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| author | Roger Frank <rfrank@pglaf.org> | 2025-10-15 04:44:11 -0700 |
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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org + + +Title: Belarmino y Apolonio + +Author: Ramon Pérez de Ayala + +Release Date: December 10, 2004 [EBook #14318] + +Language: Spanish + +Character set encoding: ISO-8859-1 + +*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK BELARMINO Y APOLONIO *** + + + + +Produced by Stan Goodman, Larry Bergey and the Online Distributed +Proofreading Team + + + + + +BELARMINO Y APOLONIO + +_NOVELA_ + + + + +RAMÓN PÉREZ DE AYALA + +1921 + + + + +PRÓLOGO + +EL FILÓSOFO DE LA CASAS DE HUÉSPEDES + +Don Amaranto de Fraile, a quien conocí hace muchos años en una casa de +huéspedes, era, sin duda, un hombre fuera de lo común, no menos por la +traza corporal cuanto por su inteligencia, carácter y costumbres. Algún +día quizá se me ocurra referir por lo menudo lo que hube de averiguar de +su vida, y sobre todo recoger por curiosidad sus doctrinas, opiniones, +aforismos y paradojas; de donde pudiera resultar un libro que si no +emula las _Memorabilia_ en que Xenofonte dejó reverente y filial +recuerdo de su maestro Sócrates, será de seguro porque ando yo tan lejos +de Xenofonte como don Amaranto se aproximaba, tal cual vez, a Sócrates: +un Sócrates de tres pesetas, con principio. Pero todo esto no conviene +ahora a mi propósito. + +Cuando yo le conocí pasaba ya de los sesenta este varón extraordinario. +Había vivido veinte años en la misma casa de huéspedes, aquella en donde +yo di con él, y otros veinticinco en otras muchas casas de huéspedes. Es +decir, que se había pasado la vida en casas de huéspedes. La tal casa, +en donde al Destino plugo juntarnos pasajeramente, era repugnante de +todo punto. Pasé allí sólo dos meses, y eso porque la simpatía y +deleitoso magisterio de don Amaranto me persuadieron a dilatar mi +estada. Su irónica pedantería y pintoresca erudición me encantaban; pero +lo que más me movía a venerar a don Amaranto era el hecho de que hubiera +permanecido tantos años en semejante alojamiento, soportando como si tal +cosa, sin perder de romana en lo físico ni la ecuanimidad interior, +privaciones, entrometimientos, escándalos, desaliños, ponzoñas; en suma, +un trato miserable y homicida. Y es que había profesado pertenecer a las +casas de huéspedes, como a una orden religiosa, y hecho voto de pupilaje +perpetuo. Él mismo me lo declaró un día, de sobremesa. Digo de +sobremesa, que no de sobrecomida. Un detalle de las sobremesas de +aquella casa, es que no había palillos de dientes; no por razones de +economía, ni menos por escrúpulos de aseo y urbanidad, como es uso entre +anglosajones, los cuales consideran el acto de mondar las rendijas de la +dentadura como una necesidad de orden vergonzoso y clandestino, sino +porque no había ocasión, y por ende los palillos holgaban. Condumios y +viandas eran los primeros harto flúidos y las otras de estructura +demasiado coherente y compacta para la herramienta dental humana, de +manera que no permanecía residuo alguno entre los dientes. + +--En el Ática--me dijo aquel día de sobremesa don Amaranto, ostentando +didácticamente un tenedor de peltre, al modo de férula--se iba a buscar +la sabiduría al mercado o bajo el pórtico de Júpiter Liberador, donde +Sócrates, con palabra ligera y gesto sonriente, parteaba, como avezada +comadrona, el alumbramiento de las ideas; al huerto umbrátil de Academo, +donde Platón, de hombros anchos y labios melifluos, empollaba en las +almas jóvenes los alados anhelos con que volasen de lo sensible a lo +absoluto; en el Liceo, donde el seco Estagirita desmontaba en piezas la +máquina del mundo, y mostraba sus relaciones, ensambladuras y modo de +funcionar. En la Edad Media, los silos del saber de entonces y de lo +poco que de la antigüedad aún quedaba fueron los monasterios. Luego, la +ciencia se acogió a las universidades. En nuestros días, la mejor +universidad, el verdadero convento, el más cumplido liceo, el más +poblado huerto de Academo, y el más genuino trasunto del pórtico de +Júpiter Liberador y del clásico mercado, todo esto es, amigo mío, la +casa de huéspedes española, señaladamente la madrileña. La Naturaleza es +un libro, ciertamente; pero es un libro hermético. La casa de huéspedes +es un libro abierto. No se necesita sino saber leer, que es bien poca +cosa. Ahora, que para morar de por vida en casas de huéspedes, como para +profesar en una orden religiosa, necesítase asimismo una cualidad rara, +aunque no tan rara entre españoles: vocación ascética. En las casas de +huéspedes no cabe dar pábulo ni satisfacción a ningún linaje de +voluptuosidad o apetencia de la carne mortal. El español tiene la piel +tan recia, las entrañas tan enjutas y los sentidos tan mansuetos, que es +ya asceta innato y por predestinación; ninguna aspereza le mortifica y +apenas si hay placer sensual que apetezca, como no sea el genésico, y +ése en su forma más simple y plena, el cual así considerado, aunque el +vulgo ibérico lo denomine amor, y hasta el gran Lope de Vega escribió +que no hay otro amor que éste que por voluntad de natura se sacia con el +ayuntamiento de los que se desean, no es sino instinto y servidumbre, +común a hombres y bestias, con que cumplimos en la propagación de la +especie; en tanto el hombre, en sus placeres exclusivos, selecciona por +discernimiento, que no por instinto, el objeto o propósito hacia donde +se encamina, y perfecciona por educación los medios de alcanzarlo y el +arte de gustarlo. Un placer humano, aunque de la más baja jerarquía, es +el de la mesa. Los animales comen el alimento en crudo. El hombre hace +pasar el alimento por la cocina; lo condimenta, lo sazona, le infunde +sabores varios y sutiles. El buey come hierba ahora como en la edad de +piedra, y la rumia como entonces, sin haberle añadido complicaciones ni +gustos nuevos. En cambio, la ciencia y el arte culinarios son evolutivos +y perfectibles; en Maxim, de París, no se come como se comía en las +cavernas. Sí, amigo mío; el español es asceta _a nativitate_. Por eso en +España hay incontable número de conventos y casas de huéspedes, en los +cuales se perpetúan bodrios y condumios cavernarios, cuando no se apenca +con el alimento en crudo. Cierta vez me propuse acometer una +investigación científica de sociología comparada, y aun de etnografía, +tomando como tema y punto de arranque las casas de huéspedes en España y +en las naciones extranjeras. Después de prolijas experiencias y +estudios, llegué a este resultado inconcuso: la casa de huéspedes es +una institución típicamente española, algo así como la lidia de reses +bravas en coso, el cocido y el cultivo de las verrugas pilosas con fines +estéticos. Entre el _boarding-house_ inglés, la _pension de famille_, +francesa o suiza, la _pensione_ italiana, la _pensionshaus_ alemana y la +casa de huéspedes madrileña, hay tanta semejanza como entre el Támesis, +el Sena o el Tíber, de una parte, y de otra el Manzanares; y en este +parangón le corresponde el papel de Tíber, Sena o Támesis a la casa de +huéspedes, claro está. El _boarding-house_ inglés es un pequeño museo de +figuras de cera, un número del _Punch_, un breve repertorio de +caricaturas, ya que los britanos, casi sin excepción, condúcense +socialmente con fría y cómica simplicidad y rehuyen efusiones e +intimidades. La pensión suiza, una cantina de estación; todos están de +paso y ausentes entre sí. La _pensione_ italiana, alhóndiga de +interjecciones y de lugares comunes artísticos («¿han visto ustedes ya +_La Primavera_, de Sandro Boticelli? ¡Ah!», exclama una pintora sueca, +de volumen ciclópeo, en tanto ingurgita, con remilgo y primor, +cucharadas de _minestrone_. «¡Ah!», repite un yanqui de pecho abultado, +como palomo buchón, que tiene voz de barítono y está adoctrinándose en +el _bell canto_, con miras económicas, por ver de ganar tanto como +Caruso. «Pues, ¿y los frescos del Giotto? ¡Oh!», interpone una provecta +dama rusa, que tiene ante sí un libro de Ruskin, abierto y apoyado sobre +una panzuda botella de _Chianti_); vivero de filisteos estetas, de +fementidos émulos de Apeles y Fidias y de presuntas estrellas +operáticas, que con aullidos y fermatas martirizan al huésped sosegado e +inofensivo. La _pensionshaus_ alemana, reducido _pandemónium_, o sea, +lugar consagrado al culto de la democrática Afrodita tudesca, de cadera +copiosa y relevado seno. Algunas pensiones familiares francesas +justifican, en efecto, su título, mediante ciertas virtudes y todos los +defectos de la vida familiar, y conservan la mesa única, la mesa +redonda, que en la casa de huéspedes española es de rigor. En todos +aquellos hospedajes y albergues forasteros no niego que se aprende algo; +pero ese algo es anecdótico, superficial, inconexo, al modo de las +monografías de la ciencia experimental. Mas la casa de huéspedes es +enciclopedia de las ciencias, es _summa_, es biblia. Hace ya no pocos +lustros, durante mi noviciado como pupilo de casa de huéspedes, entablé +pronta amistad con otro pensionista, estudiante de medicina, quien +primero suscitó mi curiosidad hacia los misterios hipocráticos y luego +me inició en ellos. Con él asistí a un parto, en San Carlos. Hay dos +espectáculos que el hombre debe presenciar alguna vez: uno es la salida +del sol; otro es un parto. El primero nos enseña a respetar la idea de +Dios; el segundo, a respetar a la mujer. Creo que la razón de que en los +matrimonios españoles no se acate lo debido a la mujer estriba en que es +uso entre comadrones y comadronas impeler y aun constreñir al padre a +que permanezca fuera del recinto en donde se verifica el doloroso +misterio. De esta suerte, el marido ignora por qué la maternidad es +sacramento, martirio y santificación. La mujer, advierte San Agustín, +_nisi mater, instrumentum voluptatis_; o vemos en ella la madre, o nos +rebajamos a tomarla como mero instrumento de voluptuosidad. Cuando +sucede esto último y del misterio de la maternidad el hombre no hace +cuenta sino de los fugitivos instantes de epilepsia que acompañan a la +cópula, al acto de engendrar y concebir, entonces el esposo envilece a +la esposa, y ¿cómo ha de respetar aquello que envilece? Prosigo. Estudié +bastante tiempo la medicina, libremente y conforme mi arbitrio. Desde +aquel punto, siempre he estado suscrito a alguna revista médica. Lo +primero es el conocimiento del hombre físico, de la máquina deleznable y +complejísima con que sentimos y pensamos. Las ideas, aun las más puras, +son evaporaciones biológicas, vahos de la carne efímera; son como las +nubes, que parecen nacidas del firmamento y exentas de la grave +jurisdicción terrena, no obstante que de la tierra se desprenden y a la +tierra tornan, y al volver la fecundan. Merced a otros muchos +pensionistas y accidentales compañeros de hospedaje, fuí interesándome +y adoctrinándome en las varias disciplinas y actividades del saber. En +una ocasión cayó por mi misma casa de huéspedes un teutón, aprovechado +como todos ellos, que buscaba aprender en vivo y por obra de práctica +asidua el castellano. «Tate, pensé; tú aprenderás mi habla, pero yo +aprendo la tuya», como así fué. El griego me lo enseñó un opositor a +cátedras, y muy rápidamente, con gran sorpresa mía. Abundante copia de +opositores a cátedras conocí, que me sirvieron de maestros. Existe en +España una rara profesión: la de opositor a cátedras. Hay individuos, +talludos ya, y aun valetudinarios, que no son ni han sido otra cosa que +opositores a cátedras. Esto se explica porque en España se conceden las +cátedras por amistad, parentesco o bandería, antes que por mérito; de +donde se aprende más y mejor de los opositores que de los mismos +catedráticos. No le fatigaré a usted con la relación meticulosa de lo +que he aprendido y me figuro saber. Porque, al cabo, el saber poco o +mucho, ¿de qué sirve? Cada ciencia, de por sí, es una abdicación al +conocer íntegro, gesto de cansancio, tácita admisión de pequeñez e +ignorancia, actitud de obligada humildad. El sabio se ha dejado colocar, +como caballo que va de jornada, orejeras a entrambas sienes, por no ver +sino lo que tiene delante de las narices. El universo es coordinación de +infinitos fenómenos heterogéneos. Cada ciencia, en cambio, se conforma +con añascar enteco troje de fenomenillos homogéneos, y obstínase en no +admitir que de fuera, aparte, por debajo y por encima de ellos, exista +realidad alguna. La edad científica sigue a la edad teológica. Es decir: +cuando la humanidad, tras de haber imaginado penetrar el sentido de la +vida y la muerte y tener asido el orbe entre las manos, como un niño una +pelota, volvió sobre sí y, con maravilla y espanto, descubrió que todo +había sido ensueño e ilusión, que la vida no tiene sentido ni el orbe +consiente que se le abarque; en aquel trance lastimoso, que fué algo así +como una almoneda en donde se desbarató el hogar y menaje de los dioses, +algunos individuos remataron a bajo precio tales y cuáles trastos de la +almoneda, que, aunque apolillados y claudicantes, todavía duran y se +utilizan, y otros individuos, muy contados, más propensos a la +desesperanza y al tedio, volviéronse de espaldas al cielo, ya vacío y +desalquilado, humillaron los ojos hacia el suelo, y aplicáronse a reunir +por semejas hechos minúsculos, no de otra suerte que un desocupado, por +pasatiempo o ansia de olvido, se emplea en coleccionar objetos +inservibles; y así se fué formando cada una de las ciencias +particulares: que no es otra cosa una ciencia sino colección, jamás +completa, de sellos usados o cencerros de vaca. Antes, en la edad +teológica, el hombre se había acostumbrado a la presencia de lo absoluto +en cada realidad relativa; el mundo estaba poblado de mitos; la esencia +de los seres flotaba en la superficie, como la niebla matinal sobre los +ríos; y el conocimiento íntegro se ofrecía al alcance de la mano, como +la frambuesa de los setos. En un árbol, si era laurel, un antiguo veía a +Dafne, sentía el contacto invisible de Apolo, y empleaba las hojas para +guisar y para coronar los púgiles y los poetas. ¿Qué más necesitaba +saber? En la edad científica un solo árbol se multiplica en tantos +árboles como ciencias, y ninguno es el árbol verdadero. El botánico le +pone un mote; el matemático le da ciertas dimensiones, en relación con +la circunferencia del ecuador, ¡atiza!; el arquitecto lo considera como +una viga maestra; el ingeniero naval, como una cuaderna o un mástil; el +telegrafista, como un poste de telégrafos; el economista, como un valor +cotizable; el ingeniero agrónomo, como un orden de cultivo; el médico, +como una especie terapéutica; el químico, como una retorta en cuyo seno +se efectúan ciertas reacciones; el biólogo, poco menos que como una +persona; y así sucesivamente. La mosca tiene la retina tallada en +millares de facetas, con que ve lo externo reproducido en millares de +imágenes. Leí en un ensayista francés: «¡Quién poseyera la retina de la +mosca! ¡Qué formidable panorama de la creación le ha sido otorgado a la +mosca y negado al que llamamos rey de la tierra!...» Pues con penetrar +un poco en todas las ciencias, así puras como aplicadas, se descompone +al punto una imagen en millares de imágenes, como ya he esbozado en el +paradigma del árbol. Y la familiaridad con las ciencias y subsecuente +visión por miríadas de imágenes se obtiene profesando, por vocación y +con fe, en una casa de huéspedes. «La verdadera universidad de nuestros +días--asentó Carlyle--es una biblioteca.» Si Carlyle hubiera sido +español, habría dicho casa de huéspedes, que no biblioteca. Pero, ya que +uno es docto en toda ciencia y mira el objeto en todos sus visos y desde +todos los sesgos, ¿es esto saber más, ni siquiera saber algo? Eso es dar +vueltas en un tío-vivo, alredor de un objeto. Frontera a mí, en la mesa +redonda, come una linda muchacha. Yo cabalgo un paquidermo del tío-vivo +imaginario y científico, y me lanzo a observar la hermosa criatura, +girando en torno de ella. Comienzo a observarla en un soslayo o escorzo, +el fisiológico. Penetro la arcana alquimia que se está operando en su +estómago a tiempo que deglute; sé cómo las proteínas, grasas y +carbohidratos, almidones y azúcares de los alimentos que delicadamente +va introduciendo en el precioso estuche de su boca se truecan al final +en tejido orgánico; y no quiero profundizar más en estas observaciones +entrañables, porque llegaría a términos lastimosos. Hago un cuarto de +rotación sobre el giratorio paquidermo, y ahora observo a la niña desde +otra perspectiva: la filológica. Por ciertas voces y matices +ortológicos, sé, con certidumbre, que esta muchacha es galaica, y +precisamente de Mondoñedo. Como por encantamento, la niña acaba de decir +que es de Mondoñedo y nacida en agosto. Mi paquidermo da un bote hacia +adelante, y ya estoy en otra línea de observación: la de los horóscopos +y astrologías, que es ciencia no por olvidada menos respetable. Esta +joven, como nacida en agosto (Napoleón Bonaparte nació en agosto), es +apasionada, ardiente, muy proclive a gratificar la Venus, dicharachera, +y debe cuidar de los dolores de cabeza (Napoleón no consumó la batalla +de Borodino porque aquel día le aquejaba una fluxión nasal). Si yo fuera +joven, no seguiría adelante, porque ¿qué vale toda la ciencia ante estos +dos hechos tan sencillos: que esta joven es bonita y que se rinde a +ciertas proclividades? Pero, puesto que si no senil soy senescente, me +sobrepongo a las flaquezas de la carne, completo el giro y examino a la +muchacha desde los cuatro puntos cardinales. A la postre, estoy donde +estaba. ¿Qué he conseguido saber sobre esta muchacha? Nada. Nada. Nada. +En cambio, si es vecina de mi aposento y a través del frágil tabique la +oigo suspirar, reír, llorar, sé que está triste, que goza, que sufre. +Otro día cojo al vuelo una frase; otro, percibo todo un diálogo; otro, +hablo con ella y la guío con sutileza a que me confíe algún secretillo; +otro, completo lo que ella me haya dicho con lo que otros me comuniquen +acerca de ella misma; y así, poco a poco, he llegado a conocerla en +puridad, porque he entrado en su drama. Cada vida es un drama de más o +menos intensidad. Cada vida es, asimismo, una sombra inconstante y +huidera. ¿Recuerda usted la alegoría de la caverna, de Platón? Pues es +preciso ir todavía un poco más allá; los que Platón pone aherrojados en +la caverna no son cuerpos materiales, sino sombras, pero sombras +dramáticas y atormentadas; y lo que sobre el muro ven, sombras de +sombras. Eso es una casa de huéspedes: la caverna de las sombras. Por +estas penumbrosas estancias circulan sin cesar nuevas sombras y más +sombras, vidas y más vidas, dramas y más dramas. Se me dirá que lo mismo +sucede en los hoteles, en las calles, en los ferrocarriles, dondequiera +que se congregan las gentes. Y es verdad. Sólo que en aquellas partes la +sombra y el drama pasan sordamente, aisladamente, disimuladamente, sin +comunicarse, en tanto en la casa de huéspedes, la obligada familiaridad, +que comienza en la mesa redonda, solidariza a esas sombras efímeras y +quebranta los sigilos del drama individual. Le digo a usted que, a +veces, extendiendo la mirada sobre mis vecinos de mesa, cuyos dramas +privativos se me presentan al pronto con escénica plasticidad, y +elevándome a seguida, y como que a pesar mío, a contemplarlos +filosóficamente, _sub specie aeterni_, como sombras inconsistentes y +efímeras, me acomete un escalofrío patético, me dan ganas de llorar y +soy capaz de tragarme, sin parar atención y como si fuese un plato de +natillas, la empedernida chuleta que me han servido. Para elevarse al +concepto y la emoción del bosque, o alongarse de él y tomarlo en +conjunto, o sumirse dentro de él; en las lindes y a corto trecho, los +árboles estorban ver el bosque. Para ascender al concepto y la emoción +de la vida, o situarse en el punto de vista de Sirio, como hace el +filósofo, o zambullirse, con todas las potencias, en los dramas +individuales. El drama y la filosofía son las únicas maneras de +conocimiento. Y aquí, en estos cavernosos senos de la casa de huéspedes, +están las fuentes del conocimiento. La cuestión es alumbrar el manadero. +A través de las casas de huéspedes ha pasado toda la historia de España +del siglo XIX. Sí, señor, sí; la historia de España del siglo XIX es una +historia de casa de huéspedes. ¿Qué le vamos a hacer? No crea usted que +la historia de las demás naciones cultas en el siglo XIX es muy superior +a la nuestra. Aquí y acullá, y en todas partes, la historia del siglo +XIX es la historia de la clase media--clase media más rica y culta allá, +más miseranda y cerril acá--; la historia de una época de libertad +anárquica, la libertad de explotación; torbellino de átomos insensatos e +incoherentes; época egoísta y brutal, que pensó suprimir el dolor +fingiendo ignorar que lo hubiese, y alardeó de _apreciar_ las ideas y la +belleza porque las avillanó y sometió _a precio_ cotizable en el +mercado, como cualquiera otro artículo de comercio; época, en fin, en +que el negociante venció y aniquiló al filósofo y al poeta. + +Jamás olvidé aquella sesuda y graciosa disertación de don Amaranto sobre +las casas de huéspedes. Después de separarme del señor de Fraile, +recorrí algunos de estos heteróclitos albergues, hasta que posé +definitivamente bajo los hospitalarios Penates de doña Trina, cobijo +llevadero por la abundancia, ya que no por la delicadeza de bastimentos, +y, sobre todo, lugar ameno, si los había, a causa de la afluencia de +gentes de todo estado, edad y condición: sacerdotes, toreros, políticos, +tahures, comerciantes, covachuelistas, militares, estudiantes, +labriegos, inventores, pretendientes, petardistas; ingredientes y +rebabas del revoltiño social, que allí se mezclaban desde todos los +rincones de Iberia. Por sugestión del excelente don Amaranto, me había +acostumbrado a tomar las diversas casas de huéspedes, por donde +transité, al modo de tiendas, con sus existencias, tal cual abastecidas +de dramas individuales, metido cada cual en su paquete y cuidadosamente +atados con bramante. No había sino desatar el bramante y desenrollar el +paquete. Si aquellas casas eran tiendas de menguado surtido, la de doña +Trina destacaba al modo de vasto y rico almacén, con géneros únicos de +fabricación única. Verdad que no se podía sacar sino el género; luego se +exigía cierta diligencia para darle hechura. En aquel almacén de dramas +empaquetados se desenvolvió ante mí, y hube de palparlo, el drama de +Arias Limón y sus hermanas, que luego di a la estampa, para +entretenimiento de distraídos y ociosos[1]. Me rozaron, asimismo, otros +muchos dramas, que se han perdido en el río de sombras y es probable que +nunca aborden a una orilla. Pero hoy me siento en humor de salvar del +olvido un drama semipatético, semiburlesco, de cuyos interesantes +elementos una parte me la ofreció el acaso, otra la fuí acopiando en +años de investigación y perseverante rebusca. Por eso, lo considero casi +como obra original mía. + +[Nota 1: _Prometeo. Luz de domingo. La caída de los Limones._ Tres +novelas poemáticas de la vida española.] + + + + +CAPÍTULO PRIMERO. + +DON GUILLÉN Y LA PINTA. + + +Un Martes Santo, a la comida del mediodía, apareció en la mesa un +huésped inédito: un sacerdote prebendado. Si me cruzo en la calle con +él, o le hallo frente a frente en un tranvía, o come vecino a mí en una +fonda de estación, apenas si me hubiera molestado en resbalar sobre él +la mirada. Pero estábamos en la mesa redonda de una casa de huéspedes. +Tenía razón el excelente don Amaranto. No sólo yo, todos los demás +comensales nos aplicamos a escudriñar, descarados, en nuestro flamante +sacerdote, como cumpliendo una obligación. El resistía con indiferencia +la curiosidad ambiente. A los toreros, a los cómicos y a los curas no +les desazona la curiosidad ni les desconcierta la mirada fija, como +habituados a ser foco de la atención en el ruedo, la escena y el +púlpito. + +He dicho más arriba nuestro flamante sacerdote, y no hay adjetivo que +mejor le cuadrase. Parecía un santo de cartón piedra, recién salido de +los moldes y acabadito de pintar. La sotana de merino lustroso, como +barnizado; el vivo del alzacuello, una pinceladita de morado ardiente, +casi carmín; el afeitado de bigote y barba, color violeta y azulenco +pálidos; el resto del rostro, rojo vehemente y bruñido; los ojos, +profundos y negros. No tendría arriba de los cuarenta años, si llegaba. +Superada esta primera e insulsa impresión de santito alfeñicado, de la +fisonomía del sacerdote emanaba un no sé qué de personal y sugestivo. +El rojo de sus mejillas era patológico; debía de padecer del corazón. +Como era guapito y harto joven para la dignidad eclesiástica que +ostentaba, quizás algún malicioso presumiese que la había alcanzado +mediante el favor de las omnipotentes faldas. Pero, de otro lado, nada +se insinuaba en él que trascendiese a _homme aux femmes_ ni a Periquito +entre ellas. No delataba el aplomo del cura conquistador ni el hipócrita +y meloso encogimiento del curilla faldero. Si acaso el favor de las +damas le había encumbrado, sería, probablemente, sin él haberlo buscado +con singular empeño. Así cavilaba yo, entre la sopa y el cocido. + +Doña Emerenciana, una viuda vejancona que, a falta de galanes más +lucidos, se pasaba la vida persiguiendo a Fidel, el mozo de comedor, +veíase que se despepitaba con la proximidad del canónigo, y fué la +primera en dirigirle la palabra: + +--¿Verdad que en este Madrid hace demasiado calor, y eso que estamos +todavía en abril? Usted vendrá de sitio más fresco, don... ¿cómo se +llama usted? + +--Me llamo Pedro, Lope, Francisco, Guillén, Eurípides; a elegir--dijo +con voz robusta, de timbre grato; llana, atrayente sonrisa. + +Todos hicimos eco a su sonrisa, menos la vieja, que no acertaba a +decidir si la respuesta era en serio o en chanza. + +--¡Qué chistosísimo!--exclamó, optando por la chanza. + +--No, señora; no es chiste--replicó el sacerdote. + +--Pero, ¿Eurípides es nombre cristiano? Si lo es, vendrá de la provincia +de Palencia, que es donde ponen los nombres más estrambóticos. + +--No, señora; no es nombre cristiano. Pero se conoce que el cura que me +bautizó no se había enterado. Si a mí me canonizan, entonces habrá un +San Eurípides: el primero. + +--¡Qué chistosísimo! Pues ya tiene usted bastantes nombres, gracias a +Dios. + +--Caprichos de mi padre, que era autor dramático y zapatero, o zapatero +y autor dramático, según el orden de prelación que usted prefiera. Todos +mis nombres lo son también de famosos dramaturgos de otros tiempos: +Pedro Calderón de la Barca, Lope de Vega, Francisco de Rojas Zorrilla.... + +--De ese Zorrilla, autor del _Tenorio_, algo oí hablar cuando era +niña--interrumpió doña Emerenciana. + +--Guillén de Castro--prosiguió el canónigo, sonriendo siempre--, +Eurípides.... + +Y como sobrevino una pausa, doña Emerenciana saltó: + +--¿Eurípides qué? + +--Eurípides López y Rodríguez--respondió el canónigo, con espetada sorna +esta vez. + +--Se ve que era de familia humilde--comentó doña Emerenciana--. Y bien, +¿con cuál de los nombres hemos de llamarle? + +--Unos me llaman por uno, otros por otro. Use usted el que prefiera. + +--Pues prefiero don Guillén. + +--Es el que suelen preferir las señoras--dijo don Guillén, con dejo +satírico. + +--Por mi parte, si usted me lo permite, le designaré como señor +Eurípides; me sabe a república--entró a decir don Celedonio de Obeso, +ateo declarado y republicano agresivo; en el fondo, un pedazo de pan, un +zoquete. + +En la mesa de casa de doña Trina no podía faltar un republicano +acreditado. Este don Celedonio era sucesor de aquel jefe del partido +republicano de Tarazona, ciudadano de gran desparpajo y barba bipartita, +como ubre de cabra. + +--Como usted guste--respondió don Guillén espontáneamente. + +Antes de concluir la comida, don Guillén se había granjeado la confianza +y la simpatía de todos; y a tal extremo llegó la confianza, que don +Celedonio se atrevió a dispararle a boca de jarro esta pregunta: + +--¿Cree usted en Dios? + +--¿Cree usted en la república?--interrogó a su vez don Guillén, sin +inmutarse. + +--Como republicano que soy. + +--Yo, como sacerdote que soy, soy creyente. + +--Ninguna persona inteligente cree en Dios. + +--Yo he conocido personas inteligentes que me decían: «Ninguna persona +inteligente cree en la república.» + +--Pues los cristianos primitivos--dijo el señor De Obeso, rebajando el +tono y batiéndose en retirada--eran republicanos. + +--Eran más; eran anarquistas. Pero, en fin, así como aquellos +cristianos, partiendo de la idea de Dios, llegaron a la de república, +bien puede usted tomar el viaje de vuelta, y, partiendo de la idea de +república, llegar a la de Dios. + +--Para ese viaje no necesito alforjas--concluyó don Celedonio; y don +Guillén le rió cordialmente la gracia. + +Es de advertir que durante el diálogo anterior don Guillén no había +puesto en sus réplicas acritud, ni fuego polémico, ni aire de desdén. +Con esto, nuestra simpatía hacia él se robusteció. Al salir del comedor, +don Celedonio murmuró a mi oído: + +--Es un tío juncal. Así me gustan a mí los presbíteros. + +Después de la comida, supe que don Guillén era lectoral en la catedral +de Castroforte, y que venía a predicar los sermones de Semana Santa en +la capilla del Palacio Real. De seguro era un pico de oro. + +El hospedaje de doña Trina lo patronizaban tantos pupilos y huéspedes +flotantes, que no bastando para contenerlos el amplio y profundo piso +de la calle de Hortaleza, como si dijéramos la metrópoli hospederil, la +señora había alquilado otros cuartos, al modo de colonias, en los +aledaños y calles contiguas, uno de ellos en la calle de la Reina, que +es donde yo tenía mis aposentos. Apunto este pormenor para dar a +entender que quienes se alojaban en las colonias gozaban +consiguientemente de mayor libertad, especialmente de noche, que los de +la metrópoli. En las horas nocturnas, tales calles y callejuelas eran +por aquellos tiempos lonja de contratación pública de mercenarios +deleites y lugar asiduo de feas prostitutas y chulos marchosos. Antes de +llegar a mi vivienda era fuerza que atravesase por entre el +multitudinoso ejército de ocupación, recibiendo continuos dardos +meretricios y padeciendo asechanzas y requerimientos, así orales como de +hecho, puesto que alguna se asía de mi brazo; de manera que, por zafarme +de estorbos y reponerme de la fatiga, solía yo algunas veces acogerme a +un cafetín, que era donde las individuas vivaqueaban, y allí convidaba a +las que más me atosigaban, con que las dejaba mansas, nutridas y +satisfechas. Como me inspiraban dolor y lástima, las trataba siempre con +benignidad. Convengo en que la prostitución es una grande y hedionda +úlcera. Pero, ¿qué culpa tiene la úlcera por pertenecer a un cuerpo +corrompido, cuyo es manifestación franca y fatal resultado? Donde todo +está prostituido, la prostitución femenina casi es loable, porque es un +síntoma claro. Con frecuencia, y ya que estaban apaciguadas, dilatábame +largo rato en el cafetín departiendo con las desdichadas, y del coloquio +extraía provecho espiritual, puesto que la compasión, a que me movían, +es un depurativo del alma; y también observaba los tipos, casi todos +estrafalarios, que concurrían en el antro. Atrajo desde el principio mi +curiosidad una mujer agraciada, paciente, trigueña, sin adobos ni +rosicleres como las otras, que estaba siempre sola e inmóvil en un +ángulo, ante sí un vaso de recuelo, que jamás se llevaba a la boca. Se +parecía a una virgen de Rafael, algo ajada. Como una noche la mirase +largamente, la Piernavieja, la unidad más alharaquienta y ofensiva del +ejército de ocupación, conocida por aquel remoquete a causa de renquear +un poco, me dijo: + +--¿Qué miras; aquella panoli? Es Angustias, la Pinta. Está con el +Tirabeque, un golfo y fullero, que la tiene aquí hasta que pasa a +recogerla de madrugada. + +--Convídala a que venga y tome algo--dije a la Piernavieja. + +--¡Eh!--gritó la Renca--. Tú, la Pinta, que este señorito te convida. + +La Pinta, ruborizada, se excusó. La Piernavieja insistió en balde. + +--Y eso de la Pinta, ¿es mote?--pregunté. + +--Quia; es su verdadero nombre. Se llama así, Angustias Pinto. También +es capricho conservar la filiación natural en este negocio. Es una +simple que no sirve _pal_ caso. + +Poco a poco y noche tras noche fuí entablando amistad con la Pinta. Era +una mujer dulce, triste y reconcentrada, o, según el tecnicismo de la +Piernavieja, una simple que no servía _pal_ caso. Apenas se comunicaba. +Una noche me dijo que tenía poco más de treinta años; aparentaba menos +de treinta. Otra me declaró el lugar de su nacimiento: la ciudad de +Pilares. La noche--bien lo recuerdo--de aquel Martes Santo en que el +canónigo encendido y campechano surgió en la casa de huéspedes, la Pinta +se mostró sobremanera comunicativa. + +--Mi padre era zapatero y otra cosa, que él decía filósofo bilateral. +Como he oído, siendo niña, estas palabrejas tantas veces, no se me han +borrado de la memoria. Los profesores de la Universidad venían a oírle +al cuchitril en donde vivíamos. Mi madre, que tenía mal carácter, decía +que mi padre era un zángano, y que los que venían a oírle le tomaban el +pelo. Pero mi padre es un santo. + +Involuntariamente pensé en don Pedro, Guillén, Eurípides, hijo de un +zapatero y autor dramático. Prosiguió la Pinta: + +--A mí me perdió un cura.--Estaba con la cabeza baja y el pensamiento en +lejanía. + +--¡Pillo!--murmuré, a pesar mío. + +--No, no era un pillo--corrigió la Pinta, volviéndose a mirarme con +gesto dolido--. No era cura todavía; seminarista nada más. Quería +casarse conmigo. Nos escapamos. El padre de él le cogió. Mi madre no +quiso admitirme en casa. Después, claro está.... Estoy segura que mi +novio sigue queriéndome. La cosa fué, ¿sabe usted?, que su padre no +podía ver a mi familia. ¿Qué habrá sido de Perico? + +--¿Se llama Perico? + +--Sí, Perico Caramanzana. ¡Y qué bien le iba el nombre! Tenía la cara +fresca, coloradina y alegre, como una manzana. + +--¿Por eso le decían Caramanzana? + +--Es su verdadero apellido. El padre se llamaba Apolonio Caramanzana. Le +habrá oído usted mentar. ¡Ah!, era el mejor zapatero de España. Iban a +hacerse el calzado con él hasta los señores de Bilbao y de Barcelona. +Además, componía dramas. + +Aquella noche salí bastante preocupado del cafetín. Me acosté y tardé en +dormirme. Oí en la habitación de al lado un carraspeo seguido de un +poderoso suspiro. Era la voz de don Guillén. Se me ocurrió una idea +diabólica: «Si yo mañana por la noche trajese a la Pinta y la hiciese +entrar en la habitación de don Guillén». Me dormí dando vueltas a +aquella idea. + +Al día siguiente, día de vigilia, don Guillén no se sentó a la mesa. + +--¿Qué le sucede al señor Caramanzana?--inquirió la viuda vejancona, que +ya se había enterado del apellido del canónigo. + +--No come hoy, porque está algo delicado del estómago--respondió +Fidel--. ¿No vió usted el color arrebatado que tiene? + +--Será pirosis--entró a decir don Celedonio--.Todo el clero y las +órdenes regulares padecen de pirosis, a causa del abuso de las comidas +suculentas y de las bebidas alcohólicas. + +--Calle usted, herejote--amonestó doña Emerenciana, amenazando con el +abanico. + +--Y a propósito, Fidel; no habrás olvidado mi encarguito. Le habrás +dicho a la señora que yo no me someto a esa asquerosa farsa de la +vigilia, y en estos santos días de Semana Santa quiero comer carne y +pescado. Yo promiscuo, o promiscúo, que no sé a ciencia cierta cómo se +pronuncia--dijo don Celedonio. + +--¡Jesús, María y José! ¡Qué Judas Iscariote! Más vale que don Guillén +no haya acudido a la mesa, porque le abochornaría esa abominación. + +A todo esto, Fidel, el mozo, se reía cazurramente. + +Terminada la comida, salí de la metrópoli y me encaminé a mi colonia. +Como cosa de veinte pasos delante de mí iba Fidel, conduciendo una gran +bandeja, cubierta con un mantelillo. Nos juntamos en el pasillo adonde +daba mi habitación. + +--Psss...--bisbiseó Fidel, requiriéndome con cabezadas a que me +acercase más--. Levante usted el mantelillo. + +Levanté una punta. Descubrí abundancia de guisos y viandas, entre +otras, un opulento trozo de _roastbeef_. + +--Es la comida de don Guillén--indicó el camarero--. Si no promiscua, o +promiscúa, que yo tampoco sé cómo se pronuncia, al menos come de carne. + +En esto, se abrió la puerta de don Guillén, y él mismo, en persona, +destacó por obscuro sobre el cuadro de grisácea luz, sorprendiéndome en +vergonzosa y vergonzante fisgonería. Estaba vestido de paisano, revuelta +la pelambre, que, embebiendo el claror, le hacía halo en torno a la +cabeza. Llevaba zapatillas de marroquín rojo. Estos dos pormenores me +hirieron como notas agudas en los segundos de suspensión y silencio a +que nos indujo la sorpresa: la aureola radiante y los pies sangrientos. + +--Pasen ustedes; pase usted--particularizó, dirigiéndose a mí. Obedecí, +no recobrado aún de la sensación humillante--. Siéntese usted--me instó. +Quise disculparme y salir. El canónigo añadió, con tono que yo +interpreté como implorante: + +--¿No me concederá usted el favor, si se lo ruego, de hacerme un poco de +compañía? + +La súplica y el acento me repusieron en mi equilibrio habitual. Me senté +junto a una mesa con unos libros, unos papeles, unas cachimbas, unos +lentes, y presidiendo todos aquellos utensilios y accesorios de la faena +intelectual, encerrado en un marquito de plata repujada, como relicario, +una fotografía de mujer, que me incliné a mirar discretamente. Parecía +una virgen niña de Rafael, de las de su época umbriana. + +--Pon aquí la comida, Fidel. ¿Has traído vino? Llévatelo. Tengo yo vino +algo mejor.--Y torciendo la cabeza hacia mi lado:--¿Qué mira usted, el +marco? Es un relicario del siglo XV, una joya. + +--No; miraba el retrato. + +--Es una hermana mía que desapareció. + +--¿Que desapareció? + +--Que se perdió en la sombra. + +--¡Ah! Se murió...--indiqué de manera dubitativa, empujándole a que se +clarease. + +--Hace algunos años.--Y después de una pausa:--Tomará usted una copita +de coñac. + +Sacó una botella de coñac viejo y otra de bon vino, de un maletín de +piel de cerdo, elegante prenda de mundano antes que de clérigo. Se sentó +a comer. Cuanto más le miraba, menos me parecía un cura y más un hombre +de mundo. + +--Por obra del acaso--dijo, a tiempo que comía despacio--, me ha +sorprendido usted en mi intimidad de hombre. Si hace unos momentos, al +hallarle a usted.... + +--Fisgando--interrumpí--; pero a instancias del mozo, y sin presumir de +qué se trataba. + +--¿Qué importa? Digo que si entonces me hubiera retirado, creería usted +que yo era un cura sinvergüenza y falsario. Yo no podía dejarle ir sin +ofrecerle alguna explicación. + +--Yo era el que debía.... + +--Usted, ¿por qué? Usted, a lo sumo, incurría en un exceso de +curiosidad. Yo, en opinión de las personas timoratas, estoy cometiendo +un grave pecado. + +--Yo no soy timorato. + +--Pero debo darle una explicación. Así como en el Estado hay delitos +artificiales, en la Iglesia hay pecados artificiales. Son delitos y +pecados artificiales los actos que no lastiman ni menoscaban la justicia +o el dogma (ejes, respectivamente, del Estado y de la Iglesia), pero que +contravienen y desobedecen ciertas disposiciones disciplinarias, +accidentales, pasajeras. Una de esas disposiciones pasajeras es la +obligación de comer de vigilia cuatro días de la Semana Santa. Quizá al +Papa actual, o al que le suceda, se le ocurrirá amenguar, tal vez +suprimir, esta obligación. El Estado es una comunidad material que se +mantiene por la mutua conveniencia, y la Iglesia una comunidad +espiritual que se sustenta por el mutuo amor. Por lo tanto, el espíritu +de disciplina de la Iglesia es de naturaleza distinta del espíritu de +disciplina del Estado. En el Estado, el espíritu de disciplina pertenece +al orden de los sentimientos interesados, pues sin disciplina no cabe +conveniencia mutua. En la Iglesia, el espíritu de disciplina se engendra +en el ámbito de los afectos generosos; es la voluntad de sacrificio. No +de otra suerte que los amantes, por certificarse del amor recíproco, +ponen el amor del otro a prueba, por medio de ordenamientos y +exigencias caprichosas, por aquello de que obedecer es amar, así la +Iglesia impone a sus fieles algunas obligaciones disciplinarias, por +espolear a los tibios a que ejerciten y muestren el amor. Para las +personas de bien afirmada fe y claro sentido, sean clérigos, sean +seglares, huelgan estas obligaciones disciplinarias; lo esencial es el +dogma. El Estado concede de buen grado la libertad de ideas (el +pensamiento no delinque), pero no transige con la libertad de acciones, +porque romperían la disciplina. La Iglesia es intransigente en materia +de ideas y tolerante en materia de acciones: sólo el pensamiento peca. +Todos los pecados, por monstruosos que sean, reciben absolución en el +confesonario; pero la más mínima duda del confeso en materia de fe nos +impide absolverlo. Ahora bien: como todo esto es de sentido común, debe +permanecer en secreto para los que no tienen sentido común, sean +clérigos, sean seglares. ¿Comprende usted? + +--Comprendo, comprendo--asentí. Y, en efecto, había comprendido lo que +me había dicho, nada difícil de comprender; pero a él no le comprendía. +¿Qué era aquel hombre que ante mí estaba, deglutiendo y raciocinando al +propio tiempo, masticando y discurriendo, con tanta frialdad, escrúpulo +y elegancia, vestido como un hombre de sociedad, sin una insinuación +sensible del estado eclesiástico a que pertenecía, y que, de vez en vez, +según hablaba, se asía con la mirada al retrato de una mujer a quien él +mismo había empujado a la anónima sima prostibularia? ¿Qué era aquel +hombre? ¿Un hedonista? ¿Un incrédulo? ¿Un hipócrita y un sofista, para +consigo mismo y los demás? ¿Un desengañado? ¿Un atormentado? Lo que +menos me interesaba era la explicación que me había ofrecido. ¿Qué se me +daba a mí si comía de vigilia o dejaba de comer de vigilia? + +Como si por un raro don de receptividad inmediata, frecuente en los +duólogos íntimos e intensos, don Guillén hubiera trasegado en su cabeza +mi pensamiento, dijo: + +--Lo de menos, para usted, es si yo guardo la vigilia o no. Lo +importante es que usted, por obra del acaso, ya se lo he dicho antes, me +ha sorprendido en mi intimidad de hombre. Todos, frailes, curas y +magnates eclesiásticos, por debajo de la estameña, el merino y la +púrpura, escondemos un hombre. _Homo sum_, digo con el pagano. + +Y yo volví a verle, en mi imaginación, con la aureola radiante y los +pies enrojecidos. + +--Me ha sorprendido usted despojado de mi ministerio. No como ministro +del Señor, sino como criatura del Señor, cuitada e imperfecta como todas +ellas. Dentro de unas horas, hablaré ante el rey, mejor dicho, sobre el +rey; no varios palmos, los que se alce el púlpito, sobre la testa +coronada y ungida, sino infinitos palmos, porque represento la +conciencia indeleble y eterna, que está a inaccesible altura por encima +de tronos, cetros y soberanías. Pero aquí, en este triste cuartucho y +frente a usted, no puedo incorporar la voz de la conciencia, sino que +soy una pobre concavidad sombría en donde la voz de la conciencia hace +eco. + +Aquello se iba poniendo serio. No sabiendo qué decir, permanecí con la +cabeza gacha y los ojos fijos en un punto, que por ventura resultó ser +el retrato del relicario. + +--¿Le gusta el marco?--preguntó don Guillén. + +--Miraba el retrato. Conozco a esa mujer--afirmé en seco. + +Don Guillen no se conturbó. + +--Está usted equivocado--dijo--. Será otra fisonomía semejante la que +usted conoce. A esa mujer no la puede conocer usted. Ya le dije que es +mi hermana y que no existe--y subrayó la palabra hermana y el verbo +existir. + +Después de los postres, don Guillén se sirvió una copita de coñac y +fustigó la conversación hasta ponerla en un aire de alacridad y +humorismo. Era un hombre tan ingenioso como inteligente. + +Al despedirnos me dijo: + +--Estos días no asistiré a la mesa redonda. ¿Quiere usted que comamos +juntos, aquí, en mi cuarto? Lo que le va a envidiar a usted doña +Emerenciana.... + +En aquellas comidas subrepticias y ociosas sobremesas, mi amigo don +Guillén me fué contando a retazos su historia, la de Angustias Pinto y +la de los padres de ella y él, Belarmino y Apolonio. Después, por mi +cuenta, hice averiguaciones tan importantes, que la historia de +Caramanzanita y la Pinta pasan a segundo término. + + + + +CAPÍTULO II. + +RÚA RUERA, VISTA DESDE DOS LADOS. + + +_(El lector impaciente de acontecimientos recorra con mirada ligera este +capítulo que no es sino el escenario donde se va a desarrollar la +acción.)_ + +De la zona profunda, negra y dormida de la memoria, laguna Estigia de +nuestra alma, en donde se han ido sumiendo los afectos y las imágenes de +antaño, se levantan, de raro en raro, inesperadamente, viejas voces y +viejos rostros familiares, a manera de espectros sin corporeidad. Así +como en la noche los lóbregos e inmóviles pantanos respiran niebla +blanca y fantasmal, así nuestra interior laguna Estigia deja en libertad +sus vaporosos espectros a las horas en que la tiniebla del sueño satura +nuestro espíritu. Pero, en ocasiones, las criaturas incorpóreas del más +allá de la memoria se alzan a la luz del día. + +Ahora mismo me apercibía yo a describir la Rúa Ruera, de la muy ilustre +y veterana ciudad de Pilares, en donde vivía Belarmino Pinto, llamado +también monxú Codorniú, zapatero y filósofo bilateral, cuando, al +pronto, en el umbral u orilla de mi conciencia, se yergue el espectro de +don Amaranto de Fraile, enarbolando un tenedor de peltre, que a mí se me +ha figurado tridente de Caronte, ese Neptuno del mar de la eternidad. +Como Bruto a la silueta de César en la tragedia shakespeariana, digo a +la sombra incorpórea del excelente don Amaranto: + +--_¡Speak!¡Speak!_ + +Y la sombra rompe a hablar, con la propia gracia y penetración que hace +tantos años me deleitaban: + +--¿Vas a describir la Rúa Ruera? ¿Vas a describirla, o vas a +pintarla?--Advierto dos novedades. Primera, que don Amaranto ahora me +trata de tú. Segunda, que la voz se le ha ahilado y suena como la de un +eunuco. Prosigue la voz:--Los cíclopes veían el mundo superficialmente, +porque sólo tenían un ojo. Los cíclopes, por ver el mundo +superficialmente, quisieron asaltar el Olimpo; pero los dioses los +precipitaron en el hondo Tártaro.--Don Amaranto siempre con sus +mitologías.--El novelista es como un pequeño cíclope, esto es, como un +cíclope que no es cíclope. Sólo tiene de cíclope la visión superficial y +el empeño sacrílego de ocupar la mansión de los dioses, pues a nada +menos aspira el novelista que a crear un breve universo, que no otra +cosa pretende ser la novela. El hombre, con ser más mezquino, aventaja +al cíclope, a causa de poseer dos ojos con que ve en profundidad el +mundo sensible. Ahora bien: describir es como ver con un ojo, paseándolo +por la superficie de un plano, porque las imágenes son sucesivas en el +tiempo, y no se funden, ni superponen, ni, por lo tanto, adquieren +profundidad. En cambio, la visión propia del hombre, que es la visión +diafenomenal, como quiera que, por enfocar el objeto con cada ojo desde +un lado, lo penetra en ángulo y recibe dos imágenes laterales que se +confunden en una imagen central, es una visión en profundidad. El +novelista, en cuanto hombre, ve las cosas estereoscópicamente, en +profundidad; pero, en cuanto artista, está desprovisto de medios con +que reproducir su visión. No puede pintar: únicamente puede describir, +enumerar. La misión de ver con mayor profundidad, delicadeza y emoción y +enseñar a los otros a ver de la propia suerte, le toca al pintor. La +maldición originaria del novelista cífrase en que necesariamente se ha +de extender sobre sinnúmero de objetos. El pintor, por el contrario, +escoge un solo objeto, o, si toma varios, los agrupa en reducido +espacio, los concentra y sensibiliza. El pintor, a la inversa del +novelista, no se deja dominar por la vastedad del objeto, sino que lo +domina. Que sea el objeto vértice del ángulo de visión del pintor, y no +el pintor vértice del ángulo de contemplación del panorama, como lo es +el novelista. El pintor que pinta cuadros de más de dos metros +cuadrados, es inexorablemente un pintor superficial. La cuestión, para +el pintor de grandes dimensiones, es de concepto; de que se dé cuenta +que debe ser artísticamente superficial, o de que sea superficial e +inartístico sin darse cuenta. Los famosos pintores de frescos, así +antiguos como modernos, dándose cuenta de esto, pintaron por largos +planos, con tintas monótonas, esquivando la sensación obvia de volumen y +profundidad; fueron deliberadamente superficiales. + +Yo interrumpo a la sombra locuaz, de voz de eunuco: + +--En la iglesia vecina ha sonado el _Ángelus_ meridiano. En una hora +interrumpiré mi trabajo. Si te escuchase, jamás haría otra cosa que +dejarme arrastrar en el curso ocioso de la deleitación discursiva. Dime, +en resolución, cómo he de describir la Rúa Ruera, y que te plazca la +descripción. + +--No describiéndola. Busca la visión diafenomenal. Inhíbete en tu +persona de novelista. Haz que otras dos personas la vean al propio +tiempo, desde ángulos laterales contrapuestos. Recuerda si en alguna +ocasión te aconteció ser testigo presencial de cómo ese mismo objeto, la +Rúa Ruera, suscitó duplicidad de imágenes e impresiones en dos +observadores de genio contradictorio; y tú ahora amalgama aquellas +imágenes e impresiones. + +--¡Recuerdo, recuerdo...!--exclamo; pero ya la sombra del excelente don +Amaranto se ha desvanecido, al hombro el tenedor de peltre, emblema del +ascetismo de las casas de huéspedes. + +--Sí; recuerdo que.... + +En rigor, ¿qué importa describir o pintar? ¿Qué importa obtener una +visión de dos o de tres dimensiones? Lo importante es comunicarse, +manifestarse, darse a entender, siquiera sea por alusiones remotas, +gestos mudos y palabras volanderas. Mas, porque no me importune +nuevamente la silueta magistral e imperiosa del admirable don Amaranto, +me doblegaré esta vez a seguir su pauta. + +Recuerdo que, viviendo yo en la ilustre y veterana Pilares, vinieron a +visitar la urbe mis amigos madrileños Juan Lirio, pintor, y Pedro Lario, +que no sé lo que era; él decía que espenceriano. Les acompañé como +guía. Al llegar a la acrópolis, o parte alta de la ciudad, cuya calle +más antigua y señalada es la Rúa Ruera, Lirio dijo, haciendo +descompuestos ademanes de entusiasmo: + +--¡Qué calle más hermosa! + +--¡Qué calle tan horrible!--corrigió Lario, frunciendo un gesto +desabrido. Añadió:--¡Qué calle tan absurda! + +--Por eso es hermosa. + +--¿Lo absurdo es lo hermoso?... ¿Qué diría de esa opinión un griego, +para quien la belleza era el resultado más meticuloso y fino de la +lógica? El mundo es hermoso, pulcro, porque es lógico. + +--En cuanto a la belleza de los griegos, te respondo que a la nariz, en +mármol de Paros, de una estatua, prefiero la nariz respingadilla y de +aletas palpitantes de esa chatunga que sube por la calle. Y en cuanto a +la belleza lógica del mundo, te respondo que me atraen más las obras del +hombre que las de la Naturaleza. Me gusta más una góndola que un +tiburón, y si me apuras, admiro más un cacharro de Talavera que el +Himalaya. En la Naturaleza, transijo mejor con lo caprichoso y absurdo, +o que tal parece. Una jirafa me divierte más que el terreno terciario. + +--Has caído en contradicción. Prefieres la chata a la estatua; y la +chata es una obra de la Naturaleza. Prefieres la góndola al tiburón, +porque la góndola es obra del hombre. + +--Sobre las obras de la Naturaleza pongo las del hombre, y sobre las del +hombre, la vida misma, y con preferencia la fuente de la vida: la mujer. +Pero concedo que me contradigo con frecuencia. ¿Y qué? Así me siento +vivir. Si no me contradijese y obedeciese a pura lógica, sería un +fenómeno de naturaleza y no me sentiría vivir. Las obras del hombre, y +más todavía las de arte, son estimables en la medida que se las siente +animadas de esa necesidad de contradicción, que es la vida. Esta calle +es hermosa y tiene vida, porque es contradictoria. Déjame que tome un +apunte de ella; no me voy sin pintarla. La única nota molesta y +detonante es aquella casa nueva y afrancesada. + +--Te has mostrado al desnudo. Los pintores y los filólogos y eruditos +sois bestias de la misma especie, y me irritáis tanto los unos como los +otros. Unos y otros os alimentáis de vejeces. Os fascina lo caduco, lo +carcomido, lo apolillado. Entre un mamotreto momia y un gustoso tratado +de sociología, recién salido del horno, el filólogo y el erudito eligen +el primero. Entre un mancebo apolíneo y un vejete horrendo, de verrugosa +nariz, el pintor elige el segundo y disputa de buena fe que es más +hermoso pictóricamente. ¡Qué aberración! Pero hay algo que me exaspera +aún más. Y es que el erudito se figura que los libros no cumplen una +misión social de amenización y perfeccionamiento del espíritu, sino que +existen sólo para que él tome notas. Y el pintor se figura que las cosas +y los seres carecen de finalidad propia y utilidad colectiva, y que +existen nada más para que él tome apuntes.--A todo esto, Lirio se +ocupaba en dibujar la Rúa Ruera. Como no le atajaban, Lario +prosiguió:--He aquí esta calle absurda y odiosa. ¿Por qué se le ha de +denominar calle? Cada casa es el producto impulsivo del arbitrio de cada +habitante. No hay dos iguales. No se echa de ver norma ni simetría. Todo +son líneas quebradas, colorines desvaídos y roña, que tú quizá llames +pátina. Está, además, en una pendiente de 45°, losada de musgosas +lápidas de granito. Por ella no pueden subir carruajes, ni caballerías, +ni cardíacos. Soledad, soledad. El sol no penetra por esta angostura, +que parece un intestino aquejado de estreñimiento. Ahora tañen las +campanas de la catedral y nos atruenan. Probablemente están tañendo a +todas horas, desde esa mole hinchada, de alargado cuello, que gravita +sobre las prietas casucas, como una avestruz clueca que empollase una +nidada de escarabajos. ¿Y esto es una calle, una calle hermosa? Una +calle es una arteria de una ciudad, por donde deben circular la salud y +la vida. Ahora bien: la idea, el concepto de ciudad aparece cuando el +hombre comprende que por encima del capricho impulsivo de su arbitrio +personal están la utilidad y el decoro colectivos, el propósito común de +prosperidad, cultura y deleite, en los cuales participan por obligación +y derecho cuantos en la ciudad conviven. Antes de llegar a este punto, +el hombre arraiga en aldehuelas salvajes o posa en aduares nómadas. Mas +ya que el individuo se aplica a realizar el concepto de ciudad, es +decir, de un esquema, una estructura, con propósitos ideales, de la cual +él no es sino subordinada partícula, surge la ciudad helénica, arquetipo +de urbes, surgen la norma, el canon, la simetría, las calles soleadas, +regulares y homogéneas, las viviendas civiles de hospitalario pórtico e +inviolable hogar, los jardines, el mercado, el ágora, el templo +armonioso, que no esa catedral bárbara y campanuda. + +--El bárbaro eres tú--interrumpió Lirio, mirando con ojos desdeñosos a +Lario--.¿De suerte que, para ti, una ciudad hermosa, una ciudad +civilizada, una ciudad lógica, es una ciudad regular y homogénea? + +--Claro está. + +--Si el hombre no pudiera dar de sí más que eso, la ciudad homogénea, +entonces holgaba que las especies hubieran evolucionado y ascendido +hasta fructificar en el género humano. Las abejas y los castores +construyen ciudades homogéneas. + +--La ciudad de las abejas es la república ideal. Ya te he dicho que el +mundo es hermoso, es pulcro, porque es lógico; eso quiere decir la voz +mundo, _mundus_, si no me equivoco. Todo en el universo está sujeto a +maravillosa ordenación. Lo inorgánico se rige por leyes serenas, no +contingentes. Lo orgánico y zoológico, hasta el hombre, se atiene al +instinto, que procede siempre en derechura y sin dubitaciones. En +cambio, el símbolo del hombre fué el jumento de Buridán, que poseía una +vislumbre o premonición de inteligencia discursiva, y por esto mismo +murió de inanición entre dos montones de heno, dudando por cuál +decidirse. Antes de que las especies evolucionen y produzcan, el género +humano, antes del orto del hombre con su conciencia, la Naturaleza se +desarrolla en un sentido ideológico de coordinación y finalidad. Seres y +cosas ensamblan por algún modo sutil. La jirafa, ese animal que te +agrada, por absurdo, no es nada absurdo; tiene el cuello largo, para +poder alcanzar los dátiles de las altas palmeras. El tigre tiene +chorreada la piel para poder disimularse entre los cañaverales. + +--Y las palmeras son altas--cortó Lirio--, porque la jirafa tiene el +cuello largo. Los cañaverales existen para que el tigre, confundiéndose +con el medio, adquiera una piel bonita. Esa calle existe para que yo la +pinte, porque la juzgo preciosa y porque me da la gana. + +--Prosigo sin hacer caso de tus chocarrerías. El advenimiento del +hombre, con su inteligencia precaria, en medio de la Naturaleza, trae +aparejados el desorden, la discordia, las dudas y confusiones, en cuanto +a la finalidad. ¿Qué otra cosa es la inteligencia normal humana sin +tentación al desorden y torpeza de coordinación? Apenas levanta la +cabeza, el hombre trastrueca todo el bien concertado sistema de +finalidades con que el universo se sustenta en equilibrio, y él mismo se +erige centro del universo y foco de todas las finalidades. La finalidad +de todas las cosas reside en el hombre, dice el hombre. Pero, y el +hombre, ¿qué finalidad tiene? Comienza la era de lo absurdo. La lógica +humana, en su origen, es rudimentaria e ilógica, porque procede por +tanteos y no en derechura ni con seguridad. Débese ello a que durante +esta etapa el hombre anda buscando finalidades absolutas, en lugar de +coordinaciones experimentales y finalidades relativas; y todo porque +tiene miedo a la muerte, pusilanimidad desconocida en la Naturaleza +hasta el nacimiento de la conciencia humana. Cuando el hombre, por fin, +se limpia de niebla metafísica y se libra de superstición (que esta +palabra viene de _superesse_ y _superstare_, sobre ser, sobre estar, +sobrevivir, o seguir viviendo, y expresa el desdén irónico que sentían +los antiguos hacia los cristianos, que creían en la inmortalidad), +renuncia a escudriñar finalidades absolutas, confórmase con finalidades +concretas, naturales, biológicas, se perfecciona, se somete a la lógica +cósmica, supera el absurdo, obra con rectitud, simplicidad y eficacia, +como un mecanismo perfecto; vuelve a la Naturaleza. + +Lirio va a interrumpir. Lario le contiene alargando la mano. + +--Aguarda. Concluyo en seguida. ¿Qué es una ciudad, y dentro de una +ciudad, una calle? Una finalidad concreta; un lugar donde vivir de +asiento, con agrado y comodidad. El hombre ya manumitido de +supersticiones y que acepta con buena gracia los postulados biológicos, +trazará una vía ancha, en lugar llano, y edificará viviendas holgadas, +aireadas, luminosas, higiénicas, conforme a un patrón fijo y que mejor +provea en las necesidades domésticas. El conjunto será una calle lógica, +decorosa, bella. Contempla ahora ese callejón incongruente, hacinamiento +de zahurdas, que no viviendas, vergonzoso vestigio de tiempos ignorantes +y supersticiosos. Quienes levantaron esas casas no pensaban vivir en +ellas de asiento, sino de paso, de tránsito, mientras ganaban el cielo. +No les preocupaba el estar, sino el _superestar_, el sobrevivir en el +otro mundo. No les importaba la humedad, el mal olor, la falta de aire, +luz y agua, sino la salvación eterna. Todas las casucas se apretujan y +amontonan por ponerse en contacto con el torso de la catedral, o, cuando +menos, por situarse a la sombra de su torre. Sólo hay una casa decente: +esa de tres pisos, blanca y aseada, con miradores de hierro; ésa, en +cuyo piso terrizo hay una confitería, con su grande y llamativo rótulo, +que dice: «_L'Ambrosie des dieux; le plaisir des dames. Confisserie et +pâtisserie de René Colignon_.» + +--¿Has concluído? + +--He concluído. + +--Pues voy a responderte, sin lógica, porque me revienta la lógica. La +casa esa blanca, yo la derruía, y a René Colignon lo ahorcaba de lo más +empinado de la torre de la catedral. Dices que el hombre es hombre +superior cuando se convierte en un mecanismo perfecto; vaya, cuando deja +de ser hombre. Pues yo no quiero ser hombre superior. No quiero +emanciparme de supersticiones. Quiero sentirme vivir; y no me siento +vivir sino porque sé que puedo morir. Amo la vida, porque temo la +muerte. Amo el Arte, porque es la expresión más íntima y completa de la +vida. Pongo el Arte sobre la Naturaleza, porque la Naturaleza, no +sabiendo que de continuo se está muriendo, es una realidad inexpresiva y +muerta. El árbol amarillo de otoño ignora que se muere; yo soy quien lo +sabe, cuando en un cuadro perpetúo su agonía. El Arte vivifica las +cosas, las exime de su coordinación concreta y de su finalidad +utilitaria: las hace absolutas, únicas y absurdas; las satura de esa +contradicción radical que es la vida, puesto que la vida es al propio +tiempo negación y afirmación de la muerte. Sólo las cosas vivas son +hermosas. Esa calle es hermosa, porque vive; es lo contrario de esas +calles inanimadas e inexpresivas que pregonas. Tú mismo has dicho que +las casas se amontonan, se empujan; buscan el abrigo de la catedral. Sí; +parece que las casas están dotadas de volición y de movimiento. Cada una +tiene su personalidad, su alma, su fisonomía, su gesto, su biografía. +Una medita; otra sueña; otra ríe; otra bosteza. Aquella casona de +sillares de granito, angostos y escasos huecos de románico diseño, gran +portón de arco apuntado y escudos junto al alero, es un señorón feudal +que se atreve a mirar a la Iglesia casi par a par y se mantiene +apartado de ella. Aquella otra casa solariega, de entrada barroca y +escudo blanquinoso, labrado no ha mucho, es un noble de ayer, y muy +afecto a la Iglesia, puesto que salen del portal dos dominicos de +abundantes libras. Luego vienen los burgueses, el estado llano, la +plebe. En aquella casuca amarilla, de entrada abismática, como el +orificio de una boca desdentada, galería de vidrios como antiparras, y +tejado redondo, negruzco y a trechos desguarnecido, como gorro +mugriento, vive, sin duda, un prestamista. Aquella casita cenceña y +larguirucha, con ventanas pobladas de macetas y pájaros, ¿qué ha de ser +sino la morada de una doncella talluda? Que un zapatero se asila en +aquel bajo, lo proclaman las dos disformes botas de montar que cuelgan +de sendas palomillas; y que el zapatero es persona de fantasía, se +desprende con evidencia del rótulo: «El Nenrod boscoso y equitativo. +Zapatería bilateral de Belarmino Pinto.» ¿A qué seguir? Ya he concluído +mi dibujo. ¿Qué opinas, Lario? + +Lario examina el dibujo, y exclama, despojándose del sombrero, meneando +la cabeza y rascándose el colodrillo: + +--La calle no puede ser más fea. El dibujo no puede ser más hermoso. +Puesto que ya la has perpetuado, ahora debían arrasar la Rúa Ruera. + + + + +CAPÍTULO III. + +BELARMINO Y SU HIJA. + + +El Círculo republicano de Pilares estaba en la misma embocadura de la +calle del Carpio, adosado al caserón de los Jilgueros, dos hermanos +ricos, don Blas y don Fermín Jilguero, canónigos los dos, que habían +edificado aquella fábrica, alarde y amenaza a la vez, frente por frente +del mismo palacio episcopal. La intromisión del Círculo republicano en +la barriada eclesiástica traía muy desasosegados al obispo, a los +Jilgueros, a todo el cabildo y a la tropa menuda clerical que allí +avecindaba. Siempre que había reunión en el Círculo, salían los +asistentes lanzando gritos inflamatorios, cuando no blasfematorios. Por +fortuna, el Círculo tenía poca cabida. Componíase de un aposento, nada +holgado, con dos litografías por toda decoración, y seis sillas y una +mesa por todo ajuar, que el partido local había alquilado a la viuda de +un talabartero, furibundo federal en vida. + +--¿Qué es la república? Un maremágnum, el ecuménico de los beligerantes, +el leal de la romana de Sastrea. Pero, sobre todo, abundo en lo del +ecuménico. Y si no, aquí estamos entre cuatro paredes...--Belarmino +Pinto, que era quien hablaba, se detuvo a escoger vocabulario adecuado +en donde escanciar la abundancia de su ideación. + +--Pido la palabra para alusiones--dijo Carmelo Balmisa, un sastre muy +leído. + +Belarmino se volvió para mirarle, sorprendido, casi asustado. Cada vez +que le sacudían de sus divagaciones y le sacaban del ensimismamiento +oratorio, exigiéndole atención hacia el mundo exterior, se le hacía más +violencia que si le metiesen las manos en los bolsillos y se los dejasen +vacíos y vueltos del revés. Tenía el rostro enjuto, extático, de +infantil dulcedumbre, estrecho en la mandíbula, elevado y espacioso en +la frente; los ojos negros, húmedos y llameantes: dos lenguas de fuego +flotando en óleo. Era un hombre joven aún. + +--Yo soy el aludido--insistió Balmisa. + +--¿El adulado?--preguntó Belarmino, esforzándose en descender hasta la +realidad externa. + +--El adulado, no; el aludido--rectificó el sastre. + +--Es lo mismo--respondió Belarmino, a punto de evaporarse nuevamente y +eximirse de las circunstancias en redor suyo--. Aludir es el dicho +vulgar, el material tosco. Adular es la forma confeccionada. La alusión +es siempre una adulación. ¿Te inclinas al dicho vulgar? Sea. ¿En qué te +he aludido? + +--Has hablado de Sastrea. Asumo que es algo tocante a mi profesión de +sastre. Exijo que me interpretes la frasecilla completa, por si el +concepto es ofensivo. ¿Qué es maremágnum? ¿Qué es el ecuménico de los +beligerantes? ¿Quién es el leal de la romana de Sastrea? Me lisonjeo que +no has dado a entender que hay un enamorado de mi costilla, que es +Ramona, y no romana. + +--¡Oh celebro vulgar!--exclamó Belarmino, resignado y abatido--. Tendré +que explicarme con palabras vulgares, para que te penetres. Maremágnum, +ello mismo lo dice, es el non plus ultra, lo mejor de lo mejor. +Ecuménico es lo mismo que reunión de conformidad. Los beligerantes, los +que están en contra. Leal, monta tanto como fiel. La romana es para +pesar. Sastrea, lo sabe cualquiera, es la señora que está pintada en la +Audiencia. + +--Ahora comprendo; sólo que como eres tan misterioso...--insinuó +Balmisa, guiñando maliciosamente un ojo a dos testigos mudos, uno el +director de un diario republicano local, en donde colaboraba el sastre, +y otro un tendero de pasamanería, que se reían disimuladamente de +Belarmino--.Has querido decir que la república es un desiderátum, la +conciliación de los contrarios y el fiel de la balanza de Astrea. + +--No lo he querido decir, sino que lo he dicho. + +--Pero no te habíamos entendido. + +--¿Has entendido a Salmerón, cuando vino a Pilares a pronunciar aquel +discurso? + +--Me lisonjeo que sí. + +--¿Del todo, del todo? + +--Hombre, del todo.... + +--Pues Salmerón dijo lo que nosotros pensábamos; por eso él y nosotros +somos republicanos. Pero lo dijo de forma que sólo le podíamos entender +algunos; por eso es filósofo. Yo también soy aprendiz filósofo. Tú eres +un celebro vulgar. + +--Me resigno. Ahora explícanos lo de las cuatro paredes. + +--Eso es el ecuménico. ¿En dónde estamos? En una habitación. ¿Qué es +esta habitación? Un cuadrado. ¿Y qué es este cuadrado? Un círculo: el +Círculo republicano. La cuadratura del círculo. Por eso la república es +el ecuménico. + +--¡Bravo! ¡Bravo!--gritaron el sastre, el periodista y el mercero, +desternillándose de risa. + +Belarmino comenzó a exaltarse, ignorante ya de quienes le rodeaban. + +--Nosotros estamos suscritos en este cuadrado. + +--Por una cuota de dos pesetas mensuales--comentó el mercero. + +--Somos círculos que estamos suscritos en un cuadrado. + +--¡Ah! Inscritos--aclaró el periodista. + +--Cada hombre es el centro de un círculo infinito, como dijo Pascual. + +--¿Qué Pascual?--preguntó el sastre. + +--Como no sea Pascal--sugirió el periodista. + +--Aquel faro de la humanidad--prosiguió Belarmino, refiriéndose al +mentado Pascual--que aborrecía a los jesuítas, como nos dijo Salmerón en +su discurso. ¡Mueran los jesuítas!--gritó Belarmino, fuera de sí, puesto +en pie--. ¡Viva Pascual! ¡Viva Salmerón!--clamó, señalando una +litografía, color sepia, que colgaba de la pared y representaba al +aclamado--. ¡Viva la república!--señaló otra litografía iluminada, que +figuraba una señora gorda, con túnica tricolor, una antorcha en la mano +y a los pies un león y unas cadenas rotas--. ¡Muera la curia romana! +¡Muera el Tribunal de la Rota! + +--Muérete tú de una vez, tontorontaina, adúltero, babayo, antes que nos +mates a todos a disgustos--chilló una voz mordaz, al tiempo que una +mujer, antes joven que vieja y nada fea, con la faz distendida, como una +Euménide, penetraba, vestida de huracán y desolación, en aquel círculo +que era un cuadrado, e iba a hacer presa sobre Belarmino. Era Xuantipa, +la mujer legítima del agudo, elocuente y fogoso zapatero. El nombre +Xuantipa provenía, por contracción, de Xuana la Tipa, alias o apéndice +adquirido por herencia paterna. Su progenitor Xuan, el Tipo, vinatero, +procedente de Toro, fué el primer usufructuario del dicho apéndice o +alias, y lo debía a que, estando irritado, y se irritaba a menudo, +amenazaba con quitar el tipo al _sursum corda_. Xuantipa se ataviaba a +la usanza, llamativa y gentil, de las menestrales: pañuelo de seda +amarillo al cuello, pañoleta de Vergara, de colores vivísimos, cruzada +al pecho y anudada a la espalda, falda de cretona azul, rameada en +blanco. Belarmino vestía a lo señor. El único signo de sus menesteres +profesionales era un delantal de piel, que llevaba arrollado bajo el +chaleco, habiendo dejado por descuido un ángulo fuera, al modo de mandil +masónico. Existía notoria incongruencia entre Belarmino y su mujer. +Xuantipa zamarreó a Belarmino y le arrastró por las solapas hacia +fuera. Belarmino miraba con gesto exculpatorio a sus amigos, como +diciendo: «Perdono; es una mujer inferior». Antes de salir, Xuantipa +apostrofó a los que quedaban: + +--Pillos, que tomáis a este babayo de mona para reírvos. + +Según bajaban las escaleras, Belarmino bisbiseaba, como si hablase +consigo mismo: + +--Y esto un día, y otro día, y otro día.... + +--Lo mismo digo yo--replicó iracunda Xuantipa--; un día, y otro día, y +otro día, y jamás aprendes, babayo. + +--Ya te he dicho, mujer, que todo lo llevo con resignación, todo, menos +que me llames babayo. Con esa palabra vulgar me parece que me cubres de +inmundicia. + +Xuantipa condujo de la solapa a Belarmino, a través de las acostumbradas +calles de amargura. Los chicuelos les seguían, a distancia prudente, +canturreando: + + Hoy a la Xuantipa + le duele la tripa. + Monxú Codorniú, + lo pagarás tú. + +La Xuantipa les arrojaba guijarros. Desparramábanse los pilletes, pero +volvían a poco con la cantata. Belarmino caminaba con talante digno y +admirable. Así llegaron a la zapatería. En la zapatería aguardaba a +Belarmino un caballerete. Xuantipa se perdió por una puerta de la +trastienda. Quedaron a solas el caballerete y Belarmino. Dijo el +caballerete, apuntando desdeñosamente con el bastón a un par de botas +que yacía sobre el mostrador: + +--Belarmino, te devuelvo ese par de botas; no me sirven. Tú haces el +calzado sedicioso, republicano.... + +--Usted dispense, don Manolito. En mi profesión soy analfabético. Quiero +decir que, como zapatero, no tengo preferencias políticas, sino como +ciudadano. La ciencia zapateresca ignora las cláusulas políticas; por +eso es analfabética. Yo, lo mismo hago botas de monte y campo, que botas +de montar o zapatos higuelife. También confecciono calzado para +religiosos y sacerdotes; ahí ve usted, don Manolito. + +--Esas botas no me sirven. Estoy decidido a encargarme el calzado fuera +de Pilares. + +--¿Qué le vamos a hacer? Pero este par de botas...--murmuró Belarmino, +dando vueltas a una de ellas, y descubriendo consternado los desgastes y +quebrantos que la bota había padecido por el uso, evidentemente prolijo. +Añadió con timidez:--Están muy usadas. + +--Por favorecerte, las he puesto un par de veces. + +--Algo más--se atrevió a corregir Belarmino. + +--Quizás media docena de veces. Cuando las recibí y las probé, vi que +no me estaban bien. Pero pensé: «¡Si se las devuelvo al pobre Belarmino, +creerá que es manía.» Y me las puse, para ensayar si se adaptaban al +pie. Imposible. Pues no conforme con esto, y porque me disgustaba +devolvértelas, ensayé otros días, no más de seis veces, hasta que, a +pesar mío, me convencí que no me sirven. Y todavía no me agradeces el +favor.... Temo que has perdido los papeles; pero, con todo, y antes de +encargar el calzado fuera, me resigno a que me hagas otro par, a ver si +esta vez aciertas. Ea, abur. + +Y se fué. + +Belarmino extrajo del cajón del mostrador un libro, que era un +diccionario de la lengua castellana, y con él bajo el brazo se sentó en +una silleta, cerca de una de las puertas de entrada. + +--¡Eh, tú, Celesto! ¿Estás ahí? + +De un ángulo de sombra surgió un rapacejo pelirrojo, como de doce años: +el aprendiz. Se acercó con la boca abierta. + +--¿Tienes algo que hacer? + +--Nada. + +--No hay encargos, ¿verdad? + +--No, señor. + +--Pues saca de paseo a la neñina, hasta la plaza de la catedral, que da +el sol. Yo quedo aquí al cuidado. + +El rapacejo penetró por la trastienda y volvió a salir en un momento, +con una criatura de unos siete años. Belarmino la tomó en brazos: + +--¿Quieres a tu padre? + +--Sí, quiero--respondió la preciosa chiquilla. + +--¿Mucho? + +--Mucho, mucho. + +Belarmino besó a su hija con ternura y largueza Luego se la encomendó al +aprendiz, dándole de paso una moneda de cinco céntimos: + +--Toma una perrina, para que le compres una cachava de caramelo. Y que +sea colorada, porque de ésas le gustan más. + +Y ya por su cuenta, Belarmino abrió el diccionario y comenzó a tomar +notas en un cuadernillo de hule que sacó de la chaqueta. Apenas +transcurridos cinco minutos, irrumpió en la zapatería el voluminoso y +rubicundo don René Colignon, fabricante de achicoria y confitero. Su +rubicundez era tan flamígera que proyectaba reflejos en las paredes. +Tenía, además, la epidermis tirante y barnizada, como una vejiga de +manteca, y poseía una perilla color de trigo, esmeradamente construída, +desde donde se alzaba la blanquecina barbeta, como un huevo en una +huevera de latón dorado. Ojillos galos, rabelesianos, azules y alegres, +que delataban al deleitante de la mesa y del lecho. + +Como antes de penetrar el señor Colignon le anunció, al modo de heraldo, +un resplandor rojizo y canicular, Belarmino se apresuró a esconder el +libro y el cuadernito de notas. + +--_Oh, monsieur le cordonnier! Mon cher ami le cordonnier!_--entró +diciendo el señor Colignon, con modulaciones y altibajos en la voz, que +sonaban como las gárgaras de un pavo; los brazos abiertos, con que +estrechó contra su corpacho al manso, dulce y enjuto Belarmino--. Que yo +os quiero, ilustre y simpático _cordonnier_. + +--Yo también le quiero a usted, señor Coliñón, sin guardarle rencor por +el mote. + +--Que no ha estado mi falta, amado Belarmino. + +El caso es que las gentes, nada avezadas a la prosodia francesa, habían +convertido el _monsieur le cordonnier_ en monxú Codorniú. + +--Y hasta me han sacado cantares--añadió Belarmino. + +--Ya, ya; pero ello no ha estado mi falta. + +--Lo sé. A mí me gusta hablar con usted, que es persona ilustrada y sabe +de tierras lueñes; sobre todo, que viene usted de una república de +estranjis. + +--De estranjis.... ¡Ja! ¡Ja! Delicioso....--El señor Colignon emitió una +risotada que era como sonoro glogló de pavo.--Quería preguntarte una +pequeña cosa que me ha venido anoche a la cabeza. ¿Por qué es que tú +llamas tu zapatería «El Nenrod boscoso y equitativo», y metes que es +bilateral? + +--Quedará usted complacido en un finiquito. + +El aquel de hablar bien y pensar de doble fondo, y, en antonomasia, ser +filósofo. + +--¿Eres tú filósofo? Creía que tú eras solamente republicano y orador. + +--¿Orador? ¡Arreniego! Los oradores son los lentes--(lentes = +entes)--más vulgares. Desprecio la oratoria. Claro que hablo en público; +pero no quiero ser orador, sino locuente, sólo locuente, como mi maestro +Salmerón. Bueno; también republicano de celebro; por eso soy filósofo. +Ahí está Salmerón. Yo no soy todavía del todo filósofo; pero cada día lo +soy más. Y andando el tiempo.... Pues el aquel de la filosofía no es más +que enanchar las palabras, como si dijéramos meterlas en la horma. Si +encontrásemos una sola palabra en donde cupieran todas las cosas, vamos, +una horma para todos los pies; eso es la filosofía, tal como la apunta +mi intelecto. Ya daré, ya daré en el chisgaravís--(chisgaravís = +quid)--. Entre que doy o no, me aplaco haciendo hormas para varios pies +y enanchando palabras para varias cosas, cuantas más, mejor; ecolicuá el +doble fondo. Ahora usted se penetrará. El Nenrod; éste es nombre propio +y no se puede enanchar. Boscoso; adula, o como otros vulgares dicen, +alude al boscan, que es una piel, al bosque o monte, porque hago botas +de monte, y al oso, porque se engrasa el material con unto de oso. +Equitativo; porque hago botas de montar, o sea de equitación; porque +están hechas sobre seguro, como en la Equitativa, y porque la ciencia +zapateresca ignora las cláusulas políticas, y así manifactura un +escarpín para la reina de Escocia, como un zueco ferrado para el +sacamantecas, o un zapato de hebilla para el camarlengo; total, equis. + +El hervor que se movió en el recinto torácico del señor Colignon ya no +fué glogló de pavo singular, sino greguería de piara navideña. Abrazaba +una y otra vez a Belarmino, diciéndole, en los ojos lágrimas provocadas +por la risa: + +--¡Que tú eres grande, _monsieur le cordonnier_, que tú eres grande! + +Las regocijadas zalemas del señor Colignon no enojaban a Belarmino; +antes le producían emoción y halago. Era muy penetrativo el zapatero, +rápido en percatarse del mecanismo y expresión de pasiones y afectos; +pero como al propio tiempo su bondad aventajaba aún a su penetración, +cuando sospechaba un sentimiento ajeno de hostilidad o mofa, rehuía +darse por enterado. Sabía distinguir, por lo tanto, entre risas y risas. +En las risotadas del abundante y rubicundo señor Colignon, especie de +rebase _ex abundantia cordis_, Belarmino adivinaba una amable cualidad +personal, o acaso cualidad de raza: la de admirar con alegría. ¡Cuán de +otro linaje las risitas celadas y maliciosas del sastre Balmisa y demás +tertuliantes del Círculo republicano; expresión ambigua de un corazón de +secano y de un celebro oscurecido! Así pensaba el zapatero. Pero como +compadecía y amaba, porque lo habían menester, a sus contertulios, +asistía diariamente a ejercitarles en los procedimientos del discurso de +doble fondo. + +Ya que el señor Colignon terminó de sahumar el ambiente con aquel +copioso rebase de optimismo, Belarmino quedó un punto en suspenso, +temeroso de que su interlocutor solicitase por último el significado de +la palabra bilateral aplicada al establecimiento de zapatería. Como +filósofo catecúmeno, Belarmino empleaba algunos términos a los cuales +daba valor místico, y cuyo contenido no hubiera acertado jamás a +elucidar satisfactoriamente. Por fortuna, el señor Colignon olvidó +llevar sus pesquisas hasta la bilateralidad de la zapatería. El francés +y el español prosiguieron la cháchara, muy al mutuo sabor, hasta que se +presentó Xuantipa. La zapatera consorte se dirigió al señor Colignon con +extremada cortesía y miramiento. Estas civiles afectaciones no se +producían en Xuantipa sino en coyunturas extraordinarias y con razón +suficiente. La razón era que hacía tiempo el señor Colignon había +prestado al matrimonio Pinto mil pesetas, sin recibo ni documento alguno +comprobatorio, y la Pinta premeditaba sangrar nuevamente al sanguíneo y +rubicundo confitero, y aliviarle de un regular chorro de pesetillas. El +señor Colignon era muy rico. La gran casa en donde vivía y ejercía el +comercio era de su propiedad. La había levantado con los rendimientos +abundosísimos de la confitería, pastelería y chocolatería, y de una +fábrica de achicoria que poseía en las afueras de la ciudad. En cambio, +hasta los gatos de la calle sabían que la casa Pinto decaía, se +empeñaba, estaba en un tris de desaparecer, debido a que Belarmino +descuidaba sus intereses por mezclarse en politiquerías. + +--¿Qué botas son éstas?--preguntó Xuantipa, indicando los miserables +residuos que don Manolito había desechado a pretexto de que no le habían +servido--. Parecen botas de un pobre de los caminos. + +--Son unas botas de don Manolito Cuevas; para un arreglo. + +--Pues no se las arregles si no las paga por adelantado; es un hambrón, +que no tiene ni para sardinas--rezongó Xuantipa, recobrando su habitual +rostro torvo, de Euménide--. ¿Cuántos pares te debe? + +Belarmino no se acordaba con precisión. Lo mismo podían ser quince, que +veinte, que veinticinco pares. Pero, ¿cómo se lo decía a la irritable +Xuantipa, sin suscitar una escena ominosa, y en presencia del señor +Colignon? + +--Dos o tres pares--dijo, al fin, Belarmino. + +--¿No sabes si son dos o tres?--preguntó Xuantipa, irguiéndose rápida y +enderezando las sierpes de sus ojos hacia el anonadado Belarmino. + +--Lo tengo apuntado. + +--¿En dónde? A ver, a ver...--exigió Xuantipa, alargando el brazo +amenazador. + +--Mujer...--suplicó Belarmino. + +--Xuantipa, cuando él lo dice.... Belarmino es un hombre +verdadero--medió el señor Colignon. + +--¿Ese un hombre verdadero? ¿Ese mastuerzo, ese babayo, un hombre +verdadero? Lo habrá sido antes, de soltero. Ahora.... Un tontorontaina, +un hazmerreír, un holgazán. Eso, eso es lo que es. Usted no le conoce, +señor Coliñón. + +--Esto que yo he deseado decir es que Belarmino habla verdad. Sea usted +tranquila, Xuantipa; póngase usted tranquila. + +--¡Tranquila, tranquila!... Si es para tocarse del queso. Esto se lo +lleva la trampa, porque no hay un hombre aquí. ¿Qué va a ser de mí? ¿Qué +va a ser de esa pobre neñina inocente? Porque yo, bien lo sabe Dios, +perdono, hago como que no sé. Pero no me chupo el dedo.... ¡A mí me la +va a dar ese babayo!...--rugió Xuantipa con voz ronca y ojos áridos y +contraídos, que se esforzaban inútilmente en exprimir algunas +lágrimas--. Pero se ha acabao, se ha acabao y se ha acabao. Se lo juro a +usted por éstas--y, más que besar, chascó los labios, delgados y secos, +sobre una cruz improvisada con el pulgar y el índice de la mano +diestra--. Desde hoy mismo, tomo yo el gobierno de todo, y si éste no +sirve para otra cosa, que haga las camas, y lave los orinales, y barra, +y cocine, y que cante el himno de Riego mientras friega los platos. + +--Pero, ¿es que sabe usted hacer calzado? Porque eso es lo +principal--dijo sonriente el señor Colignon, procurando rebajar el +diapasón dramático de la escena a un tono más cuoloquial y tranquilo. + +Belarmino permanecía baja la testa, de precoz calvicie; un haz de luz +venía al soslayo a clavarse en ella, como una espada en la cabeza de un +mártir. + +--Pues si yo supiera hacer calzado...--replicó Xuantipa--, estaba ya +todo requeterresolvido y en un periquete. Pero, ya ve usté.... Cuando +nos casamos, había aquí seis oficiales y oficialas, y no dábamos abasto +a los encargos y pedidos. Un miserable aprendiz sóbranos hoy. + +--Bueno, hace falta volver a lo de antes, y volverán ustedes--afirmó el +optimista y rosáceo señor Colignon. + +--¡Dios le oiga!--oró Xuantipa, adoptando una actitud devota +convencional. + +--Yo creo que usted debe intervenir algo en el negocio, Xuantipa: llevar +la administración, hacer a los deudores que ellos paguen.... Usted sirve +para eso, tanto como Belarmino creo que no sirve. + +--¿Que si sirvo? Si éste me dijera de verdad quiénes son los que no +pagan, le prometo a usted que, o pagan, o les saco el galillo. + +--¿Qué es lo que tú opinas de mi plan, Belarmino? + +--Bien, muy bien--elevando los ojos, con beatitud. + +--A éste, todo lo que sea ahorrarse trabajo y molestias le sabe a +gloria. + +--Él hará lo que le pertenece--declaró convencido el señor Colignon--. +Y ahora, ¡coraje y hacia adelante! + +Un nuevo personaje penetró desde la calle. Era un vecino, sin duda, +puesto que venía con cilíndrico gorrete de andar por casa, muy +cochambroso por cierto; nariz minúscula y erisipelosa; antiparras +cuadradas; color amarilla; boca circular, desdentada, negra, honda como +una sima. Vestía levitín raquítico, rapado y camaleónico, por sus +tornasoles; bufanda de Palencia, enroscada al pescuezo; estrechos +pantalones a cuadros, con sendas prominencias en las rótulas. Calzábase +con zapatillas de orillo. Sobre la oreja diestra, larga pluma de ave, +color toronja; la bocamanga izquierda, revestida con una especie de +malla o red de negras rayas, que no eran sino las huellas y rasgos de +haber limpiado allí los puntos de la pluma. Emitía en la atmósfera un +efluvio sombrío y pesimista, como si poseyese una zona de influencia +nefasta. Era, por prestigio o metamorfosis, la encarnación humana de +aquella ictérica casuca de la Rúa Ruera, en donde el pintor Lirio +calculaba que no podía por menos de vivir un prestamista. + +Así como los joviales espíritus diurnos se alejan con ruborosas alas +apenas despunta por Oriente el íncubo nocharniego, el señor Colignon, +desasosegado, aturdido y pálido por dentro, pues por fuera no se lo +consentía su imposible rubicundez, se despidió y tomó la salida, no sin +que Xuantipa le dijese al partir: + +--Con su apoyo contamos, señor Coliñón, y Dios se lo premiará. + +--Ajá, ajá. ¿El franchute apoya? De perlas, hijos, de perlas--comentó +don Angel Bellido, que éste era el nombre, tan propio cuanto impropio, +del prestamista. + +--Sí, señor Bellido. ¿Sale usted del limbo? ¿Quién no sabe que el señor +Coliñón es uña y carne con nosotros? + +--Hija, tanto como uña y carne.... Que sea carne, que carne, gracias a +Dios, no le falta, y que vosotros seáis la uña..., doyme por +satisfecho--dijo don Ángel--. Pero, como quiera que yo todos los días +tengo el gusto de hacervos una visitilla para refrescarvos la memoria, y +vosotros nada me decíais ni me dejabais entrever.... Porque, acá, para +inter nos, la cosa presentaba un cariz... que... ya, ya... ya me +entendéis.--El señor Bellido era singularmente afecto a los puntos +suspensivos. Todas sus sentencias dejaban un rumor silbante de cohete. +El que le oía, quedábase anhelante, esperando el estallido de la nuez. +Generalmente, los cohetes no llevaban nuez. Pero cuando estallaban, la +bomba era de dinamita. Prosiguió el señor Bellido.--Porque el préstamo y +los intereses acumulados ascienden....--Psss.... El cohete ascendía en el +espacio. Silencio. Ansiedad.--Ascienden a diez mil pesetas. Constan en +documento ejecutivo. Vos pudiera embargar en el acto y, por no perderlo +todo, quedarme con estas cuatro porquerías que aquí tenéis, que no +valen ni la mitad del débito.--Tal fué la bomba de dinamita que don +Angel Bellido hizo estallar sobre la mansa cabeza de Belarmino y la +frente arisca de Xuantipa. + +Xuantipa, como más inconsciente, se dejó dominar por el espanto. +Belarmino, con su intuición repentina de los sentimientos, comprendió lo +que debía responder: + +--Mala ocasión sería para embargarnos, ahora que no hay materiales en +almacén ni apenas calzado en existencias. + +--Quita allá, hombre de Dios--se apresuró a decir el señor Bellido--. +¿Pero es que yo he hablado de embargarte? He dicho que si quisiera.... +Pero qué lejos está de mi ánimo.... Y más ahora que el señor Coliñón vos +apoya.... + +--No es que nos apoye--declaró el sincero Belarmino. + +--¿Ehhh...?--preguntó alarmadísimo el señor Bellido, estirando el +pescuezo y asomando las pupilas por encima de las cuadradas antiparras. + +--¿Cómo que no? ¿Pues no acabamos de hablar mano a mano y como Cristo +nos enseña?--terció, sofocada, Xuantipa. + +--Yo prefiero no mezclar a mi amigo, el señor Coliñón, en estos +asuntos--dijo Belarmino. + +--Te entiendo, picarín--gangueó el señor Bellido, retirando los ojuelos, +uno de ellos con guiños de despedida, detrás de las vidrieras, y +retrayendo el pescuezo a su longitud usual--. Tú no quieres que se +difunda la noticia de que el franchute es tu socio capitalista, ¿eh? +Pues, por mí.... Y para que te convenzas de que merezco tu confianza, voy +a darte otra noticia. Un zapatero de fuera, zapatero de lujo, viene a +establecerse en esta misma calle. Es un protegido de la duquesa de +Somavia. Conque.... Ojo al Cristo, que es de plomo. Para competir, +tendréis que apretar. Díselo al franchute. Que suelte mosca. + +En esto que, con ágil y perfumado revoloteo de brisas primaverales, se +hizo presente una dama. Llegar ella y escapar el prestamista, todo fué +uno. No se dijera sino que la zapatería sólo tenía cubicación disponible +para una persona de fuera. Cada recién llegado era el clavo que sacaba +otro clavo. + +La dama exhalaba melindrosos resoplidos y se agitaba de aquí acullá con +gentileza enteramente adolescente. Vista por la espalda, era una +figurilla breve, fina y graciosa. El anverso de la medalla no se +correspondía con el dorso; pecho alisado con rasero; rostro acecinado y +de ojos conspicuos; una faz del todo masculina. + +--¡Uf, uf! ¡Qué hombre ése!--rompió a parlotear--. Qué aspecto de +desenterrado. Si huele a camposanto.... No sé, Belarmino, como le admite +usted aquí. Ha dejado un tufo.... Esta noche me da la pesadilla. ¡Ay! Si +le veo no entro. Pero el otro me venía siguiendo. Y busqué en ustedes +refugio, asilo, amparo. Cada día más atrevido. Es capaz de entrar en pos +de mí. ¡Qué Anselmo, señor!... Pero a cada cual lo suyo; hay que +reconocer que es guapo, simpático, buen mozo y elegante que no cabe más. +Envía las camisas a planchar a Madrid. Ya me pasma que haya tardado +tanto en pasar por la puerta. Me asomaré con disimulo a espiarle. Allí +está. Se ha quedado en acecho a la puerta de la confitería. ¡Qué +tenacidad! ¡Qué constancia! Y así cinco, seis años; he perdido la +cuenta. Si yo le diera pie, nos casábamos en un decir amén. Pero no me +atrevo, no me atrevo. El tálamo me impone. Y admito que una joven no +debe estar soltera y sola. Hay lenguas como agujas de colchón. Pero el +tálamo me impone, me impone. Venía volada por la calle, y él detrás, +detrás. ¡Qué asiduidad! ¡Qué perseverancia! ¡Ay! Déjenme ustedes que +repose y tome aliento. + +Aquella criatura facunda y versátil, especie de andrógino reseco y sin +incentivo, vivía en la Rúa Ruera, y se llamaba Felicita Quemada. Su +tenaz y perseverante perseguidor, hombre un tanto machucho, como +cuadraba con la dama, pasaba en Pilares por arbitro de las elegancias y +ocupaba el lugar más distinguido en la política local. Era vicario del +duque de Somavia, el cacique de la jurisdicción, que se pasaba la vida +en Madrid. La vicaría o representación no se limitaba solamente a los +asuntos de la política de campanario. La elegancia veníale a Novillo +también por delegación o apoderamiento del aristócrata, viejo verde y +currutaco. Novillo, en lo indumentario, constituía una réplica, algo +rebajada, de su protector el duque, el cual le enviaba desde Madrid +corbatas, cuellos postizos, calcetines y chalecos de fantasía semejantes +a los suyos, aunque de clase inferior, y trajes, de paño catalán, +imitados de los que él usaba, de paño inglés. Los amores de Novillo y la +Quemada, o, como le decían en Pilares, la Consumida, habían llegado a +ser a manera de rasgo típico o suceso rutinario y familiar en la vida de +la calle y de la población entera. Databan los amores desde más de dos +lustros; los habían iniciado estando los dos muy corridos en años, y no +habían trascendido del estadio del más puro romanticismo, platonismo e +inefabilidad. La Consumida jamás hablaba de otra cosa. Novillo jamás +hablaba de ellos, y si se los mentaban, sentíase gravemente ofendido. +Los vecinos de Rúa Ruera y de la ciudad tomaban por lo cómico aquellos +amores, y a Novillo, acaso por su edad, quizás por su corpulencia, tal +vez por satírica suspicacia, le sobrenombraban el Buey. Pero el amor +mudo y constante de Anselmo y Felicita encerraba, bajo el aspecto +ridículo, emoción patética. Aquella timidez invencible de Anselmo (él, +tan osado en los manejos de la administración municipal y provincial y +en las estratagemas electorales), ¿cómo podía explicarse sino por la +fatalidad? ¿A qué podía atribuirse sino al sañudo antojo de la Némesis +adversa? Buscábanse sin cesar Anselmo y Felicita, vivían el uno para el +otro; pero la Némesis antojadiza había herido de mudez a Anselmo y +colocado entre los dos, además de esta barrera de silencio, un ancho +valladar infranqueable, aunque de aire delgado y transparente. La +propincuidad máxima del objeto de su amor a que Anselmo aventuraba +acercarse era una distancia de cinco metros, como si al llegar allí +tropezase con un obstáculo cristalino e invisible. Ahora, que esta +distancia la conservaba de continuo. No parecía sino que Felicita estaba +encerrada en un fanal o gran campana de vidrio. Dentro de aquella +prisión imperceptible para los ojos, Felicita se consumía lentamente; de +fuera, Novillo se detenía estupefacto, sin apenas atreverse a mirar a la +amada cautiva. Añádase, en honor de la verdad, que el tormento surtía +contrapuestos efectos en Novillo que en Felicita, pues a Novillo no le +robaba carnes, antes se las añadía. Y conste, por último, que la +fidelidad de Novillo era absoluta; nadie le conocía otros galanteos, ni +siquiera claudicaciones de amor mercenario, en una capital de provincia +donde todo se sabe. + +Sentóse Felicita, respiró fuerte, tomó aliento, pero no se reposó, sino +que, tan pronto como había tocado el asiento, saltó en pie de nuevo, +sacudida por aquel dinamismo fatídico que la tenía en los huesos, y +tomando unos papelorios que llevaba debajo del brazo, los extendió sobre +el mostrador. + +--Vea usted, Belarmino. Éste es _El Espejo de la Moda_, y éste _La +Sílfide Mundana_. Vea usted. Hay una parte consagrada al calzado. Aquí +hay un par de zapatos que me enamora. ¿No podría usted hacerme uno así? +Soy muy exigente para el calzado. Es mi debilidad. A las personas bien +nacidas se les conoce por los pies. Un pie juanetudo denota un espíritu +grosero. Anselmo es, lo mismo que yo, esclavo del bien calzar. Lo habrá +usted observado. Vea usted estos zapatitos que describe _La Sílfide_. +Son de piel de Escandinavia. ¿Tiene usted ese material? Llevan pespuntes +y picados de cabritilla blanca. De eso sí tendrá usted. En todo caso, +podremos aprovechar algún viejo par de guantes de los innumerables que +poseo. Esta es otra debilidad mía. El guante y el calzado; la mano y el +pie. A todo esto, me estoy distrayendo más de lo debido. Y, a propósito; +ahora se me ocurre, ¿le parecerá mal a Anselmo que entre en su casa de +usted, Belarmino? Como él es dinástico y usted tan subversivo.... Pero, +no. Si le pareciese mal, me lo hubiera dicho. Ea, me voy. Me llevo las +revistas de modas. Ya hablaremos con calma de los zapatos de piel de +Escandinavia. + +Y salió, con perfumado revoloteo de faldas, sin haber dejado en todo el +tiempo de su permanencia un solo resquicio por donde Xuantipa o +Belarmino hubieran podido colarse a decir esta boca es mía. Esta escena +se repetía casi a diario. Era obligado que penetrase creyéndose +perseguida, que proyectase vagamente hacerse un par de zapatos, y que, +de postdata, le acometiese el escrúpulo de si a Novillo le placerían +aquellas visitas al zapatero subversivo. A poco de salir Felicita, +cruzó, por delante de las puertas de la zapatería, don Anselmo Novillo, +con solemnidad de hombre corpulento, machucho y poseído de su elegancia. +Comenzaba a pasear la calle a Felicita y pasearía durante tres o cuatro +horas. + +Xuantipa se retiró a preparar la cena. Belarmino, a solas, apoyó la +frente en ambas manos, meditabundo. Así estuvo, sin moverse, largo +espacio, hasta que volvieron el aprendiz y la niña. Obscurecía ya. +Belarmino despertó de su meditación para besar y abrazar a su hija, +silenciosamente, con ahinco y ternura, todavía más exagerados que de +ordinario. Se le humedecieron los ojos. + +En la tienda reinaba total tiniebla. + +--¿Enciendo luz?--preguntó el aprendiz pelirrojo. + +Belarmino tardó en responder; le faltaba la voz. + +--No hace falta. Ahorraremos en luz. Vete a la cocina con la niña, y +ayuda al ama, si hace falta. Alúmbrate con este fósforo. Cuidado. + +Belarmino se recogió otra vez a meditar, empapado en la tiniebla. +Belarmino, ahora, no se desleía en aquellas especulaciones filosóficas, +o lo que él entendía por tales, que últimamente, en los dos o tres +recientes años, le habían acaparado la actividad del pensamiento y los +afanes del pecho, sin dejar lugar ni vado para ninguna otra ocupación o +sentimiento, a no ser el amor por su hijita. No; ahora Belarmino no +cavilaba sobre el problema del conocimiento, sino sobre el problema de +la conducta; no le preocupaba lo que debía pensar, sino lo que debía +hacer. Su vida externa, el curso y movimiento de su vida social, era al +modo de una rueda dentada, en engranaje con otras; esta rueda cada día +realizaba mecánicamente una vuelta completa, entreverando sus dientes +con los dientes de las demás ruedas, siempre los mismos y siempre de la +propia forma y disposición, y de suerte que no cabía averiguar si ella +hacía girar a las otras o las otras le hacían girar a ella, o si la una +y las otras rodaban con regularidad a impulsos de un mecanismo incógnito +y enorme. Aquel día había sido idéntico a otros incontables días, en el +rodar de los días de Belarmino. Y, sin embargo, aquél era un día señero, +un día crítico, un día que le había provocado una intuición profunda del +porvenir, o, como Belarmino se decía a sí mismo en aquellos instantes, +empleando el tecnicismo esotérico de su inventiva, un _faraón crónico_. + +Los hombres se dividen en dos clases, según la manera de dormir. Unos +duermen poco, porque duermen de prisa; otros duermen mucho, o cuando +menos permanecen largas horas en el lecho, porque duermen poco a poco. +La cabeza, o depósito del sueño, es como una vasija con un pequeño +desagüe. A unas personas se les colma de sopetón la vasija, y caen +dormidas en un sueño inerte y sin ensueños; luego la vasija se va +desaguando con regularidad, y en las tempranas horas mañaneras la cabeza +se halla vacía, limpia, despejada y el cuerpo con anhelo de ejercicio. +Estas personas se levantan despiertas del todo. A otras personas la +vasija se les va llenando lentamente, a causa de penetrar por un lado +poco más cantidad de sueño de la que por otro se va vertiendo y +disipando, y así contraen un sueño dificultoso y enrarecido, poblado de +imágenes incoherentes; el contenido de la vasija alcanza su plenitud +precisamente al tiempo que es fuerza abandonar el lecho. Estas personas +se levantan cuando están más dormidas, y se conducen como sonámbulos en +la mañana baldía, hasta que al cabo de unas horas han eliminado la +saturación de sueño. Aquellas otras personas son de naturaleza muscular +y robusta. Estas últimas, de naturaleza linfática y débil. Las primeras +están dotadas para el éxito práctico: en la guerra, en la política, en +los negocios. Las segundas, para el éxito intelectual y estético. +Belarmino era de esta segunda clase de personas. Xuantipa le hacía +levantar a escobazos, como en un ojeo se ahuyentan las liebres +encamadas. Después, durante las horas antemeridianas, era hombre inútil. +Sentía la frente llena de humareda que le descendía a los ojos y se los +escocía y enturbiaba. Al final de la comida del mediodía, después de +haber bebido su botella de sidra hecha, y fumado sus dos pitillos, de +los amarrados por la cintura, era ya otro hombre. El talento, que él se +lo figuraba como un ser substantivo, independiente, hasta corpóreo, +misterioso huésped interior, comenzaba a rebullir, a desasosegarse, y +dando unos golpecitos con los nudillos por la parte de dentro de las +paredes del cráneo, le decía: «Ea, Belarmino, aquí estoy yo; vamos a +discurrir cosas nunca oídas.» A este recóndito ser personal o demonio +íntimo, Belarmino lo llamaba _Inteleto_. + +Solía impacientársele el Inteleto a los postres, y tan pronto como +Xuantipa se levantaba a fregar la loza, Belarmino se evadía furtivamente +al Círculo republicano. Después, lo de siempre: irrupción violenta de +Xuantipa, retorno aflictivo, este o aquel cliente, todos morosos, el +óptimo Colignon, el pésimo Bellido, la imposible Felicita. El trazado de +la vida de Belarmino era una página escrita con falsilla, y en la +cabecera de la página un signo sagrado: la hija de sus entrañas. De raro +en raro, abríase un corto paréntesis, en las líneas de la página, que se +correspondía con alguna reunión pública del Círculo republicano, en que +Belarmino pronunciaba discursos tremendos. Como todas las naturalezas +dulces y tímidas, Belarmino tenía ahorrados el coraje y la violencia en +un depósito a réditos con interés compuesto, y cuando llegaba la +coyuntura excepcional de gastar las reservas se exaltaba en términos que +parecía un poseso. El sastre Balmisa, el director y redactores de _La +Aurora_, y demás correligionarios pertenecientes a la clase media baja +intelectual, tomaban a broma a Belarmino y le calificaban de chiflado. +El clero y las familias piadosas le reputaban como un loco, aunque +generalmente inofensivo, en ocasiones peligrosísimo y de más cuidado que +todos los otros republicanotes. Pero el estado llano del partido, +obreros y artesanos humildes, dedicaban a Belarmino supersticiosa fe y +se enardecían oyéndole. Cierto que no le entendían; también San Bernardo +inflamó una Cruzada, arrebatando muchedumbres que no entendían la lengua +en que les persuadía. Cuando Belarmino pronunciaba un discurso, era de +rigor que los oyentes saliesen a la plazuela del Obispo lanzando gritos +inflamatorios y blasfematorios. Por eso, algunas gentes devotas +maduraban seriamente el plan de convertir a Belarmino. + +Allí estaba Belarmino, empapado en la tiniebla, desfallecida el alma, +atravesando un terrible _faraón crónico_ y cavilando lo que debía hacer. +Los mismos incidentes cotidianos, repetidos mecánicamente, van tomando +diferente semblante y adquiriendo valor más preciso. Según la estructura +de la piedra, el curso y agresión de las aguas a unas las monda, +redondea y suaviza, y a otras les saca ángulos, aristas y púas, hasta +que un día, de pronto, cortan como cuchillos y penetran como puñales. El +roce forzoso con Xuantipa Belarmino lo había aceptado como una +disciplina de perfección. Xuantipa había arañado y cortado y pinchado +desde el principio; pero en fuerza de frotar, arañar, cortar y pinchar, +a Belarmino le parecía el roce más blando cada vez, y sentía ya el alma +redonda, suave y como lubrificada al contacto con su áspera cónyuge. La +frotación con la clientela le era cada vez más indiferente, y lo mismo +el agitado y turbulento roce con Felicita. La frotación con el francés, +cada vez más grata. Lo espantable, lo que había suscitado el terrible +_faraón crónico_, era el contacto con Bellido, contacto siempre molesto +y congojoso, pero que aquel día, de súbito, le había herido y desgarrado +hasta lo más íntimo. «Estoy arruinado. Me veré en la calle mañana o +pasado o dentro de un mes. Esto no tiene _igua_» (significaba: no hay +salvación), se dijo Belarmino, mentalmente. Hubiera podido ir tirando +como hasta entonces, por tiempo indefinido; pero la llegada de un +competidor, que Bellido le había anunciado, aceleraba el desenlace +catastrófico. Además, presumía con fundamento que Martínez, un antiguo +oficial suyo, trataba de instalar una tienda de calzado de fábrica en la +misma calle. «¿Calzado de fábrica?--pensó Belarmino, desviándose del +camino recto--; buen calzado será ése que no está hecho a la medida. +Como si una máquina pudiera hacer zapatos decentes. ¡Pazguatos! Milagro +que no se les ocurre inventar una máquina para hablar y otra para +escribir, o cualquiera otro disparate....» Volvió en seguida al camino +recto de sus cavilaciones. La cuestión era que aquello no tenía _igua_. +Con el buen Colignon no había que contar. Por lo pronto, no era +verosímil que el francés adelantase todo el dinero que se necesitaba +para pagar la deuda de Bellido y montar por lo grande la zapatería. +Pero, aun cuando el señor Colignon lo ofreciese, él no lo aceptaba, +porque sabía de antemano que era dinero perdido. Confesábase a sí +propio, honradamente, no haber nacido para gobernar un negocio. Había +nacido para más nobles y menos provechosos cuidados; bien claro se lo +decía su demonio interior, el Inteleto: «Belarmino, vamos a discurrir +cosas nunca oídas.» Su deber era abandonarlo todo, vivir de limosna, +sufrir penalidades, dormir bajo los porches, alimentarse de hierbas, con +tal de seguir la voz del Inteleto y dar con aquellas cosas nunca oídas +que el geniecillo interior le prometía. Pero, ¿y su hijita de sus +entrañas? Cuando Belarmino decía entre sí «hija de mis entrañas», la +frase adquiría casi sentido literal. Cuando abrazaba y besaba a su hija, +o la miraba en adoración, o pensaba en ella, sentíase más madre que +padre. Lo cierto es que Angustias no era hija de Belarmino, sino de una +hermana suya que, a poco de morírsele el marido, murió ella de +sobreparto. Belarmino recogió a la criatura, apenas nacida, y la crió él +mismo con biberón. Esto ocurrió un año antes de casarse con Xuana. +Belarmino había contado a Xuana, antes de casarse, la verdadera +historia, que ella admitió sin sospechas. Mas después de casados, como +quiera que ella no lograba hijos propios, comenzó a odiar al marido y a +cavilar que la niña era hija disimulada de Belarmino; con que la +criatura tampoco se libraba del odio de la apasionada mujer. En los +apóstrofes y denuestos de Xuantipa, aunque muy veladas, siempre latían, +como se habrá advertido, venenosas alusiones a este asunto. + +Si se arruinaba--proseguía pensando Belarmino--, su deber era entrar +como oficial con el nuevo zapatero y trabajar porque a la hija no le +faltase lo preciso. Trabajar.... Le harían trabajar de la mañana a la +noche, y aun de noche, como él había hecho trabajar a sus oficiales en +épocas de prosperidad económica, antes de que aquella personilla +exigente que llevaba alojada dentro de la cabeza, o sea el Inteleto, +hubiera dado imperiosa cuenta de sí, distrayéndole del negocio. Trabajar +horas y horas, de longitud inacabable, despidiéndose para siempre de las +horas calmas y fugaces dedicadas al ocio contemplativo y al coloquio +secreto con su habitante interior.... ¡Imposible! Tal era el pavoroso +_faraón crónico_ que traía a mal traer a Belarmino. + +--Buenas tardes nos dé Dios. ¿Hay alguien en la casa?--dijo una voz +flaca y aguda, como de flautín, que caía de lo alto. + +Belarmino creyó estar soñando. ¿Era aquélla la voz de un ángel +acatarrado? + +--¿No hay cristiano o alma humana en este recinto?--volvió a hablar la +voz de flautín, sonando siempre al nivel del cielo raso. Oyéronse a +continuación unas palmadas retumbantes, como el tableteo de un trueno. + +--Belarmino, ¿estás ahí?--rugió Xuantipa, desde las habitaciones +interiores. + +Belarmino dijo para sí: «Pues, señor, no estoy soñando.» Encendió una +cerilla, y a poco se cae de espaldas. Tenía ante sí una mole que casi +tocaba con el techo. Presto se recobró y se percató de la realidad +verdadera. Tratábase del Padre Alesón, un fraile dominico de las +dimensiones de un paquidermo antediluviano, a quien sus hermanos en +religión y la grey parroquiana de la Orden llamaban la torre de Babel, +por la estatura y porque sabía veinte idiomas: unos vivos, otros muertos +y otros putrefactos. Acompañábale otro Padre innominado, de volumen +normal entre religiosos, aunque excesivo para laicos. Aun al lado de +este segundo fraile, Belarmino era una pavesa. Los dominicos penetraban +entonces por primera vez en la zapatería de Belarmino. + +Luego que el zapatero encendió un quinqué de petróleo, el Padre Alesón +tomó la palabra: + +--Le causará maravilla vernos en su tienda, dadas las ideas que usted +profesa.... + +--Reverendo--interrumpió Belarmino, no muy seguro de que éste era el +tratamiento debido--, la ciencia zapateresca ignora las cláusulas +políticas; por eso es analfabética. Yo también he confeccionado zapatos +para religiosos y sacerdotes. + +--¡Ah! ¿Sí? ¿Cuándo, amigo mío? + +--Hace tiempo. + +--Quiere decirse que usted, a pesar de sus ideas contrarias a la +Iglesia, no tiene inconveniente en calzar a las personas religiosas. +Pero pudiera ocurrir que las personas religiosas tengan inconveniente en +dejarse calzar por usted. + +--El fanatismo es reincidente--declaró sentencioso Belarmino. + +--¿Cómo reincidente?--preguntó el Padre Alesón. + +--Vamos, que abunda... y daña; que se lo encuentra uno a cada paso. + +--Ya; ha querido decir frecuente.... + +--No, señor; he querido decir, y he dicho, frecuente, y abundante, y +dañoso, y que se choca con él; en autonomasia, reincidente. + +El Padre Alesón permaneció un tanto perplejo. Belarmino le hablaba una +lengua perfectamente insólita, que él no conocía ni sospechaba; como que +no era lengua viva ni lengua muerta, sino lengua en embrión. + +--Y usted, ¿no es nada fanático?--preguntó, algo desconcertado, el Padre +Alesón, con su voz de flautín, dejando, a pesar suyo, escapar un gallo o +atragantón en la sílaba acentuada del esdrújulo--. Hanme dicho que sí. + +Después de este giro en transposición, que es, naturalmente, grave y +solemne, el dominico cobró bastante serenidad y aplomo. + +--Fuera de la zapatería, y suscrito en el círculo de la paradoja, que es +un cuadrado, porque es el ecuménico, soy fanático y hasta teísta +macilento; pero dentro de la zapatería, y en ridículo, soy +analfabético. Este es el maremágnum de la clase y del bien eliminar. + +El Padre Alesón, consternado, no sabía qué replicar. La cosa no era para +menos. Belarmino, con el tecnicismo de su inventiva, había dicho, +traducido al pie de la letra: «Fuera de la zapatería, e inscripto en el +círculo de mi ortodoxia, que así puede llamarse círculo como cuadrado, +puesto que la ortodoxia es la conciliación de los contrarios, soy +fanático, y aún más, incendiario violento; pero fuera de mi centro +propio y dentro de la zapatería, soy indiferente. Tal es el ideal de la +conducta y del bien obrar.» En la torre de Babel no se hablaba todavía +tal lenguaje. + +El Padre Alesón pensó: «Si me dedico ahora a trabajos lingüísticos y +hermenéuticos, no acabo nunca. Al grano.» Y dijo en voz alta... y tan +alta: + +--Pláceme, amigo mío. Ha hablado usted con singular elocuencia y +persuasión. Ahora me explico que sus discursos conmuevan y arrastren a +la audiencia. + +--Le advierto a usted, reverendo--cortó Belarmino, cosquilleado por una +comezón de simpatía hacia el ciclópeo dominico--, que no entienden mis +discursos, pero causo entusiasmo por el peso llamativo.--Lo cual +significaba por el fuego del sentimiento. + +--Justamente por eso me lo explico. Y voy ahora directamente a mi +propósito. Hemos acordado que haga usted los zapatos para los Padres de +la residencia: cinco padres y un lego. Don Restituto Neira, señor +caritativo y dadivoso, y su santa esposa, doña Basilisa, los cuales, +como usted no ignora, nos han cedido el último piso de su palacio para +residencia, desean también que usted haga el calzado para la +servidumbre. Espero que, a pesar de sus ideas impías, aceptará el +encargo. No se arrepentirá, le garantizo. Nuestros zapatos no le serán +muy difíciles de hacer. El voto de pobreza nos obliga a vestir y calzar +sin artificio--y adelantando el pie sacó del faldamento un zapato por el +estilo de los del dómine Cabra; una tumba de filisteo. + +Belarmino, con su clarividencia psicológica, adivinó repentinamente que +pretendían sobornarle. En otra ocasión, soltando la reserva de coraje y +violencia para los casos extraordinarios, se hubiera descarado con los +frailes. Pero en aquellos momentos, sangrante aún la herida que Bellido +le había abierto y en estado de _faraón crónico_, lejos de enfurecerse, +sintió una manera de alivio y esperanza. + +--Acepto--dijo con firmeza. + +--Congratúlome--exclamó el dominico, sin ocultar su satisfacción--. +Quedamos, pues, amigo mío, en que mañana, por la tarde, vendrá usted a +nuestra residencia a tomarnos las medidas. + +--¿Eh? ¿Debo ir yo allí?--preguntó, preocupado, Belarmino--. ¿Qué dirán +mis correligionarios? + +--¿Qué han de decir? Usted va como zapatero. Además, es lo más rápido y +expeditivo. + +A Belarmino le gustó la voz expeditivo, y la almacenó en la memoria, a +fin de meterla en la horma, ensancharla y darle un significado +espacioso, nuevo y conveniente. + +--¿Da usted su palabra?--pidió el Padre Alesón. + +--Sí, señor reverendo. Y que sea lo que Dios quiera. + +--Que me place oírle esa expresión devota: que sea lo que Dios quiera. +Dios querrá lo mejor. Hasta mañana, amigo mío. + +Así que salieron los frailes, Belarmino se arrepintió de su promesa. +Pasó la noche en claro, caviloso y febril. Dábase golpes en la cabeza, +requiriendo socorro y consejo de su habitante interior; pero el Inteleto +estaba distraído o ausente y no acudía al llamamiento. + +A la mañana siguiente, con la cabeza que tan pronto le pesaba al modo de +una bola de granito, como sentía que se le escapaba de sobre los +hombros, cual vedija de humo, Belarmino salió a la puerta del +establecimiento para despejarse. En un entresuelo de la acera del +frente, y poco más abajo de la calle, una cuadrilla de carpinteros, +albañiles y pintores, trabajaban con energía y diligencia. + +Belarmino se aproximó al señor Colignon y le habló recatadamente al +oído: + +--¿Recuerda usted que un día le dije: «ya daré, ya daré en el blanco?» +Pues ya he dado, ya he dado. La beligerancia es la madrona de la Grecia. +El faraón crónico es lo más puerperal. He hallado la solera +recreada.--Traducido al romance: la adversidad es la madre de la +sapiencia. Una crisis profunda es siempre fecunda. En cuanto a la última +sentencia, el propio Belarmino la vertió al habla vulgar, a instancias +del señor Colignon, que preguntó: + +--¿La solera recreada? + +--Se lo interpretaré en forma corriente: solera es palabra que viene de +sol y dice la luz más viva, y fuente de luz. Recreado es lo que nadie ha +hecho, que se hizo por sí, y produce gusto, recreo--o sea, luz increada. + +Esta vez, los recónditos y gargarizantes pavos del señor Colignon +permanecieron taciturnos. El francés apoyó horizontalmente el antebrazo +en la depresión o meseta superior del abdomen, sustentó el opuesto codo +sobre aquella mano, y con la otra mano se cubrió el huevo y la huevera +de latón, esto es, la barbeta y la perilla, en actitud napoleónica y +cogitabunda. + +--Yo comprendo, yo comprendo, _mon pauvre ami_; los Padres te han +convertido.... + +El que se rió ahora fué Belarmino, y de la mejor gana: + +--¿Convertirme? ¡Qué proyectil!--Belarmino juntó en un racimo las yemas +de la diestra mano, se las llevó al entrecejo y silabeó +confidencialmente:--¡El Inteleto!--Y luego, cambiando de tono:--Algo me +he ayudado con un libro de los Padres.... + +--¿Te lo prestaron? + +--No; lo pedí yo prestado, porque lo vi encima de una mesa. + +--¿Y cómo es que se titula? + +--No se enterará usted, porque está en latín. + +--Pero, tú, tú, ¿comprendes latín? + +--Llegaré a tener intuición con él; por ahora, sólo me es saludable. + +El señor Colignon se retiró pensando: «No tiene remedio el pobre +hombre.» + +La apertura de la nueva zapatería causó inolvidable sensación y pasmo +descomunal. El rótulo rezaba: «Apolonio Caramanzana, maestro artista.» +Había un ancho escaparate, con límpida luna de cristal. Sobre el piso +del escaparate, forrado de peluche verde, se alineaban varios pares de +zapatos y botas, realmente exquisitos, apoyados oblicuamente en sendos +sustentáculos de níquel, y con inscripciones debajo que decían: «Zapatos +de piel de Suecia; encargo de la excelentísima señora duquesa de +Somavia.» «Bota de becerro; para el señor Novillo», y así otros varios +encargos de personas distinguidas y elegantes. Al fondo, en una urna, +guardábase el esqueleto auténtico de un pie humano. Sobre la urna se +leía: «Osteología del pie.» De cada huesecillo salía un alambre, con una +cartela al final. Las cartelas decían: «Tibia, peroné, maléolo interno, +maléolo externo, tarso, astrágalo, calcáneo, escafoides, cuboides, las +tres cuñas, metatarso, falanges, falangitas, falangetas.» Encima de la +urna colgaba de la pared del fondo un cuadro pintado a la acuarela, que +representaba una bota, de perfil, despidiendo rayos; en la cabecera, un +letrero: «La podoteca ideal», y, en la parte inferior, una estrofa: + +«Aunque tan fina y lustrosa +y de tan bellos perfiles, +nadie, si la llevas, osa +cortarte el tendón de Aquiles.» + +Y más abajo aún: «Dime con qué botas andas, decirte he quién eres.» + +A entrambos lados del cuadro central pendían otros dos cuadros. Uno +figuraba un pie desnudo, de alto puente y empeine corvo, con su +inscripción: «Pie ario; noble.» El otro, un pie asentado todo a lo +largo, la planta sobre la tierra, con su inscripción: «Pie planípedo, +plantígrado o semítico; plebeyo.» En las paredes laterales del +escaparate, repisas de cristal, con vaciados de pies, en escayola, +algunos retorcidos y deformes, y, adherida a la repisa, una indicación: +«Repertorio de extremidades, obtenido del natural.» En lo más altanero +de la luna de cristal desarrollábase una cinta, a modo de divisa +heráldica, declarando, con doradas letras teutónicas: «Una hermosura +soberana inspira a Caramanzana.» + +Cuantos veían el escaparate pensaban en el infeliz Belarmino. La +opinión fué unánime: no había competencia posible. También Belarmino fué +a ver el famoso escaparate. Lo examinó atentamente, con calma. Como su +corazón estaba purificado de pasiones torpes, no se le distendió el +rostro en gesto ninguno, lastimado o feo; antes sonreía; sonreía con +expresión inocente y delicadamente irónica. Apolonio, que ya le conocía +y le estaba espiando desde dentro de la tienda, se sintió, por +misteriosa manera, humillado. Ahito y ebrio con el éxito, ¿qué le +importaba a él la expresión hipócrita y maligna del ya desbaratado +rival? Y, sin embargo, sentíase humillado, adivinando que la verdadera +rivalidad entre ellos no era zapateril, sino de otro orden más íntimo y +personal, y que en aquella larvada e inevitable rivalidad acaso +Belarmino saliese vencedor. + + + + +CAPÍTULO IV. + +APOLONIO Y SU HIJO. + + +Fué el jueves Santo, por la noche. Habíamos cenado en la habitación de +don Guillen. El canónigo fumaba un cigarro largo y fino; yo, un cazador, +ese tabaco oscuro, velloso y de sangre, tan enérgico, sutil y esencial +provocador de ideas e imágenes que, a veces, sustituye con ventaja los +beneficios del trato humano, sin sus inconvenientes y molestias. Como +dijo, siglos ha, Cristóbal Hayo, maestro físico de Salamanca, en loor +del tabaco: «usando del no se siente soledad». Don Guillén me lo había +ofrecido, sabiendo que era la vitola más de mi gusto; delicado agasajo +que yo le agradecí. No faltaban las copitas de coñac viejo. + +Anoto estos detalles, quizás impertinentes, para que se vea que don +Guillén era hombre atento a los detalles y moderado gratificador de los +sentidos, de donde se deduce que, para él, la realidad externa existía, +y que la aceptaba en toda su importancia, procurando solamente que el +contraste con ella fuese lubrificado y terso. + +Estaba riéndose para sí, como ante una visión cómica y tierna al propio +tiempo. Comenzó a hablar: + +--No puedo pensar en mi padre sin reírme. Sin reírme amorosamente, +entiéndame usted. Mi madre murió cuando yo cumplía apenas los tres años. +No la recuerdo. Mi padre era, o, por mejor decir, es, pues vive; vive +como sombra de lo que fué.... Mi padre es hijo de un criado de la casa de +Valdedulla, antiquísimo linaje gallego que viene de los godos o cosa +así. Mi familia paterna, de padres a hijos, desde hace ya dos o tres +siglos, vivía a la sombra de la casa de Valdedulla, cumpliendo más que +en menesteres de servidumbre en empleos de confianza. El primogénito +permanecía siempre al servicio de la casa, y a los demás hijos varones +los condes los dedicaban a la Iglesia, o los enviaban a que se ganasen +la vida por el mundo. En mi familia ha habido bastantes abades, y no me +sorprendería tener algún tío ricacho en América, sin yo saberlo. Mi +abuelo era así como administrador de la casa de Valdedulla. Cuando yo +nací, esta poderosa casa había quedado reducida a dos vástagos, don +Deusdedit, el conde, y doña Beatriz, que se había casado con el viejo +duque de Somavia, y vivía en Pilares. El conde era solterón, padecía +muchos achaques y tenía la cara llena de erupciones amoratadas. No había +esperanza de que se casase, no tanto por feo y raquítico, ya que las +mujeres apencan con todo, si el pretendiente guarda hacienda o luce +ejecutoria, cuanto porque el duque era misógino y misántropo. Solía +decir: «En mí, gracias a Dios, concluyen los Valdedulla, que, desde +Mauregato, no han hecho más que burradas.» Nada le interesaba. Nunca +salía del Pazo. El único que le divertía algo era mi padre. No quiso el +duque que mi padre recibiese a su tiempo, hereditariamente, el cargo +familiar de mi abuelo, «porque--decía--esto se acaba conmigo; el nombre +se pierde, gracias a Dios, y la casa se transmite al hijo de Beatriz, +que es un Somavia; conque allá entonces que él haga lo que le pete». El +conde deseaba cooperar a que mi padre se valiese por sí, mediante una +profesión u oficio, y aun carrera. Parece ser que mi padre, desde muy +niño, componía versos y era muy dado a leer novelas y dramas. Ya de +entonces mi padre había caído en gracia al conde, que era unos quince +años más viejo que mi padre. Respondiendo a los deseos del conde, mi +abuelo optó por la carrera eclesiástica, en la cual, dado su natural +despejo, mi padre llegaría, probablemente, a cardenal; pero mi padre no +sentía afición a los cánones, y, sobre todo, el conde, que alardeaba de +volteriano, dijo en seco que no. Enviaron a mi padre al Instituto, en +donde estudió dos años, y, consecutivamente, obtuvo dos tandas de +suspensos en las mismas asignaturas. Uno de les profesores escribió al +conde que a mi padre el exceso de imaginación le impedía concentrarse y +estudiar con disciplina y provecho. Mi padre no ha olvidado aquel +fracaso; ahora, que él lo explica a su modo, y se queda tan satisfecho. +Siempre dice: «Yo, que he recibido una educación académica....» Mi padre +quería seguir la carrera de autor dramático, y cuando le convencieron de +que no había semejante carrera, respondió: «Pues si no autor dramático, +zapatero.» ¡Peregrino dilema! No puedo por menos de reírme.... Estas +cosas raras e ilaciones sorprendentes, eran las que divertían al conde. +Le estoy fastidiando a usted.... + +--Nada de eso--respondí. + +--Abrevio. Hasta los doce años viví en el Pazo de Valdedulla. Tres años +antes había muerto mi abuelo. Desde aquel punto, el propio conde llevó +las cuentas y administración de sus bienes. Mi padre tenía una zapatería +abierta en Santiago de Compostela. El negocio andaba malamente, porque +mi padre se pasaba lo más del tiempo de tertulia y juerga con algunos +amigos estudiantes. Se sostenía gracias a la benevolencia y liberalidad +del conde. De cuando en cuando, venía de visita al Pazo, y ¡había que +verle lo pomposo y majetón, con su flor en el ojal, su sombrero ladeado +y su chaquet, un chaquet paradisíaco, como decía el conde, no sé por +qué! «Chico--exclamaba el conde--, me dejas patidifuso con tu elegancia +y tus ínfulas.» Y, muerto de risa, le hacía recitar fragmentos de un +drama que mi padre estaba escribiendo, titulado: _El cerco de Orduña y +señor de Oña_. Mi padre le explicaba el argumento y hacía especial +hincapié en la tesis, o, como él decía, la idea, a lo cual replicaba el +conde, pensativo: «Pues no creas; eso tiene intríngulis:» «¡Que si +tiene!...--replicaba mi padre, con inocente petulancia--. Ya verá el +señor conde cuando el drama se estrene.» + +--Probablemente sería más racional que los de su conterráneo el señor +Linares Rivas--interrumpí. Estaba yo, como el lector advertirá, en esa +indiscreta edad juvenil en que, para aquilatar el mundo, los hombres y +las cosas, se hace uso de términos de comparación nominativos. + +--No puedo decirle, porque no asisto al teatro ni leo literatura +frívola. Continúo. Durante aquellos tres años, después de muerto mi +abuelo, el conde no se dió instante de reposo, visitando tierras, +apuntando lindes, recontando ganado, recorriendo la casa, embalando +vajillas y cubiertos de plata, escribiendo horas y horas en su despacho. +Al cabo de los tres años, una mañana apareció difunto, no sé si de +cansancio o de aburrimiento. Entre sus papeles había una carta para mi +padre, en donde se decía: «... eres bueno; pero eres algo ganso, y no +vales para andar solo por el mundo. Te dejo en mi testamento un pequeño +legado, que si tú lo manejas, la del humo. Por lo tanto, de que yo me +haya muerto, vas con tu hijo a Pilares. Mi hermana, la duquesa de +Somavia, tiene instrucciones mías y te dirá la forma en que dispongo que +se emplee el legado. Con ella nada te faltará.» Esta carta la leí siendo +ya hombre. Mi padre se la había entregado a la duquesa, y ella me la +enseñó. Pero recuerdo cuando mi padre la leyó por vez primera, en el +Pazo de Valdedulla, estando el conde de cuerpo presente. Le vi apretar +las cejas y palidecer; era, sin duda, que leía lo de ganso. Luego se le +aflojaron las cejas, le comenzó a temblar una mejilla, le asomaron +lágrimas a los ojos, dejó caer la carta, sin acabar de leerla, se cruzó +de brazos, estuvo silencioso largo rato, mirando al muerto, sollozó: + + «Para ti, alma generosa, + no es noble ni decorosa + la terrena inhumación. + Te daré entierro en la fosa + de mi triste corazón.» + +Se arrodilló y besó, con prolongado beso, la mano del conde. Yo lo +observaba todo, de hito en hito. Los niños son los mejores observadores, +y las observaciones intensas de la niñez jamás se olvidan. Pensará usted +que mi padre es un grandísimo figurón, que todo aquello era fingido, +teatral y a propósito para reír, a pesar de la presencia del difunto. +Que sea para reír, no lo niego; pero también para llorar. Mi padre ha +tenido siempre una sensibilidad excesiva. Cualquiera cosa le agitaba. Se +enternecía por fútiles motivos hasta las lágrimas. Todo lo tomaba a +pecho. Por manera espontánea, se producía con exuberancia y énfasis. Era +también muy aficionado al canto. Cuando cantaba me hacía el efecto de +que se iba a derretir en la atmósfera, como un terrón de azúcar en agua. +Y en cuanto a lo de improvisar versos, también era natural en él. Se +convencerá usted muy pronto de cómo mi padre, sin duda por el continuo +ejercitarse, componía ya versos por rutina. Pero, para no interrumpir +la narración, prosigo por orden. Mi padre no se apartó del cadáver hasta +que los enterradores terminaron con la poco noble y decorosa inhumación +terrena. Volvimos al Pazo. Mi padre me traía de la mano y gimoteaba como +una criatura. Entramos en lo que había sido capilla ardiente. La carta +póstuma del conde yacía por tierra. Mi padre la recogió, a fin de +concluir la lectura. Yo vi que apretaba nuevamente las cejas, tiraba de +una comisura del labio hacia arriba, inflando así la mejilla, la cual se +arrascaba, indicio de contrariedad. Antes había dejado caer la carta al +llegar a lo de la herencia. Ahora, aquello de ir a establecerse en +Pilares, entre gente desconocida y bajo la tutela inmediata de la +duquesa, le molestaba sobremanera. Pero, ¿qué remedio? Mi padre arrancó +las raíces que le sujetaban a la hermosa tierra gallega y tomamos el +portante para otra región, no menos hermosa. Mi primer viaje por +ferrocarril: ¡lo que hube de gozar!... En León doblábamos el rumbo y +cambiábamos a un tren directo hasta Pilares, que partía de allí mismo. +Era en las postrimerías del mes de abril, después de unos días +tormentosos, y se decía si en el puerto que hay entre León y Pilares +estaba interceptada la vía, hacia la estación de Busdongo, a causa de la +nieve. Eso de pasar sobre montañas cubiertas de nieve me entusiasmaba. +Paseábamos mi padre y yo, no sé quién con mayor impaciencia, a lo largo +de los andenes, aguardando que formasen el convoy. Y aquí viene la +prueba de que mi padre componía versos sin darse cuenta. Mi padre +rezongaba entre dientes: «El tren se retrasa ya. ¿Qué demonio ocurrirá?» +«Acaban de dar las dos. ¿Qué pasa? Sábelo Dios.» Y aleluyas y más +aleluyas. En nuestra caminata arriba y abajo pasábamos por delante de +una garita que me llamaba la atención, porque tenía encima un rótulo, +para mí enigmático: «Lampistería.» En una de las vueltas, un hombre, con +un farol, salió de la garita. Mi padre, dirigiéndose a él, dijo: «Oiga, +señor lampistero; no habiendo aviso, supongo que hay vía libre, y espero +que el tren pase de Busdongo.» Y volviéndose hacia mí: «Dime, Pedriño, +¿no es esto señal de ser un poeta? Sin intención he compuesto una sonora +cuarteta. Siempre expreso en poesía el contento o el fastidio. Valeiro +bien me decía que soy el moderno Ovidio.» No quiero cansarle. Baste +decirle que mi padre, en cuanto se ponía un poco agitado, respiraba en +verso. Esta peculiaridad, o si usted quiere manía, acaso haya sido causa +de sus infortunios, pero ciertamente merced a ella los ha sobrellevado +con pasmosa resignación e indiferencia. A mi padre le cae una teja en el +cogote, por ejemplo. De este accidente no tiene la culpa la poesía, +naturalmente. Pero mi padre, sin inmutarse, explicará que le ha +sobrevenido la desgracia porque es un elegido de los dioses--mi padre +siempre habla de Dios en plural, como los paganos--, y añadirá que todos +los personajes trágicos son semidivinos--erudición compostelana--; y la +explicación la dará en verso, con lo cual se le mitiga el dolor de la +descalabradura. Otra peculiaridad de mi padre es la instantaneidad con +que se le inflama la pasión del amor. Mujer que ve, ya está él por las +nubes; o cuando menos, las exalta a la altanería de las nubes, y cátalas +ya Elviras, Lauras y Beatrices. Se morirá en un suspiro de amor, +exhalado por la mujer que en aquel trance esté a su vera, ya sea una +monja joven y admisible, ya sea una portera pitañosa. Mi padre, como +autor dramático, suponía que cada persona es víctima de una pasión, +necesariamente; si no el amor, el odio; si no el odio, la envidia; si +no, la cólera; si no, la avaricia. Concebía a los hombres como muñecos +de una pieza con un solo resorte, y los dividía en nobles, indiferentes +y viles, según la pasión dominante. Siendo, pues, cada hombre un +elemento simple, rara vez puede entenderse con los demás, y de aquí +vienen los conflictos dramáticos. Sólo los nobles se entienden entre sí, +y no siempre si se interpone el amor. Los indiferentes se ignoran; los +viles se aborrecen y aborrecen a los demás. Mi padre clasificaba a todas +las personas que veía según ciertos rasgos de la fisonomía, y aseguraba: +«ése es noble», «ése es vil», e inmediatamente se dedicaba a imaginar la +biografía del desconocido, con los conflictos dramáticos que le habían +sucedido o que le habían de suceder. Decía mi padre, siguiendo la +sapiencia búdica: «Cada hombre lleva su destino escrito en la frente con +caracteres invisibles.» Bueno; me estoy retrasando, como el tren en +León, el cual salió por último ya anochecido, y yo pasé durmiendo sobre +las montañas nevadas. Pilares: la primera ciudad que yo veía. Como _illo +tempore_ no había coches de plaza, hubimos de ir a pie, preguntando por +la Rúa Ruera, la calle donde está el palacio de Somavia. Ya en la calle, +nos guió hasta la misma puerta del palacio un rapacejo pelirrojo, como +de mi edad, que acompañaba a una niña. ¡Niña más delicada, dulce y +hermosa...! El nombre del rapaz, Celesto; de la niña, Angustias. Fuimos +amigos desde luego. Más adelante le contaré. Entramos en el palacio, +preguntamos por la duquesa, nos pasaron a una habitación obscura, y +después de una hora de espera, que a mí me duró un siglo, apareció la +duquesa, vestida con una bata colorada, a pesar del luto reciente, cosa +que me escandalizó. Nosotros íbamos de negro y mi padre hasta se había +hecho una camisa toda negra, para la ocasión y para que no se le +manchase con los ciscos del tren. La duquesa abrió las maderas de la +habitación y se nos quedó mirando: «Vaya, vaya--dijo, cuando se +satisfizo de mirarnos--; con que éste es el gran Apolonio Caramanzana, y +este otro el camuesín....» De allí en adelante me llamó el camuesín. La +duquesa era muy campechana, y de vez en cuando... ¿cómo lo diré?, pues, +como vulgarmente se dice, echaba ajos; ahora que, como mujer, los +convertía en femeninos, mudando la o final en a. También fumaba. Todos +los Valdedulla fueron entes estrafalarios. En cuanto al corazón de la +duquesa, emplearé una frase de mi padre: todo de miel hiblea y más +grande que el monte Olimpo. Los beneficios con que aquella gran señora +nos colmó a mi padre y a mí son de los que no pueden pagarse. Pasaba +entonces de los cuarenta, ya lo creo; lo que se dice una jamona; antes +fea que guapa, para ser sincero, pero con un no sé qué de alegría, +desenvoltura y buena gracia, más atractivo que la misma belleza. Le digo +a usted que cuando soltaba un ajo, que en ella eran signo de hallarse +contenta, se quedaba uno embobado y sonriente como si escuchase una nota +de ruiseñor. De las palabras no cuenta la estructura, sino el timbre y +la intención; son como vasijas que, aunque de la misma forma, unas están +hechas de barro y otras de cristal puro y contienen una esencia +deliciosa. Y ahora se me representa en el recuerdo la imagen de +Belarmino, zapatero filósofo, que vivía también en Rúa Ruera, tipo casi +fabuloso, al cual pertenece precisamente la anterior teoría sobre las +palabras: «La mesa, decía, se llama mesa porque nos da la gana; lo mismo +podía llamarse silla; y porque nos da la gana llamamos a la mesa y a la +silla del mismo modo cuando las llamamos muebles; pero lo mismo podían +llamarse casas; y porque nos da la gana llamamos a los muebles y a las +casas del mismo modo cuando los llamamos cosas. La cuestión de la +filosofía está en buscar una palabra que lo diga todo cuando nos da la +gana.» Yo no sé si era un loco cuerdo o un cuerdo loco. Me he desviado. +Iba a decir que, si bien la señora no estaba para el caso, mi padre se +inflamó de sopetón en amor hacia ella. Como mi padre ha vivido fuera de +la realidad, se conduce siempre con desparpajo que asusta y admira; así +es que, al poco rato de conversación con la duquesa, y como quiera que +se hallaba bastante agitado, comenzó a dispararle versos amatorios, un +tanto velados todavía, más por artificio que por timidez, declarando que +no en balde la señora se llamaba doña Beatriz y que él, como el Dante, +subía del infierno de Compostela al paraíso de su presencia y +protección. Extrañará usted lo sabihondo que era mi padre; pero la cosa +es bien clara. Mi padre tenía portentoso poder de asimilación. Su +erudición, disparatada y pintoresca, la había adquirido oralmente, como +los griegos, bajo los pórticos compostelanos, entre estudiantes, gente +ociosa y pícara, quienes, lo declaro con rubor, por reírse de él, +dándole pábulo a su manía, le abarrotaban la cabeza con noticias y +noticiones históricos y literarios, unos ciertos, otros inventados. Mi +padre lo había absorbido todo, en revoltiño, y luego lo aplicaba a su +modo, ya con tino, ya desatinadamente, ora a pelo, ora a contrapelo; +pero siempre con familiaridad despampanante. Si nombraba a Ovidio o a +Sófocles, era como si hubieran comido juntos pote gallego. Cuando mi +padre se entregó al delirio poético amatorio en presencia de la duquesa, +yo, presa del terror, abatí la cabeza y pensé: «La señora nos suelta +los perros y salimos de estampía.» A la señora le cayó en gracia la +ingenua osadía de mi padre, emitió un ajo encantador, y le alentó a que +improvisase nuevos versos elegíacos. Conocía la duquesa a mi padre de +los años mozos, y, sobre todo, por referencias epistolares de su +hermano; de suerte que la escena no le cogía de nuevas. ¡Qué gran +señora! Nos alojó en su palacio, en tanto se llevaba a cabo la +instalación de la zapatería de mi padre, un establecimiento por todo lo +alto, pues resultó que las instrucciones del difunto conde consistían en +que una parte del legado se emplease en este fin, que la duquesa +presidiese en todo lo tocante al buen empleo del dinero, que buscase +clientela segura y estuviese al cuidado de que mi padre no se +desmandase. De la otra parte del legado nada dijo la duquesa hasta +pasado algún tiempo. Era la señora, si muy campechana, no menos celosa +de la jerarquía. Su afabilidad y benevolencia descendían siempre de lo +alto, a modo de protección. Espontáneamente, y al parecer sin deliberado +propósito, colocaba a las demás personas, a todas, en su lugar debido, +es decir, por debajo de ella, unas próximas, otras más bajas, acaso a +algunas en posición humillante. A nosotros nos situó, desde luego, en +una categoría intermedia; casi criados y casi amigos. En rigor, amigos, +lo que se llama amigos, por su parte no los tenía. A las personas más +próximas a ella en amistad las trataba como vasallos emancipados; un +peldaño más alto que nosotros, que no estábamos todavía del todo +emancipados. Esta persistencia del orgullo de casta, aunque envuelto en +blandas maneras, era el único ángulo rígido de su carácter, y por este +lado llegaba en ocasiones a extremos de dureza e insensibilidad, +inconscientemente, y, por lo tanto, sin remordimiento. Por lo que a +nosotros toca, no teníamos por qué quejarnos, antes sí, mucho que +agradecer. Vivía sola lo más del año. El viejo duque y el unigénito, +adolescente de veintiún años, pasaban los inviernos en Madrid, ciudad +que ella aborrecía, sobre todo por el sol. Le gustaban los cielos grises +y la luz cernida. Decía que la luz de Madrid le alborotaba la sangre y +la impulsaba a cometer barbaridades. «Con el marido que Dios me +dió--esto se lo oí yo mismo, años después--, la menor barbaridad, +viviendo en Madrid, hubiera sido el adulterio. Aquí distraigo el +aburrimiento murmurando y sacando tiras de pellejo. En Madrid, con mi +temperamento, no me hubiera contentado con menos que con sacar tiras de +pellejo de verdad. Todos mis antepasados han sido un poco salvajes, y +eso que vivieron en climas templados y lluviosos. De vivir bajo el sol +bárbaro del Mediodía, hubieran sido enteramente salvajes, peores que +rifeños.» Digo, pues, que nos alojó en su casa como huéspedes, pero no +comíamos en su mesa, ni tampoco con la servidumbre, que era numerosa; +nos servían aparte. En el Pazo yo comía con los criados. Sin embargo, +como cosa de una semana después de vivir en su palacio, nos invitó a que +la acompañásemos a comer. La razón es que se aburría sola, y mi padre le +proporcionaba distracción y divertimiento. Y, en efecto, por divertirse, +maquinó un plan maligno y agudo, y fué que, como mi padre en su vecindad +se ponía en estado de excitación poética y todo le salía en verso, ella +le prohibió severamente que dijese nada rimado: «La poesía es salsa que +fatiga la digestión. Conque, ya sabes; si te viene un verso a la lengua, +cierras la boca.» Mi padre padecía mortales congojas. Yo le veía +trasudar. La nuez le sobresalía de modo pavoroso, como si los +consonantes, contenidos y atragantados, le hicieran bulto desde dentro +de la garganta y le fueran a estrangular. «Habla, hombre, habla; pero en +prosa», le ordenaba la duquesa. Mi padre comenzaba a hablar, pensándolo +mucho, y a lo mejor ¡zas! una aleluya. «Apolonio: mira lo que hablas, +que te castigo sin postre», amenazaba la señora. La señora gozaba +abiertamente, y yo--los chicos siempre son crueles--no dejaba de pasar +un buen rato, aparte de que mi padre y yo no habíamos convivido nunca +hasta entonces, y era para mí un ser algo extraño, en todos los sentidos +de la palabra. Ahora, cuando pienso en ello, me duele un poco el +corazón. Lo único que me tenía avergonzado entonces era no saber comer +con modales finos ni usar ordenadamente del tenedor y del cuchillo. La +señora me aleccionaba, con afectuosa solicitud, y cuidando de no +aumentar mi vergüenza. Al final de la comida, la señora confirmó su +pragmática para siempre en adelante: «Queda, pues, entendido, Apolonio, +que nunca, nunca, me hablarás en verso. Tus versos llegarían a +irritarme. Desestimamos lo que se nos ofrece con derroche. Y tú no +querrás que tus versos me fastidien ni me enfaden. Sé más avaro de +ellos. Además, los versos amorosos no son para publicados en alta voz, +ante testigos, que tal vez son criados. ¿No te inspira ningún escrúpulo +mi reputación de dama honesta? Las poesías de amor son para compuestas a +solas y para leídas con recogimiento. Haz tantas poesías como se te +antoje, pero por escrito; luego me las das para que yo las lea en +secreto. Ahora que, pues posees ese don inapreciable y fuera de lo común +de improvisar como quien bosteza, no es justo, ¡qué ajo!, que en +ocasiones sonadas no hagas gala de él y dejes aturulados a quienes te +oigan. Pero yo seré la que decida cuándo ha llegado la ocasión. Quedamos +en que no hablarás en verso sino cuando yo lo ordene expresamente, y aun +entonces, sería mejor visto que te hicieses de rogar un poco.» Mi padre +se dobló por la cintura, con ademán de acatamiento. Cualquiera menos +inocente y sencillo que mi padre hubiese penetrado la ironía y propósito +de la duquesa. Mi padre, por el contrario, se hinchaba, como si inhalase +un gran volumen de lisonja y vanidad. Todas las noches, después de la +cena, la señora recibía unos cuantos amigos en tertulia; aquello, en +puridad, era un rendimiento de vasallaje. Una tarde dijo la duquesa a mi +padre: «Quiero que asistas hoy a mi tertulia. Mis amigos te conocen ya, +por referencias de fuera, y porque les he hablado de ti.» Yo que lo oí, +adiviné, desde luego, que había invitado a mi padre para que sirviese de +espectáculo, y que le ordenaría hablar en verso. Esto de que unos +señorones, que no sabíamos quiénes eran, se riesen de él, me producía +cierta lástima y me daba alguna rabia. Pero a estos sentimientos se +sobrepuso la curiosidad que sentía por conocer _de visu_ la tertulia de +la señora. Así es que, después de cenar, me pegué a los faldones de mi +padre, decidido a colarme en el salón, detrás de él. Estaba mi padre tan +embebecido y agitado que no se fijó en que yo le seguía. A la puerta del +salón, vestido de librea, montaba la centinela Patón, un lacayo de +labios bozales y ojos de cerdo, que nos tenía a mi padre y a mí mala +voluntad y envidia no disimuladas. Cuando yo iba a filtrarme en el +salón, este animal me cogió por el cerviguillo, sin decir palabra, y me +arrojó a trompicones diez metros pasillo adelante. Me senté en una +butaca, con la cara escondida, hipando. En esto pasó la duquesa: «¿Qué +te ocurre, camuesín?» «Que Patón no me deja entrar.» «Pues no faltaba +otra cosa, hijo.» Hijo me llamó; sentí como que el corazón se me +deshacía; y siempre que lo recuerdo experimento la misma sensación. La +señora me cogió por la mano, y al cruzar frente a Patón, que se había +puesto más tieso, sacaba más el hocico y parpadeaba con rapidez, le +dijo: «¿Eres tú el que elige mis invitados?» Me atrincheré, acurrucado +en un rinconcito, debajo de una palmera, y como se suele decir, no perdí +ripio de cuanto ante mí tenía. La reunión estaba ya completa. No había +otra señora que la duquesa, que presidía en un sillón de alto respaldo, +a manera de sitial. Los demás, a un lado y otro de la duquesa, formaban +en semicírculo, fumaban y tomaban café, y bebían licores de unas mesitas +colocadas a trechos. También la duquesa fumaba, y no un cigarrillo, sino +un cigarro puro nada flaco. El único que no fumaba era un cura, de piel +lechosa, nariz colgante, ojos tiernos y postura de feto, todo encogido. +Este cura, don Cebrián Chapaprieta, era quien decía la misa particular +para la duquesa y sus criados. Mi padre estaba magnífico. Si un +forastero entra de pronto en el salón, dice a la primera ojeada: aquí +hay una gran señora y un gran señor. El gran señor, mi padre, +naturalmente. Tenía las manos apoyadas en los muslos, con los codos +sacados hacia adelante, el torso erguido, el cuello estirado, la cabeza +desviada en leve escorzo de melancolía y desdén, el cigarro puro +olvidado y periclitante en un ángulo de la boca. Levantaba dos palmos +sobre los otros tertuliantes. Allí estaba, pues era punto fijo en la +tertulia, un señor Novillo, apoderado político del duque y edecán de la +duquesa. Este Novillo tenía sus pujos de señorón, pero a mí me hacía el +efecto de un criado vestido con el traje de día de fiesta. Hablaban +todos, menos mi padre, siempre guiados por la duquesa, de chismes y +cuentos locales. Terminados los licores y el café, y cuando ya el humo +de todos los cigarros se había mezclado y confundido, formando un a +manera de toldo que colgaba del techo, la duquesa dijo: «Don +Hermenegildo, hace tiempo que no nos obsequia usted con el salto de la +trucha.» Don Hermenegildo se puso en pie. Era un magistrado de la +Audiencia provincial; viejo ya, calvo, diminuto, flaquísimo; aladares +rizados con tenacilla sobre las orejas; bigotes horizontales, engomados +con zaragatona, tan largos, que sobresalían a los lados como balancín de +funámbulo; corbata de chalina; chaqueta hasta media posadera; pantalones +a menudos cuadros negros y blancos, de campana excesiva, para disimular +la enormidad de los pies, aprisionados en zapatos de colgantes cintas de +seda, tan anchas como la chalina. Ante mis ojos estupefactos, don +Hermenegildo se puso en cuatro patas. Entonces, Pedro Barquín, colono de +la duquesa, hombre tosco y de aspecto soez, se colocó detrás del viejo +magistrado, e introduciéndole el pie por la entrepierna, lo levantó en +vilo y lo lanzó a regular distancia. La bochornosa operación se repitió +varias veces, con gran goce y algazara de los presentes, incluso el +presbítero Chapaprieta. Mi padre era el único que se mantenía +impasible, porque despreciaba lo cómico. Confieso que también me reí +como un idiota. Ahora me avergüenzo, por mí y por la duquesa. No acierto +a explicarme cómo aquella señora hallaba placer en vilipendiar a un +anciano que, además, ostentaba la respetable investidura de magistrado. +Esta era la arista dura e insensible de su carácter. No debe omitirse, a +guisa de exculpación, que el don Hermenegildo se lo debía todo a los +Somavias, y había hecho su carrera en fuerza de vilezas. Concluído el +número acrobático, Pedro Barquín, que era especialista en chascarrillos, +refirió algunos, nada aseados ni inocentes por cierto. Después de varios +chascarrillos, y en un momento de reposo y silencio, el señor +Chapaprieta dijo recatadamente, como para su sotana: «Parece confirmado +que Su Santidad concede un título pontificio a los señores de Neira.» +Estos señores de Neira eran un matrimonio sin hijos, riquísimos, muy +metidos por la Iglesia. El marido presumía de origen hidalgo. Vivían en +un palacio, frontero al de Somavia. Lo habían adquirido de una tal +Pepona, cortesana vieja, la cual, a su vez, lo poseía por graciosa +donación de su amante, el marqués de Quintana, desaparecido hacía años +del mundo de los vivos. El señor Neira había hecho labrar fantásticos +escudos junto al alero del palacio para que se vieran de lejos y de muy +lejos, pero no de cerca, por eso, por fantásticos. Gestionaba un título +del reino, y por sí o por no se lo daban, y para ganar tiempo, otro del +Vaticano, negocio más hacedero. En resolución, que los Neira querían +hombrearse con los Somavia. Al oír la duquesa al señor Chapaprieta, +comentó: «El Papa no puede hacer nobles.» «Claro que no--dijo Barquín--; +el Papa sólo puede hacer santos. Los nobles los hace el rey.» La duquesa +replicó: «Barquín, eres un necio; ni el Papa puede hacer santos, ni el +rey nobles. Santos y nobles se hacen ellos a sí propios. Lo que hacen el +Papa y el rey es reconocerlos como santos y como nobles. Ni el Papa me +puede hacer a mí santa, ni el rey noble a ti, aunque a mí me canonicen y +a ti te otorguen un título de la Corona. La nobleza y la santidad son +dos cosas justamente contrarias. Los nobles fueron los más bravos; los +santos, los más tímidos. Se diferencian nobleza y santidad en que la +nobleza se transmite por herencia y la santidad no. Ya no hay más nobles +que los que vienen de nobles, ni más aristocracia que la de la sangre +vieja, porque no vivimos tiempos en que se puedan hacer nuevos nobles ni +nuevos santos; nuevos nobles, porque en nuestra sociedad no hay +ocasiones en que acreditar la bravura personal; nuevos santos, porque +todos estamos tan bien protegidos por las leyes, que ni a los más +tímidos se les pone en trance de que muestren su timidez en términos de +santidad. En estos tiempos no hay posibilidad de ejecutar actos nobles +ni actos santos; sí solamente actos provechosos, digo ganar dinero. Los +hombres ahora pueden hacerse ricos.» Había hablado la Valdedulla. +Aquellos mismos conceptos se los había oído ella infinitas veces a su +padre, don Teodosio, y a su hermano, don Deusdedit. Respondió Barquín: +«Luego debemos admitir que la aristocracia moderna es la del dinero....» +Dijo la duquesa: «Me cisco en esa aristocracia.» Así dijo. Y prosiguió: +«Toda esta aristocracia de ricos se compone de negreros, de +aprovisionadores de ejército, de prestamistas con pacto de retro, de +desamortizadores; en una palabra: ladrones. No es que me escandalice. +Ustedes me conocen y saben que nada me asusta. Reconozco que en el +principio de las casas nobles, como en el de las grandes fortunas, hay +siempre uno o varios ladrones. Sólo que aquellos ladrones obraban de +frente, a pecho descubierto, eran bravos y generosos, o, lo que es lo +mismo, nobles; y estos otros ladrones son cobardes, traicioneros, +alevosos, miserables, taimados, bellacos, amigos de la encrucijada y la +asechanza.» Como la duquesa se había acalorado, cuando calló nadie se +atrevía a hablar. Pero mi padre dijo lentamente, porque no le saliese la +frase en verso y de modo que sus palabras adquirieron un tono pedante y +aforístico: «Tiene razón mi señora la duquesa. Quienes amontonan el oro +son hombres viles. ¿Qué aconsejó Yago? Llena tu bolsa. Quienes lo +conquistan y lo reparten son hombres nobles. ¿Qué hizo Hernán Cortés? +Quemar sus naves. Quienes carecen de oro son hombres indiferentes.» La +alusión a las naves de Hernán Cortés, ni la entiendo, ni creo que mi +padre la entendiese. Ello es que las sentencias de mi padre produjeron +asombroso efecto. La duquesa sonrió complacida y los tertuliantes +mascullaron murmullos de aprobación. Terminó la reunión sin que la +señora pusiese en evidencia el don poético de mi padre. No volví a +asistir a las reuniones hasta muchos años después. Abrió mi padre, al +fin, la zapatería con gran fortuna, y nos fuimos a vivir al local del +establecimiento, de la parte del patio. Teníamos una asistenta vieja +para aviar las habitaciones, porque la duquesa, sabiendo lo enamoriscado +que era mi padre, no consintió que tomase criada, no fuese a perder la +chaveta y hacerme a mí perder la inocencia. La señora cuidaba de mí como +una madre. Me llevaba con frecuencia a comer con ella, y me daba libros +a que se los leyese. También me enseñó algo de francés. Gozaba yo +entonces de hermosa libertad. Mis mejores amigos eran Celesto y +Angustias, la hija de Belarmino. Pasábamos juntos dos o tres horas todos +los días, bajo los arcos de la plaza en tiempo lluvioso, y los días +serenos, de paseo en el parque o de excursión por las afueras, a coger +flores y nidos, cazar grillos y pescar ranas. De Belarmino ya le he +hablado. A poco de abrir mi padre la zapatería, la de Belarmino se +hundió. Un usurero apellidado Bellido se lo embargó todo, dejándole en +la calle con su mujer y su hija. Le recogieron unos frailes dominicos, +que tenían residencia en el palacio de los señores de Neira, marqueses +ya de San Madrigal, y le habilitaron en la portería del palacio un +zaquizamí, en donde trabajaba de zapatero remendón. Este Belarmino había +sido republicano frenético y orador demagógico. Después de su ruina, se +apaciguó del todo. Cuando yo iba por su cuchitril, estaba siempre con +expresión seráfica, como si soñase. No le sacaca de su placidez bendita +ni su mujer, que era un basilisco. Decíase en la ciudad que los Padres +dominicos le habían socaliñado y convertido. Socaliñado, quizá. +Convertido, quia. Lo que yo puedo garantizar es que ni entonces, ni +mucho después, cumplía con sus deberes religiosos. Si no un incrédulo, +cuando menos era un tibio. Mi padre, que jamás ha querido mal a nadie, +demostraba caprichosa inquina contra Belarmino. He aquí la razón. Mi +padre, de su estancia en Compostela, estaba acostumbrado a moverse en un +ambiente de ilustración, como decía él, o sea entre estudiantes. En +Pilares, no ya le faltaba este ambiente o relación habitual, sino que +quien lo disfrutaba era Belarmino. Este curioso individuo hablaba un +idioma indescifrable, de su propia invención, con singular facundia. Era +un fenómeno. A oírle, medio en guasa primeramente, luego empeñados en +descifrarle, acudía buen número de estudiantes, y por último de +profesores. Mi padre no podía llevar con paciencia su postergación. Se +perecía por atraer la amistad de los estudiantes y demostrarles que él, +intelectualmente, era muy superior a aquel loco. Un día que yo le menté +mis paseos con Angustias y Celesto, me prohibió que siguiese cultivando +aquella compañía; pero, como no se enteraba de nada, no le hice caso. No +hay que decir que mi padre había clasificado a Belarmino y todos los +suyos entre las personas viles. Así pasaron cerca de dos años. Un mes de +septiembre, volviendo la duquesa de la aldea, me invitó a comer. Cuál no +sería mi susto y perplejidad cuando vi que había otro invitado, nada +menos que Su Ilustrísima el señor Obispo de la diócesis. Llamábase Fray +Facundo Rodríguez Prado. Este varón solemnísimo había sido en su mocedad +pastor de vacas, al servicio del duque de Somavia. La duquesa continuaba +tratándole como criado. Los Somavia, merced a sus influencias, le habían +hecho obispo. Provenía de la Orden dominicana. Había vivido algunos años +en las islas Filipinas, y allí se había granjeado reputación de sabio +entomólogo y se le atribuía el descubrimiento de varias familias de +insectos: la _musca magallanica_, mosca como la de aquí, sólo que reside +en el archipiélago magallánico; el _draco furibundus_, especie de +mosquito de trompetilla; _formica cruenta_, hormiga que pica, y otras +bestezuelas domésticas. Los periódicos siempre le nombraban así: +«Nuestro prelado, el sabio naturalista, de fama universal, que ha +descubierto tantos insectos.» Y el diario republicano ponía +invariablemente esta glosa: «Si nuestro prelado, en lugar de descubrir +tantos insectos, hubiera descubierto un buen insecticida, se lo +agradecería más la Humanidad y la Ciencia y ostentaría una fama mejor +conquistada.» Era un cacique, tenía el cráneo como una bola, faz sombría +y concupiscencias políticas. Durante la comida, la duquesa le soltó +varias frescas y uno que otro sabroso ajo. Después de la comida, Su +Ilustrísima se fué, en apariencia emberrenchinado, y quedé cara a cara +con la duquesa, la cual, muy seria, me dijo: «Mi hermano, en su +testamento, ha dejado unos cuartejos, poca cosa, para que con ellos, +según mi arbitrio, vea yo de hacerte hombre. Después de pensarlo mucho, +he determinado que seas cura. Hoy por hoy, hijo mío, los curas son los +hombres que en España cuentan con porvenir más halagüeño, máxime si +tienen aldabas. A un gaznápiro con faldas, aunque pertenezca a la +familia más baja, se le admitirá en las mejores familias; aunque no +posea un céntimo, no le desdeñarán los más ricos; aunque sea un sandio, +le escucharán los políticos y los académicos; aunque sea más feo que +Picio, le mirarán hasta con embeleso las más hermosas mujeres. Todo +depende de que él sepa manejarse. Poco hemos de poder mi marido y yo si +no te hacemos obispo. Ya has visto este majadero de Facundo, tan obispo +como San Agustín. Y al pobre Chapaprieta no le tenemos ya de obispo, +porque a ése, tan engurruñado, soso y melifluo, nada se le puede hacer, +como no sea madre abadesa. Tú eres listo y nada gazmoño. Los hábitos no +te sentarán como un miriñaque. Cuando sea menester, sabrás remangarlos. +Además, eres honrado, veraz y tienes buen corazón, todo lo que se +necesita para ser sacerdote caritativo y digno. Confío que nunca me +motejarás, ni con el pensamiento, por haberte empujado por ese camino.» +Nunca se lo motejé, ni con el pensamiento. Ella hizo lo que en +conciencia juzgó más conveniente, lo que quizá fué más conveniente. +Entré en el Seminario, de edad de quince años. Son ya las dos de la +madrugada. Mañana continuaremos, si a usted no le hastía seguir +escuchando. + +--Lo que lamento es que no sean ahora mismo las diez de la noche del día +de mañana. + +Nos despedimos, con un apretón de manos. + + + + +CAPÍTULO V. + +EL FILÓSOFO Y EL DRAMATURGO. + + +Don Restituto y doña Basilisa, los señores de Neira, marqueses de San +Madrigal, constituían un matrimonio bien avenido y estéril. Él lucía una +nariz tumefacta, roja y compleja, de esas que con tan afectuosa minucia +gustaban de analizar los pintores flamencos. Ella conservaba +perpetuamente la expresión satisfecha, candorosa y benigna que suelen +llevar aparejada los rostros de facciones vulgares cuando el estómago +está sano y bien repleto. Era mucho más joven que el marido, +mantecosita, frescota y en sazón todavía de hacerles la boca agua a los +aficionados a manjares suculentos y a la Venus pingüe. Vestían los dos +de negro. Vivían rodeados de servidumbre, compuesta toda de varones y +vestida también de negro. Todos los criados tenían un aire común de +seminaristas famélicos o de mandaderos de monjas; actitudes humildosas, +ademanes de «todo sea por Dios», caras largas, huesudas, amarillas. +Todos, hasta el cocinero. Y eso que se les echaba de comer con largueza. + +Don Restituto y doña Basilisa, o la señora Emperatriz, como la llamaba +el Padre Alesón, el políglota, eran lo que se dice dos almas de cántaro, +incapaces de causar mal a nadie a sabiendas, ni tampoco de hacer bien a +sabiendas, por eso, porque no sabían exactamente lo que era el mal ni el +bien ajenos. El bien sumo a que ellos aspiraban era a salvar el alma; y +de una manera secundaria, cuando surgía la oportunidad, cooperaban a que +el prójimo se pusiese en vía de salvar la suya. No se conformaban, claro +está, con que todos, el prójimo y ellos, salvasen el alma de la misma +suerte, pues también en el cielo, como en este valle de lágrimas, hay +capas sociales, hay coros, dominaciones, tronos, etc., etc.; en suma, +categorías. Don Restituto se servía de una comparación. El cielo es como +un teatro. El público lo forman los bienaventurados, los que se salvan. +El protagonista es Dios. Luego, en el escenario, hay otros personajes, +comparsería, orquesta, coros; la misma Iglesia asegura que hay coros. +Pues bien: es absurdo pretender que en un teatro se acomode todo el +público en palcos y butacas. Estas localidades son para los espectadores +distinguidos, y las galerías y cazuela para la plebe. Y prueba de que la +cazuela es también paraíso la ofrecen los mismos teatros de este mundo, +en los cuales se dice indistintamente paraíso y cazuela. El purgatorio +es como el vestíbulo del celestial coliseo, lugar de los que deben +esperar con la natural impaciencia. Don Restituto no podía conformarse +con que a él y a su Basilisa les diesen una entrada general de galería +para contemplar de lejos la gran apoteosis de la eternidad, puesto que +él pagaba el billete tanto como el que más y más que casi todos. El alma +de don Restituto y de su consorte era tan simple e ilusionada, que Dios +hubiera pecado de cruel si en el momento de llevarlos de este mundo y +abrirles la puerta del cielo no hubiese ordenado a San Pedro, acomodador +en jefe, que les situase en una platea proscenio, desde donde pudieran +ver bien y que los vieran bien a ellos. + +Por lo pronto, en esta vida disfrutaba ya la piadosa y optimista pareja +de un anticipo, casi garantía, de lo que había de ser su futura posición +en el empíreo. Curas, frailes y hasta el señor obispo los visitaban, los +adulaban, los mimaban, y, en definitiva los trataban como a presuntos +bienaventurados de la clase más distinguida. Si don Restituto pretendía +títulos mundanos, no era por vanidad, sino por una especie de +sentimiento de clase, por decoro, como si dijéramos, de aquella +categoría de bienaventurados de platea y butaca a que él pertenecía, y +por justificarse, en algún modo, con los de galería y cazuela. + +Provenía don Restituto de una familia humilde de la Montaña, y en este +accidente del nacimiento fundaba su crédito a cierta nobleza titular, +pues para él todos los montañeses llevan algo de sangre hidalga. Había +ido de niño a Cuba, y allí, en treinta años de reclusión y trabajos +forzados, había amontonado un fortunón. Y, sin embargo, don Restituto +desmentía prácticamente la sentencia de la duquesa de Somavia, que todo +rico es un ladrón. Don Restituto jamás había robado; o si había robado, +robó sin enterarse, que para el caso es lo mismo. Había llevado en Cuba +una vida de monje sobrio y asiduo, sin contaminarse con la corrupción +general de aquella isla verdiaurina y voluptuosa; o, como él decía, +pregonando ingenuamente su austeridad: «no he conocido mulata, ni menos +negra». De las blancas no hablaba. + +Y así vegetaba ahora, a la vera de doña Basilisa, siempre unidos, +transmitiéndose templadas corrientes de mutuo afecto conyugal, pensando +en salvar el alma, y no descuidando ayudar a salvar otras. + +--Padre Alesón--dijo don Restituto--, ese Belarmino me trae... nos trae +muy preocupados. ¿Verdad, Basilisa? No oye misa, y eso que ningún +trabajo le costaba, puesto que podría oírla sin salir de casa. ¿No será +un hipócrita? ¿No continuará tan apóstata como antes? ¿Salvará su alma? + +--Mi señora Emperatriz y mi señor don Restituto--respondió el Padre +Alesón--, ¿les merece confianza mi dictamen? ¿Sí? Pues helo aquí, por lo +sucinto: Belarmino es un cuitado; Belarmino carece de alma racional. + +--¿Quiere usted decir que es una bestia, un hombre peligroso?--preguntó +don Restituto, alarmado. + +--Más bien un niño. Posee, evidentemente, un alma racional, como +criatura humana que es; pero es un alma racional que no es racional. ¿He +desnudado mi pensamiento? Su alma se halla todavía en el período +infantil, o de idiotez, si ustedes quieren. No piensa, no discurre, sino +de una manera torpe y rudimentaria. Como está bautizado, cuando muera se +salvará. Si no estuviese bautizado, iría al limbo de los niños. Este es +mi dictamen, meditado con mucha gravedad e ilustrado con el parecer de +autorizados teólogos. Belarmino es un idiota de nacimiento y no ha +podido pecar nunca. Belarmino, cuando andaba suelto, era un hombre de +cuidado, porque de cuando en vez le atacaban ramalazos de locura, y la +locura es contagiosa, sobre todo la locura impía, que es la que a él le +aquejaba. La de Belarmino, como ustedes no ignoran, era de frenético +arrebato, se propagaba como fuego, causaba escándalo a los corazones +sensibles, inducía al desprecio de las cosas santas y amenazaba provocar +mayores daños. Este frenesí ya se le pasó, gracias a la caridad de +ustedes. ¿Qué más podemos desear? El Belarmino terrible ha dejado de +existir. Queda el otro Belarmino: el dulce, el idiota, el maniático. +¿Que no va a misa? ¿Qué falta hacen los niños en misa? + +--¿Y no teme usted, Padre Alesón, que le vuelvan los ramalazos? + +--Él ahora dice que es un filósofo; sea. Un filósofo no estorba, ni +molesta, ni perjudica, siempre que no se le tome en serio. Sobre todo, a +los filósofos atarlos con longanizas. Mientras Belarmino continúe +recogido en esta mansión hospitalaria; mientras nada le falte pare +cubrir sus necesidades; mientras no se le estorbe en su manía de leer +lo que no entiende y de comunicarse con algunas personas, aliviando por +eliminación el peso de los disparates que se le acumulan en la cabeza; +mientras dure esta situación presente, todo irá a pedir de boca. + +--¡Oh, qué sabio es usted, Padre Alesón, y cómo se me aclaran las cosas +más turbias oyéndole! Veo a Belarmino leyendo librotes y escribajeando +papelorios lo más del día, y creía que esto no podía por menos de +martirizarle los sesos y volverle más loco de lo que está. Yo juzgaba +por mí, que no leo más que el libro de misa. Pues no puedo leerlo sin +que se me levante dolor de ojos y de cabeza. ¡Dios me perdone! Y cuanta +más atención pongo, peor. Pero acaba usted de decirnos que a Belarmino +no le perjudica tanta lectura porque es de libros que no entiende. +¡Quién lo dijera! Lo natural parece lo contrario. Pues, ve ahí; tiene +usted razón. Ahora caigo en la cuenta que cuando leo las oraciones en +latín, que no entiendo jota, no me duelen los ojos ni la cabeza.--Así +habló doña Basilisa. Añadió:--¿Y la otra, la Juana, su mujer? Me parecía +algo, vaya, algo así... una tarasca. + +--Tarasquísima--afirmó el dominico--; pero está totalmente domesticada. +Su domestidad, y más todavía su ausencia, contribuyen no poco, en mi +sentir, a que Belarmino viva en paz octaviana. + +La Juana, por orden nuestra, no aparece por el zaquizamí de la +portería; se está en la habitación que les dieron ustedes de vivienda, y +cuando no, de paseo por la calle o de novena en alguna iglesia. La hija, +Angustias, ésa sí hace compañía frecuente a su padre, como ustedes +habrán visto. Es decir.... Voy a revelarles un secreto: Belarmino no es +padre legítimo de Angustias.... + +--¿Cómo?--interrogaron a la par don Restituto y doña Basilisa, un poco +escandalizados. Prosiguió solo don Restituto--: ¿hija espúrea acaso? ¿De +él o de ella? De manera que... ¿nos la han estado pegando? + +--Calma, señores míos. No hay novela y sí hay novela. La niña es hija +legítima de una hermana de Belarmino, mujer infeliz, viuda de recién +casada, que murió de sobreparto, dejando ese recuerdo vivo, esa niña. +Belarmino se hizo cargo de ella y la crió con biberón. Por eso él dice, +y es de las ocasiones contadas en que habla lengua inteligible, que la +ama más que como padre: como padre y como madre juntamente. Respondo que +eso es verdad: la quiere con delirio. + +--Y eso que es idiota...--dijo doña Basilisa. + +--Sí, señora; lo cual demuestra que Dios hizo a los hombres naturalmente +buenos, y que todos los delitos de la voluntad y fealdades de la +conducta son instigados por la inteligencia rebelde y la razón soberbia. +Por eso, en la doctrina cristiana se nos advierte que los pobres de +espíritu verán a Dios. + +Lo verán desde la cazuela, y sin sacarle punta a la función, pensó don +Restituto. + +El Padre Alesón proseguía: + +--Esa paternidad putativa y seudomaternidad de Belarmino ocurrió un año +antes de casarse con la Juana. La Juana, por el momento, no soltó +prenda; pero ya casada, y así que sacó el genio, declaró que no se +dejaba engañar por Belarmino, y que Angustias era una hija de tapadillo. +No hay manera de convencerla de su error. Digo error, porque yo hube de +comprobar la certidumbre de la historia que antes referí; hay testigos +fidedignos que la acreditan. Pero la Juana es obstinada y de cortas +entendederas. Y vamos al grano. El furor de Juana contra Belarmino, +siempre que se irritaba, y el motivo que la hacía irritarse tan a +menudo, derivábanse de la existencia de esa niña. Que la Juana no ve con +buenos ojos a la muchacha, se cae de su peso. Si los señores, tan +generosos siempre, decidiesen darle educación, enviarla a un colegio y +hacer ver a Juana que se interesan por la niña, no sería extraño que +esta mujer, en parte por egoísmo, en parte por vanagloria, cambiase de +sentimientos y concluyese muy pronto por alardear de tener una hija que +va para señorita. + +--Así se hará--se apresuraron a decir, a una, marido y mujer. Prosiguió +solo don Restituto--: Es usted un pozo de ciencia y un santo varón. + +--¿Y le sigue armando caramillos la Juana a Belarmino?--inquirió doña +Basilisa. + +--Ya no. La procesión andará por dentro; se repudrirá, dejará escapar +una que otra pulla; pero, en general, se comprime. + +--Eso será catequización de usted, padre Alesón--dijo doña Basilisa, con +enérgica persuasión--. Le ha enseñado usted la práctica de la paciencia, +esa virtud tan necesaria para salvarse. + +--Mi señora Emperatriz--replicó el enorme dominico--, yo no enseño nada +a nadie, ni siquiera idiomas, que es de lo único de que se me alcanza un +poquito. La paciencia, y otra porción de virtudes, son necesarias para +salvarse; no sabría decir cuál más y cuál menos. Pero si la Juana se ha +orientado por el camino de perfección, y comienza a ejercitarse en la +paciencia y otras virtudes, débese, ante todo, a una circunstancia en +apariencia insignificante y en rigor importantísima, la cual ustedes han +procurado, que no yo. Para salvar el alma, lo más esencial es tener la +mesa puesta a hora fija. Nosotros, los religiosos, lo sabemos bien; como +que la idea de las órdenes religiosas es ésa precisamente. Hacemos voto +de pobreza; es decir, nos libertamos, ya para siempre de la preocupación +económica, y nos consagramos a la contemplación, a la predicación, a la +caridad, ora pasiva, ora activa, mendigando y dando ocasión a los demás +para que se muestren caritativos, como hace la Orden franciscana, o bien +socorriendo y mostrándonos nosotros mismos caritativos, al estudio, a la +enseñanza, a la misión apostólica y conversión de gentiles, a un sinfín +de obras largas y duras, egoístas y a la par desinteresadas, que nos +absorben de la mañana a la noche, gracias a que estamos seguros de que +tenemos siempre una cama, aunque dura, so un techo, y la mesa, aunque +sobria, aparejada a hora fija. Yo hice voto de pobreza y profesé en la +santa Orden dominicana. Pues vean ustedes lo que son las cosas; en el +acto mismo de adoptar la pobreza, me encontré con que poseía más riqueza +que los más opulentos ricachos y potentados de la tierra. Dondequiera +que voy, no digo ya por las ciudades de estos reinos, sino a otras +naciones, pues que he viajado largas tierras, Inglaterra, Rusia, +Francia, Alemania, Italia... y no digo ya estas naciones europeas, sino +otros continentes, África, Asia, América, Australia, dondequiera que voy +tengo una casa mía, ¡y qué casas!, mayores que un palacio, y mesa +puesta, y lecho apercibido, y jamás me falta dinero para ir hasta el fin +del mundo. Díganme ustedes si no es idea ingeniosa la de instituir la +pobreza como norma de vida.... Un rey de Francia quería que todos sus +vasallos pusiesen a diario gallina en la olla, porque de esta suerte +serían felices y no se verían en tentación de cometer delitos contra el +Estado. Yo quisiera que todos los hombres de toda la tierra tuviesen +mesa abundante a hora fija, porque así se suprimirían casi en absoluto +las tentaciones de renegar de Dios. ¡Oh, qué bien estaríamos si, por +último, la humanidad se desembarazase de la preocupación del pan de cada +día y las naciones se organizasen al modo de grandes monasterios, en +donde no hubiera pobres y ricos, y a nadie le sobrase ni a nadie le +faltase la casa y la mesa, y la obediencia fuese una blanda ligadura +que a nadie impidiese dedicarse con alma y vida a aquello para que Dios +le dió vocación.... ¡Con qué devoción, con qué unción, con qué +sinceridad se rezaría entonces el Padrenuestro! Entretanto llega eso, +que dudo que llegue, ¡benditos sean los ricos, como ustedes, que +administran en beneficio de los pobres la riqueza, como si no les +perteneciese, ya que sólo a Dios pertenece! + +El padre Alesón emitió un suspiro que, a causa de lo aflautado de la +voz, parecía más de monja que de fraile. Continuó en diapasón agudo: + +--Amados y respetables señores míos: No sé si les habré chocado, a causa +de mi franqueza, o si les habré aburrido con tan larga plática. A fuer +de riojano, hablo en plata; y como fraile, debo hablar en tono grave, a +pesar de mi voz de tiple. Quedamos, pues, en que la Juana y la niña van +muy bien, aunque pudieran ir mejor; y Belarmino no puede ir mejor, +aunque no oiga misa. + +Y el voluminoso fraile se levantó de un asiento que antes se creyera que +era un butacón, ya que el Padre lo llenaba de brazo a brazo; pero, así +que se hubo levantado, resultó ser un sofá, y no de los pequeños. + +Belarmino no podía ir mejor. Tenía mesa puesta a hora fija, cama limpia +en sitio fijo también, y la seguridad de que ni la una ni la otra +sufrirían zarandeo o zozobrarían, según el vaivén de los negocios. Ya no +le aquejaba a Belarmino la congoja del mañana. Trabajaba lo que quería y +cuando quería, más por cumplir con los señores de Neira y con los +frailes que por necesidad de ganárselo o por ambición de añadir algún +dinerillo para antojos. Sus únicos antojos eran los de su hija, y a +éstos solían acudir con mano longánime los señores. Al pasar de zapatero +con tienda puesta a zapatero de portal, era para él como si después de +un largo viaje por mar, y tras inquietudes, amenazas y agonías, llegase +a puerto, y, ya desembarcado del grande y temeroso navío, hubiera ido a +cobijarse definitivamente en una de esas lanchitas que, asentadas quilla +arriba sobre la playa, sirven de vivienda a los marineros retirados. +Belarmino continuaba siendo zapatero; su nuevo cuchitril continuaba +siendo zapatería; no de otra suerte que la lancha quilla arriba sobre la +playa continúa siendo una embarcación. Lo de ahora era como lo de antes; +pero al revés. ¡Con qué fruición beatífica, acogido ya a seguro, +contemplaba Belarmino el airado mar del mundo! Ahora Belarmino reposaba. +Apolonio comenzaba a engolfarse en el negro ponto de las empresas +mercantiles. Cierto que iba viento en popa; pero Belarmino, viendo +navegar la nave de su afortunado rival, pensaba, con sentimiento +lastimoso: «¿Cuánto durará la bonanza? Un guiño de ojos. Te embestirán +las tormentas. Te veré vacilar y bailar sobre las olas, como un cojo sin +muletas. Te hundirás, sin que te sirvan de nada tu pie ario y tu pie +semita. ¡Ay de ti si entonces no sabes ser filósofo!» Contribuía en +medida considerable a la serenidad presente de Belarmino haberse +libertado, en el transbordo, de no floja impedimenta. Xuantipa ya no le +pesaba a todas horas del día; habían cesado las visitas cotidianas del +usurero Bellido y de Felicita la solterona. El rubicundo y jovial +Colignon perseveraba fiel en el afecto a Belarmino, y el zapatero le +correspondía cordialmente. + +El menaje profesional de Belarmino se reducía a los más indispensables +utensilios de zapatería, de los cuales don Restituto le había hecho +graciosa donación: unas pinzas, un rebote de correderas, una gubia, un +desborrador americano, un rodillo de picar, un sacabocados, varias +leznas y un torno de montar con horma de hierro. El torno era remedo y +trasunto fiel de un caballejo; recordaba a Clavileño, si bien de +correspondencia equina más semejante que la volátil cabalgadura del +manchego. El tronco era realmente un tronco, un leño robusto, asentado +sobre cuatro patas, más ancho por la grupa que por los pechos, y sobre +ellos se levantaba una tabla ancha y delgada, a manera de cuello, en +donde encajaba, con juego articulado y la planta hacia arriba, una horma +de hierro, que vista de perfil era enteramente una cabeza de caballo. +Montado sobre este diminuto caballete, Belarmino se pasaba la vida. +Primeramente, de recién instalado en su cuchitril, hacía alguno que +otro par de borceguíes para los criados de la casa y para los frailes. +Luego fué abandonando poco a poco este linaje de trabajo y se dedicó a +composturas. Un día se dijo: «Ya soy remendón de portal», y se le llenó +el alma de gozo, como si hubiera conseguido al fin una posición firme, +largo tiempo anhelada. Trabajaba con intervalos: los ratos de trabajo, +cada vez más leves, y los intervalos, cada vez más largos. En estos +intervalos leía, apoyando el libro sobre la horma de hierro, y tomaba +notas en el cuadernito de hule. Su lectura favorita era el diccionario +de la lengua. En ocasiones meditaba, ajenado de la realidad externa, +siguiendo con los ojos formas sólo visibles para él, que cruzaban por el +aire. Leía a su modo, conforme a un método original. El diccionario, en +su opinión, era epítome del universo, prontuario sucinto de todas las +cosas terrenales y celestiales, clave con que descifrar los más +insospechados enigmas. La cuestión era penetrar esa clave secreta, +desarrollar ese prontuario, abarcar de una ojeada ese epítome. En el +diccionario está todo, porque están todas las palabras; luego están +todas las cosas, porque la cosa y la palabra es uno mismo; nacen las +cosas cuando nacen las palabras; sin palabras no hay cosas, o si las +hay, es como si no las hubiese, porque la cosa no existe por sí ni para +otras cosas--por ejemplo, una mesa no sabe que existe, ni la mesa existe +para una silla, porque la silla no sabe de la existencia de la mesa--, +sino que existe solamente para un _Inteleto_ que la conoce, y en cuanto +que la conoce, le da un nombre, le pone una palabra. Conocer es crear, y +crear conocer. Todo lo anterior es un fragmento de las especulaciones +belarminianas. ¡Lo que hace la prolongada actitud sedentaria y el ocio +discursivo!... Los filósofos son hombres en cuclillas, incluso el +peripato, que, si explicaba paseando, encuclillado edificó su sistema. +Prosigue. Dedúcese que si el diccionario es todo aquello que hemos +dicho, diccionario vale tanto como cosmos. Belarmino, en virtud de la +reciprocidad de entrambos vocablos, y para evitar confusiones, había +fijado a la inversa, para su uso, el empleo y significación de cada uno +de ellos, y cuando decía el cosmos, quería decir el diccionario, y +cuando decía el diccionario, quería dar a entender el universo. Si le +pedía a Angustias que le diese el cosmos, la niña, por experiencia, ya +sabía que le tenía que entregar aquel libraco, el cual, para ella, era +tan lógico que se llamase cosmos como que se llamase diccionario. +Pero--prosigue la especulación belarminiana--así como la mayoría de los +hombres viven en el diccionario,--es decir, en el mundo--, sin enterarse +de que viven, así también consultan y leen el cosmos--es decir, el +diccionario--, sin enterarse de lo que leen. Vivir es conocer, y conocer +es crear, dar un nombre. Cuando un hombre llama árbol a un árbol porque +le ha oído llamar así, ese hombre no conoce el árbol ni sabe lo que +dice; si conociese al árbol, lo hubiera creado él mismo, le hubiera +dado un nuevo nombre. Y ahora viene lo más sutil de la especulación +belarminiana. En el cosmos--es decir, en el diccionario--están los +nombres de todas las cosas, pero están mal aplicados, porque están +aplicados según costumbre mecánica y en forma que, lejos de provocar un +acto de conocimiento y de creación, favorecen la rutina, la ignorancia, +la estupidez, la charlatanería gárrula y el discurso vulgar, vacío y +memorista. Están los nombres en el cosmos--es decir, en el +diccionario--como aves en jaula, o como vivos narcotizados y escondidos +en sepulcros con siete sellos. Belarmino hallaba una manera de placer +místico, un a modo de comunicación directa con lo absoluto e íntima +percepción de la esencia de las cosas cuando rompía los sellos +sepulcrales para que se alzasen los vivos enterrados, y abría las jaulas +para que las aves saliesen volando. Leía las palabras del cosmos--es +decir, del diccionario--, evitando, con el mayor escrúpulo, que rozasen +sus ojos la definición de que iban acompañadas. Leía una; en rigor, no +es que la leyese; la veía, materialmente, escapándose de los pajizos +folios, caminar sobre el pavimento, o volar en el aire, o diluirse +nebulosamente en el techo. Unas veces eran seres; otras eran cosas; +otras, conceptos e ideas; otras sensaciones de los sentidos; otras, +delicadas emociones. Tal vez se producían resultados que, para un +espíritu superficial, pudieran parecer cómicos; pero, en el fondo, todo +era muy serio. _Camello_, decía el cosmos--es decir, el diccionario--; +y Belarmino veía, en efecto, brotar de la página el dicho cuadrúpedo +rumiante, aunque muy mermado de proporciones, y salir andando +despaciosamente por el piso; pero a los pocos pasos, el perfil de la +bestia, ya de suyo sinuoso, se deformaba más todavía, evolucionaba, se +transformaba; el animal se ponía en dos pies, aparecía vestido con +uniforme; la cabeza, sin perder la expresión primitiva, tomaba rasgos +humanos; las jorobas se convertían en alforjas, que colgaban al pecho y +espalda, y de una de las bolsas salía un gran cartapacio. Belarmino +acababa de comprender un ser del diccionario--es decir, del mundo +sensible--, y, por conocerlo, había creado una nueva palabra. Camello, +de allí en adelante, significaría para él, ministro de la Corona. +Dromedario significaba sacerdote o ministro del Señor, después de un +proceso evolutivo semejante. No se crea que en el léxico belarminiano +las voces dromedario y camello entrañaban intención contumeliosa o +despectiva; antes al contrario, implicaban admirativa comprensión. +Aludían al desierto de indiferencia en que se mueven así el gobernante +como el sacerdote, a la sobriedad que practican o deben practicar, a la +pesada carga que conducen a hombros, y, finalmente, la joroba +simbolizaba la responsabilidad que llevan adherida a la propia espina +dorsal, y que en el gobernante es doble, para con Dios y para con los +hombres, y en el sacerdote sencilla, sólo para con Dios. Y de aquí, +joroba = responsabilidad; un nuevo acto de creación en el cosmos--es +decir, en el diccionario--de Belarmino. Otras palabras le producían +únicamente sensación de cualidades físicas. Pero las palabras que con +mayor ansiedad perseguía, las que le transían de entusiasmo en +comprendiéndolas y creándolas, eran aquellas que a él se le antojaban +términos filosóficos y que, por ende, expresaban un concepto inmaterial: +_metempsícosis, escolástico, escorbútico_, etc., etc. Después de una +revelación no poco difícil de interpretar, Belarmino había definido así +aquellos tres términos: _metempsícosis_ es lo mismo que intríngulis +indescifrable, lo incognoscible, _das ding an sich_ de Kant, y viene de +psicosis, o sea intríngulis, y mete, introduce, esconde; meter +intríngulis en las apariencias sencillas. _Escolástico_ es el que sigue +irracionalmente opiniones ajenas, como la cola de los irracionales sigue +al cuerpo. _Escorbútico_ vale tanto como pesimismo, y viene de cuervo, +pájaro sombrío y de mal agüero. ¡Era mucho hombre aquel Belarmino! + +El cuchitril en donde Belarmino filosofaba y remendaba zapatos estaba +bastante por debajo del nivel de la calle. Se descendía desde el portal +por unos escalones de piedra. Las paredes, encaladas, con caprichosos +arabescos verdinosos, de la humedad. Recibía la luz por un ventano +apaisado, con barrotes de hierro, que por la parte de dentro lindaba +con el cielo raso y por fuera arrancaba a ras de la calzada; por allí se +metía un raudal compacto de claridad cenizosa, como en los cuadros que +representan apariciones, y se derramaba, a modo de bautismo, sobre el +costado izquierdo de Belarmino. A través del ventano se veían pasar las +piernas de los transeuntes, de rodilla abajo, haciendo un ruido +acompasado sobre las losas. Belarmino pensaba hallarse providencialmente +metido en la entraña de la tierra, colocado en la raíz y cimiento de las +cosas, y que para conocer a los hombres lo mejor era verles nada más que +los pies, que son la base y fundamento de las personas. Pero, hundido en +aquella penumbrosa covacha, oficina en donde se destilaban y +clarificaban los enigmas del pensamiento y de la existencia, de continuo +a horcajadas sobre su torno de montar, que era Clavileño y era Pegaso, +Belarmino se eximía de la gravitación y esclavitud de la materia, volaba +libremente por los espacios fantásticos, se cernía en las esferas +uranias, contemplaba el diccionario--es decir, el mundo--desde +perspectivas tan remotas, que acaso se mareaba y se le ponía la carne de +gallina. Como Belarmino, aunque el Padre Alesón le reputase insensato, +era un hombre muy sensato, se dió cuenta del daño irreparable que le +amenazaba, y era, elevarse tanto, que un día se extraviase más allá de +las nubes y no pudiera volver al comercio y relación con los demás +hombres. Cada vez que se despojaba de una palabra muerta y creaba una +palabra viva, era como si arrojase lastre por la borda y adquiriese +nueva cantidad de fuerza ascendente. «Puede llegar un momento en que no +pueda hablar con mi hija, porque no la entienda ni me entienda y hasta +me tome por loco», y el corazón se le quedaba en suspenso. ¿Qué hacer? +Al punto dió con la solución. Debía conservar el lastre, bien que +procurase seguir aumentando la energía ascendente; debía esforzarse, +costase lo que costase, en no ir olvidando el idioma vulgar, a fin de +usar de él con su hija y con alguna otra persona de su afecto, si fuese +menester. Pero ¿cómo evitaría olvidarlo, si estaba a solas casi siempre? +El Inteleto le cuchicheó algo dentro del cráneo, y Belarmino salió a la +calle, fué andando hasta la aldea, y en el primer caserío encargó que le +buscasen una urraca y se la llevasen al cuchitril. Había oído que a las +urracas, con paciencia y buen vino, se les enseña a hablar. Hubiera +preferido un loro, pero no tenía dinero y dudaba que se encontrasen en +el mercado. Llegó pocos días después el aldeano con la urraca, blanca y +negra como los Padres dominicos. «Ahora, a enseñarle el idioma más +vulgar posible», se dijo Belarmino, no sin cierto desconsuelo y +perplejidad, porque no se le ocurrían vulgaridades ni le tentaba +ingeniarse en inventarlas. Mirando melancólicamente a la urraca y su +lustroso plumaje dominicano, por asociación de imágenes se le ocurrió +que el Padre Alesón podía sacarle del apuro, y fué a pedirle que le +prestase un libro de poesías y algún discurso. Belarmino consideraba la +poesía y la oratoria como las formas más vulgares de dicción. El +dominico le prestó un tomo de Selgas y un folleto con discursos de don +Alejandro Pidal y Mon. Belarmino cortó al pájaro las guías de las alas y +lo metió en el fondo de un barril oscuro. Allí le daba sopas en vino +blanco fuerte, e inclinándose sobre el tonel le leía, separando bien las +palabras, versos de Selgas y párrafos de Pidal. Como cierta vez leyese +esta frase de Pidal: «Jáctome de ser escolástico», Belarmino se dijo: +«Te lo había olido; también Bellido se jactará de ser escorbútico....» +La urraca no aprendía a hablar, pero Belarmino no se impacientaba, y +resistía resignado aquel baño abundante de vulgaridad, más por su +conveniencia y para no soltar las amarras con el mundo, que por interés +didáctico hacia el avechucho. El señor Colignon echó de ver, aunque +ignorase la causa, que Belarmino le hablaba más en cristiano, y así se +lo declaró una tarde. Belarmino, esmerándose en expresarse en romance +paladino, lo cual le ocasionaba más engorro todavía que a Apolonio +expresarse en prosa, le respondió: + +--Por muchas intenciones--intenciones = razones--. Primera: porque le +quiero a usted. Le quiero a usted porque usted me quiere. Segunda.... No +sé como decírselo para no ser macilento y evitarle pesos +desagradables.--Macilento = violento, cruel; peso = sentimiento. +Belarmino hizo una pausa, a la rebusca de locuciones explícitas y +amables.--Usted es la materia; yo soy el espíritu. Usted se alegra con +las cosas; yo, alejándome de las cosas. Usted es el sí, y yo el no. O, +si usted quiere, usted es el no y yo el sí. ¿Soy yo superior a usted? +Nada de eso. Ni el sí es superior al no, ni el no es superior al sí; +pero el sí y el no son superiores al qué sé yo. Comprendo que usted es +tan filósofo como yo, aunque de una manera beligerante.--Beligerante = +contrario, opuesto.--En cambio, la mayoría de los otros hombres no son +el sí y el no, sino el qué sé yo; que no saben, ni sienten, ni viven, ni +importan. ¿Qué tengo yo con ellos? ¿Por qué he de hablar el idioma de +ellos? Usted es otra cosa. Yo desearía que usted entendiera mi idioma. +Pero, como usted es filósofo beligerante, y yo le quiero, y además me +instruyo con usted y me sirve de piedra de toque, porque es usted el no +de mi sí, o el sí de mi no, y los dos nos completamos, pues por eso me +afano en hablar para que usted me entienda. + +--_Épatant, épatant_, mi querido Belarmino--replicó el confitero con +regocijado pasmo--. Te entiendo. Yo soy un epicúreo y tú un estoico, ¿no +es esto? + +Belarmino aprisionó en la despensa de la memoria las dos palabras: +epicúreo y estoico, a fin de transmutarlas más tarde por la alquimia de +la especulación y hallarles su verdadero sentido. + +Un día se presentó en el cuchitril de Belarmino Froilán Escobar, alias +el Estudiantón y también Aligator, a que le pusiese palas y medias +suelas a un par de botas, que para llegar a ser un verdadero par de +botas no necesitaban, además de las palas y de las medias suelas, sino +refuerzo en el contrafuerte, unos trozos de la caña y unos cuantos +botones. Justamente, la única afición de Belarmino al arte zapateril +consistía en restaurar calzado viejo, cuanto más viejo mejor, y con unos +miserables despojos crear un par flamante. Era una afición pareja a su +vocación filosófica. Y así, acogió aquellas valetudinarias botas del +Estudiantón o Aligator con marcada reverencia y afectuosidad. + +Los apodos son, cuándo biografía sucinta, cuándo retrato en miniatura. +Los dos apodos de Froilán Escobar le historiaban y le retrataban. +Llevaba ya veinte años de estudiante en la Universidad, y no porque +fuese inepto para aprobar los cursos, pues era de notable despejo +natural. Decía: «El hombre que quiere conocer la vida es estudiante +hasta que se muere. Nada hay tan repugnante como la ciencia que se +adquiere para obtener un título académico y ganarse un sueldo con él. No +hay más ciencia que la ciencia desinteresada, la ciencia por la ciencia, +el amor al saber, el saber que nunca se sabe bastante para cobrar dinero +por enseñar lo poco que se sabe.» Y otra porción de máximas al mismo +tenor. Como no quería comprar ciencia, no se matriculaba, y asistía por +libre a las clases de diversas Facultades. De aquí que le apodasen el +Estudiantón. Vivía con extremada pobreza y vestía desastradamente; un +sombrerete, con dos dedos de enjundia; un gabancillo de color café con +leche, que había estrenado al venir a la Universidad y que llevaba con +el cuello subido, por disimular la ausencia de camisa; pantalones con +flecos, y botas como las consabidas. Se asemejaba a los muertos por el +color, como aconsejó el oráculo a Zenón, el filósofo, lo cual, bien +entendido, quiere decir que de tanto estudiar en los libros había tomado +la palidez de ellos. Era capaz de permanecer en un quietismo casi +sobrehumano. Durante las horas de clase conservaba a veces la misma +postura reservada y atenta, sin mover un músculo, sin pestañear, +empañados los ojos por una telilla opaca al modo del segundo párpado de +los lagartos. Y de aquí que le apodasen Aligator. Otras veces le +acometían inquietudes convulsivas de sabandija y retorcimientos de +sibila, según la materia y el modo de explicarla el catedrático, y en +tales casos tomaba notas taquigráficas, agitando fieramente el pupitre. +Los estudiantes le estimaban, le respetaban y se aleccionaban con él. +Era como el espíritu familiar de la Universidad, la Palas Atenea de +aquel amurallado recinto del saber; una Palas Atenea vestida de máscara. +También la ciencia oficial del establecimiento se envestía, con harta +frecuencia, disfraces de mamarracho. + +No pudo presentarse el Estudiantón a Belarmino con carta de +recomendación más eficaz ni credencial más honrosa que aquel mal llamado +par de botas, pues en rigor era un cuarto o un octavo de unas botas. +Sustentaba Belarmino amorosamente en sus manos los tales residuos, que +para él eran gérmenes o embriones de un flamante porvenir, y miraba al +Aligator con tierno interés, cuando de pronto uno y otro notaron que les +faltaba unos cuatro metros cúbicos de aire respirable, que era poco +menos de lo que contenía el cuchitril; había entrado el Padre Alesón, +desalojando el volumen de aire correspondiente a su volumen de carne y +hueso. + +--Buenas tardes, Belarmino--habló el dominicano, modulando las notas más +nítidas y cariciosas de su flautín laríngeo--. Entraba y salía. Entraba +en tu aposento y salía de mi residencia. Salía de mi distracción y +entraba en mi acuerdo.--El Padre Alesón hablaba ahora en este estilo +conceptuoso y envuelto, para dar por el gusto a Belarmino y granjearse +su afecto.--Quiero decir, en lenguaje vulgar, que al salir a la calle +recordé que don Telesforo Rodríguez, el profesor del Seminario, me ha +pedido un libro que hace tiempo te presté: _Nicolai Garciae; tractatus +de beneficiis_. ¿Lo has leído ya? ¿Puedo llevármelo? Porque si no lo has +leído todavía, no me lo llevo. Tú has de sacar más provecho que don +Telesforo, seguramente. + +Belarmino descabalgó su Clavileño y entregó al Padre Alesón un gran +volumen, en cuarto mayor, aforrado en pergamino. + +--Ya lo he leído. Me ha sido muy instrumental. + +--Vaya, me alegro. Hola, hola--exclamó el dominico, volviéndose hacia el +barril en cuyo fondo rebullía y graznaba la urraca--. Ya me ha referido +Angustias.... De suerte que, ¿los versos de Selgas y los discursos de +Pidal que te has llevado era para enseñárselos de memoria a esta parlera +avecilla? ¿Y qué? ¿Va aprediendo algo? + +Belarmino respondió que había adquirido la picaza para enseñarle a que +hablase del único modo que lo entienden el común de los hombres. Pero +como Belarmino, para responder esto, no empleó el idioma que entienden +el común de los hombres, el Padre Alesón le rogó que se explicase. Así +lo hizo Belarmino. El padre Alesón creyó entonces entender. + +--Ya, ya...--dijo el dominico, sonriendo con guasa--. Has buscado en +esta urraca a Diógenes; has creado tu Diógenes, el cínico, el que +hablaba con claridad odiosa, y para que nada falte, le has encerrado en +su tonel. Y tú, ¿qué eres: socrático, platónico, peripatético, sofista? + +--Estoico--respondió con maravillosa dignidad y orgullo Belarmino, a +quien repentinamente se le había revelado el sentido de aquella palabra, +oída de labios del señor Colignon. + +El Padre Alesón se quedó frío. Pensó: «A ver si este pobre hombre posee +más sindéresis de lo que yo sospechaba.» Se despidió. + +--Ea, Belarmino; contra mi gusto, tengo que abandonar tu compañía. Tal +es mi misión: andar, andar de un lado a otro, con una grave +responsabilidad sobre los hombros. + +Ya volvía la espalda el fraile, cuando Belarmino murmuró: + +--Naturalmente, como usted es un dromedario.... + +El Padre Alesón se volvió de cara, la expresión en entredicho. + +--Hombre, hombre...--tartamudeó, con voz deficiente--. Eso es ofender. + +Pensaba el dominico que acaso Belarmino estaba resentido con él, porque +antes le había hablado irónicamente. + +--He querido decir que usted es un sacerdote--replicó el zapatero. + +--Pues, peor que peor. Mientras me llamabas dromedario, a mí, en +persona, podía pasar. Creí que aludías a mi tamaño. Pero ahora resulta +que soy dromedario por ser sacerdote.... La verdad; eso, Belarmino, es +una grosería, impropia de ti. + +Belarmino hizo un gesto conmiserado, resignado, como diciendo: tendré +que metérselo en la boca con cuchara. Y explicó la ya conocida alegoría +del dromedario y el camello, dejando boquiabierto al fraile. Concluyó +Belarmino, ya en su jerga privativa. + +--Yo acaricio a los camellos y a los dromedarios, pero no los beso. +Riego el tetraedro; encarcelo y parafraseo el tetraedro; pero permanezco +indumentario y analfabético al tetraedro. Mi horario es el espasmódico +de la intuición recreada. + +Salió el dominico lleno de perplejidad y de preocupación. Froilán +Escobar, el Aligator, no se había movido durante la anterior escena. +Creía estar soñando. «¿Es realidad? ¿Es ilusión?»--decía para sí--. «Si +no fuera por el testimonio irrecusable de ese par de botas, tan mías y +tan ajenas a mí como las excrecencias callosas de mis pies; si no fuera +por ese hecho flagrante que me pone en contacto con la realidad +objetiva, creería que lo visto y oído eran entelequias de mi razón +adormecida y ofuscada. Y esto sucede a doscientos pasos de la +Universidad.... Y yo llevo veinte años en la Universidad sin haberme +enterado.... Este hombre desconcertante e inaudito, ¿es un humorista? +¿Es un genio lóbrego, en bruto, como la piedra diamante escondida en el +seno de la tierra? ¿Es un loco?» Y el buen Estudiantón se hacía un lío. + +--¿Le enojaré, señor Belarmino--dijo al despedirse--si vengo por las +tardes, de vez en cuando, a conversar un rato con usted? + +--Tendré un gran espasmódico--respondió Belarmino, impasible. + +Escobar no sabía qué decidir. Aquel gran espasmódico que Belarmino iba a +tener, caso que Escobar viniese de visita, ¿en qué consistiría? ¿Le +recibiría bien, o le despediría con cajas destempladas? Volvió a probar. +Belarmino le acogió con inequívoco contento y le obsequió con una larga +e incomprensible disertación sobre el _tole tole_ y el _tas, tas, tas_. +El Estudiantón le escuchaba fascinado, sin sacar nada en limpio, pero +con la esperanza cierta de llegar a dominar algún día el tecnicismo de +aquel moderno filósofo de portal, o estoico, como él decía, sin saber +que en Grecia tanto valía estoico como filósofo de portal. + +Escobar continuó asistiendo al portal de Belarmino y tomaba notas de lo +que oía. Como quiera que el Estudiantón había, afortunadamente, +comenzado por oír explicar a Belarmino la sinonimia de camello y +dromedario, no le cabía duda que cada una de las voces usadas por el +zapatero encerraba una representación fija; que las voces se sucedían +las unas a las otras con ilación gramatical y lógica; y, en definitiva, +que esta ilación formal contenía un fondo de pensamiento original. Por +consejo de Escobar acudieron a oír a Belarmino muchos estudiantes y +hasta profesores. Los juicios y opiniones acerca del estoico +discrepaban, naturalmente; los ánimos se apasionaron. Muy pronto se +establecieron diferentes sectas: belarminianos y antibelarminianos; +entre los belarminianos había disidencia: unos sostenían que Belarmino +estaba loco, y otros que cuerdo; los partidarios de la cordura divergían +en estimar si el lenguaje belarminiano era o no descifrable; por último, +los que se inclinaban por la presunta inteligibilidad de los discursos +de Belarmino, disentían en lo tocante al fondo de dichos discursos: +quiénes afirmaban que, una vez vertidos al castellano, resultarían +curiosos e interesantes; quiénes que, de seguro, se trataba de boberías +sin interés, y que lo único curioso era la forma de expresión. Con todo +esto, el portal de Belarmino estaba tan concurrido como la escuela de un +filósofo de la antigüedad. Después de escuchar sus incógnitas +enseñanzas, éstos, reventando de risa; aquéllos, hostigados por la +comezón de averiguar una charada dificultosa, salían a la Rúa Ruera, +movían airadas trifulcas, polemizaban y casi se iban a las manos. +Apolonio, desde el umbral de su zapatería de lujo, en actitud estatuaria +y de fingido tedio e indiferencia, presenciaba aquel vivo y animado +tumulto, con la misma envidia y nostalgia con que los inmortales en el +Olimpo ven a los humanos agitarse a impulsos de ideales y pasiones que +hacen la vida sabrosa y digna de vivirse. Los inmortales se aburren +tanto en su serenidad inacabable y de tal suerte envidian los conflictos +y combates del mundo, que, a veces, no pudiendo resistir la tentación, +descienden convertidos en nubecillas leves y flúidas a pelear entre los +hombres, según cuenta Homero. Esto lo sabía Apolonio, desde Compostela. +Para Apolonio, algunas disputas humanas han sido hostigadas por +misteriosa intromisión divina; son aquellas disputas merecedoras de la +dignidad dramática y trágica. Siempre que Apolonio veía dos dándose de +puñadas y revolcándose por el suelo, si se levantaba alguna polvareda, +decía: «Ha llegado el punto trágico; eso no es polvo blanco, son las +divinidades violentas, envidiosas de la vida ligera de los hombres, +diluidas en el aire fino.» ¡De qué buena gana se hubiera diluido +Apolonio en el aire fino para ir a mezclarse en las disputas enzarzadas +a causa de su afortunado rival, como la guerra de Troya por Helena; +intervenir por modo invisible y aniquilar a todos los secuaces de +Belarmino!... La venganza es el placer de los dioses. Se dirá, ¿qué +sentimiento vengativo cabe que los pobres humanos inspiren a los dioses +majestuosos? Pues sí; les inspiran el sentimiento más vengativo, el de +la envidia. + +Belarmino era remendón de portal. Apolonio poseía un establecimiento +lujoso y cobraba por par de botas hasta cinco duros, precio exorbitante +por entonces en Pilares. Esto no obstante, Apolonio se hubiera cambiado +por Belarmino. Apolonio contaba con una buena parroquia. Pero no le +interesaba tener parroquia. Lo que él quería era tener público, gente +que le escuchase, que le celebrase y aun que le rebatiese. Apolonio se +relacionaba con personas distinguidísimas. La de Somavia le invitaba +alguna vez a su tertulia. Por la zapatería caían de visita, +periódicamente, Pedro Barquín, el cura Chapaprieta, el magistrado don +Hermenegildo Asiniego, y otros claros varones de la urbe. El señor +Novillo acudía a diario al establecimiento y se dilataba allí varias +horas, gran parte del tiempo en el umbral, mirando con disimulo, +rendimiento y rubor al balcón florido y pajarero de Felicita Quemada. +Pero la relación de personas distinguidas le tenía sin cuidado a +Apolonio; lo que él echaba de menos era el trato de personas ilustradas, +el ambiente académico y artístico. Y aquel infame Belarmino, sabía Dios +merced a qué socaliñas y malas artes, le hurtaba, sin dejar una migaja +siquiera, el aplauso y atención que a él en justicia se le debían, +puesto que Belarmino era insensato charlatán y prevaricador de la lezna +y el cerote, en tanto él, Apolonio, por don natural, componía los más +primorosos artificios, así zapateriles como poéticos. «No hay justicia, +ni sentido, ni plan en el mundo»--pensaba Apolonio--. «Bien lo presumía +yo, aunque todavía inexperto, cuando escribí mi _Cerco de Orduña o Señor +de Oña_.» + +Apolonio se hubiera despeñado en la negra desesperación, a no +estorbárselo, de una parte, la compañía habitual del señor Novillo, con +que se distraía de los sombríos pensamientos y se le deparaba coyuntura +de explayar la exuberancia del lastimado pecho, y de otra parte, más +principalmente, el amor a la duquesa de Somavia, un amor cada día más +exaltado, más puro, más imposible, más delicioso y novelesco. «Con estas +dos vejigas--decíase Apolonio--me mantengo a flote sobre las borrascas +de mi espíritu.» + +Llegaba a la zapatería el señor Novillo, con su empaque reservado, +catadura sombría y venerable vientre de ídolo; la piel bronceada, barba +y bigotes pardos, entrecanos en la raíz. Había cierta similitud corporal +entre Apolonio y el señor Novillo. Los dos recordaban las efigies de +Buda, por la hinchazón. Ahora, que la cabeza de Apolonio se enderezaba +con cierto alarde confiado y olímpico, y, en cambio, la del señor +Novillo pesaba sobre el pestorejo y el cuello, abombándolos en redor, y +de los ojos se rezumaba una tristeza irracional. Apenas si hablaba el +señor Novillo; de tarde en tarde se sonreía, enseñando unos dientes de +blancura irreprochable, que, rodeados del hirsuto contorno, parecían una +estría de carne de coco asomándose entre la cáscara pardusca y crinada; +pero la mitad superior de la cara y los ojos seguían parados y tristes. + +Así que llegaba, el señor Novillo se sentaba en un largo diván de piel +verde, debajo de un espejo, velado por un tul, verde también, y dejaba +caer el vientre entre las piernas, a que se reposase sobre el diván. +Apolonio, abandonando el mostrador, donde, con ademán lento y religioso, +trazaba diseños y cortaba pieles, venía al lado del señor Novillo y +dejaba asimismo caer el vientre sobre el diván. Oíanse en la trastienda +ahogados martillazos, alguna canción femenina y el repiqueteo de unas +máquinas de coser. Apolonio, sin doblar la cabeza a mirar al vecino, +rompía a hablar: + +--Estoy abrumado, don Anselmo, estoy abrumado. ¿Qué me falta?, +preguntará usted. Tengo un taller, montado con los últimos adelantos de +la ciencia y de la industria; tres máquinas, una Wilson y otra Wheeler, +para coser la caña, y una Johnson para hacer ojales, que puede que no +haya media docena como ellas en toda la península. Mi clientela, la +espuma de la sociedad; y todos satisfacen sus facturas a tocateja. ¿Qué +más puedo pedir? + +¡Ay mi amada! ¡Oh dolor! Lágrimas mías: +¿por dónde estáis que no corréis a mares?, + +como cantó el poeta. Unos amores desdichados, sí. Pero no quiero +mentarlos. ¿Cúya es la culpa? ¿De ella? Jamás, jamás, jamás. La culpa es +mía. Me enamoré de una beldad tan alta como la blanca Beatriz. Merecida +es mi pena, y yo la acepto con júbilo infinito. + +El señor Novillo oía el runrún con la indiferencia con que las imágenes +talladas en madera de ciruelo oyen himnos y plegarias. Proseguía +Apolonio, sin dignarse, por su parte, mirar a Novillo: + +--He pintado en un poema alegórico la exacta posición de estos amores +disparatados, horribles y delincuentes. Delincuentes, sí, delincuentes, +porque.... Pero tente, lengua liviana y maldecida. He aquí el poema: un +monstruo de esos que llaman gárgolas, porque vomitan la lluvia con un +ruido peculiar, de donde viene la frase hacer gárgaras; digo que ese +monstruo de piedra, que está en la cornisa de una catedral, se ha +enamorado de la veleta, que figura una paloma, y que se asienta, ni que +decir tiene, en lo más alto de la torre. Y ese es el destino cruel del +enamorado monstruo, que soy yo; estar petrificado, a una distancia +infranqueable de la amada y haciendo gárgaras. Esto último constituye un +rasgo humorístico, que cierra la composición. Lo cómico es siempre +chabacano y despreciable. Lo humorístico es un modo poético. ¿Que cuál +es el nombre de la dama? Jamás lo declararé. Antes dejo que me desuellen +vivo.... + +Novillo, presa de sus propias ansiedades amorosas, se levantó sin haber +escuchado a Apolonio, y fué hacia la puerta, a mirar desde allí +furtivamente a Felicita. Apolonio le seguía, declamando con el brazo +extendido y la mirada flamígera: + +--Jamás lo declararé. Antes pasarán sobre mi cadáver. Y si después de +muerto lo declaro, conste que no soy yo, sino un espíritu maligno que +habla por mi boca.--En habiendo eyaculado este apostrofe, Apolonio, +apaciguándose súbitamente, volvió detrás del mostrador y se aplicó a +cortar suela. + +Al cabo de media hora de vergozante contemplación, Novillo retornó al +diván, y al punto Apolonio acudió a su vera y reanudó el hilo de su +palique. + +--No son estos amores desdichados, no, lo que me trae mustio, +melancólico y descontento. Los amores son la esencia de mi vida y los +guardo en mi corazón como si fuesen una perla del Oriente. Estoy +abrumado, estoy tan pronto rabioso como desmadejado, estoy que me llevan +los demonios, porque, ante todo y sobre todo, soy un artista, y aquí, en +esta ciudad, no se me comprende ni hace justicia. Por lo pronto, soy un +maestro artista en zapatería. Mi clientela alaba, en el calzado que yo +hago, la resistencia y flexibilidad del asiento, lo suave y duradero del +material, lo cómodo y bien conformado del corte; y por eso, nada más que +por eso, me pagan bien. Pero las dichas cualidades son secundarias. Un +zapato, un brodequín, un botito son obras de arte. ¿Y quién aquí, salvo +contadas excepciones, sabe apreciar el calzado como una obra de arte? +¿Quién aquí concede al calzado la enorme importancia que tiene? Se +imaginan que el calzado sólo sirve para cubrir el pie, resguardarlo de +la humedad, por temor a los reumas, y evitar que se lastime sobre el mal +piso; todo lo que piden al calzado es que no críe callo. Pues si el +calzado no cumple otro fin más que ése, mejor sería que los hombres +echasen casco o pezuña, lo cual se conseguiría fácilmente por +procedimientos científicos. Y no es que yo me refiera a esta localidad. +Hablo, en general, de toda España. Un amigo mío muy erudito, Valeiro, +estudiante compostelano, me contaba haber leído en un libro de un Fray +no sé cuántos Guevara, obispo en alguna diócesis de Galicia, que los +españoles, en los tiempos del gran Carlos V, cuando el tal obispo +escribía, andaban en zancos por las calles, a causa de los lodos. ¡Qué +barbaridad! Pues, ¿qué? ¿No se usan todavía en nuestra península +almadreñas, zuecos, abarcas y las asquerosas alpargatas? ¡Qué poco dice +esto en pro de la cultura de los españoles, y cuánto de su salvajismo! +Para mí la alpargata es un insulto a la divinidad, una blasfemia, porque +es negar y desconocer la obra más perfecta de Dios, o sea el pie humano. +¿Por qué es el hombre superior al mono y a todos los demás animales? +Porque es el único que tiene pies, lo que se dice verdaderos pies. Si el +pie fuera menos humano y noble que la mano, los hombres tendrían cuatro +manos y los monos tendrían cuatro pies, y no que tienen cuatro manos. +Por no ver mujeres con almadreñas preferiría vivir entre chinos, porque +al menos los chinos conceden al pie de las mujeres más importancia que a +ninguna otra parte del cuerpo. + +Novillo salió nuevamente a la puerta, sin haber escuchado ni una sola +palabra de la ingeniosa disertación de Apolonio, y éste volvió a +trabajar detrás del mostrador. Al cabo de otra media hora, Novillo +reincidió en reposar sobre el diván su vientre, agitado ahora por +apasionado estremecimiento: era que sus ojos se habían cruzado al acaso +con los de Felicita, y ella le había enviado una sonrisa arrobada y +etérea. Novillo se sentía feliz, expansivo, y al acomodarse Apolonio a +su lado le dió una palmada en el muslo al zapatero, preguntando: + +--¿No dice usted nada hoy, querido Apolonio? + +--Le decía a usted, don Anselmo--Apolonio respondió sin mostrarse herido +por la ausencia mental y material de su amigo--, que los chinos conceden +al pie la importancia debida. Este es mérito común a los asiáticos. No +en balde estuvo el Paraíso terrenal en el Asia. En la Grecia antigua, +las cortesanas y también las castas matronas apetecían los zapatos +venidos del Asia, zapatos al parecer preciosos, adornados con pinturas +de mucho mérito y figuras cinceladas en metal. Los antiguos, como más +próximos al origen de la creación, distinguían con mayor acierto la +jerarquía, utilidad y belleza de los miembros; a todos los miembros +anteponían en dignidad el pie; después de éste seguía la cabeza; luego, +algo que no quiero nombrar; en cuarto grado, la mano siniestra, la del +escudo; en quinto, la diestra que empuña el arma; y así sucesivamente. +Todos aquellos pueblos, dotados de una gran sabiduría infusa y revelada, +que poco a poco se fué olvidando y desvaneciendo, rendían culto al pie y +se excedían en fabricar con apropiado decoro el tabernáculo del pie, o +sea el calzado. Entre los hebreos, el calzado era tenido en tanta +reverencia que no se permitía que lo usasen sino los nobles y los +levitas, y aun éstos apenas si se atrevían a ponérselo, como no fuera +para entrar en el templo, sino que unos servidores especiales, a modo de +acólitos, iban detrás de los sacerdotes y señores llevando el calzado +sobre un cojín de terciopelo. Los egipcios colocaban en el calzado +placas labradas de oro y plata. El calzado de los sátrapas persas era +una joya valiosísima. Los patricios y senadores romanos usaban botas de +piel encarnada, con una media luna de plata, la luna patricia. Pasemos a +tiempos más próximos a los nuestros y recordemos a los papas, a los +emperadores, a los duques venecianos. El calzado de estos grandes +dignatarios de la Iglesia y de las repúblicas era de telas tejidas con +metales preciosos y recamados de las más ricas piedras: esmeraldas, +rubíes, zafiros, diamantes del tamaño de nueces casi siempre. Tengo +entendido que el Santo Padre todavía usa ese calzado los días que +repican gordo. + +--¡Caracho, lo que usted sabe, amigo Apolonio!--exclamó Novillo, +sinceramente deslumbrado. + +--Pues ya sabe usted tanto como yo, don Anselmo. Y si usted desea más +detalles, le dejaré unas cuartillas manuscritas, tituladas +«Podotecología estética, o historia del calzado artístico», que para mí +escribió mi amigo Valeiro, y que es de donde yo he tomado los datos. En +media hora escasa se las aprende usted de memoria. En lo que yo insisto +es en que, como español, me abochorno de que los españoles no hayamos +contribuído con ninguna invención al progreso del calzado. No hay una +ciencia y un arte zapateriles propiamente españoles. No habrá oído usted +decir punta a la madrileña, tacón Isabel II o hechura española, como se +dice punta a la florentina, zapato Richelieu, tacón Luis XV, hechura +inglesa. + +--Hombre, hombre...--objetó el señor Novillo, que era muy vidrioso en +su patriotismo, y como apoderado local del cacique y cacique él mismo de +aldea, consideraba que menoscabar el buen nombre de la patria equivalía +a reprobarle encubiertamente su posición política--; eso que usted dice +no debe importarnos un rábano. ¿Que no hemos descubierto una punta o un +tacón? Pero hemos inventado cosas de más provecho y sustancia--colocando +las manos extendidas sobre el abdomen--: el pote gallego, la fabada, el +bacalao a la vizcaína, la paella valenciana, la sobreasada mallorquina, +el chorizo y la Compañía de Jesús. Y ¿dónde me deja usted el +descubrimiento del Nuevo Mundo? Aparte que, si no recuerdo mal, cuando +estudié en el Instituto, el profesor de Historia nos decía que no sé +cuál emperador romano había adoptado para el ejército el calzado que +usaban los españoles. + +--Fábulas--replicó, despectivo, Apolonio--. Los españoles sólo han +inventado la alpargata, que es, ya lo he dicho anteriormente, un insulto +a la divinidad, un sacrilegio zapateril. Yo, maestro artista, repelo la +alpargata con sacrosanta indignación. + +--No sigamos por ese camino, Apolonio, porque tendríamos un disgusto. +Como presidente de la Diputación y, por tanto, representante del +Gobierno legítimo, no puedo consentir que nuestra invicta bandera se +ponga en tela de juicio. No le digo a usted: zapatero a tus zapatos, +porque no quiero provocarle. + +--Pues de zapatos estamos discutiendo, mi querido don Anselmo. + +Novillo se levantó a repetir la operación contemplativa, y Apolonio +reanudó sus operaciones profesionales. Después de media horita, que para +Novillo fué una eternidad de inefables congojas, porque se verificaron +varios choques meteóricos de miradas, halláronse otra vez par a par el +zapatero y el político. + +--¿Decía usted...?--comenzó Novillo. + +--Decía que aquí, en general, no se aprecia el valor artístico del +calzado. Yo, se le digo a usted con toda reserva, me creo postergado. No +se me hace justicia. Ni como zapatero, y no digamos como poeta +dramático. ¿Por qué se figura usted que soy zapatero? Porque soy poeta +dramático. ¿Por qué se figura usted que soy poeta dramático? Porque soy +zapatero. Los ignorantes piensan que no tiene relación lo uno con lo +otro. Pues son dos cosas inseparables. Hay conflictos dramáticos entre +los hombres y no entre los animales, porque los hombres observan la +postura eréctil; y los hombres observan la postura eréctil porque andan +sobre los pies. Póngame a los hombres en cuatro patas, o hágamelos usted +paralíticos, como los árboles; ya no hay drama. ¿Es esto claro? Pero, +señor, si el drama no es más que cuestión de calzado, cuestión de +ponerse en dos pies y levantar la cabeza todo lo posible, en son de +desafío, hacia el cielo, en donde se oculta el destino de los +hombres.... ¿Es verosímil que los hombres inventasen así, a secas, el +drama? ¡Qué desatino! Los hombres inventaron una especie de calzado, el +coturno, que les alzaba más de un palmo sobre la tierra; pues con esto, +ya estaba inventado el drama. Pues si le dice usted a cualquiera de esos +estudiantillos hambrientos que yo soy zapatero y autor dramático, se +reirán. En cambio, no se asombran de que un zapatero pueda ser filósofo. +Yo soy el que me río.... Ja, ja, ja.... Filósofo lo puede ser el último +gato. Todos los filósofos son unos farsantes, charlatanes de feria. +¿Para qué sirve la filosofía? Ya lo dijo Saquespeare--pronunciado así--: +«la filosofía no sirve ni para curar un dolor de muelas». + +--Hombre, hombre...--objetó el señor Novillo--. El arte dramático +tampoco sirve para curar dolores de muelas. + +--Pero el dolor de muelas sirve para hacer dramas. Todos los dolores son +experiencias dramáticas. + +Esta escena se repetía a diario durante largo tiempo, si bien la +elocuencia ubérrima de Apolonio desenvolvía variadísimos temas. Novillo +llegó a sentir curiosidad por conocer el drama que había escrito +Apolonio, el cual se lo leyó una noche con tanto énfasis y pathos, que +subyugó y conmovió al oyente. + +--En efecto; es usted un gran artista--murmuró Novillo, enjugándose unas +lágrimas; era sobremanera sentimental--. Como presidente de la Junta de +abonados que soy, le prometo que haré estrenar su drama por la primera +compañía dramática que venga a Pilares. + +Apolonio hubiera abrazado a Novillo; pero no quería descomponer la +majestad de la figura. + +Por desdicha, pasaban los meses y no venía ninguna compañía dramática. + +La poesía fué estrechando más y más la amiganza entre Novillo y +Apolonio. Novillo celebraba mucho los poemas amatorios de Apolonio, y +siempre que componía uno nuevo se lo pedía para «empaparse» en él, +decía, leyéndolo a solas. + +Una mañana, Felicita entró en la zapatería de Apolonio, cosa +acostumbrada; pero aquel día, la solterona llevaba desencajado el +rostro, con expresión que pretendía ser colérica, y, sin embargo, dejaba +recelar un placer oscuro. «¿Qué tripa se le habrá roto a esta vieja +vestal?»--pensó Apolonio. + +--Apolonio, ¿nos oye alguien?--preguntó Felicita, inclinándose sobre el +mostrador, con delgado aliento y ojos de espía. + +--Si usted conserva ese tono, nadie nos oirá. + +--Apolonio.... Es usted un miserable, un traidor, un ingrato. Se lo digo +a usted en voz baja, aunque con toda energía, porque quiero evitar +espantosas complicaciones, incluso la efusión de sangre. + +--Pero, señora...; digo, señorita.... + +--Silencio, infame. He callado hasta hoy, porque lo tomé como una locura +fugitiva. Pero ha llegado a tal extremo su atrevimiento, que he decidido +escarmentar a usted para siempre, para siempre.--Sacó del seno un montón +de papeles y los despidió, con ademán repulsivo, sobre el mostrador.--Le +arrojo esos anónimos impertinentes e indecorosos. Yo pertenezco a un +hombre, sólo a un hombre. Todos los demás pretendientes me inspiran +aversión y asco. + +Apolonio examinaba los papeles escritos. + +--Estos son versos míos--bisbiseó. + +--Ya lo sé. + +--Pero estos versos no están escritos por mí. Son copias; y la letra es +de don Anselmo Novillo. + +--Agua--pudo apenas articular Felicita, en tanto se desplomaba exánime +sobre el diván. + +De buena gana Apolonio hubiera dado unos cuantos azotes a la vieja +vestal, que así venía a turbarle y ponerle ante sí mismo en ridículo, +obligándole a descomponer la majestad de la figura; corriendo azariento +a entornar la puerta, porque los transeuntes no se percatasen del lance; +trayendo un vaso de agua a través de las frívolas oficialas, que +sonreían al verle en guisa de camarero: salpicando el rostro de la +desmayada e intentando desabrocharle el corsé. Afortunadamente, Felicita +se recobró antes de que Apolonio recurriese a este último extremo. +Sorbió el agua; pidió los papeles; los restauró al cobijo del seno, no +sin antes besarlos, y dijo a Apolonio: + +--Por la memoria de su madre le pido juramento que no dirá nada a nade +de esto que ha pasado. ¡Júrelo! + +Apolonio, ante la prosopopeya de Felicita, ya se halló en su elemento, y +juró con la solemnidad y unción de un pontífice. + +«En medio de todo--reflexionaba Apolonio--, qué curioso drama el de +Novillo y Felicita. Es algo así como el suplicio de Tántalo. ¿Por qué no +se casan? No será porque no quieran ni porque nadie se lo impida. Y, sin +embargo, no se casan. Luego negarán que existe una Némesis que traba y +destruye las intenciones de los hombres. Yo escribiría este drama. Pero +el señor Novillo es amigo y podría disgustarse.» + +Escribiría aquel drama y otra porción de dramas tomados de la realidad. +Y la realidad de Apolonio, por entonces, no traspasaba los límites de la +Rúa Ruera. Sin necesidad de levantar los tejados, como el Diablo +Cojuelo, Apolonio adivinaba el drama oculto en cada casa, y con todos +los pequeños dramas individuales formaba una gran tragedia, la tragedia +de la calle, en que él era el héroe, la víctima, y Belarmino el traidor. +En fuerza de imaginar luctuosas peripecias, el pecho se le colmaba de +impulsos vehementes, a manera de necesidad perentoria de acción, y +acción cruel. Era menester que se libertase de aquellas ansias +agresivas, que cada día le hostigaban con redoblada tenacidad, o, de lo +contrario, perdería en una mala hora la cabeza y haría una barbaridad. +Entonces se le ocurrió una idea feliz: se dedicó a criar gallos de +pelea. Como tenía dinero a mano, adquirió presto una regular gallera. +Encargó buena parte de los gallos ingleses a Antequera, porque le +informaron que allí cultivaban las sangres más finas y puras. Se +adiestró en el cuido y preparación de los gallos para el combate. A +todos sus animales les impuso nombres mitológicos y legendarios: +Aquiles, giro; Ulises, colorado; Héctor, gallino; Hércules, negro; +Roldán, dorado; Manfredo, cenizo; Carlomagno, negro también; etc., etc. +En las otras galleras abundaban los nombres de toreros. Todos los +domingos por la mañana, después de oír misa de once, porque creía en +Dios y en la providencia, a pesar de que en este mundo no hay justicia, +ni plan, ni sentido, Apolonio se encaminaba al circo gallista, seguido +de un aprendiz con los capaces en donde iban los gallos que aquel día +echaba a pelear. Intervenía en las diligencias preliminares del examen y +peso de los combatientes, y escrutaba con tanto escrúpulo, seriedad y +aparato la balanza, como si se estuviese decidiendo el porvenir de la +humanidad. Luego, había que verle con qué religiosa pompa y taciturno +talante, sentado detrás de la pista, limpiaba las espuelas del gallo +con medio limón, para mundificarlas, por si estaban emponzoñadas, y las +enjugaba después con el pañuelo, y, por último, depositaba levemente el +gallo sobre el ruedo, como diciendo: _alea jacta est_, y ya no hay +poderío terrenal que desvíe la voluntad de los hados. Y la voluntad de +los hados era, indefectiblemente, que los gallos de Apolonio quedasen +muertos o malferidos. A Ulises se lo mató Lagartijo; a Héctor, +Bocanegra; Mazzantini hizo papilla a Roldán; Aquiles quedó ciego de unas +puñaladas que le metió Frascuelo; y un gallo de sangre mestiza y ruin, +color blanco, llamado Espartero, propiedad de un ebanista, aniquiló a +Carlomagno, Manfredo, Hércules y otros seis héroes desgraciados. Cosa +sorprendente: Apolonio asistía sin enojo, antes con orgullo, al +vencimiento de sus gallos. Lo esencial era que nunca cantaban la +gallina; morían porque debían morir, que el héroe muere siempre a la +postre, y no a manos de otros héroes, sino por el vil puñal. Sus gallos +daban siempre el pecho; los demás seguían una cobarde táctica de +combate, simulaban huir en torno al ruedo, y cuando más confiado iba el +héroe en su persecución, se volvían inopinadamente y le daban traidoras +estocadas. Sus gallos, como los personajes de Sófocles, sabían morir con +belleza, y por lo tanto con gloria, que viene a ser lo mismo. Ajax +declaró: «vivir con gloria o morir con gloria; tal es el deber de los +bien nacidos», y la palabra empleada para designar la gloria es +[Griego: chalos], que significa también la belleza. ¡Y cómo se parecía +Apolonio a sus gallos! Se les parecía en la silueta, en el aire de +prestancia, en el énfasis, en la cresta, pero no en los espolones; se +les parecía por fuera. Por dentro, Apolonio, aunque daba albergue y +acariciaba con la imaginación las pasiones más destructoras, era incapaz +de matar un mosquito, como decía de él su hijo. Y así, Apolonio veía en +sus gallos la incorporación de algo necesario y deficiente en su propia +personalidad; eran encarnación de su personalidad frustrada, porque el +dramaturgo es el hombre de acción frustrado. De aquí que Apolonio +asistiese sin enojo, antes con orgullo, y aun con satisfacción íntima, +al vencimiento de sus gallos. Se verificaba en su pecho la perfecta +frustración de su personalidad deficiente, una especie de catarsis. Si +los gallos vencieran con frecuencia, pensaba Apolonio que la confianza +en sí mismo, ya que los gallos eran en cierto modo prolongación de su +persona, el espíritu agresivo, la necesidad de acción ejecutiva, se le +hubieran comunicado fatalmente a él, y como era muy pusilánime, sólo +ante la idea de cometer un gran disparate le daban escalofríos. Por +último, las peleas de gallos influían en la vida y carácter de Apolonio +en dos opuestas direcciones: una favorable, y adversa la otra. +Favorable, porque se iba haciendo conocido y famoso, como personaje +pintoresco e improvisador de aleluyas, en la ciudad y en otros pueblos +de la provincia, en donde alguna vez se concertaban riñas de gallos +interurbanas. Adversa, porque en las riñas mediaban apuestas, y como +Apolonio perdía siempre, se le iba desnivelando el presupuesto mucho más +de lo prudente. Apolonio no paraba atención en los descalabros +económicos mientras su actividad pública, como gallero, le sirviera para +ensanchar la nombradía; prefería la ruina y la inopia a la oscuridad. +Todo lo aceptaba con tal de gratificar en alguna medida su vanidad +inocente, con tal que se le conociese y se hablase de él. Su obsesión +era aventajar la fama de Belarmino, humillarle algún día. + +Belarmino ganaba cada vez más popularidad. En los periódicos se habían +publicado artículos acerca de él; unos de burla, otros en serio, +sosteniendo la tesis de que constituía un fenómeno mental, un caso de +estudio, invitando al director del Hospital-manicomio a que hiciese con +él experiencias científicas, y proponiendo que cuando muriese no se le +enterrase sin antes haberle sacado el cerebro, a fin de analizarlo. +Cuando Belarmino leyó esta halagüeña proposición, se le atragantó la +saliva; pero se repuso a seguida, sonriendo beatíficamente. Adoptaba la +propia actitud de indiferencia filosófica hacia las opiniones ajenas, +mientras él conservase la vida y el pensamiento, como hacia los dolores +corporales, en habiéndose muerto. + +La polémica sobre si Belarmino sabía lo que se decía o, por el +contrario, hablaba como un papagayo, repitiendo palabras vacías y sin +trabazón, se enconaba y complicaba más y más, porque nadie había +allegado todavía prueba concluyente, de una parte ni de otra. El +Estudiantón no desesperaba de formar el léxico completo belarminiano con +su correspondencia clara. Tomaba notas sin cesar, había interpretado ya +bastantes vocablos y entendía el sentido de algunas sentencias; pero +estos hallazgos fragmentarios no convencían a todos. + +Por entonces llegó a Pilares el primer fonógrafo. Lo había traído de +París, en uno de los periódicos viajes de compras, un quincallero +apellidado Ortigüela. El mecanismo causó gran sensación. Ortigüela dió +varias audiciones en casas particulares, en el Casino y en la +Universidad. Oyéndolo, al Estudiantón se le ocurrió un ingenioso +proyecto, que comunicó al punto a los belarminianos y antibelarminianos. +Tratábase, nada menos, que de demostrar inequívocamente si Belarmino +hablaba un idioma inteligible. Todos aceptaron la presunta demostración. +El proyecto era el siguiente: Se le pediría a Belarmino que viniese a +una casa cualquiera y explicase en breves palabras su sistema +filosófico. Convenientemente encubierto, se le colocaría al lado el +fonógrafo, y se impresionarían uno o dos cilindros con la disertación de +Belarmino. Al cabo de un tiempo prudencial, se le diría que estaba de +paso en Pilares un filósofo forastero, al cual le habían invitado a dar +una conferencia en el Casino, y si él, Belarmino, quería oírla, puesto +que era el único filósofo de la localidad, que le colocarían en una +habitación contigua al salón, detrás de los cortinajes, desde donde +escuchase sin ser visto. De todas estas diligencias se encargaría +Escobar, el Estudiantón, por ser con quien Belarmino mostraba mayor +confianza y estima. Nadie pensó que Belarmino pudiese reconocer su +propia voz, porque, efectivamente, en aquel aparato todavía +rudimentario, bien que se distinguiese con claridad las palabras, todas +las voces sonaban con el mismo timbre homogéneo y ronquecino. + +Cuando el Estudiantón requirió a Belarmino a que expusiese su sistema, +el zapatero replicó con dulce ironía: + +--¿Y qué es un sistema? Quizás lo que usted llama sistema no es lo que +yo llamo sistema. Yo, gracias a Dios, no tengo sistema. Lo que usted +quiere decir es postema. Tampoco, gracias a Dios, tengo postema. + +--Bien, bien, Belarmino; confieso que no le entiendo a usted todavía. +Por eso, precisamente, no me sacio de oírle, y deseo que usted nos dé +una especie de abreviado conjunto o resumen de sus ideas. Si yo no le +entiendo, usted me entiende, porque es bilingüe, y sabe lo que le pido. +¿Acepta usted? + +--Sé lo que me pide, y no tengo inconveniente en aceptar. Pero necesito +una semana de meditación. + +Cumplida la semana, Belarmino se presentó en el lugar designado. +Dijérase que había pasado, no una semana de meditación, sino muchos +meses de ayuno; la noble y aguileña faz, tan enjuta, que casi era +traslúcida; el cuerpecillo, tan reducido y descarnado, que apenas +gravitaba sobre el suelo. Entró en la habitación sin inmutarse, sin +mecer una mirada de curiosidad alrededor; se sentó donde le dijeron; +inclinó la cabeza y habló tenuemente, sin accionar ni mudar de tono; +concluyó y volvió con la misma serenidad y distracción imperturbables a +su cuchitril. + +Pasaron otras dos semanas. Según lo convenido, fueron dos estudiantes, +socios también del Casino, a invitar a Belarmino si quería oír, desde un +escondite, a un filósofo de paso. + +--¿De dónde es ese filósofo?--preguntó Belarmino. + +--De Kenisberga--respondió uno de los estudiantes, que era muy +desenvuelto. + +--¿Y cómo se llama? + +--Cleo de Merode. + +--¿Y en qué habla? + +--Anda, pues en filósofo. Todos los filósofos hablan una lengua +especial. + +Belarmino quedó pensativo un punto. Que los filósofos hablaban una +lengua especial, ya lo sabía él; pero le cabía la duda si cada filósofo +hablaba una lengua distinta, inventada por él mismo, o si todos hablaban +la misma. Si lo último, entonces los filósofos eran, evidentemente, +seres privilegiados, que habían llegado a la verdad absoluta por medio +de la revelación directa. + +--¿Irá mucha gente?--preguntó Belarmino. + +--Anda; y las señoras más guapas y elegantes de Pilares. + +--¿Un filósofo para señoras guapas y elegantes? ¡Bueno será él!-- +exclamó Belarmino, decepcionado. + +El despierto estudiante corrigió en un periquete: + +--Caprichos de las señoras.... Han oído: un filósofo, y se han dicho, +pues vamos a verlo; será un bicho raro. + +--¡Ah, ya! + +--Hay un cuartito que comunica con el salón de actos, desde donde se oye +todo divinamente. A ese cuartito irán algunas personas que no gustan de +mezclarse con el público, por razones dignas de respeto; por ejemplo: +Escobar, el Aligator. ¿Cómo se iba a sentar él, con aquella ropa de +pordiosero, al lado de las señoras? En suma: que usted viene con +nosotros. + +Belarmino, después de saber que el filósofo hablaría ante señoras, ya no +tenía interés ninguno en oírle. Pero se dejó llevar, con resignada +indiferencia. + +Toda la tramoya había estado tan hábilmente desarrollada, que Belarmino, +a pesar de su sagacidad instintiva, no sospechaba ser víctima de un +engaño. + +En el cuartito había unos veinte individuos; los más conspicuos del +belarminismo y del antibelarminismo. Estaban entornadas las maderas del +balcón, para que no se introdujese el ruido de la calle. Sentaron a +Belarmino muy cerca de un gran cortinón de velludo, color oro viejo. +Belarmino parecía sumido en completa insensibilidad, como amputado del +mundo de las cosas vivas. Si alguno le cuchicheaba al oído, él no se +daba por enterado. El Aligator, por su parte, atravesaba una de sus +crisis galvánicas y se estremecía convulso, dando ya por anticipado que +la experiencia iba a fracasar. El estudiantillo desenvuelto se acercaba +de cuando en cuando al cortinón, detrás del cual estaba apercibido el +fonógrafo; abría una rendija, inmiscuía la nariz, y se volvía a decir: +«Se va llenando el salón», «ya está lleno», «el filósofo sube al +estrado», «monsieur Cleo de Merode va a comenzar su conferencia». Oyóse +el carraspeo del fonógrafo, precursor de la emisión de la palabra. El +estudiantillo avispado dijo: + +--Murmullos de aprobación. + +Y a todo esto, Belarmino sin entrar en situación, ausente en remotos +limbos del pensamiento. + +Una voz metálica, ronquecina, nasal, gangosa, de beodo o de fonógrafo, +rompió a decir: «Está el que come ante el Diccionario, en el tole tole, +hasta el tas, tas, tas.» + +Belarmino, como si le hubieran aplicado una corriente eléctrica, saltó +sobre el asiento. Palideció mortalmente. En torno a los ojos se le abrió +ancho y profundo foso de sombra; las pupilas se le desvariaron, +abrasadas y resplandecientes. + +Proseguía la voz, en un curso homogéneo, estridente, seguro, inexorable. +Belarmino, casi desfallecido sobre el asiento, en arrobo, cara al +cortinón, con los brazos abiertos, remedaba las imágenes de los santos +que recibieron la gracia de los estigmas. Jadeaba con desmayo y acopiaba +sus escasas fuerzas para suspirar de continuo: «Claro, claro; ¿qué duda +coge?» Luego, con intermitencias, como un reloj arbitrario, producía +enérgicamente, al concluirse las frases del invisible conferenciante, +una a manera de rítmica onomatopeya: «tris-tras, tris-tras, tris-tras.» +Cuando la voz catarrosa e incorpórea dijo, con la frialdad de una +sentencia fatídica: «El sapo no factura la beligerancia, la inquisición, +el pongo y quito de los comensales. El sapo rocia con capullos los +globos y zapadas de los comensales. El sapo prohija el tetraedros. El +sapo desnuda el tetraedro», Belarmino se oprimió las sienes con las +manos, echó hacia atrás la cabeza, sacudiéndola con insensato y +contenido entusiasmo, y murmuró entre dientes, mordiendo las palabras: +«¡Qué razón tiene! ¡Qué razón tiene!» + +Terminó la conferencia. Belarmino se hundió en una especie de marasmo o +abstracción. El Aligator, triunfante, hacía guiños y visajes, +preguntando por señas a los otros qué les había parecido la experiencia. +De los demás, la mayor parte se retorcían, ahogando la risa; algunos +enarcaban las cejas y fruncían el labio, remisos en aceptar el valor +probatorio de la anterior experiencia. + +Belarmino se incorporó, con las brumas del ensueño desparramadas todavía +en las pupilas. + +--¿Y dicen ustedes--preguntó--que ese filósofo se llama Meo de Clerode? + +--Asimismo; Meo de Clerode--respondió, con cara dura, el estudiantino +desenvuelto. + +--Pues es un enormísimo sapo, mucho más grande aún que Salmerón. + +Y Belarmino volvió a su cuchitril, cabizbajo y abismado en +preocupaciones. + +--Y ahora, ¿qué dicen ustedes?--preguntó Escobar, en un arrebato +impropio de su natural modosidad. + +--Que nos hemos reído la mar--respondió el estudiantillo desenvuelto. + +--Esa es una contestación festiva, y el asunto es serio--replicó +severamente el Aligator. + +--Sin duda--entró a decir un dentista apellidado Yagüe--, ese zapatero +sabe lo que dice y emplea siempre las mismas palabras para los mismos +objetos. Esto me parece plenamente probado. Pero se me ocurren dos +observaciones. Primera: lo que él dice, a su modo, ¿tiene alguna +importancia; merece tomarse la pena de estudiar su idioma endemoniado, +para averiguar lo que dice? Segunda: caso que lo que dice es de +importancia, ¿qué necesidad hay de inventar un idioma ininteligible para +expresarlo? Deseo que me responda a estas dos observaciones usted, señor +Escobar, que es persona _périta_. + +--Respondo. En cuanto a lo primero, me remito a su juicio de usted. Dice +usted que yo soy una persona _périta_. ¿Qué quiere usted dar a entender +con esta palabra? + +--Hombre...--tartajeó, turbado, el dentista--, eso la misma palabra lo +dice.... _Périto_ es el que conoce una cosa. + +--Entonces, ¿por qué no dice usted conocedor, como la mayor parte de las +personas? + +--Hombre, me pone usted en un aprieto. _Périto_ es también el que conoce +mejor una clase de cosas. Yo soy _périto_ en odontología.... + +--Entonces, ¿por qué no dice usted especialista, como la mayor parte de +las personas? + +--Me envuelve usted, en lugar de aclarar mis dudas. Yo he dicho _périto_ +porque he querido dar a entender varias cosas con una sola palabra. + +--Justamente, eso es lo que pretende Belarmino; dar a entender varias +cosas con una sola palabra. Y como las palabras que él sabía únicamente +expresaban cada cual una cosa, ha inventado un nuevo idioma en que cada +palabra indica varias cosas, por lo menos la serie de cosas que +producen la cosa más particularmente designada por cada palabra. + +--Bien; pero no ha contestado aún a mi primera observación. + +--Allá voy. Tengo ya reunido un número considerable de vocablos +belarminianos y entiendo algunas de sus sentencias. Por ejemplo: en la +conferencia de hoy, la frase «está el que come ante el Diccionario, en +el tole tole, hasta el tas, tas, tas», significa: «está el hombre ante +el universo, mientras vive, hasta que muere». Esta es la versión +literal. + +--Bueno; pues esa frase es una perogrullada, y no merece la pena perder +el tiempo en estudiar el idioma del zapatero, para, en definitiva, venir +a averiguar eso. ¿De manera que el diccionario es el universo? ¿Y qué +necesidad hay de mudarle el nombre? + +--Perfectamente. Ese es un reparo que cabe oponerlo a los más grandes +filósofos. Un escritor francés, Stendhal, escribió que él se había +fatigado con larga asiduidad en desentrañar el sistema de Kant, para +hallar, al cabo, que no encerraba sino lo que todo el mundo sabe por +sentido común. Y en cuanto a variar la acepción usual de las palabras, +le diré a usted que todos los sistemas filosóficos deben comenzar +necesariamente por esto. Usted cree saber al dedillo lo que significan +las palabras intuición, idea, espíritu, voluntad, extensión... ¿no es +verdad? + +--Desde luego, para satisfacer las necesidades de mi pensamiento. + +--Pues bien; cada una de esas palabras tiene en los diferentes filósofos +un significado distinto y tal vez opuesto, y todo porque estos filósofos +querían, lo mismo que usted, satisfacer las necesidades de su +pensamiento. + +--Saco en consecuencia que la filosofía no sirve para nada, como no sea +para remendar zapatos y andar mal vestido. + +--Por lo menos, a Belarmino su filosofía le ha servido para ser un +santo. En esto estaremos todos conformes. + +--Pues para hacerse uno santo--replicó el dentista, con aire avieso, +pensando que la objeción que ahora se le había ocurrido era +irrefutable--no es menester inventar un idioma distinto e ininteligible. + +--Los santos--respondió el Aligator--, oralmente y en acción, hablan un +idioma distinto, que no entienden los que no son santos. Cada hombre que +es una cosa de veras, habla un idioma distinto, que no entiende el que +no es esa cosa, porque tienen alma distinta. El chalán habla su idioma, +el contrabandista el suyo, el suyo también el político, y el artista, y +el ferretero, y el soldado y el dentista. El mundo es como una gran +lonja, llena de sordos que aspiran a verificar sus transacciones; todos +gritan; hay un horrendo rebullicio; pero como no se oyen los unos a los +otros, no se concluye ningún trato. + +Cuando hubo salido el Aligator, el estudiantillo travieso declaró en +voz alta lo que todos pensaban para sí: + +--Ese hombre desarrapado está tan loco como el zapatero. + +Pero en el aire quedaba flotando una verdad difusa y pesada: que Escobar +había triunfado; que Belarmino hablaba un idioma inteligible para él y +un tanto para Escobar, y que uno y otro eran personas de especie +distinta y acaso de naturaleza superior. + +A oídos de Apolonio llegaron las nuevas de lo sucedido. La envidia es +clarividente; pero mira con vidrios de aumento. Apolonio valoró +clarividentemente el suceso como un triunfo de Belarmino, pero dándole +proporciones desmedidas. Para Apolonio, aquello había sido la +consagración suprema de Belarmino como filósofo, y que de allí al +acatamiento universal no había más que un paso. Apolonio paseaba, +nervioso y tremante, zapatería arriba, zapatería abajo, erguida la +cresta, amenazador continente, transido de funesta cólera. No le faltaba +sino que le nacieran espolones. No podía resignarse a la humillación. +Era imprescindible y apremiante demostrar al mundo que su cerebro +aventajaba en altitud al de Belarmino, como el cedro al hisopo. En esto +entró Novillo. + +--¿Qué le ocurre a usted, amigo Apolonio? Parece usted febril. + +--Don Anselmo, yo le digo: ya la ocasión es llegada que me cumpla como +amigo una promesa sagrada. + +--A ver, a ver.... + +--En esta zapatería, y lo juro por mi dama, me prometió usté que haría +que me estrenasen el drama. + +--Y sostengo la promesa. Pero es el caso que no ha venido ninguna +compañía dramática. + +--A pesar de los pesares, el tiempo corre que vuela. Ahora hay una aquí, +en Pilares. + +--Cierto; pero es de zarzuela.--Novillo ya replicaba en verso. + +Apolonio respondió que a él no le importaba. La cuestión era que le +estrenasen el drama. El señor Novillo, como presidente de la Junta de +abonados, lo podía exigir. Novillo prometió que lo exigiría. Llevó +consigo el mamotreto, debajo del brazo, y aquella noche, en un +entreacto, entre _El monaguillo_ y _Las campanadas_, fué al cuarto del +bufo Celemín, director y primer actor de la compañía, y le dijo, a +tiempo que le entregaba el manuscrito: + +--Es preciso que se estrene esta obra. Los abonados lo exigimos. Es de +un autor de la localidad. Se trata de un drama, pero la compañía puede +representarlo lo mismo. + +Celemín se quedó con la obra para leerla y dar respuesta cumplida al +día siguiente. Espíritu superficial, como todos los hombres consagrados +exclusivamente a dar que reír a los demás, Celemín vió al punto que la +obra, representada convenientemente en tono de farsa, sería el mayor +éxito de risa. Al siguiente día dijo a Novillo que la obra se pondría +inmediatamente en ensayo. + +Apolonio se hinchó hasta un punto inverosímil e incompatible con la +elasticidad de la piel humana. Asistía a los ensayos, como Dios a la +obra cotidiana y turbia de la creación, con aparente inconsciencia. +Dejaba hacer a Celemín, como Dios deja hacer a los déspotas y tiranos, +sabiendo que la voluntad y autoridad de ellos son inútiles, y que la +providencia, el designio providente del autor, reside dentro de cada uno +de los personajes que juegan el drama, a modo de ley fatal o ineluctable +norma de acción. + +A todo esto, instigada por el malicioso Celemín, había cundido por todo +Pilares la voz de que se correría la gran juerga el día del estreno. Y +llegó la sonada ocasión. + +Muchedumbre de estudiantes estaban distribuídos en localidades +estratégicas. Llevaban coronas de cebollas, ajos, puerros y otras +hortalizas de aroma desagradable y violento; dos lechuzas, varios +muciérlagos y otros avechuchos temerosos y repulsivos, a fin de arrojar +las coronas sobre el autor y soltar sobre la sala las nocturnas aves, en +la coyuntura propicia. + +Los estudiantes habían determinado que lo más divertido era fingir +grandes extremos de entusiasmo. Desde los primeros versos comenzaron a +aplaudir catastróficamente. Apolonio, entre bastidores, escuchando el +estruendo, se cernía serenamente sobre los aplausos, como Zeus olímpico +sobre los truenos. + +El malicioso Celemín había preparado varios trucos grotescos. Había +vestido a los actores de mamarrachos, con percalinas chillonas. Cada vez +que salía uno, estallaba un escándalo de risas y palmoteos. En el acto +segundo había un desafío entre el Señor de Oña y Estoiquiz, el tuerto, +Señor de Orduña. Celemín dispuso el desafío de manera que uno de los +combatientes diera la espalda al foro y el otro al público, y arregló, +por medio de ingenioso expediente, los calzones del que daba la espalda +al público, para que en un momento dado se le descosiesen por la parte +más prominente y rotunda y dejasen al aire ciertas interioridades. Y así +fué. Cuando se abrió el pantalón, resonó un aplauso cerrado. En +haciéndose el silencio, un escudero, que presenciaba el desafío, gritó: + +¡Aquí! ¡Ayuda a mi Señor! +Traigan en seguida un mulo; +que se le está viendo el dolor, +a pesar del disimulo. + +No pudo el escudero concluir la cuarteta, porque antes de acabar el +tercer verso, el coro de estudiantes interrumpió, ingiriendo un +consonante de su cosecha. A la segunda vez, el escudero dijo la +cuarteta de corrido. + +¡Bien calculó el maligno Celemín lo que había de ocurrir, y cómo la +caballeresca escena cambiaba de carácter y adquiría torpe sentido con +sólo disponer los combatientes en la forma antedicha y rasgar +oportunamente la trasera de unos gregüescos! Las más sublimes escenas de +Shakespeare se hubieran descompuesto en esta piedra de toque. + +En el tercer acto, un personaje decía: + + Para conquistar a Orduña, + aunque con gente bisoña, + no faltó al Señor de Oña + sino el negro de una uña. + +Insistentes aplausos obligaron a recitar media docena de veces la +anterior cuarteta, y después requirieron al autor que saliese al +proscenio. Cuando Apolonio progresaba hacia las candilejas, doblando a +tiempo la espina, pero sin perder, no obstante, su maravillosa +prestancia y pontificia dignidad, una voz emitió clamorosa solicitud: +«¡Que nos enseñe el negro de la uña...!» Truculentos aplausos. La voz +pertenecía a un estudiante de veterinaria; pero Apolonio, sonriendo por +dentro con fruición, pensó: «Eres Belarmino, el reptil. Bien conozco tu +silbo venenoso. Los aplausos efusivos que han asfixiado tu glosa +intempestiva, sírvante de lección y correctivo. Esta noche, el dolor de +mi triunfo te asesina. ¡Muérete, muérete, miserable!» Dígase, en honor +de la verdad, que en aquellos mismos instantes, Belarmino, el reptil, +practicaba peregrinos arpegios con su silbo, pero era en el lecho, +durmiendo y roncando a pierna suelta, a par de Xuantipa, y soñando que +sostenía un coloquio exquisito, sentados entrambos sobre las nubes, con +Meo de Clerode, el distinguido filósofo de Kenisberga. + +Al concluir el drama, aclamaciones y ovaciones levantaban humo. +Apolonio, frente a la concha del apuntador, recibía el homenaje de la +multitud, henchido de vanagloria, pero indiferente en el gesto. Cayeron +a sus pies varias coronas de cebollas, ajos y puerros, adornadas con +cintas de colorines. Él las recogió y aceptó, antes con resignada +benignidad que con solicitud y apresuramiento, figurándose, porque no se +había dignado mirarlas detenidamente, que estaban formadas con +tubérculos de plantas odoríferas. Y en este momento, los estudiantes +dieron suelta a las repulsivas aves nocturnas, las cuales, deslumbradas +con la luz del petróleo, revoloteaban de uno a otro lado, chocando en el +rostro de los espectadores. Inenarrable tremolina. Las señoras lanzaban +alaridos de parturienta; de parturienta, sí; pues dos señoras, que se +hallaban encintas, abortaron; lo mismo que sucedía con las tragedias de +Esquilo. + +Apolonio, con aquella su portentosa ineptitud para percibir la realidad +externa, volvió a su casa convencido de que no había habido, en los +anales de la dramaturgia, triunfo como el suyo. Ya en calzoncillos, +antes de sepultarse en el camastro, dijo entre sí, fijando el dedo +índice en medio de las cejas: «El derrotero está trazado. De aquí en +adelante, mi ocupación preferente será dar forma poética a los dramas +que se agitan aquí.» Consecuencia de tan hermosa determinación: que +comenzó a descuidar el negocio zapateril, a cumplir mal con la +clientela, a enajenársela poco a poco, porque, acosado por las deudas, a +causa de las pérdidas en el reñidero de gallos, acosaba él a su vez a +los parroquianos, intentando en ocasiones, por descuido y olvido, +cobrarles dos veces la misma factura. + +Fué por entonces cuando Martínez, antiguo oficial de Belarmino, abrió, +en la Rúa Ruera, hacia la cual parecían sentir querencia todos los +zapateros, un establecimiento de calzado mecánico, «La Solidez», con +género de Mallorca, de Almansa, de Barcelona, y anunciaba una remesa de +los Estados Unidos. + +Apolonio consideraba un par de botas como una obra de arte, no de otra +suerte que los príncipes del Renacimiento consideraban un libro como una +obra de arte. Para aquellos exigentes catadores de Belleza, un libro, +aunque en sus partes secundarias se emplease con tiento el troquel, +debía estar escrito a mano, aforrado en telas ricas y sellado con +joyeles a guisa de broches. Para Apolonio, un par de botas, aunque la +máquina interviniese en algunas costuras accesorias, debía estar, en sus +articulaciones esenciales, cosido a mano. Cuando los emisarios del +cardenal Besarión vieron en casa de Constantino Lascaris el primer libro +impreso, burláronse riendo de la estúpida invención, y dijeron: «Entre +los bárbaros tenía que nacer la ocurrencia, y en una villa de Alemania. +Federico de Urbino se hubiera cubierto de rubor y vergüenza si poseyese +un libro tan feo como éste.» Cuando Apolonio vió el primer par de +calzado yanqui, exclamó: «Esta es invención de salvajes. Prefiero la +alpargata, que al menos está hecha a mano. Esa nueva tienda debe +llamarse _La Estolidez_, en lugar de _La Solidez_.» Y aventuró esta +profecía, que hasta ahora ha resultado válida: «La base de la zapatería +de lujo es y será siempre el cosido a mano.» Pero no se le ocultaba a +Apolonio que «La Solidez» o «Estolidez» le amenazaba con una +competencia, quizá ruinosa. + +Martínez llenaba las planas de los periódicos con llamativos reclamos, +cosa que Apolonio consideraba indigna del arte verdadero. Además, +Martínez, que representaba la ciencia pura y la aplicada, había +inventado una crema para dar lustre, «la crema Zenitram», anagrama +obtenido con el apellido del inventor, colocando en orden inverso las +letras. En uno de sus reclamos periodísticos, el dueño de «La Solidez» +anunciaba: «Todas las cremas conocidas hasta el día están compuestas +conforme a las fórmulas siguientes: + + Aceite de ballena, blanco o rubio.. 45 partes. + Aceite de linaza .................. 30 » + Sebo .............................. 20 » + Materia colorante ................. 3 a 5 » + Cera blanca ....................... 2 » + Alcohol ........................... 2 » + +Y daba hasta otras ocho fórmulas. Proseguía: «En el establecimiento _La +Solidez_, del conocido industrial Claudio Martínez, hay quinientas +pesetas, ¡quinientas pesetas!, a la disposición de quien demuestre que +alguna de las cremas conocidas en el mercado no están compuestas +conforme a ninguna de las fórmulas anteriores, y otras quinientas, +¡mil!, a quien pruebe que la _crema Zenitram_ no es distinta ni superior +a las otras cremas. Con la _crema Zenitram_, el calzado se mantiene +fresco y lucido eternamente. Invitamos a los competidores a que ganen +las mil pesetas rebatiendo nuestro aserto.» + +Un día entró la duquesa de Somavia en la zapatería de Apolonio, y le +habló así, reservadamente: + +--En la carta que mi hermano Deusdedit me escribió antes de morir, y ya +hace de esto nueve años, me decía que eras un ganso. No aprietes las +cejas.... Ya sé que eres un artista; pero eso no impide que seas también +un ganso. Mira, Apolonio; vivimos en tiempos de negociantes, y no de +artes ni de filosofías; en tiempo de Martineces, y no de Apolonios y +Belarminos. Belarmino, ahí está de remendón. Sé, por fuente fidedigna, +que vas mal. A ti te pasará lo que a Belarmino, si no afilas la uña y te +sacudes la mangana y la sandez. Soy amiga del hablar claro. Despierta o, +desde luego, te auguro que terminaréis, Belarmino y tú, en un asilo de +caridad. + + + + +CAPÍTULO VI. + +EL DRAMA Y LA FILOSOFÍA. + + +Es tradición milenaria que en el equinoccio de septiembre el seráfico y +mansueto pastor San Francisco se siente malhumorado por una vez; +descíñese el cordón, lo blande sobre el cielo a guisa de honda, acuden +los rebaños de nubes, revientan los odres donde se guardan los vientos, +rómpense las esclusas de las aguas celestes, se embravecen los mares, +zozobran las barcas pescadoras, huyen las aves trashumantes, corren las +bestias a sus cubiles, guarécense los hombres en el hogar y el corazón +se empapa en una tristeza que es como el llanto de las cosas +perecederas. + +Llevaba ya lloviendo un cuarto de luna. Entre el bosque innumerable de +menudos y apretados chorros de agua, desde la tierra al cielo, y cuya +tupida y abovedada ramazón eran las nubes grises y cárdenas, el +tembloroso lamento de las campanas basilicales se extraviaba y +desfallecía. + +Era un domingo, noche ya. Apolonio mensuraba la longitud y la latitud +del comedor, paseando y sollozando el «Spirto gentil», de _La favorita_. +Con el ímpetu ascendente del musical deliquio, las pupilas habían subido +a escondérsele detrás de las bambalinas de los párpados superiores; +mostraba unos ojos blancos como los de las estatuas antiguas, y el alma +en blanco también, al modo de página virginal que espera recibir con +trazo indeleble los conceptos más sublimes. Apolonio, en aquellos +instantes, flotaba sobre la tristeza del mundo y sobre las nubes +luctuosas, como el espíritu melodioso de Jehová sobre el caos primieval. + +--Señorito, que las alubias se pasan--rezongó con acritud la asistenta, +asomando el morro por una puerta--. Son ya las diez de la noche. + +--¿Qué habla usted ahí, incivil criatura?--replicó Apolonio, con +sobresalto. + +--Digo que son las diez, y que si se cena hoy.... + +--No se cena hasta que no venga don Pedrito. + +--Pero es que don Pedrito no cena hoy en casa. + +--¿Quién se lo ha dicho a usted? + +--Mira qué caracho, él mismo; y ainda mais le dejó a usté una carta. + +--¿Una carta? ¿Dónde está esa carta? + +--Delante de sus mesmas narices, en la mesa y sobre su plato. + +Apolonio leyó la carta. Decía: «Padre, perdón. No he nacido para cura. +Me voy con la mujer a quien adoro. Nos casaremos, y confío que, _a +pesar de todo_, usted bendecirá nuestra unión.--_Pedro_.» + +Y ahora sí que Apolonio quedó como una estatua, no ya en los ojos, sino +en todos sus miembros, y con el alma pálida y vacía. Cuando al fin le +volvió la sangre a circular, dijo a la fámula: + +--No se cena hoy. Tú puedes marchar ya a tu casa. Dame el impermeable. + +Se dirigió a casa de la duquesa de Somavia, que había vuelto el día +anterior a Pilares, huyendo de la inclemencia, melancolía y tedio de la +aldea. Llevaba la carta en la mano, sin protegerla de la lluvia. + +--¿Qué te sucede, Apolonio?--preguntó la duquesa, alarmada ante aquel +hombre como de piedra--. ¿La catástrofe, la quiebra, el embargo? Me lo +presumía. + +--¡Pluguiera a Dios!--murmuró cavernoso Apolonio. Y tendió la carta. + +--Chico, este papel es una sopa. Se ha corrido la letra y no puedo leer. + +--¡Pluguiera a Dios cegarme, antes de haberla yo leído! Pero ya, ¿qué he +de hacer? ¡Ah! Resignarme y perdonar la mano que me ha herido. Apuraré +esta copa hasta las heces, y leeré la carta por dos veces. + +Y leyó la carta a la duquesa. En el fondo, tan en el fondo que ni él +mismo se daba cuenta, Apolonio se sentía orgullosísimo, creyéndose en +aquellos momentos un personaje trágico de verdad e imaginando inspirar a +la duquesa fuerte interés patético. + +--¡Bah! Temí, al verte, que se trataba de algo grave. Siéntate. Aunque +hay que resolver de prisa, para resolver de prisa hay que pensar +despacio. Siéntate. + +«Siéntate»; que fué lo que le dijo Napoleón a la reina de Prusia, en +ocasión que la soberana, por conseguir un tratado menos infamante, quiso +conmover al corso, representándole una escena dolorosa y teatral. + +Bien sabía Apolonio que la tragedia exige hablar en pie y con coturno. +Al sentarse, comprendió que estaba peor que en ridículo, humillado, como +un ídolo al que derriban. Dejó caer la cabeza, vergonzoso. + +--Vamos por partes. Tú, de seguro, no sabes quién es la mujer a quien +adora el desmandado don Pedrito.--Apolonio denegó con la cabeza.--¿Qué +has de saber tú, si no vives en la tierra? Ni sospecha tendrás.--Nueva +denegación.--Pues chico, te lo voy a decir yo: es la hija de Belarmino. + +--¡Eso no, eso no! Antes la muerte--rugió Apolonio, poniéndose en pie, +ahora realmente enfurecido--.Yo ya estaba dispuesto a perdonar, a +bendecir. Hasta pensaba en los nietecitos.... Pero eso, ¡jamás! + +--A buena parte vas.... Que ya pensabas en los nietos, en seguida te lo +calé. Pero, siéntate. Claro que no sabes ni sospechas cómo, cuándo, a +qué hora y por dónde se han fugado, ni se te ocurre el medio de +averiguarlo.--Denegación muda.--De modo que yo soy quien tengo que +hacerlo todo. Discurramos con calma. Que Angustias es la raptada, no me +cabe duda. Sé que al pícaro don Pedrito le gustaba la niña, que se veían +a menudo en vacaciones, y hasta que le escribía desde el Seminario; +pero, la verdad, no creí que iba a perder el sentido hasta ese punto. +¡Cosas de chicos! ¿Quién les pudo ayudar en la fuga? A mí no se me +ocurre sino una persona: Felicita, la Consumida. + +--¡Infame alcahueta! + +--No digas palabras malsonantes. Eso de la alcahuetería es cosa muy +relativa. Todas las mujeres, en llegando a cierta edad, si son amorosas +todavía, como no están en sazón de que las amen y ellas no aciertan a +vivir sino en la atmósfera del amor, se perecen por proteger y concertar +amores ajenos. Es una debilidad disculpable, y más en el caso de +Felicita, que, aunque acecinada, ama, la aman, pero no se le logra la +satisfacción de sus deseos. Angustias iba a cada paso de visita a casa +de la solterona, y, si no iba, la solterona enviaba a buscarla. Es +público en la calle. Tu hijo iba de visita a casa de la solterona. +¿Tampoco sabías eso?--Negativa muda.--Pues, átame esos cabos. La idea de +la fuga ha sido inspirada, alentada y en resolución favorecida por la +solterona. Ella lo sabe todo. ¿Cómo sacárselo? Antes de responder, es +preciso que declares cuál es tu propósito y voluntad. Si te avienes con +lo ocurrido, y consientes en el matrimonio. + +--¡Jamás! ¡Jamás! ¡Jamás!--interrumpió Apolonio, poniéndose en pie. + +--Siéntate, hombre, siéntate. Soy de tu opinión. El alocado don Pedrito +tiene por delante un hermoso porvenir. Sería una estupidez echarlo a +rodar de esa manera. ¿Qué iba a hacer él, sin oficio ni beneficio, +casado con una pitusa, hija de un remendón que no tiene sobre qué caerse +muerto? Yo no podría aprobar semejante desatino. Queda la cuestión de +conciencia, la moral. Yo me río de lo que la gente suele entender por +moral. Eso de la moral debe de ser cosa de herencia, como la escrófula y +el herpetismo; yo, por más que me palpo, no encuentro haber recibido con +la sangre de mis antepasados esa moral gazmoña de que otros hacen gala. +Reconozco que la chica va a quedar en situación molesta por algún +tiempo, ante los ojos de la gente. Pero vendrá el olvido, y vendrá muy +pronto. El tiempo borra más de prisa los surcos de la memoria que las +cicatrices de la carne. Si vamos a medir con cuidado, más pierde tu hijo +en su reputación que la hija de Belarmino en la suya. Pero existe una +consideración, de la cual debemos hacernos cargo. Impidiendo el +matrimonio, ¿decretamos que Angustias sea una desgraciada? Yo digo que +no; eso es pan de todos los días. Sobre todo, si es desgraciada será por +culpa suya, por no tomar la cosa naturalmente. Pero, aun así y todo, +estoy convencida que mucho más desgraciada sería casándose en tales +circunstancias, y que diría infinitas más veces: «¿por qué me habré +casado?», de las que ha de decir: «¿por qué estorbaron que me casase?» +Con eso, mi conciencia se queda tranquila, y no tengo inconveniente en +desbaratar ese desatentado casorio. Ahora vamos a sacar a Felicita +todas las noticias necesarias. Hemos discurrido despacio, y es ya tiempo +de proceder de prisa. + +La duquesa tiró de un cordón de la campanilla y movilizó la servidumbre. +A un criado le ordenó que enganchasen al punto el landó, para ir de +jornada, quizá toda la noche; a otro le envió a la fonda del señor +Novillo a buscarle, que viniese apercibido con saco de viaje, a fin de +ponerse sin dilación en camino (la duquesa sabía que Novillo era hombre +inútil si no llevaba consigo los tintes y adobes de tocador); a Patón le +dijo que se vistiese; a otro criado le pidió recado de escribir, y en +escribiendo una esquela sucinta (decía: «Muy señora mía: por informes +indubitables y reservados, sé que no es usted ajena a la fuga de Pedrito +Caramanzana y la hija de Belarmino. Don Anselmo Novillo sale ahora mismo +a la captura de los prófugos. No dudamos que usted nos proporcionará los +detalles imprescindibles. Si usted, debido a otras preocupaciones, no +recordase estos pormenores que necesitarnos, tendremos sumo gusto en +requerir al juzgado para que, sin pérdida de momento, le refresque a +usted la memoria. Suya afectísima, _Beatriz, duquesa de Somavia»_), le +despachó con la misiva a casa de Felicita. Este criado volvió antes que +ningún otro, con la respuesta. Estaba escrita con letra vacilante y +temblona, y rezaba: «Ilustre señora: Pedrito y Augustias salieron en un +coche para Inhiesta, a las cinco de la tarde de hoy. Se idolatran. +Quieren casarse. Yo creí ejecutar una acción generosa ayudándoles. +Llevan cincuenta duros que les presté; y no es que los reclame. +Perdónelos y perdóneme, si nos equivocamos, por haber amado tanto. Su +sierva, _Felicita Quemada_.» + +--¡Qué tía chiflada!--exclamó la duquesa--.Ese Cupido es el gran +enredador. Si yo pudiese, hacía con él lo que se hace con los gatos y +con los bueyes....--Y soltó un ajo enérgico. + +Llegó Novillo cuando la duquesa se hallaba en aquella disposición +antitaurina y antiamorosa; llegó el criado anunciando que el coche +estaba dispuesto; llegó Patón, vestido de jornada, con botas altas y +capote. + +--¿Qué dispone mi señora?--preguntó Novillo, inclinándose +ceremoniosamente, en la mano un saquito que contenía impenetrables +secretos de alquimia cosmética. + +--¿Que qué dispongo? Estaba diciendo que si de mí dependiera, dispondría +que no hubiese más novillos y todos fuesen bueyes; son más útiles a la +agricultura. No pongas en vibración el hocico. No había reparado que te +apellidas Novillo. No se trata de una alusión personal, sino de una +apreciación de orden general. Tú eres un novillo inofensivo y adorable. +Y ahora, en marcha a Inhiesta. + +Iréis, Apolonio, como padre, y Novillo, en representación de mi +autoridad. Como el don Pedrito es mozo de empuje y más fuerte que +vosotros dos, y además, se hallará demasiado encalabrinado y consentido +para que le separen del pesebre cuando apenas se ha acercado a él, con +vosotros va Patón, que es más bruto que un mulo, y le sujetará si se +desmanda. Conque derechos a Inhiesta, y me traéis aquí al fugitivo; yo +le tendré a buen recaudo los pocos días que restan hasta que comience el +curso en el Seminario. Y, cuidado, Apolonio; nada de amonestaciones ni +reprimendas. Eso me toca a mí. Andando, antes que los fugitivos tomen el +tren que pasa mañana por Inhiesta. + +Partió la cuadrilla, como dispuso la duquesa. Llovía, llovía. En el +pescante iban el cochero y Patón. Dentro, Novillo y Apolonio, tiesos, +sin cambiar palabra, como dos fetiches llevados a extender el culto a +nuevos territorios. Así transcurrió una hora; una hora prolongada, +estirada, adelgazada en una hebra interminable y perezosa, como si +estuviese hilada con ritmo lentísimo por las yemas de unos dedos rígidos +y entumecidos: los cascabeles de las yeguas. Tras, tras, tras, sonaban +los cascabeles, con lento giro, consumiendo en forma de hilo moroso la +abultada y sucia madeja de las horas nocturnas, que forzosamente había +que hilar y devanar. + +Después de lo que Apolonio calculó como una eternidad de silencio, se +atrevió a decir: + +--No conozco la topografía de la provincia, porque no soy indígena. +Ignoro a que distancia está Inhiesta. + +Novillo sacó el reloj y encendió un mixto. + +--Son las doce. Llegaremos a Inhiesta a las siete de la mañana. + +--Tan lejos.... Pues es cosa que nos acomodemos para descabezar un sueño. + +--Estoy inquieto, amigo Apolonio. La humedad y el frío me sientan +malísimamente. He olvidado traer una manta de viaje. Pero, ¿qué le hemos +de hacer? Procuremos dormir. + +Novillo, a tientas, abrió el maletín; extrajo de él un tarro que había +sido de aceitunas y que estaba lleno de agua clara; se sacó con disimulo +la dentadura postiza y la metió en el tarro. No podía dormirse con +aquellos dientes ajenos, porque le mordían, a pesar suyo, la lengua, +como si el antiguo propietario viniese, a favor de las tinieblas del +sueño, a vengarse del macabro usufructo. Es decir, Novillo se figuraba +que, así como los pelos de su peluquín pertenecían, sin duda, a un +difunto, que otro tanto acontecía con los dientes. A veces, bajo el +influjo de una gran contrariedad, o acongojado por la timidez amorosa, +estaba cierto, puesto que recibía la sensación, de que se le erizaban +los cabellos del peluquín. ¿Qué podía ser esto, sino que el espíritu del +difunto montaba en cólera contra el profanador de sus restos mortales? +Pero Novillo, con ánimo decidido y corazón entero, afrontaba estas +escalofriantes escaramuzas con lo sobrenatural y suprasensible, con tal +de no aparecer calvo y desdentado a los ojos de Felicita. + +Despojóse Novillo también del peluquín; extendió por la cara un +«Ungüento pompeyano», para preservar la piel sin arrugas, y se dispuso a +dormitar. Adormiláronse Apolonio y Novillo sobre el traqueteo y el +cascabeleo. Despertóles un silencio, como si de un tirón les hubiesen +arrancado la almohada. + +--¿Qué pasa, que se ha parado el coche?--preguntaron entrambos a la vez, +y tendieron el oído. + +--¿Quién eres, chacho?--gritaba el cochero. + +--Soy Celesto, el zagal de Cachán--respondió una voz. Este Celesto había +sido oficial de Belarmino años atrás. + +--¿De dónde vienes, hom? + +--De Inhiesta. + +--¿A quién llevaste? + +--A dos amigos míos. + +--¿Puede saberse quiénes son? + +--No se puede saber. Conque adiós, y arrea palante. + +Y oyóse un revuelo de cascabeles, que se dividían en dos bandadas, y +cada cual volaba en dirección opuesta. Novillo y Apolonio recobraron la +almohada de ruidos y vaivenes, y se adormecieron de nuevo. El primero en +despertar fué Novillo. La luz de la mañana se desleía ya en el agua +turbia de la lluvia. Novillo, antes que Apolonio despertase, retrajo a +su lugar correspondiente las apócrifas excrecencias capilares y óseas. +Un escalofrío se le difundió entre cuero y carne: «Malo--pensó--; he +cogido un resfriado. Tanto como me afectan....» Estornudó, y al ruido del +estornudo Apolonio abrió los ojos. + +Llegaron a Inhiesta a las ocho de la mañana, y detuvieron el carruaje en +la única posada del pueblo. + +--Esos palomos estarán en lo mejor del sueño--dijo Novillo--. Se me +parte el corazón, considerando que tengo que cortar un idilio en flor. +Pero yo no soy la voluntad; soy el brazo que ejecuta. Hay que concluir +cuanto antes y volver a Pilares sin tardanza. Yo acabo de atrapar un +resfriado y no quiero que pase a mayores. + +Una criada de la hospedería, acompañada de Patón, subió al cuarto de los +novios. Llamó en la puerta con los nudillos. + +--¿Quién va?--preguntó el seminarista. + +--Señorito; alguien le espera abajo. + +--Que espere; yo no bajo. + +La criada insistió. Después de un rato, el seminarista, a medio vestir, +salió a la puerta, a fin de despedir airadamente a la criada. Patón lo +trincó, le tapó la boca, y, en vilo, lo bajó y lo metió en el coche. +Novillo pagó la cuenta a la posadera; y no hubo más. Arriba esperaba +Angustias. Apolonio no quería pensar en ella. Novillo, con su resfriado, +no podía pensar en ella. + +A las cinco de la tarde, la cuadrilla cazadora, con el cautivo, estaban +de vuelta en el palacio de Somavia. Novillo fué derecho a su fonda, con +un fuerte dolor de costado. La duquesa hizo encerrar al seminarista, +diciéndole previamente con cierto dejo irónico: + +--Aquí te estarás a buen recaudo, hasta que comience el curso. Medita, +hijo, medita, en quietud y a la sombra, la burrada que ibas a cometer, +dejando el servicio de Dios y su pingüe soldada, por el servicio de una +criatura mortal, hija de un zapatero remendón, que ni tú ni ella tenéis +para llevaros un mendrugo a la boca. + +Don Pedrito, deshecho en amargura, se atrevió a murmurar: + +--Pero en el Seminario no querrán admitirme. + +«Vaya con el monigote--pensó la duquesa--. Eso no se me había ocurrido a +mí. ¿Que no te admitirán? Te admitirán, o yo no soy Beatriz Valdedulla.» +Avisó que no desenganchasen el coche, y se hizo conducir al palacio +episcopal. Al llegar la duquesa a la portalada, salía el Padre Alesón. +«Esos mastuerzos se me han adelantado.» + +Se le habían, en efecto, adelantado los Padres dominicos, a cuya Orden +pertenecía el obispo. + +--Pero a mí no se me encoge el ombligo--murmuró en voz audible la +duquesa, según subía las escaleras, par a par de un familiar de Su +Ilustrísima, clérigo bisoño y doliente, el cual, oyendo esta expresión +extraña y para él inexplicable, fué víctima de un ataque de turbación +tan intenso, que tropezó en un peldaño y a poco cae de bruces. + +«¿Qué habrá pasado aquí? ¿De qué talante encontraré a ese Facundo, tan +estrecho, el infeliz, de mollera?» + +Angustias, al huir, no atreviéndose a dejar cuenta de sí a Xuantipa, por +temor, ni a Belarmino, por amor, había usado de subterfugio y largo +rodeo, adoctrinada por Felicita. El día de la fuga, Angustias dijo a +Belarmino y Xuantipa que cenaría con la solterona y se quedaría en su +casa a dormir, como otras noches. A la mañana siguiente, el Padre +Alesón, sin saber cómo ni de dónde, recibía un anónimo, escrito en +caracteres que simulaban letra de imprenta. El anónimo era creación +literaria de Felicita; pintaba, con recargada sensiblería, los amores +desgraciados de don Pedrito y Angustias, hasta el instante en que la +pasión avasalladora les arrebataba en un torbellino y les impelía al +rapto; refería que unos perseguidores desalmados iban a los alcances de +los amantes evadidos, con propósito de destruir su felicidad; esbozaba, +con trazos al carbón, el cuadro venidero de una doncella sin honor, de +todos despreciada, y de un sacerdote indigno, caso que no se les +permitiese casarse; y, por epílogo, suplicaba de los Padre dominicos y +de los marqueses de San Madrigal que intercediesen con el obispo, con el +cual tenían notorio metimiento, para que obligase al descarriado +seminarista a cumplir como hombre cabal con la chica. Un sacudimiento +vertiginoso y profundo, a modo de terremoto, recorrió la vasta humanidad +del Padre Alesón. Angustias era algo de la casa; vivía a la sombra de la +robusta Orden dominicana, como las rosas a la sombra de los cipreses, en +los claustros conventuales. Las órdenes religiosas conservan la +clausura, ese fuero interno de paz egoísta, muro defensivo, inexpugnable +fortaleza; gozaron un tiempo el sagrado derecho de asilo, que era como +el foso exterior de la clausura, universalmente respetado, y no se +resignan a reconocer que lo han perdido, que ya no son inviolables +cuantos se acogen a su protección y amparo. Para el Padre Alesón no +tanto había sido raptada Angustias cuanto la Orden de Santo Domingo; y, +más señaladamente, los miembros de la residencia pilarense habían sido +violados y escarnecidos. Se imponía la justa sanción, la reparación +adecuada, que no podía ser otra sino que don Pedrito perdiera la carrera +y se casase con Angustias. El voluminoso dominico, con el anónimo de +manifiesto, fué a ver a don Restituto y doña Basilisa, que, en su +sentir, también habían padecido una pequeña violación. Los señores de +Neira habían hecho poderosas dádivas a la diócesis, y el obispo les +estaba obligado. De común acuerdo, el matrimonio y el fraile +determinaron pedir al obispo, con humildad, pero con energía, que +obligase al seminarista a cumplir la ley de Dios y la ley de los +hombres. Hasta la hora de comer, Belarmino y Xuantipa no supieron nada +de la fuga. Xuantipa, que se había convertido en una beata rabiosa, +venía de pasar tres horas en la iglesia de San Tirso. El Padre Alesón +les contó el suceso y les infundió esperanza en el desenlace feliz. +Belarmino se llevó las manos al corazón, dobló la cabeza y sollozó. +Xuantipa, con alegría diabólica en el semblante, dió libertad a la hiel +que tenía almacenada: + +--La hija del pecado vuelve al pecado, que es su elemento. A mí tanto se +me da que se case como que no se case. Es más: digo que Dios no querrá +que se case. + +--Calla, lengua de escorpión--dijo, irritado, el fraile--. ¿De qué te +aprovecha la frecuentación del templo? + +--Aprovéchame--respondió Xuantipa, descarada--para conocer la justicia +de Dios. + +--Aviados estaríamos--replicó el fraile--si los fallos divinos se +ajustasen a tu jurisprudencia. + +Esto de la jurisprudencia fué como una losa de plomo que cayese sobre la +lengua de Xuantipa. + +Por la tarde, el Padre Alesón visitó a Su Ilustrísima. El obispo se +mostró en todo conforme con el dictamen de su hermano en religión. El +fraile salió radiante. Cuando él salía, la duquesa entraba. + +--¿A qué debo el honor de ver a mi señora la duquesa por esta humilde +casa?--dijo el obispo, con galantería, haciendo un paso de pavana, que +le sentaba muy mal. + +--Por lo pronto, que se retire este joven cacoquimio, que no quiero +testigos de vista--dijo, nerviosa, la duquesa, señalando al tímido y +doliente familiar. + +--Manolín, auséntate. Y ahora, ¿a qué debo en esta humilde casa....? + +--Déjate de resabios de fraile y lugares comunes. ¿Qué hablas ahí de +humilde casa, si es una de las mejores de la ciudad? + +--Bien, pero la humildad la habita. + +--Eso lo veremos bien pronto. + +--¿A qué debo la honra...? + +--¿Y tú lo preguntas? ¿No lo adivinas? Pues debieras saberlo, puesto que +acaba de salir de aquí ese cachalote.... + +--No sea usted cruel, señora; el pobre Manolín un cachalote.... + +--No te hagas más tonto de lo que eres; me refiero al Padre Alesón. + +--¡Ah! + +--¡Ah! Te has quedado boquiabierto. Pues yo vengo a lo mismo que el +fraile. ¿Qué habéis hablado? + +--Señora, no olvido mi pasado, mi niñez. En lo que yo pueda servirla, +como hombre, la serviré. Como pastor, como prelado, cumpliré con mi +deber, con entera independencia. Si usted me pregunta cosas de mi vida, +le responderé; si cosas de mi ministerio, me veré obligado a desairarla, +y la culpa no es mía. + +--Pide el báculo y dame cuatro palos; ya no te falta más que eso. Pastor +naciste y pastor eres, ¿gracias a quién? + +--Al duque, su esposo; no lo niego. + +--Como pastor te conduces, y todos, al parecer, para ti somos borregos. +¿No quieres decirme lo que has hablado con el fraile? Te lo diré yo, que +a mí no me duelen prendas, Facundo. Habéis hablado de don Pedrito y +Angustias. Queréis casarlos. ¡Qué monstruosidad, qué aberración, +qué...--y soltó un ajo mondo, lirondo y sonoro--. Lo que no podrás +negarte es a darme razones. + +--Mi señora duquesa: las razones son clarísimas. De una parte, ese +mancebo ya no está en condiciones de ser un buen sacerdote. De otra +parte, una muchacha honesta ha sido seducida, deshonrada, ha perdido su +virginidad, y el que se la arrebató debe devolverle la honra. + +--Voy a contestarte por lo último, que es lo que me hace más gracia. +¡Qué risa! Hablas de la virginidad como los niños hablan de las hadas o +como las personas mayores hablan de tesoros escondidos. Tú que eres un +sabio naturalista, ¿qué me dices de la virginidad de los insectos? ¿Qué +me dices de la virginidad del _draco furibundus_? ¿No se llama así? + +--No se trata de insectos, sino de cristianos. + +--¡Ay, Facundo! Tú, como vives en las Batuecas, no te has enterado de +que el mismo valor tiene la virginidad entre cristianos que entre +insectos. + +--¡Ave María Purísima! No desvaríe, señora. + +--Afirmas que a esa muchacha le ha sido arrebatada la virginidad. ¿Lo +jurarías? ¿La has examinado tú, antes del rapto? ¿Has presenciado el +despojo? + +--Calle, calle, señora; se lo ruego. + +--Qué he de callar.... Me gustan las cosas claras. ¿Es que la verdad te +asusta? + +La duquesa aguardó. El obispo no supo qué contestar. Comenzaba la dama a +dominar al prelado. La táctica era la de siempre; aturdirlo, +aturullarlo. Fray Facundo miraba a la señora, con pupilas recelosas y +enconadas, resuelto a no entregarse. + +--¿Quién ha empleado primero esa palabra? ¿Has sido tú o he sido yo? Tú +has dicho que a esa chica le había sido arrebatada la virginidad. Y lo +has dicho con tanto aplomo y firmeza como si hablases de un timador a +quien hubieses visto robando la cartera a un transeunte. ¿Y si resultase +que no hay tal timador ni tal robo, sino dos amigos, y que uno, del todo +libre y con la mejor voluntad, le da la cartera al otro? ¿No se te ha +ocurrido esto? + +--Se me ha ocurrido, señora, lo que se le habrá ocurrido a toda persona +pura y religiosa: que se han ido solos un hombre y una mujer, y que, en +consecuencia, el hombre ha deshonrado a la mujer. + +--Los que la deshonráis sois vosotros, las personas puras y religiosas. +De manera que vuestra pureza se acredita mediante la facilidad con que +inventáis actos impuros; vuestra religiosidad se cifra en la aptitud +maliciosa para imaginar el pecado. ¡Qué grosero materialismo! ¡Qué +cabeza tan atormentadas y lúbricas debéis de tener las personas puras y +religiosas! Parecerá uno de esos reservados que hay en las barracas de +feria, con figuras de cera, para hombres solos. De manera que en vuestra +cabeza no tiene cabida la idea de que un hombre y una mujer viajen +juntos muy limpiamente y muy decorosamente. Ya me libraré de que me +acompañes tú en un viaje. ¡Qué horror!... Te estoy viendo como un +sátiro.... + +--Señora duquesa...--suplicó el prelado, casi con lágrimas en los ojos. + +--No te atortoles, Facundo. He ido demasiado lejos; pero era en chanza. +Ya sé que se te puede dejar impunemente en el serrallo del Gran Turco o +en el coro de las once mil vírgenes. Vamos al grano. Quiero concederte +que esa chica ha sufrido cierta modificación, y que después del viaje no +es la misma que antes del viaje. Pero, ¡hombre de Dios!... Esa es una +modificación insignificante. Si le hubieran cortado el pelo se le +notaría más. Y luego, y es por lo que no paso, a esa ligera modificación +la llamas deshonra ¡Qué exageración y qué absurdo! Mis antepasados +poseían el derecho de pernada, y aquellas doncellas sobre las cuales +ejercían el derecho lo tenían a mucha honra. Y tus antepasados, quiero +decir los obispos de entonces, sancionaban aquel derecho, sin +escandalizarse ni hacer melindres. + +Fray Facundo se tapó los oídos y exclamó en un arranque de coraje: + +--Con todo respeto, señora duquesa.... Yo no puedo oír tales cosas.... + +Aguardó la señora a que el obispo descubriese las orejas, y dijo: + +--No me vengas, Facundo, con escrúpulos de monja. Si no quieres oírme, +rebáteme con razones sensatas, y yo me callaré. De lo contrario, tendré +que pensar que eres un estúpido o que estás obcecado. + +--Señora: reconozco que usted es mucho más lista que yo y que pone las +cosas de manera que no acierto a responder; pero, como la respeto y la +estimo, estoy seguro que usted, en su conciencia, reconoce que yo tengo +razón y que usted defiende, con mucha habilidad, una mala causa. + +--¡Adiós con la colorada! Zahorí me saliste, Facundo. Chico, no he +venido a que me echases las cartas y me adivinases el pensamiento. He +venido, óyelo bien, a impedir ese matrimonio. Por todos los medios; por +las malas, si no lo logro por las buenas. + +--¿Por las malas, señora? ¿Qué puede temer un siervo de Dios? + +--Si tú fueras solamente un siervo de Dios, quizás no tendrías nada que +temer. Pero eres también siervo de tu vanidad y de tu ambición, y por lo +tanto, eres siervo de los demás, sobre todo de mi marido y mío. + +La duquesa esperaba ver inquietarse a fray Facundo; por el contrario, el +obispo respondió con calma: + +--Es verdad; siervo, esclavo, en tanto no se me ordene algo contra mi +conciencia. + +--Quieres que tu sobrino salga diputado. Eso no va contra tu conciencia. +Pues no saldrá. Y agárrate bien la mitra, que corre peligro de caérsete, +o, si te parece mejor, te enviaremos a que la escondas en la República +de Andorra, o en una diócesis _in partibus_, en donde estarás como +Quevedo, o como el alma de Garibay. + +La duquesa llevaba la de perder, habiendo perdido ya la serenidad. + +--No concibo que la señora duquesa sea capaz de tomar esa venganza +mezquina, máxime cuando al negarme ahora a complacerla, estoy evitando +que la señora duquesa se haga responsable de una acción indigna. + +--Chico, te desconozco. Me has atacado ahora por el punto vulnerable. +Tienes razón. Yo sería incapaz de tomar una venganza mezquina; mezquina +por lo que a mí respecta, que, en lo que te atañe, tú no la +considerarlas mezquina. También creo que siempre que está en tu mano te +tomas la venganza. Yo no. En eso nos diferenciamos los nobles de los que +no lo son. Pero no tienes razón en calificar de acción indigna el +impedir ese matrimonio. Lo he pensado bien. Es lo más conveniente, para +él y para ella, que el matrimonio no se realice. Es lo más conveniente +en todos los sentidos, incluso el religioso. Dijiste al principio que el +muchacho ya no está en condiciones de ser un buen sacerdote. En eso +estás equivocado. Ahora sí que está en condiciones; ahora, que ha +gustado el dulzor y el dolor de la vida. Dios prefiere a los pecadores +arrepentidos. Recuerda a San Pablo, a San Agustín. ¿Quién te dice que, +cooperando a ese matrimonio disparatado, no destruyes en germen un +futuro padre de la Iglesia? Y ahora se me viene a las mientes una gran +idea. ¿No podríamos meter a la chica en un convento? ¡Qué solución tan +santa daríamos al conflicto!... En tu mano está, Facundo, un gran +beneficio o un gran daño. Decide. + +--Qué gusto me da, señora duquesa, oírle razones que yo entiendo. Me +hace usted vacilar.... + +El prelado permaneció pensativo. La duquesa dijo entre sí: «Esta pieza +está cobrada. Cuidado que me dió guerra. La amenaza fué el balín que le +hirió en mitad de la pechuga.» El prelado meditaba, bajos los ojos, +dando vueltas con una mano a la cruz de topacios que pendía sobre su +morado pecho. Cuando alzó los ojos, pronunció estas palabras: + +--Ese matrimonio tiene que consumarse. Si no es conveniente, Dios lo +impedirá. + +--¿Es tu última palabra, Facundo? + +--Es mi última palabra. + +--Buen chasco me has dado.... Salgo volada. + +--Ya se presentarán ocasiones sobradas de complacerla. + +--¡Quia! Beatriz Valdedulla no te volverá a pedir un favor. No te +incomodes en salir a despedirme. + +En medio de su contrariedad, la duquesa experimentaba una sensación +aplaciente y alegre. «Esta visita--iba pensando al bajar las escaleras +del palacio episcopal--me ha servido para apreciar mejor a Facundo. Es +un hombre de voluntad y obra conforme a su conciencia. Lástima que tenga +tan poca sal en la mollera. Antes, le compadecía; ahora, casi le +admiro.» De todas suertes, la duquesa estaba resuelta a no consentir el +matrimonio, convencida de que resultaría desdichadísimo. Entretanto, +mantuvo prisionero a don Pedrito, y dió tiempo al tiempo. + +Angustias, al verse sola y desamparada en Inhiesta, escribió a su padre: +«No te dejé porque no te quisiese, padre. Escapamos sólo para estar +seguros de casarnos, padre. Queríamos que usted viniese luego a vivir +con nosotros, padre. Pedro le quiere a usted tanto como yo le quiero, +padre. Padre, me lo robaron. No sé lo que me pasa, padre. Quiero volver +con usted, padre.» Esta carta se cruzó con otra que Xuantipa había +escrito a Angustias de sobremesa, fresca aún la noticia de la fuga y en +el primer impulso de la iracundia: + +«No vengas a manchar esta santa casa. Esconde tu vergüenza en donde +nadie te encuentre ni te conozca ni nos conozca.» Cuando Belarmino +recibió la carta de Angustias, rompió a llorar y a reír. Besaba el papel +con ahinco, y sollozaba: «Hija de mis entrañas, hija de mis entrañas», +como las madres. Subió a ver al Padre Alesón, a preguntarle si vendría +Angustias. + +--¿Pues no ha de venir? Viene a casarse. Mañana mismo, a primera hora de +la mañana, iremos a buscarla yo y otro Padre de la comunidad. + +--Vendrá, vendrá--sollozaba Belarmino sin dejar de sonreír y con los +ojos mojados. + +Al llegar los frailes a Inhiesta, Angustias había desaparecido. La dueña +de la hospedería les entregó un papel que la niña había olvidado en la +habitación. Era la carta de Xuantipa. + +--Si esa mujer está aquí--dijo el Padre Alesón después de leer la +carta--, le juro a usted, Padre Cosmén, que la estrangulo entre mis +manos; tanta es la cólera a que me mueve su infame proceder. ¡Pobre +niña, pobre criatura; perdida ya para siempre! Y esto mata a Belarmino, +a nuestro loco inofensivo y seráfico. Tendremos que inventar un engaño +caritativo. Dios no nos lo tomará en cuenta, en gracia a la buena +intención.--Y en el rostro de aquella mole ingente, que era el Padre +Alesón, se difundía una ternura húmeda, lacrimosa, así como el sol +derrite la nieve en la cima de las altas montañas. + +El engaño caritativo del Padre Alesón fué decirle a Belarmino que +Angustias, por el bien parecer, se alojaba en un convento, hasta el día +del desposorio, y que, por lo pronto, para evitar situaciones difíciles, +lo más prudente era que no se viesen padre e hija. + +El Padre Alesón llamó a Xuantipa a solas, la hizo sentarse, e +inclinándose sobre ella, para amedrentarla por la masa y como si fuese a +anonadarla, le dijo: + +--Mujer infernal, está usted condenada sin remisión. No le ha bastado a +usted martirizar sin piedad a su marido. Ahora ha precipitado usted en +el abismo a una criatura inocente. ¡Gócese usted en su alegría satánica! +Está usted condenada sin remisión. + +Al Padre Alesón, para ser todo lo imponente que él pretendía, le faltaba +la voz tonante. Pero como la Xuantipa tenía tanto miedo al infierno, oía +la voz de flautín del fraile como si fuese una trompeta del juicio +final. + +--Señor, perdón...--balbucía, temblorosa. + +--Cállese usted, boca sulfúrea. Para que su gran delito le sea +perdonado, tendrá usted que hacer firmísimo propósito de enmienda y +prometerme que nunca, nunca, con ningún motivo, dirá usted a Belarmino +una palabra desabrida ni le mentará la hija, más que hija, aunque no lo +sea de la carne que usted le ha hecho perder. + +Xuantipa salió, en efecto, anonadada, con el espanto metido en el cuerpo +para lo que le restaba de vida. + +Y llovía sin cesar en la vieja ciudad de granito, y había pesadumbre, +lágrimas y duelo hasta en las almas empedernidas. Conque ¿qué sería en +las almas tiernas y sensibles? + +Felicita llevaba ya tres días sin ver a su adorado Novillo; los tres +únicos días seguidos de ausencia en muchos años. Por mucho que lloviese, +Novillo no dejaba de venir a la Rúa Ruera, bien provisto de chanclos de +goma, polainas de cuero, un impermeable con capucha y, además, un +paraguas abierto. Se guarecía en un portal, y allí montaba la centinela +a la soberana de su corazón. ¿Qué habría sucedido ahora? Felicita, +arropada en una toquilla de estambre y con zapatillas de orillo, se +pasaba horas y horas, del día y de la noche, inmóvil, reseca, ósea, +color de cera, en el mirador de cristales; parecía una momia en la +vitrina de un museo, entre flores ajadas, como de trapo, y pajarillos +inmóviles por el frío, como disecados. De vez en vez, transitaba una +mujeruca, con el refajo de bayeta amarillo limón levantado, a modo de +mantellina, sobre la cabeza, calzada con almadreñas, que levantaba en +las losas un eco funerario, como si caminase sobre tumbas vacías. ¿Qué +le sucedería a Anselmo? ¿Estaría enojado? ¿Sería contrario al matrimonio +de don Pedrito y Angustias? ¿Habría averiguado que el anónimo al Padre +Alesón era obra de Felicita? ¡Dios mío, Dios mío, qué incertidumbre +congojosal Felicita lloraba silenciosamente, deseando la muerte. No +dormía; no comía. + +--Coma algo, siquiera un huevo pasado por agua--le decía Telva, la +sirvienta--. Mire que ya está demasiado flaca, y si no come, los huesos +le agujerearán la piel. + +--Ojalá me la agujereen como criba y el alma se me salga como trigo +pasado. ¿Para qué quiero el alma en el cuerpo? ¿Para qué me ha servido? +¿Quién ha querido comprarla, como buena simiente? + +Estas retóricas desoladoras dejaban a Telva perfectamente fría. Decía +para sí: «La señorita está más loca que un vencejo.» + +Al cuarto día de ausencia, Felicita no pudo resistir más, y envió a +Telva a la fonda del Comercio, a que averiguase discretamente qué era de +don Anselmo Novillo. Al volver, soltó de sopetón y sin preámbulos lo que +sabía. + +--Pues don Anselmo está muy malito con pulmonía. + +Felicita cayó con un soponcio. Al recobrar el sentido, aunque casi sin +fuerzas para sostenerse, pidió el abrigo, la mantilla, las botas.... + +--¿Qué va usté a hacer, señorita? + +--Volar a su lado. + +--Repare que es un hombre soltero y usté una mujer soltera, y lenguas +ociosas murmuran si ustedes tienen o no tienen. + +--Es mi prometido. No reparo en el qué dirán. El corazón tiene sus +fueros, por encima de todos los respetos humanos. No puedo dejar al +hombre a quien amo morirse solo y abandonado en la triste habitación de +una fonda. + +--Si es por eso, no se moleste. Don Anselmo está bien atendido. Tiene +una sierva de Jesús, y la señora duquesa y el señor Apolonio no se +separan de su lado. Además, no se trata de morirse, por lo que yo pude +entender. Siéntese, sosiegue, tome algo; una taza de tila. + +Felicita se tendió, desmadejada, sobre un sofá; los ojos, dilatadísimos, +clavados en el cielo raso. + +--Telva. + +--Señorita. + +--Anda a ver cómo sigue. + +--Señorita, si acabo de venir de allí.... + +--Obedece. Vete a ver cómo sigue. Pregunta todos los detalles. + +Telva se fué, refunfuñando. + +--¿Qué ruido es ése?--murmuró Felicita, incorporándose estremecida--. +Parece que clavan un ataúd. Parece que cavan una fosa. + +Pero eran unas almadreñas, en la calle. Felicita se tendió nuevamente en +el sofá. + +--¿Qué ruido es ése?--murmuró Felicita poniéndose en pie, transida de +terror--. Parece que moscardonea un enjambre de espíritus. Parece que se +oyen voces del otro mundo. + +Pero era el viento en las rendijas. Felicita volvió a acostarse en el +sofá. + +--¿Qué ruido es ése?--murmuró Felicita, cayendo de rodillas, +desvariada--. Se oye murmurio de preces. Se oye chisporrotear de cirios. +Rezan la recomendación de un alma. Anselmo ha muerto. Anselmo ha muerto. + +Pero era el ruido de la lluvia en los cristales. + +Al entrar Telva, Felicita oraba, de rodillas. + +--Don Anselmo sigue un poquito mejor. + +Felicita palpaba a la sirvienta: + +--¿Sueño? ¿Eres tú? ¿Soy yo de carne? ¿No somos fantasmas? + +Telva respondía mentalmente: «¿Tú de carne? Puro hueso, y ya muy duro. +¿Pantasmas? No estás mala pantasmona....» + +Felicita proseguía: + +--¿Has hablado? ¿Me figuré oír una voz? ¿Qué me has dicho? + +--Que don Anselmo sigue un poquito mejor. + +--Trae aceite, todo el aceite que haya en la cocina.... + +--Al fin se decide usted a comer algo. + +--Trae una gran fuente. Trae la caja de lamparillas. Trae las velas que +haya en casa. + +Encima de la cómoda había una imagen de la Virgen de Covadonga. Felicita +encendió una gran iluminación delante de la imagen. De rodillas, rogaba: + +--¡Señora, sálvalo! Tú fuiste virgen sin mancha, pero te casaste. +¡Sálvalo, Señora! ¡Señora, tú estuviste casada y tuviste un hijo. +¡Sálvamelo, Señora, para que nos casemos, aunque yo continúe virgen y no +tenga ningún hijo! + +Felicita sintió que el pecho se le llenaba de confianza. Volvió al sofá. +Inclinó la cabeza, pensando: «La Señora me lo salvará, y nos casaremos. +Es una bobada que continuemos así.» Pausa mental. «He ido demasiado +lejos al decir ala Virgen que no me importa no tener hijos. Me gustaría +mucho tener hijos. La verdad es que, lo que se dice prometer, no le he +prometido a la Virgen no tener hijos. La Señora me habrá entendido.» + +--Telva, vete a ver cómo sigue don Anselmo. + +--Señorita, si acabo de venir de allí.... + +--Obedece. Vete a ver cómo sigue. + +Telva partía ya, refunfuñando. + +--Telva, no te vayas, no me dejes sola. Tengo miedo. + +Después de una pausa: + +--Vete, sí, Telva; vete. Sacaré fuerzas de flaqueza.... No te vayas. +Tengo miedo, tengo miedo.... + +--Bueno, ¿qué hago? Como no me parta en dos. + +Felicita se echó a llorar. + +--Yo qué sé, yo qué sé. Párteme en dos a mí; deja una parte muerta aquí, +y lleva la parte viva contigo. Llévame en brazos, escondida, como una +criatura.... + +--Señorita, está usté perdiendo la chaveta. Vaya, tranquilícese. Llore, +que el llanto le hará bien. + +Era ya de noche. Felicita, llorando, cada vez con desconsuelo más dulce, +resignado e inconsciente, se adormeció como un niño. Estaba tumbada en +el sofá. Telva no quiso disturbarle el sueño, y la dejó a solas, +rezongando: «Cuando despierte, ya se meterá en la cama. ¡Jesús con el +señorío, y qué afición a los pantalones!...» + +Felicita despertó de madrugada. Por el balcón se efundía una claridad +lívida e inanimada, como aurora de ultratumba. Las velas sobre la cómoda +se habían consumido. Las pocas lamparillas que todavía alumbraban se +extinguían con un estremecimiento incorpóreo, al modo de leve recuerdo +dorado. + +Felicita sintió que una mano invisible le apretaba el corazón. No podía +respirar. Cantó un gallo. Una voz de timbre increíble resonó en la +cabeza de Felicita: «Es la hora en que Lucifer cae al averno y las almas +de los justos vuelan a Dios.» + +Felicita lanzó grandes alaridos. Acudió Telva, a medio vestir. + +--De prisa, de prisa, acompáñame. + +La sirvienta dudó si sujetar por la fuerza a su ama; pero era tal el +brillo que fosforecía en los ojos de Felicita, que Telva obedeció. + +Salieron a la calle. Llovía reciamente. Iban resguardadas bajo un enorme +paraguas aldeano, de color violeta. + +--Pero, ¿adonde vamos a estas horas? Es pronto aún para misa de alba. + +Felicita no la oyó. Telva insistía. Felicita dijo, como hablando para +sí: + +--Anselmo está agonizando. + +Llegaron a la fonda del Comercio. Estaba abierta y había un camarero de +guardia. + +--Don Anselmo se muere--dijo Felicita. + +--Sí, señora, espicha sin remedio--respondió el camarero. + +--Voy a su habitación. Enséñeme el camino--ordenó Felicita. + +--Es el caso que no se consiente que entre nadie. No está el horno para +bollos. + +--Yo entro porque tengo títulos para entrar. No hay quien tenga más +derecho que yo. Enséñeme el camino. O no me lo enseñe. No necesito guía. +Iré derecha a su lado. + +--Aguarde, señora. Voy con usté, para avisar y anunciarla. ¿Quién digo +que es usté? + +--Felicita, nada más que Felicita. + +Novillo se hallaba en las últimas. De una parte, a la cabecera de la +cama, permanecían, en pie, Apolonio y Chapaprieta, el capellán de la +casa de Somavia, en la mano, y con un dedo entre los folios, el libro +donde había leído la recomendación del alma. De la otra parte, una monja +le enjugaba el sudor que resbalaba a hilos de la frente y de la calva. +El peluquín se veía suspendido en un boliche de la cama. La dentadura +postiza estaba sumergida en un vaso de agua, sobre la mesilla de noche. +Sin dentadura ni peluquín, la piel flácida, verdosa, negruzca, color de +corambre, los ojos soterrados, barba y bigote blancos, Novillo no +conservaba traza de su pretérita fisonomía. Lo único que le quedaba del +añejo esplendor era el abultado abdomen, enarcándose bajo las sábanas. +Aquel hermoso corazón, tan trabajado por el amor contenido, no quería +seguir rigiendo. Novillo se asfixiaba. Un practicante, junto a la monja, +le daba a respirar de un balón de oxígeno; y en verdad, no se sabía si +el balón estaba inflando a Novillo o si Novillo estaba inflando al +balón. Novillo no había perdido la conciencia. De tiempo en tiempo +levantaba los brazos y los dejaba caer pesadamente. Otras veces +entreabría con esfuerzo los carnosos párpados, y enviaba de sus ojos, +profundos y tristes, miradas de agradecimiento a los que le rodeaban. + +Cuando el camarero repicó a la puerta, la duquesa buscaba una medicina +entre los frascos del tocador. Había tomado en la mano un pomo que +decía: «La onda del Leteo. Tinte indeleble para el cabello», y pensaba: +«Voy a probar yo este tinte. Probablemente se lo ha enviado el carcamal +de mi marido.» Al oír el repique en la puerta, hizo un ademán a los +otros para que no se movieran, y salió ella a abrir. + +--¿Quién es? + +--Felicita--respondió el camarero. + +La voz con el nombre llegó a oídos de Novillo. Le acometió un temblor +intenso. Con movimientos torpes e inútiles tendía las manos hacia el +peluquín y la dentadura postiza. La duquesa, que había cerrado de golpe +la puerta, observaba a Novillo. + +--Que no me vea así...--tartamudeó Novillo, con soplo delgado y apenas +perceptible. + +Entonces, la duquesa salió, cogió por un brazo a Felicita, la arrastró +lejos, hasta una habitación vacía, le hizo sentar de golpe, y dijo: + +--Usted se está quieta aquí. + +--Mi puesto es a su cabecera, para recoger su postrer suspiro. Que nos +casen _in articulo mortis_. Se muere. + +--Por desgracia, así es. Y si usted le quiere, lo menos que puede hacer +es dejarle morirse en paz. + +--No morirá en paz si no me tiene a su lado. + +--Se engaña usted. Anselmo no quiere que usted le vea en este trance. + +--¡Falso! ¡Calumnia! ¿Lo ha dicho él? + +--Él lo ha dicho. + +--Imposible, imposible...--gritó Felicita con frenesí--. _Articulo +mortis. Articulo mortis_. + +--Señora, no levante usted escándalos, que están durmiendo los +huéspedes; ni me haga perder más tiempo. Ya le explicaré más tarde. + +Y salió la duquesa, dejando encerrada a Felicita. + +Novillo murió una hora después. Antes de morirse, llamó por señas a la +duquesa, y ya con lengua moribunda, dijo: + +--Felicita... perdón... no casarme... amado, amo... muero... amo... ella. + +Cerraron los párpados a Novillo, le sujetaron la mandíbula con un +pañuelo, le entretejieron los dedos de las manos, y todos de rodillas, +condolidos, tocados de lástima y simpatía, rezaron brevemente. La +duquesa, con acento profundo y unción de responso, pronunció lentas +palabras, como si meditase en alta voz: + +--El duque no volverá a encontrar un servidor político tan humilde y, al +propio tiempo, tan osado. Parece mentira que este hombre temible en las +elecciones, que a todos sacaba ventaja en maquinar un chanchullo y +sacarlo adelante por redaños, fuese, en el fondo, la criatura más +simple, candorosa, sentimental y asustadiza. ¡Cosas de la vida...--y, +después de una pausa, añadió--y de la muerte! ¡Descansa en paz, Novillo +bueno; Novillo fiel; Novillo amante! + +La duquesa fué a comunicar la triste nueva a Felicita. En ausencia de la +duquesa, una idea singularmente brillante y afilada se había hecho +presente, con viva luz y penetrante dolor, en el alma de Felicita. +«Anselmo ha atrapado la pulmonía, o mejor dicho, la pulmonía ha atrapado +a Anselmo...», y aquí la imaginación de Felicita se figuraba +materialmente la pulmonía como un vampiro o ave nocturna que volaba en +la tiniebla, entre lluvia y viento. Proseguía pensando: «La pulmonía ha +atrapado a Anselmo cuando iba a Inhiesta en persecución de don Pedrito +y Angustias. Si éstos no se escapan, la pulmonía no sorprende a Anselmo. +Yo les preparé la escapatoria. Luego yo soy la culpable de la muerte de +Anselmo. Yo soy la asesina; yo le he matado a traición. Yo misma.... Debo +presentarme al juez. Yo le he matado; sí, le he matado....» + +Acercóse la duquesa y, antes de que abriese la boca, Felicita se le +adelantó: + +--Ya sé lo que me va a decir, señora duquesa. Lo sé y no quiero oír de +fuera la acusación. Estoy convicta y confesa. Llévenme a la cárcel, +denme vil garrote. Yo le he matado.... + +--No delire, pobre mujer. Revístase de fortaleza para escucharme. Le +traigo un manjar amarguísimo; pero con un granito de dulzura y de +consuelo. + +--No hay consuelo para mí. Yo le he matado y él me acusó del crimen; por +eso no quiso recibirme antes de morir. + +--Si Anselmo no quiso recibirla, fué por amor a usted, porque deseaba +que usted guardase de él un recuerdo grato y atractivo, y no la imagen +deplorable y triste a que la enfermedad le había reducido. Esta fué la +razón. Antes de morir me confió para usted un mensaje: que le perdonase +por no haberse casado, que la había querido siempre y que moría en el +amor a usted. Estas fueron sus últimas palabras. + +Unos instantes de estupor. Felicita quedó como congelada, yerta. Perdió +voluntad y continencia. La carne, tan flaca y reseca, se le agrietó, y, +por las hendeduras, se derramó en clamorosos raudales lo más secreto del +alma, lo que rara vez se escapa del misterio de la conciencia: el +tuétano del espíritu, que tiene miedo a la luz y a las palabras. + +--Me apetecía, y yo le apetecía...--gritó Felicita, desbaratando el +peinado y dando suelta al cabello, caudaloso y negro, lo único joven y +hermoso que poseía--. ¿Por qué no habló? ¿Qué hablar? Un gesto, un solo +gesto, un movimiento de ojos, el ademán de un dedo, la seña más leve, y +yo me hubiera arrojado en sus brazos, me hubiera entregado a él, me +hubiera abrasado y anonadado de amor, me hubiera deshecho en besos +apasionados.... + +--Felicita, repare usted que, en las habitaciones vecinas, hay huéspedes +y le están oyendo a usted. + +--Lo proclamo a la faz del mundo. Que me oigan los cielos y la tierra; +Dios y Satanás. Enviaré un comunicado a los periódicos. Todo, todo, +todo; la vida, la fortuna escasa que tengo de mis padres, el bienestar, +la honra, todo lo hubiera dado por un segundo, nada más que un segundo, +de amor. ¿Para qué quiero la vida? ¿Para qué la fortuna? ¿Qué bienestar +es el mío? ¿De qué me sirvieron la honra y la doncellez? + +La duquesa meditó: «Felicita piensa de modo distinto que el obispo +acerca de la doncellez. Me gustaría que el pobre Facundo la oyese.» + +--Repórtese, Felicita--amonestó la duquesa--. Tiene usted razón; pero +nada se enmienda con lamentaciones tardías. + +Felicita cayó en una especie de alelamiento, que duró poco. + +--Quiero ver a Anselmo--dijo, poniéndose en pie. + +--No apruebo el capricho--comentó la duquesa--. Recibirá usted una +impresión demasiado desagradable. + +Obstinóse Felicita, y la duquesa cedió. De camino, Felicita iba +diciendo: + +--El suelo huye bajo mis plantas. Las paredes ondulan. El mundo se +descuartiza y los trozos van rodando por el aire. + +Estos raros fenómenos o alucinaciones en que Felicita se veía envuelta, +a causa, tal vez, de la debilidad, se exageraron cuando entró, en el +cuarto mortuorio. Parecióle que la descomposición y descuartizamiento de +que era víctima el mundo se verificaban con mayor saña y absurdidad, +como obedeciendo a un designio diabólico, en el cadáver de Anselmo +Novillo. El cabello se le había despegado del cuero y se balanceaba +sobre un boliche de la cama. Los dientes, parejos y pulquérrimos, +habían saltado, con encías y todo, desde la boca hasta un vaso de agua. +El vientre, enorme y pavoroso, ascendía, a punto ya de romper las +amarras que le unían al resto del cuerpo. + +Felicita dejó escapar un ¡ay! desgarrado, y se cubrió los ojos. Como el +duque de Gandía ante el cadáver de la emperatriz, Felicita decidió allí +mismo no volver a enamorarse de imágenes mudables, perecederas, y +consagrar a Dios su doncellez. + +El alma humana es grande porque, como todo lo grande, se compone de +pequeñeces sin número. Por eso, en las crisis de dolor, en que el alma +gira necesariamente sobre sí misma, sucede acaso que el eje de rotación +es una pequeñez ridícula. Felicita, a los pocos días de su doncellil +viudez, fué a visitar al Padre Alesón, a fin de instruirse en lo +atañedero a la regla monástica de las diversas órdenes religiosas +femeninas, y también de una ridícula pequeñez, que era para ella extremo +de suma importancia: los hábitos que visten cada cual. Felicita sabía +que algunos hábitos eran preciosos, y aun elegantísimos, si es lícita +esta expresión profana. De estos dos puntos, la regla y el hábito, +dependía la elección de Felicita. + +Al entrar en casa de los Neira, extrañó no ver a Belarmino en su +cuchitril. + +¿Dónde estaba Belarmino? + +El Padre Alesón había dicho a Belarmino que Angustias viviría, hasta el +día de la boda, en el convento de las Carmelitas, en las afueras de +Pilares. Belarmino solicitó permiso para ir por las tardes a pasear en +torno al convento. + +--Siempre que usted me prometa no intentar ver a su hija, yo le concedo +permiso. + +Belarmino prometió y cumplió. Los primeros días llovía irremisiblemente. +Belarmino llegaba chapoteando en las charcas, cubierto de lodo, se +guarecía en el porche del convento, y allí, encuclillado, como filósofo, +dejaba pasar las horas. Oíase el trémolo de un harmonium. El sonido +descendía, y luego llegaba a lo largo del silencioso pavimento hasta él, +a menudos y leves saltos, como los pájaros cuando caminan por la tierra. +Oía los cantos monjiles. Belarmino se aplacía en el canto religioso: _ne +impedias musicam_, dice la Escritura. «Quizás Angustias canta también; +le habrán enseñado»--pensaba Belarmino. Y hacía esfuerzos por desenredar +la voz azul de Angustias de entre la madeja polícroma del coro. No, no +cantaba Angustias. Si cantase, el rayo único de su voz hubiera penetrado +en el alma penumbrosa de Belarmino, como penetra un solo haz de los +rayos del sol a través de la ojiva en una iglesia. + +Luego, serenóse el tiempo. Era la sazón otoñal, de color de miel y +niebla aterciopelada y argentina, a manera de vello, con que la tierra +estaba como un melocotón maduro. Por encima de las tapias del huerto +conventual asomaban los negros y rígidos cipreses, que eran como el +prólogo del arrobo místico, el dechado de la voluntad eréctil y +aspiración al trance; y los sauces anémicos y adolecientes--en la región +los llaman desmayos--, que eran la fatiga y rendimiento, epílogo dulce +del místico espasmo; y los pomares sinuosos y musculosos, las ramas, de +agarrotados dedos, mostrando rojas y pequeñas manzanas, que no sugerían +la imagen del pecado, sino a lo más de un pecadillo. Para los ojos, todo +era paz en el huerto conventual; para el oído, la querellosa algarabía +de los gorriones vespertinos. + +Belarmino se sentaba al pie de las tapias y contemplaba las praderas, de +velludo amarillento, que vahaban un aliento tenue y opalino. También él +tenía un alma rasa y suave de pradera, esfumada en neblina. Entre la +neblina interior pensaba y sentía, sin usar ya de palabras ni signos +representativos. Sentía que su hija no había estado antes en el +convento, que le habían querido engañar, por caridad. Es decir, no le +habían engañado; se había engañado él mismo, y se habían engañado los +demás. Pero, ahora, su hija estaba ya en el convento. ¿Cómo así? Fuera +de él--pensaba--no existía nada. El mundo era una ilusión de los +sentidos, un espejismo de la imaginación. El mundo de fuera era creación +aparente y engañosa del mundo de dentro. Belarmino, entonces, resolvió +poner en orden de paz y hermosura su mundo interior, y, por lo tanto, el +mundo exterior, que no es sino eco o imagen sensible del otro. +Ahuyentaría o ignoraría los espectros recónditos, que, de vez en cuando, +se entrometen a perturbar el buen concierto de las potencias del alma y +anublar la cálida luz del corazón; esos espectros que, aunque +ofuscaciones de la imaginación, se proyectan sobre el mundo exterior en +forma de figuras odiosas y agresivas, como si de veras existiesen en +carne y hueso, y son sólo alucinaciones. Belarmino resolvió que Xuantipa +ya no existía; que no existía Bellido, el usurero; que no existían +Apolonio, ni su hijo, el seductor de Angustias; que no había existido el +rapto--¡cuánto trabajo le costó suprimir de su alma esta pretendida +alucinación o realidad ilusoria...!--. Angustias, ésa sí que existía; +como que la había concebido y creado él; era la hija de su alma y de sus +entrañas: ¿no había de existir? Existía y estaba, por libérrima y +unánime voluntad, suya y de su padre, recoleta en las Carmelitas, adonde +la habían conducido el desprecio del mundo exterior y aparente, en el +cual ella tampoco creía, y el ansia de una absoluta y perfecta +serenidad. Por algo Angustias era hija de Belarmino. + +Y Belarmino acudía todas las tardes a pasear alrededor del convento de +las Carmelitas, a comunicarse, por vías misteriosas e inefables, con su +hija imaginaria, enteramente engendrada por él, en su alma paternal, +tierna y creadora. + +Entonces fué cuando Belarmino abandonó la profesión filosófica, y ya no +remendó más zapatos. Antes, cuando se veía a Belarmino, había que +pensar: San Francisco, el de Asís, debía de ser una persona semejante, +en el rostro. Ahora, Belarmino era cabalmente el remedo animado del San +Francisco, de Luca de la Robbia; puras y pueriles facciones, ojos +vitrificados, anchas las sienes. También Platón tenía las sienes anchas. +Los frailes y los señores de Neira dejaban a Belarmino en libertad, que +viviese a su gusto, como inocente criatura de Dios que no podía hacer +daño a nadie. Una de sus últimas enseñanzas consistió en un a manera de +apólogo, muy breve, que confió a Escobar, el Aligator, y que éste tuvo +la suerte de poder traducir en lengua vulgar. Dice así: «Una vez era un +hombre que, por pensar y sentir tanto, hablaba escaso y premioso. No +hablaba, porque comprendía tantas cosas en cada cosa singular, que no +acertaba a expresarse. Los otros le llamaban tonto. Este hombre, cuando +supo expresar todas las cosas que comprendía en una sola cosa, hablaba +más que nadie. Los otros le llamaban charlatán. Pero este hombre, +cuando, en lugar de ver tantas cosas en una sola cosa, en todas las +cosas distintas no vió ya sino una y la misma cosa, porque había +penetrado en el sentido y en la verdad de todo; al llegar a esto, este +hombre ya no volvió a hablar ni una palabra. Y los demás le llamaban +loco.» + + + + +CAPÍTULO VII. + +PEDRITO Y ANGUSTIAS. + + +Después del largo sermón de las siete palabras, la noche del Viernes +Santo, don Guillén tenía la voz tomada, hendida, un poco estridente. +Había sido actor, durante dos horas, y ante un auditorio de reyes, +infantes y demás tropa palatina, en el drama de los dramas: la pasión y +muerte del Hombre-Dios. Su rostro no se había despojado aún de la +persona o máscara trágica. No quiero dar a entender que don Guillén +fuese un histrión, y que, después del gran esfuerzo hipócrita sobre el +proscenio, al volver entre bastidores, fingiese hallarse dominado +todavía por el espanto y rigidez patéticos, y no poder recobrar la +elasticidad y movilidad de los músculos de la expresión. Polus, actor +griego, cuéntase que, representando _Electra_, de Sófocles, sacó a +escena la urna con las cenizas de su propio hijo, porque el sentimiento +de su dolor fuese sincero y comunicativo. De seguro don Guillén, al +representar aquella tarde el drama del Calvario, había conducido en la +urna recóndita del corazón las cenizas de su propia vida; cenizas +ardientes aún. Horas después, todavía los ojos, las mejillas, la boca, +la posición de cabeza, torso y brazos, eran como signos gráficos de +fácil interpretación, en donde se podía leer un traslado de las divinas +palabras: _Tristis est anima mea usque ad mortem_; triste está mi alma +hasta la muerte. + +Yo pensé que si don Guillén perseveraba en aquel modo de espíritu, no +proseguiría narrándome la interioridad de su vida. Recordé lo que él me +había dicho la noche anterior: que su padre, Apolonio, creía, de +conformidad con la sapiencia búdica, que cada hombre lleva su destino +escrito en la frente, con caracteres invisibles. Acaso, pensaba yo, los +caracteres que don Guillén lleva escritos en la frente no son por entero +invisibles, y la diversidad de sus nombres bautismales indica +correspondiente diversidad de personalidades. Y así, esperé que, pasado +un lapso de tiempo prudencial, la personalidad del hombre sereno y +expansivo se sobrepusiese a la del hombre apasionado, triste y +taciturno, y que don Guillén reanudase su cuento. Le hablé, por +favorecer el tránsito, de cosas indiferentes a su preocupación actual, +pero no tan indiferentes que resultasen frívolas o necias. Advertí que +la cerrazón de la máscara trágica se abonanzaba. Se insinuó una sonrisa. +Era el advenimiento del hombre efusivo. + +--Anoche--dijo al fin don Gillén--comencé a contarle innumerables +futesas, sin interés o de muy escaso interés. Pero este asomo de interés +se desvanecerá si dejamos truncada la historia. Anoche me despedí de +usted desde las puertas del Seminario conciliar de la diócesis de +Pilares. Ahora, le invito a entrar conmigo. Doce añitos de estancia; +pero, no se asuste usted. Comprimiremos estos años hasta dejarlos +reducidos al volumen de un cuarto de hora. La consideración del tiempo +por venir mete miedo; y, sin embargo, el tiempo no ocupa lugar; pero no +nos damos cuenta de que no existe hasta que ha pasado. Nos afanamos por +apoderarnos de prisa, de prisa, trozo a trozo, del gran bloque del +tiempo venidero, y estamos en la situación de un avaro que no hiciese +sino guardar onzas de oro en un arca, y que cada onza se le desvaneciese +sin llegar al fondo. Fíjese usted en la impropiedad del lenguaje, en lo +que respecta al tiempo y a la edad de los hombres. Se dice: «Este niño +tiene muy pocos años», o «este viejo tiene muchos años». ¡Qué disparate! +El niño es el que tiene muchos años y el viejo el que tiene pocos años, +poquísimos, quizás meses, quizás días, quizás horas, porque el tiempo +pasado ya no existe. + +Aquellas consideraciones, aunque sutiles y originales, no me parecían +pertinentes. Lo que yo quería conocer no eran las ideas de don Guillén, +sino su vida y sentimientos. Le atajé, con cauta ironía: + +--Tiene usted razón. No presumía que en los seminarios enseñaban a +discurrir de esa manera sintética y plástica, por paradojas. + + +[Nota: DISQUISICIÓN DE DON GUILLÉN ACERCA DE LA POESÍA DEL BREVIARIO] + +--¡Qué han de enseñar...!--exclamó don Guillén, riéndose alegremente--. +Comprendo, comprendo.... Quiere usted darme a entender que le he metido +en el Seminario para un cuarto de hora solamente y que no desea usted +dilatarse en este lugar ni un minuto más de lo imprescindible. Pues ya +se ha cerrado la puerta a nuestra espalda. En las narices, en los ojos, +en los oídos, en la lengua, en el tacto, en el alma, recibe usted una +impresión de verdín, lo que en Pilares llaman verdín; ese moho fofo y +viscoso que nace, junto con las lombrices de tierra, en los rincones +húmedos, sombríos y silenciosos. Estaremos en uno de esos rincones un +cuarto de hora justo; viviremos luego cien años, y no se despegará de +nuestros sentidos aquella sensación de verdín, de cardenillo vegetal, de +frío en los tuétanos y de contigüidad con exangües lombrices, dúctiles y +ondulantes cirios de cera amarilla. Estos cirios eran, claro está, mis +compañeros. Los más provenían de extracción humildísima, de las breñas y +entrañas del terruño labriego; pertenecían a familias de aldeanos +pobres, con el peculio preciso para pagar a uno de los varones la +modicísima pensión del Seminario, por entonces poco más de una peseta +diaria; eran de una raza intermedia entre la pura animalidad y un +rudimento de especie humana. ¡Qué facies y qué cogote, señor...! Había +colodrillos perfectamente planos y obtusos, en cuya intimidad no era +posible que cupiese un cerebelo. Otros colodrillos eran exageradamente +apepinados y piramidales. Yo me preguntaba: ¿Dónde se les va a situar a +éstos la tonsura, si no tienen espacio? Algunos de los dueños de estos +colodrillos se sientan hoy a mi lado en el cabildo catedral; todos ellos +están revestidos de autoridad, e imperan, en alguna medida, sobre el +régimen privado de las familias y el régimen público de la sociedad. Lo +curioso es que aquellas selváticas y fornidas criaturas, de frente +angosta, cejas unidas, ojos montaraces y piel bronceada, apenas entraban +en el Seminario adquirían el color incoloro y exangüe de la lombriz y de +la cera. Y lo cierto es que, aunque muy mal (garbanzos agusanados, +lentejas entreveradas con guijas, sebáceos pendejos de carne, queso +ratonado, avellanas y nueces vanas), comían mejor que en sus casas. +¡Inexplicable fenómeno! Éramos unos doscientos. Entre tantos, por de +contado que había hijos de familias mejor paradas de hacienda; de +menestrales prósperos, de tenderos y tal cual de la clase media. De +estos últimos había un Estanislao Correa, hijo de un procurador de los +Tribunales, tímido y delicado como una virgen o como un lirio, al cual +llamaban, groseramente, por mofa, San Estanislao de Cuesco, y le +amargaban de continuo la vida. ¡Qué bárbaros! También yo pasé mis malos +ratos. Lo que señaladamente les molestaba era que yo no perdía los +buenos colores. Siempre fuí tan coloradete como ahora soy. Los más +cerriles y pobretones caían sobre los que teníamos algún dinero, nos los +ordeñaban por las buenas o por las malas, y después de sobornar a los +criados les encargaban sustancias de comer y de beber, sobre todo vino +blanco. Eran aficionadísimos al vino blanco. Como estaba prohibido el +vino en el Seminario ni se consentía tener botellas, servíanse, para +guardar el vino, de un expediente repugnante: lo metían en orinales, y +de ellos bebían, a modo de cuenco. Dormíamos en grandes dormitorios +comunes, que casi nunca barrían. El suelo estaba sembrado de mondas de +castañas, naranjas y otros frutos, según la estación. Algunos de los +medianos, y aun de los mayores, por la noche se escapaban «de mozas», +como allí se decía. Solíamos asistir los demás a la escapatoria; quiero +decir, al acto de escaparse. El Seminario, por la parte de los +dormitorios, caía sobre un profundo barranco, ya en las afueras de la +ciudad. El prófugo tenía que ser mozo recio y de cabeza firme contra el +vértigo. El instrumento de la evasión se aparejaba con no menos de +veinte sábanas, que algunos de los seminaristas, procedentes de pueblos +costeños, unían por medio de nudos de marinero. Cuáles veces, por +embromar al juerguista, le retiraban la escala de sábanas y no se la +echaban sino de mañana, con el tiempo preciso para que se presentase a +la primera inspección, haciéndole pasar varias horas de congoja en el +barranco, entre maleza e inmundicia, acaso bajo la lluvia. Pues en aquel +ambiente se estaban incubando los futuros ministros de Dios. ¿Cuántos +tenían vocación? ¿Cuántos se habían encaminado al Seminario siguiendo +una voz interior persuasiva, una estrella ineludible? Yo les oía contar +chascarrillos de curas de aldea, de lo mucho que tragaban, de lo +majamente que vivían, de los amores con que se distraían, del respeto y +obediencia que se les tenía; y se refocilaban de antemano con la +esperanza de arrastrar una existencia a lo regalado y holgón en una +parroquia rústica, con el ama y la sobrina, pues casi todos profesaban, +teórica y cínicamente, la poligamia. ¿Tenía yo vocación? No sé si, por +reacción y enojo contra mis compañeros, llegué a estar convencido de +sentir una gran vocación. A ratos soy muy sentimental. Entonces, lo era +mucho más. Los oficios canónicos, las ceremonias del culto, el canto del +órgano, el resplandor de las luces, el misterioso recato de las +imágenes; todo esto me enternecía y agitaba hasta los posos del alma, y +tanto más en la medida que iba entendiendo el latín. Verdaderamente, la +liturgia de la Iglesia católica es muy bella, muy bella, muy sensual, a +propósito para temperamentos delicadamente voluptuosos. Leyendo vidas de +santos, y sobre todo de santas, se observa que los arrebatados fervores +y movimientos místicos del alma coinciden con las edades críticas: la +pubertad y la menopausia. A este fenómeno, un materialista le daría un +sentido bajo y torpe; diría que el sentimiento religioso es una emoción +sexual disfrazada. Para un espiritualista, el fenómeno tiene una +explicación más natural y profunda. Puesto que en esas edades críticas +el cuerpo, con infatigable tenacidad, impone su hegemonía sobre el alma, +es natural que en los seres de fina textura espiritual, el espíritu +intente divorciarse desesperadamente de la materia y oponer a las +precarias y fugitivas apetencias de la carne un objeto absoluto e +incorruptible, adonde se concentren los anhelos elevados, y de él +extraigan los más puros e inefables deleites. Se me dirá que esto no +acontece sino a las naturalezas enfermizas y anormales. Concedo. Pero es +que la inteligencia extraordinaria, los sentimientos nobilísimos y fuera +de lo común, la peregrina aptitud para producir belleza, ¿no son +anormalidades, enfermedades, como la perla es una enfermedad de la +ostra? La materia en equilibrio, en inercia, es realidad a medias. La +materia en transformación, en descomposición, es realidad íntegra, +porque está creando vida y nuevas energías. Y la energía es el elemento +espiritual del universo. Yo, sin jactancia, ¿qué jactancia puede caber +en esto?, soy un hombre bastante normal y equilibrado. Pero mucho más +equilibrados eran mis cerriles compañeros. Yo asistía a los oficios con +emoción, aunque sin subir al deliquio ni al arrobo; ellos estaban como +los perros en misa. Durante los cuatro primeros años de seminario, en +los cuales se estudia con preferencia el latín, me apliqué a dominar +esta lengua: ellos concluyeron los cuatro cursos sabiendo menos latín +que un toro de Miura. Yo tenía afición a los idiomas. El francés había +comenzado a enseñármelo la duquesa. Luego, por mi cuenta, perfeccioné su +conocimiento. Me inicié también en el inglés. Mis únicas distracciones +eran el estudio y la lectura, cosa inexplicable para mis compañeros. Mi +lectura favorita, los himnos del Breviario. Ahora tiene usted que +perdonarme si le hablo con alguna extensión del Breviario. ¡Sus himnos +han influído de tal suerte en mi vida...! Me sé muchos de memoria, y he +traducido algunos en lengua castellana. ¡Lástima que yo no sea un buen +poeta! Los españoles no conocen la poesía cristiana. Los grandes poetas +franceses, Corneille, Racine y otros, han vertido los himnos del +Breviario en deliciosos versos franceses. En la manera de amar y +preferir decláranse espontáneamente las personas y desnudan su alma. El +ardiente Corneille traduce siempre al ardiente San Ambrosio; Racine, más +cerebral y refinado, traduce a Prudencio, meticuloso artífice de la +poesía litúrgica. En la segunda estrofa del himno a Laudes, de la quinta +Feria, dice Prudencio: _Volvamus obscurum nihil_, y en la tercera +estrofa: _Ne noxa corpus inquinet_. Racine, en estos dos versos, creyó +ver un como remoto antecedente de la estética de Boileau, y tradujo, +respectivamente: _Et que la vérité brille en tous nos discours_, y +_qu'un frein legitime--Aux lois de la raison asservisse les sens_. Yo no +sé de ningún gran poeta español a quien se le haya ocurrido ungirse con +el óleo denso y aromoso de la poesía cristiana. Los himnos más +primitivos y arcaicos eran los que con más dulce violencia me movían los +afectos. Ya desde aquellos primeros años de seminario me he atrevido a +pensar que la Iglesia cristiana, en el curso de los siglos, fué mudando +de condición; de potencia espiritual y apostolado de caridad social, se +trocó en potencia política. Con esta mudanza, lo que ganó en poderío e +influencia lo perdió en eficacia y estabilidad, porque todas las +potencias políticas son perecederas, por ser odiosas. Aquellos himnos +originarios e infantiles correspondíanse con las almas simples e +inflamables que los cantaban a coro en los humildes templos. Aquellas +almas inocentes y piadosas consideraban decoroso y prudente que los +clérigos viviesen con mujer, y la Iglesia consentía el concubinato +eclesiástico. ¿Por qué la Iglesia, pensaba yo entonces, no ha de +permitir ahora el matrimonio de los clérigos? Cuántos daños se +evitarían.... Y lo pensaba, no porque yo sintiera deseos, ni estuviese +enamorado de mujer alguna, sino porque miraba y compadecía a mis +compañeros. El enamoramiento vino después; y el Galeoto, el Breviario. +El primer cantor cristiano fué San Ambrosio de Milán, cuyo corazón era +como un grano de incienso entre brasas. Un autor dice que San Ambrosio +enseñó a la lengua latina a orar. En el himno _Aeterna Christi munera_, +que se canta a maitines el día de los Apóstoles, se expresa así San +Ambrosio: + + _Devota sanctorum Fides, + Invicta spes credentium, + Perfecta Christi charitas + Mundi triumphat principem._ + +«En vosotros, la fe religiosa de los santos, la esperanza invicta de los +creyentes, la caridad perfecta de Cristo, triunfa sobre los príncipes +del mundo.» ¿No es admirable de sencillez y de claridad? Nada de +autoridad ni potencia política. Fe, esperanza y caridad, esto es, amor +gracioso y no debido. Estas tres virtudes teologales le bastan al +cristiano para triunfar sobre los caducos principados de la tierra. Tal +era la misión social y espiritual de la Iglesia primitiva, de la Iglesia +apostólica. El día de los apóstoles San Pedro y San Pablo, consta en el +Breviario un himno compuesto por Elpis, siciliana, mujer del filósofo +Boecio. Este himno se canta en el Vaticano, con música de Palestrina, +por un coro numerosísimo, sobre la tumba de San Pedro, bajo la cúpula de +Miguel Ángel. Dice la última estrofa: + + _O felix Roma, quae tantorum Principum + Es purpurata pretioso sanguine: + Non laude tua, sed ipsorum meritis + Excedis omnem mundi pulchritudinem._ + +«Oh Roma afortunada, estás enrojecida con la sangre preciosa de aquellos +mártires (príncipes cristianos). No por tus esplendores, sino por sus +méritos (los de ellos), excedes la hermosura de todo el mundo.» ¿No está +aquí claramente acusada la contraposición de la Iglesia primitiva, como +potencia espiritual, frente al fausto de las potencias temporales y +caedizas? Sin duda, debe de ser magnífico, imponente y maravilloso el +aparato y circunstancias de contorno con que actualmente se canta este +himno en Roma; pero, ¿qué dirían Boecio y su mujer si levantasen la +cabeza? No se impaciente usted, que vuelvo en seguida a mi historia; +pero estos preámbulos son esenciales. No le hablaré a usted de las +diferentes recensiones, refundiciones y manejos que el Breviario padeció +a manos de sucesivos pontífices, porque esto, probablemente, no le +interesa, y, aun cuando le interesase, aquí estaría fuera de lugar. Sólo +quiero decirle que la segunda edición tipo del Breviario fué publicada +bajo Clemente VIII, con el concurso y dirección del cardenal Belarmino. +Recordará usted, anoche se lo referí, otro Belarmino, zapatero y +filósofo, padre de una chiquilla amiga mía, Angustias. Pues bien: yo no +podía por menos de ver en el cardenal Belarmino algo así como la +paternidad putativa o adoptiva del Breviario. El nombre de Belarmino +aparece con frecuencia, y no me era dado eximirme de esta idea +caprichosa. Por otra parte, yo me había enterado que Belarmino, el +zapatero, no era padre, en la carne, de Angustias, sino padre putativo o +adoptivo. Él decía profesar la filosofía, pero yo digo que tenía mucho +de poeta; así como mi padre, Apolonio, que decía profesar la +dramaturgia, tenía mucho de filósofo. Extraña y misteriosa asociación de +ideas y sentimientos se fué operando poco a poco en mi espíritu; la +poesía del Breviario, la esencia indecible, penetrativa, mareante, que +brota de sus melodías y se adhiere para siempre en el corazón donde se +derrama, eran la misma poesía y esencia que se exhalaban del alma de +Angustias, la niña que en su candor y pulcritud parecía una rosa dilecta +del Hacedor Supremo. El Breviario me traía, no ya la presencia +espiritual de Angustias, sino también la presencia sensible. El +Breviario abunda en locuciones e imágenes de extremada visibilidad y +plasticidad, y lo que no residía en la virtud plástica y evocadora del +Breviario, lo suplía mi imaginación adolescente. Además, los melodas +litúrgicos, enamorados congojosos de la castidad, hacen a menudo grandes +gestos de conjuro para ahuyentar las visiones impuras. Estos recios +conjuros son, sin duda, de sumo provecho para lustrar y aquietar las +almas donde se encierran recuerdos de la propia experiencia impura, en +las cuales las imágenes torpes son, o recuerdos materiales, o fragmentos +de recuerdos, aderezados y embellecidos por la fantasía. Pero en las +almas blancas, vírgenes de experiencias y recuerdos, los tales conjuros, +lejos de ahuyentar visiones turbadoras, que no existen, las sugieren. +Como ya le he indicado más arriba, los himnos del Breviario nacieron en +diferentes períodos de la vida de la Iglesia: unos, al período infantil +y mozo, que son los de la Iglesia primitiva; otros, al período adulto y +de madurez, y otros, poquísimos, al período senil, que es un período +estéril. Como quiera que la substancia de la poesía es, necesariamente, +el amor, así también los himnos litúrgicos son expansiones de amor, de +un amor sobremanera copioso y ambicioso, puesto que aspira a un objeto +absoluto e incorruptible. Se advierte que los himnos de la Iglesia +primitiva y moza están inspirados en un amor concebido en el corazón, y +los de la Iglesia ya madura, en un amor concebido en la cabeza. Contra +lo que piensan y dicen las inteligencias superficiales, es más natural +en el mozo ser inclinado al pesimismo y a la desesperación, que no en el +hombre maduro, como lo prueban los suicidios, que la mayoría son de +personas jóvenes. Chamfort habla de un joven que, a pesar de no tener +edad para conocer el mundo, estaba tan triste como si ya lo conociese +todo. Liviana observación; pues por eso precisamente estaría tan triste. +Para el joven inteligente y sensitivo, el mundo es un caos sumido en +lobreguez. El joven posee deseos vastos, quiere poner orden y luz en las +cosas, un orden suyo, a la luz que de su propio corazón dimane. Esta +luz, luz y lumbre, claridad y ardor, es el amor. Si alguien de fuera, el +espíritu malo, extingue esta luz, el mundo se ha derrumbado +irremisiblemente. Tal era la psicología de la Iglesia primitiva; tal era +la mía, en los cinco primeros años de seminario. Miedo a la tiniebla, al +frío caos, al soplo del espíritu malo; deseo desesperado de luz, de +calor, de amor. Todos los primeros himnos del Breviario son un clamor +continuo y angustioso hacia la luz. Cada vez que yo leía, con el corazón +en suspenso: _claritas, lux lucis, lux refulgens sensibus, lucis aurora +rutilans_; claridad, luz de luces, luz que ilumina los sentidos, +rutilante luz auroral..., veía en presencia la imagen de Angustias, y +exclamaba, con San Ambrosio: _os, lingua, mens, sensus, +vigor--confessionem personent_; que resuene mi confesión de amor en mi +boca, en mi lengua, en mi mente, en mis sentidos, con todas mis fuerzas. +Cuando leía: _Virgo super omnes speciosa, flos, dulcedo_; doncella más +gentil que todos, flor, dulcedumbre; o como decía Prudencio, aquel +esteta de la Iglesia antigua: _Thesaurus et fragans odor--Thuris Sabaei +ac myrrheus_; tesoro, aroma fragante del incienso sabeo y de la +mirra..., veía en presencia la imagen de Angustias. Otras veces, cuando +leía el conjuro de San Gregorio el Magno a la concupiscencia: _Absint +faces libidinis--Me foeda sit vel lubrica--Compago nostri corporis_; +lejos de mí las antorchas de la libidinosidad; que la sucia lubricidad +no se asiente en las articulaciones de mi cuerpo..., la imagen de +Angustias se me presentaba más linda, cándida y adorable que nunca, y +mis brazos, involuntariamente, se tendían para asirla contra mi pecho. Y +cuando leía en San Fortunato: _Membra pannis involuta--Virgo mater +alligat--Et manus pedesque et crura--Stricta cingit facia_; de cómo la +Virgen madre envuelve en pañales los torpes miembros del recién nacido y +le ciñe con vendas las manos, los pies, las piernas..., veía también a +Angustias, con un hijo; y mi corazón se derretía de ternura. +Preguntábame, en la soledad de mi conciencia; ¿son éstas malicias de +Satanás, que me inducen a imaginaciones impías? ¿O son, por el +contrario, insinuaciones divinas con que se me hace patente que debo +servir al Señor antes como buen casado que como sacerdote melancólico? +Consulté con el confesor, el cual respondió afirmativamente a la +primera pregunta; eran malicias de Satanás, que yo vencería sin +esfuerzo. Sin esfuerzo.... Mi confesor era un santo varón, albino y +adiposo, que no tenía ni sospecha de lo que fuese un esfuerzo. Sin +embargo, me atuve al consejo y parecer del confesor, sabiendo que la voz +de Dios busca a manera de instrumento en donde articularse esas almas +huecas y limpias, que son como albogues de madera sana, no obstruídos, +resecos, ni agrietados; y me esforcé, ¡con qué frenético ahinco!, en +rechazar de mi frente y de mi pecho imágenes y blanduras amorosas. Pero +cuanta mayor era mi diligencia, con tanta más insidia, suavidad y mimo +me perseguían, me cercaban, me penetraban. Alcancé el ápice doloroso de +este estado de espíritu cuando cursaba el quinto año de seminario y +primero de filosofía. Acentuóse el malestar a medida que se acercaban +las vacaciones. En las vacaciones posteriores a los dos primeros cursos, +y aun en las del tercero, Angustias era todavía una chiquilla, y yo, +aunque prematuramente apersonado con mi temo de paño negro, un mozuelo. +Nada tenía de particular que reanudásemos cada estío la añeja amistad, +si bien no tan asidua, porque nos faltaba Celesto, el aprendiz, el cual, +al pasar Belarmino a zapatero remendón, había entrado de zagal en una +cochera de carruajes de alquiler. A pesar de la separación, el zagal +conservaba mucho afecto a Belarmino, a Angustias y a mí. Mi trato con +Angustias era del todo inocente. Mi pasión no se me hizo patente hasta +el cuarto curso de seminario. Aquel año, al salir del Seminario, hallé a +Angustias hecha ya una mujercita. La primera vez que nos cruzamos en la +calle, me sentí tan turbado que no acerté a moverme ni a hablarle. +Comprendí que me ponía pálido como un muerto. En todo aquel verano no +nos dirigimos la palabra. Siempre que nos veíamos, yo me ponía pálido y +ella encendida. Y así llegó el quinto año de seminario, nueve meses de +martirio; y salí nuevamente de vacaciones. Me espantaba tener que volver +a ver a Angustias. Estuve tentado de rogar a la duquesa que me +permitiese pasar las vacaciones en su casa de campo, aunque fuera como +fámulo; pero desistí en un principio. Y ocurrió que una solterona, +llamada Felicita Quemada, que vivía dos puertas más abajo de mi padre, y +que cuando niño me solía llevar a merendar a su casa, un día que nos +tropezamos en la calle me dijo: «Querido don Pedrito, estás hecho un +guapo mozo, un hombre hecho y derecho. Ante todo, no te enojará que te +siga tratando de tú. Para mí, siempre serás un niño, aunque te hagan +obispo de la ínsula Barataria. Pero, vaya, que eres un mozo garrido. +Lástima que vayas para cura, que si no, las niñas andarían detrás de ti +despepitadas. Y aun así y todo..., ¿quién sabe? Es decir..., yo creo +saber.... Pero, cambiemos de palique. No sé por qué no has de venir por +mi casa, como otros años, como siempre. Cierto que yo soy una mujer +soltera y tú un guapo galán, y hay lenguas de avispa; pero esto no debe +importarnos, porque quien a mí me importa sé que no lo toma a mal, y +además eres ya medio cura, y los curas tienen vía libre en todas partes. +Conque mañana te espero a merendar....» Y fuí al día siguiente. Aquella +mujer era víctima de un amor imposible, y no pudiendo dar feliz término +a su amor, se perecía porque todas las demás criaturas del universo se +confundiesen en estrecho e indisoluble abrazo amoroso. Su charla era +bastante para marear a cualquiera, pero aquella tarde, lo que realmente +anduvo a pique de hacerme caer sin sentido, no fué la forma, sino el +fondo y asunto de su charla. Aunque muy velado y desmenuzado en +minúsculas alusiones, que entreveraba y envolvía entre vanas parrafadas, +vino a decirme que Angustias estaba locamente enamorada de mí y que no +podía vivir sin mí. Yo no ignoraba que Angustias venía con frecuencia +por casa de la solterona, y que a veces dormía allí. Volví por la casa. +A cada merienda, la solterona se clareaba más. Un día me propuso que me +reuniese allí mismo con Angustias; ella lo prepararía bien y nadie lo +sabría. Me negué, en redondo, Dios sabe a costa de cuánto esfuerzo y +agonía. ¡Y mi confesor me persuadía que cercenar las inclinaciones +amorosas no cuesta ningún esfuerzo! La solterona me replicó: «No te +apures, don Pedrito; estoy convencida que tienes verdadera vocación de +cura.» Harto comprendía ella mi amor y mi dolor. Prosiguió: «No había +mal en lo que te proponía, ni peligro, ya que es tan firme tu vocación +religiosa. Era una caridad, una limosna que harías a la pobre Angustias. +Sólo con verte de cerca, por última vez, quedaría dichosa para el resto +de su vida. Hasta podías inculcarle la vocación, y que se meta +monja....» Insistí en mi negativa. Dijo la solterona: «Sea. Cada cual es +dueño de sus actos.» ¿Yo, dueño de mis actos...? «Pero lo que hemos +hablado no será obstáculo para que de vez en cuando me visites. Yo +procuraré que no coincidáis aquí ni por casualidad. ¿Cuándo volverás? +¿El jueves próximo?» Aquel jueves, al salir de mi casa para ir a la de +la solterona, vi que entraba en ella una mujer. No es que la viese. Sólo +alcancé a ver el vuelo de una falda y un pie que subía de la losa al +umbral. Me bastaba. Era Angustias. Salí huyendo, fuera de la ciudad, +aldea adelante, andando, andando varias horas, y me encontré en casa de +la duquesa. Cuando llegué, me duraba todavía el aturdimiento, la +insensatez. Dije a la duquesa que no me hallaba bien de salud y que iba +a la aldea a reponerme. La señora me preguntó si había tenido algún +disgusto con mi padre. Por el gesto de mi respuesta, la duquesa, que era +un lince, presumió la oculta causa. «Pobre Pedrín, hijito--dijo, dándome +una palmada en el cogote--; ahora, a pasear, a pescar, a cazar; +distráete, embrutécete. No des excesivo valor a las cosas de poca +monta. Ya se te pasará esa pequeña enfermedad.» Pero no se pasó. +Transcurrió un mes. Iba de vencida el verano. El cielo estaba ya +desvaído y triste. En veinte días escasos debía entrar en el Seminario. +No pude resistir más. Volví a Pilares y a casa de Felicita. Antes de que +ella hablase, me adelanté a decir: «Quiero ver a Angustias.» Respondió +la solterona: «Lo esperaba. Tienes un corazón de oro. Vuelve mañana a la +hora de la merienda, como de costumbre.» Llegué al día siguiente. +Felicita me condujo a su gabinete, cerró la puerta y me dejó dentro. +Estaba Angustias en pie. Yo, en pie, a tres pasos de ella. Nos mirábamos +sin decir palabra. Brillaban sus ojos con lágrimas; se empañaban los +míos. Y nos mirábamos sin decir palabra. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Ni sé +cómo la hallé ya entre mis brazos; las bocas unidas. ¿Cuánto tiempo? +Tampoco lo sé. Había en el gabinete una cómoda; sobre la cómoda, una +imagen de la Virgen de Covadonga, con una lamparilla ardiendo. Nos +arrodillamos ante la imagen, tomé la mano de Angustias y dije: «Ante la +reina de los cielos, te prometo casarme contigo.» Entró Felicita: +«Niños, loquines, que ya es tarde. Cada mochuelo a su olivo y cada pollo +a su corral.» Yo no quería separarme de Angustias ya en la vida. «Qué +súbito es don Pedrito--comentó Felicita--; claro, tiene hambre atrasada. +Tonto, ¿de quién es la culpa? Ya lo arreglaremos todo, y de prisita, +para que no te consuma la impaciencia.» Sin embargo, yo no quería +separarme de Angustias sin llevarme por lo menos un retrato que +contemplar en las horas de ausencia. Por fortuna, Angustias tenía en +casa un pequeño retrato. Quedamos que se lo traería a Felicita y que +ésta me lo enviaría al punto. En días contados (y todos los días nos +veíamos), Felicita ideó, maduró y dispuso el plan de lo que habíamos de +hacer. Angustias y yo no poníamos nada de nuestra parte; nos dejábamos +llevar por Felicita, y en verdad que si grande era nuestro gozo no era +menor el de la pobre solterona. Sólo de raro en raro se detenía a +murmurar, con acento de quejumbre: «¡Qué envidia me dais, tortolines...! +Pero no caigáis en soberbia o egoísmo, que no sois solos en el mundo. +También a mí me llegará mi hora; y quizá muy pronto. Cuando Anselmo y yo +nos casemos, seremos amigos los dos matrimonios, aunque vosotros +pertenezcáis a una clase humilde. Yo no reparo en eso, y no reparando +yo, Anselmo no reparará tampoco.» Felicita era de opinión que por las +buenas y siguiendo los trámites usuales no llegaríamos a casarnos. Por +lo tanto, era menester apelar a un procedimiento rápido y enérgico; nos +escaparíamos, pediríamos luego, por carta, perdón y consentimiento a +nuestros padres, y a la postre, para evitar el escándalo, todo se +arreglaría a pedir de boca. Angustias, por no causar una pena a +Belarmino, repugnaba la idea de la escapatoria. «¿Por qué hemos de +escaparnos? Se escapan los que han hecho una cosa mala, y nosotros no +la hemos hecho. ¿Qué pensará mi padre?», decía Angustias, con angelical +mansedumbre. Yo, por la violencia de mi amor, me sentí violento en la +lengua: «Nos escapamos, porque es el único camino que se nos abre, y si +tú no lo sigues conmigo, es que no me quieres.» «No digas eso», suspiró +Angustias, con lágrimas nacientes, que yo acudí a evitar con mis labios. +«¡Jesús! ¡Jesús!--chillaba la solterona, en tono burlesco--. Niños, no +os pongáis pecaminosos, que me ruborizo y se me alargan los dientes....» +¡Pobre mujer; alma jugosa y generosa, como la vid buena, revestida de un +tronco sarmentoso y casi momia! No había inconveniente u obstáculo a +nuestra presunta evasión que ella no saliese al paso con el adecuado +remedio. Ella nos facilitó el dinero, que yo luego entregué a Angustias; +ella nos sugirió la idea de avisar a nuestro fiel amigo Celesto, para +que nos proporcionase el carruaje y nos sirviese de mayoral; ella +apercibió todos los pormenores; ella, por fin, desinteresada sacerdotisa +del amor, vetusta vestal, nos bendijo enternecida, cuando partíamos. +¡Cómo llovía el día de nuestro éxodo feliz! ¡Cómo sonaba el agua a +cristal, a campanas de gloria! Era un nuevo diluvio, que anegaba a la +humanidad entera; nuestro coche, como el arca de salvación; sólo +nosotros sobrevivíamos al universal naufragio, destinados a ser origen +de una humanidad nueva. Pronto brillaría el arco de la alianza. A la +mañana siguiente, temprano, repicaron con los nudillos a nuestra +puerta. Me incorporé. Angustias, blanca y dulce, con el cuello en +escorzo, dormía como una paloma. Decía la sirvienta, de fuera del +postigo, que unos señores me esperaban abajo. Venían, sin duda, en +nuestra persecución, a quebrantar nuestra dicha. Yo estaba resuelto a +dejarme matar, antes que entregarme. No tenía armas. Miré en torno. Nada +había que pudiese servirme de arma eficaz. La sirvienta insistía desde +fuera. Lo que yo más temía era que Angustias se despertase. Me vestí de +cualquier modo. Salí a la puerta con intención de sobornar a la +sirvienta. Unas manos de hierro, las de aquel bárbaro Patón, el criado +de la duquesa, me amordazaron, me sujetaron cruelmente los miembros, me +tomaron en vilo, me descendieron a un zaguán, en donde estaban mi padre +y el señor Novillo, el cortejador de Felicita, me metieron en un +coche.... Y, entretanto, Angustias dormía como una paloma, y acaso +soñaba que era feliz. Aquellas manos de hierro no rebajaron un punto su +salvaje presión hasta que llegamos a Pilares. Yo era como un inválido, +como una cosa inútil y paralítica. El bárbaro Patón me conducía como +liviano fardo. Y yo conducía mi pobre vida, mi pobre alma, como otro +fardo, pero insostenible, abrumador. Según íbamos en el coche, pensé: +«Si yo pudiera morderme con disimulo una arteria y dejarme desangrar, +calladamente....» Todo era inútil. Sentía el corazón tumefacto, +insensible. Lloré, lloré entonces como flaca mujer, por mi tesoro, que +no había sabido defender como hombre; lloré todo el viaje. De camino, mi +padre ni el señor Novillo no desplegaron los labios. La duquesa me +encerró en un cuarto oscuro, y allí me tuvo la semana que faltaba para +volver al Seminario. No podía yo imaginar que me admitiesen en el +Seminario, después del escándalo. Mientras estuve encerrado, nadie me +enteró de nada. El día primero de curso, la propia duquesa me llevó en +su coche al Seminario. ¿Qué había pasado? Andando el tiempo, lo supe. El +señor obispo, bajo la influencia de los dominicos y de los marqueses de +San Madrigal, quería casarme. La duquesa de Somavia se oponía tenazmente +y pretendía que yo continuase mi carrera. Como Angustias había +desaparecido, sin dejar vestigio ni presunción de su paradero, +finalmente triunfó la voluntad de la duquesa y yo volví al Seminario; +otros siete años.... + +Don Guillen apoyó los codos en las piernas, la frente en las palmas. +Hubo un largo silencio. Irguióse y enhebró la interrumpida hebra del +discurso: + + +[Nota: DRAMA DE CONCIENCIA DE DON GUILLÉN] + +[Nota: GUILLÉN DE VOTO CASTIDAD] + +--Siete años.... La almendra del árbol de la Iglesia: Sagrada Escritura, +Teología dogmática, Teología moral. Siete años de triple martirio, no +ya en el corazón, como los años anteriores, sino en la carne y en la +conciencia. Ya no eran las tentadoras imágenes de antes, fingidas por la +humareda que se elevaba del corazón; era la experiencia de la carne, el +recuerdo de lo pasado, que, no obstante haber pasado, permanecía actual +sobre mi piel, como la cicatriz de las heridas. El contacto de Angustias +había impregnado mis nervios ya para siempre: la sensación estaba de +continuo sobre mí, me erizaba el vello con un calofrío placentero. +Angustias seguía formando parte de mi ser y me dolía como un miembro +amputado. Martirio del corazón, martirio de la carne y martirio de la +conciencia, acaso más desesperado que todos. A diferencia de mis +compañeros, yo continuaba leyendo y estudiando. Ninguno se preocupaba de +que yo leyese, ni de los libros que leía. Y lo que yo leía eran obras +francesas e inglesas, y traducciones alemanas al francés y al inglés, +sobre crítica bíblica. Me apliqué a meditar sobre el problema de los +Evangelios sinópticos. Era evidente, ¡ay!, era evidente. Los Evangelios +no poseían valor histórico; no eran testimonios personales de la vida y +enseñanza de Jesucristo; habían sido urdidos muchos años después, casi +un siglo. Las piedras angulares sobre que se asentaba la Iglesia eran +otros tantos fraudes. El profesor de Sagrada Escritura se llamaba don +Salomón Caicoyas. Salomón, el hijo de David, se había posado brevísimo +tiempo en la inteligencia de este otro su homónimo. ¡Hombre más +ignorante, soberbio y poseído de sí...! Llevaba el manteo terciado, la +teja al bies, y tenía todo el empaque de un majo. En el Seminario se +murmuraba que era muy galanteador y que se introducía siempre entre la +muchedumbre y en lugares muy concurridos, por disfrutar de apreturas con +las mujeres. Su voz era como el estridor de un cuchillo contra un plato. +Yo no podía oírle sin sentir dentera y malestar de estómago. Además, no +sé por qué, me tenía franca ojeriza, y no perdía oportunidad de +recordarme en público la grave falta que yo había cometido. Pues este +hombre era quien debía disipar los negros vapores que ensombrecían mi +conciencia.... ¡Figúrese usted!... Yo mismo hube de procurarme la +salvación; yo mismo, con la ayuda de Dios y de la mano de San Pablo, el +apóstol de los gentiles, que no conoció a Cristo. Las epístolas de San +Pablo son los documentos más antiguos y fehacientes del cristianismo; +son propiamente obra de la fe, de la voluntad de creer. San Pablo no +exigía virtudes heroicas; antes bien, virtudes moderadas. Hay un +oportunismo de la virtud, que es la verdadera doctrina paulina. La +religiosidad sincera, para San Pablo, se cifra en algo más importante +que los hechos probados y la rigidez de conducta. En la segunda epístola +a los Corintios, San Pablo dice: _o Khirios to pneuma estin_; el Señor +es el espíritu. Los griegos, aunque espiritualistas, no habían acertado +a sutilizar el alma humana sino asimilándola y, por ende, denominándola +con la palabra _psique_, mariposa, que para ellos era imagen de la +levidad suma. ¡Qué milagroso avance en la espiritualización del alma +desde la _psique_, material todavía, hasta el _pneuma_, materia +inmaterial, sustancia etérea, soplo divino!... El Señor es el espíritu; +Dios reside en nuestra alma. Todo el resto, documentos, testimonios y +dogmas, es secundario. No hay sino robustecer y exaltar el elemento +espiritual de nuestro ser. Tal es el deber religioso primordial y único. +El cristianismo enriqueció la historia de la conciencia humana con un +acto de creación: la creación del espíritu. El espíritu es algo más fino +y elevado que el alma. Los egipcios creían ya en el alma. Pues el +espíritu es el alma en libertad. El espíritu, sobre la tierra, existe +con conciencia de sí propio--pues antes existía a ciegas--desde hace +diez y nueve siglos; desde San Pablo. Acaso un psicólogo experimental me +replicará con sorna: «pero, si el espíritu sigue sin existir.... Yo no +he tropezado con el espíritu en mis experimentaciones». Responderé yo: +«tanto peor para usted, pues es señal de que usted no tiene espíritu y +no puede ser cristiano». El espíritu es superior a la _psique_ y no se +puede llegar hasta él por la mera psicología. San Pablo fué también el +apóstol áspero de la castidad. Más vale casarse que abrasarse; pero la +castidad es madre de la fortaleza. Una noche de insomnio, meditando y +cavilando sobre lo que habría sido de Angustias, creí oír una voz +interior, una voz que resonaba con misteriosa certidumbre: «Esa mujer +está perdida. A esa mujer la has perdido tú. Esa mujer no puede pecar, +porque es inocente de su caída. Los pecados de esa mujer pesan sobre tu +conciencia. Tanto pecarás tú cuanto ella peque, y ella permanecerá +limpia, porque no es suyo su pecado. Todo le será a ella perdonado, por +haberte amado tanto. Haz tú que tantas culpas te sean perdonadas, +compensando con severa castidad la cadena de pecados que tú mismo +hubiste de forjar y remachar, y que llevas asida al tobillo y a las +muñecas.» Y con resolución que arrancaba del tuétano de mis huesos, +exclamé: «Así lo haré.» Y lo cumplí. Creo en el espíritu y soy +continente: todo el resto es secundario. Ya más sano en mi alma, volví a +bañarme en la onda tépida y vigorizante del Breviario. Ahora, tres +himnos se alojaron en mi pecho y ardían de modo inmarcesible, como +lámpara de tres lenguas iguales: los tres himnos a María Magdalena, uno +precisamente del cardenal Belarmino, otro de San Gregorio, retocado por +Belarmino, el tercero de San Odón de Cluny, retocado también por +Belarmino. Dice San Odón: + + _In thesauro reposita + Regis est drachma perdita; + Gemmaque lucet inclita + De luto luci reddita;_ + +el dracma perdido es repuesto en el tesoro del rey, y la perla luce +nuevamente sacada desde la tiniebla hasta la claridad. + +Y dice San Gregorio: + + _Nardo Maria pistico + Unxit beatos domini + Pedes, rigando lacrymis + Et detergendo crinibus;_ + +con nardo machacado María unge los santos pies del Señor, regándolos de +lágrimas y enjugándolos con los cabellos. + +Y dice Belarmino: + + _Amore currit saucia + Pedes beatos ungere, + Lavare fletu, tergere + Comis, et ore lambere;_ + +herida de amor, corre a ungir los santos pies, a lavarlos con llanto, a +enjugarlos con la cabellera, a acariciarlos con la boca. Y un día, +vendrá así la mujer a quien perdí; en su inocencia, me pedirá perdón, y +yo le diré: «Levántate, mujer. Tú eres quien debe perdonarme. Heme aquí +a tus plantas.» Así pensaba yo entonces..., y luego..., muchos años. Y +he llevado siempre conmigo la imagen de la mujer, la imagen anterior a +su desdicha y a la mía; y no pudiendo hacerla mi amada, hice de ella mi +hermana. + +Después de breve pausa, prosiguió don Guillén: + +--Mi primera misa la dije en la casa de campo de la Somavia. La duquesa +fué mi madrina. Me regaló una rica casulla, bordada en oro. Entre sus +arabescos, muy disimulado, hay un corazón estrujado por una mano; del +corazón cae un hilo de sangre, que, retorciéndose, describe una _A_ +equívoca. En lo alto de la capilla enarbolaron una gran bandera blanca. +Ofició conmigo el señor obispo, por exigencia de la duquesa; pero Su +Ilustrísima, que no me había perdonado la antigua calaverada, me envió, +apenas ordenado de mayores, a una parroquia rural inhospitalaria: San +Madrigal de Breñosa. Allí tenían una hermosa finca los señores de Neira, +de donde tomaron pie para el título; pero jamás iban, por lo muy +apartado y fragoso de la comarca. Sucedió que a los dos años de estar yo +en aquellos andurriales falleció don Restituto; doña Basilisa, la viuda, +fué a guardar el luto en las soledades de San Madrigal, y como era muy +devota, y oía, antes del desayuno, misa diaria, me nombró su capellán. +Era una señora rechonchita, nada fea, en buena edad todavía, muy blanca, +y simple que no cabía más. Sus ideas religiosas eran caprichosas, y aun +cómicas. Creía que el cielo de los bienaventurados era un teatro, con su +escenario y localidades para el público. Su marido, don Restituto, según +ella, se había adelantado a entrar en el teatro, para coger buen sitio y +reservárselo a su mujercita. Ello es que, olvidándose en seguida de que +su marido la esperaba, con un sitio acotado, dió en enamorarse de mí y +en dármelo a entender con palmarias manifestaciones. Otra matrona de +Éfeso. La cosa no tenía nada de particular, si se tiene en cuenta que el +único hombre de traza humana que allí veía era yo; que su marido había +sido mucho más viejo que ella; que poseía un corazón muy tierno y +dadivoso, y, por último, que el verme vestido con ropa negra y larga, a +modo de falda, como ella, le infundía confianza y atrevimiento para +manifestarse, a pesar de su natural tímido y cuitado. Ella sabía de mi +fuga con Angustias, y debía de calcular que me rendiría fácilmente al +amor. Pero yo me di excelente maña para disuadirla. Con fervor y unción +retóricos, lo confieso, me las arreglé para convencerla de que fijásemos +nuestra mutua relación en un terreno puro y espiritual. No le prohibía +que me amase, pues Dios no pide de sus flacas criaturas lo imposible, e +imposible es desarraigar los afectos profundos por un mero movimiento de +la voluntad; pero le vedaba declararse paladinamente, pues Dios exige +que nos sobrepongamos a la flaqueza y a la pasión, y esto sí le es +posible a la voluntad. Le hablé yo mismo de aquel gran pecado de mi +atropellada mocedad, de lo arrepentido que estaba y de cuán firme era mi +propósito de la enmienda. Le di a entender, fingidamente y por +proporcionarle algún alivio a sus afanes, que correspondía a su afecto, +pero que mi estado sacerdotal me obligaba a poner una venda sobre los +ojos de la carne. Yo sería su padre espiritual; ella, mi hija. En +confesión, de penitente a sacerdote, podría confiarme las cuitas de su +pecho; de mujer a hombre, jamás. Estaba maravillada de aquello que ella +reputaba fortaleza y virtud mías, y que no era sino deseo de +tranquilidad y de que no me molestara. «Es usted un santo, un santo de +veras; el único santo que he conocido», me decía de cuando en vez, +mirándome con adoración, las manos en actitud de rezo. Yo comía siempre +con ella. Tal vez me contemplaba con ojos lacrimosos de oveja, +interrumpiendo la deglución. Tal vez, de sobremesa, alejado ya el +sirviente, lanzaba terribles suspiros; pero no pasaba de ahí. Dormía yo +también en la finca; pero elegí una estancia holgada y desnuda, como +celda, de luz permanente y plateada, mirando al Norte, al extremo de la +casona, y más allá de los dormitorios de la servidumbre, por evitar +maledicencias. Era señor de mi tiempo, y me pasaba horas y horas +estudiando, ya en la gente del campo, ya en los libros. Allí, en +contacto con los esclavos de la gleba, se me reveló la gran tragedia de +la sociedad humana. Me aficioné entonces a las ciencias sociales, las +cuales siguen siendo mi preocupación. Yo he nacido para reformador +social. Que la sociedad está mal organizada y ha de cambiar, es +evidente. Los hombres tienen derecho a la felicidad; todos los hombres; +pero tienen derecho aquí mismo, en la tierra. El estímulo más vehemente +y constante, el móvil más poderoso y activo que ha puesto Dios en la +conjunción humana de alma y cuerpo, es el deseo de felicidad. Luego si +lo primordial humano, por designio divino, es el deseo de felicidad, el +hombre tiene derecho a la felicidad. Todas las grandes actividades +conscientes (y no digamos de las reflejas e inconscientes) se engendran +de aquel móvil fatal e ineluctable, el deseo de felicidad: la religión, +la moral, el derecho, el arte, la ciencia. Todas estas actividades +conspiran desde su origen a perfeccionar la sociedad, con el fin de +alcanzar últimamente el máximo de felicidad para el máximo de +individuos, si bien, por deficiencia humana, todos los ensayos de +organización, hasta ahora, se han hecho a base de una manera de +felicidad limitada y mediante uno solo de aquellos grandes órdenes de +actividad consciente, con preferencia y preterición de los otros. La +Iglesia nació como un ensayo de organización para la felicidad. En las +epístolas de San Pablo vemos, sin posible interpretación en contrario, +que el apóstol se creía inmortal, que cuantos profesasen en la fe de +Cristo se harían inmortales, y que el Salvador volvería a establecer el +reinado de la felicidad sobre la tierra para sus fieles, lo que él +llamaba la _Parousia_; y como lo predicaba el apóstol así lo creían los +secuaces. Pero sucedió en Tesalónica que algunos de los convertidos se +murieron, con lo cual los cristianos tesalonicenses movieron grandes +motines, llamándose a engaño; y lo mismo los de Éfeso. El apóstol vió al +cabo que él y todos los cristianes tenían que morirse; pero como no +podía renunciar a la felicidad, decidió que no se moría sino el cuerpo, +y que el espíritu, inmortal, penetraba en el reinado de Cristo, en la +Gloria. Así, la Iglesia de los primeros siglos fué una dulce y baldía +anarquía, un ensayo de organización para obtener la felicidad después de +la muerte. En aquel ensayo de organización para la felicidad fueron +menospreciados o preteridos los órdenes de actividad consciente +distintos del religioso: el científico, el artístico, el político, y +muchas veces el moral. Nuestra organización social al presente, esto que +dicen la sociedad capitalista, es otro ensayo de organización para la +felicidad, a base de dos órdenes de actividad, el político y el +científico, con menosprecio y preterición de los otros. Es un estado de +anarquía cruel y productiva, así como la Iglesia primitiva era un estado +de dulce y baldía anarquía. El socialismo, mayorazgo del capitalismo, +pretende ser un ensayo a base solamente de actividad científica. Todos +los ensayos de organización para la felicidad, hasta ahora, han sido +ensayos fracasados; aunque todos diferentes, tienen de común entre sí +que en el fondo de todos ellos late una anarquía disimulada, +vergonzante, cohibida. Aunque parezca paradoja, ¿no será tal vez la +anarquía la única organización posible para la felicidad? El día que +todos los órdenes de actividad consciente, incluso el político y +jurídico (por el cual yo no entiendo el arte de gobernar, sino el de +vivir en comunidad, sin estorbarse ni dañarse mutuamente), alcancen su +plenitud y autonomía, y entre sí se armonicen sin menoscabarse ni +lastimarse, ¿no resultará una organización espontánea de perfecta +anarquía, libertad absoluta e insuperable felicidad terrena? Bien. No es +pertinente que le exponga aquí todas mis ideas sociales. Ello es que +allá, en San Madrigal, pensaba yo a veces: «si yo tuviera medios de +fortuna, hacienda bastante, para ensayar una comunidad de hombres +felices, en lo posible, una experimentación social, como otras que se +han hecho, pero aleccionado por los errores de los demás». Cuando he +aquí que, un día, la viuda me suelta, como ducha de agua fría, que tiene +la intención de dejarme heredero universal; cerca de dos millones de +duros. Desde luego no supe qué decir; pero, a poco, Dios me concedió +bastante serenidad y reflexión para responderle: «Señora: le agradezco, +con emoción no traducible en palabras, su generosidad; generosidad que +no acepto, ni aceptaré, no tanto por mí, cuanto por usted y su buena +memoria. Se pensaría que la índole de nuestras relaciones me había +acarreado esta prueba póstuma de su amor de usted hacia mí.» Y doña +Basilisa, tan bobalicona siempre, habló, excepcionalmente en aquella +ocasión, con cierta elocuencia y buen sentido: «Lo que digan los +juzgadores temerarios, allá ellos con su conciencia. La mía está +tranquila y confiada ante Dios, que ve el secreto de mis intenciones. No +es esto dádiva de amor, no; ni siquiera premio a su santidad y virtud, +sino muestra débil del agradecimiento con que usted me ha obligado, por +haberme persuadido a guardar mi virtud y servido de guía en el áspero +sendero del bien. Cuando me junte con mi Restituto, en el celestial +coliseo, estoy segura que lo primero que me va a decir es: no creas que +ahora aplaudo la afinación de los divinos coros; lo que hago es +aplaudirte por lo que has hecho.» Sin embargo, yo me negué a aceptar la +herencia, a no ser con una condición: que constase en el testamento que +me dejaba su fortuna al modo de fideicomiso para que yo la emplease en +aquellas empresas y obras de utilidad y beneficio del prójimo que yo +juzgase conveniente. Y en eso quedamos. A los siete años de estar yo en +San Madrigal murió la duquesa de Somavia. La asistí en sus últimos +momentos. Hasta el mismo punto de morir no perdió la alegría ni el +desparpajo. En medio de la pena y el llanto que nos causaba verla +morirse nos hacía reír con sus salidas. Yo siempre había creído que +tenía el pelo muy ensortijado, y era que se lo rizaba todas las noches, +mechón a mechón, enroscándolos en unos rollitos de papel, que luego +extendía a entrambos cabos, a modo de blanca mariposa. Todas las noches, +en su lecho de muerte, hacía que la doncella le aderezase el cabello, +poniéndole aquella especie de mariposas, que al día siguiente conservaba +durante todo el día. Hacía un efecto muy chusco. Pues así se murió; con +la cabeza cubierta de mariposas de papel. Como yo la mirase con +sorpresa, al verla por primera vez en aquella guisa, ella, con sus +graciosas despachaderas, me dijo: «¿Qué miras ahí, papanatas? ¿Es que +nunca has visto una mujer en la cama y sin vestir? ¿O es que te parece +mal que las viejas cuidemos de sostener y realzar los restos de belleza +que nos quedan? Y no vayas a figurarte, ya que como cura serás +malicioso, que sois como mulas resabiadas, y los resabios del mal pensar +los habéis adquirido en el confesonario, en donde de la gente no +aprendéis sino lo malo y lo feo, y eso que no os lo dicen todo; no vayas +a figurarte que me pongo estos moños por vanidad; ¡a buena hora...! Lo +hago por decoro, y por algo más. El primer deber de los decentes y bien +nacidos es atender al decoro de su persona. Y además lo hago, y lo he +hecho toda mi vida, por imponerme una obligación molesta, ya que ninguna +otra tenía; un acto de paciencia y disciplina, una mortificación, como +vosotros decís. Quiero morirme con los _papillons_ sobre mi cabeza, y +cuando el alma se escape de mis labios, que todas estas mariposas la +lleven, revoloteando, más ligera al regazo de Dios Padre, que me crió +Beatriz Valdedulla, y me sostuvo toda la vida Beatriz Valdedulla, y me +aceptará en su eterna misericordia como Beatriz Valdedulla; porque ¿yo +qué culpa tengo de ser Beatriz Valdedulla?» Sólo con recordar estas +palabras me conmuevo. Una mañana, el día antes de entregar su alma a +Dios, en presencia del duque, me dijo: «Don Pedrito, hijo mío; te quiero +casi casi como un brote de mi sangre. Pero como las palabras son como +moscas, que no se dejan atar por el rabo, he querido dejarte algo de más +substancia que la palabra de mi cariño, y por intermedio del duque, mi +marido y señor, que tiene mucha mano con el Gobierno, te he conseguido +una credencial de canónigo en Castrofuerte. Una canonjía, digan lo que +quieran, no es gran cosa. Si yo viviese más años te verías obispo. Lo +que yo no he podido hacer, tú, con tu maña y despejo, lo conseguirás. Me +voy de entre vosotros con un grande reconcomio y desazón, y es por tu +padre. Bolonio debiera llamarse, que no Apolonio. Sus asuntos ya no +tienen arreglo. Al duque y a ti os recomiendo que cuando le veáis en la +calle, y esto tiene que venir necesariamente, le busquéis un asilo, y +allí le enviéis aquellas cosillas imprescindibles a su vanagloria, sin +las cuales no podría vivir.» Antes de morir, se expresó de esta suerte: +«Duque, has cumplido mal como casado; pero te perdono. Pido tu perdón, +si en algo te falté, que habrá sido involuntario. A ti, hijo mío muy +querido, nada tengo que perdonarte, que soy de opinión que los hijos no +tienen deber alguno para con sus padres, y sí sólo los padres para con +sus hijos. Si algún día la vida te pesa demasiado, perdóname; que yo +quise darte una vida amasada con dichas y venturas. A ti, Facundo +(estaba presente el obispo), ¡cuántas veces te llamé mastuerzo, sin más +razón que es verdad que lo eres...! Pero ya sabes que te he estimado, +que jamás te perjudiqué a sabiendas; antes por el contrario, te favorecí +en lo que pude, y hasta te admiré en una ocasión, que quizás hayas +olvidado. Perdóname lo de mastuerzo. A ti, Pedrín, te digo algo como a +mi hijo; si alguna vez sientes una carga en la vida, por mi culpa, +perdóname; otra era mi intención. Perdónenme todos a quienes haya +ofendido o causado dolor. Y tú, Señor mío Jesucristo (besando el +crucifijo), ya sé que me perdonas, como perdonas a todos en tu infinita +bondad, que si no fuese así llovería fuego sobre la tierra, por lo +menos, cada diez minutos. Hasta luego, vosotros; que la vida es breve. +Hasta ahora, Señor mío Jesucristo.» Murió como una santa. Era una santa +a su manera, pues hay muchas maneras de ser santo. Yo he observado que +en el mundo hay muchísimos más santos de lo que ordinariamente se +piensa. Es más: yo creo que el mundo anda tan mal porque hay demasiados +santos; porque la gente, en general, es demasiado bondadosa y resignada. +Pero dejémonos de glosas. Murió la duquesa. Yo pasé de canónigo a +Castrofuerte, y allí llevo vegetando hace algunos años. Doña Basilisa me +sigue escribiendo cartas frecuentes, prolijas y tiernas. Dice que, +últimamente, anda quebrantada de salud. De la herencia nada me dice. No +sé si continúo siendo su presunto heredero, o si algún fraile, que sé +que la visitan en San Madrigal, le ha socaliñado la herencia para su +Orden. Mi padre y Belarmino, éste ya viudo, están en un asilo, como la +duquesa predijo. Quise que viviese conmigo, y le llevé a mi casa, en +Castrofuerte, por una temporada. Pero era de todo punto imposible. En +primer lugar, hacía el amor a todas las criadas de la vecindad, y en +cierta ocasión hizo publicar en un periódico local una declaración +amorosa, en verso, a la señora del alcalde. Además, contraía tales +deudas, que mi módico estipendio canónico no nos bastaba para vivir. En +conclusión: que, pesándome mucho, hube de mandarle nuevamente al asilo. +Le envío allí a mi padre aquellos regalitos a mi alcance que la duquesa +me encomendó. El que ahora tiene en Pilares un gran bazar de calzado +mecánico y porradas de dinero es aquel Martínez, antiguo oficial de +Belarmino. Por cierto que en el mismo asilo de caridad que mi padre y +Belarmino está recogido un usurero apellidado Bellido, causante de la +ruina de Belarmino; se arruinó a su vez en la famosa quiebra de la banca +Hurtado y Compañía[1]. Rarezas del destino. + +[Nota 1: _La pata de la raposa_, novela de R. Pérez de Ayala.] + +Y don Guillén quedó con ojos vacantes, como dicen los ingleses, tan +expresivamente; con ojos vacíos, ciego para las cosas ambientes, y acaso +enfilando una perspectiva interior y remota de recuerdos inmóviles. +Hablando él y yo escuchando, las horas nocturnas, de negra clámide, se +habían ido alejando armoniosamente; las horas matutinales danzaban ya en +los umbrales del día, y un revuelo de sus túnicas color violeta +penetraba por la hendedura de nuestros balcones; la aurora, con dedos de +rosa, golpeaba silenciosamente en el vidrio de nuestras pupilas. Ante el +suave llamamiento de la luz del cielo en sus ojos, don Guillén exclamó: + +--Ya es sábado de gloria; ya es pascua florida. Los almendros están +vestidos con un velo rosado y los pomares con un velo de nieve. Dentro +de poco resonarán las alegres campanas en toda la cristiandad. Cristo va +a resucitar: + + _Sat funeri, sat lacrymis. + Sat est datum doloribus_, + +canta el laude pascual; no más duelo, no más lágrimas, no más pesados +dolores. Y dice la voz inaudible de los coros angélicos: «Paz en la +tierra a los hombres de buena voluntad.» Todo es paz y todo es contento +en el valle de lágrimas. Los hijos de Dios se abrazan y besan en la +mejilla, murmurando: «Salud, hermano; salud, hermana; el Señor sea con +nosotros.» Y tú, hermana mía--prosiguió, tomando en sus manos el joyel +con el retrato y mirándolo con el rostro descompuesto por la piedad y la +amargura--, ¿dónde estás, en qué oscura mazmorra te encerré, a ciegas, +que no doy con la entrada, aunque sangran mis pies de tanto caminar y +mis manos de tanto tropezar a tientas? + +Te busqué, y no te he encontrado; te esperé, y no has venido. Mi alma +estará triste hasta la muerte; muertos mis oídos a las campanas de +resurrección; muertos mis ojos a los colores de primavera. + +Yo, naturalmente, juzgué espontánea, sincera, y, por lo tanto, lícita en +la ocasión, la pequeña expansión retórica de don Guillén, y apenas +concluyó y dejó caer con abatimiento la cabeza, dije, sin vacilar un +segundo: + +--Ya le he dicho que conozco a esa mujer, y se la voy a traer aquí en un +instante. + +Supongo que le dejé fulminado y sin acertar a emitir palabra ni sonido +articulado. Salí sin volverme a mirarle, sin haberle oído resollar. La +ciudad se arrebujaba en la luz cenizosa y aterida de los amaneceres. Me +encaminé, rápido, al cafetín. Allí, en su rincón acostumbrado, con el +vaso de recuelo ante sí, Angustias esperaba al Tirabeque. + +--Mujer, ven conmigo--le dije, emocionado y conminatorio. Angustias se +levantó--. Sígueme. + +--¿Le ha ocurrido algo al Tirabeque? ¿Una bronca? ¿Una pendencia? No +quiero ver nada. No me importa. Es mi libertad--decía de camino, +jadeando por seguir mi paso impaciente. + +Al llegar a la puerta de la casa, vaciló. + +--¿Qué quiere de mí, señor? ¿No me trata de engañar? Siempre le tuve por +bueno.... Soy una desdichada. + +--Ven conmigo, mujer--insistí, cogiéndole la mano. + +--Pero, ¿dónde me lleva? + +Yo no sabía qué decir. Se me ocurrió una bobada. + +--Hacia la resurrección. ¿No sabes que es pascua florida? + +Se detuvo, temblando. + +--¿Está usté loco, señor? ¡Ay, Dios mío, ten piedad de mí! + +Yo tiré de ella, escaleras arriba. + +--Ven conmigo, mujer. + +--¡Virgen de Covadonga! Gritaré, aunque se arme un escándalo y me lleven +a la delegación--y se detuvo, con firmeza. + +--Angustias, no sea usted niña--dije, comenzando, sin darme cuenta, a +tratarla de usted--. ¿Cómo puede creer que trato de hacerle mal? Al +contrario: la llevo hacia la dicha, al encuentro de alguien que usted +espera volver a ver hace varios años.--La cerilla con que nos +alumbrábamos me quemó los dedos. Pronuncié una exclamación adecuada, al +arrojar la cerilla al suelo. Quedamos a oscuras. Angustias se acercó a +mí, medrosa. La sentía tiritar, con miedo del corazón. + +--Déjeme usted escapar, huir--suplicaba--. ¿Cómo me atreveré a +presentarme delante de él? Lo sabrá todo ya. Usté mismo se lo habrá +contado. Me escupirá. Me arrojará lejos de sí, y con razón. Luego, el +Tirabeque nos vendrá siguiendo; me matará a mí y le hará a él un chirlo +en la cara. + +--Ea, Angustias. No nos cuidemos del Tirabeque. Don Pedrito espera a +usted. ¿Quiere usted acudir? ¿Quiere usted salvarse?--murmuré con +impaciencia, a tiempo que encendía otra cerilla. + +¡Qué cara la de Angustias: infantil, contraída, atormentada por un dolor +oscuro, apenas consciente! + +--¡Quiero salvarme! ¡Quiero salvarme!--dijo con voz sollozante, +agarrándose desesperada a mi brazo, como a tabla de salvación. + +Llegamos a la habitación de don Guillén. No quiso ella pasar delante, y +hube de hacerlo yo. Mi intención era dejarla adentro y retirarme +discretamente a mis cuarteles. Contra mi propósito, hube de presenciar +el principio de la escena, porque se desarrolló súbitamente, y la +continuación, porque, a pesar mío, permanecí asido e inmóvil por la +expectación. + +Angustias se arrojó a los pies de don Guillén. Se abrazaba con ellos, +escorzando, el cuello dúctil y albo; se los regaba de lágrimas; se los +enjutaba con la cabellera copiosa y cobriza. Y se reprodujo la imagen +emotiva que con línea ingenua y tintas translúcidas bosquejaron los +santos melodas del Breviario. + +--¡Perdón! ¡Perdón!--imploraba Angustias, en el candor de su alma +intachable--. Soy muy mala, pero a nadie he querido sino a ti. El amor +me ha perdido, la desesperanza de amor. Ya te contaré y me perdonarás. + +Don Guillen, lívido, rígido, balbuciente, pidió:--¡Levanta, hermana! + +Angustias obedeció como una criatura pasiva. Entonces, don Guillen se +arrodilló ante ella. + +--Tú estás limpia. Todos tus pecados se vuelven contra mí. Tú y Dios +sois los que debéis perdonarme, y me perdonaréis, porque he amado y +sufrido mucho. Di que me perdonas; di un sí con los labios, un sí con +la cabeza, aunque no salga del corazón. + +--Mil veces sí--dijo Angustias, con un grito sofocado, blandiendo en el +aire la cabellera. + +Levantábase del suelo don Guillén, y Angustias se precipitó en sus +brazos, tendiendo hacia él los labios sedientos, la cabeza derribada +hacia la espalda, como inerte. Don Guillén le enderezó suavemente la +cabeza y le besó la frente. + +Yo comprendí que era el momento preciso de retirarme con disimulo, y +giré furtivamente sobre mis talones, cuando oí que don Guillén, con +acento entre alarmado y severo, me decía: + +--¿Qué va usted a hacer? Aguarde un instante; tengo que pedirle un gran +favor. Es menester que me ayude a improvisar un acomodo donde mi hermana +descanse unas horas. Si usted tiene en su habitación un diván, o +siquiera una butaca, yo puedo dormir allí, si usted no tiene +inconveniente, y que Angustias quede en este cuarto. + +Arreglamos el acomodo como don Guillén deseaba. Por su voluntad expresa +y decidida, se tendió sobre mi diván. El diván estaba contiguo al +tabique medianero entre mi habitación y la suya. Al otro lado del +tabique, se apoyaba el lecho en donde Angustias reposaba. + +Acostados ya, don Guillén me dijo desde su diván: + +--Lo más inmediato y urgente ya lo tengo decidido. Dentro de pocas +horas, en el primer tren, saldrá Angustias camino de Castrofuerte, con +una carta para don Abel Parras, un canónigo viejo, gordo, pacífico y +bonachón, que es mi mejor amigo. Angustias vivirá con él, y así se +estorbarán murmuraciones malignas. Más adelante, ya veremos lo que se +hace.... _In thesauro reposita_...; el dracma extraviado ha sido repuesto +en los tesoros del rey, y la perla luce nuevamente, sacada desde la +tiniebla a la claridad. ¡Si a la infeliz de doña Basilisa no se le +ocurre modificar el testamento!... ¡Oh, qué hermosas lontananzas al +servicio de los hombres, que es el servicio de Dios!... + +Con los artejos dió un ligero repique en la pared. Respondióle otro +repique cauto. Se echó a reír, volviéndose a mirarme. + +--¿No se ha enterado usted lo que nos hemos dicho? + +Yo respondí que no, opacamente, porque el sueño me rendía. + +--Pues yo dije: «Duerme en paz, hermana; has resucitado con el Señor.» +Ella respondió: «Dios te lo pague; guárdame siempre.» + +«¡Qué penetración! Les ha sido otorgado el don de lenguas, como si en +lugar de pascua de Resurrección fuese de Pentecostés», pensé +borrosamente, entre la penumbra inicial del sueño. + +Lo último que le oí a don Guillén, fué: + +--_Sat funeri, sat lacrymis, sat est datum doloribus.... O Khirios to +pneuma estin_. + +Y ya desde muy hondo, a punto de derretirse mi conciencia vigilante, +comenté, se me figura que en voz alta: + +--¡El don de lenguas! ¡La Pentecostés! + +Desperté a las dos de la tarde. Don Guillén había desaparecido del diván +y de Madrid. Sobre mi mesa destacaba un blanco escrito, que decía: +«Adiós, buen amigo. Le he dado un abrazo de agradecimiento y despedida, +sin que usted, profundamente dormido, se haya percatado. Ya sabrá usted +de mí. Amigo suyo para siempre, _Pedro Guillén Caramanzana_.» + +Y, en efecto, años después, supe y presencié grandes cosas de él, las +cuales pienso referir en otra ocasión, si se tercia y no tengo nada +mejor que hacer. + + + + +CAPÍTULO VIII. + +SUB SPECIE AETERNI. + + +Es domingo de Pascua de Resurrección. Hora: poco antes del mediodía. +Lugar: en los aledaños de la ciudad de Pilares. Es un día de primavera +septentrional. Tierra y cielo, dos gracias femeninas. La tierra, de +verdor perenne y tupido, está acicalada y alindada prodigiosamente, y no +ha usado de otro afeite ni compostura que las aguas y nieves invernizas. +Sobre la bayeta verdegay, de pliegues y lóbulos graciosos, con que se +viste la madre tierra, siempre doncella, se ha puesto, aquí y acullá, +unos pomares enflorados, cándido ornamento. El cielo es tan gentil, puro +y alegre, como colegiala impúber, vestida con atavío de mayo y de +domingo; leves crinolinas nevadas, que translucen un fondo de seda azul. + +Desde la aldea se columbra la ciudad, caparazón que cubre una colina, +como escamado peto de armadura sobre un torso yacente; armadura labrada +en cobre y hierro, abollada ya; a trechos oro sucio, a trechos gris +rojizo, a trechos verdinosa, de la corrosión de los años y los óxidos. +De un lado sale la torre de la catedral, como lanza astillada, que aún +se mantiene firme, bajo la axila. Suenan gorjeos y suenan campanas. + +Desde la ciudad, carretera arriba, marcha un hombre gordo, bermejo y +sudoroso, que luce, en el sol mañanero, una perilla de plata mate, como +de aluminio. Síguenle otro hombre y un mozuelo, entrambos de blusón +blanco, con sendas banastas sobre la testa. + +--_Sacrebleu, sacrebleu_--jura y perjura el hombre gordo y bermejo, a +tiempo que se enjuga la exudación de la frente--. Acércate, Nolo, que yo +tengo necesidad de confiarme, y es tanto mejor de encontrar un corazón +leal que de monologar. ¡Ah, mi Dios, que yo estoy cansado...! Estoy +cansado de la patrona, de mi bien amada mujer. Las mujeres en mi país +son ahorradoras. Yo amo a las mujeres ahorradoras, buenas manejeadoras. +Pero mi mujer es ya muy demasiado ahorradora; muy demasiado, muy +demasiado. Yo me encabezo en mi negocio y trabajo como un asno después +de la mañana hasta la noche por ganar buena plata; pero yo amo los +buenos dineros para darme buena vida y comer a mi grado. Esto es ya lo +que me resta. _Voilà_--dándose una palmada en el vientre--, este amigo +es muy exigente. Pero la patrona ella no come, o come como un pequeño +pájaro, y ella cree que todos los otros no habemos necesidad de comer +como ello hace falta. Y bien, para comer en mi propia casa yo debo +inventar ciertas mixtificaciones. ¿No es ello sorprendente y bien +desagradable? Pues ahora, ni siquiera de este modo. ¡Que yo estoy +cansado...! Te diré lo que me ha venido el otro día, que era día +delgado, ¿cómo decís vosotros?, día de vigilia. Yo adoro el salmón; pero +mi mujer no compra salmón, porque es muy caro. Entonces yo mismo fui al +mercado y compré un salmón magnífico por sesenta pesetas, y yo envié el +hermoso pez a mi casa, como si él fuese un regalo de la parte de un +amigo; al contrario, si ella sabe que yo lo habré comprado, mi mujer me +hace una terrible camorra. He aquí que yo me voy a mi casa del todo +feliz, diciéndome: hoy como salmón a mi placer. Mi mujer me recibe con +besos amorosos, y ella murmura: que tenemos de la buena suerte, ellos +nos han hecho un bello regalo de un salmón demasiado grande, el cual, +como no habríamos comido, yo lo he vendido por cuarenta pesetas. +_Sacrebleu_: nada de salmón, y veinte pesetas menos. ¿Qué es lo que tú +dices? + +--Que yo le doy una somanta que se le quita pa toda la vida la gana de +volver a meterse a pescadera. + +--_Voilá_. En este país los hombres sois poco cultivados. No se debe +golpear a las mujeres, ni aun a causa de la comida; mucho menos a causa +de otras razones sin importancia; la infidelidad, por ejemplo. + +--¡Caracho!--comentó el llamado Nolo--. Eso de la comida, pase; pero, lo +que es lo otro. La muerte pareceríame poco. + +--¡Ah! ¿Matarte tú? Eso es diferente. Es una bestialidad; pero yo +comprendo. + +--¡Qué diaño matarme yo...! Matarla a ella.... + +--¡Dios mío, que tú eres salvaje...! + +--No hay más, señor. O usté manda, o la mujer manda; y si se desmanda, +palo. O usté pega, o ella pega. Recuerde usté lo del pobre Belarmino. + +--¿Qué es lo que me dices? Pero, ¿es que la Xuantipa estaba infiel al +pobre Belarmino? Yo lo ignoraba. + +--Ganas, quizás no le faltaban. Lo que digo es que, como Belarmino no +sabía curar a su mujer, cuando la tenía, con jarabe de fresno, que no +hay melecina mejor pa las mujeronas, pues, la fija, que su mujer le +tenía a él siempre atosigao, y pa curarlo, pues, ya sabe usté, le ponía +en los lomos cada cataplasma de estaca.... + +--Ya, ya lo sabía. El pobre hombre, mi amigo muy querido.... Yo le echo +bien de menos, desde que está recogido ahí en ese asilo que vosotros +decís maletería; nombre verdaderamente chusco. + +--No es maletería; es malatería. + +--¿No es ello la misma cosa? + +--No, señor. + +--Entonces, ¿qué es lo que quiere decir malatería? + +--Malhaya si lo sé. + +--Eso no hace nada. Pero revengamos sobre el amado Belarmino. No me +puedo pasar sin él. Yo vengo para visitarle cada semana o cada quince +días, durante diez años, a despecho de esta cuesta abominable que yo +debo subir para llegar. Él no habla jamás, él no habla jamás. Es la más +dulce de las almas, y yo sostengo que una gran inteligencia. + +--Un calzonazos, un estúpido; como el otro, Apolonio.... + +--Cállate, Nolo. Tú no comprendes. Belarmino es un grande hombre. Y +Apolonio, él es también un otro grande hombre. Yo quiero mostrarles +cuánto les amo y les admiro. Es por esto que les llevo estas gruesas +tartas de Pascua y las gruesas fuentes de natillas, y muchas de docenas +de gruesos pasteles, como los otros años, ¡tantos!, en este mismo día. + +--Que se las comerán las monjitas golosas y los demás asilados, como los +otros años, en este mismo día. + +--¡Ah, naturalmente! Pero los pasteles pertenecen a Belarmino y +Apolonio, y ellos se gozan más en invitar que en ser invitados. Ellos lo +han dado todo siempre, y no han querido nada para ellos. Yo no trataba +en otro tiempo a Apolonio; solamente después que está en el asilo. Muy +interesante, muy interesante. Es una cosa curiosa; Apolonio querría que +yo no tratase a Belarmino. Él le odia; es decir, él cree que le odia. +Muy divertido. Pero Belarmino no hace atención si yo trato a Apolonio. +Él le desdeña; es decir, él cree que le desdeña. Muy picante situación. +Yo tengo necesidad de mucho tacto. Pero ello todo es tan extraordinario, +tan extraordinario.... Yo amo más a Belarmino, esto no hay que decir; él +es una anciana amistad. Pero yo amo también a Apolonio. He aquí que ya +estamos en el asilo. No olvides; la patrona no puede conocer que habemos +traído este regalo. Ella me haría un gran escándalo. + +Por gravitación misteriosa el señor Colignon va a Belarmino. + +Es error vulgar suponer que la fuerza de la gravitación hace caer los +cuerpos. Esto de caer supone la noción de arriba y abajo, y en el +espacio infinito no hay arriba ni abajo; los cuerpos y las almas unas +veces suben hacia abajo y otras caen hacia arriba. Lo último es lo que +le acontecía al epicúreo Colignon, que, entre jadeos y sofocos, +remontaba periódicamente la cuesta del asilo, atraído por el ascético +Belarmino; es decir que caía, sin voluntad, subiendo hacia él. + +El señor Colignon, bastante avejentado ya, penetra, con sus +acompañantes, en el zaguán del asilo; una pieza alongada, de paredes +desnudas, con cuatro desvalidas silletas de paja. Frente por frente de +la puerta de entrada, hay en el muro una ménsula de madera de pino; +sobre ella, una estatuilla, desdichada, de San José, en cartón piedra; +al pie del santo, media docena de judías, media docena de garbanzos y un +frasquito, con un líquido oliváceo y denso, y una etiqueta que dice: +_azeite_. Estas ofrendas en especie al santo indican que aquello que, al +parecer sobra, es precisamente lo que falta en el asilo; para que se +enteren las almas caritativas que por allí caen rara vez a cumplir en +una obra de misericordia, y que sus dádivas sean las que más se han +menester en la pobre casa. + +Tintinea, cada vez más lejos, una campanilla, de voz resquebrajada y +vieja. Por una puerta, pintada de negro, sale una vieja monjita, que se +advierte que es esquelética, a pesar del haldudo faldamento; momificada +la faz. Sus ojos, voluminosos y cansados, se reaniman un punto al ver al +señor Colignon, que corre a su encuentro, con las manos extendidas. + +--¡Ah! Felicita, simpática Felicita. + +--Hermana de los Dolores, señor Coliñón--corrige la monja. + +--Es verdad, es verdad. Pero yo no puedo olvidar. + +--Debemos olvidar; y si no podemos olvidar, debemos parecer como que +hemos olvidado--dice la hermana, con unción monjil y acento de +nostalgia, como dando a entender que, a pesar de todo, no ha olvidado. +¡Qué había de olvidar la triste Felicita! Sobre todo, el señor Colignon +refresca la memoria y conturba el pecho de la hermana de los Dolores. +Estos efectos se producen sin intención ni culpa del francés, sólo a +causa de su obesidad. Como los viejucos asilados, y asimismo todos los +beatones que acuden allí de visita son, sin excepción, gente magra, cada +vez que la hermana de los Dolores ve un hombre gordo, imagina tener ante +sí al enamorado y malogrado Novillo, y se siente nuevamente la Felicita +de antaño. Está ahora con los ojos obstinadamente humillados, por no +recibir en ellos la imagen del abdomen, rotundo y endemoniadamente +evocador, del señor Colignon. + +--Pero, ¡mi Dios!--exclama riendo el recién llegado--, que ya le será a +usté bien difícil olvidar y disimular.... Esta es una sucursal de la Rúa +Ruera de otras veces. Belarmino está aquí; Apolonio está aquí; el +usurero está aquí; usté está aquí. Yo soy solamente el que falto, y yo +estoy aquí ahora. Todos los otros que no son venidos al _rendez-vous_ es +porque son muertos y en la eternidad de la nada. + +--¡Ay!--suspira la hermana, sin elevar los ojos, contra todas las reglas +del bien suspirar--. Los de aquí estamos también muertos y miramos el +mundo desde la perspectiva de la eternidad. + +--¡Qué idea! Pero comemos todavía pasteles. Entretanto podemos comer +pasteles, Dios sea bendecido.--Y el señor Colignon se ríe como siempre, +con glogó de pavo y trepidación de estómago. Prosigue.--Yo veo ya que +hacen falta aquí judías y garbanzos y aceite. Tanto mejor para comer +pasteles. + +--Dios se lo pagará, señor Coliñón. Antes dejaría de salir hoy el sol +que usted de aparecer con su agasajo pascual. Los ancianitos, desde hace +ocho días, se relamen de gusto por anticipado, y no hablan de otra cosa +que de las ricas confituras del señor Coliñón. ¡Qué poca cosa se +necesita para hacer la felicidad de los demás! + +--Bien poca cosa: tres kilos de harina, tres kilos de azúcar, tres +docenas de huevos, tres palos de canela y dos vainillas. Pero conste que +aquellos quienes invitan a los pobres pequeños viejos no soy yo, pero +son sus compañeros Belarmino y Apolonio. + +--¡Qué poco se necesita para la felicidad, y cómo casi nunca llega ese +poco...!--dice para sí la hermana de los Dolores, sin referirse, claro +está, a la harina, el azúcar ni los huevos, puesto que no había parado +atención en la réplica del francés, sino que estaba abstraída en sus +pensamientos. Saliendo de sí, añade:--que dejen aquí estas cestas. Ya +pasarán a recogerlas. Vaya usted, señor Coliñón, a ver a sus amigos, +hasta la hora del refectorio. Ya conoce el camino. Están en el jardín, +de seguro, esperándole con impaciencia. + +El señor Colignon recorre unos pasillos, donde huele a bazofia, y sale +al denominado jardín; un jardín sin más flores que algunos asfodelos. Es +una explanada de pradera; la pradera, cortada por veredas arenosas; en +las veredas, bancos de madera; palio de los bancos, las copas de las +acacias. Hay un aliento de tierra húmeda. Brilla un sol tenue y amarillo +que deshace las formas y las trueca en una insinuación huidera e +inmaterial, no se sabe si de aurora o de atardecer, y es mediodía; un +vapor áureo que empaña los límites y funde las cosas en unidad fluyente +e indecisa, que no se sabe si es de recuerdo o de esperanza. Luz elísea. +Cada vez que el señor Colignon, tan carnal y concreto, se asoma a aquel +jardín, se figura pisar las lindes primeras de los Campos Elíseos, +habitados por las imágenes desencarnadas de los que fueron y ya no son, +de aquellos que dejaron en la tierra el cuerpo sólido, sede de los +placeres amables, y no conservan sino la apariencia de vida, y con ella +las pasiones añejas, porque las pasiones son el alma, y el alma es +indestructible. El aliento húmedo de la tierra se le mete al señor +Colignon hasta los huesos, y experimenta un escalofrío hondo. + +Pero esto es justamente lo que le gusta; penetrar por unos momentos en +una especie de más allá, o mundo de ilusión y recuerdo, a solazarse con +sus curiosos pobladores y en la certidumbre de que allí también se comen +pasteles, y que él, aunque dentro de aquel simulacro de ultratumba, +puede salir cuando se le antoje y volver a las delicias de la vida +fisiológica y agitada. + +Así que asoma el señor Colignon en el jardín, los viejos, desparramados +de un lado y otro, acuden a él, con paso vacilante y premioso, como +entre sueños, cuando los movimientos están entorpecidos por rémoras +pesadas e invisibles. Uno, señaladamente, se rezaga. Viene con paso +majestuoso y talante indiferente, decidido a no mostrar vulgar premura: +es Apolonio. Sólo otro permanece en su sitio, allá lejos, sentado en un +banco, habiendo saludado al señor Colignon con leve ademán de la mano: +es Belarmino. Belarmino y Apolonio son bastante más jóvenes que el resto +de los asilados. + +Una monja, guardadora de aquel rebaño de hombres decrépitos, va +caminando por una de las sendas transversales, y acierta a cruzarse con +el roncero Apolonio. La monja es la hermana Lucidia. Nada vieja; tampoco +nada joven.... Sobre el lado derecho de la cara, cogiéndole desde la +sien hasta la comisura de los labios, y todo a través del carrillo, +tiene--ya desde que nació--una mancha cárdena, de perfil tentacular, +como huella flamante de un bofetón; un bofetón que, antes de salir a la +vida, le dió el destino. La hermana Lucidia lleva siempre la cabeza +inclinada sobre el lado derecho, como si le pesase aquella vergüenza, +como si procurase ocultarla o como si presentase la otra mejilla, pálida +e intacta, a la adversidad de la agresiva providencia. Aquella mancha, +que parece embadurnada con hollejo de uva negra por la mano lúbrica de +un sátiro en el delirio bucólico de la vendimia, sugiere una historia +trágica de amor, íntima y sellada. La monja debió de haber sido linda, a +pesar de la mancha bochornosa, y todavía más que linda, a causa de la +mancha, para un espíritu apasionado y propenso a las emociones +dramáticas, como es el de Apolonio. Apolonio se acerca a la monja, y con +fuego contenido, porque si alguno espía no se percate, susurra: + +--¡Ángel consolador del alma mía! Te adoro; yo te adoro noche y día. +Eres al par consuelo y desconsuelo, fulgor y palidez, igual que el +cielo. El día y la noche, por manera rara, se representan en tu hermosa +cara. De este lado es serena y sin reproche, de palidez mortal; Diana, +la noche. Del otro lado es roja y encendida, como Apolo, ígneo padre de +la vida. ¡Oh terrible combate! Gozo o peno; ya miro al lado ardiente, ya +al sereno; y mirando a tu rostro, noche y día, pasan las horas de la +vida mía. + +--Señor Apolonio, déjese de coplas. Cuando me habla así es que quiere +pedirme algo; lo sé por experiencia. Dígame lo que le ocurre como Dios +manda. + +--Pedirle algo, sí, lo de siempre: que nos escapemos juntos. Nuestras +edades no son, si bien se mira, desproporcionadas. Paso de los sesenta, +¿y qué?; estoy ágil y fogoso como un recental. En cuanto a ganarme la +vida, ando ya a punto de concluir un drama, que nos hará millonarios; +así como suena. Viviremos en Madrid; tiraremos carruaje. ¿Qué pelo de +caballo le gusta a usted más? A mí el alazán o el flor de romero. +Decídase; seremos felices. Un día, cuando tengamos confianza, me contará +usted su drama, el drama espantoso que adivino, pero que no solicito +conocer todavía, por no violar el vedado de su conciencia. Decídase, +preciosa Lucidia. + +--Lo pensaré, señor Apolonio. Pero, aparte de la escapatoria, que va +para largo, usted tiene algo más inmediato que pedirme. Hable sin +reparos. + +--Tiene usted, divina criatura, el alma clarividente; alma de sibila. +Usted lee en mi pecho. ¿Qué necesidad tengo de hablar? Ahórreme el mal +rato de tener que decírselo yo. + +--O habla usted, señor Apolonio, o quédese con Dios, que no soy amiga +de adivinanzas. + +--Sea. Sus deseos para mí son un ukase imperial.--Apolonio continúa +hablando, cohibido y a tropezones.--No es vanagloria, no es orgullo +satánico; es la verdad. ¿Qué le voy a hacer yo? Soy un hombre +infinitamente superior a todos los que viven de caridad en esta santa +casa; a todos; no dejo afuera a ninguno. Superior por la familia; +superior en posición económica; superior en inteligencia. Yo he recibido +una educación académica. Yo uso zapatillas de piel de cabra; ellos, de +orillo. Yo he estrenado un drama con inenarrable éxito. Yo tengo un +estómago delicado. + +--Esta última superioridad es la que todos le reconocen. + +--A eso voy. Yo necesito beber agua de Vichy en las comidas. Yo +comprendo que, cuando vamos en fila al refectorio, yo, el único, con mi +botella de agua de Vichy en los brazos, todos los demás me envidian, y +diré más, hasta me aborrecen. Cuánto darían ellos por estar enfermos del +estómago y por tener un hijo canónigo que les enviase dinero para +comprar agua de Vichy y otros lujos y antojos.... Yo podría vivir con mi +hijo, si yo quisiera. Pero mi hijo prefiere que yo esté aquí, al cuidado +de encantadoras vírgenes, como huésped distinguido, sin que me falte +nada. Pues bien: me falta ahora algo. La última botella de agua de Vichy +se me ha concluído ayer. La superiora me dice que no ha recibido dinero +de mi hijo, para comprar más botellas. Me explico el olvido, porque mi +hijo me decía en una de sus últimas cartas que iba a Madrid, a predicar +en la Capilla real; fíjese usted bien, en la Capilla real, nada menos. +No tendría cabeza para pensar en otra cosa; es explicable. Pero, ¿cómo +voy a ir hoy, hoy, precisamente, día de Pascua, al refectorio, sin mi +botella de agua de Vichy? ¿Qué no dirían los otros, sobre todo alguno +que, por desprecio, no nombro? ¿Cuál no sería la humillación, la befa, +el escarnio? No, no y no; antes la muerte. + +--¿Y qué puedo yo hacer, señor Apolonio? + +--A eso iba, celestial hermana Lucidia.--La voz de Apolonio tiembla.--Yo +quería pedirle permiso para que me consienta coger una de las botellas +vacías de agua de Vichy, e ir a llenarla con agua del grifo de los +laureles. Nadie me verá ni nadie notará nada. + +--¿Por qué no? Se lo consiento--responde la hermana, sonriendo +plácidamente. + +Sepáranse. Apolonio siente maravilloso alivio; se le ha evaporado una +gran pesadumbre de encima del corazón. La botella de agua mineral es +para él--puesto que él presume que lo es para los demás--una insignia +jerárquica, un símbolo de superioridad. ¿Un símbolo, acaso, de +superioridad económica? Desde luego; pero esto, para Apolonio, es lo +secundario. Lo esencial es que la botella, con su contenido hidráulico y +terapéutico, se manifiesta a los ojos de todos como prueba sensible de +la superioridad intrínseca y corporal de Apolonio. Este orden de +superioridad irrefragable consiste--él mismo acaba de decirlo +alardosamente--en padecer una enfermedad del estómago; aunque es lo +cierto que disfruta un buche de avestruz y que digeriría piedras +volcánicas. Apolonio--por algo es _a nativitate_ autor dramático--supone +que la dilección o preferencia de los dioses por algunas criaturas +mortales se acredita mediante un estigma o tara original, y que los +verdaderos héroes en la tragedia de la vida humana sufren y ostentan +cuándo una, cuándo otra enfermedad o adolescencia de la carne, como +marca sagrada que distingue al protagonista entre la plebeyez del coro. +Apolonio había elegido para sí la dispepsia. Hubiera preferido una +mancha sanguinolenta en la faz, como la hermana Lucidia; por eso ama y +reverencia a la monja. Pero la dispepsia le basta para sus intenciones, +que son ofrecer palpable contraste y parangón con Belarmino. Ya puede +Belarmino encerrarse en silencio hermético y filosófico, dando a +entender, con la sonrisa de sus labios delgados y sin color, que está, +al cabo, por encima y a distancia de todas las cosas. ¿Quién le creerá? +Belarmino digiere bien. ¿Cómo admitir que ha trabajado mucho con la +cabeza, él, que no se ha puesto enfermo del estómago? + +Y Apolonio, con talante trágico y miserable, como un hombre predilecto +de las divinidades funestas, se dirige hacia el grupo que componen el +señor Colignon con los viejos casi desencarnados en torno suyo. Visten +los viejos todos lo mismo: trajes de sayal, color franciscano, de paño +casero, tejido en los telares, a brazo, del Hospicio provincial por los +nacidos anónimos para los muertos anónimos. A todos les cae el traje +demasiadamente holgado, y hace pensar en una mortaja. Apóyanse en +cayados de haya descortezada, lustrosa y marfileña, que parecen huesos +mondados y antiguos. Hablan con voz temblona, sacudida, como las últimas +y desfallecientes repercusiones de los ecos. + +_Olalla_ (un viejo que fué borracho):--Buenos son los dulces, señor +franchute, pa los neños y las muyeres llambionas. Convídenos a sidrina, +señor; la buena sidrina con _panizo_[1]. ¡Cuánto fa que non la cato!... + +[Nota 1: Panizo = burbujeo.] + +_Monasterio_ (un viejo que vivió en Cuba):--¿Dónde estás, Olalla? Donde +estoy, estaba. Pitillos, señor, aunque sean de los de mataquintos. El +hombre es humo, y en faltándole el humo, ya no es nada. + +_Larrosa_ (un viejo que fué lechuguino):--Una corbata, señor, una +corbatina, de las muchas que le sobrarán en el guardarropa; y si pudiese +ser azul persia, que es el color de moda.... Sólo los criados van sin +corbata. Aquí tiénennos sin corbata, que es peor que no comer. + +_Cillero_ (un viejo glotón):--Calla tú, silbante. ¿Adonde vas? Señor, +las lentejas, y las judías y los garbanzos tienen coco. El queso está +ratonado. Que lo sepa el excelentísimo señor Presidente de la +Diputación. ¿Y carne? Pa agolerla. Juntando con un fuso, porque está +desfilachada y en hebras, la que nos dan a todos, saldría, a lo más, a +lo más, un ovillo no mayor que este puño. + +_El señor Colignon_ (palpándose, satisfecho de reconocerse tan vivo y +pingüe, en medio de las sombras quejumbrosas de los hombres +pretéritos):--Bueno, bueno, mis queridos pequeños viejos; algún día ello +lloverá sidra, cigarrillos, corbatas, un epatante solomillo.... + +_Bellido_ (el usurero):--Qué sidra, ni pitillos, ni corbatas, ni +solomillo. A mí no me importa beber, ni fumar, ni andar en pelota, ni +comer lentejas con guijarros. Yo no soy un borracho; yo no soy una +chimenea; yo no soy un pisaverde; yo no soy un cerdo; yo soy un hombre +honrado, trabajador y justo. Justicia, justicia. Yo quiero lo mío. No +moriré tranquilo, señor Coliñón, hasta que no sepa que han dado garrote +vil al bandolero de Hurtado, que me robó el fruto de mis privaciones. Y +usté sabe, señor Coliñón, que Belarmino me debe dinero. Usté fué socio +de Belarmino. Usté debe pagarme ese resto de crédito. + +_Varias voces_:--El bandolero eres tú. Y ladrón. Cochino. Abrenuncio. +Fétido. Hasta aquí se arregla para llevarnos las cosas, ya que no hay +cuartos. + +_Bellido_ (irritado y convulso):--Callaivos, manguanes. Son +transacciones lícitas, negocios de buena ley. ¿Quién vos tiene la culpa +de ser perros y gandules? + +_Varias voces:_--Engaños. A mí llevóme una camisa. A mí unos +brodequines. A mí los pañuelos. Y pecunia también la esconde, señor +franchute. Tiene gato. Tiene gato encerrado. Yo bien sé donde se +acobija. Una noche llevaráselo la garduña. + +_Bellido_ (lívido, iracundo y amedrentado):--Salteadores. Unicornios. No +tengo gato, no; ni gato ni liebre. Engañasvos. Vivo por el amor de Dios +y de las buenas almas. Todos me robaron, y vosotros también, manguanes, +que me pedís cosas emprestadas y luego me negáis los réditos.... + +En esto, como inflado navío de aparejo redondo, un navío de ensueño, +aporta Apolonio en el grupo. La tempestad de los viejos se encalma. Los +viejos se alejan. + +Están a solas Apolonio y el confitero francés. Apolonio habla, con su +acostumbrada prosopopeya. El confitero escucha, con su regocijo +acostumbrado. Después de un rato de palique, el señor Colignon se +encamina hacia el lugar en donde Belarmino ha permanecido sin moverse. +El banco donde descansa Belarmino está emboscado en un macizo de +laureles, al modo de muro en semicírculo. Por detrás del muro verde se +oye un chorro de agua. + +El señor Colignon se sienta al lado de Belarmino y le toma +afectuosamente las manos. El francés, sin desasir las manos del amigo, +habla, con su acostumbrada profusión. Belarmino escucha, con su mutismo +acostumbrado y sonriente. + +--¿Qué es lo que es aquello?--interroga el señor Colignon, solicitado +por insólito revuelo y algarabía que se ha movido entre los viejos, al +pie del casón. Belarmino ni siquiera vuelve la cabeza a mirar. Nada le +inspira curiosidad. Pasa algún tiempo. + +La hermana Lucidia se acerca al rincón habitual en donde se halla +Belarmino, y le entrega un papelito verdiazul, plegado. Es un telegrama. +Belarmino, con gesto resignado e indiferente, lo abre y lo lee. Pero, +apenas lo lee, se pone blanco. Una lágrima palpita en el borde de sus +pestañas. Se pasa una mano por la frente. + +--¿Sueño? ¿Estoy soñando? Yo, ¿soy yo? No me facturan las beligerancias, +la inquisición, el pongo y quito de los comensales. Resurréxit. Aleluya. + +La hermana Lucidia jamás había oído hablar así, ni casi de ninguna otra +manera, al taciturno Belarmino. Piensa que, súbitamente, se ha vuelto +loco. El señor Colignon eleva los brazos al cielo, en actitud de triunfo +y acción de gracias. + +--A la fin, a la fin--exclama--, ella se deslía la dulce y deliciosa +lengua de otras veces. Habla, habla, mi bien amado amigo. + +Pero Belarmino, húmedos los ojos, la voz opaca, extiende un brazo, y +dice: + +--Ahora, no; ahora, no. Otro día hablaremos; hablaremos, mi muy querido +señor Coliñón; hablaremos hasta que el corazón se nos derrita en saliva, +y la saliva en palabras, y las palabras en el viento. + +Levántase Belarmino y va a ocultar su emoción detrás del macizo de +laureles. + +La hermana Lucidia y el señor Colignon se retiran. Antes de marcharse, +el francés busca a Apolonio; pero no le halla, y se va sin despedirse de +él. Apolonio también ha recibido un telegrama. Luego de leerlo, había +dicho a los demás asilados: + +--Señores: soy un sátrapa; tengo ya más riquezas que el preste Juan de +las Indias, Creso y Montezuma juntos. Os prometo erigir un palacio donde +viváis y llevéis cada cual la vida que os apetezca.--Y ésta era la causa +del revuelo y algarabía de antes. Los viejos zarandeaban a Apolonio, +disputándoselo a tirones de chaqueta y formulando, desde luego, +solicitudes para lo futuro. Apolonio recibe, embriagado de dicha y +vanagloria, como falso ídolo, las preces de aquellos infelices. En esto +recuerda que el agua de Vichy se ha concluído, y que tiene que +improvisarla, de prisa y corriendo, para la comida, que es a la una de +la tarde. Se zafa de sus compañeros; se escurre por un pasillo, en busca +de una botella vacía; sale al jardín y da un gran rodeo, porque nadie +sospeche la maniobra. Crúzase, por ventura, con la hermana Lucidia, y +le dice, al paso, sin detenerse: + +--Grandes nuevas han llegado. Nos uniremos en himeneo, ángel consolador. +Nuestro tálamo estará labrado en sándalo; digo, ¡qué impropiedad!, en +otras maderas preciosas y adornado con gemas orientales. + +Ya está Apolonio en la fuente de los laureles, llenando con agua +apócrifa la botella de agua de Vichy. Como la postura en cuclillas le +resulta incómoda, da una vuelta, y... ahí, frente a él, mirándole de +hito en hito, sonriendo con lástima--cuando menos a Apolonio se le +antoja una sonrisa de lástima--, descubre a Belarmino en persona. ¿En +persona? A Apolonio le flaquean las piernas. Cae de rodillas. Belarmino +está en pie, callado e inmóvil. + +--¿Eres Belarmino, o eres un fantasma ilusorio?--balbuce Apolonio. + +Belarmino no rechista ni se mueve. + +--Seas Belarmino, seas su cuerpo astral--prosigue Apolonio, en expansión +irresistible de amor propio vejado--, te advierto que es verdad que +padezco del estómago; que el agua de Vichy que siempre he bebido era +agua de Vichy auténtica; que ahora no venía a llenar de agua la botella, +sino a lavarla, porque la necesito para meter agua de Colonia, ya que +debo emprender en seguida un largo viaje. Y si pones en duda mi palabra, +que es palabra más que de rey, ¡ya quisiera Su Majestad...!, te reto en +singular combate. + +Y se pone en pie, empuñando la botella por el cuello. Por la frente +dramática de Apolonio cruza un negro pensamiento. Ahí está Belarmino, +desmedrado e inerme, a su merced. Un botellazo en la cabeza, y asunto +concluído. Que luego le procesarían, ¿y qué? Con dinero se cohecha a los +jueces. Pero antes de rematar a Belarmino, saciando así un viejo afán de +venganza, cuyos motivos, por más que ha rebuscado, Apolonio no ha +conseguido encontrarlos en su corazón, ocúrresele humillarlo, rebajarlo +cumplidamente, haciendo que por primera y última vez le envidie. + +--Toma y lee--dice, ceñudo, Apolonio, alargando despectivamente a +Belarmino, como si fuese su sentencia de muerte, el telegrama que acaba +de recibir. + +Después de haber leído el telegrama de Apolonio, Belarmino saca de la +chaqueta otro telegrama, que entrega a Apolonio. Luego abre los brazos, +mira al firmamento, y suspira: + +--Toma y lee. ¡Bendito sea Dios! + +El telegrama de Apolonio decía: «De vuelta en Castrofuerte me informan +que soy heredero de fortuna fabulosa. Iré a buscarle en seguida. +Viviremos juntos una vida venturosa.--_Pedro_.» + +El telegrama de Belarmino decía: «Estoy salvada. Pedro me ha salvado. El +mismo Pedro le sacará de ahí y le traerá conmigo en seguida. Seremos +todos felices.--_Angustias_.» + +Belarmino se mantiene con los brazos en cruz: pero ahora no mira al +firmamento, sino a Apolonio. + +Apolonio vacila un segundo, nada más que un segundo. Una fuerza +ineluctable, una exigencia del destino le lleva, también con los brazos +abiertos, la botella en la mano, y en alto, agresivo, hacia Belarmino. +Belarmino se adelanta a su encuentro. Apolonio y Belarmino... se +abrazan en un abrazo callado, prieto, efusivo y fraternal. + +--Nunca te he odiado; lo juro--dice Apolonio, al cabo--. Nunca te he +odiado, aunque tú me despreciabas. + +--Nunca te he despreciado--murmura suavemente Belarmino. + +Es la primera vez que se hablan, y se tratan de tú con espontaneidad, +porque en el misterio del pecho eran íntimos el uno del otro, desde hace +muchos años. + +--Yo te admiraba y te envidiaba--confiesa Apolonio, con rubor. + +--Yo también te he tenido envidia--declara Belarmino, con franqueza. + +--Eres como mi otra mitad. + +--Sí, y tú mi otro testaferro. (Testaferro = hemisferio.) + +--Ya estamos unidos. Qué dramas voy a escribir ahora. Tú serás mi +inspirador, como Sócrates lo fué de Sófocles; al menos, Valeiro así me +lo aseguraba. + +Suena, lejos, la campana que llama al refectorio. + +--Concluye de llenar la botella--aconseja Belarmino. + +--Es verdad. Pero te aseguro que es la primera vez que hago esto. + +--Ya lo sé. + +Van del brazo, por el jardín de asfodelos, envueltos en la niebla dorada +del sol, que produce una ilusión evanescente, como si aligerase la +gravedad de las cosas materiales. + +--Pero, ¿no estamos soñando?--interroga Apolonio, anhelante--. Apenas si +toco la tierra en donde piso. + +--Parece un sueño. El tetraedro es un sueño. Sólo es verdad el amor, el +bien, la amistad. + +Dentro de la casa, los asilados, en fila, están aguardando que lleguen +Apolonio y Belarmino, a fin de ponerse al punto en marcha hacia el +comedor y los pasteles. + +--¿Por dónde andarán esos chiflados?--pregunta la hermana de los +Dolores. Y sale en busca de ellos. + +Al verlos venir del bracero, a lo largo de una vereda, la monja se +santigua: + +--¡Jesús, María y José! ¿Estoy soñando? ¿Qué milagro es éste? No es +sueño, no. Es realidad.--Y añade, ya al par de ellos:--Gracias a Dios +que se han reconciliado ustedes. El Señor les ha tocado en el corazón. +Nada hay más sabroso que el perdón, sobre el resentimiento. Hoy, que es +día de gloria, también yo me atrevo a pedirles que me perdonen. Hace ya +años, y aunque con la mejor intención, yo les he hecho sufrir. Y algo +peor: yo he contribuído, con mi aturdimiento insensato, a hacer +desgraciada a Angustias, quizás a don Pedrito, y, desde luego, a +ustedes. ¡Bien lo he pagado! Dios me perdonará. Perdónenme ustedes. + +--¿Qué dice usté ahí, Felicita? No sea usté simple. Usté, sin saberlo, y +por consecuencia de aquellos manejos de hace años, ha sido el _Deus ex +machina_ de este día, el día más feliz de nuestra vida, de don Pedrito, +de Angustias, de Belarmino y mía. + +--Así es--comentó Belarmino. Y en seguida, meditabundo--. ¿Cuánto +durará? + +--Lo que nos resta de vivir--afirma Apolonio, accionando con rotundidad +escénica. + +Y le muestran a Felicita los telegramas. La hermana de los Dolores, +invadida de congoja, casi desfallecida, se lleva las manos al corazón. + +--A todos les ha llegado su hora de felicidad--bisbisea, como hablando +consigo misma--. A todos, menos a mí. ¡Mucho premio me debe Dios en el +otro mundo! + +Ya están incorporados Apolonio y Belarmino en las dos filas de asilados. +Ya se mueven las filas torpemente, con bastoneo, carraspeos y arrastrar +de pies. Belarmino va andando, como siempre: con la cabeza baja, +sonriente y ensimismado en su mundo interior. Apolonio, como siempre, ya +desde su juventud, anda híspido, enhiesto el cráneo, con lentitud y +prestancia pontificales. En los brazos, ostentatoriamente, conduce la +botella de agua de Vichy, apócrifa, presumiendo que todos los demás +contemplan con envidia aquel signo de distinción, testimonio de riqueza +e indicio de dolor de estómago. + + + + +EPÍLOGO. + +EL ESTUDIANTÓN. + + +Froilán Escobar, alias Estudiantón y Aligator, murió de hambre, lo cual +cae dentro de la lógica inmanente de las cosas. Él mismo debió de +vislumbrar el desastrado fin que le aguardaba, pues entre las notas y +apuntes que dejó a su muerte leí esta sentencia: «El que consagra sus +días a la busca y ejercicio de la Verdad, el Bien y la Belleza, es +incompatible con la vida; por lo menos, con la vida tal como se nos +ofrece en la sociedad presente. La vida moderna es la negación de la +Verdad, el Bien y la Belleza; y, recíprocamente, la Verdad, el Bien y la +Belleza son la negación de la vida moderna. De consiguiente, el que +profesa en esta tres categorías, o renuncia a vivir, o se le tomará como +revolucionario y anarquista.» Realmente, quien hubiera visto a Escobar, +tan desgraciado de formas plásticas, tan desarrapado y cochambroso, +jamás pudiera adivinar que el insigne Aligator había profesado en la +categoría de la Belleza. Cierto que el infeliz aludía a la Belleza +suprasensible y espiritual, que no a la física y perecedera. En fin, que +fatalmente se tuvo que morir de hambre. Pero lo extraño, lo paradójico, +es que se murió en casa de un carnicero, llamado Serapio, que le había +recogido por caridad. El matachín le daba gratis un camaranchón, con un +camastro, en donde cobijarse, y unas caídas, desechos o piltrafas de +carne, especie de cordilla, para que comiese. Por desdicha, Escobar era +herbívoro, y repugnaba la carne a tal extremo, que antes que comerla se +dejó morir de inanición. ¡Qué contraste Escobar y Serapio! El carnicero, +tan rollizo y colorado que parecía una res desollada, era la +incorporación más corpórea del cuerpo humano en lo que tiene de más +material. Escobar, amarillo, azuloso, vibrátil, casi etéreo, era la +proyección más espiritualizada del espíritu humano en su tránsito a +través del barro corpóreo. + +Al morir, Escobar dejó gran caudal de escritos, la mayor parte notas y +esbozos. Tuve la suerte de verlos y examinarlos, antes que Serapio los +arrojase al cajón de la basura. Algunos de los pensamientos, expresados +en forma escueta, me sorprendieron y llenaron de perplejidad. Por +ejemplo: + +«Los dos hechos históricos más nocivos para el progreso de la ciencia +pura y el imperio final de la cultura fueron la invención del papel y la +invención de la imprenta.» + +«Si en lugar de escribir en resmas de papel se escribiese en un menguado +folio de pergamino, entonces merecería leerse, porque no se escribiría +sino lo que mereciera escribirse.» + +«Todas las bibliotecas públicas debieran cerrarse.» + +«La mayor estupidez que he leído es esta frase de Carlyle: _La mejor +universidad de estos tiempos es una biblioteca_. Yo replico: la mejor +universidad sería un cuartel. Quiero decir: una cultura socializada e +impuesta al modo de la disciplina militar. La disciplina militar es +abominable porque es inculta. La cultura moderna es abominable porque es +indisciplinada. Nadie tiene derecho a poseer más cultura que la que le +corresponde, según sus facultades y función social en que ha de +emplearse. En el estado actual de la cultura hay generalísimos que son +simples rancheros, y, por el contrario, hay miserables rancheros dotados +de la chispa genial, hombres frustrados y menospreciados, que hubieran +sido generalísimos por propio derecho, de existir la apropiada +organización cultural cuartelaria.» + +Se me figura que, al escribir las líneas anteriores, Escobar pensaba en +Belarmino y Apolonio. + +Según yo iba leyendo los borradores del Aligator, no pude menos de +recordar al excelente don Amaranto de Fraile. ¡Qué unidos y qué opuestos +los dos personajes! Estaban en la relación de los dos polos de un eje. +Uno era el autodidacto; otro, el dogmático. Los dos estaban aquejados de +_libido sciendi_, concupiscencia de saber, lujuria científica. + +Si menciono aquí los papeles póstumos de Escobar, no es porque me hayan +recordado a don Amaranto, sino porque en ellos se habla de Belarmino y +Apolonio, y señaladamente que me proporcionaron un documento curioso y +útil, del cual puede aprovecharse asimismo el lector. + +Copiar todo lo que a Escobar se le ocurrió acerca de los dos zapateros, +sería enfadoso. Trasladaré solamente algunas opiniones peregrinas. +«Belarmino hubo de inventar su lenguaje porque carecía de instrucción, +de lecturas. De haber leído desde la infancia variedad de autores +clásicos, ¿cómo habría llegado a hablar y escribir Belarmino? Max Muller +repite incontables veces, y lo prueba otras tantas, que pensamiento y +lenguaje son idénticos. Por el estilo del autor se viene en +conocimiento de su inteligencia: Estilo metafórico, estilo engolado, +estilo arcaico, estilo recortado, estilo desnudo, estilo llano, estilo +exquisito, estilo colorista, estilo abstracto, etc., etc.; todos ellos, +cada uno de por sí, denotan inteligencia limitada y escasez de +pensamiento. La totalidad y fusión de todos ellos, predominando cada +manera según la razón del pensamiento: Cervantes, el primer pensador +español.» + +Y más adelante: + +«La cualidad primordial del dramaturgo (léase Apolonio) es la aptitud +para la simulación eficaz. Esta simulación no es sólo externa y de +superficie. El dramaturgo, desde el fondo de su propia alma, comienza a +simular para consigo mismo; pero el _ego_ más recóndito y personal +permanece siempre ausente e inhibido de la emoción. Por eso el +dramaturgo es incapaz de amar verdaderamente. Hay una paradoja del +dramaturgo; es la misma que Diderot llamó paradoja del comediante. La +emoción no se comunica, sino que se provoca. Para provocar una emoción +hay que mantenerse frío. Hacen llorar los actores que saben fingir el +llanto. Los que lloran de veras, hacen reír. Lo mismo con el dramaturgo. +La dramaturgia creó el tipo del hombre que provoca amor en todas las +mujeres, porque él finge amar, pero a ninguna ama: don Juan. El +dramaturgo va por la vida inventando dramas, descubriendo dramas. +Diríase que este don de invención (inventar significa descubrir) +proviene de que el dramaturgo vive los dramas. Al contrario. El que +vive un drama no ve _el_ drama; ve _su_ drama individual. Y si por caso +al dramaturgo le acontece ser víctima en un drama vivo, él permanece +ecuánime, sereno. Finge ser actor siempre; y siempre es espectador, +espectador de sí mismo. Tal es la paradoja del dramaturgo. Todo el que +se conduce en la vida con ademanes de énfasis patético es un simulador, +un dramaturgo en potencia. Estos hombres son necesarios en el mundo, +porque sin esa fracasada voluntad de pasión, naturalmente contagiosa, la +humanidad se acabaría, de apatía y de sapiencia. Mas, ¡ay!, si +predominasen estos hombres, cuyo tuétano íntimo es una ausencia, un +hueco, una burbuja, como la que se ve en los niveles, burbuja que +difícilmente se logra centrar...; si esta especie de hombres +predominase, la humanidad, cada vez más hinchada y vacía, reventaría, +como la rana que quiso igualar al buey. Providencialmente, frente al +dramaturgo está el filósofo (léase Belarmino). El filósofo se halla +constituido a la inversa del dramaturgo. Por de fuera, serenidad, +impasibilidad; en lo más secreto, ardor inextinguible. El filósofo es un +energúmeno conservado entre hielo. Porque el hielo es el gran +conservador, así para las pasiones como para las cosas comestibles, que +en cuanto se las saca al aire y a la luz se ponen rancias, manidas. El +filósofo vive todos los dramas; jamás es espectador. El dolor ajeno lo +siente como dolor propio; el dolor propio lo multiplica por todos los +dolores ajenos; y así en el dolor propio como en el ajeno experimenta el +contacto de esta y aquella brasa de la gran hoguera que es el dolor +universal, el drama de la vida. El dramaturgo, aquejado de su último y +vergonzoso vacío interior, se precipita hacia la superficie, se +manifiesta con amplitud enfática, como taumaturgo, y hace conjuros a la +pasión y al frenesí. Busca en la pasión imaginada el correctivo de la +apatía íntima. Además, como por dentro no puede llorar, por fuera no +acierta a sonreír. El filósofo, por su parte, busca en la apatía, en la +serenidad, en la sapiencia, correctivo a la abrumadora pasión recóndita. +Esa es la _sofrosine_. El filósofo llora por dentro y sonríe por fuera. +Cuando al filósofo le llega la hora de su drama, su drama es tan intenso +que siente como que se destruye, no ya su propio corazón, sino todo el +universo, y nada existe ya. Es la máxima apatía e indiferencia; la +_ataraxia_. Pero el filósofo necesita del dramaturgo, para no ser +estéril ni perecer. Y el dramaturgo necesita del filósofo, para no ser +vano ni desaparecer. Sófocles necesita de Sócrates, y Sócrates necesita +de Sófocles. Los diálogos socráticos tienen forma dramática y los +diálogos sofóclitos tienen fondo filosófico.» + +Algo parecido a esto de Sócrates y Sófocles se lo dijo Apolonio a +Belarmino, en el asilo y en coyuntura bastante dramática; lo cual me +hace suponer que Escobar y Apolonio habían llegado a ser amigos, y que +el zapatero estaba inspirado por las teorías del Estudiantón. Se +observará que estas teorías son enteramente opuestas a las de don +Amaranto. Para don Amaranto, el dramaturgo es el que penetra en el drama +individual; y el filósofo, el que se aleja de él. Para Escobar, el que +penetra en el drama es el filósofo, y el dramaturgo es el que permanece +a distancia. ¡Desconcertante disparidad y contraposición de los humanos +pareceres! La doctrina de don Amaranto es refutable, y no menos +defendible; y otro tanto la de Escobar. Y en resolución, todas las +opiniones humanas. El error es de aquellos que piden que una opinión +humana posea verdad absoluta. Basta que sea verdad en parte, que +encierre un polvillo o una pepita de verdad. Cuando un buscador de oro +dice que ha encontrado oro, no da a entender que se haya apoderado de +todo el oro que guardan las entrañas de la tierra, sino eso, que ha +encontrado oro, un poco de oro. Tan verdad puede ser lo de don Amaranto +como lo de Escobar; y entre la verdad de Escobar y la de don Amaranto se +extienden sinnúmero infinito de otras verdades intermedias, que es lo +que los matemáticos llaman el _ultracontinuo_. Hay tantas verdades +irreductibles como puntos de vista. Yo he querido presentar, acerca de +Belarmino y Apolonio, los puntos de vista de don Amaranto y de Escobar, +porque entre ellos cabe inscribir todos los demás, ya que por ser los +más antitéticos, son los más comprensivos. Y singularmente he apelado a +la ciencia y doctrina de estos caballeros, por disimular que frente a +Belarmino y Apolonio, ni tenía ni tengo punto de vista determinado. +Belarmino y Apolonio han existido, y yo los he amado. No digo que hayan +existido en carne mortal sobre el haz de la tierra; han existido por mí +y para mí. Eso es todo. Existir, multiplicarse y amar. + +Más arriba he aludido a un documento curioso y útil que Escobar dejó +entre sus papeles póstumos: es un léxico completo de todas las voces y +términos de que se servía Belarmino, acompañados de la acepción en que +él los usaba. Yo he entresacado, para mayor comodidad, aquellos que el +lector ha oído ya a Belarmino, los cuales van como apéndice del presente +volumen. + +El vocabulario recogido por Escobar lleva las siguientes líneas +preliminares: + +«Max Müller dice que colocando las veintitrés o veinticuatro letras de +los abecedarios en todas las combinaciones posibles, se obtendrían todas +las palabras que han sido empleadas en todos los idiomas del mundo y +todas las que se hayan de emplear. Tomando veintitrés letras como base, +el número de palabras sería: 25,852,016,738,884,976,640,000; y con +veinticuatro como base: 620,448,401,733,239,439,360,000. Belarmino no +llegó a usar de tanta riqueza léxica; ni siquiera se aproxima a Dante, +Shakespeare y Cervantes, que utilizaron miles de palabras. Belarmino se +quedó alrededor del medio millar. Recuerdo haber leído en alguna parte +que Racine en sus escritos no pasó de 400 voces, con ser su lenguaje tan +dúctil, fino y matizado.» + +FIN + +Valdenebro de los Valles, Valladolid. Agosto-septiembre 1920. + + + + +APÉNDICE + +ALGUNAS VOCES DEL LÉXICO BELARMINIANO + + +ACARICIAR.--Sentir respetuoso recelo, como se hace al propiciar y +halagar ciertos animales. + +ANALFABÉTICO.--Indiferente, imparcial, sin prejuicios intelectuales. + +BELIGERANCIA.--Oposición, contraste. Adversidad, desgracia. + +BELIGERANTE.--Contrario, opuesto. + +BESAR.--Envidiar. Proviene del beso de Judas. + +CAPULLO.--Sonrisa. + +COMENSAL.--El hombre en tanto vive, porque para vivir necesita comer. +Alude a las bajas necesidades materiales que cohiben la plena vida del +espíritu. + +CLASE.--Conducta. Los hombres se clasifican según su conducta. + +CHISGARABÍS.--Quid. Cuando dais en el quid de las cosas veis que es algo +sencillo, simple, leve, escapadizo; un chisgarabís. + +DESNUDAR.--Descubrir la verdad profunda, la causa. + +DESNUDO.--Causa última, explicación. Belarmino decía: el diablo desnudo +es Dios. + +ECUMÉNICO.--Conciliación, síntesis. + +ENCARCELAR.--Comprender; hacerse dueño de un concepto. + +ELIMINAR.--Ejecutar, hacer, obrar con luz o claridad de juicio; de +iluminar. + +ESCOLASTICISMO.--Opinión prestada y fluctuante. + +ESCOLÁSTICO.--El que sigue opiniones ajenas, como la cola sigue al +cuerpo del animal. + +ESCORBÚTICO.--Pesimista. Viene de cuervo. + +ESPASMÓDICO.--Placer, contento. + +FACTURAR.--Dar importancia arbitraria, apreciar caprichosamente lo que +no tiene precio ni importancia. + +GLOBO.--Vanidad. + +GRECIA.--Sabiduría. + +HORARIO.--Esfera. + +INDUMENTARIO.--La externo y superficial. + +INQUISICIÓN.--Dolor. + +INSTRUMENTAL.--Lo útil y eficaz. + +INTENCIÓN.--Razón. Nuestras razones son nuestras intenciones secretas. + +INTUICIÓN.--Dominio y familiaridad con un asunto. Vale tanto como tratar +de tú. Lo opuesto es lo saludable, o conocer de lejos, por un saludo. + +JOROBA--Responsabilidad, porque abulta, pesa y estorba. + +LENTE.--Ente. Todo es según el color del cristal con que se mira. + +LLAMATIVO.--Ardiente, llameante. + +MACILENTO.--Violento y contundente, como quien acomete con una maza. + +MADRONA.--Virgen madre, que concibe por obra del Espíritu Santo. + +MAREMÁGNUM.--Ideal, compendio de todas las cosas. + +METEMPSÍCOSIS.--Intríngulis, esencia de las cosas. + +PARADOJA.--Ortodoxia. + +PARAFRASEAR.--Comprender. + +PATATÍN, PATATÁN.--Mal. Todo lo que está mal se reviste de circunloquio. + +PESO.--Sentimiento grave. + +PONGO Y QUITO.--Desdén. + +POSTEMA.--Sistema, teoría; tumor muerto que se forma dentro de un cuerpo +vivo. + +PROHIJAR.--Amar por voluntad de amor, que no por exigencia de la sangre. + +PROYECTIL.--Disparate, porque sale disparado conforme designio o +proyecto, y siempre causa daño. + +PUERPERAL.--Fecundo con dolor. + +RECREADO.--Increado, y produce gran goce o recreo; aplícase a la luz o +solera. + +REGAR.--Visión de unidad, abarcar con la mirada. Mirándolas, las cosas +se refrescan y desarrollan. + +RIDÍCULO.--Excéntrico, fuera de su fin propio. + +ROCIAR.--Expresión atenuada de regar. + +SALUDABLE.--Conocimiento ligero, opuesto a la intuición. Viene de saludo +e indica que el conocimiento, aunque superficial, es siempre +conveniente. + +SAPO.--Sabio. La sabiduría se adquiere mediante el éxtasis. El sapo es +símbolo del éxtasis. + +SISTEMA.--Testadurez, obstinación. Refiérese a los que andan a vueltas +con el mismo tema; sí es tema. + +SOLERA.--Luz por excelencia, fuente de luz. Viene de sol. + +TAS, TAS, TAS.--La muerte; los últimos latidos: los golpes del martillo +sobre el ataúd. + +TEÍSTA.--Incendiario, que empuña la tea. + +TETRAEDRO.--El todo. + +TOLE TOLE.--La vida; la inquietud constante; el aleteo de las pasiones. + +TRIS, TRAS.--Bien. Lo que está bien es breve y ejecutivo como un tajo. + +ZAPADA.--Tontería; sólo los tontos se dejan caer. + + +ÍNDICE + + +PRÓLOGO.--El filósofo de las casas de huéspedes. + +CAPÍTULO PRIMERO.--Don Guillén y la Pinta. + +CAPÍTULO II.--Rúa Ruera, vista desde dos lados. + +CAPÍTULO III.--Belarmino y su hija. + +CAPÍTULO IV.--Apolonio y su hijo. + +CAPÍTULO V.--El filósofo y el dramaturgo. + +CAPÍTULO VI.--El drama y la filosofía. + +CAPÍTULO VII.--Pedrito y Angustias. + +CAPÍTULO VIII.--Sub specie aeterni. + +EPÍLOGO.--El Estudiantón. + +APÉNDICE.--Algunas voces del léxico belarminiano. + + + + + + +End of Project Gutenberg's Belarmino y Apolonio, by Ramon Pérez de Ayala + +*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK BELARMINO Y APOLONIO *** + +***** This file should be named 14318-8.txt or 14318-8.zip ***** +This and all associated files of various formats will be found in: + https://www.gutenberg.org/1/4/3/1/14318/ + +Produced by Stan Goodman, Larry Bergey and the Online Distributed +Proofreading Team + + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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Thus, we do not necessarily +keep eBooks in compliance with any particular paper edition. + + +Most people start at our Web site which has the main PG search facility: + + https://www.gutenberg.org + +This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, +including how to make donations to the Project Gutenberg Literary +Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to +subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. diff --git a/old/14318-8.zip b/old/14318-8.zip Binary files differnew file mode 100644 index 0000000..4bb811f --- /dev/null +++ b/old/14318-8.zip |
