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authorRoger Frank <rfrank@pglaf.org>2025-10-14 18:39:54 -0700
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+ <title>
+ The Project Gutenberg eBook of La tía Tula by Miguel de Unamuno.
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+<div>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 44358 ***</div>
+
+<p class="box">Nota del Transcriptor:<br/><br/>
+ Errores obvios de imprenta han sido corregidos.<br/>
+ Páginas en blanco han sido eliminadas.<br/>
+</p>
+
+
+
+<p class="center large p6">MIGUEL DE UNAMUNO</p>
+
+<h1>LA TIA TULA</h1>
+<p class="center">(NOVELA)</p>
+
+<p class="center p6 ht">RENACIMIENTO<br />
+<span class="smcap">SAN MARCOS</span>, 42<br />
+MADRID<br />
+1921</p>
+
+
+
+
+<p class="right p6">ES PROPIEDAD</p>
+
+
+<p class="center p6">Copyright 1921 by Miguel de Unamuno.</p>
+
+
+<p class="center p6 ht">Imprenta de Juan Pueyo. Luna, 29. Teléf. 14-30.&mdash;Madrid.</p>
+
+
+
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_5" id="Page_5">[5]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2><i>PROLOGO</i></h2>
+<p class="center">(<i>QUE PUEDE SALTAR EL LECTOR DE NOVELAS</i>)</p>
+
+
+<p class="p2">«<span class="smcap">Tenía</span> <i>uno (hermano) casi de mi edad, que era
+el que yo más quería, aunque a todos tenía
+gran amor y ellos a mí; juntábamonos entrambos
+a leer vidas de santos... Espantábanos mucho
+el decir en lo que leíamos que pena y gloria
+eran para siempre. Acaecíanos estar muchos ratos
+tratando desto, y gustábamos de decir muchas
+veces para siempre, siempre, siempre. En
+pronunciar esto mucho rato era el Señor servido,
+me quedase en esta niñez imprimido el camino
+de la verdad. De que vi que era imposible ir
+adonde me matasen por Dios, ordenábamos ser
+ermitaños, y en una huerta que había en casa
+procurábamos, como podíamos, hacer ermitas<span class="pagenum"><a name="Page_6" id="Page_6">[6]</a></span>
+poniendo unas pedrecillas, que luego se nos
+caían, y ansí no hallábamos remedio en nada
+para nuestro deseo; que ahora me pone devoción
+ver cómo me daba Dios tan presto lo que yo
+perdí por mi culpa.</i>»</p>
+
+<hr class="tb" />
+
+<p>«<i>Acuérdome que cuando murió mi madre quedé
+yo de edad de doce años, poco menos; como
+yo comencé a entender lo que había perdido,
+afligida fuíme a una imagen de Nuestra Señora
+y supliquela fuese mi madre con muchas lágrimas.
+Paréceme que aunque se hizo con simpleza,
+que me ha valido, pues conocidamente he hallado
+a esta Virgen Soberana en cuanto me he encomendado
+a ella, y, en fin, me ha tornado a sí.</i>»</p>
+
+<p class="i5"><i>(Del capítulo I de la Vida de la Santa Madre
+Teresa de Jesús, que escribió ella misma por
+mandado de su confesor.)</i></p>
+
+<p>«<i>Sea (Dios) alabado por siempre, que tanta
+merced ha hecho a vuestra merced, pues le ha
+dado mujer, con quien pueda tener mucho descanso.
+Sea mucho de enhorabuena, que harto
+consuelo es para mí pensar que le tiene. A la
+señora doña María beso siempre las manos muchas
+veces; aquí tiene una capellana y muchas.<span class="pagenum"><a name="Page_7" id="Page_7">[7]</a></span>
+Harto quisiéramos poderla gozar; mas si había
+de ser con los trabajos que por acá hay, más
+quiero que tenga allá sosiego, que verla acá
+padecer.</i>»</p>
+
+<p class="i5">(<i>De una carta que desde Avila, a 15 de diciembre
+de 1581, dirigió la Santa Madre, y Tía,
+Teresa de Jesús, a su sobrino don Lorenzo de
+Cepeda, que estaba en Indias, en el Perú, donde
+se casó con doña María de Hinojosa, que es la
+señora doña María de que se habla en ella</i>)</p>
+
+<p><i>En el capítulo II de la misma susomentada
+Vida, dice la Santa Madre Teresa de Jesús que
+era moza «aficionada a leer libros de caballerías»&mdash;los
+suyos lo son, a lo divino&mdash;y en uno
+de los sonetos, de nuestro Rosario de ellos, la hemos
+llamado</i></p>
+
+<p class="i5"><i>Quijotesa</i></p>
+<p class="i2"><i>a lo divino, que dejó asentada</i><br />
+<i>nuestra España inmoral, cuya es la empresa:</i><br />
+<i>sólo existe lo eterno; ¡Dios o nada!</i><br /></p>
+
+<p><i>Lo que acaso alguien crea que diferencia a
+Santa Teresa de Don Quijote, es que éste, el Caballero&mdash;y
+tío, tío de su inmortal sobrina&mdash;se
+puso en ridículo y fué el ludibrio y juguete de
+padres y madres, de zánganos y de reinas; pero
+¿es que Santa Teresa escapó al ridículo? ¿Es que<span class="pagenum"><a name="Page_8" id="Page_8">[8]</a></span>
+no se burlaron de ella? ¿Es que no se estima hoy
+por muchos quijotesco, o sea ridículo, su instituto,
+y aventurera, de caballería andante, su obra y
+su vida?</i></p>
+
+<p><i>No crea el lector, por lo que precede, que el relato
+que se sigue y va a leer es, en modo alguno,
+un comentario a la vida de la Santa española.
+¡No, nada de esto! Ni pensábamos en Teresa de
+Jesús al emprenderlo y desarrollarlo; ni en Don
+Quijote. Ha sido después de haberlo terminado,
+cuando aun para nuestro ánimo, que lo concibió,
+resultó una novedad este parangón, cuando hemos
+descubierto las raíces de este relato novelesco.
+Nos fué oculto su más hondo sentido al emprenderlo.
+No hemos visto sino después, al hacer
+sobre él examen de conciencia de autor, sus raíces
+teresianas y quijotescas. Que son una misma raíz.</i></p>
+
+<p><i>¿Es acaso éste un libro de caballerías? Como
+el lector quiera tomarlo... Tal vez a alguno pueda
+parecerle una novela agiográfica, de vida de santos.
+Es, de todos modos, una novela, podemos
+asegurarlo.</i></p>
+
+<p><i>No se nos ocurrió a nosotros, sino que fué
+cosa de un amigo, francés por más señas, el notar
+que la inspiración&mdash;¡perdón!&mdash;de nuestra<span class="pagenum"><a name="Page_9" id="Page_9">[9]</a></span>
+nivola</i> Niebla <i>era de la misma raíz que la de</i> La
+vida es sueño, <i>de Calderón. Mas en este otro
+caso ha sido cosa nuestra el descubrir, después
+de concluída esta novela que tienes a la vista,
+lector, sus raíces quijotescas y teresianas. Lo que
+no quiere decir ¡claro está! que lo que aquí se
+cuenta no haya podido pasar fuera de España.</i></p>
+
+<hr class="tb" />
+
+<p><i>Antes de terminar este Prólogo queremos hacer
+otra observación, que le podrá parecer a alguien
+quizás sutileza de lingüista y filólogo, y no
+lo es sino de psicología. Aunque ¿es la psicología
+algo más que lingüística y filología?</i></p>
+
+<p><i>La observación es que así como tenemos la
+palabra</i> paternal <i>y</i> paternidad, <i>que derivan de</i>
+pater, <i>padre, y</i> maternal <i>y</i> maternidad, <i>de</i> mater,
+<i>madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal
+y lo maternal, ni la paternidad y la maternidad,
+es extraño que junto a</i> fraternal <i>y</i> fraternidad,
+<i>de</i> frater, <i>hermano, no tengamos</i> sororal
+<i>y</i> sororidad, <i>de</i> soror, <i>hermana. En latín hay</i>
+sororius, a, um, <i>lo de la hermana, y el verbo</i> sororiare,
+<i>crecer por igual y juntamente.</i></p>
+
+<p><i>Se nos dirá que la</i> sororidad <i>equivaldría a la</i><span class="pagenum"><a name="Page_10" id="Page_10">[10]</a></span>
+fraternidad, <i>mas no lo creemos así. Como si en
+latín tuviese la hija un apelativo de raíz distinta
+que el de hijo, valdría la pena de distinguir entre
+las dos filialidades.</i></p>
+
+<p>Sororidad <i>fué la de la admirable Antígona,
+esta santa del paganismo helénico, la hija de
+Edipo, que sufrió martirio por amor a su hermano
+Polinices, y por confesar su fe de que
+las leyes eternas de la conciencia, las que rigen
+en el eterno mundo de los muertos, en el
+mundo de la inmortalidad, no son las que forjan
+los déspotas y tiranos de la tierra, como era
+Creonte.</i></p>
+
+<p><i>Cuando en la tragedia sofocleana Creonte le
+acusa a su sobrina Antígona de haber faltado a
+la ley, al mandato regio, rindiendo servicio fúnebre
+a su hermano, el fratricida, hay entre aquéllos
+este duelo de palabras:</i></p>
+
+<p>«A.&mdash;<i>No es nada feo honrar a los de la misma
+entraña...</i></p>
+
+<p>»Cr.&mdash;<i>¿No era de tu sangre también el que
+murió contra él?</i></p>
+
+<p>»A.&mdash;<i>De la misma, por madre y padre...</i></p>
+
+<p>»Cr.&mdash;<i>¿Y cómo rindes a éste un honor impío?</i></p>
+
+<p>»A.&mdash;<i>No diría eso el muerto...</i></p><p><span class="pagenum"><a name="Page_11" id="Page_11">[11]</a></span></p>
+
+<p>»Cr.&mdash;<i>Pero es que le honras igual que al
+impío...</i></p>
+
+<p>»A.&mdash;<i>No murió su siervo, sino su hermano...</i></p>
+
+<p>»Cr.&mdash;<i>Asolando esta tierra, y el otro defendiéndola...</i></p>
+
+<p>»A.&mdash;<i>El otro mundo, sin embargo, gusta de
+igualdad ante la ley...</i></p>
+
+<p>»Cr.&mdash;<i>¿Cómo ha de ser igual para el vil que
+para el noble?</i></p>
+
+<p>»A.&mdash;<i>Quién sabe si estas máximas son santas
+allí abajo...</i>»</p>
+
+<p class="i5">(<i>Antígona</i>, versos 511-521.)</p>
+
+<hr class="tb" />
+
+<p><i>¿Es que acaso lo que a Antígona le permitió
+descubrir esa ley eterna, apareciendo a los ojos
+de los ciudadanos de Tebas y de Creonte, su tío,
+como una anarquista, no fué el que era, por terrible
+decreto del Hado, hermana carnal de su
+propio padre, Edipo? Con el que había ejercido
+oficio de</i> sororidad <i>también.</i></p>
+
+<p><i>El acto</i> sororio <i>de Antígona dando tierra al
+cadáver insepulto de su hermano y librándolo
+así del furor regio de su tío Creonte, parecióle a
+éste un acto de anarquista. «¡No hay mal mayor
+que el de la anarquía!»&mdash;declaraba el tirano&mdash;.</i><span class="pagenum"><a name="Page_12" id="Page_12">[12]</a></span>
+(Antígona, <i>verso 672</i>.) <i>¿Anarquía? ¿Civilización?</i></p>
+
+<p><i>Antígona, la anarquista según su tío, el tirano
+Creonte, modelo de virilidad, pero no de humanidad;
+Antígona, hermana de su padre Edipo y,
+por lo tanto, tía de su hermano Polinices, representa
+acaso la domesticidad religiosa, la religión
+doméstica, la del hogar, frente a la civilidad política
+y tiránica, a la tiranía civil, y acaso también
+la domesticación frente a la civilización. ¿Aunque
+es posible civilizarse sin haberse domesticado
+antes? ¿Caben civilidad y civilización donde no
+tienen como cimientos domesticidad y domesticación?</i></p>
+
+<p><i>Hablamos de</i> patrias <i>y sobre ellas de</i> fraternidad
+<i>universal, pero no es una sutileza lingüística
+el sostener que no pueden prosperar sino sobre</i>
+matrias <i>y</i> sororidad. <i>Y habrá barbarie de guerras
+devastadoras, y otros estragos, mientras sean los
+zánganos, que revolotean en torno de la reina
+para fecundarla y devorar la miel que no hicieron,
+los que rijan las colmenas.</i></p>
+
+<p><i>¿Guerras? El primer acto guerrero fué, según
+lo que llamamos Historia Sagrada, la de la Biblia,
+el asesinato de Abel por su hermano Caín.
+Fué una muerte fraternal, entre hermanos, el primer<span class="pagenum"><a name="Page_13" id="Page_13">[13]</a></span>
+acto de fraternidad. Y dice el Génesis que
+fué Caín, el fratricida, el que primero edificó una
+ciudad, a la que llamó del nombre de su hijo&mdash;habido
+en una hermana&mdash;Henoc.</i> (<i>Gén. IV, 17.</i>)
+<i>Y en aquella ciudad,</i> polis, <i>debió empezar la vida
+civil, política, la civilidad y la civilización. Obra,
+como se ve, del fratricida. Y cuando, siglos más
+tarde, nuestro Lucano, español, llamó a las guerras
+entre César y Pompeyo</i> plusquam civilia,
+<i>más que civiles&mdash;lo dice en el primer verso de su</i>
+Pharsalia&mdash;<i>quiere decir</i> fraternales. <i>Las guerras
+más que civiles son las fraternales.</i></p>
+
+<p><i>Aristóteles le llamó al hombre</i> zoon politicon,
+<i>esto es, animal civil o ciudadano&mdash;no político, que
+esto es no traducir&mdash;animal que tiende a vivir en
+ciudades, en mazorcas de casas estadizas, arraigadas
+en tierra por cimientos, y ése es el hombre
+y, sobre todo, el varón. Animal civil, urbano, fraternal
+y... fratricida. Pero ese animal civil, ¿no
+ha de depurarse por acción doméstica? Y el hogar,
+el verdadero hogar, ¿no ha de encontrarse
+lo mismo en la tienda del pastor errante que se
+planta al azar de los caminos? Y Antígona acompañó
+a su padre, ciego y errante, por los senderos
+del desierto, hasta que desapareció en Colono.<span class="pagenum"><a name="Page_14" id="Page_14">[14]</a></span>
+¡Pobre civilidad fraternal, cainita, si no hubiera
+la domesticidad sororia!...</i></p>
+
+<p><i>Va, pues, el fundamento de la civilidad, la domesticidad,
+de mano en mano de hermanas, de
+tías. O de esposas de espíritu, castísimas, como
+aquella Abisag, la sunamita de que se nos habla
+en el capítulo I del libro I de los Reyes, aquella
+doncella que le llevaron al viejo rey David, ya
+cercano a su muerte, para que le mantuviese en
+la puesta de su vida, abrigándole y calentándole
+en la cama mientras dormía. Y Abisag le sacrificó
+su maternidad, permaneció virgen por él&mdash;pues
+David no la conoció&mdash;y fué causa de que
+más luego Salomón, el hijo del pecado de David
+con la adúltera Betsabé, hiciese matar a Adonías,
+su hermanastro, hijo de David y de Hagit, porque
+pretendió para mujer a Abisag, la última
+reina con David, pensando así heredar a éste su
+reino.</i></p>
+
+<p><i>Pero a esta Abisag y a su suerte y a su sentido
+pensamos dedicar todo un libro que no será precisamente
+una novela. Ni una</i> nivola.</p>
+
+<p><i>Y ahora el lector que ha leído este prólogo&mdash;que
+no es necesario para inteligencia en lo que
+sigue&mdash;puede pasar a hacer conocimiento con<span class="pagenum"><a name="Page_15" id="Page_15">[15]</a></span>
+la tía Tula, que si supo de Santa Teresa y de
+Don Quijote, acaso no supo ni de Antígona la
+griega ni de Abisag la israelita.</i></p>
+
+<p><i>En mi novela</i> Abel Sánchez <i>intenté escarbar
+en ciertos sótanos y escondrijos del corazón, en
+ciertas catacumbas del alma, adonde no gustan
+descender los más de los mortales. Creen que en
+esas catacumbas hay muertos, a los que lo mejor
+es no visitar, y esos muertos, sin embargo, nos
+gobiernan. Es la herencia de Caín. Y aquí, en
+esta novela, he intentado escarbar en otros sótanos
+y escondrijos. Y como no ha faltado quien
+me haya dicho que aquello era inhumano, no faltará
+quien me lo diga, aunque en otro sentido, de
+esto. Aquello pareció a alguien inhumano por
+viril, por fraternal; esto lo parecerá acaso por
+femenil, por sororio. Sin que quepa negar que el
+varón hereda femenidad de su madre y la mujer
+virilidad de su padre. ¿O es que el zángano no
+tiene algo de abeja y la abeja algo de zángano?
+O hay, si se quiere,</i> abejos <i>y</i> zánganas.</p>
+
+<p><i>Y nada más, que no debo hacer una novela
+sobre otra novela.</i></p>
+
+<p class="i5"><i>En Salamanca, ciudad, en el día de los Desposorios
+de Nuestra Señora del año de gracia
+milésimo novecentésimo y vigésimo.</i></p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_17" id="Page_17">[17]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>I</h2>
+
+<p><span class="smcap">Era</span> a Rosa y no a su hermana Gertrudis, que
+siempre salía de casa con ella, a quien ceñían
+aquellas ansiosas miradas que les enderezaba
+Ramiro. O por lo menos, así lo creían ambos,
+Ramiro y Rosa, al atraerse el uno al otro.</p>
+
+<p>Formaban las dos hermanas, siempre juntas,
+aunque no por eso unidas siempre, una pareja
+al parecer indisoluble, y como un solo valor.
+Era la hermosura espléndida y algún tanto provocativa
+de Rosa, flor de carne que se abría a
+flor del cielo a toda luz y todo viento, la que llevaba
+de primera vez las miradas a la pareja; pero
+eran luego los ojos tenaces de Gertrudis los que
+sujetaban a los ojos que se habían fijado en
+ellos y los que a la par les ponían raya. Hubo
+quien al verlas pasar preparó algún chicoleo un
+poco más subido de tono; mas tuvo que contenerse
+<span class="pagenum"><a name="Page_18" id="Page_18">[18]</a></span>
+al tropezar con el reproche de aquellos
+ojos de Gertrudis, que hablaban mudamente de
+seriedad. «Con esta pareja no se juega», parecía
+decir con sus miradas silenciosas.</p>
+
+<p>Y bien miradas y de cerca aún despertaba más
+Gertrudis el ansia de goce. Mientras su hermana
+Rosa abría espléndidamente a todo viento y
+toda luz la flor de su encarnadura, ella era como
+un cofre cerrado y sellado en que se adivina un
+tesoro de ternuras y delicias secretas.</p>
+
+<p>Pero Ramiro, que llevaba el alma toda a flor
+de los ojos, no creyó ver más que a Rosa, y a
+Rosa se dirigió desde luego.</p>
+
+<p>&mdash;Sabes que me ha escrito&mdash;le dijo ésta a su
+hermana.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, vi la carta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo? ¿que la viste? ¿es que me espías?</p>
+
+<p>&mdash;¿Podía dejar de haberla visto? No, yo no
+espío nunca, ya lo sabes, y has dicho eso no
+más que por decirlo...</p>
+
+<p>&mdash;Tienes razón, Tula, perdónamelo.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, una vez más, porque tú eres así. Yo no
+espío, pero tampoco oculto nunca nada. Vi la
+carta.</p>
+
+<p>&mdash;Ya lo sé; ya lo sé...</p>
+
+<p><span class="pagenum"><a name="Page_19" id="Page_19">[19]</a></span>
+&mdash;He visto la carta y la esperaba.</p>
+
+<p>&mdash;Y bien, ¿qué te parece de Ramiro?</p>
+
+<p>&mdash;No le conozco.</p>
+
+<p>&mdash;Pero no hace falta conocer a un hombre
+para decir lo que le parece a una de él.</p>
+
+<p>&mdash;A mí, sí.</p>
+
+<p>&mdash;Pero lo que se ve, lo que está a la vista...</p>
+
+<p>&mdash;Ni de eso puedo juzgar sin conocerle.</p>
+
+<p>&mdash;¿Es que no tienes ojos en la cara?</p>
+
+<p>&mdash;Acaso no los tenga así...; ya sabes que soy
+corta de vista.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pretextos! Pues mira, chica, es un guapo
+mozo.</p>
+
+<p>&mdash;Así parece.</p>
+
+<p>&mdash;Y simpático.</p>
+
+<p>&mdash;Con que te lo sea a ti, basta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero es que crees que le he dicho ya
+que sí?</p>
+
+<p>&mdash;Sé que se lo dirás al cabo, y basta.</p>
+
+<p>&mdash;No importa; hay que hacerle esperar y hasta
+rabiar un poco...</p>
+
+<p>&mdash;¿Para qué?</p>
+
+<p>&mdash;Hay que hacerse valer.</p>
+
+<p>&mdash;Así no te haces valer, Rosa; y ese coqueteo
+es cosa muy fea.</p>
+
+<p><span class="pagenum"><a name="Page_20" id="Page_20">[20]</a></span>
+&mdash;De modo que tú...</p>
+
+<p>&mdash;A mí no se me ha dirigido.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y si se hubiera dirigido a ti?</p>
+
+<p>&mdash;No sirve preguntar cosas sin sustancia.</p>
+
+<p>&mdash;Pero tú, si a ti se te dirige, ¿qué le habrías
+contestado?</p>
+
+<p>&mdash;Yo no he dicho que me parece un guapo
+mozo y que es simpático, y por eso me habría
+puesto a estudiarle...</p>
+
+<p>&mdash;Y entretanto si iba a otra...</p>
+
+<p>&mdash;Es lo más probable.</p>
+
+<p>&mdash;Pues así, hija, ya puedes prepararte...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, a ser tía.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo tía?</p>
+
+<p>&mdash;Tía de tus hijos, Rosa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh, qué cosas tienes!&mdash;y se le quebró
+la voz.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, Rosita, no te pongas así, y perdóname&mdash;le
+dijo dándole un beso.</p>
+
+<p>&mdash;Pero si vuelves...</p>
+
+<p>&mdash;¡No, no volveré!</p>
+
+<p>&mdash;Y bien, ¿qué le digo?</p>
+
+<p>&mdash;¡Dile que sí!</p>
+
+<p>&mdash;Pero pensará que soy demasiado fácil...</p>
+
+<p>&mdash;¡Entonces dile que no!</p>
+
+<p><span class="pagenum"><a name="Page_21" id="Page_21">[21]</a></span>
+&mdash;Pero es que...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, que te parece un guapo mozo y simpático.
+Dile, pues, que sí y no andes con más
+coqueterías, que eso es feo. Dile que sí. Después
+de todo, no es fácil que se te presente mejor
+partido. Ramiro está muy bien, es hijo
+solo...</p>
+
+<p>&mdash;Yo no he hablado de eso.</p>
+
+<p>&mdash;Pero yo hablo de ello, Rosa, y es igual.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no dirán, Tula, que tengo ganas de
+novio?</p>
+
+<p>&mdash;Y dirán bien.</p>
+
+<p>&mdash;¿Otra vez, Tula?</p>
+
+<p>&mdash;Y ciento. Tienes ganas de novio y es natural
+que las tengas. ¿Para qué si no te hizo Dios
+tan guapa?</p>
+
+<p>&mdash;¡Guasitas no!</p>
+
+<p>&mdash;Ya sabes que yo no me guaseo. Parézcanos
+bien o mal, nuestra carrera es el matrimonio o
+el convento; tú no tienes vocación de monja;
+Dios te hizo para el mundo y el hogar... vamos,
+para madre de familia... No vas a quedarte a vestir
+imágenes. Dile, pues, que sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y tú?</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo yo?</p>
+
+<p><span class="pagenum"><a name="Page_22" id="Page_22">[22]</a></span>
+&mdash;Que tú, luego...</p>
+
+<p>&mdash;A mí déjame.</p>
+
+<p>Al día siguiente de estas palabras estaban ya
+en lo que se llaman relaciones amorosas Rosa
+y Ramiro.</p>
+
+<p>Lo que empezó a cuajar la soledad de Gertrudis.</p>
+
+<p>Vivían las dos hermanas, huérfanas de padre
+y madre desde muy niñas, con un tío materno,
+sacerdote, que no las mantenía, pues ellas disfrutaban
+de un pequeño patrimonio que les permitía
+sostenerse en la holgura de la modestia,
+pero les daba buenos consejos a la hora de
+comer, en la mesa, dejándolas, por lo demás, a
+la guía de su buen natural. Los buenos consejos
+eran consejos de libros, los mismos que le servían
+a don Primitivo para formar sus escasos
+sermones.</p>
+
+<p>«Además&mdash;se decía a sí mismo con muy buen
+acierto don Primitivo&mdash;¿para qué me voy a meter
+en sus inclinaciones y sentimientos íntimos? Lo
+mejor es no hablarlas mucho de eso, que se les
+abre demasiado los ojos. Aunque... ¿abrirles?
+¡Bah! bien abiertos los tienen, sobre todo las
+mujeres. Nosotros los hombres no sabemos una
+<span class="pagenum"><a name="Page_23" id="Page_23">[23]</a></span>
+palabra de esas cosas. Y los curas, menos. Todo
+lo que nos dicen los libros son pataratas. ¡Y luego,
+me mete un miedo esa Tulilla...! Delante de ella
+no me atrevo... no me atrevo... ¡Tiene unas preguntas
+la mocita! ¡Y cuando me mira tan seria,
+tan seria... con esos ojazos tristes&mdash;los de mi
+hermana, los de mi madre, Dios las tenga en
+su santa gloria!&mdash;¡Esos ojazos de luto que se le
+meten a uno en el corazón...! Muy serios, sí,
+pero riéndose con el rabillo. Parecen decirme:
+«¡no diga usted más bobadas, tío!» ¡El demonio
+de la chiquilla! ¡Todavía me acuerdo el día en
+que se empeñó en ir, con su hermana, a oirme
+aquel sermoncete; el rato que pasé, Jesús Santo!
+¡Todo se me volvía apartar mis ojos de ella por
+no cortarme; pero nada, ella tirando de los míos!
+Lo mismo, lo mismito me pasaba con su santa
+madre, mi hermana, y con mi santa madre, Dios
+las tenga en su gloria. Jamás pude predicar a
+mis anchas delante de ellas, y por eso les tenía
+dicho que no fuesen a oirme. Madre iba, pero
+iba a hurtadillas, sin decírmelo, y se ponía detrás
+de la columna, donde yo no le viera, y luego no
+me decía nada de mi sermón. Y lo mismo hacía
+mi hermana. Pero yo sé lo que ésta pensaba,
+<span class="pagenum"><a name="Page_24" id="Page_24">[24]</a></span>
+aunque tan cristiana, lo sé. «¡Bobadas de hombres!»
+Y lo mismo piensa esta mocita, estoy de
+ello seguro. No, no, ¿delante de ella predicar?
+¿Yo? ¿Darle consejos? Una vez se le escapó lo
+de <i>¡bobadas de hombres!</i> y no dirigiéndose a mí,
+no, pero yo le entiendo...»</p>
+
+<p>El pobre señor sentía un profundísimo respeto,
+mezclado de admiración, por su sobrina
+Gertrudis. Tenía el sentimiento de que la sabiduría
+iba en su linaje por vía femenina, que su
+madre había sido la providencia inteligente de
+la casa en que se crió, que su hermana lo había
+sido en la suya, tan breve. Y en cuanto a su
+otra sobrina, a Rosa, le bastaba para protección
+y guía con su hermana. «Pero qué hermosa
+la ha hecho Dios, Dios sea alabado&mdash;se decía&mdash;;
+esta chica o hace un gran matrimonio,
+con quien ella quiera, o no tienen los mozos de
+hoy ojos en la cara.»</p>
+
+<p>Y un día fué Gertrudis la que, después que
+Rosa se levantó de la mesa fingiendo sentirse
+algo indispuesta, al quedarse a solas con su tío,
+le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Tengo que decirle a usted, tío, una cosa
+muy grave.</p>
+
+<p><span class="pagenum"><a name="Page_25" id="Page_25">[25]</a></span>
+&mdash;Muy grave..., muy grave...&mdash;y el pobre señor
+se azaró, creyendo observar que los rabillos
+de los ojazos tan serios de su sobrina se reían
+maliciosamente.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, muy grave.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues desembucha, hija, que aquí estamos
+los dos para tomar un consejo.</p>
+
+<p>&mdash;El caso es que Rosa tiene ya novio.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no es más que eso?</p>
+
+<p>&mdash;Pero novio formal, ¿eh?, tío.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, sí, para que yo los case.</p>
+
+<p>&mdash;¡Naturalmente!</p>
+
+<p>&mdash;Y a ti, ¿qué te parece de él?</p>
+
+<p>&mdash;Aun no ha preguntado usted quién es...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué más da, si yo apenas conozco a
+nadie? A ti qué te parece de él, contesta.</p>
+
+<p>&mdash;Pues tampoco yo le conozco.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero no sabes quién es, tú?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sé cómo se llama y de qué familia es y...</p>
+
+<p>&mdash;¡Basta! ¿Qué te parece?</p>
+
+<p>&mdash;Que es un buen partido para Rosa y que
+se querrán.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero es que no se quieren ya?</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero cree usted, tío, que pueden empezar
+queriéndose?</p>
+
+<p><span class="pagenum"><a name="Page_26" id="Page_26">[26]</a></span>
+&mdash;Pues así dicen, chiquilla, y hasta que eso
+viene como un rayo...</p>
+
+<p>&mdash;Son decires, tío.</p>
+
+<p>&mdash;Así será; basta que tú lo digas.</p>
+
+<p>&mdash;Ramiro..., Ramiro Cuadrado...</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero es el hijo de doña Venancia, la viuda?
+¡Acabáramos! No hay más que hablar.</p>
+
+<p>&mdash;A Ramiro, tío, se le ha metido Rosa por los
+ojos y cree estar enamorado de ella...</p>
+
+<p>&mdash;Y lo estará, Tulilla, lo estará...</p>
+
+<p>&mdash;Eso digo yo, tío, que lo estará. Porque como
+es hombre de vergüenza y de palabra, acabará
+por cobrar cariño a aquella con la que se ha
+comprometido ya. No le creo hombre de volver
+atrás.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y ella?</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién? ¿Mi hermana? A ella le pasará lo
+mismo.</p>
+
+<p>&mdash;Sabes más que San Agustín, hija.</p>
+
+<p>&mdash;Esto no se aprende, tío.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues que se casen, los bendigo y sanseacabó!</p>
+
+<p>&mdash;¡O sanseempezó! Pero hay que casarlos y
+pronto. Antes que él se vuelva...</p>
+
+<p>&mdash;Pero temes tú que él pueda volverse...</p>
+
+<p><span class="pagenum"><a name="Page_27" id="Page_27">[27]</a></span>
+&mdash;Yo siempre temo de los hombres, tío.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y de las mujeres no?</p>
+
+<p>&mdash;Esos temores deben quedar para los hombres.
+Pero sin ánimo de ofender al sexo... fuerte,
+¿no se dice así?, le digo que la constancia, que
+la fortaleza está más bien de parte nuestra...</p>
+
+<p>&mdash;Si todas fueran como tú, chiquilla, lo creería
+así, pero...</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero qué?</p>
+
+<p>&mdash;¡Que tú eres excepcional, Tulilla!</p>
+
+<p>&mdash;Le he oído a usted más de una vez, tío, que
+las excepciones confirman la regla...</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, que me aturdes... Pues bien, los casaremos,
+no sea que se vuelva él... o ella...</p>
+
+<p>Por los ojos de Gertrudis pasó como la sombra
+de una nube de borrasca, y si se hubiera podido
+oir el silencio habríase oído que en las bóvedas
+de los sótanos de su alma resonaba como
+un eco repetido y que va perdiéndose a lo lejos
+aquello de «o ella...»</p>
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_29" id="Page_29">[29]</a></span></p>
+
+
+<h2>II</h2>
+
+
+<p>¿<span class="smcap">Pero</span> qué le pasaba a Ramiro, en relaciones
+ya, y en relaciones formales, con Rosa, y
+poco menos que entrando en la casa? ¿Qué dilaciones
+y qué frialdades eran aquéllas?</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Tula, yo no le entiendo; cada vez le
+entiendo menos. Parece que está siempre distraído
+y como si estuviese pensando en otra
+cosa&mdash;o en otra persona, ¡quién sabe!&mdash;o temiendo
+que alguien nos vaya a sorprender de
+pronto. Y cuando le tiro algún avance y le hablo,
+así como quien no quiere la cosa, del fin
+que deben tener nuestras relaciones, hace como
+que no oye y como si estuviera atendiendo a
+otra...</p>
+
+<p>&mdash;Es porque le hablas como quien no quiere
+la cosa. Háblale como quien la quiere.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_30" id="Page_30">[30]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡Eso es, y que piense que tengo prisa por
+casarme!</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues que lo piense! ¿No es acaso así?</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero crees tú, Tula, que yo estoy rabiando
+por casarme?</p>
+
+<p>&mdash;¿Le quieres?</p>
+
+<p>&mdash;Eso nada tiene que ver...</p>
+
+<p>&mdash;¿Le quieres, di?</p>
+
+<p>&mdash;Pues mira...</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues mira, no! ¿le quieres? ¡sí o no!</p>
+
+<p>Rosa bajó la frente con los ojos, arrebolóse
+toda y llorándole la voz tartamudeó:</p>
+
+<p>&mdash;Tienes unas cosas, Tula; ¡pareces un confesor!</p>
+
+<p>Gertrudis tomó la mano de su hermana, con
+otra le hizo levantar la frente, le clavó los ojos
+en los ojos y le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Vivimos solas, hermana...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y el tío?</p>
+
+<p>&mdash;Vivimos solas, te he dicho. Las mujeres vivimos
+siempre solas. El pobre tío es un santo,
+pero un santo de libro, y aunque cura, al fin y
+al cabo hombre.</p>
+
+<p>&mdash;Pero confiesa...</p>
+
+<p>&mdash;Acaso por eso sabe menos. Además, se le<span class="pagenum"><a name="Page_31" id="Page_31">[31]</a></span>
+olvida. Y así debe ser. Vivimos solas, te he dicho.
+Y ahora lo que debes hacer es confesarte aquí,
+pero confesarte a ti misma. ¿Le quieres? repito.</p>
+
+<p>La pobre Rosa se echó a llorar.</p>
+
+<p>&mdash;¿Le quieres?&mdash;sonó la voz implacable.</p>
+
+<p>Y Rosa llegó a fingirse que aquella pregunta,
+en una voz pastosa y solemne y que parecía venir
+de las lontananzas de la vida común de la
+pureza, era su propia voz, era acaso la de su madre
+común.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, creo que le querré... mucho... mucho...&mdash;exclamó
+en voz baja y sollozando.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, le querrás mucho y él te querrá más aún!</p>
+
+<p>&mdash;¿Y cómo lo sabes?</p>
+
+<p>&mdash;Yo sé que te querrá.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, ¿por qué está distraído? ¿por qué
+rehuye el que abordemos lo del casorio?</p>
+
+<p>&mdash;¡Yo le hablaré de eso, Rosa, déjalo de mi
+cuenta!</p>
+
+<p>&mdash;¿Tú?</p>
+
+<p>&mdash;¡Yo, sí! ¿Tiene algo de extraño?</p>
+
+<p>&mdash;Pero...</p>
+
+<p>&mdash;A mí no puede cohibirme el temor que a ti
+te cohibe.</p>
+
+<p>&mdash;Pero dirá que rabio por casarme.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_32" id="Page_32">[32]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡No, no dirá eso! Dirá, si quiere, que es a
+mí a quien me conviene que tú te cases para facilitar
+así el que se me pretenda o para quedarme
+a mandar aquí sola; y las dos cosas son, como
+sabes, dos disparates. Dirá lo que quiera, pero
+yo me las arreglaré.</p>
+
+<p>Rosa cayó en brazos de su hermana, que le
+dijo al oído:</p>
+
+<p>&mdash;¿Y luego, tienes que quererle mucho, eh?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué me dices tú eso, Tula?</p>
+
+<p>&mdash;Porque es tu deber.</p>
+
+<p>Y al otro día, al ir Ramiro a visitar a su novia,
+encontróse con la otra, con la hermana. Demudósele
+el semblante y se le vió vacilar. La seriedad
+de aquellos serenos ojazos de luto le concentró
+la sangre toda en el corazón.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y Rosa?&mdash;preguntó sin oirse.</p>
+
+<p>&mdash;Rosa ha salido y soy yo quien tengo ahora
+que hablarte.</p>
+
+<p>&mdash;¿Tú?&mdash;dijo con labios que le temblaban.</p>
+
+<p>-¡Sí, yo!</p>
+
+<p>&mdash;¡Grave te pones, chica!&mdash;y se esforzó en
+reirse.</p>
+
+<p>&mdash;Nací con esa gravedad encima, dicen. El
+tío asegura que la heredé de mi madre, su her<span class="pagenum"><a name="Page_33" id="Page_33">[33]</a></span>mana,
+y de mi abuela, su madre. No lo sé, ni me
+importa. Lo que sí sé es que me gustan las cosas
+sencillas y derechas y sin engaño.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué lo dices, Tula?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué rehuyes hablar de vuestro casamiento
+a mi hermana? Vamos, dímelo, ¿por qué?</p>
+
+<p>El pobre mozo inclinó la frente arrebolada de
+vergüenza. Sentíase herido por un golpe inesperado.</p>
+
+<p>&mdash;Tú le pediste relaciones con buen fin, como
+dicen los inocentes.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tula!</p>
+
+<p>&mdash;¡Nada de Tula! Tú te pusiste con ella en
+relaciones para hacerla tu mujer y madre de tus
+hijos...</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero qué de prisa vas...!&mdash;y volvió a esforzarse
+a reirse.</p>
+
+<p>&mdash;Es que hay que ir de prisa, porque la vida
+es corta.</p>
+
+<p>&mdash;¡La vida es corta! ¡y lo dice a los veintidós
+años!</p>
+
+<p>&mdash;Más corta aún. Pues bien, ¿piensas casarte
+con Rosa, sí o no?</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues qué duda cabe!&mdash;y al decirlo le temblaba
+el cuerpo todo.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_34" id="Page_34">[34]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Pues si piensas casarte con ella, ¿por qué
+diferirlo así?</p>
+
+<p>&mdash;Somos aún jóvenes...</p>
+
+<p>&mdash;¡Mejor!</p>
+
+<p>&mdash;Tenemos que probarnos...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué, qué es eso? ¿qué es eso de probaros?
+¿Crees que la conocerás mejor dentro de
+un año? Peor, mucho peor...</p>
+
+<p>&mdash;Y si luego...</p>
+
+<p>&mdash;¡No pensaste en eso al pedir la entrada aquí!</p>
+
+<p>&mdash;Pero, Tula...</p>
+
+<p>&mdash;¡Nada de Tula! ¿La quieres, sí o no?</p>
+
+<p>&mdash;¿Puedes dudarlo, Tula?</p>
+
+<p>&mdash;¡Te he dicho que nada de Tula! ¿La quieres?</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro que la quiero!</p>
+
+<p>&mdash;Pues la querrás más todavía. Será una buena
+mujer para ti. Haréis un buen matrimonio.</p>
+
+<p>&mdash;Y con tu consejo...</p>
+
+<p>&mdash;Nada de consejo. ¡Yo haré una buena tía, y
+basta!</p>
+
+<p>Ramiro pareció luchar un breve rato consigo
+mismo y como si buscase algo, y al cabo, con
+un gesto de desesperada resolución, exclamó:</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues bien, Gertrudis, quiero decirte toda
+la verdad!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_35" id="Page_35">[35]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No tienes que decirme más verdad&mdash;le atajó
+severamente&mdash;; me has dicho que quieres a
+Rosa y que estás resuelto a casarte con ella;
+todo lo demás de la verdad es a ella a quien se
+la tienes que decir luego que os caséis.</p>
+
+<p>&mdash;Pero hay cosas...</p>
+
+<p>&mdash;No, no hay cosas que no se deba decir a
+la mujer...</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero, Tula!</p>
+
+<p>&mdash;Nada de Tula, te he dicho. Si la quieres, a
+casarte con ella, y si no la quieres, estás de más
+en esta casa.</p>
+
+<p>Estas palabras le brotaron de los labios fríos
+y mientras se le paraba el corazón. Siguió a
+ellas un silencio de hielo, y durante él la sangre,
+antes represada y ahora suelta, le encendió la
+cara a la hermana. Y entonces, en el silencio
+agorero, podía oírsele el galope trepidante del
+corazón.</p>
+
+<p>Al siguiente día se fijaba el de la boda.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_37" id="Page_37">[37]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>III</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Don</span> Primitivo autorizó y bendijo la boda de
+Ramiro con Rosa. Y nadie estuvo en ella
+más alegre que lo estuvo Gertrudis. A tal punto,
+que su alegría sorprendió a cuantos la conocían,
+sin que faltara quien creyese que tenía muy poco
+de natural.</p>
+
+<p>Fuéronse a su casa los recién casados, y Rosa
+reclamaba a ella de continuo la presencia de su
+hermana. Gertrudis le replicaba que a los novios
+les convenía soledad.</p>
+
+<p>&mdash;Pero si es al contrario, hija, si nunca he
+sentido más tu falta; ahora es cuando comprendo
+lo que te quería.</p>
+
+<p>Y poníase a abrazarla y besuquearla.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí&mdash;le replicaba Gertrudis sonriendo
+gravemente&mdash;; vuestra felicidad necesita de testi<span class="pagenum"><a name="Page_38" id="Page_38">[38]</a></span>gos;
+se os acrecienta la dicha sabiendo que otros
+se dan cuenta de ella.</p>
+
+<p>Ibase, pues, de cuando en cuando a hacerles
+compañía; a comer con ellos alguna vez. Su hermana
+le hacía las más ostentosas demostraciones
+de cariño, y luego a su marido, que, por su
+parte, aparecía como avergonzado ante su cuñada.</p>
+
+<p>&mdash;Mira&mdash;llegó a decirle una vez Gertrudis a
+su hermana ante aquellas señales&mdash;, no te pongas
+así, tan babosa. No parece sino que has inventado
+lo del matrimonio.</p>
+
+<p>Un día vió un perrito en la casa.</p>
+
+<p>&mdash;Y esto ¿qué es?</p>
+
+<p>&mdash;Un perro, chica, ¿no lo ves?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y cómo ha venido?</p>
+
+<p>&mdash;Lo encontré ahí, en la calle, abandonado y
+medio muerto, me dió lástima, le traje, le di de
+comer, le curé y aquí le tengo&mdash;y lo acariciaba
+en su regazo y le daba besos en el hocico.</p>
+
+<p>&mdash;Pues mira, Rosa, me parece que debes regalar
+el perrito, porque el que le mates me parece
+una crueldad.</p>
+
+<p>&mdash;¿Regalarle? Y ¿por qué? Mira, Tití&mdash;y al
+decirlo apechugaba contra su seno al animali<span class="pagenum"><a name="Page_39" id="Page_39">[39]</a></span>to&mdash;,
+me dicen que te eche. ¿Adónde irás tú, pobrecito?</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, vamos, no seas chiquilla y no lo
+tomes así. ¿A que tu marido es de mi opinión?</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro, en cuanto se lo digas! Como tú eres
+la sabia...</p>
+
+<p>&mdash;Déjate de esas cosas y deja al perro.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ¿qué? ¿Crees que tendrá Ramiro celos?</p>
+
+<p>&mdash;Nunca creí, Rosa, que el matrimonio pudiese
+entontecer así.</p>
+
+<p>Cuando llegó Ramiro y se enteró de la pequeña
+disputa por lo del perro, no se atrevió a dar
+la razón ni a la una ni a la otra, declarando que
+la cosa no tenía importancia.</p>
+
+<p>&mdash;No, nada la tiene y lo tiene todo, según&mdash;dijo
+Gertrudis&mdash;. Pero en eso hay algo de chiquillada,
+y aún más. Serás capaz, Rosa, de haberte
+traído aquella pepona que guardas desde
+que nos dieron dos, una a ti y a mí otra, siendo
+niñas, y serás capaz de haberla puesto ocupando
+su silla...</p>
+
+<p>&mdash;Exacto; allí está, en la sala, con su mejor
+traje, ocupando toda una silla de respeto. ¿La
+quieres ver?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_40" id="Page_40">[40]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Así es&mdash;asintió Ramiro.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ya la quitarás de allí...</p>
+
+<p>&mdash;Quia, hija, la guardaré...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, para juguete de tus hijas...</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué cosas se te ocurren, Tula...!&mdash;y se
+arreboló.</p>
+
+<p>&mdash;No, es a ti a quien se te ocurren cosas como
+la del perro.</p>
+
+<p>&mdash;Y tú&mdash;exclamó Rosa, tratando de desasirse
+de aquella inquisitoria que le molestaba&mdash;¿no
+tienes también tu pepona? ¿La has dado, o deshecho
+acaso?</p>
+
+<p>&mdash;No&mdash;respondióle resueltamente su hermana&mdash;,
+pero la tengo guardada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Y tan guardada que no se la he podido
+descubrir nunca...!</p>
+
+<p>&mdash;Es que Gertrudis la guarda para sí sola&mdash;dijo
+Ramiro sin saber lo que decía.</p>
+
+<p>&mdash;Dios sabe para qué la guardo. Es un talismán
+de mi niñez.</p>
+
+<p>El que iba poco, poquísimo, por casa del nuevo
+matrimonio era el bueno de don Primitivo.
+«El onceno no estorbar»&mdash;decía.</p>
+
+<p>Corrían los días, todos iguales, en una y otra
+casa. Gertrudis se había propuesto visitar lo me<span class="pagenum"><a name="Page_41" id="Page_41">[41]</a></span>nos
+posible a su hermana, pero ésta venía a buscarla
+en cuanto pasaba un par de días sin que se
+viesen. «¿Pero qué, estás mala, chica? ¿O te sigue
+estorbando el perro? Porque si es así, mira,
+le echaré. ¿Por qué me dejas así, sola?»</p>
+
+<p>&mdash;¿Sola, Rosa? ¿Sola? ¿Y tu marido?</p>
+
+<p>&mdash;Pero él se tiene que ir a sus asuntos...</p>
+
+<p>&mdash;O los inventa...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué, es que crees que me deja aposta?
+¿Es que sabes algo? ¡Dilo, Tula, por lo que más
+quieras, por nuestra madre dímelo!</p>
+
+<p>&mdash;No, es que os aburrís de vuestra felicidad
+y de vuestra soledad. Ya le echarás el perro o si
+no te darán antojos, y será peor.</p>
+
+<p>&mdash;No digas esas cosas.</p>
+
+<p>&mdash;Te darán antojos&mdash;replicó con más firmeza.</p>
+
+<p>Y cuando al fin fué un día a decirle que había
+regalado el perrito, Gertrudis, sonriendo gravemente
+y acariciándola como a una niña, le preguntó
+al oído: «¿Por miedo a los antojos, eh?»
+Y al oir en respuesta un susurrado «¡sí!» abrazó
+a su hermana con una efusión de que ésta no
+la creía capaz.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora va de veras, Rosa; ahora no os abu<span class="pagenum"><a name="Page_42" id="Page_42">[42]</a></span>rriréis
+de la felicidad ni de la soledad y tendrá
+varios asuntos tu marido. Esto era lo que os faltaba...</p>
+
+<p>&mdash;Y acaso lo que te faltaba... ¿no es así, hermanita?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y a ti quién te ha dicho eso?</p>
+
+<p>&mdash;Mira, aunque soy tan tonta, como he vivido
+siempre contigo...</p>
+
+<p>&mdash;¡Bueno, déjate de bromas!</p>
+
+<p>Y desde entonces empezó Gertrudis a frecuentar
+más la casa de su hermana.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_43" id="Page_43">[43]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>IV</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">En</span> el parto de Rosa, que fué durísimo, nadie
+estuvo más serena y valerosa que Gertrudis.
+Creeríase que era una veterana en asistir a trances
+tales. Llegó a haber peligro de muerte para
+la madre o la cría que hubiera de salir, y el médico
+llegó a hablar de sacársela viva o muerta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Muerta?&mdash;exclamó Gertrudis&mdash;; ¡eso sí
+que no!</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero no ve usted&mdash;exclamó el médico&mdash;que
+aunque se muera el crío queda la madre
+para hacer otros, mientras que si se muere ella
+no es lo mismo?</p>
+
+<p>Pasó rápidamente por el magín de Gertrudis
+replicarle que quedaban otras madres, pero se
+contuvo e insistió:</p>
+
+<p>&mdash;Muerta, ¡no!, ¡nunca! Y hay, además, que
+salvar un alma.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_44" id="Page_44">[44]</a></span></p>
+
+<p>La pobre parturienta ni se enteraba de cosa
+alguna. Hasta que, rendida al combate, dió a luz
+un niño.</p>
+
+<p>Recojiólo Gertrudis con avidez, y como si
+nunca hubiera hecho otra cosa lo lavó y envolvió
+en sus pañales.</p>
+
+<p>&mdash;Es usted comadrona de nacimiento&mdash;le
+dijo el médico.</p>
+
+<p>Tomó la criaturita y se la llevó a su padre,
+que en un rincón, aterrado y como contrito de
+una falta, aguardaba la noticia de la muerte de
+su mujer.</p>
+
+<p>&mdash;¡Aquí tienes tu primer hijo, Ramiro; mírale
+qué hermoso!</p>
+
+<p>Pero al levantar la vista el padre, libre del
+peso de su angustia, no vió sino los ojazos de
+su cuñada, que irradiaban una luz nueva, más
+negra pero más brillante que la de antes. Y al ir
+a besar a aquel rollo de carne que le presentaban
+como su hijo rozó su mejilla, encendida, con
+la de Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora&mdash;le dijo tranquilamente ésta&mdash;ve a
+dar las gracias a tu mujer, a pedirle perdón y a
+animarla.</p>
+
+<p>&mdash;¿A pedirle perdón?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_45" id="Page_45">[45]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Sí, a pedirle perdón.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Yo me entiendo y ella te entenderá. Y en
+cuanto a éste&mdash;y al decirlo apretábalo contra su
+seno palpitante&mdash;corre ya de mi cuenta, y o poco
+he de poder o haré de él un hombre.</p>
+
+<p>La casa le daba vueltas en derredor a Ramiro.
+Y del fondo de su alma salíale una voz diciendo:
+«¿Cuál es la madre?»</p>
+
+<p>Poco después ponía Gertrudis cuidadosamente
+el niño al lado de la madre, que parecía
+dormir extenuada y con la cara blanca como la
+nieve. Pero Rosa entreabrió los ojos y se encontró
+con los de su hermana. Al ver a ésta una
+corriente de ánimo recorrió el cuerpo todo victorioso
+de la nueva madre.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tula!&mdash;gimió.</p>
+
+<p>&mdash;Aquí estoy, Rosa, aquí estaré. Ahora descansa.
+Cuando sea le das de mamar a este crío
+para que se calle. De todo lo demás no te preocupes.</p>
+
+<p>&mdash;Creí morirme, Tula. Aun ahora me parece
+que sueño muerta. Y me daba tanta pena de
+Ramiro...</p>
+
+<p>&mdash;Cállate. El médico ha dicho que no hables<span class="pagenum"><a name="Page_46" id="Page_46">[46]</a></span>
+mucho. El pobre Ramiro estaba más muerto que
+tú. ¡Ahora, ánimo, y a otra!</p>
+
+<p>La enferma sonrió tristemente.</p>
+
+<p>&mdash;Este se llamará Ramiro, como su padre&mdash;decretó
+luego Gertrudis en pequeño consejo de
+familia&mdash;y la otra, porque la siguiente será niña,
+Gertrudis como yo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero ya estás pensando en otra&mdash;exclamó
+don Primitivo&mdash;y tu pobre hermana de por poco
+se queda en el trance?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué hacer?&mdash;replicó ella&mdash;; ¿para qué
+se han casado si no? ¿No es así, Ramiro?&mdash;y le
+clavó los ojos.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora lo que importa es que se reponga&mdash;dijo
+el marido sobrecojiéndose bajo aquella
+mirada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bah!, de estas dolencias se repone una
+mujer pronto.</p>
+
+<p>&mdash;Bien dice el médico, sobrina, que parece
+como si hubieras nacido comadrona.</p>
+
+<p>&mdash;Toda mujer nace madre, tío.</p>
+
+<p>Y lo dijo con tan íntima solemnidad casera, que
+Ramiro se sintió presa de un indefinible desasosiego
+y de un extraño remordimiento. «¿Querré
+yo a mi mujer como se merece?»&mdash;se decía.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_47" id="Page_47">[47]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Y ahora, Ramiro&mdash;le dijo su cuñada&mdash;ya
+puedes decir que tienes mujer.</p>
+
+<p>Y a partir de entonces no faltó Gertrudis un
+solo día de casa de su hermana. Ella era quien
+desnudaba y vestía y cuidaba al niño hasta que
+su madre pudiera hacerlo.</p>
+
+<p>La cual se repuso muy pronto y su hermosura
+se redondeó más. A la vez extremó sus ternuras
+para con su marido y aun llegó a culparle de que
+se le mostraba esquivo.</p>
+
+<p>&mdash;Temí por tu vida&mdash;le dijo su marido&mdash;y
+estaba aterrado. Aterrado y desesperado y lleno
+de remordimiento.</p>
+
+<p>&mdash;Remordimiento, ¿por qué?</p>
+
+<p>&mdash;¡Si llegas a morirte me pego un tiro!</p>
+
+<p>&mdash;¡Quia! ¿a qué? «Cosas de hombres», que
+diría Tula. Pero eso ya pasó y ya sé lo que es.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no has quedado escarmentada, Rosa?</p>
+
+<p>&mdash;¿Escarmentada?&mdash;y cojiendo a su marido,
+echándole los brazos al cuello, apechugándole
+fuertemente a sí, le dijo al oído con un aliento
+que se lo quemaba:&mdash;¡A otra, Ramiro, a
+otra! ¡Ahora sí que te quiero! ¡Y aunque me
+mates!</p>
+
+<p>Gertrudis en tanto arrollaba al niño, celosa<span class="pagenum"><a name="Page_48" id="Page_48">[48]</a></span>
+de que no se percatase&mdash;¡inocente!&mdash;de los ardores
+de sus padres.</p>
+
+<p>Era como una preocupación en la tía la de ir
+sustrayendo al niño, ya desde su más tierna edad
+de inconciencia, de conocer, ni en las más leves
+y remotas señales, el amor de que había
+brotado. Colgóle al cuello desde luego una medalla
+de la Santísima Virgen, de la Virgen Madre,
+con su Niño en brazos.</p>
+
+<p>Con frecuencia, cuando veía que su hermana,
+la madre, se impacientaba en acallar al niño o al
+envolverlo en sus pañales, le decía:</p>
+
+<p>&mdash;Dámelo, Rosa, dámelo, y vete a entretener
+a tu marido...</p>
+
+<p>&mdash;Pero, Tula...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, tú tienes que atender a los dos y yo sólo
+a éste.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes, Tula, una manera de decir las cosas...</p>
+
+<p>&mdash;No seas niña, ea, que eres ya toda una señora
+mamá. Y da gracias a Dios que podamos
+así repartirnos el trabajo.</p>
+
+<p>&mdash;Tula... Tula...</p>
+
+<p>&mdash;Ramiro... Ramiro... Rosa.</p>
+
+<p>La madre se amoscaba, pero iba a su marido.</p>
+
+<p>Y así pasaba el tiempo y llegó otra cría, una niña.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_49" id="Page_49">[49]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>V</h2>
+
+
+<p>A poco de nacer la niña encontraron un día
+muerto al bueno de don Primitivo. Gertrudis
+le amortajó después de haberle lavado&mdash;quería
+que fuese limpio a la tumba&mdash;con el
+mismo esmero con que había envuelto en pañales
+a sus sobrinos recién nacidos. Y a solas en
+el cuarto con el cuerpo del buen anciano, le
+lloró como no se creyera capaz de hacerlo.
+«Nunca habría creído que le quisiese tanto&mdash;se
+dijo&mdash;; era un bendito; de poco llega a hacerme
+creer que soy un pozo de prudencia; ¡era tan
+sencillo!»</p>
+
+<p>&mdash;Fué nuestro padre&mdash;le dijo a su hermana&mdash;y
+jamás le oímos una palabra más alta que otra.</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro!&mdash;exclamó Rosa&mdash;; como que siempre
+nos dejó hacer nuestra santísima voluntad.</p>
+
+<p>&mdash;Porque sabía, Rosa, que su sola presencia<span class="pagenum"><a name="Page_50" id="Page_50">[50]</a></span>
+santificaba nuestra voluntad. Fué nuestro padre;
+él nos educó. Y para educarnos le bastó
+la trasparencia de su vida, tan sencilla, tan
+clara...</p>
+
+<p>&mdash;Es verdad, sí&mdash;dijo Rosa con los ojos henchidos
+de lágrimas&mdash;, como sencillo no he conocido
+otro.</p>
+
+<p>&mdash;Nos habría sido imposible, hermana, habernos
+criado en un hogar más limpio que éste.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quieres decir con eso, Tula?</p>
+
+<p>&mdash;El nos llenó la vida casi silenciosamente
+casi sin decirnos palabra, con el culto de la Santísima
+Virgen Madre y con el culto también de
+nuestra madre, su hermana, y de nuestra abuela,
+su madre. ¿Te acuerdas cuando por las noches
+nos hacía rezar el rosario, cómo le cambiaba la
+voz al llegar a aquel padrenuestro y avemaría
+por el eterno descanso del alma de nuestra madre,
+y luego aquellos otros por el de su madre,
+nuestra abuela, a las que no conocimos? En
+aquel rosario nos daba madre y en aquel rosario
+te enseñó a serlo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Y a ti, Tula, a ti!&mdash;exclamó entre sollozos
+Rosa.</p>
+
+<p>&mdash;¿A mí?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_51" id="Page_51">[51]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡A ti, sí, a ti! ¿Quién, si no, es la verdadera
+madre de mis hijos?</p>
+
+<p>&mdash;Deja ahora eso. Y ahí le tienes, un santo
+silencioso. Me han dicho que las pobres beatas
+lloraban algunas veces al oirle predicar
+sin percibir ni una sola de sus palabras. Y
+lo comprendo. Su voz sola era un consejo
+de serenidad amorosa. ¡Y ahora, Rosa, el rosario!</p>
+
+<p>Arrodilláronse las dos hermanas al pie del lecho
+mortuorio de su tío y rezaron el mismo rosario
+que con él habían rezado durante tantos
+años, con dos padrenuestros y avemarías por el
+eterno descanso de las almas de su madre y de
+la del que yacía allí muerto, a que añadieron
+otro padrenuestro y otra avemaría por el alma
+del recién bienaventurado. Y las lenguas de
+manso y dulce fuego de los dos cirios que ardían
+a un lado y otro del cadáver, haciendo brillar su
+frente, tan blanca como la cera de ellos, parecían,
+vibrando al compás del rezo, acompañar en sus
+oraciones a las dos hermanas. Una paz entrañable
+irradiaba de aquella muerte. Levantáronse
+del suelo las dos hermanas, la pareja; besaron,
+primero Gertrudis y Rosa después, la frente cé<span class="pagenum"><a name="Page_52" id="Page_52">[52]</a></span>rea
+del anciano y abrazáronse luego con los ojos
+ya enjutos.</p>
+
+<p>&mdash;Y ahora&mdash;le dijo Gertrudis a su hermana al
+oído&mdash;a querer mucho a tu marido, a hacerle dichoso
+y... ¡a darnos muchos hijos!</p>
+
+<p>&mdash;Y ahora&mdash;le respondió Rosa&mdash;te vendrás a
+vivir con nosotros, por supuesto.</p>
+
+<p>&mdash;¡No, eso no!&mdash;exclamó súbitamente la otra.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo que no? Y lo dices de un modo...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí, hermana; perdóname la viveza, perdónamela,
+¿me la perdonas?&mdash;e hizo mención,
+ante el cadáver, de volver a arrodillarse.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, no te pongas así, Tula, que no es
+para tanto. Tienes unos prontos...</p>
+
+<p>&mdash;Es verdad, pero me los perdonas, ¿no es
+verdad, Rosa?, me los perdonas.</p>
+
+<p>&mdash;Eso ni se pregunta. Pero te vendrás con
+nosotros...</p>
+
+<p>&mdash;No insistas, Rosa, no insistas...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué? ¿No te vendrás? Dejarás a tus sobrinos,
+más bien tus hijos casi...</p>
+
+<p>&mdash;Pero si no los he dejado un día...</p>
+
+<p>&mdash;¿Te vendrás?</p>
+
+<p>&mdash;Lo pensaré, Rosa, lo pensaré...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues no insisto.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_53" id="Page_53">[53]</a></span></p>
+
+<p>Pero a los pocos días insistió, y Gertrudis se
+defendía.</p>
+
+<p>&mdash;No, no; no quiero estorbaros...</p>
+
+<p>&mdash;¿Estorbarnos? ¿qué dices, Tula?</p>
+
+<p>&mdash;Los casados casa quieren.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no puede ser la tuya también?</p>
+
+<p>&mdash;No, no; aunque tú no lo creas, yo os quitaría
+libertad. ¿No es así, Ramiro?</p>
+
+<p>&mdash;No... no veo...&mdash;balbuceó el marido confuso,
+como casi siempre le ocurría, ante la inesperada
+interpelación de su cuñada.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, Rosa; tu marido, aunque no lo dice,
+comprende que un matrimonio, y más un matrimonio
+joven como vosotros y en plena producción,
+necesita estar solo. Yo, la tía, vendré a
+mis horas a ir enseñando a vuestros hijos todo
+aquello en que no podáis ocuparos.</p>
+
+<p>Y allá seguía yendo, a las veces desde muy
+temprano, encontrándose con el niño ya levantado,
+pero no así sus padres. «Cuando digo que
+hago yo aquí falta»&mdash;se decía.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_55" id="Page_55">[55]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>VI</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Venía</span> ya el tercer hijo al matrimonio. Rosa
+empezaba a quejarse de su fecundidad.
+«Vamos a cargarnos de hijos»&mdash;decía. A lo que
+su hermana: «¿Pues para qué os habéis casado?»</p>
+
+<p>El embarazo fué molestísimo para la madre y
+tenía que descuidar más que antes a sus otros
+hijos, que así quedaban al cuidado de su tía, encantada
+de que se los dejasen. Y hasta consiguió
+llevárselos más de un día a su casa, a su
+solitario hogar de soltera, donde vivía con la
+vieja criada que fué de don Primitivo, y donde
+los retenía. Y los pequeñuelos se apegaban con
+ciego cariño a aquella mujer severa y grave.</p>
+
+<p>Ramiro, malhumorado antes en los últimos
+meses de los embarazos de su mujer, malhumor
+que desasosegaba a Gertrudis, ahora lo estaba
+más.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_56" id="Page_56">[56]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡Qué pesado y molesto es esto!&mdash;decía.</p>
+
+<p>&mdash;¿Para ti?&mdash;le preguntaba su cuñada sin levantar
+los ojos del sobrino o sobrina que de seguro
+tenía en el regazo.</p>
+
+<p>&mdash;Para mí, sí. Vivo en perpetuo sobresalto,
+temiéndolo todo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bah! no será al fin nada. La Naturaleza es
+sabia.</p>
+
+<p>&mdash;Pero tantas veces va el cántaro a la fuente...</p>
+
+<p>&mdash;¡Ay, hijo, todo tiene sus riesgos y todo estado
+sus contrariedades!</p>
+
+<p>Ramiro se sobrecojía al oirse llamar hijo por
+su cuñada, que rehuía darle su nombre, mientras
+él en cambio se complacía en llamarla por
+el familiar Tula.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué bien has hecho en no casarte, Tula!</p>
+
+<p>&mdash;¿De veras?&mdash;y levantando los ojos se los
+clavó en los suyos.</p>
+
+<p>&mdash;De veras, sí. Todo son trabajos y aun peligros...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y sabes tú acaso si no me he de casar
+todavía?</p>
+
+<p>&mdash;Claro. ¡Lo que es por la edad!</p>
+
+<p>&mdash;¿Pues por qué ha de quedar?</p>
+
+<p>&mdash;Como no te veo con afición a ello...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_57" id="Page_57">[57]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿Afición a casarse? ¿Qué es eso?</p>
+
+<p>&mdash;Bueno; es que...</p>
+
+<p>&mdash;Es que no me ves buscar novio, ¿no es eso?</p>
+
+<p>&mdash;No, no es eso.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, eso es.</p>
+
+<p>&mdash;Si tú los aceptaras, de seguro que no te habrán
+faltado...</p>
+
+<p>&mdash;Pero yo no puedo buscarlos. No soy hombre,
+y la mujer tiene que esperar y ser elegida.
+Y yo, la verdad, me gusta elegir, pero no ser
+elegida.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es eso de que estáis hablando?&mdash;dijo
+Rosa acercándose y dejándose caer abatida en
+un sillón.</p>
+
+<p>&mdash;Nada, discreteos de tu marido sobre las
+ventajas e inconvenientes del matrimonio.</p>
+
+<p>&mdash;¡No hables de eso, Ramiro! Vosotros los
+hombres apenas sabéis de eso. Somos nosotras
+las que nos casamos, no vosotros.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero, mujer!</p>
+
+<p>&mdash;Anda, ven, sosténme, que apenas puedo
+tenerme en pie. Voy a echarme. Adiós, Tula.
+Ahí te los dejo.</p>
+
+<p>Acercóse a ella su marido; le tomó del brazo
+con sus dos manos y se incorporó y levantó<span class="pagenum"><a name="Page_58" id="Page_58">[58]</a></span>
+trabajosamente; luego, tendiéndole un brazo por
+el hombro, doblando su cabeza hasta casi darle
+en éste con ella y cojiéndole con la otra mano,
+con la diestra, de su diestra, se fué lentamente,
+así apoyada en él y gimoteando. Gertrudis, teniendo
+a cada uno de sus sobrinos en sus rodillas,
+se quedó mirando la marcha trabajosa de
+su hermana, colgada de su marido como una
+enredadera de su rodrigón. Llenáronsele los
+grandes ojazos, aquellos ojos de luto, serenamente
+graves, gravemente serenos, de lágrimas,
+y apretando a su seno a los dos pequeños, apretó
+sus mejillas a cada una de las de ellos. Y el
+pequeñito, Ramirín, al ver llorar a su tía, a tita
+Tula, se echó a llorar también.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, no llores; vamos a jugar.</p>
+
+<p>De este tercer parto quedó quebrantadísima
+Rosa.</p>
+
+<p>&mdash;Tengo malos presentimientos, Tula.</p>
+
+<p>&mdash;No hagas caso de agüeros.</p>
+
+<p>&mdash;No es agüero; es que siento que se me va
+la vida; he quedado sin sangre.</p>
+
+<p>&mdash;Ella volverá.</p>
+
+<p>&mdash;Por de pronto ya no puedo criar este niño.
+Y eso de las amas, Tula, ¡eso me aterra!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_59" id="Page_59">[59]</a></span></p>
+
+<p>Y así era, en verdad. En pocos días cambiaron
+tres. El padre estaba furioso y hablaba de
+tratarlas a latigazos. Y la madre decaía.</p>
+
+<p>&mdash;¡Esto se va!&mdash;pronunció un día el médico.</p>
+
+<p>Ramiro vagaba por la casa como atontado,
+presa de extraños remordimientos y de furias
+súbitas. Una tarde llegó a decir a su cuñada:</p>
+
+<p>&mdash;Pero es que esta Rosa no hace nada por
+vivir; se le ha metido en la cabeza que tiene que
+morirse y ¡es claro! así se morirá. ¿Por qué no le
+animas y le convences a que viva?</p>
+
+<p>&mdash;Eso tú, hijo, tú, su marido. Si tú no le infundes
+apetito de vivir, ¿quién va a infundírselo?
+Porque sí, no es lo peor lo débil y exangüe
+que está; lo peor es que no piensa sino en morirse.
+Ya ves, hasta los chicos la cansan pronto.
+Y apenas si pregunta por las cosas del ama.</p>
+
+<p>Y era que la pobre Rosa vivía como en sueños,
+en un constante mareo, viéndolo todo como
+a través de una niebla.</p>
+
+<p>Una tarde llamó a solas a su hermana y en
+frases entrecortadas, con un hilito de voz febril,
+le dijo cojiéndole la mano:</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Tula, yo me muero y me muero sin
+remedio. Ahí te dejo mis hijos, los pedazos de<span class="pagenum"><a name="Page_60" id="Page_60">[60]</a></span>
+mi corazón, y ahí te dejo a Ramiro, que es como
+otro hijo. Créeme que es otro niño, un niño
+grande y antojadizo, pero bueno, más bueno que
+el pan. No me ha dado ni un solo disgusto. Ahí
+te los dejo, Tula.</p>
+
+<p>&mdash;Descuida, Rosa; conozco mis deberes.</p>
+
+<p>&mdash;Deberes... deberes...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sé mis amores. A tus hijos no les faltará
+madre mientras yo viva.</p>
+
+<p>&mdash;Gracias, Tula, gracias. Eso quería de ti.</p>
+
+<p>&mdash;Pues no lo dudes.</p>
+
+<p>&mdash;¡Es decir que mis hijos, los míos, los pedazos
+de mi corazón no tendrán madrastra!</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quieres decir con eso, Rosa?</p>
+
+<p>&mdash;Que como Ramiro volverá a pensar en
+casarse... es lo natural... tan joven... y yo
+sé que no podrá vivir sin mujer, lo sé... pues
+que...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quieres decir?</p>
+
+<p>&mdash;Que serás tú su mujer, Tula.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no te he dicho eso, Rosa, y ahora, en
+este momento, no puedo, ni por piedad, mentir.
+Yo no te he dicho que me casaré con tu marido
+si tú le faltas; yo te he dicho que a tus hijos no
+les faltará madre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_61" id="Page_61">[61]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No, tú me has dicho que no tendrán madrastra.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues bien, sí, no tendrán madrastra!</p>
+
+<p>&mdash;Y eso no puede ser sino casándote tú con
+mi Ramiro, y mira, no tengo celos, no. ¡Si ha de
+ser de otra, que sea tuyo! Que sea tuyo. Acaso...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué ha de volver a casarse?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ay, Tula, tú no conoces a los hombres! Tú
+no conoces a mi marido...</p>
+
+<p>&mdash;No, no le conozco.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues yo sí!</p>
+
+<p>&mdash;Quién sabe...</p>
+
+<p>La pobre enferma se desvaneció.</p>
+
+<p>Poco después llamaba a su marido. Y al salir
+éste del cuarto iba desencajado y pálido como
+un cadáver.</p>
+
+<p>La Muerte afilaba su guadaña en la piedra angular
+del hogar de Rosa y Ramiro, y mientras la
+vida de la joven madre se iba en rosario de gotas,
+destilando, había que andar a la busca de
+una nueva ama de cría para el pequeñito, que iba
+rindiéndose también de hambre. Y Gertrudis,
+dejando que su hermana se adormeciese en la
+cuna de una agonía lenta, no hacía sino agitarse
+en busca de un seno próvido para su sobrinito.<span class="pagenum"><a name="Page_62" id="Page_62">[62]</a></span>
+Procuraba irle engañando el hambre, sosteniéndole
+a biberón.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y esa ama?</p>
+
+<p>&mdash;¡Hasta mañana no podrá venir, señorita!</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Tula&mdash;empezó Ramiro.</p>
+
+<p>&mdash;¡Déjame! ¡Déjame! ¡Vete al lado de tu mujer,
+que se muere de un momento a otro; vete, que
+allí es tu puesto, y déjame con el niño!</p>
+
+<p>&mdash;Pero, Tula...</p>
+
+<p>&mdash;Déjame, te he dicho. Vete a verla morir; a
+que entre en la otra vida en tus brazos; ¡vete!
+¡Déjame!</p>
+
+<p>Ramiro se fué. Gertrudis tomó a su sobrinito,
+que no hacía sino gemir; encerróse con él en un
+cuarto y sacando uno de sus pechos secos, uno
+de sus pechos de doncella que arrebolado todo
+él le retemblaba como con fiebre, le retemblaba
+por los latidos del corazón&mdash;era el derecho&mdash;,
+puso el botón de ese pecho en la flor sonrosada
+pálida de la boca del pequeñuelo. Y éste gemía
+más estrujando entre sus pálidos labios el conmovido
+pezón seco.</p>
+
+<p>&mdash;Un milagro, Virgen Santísima&mdash;gemía Gertrudis
+con los ojos velados por las lágrimas&mdash;; un
+milagro, y nadie lo sabrá, nadie.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_63" id="Page_63">[63]</a></span></p>
+
+<p>Y apretaba como una loca al niño a su seno.</p>
+
+<p>Oyó pasos y luego que intentaban abrir la
+puerta. Metióse el pecho, lo cubrió, se enjugó
+los ojos y salió a abrir. Era Ramiro, que le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya acabó!</p>
+
+<p>&mdash;Dios la tenga en su gloria. Y ahora, Ramiro,
+a cuidar de éstos.</p>
+
+<p>&mdash;¿A cuidar? Tú... tú... porque sin ti...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ahora a criarlos te digo.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_65" id="Page_65">[65]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>VII</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Ahora</span>, ahora que se había quedado viudo
+era cuando Ramiro sentía todo lo que sin
+él siquiera sospecharlo había querido a Rosa, su
+mujer. Uno de sus consuelos, el mayor, era recojerse
+en aquella alcoba en que tanto habían vivido
+amándose y repasar su vida de matrimonio.</p>
+
+<p>Primero el noviazgo, aquel noviazgo, aunque
+no muy prolongado, de lento reposo, en que
+Rosa parecía como que le hurtaba el fondo del
+alma siempre, y como si por acaso no la tuviese
+o haciéndole pensar que no la conocería hasta
+que fuese suya del todo y por entero; aquel noviazgo
+de recato y de reserva, bajo la mirada de
+Gertrudis, que era todo alma. Repasaba en su
+mente Ramiro, lo recordaba bien, cómo la presencia
+de Gertrudis, la tía Tula de sus hijos, le
+contenía y desasosegaba, cómo ante ella no se<span class="pagenum"><a name="Page_66" id="Page_66">[66]</a></span>
+atrevía a soltar ninguna de esas obligadas bromas
+entre novios, sino a medir sus palabras.</p>
+
+<p>Vino luego la boda y la embriaguez de los
+primeros meses, de las lunas de miel; Rosa iba
+abriéndole el espíritu, pero era éste tan sencillo,
+tan trasparente, que cayó en la cuenta Ramiro
+de que no le había velado ni recatado nada.
+Porque su mujer vivía con el corazón en la mano
+y extendida ésta en gesto de oferta y con las entrañas
+espirituales al aire del mundo, entregada
+por entero al cuidado del momento, como viven
+las rosas del campo y las alondras del cielo. Y
+era a la vez el espíritu de Rosa como un reflejo
+del de su hermana, como el agua corriente al sol
+de que aquél era el manantial cerrado.</p>
+
+<p>Llegó, por fin, una mañana en que se le desprendieron
+a Ramiro las escamas de la vista, y
+purificada ésta vió claro con el corazón. Rosa no
+era una hermosura cual él se la había creído y
+antojado, sino una figura vulgar, pero con todo
+el más dulce encanto de la vulgaridad recojida
+y mansa; era como el pan de cada día, como el
+pan casero y cotidiano y no un raro manjar de
+turbadores jugos. Su mirada que sembraba paz,
+su sonrisa, su aire de vida, eran encarnación de<span class="pagenum"><a name="Page_67" id="Page_67">[67]</a></span>
+un ánimo sedante, sosegado y doméstico. Tenía
+su pobre mujer algo de planta en la silenciosa
+mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar
+luz con los ojos y derramarla luego convertida
+en paz; tenía algo de planta en aquella fuerza
+velada y a la vez poderosa con que de continuo,
+momento tras momento, chupaba jugos de las
+entrañas de la vida común ordinaria y en la dulce
+naturalidad con que abría sus perfumadas corolas.</p>
+
+<p>¡Qué de recuerdos! Aquellos juegos cuando la
+pobre se le escapaba y la perseguía él por la
+casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como
+botín besos largos y apretados, boca a boca;
+aquel cojerle la cara con ambas manos y estarse
+en silencio mirándole al alma por los ojos y, sobre
+todo, cuando apoyaba el oído sobre el pecho
+de ella ciñéndole con los brazos el talle, y escuchándole
+la marcha tranquila del corazón le decía:
+«¡Calla, déjale que hable!»</p>
+
+<p>Y las visitas de Gertrudis, que con su cara
+grave y sus grandes ojazos de luto a que se asomaba
+un espíritu embozado, parecía decirles:
+«Sois unos chiquillos que cuando no os veo estáis
+jugando a marido y mujer; no es esa la ma<span class="pagenum"><a name="Page_68" id="Page_68">[68]</a></span>nera
+de prepararse a criar hijos, pues el matrimonio
+se instituyó para casar, dar gracia a los
+casados y que críen hijos para el cielo.»</p>
+
+<p>¡Los hijos! Ellos fueron sus primeras grandes
+meditaciones. Porque pasó un mes y otro y algunos
+más, y al no notar señal ni indicio de que
+hubiese fructificado aquel amor, «¿tendría razón&mdash;decíase
+entonces&mdash;Gertrudis? ¿Sería verdad
+que no estaban sino jugando a marido y mujer
+y sin querer, con la fuerza toda de la fe en el
+deber, el fruto de la bendición del amor justo?»
+Pero lo que más le molestaba entonces, recordábalo
+bien ahora, era lo que pensarían los demás,
+pues acaso hubiese quien le creyera a él,
+por eso de no haber podido hacer hijos, menos
+hombre que otros. ¿Por qué no había de hacer
+él, y mejor, lo que cualquier mentecato, enclenque
+y apocado hace? Heríale en su amor propio;
+habría querido que su mujer hubiese dado a luz
+a los nueve meses justos y cabales de haberse
+ellos casado. Además, eso de tener hijos o no
+tenerlos debía de depender&mdash;decíase entonces&mdash;de
+la mayor o menor fuerza de cariño que
+los casados se tengan, aunque los hay enamoradísimos
+uno de otro y que no dan fruto, y otros,<span class="pagenum"><a name="Page_69" id="Page_69">[69]</a></span>
+ayuntados por conveniencias de fortuna y ventura,
+que se carguen de críos. Pero&mdash;y esto sí
+que lo recordaba bien ahora&mdash;pero para explicárselo
+había fraguado su teoría, y era que hay
+un amor aparente y conciente, de cabeza, que
+puede mostrarse muy grande y ser, sin embargo,
+infecundo, y otro sustancial y oculto, recatado
+aun al propio conocimiento de los mismos
+que lo alimentan, un amor del alma y el cuerpo
+enteros y justos, amor fecundo siempre. ¿No
+querría él lo bastante a Rosa o no le querría lo
+bastante Rosa a él? Y recordaba ahora cómo había
+tratado de descifrar el misterio mientras la
+envolvía en besos, a solas, en el silencio y oscuro
+de la noche y susurrándola una y otra vez
+al oído en letanía un rosario de: «¿me quieres,
+me quieres, Rosa?», mientras a ella se la escapaban
+síes desfallecidos. Aquello fué una locura,
+una necia locura, de la que se avergonzaba apenas
+veía entrar a Gertrudis derramando serena
+seriedad en torno, y de aquello le curó la sazón
+del amor cuando le fué anunciado el hijo. Fué
+un trasporte loco... ¡había vencido! Y entonces
+fué cuando vino, con su primer fruto, el verdadero
+amor.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_70" id="Page_70">[70]</a></span></p>
+
+<p>El amor, sí. ¿Amor? ¿Amor dicen? ¿Qué saben
+de él todos esos escritores amatorios, que
+no amorosos, que de él hablan y quieren excitarlo
+en quien los lee? ¿Qué saben de él los galeotos
+de las letras? ¿Amor? No amor, sino mejor
+cariño. Eso de amor&mdash;decíase Ramiro ahora&mdash;sabe
+a libro; sólo en el teatro y en las novelas
+se oye el <i>yo te amo</i>; en la vida de carne y sangre
+y hueso el entrañable <i>¡te quiero!</i> y el más entrañable
+aún callárselo. ¿Amor? No, ni cariño siquiera,
+sino algo sin nombre y que no se dice
+por confundirse ello con la vida misma. Los más
+de los cantores amatorios saben de amor lo que
+de oración los masculla-jaculatorias, traga-novenas
+y engulle-rosarios. No, la oración no es
+tanto algo que haya de cumplirse a tales o cuales
+horas, en sitio apartado y recojido y en postura
+compuesta, cuanto es un modo de hacerlo
+todo votivamente con toda el alma y viviendo
+en Dios. Oración ha de ser el comer y el beber
+y el pasearse y el jugar y el leer y el escribir y
+el conversar y hasta el dormir, y rezo todo, y
+nuestra vida un continuo y mudo «¡hágase tu
+voluntad!» y un incesante «¡venga a nos el tu
+reino!» no ya pronunciados, mas ni aun pensados<span class="pagenum"><a name="Page_71" id="Page_71">[71]</a></span>
+siquiera, sino vividos. Así oyó de la oración una
+vez Ramiro a un santo varón religioso que pasaba
+por maestro de ella, y así lo aplicó él al
+amor luego. Pues el que profesara a su mujer y
+a ella le apegaba veía bien ahora en que ella se
+le fué, que se le llegó a fundir con el rutinero andar
+de la vida diaria, que lo había respirado en
+las mil naderías y frioleras del vivir doméstico,
+que le fué como el aire que se respira y al que no
+se le siente sino en momentos de angustioso
+ahogo, cuando nos falta. Y ahora ahogábase Ramiro,
+y la congoja de su viudez reciente le revelaba
+todo el poderío del amor pasado y vivido.</p>
+
+<p>Al principio de su matrimonio fué, sí, el imperio
+del deseo; no podía juntar carne con carne
+sin que la suya se le encendiese y alborotase
+y empezara a martillarle el corazón, pero era
+porque la otra no era aún de veras y por entero
+suya también; pero luego, cuando ponía su
+mano sobre la carne desnuda de ella, era como
+si en la propia la hubiese puesto, tan tranquilo
+se quedaba; mas también si se la hubiesen cortado
+habríale dolido como si se la cortaran a él.
+¿No sintió acaso en sus entrañas los dolores de
+los partos de su Rosa?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_72" id="Page_72">[72]</a></span></p>
+
+<p>Cuando la vió gozar, sufriendo al darle su
+primer hijo, es cuando comprendió cómo es el
+amor más fuerte que la vida y que la muerte, y
+domina la discordia de éstas; cómo el amor hace
+morirse a la vida y vivir la muerte; cómo él vivía
+ahora la muerte de su Rosa y se moría en su
+propia vida. Luego, al ver al niño dormido y sereno,
+con los labios en flor entreabiertos vió al
+amor hecho carne que vive. Y allí, sobre la
+cuna, contemplando a su fruto, traía a sí a la
+madre, y mientras el niño sonreía en sueños
+palpitando sus labios, besaba él a Rosa en la
+corola de sus labios frescos y en la fuente de
+paz de sus ojos. Y le decía mostrándole dos dedos
+de la mano: «¡Otra vez, dos, dos...!» Y ella:
+«¡No, no, ya no más, uno y no más!» Y se reía.
+Y él: «¡Dos, dos, me ha entrado el capricho de
+que tengamos dos melguizos, una parejita, niño
+y niña!» Y cuando ella volvió a quedarse encinta,
+a cada paso y tropezón, él: «¡Qué cargado
+viene eso! ¡Qué granazón! ¡Me voy a salir con la
+mía; por lo menos, dos!» «¡Uno, el último, y
+basta!», replicaba ella riendo. Y vino el segundo,
+la niña, Tulita, y luego que salió con vida,
+cuando descansaba la madre, la besó larga y<span class="pagenum"><a name="Page_73" id="Page_73">[73]</a></span>
+apretadamente en la boca, como en premio,
+diciéndose: «¡bien has trabajado, pobrecilla!»;
+mientras Rosa, vencedora de la muerte y de la
+vida, sonreía con los domésticos ojos apacibles.</p>
+
+<p>¡Y murió!; aunque pareciese mentira, se murió.
+Vino la tarde terrible del combate último.
+Allí estuvo Gertrudis, mientras el cuidado de la
+pobrecita niña que desfallecía de hambre se lo
+permitió, sirviendo medicinas inútiles, componiendo
+la cama, animando a la enferma, encorazonando
+a todos. Tendida en el lecho que había
+sido campo de donde brotaron tres vidas,
+llegó a faltarle el habla y las fuerzas, y cojida
+de la mano a la mano de su hombre, del padre
+de sus hijos, mirábale como el navegante, al ir
+a perderse en el mar sin orillas, mira al lejano
+promontorio, lengua de la tierra nativa, que se
+va desvaneciendo en la lontananza y junto al
+cielo; en los trances del ahogo miraban sus ojos,
+desde el borde la eternidad, a los ojos de su Ramiro.
+Y parecía aquella mirada una pregunta
+desesperada y suprema, como si a punto de
+partirse para nunca más volver a tierra, preguntase
+por el oculto sentido de la vida. Aquellas
+miradas de congoja reposada, de acongojado<span class="pagenum"><a name="Page_74" id="Page_74">[74]</a></span>
+reposo, decían: «Tú, tú que eres mi vida, tú que
+conmigo has traído al mundo nuevos mortales,
+tú que me has sacado tres vidas, tú, mi hombre,
+dime, ¿esto qué es?» Fué una tarde abismática.
+En momentos de tregua, teniendo Rosa entre
+sus manos, húmedas y febriles, las manos temblorosas
+de Ramiro, clavados en los ojos de éste
+sus ojos henchidos de cansancio de vida, sonreía
+tristemente, volviéndolos luego al niño,
+que dormía allí cerca, en su cunita, y decía con
+los ojos, y alguna vez con un hilito de voz:
+«¡No despertarle, no!, ¡que duerma, pobrecillo!,
+¡que duerma... que duerma hasta hartarse, que
+duerma!» Llególe por último el supremo trance,
+el del tránsito, y fué como si en el brocal de las
+eternas tinieblas, suspendida sobre el abismo, se
+aferrara a él, a su hombre, que vacilaba sintiéndose
+arrastrado. Quería abrirse con las uñas la
+garganta la pobre, mirábale despavorida, pidiéndole
+con los ojos aire; luego, con ellos le
+sondó el fondo del alma, y soltando su mano
+cayó en la cama donde había concebido y parido
+sus tres hijos. Descansaron los dos; Ramiro,
+aturdido, con el corazón acorchado, sumergido
+como en un sueño sin fondo y sin despertar,<span class="pagenum"><a name="Page_75" id="Page_75">[75]</a></span>
+muerta el alma, mientras dormía el niño. Gertrudis
+fué quien, viniendo con la pequeñita al
+pecho, cerró luego los ojos a su hermana, la
+compuso un poco y fuese después a cubrir y
+arropar mejor al niño dormido y a trasladarle en
+un beso la tibieza que con otro recojió de la
+vida que aún tendía sus últimos jirones sobre la
+frente de la rendida madre.</p>
+
+<p>Pero, ¿murió acaso Rosa? ¿Se murió de veras?
+¿Podía haberse muerto viviendo él, Ramiro?
+No; en sus noches, ahora solitarias, mientras
+se dormía solo en aquella cama de la muerte
+y de la vida y del amor, sentía a su lado el
+ritmo de su respiración, su calor tibio, aunque
+con una congojosa sensación de vacío. Y tendía
+la mano, recorriendo con ella la otra mitad de
+la cama, apretándola algunas veces. Y era lo
+peor que, cuando recojiéndose se ponía a meditar
+en ella, no se le ocurrieran sino cosas de
+libro, cosas de amor de libro y no de cariño de
+vida, y le escocía que aquel robusto sentimiento,
+vida de su vida y aire de su espíritu, no se le
+cuajara más que en abstractas lucubraciones. El
+dolor se le espiritualizaba, vale decir que se le
+intelectualizaba, y sólo cobraba carne, aunque<span class="pagenum"><a name="Page_76" id="Page_76">[76]</a></span>
+fuera vaporosa, cuando entraba Gertrudis. Y de
+todo esto sacábale una de aquellas vocecitas
+frescas que piaba: «¡Papá!» Ya estaba, pues, allí,
+ella, la muerta inmortal. Y luego, la misma vocecita:
+«¡Mamá!» Y la de Gertrudis, gravemente
+dulce, respondía: «¡Hijo!»</p>
+
+<p>No, Rosa, su Rosa, no se había muerto, no
+era posible que se le hubiese muerto; la mujer
+estaba allí, tan viva como antes, y derramando
+vida en torno; la mujer no podía morir.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_77" id="Page_77">[77]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>VIII</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Gertrudis</span>, que se había instalado en casa
+de su hermana desde que ésta dió por
+última vez a luz y durante su enfermedad última,
+le dijo un día a su cuñado:</p>
+
+<p>&mdash;Mira, voy a levantar mi casa.</p>
+
+<p>El corazón de Ramiro se puso al galope.</p>
+
+<p>&mdash;Sí&mdash;añadió ella&mdash;, tengo que venir a vivir
+con vosotros y a cuidar de los chicos. No se le
+puede, además, dejar aquí sola a esa buena pécora
+del ama.</p>
+
+<p>&mdash;Dios te lo pague, Tula.</p>
+
+<p>&mdash;Nada de Tula, ya te lo tengo dicho; para ti
+soy Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué más da?</p>
+
+<p>&mdash;Yo lo sé.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Gertrudis...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, voy a ver qué hace el ama.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_78" id="Page_78">[78]</a></span></p>
+
+<p>A la cual vigilaba sin descanso. No le dejaba
+dar el pecho al pequeñito delante del padre de
+éste, y le regañaba por el poco recato y mucha
+desenvoltura con que se desabrochaba el seno.</p>
+
+<p>&mdash;Si no hace falta que enseñes eso así; en el
+niño es en quien hay que ver si tienes o no leche
+abundante.</p>
+
+<p>Ramiro sufría y Gertrudis le sentía sufrir.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pobre Rosa!&mdash;decía de continuo.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora los pobres son los niños y es en ellos
+en quienes hay que pensar...</p>
+
+<p>&mdash;No basta, no. Apenas descanso. Sobre todo
+por las noches la soledad me pesa; las hay que
+las paso en vela.</p>
+
+<p>&mdash;Sal después de cenar, como salías de casado
+últimamente, y no vuelvas a casa hasta
+que sientas sueño. Hay que acostarse con
+sueño.</p>
+
+<p>&mdash;Pero es que siento un vacío...</p>
+
+<p>&mdash;¿Vacío teniendo hijos?</p>
+
+<p>&mdash;Pero ella es insustituíble...</p>
+
+<p>&mdash;Así lo creo... Aunque vosotros los hombres...</p>
+
+<p>&mdash;No creí que la quería tanto...</p>
+
+<p>&mdash;Así nos pasa de continuo. Así me pasó con<span class="pagenum"><a name="Page_79" id="Page_79">[79]</a></span>
+mi tío y así me ha pasado con mi hermana, con
+tu Rosa. Hasta que ha muerto tampoco yo he
+sabido lo que la quería. Lo sé ahora en que
+cuido a sus hijos, a vuestros hijos. Y es que queremos
+a los muertos en los vivos...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no acaso a los vivos en los muertos...?</p>
+
+<p>&mdash;No sutilicemos.</p>
+
+<p>Y por las mañanas, luego de haberse levantado
+Ramiro, iba su cuñada a la alcoba y abría de par
+en par las hojas del balcón diciéndose: «para
+que se vaya el olor a hombre». Y evitaba luego
+encontrarse a solas con su cuñado, para lo cual
+llevaba siempre algún niño delante.</p>
+
+<p>Sentada en la butaca en que solía sentarse la
+difunta, contemplaba los juegos de los pequeñuelos.</p>
+
+<p>&mdash;Es que yo soy chico y tú no eres más que
+chica&mdash;oyó que le decía un día, con su voz de
+trapo, Ramirín a su hermanita.</p>
+
+<p>&mdash;Ramirín, Ramirín&mdash;le dijo la tía&mdash;, ¿qué es
+eso? ¿Ya empiezas a ser bruto, a ser hombre?</p>
+
+<p>Un día llegó Ramiro, llamó a su cuñada y le
+dijo:</p>
+
+<p>&mdash;He sorprendido tu secreto, Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué secreto?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_80" id="Page_80">[80]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Las relaciones que llevabas con Ricardo, mi
+primo.</p>
+
+<p>&mdash;Pues bien, sí, es cierto; se empeñó, me hostigó,
+no me dejaba en paz y acabó por darme
+lástima.</p>
+
+<p>&mdash;Y tan oculto que lo teníais...</p>
+
+<p>&mdash;¿Para qué declararlo?</p>
+
+<p>&mdash;Y sé más.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es lo que sabes?</p>
+
+<p>&mdash;Que le has despedido.</p>
+
+<p>&mdash;También es cierto.</p>
+
+<p>&mdash;Me ha enseñado él mismo tu carta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo? No le creía capaz de eso. Bien he
+hecho en dejarle: ¡hombre al fin!</p>
+
+<p>Ramiro, en efecto, había visto una carta de su
+cuñada a Ricardo, que decía así:</p>
+
+<p>«Mi querido Ricardo: No sabes bien qué días
+tan malos estoy pasando desde que murió la pobre
+Rosa. Estos últimos han sido terribles y no
+he cesado de pedir a la Virgen Santísima y a su
+Hijo que me diesen fuerzas para ver claro en mi
+porvenir. No sabes bien con cuánta pena te lo
+digo, pero no pueden continuar nuestras relaciones;
+no puedo casarme. Mi hermana me sigue
+rogando desde el otro mundo que no abandone<span class="pagenum"><a name="Page_81" id="Page_81">[81]</a></span>
+a sus hijos y que les haga de madre. Y puesto
+que tengo estos hijos a que cuidar, no debo ya
+casarme. Perdóname, Ricardo, perdónamelo, por
+Dios, y mira bien por qué lo hago. Me cuesta
+mucha pena porque sé que habría llegado a quererte
+y, sobre todo, porque sé lo que me quieres
+y lo que sufrirás con esto. Siento en el alma
+causarte esta pena, pero tú que eres bueno,
+comprenderás mis deberes y los motivos de mi
+resolución y encontrarás otra mujer que no tenga
+mis obligaciones sagradas y que te pueda hacer
+más feliz que yo habría podido hacerte.
+Adiós, Ricardo, que seas feliz y hagas felices a
+otros, y ten por seguro que nunca, nunca te olvidará</p>
+
+<p class="smcap right indenr5">Gertrudis.»</p>
+
+
+<p class="p2">&mdash;Y ahora&mdash;añadió Ramiro&mdash;, a pesar de esto
+Ricardo quiere verte.</p>
+
+<p>&mdash;¿Es que yo me oculto acaso?</p>
+
+<p>&mdash;No, pero...</p>
+
+<p>&mdash;Dile que venga cuando quiera a verme a
+esta nuestra casa.</p>
+
+<p>&mdash;Nuestra casa, Gertrudis, nuestra...</p>
+
+<p>&mdash;Nuestra, sí, y de nuestros hijos...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_82" id="Page_82">[82]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Si tú quisieras...</p>
+
+<p>&mdash;¡No hablemos de eso!&mdash;y se levantó.</p>
+
+<p>Al siguiente día se le presentó Ricardo.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, por Dios, Tula.</p>
+
+<p>&mdash;No hablemos más de eso, Ricardo, que es
+cosa hecha.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, por Dios&mdash;y se le quebró la voz.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sé hombre, Ricardo, sé fuerte!</p>
+
+<p>&mdash;Pero es que ya tienen padre...</p>
+
+<p>&mdash;No basta; no tienen madre... es decir, sí la
+tienen.</p>
+
+<p>&mdash;Puede él volver a casarse.</p>
+
+<p>&mdash;¿Volverse a casar él? En ese caso los niños
+se irán conmigo. Le prometí a su madre, en su
+lecho de muerte, que no tendrían madrastra.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y si llegases a serlo tú, Tula?</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo yo?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, tú; casándote con él, con Ramiro.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso nunca!</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo sólo así me lo explico.</p>
+
+<p>&mdash;Eso nunca, te he dicho; no me expondría a
+que unos míos, es decir, de mi vientre, pudiesen
+mermarme el cariño que a ésos tengo. ¿Y más
+hijos, más? Eso nunca. Bastan éstos para bien
+criarlos.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_83" id="Page_83">[83]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Pues a nadie le convencerás, Tula, de que
+no te has venido a vivir aquí por eso.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no trato de convencer a nadie de
+nada. Y en cuanto a ti, basta que yo te lo
+diga.</p>
+
+<p>Se separaron para siempre.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué?&mdash;le preguntó luego Ramiro.</p>
+
+<p>&mdash;Que hemos acabado; no podía ser de otro
+modo.</p>
+
+<p>&mdash;Y que has quedado libre...</p>
+
+<p>&mdash;Libre estaba, libre estoy, libre pienso morirme.</p>
+
+<p>&mdash;Gertrudis... Gertrudis&mdash;y su voz temblaba
+a súplica.</p>
+
+<p>&mdash;Le he despedido porque me debo, ya te lo
+dije, a tus hijos, a los hijos de Rosa...</p>
+
+<p>&mdash;Y tuyos... ¿no dices así?</p>
+
+<p>&mdash;¡Y míos, sí!</p>
+
+<p>&mdash;Pero si tú quisieras...</p>
+
+<p>&mdash;No insistas; ya te tengo dicho que no debo
+casarme ni contigo ni con otro menos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Menos?&mdash;y se le abrió el pecho.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, menos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y cómo no fuiste monja?</p>
+
+<p>&mdash;No me gusta que me manden.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_84" id="Page_84">[84]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Es que en el convento en que entrases
+serías tú la abadesa, la superiora.</p>
+
+<p>&mdash;Menos me gusta mandar. ¿Ramirín?</p>
+
+<p>El niño acudió al reclamo. Y cojiéndole su
+tía le dijo: «¡vamos a jugar al escondite, rico!»</p>
+
+<p>&mdash;Pero Tula...</p>
+
+<p>&mdash;Te he dicho&mdash;y para decirle esto se le acercó,
+teniendo cojido de la mano al niño, y se lo
+dijo al oído&mdash;que no me llames Tula, y menos
+delante de los niños. Ellos sí, pero tú no. Y ten
+respeto a los pequeños.</p>
+
+<p>&mdash;¿En qué les falto al respeto?</p>
+
+<p>&mdash;En dejar así al descubierto delante de ellos
+tus instintos...</p>
+
+<p>&mdash;Pero si no comprenden...</p>
+
+<p>&mdash;Los niños lo comprenden todo; más que
+nosotros. Y no olvidan nada. Y si ahora no lo
+comprende, lo comprenderá mañana. Cada cosa
+de estas que ve u oye un niño es una semilla en
+su alma, que luego echa tallo y da fruto. ¡Y basta!</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_85" id="Page_85">[85]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>IX</h2>
+
+
+<p>Y empezó una vida de triste desasosiego, de
+interna lucha en aquel hogar. Ella defendíase
+con los niños, a los que siempre procuraba
+tener presentes, y le excitaba a él a que saliese
+a distraerse. El, por su parte, extremaba sus caricias
+a los hijos y no hacía sino hablarles de su
+madre, de su pobre madre. Cojía a la niña y allí,
+delante de la tía, se la devoraba a besos.</p>
+
+<p>&mdash;No tanto, hombre, no tanto, que así no
+haces sino molestar a la pobre criatura. Y eso,
+permíteme que te lo diga, no es natural. Bien
+está que hagas que me llamen tía y no mamá,
+pero no tanto; repórtate.</p>
+
+<p>&mdash;¿Es que yo no he de tener el consuelo de
+mis hijos?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, hijo, sí; pero lo primero es educarlos
+bien.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_86" id="Page_86">[86]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿Y así?</p>
+
+<p>&mdash;Hartándoles de besos y de golosinas se les
+hace débiles. Y mira que los niños adivinan...</p>
+
+<p>&mdash;Y qué culpa tengo yo...</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero es que puede haber para unos niños,
+hombre de Dios, un hogar mejor que éste?
+Tienen hogar, verdadero hogar, con padre y
+madre, y es un hogar limpio, castísimo, por
+todos cuyos rincones pueden andar a todas
+horas, un hogar donde nunca hay que cerrarles
+puerta alguna, un hogar sin misterios. ¿Quieres
+más?</p>
+
+<p>Pero él buscaba acercarse a ella, hasta rozarla.
+Y alguna vez le tuvo que decir en la
+mesa:</p>
+
+<p>&mdash;No me mires así, que los niños ven.</p>
+
+<p>Por las noches solía hacerles rezar por mamá
+Rosa, por mamita, para que Dios la tuviese en
+su gloria. Y una noche, después de este rezo y
+hallándose presente el padre, añadió:</p>
+
+<p>&mdash;Ahora, hijos míos, un padrenuestro y avemaría
+por papá también.</p>
+
+<p>&mdash;Pero papá no se ha muerto, mamá Tula.</p>
+
+<p>&mdash;No importa, porque se puede morir...</p>
+
+<p>&mdash;Eso, también tú.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_87" id="Page_87">[87]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Es verdad; otro padrenuestro y avemaría
+por mí entonces.</p>
+
+<p>Y cuando los niños se hubieron acostado,
+volviéndose a su cuñado le dijo secamente:</p>
+
+<p>&mdash;Esto no puede ser así. Si sigues sin reportarte
+tendré que marcharme de esta casa aunque
+Rosa no me lo perdone desde el cielo.</p>
+
+<p>&mdash;Pero es que...</p>
+
+<p>&mdash;Lo dicho; no quiero que ensucies así, ni
+con miradas, esta casa tan pura y donde mejor
+pueden criarse las almas de tus hijos. Acuérdate
+de Rosa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero de qué crees que somos los hombres?</p>
+
+<p>&mdash;De carne y muy brutos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y tú, no te has mirado nunca?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es eso?&mdash;y se le demudó el rostro
+sereno.</p>
+
+<p>&mdash;Que aunque no fueses, como en realidad lo
+eres, su madre, ¿tienes derecho, Gertrudis, a
+perseguirme con tu presencia? ¿Es justo que me
+reproches y estés llenando la casa con tu persona,
+con el fuego de tus ojos, con el son de tu
+voz, con el imán de tu cuerpo lleno de alma,
+pero de un alma llena de cuerpo?</p>
+
+<p>Gertrudis, toda encendida, bajaba la cabeza y<span class="pagenum"><a name="Page_88" id="Page_88">[88]</a></span>
+se callaba, mientras le tocaba a rebato el corazón.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién tiene la culpa de esto?, dime.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes razón, Ramiro, y si me fuese, los niños
+piarían por mí, porque me quieren...</p>
+
+<p>&mdash;Más que a mí&mdash;dijo tristemente el padre.</p>
+
+<p>&mdash;Es que yo no les besuqueo como tú ni les
+sobo, y cuando les beso, ellos sienten que mis
+besos son más puros, que son para ellos solos...</p>
+
+<p>&mdash;Y bien, ¿quién tiene la culpa de esto?,
+repito.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues. Espera un año, esperemos un
+año; déjame un año de plazo para que vea claro
+en mí, para que veas claro en ti mismo, para
+que te convenzas...</p>
+
+<p>&mdash;Un año... un año...</p>
+
+<p>&mdash;¿Te parece mucho?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y luego, cuando se acabe?</p>
+
+<p>&mdash;Entonces... veremos...</p>
+
+<p>&mdash;Veremos... veremos...</p>
+
+<p>&mdash;Yo no prometo más.</p>
+
+<p>&mdash;Y si en este año...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué? Si en este año haces alguna tontería...</p>
+
+<p>&mdash;¿A qué llamas hacer una tontería?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_89" id="Page_89">[89]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;A enamorarte de otra y volverte a casar.</p>
+
+<p>&mdash;Eso... ¡nunca!</p>
+
+<p>&mdash;Qué pronto lo dijiste...</p>
+
+<p>&mdash;Eso... ¡nunca!</p>
+
+<p>&mdash;¡Bah! juramentos de hombres...</p>
+
+<p>&mdash;Y si así fuese, ¿quién tendrá la culpa?</p>
+
+<p>&mdash;¿Culpa?</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, la culpa!</p>
+
+<p>&mdash;Eso sólo querría decir...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué?</p>
+
+<p>&mdash;Que no le quisiste, que no le quieres a tu
+Rosa como ella te quiso a ti, como ella te habría
+querido de haber sido ella la viuda...</p>
+
+<p>&mdash;No, eso querría decir otra cosa, que no es...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, basta. ¡Ramirín!, ¡ven acá, Ramirín!
+Anda, corre.</p>
+
+<p>Y así se aplacó aquella lucha.</p>
+
+<p>Y ella continuaba su labor de educar a sus
+sobrinos.</p>
+
+<p>No quiso que a la niña se le ocupase demasiado
+en aprender costura y cosas así. «¿Labores
+de su sexo?&mdash;decía&mdash;, no, nada de labores de su
+sexo; el oficio de una mujer es hacer hombres y
+mujeres, y no vestirlos.»</p>
+
+<p>Un día que Ramirín soltó una expresión soez<span class="pagenum"><a name="Page_90" id="Page_90">[90]</a></span>
+que había aprendido en la calle y su padre iba a
+reprenderle, interrumpióle Gertrudis, diciéndole
+bajo: «No, dejarlo; hay que hacer como si no
+se ha oído; debe de haber un mundo de que ni
+para condenarlo hay que hablar aquí.»</p>
+
+<p>Una vez que oyó decir de una que se quedaba
+soltera que quedaba para vestir santos, agregó:
+«¡o para vestir almas de niños!»</p>
+
+<p>&mdash;Tulita es mi novia&mdash;dijo una vez Ramirín.</p>
+
+<p>&mdash;No digas tonterías; Tulita es tu hermana.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no puede ser novia y hermana?</p>
+
+<p>&mdash;No.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué es ser hermana?</p>
+
+<p>&mdash;¿Ser hermana? Ser hermana es...</p>
+
+<p>&mdash;Vivir en la misma casa&mdash;acabó la niña.</p>
+
+<p>Un día llegó la niña llorando y mostrando un
+dedo en que le había picado una abeja. Lo primero
+que se le ocurrió a la tía fué ver si con su
+boca, chupándoselo, podía extraerle el veneno
+como había leído que se hace con el de ciertas
+culebras. Luego declararon los niños, y se les
+unió el padre, que no dejarían viva a ninguna
+de las abejas que venían al jardín, que las perseguirían
+a muerte.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_91" id="Page_91">[91]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No, eso sí que no&mdash;exclamó Gertrudis&mdash;; a
+las abejas no las toca nadie.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué? ¿Por la miel?&mdash;preguntó Ramiro.</p>
+
+<p>&mdash;No las toca nadie, he dicho.</p>
+
+<p>&mdash;Pero si no son madres, Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Lo sé, lo sé bien. He leído en uno de esos
+libros tuyos lo que son las abejas, lo he leído.
+Sé lo que son las abejas estas, las que pican y
+hacen la miel; sé lo que es la reina y sé también
+lo que son los zánganos.</p>
+
+<p>&mdash;Los zánganos somos nosotros, los hombres.</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro está!</p>
+
+<p>&mdash;Pues mira, voy a meterme en política; me
+van a presentar candidato a diputado provincial.</p>
+
+<p>&mdash;¿De veras?&mdash;preguntó Gertrudis, sin poder
+disimular su alegría.</p>
+
+<p>&mdash;¿Tanto te place?</p>
+
+<p>&mdash;Todo lo que te distraiga.</p>
+
+<p>&mdash;Faltan once meses, Gertrudis...</p>
+
+<p>&mdash;¿Para qué?, ¿para la elección?</p>
+
+<p>&mdash;¡Para la elección, sí!</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_93" id="Page_93">[93]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>X</h2>
+
+
+<p>Y era lo cierto que en el alma cerrada de Gertrudis
+se estaba desencadenando una brava
+galerna. Su cabeza reñía con su corazón, y
+ambos, corazón y cabeza, reñían en ella con
+algo más ahincado, más entrañado, más íntimo,
+con algo que era como el tuétano de los huesos
+de su espíritu.</p>
+
+<p>A solas, cuando Ramiro estaba ausente del
+hogar, cojía al hijo de éste y de Rosa, a Ramirín,
+al que llamaba su hijo, y se lo apretaba al
+seno virgen, palpitante de congoja y henchido
+de zozobra. Y otras veces se quedaba contemplando
+el retrato de la que fué, de la que era
+todavía su hermana y como interrogándole si
+había querido, de veras, que ella, que Gertrudis,
+le sucediese en Ramiro. «Sí, me dijo que yo habría
+de llegar a ser la mujer de su hombre, su<span class="pagenum"><a name="Page_94" id="Page_94">[94]</a></span>
+otra mujer&mdash;se decía&mdash;, pero no pudo querer
+eso, no, no pudo quererlo... yo en su caso, al
+menos, no lo habría querido, no podría haberlo
+querido... ¿de otra? ¡no, de otra no! ni después
+de mi muerte... ni de mi hermana... ¡de otra no!
+no se puede ser más que de una... No, no pudo
+querer eso; no pudo querer que entre él, entre
+su hombre, entre el padre de sus hijos y yo se
+interpusiese su sombra... no pudo querer eso.
+Porque cuando él estuviese a mi lado, arrimado
+a mí, carne a carne, ¿quién me dice que no estuviese
+pensando en ella? Yo no sería sino el
+recuerdo... ¡algo peor que el recuerdo de la otra!
+No, lo que me pidió es que impida que sus hijos
+tengan madrasta. ¡Y lo impediré! Y casándome
+con Ramiro, entregándole mi cuerpo, y
+no sólo mi alma, no lo impediría... Porque entonces
+sí que sería madrasta. Y más si llegaba
+a darme hijos de mi carne y de mi sangre...» Y
+esto de los hijos de la carne hacía palpitar de
+sagrado terror el tuétano de los huesos del alma
+de Gertrudis, que era toda maternidad, pero maternidad
+de espíritu.</p>
+
+<p>Y encerrábase en su cuarto, en su recatada
+alcoba, a llorar al pie de una imagen de la San<span class="pagenum"><a name="Page_95" id="Page_95">[95]</a></span>tísima
+Virgen Madre, a llorar mientras susurraba:
+«el fruto de tu vientre...»</p>
+
+<p>Una vez que tenía apretado a su seno a Ramirín,
+éste le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué lloras, mamita?&mdash;pues habíale enseñado
+a llamarla así.</p>
+
+<p>&mdash;Si no lloro...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, lloras...</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero es que me ves llorar...?</p>
+
+<p>&mdash;No, pero te siento que lloras... Estás llorando...</p>
+
+<p>&mdash;Es que me acuerdo de tu madre...</p>
+
+<p>&mdash;¿Pues no dices que lo eres tú...?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, pero de la otra, de mamá Rosa.</p>
+
+<p>&mdash;Ah, sí, la que se murió... la de papá...</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, la de papá!</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué papá nos dice que no te llamemos
+mamá, sino tía, tiíta Tula, y tú nos dices
+que te llamemos mamá y no tía, no tiíta Tula...?</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero es que papá os dice eso?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, nos ha dicho que todavía no eres nuestra
+mamá, que todavía no eres más que nuestra
+tía...</p>
+
+<p>&mdash;¿Todavía?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, nos ha dicho que todavía no eres nues<span class="pagenum"><a name="Page_96" id="Page_96">[96]</a></span>tra
+mamá, pero que lo serás... Sí, que vas a ser
+nuestra mamá cuando pasen unos meses...</p>
+
+<p>«Entonces sería vuestra madrasta»&mdash;pensó
+Gertrudis, pero no se atrevió a desnudar este
+pensamiento pecaminoso ante el niño.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, mira, no hagas caso de esas cosas,
+hijo mío...</p>
+
+<p>Y cuando luego llegó Ramiro, el padre, le
+llamó aparte y severamente le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;No andes diciéndole al niño esas cosas. No
+le digas que yo no soy todavía más que su tía,
+la tía Tula, y que seré su mamá. Eso es corromperle,
+eso es abrirle los ojos sobre cosas que no
+debe ver. Y si lo haces por influir con él sobre
+mí, si lo haces por moverme...</p>
+
+<p>&mdash;Me dijiste que te tomabas un plazo...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, si lo haces por eso piensa en el
+papel que haces hacer a tu hijo, un papel de...</p>
+
+<p>&mdash;¡Bueno, calla!</p>
+
+<p>&mdash;Las palabras no me asustan, pero lo callaré.
+Y tú piensa en Rosa, recuerda a Rosa, ¡tu
+primer... amor!</p>
+
+<p>&mdash;¡Tula!</p>
+
+<p>&mdash;Basta. Y no busques madrasta para tus
+hijos, que tienen madre.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_97" id="Page_97">[97]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XI</h2>
+
+
+<p>«<span class="smcap">Esto</span> necesita campo»&mdash;se dijo Gertrudis, e
+indicó a Ramiro la conveniencia de que todos
+ellos se fuesen a veranear a un pueblecito
+costero que tuviese montaña, dominando al mar
+y por éste dominada. Buscó un lugar que no
+fuese muy de moda, pero donde Ramiro pudiese
+encontrar compañeros de tresillo, pues tampoco
+le quería obligado a la continua compañía de los
+suyos. Era un género de soledad a que Gertrudis
+temía.</p>
+
+<p>Allí todos los días salían de paseo, por la montaña,
+dando vista al mar, entre madroñales, ellos
+dos, Gertrudis y Ramiro, y los tres niños: Ramirín,
+Rosita y Elvira. Jamás, ni aun allí donde no
+los conocían&mdash;es decir, allí menos&mdash;se hubiese
+arriesgado Gertrudis a salir de paseo con su cu<span class="pagenum"><a name="Page_98" id="Page_98">[98]</a></span>ñado,
+solos los dos. Al llegar a un punto en que
+un tronco tendido en tierra, junto al sendero,
+ofrecía, a modo de banco rústico, asiento, sentábanse
+en él ellos dos, cara al mar, mientras los
+niños jugaban allí cerca, lo más cerca posible.
+Una vez en que Ramiro quiso que se sentaran
+en el suelo, sobre la yerba montañesa, Gertrudis
+le contestó: «¡No, en el suelo, no! yo no me
+siento en el suelo, sobre la tierra, y menos junto
+a ti y ante los niños...» «Pero si el suelo está
+limpio... si hay yerba...» «¡Te he dicho que no
+me siento así!» «No, la postura no es cómoda...»
+«¡Peor que incómoda!»</p>
+
+<p>Desde aquel tronco, mirando al mar, hablaban
+de mil nonadas, pues en cuanto el hombre
+deslizaba la conversación a senderos de lo por
+pacto tácito ya vedado de hablar entre ellos, la
+tía tenía en la boca un «¡Ramirín!» o «¡Rosita!»
+o «¡Elvira!» Le hablaba ella del mar y eran sus
+palabras, que le llegaban a él envueltas en el rumor
+no lejano de las olas, como la letra vaga de
+un canto de cuna para el alma. Gertrudis estaba
+brizando la pasión de Ramiro para adormecérsela.
+No le miraba casi nunca entonces, miraba
+al mar; pero en él, en el mar, veía reflejada<span class="pagenum"><a name="Page_99" id="Page_99">[99]</a></span>
+por misterioso modo la mirada del hombre. El
+mar purísimo les unía las miradas y las almas.</p>
+
+<p>Otras veces íbanse al bosque, a un castañar, y
+allí tenía ella que vigilarle, vigilarse y vigilar a
+los niños con más cuidado. Y también allí encontró
+el tronco derribado que le sirviese de
+asiento.</p>
+
+<p>Quería atemperarle a una vida de familia purísima
+y campesina, hacer que se acostase cansado
+de luz y de aire libres, que se durmiese,
+oyendo fuera al grillo, para dormir sin ensueños,
+que le despertase el canto del gallo y el
+trajineo de los campesinos y los marineros.</p>
+
+<p>Por las mañanas bajaban a una pequeña playa,
+donde se reunía la pequeña colonia veraniega.
+Los niños, descalzos, entreteníanse, después
+del baño, en desviar con los pies el curso de un
+pequeño arroyuelo vagabundo e indeciso que
+por la arena desaguaba en el mar. Ramiro se
+unió alguna vez a este juego de los niños.</p>
+
+<p>Pero Gertrudis empezó a temer. Se había
+equivocado en sus precauciones. Ramiro huía
+del tresillo con sus compañeros de colonia veraniega
+y parecía espiar más que nunca la ocasión
+de hallarse a solas con su cuñada. La casi<span class="pagenum"><a name="Page_100" id="Page_100">[100]</a></span>ta
+que habitaban tenía más de tienda de gitanos
+trashumantes que de otra cosa. El campo, en vez
+de adormecer no la pasión, el deseo de Ramiro,
+parecía como si se lo excitase más, y ella misma,
+Gertrudis, empezó a sentirse desasosegada.
+La vida se les ofrecía más al desnudo en aquellos
+campos, en el bosque, en los repliegues de
+la montaña. Y luego había los animales domésticos,
+los que cría el hombre, con los que era
+mayor allí la convivencia. Gertrudis sufría al ver
+la atención con que los pequeños, sus sobrinos,
+seguían los juegos del averío. No, el campo no
+rendía una lección de pureza. Lo puro allí era
+hundir la mirada en el mar. Y aun el mar... La
+brisa marina les llegaba como un aguijón.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mira qué hermosura!&mdash;exclamó Gertrudis
+una tarde, al ocaso, en que estaban sentados
+frente al mar.</p>
+
+<p>Era la luna llena, roja sobre su palidez, que
+surgía de las olas como una flor gigantesca y
+solitaria en un yermo palpitante.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué le habrán cantado tanto a la luna
+los poetas?&mdash;dijo Ramiro;&mdash;¿por qué será la luz
+romántica y de los enamorados?</p>
+
+<p>&mdash;No lo sé, pero se me ocurre que es la única<span class="pagenum"><a name="Page_101" id="Page_101">[101]</a></span>
+tierra, porque es una tierra... que vemos sabiendo
+que nunca llegaremos a ella... es lo inaccesible...
+El sol no, el sol nos rechaza; gustamos de
+bañarnos en su luz, pero sabemos que es inhabitable,
+que en él nos quemaríamos, mientras
+que en la luna creemos que se podría vivir y en
+paz y crepúsculo eternos, sin tormentas, pues
+no la vemos cambiar, pero sentimos que no se
+puede llegar a ella... Es lo intangible...</p>
+
+<p>&mdash;Y siempre nos da la misma cara... esa cara
+tan triste y tan seria... es decir, siempre ¡no! porque
+la va velando poco a poco y la oscurece
+del todo y otras veces parece una hoz...</p>
+
+<p>&mdash;Sí&mdash;y al decirlo parecía como que Gertrudis
+seguía sus propios pensamientos sin oir los
+de su compañero, aunque no era así&mdash;; siempre
+enseña la misma cara porque es constante, es
+fiel. No sabemos cómo será por el otro lado...
+cuál será su otra cara...</p>
+
+<p>&mdash;Y eso añade a su misterio...</p>
+
+<p>&mdash;Puede ser... puede ser... Me explico que alguien
+anhele llegar a la luna... ¡lo imposible!...
+para ver cómo es por el otro lado... para conocer
+y explorar su otra cara...</p>
+
+<p>&mdash;La oscura...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_102" id="Page_102">[102]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿La oscura? ¡Me parece que no! Ahora que
+esta que vemos está iluminada la otra estará a
+oscuras, pero o yo sé poco de estas cosas o
+cuando esta cara se oscurece del todo, en luna
+nueva, está en luz por el otro, es luna llena de
+la otra parte...</p>
+
+<p>&mdash;¿Para quién?</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo para quién...?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, que cuando el otro lado alumbra ¿para
+quién?</p>
+
+<p>&mdash;Para el cielo, y basta. ¿O es que a la luna la
+hizo Dios no más que para alumbrarnos de
+noche a nosotros, los de la tierra? ¿O para que
+hablemos estas tonterías?</p>
+
+<p>&mdash;Pues bien, mira, Tula...</p>
+
+<p>&mdash;¡Rosita!</p>
+
+<p>Y no le dejó comentar la intangibilidad y la
+plenitud de la luna.</p>
+
+<p>Cuando ella habló de volver ya a la ciudad
+apresuróse él a aceptarlo. Aquella temporada en
+el campo, entre la montaña y el mar, había sido
+estéril para sus propósitos. «Me he equivocado&mdash;se
+decía también él&mdash;; aquí está más segura
+que allí, que en casa; aquí parece embozarse en
+la montaña, en el bosque, y como si el mar le<span class="pagenum"><a name="Page_103" id="Page_103">[103]</a></span>
+sirviese de escudo; aquí es tan intangible como
+la luna, y entretanto este aire de salina filtrado
+por entre rayos de sol enciende la sangre... y
+ella me parece aquí fuera de su ámbito y como
+si temiese algo; vive alerta y diríase que no
+duerme...» Y ella a su vez se decía: «No, la pureza
+no es del campo, la pureza es de celda, de
+claustro y de ciudad; la pureza se desarrolla
+entre gentes que se unen en mazorcas de viviendas
+para mejor aislarse; la ciudad es monasterio,
+convento de solitarios; aquí la tierra, sobre
+que casi se acuestan, las une y los animales son
+otras tantas serpientes del paraíso... ¡a la ciudad,
+a la ciudad!»</p>
+
+<p>En la ciudad estaba su convento, su hogar, y
+en él su celda. Y allí adormecería mejor a su
+cuñado. Oh, si pudiese decir de él&mdash;pensaba&mdash;lo
+que Santa Teresa en una carta&mdash;Gertrudis
+leía mucho a Santa Teresa&mdash;decía de su cuñado
+don Juan de Ovalle, marido de doña Juana de
+Ahumada: «El es de condición en cosas muy
+aniñado...» ¿Cómo le aniñaría?</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_105" id="Page_105">[105]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XII</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Al</span> fin Gertrudis no pudo con su soledad y
+decidió llevar su congoja al padre Alvarez,
+su confesor, pero no su director espiritual. Porque
+esta mujer había rehuído siempre ser dirigida,
+y menos por un hombre. Sus normas de conducta
+moral, sus convicciones y creencias religiosas
+se las había formado ella con lo que oía
+a su alrededor y con lo que leía, pero las interpretaba
+a su modo. Su pobre tío, don Primitivo,
+el sacerdote ingenuo que las había criado a
+las dos hermanas y les enseñó el catecismo de
+la doctrina cristiana explicado según <i>el Mazo</i>,
+sintió siempre un profundo respeto por la inteligencia
+de su sobrina Tula, a la que admiraba. «Si
+te hicieses monja&mdash;solía decirle&mdash;llegarías a ser
+otra Santa Teresa... Qué cosas se te ocurren,
+hija...» Y otras veces: «Me parece que eso que<span class="pagenum"><a name="Page_106" id="Page_106">[106]</a></span>
+dices, Tulilla, huele un poco a herejía; ¡hum! No
+lo sé... no lo sé... porque no es posible que te
+inspire herejías el ángel de tu guarda, pero eso
+me suena así como a... qué sé yo...» Y ella le
+contestaba riendo: «Sí, tío, son tonterías que se
+me ocurren, y ya que dice usted que huele a herejía
+no lo volveré a pensar.» Pero ¿quién pone
+barreras al pensamiento?</p>
+
+<p>Gertrudis se sintió siempre sola. Es decir, sola
+para que la ayudaran, porque para ayudar ella
+a los otros no, no estaba sola. Era como una
+huérfana cargada de hijos. Ella sería el báculo
+de todos los que la rodearan; pero si sus piernas
+flaquearan, si su cabeza no le mantuviese firme
+en su sendero, si su corazón empezaba a bambolear
+y enflaquecer, ¿quién la sostendría a ella?
+¿quién sería su báculo? Porque ella, tan henchida
+del sentimiento, de la pasión mejor, de la
+maternidad, no sentía la filialidad. «¿No es esto
+orgullo?»&mdash;se preguntaba.</p>
+
+<p>No pudo al fin con esta soledad y decidió llevar
+a su confesor, al padre Alvarez, su congoja.
+Y le contó la declaración y proposición de Ramiro,
+y hasta lo que les había dicho a los niños
+de que no le llamasen a ella todavía madre, y las<span class="pagenum"><a name="Page_107" id="Page_107">[107]</a></span>
+razones que tenía para mantener la pureza de
+aquel hogar y cómo no quería entregarse a hombre
+alguno, sino reservarse para mejor consagrarse
+a los hijos de Rosa.</p>
+
+<p>&mdash;Pero lo de su cuñado lo encuentro muy natural&mdash;arguyó
+el buen padre de almas.</p>
+
+<p>&mdash;Es que no se trata ahora de mi cuñado, padre,
+sino de mí; y no creo que haya acudido a
+usted también en busca de alianza...</p>
+
+<p>&mdash;¡No, no, hija, no!</p>
+
+<p>&mdash;Como dicen que en los confesonarios se
+confeccionan bodas y que ustedes, los padres,
+se dedican a casamenteros...</p>
+
+<p>&mdash;Yo lo único que digo ahora, hija, es que es
+muy natural que su cuñado, viudo y joven y fuerte,
+quiera volver a casarse, y más natural, y hasta
+santo, que busque otra madre para sus hijos...</p>
+
+<p>&mdash;¿Otra? ¡Ya la tiene!</p>
+
+<p>&mdash;Sí; pero... y si ésta se va...</p>
+
+<p>&mdash;¿Irme? ¿Yo? Estoy tan obligada a esos niños
+como estaría su madre de carne y sangre si
+viviese...</p>
+
+<p>&mdash;Y luego eso da que hablar...</p>
+
+<p>&mdash;De lo que hablen, padre, ya le he dicho
+que nada se me da...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_108" id="Page_108">[108]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿Y si lo hiciese precisamente por eso, porque
+hablen? Examínese y mire si no entra en
+ello un deseo de afrontar las preocupaciones
+ajenas, de desafiar la opinión pública...</p>
+
+<p>&mdash;Y si así fuese, ¿qué?</p>
+
+<p>&mdash;Que eso sí que es pecaminoso. Y después
+de todo, la cuestión es otra...</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuál es la cuestión?</p>
+
+<p>&mdash;La cuestión es si usted le quiere o no. Esta
+es la cuestión. ¿Le quiere usted, sí o no?</p>
+
+<p>&mdash;¡Para marido... no!</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero le rechaza?</p>
+
+<p>&mdash;¡Rechazarle... no!</p>
+
+<p>&mdash;Si cuando se dirigió a su hermana, la difunta,
+se hubiera dirigido a usted...</p>
+
+<p>&mdash;¡Padre! ¡Padre!&mdash;y su voz gemía.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, por ahí hay que verlo...</p>
+
+<p>&mdash;¡Padre; que eso no es pecado...!</p>
+
+<p>&mdash;Pero ahora se trata de dirección espiritual,
+de tomar consejo... Y sí, es pecado, es acaso
+pecado... Tal vez hay aquí unos viejos celos...</p>
+
+<p>&mdash;¡Padre!</p>
+
+<p>&mdash;Hay que ahondar en ello. Acaso no le ha
+perdonado aún...</p>
+
+<p>&mdash;Le he dicho, padre, que le quiero; pero no<span class="pagenum"><a name="Page_109" id="Page_109">[109]</a></span>
+para marido. Le quiero como a un hermano,
+como a un más que hermano, como al padre de
+mis hijos, porque éstos, sus hijos, lo son míos
+de lo más dentro mío, de todo mi corazón; pero
+para marido no. Yo no puedo ocupar en su cama
+el sitio que ocupó mi hermana... Y sobre todo,
+yo no quiero, no debo darles madrasta a mis
+hijos...</p>
+
+<p>&mdash;¿Madrasta?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, madrastra. Si yo me caso con él, con el
+padre de los hijos de mi corazón, les daré madrasta
+a éstos, y más si llego a tener hijos de
+carne y de sangre con él. Esto, ahora ya...
+¡nunca!</p>
+
+<p>&mdash;Ahora ya...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, ahora que ya tengo a los de mi corazón...
+mis hijos...</p>
+
+<p>&mdash;Pero piense en él, en su cuñado, en su situación...</p>
+
+<p>&mdash;¿Que piense...?</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí! ¿Y no tiene compasión de él?</p>
+
+<p>&mdash;Sí que la tengo. Y por eso le ayudo y le
+sostengo. Es como otro hijo mío.</p>
+
+<p>&mdash;Le ayuda... le sostiene...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, le ayudo y le sostengo a ser padre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_110" id="Page_110">[110]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;A ser padre... a ser padre... Pero él es un
+hombre...</p>
+
+<p>&mdash;¡Y yo una mujer!</p>
+
+<p>&mdash;Es débil...</p>
+
+<p>&mdash;¿Soy yo fuerte?</p>
+
+<p>&mdash;Más de lo debido.</p>
+
+<p>&mdash;¿Más de lo debido? ¿Y lo de la mujer
+fuerte?</p>
+
+<p>&mdash;Es que esa fortaleza, hija mía, puede alguna
+vez ser dureza, ser crueldad. Y es dura con
+él, muy dura. ¿Que no le quiere como a marido?
+¡Y qué importa! Ni hace falta eso para casarse
+con un hombre. Muchas veces tiene que casarse
+una mujer con un hombre por compasión, por
+no dejarle solo, por salvarle, por salvar su
+alma...</p>
+
+<p>&mdash;Pero si no le dejo solo...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí, le deja solo. Y creo que me comprende
+sin que se lo explique más claro...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí que se lo comprendo, pero no quiero
+comprenderlo. No está solo. ¡Quien está sola
+soy yo! Sola... sola... siempre sola...</p>
+
+<p>&mdash;Pero ya sabe aquello de «más vale casarse
+que abrasarse...»</p>
+
+<p>&mdash;Pero si no me abraso...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_111" id="Page_111">[111]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿No se queja de su soledad?</p>
+
+<p>&mdash;No es soledad de abrasarse; no es esa soledad
+a que usted, padre, alude. No, no es esa. No
+me abraso...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y si se abrasa él...?</p>
+
+<p>&mdash;Que se refresque en el cuidado y amor de
+sus hijos...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pero ya me entiende...</p>
+
+<p>&mdash;Demasiado.</p>
+
+<p>&mdash;Y por si no, le diré más claro aún que su
+cuñado corre peligro, y que si cae en él, le cabrá
+culpa...</p>
+
+<p>&mdash;¿A mí?</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro está!</p>
+
+<p>&mdash;No lo veo tan claro... Como no soy hombre...</p>
+
+<p>&mdash;Me dijo que uno de sus temores de casarse
+con su cuñado era el de tener hijos con él,
+¿no es así?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, así es. Si tuviéramos hijos llegaría yo a
+ser, quieras o no, madrasta de los que me dejó
+mi hermana...</p>
+
+<p>&mdash;Pero el matrimonio no se instituyó sólo
+para hacer hijos...</p>
+
+<p>&mdash;Para casar y dar gracia a los casados y que
+críen hijos para el cielo.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_112" id="Page_112">[112]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Dar gracia a los casados... ¿Lo entiende?</p>
+
+<p>&mdash;Apenas...</p>
+
+<p>&mdash;Que vivan en gracia, libres de pecado...</p>
+
+<p>&mdash;Ahora lo entiendo menos...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues que es un remedio contra la
+sensualidad.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo? ¿Qué es eso? ¿Qué?</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero por qué se pone así...? ¿Por qué se altera...?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es el remedio contra la sensualidad?
+¿El matrimonio o la mujer?</p>
+
+<p>&mdash;Los dos... La mujer... y... y el hombre.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues, no, padre, no, no y no! Yo no puedo
+ser remedio contra nada. ¿Qué es eso de considerarme
+remedio? ¡Y remedio... contra eso! No,
+me estimo en más...</p>
+
+<p>&mdash;Pero si es que...</p>
+
+<p>&mdash;No, ya no sirve. Yo, si él no tuviera ya
+hijos de mi hermana, acaso me habría casado con
+él para tenerlos... para tenerlos de él... pero,
+¿remedio? ¿Y a eso? ¿Yo remedio? ¡No!</p>
+
+<p>&mdash;Y si antes de haber solicitado a su hermana
+la hubiera solicitado...</p>
+
+<p>&mdash;¿A mí? ¿Antes? ¿Cuando nos conoció? No
+hablemos ya más, padre, que no podemos en<span class="pagenum"><a name="Page_113" id="Page_113">[113]</a></span>tendernos,
+pues veo que hablamos lenguas diferentes.
+Ni yo sé la de usted ni usted sabe la
+mía.</p>
+
+<p>Y dicho esto, se levantó de junto al confesonario.
+Le costaba andar: tan doloridas le habían
+quedado del arrodillamiento las rodillas. Y
+a la vez le dolían las articulaciones del alma y
+sentía su soledad más hondamente que nunca.
+«¡No, no me entiende&mdash;se decía&mdash;, no me entiende;
+hombre al fin! ¿Pero me entiendo yo
+misma? ¿Es que me entiendo? ¿Le quiero o no
+le quiero? ¿No es soberbia esto? ¿No es la triste
+pasión solitaria del armiño que por no mancharse
+no se echa a nado en un lodazal a salvar a su
+compañero...? No lo sé... no lo sé...»</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_115" id="Page_115">[115]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XIII</h2>
+
+
+<p>Y de pronto observó Gertrudis que su cuñado
+era otro hombre, que celaba algún secreto,
+que andaba caviloso y desconfiado, que salía
+mucho de casa. Pero aquellas más largas ausencias
+del hogar no le engañaron. El secreto estaba
+en él, en el hogar. Y a fuerza de paciente
+astucia logró sorprender miradas de conocimiento
+íntimo entre Ramiro y la criada de servicio.</p>
+
+<p>Era Manuela una hospiciana de diez y nueve
+años, enfermiza y pálida, de un brillo febril en
+los ojos, de maneras sumisas y mansas, de muy
+pocas palabras, triste casi siempre. A ella, a Gertrudis,
+ante quien sin saber por qué temblaba,
+llamábale «señora». Ramiro quiso hacer que le
+llamase «señorita».</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_116" id="Page_116">[116]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No, llámame así, señora; nada de señorita...</p>
+
+<p>En general parecía como que la criada le temiera,
+como avergonzada o amedrentada en su
+presencia. Y a los niños los evitaba y apenas si
+les dirigía la palabra. Ellos, por su parte, sentían
+una indiferencia, rayana en despego, hacia la
+Manuela. Y hasta alguna vez se burlaban de
+ella, por ciertas sus maneras de hablar, lo que la
+ponía de grana. «Lo extraño es&mdash;pensaba Gertrudis&mdash;que
+a pesar de todo no quiera irse...
+tiene algo de gata esta mozuela.» Hasta que se
+percató de lo que podría haber escondido.</p>
+
+<p>Un día logró sorprender a la pobre muchacha
+cuando salía del cuarto de Ramiro, del señorito&mdash;porque
+a éste sí que le llamaba así&mdash;toda
+encendida y jadeante. Cruzáronse las miradas y
+la criada rindió la suya. Pero llegó otro en que
+el niño, Ramirín, se fué a su tía y le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Dime, mamá Tula, ¿es Manuela también
+hermana nuestra?</p>
+
+<p>&mdash;Ya te tengo dicho que todos los hombres y
+mujeres somos hermanos.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, pero como nosotros, los que vivimos
+juntos...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_117" id="Page_117">[117]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No, porque aunque vive aquí ésta no es su
+casa...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y cuál es su casa?</p>
+
+<p>&mdash;¿Su casa? No lo quieras saber. ¿Y por qué
+preguntas eso?</p>
+
+<p>&mdash;Porque le he visto a papá que la estaba
+besando...</p>
+
+<p>Aquella noche, luego que hubieron acostado
+a los niños, dijo Gertrudis a Ramiro:</p>
+
+<p>&mdash;Tenemos que hablar.</p>
+
+<p>&mdash;Pero si aun faltan ocho meses...</p>
+
+<p>&mdash;¿Ocho meses?</p>
+
+<p>&mdash;¿No hace cuatro que me diste un año de
+plazo?</p>
+
+<p>&mdash;No se trata de eso, hombre, sino de algo
+más serio.</p>
+
+<p>A Ramiro se le paró el corazón y se puso
+pálido.</p>
+
+<p>&mdash;¿Más serio?</p>
+
+<p>&mdash;Más serio, sí. Se trata de tus hijos, de su
+buena crianza, y se trata de esa pobre hospiciana,
+de la que estoy segura que estás abusando.</p>
+
+<p>&mdash;Y si así fuese, ¿quién tiene la culpa de
+eso?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_118" id="Page_118">[118]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿Y aún lo preguntas? ¿Aún querrás también
+culparme de ello?</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro que sí!</p>
+
+<p>&mdash;Pues bien, Ramiro: se ha acabado ya aquello
+del año; no hay plazo ninguno; no puede ser,
+no puede ser. Y ahora sí que me voy, y, diga lo
+que dijere la ley, me llevaré a los niños conmigo,
+es decir, se irán conmigo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero estás loca, Gertrudis?</p>
+
+<p>&mdash;Quien está loco eres tú.</p>
+
+<p>&mdash;Pero qué querías...</p>
+
+<p>&mdash;Nada, o yo o ella. O me voy o echas a esa
+criadita de casa.</p>
+
+<p>Siguióse un congojoso silencio.</p>
+
+<p>&mdash;No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo
+echar. ¿Adónde se va? ¿Al Hospicio otra vez?</p>
+
+<p>&mdash;A servir a otra casa.</p>
+
+<p>&mdash;No la puedo echar, Gertrudis, no la puedo
+echar&mdash;y el hombre rompió a llorar.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pobre hombre!&mdash;murmuró ella poniéndole
+la mano sobre la suya&mdash;. Me das pena.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora, ¿eh?, ¿ahora?</p>
+
+<p>&mdash;Sí; me das lástima... Estoy ya dispuesta a
+todo...</p>
+
+<p>&mdash;¡Gertrudis! ¡Tula!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_119" id="Page_119">[119]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Pero has dicho que no la puedes echar...</p>
+
+<p>&mdash;Es verdad; no la puedo echar&mdash;y volvió a
+abatirse.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué, pues?, ¿que no va sola?</p>
+
+<p>&mdash;No, no irá sola.</p>
+
+<p>&mdash;Los ocho meses del plazo, ¿eh?</p>
+
+<p>&mdash;Estoy perdido, Tula, estoy perdido.</p>
+
+<p>&mdash;No, la que está perdida es ella, la huérfana,
+la hospiciana, la sin amparo.</p>
+
+<p>&mdash;Es verdad, es verdad...</p>
+
+<p>&mdash;Pero no te aflijas así, Ramiro, que la cosa
+tiene fácil remedio...</p>
+
+<p>&mdash;¿Remedio? ¿Y fácil?&mdash;y se atrevió a mirarle
+a la cara.</p>
+
+<p>&mdash;Sí; casarte con ella.</p>
+
+<p>Un rayo que le hubiese herido no le habría
+dejado más deshecho que esas palabras sencillas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Que me case! ¡Que me case con la criada!
+¿Que me case con una hospiciana? ¡Y me lo
+dices tú!...</p>
+
+<p>&mdash;¡Y quién si no había de decírtelo! Yo, la
+verdadera madre hoy de tus hijos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Que les dé madrasta?</p>
+
+<p>&mdash;¡No, eso no!, que aquí estoy yo para seguir<span class="pagenum"><a name="Page_120" id="Page_120">[120]</a></span>
+siendo su madre. Pero que des padre al que
+haya de ser tu nuevo hijo, y que le des madre
+también. Esa hospiciana tiene derecho a ser madre,
+tiene ya el deber de serlo, tiene derecho a
+su hijo y al padre de su hijo.</p>
+
+<p>&mdash;Pero Gertrudis...</p>
+
+<p>&mdash;Cásate con ella, te he dicho; y te lo dice
+Rosa. Sí&mdash;y su voz, serena y pastosa, resonó
+como una campana&mdash;. Rosa, tu mujer, te dice
+por mi boca que te cases con la hospiciana. ¡Manuela!</p>
+
+<p>&mdash;«¡Señora!»&mdash;se oyó como un gemido, y la
+pobre muchacha, que acurrucada junto al fogón,
+en la cocina, había estado oyéndolo todo, no se
+movió de su sitio. Volvió a llamarla, y después
+de otro «¡Señora!», tampoco se movió.</p>
+
+<p>&mdash;Ven acá, o iré a traerte.</p>
+
+<p>&mdash;¡Por Dios!&mdash;suplicó Ramiro.</p>
+
+<p>La muchacha apareció cubriéndose la llorosa
+cara con las manos.</p>
+
+<p>&mdash;Descubre la cara y míranos.</p>
+
+<p>&mdash;¡No, señora, no!</p>
+
+<p>&mdash;Sí, míranos. Aquí tienes a tu amo, a Ramiro,
+que te pide perdón por lo que de ti ha hecho.</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, yo, señora, y a usted...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_121" id="Page_121">[121]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No, te pide perdón y se casará contigo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero señora!&mdash;clamó Manuela a la vez
+que Ramiro clamaba: «¡Pero Gertrudis!»</p>
+
+<p>&mdash;Lo he dicho, se casará contigo: así lo quiere
+Rosa. No es posible dejarte así. Porque tú
+estás ya... ¿no es eso?</p>
+
+<p>&mdash;Creo que sí, señora, pero yo...</p>
+
+<p>&mdash;No llores así ni hagas juramentos; sé que
+no es tuya la culpa...</p>
+
+<p>&mdash;Pero se podría arreglar...</p>
+
+<p>&mdash;Bien sabe aquí Manuela&mdash;dijo Ramiro&mdash;que
+nunca he pensado en abandonarla... Yo le
+colocaría...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señora, sí; yo me contento...</p>
+
+<p>&mdash;No, tú no debes contentarte con eso que
+ibas a decir. O, mejor, aquí Ramiro no puede
+contentarse con eso. Tú te has criado en el
+Hospicio, ¿no es eso?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señora.</p>
+
+<p>&mdash;Pues tu hijo no se criará en él. Tiene derecho
+a tener padre, a su padre, y le tendrá. Y
+ahora vete... vete a tu cuarto, y déjanos.</p>
+
+<p>Y cuando quedaron Ramiro y ella a solas:</p>
+
+<p>&mdash;Me parece que no dudarás ni un momento...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_122" id="Page_122">[122]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡Pero eso que pretendes es una locura, Gertrudis!</p>
+
+<p>&mdash;La locura, peor que locura, la infamia, sería
+lo que pensabas.</p>
+
+<p>&mdash;Consúltalo siquiera con el padre Alvarez.</p>
+
+<p>&mdash;No lo necesito. Lo he consultado con
+Rosa.</p>
+
+<p>&mdash;Pero si ella te dijo que no dieses madrasta
+a sus hijos...</p>
+
+<p>&mdash;¿A sus hijos? ¡Y tuyos!</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, sí, a nuestros hijos...</p>
+
+<p>&mdash;Y no les daré madrasta. De ellos, de los
+nuestros, seguiré siendo yo la madre, pero del
+de ésa...</p>
+
+<p>&mdash;Nadie le quitará de ser madre...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, tú si no te casas con ella. Eso no será
+ser madre...</p>
+
+<p>&mdash;Pues ella...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué? ¿Porque ella no ha conocido a la
+suya pretendes tú que no lo sea como es debido?</p>
+
+<p>&mdash;Pero fíjate en que esta chica...</p>
+
+<p>&mdash;Tú eres quien debió fijarse...</p>
+
+<p>&mdash;Es una locura... una locura...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_123" id="Page_123">[123]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;La locura ha sido antes. Y ahora piénsalo,
+que si no haces lo que debes el escándalo le
+daré yo. Lo sabrá todo el mundo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Gertrudis!</p>
+
+<p>&mdash;Cásate con ella, y se acabó.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_125" id="Page_125">[125]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XIV</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Una</span> profunda tristeza henchía aquel hogar
+después del matrimonio de Ramiro con la
+hospiciana. Y ésta parecía aún más que antes la
+criada, la sirvienta, y más que nunca Gertrudis
+el ama de la casa. Y esforzábase ésta más que
+nunca por mantener al nuevo matrimonio apartado
+de los niños, y que éstos se percataran lo
+menos posible de aquella convivencia íntima.
+Mas hubo que tomar otra criada y explicar a los
+pequeños el caso.</p>
+
+<p>Pero, ¿cómo explicarles el que la antigua
+criada se sentara a la mesa a comer con los de
+casa? Porque esto exigió Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Por Dios, señora&mdash;suplicaba la Manuela&mdash;,
+no me avergüence así... mire que me avergüenza...
+Hacerme que me siente a la mesa con los<span class="pagenum"><a name="Page_126" id="Page_126">[126]</a></span>
+señores, y sobre todo con los niños... y que
+hable de tú al señorito... ¡eso nunca!</p>
+
+<p>&mdash;Háblale como quieras, pero es menester
+que los niños, a los que tanto temes, sepan que
+eres de la familia. Y ahora, una vez arreglado
+esto, no podrán ya sorprender intimidades
+a hurtadillas. Ahora os recataréis mejor. Porque
+antes el querer ocultaros de ellos os delataba.</p>
+
+<p>La preñez de Manuela fué, en tanto, molestísima.
+Su fragilísima fábrica de cuerpo la soportaba
+muy mal. Y Gertrudis, por su parte, le recomendaba
+que ocultase a los niños lo anormal
+de su estado.</p>
+
+<p>Ramiro vivía sumido en una resignada desesperación
+y más entregado que nunca al albedrío
+de Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí, bien lo comprendo ahora&mdash;decía&mdash;,
+no ha habido más remedio, pero...</p>
+
+<p>&mdash;¿Te pesa?&mdash;le preguntaba Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;De haberme casado, ¡no! De haber tenido
+que volverme a casar, ¡sí!</p>
+
+<p>&mdash;Ahora no es ya tiempo de pensar en eso;
+¡pecho a la vida!</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, si tú hubieras querido, Tula!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_127" id="Page_127">[127]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Te di un año de plazo; ¿has sabido guardarlo?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y si lo hubiese guardado como tú querías,
+al fin de él qué, dime? Porque no me prometiste
+nada.</p>
+
+<p>&mdash;Aunque te hubiese prometido algo habría
+sido igual. No, habría sido peor aún. En nuestras
+circunstancias, el haberte hecho una promesa,
+el haberte sólo pedido una dilación para
+nuestro enlace, habría sido peor.</p>
+
+<p>&mdash;Pero si hubiese guardado la tregua como
+tú querías que la guardase, dime: ¿qué habrías
+hecho?</p>
+
+<p>&mdash;No lo sé.</p>
+
+<p>&mdash;Que no lo sabes... Tula... que no lo sabes...</p>
+
+<p>&mdash;No, no lo sé; te digo que no lo sé.</p>
+
+<p>&mdash;Pero tus sentimientos...</p>
+
+<p>&mdash;Piensa ahora en tu mujer, que no sé si podrá
+soportar el trance en que la pusiste. ¡Es tan
+endeble la pobrecilla! Y está tan llena de miedo.
+Sigue asustada de ser tu mujer y ama de su
+casa.</p>
+
+<p>Y cuando llegó el peligroso parto repitió Gertrudis
+las abnegaciones que en los partos de su
+hermana tuviera, y recojió al niño, una criatura<span class="pagenum"><a name="Page_128" id="Page_128">[128]</a></span>
+menguada y debilísima, y fué quien lo enmantilló
+y quien se lo presentó a su padre.</p>
+
+<p>&mdash;Aquí le tienes, hombre, aquí le tienes.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pobre criatura!&mdash;exclamó Ramiro sintiendo
+que se le derretían de lástima las entrañas a
+la vista de aquel mezquino rollo de carne viviente
+y sufriente.</p>
+
+<p>&mdash;Pues es tu hijo, un hijo más... Es un hijo
+más que nos llega.</p>
+
+<p>&mdash;¿Nos llega? ¿También a ti?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, también a mí; no he de ser madrasta
+para él, yo que hago que no lo tengan los otros.</p>
+
+<p>Y así fué que no hizo distinción entre uno y
+otros.</p>
+
+<p>&mdash;Eres una santa, Gertrudis&mdash;le decía Ramiro&mdash;,
+pero una santa que ha hecho pecadores.</p>
+
+<p>&mdash;No digas eso; soy una pecadora que me
+esfuerzo por hacer santos, santos a tus hijos y a
+ti y a tu mujer.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mi mujer!...</p>
+
+<p>&mdash;Tu mujer, sí; la madre de tu hijo. ¿Por qué
+le tratas con ese cariñoso despego y como a una
+carga?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué quieres que haga, que me enamore
+de ella?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_129" id="Page_129">[129]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿Pero no lo estabas cuando la sedujiste?</p>
+
+<p>&mdash;¿De quién? ¿De ella?</p>
+
+<p>&mdash;Ya lo sé, ya sé que no; pero lo merece la
+pobre...</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero si es la menor cantidad de mujer posible,
+si no es nada!</p>
+
+<p>&mdash;No, hombre, no; es más, es mucho más de
+lo que tú te crees. Aun no la has conocido.</p>
+
+<p>&mdash;Si es una esclava...</p>
+
+<p>&mdash;Puede ser, pero debes libertarla... La pobre
+está asustada... nació asustada... Te aprovechaste
+de su susto...</p>
+
+<p>&mdash;No sé, no sé cómo fué aquello...</p>
+
+<p>&mdash;Así sois los hombres; no sabéis lo que
+hacéis ni pensáis en ello. Hacéis las cosas sin
+pensarlas...</p>
+
+<p>&mdash;Peor es muchas veces pensarlas y no hacerlas...</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué lo dices?</p>
+
+<p>&mdash;No, nada, por nada...</p>
+
+<p>&mdash;¿Tú crees sin duda que yo no hago más que
+pensar?</p>
+
+<p>&mdash;No, no he dicho que crea eso...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, tú crees que yo no soy más que pensamiento.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_131" id="Page_131">[131]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XV</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">De</span> nuevo la pobre Manuela, la hospiciana,
+la esclava, hallábase preñada. Y Ramiro
+muy malhumorado con ello.</p>
+
+<p>&mdash;Como si uno no tuviese bastante con los
+otros...&mdash;decía.</p>
+
+<p>&mdash;¡Y yo qué quieres que le haga!&mdash;exclamaba
+la víctima.</p>
+
+<p>&mdash;Después de todo, tú lo has querido así&mdash;concluía
+Gertrudis.</p>
+
+<p>Y luego, aparte, volvía a reprenderle por el
+trato de compasivo despego que daba a su mujer.
+La cual soportaba esta preñez aún peor que
+la otra.</p>
+
+<p>&mdash;Me temo por la pobre muchacha&mdash;vaticinó
+don Juan, el médico, un viudo que menudeaba
+sus visitas.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_132" id="Page_132">[132]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿Cree usted que corre peligro?&mdash;le preguntó
+Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Esta pobre chica está deshecha por dentro;
+es una tísica consumada y consumida. Resistirá,
+es lo más probable, hasta dar a luz, pues la Naturaleza,
+que es muy sabia...</p>
+
+<p>&mdash;¡La Naturaleza no! La Santísima Virgen Madre,
+don Juan&mdash;le interrumpió Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Como usted quiera; me rindo, como siempre,
+a su superior parecer. Pues, como decía,
+la Naturaleza o la Virgen, que para mí es lo
+mismo...</p>
+
+<p>&mdash;No, la Virgen es la Gracia...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues la Naturaleza, la Virgen, la
+Gracia o lo que sea, hace que en estos casos la
+madre se defienda y resista hasta que dé a luz
+al nuevo ser. Ese inocente pequeñuelo le sirve
+a la pobre madre futura como escudo contra la
+muerte.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y luego?</p>
+
+<p>&mdash;¿Luego? Que probablemente tendrá usted
+que criar sola, sirviéndose de un ama de cría,
+por supuesto, un crío más. Tiene ya cuatro; cargará
+con cinco.</p>
+
+<p>&mdash;Con todos los que Dios me mande.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_133" id="Page_133">[133]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Y que probablemente, no digo que seguramente,
+a no tardar mucho, don Ramiro volverá
+a quedar libre&mdash;y miró fijamente con sus ojillos
+grises a Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Y dispuesto a casarse tercera vez&mdash;agregó
+ésta haciéndose la desentendida.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso sería ya heroico!</p>
+
+<p>&mdash;Y usted, puesto que permanece viudo, y
+viudo sin hijos, es que no tiene madera de
+héroe.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, doña Gertrudis, si yo pudiese hablar!</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues cállese usted!</p>
+
+<p>&mdash;Me callo.</p>
+
+<p>Le tomó la mano, reteniéndosela un rato, y
+dándole con la otra suya unos golpecitos añadió
+con un suspiro:</p>
+
+<p>&mdash;Cada hombre es un mundo, Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Y cada mujer, una luna, ¿no es eso, don
+Juan?</p>
+
+<p>&mdash;Cada mujer puede ser un cielo.</p>
+
+<p>«Este hombre me dedica un cortejeo platónico»,
+se dijo Gertrudis.</p>
+
+<p>Cuando en la casa temían por la pobre Manuela
+y todos los cuidados eran para ella, cayó
+de pronto en cama Ramiro, declarándosele des<span class="pagenum"><a name="Page_134" id="Page_134">[134]</a></span>de
+luego una pulmonía. La pobre hospiciana
+quedóse como atontada.</p>
+
+<p>&mdash;Déjame a mí, Manuela&mdash;le dijo Gertrudis&mdash;;
+tú cuídate y cuida a lo que llevas contigo. No
+te empeñes en atender a tu marido, que eso puede
+agravarte.</p>
+
+<p>&mdash;Pero yo debo...</p>
+
+<p>&mdash;Tú debes cuidar de lo tuyo.</p>
+
+<p>&mdash;Y mi marido, ¿no es mío?</p>
+
+<p>&mdash;No, ahora no; ahora es tuyo tu hijo que
+está por venir.</p>
+
+<p>La enfermedad de Ramiro se agravaba.</p>
+
+<p>&mdash;Temo complicaciones al corazón&mdash;sentenció
+don Juan&mdash;. Le tiene débil; claro, ¡los pesares
+y disgustos!</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero se morirá, don Juan?&mdash;preguntó henchida
+de angustia Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Todo pudiera ser...</p>
+
+<p>&mdash;Sálvele, don Juan, sálvele, como sea...</p>
+
+<p>&mdash;Qué más quisiera yo...</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, qué desgracia! ¡Qué desgracia!&mdash;y por
+primera vez se le vió a aquella mujer tener que
+sentarse y sufrir un desvanecimiento.</p>
+
+<p>&mdash;Es, en efecto, terrible&mdash;dijo el médico en
+cuanto Gertrudis se repuso&mdash;dejar así cuatro<span class="pagenum"><a name="Page_135" id="Page_135">[135]</a></span>
+hijos, ¿qué digo cuatro?, cinco se puede decir,
+¡y esa pobre viuda tal como está!...</p>
+
+<p>&mdash;Eso es lo de menos, don Juan; para todo
+eso me basto y me sobro yo. ¡Qué desgracia!
+¡Qué desgracia!</p>
+
+<p>Y el médico se fué diciéndose: «Está visto;
+esta cuñadita contaba con volver a tenerle libre
+a su cuñado. Cada persona es un mundo y algunas
+varios mundos. ¡Pero qué mujer! ¡Es toda
+una mujer! ¡Qué fortaleza! ¡Qué sagacidad! ¡Y
+qué ojos! ¡Qué cuerpo! ¡Irradia fuego!»</p>
+
+<p>Ramiro, una tarde en que la fiebre, remitiéndosele,
+habíale dejado algo más tranquilo, llamó
+a Gertrudis, le rogó que cerrara la puerta de la
+alcoba, y le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Yo me muero, Tula, me muero sin remedio.
+Siento que el corazón no quiere ya marchar, a
+pesar de todas las inyecciones; yo me muero...</p>
+
+<p>&mdash;No pienses en eso, Ramiro.</p>
+
+<p>Pero ella también creía en aquella muerte.</p>
+
+<p>&mdash;Me muero, y es hora, Tula, de decirte toda
+la verdad. Tú me casaste con Rosa.</p>
+
+<p>&mdash;Como no te decidías y dabas largas...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y sabes por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, lo sé, Ramiro.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_136" id="Page_136">[136]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Al principio, al veros, al ver a la pareja,
+sólo reparé en Rosa; era a quien se le veía de
+lejos; pero al acercarme, al empezar a frecuentaros,
+sólo te vi a ti, pues eras la única a quien
+desde cerca se veía. De lejos te borraba ella; de
+cerca le borrabas tú.</p>
+
+<p>&mdash;No hables así de mi hermana, de la madre
+de tus hijos.</p>
+
+<p>&mdash;No; la madre de mis hijos eres tú, tú, tú.</p>
+
+<p>&mdash;No pienses ahora sino en Rosa, Ramiro.</p>
+
+<p>&mdash;A la que me juntaré pronto, ¿no es eso?</p>
+
+<p>&mdash;¡Quién sabe...! Piensa en vivir, en tus
+hijos...</p>
+
+<p>&mdash;A mis hijos les quedas tú, su madre.</p>
+
+<p>&mdash;Y en Manuela, en la pobre Manuela...</p>
+
+<p>&mdash;Aquel plazo, Tula, aquel plazo fatal.</p>
+
+<p>Los ojos de Gertrudis se hinchieron de lágrimas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tula!&mdash;gimió el enfermo, abriendo los
+brazos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, Ramiro, sí!&mdash;exclamó ella cayendo en
+ellos y abrazándole.</p>
+
+<p>Juntaron las bocas y así se estuvieron, sollozando.</p>
+
+<p>&mdash;¿Me perdonas todo, Tula?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_137" id="Page_137">[137]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No, Ramiro, no; eres tú quien tienes que
+perdonarme.</p>
+
+<p>&mdash;¿Yo?</p>
+
+<p>&mdash;¡Tú! Una vez hablabas de santos que hacen
+pecadores. Acaso he tenido una idea inhumana
+de la virtud. Pero cuando lo primero, cuando te
+dirigiste a mi hermana, yo hice lo que debí hacer.
+Además, te lo confieso, el hombre, todo
+hombre, hasta tú, Ramiro, hasta tú, me ha dado
+miedo siempre; no he podido ver en él sino el
+bruto. Los niños, sí; pero el hombre... He huído
+del hombre...</p>
+
+<p>&mdash;Tienes razón, Tula.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ahora descansa, que estas emociones
+así pueden dañarte.</p>
+
+<p>Le hizo guardar los brazos bajo las mantas,
+le arropó, le dió un beso en la frente como se
+le da a un niño&mdash;y un niño era entonces para
+ella&mdash;y se fué. Mas al encontrarse sola se dijo:
+«¿Y si se repone y cura? ¿Si no se muere?
+¿Ahora que ha acabado de romperse el secreto
+entre nosotros? ¿Y la pobre Manuela? ¡Tendré
+que marcharme! ¿Y adónde? ¿Y si Manuela se
+muere y vuelve él a quedarse libre?» Y fué a
+ver a Manuela, a la que encontró postradísima.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_138" id="Page_138">[138]</a></span></p>
+
+<p>Al siguiente día llevó a los niños al lecho del
+padre, ya sacramentado y moribundo; los levantó
+uno a uno y les hizo que le besaran. Luego
+fué, apoyada en ella, en Gertrudis, Manuela, y
+de poco se muere de la congoja que le dió sobre
+el enfermo. Hubo que sacarla y acostarla.
+Y poco después, cojido de una mano a otra de
+Gertrudis, y susurrando: «¡Adiós, mi Tula!», rindió
+el espíritu con el último huelgo Ramiro. Y
+ella, la tía, vació su corazón en sollozos de congoja
+sobre el cuerpo exánime del padre de sus
+hijos, de su pobre Ramiro.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_139" id="Page_139">[139]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XVI</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Apenas</span>, fuera de la soberana, hubo abatimiento
+en aquel hogar, pues los niños eran
+incapaces de darse cuenta de lo que había pasado,
+y Manuela, la viuda casi sin saberlo, concentraba
+su vida y su ánimo todos en luchar, al
+modo de una planta, por la otra vida que llevaba
+en su seno y aun repitiendo, como un gemido
+de res herida, que se quería morir. Gertrudis
+proveía a todo.</p>
+
+<p>Cerró los ojos al muerto, no sin decirse: «¿Me
+estará mirando todavía...?» Le amortajó como
+lo había hecho con su tío, cubriéndole con un
+hábito sobre la ropa con que murió, y sin quitarle
+ésta, y luego, quebrantada por un largo
+cansancio, por fatiga de años, juntó un momento
+su boca a la boca fría de Ramiro, y repasó
+sus vidas, que era su vida. Cuando el llanto<span class="pagenum"><a name="Page_140" id="Page_140">[140]</a></span>
+de uno de los niños, del pequeñito, del hijo de
+la hospiciana, le hizo desprenderse del muerto
+e ir a cojer y acallar y mimar al que vivía.</p>
+
+<p>Manuela iba hundiéndose.</p>
+
+<p>&mdash;Yo, señora, me muero; no voy a poder resistir
+esta vez; este parto me cuesta la vida.</p>
+
+<p>Y así fué. Dió a luz una niña, pero se iba en
+sangre. La niña misma nació envuelta en sangre.
+Y Gertrudis tuvo que vencer la repugnancia
+que la sangre, sobre todo la negra y cuajada, le
+producía. Siempre le costó una terrible brega
+consigo misma al vencer este asco. Cuando una
+vez, poco antes de morir, su hermana Rosa tuvo
+un vómito, de ella Gertrudis huyó despavorida.
+Y no era miedo, no; era, sobre todo, asco.</p>
+
+<p>Murió Manuela clavados en los ojos de Gertrudis
+sus ojos, donde vagaban figuras de niebla
+sobre las sombras del Hospicio.</p>
+
+<p>&mdash;Por tus hijos no pases cuidado&mdash;le había
+dicho Gertrudis&mdash;, que yo he de vivir hasta dejarlos
+colocados y que se puedan valer por sí
+en el mundo, y si no les dejaré sus hermanos.
+Cuidaré sobre todo de esta última, ¡pobrecilla!,
+la que te cuesta la vida. Yo seré su madre y su
+padre.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_141" id="Page_141">[141]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Dios se lo pagará!
+¡Es una santa!</p>
+
+<p>Y quiso besarle la mano, pero Gertrudis se
+inclinó a ella, la besó en la frente y le puso su
+mejilla a que se la besase. Y esas expresiones de
+gratitud repetíalas la hospiciana como quien recita
+una lección aprendida desde niña. Y murió
+como había vivido, como una res sumisa y paciente,
+más bien como un enser.</p>
+
+<p>Y fué esta muerte, tan natural, la que más
+ahondó en el ánimo de Gertrudis, que había
+asistido a otras tres ya. En ésta creyó sentir mejor
+el sentido del enigma. Ni la de su tío, ni la
+de su hermana, ni la de Ramiro horadaron tan
+hondo el agujero que se iba abriendo en el centro
+de su alma. Era como si esta muerte confirmara
+las otras tres, como si las iluminara a
+la vez.</p>
+
+<p>En sus solitarias cavilaciones se decía: «Los
+otros se murieron; ¡a esta la han matado...! ¡la
+ha matado...! ¡la hemos matado! ¿No la he matado
+yo más que nadie? ¿No la he traído yo a
+este trance? ¿Pero es que la pobre ha vivido?
+¿Es que pudo vivir? ¿Es que nació acaso? Si
+fué expósita, ¿no ha sido <i>exposición</i> su muerte?<span class="pagenum"><a name="Page_142" id="Page_142">[142]</a></span>
+¿No lo fué su casamiento? ¿No la hemos echado
+en el torno de la eternidad para que entre al hospicio
+de la Gloria? ¿No será allí hospiciana también?»
+Y lo que más le acongojaba era el pensamiento
+tenaz que le perseguía de lo que sentiría
+Rosa al recibirla al lado suyo, al lado de Ramiro,
+y conocerla en el otro mundo. Su tío, el
+buen sacerdote que les crió, cumplió su misión en
+este mundo, protegió con su presencia la crianza
+de ellas; su hermana Rosa logró su deseo y
+gozó y dejó los hijos que había querido tener;
+Ramiro... ¿Ramiro? Sí, también Ramiro hizo su
+travesía, aunque a remo y de espaldas a la estrella
+que le marcaba rumbo, y sufrió, pero con
+noble sufrir, y pecó y purgó su pecado; pero, ¡y
+esta pobre que ni sufrió siquiera, que no pecó,
+sino se pecó en ella y murió huérfana!... «Huérfana
+también murió Eva...», pensaba Gertrudis.
+Y luego: «¡No; tuvo a Dios de padre! ¿Y madre?
+Eva no conoció madre... ¡Así se explica el pecado
+original!... ¡Eva murió huérfana de humanidad!»
+Y Eva le trajo el recuerdo del relato del
+<i>Génesis</i>, que había leído poco antes, y cómo el
+Señor alentó al hombre por la nariz soplo de
+vida, y se imaginó que se la quitase por manera<span class="pagenum"><a name="Page_143" id="Page_143">[143]</a></span>
+análoga. Y luego se figuraba que a aquella pobre
+hospiciana, cuyo sentido de vida no comprendía,
+le quitó Dios la vida de un beso, posando
+sus infinitos labios invisibles, los que se
+cierran formando el cielo azul, sobre los labios,
+azulados por la muerte, de la pobre muchacha,
+y sorbiéndole el aliento así.</p>
+
+<p>Y ahora quedábase Gertrudis con sus cinco
+crías, y bregando, para la última, con amas.</p>
+
+<p>El mayor, Ramirín, era la viva imagen de su
+padre, en figura y en gestos, y su tía proponíase
+combatir en él desde entonces, desde pequeño,
+aquellos rasgos e inclinaciones de aquel que,
+observando a éste, había visto que más le perjudicaban.
+«Tengo que estar alerta&mdash;se decía
+Gertrudis&mdash;para cuando en él se despierte el
+hombre, el macho más bien, y educarle a que
+haga su elección con reposo y tiento.» Lo malo
+era que su salud no fuese del todo buena y su
+desarrollo difícil y hasta doliente.</p>
+
+<p>Y a todos había que sacarlos adelante en la
+vida y educarlos en el culto a sus padres perdidos.</p>
+
+<p>¿Y los pobres niños de la hospiciana? «Esos
+también son míos&mdash;pensaba Gertrudis&mdash;; tan<span class="pagenum"><a name="Page_144" id="Page_144">[144]</a></span>
+míos como los otros, como los de mi hermana,
+más míos aún. Porque éstos son hijos de mi pecado.
+¿Del mío? ¿No más bien el de él? ¡No, de
+mi pecado! ¡Son los hijos de mi pecado! ¡Sí, de
+mi pecado! ¡Pobre chica!» Y le preocupaba sobre
+todo la pequeñita.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_145" id="Page_145">[145]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XVII</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Gertrudis</span>, molesta por las insinuaciones de
+don Juan, el médico, que menudeaba las
+visitas para los niños, y aun pretendió verla a
+ella como enferma, cuando no sabía que adoleciese
+de cosa alguna, le anunció un día hallarse
+dispuesta a cambiar de médico.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo así, Gertrudis?</p>
+
+<p>&mdash;Pues muy claro: le observo a usted singularidades
+que me hacen temer que está entrando
+en la chochera de una vejez prematura, y para
+médico necesitamos un hombre con el seso bien
+despejado y despierto.</p>
+
+<p>&mdash;Muy bien; pues que ha llegado el momento,
+usted me permitirá que le hable claro.</p>
+
+<p>&mdash;Diga lo que quiera, don Juan, mas en la inteligencia
+de que es lo último que dirá en esta
+casa.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_146" id="Page_146">[146]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡Quién sabe!...</p>
+
+<p>&mdash;Diga.</p>
+
+<p>&mdash;Yo soy viudo y sin hijos, como usted sabe,
+Gertrudis. Y adoro a los niños.</p>
+
+<p>&mdash;Pues vuélvase usted a casar.</p>
+
+<p>&mdash;A eso voy.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿Y busca usted consejo de mí?</p>
+
+<p>&mdash;Busco más que consejo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Que le encuentre yo novia?</p>
+
+<p>&mdash;Yo soy médico, le digo, y no sólo no
+tuve hijos de mi mujer, que era viuda, y perdimos
+el que ella me trajo al matrimonio, ¡aún le
+lloro al pobrecillo!, sino que sé, sé positivamente,
+sé con toda seguridad, que no he de tener
+nunca hijos propios, que no puedo tenerlos.
+Aunque no por eso, claro está, me sienta menos
+hombre que otro cualquiera; ¿usted me entiende,
+Gertrudis?</p>
+
+<p>&mdash;Quisiera no entenderle a usted, don Juan.</p>
+
+<p>&mdash;Para acabar, yo creo que a estos niños, a
+estos sobrinos de usted y a los otros dos acaso...</p>
+
+<p>&mdash;Son tan sobrinos para mí como los otros,
+más bien hijos.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues que a estos hijos de usted, ya
+que por tales les tiene, no les vendría mal un<span class="pagenum"><a name="Page_147" id="Page_147">[147]</a></span>
+padre, y un padre no mal acomodado y hasta
+regularmente rico.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y eso es todo?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, que yo creo que hasta necesitan padre.</p>
+
+<p>&mdash;Les basta, don Juan, con el Padre nuestro
+que está en los cielos.</p>
+
+<p>&mdash;Y como madre usted, que es la representante
+de la Madre Santísima, ¿no es eso?</p>
+
+<p>&mdash;Usted lo ha dicho, don Juan, y por última
+vez en esta casa.</p>
+
+<p>&mdash;¿De modo que...?</p>
+
+<p>&mdash;Que toda esa historia de la necesidad que
+siente de tener hijos y de su incapacidad para
+tenerlos, ¿le he entendido bien, don Juan?</p>
+
+<p>&mdash;Perfectamente, y esto último, por supuesto,
+quede entre los dos.</p>
+
+<p>&mdash;No seré yo quien le estorbe otro matrimonio.
+Y esa historia, digo, no me ha convencido
+de que usted busque hijos que adoptar, que eso
+le será muy fácil y casándose, sino que me busca
+a mí y me buscaría aunque estuviese sola y
+hubiésemos de vivir solos y sin hijos; ¿le he entendido,
+don Juan? ¿Me entiende usted?</p>
+
+<p>&mdash;Cierto es, Gertrudis, que si estuviese sola
+lo mismo me casaría con usted, si usted lo qui<span class="pagenum"><a name="Page_148" id="Page_148">[148]</a></span>siera,
+¡claro!, porque yo soy muy claro, muy
+claro, y es usted la que me atrae; pero en ese
+caso nos quedaba el adoptar hijos de cualquier
+modo, aunque fuese sacándolos del Hospicio.
+Pues ya he podido ver que usted, como yo, se
+muere por los niños y que los necesita y los
+busca y los adora.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ni usted ni nadie ha visto, don Juan,
+que yo haya sido y sea incapaz de hacerlos; nadie
+puede decir que yo sea estéril, y no vuelva
+a poner los pies en esta casa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué, Gertrudis?</p>
+
+<p>&mdash;¡Por puerco!</p>
+
+<p>Y así se despidieron para siempre.</p>
+
+<p>Mas luego que le hubo así despachado entróle
+una desdeñosa lástima, un lastimero desdén de
+aquel hombre. «¿No le he tratado con demasiada
+dureza?&mdash;se decía&mdash;. El hombre me sacaba de
+quicio, es cierto; sus miradas me herían más que
+sus palabras, pero debí tratarle de otro modo.
+El pobrecillo parece que necesita remedio, pero
+no el que él busca, sino otro, un remedio heroico
+y radical.» Pero cuando supo que don Juan
+se remediaba empezó a pensar si era, en efecto,
+calor de hogar lo que buscaba, aunque bien<span class="pagenum"><a name="Page_149" id="Page_149">[149]</a></span>
+pronto dió en otra sospecha que le sublevó aún
+más el corazón. «¡Ah&mdash;se dijo&mdash;, lo que necesita
+es una de casa, una que le cuide, que le ponga
+sobre la cama la ropa limpia, que haga que se
+le prepare el puchero... peor, peor que el remedio,
+peor aún! ¡Cuando una no es remedio
+es animal doméstico y la mayor parte de las veces
+ambas cosas a la vez! Estos hombres... ¡O
+porquería o poltronería! ¡Y aún dicen que el cristianismo
+redimió nuestra suerte, la de las mujeres!»
+Y al pensar esto, acordándose de su buen
+tío, se santiguó diciéndole: «¡No, no lo volveré a
+pensar...!»</p>
+
+<p>¿Pero quién enfrenaba a un pensamiento que
+mordía en el fruto de la ciencia del mal? «¡El
+cristianismo, al fin, y a pesar de la Magdalena,
+es religión de hombres&mdash;se decía Gertrudis&mdash;;
+masculinos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo...!»
+¿Pero y la Madre? La religión de la Madre
+está en: «He aquí la criada del Señor; hágase
+en mí según tu palabra» y en pedir a su Hijo
+que provea de vino a unas bodas, de vino que
+embriaga y alegra y hace olvidar penas, y para
+que el Hijo le diga: «¿Qué tengo yo que ver
+contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.»<span class="pagenum"><a name="Page_150" id="Page_150">[150]</a></span>
+¿Qué tengo que ver contigo...? Y llamarle mujer
+y no madre... Y volvió a santiguarse, esta vez
+con verdadero temblor. Y es que el demonio
+de su guarda&mdash;así creía ella&mdash;le susurró: «¡Hombre
+al fin!»</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_151" id="Page_151">[151]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XVIII</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Corrieron</span> unos años apacibles y serenos. La
+orfandad daba a aquel hogar, en el que de
+nada de bienestar se carecía, una íntima luz espiritual
+de serena calma. Apenas si había que
+pensar en el día de mañana. Y seguían en él
+viviendo, con más dulce imperio que cuando
+respirando llenaban con sus cuerpos sus sitios,
+los tres que le dieron a Gertrudis masa con que
+fraguarlo, Ramiro y sus dos mujeres de carne y
+hueso. De continuo hablaba Gertrudis de ellos
+a sus hijos. «¡Mira que te está mirando tu madre!»
+o «¡Mira que te ve tu padre!» Eran sus
+dos más frecuentes amonestaciones. Y los retratos
+de los que se fueron presidían el hogar
+de los tres.</p>
+
+<p>Los niños, sin embargo, íbanlos olvidando.
+Para ellos no existían sino en las palabras de<span class="pagenum"><a name="Page_152" id="Page_152">[152]</a></span>
+mamá Tula, que así la llamaban todos. Los recuerdos
+directos del mayorcito, de Ramirín, se
+iban perdiendo y fundiendo en los recuerdos de
+lo que de ellos oía contar a su tía. Sus padres
+eran ya para él una creación de ésta.</p>
+
+<p>Lo que más preocupaba a Gertrudis era evitar
+que entre ellos naciese la idea de una diferencia,
+de que había dos madres, de que no
+eran sino medio hermanos. Mas no podía evitarlo.
+Sufrió en un principio la tentación de decirles
+que las dos, Rosa y Manuela, eran, como
+ella misma, madres de todos ellos, pero vió la
+imposibilidad de mantener mucho tiempo el
+equívoco; y, sobre todo, el amor a la verdad, un
+amor en ella desenfrenado, le hizo rechazar tal
+tentación al punto.</p>
+
+<p>Porque su amor a la verdad confundíase en
+ella con su amor a la pureza. Repugnábanle esas
+historietas corrientes con que se trata de engañar
+la inocencia de los niños, como la de decirles
+que los traen a este mundo desde París,
+donde los compran. «¡Buena gana de gastar
+el dinero en tonto!»&mdash;había dicho un niño que
+tenía varios hermanos y a quien le dijeron que
+a un amiguito suyo le iban a traer pronto un<span class="pagenum"><a name="Page_153" id="Page_153">[153]</a></span>
+hermanito sus padres. «Buena gana de gastar
+mentiras en balde»&mdash;se decía Gertrudis; añadiéndose:
+«toda mentira es cuando menos en
+balde».</p>
+
+<p>&mdash;Me han dicho que soy hijo de una criada
+de mi padre; que mi mamá fué criada de la
+mamá de mis hermanos.</p>
+
+<p>Así fué diciendo un día a casa el hijo de Manuela.
+Y la tía Tula, con su voz más seria y delante
+de todos, le contestó:</p>
+
+<p>&mdash;Aquí todos sois hermanos, todos sois hijos
+de un mismo padre y de una misma madre, que
+soy yo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pues no dices, mamita, que hemos tenido
+otra madre?</p>
+
+<p>&mdash;La tuvisteis, pero ahora la madre soy yo; ya
+lo sabéis. ¡Y que no se vuelva a hablar de eso!</p>
+
+<p>Mas no lograba evitar el que se trasparentara
+que sentía preferencias. Y eran por el mayor, el
+primogénito, Ramirín, al que engendró su padre
+cuando aún tuviera reciente en el corazón el
+cardenal del golpe que le produjo el haber tenido
+que escojer entre las dos hermanas, o mejor
+el haber tenido que aceptar de mandato de Gertrudis
+a Rosa, y por la pequeñuela, por Mano<span class="pagenum"><a name="Page_154" id="Page_154">[154]</a></span>lita,
+pálido y frágil botoncito de rosa que hacía temer
+lo hiciese ajarse un frío o un ardor tempranos.</p>
+
+<p>De Ramirín, del mayor, una voz muy queda,
+muy sumisa, pero de un susurro sibilante y diabólico,
+que Gertrudis solía oir que brotaba de
+un rincón de las entrañas de su espíritu&mdash;y al
+oirla se hacía, santiguándose, una cruz sobre la
+frente y otra sobre el pecho, ya que no pudiese
+taparse los oídos íntimos de aquélla y de éste&mdash;de
+Ramirín decíale ese tentador susurro que
+acaso cuando le engendró su padre soñaba más
+en ella, en Gertrudis, que en Rosa. Y de Manolita,
+de la hija de la muerte de la hospiciana, se
+decía que sin su decisión de casar segunda
+vez a Ramiro, sin aquel haberle obligado a redimir
+su pecado y a rescatar a la víctima de él, a
+la pobre Manuela, no viviría el pálido y frágil
+botoncito.</p>
+
+<p>¡Y lo que le costó criarla! Porque el primer
+hijo de Ramiro y Manuela fué criado por ésta,
+por su madre. La cual, sumisa siempre como
+una res, y ayudada a la vez por su natural instinto,
+no intentó siquiera rehusarlo a pesar de
+la endeblez de su carne, pero fué con el hombre,
+fué con el marido, con quien tuvo que bre<span class="pagenum"><a name="Page_155" id="Page_155">[155]</a></span>gar
+Gertrudis. Porque Ramiro, viendo la flaqueza
+de su pobre mujer, procuró buscar nodriza
+a su hijo. Y fué Gertrudis la que le obligó a
+casarse con aquélla, quien se plantó en firme en
+que había de ser la madre misma quien criara al
+hijo. «No hay leche como la de la madre»&mdash;repetía,
+y al redargüir su cuñado: «Sí, pero es
+tan débil que corren peligro ella y el niño, y
+éste se criará enclenque», replicaba implacable
+la soberana del hogar: «¡Pretextos y habladurías!
+Una mujer a la que se le puede alimentar,
+puede siempre criar y la naturaleza ayuda, y en
+cuanto al niño, te repito que la mejor leche es
+la de la madre, si no está envenenada.» Y luego,
+bajando la voz, agregaba: «Y no creo que le
+hayas envenenado la sangre a tu mujer.» Y Ramiro
+tenía que someterse. Y la querella terminó
+un día en que a nuevas instancias del hombre,
+que vió que su nueva mujer sufrió un vahido,
+para que le desahijaran el hijo, la soberana del
+hogar, cojiéndole aparte, le dijo: «¡Pero qué
+empeño, hombre! Cualquiera creería que te estorba
+el hijo...»</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo que me estorba el hijo...? No lo
+comprendo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_156" id="Page_156">[156]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿No lo comprendes? ¡Pues yo sí!</p>
+
+<p>&mdash;Como no te expliques...</p>
+
+<p>&mdash;¿Que me explique? ¿Te acuerdas de lo de
+aquel bárbaro de Pascualón, el guarda de tu
+cortijo de Majadalaprieta?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué? ¿Aquello que comentamos de la insensibilidad
+con que recibió la muerte de su
+hijo...?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué tiene que ver esto con aquello? Por
+Dios, Tula...</p>
+
+<p>&mdash;Que a mí aquello me llegó al fondo del
+alma, me hirió profundamente y quise averiguar
+la raíz del mal...</p>
+
+<p>&mdash;Tu manía de siempre...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, ya me decía el pobre tío que yo era
+como Eva, empeñada en conocer la ciencia del
+bien y del mal.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y averiguaste...?</p>
+
+<p>&mdash;Que a aquel... hombre...</p>
+
+<p>&mdash;¿Ibas a decir...?</p>
+
+<p>&mdash;Que a aquel hombre, digo, le estorbaba
+el niño para más cómodamente disponer de su
+mujer. ¿Lo entiendes?</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué barbaridad!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_157" id="Page_157">[157]</a></span></p>
+
+<p>Pero ya Ramiro tuvo que darse por vencido y
+dejó que su Manuela criara al niño mientras
+Gertrudis lo dispusiese así.</p>
+
+<p>Y ahora se encontraba ésta con que tenía que
+criar a la pequeñuela, a la hija de la muerte, y
+que forzosamente había de dársela a una madre
+de alquiler, buscándole un pecho mercenario. Y
+esto le horrorizaba. Horrorizábale porque temía
+que cualquier nodriza, y más si era soltera, pudiese
+tener envenenada, con la sangre, la leche,
+y abusase de su posición. «Si es soltera&mdash;se decía&mdash;,
+¡malo! Hay que vigilarla para que no
+vuelva al novio o acaso a otro cualquiera, y si es
+casada, malo también, y peor aún si dejó al hijo
+propio para criar el ajeno.» Porque esto era lo
+que sobre todo le repugnaba. Vender el jugo
+maternal de las propias entrañas para mantener
+mal, para dejarlos morir acaso de hambre, a los
+propios hijos, era algo que le causaba dolorosos
+retortijones en las entrañas maternales. Y así es
+como se vió desde un principio en conflicto con
+las amas de cría de la pobre criatura, y teniendo
+que cambiar de ellas cada cuatro días. ¡No poder
+criarle ella misma! Hasta que tuvo que acudir
+a la lactancia artificial.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_158" id="Page_158">[158]</a></span></p>
+
+<p>Pero el artificio se hizo en ella arte, y luego
+poesía, y por fin más profunda naturaleza que la
+del instinto ciego. Fué un culto, un sacrificio,
+casi un sacramento. El biberón, ese artefacto
+industrial, llegó a ser para Gertrudis el símbolo
+y el instrumento de un rito religioso. Limpiaba
+los botellines, cocía los pisgos cada vez que los
+había empleado, preparaba y esterilizaba la leche
+con el ardor recatado y ansioso con que
+una sacerdotisa cumpliría un sacrificio ritual.
+Cuando ponía el pisgo de caucho en la boquita
+de la pobre criatura, sentía que le palpitaba y
+se le encendía la propia mama. La pobre criatura
+posaba alguna vez su manecita en la mano
+de Gertrudis, que sostenía el frasco.</p>
+
+<p>Se acostaba con la niña, a la que daba calor
+con su cuerpo, y contra éste guardaba el frasco
+de la leche por si de noche se despertaba aquélla
+pidiendo alimento. Y se le antojaba que el
+calor de su carne, enfebrecida a ratos por la fiebre
+de la maternidad virginal, de la virginidad
+maternal, daba a aquella leche industrial una
+virtud de vida materna y hasta que pasaba a
+ella, por misterioso modo, algo de los ensueños
+que habían florecido en aquella cama solitaria.<span class="pagenum"><a name="Page_159" id="Page_159">[159]</a></span>
+Y al darle de mamar, en aquel artilugio, por la
+noche, a oscuras y a solas las dos, poníale a la
+criaturita uno de sus pechos estériles, pero henchidos
+de sangre, al alcance de las manecitas
+para que siquiera las posase sobre él mientras
+chupaba el jugo de vida. Antojábasele que así
+una vaga y dulce ilusión animaría a la huérfana.
+Y era ella, Gertrudis, la que así soñaba. ¿Qué?
+Ni ella misma lo sabía bien.</p>
+
+<p>Alguna vez la criaturita se vomitó sobre aquella
+cama, limpia siempre hasta entonces como
+una patena, y de pronto sintió Gertrudis la punzada
+de la mancha. Su pasión morbosa por la
+pureza, de que procedía su culto místico a la
+limpieza, sufrió entonces, y tuvo que esforzarse
+para dominarse. Comprendía, sí, que no cabe
+vivir sin mancharse y que aquella mancha era
+inocentísima, pero los cimientos de su espíritu
+se conmovían dolorosamente con ello. Y luego
+le apretaba a la criaturita contra sus pechos pidiéndole
+perdón en silencio por aquella tentación
+de su pureza.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_161" id="Page_161">[161]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XIX</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Fuera</span> de este cuidado maternal por la pobre
+criaturita de la muerte de Manuela, cuidado
+que celaba una expiación y un culto místicos,
+y sin desatender a los otros y esforzándose
+por no mostrar preferencias a favor de los de
+su sangre, Gertrudis se preocupaba muy en especial
+de Ramirín y seguía su educación paso a
+paso, vigilando todo lo que en él pudiese recordar
+rasgos de su padre, a quien físicamente se
+parecía mucho. «Así sería a su edad»&mdash;pensaba
+la tía y hasta buscó y llegó a encontrar entre los
+papeles de su cuñado retratos de cuando éste
+era un chicuelo y los miraba y remiraba para
+descubrir en ellos al hijo. Porque quería hacer
+de éste lo que de aquél habría hecho a haberle
+conocido y podido tomar bajo su amparo y<span class="pagenum"><a name="Page_162" id="Page_162">[162]</a></span>
+crianza cuando fué un mozuelo a quien se le
+abrían los caminos de la vida. «Que no se equivoque
+como él&mdash;se decía&mdash;, que aprenda a detenerse
+para elegir, que no encadene la voluntad
+antes de haberla asentado en su raíz viva, en el
+amor perfecto y bien alumbrado, a la luz que
+le sea propia.» Porque ella creía que no era al
+suelo, sino al cielo, a lo que había que mirar
+antes de plantar un retoño; no al mantillo de la
+tierra, sino a las razas de lumbre que del sol le
+llegaran, y que crece mejor el arbolito que prende
+sobre una roca al solano dulce del mediodía
+que no el que sobre un mantillo vicioso y graso
+se alza a la umbría. La luz era la pureza.</p>
+
+<p>Fué con Ramirín aprendiendo todo lo que él
+tenía que aprender, pues le tomaba a diario las
+lecciones. Y así satisfacía aquella ansia por saber
+que desde niña le había aquejado y que hizo
+que su tío le comparase alguna vez con Eva. Y
+de entre las cosas que aprendió con su sobrino
+y para enseñárselas, pocas le interesaron más
+que la geometría. ¡Nunca lo hubiese ella creído!
+Y es que en aquellas demostraciones de la geometría,
+ciencia árida y fría al sentir de los más,
+encontraba Gertrudis un no sabía qué de lumi<span class="pagenum"><a name="Page_163" id="Page_163">[163]</a></span>nosidad
+y de pureza. Años después, ya mayor
+Ramirín, y cuando el polvo que fué la carne de
+su tía reposaba bajo tierra, sin luz de sol, recordaba
+el entusiasmo con que un día de radiante
+primavera le explicaba cómo no puede haber
+más que cinco y sólo cinco poliedros regulares;
+tres formados de triángulos: el tetraedro, de cuatro;
+el octaedro, de ocho, y el icosaedro, de
+veinte; uno de cuadrados: el cubo, de seis, y
+uno de pentágonos: el dodecaedro, de doce.
+«¿Pero no ves qué claro?», me decía&mdash;contaba
+el sobrino&mdash;; «¿no lo ves?, sólo cinco y no más
+que cinco, ni uno menos, ni uno más, ¡qué bonito!
+¡Y no puede ser de otro modo, tiene que
+ser así!», y al decirlo me mostraba los cinco modelos
+en cartulina blanca, blanquísima, que ella
+misma había construído, con sus santas manos,
+que eran prodigiosas para toda labor, y parecía
+como si acabase de descubrir por sí misma la
+ley de los cinco poliedros regulares... ¡pobre tía
+Tula! Y recuerdo que como a uno de aquellos
+modelos geométricos le cayera una mancha de
+grasa, hizo otro porque decía que con la mancha
+no se veía bien la demostración. Para ella
+la geometría era luz y pureza.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_164" id="Page_164">[164]</a></span></p>
+
+<p>En cambio huyó de enseñarle anatomía y
+fisiología. «Esas son porquerías&mdash;decía&mdash;y en
+que nada se sabe de cierto ni de claro.»</p>
+
+<p>Y lo que sobre todo acechaba era el alborear
+de la pubertad en su sobrino. Quería guiarle en
+sus primeros descubrimientos sentimentales y
+que fuese su amor primero el último y el único.
+«¿Pero es que hay un primer amor?», se preguntaba
+a sí misma sin acertar a responderse.</p>
+
+<p>Lo que más temía era las soledades de su sobrino.
+La soledad, no siendo a toda luz, la temía.
+Para ella no había más soledad santa que la del
+sol y la de la Virgen de la Soledad cuando se
+quedó sin su Hijo, el Sol del Espíritu. «Que no
+se encierre en su cuarto&mdash;pensaba&mdash;, que no esté
+nunca, a poder ser, solo; hay soledad que es la
+peor compañía; que no lea mucho sobre todo,
+que no lea mucho; y que no se esté mirando
+grabados.» No temía tanto para su sobrino a lo
+vivo cuanto a lo muerto, a lo pintado. «La muerte
+viene por lo muerto»&mdash;pensaba.</p>
+
+<p>Confesábase Gertrudis con el confesor de Ramirín,
+y era para, dirigiendo al director del muchacho
+en la dirección de éste, ser ella la que de
+veras le dirigiese. Y por eso en sus confesiones<span class="pagenum"><a name="Page_165" id="Page_165">[165]</a></span>
+hablaba más que de sí misma de su hijo mayor,
+como le llamaba. «Pero es, señora, que usted
+viene aquí a confesar sus pecados y no los de
+otros»&mdash;le tuvo que decir alguna vez el padre
+Alvarez, a lo que ella contestó: «Y si ese chico
+es mi pecado...»</p>
+
+<p>Cuando una vez creyó observar en el muchacho
+inclinaciones ascéticas, acaso místicas, acudió
+alarmada al padre Alvarez.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso no puede ser, padre!</p>
+
+<p>&mdash;Y si Dios le llamase por ese camino...</p>
+
+<p>&mdash;No, no le llama por ahí; lo sé, lo sé mejor
+que usted y desde luego mejor que él mismo;
+eso es... la sensualidad que se le despierta...</p>
+
+<p>&mdash;Pero, señora...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, anda triste, y la tristeza no es señal de
+vocación religiosa. ¡Y remordimiento no puede
+ser! ¿De qué...?</p>
+
+<p>&mdash;Los juicios de Dios, señora...</p>
+
+<p>&mdash;Los juicios de Dios son claros. Y esto es
+oscuro. Quítele eso de la cabeza. ¡El ha nacido
+para padre y yo para abuela!</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya salió aquello!</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, ya salió aquello!</p>
+
+<p>&mdash;¡Y cómo le pesa a usted eso! Líbrese de ese<span class="pagenum"><a name="Page_166" id="Page_166">[166]</a></span>
+peso... Me ha dicho cien veces que había ahogado
+ese mal pensamiento...</p>
+
+<p>&mdash;¡No puedo, padre, no puedo! Que ellos, que
+mis hijos&mdash;porque son mis hijos, mis verdaderos
+hijos&mdash;que ellos no lo sepan, que no lo
+sepan, padre, que no lo adivinen...</p>
+
+<p>&mdash;Cálmese, señora, por Dios, cálmese... y
+deseche esas aprensiones... esas tentaciones del
+Demonio, se lo he dicho cien veces... Sea la que
+es... la tía Tula que todos conocemos y veneramos
+y admiramos...; sí, admiramos...</p>
+
+<p>&mdash;¡No, padre, no! ¡Usted lo sabe! Por dentro
+soy otra...</p>
+
+<p>&mdash;Pero hay que ocultarlo...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, hay que ocultarlo, sí; pero hay días en
+que siento ganas de reunir a sus hijos, a mis
+hijos...</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, suyos, de usted!</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, yo madre, como usted... padre!</p>
+
+<p>&mdash;Deje eso, señora, deje eso...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, reunirles y decirles que toda mi vida ha
+sido una mentira, una equivocación, un fracaso...</p>
+
+<p>&mdash;Usted se calumnia, señora. Esa no es usted,
+usted es la otra... la que todos conocemos... la
+tía Tula...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_167" id="Page_167">[167]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Yo le hice desgraciado, padre; yo le hice
+caer dos veces: una con mi hermana, otra vez
+con otra...</p>
+
+<p>&mdash;¿Caer?</p>
+
+<p>&mdash;¡Caer, sí! ¡Y fué por soberbia!</p>
+
+<p>&mdash;No, fué por amor, por verdadero amor...</p>
+
+<p>&mdash;Por amor propio, padre&mdash;y estalló a llorar.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_169" id="Page_169">[169]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XX</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Logró</span> sacar a su sobrino de aquellas veleidades
+ascéticas y se puso a vigilarle, a espiar
+la aparición del primer amor. «Fíjate bien,
+hijo&mdash;le decía&mdash;y no te precipites, que una vez
+que hayas comprometido a una no debes dejarla...»</p>
+
+<p>&mdash;Pero, mamá, si no se trata de compromisos...
+Primero hay que probar...</p>
+
+<p>&mdash;No, nada de pruebas; nada de esos noviazgos;
+nada de eso de «hablo con Fulana». Todo
+seriamente...</p>
+
+<p>En rigor la tía Tula había ya hecho, por su
+parte, su elección y se proponía ir llevando dulcemente
+a su Ramirín a aquella que le había escojido,
+a Caridad.</p>
+
+<p>&mdash;Parece que te fijas en Carita&mdash;le dijo un día.</p>
+
+<p>-¡Psé!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_170" id="Page_170">[170]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Y ella en ti, si no me equivoco.</p>
+
+<p>&mdash;Y tú en los dos, a lo que parece...</p>
+
+<p>&mdash;¿Yo? Eso es cosa vuestra, hijo mío, cosa
+vuestra...</p>
+
+<p>Pero les fué llevando el uno al otro, y consiguió
+su propósito. Y luego se propuso casarlos
+cuanto antes. «Y que venga acá&mdash;decía&mdash;y viviremos
+todos juntos, que hay sitio para todos...
+¡Una hija más!»</p>
+
+<p>Y cuando hubo llevado a Carita a su casa,
+como mujer de su sobrino, era con ésta con la
+que tenía sus confidencias. Y era de quien trataba
+de sonsacar lo íntimo de su sobrino.</p>
+
+<p>Le obligó, ya desde un principio, a que le tutease
+y le llamase madre. Y le recomendaba que
+cuidase sobre todo de la pequeñita, de la mansa,
+tranquila y medrosica Manolita.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Caridad&mdash;le decía&mdash;, cuida sobre
+todo de esa pobrecita, que es lo más inocente y
+lo más quebradizo que hay y buena como el
+pan... Es mi obra...</p>
+
+<p>&mdash;Pero si la pobrecita apenas levanta la voz...
+si ni se le siente andar por la casa... Parece como
+que tuviera vergüenza hasta de presentarse...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí, es así... Harto he hecho por infun<span class="pagenum"><a name="Page_171" id="Page_171">[171]</a></span>dirle
+valor, pero en no estando arrimada a mí,
+cosida a mi falda, la pobrecita se encuentra como
+perdida. ¡Claro, como criada con biberón!</p>
+
+<p>&mdash;El caso es que es laboriosa, obediente, servicial,
+pero ¡habla tan poco...! ¡Y luego no se la
+oye reir nunca...!</p>
+
+<p>&mdash;Sólo alguna vez cuando está a solas conmigo,
+porque entonces es otra cosa, es otra Manolita...
+entonces resucita... Y trato de animarla,
+de consolarla, y me dice: «No te canses, mamita,
+que yo soy así... y además, no estoy triste...»</p>
+
+<p>&mdash;Pues lo parece...</p>
+
+<p>&mdash;Lo parece, sí, pero he llegado a creer que
+no lo está. Porque yo, yo misma, ¿qué te parezco,
+Carita, triste o alegre?</p>
+
+<p>&mdash;Usted, tía...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es eso de usted y de tía?</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, tú, mamá, tú... pues no sé si eres
+triste o alegre, pero a mí me pareces alegre...</p>
+
+<p>&mdash;¿Te parezco así? ¡Pues basta!</p>
+
+<p>&mdash;Por lo menos a mí me alegras...</p>
+
+<p>&mdash;Y es a lo que nos manda Dios a este mundo,
+a alegrar a los demás.</p>
+
+<p>&mdash;Pero para alegrar a los demás hay que
+estar alegre una...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_172" id="Page_172">[172]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;O no...</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo no?</p>
+
+<p>&mdash;Nada alegra más que un rayo de sol, sobre
+todo si da sobre la verdura del follaje de un
+árbol, y el rayo de sol no está ni alegre ni triste,
+y quién sabe... acaso su propio fuego le consume...
+El rayo de sol alegra porque está limpio;
+todo lo limpio alegra... Y esa pobre Manolita
+debe alegrarte, porque a limpia...</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, eso sí! Y luego esos ojos que tiene, que
+parecen...</p>
+
+<p>&mdash;Parecen dos estanques quietos entre verdura...
+Los he estado mirando muchas veces y
+desde cerca. Y no sé de dónde ha sacado esos
+ojos... No son de su madre, que tenía ojos de
+tísica, turbios de fiebre... ni son los de su padre,
+que eran...</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes de quién parecen esos ojos?</p>
+
+<p>&mdash;¿De quién?&mdash;y Gertrudis temblaba al preguntarlo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues son tus ojos...!</p>
+
+<p>&mdash;Puede ser... puede ser... No me los he mirado
+nunca de cerca ni puedo vérmelos desde
+dentro, pero puede ser... puede ser... Al menos
+le he enseñado a mirar...</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_173" id="Page_173">[173]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XXI</h2>
+
+
+<p>¿<span class="smcap">Qué</span> le pasaba a la pobre Gertrudis que se
+sentía derretir por dentro? Sin duda
+había cumplido su misión en el mundo. Dejaba
+a su sobrino mayor, a su Ramiro, a su otro Ramiro,
+a cubierto de la peor tormenta, embarcado
+en su barca de por vida, y a los otros hijos
+al amparo de él; dejaba un hogar encendido y
+quien cuidase de su fuego. Y se sentía deshacer.
+Sufría frecuentes embaimientos, desmayos, y durante
+días enteros lo veía todo como en niebla,
+como si fuese bruma y humo todo. Y soñaba;
+soñaba como nunca había soñado. Soñaba lo
+que habría sido si Ramiro hubiese dejado por
+ella a Rosa. Y acababa diciéndose que no
+habrían sido de otro modo las cosas. Pero ella
+había pasado por el mundo fuera del mundo. El<span class="pagenum"><a name="Page_174" id="Page_174">[174]</a></span>
+padre Alvarez creía que la pobre Gertrudis chocheaba
+antes de tiempo, que su robusta inteligencia
+flaqueaba y que flaqueaba al peso mismo
+de su robustez. Y tenía que defenderle de aquellas
+sus viejas tentaciones.</p>
+
+<p>Cuando un día se le acercó Caridad y, al
+oído, le dijo: «¡Madre...!», al notarle el rubor que
+le encendía el rostro, exclamó: «¿Qué? ¿Ya?»
+«¡Sí, ya!»&mdash;susurró la muchacha. «¿Estás segura?»
+«¡Segura; si no, no te lo habría dicho!»
+Y Gertrudis, en medio de su goce, sintió como
+si una espada de hielo le atravesase por medio
+el corazón. Ya no tenía qué hacer en el mundo
+más que esperar al nieto, al nieto de los suyos,
+de su Ramiro y su Rosa, a su nieto, e ir luego
+a darles la buena nueva. Ya apenas se cuidaba
+más que de Caridad, que era quien para ella llenaba
+la casa. Hasta de Manolita, de su obra, se
+iba descuidando, y la pobre niña lo sentía;
+sentía que el esperado iba relegándole en la
+sombra.</p>
+
+<p>&mdash;Ven acá&mdash;le decía Gertrudis a Caridad,
+cuando alguna vez se encontraban a solas, ocasión
+que acechaba&mdash;, ven acá, siéntate aquí, a
+mi lado... ¿Qué, le sientes, hija mía, le sientes?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_175" id="Page_175">[175]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Algunas veces...</p>
+
+<p>&mdash;¿No llama? ¿No tiene prisa por salir a luz,
+a la luz del sol? Porque ahí dentro, a oscuras...
+aunque esté ello tan tibio, tan sosegado... ¿No
+da empujoncitos? Si tarda no me va a ver... no
+le voy a ver... Es decir: ¡si tarda, no!, si me
+apresuro yo...</p>
+
+<p>&mdash;Pero, madre, no diga esas cosas...</p>
+
+<p>&mdash;¡<i>No digas</i>, hija! Pero me siento derretir...
+ya no soy para nada... Veo todo como empañado...
+como en sueños... Si no lo supiera no podría
+ahora decir si tu pelo es rubio o moreno...</p>
+
+<p>Y le acariciaba lentamente la espléndida cabellera
+rubia. Y como si viese con los dedos,
+añadía: «Rubia, rubia como el sol...»</p>
+
+<p>&mdash;Si es chico, ya lo sabes, Ramiro, y si es
+chica... Rosa...</p>
+
+<p>&mdash;No, madre, sino Gertrudis... Tula, mamá
+Tula.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tula... bueno...! Y mejor si fuese una pareja,
+mellizos, pero chico y chica...</p>
+
+<p>&mdash;¡Por Dios, madre!</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué? ¿Crees que no podrías con eso? ¿Te
+parece demasiado trabajo?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_176" id="Page_176">[176]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Yo... no sé... no sé nada de eso, madre;
+pero...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, eso es lo perfecto, una parejita de gemelos...
+un chico y una chica que han estado abrazaditos
+cuando no sabían nada del mundo,
+cuando no sabían ni que existían; que han estado
+abrazaditos al calorcito del vientre materno...
+Algo así debe de ser el cielo...</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué cosas se te ocurren, mamá Tula!</p>
+
+<p>&mdash;No ves que me he pasado la vida soñando...</p>
+
+<p>Y en esto, mientras soñaba así y como para
+guardar en su pecho este último ensueño y llevarlo
+como viático al seno de la madre tierra, la
+pobre Manolita cayó gravemente enferma. «¡Ah!,
+yo tengo la culpa&mdash;se dijo Gertrudis&mdash;, yo que
+con esto de la parejita de mi ensueño me he descuidado
+de esa pobre avecilla... Sin duda en un
+momento en que necesitaba de mi arrimo ha
+debido de cojer algún frío...» Y sintió que le
+volvían las fuerzas, unas fuerzas como de milagro.
+Se le despejó la cabeza, y se dispuso a cuidar
+a la enferma.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, madre&mdash;le decía Caridad&mdash;, déjeme
+que le cuide yo, que le cuidemos nosotras... entre
+yo, Rosita y Elvira le cuidaremos.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_177" id="Page_177">[177]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No; tú no puedes cuidarla como es debido,
+no debes cuidarla... Tú te debes al que llevas,
+a lo que llevas, y no es cosa de que por atender
+a ésta malogres lo otro... y en cuanto a Rosita y
+Elvira, sí, son sus hermanas, la quieren como
+tales, pero no entienden de eso, y además la pobre,
+aunque se aviene a todo, no se halla sin
+mí... Un simple vaso de agua que yo le sirva le
+hace más provecho que todo lo que los demás
+le podáis hacer. Yo sola sé arreglarle la almohada
+de modo que no le duela en ella la cabeza y
+que no tenga luego pesadillas...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, es verdad...</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro, yo la crié...! Y yo debo cuidarle.</p>
+
+<p>Resucitó. Volvióle todo el luminoso y fuerte
+aplomo de sus días más heroicos. Ya no le temblaba
+el pulso ni le vacilaban las piernas. Y
+cuando teniendo el vaso con la pócima medicinal
+que a las veces tenía que darle, la pobre
+enferma le posaba las manos febriles en sus manos
+firmes y finas, pasaba sobre su enlace como
+el resplandor de un dulce recuerdo, casi borrado
+para la encamada. Y luego se sentaba la tía Tula
+junto a la cama de la enferma y se estaba allí, y
+ésta no hacía sino mirarle en silencio.</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_178" id="Page_178">[178]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¿Me moriré, mamita?&mdash;preguntaba la niña.</p>
+
+<p>&mdash;¿Morirte? ¡No, pobrecita alondra, no! Tú
+tienes que vivir...</p>
+
+<p>&mdash;Mientras tú vivas...</p>
+
+<p>&mdash;Y después... y después...</p>
+
+<p>&mdash;Después... no... ¿para qué...?</p>
+
+<p>&mdash;Pero las muchachas deben vivir...</p>
+
+<p>&mdash;¿Para qué...?</p>
+
+<p>&mdash;Pues... para vivir... para casarse... para criar
+familia...</p>
+
+<p>&mdash;Pues tú no te casaste, mamita...</p>
+
+<p>&mdash;No, yo no me casé; pero como si me hubiese
+casado... Y tú tienes que vivir para cuidar
+de tu hermano...</p>
+
+<p>&mdash;Es verdad... de mi hermano... de mis hermanos...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, de todos ellos...</p>
+
+<p>&mdash;Pero si dicen, mamita, que yo no sirvo para
+nada...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y quién dice eso, hija mía?</p>
+
+<p>&mdash;No, no lo dicen... no lo dicen... pero lo
+piensan...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y cómo sabes tú que lo piensan?</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues... porque lo sé! Y además, porque es
+verdad... porque yo no sirvo para nada, y des<span class="pagenum"><a name="Page_179" id="Page_179">[179]</a></span>pués
+de que tú te me mueras yo nada tengo que
+hacer aquí... Si tú te murieras me moriría de
+frío...</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, vamos, arrópate bien y no digas
+esas cosas... Y voy a arreglarte esa medicina...</p>
+
+<p>Y fué a ocultar sus lágrimas y a echarse a los
+pies de su imagen de la Virgen de la Soledad y
+a suplicarla: «¡Mi vida por la suya, Madre, mi
+vida por la suya! Siente que yo me voy, que
+me llaman mis muertos, y quiere irse conmigo;
+quiere arrimarse a mí, arropada por la tierra, allí
+abajo, donde no llega la luz, y que yo le preste
+no sé qué calor... ¡Mi vida por la suya, Madre, mi
+vida por la suya! Que no caiga tan pronto esa
+cortina de tierra de las tinieblas sobre esos ojos
+en que la luz no se quiebra, sobre esos ojos que
+dicen que son los míos, sobre esos ojos sin mancha
+que le di yo... sí, yo... Que no se muera...
+que no se muera... Sálvala, Madre, aunque tenga
+yo que irme sin ver al que ha de venir...»</p>
+
+<p>Y se cumplió su ruego.</p>
+
+<p>La pobre niña enferma fué recobrando vida;
+volvieron los colores de rosa a sus mejillas; volvió
+a mirar la luz del sol dando en el verdor de
+los árboles del jardincito de la casa, pero la tía<span class="pagenum"><a name="Page_180" id="Page_180">[180]</a></span>
+Tula cayó con una broncopneumonía cojida
+durante la convalecencia de Manolita. Y entonces
+fué ésta la que sintió que brotaba en sus entrañas
+un manadero de salud, pues tenía que
+cuidar a la que le había dado vida.</p>
+
+<p>Toda la casa vió con asombro la revelación
+de aquella niña.</p>
+
+<p>&mdash;Di a Manolita&mdash;decía Gertrudis a Caridad&mdash;que
+no se afane tanto, que aún estará débil... Tú
+tampoco, por supuesto; tú te debes a los tuyos,
+ya lo sabes... Con Rosita y Elvira basta... Además,
+como todo ha de ser inútil... Porque yo ya
+he cumplido...</p>
+
+<p>&mdash;Pero, madre...</p>
+
+<p>&mdash;Nada, lo dicho, y que esa palomita de Dios
+no se malgaste...</p>
+
+<p>&mdash;Pero si se ha puesto tan fuerte... Jamás hubiese
+creído...</p>
+
+<p>&mdash;Y ella que se quería morir y creía morirse...
+Y yo también lo temí... ¡Porque la pobre me parecía
+tan débil...! Claro, no conoció a su padre
+que estaba ya herido de muerte cuando la engendró...
+y en cuanto a su pobre madre, yo creo
+que siempre vivió medio muerta... ¡Pero esa chica
+ha resucitado!</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_181" id="Page_181">[181]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, al verte en peligro ha resucitado!</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro, es mi hija!</p>
+
+<p>&mdash;¿Más?</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, más! Te lo quiero declarar ahora que
+estoy en el zaguán de la eternidad; si, más. ¡Ella
+y tú!</p>
+
+<p>&mdash;¿Ella y yo?</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, ella y tú! Y porque no tenéis mi sangre.
+Ella y tú. Ella tiene la sangre de Ramiro, no la
+mía, pero la he hecho yo, ¡es obra mía! Y a ti yo
+te casé con mi hijo.</p>
+
+<p>&mdash;Lo sé...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, como le casé a su padre con su madre,
+con mi hermana, y luego le volví a casar con la
+madre de Manolita...</p>
+
+<p>&mdash;Lo sé... lo sé...</p>
+
+<p>&mdash;Sé que lo sabes, pero no todo...</p>
+
+<p>&mdash;No, todo no...</p>
+
+<p>&mdash;Ni yo tampoco... O al menos no quiero saberlo.
+Quiero irme de este mundo sin saber muchas
+cosas... Porque hay cosas que el saberlas
+mancha... Eso es el pecado original, y la Santísima
+Virgen Madre nació sin mancha de pecado
+original...</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo he oído decir que lo sabía todo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_182" id="Page_182">[182]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;No, no lo sabía todo; no conocía la ciencia
+del mal... que es ciencia...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, no hables tanto, madre, que te perjudica...</p>
+
+<p>&mdash;Más me perjudica cavilar, y si me callo cavilo...
+cavilo...</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_183" id="Page_183">[183]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XXII</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">La</span> tía Tula no podía ya más con su cuerpo.
+El alma le revoloteaba dentro de él, como
+un pájaro en una jaula que se desvencija, a la
+que deja con el dolor de quien le desollaran,
+pero ansiando volar por encima de las nubes.
+No llegaría a ver al nieto. ¿Lo sentía? «Allá
+arriba, estando con ellos&mdash;soñaba&mdash;sabré cómo
+es, y si es niño o niña... o los dos... y lo sabré
+mejor que aquí, pues desde allí arriba se ve mejor
+y más limpio lo de aquí abajo.»</p>
+
+<p>La última fiebre teníala postrada en cama.
+Apenas si distinguía a sus sobrinos más que por
+el paso, sobre todo a Caridad y a Manolita. El
+paso de aquélla, de Caridad, llegábale como el
+de una criatura cargada de fruto y hasta le parecía
+oler a sazón de madurez. Y el de Manolita<span class="pagenum"><a name="Page_184" id="Page_184">[184]</a></span>
+era tan leve como el de un pajarito que no se
+sabe si corre o vuela a ras de tierra. «Cuando
+ella entra&mdash;se decía la tía&mdash;siento rumor de alas
+caídas y quietas.»</p>
+
+<p>Quiso despedirse primero de ésta, a solas, y
+aprovechó un momento en que vino a traerle la
+medicina. Sacó el brazo de la cama, lo alargó
+como para bendecirla, y poniéndole la mano sobre
+la cabeza, que ella inclinó con los claros ojos
+empañados, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué, palomita sin hiel, quieres todavía morirte...?
+¡La verdad!</p>
+
+<p>&mdash;Si con ello consiguiera...</p>
+
+<p>&mdash;Que yo no me muera, ¿eh? No, no debes
+querer morirte... tienes a tu hermano, a tus hermanos...
+Estuviste cerca de ello, pero me parece
+que la prueba te curó de esas cosas... ¿No es
+así? Dímelo como en confesión, que voy a contárselo
+a los nuestros...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, ya no se me ocurren aquellas tonterías...</p>
+
+<p>&mdash;¿Tonterías? No, no eran tonterías. ¡Ah!, y
+ahora que dices eso de tonterías, tráeme tu muñeca,
+porque la guardas, ¿no es así? Si, sé que
+la guardas... Tráeme aquella muñeca, ¿sabes?
+Quiero despedirme de ella también y que se<span class="pagenum"><a name="Page_185" id="Page_185">[185]</a></span>
+despida de mí... ¿Te acuerdas? Vamos, ¿a que
+no te acuerdas?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, madre, me acuerdo.</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué te acuerdas?</p>
+
+<p>&mdash;De cuando se me cayó en aquel patín de la
+huerta y Elvira me llamaba tonta porque lloraba
+tanto y me decía que de nada sirve llorar...</p>
+
+<p>&mdash;Eso... eso... ¿y qué más? ¿Te acuerdas de
+más?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, del cuento que nos contaste entonces...</p>
+
+<p>&mdash;¿A ver, qué cuento?</p>
+
+<p>&mdash;De la niña que se le cayó la muñeca en un
+pozo seco adonde no podía bajar a sacarla y se
+puso a llorar, a llorar, a llorar, y lloró tanto que
+se llenó el pozo con sus lágrimas y salió flotando
+en ellas la muñeca...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué dijo Elvirita a eso? ¿Qué dijo? Que
+no me acuerdo...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí se acuerda, madre...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ¿pues qué dijo?</p>
+
+<p>&mdash;Dijo que la niña se quedaría seca y muerta
+de haber llorado tanto...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y yo qué dije?</p>
+
+<p>&mdash;Por Dios, madre...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, no lo digas, pero no llores así, pa<span class="pagenum"><a name="Page_186" id="Page_186">[186]</a></span>lomita,
+no llores así... que por mucho que llores
+no se llenará con tus lágrimas el pozo en que
+voy cayendo y no saldré flotando...</p>
+
+<p>&mdash;Si pudiera ser...</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, sí! Si pudiera ser yo saldría a cojerte
+y llevarte conmigo... Pero hay que esperar la
+hora. Y cuida de tus hermanos. Te los entrego a
+ti, ¿sabes? a ti. Haz que no se den cuenta de
+que me he muerto.</p>
+
+<p>&mdash;Haré todo lo que pueda...</p>
+
+<p>&mdash;Y yo te ayudaré desde arriba.</p>
+
+<p>&mdash;Que no se enteren de que me he muerto...</p>
+
+<p>&mdash;Te rezaré, madre...</p>
+
+<p>&mdash;A la Virgen, hija, a la Virgen...</p>
+
+<p>&mdash;Te rezaré, madre, todas las noches antes de
+acostarme...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, no llores así...</p>
+
+<p>&mdash;Pero si no lloro, ¿no ves que no lloro?</p>
+
+<p>&mdash;Para lavar los ojos cuando han visto cosas
+feas no está mal, pero tú no has visto cosas feas,
+no puedes verlas...</p>
+
+<p>&mdash;Y si es caso, cerrando los ojos...</p>
+
+<p>&mdash;No, no, así se ven cosas más feas. Y pide
+por tu padre, por tu madre, por mí... No olvides
+a tu madre...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_187" id="Page_187">[187]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Si no la olvido...</p>
+
+<p>&mdash;Como no la conociste...</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, la conozco!</p>
+
+<p>&mdash;Pero a la otra, digo, a la que te trajo al
+mundo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, gracias a ti la conozco; a aquélla!</p>
+
+<p>&mdash;¡Pobrecilla! Ella no había conocido a la
+suya...</p>
+
+<p>&mdash;¡Su madre fuiste tú, lo sé bien!</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pero no llores...</p>
+
+<p>&mdash;¡Si no lloro!&mdash;y se enjugaba los ojos con el
+dorso de la mano izquierda mientras con la otra
+temblorosa, sostenía el vaso de la medicina.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, y ahora trae a la muñeca, que quiero
+verla. ¡Ah! ¡Y allí en un rincón de aquella arquita
+mía que tú sabes... ahí está la llave... sí,
+ésa, ésa!... Allí donde nadie ha tocado más que
+yo, y tú alguna vez; allí, junto a aquellos retratos,
+¿sabes?, hay otra muñeca... la mía... la que
+yo tenía siendo niña... mi primer cariño... ¿el
+primero?... ¡bueno! Tráemela también... Pero
+que no se entere ninguna de ésas, no digan que
+son tonterías nuestras, porque las tontas somos
+nosotras... Tráeme las dos muñecas, que me despida
+de ellas, y luego nos pondremos serias para<span class="pagenum"><a name="Page_188" id="Page_188">[188]</a></span>
+despedirnos de los otros... Vete, que me viene un
+mal pensamiento&mdash;y se santiguó.</p>
+
+<p>El mal pensamiento era que el susurro diabólico
+allá, en el fondo de las entrañas doloridas
+con el dolor de la partida, le decía: «¡muñecos
+todos!»</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_189" id="Page_189">[189]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XXIII</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">Luego</span> llamó a todos, y Caridad entre ellos.</p>
+
+<p>&mdash;Esto es, hijos míos, la última fiebre, el
+principio del fuego del Purgatorio...</p>
+
+<p>&mdash;Pero qué cosas dices, mamá...</p>
+
+<p>&mdash;Sí; el fuego del Purgatorio, porque en el
+Infierno no hay fuego... el Infierno es de hielo
+y nada más que de hielo. Se me está quemando
+la carne... Y lo que siento es irme sin ver, sin
+conocer, al que ha de llegar... o a la que ha de
+llegar... o a los que han de llegar...</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, mamá...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, tú, Cari, cállate y no nos vengas
+ahora con vergüenza... Porque yo querría contarles
+todo a los que me llaman... Vamos, no
+lloréis así... Allí están... los tres...</p>
+
+<p>&mdash;Pero no digas esas cosas...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_190" id="Page_190">[190]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Ah, ¿queréis que os diga cosas de reir? Las
+tonterías ya nos las hemos dicho Manolita y yo,
+las dos tontas de la casa, y ahora hay que hacer
+esto como se hace en los libros...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ¡no hables tanto! El médico ha dicho
+que no se te deje hablar mucho.</p>
+
+<p>&mdash;¿Ya estás ahí tú, Ramiro? ¡El hombre! ¿El
+médico dices? ¿Y qué sabe el médico? No le
+hagáis caso... Y además es mejor vivir una hora
+hablando que dos días más en silencio. Ahora
+es cuando hay que hablar. Además, así me distraigo
+y no pienso en mis cosas...</p>
+
+<p>&mdash;Pues ya sabes que el padre Alvarez te ha
+dicho que pienses ahora en tus cosas...</p>
+
+<p>&mdash;Ah, ¿ya estás ahí tú, Elvira, la juiciosa?
+¿Conque el padre Alvarez, eh?... el del remedio...
+¿Y qué sabe el padre Alvarez? ¡Otro médico!
+¡Otro hombre! Además, yo no tengo cosas
+mías en que pensar... yo no tengo mis cosas...
+Mis cosas son las vuestras... y las de ellos... las
+de los que me llaman... Yo no estoy ni viva ni
+muerta... no he estado nunca ni viva ni muerta...
+¿Qué? ¿Qué dices tú ahí, Enriquín? Que estoy
+delirando...</p>
+
+<p>&mdash;No, no digo eso...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_191" id="Page_191">[191]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;Sí, has dicho eso, te lo he oído bien... se lo
+has dicho al oído a Rosita... No ves que siento
+hasta el roce en el aire de las alas quietas de
+Manolita. Pues si deliro... ¿qué?</p>
+
+<p>&mdash;Que debes descansar...</p>
+
+<p>&mdash;Descansar... descansar... ¡tiempo me queda
+para descansar!</p>
+
+<p>&mdash;Pero no te destapes así...</p>
+
+<p>&mdash;Si es que me abraso... Y ya sabes, Caridad,
+Tula, Tula como yo... y él, el otro, Ramiro... Sí,
+son dos, él y ella, que estarán ahora abrazaditos...
+al calorcito...</p>
+
+<p>Callaron todos un momento. Y al oir la moribunda
+sollozos entrecortados y contenidos, añadió:</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ¡hay que tener ánimo! Pensad bien,
+bien, muy bien, lo que hayáis de hacer, pensadlo
+muy bien... que nunca tengáis que arrepentiros
+de haber hecho algo y menos de no haberlo
+hecho... Y si veis que el que queréis se ha caído
+en una laguna de fango y aunque sea en un
+pozo negro, en un albañal, echaos a salvarle,
+aun a riesgo de ahogaros, echaos a salvarle...
+que no se ahogue él allí... o ahogaros juntos...
+en el albañal... servidle de remedio... sí, de re<span class="pagenum"><a name="Page_192" id="Page_192">[192]</a></span>medio...
+¿que morís entre légamo y porquería?
+no importa... Y no podréis ir a salvar al compañero
+volando sobre el ras del albañal porque no
+tenemos alas... no, no tenemos alas... o son alas
+de gallina, de no volar... y hasta las alas se
+mancharían con el fango que salpica el que se
+ahoga en él... No, no tenemos alas... a lo más
+de gallina... no somos ángeles... lo seremos en
+la otra vida... donde no hay fango... ni sangre!
+Fango hay en el Purgatorio, fango ardiente, que
+quema y limpia... fango que limpia, sí... En el
+Purgatorio les queman a los que no quisieron
+lavarse con fango... sí, con fango... Les queman
+con estiércol ardiente... les lavan con porquería...
+Es lo último que os digo, no tengáis miedo
+a la podredumbre... Rogad por mí, y que la Virgen
+me perdone.</p>
+
+<p>Le dió un desmayo. Al volver de él no coordinaba
+los pensamientos. Entró luego en una
+agonía dulce. Y se apagó como se apaga una
+tarde de otoño cuando las últimas razas del sol,
+filtradas por nubes sangrientas, se derriten en
+las aguas serenas de un remanso del río en que
+se reflejan los álamos&mdash;sanguíneo su follaje
+también&mdash;que velan a sus orillas.</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_193" id="Page_193">[193]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XXIV</h2>
+
+
+<p>¿<span class="smcap">Murió</span> la tía Tula? No, sino que empezó a
+vivir en la familia, e irradiando de ella,
+con una nueva vida más entrañada y más vivífica,
+con la vida eterna de la familiaridad inmortal.
+Ahora era ya para sus hijos, sus sobrinos, la
+Tía, no más que la Tía, ni <i>madre</i> ya ni <i>mamá</i>, ni
+aun tía Tula, sino sólo la Tía. Fué este nombre
+de invocación, de verdadera invocación religiosa,
+como el canonizamiento doméstico de una
+santidad de hogar. La misma Manolita, su más
+hija y la más heredera de su espíritu, la depositaria
+de su tradición, no le llamaba sino la Tía.</p>
+
+<p>Mantenía la unidad y la unión de la familia, y
+si al morir ella afloraron a vista de todos, haciéndose
+patentes, divisiones intestinas antes ocultas,
+alianzas defensivas y ofensivas entre los<span class="pagenum"><a name="Page_194" id="Page_194">[194]</a></span>
+hermanos, fué porque esas divisiones brotaban
+de la vida misma familiar que ella creó. Su espíritu
+provocó tales disensiones y bajo de ellas
+y sobre ellas la unidad fundamental y culminante
+de la familia. La tía Tula era el cimiento y
+la techumbre de aquel hogar.</p>
+
+<p>Formáronse en éste dos grupos: de un lado,
+Rosita, la hija mayor de Rosa, aliada con Caridad,
+con su cuñada y no con su hermano, no
+con Ramiro; de otro, Elvira, la segunda hija de
+Rosa, con Enrique, su hermanastro, el hijo de la
+hospiciana, y quedaban fuera Ramiro y Manolita.
+Ramiro vivía, o más bien se dejaba vivir,
+atento a su hijo y al porvenir que podía depararle
+otros y a sus negocios civiles, y Manolita,
+atenta a mantener el culto de la Tía y la tradición
+del hogar.</p>
+
+<p>Manolita se preparaba a ser el posible lazo
+entre cuatro probables familias venideras. Desde
+la muerte de la Tía habíase revelado. Guardaba
+todo su saber, todo su espíritu; las mismas frases
+recortadas y aceradas, a las veces repetición
+de las que oyó a la otra, la misma doctrina, el
+mismo estilo y hasta el mismo gesto. «¡Otra
+tía!»&mdash;exclamaban sus hermanos, y no siempre<span class="pagenum"><a name="Page_195" id="Page_195">[195]</a></span>
+llevándoselo a bien. Ella guardaba el archivo y
+el tesoro de la otra; ella tenía la llave de los cajoncitos
+secretos de la que se fué en carne y
+sangre; ella guardaba, con su muñeca de cuando
+niña, la muñeca de la niñez de la Tía, y algunas
+cartas, y el devocionario y el breviario de don
+Primitivo; ella era en la familia quien sabía los
+dichos y hechos de los antepasados dentro de
+memoria: de don Primitivo, que nada era de su
+sangre; de la madre del primer Ramiro; de Rosa;
+de su propia madre Manuela, la hospiciana&mdash;de
+ésta no dichos ni hechos, sino silencios y pasiones&mdash;,
+ella era la historia doméstica; por ella
+se continuaba la eternidad espiritual de la familia.
+Ella heredó el alma de ésta, espiritualizada
+en la Tía.</p>
+
+<p>¿Herencia? Se trasmite por herencia en una
+colmena el espíritu de las abejas, la tradición
+abejil, el arte de la melificación y de la fábrica
+del panal, la <i>abejidad</i>, y no se trasmite, sin embargo,
+por carne y por jugos de ella. La carnalidad
+se perpetúa por zánganos y por reinas, y
+ni los zánganos ni las reinas trabajaron nunca,
+no supieron ni fabricar panales, ni hacer miel, ni
+cuidar larvas, y no sabiéndolo, no pudieron<span class="pagenum"><a name="Page_196" id="Page_196">[196]</a></span>
+trasmitir ese saber, con su carne y sus jugos, a
+sus crías. La tradición del arte de las abejas, de
+la fábrica del panal y el laboreo de la miel y la
+cera, es, pues, colateral y no de trasmisión de
+carne, sino de espíritu, y débese a las tías, a
+las abejas que ni fecundan huevecillos ni los
+ponen. Y todo esto lo sabía Manolita, a quien
+se lo había enseñado la Tía, que desde muy
+joven paró su atención en la vida de las abejas
+y la estudió y meditó, y hasta soñó sobre ella.
+Y una de las frases de íntimo sentido, casi esotérico,
+que aprendió Manolita de la Tía y que de
+vez en cuando aplicaba a sus hermanos, cuando
+dejaban muy al desnudo su masculinidad de
+instintos, era decirles: «¡Cállate, zángano!» Y
+zángano tenía para ella, como lo había tenido
+para la Tía, un sentido de largas y profundas
+resonancias. Sentido que sus hermanos adivinaban.</p>
+
+<p>La alianza entre Elvira, la hija del primer
+Ramiro que le costó la vida a Rosa, su primera
+mujer, y Enrique, el hijo del pecado de aquél
+y de la hospiciana, era muy estrecha. Queríanse
+los hermanastros más que cualesquiera otros
+de los cinco entre sí. Siempre andaban en<span class="pagenum"><a name="Page_197" id="Page_197">[197]</a></span>
+cuchicheos y en secreteos. Y esta a modo de
+conjura desasosegábale a Manolita. No que le
+doliera que su hermano uterino, el salido del
+mismo vientre de donde ella salió, tuviese más
+apego a hermana nacida de otra madre, no; sentía
+que a ella no había de apegársele ninguno
+de sus hermanos y complacíase en ello. Pero
+aquel afecto más que fraternal le era repulsivo.</p>
+
+<p>&mdash;Ya estoy deseando&mdash;les dijo una vez&mdash;que
+uno de vosotros se enamore; que tú, Enrique,
+te eches novia o que a ésta, a ti, Elvira, te pretenda
+alguno...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y para qué?&mdash;preguntó ésta.</p>
+
+<p>&mdash;Para que dejéis de andar así, de bracete
+por la casa, y con cuentecitos al oído y carantoñas,
+arrumacos y lagoterías...</p>
+
+<p>&mdash;Acaso entonces más...&mdash;dijo Enrique.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y cómo así?</p>
+
+<p>&mdash;Porque ésta vendrá a contarme los secretos
+de su novio, ¿verdad, Elvira?, y yo le contaré,
+¡claro está!, los de mi novia...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí...&mdash;exclamó Elvira a punto de palmotear.</p>
+
+<p>&mdash;Y os reiréis uno y otro del otro novio y<span class="pagenum"><a name="Page_198" id="Page_198">[198]</a></span>
+de la otra novia, ¿no es así?... ¡qué bonito!</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ¿y qué diría a esto la Tía?&mdash;preguntó
+Elvira mirándole a Manolita a los ojos.</p>
+
+<p>&mdash;Diría que no se debe jugar con las cosas
+santas y que sois unos chiquillos...</p>
+
+<p>&mdash;Pues no repitas con la Tía&mdash;le arguyó Enrique&mdash;aquello
+del Evangelio de que hay que hacerse
+niño para entrar en el reino de los cielos...</p>
+
+<p>&mdash;¡Niño, sí! ¡Chiquillo, no!</p>
+
+<p>&mdash;¿Y en qué se le distingue al niño del chiquillo...?</p>
+
+<p>&mdash;¿En qué? En la manera de jugar.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo juega el chiquillo?</p>
+
+<p>&mdash;El chiquillo juega a persona mayor. Los niños
+no son, como los mayores, ni hombres ni
+mujeres, sino que son como los ángeles. Recuerdo
+haberle oído decir a la Tía que había oído
+que hay lenguas en que el niño no es ni masculino
+ni femenino, sino neutro...</p>
+
+<p>&mdash;Sí&mdash;añadió Enrique&mdash;en alemán. Y la señorita
+es neutro...</p>
+
+<p>&mdash;Pues esta señorita&mdash;dijo Manolita intentando,
+sin conseguirlo, teñir de una sonrisa estas
+palabras&mdash;no es neutra...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_199" id="Page_199">[199]</a></span></p>
+
+<p>&mdash;¡Claro que no soy neutra; pues no faltaba
+más...!</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero bueno, nada de chiquilladas!</p>
+
+<p>&mdash;Chiquilladas, no; niñerías, eso, ¿no es eso?</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso es!</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ¿y en qué las conoceremos?</p>
+
+<p>&mdash;Basta, que no quiero deciros más. ¿Para
+qué? Porque hay cosas que al tratar de decirlas
+se ponen más oscuras...</p>
+
+<p>&mdash;Bien, bien, tiíta&mdash;exclamó Elvira abrazándola
+y dándole un beso&mdash;, no te enfades así...
+¿Verdad que no te enfadas, tiíta...?</p>
+
+<p>&mdash;No; y menos porque me llames tiíta...</p>
+
+<p>&mdash;Si lo hacía sin intención...</p>
+
+<p>&mdash;Lo sé; pero eso es lo peligroso. Porque la
+intención viene después...</p>
+
+<p>Enrique le hizo una carantoña a su hermana
+completa y cojiendo a la otra, a la hermanastra,
+por debajo de un brazo, se la llevó consigo.</p>
+
+<p>Y Manolita, viéndoles alejarse, quedó diciéndose:
+«¿Chiquillos? ¡En efecto, chiquillos! ¿Pero
+he hecho bien en decirles lo que les he dicho?
+¿He hecho bien, Tía?»&mdash;e invocaba mentalmente
+a la Tía.&mdash;«La intención viene después... ¿No<span class="pagenum"><a name="Page_200" id="Page_200">[200]</a></span>
+soy yo la que con mis reconvenciones voy a
+darles una intención que les falta? Pero, ¡no, no!
+¡Que no jueguen así! ¡Porque están jugando...!
+¡Y ojalá les salga pronto el novio a ella y la novia
+a él!»</p>
+
+<hr class="chap" />
+
+<p class="p6"><span class="pagenum"><a name="Page_201" id="Page_201">[201]</a></span></p>
+
+
+
+
+<h2>XXV</h2>
+
+
+<p><span class="smcap">El</span> otro grupo lo formaban en la familia, no
+Rosita y Ramiro, sino la mujer de éste, Caridad,
+y aquella su cuñada. Aunque en rigor era
+Rosita la que buscaba a Caridad y le llevaba sus
+quejas, sus aprensiones, sus suspicacias. Porque
+iba, por lo común, a quejarse. Creíase, o al menos
+aparentaba creer, que era la desdeñada y la
+no comprendida. Poníase triste y como preocupada
+en espera de que le preguntasen qué era
+lo que tenía, y como nadie se lo preguntaba
+sufría con ello. Y menos que los otros hermanos
+se lo preguntaba Manolita, que se decía: «Si
+tiene algo de verdad y más que gana de mimo y
+de que nos ocupemos especialmente en ella, ya
+reventará!» Y la preocupada sufría con ello.</p>
+
+<p>A su cuñada, a Caridad, le iba sobre todo
+con quejas de su marido; complacíase en acusar<span class="pagenum"><a name="Page_202" id="Page_202">[202]</a></span>
+a éste, a Ramiro, de egoísta. Y la mujer le oía
+pacientemente y sin saber qué decirle.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no sé, Manuela&mdash;le decía a ésta Caridad,
+su cuñada&mdash;qué hacer con Rosa... Siempre
+me está viniendo con quejas de Ramiro: que si
+es un orgulloso, que si un egoísta, que si un
+distraído...</p>
+
+<p>&mdash;¡Llévale la hebra y dile que sí!</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero cómo? ¿Voy a darle alas?</p>
+
+<p>&mdash;No, sino a cortárselas.</p>
+
+<p>&mdash;Pues no lo entiendo. Y además, eso no es
+verdad; ¡Ramiro no es así!...</p>
+
+<p>&mdash;Lo sé, lo sé muy bien. Sé que Ramiro podrá
+tener, como todo hombre, sus defectos...</p>
+
+<p>&mdash;Y como toda mujer.</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro, sí! Pero los de él son defectos de
+hombre...</p>
+
+<p>&mdash;¡De zángano, vamos!</p>
+
+<p>&mdash;Como quieras; los de Ramiro son defectos
+de hombre, o si quieres, pues que te empeñas,
+de zángano...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y los míos?</p>
+
+<p>&mdash;¿Los tuyos, Caridad? Los tuyos... ¡de reina!</p>
+
+<p>&mdash;¡Muy bien! ¡Ni la Tía...!</p>
+
+<p>&mdash;Pero los defectos de Ramiro no son los que<span class="pagenum"><a name="Page_203" id="Page_203">[203]</a></span>
+Rosa dice. Ni es orgulloso, ni es egoísta, ni es
+distraído...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y entonces por qué voy a llevarle la hebra
+como dices?</p>
+
+<p>&mdash;Porque eso será llevarle la contraria. Lo sé
+muy bien. La conozco.</p>
+
+<p>Cierta mañana, encontrándose las tres, Caridad,
+Manuela y Rosa, comenzó ésta el ataque.</p>
+
+<p>R.&mdash;¡Vaya unas horas de llegar anoche tu maridito!</p>
+
+<p>Nunca hablando con su cuñada le llamaba a
+Ramiro «mi hermano», sino siempre: «tu marido».</p>
+
+<p>C.&mdash;¿Y qué mal hay en ello?</p>
+
+<p>M.&mdash;Y tú, Rosa, estabas a esas horas despierta...</p>
+
+<p>R.&mdash;Me despertó su llegada...</p>
+
+<p>M.&mdash;¿Sí, eh?</p>
+
+<p>C.&mdash;Pues a mí apenas si me despertó...</p>
+
+<p>R.&mdash;¡Vaya una calma!</p>
+
+<p>M.&mdash;Aquí Caridad duerme confiada y hace bien.</p>
+
+<p>R.&mdash;¿Hace bien...? ¿Hace bien...? No lo comprendo.</p>
+
+<p>M.&mdash;Pues yo sí. Pero tú parece que te complaces
+en eso, que es un juego muy peligroso y
+muy feo...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_204" id="Page_204">[204]</a></span></p>
+
+<p>C.&mdash;¡Por Dios, Manuela!</p>
+
+<p>R.&mdash;Déjale, déjale a la tía...</p>
+
+<p>M.&mdash;Con el acento que ahora le pones la tía
+aquí eres ahora tú...</p>
+
+<p>R.&mdash;¿Yo? ¿Yo la tía?</p>
+
+<p>M.&mdash;Sí, tú, tú, Rosa. ¿A qué viene querer provocar
+celos en tu hermana?</p>
+
+<p>C.&mdash;Pero si Rosa no quiere hacerme celosa,
+Manuela...</p>
+
+<p>M.&mdash;Yo sé lo que me digo, Caridad.</p>
+
+<p>R.&mdash;Sí, aquí ella sabe lo que se dice...</p>
+
+<p>M.&mdash;Aquí sabemos todos lo que queremos
+decir y yo sé, además, lo que me digo, ¿me entiendes,
+Rosa?</p>
+
+<p>R.&mdash;El estribillo de la Tía...</p>
+
+<p>M.&mdash;Sea. Y te digo que serías capaz de aceptar
+el peor novio que se te presente y casarte
+con él no más que para provocarle a que te diese
+celos, no a dárselos tú...</p>
+
+<p>R.&mdash;¿Casarme yo? ¿Yo casarme? ¿Yo novio?
+¡Las ganas...!</p>
+
+<p>M.&mdash;Sí, ya sé que dices, aunque no sé si lo
+piensas, que no te has de casar, que tú no quieres
+novio... Ya sé que andas en si te vas o no a
+meter monja...</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_205" id="Page_205">[205]</a></span></p>
+
+<p>C.&mdash;¿Y cómo lo has sabido, Manuela?</p>
+
+<p>M.&mdash;Ah, ¿pero vosotras creéis que no me percato
+de vuestros secretos? Precisamente por ser
+secretos...</p>
+
+<p>R.&mdash;Bueno, y si pensara yo en meterme
+monja, ¿qué? ¿Qué mal hay en ello? ¿Qué mal
+hay en servir a Dios?</p>
+
+<p>M.&mdash;En servir a Dios, no, no hay mal ninguno...
+Pero es que si tú entrases monja no
+sería por servir a Dios...</p>
+
+<p>R.&mdash;¿No? ¿Pues por qué?</p>
+
+<p>M.&mdash;Por no servir a los hombres... ni a las
+mujeres...</p>
+
+<p>C.&mdash;Pero por Dios, Manuela, qué cosas tienes...</p>
+
+<p>R.&mdash;Sí, ella tiene sus cosas y yo las mías... ¿Y
+quién te ha dicho, hermana, que desde el convento
+no se puede servir a los hombres...?</p>
+
+<p>M.&mdash;Sin duda, rezando por ellos...</p>
+
+<p>R.&mdash;¡Pues claro está! Pidiendo a Dios que les
+libre de tentaciones...</p>
+
+<p>M.&mdash;Pero me parece que tú más que a rezar
+«no nos dejes caer en la tentación» vas a «no
+me dejes caer en la tentación...»</p>
+
+<p>R.&mdash;Sí, que voy a que no me tienten...</p>
+
+<p>M.&mdash;¿Pues no has venido acá a tentar a Cari<span class="pagenum"><a name="Page_206" id="Page_206">[206]</a></span>dad,
+tu hermana? ¿O es que crees que no era tentación
+eso? ¿No venías a hacerle caer en tentación?</p>
+
+<p>C.&mdash;No, Manuela, no venía a eso. Y además
+sabe que no soy celosa, que no lo seré, que no
+puedo serlo...</p>
+
+<p>R.&mdash;Déjale, déjale, Caridad, déjale a la abejita,
+que pique... que pique...</p>
+
+<p>M.&mdash;Duele, ¿eh? Pues, hija, rascarse...</p>
+
+<p>R.&mdash;<i>Hija</i> ahora, ¿eh?</p>
+
+<p>M.&mdash;Y siempre, hermana.</p>
+
+<p>R.&mdash;Y dime tú, hermanita, la abejita, ¿tú no
+has pensado nunca en meterte en un panal así,
+en una colmena...?</p>
+
+<p>M.&mdash;Se puede hacer miel y cera en el mundo...</p>
+
+<p>R.&mdash;Y picar...</p>
+
+<p>M.&mdash;¡Y picar, exacto!</p>
+
+<p>R.&mdash;Vamos, sí, que tú, como tía Tula, vas
+para tía...</p>
+
+<p>M.&mdash;Yo no sé para lo que voy, pero si siguiera
+el ejemplo de la Tía no habría de ir por mal
+camino. ¿O es que crees que marró ella el suyo?
+¿Es que has olvidado sus enseñanzas? ¿Es que
+trató ella nunca de encismar a los de casa? ¿Es
+que habría ella nunca denunciado un acto de
+uno de sus hermanos?</p><p><span class="pagenum"><a name="Page_207" id="Page_207">[207]</a></span></p>
+
+<p>C.&mdash;Por Dios, Manuela, por la memoria de tía
+Tula, cállate ya... Y tú, Rosa, no llores así... vamos,
+levanta esa frente... no te tapes así la cara
+con las manos... no llores así, hija, no llores así...</p>
+
+<p>Manuela le puso a su hermanastra la mano
+sobre el hombro y con una voz que parecía venir
+del otro mundo, del mundo eterno de la familia
+inmortal, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Perdóname, hermana, me he excedido...
+pero tu conducta me ha herido en lo vivo de la
+familia y he hecho lo que creo que habría hecho
+la Tía en este caso... perdónamelo!</p>
+
+<p>Y Rosa, cayendo en sus brazos y ocultando su
+cabeza entre los pechos de su hermana, le dijo
+entre sollozos:</p>
+
+<p>&mdash;¡Quien tiene que perdonarme eres tú, hermana,
+tú... Pero hermana... no, sino madre... ni
+madre... ¡Tía! ¡Tía!</p>
+
+<p>&mdash;¡Es la Tía, la tía Tula, la que tiene que perdonarnos
+y unirnos y guiarnos a todos!&mdash;concluyó
+Manuela.</p>
+
+<div>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 44358 ***</div>
+</body>
+</html>
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new file mode 100644
index 0000000..9a984e8
--- /dev/null
+++ b/44358-h/images/cover.jpg
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