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| author | nfenwick <nfenwick@pglaf.org> | 2025-01-18 05:21:05 -0800 |
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Vuestra Alteza destruye su salud. + +—¿Y qué me importa la salud ni la vida? ¿Para qué las quiero, si he de +pasar mis días en este miserable encierro? + +—No lo permita su Divina Majestad. Su Santísima Madre nos protegerá. Yo +a lo menos así se lo ruego en todas mis oraciones. + +—Y yo le tengo ofrecido un candelero de oro macizo al Santo Apóstol, +patrón de España, si se digna alcanzar por sus méritos que yo vuelva a +mis reinos. + +—Y volverá Vuestra Alteza, señora. El corazón me dice que no hemos de +tardar en ver a León. + +—¡A León!... ¿A León, Leonor? ¡Pluguiera a Dios! Pero no lo creo. + +—Vuestra Alteza pierde el ánimo, señora, y olvida que sus leales +castellanos viven... + +—¿Leales los castellanos? ¡Traidores! Abandonan a su reina y natural +señora para entregarse a mi marido, mejor diré a mi tirano. + +—Aún hay castellanos que aborrecen a Alfonso... + +—¡Cobardes! Y ¿por qué no desnudan el acero? + +—No es tarde, señora. + +—¿No es tarde, y yo estoy cautiva? Leonor, tú has nacido para ser +esclava. + +—Perdóneme Vuestra Alteza, señora, pero no puedo resolverme a creer que +no haya uno entre tantos como hacían alarde de adorar a su reina como a +tal, y como a la más cumplida dama... + +—Leonor, me adulas. + +—Vuestra Alteza sabe mejor que yo que no es lisonja lo que digo, y que +los encantos de su persona han hecho acaso más vasallos que su poder. + +—Verdad es que dicen que ha querido Nuestro Señor poner en mí algo de +eso que llaman belleza; pero tú exageras la causa y los efectos. + +—¡Ah, señora, si estuviera aquí un caballero de Castilla, qué bien +respondería! + +—¿Un caballero de Castilla...? No sé de quién hablas. + +—Del más galán, del más valiente, y también del más enamorado. + +—Bien lo encareces, Leonor. ¿Eres su dama? + +—¿Yo, señora? No merezco tanta honra. El campeón de quien hablo ha +elevado sus pensamientos a más alto lugar. + +—¿Más alto que una ricahembra de Castilla? + +—Sí, señora; y si Vuestra Alteza me permite nombrarle cesará su +sorpresa. + +—No solo te lo permito sino que te lo mando. + +—Es don Gómez. + +—¿El conde de Candespina? + +—El mismo. + +—¡Ah! + +Aquí siguió una breve pausa; la camarera, que tal era el empleo de +doña Leonor de Guzmán, o no supo que añadir, o lo que es más probable, +no se atrevió a darse por entendida en cuanto a la significación del +suspiro con que la reina de Castilla doña Urraca había terminado la +conversación, ni quiso interrumpir las reflexiones a que parecía +entregarse su señora. Nosotros, imitando la discreción de aquella +dama, dejaremos por un momento a la real prisionera meditar sobre su +desagradable posición, y aprovecharemos este intervalo enterando a +nuestros lectores de lo que indispensablemente necesitan saber para +hacerse cargo de los acontecimientos que van a ocuparnos. + +Después de un largo reinado, en el transcurso del cual estuvo casado +diferentes veces, don Alfonso VII de Castilla tuvo la desgracia de +perder, en la batalla de Uclés contra los almorávides, al único hijo +varón que de todos sus matrimonios le quedaba. Murieron con este +príncipe las esperanzas de su padre, y en el corazón de los grandes +de Castilla nació el temor de verse sometidos a una dominación +extranjera si se casase con un príncipe de fuera del reino la infanta +doña Urraca, heredera del trono, hija de don Alfonso y viuda de don +Ramón de Tolosa, conde de Galicia, de quien tuvo un hijo llamado +como su abuelo. La memoria de la última guerra civil estaba grabada +de tal modo en todos los corazones, y eran tan recientes las heridas +del estado, que pecheros, prelados y grandes resolvieron sacrificar +sus particulares intereses a la paz suspirada; y con este objeto +se juntaron los magnates del reino en Mascaraque, donde la mayoría +resolvió suplicar al rey casase a su hija con don Gómez Salvadórez, +conde de Candespina, Oña, Tesla, Canderechas y Poza. No parece +necesario encarecer la nobleza del linaje, valor, discreción y +popularidad de este caballero, pues basta saber que los que bajo de +todos aspectos podían considerarse como sus iguales, suplicaban que se +lo diesen por rey y señor, para persuadirse de la superioridad de su +mérito y del ascendiente que había sabido adquirir sobre el ánimo de +los castellanos. + +Era el conde corpulento, bien formado, de rostro moreno, facciones +marcadas y condición más severa en general que afable; pero aunque +criado en el ejercicio de las armas, su corazón conservaba más +sensibilidad de la que en lo exterior parecía, y acaso de la necesaria +para su ventura. Sea pues que la hermosura de doña Urraca, que en +efecto era grande, le cautivase, o que la lisonjera perspectiva de +reinar en Castilla estimulara su ambición; lo cierto es que don Gómez +entró en el proyecto del matrimonio con una vehemencia que casi no +podía disimular a pesar de sus esfuerzos. No podremos decir si entonces +la infanta ignoraba o no el amor del conde; pero es de presumir que lo +supiera, pues la dignidad de este le proporcionaba ocasiones de verla +casi diariamente, y la distancia que en aquellos tiempos separaba a un +ricohombre de las personas reales, no era comparable a la que hoy media +entre los grandes y el trono. + +El sistema feudal en el siglo XII, a cuyos principios se refiere la +época de que hablamos, estaba en toda su fuerza y vigor en Europa, y no +menos en nuestra España que en sus demás reinos. El formidable poder +de los grandes y prelados igualaba en cierto modo al de los reyes, +obligando a estos a ceder no pocas veces de sus derechos para conservar +la paz, y en ocasiones hasta el trono y la vida; de lo que resultaban +los disturbios y desórdenes inevitables en un estado cuyo gobierno no +tiene la fuerza suficiente para hacerse obedecer de todos sus súbditos. + +Sin embargo, Alfonso VII, a quien cuarenta años de victorias y un +carácter firme y decidido habían hecho respetable, supo hacer entrar +en su deber aun a los más osados, de tal modo que no hubo en la junta +de Mascaraque ni uno solo que se atreviera a comunicarle la súplica de +los grandes allí reunidos, y proponerle el matrimonio de la infanta, +su hija, con el conde de Candespina. Es probable que la tal junta no +hubiera llegado siquiera a noticia del rey si un médico judío llamado +Cedillo, a quien distinguía particularmente, presumiendo de su privanza +más de lo que debía no hubiese tomado a su cargo llevarle el mensaje. +Menguada fue para el judío la hora en que tomó tal comisión, pues a +pesar de haber esperado largo tiempo momento oportuno, y de no haber +arriesgado la súplica sino en los términos más respetuosos y humildes, +el rey al oírla montó en cólera, y mal le aviniera al entrometido +médico si no se retirara inmediatamente como se lo mandó don Alfonso, +desterrándolo para siempre de su presencia. No se limitó a este solo +efecto el enojo de aquel príncipe, sino que para manifestar más +claramente a los grandes que él solo mandaba en su reino y familia, +dispuso y verificó inmediatamente el matrimonio de su hija con Alfonso, +entonces príncipe y poco después rey de Aragón, que tuvo efecto en +Toledo, a pesar de las mal reprimidas quejas de la nobleza y del clero, +y la poca inclinación de doña Urraca hacia su esposo. Sea como quiera, +los descontentos, por leales o temerosos, no se atrevieron a levantar +la cabeza, y los desposados partieron para Aragón permaneciendo todo +tranquilo en los reinos de Castilla hasta el fallecimiento del monarca, +que acaeció cuatro o cinco años después. + +Muerto don Alfonso, le sucedió con arreglo a su última voluntad doña +Urraca, y por ser su marido se aclamó rey a don Alfonso de Aragón, +quien, reuniendo en su cabeza la mayor parte de las coronas españolas, +se llamó emperador de España. Temeroso de hallar resistencia, entró +en Castilla con un numeroso ejército, pero todas las ciudades y villas +le abrieron sus puertas, lo que sin duda debiera haber bastado a +tranquilizarle; pero lleno de una desconfianza que no se concibe, puso +guarnición aragonesa en la mayor parte de las fortalezas, dejando en +sus alcaidías a muy pocos caballeros castellanos de los que sabía que +eran sus más parciales, y entre ellos a don Pedro Ansúrez, conde y +señor de Valladolid. + +Sintió Castilla, como era razón, este proceder, y aún lo sintió más su +reina, la cual como en despique despojó de su gobierno al conde Ansúrez +a pesar de haber sido su ayo. Alfonso, creyéndose desairado, primero +dio al conde en su reino magníficas posesiones, y por último indignado +de que su esposa no disimulase el pesar que le causaban las cosas +de Castilla, y sobre todo de que manifestase casi en público cuán +disgustada estaba con su matrimonio, lamentándose de no haber casado +con don Gómez, la hizo encerrar en el castillo de Castellar, y devolvió +a Ansúrez su condado haciéndole otras muchas mercedes. + +Más de treinta días habían corrido desde el de la cautividad de la +reina cuando tuvo lugar el diálogo que hemos referido a nuestros +lectores, los cuales ya no extrañarán que la reina llamase a Alfonso su +tirano. + +Doña Leonor, dama de la reina, o más bien su íntima amiga, pues con +ella se había criado, sabía la pasión del conde de Candespina, y +conociendo el carácter caballeresco de este y el orgullo nacional de +los castellanos, formó, desde el momento en que supo que iba la reina +a ser conducida a Castellar, el proyecto de valerse de uno y otro para +sacarla de aquella esclavitud; y con este objeto envió un mensaje a +don Gómez por medio de un criado de toda confianza, a quien hizo +partir secretamente la noche de su prisión. Este era el motivo por el +que tanta esperanza mostraba a doña Urraca. Pero esta, que desde su +casamiento no había visto al conde ni oído hablar de él más que para +ponderar su valor contra los moros de Granada o de Sevilla, se creía +ya olvidada, y se contentaba, como hemos visto, con suspirar cuando se +hablaba de él. + +Engañábase empero: la pasión de don Gómez, reconcentrándose, había +ganado en intensidad todo cuanto se había visto obligado a suprimir +en demostraciones exteriores, y si abandonó la corte durante la vida +de Alfonso de Castilla fue para no exponerse a manifestar lo que +pasaba dentro de su corazón. Sus asuntos domésticos le condujeron +a Candespina, y allí le halló el mensaje de Leonor, en el cual le +conjuraba por cuanto hay de sagrado para un vasallo, caballero y +amante, que corriese, sin perdonar riesgo ni fatiga alguna, a libertar +a su reina de los hierros en que la crueldad de Alfonso la tenía; y +para concluir indicaba la diestra cortesana cuánto podía esperar el +conde de la gratitud de doña Urraca. + +Los efectos de la chispa eléctrica no son más rápidos que lo fue el que +esta noticia hizo en el inflamable don Gómez. Recibirla, reunir algunos +de sus mejores amigos y fieles vasallos, montar a caballo y partir para +el Aragón fue obra de tan pocas horas que ya estaba cerca de Zaragoza +cuando en Castilla se le echó de menos. + +Acercose la reina a la reja de su prisión, desde la cual, a favor de la +claridad de la luna, descubría perfectamente toda la campiña inmediata +a excepción de la parte que ocultaba un espeso bosque que a su derecha +se veía, y cuyos límites tocaban al foso del castillo. No se movía +un solo viviente, a excepción del centinela que bajo de la misma +ventana ora se paseaba para espantar el sueño, ora apoyado en su lanza +murmuraba en voz alta contra la lentitud del tiempo que no traía el +momento del relevo tan pronto como él quisiera. + +—Tú sabes —dijo la reina oyéndole—, tú sabes al menos el momento en que +cesarás de padecer; pero yo, infeliz de mí, solo en la muerte espero. + +La camarera estaba al lado de la reina, aunque un poco más atrás por +respeto, y con razones semejantes a las que hemos referido al principio +de este capítulo trató de consolarla, sin atreverse a manifestar el +principal fundamento de sus esperanzas, pues aunque no creía saliesen +vanas, era sin embargo arriesgado anunciar a doña Urraca el paso que +había dado hasta ver el éxito que producía. Leonor conocía demasiado +bien el carácter de su ama para dar un paso en falso, y por lo mismo +calló, persuadida de que si don Gómez lograba quebrantar la prisión +de la reina, la colmaría esta de gracias; pero si por el contrario la +empresa se frustraba o el conde no quería aventurarse, era indudable +que la indignación de su soberana sería el único premio de su +oficiosidad. + +Caprichosa a fuer de bella, altanera en extremo, inconstante en el +amor, implacable en el odio, soberbia en la prosperidad, débil en la +desgracia, Urraca era querida de muy pocos; pero su nacimiento, su +hermosura y las gracias que sabía desplegar con aquellas personas +que creía de su interés tener contentas la habían sin embargo +adquirido algunos partidarios de corazón, a más de los que sus +derechos incontestables al trono de Castilla y los cálculos de propia +conveniencia de algunos unieron a ella en lo sucesivo; mas en el +momento solo podía contar con el conde, a quien creía demasiado lejano +para socorrerla. Convencida, pues, de que su situación actual era +irremediable, hizo muy poco caso de los consuelos de su camarera, y +cansada por fin de suspirar contemplando los astros, se arrojó vestida +sobre el lecho, dejando abiertas las ventanas en razón del calor. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO II + + +—Por san Pedro, conde, que vos solo seríais capaz de tal empresa. + +—¿Y por qué no cualquier otro? Las haciendas y las vidas de los +vasallos son propiedad de los reyes. + +—En buena hora, lo sé tan bien como vos. Pero lo que ahora hacemos, +Dios me perdone si no es provocar al mismo demonio. + +—Si os pesa, Hernando de Olea, podéis volveros, que no os habremos +menester tanto que no concluyamos la demanda sin vos. + +—¡Voto a...! + +—No votéis a nada, que habemos menester la ayuda de todos los santos, y +no será justo provocar su enojo con juramentos. + +—Ya lo sé que no debo votar, pero lo que me habéis dicho, conde, lo que +me habéis dicho, a no ser vos... + +—Bueno está, Hernando, bueno está. Perdonad mi injusto enojo. + +—Esa palabra en la boca del conde de Candespina desarmaría la cólera +del mismo Lucifer. Mas ahora, decidme por vuestra vida si os parece +cuerdo arrojaros en medio de un reino extraño con los doce hombres que +os acompañamos. + +—Hernando de Olea vale él solo por doscientos, y mi espada... + +—Por la de mil de estos testarudos aragoneses. Maldición sobre ellos +y sobre su rey diría si no fuera nuestro también. Con todo, conde, se +pueden reunir tantos... + +—¿Quién os ha dicho, Hernando, que yo voy a combatir cuerpo a cuerpo +con todo el ejército de Aragón? Mi plan es caminar por sendas poco +frecuentadas y llegar sin ser visto a Castellar. Los montes de Aragón +me son bien conocidos, he hecho la guerra en ellos más de una vez, y yo +os fío que llegaremos seguros. + +—Así sea. + +En efecto, la fortuna sirvió completamente al conde, y este tomó tan +bien sus medidas, que con la sola precaución de caminar siempre de +noche, y no entrar en poblaciones considerables, llegó al fin de su +viaje sin encontrar el menor obstáculo. En el día sería muy difícil, +cuando no imposible, que trece hombres armados corriesen las cincuenta +leguas que por el más corto y peor camino hay desde Candespina +a Castellar sin llamar la atención; pero en aquellos tiempos de +ignorancia y desorden, semejantes sucesos eran tan frecuentes que no +causaban la menor extrañeza. La escasez de pueblos, la falta de caminos +que proporcionasen la comunicación entre los que había, y sobre todo +la nula seguridad que el gobierno podía ofrecer a los viajeros hacían +que los pobres y los plebeyos pensasen rara vez en salir del lugar de +su domicilio, y que los nobles, que tampoco viajaban con frecuencia, lo +hiciesen cuando se veían precisados a ello, siempre armados y llevando +en su compañía gran número de guerreros. + +Por esta razón, las pocas personas que nuestros viajeros encontraron en +el camino no extrañaban verlos cubiertos de hierro; y aunque algunos +tuvieran curiosidad de conocer al jefe o señor de aquella tropa, no +juzgaron sin duda prudente entrar en contestaciones con ninguno de sus +silenciosos individuos. + +Entre todos los que acompañaban al conde, aunque la mayor parte eran +nobles ninguno lo era tanto ni privaba con él como Hernando de Olea, su +deudo y hermano de armas, quien por su parte le amaba entrañablemente. +Valiente en extremo, temerario si se quiere, solo conocía Hernando la +prudencia cuando se trataba de algún peligro que podía correr su amigo, +y entonces su previsión rayaba ya en nimiedad. Opuso, pues, cuantas +razones se le alcanzaron contra la resolución de don Gómez, que a la +verdad no fueron pocas porque el proyecto era arriesgado y difícil; mas +fue en vano: el amor, la ambición, la gloria, el espíritu caballeresco, +todo llamaba al conde a Castellar. Llegó por fin el de Olea a +convencerse de la inutilidad de sus reflexiones, y el último altercado +que sobre la materia tuvieron los dos amigos fue el que acabamos de +copiar literalmente. + +En los ocho días que duró su viaje, se ocuparon únicamente del modo de +dar fin a su empresa, que no presentaba pocas dificultades, pues era de +presumir que la vigilancia del alcaide de Castellar sería proporcionada +a la importancia del objeto que estaba a su cargo; y por otra parte las +pocas fuerzas del conde no le permitían presentarse a cara descubierta +a sitiar la fortaleza. De este modo caminaron creciendo por instantes +la perplejidad del enamorado don Gómez, sin que Hernando, mucho +más útil en la pelea que en el consejo, pudiese sugerirle el menor +expediente para salir de apuros; hasta que pasado el Ebro, media legua +antes de llegar a Castellar, hicieron alto para que los caballos +tomasen aliento. + +Llegose Millán García, criado del conde, a su amo a quitarle la celada +y preguntarle si quería su señoría tomar alguna cosa, y como le +respondiese que no, y que comiera él lo que le pareciese, dijo Hernando: + +—Bueno, ¡cuerpo de Cristo!, en ayunas no sé cómo podréis pelear con +esos bárbaros aragoneses que cada uno tiene tanta fuerza como una +yunta de bueyes. Comed, conde, que si vos nos faltáis tanto montara no +habernos movido de Candespina. + +—Es imposible, Hernando —contestó con sentida voz el conde—: es +imposible, no atravesara un bocado si me lo presentaran los ángeles. + +—Pese a mi vida, ¿qué tenéis para dejaros morir de hambre como un +caballo cansando? + +—¿Qué he de tener? Ya estamos en el Castellar, y no sé cómo he de +valerme para sacar a mi reina de la tal fortaleza. + +—Ya os lo dije; pero algunas veces, perdonad, conde, parecéis natural +de este país. Si me hubiérais creído se hubieran podido reunir a lo +menos doscientas buenas lanzas, y con ellas en dos horas yo me prometía +colgar en las murallas de su castillo al señor alcaide del Castellar. + +—¡Excelente idea! Con doscientas lanzas declararíamos la guerra al +rey de Aragón, a quien respetan navarros y franceses. ¡Con doscientas +lanzas, Hernando! ¿Estáis en vos? + +—¡Voto a...! Tenéis razón; no me había hecho cargo. + +Calló Hernando, como le sucedía siempre que se veía cortado en su +discurso, pues el esfuerzo que su imaginación necesitaba hacer para +producir un argumento de algún peso no era obra de pocos minutos, y +así decía él que rara vez disputaba con sus amigos porque siempre le +convencían, y nunca con sus enemigos, pues para estos la mejor razón +era la espada. + +Millán se halló presente a esta conversación, y su celo por el conde +le obligó a que, venciendo la repugnancia que le costaba hablar a su +señor cuando este no se lo mandaba expresamente, propusiera que se +caminase hasta una arboleda que cerca del castillo había, y que allí se +podría con más conocimiento de causa, teniendo a la vista la fortaleza, +tomar el partido conveniente. Pareció tan razonable esta proposición +que inmediatamente se puso en práctica, y antes de un cuarto de hora +estaban ya el conde y los suyos casi a la orilla del foso, en frente de +la reja de la prisión de la reina. + +Desde luego advirtieron que el foso estaba seco a la sazón, y que no +había más que un centinela por aquella parte, de modo que con un +hombre solo tenían que luchar. Empero este hombre estaba sobre una +muralla, y con un grito suyo era indudable que acudirían todos los +de la guarnición del castillo; esto contenía el impaciente ardor de +Hernando y el entusiasmo del conde, hasta que por fin este, volviéndose +de repente, como un hombre inspirado, a Millán, le dijo: + +—Tú eres buen flechero. + +—Señor, sé tirar una flecha con alguna violencia y dirigirla +medianamente. + +—Bien: ¿y te atreverás a hacer una buena puntería de aquí a la muralla? + +—Sí —interrumpió vivamente Hernando—: ¿serías hombre de quitar de +enmedio a aquel maldito centinela? + +—Si vueseñorías me lo permiten —respondió el criado lleno de humildad—, +probaré, y espero que con la ayuda de Dios podré darles gusto. + +Y diciendo y haciendo se colocó entre dos árboles, desde donde +distinguía perfectamente al centinela; tendió su arco, y se disponía +ya para apuntar cuando don Gómez, asiéndole del brazo, le dijo: + +—¿Y si yerras el tiro, Millán? + +—Si lo yerra —dijo con impaciencia Hernando—, si lo yerra, acertará +otro. + +—Y el soldado —repuso el conde— lo aguardará pacientemente sin dar la +alarma. + +—Tenéis razón, tenéis razón; pero si una flecha no nos quita ese +estorbo, no sé cómo lo hemos de hacer. + +Millán bajó el arco, el conde quedó suspenso, Hernando petrificado, y +en tanto el tiempo volaba. + +Más de una hora duró esta suspensión, hasta que por fin, convencido +don Gómez de que si, como lo decía su amigo, una flecha no quitaba al +centinela la posibilidad de estorbarles, les sería imposible entrar +en el castillo, mandó sacar las escalas que a prevención traía y, +dirigiéndose a Millán, pronunció con visible alteración estas palabras: + +—Apunta, Millán, dispara, y Dios dirija tu mano. + +Y diciendo así, cayó de rodillas y se puso a orar fervorosamente, en +tanto que el criado, deseoso de servir a su amo y acreditar al mismo +tiempo su destreza, dirigía sin el menor vislumbre de inquietud la +puntería al malhadado centinela, quien de propósito parecía haberse +parado debajo de la ventana de doña Urraca. + +La naturaleza, más poderosa que las penas, había por fin proporcionado +a la reina de Castilla el sueño, único y verdadero alivio de los +miserables cautivos. Se representaban en su imaginación los venturosos +tiempos de su unión con el conde de Galicia; creía verse aún en medio +de sus vasallos, acatada de todos, dispensando mercedes, imponiendo +castigos: mas por una de aquellas singularidades que casi siempre +tienen los sueños, el conde de Candespina se mezclaba con aquellos +sucesos, en los cuales ninguna parte había tenido. Era pues entonces +tan feliz en el mezquino lecho de su encierro como hubiera podido serlo +en el más mullido de su alcázar de Burgos o de León, cuando el sordo +ruido que hicieron al pie de su ventana las armas del centinela, a +quien Millán acertó a traspasar la garganta, la despertó repentinamente. + +—¡Leonor!..., Leonor..., despierta..., vamos, despierta; tu reina te lo +manda —dijo llamando a su camarera, que dormía profundamente, hasta que +por fin logró despertarla no sin trabajo—. Vamos, ve a mirar lo que ha +sucedido en la muralla; me parece haber oído cómo daba un gran golpe un +hombre armado. + +—Ya voy, señora; será algún soldado que habrá tropezado en alguna +piedra —dijo Leonor, pensando entre sí que no debía tener gran +necesidad de su persona la reina para llegarse a la ventana y +satisfacer por sí misma su curiosidad. + +Obedeció sin embargo con cuanta presteza se lo permitieron sus +miembros, aún entorpecidos con el sueño, y se llegó a la ventana; mas +hubo de estar un momento para acabar de abrir los ojos, y al cabo nada +vio, nada oyó, y así se lo dijo a la reina. No podía esta persuadirse +de que su camarera dijese lo cierto, porque estaba segura de haber +oído caer a un hombre armado, y así, diciendo a Leonor que procurase +otra vez abrir más los ojos para obedecer sus órdenes, se levantó ella +misma; y llegada a la reja, por más que examinó cuidadosamente cuanto +su vista alcanzaba a distinguir, tampoco descubrió nada. + +—Parece imposible —exclamó—: imposible porque no me cabe duda de que lo +he oído. + +—Ya he observado a Vuestra Alteza —dijo Leonor con cierto aire de +triunfo— que podría ser el centinela que hubiese tropezado. + +—Y yo he observado que hasta aquí nadie se ha atrevido a dirigirme la +palabra sin que yo se lo mande —respondió la reina. + +Leonor se quedó muda con tan inesperada reprensión, y guardó silencio +en tanto que la reina, entre despechada y colérica, volvió a su lecho. + +Apenas vio Hernando caer en el suelo al centinela, exclamó lleno de +alborozo abrazando a Millán: + +—Bien: te has portado como un hombre, y yo te ofrezco una cadena de +oro que pese tanto como tu arco en premio de este tiro que es el más +acertado que en mi vida he visto. + +—Loado sea Dios —dijo levantándose don Gómez—: amigos míos, de su +voluntad y vuestro valor depende ahora el resto. + +Salieron con esto del bosque, pero temiendo el conde que los que +dormían en el cuarto bajo cuya ventana había caído el centinela, +despertándose con el ruido se asomasen y viéndolos escalar la muralla +dieran la alarma, se apartó a un lado, y en menos de dos minutos ya +estaban todos dentro de la fortaleza. + +Por esta razón no vieron la reina ni su camarera a ninguno de ellos, +y solo a pocos momentos oyeron el ruido de sus pasos al tiempo que +pasaban por debajo de la reja. + +—Bien muerto está —dijo uno de los soldados mirando el cadáver del +centinela—. Dios me libre de ser el blanco de Millán. + +—Y a mí —contestó otro—. Si tuviera el conde unos cuantos ballesteros +como él, ya podían sus enemigos echarse en remojo. + +—Calla, no nos oigan y lo echemos todo a perder. + +Las dos prisioneras habían vuelto a ocupar su puesto en la reja, y +pudieron oír a su salvo el corto diálogo que acabamos de referir, el +cual, lejos de satisfacer la curiosidad de la reina, no hizo más que +irritarla. Leonor, por el contrario, al oír la palabra conde, concibió +esperanzas de que fuese el de Candespina; y de buena gana hubiera dado +a su señora cuenta de las conjeturas que formaba; pero la prohibición +que poco antes la había hecho esta de dirigirle la palabra sin su +expreso mandato la obligó a guardar silencio. + +Doña Urraca por su parte no tardó en conocer que en los estrechos +límites de una prisión no era posible observar estrictamente las +leyes de la etiqueta como en un alcázar, y así, aunque no dejase +de repugnarla algún tanto ser la que empezara, por decirlo así, su +reconciliación con Leonor, rompió el silencio diciendo de esta manera: + +—Nada dices, Leonor, del singular diálogo que acabamos de oír. + +—Señora —contestó esta—, Vuestra Alteza me ha... + +—Ahora te mando que hables. + +—Entonces, señora, me parece que podré dar a Vuestra Alteza algunas +luces sobre este asunto. + +—¿De veras, Leonor? Vamos, di. + +—Señora, tengo que suplicar primero a Vuestra Alteza se sirva +perdonarme. + +—Sí, mujer, sí; estás ya perdonada, ¿quién piensa en eso? Pero di. + +—Es que no se trata de lo que Vuestra Alteza imagina, sino de una +libertad que me he tomado en su nombre... + +—¿En mi nombre? ¿Y quién te ha dado osadía para tanto? + +—Permítame Vuestra Alteza que me explique. He dicho mal diciendo que +había tomado en su nombre. No, señora, yo he obrado en el mío, pero +he querido decir que lo que yo he hecho solo ha sido en interés de mi +reina. + +—Pero acabemos: ¿qué es lo que has hecho? + +—Si Vuestra Alteza me deja hablar, yo se lo diré en pocas palabras. + +—Y bien, Leonor, una hora hace que te estoy mandando explicarte y nunca +acabas de hacerlo. + +Aquí la camarera refirió su mensaje a don Gómez, y la conjetura de que +fuese el de Candespina el conde de quien hablaban los dos soldados cuya +conversación habían oído. No sabemos cuál hubiera sido la contestación +de la reina, ni qué reflexiones hizo durante la breve narración de +Leonor, porque la crónica dice que precisamente en el punto en que +esta se acabó, resonaron las bóvedas del castillo con el ruido de las +armas, los alaridos de los moribundos, y los gritos de _Candespina_ y +_Castilla_ por una parte, _Alfonso_ y _Aragón_ por otra. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO III + + +Tranquilamente dormía Íñigo Latorre, alcaide del castillo de Castellar, +confiado, como hemos dicho en el capítulo primero, tanto en la posición +de su fortaleza cuanto en la paz de que el Aragón disfrutaba en aquella +época, cuando le despertaron el estruendo y voces de los combatientes: +se levantó sobresaltado, tomó la espada, y apenas vestido, sin más +armas defensivas que su casco y escudo, salió de su aposento y se +dirigió, aunque con cautela, al paraje en que parecía estar lo más +recio de la pelea. + +Don Gómez y los suyos, dando la vuelta a la muralla, se encontraron con +el cuerpo de guardia colocado en la torre que formaba el ángulo del +castillo opuesto al que ocupaba la reina. El centinela que estaba a +corta distancia dio el quien vive; pero por pronto que quiso hacerlo, +no fue bastante para impedir que Hernando le contestara con tan buena +estocada que dio con él en el suelo. No murió sin embargo en el +momento; y cumpliendo como buen soldado: + +—Alarma —gritó—, alarma compañeros: los enemigos están en el castillo. + +No dijo más, pues, colérico, uno de los soldados de don Gómez le acabó +de matar metiéndole la pica por la boca. + +—Desdichado —dijo don Gómez—, has muerto cumpliendo con tu obligación; +Dios te perdone la mala obra que nos has hecho. + +—Que no es poca —añadió Hernando—, porque o yo me engaño, o en la torre +suena ruido de armas. + +Y, en efecto, tenía razón, porque alarmados los aragoneses con la +voz de su compañero se atropellaban unos a otros para tomar, cuál la +espada, cuál la adarga; y a no ser la confusión inevitable en aquel +momento de sorpresa, no hubieran entrado el conde y los suyos en la +torre; pues ya uno, más prudente que los otros, corría a cerrar la +robusta y herrada puerta. + +—¡Candespina y Castilla! ¡Santiago sea con nosotros! A ellos, +caballeros, vencer o morir —dijo así el de Candespina, y dando el +ejemplo al mismo tiempo que la orden entró por la puerta y cerró tan +furiosamente con los contrarios, que por doquier seguían la muerte y el +espanto sus pasos. + +A su lado iba el denodado Hernando, tan valiente, tan furioso como +su amigo, no parando más golpes que los que a este se dirigían, y +despreciando los que llovían sobre él mismo. + +La guarnición de Castellar, en aquellos tiempos pacíficos, no excedía +de cincuenta hombres de armas, que por fortuna para los castellanos +estaban todos reunidos en la torre atacada, pues mal les aviniera si +estando divididos hubieran podido combatirles por retaguardia al mismo +tiempo que de frente. Además, los compañeros del conde venían armados +de punta en blanco y dispuestos a la pelea, al paso que los aragoneses, +soñolientos y medio desnudos, necesitaban casi un valor heroico para +oponer la menor resistencia. + +No menos sorprendido que los demás, Íñigo Latorre, azorado, desnuda la +espada en la mano derecha, y una lámpara encendida en la izquierda, +y semejante más bien a un fantasma que a un guerrero, bajaba +lentamente la escalera deteniendo el aliento y aplicando el oído a +cada paso, hasta que por fin las palabras _Candespina_ y _Castilla_, +le hicieron conocer que eran castellanos los que habían sorprendido +la fortaleza. Marchar a ellos inmediatamente, y mezclarse entre los +demás combatientes fue el primer impulso del valiente alcaide; pero +reflexionando después en que la falta de armas defensivas le exponía a +caer a los primeros golpes, y que por otra parte más necesaria era su +cabeza que su brazo, volvió a subir apresuradamente a su aposento, en +el que ya habían entrado a buscarle algunos soldados. + +En tanto que estos le ayudaban a armarse de pies a cabeza, seguía +encarnizadamente el combate en el piso bajo de la torre: los aragoneses +defendían el terreno palmo a palmo; pero no permitiéndoles la estrechez +de este aprovecharse de la superioridad que en número tenían sobre +los castellanos, les hacían estos sentir la ventaja inmensa que les +llevaban en armadura y concierto. + +La pérdida de los del castillo era ya de más de diez hombres entre +muertos y heridos, cuando sus enemigos solo habían perdido uno; pero +para estos toda pérdida era de suma importancia en razón de su corto +número. + +Dejemos por un momento a estos encarnizados guerreros combatir +desesperadamente, para hablar de nuestras dos prisioneras, cuya +posición era harto desagradable. + +—¿Lo oye Vuestra Alteza, señora? _Candespina_ y _Castilla_ dicen +—exclamó Leonor, apenas llegó a sus oídos el rumor del combate. + +—También oigo —contestó la reina— las voces de _Alfonso_ y _Aragón_. + +—El conde vencerá sin duda. + +—¿Qué seguridad tienes de ello? + +—Señora... + +—¡Ah, Leonor! ¡Ojalá tu celo no me sea funesto! + +—¿Y por qué lo ha de ser? ¿Vuestra Alteza qué culpa tiene de lo que yo +he hecho sin su conocimiento? + +—Cierto que no tengo ninguna. Pero si el conde sucumbe, ¿qué dirán las +gentes de mí? Acaso se atreverán a sospechar... + +—Que el conde idolatra a su reina, y no será más que lo cierto. + +—Cada vez es mayor el tumulto, Leonor, y sin embargo a nadie veo. + +—Sin duda será el combate en la torre que cae sobre el río, que es la +que ocupa el alcaide con sus soldados; al menos de hacia allí parece +venir el eco. Si el conde supiera en qué paraje se halla Vuestra +Alteza, hubiera ya venido a ponerla en libertad. + +—Dios haga que no sea vencido, pues de lo contrario su temeraria +tentativa no produciría otro efecto que el de empeorar mi situación. + +—Vuestra Alteza se complace en verlo todo de la manera más triste que +es posible imaginar. Don Gómez es un guerrero que tiene fama de ser tan +prudente como esforzado, y no es de presumir que se haya metido en el +castillo sin... + +—¿Oyes, Leonor? ¡Qué tristes gemidos! ¿Oyes el sonido de las +espadas?... ¡Qué horror!... ¿Qué será de nosotras? ¡Dios eterno!... —y +cayó desmayada. + +Leonor empleó cuantos medios estuvieron a su alcance para hacer volver +en sí a su señora, e inspirarla un valor que, si hemos de decir verdad, +no tenía ya ella misma. + +En general, por más osada que una mujer sea en sus proyectos, por +más que tenga costumbre de presenciar grandes acontecimientos y de +figurar en ellos, llegado el caso de un combate, sus fuerzas la +abandonan. Su horrorosa carnicería repugna a este sexo débil, destinado +a domar con su dulzura las feroces pasiones del hombre; ha habido +algunas excepciones, es cierto, a esta regla general; pero confesemos +imparcialmente que son tan pocas que apenas merecen mencionarse. + +No es pues de extrañar que doña Urraca, a pesar de su carácter +ambicioso, flaqueara en aquella ocasión, y que costase infinito trabajo +a su camarera disimular el espanto de que estaba poseída. Empero, como +a nuestra impaciencia no le es dado precipitar los acontecimientos a +medida del deseo, le fue preciso a la reina esperar y temer, y a su +camarera disimular y dar consuelos, hasta que llegó el momento que +estaba señalado para terminar sus inquietudes. + +Más de un cuarto de hora había transcurrido desde la entrada de los +castellanos en Castellar; y otro tanto tiempo hacía que duraba el +combate, cuando lograron estos desalojar a los enemigos del piso bajo, +y persiguiéndolos llegaron al principal, donde estaba la sala de armas +y el aposento de Íñigo Latorre. Acababa este de armarse y de llegar al +salón cuando entraron precipitadamente los suyos, y a dicha tuvieron el +tiempo necesario para cerrar detrás de sí la puerta, tan fuerte como +todas las que en aquel tiempo se usaban en semejantes edificios. + +—¡Voto al santo de mi nombre! —dijo furioso Hernando, que llegó +precisamente en el momento en que acababan los aragoneses de cerrar—. +Estas malditas escaleras me han detenido, y como esos perros van +desnudos, las han subido en un vuelo. + +—No perdamos tiempo —le contestó el conde que llegó en seguida—, no +perdamos tiempo en inútiles exclamaciones. Lo que importa es derribar +la puerta. + +—Un hacha de armas —exclamó Hernando—, pronto un hacha. + +—Es inútil —le replicó el de Candespina—, nada conseguiréis; o cuando +menos se tardará más tiempo del que es menester. Traed una tea +encendida, soldados, y prended fuego a la puerta. + +—Sí, prendedla fuego, no les estará mal a esos testarudos morir como +judíos, porque... + +—No permita Dios que yo cometa tal barbarie. No, Hernando, son +cristianos como nosotros. Lo que yo quiero es quitar esta barrera de +por medio y poder combatirlos como conviene a caballeros, pues en +cuanto a la torre, es de fábrica y no puede incendiarse. + +—Sea así, pero despachad, venga acá esa tea. Parece que en la vida +habéis puesto fuego a una puerta. + +Y el impaciente Hernando se puso a trabajar como un simple soldado. + +Entretanto el conde, que nada olvidaba, bajó al cuerpo de guardia, en +el cual había dejado a cargo de Millán y otro soldado los prisioneros +que se habían hecho en el primer combate, que eran en bastante número. + +Imaginando el alcaide que sus enemigos, siguiendo la rutina de aquel +tiempo, emplearían inmediatamente el hacha o las palancas para +derribar la puerta, mandó correr sus gruesos cerrojos y arrimar a ella +una pesada y tosca mesa de madera de nogal que había en medio de la +sala. En seguida hizo armar lo más completamente que le fue posible +a sus medio desnudos soldados, y poniéndolos en buen orden esperó +sosegadamente el éxito de aquel trance. + +Había bajado el conde a examinar a los prisioneros no por simple +curiosidad, sino con el objeto de obtener de ellos varias +noticias que podían serle útiles; y en particular por saber en +qué paraje se hallaba la reina. Algunos de aquellos desgraciados +conservaban bastante serenidad para negar a su enemigo todo género +de explicaciones; pero la mayor parte se manifestaron prontos a +complacerle. Supo pues el conde cuál era la torre que encerraba a la +reina, y que las fuerzas de que el alcaide podía disponer en la sala de +armas no pasaban de veinte hombres, deducidas las pérdidas que hasta +entonces había tenido. Bien hubiera querido don Gómez ir en derechura a +echarse a los pies de la reina y ponerla en libertad; pero le pareció +que no podía dejar el combate, y que presentarse como vencedor le sería +más honroso. + +Cuando volvió a subir ya ardía la puerta de la sala de armas, y +consternados los aragoneses, que en el calor del combate no habían +podido calcular exactamente el número de sus contrarios, dándose por +perdidos pidieron a su alcaide que entrase en capitulaciones. Este se +negó abiertamente a semejante proposición, y recordando a los soldados +sus juramentos y las leyes del honor, les mandó que se dispusiesen a +pelear hasta el último trance, logrando en efecto reanimarlos algún +tanto. Estaba sin embargo resuelto por la divina providencia que, a +pesar de sus buenos deseos, había de morir sin dar una sola cuchillada +a los agresores. + +El conde tenía razón en no temer que la torre se incendiase porque +era de fábrica; mas no había calculado que estando cubierto de +tablas el piso de la sala, precisamente se habían de sofocar cuantos +estuvieran dentro de ella. Y en efecto, aún no había acabado el +infeliz Íñigo su exhortación, cuando incendiándose las tablas del piso +con extraordinaria celeridad, a causa de estar muy secas, se llenó +enteramente de humo el aposento. Los desgraciados aragoneses viéndose +arder empezaron a clamar: + +—¡Piedad! ¡Piedad! + +Los castellanos mismos tuvieron que apartarse, y Hernando gritó, de +orden de su amigo, que sería salvo todo el que saliese de la sala. +Algunos de los que estaban inmediatos a la puerta lograron escapar; +pero la mayor parte, atolondrados con el mismo temor, perecieron +allí miserablemente, y entre ellos el alcaide, sea porque no pudo, +sea porque no quiso, ni aun en aquel caso extremo, entregarse a sus +enemigos. + +Cuando el éxito de un combate es tan cruel para los vencidos, no pueden +los vencedores mismos, a menos que sean monstruos más dignos del nombre +de fieras que de el de soldados, regocijarse de su victoria. Y así es +que no podremos decir quiénes quedaron más aterrados y confusos: si los +pocos aragoneses que sobrevivieron a este desastre, o don Gómez y los +suyos. + +El incendio absorbió la atención general: cesaron los gritos; se +trajo agua de un pozo que indicaron los prisioneros, a quienes se hizo +acarrearla con las correspondientes precauciones; y por fin, consumidas +la mayor parte de las tablas y apagadas las demás, como también los +pocos muebles que había en la sala, se logró terminar aquella horrorosa +escena. No llegó a una hora lo que duró el incendio, mas fue lo +bastante para que ni uno de los desdichados a quienes alcanzó quedase +con vida. El cadáver de Íñigo Latorre se encontró entero, porque la +armadura le había preservado de la acción de las llamas, y a pesar +de que su rostro estaba enteramente negro, aún se descubrían en sus +facciones señales del entusiasmo guerrero que le animaba pocos momentos +antes de su muerte. El conde le miró compasivamente, y mandó que se +recogiera y llevase a su propio aposento, al cual pasó en persona con +la esperanza, que se verificó en efecto, de encontrar en él las llaves +de todo el castillo. + +Seguidamente, sin más compañía que la de Millán, y dejando a cargo de +Hernando tomar las disposiciones necesarias para su seguridad y pronta +marcha, fue don Gómez a la torre, prisión de la reina. Acostumbrado +desde su más tierna infancia a los horrores de la guerra, no había el +conde sentido la menor inquietud durante el combate; pero presentarse +a la que un tiempo miró como destinada a ser su esposa, y en aquella +ocasión tenía que acatar por señora y respetar como a mujer de otro, +era para él un paso tan delicado como temible. Su corazón latía con +violencia, mientras Millán probó sucesivamente las llaves en la +cerradura de la puerta exterior de la torre hasta encontrar con la +propia; entró temblando, y es indecible su turbación cuando al llegar +al primer piso mandó a su criado que abriese. + +Si fue grande la inquietud de la reina mientras resonaron en sus oídos +los furiosos gritos de los combatientes, mayores fueron sus angustias +cuando el incendio de la sala de armas hizo que a aquel estrépito +sucediese un silencio horroroso. «¿Cuál será el vencedor?», he aquí +la cuestión importante que ocupaba a las dos prisioneras, sin que ni +una ni otra se atreviesen a proferir una sola palabra. En esta amarga +situación pasaron la reina y su dama más de una hora, hasta que oyeron +sonar primero los cerrojos de la puerta exterior, subir después la +escalera precipitadamente, y ensayar por último varias llaves en la +cerradura de la puerta de su propia estancia. Si doña Urraca y Leonor +hubieran estado entonces libres del pánico terror, que ni discurrir +las dejaba, desde luego la circunstancia de no abrir inmediatatamente +les hubiera hecho ver que la visita que iban a recibir no era la del +alcaide o cualquiera de sus subalternos, pues estos no podían menos +de conocer las llaves de todas las estancias; pero el temor no les +permitió hacer tan sencilla reflexión. Sobrecogidas, pues, y olvidando +la diferencia de clases, se metieron abrazadas en el rincón más +apartado de su aposento. + +Ya en esto había Millán abierto la puerta y entrado el conde alzada la +visera del casco, con ademán sumiso y rostro más sonrojado de lo que +hubiera podido esperarse de su edad y profesión. + +—¿Perdonará Su Alteza? —dijo hincando una rodilla en el suelo. + +—¿Sois vos, conde? —exclamaron a un tiempo reina y camarera. + +—Sí, señora —contestó el conde—, yo soy, que me he atrevido a entrar en +la estancia de Vuestra Alteza sin su permiso... + +—¿Y qué? ¿Estoy libre? + +—Vuestra Alteza puede partir cuando guste. + +—Ahora mismo; pero alzad, conde: la reina de Castilla no olvidará nunca +lo que os debe. + +—A mí, señora, nada me debe: soy su vasallo, y he cumplido con mi +obligación sirviéndola. + +—No esperaba yo menos de vuestra nobleza. Mas ocasiones habrá de +manifestaros mi agradecimiento, y si Dios fuere servido, como lo +espero, de llevarme con bien a mis reinos, no se tardará el día en que +lo veáis. + +—Señora, si alguna cosa he hecho que merezca recompensa, suficiente la +tendré en besar los pies a Vuestra Alteza. + +—Tomad la mano, conde: y ojalá no la hubiese yo nunca dado... + +Detúvose aquí, y el conde besó respetuosamente aquella mano, objeto de +todos sus deseos. + +—¿Podemos partir, conde? —continuó la reina. + +—Señora —dijo este—, deme Vuestra Alteza permiso para bajar un instante +y podré responderla. + +—¿Y en tanto nos hemos de quedar otra vez solas? —replicó doña Urraca; +y luego, avergonzada de haberse demostrando tan débil, añadió—: Leonor +es una medrosa que se morirá si se ve sin más compañía que yo. + +—¡Ah, Señora! ¿Y no vale esa más que la de un ejército? Pero es +indispensable que yo baje: si Vuestra Alteza quiere conceder a este +soldado la honra de que se quede en guarda suya... + +—Consiento: y de hoy más será de mi servidumbre. + +—Millán besa los pies de Su Alteza. + +—Ahora idos buen conde, idos y apresurad nuestra marcha que en vos +pongo mi esperanza. + +—Ponedla en Dios, señora; Él solo ha vencido a los aragoneses; Él ha +vuelto por vuestra causa. + +Y diciendo así, saludó respetuosamente a su soberana y salió del +aposento lleno de júbilo. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO IV + + +En tanto que el conde conferenciaba con la reina, Hernando, que se +ocupaba en registrar la fortaleza, halló la litera en que doña Urraca +había venido a ella, y mandó disponerla para que hiciese su viaje a +Castilla con más comodidad que a caballo, que era lo que se tenía +pensado, y también se aprovechó de los caballos de la guarnición para +montar a los ocho hombres que salieron con bien del combate, pues los +suyos estaban harto cansados con la penosa marcha que acababan de hacer +para emprender con ellos inmediatamente otra no menos rápida. + +Tomadas estas disposiciones, hizo el conde prestar juramento sobre +los santos Evangelios a los aragoneses, de que en ocho días contados +desde aquel en que lo prestaban, no saldrían de su castillo, ni darían +aviso a nadie de lo sucedido por medio alguno directo ni indirecto; +precaución que le pareció necesaria y bastante para asegurar su +retirada, pues en aquellos tiempos de ignorancia, dicho sea en mengua +de nuestro siglo, cuando un hombre, y sobre todo un soldado, hacía un +juramento, antes hubiera perdido mil vidas que faltado a él. + +En efecto, los aragoneses cumplieron exactamente lo prometido, y la +marcha de la reina a sus estados no sufrió el menor obstáculo. + +Cuando don Gómez se decidió a marchar de Candespina, solo escuchó +la voz de su pasión, y atendiendo demasiado a ella, olvidó lo que +la prudencia, la política y la razón exigían, que era asegurarse en +Castilla de un partido bastante respetable para defender a la reina del +poder de su esposo, de quien sin duda no debía esperarse mirase con +indiferencia aquella fuga; pero luego que conseguido su objeto empezó +a restablecerse la tranquilidad en su agitado espíritu, todas las +dificultades se presentaron de golpe. + +El segundo día de su viaje, caminando el conde y Hernando un poco +detrás de la litera de la reina, iba aquel tan pensativo que, a pesar +de la poca penetración de que su amigo se hallaba dotado, no pudo menos +de observarlo, y admirado de verlo así cuando solo estaban a media +legua de la frontera de Aragón, le dijo: + +—¿Qué tenéis, cuerpo de Cristo? Nunca os he visto tan pensativo. + +—¿Os parece, por ventura, que me faltan motivos para estarlo? —contestó +el conde. + +—Al menos no los alcanzo. Ya poco tenemos que temer de los aragoneses. + +—Los castellanos son los que yo temo. + +—¿Los castellanos? ¿Y por qué? + +—¿Sabéis, Hernando, con cuántos nobles podremos contar? ¿Creéis que +habrá muchos que quieran incurrir en el terrible enojo de Alfonso de +Aragón? + +—¡En el terrible enojo del de Aragón! Terrible para los cobardes. + +—Y para los prudentes, Hernando. La pasión no debe cegarnos. El poder +de Alfonso es formidable, y si toda la nobleza, si todo el clero de +Castilla no nos presta su apoyo, apenas podremos resistir algunos +instantes a la tempestad que va a caer sobre nosotros. + +—No sé por qué no se unirán a nosotros prelados y grandes. La reina... + +—Esta con nosotros, es cierto, pero viene fugitiva. + +—De su tirano, como ella dice. + +—Sí, su tirano; pero también es su marido. Hernando, el negocio no está +tan llano como a vos os parece. + +—¿Y qué hemos de hacer, conde? + +—Reparar en lo posible el tiempo perdido. Y si la fatiga, Hernando... + +—La fatiga no me asusta. Mandad y seréis obedecido. + +—¡Excelente, Hernando! ¡Cuánto os debo! + +—Nada. Decid presto qué es lo que he de hacer. + +—Vos conocéis a Diego López, señor de Nájara. + +—Sin duda que le conozco, y es de mis amigos; buen soldado... + +—Y tan mal cortesano como vos. Mas esto no es ahora del caso; lo que +importa es que sirva a la reina. + +—Y lo hará. Mejor vasallo no lo tiene Castilla. + +—Así lo creo. Alfonso le quitó por esa misma razón las fortalezas que +tenía a su cargo; mas no se atrevió a despojarle de sus estados. + +—Ni pudiera aunque lo intentara. El conde tiene buenos puños y muchos +servidores que hubieran dado que hacer a los señores aragoneses. + +—Enhorabuena, Hernando. Yo sé que don Diego López, temeroso siempre de +la mala voluntad de Alfonso, no se aparta nunca de Nájara. + +—Decid más: nunca le faltan doscientos caballos y algunos peones de que +disponer. + +—Tanto mejor. Hernando, ya lo veis; veinte lenguas hemos andado +en estos dos días, y la reina, a pesar de ir en litera, empieza +a resentirse de tan acelerada manera de caminar. Habremos pues de +acortar las jornadas en lo sucesivo. Su Alteza desea darse a conocer en +llegando a sus estados... + +—Es una temeridad. + +—Tal vez, y yo así se lo he hecho presente. Pero su voluntad... + +—No debe seguirse cuando es descabellada. + +—Sea como quiera, Hernando, su voluntad es nuestra ley. Vasallo celoso, +pero sumiso, aconsejaré a Su Alteza cuando lo crea necesario para bien +suyo; mas siempre obedeceré sin replicar sus órdenes. Mas volvamos a +nuestro asunto: caminando poco doña Urraca, y dándose a conocer desde +luego, es muy de temer que alguno de los muchos alcaides aragoneses que +tiene esta frontera... + +—Os entiendo, proseguid. + +—Para evitar, pues, un lance que malogre el fruto de nuestra empresa, +es preciso que vos marchéis con toda diligencia a Nájara; que os +presentéis a López y le digáis en qué situación nos hallamos. + +—Eso bastará; conozco al señor de Nájara; ¿pero ahora mismo? + +—No, Hernando, aún estamos en Aragón, y no sois hombre vos a quien +yo separe de mi lado en ocasiones de peligro; a más, una carta de Su +Alteza para don Diego sería muy del caso. Lo dicho: esta noche os +separaréis de mí. + +—Hágase como dispongáis. + +Durante esta conversación iban juntas en la litera doña Urraca y +su dama doña Leonor, más gozosas de verse fuera del Castellar, que +apesadumbradas con lo largo de las jornadas y el melancólico aspecto +del terreno por el que caminaban. + +Doña Leonor poseía toda la astucia y flexibilidad de carácter naturales +en una mujer educada en la corte, y además había llegado a conocer a +su señora bastante bien, para no sufrir muy a menudo las tempestades +que la versatilidad de esta producía con frecuencia. Reinaba pues +la más completa armonía entre ambas; y doña Urraca se complacía en +manifestar a su camarera los proyectos que para lo futuro iba haciendo. +Encerrada en la prisión de Castellar, la reina de Castilla hacía sanas +y acertadas reflexiones sobre su posición relativamente a los grandes +de su reino, y conocía cuán poco podía esperar de ellos; pero la manera +casi milagrosa con que obtuvo su libertad, el entusiasmo del conde y +la fidelidad de su reducido escuadrón, desvanecieron enteramente sus +temores. Olvidando que su altanería le había acarreado casi desde la +infancia la enemistad de los nobles y prelados; olvidando que por no +verse sujetos a ella sola habían querido casarla hasta con uno de sus +iguales y tener a este por rey; doña Urraca, seducida por su amor +propio, creyó encontrar todos los corazones dispuestos a recibirla, +todos los brazos prontos a combatir en su defensa. Los derechos +heredados de su padre, el glorioso nombre de este, y sobre todo sus +gracias personales eran otros tantos motivos de confianza y seguridad +para la incauta reina, y no veía, ni sus defectos, ni el poder de su +marido, ni la fuerza de sus parciales. + +Todas estas causas debilitaban de hora en hora la admiración y la +gratitud que la heroica resolución de don Gómez la habían inspirado en +el primer momento: desaparecieron sucesivamente de su imaginación el +héroe y el libertador, no quedando el conde de Candespina por último +en ella más que como un vasallo fiel, enamorado, valiente y acreedor a +sus bondades. Por no ser prolijos omitiremos los diálogos de entrambas +viajeras, y las conversaciones que mediaron con el conde, quien solía +acercarse a menudo a la litera para informarse de si Su Alteza iba con +la comodidad posible, de si deseaba alguna cosa, pedirla su venia +para hacer alto, etc., etc. De este modo llegaron al último pueblo +de Aragón, y así por esto como por su pequeñez y poca importancia, +le pareció a don Gómez que podría alojarse en él la reina, esperando +encontrar algunas comodidades. Se escogió la casa del pueblo que menos +mala pareció, y sin usar de otra ceremonia don Gómez mandó a su dueño +que recibiese en ella a la reina, aunque sin decirle que tal era su +alta dignidad. Acostumbrados entonces los plebeyos a someterse de +grado o por fuerza a la voluntad de los nobles, que les comunicaban +sus órdenes con la punta de la lanza, no extrañaban ninguna de las +exacciones de estos, y por lo mismo el villano aragonés no manifestó la +menor repugnancia en conceder la hospitalidad que con tanta cortesía se +le pidió. Introdujo pues a sus huéspedes en una que él llamó sala, en +la cual no se veían más muebles que una tosca mesa de pino, algunos +escaños o bancos de la misma madera, y un espacioso sillón con asiento +de cuero, que daba indicios de ser el más antiguo y respetable de todos +los enseres allí existentes. La misma sala tenía una alcoba con su cama +correspondiente al resto del ajuar, la cual se destinó para doña Urraca. + +Al entrar esta en aquella miserable choza, echó una mirada en derredor +de sí, y expresó con un profundo suspiro cuánto echaba de menos el +fasto de la corte: el conde lo comprendió, mas no pudiendo remediar +nada, juzgó que lo más prudente era guardar silencio sobre aquel punto. +Ocupado enteramente del proyecto relativo al mensaje de Hernando, +apenas se sentó la reina dobló ante ella la rodilla, pidió permiso para +hacerla una súplica, y obtenido que lo hubo, manifestó en breves pero +evidentes razones, cuán necesario era solicitar el auxilio del señor de +Nájara. + +—Nunca hubiera creído —contestó la reina después de haber escuchado con +algunas muestras de impaciencia el discurso del conde—, nunca hubiera +creído que la reina de Castilla tuviese que mendigar el auxilio de sus +vasallos. + +—Vuestra Alteza —replicó don Gómez— no ha comprendido, sin duda por +falta de explicación mía, lo que he querido decir: se trata, no de +que Vuestra Alteza mendigue el socorro de nadie, sino de que se digne +participar su llegada a estos reinos al señor de Nájara: esta honra +bastará para empeñar más particularmente a este caballero en defensa de +Vuestra Alteza. + +—¿Y por ventura, conde, he yo menester tanto de su ayuda? ¿No me quedan +más vasallos tan nobles, tan poderosos, tan esforzados como él en +Castilla? + +—Nobles hay en ella, y muchos y muy poderosos; pero, señora, siento +decirlo, acaso no todos... + +—Os entiendo: teméis que sean más parciales del rey de Aragón que de +su natural señora. Mientras me han creído legítimamente unida a él, +mientras que he estado ausente, tal vez don Alfonso habrá podido contar +con ellos; pero en presentándome, creedlo, conde, no habrá uno que no +siga mis banderas. + +—Así debiera ser, y así lo deseo, mas no puedo persuadírmelo. Por lo +menos, crea Vuestra Alteza que no sería prudente presentarse en Burgos +sin más escolta que la corta con que hoy camina. + +—Sois extraño, conde; no os parece bastante para caminar por mis +estados la misma fuerza con que emprendisteis sacarme del poder de mis +enemigos. + +Doña Leonor, presente a esta conversación, conocía la razón del conde; +mas veía al mismo tiempo que era inútil luchar contra la vanidad de +su señora, y que a menos de presentarla el negocio bajo un aspecto +enteramente distinto, jamás consentiría en lo que sus propios intereses +exigían. + +Se le ocurrió de pronto un feliz expediente, y arriesgándose a sufrir +una áspera reprimenda se atrevió a mezclarse en la conversación +diciendo a la reina: + +—Si Vuestra Alteza me permitiera... + +—¿También tú, Leonor, tienes desconfianza de la fidelidad de mis +vasallos? + +—No, señora —contestó la diestra cortesana—, lejos de eso creo +absolutamente infundados los temores del conde. + +—¡Doña Leonor! —exclamó este algo mohíno de ver que la camarera se +oponía tan espontáneamente a su juicioso proyecto—: Doña Leonor, +¿habéis meditado bien?... + +—Dejadla hablar —replicó la reina—; continúa, Leonor, veamos si tú +podrás convencer a este buen caballero... + +—No me parece —dijo Leonor— ni aun necesario rebatir los temores que el +excesivo celo del conde de Candespina le ha hecho concebir; perdóneme +su señoría si me atrevo a decirle que va enteramente descaminado en +lo que dice. No hay, o yo me engaño mucho, un solo noble en Castilla +que no esté dispuesto a sacrificarse en obsequio de las gracias de doña +Urraca... + +—De mis gracias no, porque no las tengo; pero de mis derechos sí. + +—La modestia de Vuestra Alteza —continuó la dama— le hace hablar así; +de todos modos Vuestra Alteza no necesita para su seguridad de las +tropas del señor de Nájara, y sin embargo yo no vacilaría en enviarlas +a buscar. + +No es fácil describir el asombro de la reina y del conde oyendo +concluir de un modo tan singular el discurso de doña Leonor; aquella +la miró con enojo, y con admiración este; mas ella, que todo lo había +previsto, sin darles tiempo para volver en sí, continuó de esta manera: + +—Dígnese Vuestra Alteza escucharme un instante más y me comprenderá. +Repito que los soldados del señor de Nájara no me parecen necesarios +para seguridad; mas ¿dígame Vuestra Alteza si será decoroso para +su alta dignidad entrar en Burgos en una misma litera, con su única +criada, sin más servidumbre, sin más guarda que la de ocho o nueve +soldados, valientes sin duda, pero con las armas aún teñidas en sangre +y cubiertas de polvo? + +—En verdad, Leonor, que tienes razón, y mandaré al señor de Nájara que +venga a servirnos de guarda hasta nuestra capital de Castilla. Conde, +escribid la carta, que yo la firmaré; pero cuidad bien de que en ella +se exprese que el motivo de nuestro mandato es el que ha dicho Leonor, +y no en manera alguna que tengamos el menor recelo de la fidelidad de +nuestros vasallos. + +Absorto y pensativo salió el conde a ejecutar lo que se le mandaba, +pudiendo apenas figurarse ser verdad el ingenioso artificio con que +doña Leonor había logrado de la reina, lisonjeando su vanidad, lo que +él con razones más poderosas jamás hubiera conseguido. A estar menos +preocupado en favor de la reina, nada hubiera visto de extraño en ello; +pero un amante ve pocas veces claro cuando se trata de su dama. + +Doña Urraca por su parte cada vez se creía más segura del amor de los +castellanos, y miraba como ofensas cuantas prudentes precauciones +querían sus partidarios tomar en favor suyo. Funesta preocupación +que atrajo sobre estos y sobre ella misma no pocos sinsabores en lo +sucesivo. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO V + + +Partió Hernando apresuradamente para Nájara con el mensaje de la reina +a Diego López, y su diligencia fue tal que dos días después llegaron +ambos, al mismo tiempo que doña Urraca, a un pueblo del camino llamado +Anguiano. + +Don Diego López obtuvo el honor de besar los pies a la reina, quien +no se descuidó en hacerle entender que había reclamado su asistencia, +no como necesaria, sino para dar más aparato a la pública entrada que +pensaba hacer en Burgos. El señor de Nájara se contentó con responder +que de cualquier manera que fuese se creía muy honrado con que Su +Alteza se dignara emplearle en su servicio, y lo que solo sentía era +que la premura del tiempo no le hubiese permitido reunir más que los +trescientos caballos que con él traía, y cuatrocientos peones que no +tardarían en llegar a las órdenes de uno de sus parientes. Mediaron +algunos cumplimientos, y doña Urraca terminó la conferencia encargando +al conde y al señor de Nájara que dieran las disposiciones convenientes +para su entrada en Burgos, declarando al mismo tiempo que estaba +resuelta a cesar de ocultarse, queriendo que desde aquel mismo momento +supiesen los pueblos por donde transitara que tenían el honor de +albergar a su soberana. + +La expresión de la voluntad de doña Urraca fue en esta ocasión tan +firme y tan decidida que hasta el mismo Hernando se convenció de que +toda reflexión contraria a ella sería inútil; y así, por más que don +Gómez, el de Nájara y la misma doña Leonor creyesen que hubiera sido +más prudente no descubrirse hasta estar en Burgos, hubieron de ceder a +la necesidad. + +Los habitantes de Anguiano, poco enterados en los negocios políticos +y no conociendo de la reina más que su nombre y la fidelidad que le +habían jurado, manifestaron sumo gozo en que honrase su pequeña aldea, +y aun quisieron festejarla a su modo: pero doña Urraca, sea que se +convenciese de que era tan impolítico como arriesgado el detenerse, o +sea más bien que el miserable y salvaje aspecto de aquellos montañeses +le fuese poco agradable, resolvió ponerse en marcha sin demora. + +Aunque en realidad toda la tropa que escoltaba a la reina dependía del +señor de Nájara, por componerse de vasallos, criados, deudos y amigos +suyos, sin embargo, don Diego López, que ya en la junta de Mascaraque +se había declarado decididamente partidario del conde de Candespina, +indicó a este que él y cuantos le seguían estaban prontos a obedecerle +en todo. Agradeció el conde con corteses razones la deferencia que se +le demostraba, y aunque no quiso tomar ostensiblemente el mando, tanto +por no herir el amor propio del señor de Nájara cuanto porque no se +le tachase de ambicioso, se reservó empero las facultades que creyó +oportunas para el mejor servicio de la reina. Hernando de Olea, a la +cabeza de cien lanzas escogidas, salió con anticipación a noticiar a +los burgaleses la llegada de doña Urraca, llevando orden de apoderarse +de alguna de las puertas de la ciudad, y seguidamente del alcázar a +nombre de Su Alteza; y al mismo tiempo se envió un mensajero a la +infantería de Nájara, para que atravesando los montes por el camino más +corto marchase directamente a la capital de Castilla. + +La reina con los doscientos caballos restantes, más los ocho del conde, +continuó su camino a jornadas cortas, recibiendo con afabilidad a +los nobles de todos los pueblos del tránsito, y esperando con ansia +el momento de llegar a Burgos. Don Gómez la acompañaba siempre, y +recibía de ella las mayores pruebas de estimación. Enamorado más que +nunca, no se atrevía sin embargo a hablar una palabra de su amor, que +hubiera mirado como un crimen, en razón de ser la reina casada, si las +desavenencias de esta con su marido y el parentesco de primos segundos +que mediaba entre ambos consortes no alentaran la esperanza de ver roto +algún día aquel lazo tan contrario a sus intereses. + +Doña Urraca no podía ser indiferente al mérito incontestable de don +Gómez, aumentado a sus ojos con el servicio que acababa de hacerla; +pero el amor que empezaba a apoderarse de su corazón no era ni fue +nunca superior a la vanidad, de modo que si bien su conducta era tal +que el conde no tenía de que quejarse, tampoco le permitía lisonjearse +enteramente de ser amado. + +Así que llegó Hernando de Olea a Burgos, se presentó a su alcaide, +don Álvar Fáñez, y le comunicó las órdenes de la reina, para que se +hiciese saber al ayuntamiento de aquella ciudad su próxima llegada. Es +indecible la sorpresa del alcaide, más afecto al partido aragonés que +al castellano; hizo mil preguntas a Hernando, pero todas las respuestas +de este fueron tan concisas que ninguna luz pudo sacar de ellas. Es +posible que don Álvar Fáñez se hubiera opuesto a recibir a la reina +en Burgos si hubiese estado en su mano obrar conforme a sus deseos; +pero el conde, que había previsto aquel caso, dio las instrucciones +convenientes al de Olea para evitarlo; y así este no abandonó ni +un momento al alcaide desde su llegada a Burgos, y tuvo cuidado de +insinuarle que si bien había venido únicamente con cien caballos, +tardarían poquísimas horas en llegar fuerzas más considerables. + +Se convocó, pues, inmediatamente a los individuos de ayuntamiento, a +lo principal de la nobleza y a los gobernadores del obispado con las +dignidades eclesiásticas de más nota, para las casas capitulares, +y, reunidos todos en ellas, les hizo el alcaide saber la orden que +acababa de recibir. Hernando añadió, que Su Alteza se había resuelto +a ir a visitar sus estados sin avisar de antemano, por razones que +se reservaba explicar ella misma a su debido tiempo, y que de todos +modos creía que una sola palabra dicha a nombre suyo bastaría para +que sus amados burgaleses se dispusieran a hacerla el correspondiente +recibimiento. + +—Para concluir, señores, dijo por último: es la voluntad de la reina +que desde este momento se me ponga en posesión del alcázar de esta +ciudad, y se me confíe la guarda de una de sus puertas. He aquí las +cartas de Su Alteza, en confirmación de lo que acabo de deciros. —Y en +efecto las presentó. + +Lo natural era haber empezado haciéndolo; pero Hernando, poco enterado +en semejantes fórmulas, cuidó más de hacer entender a aquella junta lo +que de ella quería, que de otra cosa. + +A todo esto, los soldados de Nájara rodeaban el lugar de la sesión, y +tanto los regidores como los nobles y clérigos, además de que no tenían +un motivo racional para oponerse a recibir a su legítima soberana, +aunque viniese como a sorprenderlos, conocieron que no estaban en +situación de hacer otra cosa más que suscribir a cuanto de ellos se +exigiese. + +Accedieron, pues, sin repugnancia (al menos manifiesta) a lo que se les +mandaba en nombre de doña Urraca, y Hernando, satisfecho del buen éxito +de su comisión, pasó a alojar el grueso de su tropa en el alcázar, +enviando un pequeño destacamento a la puerta de la ciudad, que él mismo +designó. A las ocho de la mañana llegó el de Olea a Burgos; a las doce +estaba en posesión del alcázar; y antes de la noche llegó también la +infantería de Nájara. + +Los burgaleses deseaban con ansia el momento de ver entrar a la reina, +pues esperaban que su presencia disiparía la misteriosa sombra que +cubría el objeto de aquella inesperada visita, cuyo motivo estaban +lejos de sospechar; porque debe tenerse presente que en el siglo XII +aún no se habían establecido los correos ordinarios y periódicos. + +Para abreviar: al tercer día se recibió aviso por un soldado de que Su +Alteza haría su entrada al siguiente por la mañana, lo que en efecto se +verificó, saliendo a recibirla el cabildo, los nobles y el alcaide que, +arrodillado a sus pies, le entregó las llaves de la ciudad. + +Doña Urraca desplegó la amabilidad, gracia y cortesanía de que tan +bien sabía usar; y como uno de los eclesiásticos gobernadores de la +diócesis, creyendo que su carácter sacerdotal le autorizaba a ello, +preguntase qué motivo extraordinario era el que proporcionaba a sus +vasallos la inesperada dicha de verla, le contestó que tiempo habría de +satisfacer aquella curiosidad, añadiendo: + +—Lo que ahora importa más es dar gracias a Dios por haberme traído con +bien a mi amada Castilla: vamos al templo, y no dudo que vosotros, +señores, me ayudaréis con vuestras santas oraciones a implorar el favor +divino para lo sucesivo. + +Dicho esto, se encaminaron todos a la iglesia mayor, y en ella se +cantó un solemne _Te Deum_, concluido el cual se trasladó la reina con +el mismo acompañamiento al alcázar. Bien hubiera querido don Gómez +poder ocultar que la reina venía fugitiva de Aragón; pero desde luego +conoció que semejante ficción podría durar poquísimos días, y que su +momentánea utilidad no compensaría los perjuicios que necesariamente +había de producir cuando se descubriese la verdad. Fue pues necesario +decidirse a descubrir el misterio, con permiso de doña Urraca, quien +no puso dificultad en ello, persuadida de que los castellanos no +vacilarían en defenderla contra su marido. En consecuencia de esta +determinación, apenas entraron en el alcázar cuando, sentándose la +reina en su trono, hizo una larga y patética exposición de los malos +tratamientos que de su esposo había recibido, sin más causa, decía, +que la de ser el rey aragonés y, como tal, enemigo de Castilla, cuya +opresión no había ella querido nunca autorizar; habló de su prisión +en Castellar, pintándola con colores tal vez más cargados que los +que la verdad exigía; y, por último, alabando el celo del conde de +Candespina, manifestó hallarse resuelta a evitar a todo trance caer +de nuevo en manos de su tirano. Sea respeto, sorpresa o temor de las +tropas que les cercaban, todos los presentes guardaron el más profundo +silencio que la reina interpretó tan favorablemente que no creyó +necesario exigir garantía ninguna para su seguridad; y poniendo a cargo +del conde de Candespina disponer lo necesario para la defensa contra +don Alfonso, se retiró a descansar de las fatigas de su penoso viaje. + +Don Gómez exhortó en seguida a todos aquellos caballeros a que tomasen +las armas, y las hiciesen tomar a sus vasallos, como él iba a hacerlo, +marchando al siguiente día a sus estados con objeto de hacer en ellos +una leva. Todos protestaron que estaban resueltos a seguir su ejemplo, +y la asamblea se separó sin que ocurriese en ella nada más digno de +notarse. + +No fiaba mucho el conde de Candespina en aquellas demostraciones; pero +la fuerza de las circunstancias le precisó a ocultarlo por entonces, +esperando que podría reunir a sus parciales antes que los enemigos +de la reina tuvieran tiempo de concertar su plan contra ella; y en +consecuencia, marchó, según lo había anunciado en la asamblea, el día +después de el de la llegada de la reina a Burgos para Pancorbo, cuyo +castillo y pueblo le pertenecían. + +En Burgos se quedó Hernando para estar a la mira de cuanto ocurriese; y +el señor de Nájara prometió no desamparar la corte hasta el regreso del +conde, quien por su parte no hacía ánimo de detenerse más tiempo que el +absolutamente necesario. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO VI + + +Fieles observadores de su juramento, los aragoneses que sobrevivieron +a la desgracia del Castellar no salieron de aquella fortaleza hasta +cumplido el octavo día de la marcha del conde, esto es, uno después +del de la llegada de la reina a Burgos; pero ya pasado aquel plazo, +montaron a caballo dos de los más principales de ellos, y a rienda +suelta se encaminaron a Huesca, villa distante del Castellar unas diez +leguas, en la cual se hallaba a la sazón Alfonso el Batallador, que, +como ya hemos dicho, se llamaba emperador de España. + +Más fácil es imaginar que describir el terrible enojo de aquel +príncipe, oyendo la relación de la fuga de su esposa, y por él pronto +pagaron los miserables que le llevaron la noticia, a quienes mandó +encerrar en un calabozo. En vista de su cólera, casi puede decirse que +fue fortuna para Íñigo Latorre haber muerto en el Castellar, porque, a +no ser así, es evidente que hubiera concluido sus días afrentosamente +en un cadalso. + +Alfonso convocó inmediatamente a sus principales vasallos para la +frontera de Castilla, pues no pudo ocultársele que la reina habría +marchado a Burgos, por ser esta ciudad la más cercana entre las +principales de sus dominios a los estados de Aragón; y marchó él mismo +para Soria, plaza en que tenía puesta guarnición de los suyos, con +los hombres de armas, jinetes, arqueros y ballesteros que siempre le +acompañaban. + +La rivalidad entre los diferentes estados en que estuvo dividida la +monarquía, desde que don Pelayo dio principio a su restauración en los +montes de Asturias hasta que don Fernando V el católico la terminó, +arrojando de Granada los restos de los moros, es tan notoria que sería +hacer agravio a nuestros lectores tratar de demostrársela; pero bueno +será tenerla presente para no admirarnos del ansia con que castellanos +y aragoneses se aprovechaban de la más pequeña ocasión para causarse +perjuicios de la mayor trascendencia. + +Grande era, sin duda, el celo con que los próceres de uno y otro reino +acudían a sus soberanos en las guerras contra los infieles; pero tal +vez se mostraban aún más serviciales en tratándose de hostilizarse +las potencias cristianas entre sí; y estas luchas, que prolongaron +la dominación de los árabes en la península, hubieran podido tal +vez perpetuarla si los sumos pontífices, usando de sus facultades +espirituales y de la influencia temporal que en aquella época tenían, +no las hubieran casi siempre terminado, haciendo aliarse a las dos +partes beligerantes contra el común enemigo. + +Pero volviendo a nuestro propósito, diremos que los magnates aragoneses +se apresuraban a porfía en reunir el mayor número de soldados posible +para ayudar a su rey a reparar su honor mancillado. + +Los caminos se veían cubiertos de soldados y capitanes que de todos +los dominios de Aragón marchaban a Soria acudiendo al llamamiento del +rey, y los miserables labradores sufrían todo género de vejaciones y +malos tratos, en tanto que Alfonso no descuidaba ninguno de los medios +necesarios para salir bien de su empresa. + +Los días que hubo de estar en Soria, esperando los soldados de sus +vasallos, calmaron algún tanto el primer arrebato de la cólera, y las +reflexiones políticas sucedieron a las acaloradas sugestiones del amor +propio ofendido. Su única mira, cuando siendo todavía príncipe se casó +con doña Urraca, era la de reunir en su cabeza las coronas de la mayor +parte de los reinos de España; y por esta razón prescindió del carácter +de su esposa, de que estaba informado de antemano, y del parentesco que +con ella tenía, el cual aunque lejano era sin embargo bastante entonces +para impedir el matrimonio y aun para disolverlo después de hecho, +como sucedía con frecuencia en casos semejantes. Convencido, pues, de +que, aunque empleando la fuerza, era indudable que Castilla, dividida +en bandos y con la mayor parte de las fortalezas en su poder, habría +de sucumbir; sin embargo sería peligroso hostigar a los irritables +castellanos, que en último recurso podrían acudir al papa para que +anulase su matrimonio, con lo que perdería todo derecho a aquella +corona: resolvió entablar algunas negociaciones antes de empezar las +hostilidades. Mas la suerte, empeñada en protegerle, dispuso las cosas +aun mejor de lo que él mismo podía esperar. + +Así que faltó de Burgos un hombre a quien todos respetaban y temían, +como era el conde de Candespina, pareció a los habitantes de aquella +ciudad que estaban ya en libertad para discurrir y obrar según creyesen +conveniente. Es cierto que don Diego López y Hernando de Olea habían +quedado en guarda de la reina; pero desgraciadamente no había quien +ignorase que nada era más fácil que sorprender y engañar a aquellos dos +excelentes soldados y pésimos cortesanos. + +Don García, obispo de Burgos, prelado de costumbres irreprensibles, +y tan celoso por la grey que estaba a su cargo como vasallo fiel y +patriota decidido, fue desterrado de su diócesis por haber representado +al rey don Alfonso de Aragón sobre la violenta medida que este tomó, +despojando de sus alcaidías a los caballeros castellanos de más nota, +y sustituyéndoles aragoneses o bien naturales del país tachados de poco +patriotismo. Algunos individuos del cabildo sintieron la tiranía que se +usaba con su prelado, pero siendo en corto número, y atemorizados con +el ejemplar mismo que tenían a la vista, no se atrevieron a manifestar +su opinión, y hubieron de seguir la de la mayoría, que como de +ordinario sucede, se inclinaba al partido vencedor. Los gobernadores, +pues, del obispado eran canónigos conocidos por su inclinación a los +aragoneses, y obraban en todo de acuerdo con el alcaide de Burgos don +Álvar Fáñez, uno de los más celosos partidarios de don Alfonso; pero +hallándose sin fuerzas con que contrarrestar las de don Diego López, +se decidió este caballero a esperar la resolución del conde don Pedro +Ansúrez, señor de Valladolid, a quien dio aviso de lo que ocurría así +que tuvo noticia de la llegada de la reina. El conde don Pedro, que +era una de las personas de más nombradía en Castilla, había pasado su +juventud, como todas los grandes de su tiempo, en el ejercicio de las +armas; pero su inclinación le llamaba más a los negocios políticos +que al manejo de la lanza. El padre de doña Urraca, apreciando sus +talentos, le nombró ayo o amo, como entonces se llamaba, de su hija, +y el conde gozó siempre de mucho favor con esta princesa hasta que, +habiéndose declarado por el rey de Aragón, cayó de su gracia, según +ya hemos dicho. Estaba pues el de Ansúrez ligado enteramente con los +enemigos de su discípula: el engrandecimiento de esta no podía menos de +producir su ruina, y así no es de extrañar se afanase tanto para cortar +aquel mal en su origen que se hallara en Burgos cuatro días después de +haber llegado allí la reina. + +Se alojó para mayor seguridad en el palacio episcopal, y después de una +larga conferencia en la cual dio a Álvar Fáñez todas las instrucciones +que creyó necesarias, le previno que para aquella noche y hora de las +doce de ella, convocase secretamente a los principales de entre los +partidarios que tenían en el pueblo. No faltó ninguno de los llamados, +que serían más de cuarenta; tal era el respeto y veneración con que +miraban a su alcaide, quien dispuso que la junta se verificase en la +capilla del palacio. Reunidos ya los caballeros, un canónigo celebró, +dada la media noche, una misa rezada para implorar las luces del +Espíritu Santo; y terminado aquel acto religioso, dio a todos los +circunstantes su bendición. + +Así que el celebrante hubo desnudado las vestiduras con que había +oficiado el Santo Sacrificio, habló de esta manera el alcaide: + +—Extraño debe pareceros, nobles señores, que en hora tan desusada os +haya convocado para este sitio; pero la confianza con que me habéis +honrado, viniendo a él con tanta puntualidad, es una prueba de amor +que nunca olvidaré. El único objeto, señores, de todas mis acciones +es cumplir la fe prometida a nuestro soberano, y alejar de mi patria +los males de la horrorosa guerra que la amenaza: si lo consigo, nada +me queda que desear. Ahora, señores, escuchad al muy ilustre conde don +Pedro Ansúrez, quien tiene que comunicaros cosas de no poca importancia. + +—Caballeros —dijo don Pedro—, el honor castellano está ofendido: un +conde osado y presuntuoso se ha atrevido a faltar a la obediencia +debida a su rey; y vuestro silencio, vuestra ciega sumisión a sus +órdenes os hacen cómplices en su delito. ¿Quién de vosotros, infanzones +de Castilla, quién es el que no ha hecho pleitesía y rendido vasallaje +a don Alfonso de Aragón? Ninguno. ¿Y porque haya adquirido sus derechos +al trono de Castilla casándose con doña Urraca, por ventura habrá de +perderlos siempre que esta lo quiera así? No creo, cababalleros, que +haya aquí quien tal piense. En tanto que el Santo Padre, por justa +causa, no os declare libres de vuestros juramentos, sois vasallos de +don Alfonso y traidores negándole la obediencia. La sorpresa del primer +momento puede disculpar lo que hasta aquí se ha hecho; pero pasar más +adelante sería no solo criminal sino temerario. ¿Qué fuerzas opondréis +a las del rey de Aragón? ¿Cómo resistiréis el ímpetu violento de su +venganza?... Nadie me responde. La verdad ha penetrado en vuestros +corazones. ¿Estáis prontos a volver a someteros a vuestro rey? + +—Sí —contestaron unánimemente—; sí, conde; hablad y decidnos qué hemos +de hacer. + +Este era el punto al cual quería el conde traer los ánimos, y ni un +momento había dudado conseguirlo, pues conocía perfectamente que +todas las circunstancias le favorecían. No molestaremos la atención +de nuestros lectores refiriéndoles prolijamente los pormenores de +la conferencia de aquellos magnates: lo que les importa saber es +que decidieron que a toda costa y aun usando de la fuerza, si las +circunstancias lo exigían, pondrían a la reina en poder de su marido; +suplicando al mismo tiempo a este la tratase con más suavidad que hasta +entonces lo había hecho. + +Hubo quien propuso hacer entrar en la conjuración a don Diego López; +mas el conde, que le conocía bien, se opuso a que se tratara de +semejante cosa, diciendo que el señor de Nájara era hombre que no +se volvería atrás de lo que una vez había prometido, aunque para +conseguirlo se levantase su mismo padre del sepulcro. + +—Otros medios —concluyó—, se nos presentarán más arriesgados tal +vez; pero que Dios mediante y nuestra diligencia producirán el éxito +que deseamos. Separémonos, caballeros, antes que venga el alba y nos +descubra; yo os prometo que no tardaréis en tener noticias mías. + +De este modo las armas de Aragón por un lado, y por otro los escrúpulos +o la debilidad de sus vasallos amenazaban a un mismo tiempo a doña +Urraca, quien en todo pensaba menos en la tempestad pronta a descargar +sobre su cabeza. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO VII + + +Sucedíanse en el alcázar de Burgos festines a festines: solo se pensaba +en diversiones, y hubiera sido difícil adivinar por las apariencias la +precaria y efímera existencia de la dominación de doña Urraca. + +Los mismos que secretamente conspiraban contra la reina, eran los +primeros en aprovecharse de sus indiscretas liberalidades, y en +mostrarse oficiosos en inventar nuevos placeres, para ocultar así +mejor sus proyectos y disipar toda sospecha; la reina veía con placer +su mentido celo, y casi no echaba de menos la presencia del conde de +Candespina. + +Hernando de Olea y el señor de Nájara, dejándose arrastrar de la +corriente, también pensaban más en solazarse que en otra cosa; y así +eran de poquísimo estorbo para sus contrarios. + +En particular Hernando, que por la parte que tuvo en el suceso del +Castellar gozaba de gran favor con la reina y andaba siempre a su +inmediación, con la vista y el frecuente trato de doña Leonor de Guzmán +empezó a conocer que no era tan insensible como creía a los encantos +del bello sexo. Hasta entonces había mirado siempre con repugnancia, y +acaso con horror, la vida afeminada de la corte, y desdeñado acomodarse +a los modales de los palaciegos, a quienes despreciaba; pero el deseo +de agradar a doña Leonor le hizo vencerse e imitar lo que veía. De aquí +resultaba un contraste singular y casi ridículo en todas sus acciones +y palabras; pues a pesar de sus esfuerzos, le era imposible reprimir +en algunas ocasiones su natural impetuosidad, y dejar de producirse +con la aspereza y energía que le eran propias. Mas a pesar de que +por esta parte el pobre Hernando no presentaba el aspecto más propio +para agradar, sin embargo su figura colosal y bien proporcionada, su +rostro hermoso aunque guerrero y la fama de sus hazañas eran con una +dama de aquellos tiempos recomendaciones suficientes para no despreciar +enteramente la ofrenda de su corazón. Doña Leonor, pues, vio con cierta +complacencia la naciente inclinación del de Olea, y se condujo con toda +la maestría propia de una mujer de talento y cortesana. + +En tanto que el amor y los placeres reinaban en la capital de Castilla, +el conde de Candespina no perdonaba medio ni fatiga para levantar +sus tropas y las de sus amigos: pasaba el día expidiendo correos con +avisos a los señores en quienes tenía más confianza, y órdenes para +sus vasallos; y la noche escribiendo las cartas que debía enviar al +siguiente día. + +Él mismo no permanecía cuarenta y ocho horas en un paraje; corría todas +las villas, lugares y alquerías de sus dominios: a unos amenazaba; +a otros persuadía con el halago; a este le exigía caballos, al otro +armas, al de más allá su persona; y, por último, todo lo ponía en +contribución para lograr prontamente su objeto. + +Entre los señores a quienes envió a pedir socorro citaremos como +más principales a Íñigo Jiménez, que gobernaba en Calahorra y ambos +Cameros, Garci López en Tobía y Marañón, y señaladamente al conde don +Pedro González, señor de Lara, de Medina, Mormojón, Dueñas y Tariego, +quien tanto por lo ilustre de su linaje, que es uno de los cinco +grandes solares de Castilla, cuanto por su riqueza y fama, era tenido +en grande estima y valía en aquella época. + +Los que hemos nombrado, y algunos otros que omitimos en obsequio de la +brevedad, se decidieron desde luego en favor de la reina, porque les +era muy pesada la dominación del de Aragón, y confiaban en sus riquezas +y vasallos, que capitaneados por el conde de Candespina, podrían +resistir y acaso vencer a don Alfonso. Por el contrario, los que +compusieron la junta de Burgos, eran todos caballeros cortesanos, mejor +avenidos con los festines y torneos que con el rigor de los combates, +y que preferían vivir pacífica y sosegadamente bajo el gobierno de un +extraño a exponerse a los riesgos de la guerra, irritando a un monarca +tan poderoso y esforzado como el de Aragón. + +Así se pasaron algunos días, hasta uno en que ya cansada doña Urraca +de las diversiones de la capital, dispuso salir a caza con todo el +aparato correspondiente. La corte entera se puso en movimiento: todos +los caballeros apercibían sus caballos y perros, y los monteros se +desafiaban unos a otros sobre quién haría alarde de más destreza y +fuerza en la próxima cacería; diversión en aquellos tiempos propia +solo de los príncipes y grandes señores, quienes no perdonaban gastos +para hacerla con toda la ostentación posible. Las damas, que a caballo +asistían también a amenizar el espectáculo, se esmeraban en los +vestidos y sombrerillos, procurando cada una sobrepujar a las demás en +gala y bizarría; y la reina, no menos que las otras, se ocupaba también +en sus adornos, con el mismo ahínco, o acaso más, que hubiera podido +hacerlo en el negocio de estado de la mayor importancia. + +Llegó por fin el día señalado, y desde antes del amanecer empezaron a +oírse los ladridos de los lebreles, el relinchar de los caballos y el +alegre son de las cornamusas. + +Caballeros y damas, todos con vestidos de fondo verde, con adornos +y plumas de diferentes colores, conforme al gusto e inclinaciones de +cada uno, se reunieron en el alcázar para acompañar a la reina, quien +no tardó en presentarse tan bizarra con su vestido de caza que excitó +un murmullo general de admiración en los cortesanos, pues, para no +faltar a la verdad, nos es preciso decir que según la crónica no bastó +su alta dignidad a ponerla a cubierto de las críticas observaciones +de las señoras de Castilla. Quién de estas hallaba el vestido muy +largo; quién muy corto; una sobrecargado de adornos al paso que a otra +le parecía harto pobre; esta decía que el color era poco a propósito +para favorecer el rostro de la reina, y aquella que las plumas de la +gorra o sombrerillo eran demasiadas: en resumen, desde la punta del +calzado hasta el último adorno de la cabeza de la reina sufrieron el +más severo de los exámenes. Todo esto debe entenderse en voz baja, +y con el suficiente recato para no ser oídas de doña Urraca, pues a +su presencia o callaban o se deshacían en elogios bien poco sinceros. +Los de los hombres lo eran más, y tal vez por esta causa crecía el +descontento de aquellas damas, porque sabido es que no pueden perdonar +que otra mujer parezca bien a su amante estando ellas presentes, aunque +sea una reina. Una sola entre todas no tuvo motivo de queja, porque su +amante, enteramente ocupado en contemplarla, no hizo siquiera reparo +en la reina, y esta fue doña Leonor, de quien Hernando estaba cada día +más prendado; verdad es que también el primer cuidado de la camarera, +cuando entró en el salón acompañando a su señora, fue buscar a Hernando +para ver qué efecto le hacían sus gracias en aquel nuevo traje, y como +le halló con los ojos clavados en ella, en la actitud de un hombre que +está en éxtasis, no pudo menos de ruborizarse; pero quedando al mismo +tiempo muy satisfecha interiormente. + +Lucidísima fue la comitiva que salió de Burgos con la reina, y todos +con gran júbilo y algazara (en cuanto lo permitía la presencia de doña +Urraca) se dirigieron a Vivar, aldea de la montaña, célebre por haber +dado su nombre al Cid Campeador, en la cual debía darse principio a la +montería. Hallábase en ella preparado el desayuno para la reina y las +personas de más cuenta en un magnífico pabellón arabesco, dispuesto +con el mayor gusto, y para la generalidad de los cazadores en el campo +mismo. Oíanse entre tanto los gritos de los ojeadores que de gran +distancia venían estrechando su círculo para reunir las reses en un +corto espacio de terreno; y los bramidos de las acosadas fieras hacían +resonar los ecos de las profundas cavernas de los montes. + +Pocas serían las damas de nuestro siglo a quienes la idea sola de +presenciar la caza de jabalíes no asustase, pues en cuanto a encontrar +una que quisiera tomar un venablo y atacar a la fiera, aun cuando otras +heridas la hubiesen ya postrado, la empresa nos parece tan difícil que +raya en lo imposible. + +Sin embargo, el mismo clima, la misma tierra habitaban las españolas +del siglo XII que las del XIX. + +Pero tal es la fuerza de la costumbre o, por mejor decir, de la +educación, que llega a veces a hacerse superior a la misma naturaleza. +Nuestra augusta cazadora fue la primera a apresurar el momento de dar +principio a la diversión, y en el transcurso de aquel día dio varias +pruebas de valor y destreza, que la atrajeron no pocos vítores y +aplausos de sus vasallos. La mañana se dedicó enteramente a hacer la +guerra a los jabalíes, y la tarde se destinó contra los ciervos, por +ser caza que podía hacerse a caballo. Excusado será decir que doña +Leonor no se apartó ni un momento de la reina, y que Diego López y +Hernando de Olea, como encargados de su guarda, tampoco la perdieron +de vista. En particular este último, que iba encontrando mucho placer +en su encargo, siempre tenía un pretexto para estar más próximo a la +camarera que a la reina: ya era que respetaba demasiado a doña Urraca +para entablar conversación con ella, o que aquel honor era debido +más bien a don Diego que a él. En resumen, el amor, como todas las +pasiones, era en él dominante, exclusivo e incapaz de ocultarse, y +si hubiera encontrado expresiones a propósito con que declararse, es +indudable que lo hubiera hecho al momento. + +Habíase ya puesto el sol e iba a terminarse la cacería con la muerte de +un desdichado ciervo, a quien los perros acosaban muy de cerca, cuando +hallándose en lo más intrincado del monte la reina con su camarera, el +señor de Nájara, Hernando y un corto número de personas de la comitiva, +se aparecieron de repente y como por ensalmo a alguna distancia, una +porción de hombres que más que tales parecían fieras. Vestían una +especie de calzón de piel de oso hasta media pierna; una túnica o +pellico de lo mismo les cubría desde los hombros hasta las rodillas; +media cara iba oculta con un antifaz también de piel, y su calzado eran +unas abarcas del mismo material. Defendíales la cabeza un casquete de +red de hierro, y sus armas consistían en una espada, un chuzo y tres o +cuatro dardos arrojadizos. + +—Jesús sea conmigo —exclamó doña Leonor deteniendo al mismo tiempo su +caballo. + +—¿Qué es eso, Leonor? —preguntó la reina haciendo lo mismo. + +—Mire Vuestra Alteza aquellas visiones —contestó aquella. + +Y don Diego López la atajó, diciendo: + +—O yo me engaño o aquellos son almogávares. + +—No os engañáis, don Diego, ellos son; conozco a esos montañeses +perfectamente, y a fe, a fe, que no sé qué querrán en Castilla esas +aves de rapiña naturales de la corona de Aragón —añadió Hernando. + +La reina, que ya empezaba a sobresaltarse, mandó que inmediatamente +se le explicase qué gente era aquella, a lo cual Hernando satisfizo +diciendo que los almogávares eran una tribu oriunda de los Pirineos, +que servía a los reyes de Aragón en calidad de tropas ligeras, y que +cuando este príncipe no los tenía empleados, se ocupaban en talar las +tierras de los moros, y aun las de los cristianos si a mano les venía. + +—Me parece —dijo Leonor— que sería prudente que Vuestra Alteza se +retirase. + +—¿Y por qué, señora? —preguntó el de Olea—: somos cinco caballeros... + +—Lo erais —interrumpió la reina, advirtiendo entonces que durante +su conversación habían desaparecido los caballeros de Burgos que la +seguían. + +—Tiene Vuestra Alteza razón —repuso el de Nájara—: solos hemos quedado +este caballero y yo. + +—Bastantes somos —contestó Hernando. + +—Estáis desarmados —exclamó la reina, pálida ya de temor como un +cadáver—. Volvamos atrás. + +Sea que doña Urraca se hubiera adelantado demasiado a sus cortesanos +en el ardor de la caza, sea que estos se hubiesen ido retrasando +casualmente o de intento, lo cierto es que en el momento crítico de que +hablamos ni aun se alcanzaban a oír las voces de los monteros, y solo +se percibía confusamente el agudo sonido de la cornamusa. + +Por más valientes que fuesen Diego López y Hernando de Olea, no era +posible, a menos de estar locos, que apeteciesen entrar en combate con +cerca de veinte hombres (que tal era poco más o menos el número de +los que vieron desde luego) hallándose sin más armas que su espada, +cuchillo de monte y venablos, y cubiertos del simple vestido de paño +verde; y así es que cedieron sin repugnancia a la proposición de la +reina, y volvieron la espalda a los almogávares que ya se les habían +acercado a tiro de piedra. + +¿Pero cuál fue la sorpresa de los caballeros y el pánico terror de las +damas, cuando al emprender su retirada vieron que les interceptaban el +paso otros tantos o más montañeses que los que tenían por delante? + +—Que me maten —dijo el señor de Nájara— si no estamos cercados por +estos salteadores de profesión. + +—Dos mil diablos sean con ellos y toda su casta —añadió el de Olea +echando mano a la espada—: solo nos queda este camino. + +—Y nosotras —exclamó la reina—, ¿qué hemos de hacer? + +—Caballeros —dijo doña Leonor, dirigiéndose particularmente a +Hernando—, reflexionad lo que vais a hacer; la menor provocación de +vuestra parte a esos miserables, puede costarnos a todos las vidas. + +—Antes morderán el polvo algunos de ellos —respondió furioso el amigo +de Candespina. + +—¿Y eso podrá resucitarnos? —preguntó doña Urraca—: os prohíbo sacar la +espada sin orden mía. + +No tuvo tiempo de decir más, porque los almogávares, que por todas +partes se habían ido presentando, después de formar un círculo en torno +de los acuitados cazadores, fueron estrechándolo sucesivamente hasta +acercarse tanto a ellos que podían oír perfectamente su conversación. + +La reina entonces, sacando fuerzas de flaqueza, animada tal vez con el +mismo peligro, se dirigió a ellos, mandándoles que dejaran paso franco +a la reina de Castilla. En vez de responderla como era debido, uno de +aquellos salvajes, con voz bronca y desentonada le preguntó: + +—¿_Sou vos la reina_? + +—Yo soy, villanos, apartaos y dejadme paso. + +—_No pot sé_ —contestó el mismo montañés; y dando un agudo silbido se +arrojaron todos sus compañeros sobre doña Urraca y su escasa comitiva, +sin dar tiempo a los dos caballeros para hacer uso de sus armas; si +bien es verdad que no anduvieron bastante ligeros para evitar que +Hernando atravesase a uno de parte a parte con su venablo. + +Un grito que dieron la reina y su camarera fue el único que interrumpió +el silencio de aquella extraña y desventurada escena. Los almogávares +parecían mudos, y ni López ni Olea estaban para conversaciones. + +Doña Urraca y Leonor, a quienes se mandó expresamente quitarse el +calzado, lo hicieron por no exponerse a que lo ejecutasen por sí mismos +sus bárbaros enemigos, y en seguida hubieron de ponerse uno igual al +de estos, y una túnica de piel que no se diferenciaba de la de los +montañeses en otra cosa más que en la longitud, pues las cubría desde +los hombros hasta un poco más abajo de media pierna; y a más tuvieron +que quitarse los sombrerillos y dejar el pelo suelto sin tocado alguno. + +También al señor de Nájara y a Hernando les obligaron a vestir un traje +igual al suyo, contentándose con exigir al primero su palabra de honor +y fe de caballero de que no se escaparía ni pronunciaría en todo el +camino una sola palabra, sin permiso del que parecía ser el capitán +de aquella banda; la misma proposición hicieron al segundo, pero él, +furioso, se negó a todo, por lo cual le maniataron y pusieron un lienzo +en la boca. + +Lloraban doña Urraca y Leonor; Diego López cabizbajo y mudo, parecía +como enajenado; y a través de la especie de mordaza que llevaba el +pobre Hernando se hubiera creído oír las maldiciones que echaba a la +suerte, no tanto por su desgracia, cuanto por la de la señora de sus +pensamientos. Tal era la situación de la que un cuarto de hora antes se +creía señora de Castilla, y la de sus cortesanos más favorecidos. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO VIII + + +Si hemos conseguido inspirar con esta narración algún interés a +nuestros lectores, sin duda recordarán la junta de los caballeros +burgaleses en el palacio episcopal, y que se separaron, tomando el +conde don Pedro Ansúrez a su cargo proponer los medios para devolver a +don Alfonso su fugitiva esposa. + +No ignoraba el conde que, a pesar de la decisión que todos manifestaron +de usar de la fuerza cuando no hubiese otro arbitrio para conseguir +su fin, no podía sin embargo contar con el más exacto cumplimiento de +tal oferta; pues el motivo más poderoso que la mayor parte de aquellos +nobles había tenido para unírsele era el deseo de evitar una guerra. +Esta consideración fue la base de su conducta. Salió pues de Burgos +para Soria el día inmediato al de la junta; avistose con don Alfonso, y +de acuerdo con él, dispuso que una tropa de almogávares fuese con todo +secreto y celeridad a situarse en las montañas vecinas a la capital +de Castilla. Desde luego era de presumir que la reina no dejaría de +visitar los alrededores de la corte; y por otra parte contando, como +el conde contaba, con muchos partidarios en el mismo alcázar, le era +fácil disponer por sí mismo la ocasión que deseaba. En efecto, algunos +cortesanos de la facción aragonesa en el fondo, aunque en la apariencia +adictos a doña Urraca, manifestando no temer ningún peligro, y bajo +pretexto de despreciar a los enemigos, eran los que más fomentaban +las intempestivas fiestas que se dieron en Burgos, y por último, +promovieron la cacería que tan cara costó a la reina. + +Los almogávares, entre los cuales, y con su mismo traje se mezclaron +por precaución algunos caballeros aragoneses, recibieron las más +estrechas órdenes de no ofender en su persona a la reina ni a ninguno +de los individuos de su comitiva, a menos que las circunstancias +hiciesen absolutamente indispensable usar de la fuerza; pues el +prudente Ansúrez no quería tampoco enconar los ánimos contra sí, ni +hacerse enemigos particulares por si los tiempos mudaban. A esto debió +sin duda Hernando de Olea que los feroces montañeses no vengaran +cruelmente la pérdida del compañero que les mató con su venablo, y, +para decir lo cierto, el origen de su impunidad fue más bien que los +caballeros aragoneses disfrazados de almogávares se interpusieron +entre él y los camaradas del muerto, que no el respeto de estos a sus +promesas. Como quiera que sea, luego que los prisioneros hubieron +vestido el traje de sus vencedores, precaución que se adoptó para +que en caso de encontrar en el camino con algún destacamento de las +tropas del conde de Candespina o sus parciales no fuesen conocidos, +se pusieron en marcha, montadas las señoras y a pie los demás, y +caminaron con una celeridad increíble. Diego López y Hernando de Olea +eran hombres acostumbrados a todo género de fatigas; pero apenas +podían seguir a sus conductores, que trepaban por las breñas con la +misma ligereza que hubiera podido hacerlo la más suelta cabra. Tres +o cuatro leguas andarían aquella noche, siempre por la sierra, sin +seguir ninguna vereda, y por parajes en donde apenas podían sentar el +pie los caballos de Doña Urraca y Leonor. Tan pronto atravesaban un +torrente como veían a sus pies un horroroso precipicio, y más allá se +metían en un angosto y profundo desfiladero. La noche era oscura; desde +el principio de ella empezaron a amontonarse las nubes; y por fin +descargó sobre los desgraciados presos una horrible tempestad. + +Que el lector se imagine ahora la situación de una reina de Castilla en +medio de un despoblado, cautiva en poder de unos bandidos y expuesta +al furor de los elementos que también parecían conjurarse en su daño, +y decida si con razón iba entre sí lamentándose de su suerte que ni +suspirar la dejaba libremente; pues tal era el temor que tenía de +contravenir a las órdenes de los almogávares que no profería ni un +ay. Los montañeses, gente familiarizada con semejantes escenas, no +parecían inquietarse por nada de cuanto sucedía, y según el tono con +que hablaban podían los prisioneros creer que iban contentos; porque +en cuanto a su conversación, que toda era en el dialecto catalán, nada +entendían de ella. + +Por fin, después de bastantes horas de camino y sereno ya el cielo, +llegaron a una pequeña aldea en donde estaba el conde don Pedro +Ansúrez con varios señores aragoneses, algunos de sus parciales y +una respetable escolta de hombres de armas. Aunque no se presentó +aquella noche a la reina, dispuso que se alojara esta señora en la +casa más cómoda que había en el pueblo, hizo que se la diesen vestidos +correspondientes a su clase y que se tuvieran con ella y su camarera +las mayores consideraciones: mas no por esto descuidó el asegurarse de +su persona rodeando el alojamiento de soldados que a nadie permitían +entrar ni salir en él sin una contraseña especial del conde. + +En cuanto a Diego López y Hernando de Olea, se les depositó en las +casas capitulares bajo la competente guarda, tratándoles en lo demás +con todo decoro. + +Decir que ni la reina, ni Leonor, a quienes no se separó, no pensaron +siquiera en dormir aquella noche, sería excusado, pues es fácil de +presumir que su extremada agitación no se lo permitió. Una y otra +pasaron la noche tan pronto lamentando su mala suerte como haciendo +conjeturas sobre lo futuro, o recordando con dolor los breves instantes +de la dicha pasada. Amaneció por fin, y a poco un gentil hombre del +conde Ansúrez se presentó a pedir a la reina audiencia para su señor. + +—Decid al conde —contestó doña Urraca— que una prisionera como yo, una +persona a quien se prende en medio de un monte como a un vil salteador, +no tiene voluntad; y así puede venir o no venir según sea su gusto. + +—Crea Vuestra Alteza —replicó el mensajero— que el conde mi señor... + +—Es un traidor. + +—¡Señora! + +—Hidalgo, si os merece alguna consideración la hija de Alfonso VII de +Castilla, idos en buen hora y no abuséis de mi paciencia. + +—Obedezco. + +Y fuese a dar su respuesta al conde, quien oyéndola exclamó: + +—Es natural: no esperaba yo menos de su colérica condición; pero no +importa, es preciso que yo la vea. + +Resuelto, pues, a sufrir con paciencia la descarga de injurias que +indudablemente iba a caer sobre él, no dejó pasar muchos instantes sin +presentarse en la habitación de doña Urraca, y entró en ella con un +aire de respeto y sumisión que a cualquiera que ignorase lo ocurrido +hubiera hecho creer que la reina no tenía vasallo más dispuesto a +obedecerla que él. + +La reina le miró con un ceño capaz de desconcertar a cualquier otro, +mas él, sin turbarse, hincó una rodilla ante su señora, diciendo: + +—Vuestra Alteza tiene a sus pies... + +—Al que fue mi ayo en la niñez, al que debía ser ahora mi vasallo y es +un vil instrumento de mi mayor enemigo. + +—Señora —continuó el conde sin alterarse—, las apariencias pueden +condenarme... + +—¿Las apariencias no más? —interrumpió furiosa la reina—. Decid, pues, +conde vil, mal caballero, vasallo desleal, decid: ¿Quién me arrancó +de mi corte? ¿Quién me puso en manos de esos miserables que me han +conducido hasta aquí? + +—Alfonso de Aragón —contestó el conde dejando la humilde postura en que +había permanecido hasta aquel momento, pero conservando siempre su tono +respetuoso—, un esposo, señora, es quien os ha traído aquí, no yo. + +—¿Mi esposo? Contará sin duda añadir este triunfo a sus hazañas: este +nuevo florón a su corona imperial. + +—Vuestra Alteza desconoce las verdaderas intenciones de don Alfonso: +yo, a quien honra con su confianza... + +—Y la merecéis. Sería injusto si no os la diese: por él abandonáis a +vuestra reina; por él sacrificáis la infeliz Castilla a sus ambiciosas +miras; por él mancilláis el honor de los infanzones... Conde, +concluyamos; vuestra presencia me es odiosa, no puedo menos de miraros +como a un verdugo vendido a mis enemigos. Decid pronto lo que os hayan +mandado. ¿Qué nueva prisión es la que me destinan? + +—Lejos, señora, de preparar a Vuestra Alteza prisión ninguna, deseoso +el rey de Aragón de reparar la dureza... + +—La crueldad, diréis mejor. + +—Sea como Vuestra Alteza quiera, lo cierto es que el rey don Alfonso +no trata de aprisionaros de nuevo. Quiere que su esposa vuelva a ser +el ornato de su corte; quiere que reine entre él y doña Urraca la +armonía que nunca hubiera debido interrumpirse. ¿Quién con más derecho +que yo, que he dirigido los primeros pasos de Vuestra Alteza, y que +me glorío de haberla servido desde que nació, podría encargarse de +esta reconciliación? Vuestra Alteza está ofendida, y me ha llenado +de injurias que pocos de mis iguales tolerarían: yo las olvido. Solo +suplico, puesto de nuevo a los pies de mi reina, que cediendo por su +propio interés a mis consejos, prescinda de los medios que para evitar +mayores males ha sido preciso emplear para sacarla de Burgos, y que +depuesto todo rencor se reconcilie de buena fe con su esposo. Estos, +señora, son mis deseos; y si para satisfacción de Vuestra Alteza es +necesaria mi vida, pronto estoy a sacrificarla. + +—Hubo un tiempo, conde —respondió sosegadamente la reina—, en que pude +creeros sincero. Hoy vuestras mañosas palabras no lograrán convencerme. +Sin embargo, aún os queda un medio de justificaros. Escuchadme +atentamente, don Pedro: entre Alfonso y yo no puede haber nunca paz +mientras vivamos unidos; y tengo motivos de creer que no está lejos el +momento de separarnos para siempre. Si queréis pues cumplir con vuestra +obligación, volvedme a Burgos. + +—Imposible, señora; mis juramentos me lo prohíben, y aun cuando yo +quisiera... + +—Basta: retiraos, y sabed que no debéis esperar más de mí que lo que +como prisionera no pueda negaros. + +—¡Señora!... + +—Retiraos digo; Leonor: esta es la nobleza de Castilla. + +—¡Ah, señora! —dijo la camarera luego que el conde salió—, no todos son +como ese pérfido. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO IX + + +Difícil sería describir la turbación que causó en Burgos el rapto de la +reina a las personas que no estaban iniciadas en la trama de don Pedro +Ansúrez con los nobles y clérigos de aquella ciudad; pero es preciso +confesar que no produjo verdadero sentimiento más que en los soldados +de Diego López, quienes apenas recibida la noticia, salieron en busca +de su caudillo, capitaneados por un don Pedro, hermano del señor de +Nájara. + +Así que Álvar Fáñez se vio libre de ellos, hizo proclamar rebeldes en +nombre de don Alfonso a cuantos siguiesen el partido de Candespina; +cerró las puertas de la ciudad y se apercibió para defenderla en +caso de que los soldados de Nájara regresaran e intentasen entrar en +ella por fuerza: mas todas sus disposiciones fueron excusadas, pues +informado el conde de Candespina por Pedro López de lo acaecido en +Burgos, y sabiéndose ya que la reina estaba en Soria en poder de su +marido, le mandó que marchase a reunirse con él en las cercanías de +esta ciudad que intentaba asediar. + +La aciaga cacería de Vivar destruyó en un momento la obra que con +tanto riesgo personal había llevado a cabo don Gómez; pero su ánimo +incontrastable no por eso desmayó. Llegadas las cosas al punto en +que estaban, no le era ya posible retroceder, y por más desigual +que pudiese parecer la lucha entre el poderoso monarca de Aragón +y un vasallo de la corona de Castilla, el conde de Candespina no +quiso renunciar a sus pretensiones, que a la verdad no carecían de +fundamentos. + +Los grandes de Galicia, a cuyo frente se puso don Diego Gelmírez, +obispo de Santiago y sobrino del pontífice Pascual II, excitados por +el amor a la independencia nacional y el odio a los aragoneses, se +sublevaron contra don Alfonso, pretextando que tenían por inválido su +matrimonio con doña Urraca, en razón del parentesco de ambos consortes; +y proclamaron a don Alfonso de Castilla, hijo de doña Urraca en su +primer matrimonio con el conde de Galicia, y entonces de corta edad. +Esta nueva facción, que en adelante hizo no poco daño a doña Urraca, le +era sin embargo favorable en aquella época, llamando la atención de su +marido a diversos puntos, y debilitando por consiguiente sus fuerzas. +Como es de suponer, el conde no descuidó ponerse en comunicación con +los gallegos insurreccionados; estos enviaron sus embajadores al papa +para tratar de la invalidación del matrimonio de la reina; y rota ya la +barrera, la mayor parte de los nobles de Castilla tomaron las armas +para sacudir el pesado yugo de los aragoneses. En poco tiempo se reunió +alrededor de Soria un poderoso ejército castellano que bloqueó la +plaza, y don Alfonso, que desmintiendo en aquella ocasión su conocida +actividad militar se descuidó en reunir competente número de tropas, +hubo de limitarse a estar encerrado en la plaza, sufriendo que a su +vista ondeasen tranquilamente los pendones de los que llamaba rebeldes. +En aquella ocasión se juntó la flor de Castilla; pero como nuestro +propósito no es escribir circunstanciadamente la historia de esta +época, omitiremos hacer una descripción prolija, y tal vez fastidiosa, +del ejército de los nobles; y no hablaremos más que de los que han de +ocupar algún lugar en el resto de nuestra narración. + +Eran de estos los principales el conde de Candespina, a quien ya +conocemos, y don Pedro de Lara, señor poderoso, pero de muy distintas +cualidades que aquel; ambicioso en demasía, tenía todos los demás +vicios que de este dependen; y sobre todos un orgullo sin límite, +y poca delicadeza en la elección de los medios para llegar al fin +que se proponía. Don García, obispo de Burgos, prelado de virtudes +verdaderamente evangélicas, autorizaba con su presencia aquel campo, y +le seguían no pocos eclesiásticos, cuya influencia en el pueblo era de +la mayor importancia. + +Don Alfonso hizo en público a la reina una acogida tan cariñosa como si +se hubieran separado por alguna circunstancia imprevista, y fuera el +amor conyugal y no la fuerza la que volvía a reunirlos; pero en secreto +la reprendió severamente por su fuga, amenazándola de que usaría, si +en lo sucesivo no variaba de conducta, de su autoridad como marido +y poderío como rey de Aragón. Otra mujer más prudente hubiera acaso +contemporizado con su marido, no permitiéndole las circunstancias +obrar de otro modo; mas doña Urraca, demasiado irascible, trató a don +Alfonso con una acrimonia que solo sirvió para empeorar su situación. +El rey de Aragón, no atreviéndose a usar de su poder abiertamente, +y escarmentado del suceso de Castellar, renunció a tomar medidas +violentas cuyo efecto, le manifestó el conde de Ansúrez, no podría +ser otro más que el de enajenarle enteramente los ánimos de los mal +contentos castellanos y fortificar el partido de la reina; mas no +por eso mejoró esta de posición, pues si bien continuó viviendo con +su esposo, tratada en lo exterior como a su alta dignidad convenía, +también fueron separadas de su lado cuantas personas se tuvieron por +afectas a ella. El conde de Ansúrez, con el título de mayordomo mayor, +era una especie de carcelero de Su Alteza; y toda su nueva servidumbre, +compuesta de personas vendidas al mayordomo, un enjambre de espías +destinados a evitar todo género de comunicación de doña Urraca con +sus amigos. Sin embargo, nada fue tan sensible a la reina como verse +privada de su fiel camarera, la bella Leonor de Guzmán, a quien de +orden del rey se puso en reclusión en un convento de religiosas de la +ciudad de Soria. Única persona que había llegado a conocer a fondo a +doña Urraca, Leonor le era tan necesaria para mitigar sus penas como +para ayudarla a sobrellevar el peso de su insípida y monótona vida; +y por lo mismo el conde de Ansúrez, que además temía los talentos y +penetración de la camarera, tuvo buen cuidado de alejarla de sí. + +En tanto que doña Urraca pasaba triste y pesarosa su vida en los +dorados hierros de su palacio, Leonor, en el silencioso retiro de un +claustro, dirigía continuamente sus ruegos al que todo lo puede, para +que mejorase sus horas y las de su señora, a quien, a pesar de todos +sus defectos, quería entrañablemente; y debemos decir como fieles +historiadores que los campeones de Castellar tenían no poca parte en +sus oraciones, especialmente el intrépido Hernando, quien tan generosa +y temerariamente había puesto en riesgo su vida por defenderla cuando +fue presa con la reina en las cercanías de Vivar. + +Don Diego López y Hernando de Olea, presos en la cárcel de Soria y +custodiados con la más activa vigilancia, aunque en honor de la verdad +tratados en lo demás como era debido a su nobleza y valor, sufrían +todos los tormentos inseparables de la doble incertidumbre en que +vivían, tanto de su suerte futura, como de la situación de la reina y +estado de los negocios del conde de Candespina; pues sus carceleros, +aragonés el uno, y criado del conde de Ansúrez el otro, guardaban el +más profundo silencio con ellos, alegando cuando les hacían alguna +pregunta órdenes superiores que tenían para no contestar a ella. + +Diversos eran los pareceres en el consejo de Alfonso sobre la suerte +que debía caber a los dos nobles cautivos: los aragoneses que eran más +encarnizados enemigos de Castilla y aquellos castellanos que habiéndose +ya comprometido en el partido del de Aragón solo podían esperar salud +en el triunfo de este opinaban que se les decapitara, cosa, decían, +que el rey puede hacer sin escándalo, pues han sido rebeldes al que +como esposo de doña Urraca es su legítimo soberano; emitiendo el mismo +principio, pero siendo más generosos y tal vez más políticos, otros +caballeros de Aragón decían qué aun cuando Su Alteza podía legalmente +hacerlos castigar como traidores, sin embargo era más conforme a su +grandeza y magnanimidad, y más conveniente a sus mismos intereses, no +usar con ellos de todo el rigor de su justicia, pues por más que fuese +merecido aquel castigo, siempre sería muy pesado para la grandeza de +Castilla ver que el rey de Aragón trataba así a dos de sus miembros. +Quien tenía la balanza en aquel negocio, como privado del rey, era +don Pedro Ansúrez, y este era demasiado prudente y astuto para dar un +paso de tal importancia, ya que para siempre le cerraría la entrada de +Castilla, si triunfaba el partido de la reina, al haber tomado parte +en la ejecución de Hernando y de don Diego, quienes en su prisión +ignoraban absolutamente cuanto sobre ellos se trataba. + +El paciente don Diego López llevaba con resignación aquella +calamidad, contentándose con rogar a Dios le sacase de ella; mas el +iracundo Hernando, incapaz de sufrimiento, no reposaba un instante. +Su imaginación le presentaba ya el cadalso a que le seguían sus +compañeros, ya una oscura prisión en que como él gemía su amigo don +Gómez; pero sobre todo las delicadas manos de la bella Leonor cargadas +de pesados hierros era la idea que más le atormentaba. Entregándose +otras veces a la más ciega esperanza, veía triunfantes las armas de +Candespina, creía arrancar con sus propias manos a Leonor del poder +de los satélites aragoneses; y la más dulce, la más grata de las +recompensas que podía imaginar, era la mano de su dama. Ora prorrumpía +en terribles maldiciones contra su destino, ora, y eran las más +veces, imploraba uno después de otro a todos los santos del cielo, +ofreciendo a este una novena, a aquel una misa para que milagrosamente +le sacaran de allí. El señor de Nájara oía tranquilamente sus +arrebatadas expresiones, o sus ruegos, y acababa siempre exhortándole +a la paciencia, único recurso en verdad que entonces tenían, pero +que Hernando no podía tomar a menos, decía él, que no le hiciesen +enteramente de nuevo. + +—Decid lo que queráis, don Diego —le decía Hernando—, decid lo que +queráis, pero yo jamás podré acostumbrarme a vivir encerrado entre +cuatro paredes. + +—Os han de acostumbrar por fuerza —replicó el de Nájara. + +—Noramala nos acordamos de cazar. Lo que más me mata es ignorar +absolutamente qué es de la reina, de don Gómez y de..., de doña Leonor. + +—La reina estará o presa, o en su palacio. + +—Sí; por fuerza en alguna aparte estará, y no deseo yo a Su Alteza +que esté como nosotros. Os juro por el santo de mi nombre que estoy +desesperado. + +—Y yo os lo creo, Hernando, sin que juréis; pero hiciérades mejor en +sosegaros, que llevándolo con paciencia ganarais al menos para con Dios. + +—Sí; bueno es rogar a Dios, pero mejor sería ayudarnos nosotros en +algo, pues estándonos así siempre... + +—¿Y está en nuestra mano hacer otra cosa? + +—Parece que no; pero discurrid a ver si encontráis algún medio para +salir de aquí. + +—Que nos abran las puertas, y... + +—El día que se abran acaso será para sufrir en un cadalso... + +—Dios nos defienda: mas hágase su voluntad. + +—Amén, amén; pero veamos, ¿no se podrían forzar los hierros de esta +reja? + +—A menos que por un milagro no tengáis de repente las fuerzas de Sansón. + +—Cuerpo de mí; ¿y dos hombres que saben manejar lanza y espada han de +morir aquí como perros? Más valiera que aquellos almogávares hubieran +concluido con nosotros. + +—Quién sabe. Tal vez el cielo nos prepara mejor suerte de la que +pensáis. + +—Tal vez, y entonces han de pagar aquel maldito día en que nos dejamos +coger como en ratonera; si las armas de los leales llegan a sacarnos +de aquí, si una vez vuelve mi brazo a blandir la lanza, ¡ah, señores +aragoneses!, ajustaremos nuestras cuentas y no habéis de salir +alcanzados en golpes; no. + +—Norabuena: más quiero veros así. + +—Oíd, don Diego, veis estos malditos vestidos de pieles que nos +pusieron aquellos salteadores, los he conservado ambos desde aquel día; +y hasta que se los haga poner uno por uno a todos los caballeros de +Aragón no he de sosegar. + +—¿Sabéis qué me ocurre? + +—¿Qué? + +—Que si una vez llegamos a poder salir de este encierro, esos vestidos +facilitarían nuestra fuga. + +—Cierto, si encontramos un medio... + +—Puede ser. + +—¡Dios mío!, y ¿cuál es? + +—Esperad: dejadme pensar un poco. + +—No; decid, decid, después pensaréis. + +—Se trata de... Silencio: son nuestros carceleros..., después +hablaremos. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO X + + +No se engañó don Diego; los que con su venida interrumpieron la +interesante conversación que con Hernando tenía eran sus carceleros, +que venían a traerles la comida. Entraron, como siempre, silenciosos +y comedidos en sus acciones, aunque adustos en el gesto; pusieron la +mesa, en la cual sirvieron una comida no mezquina, y aguardaron, sin +proferir una palabra, a que los prisioneros concluyesen de comer; cosa +que no fue larga, pues preocupado el uno con el proyecto que para +evadirse estaba formando, y ansioso el otro de saberlo, puede decirse +que apenas tocaron los manjares que tenían delante. Llegó, pues, la +para ellos suspirada hora de verse libres de la presencia de sus +carceleros, y luego que estuvieron solos, Hernando, impaciente por +enterarse del proyecto de su amigo, acumulaba pregunta sobre pregunta +y no dejaba proferir una palabra a don Diego, quien, acostumbrado a +proceder en todo con admirable pausa y prolijidad, no sabía tampoco qué +responder. Por fin, viendo el de Olea que nada sabría si no dejaba a su +compañero de cautividad tiempo para coordinar sus ideas y explicarlas +a su modo, hubo de contenerse y logró lo que tanto deseaba, que era +enterarse del plan formado por don Diego, cuyos pormenores omitiremos, +pues habiendo de hablar de su ejecución inmediatamente, sería ocioso +decirlo de antemano. Baste saber que mereció la aprobación de Hernando +en todas sus partes, y que en cuanto a él, solo temía el señor de +Nájara que lo echase a perder por excesivo ardor. + +Ya se ha dicho que a pesar de que se tenían con don Diego y Hernando +todas las consideraciones debidas a su calidad, eran sin embargo +aquellas compatibles con la estricta vigilancia necesaria para guardar +prisioneros de tal jerarquía; y por lo mismo se había prevenido a sus +carceleros que visitasen con frecuencia la prisión, con el objeto +de evitar que pudiesen ocuparse en forzar alguna reja o buscar otro +arbitrio para fugarse. La última de estas desagradables visitas +que solían recibir nuestros cautivos era pasada la media noche. +Los carceleros entraban ambos con su linterna, armados cada uno de +un puñal y daga: reconocían primero el aposento, y en seguida se +acercaban cautelosamente cada uno a la cama de uno de los dos presos +para asegurarse de que efectivamente estaban en ellas. Esta fue la +hora que los dos caballeros escogieron para poner en ejecución su +peligrosa empresa. Pasaron las que le precedieron en un profundo +silencio, interrumpido solo ya por un suspiro, ya por una exclamación +involuntaria y aislada, o por algunas frases de oración que dirigían al +cielo para que les fuese propicio en aquel trance. + +Lo más difícil para ambos era fingirse dormidos tan perfectamente que +sus carceleros no concibiesen sospechas y estuviesen desprevenidos; +pero al cabo, la indispensable necesidad de hacerlo y el importante +resultado que se proponían conseguir les ayudaron a verificarlo con +toda la propiedad que podía desearse. + +La una de la noche sería cuando el sordo ruido de llaves y candados +anunció la llegada de los carceleros; rechinó la pesada puerta +moviéndose sobre sus goznes, e iluminó el aposento la pálida y escasa +luz de las linternas: la respiración de ambos caballeros era igual y +sostenida, y ni el más perspicaz observador hubiera podido adivinar que +realmente estaban despiertos y luchando entre el temor y la esperanza. + +—Duermen —dijo el castellano al aragonés. + +—Para siempre había de ser —replicó este. + +—Calla, no despierten y lo oigan. + +—¡Qué han de oír! ¿No oyes como ronca el pelmazo de don Diego? + +«No tardaremos», dijo este entre sí, «en ver cuál de los dos lo es más». + +—Puede ser —replicó el primer carcelero, sin dejar de reconocer el +aposento—, puede ser que no tarden en verificarse tus deseos. + +—¡Hola!, conque... + +—Sí; dicen que los tratarán como merecen. + +—Es decir, que les cortarán la cabeza. + +—Eso mismo. + +«¡Perro!», iba a exclamar Hernando; pero venturosamente pudo contenerse. + +—No me pesaría —continuó el carcelero— que fuera pronto. + +Y en esto, según la costumbre que se ha dicho tenían, terminada +la requisa de la prisión, dejaron las linternas en el suelo y se +aproximaron cada uno a la cama de un prisionero. Si hubiera sido +posible ver el corazón de los dos caballeros castellanos en aquel +crítico momento, sin duda que sin dejarse de hallar en ellos el valor +que tan acreditado tenían en todas ocasiones, se hubieran visto la +agitación y la zozobra inseparables del hombre en el instante de la +ejecución de un proyecto arriesgadísimo, y del que dependen la libertad +y la existencia. Los carceleros, satisfechos de que sus presos dormían, +se volvieron ambos de espalda a los lechos de estos para dirigirse +a tomar sus linternas y marcharse; pero en el mismo instante ambos +caballeros se les arrojaron encima con no vista presteza, y asiéndoles +fuertemente del pescuezo dieron con ellos en tierra antes que pudieran +proferir palabra, ni volver en sí del asombro que tan repentino e +inesperado ataque les causó. + +—Si profieres un ay siquiera, eres muerto, miserable —decía Hernando al +carcelero aragonés, poniéndole la rodilla al pecho, y amenazándole con +su propio puñal que acababa de arrancarle, así como la daga; mientras +que don Diego, teniendo al suyo en una posición semejante, le intimaba +con sosegado continente que no se meneara si quería vivir. + +—Toda resistencia es inútil, esclavos —dijo don Diego—: ya estáis +desarmados, y los dos hombres con quienes tenéis que hacer valen algo +más que vosotros estando en circunstancias iguales como ahora. + +—Señor... —empezó a decir el que estaba a los pies de Hernando; pero +este le echó mano a la garganta, y se la apretó con tanta fuerza que le +hizo poner morado el rostro. + +—Silencio, perro —le dijo—; silencio o va tu alma adonde debe estar, +que es en los infiernos. + +—Tenedlo vos sujeto a ese —añadió don Diego—, y vos, hermano, levantaos +y tratad de desnudaros lo más pronto que sea posible si no queréis +probar el temple de vuestro propio puñal. + +Obedeció trémulo y consternado el carcelero a lo que se le mandaba; y +luego que hubo concluido volvió a echarse en el suelo, adonde don Diego +le ató pies y manos con las sábanas de su cama, tapándole la boca con +un pañuelo, de modo que no podía moverse ni pedir auxilio. + +La misma operación se hizo inmediatamente con el otro; pero fue +ayudándole su vencedor Hernando a despojarse de sus vestidos con +maneras harto desabridas, y haciendo brillar continuamente a sus ojos +el terrible puñal. + +El silencio de la noche, la escasa luz de las linternas, la terrible +agitación de los cuatro actores, y hasta la misma desnudez en que +quedaron dos de ellos, todo contribuía a dar a la singular escena que +estamos describiendo un aire de sombría originalidad más fácil de +concebir que de explicar. Desnudos pues ambos carceleros, y asegurados +en la forma que del primero se dijo, se disfrazaron Hernando y don +Diego con sus vestidos, sin olvidarse de las armas, ni menos del manojo +de llaves que uno de ellos llevaba; y en seguida tomando cada uno de +ellos un lío que de antemano tenían hecho y oculto, salieron de su +prisión encomendándose a Dios fervorosamente; y cerraron después las +puertas con las mismas precauciones que, para que quedasen seguros, +hubieran podido hacerlo los dos carceleros cuyo papel representaban. + +Ni Hernando ni don Diego habían visto de la cárcel en que estaban más +que el cuarto que les servía de prisión, fuera del día que entraron +en ella; pero la impresión que hizo en ellos aquel fue bastante para +que, ayudados con la luz que llevaban y marchando con precaución, +llegasen hasta el cuerpo de guardia, en el que los soldados dormían +sosegadamente: atravesáronlo sin que el que estaba de centinela se lo +estorbase, pues por el traje creyó ser los carceleros, y se pusieron en +la calle. + +Sin embargo de haber logrado esta dicha, su posición no dejaba de +ser de las más críticas: en Soria no tenían más que enemigos; y si +existía alguno que no lo fuese, para ellos era desconocido. Ignorando +absolutamente cuanto pasaba fuera de su prisión, no sabían si la reina +estaba o no en Soria, y aunque estuviese, pensaban con razón que +dependiendo de su esposo no podría serles de ninguna utilidad. ¿Qué +hacer? ¿A dónde dirigirse? ¿A quién pedir auxilio? Su fuga no podía +ignorarse por largo tiempo; y los de la facción aragonesa pondrían +en campaña un sinnúmero de satélites para buscar al señor de Nájara +y al amigo del conde de Candespina. Todas estas, y otras reflexiones +semejantes no menos embarazosas que desagradables, las iban haciendo +entre sí los dos fugitivos, alejándose a paso largo de su prisión, y +llevando por acompañamiento el ladrido de los perros, únicos vivientes +que a tales horas andaban por las calles. Después de caminar así un +cuarto de hora sin dirección marcada, dando vueltas por las calles +de la ciudad, llegaron a una estrecha callejuela a espaldas de una +iglesia; y pareciéndoles paraje seguro, se pararon en ella para tomar +aliento y decidir qué era lo que debían hacer. Empezaron por despojarse +de los vestidos de carceleros, ocultándolos entre un montón de piedras, +y ponerse los de almogávares que con este intento habían sacado de +la prisión; y después de haberse mutuamente propuesto y desechado +varios planes como absurdos unos e impracticables todos, careciendo +absolutamente de conocimiento del terreno y conexiones que pudieran +auxiliarles, resolvieron ponerse en manos de la Providencia y aguardar +que amaneciese, cosa que no estaba lejos, pues la noche se les había +pasado con presteza en medio de sus sobresaltos y trabajos para ponerse +en libertad. + +No tardó mucho en efecto en venir la aurora; cesó el monótono son de +los ladridos de los perros, y empezaron a abrirse las puertas de las +casas: pero no se veía salir de ellas al pacífico labrador dirigiendo +tranquilamente su yunta, sino a caballeros armados de punta en blanco, +seguidos de sus pajes y escuderos; a simples soldados cubiertos con +el morrión, embrazado el escudo y al hombro la pica; y a poquísimos +ciudadanos, que en el aire silencioso y abatido no mostraban el natural +desembarazo de los que exentos de penas caminan en su propia ciudad. + +Todo esto lo observaban nuestros dos amigos con no poca sorpresa, +admirándose al mismo tiempo de que nadie reparaba en su traje, que +aunque no podía ser extraño en pueblo donde hubiese tropas aragonesas, +era sin embargo por su naturaleza bastante a llamar la atención +del vulgo; pero en esta parte cesó su asombro, viendo a poco que +diferentes grupos de gentes vestidas como ellos, esto es, de verdaderos +almogávares, atravesaban la ciudad en diferentes direcciones; y si no +llevaban concierto marcial, porque en aquella tribu no se conocía, sin +embargo, la hora, las armas, y el aire presuroso y afanado, parecían +indicar que iban destinados a algún servicio militar. + +Los dos fugitivos resolvieron reunirse a uno de aquellos grupos y +seguirlo, pues al cabo de este modo llamarían menos la atención, y +acaso podrían encontrar medio de salir de la ciudad. Como cincuenta +de aquellos salvajes pasarían en banda cuando acababan de formar +Hernando y don Diego el proyecto dicho, y uniéndose a ellos sin vacilar +siguieron su movimiento, sin que ninguno los mirase ni reparara en +su aparición. Poco tardaron en verse en la muralla y puerta de la +ciudad: la banda hizo alto; su jefe conferenció algunos momentos con un +caballero que allí estaba, para recibir órdenes sin duda, y en seguida +salieron todos al campo con no poca satisfacción de los dos castellanos. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO XI + + +En tanto que pasaba en Soria lo que llevamos referido, ardía el +campo de los caballeros castellanos en continuas discordias. La poca +actividad de don Alfonso y la insurrección de Galicia, aumentando el +número de los conjurados, inspiraron a sus jefes sobrada presunción +y confianza. El orgullo aristocrático de cada uno de ellos hacía +que todos en particular creyesen o que eran acreedores al supremo +mando, o al menos que podían obrar libre e independientemente de +toda autoridad. El conde de Candespina era sin duda la persona a +quien con menos repugnancia obedecían, y tal vez la fuerza de la +opinión pública, que le era extremadamente favorable, y sus numerosos +vasallos y partidarios, hubieran bastado a asegurarle una dominación +tranquila, si el destino no le hubiese suscitado un terrible rival en +la persona del conde don Pedro de Lara. Envanecido este con los dones +de la fortuna, su ilustre nacimiento y la seductora presencia de que +la naturaleza le dotó, no podía sufrir la idea de que hubiera quien +en nada le fuese superior; pero escaso de la energía necesaria para +poder luchar a cara descubierta con don Gómez, objeto perpetuo de su +envidia, no descuidó ninguno de cuantos ardides y astucias se hallaron +a su alcance para perjudicarle en la opinión del ejército. Nada es más +fácil desgraciadamente que poner en oposición al que obedece con el que +manda: cuántas incomodidades y fatigas son anejas al ejercicio de las +armas; cuántas privaciones lleva consigo la guerra; y hasta la misma +lentitud que la fuerza de las circunstancias imprimía a las operaciones +de aquella campaña, fueron atribuidas mañosamente por los ocultos +emisarios del de Lara a incuria o impericia del supremo caudillo. + +El confuso y recatado murmurar del soldado, la taciturnidad de los +oficiales subalternos, y la jactanciosa altanería de muchos de los +caudillos, hicieron conocer a don Gómez que un genio enemigo de su +dicha y de la independencia de Castilla se ocupaba en trastornar sus +planes mejor combinados. La cólera y el dolor se disputaron la posesión +de su alma por algún tiempo; mas venció al fin la prudencia auxiliada +por el amor. Por el interés de la causa común y en beneficio de la +reina, resolvió sacrificar sus resentimientos: reunió un consejo, +manifestó en él las razones poderosas por las que no había juzgado +prudente hacer más que bloquear a Soria, y añadiendo que le parecía +harto pesada la carga del mando para llevarla solo, pidió que se le +diese un colega que alternase en él; y suplicó, a pesar de saber +los malos oficios que le debía, que este fuese el conde don Pedro +de Lara. El consejo convino sin grandes dificultades en el nuevo +nombramiento, y satisfecha por un momento la ambición del conde de +Lara, pareció que las cosas volvían a tomar un aspecto más sereno. +Los dos caudillos resolvieron de común acuerdo que cada uno de ellos +tendría el mando durante ocho días, sirviendo este tiempo el otro como +simple voluntario, para que de este modo pudiese haber más unidad en +las operaciones. Llegado el turno del conde de Lara, deseoso de ganarse +el amor de los soldados, y confiado en las pocas tropas que don Alfonso +tenía en Soria, lo primero que hizo fue mandar mover el campo para +estrechar el bloqueo y convertirlo según anunció en asedio, abandonando +por consiguiente las primitivas posiciones en las montañas que don +Gómez había tomado con el objeto de impedir la llegada de nuevos +tercios enemigos; cosa harto fácil conservándose dueño de sus angostos +desfiladeros, y casi imposible al contrario. + +Los soldados, prontos siempre a juzgar por las apariencias, aplaudieron +con entusiasmo lo que ellos llamaban el valor de su nuevo general; y el +conde don Gómez, fiel a su contrato, vio dolorosamente pero en silencio +perderse en un instante todo el fruto de su paciencia y talento. Siguió +empero la marcha del ejército; presenció como este se acampaba con +menos precaución de la que hubiera podido emplearse si el enemigo se +hallase a cien leguas; y previó la ruina completa de Castilla. + +Don Pedro Ansúrez, de quien no se dudará que tuviese espías en el +campo castellano, oyó con el mayor placer la noticia de la división +del mando entre los dos condes; pero su gozo llegó al colmo cuando +supo el imprudente movimiento de don Pedro de Lara. Volvieron a +renacer en su corazón las casi amortiguadas esperanzas del triunfo de +los aragoneses; y una circunstancia tan imprevista como feliz, vino, +por decirlo así, a sobrepujar sus más ardientes deseos. Hallábase una +mañana ocupado en el examen de varios papeles relativos a asuntos del +estado, envuelto en una especie de ropaje talar a manera de bata, de +color escarlata ricamente bordada en oro, y cubierta la cabeza con +un casquete del mismo color, cuando uno de sus criados se presentó +diciéndole que uno de los hombres de armas que estaban de guarda en las +puertas de la ciudad había venido a conducir a un castellano desertor +del campo enemigo, quien absolutamente quería hablar con el conde en +persona. Este, que no anhelaba otra cosa más que enterarse a fondo +de lo que pasaba en los reales de los grandes de Castilla, mandó que +entrase el prófugo sin demora, y se dispuso a emplear, para saber de +la verdad, su conocida y admirable astucia. Pocos minutos tardó en +hallarse el desertor en su presencia: era al parecer hombre de unos +cuarenta años de edad, de recia y nervuda complexión, y a pesar de que +en general su porte era grave y mesurado, se veía sin embargo en él +cierta humildad que denotaba bien a las claras no ser su nacimiento de +los más distinguidos; pero como quiera que sea, la tosca regularidad de +sus facciones y la fría tranquilidad de sus miradas denotaban un alma +intrépida y una conciencia tranquila, cosas bien opuestas a la justa +nota de infamia que siempre ha llevado consigo el vil que abandona sus +banderas. Todo esto lo observó el conde de Ansúrez en un instante: le +miró atentamente con aquel aire escudriñador y altanero, propio del +hombre constituido en alta dignidad con los que le son infinitamente +inferiores: el castellano conservó su aire sumiso aunque no abatido, +sufriendo con inalterable impavidez no solo aquella especie de examen +preliminar, sino también el interrogatorio que le siguió inmediatamente. + +Como es de presumir, quien rompió primero el silencio fue el conde, +diciendo así: + +—¿Quién sois? + +—Un castellano; mi nombre es Millán. + +—¿Érais soldado en el campo del conde de Candespina? + +—Sí, señor, su vasallo y criado años ha. + +—¡Santo cielo! —exclamó el conde pudiendo apenas contener su gozo—. +¿Criado del conde de Candespina? + +—Sí, señor, lo he sido mucho tiempo... + +—¿Y cómo habéis dejado su servicio? + +—Me afrentó; juré vengarme, y lo cumpliré. + +—¿Os afrentó? ¿Él, el conde de Candespina, tan decantado por su +justicia e imparcialidad? Algún motivo daríais para ello, hermano. + +—Ninguno, más que haber osado motejar su..., su traición al rey. + +—¿Y por eso solo os afrentó? + +—Por eso me mandó tratar como al más miserable de sus esclavos; por +eso he jurado tomar venganza de él; y por eso he venido a buscar a +Vueseñoría. + +—Norabuena; sosegaos que Dios mediante se lograrán vuestros deseos, y +el traidor pagará su delito. + +—Amén: la traición debe sufrir su pena. + +—Así será. ¿Cuándo salisteis del campo? + +—Esta noche. + +—¿Quién mandaba en él? + +—El conde don Pedro de Lara. + +—¡Hola! ¿El galante, el afeminado don Pedro? + +—El mismo. + +—¿Y sabéis vos cuáles son sus proyectos? + +—Los soldados dicen que asaltar a Soria. + +—Loado sea Dios, que le faltan las fuerzas y le sobra la presunción. +¿Ha dejado algún cuerpo de tropas en la entrada de los montes? + +—Ninguno. + +—No tiene el rey don Alfonso quien le sirva mejor que el bueno de don +Pedro. ¿Y qué hace en tanto el conde de Candespina? + +—Andar errante como un aventurero. + +—Mucho le gustan a su señoría los lances extraordinarios. + +—Si Vueseñoría me auxilia, yo le prometo proporcionarle uno bien +singular, y que podrá ser el último. + +—¿Cómo? + +—Trayéndole a Soria. + +—Mucho prometéis. + +—Más haré. + +—Lo veremos. + +Aquí suspendió el conde sus preguntas para entregarse al parecer a +una profunda meditación: se levantó de la silla y empezó a pasearse +lentamente por el aposento, parándose alguna vez para fijar la vista en +el soldado, quien impasible como una estatua no movía pie ni mano, ni, +como vulgarmente se dice, pestañeaba siquiera. Por fin, pasados algunos +minutos, tomó el semblante de don Pedro aquella expresión positiva que +denota haber decidido el camino que ha de seguirse en un asunto de +grande importancia; y volviendo a tomar el hilo de la conversación, +dijo a Millán: + +—Oídme, hermano, y haced bien vuestras cuentas: cualquiera que sea el +motivo por el que hayáis abandonado el campo de los rebeldes y venido +a uniros a los leales, vuestra suerte está asegurada si cumplís con la +obligación de un buen soldado; contentaos pues con esto, o si persistís +en la oferta de poner al traidor conde de Candespina en poder de su +rey, mirad qué garantías me ofrecéis... + +—Mi cabeza responde si no salgo con la empresa. + +—Acepto la fianza, y os ofrezco una buena recompensa si la lográis. + +—Ver aquí al conde es la única que apetezco. + +—Sea: yo me encargo de que no tengáis de qué quejaros si llegare a +venir. Pero veamos cómo pensáis poner en práctica el tal proyecto. + +—El conde, con un corto número de servidores, tiene su cuartel separado +del resto del ejército los días en que, como ahora, no está a su cargo +el mando; por la noche es extremada la vigilancia con que están los +suyos, mas apenas amanece, la mayor parte se echan a dormir. Treinta +hombres de armas guiados por mí podrían llegar hasta la misma tienda +del conde sin ser vistos, y entonces... + +—Estáis entendido. Seguidme. + +Y diciendo así, salió del aposento y condujo a Millán a otro en lo +más apartado de la casa, donde habiéndole hecho entrar lo cerró con +llave. En seguida puso un criado de centinela a la puerta con las más +estrechas órdenes para no permitir que ninguna persona se aproximara a +hablar con el castellano, y volvió a su gabinete, al cual hizo llamar a +diversas personas de las que en su servicio le merecían mayor confianza +para darles las instrucciones que en adelante se verán. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO XII + + +Extraordinario fue el movimiento que hubo en la posada del conde don +Pedro Ansúrez desde la llegada de Millán: todos los servidores del +privado tenían cada uno su particular comisión, sin que ninguno, +empero, supiera el motivo y objeto de lo que se le encargaba: mas esto +no era para ellos en ningún modo nuevo, pues casi siempre les sucedía +lo mismo. Lo singular es que don Pedro no pusiera en conocimiento del +rey una noticia de tanta importancia; pero su interés le aconsejaba +tenerla oculta por dos razones: primera, que decirla antes de haber +completamente ejecutado su designio era llamar mucho la atención hacia +Millán, haciendo que sobre él recayese todo el mérito de ella; y la +segunda, que en caso de frustrarse, siempre achacarían al conde no +haber puesto de su parte todos los medios conducentes para el logro. + +Sirviéronse a Millán las comidas regulares en el aposento que le servía +de cárcel, y ni él hizo la menor pregunta a los criados del conde, +ni contestó más que por monosílabos a las que ellos se atrevieron a +dirigirle. En vano el observador más perspicaz hubiera querido hallar +la menor señal de agitación, temor ni remordimiento en el rostro +del soldado: su frente despejada, su mirar sereno, y el sosegado +comedimiento de todas sus acciones indicaban más bien el hombre +honrado, pronto a correr un grave riesgo en defensa de la virtud, +que al vil traidor, dispuesto a entregar en manos de sus más crueles +enemigos a su natural señor. Don Pedro de Ansúrez, informado por sus +criados de la tranquilidad de su prisionero, juzgó que nacía de las +esperanzas que tenía de ver satisfecha su venganza; y se confirmó en la +idea de llevar adelante aquella empresa. Vuelto a conducir Millán a la +presencia del astuto conde, fue de nuevo interrogado por él sobre los +mismos puntos poco más o menos que en su primera entrevista, pero de +diferentes modos, contestando siempre lo mismo, sin que las sutilezas +del de Ansúrez fueran poderosas a hacer que se contradijera en nada, ni +se turbara un instante. + +—Bien —dijo el conde después de más de una hora de conversación—, bien: +estoy satisfecho de que obráis de buena fe. Decidme ahora dónde está +situado el cuartel de vuestro antiguo amo. + +—Ya he dicho a Vueseñoría, y lo repito, que yo conduciré a él a los que +hayan de prenderle. + +—Pero decidme dónde. + +—No, señor. + +—¿Y por qué? + +—Porque eso sería renunciar a mi venganza. + +—No lo entiendo. + +—Quiero verle yo mismo caer en poder de sus enemigos; quiero +presenciar su abatimiento; en una palabra, he jurado morir o traerle +aquí por mi propia mano. + +—Norabuena. ¿Qué gente necesitáis? + +—Treinta hombres de armas. + +—Pocos me parecen. + +—Sobrados para una empresa como esta; y advierto a Vueseñoría que deben +venir desmontados. + +—Sepamos la razón. + +—Porque el conde de Candespina ha situado sus pabellones en un paraje +quebrado, donde no solo sería muy prolijo caminar a caballo, sino que +es verdaderamente un imposible hacerlo sin ser descubiertos. + +—Aguardad: para mayor seguridad iréis todos disfrazados con un traje +que encubriendo las armas os haga menos visibles. + +—Nada sería más conveniente. + +—Os vestiremos de almogávares: idos a descansar, que mañana con la +voluntad de Dios saldréis de aquí antes de amanecer. + +—Y antes de medio día habréis visto al conde de Candespina. + +—¡Dios lo haga! Y lo demás dejadlo por mi cuenta. + +En efecto, a la mañana siguiente salió Millán a la cabeza de unos +cincuenta hombres armados y cubiertos con traje de almogávares; pues +el conde se obstinó en que no llevase menos de este número: pero la +Providencia dispuso que aquel disfraz que hizo tomar a su gente el +de Ansúrez para mejor logro de sus proyectos, sirviese únicamente +para contrariarlos y favorecer la fuga de don Diego López y Hernando +de Olea. Tan felices fueron estos, que acertaron a quebrantar su +prisión precisamente la noche que precedió a la mañana señalada para +la ejecución del pérfido proyecto del traidor Millán, y el grupo de +supuestos almogávares a que hemos dicho se unieron, saliendo con él +de la ciudad, era precisamente el de los hombres destinados a prender +al conde de Candespina. Don Pedro Ansúrez había calculado muy bien +que el traje de almogávares debía encubrir mejor el proyecto de los +suyos; pues aunque aquellos montañeses formaban conocidamente parte +del ejército aragonés, como solo se ocupaban en talar los campos e +interceptar convoyes, sin atacar nunca a ningún cuerpo de tropas +regulares, no podrían alarmar al campo castellano aunque fuesen vistos +desde él. + +Como media legua andarían, siempre con el mayor silencio siguiendo a +Millán, quien a la cabeza de ellos marchaba con notable desembarazo y +visible contento; pero ya a esta distancia de Soria, y no hallándose +aún bastante próximos al enemigo para recelar el ser oídos, creyeron +los aragoneses que podían permitirse alguna más libertad, y se trabaron +entre ellos algunas conversaciones, cuyo objeto, como es fácil de +presumir, fue la empresa a que iban destinados. Grande fue la sorpresa +de los dos caballeros fugitivos oyendo a los que suponían almogávares +hablar tan claro el castellano, que no les pudo quedar duda ninguna de +que no pertenecían a la tribu errante cuyo traje vestían. + +—Estos son aragoneses disfrazados y no almogávares —dijo Hernando al +oído a su compañero. + +—Callad —le contestó este con voz tan baja que apenas se oía—, callad, +por vida vuestra, si no tenéis ganas de volver a la prisión de Soria. + +Siguió Hernando tan saludable consejo, y le ayudó a no quebrantarlo +el llamarle la atención lo que delante de él iban hablando, en voz +inteligible aunque baja, dos aragoneses. + +—Es imposible —decía el uno— que haya hombre más afortunado que el tal +don Pedro Ansúrez. + +—Todo se le viene a la mano —contestó el otro. + +—Y tanto; por dónde diablos se le ha antojado al conde de Candespina +maltratar a un criado suyo para que este se pase a nosotros y nos lo +ponga en las manos. + +—¿Conque ese Millán es su criado? + +—¿Pues qué, no lo sabías? + +—¡Millán traidor! —dijo Hernando a don Diego—. Apenas puedo creerlo. + +—Silencio y oigamos —replicó el señor de Nájara. + +—Lo que oyes —continuaba el aragonés. + +—Pues eso es venderlo como un Judas. + +—Lo mismo. A decir verdad es una villanía. + +—Ya se ve; pero el conde no repara en niñerías. + +—Con tal que logre su fin. + +—Por logrado: Millán conoce el terreno: llegamos a la tienda del de +Candespina sin ser vistos... + +—Y lo despachamos al otro mundo. + +—Nada menos que eso. Viene a Soria con nosotros. + +—Muy enterado estás. + +—Cuando el conde daba a Millán las últimas instrucciones estaba yo +presente, y por eso lo sé todo. + +Por este orden continuaron discurriendo sobre la materia, dejando a +don Diego y a Hernando perfectamente enterados de la inicua trama del +conde de Ansúrez y Millán contra el noble don Gómez. De cólera les +hervía la sangre en las venas; pero como dos hombres casi inermes nada +podían hacer contra cincuenta bien armados, hubieron de resolverse a +aguardar el momento crítico para emplearse en salvar a su común amigo, +o morir en la demanda. Llegados al pie de una pequeña colina, mandó +Millán hacer alto para subir a su cima, dijo, a ver si había enemigos +en campaña, como en efecto lo hizo; y no contentándose con examinar +los alrededores, desde lo más alto del terreno, bajó algún tanto +de la pendiente del lado opuesto al en que estaban los aragoneses, +desapareciendo por un breve rato a su vista. Poco tardó en volver a +mostrarse de nuevo sobre la altura, y haciendo seña con la mano, rompió +la marcha la tropa; y en breves instantes se halló también en la cima +de aquella colina, una de las que rodeaban un pequeño valle que al pie +de ella se veía. Bajaron a él los aragoneses y siguieron marchando sin +ningún concierto, pues Millán les anunció que aún les quedaba que andar +bastante para llegar a su destino; pero no tardaron en arrepentirse +de su negligencia, pues habiendo llegado poco más o menos al centro +del valle, vieron salir de las gargantas de los pequeños montes que lo +formaban diversos destacamentos de caballería que dirigiéndose sobre +ellos a todo escape, los rodearon completamente antes de que pudieran +volver en sí de su asombro, ni menos concertarse para la defensa. + +—Rendíos todos, o muertos sois —gritó un caballero, cuya voz era tan +conocida como grata a los oídos de don Diego y Hernando—. Depónganse +al momento las armas o a nadie se da cuartel —continuó el conde de +Candespina, pues en efecto era él quien a la cabeza de un escuadrón de +sus vasallos había sorprendido a los aragoneses. + +Fácil es de presumir que estos se sometieron sin replicar a su mala +suerte, porque los castellanos les eran superiores en número, y ellos +esperaban tan poco aquel ataque, que aún habiendo sido tantos como sus +enemigos no hubieran osado resistirles. + +Todo esto fue obra de tan breves instantes que apenas dio tiempo a don +Diego y a Hernando para que, arrojando al suelo los antifaces que les +ocultaban el rostro, y atravesando con no vista precipitación la tropa +de los consternados aragoneses, se presentasen al conde de Candespina, +cuyo asombro fue indecible viéndolos en aquel punto y traje. + +—¡Hernando! ¡Don Diego! —exclamó—: ¿sois vosotros o estoy soñando? + +—No, conde, a Dios gracias, contestó Hernando corriendo a él y +estrechándolo en sus brazos. + +—Nosotros somos, dijo don Diego sosegadamente teniéndole la mano; y a +fe que buen susto hemos pasado por vos toda esta mañana. + +—¿Dónde está ese perro de Millán? —exclamó Hernando—: entregádmelo que +yo haré justicia de él. + +—Sosegaos, Hernando: las apariencias os han engañado: nunca me ha sido +Millán más fiel que ahora. + +—¿Conque por vuestra orden —dijo don Diego— ha ido a Soria? + +—Sí, don Diego, por mi orden. + +—¿Y es posible, don Gómez? —interrumpió Hernando. + +—Suspended el juicio y no condenéis precipitadamente a vuestro amigo. +Tanto me repugna como a vos valerme de mañas y arterías, pero con el +conde don Pedro Ansúrez la espada es inútil, y si supierais en qué pie +están las cosas en nuestro propio campo... + +—Perdonad, conde, perdonad a vuestro amigo una indigna sospecha. + +—La dicha de teneros a mi lado, caballeros, me ha hecho olvidar lo +principal: Millán ejecuta lo que ya sabes, y vos, don Diego y Hernando, +venid conmigo y os enteraré de un arriesgado proyecto cuya ejecución +tengo por cierta contando con tales auxiliares como vos. + +Dos soldados cedieron sus caballos a los dos caballeros, que montando +en ellos y siguiendo a don Gómez hasta su tienda, que poco más allá +del valle estaba, mudaron en ella de trajes y supieron del conde de +Candespina cosas que el lector sabrá en los capítulos siguientes. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO XIII + + +Volvamos por un momento a Soria. La noche de la fuga de los caballeros +castellanos se pasó sin que los soldados que guardaban la prisión +tuvieran de ella la menor sospecha. Los carceleros, imposibilitados +de moverse ni gritar, no pudieron dar la alarma, y pasaron muchas +horas en una verdadera agonía. Gran parte de la mañana siguiente se +pasó del mismo modo, hasta que extrañando los soldados la falta de +los carceleros a cuidar de sus presos, dieron parte de ella a su +jefe, quien inmediatamente la puso en noticia del conde de Ansúrez; y +este mandó a uno de los oficiales de su casa que fuera a reconocer la +prisión. Así lo hizo, y después de haber registrado inútilmente todas +las estancias de ella, para buscar las llaves del cuarto en que se +suponía a don Diego y a Hernando, se decidió a forzar la puerta, y +halló al castellano y al aragonés en el más lamentable estado. Tendidos +en el suelo y atados de pies y manos, como se ha dicho, no podían hacer +movimiento alguno; y a más, el paño con que a cada uno de ellos taparon +la boca los prófugos, les embarazaba de tal modo la respiración que +estaban como asfixiados, y si hubieran continuado así mucho tiempo, tal +vez habrían perdido la vida; mas luego que pudieron respirar libremente +recobraron el sentido e hicieron relación de su desgracia, adornándola, +como es de costumbre, con todas cuantas circunstancias les parecieron +más a propósito para excitar la compasión y disminuir la vergüenza de +su vencimiento. El oficial del conde manifestó compadecerlos; pero no +por eso dejó de conducirlos consigo a presencia de aquel, para que +respondiesen a los cargos que tuviera por oportuno hacerles. Supo pues +el conde de Ansúrez por boca de los mismos carceleros la fuga de los +dos prisioneros que él estimaba en tanto, convenciéndole el demudado +rostro de aquellos miserables, y la deposición del oficial de que +estaban inocentes en tan desagradable acontecimiento. No es difícil +figurarse que don Pedro vio con pesadumbre frustrarse las esperanzas +que tenía de que un día pudieran serle útiles los dos caballeros en su +poder; pero también es cierto que la idea de ser en breve dueño del +caudillo y sostén del partido de la reina contribuyó no poco a mitigar +su pena. Ordenó, empero, que se practicasen las más vivas diligencias +para buscar en Soria a los dos fugitivos; pues en cuanto a que hubiesen +salido de ella no lo temía, estando prevenido que nadie pudiera hacerlo +sin un pase firmado de su propia mano. Inmediatamente se pusieron en +campaña una multitud de aquellos hombres que en todas épocas y estados +hay, ha habido y habrá, que tal vez son necesarios y útiles, mas que +siempre llevan consigo una odiosidad inseparable de los servicios a +que se les destina: es decir, que gran número de espías del conde don +Pedro Ansúrez tomaron a su cargo averiguar el paradero de don Diego +y Hernando, cosa que no podían lograr, porque cuando empezaron sus +pesquisas ya los dos fugitivos estaban en salvo. + +Esta circunstancia aumentó notablemente la inquietud con que don Pedro +Ansúrez esperaba el regreso de Millán trayéndole prisionero al conde de +Candespina, a quien contaba presentar en triunfo al rey, prometiéndose +por ello no pocas mercedes. Hubiera dado todo el oro del mundo porque +el tiempo apresurase su movimiento, apenas perceptible para él +entonces; y era tal su impaciencia que estaba en el caso de aplicarle +aquellos versos de Meléndez que dicen: + + Los días, que confiado + quieres hora apresurar, + un tiempo te ha de pesar + que hayan tan presto llegado. + +Mas como quiera que sea, lo cierto es que pasó en una ansiedad +inexplicable algunas horas, hasta que poco después de medio día se +presentó un criado anunciando que desde la muralla se descubría como +regresaba a Soria la tropa que había salido aquella mañana de la ciudad. + +—Vuelve corriendo a la puerta para que de ningún modo sean detenidos en +ella; que vengan aquí sin pararse en parte alguna; y, sobre todo, que +no se separe de la tropa ningún individuo. Todos sin excepción han de +venir a mi presencia. Marcha; vuela. + +Esto dijo el conde a su criado, quien partió como un rayo a poner +sus órdenes en ejecución. Como media hora después se oyó un confuso +rumor de armas en el zaguán de la casa, y subieron apresuradamente +la escalera con Millán, un hombre armado de punta en blanco, mas sin +espada ni otra arma ofensiva, que parecía venir preso, pues iba siempre +seguido de dos almogávares que no se separaban un punto de él, y otros +cuatro o cinco también almogávares. Apenas se sintieron los pasos en +el salón, cuando entreabriendo el conde la puerta de su gabinete, el +primer objeto que hirió su vista fue el armado caballero que hemos +dicho, cuyo rostro no le permitió descubrir la visera del yelmo que +llevaba calada; y pudiendo apenas hablar con el sobresalto, preguntó: + +—Millán, ¿es él? + +—Sí, señor: he cumplido mi palabra; el conde de Candespina está en +vuestra presencia. + +Estas últimas palabras las dijo ya Millán en el gabinete de don Pedro +Ansúrez, en el cual entraron también cuantos le seguían. Inmediatamente +uno de ellos cerró la puerta; dos, sacando los puñales, asieron al +conde Ansúrez de ambos brazos, y poniéndole las puntas en el pecho le +intimaron el silencio pena de la vida; y el caballero armado alzándose +la visera dejó ver las nobles facciones del conde de Candespina. + +—Traidores —fue la única palabra que pudo articular don Pedro Ansúrez. + +—Aquí no hay ninguno más que tú —le replicó Hernando, que era uno de +los supuestos almogávares que custodiaban al conde. + +—Basta, Hernando: recordad vuestras promesas de prudencia. Conde don +Pedro, el cielo es justo en sus decretos; los malos podrán triunfar un +momento, pero tarde o temprano llega el día en que le dan cuenta de sus +culpas: vuestra hora ha llegado tal vez. Preparábais un suplicio a un +hombre sin más delito que el de amar a su patria; y habéis caído en su +poder. Un solo medio os queda para salvaros, aceptadlo o resolveos a +morir. + +—¿Qué se exige de mí? —dijo el de Ansúrez, más muerto que vivo. + +—Que pongáis a la reina en nuestras manos. + +—Y a doña Leonor de Guzmán —añadió Hernando. + +—Pedís un imposible, contestó el conde don Pedro: la reina se halla +ahora en su palacio en poder del rey su esposo, y doña Leonor en un +convento en reclusión... + +—El tiempo vuela, caballeros —dijo rompiendo el silencio por primera +vez don Diego López; el tiempo vuela y los instantes nos son preciosos. + +—Sobrada razón tenéis: omitamos inútiles digresiones: vais a +conducirnos, conde de Ansúrez, a presencia de Su Alteza. + +—¿Yo, don Gómez?... ¿Yo? ¿Y cómo puedo...? + +—Vos podéis y lo haréis, o de no, vais a la eternidad antes de dos +minutos. Jurad por los Santos Evangelios que ni con palabra, ni +con gesto, ni con seña, ni por escrito, haréis acción que pueda +descubrirnos, y vamos a seguiros al cuarto de la reina don Diego, +Hernando y yo. + +—Pero conde... + +—¿Juráis o no? + +Esta pregunta del conde fue acompañada con un gesto de Hernando tan +significativo, que pareció decidir la perplejidad del conde, quien juró +cuando le dijeron que jurase. Hiciéronle entender a mayor abundamiento, +y para más garantía del cumplimiento de su promesa, que perdería la +vida en el momento en que ni remotamente diese motivo a sospechar que +iba a faltar a ella. + +El lector sin duda habrá comprendido, que viendo el conde de Candespina +el mal aspecto que presentaban las cosas en su campo, en razón de la +discordia que en él reinaba, conoció que el único medio para salir con +su empresa adelante, era intentar alguna otra expedición no menos +aventurada y peligrosa que la de Castellar; y el conocimiento que del +carácter de don Pedro Ansúrez tenía fue el que le hizo concebir el +proyecto de enviar a Millán a Soria, a proponerle poner su persona en +manos del rey de Aragón; y envolviéndole en sus propias redes obligarle +a contribuir a que la reina recobrase su libertad. Surtió en efecto +este expediente, como hemos visto, todo el buen éxito que de él podía +esperarse, hasta el momento en que, ya resuelto el conde, prestó su +juramento y se trató de marchar a palacio. El conde de Candespina +para no ser conocido tenía bastante con bajarse la visera, y don +Diego y Hernando venían a prevención armados debajo del vestido de +almogávares: Millán, que reputado por desertor del campo castellano, +podía presentarse sin recelo, salió a traer dos celadas que de parte +del conde de Ansúrez pidió a sus criados, y encubiertos ya los tres, +salieron con él hacia palacio, en tanto que el criado de don Gómez con +el resto de la tropa marchó a esperar el resultado en la misma puerta +de la ciudad, por donde acababan de entrar. + +[Ilustración] + + + + +CAPÍTULO XIV + + +En medio de la temeridad que bajo cierto aspecto aparecía en toda la +conducta de don Gómez y sus amigos en este asunto, es preciso confesar +sin embargo que el conde de Candespina supo aprovecharse con extremada +sagacidad aun de las mismas circunstancias que más contrarias podían +serle. ¿Quién, en efecto, viendo a don Pedro Ansúrez caminar por +las calles de Soria con dirección al alojamiento del rey de Aragón, +acompañado por tres hombres completamente armados, cuyo reposado +continente y gravedad en la marcha no descubría la menor agitación; +quién, decimos, hubiera podido figurarse que el mayordomo mayor de la +reina iba allí prisionero en poder de sus mayores enemigos? ¿A quién se +le podría ocurrir que aquellos tres guerreros fuesen nada menos que el +mismo conde de Candespina y sus dos más íntimos amigos? Sin duda que a +nadie; y el mismo don Pedro podía apenas persuadirse de que no fuera un +sueño lo que por él estaba pasando. Todas estas consideraciones, tan +naturales y de tanto peso en el ánimo de un hombre incapaz de conocer +el miedo, alentaron sobremanera al conde de Candespina; mas no por eso +dejó de tomar todas aquellas precauciones que estuvieron a su alcance: +tales como las de hacer que Millán fuese con los cincuenta hombres +disfrazados que a Soria le habían seguido, a situarse en la puerta de +ella, de modo que siempre le quedara aquella salida; y emboscar un +razonable escuadrón a tan corta distancia de la ciudad que a la primera +señal podía hallarse al pie de sus muros: y dejando el resto en manos +de su buena suerte, obraba en medio de sus enemigos tan sosegadamente, +o acaso más que hubiera podido hacerlo en sus propios reales. + +Llegados a la casa que habitaban los reyes, ninguna dificultad +encontraron para introducirse en la cámara de la reina, pues su entrada +no podía menos de estar franca en las horas regulares a don Pedro +Ansúrez, cuya dignidad de mayordomo mayor era en aquellos tiempos +como en los actuales la más alta y considerada de las de la real +servidumbre. El estado de sitio en que entonces se hallaba Soria dio +lugar a que no se extrañasen en ningún modo las férreas figuras que +seguían a don Pedro Ansúrez, del mismo modo que al cuerpo la sombra: +los cortesanos que circulaban por los salones del alcázar se inclinaban +profundamente al pasar por delante de ellos el privado, quien, habiendo +tenido algún tiempo para serenarse, empezaba a recobrar, a pesar de lo +crítico de su posición, aquel aire de importancia que ya le era casi +natural. Don Gómez no podía menos de sonreírse del singular contraste +que aquellas demostraciones de respeto hacían con la verdadera y +precaria situación del conde de Ansúrez; Hernando se contenía con +dificultad para no descargar una lluvia de tajos y mandobles sobre la +afeminada chusma de los palaciegos; y don Diego López iba pensando +entre sí cómo saldrían del lance en caso de ser conocidos antes de +salir de la ciudad. Penetraron pues, como hemos dicho, sin encontrar +obstáculo hasta las puertas de la estancia misma en que estaba doña +Urraca; y allí don Pedro hizo que una dama de la servidumbre anunciase +según costumbre a la reina que su mayordomo deseaba hablarla: entró la +dama y a poco rato volvió a salir diciendo, que hallándose Su Alteza +indispuesta, no se había aún levantado de la cama, ni pensaba hacerlo +en todo aquel día: y que por lo mismo dejaba para el siguiente recibir +a su mayordomo. No era esta la primera vez que la reina obraba así, +antes por el contrario acostumbraba a hacerlo con mucha frecuencia; +pues siéndole odiosa la vista de cuantos la rodeaban, y mucho más +que la de ninguna otra persona la de su antiguo ayo, se valía del +expediente de fingirse enferma para poder a lo menos deplorar a sus +solas la crueldad de su destino. + +—Ya lo oís, señores —dijo don Pedro volviéndose a sus tres +acompañantes—, me es imposible complaceros. + +—Insistid —le contestó el conde en voz muy baja, pero con firmeza. + +—Hemos de entrar —añadió Hernando—, hemos de entrar o... + +—Basta, por san Pedro —le interrumpió don Diego—; ved el paraje en que +estamos. + +—Caballeros... —volvió a decir el de Ansúrez. + +—Insistid, os digo por última vez, o temblad —replicó ya ardiendo en +cólera don Gómez. + +No había recurso para don Pedro; estaba enteramente a merced de los +enemigos, y hubo por lo mismo de obedecerles. + +—Decid a la reina, mi señora, que el asunto de que tengo que hablarla +es de tal importancia que no sufre demora, y que la suplico que se +digne recibirme inmediatamente. + +Ejecutó la dama este nuevo mandato, y trajo sin tardanza la orden de la +reina para que entrase el mayordomo, lo que se ejecutó inmediatamente, +siguiéndole los tres caballeros. + +Doña Urraca estaba en efecto en el lecho, y su hermosura parecía mayor +en medio del estudiado desaliño en que se hallaba. Ondeaba libre el +cabello sobre la espalda, que apenas cubría un delgado cendal, y al +incorporarse, cuando vio entrar al conde, dejó ver un talle que hubiera +podido dar envidia a la misma diosa de la hermosura; el enojo por la +demasía del mayordomo en empeñarse en verla contra su expresa voluntad, +había encendido el color del rostro, pálido otras veces a causa de +sus continuados disgustos; y, en una palabra, la figura de la reina de +Castilla era en el momento de que hablamos la más seductora que puede +imaginarse. + +—¿Hasta dónde piensa el conde Ansúrez llevar el desacato y la injuria? +—exclamó furiosa doña Urraca al entrar en su cuarto el mayordomo. + +—Crea Vuestra Alteza, señora, que bien a mi pesar... + +No pudo decir más, porque dentro ya de la estancia los tres +castellanos, cerró Hernando inmediatamente la puerta, y sacando la +espada se puso a ella de centinela sin proferir una palabra: la reina +que vio aquella acción, y que ignoraba quiénes eran los que delante +tenía, se horrorizó creyendo que semejante precaución no podía +tener más objeto que el de llevarla presa, o tal vez el de atentar +a su existencia; pues era tal la prevención odiosa con que miraba +a su marido que le hacía la injuria de creerle capaz de acciones +enteramente ajenas del ánimo de Alfonso el Batallador. Como quiera +que fuese, lo cierto es que doña Urraca se asustó sobremanera, e +interrumpió al conde en su discurso diciéndole con voz amortiguada: + +—Traidor: ¿qué intentas? + +—Sus intentos son vanos —contestó el conde de Candespina alzándose la +visera—; deponga Vuestra Alteza todo temor. + +—¡Dios de bondad! ¿Vos en Soria, conde? + +—Sí, señora; mientras haya en mis venas una gota de sangre se +consagrará al servicio de mi reina. + +—Lo que importa —dijo el prudente don Diego— es que Su Alteza se vista +y salgamos pronto de aquí. + +—¿Dónde vamos? + +—Al campo de Castilla, señora; no pierda Vuestra Alteza tiempo. + +Vistiose la reina lo mejor y más de prisa que pudo, con no poco +embarazo por verse precisada a hacerlo delante de aquellos caballeros; +pero ellos con la debida discreción le volvieron la espalda en tanto +que lo hacía, prefiriendo justamente cometer tal descortesía a ofender +con sus miradas el pudor de su soberana. Aprovechando este intervalo se +aproximó Hernando al conde de Ansúrez que, sumido en las más amargas +reflexiones, parecía haberse convertido en fría estatua de mármol; tal +era la estupidez con que miraba la escena que la fuerza le obligaba a +presenciar, y asiéndole con no mucha afabilidad por un brazo, le dijo +en voz que solo de él pudo ser oída: + +—¿Dónde está doña Leonor de Guzmán? + +—Ya he dicho que en un convento por orden del rey. + +—¿En qué convento? + +—En el de ***. + +—¿Está muy lejos de aquí? + +—No. + +—Poned una orden por escrito para que la abadesa la deje salir +inmediatamente. + +—¡Una orden...! + +—Sin réplica. + +—¡Cómo abusáis de mi situación! + +—Si no estuvieras en ella ya hubieras probado el hierro de la lanza de +Hernando de Olea. La orden al momento; aquí hay recado de escribir, +ponla. + +—Sea. + +Hizo el de Ansúrez lo que Hernando le mandaba; mas, temeroso este de +que el conde le hubiese engañado, poniéndole en vez de la orden que +pedía algún documento como la carta de Urías, y no sabiendo leer, cosa +muy común en aquellos tiempos en todas las clases de la sociedad, y +particularmente en la nobleza, cuyo exclusivo ejercicio era el de las +armas, se dirigió a su amigo don Gómez, quien leyó el papel y vio que +en efecto era una orden en toda forma; mas preocupado con su principal +idea, que era la de salvar a la reina, no volvió a pensar en tal papel +luego que se lo hubo devuelto al de Olea. + +Es de advertir que a pocos instantes de estar en la estancia de la +reina los caballeros castellanos, hizo el conde de Candespina que el de +Ansúrez mandase desde la puerta a la dama que estaba de guardia en la +antecámara que diese las órdenes convenientes para que lo más pronto +posible se pusiese una litera para Su Alteza: obedeció la dama, y casi +en el mismo instante en que doña Urraca acababa de vestirse anunciaron +que estaba pronta la litera. La reina se cubrió con un manto negro, y +salió llevando a su derecha a su mayordomo, a la izquierda al conde de +Candespina, y detrás a don Diego y Hernando. La presencia del conde de +Ansúrez alejaba todo género de sospecha, pues acostumbrados todos en +Soria a mirarle como el favorito del rey, y a manera de gobernador de +la reina, respetaban sus acciones, aun aquellas que salían del orden +regular, como se veneran los arcanos de la Providencia; por lo mismo, +aunque algunos cortesanos vieron salir a la reina con tan poco aparato, +y en hora desusada, no lo extrañaron, o al menos si lo extrañaron +guardaron silencio, pensando que se haría con acuerdo del rey. + +El hecho es que salieron con la mayor felicidad del alcázar, entrando +la reina en su litera y siguiéndola los mismos individuos. Apenas +estaban en la calle, cuando el de Olea se dirigió de nuevo al conde de +Ansúrez para preguntarle si una iglesia, que no tardaron en ver, era +el convento en que se hallaba Leonor, y habiéndole respondido que sí, +sin esperar a más se dirigió a él apresuradamente. Se informó en la +portería, en la cual le confirmaron en la verdad de lo que el conde +Ansúrez le había dicho; y habiendo hecho anunciar a la abadesa que se +la buscaba de parte de este, bajó inmediatamente la buena religiosa, +y vista la firma del conde no puso la menor dificultad en entregar a +doña Leonor, a quien inmediatamente fue a buscar. La premura con que +Hernando dijo a la abadesa que debía presentarse al conde aquella dama +fue tal, que apenas la dio tiempo para ponerse un manto y bajar. +¿Quién podría explicar la alegría de Hernando, cuando abriéndose las +puertas se presentó a su vista el objeto de todos sus pensamientos? No +será mi pluma la que lo intente; para el que haya amado una vez toda +explicación sobra, y para el que no, sería inútil. Así que Hernando +creyó que ya las religiosas que habían salido a acompañar a doña Leonor +no podrían oírle, se inclinó a ella y le dijo: + +—Estáis en poder de un amigo; guiadme a las puertas de la ciudad y +seréis libre. + +—¡Será posible...! Es la voz que oigo... + +—De Hernando de Olea. + +—¿Y os habéis expuesto por mí...? + +—A nada: dejemos eso. ¿Sabéis el camino a la puerta por donde se entra +viniendo de Castilla? + +—Sí, que no es esta la primera vez que he estado en Soria. + +—Pues guiad y volemos, que temo que hemos de llegar demasiado tarde. + +Y en efecto caminaron con tanta presteza que apenas sentaban el pie en +el suelo. Ya en esto la litera con los que la seguían había llegado a +la puerta de la ciudad, y en ella echó de menos el conde de Candespina +a su amigo Hernando. Recordando entonces el papel que le había dado +a leer en la cámara de la reina, se hizo cargo de que habría ido a +buscar a doña Leonor, y temió que tal imprudencia le costase cara. +Muy sensible le era tener que abandonar a su amigo en tan peligroso +trance; pero la menor detención podía frustrar su ya casi conseguido +y principal designio de sacar de Soria a doña Urraca, y por lo mismo, +después de algunos instantes de meditación, se decidió a sacrificarlo +todo al interés de la reina. + +A la orden personal de don Pedro Ansúrez se abrieron las puertas, y él +mismo se vio obligado a salir con la reina: Millán sin embargo se quedó +con parte de la escolta en la puerta para esperar a Hernando, quien +llegó como un cuarto de hora después con doña Leonor. + +—¿Y la litera dónde está? —fue su primera pregunta. + +—Se ha marchado —respondió Millán—; pero el conde don Pedro ha dejado +orden para que se os facilite un caballo de uno de los soldados de la +guardia que ya está pronto. + +La verdad era que el conde de Candespina le había prevenido a Millán +que dispusiese el caballo, y este fiel criado lo ejecutó puntualmente. +Montó pues Hernando, puso a Leonor a las ancas, y se alejó a todo +galope de los muros de Soria; y a poco siguió Millán con el resto de +la tropa, dejando a los que guardaban las puertas atónitos de lo que +veían, pero muy lejos de comprender la causa. + + +FIN DEL TOMO PRIMERO. + + + + +ERRATAS + + +TOMO 1.º + + _Pág._ _Lín._ _Dice_ _Léase_ + + 31. 19. bajo, a cuya bajo cuya + 45. 9. prenderla prendedla + 87. 17. hacheros arqueros + 87. 19. Las rivalidades La rivalidad + 93. 20. hallará hallara + 107. 11. en él en ella + 113. 13. los les + 129. 5. digo, digo; + 145. 3. acumulaban acumulaba + 148. 19. tenían: tenían, + + + +*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 75133 *** diff --git a/75133-h/75133-h.htm b/75133-h/75133-h.htm new file mode 100644 index 0000000..2765608 --- /dev/null +++ b/75133-h/75133-h.htm @@ -0,0 +1,4192 @@ +<!DOCTYPE html> +<html lang="es"> +<head> + <meta charset="UTF-8"> + <title> + El conde de Candespina (1 de 2) | Project Gutenberg + </title> + <link rel="icon" href="images/cover.jpg" type="image/x-cover"> + <style> + +.formato { margin: 0 auto; width: 26em; max-width: 26em; font-size: 120%; } +.x-ebookmaker .formato { width: 100%; max-width: 100%; font-size: medium; } + +p { margin: 0; text-align: justify; text-indent: 1.25em; line-height: 130%; } +.x-ebookmaker p { line-height: normal; } + +h1, h2 { + text-align: center; font-weight: normal; clear: both; +} +h1.faux { margin: 0; font-size: xx-small; 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height: auto;" + src="images/cover.jpg" + alt="Cubierta del libro"> + </figure> +</div> + + +<div class="tit pt6"> + <hr class="chap"> + <p><span class="pagenum" id="Page_i">p. <span class="asc">i</span></span></p> + <p class="fs130 lh200 g1 ws1">EL CONDE</p> + <p class="smaller lh200 g1">de</p> + <p class="fs150 lh200 g1">CANDESPINA</p> + <p class="lh200">—</p> + <p class="lh200 g1 ws1">TOMO PRIMERO</p> + <hr class="chap"> +</div> + + +<div class="tit"> + <p><span class="pagenum" id="Page_iii">p. <span class="asc">iii</span></span></p> + <p class="fs175 lh150 g1 ws1">EL CONDE</p> + <p class="lh150 g1">de</p> + <p class="fs250 lh150 g1">CANDESPINA</p> + <p class="lh150 g0 ws1">novela histórica original</p> + <p class="smaller lh150 g2 mt15">POR</p> + <p class="fs175 lh150 ws1 mt05"><i>Don Patricio de la Escosura</i></p> + <p class="smaller lh150 g0 ws1">Alférez del Escuadrón de Artillería<br> de la Guardia Real</p> + + <div class="figcenter mt3"> + <img src="images/logo.jpg" + style="width: 6em; height: auto;" + alt="Logotipo del editor"> + </div> + + <p class="sc g0 mt3">MADRID y SEPTIEMBRE:</p> + <p class="ws1"><span class="sc">Imprenta, calle del Amor de Dios</span>, n.º 14.</p> + <p class="fs120 negr">—</p> + <p class="fs110 g1 negr">1832</p> +</div> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt6"> + <p><span class="pagenum" id="Page_iv">p. <span class="asc">iv</span></span></p> + <div class="poetry-container"> + <div class="poetry"> + <div class="stanza"> + <div class="verse indent0"><i>¿Por qué de Roma tu ofuscada mente</i></div> + <div class="verse indent0"><i>Hazañas busca en la remota historia?</i></div> + <div class="verse indent0"><i>¿Para asombrar a la futura gente</i></div> + <div class="verse indent0"><i>No basta acaso la española gloria?</i></div> + <div class="verse indent0"><i>Cuando virtud y honor tu lira intente</i></div> + <div class="verse indent0"><i>Eternizar del mundo en la memoria,</i></div> + <div class="verse indent0"><i>Los campos corre de la madre España,</i></div> + <div class="verse indent0"><i>Y cada monte te dirá una hazaña.</i></div> + </div> + </div> + </div> + <p class="smaller dcha">(Don Ventura de la Vega, canto al Rey Nuestro Señor).</p> +</div> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch1"> + <p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p> + <p class="centra fs175 g1"><span class="smaller">EL CONDE</span><br> + <span class="fs60">DE</span><br>CANDESPINA</p> + <hr class="tir"> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO PRIMERO</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">I</span><span +class="rest">luminaba</span> la luna las altas torres del castillo de +Castellar, situado a corta distancia de Zaragoza, una apacible noche de +las más templadas del mes de junio; solo un centinela interrumpía, con +el ruido de sus pasos y el crujir de las armas, el profundo silencio +que reinaba en torno de la fortaleza, en tanto que el alcaide y la +guarnición reposaban descuidados, pues no era de temer en el corazón +del reino un ataque imprevisto.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_2">p. 2</span></p> + +<p>Así lo pensaba también, sin duda, la ilustre cautiva que en él se +encerraba entonces; y la siguiente conversación nos hará juzgar del +desaliento y dolor a que se había entregado.</p> + +<p>—Déjame, Leonor; déjame llorar: en esto solo encuentro alivio.</p> + +<p>—¿Alivio, señora? Vuestra Alteza destruye su salud.</p> + +<p>—¿Y qué me importa la salud ni la vida? ¿Para qué las quiero, si he +de pasar mis días en este miserable encierro?</p> + +<p>—No lo permita su Divina Majestad. Su Santísima Madre nos protegerá. +Yo a lo menos así se lo ruego en todas mis oraciones.</p> + +<p>—Y yo le tengo ofrecido un candelero de oro macizo al Santo Apóstol, +patrón de España, si se digna alcanzar por sus méritos que yo vuelva a +mis reinos.</p> + +<p>—Y volverá Vuestra Alteza, señora. El corazón me dice que no hemos +de tardar en ver a León.</p> + +<p>—¡A León!... ¿A León, Leonor? ¡Pluguiera a Dios! Pero no lo creo.</p> + +<p>—Vuestra Alteza pierde el ánimo,<span class="pagenum" +id="Page_3">p. 3</span> señora, y olvida que sus leales castellanos +viven...</p> + +<p>—¿Leales los castellanos? ¡Traidores! Abandonan a su reina y natural +señora para entregarse a mi marido, mejor diré a mi tirano.</p> + +<p>—Aún hay castellanos que aborrecen a Alfonso...</p> + +<p>—¡Cobardes! Y ¿por qué no desnudan el acero?</p> + +<p>—No es tarde, señora.</p> + +<p>—¿No es tarde, y yo estoy cautiva? Leonor, tú has nacido para ser +esclava.</p> + +<p>—Perdóneme Vuestra Alteza, señora, pero no puedo resolverme a creer +que no haya uno entre tantos como hacían alarde de adorar a su reina +como a tal, y como a la más cumplida dama...</p> + +<p>—Leonor, me adulas.</p> + +<p>—Vuestra Alteza sabe mejor que yo que no es lisonja lo que digo, +y que los encantos de su persona han hecho acaso más vasallos que su +poder.</p> + +<p>—Verdad es que dicen que ha querido Nuestro Señor poner en mí algo +de eso que llaman belleza; pero tú exageras la causa y los efectos.</p> + +<p>—¡Ah,<span class="pagenum" id="Page_4">p. 4</span> señora, si +estuviera aquí un caballero de Castilla, qué bien respondería!</p> + +<p>—¿Un caballero de Castilla...? No sé de quién hablas.</p> + +<p>—Del más galán, del más valiente, y también del más enamorado.</p> + +<p>—Bien lo encareces, Leonor. ¿Eres su dama?</p> + +<p>—¿Yo, señora? No merezco tanta honra. El campeón de quien hablo ha +elevado sus pensamientos a más alto lugar.</p> + +<p>—¿Más alto que una ricahembra de Castilla?</p> + +<p>—Sí, señora; y si Vuestra Alteza me permite nombrarle cesará su +sorpresa.</p> + +<p>—No solo te lo permito sino que te lo mando.</p> + +<p>—Es don Gómez.</p> + +<p>—¿El conde de Candespina?</p> + +<p>—El mismo.</p> + +<p>—¡Ah!</p> + +<p>Aquí siguió una breve pausa; la camarera, que tal era el empleo de +doña Leonor de Guzmán, o no supo que añadir, o lo que es más probable, +no se atrevió a darse por entendida en cuanto a la significación del +suspiro con que la reina de Castilla doña Urraca había terminado la +conversación,<span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span> ni quiso +interrumpir las reflexiones a que parecía entregarse su señora. +Nosotros, imitando la discreción de aquella dama, dejaremos por un +momento a la real prisionera meditar sobre su desagradable posición, +y aprovecharemos este intervalo enterando a nuestros lectores de lo +que indispensablemente necesitan saber para hacerse cargo de los +acontecimientos que van a ocuparnos.</p> + +<p>Después de un largo reinado, en el transcurso del cual estuvo +casado diferentes veces, don Alfonso VII de Castilla tuvo la desgracia +de perder, en la batalla de Uclés contra los almorávides, al único +hijo varón que de todos sus matrimonios le quedaba. Murieron con +este príncipe las esperanzas de su padre, y en el corazón de los +grandes de Castilla nació el temor de verse sometidos a una dominación +extranjera si se casase con un príncipe de fuera del reino la infanta +doña Urraca,<span class="pagenum" id="Page_6">p. 6</span> heredera +del trono, hija de don Alfonso y viuda de don Ramón de Tolosa, conde +de Galicia, de quien tuvo un hijo llamado como su abuelo. La memoria +de la última guerra civil estaba grabada de tal modo en todos los +corazones, y eran tan recientes las heridas del estado, que pecheros, +prelados y grandes resolvieron sacrificar sus particulares intereses +a la paz suspirada; y con este objeto se juntaron los magnates del +reino en Mascaraque, donde la mayoría resolvió suplicar al rey casase +a su hija con don Gómez Salvadórez, conde de Candespina, Oña, Tesla, +Canderechas y Poza. No parece necesario encarecer la nobleza del +linaje, valor, discreción y popularidad de este caballero, pues basta +saber que los que bajo de todos aspectos podían considerarse como sus +iguales, suplicaban que se lo diesen por rey y señor, para persuadirse +de la superioridad de su mérito y del ascendiente<span class="pagenum" +id="Page_7">p. 7</span> que había sabido adquirir sobre el ánimo de los +castellanos.</p> + +<p>Era el conde corpulento, bien formado, de rostro moreno, facciones +marcadas y condición más severa en general que afable; pero aunque +criado en el ejercicio de las armas, su corazón conservaba más +sensibilidad de la que en lo exterior parecía, y acaso de la necesaria +para su ventura. Sea pues que la hermosura de doña Urraca, que en +efecto era grande, le cautivase, o que la lisonjera perspectiva de +reinar en Castilla estimulara su ambición; lo cierto es que don Gómez +entró en el proyecto del matrimonio con una vehemencia que casi no +podía disimular a pesar de sus esfuerzos. No podremos decir si entonces +la infanta ignoraba o no el amor del conde; pero es de presumir que lo +supiera, pues la dignidad de este le proporcionaba ocasiones de verla +casi diariamente, y la distancia que en aquellos tiempos separaba +a<span class="pagenum" id="Page_8">p. 8</span> un ricohombre de las +personas reales, no era comparable a la que hoy media entre los grandes +y el trono.</p> + +<p>El sistema feudal en el siglo <span class="asc">XII</span>, a +cuyos principios se refiere la época de que hablamos, estaba en toda +su fuerza y vigor en Europa, y no menos en nuestra España que en sus +demás reinos. El formidable poder de los grandes y prelados igualaba en +cierto modo al de los reyes, obligando a estos a ceder no pocas veces +de sus derechos para conservar la paz, y en ocasiones hasta el trono y +la vida; de lo que resultaban los disturbios y desórdenes inevitables +en un estado cuyo gobierno no tiene la fuerza suficiente para hacerse +obedecer de todos sus súbditos.</p> + +<p>Sin embargo, Alfonso VII, a quien cuarenta años de victorias y un +carácter firme y decidido habían hecho respetable, supo hacer entrar +en su deber aun a los más osados, de tal modo que no hubo en la<span +class="pagenum" id="Page_9">p. 9</span> junta de Mascaraque ni uno +solo que se atreviera a comunicarle la súplica de los grandes allí +reunidos, y proponerle el matrimonio de la infanta, su hija, con el +conde de Candespina. Es probable que la tal junta no hubiera llegado +siquiera a noticia del rey si un médico judío llamado Cedillo, a quien +distinguía particularmente, presumiendo de su privanza más de lo que +debía no hubiese tomado a su cargo llevarle el mensaje. Menguada fue +para el judío la hora en que tomó tal comisión, pues a pesar de haber +esperado largo tiempo momento oportuno, y de no haber arriesgado la +súplica sino en los términos más respetuosos y humildes, el rey al +oírla montó en cólera, y mal le aviniera al entrometido médico si no +se retirara inmediatamente como se lo mandó don Alfonso, desterrándolo +para siempre de su presencia. No se limitó a este solo efecto el enojo +de aquel príncipe, sino que para<span class="pagenum" id="Page_10">p. +10</span> manifestar más claramente a los grandes que él solo mandaba +en su reino y familia, dispuso y verificó inmediatamente el matrimonio +de su hija con Alfonso, entonces príncipe y poco después rey de Aragón, +que tuvo efecto en Toledo, a pesar de las mal reprimidas quejas de la +nobleza y del clero, y la poca inclinación de doña Urraca hacia su +esposo. Sea como quiera, los descontentos, por leales o temerosos, no +se atrevieron a levantar la cabeza, y los desposados partieron para +Aragón permaneciendo todo tranquilo en los reinos de Castilla hasta el +fallecimiento del monarca, que acaeció cuatro o cinco años después.</p> + +<p>Muerto don Alfonso, le sucedió con arreglo a su última voluntad doña +Urraca, y por ser su marido se aclamó rey a don Alfonso de Aragón, +quien, reuniendo en su cabeza la mayor parte de las coronas españolas, +se llamó emperador de España.<span class="pagenum" id="Page_11">p. +11</span> Temeroso de hallar resistencia, entró en Castilla con un +numeroso ejército, pero todas las ciudades y villas le abrieron sus +puertas, lo que sin duda debiera haber bastado a tranquilizarle; +pero lleno de una desconfianza que no se concibe, puso guarnición +aragonesa en la mayor parte de las fortalezas, dejando en sus alcaidías +a muy pocos caballeros castellanos de los que sabía que eran sus +más parciales, y entre ellos a don Pedro Ansúrez, conde y señor de +Valladolid.</p> + +<p>Sintió Castilla, como era razón, este proceder, y aún lo sintió +más su reina, la cual como en despique despojó de su gobierno al +conde Ansúrez a pesar de haber sido su ayo. Alfonso, creyéndose +desairado, primero dio al conde en su reino magníficas posesiones, +y por último indignado de que su esposa no disimulase el pesar que +le causaban las cosas de Castilla, y sobre todo de que manifestase +casi en público<span class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span> cuán +disgustada estaba con su matrimonio, lamentándose de no haber casado +con don Gómez, la hizo encerrar en el castillo de Castellar, y devolvió +a Ansúrez su condado haciéndole otras muchas mercedes.</p> + +<p>Más de treinta días habían corrido desde el de la cautividad de +la reina cuando tuvo lugar el diálogo que hemos referido a nuestros +lectores, los cuales ya no extrañarán que la reina llamase a Alfonso su +tirano.</p> + +<p>Doña Leonor, dama de la reina, o más bien su íntima amiga, pues +con ella se había criado, sabía la pasión del conde de Candespina, y +conociendo el carácter caballeresco de este y el orgullo nacional de +los castellanos, formó, desde el momento en que supo que iba la reina +a ser conducida a Castellar, el proyecto de valerse de uno y otro para +sacarla de aquella esclavitud; y con este objeto envió un mensaje a don +Gómez por medio de un<span class="pagenum" id="Page_13">p. 13</span> +criado de toda confianza, a quien hizo partir secretamente la noche de +su prisión. Este era el motivo por el que tanta esperanza mostraba a +doña Urraca. Pero esta, que desde su casamiento no había visto al conde +ni oído hablar de él más que para ponderar su valor contra los moros de +Granada o de Sevilla, se creía ya olvidada, y se contentaba, como hemos +visto, con suspirar cuando se hablaba de él.</p> + +<p>Engañábase empero: la pasión de don Gómez, reconcentrándose, había +ganado en intensidad todo cuanto se había visto obligado a suprimir +en demostraciones exteriores, y si abandonó la corte durante la vida +de Alfonso de Castilla fue para no exponerse a manifestar lo que +pasaba dentro de su corazón. Sus asuntos domésticos le condujeron +a Candespina, y allí le halló el mensaje de Leonor, en el cual le +conjuraba por cuanto hay de sagrado para un vasallo, caballero y +amante, que corriese,<span class="pagenum" id="Page_14">p. 14</span> +sin perdonar riesgo ni fatiga alguna, a libertar a su reina de los +hierros en que la crueldad de Alfonso la tenía; y para concluir +indicaba la diestra cortesana cuánto podía esperar el conde de la +gratitud de doña Urraca.</p> + +<p>Los efectos de la chispa eléctrica no son más rápidos que lo fue el +que esta noticia hizo en el inflamable don Gómez. Recibirla, reunir +algunos de sus mejores amigos y fieles vasallos, montar a caballo y +partir para el Aragón fue obra de tan pocas horas que ya estaba cerca +de Zaragoza cuando en Castilla se le echó de menos.</p> + +<p>Acercose la reina a la reja de su prisión, desde la cual, a favor +de la claridad de la luna, descubría perfectamente toda la campiña +inmediata a excepción de la parte que ocultaba un espeso bosque que a +su derecha se veía, y cuyos límites tocaban al foso del castillo. No se +movía un solo<span class="pagenum" id="Page_15">p. 15</span> viviente, +a excepción del centinela que bajo de la misma ventana ora se paseaba +para espantar el sueño, ora apoyado en su lanza murmuraba en voz alta +contra la lentitud del tiempo que no traía el momento del relevo tan +pronto como él quisiera.</p> + +<p>—Tú sabes —dijo la reina oyéndole—, tú sabes al menos el momento +en que cesarás de padecer; pero yo, infeliz de mí, solo en la muerte +espero.</p> + +<p>La camarera estaba al lado de la reina, aunque un poco más atrás por +respeto, y con razones semejantes a las que hemos referido al principio +de este capítulo trató de consolarla, sin atreverse a manifestar el +principal fundamento de sus esperanzas, pues aunque no creía saliesen +vanas, era sin embargo arriesgado anunciar a doña Urraca el paso que +había dado hasta ver el éxito que producía. Leonor conocía demasiado +bien el carácter de<span class="pagenum" id="Page_16">p. 16</span> su +ama para dar un paso en falso, y por lo mismo calló, persuadida de que +si don Gómez lograba quebrantar la prisión de la reina, la colmaría +esta de gracias; pero si por el contrario la empresa se frustraba o el +conde no quería aventurarse, era indudable que la indignación de su +soberana sería el único premio de su oficiosidad.</p> + +<p>Caprichosa a fuer de bella, altanera en extremo, inconstante en +el amor, implacable en el odio, soberbia en la prosperidad, débil en +la desgracia, Urraca era querida de muy pocos; pero su nacimiento, +su hermosura y las gracias que sabía desplegar con aquellas personas +que creía de su interés tener contentas la habían sin embargo +adquirido algunos partidarios de corazón, a más de los que sus +derechos incontestables al trono de Castilla y los cálculos de propia +conveniencia de algunos unieron a ella en lo sucesivo; mas en el +momento solo podía contar con el<span class="pagenum" id="Page_17">p. +17</span> conde, a quien creía demasiado lejano para socorrerla. +Convencida, pues, de que su situación actual era irremediable, hizo +muy poco caso de los consuelos de su camarera, y cansada por fin de +suspirar contemplando los astros, se arrojó vestida sobre el lecho, +dejando abiertas las ventanas en razón del calor.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t017.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch2"> + <p><span class="pagenum" id="Page_18">p. 18</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO II</h2> +</div> + +<p class="ti0">—<span class="cap">P</span><span class="rest">or</span> +san Pedro, conde, que vos solo seríais capaz de tal empresa.</p> + +<p>—¿Y por qué no cualquier otro? Las haciendas y las vidas de los +vasallos son propiedad de los reyes.</p> + +<p>—En buena hora, lo sé tan bien como vos. Pero lo que ahora hacemos, +Dios me perdone si no es provocar al mismo demonio.</p> + +<p>—Si os pesa, Hernando de Olea, podéis volveros, que no os habremos +menester tanto que no concluyamos la demanda sin vos.</p> + +<p>—¡Voto a...!</p> + +<p>—No votéis a nada, que habemos menester la ayuda de todos los +santos, y no será justo provocar su enojo con juramentos.</p> + +<p>—Ya lo sé que no debo votar, pero lo que me habéis dicho, conde, lo +que me habéis dicho, a no ser vos...</p> + +<p>—Bueno está, Hernando, bueno está. Perdonad<span class="pagenum" +id="Page_19">p. 19</span> mi injusto enojo.</p> + +<p>—Esa palabra en la boca del conde de Candespina desarmaría la cólera +del mismo Lucifer. Mas ahora, decidme por vuestra vida si os parece +cuerdo arrojaros en medio de un reino extraño con los doce hombres que +os acompañamos.</p> + +<p>—Hernando de Olea vale él solo por doscientos, y mi espada...</p> + +<p>—Por la de mil de estos testarudos aragoneses. Maldición sobre ellos +y sobre su rey diría si no fuera nuestro también. Con todo, conde, se +pueden reunir tantos...</p> + +<p>—¿Quién os ha dicho, Hernando, que yo voy a combatir cuerpo a cuerpo +con todo el ejército de Aragón? Mi plan es caminar por sendas poco +frecuentadas y llegar sin ser visto a Castellar. Los montes de Aragón +me son bien conocidos, he hecho la guerra en ellos más de una vez, y yo +os fío que llegaremos seguros.</p> + +<p>—Así sea.</p> + +<p>En efecto, la fortuna sirvió completamente<span class="pagenum" +id="Page_20">p. 20</span> al conde, y este tomó tan bien sus medidas, +que con la sola precaución de caminar siempre de noche, y no entrar +en poblaciones considerables, llegó al fin de su viaje sin encontrar +el menor obstáculo. En el día sería muy difícil, cuando no imposible, +que trece hombres armados corriesen las cincuenta leguas que por el +más corto y peor camino hay desde Candespina a Castellar sin llamar la +atención; pero en aquellos tiempos de ignorancia y desorden, semejantes +sucesos eran tan frecuentes que no causaban la menor extrañeza. +La escasez de pueblos, la falta de caminos que proporcionasen la +comunicación entre los que había, y sobre todo la nula seguridad que +el gobierno podía ofrecer a los viajeros hacían que los pobres y +los plebeyos pensasen rara vez en salir del lugar de su domicilio, +y que los nobles, que tampoco viajaban con frecuencia, lo hiciesen +cuando<span class="pagenum" id="Page_21">p. 21</span> se veían +precisados a ello, siempre armados y llevando en su compañía gran +número de guerreros.</p> + +<p>Por esta razón, las pocas personas que nuestros viajeros encontraron +en el camino no extrañaban verlos cubiertos de hierro; y aunque algunos +tuvieran curiosidad de conocer al jefe o señor de aquella tropa, no +juzgaron sin duda prudente entrar en contestaciones con ninguno de sus +silenciosos individuos.</p> + +<p>Entre todos los que acompañaban al conde, aunque la mayor parte eran +nobles ninguno lo era tanto ni privaba con él como Hernando de Olea, su +deudo y hermano de armas, quien por su parte le amaba entrañablemente. +Valiente en extremo, temerario si se quiere, solo conocía Hernando +la prudencia cuando se trataba de algún peligro que podía correr su +amigo, y entonces su previsión rayaba ya en nimiedad. Opuso, pues, +cuantas razones<span class="pagenum" id="Page_22">p. 22</span> se +le alcanzaron contra la resolución de don Gómez, que a la verdad no +fueron pocas porque el proyecto era arriesgado y difícil; mas fue en +vano: el amor, la ambición, la gloria, el espíritu caballeresco, todo +llamaba al conde a Castellar. Llegó por fin el de Olea a convencerse +de la inutilidad de sus reflexiones, y el último altercado que sobre +la materia tuvieron los dos amigos fue el que acabamos de copiar +literalmente.</p> + +<p>En los ocho días que duró su viaje, se ocuparon únicamente del +modo de dar fin a su empresa, que no presentaba pocas dificultades, +pues era de presumir que la vigilancia del alcaide de Castellar +sería proporcionada a la importancia del objeto que estaba a su +cargo; y por otra parte las pocas fuerzas del conde no le permitían +presentarse a cara descubierta a sitiar la fortaleza. De este modo +caminaron creciendo por instantes la perplejidad del enamorado<span +class="pagenum" id="Page_23">p. 23</span> don Gómez, sin que Hernando, +mucho más útil en la pelea que en el consejo, pudiese sugerirle el +menor expediente para salir de apuros; hasta que pasado el Ebro, media +legua antes de llegar a Castellar, hicieron alto para que los caballos +tomasen aliento.</p> + +<p>Llegose Millán García, criado del conde, a su amo a quitarle la +celada y preguntarle si quería su señoría tomar alguna cosa, y como +le respondiese que no, y que comiera él lo que le pareciese, dijo +Hernando:</p> + +<p>—Bueno, ¡cuerpo de Cristo!, en ayunas no sé cómo podréis pelear +con esos bárbaros aragoneses que cada uno tiene tanta fuerza como una +yunta de bueyes. Comed, conde, que si vos nos faltáis tanto montara no +habernos movido de Candespina.</p> + +<p>—Es imposible, Hernando —contestó con sentida voz el conde—: es +imposible, no atravesara un bocado si me lo presentaran los ángeles.</p> + +<p>—Pese<span class="pagenum" id="Page_24">p. 24</span> a mi vida, +¿qué tenéis para dejaros morir de hambre como un caballo cansando?</p> + +<p>—¿Qué he de tener? Ya estamos en el Castellar, y no sé cómo he de +valerme para sacar a mi reina de la tal fortaleza.</p> + +<p>—Ya os lo dije; pero algunas veces, perdonad, conde, parecéis +natural de este país. Si me hubiérais creído se hubieran podido reunir +a lo menos doscientas buenas lanzas, y con ellas en dos horas yo me +prometía colgar en las murallas de su castillo al señor alcaide del +Castellar.</p> + +<p>—¡Excelente idea! Con doscientas lanzas declararíamos la guerra al +rey de Aragón, a quien respetan navarros y franceses. ¡Con doscientas +lanzas, Hernando! ¿Estáis en vos?</p> + +<p>—¡Voto a...! Tenéis razón; no me había hecho cargo.</p> + +<p>Calló Hernando, como le sucedía siempre que se veía cortado en su +discurso, pues el esfuerzo que su imaginación necesitaba hacer para +producir un argumento<span class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span> +de algún peso no era obra de pocos minutos, y así decía él que rara vez +disputaba con sus amigos porque siempre le convencían, y nunca con sus +enemigos, pues para estos la mejor razón era la espada.</p> + +<p>Millán se halló presente a esta conversación, y su celo por el conde +le obligó a que, venciendo la repugnancia que le costaba hablar a su +señor cuando este no se lo mandaba expresamente, propusiera que se +caminase hasta una arboleda que cerca del castillo había, y que allí se +podría con más conocimiento de causa, teniendo a la vista la fortaleza, +tomar el partido conveniente. Pareció tan razonable esta proposición +que inmediatamente se puso en práctica, y antes de un cuarto de hora +estaban ya el conde y los suyos casi a la orilla del foso, en frente de +la reja de la prisión de la reina.</p> + +<p>Desde luego advirtieron que el foso estaba seco a la sazón, y +que no había más que un centinela por aquella parte, de modo<span +class="pagenum" id="Page_26">p. 26</span> que con un hombre solo tenían +que luchar. Empero este hombre estaba sobre una muralla, y con un +grito suyo era indudable que acudirían todos los de la guarnición del +castillo; esto contenía el impaciente ardor de Hernando y el entusiasmo +del conde, hasta que por fin este, volviéndose de repente, como un +hombre inspirado, a Millán, le dijo:</p> + +<p>—Tú eres buen flechero.</p> + +<p>—Señor, sé tirar una flecha con alguna violencia y dirigirla +medianamente.</p> + +<p>—Bien: ¿y te atreverás a hacer una buena puntería de aquí a la +muralla?</p> + +<p>—Sí —interrumpió vivamente Hernando—: ¿serías hombre de quitar de +enmedio a aquel maldito centinela?</p> + +<p>—Si vueseñorías me lo permiten —respondió el criado lleno de +humildad—, probaré, y espero que con la ayuda de Dios podré darles +gusto.</p> + +<p>Y diciendo y haciendo se colocó entre dos árboles, desde donde +distinguía perfectamente al centinela;<span class="pagenum" +id="Page_27">p. 27</span> tendió su arco, y se disponía ya para apuntar +cuando don Gómez, asiéndole del brazo, le dijo:</p> + +<p>—¿Y si yerras el tiro, Millán?</p> + +<p>—Si lo yerra —dijo con impaciencia Hernando—, si lo yerra, acertará +otro.</p> + +<p>—Y el soldado —repuso el conde— lo aguardará pacientemente sin dar +la alarma.</p> + +<p>—Tenéis razón, tenéis razón; pero si una flecha no nos quita ese +estorbo, no sé cómo lo hemos de hacer.</p> + +<p>Millán bajó el arco, el conde quedó suspenso, Hernando petrificado, +y en tanto el tiempo volaba.</p> + +<p>Más de una hora duró esta suspensión, hasta que por fin, convencido +don Gómez de que si, como lo decía su amigo, una flecha no quitaba +al centinela la posibilidad de estorbarles, les sería imposible +entrar en el castillo, mandó sacar las escalas que a prevención traía +y, dirigiéndose a Millán, pronunció con visible alteración estas +palabras:</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span></p> + +<p>—Apunta, Millán, dispara, y Dios dirija tu mano.</p> + +<p>Y diciendo así, cayó de rodillas y se puso a orar fervorosamente, en +tanto que el criado, deseoso de servir a su amo y acreditar al mismo +tiempo su destreza, dirigía sin el menor vislumbre de inquietud la +puntería al malhadado centinela, quien de propósito parecía haberse +parado debajo de la ventana de doña Urraca.</p> + +<p>La naturaleza, más poderosa que las penas, había por fin +proporcionado a la reina de Castilla el sueño, único y verdadero +alivio de los miserables cautivos. Se representaban en su imaginación +los venturosos tiempos de su unión con el conde de Galicia; creía +verse aún en medio de sus vasallos, acatada de todos, dispensando +mercedes, imponiendo castigos: mas por una de aquellas singularidades +que casi siempre tienen los sueños, el conde de Candespina se mezclaba +con aquellos sucesos, en los cuales ninguna parte había<span +class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span> tenido. Era pues entonces tan +feliz en el mezquino lecho de su encierro como hubiera podido serlo en +el más mullido de su alcázar de Burgos o de León, cuando el sordo ruido +que hicieron al pie de su ventana las armas del centinela, a quien +Millán acertó a traspasar la garganta, la despertó repentinamente.</p> + +<p>—¡Leonor!..., Leonor..., despierta..., vamos, despierta; tu reina te +lo manda —dijo llamando a su camarera, que dormía profundamente, hasta +que por fin logró despertarla no sin trabajo—. Vamos, ve a mirar lo que +ha sucedido en la muralla; me parece haber oído cómo daba un gran golpe +un hombre armado.</p> + +<p>—Ya voy, señora; será algún soldado que habrá tropezado en +alguna piedra —dijo Leonor, pensando entre sí que no debía tener +gran necesidad de su persona la reina para llegarse a la ventana y +satisfacer por sí misma su curiosidad.</p> + +<p>Obedeció<span class="pagenum" id="Page_30">p. 30</span> sin embargo +con cuanta presteza se lo permitieron sus miembros, aún entorpecidos +con el sueño, y se llegó a la ventana; mas hubo de estar un momento +para acabar de abrir los ojos, y al cabo nada vio, nada oyó, y así se +lo dijo a la reina. No podía esta persuadirse de que su camarera dijese +lo cierto, porque estaba segura de haber oído caer a un hombre armado, +y así, diciendo a Leonor que procurase otra vez abrir más los ojos para +obedecer sus órdenes, se levantó ella misma; y llegada a la reja, por +más que examinó cuidadosamente cuanto su vista alcanzaba a distinguir, +tampoco descubrió nada.</p> + +<p>—Parece imposible —exclamó—: imposible porque no me cabe duda de que +lo he oído.</p> + +<p>—Ya he observado a Vuestra Alteza —dijo Leonor con cierto aire de +triunfo— que podría ser el centinela que hubiese tropezado.</p> + +<p>—Y yo he observado que hasta aquí nadie se ha atrevido a dirigirme +la palabra sin<span class="pagenum" id="Page_31">p. 31</span> que yo +se lo mande —respondió la reina.</p> + +<p>Leonor se quedó muda con tan inesperada reprensión, y guardó +silencio en tanto que la reina, entre despechada y colérica, volvió a +su lecho.</p> + +<p>Apenas vio Hernando caer en el suelo al centinela, exclamó lleno de +alborozo abrazando a Millán:</p> + +<p>—Bien: te has portado como un hombre, y yo te ofrezco una cadena de +oro que pese tanto como tu arco en premio de este tiro que es el más +acertado que en mi vida he visto.</p> + +<p>—Loado sea Dios —dijo levantándose don Gómez—: amigos míos, de su +voluntad y vuestro valor depende ahora el resto.</p> + +<p>Salieron con esto del bosque, pero temiendo el conde que los que +dormían en el cuarto bajo cuya ventana había caído el centinela, +despertándose con el ruido se asomasen y viéndolos escalar la +muralla dieran la alarma, se apartó a un lado,<span class="pagenum" +id="Page_32">p. 32</span> y en menos de dos minutos ya estaban todos +dentro de la fortaleza.</p> + +<p>Por esta razón no vieron la reina ni su camarera a ninguno de ellos, +y solo a pocos momentos oyeron el ruido de sus pasos al tiempo que +pasaban por debajo de la reja.</p> + +<p>—Bien muerto está —dijo uno de los soldados mirando el cadáver del +centinela—. Dios me libre de ser el blanco de Millán.</p> + +<p>—Y a mí —contestó otro—. Si tuviera el conde unos cuantos +ballesteros como él, ya podían sus enemigos echarse en remojo.</p> + +<p>—Calla, no nos oigan y lo echemos todo a perder.</p> + +<p>Las dos prisioneras habían vuelto a ocupar su puesto en la reja, +y pudieron oír a su salvo el corto diálogo que acabamos de referir, +el cual, lejos de satisfacer la curiosidad de la reina, no hizo más +que irritarla. Leonor, por el contrario, al oír la palabra conde, +concibió esperanzas de que fuese el de Candespina; y de buena<span +class="pagenum" id="Page_33">p. 33</span> gana hubiera dado a su +señora cuenta de las conjeturas que formaba; pero la prohibición que +poco antes la había hecho esta de dirigirle la palabra sin su expreso +mandato la obligó a guardar silencio.</p> + +<p>Doña Urraca por su parte no tardó en conocer que en los estrechos +límites de una prisión no era posible observar estrictamente las +leyes de la etiqueta como en un alcázar, y así, aunque no dejase +de repugnarla algún tanto ser la que empezara, por decirlo así, +su reconciliación con Leonor, rompió el silencio diciendo de esta +manera:</p> + +<p>—Nada dices, Leonor, del singular diálogo que acabamos de oír.</p> + +<p>—Señora —contestó esta—, Vuestra Alteza me ha...</p> + +<p>—Ahora te mando que hables.</p> + +<p>—Entonces, señora, me parece que podré dar a Vuestra Alteza algunas +luces sobre este asunto.</p> + +<p>—¿De veras, Leonor? Vamos, di.</p> + +<p>—Señora, tengo que suplicar primero a Vuestra Alteza se sirva +perdonarme.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_34">p. 34</span></p> + +<p>—Sí, mujer, sí; estás ya perdonada, ¿quién piensa en eso? Pero +di.</p> + +<p>—Es que no se trata de lo que Vuestra Alteza imagina, sino de una +libertad que me he tomado en su nombre...</p> + +<p>—¿En mi nombre? ¿Y quién te ha dado osadía para tanto?</p> + +<p>—Permítame Vuestra Alteza que me explique. He dicho mal diciendo que +había tomado en su nombre. No, señora, yo he obrado en el mío, pero +he querido decir que lo que yo he hecho solo ha sido en interés de mi +reina.</p> + +<p>—Pero acabemos: ¿qué es lo que has hecho?</p> + +<p>—Si Vuestra Alteza me deja hablar, yo se lo diré en pocas +palabras.</p> + +<p>—Y bien, Leonor, una hora hace que te estoy mandando explicarte y +nunca acabas de hacerlo.</p> + +<p>Aquí la camarera refirió su mensaje a don Gómez, y la conjetura de +que fuese el de Candespina el conde de quien hablaban los dos soldados +cuya conversación habían oído.<span class="pagenum" id="Page_35">p. +35</span> No sabemos cuál hubiera sido la contestación de la reina, +ni qué reflexiones hizo durante la breve narración de Leonor, porque +la crónica dice que precisamente en el punto en que esta se acabó, +resonaron las bóvedas del castillo con el ruido de las armas, los +alaridos de los moribundos, y los gritos de <i>Candespina</i> y +<i>Castilla</i> por una parte, <i>Alfonso</i> y <i>Aragón</i> por +otra.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t035.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch3"> + <p><span class="pagenum" id="Page_36">p. 36</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO III</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">T</span><span +class="rest">ranquilamente</span> dormía Íñigo Latorre, alcaide del +castillo de Castellar, confiado, como hemos dicho en el capítulo +primero, tanto en la posición de su fortaleza cuanto en la paz de +que el Aragón disfrutaba en aquella época, cuando le despertaron el +estruendo y voces de los combatientes: se levantó sobresaltado, tomó +la espada, y apenas vestido, sin más armas defensivas que su casco +y escudo, salió de su aposento y se dirigió, aunque con cautela, al +paraje en que parecía estar lo más recio de la pelea.</p> + +<p>Don Gómez y los suyos, dando la vuelta a la muralla, se encontraron +con el cuerpo de guardia colocado en la torre que formaba el ángulo +del castillo opuesto al que ocupaba la reina. El centinela que estaba +a<span class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span> corta distancia dio +el quien vive; pero por pronto que quiso hacerlo, no fue bastante para +impedir que Hernando le contestara con tan buena estocada que dio con +él en el suelo. No murió sin embargo en el momento; y cumpliendo como +buen soldado:</p> + +<p>—Alarma —gritó—, alarma compañeros: los enemigos están en el +castillo.</p> + +<p>No dijo más, pues, colérico, uno de los soldados de don Gómez le +acabó de matar metiéndole la pica por la boca.</p> + +<p>—Desdichado —dijo don Gómez—, has muerto cumpliendo con tu +obligación; Dios te perdone la mala obra que nos has hecho.</p> + +<p>—Que no es poca —añadió Hernando—, porque o yo me engaño, o en la +torre suena ruido de armas.</p> + +<p>Y, en efecto, tenía razón, porque alarmados los aragoneses con la +voz de su compañero se atropellaban unos a otros para tomar, cuál la +espada, cuál la adarga; y a no ser la confusión inevitable en aquel +momento de sorpresa, no hubieran<span class="pagenum" id="Page_38">p. +38</span> entrado el conde y los suyos en la torre; pues ya uno, más +prudente que los otros, corría a cerrar la robusta y herrada puerta.</p> + +<p>—¡Candespina y Castilla! ¡Santiago sea con nosotros! A ellos, +caballeros, vencer o morir —dijo así el de Candespina, y dando el +ejemplo al mismo tiempo que la orden entró por la puerta y cerró tan +furiosamente con los contrarios, que por doquier seguían la muerte y el +espanto sus pasos.</p> + +<p>A su lado iba el denodado Hernando, tan valiente, tan furioso como +su amigo, no parando más golpes que los que a este se dirigían, y +despreciando los que llovían sobre él mismo.</p> + +<p>La guarnición de Castellar, en aquellos tiempos pacíficos, no +excedía de cincuenta hombres de armas, que por fortuna para los +castellanos estaban todos reunidos en la torre atacada, pues mal +les aviniera si estando divididos hubieran podido combatirles por +retaguardia al mismo tiempo que<span class="pagenum" id="Page_39">p. +39</span> de frente. Además, los compañeros del conde venían armados de +punta en blanco y dispuestos a la pelea, al paso que los aragoneses, +soñolientos y medio desnudos, necesitaban casi un valor heroico para +oponer la menor resistencia.</p> + +<p>No menos sorprendido que los demás, Íñigo Latorre, azorado, desnuda +la espada en la mano derecha, y una lámpara encendida en la izquierda, +y semejante más bien a un fantasma que a un guerrero, bajaba lentamente +la escalera deteniendo el aliento y aplicando el oído a cada paso, +hasta que por fin las palabras <i>Candespina</i> y <i>Castilla</i>, +le hicieron conocer que eran castellanos los que habían sorprendido +la fortaleza. Marchar a ellos inmediatamente, y mezclarse entre los +demás combatientes fue el primer impulso del valiente alcaide; pero +reflexionando después en que la falta de armas defensivas le exponía +a caer a los primeros golpes, y que por otra<span class="pagenum" +id="Page_40">p. 40</span> parte más necesaria era su cabeza que su +brazo, volvió a subir apresuradamente a su aposento, en el que ya +habían entrado a buscarle algunos soldados.</p> + +<p>En tanto que estos le ayudaban a armarse de pies a cabeza, seguía +encarnizadamente el combate en el piso bajo de la torre: los aragoneses +defendían el terreno palmo a palmo; pero no permitiéndoles la estrechez +de este aprovecharse de la superioridad que en número tenían sobre +los castellanos, les hacían estos sentir la ventaja inmensa que les +llevaban en armadura y concierto.</p> + +<p>La pérdida de los del castillo era ya de más de diez hombres entre +muertos y heridos, cuando sus enemigos solo habían perdido uno; pero +para estos toda pérdida era de suma importancia en razón de su corto +número.</p> + +<p>Dejemos por un momento a estos encarnizados guerreros combatir +desesperadamente,<span class="pagenum" id="Page_41">p. 41</span> +para hablar de nuestras dos prisioneras, cuya posición era harto +desagradable.</p> + +<p>—¿Lo oye Vuestra Alteza, señora? <i>Candespina</i> y <i>Castilla</i> +dicen —exclamó Leonor, apenas llegó a sus oídos el rumor del +combate.</p> + +<p>—También oigo —contestó la reina— las voces de <i>Alfonso</i> y +<i>Aragón</i>.</p> + +<p>—El conde vencerá sin duda.</p> + +<p>—¿Qué seguridad tienes de ello?</p> + +<p>—Señora...</p> + +<p>—¡Ah, Leonor! ¡Ojalá tu celo no me sea funesto!</p> + +<p>—¿Y por qué lo ha de ser? ¿Vuestra Alteza qué culpa tiene de lo que +yo he hecho sin su conocimiento?</p> + +<p>—Cierto que no tengo ninguna. Pero si el conde sucumbe, ¿qué dirán +las gentes de mí? Acaso se atreverán a sospechar...</p> + +<p>—Que el conde idolatra a su reina, y no será más que lo cierto.</p> + +<p>—Cada vez es mayor el tumulto, Leonor, y sin embargo a nadie veo.</p> + +<p>—Sin duda será el combate en la torre que cae sobre el río, que +es la que ocupa el alcaide con sus soldados;<span class="pagenum" +id="Page_42">p. 42</span> al menos de hacia allí parece venir el eco. +Si el conde supiera en qué paraje se halla Vuestra Alteza, hubiera ya +venido a ponerla en libertad.</p> + +<p>—Dios haga que no sea vencido, pues de lo contrario su temeraria +tentativa no produciría otro efecto que el de empeorar mi situación.</p> + +<p>—Vuestra Alteza se complace en verlo todo de la manera más triste +que es posible imaginar. Don Gómez es un guerrero que tiene fama de ser +tan prudente como esforzado, y no es de presumir que se haya metido en +el castillo sin...</p> + +<p>—¿Oyes, Leonor? ¡Qué tristes gemidos! ¿Oyes el sonido de las +espadas?... ¡Qué horror!... ¿Qué será de nosotras? ¡Dios eterno!... —y +cayó desmayada.</p> + +<p>Leonor empleó cuantos medios estuvieron a su alcance para hacer +volver en sí a su señora, e inspirarla un valor que, si hemos de decir +verdad, no tenía ya ella misma.</p> + +<p>En general, por más osada que una mujer<span class="pagenum" +id="Page_43">p. 43</span> sea en sus proyectos, por más que tenga +costumbre de presenciar grandes acontecimientos y de figurar en ellos, +llegado el caso de un combate, sus fuerzas la abandonan. Su horrorosa +carnicería repugna a este sexo débil, destinado a domar con su dulzura +las feroces pasiones del hombre; ha habido algunas excepciones, es +cierto, a esta regla general; pero confesemos imparcialmente que son +tan pocas que apenas merecen mencionarse.</p> + +<p>No es pues de extrañar que doña Urraca, a pesar de su carácter +ambicioso, flaqueara en aquella ocasión, y que costase infinito trabajo +a su camarera disimular el espanto de que estaba poseída. Empero, como +a nuestra impaciencia no le es dado precipitar los acontecimientos a +medida del deseo, le fue preciso a la reina esperar y temer, y a su +camarera disimular y dar consuelos, hasta que llegó el momento que +estaba señalado para terminar sus inquietudes.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_44">p. 44</span></p> + +<p>Más de un cuarto de hora había transcurrido desde la entrada de +los castellanos en Castellar; y otro tanto tiempo hacía que duraba el +combate, cuando lograron estos desalojar a los enemigos del piso bajo, +y persiguiéndolos llegaron al principal, donde estaba la sala de armas +y el aposento de Íñigo Latorre. Acababa este de armarse y de llegar al +salón cuando entraron precipitadamente los suyos, y a dicha tuvieron el +tiempo necesario para cerrar detrás de sí la puerta, tan fuerte como +todas las que en aquel tiempo se usaban en semejantes edificios.</p> + +<p>—¡Voto al santo de mi nombre! —dijo furioso Hernando, que llegó +precisamente en el momento en que acababan los aragoneses de cerrar—. +Estas malditas escaleras me han detenido, y como esos perros van +desnudos, las han subido en un vuelo.</p> + +<p>—No perdamos tiempo —le contestó el conde que llegó en seguida—, +no<span class="pagenum" id="Page_45">p. 45</span> perdamos tiempo en +inútiles exclamaciones. Lo que importa es derribar la puerta.</p> + +<p>—Un hacha de armas —exclamó Hernando—, pronto un hacha.</p> + +<p>—Es inútil —le replicó el de Candespina—, nada conseguiréis; o +cuando menos se tardará más tiempo del que es menester. Traed una tea +encendida, soldados, y prended fuego a la puerta.</p> + +<p>—Sí, prendedla fuego, no les estará mal a esos testarudos morir como +judíos, porque...</p> + +<p>—No permita Dios que yo cometa tal barbarie. No, Hernando, son +cristianos como nosotros. Lo que yo quiero es quitar esta barrera de +por medio y poder combatirlos como conviene a caballeros, pues en +cuanto a la torre, es de fábrica y no puede incendiarse.</p> + +<p>—Sea así, pero despachad, venga acá esa tea. Parece que en la vida +habéis puesto fuego a una puerta.</p> + +<p>Y el impaciente Hernando se puso a trabajar como un simple +soldado.</p> + +<p>Entretanto el conde, que nada olvidaba,<span class="pagenum" +id="Page_46">p. 46</span> bajó al cuerpo de guardia, en el cual había +dejado a cargo de Millán y otro soldado los prisioneros que se habían +hecho en el primer combate, que eran en bastante número.</p> + +<p>Imaginando el alcaide que sus enemigos, siguiendo la rutina de +aquel tiempo, emplearían inmediatamente el hacha o las palancas para +derribar la puerta, mandó correr sus gruesos cerrojos y arrimar a ella +una pesada y tosca mesa de madera de nogal que había en medio de la +sala. En seguida hizo armar lo más completamente que le fue posible +a sus medio desnudos soldados, y poniéndolos en buen orden esperó +sosegadamente el éxito de aquel trance.</p> + +<p>Había bajado el conde a examinar a los prisioneros no por simple +curiosidad, sino con el objeto de obtener de ellos varias noticias +que podían serle útiles; y en particular por saber en qué paraje se +hallaba<span class="pagenum" id="Page_47">p. 47</span> la reina. +Algunos de aquellos desgraciados conservaban bastante serenidad para +negar a su enemigo todo género de explicaciones; pero la mayor parte +se manifestaron prontos a complacerle. Supo pues el conde cuál era la +torre que encerraba a la reina, y que las fuerzas de que el alcaide +podía disponer en la sala de armas no pasaban de veinte hombres, +deducidas las pérdidas que hasta entonces había tenido. Bien hubiera +querido don Gómez ir en derechura a echarse a los pies de la reina y +ponerla en libertad; pero le pareció que no podía dejar el combate, y +que presentarse como vencedor le sería más honroso.</p> + +<p>Cuando volvió a subir ya ardía la puerta de la sala de armas, y +consternados los aragoneses, que en el calor del combate no habían +podido calcular exactamente el número de sus contrarios, dándose por +perdidos pidieron a su alcaide que entrase<span class="pagenum" +id="Page_48">p. 48</span> en capitulaciones. Este se negó abiertamente +a semejante proposición, y recordando a los soldados sus juramentos y +las leyes del honor, les mandó que se dispusiesen a pelear hasta el +último trance, logrando en efecto reanimarlos algún tanto. Estaba sin +embargo resuelto por la divina providencia que, a pesar de sus buenos +deseos, había de morir sin dar una sola cuchillada a los agresores.</p> + +<p>El conde tenía razón en no temer que la torre se incendiase porque +era de fábrica; mas no había calculado que estando cubierto de +tablas el piso de la sala, precisamente se habían de sofocar cuantos +estuvieran dentro de ella. Y en efecto, aún no había acabado el +infeliz Íñigo su exhortación, cuando incendiándose las tablas del piso +con extraordinaria celeridad, a causa de estar muy secas, se llenó +enteramente de humo el aposento. Los desgraciados aragoneses viéndose +arder empezaron a<span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span> +clamar:</p> + +<p>—¡Piedad! ¡Piedad!</p> + +<p>Los castellanos mismos tuvieron que apartarse, y Hernando gritó, +de orden de su amigo, que sería salvo todo el que saliese de la sala. +Algunos de los que estaban inmediatos a la puerta lograron escapar; +pero la mayor parte, atolondrados con el mismo temor, perecieron +allí miserablemente, y entre ellos el alcaide, sea porque no pudo, +sea porque no quiso, ni aun en aquel caso extremo, entregarse a sus +enemigos.</p> + +<p>Cuando el éxito de un combate es tan cruel para los vencidos, no +pueden los vencedores mismos, a menos que sean monstruos más dignos del +nombre de fieras que de el de soldados, regocijarse de su victoria. Y +así es que no podremos decir quiénes quedaron más aterrados y confusos: +si los pocos aragoneses que sobrevivieron a este desastre, o don Gómez +y los suyos.</p> + +<p>El incendio absorbió la atención general:<span class="pagenum" +id="Page_50">p. 50</span> cesaron los gritos; se trajo agua de un pozo +que indicaron los prisioneros, a quienes se hizo acarrearla con las +correspondientes precauciones; y por fin, consumidas la mayor parte +de las tablas y apagadas las demás, como también los pocos muebles +que había en la sala, se logró terminar aquella horrorosa escena. No +llegó a una hora lo que duró el incendio, mas fue lo bastante para +que ni uno de los desdichados a quienes alcanzó quedase con vida. El +cadáver de Íñigo Latorre se encontró entero, porque la armadura le +había preservado de la acción de las llamas, y a pesar de que su rostro +estaba enteramente negro, aún se descubrían en sus facciones señales +del entusiasmo guerrero que le animaba pocos momentos antes de su +muerte. El conde le miró compasivamente, y mandó que se recogiera y +llevase a su propio aposento, al cual pasó en persona con la esperanza, +que se verificó en<span class="pagenum" id="Page_51">p. 51</span> +efecto, de encontrar en él las llaves de todo el castillo.</p> + +<p>Seguidamente, sin más compañía que la de Millán, y dejando a cargo +de Hernando tomar las disposiciones necesarias para su seguridad +y pronta marcha, fue don Gómez a la torre, prisión de la reina. +Acostumbrado desde su más tierna infancia a los horrores de la guerra, +no había el conde sentido la menor inquietud durante el combate; pero +presentarse a la que un tiempo miró como destinada a ser su esposa, y +en aquella ocasión tenía que acatar por señora y respetar como a mujer +de otro, era para él un paso tan delicado como temible. Su corazón +latía con violencia, mientras Millán probó sucesivamente las llaves en +la cerradura de la puerta exterior de la torre hasta encontrar con la +propia; entró temblando, y es indecible su turbación cuando al llegar +al primer piso mandó a su criado que abriese.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_52">p. 52</span></p> + +<p>Si fue grande la inquietud de la reina mientras resonaron en sus +oídos los furiosos gritos de los combatientes, mayores fueron sus +angustias cuando el incendio de la sala de armas hizo que a aquel +estrépito sucediese un silencio horroroso. «¿Cuál será el vencedor?», +he aquí la cuestión importante que ocupaba a las dos prisioneras, sin +que ni una ni otra se atreviesen a proferir una sola palabra. En esta +amarga situación pasaron la reina y su dama más de una hora, hasta que +oyeron sonar primero los cerrojos de la puerta exterior, subir después +la escalera precipitadamente, y ensayar por último varias llaves en la +cerradura de la puerta de su propia estancia. Si doña Urraca y Leonor +hubieran estado entonces libres del pánico terror, que ni discurrir +las dejaba, desde luego la circunstancia de no abrir inmediatatamente +les hubiera hecho ver que la visita que iban a recibir no era la del +alcaide o cualquiera<span class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span> de +sus subalternos, pues estos no podían menos de conocer las llaves de +todas las estancias; pero el temor no les permitió hacer tan sencilla +reflexión. Sobrecogidas, pues, y olvidando la diferencia de clases, se +metieron abrazadas en el rincón más apartado de su aposento.</p> + +<p>Ya en esto había Millán abierto la puerta y entrado el conde alzada +la visera del casco, con ademán sumiso y rostro más sonrojado de lo que +hubiera podido esperarse de su edad y profesión.</p> + +<p>—¿Perdonará Su Alteza? —dijo hincando una rodilla en el suelo.</p> + +<p>—¿Sois vos, conde? —exclamaron a un tiempo reina y camarera.</p> + +<p>—Sí, señora —contestó el conde—, yo soy, que me he atrevido a entrar +en la estancia de Vuestra Alteza sin su permiso...</p> + +<p>—¿Y qué? ¿Estoy libre?</p> + +<p>—Vuestra Alteza puede partir cuando guste.</p> + +<p>—Ahora mismo; pero alzad, conde: la reina de Castilla no olvidará +nunca lo que os debe.</p> + +<p>—A mí, señora, nada me debe:<span class="pagenum" id="Page_54">p. +54</span> soy su vasallo, y he cumplido con mi obligación +sirviéndola.</p> + +<p>—No esperaba yo menos de vuestra nobleza. Mas ocasiones habrá de +manifestaros mi agradecimiento, y si Dios fuere servido, como lo +espero, de llevarme con bien a mis reinos, no se tardará el día en que +lo veáis.</p> + +<p>—Señora, si alguna cosa he hecho que merezca recompensa, suficiente +la tendré en besar los pies a Vuestra Alteza.</p> + +<p>—Tomad la mano, conde: y ojalá no la hubiese yo nunca dado...</p> + +<p>Detúvose aquí, y el conde besó respetuosamente aquella mano, objeto +de todos sus deseos.</p> + +<p>—¿Podemos partir, conde? —continuó la reina.</p> + +<p>—Señora —dijo este—, deme Vuestra Alteza permiso para bajar un +instante y podré responderla.</p> + +<p>—¿Y en tanto nos hemos de quedar otra vez solas? —replicó doña +Urraca; y luego, avergonzada de haberse demostrando tan débil, añadió—: +Leonor es una medrosa que se morirá si se ve sin más compañía<span +class="pagenum" id="Page_55">p. 55</span> que yo.</p> + +<p>—¡Ah, Señora! ¿Y no vale esa más que la de un ejército? Pero es +indispensable que yo baje: si Vuestra Alteza quiere conceder a este +soldado la honra de que se quede en guarda suya...</p> + +<p>—Consiento: y de hoy más será de mi servidumbre.</p> + +<p>—Millán besa los pies de Su Alteza.</p> + +<p>—Ahora idos buen conde, idos y apresurad nuestra marcha que en vos +pongo mi esperanza.</p> + +<p>—Ponedla en Dios, señora; Él solo ha vencido a los aragoneses; Él ha +vuelto por vuestra causa.</p> + +<p>Y diciendo así, saludó respetuosamente a su soberana y salió del +aposento lleno de júbilo.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t055.jpg" + style="width: 6em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch4"> + <p><span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO IV</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">E</span><span class="rest">n +tanto</span> que el conde conferenciaba con la reina, Hernando, que se +ocupaba en registrar la fortaleza, halló la litera en que doña Urraca +había venido a ella, y mandó disponerla para que hiciese su viaje a +Castilla con más comodidad que a caballo, que era lo que se tenía +pensado, y también se aprovechó de los caballos de la guarnición para +montar a los ocho hombres que salieron con bien del combate, pues los +suyos estaban harto cansados con la penosa marcha que acababan de hacer +para emprender con ellos inmediatamente otra no menos rápida.</p> + +<p>Tomadas estas disposiciones, hizo el conde prestar juramento sobre +los santos Evangelios a los aragoneses, de que en ocho días contados +desde aquel en que lo<span class="pagenum" id="Page_57">p. 57</span> +prestaban, no saldrían de su castillo, ni darían aviso a nadie de +lo sucedido por medio alguno directo ni indirecto; precaución que +le pareció necesaria y bastante para asegurar su retirada, pues en +aquellos tiempos de ignorancia, dicho sea en mengua de nuestro siglo, +cuando un hombre, y sobre todo un soldado, hacía un juramento, antes +hubiera perdido mil vidas que faltado a él.</p> + +<p>En efecto, los aragoneses cumplieron exactamente lo prometido, y la +marcha de la reina a sus estados no sufrió el menor obstáculo.</p> + +<p>Cuando don Gómez se decidió a marchar de Candespina, solo escuchó +la voz de su pasión, y atendiendo demasiado a ella, olvidó lo que +la prudencia, la política y la razón exigían, que era asegurarse en +Castilla de un partido bastante respetable para defender a la reina +del poder de su esposo, de quien sin duda no<span class="pagenum" +id="Page_58">p. 58</span> debía esperarse mirase con indiferencia +aquella fuga; pero luego que conseguido su objeto empezó a +restablecerse la tranquilidad en su agitado espíritu, todas las +dificultades se presentaron de golpe.</p> + +<p>El segundo día de su viaje, caminando el conde y Hernando un poco +detrás de la litera de la reina, iba aquel tan pensativo que, a pesar +de la poca penetración de que su amigo se hallaba dotado, no pudo menos +de observarlo, y admirado de verlo así cuando solo estaban a media +legua de la frontera de Aragón, le dijo:</p> + +<p>—¿Qué tenéis, cuerpo de Cristo? Nunca os he visto tan pensativo.</p> + +<p>—¿Os parece, por ventura, que me faltan motivos para estarlo? +—contestó el conde.</p> + +<p>—Al menos no los alcanzo. Ya poco tenemos que temer de los +aragoneses.</p> + +<p>—Los castellanos son los que yo temo.</p> + +<p>—¿Los castellanos? ¿Y por qué?</p> + +<p>—¿Sabéis, Hernando, con cuántos nobles podremos contar? +¿Creéis<span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span> que habrá +muchos que quieran incurrir en el terrible enojo de Alfonso de +Aragón?</p> + +<p>—¡En el terrible enojo del de Aragón! Terrible para los cobardes.</p> + +<p>—Y para los prudentes, Hernando. La pasión no debe cegarnos. El +poder de Alfonso es formidable, y si toda la nobleza, si todo el clero +de Castilla no nos presta su apoyo, apenas podremos resistir algunos +instantes a la tempestad que va a caer sobre nosotros.</p> + +<p>—No sé por qué no se unirán a nosotros prelados y grandes. La +reina...</p> + +<p>—Esta con nosotros, es cierto, pero viene fugitiva.</p> + +<p>—De su tirano, como ella dice.</p> + +<p>—Sí, su tirano; pero también es su marido. Hernando, el negocio no +está tan llano como a vos os parece.</p> + +<p>—¿Y qué hemos de hacer, conde?</p> + +<p>—Reparar en lo posible el tiempo perdido. Y si la fatiga, +Hernando...</p> + +<p>—La fatiga no me asusta. Mandad y seréis obedecido.</p> + +<p>—¡Excelente, Hernando! ¡Cuánto os debo!</p> + +<p>—Nada.<span class="pagenum" id="Page_60">p. 60</span> Decid presto +qué es lo que he de hacer.</p> + +<p>—Vos conocéis a Diego López, señor de Nájara.</p> + +<p>—Sin duda que le conozco, y es de mis amigos; buen soldado...</p> + +<p>—Y tan mal cortesano como vos. Mas esto no es ahora del caso; lo que +importa es que sirva a la reina.</p> + +<p>—Y lo hará. Mejor vasallo no lo tiene Castilla.</p> + +<p>—Así lo creo. Alfonso le quitó por esa misma razón las fortalezas +que tenía a su cargo; mas no se atrevió a despojarle de sus estados.</p> + +<p>—Ni pudiera aunque lo intentara. El conde tiene buenos puños +y muchos servidores que hubieran dado que hacer a los señores +aragoneses.</p> + +<p>—Enhorabuena, Hernando. Yo sé que don Diego López, temeroso siempre +de la mala voluntad de Alfonso, no se aparta nunca de Nájara.</p> + +<p>—Decid más: nunca le faltan doscientos caballos y algunos peones de +que disponer.</p> + +<p>—Tanto mejor. Hernando, ya lo veis; veinte lenguas hemos andado +en estos dos días, y<span class="pagenum" id="Page_61">p. 61</span> +la reina, a pesar de ir en litera, empieza a resentirse de tan +acelerada manera de caminar. Habremos pues de acortar las jornadas +en lo sucesivo. Su Alteza desea darse a conocer en llegando a sus +estados...</p> + +<p>—Es una temeridad.</p> + +<p>—Tal vez, y yo así se lo he hecho presente. Pero su voluntad...</p> + +<p>—No debe seguirse cuando es descabellada.</p> + +<p>—Sea como quiera, Hernando, su voluntad es nuestra ley. Vasallo +celoso, pero sumiso, aconsejaré a Su Alteza cuando lo crea necesario +para bien suyo; mas siempre obedeceré sin replicar sus órdenes. Mas +volvamos a nuestro asunto: caminando poco doña Urraca, y dándose a +conocer desde luego, es muy de temer que alguno de los muchos alcaides +aragoneses que tiene esta frontera...</p> + +<p>—Os entiendo, proseguid.</p> + +<p>—Para evitar, pues, un lance que malogre el fruto de nuestra +empresa, es preciso que vos marchéis con toda diligencia a Nájara; que +os presentéis<span class="pagenum" id="Page_62">p. 62</span> a López y +le digáis en qué situación nos hallamos.</p> + +<p>—Eso bastará; conozco al señor de Nájara; ¿pero ahora mismo?</p> + +<p>—No, Hernando, aún estamos en Aragón, y no sois hombre vos a quien +yo separe de mi lado en ocasiones de peligro; a más, una carta de Su +Alteza para don Diego sería muy del caso. Lo dicho: esta noche os +separaréis de mí.</p> + +<p>—Hágase como dispongáis.</p> + +<p>Durante esta conversación iban juntas en la litera doña Urraca y +su dama doña Leonor, más gozosas de verse fuera del Castellar, que +apesadumbradas con lo largo de las jornadas y el melancólico aspecto +del terreno por el que caminaban.</p> + +<p>Doña Leonor poseía toda la astucia y flexibilidad de carácter +naturales en una mujer educada en la corte, y además había llegado a +conocer a su señora bastante bien, para no sufrir muy a menudo las +tempestades que la versatilidad de esta producía<span class="pagenum" +id="Page_63">p. 63</span> con frecuencia. Reinaba pues la más completa +armonía entre ambas; y doña Urraca se complacía en manifestar a su +camarera los proyectos que para lo futuro iba haciendo. Encerrada en +la prisión de Castellar, la reina de Castilla hacía sanas y acertadas +reflexiones sobre su posición relativamente a los grandes de su +reino, y conocía cuán poco podía esperar de ellos; pero la manera +casi milagrosa con que obtuvo su libertad, el entusiasmo del conde y +la fidelidad de su reducido escuadrón, desvanecieron enteramente sus +temores. Olvidando que su altanería le había acarreado casi desde la +infancia la enemistad de los nobles y prelados; olvidando que por no +verse sujetos a ella sola habían querido casarla hasta con uno de sus +iguales y tener a este por rey; doña Urraca, seducida por su amor +propio, creyó encontrar todos los corazones dispuestos a recibirla, +todos los brazos prontos a combatir en su<span class="pagenum" +id="Page_64">p. 64</span> defensa. Los derechos heredados de su padre, +el glorioso nombre de este, y sobre todo sus gracias personales eran +otros tantos motivos de confianza y seguridad para la incauta reina, y +no veía, ni sus defectos, ni el poder de su marido, ni la fuerza de sus +parciales.</p> + +<p>Todas estas causas debilitaban de hora en hora la admiración y la +gratitud que la heroica resolución de don Gómez la habían inspirado en +el primer momento: desaparecieron sucesivamente de su imaginación el +héroe y el libertador, no quedando el conde de Candespina por último +en ella más que como un vasallo fiel, enamorado, valiente y acreedor a +sus bondades. Por no ser prolijos omitiremos los diálogos de entrambas +viajeras, y las conversaciones que mediaron con el conde, quien solía +acercarse a menudo a la litera para informarse de si Su Alteza iba con +la comodidad posible, de si deseaba alguna cosa,<span class="pagenum" +id="Page_65">p. 65</span> pedirla su venia para hacer alto, etc., etc. +De este modo llegaron al último pueblo de Aragón, y así por esto como +por su pequeñez y poca importancia, le pareció a don Gómez que podría +alojarse en él la reina, esperando encontrar algunas comodidades. +Se escogió la casa del pueblo que menos mala pareció, y sin usar de +otra ceremonia don Gómez mandó a su dueño que recibiese en ella a la +reina, aunque sin decirle que tal era su alta dignidad. Acostumbrados +entonces los plebeyos a someterse de grado o por fuerza a la voluntad +de los nobles, que les comunicaban sus órdenes con la punta de la +lanza, no extrañaban ninguna de las exacciones de estos, y por lo mismo +el villano aragonés no manifestó la menor repugnancia en conceder la +hospitalidad que con tanta cortesía se le pidió. Introdujo pues a sus +huéspedes en una que él llamó sala, en la cual no se veían más muebles +que una<span class="pagenum" id="Page_66">p. 66</span> tosca mesa +de pino, algunos escaños o bancos de la misma madera, y un espacioso +sillón con asiento de cuero, que daba indicios de ser el más antiguo y +respetable de todos los enseres allí existentes. La misma sala tenía +una alcoba con su cama correspondiente al resto del ajuar, la cual se +destinó para doña Urraca.</p> + +<p>Al entrar esta en aquella miserable choza, echó una mirada en +derredor de sí, y expresó con un profundo suspiro cuánto echaba de +menos el fasto de la corte: el conde lo comprendió, mas no pudiendo +remediar nada, juzgó que lo más prudente era guardar silencio sobre +aquel punto. Ocupado enteramente del proyecto relativo al mensaje de +Hernando, apenas se sentó la reina dobló ante ella la rodilla, pidió +permiso para hacerla una súplica, y obtenido que lo hubo, manifestó en +breves pero evidentes razones, cuán necesario era solicitar el auxilio +del señor de Nájara.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_67">p. 67</span></p> + +<p>—Nunca hubiera creído —contestó la reina después de haber escuchado +con algunas muestras de impaciencia el discurso del conde—, nunca +hubiera creído que la reina de Castilla tuviese que mendigar el auxilio +de sus vasallos.</p> + +<p>—Vuestra Alteza —replicó don Gómez— no ha comprendido, sin duda por +falta de explicación mía, lo que he querido decir: se trata, no de +que Vuestra Alteza mendigue el socorro de nadie, sino de que se digne +participar su llegada a estos reinos al señor de Nájara: esta honra +bastará para empeñar más particularmente a este caballero en defensa de +Vuestra Alteza.</p> + +<p>—¿Y por ventura, conde, he yo menester tanto de su ayuda? ¿No me +quedan más vasallos tan nobles, tan poderosos, tan esforzados como él +en Castilla?</p> + +<p>—Nobles hay en ella, y muchos y muy poderosos; pero, señora, siento +decirlo, acaso no todos...</p> + +<p>—Os entiendo: teméis que sean más parciales del rey de Aragón<span +class="pagenum" id="Page_68">p. 68</span> que de su natural señora. +Mientras me han creído legítimamente unida a él, mientras que he +estado ausente, tal vez don Alfonso habrá podido contar con ellos; +pero en presentándome, creedlo, conde, no habrá uno que no siga mis +banderas.</p> + +<p>—Así debiera ser, y así lo deseo, mas no puedo persuadírmelo. Por lo +menos, crea Vuestra Alteza que no sería prudente presentarse en Burgos +sin más escolta que la corta con que hoy camina.</p> + +<p>—Sois extraño, conde; no os parece bastante para caminar por mis +estados la misma fuerza con que emprendisteis sacarme del poder de mis +enemigos.</p> + +<p>Doña Leonor, presente a esta conversación, conocía la razón del +conde; mas veía al mismo tiempo que era inútil luchar contra la vanidad +de su señora, y que a menos de presentarla el negocio bajo un aspecto +enteramente distinto, jamás consentiría en lo que sus propios intereses +exigían.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_69">p. 69</span></p> + +<p>Se le ocurrió de pronto un feliz expediente, y arriesgándose a +sufrir una áspera reprimenda se atrevió a mezclarse en la conversación +diciendo a la reina:</p> + +<p>—Si Vuestra Alteza me permitiera...</p> + +<p>—¿También tú, Leonor, tienes desconfianza de la fidelidad de mis +vasallos?</p> + +<p>—No, señora —contestó la diestra cortesana—, lejos de eso creo +absolutamente infundados los temores del conde.</p> + +<p>—¡Doña Leonor! —exclamó este algo mohíno de ver que la camarera +se oponía tan espontáneamente a su juicioso proyecto—: Doña Leonor, +¿habéis meditado bien?...</p> + +<p>—Dejadla hablar —replicó la reina—; continúa, Leonor, veamos si tú +podrás convencer a este buen caballero...</p> + +<p>—No me parece —dijo Leonor— ni aun necesario rebatir los temores +que el excesivo celo del conde de Candespina le ha hecho concebir; +perdóneme su señoría si me atrevo a decirle que va enteramente +descaminado<span class="pagenum" id="Page_70">p. 70</span> en lo que +dice. No hay, o yo me engaño mucho, un solo noble en Castilla que +no esté dispuesto a sacrificarse en obsequio de las gracias de doña +Urraca...</p> + +<p>—De mis gracias no, porque no las tengo; pero de mis derechos sí.</p> + +<p>—La modestia de Vuestra Alteza —continuó la dama— le hace hablar +así; de todos modos Vuestra Alteza no necesita para su seguridad de las +tropas del señor de Nájara, y sin embargo yo no vacilaría en enviarlas +a buscar.</p> + +<p>No es fácil describir el asombro de la reina y del conde oyendo +concluir de un modo tan singular el discurso de doña Leonor; aquella +la miró con enojo, y con admiración este; mas ella, que todo lo había +previsto, sin darles tiempo para volver en sí, continuó de esta +manera:</p> + +<p>—Dígnese Vuestra Alteza escucharme un instante más y me comprenderá. +Repito que los soldados del señor de Nájara no me parecen necesarios +para seguridad; mas ¿dígame<span class="pagenum" id="Page_71">p. +71</span> Vuestra Alteza si será decoroso para su alta dignidad +entrar en Burgos en una misma litera, con su única criada, sin más +servidumbre, sin más guarda que la de ocho o nueve soldados, valientes +sin duda, pero con las armas aún teñidas en sangre y cubiertas de +polvo?</p> + +<p>—En verdad, Leonor, que tienes razón, y mandaré al señor de Nájara +que venga a servirnos de guarda hasta nuestra capital de Castilla. +Conde, escribid la carta, que yo la firmaré; pero cuidad bien de que +en ella se exprese que el motivo de nuestro mandato es el que ha dicho +Leonor, y no en manera alguna que tengamos el menor recelo de la +fidelidad de nuestros vasallos.</p> + +<p>Absorto y pensativo salió el conde a ejecutar lo que se le mandaba, +pudiendo apenas figurarse ser verdad el ingenioso artificio con que +doña Leonor había logrado de la reina, lisonjeando su vanidad, lo que +él con razones más poderosas<span class="pagenum" id="Page_72">p. +72</span> jamás hubiera conseguido. A estar menos preocupado en favor +de la reina, nada hubiera visto de extraño en ello; pero un amante ve +pocas veces claro cuando se trata de su dama.</p> + +<p>Doña Urraca por su parte cada vez se creía más segura del amor de +los castellanos, y miraba como ofensas cuantas prudentes precauciones +querían sus partidarios tomar en favor suyo. Funesta preocupación +que atrajo sobre estos y sobre ella misma no pocos sinsabores en lo +sucesivo.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t072.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch5"> + <p><span class="pagenum" id="Page_73">p. 73</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO V</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">P</span><span +class="rest">artió</span> Hernando apresuradamente para Nájara con el +mensaje de la reina a Diego López, y su diligencia fue tal que dos días +después llegaron ambos, al mismo tiempo que doña Urraca, a un pueblo +del camino llamado Anguiano.</p> + +<p>Don Diego López obtuvo el honor de besar los pies a la reina, quien +no se descuidó en hacerle entender que había reclamado su asistencia, +no como necesaria, sino para dar más aparato a la pública entrada que +pensaba hacer en Burgos. El señor de Nájara se contentó con responder +que de cualquier manera que fuese se creía muy honrado con que Su +Alteza se dignara emplearle en su servicio, y lo que solo sentía era +que la premura del tiempo no le hubiese permitido reunir más que los +trescientos<span class="pagenum" id="Page_74">p. 74</span> caballos +que con él traía, y cuatrocientos peones que no tardarían en llegar a +las órdenes de uno de sus parientes. Mediaron algunos cumplimientos, +y doña Urraca terminó la conferencia encargando al conde y al señor +de Nájara que dieran las disposiciones convenientes para su entrada +en Burgos, declarando al mismo tiempo que estaba resuelta a cesar de +ocultarse, queriendo que desde aquel mismo momento supiesen los pueblos +por donde transitara que tenían el honor de albergar a su soberana.</p> + +<p>La expresión de la voluntad de doña Urraca fue en esta ocasión tan +firme y tan decidida que hasta el mismo Hernando se convenció de que +toda reflexión contraria a ella sería inútil; y así, por más que don +Gómez, el de Nájara y la misma doña Leonor creyesen que hubiera sido +más prudente no descubrirse hasta estar en Burgos, hubieron de ceder a +la necesidad.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span></p> + +<p>Los habitantes de Anguiano, poco enterados en los negocios políticos +y no conociendo de la reina más que su nombre y la fidelidad que le +habían jurado, manifestaron sumo gozo en que honrase su pequeña aldea, +y aun quisieron festejarla a su modo: pero doña Urraca, sea que se +convenciese de que era tan impolítico como arriesgado el detenerse, o +sea más bien que el miserable y salvaje aspecto de aquellos montañeses +le fuese poco agradable, resolvió ponerse en marcha sin demora.</p> + +<p>Aunque en realidad toda la tropa que escoltaba a la reina dependía +del señor de Nájara, por componerse de vasallos, criados, deudos y +amigos suyos, sin embargo, don Diego López, que ya en la junta de +Mascaraque se había declarado decididamente partidario del conde de +Candespina, indicó a este que él y cuantos le seguían estaban prontos +a obedecerle en todo. Agradeció el conde con corteses razones<span +class="pagenum" id="Page_76">p. 76</span> la deferencia que se le +demostraba, y aunque no quiso tomar ostensiblemente el mando, tanto +por no herir el amor propio del señor de Nájara cuanto porque no se +le tachase de ambicioso, se reservó empero las facultades que creyó +oportunas para el mejor servicio de la reina. Hernando de Olea, a la +cabeza de cien lanzas escogidas, salió con anticipación a noticiar a +los burgaleses la llegada de doña Urraca, llevando orden de apoderarse +de alguna de las puertas de la ciudad, y seguidamente del alcázar a +nombre de Su Alteza; y al mismo tiempo se envió un mensajero a la +infantería de Nájara, para que atravesando los montes por el camino más +corto marchase directamente a la capital de Castilla.</p> + +<p>La reina con los doscientos caballos restantes, más los ocho del +conde, continuó su camino a jornadas cortas, recibiendo con afabilidad +a los nobles de todos<span class="pagenum" id="Page_77">p. 77</span> +los pueblos del tránsito, y esperando con ansia el momento de llegar a +Burgos. Don Gómez la acompañaba siempre, y recibía de ella las mayores +pruebas de estimación. Enamorado más que nunca, no se atrevía sin +embargo a hablar una palabra de su amor, que hubiera mirado como un +crimen, en razón de ser la reina casada, si las desavenencias de esta +con su marido y el parentesco de primos segundos que mediaba entre +ambos consortes no alentaran la esperanza de ver roto algún día aquel +lazo tan contrario a sus intereses.</p> + +<p>Doña Urraca no podía ser indiferente al mérito incontestable +de don Gómez, aumentado a sus ojos con el servicio que acababa de +hacerla; pero el amor que empezaba a apoderarse de su corazón no era +ni fue nunca superior a la vanidad, de modo que si bien su conducta +era tal que el conde no tenía de que quejarse,<span class="pagenum" +id="Page_78">p. 78</span> tampoco le permitía lisonjearse enteramente +de ser amado.</p> + +<p>Así que llegó Hernando de Olea a Burgos, se presentó a su alcaide, +don Álvar Fáñez, y le comunicó las órdenes de la reina, para que se +hiciese saber al ayuntamiento de aquella ciudad su próxima llegada. Es +indecible la sorpresa del alcaide, más afecto al partido aragonés que +al castellano; hizo mil preguntas a Hernando, pero todas las respuestas +de este fueron tan concisas que ninguna luz pudo sacar de ellas. Es +posible que don Álvar Fáñez se hubiera opuesto a recibir a la reina +en Burgos si hubiese estado en su mano obrar conforme a sus deseos; +pero el conde, que había previsto aquel caso, dio las instrucciones +convenientes al de Olea para evitarlo; y así este no abandonó ni +un momento al alcaide desde su llegada a Burgos, y tuvo cuidado +de insinuarle que si bien había venido únicamente con cien<span +class="pagenum" id="Page_79">p. 79</span> caballos, tardarían +poquísimas horas en llegar fuerzas más considerables.</p> + +<p>Se convocó, pues, inmediatamente a los individuos de ayuntamiento, +a lo principal de la nobleza y a los gobernadores del obispado con +las dignidades eclesiásticas de más nota, para las casas capitulares, +y, reunidos todos en ellas, les hizo el alcaide saber la orden que +acababa de recibir. Hernando añadió, que Su Alteza se había resuelto +a ir a visitar sus estados sin avisar de antemano, por razones que +se reservaba explicar ella misma a su debido tiempo, y que de todos +modos creía que una sola palabra dicha a nombre suyo bastaría para +que sus amados burgaleses se dispusieran a hacerla el correspondiente +recibimiento.</p> + +<p>—Para concluir, señores, dijo por último: es la voluntad de la +reina que desde este momento se me ponga en posesión del alcázar de +esta ciudad, y se me confíe la guarda de una de sus puertas.<span +class="pagenum" id="Page_80">p. 80</span> He aquí las cartas de Su +Alteza, en confirmación de lo que acabo de deciros. —Y en efecto las +presentó.</p> + +<p>Lo natural era haber empezado haciéndolo; pero Hernando, poco +enterado en semejantes fórmulas, cuidó más de hacer entender a aquella +junta lo que de ella quería, que de otra cosa.</p> + +<p>A todo esto, los soldados de Nájara rodeaban el lugar de la sesión, +y tanto los regidores como los nobles y clérigos, además de que no +tenían un motivo racional para oponerse a recibir a su legítima +soberana, aunque viniese como a sorprenderlos, conocieron que no +estaban en situación de hacer otra cosa más que suscribir a cuanto de +ellos se exigiese.</p> + +<p>Accedieron, pues, sin repugnancia (al menos manifiesta) a lo que +se les mandaba en nombre de doña Urraca, y Hernando, satisfecho del +buen éxito de su comisión, pasó a alojar el grueso de su tropa<span +class="pagenum" id="Page_81">p. 81</span> en el alcázar, enviando un +pequeño destacamento a la puerta de la ciudad, que él mismo designó. A +las ocho de la mañana llegó el de Olea a Burgos; a las doce estaba en +posesión del alcázar; y antes de la noche llegó también la infantería +de Nájara.</p> + +<p>Los burgaleses deseaban con ansia el momento de ver entrar a la +reina, pues esperaban que su presencia disiparía la misteriosa sombra +que cubría el objeto de aquella inesperada visita, cuyo motivo estaban +lejos de sospechar; porque debe tenerse presente que en el siglo +<span class="asc">XII</span> aún no se habían establecido los correos +ordinarios y periódicos.</p> + +<p>Para abreviar: al tercer día se recibió aviso por un soldado de que +Su Alteza haría su entrada al siguiente por la mañana, lo que en efecto +se verificó, saliendo a recibirla el cabildo, los nobles y el alcaide +que, arrodillado a sus pies, le entregó las llaves de la ciudad.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_82">p. 82</span></p> + +<p>Doña Urraca desplegó la amabilidad, gracia y cortesanía de que tan +bien sabía usar; y como uno de los eclesiásticos gobernadores de la +diócesis, creyendo que su carácter sacerdotal le autorizaba a ello, +preguntase qué motivo extraordinario era el que proporcionaba a sus +vasallos la inesperada dicha de verla, le contestó que tiempo habría de +satisfacer aquella curiosidad, añadiendo:</p> + +<p>—Lo que ahora importa más es dar gracias a Dios por haberme traído +con bien a mi amada Castilla: vamos al templo, y no dudo que vosotros, +señores, me ayudaréis con vuestras santas oraciones a implorar el favor +divino para lo sucesivo.</p> + +<p>Dicho esto, se encaminaron todos a la iglesia mayor, y en ella +se cantó un solemne <i>Te Deum</i>, concluido el cual se trasladó +la reina con el mismo acompañamiento al alcázar. Bien hubiera +querido don Gómez poder ocultar que la reina<span class="pagenum" +id="Page_83">p. 83</span> venía fugitiva de Aragón; pero desde luego +conoció que semejante ficción podría durar poquísimos días, y que su +momentánea utilidad no compensaría los perjuicios que necesariamente +había de producir cuando se descubriese la verdad. Fue pues necesario +decidirse a descubrir el misterio, con permiso de doña Urraca, quien +no puso dificultad en ello, persuadida de que los castellanos no +vacilarían en defenderla contra su marido. En consecuencia de esta +determinación, apenas entraron en el alcázar cuando, sentándose la +reina en su trono, hizo una larga y patética exposición de los malos +tratamientos que de su esposo había recibido, sin más causa, decía, +que la de ser el rey aragonés y, como tal, enemigo de Castilla, cuya +opresión no había ella querido nunca autorizar; habló de su prisión en +Castellar, pintándola con colores tal vez más cargados que los que la +verdad<span class="pagenum" id="Page_84">p. 84</span> exigía; y, por +último, alabando el celo del conde de Candespina, manifestó hallarse +resuelta a evitar a todo trance caer de nuevo en manos de su tirano. +Sea respeto, sorpresa o temor de las tropas que les cercaban, todos los +presentes guardaron el más profundo silencio que la reina interpretó +tan favorablemente que no creyó necesario exigir garantía ninguna para +su seguridad; y poniendo a cargo del conde de Candespina disponer lo +necesario para la defensa contra don Alfonso, se retiró a descansar de +las fatigas de su penoso viaje.</p> + +<p>Don Gómez exhortó en seguida a todos aquellos caballeros a que +tomasen las armas, y las hiciesen tomar a sus vasallos, como él iba +a hacerlo, marchando al siguiente día a sus estados con objeto de +hacer en ellos una leva. Todos protestaron que estaban resueltos a +seguir su ejemplo, y la asamblea se separó sin que ocurriese<span +class="pagenum" id="Page_85">p. 85</span> en ella nada más digno de +notarse.</p> + +<p>No fiaba mucho el conde de Candespina en aquellas demostraciones; +pero la fuerza de las circunstancias le precisó a ocultarlo por +entonces, esperando que podría reunir a sus parciales antes que los +enemigos de la reina tuvieran tiempo de concertar su plan contra ella; +y en consecuencia, marchó, según lo había anunciado en la asamblea, el +día después de el de la llegada de la reina a Burgos para Pancorbo, +cuyo castillo y pueblo le pertenecían.</p> + +<p>En Burgos se quedó Hernando para estar a la mira de cuanto +ocurriese; y el señor de Nájara prometió no desamparar la corte hasta +el regreso del conde, quien por su parte no hacía ánimo de detenerse +más tiempo que el absolutamente necesario.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t085.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch6"> + <p><span class="pagenum" id="Page_86">p. 86</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VI</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">F</span><span +class="rest">ieles</span> observadores de su juramento, los aragoneses +que sobrevivieron a la desgracia del Castellar no salieron de aquella +fortaleza hasta cumplido el octavo día de la marcha del conde, esto +es, uno después del de la llegada de la reina a Burgos; pero ya +pasado aquel plazo, montaron a caballo dos de los más principales de +ellos, y a rienda suelta se encaminaron a Huesca, villa distante del +Castellar unas diez leguas, en la cual se hallaba a la sazón Alfonso +el Batallador, que, como ya hemos dicho, se llamaba emperador de +España.</p> + +<p>Más fácil es imaginar que describir el terrible enojo de aquel +príncipe, oyendo la relación de la fuga de su esposa, y por él pronto +pagaron los miserables que le<span class="pagenum" id="Page_87">p. +87</span> llevaron la noticia, a quienes mandó encerrar en un calabozo. +En vista de su cólera, casi puede decirse que fue fortuna para Íñigo +Latorre haber muerto en el Castellar, porque, a no ser así, es evidente +que hubiera concluido sus días afrentosamente en un cadalso.</p> + +<p>Alfonso convocó inmediatamente a sus principales vasallos para la +frontera de Castilla, pues no pudo ocultársele que la reina habría +marchado a Burgos, por ser esta ciudad la más cercana entre las +principales de sus dominios a los estados de Aragón; y marchó él mismo +para Soria, plaza en que tenía puesta guarnición de los suyos, con +los hombres de armas, jinetes, arqueros y ballesteros que siempre le +acompañaban.</p> + +<p>La rivalidad entre los diferentes estados en que estuvo dividida +la monarquía, desde que don Pelayo dio principio a su restauración en +los montes de Asturias hasta<span class="pagenum" id="Page_88">p. +88</span> que don Fernando V el católico la terminó, arrojando de +Granada los restos de los moros, es tan notoria que sería hacer agravio +a nuestros lectores tratar de demostrársela; pero bueno será tenerla +presente para no admirarnos del ansia con que castellanos y aragoneses +se aprovechaban de la más pequeña ocasión para causarse perjuicios de +la mayor trascendencia.</p> + +<p>Grande era, sin duda, el celo con que los próceres de uno y otro +reino acudían a sus soberanos en las guerras contra los infieles; pero +tal vez se mostraban aún más serviciales en tratándose de hostilizarse +las potencias cristianas entre sí; y estas luchas, que prolongaron +la dominación de los árabes en la península, hubieran podido tal +vez perpetuarla si los sumos pontífices, usando de sus facultades +espirituales y de la influencia temporal que en aquella época tenían, +no las hubieran casi siempre terminado, haciendo aliarse<span +class="pagenum" id="Page_89">p. 89</span> a las dos partes beligerantes +contra el común enemigo.</p> + +<p>Pero volviendo a nuestro propósito, diremos que los magnates +aragoneses se apresuraban a porfía en reunir el mayor número de +soldados posible para ayudar a su rey a reparar su honor mancillado.</p> + +<p>Los caminos se veían cubiertos de soldados y capitanes que de todos +los dominios de Aragón marchaban a Soria acudiendo al llamamiento del +rey, y los miserables labradores sufrían todo género de vejaciones y +malos tratos, en tanto que Alfonso no descuidaba ninguno de los medios +necesarios para salir bien de su empresa.</p> + +<p>Los días que hubo de estar en Soria, esperando los soldados de sus +vasallos, calmaron algún tanto el primer arrebato de la cólera, y las +reflexiones políticas sucedieron a las acaloradas sugestiones del amor +propio ofendido. Su única mira,<span class="pagenum" id="Page_90">p. +90</span> cuando siendo todavía príncipe se casó con doña Urraca, era +la de reunir en su cabeza las coronas de la mayor parte de los reinos +de España; y por esta razón prescindió del carácter de su esposa, de +que estaba informado de antemano, y del parentesco que con ella tenía, +el cual aunque lejano era sin embargo bastante entonces para impedir +el matrimonio y aun para disolverlo después de hecho, como sucedía +con frecuencia en casos semejantes. Convencido, pues, de que, aunque +empleando la fuerza, era indudable que Castilla, dividida en bandos y +con la mayor parte de las fortalezas en su poder, habría de sucumbir; +sin embargo sería peligroso hostigar a los irritables castellanos, +que en último recurso podrían acudir al papa para que anulase su +matrimonio, con lo que perdería todo derecho a aquella corona: resolvió +entablar algunas negociaciones antes de empezar las hostilidades.<span +class="pagenum" id="Page_91">p. 91</span> Mas la suerte, empeñada +en protegerle, dispuso las cosas aun mejor de lo que él mismo podía +esperar.</p> + +<p>Así que faltó de Burgos un hombre a quien todos respetaban y temían, +como era el conde de Candespina, pareció a los habitantes de aquella +ciudad que estaban ya en libertad para discurrir y obrar según creyesen +conveniente. Es cierto que don Diego López y Hernando de Olea habían +quedado en guarda de la reina; pero desgraciadamente no había quien +ignorase que nada era más fácil que sorprender y engañar a aquellos dos +excelentes soldados y pésimos cortesanos.</p> + +<p>Don García, obispo de Burgos, prelado de costumbres irreprensibles, +y tan celoso por la grey que estaba a su cargo como vasallo fiel y +patriota decidido, fue desterrado de su diócesis por haber representado +al rey don Alfonso de Aragón sobre la violenta medida que este tomó, +despojando<span class="pagenum" id="Page_92">p. 92</span> de sus +alcaidías a los caballeros castellanos de más nota, y sustituyéndoles +aragoneses o bien naturales del país tachados de poco patriotismo. +Algunos individuos del cabildo sintieron la tiranía que se usaba +con su prelado, pero siendo en corto número, y atemorizados con el +ejemplar mismo que tenían a la vista, no se atrevieron a manifestar su +opinión, y hubieron de seguir la de la mayoría, que como de ordinario +sucede, se inclinaba al partido vencedor. Los gobernadores, pues, del +obispado eran canónigos conocidos por su inclinación a los aragoneses, +y obraban en todo de acuerdo con el alcaide de Burgos don Álvar Fáñez, +uno de los más celosos partidarios de don Alfonso; pero hallándose +sin fuerzas con que contrarrestar las de don Diego López, se decidió +este caballero a esperar la resolución del conde don Pedro Ansúrez, +señor de Valladolid, a quien dio aviso de lo que ocurría así que<span +class="pagenum" id="Page_93">p. 93</span> tuvo noticia de la llegada +de la reina. El conde don Pedro, que era una de las personas de más +nombradía en Castilla, había pasado su juventud, como todas los grandes +de su tiempo, en el ejercicio de las armas; pero su inclinación le +llamaba más a los negocios políticos que al manejo de la lanza. El +padre de doña Urraca, apreciando sus talentos, le nombró ayo o amo, +como entonces se llamaba, de su hija, y el conde gozó siempre de mucho +favor con esta princesa hasta que, habiéndose declarado por el rey +de Aragón, cayó de su gracia, según ya hemos dicho. Estaba pues el +de Ansúrez ligado enteramente con los enemigos de su discípula: el +engrandecimiento de esta no podía menos de producir su ruina, y así +no es de extrañar se afanase tanto para cortar aquel mal en su origen +que se hallara en Burgos cuatro días después de haber llegado allí la +reina.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span></p> + +<p>Se alojó para mayor seguridad en el palacio episcopal, y después +de una larga conferencia en la cual dio a Álvar Fáñez todas las +instrucciones que creyó necesarias, le previno que para aquella noche y +hora de las doce de ella, convocase secretamente a los principales de +entre los partidarios que tenían en el pueblo. No faltó ninguno de los +llamados, que serían más de cuarenta; tal era el respeto y veneración +con que miraban a su alcaide, quien dispuso que la junta se verificase +en la capilla del palacio. Reunidos ya los caballeros, un canónigo +celebró, dada la media noche, una misa rezada para implorar las luces +del Espíritu Santo; y terminado aquel acto religioso, dio a todos los +circunstantes su bendición.</p> + +<p>Así que el celebrante hubo desnudado las vestiduras con que había +oficiado el Santo Sacrificio, habló de esta manera el alcaide:</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_95">p. 95</span></p> + +<p>—Extraño debe pareceros, nobles señores, que en hora tan desusada +os haya convocado para este sitio; pero la confianza con que me habéis +honrado, viniendo a él con tanta puntualidad, es una prueba de amor +que nunca olvidaré. El único objeto, señores, de todas mis acciones +es cumplir la fe prometida a nuestro soberano, y alejar de mi patria +los males de la horrorosa guerra que la amenaza: si lo consigo, nada +me queda que desear. Ahora, señores, escuchad al muy ilustre conde +don Pedro Ansúrez, quien tiene que comunicaros cosas de no poca +importancia.</p> + +<p>—Caballeros —dijo don Pedro—, el honor castellano está ofendido: +un conde osado y presuntuoso se ha atrevido a faltar a la obediencia +debida a su rey; y vuestro silencio, vuestra ciega sumisión a sus +órdenes os hacen cómplices en su delito. ¿Quién de vosotros, infanzones +de Castilla,<span class="pagenum" id="Page_96">p. 96</span> quién +es el que no ha hecho pleitesía y rendido vasallaje a don Alfonso de +Aragón? Ninguno. ¿Y porque haya adquirido sus derechos al trono de +Castilla casándose con doña Urraca, por ventura habrá de perderlos +siempre que esta lo quiera así? No creo, cababalleros, que haya aquí +quien tal piense. En tanto que el Santo Padre, por justa causa, no os +declare libres de vuestros juramentos, sois vasallos de don Alfonso y +traidores negándole la obediencia. La sorpresa del primer momento puede +disculpar lo que hasta aquí se ha hecho; pero pasar más adelante sería +no solo criminal sino temerario. ¿Qué fuerzas opondréis a las del rey +de Aragón? ¿Cómo resistiréis el ímpetu violento de su venganza?... +Nadie me responde. La verdad ha penetrado en vuestros corazones. +¿Estáis prontos a volver a someteros a vuestro rey?</p> + +<p>—Sí —contestaron unánimemente—; sí,<span class="pagenum" +id="Page_97">p. 97</span> conde; hablad y decidnos qué hemos de +hacer.</p> + +<p>Este era el punto al cual quería el conde traer los ánimos, y ni +un momento había dudado conseguirlo, pues conocía perfectamente que +todas las circunstancias le favorecían. No molestaremos la atención +de nuestros lectores refiriéndoles prolijamente los pormenores de +la conferencia de aquellos magnates: lo que les importa saber es +que decidieron que a toda costa y aun usando de la fuerza, si las +circunstancias lo exigían, pondrían a la reina en poder de su marido; +suplicando al mismo tiempo a este la tratase con más suavidad que hasta +entonces lo había hecho.</p> + +<p>Hubo quien propuso hacer entrar en la conjuración a don Diego +López; mas el conde, que le conocía bien, se opuso a que se tratara de +semejante cosa, diciendo que el señor de Nájara era hombre que no se +volvería atrás de lo que una vez<span class="pagenum" id="Page_98">p. +98</span> había prometido, aunque para conseguirlo se levantase su +mismo padre del sepulcro.</p> + +<p>—Otros medios —concluyó—, se nos presentarán más arriesgados tal +vez; pero que Dios mediante y nuestra diligencia producirán el éxito +que deseamos. Separémonos, caballeros, antes que venga el alba y nos +descubra; yo os prometo que no tardaréis en tener noticias mías.</p> + +<p>De este modo las armas de Aragón por un lado, y por otro los +escrúpulos o la debilidad de sus vasallos amenazaban a un mismo tiempo +a doña Urraca, quien en todo pensaba menos en la tempestad pronta a +descargar sobre su cabeza.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t098.jpg" + style="width: 6em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch7"> + <p><span class="pagenum" id="Page_99">p. 99</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VII</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">S</span><span +class="rest">ucedíanse</span> en el alcázar de Burgos festines a +festines: solo se pensaba en diversiones, y hubiera sido difícil +adivinar por las apariencias la precaria y efímera existencia de la +dominación de doña Urraca.</p> + +<p>Los mismos que secretamente conspiraban contra la reina, eran +los primeros en aprovecharse de sus indiscretas liberalidades, y en +mostrarse oficiosos en inventar nuevos placeres, para ocultar así +mejor sus proyectos y disipar toda sospecha; la reina veía con placer +su mentido celo, y casi no echaba de menos la presencia del conde de +Candespina.</p> + +<p>Hernando de Olea y el señor de Nájara, dejándose arrastrar +de la corriente, también pensaban más en solazarse que en<span +class="pagenum" id="Page_100">p. 100</span> otra cosa; y así eran de +poquísimo estorbo para sus contrarios.</p> + +<p>En particular Hernando, que por la parte que tuvo en el suceso del +Castellar gozaba de gran favor con la reina y andaba siempre a su +inmediación, con la vista y el frecuente trato de doña Leonor de Guzmán +empezó a conocer que no era tan insensible como creía a los encantos +del bello sexo. Hasta entonces había mirado siempre con repugnancia, y +acaso con horror, la vida afeminada de la corte, y desdeñado acomodarse +a los modales de los palaciegos, a quienes despreciaba; pero el deseo +de agradar a doña Leonor le hizo vencerse e imitar lo que veía. De aquí +resultaba un contraste singular y casi ridículo en todas sus acciones +y palabras; pues a pesar de sus esfuerzos, le era imposible reprimir +en algunas ocasiones su natural impetuosidad, y dejar de producirse +con la aspereza y energía que le eran propias.<span class="pagenum" +id="Page_101">p. 101</span> Mas a pesar de que por esta parte el +pobre Hernando no presentaba el aspecto más propio para agradar, sin +embargo su figura colosal y bien proporcionada, su rostro hermoso +aunque guerrero y la fama de sus hazañas eran con una dama de aquellos +tiempos recomendaciones suficientes para no despreciar enteramente la +ofrenda de su corazón. Doña Leonor, pues, vio con cierta complacencia +la naciente inclinación del de Olea, y se condujo con toda la maestría +propia de una mujer de talento y cortesana.</p> + +<p>En tanto que el amor y los placeres reinaban en la capital de +Castilla, el conde de Candespina no perdonaba medio ni fatiga para +levantar sus tropas y las de sus amigos: pasaba el día expidiendo +correos con avisos a los señores en quienes tenía más confianza, y +órdenes para sus vasallos; y la noche escribiendo las cartas que debía +enviar al siguiente día.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_102">p. 102</span></p> + +<p>Él mismo no permanecía cuarenta y ocho horas en un paraje; corría +todas las villas, lugares y alquerías de sus dominios: a unos +amenazaba; a otros persuadía con el halago; a este le exigía caballos, +al otro armas, al de más allá su persona; y, por último, todo lo ponía +en contribución para lograr prontamente su objeto.</p> + +<p>Entre los señores a quienes envió a pedir socorro citaremos como +más principales a Íñigo Jiménez, que gobernaba en Calahorra y ambos +Cameros, Garci López en Tobía y Marañón, y señaladamente al conde don +Pedro González, señor de Lara, de Medina, Mormojón, Dueñas y Tariego, +quien tanto por lo ilustre de su linaje, que es uno de los cinco +grandes solares de Castilla, cuanto por su riqueza y fama, era tenido +en grande estima y valía en aquella época.</p> + +<p>Los que hemos nombrado, y algunos<span class="pagenum" +id="Page_103">p. 103</span> otros que omitimos en obsequio de la +brevedad, se decidieron desde luego en favor de la reina, porque les +era muy pesada la dominación del de Aragón, y confiaban en sus riquezas +y vasallos, que capitaneados por el conde de Candespina, podrían +resistir y acaso vencer a don Alfonso. Por el contrario, los que +compusieron la junta de Burgos, eran todos caballeros cortesanos, mejor +avenidos con los festines y torneos que con el rigor de los combates, +y que preferían vivir pacífica y sosegadamente bajo el gobierno de un +extraño a exponerse a los riesgos de la guerra, irritando a un monarca +tan poderoso y esforzado como el de Aragón.</p> + +<p>Así se pasaron algunos días, hasta uno en que ya cansada doña Urraca +de las diversiones de la capital, dispuso salir a caza con todo el +aparato correspondiente. La corte entera se puso en movimiento:<span +class="pagenum" id="Page_104">p. 104</span> todos los caballeros +apercibían sus caballos y perros, y los monteros se desafiaban unos a +otros sobre quién haría alarde de más destreza y fuerza en la próxima +cacería; diversión en aquellos tiempos propia solo de los príncipes y +grandes señores, quienes no perdonaban gastos para hacerla con toda +la ostentación posible. Las damas, que a caballo asistían también a +amenizar el espectáculo, se esmeraban en los vestidos y sombrerillos, +procurando cada una sobrepujar a las demás en gala y bizarría; y la +reina, no menos que las otras, se ocupaba también en sus adornos, con +el mismo ahínco, o acaso más, que hubiera podido hacerlo en el negocio +de estado de la mayor importancia.</p> + +<p>Llegó por fin el día señalado, y desde antes del amanecer empezaron +a oírse los ladridos de los lebreles, el relinchar de los caballos y el +alegre son de las cornamusas.</p> + +<p>Caballeros y damas, todos con vestidos<span class="pagenum" +id="Page_105">p. 105</span> de fondo verde, con adornos y plumas de +diferentes colores, conforme al gusto e inclinaciones de cada uno, se +reunieron en el alcázar para acompañar a la reina, quien no tardó en +presentarse tan bizarra con su vestido de caza que excitó un murmullo +general de admiración en los cortesanos, pues, para no faltar a la +verdad, nos es preciso decir que según la crónica no bastó su alta +dignidad a ponerla a cubierto de las críticas observaciones de las +señoras de Castilla. Quién de estas hallaba el vestido muy largo; +quién muy corto; una sobrecargado de adornos al paso que a otra le +parecía harto pobre; esta decía que el color era poco a propósito para +favorecer el rostro de la reina, y aquella que las plumas de la gorra +o sombrerillo eran demasiadas: en resumen, desde la punta del calzado +hasta el último adorno de la cabeza de la reina sufrieron el más severo +de los exámenes. Todo esto debe<span class="pagenum" id="Page_106">p. +106</span> entenderse en voz baja, y con el suficiente recato para +no ser oídas de doña Urraca, pues a su presencia o callaban o se +deshacían en elogios bien poco sinceros. Los de los hombres lo eran +más, y tal vez por esta causa crecía el descontento de aquellas damas, +porque sabido es que no pueden perdonar que otra mujer parezca bien +a su amante estando ellas presentes, aunque sea una reina. Una sola +entre todas no tuvo motivo de queja, porque su amante, enteramente +ocupado en contemplarla, no hizo siquiera reparo en la reina, y esta +fue doña Leonor, de quien Hernando estaba cada día más prendado; +verdad es que también el primer cuidado de la camarera, cuando entró +en el salón acompañando a su señora, fue buscar a Hernando para ver +qué efecto le hacían sus gracias en aquel nuevo traje, y como le halló +con los ojos clavados en ella, en la actitud de un hombre que está en +éxtasis,<span class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span> no pudo +menos de ruborizarse; pero quedando al mismo tiempo muy satisfecha +interiormente.</p> + +<p>Lucidísima fue la comitiva que salió de Burgos con la reina, y todos +con gran júbilo y algazara (en cuanto lo permitía la presencia de doña +Urraca) se dirigieron a Vivar, aldea de la montaña, célebre por haber +dado su nombre al Cid Campeador, en la cual debía darse principio a la +montería. Hallábase en ella preparado el desayuno para la reina y las +personas de más cuenta en un magnífico pabellón arabesco, dispuesto +con el mayor gusto, y para la generalidad de los cazadores en el campo +mismo. Oíanse entre tanto los gritos de los ojeadores que de gran +distancia venían estrechando su círculo para reunir las reses en un +corto espacio de terreno; y los bramidos de las acosadas fieras hacían +resonar los ecos de las profundas cavernas de los montes.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_108">p. 108</span></p> + +<p>Pocas serían las damas de nuestro siglo a quienes la idea sola de +presenciar la caza de jabalíes no asustase, pues en cuanto a encontrar +una que quisiera tomar un venablo y atacar a la fiera, aun cuando otras +heridas la hubiesen ya postrado, la empresa nos parece tan difícil que +raya en lo imposible.</p> + +<p>Sin embargo, el mismo clima, la misma tierra habitaban las +españolas del siglo <span class="asc">XII</span> que las del <span +class="asc">XIX</span>.</p> + +<p>Pero tal es la fuerza de la costumbre o, por mejor decir, de la +educación, que llega a veces a hacerse superior a la misma naturaleza. +Nuestra augusta cazadora fue la primera a apresurar el momento de dar +principio a la diversión, y en el transcurso de aquel día dio varias +pruebas de valor y destreza, que la atrajeron no pocos vítores y +aplausos de sus vasallos. La mañana se dedicó enteramente a hacer la +guerra a los jabalíes, y la tarde se destinó contra los ciervos,<span +class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span> por ser caza que podía +hacerse a caballo. Excusado será decir que doña Leonor no se apartó +ni un momento de la reina, y que Diego López y Hernando de Olea, como +encargados de su guarda, tampoco la perdieron de vista. En particular +este último, que iba encontrando mucho placer en su encargo, siempre +tenía un pretexto para estar más próximo a la camarera que a la reina: +ya era que respetaba demasiado a doña Urraca para entablar conversación +con ella, o que aquel honor era debido más bien a don Diego que a él. +En resumen, el amor, como todas las pasiones, era en él dominante, +exclusivo e incapaz de ocultarse, y si hubiera encontrado expresiones +a propósito con que declararse, es indudable que lo hubiera hecho al +momento.</p> + +<p>Habíase ya puesto el sol e iba a terminarse la cacería con la +muerte de un desdichado ciervo, a quien los perros acosaban<span +class="pagenum" id="Page_110">p. 110</span> muy de cerca, cuando +hallándose en lo más intrincado del monte la reina con su camarera, el +señor de Nájara, Hernando y un corto número de personas de la comitiva, +se aparecieron de repente y como por ensalmo a alguna distancia, una +porción de hombres que más que tales parecían fieras. Vestían una +especie de calzón de piel de oso hasta media pierna; una túnica o +pellico de lo mismo les cubría desde los hombros hasta las rodillas; +media cara iba oculta con un antifaz también de piel, y su calzado eran +unas abarcas del mismo material. Defendíales la cabeza un casquete de +red de hierro, y sus armas consistían en una espada, un chuzo y tres o +cuatro dardos arrojadizos.</p> + +<p>—Jesús sea conmigo —exclamó doña Leonor deteniendo al mismo tiempo +su caballo.</p> + +<p>—¿Qué es eso, Leonor? —preguntó la reina haciendo lo mismo.</p> + +<p>—Mire Vuestra Alteza aquellas visiones —contestó aquella.</p> + +<p>Y<span class="pagenum" id="Page_111">p. 111</span> don Diego López +la atajó, diciendo:</p> + +<p>—O yo me engaño o aquellos son almogávares.</p> + +<p>—No os engañáis, don Diego, ellos son; conozco a esos montañeses +perfectamente, y a fe, a fe, que no sé qué querrán en Castilla esas +aves de rapiña naturales de la corona de Aragón —añadió Hernando.</p> + +<p>La reina, que ya empezaba a sobresaltarse, mandó que inmediatamente +se le explicase qué gente era aquella, a lo cual Hernando satisfizo +diciendo que los almogávares eran una tribu oriunda de los Pirineos, +que servía a los reyes de Aragón en calidad de tropas ligeras, y que +cuando este príncipe no los tenía empleados, se ocupaban en talar +las tierras de los moros, y aun las de los cristianos si a mano les +venía.</p> + +<p>—Me parece —dijo Leonor— que sería prudente que Vuestra Alteza se +retirase.</p> + +<p>—¿Y por qué, señora? —preguntó el de Olea—: somos cinco +caballeros...</p> + +<p>—Lo erais —interrumpió<span class="pagenum" id="Page_112">p. +112</span> la reina, advirtiendo entonces que durante su conversación +habían desaparecido los caballeros de Burgos que la seguían.</p> + +<p>—Tiene Vuestra Alteza razón —repuso el de Nájara—: solos hemos +quedado este caballero y yo.</p> + +<p>—Bastantes somos —contestó Hernando.</p> + +<p>—Estáis desarmados —exclamó la reina, pálida ya de temor como un +cadáver—. Volvamos atrás.</p> + +<p>Sea que doña Urraca se hubiera adelantado demasiado a sus cortesanos +en el ardor de la caza, sea que estos se hubiesen ido retrasando +casualmente o de intento, lo cierto es que en el momento crítico de que +hablamos ni aun se alcanzaban a oír las voces de los monteros, y solo +se percibía confusamente el agudo sonido de la cornamusa.</p> + +<p>Por más valientes que fuesen Diego López y Hernando de Olea, no era +posible, a menos de estar locos, que apeteciesen entrar en combate +con cerca de veinte<span class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span> +hombres (que tal era poco más o menos el número de los que vieron desde +luego) hallándose sin más armas que su espada, cuchillo de monte y +venablos, y cubiertos del simple vestido de paño verde; y así es que +cedieron sin repugnancia a la proposición de la reina, y volvieron +la espalda a los almogávares que ya se les habían acercado a tiro de +piedra.</p> + +<p>¿Pero cuál fue la sorpresa de los caballeros y el pánico terror de +las damas, cuando al emprender su retirada vieron que les interceptaban +el paso otros tantos o más montañeses que los que tenían por +delante?</p> + +<p>—Que me maten —dijo el señor de Nájara— si no estamos cercados por +estos salteadores de profesión.</p> + +<p>—Dos mil diablos sean con ellos y toda su casta —añadió el de Olea +echando mano a la espada—: solo nos queda este camino.</p> + +<p>—Y nosotras —exclamó la reina—, ¿qué hemos de hacer?</p> + +<p>—Caballeros —dijo doña Leonor, dirigiéndose particularmente<span +class="pagenum" id="Page_114">p. 114</span> a Hernando—, reflexionad +lo que vais a hacer; la menor provocación de vuestra parte a esos +miserables, puede costarnos a todos las vidas.</p> + +<p>—Antes morderán el polvo algunos de ellos —respondió furioso el +amigo de Candespina.</p> + +<p>—¿Y eso podrá resucitarnos? —preguntó doña Urraca—: os prohíbo sacar +la espada sin orden mía.</p> + +<p>No tuvo tiempo de decir más, porque los almogávares, que por todas +partes se habían ido presentando, después de formar un círculo en +torno de los acuitados cazadores, fueron estrechándolo sucesivamente +hasta acercarse tanto a ellos que podían oír perfectamente su +conversación.</p> + +<p>La reina entonces, sacando fuerzas de flaqueza, animada tal vez con +el mismo peligro, se dirigió a ellos, mandándoles que dejaran paso +franco a la reina de Castilla. En vez de responderla como era debido, +uno de aquellos salvajes, con voz bronca y desentonada le preguntó:</p> + +<p>—¿<i>Sou<span class="pagenum" id="Page_115">p. 115</span> vos la +reina</i>?</p> + +<p>—Yo soy, villanos, apartaos y dejadme paso.</p> + +<p>—<i>No pot sé</i> —contestó el mismo montañés; y dando un agudo +silbido se arrojaron todos sus compañeros sobre doña Urraca y su escasa +comitiva, sin dar tiempo a los dos caballeros para hacer uso de sus +armas; si bien es verdad que no anduvieron bastante ligeros para evitar +que Hernando atravesase a uno de parte a parte con su venablo.</p> + +<p>Un grito que dieron la reina y su camarera fue el único que +interrumpió el silencio de aquella extraña y desventurada escena. +Los almogávares parecían mudos, y ni López ni Olea estaban para +conversaciones.</p> + +<p>Doña Urraca y Leonor, a quienes se mandó expresamente quitarse el +calzado, lo hicieron por no exponerse a que lo ejecutasen por sí mismos +sus bárbaros enemigos, y en seguida hubieron de ponerse uno igual al +de estos, y una túnica de piel<span class="pagenum" id="Page_116">p. +116</span> que no se diferenciaba de la de los montañeses en otra +cosa más que en la longitud, pues las cubría desde los hombros hasta +un poco más abajo de media pierna; y a más tuvieron que quitarse los +sombrerillos y dejar el pelo suelto sin tocado alguno.</p> + +<p>También al señor de Nájara y a Hernando les obligaron a vestir un +traje igual al suyo, contentándose con exigir al primero su palabra de +honor y fe de caballero de que no se escaparía ni pronunciaría en todo +el camino una sola palabra, sin permiso del que parecía ser el capitán +de aquella banda; la misma proposición hicieron al segundo, pero él, +furioso, se negó a todo, por lo cual le maniataron y pusieron un lienzo +en la boca.</p> + +<p>Lloraban doña Urraca y Leonor; Diego López cabizbajo y mudo, parecía +como enajenado; y a través de la especie de mordaza que llevaba el +pobre Hernando<span class="pagenum" id="Page_117">p. 117</span> se +hubiera creído oír las maldiciones que echaba a la suerte, no tanto +por su desgracia, cuanto por la de la señora de sus pensamientos. Tal +era la situación de la que un cuarto de hora antes se creía señora de +Castilla, y la de sus cortesanos más favorecidos.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t117.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch8"> + <p><span class="pagenum" id="Page_118">p. 118</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VIII</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">S</span><span class="rest">i +hemos</span> conseguido inspirar con esta narración algún interés a +nuestros lectores, sin duda recordarán la junta de los caballeros +burgaleses en el palacio episcopal, y que se separaron, tomando el +conde don Pedro Ansúrez a su cargo proponer los medios para devolver a +don Alfonso su fugitiva esposa.</p> + +<p>No ignoraba el conde que, a pesar de la decisión que todos +manifestaron de usar de la fuerza cuando no hubiese otro arbitrio +para conseguir su fin, no podía sin embargo contar con el más exacto +cumplimiento de tal oferta; pues el motivo más poderoso que la mayor +parte de aquellos nobles había tenido para unírsele era el deseo de +evitar una guerra. Esta consideración fue la base de su conducta. +Salió<span class="pagenum" id="Page_119">p. 119</span> pues de Burgos +para Soria el día inmediato al de la junta; avistose con don Alfonso, y +de acuerdo con él, dispuso que una tropa de almogávares fuese con todo +secreto y celeridad a situarse en las montañas vecinas a la capital +de Castilla. Desde luego era de presumir que la reina no dejaría de +visitar los alrededores de la corte; y por otra parte contando, como +el conde contaba, con muchos partidarios en el mismo alcázar, le era +fácil disponer por sí mismo la ocasión que deseaba. En efecto, algunos +cortesanos de la facción aragonesa en el fondo, aunque en la apariencia +adictos a doña Urraca, manifestando no temer ningún peligro, y bajo +pretexto de despreciar a los enemigos, eran los que más fomentaban +las intempestivas fiestas que se dieron en Burgos, y por último, +promovieron la cacería que tan cara costó a la reina.</p> + +<p>Los almogávares, entre los cuales, y con<span class="pagenum" +id="Page_120">p. 120</span> su mismo traje se mezclaron por precaución +algunos caballeros aragoneses, recibieron las más estrechas órdenes +de no ofender en su persona a la reina ni a ninguno de los individuos +de su comitiva, a menos que las circunstancias hiciesen absolutamente +indispensable usar de la fuerza; pues el prudente Ansúrez no quería +tampoco enconar los ánimos contra sí, ni hacerse enemigos particulares +por si los tiempos mudaban. A esto debió sin duda Hernando de Olea que +los feroces montañeses no vengaran cruelmente la pérdida del compañero +que les mató con su venablo, y, para decir lo cierto, el origen de su +impunidad fue más bien que los caballeros aragoneses disfrazados de +almogávares se interpusieron entre él y los camaradas del muerto, que +no el respeto de estos a sus promesas. Como quiera que sea, luego que +los prisioneros hubieron vestido el traje de sus vencedores, precaución +que se adoptó<span class="pagenum" id="Page_121">p. 121</span> para +que en caso de encontrar en el camino con algún destacamento de las +tropas del conde de Candespina o sus parciales no fuesen conocidos, +se pusieron en marcha, montadas las señoras y a pie los demás, y +caminaron con una celeridad increíble. Diego López y Hernando de Olea +eran hombres acostumbrados a todo género de fatigas; pero apenas +podían seguir a sus conductores, que trepaban por las breñas con la +misma ligereza que hubiera podido hacerlo la más suelta cabra. Tres +o cuatro leguas andarían aquella noche, siempre por la sierra, sin +seguir ninguna vereda, y por parajes en donde apenas podían sentar el +pie los caballos de Doña Urraca y Leonor. Tan pronto atravesaban un +torrente como veían a sus pies un horroroso precipicio, y más allá se +metían en un angosto y profundo desfiladero. La noche era oscura; desde +el principio de ella empezaron a amontonarse<span class="pagenum" +id="Page_122">p. 122</span> las nubes; y por fin descargó sobre los +desgraciados presos una horrible tempestad.</p> + +<p>Que el lector se imagine ahora la situación de una reina de Castilla +en medio de un despoblado, cautiva en poder de unos bandidos y expuesta +al furor de los elementos que también parecían conjurarse en su daño, +y decida si con razón iba entre sí lamentándose de su suerte que ni +suspirar la dejaba libremente; pues tal era el temor que tenía de +contravenir a las órdenes de los almogávares que no profería ni un +ay. Los montañeses, gente familiarizada con semejantes escenas, no +parecían inquietarse por nada de cuanto sucedía, y según el tono con +que hablaban podían los prisioneros creer que iban contentos; porque +en cuanto a su conversación, que toda era en el dialecto catalán, nada +entendían de ella.</p> + +<p>Por fin, después de bastantes horas de<span class="pagenum" +id="Page_123">p. 123</span> camino y sereno ya el cielo, llegaron a una +pequeña aldea en donde estaba el conde don Pedro Ansúrez con varios +señores aragoneses, algunos de sus parciales y una respetable escolta +de hombres de armas. Aunque no se presentó aquella noche a la reina, +dispuso que se alojara esta señora en la casa más cómoda que había en +el pueblo, hizo que se la diesen vestidos correspondientes a su clase +y que se tuvieran con ella y su camarera las mayores consideraciones: +mas no por esto descuidó el asegurarse de su persona rodeando el +alojamiento de soldados que a nadie permitían entrar ni salir en él sin +una contraseña especial del conde.</p> + +<p>En cuanto a Diego López y Hernando de Olea, se les depositó en las +casas capitulares bajo la competente guarda, tratándoles en lo demás +con todo decoro.</p> + +<p>Decir que ni la reina, ni Leonor, a quienes no se separó, no +pensaron siquiera<span class="pagenum" id="Page_124">p. 124</span> en +dormir aquella noche, sería excusado, pues es fácil de presumir que +su extremada agitación no se lo permitió. Una y otra pasaron la noche +tan pronto lamentando su mala suerte como haciendo conjeturas sobre +lo futuro, o recordando con dolor los breves instantes de la dicha +pasada. Amaneció por fin, y a poco un gentil hombre del conde Ansúrez +se presentó a pedir a la reina audiencia para su señor.</p> + +<p>—Decid al conde —contestó doña Urraca— que una prisionera como +yo, una persona a quien se prende en medio de un monte como a un vil +salteador, no tiene voluntad; y así puede venir o no venir según sea su +gusto.</p> + +<p>—Crea Vuestra Alteza —replicó el mensajero— que el conde mi +señor...</p> + +<p>—Es un traidor.</p> + +<p>—¡Señora!</p> + +<p>—Hidalgo, si os merece alguna consideración la hija de Alfonso VII +de Castilla, idos en buen hora y no abuséis de mi paciencia.</p> + +<p>—Obedezco.</p> + +<p>Y fuese a dar<span class="pagenum" id="Page_125">p. 125</span> su +respuesta al conde, quien oyéndola exclamó:</p> + +<p>—Es natural: no esperaba yo menos de su colérica condición; pero no +importa, es preciso que yo la vea.</p> + +<p>Resuelto, pues, a sufrir con paciencia la descarga de injurias que +indudablemente iba a caer sobre él, no dejó pasar muchos instantes sin +presentarse en la habitación de doña Urraca, y entró en ella con un +aire de respeto y sumisión que a cualquiera que ignorase lo ocurrido +hubiera hecho creer que la reina no tenía vasallo más dispuesto a +obedecerla que él.</p> + +<p>La reina le miró con un ceño capaz de desconcertar a cualquier otro, +mas él, sin turbarse, hincó una rodilla ante su señora, diciendo:</p> + +<p>—Vuestra Alteza tiene a sus pies...</p> + +<p>—Al que fue mi ayo en la niñez, al que debía ser ahora mi vasallo y +es un vil instrumento de mi mayor enemigo.</p> + +<p>—Señora —continuó el conde sin alterarse—, las apariencias<span +class="pagenum" id="Page_126">p. 126</span> pueden condenarme...</p> + +<p>—¿Las apariencias no más? —interrumpió furiosa la reina—. Decid, +pues, conde vil, mal caballero, vasallo desleal, decid: ¿Quién me +arrancó de mi corte? ¿Quién me puso en manos de esos miserables que me +han conducido hasta aquí?</p> + +<p>—Alfonso de Aragón —contestó el conde dejando la humilde postura en +que había permanecido hasta aquel momento, pero conservando siempre su +tono respetuoso—, un esposo, señora, es quien os ha traído aquí, no +yo.</p> + +<p>—¿Mi esposo? Contará sin duda añadir este triunfo a sus hazañas: +este nuevo florón a su corona imperial.</p> + +<p>—Vuestra Alteza desconoce las verdaderas intenciones de don Alfonso: +yo, a quien honra con su confianza...</p> + +<p>—Y la merecéis. Sería injusto si no os la diese: por él abandonáis +a vuestra reina; por él sacrificáis la infeliz Castilla a sus +ambiciosas miras; por él mancilláis el honor de los infanzones...<span +class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span> Conde, concluyamos; vuestra +presencia me es odiosa, no puedo menos de miraros como a un verdugo +vendido a mis enemigos. Decid pronto lo que os hayan mandado. ¿Qué +nueva prisión es la que me destinan?</p> + +<p>—Lejos, señora, de preparar a Vuestra Alteza prisión ninguna, +deseoso el rey de Aragón de reparar la dureza...</p> + +<p>—La crueldad, diréis mejor.</p> + +<p>—Sea como Vuestra Alteza quiera, lo cierto es que el rey don Alfonso +no trata de aprisionaros de nuevo. Quiere que su esposa vuelva a ser +el ornato de su corte; quiere que reine entre él y doña Urraca la +armonía que nunca hubiera debido interrumpirse. ¿Quién con más derecho +que yo, que he dirigido los primeros pasos de Vuestra Alteza, y que +me glorío de haberla servido desde que nació, podría encargarse de +esta reconciliación? Vuestra Alteza está ofendida, y me ha llenado +de injurias que pocos de mis iguales tolerarían: yo las olvido. Solo +suplico,<span class="pagenum" id="Page_128">p. 128</span> puesto de +nuevo a los pies de mi reina, que cediendo por su propio interés a mis +consejos, prescinda de los medios que para evitar mayores males ha sido +preciso emplear para sacarla de Burgos, y que depuesto todo rencor se +reconcilie de buena fe con su esposo. Estos, señora, son mis deseos; +y si para satisfacción de Vuestra Alteza es necesaria mi vida, pronto +estoy a sacrificarla.</p> + +<p>—Hubo un tiempo, conde —respondió sosegadamente la reina—, en +que pude creeros sincero. Hoy vuestras mañosas palabras no lograrán +convencerme. Sin embargo, aún os queda un medio de justificaros. +Escuchadme atentamente, don Pedro: entre Alfonso y yo no puede haber +nunca paz mientras vivamos unidos; y tengo motivos de creer que no está +lejos el momento de separarnos para siempre. Si queréis pues cumplir +con vuestra obligación, volvedme a Burgos.</p> + +<p>—Imposible, señora; mis juramentos<span class="pagenum" +id="Page_129">p. 129</span> me lo prohíben, y aun cuando yo +quisiera...</p> + +<p>—Basta: retiraos, y sabed que no debéis esperar más de mí que lo que +como prisionera no pueda negaros.</p> + +<p>—¡Señora!...</p> + +<p>—Retiraos digo; Leonor: esta es la nobleza de Castilla.</p> + +<p>—¡Ah, señora! —dijo la camarera luego que el conde salió—, no todos +son como ese pérfido.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t129.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch9"> + <p><span class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO IX</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">D</span><span +class="rest">ifícil</span> sería describir la turbación que causó en +Burgos el rapto de la reina a las personas que no estaban iniciadas +en la trama de don Pedro Ansúrez con los nobles y clérigos de aquella +ciudad; pero es preciso confesar que no produjo verdadero sentimiento +más que en los soldados de Diego López, quienes apenas recibida la +noticia, salieron en busca de su caudillo, capitaneados por un don +Pedro, hermano del señor de Nájara.</p> + +<p>Así que Álvar Fáñez se vio libre de ellos, hizo proclamar rebeldes +en nombre de don Alfonso a cuantos siguiesen el partido de Candespina; +cerró las puertas de la ciudad y se apercibió para defenderla en caso +de que los soldados de Nájara regresaran e intentasen entrar en ella +por fuerza: mas<span class="pagenum" id="Page_131">p. 131</span> +todas sus disposiciones fueron excusadas, pues informado el conde de +Candespina por Pedro López de lo acaecido en Burgos, y sabiéndose +ya que la reina estaba en Soria en poder de su marido, le mandó +que marchase a reunirse con él en las cercanías de esta ciudad que +intentaba asediar.</p> + +<p>La aciaga cacería de Vivar destruyó en un momento la obra que con +tanto riesgo personal había llevado a cabo don Gómez; pero su ánimo +incontrastable no por eso desmayó. Llegadas las cosas al punto en +que estaban, no le era ya posible retroceder, y por más desigual +que pudiese parecer la lucha entre el poderoso monarca de Aragón +y un vasallo de la corona de Castilla, el conde de Candespina no +quiso renunciar a sus pretensiones, que a la verdad no carecían de +fundamentos.</p> + +<p>Los grandes de Galicia, a cuyo frente se puso don Diego Gelmírez, +obispo de Santiago<span class="pagenum" id="Page_132">p. 132</span> +y sobrino del pontífice Pascual II, excitados por el amor a la +independencia nacional y el odio a los aragoneses, se sublevaron contra +don Alfonso, pretextando que tenían por inválido su matrimonio con doña +Urraca, en razón del parentesco de ambos consortes; y proclamaron a +don Alfonso de Castilla, hijo de doña Urraca en su primer matrimonio +con el conde de Galicia, y entonces de corta edad. Esta nueva facción, +que en adelante hizo no poco daño a doña Urraca, le era sin embargo +favorable en aquella época, llamando la atención de su marido a +diversos puntos, y debilitando por consiguiente sus fuerzas. Como es de +suponer, el conde no descuidó ponerse en comunicación con los gallegos +insurreccionados; estos enviaron sus embajadores al papa para tratar +de la invalidación del matrimonio de la reina; y rota ya la barrera, +la mayor parte de los nobles de Castilla tomaron<span class="pagenum" +id="Page_133">p. 133</span> las armas para sacudir el pesado yugo +de los aragoneses. En poco tiempo se reunió alrededor de Soria un +poderoso ejército castellano que bloqueó la plaza, y don Alfonso, +que desmintiendo en aquella ocasión su conocida actividad militar se +descuidó en reunir competente número de tropas, hubo de limitarse +a estar encerrado en la plaza, sufriendo que a su vista ondeasen +tranquilamente los pendones de los que llamaba rebeldes. En aquella +ocasión se juntó la flor de Castilla; pero como nuestro propósito no +es escribir circunstanciadamente la historia de esta época, omitiremos +hacer una descripción prolija, y tal vez fastidiosa, del ejército de +los nobles; y no hablaremos más que de los que han de ocupar algún +lugar en el resto de nuestra narración.</p> + +<p>Eran de estos los principales el conde de Candespina, a quien +ya conocemos, y don Pedro de Lara, señor poderoso, pero<span +class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span> de muy distintas cualidades +que aquel; ambicioso en demasía, tenía todos los demás vicios que de +este dependen; y sobre todos un orgullo sin límite, y poca delicadeza +en la elección de los medios para llegar al fin que se proponía. +Don García, obispo de Burgos, prelado de virtudes verdaderamente +evangélicas, autorizaba con su presencia aquel campo, y le seguían +no pocos eclesiásticos, cuya influencia en el pueblo era de la mayor +importancia.</p> + +<p>Don Alfonso hizo en público a la reina una acogida tan cariñosa como +si se hubieran separado por alguna circunstancia imprevista, y fuera el +amor conyugal y no la fuerza la que volvía a reunirlos; pero en secreto +la reprendió severamente por su fuga, amenazándola de que usaría, si +en lo sucesivo no variaba de conducta, de su autoridad como marido +y poderío como rey de Aragón. Otra mujer más prudente hubiera acaso +contemporizado con<span class="pagenum" id="Page_135">p. 135</span> +su marido, no permitiéndole las circunstancias obrar de otro modo; +mas doña Urraca, demasiado irascible, trató a don Alfonso con una +acrimonia que solo sirvió para empeorar su situación. El rey de Aragón, +no atreviéndose a usar de su poder abiertamente, y escarmentado del +suceso de Castellar, renunció a tomar medidas violentas cuyo efecto, +le manifestó el conde de Ansúrez, no podría ser otro más que el de +enajenarle enteramente los ánimos de los mal contentos castellanos +y fortificar el partido de la reina; mas no por eso mejoró esta de +posición, pues si bien continuó viviendo con su esposo, tratada en lo +exterior como a su alta dignidad convenía, también fueron separadas de +su lado cuantas personas se tuvieron por afectas a ella. El conde de +Ansúrez, con el título de mayordomo mayor, era una especie de carcelero +de Su Alteza; y toda su nueva servidumbre, compuesta de personas<span +class="pagenum" id="Page_136">p. 136</span> vendidas al mayordomo, un +enjambre de espías destinados a evitar todo género de comunicación +de doña Urraca con sus amigos. Sin embargo, nada fue tan sensible a +la reina como verse privada de su fiel camarera, la bella Leonor de +Guzmán, a quien de orden del rey se puso en reclusión en un convento +de religiosas de la ciudad de Soria. Única persona que había llegado a +conocer a fondo a doña Urraca, Leonor le era tan necesaria para mitigar +sus penas como para ayudarla a sobrellevar el peso de su insípida y +monótona vida; y por lo mismo el conde de Ansúrez, que además temía los +talentos y penetración de la camarera, tuvo buen cuidado de alejarla de +sí.</p> + +<p>En tanto que doña Urraca pasaba triste y pesarosa su vida en +los dorados hierros de su palacio, Leonor, en el silencioso retiro +de un claustro, dirigía continuamente sus ruegos al que todo lo +puede, para que mejorase<span class="pagenum" id="Page_137">p. +137</span> sus horas y las de su señora, a quien, a pesar de todos +sus defectos, quería entrañablemente; y debemos decir como fieles +historiadores que los campeones de Castellar tenían no poca parte en +sus oraciones, especialmente el intrépido Hernando, quien tan generosa +y temerariamente había puesto en riesgo su vida por defenderla cuando +fue presa con la reina en las cercanías de Vivar.</p> + +<p>Don Diego López y Hernando de Olea, presos en la cárcel de Soria y +custodiados con la más activa vigilancia, aunque en honor de la verdad +tratados en lo demás como era debido a su nobleza y valor, sufrían +todos los tormentos inseparables de la doble incertidumbre en que +vivían, tanto de su suerte futura, como de la situación de la reina y +estado de los negocios del conde de Candespina; pues sus carceleros, +aragonés el uno, y criado del conde de Ansúrez el otro, guardaban +el más profundo<span class="pagenum" id="Page_138">p. 138</span> +silencio con ellos, alegando cuando les hacían alguna pregunta órdenes +superiores que tenían para no contestar a ella.</p> + +<p>Diversos eran los pareceres en el consejo de Alfonso sobre la suerte +que debía caber a los dos nobles cautivos: los aragoneses que eran más +encarnizados enemigos de Castilla y aquellos castellanos que habiéndose +ya comprometido en el partido del de Aragón solo podían esperar salud +en el triunfo de este opinaban que se les decapitara, cosa, decían, +que el rey puede hacer sin escándalo, pues han sido rebeldes al que +como esposo de doña Urraca es su legítimo soberano; emitiendo el mismo +principio, pero siendo más generosos y tal vez más políticos, otros +caballeros de Aragón decían qué aun cuando Su Alteza podía legalmente +hacerlos castigar como traidores, sin embargo era más conforme a su +grandeza y magnanimidad, y más conveniente a sus mismos intereses, no +usar con ellos<span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span> de +todo el rigor de su justicia, pues por más que fuese merecido aquel +castigo, siempre sería muy pesado para la grandeza de Castilla ver +que el rey de Aragón trataba así a dos de sus miembros. Quien tenía +la balanza en aquel negocio, como privado del rey, era don Pedro +Ansúrez, y este era demasiado prudente y astuto para dar un paso de tal +importancia, ya que para siempre le cerraría la entrada de Castilla, +si triunfaba el partido de la reina, al haber tomado parte en la +ejecución de Hernando y de don Diego, quienes en su prisión ignoraban +absolutamente cuanto sobre ellos se trataba.</p> + +<p>El paciente don Diego López llevaba con resignación aquella +calamidad, contentándose con rogar a Dios le sacase de ella; mas el +iracundo Hernando, incapaz de sufrimiento, no reposaba un instante. +Su imaginación le presentaba ya el cadalso a que le seguían sus +compañeros, ya una oscura<span class="pagenum" id="Page_140">p. +140</span> prisión en que como él gemía su amigo don Gómez; pero sobre +todo las delicadas manos de la bella Leonor cargadas de pesados hierros +era la idea que más le atormentaba. Entregándose otras veces a la +más ciega esperanza, veía triunfantes las armas de Candespina, creía +arrancar con sus propias manos a Leonor del poder de los satélites +aragoneses; y la más dulce, la más grata de las recompensas que +podía imaginar, era la mano de su dama. Ora prorrumpía en terribles +maldiciones contra su destino, ora, y eran las más veces, imploraba uno +después de otro a todos los santos del cielo, ofreciendo a este una +novena, a aquel una misa para que milagrosamente le sacaran de allí. El +señor de Nájara oía tranquilamente sus arrebatadas expresiones, o sus +ruegos, y acababa siempre exhortándole a la paciencia, único recurso +en verdad que entonces tenían, pero que Hernando<span class="pagenum" +id="Page_141">p. 141</span> no podía tomar a menos, decía él, que no le +hiciesen enteramente de nuevo.</p> + +<p>—Decid lo que queráis, don Diego —le decía Hernando—, decid lo que +queráis, pero yo jamás podré acostumbrarme a vivir encerrado entre +cuatro paredes.</p> + +<p>—Os han de acostumbrar por fuerza —replicó el de Nájara.</p> + +<p>—Noramala nos acordamos de cazar. Lo que más me mata es ignorar +absolutamente qué es de la reina, de don Gómez y de..., de doña +Leonor.</p> + +<p>—La reina estará o presa, o en su palacio.</p> + +<p>—Sí; por fuerza en alguna aparte estará, y no deseo yo a Su Alteza +que esté como nosotros. Os juro por el santo de mi nombre que estoy +desesperado.</p> + +<p>—Y yo os lo creo, Hernando, sin que juréis; pero hiciérades mejor +en sosegaros, que llevándolo con paciencia ganarais al menos para con +Dios.</p> + +<p>—Sí; bueno es rogar a Dios, pero mejor sería ayudarnos nosotros en +algo, pues estándonos así siempre...</p> + +<p>—¿Y está en nuestra mano hacer<span class="pagenum" +id="Page_142">p. 142</span> otra cosa?</p> + +<p>—Parece que no; pero discurrid a ver si encontráis algún medio para +salir de aquí.</p> + +<p>—Que nos abran las puertas, y...</p> + +<p>—El día que se abran acaso será para sufrir en un cadalso...</p> + +<p>—Dios nos defienda: mas hágase su voluntad.</p> + +<p>—Amén, amén; pero veamos, ¿no se podrían forzar los hierros de esta +reja?</p> + +<p>—A menos que por un milagro no tengáis de repente las fuerzas de +Sansón.</p> + +<p>—Cuerpo de mí; ¿y dos hombres que saben manejar lanza y espada +han de morir aquí como perros? Más valiera que aquellos almogávares +hubieran concluido con nosotros.</p> + +<p>—Quién sabe. Tal vez el cielo nos prepara mejor suerte de la que +pensáis.</p> + +<p>—Tal vez, y entonces han de pagar aquel maldito día en que nos +dejamos coger como en ratonera; si las armas de los leales llegan +a sacarnos de aquí, si una vez vuelve mi brazo a blandir la lanza, +¡ah, señores aragoneses!, ajustaremos nuestras cuentas y no habéis de +salir<span class="pagenum" id="Page_143">p. 143</span> alcanzados en +golpes; no.</p> + +<p>—Norabuena: más quiero veros así.</p> + +<p>—Oíd, don Diego, veis estos malditos vestidos de pieles que nos +pusieron aquellos salteadores, los he conservado ambos desde aquel día; +y hasta que se los haga poner uno por uno a todos los caballeros de +Aragón no he de sosegar.</p> + +<p>—¿Sabéis qué me ocurre?</p> + +<p>—¿Qué?</p> + +<p>—Que si una vez llegamos a poder salir de este encierro, esos +vestidos facilitarían nuestra fuga.</p> + +<p>—Cierto, si encontramos un medio...</p> + +<p>—Puede ser.</p> + +<p>—¡Dios mío!, y ¿cuál es?</p> + +<p>—Esperad: dejadme pensar un poco.</p> + +<p>—No; decid, decid, después pensaréis.</p> + +<p>—Se trata de... Silencio: son nuestros carceleros..., después +hablaremos.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t143.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch10"> + <p><span class="pagenum" id="Page_144">p. 144</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO X</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">N</span><span class="rest">o se</span> +engañó don Diego; los que con su venida interrumpieron la interesante +conversación que con Hernando tenía eran sus carceleros, que venían a +traerles la comida. Entraron, como siempre, silenciosos y comedidos +en sus acciones, aunque adustos en el gesto; pusieron la mesa, en la +cual sirvieron una comida no mezquina, y aguardaron, sin proferir +una palabra, a que los prisioneros concluyesen de comer; cosa que no +fue larga, pues preocupado el uno con el proyecto que para evadirse +estaba formando, y ansioso el otro de saberlo, puede decirse que apenas +tocaron los manjares que tenían delante. Llegó, pues, la para ellos +suspirada hora de verse libres de la presencia de sus carceleros,<span +class="pagenum" id="Page_145">p. 145</span> y luego que estuvieron +solos, Hernando, impaciente por enterarse del proyecto de su amigo, +acumulaba pregunta sobre pregunta y no dejaba proferir una palabra a +don Diego, quien, acostumbrado a proceder en todo con admirable pausa y +prolijidad, no sabía tampoco qué responder. Por fin, viendo el de Olea +que nada sabría si no dejaba a su compañero de cautividad tiempo para +coordinar sus ideas y explicarlas a su modo, hubo de contenerse y logró +lo que tanto deseaba, que era enterarse del plan formado por don Diego, +cuyos pormenores omitiremos, pues habiendo de hablar de su ejecución +inmediatamente, sería ocioso decirlo de antemano. Baste saber que +mereció la aprobación de Hernando en todas sus partes, y que en cuanto +a él, solo temía el señor de Nájara que lo echase a perder por excesivo +ardor.</p> + +<p>Ya se ha dicho que a pesar de que se tenían<span class="pagenum" +id="Page_146">p. 146</span> con don Diego y Hernando todas las +consideraciones debidas a su calidad, eran sin embargo aquellas +compatibles con la estricta vigilancia necesaria para guardar +prisioneros de tal jerarquía; y por lo mismo se había prevenido a sus +carceleros que visitasen con frecuencia la prisión, con el objeto +de evitar que pudiesen ocuparse en forzar alguna reja o buscar otro +arbitrio para fugarse. La última de estas desagradables visitas que +solían recibir nuestros cautivos era pasada la media noche. Los +carceleros entraban ambos con su linterna, armados cada uno de un puñal +y daga: reconocían primero el aposento, y en seguida se acercaban +cautelosamente cada uno a la cama de uno de los dos presos para +asegurarse de que efectivamente estaban en ellas. Esta fue la hora que +los dos caballeros escogieron para poner en ejecución su peligrosa +empresa. Pasaron las que le precedieron en un profundo silencio,<span +class="pagenum" id="Page_147">p. 147</span> interrumpido solo ya por un +suspiro, ya por una exclamación involuntaria y aislada, o por algunas +frases de oración que dirigían al cielo para que les fuese propicio en +aquel trance.</p> + +<p>Lo más difícil para ambos era fingirse dormidos tan perfectamente +que sus carceleros no concibiesen sospechas y estuviesen desprevenidos; +pero al cabo, la indispensable necesidad de hacerlo y el importante +resultado que se proponían conseguir les ayudaron a verificarlo con +toda la propiedad que podía desearse.</p> + +<p>La una de la noche sería cuando el sordo ruido de llaves y candados +anunció la llegada de los carceleros; rechinó la pesada puerta +moviéndose sobre sus goznes, e iluminó el aposento la pálida y escasa +luz de las linternas: la respiración de ambos caballeros era igual y +sostenida, y ni el más perspicaz observador hubiera podido adivinar que +realmente estaban<span class="pagenum" id="Page_148">p. 148</span> +despiertos y luchando entre el temor y la esperanza.</p> + +<p>—Duermen —dijo el castellano al aragonés.</p> + +<p>—Para siempre había de ser —replicó este.</p> + +<p>—Calla, no despierten y lo oigan.</p> + +<p>—¡Qué han de oír! ¿No oyes como ronca el pelmazo de don Diego?</p> + +<p>«No tardaremos», dijo este entre sí, «en ver cuál de los dos lo es +más».</p> + +<p>—Puede ser —replicó el primer carcelero, sin dejar de reconocer el +aposento—, puede ser que no tarden en verificarse tus deseos.</p> + +<p>—¡Hola!, conque...</p> + +<p>—Sí; dicen que los tratarán como merecen.</p> + +<p>—Es decir, que les cortarán la cabeza.</p> + +<p>—Eso mismo.</p> + +<p>«¡Perro!», iba a exclamar Hernando; pero venturosamente pudo +contenerse.</p> + +<p>—No me pesaría —continuó el carcelero— que fuera pronto.</p> + +<p>Y en esto, según la costumbre que se ha dicho tenían, terminada +la requisa de la prisión, dejaron las linternas en el suelo y se +aproximaron cada uno a la cama de un prisionero. Si hubiera sido +posible<span class="pagenum" id="Page_149">p. 149</span> ver el +corazón de los dos caballeros castellanos en aquel crítico momento, sin +duda que sin dejarse de hallar en ellos el valor que tan acreditado +tenían en todas ocasiones, se hubieran visto la agitación y la zozobra +inseparables del hombre en el instante de la ejecución de un proyecto +arriesgadísimo, y del que dependen la libertad y la existencia. Los +carceleros, satisfechos de que sus presos dormían, se volvieron ambos +de espalda a los lechos de estos para dirigirse a tomar sus linternas y +marcharse; pero en el mismo instante ambos caballeros se les arrojaron +encima con no vista presteza, y asiéndoles fuertemente del pescuezo +dieron con ellos en tierra antes que pudieran proferir palabra, ni +volver en sí del asombro que tan repentino e inesperado ataque les +causó.</p> + +<p>—Si profieres un ay siquiera, eres muerto, miserable —decía +Hernando al carcelero aragonés, poniéndole la rodilla al pecho, y +amenazándole<span class="pagenum" id="Page_150">p. 150</span> con su +propio puñal que acababa de arrancarle, así como la daga; mientras que +don Diego, teniendo al suyo en una posición semejante, le intimaba con +sosegado continente que no se meneara si quería vivir.</p> + +<p>—Toda resistencia es inútil, esclavos —dijo don Diego—: ya estáis +desarmados, y los dos hombres con quienes tenéis que hacer valen algo +más que vosotros estando en circunstancias iguales como ahora.</p> + +<p>—Señor... —empezó a decir el que estaba a los pies de Hernando; pero +este le echó mano a la garganta, y se la apretó con tanta fuerza que le +hizo poner morado el rostro.</p> + +<p>—Silencio, perro —le dijo—; silencio o va tu alma adonde debe estar, +que es en los infiernos.</p> + +<p>—Tenedlo vos sujeto a ese —añadió don Diego—, y vos, hermano, +levantaos y tratad de desnudaros lo más pronto que sea posible si no +queréis probar el temple de vuestro propio puñal.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span></p> + +<p>Obedeció trémulo y consternado el carcelero a lo que se le mandaba; +y luego que hubo concluido volvió a echarse en el suelo, adonde don +Diego le ató pies y manos con las sábanas de su cama, tapándole la boca +con un pañuelo, de modo que no podía moverse ni pedir auxilio.</p> + +<p>La misma operación se hizo inmediatamente con el otro; pero fue +ayudándole su vencedor Hernando a despojarse de sus vestidos con +maneras harto desabridas, y haciendo brillar continuamente a sus ojos +el terrible puñal.</p> + +<p>El silencio de la noche, la escasa luz de las linternas, la +terrible agitación de los cuatro actores, y hasta la misma desnudez +en que quedaron dos de ellos, todo contribuía a dar a la singular +escena que estamos describiendo un aire de sombría originalidad más +fácil de concebir que de explicar. Desnudos pues ambos carceleros, y +asegurados en la forma que del primero se dijo,<span class="pagenum" +id="Page_152">p. 152</span> se disfrazaron Hernando y don Diego con sus +vestidos, sin olvidarse de las armas, ni menos del manojo de llaves +que uno de ellos llevaba; y en seguida tomando cada uno de ellos un +lío que de antemano tenían hecho y oculto, salieron de su prisión +encomendándose a Dios fervorosamente; y cerraron después las puertas +con las mismas precauciones que, para que quedasen seguros, hubieran +podido hacerlo los dos carceleros cuyo papel representaban.</p> + +<p>Ni Hernando ni don Diego habían visto de la cárcel en que estaban +más que el cuarto que les servía de prisión, fuera del día que +entraron en ella; pero la impresión que hizo en ellos aquel fue +bastante para que, ayudados con la luz que llevaban y marchando con +precaución, llegasen hasta el cuerpo de guardia, en el que los soldados +dormían sosegadamente: atravesáronlo sin que el que estaba de<span +class="pagenum" id="Page_153">p. 153</span> centinela se lo estorbase, +pues por el traje creyó ser los carceleros, y se pusieron en la +calle.</p> + +<p>Sin embargo de haber logrado esta dicha, su posición no dejaba de +ser de las más críticas: en Soria no tenían más que enemigos; y si +existía alguno que no lo fuese, para ellos era desconocido. Ignorando +absolutamente cuanto pasaba fuera de su prisión, no sabían si la reina +estaba o no en Soria, y aunque estuviese, pensaban con razón que +dependiendo de su esposo no podría serles de ninguna utilidad. ¿Qué +hacer? ¿A dónde dirigirse? ¿A quién pedir auxilio? Su fuga no podía +ignorarse por largo tiempo; y los de la facción aragonesa pondrían +en campaña un sinnúmero de satélites para buscar al señor de Nájara +y al amigo del conde de Candespina. Todas estas, y otras reflexiones +semejantes no menos embarazosas que desagradables, las iban haciendo +entre sí los dos fugitivos,<span class="pagenum" id="Page_154">p. +154</span> alejándose a paso largo de su prisión, y llevando por +acompañamiento el ladrido de los perros, únicos vivientes que a +tales horas andaban por las calles. Después de caminar así un cuarto +de hora sin dirección marcada, dando vueltas por las calles de la +ciudad, llegaron a una estrecha callejuela a espaldas de una iglesia; +y pareciéndoles paraje seguro, se pararon en ella para tomar aliento +y decidir qué era lo que debían hacer. Empezaron por despojarse de +los vestidos de carceleros, ocultándolos entre un montón de piedras, +y ponerse los de almogávares que con este intento habían sacado de +la prisión; y después de haberse mutuamente propuesto y desechado +varios planes como absurdos unos e impracticables todos, careciendo +absolutamente de conocimiento del terreno y conexiones que pudieran +auxiliarles, resolvieron ponerse en manos de la Providencia y aguardar +que amaneciese, cosa<span class="pagenum" id="Page_155">p. 155</span> +que no estaba lejos, pues la noche se les había pasado con presteza en +medio de sus sobresaltos y trabajos para ponerse en libertad.</p> + +<p>No tardó mucho en efecto en venir la aurora; cesó el monótono son de +los ladridos de los perros, y empezaron a abrirse las puertas de las +casas: pero no se veía salir de ellas al pacífico labrador dirigiendo +tranquilamente su yunta, sino a caballeros armados de punta en blanco, +seguidos de sus pajes y escuderos; a simples soldados cubiertos con +el morrión, embrazado el escudo y al hombro la pica; y a poquísimos +ciudadanos, que en el aire silencioso y abatido no mostraban el natural +desembarazo de los que exentos de penas caminan en su propia ciudad.</p> + +<p>Todo esto lo observaban nuestros dos amigos con no poca sorpresa, +admirándose al mismo tiempo de que nadie reparaba en su traje, que +aunque no podía ser extraño<span class="pagenum" id="Page_156">p. +156</span> en pueblo donde hubiese tropas aragonesas, era sin embargo +por su naturaleza bastante a llamar la atención del vulgo; pero en esta +parte cesó su asombro, viendo a poco que diferentes grupos de gentes +vestidas como ellos, esto es, de verdaderos almogávares, atravesaban la +ciudad en diferentes direcciones; y si no llevaban concierto marcial, +porque en aquella tribu no se conocía, sin embargo, la hora, las armas, +y el aire presuroso y afanado, parecían indicar que iban destinados a +algún servicio militar.</p> + +<p>Los dos fugitivos resolvieron reunirse a uno de aquellos grupos y +seguirlo, pues al cabo de este modo llamarían menos la atención, y +acaso podrían encontrar medio de salir de la ciudad. Como cincuenta +de aquellos salvajes pasarían en banda cuando acababan de formar +Hernando y don Diego el proyecto dicho, y uniéndose a ellos sin vacilar +siguieron su movimiento, sin<span class="pagenum" id="Page_157">p. +157</span> que ninguno los mirase ni reparara en su aparición. Poco +tardaron en verse en la muralla y puerta de la ciudad: la banda hizo +alto; su jefe conferenció algunos momentos con un caballero que allí +estaba, para recibir órdenes sin duda, y en seguida salieron todos al +campo con no poca satisfacción de los dos castellanos.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t157.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch11"> + <p><span class="pagenum" id="Page_158">p. 158</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XI</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">E</span><span class="rest">n +tanto</span> que pasaba en Soria lo que llevamos referido, ardía el +campo de los caballeros castellanos en continuas discordias. La poca +actividad de don Alfonso y la insurrección de Galicia, aumentando el +número de los conjurados, inspiraron a sus jefes sobrada presunción +y confianza. El orgullo aristocrático de cada uno de ellos hacía +que todos en particular creyesen o que eran acreedores al supremo +mando, o al menos que podían obrar libre e independientemente de toda +autoridad. El conde de Candespina era sin duda la persona a quien +con menos repugnancia obedecían, y tal vez la fuerza de la opinión +pública, que le era extremadamente favorable, y sus numerosos vasallos +y partidarios, hubieran bastado a asegurarle una dominación<span +class="pagenum" id="Page_159">p. 159</span> tranquila, si el destino +no le hubiese suscitado un terrible rival en la persona del conde +don Pedro de Lara. Envanecido este con los dones de la fortuna, su +ilustre nacimiento y la seductora presencia de que la naturaleza le +dotó, no podía sufrir la idea de que hubiera quien en nada le fuese +superior; pero escaso de la energía necesaria para poder luchar a +cara descubierta con don Gómez, objeto perpetuo de su envidia, no +descuidó ninguno de cuantos ardides y astucias se hallaron a su +alcance para perjudicarle en la opinión del ejército. Nada es más +fácil desgraciadamente que poner en oposición al que obedece con el +que manda: cuántas incomodidades y fatigas son anejas al ejercicio +de las armas; cuántas privaciones lleva consigo la guerra; y hasta +la misma lentitud que la fuerza de las circunstancias imprimía a las +operaciones de aquella campaña, fueron atribuidas mañosamente por<span +class="pagenum" id="Page_160">p. 160</span> los ocultos emisarios del +de Lara a incuria o impericia del supremo caudillo.</p> + +<p>El confuso y recatado murmurar del soldado, la taciturnidad de los +oficiales subalternos, y la jactanciosa altanería de muchos de los +caudillos, hicieron conocer a don Gómez que un genio enemigo de su +dicha y de la independencia de Castilla se ocupaba en trastornar sus +planes mejor combinados. La cólera y el dolor se disputaron la posesión +de su alma por algún tiempo; mas venció al fin la prudencia auxiliada +por el amor. Por el interés de la causa común y en beneficio de la +reina, resolvió sacrificar sus resentimientos: reunió un consejo, +manifestó en él las razones poderosas por las que no había juzgado +prudente hacer más que bloquear a Soria, y añadiendo que le parecía +harto pesada la carga del mando para llevarla solo, pidió que se le +diese un colega que alternase en él; y suplicó, a pesar de saber<span +class="pagenum" id="Page_161">p. 161</span> los malos oficios que le +debía, que este fuese el conde don Pedro de Lara. El consejo convino +sin grandes dificultades en el nuevo nombramiento, y satisfecha por un +momento la ambición del conde de Lara, pareció que las cosas volvían +a tomar un aspecto más sereno. Los dos caudillos resolvieron de común +acuerdo que cada uno de ellos tendría el mando durante ocho días, +sirviendo este tiempo el otro como simple voluntario, para que de este +modo pudiese haber más unidad en las operaciones. Llegado el turno del +conde de Lara, deseoso de ganarse el amor de los soldados, y confiado +en las pocas tropas que don Alfonso tenía en Soria, lo primero que +hizo fue mandar mover el campo para estrechar el bloqueo y convertirlo +según anunció en asedio, abandonando por consiguiente las primitivas +posiciones en las montañas que don Gómez había tomado con el objeto de +impedir la llegada de<span class="pagenum" id="Page_162">p. 162</span> +nuevos tercios enemigos; cosa harto fácil conservándose dueño de sus +angostos desfiladeros, y casi imposible al contrario.</p> + +<p>Los soldados, prontos siempre a juzgar por las apariencias, +aplaudieron con entusiasmo lo que ellos llamaban el valor de su nuevo +general; y el conde don Gómez, fiel a su contrato, vio dolorosamente +pero en silencio perderse en un instante todo el fruto de su paciencia +y talento. Siguió empero la marcha del ejército; presenció como este +se acampaba con menos precaución de la que hubiera podido emplearse +si el enemigo se hallase a cien leguas; y previó la ruina completa de +Castilla.</p> + +<p>Don Pedro Ansúrez, de quien no se dudará que tuviese espías en el +campo castellano, oyó con el mayor placer la noticia de la división del +mando entre los dos condes; pero su gozo llegó al colmo cuando supo el +imprudente movimiento de don<span class="pagenum" id="Page_163">p. +163</span> Pedro de Lara. Volvieron a renacer en su corazón las +casi amortiguadas esperanzas del triunfo de los aragoneses; y una +circunstancia tan imprevista como feliz, vino, por decirlo así, a +sobrepujar sus más ardientes deseos. Hallábase una mañana ocupado en +el examen de varios papeles relativos a asuntos del estado, envuelto +en una especie de ropaje talar a manera de bata, de color escarlata +ricamente bordada en oro, y cubierta la cabeza con un casquete del +mismo color, cuando uno de sus criados se presentó diciéndole que +uno de los hombres de armas que estaban de guarda en las puertas de +la ciudad había venido a conducir a un castellano desertor del campo +enemigo, quien absolutamente quería hablar con el conde en persona. +Este, que no anhelaba otra cosa más que enterarse a fondo de lo que +pasaba en los reales de los grandes de Castilla, mandó que entrase +el prófugo sin demora, y se<span class="pagenum" id="Page_164">p. +164</span> dispuso a emplear, para saber de la verdad, su conocida +y admirable astucia. Pocos minutos tardó en hallarse el desertor +en su presencia: era al parecer hombre de unos cuarenta años de +edad, de recia y nervuda complexión, y a pesar de que en general +su porte era grave y mesurado, se veía sin embargo en él cierta +humildad que denotaba bien a las claras no ser su nacimiento de los +más distinguidos; pero como quiera que sea, la tosca regularidad de +sus facciones y la fría tranquilidad de sus miradas denotaban un +alma intrépida y una conciencia tranquila, cosas bien opuestas a +la justa nota de infamia que siempre ha llevado consigo el vil que +abandona sus banderas. Todo esto lo observó el conde de Ansúrez en un +instante: le miró atentamente con aquel aire escudriñador y altanero, +propio del hombre constituido en alta dignidad con los que le son +infinitamente inferiores: el castellano conservó<span class="pagenum" +id="Page_165">p. 165</span> su aire sumiso aunque no abatido, sufriendo +con inalterable impavidez no solo aquella especie de examen preliminar, +sino también el interrogatorio que le siguió inmediatamente.</p> + +<p>Como es de presumir, quien rompió primero el silencio fue el conde, +diciendo así:</p> + +<p>—¿Quién sois?</p> + +<p>—Un castellano; mi nombre es Millán.</p> + +<p>—¿Érais soldado en el campo del conde de Candespina?</p> + +<p>—Sí, señor, su vasallo y criado años ha.</p> + +<p>—¡Santo cielo! —exclamó el conde pudiendo apenas contener su gozo—. +¿Criado del conde de Candespina?</p> + +<p>—Sí, señor, lo he sido mucho tiempo...</p> + +<p>—¿Y cómo habéis dejado su servicio?</p> + +<p>—Me afrentó; juré vengarme, y lo cumpliré.</p> + +<p>—¿Os afrentó? ¿Él, el conde de Candespina, tan decantado por su +justicia e imparcialidad? Algún motivo daríais para ello, hermano.</p> + +<p>—Ninguno, más que haber osado motejar su..., su traición al rey.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_166">p. 166</span></p> + +<p>—¿Y por eso solo os afrentó?</p> + +<p>—Por eso me mandó tratar como al más miserable de sus esclavos; por +eso he jurado tomar venganza de él; y por eso he venido a buscar a +Vueseñoría.</p> + +<p>—Norabuena; sosegaos que Dios mediante se lograrán vuestros deseos, +y el traidor pagará su delito.</p> + +<p>—Amén: la traición debe sufrir su pena.</p> + +<p>—Así será. ¿Cuándo salisteis del campo?</p> + +<p>—Esta noche.</p> + +<p>—¿Quién mandaba en él?</p> + +<p>—El conde don Pedro de Lara.</p> + +<p>—¡Hola! ¿El galante, el afeminado don Pedro?</p> + +<p>—El mismo.</p> + +<p>—¿Y sabéis vos cuáles son sus proyectos?</p> + +<p>—Los soldados dicen que asaltar a Soria.</p> + +<p>—Loado sea Dios, que le faltan las fuerzas y le sobra la presunción. +¿Ha dejado algún cuerpo de tropas en la entrada de los montes?</p> + +<p>—Ninguno.</p> + +<p>—No tiene el rey don Alfonso quien le sirva mejor que el bueno de +don Pedro. ¿Y qué hace en tanto el conde de Candespina?</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_167">p. 167</span></p> + +<p>—Andar errante como un aventurero.</p> + +<p>—Mucho le gustan a su señoría los lances extraordinarios.</p> + +<p>—Si Vueseñoría me auxilia, yo le prometo proporcionarle uno bien +singular, y que podrá ser el último.</p> + +<p>—¿Cómo?</p> + +<p>—Trayéndole a Soria.</p> + +<p>—Mucho prometéis.</p> + +<p>—Más haré.</p> + +<p>—Lo veremos.</p> + +<p>Aquí suspendió el conde sus preguntas para entregarse al parecer a +una profunda meditación: se levantó de la silla y empezó a pasearse +lentamente por el aposento, parándose alguna vez para fijar la vista en +el soldado, quien impasible como una estatua no movía pie ni mano, ni, +como vulgarmente se dice, pestañeaba siquiera. Por fin, pasados algunos +minutos, tomó el semblante de don Pedro aquella expresión positiva que +denota haber decidido el camino que ha de seguirse en un asunto de +grande importancia; y volviendo a tomar el hilo de la conversación, +dijo a<span class="pagenum" id="Page_168">p. 168</span> Millán:</p> + +<p>—Oídme, hermano, y haced bien vuestras cuentas: cualquiera que sea +el motivo por el que hayáis abandonado el campo de los rebeldes y +venido a uniros a los leales, vuestra suerte está asegurada si cumplís +con la obligación de un buen soldado; contentaos pues con esto, o si +persistís en la oferta de poner al traidor conde de Candespina en poder +de su rey, mirad qué garantías me ofrecéis...</p> + +<p>—Mi cabeza responde si no salgo con la empresa.</p> + +<p>—Acepto la fianza, y os ofrezco una buena recompensa si la +lográis.</p> + +<p>—Ver aquí al conde es la única que apetezco.</p> + +<p>—Sea: yo me encargo de que no tengáis de qué quejaros si llegare a +venir. Pero veamos cómo pensáis poner en práctica el tal proyecto.</p> + +<p>—El conde, con un corto número de servidores, tiene su cuartel +separado del resto del ejército los días en que, como ahora, no está +a su cargo el mando; por la noche es extremada la vigilancia con que +están<span class="pagenum" id="Page_169">p. 169</span> los suyos, mas +apenas amanece, la mayor parte se echan a dormir. Treinta hombres de +armas guiados por mí podrían llegar hasta la misma tienda del conde sin +ser vistos, y entonces...</p> + +<p>—Estáis entendido. Seguidme.</p> + +<p>Y diciendo así, salió del aposento y condujo a Millán a otro en lo +más apartado de la casa, donde habiéndole hecho entrar lo cerró con +llave. En seguida puso un criado de centinela a la puerta con las más +estrechas órdenes para no permitir que ninguna persona se aproximara a +hablar con el castellano, y volvió a su gabinete, al cual hizo llamar a +diversas personas de las que en su servicio le merecían mayor confianza +para darles las instrucciones que en adelante se verán.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t169.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch12"> + <p><span class="pagenum" id="Page_170">p. 170</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XII</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">E</span><span +class="rest">xtraordinario</span> fue el movimiento que hubo en la +posada del conde don Pedro Ansúrez desde la llegada de Millán: todos +los servidores del privado tenían cada uno su particular comisión, +sin que ninguno, empero, supiera el motivo y objeto de lo que se le +encargaba: mas esto no era para ellos en ningún modo nuevo, pues casi +siempre les sucedía lo mismo. Lo singular es que don Pedro no pusiera +en conocimiento del rey una noticia de tanta importancia; pero su +interés le aconsejaba tenerla oculta por dos razones: primera, que +decirla antes de haber completamente ejecutado su designio era llamar +mucho la atención hacia Millán, haciendo que sobre él recayese todo el +mérito de ella; y la segunda,<span class="pagenum" id="Page_171">p. +171</span> que en caso de frustrarse, siempre achacarían al conde no +haber puesto de su parte todos los medios conducentes para el logro.</p> + +<p>Sirviéronse a Millán las comidas regulares en el aposento que +le servía de cárcel, y ni él hizo la menor pregunta a los criados +del conde, ni contestó más que por monosílabos a las que ellos se +atrevieron a dirigirle. En vano el observador más perspicaz hubiera +querido hallar la menor señal de agitación, temor ni remordimiento +en el rostro del soldado: su frente despejada, su mirar sereno, y +el sosegado comedimiento de todas sus acciones indicaban más bien +el hombre honrado, pronto a correr un grave riesgo en defensa de +la virtud, que al vil traidor, dispuesto a entregar en manos de +sus más crueles enemigos a su natural señor. Don Pedro de Ansúrez, +informado por sus criados de la tranquilidad de su prisionero,<span +class="pagenum" id="Page_172">p. 172</span> juzgó que nacía de las +esperanzas que tenía de ver satisfecha su venganza; y se confirmó en la +idea de llevar adelante aquella empresa. Vuelto a conducir Millán a la +presencia del astuto conde, fue de nuevo interrogado por él sobre los +mismos puntos poco más o menos que en su primera entrevista, pero de +diferentes modos, contestando siempre lo mismo, sin que las sutilezas +del de Ansúrez fueran poderosas a hacer que se contradijera en nada, ni +se turbara un instante.</p> + +<p>—Bien —dijo el conde después de más de una hora de conversación—, +bien: estoy satisfecho de que obráis de buena fe. Decidme ahora dónde +está situado el cuartel de vuestro antiguo amo.</p> + +<p>—Ya he dicho a Vueseñoría, y lo repito, que yo conduciré a él a los +que hayan de prenderle.</p> + +<p>—Pero decidme dónde.</p> + +<p>—No, señor.</p> + +<p>—¿Y por qué?</p> + +<p>—Porque eso sería renunciar a mi venganza.</p> + +<p>—No lo entiendo.</p> + +<p>—Quiero verle yo<span class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span> +mismo caer en poder de sus enemigos; quiero presenciar su abatimiento; +en una palabra, he jurado morir o traerle aquí por mi propia mano.</p> + +<p>—Norabuena. ¿Qué gente necesitáis?</p> + +<p>—Treinta hombres de armas.</p> + +<p>—Pocos me parecen.</p> + +<p>—Sobrados para una empresa como esta; y advierto a Vueseñoría que +deben venir desmontados.</p> + +<p>—Sepamos la razón.</p> + +<p>—Porque el conde de Candespina ha situado sus pabellones en +un paraje quebrado, donde no solo sería muy prolijo caminar a +caballo, sino que es verdaderamente un imposible hacerlo sin ser +descubiertos.</p> + +<p>—Aguardad: para mayor seguridad iréis todos disfrazados con un traje +que encubriendo las armas os haga menos visibles.</p> + +<p>—Nada sería más conveniente.</p> + +<p>—Os vestiremos de almogávares: idos a descansar, que mañana con la +voluntad de Dios saldréis de aquí antes de amanecer.</p> + +<p>—Y antes de medio día habréis visto al conde de Candespina.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_174">p. 174</span></p> + +<p>—¡Dios lo haga! Y lo demás dejadlo por mi cuenta.</p> + +<p>En efecto, a la mañana siguiente salió Millán a la cabeza de unos +cincuenta hombres armados y cubiertos con traje de almogávares; pues +el conde se obstinó en que no llevase menos de este número: pero la +Providencia dispuso que aquel disfraz que hizo tomar a su gente el +de Ansúrez para mejor logro de sus proyectos, sirviese únicamente +para contrariarlos y favorecer la fuga de don Diego López y Hernando +de Olea. Tan felices fueron estos, que acertaron a quebrantar su +prisión precisamente la noche que precedió a la mañana señalada para +la ejecución del pérfido proyecto del traidor Millán, y el grupo de +supuestos almogávares a que hemos dicho se unieron, saliendo con él +de la ciudad, era precisamente el de los hombres destinados a prender +al conde de Candespina. Don Pedro Ansúrez había calculado muy<span +class="pagenum" id="Page_175">p. 175</span> bien que el traje de +almogávares debía encubrir mejor el proyecto de los suyos; pues aunque +aquellos montañeses formaban conocidamente parte del ejército aragonés, +como solo se ocupaban en talar los campos e interceptar convoyes, sin +atacar nunca a ningún cuerpo de tropas regulares, no podrían alarmar al +campo castellano aunque fuesen vistos desde él.</p> + +<p>Como media legua andarían, siempre con el mayor silencio siguiendo +a Millán, quien a la cabeza de ellos marchaba con notable desembarazo +y visible contento; pero ya a esta distancia de Soria, y no hallándose +aún bastante próximos al enemigo para recelar el ser oídos, creyeron +los aragoneses que podían permitirse alguna más libertad, y se trabaron +entre ellos algunas conversaciones, cuyo objeto, como es fácil de +presumir, fue la empresa a que iban destinados. Grande fue la sorpresa +de los dos caballeros fugitivos oyendo a<span class="pagenum" +id="Page_176">p. 176</span> los que suponían almogávares hablar tan +claro el castellano, que no les pudo quedar duda ninguna de que no +pertenecían a la tribu errante cuyo traje vestían.</p> + +<p>—Estos son aragoneses disfrazados y no almogávares —dijo Hernando al +oído a su compañero.</p> + +<p>—Callad —le contestó este con voz tan baja que apenas se oía—, +callad, por vida vuestra, si no tenéis ganas de volver a la prisión de +Soria.</p> + +<p>Siguió Hernando tan saludable consejo, y le ayudó a no quebrantarlo +el llamarle la atención lo que delante de él iban hablando, en voz +inteligible aunque baja, dos aragoneses.</p> + +<p>—Es imposible —decía el uno— que haya hombre más afortunado que el +tal don Pedro Ansúrez.</p> + +<p>—Todo se le viene a la mano —contestó el otro.</p> + +<p>—Y tanto; por dónde diablos se le ha antojado al conde de Candespina +maltratar a un criado suyo para que este se pase a nosotros y nos lo +ponga en las manos.</p> + +<p>—¿Conque ese Millán<span class="pagenum" id="Page_177">p. +177</span> es su criado?</p> + +<p>—¿Pues qué, no lo sabías?</p> + +<p>—¡Millán traidor! —dijo Hernando a don Diego—. Apenas puedo +creerlo.</p> + +<p>—Silencio y oigamos —replicó el señor de Nájara.</p> + +<p>—Lo que oyes —continuaba el aragonés.</p> + +<p>—Pues eso es venderlo como un Judas.</p> + +<p>—Lo mismo. A decir verdad es una villanía.</p> + +<p>—Ya se ve; pero el conde no repara en niñerías.</p> + +<p>—Con tal que logre su fin.</p> + +<p>—Por logrado: Millán conoce el terreno: llegamos a la tienda del de +Candespina sin ser vistos...</p> + +<p>—Y lo despachamos al otro mundo.</p> + +<p>—Nada menos que eso. Viene a Soria con nosotros.</p> + +<p>—Muy enterado estás.</p> + +<p>—Cuando el conde daba a Millán las últimas instrucciones estaba yo +presente, y por eso lo sé todo.</p> + +<p>Por este orden continuaron discurriendo sobre la materia, dejando +a don Diego y a Hernando perfectamente enterados de la inicua trama +del conde de Ansúrez y Millán contra el noble don Gómez. <span +class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span>De cólera les hervía la +sangre en las venas; pero como dos hombres casi inermes nada podían +hacer contra cincuenta bien armados, hubieron de resolverse a aguardar +el momento crítico para emplearse en salvar a su común amigo, o morir +en la demanda. Llegados al pie de una pequeña colina, mandó Millán +hacer alto para subir a su cima, dijo, a ver si había enemigos en +campaña, como en efecto lo hizo; y no contentándose con examinar +los alrededores, desde lo más alto del terreno, bajó algún tanto +de la pendiente del lado opuesto al en que estaban los aragoneses, +desapareciendo por un breve rato a su vista. Poco tardó en volver a +mostrarse de nuevo sobre la altura, y haciendo seña con la mano, rompió +la marcha la tropa; y en breves instantes se halló también en la cima +de aquella colina, una de las que rodeaban un pequeño valle que al +pie de ella se veía. Bajaron a él los aragoneses y siguieron<span +class="pagenum" id="Page_179">p. 179</span> marchando sin ningún +concierto, pues Millán les anunció que aún les quedaba que andar +bastante para llegar a su destino; pero no tardaron en arrepentirse +de su negligencia, pues habiendo llegado poco más o menos al centro +del valle, vieron salir de las gargantas de los pequeños montes que lo +formaban diversos destacamentos de caballería que dirigiéndose sobre +ellos a todo escape, los rodearon completamente antes de que pudieran +volver en sí de su asombro, ni menos concertarse para la defensa.</p> + +<p>—Rendíos todos, o muertos sois —gritó un caballero, cuya voz era tan +conocida como grata a los oídos de don Diego y Hernando—. Depónganse +al momento las armas o a nadie se da cuartel —continuó el conde de +Candespina, pues en efecto era él quien a la cabeza de un escuadrón de +sus vasallos había sorprendido a los aragoneses.</p> + +<p>Fácil es de presumir que estos se sometieron sin replicar<span +class="pagenum" id="Page_180">p. 180</span> a su mala suerte, porque +los castellanos les eran superiores en número, y ellos esperaban tan +poco aquel ataque, que aún habiendo sido tantos como sus enemigos no +hubieran osado resistirles.</p> + +<p>Todo esto fue obra de tan breves instantes que apenas dio tiempo +a don Diego y a Hernando para que, arrojando al suelo los antifaces +que les ocultaban el rostro, y atravesando con no vista precipitación +la tropa de los consternados aragoneses, se presentasen al conde de +Candespina, cuyo asombro fue indecible viéndolos en aquel punto y +traje.</p> + +<p>—¡Hernando! ¡Don Diego! —exclamó—: ¿sois vosotros o estoy +soñando?</p> + +<p>—No, conde, a Dios gracias, contestó Hernando corriendo a él y +estrechándolo en sus brazos.</p> + +<p>—Nosotros somos, dijo don Diego sosegadamente teniéndole la mano; y +a fe que buen susto hemos pasado por vos toda esta mañana.</p> + +<p>—¿Dónde está ese perro de<span class="pagenum" id="Page_181">p. +181</span> Millán? —exclamó Hernando—: entregádmelo que yo haré +justicia de él.</p> + +<p>—Sosegaos, Hernando: las apariencias os han engañado: nunca me ha +sido Millán más fiel que ahora.</p> + +<p>—¿Conque por vuestra orden —dijo don Diego— ha ido a Soria?</p> + +<p>—Sí, don Diego, por mi orden.</p> + +<p>—¿Y es posible, don Gómez? —interrumpió Hernando.</p> + +<p>—Suspended el juicio y no condenéis precipitadamente a vuestro +amigo. Tanto me repugna como a vos valerme de mañas y arterías, pero +con el conde don Pedro Ansúrez la espada es inútil, y si supierais en +qué pie están las cosas en nuestro propio campo...</p> + +<p>—Perdonad, conde, perdonad a vuestro amigo una indigna sospecha.</p> + +<p>—La dicha de teneros a mi lado, caballeros, me ha hecho olvidar lo +principal: Millán ejecuta lo que ya sabes, y vos, don Diego y Hernando, +venid conmigo y os enteraré de un arriesgado proyecto cuya ejecución +tengo por cierta contando con tales auxiliares como vos.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_182">p. 182</span></p> + +<p>Dos soldados cedieron sus caballos a los dos caballeros, que +montando en ellos y siguiendo a don Gómez hasta su tienda, que poco más +allá del valle estaba, mudaron en ella de trajes y supieron del conde +de Candespina cosas que el lector sabrá en los capítulos siguientes.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t182.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch13"> + <p><span class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XIII</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">V</span><span +class="rest">olvamos</span> por un momento a Soria. La noche de la +fuga de los caballeros castellanos se pasó sin que los soldados +que guardaban la prisión tuvieran de ella la menor sospecha. Los +carceleros, imposibilitados de moverse ni gritar, no pudieron dar la +alarma, y pasaron muchas horas en una verdadera agonía. Gran parte de +la mañana siguiente se pasó del mismo modo, hasta que extrañando los +soldados la falta de los carceleros a cuidar de sus presos, dieron +parte de ella a su jefe, quien inmediatamente la puso en noticia del +conde de Ansúrez; y este mandó a uno de los oficiales de su casa +que fuera a reconocer la prisión. Así lo hizo, y después de haber +registrado inútilmente todas las estancias<span class="pagenum" +id="Page_184">p. 184</span> de ella, para buscar las llaves del cuarto +en que se suponía a don Diego y a Hernando, se decidió a forzar la +puerta, y halló al castellano y al aragonés en el más lamentable +estado. Tendidos en el suelo y atados de pies y manos, como se ha +dicho, no podían hacer movimiento alguno; y a más, el paño con que +a cada uno de ellos taparon la boca los prófugos, les embarazaba de +tal modo la respiración que estaban como asfixiados, y si hubieran +continuado así mucho tiempo, tal vez habrían perdido la vida; mas +luego que pudieron respirar libremente recobraron el sentido e +hicieron relación de su desgracia, adornándola, como es de costumbre, +con todas cuantas circunstancias les parecieron más a propósito para +excitar la compasión y disminuir la vergüenza de su vencimiento. El +oficial del conde manifestó compadecerlos; pero no por eso dejó de +conducirlos consigo a presencia de aquel, para<span class="pagenum" +id="Page_185">p. 185</span> que respondiesen a los cargos que tuviera +por oportuno hacerles. Supo pues el conde de Ansúrez por boca de los +mismos carceleros la fuga de los dos prisioneros que él estimaba en +tanto, convenciéndole el demudado rostro de aquellos miserables, y la +deposición del oficial de que estaban inocentes en tan desagradable +acontecimiento. No es difícil figurarse que don Pedro vio con +pesadumbre frustrarse las esperanzas que tenía de que un día pudieran +serle útiles los dos caballeros en su poder; pero también es cierto +que la idea de ser en breve dueño del caudillo y sostén del partido +de la reina contribuyó no poco a mitigar su pena. Ordenó, empero, que +se practicasen las más vivas diligencias para buscar en Soria a los +dos fugitivos; pues en cuanto a que hubiesen salido de ella no lo +temía, estando prevenido que nadie pudiera hacerlo sin un pase firmado +de su propia mano. Inmediatamente se pusieron<span class="pagenum" +id="Page_186">p. 186</span> en campaña una multitud de aquellos hombres +que en todas épocas y estados hay, ha habido y habrá, que tal vez son +necesarios y útiles, mas que siempre llevan consigo una odiosidad +inseparable de los servicios a que se les destina: es decir, que +gran número de espías del conde don Pedro Ansúrez tomaron a su cargo +averiguar el paradero de don Diego y Hernando, cosa que no podían +lograr, porque cuando empezaron sus pesquisas ya los dos fugitivos +estaban en salvo.</p> + +<p>Esta circunstancia aumentó notablemente la inquietud con que don +Pedro Ansúrez esperaba el regreso de Millán trayéndole prisionero +al conde de Candespina, a quien contaba presentar en triunfo al +rey, prometiéndose por ello no pocas mercedes. Hubiera dado todo +el oro del mundo porque el tiempo apresurase su movimiento, apenas +perceptible para él entonces; y era tal su impaciencia que estaba<span +class="pagenum" id="Page_187">p. 187</span> en el caso de aplicarle +aquellos versos de Meléndez que dicen:</p> + +<div class="poetry-container"> +<div class="poetry"> + <div class="stanza"> + <div class="verse indent0">Los días, que confiado</div> + <div class="verse indent0">quieres hora apresurar,</div> + <div class="verse indent0">un tiempo te ha de pesar</div> + <div class="verse indent0">que hayan tan presto llegado.</div> + </div> +</div> +</div> + +<p>Mas como quiera que sea, lo cierto es que pasó en una ansiedad +inexplicable algunas horas, hasta que poco después de medio día se +presentó un criado anunciando que desde la muralla se descubría como +regresaba a Soria la tropa que había salido aquella mañana de la +ciudad.</p> + +<p>—Vuelve corriendo a la puerta para que de ningún modo sean detenidos +en ella; que vengan aquí sin pararse en parte alguna; y, sobre todo, +que no se separe de la tropa ningún individuo. Todos sin excepción han +de venir a mi presencia. Marcha; vuela.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_188">p. 188</span></p> + +<p>Esto dijo el conde a su criado, quien partió como un rayo a poner +sus órdenes en ejecución. Como media hora después se oyó un confuso +rumor de armas en el zaguán de la casa, y subieron apresuradamente +la escalera con Millán, un hombre armado de punta en blanco, mas +sin espada ni otra arma ofensiva, que parecía venir preso, pues iba +siempre seguido de dos almogávares que no se separaban un punto de +él, y otros cuatro o cinco también almogávares. Apenas se sintieron +los pasos en el salón, cuando entreabriendo el conde la puerta de su +gabinete, el primer objeto que hirió su vista fue el armado caballero +que hemos dicho, cuyo rostro no le permitió descubrir la visera del +yelmo que llevaba calada; y pudiendo apenas hablar con el sobresalto, +preguntó:</p> + +<p>—Millán, ¿es él?</p> + +<p>—Sí, señor: he cumplido mi palabra; el conde de Candespina está en +vuestra presencia.</p> + +<p>Estas últimas palabras<span class="pagenum" id="Page_189">p. +189</span> las dijo ya Millán en el gabinete de don Pedro Ansúrez, +en el cual entraron también cuantos le seguían. Inmediatamente uno +de ellos cerró la puerta; dos, sacando los puñales, asieron al conde +Ansúrez de ambos brazos, y poniéndole las puntas en el pecho le +intimaron el silencio pena de la vida; y el caballero armado alzándose +la visera dejó ver las nobles facciones del conde de Candespina.</p> + +<p>—Traidores —fue la única palabra que pudo articular don Pedro +Ansúrez.</p> + +<p>—Aquí no hay ninguno más que tú —le replicó Hernando, que era uno de +los supuestos almogávares que custodiaban al conde.</p> + +<p>—Basta, Hernando: recordad vuestras promesas de prudencia. Conde don +Pedro, el cielo es justo en sus decretos; los malos podrán triunfar un +momento, pero tarde o temprano llega el día en que le dan cuenta de sus +culpas: vuestra hora ha llegado tal vez. Preparábais un suplicio<span +class="pagenum" id="Page_190">p. 190</span> a un hombre sin más delito +que el de amar a su patria; y habéis caído en su poder. Un solo medio +os queda para salvaros, aceptadlo o resolveos a morir.</p> + +<p>—¿Qué se exige de mí? —dijo el de Ansúrez, más muerto que vivo.</p> + +<p>—Que pongáis a la reina en nuestras manos.</p> + +<p>—Y a doña Leonor de Guzmán —añadió Hernando.</p> + +<p>—Pedís un imposible, contestó el conde don Pedro: la reina se halla +ahora en su palacio en poder del rey su esposo, y doña Leonor en un +convento en reclusión...</p> + +<p>—El tiempo vuela, caballeros —dijo rompiendo el silencio por +primera vez don Diego López; el tiempo vuela y los instantes nos son +preciosos.</p> + +<p>—Sobrada razón tenéis: omitamos inútiles digresiones: vais a +conducirnos, conde de Ansúrez, a presencia de Su Alteza.</p> + +<p>—¿Yo, don Gómez?... ¿Yo? ¿Y cómo puedo...?</p> + +<p>—Vos podéis y lo haréis, o de no, vais a la eternidad antes de dos +minutos. Jurad<span class="pagenum" id="Page_191">p. 191</span> por +los Santos Evangelios que ni con palabra, ni con gesto, ni con seña, ni +por escrito, haréis acción que pueda descubrirnos, y vamos a seguiros +al cuarto de la reina don Diego, Hernando y yo.</p> + +<p>—Pero conde...</p> + +<p>—¿Juráis o no?</p> + +<p>Esta pregunta del conde fue acompañada con un gesto de Hernando tan +significativo, que pareció decidir la perplejidad del conde, quien juró +cuando le dijeron que jurase. Hiciéronle entender a mayor abundamiento, +y para más garantía del cumplimiento de su promesa, que perdería la +vida en el momento en que ni remotamente diese motivo a sospechar que +iba a faltar a ella.</p> + +<p>El lector sin duda habrá comprendido, que viendo el conde de +Candespina el mal aspecto que presentaban las cosas en su campo, en +razón de la discordia que en él reinaba, conoció que el único medio +para salir con su empresa adelante, era intentar<span class="pagenum" +id="Page_192">p. 192</span> alguna otra expedición no menos aventurada +y peligrosa que la de Castellar; y el conocimiento que del carácter de +don Pedro Ansúrez tenía fue el que le hizo concebir el proyecto de +enviar a Millán a Soria, a proponerle poner su persona en manos del rey +de Aragón; y envolviéndole en sus propias redes obligarle a contribuir +a que la reina recobrase su libertad. Surtió en efecto este expediente, +como hemos visto, todo el buen éxito que de él podía esperarse, +hasta el momento en que, ya resuelto el conde, prestó su juramento +y se trató de marchar a palacio. El conde de Candespina para no ser +conocido tenía bastante con bajarse la visera, y don Diego y Hernando +venían a prevención armados debajo del vestido de almogávares: Millán, +que reputado por desertor del campo castellano, podía presentarse +sin recelo, salió a traer dos celadas que de parte del conde de +Ansúrez pidió a sus criados, y<span class="pagenum" id="Page_193">p. +193</span> encubiertos ya los tres, salieron con él hacia palacio, +en tanto que el criado de don Gómez con el resto de la tropa marchó +a esperar el resultado en la misma puerta de la ciudad, por donde +acababan de entrar.</p> + +<figure class="figcenter mt3"> + <img src="images/t193.jpg" + style="width: 5em; height: auto;" + alt="Viñeta ornamental"> +</figure> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Ch14"> + <p><span class="pagenum" id="Page_194">p. 194</span></p> + <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XIV</h2> +</div> + +<p class="ti0"><span class="cap">E</span><span class="rest">n +medio</span> de la temeridad que bajo cierto aspecto aparecía en toda +la conducta de don Gómez y sus amigos en este asunto, es preciso +confesar sin embargo que el conde de Candespina supo aprovecharse con +extremada sagacidad aun de las mismas circunstancias que más contrarias +podían serle. ¿Quién, en efecto, viendo a don Pedro Ansúrez caminar por +las calles de Soria con dirección al alojamiento del rey de Aragón, +acompañado por tres hombres completamente armados, cuyo reposado +continente y gravedad en la marcha no descubría la menor agitación; +quién, decimos, hubiera podido figurarse que el mayordomo mayor de +la reina iba allí prisionero en poder de sus mayores enemigos? ¿A +quién se le podría ocurrir que<span class="pagenum" id="Page_195">p. +195</span> aquellos tres guerreros fuesen nada menos que el mismo +conde de Candespina y sus dos más íntimos amigos? Sin duda que a +nadie; y el mismo don Pedro podía apenas persuadirse de que no fuera +un sueño lo que por él estaba pasando. Todas estas consideraciones, +tan naturales y de tanto peso en el ánimo de un hombre incapaz de +conocer el miedo, alentaron sobremanera al conde de Candespina; mas no +por eso dejó de tomar todas aquellas precauciones que estuvieron a su +alcance: tales como las de hacer que Millán fuese con los cincuenta +hombres disfrazados que a Soria le habían seguido, a situarse en la +puerta de ella, de modo que siempre le quedara aquella salida; y +emboscar un razonable escuadrón a tan corta distancia de la ciudad +que a la primera señal podía hallarse al pie de sus muros: y dejando +el resto en manos de su buena suerte, obraba en medio de sus enemigos +tan sosegadamente,<span class="pagenum" id="Page_196">p. 196</span> o +acaso más que hubiera podido hacerlo en sus propios reales.</p> + +<p>Llegados a la casa que habitaban los reyes, ninguna dificultad +encontraron para introducirse en la cámara de la reina, pues su entrada +no podía menos de estar franca en las horas regulares a don Pedro +Ansúrez, cuya dignidad de mayordomo mayor era en aquellos tiempos +como en los actuales la más alta y considerada de las de la real +servidumbre. El estado de sitio en que entonces se hallaba Soria dio +lugar a que no se extrañasen en ningún modo las férreas figuras que +seguían a don Pedro Ansúrez, del mismo modo que al cuerpo la sombra: +los cortesanos que circulaban por los salones del alcázar se inclinaban +profundamente al pasar por delante de ellos el privado, quien, habiendo +tenido algún tiempo para serenarse, empezaba a recobrar, a pesar +de lo crítico de su posición, aquel aire de importancia que ya le +era<span class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span> casi natural. +Don Gómez no podía menos de sonreírse del singular contraste que +aquellas demostraciones de respeto hacían con la verdadera y precaria +situación del conde de Ansúrez; Hernando se contenía con dificultad +para no descargar una lluvia de tajos y mandobles sobre la afeminada +chusma de los palaciegos; y don Diego López iba pensando entre sí +cómo saldrían del lance en caso de ser conocidos antes de salir de la +ciudad. Penetraron pues, como hemos dicho, sin encontrar obstáculo +hasta las puertas de la estancia misma en que estaba doña Urraca; y +allí don Pedro hizo que una dama de la servidumbre anunciase según +costumbre a la reina que su mayordomo deseaba hablarla: entró la +dama y a poco rato volvió a salir diciendo, que hallándose Su Alteza +indispuesta, no se había aún levantado de la cama, ni pensaba hacerlo +en todo aquel día: y que por lo mismo dejaba para el siguiente<span +class="pagenum" id="Page_198">p. 198</span> recibir a su mayordomo. +No era esta la primera vez que la reina obraba así, antes por el +contrario acostumbraba a hacerlo con mucha frecuencia; pues siéndole +odiosa la vista de cuantos la rodeaban, y mucho más que la de ninguna +otra persona la de su antiguo ayo, se valía del expediente de fingirse +enferma para poder a lo menos deplorar a sus solas la crueldad de su +destino.</p> + +<p>—Ya lo oís, señores —dijo don Pedro volviéndose a sus tres +acompañantes—, me es imposible complaceros.</p> + +<p>—Insistid —le contestó el conde en voz muy baja, pero con +firmeza.</p> + +<p>—Hemos de entrar —añadió Hernando—, hemos de entrar o...</p> + +<p>—Basta, por san Pedro —le interrumpió don Diego—; ved el paraje en +que estamos.</p> + +<p>—Caballeros... —volvió a decir el de Ansúrez.</p> + +<p>—Insistid, os digo por última vez, o temblad —replicó ya ardiendo en +cólera don Gómez.</p> + +<p>No había recurso para don Pedro; estaba enteramente a merced<span +class="pagenum" id="Page_199">p. 199</span> de los enemigos, y hubo por +lo mismo de obedecerles.</p> + +<p>—Decid a la reina, mi señora, que el asunto de que tengo que +hablarla es de tal importancia que no sufre demora, y que la suplico +que se digne recibirme inmediatamente.</p> + +<p>Ejecutó la dama este nuevo mandato, y trajo sin tardanza la +orden de la reina para que entrase el mayordomo, lo que se ejecutó +inmediatamente, siguiéndole los tres caballeros.</p> + +<p>Doña Urraca estaba en efecto en el lecho, y su hermosura parecía +mayor en medio del estudiado desaliño en que se hallaba. Ondeaba libre +el cabello sobre la espalda, que apenas cubría un delgado cendal, y al +incorporarse, cuando vio entrar al conde, dejó ver un talle que hubiera +podido dar envidia a la misma diosa de la hermosura; el enojo por la +demasía del mayordomo en empeñarse en verla contra su expresa voluntad, +había encendido<span class="pagenum" id="Page_200">p. 200</span> +el color del rostro, pálido otras veces a causa de sus continuados +disgustos; y, en una palabra, la figura de la reina de Castilla era en +el momento de que hablamos la más seductora que puede imaginarse.</p> + +<p>—¿Hasta dónde piensa el conde Ansúrez llevar el desacato y la +injuria? —exclamó furiosa doña Urraca al entrar en su cuarto el +mayordomo.</p> + +<p>—Crea Vuestra Alteza, señora, que bien a mi pesar...</p> + +<p>No pudo decir más, porque dentro ya de la estancia los tres +castellanos, cerró Hernando inmediatamente la puerta, y sacando la +espada se puso a ella de centinela sin proferir una palabra: la reina +que vio aquella acción, y que ignoraba quiénes eran los que delante +tenía, se horrorizó creyendo que semejante precaución no podía tener +más objeto que el de llevarla presa, o tal vez el de atentar a su +existencia; pues era tal la prevención odiosa con que miraba a su +marido que le hacía la injuria<span class="pagenum" id="Page_201">p. +201</span> de creerle capaz de acciones enteramente ajenas del ánimo +de Alfonso el Batallador. Como quiera que fuese, lo cierto es que doña +Urraca se asustó sobremanera, e interrumpió al conde en su discurso +diciéndole con voz amortiguada:</p> + +<p>—Traidor: ¿qué intentas?</p> + +<p>—Sus intentos son vanos —contestó el conde de Candespina alzándose +la visera—; deponga Vuestra Alteza todo temor.</p> + +<p>—¡Dios de bondad! ¿Vos en Soria, conde?</p> + +<p>—Sí, señora; mientras haya en mis venas una gota de sangre se +consagrará al servicio de mi reina.</p> + +<p>—Lo que importa —dijo el prudente don Diego— es que Su Alteza se +vista y salgamos pronto de aquí.</p> + +<p>—¿Dónde vamos?</p> + +<p>—Al campo de Castilla, señora; no pierda Vuestra Alteza tiempo.</p> + +<p>Vistiose la reina lo mejor y más de prisa que pudo, con no poco +embarazo por verse precisada a hacerlo delante de aquellos caballeros; +pero ellos con la debida discreción le volvieron la espalda en +tanto<span class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span> que lo +hacía, prefiriendo justamente cometer tal descortesía a ofender con +sus miradas el pudor de su soberana. Aprovechando este intervalo se +aproximó Hernando al conde de Ansúrez que, sumido en las más amargas +reflexiones, parecía haberse convertido en fría estatua de mármol; tal +era la estupidez con que miraba la escena que la fuerza le obligaba a +presenciar, y asiéndole con no mucha afabilidad por un brazo, le dijo +en voz que solo de él pudo ser oída:</p> + +<p>—¿Dónde está doña Leonor de Guzmán?</p> + +<p>—Ya he dicho que en un convento por orden del rey.</p> + +<p>—¿En qué convento?</p> + +<p>—En el de ***.</p> + +<p>—¿Está muy lejos de aquí?</p> + +<p>—No.</p> + +<p>—Poned una orden por escrito para que la abadesa la deje salir +inmediatamente.</p> + +<p>—¡Una orden...!</p> + +<p>—Sin réplica.</p> + +<p>—¡Cómo abusáis de mi situación!</p> + +<p>—Si no estuvieras en ella ya hubieras probado el hierro de la +lanza de Hernando de Olea. La orden al momento;<span class="pagenum" +id="Page_203">p. 203</span> aquí hay recado de escribir, ponla.</p> + +<p>—Sea.</p> + +<p>Hizo el de Ansúrez lo que Hernando le mandaba; mas, temeroso este +de que el conde le hubiese engañado, poniéndole en vez de la orden que +pedía algún documento como la carta de Urías, y no sabiendo leer, cosa +muy común en aquellos tiempos en todas las clases de la sociedad, y +particularmente en la nobleza, cuyo exclusivo ejercicio era el de las +armas, se dirigió a su amigo don Gómez, quien leyó el papel y vio que +en efecto era una orden en toda forma; mas preocupado con su principal +idea, que era la de salvar a la reina, no volvió a pensar en tal papel +luego que se lo hubo devuelto al de Olea.</p> + +<p>Es de advertir que a pocos instantes de estar en la estancia de la +reina los caballeros castellanos, hizo el conde de Candespina que el de +Ansúrez mandase desde la puerta a la dama que estaba de guardia en la +antecámara que diese las órdenes<span class="pagenum" id="Page_204">p. +204</span> convenientes para que lo más pronto posible se pusiese una +litera para Su Alteza: obedeció la dama, y casi en el mismo instante +en que doña Urraca acababa de vestirse anunciaron que estaba pronta la +litera. La reina se cubrió con un manto negro, y salió llevando a su +derecha a su mayordomo, a la izquierda al conde de Candespina, y detrás +a don Diego y Hernando. La presencia del conde de Ansúrez alejaba todo +género de sospecha, pues acostumbrados todos en Soria a mirarle como el +favorito del rey, y a manera de gobernador de la reina, respetaban sus +acciones, aun aquellas que salían del orden regular, como se veneran +los arcanos de la Providencia; por lo mismo, aunque algunos cortesanos +vieron salir a la reina con tan poco aparato, y en hora desusada, no lo +extrañaron, o al menos si lo extrañaron guardaron silencio, pensando +que se haría con acuerdo del rey.</p> + +<p><span class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span></p> + +<p>El hecho es que salieron con la mayor felicidad del alcázar, +entrando la reina en su litera y siguiéndola los mismos individuos. +Apenas estaban en la calle, cuando el de Olea se dirigió de nuevo al +conde de Ansúrez para preguntarle si una iglesia, que no tardaron en +ver, era el convento en que se hallaba Leonor, y habiéndole respondido +que sí, sin esperar a más se dirigió a él apresuradamente. Se informó +en la portería, en la cual le confirmaron en la verdad de lo que el +conde Ansúrez le había dicho; y habiendo hecho anunciar a la abadesa +que se la buscaba de parte de este, bajó inmediatamente la buena +religiosa, y vista la firma del conde no puso la menor dificultad +en entregar a doña Leonor, a quien inmediatamente fue a buscar. La +premura con que Hernando dijo a la abadesa que debía presentarse al +conde aquella dama fue tal, que apenas la dio tiempo para ponerse +un manto y bajar.<span class="pagenum" id="Page_206">p. 206</span> +¿Quién podría explicar la alegría de Hernando, cuando abriéndose las +puertas se presentó a su vista el objeto de todos sus pensamientos? No +será mi pluma la que lo intente; para el que haya amado una vez toda +explicación sobra, y para el que no, sería inútil. Así que Hernando +creyó que ya las religiosas que habían salido a acompañar a doña Leonor +no podrían oírle, se inclinó a ella y le dijo:</p> + +<p>—Estáis en poder de un amigo; guiadme a las puertas de la ciudad y +seréis libre.</p> + +<p>—¡Será posible...! Es la voz que oigo...</p> + +<p>—De Hernando de Olea.</p> + +<p>—¿Y os habéis expuesto por mí...?</p> + +<p>—A nada: dejemos eso. ¿Sabéis el camino a la puerta por donde se +entra viniendo de Castilla?</p> + +<p>—Sí, que no es esta la primera vez que he estado en Soria.</p> + +<p>—Pues guiad y volemos, que temo que hemos de llegar demasiado +tarde.</p> + +<p>Y en efecto caminaron con tanta presteza que apenas sentaban el +pie en<span class="pagenum" id="Page_207">p. 207</span> el suelo. Ya +en esto la litera con los que la seguían había llegado a la puerta de +la ciudad, y en ella echó de menos el conde de Candespina a su amigo +Hernando. Recordando entonces el papel que le había dado a leer en la +cámara de la reina, se hizo cargo de que habría ido a buscar a doña +Leonor, y temió que tal imprudencia le costase cara. Muy sensible +le era tener que abandonar a su amigo en tan peligroso trance; pero +la menor detención podía frustrar su ya casi conseguido y principal +designio de sacar de Soria a doña Urraca, y por lo mismo, después de +algunos instantes de meditación, se decidió a sacrificarlo todo al +interés de la reina.</p> + +<p>A la orden personal de don Pedro Ansúrez se abrieron las puertas, y +él mismo se vio obligado a salir con la reina: Millán sin embargo se +quedó con parte de la escolta en la puerta para esperar a Hernando, +quien llegó como un cuarto de<span class="pagenum" id="Page_208">p. +208</span> hora después con doña Leonor.</p> + +<p>—¿Y la litera dónde está? —fue su primera pregunta.</p> + +<p>—Se ha marchado —respondió Millán—; pero el conde don Pedro ha +dejado orden para que se os facilite un caballo de uno de los soldados +de la guardia que ya está pronto.</p> + +<p>La verdad era que el conde de Candespina le había prevenido a Millán +que dispusiese el caballo, y este fiel criado lo ejecutó puntualmente. +Montó pues Hernando, puso a Leonor a las ancas, y se alejó a todo +galope de los muros de Soria; y a poco siguió Millán con el resto de +la tropa, dejando a los que guardaban las puertas atónitos de lo que +veían, pero muy lejos de comprender la causa.</p> + + +<p class="fin">FIN DEL TOMO PRIMERO.</p> + +<hr class="chap x-ebookmaker-drop"> + + +<div class="chapter pt3" id="Err"> + <p><span class="pagenum" id="Page_209">p. 209</span></p> + <h2 class="nobreak g0">ERRATAS</h2> + <hr class="tir"> + <p class="centra g1 ws1 mt15">TOMO 1.º</p> +</div> + +<table class="form"> + <tr> + <td class="tdr bb"><i>Pág.</i></td> + <td class="tdr bb"><i>Lín.</i></td> + <td class="tdc bb"><i>Dice</i></td> + <td class="tdc bb"><i>Léase</i></td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr pt05">31.</td> + <td class="tdr pt05">19.</td> + <td class="tdl pt05">bajo, a cuya</td> + <td class="tdl pt05">bajo cuya</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">45.</td> + <td class="tdr">9.</td> + <td class="tdl">prenderla</td> + <td class="tdl">prendedla</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">87.</td> + <td class="tdr">17.</td> + <td class="tdl">hacheros</td> + <td class="tdl">arqueros</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">87.</td> + <td class="tdr">19.</td> + <td class="tdl">Las rivalidades</td> + <td class="tdl">La rivalidad</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">93.</td> + <td class="tdr">20.</td> + <td class="tdl">hallará</td> + <td class="tdl">hallara</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">107.</td> + <td class="tdr">11.</td> + <td class="tdl">en él</td> + <td class="tdl">en ella</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">113.</td> + <td class="tdr">13.</td> + <td class="tdl">los</td> + <td class="tdl">les</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">129.</td> + <td class="tdr">5.</td> + <td class="tdl">digo,</td> + <td class="tdl">digo;</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">145.</td> + <td class="tdr">3.</td> + <td class="tdl">acumulaban</td> + <td class="tdl">acumulaba</td> + </tr> + <tr> + <td class="tdr">148.</td> + <td class="tdr">19.</td> + <td class="tdl">tenían:</td> + <td class="tdl">tenían,</td> + </tr> +</table> + +<hr class="chap"> + + +<hr class="full"> + +</div> +<div style='text-align:center'>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 75133 ***</div> +</body> +</html> + diff --git a/75133-h/images/cover.jpg b/75133-h/images/cover.jpg Binary files differnew file mode 100644 index 0000000..0a91387 --- /dev/null +++ b/75133-h/images/cover.jpg diff --git a/75133-h/images/logo.jpg b/75133-h/images/logo.jpg Binary files differnew file mode 100644 index 0000000..ce96efd --- /dev/null +++ b/75133-h/images/logo.jpg diff --git a/75133-h/images/t017.jpg b/75133-h/images/t017.jpg Binary files differnew file mode 100644 index 0000000..e0b9d60 --- /dev/null +++ b/75133-h/images/t017.jpg diff --git a/75133-h/images/t035.jpg b/75133-h/images/t035.jpg Binary files differnew file mode 100644 index 0000000..2e56db7 --- /dev/null +++ b/75133-h/images/t035.jpg diff --git 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+1,11 @@ +This eBook, including all associated images, markup, improvements, +metadata, and any other content or labor, has been confirmed to be +in the PUBLIC DOMAIN IN THE UNITED STATES. + +Procedures for determining public domain status are described in +the "Copyright How-To" at https://www.gutenberg.org. + +No investigation has been made concerning possible copyrights in +jurisdictions other than the United States. 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