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+The Project Gutenberg EBook of Belarmino y Apolonio, by Ramon Pérez de Ayala
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+
+Title: Belarmino y Apolonio
+
+Author: Ramon Pérez de Ayala
+
+Release Date: December 10, 2004 [EBook #14318]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK BELARMINO Y APOLONIO ***
+
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+
+
+Produced by Stan Goodman, Larry Bergey and the Online Distributed
+Proofreading Team
+
+
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+
+
+BELARMINO Y APOLONIO
+
+_NOVELA_
+
+
+
+
+RAMÓN PÉREZ DE AYALA
+
+1921
+
+
+
+
+PRÓLOGO
+
+EL FILÓSOFO DE LA CASAS DE HUÉSPEDES
+
+Don Amaranto de Fraile, a quien conocí hace muchos años en una casa de
+huéspedes, era, sin duda, un hombre fuera de lo común, no menos por la
+traza corporal cuanto por su inteligencia, carácter y costumbres. Algún
+día quizá se me ocurra referir por lo menudo lo que hube de averiguar de
+su vida, y sobre todo recoger por curiosidad sus doctrinas, opiniones,
+aforismos y paradojas; de donde pudiera resultar un libro que si no
+emula las _Memorabilia_ en que Xenofonte dejó reverente y filial
+recuerdo de su maestro Sócrates, será de seguro porque ando yo tan lejos
+de Xenofonte como don Amaranto se aproximaba, tal cual vez, a Sócrates:
+un Sócrates de tres pesetas, con principio. Pero todo esto no conviene
+ahora a mi propósito.
+
+Cuando yo le conocí pasaba ya de los sesenta este varón extraordinario.
+Había vivido veinte años en la misma casa de huéspedes, aquella en donde
+yo di con él, y otros veinticinco en otras muchas casas de huéspedes. Es
+decir, que se había pasado la vida en casas de huéspedes. La tal casa,
+en donde al Destino plugo juntarnos pasajeramente, era repugnante de
+todo punto. Pasé allí sólo dos meses, y eso porque la simpatía y
+deleitoso magisterio de don Amaranto me persuadieron a dilatar mi
+estada. Su irónica pedantería y pintoresca erudición me encantaban; pero
+lo que más me movía a venerar a don Amaranto era el hecho de que hubiera
+permanecido tantos años en semejante alojamiento, soportando como si tal
+cosa, sin perder de romana en lo físico ni la ecuanimidad interior,
+privaciones, entrometimientos, escándalos, desaliños, ponzoñas; en suma,
+un trato miserable y homicida. Y es que había profesado pertenecer a las
+casas de huéspedes, como a una orden religiosa, y hecho voto de pupilaje
+perpetuo. Él mismo me lo declaró un día, de sobremesa. Digo de
+sobremesa, que no de sobrecomida. Un detalle de las sobremesas de
+aquella casa, es que no había palillos de dientes; no por razones de
+economía, ni menos por escrúpulos de aseo y urbanidad, como es uso entre
+anglosajones, los cuales consideran el acto de mondar las rendijas de la
+dentadura como una necesidad de orden vergonzoso y clandestino, sino
+porque no había ocasión, y por ende los palillos holgaban. Condumios y
+viandas eran los primeros harto flúidos y las otras de estructura
+demasiado coherente y compacta para la herramienta dental humana, de
+manera que no permanecía residuo alguno entre los dientes.
+
+--En el Ática--me dijo aquel día de sobremesa don Amaranto, ostentando
+didácticamente un tenedor de peltre, al modo de férula--se iba a buscar
+la sabiduría al mercado o bajo el pórtico de Júpiter Liberador, donde
+Sócrates, con palabra ligera y gesto sonriente, parteaba, como avezada
+comadrona, el alumbramiento de las ideas; al huerto umbrátil de Academo,
+donde Platón, de hombros anchos y labios melifluos, empollaba en las
+almas jóvenes los alados anhelos con que volasen de lo sensible a lo
+absoluto; en el Liceo, donde el seco Estagirita desmontaba en piezas la
+máquina del mundo, y mostraba sus relaciones, ensambladuras y modo de
+funcionar. En la Edad Media, los silos del saber de entonces y de lo
+poco que de la antigüedad aún quedaba fueron los monasterios. Luego, la
+ciencia se acogió a las universidades. En nuestros días, la mejor
+universidad, el verdadero convento, el más cumplido liceo, el más
+poblado huerto de Academo, y el más genuino trasunto del pórtico de
+Júpiter Liberador y del clásico mercado, todo esto es, amigo mío, la
+casa de huéspedes española, señaladamente la madrileña. La Naturaleza es
+un libro, ciertamente; pero es un libro hermético. La casa de huéspedes
+es un libro abierto. No se necesita sino saber leer, que es bien poca
+cosa. Ahora, que para morar de por vida en casas de huéspedes, como para
+profesar en una orden religiosa, necesítase asimismo una cualidad rara,
+aunque no tan rara entre españoles: vocación ascética. En las casas de
+huéspedes no cabe dar pábulo ni satisfacción a ningún linaje de
+voluptuosidad o apetencia de la carne mortal. El español tiene la piel
+tan recia, las entrañas tan enjutas y los sentidos tan mansuetos, que es
+ya asceta innato y por predestinación; ninguna aspereza le mortifica y
+apenas si hay placer sensual que apetezca, como no sea el genésico, y
+ése en su forma más simple y plena, el cual así considerado, aunque el
+vulgo ibérico lo denomine amor, y hasta el gran Lope de Vega escribió
+que no hay otro amor que éste que por voluntad de natura se sacia con el
+ayuntamiento de los que se desean, no es sino instinto y servidumbre,
+común a hombres y bestias, con que cumplimos en la propagación de la
+especie; en tanto el hombre, en sus placeres exclusivos, selecciona por
+discernimiento, que no por instinto, el objeto o propósito hacia donde
+se encamina, y perfecciona por educación los medios de alcanzarlo y el
+arte de gustarlo. Un placer humano, aunque de la más baja jerarquía, es
+el de la mesa. Los animales comen el alimento en crudo. El hombre hace
+pasar el alimento por la cocina; lo condimenta, lo sazona, le infunde
+sabores varios y sutiles. El buey come hierba ahora como en la edad de
+piedra, y la rumia como entonces, sin haberle añadido complicaciones ni
+gustos nuevos. En cambio, la ciencia y el arte culinarios son evolutivos
+y perfectibles; en Maxim, de París, no se come como se comía en las
+cavernas. Sí, amigo mío; el español es asceta _a nativitate_. Por eso en
+España hay incontable número de conventos y casas de huéspedes, en los
+cuales se perpetúan bodrios y condumios cavernarios, cuando no se apenca
+con el alimento en crudo. Cierta vez me propuse acometer una
+investigación científica de sociología comparada, y aun de etnografía,
+tomando como tema y punto de arranque las casas de huéspedes en España y
+en las naciones extranjeras. Después de prolijas experiencias y
+estudios, llegué a este resultado inconcuso: la casa de huéspedes es
+una institución típicamente española, algo así como la lidia de reses
+bravas en coso, el cocido y el cultivo de las verrugas pilosas con fines
+estéticos. Entre el _boarding-house_ inglés, la _pension de famille_,
+francesa o suiza, la _pensione_ italiana, la _pensionshaus_ alemana y la
+casa de huéspedes madrileña, hay tanta semejanza como entre el Támesis,
+el Sena o el Tíber, de una parte, y de otra el Manzanares; y en este
+parangón le corresponde el papel de Tíber, Sena o Támesis a la casa de
+huéspedes, claro está. El _boarding-house_ inglés es un pequeño museo de
+figuras de cera, un número del _Punch_, un breve repertorio de
+caricaturas, ya que los britanos, casi sin excepción, condúcense
+socialmente con fría y cómica simplicidad y rehuyen efusiones e
+intimidades. La pensión suiza, una cantina de estación; todos están de
+paso y ausentes entre sí. La _pensione_ italiana, alhóndiga de
+interjecciones y de lugares comunes artísticos («¿han visto ustedes ya
+_La Primavera_, de Sandro Boticelli? ¡Ah!», exclama una pintora sueca,
+de volumen ciclópeo, en tanto ingurgita, con remilgo y primor,
+cucharadas de _minestrone_. «¡Ah!», repite un yanqui de pecho abultado,
+como palomo buchón, que tiene voz de barítono y está adoctrinándose en
+el _bell canto_, con miras económicas, por ver de ganar tanto como
+Caruso. «Pues, ¿y los frescos del Giotto? ¡Oh!», interpone una provecta
+dama rusa, que tiene ante sí un libro de Ruskin, abierto y apoyado sobre
+una panzuda botella de _Chianti_); vivero de filisteos estetas, de
+fementidos émulos de Apeles y Fidias y de presuntas estrellas
+operáticas, que con aullidos y fermatas martirizan al huésped sosegado e
+inofensivo. La _pensionshaus_ alemana, reducido _pandemónium_, o sea,
+lugar consagrado al culto de la democrática Afrodita tudesca, de cadera
+copiosa y relevado seno. Algunas pensiones familiares francesas
+justifican, en efecto, su título, mediante ciertas virtudes y todos los
+defectos de la vida familiar, y conservan la mesa única, la mesa
+redonda, que en la casa de huéspedes española es de rigor. En todos
+aquellos hospedajes y albergues forasteros no niego que se aprende algo;
+pero ese algo es anecdótico, superficial, inconexo, al modo de las
+monografías de la ciencia experimental. Mas la casa de huéspedes es
+enciclopedia de las ciencias, es _summa_, es biblia. Hace ya no pocos
+lustros, durante mi noviciado como pupilo de casa de huéspedes, entablé
+pronta amistad con otro pensionista, estudiante de medicina, quien
+primero suscitó mi curiosidad hacia los misterios hipocráticos y luego
+me inició en ellos. Con él asistí a un parto, en San Carlos. Hay dos
+espectáculos que el hombre debe presenciar alguna vez: uno es la salida
+del sol; otro es un parto. El primero nos enseña a respetar la idea de
+Dios; el segundo, a respetar a la mujer. Creo que la razón de que en los
+matrimonios españoles no se acate lo debido a la mujer estriba en que es
+uso entre comadrones y comadronas impeler y aun constreñir al padre a
+que permanezca fuera del recinto en donde se verifica el doloroso
+misterio. De esta suerte, el marido ignora por qué la maternidad es
+sacramento, martirio y santificación. La mujer, advierte San Agustín,
+_nisi mater, instrumentum voluptatis_; o vemos en ella la madre, o nos
+rebajamos a tomarla como mero instrumento de voluptuosidad. Cuando
+sucede esto último y del misterio de la maternidad el hombre no hace
+cuenta sino de los fugitivos instantes de epilepsia que acompañan a la
+cópula, al acto de engendrar y concebir, entonces el esposo envilece a
+la esposa, y ¿cómo ha de respetar aquello que envilece? Prosigo. Estudié
+bastante tiempo la medicina, libremente y conforme mi arbitrio. Desde
+aquel punto, siempre he estado suscrito a alguna revista médica. Lo
+primero es el conocimiento del hombre físico, de la máquina deleznable y
+complejísima con que sentimos y pensamos. Las ideas, aun las más puras,
+son evaporaciones biológicas, vahos de la carne efímera; son como las
+nubes, que parecen nacidas del firmamento y exentas de la grave
+jurisdicción terrena, no obstante que de la tierra se desprenden y a la
+tierra tornan, y al volver la fecundan. Merced a otros muchos
+pensionistas y accidentales compañeros de hospedaje, fuí interesándome
+y adoctrinándome en las varias disciplinas y actividades del saber. En
+una ocasión cayó por mi misma casa de huéspedes un teutón, aprovechado
+como todos ellos, que buscaba aprender en vivo y por obra de práctica
+asidua el castellano. «Tate, pensé; tú aprenderás mi habla, pero yo
+aprendo la tuya», como así fué. El griego me lo enseñó un opositor a
+cátedras, y muy rápidamente, con gran sorpresa mía. Abundante copia de
+opositores a cátedras conocí, que me sirvieron de maestros. Existe en
+España una rara profesión: la de opositor a cátedras. Hay individuos,
+talludos ya, y aun valetudinarios, que no son ni han sido otra cosa que
+opositores a cátedras. Esto se explica porque en España se conceden las
+cátedras por amistad, parentesco o bandería, antes que por mérito; de
+donde se aprende más y mejor de los opositores que de los mismos
+catedráticos. No le fatigaré a usted con la relación meticulosa de lo
+que he aprendido y me figuro saber. Porque, al cabo, el saber poco o
+mucho, ¿de qué sirve? Cada ciencia, de por sí, es una abdicación al
+conocer íntegro, gesto de cansancio, tácita admisión de pequeñez e
+ignorancia, actitud de obligada humildad. El sabio se ha dejado colocar,
+como caballo que va de jornada, orejeras a entrambas sienes, por no ver
+sino lo que tiene delante de las narices. El universo es coordinación de
+infinitos fenómenos heterogéneos. Cada ciencia, en cambio, se conforma
+con añascar enteco troje de fenomenillos homogéneos, y obstínase en no
+admitir que de fuera, aparte, por debajo y por encima de ellos, exista
+realidad alguna. La edad científica sigue a la edad teológica. Es decir:
+cuando la humanidad, tras de haber imaginado penetrar el sentido de la
+vida y la muerte y tener asido el orbe entre las manos, como un niño una
+pelota, volvió sobre sí y, con maravilla y espanto, descubrió que todo
+había sido ensueño e ilusión, que la vida no tiene sentido ni el orbe
+consiente que se le abarque; en aquel trance lastimoso, que fué algo así
+como una almoneda en donde se desbarató el hogar y menaje de los dioses,
+algunos individuos remataron a bajo precio tales y cuáles trastos de la
+almoneda, que, aunque apolillados y claudicantes, todavía duran y se
+utilizan, y otros individuos, muy contados, más propensos a la
+desesperanza y al tedio, volviéronse de espaldas al cielo, ya vacío y
+desalquilado, humillaron los ojos hacia el suelo, y aplicáronse a reunir
+por semejas hechos minúsculos, no de otra suerte que un desocupado, por
+pasatiempo o ansia de olvido, se emplea en coleccionar objetos
+inservibles; y así se fué formando cada una de las ciencias
+particulares: que no es otra cosa una ciencia sino colección, jamás
+completa, de sellos usados o cencerros de vaca. Antes, en la edad
+teológica, el hombre se había acostumbrado a la presencia de lo absoluto
+en cada realidad relativa; el mundo estaba poblado de mitos; la esencia
+de los seres flotaba en la superficie, como la niebla matinal sobre los
+ríos; y el conocimiento íntegro se ofrecía al alcance de la mano, como
+la frambuesa de los setos. En un árbol, si era laurel, un antiguo veía a
+Dafne, sentía el contacto invisible de Apolo, y empleaba las hojas para
+guisar y para coronar los púgiles y los poetas. ¿Qué más necesitaba
+saber? En la edad científica un solo árbol se multiplica en tantos
+árboles como ciencias, y ninguno es el árbol verdadero. El botánico le
+pone un mote; el matemático le da ciertas dimensiones, en relación con
+la circunferencia del ecuador, ¡atiza!; el arquitecto lo considera como
+una viga maestra; el ingeniero naval, como una cuaderna o un mástil; el
+telegrafista, como un poste de telégrafos; el economista, como un valor
+cotizable; el ingeniero agrónomo, como un orden de cultivo; el médico,
+como una especie terapéutica; el químico, como una retorta en cuyo seno
+se efectúan ciertas reacciones; el biólogo, poco menos que como una
+persona; y así sucesivamente. La mosca tiene la retina tallada en
+millares de facetas, con que ve lo externo reproducido en millares de
+imágenes. Leí en un ensayista francés: «¡Quién poseyera la retina de la
+mosca! ¡Qué formidable panorama de la creación le ha sido otorgado a la
+mosca y negado al que llamamos rey de la tierra!...» Pues con penetrar
+un poco en todas las ciencias, así puras como aplicadas, se descompone
+al punto una imagen en millares de imágenes, como ya he esbozado en el
+paradigma del árbol. Y la familiaridad con las ciencias y subsecuente
+visión por miríadas de imágenes se obtiene profesando, por vocación y
+con fe, en una casa de huéspedes. «La verdadera universidad de nuestros
+días--asentó Carlyle--es una biblioteca.» Si Carlyle hubiera sido
+español, habría dicho casa de huéspedes, que no biblioteca. Pero, ya que
+uno es docto en toda ciencia y mira el objeto en todos sus visos y desde
+todos los sesgos, ¿es esto saber más, ni siquiera saber algo? Eso es dar
+vueltas en un tío-vivo, alredor de un objeto. Frontera a mí, en la mesa
+redonda, come una linda muchacha. Yo cabalgo un paquidermo del tío-vivo
+imaginario y científico, y me lanzo a observar la hermosa criatura,
+girando en torno de ella. Comienzo a observarla en un soslayo o escorzo,
+el fisiológico. Penetro la arcana alquimia que se está operando en su
+estómago a tiempo que deglute; sé cómo las proteínas, grasas y
+carbohidratos, almidones y azúcares de los alimentos que delicadamente
+va introduciendo en el precioso estuche de su boca se truecan al final
+en tejido orgánico; y no quiero profundizar más en estas observaciones
+entrañables, porque llegaría a términos lastimosos. Hago un cuarto de
+rotación sobre el giratorio paquidermo, y ahora observo a la niña desde
+otra perspectiva: la filológica. Por ciertas voces y matices
+ortológicos, sé, con certidumbre, que esta muchacha es galaica, y
+precisamente de Mondoñedo. Como por encantamento, la niña acaba de decir
+que es de Mondoñedo y nacida en agosto. Mi paquidermo da un bote hacia
+adelante, y ya estoy en otra línea de observación: la de los horóscopos
+y astrologías, que es ciencia no por olvidada menos respetable. Esta
+joven, como nacida en agosto (Napoleón Bonaparte nació en agosto), es
+apasionada, ardiente, muy proclive a gratificar la Venus, dicharachera,
+y debe cuidar de los dolores de cabeza (Napoleón no consumó la batalla
+de Borodino porque aquel día le aquejaba una fluxión nasal). Si yo fuera
+joven, no seguiría adelante, porque ¿qué vale toda la ciencia ante estos
+dos hechos tan sencillos: que esta joven es bonita y que se rinde a
+ciertas proclividades? Pero, puesto que si no senil soy senescente, me
+sobrepongo a las flaquezas de la carne, completo el giro y examino a la
+muchacha desde los cuatro puntos cardinales. A la postre, estoy donde
+estaba. ¿Qué he conseguido saber sobre esta muchacha? Nada. Nada. Nada.
+En cambio, si es vecina de mi aposento y a través del frágil tabique la
+oigo suspirar, reír, llorar, sé que está triste, que goza, que sufre.
+Otro día cojo al vuelo una frase; otro, percibo todo un diálogo; otro,
+hablo con ella y la guío con sutileza a que me confíe algún secretillo;
+otro, completo lo que ella me haya dicho con lo que otros me comuniquen
+acerca de ella misma; y así, poco a poco, he llegado a conocerla en
+puridad, porque he entrado en su drama. Cada vida es un drama de más o
+menos intensidad. Cada vida es, asimismo, una sombra inconstante y
+huidera. ¿Recuerda usted la alegoría de la caverna, de Platón? Pues es
+preciso ir todavía un poco más allá; los que Platón pone aherrojados en
+la caverna no son cuerpos materiales, sino sombras, pero sombras
+dramáticas y atormentadas; y lo que sobre el muro ven, sombras de
+sombras. Eso es una casa de huéspedes: la caverna de las sombras. Por
+estas penumbrosas estancias circulan sin cesar nuevas sombras y más
+sombras, vidas y más vidas, dramas y más dramas. Se me dirá que lo mismo
+sucede en los hoteles, en las calles, en los ferrocarriles, dondequiera
+que se congregan las gentes. Y es verdad. Sólo que en aquellas partes la
+sombra y el drama pasan sordamente, aisladamente, disimuladamente, sin
+comunicarse, en tanto en la casa de huéspedes, la obligada familiaridad,
+que comienza en la mesa redonda, solidariza a esas sombras efímeras y
+quebranta los sigilos del drama individual. Le digo a usted que, a
+veces, extendiendo la mirada sobre mis vecinos de mesa, cuyos dramas
+privativos se me presentan al pronto con escénica plasticidad, y
+elevándome a seguida, y como que a pesar mío, a contemplarlos
+filosóficamente, _sub specie aeterni_, como sombras inconsistentes y
+efímeras, me acomete un escalofrío patético, me dan ganas de llorar y
+soy capaz de tragarme, sin parar atención y como si fuese un plato de
+natillas, la empedernida chuleta que me han servido. Para elevarse al
+concepto y la emoción del bosque, o alongarse de él y tomarlo en
+conjunto, o sumirse dentro de él; en las lindes y a corto trecho, los
+árboles estorban ver el bosque. Para ascender al concepto y la emoción
+de la vida, o situarse en el punto de vista de Sirio, como hace el
+filósofo, o zambullirse, con todas las potencias, en los dramas
+individuales. El drama y la filosofía son las únicas maneras de
+conocimiento. Y aquí, en estos cavernosos senos de la casa de huéspedes,
+están las fuentes del conocimiento. La cuestión es alumbrar el manadero.
+A través de las casas de huéspedes ha pasado toda la historia de España
+del siglo XIX. Sí, señor, sí; la historia de España del siglo XIX es una
+historia de casa de huéspedes. ¿Qué le vamos a hacer? No crea usted que
+la historia de las demás naciones cultas en el siglo XIX es muy superior
+a la nuestra. Aquí y acullá, y en todas partes, la historia del siglo
+XIX es la historia de la clase media--clase media más rica y culta allá,
+más miseranda y cerril acá--; la historia de una época de libertad
+anárquica, la libertad de explotación; torbellino de átomos insensatos e
+incoherentes; época egoísta y brutal, que pensó suprimir el dolor
+fingiendo ignorar que lo hubiese, y alardeó de _apreciar_ las ideas y la
+belleza porque las avillanó y sometió _a precio_ cotizable en el
+mercado, como cualquiera otro artículo de comercio; época, en fin, en
+que el negociante venció y aniquiló al filósofo y al poeta.
+
+Jamás olvidé aquella sesuda y graciosa disertación de don Amaranto sobre
+las casas de huéspedes. Después de separarme del señor de Fraile,
+recorrí algunos de estos heteróclitos albergues, hasta que posé
+definitivamente bajo los hospitalarios Penates de doña Trina, cobijo
+llevadero por la abundancia, ya que no por la delicadeza de bastimentos,
+y, sobre todo, lugar ameno, si los había, a causa de la afluencia de
+gentes de todo estado, edad y condición: sacerdotes, toreros, políticos,
+tahures, comerciantes, covachuelistas, militares, estudiantes,
+labriegos, inventores, pretendientes, petardistas; ingredientes y
+rebabas del revoltiño social, que allí se mezclaban desde todos los
+rincones de Iberia. Por sugestión del excelente don Amaranto, me había
+acostumbrado a tomar las diversas casas de huéspedes, por donde
+transité, al modo de tiendas, con sus existencias, tal cual abastecidas
+de dramas individuales, metido cada cual en su paquete y cuidadosamente
+atados con bramante. No había sino desatar el bramante y desenrollar el
+paquete. Si aquellas casas eran tiendas de menguado surtido, la de doña
+Trina destacaba al modo de vasto y rico almacén, con géneros únicos de
+fabricación única. Verdad que no se podía sacar sino el género; luego se
+exigía cierta diligencia para darle hechura. En aquel almacén de dramas
+empaquetados se desenvolvió ante mí, y hube de palparlo, el drama de
+Arias Limón y sus hermanas, que luego di a la estampa, para
+entretenimiento de distraídos y ociosos[1]. Me rozaron, asimismo, otros
+muchos dramas, que se han perdido en el río de sombras y es probable que
+nunca aborden a una orilla. Pero hoy me siento en humor de salvar del
+olvido un drama semipatético, semiburlesco, de cuyos interesantes
+elementos una parte me la ofreció el acaso, otra la fuí acopiando en
+años de investigación y perseverante rebusca. Por eso, lo considero casi
+como obra original mía.
+
+[Nota 1: _Prometeo. Luz de domingo. La caída de los Limones._ Tres
+novelas poemáticas de la vida española.]
+
+
+
+
+CAPÍTULO PRIMERO.
+
+DON GUILLÉN Y LA PINTA.
+
+
+Un Martes Santo, a la comida del mediodía, apareció en la mesa un
+huésped inédito: un sacerdote prebendado. Si me cruzo en la calle con
+él, o le hallo frente a frente en un tranvía, o come vecino a mí en una
+fonda de estación, apenas si me hubiera molestado en resbalar sobre él
+la mirada. Pero estábamos en la mesa redonda de una casa de huéspedes.
+Tenía razón el excelente don Amaranto. No sólo yo, todos los demás
+comensales nos aplicamos a escudriñar, descarados, en nuestro flamante
+sacerdote, como cumpliendo una obligación. El resistía con indiferencia
+la curiosidad ambiente. A los toreros, a los cómicos y a los curas no
+les desazona la curiosidad ni les desconcierta la mirada fija, como
+habituados a ser foco de la atención en el ruedo, la escena y el
+púlpito.
+
+He dicho más arriba nuestro flamante sacerdote, y no hay adjetivo que
+mejor le cuadrase. Parecía un santo de cartón piedra, recién salido de
+los moldes y acabadito de pintar. La sotana de merino lustroso, como
+barnizado; el vivo del alzacuello, una pinceladita de morado ardiente,
+casi carmín; el afeitado de bigote y barba, color violeta y azulenco
+pálidos; el resto del rostro, rojo vehemente y bruñido; los ojos,
+profundos y negros. No tendría arriba de los cuarenta años, si llegaba.
+Superada esta primera e insulsa impresión de santito alfeñicado, de la
+fisonomía del sacerdote emanaba un no sé qué de personal y sugestivo.
+El rojo de sus mejillas era patológico; debía de padecer del corazón.
+Como era guapito y harto joven para la dignidad eclesiástica que
+ostentaba, quizás algún malicioso presumiese que la había alcanzado
+mediante el favor de las omnipotentes faldas. Pero, de otro lado, nada
+se insinuaba en él que trascendiese a _homme aux femmes_ ni a Periquito
+entre ellas. No delataba el aplomo del cura conquistador ni el hipócrita
+y meloso encogimiento del curilla faldero. Si acaso el favor de las
+damas le había encumbrado, sería, probablemente, sin él haberlo buscado
+con singular empeño. Así cavilaba yo, entre la sopa y el cocido.
+
+Doña Emerenciana, una viuda vejancona que, a falta de galanes más
+lucidos, se pasaba la vida persiguiendo a Fidel, el mozo de comedor,
+veíase que se despepitaba con la proximidad del canónigo, y fué la
+primera en dirigirle la palabra:
+
+--¿Verdad que en este Madrid hace demasiado calor, y eso que estamos
+todavía en abril? Usted vendrá de sitio más fresco, don... ¿cómo se
+llama usted?
+
+--Me llamo Pedro, Lope, Francisco, Guillén, Eurípides; a elegir--dijo
+con voz robusta, de timbre grato; llana, atrayente sonrisa.
+
+Todos hicimos eco a su sonrisa, menos la vieja, que no acertaba a
+decidir si la respuesta era en serio o en chanza.
+
+--¡Qué chistosísimo!--exclamó, optando por la chanza.
+
+--No, señora; no es chiste--replicó el sacerdote.
+
+--Pero, ¿Eurípides es nombre cristiano? Si lo es, vendrá de la provincia
+de Palencia, que es donde ponen los nombres más estrambóticos.
+
+--No, señora; no es nombre cristiano. Pero se conoce que el cura que me
+bautizó no se había enterado. Si a mí me canonizan, entonces habrá un
+San Eurípides: el primero.
+
+--¡Qué chistosísimo! Pues ya tiene usted bastantes nombres, gracias a
+Dios.
+
+--Caprichos de mi padre, que era autor dramático y zapatero, o zapatero
+y autor dramático, según el orden de prelación que usted prefiera. Todos
+mis nombres lo son también de famosos dramaturgos de otros tiempos:
+Pedro Calderón de la Barca, Lope de Vega, Francisco de Rojas Zorrilla....
+
+--De ese Zorrilla, autor del _Tenorio_, algo oí hablar cuando era
+niña--interrumpió doña Emerenciana.
+
+--Guillén de Castro--prosiguió el canónigo, sonriendo siempre--,
+Eurípides....
+
+Y como sobrevino una pausa, doña Emerenciana saltó:
+
+--¿Eurípides qué?
+
+--Eurípides López y Rodríguez--respondió el canónigo, con espetada sorna
+esta vez.
+
+--Se ve que era de familia humilde--comentó doña Emerenciana--. Y bien,
+¿con cuál de los nombres hemos de llamarle?
+
+--Unos me llaman por uno, otros por otro. Use usted el que prefiera.
+
+--Pues prefiero don Guillén.
+
+--Es el que suelen preferir las señoras--dijo don Guillén, con dejo
+satírico.
+
+--Por mi parte, si usted me lo permite, le designaré como señor
+Eurípides; me sabe a república--entró a decir don Celedonio de Obeso,
+ateo declarado y republicano agresivo; en el fondo, un pedazo de pan, un
+zoquete.
+
+En la mesa de casa de doña Trina no podía faltar un republicano
+acreditado. Este don Celedonio era sucesor de aquel jefe del partido
+republicano de Tarazona, ciudadano de gran desparpajo y barba bipartita,
+como ubre de cabra.
+
+--Como usted guste--respondió don Guillén espontáneamente.
+
+Antes de concluir la comida, don Guillén se había granjeado la confianza
+y la simpatía de todos; y a tal extremo llegó la confianza, que don
+Celedonio se atrevió a dispararle a boca de jarro esta pregunta:
+
+--¿Cree usted en Dios?
+
+--¿Cree usted en la república?--interrogó a su vez don Guillén, sin
+inmutarse.
+
+--Como republicano que soy.
+
+--Yo, como sacerdote que soy, soy creyente.
+
+--Ninguna persona inteligente cree en Dios.
+
+--Yo he conocido personas inteligentes que me decían: «Ninguna persona
+inteligente cree en la república.»
+
+--Pues los cristianos primitivos--dijo el señor De Obeso, rebajando el
+tono y batiéndose en retirada--eran republicanos.
+
+--Eran más; eran anarquistas. Pero, en fin, así como aquellos
+cristianos, partiendo de la idea de Dios, llegaron a la de república,
+bien puede usted tomar el viaje de vuelta, y, partiendo de la idea de
+república, llegar a la de Dios.
+
+--Para ese viaje no necesito alforjas--concluyó don Celedonio; y don
+Guillén le rió cordialmente la gracia.
+
+Es de advertir que durante el diálogo anterior don Guillén no había
+puesto en sus réplicas acritud, ni fuego polémico, ni aire de desdén.
+Con esto, nuestra simpatía hacia él se robusteció. Al salir del comedor,
+don Celedonio murmuró a mi oído:
+
+--Es un tío juncal. Así me gustan a mí los presbíteros.
+
+Después de la comida, supe que don Guillén era lectoral en la catedral
+de Castroforte, y que venía a predicar los sermones de Semana Santa en
+la capilla del Palacio Real. De seguro era un pico de oro.
+
+El hospedaje de doña Trina lo patronizaban tantos pupilos y huéspedes
+flotantes, que no bastando para contenerlos el amplio y profundo piso
+de la calle de Hortaleza, como si dijéramos la metrópoli hospederil, la
+señora había alquilado otros cuartos, al modo de colonias, en los
+aledaños y calles contiguas, uno de ellos en la calle de la Reina, que
+es donde yo tenía mis aposentos. Apunto este pormenor para dar a
+entender que quienes se alojaban en las colonias gozaban
+consiguientemente de mayor libertad, especialmente de noche, que los de
+la metrópoli. En las horas nocturnas, tales calles y callejuelas eran
+por aquellos tiempos lonja de contratación pública de mercenarios
+deleites y lugar asiduo de feas prostitutas y chulos marchosos. Antes de
+llegar a mi vivienda era fuerza que atravesase por entre el
+multitudinoso ejército de ocupación, recibiendo continuos dardos
+meretricios y padeciendo asechanzas y requerimientos, así orales como de
+hecho, puesto que alguna se asía de mi brazo; de manera que, por zafarme
+de estorbos y reponerme de la fatiga, solía yo algunas veces acogerme a
+un cafetín, que era donde las individuas vivaqueaban, y allí convidaba a
+las que más me atosigaban, con que las dejaba mansas, nutridas y
+satisfechas. Como me inspiraban dolor y lástima, las trataba siempre con
+benignidad. Convengo en que la prostitución es una grande y hedionda
+úlcera. Pero, ¿qué culpa tiene la úlcera por pertenecer a un cuerpo
+corrompido, cuyo es manifestación franca y fatal resultado? Donde todo
+está prostituido, la prostitución femenina casi es loable, porque es un
+síntoma claro. Con frecuencia, y ya que estaban apaciguadas, dilatábame
+largo rato en el cafetín departiendo con las desdichadas, y del coloquio
+extraía provecho espiritual, puesto que la compasión, a que me movían,
+es un depurativo del alma; y también observaba los tipos, casi todos
+estrafalarios, que concurrían en el antro. Atrajo desde el principio mi
+curiosidad una mujer agraciada, paciente, trigueña, sin adobos ni
+rosicleres como las otras, que estaba siempre sola e inmóvil en un
+ángulo, ante sí un vaso de recuelo, que jamás se llevaba a la boca. Se
+parecía a una virgen de Rafael, algo ajada. Como una noche la mirase
+largamente, la Piernavieja, la unidad más alharaquienta y ofensiva del
+ejército de ocupación, conocida por aquel remoquete a causa de renquear
+un poco, me dijo:
+
+--¿Qué miras; aquella panoli? Es Angustias, la Pinta. Está con el
+Tirabeque, un golfo y fullero, que la tiene aquí hasta que pasa a
+recogerla de madrugada.
+
+--Convídala a que venga y tome algo--dije a la Piernavieja.
+
+--¡Eh!--gritó la Renca--. Tú, la Pinta, que este señorito te convida.
+
+La Pinta, ruborizada, se excusó. La Piernavieja insistió en balde.
+
+--Y eso de la Pinta, ¿es mote?--pregunté.
+
+--Quia; es su verdadero nombre. Se llama así, Angustias Pinto. También
+es capricho conservar la filiación natural en este negocio. Es una
+simple que no sirve _pal_ caso.
+
+Poco a poco y noche tras noche fuí entablando amistad con la Pinta. Era
+una mujer dulce, triste y reconcentrada, o, según el tecnicismo de la
+Piernavieja, una simple que no servía _pal_ caso. Apenas se comunicaba.
+Una noche me dijo que tenía poco más de treinta años; aparentaba menos
+de treinta. Otra me declaró el lugar de su nacimiento: la ciudad de
+Pilares. La noche--bien lo recuerdo--de aquel Martes Santo en que el
+canónigo encendido y campechano surgió en la casa de huéspedes, la Pinta
+se mostró sobremanera comunicativa.
+
+--Mi padre era zapatero y otra cosa, que él decía filósofo bilateral.
+Como he oído, siendo niña, estas palabrejas tantas veces, no se me han
+borrado de la memoria. Los profesores de la Universidad venían a oírle
+al cuchitril en donde vivíamos. Mi madre, que tenía mal carácter, decía
+que mi padre era un zángano, y que los que venían a oírle le tomaban el
+pelo. Pero mi padre es un santo.
+
+Involuntariamente pensé en don Pedro, Guillén, Eurípides, hijo de un
+zapatero y autor dramático. Prosiguió la Pinta:
+
+--A mí me perdió un cura.--Estaba con la cabeza baja y el pensamiento en
+lejanía.
+
+--¡Pillo!--murmuré, a pesar mío.
+
+--No, no era un pillo--corrigió la Pinta, volviéndose a mirarme con
+gesto dolido--. No era cura todavía; seminarista nada más. Quería
+casarse conmigo. Nos escapamos. El padre de él le cogió. Mi madre no
+quiso admitirme en casa. Después, claro está.... Estoy segura que mi
+novio sigue queriéndome. La cosa fué, ¿sabe usted?, que su padre no
+podía ver a mi familia. ¿Qué habrá sido de Perico?
+
+--¿Se llama Perico?
+
+--Sí, Perico Caramanzana. ¡Y qué bien le iba el nombre! Tenía la cara
+fresca, coloradina y alegre, como una manzana.
+
+--¿Por eso le decían Caramanzana?
+
+--Es su verdadero apellido. El padre se llamaba Apolonio Caramanzana. Le
+habrá oído usted mentar. ¡Ah!, era el mejor zapatero de España. Iban a
+hacerse el calzado con él hasta los señores de Bilbao y de Barcelona.
+Además, componía dramas.
+
+Aquella noche salí bastante preocupado del cafetín. Me acosté y tardé en
+dormirme. Oí en la habitación de al lado un carraspeo seguido de un
+poderoso suspiro. Era la voz de don Guillén. Se me ocurrió una idea
+diabólica: «Si yo mañana por la noche trajese a la Pinta y la hiciese
+entrar en la habitación de don Guillén». Me dormí dando vueltas a
+aquella idea.
+
+Al día siguiente, día de vigilia, don Guillén no se sentó a la mesa.
+
+--¿Qué le sucede al señor Caramanzana?--inquirió la viuda vejancona, que
+ya se había enterado del apellido del canónigo.
+
+--No come hoy, porque está algo delicado del estómago--respondió
+Fidel--. ¿No vió usted el color arrebatado que tiene?
+
+--Será pirosis--entró a decir don Celedonio--.Todo el clero y las
+órdenes regulares padecen de pirosis, a causa del abuso de las comidas
+suculentas y de las bebidas alcohólicas.
+
+--Calle usted, herejote--amonestó doña Emerenciana, amenazando con el
+abanico.
+
+--Y a propósito, Fidel; no habrás olvidado mi encarguito. Le habrás
+dicho a la señora que yo no me someto a esa asquerosa farsa de la
+vigilia, y en estos santos días de Semana Santa quiero comer carne y
+pescado. Yo promiscuo, o promiscúo, que no sé a ciencia cierta cómo se
+pronuncia--dijo don Celedonio.
+
+--¡Jesús, María y José! ¡Qué Judas Iscariote! Más vale que don Guillén
+no haya acudido a la mesa, porque le abochornaría esa abominación.
+
+A todo esto, Fidel, el mozo, se reía cazurramente.
+
+Terminada la comida, salí de la metrópoli y me encaminé a mi colonia.
+Como cosa de veinte pasos delante de mí iba Fidel, conduciendo una gran
+bandeja, cubierta con un mantelillo. Nos juntamos en el pasillo adonde
+daba mi habitación.
+
+--Psss...--bisbiseó Fidel, requiriéndome con cabezadas a que me
+acercase más--. Levante usted el mantelillo.
+
+Levanté una punta. Descubrí abundancia de guisos y viandas, entre
+otras, un opulento trozo de _roastbeef_.
+
+--Es la comida de don Guillén--indicó el camarero--. Si no promiscua, o
+promiscúa, que yo tampoco sé cómo se pronuncia, al menos come de carne.
+
+En esto, se abrió la puerta de don Guillén, y él mismo, en persona,
+destacó por obscuro sobre el cuadro de grisácea luz, sorprendiéndome en
+vergonzosa y vergonzante fisgonería. Estaba vestido de paisano, revuelta
+la pelambre, que, embebiendo el claror, le hacía halo en torno a la
+cabeza. Llevaba zapatillas de marroquín rojo. Estos dos pormenores me
+hirieron como notas agudas en los segundos de suspensión y silencio a
+que nos indujo la sorpresa: la aureola radiante y los pies sangrientos.
+
+--Pasen ustedes; pase usted--particularizó, dirigiéndose a mí. Obedecí,
+no recobrado aún de la sensación humillante--. Siéntese usted--me instó.
+Quise disculparme y salir. El canónigo añadió, con tono que yo
+interpreté como implorante:
+
+--¿No me concederá usted el favor, si se lo ruego, de hacerme un poco de
+compañía?
+
+La súplica y el acento me repusieron en mi equilibrio habitual. Me senté
+junto a una mesa con unos libros, unos papeles, unas cachimbas, unos
+lentes, y presidiendo todos aquellos utensilios y accesorios de la faena
+intelectual, encerrado en un marquito de plata repujada, como relicario,
+una fotografía de mujer, que me incliné a mirar discretamente. Parecía
+una virgen niña de Rafael, de las de su época umbriana.
+
+--Pon aquí la comida, Fidel. ¿Has traído vino? Llévatelo. Tengo yo vino
+algo mejor.--Y torciendo la cabeza hacia mi lado:--¿Qué mira usted, el
+marco? Es un relicario del siglo XV, una joya.
+
+--No; miraba el retrato.
+
+--Es una hermana mía que desapareció.
+
+--¿Que desapareció?
+
+--Que se perdió en la sombra.
+
+--¡Ah! Se murió...--indiqué de manera dubitativa, empujándole a que se
+clarease.
+
+--Hace algunos años.--Y después de una pausa:--Tomará usted una copita
+de coñac.
+
+Sacó una botella de coñac viejo y otra de bon vino, de un maletín de
+piel de cerdo, elegante prenda de mundano antes que de clérigo. Se sentó
+a comer. Cuanto más le miraba, menos me parecía un cura y más un hombre
+de mundo.
+
+--Por obra del acaso--dijo, a tiempo que comía despacio--, me ha
+sorprendido usted en mi intimidad de hombre. Si hace unos momentos, al
+hallarle a usted....
+
+--Fisgando--interrumpí--; pero a instancias del mozo, y sin presumir de
+qué se trataba.
+
+--¿Qué importa? Digo que si entonces me hubiera retirado, creería usted
+que yo era un cura sinvergüenza y falsario. Yo no podía dejarle ir sin
+ofrecerle alguna explicación.
+
+--Yo era el que debía....
+
+--Usted, ¿por qué? Usted, a lo sumo, incurría en un exceso de
+curiosidad. Yo, en opinión de las personas timoratas, estoy cometiendo
+un grave pecado.
+
+--Yo no soy timorato.
+
+--Pero debo darle una explicación. Así como en el Estado hay delitos
+artificiales, en la Iglesia hay pecados artificiales. Son delitos y
+pecados artificiales los actos que no lastiman ni menoscaban la justicia
+o el dogma (ejes, respectivamente, del Estado y de la Iglesia), pero que
+contravienen y desobedecen ciertas disposiciones disciplinarias,
+accidentales, pasajeras. Una de esas disposiciones pasajeras es la
+obligación de comer de vigilia cuatro días de la Semana Santa. Quizá al
+Papa actual, o al que le suceda, se le ocurrirá amenguar, tal vez
+suprimir, esta obligación. El Estado es una comunidad material que se
+mantiene por la mutua conveniencia, y la Iglesia una comunidad
+espiritual que se sustenta por el mutuo amor. Por lo tanto, el espíritu
+de disciplina de la Iglesia es de naturaleza distinta del espíritu de
+disciplina del Estado. En el Estado, el espíritu de disciplina pertenece
+al orden de los sentimientos interesados, pues sin disciplina no cabe
+conveniencia mutua. En la Iglesia, el espíritu de disciplina se engendra
+en el ámbito de los afectos generosos; es la voluntad de sacrificio. No
+de otra suerte que los amantes, por certificarse del amor recíproco,
+ponen el amor del otro a prueba, por medio de ordenamientos y
+exigencias caprichosas, por aquello de que obedecer es amar, así la
+Iglesia impone a sus fieles algunas obligaciones disciplinarias, por
+espolear a los tibios a que ejerciten y muestren el amor. Para las
+personas de bien afirmada fe y claro sentido, sean clérigos, sean
+seglares, huelgan estas obligaciones disciplinarias; lo esencial es el
+dogma. El Estado concede de buen grado la libertad de ideas (el
+pensamiento no delinque), pero no transige con la libertad de acciones,
+porque romperían la disciplina. La Iglesia es intransigente en materia
+de ideas y tolerante en materia de acciones: sólo el pensamiento peca.
+Todos los pecados, por monstruosos que sean, reciben absolución en el
+confesonario; pero la más mínima duda del confeso en materia de fe nos
+impide absolverlo. Ahora bien: como todo esto es de sentido común, debe
+permanecer en secreto para los que no tienen sentido común, sean
+clérigos, sean seglares. ¿Comprende usted?
+
+--Comprendo, comprendo--asentí. Y, en efecto, había comprendido lo que
+me había dicho, nada difícil de comprender; pero a él no le comprendía.
+¿Qué era aquel hombre que ante mí estaba, deglutiendo y raciocinando al
+propio tiempo, masticando y discurriendo, con tanta frialdad, escrúpulo
+y elegancia, vestido como un hombre de sociedad, sin una insinuación
+sensible del estado eclesiástico a que pertenecía, y que, de vez en vez,
+según hablaba, se asía con la mirada al retrato de una mujer a quien él
+mismo había empujado a la anónima sima prostibularia? ¿Qué era aquel
+hombre? ¿Un hedonista? ¿Un incrédulo? ¿Un hipócrita y un sofista, para
+consigo mismo y los demás? ¿Un desengañado? ¿Un atormentado? Lo que
+menos me interesaba era la explicación que me había ofrecido. ¿Qué se me
+daba a mí si comía de vigilia o dejaba de comer de vigilia?
+
+Como si por un raro don de receptividad inmediata, frecuente en los
+duólogos íntimos e intensos, don Guillén hubiera trasegado en su cabeza
+mi pensamiento, dijo:
+
+--Lo de menos, para usted, es si yo guardo la vigilia o no. Lo
+importante es que usted, por obra del acaso, ya se lo he dicho antes, me
+ha sorprendido en mi intimidad de hombre. Todos, frailes, curas y
+magnates eclesiásticos, por debajo de la estameña, el merino y la
+púrpura, escondemos un hombre. _Homo sum_, digo con el pagano.
+
+Y yo volví a verle, en mi imaginación, con la aureola radiante y los
+pies enrojecidos.
+
+--Me ha sorprendido usted despojado de mi ministerio. No como ministro
+del Señor, sino como criatura del Señor, cuitada e imperfecta como todas
+ellas. Dentro de unas horas, hablaré ante el rey, mejor dicho, sobre el
+rey; no varios palmos, los que se alce el púlpito, sobre la testa
+coronada y ungida, sino infinitos palmos, porque represento la
+conciencia indeleble y eterna, que está a inaccesible altura por encima
+de tronos, cetros y soberanías. Pero aquí, en este triste cuartucho y
+frente a usted, no puedo incorporar la voz de la conciencia, sino que
+soy una pobre concavidad sombría en donde la voz de la conciencia hace
+eco.
+
+Aquello se iba poniendo serio. No sabiendo qué decir, permanecí con la
+cabeza gacha y los ojos fijos en un punto, que por ventura resultó ser
+el retrato del relicario.
+
+--¿Le gusta el marco?--preguntó don Guillén.
+
+--Miraba el retrato. Conozco a esa mujer--afirmé en seco.
+
+Don Guillen no se conturbó.
+
+--Está usted equivocado--dijo--. Será otra fisonomía semejante la que
+usted conoce. A esa mujer no la puede conocer usted. Ya le dije que es
+mi hermana y que no existe--y subrayó la palabra hermana y el verbo
+existir.
+
+Después de los postres, don Guillén se sirvió una copita de coñac y
+fustigó la conversación hasta ponerla en un aire de alacridad y
+humorismo. Era un hombre tan ingenioso como inteligente.
+
+Al despedirnos me dijo:
+
+--Estos días no asistiré a la mesa redonda. ¿Quiere usted que comamos
+juntos, aquí, en mi cuarto? Lo que le va a envidiar a usted doña
+Emerenciana....
+
+En aquellas comidas subrepticias y ociosas sobremesas, mi amigo don
+Guillén me fué contando a retazos su historia, la de Angustias Pinto y
+la de los padres de ella y él, Belarmino y Apolonio. Después, por mi
+cuenta, hice averiguaciones tan importantes, que la historia de
+Caramanzanita y la Pinta pasan a segundo término.
+
+
+
+
+CAPÍTULO II.
+
+RÚA RUERA, VISTA DESDE DOS LADOS.
+
+
+_(El lector impaciente de acontecimientos recorra con mirada ligera este
+capítulo que no es sino el escenario donde se va a desarrollar la
+acción.)_
+
+De la zona profunda, negra y dormida de la memoria, laguna Estigia de
+nuestra alma, en donde se han ido sumiendo los afectos y las imágenes de
+antaño, se levantan, de raro en raro, inesperadamente, viejas voces y
+viejos rostros familiares, a manera de espectros sin corporeidad. Así
+como en la noche los lóbregos e inmóviles pantanos respiran niebla
+blanca y fantasmal, así nuestra interior laguna Estigia deja en libertad
+sus vaporosos espectros a las horas en que la tiniebla del sueño satura
+nuestro espíritu. Pero, en ocasiones, las criaturas incorpóreas del más
+allá de la memoria se alzan a la luz del día.
+
+Ahora mismo me apercibía yo a describir la Rúa Ruera, de la muy ilustre
+y veterana ciudad de Pilares, en donde vivía Belarmino Pinto, llamado
+también monxú Codorniú, zapatero y filósofo bilateral, cuando, al
+pronto, en el umbral u orilla de mi conciencia, se yergue el espectro de
+don Amaranto de Fraile, enarbolando un tenedor de peltre, que a mí se me
+ha figurado tridente de Caronte, ese Neptuno del mar de la eternidad.
+Como Bruto a la silueta de César en la tragedia shakespeariana, digo a
+la sombra incorpórea del excelente don Amaranto:
+
+--_¡Speak!¡Speak!_
+
+Y la sombra rompe a hablar, con la propia gracia y penetración que hace
+tantos años me deleitaban:
+
+--¿Vas a describir la Rúa Ruera? ¿Vas a describirla, o vas a
+pintarla?--Advierto dos novedades. Primera, que don Amaranto ahora me
+trata de tú. Segunda, que la voz se le ha ahilado y suena como la de un
+eunuco. Prosigue la voz:--Los cíclopes veían el mundo superficialmente,
+porque sólo tenían un ojo. Los cíclopes, por ver el mundo
+superficialmente, quisieron asaltar el Olimpo; pero los dioses los
+precipitaron en el hondo Tártaro.--Don Amaranto siempre con sus
+mitologías.--El novelista es como un pequeño cíclope, esto es, como un
+cíclope que no es cíclope. Sólo tiene de cíclope la visión superficial y
+el empeño sacrílego de ocupar la mansión de los dioses, pues a nada
+menos aspira el novelista que a crear un breve universo, que no otra
+cosa pretende ser la novela. El hombre, con ser más mezquino, aventaja
+al cíclope, a causa de poseer dos ojos con que ve en profundidad el
+mundo sensible. Ahora bien: describir es como ver con un ojo, paseándolo
+por la superficie de un plano, porque las imágenes son sucesivas en el
+tiempo, y no se funden, ni superponen, ni, por lo tanto, adquieren
+profundidad. En cambio, la visión propia del hombre, que es la visión
+diafenomenal, como quiera que, por enfocar el objeto con cada ojo desde
+un lado, lo penetra en ángulo y recibe dos imágenes laterales que se
+confunden en una imagen central, es una visión en profundidad. El
+novelista, en cuanto hombre, ve las cosas estereoscópicamente, en
+profundidad; pero, en cuanto artista, está desprovisto de medios con
+que reproducir su visión. No puede pintar: únicamente puede describir,
+enumerar. La misión de ver con mayor profundidad, delicadeza y emoción y
+enseñar a los otros a ver de la propia suerte, le toca al pintor. La
+maldición originaria del novelista cífrase en que necesariamente se ha
+de extender sobre sinnúmero de objetos. El pintor, por el contrario,
+escoge un solo objeto, o, si toma varios, los agrupa en reducido
+espacio, los concentra y sensibiliza. El pintor, a la inversa del
+novelista, no se deja dominar por la vastedad del objeto, sino que lo
+domina. Que sea el objeto vértice del ángulo de visión del pintor, y no
+el pintor vértice del ángulo de contemplación del panorama, como lo es
+el novelista. El pintor que pinta cuadros de más de dos metros
+cuadrados, es inexorablemente un pintor superficial. La cuestión, para
+el pintor de grandes dimensiones, es de concepto; de que se dé cuenta
+que debe ser artísticamente superficial, o de que sea superficial e
+inartístico sin darse cuenta. Los famosos pintores de frescos, así
+antiguos como modernos, dándose cuenta de esto, pintaron por largos
+planos, con tintas monótonas, esquivando la sensación obvia de volumen y
+profundidad; fueron deliberadamente superficiales.
+
+Yo interrumpo a la sombra locuaz, de voz de eunuco:
+
+--En la iglesia vecina ha sonado el _Ángelus_ meridiano. En una hora
+interrumpiré mi trabajo. Si te escuchase, jamás haría otra cosa que
+dejarme arrastrar en el curso ocioso de la deleitación discursiva. Dime,
+en resolución, cómo he de describir la Rúa Ruera, y que te plazca la
+descripción.
+
+--No describiéndola. Busca la visión diafenomenal. Inhíbete en tu
+persona de novelista. Haz que otras dos personas la vean al propio
+tiempo, desde ángulos laterales contrapuestos. Recuerda si en alguna
+ocasión te aconteció ser testigo presencial de cómo ese mismo objeto, la
+Rúa Ruera, suscitó duplicidad de imágenes e impresiones en dos
+observadores de genio contradictorio; y tú ahora amalgama aquellas
+imágenes e impresiones.
+
+--¡Recuerdo, recuerdo...!--exclamo; pero ya la sombra del excelente don
+Amaranto se ha desvanecido, al hombro el tenedor de peltre, emblema del
+ascetismo de las casas de huéspedes.
+
+--Sí; recuerdo que....
+
+En rigor, ¿qué importa describir o pintar? ¿Qué importa obtener una
+visión de dos o de tres dimensiones? Lo importante es comunicarse,
+manifestarse, darse a entender, siquiera sea por alusiones remotas,
+gestos mudos y palabras volanderas. Mas, porque no me importune
+nuevamente la silueta magistral e imperiosa del admirable don Amaranto,
+me doblegaré esta vez a seguir su pauta.
+
+Recuerdo que, viviendo yo en la ilustre y veterana Pilares, vinieron a
+visitar la urbe mis amigos madrileños Juan Lirio, pintor, y Pedro Lario,
+que no sé lo que era; él decía que espenceriano. Les acompañé como
+guía. Al llegar a la acrópolis, o parte alta de la ciudad, cuya calle
+más antigua y señalada es la Rúa Ruera, Lirio dijo, haciendo
+descompuestos ademanes de entusiasmo:
+
+--¡Qué calle más hermosa!
+
+--¡Qué calle tan horrible!--corrigió Lario, frunciendo un gesto
+desabrido. Añadió:--¡Qué calle tan absurda!
+
+--Por eso es hermosa.
+
+--¿Lo absurdo es lo hermoso?... ¿Qué diría de esa opinión un griego,
+para quien la belleza era el resultado más meticuloso y fino de la
+lógica? El mundo es hermoso, pulcro, porque es lógico.
+
+--En cuanto a la belleza de los griegos, te respondo que a la nariz, en
+mármol de Paros, de una estatua, prefiero la nariz respingadilla y de
+aletas palpitantes de esa chatunga que sube por la calle. Y en cuanto a
+la belleza lógica del mundo, te respondo que me atraen más las obras del
+hombre que las de la Naturaleza. Me gusta más una góndola que un
+tiburón, y si me apuras, admiro más un cacharro de Talavera que el
+Himalaya. En la Naturaleza, transijo mejor con lo caprichoso y absurdo,
+o que tal parece. Una jirafa me divierte más que el terreno terciario.
+
+--Has caído en contradicción. Prefieres la chata a la estatua; y la
+chata es una obra de la Naturaleza. Prefieres la góndola al tiburón,
+porque la góndola es obra del hombre.
+
+--Sobre las obras de la Naturaleza pongo las del hombre, y sobre las del
+hombre, la vida misma, y con preferencia la fuente de la vida: la mujer.
+Pero concedo que me contradigo con frecuencia. ¿Y qué? Así me siento
+vivir. Si no me contradijese y obedeciese a pura lógica, sería un
+fenómeno de naturaleza y no me sentiría vivir. Las obras del hombre, y
+más todavía las de arte, son estimables en la medida que se las siente
+animadas de esa necesidad de contradicción, que es la vida. Esta calle
+es hermosa y tiene vida, porque es contradictoria. Déjame que tome un
+apunte de ella; no me voy sin pintarla. La única nota molesta y
+detonante es aquella casa nueva y afrancesada.
+
+--Te has mostrado al desnudo. Los pintores y los filólogos y eruditos
+sois bestias de la misma especie, y me irritáis tanto los unos como los
+otros. Unos y otros os alimentáis de vejeces. Os fascina lo caduco, lo
+carcomido, lo apolillado. Entre un mamotreto momia y un gustoso tratado
+de sociología, recién salido del horno, el filólogo y el erudito eligen
+el primero. Entre un mancebo apolíneo y un vejete horrendo, de verrugosa
+nariz, el pintor elige el segundo y disputa de buena fe que es más
+hermoso pictóricamente. ¡Qué aberración! Pero hay algo que me exaspera
+aún más. Y es que el erudito se figura que los libros no cumplen una
+misión social de amenización y perfeccionamiento del espíritu, sino que
+existen sólo para que él tome notas. Y el pintor se figura que las cosas
+y los seres carecen de finalidad propia y utilidad colectiva, y que
+existen nada más para que él tome apuntes.--A todo esto, Lirio se
+ocupaba en dibujar la Rúa Ruera. Como no le atajaban, Lario
+prosiguió:--He aquí esta calle absurda y odiosa. ¿Por qué se le ha de
+denominar calle? Cada casa es el producto impulsivo del arbitrio de cada
+habitante. No hay dos iguales. No se echa de ver norma ni simetría. Todo
+son líneas quebradas, colorines desvaídos y roña, que tú quizá llames
+pátina. Está, además, en una pendiente de 45°, losada de musgosas
+lápidas de granito. Por ella no pueden subir carruajes, ni caballerías,
+ni cardíacos. Soledad, soledad. El sol no penetra por esta angostura,
+que parece un intestino aquejado de estreñimiento. Ahora tañen las
+campanas de la catedral y nos atruenan. Probablemente están tañendo a
+todas horas, desde esa mole hinchada, de alargado cuello, que gravita
+sobre las prietas casucas, como una avestruz clueca que empollase una
+nidada de escarabajos. ¿Y esto es una calle, una calle hermosa? Una
+calle es una arteria de una ciudad, por donde deben circular la salud y
+la vida. Ahora bien: la idea, el concepto de ciudad aparece cuando el
+hombre comprende que por encima del capricho impulsivo de su arbitrio
+personal están la utilidad y el decoro colectivos, el propósito común de
+prosperidad, cultura y deleite, en los cuales participan por obligación
+y derecho cuantos en la ciudad conviven. Antes de llegar a este punto,
+el hombre arraiga en aldehuelas salvajes o posa en aduares nómadas. Mas
+ya que el individuo se aplica a realizar el concepto de ciudad, es
+decir, de un esquema, una estructura, con propósitos ideales, de la cual
+él no es sino subordinada partícula, surge la ciudad helénica, arquetipo
+de urbes, surgen la norma, el canon, la simetría, las calles soleadas,
+regulares y homogéneas, las viviendas civiles de hospitalario pórtico e
+inviolable hogar, los jardines, el mercado, el ágora, el templo
+armonioso, que no esa catedral bárbara y campanuda.
+
+--El bárbaro eres tú--interrumpió Lirio, mirando con ojos desdeñosos a
+Lario--.¿De suerte que, para ti, una ciudad hermosa, una ciudad
+civilizada, una ciudad lógica, es una ciudad regular y homogénea?
+
+--Claro está.
+
+--Si el hombre no pudiera dar de sí más que eso, la ciudad homogénea,
+entonces holgaba que las especies hubieran evolucionado y ascendido
+hasta fructificar en el género humano. Las abejas y los castores
+construyen ciudades homogéneas.
+
+--La ciudad de las abejas es la república ideal. Ya te he dicho que el
+mundo es hermoso, es pulcro, porque es lógico; eso quiere decir la voz
+mundo, _mundus_, si no me equivoco. Todo en el universo está sujeto a
+maravillosa ordenación. Lo inorgánico se rige por leyes serenas, no
+contingentes. Lo orgánico y zoológico, hasta el hombre, se atiene al
+instinto, que procede siempre en derechura y sin dubitaciones. En
+cambio, el símbolo del hombre fué el jumento de Buridán, que poseía una
+vislumbre o premonición de inteligencia discursiva, y por esto mismo
+murió de inanición entre dos montones de heno, dudando por cuál
+decidirse. Antes de que las especies evolucionen y produzcan, el género
+humano, antes del orto del hombre con su conciencia, la Naturaleza se
+desarrolla en un sentido ideológico de coordinación y finalidad. Seres y
+cosas ensamblan por algún modo sutil. La jirafa, ese animal que te
+agrada, por absurdo, no es nada absurdo; tiene el cuello largo, para
+poder alcanzar los dátiles de las altas palmeras. El tigre tiene
+chorreada la piel para poder disimularse entre los cañaverales.
+
+--Y las palmeras son altas--cortó Lirio--, porque la jirafa tiene el
+cuello largo. Los cañaverales existen para que el tigre, confundiéndose
+con el medio, adquiera una piel bonita. Esa calle existe para que yo la
+pinte, porque la juzgo preciosa y porque me da la gana.
+
+--Prosigo sin hacer caso de tus chocarrerías. El advenimiento del
+hombre, con su inteligencia precaria, en medio de la Naturaleza, trae
+aparejados el desorden, la discordia, las dudas y confusiones, en cuanto
+a la finalidad. ¿Qué otra cosa es la inteligencia normal humana sin
+tentación al desorden y torpeza de coordinación? Apenas levanta la
+cabeza, el hombre trastrueca todo el bien concertado sistema de
+finalidades con que el universo se sustenta en equilibrio, y él mismo se
+erige centro del universo y foco de todas las finalidades. La finalidad
+de todas las cosas reside en el hombre, dice el hombre. Pero, y el
+hombre, ¿qué finalidad tiene? Comienza la era de lo absurdo. La lógica
+humana, en su origen, es rudimentaria e ilógica, porque procede por
+tanteos y no en derechura ni con seguridad. Débese ello a que durante
+esta etapa el hombre anda buscando finalidades absolutas, en lugar de
+coordinaciones experimentales y finalidades relativas; y todo porque
+tiene miedo a la muerte, pusilanimidad desconocida en la Naturaleza
+hasta el nacimiento de la conciencia humana. Cuando el hombre, por fin,
+se limpia de niebla metafísica y se libra de superstición (que esta
+palabra viene de _superesse_ y _superstare_, sobre ser, sobre estar,
+sobrevivir, o seguir viviendo, y expresa el desdén irónico que sentían
+los antiguos hacia los cristianos, que creían en la inmortalidad),
+renuncia a escudriñar finalidades absolutas, confórmase con finalidades
+concretas, naturales, biológicas, se perfecciona, se somete a la lógica
+cósmica, supera el absurdo, obra con rectitud, simplicidad y eficacia,
+como un mecanismo perfecto; vuelve a la Naturaleza.
+
+Lirio va a interrumpir. Lario le contiene alargando la mano.
+
+--Aguarda. Concluyo en seguida. ¿Qué es una ciudad, y dentro de una
+ciudad, una calle? Una finalidad concreta; un lugar donde vivir de
+asiento, con agrado y comodidad. El hombre ya manumitido de
+supersticiones y que acepta con buena gracia los postulados biológicos,
+trazará una vía ancha, en lugar llano, y edificará viviendas holgadas,
+aireadas, luminosas, higiénicas, conforme a un patrón fijo y que mejor
+provea en las necesidades domésticas. El conjunto será una calle lógica,
+decorosa, bella. Contempla ahora ese callejón incongruente, hacinamiento
+de zahurdas, que no viviendas, vergonzoso vestigio de tiempos ignorantes
+y supersticiosos. Quienes levantaron esas casas no pensaban vivir en
+ellas de asiento, sino de paso, de tránsito, mientras ganaban el cielo.
+No les preocupaba el estar, sino el _superestar_, el sobrevivir en el
+otro mundo. No les importaba la humedad, el mal olor, la falta de aire,
+luz y agua, sino la salvación eterna. Todas las casucas se apretujan y
+amontonan por ponerse en contacto con el torso de la catedral, o, cuando
+menos, por situarse a la sombra de su torre. Sólo hay una casa decente:
+esa de tres pisos, blanca y aseada, con miradores de hierro; ésa, en
+cuyo piso terrizo hay una confitería, con su grande y llamativo rótulo,
+que dice: «_L'Ambrosie des dieux; le plaisir des dames. Confisserie et
+pâtisserie de René Colignon_.»
+
+--¿Has concluído?
+
+--He concluído.
+
+--Pues voy a responderte, sin lógica, porque me revienta la lógica. La
+casa esa blanca, yo la derruía, y a René Colignon lo ahorcaba de lo más
+empinado de la torre de la catedral. Dices que el hombre es hombre
+superior cuando se convierte en un mecanismo perfecto; vaya, cuando deja
+de ser hombre. Pues yo no quiero ser hombre superior. No quiero
+emanciparme de supersticiones. Quiero sentirme vivir; y no me siento
+vivir sino porque sé que puedo morir. Amo la vida, porque temo la
+muerte. Amo el Arte, porque es la expresión más íntima y completa de la
+vida. Pongo el Arte sobre la Naturaleza, porque la Naturaleza, no
+sabiendo que de continuo se está muriendo, es una realidad inexpresiva y
+muerta. El árbol amarillo de otoño ignora que se muere; yo soy quien lo
+sabe, cuando en un cuadro perpetúo su agonía. El Arte vivifica las
+cosas, las exime de su coordinación concreta y de su finalidad
+utilitaria: las hace absolutas, únicas y absurdas; las satura de esa
+contradicción radical que es la vida, puesto que la vida es al propio
+tiempo negación y afirmación de la muerte. Sólo las cosas vivas son
+hermosas. Esa calle es hermosa, porque vive; es lo contrario de esas
+calles inanimadas e inexpresivas que pregonas. Tú mismo has dicho que
+las casas se amontonan, se empujan; buscan el abrigo de la catedral. Sí;
+parece que las casas están dotadas de volición y de movimiento. Cada una
+tiene su personalidad, su alma, su fisonomía, su gesto, su biografía.
+Una medita; otra sueña; otra ríe; otra bosteza. Aquella casona de
+sillares de granito, angostos y escasos huecos de románico diseño, gran
+portón de arco apuntado y escudos junto al alero, es un señorón feudal
+que se atreve a mirar a la Iglesia casi par a par y se mantiene
+apartado de ella. Aquella otra casa solariega, de entrada barroca y
+escudo blanquinoso, labrado no ha mucho, es un noble de ayer, y muy
+afecto a la Iglesia, puesto que salen del portal dos dominicos de
+abundantes libras. Luego vienen los burgueses, el estado llano, la
+plebe. En aquella casuca amarilla, de entrada abismática, como el
+orificio de una boca desdentada, galería de vidrios como antiparras, y
+tejado redondo, negruzco y a trechos desguarnecido, como gorro
+mugriento, vive, sin duda, un prestamista. Aquella casita cenceña y
+larguirucha, con ventanas pobladas de macetas y pájaros, ¿qué ha de ser
+sino la morada de una doncella talluda? Que un zapatero se asila en
+aquel bajo, lo proclaman las dos disformes botas de montar que cuelgan
+de sendas palomillas; y que el zapatero es persona de fantasía, se
+desprende con evidencia del rótulo: «El Nenrod boscoso y equitativo.
+Zapatería bilateral de Belarmino Pinto.» ¿A qué seguir? Ya he concluído
+mi dibujo. ¿Qué opinas, Lario?
+
+Lario examina el dibujo, y exclama, despojándose del sombrero, meneando
+la cabeza y rascándose el colodrillo:
+
+--La calle no puede ser más fea. El dibujo no puede ser más hermoso.
+Puesto que ya la has perpetuado, ahora debían arrasar la Rúa Ruera.
+
+
+
+
+CAPÍTULO III.
+
+BELARMINO Y SU HIJA.
+
+
+El Círculo republicano de Pilares estaba en la misma embocadura de la
+calle del Carpio, adosado al caserón de los Jilgueros, dos hermanos
+ricos, don Blas y don Fermín Jilguero, canónigos los dos, que habían
+edificado aquella fábrica, alarde y amenaza a la vez, frente por frente
+del mismo palacio episcopal. La intromisión del Círculo republicano en
+la barriada eclesiástica traía muy desasosegados al obispo, a los
+Jilgueros, a todo el cabildo y a la tropa menuda clerical que allí
+avecindaba. Siempre que había reunión en el Círculo, salían los
+asistentes lanzando gritos inflamatorios, cuando no blasfematorios. Por
+fortuna, el Círculo tenía poca cabida. Componíase de un aposento, nada
+holgado, con dos litografías por toda decoración, y seis sillas y una
+mesa por todo ajuar, que el partido local había alquilado a la viuda de
+un talabartero, furibundo federal en vida.
+
+--¿Qué es la república? Un maremágnum, el ecuménico de los beligerantes,
+el leal de la romana de Sastrea. Pero, sobre todo, abundo en lo del
+ecuménico. Y si no, aquí estamos entre cuatro paredes...--Belarmino
+Pinto, que era quien hablaba, se detuvo a escoger vocabulario adecuado
+en donde escanciar la abundancia de su ideación.
+
+--Pido la palabra para alusiones--dijo Carmelo Balmisa, un sastre muy
+leído.
+
+Belarmino se volvió para mirarle, sorprendido, casi asustado. Cada vez
+que le sacudían de sus divagaciones y le sacaban del ensimismamiento
+oratorio, exigiéndole atención hacia el mundo exterior, se le hacía más
+violencia que si le metiesen las manos en los bolsillos y se los dejasen
+vacíos y vueltos del revés. Tenía el rostro enjuto, extático, de
+infantil dulcedumbre, estrecho en la mandíbula, elevado y espacioso en
+la frente; los ojos negros, húmedos y llameantes: dos lenguas de fuego
+flotando en óleo. Era un hombre joven aún.
+
+--Yo soy el aludido--insistió Balmisa.
+
+--¿El adulado?--preguntó Belarmino, esforzándose en descender hasta la
+realidad externa.
+
+--El adulado, no; el aludido--rectificó el sastre.
+
+--Es lo mismo--respondió Belarmino, a punto de evaporarse nuevamente y
+eximirse de las circunstancias en redor suyo--. Aludir es el dicho
+vulgar, el material tosco. Adular es la forma confeccionada. La alusión
+es siempre una adulación. ¿Te inclinas al dicho vulgar? Sea. ¿En qué te
+he aludido?
+
+--Has hablado de Sastrea. Asumo que es algo tocante a mi profesión de
+sastre. Exijo que me interpretes la frasecilla completa, por si el
+concepto es ofensivo. ¿Qué es maremágnum? ¿Qué es el ecuménico de los
+beligerantes? ¿Quién es el leal de la romana de Sastrea? Me lisonjeo que
+no has dado a entender que hay un enamorado de mi costilla, que es
+Ramona, y no romana.
+
+--¡Oh celebro vulgar!--exclamó Belarmino, resignado y abatido--. Tendré
+que explicarme con palabras vulgares, para que te penetres. Maremágnum,
+ello mismo lo dice, es el non plus ultra, lo mejor de lo mejor.
+Ecuménico es lo mismo que reunión de conformidad. Los beligerantes, los
+que están en contra. Leal, monta tanto como fiel. La romana es para
+pesar. Sastrea, lo sabe cualquiera, es la señora que está pintada en la
+Audiencia.
+
+--Ahora comprendo; sólo que como eres tan misterioso...--insinuó
+Balmisa, guiñando maliciosamente un ojo a dos testigos mudos, uno el
+director de un diario republicano local, en donde colaboraba el sastre,
+y otro un tendero de pasamanería, que se reían disimuladamente de
+Belarmino--.Has querido decir que la república es un desiderátum, la
+conciliación de los contrarios y el fiel de la balanza de Astrea.
+
+--No lo he querido decir, sino que lo he dicho.
+
+--Pero no te habíamos entendido.
+
+--¿Has entendido a Salmerón, cuando vino a Pilares a pronunciar aquel
+discurso?
+
+--Me lisonjeo que sí.
+
+--¿Del todo, del todo?
+
+--Hombre, del todo....
+
+--Pues Salmerón dijo lo que nosotros pensábamos; por eso él y nosotros
+somos republicanos. Pero lo dijo de forma que sólo le podíamos entender
+algunos; por eso es filósofo. Yo también soy aprendiz filósofo. Tú eres
+un celebro vulgar.
+
+--Me resigno. Ahora explícanos lo de las cuatro paredes.
+
+--Eso es el ecuménico. ¿En dónde estamos? En una habitación. ¿Qué es
+esta habitación? Un cuadrado. ¿Y qué es este cuadrado? Un círculo: el
+Círculo republicano. La cuadratura del círculo. Por eso la república es
+el ecuménico.
+
+--¡Bravo! ¡Bravo!--gritaron el sastre, el periodista y el mercero,
+desternillándose de risa.
+
+Belarmino comenzó a exaltarse, ignorante ya de quienes le rodeaban.
+
+--Nosotros estamos suscritos en este cuadrado.
+
+--Por una cuota de dos pesetas mensuales--comentó el mercero.
+
+--Somos círculos que estamos suscritos en un cuadrado.
+
+--¡Ah! Inscritos--aclaró el periodista.
+
+--Cada hombre es el centro de un círculo infinito, como dijo Pascual.
+
+--¿Qué Pascual?--preguntó el sastre.
+
+--Como no sea Pascal--sugirió el periodista.
+
+--Aquel faro de la humanidad--prosiguió Belarmino, refiriéndose al
+mentado Pascual--que aborrecía a los jesuítas, como nos dijo Salmerón en
+su discurso. ¡Mueran los jesuítas!--gritó Belarmino, fuera de sí, puesto
+en pie--. ¡Viva Pascual! ¡Viva Salmerón!--clamó, señalando una
+litografía, color sepia, que colgaba de la pared y representaba al
+aclamado--. ¡Viva la república!--señaló otra litografía iluminada, que
+figuraba una señora gorda, con túnica tricolor, una antorcha en la mano
+y a los pies un león y unas cadenas rotas--. ¡Muera la curia romana!
+¡Muera el Tribunal de la Rota!
+
+--Muérete tú de una vez, tontorontaina, adúltero, babayo, antes que nos
+mates a todos a disgustos--chilló una voz mordaz, al tiempo que una
+mujer, antes joven que vieja y nada fea, con la faz distendida, como una
+Euménide, penetraba, vestida de huracán y desolación, en aquel círculo
+que era un cuadrado, e iba a hacer presa sobre Belarmino. Era Xuantipa,
+la mujer legítima del agudo, elocuente y fogoso zapatero. El nombre
+Xuantipa provenía, por contracción, de Xuana la Tipa, alias o apéndice
+adquirido por herencia paterna. Su progenitor Xuan, el Tipo, vinatero,
+procedente de Toro, fué el primer usufructuario del dicho apéndice o
+alias, y lo debía a que, estando irritado, y se irritaba a menudo,
+amenazaba con quitar el tipo al _sursum corda_. Xuantipa se ataviaba a
+la usanza, llamativa y gentil, de las menestrales: pañuelo de seda
+amarillo al cuello, pañoleta de Vergara, de colores vivísimos, cruzada
+al pecho y anudada a la espalda, falda de cretona azul, rameada en
+blanco. Belarmino vestía a lo señor. El único signo de sus menesteres
+profesionales era un delantal de piel, que llevaba arrollado bajo el
+chaleco, habiendo dejado por descuido un ángulo fuera, al modo de mandil
+masónico. Existía notoria incongruencia entre Belarmino y su mujer.
+Xuantipa zamarreó a Belarmino y le arrastró por las solapas hacia
+fuera. Belarmino miraba con gesto exculpatorio a sus amigos, como
+diciendo: «Perdono; es una mujer inferior». Antes de salir, Xuantipa
+apostrofó a los que quedaban:
+
+--Pillos, que tomáis a este babayo de mona para reírvos.
+
+Según bajaban las escaleras, Belarmino bisbiseaba, como si hablase
+consigo mismo:
+
+--Y esto un día, y otro día, y otro día....
+
+--Lo mismo digo yo--replicó iracunda Xuantipa--; un día, y otro día, y
+otro día, y jamás aprendes, babayo.
+
+--Ya te he dicho, mujer, que todo lo llevo con resignación, todo, menos
+que me llames babayo. Con esa palabra vulgar me parece que me cubres de
+inmundicia.
+
+Xuantipa condujo de la solapa a Belarmino, a través de las acostumbradas
+calles de amargura. Los chicuelos les seguían, a distancia prudente,
+canturreando:
+
+ Hoy a la Xuantipa
+ le duele la tripa.
+ Monxú Codorniú,
+ lo pagarás tú.
+
+La Xuantipa les arrojaba guijarros. Desparramábanse los pilletes, pero
+volvían a poco con la cantata. Belarmino caminaba con talante digno y
+admirable. Así llegaron a la zapatería. En la zapatería aguardaba a
+Belarmino un caballerete. Xuantipa se perdió por una puerta de la
+trastienda. Quedaron a solas el caballerete y Belarmino. Dijo el
+caballerete, apuntando desdeñosamente con el bastón a un par de botas
+que yacía sobre el mostrador:
+
+--Belarmino, te devuelvo ese par de botas; no me sirven. Tú haces el
+calzado sedicioso, republicano....
+
+--Usted dispense, don Manolito. En mi profesión soy analfabético. Quiero
+decir que, como zapatero, no tengo preferencias políticas, sino como
+ciudadano. La ciencia zapateresca ignora las cláusulas políticas; por
+eso es analfabética. Yo, lo mismo hago botas de monte y campo, que botas
+de montar o zapatos higuelife. También confecciono calzado para
+religiosos y sacerdotes; ahí ve usted, don Manolito.
+
+--Esas botas no me sirven. Estoy decidido a encargarme el calzado fuera
+de Pilares.
+
+--¿Qué le vamos a hacer? Pero este par de botas...--murmuró Belarmino,
+dando vueltas a una de ellas, y descubriendo consternado los desgastes y
+quebrantos que la bota había padecido por el uso, evidentemente prolijo.
+Añadió con timidez:--Están muy usadas.
+
+--Por favorecerte, las he puesto un par de veces.
+
+--Algo más--se atrevió a corregir Belarmino.
+
+--Quizás media docena de veces. Cuando las recibí y las probé, vi que
+no me estaban bien. Pero pensé: «¡Si se las devuelvo al pobre Belarmino,
+creerá que es manía.» Y me las puse, para ensayar si se adaptaban al
+pie. Imposible. Pues no conforme con esto, y porque me disgustaba
+devolvértelas, ensayé otros días, no más de seis veces, hasta que, a
+pesar mío, me convencí que no me sirven. Y todavía no me agradeces el
+favor.... Temo que has perdido los papeles; pero, con todo, y antes de
+encargar el calzado fuera, me resigno a que me hagas otro par, a ver si
+esta vez aciertas. Ea, abur.
+
+Y se fué.
+
+Belarmino extrajo del cajón del mostrador un libro, que era un
+diccionario de la lengua castellana, y con él bajo el brazo se sentó en
+una silleta, cerca de una de las puertas de entrada.
+
+--¡Eh, tú, Celesto! ¿Estás ahí?
+
+De un ángulo de sombra surgió un rapacejo pelirrojo, como de doce años:
+el aprendiz. Se acercó con la boca abierta.
+
+--¿Tienes algo que hacer?
+
+--Nada.
+
+--No hay encargos, ¿verdad?
+
+--No, señor.
+
+--Pues saca de paseo a la neñina, hasta la plaza de la catedral, que da
+el sol. Yo quedo aquí al cuidado.
+
+El rapacejo penetró por la trastienda y volvió a salir en un momento,
+con una criatura de unos siete años. Belarmino la tomó en brazos:
+
+--¿Quieres a tu padre?
+
+--Sí, quiero--respondió la preciosa chiquilla.
+
+--¿Mucho?
+
+--Mucho, mucho.
+
+Belarmino besó a su hija con ternura y largueza Luego se la encomendó al
+aprendiz, dándole de paso una moneda de cinco céntimos:
+
+--Toma una perrina, para que le compres una cachava de caramelo. Y que
+sea colorada, porque de ésas le gustan más.
+
+Y ya por su cuenta, Belarmino abrió el diccionario y comenzó a tomar
+notas en un cuadernillo de hule que sacó de la chaqueta. Apenas
+transcurridos cinco minutos, irrumpió en la zapatería el voluminoso y
+rubicundo don René Colignon, fabricante de achicoria y confitero. Su
+rubicundez era tan flamígera que proyectaba reflejos en las paredes.
+Tenía, además, la epidermis tirante y barnizada, como una vejiga de
+manteca, y poseía una perilla color de trigo, esmeradamente construída,
+desde donde se alzaba la blanquecina barbeta, como un huevo en una
+huevera de latón dorado. Ojillos galos, rabelesianos, azules y alegres,
+que delataban al deleitante de la mesa y del lecho.
+
+Como antes de penetrar el señor Colignon le anunció, al modo de heraldo,
+un resplandor rojizo y canicular, Belarmino se apresuró a esconder el
+libro y el cuadernito de notas.
+
+--_Oh, monsieur le cordonnier! Mon cher ami le cordonnier!_--entró
+diciendo el señor Colignon, con modulaciones y altibajos en la voz, que
+sonaban como las gárgaras de un pavo; los brazos abiertos, con que
+estrechó contra su corpacho al manso, dulce y enjuto Belarmino--. Que yo
+os quiero, ilustre y simpático _cordonnier_.
+
+--Yo también le quiero a usted, señor Coliñón, sin guardarle rencor por
+el mote.
+
+--Que no ha estado mi falta, amado Belarmino.
+
+El caso es que las gentes, nada avezadas a la prosodia francesa, habían
+convertido el _monsieur le cordonnier_ en monxú Codorniú.
+
+--Y hasta me han sacado cantares--añadió Belarmino.
+
+--Ya, ya; pero ello no ha estado mi falta.
+
+--Lo sé. A mí me gusta hablar con usted, que es persona ilustrada y sabe
+de tierras lueñes; sobre todo, que viene usted de una república de
+estranjis.
+
+--De estranjis.... ¡Ja! ¡Ja! Delicioso....--El señor Colignon emitió una
+risotada que era como sonoro glogló de pavo.--Quería preguntarte una
+pequeña cosa que me ha venido anoche a la cabeza. ¿Por qué es que tú
+llamas tu zapatería «El Nenrod boscoso y equitativo», y metes que es
+bilateral?
+
+--Quedará usted complacido en un finiquito.
+
+El aquel de hablar bien y pensar de doble fondo, y, en antonomasia, ser
+filósofo.
+
+--¿Eres tú filósofo? Creía que tú eras solamente republicano y orador.
+
+--¿Orador? ¡Arreniego! Los oradores son los lentes--(lentes =
+entes)--más vulgares. Desprecio la oratoria. Claro que hablo en público;
+pero no quiero ser orador, sino locuente, sólo locuente, como mi maestro
+Salmerón. Bueno; también republicano de celebro; por eso soy filósofo.
+Ahí está Salmerón. Yo no soy todavía del todo filósofo; pero cada día lo
+soy más. Y andando el tiempo.... Pues el aquel de la filosofía no es más
+que enanchar las palabras, como si dijéramos meterlas en la horma. Si
+encontrásemos una sola palabra en donde cupieran todas las cosas, vamos,
+una horma para todos los pies; eso es la filosofía, tal como la apunta
+mi intelecto. Ya daré, ya daré en el chisgaravís--(chisgaravís =
+quid)--. Entre que doy o no, me aplaco haciendo hormas para varios pies
+y enanchando palabras para varias cosas, cuantas más, mejor; ecolicuá el
+doble fondo. Ahora usted se penetrará. El Nenrod; éste es nombre propio
+y no se puede enanchar. Boscoso; adula, o como otros vulgares dicen,
+alude al boscan, que es una piel, al bosque o monte, porque hago botas
+de monte, y al oso, porque se engrasa el material con unto de oso.
+Equitativo; porque hago botas de montar, o sea de equitación; porque
+están hechas sobre seguro, como en la Equitativa, y porque la ciencia
+zapateresca ignora las cláusulas políticas, y así manifactura un
+escarpín para la reina de Escocia, como un zueco ferrado para el
+sacamantecas, o un zapato de hebilla para el camarlengo; total, equis.
+
+El hervor que se movió en el recinto torácico del señor Colignon ya no
+fué glogló de pavo singular, sino greguería de piara navideña. Abrazaba
+una y otra vez a Belarmino, diciéndole, en los ojos lágrimas provocadas
+por la risa:
+
+--¡Que tú eres grande, _monsieur le cordonnier_, que tú eres grande!
+
+Las regocijadas zalemas del señor Colignon no enojaban a Belarmino;
+antes le producían emoción y halago. Era muy penetrativo el zapatero,
+rápido en percatarse del mecanismo y expresión de pasiones y afectos;
+pero como al propio tiempo su bondad aventajaba aún a su penetración,
+cuando sospechaba un sentimiento ajeno de hostilidad o mofa, rehuía
+darse por enterado. Sabía distinguir, por lo tanto, entre risas y risas.
+En las risotadas del abundante y rubicundo señor Colignon, especie de
+rebase _ex abundantia cordis_, Belarmino adivinaba una amable cualidad
+personal, o acaso cualidad de raza: la de admirar con alegría. ¡Cuán de
+otro linaje las risitas celadas y maliciosas del sastre Balmisa y demás
+tertuliantes del Círculo republicano; expresión ambigua de un corazón de
+secano y de un celebro oscurecido! Así pensaba el zapatero. Pero como
+compadecía y amaba, porque lo habían menester, a sus contertulios,
+asistía diariamente a ejercitarles en los procedimientos del discurso de
+doble fondo.
+
+Ya que el señor Colignon terminó de sahumar el ambiente con aquel
+copioso rebase de optimismo, Belarmino quedó un punto en suspenso,
+temeroso de que su interlocutor solicitase por último el significado de
+la palabra bilateral aplicada al establecimiento de zapatería. Como
+filósofo catecúmeno, Belarmino empleaba algunos términos a los cuales
+daba valor místico, y cuyo contenido no hubiera acertado jamás a
+elucidar satisfactoriamente. Por fortuna, el señor Colignon olvidó
+llevar sus pesquisas hasta la bilateralidad de la zapatería. El francés
+y el español prosiguieron la cháchara, muy al mutuo sabor, hasta que se
+presentó Xuantipa. La zapatera consorte se dirigió al señor Colignon con
+extremada cortesía y miramiento. Estas civiles afectaciones no se
+producían en Xuantipa sino en coyunturas extraordinarias y con razón
+suficiente. La razón era que hacía tiempo el señor Colignon había
+prestado al matrimonio Pinto mil pesetas, sin recibo ni documento alguno
+comprobatorio, y la Pinta premeditaba sangrar nuevamente al sanguíneo y
+rubicundo confitero, y aliviarle de un regular chorro de pesetillas. El
+señor Colignon era muy rico. La gran casa en donde vivía y ejercía el
+comercio era de su propiedad. La había levantado con los rendimientos
+abundosísimos de la confitería, pastelería y chocolatería, y de una
+fábrica de achicoria que poseía en las afueras de la ciudad. En cambio,
+hasta los gatos de la calle sabían que la casa Pinto decaía, se
+empeñaba, estaba en un tris de desaparecer, debido a que Belarmino
+descuidaba sus intereses por mezclarse en politiquerías.
+
+--¿Qué botas son éstas?--preguntó Xuantipa, indicando los miserables
+residuos que don Manolito había desechado a pretexto de que no le habían
+servido--. Parecen botas de un pobre de los caminos.
+
+--Son unas botas de don Manolito Cuevas; para un arreglo.
+
+--Pues no se las arregles si no las paga por adelantado; es un hambrón,
+que no tiene ni para sardinas--rezongó Xuantipa, recobrando su habitual
+rostro torvo, de Euménide--. ¿Cuántos pares te debe?
+
+Belarmino no se acordaba con precisión. Lo mismo podían ser quince, que
+veinte, que veinticinco pares. Pero, ¿cómo se lo decía a la irritable
+Xuantipa, sin suscitar una escena ominosa, y en presencia del señor
+Colignon?
+
+--Dos o tres pares--dijo, al fin, Belarmino.
+
+--¿No sabes si son dos o tres?--preguntó Xuantipa, irguiéndose rápida y
+enderezando las sierpes de sus ojos hacia el anonadado Belarmino.
+
+--Lo tengo apuntado.
+
+--¿En dónde? A ver, a ver...--exigió Xuantipa, alargando el brazo
+amenazador.
+
+--Mujer...--suplicó Belarmino.
+
+--Xuantipa, cuando él lo dice.... Belarmino es un hombre
+verdadero--medió el señor Colignon.
+
+--¿Ese un hombre verdadero? ¿Ese mastuerzo, ese babayo, un hombre
+verdadero? Lo habrá sido antes, de soltero. Ahora.... Un tontorontaina,
+un hazmerreír, un holgazán. Eso, eso es lo que es. Usted no le conoce,
+señor Coliñón.
+
+--Esto que yo he deseado decir es que Belarmino habla verdad. Sea usted
+tranquila, Xuantipa; póngase usted tranquila.
+
+--¡Tranquila, tranquila!... Si es para tocarse del queso. Esto se lo
+lleva la trampa, porque no hay un hombre aquí. ¿Qué va a ser de mí? ¿Qué
+va a ser de esa pobre neñina inocente? Porque yo, bien lo sabe Dios,
+perdono, hago como que no sé. Pero no me chupo el dedo.... ¡A mí me la
+va a dar ese babayo!...--rugió Xuantipa con voz ronca y ojos áridos y
+contraídos, que se esforzaban inútilmente en exprimir algunas
+lágrimas--. Pero se ha acabao, se ha acabao y se ha acabao. Se lo juro a
+usted por éstas--y, más que besar, chascó los labios, delgados y secos,
+sobre una cruz improvisada con el pulgar y el índice de la mano
+diestra--. Desde hoy mismo, tomo yo el gobierno de todo, y si éste no
+sirve para otra cosa, que haga las camas, y lave los orinales, y barra,
+y cocine, y que cante el himno de Riego mientras friega los platos.
+
+--Pero, ¿es que sabe usted hacer calzado? Porque eso es lo
+principal--dijo sonriente el señor Colignon, procurando rebajar el
+diapasón dramático de la escena a un tono más cuoloquial y tranquilo.
+
+Belarmino permanecía baja la testa, de precoz calvicie; un haz de luz
+venía al soslayo a clavarse en ella, como una espada en la cabeza de un
+mártir.
+
+--Pues si yo supiera hacer calzado...--replicó Xuantipa--, estaba ya
+todo requeterresolvido y en un periquete. Pero, ya ve usté.... Cuando
+nos casamos, había aquí seis oficiales y oficialas, y no dábamos abasto
+a los encargos y pedidos. Un miserable aprendiz sóbranos hoy.
+
+--Bueno, hace falta volver a lo de antes, y volverán ustedes--afirmó el
+optimista y rosáceo señor Colignon.
+
+--¡Dios le oiga!--oró Xuantipa, adoptando una actitud devota
+convencional.
+
+--Yo creo que usted debe intervenir algo en el negocio, Xuantipa: llevar
+la administración, hacer a los deudores que ellos paguen.... Usted sirve
+para eso, tanto como Belarmino creo que no sirve.
+
+--¿Que si sirvo? Si éste me dijera de verdad quiénes son los que no
+pagan, le prometo a usted que, o pagan, o les saco el galillo.
+
+--¿Qué es lo que tú opinas de mi plan, Belarmino?
+
+--Bien, muy bien--elevando los ojos, con beatitud.
+
+--A éste, todo lo que sea ahorrarse trabajo y molestias le sabe a
+gloria.
+
+--Él hará lo que le pertenece--declaró convencido el señor Colignon--.
+Y ahora, ¡coraje y hacia adelante!
+
+Un nuevo personaje penetró desde la calle. Era un vecino, sin duda,
+puesto que venía con cilíndrico gorrete de andar por casa, muy
+cochambroso por cierto; nariz minúscula y erisipelosa; antiparras
+cuadradas; color amarilla; boca circular, desdentada, negra, honda como
+una sima. Vestía levitín raquítico, rapado y camaleónico, por sus
+tornasoles; bufanda de Palencia, enroscada al pescuezo; estrechos
+pantalones a cuadros, con sendas prominencias en las rótulas. Calzábase
+con zapatillas de orillo. Sobre la oreja diestra, larga pluma de ave,
+color toronja; la bocamanga izquierda, revestida con una especie de
+malla o red de negras rayas, que no eran sino las huellas y rasgos de
+haber limpiado allí los puntos de la pluma. Emitía en la atmósfera un
+efluvio sombrío y pesimista, como si poseyese una zona de influencia
+nefasta. Era, por prestigio o metamorfosis, la encarnación humana de
+aquella ictérica casuca de la Rúa Ruera, en donde el pintor Lirio
+calculaba que no podía por menos de vivir un prestamista.
+
+Así como los joviales espíritus diurnos se alejan con ruborosas alas
+apenas despunta por Oriente el íncubo nocharniego, el señor Colignon,
+desasosegado, aturdido y pálido por dentro, pues por fuera no se lo
+consentía su imposible rubicundez, se despidió y tomó la salida, no sin
+que Xuantipa le dijese al partir:
+
+--Con su apoyo contamos, señor Coliñón, y Dios se lo premiará.
+
+--Ajá, ajá. ¿El franchute apoya? De perlas, hijos, de perlas--comentó
+don Angel Bellido, que éste era el nombre, tan propio cuanto impropio,
+del prestamista.
+
+--Sí, señor Bellido. ¿Sale usted del limbo? ¿Quién no sabe que el señor
+Coliñón es uña y carne con nosotros?
+
+--Hija, tanto como uña y carne.... Que sea carne, que carne, gracias a
+Dios, no le falta, y que vosotros seáis la uña..., doyme por
+satisfecho--dijo don Ángel--. Pero, como quiera que yo todos los días
+tengo el gusto de hacervos una visitilla para refrescarvos la memoria, y
+vosotros nada me decíais ni me dejabais entrever.... Porque, acá, para
+inter nos, la cosa presentaba un cariz... que... ya, ya... ya me
+entendéis.--El señor Bellido era singularmente afecto a los puntos
+suspensivos. Todas sus sentencias dejaban un rumor silbante de cohete.
+El que le oía, quedábase anhelante, esperando el estallido de la nuez.
+Generalmente, los cohetes no llevaban nuez. Pero cuando estallaban, la
+bomba era de dinamita. Prosiguió el señor Bellido.--Porque el préstamo y
+los intereses acumulados ascienden....--Psss.... El cohete ascendía en el
+espacio. Silencio. Ansiedad.--Ascienden a diez mil pesetas. Constan en
+documento ejecutivo. Vos pudiera embargar en el acto y, por no perderlo
+todo, quedarme con estas cuatro porquerías que aquí tenéis, que no
+valen ni la mitad del débito.--Tal fué la bomba de dinamita que don
+Angel Bellido hizo estallar sobre la mansa cabeza de Belarmino y la
+frente arisca de Xuantipa.
+
+Xuantipa, como más inconsciente, se dejó dominar por el espanto.
+Belarmino, con su intuición repentina de los sentimientos, comprendió lo
+que debía responder:
+
+--Mala ocasión sería para embargarnos, ahora que no hay materiales en
+almacén ni apenas calzado en existencias.
+
+--Quita allá, hombre de Dios--se apresuró a decir el señor Bellido--.
+¿Pero es que yo he hablado de embargarte? He dicho que si quisiera....
+Pero qué lejos está de mi ánimo.... Y más ahora que el señor Coliñón vos
+apoya....
+
+--No es que nos apoye--declaró el sincero Belarmino.
+
+--¿Ehhh...?--preguntó alarmadísimo el señor Bellido, estirando el
+pescuezo y asomando las pupilas por encima de las cuadradas antiparras.
+
+--¿Cómo que no? ¿Pues no acabamos de hablar mano a mano y como Cristo
+nos enseña?--terció, sofocada, Xuantipa.
+
+--Yo prefiero no mezclar a mi amigo, el señor Coliñón, en estos
+asuntos--dijo Belarmino.
+
+--Te entiendo, picarín--gangueó el señor Bellido, retirando los ojuelos,
+uno de ellos con guiños de despedida, detrás de las vidrieras, y
+retrayendo el pescuezo a su longitud usual--. Tú no quieres que se
+difunda la noticia de que el franchute es tu socio capitalista, ¿eh?
+Pues, por mí.... Y para que te convenzas de que merezco tu confianza, voy
+a darte otra noticia. Un zapatero de fuera, zapatero de lujo, viene a
+establecerse en esta misma calle. Es un protegido de la duquesa de
+Somavia. Conque.... Ojo al Cristo, que es de plomo. Para competir,
+tendréis que apretar. Díselo al franchute. Que suelte mosca.
+
+En esto que, con ágil y perfumado revoloteo de brisas primaverales, se
+hizo presente una dama. Llegar ella y escapar el prestamista, todo fué
+uno. No se dijera sino que la zapatería sólo tenía cubicación disponible
+para una persona de fuera. Cada recién llegado era el clavo que sacaba
+otro clavo.
+
+La dama exhalaba melindrosos resoplidos y se agitaba de aquí acullá con
+gentileza enteramente adolescente. Vista por la espalda, era una
+figurilla breve, fina y graciosa. El anverso de la medalla no se
+correspondía con el dorso; pecho alisado con rasero; rostro acecinado y
+de ojos conspicuos; una faz del todo masculina.
+
+--¡Uf, uf! ¡Qué hombre ése!--rompió a parlotear--. Qué aspecto de
+desenterrado. Si huele a camposanto.... No sé, Belarmino, como le admite
+usted aquí. Ha dejado un tufo.... Esta noche me da la pesadilla. ¡Ay! Si
+le veo no entro. Pero el otro me venía siguiendo. Y busqué en ustedes
+refugio, asilo, amparo. Cada día más atrevido. Es capaz de entrar en pos
+de mí. ¡Qué Anselmo, señor!... Pero a cada cual lo suyo; hay que
+reconocer que es guapo, simpático, buen mozo y elegante que no cabe más.
+Envía las camisas a planchar a Madrid. Ya me pasma que haya tardado
+tanto en pasar por la puerta. Me asomaré con disimulo a espiarle. Allí
+está. Se ha quedado en acecho a la puerta de la confitería. ¡Qué
+tenacidad! ¡Qué constancia! Y así cinco, seis años; he perdido la
+cuenta. Si yo le diera pie, nos casábamos en un decir amén. Pero no me
+atrevo, no me atrevo. El tálamo me impone. Y admito que una joven no
+debe estar soltera y sola. Hay lenguas como agujas de colchón. Pero el
+tálamo me impone, me impone. Venía volada por la calle, y él detrás,
+detrás. ¡Qué asiduidad! ¡Qué perseverancia! ¡Ay! Déjenme ustedes que
+repose y tome aliento.
+
+Aquella criatura facunda y versátil, especie de andrógino reseco y sin
+incentivo, vivía en la Rúa Ruera, y se llamaba Felicita Quemada. Su
+tenaz y perseverante perseguidor, hombre un tanto machucho, como
+cuadraba con la dama, pasaba en Pilares por arbitro de las elegancias y
+ocupaba el lugar más distinguido en la política local. Era vicario del
+duque de Somavia, el cacique de la jurisdicción, que se pasaba la vida
+en Madrid. La vicaría o representación no se limitaba solamente a los
+asuntos de la política de campanario. La elegancia veníale a Novillo
+también por delegación o apoderamiento del aristócrata, viejo verde y
+currutaco. Novillo, en lo indumentario, constituía una réplica, algo
+rebajada, de su protector el duque, el cual le enviaba desde Madrid
+corbatas, cuellos postizos, calcetines y chalecos de fantasía semejantes
+a los suyos, aunque de clase inferior, y trajes, de paño catalán,
+imitados de los que él usaba, de paño inglés. Los amores de Novillo y la
+Quemada, o, como le decían en Pilares, la Consumida, habían llegado a
+ser a manera de rasgo típico o suceso rutinario y familiar en la vida de
+la calle y de la población entera. Databan los amores desde más de dos
+lustros; los habían iniciado estando los dos muy corridos en años, y no
+habían trascendido del estadio del más puro romanticismo, platonismo e
+inefabilidad. La Consumida jamás hablaba de otra cosa. Novillo jamás
+hablaba de ellos, y si se los mentaban, sentíase gravemente ofendido.
+Los vecinos de Rúa Ruera y de la ciudad tomaban por lo cómico aquellos
+amores, y a Novillo, acaso por su edad, quizás por su corpulencia, tal
+vez por satírica suspicacia, le sobrenombraban el Buey. Pero el amor
+mudo y constante de Anselmo y Felicita encerraba, bajo el aspecto
+ridículo, emoción patética. Aquella timidez invencible de Anselmo (él,
+tan osado en los manejos de la administración municipal y provincial y
+en las estratagemas electorales), ¿cómo podía explicarse sino por la
+fatalidad? ¿A qué podía atribuirse sino al sañudo antojo de la Némesis
+adversa? Buscábanse sin cesar Anselmo y Felicita, vivían el uno para el
+otro; pero la Némesis antojadiza había herido de mudez a Anselmo y
+colocado entre los dos, además de esta barrera de silencio, un ancho
+valladar infranqueable, aunque de aire delgado y transparente. La
+propincuidad máxima del objeto de su amor a que Anselmo aventuraba
+acercarse era una distancia de cinco metros, como si al llegar allí
+tropezase con un obstáculo cristalino e invisible. Ahora, que esta
+distancia la conservaba de continuo. No parecía sino que Felicita estaba
+encerrada en un fanal o gran campana de vidrio. Dentro de aquella
+prisión imperceptible para los ojos, Felicita se consumía lentamente; de
+fuera, Novillo se detenía estupefacto, sin apenas atreverse a mirar a la
+amada cautiva. Añádase, en honor de la verdad, que el tormento surtía
+contrapuestos efectos en Novillo que en Felicita, pues a Novillo no le
+robaba carnes, antes se las añadía. Y conste, por último, que la
+fidelidad de Novillo era absoluta; nadie le conocía otros galanteos, ni
+siquiera claudicaciones de amor mercenario, en una capital de provincia
+donde todo se sabe.
+
+Sentóse Felicita, respiró fuerte, tomó aliento, pero no se reposó, sino
+que, tan pronto como había tocado el asiento, saltó en pie de nuevo,
+sacudida por aquel dinamismo fatídico que la tenía en los huesos, y
+tomando unos papelorios que llevaba debajo del brazo, los extendió sobre
+el mostrador.
+
+--Vea usted, Belarmino. Éste es _El Espejo de la Moda_, y éste _La
+Sílfide Mundana_. Vea usted. Hay una parte consagrada al calzado. Aquí
+hay un par de zapatos que me enamora. ¿No podría usted hacerme uno así?
+Soy muy exigente para el calzado. Es mi debilidad. A las personas bien
+nacidas se les conoce por los pies. Un pie juanetudo denota un espíritu
+grosero. Anselmo es, lo mismo que yo, esclavo del bien calzar. Lo habrá
+usted observado. Vea usted estos zapatitos que describe _La Sílfide_.
+Son de piel de Escandinavia. ¿Tiene usted ese material? Llevan pespuntes
+y picados de cabritilla blanca. De eso sí tendrá usted. En todo caso,
+podremos aprovechar algún viejo par de guantes de los innumerables que
+poseo. Esta es otra debilidad mía. El guante y el calzado; la mano y el
+pie. A todo esto, me estoy distrayendo más de lo debido. Y, a propósito;
+ahora se me ocurre, ¿le parecerá mal a Anselmo que entre en su casa de
+usted, Belarmino? Como él es dinástico y usted tan subversivo.... Pero,
+no. Si le pareciese mal, me lo hubiera dicho. Ea, me voy. Me llevo las
+revistas de modas. Ya hablaremos con calma de los zapatos de piel de
+Escandinavia.
+
+Y salió, con perfumado revoloteo de faldas, sin haber dejado en todo el
+tiempo de su permanencia un solo resquicio por donde Xuantipa o
+Belarmino hubieran podido colarse a decir esta boca es mía. Esta escena
+se repetía casi a diario. Era obligado que penetrase creyéndose
+perseguida, que proyectase vagamente hacerse un par de zapatos, y que,
+de postdata, le acometiese el escrúpulo de si a Novillo le placerían
+aquellas visitas al zapatero subversivo. A poco de salir Felicita,
+cruzó, por delante de las puertas de la zapatería, don Anselmo Novillo,
+con solemnidad de hombre corpulento, machucho y poseído de su elegancia.
+Comenzaba a pasear la calle a Felicita y pasearía durante tres o cuatro
+horas.
+
+Xuantipa se retiró a preparar la cena. Belarmino, a solas, apoyó la
+frente en ambas manos, meditabundo. Así estuvo, sin moverse, largo
+espacio, hasta que volvieron el aprendiz y la niña. Obscurecía ya.
+Belarmino despertó de su meditación para besar y abrazar a su hija,
+silenciosamente, con ahinco y ternura, todavía más exagerados que de
+ordinario. Se le humedecieron los ojos.
+
+En la tienda reinaba total tiniebla.
+
+--¿Enciendo luz?--preguntó el aprendiz pelirrojo.
+
+Belarmino tardó en responder; le faltaba la voz.
+
+--No hace falta. Ahorraremos en luz. Vete a la cocina con la niña, y
+ayuda al ama, si hace falta. Alúmbrate con este fósforo. Cuidado.
+
+Belarmino se recogió otra vez a meditar, empapado en la tiniebla.
+Belarmino, ahora, no se desleía en aquellas especulaciones filosóficas,
+o lo que él entendía por tales, que últimamente, en los dos o tres
+recientes años, le habían acaparado la actividad del pensamiento y los
+afanes del pecho, sin dejar lugar ni vado para ninguna otra ocupación o
+sentimiento, a no ser el amor por su hijita. No; ahora Belarmino no
+cavilaba sobre el problema del conocimiento, sino sobre el problema de
+la conducta; no le preocupaba lo que debía pensar, sino lo que debía
+hacer. Su vida externa, el curso y movimiento de su vida social, era al
+modo de una rueda dentada, en engranaje con otras; esta rueda cada día
+realizaba mecánicamente una vuelta completa, entreverando sus dientes
+con los dientes de las demás ruedas, siempre los mismos y siempre de la
+propia forma y disposición, y de suerte que no cabía averiguar si ella
+hacía girar a las otras o las otras le hacían girar a ella, o si la una
+y las otras rodaban con regularidad a impulsos de un mecanismo incógnito
+y enorme. Aquel día había sido idéntico a otros incontables días, en el
+rodar de los días de Belarmino. Y, sin embargo, aquél era un día señero,
+un día crítico, un día que le había provocado una intuición profunda del
+porvenir, o, como Belarmino se decía a sí mismo en aquellos instantes,
+empleando el tecnicismo esotérico de su inventiva, un _faraón crónico_.
+
+Los hombres se dividen en dos clases, según la manera de dormir. Unos
+duermen poco, porque duermen de prisa; otros duermen mucho, o cuando
+menos permanecen largas horas en el lecho, porque duermen poco a poco.
+La cabeza, o depósito del sueño, es como una vasija con un pequeño
+desagüe. A unas personas se les colma de sopetón la vasija, y caen
+dormidas en un sueño inerte y sin ensueños; luego la vasija se va
+desaguando con regularidad, y en las tempranas horas mañaneras la cabeza
+se halla vacía, limpia, despejada y el cuerpo con anhelo de ejercicio.
+Estas personas se levantan despiertas del todo. A otras personas la
+vasija se les va llenando lentamente, a causa de penetrar por un lado
+poco más cantidad de sueño de la que por otro se va vertiendo y
+disipando, y así contraen un sueño dificultoso y enrarecido, poblado de
+imágenes incoherentes; el contenido de la vasija alcanza su plenitud
+precisamente al tiempo que es fuerza abandonar el lecho. Estas personas
+se levantan cuando están más dormidas, y se conducen como sonámbulos en
+la mañana baldía, hasta que al cabo de unas horas han eliminado la
+saturación de sueño. Aquellas otras personas son de naturaleza muscular
+y robusta. Estas últimas, de naturaleza linfática y débil. Las primeras
+están dotadas para el éxito práctico: en la guerra, en la política, en
+los negocios. Las segundas, para el éxito intelectual y estético.
+Belarmino era de esta segunda clase de personas. Xuantipa le hacía
+levantar a escobazos, como en un ojeo se ahuyentan las liebres
+encamadas. Después, durante las horas antemeridianas, era hombre inútil.
+Sentía la frente llena de humareda que le descendía a los ojos y se los
+escocía y enturbiaba. Al final de la comida del mediodía, después de
+haber bebido su botella de sidra hecha, y fumado sus dos pitillos, de
+los amarrados por la cintura, era ya otro hombre. El talento, que él se
+lo figuraba como un ser substantivo, independiente, hasta corpóreo,
+misterioso huésped interior, comenzaba a rebullir, a desasosegarse, y
+dando unos golpecitos con los nudillos por la parte de dentro de las
+paredes del cráneo, le decía: «Ea, Belarmino, aquí estoy yo; vamos a
+discurrir cosas nunca oídas.» A este recóndito ser personal o demonio
+íntimo, Belarmino lo llamaba _Inteleto_.
+
+Solía impacientársele el Inteleto a los postres, y tan pronto como
+Xuantipa se levantaba a fregar la loza, Belarmino se evadía furtivamente
+al Círculo republicano. Después, lo de siempre: irrupción violenta de
+Xuantipa, retorno aflictivo, este o aquel cliente, todos morosos, el
+óptimo Colignon, el pésimo Bellido, la imposible Felicita. El trazado de
+la vida de Belarmino era una página escrita con falsilla, y en la
+cabecera de la página un signo sagrado: la hija de sus entrañas. De raro
+en raro, abríase un corto paréntesis, en las líneas de la página, que se
+correspondía con alguna reunión pública del Círculo republicano, en que
+Belarmino pronunciaba discursos tremendos. Como todas las naturalezas
+dulces y tímidas, Belarmino tenía ahorrados el coraje y la violencia en
+un depósito a réditos con interés compuesto, y cuando llegaba la
+coyuntura excepcional de gastar las reservas se exaltaba en términos que
+parecía un poseso. El sastre Balmisa, el director y redactores de _La
+Aurora_, y demás correligionarios pertenecientes a la clase media baja
+intelectual, tomaban a broma a Belarmino y le calificaban de chiflado.
+El clero y las familias piadosas le reputaban como un loco, aunque
+generalmente inofensivo, en ocasiones peligrosísimo y de más cuidado que
+todos los otros republicanotes. Pero el estado llano del partido,
+obreros y artesanos humildes, dedicaban a Belarmino supersticiosa fe y
+se enardecían oyéndole. Cierto que no le entendían; también San Bernardo
+inflamó una Cruzada, arrebatando muchedumbres que no entendían la lengua
+en que les persuadía. Cuando Belarmino pronunciaba un discurso, era de
+rigor que los oyentes saliesen a la plazuela del Obispo lanzando gritos
+inflamatorios y blasfematorios. Por eso, algunas gentes devotas
+maduraban seriamente el plan de convertir a Belarmino.
+
+Allí estaba Belarmino, empapado en la tiniebla, desfallecida el alma,
+atravesando un terrible _faraón crónico_ y cavilando lo que debía hacer.
+Los mismos incidentes cotidianos, repetidos mecánicamente, van tomando
+diferente semblante y adquiriendo valor más preciso. Según la estructura
+de la piedra, el curso y agresión de las aguas a unas las monda,
+redondea y suaviza, y a otras les saca ángulos, aristas y púas, hasta
+que un día, de pronto, cortan como cuchillos y penetran como puñales. El
+roce forzoso con Xuantipa Belarmino lo había aceptado como una
+disciplina de perfección. Xuantipa había arañado y cortado y pinchado
+desde el principio; pero en fuerza de frotar, arañar, cortar y pinchar,
+a Belarmino le parecía el roce más blando cada vez, y sentía ya el alma
+redonda, suave y como lubrificada al contacto con su áspera cónyuge. La
+frotación con la clientela le era cada vez más indiferente, y lo mismo
+el agitado y turbulento roce con Felicita. La frotación con el francés,
+cada vez más grata. Lo espantable, lo que había suscitado el terrible
+_faraón crónico_, era el contacto con Bellido, contacto siempre molesto
+y congojoso, pero que aquel día, de súbito, le había herido y desgarrado
+hasta lo más íntimo. «Estoy arruinado. Me veré en la calle mañana o
+pasado o dentro de un mes. Esto no tiene _igua_» (significaba: no hay
+salvación), se dijo Belarmino, mentalmente. Hubiera podido ir tirando
+como hasta entonces, por tiempo indefinido; pero la llegada de un
+competidor, que Bellido le había anunciado, aceleraba el desenlace
+catastrófico. Además, presumía con fundamento que Martínez, un antiguo
+oficial suyo, trataba de instalar una tienda de calzado de fábrica en la
+misma calle. «¿Calzado de fábrica?--pensó Belarmino, desviándose del
+camino recto--; buen calzado será ése que no está hecho a la medida.
+Como si una máquina pudiera hacer zapatos decentes. ¡Pazguatos! Milagro
+que no se les ocurre inventar una máquina para hablar y otra para
+escribir, o cualquiera otro disparate....» Volvió en seguida al camino
+recto de sus cavilaciones. La cuestión era que aquello no tenía _igua_.
+Con el buen Colignon no había que contar. Por lo pronto, no era
+verosímil que el francés adelantase todo el dinero que se necesitaba
+para pagar la deuda de Bellido y montar por lo grande la zapatería.
+Pero, aun cuando el señor Colignon lo ofreciese, él no lo aceptaba,
+porque sabía de antemano que era dinero perdido. Confesábase a sí
+propio, honradamente, no haber nacido para gobernar un negocio. Había
+nacido para más nobles y menos provechosos cuidados; bien claro se lo
+decía su demonio interior, el Inteleto: «Belarmino, vamos a discurrir
+cosas nunca oídas.» Su deber era abandonarlo todo, vivir de limosna,
+sufrir penalidades, dormir bajo los porches, alimentarse de hierbas, con
+tal de seguir la voz del Inteleto y dar con aquellas cosas nunca oídas
+que el geniecillo interior le prometía. Pero, ¿y su hijita de sus
+entrañas? Cuando Belarmino decía entre sí «hija de mis entrañas», la
+frase adquiría casi sentido literal. Cuando abrazaba y besaba a su hija,
+o la miraba en adoración, o pensaba en ella, sentíase más madre que
+padre. Lo cierto es que Angustias no era hija de Belarmino, sino de una
+hermana suya que, a poco de morírsele el marido, murió ella de
+sobreparto. Belarmino recogió a la criatura, apenas nacida, y la crió él
+mismo con biberón. Esto ocurrió un año antes de casarse con Xuana.
+Belarmino había contado a Xuana, antes de casarse, la verdadera
+historia, que ella admitió sin sospechas. Mas después de casados, como
+quiera que ella no lograba hijos propios, comenzó a odiar al marido y a
+cavilar que la niña era hija disimulada de Belarmino; con que la
+criatura tampoco se libraba del odio de la apasionada mujer. En los
+apóstrofes y denuestos de Xuantipa, aunque muy veladas, siempre latían,
+como se habrá advertido, venenosas alusiones a este asunto.
+
+Si se arruinaba--proseguía pensando Belarmino--, su deber era entrar
+como oficial con el nuevo zapatero y trabajar porque a la hija no le
+faltase lo preciso. Trabajar.... Le harían trabajar de la mañana a la
+noche, y aun de noche, como él había hecho trabajar a sus oficiales en
+épocas de prosperidad económica, antes de que aquella personilla
+exigente que llevaba alojada dentro de la cabeza, o sea el Inteleto,
+hubiera dado imperiosa cuenta de sí, distrayéndole del negocio. Trabajar
+horas y horas, de longitud inacabable, despidiéndose para siempre de las
+horas calmas y fugaces dedicadas al ocio contemplativo y al coloquio
+secreto con su habitante interior.... ¡Imposible! Tal era el pavoroso
+_faraón crónico_ que traía a mal traer a Belarmino.
+
+--Buenas tardes nos dé Dios. ¿Hay alguien en la casa?--dijo una voz
+flaca y aguda, como de flautín, que caía de lo alto.
+
+Belarmino creyó estar soñando. ¿Era aquélla la voz de un ángel
+acatarrado?
+
+--¿No hay cristiano o alma humana en este recinto?--volvió a hablar la
+voz de flautín, sonando siempre al nivel del cielo raso. Oyéronse a
+continuación unas palmadas retumbantes, como el tableteo de un trueno.
+
+--Belarmino, ¿estás ahí?--rugió Xuantipa, desde las habitaciones
+interiores.
+
+Belarmino dijo para sí: «Pues, señor, no estoy soñando.» Encendió una
+cerilla, y a poco se cae de espaldas. Tenía ante sí una mole que casi
+tocaba con el techo. Presto se recobró y se percató de la realidad
+verdadera. Tratábase del Padre Alesón, un fraile dominico de las
+dimensiones de un paquidermo antediluviano, a quien sus hermanos en
+religión y la grey parroquiana de la Orden llamaban la torre de Babel,
+por la estatura y porque sabía veinte idiomas: unos vivos, otros muertos
+y otros putrefactos. Acompañábale otro Padre innominado, de volumen
+normal entre religiosos, aunque excesivo para laicos. Aun al lado de
+este segundo fraile, Belarmino era una pavesa. Los dominicos penetraban
+entonces por primera vez en la zapatería de Belarmino.
+
+Luego que el zapatero encendió un quinqué de petróleo, el Padre Alesón
+tomó la palabra:
+
+--Le causará maravilla vernos en su tienda, dadas las ideas que usted
+profesa....
+
+--Reverendo--interrumpió Belarmino, no muy seguro de que éste era el
+tratamiento debido--, la ciencia zapateresca ignora las cláusulas
+políticas; por eso es analfabética. Yo también he confeccionado zapatos
+para religiosos y sacerdotes.
+
+--¡Ah! ¿Sí? ¿Cuándo, amigo mío?
+
+--Hace tiempo.
+
+--Quiere decirse que usted, a pesar de sus ideas contrarias a la
+Iglesia, no tiene inconveniente en calzar a las personas religiosas.
+Pero pudiera ocurrir que las personas religiosas tengan inconveniente en
+dejarse calzar por usted.
+
+--El fanatismo es reincidente--declaró sentencioso Belarmino.
+
+--¿Cómo reincidente?--preguntó el Padre Alesón.
+
+--Vamos, que abunda... y daña; que se lo encuentra uno a cada paso.
+
+--Ya; ha querido decir frecuente....
+
+--No, señor; he querido decir, y he dicho, frecuente, y abundante, y
+dañoso, y que se choca con él; en autonomasia, reincidente.
+
+El Padre Alesón permaneció un tanto perplejo. Belarmino le hablaba una
+lengua perfectamente insólita, que él no conocía ni sospechaba; como que
+no era lengua viva ni lengua muerta, sino lengua en embrión.
+
+--Y usted, ¿no es nada fanático?--preguntó, algo desconcertado, el Padre
+Alesón, con su voz de flautín, dejando, a pesar suyo, escapar un gallo o
+atragantón en la sílaba acentuada del esdrújulo--. Hanme dicho que sí.
+
+Después de este giro en transposición, que es, naturalmente, grave y
+solemne, el dominico cobró bastante serenidad y aplomo.
+
+--Fuera de la zapatería, y suscrito en el círculo de la paradoja, que es
+un cuadrado, porque es el ecuménico, soy fanático y hasta teísta
+macilento; pero dentro de la zapatería, y en ridículo, soy
+analfabético. Este es el maremágnum de la clase y del bien eliminar.
+
+El Padre Alesón, consternado, no sabía qué replicar. La cosa no era para
+menos. Belarmino, con el tecnicismo de su inventiva, había dicho,
+traducido al pie de la letra: «Fuera de la zapatería, e inscripto en el
+círculo de mi ortodoxia, que así puede llamarse círculo como cuadrado,
+puesto que la ortodoxia es la conciliación de los contrarios, soy
+fanático, y aún más, incendiario violento; pero fuera de mi centro
+propio y dentro de la zapatería, soy indiferente. Tal es el ideal de la
+conducta y del bien obrar.» En la torre de Babel no se hablaba todavía
+tal lenguaje.
+
+El Padre Alesón pensó: «Si me dedico ahora a trabajos lingüísticos y
+hermenéuticos, no acabo nunca. Al grano.» Y dijo en voz alta... y tan
+alta:
+
+--Pláceme, amigo mío. Ha hablado usted con singular elocuencia y
+persuasión. Ahora me explico que sus discursos conmuevan y arrastren a
+la audiencia.
+
+--Le advierto a usted, reverendo--cortó Belarmino, cosquilleado por una
+comezón de simpatía hacia el ciclópeo dominico--, que no entienden mis
+discursos, pero causo entusiasmo por el peso llamativo.--Lo cual
+significaba por el fuego del sentimiento.
+
+--Justamente por eso me lo explico. Y voy ahora directamente a mi
+propósito. Hemos acordado que haga usted los zapatos para los Padres de
+la residencia: cinco padres y un lego. Don Restituto Neira, señor
+caritativo y dadivoso, y su santa esposa, doña Basilisa, los cuales,
+como usted no ignora, nos han cedido el último piso de su palacio para
+residencia, desean también que usted haga el calzado para la
+servidumbre. Espero que, a pesar de sus ideas impías, aceptará el
+encargo. No se arrepentirá, le garantizo. Nuestros zapatos no le serán
+muy difíciles de hacer. El voto de pobreza nos obliga a vestir y calzar
+sin artificio--y adelantando el pie sacó del faldamento un zapato por el
+estilo de los del dómine Cabra; una tumba de filisteo.
+
+Belarmino, con su clarividencia psicológica, adivinó repentinamente que
+pretendían sobornarle. En otra ocasión, soltando la reserva de coraje y
+violencia para los casos extraordinarios, se hubiera descarado con los
+frailes. Pero en aquellos momentos, sangrante aún la herida que Bellido
+le había abierto y en estado de _faraón crónico_, lejos de enfurecerse,
+sintió una manera de alivio y esperanza.
+
+--Acepto--dijo con firmeza.
+
+--Congratúlome--exclamó el dominico, sin ocultar su satisfacción--.
+Quedamos, pues, amigo mío, en que mañana, por la tarde, vendrá usted a
+nuestra residencia a tomarnos las medidas.
+
+--¿Eh? ¿Debo ir yo allí?--preguntó, preocupado, Belarmino--. ¿Qué dirán
+mis correligionarios?
+
+--¿Qué han de decir? Usted va como zapatero. Además, es lo más rápido y
+expeditivo.
+
+A Belarmino le gustó la voz expeditivo, y la almacenó en la memoria, a
+fin de meterla en la horma, ensancharla y darle un significado
+espacioso, nuevo y conveniente.
+
+--¿Da usted su palabra?--pidió el Padre Alesón.
+
+--Sí, señor reverendo. Y que sea lo que Dios quiera.
+
+--Que me place oírle esa expresión devota: que sea lo que Dios quiera.
+Dios querrá lo mejor. Hasta mañana, amigo mío.
+
+Así que salieron los frailes, Belarmino se arrepintió de su promesa.
+Pasó la noche en claro, caviloso y febril. Dábase golpes en la cabeza,
+requiriendo socorro y consejo de su habitante interior; pero el Inteleto
+estaba distraído o ausente y no acudía al llamamiento.
+
+A la mañana siguiente, con la cabeza que tan pronto le pesaba al modo de
+una bola de granito, como sentía que se le escapaba de sobre los
+hombros, cual vedija de humo, Belarmino salió a la puerta del
+establecimiento para despejarse. En un entresuelo de la acera del
+frente, y poco más abajo de la calle, una cuadrilla de carpinteros,
+albañiles y pintores, trabajaban con energía y diligencia.
+
+Belarmino se aproximó al señor Colignon y le habló recatadamente al
+oído:
+
+--¿Recuerda usted que un día le dije: «ya daré, ya daré en el blanco?»
+Pues ya he dado, ya he dado. La beligerancia es la madrona de la Grecia.
+El faraón crónico es lo más puerperal. He hallado la solera
+recreada.--Traducido al romance: la adversidad es la madre de la
+sapiencia. Una crisis profunda es siempre fecunda. En cuanto a la última
+sentencia, el propio Belarmino la vertió al habla vulgar, a instancias
+del señor Colignon, que preguntó:
+
+--¿La solera recreada?
+
+--Se lo interpretaré en forma corriente: solera es palabra que viene de
+sol y dice la luz más viva, y fuente de luz. Recreado es lo que nadie ha
+hecho, que se hizo por sí, y produce gusto, recreo--o sea, luz increada.
+
+Esta vez, los recónditos y gargarizantes pavos del señor Colignon
+permanecieron taciturnos. El francés apoyó horizontalmente el antebrazo
+en la depresión o meseta superior del abdomen, sustentó el opuesto codo
+sobre aquella mano, y con la otra mano se cubrió el huevo y la huevera
+de latón, esto es, la barbeta y la perilla, en actitud napoleónica y
+cogitabunda.
+
+--Yo comprendo, yo comprendo, _mon pauvre ami_; los Padres te han
+convertido....
+
+El que se rió ahora fué Belarmino, y de la mejor gana:
+
+--¿Convertirme? ¡Qué proyectil!--Belarmino juntó en un racimo las yemas
+de la diestra mano, se las llevó al entrecejo y silabeó
+confidencialmente:--¡El Inteleto!--Y luego, cambiando de tono:--Algo me
+he ayudado con un libro de los Padres....
+
+--¿Te lo prestaron?
+
+--No; lo pedí yo prestado, porque lo vi encima de una mesa.
+
+--¿Y cómo es que se titula?
+
+--No se enterará usted, porque está en latín.
+
+--Pero, tú, tú, ¿comprendes latín?
+
+--Llegaré a tener intuición con él; por ahora, sólo me es saludable.
+
+El señor Colignon se retiró pensando: «No tiene remedio el pobre
+hombre.»
+
+La apertura de la nueva zapatería causó inolvidable sensación y pasmo
+descomunal. El rótulo rezaba: «Apolonio Caramanzana, maestro artista.»
+Había un ancho escaparate, con límpida luna de cristal. Sobre el piso
+del escaparate, forrado de peluche verde, se alineaban varios pares de
+zapatos y botas, realmente exquisitos, apoyados oblicuamente en sendos
+sustentáculos de níquel, y con inscripciones debajo que decían: «Zapatos
+de piel de Suecia; encargo de la excelentísima señora duquesa de
+Somavia.» «Bota de becerro; para el señor Novillo», y así otros varios
+encargos de personas distinguidas y elegantes. Al fondo, en una urna,
+guardábase el esqueleto auténtico de un pie humano. Sobre la urna se
+leía: «Osteología del pie.» De cada huesecillo salía un alambre, con una
+cartela al final. Las cartelas decían: «Tibia, peroné, maléolo interno,
+maléolo externo, tarso, astrágalo, calcáneo, escafoides, cuboides, las
+tres cuñas, metatarso, falanges, falangitas, falangetas.» Encima de la
+urna colgaba de la pared del fondo un cuadro pintado a la acuarela, que
+representaba una bota, de perfil, despidiendo rayos; en la cabecera, un
+letrero: «La podoteca ideal», y, en la parte inferior, una estrofa:
+
+«Aunque tan fina y lustrosa
+y de tan bellos perfiles,
+nadie, si la llevas, osa
+cortarte el tendón de Aquiles.»
+
+Y más abajo aún: «Dime con qué botas andas, decirte he quién eres.»
+
+A entrambos lados del cuadro central pendían otros dos cuadros. Uno
+figuraba un pie desnudo, de alto puente y empeine corvo, con su
+inscripción: «Pie ario; noble.» El otro, un pie asentado todo a lo
+largo, la planta sobre la tierra, con su inscripción: «Pie planípedo,
+plantígrado o semítico; plebeyo.» En las paredes laterales del
+escaparate, repisas de cristal, con vaciados de pies, en escayola,
+algunos retorcidos y deformes, y, adherida a la repisa, una indicación:
+«Repertorio de extremidades, obtenido del natural.» En lo más altanero
+de la luna de cristal desarrollábase una cinta, a modo de divisa
+heráldica, declarando, con doradas letras teutónicas: «Una hermosura
+soberana inspira a Caramanzana.»
+
+Cuantos veían el escaparate pensaban en el infeliz Belarmino. La
+opinión fué unánime: no había competencia posible. También Belarmino fué
+a ver el famoso escaparate. Lo examinó atentamente, con calma. Como su
+corazón estaba purificado de pasiones torpes, no se le distendió el
+rostro en gesto ninguno, lastimado o feo; antes sonreía; sonreía con
+expresión inocente y delicadamente irónica. Apolonio, que ya le conocía
+y le estaba espiando desde dentro de la tienda, se sintió, por
+misteriosa manera, humillado. Ahito y ebrio con el éxito, ¿qué le
+importaba a él la expresión hipócrita y maligna del ya desbaratado
+rival? Y, sin embargo, sentíase humillado, adivinando que la verdadera
+rivalidad entre ellos no era zapateril, sino de otro orden más íntimo y
+personal, y que en aquella larvada e inevitable rivalidad acaso
+Belarmino saliese vencedor.
+
+
+
+
+CAPÍTULO IV.
+
+APOLONIO Y SU HIJO.
+
+
+Fué el jueves Santo, por la noche. Habíamos cenado en la habitación de
+don Guillen. El canónigo fumaba un cigarro largo y fino; yo, un cazador,
+ese tabaco oscuro, velloso y de sangre, tan enérgico, sutil y esencial
+provocador de ideas e imágenes que, a veces, sustituye con ventaja los
+beneficios del trato humano, sin sus inconvenientes y molestias. Como
+dijo, siglos ha, Cristóbal Hayo, maestro físico de Salamanca, en loor
+del tabaco: «usando del no se siente soledad». Don Guillén me lo había
+ofrecido, sabiendo que era la vitola más de mi gusto; delicado agasajo
+que yo le agradecí. No faltaban las copitas de coñac viejo.
+
+Anoto estos detalles, quizás impertinentes, para que se vea que don
+Guillén era hombre atento a los detalles y moderado gratificador de los
+sentidos, de donde se deduce que, para él, la realidad externa existía,
+y que la aceptaba en toda su importancia, procurando solamente que el
+contraste con ella fuese lubrificado y terso.
+
+Estaba riéndose para sí, como ante una visión cómica y tierna al propio
+tiempo. Comenzó a hablar:
+
+--No puedo pensar en mi padre sin reírme. Sin reírme amorosamente,
+entiéndame usted. Mi madre murió cuando yo cumplía apenas los tres años.
+No la recuerdo. Mi padre era, o, por mejor decir, es, pues vive; vive
+como sombra de lo que fué.... Mi padre es hijo de un criado de la casa de
+Valdedulla, antiquísimo linaje gallego que viene de los godos o cosa
+así. Mi familia paterna, de padres a hijos, desde hace ya dos o tres
+siglos, vivía a la sombra de la casa de Valdedulla, cumpliendo más que
+en menesteres de servidumbre en empleos de confianza. El primogénito
+permanecía siempre al servicio de la casa, y a los demás hijos varones
+los condes los dedicaban a la Iglesia, o los enviaban a que se ganasen
+la vida por el mundo. En mi familia ha habido bastantes abades, y no me
+sorprendería tener algún tío ricacho en América, sin yo saberlo. Mi
+abuelo era así como administrador de la casa de Valdedulla. Cuando yo
+nací, esta poderosa casa había quedado reducida a dos vástagos, don
+Deusdedit, el conde, y doña Beatriz, que se había casado con el viejo
+duque de Somavia, y vivía en Pilares. El conde era solterón, padecía
+muchos achaques y tenía la cara llena de erupciones amoratadas. No había
+esperanza de que se casase, no tanto por feo y raquítico, ya que las
+mujeres apencan con todo, si el pretendiente guarda hacienda o luce
+ejecutoria, cuanto porque el duque era misógino y misántropo. Solía
+decir: «En mí, gracias a Dios, concluyen los Valdedulla, que, desde
+Mauregato, no han hecho más que burradas.» Nada le interesaba. Nunca
+salía del Pazo. El único que le divertía algo era mi padre. No quiso el
+duque que mi padre recibiese a su tiempo, hereditariamente, el cargo
+familiar de mi abuelo, «porque--decía--esto se acaba conmigo; el nombre
+se pierde, gracias a Dios, y la casa se transmite al hijo de Beatriz,
+que es un Somavia; conque allá entonces que él haga lo que le pete». El
+conde deseaba cooperar a que mi padre se valiese por sí, mediante una
+profesión u oficio, y aun carrera. Parece ser que mi padre, desde muy
+niño, componía versos y era muy dado a leer novelas y dramas. Ya de
+entonces mi padre había caído en gracia al conde, que era unos quince
+años más viejo que mi padre. Respondiendo a los deseos del conde, mi
+abuelo optó por la carrera eclesiástica, en la cual, dado su natural
+despejo, mi padre llegaría, probablemente, a cardenal; pero mi padre no
+sentía afición a los cánones, y, sobre todo, el conde, que alardeaba de
+volteriano, dijo en seco que no. Enviaron a mi padre al Instituto, en
+donde estudió dos años, y, consecutivamente, obtuvo dos tandas de
+suspensos en las mismas asignaturas. Uno de les profesores escribió al
+conde que a mi padre el exceso de imaginación le impedía concentrarse y
+estudiar con disciplina y provecho. Mi padre no ha olvidado aquel
+fracaso; ahora, que él lo explica a su modo, y se queda tan satisfecho.
+Siempre dice: «Yo, que he recibido una educación académica....» Mi padre
+quería seguir la carrera de autor dramático, y cuando le convencieron de
+que no había semejante carrera, respondió: «Pues si no autor dramático,
+zapatero.» ¡Peregrino dilema! No puedo por menos de reírme.... Estas
+cosas raras e ilaciones sorprendentes, eran las que divertían al conde.
+Le estoy fastidiando a usted....
+
+--Nada de eso--respondí.
+
+--Abrevio. Hasta los doce años viví en el Pazo de Valdedulla. Tres años
+antes había muerto mi abuelo. Desde aquel punto, el propio conde llevó
+las cuentas y administración de sus bienes. Mi padre tenía una zapatería
+abierta en Santiago de Compostela. El negocio andaba malamente, porque
+mi padre se pasaba lo más del tiempo de tertulia y juerga con algunos
+amigos estudiantes. Se sostenía gracias a la benevolencia y liberalidad
+del conde. De cuando en cuando, venía de visita al Pazo, y ¡había que
+verle lo pomposo y majetón, con su flor en el ojal, su sombrero ladeado
+y su chaquet, un chaquet paradisíaco, como decía el conde, no sé por
+qué! «Chico--exclamaba el conde--, me dejas patidifuso con tu elegancia
+y tus ínfulas.» Y, muerto de risa, le hacía recitar fragmentos de un
+drama que mi padre estaba escribiendo, titulado: _El cerco de Orduña y
+señor de Oña_. Mi padre le explicaba el argumento y hacía especial
+hincapié en la tesis, o, como él decía, la idea, a lo cual replicaba el
+conde, pensativo: «Pues no creas; eso tiene intríngulis:» «¡Que si
+tiene!...--replicaba mi padre, con inocente petulancia--. Ya verá el
+señor conde cuando el drama se estrene.»
+
+--Probablemente sería más racional que los de su conterráneo el señor
+Linares Rivas--interrumpí. Estaba yo, como el lector advertirá, en esa
+indiscreta edad juvenil en que, para aquilatar el mundo, los hombres y
+las cosas, se hace uso de términos de comparación nominativos.
+
+--No puedo decirle, porque no asisto al teatro ni leo literatura
+frívola. Continúo. Durante aquellos tres años, después de muerto mi
+abuelo, el conde no se dió instante de reposo, visitando tierras,
+apuntando lindes, recontando ganado, recorriendo la casa, embalando
+vajillas y cubiertos de plata, escribiendo horas y horas en su despacho.
+Al cabo de los tres años, una mañana apareció difunto, no sé si de
+cansancio o de aburrimiento. Entre sus papeles había una carta para mi
+padre, en donde se decía: «... eres bueno; pero eres algo ganso, y no
+vales para andar solo por el mundo. Te dejo en mi testamento un pequeño
+legado, que si tú lo manejas, la del humo. Por lo tanto, de que yo me
+haya muerto, vas con tu hijo a Pilares. Mi hermana, la duquesa de
+Somavia, tiene instrucciones mías y te dirá la forma en que dispongo que
+se emplee el legado. Con ella nada te faltará.» Esta carta la leí siendo
+ya hombre. Mi padre se la había entregado a la duquesa, y ella me la
+enseñó. Pero recuerdo cuando mi padre la leyó por vez primera, en el
+Pazo de Valdedulla, estando el conde de cuerpo presente. Le vi apretar
+las cejas y palidecer; era, sin duda, que leía lo de ganso. Luego se le
+aflojaron las cejas, le comenzó a temblar una mejilla, le asomaron
+lágrimas a los ojos, dejó caer la carta, sin acabar de leerla, se cruzó
+de brazos, estuvo silencioso largo rato, mirando al muerto, sollozó:
+
+ «Para ti, alma generosa,
+ no es noble ni decorosa
+ la terrena inhumación.
+ Te daré entierro en la fosa
+ de mi triste corazón.»
+
+Se arrodilló y besó, con prolongado beso, la mano del conde. Yo lo
+observaba todo, de hito en hito. Los niños son los mejores observadores,
+y las observaciones intensas de la niñez jamás se olvidan. Pensará usted
+que mi padre es un grandísimo figurón, que todo aquello era fingido,
+teatral y a propósito para reír, a pesar de la presencia del difunto.
+Que sea para reír, no lo niego; pero también para llorar. Mi padre ha
+tenido siempre una sensibilidad excesiva. Cualquiera cosa le agitaba. Se
+enternecía por fútiles motivos hasta las lágrimas. Todo lo tomaba a
+pecho. Por manera espontánea, se producía con exuberancia y énfasis. Era
+también muy aficionado al canto. Cuando cantaba me hacía el efecto de
+que se iba a derretir en la atmósfera, como un terrón de azúcar en agua.
+Y en cuanto a lo de improvisar versos, también era natural en él. Se
+convencerá usted muy pronto de cómo mi padre, sin duda por el continuo
+ejercitarse, componía ya versos por rutina. Pero, para no interrumpir
+la narración, prosigo por orden. Mi padre no se apartó del cadáver hasta
+que los enterradores terminaron con la poco noble y decorosa inhumación
+terrena. Volvimos al Pazo. Mi padre me traía de la mano y gimoteaba como
+una criatura. Entramos en lo que había sido capilla ardiente. La carta
+póstuma del conde yacía por tierra. Mi padre la recogió, a fin de
+concluir la lectura. Yo vi que apretaba nuevamente las cejas, tiraba de
+una comisura del labio hacia arriba, inflando así la mejilla, la cual se
+arrascaba, indicio de contrariedad. Antes había dejado caer la carta al
+llegar a lo de la herencia. Ahora, aquello de ir a establecerse en
+Pilares, entre gente desconocida y bajo la tutela inmediata de la
+duquesa, le molestaba sobremanera. Pero, ¿qué remedio? Mi padre arrancó
+las raíces que le sujetaban a la hermosa tierra gallega y tomamos el
+portante para otra región, no menos hermosa. Mi primer viaje por
+ferrocarril: ¡lo que hube de gozar!... En León doblábamos el rumbo y
+cambiábamos a un tren directo hasta Pilares, que partía de allí mismo.
+Era en las postrimerías del mes de abril, después de unos días
+tormentosos, y se decía si en el puerto que hay entre León y Pilares
+estaba interceptada la vía, hacia la estación de Busdongo, a causa de la
+nieve. Eso de pasar sobre montañas cubiertas de nieve me entusiasmaba.
+Paseábamos mi padre y yo, no sé quién con mayor impaciencia, a lo largo
+de los andenes, aguardando que formasen el convoy. Y aquí viene la
+prueba de que mi padre componía versos sin darse cuenta. Mi padre
+rezongaba entre dientes: «El tren se retrasa ya. ¿Qué demonio ocurrirá?»
+«Acaban de dar las dos. ¿Qué pasa? Sábelo Dios.» Y aleluyas y más
+aleluyas. En nuestra caminata arriba y abajo pasábamos por delante de
+una garita que me llamaba la atención, porque tenía encima un rótulo,
+para mí enigmático: «Lampistería.» En una de las vueltas, un hombre, con
+un farol, salió de la garita. Mi padre, dirigiéndose a él, dijo: «Oiga,
+señor lampistero; no habiendo aviso, supongo que hay vía libre, y espero
+que el tren pase de Busdongo.» Y volviéndose hacia mí: «Dime, Pedriño,
+¿no es esto señal de ser un poeta? Sin intención he compuesto una sonora
+cuarteta. Siempre expreso en poesía el contento o el fastidio. Valeiro
+bien me decía que soy el moderno Ovidio.» No quiero cansarle. Baste
+decirle que mi padre, en cuanto se ponía un poco agitado, respiraba en
+verso. Esta peculiaridad, o si usted quiere manía, acaso haya sido causa
+de sus infortunios, pero ciertamente merced a ella los ha sobrellevado
+con pasmosa resignación e indiferencia. A mi padre le cae una teja en el
+cogote, por ejemplo. De este accidente no tiene la culpa la poesía,
+naturalmente. Pero mi padre, sin inmutarse, explicará que le ha
+sobrevenido la desgracia porque es un elegido de los dioses--mi padre
+siempre habla de Dios en plural, como los paganos--, y añadirá que todos
+los personajes trágicos son semidivinos--erudición compostelana--; y la
+explicación la dará en verso, con lo cual se le mitiga el dolor de la
+descalabradura. Otra peculiaridad de mi padre es la instantaneidad con
+que se le inflama la pasión del amor. Mujer que ve, ya está él por las
+nubes; o cuando menos, las exalta a la altanería de las nubes, y cátalas
+ya Elviras, Lauras y Beatrices. Se morirá en un suspiro de amor,
+exhalado por la mujer que en aquel trance esté a su vera, ya sea una
+monja joven y admisible, ya sea una portera pitañosa. Mi padre, como
+autor dramático, suponía que cada persona es víctima de una pasión,
+necesariamente; si no el amor, el odio; si no el odio, la envidia; si
+no, la cólera; si no, la avaricia. Concebía a los hombres como muñecos
+de una pieza con un solo resorte, y los dividía en nobles, indiferentes
+y viles, según la pasión dominante. Siendo, pues, cada hombre un
+elemento simple, rara vez puede entenderse con los demás, y de aquí
+vienen los conflictos dramáticos. Sólo los nobles se entienden entre sí,
+y no siempre si se interpone el amor. Los indiferentes se ignoran; los
+viles se aborrecen y aborrecen a los demás. Mi padre clasificaba a todas
+las personas que veía según ciertos rasgos de la fisonomía, y aseguraba:
+«ése es noble», «ése es vil», e inmediatamente se dedicaba a imaginar la
+biografía del desconocido, con los conflictos dramáticos que le habían
+sucedido o que le habían de suceder. Decía mi padre, siguiendo la
+sapiencia búdica: «Cada hombre lleva su destino escrito en la frente con
+caracteres invisibles.» Bueno; me estoy retrasando, como el tren en
+León, el cual salió por último ya anochecido, y yo pasé durmiendo sobre
+las montañas nevadas. Pilares: la primera ciudad que yo veía. Como _illo
+tempore_ no había coches de plaza, hubimos de ir a pie, preguntando por
+la Rúa Ruera, la calle donde está el palacio de Somavia. Ya en la calle,
+nos guió hasta la misma puerta del palacio un rapacejo pelirrojo, como
+de mi edad, que acompañaba a una niña. ¡Niña más delicada, dulce y
+hermosa...! El nombre del rapaz, Celesto; de la niña, Angustias. Fuimos
+amigos desde luego. Más adelante le contaré. Entramos en el palacio,
+preguntamos por la duquesa, nos pasaron a una habitación obscura, y
+después de una hora de espera, que a mí me duró un siglo, apareció la
+duquesa, vestida con una bata colorada, a pesar del luto reciente, cosa
+que me escandalizó. Nosotros íbamos de negro y mi padre hasta se había
+hecho una camisa toda negra, para la ocasión y para que no se le
+manchase con los ciscos del tren. La duquesa abrió las maderas de la
+habitación y se nos quedó mirando: «Vaya, vaya--dijo, cuando se
+satisfizo de mirarnos--; con que éste es el gran Apolonio Caramanzana, y
+este otro el camuesín....» De allí en adelante me llamó el camuesín. La
+duquesa era muy campechana, y de vez en cuando... ¿cómo lo diré?, pues,
+como vulgarmente se dice, echaba ajos; ahora que, como mujer, los
+convertía en femeninos, mudando la o final en a. También fumaba. Todos
+los Valdedulla fueron entes estrafalarios. En cuanto al corazón de la
+duquesa, emplearé una frase de mi padre: todo de miel hiblea y más
+grande que el monte Olimpo. Los beneficios con que aquella gran señora
+nos colmó a mi padre y a mí son de los que no pueden pagarse. Pasaba
+entonces de los cuarenta, ya lo creo; lo que se dice una jamona; antes
+fea que guapa, para ser sincero, pero con un no sé qué de alegría,
+desenvoltura y buena gracia, más atractivo que la misma belleza. Le digo
+a usted que cuando soltaba un ajo, que en ella eran signo de hallarse
+contenta, se quedaba uno embobado y sonriente como si escuchase una nota
+de ruiseñor. De las palabras no cuenta la estructura, sino el timbre y
+la intención; son como vasijas que, aunque de la misma forma, unas están
+hechas de barro y otras de cristal puro y contienen una esencia
+deliciosa. Y ahora se me representa en el recuerdo la imagen de
+Belarmino, zapatero filósofo, que vivía también en Rúa Ruera, tipo casi
+fabuloso, al cual pertenece precisamente la anterior teoría sobre las
+palabras: «La mesa, decía, se llama mesa porque nos da la gana; lo mismo
+podía llamarse silla; y porque nos da la gana llamamos a la mesa y a la
+silla del mismo modo cuando las llamamos muebles; pero lo mismo podían
+llamarse casas; y porque nos da la gana llamamos a los muebles y a las
+casas del mismo modo cuando los llamamos cosas. La cuestión de la
+filosofía está en buscar una palabra que lo diga todo cuando nos da la
+gana.» Yo no sé si era un loco cuerdo o un cuerdo loco. Me he desviado.
+Iba a decir que, si bien la señora no estaba para el caso, mi padre se
+inflamó de sopetón en amor hacia ella. Como mi padre ha vivido fuera de
+la realidad, se conduce siempre con desparpajo que asusta y admira; así
+es que, al poco rato de conversación con la duquesa, y como quiera que
+se hallaba bastante agitado, comenzó a dispararle versos amatorios, un
+tanto velados todavía, más por artificio que por timidez, declarando que
+no en balde la señora se llamaba doña Beatriz y que él, como el Dante,
+subía del infierno de Compostela al paraíso de su presencia y
+protección. Extrañará usted lo sabihondo que era mi padre; pero la cosa
+es bien clara. Mi padre tenía portentoso poder de asimilación. Su
+erudición, disparatada y pintoresca, la había adquirido oralmente, como
+los griegos, bajo los pórticos compostelanos, entre estudiantes, gente
+ociosa y pícara, quienes, lo declaro con rubor, por reírse de él,
+dándole pábulo a su manía, le abarrotaban la cabeza con noticias y
+noticiones históricos y literarios, unos ciertos, otros inventados. Mi
+padre lo había absorbido todo, en revoltiño, y luego lo aplicaba a su
+modo, ya con tino, ya desatinadamente, ora a pelo, ora a contrapelo;
+pero siempre con familiaridad despampanante. Si nombraba a Ovidio o a
+Sófocles, era como si hubieran comido juntos pote gallego. Cuando mi
+padre se entregó al delirio poético amatorio en presencia de la duquesa,
+yo, presa del terror, abatí la cabeza y pensé: «La señora nos suelta
+los perros y salimos de estampía.» A la señora le cayó en gracia la
+ingenua osadía de mi padre, emitió un ajo encantador, y le alentó a que
+improvisase nuevos versos elegíacos. Conocía la duquesa a mi padre de
+los años mozos, y, sobre todo, por referencias epistolares de su
+hermano; de suerte que la escena no le cogía de nuevas. ¡Qué gran
+señora! Nos alojó en su palacio, en tanto se llevaba a cabo la
+instalación de la zapatería de mi padre, un establecimiento por todo lo
+alto, pues resultó que las instrucciones del difunto conde consistían en
+que una parte del legado se emplease en este fin, que la duquesa
+presidiese en todo lo tocante al buen empleo del dinero, que buscase
+clientela segura y estuviese al cuidado de que mi padre no se
+desmandase. De la otra parte del legado nada dijo la duquesa hasta
+pasado algún tiempo. Era la señora, si muy campechana, no menos celosa
+de la jerarquía. Su afabilidad y benevolencia descendían siempre de lo
+alto, a modo de protección. Espontáneamente, y al parecer sin deliberado
+propósito, colocaba a las demás personas, a todas, en su lugar debido,
+es decir, por debajo de ella, unas próximas, otras más bajas, acaso a
+algunas en posición humillante. A nosotros nos situó, desde luego, en
+una categoría intermedia; casi criados y casi amigos. En rigor, amigos,
+lo que se llama amigos, por su parte no los tenía. A las personas más
+próximas a ella en amistad las trataba como vasallos emancipados; un
+peldaño más alto que nosotros, que no estábamos todavía del todo
+emancipados. Esta persistencia del orgullo de casta, aunque envuelto en
+blandas maneras, era el único ángulo rígido de su carácter, y por este
+lado llegaba en ocasiones a extremos de dureza e insensibilidad,
+inconscientemente, y, por lo tanto, sin remordimiento. Por lo que a
+nosotros toca, no teníamos por qué quejarnos, antes sí, mucho que
+agradecer. Vivía sola lo más del año. El viejo duque y el unigénito,
+adolescente de veintiún años, pasaban los inviernos en Madrid, ciudad
+que ella aborrecía, sobre todo por el sol. Le gustaban los cielos grises
+y la luz cernida. Decía que la luz de Madrid le alborotaba la sangre y
+la impulsaba a cometer barbaridades. «Con el marido que Dios me
+dió--esto se lo oí yo mismo, años después--, la menor barbaridad,
+viviendo en Madrid, hubiera sido el adulterio. Aquí distraigo el
+aburrimiento murmurando y sacando tiras de pellejo. En Madrid, con mi
+temperamento, no me hubiera contentado con menos que con sacar tiras de
+pellejo de verdad. Todos mis antepasados han sido un poco salvajes, y
+eso que vivieron en climas templados y lluviosos. De vivir bajo el sol
+bárbaro del Mediodía, hubieran sido enteramente salvajes, peores que
+rifeños.» Digo, pues, que nos alojó en su casa como huéspedes, pero no
+comíamos en su mesa, ni tampoco con la servidumbre, que era numerosa;
+nos servían aparte. En el Pazo yo comía con los criados. Sin embargo,
+como cosa de una semana después de vivir en su palacio, nos invitó a que
+la acompañásemos a comer. La razón es que se aburría sola, y mi padre le
+proporcionaba distracción y divertimiento. Y, en efecto, por divertirse,
+maquinó un plan maligno y agudo, y fué que, como mi padre en su vecindad
+se ponía en estado de excitación poética y todo le salía en verso, ella
+le prohibió severamente que dijese nada rimado: «La poesía es salsa que
+fatiga la digestión. Conque, ya sabes; si te viene un verso a la lengua,
+cierras la boca.» Mi padre padecía mortales congojas. Yo le veía
+trasudar. La nuez le sobresalía de modo pavoroso, como si los
+consonantes, contenidos y atragantados, le hicieran bulto desde dentro
+de la garganta y le fueran a estrangular. «Habla, hombre, habla; pero en
+prosa», le ordenaba la duquesa. Mi padre comenzaba a hablar, pensándolo
+mucho, y a lo mejor ¡zas! una aleluya. «Apolonio: mira lo que hablas,
+que te castigo sin postre», amenazaba la señora. La señora gozaba
+abiertamente, y yo--los chicos siempre son crueles--no dejaba de pasar
+un buen rato, aparte de que mi padre y yo no habíamos convivido nunca
+hasta entonces, y era para mí un ser algo extraño, en todos los sentidos
+de la palabra. Ahora, cuando pienso en ello, me duele un poco el
+corazón. Lo único que me tenía avergonzado entonces era no saber comer
+con modales finos ni usar ordenadamente del tenedor y del cuchillo. La
+señora me aleccionaba, con afectuosa solicitud, y cuidando de no
+aumentar mi vergüenza. Al final de la comida, la señora confirmó su
+pragmática para siempre en adelante: «Queda, pues, entendido, Apolonio,
+que nunca, nunca, me hablarás en verso. Tus versos llegarían a
+irritarme. Desestimamos lo que se nos ofrece con derroche. Y tú no
+querrás que tus versos me fastidien ni me enfaden. Sé más avaro de
+ellos. Además, los versos amorosos no son para publicados en alta voz,
+ante testigos, que tal vez son criados. ¿No te inspira ningún escrúpulo
+mi reputación de dama honesta? Las poesías de amor son para compuestas a
+solas y para leídas con recogimiento. Haz tantas poesías como se te
+antoje, pero por escrito; luego me las das para que yo las lea en
+secreto. Ahora que, pues posees ese don inapreciable y fuera de lo común
+de improvisar como quien bosteza, no es justo, ¡qué ajo!, que en
+ocasiones sonadas no hagas gala de él y dejes aturulados a quienes te
+oigan. Pero yo seré la que decida cuándo ha llegado la ocasión. Quedamos
+en que no hablarás en verso sino cuando yo lo ordene expresamente, y aun
+entonces, sería mejor visto que te hicieses de rogar un poco.» Mi padre
+se dobló por la cintura, con ademán de acatamiento. Cualquiera menos
+inocente y sencillo que mi padre hubiese penetrado la ironía y propósito
+de la duquesa. Mi padre, por el contrario, se hinchaba, como si inhalase
+un gran volumen de lisonja y vanidad. Todas las noches, después de la
+cena, la señora recibía unos cuantos amigos en tertulia; aquello, en
+puridad, era un rendimiento de vasallaje. Una tarde dijo la duquesa a mi
+padre: «Quiero que asistas hoy a mi tertulia. Mis amigos te conocen ya,
+por referencias de fuera, y porque les he hablado de ti.» Yo que lo oí,
+adiviné, desde luego, que había invitado a mi padre para que sirviese de
+espectáculo, y que le ordenaría hablar en verso. Esto de que unos
+señorones, que no sabíamos quiénes eran, se riesen de él, me producía
+cierta lástima y me daba alguna rabia. Pero a estos sentimientos se
+sobrepuso la curiosidad que sentía por conocer _de visu_ la tertulia de
+la señora. Así es que, después de cenar, me pegué a los faldones de mi
+padre, decidido a colarme en el salón, detrás de él. Estaba mi padre tan
+embebecido y agitado que no se fijó en que yo le seguía. A la puerta del
+salón, vestido de librea, montaba la centinela Patón, un lacayo de
+labios bozales y ojos de cerdo, que nos tenía a mi padre y a mí mala
+voluntad y envidia no disimuladas. Cuando yo iba a filtrarme en el
+salón, este animal me cogió por el cerviguillo, sin decir palabra, y me
+arrojó a trompicones diez metros pasillo adelante. Me senté en una
+butaca, con la cara escondida, hipando. En esto pasó la duquesa: «¿Qué
+te ocurre, camuesín?» «Que Patón no me deja entrar.» «Pues no faltaba
+otra cosa, hijo.» Hijo me llamó; sentí como que el corazón se me
+deshacía; y siempre que lo recuerdo experimento la misma sensación. La
+señora me cogió por la mano, y al cruzar frente a Patón, que se había
+puesto más tieso, sacaba más el hocico y parpadeaba con rapidez, le
+dijo: «¿Eres tú el que elige mis invitados?» Me atrincheré, acurrucado
+en un rinconcito, debajo de una palmera, y como se suele decir, no perdí
+ripio de cuanto ante mí tenía. La reunión estaba ya completa. No había
+otra señora que la duquesa, que presidía en un sillón de alto respaldo,
+a manera de sitial. Los demás, a un lado y otro de la duquesa, formaban
+en semicírculo, fumaban y tomaban café, y bebían licores de unas mesitas
+colocadas a trechos. También la duquesa fumaba, y no un cigarrillo, sino
+un cigarro puro nada flaco. El único que no fumaba era un cura, de piel
+lechosa, nariz colgante, ojos tiernos y postura de feto, todo encogido.
+Este cura, don Cebrián Chapaprieta, era quien decía la misa particular
+para la duquesa y sus criados. Mi padre estaba magnífico. Si un
+forastero entra de pronto en el salón, dice a la primera ojeada: aquí
+hay una gran señora y un gran señor. El gran señor, mi padre,
+naturalmente. Tenía las manos apoyadas en los muslos, con los codos
+sacados hacia adelante, el torso erguido, el cuello estirado, la cabeza
+desviada en leve escorzo de melancolía y desdén, el cigarro puro
+olvidado y periclitante en un ángulo de la boca. Levantaba dos palmos
+sobre los otros tertuliantes. Allí estaba, pues era punto fijo en la
+tertulia, un señor Novillo, apoderado político del duque y edecán de la
+duquesa. Este Novillo tenía sus pujos de señorón, pero a mí me hacía el
+efecto de un criado vestido con el traje de día de fiesta. Hablaban
+todos, menos mi padre, siempre guiados por la duquesa, de chismes y
+cuentos locales. Terminados los licores y el café, y cuando ya el humo
+de todos los cigarros se había mezclado y confundido, formando un a
+manera de toldo que colgaba del techo, la duquesa dijo: «Don
+Hermenegildo, hace tiempo que no nos obsequia usted con el salto de la
+trucha.» Don Hermenegildo se puso en pie. Era un magistrado de la
+Audiencia provincial; viejo ya, calvo, diminuto, flaquísimo; aladares
+rizados con tenacilla sobre las orejas; bigotes horizontales, engomados
+con zaragatona, tan largos, que sobresalían a los lados como balancín de
+funámbulo; corbata de chalina; chaqueta hasta media posadera; pantalones
+a menudos cuadros negros y blancos, de campana excesiva, para disimular
+la enormidad de los pies, aprisionados en zapatos de colgantes cintas de
+seda, tan anchas como la chalina. Ante mis ojos estupefactos, don
+Hermenegildo se puso en cuatro patas. Entonces, Pedro Barquín, colono de
+la duquesa, hombre tosco y de aspecto soez, se colocó detrás del viejo
+magistrado, e introduciéndole el pie por la entrepierna, lo levantó en
+vilo y lo lanzó a regular distancia. La bochornosa operación se repitió
+varias veces, con gran goce y algazara de los presentes, incluso el
+presbítero Chapaprieta. Mi padre era el único que se mantenía
+impasible, porque despreciaba lo cómico. Confieso que también me reí
+como un idiota. Ahora me avergüenzo, por mí y por la duquesa. No acierto
+a explicarme cómo aquella señora hallaba placer en vilipendiar a un
+anciano que, además, ostentaba la respetable investidura de magistrado.
+Esta era la arista dura e insensible de su carácter. No debe omitirse, a
+guisa de exculpación, que el don Hermenegildo se lo debía todo a los
+Somavias, y había hecho su carrera en fuerza de vilezas. Concluído el
+número acrobático, Pedro Barquín, que era especialista en chascarrillos,
+refirió algunos, nada aseados ni inocentes por cierto. Después de varios
+chascarrillos, y en un momento de reposo y silencio, el señor
+Chapaprieta dijo recatadamente, como para su sotana: «Parece confirmado
+que Su Santidad concede un título pontificio a los señores de Neira.»
+Estos señores de Neira eran un matrimonio sin hijos, riquísimos, muy
+metidos por la Iglesia. El marido presumía de origen hidalgo. Vivían en
+un palacio, frontero al de Somavia. Lo habían adquirido de una tal
+Pepona, cortesana vieja, la cual, a su vez, lo poseía por graciosa
+donación de su amante, el marqués de Quintana, desaparecido hacía años
+del mundo de los vivos. El señor Neira había hecho labrar fantásticos
+escudos junto al alero del palacio para que se vieran de lejos y de muy
+lejos, pero no de cerca, por eso, por fantásticos. Gestionaba un título
+del reino, y por sí o por no se lo daban, y para ganar tiempo, otro del
+Vaticano, negocio más hacedero. En resolución, que los Neira querían
+hombrearse con los Somavia. Al oír la duquesa al señor Chapaprieta,
+comentó: «El Papa no puede hacer nobles.» «Claro que no--dijo Barquín--;
+el Papa sólo puede hacer santos. Los nobles los hace el rey.» La duquesa
+replicó: «Barquín, eres un necio; ni el Papa puede hacer santos, ni el
+rey nobles. Santos y nobles se hacen ellos a sí propios. Lo que hacen el
+Papa y el rey es reconocerlos como santos y como nobles. Ni el Papa me
+puede hacer a mí santa, ni el rey noble a ti, aunque a mí me canonicen y
+a ti te otorguen un título de la Corona. La nobleza y la santidad son
+dos cosas justamente contrarias. Los nobles fueron los más bravos; los
+santos, los más tímidos. Se diferencian nobleza y santidad en que la
+nobleza se transmite por herencia y la santidad no. Ya no hay más nobles
+que los que vienen de nobles, ni más aristocracia que la de la sangre
+vieja, porque no vivimos tiempos en que se puedan hacer nuevos nobles ni
+nuevos santos; nuevos nobles, porque en nuestra sociedad no hay
+ocasiones en que acreditar la bravura personal; nuevos santos, porque
+todos estamos tan bien protegidos por las leyes, que ni a los más
+tímidos se les pone en trance de que muestren su timidez en términos de
+santidad. En estos tiempos no hay posibilidad de ejecutar actos nobles
+ni actos santos; sí solamente actos provechosos, digo ganar dinero. Los
+hombres ahora pueden hacerse ricos.» Había hablado la Valdedulla.
+Aquellos mismos conceptos se los había oído ella infinitas veces a su
+padre, don Teodosio, y a su hermano, don Deusdedit. Respondió Barquín:
+«Luego debemos admitir que la aristocracia moderna es la del dinero....»
+Dijo la duquesa: «Me cisco en esa aristocracia.» Así dijo. Y prosiguió:
+«Toda esta aristocracia de ricos se compone de negreros, de
+aprovisionadores de ejército, de prestamistas con pacto de retro, de
+desamortizadores; en una palabra: ladrones. No es que me escandalice.
+Ustedes me conocen y saben que nada me asusta. Reconozco que en el
+principio de las casas nobles, como en el de las grandes fortunas, hay
+siempre uno o varios ladrones. Sólo que aquellos ladrones obraban de
+frente, a pecho descubierto, eran bravos y generosos, o, lo que es lo
+mismo, nobles; y estos otros ladrones son cobardes, traicioneros,
+alevosos, miserables, taimados, bellacos, amigos de la encrucijada y la
+asechanza.» Como la duquesa se había acalorado, cuando calló nadie se
+atrevía a hablar. Pero mi padre dijo lentamente, porque no le saliese la
+frase en verso y de modo que sus palabras adquirieron un tono pedante y
+aforístico: «Tiene razón mi señora la duquesa. Quienes amontonan el oro
+son hombres viles. ¿Qué aconsejó Yago? Llena tu bolsa. Quienes lo
+conquistan y lo reparten son hombres nobles. ¿Qué hizo Hernán Cortés?
+Quemar sus naves. Quienes carecen de oro son hombres indiferentes.» La
+alusión a las naves de Hernán Cortés, ni la entiendo, ni creo que mi
+padre la entendiese. Ello es que las sentencias de mi padre produjeron
+asombroso efecto. La duquesa sonrió complacida y los tertuliantes
+mascullaron murmullos de aprobación. Terminó la reunión sin que la
+señora pusiese en evidencia el don poético de mi padre. No volví a
+asistir a las reuniones hasta muchos años después. Abrió mi padre, al
+fin, la zapatería con gran fortuna, y nos fuimos a vivir al local del
+establecimiento, de la parte del patio. Teníamos una asistenta vieja
+para aviar las habitaciones, porque la duquesa, sabiendo lo enamoriscado
+que era mi padre, no consintió que tomase criada, no fuese a perder la
+chaveta y hacerme a mí perder la inocencia. La señora cuidaba de mí como
+una madre. Me llevaba con frecuencia a comer con ella, y me daba libros
+a que se los leyese. También me enseñó algo de francés. Gozaba yo
+entonces de hermosa libertad. Mis mejores amigos eran Celesto y
+Angustias, la hija de Belarmino. Pasábamos juntos dos o tres horas todos
+los días, bajo los arcos de la plaza en tiempo lluvioso, y los días
+serenos, de paseo en el parque o de excursión por las afueras, a coger
+flores y nidos, cazar grillos y pescar ranas. De Belarmino ya le he
+hablado. A poco de abrir mi padre la zapatería, la de Belarmino se
+hundió. Un usurero apellidado Bellido se lo embargó todo, dejándole en
+la calle con su mujer y su hija. Le recogieron unos frailes dominicos,
+que tenían residencia en el palacio de los señores de Neira, marqueses
+ya de San Madrigal, y le habilitaron en la portería del palacio un
+zaquizamí, en donde trabajaba de zapatero remendón. Este Belarmino había
+sido republicano frenético y orador demagógico. Después de su ruina, se
+apaciguó del todo. Cuando yo iba por su cuchitril, estaba siempre con
+expresión seráfica, como si soñase. No le sacaca de su placidez bendita
+ni su mujer, que era un basilisco. Decíase en la ciudad que los Padres
+dominicos le habían socaliñado y convertido. Socaliñado, quizá.
+Convertido, quia. Lo que yo puedo garantizar es que ni entonces, ni
+mucho después, cumplía con sus deberes religiosos. Si no un incrédulo,
+cuando menos era un tibio. Mi padre, que jamás ha querido mal a nadie,
+demostraba caprichosa inquina contra Belarmino. He aquí la razón. Mi
+padre, de su estancia en Compostela, estaba acostumbrado a moverse en un
+ambiente de ilustración, como decía él, o sea entre estudiantes. En
+Pilares, no ya le faltaba este ambiente o relación habitual, sino que
+quien lo disfrutaba era Belarmino. Este curioso individuo hablaba un
+idioma indescifrable, de su propia invención, con singular facundia. Era
+un fenómeno. A oírle, medio en guasa primeramente, luego empeñados en
+descifrarle, acudía buen número de estudiantes, y por último de
+profesores. Mi padre no podía llevar con paciencia su postergación. Se
+perecía por atraer la amistad de los estudiantes y demostrarles que él,
+intelectualmente, era muy superior a aquel loco. Un día que yo le menté
+mis paseos con Angustias y Celesto, me prohibió que siguiese cultivando
+aquella compañía; pero, como no se enteraba de nada, no le hice caso. No
+hay que decir que mi padre había clasificado a Belarmino y todos los
+suyos entre las personas viles. Así pasaron cerca de dos años. Un mes de
+septiembre, volviendo la duquesa de la aldea, me invitó a comer. Cuál no
+sería mi susto y perplejidad cuando vi que había otro invitado, nada
+menos que Su Ilustrísima el señor Obispo de la diócesis. Llamábase Fray
+Facundo Rodríguez Prado. Este varón solemnísimo había sido en su mocedad
+pastor de vacas, al servicio del duque de Somavia. La duquesa continuaba
+tratándole como criado. Los Somavia, merced a sus influencias, le habían
+hecho obispo. Provenía de la Orden dominicana. Había vivido algunos años
+en las islas Filipinas, y allí se había granjeado reputación de sabio
+entomólogo y se le atribuía el descubrimiento de varias familias de
+insectos: la _musca magallanica_, mosca como la de aquí, sólo que reside
+en el archipiélago magallánico; el _draco furibundus_, especie de
+mosquito de trompetilla; _formica cruenta_, hormiga que pica, y otras
+bestezuelas domésticas. Los periódicos siempre le nombraban así:
+«Nuestro prelado, el sabio naturalista, de fama universal, que ha
+descubierto tantos insectos.» Y el diario republicano ponía
+invariablemente esta glosa: «Si nuestro prelado, en lugar de descubrir
+tantos insectos, hubiera descubierto un buen insecticida, se lo
+agradecería más la Humanidad y la Ciencia y ostentaría una fama mejor
+conquistada.» Era un cacique, tenía el cráneo como una bola, faz sombría
+y concupiscencias políticas. Durante la comida, la duquesa le soltó
+varias frescas y uno que otro sabroso ajo. Después de la comida, Su
+Ilustrísima se fué, en apariencia emberrenchinado, y quedé cara a cara
+con la duquesa, la cual, muy seria, me dijo: «Mi hermano, en su
+testamento, ha dejado unos cuartejos, poca cosa, para que con ellos,
+según mi arbitrio, vea yo de hacerte hombre. Después de pensarlo mucho,
+he determinado que seas cura. Hoy por hoy, hijo mío, los curas son los
+hombres que en España cuentan con porvenir más halagüeño, máxime si
+tienen aldabas. A un gaznápiro con faldas, aunque pertenezca a la
+familia más baja, se le admitirá en las mejores familias; aunque no
+posea un céntimo, no le desdeñarán los más ricos; aunque sea un sandio,
+le escucharán los políticos y los académicos; aunque sea más feo que
+Picio, le mirarán hasta con embeleso las más hermosas mujeres. Todo
+depende de que él sepa manejarse. Poco hemos de poder mi marido y yo si
+no te hacemos obispo. Ya has visto este majadero de Facundo, tan obispo
+como San Agustín. Y al pobre Chapaprieta no le tenemos ya de obispo,
+porque a ése, tan engurruñado, soso y melifluo, nada se le puede hacer,
+como no sea madre abadesa. Tú eres listo y nada gazmoño. Los hábitos no
+te sentarán como un miriñaque. Cuando sea menester, sabrás remangarlos.
+Además, eres honrado, veraz y tienes buen corazón, todo lo que se
+necesita para ser sacerdote caritativo y digno. Confío que nunca me
+motejarás, ni con el pensamiento, por haberte empujado por ese camino.»
+Nunca se lo motejé, ni con el pensamiento. Ella hizo lo que en
+conciencia juzgó más conveniente, lo que quizá fué más conveniente.
+Entré en el Seminario, de edad de quince años. Son ya las dos de la
+madrugada. Mañana continuaremos, si a usted no le hastía seguir
+escuchando.
+
+--Lo que lamento es que no sean ahora mismo las diez de la noche del día
+de mañana.
+
+Nos despedimos, con un apretón de manos.
+
+
+
+
+CAPÍTULO V.
+
+EL FILÓSOFO Y EL DRAMATURGO.
+
+
+Don Restituto y doña Basilisa, los señores de Neira, marqueses de San
+Madrigal, constituían un matrimonio bien avenido y estéril. Él lucía una
+nariz tumefacta, roja y compleja, de esas que con tan afectuosa minucia
+gustaban de analizar los pintores flamencos. Ella conservaba
+perpetuamente la expresión satisfecha, candorosa y benigna que suelen
+llevar aparejada los rostros de facciones vulgares cuando el estómago
+está sano y bien repleto. Era mucho más joven que el marido,
+mantecosita, frescota y en sazón todavía de hacerles la boca agua a los
+aficionados a manjares suculentos y a la Venus pingüe. Vestían los dos
+de negro. Vivían rodeados de servidumbre, compuesta toda de varones y
+vestida también de negro. Todos los criados tenían un aire común de
+seminaristas famélicos o de mandaderos de monjas; actitudes humildosas,
+ademanes de «todo sea por Dios», caras largas, huesudas, amarillas.
+Todos, hasta el cocinero. Y eso que se les echaba de comer con largueza.
+
+Don Restituto y doña Basilisa, o la señora Emperatriz, como la llamaba
+el Padre Alesón, el políglota, eran lo que se dice dos almas de cántaro,
+incapaces de causar mal a nadie a sabiendas, ni tampoco de hacer bien a
+sabiendas, por eso, porque no sabían exactamente lo que era el mal ni el
+bien ajenos. El bien sumo a que ellos aspiraban era a salvar el alma; y
+de una manera secundaria, cuando surgía la oportunidad, cooperaban a que
+el prójimo se pusiese en vía de salvar la suya. No se conformaban, claro
+está, con que todos, el prójimo y ellos, salvasen el alma de la misma
+suerte, pues también en el cielo, como en este valle de lágrimas, hay
+capas sociales, hay coros, dominaciones, tronos, etc., etc.; en suma,
+categorías. Don Restituto se servía de una comparación. El cielo es como
+un teatro. El público lo forman los bienaventurados, los que se salvan.
+El protagonista es Dios. Luego, en el escenario, hay otros personajes,
+comparsería, orquesta, coros; la misma Iglesia asegura que hay coros.
+Pues bien: es absurdo pretender que en un teatro se acomode todo el
+público en palcos y butacas. Estas localidades son para los espectadores
+distinguidos, y las galerías y cazuela para la plebe. Y prueba de que la
+cazuela es también paraíso la ofrecen los mismos teatros de este mundo,
+en los cuales se dice indistintamente paraíso y cazuela. El purgatorio
+es como el vestíbulo del celestial coliseo, lugar de los que deben
+esperar con la natural impaciencia. Don Restituto no podía conformarse
+con que a él y a su Basilisa les diesen una entrada general de galería
+para contemplar de lejos la gran apoteosis de la eternidad, puesto que
+él pagaba el billete tanto como el que más y más que casi todos. El alma
+de don Restituto y de su consorte era tan simple e ilusionada, que Dios
+hubiera pecado de cruel si en el momento de llevarlos de este mundo y
+abrirles la puerta del cielo no hubiese ordenado a San Pedro, acomodador
+en jefe, que les situase en una platea proscenio, desde donde pudieran
+ver bien y que los vieran bien a ellos.
+
+Por lo pronto, en esta vida disfrutaba ya la piadosa y optimista pareja
+de un anticipo, casi garantía, de lo que había de ser su futura posición
+en el empíreo. Curas, frailes y hasta el señor obispo los visitaban, los
+adulaban, los mimaban, y, en definitiva los trataban como a presuntos
+bienaventurados de la clase más distinguida. Si don Restituto pretendía
+títulos mundanos, no era por vanidad, sino por una especie de
+sentimiento de clase, por decoro, como si dijéramos, de aquella
+categoría de bienaventurados de platea y butaca a que él pertenecía, y
+por justificarse, en algún modo, con los de galería y cazuela.
+
+Provenía don Restituto de una familia humilde de la Montaña, y en este
+accidente del nacimiento fundaba su crédito a cierta nobleza titular,
+pues para él todos los montañeses llevan algo de sangre hidalga. Había
+ido de niño a Cuba, y allí, en treinta años de reclusión y trabajos
+forzados, había amontonado un fortunón. Y, sin embargo, don Restituto
+desmentía prácticamente la sentencia de la duquesa de Somavia, que todo
+rico es un ladrón. Don Restituto jamás había robado; o si había robado,
+robó sin enterarse, que para el caso es lo mismo. Había llevado en Cuba
+una vida de monje sobrio y asiduo, sin contaminarse con la corrupción
+general de aquella isla verdiaurina y voluptuosa; o, como él decía,
+pregonando ingenuamente su austeridad: «no he conocido mulata, ni menos
+negra». De las blancas no hablaba.
+
+Y así vegetaba ahora, a la vera de doña Basilisa, siempre unidos,
+transmitiéndose templadas corrientes de mutuo afecto conyugal, pensando
+en salvar el alma, y no descuidando ayudar a salvar otras.
+
+--Padre Alesón--dijo don Restituto--, ese Belarmino me trae... nos trae
+muy preocupados. ¿Verdad, Basilisa? No oye misa, y eso que ningún
+trabajo le costaba, puesto que podría oírla sin salir de casa. ¿No será
+un hipócrita? ¿No continuará tan apóstata como antes? ¿Salvará su alma?
+
+--Mi señora Emperatriz y mi señor don Restituto--respondió el Padre
+Alesón--, ¿les merece confianza mi dictamen? ¿Sí? Pues helo aquí, por lo
+sucinto: Belarmino es un cuitado; Belarmino carece de alma racional.
+
+--¿Quiere usted decir que es una bestia, un hombre peligroso?--preguntó
+don Restituto, alarmado.
+
+--Más bien un niño. Posee, evidentemente, un alma racional, como
+criatura humana que es; pero es un alma racional que no es racional. ¿He
+desnudado mi pensamiento? Su alma se halla todavía en el período
+infantil, o de idiotez, si ustedes quieren. No piensa, no discurre, sino
+de una manera torpe y rudimentaria. Como está bautizado, cuando muera se
+salvará. Si no estuviese bautizado, iría al limbo de los niños. Este es
+mi dictamen, meditado con mucha gravedad e ilustrado con el parecer de
+autorizados teólogos. Belarmino es un idiota de nacimiento y no ha
+podido pecar nunca. Belarmino, cuando andaba suelto, era un hombre de
+cuidado, porque de cuando en vez le atacaban ramalazos de locura, y la
+locura es contagiosa, sobre todo la locura impía, que es la que a él le
+aquejaba. La de Belarmino, como ustedes no ignoran, era de frenético
+arrebato, se propagaba como fuego, causaba escándalo a los corazones
+sensibles, inducía al desprecio de las cosas santas y amenazaba provocar
+mayores daños. Este frenesí ya se le pasó, gracias a la caridad de
+ustedes. ¿Qué más podemos desear? El Belarmino terrible ha dejado de
+existir. Queda el otro Belarmino: el dulce, el idiota, el maniático.
+¿Que no va a misa? ¿Qué falta hacen los niños en misa?
+
+--¿Y no teme usted, Padre Alesón, que le vuelvan los ramalazos?
+
+--Él ahora dice que es un filósofo; sea. Un filósofo no estorba, ni
+molesta, ni perjudica, siempre que no se le tome en serio. Sobre todo, a
+los filósofos atarlos con longanizas. Mientras Belarmino continúe
+recogido en esta mansión hospitalaria; mientras nada le falte pare
+cubrir sus necesidades; mientras no se le estorbe en su manía de leer
+lo que no entiende y de comunicarse con algunas personas, aliviando por
+eliminación el peso de los disparates que se le acumulan en la cabeza;
+mientras dure esta situación presente, todo irá a pedir de boca.
+
+--¡Oh, qué sabio es usted, Padre Alesón, y cómo se me aclaran las cosas
+más turbias oyéndole! Veo a Belarmino leyendo librotes y escribajeando
+papelorios lo más del día, y creía que esto no podía por menos de
+martirizarle los sesos y volverle más loco de lo que está. Yo juzgaba
+por mí, que no leo más que el libro de misa. Pues no puedo leerlo sin
+que se me levante dolor de ojos y de cabeza. ¡Dios me perdone! Y cuanta
+más atención pongo, peor. Pero acaba usted de decirnos que a Belarmino
+no le perjudica tanta lectura porque es de libros que no entiende.
+¡Quién lo dijera! Lo natural parece lo contrario. Pues, ve ahí; tiene
+usted razón. Ahora caigo en la cuenta que cuando leo las oraciones en
+latín, que no entiendo jota, no me duelen los ojos ni la cabeza.--Así
+habló doña Basilisa. Añadió:--¿Y la otra, la Juana, su mujer? Me parecía
+algo, vaya, algo así... una tarasca.
+
+--Tarasquísima--afirmó el dominico--; pero está totalmente domesticada.
+Su domestidad, y más todavía su ausencia, contribuyen no poco, en mi
+sentir, a que Belarmino viva en paz octaviana.
+
+La Juana, por orden nuestra, no aparece por el zaquizamí de la
+portería; se está en la habitación que les dieron ustedes de vivienda, y
+cuando no, de paseo por la calle o de novena en alguna iglesia. La hija,
+Angustias, ésa sí hace compañía frecuente a su padre, como ustedes
+habrán visto. Es decir.... Voy a revelarles un secreto: Belarmino no es
+padre legítimo de Angustias....
+
+--¿Cómo?--interrogaron a la par don Restituto y doña Basilisa, un poco
+escandalizados. Prosiguió solo don Restituto--: ¿hija espúrea acaso? ¿De
+él o de ella? De manera que... ¿nos la han estado pegando?
+
+--Calma, señores míos. No hay novela y sí hay novela. La niña es hija
+legítima de una hermana de Belarmino, mujer infeliz, viuda de recién
+casada, que murió de sobreparto, dejando ese recuerdo vivo, esa niña.
+Belarmino se hizo cargo de ella y la crió con biberón. Por eso él dice,
+y es de las ocasiones contadas en que habla lengua inteligible, que la
+ama más que como padre: como padre y como madre juntamente. Respondo que
+eso es verdad: la quiere con delirio.
+
+--Y eso que es idiota...--dijo doña Basilisa.
+
+--Sí, señora; lo cual demuestra que Dios hizo a los hombres naturalmente
+buenos, y que todos los delitos de la voluntad y fealdades de la
+conducta son instigados por la inteligencia rebelde y la razón soberbia.
+Por eso, en la doctrina cristiana se nos advierte que los pobres de
+espíritu verán a Dios.
+
+Lo verán desde la cazuela, y sin sacarle punta a la función, pensó don
+Restituto.
+
+El Padre Alesón proseguía:
+
+--Esa paternidad putativa y seudomaternidad de Belarmino ocurrió un año
+antes de casarse con la Juana. La Juana, por el momento, no soltó
+prenda; pero ya casada, y así que sacó el genio, declaró que no se
+dejaba engañar por Belarmino, y que Angustias era una hija de tapadillo.
+No hay manera de convencerla de su error. Digo error, porque yo hube de
+comprobar la certidumbre de la historia que antes referí; hay testigos
+fidedignos que la acreditan. Pero la Juana es obstinada y de cortas
+entendederas. Y vamos al grano. El furor de Juana contra Belarmino,
+siempre que se irritaba, y el motivo que la hacía irritarse tan a
+menudo, derivábanse de la existencia de esa niña. Que la Juana no ve con
+buenos ojos a la muchacha, se cae de su peso. Si los señores, tan
+generosos siempre, decidiesen darle educación, enviarla a un colegio y
+hacer ver a Juana que se interesan por la niña, no sería extraño que
+esta mujer, en parte por egoísmo, en parte por vanagloria, cambiase de
+sentimientos y concluyese muy pronto por alardear de tener una hija que
+va para señorita.
+
+--Así se hará--se apresuraron a decir, a una, marido y mujer. Prosiguió
+solo don Restituto--: Es usted un pozo de ciencia y un santo varón.
+
+--¿Y le sigue armando caramillos la Juana a Belarmino?--inquirió doña
+Basilisa.
+
+--Ya no. La procesión andará por dentro; se repudrirá, dejará escapar
+una que otra pulla; pero, en general, se comprime.
+
+--Eso será catequización de usted, padre Alesón--dijo doña Basilisa, con
+enérgica persuasión--. Le ha enseñado usted la práctica de la paciencia,
+esa virtud tan necesaria para salvarse.
+
+--Mi señora Emperatriz--replicó el enorme dominico--, yo no enseño nada
+a nadie, ni siquiera idiomas, que es de lo único de que se me alcanza un
+poquito. La paciencia, y otra porción de virtudes, son necesarias para
+salvarse; no sabría decir cuál más y cuál menos. Pero si la Juana se ha
+orientado por el camino de perfección, y comienza a ejercitarse en la
+paciencia y otras virtudes, débese, ante todo, a una circunstancia en
+apariencia insignificante y en rigor importantísima, la cual ustedes han
+procurado, que no yo. Para salvar el alma, lo más esencial es tener la
+mesa puesta a hora fija. Nosotros, los religiosos, lo sabemos bien; como
+que la idea de las órdenes religiosas es ésa precisamente. Hacemos voto
+de pobreza; es decir, nos libertamos, ya para siempre de la preocupación
+económica, y nos consagramos a la contemplación, a la predicación, a la
+caridad, ora pasiva, ora activa, mendigando y dando ocasión a los demás
+para que se muestren caritativos, como hace la Orden franciscana, o bien
+socorriendo y mostrándonos nosotros mismos caritativos, al estudio, a la
+enseñanza, a la misión apostólica y conversión de gentiles, a un sinfín
+de obras largas y duras, egoístas y a la par desinteresadas, que nos
+absorben de la mañana a la noche, gracias a que estamos seguros de que
+tenemos siempre una cama, aunque dura, so un techo, y la mesa, aunque
+sobria, aparejada a hora fija. Yo hice voto de pobreza y profesé en la
+santa Orden dominicana. Pues vean ustedes lo que son las cosas; en el
+acto mismo de adoptar la pobreza, me encontré con que poseía más riqueza
+que los más opulentos ricachos y potentados de la tierra. Dondequiera
+que voy, no digo ya por las ciudades de estos reinos, sino a otras
+naciones, pues que he viajado largas tierras, Inglaterra, Rusia,
+Francia, Alemania, Italia... y no digo ya estas naciones europeas, sino
+otros continentes, África, Asia, América, Australia, dondequiera que voy
+tengo una casa mía, ¡y qué casas!, mayores que un palacio, y mesa
+puesta, y lecho apercibido, y jamás me falta dinero para ir hasta el fin
+del mundo. Díganme ustedes si no es idea ingeniosa la de instituir la
+pobreza como norma de vida.... Un rey de Francia quería que todos sus
+vasallos pusiesen a diario gallina en la olla, porque de esta suerte
+serían felices y no se verían en tentación de cometer delitos contra el
+Estado. Yo quisiera que todos los hombres de toda la tierra tuviesen
+mesa abundante a hora fija, porque así se suprimirían casi en absoluto
+las tentaciones de renegar de Dios. ¡Oh, qué bien estaríamos si, por
+último, la humanidad se desembarazase de la preocupación del pan de cada
+día y las naciones se organizasen al modo de grandes monasterios, en
+donde no hubiera pobres y ricos, y a nadie le sobrase ni a nadie le
+faltase la casa y la mesa, y la obediencia fuese una blanda ligadura
+que a nadie impidiese dedicarse con alma y vida a aquello para que Dios
+le dió vocación.... ¡Con qué devoción, con qué unción, con qué
+sinceridad se rezaría entonces el Padrenuestro! Entretanto llega eso,
+que dudo que llegue, ¡benditos sean los ricos, como ustedes, que
+administran en beneficio de los pobres la riqueza, como si no les
+perteneciese, ya que sólo a Dios pertenece!
+
+El padre Alesón emitió un suspiro que, a causa de lo aflautado de la
+voz, parecía más de monja que de fraile. Continuó en diapasón agudo:
+
+--Amados y respetables señores míos: No sé si les habré chocado, a causa
+de mi franqueza, o si les habré aburrido con tan larga plática. A fuer
+de riojano, hablo en plata; y como fraile, debo hablar en tono grave, a
+pesar de mi voz de tiple. Quedamos, pues, en que la Juana y la niña van
+muy bien, aunque pudieran ir mejor; y Belarmino no puede ir mejor,
+aunque no oiga misa.
+
+Y el voluminoso fraile se levantó de un asiento que antes se creyera que
+era un butacón, ya que el Padre lo llenaba de brazo a brazo; pero, así
+que se hubo levantado, resultó ser un sofá, y no de los pequeños.
+
+Belarmino no podía ir mejor. Tenía mesa puesta a hora fija, cama limpia
+en sitio fijo también, y la seguridad de que ni la una ni la otra
+sufrirían zarandeo o zozobrarían, según el vaivén de los negocios. Ya no
+le aquejaba a Belarmino la congoja del mañana. Trabajaba lo que quería y
+cuando quería, más por cumplir con los señores de Neira y con los
+frailes que por necesidad de ganárselo o por ambición de añadir algún
+dinerillo para antojos. Sus únicos antojos eran los de su hija, y a
+éstos solían acudir con mano longánime los señores. Al pasar de zapatero
+con tienda puesta a zapatero de portal, era para él como si después de
+un largo viaje por mar, y tras inquietudes, amenazas y agonías, llegase
+a puerto, y, ya desembarcado del grande y temeroso navío, hubiera ido a
+cobijarse definitivamente en una de esas lanchitas que, asentadas quilla
+arriba sobre la playa, sirven de vivienda a los marineros retirados.
+Belarmino continuaba siendo zapatero; su nuevo cuchitril continuaba
+siendo zapatería; no de otra suerte que la lancha quilla arriba sobre la
+playa continúa siendo una embarcación. Lo de ahora era como lo de antes;
+pero al revés. ¡Con qué fruición beatífica, acogido ya a seguro,
+contemplaba Belarmino el airado mar del mundo! Ahora Belarmino reposaba.
+Apolonio comenzaba a engolfarse en el negro ponto de las empresas
+mercantiles. Cierto que iba viento en popa; pero Belarmino, viendo
+navegar la nave de su afortunado rival, pensaba, con sentimiento
+lastimoso: «¿Cuánto durará la bonanza? Un guiño de ojos. Te embestirán
+las tormentas. Te veré vacilar y bailar sobre las olas, como un cojo sin
+muletas. Te hundirás, sin que te sirvan de nada tu pie ario y tu pie
+semita. ¡Ay de ti si entonces no sabes ser filósofo!» Contribuía en
+medida considerable a la serenidad presente de Belarmino haberse
+libertado, en el transbordo, de no floja impedimenta. Xuantipa ya no le
+pesaba a todas horas del día; habían cesado las visitas cotidianas del
+usurero Bellido y de Felicita la solterona. El rubicundo y jovial
+Colignon perseveraba fiel en el afecto a Belarmino, y el zapatero le
+correspondía cordialmente.
+
+El menaje profesional de Belarmino se reducía a los más indispensables
+utensilios de zapatería, de los cuales don Restituto le había hecho
+graciosa donación: unas pinzas, un rebote de correderas, una gubia, un
+desborrador americano, un rodillo de picar, un sacabocados, varias
+leznas y un torno de montar con horma de hierro. El torno era remedo y
+trasunto fiel de un caballejo; recordaba a Clavileño, si bien de
+correspondencia equina más semejante que la volátil cabalgadura del
+manchego. El tronco era realmente un tronco, un leño robusto, asentado
+sobre cuatro patas, más ancho por la grupa que por los pechos, y sobre
+ellos se levantaba una tabla ancha y delgada, a manera de cuello, en
+donde encajaba, con juego articulado y la planta hacia arriba, una horma
+de hierro, que vista de perfil era enteramente una cabeza de caballo.
+Montado sobre este diminuto caballete, Belarmino se pasaba la vida.
+Primeramente, de recién instalado en su cuchitril, hacía alguno que
+otro par de borceguíes para los criados de la casa y para los frailes.
+Luego fué abandonando poco a poco este linaje de trabajo y se dedicó a
+composturas. Un día se dijo: «Ya soy remendón de portal», y se le llenó
+el alma de gozo, como si hubiera conseguido al fin una posición firme,
+largo tiempo anhelada. Trabajaba con intervalos: los ratos de trabajo,
+cada vez más leves, y los intervalos, cada vez más largos. En estos
+intervalos leía, apoyando el libro sobre la horma de hierro, y tomaba
+notas en el cuadernito de hule. Su lectura favorita era el diccionario
+de la lengua. En ocasiones meditaba, ajenado de la realidad externa,
+siguiendo con los ojos formas sólo visibles para él, que cruzaban por el
+aire. Leía a su modo, conforme a un método original. El diccionario, en
+su opinión, era epítome del universo, prontuario sucinto de todas las
+cosas terrenales y celestiales, clave con que descifrar los más
+insospechados enigmas. La cuestión era penetrar esa clave secreta,
+desarrollar ese prontuario, abarcar de una ojeada ese epítome. En el
+diccionario está todo, porque están todas las palabras; luego están
+todas las cosas, porque la cosa y la palabra es uno mismo; nacen las
+cosas cuando nacen las palabras; sin palabras no hay cosas, o si las
+hay, es como si no las hubiese, porque la cosa no existe por sí ni para
+otras cosas--por ejemplo, una mesa no sabe que existe, ni la mesa existe
+para una silla, porque la silla no sabe de la existencia de la mesa--,
+sino que existe solamente para un _Inteleto_ que la conoce, y en cuanto
+que la conoce, le da un nombre, le pone una palabra. Conocer es crear, y
+crear conocer. Todo lo anterior es un fragmento de las especulaciones
+belarminianas. ¡Lo que hace la prolongada actitud sedentaria y el ocio
+discursivo!... Los filósofos son hombres en cuclillas, incluso el
+peripato, que, si explicaba paseando, encuclillado edificó su sistema.
+Prosigue. Dedúcese que si el diccionario es todo aquello que hemos
+dicho, diccionario vale tanto como cosmos. Belarmino, en virtud de la
+reciprocidad de entrambos vocablos, y para evitar confusiones, había
+fijado a la inversa, para su uso, el empleo y significación de cada uno
+de ellos, y cuando decía el cosmos, quería decir el diccionario, y
+cuando decía el diccionario, quería dar a entender el universo. Si le
+pedía a Angustias que le diese el cosmos, la niña, por experiencia, ya
+sabía que le tenía que entregar aquel libraco, el cual, para ella, era
+tan lógico que se llamase cosmos como que se llamase diccionario.
+Pero--prosigue la especulación belarminiana--así como la mayoría de los
+hombres viven en el diccionario,--es decir, en el mundo--, sin enterarse
+de que viven, así también consultan y leen el cosmos--es decir, el
+diccionario--, sin enterarse de lo que leen. Vivir es conocer, y conocer
+es crear, dar un nombre. Cuando un hombre llama árbol a un árbol porque
+le ha oído llamar así, ese hombre no conoce el árbol ni sabe lo que
+dice; si conociese al árbol, lo hubiera creado él mismo, le hubiera
+dado un nuevo nombre. Y ahora viene lo más sutil de la especulación
+belarminiana. En el cosmos--es decir, en el diccionario--están los
+nombres de todas las cosas, pero están mal aplicados, porque están
+aplicados según costumbre mecánica y en forma que, lejos de provocar un
+acto de conocimiento y de creación, favorecen la rutina, la ignorancia,
+la estupidez, la charlatanería gárrula y el discurso vulgar, vacío y
+memorista. Están los nombres en el cosmos--es decir, en el
+diccionario--como aves en jaula, o como vivos narcotizados y escondidos
+en sepulcros con siete sellos. Belarmino hallaba una manera de placer
+místico, un a modo de comunicación directa con lo absoluto e íntima
+percepción de la esencia de las cosas cuando rompía los sellos
+sepulcrales para que se alzasen los vivos enterrados, y abría las jaulas
+para que las aves saliesen volando. Leía las palabras del cosmos--es
+decir, del diccionario--, evitando, con el mayor escrúpulo, que rozasen
+sus ojos la definición de que iban acompañadas. Leía una; en rigor, no
+es que la leyese; la veía, materialmente, escapándose de los pajizos
+folios, caminar sobre el pavimento, o volar en el aire, o diluirse
+nebulosamente en el techo. Unas veces eran seres; otras eran cosas;
+otras, conceptos e ideas; otras sensaciones de los sentidos; otras,
+delicadas emociones. Tal vez se producían resultados que, para un
+espíritu superficial, pudieran parecer cómicos; pero, en el fondo, todo
+era muy serio. _Camello_, decía el cosmos--es decir, el diccionario--;
+y Belarmino veía, en efecto, brotar de la página el dicho cuadrúpedo
+rumiante, aunque muy mermado de proporciones, y salir andando
+despaciosamente por el piso; pero a los pocos pasos, el perfil de la
+bestia, ya de suyo sinuoso, se deformaba más todavía, evolucionaba, se
+transformaba; el animal se ponía en dos pies, aparecía vestido con
+uniforme; la cabeza, sin perder la expresión primitiva, tomaba rasgos
+humanos; las jorobas se convertían en alforjas, que colgaban al pecho y
+espalda, y de una de las bolsas salía un gran cartapacio. Belarmino
+acababa de comprender un ser del diccionario--es decir, del mundo
+sensible--, y, por conocerlo, había creado una nueva palabra. Camello,
+de allí en adelante, significaría para él, ministro de la Corona.
+Dromedario significaba sacerdote o ministro del Señor, después de un
+proceso evolutivo semejante. No se crea que en el léxico belarminiano
+las voces dromedario y camello entrañaban intención contumeliosa o
+despectiva; antes al contrario, implicaban admirativa comprensión.
+Aludían al desierto de indiferencia en que se mueven así el gobernante
+como el sacerdote, a la sobriedad que practican o deben practicar, a la
+pesada carga que conducen a hombros, y, finalmente, la joroba
+simbolizaba la responsabilidad que llevan adherida a la propia espina
+dorsal, y que en el gobernante es doble, para con Dios y para con los
+hombres, y en el sacerdote sencilla, sólo para con Dios. Y de aquí,
+joroba = responsabilidad; un nuevo acto de creación en el cosmos--es
+decir, en el diccionario--de Belarmino. Otras palabras le producían
+únicamente sensación de cualidades físicas. Pero las palabras que con
+mayor ansiedad perseguía, las que le transían de entusiasmo en
+comprendiéndolas y creándolas, eran aquellas que a él se le antojaban
+términos filosóficos y que, por ende, expresaban un concepto inmaterial:
+_metempsícosis, escolástico, escorbútico_, etc., etc. Después de una
+revelación no poco difícil de interpretar, Belarmino había definido así
+aquellos tres términos: _metempsícosis_ es lo mismo que intríngulis
+indescifrable, lo incognoscible, _das ding an sich_ de Kant, y viene de
+psicosis, o sea intríngulis, y mete, introduce, esconde; meter
+intríngulis en las apariencias sencillas. _Escolástico_ es el que sigue
+irracionalmente opiniones ajenas, como la cola de los irracionales sigue
+al cuerpo. _Escorbútico_ vale tanto como pesimismo, y viene de cuervo,
+pájaro sombrío y de mal agüero. ¡Era mucho hombre aquel Belarmino!
+
+El cuchitril en donde Belarmino filosofaba y remendaba zapatos estaba
+bastante por debajo del nivel de la calle. Se descendía desde el portal
+por unos escalones de piedra. Las paredes, encaladas, con caprichosos
+arabescos verdinosos, de la humedad. Recibía la luz por un ventano
+apaisado, con barrotes de hierro, que por la parte de dentro lindaba
+con el cielo raso y por fuera arrancaba a ras de la calzada; por allí se
+metía un raudal compacto de claridad cenizosa, como en los cuadros que
+representan apariciones, y se derramaba, a modo de bautismo, sobre el
+costado izquierdo de Belarmino. A través del ventano se veían pasar las
+piernas de los transeuntes, de rodilla abajo, haciendo un ruido
+acompasado sobre las losas. Belarmino pensaba hallarse providencialmente
+metido en la entraña de la tierra, colocado en la raíz y cimiento de las
+cosas, y que para conocer a los hombres lo mejor era verles nada más que
+los pies, que son la base y fundamento de las personas. Pero, hundido en
+aquella penumbrosa covacha, oficina en donde se destilaban y
+clarificaban los enigmas del pensamiento y de la existencia, de continuo
+a horcajadas sobre su torno de montar, que era Clavileño y era Pegaso,
+Belarmino se eximía de la gravitación y esclavitud de la materia, volaba
+libremente por los espacios fantásticos, se cernía en las esferas
+uranias, contemplaba el diccionario--es decir, el mundo--desde
+perspectivas tan remotas, que acaso se mareaba y se le ponía la carne de
+gallina. Como Belarmino, aunque el Padre Alesón le reputase insensato,
+era un hombre muy sensato, se dió cuenta del daño irreparable que le
+amenazaba, y era, elevarse tanto, que un día se extraviase más allá de
+las nubes y no pudiera volver al comercio y relación con los demás
+hombres. Cada vez que se despojaba de una palabra muerta y creaba una
+palabra viva, era como si arrojase lastre por la borda y adquiriese
+nueva cantidad de fuerza ascendente. «Puede llegar un momento en que no
+pueda hablar con mi hija, porque no la entienda ni me entienda y hasta
+me tome por loco», y el corazón se le quedaba en suspenso. ¿Qué hacer?
+Al punto dió con la solución. Debía conservar el lastre, bien que
+procurase seguir aumentando la energía ascendente; debía esforzarse,
+costase lo que costase, en no ir olvidando el idioma vulgar, a fin de
+usar de él con su hija y con alguna otra persona de su afecto, si fuese
+menester. Pero ¿cómo evitaría olvidarlo, si estaba a solas casi siempre?
+El Inteleto le cuchicheó algo dentro del cráneo, y Belarmino salió a la
+calle, fué andando hasta la aldea, y en el primer caserío encargó que le
+buscasen una urraca y se la llevasen al cuchitril. Había oído que a las
+urracas, con paciencia y buen vino, se les enseña a hablar. Hubiera
+preferido un loro, pero no tenía dinero y dudaba que se encontrasen en
+el mercado. Llegó pocos días después el aldeano con la urraca, blanca y
+negra como los Padres dominicos. «Ahora, a enseñarle el idioma más
+vulgar posible», se dijo Belarmino, no sin cierto desconsuelo y
+perplejidad, porque no se le ocurrían vulgaridades ni le tentaba
+ingeniarse en inventarlas. Mirando melancólicamente a la urraca y su
+lustroso plumaje dominicano, por asociación de imágenes se le ocurrió
+que el Padre Alesón podía sacarle del apuro, y fué a pedirle que le
+prestase un libro de poesías y algún discurso. Belarmino consideraba la
+poesía y la oratoria como las formas más vulgares de dicción. El
+dominico le prestó un tomo de Selgas y un folleto con discursos de don
+Alejandro Pidal y Mon. Belarmino cortó al pájaro las guías de las alas y
+lo metió en el fondo de un barril oscuro. Allí le daba sopas en vino
+blanco fuerte, e inclinándose sobre el tonel le leía, separando bien las
+palabras, versos de Selgas y párrafos de Pidal. Como cierta vez leyese
+esta frase de Pidal: «Jáctome de ser escolástico», Belarmino se dijo:
+«Te lo había olido; también Bellido se jactará de ser escorbútico....»
+La urraca no aprendía a hablar, pero Belarmino no se impacientaba, y
+resistía resignado aquel baño abundante de vulgaridad, más por su
+conveniencia y para no soltar las amarras con el mundo, que por interés
+didáctico hacia el avechucho. El señor Colignon echó de ver, aunque
+ignorase la causa, que Belarmino le hablaba más en cristiano, y así se
+lo declaró una tarde. Belarmino, esmerándose en expresarse en romance
+paladino, lo cual le ocasionaba más engorro todavía que a Apolonio
+expresarse en prosa, le respondió:
+
+--Por muchas intenciones--intenciones = razones--. Primera: porque le
+quiero a usted. Le quiero a usted porque usted me quiere. Segunda.... No
+sé como decírselo para no ser macilento y evitarle pesos
+desagradables.--Macilento = violento, cruel; peso = sentimiento.
+Belarmino hizo una pausa, a la rebusca de locuciones explícitas y
+amables.--Usted es la materia; yo soy el espíritu. Usted se alegra con
+las cosas; yo, alejándome de las cosas. Usted es el sí, y yo el no. O,
+si usted quiere, usted es el no y yo el sí. ¿Soy yo superior a usted?
+Nada de eso. Ni el sí es superior al no, ni el no es superior al sí;
+pero el sí y el no son superiores al qué sé yo. Comprendo que usted es
+tan filósofo como yo, aunque de una manera beligerante.--Beligerante =
+contrario, opuesto.--En cambio, la mayoría de los otros hombres no son
+el sí y el no, sino el qué sé yo; que no saben, ni sienten, ni viven, ni
+importan. ¿Qué tengo yo con ellos? ¿Por qué he de hablar el idioma de
+ellos? Usted es otra cosa. Yo desearía que usted entendiera mi idioma.
+Pero, como usted es filósofo beligerante, y yo le quiero, y además me
+instruyo con usted y me sirve de piedra de toque, porque es usted el no
+de mi sí, o el sí de mi no, y los dos nos completamos, pues por eso me
+afano en hablar para que usted me entienda.
+
+--_Épatant, épatant_, mi querido Belarmino--replicó el confitero con
+regocijado pasmo--. Te entiendo. Yo soy un epicúreo y tú un estoico, ¿no
+es esto?
+
+Belarmino aprisionó en la despensa de la memoria las dos palabras:
+epicúreo y estoico, a fin de transmutarlas más tarde por la alquimia de
+la especulación y hallarles su verdadero sentido.
+
+Un día se presentó en el cuchitril de Belarmino Froilán Escobar, alias
+el Estudiantón y también Aligator, a que le pusiese palas y medias
+suelas a un par de botas, que para llegar a ser un verdadero par de
+botas no necesitaban, además de las palas y de las medias suelas, sino
+refuerzo en el contrafuerte, unos trozos de la caña y unos cuantos
+botones. Justamente, la única afición de Belarmino al arte zapateril
+consistía en restaurar calzado viejo, cuanto más viejo mejor, y con unos
+miserables despojos crear un par flamante. Era una afición pareja a su
+vocación filosófica. Y así, acogió aquellas valetudinarias botas del
+Estudiantón o Aligator con marcada reverencia y afectuosidad.
+
+Los apodos son, cuándo biografía sucinta, cuándo retrato en miniatura.
+Los dos apodos de Froilán Escobar le historiaban y le retrataban.
+Llevaba ya veinte años de estudiante en la Universidad, y no porque
+fuese inepto para aprobar los cursos, pues era de notable despejo
+natural. Decía: «El hombre que quiere conocer la vida es estudiante
+hasta que se muere. Nada hay tan repugnante como la ciencia que se
+adquiere para obtener un título académico y ganarse un sueldo con él. No
+hay más ciencia que la ciencia desinteresada, la ciencia por la ciencia,
+el amor al saber, el saber que nunca se sabe bastante para cobrar dinero
+por enseñar lo poco que se sabe.» Y otra porción de máximas al mismo
+tenor. Como no quería comprar ciencia, no se matriculaba, y asistía por
+libre a las clases de diversas Facultades. De aquí que le apodasen el
+Estudiantón. Vivía con extremada pobreza y vestía desastradamente; un
+sombrerete, con dos dedos de enjundia; un gabancillo de color café con
+leche, que había estrenado al venir a la Universidad y que llevaba con
+el cuello subido, por disimular la ausencia de camisa; pantalones con
+flecos, y botas como las consabidas. Se asemejaba a los muertos por el
+color, como aconsejó el oráculo a Zenón, el filósofo, lo cual, bien
+entendido, quiere decir que de tanto estudiar en los libros había tomado
+la palidez de ellos. Era capaz de permanecer en un quietismo casi
+sobrehumano. Durante las horas de clase conservaba a veces la misma
+postura reservada y atenta, sin mover un músculo, sin pestañear,
+empañados los ojos por una telilla opaca al modo del segundo párpado de
+los lagartos. Y de aquí que le apodasen Aligator. Otras veces le
+acometían inquietudes convulsivas de sabandija y retorcimientos de
+sibila, según la materia y el modo de explicarla el catedrático, y en
+tales casos tomaba notas taquigráficas, agitando fieramente el pupitre.
+Los estudiantes le estimaban, le respetaban y se aleccionaban con él.
+Era como el espíritu familiar de la Universidad, la Palas Atenea de
+aquel amurallado recinto del saber; una Palas Atenea vestida de máscara.
+También la ciencia oficial del establecimiento se envestía, con harta
+frecuencia, disfraces de mamarracho.
+
+No pudo presentarse el Estudiantón a Belarmino con carta de
+recomendación más eficaz ni credencial más honrosa que aquel mal llamado
+par de botas, pues en rigor era un cuarto o un octavo de unas botas.
+Sustentaba Belarmino amorosamente en sus manos los tales residuos, que
+para él eran gérmenes o embriones de un flamante porvenir, y miraba al
+Aligator con tierno interés, cuando de pronto uno y otro notaron que les
+faltaba unos cuatro metros cúbicos de aire respirable, que era poco
+menos de lo que contenía el cuchitril; había entrado el Padre Alesón,
+desalojando el volumen de aire correspondiente a su volumen de carne y
+hueso.
+
+--Buenas tardes, Belarmino--habló el dominicano, modulando las notas más
+nítidas y cariciosas de su flautín laríngeo--. Entraba y salía. Entraba
+en tu aposento y salía de mi residencia. Salía de mi distracción y
+entraba en mi acuerdo.--El Padre Alesón hablaba ahora en este estilo
+conceptuoso y envuelto, para dar por el gusto a Belarmino y granjearse
+su afecto.--Quiero decir, en lenguaje vulgar, que al salir a la calle
+recordé que don Telesforo Rodríguez, el profesor del Seminario, me ha
+pedido un libro que hace tiempo te presté: _Nicolai Garciae; tractatus
+de beneficiis_. ¿Lo has leído ya? ¿Puedo llevármelo? Porque si no lo has
+leído todavía, no me lo llevo. Tú has de sacar más provecho que don
+Telesforo, seguramente.
+
+Belarmino descabalgó su Clavileño y entregó al Padre Alesón un gran
+volumen, en cuarto mayor, aforrado en pergamino.
+
+--Ya lo he leído. Me ha sido muy instrumental.
+
+--Vaya, me alegro. Hola, hola--exclamó el dominico, volviéndose hacia el
+barril en cuyo fondo rebullía y graznaba la urraca--. Ya me ha referido
+Angustias.... De suerte que, ¿los versos de Selgas y los discursos de
+Pidal que te has llevado era para enseñárselos de memoria a esta parlera
+avecilla? ¿Y qué? ¿Va aprediendo algo?
+
+Belarmino respondió que había adquirido la picaza para enseñarle a que
+hablase del único modo que lo entienden el común de los hombres. Pero
+como Belarmino, para responder esto, no empleó el idioma que entienden
+el común de los hombres, el Padre Alesón le rogó que se explicase. Así
+lo hizo Belarmino. El padre Alesón creyó entonces entender.
+
+--Ya, ya...--dijo el dominico, sonriendo con guasa--. Has buscado en
+esta urraca a Diógenes; has creado tu Diógenes, el cínico, el que
+hablaba con claridad odiosa, y para que nada falte, le has encerrado en
+su tonel. Y tú, ¿qué eres: socrático, platónico, peripatético, sofista?
+
+--Estoico--respondió con maravillosa dignidad y orgullo Belarmino, a
+quien repentinamente se le había revelado el sentido de aquella palabra,
+oída de labios del señor Colignon.
+
+El Padre Alesón se quedó frío. Pensó: «A ver si este pobre hombre posee
+más sindéresis de lo que yo sospechaba.» Se despidió.
+
+--Ea, Belarmino; contra mi gusto, tengo que abandonar tu compañía. Tal
+es mi misión: andar, andar de un lado a otro, con una grave
+responsabilidad sobre los hombros.
+
+Ya volvía la espalda el fraile, cuando Belarmino murmuró:
+
+--Naturalmente, como usted es un dromedario....
+
+El Padre Alesón se volvió de cara, la expresión en entredicho.
+
+--Hombre, hombre...--tartamudeó, con voz deficiente--. Eso es ofender.
+
+Pensaba el dominico que acaso Belarmino estaba resentido con él, porque
+antes le había hablado irónicamente.
+
+--He querido decir que usted es un sacerdote--replicó el zapatero.
+
+--Pues, peor que peor. Mientras me llamabas dromedario, a mí, en
+persona, podía pasar. Creí que aludías a mi tamaño. Pero ahora resulta
+que soy dromedario por ser sacerdote.... La verdad; eso, Belarmino, es
+una grosería, impropia de ti.
+
+Belarmino hizo un gesto conmiserado, resignado, como diciendo: tendré
+que metérselo en la boca con cuchara. Y explicó la ya conocida alegoría
+del dromedario y el camello, dejando boquiabierto al fraile. Concluyó
+Belarmino, ya en su jerga privativa.
+
+--Yo acaricio a los camellos y a los dromedarios, pero no los beso.
+Riego el tetraedro; encarcelo y parafraseo el tetraedro; pero permanezco
+indumentario y analfabético al tetraedro. Mi horario es el espasmódico
+de la intuición recreada.
+
+Salió el dominico lleno de perplejidad y de preocupación. Froilán
+Escobar, el Aligator, no se había movido durante la anterior escena.
+Creía estar soñando. «¿Es realidad? ¿Es ilusión?»--decía para sí--. «Si
+no fuera por el testimonio irrecusable de ese par de botas, tan mías y
+tan ajenas a mí como las excrecencias callosas de mis pies; si no fuera
+por ese hecho flagrante que me pone en contacto con la realidad
+objetiva, creería que lo visto y oído eran entelequias de mi razón
+adormecida y ofuscada. Y esto sucede a doscientos pasos de la
+Universidad.... Y yo llevo veinte años en la Universidad sin haberme
+enterado.... Este hombre desconcertante e inaudito, ¿es un humorista?
+¿Es un genio lóbrego, en bruto, como la piedra diamante escondida en el
+seno de la tierra? ¿Es un loco?» Y el buen Estudiantón se hacía un lío.
+
+--¿Le enojaré, señor Belarmino--dijo al despedirse--si vengo por las
+tardes, de vez en cuando, a conversar un rato con usted?
+
+--Tendré un gran espasmódico--respondió Belarmino, impasible.
+
+Escobar no sabía qué decidir. Aquel gran espasmódico que Belarmino iba a
+tener, caso que Escobar viniese de visita, ¿en qué consistiría? ¿Le
+recibiría bien, o le despediría con cajas destempladas? Volvió a probar.
+Belarmino le acogió con inequívoco contento y le obsequió con una larga
+e incomprensible disertación sobre el _tole tole_ y el _tas, tas, tas_.
+El Estudiantón le escuchaba fascinado, sin sacar nada en limpio, pero
+con la esperanza cierta de llegar a dominar algún día el tecnicismo de
+aquel moderno filósofo de portal, o estoico, como él decía, sin saber
+que en Grecia tanto valía estoico como filósofo de portal.
+
+Escobar continuó asistiendo al portal de Belarmino y tomaba notas de lo
+que oía. Como quiera que el Estudiantón había, afortunadamente,
+comenzado por oír explicar a Belarmino la sinonimia de camello y
+dromedario, no le cabía duda que cada una de las voces usadas por el
+zapatero encerraba una representación fija; que las voces se sucedían
+las unas a las otras con ilación gramatical y lógica; y, en definitiva,
+que esta ilación formal contenía un fondo de pensamiento original. Por
+consejo de Escobar acudieron a oír a Belarmino muchos estudiantes y
+hasta profesores. Los juicios y opiniones acerca del estoico
+discrepaban, naturalmente; los ánimos se apasionaron. Muy pronto se
+establecieron diferentes sectas: belarminianos y antibelarminianos;
+entre los belarminianos había disidencia: unos sostenían que Belarmino
+estaba loco, y otros que cuerdo; los partidarios de la cordura divergían
+en estimar si el lenguaje belarminiano era o no descifrable; por último,
+los que se inclinaban por la presunta inteligibilidad de los discursos
+de Belarmino, disentían en lo tocante al fondo de dichos discursos:
+quiénes afirmaban que, una vez vertidos al castellano, resultarían
+curiosos e interesantes; quiénes que, de seguro, se trataba de boberías
+sin interés, y que lo único curioso era la forma de expresión. Con todo
+esto, el portal de Belarmino estaba tan concurrido como la escuela de un
+filósofo de la antigüedad. Después de escuchar sus incógnitas
+enseñanzas, éstos, reventando de risa; aquéllos, hostigados por la
+comezón de averiguar una charada dificultosa, salían a la Rúa Ruera,
+movían airadas trifulcas, polemizaban y casi se iban a las manos.
+Apolonio, desde el umbral de su zapatería de lujo, en actitud estatuaria
+y de fingido tedio e indiferencia, presenciaba aquel vivo y animado
+tumulto, con la misma envidia y nostalgia con que los inmortales en el
+Olimpo ven a los humanos agitarse a impulsos de ideales y pasiones que
+hacen la vida sabrosa y digna de vivirse. Los inmortales se aburren
+tanto en su serenidad inacabable y de tal suerte envidian los conflictos
+y combates del mundo, que, a veces, no pudiendo resistir la tentación,
+descienden convertidos en nubecillas leves y flúidas a pelear entre los
+hombres, según cuenta Homero. Esto lo sabía Apolonio, desde Compostela.
+Para Apolonio, algunas disputas humanas han sido hostigadas por
+misteriosa intromisión divina; son aquellas disputas merecedoras de la
+dignidad dramática y trágica. Siempre que Apolonio veía dos dándose de
+puñadas y revolcándose por el suelo, si se levantaba alguna polvareda,
+decía: «Ha llegado el punto trágico; eso no es polvo blanco, son las
+divinidades violentas, envidiosas de la vida ligera de los hombres,
+diluidas en el aire fino.» ¡De qué buena gana se hubiera diluido
+Apolonio en el aire fino para ir a mezclarse en las disputas enzarzadas
+a causa de su afortunado rival, como la guerra de Troya por Helena;
+intervenir por modo invisible y aniquilar a todos los secuaces de
+Belarmino!... La venganza es el placer de los dioses. Se dirá, ¿qué
+sentimiento vengativo cabe que los pobres humanos inspiren a los dioses
+majestuosos? Pues sí; les inspiran el sentimiento más vengativo, el de
+la envidia.
+
+Belarmino era remendón de portal. Apolonio poseía un establecimiento
+lujoso y cobraba por par de botas hasta cinco duros, precio exorbitante
+por entonces en Pilares. Esto no obstante, Apolonio se hubiera cambiado
+por Belarmino. Apolonio contaba con una buena parroquia. Pero no le
+interesaba tener parroquia. Lo que él quería era tener público, gente
+que le escuchase, que le celebrase y aun que le rebatiese. Apolonio se
+relacionaba con personas distinguidísimas. La de Somavia le invitaba
+alguna vez a su tertulia. Por la zapatería caían de visita,
+periódicamente, Pedro Barquín, el cura Chapaprieta, el magistrado don
+Hermenegildo Asiniego, y otros claros varones de la urbe. El señor
+Novillo acudía a diario al establecimiento y se dilataba allí varias
+horas, gran parte del tiempo en el umbral, mirando con disimulo,
+rendimiento y rubor al balcón florido y pajarero de Felicita Quemada.
+Pero la relación de personas distinguidas le tenía sin cuidado a
+Apolonio; lo que él echaba de menos era el trato de personas ilustradas,
+el ambiente académico y artístico. Y aquel infame Belarmino, sabía Dios
+merced a qué socaliñas y malas artes, le hurtaba, sin dejar una migaja
+siquiera, el aplauso y atención que a él en justicia se le debían,
+puesto que Belarmino era insensato charlatán y prevaricador de la lezna
+y el cerote, en tanto él, Apolonio, por don natural, componía los más
+primorosos artificios, así zapateriles como poéticos. «No hay justicia,
+ni sentido, ni plan en el mundo»--pensaba Apolonio--. «Bien lo presumía
+yo, aunque todavía inexperto, cuando escribí mi _Cerco de Orduña o Señor
+de Oña_.»
+
+Apolonio se hubiera despeñado en la negra desesperación, a no
+estorbárselo, de una parte, la compañía habitual del señor Novillo, con
+que se distraía de los sombríos pensamientos y se le deparaba coyuntura
+de explayar la exuberancia del lastimado pecho, y de otra parte, más
+principalmente, el amor a la duquesa de Somavia, un amor cada día más
+exaltado, más puro, más imposible, más delicioso y novelesco. «Con estas
+dos vejigas--decíase Apolonio--me mantengo a flote sobre las borrascas
+de mi espíritu.»
+
+Llegaba a la zapatería el señor Novillo, con su empaque reservado,
+catadura sombría y venerable vientre de ídolo; la piel bronceada, barba
+y bigotes pardos, entrecanos en la raíz. Había cierta similitud corporal
+entre Apolonio y el señor Novillo. Los dos recordaban las efigies de
+Buda, por la hinchazón. Ahora, que la cabeza de Apolonio se enderezaba
+con cierto alarde confiado y olímpico, y, en cambio, la del señor
+Novillo pesaba sobre el pestorejo y el cuello, abombándolos en redor, y
+de los ojos se rezumaba una tristeza irracional. Apenas si hablaba el
+señor Novillo; de tarde en tarde se sonreía, enseñando unos dientes de
+blancura irreprochable, que, rodeados del hirsuto contorno, parecían una
+estría de carne de coco asomándose entre la cáscara pardusca y crinada;
+pero la mitad superior de la cara y los ojos seguían parados y tristes.
+
+Así que llegaba, el señor Novillo se sentaba en un largo diván de piel
+verde, debajo de un espejo, velado por un tul, verde también, y dejaba
+caer el vientre entre las piernas, a que se reposase sobre el diván.
+Apolonio, abandonando el mostrador, donde, con ademán lento y religioso,
+trazaba diseños y cortaba pieles, venía al lado del señor Novillo y
+dejaba asimismo caer el vientre sobre el diván. Oíanse en la trastienda
+ahogados martillazos, alguna canción femenina y el repiqueteo de unas
+máquinas de coser. Apolonio, sin doblar la cabeza a mirar al vecino,
+rompía a hablar:
+
+--Estoy abrumado, don Anselmo, estoy abrumado. ¿Qué me falta?,
+preguntará usted. Tengo un taller, montado con los últimos adelantos de
+la ciencia y de la industria; tres máquinas, una Wilson y otra Wheeler,
+para coser la caña, y una Johnson para hacer ojales, que puede que no
+haya media docena como ellas en toda la península. Mi clientela, la
+espuma de la sociedad; y todos satisfacen sus facturas a tocateja. ¿Qué
+más puedo pedir?
+
+¡Ay mi amada! ¡Oh dolor! Lágrimas mías:
+¿por dónde estáis que no corréis a mares?,
+
+como cantó el poeta. Unos amores desdichados, sí. Pero no quiero
+mentarlos. ¿Cúya es la culpa? ¿De ella? Jamás, jamás, jamás. La culpa es
+mía. Me enamoré de una beldad tan alta como la blanca Beatriz. Merecida
+es mi pena, y yo la acepto con júbilo infinito.
+
+El señor Novillo oía el runrún con la indiferencia con que las imágenes
+talladas en madera de ciruelo oyen himnos y plegarias. Proseguía
+Apolonio, sin dignarse, por su parte, mirar a Novillo:
+
+--He pintado en un poema alegórico la exacta posición de estos amores
+disparatados, horribles y delincuentes. Delincuentes, sí, delincuentes,
+porque.... Pero tente, lengua liviana y maldecida. He aquí el poema: un
+monstruo de esos que llaman gárgolas, porque vomitan la lluvia con un
+ruido peculiar, de donde viene la frase hacer gárgaras; digo que ese
+monstruo de piedra, que está en la cornisa de una catedral, se ha
+enamorado de la veleta, que figura una paloma, y que se asienta, ni que
+decir tiene, en lo más alto de la torre. Y ese es el destino cruel del
+enamorado monstruo, que soy yo; estar petrificado, a una distancia
+infranqueable de la amada y haciendo gárgaras. Esto último constituye un
+rasgo humorístico, que cierra la composición. Lo cómico es siempre
+chabacano y despreciable. Lo humorístico es un modo poético. ¿Que cuál
+es el nombre de la dama? Jamás lo declararé. Antes dejo que me desuellen
+vivo....
+
+Novillo, presa de sus propias ansiedades amorosas, se levantó sin haber
+escuchado a Apolonio, y fué hacia la puerta, a mirar desde allí
+furtivamente a Felicita. Apolonio le seguía, declamando con el brazo
+extendido y la mirada flamígera:
+
+--Jamás lo declararé. Antes pasarán sobre mi cadáver. Y si después de
+muerto lo declaro, conste que no soy yo, sino un espíritu maligno que
+habla por mi boca.--En habiendo eyaculado este apostrofe, Apolonio,
+apaciguándose súbitamente, volvió detrás del mostrador y se aplicó a
+cortar suela.
+
+Al cabo de media hora de vergozante contemplación, Novillo retornó al
+diván, y al punto Apolonio acudió a su vera y reanudó el hilo de su
+palique.
+
+--No son estos amores desdichados, no, lo que me trae mustio,
+melancólico y descontento. Los amores son la esencia de mi vida y los
+guardo en mi corazón como si fuesen una perla del Oriente. Estoy
+abrumado, estoy tan pronto rabioso como desmadejado, estoy que me llevan
+los demonios, porque, ante todo y sobre todo, soy un artista, y aquí, en
+esta ciudad, no se me comprende ni hace justicia. Por lo pronto, soy un
+maestro artista en zapatería. Mi clientela alaba, en el calzado que yo
+hago, la resistencia y flexibilidad del asiento, lo suave y duradero del
+material, lo cómodo y bien conformado del corte; y por eso, nada más que
+por eso, me pagan bien. Pero las dichas cualidades son secundarias. Un
+zapato, un brodequín, un botito son obras de arte. ¿Y quién aquí, salvo
+contadas excepciones, sabe apreciar el calzado como una obra de arte?
+¿Quién aquí concede al calzado la enorme importancia que tiene? Se
+imaginan que el calzado sólo sirve para cubrir el pie, resguardarlo de
+la humedad, por temor a los reumas, y evitar que se lastime sobre el mal
+piso; todo lo que piden al calzado es que no críe callo. Pues si el
+calzado no cumple otro fin más que ése, mejor sería que los hombres
+echasen casco o pezuña, lo cual se conseguiría fácilmente por
+procedimientos científicos. Y no es que yo me refiera a esta localidad.
+Hablo, en general, de toda España. Un amigo mío muy erudito, Valeiro,
+estudiante compostelano, me contaba haber leído en un libro de un Fray
+no sé cuántos Guevara, obispo en alguna diócesis de Galicia, que los
+españoles, en los tiempos del gran Carlos V, cuando el tal obispo
+escribía, andaban en zancos por las calles, a causa de los lodos. ¡Qué
+barbaridad! Pues, ¿qué? ¿No se usan todavía en nuestra península
+almadreñas, zuecos, abarcas y las asquerosas alpargatas? ¡Qué poco dice
+esto en pro de la cultura de los españoles, y cuánto de su salvajismo!
+Para mí la alpargata es un insulto a la divinidad, una blasfemia, porque
+es negar y desconocer la obra más perfecta de Dios, o sea el pie humano.
+¿Por qué es el hombre superior al mono y a todos los demás animales?
+Porque es el único que tiene pies, lo que se dice verdaderos pies. Si el
+pie fuera menos humano y noble que la mano, los hombres tendrían cuatro
+manos y los monos tendrían cuatro pies, y no que tienen cuatro manos.
+Por no ver mujeres con almadreñas preferiría vivir entre chinos, porque
+al menos los chinos conceden al pie de las mujeres más importancia que a
+ninguna otra parte del cuerpo.
+
+Novillo salió nuevamente a la puerta, sin haber escuchado ni una sola
+palabra de la ingeniosa disertación de Apolonio, y éste volvió a
+trabajar detrás del mostrador. Al cabo de otra media hora, Novillo
+reincidió en reposar sobre el diván su vientre, agitado ahora por
+apasionado estremecimiento: era que sus ojos se habían cruzado al acaso
+con los de Felicita, y ella le había enviado una sonrisa arrobada y
+etérea. Novillo se sentía feliz, expansivo, y al acomodarse Apolonio a
+su lado le dió una palmada en el muslo al zapatero, preguntando:
+
+--¿No dice usted nada hoy, querido Apolonio?
+
+--Le decía a usted, don Anselmo--Apolonio respondió sin mostrarse herido
+por la ausencia mental y material de su amigo--, que los chinos conceden
+al pie la importancia debida. Este es mérito común a los asiáticos. No
+en balde estuvo el Paraíso terrenal en el Asia. En la Grecia antigua,
+las cortesanas y también las castas matronas apetecían los zapatos
+venidos del Asia, zapatos al parecer preciosos, adornados con pinturas
+de mucho mérito y figuras cinceladas en metal. Los antiguos, como más
+próximos al origen de la creación, distinguían con mayor acierto la
+jerarquía, utilidad y belleza de los miembros; a todos los miembros
+anteponían en dignidad el pie; después de éste seguía la cabeza; luego,
+algo que no quiero nombrar; en cuarto grado, la mano siniestra, la del
+escudo; en quinto, la diestra que empuña el arma; y así sucesivamente.
+Todos aquellos pueblos, dotados de una gran sabiduría infusa y revelada,
+que poco a poco se fué olvidando y desvaneciendo, rendían culto al pie y
+se excedían en fabricar con apropiado decoro el tabernáculo del pie, o
+sea el calzado. Entre los hebreos, el calzado era tenido en tanta
+reverencia que no se permitía que lo usasen sino los nobles y los
+levitas, y aun éstos apenas si se atrevían a ponérselo, como no fuera
+para entrar en el templo, sino que unos servidores especiales, a modo de
+acólitos, iban detrás de los sacerdotes y señores llevando el calzado
+sobre un cojín de terciopelo. Los egipcios colocaban en el calzado
+placas labradas de oro y plata. El calzado de los sátrapas persas era
+una joya valiosísima. Los patricios y senadores romanos usaban botas de
+piel encarnada, con una media luna de plata, la luna patricia. Pasemos a
+tiempos más próximos a los nuestros y recordemos a los papas, a los
+emperadores, a los duques venecianos. El calzado de estos grandes
+dignatarios de la Iglesia y de las repúblicas era de telas tejidas con
+metales preciosos y recamados de las más ricas piedras: esmeraldas,
+rubíes, zafiros, diamantes del tamaño de nueces casi siempre. Tengo
+entendido que el Santo Padre todavía usa ese calzado los días que
+repican gordo.
+
+--¡Caracho, lo que usted sabe, amigo Apolonio!--exclamó Novillo,
+sinceramente deslumbrado.
+
+--Pues ya sabe usted tanto como yo, don Anselmo. Y si usted desea más
+detalles, le dejaré unas cuartillas manuscritas, tituladas
+«Podotecología estética, o historia del calzado artístico», que para mí
+escribió mi amigo Valeiro, y que es de donde yo he tomado los datos. En
+media hora escasa se las aprende usted de memoria. En lo que yo insisto
+es en que, como español, me abochorno de que los españoles no hayamos
+contribuído con ninguna invención al progreso del calzado. No hay una
+ciencia y un arte zapateriles propiamente españoles. No habrá oído usted
+decir punta a la madrileña, tacón Isabel II o hechura española, como se
+dice punta a la florentina, zapato Richelieu, tacón Luis XV, hechura
+inglesa.
+
+--Hombre, hombre...--objetó el señor Novillo, que era muy vidrioso en
+su patriotismo, y como apoderado local del cacique y cacique él mismo de
+aldea, consideraba que menoscabar el buen nombre de la patria equivalía
+a reprobarle encubiertamente su posición política--; eso que usted dice
+no debe importarnos un rábano. ¿Que no hemos descubierto una punta o un
+tacón? Pero hemos inventado cosas de más provecho y sustancia--colocando
+las manos extendidas sobre el abdomen--: el pote gallego, la fabada, el
+bacalao a la vizcaína, la paella valenciana, la sobreasada mallorquina,
+el chorizo y la Compañía de Jesús. Y ¿dónde me deja usted el
+descubrimiento del Nuevo Mundo? Aparte que, si no recuerdo mal, cuando
+estudié en el Instituto, el profesor de Historia nos decía que no sé
+cuál emperador romano había adoptado para el ejército el calzado que
+usaban los españoles.
+
+--Fábulas--replicó, despectivo, Apolonio--. Los españoles sólo han
+inventado la alpargata, que es, ya lo he dicho anteriormente, un insulto
+a la divinidad, un sacrilegio zapateril. Yo, maestro artista, repelo la
+alpargata con sacrosanta indignación.
+
+--No sigamos por ese camino, Apolonio, porque tendríamos un disgusto.
+Como presidente de la Diputación y, por tanto, representante del
+Gobierno legítimo, no puedo consentir que nuestra invicta bandera se
+ponga en tela de juicio. No le digo a usted: zapatero a tus zapatos,
+porque no quiero provocarle.
+
+--Pues de zapatos estamos discutiendo, mi querido don Anselmo.
+
+Novillo se levantó a repetir la operación contemplativa, y Apolonio
+reanudó sus operaciones profesionales. Después de media horita, que para
+Novillo fué una eternidad de inefables congojas, porque se verificaron
+varios choques meteóricos de miradas, halláronse otra vez par a par el
+zapatero y el político.
+
+--¿Decía usted...?--comenzó Novillo.
+
+--Decía que aquí, en general, no se aprecia el valor artístico del
+calzado. Yo, se le digo a usted con toda reserva, me creo postergado. No
+se me hace justicia. Ni como zapatero, y no digamos como poeta
+dramático. ¿Por qué se figura usted que soy zapatero? Porque soy poeta
+dramático. ¿Por qué se figura usted que soy poeta dramático? Porque soy
+zapatero. Los ignorantes piensan que no tiene relación lo uno con lo
+otro. Pues son dos cosas inseparables. Hay conflictos dramáticos entre
+los hombres y no entre los animales, porque los hombres observan la
+postura eréctil; y los hombres observan la postura eréctil porque andan
+sobre los pies. Póngame a los hombres en cuatro patas, o hágamelos usted
+paralíticos, como los árboles; ya no hay drama. ¿Es esto claro? Pero,
+señor, si el drama no es más que cuestión de calzado, cuestión de
+ponerse en dos pies y levantar la cabeza todo lo posible, en son de
+desafío, hacia el cielo, en donde se oculta el destino de los
+hombres.... ¿Es verosímil que los hombres inventasen así, a secas, el
+drama? ¡Qué desatino! Los hombres inventaron una especie de calzado, el
+coturno, que les alzaba más de un palmo sobre la tierra; pues con esto,
+ya estaba inventado el drama. Pues si le dice usted a cualquiera de esos
+estudiantillos hambrientos que yo soy zapatero y autor dramático, se
+reirán. En cambio, no se asombran de que un zapatero pueda ser filósofo.
+Yo soy el que me río.... Ja, ja, ja.... Filósofo lo puede ser el último
+gato. Todos los filósofos son unos farsantes, charlatanes de feria.
+¿Para qué sirve la filosofía? Ya lo dijo Saquespeare--pronunciado así--:
+«la filosofía no sirve ni para curar un dolor de muelas».
+
+--Hombre, hombre...--objetó el señor Novillo--. El arte dramático
+tampoco sirve para curar dolores de muelas.
+
+--Pero el dolor de muelas sirve para hacer dramas. Todos los dolores son
+experiencias dramáticas.
+
+Esta escena se repetía a diario durante largo tiempo, si bien la
+elocuencia ubérrima de Apolonio desenvolvía variadísimos temas. Novillo
+llegó a sentir curiosidad por conocer el drama que había escrito
+Apolonio, el cual se lo leyó una noche con tanto énfasis y pathos, que
+subyugó y conmovió al oyente.
+
+--En efecto; es usted un gran artista--murmuró Novillo, enjugándose unas
+lágrimas; era sobremanera sentimental--. Como presidente de la Junta de
+abonados que soy, le prometo que haré estrenar su drama por la primera
+compañía dramática que venga a Pilares.
+
+Apolonio hubiera abrazado a Novillo; pero no quería descomponer la
+majestad de la figura.
+
+Por desdicha, pasaban los meses y no venía ninguna compañía dramática.
+
+La poesía fué estrechando más y más la amiganza entre Novillo y
+Apolonio. Novillo celebraba mucho los poemas amatorios de Apolonio, y
+siempre que componía uno nuevo se lo pedía para «empaparse» en él,
+decía, leyéndolo a solas.
+
+Una mañana, Felicita entró en la zapatería de Apolonio, cosa
+acostumbrada; pero aquel día, la solterona llevaba desencajado el
+rostro, con expresión que pretendía ser colérica, y, sin embargo, dejaba
+recelar un placer oscuro. «¿Qué tripa se le habrá roto a esta vieja
+vestal?»--pensó Apolonio.
+
+--Apolonio, ¿nos oye alguien?--preguntó Felicita, inclinándose sobre el
+mostrador, con delgado aliento y ojos de espía.
+
+--Si usted conserva ese tono, nadie nos oirá.
+
+--Apolonio.... Es usted un miserable, un traidor, un ingrato. Se lo digo
+a usted en voz baja, aunque con toda energía, porque quiero evitar
+espantosas complicaciones, incluso la efusión de sangre.
+
+--Pero, señora...; digo, señorita....
+
+--Silencio, infame. He callado hasta hoy, porque lo tomé como una locura
+fugitiva. Pero ha llegado a tal extremo su atrevimiento, que he decidido
+escarmentar a usted para siempre, para siempre.--Sacó del seno un montón
+de papeles y los despidió, con ademán repulsivo, sobre el mostrador.--Le
+arrojo esos anónimos impertinentes e indecorosos. Yo pertenezco a un
+hombre, sólo a un hombre. Todos los demás pretendientes me inspiran
+aversión y asco.
+
+Apolonio examinaba los papeles escritos.
+
+--Estos son versos míos--bisbiseó.
+
+--Ya lo sé.
+
+--Pero estos versos no están escritos por mí. Son copias; y la letra es
+de don Anselmo Novillo.
+
+--Agua--pudo apenas articular Felicita, en tanto se desplomaba exánime
+sobre el diván.
+
+De buena gana Apolonio hubiera dado unos cuantos azotes a la vieja
+vestal, que así venía a turbarle y ponerle ante sí mismo en ridículo,
+obligándole a descomponer la majestad de la figura; corriendo azariento
+a entornar la puerta, porque los transeuntes no se percatasen del lance;
+trayendo un vaso de agua a través de las frívolas oficialas, que
+sonreían al verle en guisa de camarero: salpicando el rostro de la
+desmayada e intentando desabrocharle el corsé. Afortunadamente, Felicita
+se recobró antes de que Apolonio recurriese a este último extremo.
+Sorbió el agua; pidió los papeles; los restauró al cobijo del seno, no
+sin antes besarlos, y dijo a Apolonio:
+
+--Por la memoria de su madre le pido juramento que no dirá nada a nade
+de esto que ha pasado. ¡Júrelo!
+
+Apolonio, ante la prosopopeya de Felicita, ya se halló en su elemento, y
+juró con la solemnidad y unción de un pontífice.
+
+«En medio de todo--reflexionaba Apolonio--, qué curioso drama el de
+Novillo y Felicita. Es algo así como el suplicio de Tántalo. ¿Por qué no
+se casan? No será porque no quieran ni porque nadie se lo impida. Y, sin
+embargo, no se casan. Luego negarán que existe una Némesis que traba y
+destruye las intenciones de los hombres. Yo escribiría este drama. Pero
+el señor Novillo es amigo y podría disgustarse.»
+
+Escribiría aquel drama y otra porción de dramas tomados de la realidad.
+Y la realidad de Apolonio, por entonces, no traspasaba los límites de la
+Rúa Ruera. Sin necesidad de levantar los tejados, como el Diablo
+Cojuelo, Apolonio adivinaba el drama oculto en cada casa, y con todos
+los pequeños dramas individuales formaba una gran tragedia, la tragedia
+de la calle, en que él era el héroe, la víctima, y Belarmino el traidor.
+En fuerza de imaginar luctuosas peripecias, el pecho se le colmaba de
+impulsos vehementes, a manera de necesidad perentoria de acción, y
+acción cruel. Era menester que se libertase de aquellas ansias
+agresivas, que cada día le hostigaban con redoblada tenacidad, o, de lo
+contrario, perdería en una mala hora la cabeza y haría una barbaridad.
+Entonces se le ocurrió una idea feliz: se dedicó a criar gallos de
+pelea. Como tenía dinero a mano, adquirió presto una regular gallera.
+Encargó buena parte de los gallos ingleses a Antequera, porque le
+informaron que allí cultivaban las sangres más finas y puras. Se
+adiestró en el cuido y preparación de los gallos para el combate. A
+todos sus animales les impuso nombres mitológicos y legendarios:
+Aquiles, giro; Ulises, colorado; Héctor, gallino; Hércules, negro;
+Roldán, dorado; Manfredo, cenizo; Carlomagno, negro también; etc., etc.
+En las otras galleras abundaban los nombres de toreros. Todos los
+domingos por la mañana, después de oír misa de once, porque creía en
+Dios y en la providencia, a pesar de que en este mundo no hay justicia,
+ni plan, ni sentido, Apolonio se encaminaba al circo gallista, seguido
+de un aprendiz con los capaces en donde iban los gallos que aquel día
+echaba a pelear. Intervenía en las diligencias preliminares del examen y
+peso de los combatientes, y escrutaba con tanto escrúpulo, seriedad y
+aparato la balanza, como si se estuviese decidiendo el porvenir de la
+humanidad. Luego, había que verle con qué religiosa pompa y taciturno
+talante, sentado detrás de la pista, limpiaba las espuelas del gallo
+con medio limón, para mundificarlas, por si estaban emponzoñadas, y las
+enjugaba después con el pañuelo, y, por último, depositaba levemente el
+gallo sobre el ruedo, como diciendo: _alea jacta est_, y ya no hay
+poderío terrenal que desvíe la voluntad de los hados. Y la voluntad de
+los hados era, indefectiblemente, que los gallos de Apolonio quedasen
+muertos o malferidos. A Ulises se lo mató Lagartijo; a Héctor,
+Bocanegra; Mazzantini hizo papilla a Roldán; Aquiles quedó ciego de unas
+puñaladas que le metió Frascuelo; y un gallo de sangre mestiza y ruin,
+color blanco, llamado Espartero, propiedad de un ebanista, aniquiló a
+Carlomagno, Manfredo, Hércules y otros seis héroes desgraciados. Cosa
+sorprendente: Apolonio asistía sin enojo, antes con orgullo, al
+vencimiento de sus gallos. Lo esencial era que nunca cantaban la
+gallina; morían porque debían morir, que el héroe muere siempre a la
+postre, y no a manos de otros héroes, sino por el vil puñal. Sus gallos
+daban siempre el pecho; los demás seguían una cobarde táctica de
+combate, simulaban huir en torno al ruedo, y cuando más confiado iba el
+héroe en su persecución, se volvían inopinadamente y le daban traidoras
+estocadas. Sus gallos, como los personajes de Sófocles, sabían morir con
+belleza, y por lo tanto con gloria, que viene a ser lo mismo. Ajax
+declaró: «vivir con gloria o morir con gloria; tal es el deber de los
+bien nacidos», y la palabra empleada para designar la gloria es
+[Griego: chalos], que significa también la belleza. ¡Y cómo se parecía
+Apolonio a sus gallos! Se les parecía en la silueta, en el aire de
+prestancia, en el énfasis, en la cresta, pero no en los espolones; se
+les parecía por fuera. Por dentro, Apolonio, aunque daba albergue y
+acariciaba con la imaginación las pasiones más destructoras, era incapaz
+de matar un mosquito, como decía de él su hijo. Y así, Apolonio veía en
+sus gallos la incorporación de algo necesario y deficiente en su propia
+personalidad; eran encarnación de su personalidad frustrada, porque el
+dramaturgo es el hombre de acción frustrado. De aquí que Apolonio
+asistiese sin enojo, antes con orgullo, y aun con satisfacción íntima,
+al vencimiento de sus gallos. Se verificaba en su pecho la perfecta
+frustración de su personalidad deficiente, una especie de catarsis. Si
+los gallos vencieran con frecuencia, pensaba Apolonio que la confianza
+en sí mismo, ya que los gallos eran en cierto modo prolongación de su
+persona, el espíritu agresivo, la necesidad de acción ejecutiva, se le
+hubieran comunicado fatalmente a él, y como era muy pusilánime, sólo
+ante la idea de cometer un gran disparate le daban escalofríos. Por
+último, las peleas de gallos influían en la vida y carácter de Apolonio
+en dos opuestas direcciones: una favorable, y adversa la otra.
+Favorable, porque se iba haciendo conocido y famoso, como personaje
+pintoresco e improvisador de aleluyas, en la ciudad y en otros pueblos
+de la provincia, en donde alguna vez se concertaban riñas de gallos
+interurbanas. Adversa, porque en las riñas mediaban apuestas, y como
+Apolonio perdía siempre, se le iba desnivelando el presupuesto mucho más
+de lo prudente. Apolonio no paraba atención en los descalabros
+económicos mientras su actividad pública, como gallero, le sirviera para
+ensanchar la nombradía; prefería la ruina y la inopia a la oscuridad.
+Todo lo aceptaba con tal de gratificar en alguna medida su vanidad
+inocente, con tal que se le conociese y se hablase de él. Su obsesión
+era aventajar la fama de Belarmino, humillarle algún día.
+
+Belarmino ganaba cada vez más popularidad. En los periódicos se habían
+publicado artículos acerca de él; unos de burla, otros en serio,
+sosteniendo la tesis de que constituía un fenómeno mental, un caso de
+estudio, invitando al director del Hospital-manicomio a que hiciese con
+él experiencias científicas, y proponiendo que cuando muriese no se le
+enterrase sin antes haberle sacado el cerebro, a fin de analizarlo.
+Cuando Belarmino leyó esta halagüeña proposición, se le atragantó la
+saliva; pero se repuso a seguida, sonriendo beatíficamente. Adoptaba la
+propia actitud de indiferencia filosófica hacia las opiniones ajenas,
+mientras él conservase la vida y el pensamiento, como hacia los dolores
+corporales, en habiéndose muerto.
+
+La polémica sobre si Belarmino sabía lo que se decía o, por el
+contrario, hablaba como un papagayo, repitiendo palabras vacías y sin
+trabazón, se enconaba y complicaba más y más, porque nadie había
+allegado todavía prueba concluyente, de una parte ni de otra. El
+Estudiantón no desesperaba de formar el léxico completo belarminiano con
+su correspondencia clara. Tomaba notas sin cesar, había interpretado ya
+bastantes vocablos y entendía el sentido de algunas sentencias; pero
+estos hallazgos fragmentarios no convencían a todos.
+
+Por entonces llegó a Pilares el primer fonógrafo. Lo había traído de
+París, en uno de los periódicos viajes de compras, un quincallero
+apellidado Ortigüela. El mecanismo causó gran sensación. Ortigüela dió
+varias audiciones en casas particulares, en el Casino y en la
+Universidad. Oyéndolo, al Estudiantón se le ocurrió un ingenioso
+proyecto, que comunicó al punto a los belarminianos y antibelarminianos.
+Tratábase, nada menos, que de demostrar inequívocamente si Belarmino
+hablaba un idioma inteligible. Todos aceptaron la presunta demostración.
+El proyecto era el siguiente: Se le pediría a Belarmino que viniese a
+una casa cualquiera y explicase en breves palabras su sistema
+filosófico. Convenientemente encubierto, se le colocaría al lado el
+fonógrafo, y se impresionarían uno o dos cilindros con la disertación de
+Belarmino. Al cabo de un tiempo prudencial, se le diría que estaba de
+paso en Pilares un filósofo forastero, al cual le habían invitado a dar
+una conferencia en el Casino, y si él, Belarmino, quería oírla, puesto
+que era el único filósofo de la localidad, que le colocarían en una
+habitación contigua al salón, detrás de los cortinajes, desde donde
+escuchase sin ser visto. De todas estas diligencias se encargaría
+Escobar, el Estudiantón, por ser con quien Belarmino mostraba mayor
+confianza y estima. Nadie pensó que Belarmino pudiese reconocer su
+propia voz, porque, efectivamente, en aquel aparato todavía
+rudimentario, bien que se distinguiese con claridad las palabras, todas
+las voces sonaban con el mismo timbre homogéneo y ronquecino.
+
+Cuando el Estudiantón requirió a Belarmino a que expusiese su sistema,
+el zapatero replicó con dulce ironía:
+
+--¿Y qué es un sistema? Quizás lo que usted llama sistema no es lo que
+yo llamo sistema. Yo, gracias a Dios, no tengo sistema. Lo que usted
+quiere decir es postema. Tampoco, gracias a Dios, tengo postema.
+
+--Bien, bien, Belarmino; confieso que no le entiendo a usted todavía.
+Por eso, precisamente, no me sacio de oírle, y deseo que usted nos dé
+una especie de abreviado conjunto o resumen de sus ideas. Si yo no le
+entiendo, usted me entiende, porque es bilingüe, y sabe lo que le pido.
+¿Acepta usted?
+
+--Sé lo que me pide, y no tengo inconveniente en aceptar. Pero necesito
+una semana de meditación.
+
+Cumplida la semana, Belarmino se presentó en el lugar designado.
+Dijérase que había pasado, no una semana de meditación, sino muchos
+meses de ayuno; la noble y aguileña faz, tan enjuta, que casi era
+traslúcida; el cuerpecillo, tan reducido y descarnado, que apenas
+gravitaba sobre el suelo. Entró en la habitación sin inmutarse, sin
+mecer una mirada de curiosidad alrededor; se sentó donde le dijeron;
+inclinó la cabeza y habló tenuemente, sin accionar ni mudar de tono;
+concluyó y volvió con la misma serenidad y distracción imperturbables a
+su cuchitril.
+
+Pasaron otras dos semanas. Según lo convenido, fueron dos estudiantes,
+socios también del Casino, a invitar a Belarmino si quería oír, desde un
+escondite, a un filósofo de paso.
+
+--¿De dónde es ese filósofo?--preguntó Belarmino.
+
+--De Kenisberga--respondió uno de los estudiantes, que era muy
+desenvuelto.
+
+--¿Y cómo se llama?
+
+--Cleo de Merode.
+
+--¿Y en qué habla?
+
+--Anda, pues en filósofo. Todos los filósofos hablan una lengua
+especial.
+
+Belarmino quedó pensativo un punto. Que los filósofos hablaban una
+lengua especial, ya lo sabía él; pero le cabía la duda si cada filósofo
+hablaba una lengua distinta, inventada por él mismo, o si todos hablaban
+la misma. Si lo último, entonces los filósofos eran, evidentemente,
+seres privilegiados, que habían llegado a la verdad absoluta por medio
+de la revelación directa.
+
+--¿Irá mucha gente?--preguntó Belarmino.
+
+--Anda; y las señoras más guapas y elegantes de Pilares.
+
+--¿Un filósofo para señoras guapas y elegantes? ¡Bueno será él!--
+exclamó Belarmino, decepcionado.
+
+El despierto estudiante corrigió en un periquete:
+
+--Caprichos de las señoras.... Han oído: un filósofo, y se han dicho,
+pues vamos a verlo; será un bicho raro.
+
+--¡Ah, ya!
+
+--Hay un cuartito que comunica con el salón de actos, desde donde se oye
+todo divinamente. A ese cuartito irán algunas personas que no gustan de
+mezclarse con el público, por razones dignas de respeto; por ejemplo:
+Escobar, el Aligator. ¿Cómo se iba a sentar él, con aquella ropa de
+pordiosero, al lado de las señoras? En suma: que usted viene con
+nosotros.
+
+Belarmino, después de saber que el filósofo hablaría ante señoras, ya no
+tenía interés ninguno en oírle. Pero se dejó llevar, con resignada
+indiferencia.
+
+Toda la tramoya había estado tan hábilmente desarrollada, que Belarmino,
+a pesar de su sagacidad instintiva, no sospechaba ser víctima de un
+engaño.
+
+En el cuartito había unos veinte individuos; los más conspicuos del
+belarminismo y del antibelarminismo. Estaban entornadas las maderas del
+balcón, para que no se introdujese el ruido de la calle. Sentaron a
+Belarmino muy cerca de un gran cortinón de velludo, color oro viejo.
+Belarmino parecía sumido en completa insensibilidad, como amputado del
+mundo de las cosas vivas. Si alguno le cuchicheaba al oído, él no se
+daba por enterado. El Aligator, por su parte, atravesaba una de sus
+crisis galvánicas y se estremecía convulso, dando ya por anticipado que
+la experiencia iba a fracasar. El estudiantillo desenvuelto se acercaba
+de cuando en cuando al cortinón, detrás del cual estaba apercibido el
+fonógrafo; abría una rendija, inmiscuía la nariz, y se volvía a decir:
+«Se va llenando el salón», «ya está lleno», «el filósofo sube al
+estrado», «monsieur Cleo de Merode va a comenzar su conferencia». Oyóse
+el carraspeo del fonógrafo, precursor de la emisión de la palabra. El
+estudiantillo avispado dijo:
+
+--Murmullos de aprobación.
+
+Y a todo esto, Belarmino sin entrar en situación, ausente en remotos
+limbos del pensamiento.
+
+Una voz metálica, ronquecina, nasal, gangosa, de beodo o de fonógrafo,
+rompió a decir: «Está el que come ante el Diccionario, en el tole tole,
+hasta el tas, tas, tas.»
+
+Belarmino, como si le hubieran aplicado una corriente eléctrica, saltó
+sobre el asiento. Palideció mortalmente. En torno a los ojos se le abrió
+ancho y profundo foso de sombra; las pupilas se le desvariaron,
+abrasadas y resplandecientes.
+
+Proseguía la voz, en un curso homogéneo, estridente, seguro, inexorable.
+Belarmino, casi desfallecido sobre el asiento, en arrobo, cara al
+cortinón, con los brazos abiertos, remedaba las imágenes de los santos
+que recibieron la gracia de los estigmas. Jadeaba con desmayo y acopiaba
+sus escasas fuerzas para suspirar de continuo: «Claro, claro; ¿qué duda
+coge?» Luego, con intermitencias, como un reloj arbitrario, producía
+enérgicamente, al concluirse las frases del invisible conferenciante,
+una a manera de rítmica onomatopeya: «tris-tras, tris-tras, tris-tras.»
+Cuando la voz catarrosa e incorpórea dijo, con la frialdad de una
+sentencia fatídica: «El sapo no factura la beligerancia, la inquisición,
+el pongo y quito de los comensales. El sapo rocia con capullos los
+globos y zapadas de los comensales. El sapo prohija el tetraedros. El
+sapo desnuda el tetraedro», Belarmino se oprimió las sienes con las
+manos, echó hacia atrás la cabeza, sacudiéndola con insensato y
+contenido entusiasmo, y murmuró entre dientes, mordiendo las palabras:
+«¡Qué razón tiene! ¡Qué razón tiene!»
+
+Terminó la conferencia. Belarmino se hundió en una especie de marasmo o
+abstracción. El Aligator, triunfante, hacía guiños y visajes,
+preguntando por señas a los otros qué les había parecido la experiencia.
+De los demás, la mayor parte se retorcían, ahogando la risa; algunos
+enarcaban las cejas y fruncían el labio, remisos en aceptar el valor
+probatorio de la anterior experiencia.
+
+Belarmino se incorporó, con las brumas del ensueño desparramadas todavía
+en las pupilas.
+
+--¿Y dicen ustedes--preguntó--que ese filósofo se llama Meo de Clerode?
+
+--Asimismo; Meo de Clerode--respondió, con cara dura, el estudiantino
+desenvuelto.
+
+--Pues es un enormísimo sapo, mucho más grande aún que Salmerón.
+
+Y Belarmino volvió a su cuchitril, cabizbajo y abismado en
+preocupaciones.
+
+--Y ahora, ¿qué dicen ustedes?--preguntó Escobar, en un arrebato
+impropio de su natural modosidad.
+
+--Que nos hemos reído la mar--respondió el estudiantillo desenvuelto.
+
+--Esa es una contestación festiva, y el asunto es serio--replicó
+severamente el Aligator.
+
+--Sin duda--entró a decir un dentista apellidado Yagüe--, ese zapatero
+sabe lo que dice y emplea siempre las mismas palabras para los mismos
+objetos. Esto me parece plenamente probado. Pero se me ocurren dos
+observaciones. Primera: lo que él dice, a su modo, ¿tiene alguna
+importancia; merece tomarse la pena de estudiar su idioma endemoniado,
+para averiguar lo que dice? Segunda: caso que lo que dice es de
+importancia, ¿qué necesidad hay de inventar un idioma ininteligible para
+expresarlo? Deseo que me responda a estas dos observaciones usted, señor
+Escobar, que es persona _périta_.
+
+--Respondo. En cuanto a lo primero, me remito a su juicio de usted. Dice
+usted que yo soy una persona _périta_. ¿Qué quiere usted dar a entender
+con esta palabra?
+
+--Hombre...--tartajeó, turbado, el dentista--, eso la misma palabra lo
+dice.... _Périto_ es el que conoce una cosa.
+
+--Entonces, ¿por qué no dice usted conocedor, como la mayor parte de las
+personas?
+
+--Hombre, me pone usted en un aprieto. _Périto_ es también el que conoce
+mejor una clase de cosas. Yo soy _périto_ en odontología....
+
+--Entonces, ¿por qué no dice usted especialista, como la mayor parte de
+las personas?
+
+--Me envuelve usted, en lugar de aclarar mis dudas. Yo he dicho _périto_
+porque he querido dar a entender varias cosas con una sola palabra.
+
+--Justamente, eso es lo que pretende Belarmino; dar a entender varias
+cosas con una sola palabra. Y como las palabras que él sabía únicamente
+expresaban cada cual una cosa, ha inventado un nuevo idioma en que cada
+palabra indica varias cosas, por lo menos la serie de cosas que
+producen la cosa más particularmente designada por cada palabra.
+
+--Bien; pero no ha contestado aún a mi primera observación.
+
+--Allá voy. Tengo ya reunido un número considerable de vocablos
+belarminianos y entiendo algunas de sus sentencias. Por ejemplo: en la
+conferencia de hoy, la frase «está el que come ante el Diccionario, en
+el tole tole, hasta el tas, tas, tas», significa: «está el hombre ante
+el universo, mientras vive, hasta que muere». Esta es la versión
+literal.
+
+--Bueno; pues esa frase es una perogrullada, y no merece la pena perder
+el tiempo en estudiar el idioma del zapatero, para, en definitiva, venir
+a averiguar eso. ¿De manera que el diccionario es el universo? ¿Y qué
+necesidad hay de mudarle el nombre?
+
+--Perfectamente. Ese es un reparo que cabe oponerlo a los más grandes
+filósofos. Un escritor francés, Stendhal, escribió que él se había
+fatigado con larga asiduidad en desentrañar el sistema de Kant, para
+hallar, al cabo, que no encerraba sino lo que todo el mundo sabe por
+sentido común. Y en cuanto a variar la acepción usual de las palabras,
+le diré a usted que todos los sistemas filosóficos deben comenzar
+necesariamente por esto. Usted cree saber al dedillo lo que significan
+las palabras intuición, idea, espíritu, voluntad, extensión... ¿no es
+verdad?
+
+--Desde luego, para satisfacer las necesidades de mi pensamiento.
+
+--Pues bien; cada una de esas palabras tiene en los diferentes filósofos
+un significado distinto y tal vez opuesto, y todo porque estos filósofos
+querían, lo mismo que usted, satisfacer las necesidades de su
+pensamiento.
+
+--Saco en consecuencia que la filosofía no sirve para nada, como no sea
+para remendar zapatos y andar mal vestido.
+
+--Por lo menos, a Belarmino su filosofía le ha servido para ser un
+santo. En esto estaremos todos conformes.
+
+--Pues para hacerse uno santo--replicó el dentista, con aire avieso,
+pensando que la objeción que ahora se le había ocurrido era
+irrefutable--no es menester inventar un idioma distinto e ininteligible.
+
+--Los santos--respondió el Aligator--, oralmente y en acción, hablan un
+idioma distinto, que no entienden los que no son santos. Cada hombre que
+es una cosa de veras, habla un idioma distinto, que no entiende el que
+no es esa cosa, porque tienen alma distinta. El chalán habla su idioma,
+el contrabandista el suyo, el suyo también el político, y el artista, y
+el ferretero, y el soldado y el dentista. El mundo es como una gran
+lonja, llena de sordos que aspiran a verificar sus transacciones; todos
+gritan; hay un horrendo rebullicio; pero como no se oyen los unos a los
+otros, no se concluye ningún trato.
+
+Cuando hubo salido el Aligator, el estudiantillo travieso declaró en
+voz alta lo que todos pensaban para sí:
+
+--Ese hombre desarrapado está tan loco como el zapatero.
+
+Pero en el aire quedaba flotando una verdad difusa y pesada: que Escobar
+había triunfado; que Belarmino hablaba un idioma inteligible para él y
+un tanto para Escobar, y que uno y otro eran personas de especie
+distinta y acaso de naturaleza superior.
+
+A oídos de Apolonio llegaron las nuevas de lo sucedido. La envidia es
+clarividente; pero mira con vidrios de aumento. Apolonio valoró
+clarividentemente el suceso como un triunfo de Belarmino, pero dándole
+proporciones desmedidas. Para Apolonio, aquello había sido la
+consagración suprema de Belarmino como filósofo, y que de allí al
+acatamiento universal no había más que un paso. Apolonio paseaba,
+nervioso y tremante, zapatería arriba, zapatería abajo, erguida la
+cresta, amenazador continente, transido de funesta cólera. No le faltaba
+sino que le nacieran espolones. No podía resignarse a la humillación.
+Era imprescindible y apremiante demostrar al mundo que su cerebro
+aventajaba en altitud al de Belarmino, como el cedro al hisopo. En esto
+entró Novillo.
+
+--¿Qué le ocurre a usted, amigo Apolonio? Parece usted febril.
+
+--Don Anselmo, yo le digo: ya la ocasión es llegada que me cumpla como
+amigo una promesa sagrada.
+
+--A ver, a ver....
+
+--En esta zapatería, y lo juro por mi dama, me prometió usté que haría
+que me estrenasen el drama.
+
+--Y sostengo la promesa. Pero es el caso que no ha venido ninguna
+compañía dramática.
+
+--A pesar de los pesares, el tiempo corre que vuela. Ahora hay una aquí,
+en Pilares.
+
+--Cierto; pero es de zarzuela.--Novillo ya replicaba en verso.
+
+Apolonio respondió que a él no le importaba. La cuestión era que le
+estrenasen el drama. El señor Novillo, como presidente de la Junta de
+abonados, lo podía exigir. Novillo prometió que lo exigiría. Llevó
+consigo el mamotreto, debajo del brazo, y aquella noche, en un
+entreacto, entre _El monaguillo_ y _Las campanadas_, fué al cuarto del
+bufo Celemín, director y primer actor de la compañía, y le dijo, a
+tiempo que le entregaba el manuscrito:
+
+--Es preciso que se estrene esta obra. Los abonados lo exigimos. Es de
+un autor de la localidad. Se trata de un drama, pero la compañía puede
+representarlo lo mismo.
+
+Celemín se quedó con la obra para leerla y dar respuesta cumplida al
+día siguiente. Espíritu superficial, como todos los hombres consagrados
+exclusivamente a dar que reír a los demás, Celemín vió al punto que la
+obra, representada convenientemente en tono de farsa, sería el mayor
+éxito de risa. Al siguiente día dijo a Novillo que la obra se pondría
+inmediatamente en ensayo.
+
+Apolonio se hinchó hasta un punto inverosímil e incompatible con la
+elasticidad de la piel humana. Asistía a los ensayos, como Dios a la
+obra cotidiana y turbia de la creación, con aparente inconsciencia.
+Dejaba hacer a Celemín, como Dios deja hacer a los déspotas y tiranos,
+sabiendo que la voluntad y autoridad de ellos son inútiles, y que la
+providencia, el designio providente del autor, reside dentro de cada uno
+de los personajes que juegan el drama, a modo de ley fatal o ineluctable
+norma de acción.
+
+A todo esto, instigada por el malicioso Celemín, había cundido por todo
+Pilares la voz de que se correría la gran juerga el día del estreno. Y
+llegó la sonada ocasión.
+
+Muchedumbre de estudiantes estaban distribuídos en localidades
+estratégicas. Llevaban coronas de cebollas, ajos, puerros y otras
+hortalizas de aroma desagradable y violento; dos lechuzas, varios
+muciérlagos y otros avechuchos temerosos y repulsivos, a fin de arrojar
+las coronas sobre el autor y soltar sobre la sala las nocturnas aves, en
+la coyuntura propicia.
+
+Los estudiantes habían determinado que lo más divertido era fingir
+grandes extremos de entusiasmo. Desde los primeros versos comenzaron a
+aplaudir catastróficamente. Apolonio, entre bastidores, escuchando el
+estruendo, se cernía serenamente sobre los aplausos, como Zeus olímpico
+sobre los truenos.
+
+El malicioso Celemín había preparado varios trucos grotescos. Había
+vestido a los actores de mamarrachos, con percalinas chillonas. Cada vez
+que salía uno, estallaba un escándalo de risas y palmoteos. En el acto
+segundo había un desafío entre el Señor de Oña y Estoiquiz, el tuerto,
+Señor de Orduña. Celemín dispuso el desafío de manera que uno de los
+combatientes diera la espalda al foro y el otro al público, y arregló,
+por medio de ingenioso expediente, los calzones del que daba la espalda
+al público, para que en un momento dado se le descosiesen por la parte
+más prominente y rotunda y dejasen al aire ciertas interioridades. Y así
+fué. Cuando se abrió el pantalón, resonó un aplauso cerrado. En
+haciéndose el silencio, un escudero, que presenciaba el desafío, gritó:
+
+¡Aquí! ¡Ayuda a mi Señor!
+Traigan en seguida un mulo;
+que se le está viendo el dolor,
+a pesar del disimulo.
+
+No pudo el escudero concluir la cuarteta, porque antes de acabar el
+tercer verso, el coro de estudiantes interrumpió, ingiriendo un
+consonante de su cosecha. A la segunda vez, el escudero dijo la
+cuarteta de corrido.
+
+¡Bien calculó el maligno Celemín lo que había de ocurrir, y cómo la
+caballeresca escena cambiaba de carácter y adquiría torpe sentido con
+sólo disponer los combatientes en la forma antedicha y rasgar
+oportunamente la trasera de unos gregüescos! Las más sublimes escenas de
+Shakespeare se hubieran descompuesto en esta piedra de toque.
+
+En el tercer acto, un personaje decía:
+
+ Para conquistar a Orduña,
+ aunque con gente bisoña,
+ no faltó al Señor de Oña
+ sino el negro de una uña.
+
+Insistentes aplausos obligaron a recitar media docena de veces la
+anterior cuarteta, y después requirieron al autor que saliese al
+proscenio. Cuando Apolonio progresaba hacia las candilejas, doblando a
+tiempo la espina, pero sin perder, no obstante, su maravillosa
+prestancia y pontificia dignidad, una voz emitió clamorosa solicitud:
+«¡Que nos enseñe el negro de la uña...!» Truculentos aplausos. La voz
+pertenecía a un estudiante de veterinaria; pero Apolonio, sonriendo por
+dentro con fruición, pensó: «Eres Belarmino, el reptil. Bien conozco tu
+silbo venenoso. Los aplausos efusivos que han asfixiado tu glosa
+intempestiva, sírvante de lección y correctivo. Esta noche, el dolor de
+mi triunfo te asesina. ¡Muérete, muérete, miserable!» Dígase, en honor
+de la verdad, que en aquellos mismos instantes, Belarmino, el reptil,
+practicaba peregrinos arpegios con su silbo, pero era en el lecho,
+durmiendo y roncando a pierna suelta, a par de Xuantipa, y soñando que
+sostenía un coloquio exquisito, sentados entrambos sobre las nubes, con
+Meo de Clerode, el distinguido filósofo de Kenisberga.
+
+Al concluir el drama, aclamaciones y ovaciones levantaban humo.
+Apolonio, frente a la concha del apuntador, recibía el homenaje de la
+multitud, henchido de vanagloria, pero indiferente en el gesto. Cayeron
+a sus pies varias coronas de cebollas, ajos y puerros, adornadas con
+cintas de colorines. Él las recogió y aceptó, antes con resignada
+benignidad que con solicitud y apresuramiento, figurándose, porque no se
+había dignado mirarlas detenidamente, que estaban formadas con
+tubérculos de plantas odoríferas. Y en este momento, los estudiantes
+dieron suelta a las repulsivas aves nocturnas, las cuales, deslumbradas
+con la luz del petróleo, revoloteaban de uno a otro lado, chocando en el
+rostro de los espectadores. Inenarrable tremolina. Las señoras lanzaban
+alaridos de parturienta; de parturienta, sí; pues dos señoras, que se
+hallaban encintas, abortaron; lo mismo que sucedía con las tragedias de
+Esquilo.
+
+Apolonio, con aquella su portentosa ineptitud para percibir la realidad
+externa, volvió a su casa convencido de que no había habido, en los
+anales de la dramaturgia, triunfo como el suyo. Ya en calzoncillos,
+antes de sepultarse en el camastro, dijo entre sí, fijando el dedo
+índice en medio de las cejas: «El derrotero está trazado. De aquí en
+adelante, mi ocupación preferente será dar forma poética a los dramas
+que se agitan aquí.» Consecuencia de tan hermosa determinación: que
+comenzó a descuidar el negocio zapateril, a cumplir mal con la
+clientela, a enajenársela poco a poco, porque, acosado por las deudas, a
+causa de las pérdidas en el reñidero de gallos, acosaba él a su vez a
+los parroquianos, intentando en ocasiones, por descuido y olvido,
+cobrarles dos veces la misma factura.
+
+Fué por entonces cuando Martínez, antiguo oficial de Belarmino, abrió,
+en la Rúa Ruera, hacia la cual parecían sentir querencia todos los
+zapateros, un establecimiento de calzado mecánico, «La Solidez», con
+género de Mallorca, de Almansa, de Barcelona, y anunciaba una remesa de
+los Estados Unidos.
+
+Apolonio consideraba un par de botas como una obra de arte, no de otra
+suerte que los príncipes del Renacimiento consideraban un libro como una
+obra de arte. Para aquellos exigentes catadores de Belleza, un libro,
+aunque en sus partes secundarias se emplease con tiento el troquel,
+debía estar escrito a mano, aforrado en telas ricas y sellado con
+joyeles a guisa de broches. Para Apolonio, un par de botas, aunque la
+máquina interviniese en algunas costuras accesorias, debía estar, en sus
+articulaciones esenciales, cosido a mano. Cuando los emisarios del
+cardenal Besarión vieron en casa de Constantino Lascaris el primer libro
+impreso, burláronse riendo de la estúpida invención, y dijeron: «Entre
+los bárbaros tenía que nacer la ocurrencia, y en una villa de Alemania.
+Federico de Urbino se hubiera cubierto de rubor y vergüenza si poseyese
+un libro tan feo como éste.» Cuando Apolonio vió el primer par de
+calzado yanqui, exclamó: «Esta es invención de salvajes. Prefiero la
+alpargata, que al menos está hecha a mano. Esa nueva tienda debe
+llamarse _La Estolidez_, en lugar de _La Solidez_.» Y aventuró esta
+profecía, que hasta ahora ha resultado válida: «La base de la zapatería
+de lujo es y será siempre el cosido a mano.» Pero no se le ocultaba a
+Apolonio que «La Solidez» o «Estolidez» le amenazaba con una
+competencia, quizá ruinosa.
+
+Martínez llenaba las planas de los periódicos con llamativos reclamos,
+cosa que Apolonio consideraba indigna del arte verdadero. Además,
+Martínez, que representaba la ciencia pura y la aplicada, había
+inventado una crema para dar lustre, «la crema Zenitram», anagrama
+obtenido con el apellido del inventor, colocando en orden inverso las
+letras. En uno de sus reclamos periodísticos, el dueño de «La Solidez»
+anunciaba: «Todas las cremas conocidas hasta el día están compuestas
+conforme a las fórmulas siguientes:
+
+ Aceite de ballena, blanco o rubio.. 45 partes.
+ Aceite de linaza .................. 30 »
+ Sebo .............................. 20 »
+ Materia colorante ................. 3 a 5 »
+ Cera blanca ....................... 2 »
+ Alcohol ........................... 2 »
+
+Y daba hasta otras ocho fórmulas. Proseguía: «En el establecimiento _La
+Solidez_, del conocido industrial Claudio Martínez, hay quinientas
+pesetas, ¡quinientas pesetas!, a la disposición de quien demuestre que
+alguna de las cremas conocidas en el mercado no están compuestas
+conforme a ninguna de las fórmulas anteriores, y otras quinientas,
+¡mil!, a quien pruebe que la _crema Zenitram_ no es distinta ni superior
+a las otras cremas. Con la _crema Zenitram_, el calzado se mantiene
+fresco y lucido eternamente. Invitamos a los competidores a que ganen
+las mil pesetas rebatiendo nuestro aserto.»
+
+Un día entró la duquesa de Somavia en la zapatería de Apolonio, y le
+habló así, reservadamente:
+
+--En la carta que mi hermano Deusdedit me escribió antes de morir, y ya
+hace de esto nueve años, me decía que eras un ganso. No aprietes las
+cejas.... Ya sé que eres un artista; pero eso no impide que seas también
+un ganso. Mira, Apolonio; vivimos en tiempos de negociantes, y no de
+artes ni de filosofías; en tiempo de Martineces, y no de Apolonios y
+Belarminos. Belarmino, ahí está de remendón. Sé, por fuente fidedigna,
+que vas mal. A ti te pasará lo que a Belarmino, si no afilas la uña y te
+sacudes la mangana y la sandez. Soy amiga del hablar claro. Despierta o,
+desde luego, te auguro que terminaréis, Belarmino y tú, en un asilo de
+caridad.
+
+
+
+
+CAPÍTULO VI.
+
+EL DRAMA Y LA FILOSOFÍA.
+
+
+Es tradición milenaria que en el equinoccio de septiembre el seráfico y
+mansueto pastor San Francisco se siente malhumorado por una vez;
+descíñese el cordón, lo blande sobre el cielo a guisa de honda, acuden
+los rebaños de nubes, revientan los odres donde se guardan los vientos,
+rómpense las esclusas de las aguas celestes, se embravecen los mares,
+zozobran las barcas pescadoras, huyen las aves trashumantes, corren las
+bestias a sus cubiles, guarécense los hombres en el hogar y el corazón
+se empapa en una tristeza que es como el llanto de las cosas
+perecederas.
+
+Llevaba ya lloviendo un cuarto de luna. Entre el bosque innumerable de
+menudos y apretados chorros de agua, desde la tierra al cielo, y cuya
+tupida y abovedada ramazón eran las nubes grises y cárdenas, el
+tembloroso lamento de las campanas basilicales se extraviaba y
+desfallecía.
+
+Era un domingo, noche ya. Apolonio mensuraba la longitud y la latitud
+del comedor, paseando y sollozando el «Spirto gentil», de _La favorita_.
+Con el ímpetu ascendente del musical deliquio, las pupilas habían subido
+a escondérsele detrás de las bambalinas de los párpados superiores;
+mostraba unos ojos blancos como los de las estatuas antiguas, y el alma
+en blanco también, al modo de página virginal que espera recibir con
+trazo indeleble los conceptos más sublimes. Apolonio, en aquellos
+instantes, flotaba sobre la tristeza del mundo y sobre las nubes
+luctuosas, como el espíritu melodioso de Jehová sobre el caos primieval.
+
+--Señorito, que las alubias se pasan--rezongó con acritud la asistenta,
+asomando el morro por una puerta--. Son ya las diez de la noche.
+
+--¿Qué habla usted ahí, incivil criatura?--replicó Apolonio, con
+sobresalto.
+
+--Digo que son las diez, y que si se cena hoy....
+
+--No se cena hasta que no venga don Pedrito.
+
+--Pero es que don Pedrito no cena hoy en casa.
+
+--¿Quién se lo ha dicho a usted?
+
+--Mira qué caracho, él mismo; y ainda mais le dejó a usté una carta.
+
+--¿Una carta? ¿Dónde está esa carta?
+
+--Delante de sus mesmas narices, en la mesa y sobre su plato.
+
+Apolonio leyó la carta. Decía: «Padre, perdón. No he nacido para cura.
+Me voy con la mujer a quien adoro. Nos casaremos, y confío que, _a
+pesar de todo_, usted bendecirá nuestra unión.--_Pedro_.»
+
+Y ahora sí que Apolonio quedó como una estatua, no ya en los ojos, sino
+en todos sus miembros, y con el alma pálida y vacía. Cuando al fin le
+volvió la sangre a circular, dijo a la fámula:
+
+--No se cena hoy. Tú puedes marchar ya a tu casa. Dame el impermeable.
+
+Se dirigió a casa de la duquesa de Somavia, que había vuelto el día
+anterior a Pilares, huyendo de la inclemencia, melancolía y tedio de la
+aldea. Llevaba la carta en la mano, sin protegerla de la lluvia.
+
+--¿Qué te sucede, Apolonio?--preguntó la duquesa, alarmada ante aquel
+hombre como de piedra--. ¿La catástrofe, la quiebra, el embargo? Me lo
+presumía.
+
+--¡Pluguiera a Dios!--murmuró cavernoso Apolonio. Y tendió la carta.
+
+--Chico, este papel es una sopa. Se ha corrido la letra y no puedo leer.
+
+--¡Pluguiera a Dios cegarme, antes de haberla yo leído! Pero ya, ¿qué he
+de hacer? ¡Ah! Resignarme y perdonar la mano que me ha herido. Apuraré
+esta copa hasta las heces, y leeré la carta por dos veces.
+
+Y leyó la carta a la duquesa. En el fondo, tan en el fondo que ni él
+mismo se daba cuenta, Apolonio se sentía orgullosísimo, creyéndose en
+aquellos momentos un personaje trágico de verdad e imaginando inspirar a
+la duquesa fuerte interés patético.
+
+--¡Bah! Temí, al verte, que se trataba de algo grave. Siéntate. Aunque
+hay que resolver de prisa, para resolver de prisa hay que pensar
+despacio. Siéntate.
+
+«Siéntate»; que fué lo que le dijo Napoleón a la reina de Prusia, en
+ocasión que la soberana, por conseguir un tratado menos infamante, quiso
+conmover al corso, representándole una escena dolorosa y teatral.
+
+Bien sabía Apolonio que la tragedia exige hablar en pie y con coturno.
+Al sentarse, comprendió que estaba peor que en ridículo, humillado, como
+un ídolo al que derriban. Dejó caer la cabeza, vergonzoso.
+
+--Vamos por partes. Tú, de seguro, no sabes quién es la mujer a quien
+adora el desmandado don Pedrito.--Apolonio denegó con la cabeza.--¿Qué
+has de saber tú, si no vives en la tierra? Ni sospecha tendrás.--Nueva
+denegación.--Pues chico, te lo voy a decir yo: es la hija de Belarmino.
+
+--¡Eso no, eso no! Antes la muerte--rugió Apolonio, poniéndose en pie,
+ahora realmente enfurecido--.Yo ya estaba dispuesto a perdonar, a
+bendecir. Hasta pensaba en los nietecitos.... Pero eso, ¡jamás!
+
+--A buena parte vas.... Que ya pensabas en los nietos, en seguida te lo
+calé. Pero, siéntate. Claro que no sabes ni sospechas cómo, cuándo, a
+qué hora y por dónde se han fugado, ni se te ocurre el medio de
+averiguarlo.--Denegación muda.--De modo que yo soy quien tengo que
+hacerlo todo. Discurramos con calma. Que Angustias es la raptada, no me
+cabe duda. Sé que al pícaro don Pedrito le gustaba la niña, que se veían
+a menudo en vacaciones, y hasta que le escribía desde el Seminario;
+pero, la verdad, no creí que iba a perder el sentido hasta ese punto.
+¡Cosas de chicos! ¿Quién les pudo ayudar en la fuga? A mí no se me
+ocurre sino una persona: Felicita, la Consumida.
+
+--¡Infame alcahueta!
+
+--No digas palabras malsonantes. Eso de la alcahuetería es cosa muy
+relativa. Todas las mujeres, en llegando a cierta edad, si son amorosas
+todavía, como no están en sazón de que las amen y ellas no aciertan a
+vivir sino en la atmósfera del amor, se perecen por proteger y concertar
+amores ajenos. Es una debilidad disculpable, y más en el caso de
+Felicita, que, aunque acecinada, ama, la aman, pero no se le logra la
+satisfacción de sus deseos. Angustias iba a cada paso de visita a casa
+de la solterona, y, si no iba, la solterona enviaba a buscarla. Es
+público en la calle. Tu hijo iba de visita a casa de la solterona.
+¿Tampoco sabías eso?--Negativa muda.--Pues, átame esos cabos. La idea de
+la fuga ha sido inspirada, alentada y en resolución favorecida por la
+solterona. Ella lo sabe todo. ¿Cómo sacárselo? Antes de responder, es
+preciso que declares cuál es tu propósito y voluntad. Si te avienes con
+lo ocurrido, y consientes en el matrimonio.
+
+--¡Jamás! ¡Jamás! ¡Jamás!--interrumpió Apolonio, poniéndose en pie.
+
+--Siéntate, hombre, siéntate. Soy de tu opinión. El alocado don Pedrito
+tiene por delante un hermoso porvenir. Sería una estupidez echarlo a
+rodar de esa manera. ¿Qué iba a hacer él, sin oficio ni beneficio,
+casado con una pitusa, hija de un remendón que no tiene sobre qué caerse
+muerto? Yo no podría aprobar semejante desatino. Queda la cuestión de
+conciencia, la moral. Yo me río de lo que la gente suele entender por
+moral. Eso de la moral debe de ser cosa de herencia, como la escrófula y
+el herpetismo; yo, por más que me palpo, no encuentro haber recibido con
+la sangre de mis antepasados esa moral gazmoña de que otros hacen gala.
+Reconozco que la chica va a quedar en situación molesta por algún
+tiempo, ante los ojos de la gente. Pero vendrá el olvido, y vendrá muy
+pronto. El tiempo borra más de prisa los surcos de la memoria que las
+cicatrices de la carne. Si vamos a medir con cuidado, más pierde tu hijo
+en su reputación que la hija de Belarmino en la suya. Pero existe una
+consideración, de la cual debemos hacernos cargo. Impidiendo el
+matrimonio, ¿decretamos que Angustias sea una desgraciada? Yo digo que
+no; eso es pan de todos los días. Sobre todo, si es desgraciada será por
+culpa suya, por no tomar la cosa naturalmente. Pero, aun así y todo,
+estoy convencida que mucho más desgraciada sería casándose en tales
+circunstancias, y que diría infinitas más veces: «¿por qué me habré
+casado?», de las que ha de decir: «¿por qué estorbaron que me casase?»
+Con eso, mi conciencia se queda tranquila, y no tengo inconveniente en
+desbaratar ese desatentado casorio. Ahora vamos a sacar a Felicita
+todas las noticias necesarias. Hemos discurrido despacio, y es ya tiempo
+de proceder de prisa.
+
+La duquesa tiró de un cordón de la campanilla y movilizó la servidumbre.
+A un criado le ordenó que enganchasen al punto el landó, para ir de
+jornada, quizá toda la noche; a otro le envió a la fonda del señor
+Novillo a buscarle, que viniese apercibido con saco de viaje, a fin de
+ponerse sin dilación en camino (la duquesa sabía que Novillo era hombre
+inútil si no llevaba consigo los tintes y adobes de tocador); a Patón le
+dijo que se vistiese; a otro criado le pidió recado de escribir, y en
+escribiendo una esquela sucinta (decía: «Muy señora mía: por informes
+indubitables y reservados, sé que no es usted ajena a la fuga de Pedrito
+Caramanzana y la hija de Belarmino. Don Anselmo Novillo sale ahora mismo
+a la captura de los prófugos. No dudamos que usted nos proporcionará los
+detalles imprescindibles. Si usted, debido a otras preocupaciones, no
+recordase estos pormenores que necesitarnos, tendremos sumo gusto en
+requerir al juzgado para que, sin pérdida de momento, le refresque a
+usted la memoria. Suya afectísima, _Beatriz, duquesa de Somavia»_), le
+despachó con la misiva a casa de Felicita. Este criado volvió antes que
+ningún otro, con la respuesta. Estaba escrita con letra vacilante y
+temblona, y rezaba: «Ilustre señora: Pedrito y Augustias salieron en un
+coche para Inhiesta, a las cinco de la tarde de hoy. Se idolatran.
+Quieren casarse. Yo creí ejecutar una acción generosa ayudándoles.
+Llevan cincuenta duros que les presté; y no es que los reclame.
+Perdónelos y perdóneme, si nos equivocamos, por haber amado tanto. Su
+sierva, _Felicita Quemada_.»
+
+--¡Qué tía chiflada!--exclamó la duquesa--.Ese Cupido es el gran
+enredador. Si yo pudiese, hacía con él lo que se hace con los gatos y
+con los bueyes....--Y soltó un ajo enérgico.
+
+Llegó Novillo cuando la duquesa se hallaba en aquella disposición
+antitaurina y antiamorosa; llegó el criado anunciando que el coche
+estaba dispuesto; llegó Patón, vestido de jornada, con botas altas y
+capote.
+
+--¿Qué dispone mi señora?--preguntó Novillo, inclinándose
+ceremoniosamente, en la mano un saquito que contenía impenetrables
+secretos de alquimia cosmética.
+
+--¿Que qué dispongo? Estaba diciendo que si de mí dependiera, dispondría
+que no hubiese más novillos y todos fuesen bueyes; son más útiles a la
+agricultura. No pongas en vibración el hocico. No había reparado que te
+apellidas Novillo. No se trata de una alusión personal, sino de una
+apreciación de orden general. Tú eres un novillo inofensivo y adorable.
+Y ahora, en marcha a Inhiesta.
+
+Iréis, Apolonio, como padre, y Novillo, en representación de mi
+autoridad. Como el don Pedrito es mozo de empuje y más fuerte que
+vosotros dos, y además, se hallará demasiado encalabrinado y consentido
+para que le separen del pesebre cuando apenas se ha acercado a él, con
+vosotros va Patón, que es más bruto que un mulo, y le sujetará si se
+desmanda. Conque derechos a Inhiesta, y me traéis aquí al fugitivo; yo
+le tendré a buen recaudo los pocos días que restan hasta que comience el
+curso en el Seminario. Y, cuidado, Apolonio; nada de amonestaciones ni
+reprimendas. Eso me toca a mí. Andando, antes que los fugitivos tomen el
+tren que pasa mañana por Inhiesta.
+
+Partió la cuadrilla, como dispuso la duquesa. Llovía, llovía. En el
+pescante iban el cochero y Patón. Dentro, Novillo y Apolonio, tiesos,
+sin cambiar palabra, como dos fetiches llevados a extender el culto a
+nuevos territorios. Así transcurrió una hora; una hora prolongada,
+estirada, adelgazada en una hebra interminable y perezosa, como si
+estuviese hilada con ritmo lentísimo por las yemas de unos dedos rígidos
+y entumecidos: los cascabeles de las yeguas. Tras, tras, tras, sonaban
+los cascabeles, con lento giro, consumiendo en forma de hilo moroso la
+abultada y sucia madeja de las horas nocturnas, que forzosamente había
+que hilar y devanar.
+
+Después de lo que Apolonio calculó como una eternidad de silencio, se
+atrevió a decir:
+
+--No conozco la topografía de la provincia, porque no soy indígena.
+Ignoro a que distancia está Inhiesta.
+
+Novillo sacó el reloj y encendió un mixto.
+
+--Son las doce. Llegaremos a Inhiesta a las siete de la mañana.
+
+--Tan lejos.... Pues es cosa que nos acomodemos para descabezar un sueño.
+
+--Estoy inquieto, amigo Apolonio. La humedad y el frío me sientan
+malísimamente. He olvidado traer una manta de viaje. Pero, ¿qué le hemos
+de hacer? Procuremos dormir.
+
+Novillo, a tientas, abrió el maletín; extrajo de él un tarro que había
+sido de aceitunas y que estaba lleno de agua clara; se sacó con disimulo
+la dentadura postiza y la metió en el tarro. No podía dormirse con
+aquellos dientes ajenos, porque le mordían, a pesar suyo, la lengua,
+como si el antiguo propietario viniese, a favor de las tinieblas del
+sueño, a vengarse del macabro usufructo. Es decir, Novillo se figuraba
+que, así como los pelos de su peluquín pertenecían, sin duda, a un
+difunto, que otro tanto acontecía con los dientes. A veces, bajo el
+influjo de una gran contrariedad, o acongojado por la timidez amorosa,
+estaba cierto, puesto que recibía la sensación, de que se le erizaban
+los cabellos del peluquín. ¿Qué podía ser esto, sino que el espíritu del
+difunto montaba en cólera contra el profanador de sus restos mortales?
+Pero Novillo, con ánimo decidido y corazón entero, afrontaba estas
+escalofriantes escaramuzas con lo sobrenatural y suprasensible, con tal
+de no aparecer calvo y desdentado a los ojos de Felicita.
+
+Despojóse Novillo también del peluquín; extendió por la cara un
+«Ungüento pompeyano», para preservar la piel sin arrugas, y se dispuso a
+dormitar. Adormiláronse Apolonio y Novillo sobre el traqueteo y el
+cascabeleo. Despertóles un silencio, como si de un tirón les hubiesen
+arrancado la almohada.
+
+--¿Qué pasa, que se ha parado el coche?--preguntaron entrambos a la vez,
+y tendieron el oído.
+
+--¿Quién eres, chacho?--gritaba el cochero.
+
+--Soy Celesto, el zagal de Cachán--respondió una voz. Este Celesto había
+sido oficial de Belarmino años atrás.
+
+--¿De dónde vienes, hom?
+
+--De Inhiesta.
+
+--¿A quién llevaste?
+
+--A dos amigos míos.
+
+--¿Puede saberse quiénes son?
+
+--No se puede saber. Conque adiós, y arrea palante.
+
+Y oyóse un revuelo de cascabeles, que se dividían en dos bandadas, y
+cada cual volaba en dirección opuesta. Novillo y Apolonio recobraron la
+almohada de ruidos y vaivenes, y se adormecieron de nuevo. El primero en
+despertar fué Novillo. La luz de la mañana se desleía ya en el agua
+turbia de la lluvia. Novillo, antes que Apolonio despertase, retrajo a
+su lugar correspondiente las apócrifas excrecencias capilares y óseas.
+Un escalofrío se le difundió entre cuero y carne: «Malo--pensó--; he
+cogido un resfriado. Tanto como me afectan....» Estornudó, y al ruido del
+estornudo Apolonio abrió los ojos.
+
+Llegaron a Inhiesta a las ocho de la mañana, y detuvieron el carruaje en
+la única posada del pueblo.
+
+--Esos palomos estarán en lo mejor del sueño--dijo Novillo--. Se me
+parte el corazón, considerando que tengo que cortar un idilio en flor.
+Pero yo no soy la voluntad; soy el brazo que ejecuta. Hay que concluir
+cuanto antes y volver a Pilares sin tardanza. Yo acabo de atrapar un
+resfriado y no quiero que pase a mayores.
+
+Una criada de la hospedería, acompañada de Patón, subió al cuarto de los
+novios. Llamó en la puerta con los nudillos.
+
+--¿Quién va?--preguntó el seminarista.
+
+--Señorito; alguien le espera abajo.
+
+--Que espere; yo no bajo.
+
+La criada insistió. Después de un rato, el seminarista, a medio vestir,
+salió a la puerta, a fin de despedir airadamente a la criada. Patón lo
+trincó, le tapó la boca, y, en vilo, lo bajó y lo metió en el coche.
+Novillo pagó la cuenta a la posadera; y no hubo más. Arriba esperaba
+Angustias. Apolonio no quería pensar en ella. Novillo, con su resfriado,
+no podía pensar en ella.
+
+A las cinco de la tarde, la cuadrilla cazadora, con el cautivo, estaban
+de vuelta en el palacio de Somavia. Novillo fué derecho a su fonda, con
+un fuerte dolor de costado. La duquesa hizo encerrar al seminarista,
+diciéndole previamente con cierto dejo irónico:
+
+--Aquí te estarás a buen recaudo, hasta que comience el curso. Medita,
+hijo, medita, en quietud y a la sombra, la burrada que ibas a cometer,
+dejando el servicio de Dios y su pingüe soldada, por el servicio de una
+criatura mortal, hija de un zapatero remendón, que ni tú ni ella tenéis
+para llevaros un mendrugo a la boca.
+
+Don Pedrito, deshecho en amargura, se atrevió a murmurar:
+
+--Pero en el Seminario no querrán admitirme.
+
+«Vaya con el monigote--pensó la duquesa--. Eso no se me había ocurrido a
+mí. ¿Que no te admitirán? Te admitirán, o yo no soy Beatriz Valdedulla.»
+Avisó que no desenganchasen el coche, y se hizo conducir al palacio
+episcopal. Al llegar la duquesa a la portalada, salía el Padre Alesón.
+«Esos mastuerzos se me han adelantado.»
+
+Se le habían, en efecto, adelantado los Padres dominicos, a cuya Orden
+pertenecía el obispo.
+
+--Pero a mí no se me encoge el ombligo--murmuró en voz audible la
+duquesa, según subía las escaleras, par a par de un familiar de Su
+Ilustrísima, clérigo bisoño y doliente, el cual, oyendo esta expresión
+extraña y para él inexplicable, fué víctima de un ataque de turbación
+tan intenso, que tropezó en un peldaño y a poco cae de bruces.
+
+«¿Qué habrá pasado aquí? ¿De qué talante encontraré a ese Facundo, tan
+estrecho, el infeliz, de mollera?»
+
+Angustias, al huir, no atreviéndose a dejar cuenta de sí a Xuantipa, por
+temor, ni a Belarmino, por amor, había usado de subterfugio y largo
+rodeo, adoctrinada por Felicita. El día de la fuga, Angustias dijo a
+Belarmino y Xuantipa que cenaría con la solterona y se quedaría en su
+casa a dormir, como otras noches. A la mañana siguiente, el Padre
+Alesón, sin saber cómo ni de dónde, recibía un anónimo, escrito en
+caracteres que simulaban letra de imprenta. El anónimo era creación
+literaria de Felicita; pintaba, con recargada sensiblería, los amores
+desgraciados de don Pedrito y Angustias, hasta el instante en que la
+pasión avasalladora les arrebataba en un torbellino y les impelía al
+rapto; refería que unos perseguidores desalmados iban a los alcances de
+los amantes evadidos, con propósito de destruir su felicidad; esbozaba,
+con trazos al carbón, el cuadro venidero de una doncella sin honor, de
+todos despreciada, y de un sacerdote indigno, caso que no se les
+permitiese casarse; y, por epílogo, suplicaba de los Padre dominicos y
+de los marqueses de San Madrigal que intercediesen con el obispo, con el
+cual tenían notorio metimiento, para que obligase al descarriado
+seminarista a cumplir como hombre cabal con la chica. Un sacudimiento
+vertiginoso y profundo, a modo de terremoto, recorrió la vasta humanidad
+del Padre Alesón. Angustias era algo de la casa; vivía a la sombra de la
+robusta Orden dominicana, como las rosas a la sombra de los cipreses, en
+los claustros conventuales. Las órdenes religiosas conservan la
+clausura, ese fuero interno de paz egoísta, muro defensivo, inexpugnable
+fortaleza; gozaron un tiempo el sagrado derecho de asilo, que era como
+el foso exterior de la clausura, universalmente respetado, y no se
+resignan a reconocer que lo han perdido, que ya no son inviolables
+cuantos se acogen a su protección y amparo. Para el Padre Alesón no
+tanto había sido raptada Angustias cuanto la Orden de Santo Domingo; y,
+más señaladamente, los miembros de la residencia pilarense habían sido
+violados y escarnecidos. Se imponía la justa sanción, la reparación
+adecuada, que no podía ser otra sino que don Pedrito perdiera la carrera
+y se casase con Angustias. El voluminoso dominico, con el anónimo de
+manifiesto, fué a ver a don Restituto y doña Basilisa, que, en su
+sentir, también habían padecido una pequeña violación. Los señores de
+Neira habían hecho poderosas dádivas a la diócesis, y el obispo les
+estaba obligado. De común acuerdo, el matrimonio y el fraile
+determinaron pedir al obispo, con humildad, pero con energía, que
+obligase al seminarista a cumplir la ley de Dios y la ley de los
+hombres. Hasta la hora de comer, Belarmino y Xuantipa no supieron nada
+de la fuga. Xuantipa, que se había convertido en una beata rabiosa,
+venía de pasar tres horas en la iglesia de San Tirso. El Padre Alesón
+les contó el suceso y les infundió esperanza en el desenlace feliz.
+Belarmino se llevó las manos al corazón, dobló la cabeza y sollozó.
+Xuantipa, con alegría diabólica en el semblante, dió libertad a la hiel
+que tenía almacenada:
+
+--La hija del pecado vuelve al pecado, que es su elemento. A mí tanto se
+me da que se case como que no se case. Es más: digo que Dios no querrá
+que se case.
+
+--Calla, lengua de escorpión--dijo, irritado, el fraile--. ¿De qué te
+aprovecha la frecuentación del templo?
+
+--Aprovéchame--respondió Xuantipa, descarada--para conocer la justicia
+de Dios.
+
+--Aviados estaríamos--replicó el fraile--si los fallos divinos se
+ajustasen a tu jurisprudencia.
+
+Esto de la jurisprudencia fué como una losa de plomo que cayese sobre la
+lengua de Xuantipa.
+
+Por la tarde, el Padre Alesón visitó a Su Ilustrísima. El obispo se
+mostró en todo conforme con el dictamen de su hermano en religión. El
+fraile salió radiante. Cuando él salía, la duquesa entraba.
+
+--¿A qué debo el honor de ver a mi señora la duquesa por esta humilde
+casa?--dijo el obispo, con galantería, haciendo un paso de pavana, que
+le sentaba muy mal.
+
+--Por lo pronto, que se retire este joven cacoquimio, que no quiero
+testigos de vista--dijo, nerviosa, la duquesa, señalando al tímido y
+doliente familiar.
+
+--Manolín, auséntate. Y ahora, ¿a qué debo en esta humilde casa....?
+
+--Déjate de resabios de fraile y lugares comunes. ¿Qué hablas ahí de
+humilde casa, si es una de las mejores de la ciudad?
+
+--Bien, pero la humildad la habita.
+
+--Eso lo veremos bien pronto.
+
+--¿A qué debo la honra...?
+
+--¿Y tú lo preguntas? ¿No lo adivinas? Pues debieras saberlo, puesto que
+acaba de salir de aquí ese cachalote....
+
+--No sea usted cruel, señora; el pobre Manolín un cachalote....
+
+--No te hagas más tonto de lo que eres; me refiero al Padre Alesón.
+
+--¡Ah!
+
+--¡Ah! Te has quedado boquiabierto. Pues yo vengo a lo mismo que el
+fraile. ¿Qué habéis hablado?
+
+--Señora, no olvido mi pasado, mi niñez. En lo que yo pueda servirla,
+como hombre, la serviré. Como pastor, como prelado, cumpliré con mi
+deber, con entera independencia. Si usted me pregunta cosas de mi vida,
+le responderé; si cosas de mi ministerio, me veré obligado a desairarla,
+y la culpa no es mía.
+
+--Pide el báculo y dame cuatro palos; ya no te falta más que eso. Pastor
+naciste y pastor eres, ¿gracias a quién?
+
+--Al duque, su esposo; no lo niego.
+
+--Como pastor te conduces, y todos, al parecer, para ti somos borregos.
+¿No quieres decirme lo que has hablado con el fraile? Te lo diré yo, que
+a mí no me duelen prendas, Facundo. Habéis hablado de don Pedrito y
+Angustias. Queréis casarlos. ¡Qué monstruosidad, qué aberración,
+qué...--y soltó un ajo mondo, lirondo y sonoro--. Lo que no podrás
+negarte es a darme razones.
+
+--Mi señora duquesa: las razones son clarísimas. De una parte, ese
+mancebo ya no está en condiciones de ser un buen sacerdote. De otra
+parte, una muchacha honesta ha sido seducida, deshonrada, ha perdido su
+virginidad, y el que se la arrebató debe devolverle la honra.
+
+--Voy a contestarte por lo último, que es lo que me hace más gracia.
+¡Qué risa! Hablas de la virginidad como los niños hablan de las hadas o
+como las personas mayores hablan de tesoros escondidos. Tú que eres un
+sabio naturalista, ¿qué me dices de la virginidad de los insectos? ¿Qué
+me dices de la virginidad del _draco furibundus_? ¿No se llama así?
+
+--No se trata de insectos, sino de cristianos.
+
+--¡Ay, Facundo! Tú, como vives en las Batuecas, no te has enterado de
+que el mismo valor tiene la virginidad entre cristianos que entre
+insectos.
+
+--¡Ave María Purísima! No desvaríe, señora.
+
+--Afirmas que a esa muchacha le ha sido arrebatada la virginidad. ¿Lo
+jurarías? ¿La has examinado tú, antes del rapto? ¿Has presenciado el
+despojo?
+
+--Calle, calle, señora; se lo ruego.
+
+--Qué he de callar.... Me gustan las cosas claras. ¿Es que la verdad te
+asusta?
+
+La duquesa aguardó. El obispo no supo qué contestar. Comenzaba la dama a
+dominar al prelado. La táctica era la de siempre; aturdirlo,
+aturullarlo. Fray Facundo miraba a la señora, con pupilas recelosas y
+enconadas, resuelto a no entregarse.
+
+--¿Quién ha empleado primero esa palabra? ¿Has sido tú o he sido yo? Tú
+has dicho que a esa chica le había sido arrebatada la virginidad. Y lo
+has dicho con tanto aplomo y firmeza como si hablases de un timador a
+quien hubieses visto robando la cartera a un transeunte. ¿Y si resultase
+que no hay tal timador ni tal robo, sino dos amigos, y que uno, del todo
+libre y con la mejor voluntad, le da la cartera al otro? ¿No se te ha
+ocurrido esto?
+
+--Se me ha ocurrido, señora, lo que se le habrá ocurrido a toda persona
+pura y religiosa: que se han ido solos un hombre y una mujer, y que, en
+consecuencia, el hombre ha deshonrado a la mujer.
+
+--Los que la deshonráis sois vosotros, las personas puras y religiosas.
+De manera que vuestra pureza se acredita mediante la facilidad con que
+inventáis actos impuros; vuestra religiosidad se cifra en la aptitud
+maliciosa para imaginar el pecado. ¡Qué grosero materialismo! ¡Qué
+cabeza tan atormentadas y lúbricas debéis de tener las personas puras y
+religiosas! Parecerá uno de esos reservados que hay en las barracas de
+feria, con figuras de cera, para hombres solos. De manera que en vuestra
+cabeza no tiene cabida la idea de que un hombre y una mujer viajen
+juntos muy limpiamente y muy decorosamente. Ya me libraré de que me
+acompañes tú en un viaje. ¡Qué horror!... Te estoy viendo como un
+sátiro....
+
+--Señora duquesa...--suplicó el prelado, casi con lágrimas en los ojos.
+
+--No te atortoles, Facundo. He ido demasiado lejos; pero era en chanza.
+Ya sé que se te puede dejar impunemente en el serrallo del Gran Turco o
+en el coro de las once mil vírgenes. Vamos al grano. Quiero concederte
+que esa chica ha sufrido cierta modificación, y que después del viaje no
+es la misma que antes del viaje. Pero, ¡hombre de Dios!... Esa es una
+modificación insignificante. Si le hubieran cortado el pelo se le
+notaría más. Y luego, y es por lo que no paso, a esa ligera modificación
+la llamas deshonra ¡Qué exageración y qué absurdo! Mis antepasados
+poseían el derecho de pernada, y aquellas doncellas sobre las cuales
+ejercían el derecho lo tenían a mucha honra. Y tus antepasados, quiero
+decir los obispos de entonces, sancionaban aquel derecho, sin
+escandalizarse ni hacer melindres.
+
+Fray Facundo se tapó los oídos y exclamó en un arranque de coraje:
+
+--Con todo respeto, señora duquesa.... Yo no puedo oír tales cosas....
+
+Aguardó la señora a que el obispo descubriese las orejas, y dijo:
+
+--No me vengas, Facundo, con escrúpulos de monja. Si no quieres oírme,
+rebáteme con razones sensatas, y yo me callaré. De lo contrario, tendré
+que pensar que eres un estúpido o que estás obcecado.
+
+--Señora: reconozco que usted es mucho más lista que yo y que pone las
+cosas de manera que no acierto a responder; pero, como la respeto y la
+estimo, estoy seguro que usted, en su conciencia, reconoce que yo tengo
+razón y que usted defiende, con mucha habilidad, una mala causa.
+
+--¡Adiós con la colorada! Zahorí me saliste, Facundo. Chico, no he
+venido a que me echases las cartas y me adivinases el pensamiento. He
+venido, óyelo bien, a impedir ese matrimonio. Por todos los medios; por
+las malas, si no lo logro por las buenas.
+
+--¿Por las malas, señora? ¿Qué puede temer un siervo de Dios?
+
+--Si tú fueras solamente un siervo de Dios, quizás no tendrías nada que
+temer. Pero eres también siervo de tu vanidad y de tu ambición, y por lo
+tanto, eres siervo de los demás, sobre todo de mi marido y mío.
+
+La duquesa esperaba ver inquietarse a fray Facundo; por el contrario, el
+obispo respondió con calma:
+
+--Es verdad; siervo, esclavo, en tanto no se me ordene algo contra mi
+conciencia.
+
+--Quieres que tu sobrino salga diputado. Eso no va contra tu conciencia.
+Pues no saldrá. Y agárrate bien la mitra, que corre peligro de caérsete,
+o, si te parece mejor, te enviaremos a que la escondas en la República
+de Andorra, o en una diócesis _in partibus_, en donde estarás como
+Quevedo, o como el alma de Garibay.
+
+La duquesa llevaba la de perder, habiendo perdido ya la serenidad.
+
+--No concibo que la señora duquesa sea capaz de tomar esa venganza
+mezquina, máxime cuando al negarme ahora a complacerla, estoy evitando
+que la señora duquesa se haga responsable de una acción indigna.
+
+--Chico, te desconozco. Me has atacado ahora por el punto vulnerable.
+Tienes razón. Yo sería incapaz de tomar una venganza mezquina; mezquina
+por lo que a mí respecta, que, en lo que te atañe, tú no la
+considerarlas mezquina. También creo que siempre que está en tu mano te
+tomas la venganza. Yo no. En eso nos diferenciamos los nobles de los que
+no lo son. Pero no tienes razón en calificar de acción indigna el
+impedir ese matrimonio. Lo he pensado bien. Es lo más conveniente, para
+él y para ella, que el matrimonio no se realice. Es lo más conveniente
+en todos los sentidos, incluso el religioso. Dijiste al principio que el
+muchacho ya no está en condiciones de ser un buen sacerdote. En eso
+estás equivocado. Ahora sí que está en condiciones; ahora, que ha
+gustado el dulzor y el dolor de la vida. Dios prefiere a los pecadores
+arrepentidos. Recuerda a San Pablo, a San Agustín. ¿Quién te dice que,
+cooperando a ese matrimonio disparatado, no destruyes en germen un
+futuro padre de la Iglesia? Y ahora se me viene a las mientes una gran
+idea. ¿No podríamos meter a la chica en un convento? ¡Qué solución tan
+santa daríamos al conflicto!... En tu mano está, Facundo, un gran
+beneficio o un gran daño. Decide.
+
+--Qué gusto me da, señora duquesa, oírle razones que yo entiendo. Me
+hace usted vacilar....
+
+El prelado permaneció pensativo. La duquesa dijo entre sí: «Esta pieza
+está cobrada. Cuidado que me dió guerra. La amenaza fué el balín que le
+hirió en mitad de la pechuga.» El prelado meditaba, bajos los ojos,
+dando vueltas con una mano a la cruz de topacios que pendía sobre su
+morado pecho. Cuando alzó los ojos, pronunció estas palabras:
+
+--Ese matrimonio tiene que consumarse. Si no es conveniente, Dios lo
+impedirá.
+
+--¿Es tu última palabra, Facundo?
+
+--Es mi última palabra.
+
+--Buen chasco me has dado.... Salgo volada.
+
+--Ya se presentarán ocasiones sobradas de complacerla.
+
+--¡Quia! Beatriz Valdedulla no te volverá a pedir un favor. No te
+incomodes en salir a despedirme.
+
+En medio de su contrariedad, la duquesa experimentaba una sensación
+aplaciente y alegre. «Esta visita--iba pensando al bajar las escaleras
+del palacio episcopal--me ha servido para apreciar mejor a Facundo. Es
+un hombre de voluntad y obra conforme a su conciencia. Lástima que tenga
+tan poca sal en la mollera. Antes, le compadecía; ahora, casi le
+admiro.» De todas suertes, la duquesa estaba resuelta a no consentir el
+matrimonio, convencida de que resultaría desdichadísimo. Entretanto,
+mantuvo prisionero a don Pedrito, y dió tiempo al tiempo.
+
+Angustias, al verse sola y desamparada en Inhiesta, escribió a su padre:
+«No te dejé porque no te quisiese, padre. Escapamos sólo para estar
+seguros de casarnos, padre. Queríamos que usted viniese luego a vivir
+con nosotros, padre. Pedro le quiere a usted tanto como yo le quiero,
+padre. Padre, me lo robaron. No sé lo que me pasa, padre. Quiero volver
+con usted, padre.» Esta carta se cruzó con otra que Xuantipa había
+escrito a Angustias de sobremesa, fresca aún la noticia de la fuga y en
+el primer impulso de la iracundia:
+
+«No vengas a manchar esta santa casa. Esconde tu vergüenza en donde
+nadie te encuentre ni te conozca ni nos conozca.» Cuando Belarmino
+recibió la carta de Angustias, rompió a llorar y a reír. Besaba el papel
+con ahinco, y sollozaba: «Hija de mis entrañas, hija de mis entrañas»,
+como las madres. Subió a ver al Padre Alesón, a preguntarle si vendría
+Angustias.
+
+--¿Pues no ha de venir? Viene a casarse. Mañana mismo, a primera hora de
+la mañana, iremos a buscarla yo y otro Padre de la comunidad.
+
+--Vendrá, vendrá--sollozaba Belarmino sin dejar de sonreír y con los
+ojos mojados.
+
+Al llegar los frailes a Inhiesta, Angustias había desaparecido. La dueña
+de la hospedería les entregó un papel que la niña había olvidado en la
+habitación. Era la carta de Xuantipa.
+
+--Si esa mujer está aquí--dijo el Padre Alesón después de leer la
+carta--, le juro a usted, Padre Cosmén, que la estrangulo entre mis
+manos; tanta es la cólera a que me mueve su infame proceder. ¡Pobre
+niña, pobre criatura; perdida ya para siempre! Y esto mata a Belarmino,
+a nuestro loco inofensivo y seráfico. Tendremos que inventar un engaño
+caritativo. Dios no nos lo tomará en cuenta, en gracia a la buena
+intención.--Y en el rostro de aquella mole ingente, que era el Padre
+Alesón, se difundía una ternura húmeda, lacrimosa, así como el sol
+derrite la nieve en la cima de las altas montañas.
+
+El engaño caritativo del Padre Alesón fué decirle a Belarmino que
+Angustias, por el bien parecer, se alojaba en un convento, hasta el día
+del desposorio, y que, por lo pronto, para evitar situaciones difíciles,
+lo más prudente era que no se viesen padre e hija.
+
+El Padre Alesón llamó a Xuantipa a solas, la hizo sentarse, e
+inclinándose sobre ella, para amedrentarla por la masa y como si fuese a
+anonadarla, le dijo:
+
+--Mujer infernal, está usted condenada sin remisión. No le ha bastado a
+usted martirizar sin piedad a su marido. Ahora ha precipitado usted en
+el abismo a una criatura inocente. ¡Gócese usted en su alegría satánica!
+Está usted condenada sin remisión.
+
+Al Padre Alesón, para ser todo lo imponente que él pretendía, le faltaba
+la voz tonante. Pero como la Xuantipa tenía tanto miedo al infierno, oía
+la voz de flautín del fraile como si fuese una trompeta del juicio
+final.
+
+--Señor, perdón...--balbucía, temblorosa.
+
+--Cállese usted, boca sulfúrea. Para que su gran delito le sea
+perdonado, tendrá usted que hacer firmísimo propósito de enmienda y
+prometerme que nunca, nunca, con ningún motivo, dirá usted a Belarmino
+una palabra desabrida ni le mentará la hija, más que hija, aunque no lo
+sea de la carne que usted le ha hecho perder.
+
+Xuantipa salió, en efecto, anonadada, con el espanto metido en el cuerpo
+para lo que le restaba de vida.
+
+Y llovía sin cesar en la vieja ciudad de granito, y había pesadumbre,
+lágrimas y duelo hasta en las almas empedernidas. Conque ¿qué sería en
+las almas tiernas y sensibles?
+
+Felicita llevaba ya tres días sin ver a su adorado Novillo; los tres
+únicos días seguidos de ausencia en muchos años. Por mucho que lloviese,
+Novillo no dejaba de venir a la Rúa Ruera, bien provisto de chanclos de
+goma, polainas de cuero, un impermeable con capucha y, además, un
+paraguas abierto. Se guarecía en un portal, y allí montaba la centinela
+a la soberana de su corazón. ¿Qué habría sucedido ahora? Felicita,
+arropada en una toquilla de estambre y con zapatillas de orillo, se
+pasaba horas y horas, del día y de la noche, inmóvil, reseca, ósea,
+color de cera, en el mirador de cristales; parecía una momia en la
+vitrina de un museo, entre flores ajadas, como de trapo, y pajarillos
+inmóviles por el frío, como disecados. De vez en vez, transitaba una
+mujeruca, con el refajo de bayeta amarillo limón levantado, a modo de
+mantellina, sobre la cabeza, calzada con almadreñas, que levantaba en
+las losas un eco funerario, como si caminase sobre tumbas vacías. ¿Qué
+le sucedería a Anselmo? ¿Estaría enojado? ¿Sería contrario al matrimonio
+de don Pedrito y Angustias? ¿Habría averiguado que el anónimo al Padre
+Alesón era obra de Felicita? ¡Dios mío, Dios mío, qué incertidumbre
+congojosal Felicita lloraba silenciosamente, deseando la muerte. No
+dormía; no comía.
+
+--Coma algo, siquiera un huevo pasado por agua--le decía Telva, la
+sirvienta--. Mire que ya está demasiado flaca, y si no come, los huesos
+le agujerearán la piel.
+
+--Ojalá me la agujereen como criba y el alma se me salga como trigo
+pasado. ¿Para qué quiero el alma en el cuerpo? ¿Para qué me ha servido?
+¿Quién ha querido comprarla, como buena simiente?
+
+Estas retóricas desoladoras dejaban a Telva perfectamente fría. Decía
+para sí: «La señorita está más loca que un vencejo.»
+
+Al cuarto día de ausencia, Felicita no pudo resistir más, y envió a
+Telva a la fonda del Comercio, a que averiguase discretamente qué era de
+don Anselmo Novillo. Al volver, soltó de sopetón y sin preámbulos lo que
+sabía.
+
+--Pues don Anselmo está muy malito con pulmonía.
+
+Felicita cayó con un soponcio. Al recobrar el sentido, aunque casi sin
+fuerzas para sostenerse, pidió el abrigo, la mantilla, las botas....
+
+--¿Qué va usté a hacer, señorita?
+
+--Volar a su lado.
+
+--Repare que es un hombre soltero y usté una mujer soltera, y lenguas
+ociosas murmuran si ustedes tienen o no tienen.
+
+--Es mi prometido. No reparo en el qué dirán. El corazón tiene sus
+fueros, por encima de todos los respetos humanos. No puedo dejar al
+hombre a quien amo morirse solo y abandonado en la triste habitación de
+una fonda.
+
+--Si es por eso, no se moleste. Don Anselmo está bien atendido. Tiene
+una sierva de Jesús, y la señora duquesa y el señor Apolonio no se
+separan de su lado. Además, no se trata de morirse, por lo que yo pude
+entender. Siéntese, sosiegue, tome algo; una taza de tila.
+
+Felicita se tendió, desmadejada, sobre un sofá; los ojos, dilatadísimos,
+clavados en el cielo raso.
+
+--Telva.
+
+--Señorita.
+
+--Anda a ver cómo sigue.
+
+--Señorita, si acabo de venir de allí....
+
+--Obedece. Vete a ver cómo sigue. Pregunta todos los detalles.
+
+Telva se fué, refunfuñando.
+
+--¿Qué ruido es ése?--murmuró Felicita, incorporándose estremecida--.
+Parece que clavan un ataúd. Parece que cavan una fosa.
+
+Pero eran unas almadreñas, en la calle. Felicita se tendió nuevamente en
+el sofá.
+
+--¿Qué ruido es ése?--murmuró Felicita poniéndose en pie, transida de
+terror--. Parece que moscardonea un enjambre de espíritus. Parece que se
+oyen voces del otro mundo.
+
+Pero era el viento en las rendijas. Felicita volvió a acostarse en el
+sofá.
+
+--¿Qué ruido es ése?--murmuró Felicita, cayendo de rodillas,
+desvariada--. Se oye murmurio de preces. Se oye chisporrotear de cirios.
+Rezan la recomendación de un alma. Anselmo ha muerto. Anselmo ha muerto.
+
+Pero era el ruido de la lluvia en los cristales.
+
+Al entrar Telva, Felicita oraba, de rodillas.
+
+--Don Anselmo sigue un poquito mejor.
+
+Felicita palpaba a la sirvienta:
+
+--¿Sueño? ¿Eres tú? ¿Soy yo de carne? ¿No somos fantasmas?
+
+Telva respondía mentalmente: «¿Tú de carne? Puro hueso, y ya muy duro.
+¿Pantasmas? No estás mala pantasmona....»
+
+Felicita proseguía:
+
+--¿Has hablado? ¿Me figuré oír una voz? ¿Qué me has dicho?
+
+--Que don Anselmo sigue un poquito mejor.
+
+--Trae aceite, todo el aceite que haya en la cocina....
+
+--Al fin se decide usted a comer algo.
+
+--Trae una gran fuente. Trae la caja de lamparillas. Trae las velas que
+haya en casa.
+
+Encima de la cómoda había una imagen de la Virgen de Covadonga. Felicita
+encendió una gran iluminación delante de la imagen. De rodillas, rogaba:
+
+--¡Señora, sálvalo! Tú fuiste virgen sin mancha, pero te casaste.
+¡Sálvalo, Señora! ¡Señora, tú estuviste casada y tuviste un hijo.
+¡Sálvamelo, Señora, para que nos casemos, aunque yo continúe virgen y no
+tenga ningún hijo!
+
+Felicita sintió que el pecho se le llenaba de confianza. Volvió al sofá.
+Inclinó la cabeza, pensando: «La Señora me lo salvará, y nos casaremos.
+Es una bobada que continuemos así.» Pausa mental. «He ido demasiado
+lejos al decir ala Virgen que no me importa no tener hijos. Me gustaría
+mucho tener hijos. La verdad es que, lo que se dice prometer, no le he
+prometido a la Virgen no tener hijos. La Señora me habrá entendido.»
+
+--Telva, vete a ver cómo sigue don Anselmo.
+
+--Señorita, si acabo de venir de allí....
+
+--Obedece. Vete a ver cómo sigue.
+
+Telva partía ya, refunfuñando.
+
+--Telva, no te vayas, no me dejes sola. Tengo miedo.
+
+Después de una pausa:
+
+--Vete, sí, Telva; vete. Sacaré fuerzas de flaqueza.... No te vayas.
+Tengo miedo, tengo miedo....
+
+--Bueno, ¿qué hago? Como no me parta en dos.
+
+Felicita se echó a llorar.
+
+--Yo qué sé, yo qué sé. Párteme en dos a mí; deja una parte muerta aquí,
+y lleva la parte viva contigo. Llévame en brazos, escondida, como una
+criatura....
+
+--Señorita, está usté perdiendo la chaveta. Vaya, tranquilícese. Llore,
+que el llanto le hará bien.
+
+Era ya de noche. Felicita, llorando, cada vez con desconsuelo más dulce,
+resignado e inconsciente, se adormeció como un niño. Estaba tumbada en
+el sofá. Telva no quiso disturbarle el sueño, y la dejó a solas,
+rezongando: «Cuando despierte, ya se meterá en la cama. ¡Jesús con el
+señorío, y qué afición a los pantalones!...»
+
+Felicita despertó de madrugada. Por el balcón se efundía una claridad
+lívida e inanimada, como aurora de ultratumba. Las velas sobre la cómoda
+se habían consumido. Las pocas lamparillas que todavía alumbraban se
+extinguían con un estremecimiento incorpóreo, al modo de leve recuerdo
+dorado.
+
+Felicita sintió que una mano invisible le apretaba el corazón. No podía
+respirar. Cantó un gallo. Una voz de timbre increíble resonó en la
+cabeza de Felicita: «Es la hora en que Lucifer cae al averno y las almas
+de los justos vuelan a Dios.»
+
+Felicita lanzó grandes alaridos. Acudió Telva, a medio vestir.
+
+--De prisa, de prisa, acompáñame.
+
+La sirvienta dudó si sujetar por la fuerza a su ama; pero era tal el
+brillo que fosforecía en los ojos de Felicita, que Telva obedeció.
+
+Salieron a la calle. Llovía reciamente. Iban resguardadas bajo un enorme
+paraguas aldeano, de color violeta.
+
+--Pero, ¿adonde vamos a estas horas? Es pronto aún para misa de alba.
+
+Felicita no la oyó. Telva insistía. Felicita dijo, como hablando para
+sí:
+
+--Anselmo está agonizando.
+
+Llegaron a la fonda del Comercio. Estaba abierta y había un camarero de
+guardia.
+
+--Don Anselmo se muere--dijo Felicita.
+
+--Sí, señora, espicha sin remedio--respondió el camarero.
+
+--Voy a su habitación. Enséñeme el camino--ordenó Felicita.
+
+--Es el caso que no se consiente que entre nadie. No está el horno para
+bollos.
+
+--Yo entro porque tengo títulos para entrar. No hay quien tenga más
+derecho que yo. Enséñeme el camino. O no me lo enseñe. No necesito guía.
+Iré derecha a su lado.
+
+--Aguarde, señora. Voy con usté, para avisar y anunciarla. ¿Quién digo
+que es usté?
+
+--Felicita, nada más que Felicita.
+
+Novillo se hallaba en las últimas. De una parte, a la cabecera de la
+cama, permanecían, en pie, Apolonio y Chapaprieta, el capellán de la
+casa de Somavia, en la mano, y con un dedo entre los folios, el libro
+donde había leído la recomendación del alma. De la otra parte, una monja
+le enjugaba el sudor que resbalaba a hilos de la frente y de la calva.
+El peluquín se veía suspendido en un boliche de la cama. La dentadura
+postiza estaba sumergida en un vaso de agua, sobre la mesilla de noche.
+Sin dentadura ni peluquín, la piel flácida, verdosa, negruzca, color de
+corambre, los ojos soterrados, barba y bigote blancos, Novillo no
+conservaba traza de su pretérita fisonomía. Lo único que le quedaba del
+añejo esplendor era el abultado abdomen, enarcándose bajo las sábanas.
+Aquel hermoso corazón, tan trabajado por el amor contenido, no quería
+seguir rigiendo. Novillo se asfixiaba. Un practicante, junto a la monja,
+le daba a respirar de un balón de oxígeno; y en verdad, no se sabía si
+el balón estaba inflando a Novillo o si Novillo estaba inflando al
+balón. Novillo no había perdido la conciencia. De tiempo en tiempo
+levantaba los brazos y los dejaba caer pesadamente. Otras veces
+entreabría con esfuerzo los carnosos párpados, y enviaba de sus ojos,
+profundos y tristes, miradas de agradecimiento a los que le rodeaban.
+
+Cuando el camarero repicó a la puerta, la duquesa buscaba una medicina
+entre los frascos del tocador. Había tomado en la mano un pomo que
+decía: «La onda del Leteo. Tinte indeleble para el cabello», y pensaba:
+«Voy a probar yo este tinte. Probablemente se lo ha enviado el carcamal
+de mi marido.» Al oír el repique en la puerta, hizo un ademán a los
+otros para que no se movieran, y salió ella a abrir.
+
+--¿Quién es?
+
+--Felicita--respondió el camarero.
+
+La voz con el nombre llegó a oídos de Novillo. Le acometió un temblor
+intenso. Con movimientos torpes e inútiles tendía las manos hacia el
+peluquín y la dentadura postiza. La duquesa, que había cerrado de golpe
+la puerta, observaba a Novillo.
+
+--Que no me vea así...--tartamudeó Novillo, con soplo delgado y apenas
+perceptible.
+
+Entonces, la duquesa salió, cogió por un brazo a Felicita, la arrastró
+lejos, hasta una habitación vacía, le hizo sentar de golpe, y dijo:
+
+--Usted se está quieta aquí.
+
+--Mi puesto es a su cabecera, para recoger su postrer suspiro. Que nos
+casen _in articulo mortis_. Se muere.
+
+--Por desgracia, así es. Y si usted le quiere, lo menos que puede hacer
+es dejarle morirse en paz.
+
+--No morirá en paz si no me tiene a su lado.
+
+--Se engaña usted. Anselmo no quiere que usted le vea en este trance.
+
+--¡Falso! ¡Calumnia! ¿Lo ha dicho él?
+
+--Él lo ha dicho.
+
+--Imposible, imposible...--gritó Felicita con frenesí--. _Articulo
+mortis. Articulo mortis_.
+
+--Señora, no levante usted escándalos, que están durmiendo los
+huéspedes; ni me haga perder más tiempo. Ya le explicaré más tarde.
+
+Y salió la duquesa, dejando encerrada a Felicita.
+
+Novillo murió una hora después. Antes de morirse, llamó por señas a la
+duquesa, y ya con lengua moribunda, dijo:
+
+--Felicita... perdón... no casarme... amado, amo... muero... amo... ella.
+
+Cerraron los párpados a Novillo, le sujetaron la mandíbula con un
+pañuelo, le entretejieron los dedos de las manos, y todos de rodillas,
+condolidos, tocados de lástima y simpatía, rezaron brevemente. La
+duquesa, con acento profundo y unción de responso, pronunció lentas
+palabras, como si meditase en alta voz:
+
+--El duque no volverá a encontrar un servidor político tan humilde y, al
+propio tiempo, tan osado. Parece mentira que este hombre temible en las
+elecciones, que a todos sacaba ventaja en maquinar un chanchullo y
+sacarlo adelante por redaños, fuese, en el fondo, la criatura más
+simple, candorosa, sentimental y asustadiza. ¡Cosas de la vida...--y,
+después de una pausa, añadió--y de la muerte! ¡Descansa en paz, Novillo
+bueno; Novillo fiel; Novillo amante!
+
+La duquesa fué a comunicar la triste nueva a Felicita. En ausencia de la
+duquesa, una idea singularmente brillante y afilada se había hecho
+presente, con viva luz y penetrante dolor, en el alma de Felicita.
+«Anselmo ha atrapado la pulmonía, o mejor dicho, la pulmonía ha atrapado
+a Anselmo...», y aquí la imaginación de Felicita se figuraba
+materialmente la pulmonía como un vampiro o ave nocturna que volaba en
+la tiniebla, entre lluvia y viento. Proseguía pensando: «La pulmonía ha
+atrapado a Anselmo cuando iba a Inhiesta en persecución de don Pedrito
+y Angustias. Si éstos no se escapan, la pulmonía no sorprende a Anselmo.
+Yo les preparé la escapatoria. Luego yo soy la culpable de la muerte de
+Anselmo. Yo soy la asesina; yo le he matado a traición. Yo misma.... Debo
+presentarme al juez. Yo le he matado; sí, le he matado....»
+
+Acercóse la duquesa y, antes de que abriese la boca, Felicita se le
+adelantó:
+
+--Ya sé lo que me va a decir, señora duquesa. Lo sé y no quiero oír de
+fuera la acusación. Estoy convicta y confesa. Llévenme a la cárcel,
+denme vil garrote. Yo le he matado....
+
+--No delire, pobre mujer. Revístase de fortaleza para escucharme. Le
+traigo un manjar amarguísimo; pero con un granito de dulzura y de
+consuelo.
+
+--No hay consuelo para mí. Yo le he matado y él me acusó del crimen; por
+eso no quiso recibirme antes de morir.
+
+--Si Anselmo no quiso recibirla, fué por amor a usted, porque deseaba
+que usted guardase de él un recuerdo grato y atractivo, y no la imagen
+deplorable y triste a que la enfermedad le había reducido. Esta fué la
+razón. Antes de morir me confió para usted un mensaje: que le perdonase
+por no haberse casado, que la había querido siempre y que moría en el
+amor a usted. Estas fueron sus últimas palabras.
+
+Unos instantes de estupor. Felicita quedó como congelada, yerta. Perdió
+voluntad y continencia. La carne, tan flaca y reseca, se le agrietó, y,
+por las hendeduras, se derramó en clamorosos raudales lo más secreto del
+alma, lo que rara vez se escapa del misterio de la conciencia: el
+tuétano del espíritu, que tiene miedo a la luz y a las palabras.
+
+--Me apetecía, y yo le apetecía...--gritó Felicita, desbaratando el
+peinado y dando suelta al cabello, caudaloso y negro, lo único joven y
+hermoso que poseía--. ¿Por qué no habló? ¿Qué hablar? Un gesto, un solo
+gesto, un movimiento de ojos, el ademán de un dedo, la seña más leve, y
+yo me hubiera arrojado en sus brazos, me hubiera entregado a él, me
+hubiera abrasado y anonadado de amor, me hubiera deshecho en besos
+apasionados....
+
+--Felicita, repare usted que, en las habitaciones vecinas, hay huéspedes
+y le están oyendo a usted.
+
+--Lo proclamo a la faz del mundo. Que me oigan los cielos y la tierra;
+Dios y Satanás. Enviaré un comunicado a los periódicos. Todo, todo,
+todo; la vida, la fortuna escasa que tengo de mis padres, el bienestar,
+la honra, todo lo hubiera dado por un segundo, nada más que un segundo,
+de amor. ¿Para qué quiero la vida? ¿Para qué la fortuna? ¿Qué bienestar
+es el mío? ¿De qué me sirvieron la honra y la doncellez?
+
+La duquesa meditó: «Felicita piensa de modo distinto que el obispo
+acerca de la doncellez. Me gustaría que el pobre Facundo la oyese.»
+
+--Repórtese, Felicita--amonestó la duquesa--. Tiene usted razón; pero
+nada se enmienda con lamentaciones tardías.
+
+Felicita cayó en una especie de alelamiento, que duró poco.
+
+--Quiero ver a Anselmo--dijo, poniéndose en pie.
+
+--No apruebo el capricho--comentó la duquesa--. Recibirá usted una
+impresión demasiado desagradable.
+
+Obstinóse Felicita, y la duquesa cedió. De camino, Felicita iba
+diciendo:
+
+--El suelo huye bajo mis plantas. Las paredes ondulan. El mundo se
+descuartiza y los trozos van rodando por el aire.
+
+Estos raros fenómenos o alucinaciones en que Felicita se veía envuelta,
+a causa, tal vez, de la debilidad, se exageraron cuando entró, en el
+cuarto mortuorio. Parecióle que la descomposición y descuartizamiento de
+que era víctima el mundo se verificaban con mayor saña y absurdidad,
+como obedeciendo a un designio diabólico, en el cadáver de Anselmo
+Novillo. El cabello se le había despegado del cuero y se balanceaba
+sobre un boliche de la cama. Los dientes, parejos y pulquérrimos,
+habían saltado, con encías y todo, desde la boca hasta un vaso de agua.
+El vientre, enorme y pavoroso, ascendía, a punto ya de romper las
+amarras que le unían al resto del cuerpo.
+
+Felicita dejó escapar un ¡ay! desgarrado, y se cubrió los ojos. Como el
+duque de Gandía ante el cadáver de la emperatriz, Felicita decidió allí
+mismo no volver a enamorarse de imágenes mudables, perecederas, y
+consagrar a Dios su doncellez.
+
+El alma humana es grande porque, como todo lo grande, se compone de
+pequeñeces sin número. Por eso, en las crisis de dolor, en que el alma
+gira necesariamente sobre sí misma, sucede acaso que el eje de rotación
+es una pequeñez ridícula. Felicita, a los pocos días de su doncellil
+viudez, fué a visitar al Padre Alesón, a fin de instruirse en lo
+atañedero a la regla monástica de las diversas órdenes religiosas
+femeninas, y también de una ridícula pequeñez, que era para ella extremo
+de suma importancia: los hábitos que visten cada cual. Felicita sabía
+que algunos hábitos eran preciosos, y aun elegantísimos, si es lícita
+esta expresión profana. De estos dos puntos, la regla y el hábito,
+dependía la elección de Felicita.
+
+Al entrar en casa de los Neira, extrañó no ver a Belarmino en su
+cuchitril.
+
+¿Dónde estaba Belarmino?
+
+El Padre Alesón había dicho a Belarmino que Angustias viviría, hasta el
+día de la boda, en el convento de las Carmelitas, en las afueras de
+Pilares. Belarmino solicitó permiso para ir por las tardes a pasear en
+torno al convento.
+
+--Siempre que usted me prometa no intentar ver a su hija, yo le concedo
+permiso.
+
+Belarmino prometió y cumplió. Los primeros días llovía irremisiblemente.
+Belarmino llegaba chapoteando en las charcas, cubierto de lodo, se
+guarecía en el porche del convento, y allí, encuclillado, como filósofo,
+dejaba pasar las horas. Oíase el trémolo de un harmonium. El sonido
+descendía, y luego llegaba a lo largo del silencioso pavimento hasta él,
+a menudos y leves saltos, como los pájaros cuando caminan por la tierra.
+Oía los cantos monjiles. Belarmino se aplacía en el canto religioso: _ne
+impedias musicam_, dice la Escritura. «Quizás Angustias canta también;
+le habrán enseñado»--pensaba Belarmino. Y hacía esfuerzos por desenredar
+la voz azul de Angustias de entre la madeja polícroma del coro. No, no
+cantaba Angustias. Si cantase, el rayo único de su voz hubiera penetrado
+en el alma penumbrosa de Belarmino, como penetra un solo haz de los
+rayos del sol a través de la ojiva en una iglesia.
+
+Luego, serenóse el tiempo. Era la sazón otoñal, de color de miel y
+niebla aterciopelada y argentina, a manera de vello, con que la tierra
+estaba como un melocotón maduro. Por encima de las tapias del huerto
+conventual asomaban los negros y rígidos cipreses, que eran como el
+prólogo del arrobo místico, el dechado de la voluntad eréctil y
+aspiración al trance; y los sauces anémicos y adolecientes--en la región
+los llaman desmayos--, que eran la fatiga y rendimiento, epílogo dulce
+del místico espasmo; y los pomares sinuosos y musculosos, las ramas, de
+agarrotados dedos, mostrando rojas y pequeñas manzanas, que no sugerían
+la imagen del pecado, sino a lo más de un pecadillo. Para los ojos, todo
+era paz en el huerto conventual; para el oído, la querellosa algarabía
+de los gorriones vespertinos.
+
+Belarmino se sentaba al pie de las tapias y contemplaba las praderas, de
+velludo amarillento, que vahaban un aliento tenue y opalino. También él
+tenía un alma rasa y suave de pradera, esfumada en neblina. Entre la
+neblina interior pensaba y sentía, sin usar ya de palabras ni signos
+representativos. Sentía que su hija no había estado antes en el
+convento, que le habían querido engañar, por caridad. Es decir, no le
+habían engañado; se había engañado él mismo, y se habían engañado los
+demás. Pero, ahora, su hija estaba ya en el convento. ¿Cómo así? Fuera
+de él--pensaba--no existía nada. El mundo era una ilusión de los
+sentidos, un espejismo de la imaginación. El mundo de fuera era creación
+aparente y engañosa del mundo de dentro. Belarmino, entonces, resolvió
+poner en orden de paz y hermosura su mundo interior, y, por lo tanto, el
+mundo exterior, que no es sino eco o imagen sensible del otro.
+Ahuyentaría o ignoraría los espectros recónditos, que, de vez en cuando,
+se entrometen a perturbar el buen concierto de las potencias del alma y
+anublar la cálida luz del corazón; esos espectros que, aunque
+ofuscaciones de la imaginación, se proyectan sobre el mundo exterior en
+forma de figuras odiosas y agresivas, como si de veras existiesen en
+carne y hueso, y son sólo alucinaciones. Belarmino resolvió que Xuantipa
+ya no existía; que no existía Bellido, el usurero; que no existían
+Apolonio, ni su hijo, el seductor de Angustias; que no había existido el
+rapto--¡cuánto trabajo le costó suprimir de su alma esta pretendida
+alucinación o realidad ilusoria...!--. Angustias, ésa sí que existía;
+como que la había concebido y creado él; era la hija de su alma y de sus
+entrañas: ¿no había de existir? Existía y estaba, por libérrima y
+unánime voluntad, suya y de su padre, recoleta en las Carmelitas, adonde
+la habían conducido el desprecio del mundo exterior y aparente, en el
+cual ella tampoco creía, y el ansia de una absoluta y perfecta
+serenidad. Por algo Angustias era hija de Belarmino.
+
+Y Belarmino acudía todas las tardes a pasear alrededor del convento de
+las Carmelitas, a comunicarse, por vías misteriosas e inefables, con su
+hija imaginaria, enteramente engendrada por él, en su alma paternal,
+tierna y creadora.
+
+Entonces fué cuando Belarmino abandonó la profesión filosófica, y ya no
+remendó más zapatos. Antes, cuando se veía a Belarmino, había que
+pensar: San Francisco, el de Asís, debía de ser una persona semejante,
+en el rostro. Ahora, Belarmino era cabalmente el remedo animado del San
+Francisco, de Luca de la Robbia; puras y pueriles facciones, ojos
+vitrificados, anchas las sienes. También Platón tenía las sienes anchas.
+Los frailes y los señores de Neira dejaban a Belarmino en libertad, que
+viviese a su gusto, como inocente criatura de Dios que no podía hacer
+daño a nadie. Una de sus últimas enseñanzas consistió en un a manera de
+apólogo, muy breve, que confió a Escobar, el Aligator, y que éste tuvo
+la suerte de poder traducir en lengua vulgar. Dice así: «Una vez era un
+hombre que, por pensar y sentir tanto, hablaba escaso y premioso. No
+hablaba, porque comprendía tantas cosas en cada cosa singular, que no
+acertaba a expresarse. Los otros le llamaban tonto. Este hombre, cuando
+supo expresar todas las cosas que comprendía en una sola cosa, hablaba
+más que nadie. Los otros le llamaban charlatán. Pero este hombre,
+cuando, en lugar de ver tantas cosas en una sola cosa, en todas las
+cosas distintas no vió ya sino una y la misma cosa, porque había
+penetrado en el sentido y en la verdad de todo; al llegar a esto, este
+hombre ya no volvió a hablar ni una palabra. Y los demás le llamaban
+loco.»
+
+
+
+
+CAPÍTULO VII.
+
+PEDRITO Y ANGUSTIAS.
+
+
+Después del largo sermón de las siete palabras, la noche del Viernes
+Santo, don Guillén tenía la voz tomada, hendida, un poco estridente.
+Había sido actor, durante dos horas, y ante un auditorio de reyes,
+infantes y demás tropa palatina, en el drama de los dramas: la pasión y
+muerte del Hombre-Dios. Su rostro no se había despojado aún de la
+persona o máscara trágica. No quiero dar a entender que don Guillén
+fuese un histrión, y que, después del gran esfuerzo hipócrita sobre el
+proscenio, al volver entre bastidores, fingiese hallarse dominado
+todavía por el espanto y rigidez patéticos, y no poder recobrar la
+elasticidad y movilidad de los músculos de la expresión. Polus, actor
+griego, cuéntase que, representando _Electra_, de Sófocles, sacó a
+escena la urna con las cenizas de su propio hijo, porque el sentimiento
+de su dolor fuese sincero y comunicativo. De seguro don Guillén, al
+representar aquella tarde el drama del Calvario, había conducido en la
+urna recóndita del corazón las cenizas de su propia vida; cenizas
+ardientes aún. Horas después, todavía los ojos, las mejillas, la boca,
+la posición de cabeza, torso y brazos, eran como signos gráficos de
+fácil interpretación, en donde se podía leer un traslado de las divinas
+palabras: _Tristis est anima mea usque ad mortem_; triste está mi alma
+hasta la muerte.
+
+Yo pensé que si don Guillén perseveraba en aquel modo de espíritu, no
+proseguiría narrándome la interioridad de su vida. Recordé lo que él me
+había dicho la noche anterior: que su padre, Apolonio, creía, de
+conformidad con la sapiencia búdica, que cada hombre lleva su destino
+escrito en la frente, con caracteres invisibles. Acaso, pensaba yo, los
+caracteres que don Guillén lleva escritos en la frente no son por entero
+invisibles, y la diversidad de sus nombres bautismales indica
+correspondiente diversidad de personalidades. Y así, esperé que, pasado
+un lapso de tiempo prudencial, la personalidad del hombre sereno y
+expansivo se sobrepusiese a la del hombre apasionado, triste y
+taciturno, y que don Guillén reanudase su cuento. Le hablé, por
+favorecer el tránsito, de cosas indiferentes a su preocupación actual,
+pero no tan indiferentes que resultasen frívolas o necias. Advertí que
+la cerrazón de la máscara trágica se abonanzaba. Se insinuó una sonrisa.
+Era el advenimiento del hombre efusivo.
+
+--Anoche--dijo al fin don Gillén--comencé a contarle innumerables
+futesas, sin interés o de muy escaso interés. Pero este asomo de interés
+se desvanecerá si dejamos truncada la historia. Anoche me despedí de
+usted desde las puertas del Seminario conciliar de la diócesis de
+Pilares. Ahora, le invito a entrar conmigo. Doce añitos de estancia;
+pero, no se asuste usted. Comprimiremos estos años hasta dejarlos
+reducidos al volumen de un cuarto de hora. La consideración del tiempo
+por venir mete miedo; y, sin embargo, el tiempo no ocupa lugar; pero no
+nos damos cuenta de que no existe hasta que ha pasado. Nos afanamos por
+apoderarnos de prisa, de prisa, trozo a trozo, del gran bloque del
+tiempo venidero, y estamos en la situación de un avaro que no hiciese
+sino guardar onzas de oro en un arca, y que cada onza se le desvaneciese
+sin llegar al fondo. Fíjese usted en la impropiedad del lenguaje, en lo
+que respecta al tiempo y a la edad de los hombres. Se dice: «Este niño
+tiene muy pocos años», o «este viejo tiene muchos años». ¡Qué disparate!
+El niño es el que tiene muchos años y el viejo el que tiene pocos años,
+poquísimos, quizás meses, quizás días, quizás horas, porque el tiempo
+pasado ya no existe.
+
+Aquellas consideraciones, aunque sutiles y originales, no me parecían
+pertinentes. Lo que yo quería conocer no eran las ideas de don Guillén,
+sino su vida y sentimientos. Le atajé, con cauta ironía:
+
+--Tiene usted razón. No presumía que en los seminarios enseñaban a
+discurrir de esa manera sintética y plástica, por paradojas.
+
+
+[Nota: DISQUISICIÓN DE DON GUILLÉN ACERCA DE LA POESÍA DEL BREVIARIO]
+
+--¡Qué han de enseñar...!--exclamó don Guillén, riéndose alegremente--.
+Comprendo, comprendo.... Quiere usted darme a entender que le he metido
+en el Seminario para un cuarto de hora solamente y que no desea usted
+dilatarse en este lugar ni un minuto más de lo imprescindible. Pues ya
+se ha cerrado la puerta a nuestra espalda. En las narices, en los ojos,
+en los oídos, en la lengua, en el tacto, en el alma, recibe usted una
+impresión de verdín, lo que en Pilares llaman verdín; ese moho fofo y
+viscoso que nace, junto con las lombrices de tierra, en los rincones
+húmedos, sombríos y silenciosos. Estaremos en uno de esos rincones un
+cuarto de hora justo; viviremos luego cien años, y no se despegará de
+nuestros sentidos aquella sensación de verdín, de cardenillo vegetal, de
+frío en los tuétanos y de contigüidad con exangües lombrices, dúctiles y
+ondulantes cirios de cera amarilla. Estos cirios eran, claro está, mis
+compañeros. Los más provenían de extracción humildísima, de las breñas y
+entrañas del terruño labriego; pertenecían a familias de aldeanos
+pobres, con el peculio preciso para pagar a uno de los varones la
+modicísima pensión del Seminario, por entonces poco más de una peseta
+diaria; eran de una raza intermedia entre la pura animalidad y un
+rudimento de especie humana. ¡Qué facies y qué cogote, señor...! Había
+colodrillos perfectamente planos y obtusos, en cuya intimidad no era
+posible que cupiese un cerebelo. Otros colodrillos eran exageradamente
+apepinados y piramidales. Yo me preguntaba: ¿Dónde se les va a situar a
+éstos la tonsura, si no tienen espacio? Algunos de los dueños de estos
+colodrillos se sientan hoy a mi lado en el cabildo catedral; todos ellos
+están revestidos de autoridad, e imperan, en alguna medida, sobre el
+régimen privado de las familias y el régimen público de la sociedad. Lo
+curioso es que aquellas selváticas y fornidas criaturas, de frente
+angosta, cejas unidas, ojos montaraces y piel bronceada, apenas entraban
+en el Seminario adquirían el color incoloro y exangüe de la lombriz y de
+la cera. Y lo cierto es que, aunque muy mal (garbanzos agusanados,
+lentejas entreveradas con guijas, sebáceos pendejos de carne, queso
+ratonado, avellanas y nueces vanas), comían mejor que en sus casas.
+¡Inexplicable fenómeno! Éramos unos doscientos. Entre tantos, por de
+contado que había hijos de familias mejor paradas de hacienda; de
+menestrales prósperos, de tenderos y tal cual de la clase media. De
+estos últimos había un Estanislao Correa, hijo de un procurador de los
+Tribunales, tímido y delicado como una virgen o como un lirio, al cual
+llamaban, groseramente, por mofa, San Estanislao de Cuesco, y le
+amargaban de continuo la vida. ¡Qué bárbaros! También yo pasé mis malos
+ratos. Lo que señaladamente les molestaba era que yo no perdía los
+buenos colores. Siempre fuí tan coloradete como ahora soy. Los más
+cerriles y pobretones caían sobre los que teníamos algún dinero, nos los
+ordeñaban por las buenas o por las malas, y después de sobornar a los
+criados les encargaban sustancias de comer y de beber, sobre todo vino
+blanco. Eran aficionadísimos al vino blanco. Como estaba prohibido el
+vino en el Seminario ni se consentía tener botellas, servíanse, para
+guardar el vino, de un expediente repugnante: lo metían en orinales, y
+de ellos bebían, a modo de cuenco. Dormíamos en grandes dormitorios
+comunes, que casi nunca barrían. El suelo estaba sembrado de mondas de
+castañas, naranjas y otros frutos, según la estación. Algunos de los
+medianos, y aun de los mayores, por la noche se escapaban «de mozas»,
+como allí se decía. Solíamos asistir los demás a la escapatoria; quiero
+decir, al acto de escaparse. El Seminario, por la parte de los
+dormitorios, caía sobre un profundo barranco, ya en las afueras de la
+ciudad. El prófugo tenía que ser mozo recio y de cabeza firme contra el
+vértigo. El instrumento de la evasión se aparejaba con no menos de
+veinte sábanas, que algunos de los seminaristas, procedentes de pueblos
+costeños, unían por medio de nudos de marinero. Cuáles veces, por
+embromar al juerguista, le retiraban la escala de sábanas y no se la
+echaban sino de mañana, con el tiempo preciso para que se presentase a
+la primera inspección, haciéndole pasar varias horas de congoja en el
+barranco, entre maleza e inmundicia, acaso bajo la lluvia. Pues en aquel
+ambiente se estaban incubando los futuros ministros de Dios. ¿Cuántos
+tenían vocación? ¿Cuántos se habían encaminado al Seminario siguiendo
+una voz interior persuasiva, una estrella ineludible? Yo les oía contar
+chascarrillos de curas de aldea, de lo mucho que tragaban, de lo
+majamente que vivían, de los amores con que se distraían, del respeto y
+obediencia que se les tenía; y se refocilaban de antemano con la
+esperanza de arrastrar una existencia a lo regalado y holgón en una
+parroquia rústica, con el ama y la sobrina, pues casi todos profesaban,
+teórica y cínicamente, la poligamia. ¿Tenía yo vocación? No sé si, por
+reacción y enojo contra mis compañeros, llegué a estar convencido de
+sentir una gran vocación. A ratos soy muy sentimental. Entonces, lo era
+mucho más. Los oficios canónicos, las ceremonias del culto, el canto del
+órgano, el resplandor de las luces, el misterioso recato de las
+imágenes; todo esto me enternecía y agitaba hasta los posos del alma, y
+tanto más en la medida que iba entendiendo el latín. Verdaderamente, la
+liturgia de la Iglesia católica es muy bella, muy bella, muy sensual, a
+propósito para temperamentos delicadamente voluptuosos. Leyendo vidas de
+santos, y sobre todo de santas, se observa que los arrebatados fervores
+y movimientos místicos del alma coinciden con las edades críticas: la
+pubertad y la menopausia. A este fenómeno, un materialista le daría un
+sentido bajo y torpe; diría que el sentimiento religioso es una emoción
+sexual disfrazada. Para un espiritualista, el fenómeno tiene una
+explicación más natural y profunda. Puesto que en esas edades críticas
+el cuerpo, con infatigable tenacidad, impone su hegemonía sobre el alma,
+es natural que en los seres de fina textura espiritual, el espíritu
+intente divorciarse desesperadamente de la materia y oponer a las
+precarias y fugitivas apetencias de la carne un objeto absoluto e
+incorruptible, adonde se concentren los anhelos elevados, y de él
+extraigan los más puros e inefables deleites. Se me dirá que esto no
+acontece sino a las naturalezas enfermizas y anormales. Concedo. Pero es
+que la inteligencia extraordinaria, los sentimientos nobilísimos y fuera
+de lo común, la peregrina aptitud para producir belleza, ¿no son
+anormalidades, enfermedades, como la perla es una enfermedad de la
+ostra? La materia en equilibrio, en inercia, es realidad a medias. La
+materia en transformación, en descomposición, es realidad íntegra,
+porque está creando vida y nuevas energías. Y la energía es el elemento
+espiritual del universo. Yo, sin jactancia, ¿qué jactancia puede caber
+en esto?, soy un hombre bastante normal y equilibrado. Pero mucho más
+equilibrados eran mis cerriles compañeros. Yo asistía a los oficios con
+emoción, aunque sin subir al deliquio ni al arrobo; ellos estaban como
+los perros en misa. Durante los cuatro primeros años de seminario, en
+los cuales se estudia con preferencia el latín, me apliqué a dominar
+esta lengua: ellos concluyeron los cuatro cursos sabiendo menos latín
+que un toro de Miura. Yo tenía afición a los idiomas. El francés había
+comenzado a enseñármelo la duquesa. Luego, por mi cuenta, perfeccioné su
+conocimiento. Me inicié también en el inglés. Mis únicas distracciones
+eran el estudio y la lectura, cosa inexplicable para mis compañeros. Mi
+lectura favorita, los himnos del Breviario. Ahora tiene usted que
+perdonarme si le hablo con alguna extensión del Breviario. ¡Sus himnos
+han influído de tal suerte en mi vida...! Me sé muchos de memoria, y he
+traducido algunos en lengua castellana. ¡Lástima que yo no sea un buen
+poeta! Los españoles no conocen la poesía cristiana. Los grandes poetas
+franceses, Corneille, Racine y otros, han vertido los himnos del
+Breviario en deliciosos versos franceses. En la manera de amar y
+preferir decláranse espontáneamente las personas y desnudan su alma. El
+ardiente Corneille traduce siempre al ardiente San Ambrosio; Racine, más
+cerebral y refinado, traduce a Prudencio, meticuloso artífice de la
+poesía litúrgica. En la segunda estrofa del himno a Laudes, de la quinta
+Feria, dice Prudencio: _Volvamus obscurum nihil_, y en la tercera
+estrofa: _Ne noxa corpus inquinet_. Racine, en estos dos versos, creyó
+ver un como remoto antecedente de la estética de Boileau, y tradujo,
+respectivamente: _Et que la vérité brille en tous nos discours_, y
+_qu'un frein legitime--Aux lois de la raison asservisse les sens_. Yo no
+sé de ningún gran poeta español a quien se le haya ocurrido ungirse con
+el óleo denso y aromoso de la poesía cristiana. Los himnos más
+primitivos y arcaicos eran los que con más dulce violencia me movían los
+afectos. Ya desde aquellos primeros años de seminario me he atrevido a
+pensar que la Iglesia cristiana, en el curso de los siglos, fué mudando
+de condición; de potencia espiritual y apostolado de caridad social, se
+trocó en potencia política. Con esta mudanza, lo que ganó en poderío e
+influencia lo perdió en eficacia y estabilidad, porque todas las
+potencias políticas son perecederas, por ser odiosas. Aquellos himnos
+originarios e infantiles correspondíanse con las almas simples e
+inflamables que los cantaban a coro en los humildes templos. Aquellas
+almas inocentes y piadosas consideraban decoroso y prudente que los
+clérigos viviesen con mujer, y la Iglesia consentía el concubinato
+eclesiástico. ¿Por qué la Iglesia, pensaba yo entonces, no ha de
+permitir ahora el matrimonio de los clérigos? Cuántos daños se
+evitarían.... Y lo pensaba, no porque yo sintiera deseos, ni estuviese
+enamorado de mujer alguna, sino porque miraba y compadecía a mis
+compañeros. El enamoramiento vino después; y el Galeoto, el Breviario.
+El primer cantor cristiano fué San Ambrosio de Milán, cuyo corazón era
+como un grano de incienso entre brasas. Un autor dice que San Ambrosio
+enseñó a la lengua latina a orar. En el himno _Aeterna Christi munera_,
+que se canta a maitines el día de los Apóstoles, se expresa así San
+Ambrosio:
+
+ _Devota sanctorum Fides,
+ Invicta spes credentium,
+ Perfecta Christi charitas
+ Mundi triumphat principem._
+
+«En vosotros, la fe religiosa de los santos, la esperanza invicta de los
+creyentes, la caridad perfecta de Cristo, triunfa sobre los príncipes
+del mundo.» ¿No es admirable de sencillez y de claridad? Nada de
+autoridad ni potencia política. Fe, esperanza y caridad, esto es, amor
+gracioso y no debido. Estas tres virtudes teologales le bastan al
+cristiano para triunfar sobre los caducos principados de la tierra. Tal
+era la misión social y espiritual de la Iglesia primitiva, de la Iglesia
+apostólica. El día de los apóstoles San Pedro y San Pablo, consta en el
+Breviario un himno compuesto por Elpis, siciliana, mujer del filósofo
+Boecio. Este himno se canta en el Vaticano, con música de Palestrina,
+por un coro numerosísimo, sobre la tumba de San Pedro, bajo la cúpula de
+Miguel Ángel. Dice la última estrofa:
+
+ _O felix Roma, quae tantorum Principum
+ Es purpurata pretioso sanguine:
+ Non laude tua, sed ipsorum meritis
+ Excedis omnem mundi pulchritudinem._
+
+«Oh Roma afortunada, estás enrojecida con la sangre preciosa de aquellos
+mártires (príncipes cristianos). No por tus esplendores, sino por sus
+méritos (los de ellos), excedes la hermosura de todo el mundo.» ¿No está
+aquí claramente acusada la contraposición de la Iglesia primitiva, como
+potencia espiritual, frente al fausto de las potencias temporales y
+caedizas? Sin duda, debe de ser magnífico, imponente y maravilloso el
+aparato y circunstancias de contorno con que actualmente se canta este
+himno en Roma; pero, ¿qué dirían Boecio y su mujer si levantasen la
+cabeza? No se impaciente usted, que vuelvo en seguida a mi historia;
+pero estos preámbulos son esenciales. No le hablaré a usted de las
+diferentes recensiones, refundiciones y manejos que el Breviario padeció
+a manos de sucesivos pontífices, porque esto, probablemente, no le
+interesa, y, aun cuando le interesase, aquí estaría fuera de lugar. Sólo
+quiero decirle que la segunda edición tipo del Breviario fué publicada
+bajo Clemente VIII, con el concurso y dirección del cardenal Belarmino.
+Recordará usted, anoche se lo referí, otro Belarmino, zapatero y
+filósofo, padre de una chiquilla amiga mía, Angustias. Pues bien: yo no
+podía por menos de ver en el cardenal Belarmino algo así como la
+paternidad putativa o adoptiva del Breviario. El nombre de Belarmino
+aparece con frecuencia, y no me era dado eximirme de esta idea
+caprichosa. Por otra parte, yo me había enterado que Belarmino, el
+zapatero, no era padre, en la carne, de Angustias, sino padre putativo o
+adoptivo. Él decía profesar la filosofía, pero yo digo que tenía mucho
+de poeta; así como mi padre, Apolonio, que decía profesar la
+dramaturgia, tenía mucho de filósofo. Extraña y misteriosa asociación de
+ideas y sentimientos se fué operando poco a poco en mi espíritu; la
+poesía del Breviario, la esencia indecible, penetrativa, mareante, que
+brota de sus melodías y se adhiere para siempre en el corazón donde se
+derrama, eran la misma poesía y esencia que se exhalaban del alma de
+Angustias, la niña que en su candor y pulcritud parecía una rosa dilecta
+del Hacedor Supremo. El Breviario me traía, no ya la presencia
+espiritual de Angustias, sino también la presencia sensible. El
+Breviario abunda en locuciones e imágenes de extremada visibilidad y
+plasticidad, y lo que no residía en la virtud plástica y evocadora del
+Breviario, lo suplía mi imaginación adolescente. Además, los melodas
+litúrgicos, enamorados congojosos de la castidad, hacen a menudo grandes
+gestos de conjuro para ahuyentar las visiones impuras. Estos recios
+conjuros son, sin duda, de sumo provecho para lustrar y aquietar las
+almas donde se encierran recuerdos de la propia experiencia impura, en
+las cuales las imágenes torpes son, o recuerdos materiales, o fragmentos
+de recuerdos, aderezados y embellecidos por la fantasía. Pero en las
+almas blancas, vírgenes de experiencias y recuerdos, los tales conjuros,
+lejos de ahuyentar visiones turbadoras, que no existen, las sugieren.
+Como ya le he indicado más arriba, los himnos del Breviario nacieron en
+diferentes períodos de la vida de la Iglesia: unos, al período infantil
+y mozo, que son los de la Iglesia primitiva; otros, al período adulto y
+de madurez, y otros, poquísimos, al período senil, que es un período
+estéril. Como quiera que la substancia de la poesía es, necesariamente,
+el amor, así también los himnos litúrgicos son expansiones de amor, de
+un amor sobremanera copioso y ambicioso, puesto que aspira a un objeto
+absoluto e incorruptible. Se advierte que los himnos de la Iglesia
+primitiva y moza están inspirados en un amor concebido en el corazón, y
+los de la Iglesia ya madura, en un amor concebido en la cabeza. Contra
+lo que piensan y dicen las inteligencias superficiales, es más natural
+en el mozo ser inclinado al pesimismo y a la desesperación, que no en el
+hombre maduro, como lo prueban los suicidios, que la mayoría son de
+personas jóvenes. Chamfort habla de un joven que, a pesar de no tener
+edad para conocer el mundo, estaba tan triste como si ya lo conociese
+todo. Liviana observación; pues por eso precisamente estaría tan triste.
+Para el joven inteligente y sensitivo, el mundo es un caos sumido en
+lobreguez. El joven posee deseos vastos, quiere poner orden y luz en las
+cosas, un orden suyo, a la luz que de su propio corazón dimane. Esta
+luz, luz y lumbre, claridad y ardor, es el amor. Si alguien de fuera, el
+espíritu malo, extingue esta luz, el mundo se ha derrumbado
+irremisiblemente. Tal era la psicología de la Iglesia primitiva; tal era
+la mía, en los cinco primeros años de seminario. Miedo a la tiniebla, al
+frío caos, al soplo del espíritu malo; deseo desesperado de luz, de
+calor, de amor. Todos los primeros himnos del Breviario son un clamor
+continuo y angustioso hacia la luz. Cada vez que yo leía, con el corazón
+en suspenso: _claritas, lux lucis, lux refulgens sensibus, lucis aurora
+rutilans_; claridad, luz de luces, luz que ilumina los sentidos,
+rutilante luz auroral..., veía en presencia la imagen de Angustias, y
+exclamaba, con San Ambrosio: _os, lingua, mens, sensus,
+vigor--confessionem personent_; que resuene mi confesión de amor en mi
+boca, en mi lengua, en mi mente, en mis sentidos, con todas mis fuerzas.
+Cuando leía: _Virgo super omnes speciosa, flos, dulcedo_; doncella más
+gentil que todos, flor, dulcedumbre; o como decía Prudencio, aquel
+esteta de la Iglesia antigua: _Thesaurus et fragans odor--Thuris Sabaei
+ac myrrheus_; tesoro, aroma fragante del incienso sabeo y de la
+mirra..., veía en presencia la imagen de Angustias. Otras veces, cuando
+leía el conjuro de San Gregorio el Magno a la concupiscencia: _Absint
+faces libidinis--Me foeda sit vel lubrica--Compago nostri corporis_;
+lejos de mí las antorchas de la libidinosidad; que la sucia lubricidad
+no se asiente en las articulaciones de mi cuerpo..., la imagen de
+Angustias se me presentaba más linda, cándida y adorable que nunca, y
+mis brazos, involuntariamente, se tendían para asirla contra mi pecho. Y
+cuando leía en San Fortunato: _Membra pannis involuta--Virgo mater
+alligat--Et manus pedesque et crura--Stricta cingit facia_; de cómo la
+Virgen madre envuelve en pañales los torpes miembros del recién nacido y
+le ciñe con vendas las manos, los pies, las piernas..., veía también a
+Angustias, con un hijo; y mi corazón se derretía de ternura.
+Preguntábame, en la soledad de mi conciencia; ¿son éstas malicias de
+Satanás, que me inducen a imaginaciones impías? ¿O son, por el
+contrario, insinuaciones divinas con que se me hace patente que debo
+servir al Señor antes como buen casado que como sacerdote melancólico?
+Consulté con el confesor, el cual respondió afirmativamente a la
+primera pregunta; eran malicias de Satanás, que yo vencería sin
+esfuerzo. Sin esfuerzo.... Mi confesor era un santo varón, albino y
+adiposo, que no tenía ni sospecha de lo que fuese un esfuerzo. Sin
+embargo, me atuve al consejo y parecer del confesor, sabiendo que la voz
+de Dios busca a manera de instrumento en donde articularse esas almas
+huecas y limpias, que son como albogues de madera sana, no obstruídos,
+resecos, ni agrietados; y me esforcé, ¡con qué frenético ahinco!, en
+rechazar de mi frente y de mi pecho imágenes y blanduras amorosas. Pero
+cuanta mayor era mi diligencia, con tanta más insidia, suavidad y mimo
+me perseguían, me cercaban, me penetraban. Alcancé el ápice doloroso de
+este estado de espíritu cuando cursaba el quinto año de seminario y
+primero de filosofía. Acentuóse el malestar a medida que se acercaban
+las vacaciones. En las vacaciones posteriores a los dos primeros cursos,
+y aun en las del tercero, Angustias era todavía una chiquilla, y yo,
+aunque prematuramente apersonado con mi temo de paño negro, un mozuelo.
+Nada tenía de particular que reanudásemos cada estío la añeja amistad,
+si bien no tan asidua, porque nos faltaba Celesto, el aprendiz, el cual,
+al pasar Belarmino a zapatero remendón, había entrado de zagal en una
+cochera de carruajes de alquiler. A pesar de la separación, el zagal
+conservaba mucho afecto a Belarmino, a Angustias y a mí. Mi trato con
+Angustias era del todo inocente. Mi pasión no se me hizo patente hasta
+el cuarto curso de seminario. Aquel año, al salir del Seminario, hallé a
+Angustias hecha ya una mujercita. La primera vez que nos cruzamos en la
+calle, me sentí tan turbado que no acerté a moverme ni a hablarle.
+Comprendí que me ponía pálido como un muerto. En todo aquel verano no
+nos dirigimos la palabra. Siempre que nos veíamos, yo me ponía pálido y
+ella encendida. Y así llegó el quinto año de seminario, nueve meses de
+martirio; y salí nuevamente de vacaciones. Me espantaba tener que volver
+a ver a Angustias. Estuve tentado de rogar a la duquesa que me
+permitiese pasar las vacaciones en su casa de campo, aunque fuera como
+fámulo; pero desistí en un principio. Y ocurrió que una solterona,
+llamada Felicita Quemada, que vivía dos puertas más abajo de mi padre, y
+que cuando niño me solía llevar a merendar a su casa, un día que nos
+tropezamos en la calle me dijo: «Querido don Pedrito, estás hecho un
+guapo mozo, un hombre hecho y derecho. Ante todo, no te enojará que te
+siga tratando de tú. Para mí, siempre serás un niño, aunque te hagan
+obispo de la ínsula Barataria. Pero, vaya, que eres un mozo garrido.
+Lástima que vayas para cura, que si no, las niñas andarían detrás de ti
+despepitadas. Y aun así y todo..., ¿quién sabe? Es decir..., yo creo
+saber.... Pero, cambiemos de palique. No sé por qué no has de venir por
+mi casa, como otros años, como siempre. Cierto que yo soy una mujer
+soltera y tú un guapo galán, y hay lenguas de avispa; pero esto no debe
+importarnos, porque quien a mí me importa sé que no lo toma a mal, y
+además eres ya medio cura, y los curas tienen vía libre en todas partes.
+Conque mañana te espero a merendar....» Y fuí al día siguiente. Aquella
+mujer era víctima de un amor imposible, y no pudiendo dar feliz término
+a su amor, se perecía porque todas las demás criaturas del universo se
+confundiesen en estrecho e indisoluble abrazo amoroso. Su charla era
+bastante para marear a cualquiera, pero aquella tarde, lo que realmente
+anduvo a pique de hacerme caer sin sentido, no fué la forma, sino el
+fondo y asunto de su charla. Aunque muy velado y desmenuzado en
+minúsculas alusiones, que entreveraba y envolvía entre vanas parrafadas,
+vino a decirme que Angustias estaba locamente enamorada de mí y que no
+podía vivir sin mí. Yo no ignoraba que Angustias venía con frecuencia
+por casa de la solterona, y que a veces dormía allí. Volví por la casa.
+A cada merienda, la solterona se clareaba más. Un día me propuso que me
+reuniese allí mismo con Angustias; ella lo prepararía bien y nadie lo
+sabría. Me negué, en redondo, Dios sabe a costa de cuánto esfuerzo y
+agonía. ¡Y mi confesor me persuadía que cercenar las inclinaciones
+amorosas no cuesta ningún esfuerzo! La solterona me replicó: «No te
+apures, don Pedrito; estoy convencida que tienes verdadera vocación de
+cura.» Harto comprendía ella mi amor y mi dolor. Prosiguió: «No había
+mal en lo que te proponía, ni peligro, ya que es tan firme tu vocación
+religiosa. Era una caridad, una limosna que harías a la pobre Angustias.
+Sólo con verte de cerca, por última vez, quedaría dichosa para el resto
+de su vida. Hasta podías inculcarle la vocación, y que se meta
+monja....» Insistí en mi negativa. Dijo la solterona: «Sea. Cada cual es
+dueño de sus actos.» ¿Yo, dueño de mis actos...? «Pero lo que hemos
+hablado no será obstáculo para que de vez en cuando me visites. Yo
+procuraré que no coincidáis aquí ni por casualidad. ¿Cuándo volverás?
+¿El jueves próximo?» Aquel jueves, al salir de mi casa para ir a la de
+la solterona, vi que entraba en ella una mujer. No es que la viese. Sólo
+alcancé a ver el vuelo de una falda y un pie que subía de la losa al
+umbral. Me bastaba. Era Angustias. Salí huyendo, fuera de la ciudad,
+aldea adelante, andando, andando varias horas, y me encontré en casa de
+la duquesa. Cuando llegué, me duraba todavía el aturdimiento, la
+insensatez. Dije a la duquesa que no me hallaba bien de salud y que iba
+a la aldea a reponerme. La señora me preguntó si había tenido algún
+disgusto con mi padre. Por el gesto de mi respuesta, la duquesa, que era
+un lince, presumió la oculta causa. «Pobre Pedrín, hijito--dijo, dándome
+una palmada en el cogote--; ahora, a pasear, a pescar, a cazar;
+distráete, embrutécete. No des excesivo valor a las cosas de poca
+monta. Ya se te pasará esa pequeña enfermedad.» Pero no se pasó.
+Transcurrió un mes. Iba de vencida el verano. El cielo estaba ya
+desvaído y triste. En veinte días escasos debía entrar en el Seminario.
+No pude resistir más. Volví a Pilares y a casa de Felicita. Antes de que
+ella hablase, me adelanté a decir: «Quiero ver a Angustias.» Respondió
+la solterona: «Lo esperaba. Tienes un corazón de oro. Vuelve mañana a la
+hora de la merienda, como de costumbre.» Llegué al día siguiente.
+Felicita me condujo a su gabinete, cerró la puerta y me dejó dentro.
+Estaba Angustias en pie. Yo, en pie, a tres pasos de ella. Nos mirábamos
+sin decir palabra. Brillaban sus ojos con lágrimas; se empañaban los
+míos. Y nos mirábamos sin decir palabra. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Ni sé
+cómo la hallé ya entre mis brazos; las bocas unidas. ¿Cuánto tiempo?
+Tampoco lo sé. Había en el gabinete una cómoda; sobre la cómoda, una
+imagen de la Virgen de Covadonga, con una lamparilla ardiendo. Nos
+arrodillamos ante la imagen, tomé la mano de Angustias y dije: «Ante la
+reina de los cielos, te prometo casarme contigo.» Entró Felicita:
+«Niños, loquines, que ya es tarde. Cada mochuelo a su olivo y cada pollo
+a su corral.» Yo no quería separarme de Angustias ya en la vida. «Qué
+súbito es don Pedrito--comentó Felicita--; claro, tiene hambre atrasada.
+Tonto, ¿de quién es la culpa? Ya lo arreglaremos todo, y de prisita,
+para que no te consuma la impaciencia.» Sin embargo, yo no quería
+separarme de Angustias sin llevarme por lo menos un retrato que
+contemplar en las horas de ausencia. Por fortuna, Angustias tenía en
+casa un pequeño retrato. Quedamos que se lo traería a Felicita y que
+ésta me lo enviaría al punto. En días contados (y todos los días nos
+veíamos), Felicita ideó, maduró y dispuso el plan de lo que habíamos de
+hacer. Angustias y yo no poníamos nada de nuestra parte; nos dejábamos
+llevar por Felicita, y en verdad que si grande era nuestro gozo no era
+menor el de la pobre solterona. Sólo de raro en raro se detenía a
+murmurar, con acento de quejumbre: «¡Qué envidia me dais, tortolines...!
+Pero no caigáis en soberbia o egoísmo, que no sois solos en el mundo.
+También a mí me llegará mi hora; y quizá muy pronto. Cuando Anselmo y yo
+nos casemos, seremos amigos los dos matrimonios, aunque vosotros
+pertenezcáis a una clase humilde. Yo no reparo en eso, y no reparando
+yo, Anselmo no reparará tampoco.» Felicita era de opinión que por las
+buenas y siguiendo los trámites usuales no llegaríamos a casarnos. Por
+lo tanto, era menester apelar a un procedimiento rápido y enérgico; nos
+escaparíamos, pediríamos luego, por carta, perdón y consentimiento a
+nuestros padres, y a la postre, para evitar el escándalo, todo se
+arreglaría a pedir de boca. Angustias, por no causar una pena a
+Belarmino, repugnaba la idea de la escapatoria. «¿Por qué hemos de
+escaparnos? Se escapan los que han hecho una cosa mala, y nosotros no
+la hemos hecho. ¿Qué pensará mi padre?», decía Angustias, con angelical
+mansedumbre. Yo, por la violencia de mi amor, me sentí violento en la
+lengua: «Nos escapamos, porque es el único camino que se nos abre, y si
+tú no lo sigues conmigo, es que no me quieres.» «No digas eso», suspiró
+Angustias, con lágrimas nacientes, que yo acudí a evitar con mis labios.
+«¡Jesús! ¡Jesús!--chillaba la solterona, en tono burlesco--. Niños, no
+os pongáis pecaminosos, que me ruborizo y se me alargan los dientes....»
+¡Pobre mujer; alma jugosa y generosa, como la vid buena, revestida de un
+tronco sarmentoso y casi momia! No había inconveniente u obstáculo a
+nuestra presunta evasión que ella no saliese al paso con el adecuado
+remedio. Ella nos facilitó el dinero, que yo luego entregué a Angustias;
+ella nos sugirió la idea de avisar a nuestro fiel amigo Celesto, para
+que nos proporcionase el carruaje y nos sirviese de mayoral; ella
+apercibió todos los pormenores; ella, por fin, desinteresada sacerdotisa
+del amor, vetusta vestal, nos bendijo enternecida, cuando partíamos.
+¡Cómo llovía el día de nuestro éxodo feliz! ¡Cómo sonaba el agua a
+cristal, a campanas de gloria! Era un nuevo diluvio, que anegaba a la
+humanidad entera; nuestro coche, como el arca de salvación; sólo
+nosotros sobrevivíamos al universal naufragio, destinados a ser origen
+de una humanidad nueva. Pronto brillaría el arco de la alianza. A la
+mañana siguiente, temprano, repicaron con los nudillos a nuestra
+puerta. Me incorporé. Angustias, blanca y dulce, con el cuello en
+escorzo, dormía como una paloma. Decía la sirvienta, de fuera del
+postigo, que unos señores me esperaban abajo. Venían, sin duda, en
+nuestra persecución, a quebrantar nuestra dicha. Yo estaba resuelto a
+dejarme matar, antes que entregarme. No tenía armas. Miré en torno. Nada
+había que pudiese servirme de arma eficaz. La sirvienta insistía desde
+fuera. Lo que yo más temía era que Angustias se despertase. Me vestí de
+cualquier modo. Salí a la puerta con intención de sobornar a la
+sirvienta. Unas manos de hierro, las de aquel bárbaro Patón, el criado
+de la duquesa, me amordazaron, me sujetaron cruelmente los miembros, me
+tomaron en vilo, me descendieron a un zaguán, en donde estaban mi padre
+y el señor Novillo, el cortejador de Felicita, me metieron en un
+coche.... Y, entretanto, Angustias dormía como una paloma, y acaso
+soñaba que era feliz. Aquellas manos de hierro no rebajaron un punto su
+salvaje presión hasta que llegamos a Pilares. Yo era como un inválido,
+como una cosa inútil y paralítica. El bárbaro Patón me conducía como
+liviano fardo. Y yo conducía mi pobre vida, mi pobre alma, como otro
+fardo, pero insostenible, abrumador. Según íbamos en el coche, pensé:
+«Si yo pudiera morderme con disimulo una arteria y dejarme desangrar,
+calladamente....» Todo era inútil. Sentía el corazón tumefacto,
+insensible. Lloré, lloré entonces como flaca mujer, por mi tesoro, que
+no había sabido defender como hombre; lloré todo el viaje. De camino, mi
+padre ni el señor Novillo no desplegaron los labios. La duquesa me
+encerró en un cuarto oscuro, y allí me tuvo la semana que faltaba para
+volver al Seminario. No podía yo imaginar que me admitiesen en el
+Seminario, después del escándalo. Mientras estuve encerrado, nadie me
+enteró de nada. El día primero de curso, la propia duquesa me llevó en
+su coche al Seminario. ¿Qué había pasado? Andando el tiempo, lo supe. El
+señor obispo, bajo la influencia de los dominicos y de los marqueses de
+San Madrigal, quería casarme. La duquesa de Somavia se oponía tenazmente
+y pretendía que yo continuase mi carrera. Como Angustias había
+desaparecido, sin dejar vestigio ni presunción de su paradero,
+finalmente triunfó la voluntad de la duquesa y yo volví al Seminario;
+otros siete años....
+
+Don Guillen apoyó los codos en las piernas, la frente en las palmas.
+Hubo un largo silencio. Irguióse y enhebró la interrumpida hebra del
+discurso:
+
+
+[Nota: DRAMA DE CONCIENCIA DE DON GUILLÉN]
+
+[Nota: GUILLÉN DE VOTO CASTIDAD]
+
+--Siete años.... La almendra del árbol de la Iglesia: Sagrada Escritura,
+Teología dogmática, Teología moral. Siete años de triple martirio, no
+ya en el corazón, como los años anteriores, sino en la carne y en la
+conciencia. Ya no eran las tentadoras imágenes de antes, fingidas por la
+humareda que se elevaba del corazón; era la experiencia de la carne, el
+recuerdo de lo pasado, que, no obstante haber pasado, permanecía actual
+sobre mi piel, como la cicatriz de las heridas. El contacto de Angustias
+había impregnado mis nervios ya para siempre: la sensación estaba de
+continuo sobre mí, me erizaba el vello con un calofrío placentero.
+Angustias seguía formando parte de mi ser y me dolía como un miembro
+amputado. Martirio del corazón, martirio de la carne y martirio de la
+conciencia, acaso más desesperado que todos. A diferencia de mis
+compañeros, yo continuaba leyendo y estudiando. Ninguno se preocupaba de
+que yo leyese, ni de los libros que leía. Y lo que yo leía eran obras
+francesas e inglesas, y traducciones alemanas al francés y al inglés,
+sobre crítica bíblica. Me apliqué a meditar sobre el problema de los
+Evangelios sinópticos. Era evidente, ¡ay!, era evidente. Los Evangelios
+no poseían valor histórico; no eran testimonios personales de la vida y
+enseñanza de Jesucristo; habían sido urdidos muchos años después, casi
+un siglo. Las piedras angulares sobre que se asentaba la Iglesia eran
+otros tantos fraudes. El profesor de Sagrada Escritura se llamaba don
+Salomón Caicoyas. Salomón, el hijo de David, se había posado brevísimo
+tiempo en la inteligencia de este otro su homónimo. ¡Hombre más
+ignorante, soberbio y poseído de sí...! Llevaba el manteo terciado, la
+teja al bies, y tenía todo el empaque de un majo. En el Seminario se
+murmuraba que era muy galanteador y que se introducía siempre entre la
+muchedumbre y en lugares muy concurridos, por disfrutar de apreturas con
+las mujeres. Su voz era como el estridor de un cuchillo contra un plato.
+Yo no podía oírle sin sentir dentera y malestar de estómago. Además, no
+sé por qué, me tenía franca ojeriza, y no perdía oportunidad de
+recordarme en público la grave falta que yo había cometido. Pues este
+hombre era quien debía disipar los negros vapores que ensombrecían mi
+conciencia.... ¡Figúrese usted!... Yo mismo hube de procurarme la
+salvación; yo mismo, con la ayuda de Dios y de la mano de San Pablo, el
+apóstol de los gentiles, que no conoció a Cristo. Las epístolas de San
+Pablo son los documentos más antiguos y fehacientes del cristianismo;
+son propiamente obra de la fe, de la voluntad de creer. San Pablo no
+exigía virtudes heroicas; antes bien, virtudes moderadas. Hay un
+oportunismo de la virtud, que es la verdadera doctrina paulina. La
+religiosidad sincera, para San Pablo, se cifra en algo más importante
+que los hechos probados y la rigidez de conducta. En la segunda epístola
+a los Corintios, San Pablo dice: _o Khirios to pneuma estin_; el Señor
+es el espíritu. Los griegos, aunque espiritualistas, no habían acertado
+a sutilizar el alma humana sino asimilándola y, por ende, denominándola
+con la palabra _psique_, mariposa, que para ellos era imagen de la
+levidad suma. ¡Qué milagroso avance en la espiritualización del alma
+desde la _psique_, material todavía, hasta el _pneuma_, materia
+inmaterial, sustancia etérea, soplo divino!... El Señor es el espíritu;
+Dios reside en nuestra alma. Todo el resto, documentos, testimonios y
+dogmas, es secundario. No hay sino robustecer y exaltar el elemento
+espiritual de nuestro ser. Tal es el deber religioso primordial y único.
+El cristianismo enriqueció la historia de la conciencia humana con un
+acto de creación: la creación del espíritu. El espíritu es algo más fino
+y elevado que el alma. Los egipcios creían ya en el alma. Pues el
+espíritu es el alma en libertad. El espíritu, sobre la tierra, existe
+con conciencia de sí propio--pues antes existía a ciegas--desde hace
+diez y nueve siglos; desde San Pablo. Acaso un psicólogo experimental me
+replicará con sorna: «pero, si el espíritu sigue sin existir.... Yo no
+he tropezado con el espíritu en mis experimentaciones». Responderé yo:
+«tanto peor para usted, pues es señal de que usted no tiene espíritu y
+no puede ser cristiano». El espíritu es superior a la _psique_ y no se
+puede llegar hasta él por la mera psicología. San Pablo fué también el
+apóstol áspero de la castidad. Más vale casarse que abrasarse; pero la
+castidad es madre de la fortaleza. Una noche de insomnio, meditando y
+cavilando sobre lo que habría sido de Angustias, creí oír una voz
+interior, una voz que resonaba con misteriosa certidumbre: «Esa mujer
+está perdida. A esa mujer la has perdido tú. Esa mujer no puede pecar,
+porque es inocente de su caída. Los pecados de esa mujer pesan sobre tu
+conciencia. Tanto pecarás tú cuanto ella peque, y ella permanecerá
+limpia, porque no es suyo su pecado. Todo le será a ella perdonado, por
+haberte amado tanto. Haz tú que tantas culpas te sean perdonadas,
+compensando con severa castidad la cadena de pecados que tú mismo
+hubiste de forjar y remachar, y que llevas asida al tobillo y a las
+muñecas.» Y con resolución que arrancaba del tuétano de mis huesos,
+exclamé: «Así lo haré.» Y lo cumplí. Creo en el espíritu y soy
+continente: todo el resto es secundario. Ya más sano en mi alma, volví a
+bañarme en la onda tépida y vigorizante del Breviario. Ahora, tres
+himnos se alojaron en mi pecho y ardían de modo inmarcesible, como
+lámpara de tres lenguas iguales: los tres himnos a María Magdalena, uno
+precisamente del cardenal Belarmino, otro de San Gregorio, retocado por
+Belarmino, el tercero de San Odón de Cluny, retocado también por
+Belarmino. Dice San Odón:
+
+ _In thesauro reposita
+ Regis est drachma perdita;
+ Gemmaque lucet inclita
+ De luto luci reddita;_
+
+el dracma perdido es repuesto en el tesoro del rey, y la perla luce
+nuevamente sacada desde la tiniebla hasta la claridad.
+
+Y dice San Gregorio:
+
+ _Nardo Maria pistico
+ Unxit beatos domini
+ Pedes, rigando lacrymis
+ Et detergendo crinibus;_
+
+con nardo machacado María unge los santos pies del Señor, regándolos de
+lágrimas y enjugándolos con los cabellos.
+
+Y dice Belarmino:
+
+ _Amore currit saucia
+ Pedes beatos ungere,
+ Lavare fletu, tergere
+ Comis, et ore lambere;_
+
+herida de amor, corre a ungir los santos pies, a lavarlos con llanto, a
+enjugarlos con la cabellera, a acariciarlos con la boca. Y un día,
+vendrá así la mujer a quien perdí; en su inocencia, me pedirá perdón, y
+yo le diré: «Levántate, mujer. Tú eres quien debe perdonarme. Heme aquí
+a tus plantas.» Así pensaba yo entonces..., y luego..., muchos años. Y
+he llevado siempre conmigo la imagen de la mujer, la imagen anterior a
+su desdicha y a la mía; y no pudiendo hacerla mi amada, hice de ella mi
+hermana.
+
+Después de breve pausa, prosiguió don Guillén:
+
+--Mi primera misa la dije en la casa de campo de la Somavia. La duquesa
+fué mi madrina. Me regaló una rica casulla, bordada en oro. Entre sus
+arabescos, muy disimulado, hay un corazón estrujado por una mano; del
+corazón cae un hilo de sangre, que, retorciéndose, describe una _A_
+equívoca. En lo alto de la capilla enarbolaron una gran bandera blanca.
+Ofició conmigo el señor obispo, por exigencia de la duquesa; pero Su
+Ilustrísima, que no me había perdonado la antigua calaverada, me envió,
+apenas ordenado de mayores, a una parroquia rural inhospitalaria: San
+Madrigal de Breñosa. Allí tenían una hermosa finca los señores de Neira,
+de donde tomaron pie para el título; pero jamás iban, por lo muy
+apartado y fragoso de la comarca. Sucedió que a los dos años de estar yo
+en aquellos andurriales falleció don Restituto; doña Basilisa, la viuda,
+fué a guardar el luto en las soledades de San Madrigal, y como era muy
+devota, y oía, antes del desayuno, misa diaria, me nombró su capellán.
+Era una señora rechonchita, nada fea, en buena edad todavía, muy blanca,
+y simple que no cabía más. Sus ideas religiosas eran caprichosas, y aun
+cómicas. Creía que el cielo de los bienaventurados era un teatro, con su
+escenario y localidades para el público. Su marido, don Restituto, según
+ella, se había adelantado a entrar en el teatro, para coger buen sitio y
+reservárselo a su mujercita. Ello es que, olvidándose en seguida de que
+su marido la esperaba, con un sitio acotado, dió en enamorarse de mí y
+en dármelo a entender con palmarias manifestaciones. Otra matrona de
+Éfeso. La cosa no tenía nada de particular, si se tiene en cuenta que el
+único hombre de traza humana que allí veía era yo; que su marido había
+sido mucho más viejo que ella; que poseía un corazón muy tierno y
+dadivoso, y, por último, que el verme vestido con ropa negra y larga, a
+modo de falda, como ella, le infundía confianza y atrevimiento para
+manifestarse, a pesar de su natural tímido y cuitado. Ella sabía de mi
+fuga con Angustias, y debía de calcular que me rendiría fácilmente al
+amor. Pero yo me di excelente maña para disuadirla. Con fervor y unción
+retóricos, lo confieso, me las arreglé para convencerla de que fijásemos
+nuestra mutua relación en un terreno puro y espiritual. No le prohibía
+que me amase, pues Dios no pide de sus flacas criaturas lo imposible, e
+imposible es desarraigar los afectos profundos por un mero movimiento de
+la voluntad; pero le vedaba declararse paladinamente, pues Dios exige
+que nos sobrepongamos a la flaqueza y a la pasión, y esto sí le es
+posible a la voluntad. Le hablé yo mismo de aquel gran pecado de mi
+atropellada mocedad, de lo arrepentido que estaba y de cuán firme era mi
+propósito de la enmienda. Le di a entender, fingidamente y por
+proporcionarle algún alivio a sus afanes, que correspondía a su afecto,
+pero que mi estado sacerdotal me obligaba a poner una venda sobre los
+ojos de la carne. Yo sería su padre espiritual; ella, mi hija. En
+confesión, de penitente a sacerdote, podría confiarme las cuitas de su
+pecho; de mujer a hombre, jamás. Estaba maravillada de aquello que ella
+reputaba fortaleza y virtud mías, y que no era sino deseo de
+tranquilidad y de que no me molestara. «Es usted un santo, un santo de
+veras; el único santo que he conocido», me decía de cuando en vez,
+mirándome con adoración, las manos en actitud de rezo. Yo comía siempre
+con ella. Tal vez me contemplaba con ojos lacrimosos de oveja,
+interrumpiendo la deglución. Tal vez, de sobremesa, alejado ya el
+sirviente, lanzaba terribles suspiros; pero no pasaba de ahí. Dormía yo
+también en la finca; pero elegí una estancia holgada y desnuda, como
+celda, de luz permanente y plateada, mirando al Norte, al extremo de la
+casona, y más allá de los dormitorios de la servidumbre, por evitar
+maledicencias. Era señor de mi tiempo, y me pasaba horas y horas
+estudiando, ya en la gente del campo, ya en los libros. Allí, en
+contacto con los esclavos de la gleba, se me reveló la gran tragedia de
+la sociedad humana. Me aficioné entonces a las ciencias sociales, las
+cuales siguen siendo mi preocupación. Yo he nacido para reformador
+social. Que la sociedad está mal organizada y ha de cambiar, es
+evidente. Los hombres tienen derecho a la felicidad; todos los hombres;
+pero tienen derecho aquí mismo, en la tierra. El estímulo más vehemente
+y constante, el móvil más poderoso y activo que ha puesto Dios en la
+conjunción humana de alma y cuerpo, es el deseo de felicidad. Luego si
+lo primordial humano, por designio divino, es el deseo de felicidad, el
+hombre tiene derecho a la felicidad. Todas las grandes actividades
+conscientes (y no digamos de las reflejas e inconscientes) se engendran
+de aquel móvil fatal e ineluctable, el deseo de felicidad: la religión,
+la moral, el derecho, el arte, la ciencia. Todas estas actividades
+conspiran desde su origen a perfeccionar la sociedad, con el fin de
+alcanzar últimamente el máximo de felicidad para el máximo de
+individuos, si bien, por deficiencia humana, todos los ensayos de
+organización, hasta ahora, se han hecho a base de una manera de
+felicidad limitada y mediante uno solo de aquellos grandes órdenes de
+actividad consciente, con preferencia y preterición de los otros. La
+Iglesia nació como un ensayo de organización para la felicidad. En las
+epístolas de San Pablo vemos, sin posible interpretación en contrario,
+que el apóstol se creía inmortal, que cuantos profesasen en la fe de
+Cristo se harían inmortales, y que el Salvador volvería a establecer el
+reinado de la felicidad sobre la tierra para sus fieles, lo que él
+llamaba la _Parousia_; y como lo predicaba el apóstol así lo creían los
+secuaces. Pero sucedió en Tesalónica que algunos de los convertidos se
+murieron, con lo cual los cristianos tesalonicenses movieron grandes
+motines, llamándose a engaño; y lo mismo los de Éfeso. El apóstol vió al
+cabo que él y todos los cristianes tenían que morirse; pero como no
+podía renunciar a la felicidad, decidió que no se moría sino el cuerpo,
+y que el espíritu, inmortal, penetraba en el reinado de Cristo, en la
+Gloria. Así, la Iglesia de los primeros siglos fué una dulce y baldía
+anarquía, un ensayo de organización para obtener la felicidad después de
+la muerte. En aquel ensayo de organización para la felicidad fueron
+menospreciados o preteridos los órdenes de actividad consciente
+distintos del religioso: el científico, el artístico, el político, y
+muchas veces el moral. Nuestra organización social al presente, esto que
+dicen la sociedad capitalista, es otro ensayo de organización para la
+felicidad, a base de dos órdenes de actividad, el político y el
+científico, con menosprecio y preterición de los otros. Es un estado de
+anarquía cruel y productiva, así como la Iglesia primitiva era un estado
+de dulce y baldía anarquía. El socialismo, mayorazgo del capitalismo,
+pretende ser un ensayo a base solamente de actividad científica. Todos
+los ensayos de organización para la felicidad, hasta ahora, han sido
+ensayos fracasados; aunque todos diferentes, tienen de común entre sí
+que en el fondo de todos ellos late una anarquía disimulada,
+vergonzante, cohibida. Aunque parezca paradoja, ¿no será tal vez la
+anarquía la única organización posible para la felicidad? El día que
+todos los órdenes de actividad consciente, incluso el político y
+jurídico (por el cual yo no entiendo el arte de gobernar, sino el de
+vivir en comunidad, sin estorbarse ni dañarse mutuamente), alcancen su
+plenitud y autonomía, y entre sí se armonicen sin menoscabarse ni
+lastimarse, ¿no resultará una organización espontánea de perfecta
+anarquía, libertad absoluta e insuperable felicidad terrena? Bien. No es
+pertinente que le exponga aquí todas mis ideas sociales. Ello es que
+allá, en San Madrigal, pensaba yo a veces: «si yo tuviera medios de
+fortuna, hacienda bastante, para ensayar una comunidad de hombres
+felices, en lo posible, una experimentación social, como otras que se
+han hecho, pero aleccionado por los errores de los demás». Cuando he
+aquí que, un día, la viuda me suelta, como ducha de agua fría, que tiene
+la intención de dejarme heredero universal; cerca de dos millones de
+duros. Desde luego no supe qué decir; pero, a poco, Dios me concedió
+bastante serenidad y reflexión para responderle: «Señora: le agradezco,
+con emoción no traducible en palabras, su generosidad; generosidad que
+no acepto, ni aceptaré, no tanto por mí, cuanto por usted y su buena
+memoria. Se pensaría que la índole de nuestras relaciones me había
+acarreado esta prueba póstuma de su amor de usted hacia mí.» Y doña
+Basilisa, tan bobalicona siempre, habló, excepcionalmente en aquella
+ocasión, con cierta elocuencia y buen sentido: «Lo que digan los
+juzgadores temerarios, allá ellos con su conciencia. La mía está
+tranquila y confiada ante Dios, que ve el secreto de mis intenciones. No
+es esto dádiva de amor, no; ni siquiera premio a su santidad y virtud,
+sino muestra débil del agradecimiento con que usted me ha obligado, por
+haberme persuadido a guardar mi virtud y servido de guía en el áspero
+sendero del bien. Cuando me junte con mi Restituto, en el celestial
+coliseo, estoy segura que lo primero que me va a decir es: no creas que
+ahora aplaudo la afinación de los divinos coros; lo que hago es
+aplaudirte por lo que has hecho.» Sin embargo, yo me negué a aceptar la
+herencia, a no ser con una condición: que constase en el testamento que
+me dejaba su fortuna al modo de fideicomiso para que yo la emplease en
+aquellas empresas y obras de utilidad y beneficio del prójimo que yo
+juzgase conveniente. Y en eso quedamos. A los siete años de estar yo en
+San Madrigal murió la duquesa de Somavia. La asistí en sus últimos
+momentos. Hasta el mismo punto de morir no perdió la alegría ni el
+desparpajo. En medio de la pena y el llanto que nos causaba verla
+morirse nos hacía reír con sus salidas. Yo siempre había creído que
+tenía el pelo muy ensortijado, y era que se lo rizaba todas las noches,
+mechón a mechón, enroscándolos en unos rollitos de papel, que luego
+extendía a entrambos cabos, a modo de blanca mariposa. Todas las noches,
+en su lecho de muerte, hacía que la doncella le aderezase el cabello,
+poniéndole aquella especie de mariposas, que al día siguiente conservaba
+durante todo el día. Hacía un efecto muy chusco. Pues así se murió; con
+la cabeza cubierta de mariposas de papel. Como yo la mirase con
+sorpresa, al verla por primera vez en aquella guisa, ella, con sus
+graciosas despachaderas, me dijo: «¿Qué miras ahí, papanatas? ¿Es que
+nunca has visto una mujer en la cama y sin vestir? ¿O es que te parece
+mal que las viejas cuidemos de sostener y realzar los restos de belleza
+que nos quedan? Y no vayas a figurarte, ya que como cura serás
+malicioso, que sois como mulas resabiadas, y los resabios del mal pensar
+los habéis adquirido en el confesonario, en donde de la gente no
+aprendéis sino lo malo y lo feo, y eso que no os lo dicen todo; no vayas
+a figurarte que me pongo estos moños por vanidad; ¡a buena hora...! Lo
+hago por decoro, y por algo más. El primer deber de los decentes y bien
+nacidos es atender al decoro de su persona. Y además lo hago, y lo he
+hecho toda mi vida, por imponerme una obligación molesta, ya que ninguna
+otra tenía; un acto de paciencia y disciplina, una mortificación, como
+vosotros decís. Quiero morirme con los _papillons_ sobre mi cabeza, y
+cuando el alma se escape de mis labios, que todas estas mariposas la
+lleven, revoloteando, más ligera al regazo de Dios Padre, que me crió
+Beatriz Valdedulla, y me sostuvo toda la vida Beatriz Valdedulla, y me
+aceptará en su eterna misericordia como Beatriz Valdedulla; porque ¿yo
+qué culpa tengo de ser Beatriz Valdedulla?» Sólo con recordar estas
+palabras me conmuevo. Una mañana, el día antes de entregar su alma a
+Dios, en presencia del duque, me dijo: «Don Pedrito, hijo mío; te quiero
+casi casi como un brote de mi sangre. Pero como las palabras son como
+moscas, que no se dejan atar por el rabo, he querido dejarte algo de más
+substancia que la palabra de mi cariño, y por intermedio del duque, mi
+marido y señor, que tiene mucha mano con el Gobierno, te he conseguido
+una credencial de canónigo en Castrofuerte. Una canonjía, digan lo que
+quieran, no es gran cosa. Si yo viviese más años te verías obispo. Lo
+que yo no he podido hacer, tú, con tu maña y despejo, lo conseguirás. Me
+voy de entre vosotros con un grande reconcomio y desazón, y es por tu
+padre. Bolonio debiera llamarse, que no Apolonio. Sus asuntos ya no
+tienen arreglo. Al duque y a ti os recomiendo que cuando le veáis en la
+calle, y esto tiene que venir necesariamente, le busquéis un asilo, y
+allí le enviéis aquellas cosillas imprescindibles a su vanagloria, sin
+las cuales no podría vivir.» Antes de morir, se expresó de esta suerte:
+«Duque, has cumplido mal como casado; pero te perdono. Pido tu perdón,
+si en algo te falté, que habrá sido involuntario. A ti, hijo mío muy
+querido, nada tengo que perdonarte, que soy de opinión que los hijos no
+tienen deber alguno para con sus padres, y sí sólo los padres para con
+sus hijos. Si algún día la vida te pesa demasiado, perdóname; que yo
+quise darte una vida amasada con dichas y venturas. A ti, Facundo
+(estaba presente el obispo), ¡cuántas veces te llamé mastuerzo, sin más
+razón que es verdad que lo eres...! Pero ya sabes que te he estimado,
+que jamás te perjudiqué a sabiendas; antes por el contrario, te favorecí
+en lo que pude, y hasta te admiré en una ocasión, que quizás hayas
+olvidado. Perdóname lo de mastuerzo. A ti, Pedrín, te digo algo como a
+mi hijo; si alguna vez sientes una carga en la vida, por mi culpa,
+perdóname; otra era mi intención. Perdónenme todos a quienes haya
+ofendido o causado dolor. Y tú, Señor mío Jesucristo (besando el
+crucifijo), ya sé que me perdonas, como perdonas a todos en tu infinita
+bondad, que si no fuese así llovería fuego sobre la tierra, por lo
+menos, cada diez minutos. Hasta luego, vosotros; que la vida es breve.
+Hasta ahora, Señor mío Jesucristo.» Murió como una santa. Era una santa
+a su manera, pues hay muchas maneras de ser santo. Yo he observado que
+en el mundo hay muchísimos más santos de lo que ordinariamente se
+piensa. Es más: yo creo que el mundo anda tan mal porque hay demasiados
+santos; porque la gente, en general, es demasiado bondadosa y resignada.
+Pero dejémonos de glosas. Murió la duquesa. Yo pasé de canónigo a
+Castrofuerte, y allí llevo vegetando hace algunos años. Doña Basilisa me
+sigue escribiendo cartas frecuentes, prolijas y tiernas. Dice que,
+últimamente, anda quebrantada de salud. De la herencia nada me dice. No
+sé si continúo siendo su presunto heredero, o si algún fraile, que sé
+que la visitan en San Madrigal, le ha socaliñado la herencia para su
+Orden. Mi padre y Belarmino, éste ya viudo, están en un asilo, como la
+duquesa predijo. Quise que viviese conmigo, y le llevé a mi casa, en
+Castrofuerte, por una temporada. Pero era de todo punto imposible. En
+primer lugar, hacía el amor a todas las criadas de la vecindad, y en
+cierta ocasión hizo publicar en un periódico local una declaración
+amorosa, en verso, a la señora del alcalde. Además, contraía tales
+deudas, que mi módico estipendio canónico no nos bastaba para vivir. En
+conclusión: que, pesándome mucho, hube de mandarle nuevamente al asilo.
+Le envío allí a mi padre aquellos regalitos a mi alcance que la duquesa
+me encomendó. El que ahora tiene en Pilares un gran bazar de calzado
+mecánico y porradas de dinero es aquel Martínez, antiguo oficial de
+Belarmino. Por cierto que en el mismo asilo de caridad que mi padre y
+Belarmino está recogido un usurero apellidado Bellido, causante de la
+ruina de Belarmino; se arruinó a su vez en la famosa quiebra de la banca
+Hurtado y Compañía[1]. Rarezas del destino.
+
+[Nota 1: _La pata de la raposa_, novela de R. Pérez de Ayala.]
+
+Y don Guillén quedó con ojos vacantes, como dicen los ingleses, tan
+expresivamente; con ojos vacíos, ciego para las cosas ambientes, y acaso
+enfilando una perspectiva interior y remota de recuerdos inmóviles.
+Hablando él y yo escuchando, las horas nocturnas, de negra clámide, se
+habían ido alejando armoniosamente; las horas matutinales danzaban ya en
+los umbrales del día, y un revuelo de sus túnicas color violeta
+penetraba por la hendedura de nuestros balcones; la aurora, con dedos de
+rosa, golpeaba silenciosamente en el vidrio de nuestras pupilas. Ante el
+suave llamamiento de la luz del cielo en sus ojos, don Guillén exclamó:
+
+--Ya es sábado de gloria; ya es pascua florida. Los almendros están
+vestidos con un velo rosado y los pomares con un velo de nieve. Dentro
+de poco resonarán las alegres campanas en toda la cristiandad. Cristo va
+a resucitar:
+
+ _Sat funeri, sat lacrymis.
+ Sat est datum doloribus_,
+
+canta el laude pascual; no más duelo, no más lágrimas, no más pesados
+dolores. Y dice la voz inaudible de los coros angélicos: «Paz en la
+tierra a los hombres de buena voluntad.» Todo es paz y todo es contento
+en el valle de lágrimas. Los hijos de Dios se abrazan y besan en la
+mejilla, murmurando: «Salud, hermano; salud, hermana; el Señor sea con
+nosotros.» Y tú, hermana mía--prosiguió, tomando en sus manos el joyel
+con el retrato y mirándolo con el rostro descompuesto por la piedad y la
+amargura--, ¿dónde estás, en qué oscura mazmorra te encerré, a ciegas,
+que no doy con la entrada, aunque sangran mis pies de tanto caminar y
+mis manos de tanto tropezar a tientas?
+
+Te busqué, y no te he encontrado; te esperé, y no has venido. Mi alma
+estará triste hasta la muerte; muertos mis oídos a las campanas de
+resurrección; muertos mis ojos a los colores de primavera.
+
+Yo, naturalmente, juzgué espontánea, sincera, y, por lo tanto, lícita en
+la ocasión, la pequeña expansión retórica de don Guillén, y apenas
+concluyó y dejó caer con abatimiento la cabeza, dije, sin vacilar un
+segundo:
+
+--Ya le he dicho que conozco a esa mujer, y se la voy a traer aquí en un
+instante.
+
+Supongo que le dejé fulminado y sin acertar a emitir palabra ni sonido
+articulado. Salí sin volverme a mirarle, sin haberle oído resollar. La
+ciudad se arrebujaba en la luz cenizosa y aterida de los amaneceres. Me
+encaminé, rápido, al cafetín. Allí, en su rincón acostumbrado, con el
+vaso de recuelo ante sí, Angustias esperaba al Tirabeque.
+
+--Mujer, ven conmigo--le dije, emocionado y conminatorio. Angustias se
+levantó--. Sígueme.
+
+--¿Le ha ocurrido algo al Tirabeque? ¿Una bronca? ¿Una pendencia? No
+quiero ver nada. No me importa. Es mi libertad--decía de camino,
+jadeando por seguir mi paso impaciente.
+
+Al llegar a la puerta de la casa, vaciló.
+
+--¿Qué quiere de mí, señor? ¿No me trata de engañar? Siempre le tuve por
+bueno.... Soy una desdichada.
+
+--Ven conmigo, mujer--insistí, cogiéndole la mano.
+
+--Pero, ¿dónde me lleva?
+
+Yo no sabía qué decir. Se me ocurrió una bobada.
+
+--Hacia la resurrección. ¿No sabes que es pascua florida?
+
+Se detuvo, temblando.
+
+--¿Está usté loco, señor? ¡Ay, Dios mío, ten piedad de mí!
+
+Yo tiré de ella, escaleras arriba.
+
+--Ven conmigo, mujer.
+
+--¡Virgen de Covadonga! Gritaré, aunque se arme un escándalo y me lleven
+a la delegación--y se detuvo, con firmeza.
+
+--Angustias, no sea usted niña--dije, comenzando, sin darme cuenta, a
+tratarla de usted--. ¿Cómo puede creer que trato de hacerle mal? Al
+contrario: la llevo hacia la dicha, al encuentro de alguien que usted
+espera volver a ver hace varios años.--La cerilla con que nos
+alumbrábamos me quemó los dedos. Pronuncié una exclamación adecuada, al
+arrojar la cerilla al suelo. Quedamos a oscuras. Angustias se acercó a
+mí, medrosa. La sentía tiritar, con miedo del corazón.
+
+--Déjeme usted escapar, huir--suplicaba--. ¿Cómo me atreveré a
+presentarme delante de él? Lo sabrá todo ya. Usté mismo se lo habrá
+contado. Me escupirá. Me arrojará lejos de sí, y con razón. Luego, el
+Tirabeque nos vendrá siguiendo; me matará a mí y le hará a él un chirlo
+en la cara.
+
+--Ea, Angustias. No nos cuidemos del Tirabeque. Don Pedrito espera a
+usted. ¿Quiere usted acudir? ¿Quiere usted salvarse?--murmuré con
+impaciencia, a tiempo que encendía otra cerilla.
+
+¡Qué cara la de Angustias: infantil, contraída, atormentada por un dolor
+oscuro, apenas consciente!
+
+--¡Quiero salvarme! ¡Quiero salvarme!--dijo con voz sollozante,
+agarrándose desesperada a mi brazo, como a tabla de salvación.
+
+Llegamos a la habitación de don Guillén. No quiso ella pasar delante, y
+hube de hacerlo yo. Mi intención era dejarla adentro y retirarme
+discretamente a mis cuarteles. Contra mi propósito, hube de presenciar
+el principio de la escena, porque se desarrolló súbitamente, y la
+continuación, porque, a pesar mío, permanecí asido e inmóvil por la
+expectación.
+
+Angustias se arrojó a los pies de don Guillén. Se abrazaba con ellos,
+escorzando, el cuello dúctil y albo; se los regaba de lágrimas; se los
+enjutaba con la cabellera copiosa y cobriza. Y se reprodujo la imagen
+emotiva que con línea ingenua y tintas translúcidas bosquejaron los
+santos melodas del Breviario.
+
+--¡Perdón! ¡Perdón!--imploraba Angustias, en el candor de su alma
+intachable--. Soy muy mala, pero a nadie he querido sino a ti. El amor
+me ha perdido, la desesperanza de amor. Ya te contaré y me perdonarás.
+
+Don Guillen, lívido, rígido, balbuciente, pidió:--¡Levanta, hermana!
+
+Angustias obedeció como una criatura pasiva. Entonces, don Guillen se
+arrodilló ante ella.
+
+--Tú estás limpia. Todos tus pecados se vuelven contra mí. Tú y Dios
+sois los que debéis perdonarme, y me perdonaréis, porque he amado y
+sufrido mucho. Di que me perdonas; di un sí con los labios, un sí con
+la cabeza, aunque no salga del corazón.
+
+--Mil veces sí--dijo Angustias, con un grito sofocado, blandiendo en el
+aire la cabellera.
+
+Levantábase del suelo don Guillén, y Angustias se precipitó en sus
+brazos, tendiendo hacia él los labios sedientos, la cabeza derribada
+hacia la espalda, como inerte. Don Guillén le enderezó suavemente la
+cabeza y le besó la frente.
+
+Yo comprendí que era el momento preciso de retirarme con disimulo, y
+giré furtivamente sobre mis talones, cuando oí que don Guillén, con
+acento entre alarmado y severo, me decía:
+
+--¿Qué va usted a hacer? Aguarde un instante; tengo que pedirle un gran
+favor. Es menester que me ayude a improvisar un acomodo donde mi hermana
+descanse unas horas. Si usted tiene en su habitación un diván, o
+siquiera una butaca, yo puedo dormir allí, si usted no tiene
+inconveniente, y que Angustias quede en este cuarto.
+
+Arreglamos el acomodo como don Guillén deseaba. Por su voluntad expresa
+y decidida, se tendió sobre mi diván. El diván estaba contiguo al
+tabique medianero entre mi habitación y la suya. Al otro lado del
+tabique, se apoyaba el lecho en donde Angustias reposaba.
+
+Acostados ya, don Guillén me dijo desde su diván:
+
+--Lo más inmediato y urgente ya lo tengo decidido. Dentro de pocas
+horas, en el primer tren, saldrá Angustias camino de Castrofuerte, con
+una carta para don Abel Parras, un canónigo viejo, gordo, pacífico y
+bonachón, que es mi mejor amigo. Angustias vivirá con él, y así se
+estorbarán murmuraciones malignas. Más adelante, ya veremos lo que se
+hace.... _In thesauro reposita_...; el dracma extraviado ha sido repuesto
+en los tesoros del rey, y la perla luce nuevamente, sacada desde la
+tiniebla a la claridad. ¡Si a la infeliz de doña Basilisa no se le
+ocurre modificar el testamento!... ¡Oh, qué hermosas lontananzas al
+servicio de los hombres, que es el servicio de Dios!...
+
+Con los artejos dió un ligero repique en la pared. Respondióle otro
+repique cauto. Se echó a reír, volviéndose a mirarme.
+
+--¿No se ha enterado usted lo que nos hemos dicho?
+
+Yo respondí que no, opacamente, porque el sueño me rendía.
+
+--Pues yo dije: «Duerme en paz, hermana; has resucitado con el Señor.»
+Ella respondió: «Dios te lo pague; guárdame siempre.»
+
+«¡Qué penetración! Les ha sido otorgado el don de lenguas, como si en
+lugar de pascua de Resurrección fuese de Pentecostés», pensé
+borrosamente, entre la penumbra inicial del sueño.
+
+Lo último que le oí a don Guillén, fué:
+
+--_Sat funeri, sat lacrymis, sat est datum doloribus.... O Khirios to
+pneuma estin_.
+
+Y ya desde muy hondo, a punto de derretirse mi conciencia vigilante,
+comenté, se me figura que en voz alta:
+
+--¡El don de lenguas! ¡La Pentecostés!
+
+Desperté a las dos de la tarde. Don Guillén había desaparecido del diván
+y de Madrid. Sobre mi mesa destacaba un blanco escrito, que decía:
+«Adiós, buen amigo. Le he dado un abrazo de agradecimiento y despedida,
+sin que usted, profundamente dormido, se haya percatado. Ya sabrá usted
+de mí. Amigo suyo para siempre, _Pedro Guillén Caramanzana_.»
+
+Y, en efecto, años después, supe y presencié grandes cosas de él, las
+cuales pienso referir en otra ocasión, si se tercia y no tengo nada
+mejor que hacer.
+
+
+
+
+CAPÍTULO VIII.
+
+SUB SPECIE AETERNI.
+
+
+Es domingo de Pascua de Resurrección. Hora: poco antes del mediodía.
+Lugar: en los aledaños de la ciudad de Pilares. Es un día de primavera
+septentrional. Tierra y cielo, dos gracias femeninas. La tierra, de
+verdor perenne y tupido, está acicalada y alindada prodigiosamente, y no
+ha usado de otro afeite ni compostura que las aguas y nieves invernizas.
+Sobre la bayeta verdegay, de pliegues y lóbulos graciosos, con que se
+viste la madre tierra, siempre doncella, se ha puesto, aquí y acullá,
+unos pomares enflorados, cándido ornamento. El cielo es tan gentil, puro
+y alegre, como colegiala impúber, vestida con atavío de mayo y de
+domingo; leves crinolinas nevadas, que translucen un fondo de seda azul.
+
+Desde la aldea se columbra la ciudad, caparazón que cubre una colina,
+como escamado peto de armadura sobre un torso yacente; armadura labrada
+en cobre y hierro, abollada ya; a trechos oro sucio, a trechos gris
+rojizo, a trechos verdinosa, de la corrosión de los años y los óxidos.
+De un lado sale la torre de la catedral, como lanza astillada, que aún
+se mantiene firme, bajo la axila. Suenan gorjeos y suenan campanas.
+
+Desde la ciudad, carretera arriba, marcha un hombre gordo, bermejo y
+sudoroso, que luce, en el sol mañanero, una perilla de plata mate, como
+de aluminio. Síguenle otro hombre y un mozuelo, entrambos de blusón
+blanco, con sendas banastas sobre la testa.
+
+--_Sacrebleu, sacrebleu_--jura y perjura el hombre gordo y bermejo, a
+tiempo que se enjuga la exudación de la frente--. Acércate, Nolo, que yo
+tengo necesidad de confiarme, y es tanto mejor de encontrar un corazón
+leal que de monologar. ¡Ah, mi Dios, que yo estoy cansado...! Estoy
+cansado de la patrona, de mi bien amada mujer. Las mujeres en mi país
+son ahorradoras. Yo amo a las mujeres ahorradoras, buenas manejeadoras.
+Pero mi mujer es ya muy demasiado ahorradora; muy demasiado, muy
+demasiado. Yo me encabezo en mi negocio y trabajo como un asno después
+de la mañana hasta la noche por ganar buena plata; pero yo amo los
+buenos dineros para darme buena vida y comer a mi grado. Esto es ya lo
+que me resta. _Voilà_--dándose una palmada en el vientre--, este amigo
+es muy exigente. Pero la patrona ella no come, o come como un pequeño
+pájaro, y ella cree que todos los otros no habemos necesidad de comer
+como ello hace falta. Y bien, para comer en mi propia casa yo debo
+inventar ciertas mixtificaciones. ¿No es ello sorprendente y bien
+desagradable? Pues ahora, ni siquiera de este modo. ¡Que yo estoy
+cansado...! Te diré lo que me ha venido el otro día, que era día
+delgado, ¿cómo decís vosotros?, día de vigilia. Yo adoro el salmón; pero
+mi mujer no compra salmón, porque es muy caro. Entonces yo mismo fui al
+mercado y compré un salmón magnífico por sesenta pesetas, y yo envié el
+hermoso pez a mi casa, como si él fuese un regalo de la parte de un
+amigo; al contrario, si ella sabe que yo lo habré comprado, mi mujer me
+hace una terrible camorra. He aquí que yo me voy a mi casa del todo
+feliz, diciéndome: hoy como salmón a mi placer. Mi mujer me recibe con
+besos amorosos, y ella murmura: que tenemos de la buena suerte, ellos
+nos han hecho un bello regalo de un salmón demasiado grande, el cual,
+como no habríamos comido, yo lo he vendido por cuarenta pesetas.
+_Sacrebleu_: nada de salmón, y veinte pesetas menos. ¿Qué es lo que tú
+dices?
+
+--Que yo le doy una somanta que se le quita pa toda la vida la gana de
+volver a meterse a pescadera.
+
+--_Voilá_. En este país los hombres sois poco cultivados. No se debe
+golpear a las mujeres, ni aun a causa de la comida; mucho menos a causa
+de otras razones sin importancia; la infidelidad, por ejemplo.
+
+--¡Caracho!--comentó el llamado Nolo--. Eso de la comida, pase; pero, lo
+que es lo otro. La muerte pareceríame poco.
+
+--¡Ah! ¿Matarte tú? Eso es diferente. Es una bestialidad; pero yo
+comprendo.
+
+--¡Qué diaño matarme yo...! Matarla a ella....
+
+--¡Dios mío, que tú eres salvaje...!
+
+--No hay más, señor. O usté manda, o la mujer manda; y si se desmanda,
+palo. O usté pega, o ella pega. Recuerde usté lo del pobre Belarmino.
+
+--¿Qué es lo que me dices? Pero, ¿es que la Xuantipa estaba infiel al
+pobre Belarmino? Yo lo ignoraba.
+
+--Ganas, quizás no le faltaban. Lo que digo es que, como Belarmino no
+sabía curar a su mujer, cuando la tenía, con jarabe de fresno, que no
+hay melecina mejor pa las mujeronas, pues, la fija, que su mujer le
+tenía a él siempre atosigao, y pa curarlo, pues, ya sabe usté, le ponía
+en los lomos cada cataplasma de estaca....
+
+--Ya, ya lo sabía. El pobre hombre, mi amigo muy querido.... Yo le echo
+bien de menos, desde que está recogido ahí en ese asilo que vosotros
+decís maletería; nombre verdaderamente chusco.
+
+--No es maletería; es malatería.
+
+--¿No es ello la misma cosa?
+
+--No, señor.
+
+--Entonces, ¿qué es lo que quiere decir malatería?
+
+--Malhaya si lo sé.
+
+--Eso no hace nada. Pero revengamos sobre el amado Belarmino. No me
+puedo pasar sin él. Yo vengo para visitarle cada semana o cada quince
+días, durante diez años, a despecho de esta cuesta abominable que yo
+debo subir para llegar. Él no habla jamás, él no habla jamás. Es la más
+dulce de las almas, y yo sostengo que una gran inteligencia.
+
+--Un calzonazos, un estúpido; como el otro, Apolonio....
+
+--Cállate, Nolo. Tú no comprendes. Belarmino es un grande hombre. Y
+Apolonio, él es también un otro grande hombre. Yo quiero mostrarles
+cuánto les amo y les admiro. Es por esto que les llevo estas gruesas
+tartas de Pascua y las gruesas fuentes de natillas, y muchas de docenas
+de gruesos pasteles, como los otros años, ¡tantos!, en este mismo día.
+
+--Que se las comerán las monjitas golosas y los demás asilados, como los
+otros años, en este mismo día.
+
+--¡Ah, naturalmente! Pero los pasteles pertenecen a Belarmino y
+Apolonio, y ellos se gozan más en invitar que en ser invitados. Ellos lo
+han dado todo siempre, y no han querido nada para ellos. Yo no trataba
+en otro tiempo a Apolonio; solamente después que está en el asilo. Muy
+interesante, muy interesante. Es una cosa curiosa; Apolonio querría que
+yo no tratase a Belarmino. Él le odia; es decir, él cree que le odia.
+Muy divertido. Pero Belarmino no hace atención si yo trato a Apolonio.
+Él le desdeña; es decir, él cree que le desdeña. Muy picante situación.
+Yo tengo necesidad de mucho tacto. Pero ello todo es tan extraordinario,
+tan extraordinario.... Yo amo más a Belarmino, esto no hay que decir; él
+es una anciana amistad. Pero yo amo también a Apolonio. He aquí que ya
+estamos en el asilo. No olvides; la patrona no puede conocer que habemos
+traído este regalo. Ella me haría un gran escándalo.
+
+Por gravitación misteriosa el señor Colignon va a Belarmino.
+
+Es error vulgar suponer que la fuerza de la gravitación hace caer los
+cuerpos. Esto de caer supone la noción de arriba y abajo, y en el
+espacio infinito no hay arriba ni abajo; los cuerpos y las almas unas
+veces suben hacia abajo y otras caen hacia arriba. Lo último es lo que
+le acontecía al epicúreo Colignon, que, entre jadeos y sofocos,
+remontaba periódicamente la cuesta del asilo, atraído por el ascético
+Belarmino; es decir que caía, sin voluntad, subiendo hacia él.
+
+El señor Colignon, bastante avejentado ya, penetra, con sus
+acompañantes, en el zaguán del asilo; una pieza alongada, de paredes
+desnudas, con cuatro desvalidas silletas de paja. Frente por frente de
+la puerta de entrada, hay en el muro una ménsula de madera de pino;
+sobre ella, una estatuilla, desdichada, de San José, en cartón piedra;
+al pie del santo, media docena de judías, media docena de garbanzos y un
+frasquito, con un líquido oliváceo y denso, y una etiqueta que dice:
+_azeite_. Estas ofrendas en especie al santo indican que aquello que, al
+parecer sobra, es precisamente lo que falta en el asilo; para que se
+enteren las almas caritativas que por allí caen rara vez a cumplir en
+una obra de misericordia, y que sus dádivas sean las que más se han
+menester en la pobre casa.
+
+Tintinea, cada vez más lejos, una campanilla, de voz resquebrajada y
+vieja. Por una puerta, pintada de negro, sale una vieja monjita, que se
+advierte que es esquelética, a pesar del haldudo faldamento; momificada
+la faz. Sus ojos, voluminosos y cansados, se reaniman un punto al ver al
+señor Colignon, que corre a su encuentro, con las manos extendidas.
+
+--¡Ah! Felicita, simpática Felicita.
+
+--Hermana de los Dolores, señor Coliñón--corrige la monja.
+
+--Es verdad, es verdad. Pero yo no puedo olvidar.
+
+--Debemos olvidar; y si no podemos olvidar, debemos parecer como que
+hemos olvidado--dice la hermana, con unción monjil y acento de
+nostalgia, como dando a entender que, a pesar de todo, no ha olvidado.
+¡Qué había de olvidar la triste Felicita! Sobre todo, el señor Colignon
+refresca la memoria y conturba el pecho de la hermana de los Dolores.
+Estos efectos se producen sin intención ni culpa del francés, sólo a
+causa de su obesidad. Como los viejucos asilados, y asimismo todos los
+beatones que acuden allí de visita son, sin excepción, gente magra, cada
+vez que la hermana de los Dolores ve un hombre gordo, imagina tener ante
+sí al enamorado y malogrado Novillo, y se siente nuevamente la Felicita
+de antaño. Está ahora con los ojos obstinadamente humillados, por no
+recibir en ellos la imagen del abdomen, rotundo y endemoniadamente
+evocador, del señor Colignon.
+
+--Pero, ¡mi Dios!--exclama riendo el recién llegado--, que ya le será a
+usté bien difícil olvidar y disimular.... Esta es una sucursal de la Rúa
+Ruera de otras veces. Belarmino está aquí; Apolonio está aquí; el
+usurero está aquí; usté está aquí. Yo soy solamente el que falto, y yo
+estoy aquí ahora. Todos los otros que no son venidos al _rendez-vous_ es
+porque son muertos y en la eternidad de la nada.
+
+--¡Ay!--suspira la hermana, sin elevar los ojos, contra todas las reglas
+del bien suspirar--. Los de aquí estamos también muertos y miramos el
+mundo desde la perspectiva de la eternidad.
+
+--¡Qué idea! Pero comemos todavía pasteles. Entretanto podemos comer
+pasteles, Dios sea bendecido.--Y el señor Colignon se ríe como siempre,
+con glogó de pavo y trepidación de estómago. Prosigue.--Yo veo ya que
+hacen falta aquí judías y garbanzos y aceite. Tanto mejor para comer
+pasteles.
+
+--Dios se lo pagará, señor Coliñón. Antes dejaría de salir hoy el sol
+que usted de aparecer con su agasajo pascual. Los ancianitos, desde hace
+ocho días, se relamen de gusto por anticipado, y no hablan de otra cosa
+que de las ricas confituras del señor Coliñón. ¡Qué poca cosa se
+necesita para hacer la felicidad de los demás!
+
+--Bien poca cosa: tres kilos de harina, tres kilos de azúcar, tres
+docenas de huevos, tres palos de canela y dos vainillas. Pero conste que
+aquellos quienes invitan a los pobres pequeños viejos no soy yo, pero
+son sus compañeros Belarmino y Apolonio.
+
+--¡Qué poco se necesita para la felicidad, y cómo casi nunca llega ese
+poco...!--dice para sí la hermana de los Dolores, sin referirse, claro
+está, a la harina, el azúcar ni los huevos, puesto que no había parado
+atención en la réplica del francés, sino que estaba abstraída en sus
+pensamientos. Saliendo de sí, añade:--que dejen aquí estas cestas. Ya
+pasarán a recogerlas. Vaya usted, señor Coliñón, a ver a sus amigos,
+hasta la hora del refectorio. Ya conoce el camino. Están en el jardín,
+de seguro, esperándole con impaciencia.
+
+El señor Colignon recorre unos pasillos, donde huele a bazofia, y sale
+al denominado jardín; un jardín sin más flores que algunos asfodelos. Es
+una explanada de pradera; la pradera, cortada por veredas arenosas; en
+las veredas, bancos de madera; palio de los bancos, las copas de las
+acacias. Hay un aliento de tierra húmeda. Brilla un sol tenue y amarillo
+que deshace las formas y las trueca en una insinuación huidera e
+inmaterial, no se sabe si de aurora o de atardecer, y es mediodía; un
+vapor áureo que empaña los límites y funde las cosas en unidad fluyente
+e indecisa, que no se sabe si es de recuerdo o de esperanza. Luz elísea.
+Cada vez que el señor Colignon, tan carnal y concreto, se asoma a aquel
+jardín, se figura pisar las lindes primeras de los Campos Elíseos,
+habitados por las imágenes desencarnadas de los que fueron y ya no son,
+de aquellos que dejaron en la tierra el cuerpo sólido, sede de los
+placeres amables, y no conservan sino la apariencia de vida, y con ella
+las pasiones añejas, porque las pasiones son el alma, y el alma es
+indestructible. El aliento húmedo de la tierra se le mete al señor
+Colignon hasta los huesos, y experimenta un escalofrío hondo.
+
+Pero esto es justamente lo que le gusta; penetrar por unos momentos en
+una especie de más allá, o mundo de ilusión y recuerdo, a solazarse con
+sus curiosos pobladores y en la certidumbre de que allí también se comen
+pasteles, y que él, aunque dentro de aquel simulacro de ultratumba,
+puede salir cuando se le antoje y volver a las delicias de la vida
+fisiológica y agitada.
+
+Así que asoma el señor Colignon en el jardín, los viejos, desparramados
+de un lado y otro, acuden a él, con paso vacilante y premioso, como
+entre sueños, cuando los movimientos están entorpecidos por rémoras
+pesadas e invisibles. Uno, señaladamente, se rezaga. Viene con paso
+majestuoso y talante indiferente, decidido a no mostrar vulgar premura:
+es Apolonio. Sólo otro permanece en su sitio, allá lejos, sentado en un
+banco, habiendo saludado al señor Colignon con leve ademán de la mano:
+es Belarmino. Belarmino y Apolonio son bastante más jóvenes que el resto
+de los asilados.
+
+Una monja, guardadora de aquel rebaño de hombres decrépitos, va
+caminando por una de las sendas transversales, y acierta a cruzarse con
+el roncero Apolonio. La monja es la hermana Lucidia. Nada vieja; tampoco
+nada joven.... Sobre el lado derecho de la cara, cogiéndole desde la
+sien hasta la comisura de los labios, y todo a través del carrillo,
+tiene--ya desde que nació--una mancha cárdena, de perfil tentacular,
+como huella flamante de un bofetón; un bofetón que, antes de salir a la
+vida, le dió el destino. La hermana Lucidia lleva siempre la cabeza
+inclinada sobre el lado derecho, como si le pesase aquella vergüenza,
+como si procurase ocultarla o como si presentase la otra mejilla, pálida
+e intacta, a la adversidad de la agresiva providencia. Aquella mancha,
+que parece embadurnada con hollejo de uva negra por la mano lúbrica de
+un sátiro en el delirio bucólico de la vendimia, sugiere una historia
+trágica de amor, íntima y sellada. La monja debió de haber sido linda, a
+pesar de la mancha bochornosa, y todavía más que linda, a causa de la
+mancha, para un espíritu apasionado y propenso a las emociones
+dramáticas, como es el de Apolonio. Apolonio se acerca a la monja, y con
+fuego contenido, porque si alguno espía no se percate, susurra:
+
+--¡Ángel consolador del alma mía! Te adoro; yo te adoro noche y día.
+Eres al par consuelo y desconsuelo, fulgor y palidez, igual que el
+cielo. El día y la noche, por manera rara, se representan en tu hermosa
+cara. De este lado es serena y sin reproche, de palidez mortal; Diana,
+la noche. Del otro lado es roja y encendida, como Apolo, ígneo padre de
+la vida. ¡Oh terrible combate! Gozo o peno; ya miro al lado ardiente, ya
+al sereno; y mirando a tu rostro, noche y día, pasan las horas de la
+vida mía.
+
+--Señor Apolonio, déjese de coplas. Cuando me habla así es que quiere
+pedirme algo; lo sé por experiencia. Dígame lo que le ocurre como Dios
+manda.
+
+--Pedirle algo, sí, lo de siempre: que nos escapemos juntos. Nuestras
+edades no son, si bien se mira, desproporcionadas. Paso de los sesenta,
+¿y qué?; estoy ágil y fogoso como un recental. En cuanto a ganarme la
+vida, ando ya a punto de concluir un drama, que nos hará millonarios;
+así como suena. Viviremos en Madrid; tiraremos carruaje. ¿Qué pelo de
+caballo le gusta a usted más? A mí el alazán o el flor de romero.
+Decídase; seremos felices. Un día, cuando tengamos confianza, me contará
+usted su drama, el drama espantoso que adivino, pero que no solicito
+conocer todavía, por no violar el vedado de su conciencia. Decídase,
+preciosa Lucidia.
+
+--Lo pensaré, señor Apolonio. Pero, aparte de la escapatoria, que va
+para largo, usted tiene algo más inmediato que pedirme. Hable sin
+reparos.
+
+--Tiene usted, divina criatura, el alma clarividente; alma de sibila.
+Usted lee en mi pecho. ¿Qué necesidad tengo de hablar? Ahórreme el mal
+rato de tener que decírselo yo.
+
+--O habla usted, señor Apolonio, o quédese con Dios, que no soy amiga
+de adivinanzas.
+
+--Sea. Sus deseos para mí son un ukase imperial.--Apolonio continúa
+hablando, cohibido y a tropezones.--No es vanagloria, no es orgullo
+satánico; es la verdad. ¿Qué le voy a hacer yo? Soy un hombre
+infinitamente superior a todos los que viven de caridad en esta santa
+casa; a todos; no dejo afuera a ninguno. Superior por la familia;
+superior en posición económica; superior en inteligencia. Yo he recibido
+una educación académica. Yo uso zapatillas de piel de cabra; ellos, de
+orillo. Yo he estrenado un drama con inenarrable éxito. Yo tengo un
+estómago delicado.
+
+--Esta última superioridad es la que todos le reconocen.
+
+--A eso voy. Yo necesito beber agua de Vichy en las comidas. Yo
+comprendo que, cuando vamos en fila al refectorio, yo, el único, con mi
+botella de agua de Vichy en los brazos, todos los demás me envidian, y
+diré más, hasta me aborrecen. Cuánto darían ellos por estar enfermos del
+estómago y por tener un hijo canónigo que les enviase dinero para
+comprar agua de Vichy y otros lujos y antojos.... Yo podría vivir con mi
+hijo, si yo quisiera. Pero mi hijo prefiere que yo esté aquí, al cuidado
+de encantadoras vírgenes, como huésped distinguido, sin que me falte
+nada. Pues bien: me falta ahora algo. La última botella de agua de Vichy
+se me ha concluído ayer. La superiora me dice que no ha recibido dinero
+de mi hijo, para comprar más botellas. Me explico el olvido, porque mi
+hijo me decía en una de sus últimas cartas que iba a Madrid, a predicar
+en la Capilla real; fíjese usted bien, en la Capilla real, nada menos.
+No tendría cabeza para pensar en otra cosa; es explicable. Pero, ¿cómo
+voy a ir hoy, hoy, precisamente, día de Pascua, al refectorio, sin mi
+botella de agua de Vichy? ¿Qué no dirían los otros, sobre todo alguno
+que, por desprecio, no nombro? ¿Cuál no sería la humillación, la befa,
+el escarnio? No, no y no; antes la muerte.
+
+--¿Y qué puedo yo hacer, señor Apolonio?
+
+--A eso iba, celestial hermana Lucidia.--La voz de Apolonio tiembla.--Yo
+quería pedirle permiso para que me consienta coger una de las botellas
+vacías de agua de Vichy, e ir a llenarla con agua del grifo de los
+laureles. Nadie me verá ni nadie notará nada.
+
+--¿Por qué no? Se lo consiento--responde la hermana, sonriendo
+plácidamente.
+
+Sepáranse. Apolonio siente maravilloso alivio; se le ha evaporado una
+gran pesadumbre de encima del corazón. La botella de agua mineral es
+para él--puesto que él presume que lo es para los demás--una insignia
+jerárquica, un símbolo de superioridad. ¿Un símbolo, acaso, de
+superioridad económica? Desde luego; pero esto, para Apolonio, es lo
+secundario. Lo esencial es que la botella, con su contenido hidráulico y
+terapéutico, se manifiesta a los ojos de todos como prueba sensible de
+la superioridad intrínseca y corporal de Apolonio. Este orden de
+superioridad irrefragable consiste--él mismo acaba de decirlo
+alardosamente--en padecer una enfermedad del estómago; aunque es lo
+cierto que disfruta un buche de avestruz y que digeriría piedras
+volcánicas. Apolonio--por algo es _a nativitate_ autor dramático--supone
+que la dilección o preferencia de los dioses por algunas criaturas
+mortales se acredita mediante un estigma o tara original, y que los
+verdaderos héroes en la tragedia de la vida humana sufren y ostentan
+cuándo una, cuándo otra enfermedad o adolescencia de la carne, como
+marca sagrada que distingue al protagonista entre la plebeyez del coro.
+Apolonio había elegido para sí la dispepsia. Hubiera preferido una
+mancha sanguinolenta en la faz, como la hermana Lucidia; por eso ama y
+reverencia a la monja. Pero la dispepsia le basta para sus intenciones,
+que son ofrecer palpable contraste y parangón con Belarmino. Ya puede
+Belarmino encerrarse en silencio hermético y filosófico, dando a
+entender, con la sonrisa de sus labios delgados y sin color, que está,
+al cabo, por encima y a distancia de todas las cosas. ¿Quién le creerá?
+Belarmino digiere bien. ¿Cómo admitir que ha trabajado mucho con la
+cabeza, él, que no se ha puesto enfermo del estómago?
+
+Y Apolonio, con talante trágico y miserable, como un hombre predilecto
+de las divinidades funestas, se dirige hacia el grupo que componen el
+señor Colignon con los viejos casi desencarnados en torno suyo. Visten
+los viejos todos lo mismo: trajes de sayal, color franciscano, de paño
+casero, tejido en los telares, a brazo, del Hospicio provincial por los
+nacidos anónimos para los muertos anónimos. A todos les cae el traje
+demasiadamente holgado, y hace pensar en una mortaja. Apóyanse en
+cayados de haya descortezada, lustrosa y marfileña, que parecen huesos
+mondados y antiguos. Hablan con voz temblona, sacudida, como las últimas
+y desfallecientes repercusiones de los ecos.
+
+_Olalla_ (un viejo que fué borracho):--Buenos son los dulces, señor
+franchute, pa los neños y las muyeres llambionas. Convídenos a sidrina,
+señor; la buena sidrina con _panizo_[1]. ¡Cuánto fa que non la cato!...
+
+[Nota 1: Panizo = burbujeo.]
+
+_Monasterio_ (un viejo que vivió en Cuba):--¿Dónde estás, Olalla? Donde
+estoy, estaba. Pitillos, señor, aunque sean de los de mataquintos. El
+hombre es humo, y en faltándole el humo, ya no es nada.
+
+_Larrosa_ (un viejo que fué lechuguino):--Una corbata, señor, una
+corbatina, de las muchas que le sobrarán en el guardarropa; y si pudiese
+ser azul persia, que es el color de moda.... Sólo los criados van sin
+corbata. Aquí tiénennos sin corbata, que es peor que no comer.
+
+_Cillero_ (un viejo glotón):--Calla tú, silbante. ¿Adonde vas? Señor,
+las lentejas, y las judías y los garbanzos tienen coco. El queso está
+ratonado. Que lo sepa el excelentísimo señor Presidente de la
+Diputación. ¿Y carne? Pa agolerla. Juntando con un fuso, porque está
+desfilachada y en hebras, la que nos dan a todos, saldría, a lo más, a
+lo más, un ovillo no mayor que este puño.
+
+_El señor Colignon_ (palpándose, satisfecho de reconocerse tan vivo y
+pingüe, en medio de las sombras quejumbrosas de los hombres
+pretéritos):--Bueno, bueno, mis queridos pequeños viejos; algún día ello
+lloverá sidra, cigarrillos, corbatas, un epatante solomillo....
+
+_Bellido_ (el usurero):--Qué sidra, ni pitillos, ni corbatas, ni
+solomillo. A mí no me importa beber, ni fumar, ni andar en pelota, ni
+comer lentejas con guijarros. Yo no soy un borracho; yo no soy una
+chimenea; yo no soy un pisaverde; yo no soy un cerdo; yo soy un hombre
+honrado, trabajador y justo. Justicia, justicia. Yo quiero lo mío. No
+moriré tranquilo, señor Coliñón, hasta que no sepa que han dado garrote
+vil al bandolero de Hurtado, que me robó el fruto de mis privaciones. Y
+usté sabe, señor Coliñón, que Belarmino me debe dinero. Usté fué socio
+de Belarmino. Usté debe pagarme ese resto de crédito.
+
+_Varias voces_:--El bandolero eres tú. Y ladrón. Cochino. Abrenuncio.
+Fétido. Hasta aquí se arregla para llevarnos las cosas, ya que no hay
+cuartos.
+
+_Bellido_ (irritado y convulso):--Callaivos, manguanes. Son
+transacciones lícitas, negocios de buena ley. ¿Quién vos tiene la culpa
+de ser perros y gandules?
+
+_Varias voces:_--Engaños. A mí llevóme una camisa. A mí unos
+brodequines. A mí los pañuelos. Y pecunia también la esconde, señor
+franchute. Tiene gato. Tiene gato encerrado. Yo bien sé donde se
+acobija. Una noche llevaráselo la garduña.
+
+_Bellido_ (lívido, iracundo y amedrentado):--Salteadores. Unicornios. No
+tengo gato, no; ni gato ni liebre. Engañasvos. Vivo por el amor de Dios
+y de las buenas almas. Todos me robaron, y vosotros también, manguanes,
+que me pedís cosas emprestadas y luego me negáis los réditos....
+
+En esto, como inflado navío de aparejo redondo, un navío de ensueño,
+aporta Apolonio en el grupo. La tempestad de los viejos se encalma. Los
+viejos se alejan.
+
+Están a solas Apolonio y el confitero francés. Apolonio habla, con su
+acostumbrada prosopopeya. El confitero escucha, con su regocijo
+acostumbrado. Después de un rato de palique, el señor Colignon se
+encamina hacia el lugar en donde Belarmino ha permanecido sin moverse.
+El banco donde descansa Belarmino está emboscado en un macizo de
+laureles, al modo de muro en semicírculo. Por detrás del muro verde se
+oye un chorro de agua.
+
+El señor Colignon se sienta al lado de Belarmino y le toma
+afectuosamente las manos. El francés, sin desasir las manos del amigo,
+habla, con su acostumbrada profusión. Belarmino escucha, con su mutismo
+acostumbrado y sonriente.
+
+--¿Qué es lo que es aquello?--interroga el señor Colignon, solicitado
+por insólito revuelo y algarabía que se ha movido entre los viejos, al
+pie del casón. Belarmino ni siquiera vuelve la cabeza a mirar. Nada le
+inspira curiosidad. Pasa algún tiempo.
+
+La hermana Lucidia se acerca al rincón habitual en donde se halla
+Belarmino, y le entrega un papelito verdiazul, plegado. Es un telegrama.
+Belarmino, con gesto resignado e indiferente, lo abre y lo lee. Pero,
+apenas lo lee, se pone blanco. Una lágrima palpita en el borde de sus
+pestañas. Se pasa una mano por la frente.
+
+--¿Sueño? ¿Estoy soñando? Yo, ¿soy yo? No me facturan las beligerancias,
+la inquisición, el pongo y quito de los comensales. Resurréxit. Aleluya.
+
+La hermana Lucidia jamás había oído hablar así, ni casi de ninguna otra
+manera, al taciturno Belarmino. Piensa que, súbitamente, se ha vuelto
+loco. El señor Colignon eleva los brazos al cielo, en actitud de triunfo
+y acción de gracias.
+
+--A la fin, a la fin--exclama--, ella se deslía la dulce y deliciosa
+lengua de otras veces. Habla, habla, mi bien amado amigo.
+
+Pero Belarmino, húmedos los ojos, la voz opaca, extiende un brazo, y
+dice:
+
+--Ahora, no; ahora, no. Otro día hablaremos; hablaremos, mi muy querido
+señor Coliñón; hablaremos hasta que el corazón se nos derrita en saliva,
+y la saliva en palabras, y las palabras en el viento.
+
+Levántase Belarmino y va a ocultar su emoción detrás del macizo de
+laureles.
+
+La hermana Lucidia y el señor Colignon se retiran. Antes de marcharse,
+el francés busca a Apolonio; pero no le halla, y se va sin despedirse de
+él. Apolonio también ha recibido un telegrama. Luego de leerlo, había
+dicho a los demás asilados:
+
+--Señores: soy un sátrapa; tengo ya más riquezas que el preste Juan de
+las Indias, Creso y Montezuma juntos. Os prometo erigir un palacio donde
+viváis y llevéis cada cual la vida que os apetezca.--Y ésta era la causa
+del revuelo y algarabía de antes. Los viejos zarandeaban a Apolonio,
+disputándoselo a tirones de chaqueta y formulando, desde luego,
+solicitudes para lo futuro. Apolonio recibe, embriagado de dicha y
+vanagloria, como falso ídolo, las preces de aquellos infelices. En esto
+recuerda que el agua de Vichy se ha concluído, y que tiene que
+improvisarla, de prisa y corriendo, para la comida, que es a la una de
+la tarde. Se zafa de sus compañeros; se escurre por un pasillo, en busca
+de una botella vacía; sale al jardín y da un gran rodeo, porque nadie
+sospeche la maniobra. Crúzase, por ventura, con la hermana Lucidia, y
+le dice, al paso, sin detenerse:
+
+--Grandes nuevas han llegado. Nos uniremos en himeneo, ángel consolador.
+Nuestro tálamo estará labrado en sándalo; digo, ¡qué impropiedad!, en
+otras maderas preciosas y adornado con gemas orientales.
+
+Ya está Apolonio en la fuente de los laureles, llenando con agua
+apócrifa la botella de agua de Vichy. Como la postura en cuclillas le
+resulta incómoda, da una vuelta, y... ahí, frente a él, mirándole de
+hito en hito, sonriendo con lástima--cuando menos a Apolonio se le
+antoja una sonrisa de lástima--, descubre a Belarmino en persona. ¿En
+persona? A Apolonio le flaquean las piernas. Cae de rodillas. Belarmino
+está en pie, callado e inmóvil.
+
+--¿Eres Belarmino, o eres un fantasma ilusorio?--balbuce Apolonio.
+
+Belarmino no rechista ni se mueve.
+
+--Seas Belarmino, seas su cuerpo astral--prosigue Apolonio, en expansión
+irresistible de amor propio vejado--, te advierto que es verdad que
+padezco del estómago; que el agua de Vichy que siempre he bebido era
+agua de Vichy auténtica; que ahora no venía a llenar de agua la botella,
+sino a lavarla, porque la necesito para meter agua de Colonia, ya que
+debo emprender en seguida un largo viaje. Y si pones en duda mi palabra,
+que es palabra más que de rey, ¡ya quisiera Su Majestad...!, te reto en
+singular combate.
+
+Y se pone en pie, empuñando la botella por el cuello. Por la frente
+dramática de Apolonio cruza un negro pensamiento. Ahí está Belarmino,
+desmedrado e inerme, a su merced. Un botellazo en la cabeza, y asunto
+concluído. Que luego le procesarían, ¿y qué? Con dinero se cohecha a los
+jueces. Pero antes de rematar a Belarmino, saciando así un viejo afán de
+venganza, cuyos motivos, por más que ha rebuscado, Apolonio no ha
+conseguido encontrarlos en su corazón, ocúrresele humillarlo, rebajarlo
+cumplidamente, haciendo que por primera y última vez le envidie.
+
+--Toma y lee--dice, ceñudo, Apolonio, alargando despectivamente a
+Belarmino, como si fuese su sentencia de muerte, el telegrama que acaba
+de recibir.
+
+Después de haber leído el telegrama de Apolonio, Belarmino saca de la
+chaqueta otro telegrama, que entrega a Apolonio. Luego abre los brazos,
+mira al firmamento, y suspira:
+
+--Toma y lee. ¡Bendito sea Dios!
+
+El telegrama de Apolonio decía: «De vuelta en Castrofuerte me informan
+que soy heredero de fortuna fabulosa. Iré a buscarle en seguida.
+Viviremos juntos una vida venturosa.--_Pedro_.»
+
+El telegrama de Belarmino decía: «Estoy salvada. Pedro me ha salvado. El
+mismo Pedro le sacará de ahí y le traerá conmigo en seguida. Seremos
+todos felices.--_Angustias_.»
+
+Belarmino se mantiene con los brazos en cruz: pero ahora no mira al
+firmamento, sino a Apolonio.
+
+Apolonio vacila un segundo, nada más que un segundo. Una fuerza
+ineluctable, una exigencia del destino le lleva, también con los brazos
+abiertos, la botella en la mano, y en alto, agresivo, hacia Belarmino.
+Belarmino se adelanta a su encuentro. Apolonio y Belarmino... se
+abrazan en un abrazo callado, prieto, efusivo y fraternal.
+
+--Nunca te he odiado; lo juro--dice Apolonio, al cabo--. Nunca te he
+odiado, aunque tú me despreciabas.
+
+--Nunca te he despreciado--murmura suavemente Belarmino.
+
+Es la primera vez que se hablan, y se tratan de tú con espontaneidad,
+porque en el misterio del pecho eran íntimos el uno del otro, desde hace
+muchos años.
+
+--Yo te admiraba y te envidiaba--confiesa Apolonio, con rubor.
+
+--Yo también te he tenido envidia--declara Belarmino, con franqueza.
+
+--Eres como mi otra mitad.
+
+--Sí, y tú mi otro testaferro. (Testaferro = hemisferio.)
+
+--Ya estamos unidos. Qué dramas voy a escribir ahora. Tú serás mi
+inspirador, como Sócrates lo fué de Sófocles; al menos, Valeiro así me
+lo aseguraba.
+
+Suena, lejos, la campana que llama al refectorio.
+
+--Concluye de llenar la botella--aconseja Belarmino.
+
+--Es verdad. Pero te aseguro que es la primera vez que hago esto.
+
+--Ya lo sé.
+
+Van del brazo, por el jardín de asfodelos, envueltos en la niebla dorada
+del sol, que produce una ilusión evanescente, como si aligerase la
+gravedad de las cosas materiales.
+
+--Pero, ¿no estamos soñando?--interroga Apolonio, anhelante--. Apenas si
+toco la tierra en donde piso.
+
+--Parece un sueño. El tetraedro es un sueño. Sólo es verdad el amor, el
+bien, la amistad.
+
+Dentro de la casa, los asilados, en fila, están aguardando que lleguen
+Apolonio y Belarmino, a fin de ponerse al punto en marcha hacia el
+comedor y los pasteles.
+
+--¿Por dónde andarán esos chiflados?--pregunta la hermana de los
+Dolores. Y sale en busca de ellos.
+
+Al verlos venir del bracero, a lo largo de una vereda, la monja se
+santigua:
+
+--¡Jesús, María y José! ¿Estoy soñando? ¿Qué milagro es éste? No es
+sueño, no. Es realidad.--Y añade, ya al par de ellos:--Gracias a Dios
+que se han reconciliado ustedes. El Señor les ha tocado en el corazón.
+Nada hay más sabroso que el perdón, sobre el resentimiento. Hoy, que es
+día de gloria, también yo me atrevo a pedirles que me perdonen. Hace ya
+años, y aunque con la mejor intención, yo les he hecho sufrir. Y algo
+peor: yo he contribuído, con mi aturdimiento insensato, a hacer
+desgraciada a Angustias, quizás a don Pedrito, y, desde luego, a
+ustedes. ¡Bien lo he pagado! Dios me perdonará. Perdónenme ustedes.
+
+--¿Qué dice usté ahí, Felicita? No sea usté simple. Usté, sin saberlo, y
+por consecuencia de aquellos manejos de hace años, ha sido el _Deus ex
+machina_ de este día, el día más feliz de nuestra vida, de don Pedrito,
+de Angustias, de Belarmino y mía.
+
+--Así es--comentó Belarmino. Y en seguida, meditabundo--. ¿Cuánto
+durará?
+
+--Lo que nos resta de vivir--afirma Apolonio, accionando con rotundidad
+escénica.
+
+Y le muestran a Felicita los telegramas. La hermana de los Dolores,
+invadida de congoja, casi desfallecida, se lleva las manos al corazón.
+
+--A todos les ha llegado su hora de felicidad--bisbisea, como hablando
+consigo misma--. A todos, menos a mí. ¡Mucho premio me debe Dios en el
+otro mundo!
+
+Ya están incorporados Apolonio y Belarmino en las dos filas de asilados.
+Ya se mueven las filas torpemente, con bastoneo, carraspeos y arrastrar
+de pies. Belarmino va andando, como siempre: con la cabeza baja,
+sonriente y ensimismado en su mundo interior. Apolonio, como siempre, ya
+desde su juventud, anda híspido, enhiesto el cráneo, con lentitud y
+prestancia pontificales. En los brazos, ostentatoriamente, conduce la
+botella de agua de Vichy, apócrifa, presumiendo que todos los demás
+contemplan con envidia aquel signo de distinción, testimonio de riqueza
+e indicio de dolor de estómago.
+
+
+
+
+EPÍLOGO.
+
+EL ESTUDIANTÓN.
+
+
+Froilán Escobar, alias Estudiantón y Aligator, murió de hambre, lo cual
+cae dentro de la lógica inmanente de las cosas. Él mismo debió de
+vislumbrar el desastrado fin que le aguardaba, pues entre las notas y
+apuntes que dejó a su muerte leí esta sentencia: «El que consagra sus
+días a la busca y ejercicio de la Verdad, el Bien y la Belleza, es
+incompatible con la vida; por lo menos, con la vida tal como se nos
+ofrece en la sociedad presente. La vida moderna es la negación de la
+Verdad, el Bien y la Belleza; y, recíprocamente, la Verdad, el Bien y la
+Belleza son la negación de la vida moderna. De consiguiente, el que
+profesa en esta tres categorías, o renuncia a vivir, o se le tomará como
+revolucionario y anarquista.» Realmente, quien hubiera visto a Escobar,
+tan desgraciado de formas plásticas, tan desarrapado y cochambroso,
+jamás pudiera adivinar que el insigne Aligator había profesado en la
+categoría de la Belleza. Cierto que el infeliz aludía a la Belleza
+suprasensible y espiritual, que no a la física y perecedera. En fin, que
+fatalmente se tuvo que morir de hambre. Pero lo extraño, lo paradójico,
+es que se murió en casa de un carnicero, llamado Serapio, que le había
+recogido por caridad. El matachín le daba gratis un camaranchón, con un
+camastro, en donde cobijarse, y unas caídas, desechos o piltrafas de
+carne, especie de cordilla, para que comiese. Por desdicha, Escobar era
+herbívoro, y repugnaba la carne a tal extremo, que antes que comerla se
+dejó morir de inanición. ¡Qué contraste Escobar y Serapio! El carnicero,
+tan rollizo y colorado que parecía una res desollada, era la
+incorporación más corpórea del cuerpo humano en lo que tiene de más
+material. Escobar, amarillo, azuloso, vibrátil, casi etéreo, era la
+proyección más espiritualizada del espíritu humano en su tránsito a
+través del barro corpóreo.
+
+Al morir, Escobar dejó gran caudal de escritos, la mayor parte notas y
+esbozos. Tuve la suerte de verlos y examinarlos, antes que Serapio los
+arrojase al cajón de la basura. Algunos de los pensamientos, expresados
+en forma escueta, me sorprendieron y llenaron de perplejidad. Por
+ejemplo:
+
+«Los dos hechos históricos más nocivos para el progreso de la ciencia
+pura y el imperio final de la cultura fueron la invención del papel y la
+invención de la imprenta.»
+
+«Si en lugar de escribir en resmas de papel se escribiese en un menguado
+folio de pergamino, entonces merecería leerse, porque no se escribiría
+sino lo que mereciera escribirse.»
+
+«Todas las bibliotecas públicas debieran cerrarse.»
+
+«La mayor estupidez que he leído es esta frase de Carlyle: _La mejor
+universidad de estos tiempos es una biblioteca_. Yo replico: la mejor
+universidad sería un cuartel. Quiero decir: una cultura socializada e
+impuesta al modo de la disciplina militar. La disciplina militar es
+abominable porque es inculta. La cultura moderna es abominable porque es
+indisciplinada. Nadie tiene derecho a poseer más cultura que la que le
+corresponde, según sus facultades y función social en que ha de
+emplearse. En el estado actual de la cultura hay generalísimos que son
+simples rancheros, y, por el contrario, hay miserables rancheros dotados
+de la chispa genial, hombres frustrados y menospreciados, que hubieran
+sido generalísimos por propio derecho, de existir la apropiada
+organización cultural cuartelaria.»
+
+Se me figura que, al escribir las líneas anteriores, Escobar pensaba en
+Belarmino y Apolonio.
+
+Según yo iba leyendo los borradores del Aligator, no pude menos de
+recordar al excelente don Amaranto de Fraile. ¡Qué unidos y qué opuestos
+los dos personajes! Estaban en la relación de los dos polos de un eje.
+Uno era el autodidacto; otro, el dogmático. Los dos estaban aquejados de
+_libido sciendi_, concupiscencia de saber, lujuria científica.
+
+Si menciono aquí los papeles póstumos de Escobar, no es porque me hayan
+recordado a don Amaranto, sino porque en ellos se habla de Belarmino y
+Apolonio, y señaladamente que me proporcionaron un documento curioso y
+útil, del cual puede aprovecharse asimismo el lector.
+
+Copiar todo lo que a Escobar se le ocurrió acerca de los dos zapateros,
+sería enfadoso. Trasladaré solamente algunas opiniones peregrinas.
+«Belarmino hubo de inventar su lenguaje porque carecía de instrucción,
+de lecturas. De haber leído desde la infancia variedad de autores
+clásicos, ¿cómo habría llegado a hablar y escribir Belarmino? Max Muller
+repite incontables veces, y lo prueba otras tantas, que pensamiento y
+lenguaje son idénticos. Por el estilo del autor se viene en
+conocimiento de su inteligencia: Estilo metafórico, estilo engolado,
+estilo arcaico, estilo recortado, estilo desnudo, estilo llano, estilo
+exquisito, estilo colorista, estilo abstracto, etc., etc.; todos ellos,
+cada uno de por sí, denotan inteligencia limitada y escasez de
+pensamiento. La totalidad y fusión de todos ellos, predominando cada
+manera según la razón del pensamiento: Cervantes, el primer pensador
+español.»
+
+Y más adelante:
+
+«La cualidad primordial del dramaturgo (léase Apolonio) es la aptitud
+para la simulación eficaz. Esta simulación no es sólo externa y de
+superficie. El dramaturgo, desde el fondo de su propia alma, comienza a
+simular para consigo mismo; pero el _ego_ más recóndito y personal
+permanece siempre ausente e inhibido de la emoción. Por eso el
+dramaturgo es incapaz de amar verdaderamente. Hay una paradoja del
+dramaturgo; es la misma que Diderot llamó paradoja del comediante. La
+emoción no se comunica, sino que se provoca. Para provocar una emoción
+hay que mantenerse frío. Hacen llorar los actores que saben fingir el
+llanto. Los que lloran de veras, hacen reír. Lo mismo con el dramaturgo.
+La dramaturgia creó el tipo del hombre que provoca amor en todas las
+mujeres, porque él finge amar, pero a ninguna ama: don Juan. El
+dramaturgo va por la vida inventando dramas, descubriendo dramas.
+Diríase que este don de invención (inventar significa descubrir)
+proviene de que el dramaturgo vive los dramas. Al contrario. El que
+vive un drama no ve _el_ drama; ve _su_ drama individual. Y si por caso
+al dramaturgo le acontece ser víctima en un drama vivo, él permanece
+ecuánime, sereno. Finge ser actor siempre; y siempre es espectador,
+espectador de sí mismo. Tal es la paradoja del dramaturgo. Todo el que
+se conduce en la vida con ademanes de énfasis patético es un simulador,
+un dramaturgo en potencia. Estos hombres son necesarios en el mundo,
+porque sin esa fracasada voluntad de pasión, naturalmente contagiosa, la
+humanidad se acabaría, de apatía y de sapiencia. Mas, ¡ay!, si
+predominasen estos hombres, cuyo tuétano íntimo es una ausencia, un
+hueco, una burbuja, como la que se ve en los niveles, burbuja que
+difícilmente se logra centrar...; si esta especie de hombres
+predominase, la humanidad, cada vez más hinchada y vacía, reventaría,
+como la rana que quiso igualar al buey. Providencialmente, frente al
+dramaturgo está el filósofo (léase Belarmino). El filósofo se halla
+constituido a la inversa del dramaturgo. Por de fuera, serenidad,
+impasibilidad; en lo más secreto, ardor inextinguible. El filósofo es un
+energúmeno conservado entre hielo. Porque el hielo es el gran
+conservador, así para las pasiones como para las cosas comestibles, que
+en cuanto se las saca al aire y a la luz se ponen rancias, manidas. El
+filósofo vive todos los dramas; jamás es espectador. El dolor ajeno lo
+siente como dolor propio; el dolor propio lo multiplica por todos los
+dolores ajenos; y así en el dolor propio como en el ajeno experimenta el
+contacto de esta y aquella brasa de la gran hoguera que es el dolor
+universal, el drama de la vida. El dramaturgo, aquejado de su último y
+vergonzoso vacío interior, se precipita hacia la superficie, se
+manifiesta con amplitud enfática, como taumaturgo, y hace conjuros a la
+pasión y al frenesí. Busca en la pasión imaginada el correctivo de la
+apatía íntima. Además, como por dentro no puede llorar, por fuera no
+acierta a sonreír. El filósofo, por su parte, busca en la apatía, en la
+serenidad, en la sapiencia, correctivo a la abrumadora pasión recóndita.
+Esa es la _sofrosine_. El filósofo llora por dentro y sonríe por fuera.
+Cuando al filósofo le llega la hora de su drama, su drama es tan intenso
+que siente como que se destruye, no ya su propio corazón, sino todo el
+universo, y nada existe ya. Es la máxima apatía e indiferencia; la
+_ataraxia_. Pero el filósofo necesita del dramaturgo, para no ser
+estéril ni perecer. Y el dramaturgo necesita del filósofo, para no ser
+vano ni desaparecer. Sófocles necesita de Sócrates, y Sócrates necesita
+de Sófocles. Los diálogos socráticos tienen forma dramática y los
+diálogos sofóclitos tienen fondo filosófico.»
+
+Algo parecido a esto de Sócrates y Sófocles se lo dijo Apolonio a
+Belarmino, en el asilo y en coyuntura bastante dramática; lo cual me
+hace suponer que Escobar y Apolonio habían llegado a ser amigos, y que
+el zapatero estaba inspirado por las teorías del Estudiantón. Se
+observará que estas teorías son enteramente opuestas a las de don
+Amaranto. Para don Amaranto, el dramaturgo es el que penetra en el drama
+individual; y el filósofo, el que se aleja de él. Para Escobar, el que
+penetra en el drama es el filósofo, y el dramaturgo es el que permanece
+a distancia. ¡Desconcertante disparidad y contraposición de los humanos
+pareceres! La doctrina de don Amaranto es refutable, y no menos
+defendible; y otro tanto la de Escobar. Y en resolución, todas las
+opiniones humanas. El error es de aquellos que piden que una opinión
+humana posea verdad absoluta. Basta que sea verdad en parte, que
+encierre un polvillo o una pepita de verdad. Cuando un buscador de oro
+dice que ha encontrado oro, no da a entender que se haya apoderado de
+todo el oro que guardan las entrañas de la tierra, sino eso, que ha
+encontrado oro, un poco de oro. Tan verdad puede ser lo de don Amaranto
+como lo de Escobar; y entre la verdad de Escobar y la de don Amaranto se
+extienden sinnúmero infinito de otras verdades intermedias, que es lo
+que los matemáticos llaman el _ultracontinuo_. Hay tantas verdades
+irreductibles como puntos de vista. Yo he querido presentar, acerca de
+Belarmino y Apolonio, los puntos de vista de don Amaranto y de Escobar,
+porque entre ellos cabe inscribir todos los demás, ya que por ser los
+más antitéticos, son los más comprensivos. Y singularmente he apelado a
+la ciencia y doctrina de estos caballeros, por disimular que frente a
+Belarmino y Apolonio, ni tenía ni tengo punto de vista determinado.
+Belarmino y Apolonio han existido, y yo los he amado. No digo que hayan
+existido en carne mortal sobre el haz de la tierra; han existido por mí
+y para mí. Eso es todo. Existir, multiplicarse y amar.
+
+Más arriba he aludido a un documento curioso y útil que Escobar dejó
+entre sus papeles póstumos: es un léxico completo de todas las voces y
+términos de que se servía Belarmino, acompañados de la acepción en que
+él los usaba. Yo he entresacado, para mayor comodidad, aquellos que el
+lector ha oído ya a Belarmino, los cuales van como apéndice del presente
+volumen.
+
+El vocabulario recogido por Escobar lleva las siguientes líneas
+preliminares:
+
+«Max Müller dice que colocando las veintitrés o veinticuatro letras de
+los abecedarios en todas las combinaciones posibles, se obtendrían todas
+las palabras que han sido empleadas en todos los idiomas del mundo y
+todas las que se hayan de emplear. Tomando veintitrés letras como base,
+el número de palabras sería: 25,852,016,738,884,976,640,000; y con
+veinticuatro como base: 620,448,401,733,239,439,360,000. Belarmino no
+llegó a usar de tanta riqueza léxica; ni siquiera se aproxima a Dante,
+Shakespeare y Cervantes, que utilizaron miles de palabras. Belarmino se
+quedó alrededor del medio millar. Recuerdo haber leído en alguna parte
+que Racine en sus escritos no pasó de 400 voces, con ser su lenguaje tan
+dúctil, fino y matizado.»
+
+FIN
+
+Valdenebro de los Valles, Valladolid. Agosto-septiembre 1920.
+
+
+
+
+APÉNDICE
+
+ALGUNAS VOCES DEL LÉXICO BELARMINIANO
+
+
+ACARICIAR.--Sentir respetuoso recelo, como se hace al propiciar y
+halagar ciertos animales.
+
+ANALFABÉTICO.--Indiferente, imparcial, sin prejuicios intelectuales.
+
+BELIGERANCIA.--Oposición, contraste. Adversidad, desgracia.
+
+BELIGERANTE.--Contrario, opuesto.
+
+BESAR.--Envidiar. Proviene del beso de Judas.
+
+CAPULLO.--Sonrisa.
+
+COMENSAL.--El hombre en tanto vive, porque para vivir necesita comer.
+Alude a las bajas necesidades materiales que cohiben la plena vida del
+espíritu.
+
+CLASE.--Conducta. Los hombres se clasifican según su conducta.
+
+CHISGARABÍS.--Quid. Cuando dais en el quid de las cosas veis que es algo
+sencillo, simple, leve, escapadizo; un chisgarabís.
+
+DESNUDAR.--Descubrir la verdad profunda, la causa.
+
+DESNUDO.--Causa última, explicación. Belarmino decía: el diablo desnudo
+es Dios.
+
+ECUMÉNICO.--Conciliación, síntesis.
+
+ENCARCELAR.--Comprender; hacerse dueño de un concepto.
+
+ELIMINAR.--Ejecutar, hacer, obrar con luz o claridad de juicio; de
+iluminar.
+
+ESCOLASTICISMO.--Opinión prestada y fluctuante.
+
+ESCOLÁSTICO.--El que sigue opiniones ajenas, como la cola sigue al
+cuerpo del animal.
+
+ESCORBÚTICO.--Pesimista. Viene de cuervo.
+
+ESPASMÓDICO.--Placer, contento.
+
+FACTURAR.--Dar importancia arbitraria, apreciar caprichosamente lo que
+no tiene precio ni importancia.
+
+GLOBO.--Vanidad.
+
+GRECIA.--Sabiduría.
+
+HORARIO.--Esfera.
+
+INDUMENTARIO.--La externo y superficial.
+
+INQUISICIÓN.--Dolor.
+
+INSTRUMENTAL.--Lo útil y eficaz.
+
+INTENCIÓN.--Razón. Nuestras razones son nuestras intenciones secretas.
+
+INTUICIÓN.--Dominio y familiaridad con un asunto. Vale tanto como tratar
+de tú. Lo opuesto es lo saludable, o conocer de lejos, por un saludo.
+
+JOROBA--Responsabilidad, porque abulta, pesa y estorba.
+
+LENTE.--Ente. Todo es según el color del cristal con que se mira.
+
+LLAMATIVO.--Ardiente, llameante.
+
+MACILENTO.--Violento y contundente, como quien acomete con una maza.
+
+MADRONA.--Virgen madre, que concibe por obra del Espíritu Santo.
+
+MAREMÁGNUM.--Ideal, compendio de todas las cosas.
+
+METEMPSÍCOSIS.--Intríngulis, esencia de las cosas.
+
+PARADOJA.--Ortodoxia.
+
+PARAFRASEAR.--Comprender.
+
+PATATÍN, PATATÁN.--Mal. Todo lo que está mal se reviste de circunloquio.
+
+PESO.--Sentimiento grave.
+
+PONGO Y QUITO.--Desdén.
+
+POSTEMA.--Sistema, teoría; tumor muerto que se forma dentro de un cuerpo
+vivo.
+
+PROHIJAR.--Amar por voluntad de amor, que no por exigencia de la sangre.
+
+PROYECTIL.--Disparate, porque sale disparado conforme designio o
+proyecto, y siempre causa daño.
+
+PUERPERAL.--Fecundo con dolor.
+
+RECREADO.--Increado, y produce gran goce o recreo; aplícase a la luz o
+solera.
+
+REGAR.--Visión de unidad, abarcar con la mirada. Mirándolas, las cosas
+se refrescan y desarrollan.
+
+RIDÍCULO.--Excéntrico, fuera de su fin propio.
+
+ROCIAR.--Expresión atenuada de regar.
+
+SALUDABLE.--Conocimiento ligero, opuesto a la intuición. Viene de saludo
+e indica que el conocimiento, aunque superficial, es siempre
+conveniente.
+
+SAPO.--Sabio. La sabiduría se adquiere mediante el éxtasis. El sapo es
+símbolo del éxtasis.
+
+SISTEMA.--Testadurez, obstinación. Refiérese a los que andan a vueltas
+con el mismo tema; sí es tema.
+
+SOLERA.--Luz por excelencia, fuente de luz. Viene de sol.
+
+TAS, TAS, TAS.--La muerte; los últimos latidos: los golpes del martillo
+sobre el ataúd.
+
+TEÍSTA.--Incendiario, que empuña la tea.
+
+TETRAEDRO.--El todo.
+
+TOLE TOLE.--La vida; la inquietud constante; el aleteo de las pasiones.
+
+TRIS, TRAS.--Bien. Lo que está bien es breve y ejecutivo como un tajo.
+
+ZAPADA.--Tontería; sólo los tontos se dejan caer.
+
+
+ÍNDICE
+
+
+PRÓLOGO.--El filósofo de las casas de huéspedes.
+
+CAPÍTULO PRIMERO.--Don Guillén y la Pinta.
+
+CAPÍTULO II.--Rúa Ruera, vista desde dos lados.
+
+CAPÍTULO III.--Belarmino y su hija.
+
+CAPÍTULO IV.--Apolonio y su hijo.
+
+CAPÍTULO V.--El filósofo y el dramaturgo.
+
+CAPÍTULO VI.--El drama y la filosofía.
+
+CAPÍTULO VII.--Pedrito y Angustias.
+
+CAPÍTULO VIII.--Sub specie aeterni.
+
+EPÍLOGO.--El Estudiantón.
+
+APÉNDICE.--Algunas voces del léxico belarminiano.
+
+
+
+
+
+
+End of Project Gutenberg's Belarmino y Apolonio, by Ramon Pérez de Ayala
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK BELARMINO Y APOLONIO ***
+
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+Produced by Stan Goodman, Larry Bergey and the Online Distributed
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+
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+will be renamed.
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+one owns a United States copyright in these works, so the Foundation
+(and you!) can copy and distribute it in the United States without
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+set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to
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+Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you
+charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you
+do not charge anything for copies of this eBook, complying with the
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+research. They may be modified and printed and given away--you may do
+practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is
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+redistribution.
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+
+
+*** START: FULL LICENSE ***
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+THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE
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+things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works
+even without complying with the full terms of this agreement. See
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+Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement
+and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic
+works. See paragraph 1.E below.
+
+1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the Foundation"
+or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project
+Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual works in the
+collection are in the public domain in the United States. If an
+individual work is in the public domain in the United States and you are
+located in the United States, we do not claim a right to prevent you from
+copying, distributing, performing, displaying or creating derivative
+works based on the work as long as all references to Project Gutenberg
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+
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+
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+work or any other work associated with Project Gutenberg-tm.
+
+1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this
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+
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+License as specified in paragraph 1.E.1.
+
+1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying,
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+ you already use to calculate your applicable taxes. The fee is
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+ prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax
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+ sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the
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+ the Project Gutenberg Literary Archive Foundation."
+
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+ does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm
+ License. You must require such a user to return or
+ destroy all copies of the works possessed in a physical medium
+ and discontinue all use of and all access to other copies of
+ Project Gutenberg-tm works.
+
+- You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of any
+ money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the
+ electronic work is discovered and reported to you within 90 days
+ of receipt of the work.
+
+- You comply with all other terms of this agreement for free
+ distribution of Project Gutenberg-tm works.
+
+1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm
+electronic work or group of works on different terms than are set
+forth in this agreement, you must obtain permission in writing from
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+Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the
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+receive the work electronically in lieu of a refund. If the second copy
+is also defective, you may demand a refund in writing without further
+opportunities to fix the problem.
+
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+in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER
+WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO
+WARRANTIES OF MERCHANTIBILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE.
+
+1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied
+warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages.
+If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the
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+interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by
+the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any
+provision of this agreement shall not void the remaining provisions.
+
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+trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
+providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance
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+promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works,
+harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees,
+that arise directly or indirectly from any of the following which you do
+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need, is critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at https://www.pglaf.org.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+https://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at https://pglaf.org
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+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
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+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
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+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit https://pglaf.org
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+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
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+approach us with offers to donate.
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+any statements concerning tax treatment of donations received from
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+ways including including checks, online payments and credit card
+donations. To donate, please visit: https://pglaf.org/donate
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+works.
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+concept of a library of electronic works that could be freely shared
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