgona, la anarquista segn su to, el tirano Creonte, modelo de +virilidad, pero no de humanidad; Antgona, hermana de su padre Edipo y, +por lo tanto, ta de su hermano Polinices, representa acaso la +domesticidad religiosa, la religin domstica, la del hogar, frente a la +civilidad poltica y tirnica, a la tirana civil, y acaso tambin la +domesticacin frente a la civilizacin. Aunque es posible civilizarse +sin haberse domesticado antes? Caben civilidad y civilizacin donde no +tienen como cimientos domesticidad y domesticacin?_ + +_Hablamos de_ patrias _y sobre ellas de_ fraternidad _universal, pero no +es una sutileza lingstica el sostener que no pueden prosperar sino +sobre_ matrias _y_ sororidad. _Y habr barbarie de guerras devastadoras, +y otros estragos, mientras sean los znganos, que revolotean en torno de +la reina para fecundarla y devorar la miel que no hicieron, los que +rijan las colmenas._ + +_Guerras? El primer acto guerrero fu, segn lo que llamamos Historia +Sagrada, la de la Biblia, el asesinato de Abel por su hermano Can. Fu +una muerte fraternal, entre hermanos, el primer acto de fraternidad. Y +dice el Gnesis que fu Can, el fratricida, el que primero edific una +ciudad, a la que llam del nombre de su hijo--habido en una +hermana--Henoc._ (_Gn. IV, 17._) _Y en aquella ciudad,_ polis, _debi +empezar la vida civil, poltica, la civilidad y la civilizacin. Obra, +como se ve, del fratricida. Y cuando, siglos ms tarde, nuestro Lucano, +espaol, llam a las guerras entre Csar y Pompeyo_ plusquam civilia, +_ms que civiles--lo dice en el primer verso de su_ Pharsalia--_quiere +decir_ fraternales. _Las guerras ms que civiles son las fraternales._ + +_Aristteles le llam al hombre_ zoon politicon, _esto es, animal civil +o ciudadano--no poltico, que esto es no traducir--animal que tiende a +vivir en ciudades, en mazorcas de casas estadizas, arraigadas en tierra +por cimientos, y se es el hombre y, sobre todo, el varn. Animal civil, +urbano, fraternal y... fratricida. Pero ese animal civil, no ha de +depurarse por accin domstica? Y el hogar, el verdadero hogar, no ha +de encontrarse lo mismo en la tienda del pastor errante que se planta al +azar de los caminos? Y Antgona acompa a su padre, ciego y errante, +por los senderos del desierto, hasta que desapareci en Colono. Pobre +civilidad fraternal, cainita, si no hubiera la domesticidad sororia!..._ + +_Va, pues, el fundamento de la civilidad, la domesticidad, de mano en +mano de hermanas, de tas. O de esposas de espritu, castsimas, como +aquella Abisag, la sunamita de que se nos habla en el captulo I del +libro I de los Reyes, aquella doncella que le llevaron al viejo rey +David, ya cercano a su muerte, para que le mantuviese en la puesta de su +vida, abrigndole y calentndole en la cama mientras dorma. Y Abisag le +sacrific su maternidad, permaneci virgen por l--pues David no la +conoci--y fu causa de que ms luego Salomn, el hijo del pecado de +David con la adltera Betsab, hiciese matar a Adonas, su hermanastro, +hijo de David y de Hagit, porque pretendi para mujer a Abisag, la +ltima reina con David, pensando as heredar a ste su reino._ + +_Pero a esta Abisag y a su suerte y a su sentido pensamos dedicar todo +un libro que no ser precisamente una novela. Ni una_ nivola. + +_Y ahora el lector que ha ledo este prlogo--que no es necesario para +inteligencia en lo que sigue--puede pasar a hacer conocimiento con la +ta Tula, que si supo de Santa Teresa y de Don Quijote, acaso no supo ni +de Antgona la griega ni de Abisag la israelita._ + +_En mi novela_ Abel Snchez _intent escarbar en ciertos stanos y +escondrijos del corazn, en ciertas catacumbas del alma, adonde no +gustan descender los ms de los mortales. Creen que en esas catacumbas +hay muertos, a los que lo mejor es no visitar, y esos muertos, sin +embargo, nos gobiernan. Es la herencia de Can. Y aqu, en esta novela, +he intentado escarbar en otros stanos y escondrijos. Y como no ha +faltado quien me haya dicho que aquello era inhumano, no faltar quien +me lo diga, aunque en otro sentido, de esto. Aquello pareci a alguien +inhumano por viril, por fraternal; esto lo parecer acaso por femenil, +por sororio. Sin que quepa negar que el varn hereda femenidad de su +madre y la mujer virilidad de su padre. O es que el zngano no tiene +algo de abeja y la abeja algo de zngano? O hay, si se quiere,_ abejos +_y_ znganas. + +_Y nada ms, que no debo hacer una novela sobre otra novela._ + + _En Salamanca, ciudad, en el da de los Desposorios de Nuestra + Seora del ao de gracia milsimo novecentsimo y vigsimo._ + + + + +I + + +ERA a Rosa y no a su hermana Gertrudis, que siempre sala de casa con +ella, a quien cean aquellas ansiosas miradas que les enderezaba +Ramiro. O por lo menos, as lo crean ambos, Ramiro y Rosa, al atraerse +el uno al otro. + +Formaban las dos hermanas, siempre juntas, aunque no por eso unidas +siempre, una pareja al parecer indisoluble, y como un solo valor. Era la +hermosura esplndida y algn tanto provocativa de Rosa, flor de carne +que se abra a flor del cielo a toda luz y todo viento, la que llevaba +de primera vez las miradas a la pareja; pero eran luego los ojos tenaces +de Gertrudis los que sujetaban a los ojos que se haban fijado en ellos +y los que a la par les ponan raya. Hubo quien al verlas pasar prepar +algn chicoleo un poco ms subido de tono; mas tuvo que contenerse al +tropezar con el reproche de aquellos ojos de Gertrudis, que hablaban +mudamente de seriedad. Con esta pareja no se juega, pareca decir con +sus miradas silenciosas. + +Y bien miradas y de cerca an despertaba ms Gertrudis el ansia de goce. +Mientras su hermana Rosa abra esplndidamente a todo viento y toda luz +la flor de su encarnadura, ella era como un cofre cerrado y sellado en +que se adivina un tesoro de ternuras y delicias secretas. + +Pero Ramiro, que llevaba el alma toda a flor de los ojos, no crey ver +ms que a Rosa, y a Rosa se dirigi desde luego. + +--Sabes que me ha escrito--le dijo sta a su hermana. + +--S, vi la carta. + +--Cmo? que la viste? es que me espas? + +--Poda dejar de haberla visto? No, yo no espo nunca, ya lo sabes, y +has dicho eso no ms que por decirlo... + +--Tienes razn, Tula, perdnamelo. + +--S, una vez ms, porque t eres as. Yo no espo, pero tampoco oculto +nunca nada. Vi la carta. + +--Ya lo s; ya lo s... + +--He visto la carta y la esperaba. + +--Y bien, qu te parece de Ramiro? + +--No le conozco. + +--Pero no hace falta conocer a un hombre para decir lo que le parece a +una de l. + +--A m, s. + +--Pero lo que se ve, lo que est a la vista... + +--Ni de eso puedo juzgar sin conocerle. + +--Es que no tienes ojos en la cara? + +--Acaso no los tenga as...; ya sabes que soy corta de vista. + +--Pretextos! Pues mira, chica, es un guapo mozo. + +--As parece. + +--Y simptico. + +--Con que te lo sea a ti, basta. + +--Pero es que crees que le he dicho ya que s? + +--S que se lo dirs al cabo, y basta. + +--No importa; hay que hacerle esperar y hasta rabiar un poco... + +--Para qu? + +--Hay que hacerse valer. + +--As no te haces valer, Rosa; y ese coqueteo es cosa muy fea. + +--De modo que t... + +--A m no se me ha dirigido. + +--Y si se hubiera dirigido a ti? + +--No sirve preguntar cosas sin sustancia. + +--Pero t, si a ti se te dirige, qu le habras contestado? + +--Yo no he dicho que me parece un guapo mozo y que es simptico, y por +eso me habra puesto a estudiarle... + +--Y entretanto si iba a otra... + +--Es lo ms probable. + +--Pues as, hija, ya puedes prepararte... + +--S, a ser ta. + +--Cmo ta? + +--Ta de tus hijos, Rosa. + +--Eh, qu cosas tienes!--y se le quebr la voz. + +--Vamos, Rosita, no te pongas as, y perdname--le dijo dndole un beso. + +--Pero si vuelves... + +--No, no volver! + +--Y bien, qu le digo? + +--Dile que s! + +--Pero pensar que soy demasiado fcil... + +--Entonces dile que no! + +--Pero es que... + +--S, que te parece un guapo mozo y simptico. Dile, pues, que s y no +andes con ms coqueteras, que eso es feo. Dile que s. Despus de todo, +no es fcil que se te presente mejor partido. Ramiro est muy bien, es +hijo solo... + +--Yo no he hablado de eso. + +--Pero yo hablo de ello, Rosa, y es igual. + +--Y no dirn, Tula, que tengo ganas de novio? + +--Y dirn bien. + +--Otra vez, Tula? + +--Y ciento. Tienes ganas de novio y es natural que las tengas. Para qu +si no te hizo Dios tan guapa? + +--Guasitas no! + +--Ya sabes que yo no me guaseo. Parzcanos bien o mal, nuestra carrera +es el matrimonio o el convento; t no tienes vocacin de monja; Dios te +hizo para el mundo y el hogar... vamos, para madre de familia... No vas +a quedarte a vestir imgenes. Dile, pues, que s. + +--Y t? + +--Cmo yo? + +--Que t, luego... + +--A m djame. + +Al da siguiente de estas palabras estaban ya en lo que se llaman +relaciones amorosas Rosa y Ramiro. + +Lo que empez a cuajar la soledad de Gertrudis. + +Vivan las dos hermanas, hurfanas de padre y madre desde muy nias, con +un to materno, sacerdote, que no las mantena, pues ellas disfrutaban +de un pequeo patrimonio que les permita sostenerse en la holgura de la +modestia, pero les daba buenos consejos a la hora de comer, en la mesa, +dejndolas, por lo dems, a la gua de su buen natural. Los buenos +consejos eran consejos de libros, los mismos que le servan a don +Primitivo para formar sus escasos sermones. + +Adems--se deca a s mismo con muy buen acierto don Primitivo--para +qu me voy a meter en sus inclinaciones y sentimientos ntimos? Lo mejor +es no hablarlas mucho de eso, que se les abre demasiado los ojos. +Aunque... abrirles? Bah! bien abiertos los tienen, sobre todo las +mujeres. Nosotros los hombres no sabemos una palabra de esas cosas. Y +los curas, menos. Todo lo que nos dicen los libros son pataratas. Y +luego, me mete un miedo esa Tulilla...! Delante de ella no me atrevo... +no me atrevo... Tiene unas preguntas la mocita! Y cuando me mira tan +seria, tan seria... con esos ojazos tristes--los de mi hermana, los de +mi madre, Dios las tenga en su santa gloria!--Esos ojazos de luto que +se le meten a uno en el corazn...! Muy serios, s, pero rindose con el +rabillo. Parecen decirme: no diga usted ms bobadas, to! El demonio +de la chiquilla! Todava me acuerdo el da en que se empe en ir, con +su hermana, a oirme aquel sermoncete; el rato que pas, Jess Santo! +Todo se me volva apartar mis ojos de ella por no cortarme; pero nada, +ella tirando de los mos! Lo mismo, lo mismito me pasaba con su santa +madre, mi hermana, y con mi santa madre, Dios las tenga en su gloria. +Jams pude predicar a mis anchas delante de ellas, y por eso les tena +dicho que no fuesen a oirme. Madre iba, pero iba a hurtadillas, sin +decrmelo, y se pona detrs de la columna, donde yo no le viera, y +luego no me deca nada de mi sermn. Y lo mismo haca mi hermana. Pero +yo s lo que sta pensaba, aunque tan cristiana, lo s. Bobadas de +hombres! Y lo mismo piensa esta mocita, estoy de ello seguro. No, no, +delante de ella predicar? Yo? Darle consejos? Una vez se le escap lo +de _bobadas de hombres!_ y no dirigindose a m, no, pero yo le +entiendo... + +El pobre seor senta un profundsimo respeto, mezclado de admiracin, +por su sobrina Gertrudis. Tena el sentimiento de que la sabidura iba +en su linaje por va femenina, que su madre haba sido la providencia +inteligente de la casa en que se cri, que su hermana lo haba sido en +la suya, tan breve. Y en cuanto a su otra sobrina, a Rosa, le bastaba +para proteccin y gua con su hermana. Pero qu hermosa la ha hecho +Dios, Dios sea alabado--se deca--; esta chica o hace un gran +matrimonio, con quien ella quiera, o no tienen los mozos de hoy ojos en +la cara. + +Y un da fu Gertrudis la que, despus que Rosa se levant de la mesa +fingiendo sentirse algo indispuesta, al quedarse a solas con su to, le +dijo: + +--Tengo que decirle a usted, to, una cosa muy grave. + +--Muy grave..., muy grave...--y el pobre seor se azar, creyendo +observar que los rabillos de los ojazos tan serios de su sobrina se +rean maliciosamente. + +--S, muy grave. + +--Bueno, pues desembucha, hija, que aqu estamos los dos para tomar un +consejo. + +--El caso es que Rosa tiene ya novio. + +--Y no es ms que eso? + +--Pero novio formal, eh?, to. + +--Vamos, s, para que yo los case. + +--Naturalmente! + +--Y a ti, qu te parece de l? + +--Aun no ha preguntado usted quin es... + +--Y qu ms da, si yo apenas conozco a nadie? A ti qu te parece de l, +contesta. + +--Pues tampoco yo le conozco. + +--Pero no sabes quin es, t? + +--S, s cmo se llama y de qu familia es y... + +--Basta! Qu te parece? + +--Que es un buen partido para Rosa y que se querrn. + +--Pero es que no se quieren ya? + +--Pero cree usted, to, que pueden empezar querindose? + +--Pues as dicen, chiquilla, y hasta que eso viene como un rayo... + +--Son decires, to. + +--As ser; basta que t lo digas. + +--Ramiro..., Ramiro Cuadrado... + +--Pero es el hijo de doa Venancia, la viuda? Acabramos! No hay ms +que hablar. + +--A Ramiro, to, se le ha metido Rosa por los ojos y cree estar +enamorado de ella... + +--Y lo estar, Tulilla, lo estar... + +--Eso digo yo, to, que lo estar. Porque como es hombre de vergenza y +de palabra, acabar por cobrar cario a aquella con la que se ha +comprometido ya. No le creo hombre de volver atrs. + +--Y ella? + +--Quin? Mi hermana? A ella le pasar lo mismo. + +--Sabes ms que San Agustn, hija. + +--Esto no se aprende, to. + +--Pues que se casen, los bendigo y sanseacab! + +--O sanseempez! Pero hay que casarlos y pronto. Antes que l se +vuelva... + +--Pero temes t que l pueda volverse... + +--Yo siempre temo de los hombres, to. + +--Y de las mujeres no? + +--Esos temores deben quedar para los hombres. Pero sin nimo de ofender +al sexo... fuerte, no se dice as?, le digo que la constancia, que la +fortaleza est ms bien de parte nuestra... + +--Si todas fueran como t, chiquilla, lo creera as, pero... + +--Pero qu? + +--Que t eres excepcional, Tulilla! + +--Le he odo a usted ms de una vez, to, que las excepciones confirman +la regla... + +--Vamos, que me aturdes... Pues bien, los casaremos, no sea que se +vuelva l... o ella... + +Por los ojos de Gertrudis pas como la sombra de una nube de borrasca, y +si se hubiera podido oir el silencio habrase odo que en las bvedas de +los stanos de su alma resonaba como un eco repetido y que va +perdindose a lo lejos aquello de o ella... + + + + +II + + +PERO qu le pasaba a Ramiro, en relaciones ya, y en relaciones +formales, con Rosa, y poco menos que entrando en la casa? Qu +dilaciones y qu frialdades eran aqullas? + +--Mira, Tula, yo no le entiendo; cada vez le entiendo menos. Parece que +est siempre distrado y como si estuviese pensando en otra cosa--o en +otra persona, quin sabe!--o temiendo que alguien nos vaya a sorprender +de pronto. Y cuando le tiro algn avance y le hablo, as como quien no +quiere la cosa, del fin que deben tener nuestras relaciones, hace como +que no oye y como si estuviera atendiendo a otra... + +--Es porque le hablas como quien no quiere la cosa. Hblale como quien +la quiere. + +--Eso es, y que piense que tengo prisa por casarme! + +--Pues que lo piense! No es acaso as? + +--Pero crees t, Tula, que yo estoy rabiando por casarme? + +--Le quieres? + +--Eso nada tiene que ver... + +--Le quieres, di? + +--Pues mira... + +--Pues mira, no! le quieres? s o no! + +Rosa baj la frente con los ojos, arrebolse toda y llorndole la voz +tartamude: + +--Tienes unas cosas, Tula; pareces un confesor! + +Gertrudis tom la mano de su hermana, con otra le hizo levantar la +frente, le clav los ojos en los ojos y le dijo: + +--Vivimos solas, hermana... + +--Y el to? + +--Vivimos solas, te he dicho. Las mujeres vivimos siempre solas. El +pobre to es un santo, pero un santo de libro, y aunque cura, al fin y +al cabo hombre. + +--Pero confiesa... + +--Acaso por eso sabe menos. Adems, se le olvida. Y as debe ser. +Vivimos solas, te he dicho. Y ahora lo que debes hacer es confesarte +aqu, pero confesarte a ti misma. Le quieres? repito. + +La pobre Rosa se ech a llorar. + +--Le quieres?--son la voz implacable. + +Y Rosa lleg a fingirse que aquella pregunta, en una voz pastosa y +solemne y que pareca venir de las lontananzas de la vida comn de la +pureza, era su propia voz, era acaso la de su madre comn. + +--S, creo que le querr... mucho... mucho...--exclam en voz baja y +sollozando. + +--S, le querrs mucho y l te querr ms an! + +--Y cmo lo sabes? + +--Yo s que te querr. + +--Entonces, por qu est distrado? por qu rehuye el que abordemos lo +del casorio? + +--Yo le hablar de eso, Rosa, djalo de mi cuenta! + +--T? + +--Yo, s! Tiene algo de extrao? + +--Pero... + +--A m no puede cohibirme el temor que a ti te cohibe. + +--Pero dir que rabio por casarme. + +--No, no dir eso! Dir, si quiere, que es a m a quien me conviene que +t te cases para facilitar as el que se me pretenda o para quedarme a +mandar aqu sola; y las dos cosas son, como sabes, dos disparates. Dir +lo que quiera, pero yo me las arreglar. + +Rosa cay en brazos de su hermana, que le dijo al odo: + +--Y luego, tienes que quererle mucho, eh? + +--Y por qu me dices t eso, Tula? + +--Porque es tu deber. + +Y al otro da, al ir Ramiro a visitar a su novia, encontrse con la +otra, con la hermana. Demudsele el semblante y se le vi vacilar. La +seriedad de aquellos serenos ojazos de luto le concentr la sangre toda +en el corazn. + +--Y Rosa?--pregunt sin oirse. + +--Rosa ha salido y soy yo quien tengo ahora que hablarte. + +--T?--dijo con labios que le temblaban. + +-S, yo! + +--Grave te pones, chica!--y se esforz en reirse. + +--Nac con esa gravedad encima, dicen. El to asegura que la hered de +mi madre, su hermana, y de mi abuela, su madre. No lo s, ni me +importa. Lo que s s es que me gustan las cosas sencillas y derechas y +sin engao. + +--Por qu lo dices, Tula? + +--Y por qu rehuyes hablar de vuestro casamiento a mi hermana? Vamos, +dmelo, por qu? + +El pobre mozo inclin la frente arrebolada de vergenza. Sentase herido +por un golpe inesperado. + +--T le pediste relaciones con buen fin, como dicen los inocentes. + +--Tula! + +--Nada de Tula! T te pusiste con ella en relaciones para hacerla tu +mujer y madre de tus hijos... + +--Pero qu de prisa vas...!--y volvi a esforzarse a reirse. + +--Es que hay que ir de prisa, porque la vida es corta. + +--La vida es corta! y lo dice a los veintids aos! + +--Ms corta an. Pues bien, piensas casarte con Rosa, s o no? + +--Pues qu duda cabe!--y al decirlo le temblaba el cuerpo todo. + +--Pues si piensas casarte con ella, por qu diferirlo as? + +--Somos an jvenes... + +--Mejor! + +--Tenemos que probarnos... + +--Qu, qu es eso? qu es eso de probaros? Crees que la conocers +mejor dentro de un ao? Peor, mucho peor... + +--Y si luego... + +--No pensaste en eso al pedir la entrada aqu! + +--Pero, Tula... + +--Nada de Tula! La quieres, s o no? + +--Puedes dudarlo, Tula? + +--Te he dicho que nada de Tula! La quieres? + +--Claro que la quiero! + +--Pues la querrs ms todava. Ser una buena mujer para ti. Haris un +buen matrimonio. + +--Y con tu consejo... + +--Nada de consejo. Yo har una buena ta, y basta! + +Ramiro pareci luchar un breve rato consigo mismo y como si buscase +algo, y al cabo, con un gesto de desesperada resolucin, exclam: + +--Pues bien, Gertrudis, quiero decirte toda la verdad! + +--No tienes que decirme ms verdad--le ataj severamente--; me has dicho +que quieres a Rosa y que ests resuelto a casarte con ella; todo lo +dems de la verdad es a ella a quien se la tienes que decir luego que os +casis. + +--Pero hay cosas... + +--No, no hay cosas que no se deba decir a la mujer... + +--Pero, Tula! + +--Nada de Tula, te he dicho. Si la quieres, a casarte con ella, y si no +la quieres, ests de ms en esta casa. + +Estas palabras le brotaron de los labios fros y mientras se le paraba +el corazn. Sigui a ellas un silencio de hielo, y durante l la sangre, +antes represada y ahora suelta, le encendi la cara a la hermana. Y +entonces, en el silencio agorero, poda orsele el galope trepidante del +corazn. + +Al siguiente da se fijaba el de la boda. + + + + +III + + +DON Primitivo autoriz y bendijo la boda de Ramiro con Rosa. Y nadie +estuvo en ella ms alegre que lo estuvo Gertrudis. A tal punto, que su +alegra sorprendi a cuantos la conocan, sin que faltara quien creyese +que tena muy poco de natural. + +Furonse a su casa los recin casados, y Rosa reclamaba a ella de +continuo la presencia de su hermana. Gertrudis le replicaba que a los +novios les convena soledad. + +--Pero si es al contrario, hija, si nunca he sentido ms tu falta; ahora +es cuando comprendo lo que te quera. + +Y ponase a abrazarla y besuquearla. + +--S, s--le replicaba Gertrudis sonriendo gravemente--; vuestra +felicidad necesita de testigos; se os acrecienta la dicha sabiendo que +otros se dan cuenta de ella. + +Ibase, pues, de cuando en cuando a hacerles compaa; a comer con ellos +alguna vez. Su hermana le haca las ms ostentosas demostraciones de +cario, y luego a su marido, que, por su parte, apareca como +avergonzado ante su cuada. + +--Mira--lleg a decirle una vez Gertrudis a su hermana ante aquellas +seales--, no te pongas as, tan babosa. No parece sino que has +inventado lo del matrimonio. + +Un da vi un perrito en la casa. + +--Y esto qu es? + +--Un perro, chica, no lo ves? + +--Y cmo ha venido? + +--Lo encontr ah, en la calle, abandonado y medio muerto, me di +lstima, le traje, le di de comer, le cur y aqu le tengo--y lo +acariciaba en su regazo y le daba besos en el hocico. + +--Pues mira, Rosa, me parece que debes regalar el perrito, porque el que +le mates me parece una crueldad. + +--Regalarle? Y por qu? Mira, Tit--y al decirlo apechugaba contra su +seno al animalito--, me dicen que te eche. Adnde irs t, pobrecito? + +--Vamos, vamos, no seas chiquilla y no lo tomes as. A que tu marido es +de mi opinin? + +--Claro, en cuanto se lo digas! Como t eres la sabia... + +--Djate de esas cosas y deja al perro. + +--Pero qu? Crees que tendr Ramiro celos? + +--Nunca cre, Rosa, que el matrimonio pudiese entontecer as. + +Cuando lleg Ramiro y se enter de la pequea disputa por lo del perro, +no se atrevi a dar la razn ni a la una ni a la otra, declarando que la +cosa no tena importancia. + +--No, nada la tiene y lo tiene todo, segn--dijo Gertrudis--. Pero en +eso hay algo de chiquillada, y an ms. Sers capaz, Rosa, de haberte +trado aquella pepona que guardas desde que nos dieron dos, una a ti y a +m otra, siendo nias, y sers capaz de haberla puesto ocupando su +silla... + +--Exacto; all est, en la sala, con su mejor traje, ocupando toda una +silla de respeto. La quieres ver? + +--As es--asinti Ramiro. + +--Bueno, ya la quitars de all... + +--Quia, hija, la guardar... + +--S, para juguete de tus hijas... + +--Qu cosas se te ocurren, Tula...!--y se arrebol. + +--No, es a ti a quien se te ocurren cosas como la del perro. + +--Y t--exclam Rosa, tratando de desasirse de aquella inquisitoria que +le molestaba--no tienes tambin tu pepona? La has dado, o deshecho +acaso? + +--No--respondile resueltamente su hermana--, pero la tengo guardada. + +--Y tan guardada que no se la he podido descubrir nunca...! + +--Es que Gertrudis la guarda para s sola--dijo Ramiro sin saber lo que +deca. + +--Dios sabe para qu la guardo. Es un talismn de mi niez. + +El que iba poco, poqusimo, por casa del nuevo matrimonio era el bueno +de don Primitivo. El onceno no estorbar--deca. + +Corran los das, todos iguales, en una y otra casa. Gertrudis se haba +propuesto visitar lo menos posible a su hermana, pero sta vena a +buscarla en cuanto pasaba un par de das sin que se viesen. Pero qu, +ests mala, chica? O te sigue estorbando el perro? Porque si es as, +mira, le echar. Por qu me dejas as, sola? + +--Sola, Rosa? Sola? Y tu marido? + +--Pero l se tiene que ir a sus asuntos... + +--O los inventa... + +--Qu, es que crees que me deja aposta? Es que sabes algo? Dilo, +Tula, por lo que ms quieras, por nuestra madre dmelo! + +--No, es que os aburrs de vuestra felicidad y de vuestra soledad. Ya le +echars el perro o si no te darn antojos, y ser peor. + +--No digas esas cosas. + +--Te darn antojos--replic con ms firmeza. + +Y cuando al fin fu un da a decirle que haba regalado el perrito, +Gertrudis, sonriendo gravemente y acaricindola como a una nia, le +pregunt al odo: Por miedo a los antojos, eh? Y al oir en respuesta +un susurrado s! abraz a su hermana con una efusin de que sta no +la crea capaz. + +--Ahora va de veras, Rosa; ahora no os aburriris de la felicidad ni de +la soledad y tendr varios asuntos tu marido. Esto era lo que os +faltaba... + +--Y acaso lo que te faltaba... no es as, hermanita? + +--Y a ti quin te ha dicho eso? + +--Mira, aunque soy tan tonta, como he vivido siempre contigo... + +--Bueno, djate de bromas! + +Y desde entonces empez Gertrudis a frecuentar ms la casa de su +hermana. + + + + +IV + + +EN el parto de Rosa, que fu dursimo, nadie estuvo ms serena y +valerosa que Gertrudis. Creerase que era una veterana en asistir a +trances tales. Lleg a haber peligro de muerte para la madre o la cra +que hubiera de salir, y el mdico lleg a hablar de sacrsela viva o +muerta. + +--Muerta?--exclam Gertrudis--; eso s que no! + +--Pero no ve usted--exclam el mdico--que aunque se muera el cro +queda la madre para hacer otros, mientras que si se muere ella no es lo +mismo? + +Pas rpidamente por el magn de Gertrudis replicarle que quedaban otras +madres, pero se contuvo e insisti: + +--Muerta, no!, nunca! Y hay, adems, que salvar un alma. + +La pobre parturienta ni se enteraba de cosa alguna. Hasta que, rendida +al combate, di a luz un nio. + +Recojilo Gertrudis con avidez, y como si nunca hubiera hecho otra cosa +lo lav y envolvi en sus paales. + +--Es usted comadrona de nacimiento--le dijo el mdico. + +Tom la criaturita y se la llev a su padre, que en un rincn, aterrado +y como contrito de una falta, aguardaba la noticia de la muerte de su +mujer. + +--Aqu tienes tu primer hijo, Ramiro; mrale qu hermoso! + +Pero al levantar la vista el padre, libre del peso de su angustia, no +vi sino los ojazos de su cuada, que irradiaban una luz nueva, ms +negra pero ms brillante que la de antes. Y al ir a besar a aquel rollo +de carne que le presentaban como su hijo roz su mejilla, encendida, con +la de Gertrudis. + +--Ahora--le dijo tranquilamente sta--ve a dar las gracias a tu mujer, a +pedirle perdn y a animarla. + +--A pedirle perdn? + +--S, a pedirle perdn. + +--Y por qu? + +--Yo me entiendo y ella te entender. Y en cuanto a ste--y al decirlo +apretbalo contra su seno palpitante--corre ya de mi cuenta, y o poco he +de poder o har de l un hombre. + +La casa le daba vueltas en derredor a Ramiro. Y del fondo de su alma +salale una voz diciendo: Cul es la madre? + +Poco despus pona Gertrudis cuidadosamente el nio al lado de la madre, +que pareca dormir extenuada y con la cara blanca como la nieve. Pero +Rosa entreabri los ojos y se encontr con los de su hermana. Al ver a +sta una corriente de nimo recorri el cuerpo todo victorioso de la +nueva madre. + +--Tula!--gimi. + +--Aqu estoy, Rosa, aqu estar. Ahora descansa. Cuando sea le das de +mamar a este cro para que se calle. De todo lo dems no te preocupes. + +--Cre morirme, Tula. Aun ahora me parece que sueo muerta. Y me daba +tanta pena de Ramiro... + +--Cllate. El mdico ha dicho que no hables mucho. El pobre Ramiro +estaba ms muerto que t. Ahora, nimo, y a otra! + +La enferma sonri tristemente. + +--Este se llamar Ramiro, como su padre--decret luego Gertrudis en +pequeo consejo de familia--y la otra, porque la siguiente ser nia, +Gertrudis como yo. + +--Pero ya ests pensando en otra--exclam don Primitivo--y tu pobre +hermana de por poco se queda en el trance? + +--Y qu hacer?--replic ella--; para qu se han casado si no? No es +as, Ramiro?--y le clav los ojos. + +--Ahora lo que importa es que se reponga--dijo el marido sobrecojindose +bajo aquella mirada. + +--Bah!, de estas dolencias se repone una mujer pronto. + +--Bien dice el mdico, sobrina, que parece como si hubieras nacido +comadrona. + +--Toda mujer nace madre, to. + +Y lo dijo con tan ntima solemnidad casera, que Ramiro se sinti presa +de un indefinible desasosiego y de un extrao remordimiento. Querr yo +a mi mujer como se merece?--se deca. + +--Y ahora, Ramiro--le dijo su cuada--ya puedes decir que tienes mujer. + +Y a partir de entonces no falt Gertrudis un solo da de casa de su +hermana. Ella era quien desnudaba y vesta y cuidaba al nio hasta que +su madre pudiera hacerlo. + +La cual se repuso muy pronto y su hermosura se redonde ms. A la vez +extrem sus ternuras para con su marido y aun lleg a culparle de que se +le mostraba esquivo. + +--Tem por tu vida--le dijo su marido--y estaba aterrado. Aterrado y +desesperado y lleno de remordimiento. + +--Remordimiento, por qu? + +--Si llegas a morirte me pego un tiro! + +--Quia! a qu? Cosas de hombres, que dira Tula. Pero eso ya pas y +ya s lo que es. + +--Y no has quedado escarmentada, Rosa? + +--Escarmentada?--y cojiendo a su marido, echndole los brazos al +cuello, apechugndole fuertemente a s, le dijo al odo con un aliento +que se lo quemaba:--A otra, Ramiro, a otra! Ahora s que te quiero! Y +aunque me mates! + +Gertrudis en tanto arrollaba al nio, celosa de que no se +percatase--inocente!--de los ardores de sus padres. + +Era como una preocupacin en la ta la de ir sustrayendo al nio, ya +desde su ms tierna edad de inconciencia, de conocer, ni en las ms +leves y remotas seales, el amor de que haba brotado. Colgle al cuello +desde luego una medalla de la Santsima Virgen, de la Virgen Madre, con +su Nio en brazos. + +Con frecuencia, cuando vea que su hermana, la madre, se impacientaba en +acallar al nio o al envolverlo en sus paales, le deca: + +--Dmelo, Rosa, dmelo, y vete a entretener a tu marido... + +--Pero, Tula... + +--S, t tienes que atender a los dos y yo slo a ste. + +--Tienes, Tula, una manera de decir las cosas... + +--No seas nia, ea, que eres ya toda una seora mam. Y da gracias a +Dios que podamos as repartirnos el trabajo. + +--Tula... Tula... + +--Ramiro... Ramiro... Rosa. + +La madre se amoscaba, pero iba a su marido. + +Y as pasaba el tiempo y lleg otra cra, una nia. + + + + +V + + +A poco de nacer la nia encontraron un da muerto al bueno de don +Primitivo. Gertrudis le amortaj despus de haberle lavado--quera que +fuese limpio a la tumba--con el mismo esmero con que haba envuelto en +paales a sus sobrinos recin nacidos. Y a solas en el cuarto con el +cuerpo del buen anciano, le llor como no se creyera capaz de hacerlo. +Nunca habra credo que le quisiese tanto--se dijo--; era un bendito; +de poco llega a hacerme creer que soy un pozo de prudencia; era tan +sencillo! + +--Fu nuestro padre--le dijo a su hermana--y jams le omos una palabra +ms alta que otra. + +--Claro!--exclam Rosa--; como que siempre nos dej hacer nuestra +santsima voluntad. + +--Porque saba, Rosa, que su sola presencia santificaba nuestra +voluntad. Fu nuestro padre; l nos educ. Y para educarnos le bast la +trasparencia de su vida, tan sencilla, tan clara... + +--Es verdad, s--dijo Rosa con los ojos henchidos de lgrimas--, como +sencillo no he conocido otro. + +--Nos habra sido imposible, hermana, habernos criado en un hogar ms +limpio que ste. + +--Qu quieres decir con eso, Tula? + +--El nos llen la vida casi silenciosamente casi sin decirnos palabra, +con el culto de la Santsima Virgen Madre y con el culto tambin de +nuestra madre, su hermana, y de nuestra abuela, su madre. Te acuerdas +cuando por las noches nos haca rezar el rosario, cmo le cambiaba la +voz al llegar a aquel padrenuestro y avemara por el eterno descanso del +alma de nuestra madre, y luego aquellos otros por el de su madre, +nuestra abuela, a las que no conocimos? En aquel rosario nos daba madre +y en aquel rosario te ense a serlo. + +--Y a ti, Tula, a ti!--exclam entre sollozos Rosa. + +--A m? + +--A ti, s, a ti! Quin, si no, es la verdadera madre de mis hijos? + +--Deja ahora eso. Y ah le tienes, un santo silencioso. Me han dicho que +las pobres beatas lloraban algunas veces al oirle predicar sin percibir +ni una sola de sus palabras. Y lo comprendo. Su voz sola era un consejo +de serenidad amorosa. Y ahora, Rosa, el rosario! + +Arrodillronse las dos hermanas al pie del lecho mortuorio de su to y +rezaron el mismo rosario que con l haban rezado durante tantos aos, +con dos padrenuestros y avemaras por el eterno descanso de las almas de +su madre y de la del que yaca all muerto, a que aadieron otro +padrenuestro y otra avemara por el alma del recin bienaventurado. Y +las lenguas de manso y dulce fuego de los dos cirios que ardan a un +lado y otro del cadver, haciendo brillar su frente, tan blanca como la +cera de ellos, parecan, vibrando al comps del rezo, acompaar en sus +oraciones a las dos hermanas. Una paz entraable irradiaba de aquella +muerte. Levantronse del suelo las dos hermanas, la pareja; besaron, +primero Gertrudis y Rosa despus, la frente crea del anciano y +abrazronse luego con los ojos ya enjutos. + +--Y ahora--le dijo Gertrudis a su hermana al odo--a querer mucho a tu +marido, a hacerle dichoso y... a darnos muchos hijos! + +--Y ahora--le respondi Rosa--te vendrs a vivir con nosotros, por +supuesto. + +--No, eso no!--exclam sbitamente la otra. + +--Cmo que no? Y lo dices de un modo... + +--S, s, hermana; perdname la viveza, perdnamela, me la perdonas?--e +hizo mencin, ante el cadver, de volver a arrodillarse. + +--Vaya, no te pongas as, Tula, que no es para tanto. Tienes unos +prontos... + +--Es verdad, pero me los perdonas, no es verdad, Rosa?, me los +perdonas. + +--Eso ni se pregunta. Pero te vendrs con nosotros... + +--No insistas, Rosa, no insistas... + +--Qu? No te vendrs? Dejars a tus sobrinos, ms bien tus hijos +casi... + +--Pero si no los he dejado un da... + +--Te vendrs? + +--Lo pensar, Rosa, lo pensar... + +--Bueno, pues no insisto. + +Pero a los pocos das insisti, y Gertrudis se defenda. + +--No, no; no quiero estorbaros... + +--Estorbarnos? qu dices, Tula? + +--Los casados casa quieren. + +--Y no puede ser la tuya tambin? + +--No, no; aunque t no lo creas, yo os quitara libertad. No es as, +Ramiro? + +--No... no veo...--balbuce el marido confuso, como casi siempre le +ocurra, ante la inesperada interpelacin de su cuada. + +--S, Rosa; tu marido, aunque no lo dice, comprende que un matrimonio, y +ms un matrimonio joven como vosotros y en plena produccin, necesita +estar solo. Yo, la ta, vendr a mis horas a ir enseando a vuestros +hijos todo aquello en que no podis ocuparos. + +Y all segua yendo, a las veces desde muy temprano, encontrndose con +el nio ya levantado, pero no as sus padres. Cuando digo que hago yo +aqu falta--se deca. + + + + +VI + + +VENA ya el tercer hijo al matrimonio. Rosa empezaba a quejarse de su +fecundidad. Vamos a cargarnos de hijos--deca. A lo que su hermana: +Pues para qu os habis casado? + +El embarazo fu molestsimo para la madre y tena que descuidar ms que +antes a sus otros hijos, que as quedaban al cuidado de su ta, +encantada de que se los dejasen. Y hasta consigui llevrselos ms de un +da a su casa, a su solitario hogar de soltera, donde viva con la vieja +criada que fu de don Primitivo, y donde los retena. Y los pequeuelos +se apegaban con ciego cario a aquella mujer severa y grave. + +Ramiro, malhumorado antes en los ltimos meses de los embarazos de su +mujer, malhumor que desasosegaba a Gertrudis, ahora lo estaba ms. + +--Qu pesado y molesto es esto!--deca. + +--Para ti?--le preguntaba su cuada sin levantar los ojos del sobrino o +sobrina que de seguro tena en el regazo. + +--Para m, s. Vivo en perpetuo sobresalto, temindolo todo. + +--Bah! no ser al fin nada. La Naturaleza es sabia. + +--Pero tantas veces va el cntaro a la fuente... + +--Ay, hijo, todo tiene sus riesgos y todo estado sus contrariedades! + +Ramiro se sobrecoja al oirse llamar hijo por su cuada, que rehua +darle su nombre, mientras l en cambio se complaca en llamarla por el +familiar Tula. + +--Qu bien has hecho en no casarte, Tula! + +--De veras?--y levantando los ojos se los clav en los suyos. + +--De veras, s. Todo son trabajos y aun peligros... + +--Y sabes t acaso si no me he de casar todava? + +--Claro. Lo que es por la edad! + +--Pues por qu ha de quedar? + +--Como no te veo con aficin a ello... + +--Aficin a casarse? Qu es eso? + +--Bueno; es que... + +--Es que no me ves buscar novio, no es eso? + +--No, no es eso. + +--S, eso es. + +--Si t los aceptaras, de seguro que no te habrn faltado... + +--Pero yo no puedo buscarlos. No soy hombre, y la mujer tiene que +esperar y ser elegida. Y yo, la verdad, me gusta elegir, pero no ser +elegida. + +--Qu es eso de que estis hablando?--dijo Rosa acercndose y dejndose +caer abatida en un silln. + +--Nada, discreteos de tu marido sobre las ventajas e inconvenientes del +matrimonio. + +--No hables de eso, Ramiro! Vosotros los hombres apenas sabis de eso. +Somos nosotras las que nos casamos, no vosotros. + +--Pero, mujer! + +--Anda, ven, sostnme, que apenas puedo tenerme en pie. Voy a echarme. +Adis, Tula. Ah te los dejo. + +Acercse a ella su marido; le tom del brazo con sus dos manos y se +incorpor y levant trabajosamente; luego, tendindole un brazo por el +hombro, doblando su cabeza hasta casi darle en ste con ella y +cojindole con la otra mano, con la diestra, de su diestra, se fu +lentamente, as apoyada en l y gimoteando. Gertrudis, teniendo a cada +uno de sus sobrinos en sus rodillas, se qued mirando la marcha +trabajosa de su hermana, colgada de su marido como una enredadera de su +rodrign. Llenronsele los grandes ojazos, aquellos ojos de luto, +serenamente graves, gravemente serenos, de lgrimas, y apretando a su +seno a los dos pequeos, apret sus mejillas a cada una de las de ellos. +Y el pequeito, Ramirn, al ver llorar a su ta, a tita Tula, se ech a +llorar tambin. + +--Vamos, no llores; vamos a jugar. + +De este tercer parto qued quebrantadsima Rosa. + +--Tengo malos presentimientos, Tula. + +--No hagas caso de ageros. + +--No es agero; es que siento que se me va la vida; he quedado sin +sangre. + +--Ella volver. + +--Por de pronto ya no puedo criar este nio. Y eso de las amas, Tula, +eso me aterra! + +Y as era, en verdad. En pocos das cambiaron tres. El padre estaba +furioso y hablaba de tratarlas a latigazos. Y la madre decaa. + +--Esto se va!--pronunci un da el mdico. + +Ramiro vagaba por la casa como atontado, presa de extraos +remordimientos y de furias sbitas. Una tarde lleg a decir a su cuada: + +--Pero es que esta Rosa no hace nada por vivir; se le ha metido en la +cabeza que tiene que morirse y es claro! as se morir. Por qu no le +animas y le convences a que viva? + +--Eso t, hijo, t, su marido. Si t no le infundes apetito de vivir, +quin va a infundrselo? Porque s, no es lo peor lo dbil y exange +que est; lo peor es que no piensa sino en morirse. Ya ves, hasta los +chicos la cansan pronto. Y apenas si pregunta por las cosas del ama. + +Y era que la pobre Rosa viva como en sueos, en un constante mareo, +vindolo todo como a travs de una niebla. + +Una tarde llam a solas a su hermana y en frases entrecortadas, con un +hilito de voz febril, le dijo cojindole la mano: + +--Mira, Tula, yo me muero y me muero sin remedio. Ah te dejo mis hijos, +los pedazos de mi corazn, y ah te dejo a Ramiro, que es como otro +hijo. Creme que es otro nio, un nio grande y antojadizo, pero bueno, +ms bueno que el pan. No me ha dado ni un solo disgusto. Ah te los +dejo, Tula. + +--Descuida, Rosa; conozco mis deberes. + +--Deberes... deberes... + +--S, s mis amores. A tus hijos no les faltar madre mientras yo viva. + +--Gracias, Tula, gracias. Eso quera de ti. + +--Pues no lo dudes. + +--Es decir que mis hijos, los mos, los pedazos de mi corazn no +tendrn madrastra! + +--Qu quieres decir con eso, Rosa? + +--Que como Ramiro volver a pensar en casarse... es lo natural... tan +joven... y yo s que no podr vivir sin mujer, lo s... pues que... + +--Qu quieres decir? + +--Que sers t su mujer, Tula. + +--Yo no te he dicho eso, Rosa, y ahora, en este momento, no puedo, ni +por piedad, mentir. Yo no te he dicho que me casar con tu marido si t +le faltas; yo te he dicho que a tus hijos no les faltar madre... + +--No, t me has dicho que no tendrn madrastra. + +--Pues bien, s, no tendrn madrastra! + +--Y eso no puede ser sino casndote t con mi Ramiro, y mira, no tengo +celos, no. Si ha de ser de otra, que sea tuyo! Que sea tuyo. Acaso... + +--Y por qu ha de volver a casarse? + +--Ay, Tula, t no conoces a los hombres! T no conoces a mi marido... + +--No, no le conozco. + +--Pues yo s! + +--Quin sabe... + +La pobre enferma se desvaneci. + +Poco despus llamaba a su marido. Y al salir ste del cuarto iba +desencajado y plido como un cadver. + +La Muerte afilaba su guadaa en la piedra angular del hogar de Rosa y +Ramiro, y mientras la vida de la joven madre se iba en rosario de gotas, +destilando, haba que andar a la busca de una nueva ama de cra para el +pequeito, que iba rindindose tambin de hambre. Y Gertrudis, dejando +que su hermana se adormeciese en la cuna de una agona lenta, no haca +sino agitarse en busca de un seno prvido para su sobrinito. Procuraba +irle engaando el hambre, sostenindole a bibern. + +--Y esa ama? + +--Hasta maana no podr venir, seorita! + +--Mira, Tula--empez Ramiro. + +--Djame! Djame! Vete al lado de tu mujer, que se muere de un +momento a otro; vete, que all es tu puesto, y djame con el nio! + +--Pero, Tula... + +--Djame, te he dicho. Vete a verla morir; a que entre en la otra vida +en tus brazos; vete! Djame! + +Ramiro se fu. Gertrudis tom a su sobrinito, que no haca sino gemir; +encerrse con l en un cuarto y sacando uno de sus pechos secos, uno de +sus pechos de doncella que arrebolado todo l le retemblaba como con +fiebre, le retemblaba por los latidos del corazn--era el derecho--, +puso el botn de ese pecho en la flor sonrosada plida de la boca del +pequeuelo. Y ste gema ms estrujando entre sus plidos labios el +conmovido pezn seco. + +--Un milagro, Virgen Santsima--gema Gertrudis con los ojos velados por +las lgrimas--; un milagro, y nadie lo sabr, nadie. + +Y apretaba como una loca al nio a su seno. + +Oy pasos y luego que intentaban abrir la puerta. Metise el pecho, lo +cubri, se enjug los ojos y sali a abrir. Era Ramiro, que le dijo: + +--Ya acab! + +--Dios la tenga en su gloria. Y ahora, Ramiro, a cuidar de stos. + +--A cuidar? T... t... porque sin ti... + +--Bueno, ahora a criarlos te digo. + + + + +VII + + +AHORA, ahora que se haba quedado viudo era cuando Ramiro senta todo lo +que sin l siquiera sospecharlo haba querido a Rosa, su mujer. Uno de +sus consuelos, el mayor, era recojerse en aquella alcoba en que tanto +haban vivido amndose y repasar su vida de matrimonio. + +Primero el noviazgo, aquel noviazgo, aunque no muy prolongado, de lento +reposo, en que Rosa pareca como que le hurtaba el fondo del alma +siempre, y como si por acaso no la tuviese o hacindole pensar que no la +conocera hasta que fuese suya del todo y por entero; aquel noviazgo de +recato y de reserva, bajo la mirada de Gertrudis, que era todo alma. +Repasaba en su mente Ramiro, lo recordaba bien, cmo la presencia de +Gertrudis, la ta Tula de sus hijos, le contena y desasosegaba, cmo +ante ella no se atreva a soltar ninguna de esas obligadas bromas entre +novios, sino a medir sus palabras. + +Vino luego la boda y la embriaguez de los primeros meses, de las lunas +de miel; Rosa iba abrindole el espritu, pero era ste tan sencillo, +tan trasparente, que cay en la cuenta Ramiro de que no le haba velado +ni recatado nada. Porque su mujer viva con el corazn en la mano y +extendida sta en gesto de oferta y con las entraas espirituales al +aire del mundo, entregada por entero al cuidado del momento, como viven +las rosas del campo y las alondras del cielo. Y era a la vez el espritu +de Rosa como un reflejo del de su hermana, como el agua corriente al sol +de que aqul era el manantial cerrado. + +Lleg, por fin, una maana en que se le desprendieron a Ramiro las +escamas de la vista, y purificada sta vi claro con el corazn. Rosa no +era una hermosura cual l se la haba credo y antojado, sino una figura +vulgar, pero con todo el ms dulce encanto de la vulgaridad recojida y +mansa; era como el pan de cada da, como el pan casero y cotidiano y no +un raro manjar de turbadores jugos. Su mirada que sembraba paz, su +sonrisa, su aire de vida, eran encarnacin de un nimo sedante, +sosegado y domstico. Tena su pobre mujer algo de planta en la +silenciosa mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar luz con +los ojos y derramarla luego convertida en paz; tena algo de planta en +aquella fuerza velada y a la vez poderosa con que de continuo, momento +tras momento, chupaba jugos de las entraas de la vida comn ordinaria y +en la dulce naturalidad con que abra sus perfumadas corolas. + +Qu de recuerdos! Aquellos juegos cuando la pobre se le escapaba y la +persegua l por la casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como +botn besos largos y apretados, boca a boca; aquel cojerle la cara con +ambas manos y estarse en silencio mirndole al alma por los ojos y, +sobre todo, cuando apoyaba el odo sobre el pecho de ella cindole con +los brazos el talle, y escuchndole la marcha tranquila del corazn le +deca: Calla, djale que hable! + +Y las visitas de Gertrudis, que con su cara grave y sus grandes ojazos +de luto a que se asomaba un espritu embozado, pareca decirles: Sois +unos chiquillos que cuando no os veo estis jugando a marido y mujer; no +es esa la manera de prepararse a criar hijos, pues el matrimonio se +instituy para casar, dar gracia a los casados y que cren hijos para el +cielo. + +Los hijos! Ellos fueron sus primeras grandes meditaciones. Porque pas +un mes y otro y algunos ms, y al no notar seal ni indicio de que +hubiese fructificado aquel amor, tendra razn--decase +entonces--Gertrudis? Sera verdad que no estaban sino jugando a marido +y mujer y sin querer, con la fuerza toda de la fe en el deber, el fruto +de la bendicin del amor justo? Pero lo que ms le molestaba entonces, +recordbalo bien ahora, era lo que pensaran los dems, pues acaso +hubiese quien le creyera a l, por eso de no haber podido hacer hijos, +menos hombre que otros. Por qu no haba de hacer l, y mejor, lo que +cualquier mentecato, enclenque y apocado hace? Herale en su amor +propio; habra querido que su mujer hubiese dado a luz a los nueve meses +justos y cabales de haberse ellos casado. Adems, eso de tener hijos o +no tenerlos deba de depender--decase entonces--de la mayor o menor +fuerza de cario que los casados se tengan, aunque los hay +enamoradsimos uno de otro y que no dan fruto, y otros, ayuntados por +conveniencias de fortuna y ventura, que se carguen de cros. Pero--y +esto s que lo recordaba bien ahora--pero para explicrselo haba +fraguado su teora, y era que hay un amor aparente y conciente, de +cabeza, que puede mostrarse muy grande y ser, sin embargo, infecundo, y +otro sustancial y oculto, recatado aun al propio conocimiento de los +mismos que lo alimentan, un amor del alma y el cuerpo enteros y justos, +amor fecundo siempre. No querra l lo bastante a Rosa o no le querra +lo bastante Rosa a l? Y recordaba ahora cmo haba tratado de descifrar +el misterio mientras la envolva en besos, a solas, en el silencio y +oscuro de la noche y susurrndola una y otra vez al odo en letana un +rosario de: me quieres, me quieres, Rosa?, mientras a ella se la +escapaban ses desfallecidos. Aquello fu una locura, una necia locura, +de la que se avergonzaba apenas vea entrar a Gertrudis derramando +serena seriedad en torno, y de aquello le cur la sazn del amor cuando +le fu anunciado el hijo. Fu un trasporte loco... haba vencido! Y +entonces fu cuando vino, con su primer fruto, el verdadero amor. + +El amor, s. Amor? Amor dicen? Qu saben de l todos esos escritores +amatorios, que no amorosos, que de l hablan y quieren excitarlo en +quien los lee? Qu saben de l los galeotos de las letras? Amor? No +amor, sino mejor cario. Eso de amor--decase Ramiro ahora--sabe a +libro; slo en el teatro y en las novelas se oye el _yo te amo_; en la +vida de carne y sangre y hueso el entraable _te quiero!_ y el ms +entraable an callrselo. Amor? No, ni cario siquiera, sino algo sin +nombre y que no se dice por confundirse ello con la vida misma. Los ms +de los cantores amatorios saben de amor lo que de oracin los +masculla-jaculatorias, traga-novenas y engulle-rosarios. No, la oracin +no es tanto algo que haya de cumplirse a tales o cuales horas, en sitio +apartado y recojido y en postura compuesta, cuanto es un modo de hacerlo +todo votivamente con toda el alma y viviendo en Dios. Oracin ha de ser +el comer y el beber y el pasearse y el jugar y el leer y el escribir y +el conversar y hasta el dormir, y rezo todo, y nuestra vida un continuo +y mudo hgase tu voluntad! y un incesante venga a nos el tu reino! +no ya pronunciados, mas ni aun pensados siquiera, sino vividos. As oy +de la oracin una vez Ramiro a un santo varn religioso que pasaba por +maestro de ella, y as lo aplic l al amor luego. Pues el que profesara +a su mujer y a ella le apegaba vea bien ahora en que ella se le fu, +que se le lleg a fundir con el rutinero andar de la vida diaria, que lo +haba respirado en las mil naderas y frioleras del vivir domstico, que +le fu como el aire que se respira y al que no se le siente sino en +momentos de angustioso ahogo, cuando nos falta. Y ahora ahogbase +Ramiro, y la congoja de su viudez reciente le revelaba todo el podero +del amor pasado y vivido. + +Al principio de su matrimonio fu, s, el imperio del deseo; no poda +juntar carne con carne sin que la suya se le encendiese y alborotase y +empezara a martillarle el corazn, pero era porque la otra no era an de +veras y por entero suya tambin; pero luego, cuando pona su mano sobre +la carne desnuda de ella, era como si en la propia la hubiese puesto, +tan tranquilo se quedaba; mas tambin si se la hubiesen cortado habrale +dolido como si se la cortaran a l. No sinti acaso en sus entraas los +dolores de los partos de su Rosa? + +Cuando la vi gozar, sufriendo al darle su primer hijo, es cuando +comprendi cmo es el amor ms fuerte que la vida y que la muerte, y +domina la discordia de stas; cmo el amor hace morirse a la vida y +vivir la muerte; cmo l viva ahora la muerte de su Rosa y se mora en +su propia vida. Luego, al ver al nio dormido y sereno, con los labios +en flor entreabiertos vi al amor hecho carne que vive. Y all, sobre la +cuna, contemplando a su fruto, traa a s a la madre, y mientras el nio +sonrea en sueos palpitando sus labios, besaba l a Rosa en la corola +de sus labios frescos y en la fuente de paz de sus ojos. Y le deca +mostrndole dos dedos de la mano: Otra vez, dos, dos...! Y ella: +No, no, ya no ms, uno y no ms! Y se rea. Y l: Dos, dos, me ha +entrado el capricho de que tengamos dos melguizos, una parejita, nio y +nia! Y cuando ella volvi a quedarse encinta, a cada paso y tropezn, +l: Qu cargado viene eso! Qu granazn! Me voy a salir con la ma; +por lo menos, dos! Uno, el ltimo, y basta!, replicaba ella riendo. +Y vino el segundo, la nia, Tulita, y luego que sali con vida, cuando +descansaba la madre, la bes larga y apretadamente en la boca, como en +premio, dicindose: bien has trabajado, pobrecilla!; mientras Rosa, +vencedora de la muerte y de la vida, sonrea con los domsticos ojos +apacibles. + +Y muri!; aunque pareciese mentira, se muri. Vino la tarde terrible +del combate ltimo. All estuvo Gertrudis, mientras el cuidado de la +pobrecita nia que desfalleca de hambre se lo permiti, sirviendo +medicinas intiles, componiendo la cama, animando a la enferma, +encorazonando a todos. Tendida en el lecho que haba sido campo de donde +brotaron tres vidas, lleg a faltarle el habla y las fuerzas, y cojida +de la mano a la mano de su hombre, del padre de sus hijos, mirbale como +el navegante, al ir a perderse en el mar sin orillas, mira al lejano +promontorio, lengua de la tierra nativa, que se va desvaneciendo en la +lontananza y junto al cielo; en los trances del ahogo miraban sus ojos, +desde el borde la eternidad, a los ojos de su Ramiro. Y pareca aquella +mirada una pregunta desesperada y suprema, como si a punto de partirse +para nunca ms volver a tierra, preguntase por el oculto sentido de la +vida. Aquellas miradas de congoja reposada, de acongojado reposo, +decan: T, t que eres mi vida, t que conmigo has trado al mundo +nuevos mortales, t que me has sacado tres vidas, t, mi hombre, dime, +esto qu es? Fu una tarde abismtica. En momentos de tregua, teniendo +Rosa entre sus manos, hmedas y febriles, las manos temblorosas de +Ramiro, clavados en los ojos de ste sus ojos henchidos de cansancio de +vida, sonrea tristemente, volvindolos luego al nio, que dorma all +cerca, en su cunita, y deca con los ojos, y alguna vez con un hilito de +voz: No despertarle, no!, que duerma, pobrecillo!, que duerma... que +duerma hasta hartarse, que duerma! Llegle por ltimo el supremo +trance, el del trnsito, y fu como si en el brocal de las eternas +tinieblas, suspendida sobre el abismo, se aferrara a l, a su hombre, +que vacilaba sintindose arrastrado. Quera abrirse con las uas la +garganta la pobre, mirbale despavorida, pidindole con los ojos aire; +luego, con ellos le sond el fondo del alma, y soltando su mano cay en +la cama donde haba concebido y parido sus tres hijos. Descansaron los +dos; Ramiro, aturdido, con el corazn acorchado, sumergido como en un +sueo sin fondo y sin despertar, muerta el alma, mientras dorma el +nio. Gertrudis fu quien, viniendo con la pequeita al pecho, cerr +luego los ojos a su hermana, la compuso un poco y fuese despus a cubrir +y arropar mejor al nio dormido y a trasladarle en un beso la tibieza +que con otro recoji de la vida que an tenda sus ltimos jirones sobre +la frente de la rendida madre. + +Pero, muri acaso Rosa? Se muri de veras? Poda haberse muerto +viviendo l, Ramiro? No; en sus noches, ahora solitarias, mientras se +dorma solo en aquella cama de la muerte y de la vida y del amor, senta +a su lado el ritmo de su respiracin, su calor tibio, aunque con una +congojosa sensacin de vaco. Y tenda la mano, recorriendo con ella la +otra mitad de la cama, apretndola algunas veces. Y era lo peor que, +cuando recojindose se pona a meditar en ella, no se le ocurrieran sino +cosas de libro, cosas de amor de libro y no de cario de vida, y le +escoca que aquel robusto sentimiento, vida de su vida y aire de su +espritu, no se le cuajara ms que en abstractas lucubraciones. El dolor +se le espiritualizaba, vale decir que se le intelectualizaba, y slo +cobraba carne, aunque fuera vaporosa, cuando entraba Gertrudis. Y de +todo esto sacbale una de aquellas vocecitas frescas que piaba: Pap! +Ya estaba, pues, all, ella, la muerta inmortal. Y luego, la misma +vocecita: Mam! Y la de Gertrudis, gravemente dulce, responda: +Hijo! + +No, Rosa, su Rosa, no se haba muerto, no era posible que se le hubiese +muerto; la mujer estaba all, tan viva como antes, y derramando vida en +torno; la mujer no poda morir. + + + + +VIII + + +GERTRUDIS, que se haba instalado en casa de su hermana desde que sta +di por ltima vez a luz y durante su enfermedad ltima, le dijo un da +a su cuado: + +--Mira, voy a levantar mi casa. + +El corazn de Ramiro se puso al galope. + +--S--aadi ella--, tengo que venir a vivir con vosotros y a cuidar de +los chicos. No se le puede, adems, dejar aqu sola a esa buena pcora +del ama. + +--Dios te lo pague, Tula. + +--Nada de Tula, ya te lo tengo dicho; para ti soy Gertrudis. + +--Y qu ms da? + +--Yo lo s. + +--Mira, Gertrudis... + +--Bueno, voy a ver qu hace el ama. + +A la cual vigilaba sin descanso. No le dejaba dar el pecho al pequeito +delante del padre de ste, y le regaaba por el poco recato y mucha +desenvoltura con que se desabrochaba el seno. + +--Si no hace falta que ensees eso as; en el nio es en quien hay que +ver si tienes o no leche abundante. + +Ramiro sufra y Gertrudis le senta sufrir. + +--Pobre Rosa!--deca de continuo. + +--Ahora los pobres son los nios y es en ellos en quienes hay que +pensar... + +--No basta, no. Apenas descanso. Sobre todo por las noches la soledad me +pesa; las hay que las paso en vela. + +--Sal despus de cenar, como salas de casado ltimamente, y no vuelvas +a casa hasta que sientas sueo. Hay que acostarse con sueo. + +--Pero es que siento un vaco... + +--Vaco teniendo hijos? + +--Pero ella es insustituble... + +--As lo creo... Aunque vosotros los hombres... + +--No cre que la quera tanto... + +--As nos pasa de continuo. As me pas con mi to y as me ha pasado +con mi hermana, con tu Rosa. Hasta que ha muerto tampoco yo he sabido lo +que la quera. Lo s ahora en que cuido a sus hijos, a vuestros hijos. Y +es que queremos a los muertos en los vivos... + +--Y no acaso a los vivos en los muertos...? + +--No sutilicemos. + +Y por las maanas, luego de haberse levantado Ramiro, iba su cuada a la +alcoba y abra de par en par las hojas del balcn dicindose: para que +se vaya el olor a hombre. Y evitaba luego encontrarse a solas con su +cuado, para lo cual llevaba siempre algn nio delante. + +Sentada en la butaca en que sola sentarse la difunta, contemplaba los +juegos de los pequeuelos. + +--Es que yo soy chico y t no eres ms que chica--oy que le deca un +da, con su voz de trapo, Ramirn a su hermanita. + +--Ramirn, Ramirn--le dijo la ta--, qu es eso? Ya empiezas a ser +bruto, a ser hombre? + +Un da lleg Ramiro, llam a su cuada y le dijo: + +--He sorprendido tu secreto, Gertrudis. + +--Qu secreto? + +--Las relaciones que llevabas con Ricardo, mi primo. + +--Pues bien, s, es cierto; se empe, me hostig, no me dejaba en paz y +acab por darme lstima. + +--Y tan oculto que lo tenais... + +--Para qu declararlo? + +--Y s ms. + +--Qu es lo que sabes? + +--Que le has despedido. + +--Tambin es cierto. + +--Me ha enseado l mismo tu carta. + +--Cmo? No le crea capaz de eso. Bien he hecho en dejarle: hombre al +fin! + +Ramiro, en efecto, haba visto una carta de su cuada a Ricardo, que +deca as: + +Mi querido Ricardo: No sabes bien qu das tan malos estoy pasando +desde que muri la pobre Rosa. Estos ltimos han sido terribles y no he +cesado de pedir a la Virgen Santsima y a su Hijo que me diesen fuerzas +para ver claro en mi porvenir. No sabes bien con cunta pena te lo digo, +pero no pueden continuar nuestras relaciones; no puedo casarme. Mi +hermana me sigue rogando desde el otro mundo que no abandone a sus +hijos y que les haga de madre. Y puesto que tengo estos hijos a que +cuidar, no debo ya casarme. Perdname, Ricardo, perdnamelo, por Dios, y +mira bien por qu lo hago. Me cuesta mucha pena porque s que habra +llegado a quererte y, sobre todo, porque s lo que me quieres y lo que +sufrirs con esto. Siento en el alma causarte esta pena, pero t que +eres bueno, comprenders mis deberes y los motivos de mi resolucin y +encontrars otra mujer que no tenga mis obligaciones sagradas y que te +pueda hacer ms feliz que yo habra podido hacerte. Adis, Ricardo, que +seas feliz y hagas felices a otros, y ten por seguro que nunca, nunca te +olvidar + + GERTRUDIS. + + * * * * * + +--Y ahora--aadi Ramiro--, a pesar de esto Ricardo quiere verte. + +--Es que yo me oculto acaso? + +--No, pero... + +--Dile que venga cuando quiera a verme a esta nuestra casa. + +--Nuestra casa, Gertrudis, nuestra... + +--Nuestra, s, y de nuestros hijos... + +--Si t quisieras... + +--No hablemos de eso!--y se levant. + +Al siguiente da se le present Ricardo. + +--Pero, por Dios, Tula. + +--No hablemos ms de eso, Ricardo, que es cosa hecha. + +--Pero, por Dios--y se le quebr la voz. + +--S hombre, Ricardo, s fuerte! + +--Pero es que ya tienen padre... + +--No basta; no tienen madre... es decir, s la tienen. + +--Puede l volver a casarse. + +--Volverse a casar l? En ese caso los nios se irn conmigo. Le +promet a su madre, en su lecho de muerte, que no tendran madrastra. + +--Y si llegases a serlo t, Tula? + +--Cmo yo? + +--S, t; casndote con l, con Ramiro. + +--Eso nunca! + +--Pues yo slo as me lo explico. + +--Eso nunca, te he dicho; no me expondra a que unos mos, es decir, de +mi vientre, pudiesen mermarme el cario que a sos tengo. Y ms hijos, +ms? Eso nunca. Bastan stos para bien criarlos. + +--Pues a nadie le convencers, Tula, de que no te has venido a vivir +aqu por eso. + +--Yo no trato de convencer a nadie de nada. Y en cuanto a ti, basta que +yo te lo diga. + +Se separaron para siempre. + +--Y qu?--le pregunt luego Ramiro. + +--Que hemos acabado; no poda ser de otro modo. + +--Y que has quedado libre... + +--Libre estaba, libre estoy, libre pienso morirme. + +--Gertrudis... Gertrudis--y su voz temblaba a splica. + +--Le he despedido porque me debo, ya te lo dije, a tus hijos, a los +hijos de Rosa... + +--Y tuyos... no dices as? + +--Y mos, s! + +--Pero si t quisieras... + +--No insistas; ya te tengo dicho que no debo casarme ni contigo ni con +otro menos. + +--Menos?--y se le abri el pecho. + +--S, menos. + +--Y cmo no fuiste monja? + +--No me gusta que me manden. + +--Es que en el convento en que entrases seras t la abadesa, la +superiora. + +--Menos me gusta mandar. Ramirn? + +El nio acudi al reclamo. Y cojindole su ta le dijo: vamos a jugar +al escondite, rico! + +--Pero Tula... + +--Te he dicho--y para decirle esto se le acerc, teniendo cojido de la +mano al nio, y se lo dijo al odo--que no me llames Tula, y menos +delante de los nios. Ellos s, pero t no. Y ten respeto a los +pequeos. + +--En qu les falto al respeto? + +--En dejar as al descubierto delante de ellos tus instintos... + +--Pero si no comprenden... + +--Los nios lo comprenden todo; ms que nosotros. Y no olvidan nada. Y +si ahora no lo comprende, lo comprender maana. Cada cosa de estas que +ve u oye un nio es una semilla en su alma, que luego echa tallo y da +fruto. Y basta! + + + + +IX + + +Y empez una vida de triste desasosiego, de interna lucha en aquel +hogar. Ella defendase con los nios, a los que siempre procuraba tener +presentes, y le excitaba a l a que saliese a distraerse. El, por su +parte, extremaba sus caricias a los hijos y no haca sino hablarles de +su madre, de su pobre madre. Coja a la nia y all, delante de la ta, +se la devoraba a besos. + +--No tanto, hombre, no tanto, que as no haces sino molestar a la pobre +criatura. Y eso, permteme que te lo diga, no es natural. Bien est que +hagas que me llamen ta y no mam, pero no tanto; reprtate. + +--Es que yo no he de tener el consuelo de mis hijos? + +--S, hijo, s; pero lo primero es educarlos bien. + +--Y as? + +--Hartndoles de besos y de golosinas se les hace dbiles. Y mira que +los nios adivinan... + +--Y qu culpa tengo yo... + +--Pero es que puede haber para unos nios, hombre de Dios, un hogar +mejor que ste? Tienen hogar, verdadero hogar, con padre y madre, y es +un hogar limpio, castsimo, por todos cuyos rincones pueden andar a +todas horas, un hogar donde nunca hay que cerrarles puerta alguna, un +hogar sin misterios. Quieres ms? + +Pero l buscaba acercarse a ella, hasta rozarla. Y alguna vez le tuvo +que decir en la mesa: + +--No me mires as, que los nios ven. + +Por las noches sola hacerles rezar por mam Rosa, por mamita, para que +Dios la tuviese en su gloria. Y una noche, despus de este rezo y +hallndose presente el padre, aadi: + +--Ahora, hijos mos, un padrenuestro y avemara por pap tambin. + +--Pero pap no se ha muerto, mam Tula. + +--No importa, porque se puede morir... + +--Eso, tambin t. + +--Es verdad; otro padrenuestro y avemara por m entonces. + +Y cuando los nios se hubieron acostado, volvindose a su cuado le dijo +secamente: + +--Esto no puede ser as. Si sigues sin reportarte tendr que marcharme +de esta casa aunque Rosa no me lo perdone desde el cielo. + +--Pero es que... + +--Lo dicho; no quiero que ensucies as, ni con miradas, esta casa tan +pura y donde mejor pueden criarse las almas de tus hijos. Acurdate de +Rosa. + +--Pero de qu crees que somos los hombres? + +--De carne y muy brutos. + +--Y t, no te has mirado nunca? + +--Qu es eso?--y se le demud el rostro sereno. + +--Que aunque no fueses, como en realidad lo eres, su madre, tienes +derecho, Gertrudis, a perseguirme con tu presencia? Es justo que me +reproches y ests llenando la casa con tu persona, con el fuego de tus +ojos, con el son de tu voz, con el imn de tu cuerpo lleno de alma, pero +de un alma llena de cuerpo? + +Gertrudis, toda encendida, bajaba la cabeza y se callaba, mientras le +tocaba a rebato el corazn. + +--Quin tiene la culpa de esto?, dime. + +--Tienes razn, Ramiro, y si me fuese, los nios piaran por m, porque +me quieren... + +--Ms que a m--dijo tristemente el padre. + +--Es que yo no les besuqueo como t ni les sobo, y cuando les beso, +ellos sienten que mis besos son ms puros, que son para ellos solos... + +--Y bien, quin tiene la culpa de esto?, repito. + +--Bueno, pues. Espera un ao, esperemos un ao; djame un ao de plazo +para que vea claro en m, para que veas claro en ti mismo, para que te +convenzas... + +--Un ao... un ao... + +--Te parece mucho? + +--Y luego, cuando se acabe? + +--Entonces... veremos... + +--Veremos... veremos... + +--Yo no prometo ms. + +--Y si en este ao... + +--Qu? Si en este ao haces alguna tontera... + +--A qu llamas hacer una tontera? + +--A enamorarte de otra y volverte a casar. + +--Eso... nunca! + +--Qu pronto lo dijiste... + +--Eso... nunca! + +--Bah! juramentos de hombres... + +--Y si as fuese, quin tendr la culpa? + +--Culpa? + +--S, la culpa! + +--Eso slo querra decir... + +--Qu? + +--Que no le quisiste, que no le quieres a tu Rosa como ella te quiso a +ti, como ella te habra querido de haber sido ella la viuda... + +--No, eso querra decir otra cosa, que no es... + +--Bueno, basta. Ramirn!, ven ac, Ramirn! Anda, corre. + +Y as se aplac aquella lucha. + +Y ella continuaba su labor de educar a sus sobrinos. + +No quiso que a la nia se le ocupase demasiado en aprender costura y +cosas as. Labores de su sexo?--deca--, no, nada de labores de su +sexo; el oficio de una mujer es hacer hombres y mujeres, y no +vestirlos. + +Un da que Ramirn solt una expresin soez que haba aprendido en la +calle y su padre iba a reprenderle, interrumpile Gertrudis, dicindole +bajo: No, dejarlo; hay que hacer como si no se ha odo; debe de haber +un mundo de que ni para condenarlo hay que hablar aqu. + +Una vez que oy decir de una que se quedaba soltera que quedaba para +vestir santos, agreg: o para vestir almas de nios! + +--Tulita es mi novia--dijo una vez Ramirn. + +--No digas tonteras; Tulita es tu hermana. + +--Y no puede ser novia y hermana? + +--No. + +--Y qu es ser hermana? + +--Ser hermana? Ser hermana es... + +--Vivir en la misma casa--acab la nia. + +Un da lleg la nia llorando y mostrando un dedo en que le haba picado +una abeja. Lo primero que se le ocurri a la ta fu ver si con su boca, +chupndoselo, poda extraerle el veneno como haba ledo que se hace con +el de ciertas culebras. Luego declararon los nios, y se les uni el +padre, que no dejaran viva a ninguna de las abejas que venan al +jardn, que las perseguiran a muerte. + +--No, eso s que no--exclam Gertrudis--; a las abejas no las toca +nadie. + +--Por qu? Por la miel?--pregunt Ramiro. + +--No las toca nadie, he dicho. + +--Pero si no son madres, Gertrudis. + +--Lo s, lo s bien. He ledo en uno de esos libros tuyos lo que son las +abejas, lo he ledo. S lo que son las abejas estas, las que pican y +hacen la miel; s lo que es la reina y s tambin lo que son los +znganos. + +--Los znganos somos nosotros, los hombres. + +--Claro est! + +--Pues mira, voy a meterme en poltica; me van a presentar candidato a +diputado provincial. + +--De veras?--pregunt Gertrudis, sin poder disimular su alegra. + +--Tanto te place? + +--Todo lo que te distraiga. + +--Faltan once meses, Gertrudis... + +--Para qu?, para la eleccin? + +--Para la eleccin, s! + + + + +X + + +Y era lo cierto que en el alma cerrada de Gertrudis se estaba +desencadenando una brava galerna. Su cabeza rea con su corazn, y +ambos, corazn y cabeza, rean en ella con algo ms ahincado, ms +entraado, ms ntimo, con algo que era como el tutano de los huesos de +su espritu. + +A solas, cuando Ramiro estaba ausente del hogar, coja al hijo de ste y +de Rosa, a Ramirn, al que llamaba su hijo, y se lo apretaba al seno +virgen, palpitante de congoja y henchido de zozobra. Y otras veces se +quedaba contemplando el retrato de la que fu, de la que era todava su +hermana y como interrogndole si haba querido, de veras, que ella, que +Gertrudis, le sucediese en Ramiro. S, me dijo que yo habra de llegar +a ser la mujer de su hombre, su otra mujer--se deca--, pero no pudo +querer eso, no, no pudo quererlo... yo en su caso, al menos, no lo +habra querido, no podra haberlo querido... de otra? no, de otra no! +ni despus de mi muerte... ni de mi hermana... de otra no! no se puede +ser ms que de una... No, no pudo querer eso; no pudo querer que entre +l, entre su hombre, entre el padre de sus hijos y yo se interpusiese su +sombra... no pudo querer eso. Porque cuando l estuviese a mi lado, +arrimado a m, carne a carne, quin me dice que no estuviese pensando +en ella? Yo no sera sino el recuerdo... algo peor que el recuerdo de +la otra! No, lo que me pidi es que impida que sus hijos tengan +madrasta. Y lo impedir! Y casndome con Ramiro, entregndole mi +cuerpo, y no slo mi alma, no lo impedira... Porque entonces s que +sera madrasta. Y ms si llegaba a darme hijos de mi carne y de mi +sangre... Y esto de los hijos de la carne haca palpitar de sagrado +terror el tutano de los huesos del alma de Gertrudis, que era toda +maternidad, pero maternidad de espritu. + +Y encerrbase en su cuarto, en su recatada alcoba, a llorar al pie de +una imagen de la Santsima Virgen Madre, a llorar mientras susurraba: +el fruto de tu vientre... + +Una vez que tena apretado a su seno a Ramirn, ste le dijo: + +--Por qu lloras, mamita?--pues habale enseado a llamarla as. + +--Si no lloro... + +--S, lloras... + +--Pero es que me ves llorar...? + +--No, pero te siento que lloras... Ests llorando... + +--Es que me acuerdo de tu madre... + +--Pues no dices que lo eres t...? + +--S, pero de la otra, de mam Rosa. + +--Ah, s, la que se muri... la de pap... + +--S, la de pap! + +--Y por qu pap nos dice que no te llamemos mam, sino ta, tita +Tula, y t nos dices que te llamemos mam y no ta, no tita Tula...? + +--Pero es que pap os dice eso? + +--S, nos ha dicho que todava no eres nuestra mam, que todava no eres +ms que nuestra ta... + +--Todava? + +--S, nos ha dicho que todava no eres nuestra mam, pero que lo +sers... S, que vas a ser nuestra mam cuando pasen unos meses... + +Entonces sera vuestra madrasta--pens Gertrudis, pero no se atrevi a +desnudar este pensamiento pecaminoso ante el nio. + +--Bueno, mira, no hagas caso de esas cosas, hijo mo... + +Y cuando luego lleg Ramiro, el padre, le llam aparte y severamente le +dijo: + +--No andes dicindole al nio esas cosas. No le digas que yo no soy +todava ms que su ta, la ta Tula, y que ser su mam. Eso es +corromperle, eso es abrirle los ojos sobre cosas que no debe ver. Y si +lo haces por influir con l sobre m, si lo haces por moverme... + +--Me dijiste que te tomabas un plazo... + +--Bueno, si lo haces por eso piensa en el papel que haces hacer a tu +hijo, un papel de... + +--Bueno, calla! + +--Las palabras no me asustan, pero lo callar. Y t piensa en Rosa, +recuerda a Rosa, tu primer... amor! + +--Tula! + +--Basta. Y no busques madrasta para tus hijos, que tienen madre. + + + + +XI + + +ESTO necesita campo--se dijo Gertrudis, e indic a Ramiro la +conveniencia de que todos ellos se fuesen a veranear a un pueblecito +costero que tuviese montaa, dominando al mar y por ste dominada. Busc +un lugar que no fuese muy de moda, pero donde Ramiro pudiese encontrar +compaeros de tresillo, pues tampoco le quera obligado a la continua +compaa de los suyos. Era un gnero de soledad a que Gertrudis tema. + +All todos los das salan de paseo, por la montaa, dando vista al mar, +entre madroales, ellos dos, Gertrudis y Ramiro, y los tres nios: +Ramirn, Rosita y Elvira. Jams, ni aun all donde no los conocan--es +decir, all menos--se hubiese arriesgado Gertrudis a salir de paseo con +su cuado, solos los dos. Al llegar a un punto en que un tronco tendido +en tierra, junto al sendero, ofreca, a modo de banco rstico, asiento, +sentbanse en l ellos dos, cara al mar, mientras los nios jugaban all +cerca, lo ms cerca posible. Una vez en que Ramiro quiso que se sentaran +en el suelo, sobre la yerba montaesa, Gertrudis le contest: No, en +el suelo, no! yo no me siento en el suelo, sobre la tierra, y menos +junto a ti y ante los nios... Pero si el suelo est limpio... si hay +yerba... Te he dicho que no me siento as! No, la postura no es +cmoda... Peor que incmoda! + +Desde aquel tronco, mirando al mar, hablaban de mil nonadas, pues en +cuanto el hombre deslizaba la conversacin a senderos de lo por pacto +tcito ya vedado de hablar entre ellos, la ta tena en la boca un +Ramirn! o Rosita! o Elvira! Le hablaba ella del mar y eran sus +palabras, que le llegaban a l envueltas en el rumor no lejano de las +olas, como la letra vaga de un canto de cuna para el alma. Gertrudis +estaba brizando la pasin de Ramiro para adormecrsela. No le miraba +casi nunca entonces, miraba al mar; pero en l, en el mar, vea +reflejada por misterioso modo la mirada del hombre. El mar pursimo les +una las miradas y las almas. + +Otras veces banse al bosque, a un castaar, y all tena ella que +vigilarle, vigilarse y vigilar a los nios con ms cuidado. Y tambin +all encontr el tronco derribado que le sirviese de asiento. + +Quera atemperarle a una vida de familia pursima y campesina, hacer que +se acostase cansado de luz y de aire libres, que se durmiese, oyendo +fuera al grillo, para dormir sin ensueos, que le despertase el canto +del gallo y el trajineo de los campesinos y los marineros. + +Por las maanas bajaban a una pequea playa, donde se reuna la pequea +colonia veraniega. Los nios, descalzos, entretenanse, despus del +bao, en desviar con los pies el curso de un pequeo arroyuelo vagabundo +e indeciso que por la arena desaguaba en el mar. Ramiro se uni alguna +vez a este juego de los nios. + +Pero Gertrudis empez a temer. Se haba equivocado en sus precauciones. +Ramiro hua del tresillo con sus compaeros de colonia veraniega y +pareca espiar ms que nunca la ocasin de hallarse a solas con su +cuada. La casita que habitaban tena ms de tienda de gitanos +trashumantes que de otra cosa. El campo, en vez de adormecer no la +pasin, el deseo de Ramiro, pareca como si se lo excitase ms, y ella +misma, Gertrudis, empez a sentirse desasosegada. La vida se les ofreca +ms al desnudo en aquellos campos, en el bosque, en los repliegues de la +montaa. Y luego haba los animales domsticos, los que cra el hombre, +con los que era mayor all la convivencia. Gertrudis sufra al ver la +atencin con que los pequeos, sus sobrinos, seguan los juegos del +avero. No, el campo no renda una leccin de pureza. Lo puro all era +hundir la mirada en el mar. Y aun el mar... La brisa marina les llegaba +como un aguijn. + +--Mira qu hermosura!--exclam Gertrudis una tarde, al ocaso, en que +estaban sentados frente al mar. + +Era la luna llena, roja sobre su palidez, que surga de las olas como +una flor gigantesca y solitaria en un yermo palpitante. + +--Por qu le habrn cantado tanto a la luna los poetas?--dijo +Ramiro;--por qu ser la luz romntica y de los enamorados? + +--No lo s, pero se me ocurre que es la nica tierra, porque es una +tierra... que vemos sabiendo que nunca llegaremos a ella... es lo +inaccesible... El sol no, el sol nos rechaza; gustamos de baarnos en su +luz, pero sabemos que es inhabitable, que en l nos quemaramos, +mientras que en la luna creemos que se podra vivir y en paz y +crepsculo eternos, sin tormentas, pues no la vemos cambiar, pero +sentimos que no se puede llegar a ella... Es lo intangible... + +--Y siempre nos da la misma cara... esa cara tan triste y tan seria... +es decir, siempre no! porque la va velando poco a poco y la oscurece +del todo y otras veces parece una hoz... + +--S--y al decirlo pareca como que Gertrudis segua sus propios +pensamientos sin oir los de su compaero, aunque no era as--; siempre +ensea la misma cara porque es constante, es fiel. No sabemos cmo ser +por el otro lado... cul ser su otra cara... + +--Y eso aade a su misterio... + +--Puede ser... puede ser... Me explico que alguien anhele llegar a la +luna... lo imposible!... para ver cmo es por el otro lado... para +conocer y explorar su otra cara... + +--La oscura... + +--La oscura? Me parece que no! Ahora que esta que vemos est iluminada +la otra estar a oscuras, pero o yo s poco de estas cosas o cuando esta +cara se oscurece del todo, en luna nueva, est en luz por el otro, es +luna llena de la otra parte... + +--Para quin? + +--Cmo para quin...? + +--S, que cuando el otro lado alumbra para quin? + +--Para el cielo, y basta. O es que a la luna la hizo Dios no ms que +para alumbrarnos de noche a nosotros, los de la tierra? O para que +hablemos estas tonteras? + +--Pues bien, mira, Tula... + +--Rosita! + +Y no le dej comentar la intangibilidad y la plenitud de la luna. + +Cuando ella habl de volver ya a la ciudad apresurse l a aceptarlo. +Aquella temporada en el campo, entre la montaa y el mar, haba sido +estril para sus propsitos. Me he equivocado--se deca tambin l--; +aqu est ms segura que all, que en casa; aqu parece embozarse en la +montaa, en el bosque, y como si el mar le sirviese de escudo; aqu es +tan intangible como la luna, y entretanto este aire de salina filtrado +por entre rayos de sol enciende la sangre... y ella me parece aqu fuera +de su mbito y como si temiese algo; vive alerta y dirase que no +duerme... Y ella a su vez se deca: No, la pureza no es del campo, la +pureza es de celda, de claustro y de ciudad; la pureza se desarrolla +entre gentes que se unen en mazorcas de viviendas para mejor aislarse; +la ciudad es monasterio, convento de solitarios; aqu la tierra, sobre +que casi se acuestan, las une y los animales son otras tantas serpientes +del paraso... a la ciudad, a la ciudad! + +En la ciudad estaba su convento, su hogar, y en l su celda. Y all +adormecera mejor a su cuado. Oh, si pudiese decir de l--pensaba--lo +que Santa Teresa en una carta--Gertrudis lea mucho a Santa +Teresa--deca de su cuado don Juan de Ovalle, marido de doa Juana de +Ahumada: El es de condicin en cosas muy aniado... Cmo le +aniara? + + + + +XII + + +AL fin Gertrudis no pudo con su soledad y decidi llevar su congoja al +padre Alvarez, su confesor, pero no su director espiritual. Porque esta +mujer haba rehudo siempre ser dirigida, y menos por un hombre. Sus +normas de conducta moral, sus convicciones y creencias religiosas se las +haba formado ella con lo que oa a su alrededor y con lo que lea, pero +las interpretaba a su modo. Su pobre to, don Primitivo, el sacerdote +ingenuo que las haba criado a las dos hermanas y les ense el +catecismo de la doctrina cristiana explicado segn _el Mazo_, sinti +siempre un profundo respeto por la inteligencia de su sobrina Tula, a la +que admiraba. Si te hicieses monja--sola decirle--llegaras a ser otra +Santa Teresa... Qu cosas se te ocurren, hija... Y otras veces: Me +parece que eso que dices, Tulilla, huele un poco a hereja; hum! No lo +s... no lo s... porque no es posible que te inspire herejas el ngel +de tu guarda, pero eso me suena as como a... qu s yo... Y ella le +contestaba riendo: S, to, son tonteras que se me ocurren, y ya que +dice usted que huele a hereja no lo volver a pensar. Pero quin pone +barreras al pensamiento? + +Gertrudis se sinti siempre sola. Es decir, sola para que la ayudaran, +porque para ayudar ella a los otros no, no estaba sola. Era como una +hurfana cargada de hijos. Ella sera el bculo de todos los que la +rodearan; pero si sus piernas flaquearan, si su cabeza no le mantuviese +firme en su sendero, si su corazn empezaba a bambolear y enflaquecer, +quin la sostendra a ella? quin sera su bculo? Porque ella, tan +henchida del sentimiento, de la pasin mejor, de la maternidad, no +senta la filialidad. No es esto orgullo?--se preguntaba. + +No pudo al fin con esta soledad y decidi llevar a su confesor, al padre +Alvarez, su congoja. Y le cont la declaracin y proposicin de Ramiro, +y hasta lo que les haba dicho a los nios de que no le llamasen a ella +todava madre, y las razones que tena para mantener la pureza de aquel +hogar y cmo no quera entregarse a hombre alguno, sino reservarse para +mejor consagrarse a los hijos de Rosa. + +--Pero lo de su cuado lo encuentro muy natural--arguy el buen padre de +almas. + +--Es que no se trata ahora de mi cuado, padre, sino de m; y no creo +que haya acudido a usted tambin en busca de alianza... + +--No, no, hija, no! + +--Como dicen que en los confesonarios se confeccionan bodas y que +ustedes, los padres, se dedican a casamenteros... + +--Yo lo nico que digo ahora, hija, es que es muy natural que su cuado, +viudo y joven y fuerte, quiera volver a casarse, y ms natural, y hasta +santo, que busque otra madre para sus hijos... + +--Otra? Ya la tiene! + +--S; pero... y si sta se va... + +--Irme? Yo? Estoy tan obligada a esos nios como estara su madre de +carne y sangre si viviese... + +--Y luego eso da que hablar... + +--De lo que hablen, padre, ya le he dicho que nada se me da... + +--Y si lo hiciese precisamente por eso, porque hablen? Examnese y mire +si no entra en ello un deseo de afrontar las preocupaciones ajenas, de +desafiar la opinin pblica... + +--Y si as fuese, qu? + +--Que eso s que es pecaminoso. Y despus de todo, la cuestin es +otra... + +--Cul es la cuestin? + +--La cuestin es si usted le quiere o no. Esta es la cuestin. Le +quiere usted, s o no? + +--Para marido... no! + +--Pero le rechaza? + +--Rechazarle... no! + +--Si cuando se dirigi a su hermana, la difunta, se hubiera dirigido a +usted... + +--Padre! Padre!--y su voz gema. + +--S, por ah hay que verlo... + +--Padre; que eso no es pecado...! + +--Pero ahora se trata de direccin espiritual, de tomar consejo... Y s, +es pecado, es acaso pecado... Tal vez hay aqu unos viejos celos... + +--Padre! + +--Hay que ahondar en ello. Acaso no le ha perdonado an... + +--Le he dicho, padre, que le quiero; pero no para marido. Le quiero +como a un hermano, como a un ms que hermano, como al padre de mis +hijos, porque stos, sus hijos, lo son mos de lo ms dentro mo, de +todo mi corazn; pero para marido no. Yo no puedo ocupar en su cama el +sitio que ocup mi hermana... Y sobre todo, yo no quiero, no debo darles +madrasta a mis hijos... + +--Madrasta? + +--S, madrastra. Si yo me caso con l, con el padre de los hijos de mi +corazn, les dar madrasta a stos, y ms si llego a tener hijos de +carne y de sangre con l. Esto, ahora ya... nunca! + +--Ahora ya... + +--S, ahora que ya tengo a los de mi corazn... mis hijos... + +--Pero piense en l, en su cuado, en su situacin... + +--Que piense...? + +--S! Y no tiene compasin de l? + +--S que la tengo. Y por eso le ayudo y le sostengo. Es como otro hijo +mo. + +--Le ayuda... le sostiene... + +--S, le ayudo y le sostengo a ser padre... + +--A ser padre... a ser padre... Pero l es un hombre... + +--Y yo una mujer! + +--Es dbil... + +--Soy yo fuerte? + +--Ms de lo debido. + +--Ms de lo debido? Y lo de la mujer fuerte? + +--Es que esa fortaleza, hija ma, puede alguna vez ser dureza, ser +crueldad. Y es dura con l, muy dura. Que no le quiere como a marido? +Y qu importa! Ni hace falta eso para casarse con un hombre. Muchas +veces tiene que casarse una mujer con un hombre por compasin, por no +dejarle solo, por salvarle, por salvar su alma... + +--Pero si no le dejo solo... + +--S, s, le deja solo. Y creo que me comprende sin que se lo explique +ms claro... + +--S, s que se lo comprendo, pero no quiero comprenderlo. No est solo. +Quien est sola soy yo! Sola... sola... siempre sola... + +--Pero ya sabe aquello de ms vale casarse que abrasarse... + +--Pero si no me abraso... + +--No se queja de su soledad? + +--No es soledad de abrasarse; no es esa soledad a que usted, padre, +alude. No, no es esa. No me abraso... + +--Y si se abrasa l...? + +--Que se refresque en el cuidado y amor de sus hijos... + +--Bueno, pero ya me entiende... + +--Demasiado. + +--Y por si no, le dir ms claro an que su cuado corre peligro, y que +si cae en l, le cabr culpa... + +--A m? + +--Claro est! + +--No lo veo tan claro... Como no soy hombre... + +--Me dijo que uno de sus temores de casarse con su cuado era el de +tener hijos con l, no es as? + +--S, as es. Si tuviramos hijos llegara yo a ser, quieras o no, +madrasta de los que me dej mi hermana... + +--Pero el matrimonio no se instituy slo para hacer hijos... + +--Para casar y dar gracia a los casados y que cren hijos para el +cielo. + +--Dar gracia a los casados... Lo entiende? + +--Apenas... + +--Que vivan en gracia, libres de pecado... + +--Ahora lo entiendo menos... + +--Bueno, pues que es un remedio contra la sensualidad. + +--Cmo? Qu es eso? Qu? + +--Pero por qu se pone as...? Por qu se altera...? + +--Qu es el remedio contra la sensualidad? El matrimonio o la mujer? + +--Los dos... La mujer... y... y el hombre. + +--Pues, no, padre, no, no y no! Yo no puedo ser remedio contra nada. +Qu es eso de considerarme remedio? Y remedio... contra eso! No, me +estimo en ms... + +--Pero si es que... + +--No, ya no sirve. Yo, si l no tuviera ya hijos de mi hermana, acaso me +habra casado con l para tenerlos... para tenerlos de l... pero, +remedio? Y a eso? Yo remedio? No! + +--Y si antes de haber solicitado a su hermana la hubiera solicitado... + +--A m? Antes? Cuando nos conoci? No hablemos ya ms, padre, que no +podemos entendernos, pues veo que hablamos lenguas diferentes. Ni yo s +la de usted ni usted sabe la ma. + +Y dicho esto, se levant de junto al confesonario. Le costaba andar: tan +doloridas le haban quedado del arrodillamiento las rodillas. Y a la vez +le dolan las articulaciones del alma y senta su soledad ms hondamente +que nunca. No, no me entiende--se deca--, no me entiende; hombre al +fin! Pero me entiendo yo misma? Es que me entiendo? Le quiero o no le +quiero? No es soberbia esto? No es la triste pasin solitaria del +armio que por no mancharse no se echa a nado en un lodazal a salvar a +su compaero...? No lo s... no lo s... + + + + +XIII + + +Y de pronto observ Gertrudis que su cuado era otro hombre, que celaba +algn secreto, que andaba caviloso y desconfiado, que sala mucho de +casa. Pero aquellas ms largas ausencias del hogar no le engaaron. El +secreto estaba en l, en el hogar. Y a fuerza de paciente astucia logr +sorprender miradas de conocimiento ntimo entre Ramiro y la criada de +servicio. + +Era Manuela una hospiciana de diez y nueve aos, enfermiza y plida, de +un brillo febril en los ojos, de maneras sumisas y mansas, de muy pocas +palabras, triste casi siempre. A ella, a Gertrudis, ante quien sin saber +por qu temblaba, llambale seora. Ramiro quiso hacer que le llamase +seorita. + +--No, llmame as, seora; nada de seorita... + +En general pareca como que la criada le temiera, como avergonzada o +amedrentada en su presencia. Y a los nios los evitaba y apenas si les +diriga la palabra. Ellos, por su parte, sentan una indiferencia, +rayana en despego, hacia la Manuela. Y hasta alguna vez se burlaban de +ella, por ciertas sus maneras de hablar, lo que la pona de grana. Lo +extrao es--pensaba Gertrudis--que a pesar de todo no quiera irse... +tiene algo de gata esta mozuela. Hasta que se percat de lo que podra +haber escondido. + +Un da logr sorprender a la pobre muchacha cuando sala del cuarto de +Ramiro, del seorito--porque a ste s que le llamaba as--toda +encendida y jadeante. Cruzronse las miradas y la criada rindi la suya. +Pero lleg otro en que el nio, Ramirn, se fu a su ta y le dijo: + +--Dime, mam Tula, es Manuela tambin hermana nuestra? + +--Ya te tengo dicho que todos los hombres y mujeres somos hermanos. + +--S, pero como nosotros, los que vivimos juntos... + +--No, porque aunque vive aqu sta no es su casa... + +--Y cul es su casa? + +--Su casa? No lo quieras saber. Y por qu preguntas eso? + +--Porque le he visto a pap que la estaba besando... + +Aquella noche, luego que hubieron acostado a los nios, dijo Gertrudis a +Ramiro: + +--Tenemos que hablar. + +--Pero si aun faltan ocho meses... + +--Ocho meses? + +--No hace cuatro que me diste un ao de plazo? + +--No se trata de eso, hombre, sino de algo ms serio. + +A Ramiro se le par el corazn y se puso plido. + +--Ms serio? + +--Ms serio, s. Se trata de tus hijos, de su buena crianza, y se trata +de esa pobre hospiciana, de la que estoy segura que ests abusando. + +--Y si as fuese, quin tiene la culpa de eso? + +--Y an lo preguntas? An querrs tambin culparme de ello? + +--Claro que s! + +--Pues bien, Ramiro: se ha acabado ya aquello del ao; no hay plazo +ninguno; no puede ser, no puede ser. Y ahora s que me voy, y, diga lo +que dijere la ley, me llevar a los nios conmigo, es decir, se irn +conmigo. + +--Pero ests loca, Gertrudis? + +--Quien est loco eres t. + +--Pero qu queras... + +--Nada, o yo o ella. O me voy o echas a esa criadita de casa. + +Siguise un congojoso silencio. + +--No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo echar. Adnde se va? Al +Hospicio otra vez? + +--A servir a otra casa. + +--No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo echar--y el hombre rompi a +llorar. + +--Pobre hombre!--murmur ella ponindole la mano sobre la suya--. Me +das pena. + +--Ahora, eh?, ahora? + +--S; me das lstima... Estoy ya dispuesta a todo... + +--Gertrudis! Tula! + +--Pero has dicho que no la puedes echar... + +--Es verdad; no la puedo echar--y volvi a abatirse. + +--Qu, pues?, que no va sola? + +--No, no ir sola. + +--Los ocho meses del plazo, eh? + +--Estoy perdido, Tula, estoy perdido. + +--No, la que est perdida es ella, la hurfana, la hospiciana, la sin +amparo. + +--Es verdad, es verdad... + +--Pero no te aflijas as, Ramiro, que la cosa tiene fcil remedio... + +--Remedio? Y fcil?--y se atrevi a mirarle a la cara. + +--S; casarte con ella. + +Un rayo que le hubiese herido no le habra dejado ms deshecho que esas +palabras sencillas. + +--Que me case! Que me case con la criada! Que me case con una +hospiciana? Y me lo dices t!... + +--Y quin si no haba de decrtelo! Yo, la verdadera madre hoy de tus +hijos. + +--Que les d madrasta? + +--No, eso no!, que aqu estoy yo para seguir siendo su madre. Pero que +des padre al que haya de ser tu nuevo hijo, y que le des madre tambin. +Esa hospiciana tiene derecho a ser madre, tiene ya el deber de serlo, +tiene derecho a su hijo y al padre de su hijo. + +--Pero Gertrudis... + +--Csate con ella, te he dicho; y te lo dice Rosa. S--y su voz, serena +y pastosa, reson como una campana--. Rosa, tu mujer, te dice por mi +boca que te cases con la hospiciana. Manuela! + +--Seora!--se oy como un gemido, y la pobre muchacha, que acurrucada +junto al fogn, en la cocina, haba estado oyndolo todo, no se movi de +su sitio. Volvi a llamarla, y despus de otro Seora!, tampoco se +movi. + +--Ven ac, o ir a traerte. + +--Por Dios!--suplic Ramiro. + +La muchacha apareci cubrindose la llorosa cara con las manos. + +--Descubre la cara y mranos. + +--No, seora, no! + +--S, mranos. Aqu tienes a tu amo, a Ramiro, que te pide perdn por lo +que de ti ha hecho. + +--Perdn, yo, seora, y a usted... + +--No, te pide perdn y se casar contigo. + +--Pero seora!--clam Manuela a la vez que Ramiro clamaba: Pero +Gertrudis! + +--Lo he dicho, se casar contigo: as lo quiere Rosa. No es posible +dejarte as. Porque t ests ya... no es eso? + +--Creo que s, seora, pero yo... + +--No llores as ni hagas juramentos; s que no es tuya la culpa... + +--Pero se podra arreglar... + +--Bien sabe aqu Manuela--dijo Ramiro--que nunca he pensado en +abandonarla... Yo le colocara... + +--S, seora, s; yo me contento... + +--No, t no debes contentarte con eso que ibas a decir. O, mejor, aqu +Ramiro no puede contentarse con eso. T te has criado en el Hospicio, +no es eso? + +--S, seora. + +--Pues tu hijo no se criar en l. Tiene derecho a tener padre, a su +padre, y le tendr. Y ahora vete... vete a tu cuarto, y djanos. + +Y cuando quedaron Ramiro y ella a solas: + +--Me parece que no dudars ni un momento... + +--Pero eso que pretendes es una locura, Gertrudis! + +--La locura, peor que locura, la infamia, sera lo que pensabas. + +--Consltalo siquiera con el padre Alvarez. + +--No lo necesito. Lo he consultado con Rosa. + +--Pero si ella te dijo que no dieses madrasta a sus hijos... + +--A sus hijos? Y tuyos! + +--Bueno, s, a nuestros hijos... + +--Y no les dar madrasta. De ellos, de los nuestros, seguir siendo yo +la madre, pero del de sa... + +--Nadie le quitar de ser madre... + +--S, t si no te casas con ella. Eso no ser ser madre... + +--Pues ella... + +--Y qu? Porque ella no ha conocido a la suya pretendes t que no lo +sea como es debido? + +--Pero fjate en que esta chica... + +--T eres quien debi fijarse... + +--Es una locura... una locura... + +--La locura ha sido antes. Y ahora pinsalo, que si no haces lo que +debes el escndalo le dar yo. Lo sabr todo el mundo. + +--Gertrudis! + +--Csate con ella, y se acab. + + + + +XIV + + +UNA profunda tristeza hencha aquel hogar despus del matrimonio de +Ramiro con la hospiciana. Y sta pareca an ms que antes la criada, la +sirvienta, y ms que nunca Gertrudis el ama de la casa. Y esforzbase +sta ms que nunca por mantener al nuevo matrimonio apartado de los +nios, y que stos se percataran lo menos posible de aquella convivencia +ntima. Mas hubo que tomar otra criada y explicar a los pequeos el +caso. + +Pero, cmo explicarles el que la antigua criada se sentara a la mesa a +comer con los de casa? Porque esto exigi Gertrudis. + +--Por Dios, seora--suplicaba la Manuela--, no me avergence as... mire +que me avergenza... Hacerme que me siente a la mesa con los seores, y +sobre todo con los nios... y que hable de t al seorito... eso nunca! + +--Hblale como quieras, pero es menester que los nios, a los que tanto +temes, sepan que eres de la familia. Y ahora, una vez arreglado esto, no +podrn ya sorprender intimidades a hurtadillas. Ahora os recataris +mejor. Porque antes el querer ocultaros de ellos os delataba. + +La preez de Manuela fu, en tanto, molestsima. Su fragilsima fbrica +de cuerpo la soportaba muy mal. Y Gertrudis, por su parte, le +recomendaba que ocultase a los nios lo anormal de su estado. + +Ramiro viva sumido en una resignada desesperacin y ms entregado que +nunca al albedro de Gertrudis. + +--S, s, bien lo comprendo ahora--deca--, no ha habido ms remedio, +pero... + +--Te pesa?--le preguntaba Gertrudis. + +--De haberme casado, no! De haber tenido que volverme a casar, s! + +--Ahora no es ya tiempo de pensar en eso; pecho a la vida! + +--Ah, si t hubieras querido, Tula! + +--Te di un ao de plazo; has sabido guardarlo? + +--Y si lo hubiese guardado como t queras, al fin de l qu, dime? +Porque no me prometiste nada. + +--Aunque te hubiese prometido algo habra sido igual. No, habra sido +peor an. En nuestras circunstancias, el haberte hecho una promesa, el +haberte slo pedido una dilacin para nuestro enlace, habra sido peor. + +--Pero si hubiese guardado la tregua como t queras que la guardase, +dime: qu habras hecho? + +--No lo s. + +--Que no lo sabes... Tula... que no lo sabes... + +--No, no lo s; te digo que no lo s. + +--Pero tus sentimientos... + +--Piensa ahora en tu mujer, que no s si podr soportar el trance en que +la pusiste. Es tan endeble la pobrecilla! Y est tan llena de miedo. +Sigue asustada de ser tu mujer y ama de su casa. + +Y cuando lleg el peligroso parto repiti Gertrudis las abnegaciones que +en los partos de su hermana tuviera, y recoji al nio, una criatura +menguada y debilsima, y fu quien lo enmantill y quien se lo present +a su padre. + +--Aqu le tienes, hombre, aqu le tienes. + +--Pobre criatura!--exclam Ramiro sintiendo que se le derretan de +lstima las entraas a la vista de aquel mezquino rollo de carne +viviente y sufriente. + +--Pues es tu hijo, un hijo ms... Es un hijo ms que nos llega. + +--Nos llega? Tambin a ti? + +--S, tambin a m; no he de ser madrasta para l, yo que hago que no lo +tengan los otros. + +Y as fu que no hizo distincin entre uno y otros. + +--Eres una santa, Gertrudis--le deca Ramiro--, pero una santa que ha +hecho pecadores. + +--No digas eso; soy una pecadora que me esfuerzo por hacer santos, +santos a tus hijos y a ti y a tu mujer. + +--Mi mujer!... + +--Tu mujer, s; la madre de tu hijo. Por qu le tratas con ese carioso +despego y como a una carga? + +--Y qu quieres que haga, que me enamore de ella? + +--Pero no lo estabas cuando la sedujiste? + +--De quin? De ella? + +--Ya lo s, ya s que no; pero lo merece la pobre... + +--Pero si es la menor cantidad de mujer posible, si no es nada! + +--No, hombre, no; es ms, es mucho ms de lo que t te crees. Aun no la +has conocido. + +--Si es una esclava... + +--Puede ser, pero debes libertarla... La pobre est asustada... naci +asustada... Te aprovechaste de su susto... + +--No s, no s cmo fu aquello... + +--As sois los hombres; no sabis lo que hacis ni pensis en ello. +Hacis las cosas sin pensarlas... + +--Peor es muchas veces pensarlas y no hacerlas... + +--Por qu lo dices? + +--No, nada, por nada... + +--T crees sin duda que yo no hago ms que pensar? + +--No, no he dicho que crea eso... + +--S, t crees que yo no soy ms que pensamiento. + + + + +XV + + +DE nuevo la pobre Manuela, la hospiciana, la esclava, hallbase preada. +Y Ramiro muy malhumorado con ello. + +--Como si uno no tuviese bastante con los otros...--deca. + +--Y yo qu quieres que le haga!--exclamaba la vctima. + +--Despus de todo, t lo has querido as--conclua Gertrudis. + +Y luego, aparte, volva a reprenderle por el trato de compasivo despego +que daba a su mujer. La cual soportaba esta preez an peor que la otra. + +--Me temo por la pobre muchacha--vaticin don Juan, el mdico, un viudo +que menudeaba sus visitas. + +--Cree usted que corre peligro?--le pregunt Gertrudis. + +--Esta pobre chica est deshecha por dentro; es una tsica consumada y +consumida. Resistir, es lo ms probable, hasta dar a luz, pues la +Naturaleza, que es muy sabia... + +--La Naturaleza no! La Santsima Virgen Madre, don Juan--le interrumpi +Gertrudis. + +--Como usted quiera; me rindo, como siempre, a su superior parecer. +Pues, como deca, la Naturaleza o la Virgen, que para m es lo mismo... + +--No, la Virgen es la Gracia... + +--Bueno, pues la Naturaleza, la Virgen, la Gracia o lo que sea, hace que +en estos casos la madre se defienda y resista hasta que d a luz al +nuevo ser. Ese inocente pequeuelo le sirve a la pobre madre futura como +escudo contra la muerte. + +--Y luego? + +--Luego? Que probablemente tendr usted que criar sola, sirvindose de +un ama de cra, por supuesto, un cro ms. Tiene ya cuatro; cargar con +cinco. + +--Con todos los que Dios me mande. + +--Y que probablemente, no digo que seguramente, a no tardar mucho, don +Ramiro volver a quedar libre--y mir fijamente con sus ojillos grises a +Gertrudis. + +--Y dispuesto a casarse tercera vez--agreg sta hacindose la +desentendida. + +--Eso sera ya heroico! + +--Y usted, puesto que permanece viudo, y viudo sin hijos, es que no +tiene madera de hroe. + +--Ah, doa Gertrudis, si yo pudiese hablar! + +--Pues cllese usted! + +--Me callo. + +Le tom la mano, retenindosela un rato, y dndole con la otra suya unos +golpecitos aadi con un suspiro: + +--Cada hombre es un mundo, Gertrudis. + +--Y cada mujer, una luna, no es eso, don Juan? + +--Cada mujer puede ser un cielo. + +Este hombre me dedica un cortejeo platnico, se dijo Gertrudis. + +Cuando en la casa teman por la pobre Manuela y todos los cuidados eran +para ella, cay de pronto en cama Ramiro, declarndosele desde luego +una pulmona. La pobre hospiciana quedse como atontada. + +--Djame a m, Manuela--le dijo Gertrudis--; t cudate y cuida a lo que +llevas contigo. No te empees en atender a tu marido, que eso puede +agravarte. + +--Pero yo debo... + +--T debes cuidar de lo tuyo. + +--Y mi marido, no es mo? + +--No, ahora no; ahora es tuyo tu hijo que est por venir. + +La enfermedad de Ramiro se agravaba. + +--Temo complicaciones al corazn--sentenci don Juan--. Le tiene dbil; +claro, los pesares y disgustos! + +--Pero se morir, don Juan?--pregunt henchida de angustia Gertrudis. + +--Todo pudiera ser... + +--Slvele, don Juan, slvele, como sea... + +--Qu ms quisiera yo... + +--Ah, qu desgracia! Qu desgracia!--y por primera vez se le vi a +aquella mujer tener que sentarse y sufrir un desvanecimiento. + +--Es, en efecto, terrible--dijo el mdico en cuanto Gertrudis se +repuso--dejar as cuatro hijos, qu digo cuatro?, cinco se puede +decir, y esa pobre viuda tal como est!... + +--Eso es lo de menos, don Juan; para todo eso me basto y me sobro yo. +Qu desgracia! Qu desgracia! + +Y el mdico se fu dicindose: Est visto; esta cuadita contaba con +volver a tenerle libre a su cuado. Cada persona es un mundo y algunas +varios mundos. Pero qu mujer! Es toda una mujer! Qu fortaleza! Qu +sagacidad! Y qu ojos! Qu cuerpo! Irradia fuego! + +Ramiro, una tarde en que la fiebre, remitindosele, habale dejado algo +ms tranquilo, llam a Gertrudis, le rog que cerrara la puerta de la +alcoba, y le dijo: + +--Yo me muero, Tula, me muero sin remedio. Siento que el corazn no +quiere ya marchar, a pesar de todas las inyecciones; yo me muero... + +--No pienses en eso, Ramiro. + +Pero ella tambin crea en aquella muerte. + +--Me muero, y es hora, Tula, de decirte toda la verdad. T me casaste +con Rosa. + +--Como no te decidas y dabas largas... + +--Y sabes por qu? + +--S, lo s, Ramiro. + +--Al principio, al veros, al ver a la pareja, slo repar en Rosa; era a +quien se le vea de lejos; pero al acercarme, al empezar a frecuentaros, +slo te vi a ti, pues eras la nica a quien desde cerca se vea. De +lejos te borraba ella; de cerca le borrabas t. + +--No hables as de mi hermana, de la madre de tus hijos. + +--No; la madre de mis hijos eres t, t, t. + +--No pienses ahora sino en Rosa, Ramiro. + +--A la que me juntar pronto, no es eso? + +--Quin sabe...! Piensa en vivir, en tus hijos... + +--A mis hijos les quedas t, su madre. + +--Y en Manuela, en la pobre Manuela... + +--Aquel plazo, Tula, aquel plazo fatal. + +Los ojos de Gertrudis se hinchieron de lgrimas. + +--Tula!--gimi el enfermo, abriendo los brazos. + +--S, Ramiro, s!--exclam ella cayendo en ellos y abrazndole. + +Juntaron las bocas y as se estuvieron, sollozando. + +--Me perdonas todo, Tula? + +--No, Ramiro, no; eres t quien tienes que perdonarme. + +--Yo? + +--T! Una vez hablabas de santos que hacen pecadores. Acaso he tenido +una idea inhumana de la virtud. Pero cuando lo primero, cuando te +dirigiste a mi hermana, yo hice lo que deb hacer. Adems, te lo +confieso, el hombre, todo hombre, hasta t, Ramiro, hasta t, me ha dado +miedo siempre; no he podido ver en l sino el bruto. Los nios, s; pero +el hombre... He hudo del hombre... + +--Tienes razn, Tula. + +--Pero ahora descansa, que estas emociones as pueden daarte. + +Le hizo guardar los brazos bajo las mantas, le arrop, le di un beso en +la frente como se le da a un nio--y un nio era entonces para ella--y +se fu. Mas al encontrarse sola se dijo: Y si se repone y cura? Si no +se muere? Ahora que ha acabado de romperse el secreto entre nosotros? +Y la pobre Manuela? Tendr que marcharme! Y adnde? Y si Manuela se +muere y vuelve l a quedarse libre? Y fu a ver a Manuela, a la que +encontr postradsima. + +Al siguiente da llev a los nios al lecho del padre, ya sacramentado y +moribundo; los levant uno a uno y les hizo que le besaran. Luego fu, +apoyada en ella, en Gertrudis, Manuela, y de poco se muere de la congoja +que le di sobre el enfermo. Hubo que sacarla y acostarla. Y poco +despus, cojido de una mano a otra de Gertrudis, y susurrando: Adis, +mi Tula!, rindi el espritu con el ltimo huelgo Ramiro. Y ella, la +ta, vaci su corazn en sollozos de congoja sobre el cuerpo exnime del +padre de sus hijos, de su pobre Ramiro. + + + + +XVI + + +APENAS, fuera de la soberana, hubo abatimiento en aquel hogar, pues los +nios eran incapaces de darse cuenta de lo que haba pasado, y Manuela, +la viuda casi sin saberlo, concentraba su vida y su nimo todos en +luchar, al modo de una planta, por la otra vida que llevaba en su seno y +aun repitiendo, como un gemido de res herida, que se quera morir. +Gertrudis provea a todo. + +Cerr los ojos al muerto, no sin decirse: Me estar mirando +todava...? Le amortaj como lo haba hecho con su to, cubrindole con +un hbito sobre la ropa con que muri, y sin quitarle sta, y luego, +quebrantada por un largo cansancio, por fatiga de aos, junt un momento +su boca a la boca fra de Ramiro, y repas sus vidas, que era su vida. +Cuando el llanto de uno de los nios, del pequeito, del hijo de la +hospiciana, le hizo desprenderse del muerto e ir a cojer y acallar y +mimar al que viva. + +Manuela iba hundindose. + +--Yo, seora, me muero; no voy a poder resistir esta vez; este parto me +cuesta la vida. + +Y as fu. Di a luz una nia, pero se iba en sangre. La nia misma +naci envuelta en sangre. Y Gertrudis tuvo que vencer la repugnancia que +la sangre, sobre todo la negra y cuajada, le produca. Siempre le cost +una terrible brega consigo misma al vencer este asco. Cuando una vez, +poco antes de morir, su hermana Rosa tuvo un vmito, de ella Gertrudis +huy despavorida. Y no era miedo, no; era, sobre todo, asco. + +Muri Manuela clavados en los ojos de Gertrudis sus ojos, donde vagaban +figuras de niebla sobre las sombras del Hospicio. + +--Por tus hijos no pases cuidado--le haba dicho Gertrudis--, que yo he +de vivir hasta dejarlos colocados y que se puedan valer por s en el +mundo, y si no les dejar sus hermanos. Cuidar sobre todo de esta +ltima, pobrecilla!, la que te cuesta la vida. Yo ser su madre y su +padre. + +--Gracias! Gracias! Gracias! Dios se lo pagar! Es una santa! + +Y quiso besarle la mano, pero Gertrudis se inclin a ella, la bes en la +frente y le puso su mejilla a que se la besase. Y esas expresiones de +gratitud repetalas la hospiciana como quien recita una leccin +aprendida desde nia. Y muri como haba vivido, como una res sumisa y +paciente, ms bien como un enser. + +Y fu esta muerte, tan natural, la que ms ahond en el nimo de +Gertrudis, que haba asistido a otras tres ya. En sta crey sentir +mejor el sentido del enigma. Ni la de su to, ni la de su hermana, ni la +de Ramiro horadaron tan hondo el agujero que se iba abriendo en el +centro de su alma. Era como si esta muerte confirmara las otras tres, +como si las iluminara a la vez. + +En sus solitarias cavilaciones se deca: Los otros se murieron; a esta +la han matado...! la ha matado...! la hemos matado! No la he matado +yo ms que nadie? No la he trado yo a este trance? Pero es que la +pobre ha vivido? Es que pudo vivir? Es que naci acaso? Si fu +expsita, no ha sido _exposicin_ su muerte? No lo fu su casamiento? +No la hemos echado en el torno de la eternidad para que entre al +hospicio de la Gloria? No ser all hospiciana tambin? Y lo que ms +le acongojaba era el pensamiento tenaz que le persegua de lo que +sentira Rosa al recibirla al lado suyo, al lado de Ramiro, y conocerla +en el otro mundo. Su to, el buen sacerdote que les cri, cumpli su +misin en este mundo, protegi con su presencia la crianza de ellas; su +hermana Rosa logr su deseo y goz y dej los hijos que haba querido +tener; Ramiro... Ramiro? S, tambin Ramiro hizo su travesa, aunque a +remo y de espaldas a la estrella que le marcaba rumbo, y sufri, pero +con noble sufrir, y pec y purg su pecado; pero, y esta pobre que ni +sufri siquiera, que no pec, sino se pec en ella y muri hurfana!... +Hurfana tambin muri Eva..., pensaba Gertrudis. Y luego: No; tuvo +a Dios de padre! Y madre? Eva no conoci madre... As se explica el +pecado original!... Eva muri hurfana de humanidad! Y Eva le trajo el +recuerdo del relato del _Gnesis_, que haba ledo poco antes, y cmo el +Seor alent al hombre por la nariz soplo de vida, y se imagin que se +la quitase por manera anloga. Y luego se figuraba que a aquella pobre +hospiciana, cuyo sentido de vida no comprenda, le quit Dios la vida de +un beso, posando sus infinitos labios invisibles, los que se cierran +formando el cielo azul, sobre los labios, azulados por la muerte, de la +pobre muchacha, y sorbindole el aliento as. + +Y ahora quedbase Gertrudis con sus cinco cras, y bregando, para la +ltima, con amas. + +El mayor, Ramirn, era la viva imagen de su padre, en figura y en +gestos, y su ta proponase combatir en l desde entonces, desde +pequeo, aquellos rasgos e inclinaciones de aquel que, observando a +ste, haba visto que ms le perjudicaban. Tengo que estar alerta--se +deca Gertrudis--para cuando en l se despierte el hombre, el macho ms +bien, y educarle a que haga su eleccin con reposo y tiento. Lo malo +era que su salud no fuese del todo buena y su desarrollo difcil y hasta +doliente. + +Y a todos haba que sacarlos adelante en la vida y educarlos en el culto +a sus padres perdidos. + +Y los pobres nios de la hospiciana? Esos tambin son mos--pensaba +Gertrudis--; tan mos como los otros, como los de mi hermana, ms mos +an. Porque stos son hijos de mi pecado. Del mo? No ms bien el de +l? No, de mi pecado! Son los hijos de mi pecado! S, de mi pecado! +Pobre chica! Y le preocupaba sobre todo la pequeita. + + + + +XVII + + +GERTRUDIS, molesta por las insinuaciones de don Juan, el mdico, que +menudeaba las visitas para los nios, y aun pretendi verla a ella como +enferma, cuando no saba que adoleciese de cosa alguna, le anunci un +da hallarse dispuesta a cambiar de mdico. + +--Cmo as, Gertrudis? + +--Pues muy claro: le observo a usted singularidades que me hacen temer +que est entrando en la chochera de una vejez prematura, y para mdico +necesitamos un hombre con el seso bien despejado y despierto. + +--Muy bien; pues que ha llegado el momento, usted me permitir que le +hable claro. + +--Diga lo que quiera, don Juan, mas en la inteligencia de que es lo +ltimo que dir en esta casa. + +--Quin sabe!... + +--Diga. + +--Yo soy viudo y sin hijos, como usted sabe, Gertrudis. Y adoro a los +nios. + +--Pues vulvase usted a casar. + +--A eso voy. + +--Ah! Y busca usted consejo de m? + +--Busco ms que consejo. + +--Que le encuentre yo novia? + +--Yo soy mdico, le digo, y no slo no tuve hijos de mi mujer, que era +viuda, y perdimos el que ella me trajo al matrimonio, an le lloro al +pobrecillo!, sino que s, s positivamente, s con toda seguridad, que +no he de tener nunca hijos propios, que no puedo tenerlos. Aunque no por +eso, claro est, me sienta menos hombre que otro cualquiera; usted me +entiende, Gertrudis? + +--Quisiera no entenderle a usted, don Juan. + +--Para acabar, yo creo que a estos nios, a estos sobrinos de usted y a +los otros dos acaso... + +--Son tan sobrinos para m como los otros, ms bien hijos. + +--Bueno, pues que a estos hijos de usted, ya que por tales les tiene, no +les vendra mal un padre, y un padre no mal acomodado y hasta +regularmente rico. + +--Y eso es todo? + +--S, que yo creo que hasta necesitan padre. + +--Les basta, don Juan, con el Padre nuestro que est en los cielos. + +--Y como madre usted, que es la representante de la Madre Santsima, no +es eso? + +--Usted lo ha dicho, don Juan, y por ltima vez en esta casa. + +--De modo que...? + +--Que toda esa historia de la necesidad que siente de tener hijos y de +su incapacidad para tenerlos, le he entendido bien, don Juan? + +--Perfectamente, y esto ltimo, por supuesto, quede entre los dos. + +--No ser yo quien le estorbe otro matrimonio. Y esa historia, digo, no +me ha convencido de que usted busque hijos que adoptar, que eso le ser +muy fcil y casndose, sino que me busca a m y me buscara aunque +estuviese sola y hubisemos de vivir solos y sin hijos; le he +entendido, don Juan? Me entiende usted? + +--Cierto es, Gertrudis, que si estuviese sola lo mismo me casara con +usted, si usted lo quisiera, claro!, porque yo soy muy claro, muy +claro, y es usted la que me atrae; pero en ese caso nos quedaba el +adoptar hijos de cualquier modo, aunque fuese sacndolos del Hospicio. +Pues ya he podido ver que usted, como yo, se muere por los nios y que +los necesita y los busca y los adora. + +--Pero ni usted ni nadie ha visto, don Juan, que yo haya sido y sea +incapaz de hacerlos; nadie puede decir que yo sea estril, y no vuelva a +poner los pies en esta casa. + +--Por qu, Gertrudis? + +--Por puerco! + +Y as se despidieron para siempre. + +Mas luego que le hubo as despachado entrle una desdeosa lstima, un +lastimero desdn de aquel hombre. No le he tratado con demasiada +dureza?--se deca--. El hombre me sacaba de quicio, es cierto; sus +miradas me heran ms que sus palabras, pero deb tratarle de otro modo. +El pobrecillo parece que necesita remedio, pero no el que l busca, sino +otro, un remedio heroico y radical. Pero cuando supo que don Juan se +remediaba empez a pensar si era, en efecto, calor de hogar lo que +buscaba, aunque bien pronto di en otra sospecha que le sublev an ms +el corazn. Ah--se dijo--, lo que necesita es una de casa, una que le +cuide, que le ponga sobre la cama la ropa limpia, que haga que se le +prepare el puchero... peor, peor que el remedio, peor an! Cuando una +no es remedio es animal domstico y la mayor parte de las veces ambas +cosas a la vez! Estos hombres... O porquera o poltronera! Y an +dicen que el cristianismo redimi nuestra suerte, la de las mujeres! Y +al pensar esto, acordndose de su buen to, se santigu dicindole: +No, no lo volver a pensar...! + +Pero quin enfrenaba a un pensamiento que morda en el fruto de la +ciencia del mal? El cristianismo, al fin, y a pesar de la Magdalena, +es religin de hombres--se deca Gertrudis--; masculinos el Padre, el +Hijo y el Espritu Santo...! Pero y la Madre? La religin de la Madre +est en: He aqu la criada del Seor; hgase en m segn tu palabra y +en pedir a su Hijo que provea de vino a unas bodas, de vino que embriaga +y alegra y hace olvidar penas, y para que el Hijo le diga: Qu tengo +yo que ver contigo, mujer? An no ha venido mi hora. Qu tengo que +ver contigo...? Y llamarle mujer y no madre... Y volvi a santiguarse, +esta vez con verdadero temblor. Y es que el demonio de su guarda--as +crea ella--le susurr: Hombre al fin! + + + + +XVIII + + +CORRIERON unos aos apacibles y serenos. La orfandad daba a aquel hogar, +en el que de nada de bienestar se careca, una ntima luz espiritual de +serena calma. Apenas si haba que pensar en el da de maana. Y seguan +en l viviendo, con ms dulce imperio que cuando respirando llenaban con +sus cuerpos sus sitios, los tres que le dieron a Gertrudis masa con que +fraguarlo, Ramiro y sus dos mujeres de carne y hueso. De continuo +hablaba Gertrudis de ellos a sus hijos. Mira que te est mirando tu +madre! o Mira que te ve tu padre! Eran sus dos ms frecuentes +amonestaciones. Y los retratos de los que se fueron presidan el hogar +de los tres. + +Los nios, sin embargo, banlos olvidando. Para ellos no existan sino +en las palabras de mam Tula, que as la llamaban todos. Los recuerdos +directos del mayorcito, de Ramirn, se iban perdiendo y fundiendo en los +recuerdos de lo que de ellos oa contar a su ta. Sus padres eran ya +para l una creacin de sta. + +Lo que ms preocupaba a Gertrudis era evitar que entre ellos naciese la +idea de una diferencia, de que haba dos madres, de que no eran sino +medio hermanos. Mas no poda evitarlo. Sufri en un principio la +tentacin de decirles que las dos, Rosa y Manuela, eran, como ella +misma, madres de todos ellos, pero vi la imposibilidad de mantener +mucho tiempo el equvoco; y, sobre todo, el amor a la verdad, un amor en +ella desenfrenado, le hizo rechazar tal tentacin al punto. + +Porque su amor a la verdad confundase en ella con su amor a la pureza. +Repugnbanle esas historietas corrientes con que se trata de engaar la +inocencia de los nios, como la de decirles que los traen a este mundo +desde Pars, donde los compran. Buena gana de gastar el dinero en +tonto!--haba dicho un nio que tena varios hermanos y a quien le +dijeron que a un amiguito suyo le iban a traer pronto un hermanito sus +padres. Buena gana de gastar mentiras en balde--se deca Gertrudis; +aadindose: toda mentira es cuando menos en balde. + +--Me han dicho que soy hijo de una criada de mi padre; que mi mam fu +criada de la mam de mis hermanos. + +As fu diciendo un da a casa el hijo de Manuela. Y la ta Tula, con su +voz ms seria y delante de todos, le contest: + +--Aqu todos sois hermanos, todos sois hijos de un mismo padre y de una +misma madre, que soy yo. + +--Pues no dices, mamita, que hemos tenido otra madre? + +--La tuvisteis, pero ahora la madre soy yo; ya lo sabis. Y que no se +vuelva a hablar de eso! + +Mas no lograba evitar el que se trasparentara que senta preferencias. Y +eran por el mayor, el primognito, Ramirn, al que engendr su padre +cuando an tuviera reciente en el corazn el cardenal del golpe que le +produjo el haber tenido que escojer entre las dos hermanas, o mejor el +haber tenido que aceptar de mandato de Gertrudis a Rosa, y por la +pequeuela, por Manolita, plido y frgil botoncito de rosa que haca +temer lo hiciese ajarse un fro o un ardor tempranos. + +De Ramirn, del mayor, una voz muy queda, muy sumisa, pero de un susurro +sibilante y diablico, que Gertrudis sola oir que brotaba de un rincn +de las entraas de su espritu--y al oirla se haca, santigundose, una +cruz sobre la frente y otra sobre el pecho, ya que no pudiese taparse +los odos ntimos de aqulla y de ste--de Ramirn decale ese tentador +susurro que acaso cuando le engendr su padre soaba ms en ella, en +Gertrudis, que en Rosa. Y de Manolita, de la hija de la muerte de la +hospiciana, se deca que sin su decisin de casar segunda vez a Ramiro, +sin aquel haberle obligado a redimir su pecado y a rescatar a la vctima +de l, a la pobre Manuela, no vivira el plido y frgil botoncito. + +Y lo que le cost criarla! Porque el primer hijo de Ramiro y Manuela +fu criado por sta, por su madre. La cual, sumisa siempre como una res, +y ayudada a la vez por su natural instinto, no intent siquiera +rehusarlo a pesar de la endeblez de su carne, pero fu con el hombre, +fu con el marido, con quien tuvo que bregar Gertrudis. Porque Ramiro, +viendo la flaqueza de su pobre mujer, procur buscar nodriza a su hijo. +Y fu Gertrudis la que le oblig a casarse con aqulla, quien se plant +en firme en que haba de ser la madre misma quien criara al hijo. No +hay leche como la de la madre--repeta, y al redargir su cuado: S, +pero es tan dbil que corren peligro ella y el nio, y ste se criar +enclenque, replicaba implacable la soberana del hogar: Pretextos y +habladuras! Una mujer a la que se le puede alimentar, puede siempre +criar y la naturaleza ayuda, y en cuanto al nio, te repito que la mejor +leche es la de la madre, si no est envenenada. Y luego, bajando la +voz, agregaba: Y no creo que le hayas envenenado la sangre a tu mujer. +Y Ramiro tena que someterse. Y la querella termin un da en que a +nuevas instancias del hombre, que vi que su nueva mujer sufri un +vahido, para que le desahijaran el hijo, la soberana del hogar, +cojindole aparte, le dijo: Pero qu empeo, hombre! Cualquiera +creera que te estorba el hijo... + +--Cmo que me estorba el hijo...? No lo comprendo... + +--No lo comprendes? Pues yo s! + +--Como no te expliques... + +--Que me explique? Te acuerdas de lo de aquel brbaro de Pascualn, el +guarda de tu cortijo de Majadalaprieta? + +--Qu? Aquello que comentamos de la insensibilidad con que recibi la +muerte de su hijo...? + +--S. + +--Y qu tiene que ver esto con aquello? Por Dios, Tula... + +--Que a m aquello me lleg al fondo del alma, me hiri profundamente y +quise averiguar la raz del mal... + +--Tu mana de siempre... + +--S, ya me deca el pobre to que yo era como Eva, empeada en conocer +la ciencia del bien y del mal. + +--Y averiguaste...? + +--Que a aquel... hombre... + +--Ibas a decir...? + +--Que a aquel hombre, digo, le estorbaba el nio para ms cmodamente +disponer de su mujer. Lo entiendes? + +--Qu barbaridad! + +Pero ya Ramiro tuvo que darse por vencido y dej que su Manuela criara +al nio mientras Gertrudis lo dispusiese as. + +Y ahora se encontraba sta con que tena que criar a la pequeuela, a la +hija de la muerte, y que forzosamente haba de drsela a una madre de +alquiler, buscndole un pecho mercenario. Y esto le horrorizaba. +Horrorizbale porque tema que cualquier nodriza, y ms si era soltera, +pudiese tener envenenada, con la sangre, la leche, y abusase de su +posicin. Si es soltera--se deca--, malo! Hay que vigilarla para que +no vuelva al novio o acaso a otro cualquiera, y si es casada, malo +tambin, y peor an si dej al hijo propio para criar el ajeno. Porque +esto era lo que sobre todo le repugnaba. Vender el jugo maternal de las +propias entraas para mantener mal, para dejarlos morir acaso de hambre, +a los propios hijos, era algo que le causaba dolorosos retortijones en +las entraas maternales. Y as es como se vi desde un principio en +conflicto con las amas de cra de la pobre criatura, y teniendo que +cambiar de ellas cada cuatro das. No poder criarle ella misma! Hasta +que tuvo que acudir a la lactancia artificial. + +Pero el artificio se hizo en ella arte, y luego poesa, y por fin ms +profunda naturaleza que la del instinto ciego. Fu un culto, un +sacrificio, casi un sacramento. El bibern, ese artefacto industrial, +lleg a ser para Gertrudis el smbolo y el instrumento de un rito +religioso. Limpiaba los botellines, coca los pisgos cada vez que los +haba empleado, preparaba y esterilizaba la leche con el ardor recatado +y ansioso con que una sacerdotisa cumplira un sacrificio ritual. Cuando +pona el pisgo de caucho en la boquita de la pobre criatura, senta que +le palpitaba y se le encenda la propia mama. La pobre criatura posaba +alguna vez su manecita en la mano de Gertrudis, que sostena el frasco. + +Se acostaba con la nia, a la que daba calor con su cuerpo, y contra +ste guardaba el frasco de la leche por si de noche se despertaba +aqulla pidiendo alimento. Y se le antojaba que el calor de su carne, +enfebrecida a ratos por la fiebre de la maternidad virginal, de la +virginidad maternal, daba a aquella leche industrial una virtud de vida +materna y hasta que pasaba a ella, por misterioso modo, algo de los +ensueos que haban florecido en aquella cama solitaria. Y al darle de +mamar, en aquel artilugio, por la noche, a oscuras y a solas las dos, +ponale a la criaturita uno de sus pechos estriles, pero henchidos de +sangre, al alcance de las manecitas para que siquiera las posase sobre +l mientras chupaba el jugo de vida. Antojbasele que as una vaga y +dulce ilusin animara a la hurfana. Y era ella, Gertrudis, la que as +soaba. Qu? Ni ella misma lo saba bien. + +Alguna vez la criaturita se vomit sobre aquella cama, limpia siempre +hasta entonces como una patena, y de pronto sinti Gertrudis la punzada +de la mancha. Su pasin morbosa por la pureza, de que proceda su culto +mstico a la limpieza, sufri entonces, y tuvo que esforzarse para +dominarse. Comprenda, s, que no cabe vivir sin mancharse y que aquella +mancha era inocentsima, pero los cimientos de su espritu se conmovan +dolorosamente con ello. Y luego le apretaba a la criaturita contra sus +pechos pidindole perdn en silencio por aquella tentacin de su +pureza. + + + + +XIX + + +FUERA de este cuidado maternal por la pobre criaturita de la muerte de +Manuela, cuidado que celaba una expiacin y un culto msticos, y sin +desatender a los otros y esforzndose por no mostrar preferencias a +favor de los de su sangre, Gertrudis se preocupaba muy en especial de +Ramirn y segua su educacin paso a paso, vigilando todo lo que en l +pudiese recordar rasgos de su padre, a quien fsicamente se pareca +mucho. As sera a su edad--pensaba la ta y hasta busc y lleg a +encontrar entre los papeles de su cuado retratos de cuando ste era un +chicuelo y los miraba y remiraba para descubrir en ellos al hijo. Porque +quera hacer de ste lo que de aqul habra hecho a haberle conocido y +podido tomar bajo su amparo y crianza cuando fu un mozuelo a quien se +le abran los caminos de la vida. Que no se equivoque como l--se +deca--, que aprenda a detenerse para elegir, que no encadene la +voluntad antes de haberla asentado en su raz viva, en el amor perfecto +y bien alumbrado, a la luz que le sea propia. Porque ella crea que no +era al suelo, sino al cielo, a lo que haba que mirar antes de plantar +un retoo; no al mantillo de la tierra, sino a las razas de lumbre que +del sol le llegaran, y que crece mejor el arbolito que prende sobre una +roca al solano dulce del medioda que no el que sobre un mantillo +vicioso y graso se alza a la umbra. La luz era la pureza. + +Fu con Ramirn aprendiendo todo lo que l tena que aprender, pues le +tomaba a diario las lecciones. Y as satisfaca aquella ansia por saber +que desde nia le haba aquejado y que hizo que su to le comparase +alguna vez con Eva. Y de entre las cosas que aprendi con su sobrino y +para enserselas, pocas le interesaron ms que la geometra. Nunca lo +hubiese ella credo! Y es que en aquellas demostraciones de la +geometra, ciencia rida y fra al sentir de los ms, encontraba +Gertrudis un no saba qu de luminosidad y de pureza. Aos despus, ya +mayor Ramirn, y cuando el polvo que fu la carne de su ta reposaba +bajo tierra, sin luz de sol, recordaba el entusiasmo con que un da de +radiante primavera le explicaba cmo no puede haber ms que cinco y slo +cinco poliedros regulares; tres formados de tringulos: el tetraedro, de +cuatro; el octaedro, de ocho, y el icosaedro, de veinte; uno de +cuadrados: el cubo, de seis, y uno de pentgonos: el dodecaedro, de +doce. Pero no ves qu claro?, me deca--contaba el sobrino--; no lo +ves?, slo cinco y no ms que cinco, ni uno menos, ni uno ms, qu +bonito! Y no puede ser de otro modo, tiene que ser as!, y al decirlo +me mostraba los cinco modelos en cartulina blanca, blanqusima, que ella +misma haba construdo, con sus santas manos, que eran prodigiosas para +toda labor, y pareca como si acabase de descubrir por s misma la ley +de los cinco poliedros regulares... pobre ta Tula! Y recuerdo que como +a uno de aquellos modelos geomtricos le cayera una mancha de grasa, +hizo otro porque deca que con la mancha no se vea bien la +demostracin. Para ella la geometra era luz y pureza. + +En cambio huy de ensearle anatoma y fisiologa. Esas son +porqueras--deca--y en que nada se sabe de cierto ni de claro. + +Y lo que sobre todo acechaba era el alborear de la pubertad en su +sobrino. Quera guiarle en sus primeros descubrimientos sentimentales y +que fuese su amor primero el ltimo y el nico. Pero es que hay un +primer amor?, se preguntaba a s misma sin acertar a responderse. + +Lo que ms tema era las soledades de su sobrino. La soledad, no siendo +a toda luz, la tema. Para ella no haba ms soledad santa que la del +sol y la de la Virgen de la Soledad cuando se qued sin su Hijo, el Sol +del Espritu. Que no se encierre en su cuarto--pensaba--, que no est +nunca, a poder ser, solo; hay soledad que es la peor compaa; que no +lea mucho sobre todo, que no lea mucho; y que no se est mirando +grabados. No tema tanto para su sobrino a lo vivo cuanto a lo muerto, +a lo pintado. La muerte viene por lo muerto--pensaba. + +Confesbase Gertrudis con el confesor de Ramirn, y era para, dirigiendo +al director del muchacho en la direccin de ste, ser ella la que de +veras le dirigiese. Y por eso en sus confesiones hablaba ms que de s +misma de su hijo mayor, como le llamaba. Pero es, seora, que usted +viene aqu a confesar sus pecados y no los de otros--le tuvo que decir +alguna vez el padre Alvarez, a lo que ella contest: Y si ese chico es +mi pecado... + +Cuando una vez crey observar en el muchacho inclinaciones ascticas, +acaso msticas, acudi alarmada al padre Alvarez. + +--Eso no puede ser, padre! + +--Y si Dios le llamase por ese camino... + +--No, no le llama por ah; lo s, lo s mejor que usted y desde luego +mejor que l mismo; eso es... la sensualidad que se le despierta... + +--Pero, seora... + +--S, anda triste, y la tristeza no es seal de vocacin religiosa. Y +remordimiento no puede ser! De qu...? + +--Los juicios de Dios, seora... + +--Los juicios de Dios son claros. Y esto es oscuro. Qutele eso de la +cabeza. El ha nacido para padre y yo para abuela! + +--Ya sali aquello! + +--S, ya sali aquello! + +--Y cmo le pesa a usted eso! Lbrese de ese peso... Me ha dicho cien +veces que haba ahogado ese mal pensamiento... + +--No puedo, padre, no puedo! Que ellos, que mis hijos--porque son mis +hijos, mis verdaderos hijos--que ellos no lo sepan, que no lo sepan, +padre, que no lo adivinen... + +--Clmese, seora, por Dios, clmese... y deseche esas aprensiones... +esas tentaciones del Demonio, se lo he dicho cien veces... Sea la que +es... la ta Tula que todos conocemos y veneramos y admiramos...; s, +admiramos... + +--No, padre, no! Usted lo sabe! Por dentro soy otra... + +--Pero hay que ocultarlo... + +--S, hay que ocultarlo, s; pero hay das en que siento ganas de reunir +a sus hijos, a mis hijos... + +--S, suyos, de usted! + +--S, yo madre, como usted... padre! + +--Deje eso, seora, deje eso... + +--S, reunirles y decirles que toda mi vida ha sido una mentira, una +equivocacin, un fracaso... + +--Usted se calumnia, seora. Esa no es usted, usted es la otra... la que +todos conocemos... la ta Tula... + +--Yo le hice desgraciado, padre; yo le hice caer dos veces: una con mi +hermana, otra vez con otra... + +--Caer? + +--Caer, s! Y fu por soberbia! + +--No, fu por amor, por verdadero amor... + +--Por amor propio, padre--y estall a llorar. + + + + +XX + + +LOGR sacar a su sobrino de aquellas veleidades ascticas y se puso a +vigilarle, a espiar la aparicin del primer amor. Fjate bien, hijo--le +deca--y no te precipites, que una vez que hayas comprometido a una no +debes dejarla... + +--Pero, mam, si no se trata de compromisos... Primero hay que probar... + +--No, nada de pruebas; nada de esos noviazgos; nada de eso de hablo con +Fulana. Todo seriamente... + +En rigor la ta Tula haba ya hecho, por su parte, su eleccin y se +propona ir llevando dulcemente a su Ramirn a aquella que le haba +escojido, a Caridad. + +--Parece que te fijas en Carita--le dijo un da. + +-Ps! + +--Y ella en ti, si no me equivoco. + +--Y t en los dos, a lo que parece... + +--Yo? Eso es cosa vuestra, hijo mo, cosa vuestra... + +Pero les fu llevando el uno al otro, y consigui su propsito. Y luego +se propuso casarlos cuanto antes. Y que venga ac--deca--y viviremos +todos juntos, que hay sitio para todos... Una hija ms! + +Y cuando hubo llevado a Carita a su casa, como mujer de su sobrino, era +con sta con la que tena sus confidencias. Y era de quien trataba de +sonsacar lo ntimo de su sobrino. + +Le oblig, ya desde un principio, a que le tutease y le llamase madre. Y +le recomendaba que cuidase sobre todo de la pequeita, de la mansa, +tranquila y medrosica Manolita. + +--Mira, Caridad--le deca--, cuida sobre todo de esa pobrecita, que es +lo ms inocente y lo ms quebradizo que hay y buena como el pan... Es mi +obra... + +--Pero si la pobrecita apenas levanta la voz... si ni se le siente andar +por la casa... Parece como que tuviera vergenza hasta de presentarse... + +--S, s, es as... Harto he hecho por infundirle valor, pero en no +estando arrimada a m, cosida a mi falda, la pobrecita se encuentra como +perdida. Claro, como criada con bibern! + +--El caso es que es laboriosa, obediente, servicial, pero habla tan +poco...! Y luego no se la oye reir nunca...! + +--Slo alguna vez cuando est a solas conmigo, porque entonces es otra +cosa, es otra Manolita... entonces resucita... Y trato de animarla, de +consolarla, y me dice: No te canses, mamita, que yo soy as... y +adems, no estoy triste... + +--Pues lo parece... + +--Lo parece, s, pero he llegado a creer que no lo est. Porque yo, yo +misma, qu te parezco, Carita, triste o alegre? + +--Usted, ta... + +--Qu es eso de usted y de ta? + +--Bueno, t, mam, t... pues no s si eres triste o alegre, pero a m +me pareces alegre... + +--Te parezco as? Pues basta! + +--Por lo menos a m me alegras... + +--Y es a lo que nos manda Dios a este mundo, a alegrar a los dems. + +--Pero para alegrar a los dems hay que estar alegre una... + +--O no... + +--Cmo no? + +--Nada alegra ms que un rayo de sol, sobre todo si da sobre la verdura +del follaje de un rbol, y el rayo de sol no est ni alegre ni triste, y +quin sabe... acaso su propio fuego le consume... El rayo de sol alegra +porque est limpio; todo lo limpio alegra... Y esa pobre Manolita debe +alegrarte, porque a limpia... + +--S, eso s! Y luego esos ojos que tiene, que parecen... + +--Parecen dos estanques quietos entre verdura... Los he estado mirando +muchas veces y desde cerca. Y no s de dnde ha sacado esos ojos... No +son de su madre, que tena ojos de tsica, turbios de fiebre... ni son +los de su padre, que eran... + +--Sabes de quin parecen esos ojos? + +--De quin?--y Gertrudis temblaba al preguntarlo. + +--Pues son tus ojos...! + +--Puede ser... puede ser... No me los he mirado nunca de cerca ni puedo +vrmelos desde dentro, pero puede ser... puede ser... Al menos le he +enseado a mirar... + + + + +XXI + + +QU le pasaba a la pobre Gertrudis que se senta derretir por dentro? +Sin duda haba cumplido su misin en el mundo. Dejaba a su sobrino +mayor, a su Ramiro, a su otro Ramiro, a cubierto de la peor tormenta, +embarcado en su barca de por vida, y a los otros hijos al amparo de l; +dejaba un hogar encendido y quien cuidase de su fuego. Y se senta +deshacer. Sufra frecuentes embaimientos, desmayos, y durante das +enteros lo vea todo como en niebla, como si fuese bruma y humo todo. Y +soaba; soaba como nunca haba soado. Soaba lo que habra sido si +Ramiro hubiese dejado por ella a Rosa. Y acababa dicindose que no +habran sido de otro modo las cosas. Pero ella haba pasado por el mundo +fuera del mundo. El padre Alvarez crea que la pobre Gertrudis +chocheaba antes de tiempo, que su robusta inteligencia flaqueaba y que +flaqueaba al peso mismo de su robustez. Y tena que defenderle de +aquellas sus viejas tentaciones. + +Cuando un da se le acerc Caridad y, al odo, le dijo: Madre...!, al +notarle el rubor que le encenda el rostro, exclam: Qu? Ya? S, +ya!--susurr la muchacha. Ests segura? Segura; si no, no te lo +habra dicho! Y Gertrudis, en medio de su goce, sinti como si una +espada de hielo le atravesase por medio el corazn. Ya no tena qu +hacer en el mundo ms que esperar al nieto, al nieto de los suyos, de su +Ramiro y su Rosa, a su nieto, e ir luego a darles la buena nueva. Ya +apenas se cuidaba ms que de Caridad, que era quien para ella llenaba la +casa. Hasta de Manolita, de su obra, se iba descuidando, y la pobre nia +lo senta; senta que el esperado iba relegndole en la sombra. + +--Ven ac--le deca Gertrudis a Caridad, cuando alguna vez se +encontraban a solas, ocasin que acechaba--, ven ac, sintate aqu, a +mi lado... Qu, le sientes, hija ma, le sientes? + +--Algunas veces... + +--No llama? No tiene prisa por salir a luz, a la luz del sol? Porque +ah dentro, a oscuras... aunque est ello tan tibio, tan sosegado... No +da empujoncitos? Si tarda no me va a ver... no le voy a ver... Es decir: +si tarda, no!, si me apresuro yo... + +--Pero, madre, no diga esas cosas... + +--_No digas_, hija! Pero me siento derretir... ya no soy para nada... +Veo todo como empaado... como en sueos... Si no lo supiera no podra +ahora decir si tu pelo es rubio o moreno... + +Y le acariciaba lentamente la esplndida cabellera rubia. Y como si +viese con los dedos, aada: Rubia, rubia como el sol... + +--Si es chico, ya lo sabes, Ramiro, y si es chica... Rosa... + +--No, madre, sino Gertrudis... Tula, mam Tula. + +--Tula... bueno...! Y mejor si fuese una pareja, mellizos, pero chico y +chica... + +--Por Dios, madre! + +--Qu? Crees que no podras con eso? Te parece demasiado trabajo? + +--Yo... no s... no s nada de eso, madre; pero... + +--S, eso es lo perfecto, una parejita de gemelos... un chico y una +chica que han estado abrazaditos cuando no saban nada del mundo, cuando +no saban ni que existan; que han estado abrazaditos al calorcito del +vientre materno... Algo as debe de ser el cielo... + +--Qu cosas se te ocurren, mam Tula! + +--No ves que me he pasado la vida soando... + +Y en esto, mientras soaba as y como para guardar en su pecho este +ltimo ensueo y llevarlo como vitico al seno de la madre tierra, la +pobre Manolita cay gravemente enferma. Ah!, yo tengo la culpa--se +dijo Gertrudis--, yo que con esto de la parejita de mi ensueo me he +descuidado de esa pobre avecilla... Sin duda en un momento en que +necesitaba de mi arrimo ha debido de cojer algn fro... Y sinti que +le volvan las fuerzas, unas fuerzas como de milagro. Se le despej la +cabeza, y se dispuso a cuidar a la enferma. + +--Pero, madre--le deca Caridad--, djeme que le cuide yo, que le +cuidemos nosotras... entre yo, Rosita y Elvira le cuidaremos. + +--No; t no puedes cuidarla como es debido, no debes cuidarla... T te +debes al que llevas, a lo que llevas, y no es cosa de que por atender a +sta malogres lo otro... y en cuanto a Rosita y Elvira, s, son sus +hermanas, la quieren como tales, pero no entienden de eso, y adems la +pobre, aunque se aviene a todo, no se halla sin m... Un simple vaso de +agua que yo le sirva le hace ms provecho que todo lo que los dems le +podis hacer. Yo sola s arreglarle la almohada de modo que no le duela +en ella la cabeza y que no tenga luego pesadillas... + +--S, es verdad... + +--Claro, yo la cri...! Y yo debo cuidarle. + +Resucit. Volvile todo el luminoso y fuerte aplomo de sus das ms +heroicos. Ya no le temblaba el pulso ni le vacilaban las piernas. Y +cuando teniendo el vaso con la pcima medicinal que a las veces tena +que darle, la pobre enferma le posaba las manos febriles en sus manos +firmes y finas, pasaba sobre su enlace como el resplandor de un dulce +recuerdo, casi borrado para la encamada. Y luego se sentaba la ta Tula +junto a la cama de la enferma y se estaba all, y sta no haca sino +mirarle en silencio. + +--Me morir, mamita?--preguntaba la nia. + +--Morirte? No, pobrecita alondra, no! T tienes que vivir... + +--Mientras t vivas... + +--Y despus... y despus... + +--Despus... no... para qu...? + +--Pero las muchachas deben vivir... + +--Para qu...? + +--Pues... para vivir... para casarse... para criar familia... + +--Pues t no te casaste, mamita... + +--No, yo no me cas; pero como si me hubiese casado... Y t tienes que +vivir para cuidar de tu hermano... + +--Es verdad... de mi hermano... de mis hermanos... + +--S, de todos ellos... + +--Pero si dicen, mamita, que yo no sirvo para nada... + +--Y quin dice eso, hija ma? + +--No, no lo dicen... no lo dicen... pero lo piensan... + +--Y cmo sabes t que lo piensan? + +--Pues... porque lo s! Y adems, porque es verdad... porque yo no +sirvo para nada, y despus de que t te me mueras yo nada tengo que +hacer aqu... Si t te murieras me morira de fro... + +--Vamos, vamos, arrpate bien y no digas esas cosas... Y voy a +arreglarte esa medicina... + +Y fu a ocultar sus lgrimas y a echarse a los pies de su imagen de la +Virgen de la Soledad y a suplicarla: Mi vida por la suya, Madre, mi +vida por la suya! Siente que yo me voy, que me llaman mis muertos, y +quiere irse conmigo; quiere arrimarse a m, arropada por la tierra, all +abajo, donde no llega la luz, y que yo le preste no s qu calor... Mi +vida por la suya, Madre, mi vida por la suya! Que no caiga tan pronto +esa cortina de tierra de las tinieblas sobre esos ojos en que la luz no +se quiebra, sobre esos ojos que dicen que son los mos, sobre esos ojos +sin mancha que le di yo... s, yo... Que no se muera... que no se +muera... Slvala, Madre, aunque tenga yo que irme sin ver al que ha de +venir... + +Y se cumpli su ruego. + +La pobre nia enferma fu recobrando vida; volvieron los colores de rosa +a sus mejillas; volvi a mirar la luz del sol dando en el verdor de los +rboles del jardincito de la casa, pero la ta Tula cay con una +broncopneumona cojida durante la convalecencia de Manolita. Y entonces +fu sta la que sinti que brotaba en sus entraas un manadero de salud, +pues tena que cuidar a la que le haba dado vida. + +Toda la casa vi con asombro la revelacin de aquella nia. + +--Di a Manolita--deca Gertrudis a Caridad--que no se afane tanto, que +an estar dbil... T tampoco, por supuesto; t te debes a los tuyos, +ya lo sabes... Con Rosita y Elvira basta... Adems, como todo ha de ser +intil... Porque yo ya he cumplido... + +--Pero, madre... + +--Nada, lo dicho, y que esa palomita de Dios no se malgaste... + +--Pero si se ha puesto tan fuerte... Jams hubiese credo... + +--Y ella que se quera morir y crea morirse... Y yo tambin lo tem... +Porque la pobre me pareca tan dbil...! Claro, no conoci a su padre +que estaba ya herido de muerte cuando la engendr... y en cuanto a su +pobre madre, yo creo que siempre vivi medio muerta... Pero esa chica +ha resucitado! + +--S, al verte en peligro ha resucitado! + +--Claro, es mi hija! + +--Ms? + +--S, ms! Te lo quiero declarar ahora que estoy en el zagun de la +eternidad; si, ms. Ella y t! + +--Ella y yo? + +--S, ella y t! Y porque no tenis mi sangre. Ella y t. Ella tiene la +sangre de Ramiro, no la ma, pero la he hecho yo, es obra ma! Y a ti +yo te cas con mi hijo. + +--Lo s... + +--S, como le cas a su padre con su madre, con mi hermana, y luego le +volv a casar con la madre de Manolita... + +--Lo s... lo s... + +--S que lo sabes, pero no todo... + +--No, todo no... + +--Ni yo tampoco... O al menos no quiero saberlo. Quiero irme de este +mundo sin saber muchas cosas... Porque hay cosas que el saberlas +mancha... Eso es el pecado original, y la Santsima Virgen Madre naci +sin mancha de pecado original... + +--Pues yo he odo decir que lo saba todo... + +--No, no lo saba todo; no conoca la ciencia del mal... que es +ciencia... + +--Bueno, no hables tanto, madre, que te perjudica... + +--Ms me perjudica cavilar, y si me callo cavilo... cavilo... + + + + +XXII + + +LA ta Tula no poda ya ms con su cuerpo. El alma le revoloteaba dentro +de l, como un pjaro en una jaula que se desvencija, a la que deja con +el dolor de quien le desollaran, pero ansiando volar por encima de las +nubes. No llegara a ver al nieto. Lo senta? All arriba, estando con +ellos--soaba--sabr cmo es, y si es nio o nia... o los dos... y lo +sabr mejor que aqu, pues desde all arriba se ve mejor y ms limpio lo +de aqu abajo. + +La ltima fiebre tenala postrada en cama. Apenas si distingua a sus +sobrinos ms que por el paso, sobre todo a Caridad y a Manolita. El paso +de aqulla, de Caridad, llegbale como el de una criatura cargada de +fruto y hasta le pareca oler a sazn de madurez. Y el de Manolita era +tan leve como el de un pajarito que no se sabe si corre o vuela a ras de +tierra. Cuando ella entra--se deca la ta--siento rumor de alas cadas +y quietas. + +Quiso despedirse primero de sta, a solas, y aprovech un momento en que +vino a traerle la medicina. Sac el brazo de la cama, lo alarg como +para bendecirla, y ponindole la mano sobre la cabeza, que ella inclin +con los claros ojos empaados, le dijo: + +--Qu, palomita sin hiel, quieres todava morirte...? La verdad! + +--Si con ello consiguiera... + +--Que yo no me muera, eh? No, no debes querer morirte... tienes a tu +hermano, a tus hermanos... Estuviste cerca de ello, pero me parece que +la prueba te cur de esas cosas... No es as? Dmelo como en confesin, +que voy a contrselo a los nuestros... + +--S, ya no se me ocurren aquellas tonteras... + +--Tonteras? No, no eran tonteras. Ah!, y ahora que dices eso de +tonteras, treme tu mueca, porque la guardas, no es as? Si, s que +la guardas... Treme aquella mueca, sabes? Quiero despedirme de ella +tambin y que se despida de m... Te acuerdas? Vamos, a que no te +acuerdas? + +--S, madre, me acuerdo. + +--De qu te acuerdas? + +--De cuando se me cay en aquel patn de la huerta y Elvira me llamaba +tonta porque lloraba tanto y me deca que de nada sirve llorar... + +--Eso... eso... y qu ms? Te acuerdas de ms? + +--S, del cuento que nos contaste entonces... + +--A ver, qu cuento? + +--De la nia que se le cay la mueca en un pozo seco adonde no poda +bajar a sacarla y se puso a llorar, a llorar, a llorar, y llor tanto +que se llen el pozo con sus lgrimas y sali flotando en ellas la +mueca... + +--Y qu dijo Elvirita a eso? Qu dijo? Que no me acuerdo... + +--S, s se acuerda, madre... + +--Bueno, pues qu dijo? + +--Dijo que la nia se quedara seca y muerta de haber llorado tanto... + +--Y yo qu dije? + +--Por Dios, madre... + +--Bueno, no lo digas, pero no llores as, palomita, no llores as... +que por mucho que llores no se llenar con tus lgrimas el pozo en que +voy cayendo y no saldr flotando... + +--Si pudiera ser... + +--Ah, s! Si pudiera ser yo saldra a cojerte y llevarte conmigo... +Pero hay que esperar la hora. Y cuida de tus hermanos. Te los entrego a +ti, sabes? a ti. Haz que no se den cuenta de que me he muerto. + +--Har todo lo que pueda... + +--Y yo te ayudar desde arriba. + +--Que no se enteren de que me he muerto... + +--Te rezar, madre... + +--A la Virgen, hija, a la Virgen... + +--Te rezar, madre, todas las noches antes de acostarme... + +--Bueno, no llores as... + +--Pero si no lloro, no ves que no lloro? + +--Para lavar los ojos cuando han visto cosas feas no est mal, pero t +no has visto cosas feas, no puedes verlas... + +--Y si es caso, cerrando los ojos... + +--No, no, as se ven cosas ms feas. Y pide por tu padre, por tu madre, +por m... No olvides a tu madre... + +--Si no la olvido... + +--Como no la conociste... + +--S, la conozco! + +--Pero a la otra, digo, a la que te trajo al mundo. + +--S, gracias a ti la conozco; a aqulla! + +--Pobrecilla! Ella no haba conocido a la suya... + +--Su madre fuiste t, lo s bien! + +--Bueno, pero no llores... + +--Si no lloro!--y se enjugaba los ojos con el dorso de la mano +izquierda mientras con la otra temblorosa, sostena el vaso de la +medicina. + +--Bueno, y ahora trae a la mueca, que quiero verla. Ah! Y all en un +rincn de aquella arquita ma que t sabes... ah est la llave... s, +sa, sa!... All donde nadie ha tocado ms que yo, y t alguna vez; +all, junto a aquellos retratos, sabes?, hay otra mueca... la ma... +la que yo tena siendo nia... mi primer cario... el primero?... +bueno! Tremela tambin... Pero que no se entere ninguna de sas, no +digan que son tonteras nuestras, porque las tontas somos nosotras... +Treme las dos muecas, que me despida de ellas, y luego nos pondremos +serias para despedirnos de los otros... Vete, que me viene un mal +pensamiento--y se santigu. + +El mal pensamiento era que el susurro diablico all, en el fondo de las +entraas doloridas con el dolor de la partida, le deca: muecos +todos! + + + + +XXIII + + +LUEGO llam a todos, y Caridad entre ellos. + +--Esto es, hijos mos, la ltima fiebre, el principio del fuego del +Purgatorio... + +--Pero qu cosas dices, mam... + +--S; el fuego del Purgatorio, porque en el Infierno no hay fuego... el +Infierno es de hielo y nada ms que de hielo. Se me est quemando la +carne... Y lo que siento es irme sin ver, sin conocer, al que ha de +llegar... o a la que ha de llegar... o a los que han de llegar... + +--Vamos, mam... + +--Bueno, t, Cari, cllate y no nos vengas ahora con vergenza... Porque +yo querra contarles todo a los que me llaman... Vamos, no lloris +as... All estn... los tres... + +--Pero no digas esas cosas... + +--Ah, queris que os diga cosas de reir? Las tonteras ya nos las hemos +dicho Manolita y yo, las dos tontas de la casa, y ahora hay que hacer +esto como se hace en los libros... + +--Bueno, no hables tanto! El mdico ha dicho que no se te deje hablar +mucho. + +--Ya ests ah t, Ramiro? El hombre! El mdico dices? Y qu sabe el +mdico? No le hagis caso... Y adems es mejor vivir una hora hablando +que dos das ms en silencio. Ahora es cuando hay que hablar. Adems, +as me distraigo y no pienso en mis cosas... + +--Pues ya sabes que el padre Alvarez te ha dicho que pienses ahora en +tus cosas... + +--Ah, ya ests ah t, Elvira, la juiciosa? Conque el padre Alvarez, +eh?... el del remedio... Y qu sabe el padre Alvarez? Otro mdico! +Otro hombre! Adems, yo no tengo cosas mas en que pensar... yo no +tengo mis cosas... Mis cosas son las vuestras... y las de ellos... las +de los que me llaman... Yo no estoy ni viva ni muerta... no he estado +nunca ni viva ni muerta... Qu? Qu dices t ah, Enriqun? Que estoy +delirando... + +--No, no digo eso... + +--S, has dicho eso, te lo he odo bien... se lo has dicho al odo a +Rosita... No ves que siento hasta el roce en el aire de las alas quietas +de Manolita. Pues si deliro... qu? + +--Que debes descansar... + +--Descansar... descansar... tiempo me queda para descansar! + +--Pero no te destapes as... + +--Si es que me abraso... Y ya sabes, Caridad, Tula, Tula como yo... y +l, el otro, Ramiro... S, son dos, l y ella, que estarn ahora +abrazaditos... al calorcito... + +Callaron todos un momento. Y al oir la moribunda sollozos entrecortados +y contenidos, aadi: + +--Bueno, hay que tener nimo! Pensad bien, bien, muy bien, lo que +hayis de hacer, pensadlo muy bien... que nunca tengis que arrepentiros +de haber hecho algo y menos de no haberlo hecho... Y si veis que el que +queris se ha cado en una laguna de fango y aunque sea en un pozo +negro, en un albaal, echaos a salvarle, aun a riesgo de ahogaros, +echaos a salvarle... que no se ahogue l all... o ahogaros juntos... en +el albaal... servidle de remedio... s, de remedio... que mors entre +lgamo y porquera? no importa... Y no podris ir a salvar al compaero +volando sobre el ras del albaal porque no tenemos alas... no, no +tenemos alas... o son alas de gallina, de no volar... y hasta las alas +se mancharan con el fango que salpica el que se ahoga en l... No, no +tenemos alas... a lo ms de gallina... no somos ngeles... lo seremos en +la otra vida... donde no hay fango... ni sangre! Fango hay en el +Purgatorio, fango ardiente, que quema y limpia... fango que limpia, +s... En el Purgatorio les queman a los que no quisieron lavarse con +fango... s, con fango... Les queman con estircol ardiente... les lavan +con porquera... Es lo ltimo que os digo, no tengis miedo a la +podredumbre... Rogad por m, y que la Virgen me perdone. + +Le di un desmayo. Al volver de l no coordinaba los pensamientos. Entr +luego en una agona dulce. Y se apag como se apaga una tarde de otoo +cuando las ltimas razas del sol, filtradas por nubes sangrientas, se +derriten en las aguas serenas de un remanso del ro en que se reflejan +los lamos--sanguneo su follaje tambin--que velan a sus orillas. + + + + +XXIV + + +MURI la ta Tula? No, sino que empez a vivir en la familia, e +irradiando de ella, con una nueva vida ms entraada y ms vivfica, con +la vida eterna de la familiaridad inmortal. Ahora era ya para sus hijos, +sus sobrinos, la Ta, no ms que la Ta, ni _madre_ ya ni _mam_, ni aun +ta Tula, sino slo la Ta. Fu este nombre de invocacin, de verdadera +invocacin religiosa, como el canonizamiento domstico de una santidad +de hogar. La misma Manolita, su ms hija y la ms heredera de su +espritu, la depositaria de su tradicin, no le llamaba sino la Ta. + +Mantena la unidad y la unin de la familia, y si al morir ella +afloraron a vista de todos, hacindose patentes, divisiones intestinas +antes ocultas, alianzas defensivas y ofensivas entre los hermanos, fu +porque esas divisiones brotaban de la vida misma familiar que ella cre. +Su espritu provoc tales disensiones y bajo de ellas y sobre ellas la +unidad fundamental y culminante de la familia. La ta Tula era el +cimiento y la techumbre de aquel hogar. + +Formronse en ste dos grupos: de un lado, Rosita, la hija mayor de +Rosa, aliada con Caridad, con su cuada y no con su hermano, no con +Ramiro; de otro, Elvira, la segunda hija de Rosa, con Enrique, su +hermanastro, el hijo de la hospiciana, y quedaban fuera Ramiro y +Manolita. Ramiro viva, o ms bien se dejaba vivir, atento a su hijo y +al porvenir que poda depararle otros y a sus negocios civiles, y +Manolita, atenta a mantener el culto de la Ta y la tradicin del hogar. + +Manolita se preparaba a ser el posible lazo entre cuatro probables +familias venideras. Desde la muerte de la Ta habase revelado. Guardaba +todo su saber, todo su espritu; las mismas frases recortadas y +aceradas, a las veces repeticin de las que oy a la otra, la misma +doctrina, el mismo estilo y hasta el mismo gesto. Otra +ta!--exclamaban sus hermanos, y no siempre llevndoselo a bien. Ella +guardaba el archivo y el tesoro de la otra; ella tena la llave de los +cajoncitos secretos de la que se fu en carne y sangre; ella guardaba, +con su mueca de cuando nia, la mueca de la niez de la Ta, y algunas +cartas, y el devocionario y el breviario de don Primitivo; ella era en +la familia quien saba los dichos y hechos de los antepasados dentro de +memoria: de don Primitivo, que nada era de su sangre; de la madre del +primer Ramiro; de Rosa; de su propia madre Manuela, la hospiciana--de +sta no dichos ni hechos, sino silencios y pasiones--, ella era la +historia domstica; por ella se continuaba la eternidad espiritual de la +familia. Ella hered el alma de sta, espiritualizada en la Ta. + +Herencia? Se trasmite por herencia en una colmena el espritu de las +abejas, la tradicin abejil, el arte de la melificacin y de la fbrica +del panal, la _abejidad_, y no se trasmite, sin embargo, por carne y por +jugos de ella. La carnalidad se perpeta por znganos y por reinas, y ni +los znganos ni las reinas trabajaron nunca, no supieron ni fabricar +panales, ni hacer miel, ni cuidar larvas, y no sabindolo, no pudieron +trasmitir ese saber, con su carne y sus jugos, a sus cras. La tradicin +del arte de las abejas, de la fbrica del panal y el laboreo de la miel +y la cera, es, pues, colateral y no de trasmisin de carne, sino de +espritu, y dbese a las tas, a las abejas que ni fecundan huevecillos +ni los ponen. Y todo esto lo saba Manolita, a quien se lo haba +enseado la Ta, que desde muy joven par su atencin en la vida de las +abejas y la estudi y medit, y hasta so sobre ella. Y una de las +frases de ntimo sentido, casi esotrico, que aprendi Manolita de la +Ta y que de vez en cuando aplicaba a sus hermanos, cuando dejaban muy +al desnudo su masculinidad de instintos, era decirles: Cllate, +zngano! Y zngano tena para ella, como lo haba tenido para la Ta, +un sentido de largas y profundas resonancias. Sentido que sus hermanos +adivinaban. + +La alianza entre Elvira, la hija del primer Ramiro que le cost la vida +a Rosa, su primera mujer, y Enrique, el hijo del pecado de aqul y de la +hospiciana, era muy estrecha. Queranse los hermanastros ms que +cualesquiera otros de los cinco entre s. Siempre andaban en cuchicheos +y en secreteos. Y esta a modo de conjura desasosegbale a Manolita. No +que le doliera que su hermano uterino, el salido del mismo vientre de +donde ella sali, tuviese ms apego a hermana nacida de otra madre, no; +senta que a ella no haba de apegrsele ninguno de sus hermanos y +complacase en ello. Pero aquel afecto ms que fraternal le era +repulsivo. + +--Ya estoy deseando--les dijo una vez--que uno de vosotros se enamore; +que t, Enrique, te eches novia o que a sta, a ti, Elvira, te pretenda +alguno... + +--Y para qu?--pregunt sta. + +--Para que dejis de andar as, de bracete por la casa, y con +cuentecitos al odo y carantoas, arrumacos y lagoteras... + +--Acaso entonces ms...--dijo Enrique. + +--Y cmo as? + +--Porque sta vendr a contarme los secretos de su novio, verdad, +Elvira?, y yo le contar, claro est!, los de mi novia... + +--S, s...--exclam Elvira a punto de palmotear. + +--Y os reiris uno y otro del otro novio y de la otra novia, no es +as?... qu bonito! + +--Bueno, y qu dira a esto la Ta?--pregunt Elvira mirndole a +Manolita a los ojos. + +--Dira que no se debe jugar con las cosas santas y que sois unos +chiquillos... + +--Pues no repitas con la Ta--le arguy Enrique--aquello del Evangelio +de que hay que hacerse nio para entrar en el reino de los cielos... + +--Nio, s! Chiquillo, no! + +--Y en qu se le distingue al nio del chiquillo...? + +--En qu? En la manera de jugar. + +--Cmo juega el chiquillo? + +--El chiquillo juega a persona mayor. Los nios no son, como los +mayores, ni hombres ni mujeres, sino que son como los ngeles. Recuerdo +haberle odo decir a la Ta que haba odo que hay lenguas en que el +nio no es ni masculino ni femenino, sino neutro... + +--S--aadi Enrique--en alemn. Y la seorita es neutro... + +--Pues esta seorita--dijo Manolita intentando, sin conseguirlo, teir +de una sonrisa estas palabras--no es neutra... + +--Claro que no soy neutra; pues no faltaba ms...! + +--Pero bueno, nada de chiquilladas! + +--Chiquilladas, no; nieras, eso, no es eso? + +--Eso es! + +--Bueno, y en qu las conoceremos? + +--Basta, que no quiero deciros ms. Para qu? Porque hay cosas que al +tratar de decirlas se ponen ms oscuras... + +--Bien, bien, tita--exclam Elvira abrazndola y dndole un beso--, no +te enfades as... Verdad que no te enfadas, tita...? + +--No; y menos porque me llames tita... + +--Si lo haca sin intencin... + +--Lo s; pero eso es lo peligroso. Porque la intencin viene despus... + +Enrique le hizo una carantoa a su hermana completa y cojiendo a la +otra, a la hermanastra, por debajo de un brazo, se la llev consigo. + +Y Manolita, vindoles alejarse, qued dicindose: Chiquillos? En +efecto, chiquillos! Pero he hecho bien en decirles lo que les he dicho? +He hecho bien, Ta?--e invocaba mentalmente a la Ta.--La intencin +viene despus... No soy yo la que con mis reconvenciones voy a darles +una intencin que les falta? Pero, no, no! Que no jueguen as! Porque +estn jugando...! Y ojal les salga pronto el novio a ella y la novia a +l! + + + + +XXV + + +EL otro grupo lo formaban en la familia, no Rosita y Ramiro, sino la +mujer de ste, Caridad, y aquella su cuada. Aunque en rigor era Rosita +la que buscaba a Caridad y le llevaba sus quejas, sus aprensiones, sus +suspicacias. Porque iba, por lo comn, a quejarse. Crease, o al menos +aparentaba creer, que era la desdeada y la no comprendida. Ponase +triste y como preocupada en espera de que le preguntasen qu era lo que +tena, y como nadie se lo preguntaba sufra con ello. Y menos que los +otros hermanos se lo preguntaba Manolita, que se deca: Si tiene algo +de verdad y ms que gana de mimo y de que nos ocupemos especialmente en +ella, ya reventar! Y la preocupada sufra con ello. + +A su cuada, a Caridad, le iba sobre todo con quejas de su marido; +complacase en acusar a ste, a Ramiro, de egosta. Y la mujer le oa +pacientemente y sin saber qu decirle. + +--Yo no s, Manuela--le deca a sta Caridad, su cuada--qu hacer con +Rosa... Siempre me est viniendo con quejas de Ramiro: que si es un +orgulloso, que si un egosta, que si un distrado... + +--Llvale la hebra y dile que s! + +--Pero cmo? Voy a darle alas? + +--No, sino a cortrselas. + +--Pues no lo entiendo. Y adems, eso no es verdad; Ramiro no es as!... + +--Lo s, lo s muy bien. S que Ramiro podr tener, como todo hombre, +sus defectos... + +--Y como toda mujer. + +--Claro, s! Pero los de l son defectos de hombre... + +--De zngano, vamos! + +--Como quieras; los de Ramiro son defectos de hombre, o si quieres, pues +que te empeas, de zngano... + +--Y los mos? + +--Los tuyos, Caridad? Los tuyos... de reina! + +--Muy bien! Ni la Ta...! + +--Pero los defectos de Ramiro no son los que Rosa dice. Ni es +orgulloso, ni es egosta, ni es distrado... + +--Y entonces por qu voy a llevarle la hebra como dices? + +--Porque eso ser llevarle la contraria. Lo s muy bien. La conozco. + +Cierta maana, encontrndose las tres, Caridad, Manuela y Rosa, comenz +sta el ataque. + +R.--Vaya unas horas de llegar anoche tu maridito! + +Nunca hablando con su cuada le llamaba a Ramiro mi hermano, sino +siempre: tu marido. + +C.--Y qu mal hay en ello? + +M.--Y t, Rosa, estabas a esas horas despierta... + +R.--Me despert su llegada... + +M.--S, eh? + +C.--Pues a m apenas si me despert... + +R.--Vaya una calma! + +M.--Aqu Caridad duerme confiada y hace bien. + +R.--Hace bien...? Hace bien...? No lo comprendo. + +M.--Pues yo s. Pero t parece que te complaces en eso, que es un juego +muy peligroso y muy feo... + +C.--Por Dios, Manuela! + +R.--Djale, djale a la ta... + +M.--Con el acento que ahora le pones la ta aqu eres ahora t... + +R.--Yo? Yo la ta? + +M.--S, t, t, Rosa. A qu viene querer provocar celos en tu hermana? + +C.--Pero si Rosa no quiere hacerme celosa, Manuela... + +M.--Yo s lo que me digo, Caridad. + +R.--S, aqu ella sabe lo que se dice... + +M.--Aqu sabemos todos lo que queremos decir y yo s, adems, lo que me +digo, me entiendes, Rosa? + +R.--El estribillo de la Ta... + +M.--Sea. Y te digo que seras capaz de aceptar el peor novio que se te +presente y casarte con l no ms que para provocarle a que te diese +celos, no a drselos t... + +R.--Casarme yo? Yo casarme? Yo novio? Las ganas...! + +M.--S, ya s que dices, aunque no s si lo piensas, que no te has de +casar, que t no quieres novio... Ya s que andas en si te vas o no a +meter monja... + +C.--Y cmo lo has sabido, Manuela? + +M.--Ah, pero vosotras creis que no me percato de vuestros secretos? +Precisamente por ser secretos... + +R.--Bueno, y si pensara yo en meterme monja, qu? Qu mal hay en ello? +Qu mal hay en servir a Dios? + +M.--En servir a Dios, no, no hay mal ninguno... Pero es que si t +entrases monja no sera por servir a Dios... + +R.--No? Pues por qu? + +M.--Por no servir a los hombres... ni a las mujeres... + +C.--Pero por Dios, Manuela, qu cosas tienes... + +R.--S, ella tiene sus cosas y yo las mas... Y quin te ha dicho, +hermana, que desde el convento no se puede servir a los hombres...? + +M.--Sin duda, rezando por ellos... + +R.--Pues claro est! Pidiendo a Dios que les libre de tentaciones... + +M.--Pero me parece que t ms que a rezar no nos dejes caer en la +tentacin vas a no me dejes caer en la tentacin... + +R.--S, que voy a que no me tienten... + +M.--Pues no has venido ac a tentar a Caridad, tu hermana? O es que +crees que no era tentacin eso? No venas a hacerle caer en tentacin? + +C.--No, Manuela, no vena a eso. Y adems sabe que no soy celosa, que no +lo ser, que no puedo serlo... + +R.--Djale, djale, Caridad, djale a la abejita, que pique... que +pique... + +M.--Duele, eh? Pues, hija, rascarse... + +R.--_Hija_ ahora, eh? + +M.--Y siempre, hermana. + +R.--Y dime t, hermanita, la abejita, t no has pensado nunca en +meterte en un panal as, en una colmena...? + +M.--Se puede hacer miel y cera en el mundo... + +R.--Y picar... + +M.--Y picar, exacto! + +R.--Vamos, s, que t, como ta Tula, vas para ta... + +M.--Yo no s para lo que voy, pero si siguiera el ejemplo de la Ta no +habra de ir por mal camino. O es que crees que marr ella el suyo? Es +que has olvidado sus enseanzas? Es que trat ella nunca de encismar a +los de casa? Es que habra ella nunca denunciado un acto de uno de sus +hermanos? + +C.--Por Dios, Manuela, por la memoria de ta Tula, cllate ya... Y t, +Rosa, no llores as... vamos, levanta esa frente... no te tapes as la +cara con las manos... no llores as, hija, no llores as... + +Manuela le puso a su hermanastra la mano sobre el hombro y con una voz +que pareca venir del otro mundo, del mundo eterno de la familia +inmortal, le dijo: + +--Perdname, hermana, me he excedido... pero tu conducta me ha herido +en lo vivo de la familia y he hecho lo que creo que habra hecho la Ta +en este caso... perdnamelo! + +Y Rosa, cayendo en sus brazos y ocultando su cabeza entre los pechos de +su hermana, le dijo entre sollozos: + +--Quien tiene que perdonarme eres t, hermana, t... Pero hermana... +no, sino madre... ni madre... Ta! Ta! + +--Es la Ta, la ta Tula, la que tiene que perdonarnos y unirnos y +guiarnos a todos!--concluy Manuela. + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of La ta Tula, by Miguel De Unamuno + +*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA TA TULA *** + +***** This file should be named 44358-8.txt or 44358-8.zip ***** +This and all associated files of various formats will be found in: + http://www.gutenberg.org/4/4/3/5/44358/ + +Produced by Carlos Coln, University of Michigan and the +Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net +(This file was produced from images generously made +available by The Internet Archive/American Libraries.) + + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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Hart was the originator of the Project Gutenberg-tm +concept of a library of electronic works that could be freely shared +with anyone. For forty years, he produced and distributed Project +Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. + +Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed +editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. +unless a copyright notice is included. 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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org + + +Title: La Ta Tula + Novela + +Author: Miguel De Unamuno + +Release Date: December 5, 2013 [EBook #44358] + +Language: Spanish + +Character set encoding: ISO-8859-1 + +*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA TA TULA *** + + + + +Produced by Carlos Coln, University of Michigan and the +Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net +(This file was produced from images generously made +available by The Internet Archive/American Libraries.) + + + + + + +</pre> + + +<p class="box">Nota del Transcriptor:<br/><br/> + Errores obvios de imprenta han sido corregidos.<br/> + Pginas en blanco han sido eliminadas.<br/> +</p> + + + +<p class="center large p6">MIGUEL DE UNAMUNO</p> + +<h1>LA TIA TULA</h1> +<p class="center">(NOVELA)</p> + +<p class="center p6 ht">RENACIMIENTO<br /> +<span class="smcap">SAN MARCOS</span>, 42<br /> +MADRID<br /> +1921</p> + + + + +<p class="right p6">ES PROPIEDAD</p> + + +<p class="center p6">Copyright 1921 by Miguel de Unamuno.</p> + + +<p class="center p6 ht">Imprenta de Juan Pueyo. Luna, 29. Telf. 14-30.—Madrid.</p> + + + + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_5" id="Page_5">[5]</a></span></p> + + + + +<h2><i>PROLOGO</i></h2> +<p class="center">(<i>QUE PUEDE SALTAR EL LECTOR DE NOVELAS</i>)</p> + + +<p class="p2"><span class="smcap">Tena</span> <i>uno (hermano) casi de mi edad, que era +el que yo ms quera, aunque a todos tena +gran amor y ellos a m; juntbamonos entrambos +a leer vidas de santos... Espantbanos mucho +el decir en lo que leamos que pena y gloria +eran para siempre. Acaecanos estar muchos ratos +tratando desto, y gustbamos de decir muchas +veces para siempre, siempre, siempre. En +pronunciar esto mucho rato era el Seor servido, +me quedase en esta niez imprimido el camino +de la verdad. De que vi que era imposible ir +adonde me matasen por Dios, ordenbamos ser +ermitaos, y en una huerta que haba en casa +procurbamos, como podamos, hacer ermitas<span class="pagenum"><a name="Page_6" id="Page_6">[6]</a></span> +poniendo unas pedrecillas, que luego se nos +caan, y ans no hallbamos remedio en nada +para nuestro deseo; que ahora me pone devocin +ver cmo me daba Dios tan presto lo que yo +perd por mi culpa.</i></p> + +<hr class="tb" /> + +<p><i>Acurdome que cuando muri mi madre qued +yo de edad de doce aos, poco menos; como +yo comenc a entender lo que haba perdido, +afligida fume a una imagen de Nuestra Seora +y supliquela fuese mi madre con muchas lgrimas. +Parceme que aunque se hizo con simpleza, +que me ha valido, pues conocidamente he hallado +a esta Virgen Soberana en cuanto me he encomendado +a ella, y, en fin, me ha tornado a s.</i></p> + +<p class="i5"><i>(Del captulo I de la Vida de la Santa Madre +Teresa de Jess, que escribi ella misma por +mandado de su confesor.)</i></p> + +<p><i>Sea (Dios) alabado por siempre, que tanta +merced ha hecho a vuestra merced, pues le ha +dado mujer, con quien pueda tener mucho descanso. +Sea mucho de enhorabuena, que harto +consuelo es para m pensar que le tiene. A la +seora doa Mara beso siempre las manos muchas +veces; aqu tiene una capellana y muchas.<span class="pagenum"><a name="Page_7" id="Page_7">[7]</a></span> +Harto quisiramos poderla gozar; mas si haba +de ser con los trabajos que por ac hay, ms +quiero que tenga all sosiego, que verla ac +padecer.</i></p> + +<p class="i5">(<i>De una carta que desde Avila, a 15 de diciembre +de 1581, dirigi la Santa Madre, y Ta, +Teresa de Jess, a su sobrino don Lorenzo de +Cepeda, que estaba en Indias, en el Per, donde +se cas con doa Mara de Hinojosa, que es la +seora doa Mara de que se habla en ella</i>)</p> + +<p><i>En el captulo II de la misma susomentada +Vida, dice la Santa Madre Teresa de Jess que +era moza aficionada a leer libros de caballeras—los +suyos lo son, a lo divino—y en uno +de los sonetos, de nuestro Rosario de ellos, la hemos +llamado</i></p> + +<p class="i5"><i>Quijotesa</i></p> +<p class="i2"><i>a lo divino, que dej asentada</i><br /> +<i>nuestra Espaa inmoral, cuya es la empresa:</i><br /> +<i>slo existe lo eterno; Dios o nada!</i><br /></p> + +<p><i>Lo que acaso alguien crea que diferencia a +Santa Teresa de Don Quijote, es que ste, el Caballero—y +to, to de su inmortal sobrina—se +puso en ridculo y fu el ludibrio y juguete de +padres y madres, de znganos y de reinas; pero +es que Santa Teresa escap al ridculo? Es que<span class="pagenum"><a name="Page_8" id="Page_8">[8]</a></span> +no se burlaron de ella? Es que no se estima hoy +por muchos quijotesco, o sea ridculo, su instituto, +y aventurera, de caballera andante, su obra y +su vida?</i></p> + +<p><i>No crea el lector, por lo que precede, que el relato +que se sigue y va a leer es, en modo alguno, +un comentario a la vida de la Santa espaola. +No, nada de esto! Ni pensbamos en Teresa de +Jess al emprenderlo y desarrollarlo; ni en Don +Quijote. Ha sido despus de haberlo terminado, +cuando aun para nuestro nimo, que lo concibi, +result una novedad este parangn, cuando hemos +descubierto las races de este relato novelesco. +Nos fu oculto su ms hondo sentido al emprenderlo. +No hemos visto sino despus, al hacer +sobre l examen de conciencia de autor, sus races +teresianas y quijotescas. Que son una misma raz.</i></p> + +<p><i>Es acaso ste un libro de caballeras? Como +el lector quiera tomarlo... Tal vez a alguno pueda +parecerle una novela agiogrfica, de vida de santos. +Es, de todos modos, una novela, podemos +asegurarlo.</i></p> + +<p><i>No se nos ocurri a nosotros, sino que fu +cosa de un amigo, francs por ms seas, el notar +que la inspiracin—perdn!—de nuestra<span class="pagenum"><a name="Page_9" id="Page_9">[9]</a></span> +nivola</i> Niebla <i>era de la misma raz que la de</i> La +vida es sueo, <i>de Caldern. Mas en este otro +caso ha sido cosa nuestra el descubrir, despus +de concluda esta novela que tienes a la vista, +lector, sus races quijotescas y teresianas. Lo que +no quiere decir claro est! que lo que aqu se +cuenta no haya podido pasar fuera de Espaa.</i></p> + +<hr class="tb" /> + +<p><i>Antes de terminar este Prlogo queremos hacer +otra observacin, que le podr parecer a alguien +quizs sutileza de lingista y fillogo, y no +lo es sino de psicologa. Aunque es la psicologa +algo ms que lingstica y filologa?</i></p> + +<p><i>La observacin es que as como tenemos la +palabra</i> paternal <i>y</i> paternidad, <i>que derivan de</i> +pater, <i>padre, y</i> maternal <i>y</i> maternidad, <i>de</i> mater, +<i>madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal +y lo maternal, ni la paternidad y la maternidad, +es extrao que junto a</i> fraternal <i>y</i> fraternidad, +<i>de</i> frater, <i>hermano, no tengamos</i> sororal +<i>y</i> sororidad, <i>de</i> soror, <i>hermana. En latn hay</i> +sororius, a, um, <i>lo de la hermana, y el verbo</i> sororiare, +<i>crecer por igual y juntamente.</i></p> + +<p><i>Se nos dir que la</i> sororidad <i>equivaldra a la</i><span class="pagenum"><a name="Page_10" id="Page_10">[10]</a></span> +fraternidad, <i>mas no lo creemos as. Como si en +latn tuviese la hija un apelativo de raz distinta +que el de hijo, valdra la pena de distinguir entre +las dos filialidades.</i></p> + +<p>Sororidad <i>fu la de la admirable Antgona, +esta santa del paganismo helnico, la hija de +Edipo, que sufri martirio por amor a su hermano +Polinices, y por confesar su fe de que +las leyes eternas de la conciencia, las que rigen +en el eterno mundo de los muertos, en el +mundo de la inmortalidad, no son las que forjan +los dspotas y tiranos de la tierra, como era +Creonte.</i></p> + +<p><i>Cuando en la tragedia sofocleana Creonte le +acusa a su sobrina Antgona de haber faltado a +la ley, al mandato regio, rindiendo servicio fnebre +a su hermano, el fratricida, hay entre aqullos +este duelo de palabras:</i></p> + +<p>A.—<i>No es nada feo honrar a los de la misma +entraa...</i></p> + +<p>Cr.—<i>No era de tu sangre tambin el que +muri contra l?</i></p> + +<p>A.—<i>De la misma, por madre y padre...</i></p> + +<p>Cr.—<i>Y cmo rindes a ste un honor impo?</i></p> + +<p>A.—<i>No dira eso el muerto...</i></p><p><span class="pagenum"><a name="Page_11" id="Page_11">[11]</a></span></p> + +<p>Cr.—<i>Pero es que le honras igual que al +impo...</i></p> + +<p>A.—<i>No muri su siervo, sino su hermano...</i></p> + +<p>Cr.—<i>Asolando esta tierra, y el otro defendindola...</i></p> + +<p>A.—<i>El otro mundo, sin embargo, gusta de +igualdad ante la ley...</i></p> + +<p>Cr.—<i>Cmo ha de ser igual para el vil que +para el noble?</i></p> + +<p>A.—<i>Quin sabe si estas mximas son santas +all abajo...</i></p> + +<p class="i5">(<i>Antgona</i>, versos 511-521.)</p> + +<hr class="tb" /> + +<p><i>Es que acaso lo que a Antgona le permiti +descubrir esa ley eterna, apareciendo a los ojos +de los ciudadanos de Tebas y de Creonte, su to, +como una anarquista, no fu el que era, por terrible +decreto del Hado, hermana carnal de su +propio padre, Edipo? Con el que haba ejercido +oficio de</i> sororidad <i>tambin.</i></p> + +<p><i>El acto</i> sororio <i>de Antgona dando tierra al +cadver insepulto de su hermano y librndolo +as del furor regio de su to Creonte, parecile a +ste un acto de anarquista. No hay mal mayor +que el de la anarqua!—declaraba el tirano—.</i><span class="pagenum"><a name="Page_12" id="Page_12">[12]</a></span> +(Antgona, <i>verso 672</i>.) <i>Anarqua? Civilizacin?</i></p> + +<p><i>Antgona, la anarquista segn su to, el tirano +Creonte, modelo de virilidad, pero no de humanidad; +Antgona, hermana de su padre Edipo y, +por lo tanto, ta de su hermano Polinices, representa +acaso la domesticidad religiosa, la religin +domstica, la del hogar, frente a la civilidad poltica +y tirnica, a la tirana civil, y acaso tambin +la domesticacin frente a la civilizacin. Aunque +es posible civilizarse sin haberse domesticado +antes? Caben civilidad y civilizacin donde no +tienen como cimientos domesticidad y domesticacin?</i></p> + +<p><i>Hablamos de</i> patrias <i>y sobre ellas de</i> fraternidad +<i>universal, pero no es una sutileza lingstica +el sostener que no pueden prosperar sino sobre</i> +matrias <i>y</i> sororidad. <i>Y habr barbarie de guerras +devastadoras, y otros estragos, mientras sean los +znganos, que revolotean en torno de la reina +para fecundarla y devorar la miel que no hicieron, +los que rijan las colmenas.</i></p> + +<p><i>Guerras? El primer acto guerrero fu, segn +lo que llamamos Historia Sagrada, la de la Biblia, +el asesinato de Abel por su hermano Can. +Fu una muerte fraternal, entre hermanos, el primer<span class="pagenum"><a name="Page_13" id="Page_13">[13]</a></span> +acto de fraternidad. Y dice el Gnesis que +fu Can, el fratricida, el que primero edific una +ciudad, a la que llam del nombre de su hijo—habido +en una hermana—Henoc.</i> (<i>Gn. IV, 17.</i>) +<i>Y en aquella ciudad,</i> polis, <i>debi empezar la vida +civil, poltica, la civilidad y la civilizacin. Obra, +como se ve, del fratricida. Y cuando, siglos ms +tarde, nuestro Lucano, espaol, llam a las guerras +entre Csar y Pompeyo</i> plusquam civilia, +<i>ms que civiles—lo dice en el primer verso de su</i> +Pharsalia—<i>quiere decir</i> fraternales. <i>Las guerras +ms que civiles son las fraternales.</i></p> + +<p><i>Aristteles le llam al hombre</i> zoon politicon, +<i>esto es, animal civil o ciudadano—no poltico, que +esto es no traducir—animal que tiende a vivir en +ciudades, en mazorcas de casas estadizas, arraigadas +en tierra por cimientos, y se es el hombre +y, sobre todo, el varn. Animal civil, urbano, fraternal +y... fratricida. Pero ese animal civil, no +ha de depurarse por accin domstica? Y el hogar, +el verdadero hogar, no ha de encontrarse +lo mismo en la tienda del pastor errante que se +planta al azar de los caminos? Y Antgona acompa +a su padre, ciego y errante, por los senderos +del desierto, hasta que desapareci en Colono.<span class="pagenum"><a name="Page_14" id="Page_14">[14]</a></span> +Pobre civilidad fraternal, cainita, si no hubiera +la domesticidad sororia!...</i></p> + +<p><i>Va, pues, el fundamento de la civilidad, la domesticidad, +de mano en mano de hermanas, de +tas. O de esposas de espritu, castsimas, como +aquella Abisag, la sunamita de que se nos habla +en el captulo I del libro I de los Reyes, aquella +doncella que le llevaron al viejo rey David, ya +cercano a su muerte, para que le mantuviese en +la puesta de su vida, abrigndole y calentndole +en la cama mientras dorma. Y Abisag le sacrific +su maternidad, permaneci virgen por l—pues +David no la conoci—y fu causa de que +ms luego Salomn, el hijo del pecado de David +con la adltera Betsab, hiciese matar a Adonas, +su hermanastro, hijo de David y de Hagit, porque +pretendi para mujer a Abisag, la ltima +reina con David, pensando as heredar a ste su +reino.</i></p> + +<p><i>Pero a esta Abisag y a su suerte y a su sentido +pensamos dedicar todo un libro que no ser precisamente +una novela. Ni una</i> nivola.</p> + +<p><i>Y ahora el lector que ha ledo este prlogo—que +no es necesario para inteligencia en lo que +sigue—puede pasar a hacer conocimiento con<span class="pagenum"><a name="Page_15" id="Page_15">[15]</a></span> +la ta Tula, que si supo de Santa Teresa y de +Don Quijote, acaso no supo ni de Antgona la +griega ni de Abisag la israelita.</i></p> + +<p><i>En mi novela</i> Abel Snchez <i>intent escarbar +en ciertos stanos y escondrijos del corazn, en +ciertas catacumbas del alma, adonde no gustan +descender los ms de los mortales. Creen que en +esas catacumbas hay muertos, a los que lo mejor +es no visitar, y esos muertos, sin embargo, nos +gobiernan. Es la herencia de Can. Y aqu, en +esta novela, he intentado escarbar en otros stanos +y escondrijos. Y como no ha faltado quien +me haya dicho que aquello era inhumano, no faltar +quien me lo diga, aunque en otro sentido, de +esto. Aquello pareci a alguien inhumano por +viril, por fraternal; esto lo parecer acaso por +femenil, por sororio. Sin que quepa negar que el +varn hereda femenidad de su madre y la mujer +virilidad de su padre. O es que el zngano no +tiene algo de abeja y la abeja algo de zngano? +O hay, si se quiere,</i> abejos <i>y</i> znganas.</p> + +<p><i>Y nada ms, que no debo hacer una novela +sobre otra novela.</i></p> + +<p class="i5"><i>En Salamanca, ciudad, en el da de los Desposorios +de Nuestra Seora del ao de gracia +milsimo novecentsimo y vigsimo.</i></p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_17" id="Page_17">[17]</a></span></p> + + + + +<h2>I</h2> + +<p><span class="smcap">Era</span> a Rosa y no a su hermana Gertrudis, que +siempre sala de casa con ella, a quien cean +aquellas ansiosas miradas que les enderezaba +Ramiro. O por lo menos, as lo crean ambos, +Ramiro y Rosa, al atraerse el uno al otro.</p> + +<p>Formaban las dos hermanas, siempre juntas, +aunque no por eso unidas siempre, una pareja +al parecer indisoluble, y como un solo valor. +Era la hermosura esplndida y algn tanto provocativa +de Rosa, flor de carne que se abra a +flor del cielo a toda luz y todo viento, la que llevaba +de primera vez las miradas a la pareja; pero +eran luego los ojos tenaces de Gertrudis los que +sujetaban a los ojos que se haban fijado en +ellos y los que a la par les ponan raya. Hubo +quien al verlas pasar prepar algn chicoleo un +poco ms subido de tono; mas tuvo que contenerse +<span class="pagenum"><a name="Page_18" id="Page_18">[18]</a></span> +al tropezar con el reproche de aquellos +ojos de Gertrudis, que hablaban mudamente de +seriedad. Con esta pareja no se juega, pareca +decir con sus miradas silenciosas.</p> + +<p>Y bien miradas y de cerca an despertaba ms +Gertrudis el ansia de goce. Mientras su hermana +Rosa abra esplndidamente a todo viento y +toda luz la flor de su encarnadura, ella era como +un cofre cerrado y sellado en que se adivina un +tesoro de ternuras y delicias secretas.</p> + +<p>Pero Ramiro, que llevaba el alma toda a flor +de los ojos, no crey ver ms que a Rosa, y a +Rosa se dirigi desde luego.</p> + +<p>—Sabes que me ha escrito—le dijo sta a su +hermana.</p> + +<p>—S, vi la carta.</p> + +<p>—Cmo? que la viste? es que me espas?</p> + +<p>—Poda dejar de haberla visto? No, yo no +espo nunca, ya lo sabes, y has dicho eso no +ms que por decirlo...</p> + +<p>—Tienes razn, Tula, perdnamelo.</p> + +<p>—S, una vez ms, porque t eres as. Yo no +espo, pero tampoco oculto nunca nada. Vi la +carta.</p> + +<p>—Ya lo s; ya lo s...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_19" id="Page_19">[19]</a></span> +—He visto la carta y la esperaba.</p> + +<p>—Y bien, qu te parece de Ramiro?</p> + +<p>—No le conozco.</p> + +<p>—Pero no hace falta conocer a un hombre +para decir lo que le parece a una de l.</p> + +<p>—A m, s.</p> + +<p>—Pero lo que se ve, lo que est a la vista...</p> + +<p>—Ni de eso puedo juzgar sin conocerle.</p> + +<p>—Es que no tienes ojos en la cara?</p> + +<p>—Acaso no los tenga as...; ya sabes que soy +corta de vista.</p> + +<p>—Pretextos! Pues mira, chica, es un guapo +mozo.</p> + +<p>—As parece.</p> + +<p>—Y simptico.</p> + +<p>—Con que te lo sea a ti, basta.</p> + +<p>—Pero es que crees que le he dicho ya +que s?</p> + +<p>—S que se lo dirs al cabo, y basta.</p> + +<p>—No importa; hay que hacerle esperar y hasta +rabiar un poco...</p> + +<p>—Para qu?</p> + +<p>—Hay que hacerse valer.</p> + +<p>—As no te haces valer, Rosa; y ese coqueteo +es cosa muy fea.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_20" id="Page_20">[20]</a></span> +—De modo que t...</p> + +<p>—A m no se me ha dirigido.</p> + +<p>—Y si se hubiera dirigido a ti?</p> + +<p>—No sirve preguntar cosas sin sustancia.</p> + +<p>—Pero t, si a ti se te dirige, qu le habras +contestado?</p> + +<p>—Yo no he dicho que me parece un guapo +mozo y que es simptico, y por eso me habra +puesto a estudiarle...</p> + +<p>—Y entretanto si iba a otra...</p> + +<p>—Es lo ms probable.</p> + +<p>—Pues as, hija, ya puedes prepararte...</p> + +<p>—S, a ser ta.</p> + +<p>—Cmo ta?</p> + +<p>—Ta de tus hijos, Rosa.</p> + +<p>—Eh, qu cosas tienes!—y se le quebr +la voz.</p> + +<p>—Vamos, Rosita, no te pongas as, y perdname—le +dijo dndole un beso.</p> + +<p>—Pero si vuelves...</p> + +<p>—No, no volver!</p> + +<p>—Y bien, qu le digo?</p> + +<p>—Dile que s!</p> + +<p>—Pero pensar que soy demasiado fcil...</p> + +<p>—Entonces dile que no!</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_21" id="Page_21">[21]</a></span> +—Pero es que...</p> + +<p>—S, que te parece un guapo mozo y simptico. +Dile, pues, que s y no andes con ms +coqueteras, que eso es feo. Dile que s. Despus +de todo, no es fcil que se te presente mejor +partido. Ramiro est muy bien, es hijo +solo...</p> + +<p>—Yo no he hablado de eso.</p> + +<p>—Pero yo hablo de ello, Rosa, y es igual.</p> + +<p>—Y no dirn, Tula, que tengo ganas de +novio?</p> + +<p>—Y dirn bien.</p> + +<p>—Otra vez, Tula?</p> + +<p>—Y ciento. Tienes ganas de novio y es natural +que las tengas. Para qu si no te hizo Dios +tan guapa?</p> + +<p>—Guasitas no!</p> + +<p>—Ya sabes que yo no me guaseo. Parzcanos +bien o mal, nuestra carrera es el matrimonio o +el convento; t no tienes vocacin de monja; +Dios te hizo para el mundo y el hogar... vamos, +para madre de familia... No vas a quedarte a vestir +imgenes. Dile, pues, que s.</p> + +<p>—Y t?</p> + +<p>—Cmo yo?</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_22" id="Page_22">[22]</a></span> +—Que t, luego...</p> + +<p>—A m djame.</p> + +<p>Al da siguiente de estas palabras estaban ya +en lo que se llaman relaciones amorosas Rosa +y Ramiro.</p> + +<p>Lo que empez a cuajar la soledad de Gertrudis.</p> + +<p>Vivan las dos hermanas, hurfanas de padre +y madre desde muy nias, con un to materno, +sacerdote, que no las mantena, pues ellas disfrutaban +de un pequeo patrimonio que les permita +sostenerse en la holgura de la modestia, +pero les daba buenos consejos a la hora de +comer, en la mesa, dejndolas, por lo dems, a +la gua de su buen natural. Los buenos consejos +eran consejos de libros, los mismos que le servan +a don Primitivo para formar sus escasos +sermones.</p> + +<p>Adems—se deca a s mismo con muy buen +acierto don Primitivo—para qu me voy a meter +en sus inclinaciones y sentimientos ntimos? Lo +mejor es no hablarlas mucho de eso, que se les +abre demasiado los ojos. Aunque... abrirles? +Bah! bien abiertos los tienen, sobre todo las +mujeres. Nosotros los hombres no sabemos una +<span class="pagenum"><a name="Page_23" id="Page_23">[23]</a></span> +palabra de esas cosas. Y los curas, menos. Todo +lo que nos dicen los libros son pataratas. Y luego, +me mete un miedo esa Tulilla...! Delante de ella +no me atrevo... no me atrevo... Tiene unas preguntas +la mocita! Y cuando me mira tan seria, +tan seria... con esos ojazos tristes—los de mi +hermana, los de mi madre, Dios las tenga en +su santa gloria!—Esos ojazos de luto que se le +meten a uno en el corazn...! Muy serios, s, +pero rindose con el rabillo. Parecen decirme: +no diga usted ms bobadas, to! El demonio +de la chiquilla! Todava me acuerdo el da en +que se empe en ir, con su hermana, a oirme +aquel sermoncete; el rato que pas, Jess Santo! +Todo se me volva apartar mis ojos de ella por +no cortarme; pero nada, ella tirando de los mos! +Lo mismo, lo mismito me pasaba con su santa +madre, mi hermana, y con mi santa madre, Dios +las tenga en su gloria. Jams pude predicar a +mis anchas delante de ellas, y por eso les tena +dicho que no fuesen a oirme. Madre iba, pero +iba a hurtadillas, sin decrmelo, y se pona detrs +de la columna, donde yo no le viera, y luego no +me deca nada de mi sermn. Y lo mismo haca +mi hermana. Pero yo s lo que sta pensaba, +<span class="pagenum"><a name="Page_24" id="Page_24">[24]</a></span> +aunque tan cristiana, lo s. Bobadas de hombres! +Y lo mismo piensa esta mocita, estoy de +ello seguro. No, no, delante de ella predicar? +Yo? Darle consejos? Una vez se le escap lo +de <i>bobadas de hombres!</i> y no dirigindose a m, +no, pero yo le entiendo...</p> + +<p>El pobre seor senta un profundsimo respeto, +mezclado de admiracin, por su sobrina +Gertrudis. Tena el sentimiento de que la sabidura +iba en su linaje por va femenina, que su +madre haba sido la providencia inteligente de +la casa en que se cri, que su hermana lo haba +sido en la suya, tan breve. Y en cuanto a su +otra sobrina, a Rosa, le bastaba para proteccin +y gua con su hermana. Pero qu hermosa +la ha hecho Dios, Dios sea alabado—se deca—; +esta chica o hace un gran matrimonio, +con quien ella quiera, o no tienen los mozos de +hoy ojos en la cara.</p> + +<p>Y un da fu Gertrudis la que, despus que +Rosa se levant de la mesa fingiendo sentirse +algo indispuesta, al quedarse a solas con su to, +le dijo:</p> + +<p>—Tengo que decirle a usted, to, una cosa +muy grave.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_25" id="Page_25">[25]</a></span> +—Muy grave..., muy grave...—y el pobre seor +se azar, creyendo observar que los rabillos +de los ojazos tan serios de su sobrina se rean +maliciosamente.</p> + +<p>—S, muy grave.</p> + +<p>—Bueno, pues desembucha, hija, que aqu estamos +los dos para tomar un consejo.</p> + +<p>—El caso es que Rosa tiene ya novio.</p> + +<p>—Y no es ms que eso?</p> + +<p>—Pero novio formal, eh?, to.</p> + +<p>—Vamos, s, para que yo los case.</p> + +<p>—Naturalmente!</p> + +<p>—Y a ti, qu te parece de l?</p> + +<p>—Aun no ha preguntado usted quin es...</p> + +<p>—Y qu ms da, si yo apenas conozco a +nadie? A ti qu te parece de l, contesta.</p> + +<p>—Pues tampoco yo le conozco.</p> + +<p>—Pero no sabes quin es, t?</p> + +<p>—S, s cmo se llama y de qu familia es y...</p> + +<p>—Basta! Qu te parece?</p> + +<p>—Que es un buen partido para Rosa y que +se querrn.</p> + +<p>—Pero es que no se quieren ya?</p> + +<p>—Pero cree usted, to, que pueden empezar +querindose?</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_26" id="Page_26">[26]</a></span> +—Pues as dicen, chiquilla, y hasta que eso +viene como un rayo...</p> + +<p>—Son decires, to.</p> + +<p>—As ser; basta que t lo digas.</p> + +<p>—Ramiro..., Ramiro Cuadrado...</p> + +<p>—Pero es el hijo de doa Venancia, la viuda? +Acabramos! No hay ms que hablar.</p> + +<p>—A Ramiro, to, se le ha metido Rosa por los +ojos y cree estar enamorado de ella...</p> + +<p>—Y lo estar, Tulilla, lo estar...</p> + +<p>—Eso digo yo, to, que lo estar. Porque como +es hombre de vergenza y de palabra, acabar +por cobrar cario a aquella con la que se ha +comprometido ya. No le creo hombre de volver +atrs.</p> + +<p>—Y ella?</p> + +<p>—Quin? Mi hermana? A ella le pasar lo +mismo.</p> + +<p>—Sabes ms que San Agustn, hija.</p> + +<p>—Esto no se aprende, to.</p> + +<p>—Pues que se casen, los bendigo y sanseacab!</p> + +<p>—O sanseempez! Pero hay que casarlos y +pronto. Antes que l se vuelva...</p> + +<p>—Pero temes t que l pueda volverse...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="Page_27" id="Page_27">[27]</a></span> +—Yo siempre temo de los hombres, to.</p> + +<p>—Y de las mujeres no?</p> + +<p>—Esos temores deben quedar para los hombres. +Pero sin nimo de ofender al sexo... fuerte, +no se dice as?, le digo que la constancia, que +la fortaleza est ms bien de parte nuestra...</p> + +<p>—Si todas fueran como t, chiquilla, lo creera +as, pero...</p> + +<p>—Pero qu?</p> + +<p>—Que t eres excepcional, Tulilla!</p> + +<p>—Le he odo a usted ms de una vez, to, que +las excepciones confirman la regla...</p> + +<p>—Vamos, que me aturdes... Pues bien, los casaremos, +no sea que se vuelva l... o ella...</p> + +<p>Por los ojos de Gertrudis pas como la sombra +de una nube de borrasca, y si se hubiera podido +oir el silencio habrase odo que en las bvedas +de los stanos de su alma resonaba como +un eco repetido y que va perdindose a lo lejos +aquello de o ella...</p> +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_29" id="Page_29">[29]</a></span></p> + + +<h2>II</h2> + + +<p><span class="smcap">Pero</span> qu le pasaba a Ramiro, en relaciones +ya, y en relaciones formales, con Rosa, y +poco menos que entrando en la casa? Qu dilaciones +y qu frialdades eran aqullas?</p> + +<p>—Mira, Tula, yo no le entiendo; cada vez le +entiendo menos. Parece que est siempre distrado +y como si estuviese pensando en otra +cosa—o en otra persona, quin sabe!—o temiendo +que alguien nos vaya a sorprender de +pronto. Y cuando le tiro algn avance y le hablo, +as como quien no quiere la cosa, del fin +que deben tener nuestras relaciones, hace como +que no oye y como si estuviera atendiendo a +otra...</p> + +<p>—Es porque le hablas como quien no quiere +la cosa. Hblale como quien la quiere.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_30" id="Page_30">[30]</a></span></p> + +<p>—Eso es, y que piense que tengo prisa por +casarme!</p> + +<p>—Pues que lo piense! No es acaso as?</p> + +<p>—Pero crees t, Tula, que yo estoy rabiando +por casarme?</p> + +<p>—Le quieres?</p> + +<p>—Eso nada tiene que ver...</p> + +<p>—Le quieres, di?</p> + +<p>—Pues mira...</p> + +<p>—Pues mira, no! le quieres? s o no!</p> + +<p>Rosa baj la frente con los ojos, arrebolse +toda y llorndole la voz tartamude:</p> + +<p>—Tienes unas cosas, Tula; pareces un confesor!</p> + +<p>Gertrudis tom la mano de su hermana, con +otra le hizo levantar la frente, le clav los ojos +en los ojos y le dijo:</p> + +<p>—Vivimos solas, hermana...</p> + +<p>—Y el to?</p> + +<p>—Vivimos solas, te he dicho. Las mujeres vivimos +siempre solas. El pobre to es un santo, +pero un santo de libro, y aunque cura, al fin y +al cabo hombre.</p> + +<p>—Pero confiesa...</p> + +<p>—Acaso por eso sabe menos. Adems, se le<span class="pagenum"><a name="Page_31" id="Page_31">[31]</a></span> +olvida. Y as debe ser. Vivimos solas, te he dicho. +Y ahora lo que debes hacer es confesarte aqu, +pero confesarte a ti misma. Le quieres? repito.</p> + +<p>La pobre Rosa se ech a llorar.</p> + +<p>—Le quieres?—son la voz implacable.</p> + +<p>Y Rosa lleg a fingirse que aquella pregunta, +en una voz pastosa y solemne y que pareca venir +de las lontananzas de la vida comn de la +pureza, era su propia voz, era acaso la de su madre +comn.</p> + +<p>—S, creo que le querr... mucho... mucho...—exclam +en voz baja y sollozando.</p> + +<p>—S, le querrs mucho y l te querr ms an!</p> + +<p>—Y cmo lo sabes?</p> + +<p>—Yo s que te querr.</p> + +<p>—Entonces, por qu est distrado? por qu +rehuye el que abordemos lo del casorio?</p> + +<p>—Yo le hablar de eso, Rosa, djalo de mi +cuenta!</p> + +<p>—T?</p> + +<p>—Yo, s! Tiene algo de extrao?</p> + +<p>—Pero...</p> + +<p>—A m no puede cohibirme el temor que a ti +te cohibe.</p> + +<p>—Pero dir que rabio por casarme.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_32" id="Page_32">[32]</a></span></p> + +<p>—No, no dir eso! Dir, si quiere, que es a +m a quien me conviene que t te cases para facilitar +as el que se me pretenda o para quedarme +a mandar aqu sola; y las dos cosas son, como +sabes, dos disparates. Dir lo que quiera, pero +yo me las arreglar.</p> + +<p>Rosa cay en brazos de su hermana, que le +dijo al odo:</p> + +<p>—Y luego, tienes que quererle mucho, eh?</p> + +<p>—Y por qu me dices t eso, Tula?</p> + +<p>—Porque es tu deber.</p> + +<p>Y al otro da, al ir Ramiro a visitar a su novia, +encontrse con la otra, con la hermana. Demudsele +el semblante y se le vi vacilar. La seriedad +de aquellos serenos ojazos de luto le concentr +la sangre toda en el corazn.</p> + +<p>—Y Rosa?—pregunt sin oirse.</p> + +<p>—Rosa ha salido y soy yo quien tengo ahora +que hablarte.</p> + +<p>—T?—dijo con labios que le temblaban.</p> + +<p>-S, yo!</p> + +<p>—Grave te pones, chica!—y se esforz en +reirse.</p> + +<p>—Nac con esa gravedad encima, dicen. El +to asegura que la hered de mi madre, su her<span class="pagenum"><a name="Page_33" id="Page_33">[33]</a></span>mana, +y de mi abuela, su madre. No lo s, ni me +importa. Lo que s s es que me gustan las cosas +sencillas y derechas y sin engao.</p> + +<p>—Por qu lo dices, Tula?</p> + +<p>—Y por qu rehuyes hablar de vuestro casamiento +a mi hermana? Vamos, dmelo, por qu?</p> + +<p>El pobre mozo inclin la frente arrebolada de +vergenza. Sentase herido por un golpe inesperado.</p> + +<p>—T le pediste relaciones con buen fin, como +dicen los inocentes.</p> + +<p>—Tula!</p> + +<p>—Nada de Tula! T te pusiste con ella en +relaciones para hacerla tu mujer y madre de tus +hijos...</p> + +<p>—Pero qu de prisa vas...!—y volvi a esforzarse +a reirse.</p> + +<p>—Es que hay que ir de prisa, porque la vida +es corta.</p> + +<p>—La vida es corta! y lo dice a los veintids +aos!</p> + +<p>—Ms corta an. Pues bien, piensas casarte +con Rosa, s o no?</p> + +<p>—Pues qu duda cabe!—y al decirlo le temblaba +el cuerpo todo.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_34" id="Page_34">[34]</a></span></p> + +<p>—Pues si piensas casarte con ella, por qu +diferirlo as?</p> + +<p>—Somos an jvenes...</p> + +<p>—Mejor!</p> + +<p>—Tenemos que probarnos...</p> + +<p>—Qu, qu es eso? qu es eso de probaros? +Crees que la conocers mejor dentro de +un ao? Peor, mucho peor...</p> + +<p>—Y si luego...</p> + +<p>—No pensaste en eso al pedir la entrada aqu!</p> + +<p>—Pero, Tula...</p> + +<p>—Nada de Tula! La quieres, s o no?</p> + +<p>—Puedes dudarlo, Tula?</p> + +<p>—Te he dicho que nada de Tula! La quieres?</p> + +<p>—Claro que la quiero!</p> + +<p>—Pues la querrs ms todava. Ser una buena +mujer para ti. Haris un buen matrimonio.</p> + +<p>—Y con tu consejo...</p> + +<p>—Nada de consejo. Yo har una buena ta, y +basta!</p> + +<p>Ramiro pareci luchar un breve rato consigo +mismo y como si buscase algo, y al cabo, con +un gesto de desesperada resolucin, exclam:</p> + +<p>—Pues bien, Gertrudis, quiero decirte toda +la verdad!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_35" id="Page_35">[35]</a></span></p> + +<p>—No tienes que decirme ms verdad—le ataj +severamente—; me has dicho que quieres a +Rosa y que ests resuelto a casarte con ella; +todo lo dems de la verdad es a ella a quien se +la tienes que decir luego que os casis.</p> + +<p>—Pero hay cosas...</p> + +<p>—No, no hay cosas que no se deba decir a +la mujer...</p> + +<p>—Pero, Tula!</p> + +<p>—Nada de Tula, te he dicho. Si la quieres, a +casarte con ella, y si no la quieres, ests de ms +en esta casa.</p> + +<p>Estas palabras le brotaron de los labios fros +y mientras se le paraba el corazn. Sigui a +ellas un silencio de hielo, y durante l la sangre, +antes represada y ahora suelta, le encendi la +cara a la hermana. Y entonces, en el silencio +agorero, poda orsele el galope trepidante del +corazn.</p> + +<p>Al siguiente da se fijaba el de la boda.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_37" id="Page_37">[37]</a></span></p> + + + + +<h2>III</h2> + + +<p><span class="smcap">Don</span> Primitivo autoriz y bendijo la boda de +Ramiro con Rosa. Y nadie estuvo en ella +ms alegre que lo estuvo Gertrudis. A tal punto, +que su alegra sorprendi a cuantos la conocan, +sin que faltara quien creyese que tena muy poco +de natural.</p> + +<p>Furonse a su casa los recin casados, y Rosa +reclamaba a ella de continuo la presencia de su +hermana. Gertrudis le replicaba que a los novios +les convena soledad.</p> + +<p>—Pero si es al contrario, hija, si nunca he +sentido ms tu falta; ahora es cuando comprendo +lo que te quera.</p> + +<p>Y ponase a abrazarla y besuquearla.</p> + +<p>—S, s—le replicaba Gertrudis sonriendo +gravemente—; vuestra felicidad necesita de testi<span class="pagenum"><a name="Page_38" id="Page_38">[38]</a></span>gos; +se os acrecienta la dicha sabiendo que otros +se dan cuenta de ella.</p> + +<p>Ibase, pues, de cuando en cuando a hacerles +compaa; a comer con ellos alguna vez. Su hermana +le haca las ms ostentosas demostraciones +de cario, y luego a su marido, que, por su +parte, apareca como avergonzado ante su cuada.</p> + +<p>—Mira—lleg a decirle una vez Gertrudis a +su hermana ante aquellas seales—, no te pongas +as, tan babosa. No parece sino que has inventado +lo del matrimonio.</p> + +<p>Un da vi un perrito en la casa.</p> + +<p>—Y esto qu es?</p> + +<p>—Un perro, chica, no lo ves?</p> + +<p>—Y cmo ha venido?</p> + +<p>—Lo encontr ah, en la calle, abandonado y +medio muerto, me di lstima, le traje, le di de +comer, le cur y aqu le tengo—y lo acariciaba +en su regazo y le daba besos en el hocico.</p> + +<p>—Pues mira, Rosa, me parece que debes regalar +el perrito, porque el que le mates me parece +una crueldad.</p> + +<p>—Regalarle? Y por qu? Mira, Tit—y al +decirlo apechugaba contra su seno al animali<span class="pagenum"><a name="Page_39" id="Page_39">[39]</a></span>to—, +me dicen que te eche. Adnde irs t, pobrecito?</p> + +<p>—Vamos, vamos, no seas chiquilla y no lo +tomes as. A que tu marido es de mi opinin?</p> + +<p>—Claro, en cuanto se lo digas! Como t eres +la sabia...</p> + +<p>—Djate de esas cosas y deja al perro.</p> + +<p>—Pero qu? Crees que tendr Ramiro celos?</p> + +<p>—Nunca cre, Rosa, que el matrimonio pudiese +entontecer as.</p> + +<p>Cuando lleg Ramiro y se enter de la pequea +disputa por lo del perro, no se atrevi a dar +la razn ni a la una ni a la otra, declarando que +la cosa no tena importancia.</p> + +<p>—No, nada la tiene y lo tiene todo, segn—dijo +Gertrudis—. Pero en eso hay algo de chiquillada, +y an ms. Sers capaz, Rosa, de haberte +trado aquella pepona que guardas desde +que nos dieron dos, una a ti y a m otra, siendo +nias, y sers capaz de haberla puesto ocupando +su silla...</p> + +<p>—Exacto; all est, en la sala, con su mejor +traje, ocupando toda una silla de respeto. La +quieres ver?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_40" id="Page_40">[40]</a></span></p> + +<p>—As es—asinti Ramiro.</p> + +<p>—Bueno, ya la quitars de all...</p> + +<p>—Quia, hija, la guardar...</p> + +<p>—S, para juguete de tus hijas...</p> + +<p>—Qu cosas se te ocurren, Tula...!—y se +arrebol.</p> + +<p>—No, es a ti a quien se te ocurren cosas como +la del perro.</p> + +<p>—Y t—exclam Rosa, tratando de desasirse +de aquella inquisitoria que le molestaba—no +tienes tambin tu pepona? La has dado, o deshecho +acaso?</p> + +<p>—No—respondile resueltamente su hermana—, +pero la tengo guardada.</p> + +<p>—Y tan guardada que no se la he podido +descubrir nunca...!</p> + +<p>—Es que Gertrudis la guarda para s sola—dijo +Ramiro sin saber lo que deca.</p> + +<p>—Dios sabe para qu la guardo. Es un talismn +de mi niez.</p> + +<p>El que iba poco, poqusimo, por casa del nuevo +matrimonio era el bueno de don Primitivo. +El onceno no estorbar—deca.</p> + +<p>Corran los das, todos iguales, en una y otra +casa. Gertrudis se haba propuesto visitar lo me<span class="pagenum"><a name="Page_41" id="Page_41">[41]</a></span>nos +posible a su hermana, pero sta vena a buscarla +en cuanto pasaba un par de das sin que se +viesen. Pero qu, ests mala, chica? O te sigue +estorbando el perro? Porque si es as, mira, +le echar. Por qu me dejas as, sola?</p> + +<p>—Sola, Rosa? Sola? Y tu marido?</p> + +<p>—Pero l se tiene que ir a sus asuntos...</p> + +<p>—O los inventa...</p> + +<p>—Qu, es que crees que me deja aposta? +Es que sabes algo? Dilo, Tula, por lo que ms +quieras, por nuestra madre dmelo!</p> + +<p>—No, es que os aburrs de vuestra felicidad +y de vuestra soledad. Ya le echars el perro o si +no te darn antojos, y ser peor.</p> + +<p>—No digas esas cosas.</p> + +<p>—Te darn antojos—replic con ms firmeza.</p> + +<p>Y cuando al fin fu un da a decirle que haba +regalado el perrito, Gertrudis, sonriendo gravemente +y acaricindola como a una nia, le pregunt +al odo: Por miedo a los antojos, eh? +Y al oir en respuesta un susurrado s! abraz +a su hermana con una efusin de que sta no +la crea capaz.</p> + +<p>—Ahora va de veras, Rosa; ahora no os abu<span class="pagenum"><a name="Page_42" id="Page_42">[42]</a></span>rriris +de la felicidad ni de la soledad y tendr +varios asuntos tu marido. Esto era lo que os faltaba...</p> + +<p>—Y acaso lo que te faltaba... no es as, hermanita?</p> + +<p>—Y a ti quin te ha dicho eso?</p> + +<p>—Mira, aunque soy tan tonta, como he vivido +siempre contigo...</p> + +<p>—Bueno, djate de bromas!</p> + +<p>Y desde entonces empez Gertrudis a frecuentar +ms la casa de su hermana.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_43" id="Page_43">[43]</a></span></p> + + + + +<h2>IV</h2> + + +<p><span class="smcap">En</span> el parto de Rosa, que fu dursimo, nadie +estuvo ms serena y valerosa que Gertrudis. +Creerase que era una veterana en asistir a trances +tales. Lleg a haber peligro de muerte para +la madre o la cra que hubiera de salir, y el mdico +lleg a hablar de sacrsela viva o muerta.</p> + +<p>—Muerta?—exclam Gertrudis—; eso s +que no!</p> + +<p>—Pero no ve usted—exclam el mdico—que +aunque se muera el cro queda la madre +para hacer otros, mientras que si se muere ella +no es lo mismo?</p> + +<p>Pas rpidamente por el magn de Gertrudis +replicarle que quedaban otras madres, pero se +contuvo e insisti:</p> + +<p>—Muerta, no!, nunca! Y hay, adems, que +salvar un alma.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_44" id="Page_44">[44]</a></span></p> + +<p>La pobre parturienta ni se enteraba de cosa +alguna. Hasta que, rendida al combate, di a luz +un nio.</p> + +<p>Recojilo Gertrudis con avidez, y como si +nunca hubiera hecho otra cosa lo lav y envolvi +en sus paales.</p> + +<p>—Es usted comadrona de nacimiento—le +dijo el mdico.</p> + +<p>Tom la criaturita y se la llev a su padre, +que en un rincn, aterrado y como contrito de +una falta, aguardaba la noticia de la muerte de +su mujer.</p> + +<p>—Aqu tienes tu primer hijo, Ramiro; mrale +qu hermoso!</p> + +<p>Pero al levantar la vista el padre, libre del +peso de su angustia, no vi sino los ojazos de +su cuada, que irradiaban una luz nueva, ms +negra pero ms brillante que la de antes. Y al ir +a besar a aquel rollo de carne que le presentaban +como su hijo roz su mejilla, encendida, con +la de Gertrudis.</p> + +<p>—Ahora—le dijo tranquilamente sta—ve a +dar las gracias a tu mujer, a pedirle perdn y a +animarla.</p> + +<p>—A pedirle perdn?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_45" id="Page_45">[45]</a></span></p> + +<p>—S, a pedirle perdn.</p> + +<p>—Y por qu?</p> + +<p>—Yo me entiendo y ella te entender. Y en +cuanto a ste—y al decirlo apretbalo contra su +seno palpitante—corre ya de mi cuenta, y o poco +he de poder o har de l un hombre.</p> + +<p>La casa le daba vueltas en derredor a Ramiro. +Y del fondo de su alma salale una voz diciendo: +Cul es la madre?</p> + +<p>Poco despus pona Gertrudis cuidadosamente +el nio al lado de la madre, que pareca +dormir extenuada y con la cara blanca como la +nieve. Pero Rosa entreabri los ojos y se encontr +con los de su hermana. Al ver a sta una +corriente de nimo recorri el cuerpo todo victorioso +de la nueva madre.</p> + +<p>—Tula!—gimi.</p> + +<p>—Aqu estoy, Rosa, aqu estar. Ahora descansa. +Cuando sea le das de mamar a este cro +para que se calle. De todo lo dems no te preocupes.</p> + +<p>—Cre morirme, Tula. Aun ahora me parece +que sueo muerta. Y me daba tanta pena de +Ramiro...</p> + +<p>—Cllate. El mdico ha dicho que no hables<span class="pagenum"><a name="Page_46" id="Page_46">[46]</a></span> +mucho. El pobre Ramiro estaba ms muerto que +t. Ahora, nimo, y a otra!</p> + +<p>La enferma sonri tristemente.</p> + +<p>—Este se llamar Ramiro, como su padre—decret +luego Gertrudis en pequeo consejo de +familia—y la otra, porque la siguiente ser nia, +Gertrudis como yo.</p> + +<p>—Pero ya ests pensando en otra—exclam +don Primitivo—y tu pobre hermana de por poco +se queda en el trance?</p> + +<p>—Y qu hacer?—replic ella—; para qu +se han casado si no? No es as, Ramiro?—y le +clav los ojos.</p> + +<p>—Ahora lo que importa es que se reponga—dijo +el marido sobrecojindose bajo aquella +mirada.</p> + +<p>—Bah!, de estas dolencias se repone una +mujer pronto.</p> + +<p>—Bien dice el mdico, sobrina, que parece +como si hubieras nacido comadrona.</p> + +<p>—Toda mujer nace madre, to.</p> + +<p>Y lo dijo con tan ntima solemnidad casera, que +Ramiro se sinti presa de un indefinible desasosiego +y de un extrao remordimiento. Querr +yo a mi mujer como se merece?—se deca.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_47" id="Page_47">[47]</a></span></p> + +<p>—Y ahora, Ramiro—le dijo su cuada—ya +puedes decir que tienes mujer.</p> + +<p>Y a partir de entonces no falt Gertrudis un +solo da de casa de su hermana. Ella era quien +desnudaba y vesta y cuidaba al nio hasta que +su madre pudiera hacerlo.</p> + +<p>La cual se repuso muy pronto y su hermosura +se redonde ms. A la vez extrem sus ternuras +para con su marido y aun lleg a culparle de que +se le mostraba esquivo.</p> + +<p>—Tem por tu vida—le dijo su marido—y +estaba aterrado. Aterrado y desesperado y lleno +de remordimiento.</p> + +<p>—Remordimiento, por qu?</p> + +<p>—Si llegas a morirte me pego un tiro!</p> + +<p>—Quia! a qu? Cosas de hombres, que +dira Tula. Pero eso ya pas y ya s lo que es.</p> + +<p>—Y no has quedado escarmentada, Rosa?</p> + +<p>—Escarmentada?—y cojiendo a su marido, +echndole los brazos al cuello, apechugndole +fuertemente a s, le dijo al odo con un aliento +que se lo quemaba:—A otra, Ramiro, a +otra! Ahora s que te quiero! Y aunque me +mates!</p> + +<p>Gertrudis en tanto arrollaba al nio, celosa<span class="pagenum"><a name="Page_48" id="Page_48">[48]</a></span> +de que no se percatase—inocente!—de los ardores +de sus padres.</p> + +<p>Era como una preocupacin en la ta la de ir +sustrayendo al nio, ya desde su ms tierna edad +de inconciencia, de conocer, ni en las ms leves +y remotas seales, el amor de que haba +brotado. Colgle al cuello desde luego una medalla +de la Santsima Virgen, de la Virgen Madre, +con su Nio en brazos.</p> + +<p>Con frecuencia, cuando vea que su hermana, +la madre, se impacientaba en acallar al nio o al +envolverlo en sus paales, le deca:</p> + +<p>—Dmelo, Rosa, dmelo, y vete a entretener +a tu marido...</p> + +<p>—Pero, Tula...</p> + +<p>—S, t tienes que atender a los dos y yo slo +a ste.</p> + +<p>—Tienes, Tula, una manera de decir las cosas...</p> + +<p>—No seas nia, ea, que eres ya toda una seora +mam. Y da gracias a Dios que podamos +as repartirnos el trabajo.</p> + +<p>—Tula... Tula...</p> + +<p>—Ramiro... Ramiro... Rosa.</p> + +<p>La madre se amoscaba, pero iba a su marido.</p> + +<p>Y as pasaba el tiempo y lleg otra cra, una nia.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_49" id="Page_49">[49]</a></span></p> + + + + +<h2>V</h2> + + +<p>A poco de nacer la nia encontraron un da +muerto al bueno de don Primitivo. Gertrudis +le amortaj despus de haberle lavado—quera +que fuese limpio a la tumba—con el +mismo esmero con que haba envuelto en paales +a sus sobrinos recin nacidos. Y a solas en +el cuarto con el cuerpo del buen anciano, le +llor como no se creyera capaz de hacerlo. +Nunca habra credo que le quisiese tanto—se +dijo—; era un bendito; de poco llega a hacerme +creer que soy un pozo de prudencia; era tan +sencillo!</p> + +<p>—Fu nuestro padre—le dijo a su hermana—y +jams le omos una palabra ms alta que otra.</p> + +<p>—Claro!—exclam Rosa—; como que siempre +nos dej hacer nuestra santsima voluntad.</p> + +<p>—Porque saba, Rosa, que su sola presencia<span class="pagenum"><a name="Page_50" id="Page_50">[50]</a></span> +santificaba nuestra voluntad. Fu nuestro padre; +l nos educ. Y para educarnos le bast +la trasparencia de su vida, tan sencilla, tan +clara...</p> + +<p>—Es verdad, s—dijo Rosa con los ojos henchidos +de lgrimas—, como sencillo no he conocido +otro.</p> + +<p>—Nos habra sido imposible, hermana, habernos +criado en un hogar ms limpio que ste.</p> + +<p>—Qu quieres decir con eso, Tula?</p> + +<p>—El nos llen la vida casi silenciosamente +casi sin decirnos palabra, con el culto de la Santsima +Virgen Madre y con el culto tambin de +nuestra madre, su hermana, y de nuestra abuela, +su madre. Te acuerdas cuando por las noches +nos haca rezar el rosario, cmo le cambiaba la +voz al llegar a aquel padrenuestro y avemara +por el eterno descanso del alma de nuestra madre, +y luego aquellos otros por el de su madre, +nuestra abuela, a las que no conocimos? En +aquel rosario nos daba madre y en aquel rosario +te ense a serlo.</p> + +<p>—Y a ti, Tula, a ti!—exclam entre sollozos +Rosa.</p> + +<p>—A m?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_51" id="Page_51">[51]</a></span></p> + +<p>—A ti, s, a ti! Quin, si no, es la verdadera +madre de mis hijos?</p> + +<p>—Deja ahora eso. Y ah le tienes, un santo +silencioso. Me han dicho que las pobres beatas +lloraban algunas veces al oirle predicar +sin percibir ni una sola de sus palabras. Y +lo comprendo. Su voz sola era un consejo +de serenidad amorosa. Y ahora, Rosa, el rosario!</p> + +<p>Arrodillronse las dos hermanas al pie del lecho +mortuorio de su to y rezaron el mismo rosario +que con l haban rezado durante tantos +aos, con dos padrenuestros y avemaras por el +eterno descanso de las almas de su madre y de +la del que yaca all muerto, a que aadieron +otro padrenuestro y otra avemara por el alma +del recin bienaventurado. Y las lenguas de +manso y dulce fuego de los dos cirios que ardan +a un lado y otro del cadver, haciendo brillar su +frente, tan blanca como la cera de ellos, parecan, +vibrando al comps del rezo, acompaar en sus +oraciones a las dos hermanas. Una paz entraable +irradiaba de aquella muerte. Levantronse +del suelo las dos hermanas, la pareja; besaron, +primero Gertrudis y Rosa despus, la frente c<span class="pagenum"><a name="Page_52" id="Page_52">[52]</a></span>rea +del anciano y abrazronse luego con los ojos +ya enjutos.</p> + +<p>—Y ahora—le dijo Gertrudis a su hermana al +odo—a querer mucho a tu marido, a hacerle dichoso +y... a darnos muchos hijos!</p> + +<p>—Y ahora—le respondi Rosa—te vendrs a +vivir con nosotros, por supuesto.</p> + +<p>—No, eso no!—exclam sbitamente la otra.</p> + +<p>—Cmo que no? Y lo dices de un modo...</p> + +<p>—S, s, hermana; perdname la viveza, perdnamela, +me la perdonas?—e hizo mencin, +ante el cadver, de volver a arrodillarse.</p> + +<p>—Vaya, no te pongas as, Tula, que no es +para tanto. Tienes unos prontos...</p> + +<p>—Es verdad, pero me los perdonas, no es +verdad, Rosa?, me los perdonas.</p> + +<p>—Eso ni se pregunta. Pero te vendrs con +nosotros...</p> + +<p>—No insistas, Rosa, no insistas...</p> + +<p>—Qu? No te vendrs? Dejars a tus sobrinos, +ms bien tus hijos casi...</p> + +<p>—Pero si no los he dejado un da...</p> + +<p>—Te vendrs?</p> + +<p>—Lo pensar, Rosa, lo pensar...</p> + +<p>—Bueno, pues no insisto.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_53" id="Page_53">[53]</a></span></p> + +<p>Pero a los pocos das insisti, y Gertrudis se +defenda.</p> + +<p>—No, no; no quiero estorbaros...</p> + +<p>—Estorbarnos? qu dices, Tula?</p> + +<p>—Los casados casa quieren.</p> + +<p>—Y no puede ser la tuya tambin?</p> + +<p>—No, no; aunque t no lo creas, yo os quitara +libertad. No es as, Ramiro?</p> + +<p>—No... no veo...—balbuce el marido confuso, +como casi siempre le ocurra, ante la inesperada +interpelacin de su cuada.</p> + +<p>—S, Rosa; tu marido, aunque no lo dice, +comprende que un matrimonio, y ms un matrimonio +joven como vosotros y en plena produccin, +necesita estar solo. Yo, la ta, vendr a +mis horas a ir enseando a vuestros hijos todo +aquello en que no podis ocuparos.</p> + +<p>Y all segua yendo, a las veces desde muy +temprano, encontrndose con el nio ya levantado, +pero no as sus padres. Cuando digo que +hago yo aqu falta—se deca.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_55" id="Page_55">[55]</a></span></p> + + + + +<h2>VI</h2> + + +<p><span class="smcap">Vena</span> ya el tercer hijo al matrimonio. Rosa +empezaba a quejarse de su fecundidad. +Vamos a cargarnos de hijos—deca. A lo que +su hermana: Pues para qu os habis casado?</p> + +<p>El embarazo fu molestsimo para la madre y +tena que descuidar ms que antes a sus otros +hijos, que as quedaban al cuidado de su ta, encantada +de que se los dejasen. Y hasta consigui +llevrselos ms de un da a su casa, a su +solitario hogar de soltera, donde viva con la +vieja criada que fu de don Primitivo, y donde +los retena. Y los pequeuelos se apegaban con +ciego cario a aquella mujer severa y grave.</p> + +<p>Ramiro, malhumorado antes en los ltimos +meses de los embarazos de su mujer, malhumor +que desasosegaba a Gertrudis, ahora lo estaba +ms.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_56" id="Page_56">[56]</a></span></p> + +<p>—Qu pesado y molesto es esto!—deca.</p> + +<p>—Para ti?—le preguntaba su cuada sin levantar +los ojos del sobrino o sobrina que de seguro +tena en el regazo.</p> + +<p>—Para m, s. Vivo en perpetuo sobresalto, +temindolo todo.</p> + +<p>—Bah! no ser al fin nada. La Naturaleza es +sabia.</p> + +<p>—Pero tantas veces va el cntaro a la fuente...</p> + +<p>—Ay, hijo, todo tiene sus riesgos y todo estado +sus contrariedades!</p> + +<p>Ramiro se sobrecoja al oirse llamar hijo por +su cuada, que rehua darle su nombre, mientras +l en cambio se complaca en llamarla por +el familiar Tula.</p> + +<p>—Qu bien has hecho en no casarte, Tula!</p> + +<p>—De veras?—y levantando los ojos se los +clav en los suyos.</p> + +<p>—De veras, s. Todo son trabajos y aun peligros...</p> + +<p>—Y sabes t acaso si no me he de casar +todava?</p> + +<p>—Claro. Lo que es por la edad!</p> + +<p>—Pues por qu ha de quedar?</p> + +<p>—Como no te veo con aficin a ello...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_57" id="Page_57">[57]</a></span></p> + +<p>—Aficin a casarse? Qu es eso?</p> + +<p>—Bueno; es que...</p> + +<p>—Es que no me ves buscar novio, no es eso?</p> + +<p>—No, no es eso.</p> + +<p>—S, eso es.</p> + +<p>—Si t los aceptaras, de seguro que no te habrn +faltado...</p> + +<p>—Pero yo no puedo buscarlos. No soy hombre, +y la mujer tiene que esperar y ser elegida. +Y yo, la verdad, me gusta elegir, pero no ser +elegida.</p> + +<p>—Qu es eso de que estis hablando?—dijo +Rosa acercndose y dejndose caer abatida en +un silln.</p> + +<p>—Nada, discreteos de tu marido sobre las +ventajas e inconvenientes del matrimonio.</p> + +<p>—No hables de eso, Ramiro! Vosotros los +hombres apenas sabis de eso. Somos nosotras +las que nos casamos, no vosotros.</p> + +<p>—Pero, mujer!</p> + +<p>—Anda, ven, sostnme, que apenas puedo +tenerme en pie. Voy a echarme. Adis, Tula. +Ah te los dejo.</p> + +<p>Acercse a ella su marido; le tom del brazo +con sus dos manos y se incorpor y levant<span class="pagenum"><a name="Page_58" id="Page_58">[58]</a></span> +trabajosamente; luego, tendindole un brazo por +el hombro, doblando su cabeza hasta casi darle +en ste con ella y cojindole con la otra mano, +con la diestra, de su diestra, se fu lentamente, +as apoyada en l y gimoteando. Gertrudis, teniendo +a cada uno de sus sobrinos en sus rodillas, +se qued mirando la marcha trabajosa de +su hermana, colgada de su marido como una +enredadera de su rodrign. Llenronsele los +grandes ojazos, aquellos ojos de luto, serenamente +graves, gravemente serenos, de lgrimas, +y apretando a su seno a los dos pequeos, apret +sus mejillas a cada una de las de ellos. Y el +pequeito, Ramirn, al ver llorar a su ta, a tita +Tula, se ech a llorar tambin.</p> + +<p>—Vamos, no llores; vamos a jugar.</p> + +<p>De este tercer parto qued quebrantadsima +Rosa.</p> + +<p>—Tengo malos presentimientos, Tula.</p> + +<p>—No hagas caso de ageros.</p> + +<p>—No es agero; es que siento que se me va +la vida; he quedado sin sangre.</p> + +<p>—Ella volver.</p> + +<p>—Por de pronto ya no puedo criar este nio. +Y eso de las amas, Tula, eso me aterra!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_59" id="Page_59">[59]</a></span></p> + +<p>Y as era, en verdad. En pocos das cambiaron +tres. El padre estaba furioso y hablaba de +tratarlas a latigazos. Y la madre decaa.</p> + +<p>—Esto se va!—pronunci un da el mdico.</p> + +<p>Ramiro vagaba por la casa como atontado, +presa de extraos remordimientos y de furias +sbitas. Una tarde lleg a decir a su cuada:</p> + +<p>—Pero es que esta Rosa no hace nada por +vivir; se le ha metido en la cabeza que tiene que +morirse y es claro! as se morir. Por qu no le +animas y le convences a que viva?</p> + +<p>—Eso t, hijo, t, su marido. Si t no le infundes +apetito de vivir, quin va a infundrselo? +Porque s, no es lo peor lo dbil y exange +que est; lo peor es que no piensa sino en morirse. +Ya ves, hasta los chicos la cansan pronto. +Y apenas si pregunta por las cosas del ama.</p> + +<p>Y era que la pobre Rosa viva como en sueos, +en un constante mareo, vindolo todo como +a travs de una niebla.</p> + +<p>Una tarde llam a solas a su hermana y en +frases entrecortadas, con un hilito de voz febril, +le dijo cojindole la mano:</p> + +<p>—Mira, Tula, yo me muero y me muero sin +remedio. Ah te dejo mis hijos, los pedazos de<span class="pagenum"><a name="Page_60" id="Page_60">[60]</a></span> +mi corazn, y ah te dejo a Ramiro, que es como +otro hijo. Creme que es otro nio, un nio +grande y antojadizo, pero bueno, ms bueno que +el pan. No me ha dado ni un solo disgusto. Ah +te los dejo, Tula.</p> + +<p>—Descuida, Rosa; conozco mis deberes.</p> + +<p>—Deberes... deberes...</p> + +<p>—S, s mis amores. A tus hijos no les faltar +madre mientras yo viva.</p> + +<p>—Gracias, Tula, gracias. Eso quera de ti.</p> + +<p>—Pues no lo dudes.</p> + +<p>—Es decir que mis hijos, los mos, los pedazos +de mi corazn no tendrn madrastra!</p> + +<p>—Qu quieres decir con eso, Rosa?</p> + +<p>—Que como Ramiro volver a pensar en +casarse... es lo natural... tan joven... y yo +s que no podr vivir sin mujer, lo s... pues +que...</p> + +<p>—Qu quieres decir?</p> + +<p>—Que sers t su mujer, Tula.</p> + +<p>—Yo no te he dicho eso, Rosa, y ahora, en +este momento, no puedo, ni por piedad, mentir. +Yo no te he dicho que me casar con tu marido +si t le faltas; yo te he dicho que a tus hijos no +les faltar madre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_61" id="Page_61">[61]</a></span></p> + +<p>—No, t me has dicho que no tendrn madrastra.</p> + +<p>—Pues bien, s, no tendrn madrastra!</p> + +<p>—Y eso no puede ser sino casndote t con +mi Ramiro, y mira, no tengo celos, no. Si ha de +ser de otra, que sea tuyo! Que sea tuyo. Acaso...</p> + +<p>—Y por qu ha de volver a casarse?</p> + +<p>—Ay, Tula, t no conoces a los hombres! T +no conoces a mi marido...</p> + +<p>—No, no le conozco.</p> + +<p>—Pues yo s!</p> + +<p>—Quin sabe...</p> + +<p>La pobre enferma se desvaneci.</p> + +<p>Poco despus llamaba a su marido. Y al salir +ste del cuarto iba desencajado y plido como +un cadver.</p> + +<p>La Muerte afilaba su guadaa en la piedra angular +del hogar de Rosa y Ramiro, y mientras la +vida de la joven madre se iba en rosario de gotas, +destilando, haba que andar a la busca de +una nueva ama de cra para el pequeito, que iba +rindindose tambin de hambre. Y Gertrudis, +dejando que su hermana se adormeciese en la +cuna de una agona lenta, no haca sino agitarse +en busca de un seno prvido para su sobrinito.<span class="pagenum"><a name="Page_62" id="Page_62">[62]</a></span> +Procuraba irle engaando el hambre, sostenindole +a bibern.</p> + +<p>—Y esa ama?</p> + +<p>—Hasta maana no podr venir, seorita!</p> + +<p>—Mira, Tula—empez Ramiro.</p> + +<p>—Djame! Djame! Vete al lado de tu mujer, +que se muere de un momento a otro; vete, que +all es tu puesto, y djame con el nio!</p> + +<p>—Pero, Tula...</p> + +<p>—Djame, te he dicho. Vete a verla morir; a +que entre en la otra vida en tus brazos; vete! +Djame!</p> + +<p>Ramiro se fu. Gertrudis tom a su sobrinito, +que no haca sino gemir; encerrse con l en un +cuarto y sacando uno de sus pechos secos, uno +de sus pechos de doncella que arrebolado todo +l le retemblaba como con fiebre, le retemblaba +por los latidos del corazn—era el derecho—, +puso el botn de ese pecho en la flor sonrosada +plida de la boca del pequeuelo. Y ste gema +ms estrujando entre sus plidos labios el conmovido +pezn seco.</p> + +<p>—Un milagro, Virgen Santsima—gema Gertrudis +con los ojos velados por las lgrimas—; un +milagro, y nadie lo sabr, nadie.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_63" id="Page_63">[63]</a></span></p> + +<p>Y apretaba como una loca al nio a su seno.</p> + +<p>Oy pasos y luego que intentaban abrir la +puerta. Metise el pecho, lo cubri, se enjug +los ojos y sali a abrir. Era Ramiro, que le dijo:</p> + +<p>—Ya acab!</p> + +<p>—Dios la tenga en su gloria. Y ahora, Ramiro, +a cuidar de stos.</p> + +<p>—A cuidar? T... t... porque sin ti...</p> + +<p>—Bueno, ahora a criarlos te digo.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_65" id="Page_65">[65]</a></span></p> + + + + +<h2>VII</h2> + + +<p><span class="smcap">Ahora</span>, ahora que se haba quedado viudo +era cuando Ramiro senta todo lo que sin +l siquiera sospecharlo haba querido a Rosa, su +mujer. Uno de sus consuelos, el mayor, era recojerse +en aquella alcoba en que tanto haban vivido +amndose y repasar su vida de matrimonio.</p> + +<p>Primero el noviazgo, aquel noviazgo, aunque +no muy prolongado, de lento reposo, en que +Rosa pareca como que le hurtaba el fondo del +alma siempre, y como si por acaso no la tuviese +o hacindole pensar que no la conocera hasta +que fuese suya del todo y por entero; aquel noviazgo +de recato y de reserva, bajo la mirada de +Gertrudis, que era todo alma. Repasaba en su +mente Ramiro, lo recordaba bien, cmo la presencia +de Gertrudis, la ta Tula de sus hijos, le +contena y desasosegaba, cmo ante ella no se<span class="pagenum"><a name="Page_66" id="Page_66">[66]</a></span> +atreva a soltar ninguna de esas obligadas bromas +entre novios, sino a medir sus palabras.</p> + +<p>Vino luego la boda y la embriaguez de los +primeros meses, de las lunas de miel; Rosa iba +abrindole el espritu, pero era ste tan sencillo, +tan trasparente, que cay en la cuenta Ramiro +de que no le haba velado ni recatado nada. +Porque su mujer viva con el corazn en la mano +y extendida sta en gesto de oferta y con las entraas +espirituales al aire del mundo, entregada +por entero al cuidado del momento, como viven +las rosas del campo y las alondras del cielo. Y +era a la vez el espritu de Rosa como un reflejo +del de su hermana, como el agua corriente al sol +de que aqul era el manantial cerrado.</p> + +<p>Lleg, por fin, una maana en que se le desprendieron +a Ramiro las escamas de la vista, y +purificada sta vi claro con el corazn. Rosa no +era una hermosura cual l se la haba credo y +antojado, sino una figura vulgar, pero con todo +el ms dulce encanto de la vulgaridad recojida +y mansa; era como el pan de cada da, como el +pan casero y cotidiano y no un raro manjar de +turbadores jugos. Su mirada que sembraba paz, +su sonrisa, su aire de vida, eran encarnacin de<span class="pagenum"><a name="Page_67" id="Page_67">[67]</a></span> +un nimo sedante, sosegado y domstico. Tena +su pobre mujer algo de planta en la silenciosa +mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar +luz con los ojos y derramarla luego convertida +en paz; tena algo de planta en aquella fuerza +velada y a la vez poderosa con que de continuo, +momento tras momento, chupaba jugos de las +entraas de la vida comn ordinaria y en la dulce +naturalidad con que abra sus perfumadas corolas.</p> + +<p>Qu de recuerdos! Aquellos juegos cuando la +pobre se le escapaba y la persegua l por la +casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como +botn besos largos y apretados, boca a boca; +aquel cojerle la cara con ambas manos y estarse +en silencio mirndole al alma por los ojos y, sobre +todo, cuando apoyaba el odo sobre el pecho +de ella cindole con los brazos el talle, y escuchndole +la marcha tranquila del corazn le deca: +Calla, djale que hable!</p> + +<p>Y las visitas de Gertrudis, que con su cara +grave y sus grandes ojazos de luto a que se asomaba +un espritu embozado, pareca decirles: +Sois unos chiquillos que cuando no os veo estis +jugando a marido y mujer; no es esa la ma<span class="pagenum"><a name="Page_68" id="Page_68">[68]</a></span>nera +de prepararse a criar hijos, pues el matrimonio +se instituy para casar, dar gracia a los +casados y que cren hijos para el cielo.</p> + +<p>Los hijos! Ellos fueron sus primeras grandes +meditaciones. Porque pas un mes y otro y algunos +ms, y al no notar seal ni indicio de que +hubiese fructificado aquel amor, tendra razn—decase +entonces—Gertrudis? Sera verdad +que no estaban sino jugando a marido y mujer +y sin querer, con la fuerza toda de la fe en el +deber, el fruto de la bendicin del amor justo? +Pero lo que ms le molestaba entonces, recordbalo +bien ahora, era lo que pensaran los dems, +pues acaso hubiese quien le creyera a l, +por eso de no haber podido hacer hijos, menos +hombre que otros. Por qu no haba de hacer +l, y mejor, lo que cualquier mentecato, enclenque +y apocado hace? Herale en su amor propio; +habra querido que su mujer hubiese dado a luz +a los nueve meses justos y cabales de haberse +ellos casado. Adems, eso de tener hijos o no +tenerlos deba de depender—decase entonces—de +la mayor o menor fuerza de cario que +los casados se tengan, aunque los hay enamoradsimos +uno de otro y que no dan fruto, y otros,<span class="pagenum"><a name="Page_69" id="Page_69">[69]</a></span> +ayuntados por conveniencias de fortuna y ventura, +que se carguen de cros. Pero—y esto s +que lo recordaba bien ahora—pero para explicrselo +haba fraguado su teora, y era que hay +un amor aparente y conciente, de cabeza, que +puede mostrarse muy grande y ser, sin embargo, +infecundo, y otro sustancial y oculto, recatado +aun al propio conocimiento de los mismos +que lo alimentan, un amor del alma y el cuerpo +enteros y justos, amor fecundo siempre. No +querra l lo bastante a Rosa o no le querra lo +bastante Rosa a l? Y recordaba ahora cmo haba +tratado de descifrar el misterio mientras la +envolva en besos, a solas, en el silencio y oscuro +de la noche y susurrndola una y otra vez +al odo en letana un rosario de: me quieres, +me quieres, Rosa?, mientras a ella se la escapaban +ses desfallecidos. Aquello fu una locura, +una necia locura, de la que se avergonzaba apenas +vea entrar a Gertrudis derramando serena +seriedad en torno, y de aquello le cur la sazn +del amor cuando le fu anunciado el hijo. Fu +un trasporte loco... haba vencido! Y entonces +fu cuando vino, con su primer fruto, el verdadero +amor.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_70" id="Page_70">[70]</a></span></p> + +<p>El amor, s. Amor? Amor dicen? Qu saben +de l todos esos escritores amatorios, que +no amorosos, que de l hablan y quieren excitarlo +en quien los lee? Qu saben de l los galeotos +de las letras? Amor? No amor, sino mejor +cario. Eso de amor—decase Ramiro ahora—sabe +a libro; slo en el teatro y en las novelas +se oye el <i>yo te amo</i>; en la vida de carne y sangre +y hueso el entraable <i>te quiero!</i> y el ms entraable +an callrselo. Amor? No, ni cario siquiera, +sino algo sin nombre y que no se dice +por confundirse ello con la vida misma. Los ms +de los cantores amatorios saben de amor lo que +de oracin los masculla-jaculatorias, traga-novenas +y engulle-rosarios. No, la oracin no es +tanto algo que haya de cumplirse a tales o cuales +horas, en sitio apartado y recojido y en postura +compuesta, cuanto es un modo de hacerlo +todo votivamente con toda el alma y viviendo +en Dios. Oracin ha de ser el comer y el beber +y el pasearse y el jugar y el leer y el escribir y +el conversar y hasta el dormir, y rezo todo, y +nuestra vida un continuo y mudo hgase tu +voluntad! y un incesante venga a nos el tu +reino! no ya pronunciados, mas ni aun pensados<span class="pagenum"><a name="Page_71" id="Page_71">[71]</a></span> +siquiera, sino vividos. As oy de la oracin una +vez Ramiro a un santo varn religioso que pasaba +por maestro de ella, y as lo aplic l al +amor luego. Pues el que profesara a su mujer y +a ella le apegaba vea bien ahora en que ella se +le fu, que se le lleg a fundir con el rutinero andar +de la vida diaria, que lo haba respirado en +las mil naderas y frioleras del vivir domstico, +que le fu como el aire que se respira y al que no +se le siente sino en momentos de angustioso +ahogo, cuando nos falta. Y ahora ahogbase Ramiro, +y la congoja de su viudez reciente le revelaba +todo el podero del amor pasado y vivido.</p> + +<p>Al principio de su matrimonio fu, s, el imperio +del deseo; no poda juntar carne con carne +sin que la suya se le encendiese y alborotase +y empezara a martillarle el corazn, pero era +porque la otra no era an de veras y por entero +suya tambin; pero luego, cuando pona su +mano sobre la carne desnuda de ella, era como +si en la propia la hubiese puesto, tan tranquilo +se quedaba; mas tambin si se la hubiesen cortado +habrale dolido como si se la cortaran a l. +No sinti acaso en sus entraas los dolores de +los partos de su Rosa?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_72" id="Page_72">[72]</a></span></p> + +<p>Cuando la vi gozar, sufriendo al darle su +primer hijo, es cuando comprendi cmo es el +amor ms fuerte que la vida y que la muerte, y +domina la discordia de stas; cmo el amor hace +morirse a la vida y vivir la muerte; cmo l viva +ahora la muerte de su Rosa y se mora en su +propia vida. Luego, al ver al nio dormido y sereno, +con los labios en flor entreabiertos vi al +amor hecho carne que vive. Y all, sobre la +cuna, contemplando a su fruto, traa a s a la +madre, y mientras el nio sonrea en sueos +palpitando sus labios, besaba l a Rosa en la +corola de sus labios frescos y en la fuente de +paz de sus ojos. Y le deca mostrndole dos dedos +de la mano: Otra vez, dos, dos...! Y ella: +No, no, ya no ms, uno y no ms! Y se rea. +Y l: Dos, dos, me ha entrado el capricho de +que tengamos dos melguizos, una parejita, nio +y nia! Y cuando ella volvi a quedarse encinta, +a cada paso y tropezn, l: Qu cargado +viene eso! Qu granazn! Me voy a salir con la +ma; por lo menos, dos! Uno, el ltimo, y +basta!, replicaba ella riendo. Y vino el segundo, +la nia, Tulita, y luego que sali con vida, +cuando descansaba la madre, la bes larga y<span class="pagenum"><a name="Page_73" id="Page_73">[73]</a></span> +apretadamente en la boca, como en premio, +dicindose: bien has trabajado, pobrecilla!; +mientras Rosa, vencedora de la muerte y de la +vida, sonrea con los domsticos ojos apacibles.</p> + +<p>Y muri!; aunque pareciese mentira, se muri. +Vino la tarde terrible del combate ltimo. +All estuvo Gertrudis, mientras el cuidado de la +pobrecita nia que desfalleca de hambre se lo +permiti, sirviendo medicinas intiles, componiendo +la cama, animando a la enferma, encorazonando +a todos. Tendida en el lecho que haba +sido campo de donde brotaron tres vidas, +lleg a faltarle el habla y las fuerzas, y cojida +de la mano a la mano de su hombre, del padre +de sus hijos, mirbale como el navegante, al ir +a perderse en el mar sin orillas, mira al lejano +promontorio, lengua de la tierra nativa, que se +va desvaneciendo en la lontananza y junto al +cielo; en los trances del ahogo miraban sus ojos, +desde el borde la eternidad, a los ojos de su Ramiro. +Y pareca aquella mirada una pregunta +desesperada y suprema, como si a punto de +partirse para nunca ms volver a tierra, preguntase +por el oculto sentido de la vida. Aquellas +miradas de congoja reposada, de acongojado<span class="pagenum"><a name="Page_74" id="Page_74">[74]</a></span> +reposo, decan: T, t que eres mi vida, t que +conmigo has trado al mundo nuevos mortales, +t que me has sacado tres vidas, t, mi hombre, +dime, esto qu es? Fu una tarde abismtica. +En momentos de tregua, teniendo Rosa entre +sus manos, hmedas y febriles, las manos temblorosas +de Ramiro, clavados en los ojos de ste +sus ojos henchidos de cansancio de vida, sonrea +tristemente, volvindolos luego al nio, +que dorma all cerca, en su cunita, y deca con +los ojos, y alguna vez con un hilito de voz: +No despertarle, no!, que duerma, pobrecillo!, +que duerma... que duerma hasta hartarse, que +duerma! Llegle por ltimo el supremo trance, +el del trnsito, y fu como si en el brocal de las +eternas tinieblas, suspendida sobre el abismo, se +aferrara a l, a su hombre, que vacilaba sintindose +arrastrado. Quera abrirse con las uas la +garganta la pobre, mirbale despavorida, pidindole +con los ojos aire; luego, con ellos le +sond el fondo del alma, y soltando su mano +cay en la cama donde haba concebido y parido +sus tres hijos. Descansaron los dos; Ramiro, +aturdido, con el corazn acorchado, sumergido +como en un sueo sin fondo y sin despertar,<span class="pagenum"><a name="Page_75" id="Page_75">[75]</a></span> +muerta el alma, mientras dorma el nio. Gertrudis +fu quien, viniendo con la pequeita al +pecho, cerr luego los ojos a su hermana, la +compuso un poco y fuese despus a cubrir y +arropar mejor al nio dormido y a trasladarle en +un beso la tibieza que con otro recoji de la +vida que an tenda sus ltimos jirones sobre la +frente de la rendida madre.</p> + +<p>Pero, muri acaso Rosa? Se muri de veras? +Poda haberse muerto viviendo l, Ramiro? +No; en sus noches, ahora solitarias, mientras +se dorma solo en aquella cama de la muerte +y de la vida y del amor, senta a su lado el +ritmo de su respiracin, su calor tibio, aunque +con una congojosa sensacin de vaco. Y tenda +la mano, recorriendo con ella la otra mitad de +la cama, apretndola algunas veces. Y era lo +peor que, cuando recojindose se pona a meditar +en ella, no se le ocurrieran sino cosas de +libro, cosas de amor de libro y no de cario de +vida, y le escoca que aquel robusto sentimiento, +vida de su vida y aire de su espritu, no se le +cuajara ms que en abstractas lucubraciones. El +dolor se le espiritualizaba, vale decir que se le +intelectualizaba, y slo cobraba carne, aunque<span class="pagenum"><a name="Page_76" id="Page_76">[76]</a></span> +fuera vaporosa, cuando entraba Gertrudis. Y de +todo esto sacbale una de aquellas vocecitas +frescas que piaba: Pap! Ya estaba, pues, all, +ella, la muerta inmortal. Y luego, la misma vocecita: +Mam! Y la de Gertrudis, gravemente +dulce, responda: Hijo!</p> + +<p>No, Rosa, su Rosa, no se haba muerto, no +era posible que se le hubiese muerto; la mujer +estaba all, tan viva como antes, y derramando +vida en torno; la mujer no poda morir.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_77" id="Page_77">[77]</a></span></p> + + + + +<h2>VIII</h2> + + +<p><span class="smcap">Gertrudis</span>, que se haba instalado en casa +de su hermana desde que sta di por +ltima vez a luz y durante su enfermedad ltima, +le dijo un da a su cuado:</p> + +<p>—Mira, voy a levantar mi casa.</p> + +<p>El corazn de Ramiro se puso al galope.</p> + +<p>—S—aadi ella—, tengo que venir a vivir +con vosotros y a cuidar de los chicos. No se le +puede, adems, dejar aqu sola a esa buena pcora +del ama.</p> + +<p>—Dios te lo pague, Tula.</p> + +<p>—Nada de Tula, ya te lo tengo dicho; para ti +soy Gertrudis.</p> + +<p>—Y qu ms da?</p> + +<p>—Yo lo s.</p> + +<p>—Mira, Gertrudis...</p> + +<p>—Bueno, voy a ver qu hace el ama.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_78" id="Page_78">[78]</a></span></p> + +<p>A la cual vigilaba sin descanso. No le dejaba +dar el pecho al pequeito delante del padre de +ste, y le regaaba por el poco recato y mucha +desenvoltura con que se desabrochaba el seno.</p> + +<p>—Si no hace falta que ensees eso as; en el +nio es en quien hay que ver si tienes o no leche +abundante.</p> + +<p>Ramiro sufra y Gertrudis le senta sufrir.</p> + +<p>—Pobre Rosa!—deca de continuo.</p> + +<p>—Ahora los pobres son los nios y es en ellos +en quienes hay que pensar...</p> + +<p>—No basta, no. Apenas descanso. Sobre todo +por las noches la soledad me pesa; las hay que +las paso en vela.</p> + +<p>—Sal despus de cenar, como salas de casado +ltimamente, y no vuelvas a casa hasta +que sientas sueo. Hay que acostarse con +sueo.</p> + +<p>—Pero es que siento un vaco...</p> + +<p>—Vaco teniendo hijos?</p> + +<p>—Pero ella es insustituble...</p> + +<p>—As lo creo... Aunque vosotros los hombres...</p> + +<p>—No cre que la quera tanto...</p> + +<p>—As nos pasa de continuo. As me pas con<span class="pagenum"><a name="Page_79" id="Page_79">[79]</a></span> +mi to y as me ha pasado con mi hermana, con +tu Rosa. Hasta que ha muerto tampoco yo he +sabido lo que la quera. Lo s ahora en que +cuido a sus hijos, a vuestros hijos. Y es que queremos +a los muertos en los vivos...</p> + +<p>—Y no acaso a los vivos en los muertos...?</p> + +<p>—No sutilicemos.</p> + +<p>Y por las maanas, luego de haberse levantado +Ramiro, iba su cuada a la alcoba y abra de par +en par las hojas del balcn dicindose: para +que se vaya el olor a hombre. Y evitaba luego +encontrarse a solas con su cuado, para lo cual +llevaba siempre algn nio delante.</p> + +<p>Sentada en la butaca en que sola sentarse la +difunta, contemplaba los juegos de los pequeuelos.</p> + +<p>—Es que yo soy chico y t no eres ms que +chica—oy que le deca un da, con su voz de +trapo, Ramirn a su hermanita.</p> + +<p>—Ramirn, Ramirn—le dijo la ta—, qu es +eso? Ya empiezas a ser bruto, a ser hombre?</p> + +<p>Un da lleg Ramiro, llam a su cuada y le +dijo:</p> + +<p>—He sorprendido tu secreto, Gertrudis.</p> + +<p>—Qu secreto?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_80" id="Page_80">[80]</a></span></p> + +<p>—Las relaciones que llevabas con Ricardo, mi +primo.</p> + +<p>—Pues bien, s, es cierto; se empe, me hostig, +no me dejaba en paz y acab por darme +lstima.</p> + +<p>—Y tan oculto que lo tenais...</p> + +<p>—Para qu declararlo?</p> + +<p>—Y s ms.</p> + +<p>—Qu es lo que sabes?</p> + +<p>—Que le has despedido.</p> + +<p>—Tambin es cierto.</p> + +<p>—Me ha enseado l mismo tu carta.</p> + +<p>—Cmo? No le crea capaz de eso. Bien he +hecho en dejarle: hombre al fin!</p> + +<p>Ramiro, en efecto, haba visto una carta de su +cuada a Ricardo, que deca as:</p> + +<p>Mi querido Ricardo: No sabes bien qu das +tan malos estoy pasando desde que muri la pobre +Rosa. Estos ltimos han sido terribles y no +he cesado de pedir a la Virgen Santsima y a su +Hijo que me diesen fuerzas para ver claro en mi +porvenir. No sabes bien con cunta pena te lo +digo, pero no pueden continuar nuestras relaciones; +no puedo casarme. Mi hermana me sigue +rogando desde el otro mundo que no abandone<span class="pagenum"><a name="Page_81" id="Page_81">[81]</a></span> +a sus hijos y que les haga de madre. Y puesto +que tengo estos hijos a que cuidar, no debo ya +casarme. Perdname, Ricardo, perdnamelo, por +Dios, y mira bien por qu lo hago. Me cuesta +mucha pena porque s que habra llegado a quererte +y, sobre todo, porque s lo que me quieres +y lo que sufrirs con esto. Siento en el alma +causarte esta pena, pero t que eres bueno, +comprenders mis deberes y los motivos de mi +resolucin y encontrars otra mujer que no tenga +mis obligaciones sagradas y que te pueda hacer +ms feliz que yo habra podido hacerte. +Adis, Ricardo, que seas feliz y hagas felices a +otros, y ten por seguro que nunca, nunca te olvidar</p> + +<p class="smcap right indenr5">Gertrudis.</p> + + +<p class="p2">—Y ahora—aadi Ramiro—, a pesar de esto +Ricardo quiere verte.</p> + +<p>—Es que yo me oculto acaso?</p> + +<p>—No, pero...</p> + +<p>—Dile que venga cuando quiera a verme a +esta nuestra casa.</p> + +<p>—Nuestra casa, Gertrudis, nuestra...</p> + +<p>—Nuestra, s, y de nuestros hijos...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_82" id="Page_82">[82]</a></span></p> + +<p>—Si t quisieras...</p> + +<p>—No hablemos de eso!—y se levant.</p> + +<p>Al siguiente da se le present Ricardo.</p> + +<p>—Pero, por Dios, Tula.</p> + +<p>—No hablemos ms de eso, Ricardo, que es +cosa hecha.</p> + +<p>—Pero, por Dios—y se le quebr la voz.</p> + +<p>—S hombre, Ricardo, s fuerte!</p> + +<p>—Pero es que ya tienen padre...</p> + +<p>—No basta; no tienen madre... es decir, s la +tienen.</p> + +<p>—Puede l volver a casarse.</p> + +<p>—Volverse a casar l? En ese caso los nios +se irn conmigo. Le promet a su madre, en su +lecho de muerte, que no tendran madrastra.</p> + +<p>—Y si llegases a serlo t, Tula?</p> + +<p>—Cmo yo?</p> + +<p>—S, t; casndote con l, con Ramiro.</p> + +<p>—Eso nunca!</p> + +<p>—Pues yo slo as me lo explico.</p> + +<p>—Eso nunca, te he dicho; no me expondra a +que unos mos, es decir, de mi vientre, pudiesen +mermarme el cario que a sos tengo. Y ms +hijos, ms? Eso nunca. Bastan stos para bien +criarlos.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_83" id="Page_83">[83]</a></span></p> + +<p>—Pues a nadie le convencers, Tula, de que +no te has venido a vivir aqu por eso.</p> + +<p>—Yo no trato de convencer a nadie de +nada. Y en cuanto a ti, basta que yo te lo +diga.</p> + +<p>Se separaron para siempre.</p> + +<p>—Y qu?—le pregunt luego Ramiro.</p> + +<p>—Que hemos acabado; no poda ser de otro +modo.</p> + +<p>—Y que has quedado libre...</p> + +<p>—Libre estaba, libre estoy, libre pienso morirme.</p> + +<p>—Gertrudis... Gertrudis—y su voz temblaba +a splica.</p> + +<p>—Le he despedido porque me debo, ya te lo +dije, a tus hijos, a los hijos de Rosa...</p> + +<p>—Y tuyos... no dices as?</p> + +<p>—Y mos, s!</p> + +<p>—Pero si t quisieras...</p> + +<p>—No insistas; ya te tengo dicho que no debo +casarme ni contigo ni con otro menos.</p> + +<p>—Menos?—y se le abri el pecho.</p> + +<p>—S, menos.</p> + +<p>—Y cmo no fuiste monja?</p> + +<p>—No me gusta que me manden.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_84" id="Page_84">[84]</a></span></p> + +<p>—Es que en el convento en que entrases +seras t la abadesa, la superiora.</p> + +<p>—Menos me gusta mandar. Ramirn?</p> + +<p>El nio acudi al reclamo. Y cojindole su +ta le dijo: vamos a jugar al escondite, rico!</p> + +<p>—Pero Tula...</p> + +<p>—Te he dicho—y para decirle esto se le acerc, +teniendo cojido de la mano al nio, y se lo +dijo al odo—que no me llames Tula, y menos +delante de los nios. Ellos s, pero t no. Y ten +respeto a los pequeos.</p> + +<p>—En qu les falto al respeto?</p> + +<p>—En dejar as al descubierto delante de ellos +tus instintos...</p> + +<p>—Pero si no comprenden...</p> + +<p>—Los nios lo comprenden todo; ms que +nosotros. Y no olvidan nada. Y si ahora no lo +comprende, lo comprender maana. Cada cosa +de estas que ve u oye un nio es una semilla en +su alma, que luego echa tallo y da fruto. Y basta!</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_85" id="Page_85">[85]</a></span></p> + + + + +<h2>IX</h2> + + +<p>Y empez una vida de triste desasosiego, de +interna lucha en aquel hogar. Ella defendase +con los nios, a los que siempre procuraba +tener presentes, y le excitaba a l a que saliese +a distraerse. El, por su parte, extremaba sus caricias +a los hijos y no haca sino hablarles de su +madre, de su pobre madre. Coja a la nia y all, +delante de la ta, se la devoraba a besos.</p> + +<p>—No tanto, hombre, no tanto, que as no +haces sino molestar a la pobre criatura. Y eso, +permteme que te lo diga, no es natural. Bien +est que hagas que me llamen ta y no mam, +pero no tanto; reprtate.</p> + +<p>—Es que yo no he de tener el consuelo de +mis hijos?</p> + +<p>—S, hijo, s; pero lo primero es educarlos +bien.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_86" id="Page_86">[86]</a></span></p> + +<p>—Y as?</p> + +<p>—Hartndoles de besos y de golosinas se les +hace dbiles. Y mira que los nios adivinan...</p> + +<p>—Y qu culpa tengo yo...</p> + +<p>—Pero es que puede haber para unos nios, +hombre de Dios, un hogar mejor que ste? +Tienen hogar, verdadero hogar, con padre y +madre, y es un hogar limpio, castsimo, por +todos cuyos rincones pueden andar a todas +horas, un hogar donde nunca hay que cerrarles +puerta alguna, un hogar sin misterios. Quieres +ms?</p> + +<p>Pero l buscaba acercarse a ella, hasta rozarla. +Y alguna vez le tuvo que decir en la +mesa:</p> + +<p>—No me mires as, que los nios ven.</p> + +<p>Por las noches sola hacerles rezar por mam +Rosa, por mamita, para que Dios la tuviese en +su gloria. Y una noche, despus de este rezo y +hallndose presente el padre, aadi:</p> + +<p>—Ahora, hijos mos, un padrenuestro y avemara +por pap tambin.</p> + +<p>—Pero pap no se ha muerto, mam Tula.</p> + +<p>—No importa, porque se puede morir...</p> + +<p>—Eso, tambin t.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_87" id="Page_87">[87]</a></span></p> + +<p>—Es verdad; otro padrenuestro y avemara +por m entonces.</p> + +<p>Y cuando los nios se hubieron acostado, +volvindose a su cuado le dijo secamente:</p> + +<p>—Esto no puede ser as. Si sigues sin reportarte +tendr que marcharme de esta casa aunque +Rosa no me lo perdone desde el cielo.</p> + +<p>—Pero es que...</p> + +<p>—Lo dicho; no quiero que ensucies as, ni +con miradas, esta casa tan pura y donde mejor +pueden criarse las almas de tus hijos. Acurdate +de Rosa.</p> + +<p>—Pero de qu crees que somos los hombres?</p> + +<p>—De carne y muy brutos.</p> + +<p>—Y t, no te has mirado nunca?</p> + +<p>—Qu es eso?—y se le demud el rostro +sereno.</p> + +<p>—Que aunque no fueses, como en realidad lo +eres, su madre, tienes derecho, Gertrudis, a +perseguirme con tu presencia? Es justo que me +reproches y ests llenando la casa con tu persona, +con el fuego de tus ojos, con el son de tu +voz, con el imn de tu cuerpo lleno de alma, +pero de un alma llena de cuerpo?</p> + +<p>Gertrudis, toda encendida, bajaba la cabeza y<span class="pagenum"><a name="Page_88" id="Page_88">[88]</a></span> +se callaba, mientras le tocaba a rebato el corazn.</p> + +<p>—Quin tiene la culpa de esto?, dime.</p> + +<p>—Tienes razn, Ramiro, y si me fuese, los nios +piaran por m, porque me quieren...</p> + +<p>—Ms que a m—dijo tristemente el padre.</p> + +<p>—Es que yo no les besuqueo como t ni les +sobo, y cuando les beso, ellos sienten que mis +besos son ms puros, que son para ellos solos...</p> + +<p>—Y bien, quin tiene la culpa de esto?, +repito.</p> + +<p>—Bueno, pues. Espera un ao, esperemos un +ao; djame un ao de plazo para que vea claro +en m, para que veas claro en ti mismo, para +que te convenzas...</p> + +<p>—Un ao... un ao...</p> + +<p>—Te parece mucho?</p> + +<p>—Y luego, cuando se acabe?</p> + +<p>—Entonces... veremos...</p> + +<p>—Veremos... veremos...</p> + +<p>—Yo no prometo ms.</p> + +<p>—Y si en este ao...</p> + +<p>—Qu? Si en este ao haces alguna tontera...</p> + +<p>—A qu llamas hacer una tontera?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_89" id="Page_89">[89]</a></span></p> + +<p>—A enamorarte de otra y volverte a casar.</p> + +<p>—Eso... nunca!</p> + +<p>—Qu pronto lo dijiste...</p> + +<p>—Eso... nunca!</p> + +<p>—Bah! juramentos de hombres...</p> + +<p>—Y si as fuese, quin tendr la culpa?</p> + +<p>—Culpa?</p> + +<p>—S, la culpa!</p> + +<p>—Eso slo querra decir...</p> + +<p>—Qu?</p> + +<p>—Que no le quisiste, que no le quieres a tu +Rosa como ella te quiso a ti, como ella te habra +querido de haber sido ella la viuda...</p> + +<p>—No, eso querra decir otra cosa, que no es...</p> + +<p>—Bueno, basta. Ramirn!, ven ac, Ramirn! +Anda, corre.</p> + +<p>Y as se aplac aquella lucha.</p> + +<p>Y ella continuaba su labor de educar a sus +sobrinos.</p> + +<p>No quiso que a la nia se le ocupase demasiado +en aprender costura y cosas as. Labores +de su sexo?—deca—, no, nada de labores de su +sexo; el oficio de una mujer es hacer hombres y +mujeres, y no vestirlos.</p> + +<p>Un da que Ramirn solt una expresin soez<span class="pagenum"><a name="Page_90" id="Page_90">[90]</a></span> +que haba aprendido en la calle y su padre iba a +reprenderle, interrumpile Gertrudis, dicindole +bajo: No, dejarlo; hay que hacer como si no +se ha odo; debe de haber un mundo de que ni +para condenarlo hay que hablar aqu.</p> + +<p>Una vez que oy decir de una que se quedaba +soltera que quedaba para vestir santos, agreg: +o para vestir almas de nios!</p> + +<p>—Tulita es mi novia—dijo una vez Ramirn.</p> + +<p>—No digas tonteras; Tulita es tu hermana.</p> + +<p>—Y no puede ser novia y hermana?</p> + +<p>—No.</p> + +<p>—Y qu es ser hermana?</p> + +<p>—Ser hermana? Ser hermana es...</p> + +<p>—Vivir en la misma casa—acab la nia.</p> + +<p>Un da lleg la nia llorando y mostrando un +dedo en que le haba picado una abeja. Lo primero +que se le ocurri a la ta fu ver si con su +boca, chupndoselo, poda extraerle el veneno +como haba ledo que se hace con el de ciertas +culebras. Luego declararon los nios, y se les +uni el padre, que no dejaran viva a ninguna +de las abejas que venan al jardn, que las perseguiran +a muerte.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_91" id="Page_91">[91]</a></span></p> + +<p>—No, eso s que no—exclam Gertrudis—; a +las abejas no las toca nadie.</p> + +<p>—Por qu? Por la miel?—pregunt Ramiro.</p> + +<p>—No las toca nadie, he dicho.</p> + +<p>—Pero si no son madres, Gertrudis.</p> + +<p>—Lo s, lo s bien. He ledo en uno de esos +libros tuyos lo que son las abejas, lo he ledo. +S lo que son las abejas estas, las que pican y +hacen la miel; s lo que es la reina y s tambin +lo que son los znganos.</p> + +<p>—Los znganos somos nosotros, los hombres.</p> + +<p>—Claro est!</p> + +<p>—Pues mira, voy a meterme en poltica; me +van a presentar candidato a diputado provincial.</p> + +<p>—De veras?—pregunt Gertrudis, sin poder +disimular su alegra.</p> + +<p>—Tanto te place?</p> + +<p>—Todo lo que te distraiga.</p> + +<p>—Faltan once meses, Gertrudis...</p> + +<p>—Para qu?, para la eleccin?</p> + +<p>—Para la eleccin, s!</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_93" id="Page_93">[93]</a></span></p> + + + + +<h2>X</h2> + + +<p>Y era lo cierto que en el alma cerrada de Gertrudis +se estaba desencadenando una brava +galerna. Su cabeza rea con su corazn, y +ambos, corazn y cabeza, rean en ella con +algo ms ahincado, ms entraado, ms ntimo, +con algo que era como el tutano de los huesos +de su espritu.</p> + +<p>A solas, cuando Ramiro estaba ausente del +hogar, coja al hijo de ste y de Rosa, a Ramirn, +al que llamaba su hijo, y se lo apretaba al +seno virgen, palpitante de congoja y henchido +de zozobra. Y otras veces se quedaba contemplando +el retrato de la que fu, de la que era +todava su hermana y como interrogndole si +haba querido, de veras, que ella, que Gertrudis, +le sucediese en Ramiro. S, me dijo que yo habra +de llegar a ser la mujer de su hombre, su<span class="pagenum"><a name="Page_94" id="Page_94">[94]</a></span> +otra mujer—se deca—, pero no pudo querer +eso, no, no pudo quererlo... yo en su caso, al +menos, no lo habra querido, no podra haberlo +querido... de otra? no, de otra no! ni despus +de mi muerte... ni de mi hermana... de otra no! +no se puede ser ms que de una... No, no pudo +querer eso; no pudo querer que entre l, entre +su hombre, entre el padre de sus hijos y yo se +interpusiese su sombra... no pudo querer eso. +Porque cuando l estuviese a mi lado, arrimado +a m, carne a carne, quin me dice que no estuviese +pensando en ella? Yo no sera sino el +recuerdo... algo peor que el recuerdo de la otra! +No, lo que me pidi es que impida que sus hijos +tengan madrasta. Y lo impedir! Y casndome +con Ramiro, entregndole mi cuerpo, y +no slo mi alma, no lo impedira... Porque entonces +s que sera madrasta. Y ms si llegaba +a darme hijos de mi carne y de mi sangre... Y +esto de los hijos de la carne haca palpitar de +sagrado terror el tutano de los huesos del alma +de Gertrudis, que era toda maternidad, pero maternidad +de espritu.</p> + +<p>Y encerrbase en su cuarto, en su recatada +alcoba, a llorar al pie de una imagen de la San<span class="pagenum"><a name="Page_95" id="Page_95">[95]</a></span>tsima +Virgen Madre, a llorar mientras susurraba: +el fruto de tu vientre...</p> + +<p>Una vez que tena apretado a su seno a Ramirn, +ste le dijo:</p> + +<p>—Por qu lloras, mamita?—pues habale enseado +a llamarla as.</p> + +<p>—Si no lloro...</p> + +<p>—S, lloras...</p> + +<p>—Pero es que me ves llorar...?</p> + +<p>—No, pero te siento que lloras... Ests llorando...</p> + +<p>—Es que me acuerdo de tu madre...</p> + +<p>—Pues no dices que lo eres t...?</p> + +<p>—S, pero de la otra, de mam Rosa.</p> + +<p>—Ah, s, la que se muri... la de pap...</p> + +<p>—S, la de pap!</p> + +<p>—Y por qu pap nos dice que no te llamemos +mam, sino ta, tita Tula, y t nos dices +que te llamemos mam y no ta, no tita Tula...?</p> + +<p>—Pero es que pap os dice eso?</p> + +<p>—S, nos ha dicho que todava no eres nuestra +mam, que todava no eres ms que nuestra +ta...</p> + +<p>—Todava?</p> + +<p>—S, nos ha dicho que todava no eres nues<span class="pagenum"><a name="Page_96" id="Page_96">[96]</a></span>tra +mam, pero que lo sers... S, que vas a ser +nuestra mam cuando pasen unos meses...</p> + +<p>Entonces sera vuestra madrasta—pens +Gertrudis, pero no se atrevi a desnudar este +pensamiento pecaminoso ante el nio.</p> + +<p>—Bueno, mira, no hagas caso de esas cosas, +hijo mo...</p> + +<p>Y cuando luego lleg Ramiro, el padre, le +llam aparte y severamente le dijo:</p> + +<p>—No andes dicindole al nio esas cosas. No +le digas que yo no soy todava ms que su ta, +la ta Tula, y que ser su mam. Eso es corromperle, +eso es abrirle los ojos sobre cosas que no +debe ver. Y si lo haces por influir con l sobre +m, si lo haces por moverme...</p> + +<p>—Me dijiste que te tomabas un plazo...</p> + +<p>—Bueno, si lo haces por eso piensa en el +papel que haces hacer a tu hijo, un papel de...</p> + +<p>—Bueno, calla!</p> + +<p>—Las palabras no me asustan, pero lo callar. +Y t piensa en Rosa, recuerda a Rosa, tu +primer... amor!</p> + +<p>—Tula!</p> + +<p>—Basta. Y no busques madrasta para tus +hijos, que tienen madre.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_97" id="Page_97">[97]</a></span></p> + + + + +<h2>XI</h2> + + +<p><span class="smcap">Esto</span> necesita campo—se dijo Gertrudis, e +indic a Ramiro la conveniencia de que todos +ellos se fuesen a veranear a un pueblecito +costero que tuviese montaa, dominando al mar +y por ste dominada. Busc un lugar que no +fuese muy de moda, pero donde Ramiro pudiese +encontrar compaeros de tresillo, pues tampoco +le quera obligado a la continua compaa de los +suyos. Era un gnero de soledad a que Gertrudis +tema.</p> + +<p>All todos los das salan de paseo, por la montaa, +dando vista al mar, entre madroales, ellos +dos, Gertrudis y Ramiro, y los tres nios: Ramirn, +Rosita y Elvira. Jams, ni aun all donde no +los conocan—es decir, all menos—se hubiese +arriesgado Gertrudis a salir de paseo con su cu<span class="pagenum"><a name="Page_98" id="Page_98">[98]</a></span>ado, +solos los dos. Al llegar a un punto en que +un tronco tendido en tierra, junto al sendero, +ofreca, a modo de banco rstico, asiento, sentbanse +en l ellos dos, cara al mar, mientras los +nios jugaban all cerca, lo ms cerca posible. +Una vez en que Ramiro quiso que se sentaran +en el suelo, sobre la yerba montaesa, Gertrudis +le contest: No, en el suelo, no! yo no me +siento en el suelo, sobre la tierra, y menos junto +a ti y ante los nios... Pero si el suelo est +limpio... si hay yerba... Te he dicho que no +me siento as! No, la postura no es cmoda... +Peor que incmoda!</p> + +<p>Desde aquel tronco, mirando al mar, hablaban +de mil nonadas, pues en cuanto el hombre +deslizaba la conversacin a senderos de lo por +pacto tcito ya vedado de hablar entre ellos, la +ta tena en la boca un Ramirn! o Rosita! +o Elvira! Le hablaba ella del mar y eran sus +palabras, que le llegaban a l envueltas en el rumor +no lejano de las olas, como la letra vaga de +un canto de cuna para el alma. Gertrudis estaba +brizando la pasin de Ramiro para adormecrsela. +No le miraba casi nunca entonces, miraba +al mar; pero en l, en el mar, vea reflejada<span class="pagenum"><a name="Page_99" id="Page_99">[99]</a></span> +por misterioso modo la mirada del hombre. El +mar pursimo les una las miradas y las almas.</p> + +<p>Otras veces banse al bosque, a un castaar, y +all tena ella que vigilarle, vigilarse y vigilar a +los nios con ms cuidado. Y tambin all encontr +el tronco derribado que le sirviese de +asiento.</p> + +<p>Quera atemperarle a una vida de familia pursima +y campesina, hacer que se acostase cansado +de luz y de aire libres, que se durmiese, +oyendo fuera al grillo, para dormir sin ensueos, +que le despertase el canto del gallo y el +trajineo de los campesinos y los marineros.</p> + +<p>Por las maanas bajaban a una pequea playa, +donde se reuna la pequea colonia veraniega. +Los nios, descalzos, entretenanse, despus +del bao, en desviar con los pies el curso de un +pequeo arroyuelo vagabundo e indeciso que +por la arena desaguaba en el mar. Ramiro se +uni alguna vez a este juego de los nios.</p> + +<p>Pero Gertrudis empez a temer. Se haba +equivocado en sus precauciones. Ramiro hua +del tresillo con sus compaeros de colonia veraniega +y pareca espiar ms que nunca la ocasin +de hallarse a solas con su cuada. La casi<span class="pagenum"><a name="Page_100" id="Page_100">[100]</a></span>ta +que habitaban tena ms de tienda de gitanos +trashumantes que de otra cosa. El campo, en vez +de adormecer no la pasin, el deseo de Ramiro, +pareca como si se lo excitase ms, y ella misma, +Gertrudis, empez a sentirse desasosegada. +La vida se les ofreca ms al desnudo en aquellos +campos, en el bosque, en los repliegues de +la montaa. Y luego haba los animales domsticos, +los que cra el hombre, con los que era +mayor all la convivencia. Gertrudis sufra al ver +la atencin con que los pequeos, sus sobrinos, +seguan los juegos del avero. No, el campo no +renda una leccin de pureza. Lo puro all era +hundir la mirada en el mar. Y aun el mar... La +brisa marina les llegaba como un aguijn.</p> + +<p>—Mira qu hermosura!—exclam Gertrudis +una tarde, al ocaso, en que estaban sentados +frente al mar.</p> + +<p>Era la luna llena, roja sobre su palidez, que +surga de las olas como una flor gigantesca y +solitaria en un yermo palpitante.</p> + +<p>—Por qu le habrn cantado tanto a la luna +los poetas?—dijo Ramiro;—por qu ser la luz +romntica y de los enamorados?</p> + +<p>—No lo s, pero se me ocurre que es la nica<span class="pagenum"><a name="Page_101" id="Page_101">[101]</a></span> +tierra, porque es una tierra... que vemos sabiendo +que nunca llegaremos a ella... es lo inaccesible... +El sol no, el sol nos rechaza; gustamos de +baarnos en su luz, pero sabemos que es inhabitable, +que en l nos quemaramos, mientras +que en la luna creemos que se podra vivir y en +paz y crepsculo eternos, sin tormentas, pues +no la vemos cambiar, pero sentimos que no se +puede llegar a ella... Es lo intangible...</p> + +<p>—Y siempre nos da la misma cara... esa cara +tan triste y tan seria... es decir, siempre no! porque +la va velando poco a poco y la oscurece +del todo y otras veces parece una hoz...</p> + +<p>—S—y al decirlo pareca como que Gertrudis +segua sus propios pensamientos sin oir los +de su compaero, aunque no era as—; siempre +ensea la misma cara porque es constante, es +fiel. No sabemos cmo ser por el otro lado... +cul ser su otra cara...</p> + +<p>—Y eso aade a su misterio...</p> + +<p>—Puede ser... puede ser... Me explico que alguien +anhele llegar a la luna... lo imposible!... +para ver cmo es por el otro lado... para conocer +y explorar su otra cara...</p> + +<p>—La oscura...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_102" id="Page_102">[102]</a></span></p> + +<p>—La oscura? Me parece que no! Ahora que +esta que vemos est iluminada la otra estar a +oscuras, pero o yo s poco de estas cosas o +cuando esta cara se oscurece del todo, en luna +nueva, est en luz por el otro, es luna llena de +la otra parte...</p> + +<p>—Para quin?</p> + +<p>—Cmo para quin...?</p> + +<p>—S, que cuando el otro lado alumbra para +quin?</p> + +<p>—Para el cielo, y basta. O es que a la luna la +hizo Dios no ms que para alumbrarnos de +noche a nosotros, los de la tierra? O para que +hablemos estas tonteras?</p> + +<p>—Pues bien, mira, Tula...</p> + +<p>—Rosita!</p> + +<p>Y no le dej comentar la intangibilidad y la +plenitud de la luna.</p> + +<p>Cuando ella habl de volver ya a la ciudad +apresurse l a aceptarlo. Aquella temporada en +el campo, entre la montaa y el mar, haba sido +estril para sus propsitos. Me he equivocado—se +deca tambin l—; aqu est ms segura +que all, que en casa; aqu parece embozarse en +la montaa, en el bosque, y como si el mar le<span class="pagenum"><a name="Page_103" id="Page_103">[103]</a></span> +sirviese de escudo; aqu es tan intangible como +la luna, y entretanto este aire de salina filtrado +por entre rayos de sol enciende la sangre... y +ella me parece aqu fuera de su mbito y como +si temiese algo; vive alerta y dirase que no +duerme... Y ella a su vez se deca: No, la pureza +no es del campo, la pureza es de celda, de +claustro y de ciudad; la pureza se desarrolla +entre gentes que se unen en mazorcas de viviendas +para mejor aislarse; la ciudad es monasterio, +convento de solitarios; aqu la tierra, sobre +que casi se acuestan, las une y los animales son +otras tantas serpientes del paraso... a la ciudad, +a la ciudad!</p> + +<p>En la ciudad estaba su convento, su hogar, y +en l su celda. Y all adormecera mejor a su +cuado. Oh, si pudiese decir de l—pensaba—lo +que Santa Teresa en una carta—Gertrudis +lea mucho a Santa Teresa—deca de su cuado +don Juan de Ovalle, marido de doa Juana de +Ahumada: El es de condicin en cosas muy +aniado... Cmo le aniara?</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_105" id="Page_105">[105]</a></span></p> + + + + +<h2>XII</h2> + + +<p><span class="smcap">Al</span> fin Gertrudis no pudo con su soledad y +decidi llevar su congoja al padre Alvarez, +su confesor, pero no su director espiritual. Porque +esta mujer haba rehudo siempre ser dirigida, +y menos por un hombre. Sus normas de conducta +moral, sus convicciones y creencias religiosas +se las haba formado ella con lo que oa +a su alrededor y con lo que lea, pero las interpretaba +a su modo. Su pobre to, don Primitivo, +el sacerdote ingenuo que las haba criado a +las dos hermanas y les ense el catecismo de +la doctrina cristiana explicado segn <i>el Mazo</i>, +sinti siempre un profundo respeto por la inteligencia +de su sobrina Tula, a la que admiraba. Si +te hicieses monja—sola decirle—llegaras a ser +otra Santa Teresa... Qu cosas se te ocurren, +hija... Y otras veces: Me parece que eso que<span class="pagenum"><a name="Page_106" id="Page_106">[106]</a></span> +dices, Tulilla, huele un poco a hereja; hum! No +lo s... no lo s... porque no es posible que te +inspire herejas el ngel de tu guarda, pero eso +me suena as como a... qu s yo... Y ella le +contestaba riendo: S, to, son tonteras que se +me ocurren, y ya que dice usted que huele a hereja +no lo volver a pensar. Pero quin pone +barreras al pensamiento?</p> + +<p>Gertrudis se sinti siempre sola. Es decir, sola +para que la ayudaran, porque para ayudar ella +a los otros no, no estaba sola. Era como una +hurfana cargada de hijos. Ella sera el bculo +de todos los que la rodearan; pero si sus piernas +flaquearan, si su cabeza no le mantuviese firme +en su sendero, si su corazn empezaba a bambolear +y enflaquecer, quin la sostendra a ella? +quin sera su bculo? Porque ella, tan henchida +del sentimiento, de la pasin mejor, de la +maternidad, no senta la filialidad. No es esto +orgullo?—se preguntaba.</p> + +<p>No pudo al fin con esta soledad y decidi llevar +a su confesor, al padre Alvarez, su congoja. +Y le cont la declaracin y proposicin de Ramiro, +y hasta lo que les haba dicho a los nios +de que no le llamasen a ella todava madre, y las<span class="pagenum"><a name="Page_107" id="Page_107">[107]</a></span> +razones que tena para mantener la pureza de +aquel hogar y cmo no quera entregarse a hombre +alguno, sino reservarse para mejor consagrarse +a los hijos de Rosa.</p> + +<p>—Pero lo de su cuado lo encuentro muy natural—arguy +el buen padre de almas.</p> + +<p>—Es que no se trata ahora de mi cuado, padre, +sino de m; y no creo que haya acudido a +usted tambin en busca de alianza...</p> + +<p>—No, no, hija, no!</p> + +<p>—Como dicen que en los confesonarios se +confeccionan bodas y que ustedes, los padres, +se dedican a casamenteros...</p> + +<p>—Yo lo nico que digo ahora, hija, es que es +muy natural que su cuado, viudo y joven y fuerte, +quiera volver a casarse, y ms natural, y hasta +santo, que busque otra madre para sus hijos...</p> + +<p>—Otra? Ya la tiene!</p> + +<p>—S; pero... y si sta se va...</p> + +<p>—Irme? Yo? Estoy tan obligada a esos nios +como estara su madre de carne y sangre si +viviese...</p> + +<p>—Y luego eso da que hablar...</p> + +<p>—De lo que hablen, padre, ya le he dicho +que nada se me da...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_108" id="Page_108">[108]</a></span></p> + +<p>—Y si lo hiciese precisamente por eso, porque +hablen? Examnese y mire si no entra en +ello un deseo de afrontar las preocupaciones +ajenas, de desafiar la opinin pblica...</p> + +<p>—Y si as fuese, qu?</p> + +<p>—Que eso s que es pecaminoso. Y despus +de todo, la cuestin es otra...</p> + +<p>—Cul es la cuestin?</p> + +<p>—La cuestin es si usted le quiere o no. Esta +es la cuestin. Le quiere usted, s o no?</p> + +<p>—Para marido... no!</p> + +<p>—Pero le rechaza?</p> + +<p>—Rechazarle... no!</p> + +<p>—Si cuando se dirigi a su hermana, la difunta, +se hubiera dirigido a usted...</p> + +<p>—Padre! Padre!—y su voz gema.</p> + +<p>—S, por ah hay que verlo...</p> + +<p>—Padre; que eso no es pecado...!</p> + +<p>—Pero ahora se trata de direccin espiritual, +de tomar consejo... Y s, es pecado, es acaso +pecado... Tal vez hay aqu unos viejos celos...</p> + +<p>—Padre!</p> + +<p>—Hay que ahondar en ello. Acaso no le ha +perdonado an...</p> + +<p>—Le he dicho, padre, que le quiero; pero no<span class="pagenum"><a name="Page_109" id="Page_109">[109]</a></span> +para marido. Le quiero como a un hermano, +como a un ms que hermano, como al padre de +mis hijos, porque stos, sus hijos, lo son mos +de lo ms dentro mo, de todo mi corazn; pero +para marido no. Yo no puedo ocupar en su cama +el sitio que ocup mi hermana... Y sobre todo, +yo no quiero, no debo darles madrasta a mis +hijos...</p> + +<p>—Madrasta?</p> + +<p>—S, madrastra. Si yo me caso con l, con el +padre de los hijos de mi corazn, les dar madrasta +a stos, y ms si llego a tener hijos de +carne y de sangre con l. Esto, ahora ya... +nunca!</p> + +<p>—Ahora ya...</p> + +<p>—S, ahora que ya tengo a los de mi corazn... +mis hijos...</p> + +<p>—Pero piense en l, en su cuado, en su situacin...</p> + +<p>—Que piense...?</p> + +<p>—S! Y no tiene compasin de l?</p> + +<p>—S que la tengo. Y por eso le ayudo y le +sostengo. Es como otro hijo mo.</p> + +<p>—Le ayuda... le sostiene...</p> + +<p>—S, le ayudo y le sostengo a ser padre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_110" id="Page_110">[110]</a></span></p> + +<p>—A ser padre... a ser padre... Pero l es un +hombre...</p> + +<p>—Y yo una mujer!</p> + +<p>—Es dbil...</p> + +<p>—Soy yo fuerte?</p> + +<p>—Ms de lo debido.</p> + +<p>—Ms de lo debido? Y lo de la mujer +fuerte?</p> + +<p>—Es que esa fortaleza, hija ma, puede alguna +vez ser dureza, ser crueldad. Y es dura con +l, muy dura. Que no le quiere como a marido? +Y qu importa! Ni hace falta eso para casarse +con un hombre. Muchas veces tiene que casarse +una mujer con un hombre por compasin, por +no dejarle solo, por salvarle, por salvar su +alma...</p> + +<p>—Pero si no le dejo solo...</p> + +<p>—S, s, le deja solo. Y creo que me comprende +sin que se lo explique ms claro...</p> + +<p>—S, s que se lo comprendo, pero no quiero +comprenderlo. No est solo. Quien est sola +soy yo! Sola... sola... siempre sola...</p> + +<p>—Pero ya sabe aquello de ms vale casarse +que abrasarse...</p> + +<p>—Pero si no me abraso...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_111" id="Page_111">[111]</a></span></p> + +<p>—No se queja de su soledad?</p> + +<p>—No es soledad de abrasarse; no es esa soledad +a que usted, padre, alude. No, no es esa. No +me abraso...</p> + +<p>—Y si se abrasa l...?</p> + +<p>—Que se refresque en el cuidado y amor de +sus hijos...</p> + +<p>—Bueno, pero ya me entiende...</p> + +<p>—Demasiado.</p> + +<p>—Y por si no, le dir ms claro an que su +cuado corre peligro, y que si cae en l, le cabr +culpa...</p> + +<p>—A m?</p> + +<p>—Claro est!</p> + +<p>—No lo veo tan claro... Como no soy hombre...</p> + +<p>—Me dijo que uno de sus temores de casarse +con su cuado era el de tener hijos con l, +no es as?</p> + +<p>—S, as es. Si tuviramos hijos llegara yo a +ser, quieras o no, madrasta de los que me dej +mi hermana...</p> + +<p>—Pero el matrimonio no se instituy slo +para hacer hijos...</p> + +<p>—Para casar y dar gracia a los casados y que +cren hijos para el cielo.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_112" id="Page_112">[112]</a></span></p> + +<p>—Dar gracia a los casados... Lo entiende?</p> + +<p>—Apenas...</p> + +<p>—Que vivan en gracia, libres de pecado...</p> + +<p>—Ahora lo entiendo menos...</p> + +<p>—Bueno, pues que es un remedio contra la +sensualidad.</p> + +<p>—Cmo? Qu es eso? Qu?</p> + +<p>—Pero por qu se pone as...? Por qu se altera...?</p> + +<p>—Qu es el remedio contra la sensualidad? +El matrimonio o la mujer?</p> + +<p>—Los dos... La mujer... y... y el hombre.</p> + +<p>—Pues, no, padre, no, no y no! Yo no puedo +ser remedio contra nada. Qu es eso de considerarme +remedio? Y remedio... contra eso! No, +me estimo en ms...</p> + +<p>—Pero si es que...</p> + +<p>—No, ya no sirve. Yo, si l no tuviera ya +hijos de mi hermana, acaso me habra casado con +l para tenerlos... para tenerlos de l... pero, +remedio? Y a eso? Yo remedio? No!</p> + +<p>—Y si antes de haber solicitado a su hermana +la hubiera solicitado...</p> + +<p>—A m? Antes? Cuando nos conoci? No +hablemos ya ms, padre, que no podemos en<span class="pagenum"><a name="Page_113" id="Page_113">[113]</a></span>tendernos, +pues veo que hablamos lenguas diferentes. +Ni yo s la de usted ni usted sabe la +ma.</p> + +<p>Y dicho esto, se levant de junto al confesonario. +Le costaba andar: tan doloridas le haban +quedado del arrodillamiento las rodillas. Y +a la vez le dolan las articulaciones del alma y +senta su soledad ms hondamente que nunca. +No, no me entiende—se deca—, no me entiende; +hombre al fin! Pero me entiendo yo +misma? Es que me entiendo? Le quiero o no +le quiero? No es soberbia esto? No es la triste +pasin solitaria del armio que por no mancharse +no se echa a nado en un lodazal a salvar a su +compaero...? No lo s... no lo s...</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_115" id="Page_115">[115]</a></span></p> + + + + +<h2>XIII</h2> + + +<p>Y de pronto observ Gertrudis que su cuado +era otro hombre, que celaba algn secreto, +que andaba caviloso y desconfiado, que sala +mucho de casa. Pero aquellas ms largas ausencias +del hogar no le engaaron. El secreto estaba +en l, en el hogar. Y a fuerza de paciente +astucia logr sorprender miradas de conocimiento +ntimo entre Ramiro y la criada de servicio.</p> + +<p>Era Manuela una hospiciana de diez y nueve +aos, enfermiza y plida, de un brillo febril en +los ojos, de maneras sumisas y mansas, de muy +pocas palabras, triste casi siempre. A ella, a Gertrudis, +ante quien sin saber por qu temblaba, +llambale seora. Ramiro quiso hacer que le +llamase seorita.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_116" id="Page_116">[116]</a></span></p> + +<p>—No, llmame as, seora; nada de seorita...</p> + +<p>En general pareca como que la criada le temiera, +como avergonzada o amedrentada en su +presencia. Y a los nios los evitaba y apenas si +les diriga la palabra. Ellos, por su parte, sentan +una indiferencia, rayana en despego, hacia la +Manuela. Y hasta alguna vez se burlaban de +ella, por ciertas sus maneras de hablar, lo que la +pona de grana. Lo extrao es—pensaba Gertrudis—que +a pesar de todo no quiera irse... +tiene algo de gata esta mozuela. Hasta que se +percat de lo que podra haber escondido.</p> + +<p>Un da logr sorprender a la pobre muchacha +cuando sala del cuarto de Ramiro, del seorito—porque +a ste s que le llamaba as—toda +encendida y jadeante. Cruzronse las miradas y +la criada rindi la suya. Pero lleg otro en que +el nio, Ramirn, se fu a su ta y le dijo:</p> + +<p>—Dime, mam Tula, es Manuela tambin +hermana nuestra?</p> + +<p>—Ya te tengo dicho que todos los hombres y +mujeres somos hermanos.</p> + +<p>—S, pero como nosotros, los que vivimos +juntos...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_117" id="Page_117">[117]</a></span></p> + +<p>—No, porque aunque vive aqu sta no es su +casa...</p> + +<p>—Y cul es su casa?</p> + +<p>—Su casa? No lo quieras saber. Y por qu +preguntas eso?</p> + +<p>—Porque le he visto a pap que la estaba +besando...</p> + +<p>Aquella noche, luego que hubieron acostado +a los nios, dijo Gertrudis a Ramiro:</p> + +<p>—Tenemos que hablar.</p> + +<p>—Pero si aun faltan ocho meses...</p> + +<p>—Ocho meses?</p> + +<p>—No hace cuatro que me diste un ao de +plazo?</p> + +<p>—No se trata de eso, hombre, sino de algo +ms serio.</p> + +<p>A Ramiro se le par el corazn y se puso +plido.</p> + +<p>—Ms serio?</p> + +<p>—Ms serio, s. Se trata de tus hijos, de su +buena crianza, y se trata de esa pobre hospiciana, +de la que estoy segura que ests abusando.</p> + +<p>—Y si as fuese, quin tiene la culpa de +eso?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_118" id="Page_118">[118]</a></span></p> + +<p>—Y an lo preguntas? An querrs tambin +culparme de ello?</p> + +<p>—Claro que s!</p> + +<p>—Pues bien, Ramiro: se ha acabado ya aquello +del ao; no hay plazo ninguno; no puede ser, +no puede ser. Y ahora s que me voy, y, diga lo +que dijere la ley, me llevar a los nios conmigo, +es decir, se irn conmigo.</p> + +<p>—Pero ests loca, Gertrudis?</p> + +<p>—Quien est loco eres t.</p> + +<p>—Pero qu queras...</p> + +<p>—Nada, o yo o ella. O me voy o echas a esa +criadita de casa.</p> + +<p>Siguise un congojoso silencio.</p> + +<p>—No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo +echar. Adnde se va? Al Hospicio otra vez?</p> + +<p>—A servir a otra casa.</p> + +<p>—No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo +echar—y el hombre rompi a llorar.</p> + +<p>—Pobre hombre!—murmur ella ponindole +la mano sobre la suya—. Me das pena.</p> + +<p>—Ahora, eh?, ahora?</p> + +<p>—S; me das lstima... Estoy ya dispuesta a +todo...</p> + +<p>—Gertrudis! Tula!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_119" id="Page_119">[119]</a></span></p> + +<p>—Pero has dicho que no la puedes echar...</p> + +<p>—Es verdad; no la puedo echar—y volvi a +abatirse.</p> + +<p>—Qu, pues?, que no va sola?</p> + +<p>—No, no ir sola.</p> + +<p>—Los ocho meses del plazo, eh?</p> + +<p>—Estoy perdido, Tula, estoy perdido.</p> + +<p>—No, la que est perdida es ella, la hurfana, +la hospiciana, la sin amparo.</p> + +<p>—Es verdad, es verdad...</p> + +<p>—Pero no te aflijas as, Ramiro, que la cosa +tiene fcil remedio...</p> + +<p>—Remedio? Y fcil?—y se atrevi a mirarle +a la cara.</p> + +<p>—S; casarte con ella.</p> + +<p>Un rayo que le hubiese herido no le habra +dejado ms deshecho que esas palabras sencillas.</p> + +<p>—Que me case! Que me case con la criada! +Que me case con una hospiciana? Y me lo +dices t!...</p> + +<p>—Y quin si no haba de decrtelo! Yo, la +verdadera madre hoy de tus hijos.</p> + +<p>—Que les d madrasta?</p> + +<p>—No, eso no!, que aqu estoy yo para seguir<span class="pagenum"><a name="Page_120" id="Page_120">[120]</a></span> +siendo su madre. Pero que des padre al que +haya de ser tu nuevo hijo, y que le des madre +tambin. Esa hospiciana tiene derecho a ser madre, +tiene ya el deber de serlo, tiene derecho a +su hijo y al padre de su hijo.</p> + +<p>—Pero Gertrudis...</p> + +<p>—Csate con ella, te he dicho; y te lo dice +Rosa. S—y su voz, serena y pastosa, reson +como una campana—. Rosa, tu mujer, te dice +por mi boca que te cases con la hospiciana. Manuela!</p> + +<p>—Seora!—se oy como un gemido, y la +pobre muchacha, que acurrucada junto al fogn, +en la cocina, haba estado oyndolo todo, no se +movi de su sitio. Volvi a llamarla, y despus +de otro Seora!, tampoco se movi.</p> + +<p>—Ven ac, o ir a traerte.</p> + +<p>—Por Dios!—suplic Ramiro.</p> + +<p>La muchacha apareci cubrindose la llorosa +cara con las manos.</p> + +<p>—Descubre la cara y mranos.</p> + +<p>—No, seora, no!</p> + +<p>—S, mranos. Aqu tienes a tu amo, a Ramiro, +que te pide perdn por lo que de ti ha hecho.</p> + +<p>—Perdn, yo, seora, y a usted...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_121" id="Page_121">[121]</a></span></p> + +<p>—No, te pide perdn y se casar contigo.</p> + +<p>—Pero seora!—clam Manuela a la vez +que Ramiro clamaba: Pero Gertrudis!</p> + +<p>—Lo he dicho, se casar contigo: as lo quiere +Rosa. No es posible dejarte as. Porque t +ests ya... no es eso?</p> + +<p>—Creo que s, seora, pero yo...</p> + +<p>—No llores as ni hagas juramentos; s que +no es tuya la culpa...</p> + +<p>—Pero se podra arreglar...</p> + +<p>—Bien sabe aqu Manuela—dijo Ramiro—que +nunca he pensado en abandonarla... Yo le +colocara...</p> + +<p>—S, seora, s; yo me contento...</p> + +<p>—No, t no debes contentarte con eso que +ibas a decir. O, mejor, aqu Ramiro no puede +contentarse con eso. T te has criado en el +Hospicio, no es eso?</p> + +<p>—S, seora.</p> + +<p>—Pues tu hijo no se criar en l. Tiene derecho +a tener padre, a su padre, y le tendr. Y +ahora vete... vete a tu cuarto, y djanos.</p> + +<p>Y cuando quedaron Ramiro y ella a solas:</p> + +<p>—Me parece que no dudars ni un momento...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_122" id="Page_122">[122]</a></span></p> + +<p>—Pero eso que pretendes es una locura, Gertrudis!</p> + +<p>—La locura, peor que locura, la infamia, sera +lo que pensabas.</p> + +<p>—Consltalo siquiera con el padre Alvarez.</p> + +<p>—No lo necesito. Lo he consultado con +Rosa.</p> + +<p>—Pero si ella te dijo que no dieses madrasta +a sus hijos...</p> + +<p>—A sus hijos? Y tuyos!</p> + +<p>—Bueno, s, a nuestros hijos...</p> + +<p>—Y no les dar madrasta. De ellos, de los +nuestros, seguir siendo yo la madre, pero del +de sa...</p> + +<p>—Nadie le quitar de ser madre...</p> + +<p>—S, t si no te casas con ella. Eso no ser +ser madre...</p> + +<p>—Pues ella...</p> + +<p>—Y qu? Porque ella no ha conocido a la +suya pretendes t que no lo sea como es debido?</p> + +<p>—Pero fjate en que esta chica...</p> + +<p>—T eres quien debi fijarse...</p> + +<p>—Es una locura... una locura...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_123" id="Page_123">[123]</a></span></p> + +<p>—La locura ha sido antes. Y ahora pinsalo, +que si no haces lo que debes el escndalo le +dar yo. Lo sabr todo el mundo.</p> + +<p>—Gertrudis!</p> + +<p>—Csate con ella, y se acab.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_125" id="Page_125">[125]</a></span></p> + + + + +<h2>XIV</h2> + + +<p><span class="smcap">Una</span> profunda tristeza hencha aquel hogar +despus del matrimonio de Ramiro con la +hospiciana. Y sta pareca an ms que antes la +criada, la sirvienta, y ms que nunca Gertrudis +el ama de la casa. Y esforzbase sta ms que +nunca por mantener al nuevo matrimonio apartado +de los nios, y que stos se percataran lo +menos posible de aquella convivencia ntima. +Mas hubo que tomar otra criada y explicar a los +pequeos el caso.</p> + +<p>Pero, cmo explicarles el que la antigua +criada se sentara a la mesa a comer con los de +casa? Porque esto exigi Gertrudis.</p> + +<p>—Por Dios, seora—suplicaba la Manuela—, +no me avergence as... mire que me avergenza... +Hacerme que me siente a la mesa con los<span class="pagenum"><a name="Page_126" id="Page_126">[126]</a></span> +seores, y sobre todo con los nios... y que +hable de t al seorito... eso nunca!</p> + +<p>—Hblale como quieras, pero es menester +que los nios, a los que tanto temes, sepan que +eres de la familia. Y ahora, una vez arreglado +esto, no podrn ya sorprender intimidades +a hurtadillas. Ahora os recataris mejor. Porque +antes el querer ocultaros de ellos os delataba.</p> + +<p>La preez de Manuela fu, en tanto, molestsima. +Su fragilsima fbrica de cuerpo la soportaba +muy mal. Y Gertrudis, por su parte, le recomendaba +que ocultase a los nios lo anormal +de su estado.</p> + +<p>Ramiro viva sumido en una resignada desesperacin +y ms entregado que nunca al albedro +de Gertrudis.</p> + +<p>—S, s, bien lo comprendo ahora—deca—, +no ha habido ms remedio, pero...</p> + +<p>—Te pesa?—le preguntaba Gertrudis.</p> + +<p>—De haberme casado, no! De haber tenido +que volverme a casar, s!</p> + +<p>—Ahora no es ya tiempo de pensar en eso; +pecho a la vida!</p> + +<p>—Ah, si t hubieras querido, Tula!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_127" id="Page_127">[127]</a></span></p> + +<p>—Te di un ao de plazo; has sabido guardarlo?</p> + +<p>—Y si lo hubiese guardado como t queras, +al fin de l qu, dime? Porque no me prometiste +nada.</p> + +<p>—Aunque te hubiese prometido algo habra +sido igual. No, habra sido peor an. En nuestras +circunstancias, el haberte hecho una promesa, +el haberte slo pedido una dilacin para +nuestro enlace, habra sido peor.</p> + +<p>—Pero si hubiese guardado la tregua como +t queras que la guardase, dime: qu habras +hecho?</p> + +<p>—No lo s.</p> + +<p>—Que no lo sabes... Tula... que no lo sabes...</p> + +<p>—No, no lo s; te digo que no lo s.</p> + +<p>—Pero tus sentimientos...</p> + +<p>—Piensa ahora en tu mujer, que no s si podr +soportar el trance en que la pusiste. Es tan +endeble la pobrecilla! Y est tan llena de miedo. +Sigue asustada de ser tu mujer y ama de su +casa.</p> + +<p>Y cuando lleg el peligroso parto repiti Gertrudis +las abnegaciones que en los partos de su +hermana tuviera, y recoji al nio, una criatura<span class="pagenum"><a name="Page_128" id="Page_128">[128]</a></span> +menguada y debilsima, y fu quien lo enmantill +y quien se lo present a su padre.</p> + +<p>—Aqu le tienes, hombre, aqu le tienes.</p> + +<p>—Pobre criatura!—exclam Ramiro sintiendo +que se le derretan de lstima las entraas a +la vista de aquel mezquino rollo de carne viviente +y sufriente.</p> + +<p>—Pues es tu hijo, un hijo ms... Es un hijo +ms que nos llega.</p> + +<p>—Nos llega? Tambin a ti?</p> + +<p>—S, tambin a m; no he de ser madrasta +para l, yo que hago que no lo tengan los otros.</p> + +<p>Y as fu que no hizo distincin entre uno y +otros.</p> + +<p>—Eres una santa, Gertrudis—le deca Ramiro—, +pero una santa que ha hecho pecadores.</p> + +<p>—No digas eso; soy una pecadora que me +esfuerzo por hacer santos, santos a tus hijos y a +ti y a tu mujer.</p> + +<p>—Mi mujer!...</p> + +<p>—Tu mujer, s; la madre de tu hijo. Por qu +le tratas con ese carioso despego y como a una +carga?</p> + +<p>—Y qu quieres que haga, que me enamore +de ella?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_129" id="Page_129">[129]</a></span></p> + +<p>—Pero no lo estabas cuando la sedujiste?</p> + +<p>—De quin? De ella?</p> + +<p>—Ya lo s, ya s que no; pero lo merece la +pobre...</p> + +<p>—Pero si es la menor cantidad de mujer posible, +si no es nada!</p> + +<p>—No, hombre, no; es ms, es mucho ms de +lo que t te crees. Aun no la has conocido.</p> + +<p>—Si es una esclava...</p> + +<p>—Puede ser, pero debes libertarla... La pobre +est asustada... naci asustada... Te aprovechaste +de su susto...</p> + +<p>—No s, no s cmo fu aquello...</p> + +<p>—As sois los hombres; no sabis lo que +hacis ni pensis en ello. Hacis las cosas sin +pensarlas...</p> + +<p>—Peor es muchas veces pensarlas y no hacerlas...</p> + +<p>—Por qu lo dices?</p> + +<p>—No, nada, por nada...</p> + +<p>—T crees sin duda que yo no hago ms que +pensar?</p> + +<p>—No, no he dicho que crea eso...</p> + +<p>—S, t crees que yo no soy ms que pensamiento.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_131" id="Page_131">[131]</a></span></p> + + + + +<h2>XV</h2> + + +<p><span class="smcap">De</span> nuevo la pobre Manuela, la hospiciana, +la esclava, hallbase preada. Y Ramiro +muy malhumorado con ello.</p> + +<p>—Como si uno no tuviese bastante con los +otros...—deca.</p> + +<p>—Y yo qu quieres que le haga!—exclamaba +la vctima.</p> + +<p>—Despus de todo, t lo has querido as—conclua +Gertrudis.</p> + +<p>Y luego, aparte, volva a reprenderle por el +trato de compasivo despego que daba a su mujer. +La cual soportaba esta preez an peor que +la otra.</p> + +<p>—Me temo por la pobre muchacha—vaticin +don Juan, el mdico, un viudo que menudeaba +sus visitas.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_132" id="Page_132">[132]</a></span></p> + +<p>—Cree usted que corre peligro?—le pregunt +Gertrudis.</p> + +<p>—Esta pobre chica est deshecha por dentro; +es una tsica consumada y consumida. Resistir, +es lo ms probable, hasta dar a luz, pues la Naturaleza, +que es muy sabia...</p> + +<p>—La Naturaleza no! La Santsima Virgen Madre, +don Juan—le interrumpi Gertrudis.</p> + +<p>—Como usted quiera; me rindo, como siempre, +a su superior parecer. Pues, como deca, +la Naturaleza o la Virgen, que para m es lo +mismo...</p> + +<p>—No, la Virgen es la Gracia...</p> + +<p>—Bueno, pues la Naturaleza, la Virgen, la +Gracia o lo que sea, hace que en estos casos la +madre se defienda y resista hasta que d a luz +al nuevo ser. Ese inocente pequeuelo le sirve +a la pobre madre futura como escudo contra la +muerte.</p> + +<p>—Y luego?</p> + +<p>—Luego? Que probablemente tendr usted +que criar sola, sirvindose de un ama de cra, +por supuesto, un cro ms. Tiene ya cuatro; cargar +con cinco.</p> + +<p>—Con todos los que Dios me mande.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_133" id="Page_133">[133]</a></span></p> + +<p>—Y que probablemente, no digo que seguramente, +a no tardar mucho, don Ramiro volver +a quedar libre—y mir fijamente con sus ojillos +grises a Gertrudis.</p> + +<p>—Y dispuesto a casarse tercera vez—agreg +sta hacindose la desentendida.</p> + +<p>—Eso sera ya heroico!</p> + +<p>—Y usted, puesto que permanece viudo, y +viudo sin hijos, es que no tiene madera de +hroe.</p> + +<p>—Ah, doa Gertrudis, si yo pudiese hablar!</p> + +<p>—Pues cllese usted!</p> + +<p>—Me callo.</p> + +<p>Le tom la mano, retenindosela un rato, y +dndole con la otra suya unos golpecitos aadi +con un suspiro:</p> + +<p>—Cada hombre es un mundo, Gertrudis.</p> + +<p>—Y cada mujer, una luna, no es eso, don +Juan?</p> + +<p>—Cada mujer puede ser un cielo.</p> + +<p>Este hombre me dedica un cortejeo platnico, +se dijo Gertrudis.</p> + +<p>Cuando en la casa teman por la pobre Manuela +y todos los cuidados eran para ella, cay +de pronto en cama Ramiro, declarndosele des<span class="pagenum"><a name="Page_134" id="Page_134">[134]</a></span>de +luego una pulmona. La pobre hospiciana +quedse como atontada.</p> + +<p>—Djame a m, Manuela—le dijo Gertrudis—; +t cudate y cuida a lo que llevas contigo. No +te empees en atender a tu marido, que eso puede +agravarte.</p> + +<p>—Pero yo debo...</p> + +<p>—T debes cuidar de lo tuyo.</p> + +<p>—Y mi marido, no es mo?</p> + +<p>—No, ahora no; ahora es tuyo tu hijo que +est por venir.</p> + +<p>La enfermedad de Ramiro se agravaba.</p> + +<p>—Temo complicaciones al corazn—sentenci +don Juan—. Le tiene dbil; claro, los pesares +y disgustos!</p> + +<p>—Pero se morir, don Juan?—pregunt henchida +de angustia Gertrudis.</p> + +<p>—Todo pudiera ser...</p> + +<p>—Slvele, don Juan, slvele, como sea...</p> + +<p>—Qu ms quisiera yo...</p> + +<p>—Ah, qu desgracia! Qu desgracia!—y por +primera vez se le vi a aquella mujer tener que +sentarse y sufrir un desvanecimiento.</p> + +<p>—Es, en efecto, terrible—dijo el mdico en +cuanto Gertrudis se repuso—dejar as cuatro<span class="pagenum"><a name="Page_135" id="Page_135">[135]</a></span> +hijos, qu digo cuatro?, cinco se puede decir, +y esa pobre viuda tal como est!...</p> + +<p>—Eso es lo de menos, don Juan; para todo +eso me basto y me sobro yo. Qu desgracia! +Qu desgracia!</p> + +<p>Y el mdico se fu dicindose: Est visto; +esta cuadita contaba con volver a tenerle libre +a su cuado. Cada persona es un mundo y algunas +varios mundos. Pero qu mujer! Es toda +una mujer! Qu fortaleza! Qu sagacidad! Y +qu ojos! Qu cuerpo! Irradia fuego!</p> + +<p>Ramiro, una tarde en que la fiebre, remitindosele, +habale dejado algo ms tranquilo, llam +a Gertrudis, le rog que cerrara la puerta de la +alcoba, y le dijo:</p> + +<p>—Yo me muero, Tula, me muero sin remedio. +Siento que el corazn no quiere ya marchar, a +pesar de todas las inyecciones; yo me muero...</p> + +<p>—No pienses en eso, Ramiro.</p> + +<p>Pero ella tambin crea en aquella muerte.</p> + +<p>—Me muero, y es hora, Tula, de decirte toda +la verdad. T me casaste con Rosa.</p> + +<p>—Como no te decidas y dabas largas...</p> + +<p>—Y sabes por qu?</p> + +<p>—S, lo s, Ramiro.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_136" id="Page_136">[136]</a></span></p> + +<p>—Al principio, al veros, al ver a la pareja, +slo repar en Rosa; era a quien se le vea de +lejos; pero al acercarme, al empezar a frecuentaros, +slo te vi a ti, pues eras la nica a quien +desde cerca se vea. De lejos te borraba ella; de +cerca le borrabas t.</p> + +<p>—No hables as de mi hermana, de la madre +de tus hijos.</p> + +<p>—No; la madre de mis hijos eres t, t, t.</p> + +<p>—No pienses ahora sino en Rosa, Ramiro.</p> + +<p>—A la que me juntar pronto, no es eso?</p> + +<p>—Quin sabe...! Piensa en vivir, en tus +hijos...</p> + +<p>—A mis hijos les quedas t, su madre.</p> + +<p>—Y en Manuela, en la pobre Manuela...</p> + +<p>—Aquel plazo, Tula, aquel plazo fatal.</p> + +<p>Los ojos de Gertrudis se hinchieron de lgrimas.</p> + +<p>—Tula!—gimi el enfermo, abriendo los +brazos.</p> + +<p>—S, Ramiro, s!—exclam ella cayendo en +ellos y abrazndole.</p> + +<p>Juntaron las bocas y as se estuvieron, sollozando.</p> + +<p>—Me perdonas todo, Tula?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_137" id="Page_137">[137]</a></span></p> + +<p>—No, Ramiro, no; eres t quien tienes que +perdonarme.</p> + +<p>—Yo?</p> + +<p>—T! Una vez hablabas de santos que hacen +pecadores. Acaso he tenido una idea inhumana +de la virtud. Pero cuando lo primero, cuando te +dirigiste a mi hermana, yo hice lo que deb hacer. +Adems, te lo confieso, el hombre, todo +hombre, hasta t, Ramiro, hasta t, me ha dado +miedo siempre; no he podido ver en l sino el +bruto. Los nios, s; pero el hombre... He hudo +del hombre...</p> + +<p>—Tienes razn, Tula.</p> + +<p>—Pero ahora descansa, que estas emociones +as pueden daarte.</p> + +<p>Le hizo guardar los brazos bajo las mantas, +le arrop, le di un beso en la frente como se +le da a un nio—y un nio era entonces para +ella—y se fu. Mas al encontrarse sola se dijo: +Y si se repone y cura? Si no se muere? +Ahora que ha acabado de romperse el secreto +entre nosotros? Y la pobre Manuela? Tendr +que marcharme! Y adnde? Y si Manuela se +muere y vuelve l a quedarse libre? Y fu a +ver a Manuela, a la que encontr postradsima.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_138" id="Page_138">[138]</a></span></p> + +<p>Al siguiente da llev a los nios al lecho del +padre, ya sacramentado y moribundo; los levant +uno a uno y les hizo que le besaran. Luego +fu, apoyada en ella, en Gertrudis, Manuela, y +de poco se muere de la congoja que le di sobre +el enfermo. Hubo que sacarla y acostarla. +Y poco despus, cojido de una mano a otra de +Gertrudis, y susurrando: Adis, mi Tula!, rindi +el espritu con el ltimo huelgo Ramiro. Y +ella, la ta, vaci su corazn en sollozos de congoja +sobre el cuerpo exnime del padre de sus +hijos, de su pobre Ramiro.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_139" id="Page_139">[139]</a></span></p> + + + + +<h2>XVI</h2> + + +<p><span class="smcap">Apenas</span>, fuera de la soberana, hubo abatimiento +en aquel hogar, pues los nios eran +incapaces de darse cuenta de lo que haba pasado, +y Manuela, la viuda casi sin saberlo, concentraba +su vida y su nimo todos en luchar, al +modo de una planta, por la otra vida que llevaba +en su seno y aun repitiendo, como un gemido +de res herida, que se quera morir. Gertrudis +provea a todo.</p> + +<p>Cerr los ojos al muerto, no sin decirse: Me +estar mirando todava...? Le amortaj como +lo haba hecho con su to, cubrindole con un +hbito sobre la ropa con que muri, y sin quitarle +sta, y luego, quebrantada por un largo +cansancio, por fatiga de aos, junt un momento +su boca a la boca fra de Ramiro, y repas +sus vidas, que era su vida. Cuando el llanto<span class="pagenum"><a name="Page_140" id="Page_140">[140]</a></span> +de uno de los nios, del pequeito, del hijo de +la hospiciana, le hizo desprenderse del muerto +e ir a cojer y acallar y mimar al que viva.</p> + +<p>Manuela iba hundindose.</p> + +<p>—Yo, seora, me muero; no voy a poder resistir +esta vez; este parto me cuesta la vida.</p> + +<p>Y as fu. Di a luz una nia, pero se iba en +sangre. La nia misma naci envuelta en sangre. +Y Gertrudis tuvo que vencer la repugnancia +que la sangre, sobre todo la negra y cuajada, le +produca. Siempre le cost una terrible brega +consigo misma al vencer este asco. Cuando una +vez, poco antes de morir, su hermana Rosa tuvo +un vmito, de ella Gertrudis huy despavorida. +Y no era miedo, no; era, sobre todo, asco.</p> + +<p>Muri Manuela clavados en los ojos de Gertrudis +sus ojos, donde vagaban figuras de niebla +sobre las sombras del Hospicio.</p> + +<p>—Por tus hijos no pases cuidado—le haba +dicho Gertrudis—, que yo he de vivir hasta dejarlos +colocados y que se puedan valer por s +en el mundo, y si no les dejar sus hermanos. +Cuidar sobre todo de esta ltima, pobrecilla!, +la que te cuesta la vida. Yo ser su madre y su +padre.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_141" id="Page_141">[141]</a></span></p> + +<p>—Gracias! Gracias! Gracias! Dios se lo pagar! +Es una santa!</p> + +<p>Y quiso besarle la mano, pero Gertrudis se +inclin a ella, la bes en la frente y le puso su +mejilla a que se la besase. Y esas expresiones de +gratitud repetalas la hospiciana como quien recita +una leccin aprendida desde nia. Y muri +como haba vivido, como una res sumisa y paciente, +ms bien como un enser.</p> + +<p>Y fu esta muerte, tan natural, la que ms +ahond en el nimo de Gertrudis, que haba +asistido a otras tres ya. En sta crey sentir mejor +el sentido del enigma. Ni la de su to, ni la +de su hermana, ni la de Ramiro horadaron tan +hondo el agujero que se iba abriendo en el centro +de su alma. Era como si esta muerte confirmara +las otras tres, como si las iluminara a +la vez.</p> + +<p>En sus solitarias cavilaciones se deca: Los +otros se murieron; a esta la han matado...! la +ha matado...! la hemos matado! No la he matado +yo ms que nadie? No la he trado yo a +este trance? Pero es que la pobre ha vivido? +Es que pudo vivir? Es que naci acaso? Si +fu expsita, no ha sido <i>exposicin</i> su muerte?<span class="pagenum"><a name="Page_142" id="Page_142">[142]</a></span> +No lo fu su casamiento? No la hemos echado +en el torno de la eternidad para que entre al hospicio +de la Gloria? No ser all hospiciana tambin? +Y lo que ms le acongojaba era el pensamiento +tenaz que le persegua de lo que sentira +Rosa al recibirla al lado suyo, al lado de Ramiro, +y conocerla en el otro mundo. Su to, el +buen sacerdote que les cri, cumpli su misin en +este mundo, protegi con su presencia la crianza +de ellas; su hermana Rosa logr su deseo y +goz y dej los hijos que haba querido tener; +Ramiro... Ramiro? S, tambin Ramiro hizo su +travesa, aunque a remo y de espaldas a la estrella +que le marcaba rumbo, y sufri, pero con +noble sufrir, y pec y purg su pecado; pero, y +esta pobre que ni sufri siquiera, que no pec, +sino se pec en ella y muri hurfana!... Hurfana +tambin muri Eva..., pensaba Gertrudis. +Y luego: No; tuvo a Dios de padre! Y madre? +Eva no conoci madre... As se explica el pecado +original!... Eva muri hurfana de humanidad! +Y Eva le trajo el recuerdo del relato del +<i>Gnesis</i>, que haba ledo poco antes, y cmo el +Seor alent al hombre por la nariz soplo de +vida, y se imagin que se la quitase por manera<span class="pagenum"><a name="Page_143" id="Page_143">[143]</a></span> +anloga. Y luego se figuraba que a aquella pobre +hospiciana, cuyo sentido de vida no comprenda, +le quit Dios la vida de un beso, posando +sus infinitos labios invisibles, los que se +cierran formando el cielo azul, sobre los labios, +azulados por la muerte, de la pobre muchacha, +y sorbindole el aliento as.</p> + +<p>Y ahora quedbase Gertrudis con sus cinco +cras, y bregando, para la ltima, con amas.</p> + +<p>El mayor, Ramirn, era la viva imagen de su +padre, en figura y en gestos, y su ta proponase +combatir en l desde entonces, desde pequeo, +aquellos rasgos e inclinaciones de aquel que, +observando a ste, haba visto que ms le perjudicaban. +Tengo que estar alerta—se deca +Gertrudis—para cuando en l se despierte el +hombre, el macho ms bien, y educarle a que +haga su eleccin con reposo y tiento. Lo malo +era que su salud no fuese del todo buena y su +desarrollo difcil y hasta doliente.</p> + +<p>Y a todos haba que sacarlos adelante en la +vida y educarlos en el culto a sus padres perdidos.</p> + +<p>Y los pobres nios de la hospiciana? Esos +tambin son mos—pensaba Gertrudis—; tan<span class="pagenum"><a name="Page_144" id="Page_144">[144]</a></span> +mos como los otros, como los de mi hermana, +ms mos an. Porque stos son hijos de mi pecado. +Del mo? No ms bien el de l? No, de +mi pecado! Son los hijos de mi pecado! S, de +mi pecado! Pobre chica! Y le preocupaba sobre +todo la pequeita.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_145" id="Page_145">[145]</a></span></p> + + + + +<h2>XVII</h2> + + +<p><span class="smcap">Gertrudis</span>, molesta por las insinuaciones de +don Juan, el mdico, que menudeaba las +visitas para los nios, y aun pretendi verla a +ella como enferma, cuando no saba que adoleciese +de cosa alguna, le anunci un da hallarse +dispuesta a cambiar de mdico.</p> + +<p>—Cmo as, Gertrudis?</p> + +<p>—Pues muy claro: le observo a usted singularidades +que me hacen temer que est entrando +en la chochera de una vejez prematura, y para +mdico necesitamos un hombre con el seso bien +despejado y despierto.</p> + +<p>—Muy bien; pues que ha llegado el momento, +usted me permitir que le hable claro.</p> + +<p>—Diga lo que quiera, don Juan, mas en la inteligencia +de que es lo ltimo que dir en esta +casa.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_146" id="Page_146">[146]</a></span></p> + +<p>—Quin sabe!...</p> + +<p>—Diga.</p> + +<p>—Yo soy viudo y sin hijos, como usted sabe, +Gertrudis. Y adoro a los nios.</p> + +<p>—Pues vulvase usted a casar.</p> + +<p>—A eso voy.</p> + +<p>—Ah! Y busca usted consejo de m?</p> + +<p>—Busco ms que consejo.</p> + +<p>—Que le encuentre yo novia?</p> + +<p>—Yo soy mdico, le digo, y no slo no +tuve hijos de mi mujer, que era viuda, y perdimos +el que ella me trajo al matrimonio, an le +lloro al pobrecillo!, sino que s, s positivamente, +s con toda seguridad, que no he de tener +nunca hijos propios, que no puedo tenerlos. +Aunque no por eso, claro est, me sienta menos +hombre que otro cualquiera; usted me entiende, +Gertrudis?</p> + +<p>—Quisiera no entenderle a usted, don Juan.</p> + +<p>—Para acabar, yo creo que a estos nios, a +estos sobrinos de usted y a los otros dos acaso...</p> + +<p>—Son tan sobrinos para m como los otros, +ms bien hijos.</p> + +<p>—Bueno, pues que a estos hijos de usted, ya +que por tales les tiene, no les vendra mal un<span class="pagenum"><a name="Page_147" id="Page_147">[147]</a></span> +padre, y un padre no mal acomodado y hasta +regularmente rico.</p> + +<p>—Y eso es todo?</p> + +<p>—S, que yo creo que hasta necesitan padre.</p> + +<p>—Les basta, don Juan, con el Padre nuestro +que est en los cielos.</p> + +<p>—Y como madre usted, que es la representante +de la Madre Santsima, no es eso?</p> + +<p>—Usted lo ha dicho, don Juan, y por ltima +vez en esta casa.</p> + +<p>—De modo que...?</p> + +<p>—Que toda esa historia de la necesidad que +siente de tener hijos y de su incapacidad para +tenerlos, le he entendido bien, don Juan?</p> + +<p>—Perfectamente, y esto ltimo, por supuesto, +quede entre los dos.</p> + +<p>—No ser yo quien le estorbe otro matrimonio. +Y esa historia, digo, no me ha convencido +de que usted busque hijos que adoptar, que eso +le ser muy fcil y casndose, sino que me busca +a m y me buscara aunque estuviese sola y +hubisemos de vivir solos y sin hijos; le he entendido, +don Juan? Me entiende usted?</p> + +<p>—Cierto es, Gertrudis, que si estuviese sola +lo mismo me casara con usted, si usted lo qui<span class="pagenum"><a name="Page_148" id="Page_148">[148]</a></span>siera, +claro!, porque yo soy muy claro, muy +claro, y es usted la que me atrae; pero en ese +caso nos quedaba el adoptar hijos de cualquier +modo, aunque fuese sacndolos del Hospicio. +Pues ya he podido ver que usted, como yo, se +muere por los nios y que los necesita y los +busca y los adora.</p> + +<p>—Pero ni usted ni nadie ha visto, don Juan, +que yo haya sido y sea incapaz de hacerlos; nadie +puede decir que yo sea estril, y no vuelva +a poner los pies en esta casa.</p> + +<p>—Por qu, Gertrudis?</p> + +<p>—Por puerco!</p> + +<p>Y as se despidieron para siempre.</p> + +<p>Mas luego que le hubo as despachado entrle +una desdeosa lstima, un lastimero desdn de +aquel hombre. No le he tratado con demasiada +dureza?—se deca—. El hombre me sacaba de +quicio, es cierto; sus miradas me heran ms que +sus palabras, pero deb tratarle de otro modo. +El pobrecillo parece que necesita remedio, pero +no el que l busca, sino otro, un remedio heroico +y radical. Pero cuando supo que don Juan +se remediaba empez a pensar si era, en efecto, +calor de hogar lo que buscaba, aunque bien<span class="pagenum"><a name="Page_149" id="Page_149">[149]</a></span> +pronto di en otra sospecha que le sublev an +ms el corazn. Ah—se dijo—, lo que necesita +es una de casa, una que le cuide, que le ponga +sobre la cama la ropa limpia, que haga que se +le prepare el puchero... peor, peor que el remedio, +peor an! Cuando una no es remedio +es animal domstico y la mayor parte de las veces +ambas cosas a la vez! Estos hombres... O +porquera o poltronera! Y an dicen que el cristianismo +redimi nuestra suerte, la de las mujeres! +Y al pensar esto, acordndose de su buen +to, se santigu dicindole: No, no lo volver a +pensar...!</p> + +<p>Pero quin enfrenaba a un pensamiento que +morda en el fruto de la ciencia del mal? El +cristianismo, al fin, y a pesar de la Magdalena, +es religin de hombres—se deca Gertrudis—; +masculinos el Padre, el Hijo y el Espritu Santo...! +Pero y la Madre? La religin de la Madre +est en: He aqu la criada del Seor; hgase +en m segn tu palabra y en pedir a su Hijo +que provea de vino a unas bodas, de vino que +embriaga y alegra y hace olvidar penas, y para +que el Hijo le diga: Qu tengo yo que ver +contigo, mujer? An no ha venido mi hora.<span class="pagenum"><a name="Page_150" id="Page_150">[150]</a></span> +Qu tengo que ver contigo...? Y llamarle mujer +y no madre... Y volvi a santiguarse, esta vez +con verdadero temblor. Y es que el demonio +de su guarda—as crea ella—le susurr: Hombre +al fin!</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_151" id="Page_151">[151]</a></span></p> + + + + +<h2>XVIII</h2> + + +<p><span class="smcap">Corrieron</span> unos aos apacibles y serenos. La +orfandad daba a aquel hogar, en el que de +nada de bienestar se careca, una ntima luz espiritual +de serena calma. Apenas si haba que +pensar en el da de maana. Y seguan en l +viviendo, con ms dulce imperio que cuando +respirando llenaban con sus cuerpos sus sitios, +los tres que le dieron a Gertrudis masa con que +fraguarlo, Ramiro y sus dos mujeres de carne y +hueso. De continuo hablaba Gertrudis de ellos +a sus hijos. Mira que te est mirando tu madre! +o Mira que te ve tu padre! Eran sus +dos ms frecuentes amonestaciones. Y los retratos +de los que se fueron presidan el hogar +de los tres.</p> + +<p>Los nios, sin embargo, banlos olvidando. +Para ellos no existan sino en las palabras de<span class="pagenum"><a name="Page_152" id="Page_152">[152]</a></span> +mam Tula, que as la llamaban todos. Los recuerdos +directos del mayorcito, de Ramirn, se +iban perdiendo y fundiendo en los recuerdos de +lo que de ellos oa contar a su ta. Sus padres +eran ya para l una creacin de sta.</p> + +<p>Lo que ms preocupaba a Gertrudis era evitar +que entre ellos naciese la idea de una diferencia, +de que haba dos madres, de que no +eran sino medio hermanos. Mas no poda evitarlo. +Sufri en un principio la tentacin de decirles +que las dos, Rosa y Manuela, eran, como +ella misma, madres de todos ellos, pero vi la +imposibilidad de mantener mucho tiempo el +equvoco; y, sobre todo, el amor a la verdad, un +amor en ella desenfrenado, le hizo rechazar tal +tentacin al punto.</p> + +<p>Porque su amor a la verdad confundase en +ella con su amor a la pureza. Repugnbanle esas +historietas corrientes con que se trata de engaar +la inocencia de los nios, como la de decirles +que los traen a este mundo desde Pars, +donde los compran. Buena gana de gastar +el dinero en tonto!—haba dicho un nio que +tena varios hermanos y a quien le dijeron que +a un amiguito suyo le iban a traer pronto un<span class="pagenum"><a name="Page_153" id="Page_153">[153]</a></span> +hermanito sus padres. Buena gana de gastar +mentiras en balde—se deca Gertrudis; aadindose: +toda mentira es cuando menos en +balde.</p> + +<p>—Me han dicho que soy hijo de una criada +de mi padre; que mi mam fu criada de la +mam de mis hermanos.</p> + +<p>As fu diciendo un da a casa el hijo de Manuela. +Y la ta Tula, con su voz ms seria y delante +de todos, le contest:</p> + +<p>—Aqu todos sois hermanos, todos sois hijos +de un mismo padre y de una misma madre, que +soy yo.</p> + +<p>—Pues no dices, mamita, que hemos tenido +otra madre?</p> + +<p>—La tuvisteis, pero ahora la madre soy yo; ya +lo sabis. Y que no se vuelva a hablar de eso!</p> + +<p>Mas no lograba evitar el que se trasparentara +que senta preferencias. Y eran por el mayor, el +primognito, Ramirn, al que engendr su padre +cuando an tuviera reciente en el corazn el +cardenal del golpe que le produjo el haber tenido +que escojer entre las dos hermanas, o mejor +el haber tenido que aceptar de mandato de Gertrudis +a Rosa, y por la pequeuela, por Mano<span class="pagenum"><a name="Page_154" id="Page_154">[154]</a></span>lita, +plido y frgil botoncito de rosa que haca temer +lo hiciese ajarse un fro o un ardor tempranos.</p> + +<p>De Ramirn, del mayor, una voz muy queda, +muy sumisa, pero de un susurro sibilante y diablico, +que Gertrudis sola oir que brotaba de +un rincn de las entraas de su espritu—y al +oirla se haca, santigundose, una cruz sobre la +frente y otra sobre el pecho, ya que no pudiese +taparse los odos ntimos de aqulla y de ste—de +Ramirn decale ese tentador susurro que +acaso cuando le engendr su padre soaba ms +en ella, en Gertrudis, que en Rosa. Y de Manolita, +de la hija de la muerte de la hospiciana, se +deca que sin su decisin de casar segunda +vez a Ramiro, sin aquel haberle obligado a redimir +su pecado y a rescatar a la vctima de l, a +la pobre Manuela, no vivira el plido y frgil +botoncito.</p> + +<p>Y lo que le cost criarla! Porque el primer +hijo de Ramiro y Manuela fu criado por sta, +por su madre. La cual, sumisa siempre como +una res, y ayudada a la vez por su natural instinto, +no intent siquiera rehusarlo a pesar de +la endeblez de su carne, pero fu con el hombre, +fu con el marido, con quien tuvo que bre<span class="pagenum"><a name="Page_155" id="Page_155">[155]</a></span>gar +Gertrudis. Porque Ramiro, viendo la flaqueza +de su pobre mujer, procur buscar nodriza +a su hijo. Y fu Gertrudis la que le oblig a +casarse con aqulla, quien se plant en firme en +que haba de ser la madre misma quien criara al +hijo. No hay leche como la de la madre—repeta, +y al redargir su cuado: S, pero es +tan dbil que corren peligro ella y el nio, y +ste se criar enclenque, replicaba implacable +la soberana del hogar: Pretextos y habladuras! +Una mujer a la que se le puede alimentar, +puede siempre criar y la naturaleza ayuda, y en +cuanto al nio, te repito que la mejor leche es +la de la madre, si no est envenenada. Y luego, +bajando la voz, agregaba: Y no creo que le +hayas envenenado la sangre a tu mujer. Y Ramiro +tena que someterse. Y la querella termin +un da en que a nuevas instancias del hombre, +que vi que su nueva mujer sufri un vahido, +para que le desahijaran el hijo, la soberana del +hogar, cojindole aparte, le dijo: Pero qu +empeo, hombre! Cualquiera creera que te estorba +el hijo...</p> + +<p>—Cmo que me estorba el hijo...? No lo +comprendo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_156" id="Page_156">[156]</a></span></p> + +<p>—No lo comprendes? Pues yo s!</p> + +<p>—Como no te expliques...</p> + +<p>—Que me explique? Te acuerdas de lo de +aquel brbaro de Pascualn, el guarda de tu +cortijo de Majadalaprieta?</p> + +<p>—Qu? Aquello que comentamos de la insensibilidad +con que recibi la muerte de su +hijo...?</p> + +<p>—S.</p> + +<p>—Y qu tiene que ver esto con aquello? Por +Dios, Tula...</p> + +<p>—Que a m aquello me lleg al fondo del +alma, me hiri profundamente y quise averiguar +la raz del mal...</p> + +<p>—Tu mana de siempre...</p> + +<p>—S, ya me deca el pobre to que yo era +como Eva, empeada en conocer la ciencia del +bien y del mal.</p> + +<p>—Y averiguaste...?</p> + +<p>—Que a aquel... hombre...</p> + +<p>—Ibas a decir...?</p> + +<p>—Que a aquel hombre, digo, le estorbaba +el nio para ms cmodamente disponer de su +mujer. Lo entiendes?</p> + +<p>—Qu barbaridad!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_157" id="Page_157">[157]</a></span></p> + +<p>Pero ya Ramiro tuvo que darse por vencido y +dej que su Manuela criara al nio mientras +Gertrudis lo dispusiese as.</p> + +<p>Y ahora se encontraba sta con que tena que +criar a la pequeuela, a la hija de la muerte, y +que forzosamente haba de drsela a una madre +de alquiler, buscndole un pecho mercenario. Y +esto le horrorizaba. Horrorizbale porque tema +que cualquier nodriza, y ms si era soltera, pudiese +tener envenenada, con la sangre, la leche, +y abusase de su posicin. Si es soltera—se deca—, +malo! Hay que vigilarla para que no +vuelva al novio o acaso a otro cualquiera, y si es +casada, malo tambin, y peor an si dej al hijo +propio para criar el ajeno. Porque esto era lo +que sobre todo le repugnaba. Vender el jugo +maternal de las propias entraas para mantener +mal, para dejarlos morir acaso de hambre, a los +propios hijos, era algo que le causaba dolorosos +retortijones en las entraas maternales. Y as es +como se vi desde un principio en conflicto con +las amas de cra de la pobre criatura, y teniendo +que cambiar de ellas cada cuatro das. No poder +criarle ella misma! Hasta que tuvo que acudir +a la lactancia artificial.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_158" id="Page_158">[158]</a></span></p> + +<p>Pero el artificio se hizo en ella arte, y luego +poesa, y por fin ms profunda naturaleza que la +del instinto ciego. Fu un culto, un sacrificio, +casi un sacramento. El bibern, ese artefacto +industrial, lleg a ser para Gertrudis el smbolo +y el instrumento de un rito religioso. Limpiaba +los botellines, coca los pisgos cada vez que los +haba empleado, preparaba y esterilizaba la leche +con el ardor recatado y ansioso con que +una sacerdotisa cumplira un sacrificio ritual. +Cuando pona el pisgo de caucho en la boquita +de la pobre criatura, senta que le palpitaba y +se le encenda la propia mama. La pobre criatura +posaba alguna vez su manecita en la mano +de Gertrudis, que sostena el frasco.</p> + +<p>Se acostaba con la nia, a la que daba calor +con su cuerpo, y contra ste guardaba el frasco +de la leche por si de noche se despertaba aqulla +pidiendo alimento. Y se le antojaba que el +calor de su carne, enfebrecida a ratos por la fiebre +de la maternidad virginal, de la virginidad +maternal, daba a aquella leche industrial una +virtud de vida materna y hasta que pasaba a +ella, por misterioso modo, algo de los ensueos +que haban florecido en aquella cama solitaria.<span class="pagenum"><a name="Page_159" id="Page_159">[159]</a></span> +Y al darle de mamar, en aquel artilugio, por la +noche, a oscuras y a solas las dos, ponale a la +criaturita uno de sus pechos estriles, pero henchidos +de sangre, al alcance de las manecitas +para que siquiera las posase sobre l mientras +chupaba el jugo de vida. Antojbasele que as +una vaga y dulce ilusin animara a la hurfana. +Y era ella, Gertrudis, la que as soaba. Qu? +Ni ella misma lo saba bien.</p> + +<p>Alguna vez la criaturita se vomit sobre aquella +cama, limpia siempre hasta entonces como +una patena, y de pronto sinti Gertrudis la punzada +de la mancha. Su pasin morbosa por la +pureza, de que proceda su culto mstico a la +limpieza, sufri entonces, y tuvo que esforzarse +para dominarse. Comprenda, s, que no cabe +vivir sin mancharse y que aquella mancha era +inocentsima, pero los cimientos de su espritu +se conmovan dolorosamente con ello. Y luego +le apretaba a la criaturita contra sus pechos pidindole +perdn en silencio por aquella tentacin +de su pureza.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_161" id="Page_161">[161]</a></span></p> + + + + +<h2>XIX</h2> + + +<p><span class="smcap">Fuera</span> de este cuidado maternal por la pobre +criaturita de la muerte de Manuela, cuidado +que celaba una expiacin y un culto msticos, +y sin desatender a los otros y esforzndose +por no mostrar preferencias a favor de los de +su sangre, Gertrudis se preocupaba muy en especial +de Ramirn y segua su educacin paso a +paso, vigilando todo lo que en l pudiese recordar +rasgos de su padre, a quien fsicamente se +pareca mucho. As sera a su edad—pensaba +la ta y hasta busc y lleg a encontrar entre los +papeles de su cuado retratos de cuando ste +era un chicuelo y los miraba y remiraba para +descubrir en ellos al hijo. Porque quera hacer +de ste lo que de aqul habra hecho a haberle +conocido y podido tomar bajo su amparo y<span class="pagenum"><a name="Page_162" id="Page_162">[162]</a></span> +crianza cuando fu un mozuelo a quien se le +abran los caminos de la vida. Que no se equivoque +como l—se deca—, que aprenda a detenerse +para elegir, que no encadene la voluntad +antes de haberla asentado en su raz viva, en el +amor perfecto y bien alumbrado, a la luz que +le sea propia. Porque ella crea que no era al +suelo, sino al cielo, a lo que haba que mirar +antes de plantar un retoo; no al mantillo de la +tierra, sino a las razas de lumbre que del sol le +llegaran, y que crece mejor el arbolito que prende +sobre una roca al solano dulce del medioda +que no el que sobre un mantillo vicioso y graso +se alza a la umbra. La luz era la pureza.</p> + +<p>Fu con Ramirn aprendiendo todo lo que l +tena que aprender, pues le tomaba a diario las +lecciones. Y as satisfaca aquella ansia por saber +que desde nia le haba aquejado y que hizo +que su to le comparase alguna vez con Eva. Y +de entre las cosas que aprendi con su sobrino +y para enserselas, pocas le interesaron ms +que la geometra. Nunca lo hubiese ella credo! +Y es que en aquellas demostraciones de la geometra, +ciencia rida y fra al sentir de los ms, +encontraba Gertrudis un no saba qu de lumi<span class="pagenum"><a name="Page_163" id="Page_163">[163]</a></span>nosidad +y de pureza. Aos despus, ya mayor +Ramirn, y cuando el polvo que fu la carne de +su ta reposaba bajo tierra, sin luz de sol, recordaba +el entusiasmo con que un da de radiante +primavera le explicaba cmo no puede haber +ms que cinco y slo cinco poliedros regulares; +tres formados de tringulos: el tetraedro, de cuatro; +el octaedro, de ocho, y el icosaedro, de +veinte; uno de cuadrados: el cubo, de seis, y +uno de pentgonos: el dodecaedro, de doce. +Pero no ves qu claro?, me deca—contaba +el sobrino—; no lo ves?, slo cinco y no ms +que cinco, ni uno menos, ni uno ms, qu bonito! +Y no puede ser de otro modo, tiene que +ser as!, y al decirlo me mostraba los cinco modelos +en cartulina blanca, blanqusima, que ella +misma haba construdo, con sus santas manos, +que eran prodigiosas para toda labor, y pareca +como si acabase de descubrir por s misma la +ley de los cinco poliedros regulares... pobre ta +Tula! Y recuerdo que como a uno de aquellos +modelos geomtricos le cayera una mancha de +grasa, hizo otro porque deca que con la mancha +no se vea bien la demostracin. Para ella +la geometra era luz y pureza.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_164" id="Page_164">[164]</a></span></p> + +<p>En cambio huy de ensearle anatoma y +fisiologa. Esas son porqueras—deca—y en +que nada se sabe de cierto ni de claro.</p> + +<p>Y lo que sobre todo acechaba era el alborear +de la pubertad en su sobrino. Quera guiarle en +sus primeros descubrimientos sentimentales y +que fuese su amor primero el ltimo y el nico. +Pero es que hay un primer amor?, se preguntaba +a s misma sin acertar a responderse.</p> + +<p>Lo que ms tema era las soledades de su sobrino. +La soledad, no siendo a toda luz, la tema. +Para ella no haba ms soledad santa que la del +sol y la de la Virgen de la Soledad cuando se +qued sin su Hijo, el Sol del Espritu. Que no +se encierre en su cuarto—pensaba—, que no est +nunca, a poder ser, solo; hay soledad que es la +peor compaa; que no lea mucho sobre todo, +que no lea mucho; y que no se est mirando +grabados. No tema tanto para su sobrino a lo +vivo cuanto a lo muerto, a lo pintado. La muerte +viene por lo muerto—pensaba.</p> + +<p>Confesbase Gertrudis con el confesor de Ramirn, +y era para, dirigiendo al director del muchacho +en la direccin de ste, ser ella la que de +veras le dirigiese. Y por eso en sus confesiones<span class="pagenum"><a name="Page_165" id="Page_165">[165]</a></span> +hablaba ms que de s misma de su hijo mayor, +como le llamaba. Pero es, seora, que usted +viene aqu a confesar sus pecados y no los de +otros—le tuvo que decir alguna vez el padre +Alvarez, a lo que ella contest: Y si ese chico +es mi pecado...</p> + +<p>Cuando una vez crey observar en el muchacho +inclinaciones ascticas, acaso msticas, acudi +alarmada al padre Alvarez.</p> + +<p>—Eso no puede ser, padre!</p> + +<p>—Y si Dios le llamase por ese camino...</p> + +<p>—No, no le llama por ah; lo s, lo s mejor +que usted y desde luego mejor que l mismo; +eso es... la sensualidad que se le despierta...</p> + +<p>—Pero, seora...</p> + +<p>—S, anda triste, y la tristeza no es seal de +vocacin religiosa. Y remordimiento no puede +ser! De qu...?</p> + +<p>—Los juicios de Dios, seora...</p> + +<p>—Los juicios de Dios son claros. Y esto es +oscuro. Qutele eso de la cabeza. El ha nacido +para padre y yo para abuela!</p> + +<p>—Ya sali aquello!</p> + +<p>—S, ya sali aquello!</p> + +<p>—Y cmo le pesa a usted eso! Lbrese de ese<span class="pagenum"><a name="Page_166" id="Page_166">[166]</a></span> +peso... Me ha dicho cien veces que haba ahogado +ese mal pensamiento...</p> + +<p>—No puedo, padre, no puedo! Que ellos, que +mis hijos—porque son mis hijos, mis verdaderos +hijos—que ellos no lo sepan, que no lo +sepan, padre, que no lo adivinen...</p> + +<p>—Clmese, seora, por Dios, clmese... y +deseche esas aprensiones... esas tentaciones del +Demonio, se lo he dicho cien veces... Sea la que +es... la ta Tula que todos conocemos y veneramos +y admiramos...; s, admiramos...</p> + +<p>—No, padre, no! Usted lo sabe! Por dentro +soy otra...</p> + +<p>—Pero hay que ocultarlo...</p> + +<p>—S, hay que ocultarlo, s; pero hay das en +que siento ganas de reunir a sus hijos, a mis +hijos...</p> + +<p>—S, suyos, de usted!</p> + +<p>—S, yo madre, como usted... padre!</p> + +<p>—Deje eso, seora, deje eso...</p> + +<p>—S, reunirles y decirles que toda mi vida ha +sido una mentira, una equivocacin, un fracaso...</p> + +<p>—Usted se calumnia, seora. Esa no es usted, +usted es la otra... la que todos conocemos... la +ta Tula...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_167" id="Page_167">[167]</a></span></p> + +<p>—Yo le hice desgraciado, padre; yo le hice +caer dos veces: una con mi hermana, otra vez +con otra...</p> + +<p>—Caer?</p> + +<p>—Caer, s! Y fu por soberbia!</p> + +<p>—No, fu por amor, por verdadero amor...</p> + +<p>—Por amor propio, padre—y estall a llorar.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_169" id="Page_169">[169]</a></span></p> + + + + +<h2>XX</h2> + + +<p><span class="smcap">Logr</span> sacar a su sobrino de aquellas veleidades +ascticas y se puso a vigilarle, a espiar +la aparicin del primer amor. Fjate bien, +hijo—le deca—y no te precipites, que una vez +que hayas comprometido a una no debes dejarla...</p> + +<p>—Pero, mam, si no se trata de compromisos... +Primero hay que probar...</p> + +<p>—No, nada de pruebas; nada de esos noviazgos; +nada de eso de hablo con Fulana. Todo +seriamente...</p> + +<p>En rigor la ta Tula haba ya hecho, por su +parte, su eleccin y se propona ir llevando dulcemente +a su Ramirn a aquella que le haba escojido, +a Caridad.</p> + +<p>—Parece que te fijas en Carita—le dijo un da.</p> + +<p>-Ps!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_170" id="Page_170">[170]</a></span></p> + +<p>—Y ella en ti, si no me equivoco.</p> + +<p>—Y t en los dos, a lo que parece...</p> + +<p>—Yo? Eso es cosa vuestra, hijo mo, cosa +vuestra...</p> + +<p>Pero les fu llevando el uno al otro, y consigui +su propsito. Y luego se propuso casarlos +cuanto antes. Y que venga ac—deca—y viviremos +todos juntos, que hay sitio para todos... +Una hija ms!</p> + +<p>Y cuando hubo llevado a Carita a su casa, +como mujer de su sobrino, era con sta con la +que tena sus confidencias. Y era de quien trataba +de sonsacar lo ntimo de su sobrino.</p> + +<p>Le oblig, ya desde un principio, a que le tutease +y le llamase madre. Y le recomendaba que +cuidase sobre todo de la pequeita, de la mansa, +tranquila y medrosica Manolita.</p> + +<p>—Mira, Caridad—le deca—, cuida sobre +todo de esa pobrecita, que es lo ms inocente y +lo ms quebradizo que hay y buena como el +pan... Es mi obra...</p> + +<p>—Pero si la pobrecita apenas levanta la voz... +si ni se le siente andar por la casa... Parece como +que tuviera vergenza hasta de presentarse...</p> + +<p>—S, s, es as... Harto he hecho por infun<span class="pagenum"><a name="Page_171" id="Page_171">[171]</a></span>dirle +valor, pero en no estando arrimada a m, +cosida a mi falda, la pobrecita se encuentra como +perdida. Claro, como criada con bibern!</p> + +<p>—El caso es que es laboriosa, obediente, servicial, +pero habla tan poco...! Y luego no se la +oye reir nunca...!</p> + +<p>—Slo alguna vez cuando est a solas conmigo, +porque entonces es otra cosa, es otra Manolita... +entonces resucita... Y trato de animarla, +de consolarla, y me dice: No te canses, mamita, +que yo soy as... y adems, no estoy triste...</p> + +<p>—Pues lo parece...</p> + +<p>—Lo parece, s, pero he llegado a creer que +no lo est. Porque yo, yo misma, qu te parezco, +Carita, triste o alegre?</p> + +<p>—Usted, ta...</p> + +<p>—Qu es eso de usted y de ta?</p> + +<p>—Bueno, t, mam, t... pues no s si eres +triste o alegre, pero a m me pareces alegre...</p> + +<p>—Te parezco as? Pues basta!</p> + +<p>—Por lo menos a m me alegras...</p> + +<p>—Y es a lo que nos manda Dios a este mundo, +a alegrar a los dems.</p> + +<p>—Pero para alegrar a los dems hay que +estar alegre una...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_172" id="Page_172">[172]</a></span></p> + +<p>—O no...</p> + +<p>—Cmo no?</p> + +<p>—Nada alegra ms que un rayo de sol, sobre +todo si da sobre la verdura del follaje de un +rbol, y el rayo de sol no est ni alegre ni triste, +y quin sabe... acaso su propio fuego le consume... +El rayo de sol alegra porque est limpio; +todo lo limpio alegra... Y esa pobre Manolita +debe alegrarte, porque a limpia...</p> + +<p>—S, eso s! Y luego esos ojos que tiene, que +parecen...</p> + +<p>—Parecen dos estanques quietos entre verdura... +Los he estado mirando muchas veces y +desde cerca. Y no s de dnde ha sacado esos +ojos... No son de su madre, que tena ojos de +tsica, turbios de fiebre... ni son los de su padre, +que eran...</p> + +<p>—Sabes de quin parecen esos ojos?</p> + +<p>—De quin?—y Gertrudis temblaba al preguntarlo.</p> + +<p>—Pues son tus ojos...!</p> + +<p>—Puede ser... puede ser... No me los he mirado +nunca de cerca ni puedo vrmelos desde +dentro, pero puede ser... puede ser... Al menos +le he enseado a mirar...</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_173" id="Page_173">[173]</a></span></p> + + + + +<h2>XXI</h2> + + +<p><span class="smcap">Qu</span> le pasaba a la pobre Gertrudis que se +senta derretir por dentro? Sin duda +haba cumplido su misin en el mundo. Dejaba +a su sobrino mayor, a su Ramiro, a su otro Ramiro, +a cubierto de la peor tormenta, embarcado +en su barca de por vida, y a los otros hijos +al amparo de l; dejaba un hogar encendido y +quien cuidase de su fuego. Y se senta deshacer. +Sufra frecuentes embaimientos, desmayos, y durante +das enteros lo vea todo como en niebla, +como si fuese bruma y humo todo. Y soaba; +soaba como nunca haba soado. Soaba lo +que habra sido si Ramiro hubiese dejado por +ella a Rosa. Y acababa dicindose que no +habran sido de otro modo las cosas. Pero ella +haba pasado por el mundo fuera del mundo. El<span class="pagenum"><a name="Page_174" id="Page_174">[174]</a></span> +padre Alvarez crea que la pobre Gertrudis chocheaba +antes de tiempo, que su robusta inteligencia +flaqueaba y que flaqueaba al peso mismo +de su robustez. Y tena que defenderle de aquellas +sus viejas tentaciones.</p> + +<p>Cuando un da se le acerc Caridad y, al +odo, le dijo: Madre...!, al notarle el rubor que +le encenda el rostro, exclam: Qu? Ya? +S, ya!—susurr la muchacha. Ests segura? +Segura; si no, no te lo habra dicho! +Y Gertrudis, en medio de su goce, sinti como +si una espada de hielo le atravesase por medio +el corazn. Ya no tena qu hacer en el mundo +ms que esperar al nieto, al nieto de los suyos, +de su Ramiro y su Rosa, a su nieto, e ir luego +a darles la buena nueva. Ya apenas se cuidaba +ms que de Caridad, que era quien para ella llenaba +la casa. Hasta de Manolita, de su obra, se +iba descuidando, y la pobre nia lo senta; +senta que el esperado iba relegndole en la +sombra.</p> + +<p>—Ven ac—le deca Gertrudis a Caridad, +cuando alguna vez se encontraban a solas, ocasin +que acechaba—, ven ac, sintate aqu, a +mi lado... Qu, le sientes, hija ma, le sientes?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_175" id="Page_175">[175]</a></span></p> + +<p>—Algunas veces...</p> + +<p>—No llama? No tiene prisa por salir a luz, +a la luz del sol? Porque ah dentro, a oscuras... +aunque est ello tan tibio, tan sosegado... No +da empujoncitos? Si tarda no me va a ver... no +le voy a ver... Es decir: si tarda, no!, si me +apresuro yo...</p> + +<p>—Pero, madre, no diga esas cosas...</p> + +<p>—<i>No digas</i>, hija! Pero me siento derretir... +ya no soy para nada... Veo todo como empaado... +como en sueos... Si no lo supiera no podra +ahora decir si tu pelo es rubio o moreno...</p> + +<p>Y le acariciaba lentamente la esplndida cabellera +rubia. Y como si viese con los dedos, +aada: Rubia, rubia como el sol...</p> + +<p>—Si es chico, ya lo sabes, Ramiro, y si es +chica... Rosa...</p> + +<p>—No, madre, sino Gertrudis... Tula, mam +Tula.</p> + +<p>—Tula... bueno...! Y mejor si fuese una pareja, +mellizos, pero chico y chica...</p> + +<p>—Por Dios, madre!</p> + +<p>—Qu? Crees que no podras con eso? Te +parece demasiado trabajo?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_176" id="Page_176">[176]</a></span></p> + +<p>—Yo... no s... no s nada de eso, madre; +pero...</p> + +<p>—S, eso es lo perfecto, una parejita de gemelos... +un chico y una chica que han estado abrazaditos +cuando no saban nada del mundo, +cuando no saban ni que existan; que han estado +abrazaditos al calorcito del vientre materno... +Algo as debe de ser el cielo...</p> + +<p>—Qu cosas se te ocurren, mam Tula!</p> + +<p>—No ves que me he pasado la vida soando...</p> + +<p>Y en esto, mientras soaba as y como para +guardar en su pecho este ltimo ensueo y llevarlo +como vitico al seno de la madre tierra, la +pobre Manolita cay gravemente enferma. Ah!, +yo tengo la culpa—se dijo Gertrudis—, yo que +con esto de la parejita de mi ensueo me he descuidado +de esa pobre avecilla... Sin duda en un +momento en que necesitaba de mi arrimo ha +debido de cojer algn fro... Y sinti que le +volvan las fuerzas, unas fuerzas como de milagro. +Se le despej la cabeza, y se dispuso a cuidar +a la enferma.</p> + +<p>—Pero, madre—le deca Caridad—, djeme +que le cuide yo, que le cuidemos nosotras... entre +yo, Rosita y Elvira le cuidaremos.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_177" id="Page_177">[177]</a></span></p> + +<p>—No; t no puedes cuidarla como es debido, +no debes cuidarla... T te debes al que llevas, +a lo que llevas, y no es cosa de que por atender +a sta malogres lo otro... y en cuanto a Rosita y +Elvira, s, son sus hermanas, la quieren como +tales, pero no entienden de eso, y adems la pobre, +aunque se aviene a todo, no se halla sin +m... Un simple vaso de agua que yo le sirva le +hace ms provecho que todo lo que los dems +le podis hacer. Yo sola s arreglarle la almohada +de modo que no le duela en ella la cabeza y +que no tenga luego pesadillas...</p> + +<p>—S, es verdad...</p> + +<p>—Claro, yo la cri...! Y yo debo cuidarle.</p> + +<p>Resucit. Volvile todo el luminoso y fuerte +aplomo de sus das ms heroicos. Ya no le temblaba +el pulso ni le vacilaban las piernas. Y +cuando teniendo el vaso con la pcima medicinal +que a las veces tena que darle, la pobre +enferma le posaba las manos febriles en sus manos +firmes y finas, pasaba sobre su enlace como +el resplandor de un dulce recuerdo, casi borrado +para la encamada. Y luego se sentaba la ta Tula +junto a la cama de la enferma y se estaba all, y +sta no haca sino mirarle en silencio.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_178" id="Page_178">[178]</a></span></p> + +<p>—Me morir, mamita?—preguntaba la nia.</p> + +<p>—Morirte? No, pobrecita alondra, no! T +tienes que vivir...</p> + +<p>—Mientras t vivas...</p> + +<p>—Y despus... y despus...</p> + +<p>—Despus... no... para qu...?</p> + +<p>—Pero las muchachas deben vivir...</p> + +<p>—Para qu...?</p> + +<p>—Pues... para vivir... para casarse... para criar +familia...</p> + +<p>—Pues t no te casaste, mamita...</p> + +<p>—No, yo no me cas; pero como si me hubiese +casado... Y t tienes que vivir para cuidar +de tu hermano...</p> + +<p>—Es verdad... de mi hermano... de mis hermanos...</p> + +<p>—S, de todos ellos...</p> + +<p>—Pero si dicen, mamita, que yo no sirvo para +nada...</p> + +<p>—Y quin dice eso, hija ma?</p> + +<p>—No, no lo dicen... no lo dicen... pero lo +piensan...</p> + +<p>—Y cmo sabes t que lo piensan?</p> + +<p>—Pues... porque lo s! Y adems, porque es +verdad... porque yo no sirvo para nada, y des<span class="pagenum"><a name="Page_179" id="Page_179">[179]</a></span>pus +de que t te me mueras yo nada tengo que +hacer aqu... Si t te murieras me morira de +fro...</p> + +<p>—Vamos, vamos, arrpate bien y no digas +esas cosas... Y voy a arreglarte esa medicina...</p> + +<p>Y fu a ocultar sus lgrimas y a echarse a los +pies de su imagen de la Virgen de la Soledad y +a suplicarla: Mi vida por la suya, Madre, mi +vida por la suya! Siente que yo me voy, que +me llaman mis muertos, y quiere irse conmigo; +quiere arrimarse a m, arropada por la tierra, all +abajo, donde no llega la luz, y que yo le preste +no s qu calor... Mi vida por la suya, Madre, mi +vida por la suya! Que no caiga tan pronto esa +cortina de tierra de las tinieblas sobre esos ojos +en que la luz no se quiebra, sobre esos ojos que +dicen que son los mos, sobre esos ojos sin mancha +que le di yo... s, yo... Que no se muera... +que no se muera... Slvala, Madre, aunque tenga +yo que irme sin ver al que ha de venir...</p> + +<p>Y se cumpli su ruego.</p> + +<p>La pobre nia enferma fu recobrando vida; +volvieron los colores de rosa a sus mejillas; volvi +a mirar la luz del sol dando en el verdor de +los rboles del jardincito de la casa, pero la ta<span class="pagenum"><a name="Page_180" id="Page_180">[180]</a></span> +Tula cay con una broncopneumona cojida +durante la convalecencia de Manolita. Y entonces +fu sta la que sinti que brotaba en sus entraas +un manadero de salud, pues tena que +cuidar a la que le haba dado vida.</p> + +<p>Toda la casa vi con asombro la revelacin +de aquella nia.</p> + +<p>—Di a Manolita—deca Gertrudis a Caridad—que +no se afane tanto, que an estar dbil... T +tampoco, por supuesto; t te debes a los tuyos, +ya lo sabes... Con Rosita y Elvira basta... Adems, +como todo ha de ser intil... Porque yo ya +he cumplido...</p> + +<p>—Pero, madre...</p> + +<p>—Nada, lo dicho, y que esa palomita de Dios +no se malgaste...</p> + +<p>—Pero si se ha puesto tan fuerte... Jams hubiese +credo...</p> + +<p>—Y ella que se quera morir y crea morirse... +Y yo tambin lo tem... Porque la pobre me pareca +tan dbil...! Claro, no conoci a su padre +que estaba ya herido de muerte cuando la engendr... +y en cuanto a su pobre madre, yo creo +que siempre vivi medio muerta... Pero esa chica +ha resucitado!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_181" id="Page_181">[181]</a></span></p> + +<p>—S, al verte en peligro ha resucitado!</p> + +<p>—Claro, es mi hija!</p> + +<p>—Ms?</p> + +<p>—S, ms! Te lo quiero declarar ahora que +estoy en el zagun de la eternidad; si, ms. Ella +y t!</p> + +<p>—Ella y yo?</p> + +<p>—S, ella y t! Y porque no tenis mi sangre. +Ella y t. Ella tiene la sangre de Ramiro, no la +ma, pero la he hecho yo, es obra ma! Y a ti yo +te cas con mi hijo.</p> + +<p>—Lo s...</p> + +<p>—S, como le cas a su padre con su madre, +con mi hermana, y luego le volv a casar con la +madre de Manolita...</p> + +<p>—Lo s... lo s...</p> + +<p>—S que lo sabes, pero no todo...</p> + +<p>—No, todo no...</p> + +<p>—Ni yo tampoco... O al menos no quiero saberlo. +Quiero irme de este mundo sin saber muchas +cosas... Porque hay cosas que el saberlas +mancha... Eso es el pecado original, y la Santsima +Virgen Madre naci sin mancha de pecado +original...</p> + +<p>—Pues yo he odo decir que lo saba todo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_182" id="Page_182">[182]</a></span></p> + +<p>—No, no lo saba todo; no conoca la ciencia +del mal... que es ciencia...</p> + +<p>—Bueno, no hables tanto, madre, que te perjudica...</p> + +<p>—Ms me perjudica cavilar, y si me callo cavilo... +cavilo...</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_183" id="Page_183">[183]</a></span></p> + + + + +<h2>XXII</h2> + + +<p><span class="smcap">La</span> ta Tula no poda ya ms con su cuerpo. +El alma le revoloteaba dentro de l, como +un pjaro en una jaula que se desvencija, a la +que deja con el dolor de quien le desollaran, +pero ansiando volar por encima de las nubes. +No llegara a ver al nieto. Lo senta? All +arriba, estando con ellos—soaba—sabr cmo +es, y si es nio o nia... o los dos... y lo sabr +mejor que aqu, pues desde all arriba se ve mejor +y ms limpio lo de aqu abajo.</p> + +<p>La ltima fiebre tenala postrada en cama. +Apenas si distingua a sus sobrinos ms que por +el paso, sobre todo a Caridad y a Manolita. El +paso de aqulla, de Caridad, llegbale como el +de una criatura cargada de fruto y hasta le pareca +oler a sazn de madurez. Y el de Manolita<span class="pagenum"><a name="Page_184" id="Page_184">[184]</a></span> +era tan leve como el de un pajarito que no se +sabe si corre o vuela a ras de tierra. Cuando +ella entra—se deca la ta—siento rumor de alas +cadas y quietas.</p> + +<p>Quiso despedirse primero de sta, a solas, y +aprovech un momento en que vino a traerle la +medicina. Sac el brazo de la cama, lo alarg +como para bendecirla, y ponindole la mano sobre +la cabeza, que ella inclin con los claros ojos +empaados, le dijo:</p> + +<p>—Qu, palomita sin hiel, quieres todava morirte...? +La verdad!</p> + +<p>—Si con ello consiguiera...</p> + +<p>—Que yo no me muera, eh? No, no debes +querer morirte... tienes a tu hermano, a tus hermanos... +Estuviste cerca de ello, pero me parece +que la prueba te cur de esas cosas... No es +as? Dmelo como en confesin, que voy a contrselo +a los nuestros...</p> + +<p>—S, ya no se me ocurren aquellas tonteras...</p> + +<p>—Tonteras? No, no eran tonteras. Ah!, y +ahora que dices eso de tonteras, treme tu mueca, +porque la guardas, no es as? Si, s que +la guardas... Treme aquella mueca, sabes? +Quiero despedirme de ella tambin y que se<span class="pagenum"><a name="Page_185" id="Page_185">[185]</a></span> +despida de m... Te acuerdas? Vamos, a que +no te acuerdas?</p> + +<p>—S, madre, me acuerdo.</p> + +<p>—De qu te acuerdas?</p> + +<p>—De cuando se me cay en aquel patn de la +huerta y Elvira me llamaba tonta porque lloraba +tanto y me deca que de nada sirve llorar...</p> + +<p>—Eso... eso... y qu ms? Te acuerdas de +ms?</p> + +<p>—S, del cuento que nos contaste entonces...</p> + +<p>—A ver, qu cuento?</p> + +<p>—De la nia que se le cay la mueca en un +pozo seco adonde no poda bajar a sacarla y se +puso a llorar, a llorar, a llorar, y llor tanto que +se llen el pozo con sus lgrimas y sali flotando +en ellas la mueca...</p> + +<p>—Y qu dijo Elvirita a eso? Qu dijo? Que +no me acuerdo...</p> + +<p>—S, s se acuerda, madre...</p> + +<p>—Bueno, pues qu dijo?</p> + +<p>—Dijo que la nia se quedara seca y muerta +de haber llorado tanto...</p> + +<p>—Y yo qu dije?</p> + +<p>—Por Dios, madre...</p> + +<p>—Bueno, no lo digas, pero no llores as, pa<span class="pagenum"><a name="Page_186" id="Page_186">[186]</a></span>lomita, +no llores as... que por mucho que llores +no se llenar con tus lgrimas el pozo en que +voy cayendo y no saldr flotando...</p> + +<p>—Si pudiera ser...</p> + +<p>—Ah, s! Si pudiera ser yo saldra a cojerte +y llevarte conmigo... Pero hay que esperar la +hora. Y cuida de tus hermanos. Te los entrego a +ti, sabes? a ti. Haz que no se den cuenta de +que me he muerto.</p> + +<p>—Har todo lo que pueda...</p> + +<p>—Y yo te ayudar desde arriba.</p> + +<p>—Que no se enteren de que me he muerto...</p> + +<p>—Te rezar, madre...</p> + +<p>—A la Virgen, hija, a la Virgen...</p> + +<p>—Te rezar, madre, todas las noches antes de +acostarme...</p> + +<p>—Bueno, no llores as...</p> + +<p>—Pero si no lloro, no ves que no lloro?</p> + +<p>—Para lavar los ojos cuando han visto cosas +feas no est mal, pero t no has visto cosas feas, +no puedes verlas...</p> + +<p>—Y si es caso, cerrando los ojos...</p> + +<p>—No, no, as se ven cosas ms feas. Y pide +por tu padre, por tu madre, por m... No olvides +a tu madre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_187" id="Page_187">[187]</a></span></p> + +<p>—Si no la olvido...</p> + +<p>—Como no la conociste...</p> + +<p>—S, la conozco!</p> + +<p>—Pero a la otra, digo, a la que te trajo al +mundo.</p> + +<p>—S, gracias a ti la conozco; a aqulla!</p> + +<p>—Pobrecilla! Ella no haba conocido a la +suya...</p> + +<p>—Su madre fuiste t, lo s bien!</p> + +<p>—Bueno, pero no llores...</p> + +<p>—Si no lloro!—y se enjugaba los ojos con el +dorso de la mano izquierda mientras con la otra +temblorosa, sostena el vaso de la medicina.</p> + +<p>—Bueno, y ahora trae a la mueca, que quiero +verla. Ah! Y all en un rincn de aquella arquita +ma que t sabes... ah est la llave... s, +sa, sa!... All donde nadie ha tocado ms que +yo, y t alguna vez; all, junto a aquellos retratos, +sabes?, hay otra mueca... la ma... la que +yo tena siendo nia... mi primer cario... el +primero?... bueno! Tremela tambin... Pero +que no se entere ninguna de sas, no digan que +son tonteras nuestras, porque las tontas somos +nosotras... Treme las dos muecas, que me despida +de ellas, y luego nos pondremos serias para<span class="pagenum"><a name="Page_188" id="Page_188">[188]</a></span> +despedirnos de los otros... Vete, que me viene un +mal pensamiento—y se santigu.</p> + +<p>El mal pensamiento era que el susurro diablico +all, en el fondo de las entraas doloridas +con el dolor de la partida, le deca: muecos +todos!</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_189" id="Page_189">[189]</a></span></p> + + + + +<h2>XXIII</h2> + + +<p><span class="smcap">Luego</span> llam a todos, y Caridad entre ellos.</p> + +<p>—Esto es, hijos mos, la ltima fiebre, el +principio del fuego del Purgatorio...</p> + +<p>—Pero qu cosas dices, mam...</p> + +<p>—S; el fuego del Purgatorio, porque en el +Infierno no hay fuego... el Infierno es de hielo +y nada ms que de hielo. Se me est quemando +la carne... Y lo que siento es irme sin ver, sin +conocer, al que ha de llegar... o a la que ha de +llegar... o a los que han de llegar...</p> + +<p>—Vamos, mam...</p> + +<p>—Bueno, t, Cari, cllate y no nos vengas +ahora con vergenza... Porque yo querra contarles +todo a los que me llaman... Vamos, no +lloris as... All estn... los tres...</p> + +<p>—Pero no digas esas cosas...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_190" id="Page_190">[190]</a></span></p> + +<p>—Ah, queris que os diga cosas de reir? Las +tonteras ya nos las hemos dicho Manolita y yo, +las dos tontas de la casa, y ahora hay que hacer +esto como se hace en los libros...</p> + +<p>—Bueno, no hables tanto! El mdico ha dicho +que no se te deje hablar mucho.</p> + +<p>—Ya ests ah t, Ramiro? El hombre! El +mdico dices? Y qu sabe el mdico? No le +hagis caso... Y adems es mejor vivir una hora +hablando que dos das ms en silencio. Ahora +es cuando hay que hablar. Adems, as me distraigo +y no pienso en mis cosas...</p> + +<p>—Pues ya sabes que el padre Alvarez te ha +dicho que pienses ahora en tus cosas...</p> + +<p>—Ah, ya ests ah t, Elvira, la juiciosa? +Conque el padre Alvarez, eh?... el del remedio... +Y qu sabe el padre Alvarez? Otro mdico! +Otro hombre! Adems, yo no tengo cosas +mas en que pensar... yo no tengo mis cosas... +Mis cosas son las vuestras... y las de ellos... las +de los que me llaman... Yo no estoy ni viva ni +muerta... no he estado nunca ni viva ni muerta... +Qu? Qu dices t ah, Enriqun? Que estoy +delirando...</p> + +<p>—No, no digo eso...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_191" id="Page_191">[191]</a></span></p> + +<p>—S, has dicho eso, te lo he odo bien... se lo +has dicho al odo a Rosita... No ves que siento +hasta el roce en el aire de las alas quietas de +Manolita. Pues si deliro... qu?</p> + +<p>—Que debes descansar...</p> + +<p>—Descansar... descansar... tiempo me queda +para descansar!</p> + +<p>—Pero no te destapes as...</p> + +<p>—Si es que me abraso... Y ya sabes, Caridad, +Tula, Tula como yo... y l, el otro, Ramiro... S, +son dos, l y ella, que estarn ahora abrazaditos... +al calorcito...</p> + +<p>Callaron todos un momento. Y al oir la moribunda +sollozos entrecortados y contenidos, aadi:</p> + +<p>—Bueno, hay que tener nimo! Pensad bien, +bien, muy bien, lo que hayis de hacer, pensadlo +muy bien... que nunca tengis que arrepentiros +de haber hecho algo y menos de no haberlo +hecho... Y si veis que el que queris se ha cado +en una laguna de fango y aunque sea en un +pozo negro, en un albaal, echaos a salvarle, +aun a riesgo de ahogaros, echaos a salvarle... +que no se ahogue l all... o ahogaros juntos... +en el albaal... servidle de remedio... s, de re<span class="pagenum"><a name="Page_192" id="Page_192">[192]</a></span>medio... +que mors entre lgamo y porquera? +no importa... Y no podris ir a salvar al compaero +volando sobre el ras del albaal porque no +tenemos alas... no, no tenemos alas... o son alas +de gallina, de no volar... y hasta las alas se +mancharan con el fango que salpica el que se +ahoga en l... No, no tenemos alas... a lo ms +de gallina... no somos ngeles... lo seremos en +la otra vida... donde no hay fango... ni sangre! +Fango hay en el Purgatorio, fango ardiente, que +quema y limpia... fango que limpia, s... En el +Purgatorio les queman a los que no quisieron +lavarse con fango... s, con fango... Les queman +con estircol ardiente... les lavan con porquera... +Es lo ltimo que os digo, no tengis miedo +a la podredumbre... Rogad por m, y que la Virgen +me perdone.</p> + +<p>Le di un desmayo. Al volver de l no coordinaba +los pensamientos. Entr luego en una +agona dulce. Y se apag como se apaga una +tarde de otoo cuando las ltimas razas del sol, +filtradas por nubes sangrientas, se derriten en +las aguas serenas de un remanso del ro en que +se reflejan los lamos—sanguneo su follaje +tambin—que velan a sus orillas.</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_193" id="Page_193">[193]</a></span></p> + + + + +<h2>XXIV</h2> + + +<p><span class="smcap">Muri</span> la ta Tula? No, sino que empez a +vivir en la familia, e irradiando de ella, +con una nueva vida ms entraada y ms vivfica, +con la vida eterna de la familiaridad inmortal. +Ahora era ya para sus hijos, sus sobrinos, la +Ta, no ms que la Ta, ni <i>madre</i> ya ni <i>mam</i>, ni +aun ta Tula, sino slo la Ta. Fu este nombre +de invocacin, de verdadera invocacin religiosa, +como el canonizamiento domstico de una +santidad de hogar. La misma Manolita, su ms +hija y la ms heredera de su espritu, la depositaria +de su tradicin, no le llamaba sino la Ta.</p> + +<p>Mantena la unidad y la unin de la familia, y +si al morir ella afloraron a vista de todos, hacindose +patentes, divisiones intestinas antes ocultas, +alianzas defensivas y ofensivas entre los<span class="pagenum"><a name="Page_194" id="Page_194">[194]</a></span> +hermanos, fu porque esas divisiones brotaban +de la vida misma familiar que ella cre. Su espritu +provoc tales disensiones y bajo de ellas +y sobre ellas la unidad fundamental y culminante +de la familia. La ta Tula era el cimiento y +la techumbre de aquel hogar.</p> + +<p>Formronse en ste dos grupos: de un lado, +Rosita, la hija mayor de Rosa, aliada con Caridad, +con su cuada y no con su hermano, no +con Ramiro; de otro, Elvira, la segunda hija de +Rosa, con Enrique, su hermanastro, el hijo de la +hospiciana, y quedaban fuera Ramiro y Manolita. +Ramiro viva, o ms bien se dejaba vivir, +atento a su hijo y al porvenir que poda depararle +otros y a sus negocios civiles, y Manolita, +atenta a mantener el culto de la Ta y la tradicin +del hogar.</p> + +<p>Manolita se preparaba a ser el posible lazo +entre cuatro probables familias venideras. Desde +la muerte de la Ta habase revelado. Guardaba +todo su saber, todo su espritu; las mismas frases +recortadas y aceradas, a las veces repeticin +de las que oy a la otra, la misma doctrina, el +mismo estilo y hasta el mismo gesto. Otra +ta!—exclamaban sus hermanos, y no siempre<span class="pagenum"><a name="Page_195" id="Page_195">[195]</a></span> +llevndoselo a bien. Ella guardaba el archivo y +el tesoro de la otra; ella tena la llave de los cajoncitos +secretos de la que se fu en carne y +sangre; ella guardaba, con su mueca de cuando +nia, la mueca de la niez de la Ta, y algunas +cartas, y el devocionario y el breviario de don +Primitivo; ella era en la familia quien saba los +dichos y hechos de los antepasados dentro de +memoria: de don Primitivo, que nada era de su +sangre; de la madre del primer Ramiro; de Rosa; +de su propia madre Manuela, la hospiciana—de +sta no dichos ni hechos, sino silencios y pasiones—, +ella era la historia domstica; por ella +se continuaba la eternidad espiritual de la familia. +Ella hered el alma de sta, espiritualizada +en la Ta.</p> + +<p>Herencia? Se trasmite por herencia en una +colmena el espritu de las abejas, la tradicin +abejil, el arte de la melificacin y de la fbrica +del panal, la <i>abejidad</i>, y no se trasmite, sin embargo, +por carne y por jugos de ella. La carnalidad +se perpeta por znganos y por reinas, y +ni los znganos ni las reinas trabajaron nunca, +no supieron ni fabricar panales, ni hacer miel, ni +cuidar larvas, y no sabindolo, no pudieron<span class="pagenum"><a name="Page_196" id="Page_196">[196]</a></span> +trasmitir ese saber, con su carne y sus jugos, a +sus cras. La tradicin del arte de las abejas, de +la fbrica del panal y el laboreo de la miel y la +cera, es, pues, colateral y no de trasmisin de +carne, sino de espritu, y dbese a las tas, a +las abejas que ni fecundan huevecillos ni los +ponen. Y todo esto lo saba Manolita, a quien +se lo haba enseado la Ta, que desde muy +joven par su atencin en la vida de las abejas +y la estudi y medit, y hasta so sobre ella. +Y una de las frases de ntimo sentido, casi esotrico, +que aprendi Manolita de la Ta y que de +vez en cuando aplicaba a sus hermanos, cuando +dejaban muy al desnudo su masculinidad de +instintos, era decirles: Cllate, zngano! Y +zngano tena para ella, como lo haba tenido +para la Ta, un sentido de largas y profundas +resonancias. Sentido que sus hermanos adivinaban.</p> + +<p>La alianza entre Elvira, la hija del primer +Ramiro que le cost la vida a Rosa, su primera +mujer, y Enrique, el hijo del pecado de aqul +y de la hospiciana, era muy estrecha. Queranse +los hermanastros ms que cualesquiera otros +de los cinco entre s. Siempre andaban en<span class="pagenum"><a name="Page_197" id="Page_197">[197]</a></span> +cuchicheos y en secreteos. Y esta a modo de +conjura desasosegbale a Manolita. No que le +doliera que su hermano uterino, el salido del +mismo vientre de donde ella sali, tuviese ms +apego a hermana nacida de otra madre, no; senta +que a ella no haba de apegrsele ninguno +de sus hermanos y complacase en ello. Pero +aquel afecto ms que fraternal le era repulsivo.</p> + +<p>—Ya estoy deseando—les dijo una vez—que +uno de vosotros se enamore; que t, Enrique, +te eches novia o que a sta, a ti, Elvira, te pretenda +alguno...</p> + +<p>—Y para qu?—pregunt sta.</p> + +<p>—Para que dejis de andar as, de bracete +por la casa, y con cuentecitos al odo y carantoas, +arrumacos y lagoteras...</p> + +<p>—Acaso entonces ms...—dijo Enrique.</p> + +<p>—Y cmo as?</p> + +<p>—Porque sta vendr a contarme los secretos +de su novio, verdad, Elvira?, y yo le contar, +claro est!, los de mi novia...</p> + +<p>—S, s...—exclam Elvira a punto de palmotear.</p> + +<p>—Y os reiris uno y otro del otro novio y<span class="pagenum"><a name="Page_198" id="Page_198">[198]</a></span> +de la otra novia, no es as?... qu bonito!</p> + +<p>—Bueno, y qu dira a esto la Ta?—pregunt +Elvira mirndole a Manolita a los ojos.</p> + +<p>—Dira que no se debe jugar con las cosas +santas y que sois unos chiquillos...</p> + +<p>—Pues no repitas con la Ta—le arguy Enrique—aquello +del Evangelio de que hay que hacerse +nio para entrar en el reino de los cielos...</p> + +<p>—Nio, s! Chiquillo, no!</p> + +<p>—Y en qu se le distingue al nio del chiquillo...?</p> + +<p>—En qu? En la manera de jugar.</p> + +<p>—Cmo juega el chiquillo?</p> + +<p>—El chiquillo juega a persona mayor. Los nios +no son, como los mayores, ni hombres ni +mujeres, sino que son como los ngeles. Recuerdo +haberle odo decir a la Ta que haba odo +que hay lenguas en que el nio no es ni masculino +ni femenino, sino neutro...</p> + +<p>—S—aadi Enrique—en alemn. Y la seorita +es neutro...</p> + +<p>—Pues esta seorita—dijo Manolita intentando, +sin conseguirlo, teir de una sonrisa estas +palabras—no es neutra...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_199" id="Page_199">[199]</a></span></p> + +<p>—Claro que no soy neutra; pues no faltaba +ms...!</p> + +<p>—Pero bueno, nada de chiquilladas!</p> + +<p>—Chiquilladas, no; nieras, eso, no es eso?</p> + +<p>—Eso es!</p> + +<p>—Bueno, y en qu las conoceremos?</p> + +<p>—Basta, que no quiero deciros ms. Para +qu? Porque hay cosas que al tratar de decirlas +se ponen ms oscuras...</p> + +<p>—Bien, bien, tita—exclam Elvira abrazndola +y dndole un beso—, no te enfades as... +Verdad que no te enfadas, tita...?</p> + +<p>—No; y menos porque me llames tita...</p> + +<p>—Si lo haca sin intencin...</p> + +<p>—Lo s; pero eso es lo peligroso. Porque la +intencin viene despus...</p> + +<p>Enrique le hizo una carantoa a su hermana +completa y cojiendo a la otra, a la hermanastra, +por debajo de un brazo, se la llev consigo.</p> + +<p>Y Manolita, vindoles alejarse, qued dicindose: +Chiquillos? En efecto, chiquillos! Pero +he hecho bien en decirles lo que les he dicho? +He hecho bien, Ta?—e invocaba mentalmente +a la Ta.—La intencin viene despus... No<span class="pagenum"><a name="Page_200" id="Page_200">[200]</a></span> +soy yo la que con mis reconvenciones voy a +darles una intencin que les falta? Pero, no, no! +Que no jueguen as! Porque estn jugando...! +Y ojal les salga pronto el novio a ella y la novia +a l!</p> + +<hr class="chap" /> + +<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_201" id="Page_201">[201]</a></span></p> + + + + +<h2>XXV</h2> + + +<p><span class="smcap">El</span> otro grupo lo formaban en la familia, no +Rosita y Ramiro, sino la mujer de ste, Caridad, +y aquella su cuada. Aunque en rigor era +Rosita la que buscaba a Caridad y le llevaba sus +quejas, sus aprensiones, sus suspicacias. Porque +iba, por lo comn, a quejarse. Crease, o al menos +aparentaba creer, que era la desdeada y la +no comprendida. Ponase triste y como preocupada +en espera de que le preguntasen qu era +lo que tena, y como nadie se lo preguntaba +sufra con ello. Y menos que los otros hermanos +se lo preguntaba Manolita, que se deca: Si +tiene algo de verdad y ms que gana de mimo y +de que nos ocupemos especialmente en ella, ya +reventar! Y la preocupada sufra con ello.</p> + +<p>A su cuada, a Caridad, le iba sobre todo +con quejas de su marido; complacase en acusar<span class="pagenum"><a name="Page_202" id="Page_202">[202]</a></span> +a ste, a Ramiro, de egosta. Y la mujer le oa +pacientemente y sin saber qu decirle.</p> + +<p>—Yo no s, Manuela—le deca a sta Caridad, +su cuada—qu hacer con Rosa... Siempre +me est viniendo con quejas de Ramiro: que si +es un orgulloso, que si un egosta, que si un +distrado...</p> + +<p>—Llvale la hebra y dile que s!</p> + +<p>—Pero cmo? Voy a darle alas?</p> + +<p>—No, sino a cortrselas.</p> + +<p>—Pues no lo entiendo. Y adems, eso no es +verdad; Ramiro no es as!...</p> + +<p>—Lo s, lo s muy bien. S que Ramiro podr +tener, como todo hombre, sus defectos...</p> + +<p>—Y como toda mujer.</p> + +<p>—Claro, s! Pero los de l son defectos de +hombre...</p> + +<p>—De zngano, vamos!</p> + +<p>—Como quieras; los de Ramiro son defectos +de hombre, o si quieres, pues que te empeas, +de zngano...</p> + +<p>—Y los mos?</p> + +<p>—Los tuyos, Caridad? Los tuyos... de reina!</p> + +<p>—Muy bien! Ni la Ta...!</p> + +<p>—Pero los defectos de Ramiro no son los que<span class="pagenum"><a name="Page_203" id="Page_203">[203]</a></span> +Rosa dice. Ni es orgulloso, ni es egosta, ni es +distrado...</p> + +<p>—Y entonces por qu voy a llevarle la hebra +como dices?</p> + +<p>—Porque eso ser llevarle la contraria. Lo s +muy bien. La conozco.</p> + +<p>Cierta maana, encontrndose las tres, Caridad, +Manuela y Rosa, comenz sta el ataque.</p> + +<p>R.—Vaya unas horas de llegar anoche tu maridito!</p> + +<p>Nunca hablando con su cuada le llamaba a +Ramiro mi hermano, sino siempre: tu marido.</p> + +<p>C.—Y qu mal hay en ello?</p> + +<p>M.—Y t, Rosa, estabas a esas horas despierta...</p> + +<p>R.—Me despert su llegada...</p> + +<p>M.—S, eh?</p> + +<p>C.—Pues a m apenas si me despert...</p> + +<p>R.—Vaya una calma!</p> + +<p>M.—Aqu Caridad duerme confiada y hace bien.</p> + +<p>R.—Hace bien...? Hace bien...? No lo comprendo.</p> + +<p>M.—Pues yo s. Pero t parece que te complaces +en eso, que es un juego muy peligroso y +muy feo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_204" id="Page_204">[204]</a></span></p> + +<p>C.—Por Dios, Manuela!</p> + +<p>R.—Djale, djale a la ta...</p> + +<p>M.—Con el acento que ahora le pones la ta +aqu eres ahora t...</p> + +<p>R.—Yo? Yo la ta?</p> + +<p>M.—S, t, t, Rosa. A qu viene querer provocar +celos en tu hermana?</p> + +<p>C.—Pero si Rosa no quiere hacerme celosa, +Manuela...</p> + +<p>M.—Yo s lo que me digo, Caridad.</p> + +<p>R.—S, aqu ella sabe lo que se dice...</p> + +<p>M.—Aqu sabemos todos lo que queremos +decir y yo s, adems, lo que me digo, me entiendes, +Rosa?</p> + +<p>R.—El estribillo de la Ta...</p> + +<p>M.—Sea. Y te digo que seras capaz de aceptar +el peor novio que se te presente y casarte +con l no ms que para provocarle a que te diese +celos, no a drselos t...</p> + +<p>R.—Casarme yo? Yo casarme? Yo novio? +Las ganas...!</p> + +<p>M.—S, ya s que dices, aunque no s si lo +piensas, que no te has de casar, que t no quieres +novio... Ya s que andas en si te vas o no a +meter monja...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_205" id="Page_205">[205]</a></span></p> + +<p>C.—Y cmo lo has sabido, Manuela?</p> + +<p>M.—Ah, pero vosotras creis que no me percato +de vuestros secretos? Precisamente por ser +secretos...</p> + +<p>R.—Bueno, y si pensara yo en meterme +monja, qu? Qu mal hay en ello? Qu mal +hay en servir a Dios?</p> + +<p>M.—En servir a Dios, no, no hay mal ninguno... +Pero es que si t entrases monja no +sera por servir a Dios...</p> + +<p>R.—No? Pues por qu?</p> + +<p>M.—Por no servir a los hombres... ni a las +mujeres...</p> + +<p>C.—Pero por Dios, Manuela, qu cosas tienes...</p> + +<p>R.—S, ella tiene sus cosas y yo las mas... Y +quin te ha dicho, hermana, que desde el convento +no se puede servir a los hombres...?</p> + +<p>M.—Sin duda, rezando por ellos...</p> + +<p>R.—Pues claro est! Pidiendo a Dios que les +libre de tentaciones...</p> + +<p>M.—Pero me parece que t ms que a rezar +no nos dejes caer en la tentacin vas a no +me dejes caer en la tentacin...</p> + +<p>R.—S, que voy a que no me tienten...</p> + +<p>M.—Pues no has venido ac a tentar a Cari<span class="pagenum"><a name="Page_206" id="Page_206">[206]</a></span>dad, +tu hermana? O es que crees que no era tentacin +eso? No venas a hacerle caer en tentacin?</p> + +<p>C.—No, Manuela, no vena a eso. Y adems +sabe que no soy celosa, que no lo ser, que no +puedo serlo...</p> + +<p>R.—Djale, djale, Caridad, djale a la abejita, +que pique... que pique...</p> + +<p>M.—Duele, eh? Pues, hija, rascarse...</p> + +<p>R.—<i>Hija</i> ahora, eh?</p> + +<p>M.—Y siempre, hermana.</p> + +<p>R.—Y dime t, hermanita, la abejita, t no +has pensado nunca en meterte en un panal as, +en una colmena...?</p> + +<p>M.—Se puede hacer miel y cera en el mundo...</p> + +<p>R.—Y picar...</p> + +<p>M.—Y picar, exacto!</p> + +<p>R.—Vamos, s, que t, como ta Tula, vas +para ta...</p> + +<p>M.—Yo no s para lo que voy, pero si siguiera +el ejemplo de la Ta no habra de ir por mal +camino. O es que crees que marr ella el suyo? +Es que has olvidado sus enseanzas? Es que +trat ella nunca de encismar a los de casa? Es +que habra ella nunca denunciado un acto de +uno de sus hermanos?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_207" id="Page_207">[207]</a></span></p> + +<p>C.—Por Dios, Manuela, por la memoria de ta +Tula, cllate ya... Y t, Rosa, no llores as... vamos, +levanta esa frente... no te tapes as la cara +con las manos... no llores as, hija, no llores as...</p> + +<p>Manuela le puso a su hermanastra la mano +sobre el hombro y con una voz que pareca venir +del otro mundo, del mundo eterno de la familia +inmortal, le dijo:</p> + +<p>—Perdname, hermana, me he excedido... +pero tu conducta me ha herido en lo vivo de la +familia y he hecho lo que creo que habra hecho +la Ta en este caso... perdnamelo!</p> + +<p>Y Rosa, cayendo en sus brazos y ocultando su +cabeza entre los pechos de su hermana, le dijo +entre sollozos:</p> + +<p>—Quien tiene que perdonarme eres t, hermana, +t... Pero hermana... no, sino madre... ni +madre... Ta! Ta!</p> + +<p>—Es la Ta, la ta Tula, la que tiene que perdonarnos +y unirnos y guiarnos a todos!—concluy +Manuela.</p> + + + + + + + + +<pre> + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of La ta Tula, by Miguel De Unamuno + +*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA TA TULA *** + +***** This file should be named 44358-h.htm or 44358-h.zip ***** +This and all associated files of various formats will be found in: + http://www.gutenberg.org/4/4/3/5/44358/ + +Produced by Carlos Coln, University of Michigan and the +Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net +(This file was produced from images generously made +available by The Internet Archive/American Libraries.) + + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. Special rules, +set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to +copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to +protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project +Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you +charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you +do not charge anything for copies of this eBook, complying with the +rules is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose +such as creation of derivative works, reports, performances and +research. They may be modified and printed and given away--you may do +practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is +subject to the trademark license, especially commercial +redistribution. + + + +*** START: FULL LICENSE *** + +THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE +PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK + +To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free +distribution of electronic works, by using or distributing this work +(or any other work associated in any way with the phrase "Project +Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project +Gutenberg-tm License available with this file or online at + www.gutenberg.org/license. + + +Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm +electronic works + +1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm +electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to +and accept all the terms of this license and intellectual property +(trademark/copyright) agreement. If you do not agree to abide by all +the terms of this agreement, you must cease using and return or destroy +all copies of Project Gutenberg-tm electronic works in your possession. +If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a Project +Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the +terms of this agreement, you may obtain a refund from the person or +entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8. + +1.B. "Project Gutenberg" is a registered trademark. It may only be +used on or associated in any way with an electronic work by people who +agree to be bound by the terms of this agreement. There are a few +things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works +even without complying with the full terms of this agreement. See +paragraph 1.C below. 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Additional terms will be linked +to the Project Gutenberg-tm License for all works posted with the +permission of the copyright holder found at the beginning of this work. + +1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm +License terms from this work, or any files containing a part of this +work or any other work associated with Project Gutenberg-tm. + +1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this +electronic work, or any part of this electronic work, without +prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with +active links or immediate access to the full terms of the Project +Gutenberg-tm License. + +1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary, +compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including any +word processing or hypertext form. 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It exists +because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from +people in all walks of life. + +Volunteers and financial support to provide volunteers with the +assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg-tm's +goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will +remain freely available for generations to come. In 2001, the Project +Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure +and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. +To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation +and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 +and the Foundation information page at www.gutenberg.org + + +Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive +Foundation + +The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit +501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the +state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal +Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification +number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg +Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent +permitted by U.S. federal laws and your state's laws. + +The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. +Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered +throughout numerous locations. Its business office is located at 809 +North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email +contact links and up to date contact information can be found at the +Foundation's web site and official page at www.gutenberg.org/contact + +For additional contact information: + Dr. Gregory B. Newby + Chief Executive and Director + gbnewby@pglaf.org + +Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg +Literary Archive Foundation + +Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide +spread public support and donations to carry out its mission of +increasing the number of public domain and licensed works that can be +freely distributed in machine readable form accessible by the widest +array of equipment including outdated equipment. Many small donations +($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt +status with the IRS. + +The Foundation is committed to complying with the laws regulating +charities and charitable donations in all 50 states of the United +States. Compliance requirements are not uniform and it takes a +considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up +with these requirements. We do not solicit donations in locations +where we have not received written confirmation of compliance. 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Hart was the originator of the Project Gutenberg-tm +concept of a library of electronic works that could be freely shared +with anyone. For forty years, he produced and distributed Project +Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. + +Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed +editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. +unless a copyright notice is included. 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