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+
+*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 75133 ***
+
+
+NOTA DE TRANSCRIPCIÓN
+
+ * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han
+ convertido a MAYÚSCULAS.
+
+ * Los errores de imprenta han sido corregidos.
+
+ * La ortografía del texto original ha sido modernizada de acuerdo con
+ las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española.
+
+ * También ha sido modernizada la puntuación, la grafía de los nombres
+ propios de personas y lugares, y los laísmos y leísmos.
+
+ * Para facilitar la lectura, algunos pronombres enclíticos han sido
+ separados de los verbos a los que acompañan.
+
+ * Las abreviaturas han sido expandidas y la presentación de los
+ diálogos se ha adaptado a los modernos usos ortotipográficos,
+ utilizando párrafos distintos para cada interviniente y aislando
+ entre rayas los comentarios del narrador.
+
+ * El contenido de la fe de erratas, situada al final del libro, ha
+ sido incoporado al texto.
+
+ * En esta novela, el autor llama Alfonso VII al padre de la reina
+ doña Urraca, pero los historiadores consideran que el padre de esta
+ reina fue Alfonso VI, siendo Alfonso VII el hijo, y no el padre de
+ doña Urraca.
+
+
+
+
+ EL CONDE
+ de
+ CANDESPINA
+ —
+ TOMO PRIMERO
+
+
+
+
+ EL CONDE
+ de
+ CANDESPINA
+
+ novela histórica original
+
+ POR
+
+ _Don Patricio de la Escosura_
+
+ Alférez del Escuadrón de Artillería de la Guardia Real.
+
+ [Ilustración]
+
+ MADRID Y SEPTIEMBRE:
+ IMPRENTA, CALLE DEL AMOR DE DIOS, n.º 14.
+ —
+ 1832
+
+
+
+
+ _¿Por qué de Roma tu ofuscada mente_
+ _Hazañas busca en la remota historia?_
+ _¿Para asombrar a la futura gente_
+ _No basta acaso la española gloria?_
+ _Cuando virtud y honor tu lira intente_
+ _Eternizar del mundo en la memoria,_
+ _Los campos corre de la madre España,_
+ _Y cada monte te dirá una hazaña._
+
+ (Don Ventura de la Vega, canto al Rey Nuestro Señor).
+
+
+
+
+ EL CONDE
+ DE
+ CANDESPINA
+
+CAPÍTULO PRIMERO
+
+
+Iluminaba la luna las altas torres del castillo de Castellar, situado
+a corta distancia de Zaragoza, una apacible noche de las más templadas
+del mes de junio; solo un centinela interrumpía, con el ruido de sus
+pasos y el crujir de las armas, el profundo silencio que reinaba
+en torno de la fortaleza, en tanto que el alcaide y la guarnición
+reposaban descuidados, pues no era de temer en el corazón del reino un
+ataque imprevisto.
+
+Así lo pensaba también, sin duda, la ilustre cautiva que en él se
+encerraba entonces; y la siguiente conversación nos hará juzgar del
+desaliento y dolor a que se había entregado.
+
+—Déjame, Leonor; déjame llorar: en esto solo encuentro alivio.
+
+—¿Alivio, señora? Vuestra Alteza destruye su salud.
+
+—¿Y qué me importa la salud ni la vida? ¿Para qué las quiero, si he de
+pasar mis días en este miserable encierro?
+
+—No lo permita su Divina Majestad. Su Santísima Madre nos protegerá. Yo
+a lo menos así se lo ruego en todas mis oraciones.
+
+—Y yo le tengo ofrecido un candelero de oro macizo al Santo Apóstol,
+patrón de España, si se digna alcanzar por sus méritos que yo vuelva a
+mis reinos.
+
+—Y volverá Vuestra Alteza, señora. El corazón me dice que no hemos de
+tardar en ver a León.
+
+—¡A León!... ¿A León, Leonor? ¡Pluguiera a Dios! Pero no lo creo.
+
+—Vuestra Alteza pierde el ánimo, señora, y olvida que sus leales
+castellanos viven...
+
+—¿Leales los castellanos? ¡Traidores! Abandonan a su reina y natural
+señora para entregarse a mi marido, mejor diré a mi tirano.
+
+—Aún hay castellanos que aborrecen a Alfonso...
+
+—¡Cobardes! Y ¿por qué no desnudan el acero?
+
+—No es tarde, señora.
+
+—¿No es tarde, y yo estoy cautiva? Leonor, tú has nacido para ser
+esclava.
+
+—Perdóneme Vuestra Alteza, señora, pero no puedo resolverme a creer que
+no haya uno entre tantos como hacían alarde de adorar a su reina como a
+tal, y como a la más cumplida dama...
+
+—Leonor, me adulas.
+
+—Vuestra Alteza sabe mejor que yo que no es lisonja lo que digo, y que
+los encantos de su persona han hecho acaso más vasallos que su poder.
+
+—Verdad es que dicen que ha querido Nuestro Señor poner en mí algo de
+eso que llaman belleza; pero tú exageras la causa y los efectos.
+
+—¡Ah, señora, si estuviera aquí un caballero de Castilla, qué bien
+respondería!
+
+—¿Un caballero de Castilla...? No sé de quién hablas.
+
+—Del más galán, del más valiente, y también del más enamorado.
+
+—Bien lo encareces, Leonor. ¿Eres su dama?
+
+—¿Yo, señora? No merezco tanta honra. El campeón de quien hablo ha
+elevado sus pensamientos a más alto lugar.
+
+—¿Más alto que una ricahembra de Castilla?
+
+—Sí, señora; y si Vuestra Alteza me permite nombrarle cesará su
+sorpresa.
+
+—No solo te lo permito sino que te lo mando.
+
+—Es don Gómez.
+
+—¿El conde de Candespina?
+
+—El mismo.
+
+—¡Ah!
+
+Aquí siguió una breve pausa; la camarera, que tal era el empleo de
+doña Leonor de Guzmán, o no supo que añadir, o lo que es más probable,
+no se atrevió a darse por entendida en cuanto a la significación del
+suspiro con que la reina de Castilla doña Urraca había terminado la
+conversación, ni quiso interrumpir las reflexiones a que parecía
+entregarse su señora. Nosotros, imitando la discreción de aquella
+dama, dejaremos por un momento a la real prisionera meditar sobre su
+desagradable posición, y aprovecharemos este intervalo enterando a
+nuestros lectores de lo que indispensablemente necesitan saber para
+hacerse cargo de los acontecimientos que van a ocuparnos.
+
+Después de un largo reinado, en el transcurso del cual estuvo casado
+diferentes veces, don Alfonso VII de Castilla tuvo la desgracia de
+perder, en la batalla de Uclés contra los almorávides, al único hijo
+varón que de todos sus matrimonios le quedaba. Murieron con este
+príncipe las esperanzas de su padre, y en el corazón de los grandes
+de Castilla nació el temor de verse sometidos a una dominación
+extranjera si se casase con un príncipe de fuera del reino la infanta
+doña Urraca, heredera del trono, hija de don Alfonso y viuda de don
+Ramón de Tolosa, conde de Galicia, de quien tuvo un hijo llamado
+como su abuelo. La memoria de la última guerra civil estaba grabada
+de tal modo en todos los corazones, y eran tan recientes las heridas
+del estado, que pecheros, prelados y grandes resolvieron sacrificar
+sus particulares intereses a la paz suspirada; y con este objeto
+se juntaron los magnates del reino en Mascaraque, donde la mayoría
+resolvió suplicar al rey casase a su hija con don Gómez Salvadórez,
+conde de Candespina, Oña, Tesla, Canderechas y Poza. No parece
+necesario encarecer la nobleza del linaje, valor, discreción y
+popularidad de este caballero, pues basta saber que los que bajo de
+todos aspectos podían considerarse como sus iguales, suplicaban que se
+lo diesen por rey y señor, para persuadirse de la superioridad de su
+mérito y del ascendiente que había sabido adquirir sobre el ánimo de
+los castellanos.
+
+Era el conde corpulento, bien formado, de rostro moreno, facciones
+marcadas y condición más severa en general que afable; pero aunque
+criado en el ejercicio de las armas, su corazón conservaba más
+sensibilidad de la que en lo exterior parecía, y acaso de la necesaria
+para su ventura. Sea pues que la hermosura de doña Urraca, que en
+efecto era grande, le cautivase, o que la lisonjera perspectiva de
+reinar en Castilla estimulara su ambición; lo cierto es que don Gómez
+entró en el proyecto del matrimonio con una vehemencia que casi no
+podía disimular a pesar de sus esfuerzos. No podremos decir si entonces
+la infanta ignoraba o no el amor del conde; pero es de presumir que lo
+supiera, pues la dignidad de este le proporcionaba ocasiones de verla
+casi diariamente, y la distancia que en aquellos tiempos separaba a un
+ricohombre de las personas reales, no era comparable a la que hoy media
+entre los grandes y el trono.
+
+El sistema feudal en el siglo XII, a cuyos principios se refiere la
+época de que hablamos, estaba en toda su fuerza y vigor en Europa, y no
+menos en nuestra España que en sus demás reinos. El formidable poder
+de los grandes y prelados igualaba en cierto modo al de los reyes,
+obligando a estos a ceder no pocas veces de sus derechos para conservar
+la paz, y en ocasiones hasta el trono y la vida; de lo que resultaban
+los disturbios y desórdenes inevitables en un estado cuyo gobierno no
+tiene la fuerza suficiente para hacerse obedecer de todos sus súbditos.
+
+Sin embargo, Alfonso VII, a quien cuarenta años de victorias y un
+carácter firme y decidido habían hecho respetable, supo hacer entrar
+en su deber aun a los más osados, de tal modo que no hubo en la junta
+de Mascaraque ni uno solo que se atreviera a comunicarle la súplica de
+los grandes allí reunidos, y proponerle el matrimonio de la infanta,
+su hija, con el conde de Candespina. Es probable que la tal junta no
+hubiera llegado siquiera a noticia del rey si un médico judío llamado
+Cedillo, a quien distinguía particularmente, presumiendo de su privanza
+más de lo que debía no hubiese tomado a su cargo llevarle el mensaje.
+Menguada fue para el judío la hora en que tomó tal comisión, pues a
+pesar de haber esperado largo tiempo momento oportuno, y de no haber
+arriesgado la súplica sino en los términos más respetuosos y humildes,
+el rey al oírla montó en cólera, y mal le aviniera al entrometido
+médico si no se retirara inmediatamente como se lo mandó don Alfonso,
+desterrándolo para siempre de su presencia. No se limitó a este solo
+efecto el enojo de aquel príncipe, sino que para manifestar más
+claramente a los grandes que él solo mandaba en su reino y familia,
+dispuso y verificó inmediatamente el matrimonio de su hija con Alfonso,
+entonces príncipe y poco después rey de Aragón, que tuvo efecto en
+Toledo, a pesar de las mal reprimidas quejas de la nobleza y del clero,
+y la poca inclinación de doña Urraca hacia su esposo. Sea como quiera,
+los descontentos, por leales o temerosos, no se atrevieron a levantar
+la cabeza, y los desposados partieron para Aragón permaneciendo todo
+tranquilo en los reinos de Castilla hasta el fallecimiento del monarca,
+que acaeció cuatro o cinco años después.
+
+Muerto don Alfonso, le sucedió con arreglo a su última voluntad doña
+Urraca, y por ser su marido se aclamó rey a don Alfonso de Aragón,
+quien, reuniendo en su cabeza la mayor parte de las coronas españolas,
+se llamó emperador de España. Temeroso de hallar resistencia, entró
+en Castilla con un numeroso ejército, pero todas las ciudades y villas
+le abrieron sus puertas, lo que sin duda debiera haber bastado a
+tranquilizarle; pero lleno de una desconfianza que no se concibe, puso
+guarnición aragonesa en la mayor parte de las fortalezas, dejando en
+sus alcaidías a muy pocos caballeros castellanos de los que sabía que
+eran sus más parciales, y entre ellos a don Pedro Ansúrez, conde y
+señor de Valladolid.
+
+Sintió Castilla, como era razón, este proceder, y aún lo sintió más su
+reina, la cual como en despique despojó de su gobierno al conde Ansúrez
+a pesar de haber sido su ayo. Alfonso, creyéndose desairado, primero
+dio al conde en su reino magníficas posesiones, y por último indignado
+de que su esposa no disimulase el pesar que le causaban las cosas
+de Castilla, y sobre todo de que manifestase casi en público cuán
+disgustada estaba con su matrimonio, lamentándose de no haber casado
+con don Gómez, la hizo encerrar en el castillo de Castellar, y devolvió
+a Ansúrez su condado haciéndole otras muchas mercedes.
+
+Más de treinta días habían corrido desde el de la cautividad de la
+reina cuando tuvo lugar el diálogo que hemos referido a nuestros
+lectores, los cuales ya no extrañarán que la reina llamase a Alfonso su
+tirano.
+
+Doña Leonor, dama de la reina, o más bien su íntima amiga, pues con
+ella se había criado, sabía la pasión del conde de Candespina, y
+conociendo el carácter caballeresco de este y el orgullo nacional de
+los castellanos, formó, desde el momento en que supo que iba la reina
+a ser conducida a Castellar, el proyecto de valerse de uno y otro para
+sacarla de aquella esclavitud; y con este objeto envió un mensaje a
+don Gómez por medio de un criado de toda confianza, a quien hizo
+partir secretamente la noche de su prisión. Este era el motivo por el
+que tanta esperanza mostraba a doña Urraca. Pero esta, que desde su
+casamiento no había visto al conde ni oído hablar de él más que para
+ponderar su valor contra los moros de Granada o de Sevilla, se creía
+ya olvidada, y se contentaba, como hemos visto, con suspirar cuando se
+hablaba de él.
+
+Engañábase empero: la pasión de don Gómez, reconcentrándose, había
+ganado en intensidad todo cuanto se había visto obligado a suprimir
+en demostraciones exteriores, y si abandonó la corte durante la vida
+de Alfonso de Castilla fue para no exponerse a manifestar lo que
+pasaba dentro de su corazón. Sus asuntos domésticos le condujeron
+a Candespina, y allí le halló el mensaje de Leonor, en el cual le
+conjuraba por cuanto hay de sagrado para un vasallo, caballero y
+amante, que corriese, sin perdonar riesgo ni fatiga alguna, a libertar
+a su reina de los hierros en que la crueldad de Alfonso la tenía; y
+para concluir indicaba la diestra cortesana cuánto podía esperar el
+conde de la gratitud de doña Urraca.
+
+Los efectos de la chispa eléctrica no son más rápidos que lo fue el que
+esta noticia hizo en el inflamable don Gómez. Recibirla, reunir algunos
+de sus mejores amigos y fieles vasallos, montar a caballo y partir para
+el Aragón fue obra de tan pocas horas que ya estaba cerca de Zaragoza
+cuando en Castilla se le echó de menos.
+
+Acercose la reina a la reja de su prisión, desde la cual, a favor de la
+claridad de la luna, descubría perfectamente toda la campiña inmediata
+a excepción de la parte que ocultaba un espeso bosque que a su derecha
+se veía, y cuyos límites tocaban al foso del castillo. No se movía
+un solo viviente, a excepción del centinela que bajo de la misma
+ventana ora se paseaba para espantar el sueño, ora apoyado en su lanza
+murmuraba en voz alta contra la lentitud del tiempo que no traía el
+momento del relevo tan pronto como él quisiera.
+
+—Tú sabes —dijo la reina oyéndole—, tú sabes al menos el momento en que
+cesarás de padecer; pero yo, infeliz de mí, solo en la muerte espero.
+
+La camarera estaba al lado de la reina, aunque un poco más atrás por
+respeto, y con razones semejantes a las que hemos referido al principio
+de este capítulo trató de consolarla, sin atreverse a manifestar el
+principal fundamento de sus esperanzas, pues aunque no creía saliesen
+vanas, era sin embargo arriesgado anunciar a doña Urraca el paso que
+había dado hasta ver el éxito que producía. Leonor conocía demasiado
+bien el carácter de su ama para dar un paso en falso, y por lo mismo
+calló, persuadida de que si don Gómez lograba quebrantar la prisión
+de la reina, la colmaría esta de gracias; pero si por el contrario la
+empresa se frustraba o el conde no quería aventurarse, era indudable
+que la indignación de su soberana sería el único premio de su
+oficiosidad.
+
+Caprichosa a fuer de bella, altanera en extremo, inconstante en el
+amor, implacable en el odio, soberbia en la prosperidad, débil en la
+desgracia, Urraca era querida de muy pocos; pero su nacimiento, su
+hermosura y las gracias que sabía desplegar con aquellas personas
+que creía de su interés tener contentas la habían sin embargo
+adquirido algunos partidarios de corazón, a más de los que sus
+derechos incontestables al trono de Castilla y los cálculos de propia
+conveniencia de algunos unieron a ella en lo sucesivo; mas en el
+momento solo podía contar con el conde, a quien creía demasiado lejano
+para socorrerla. Convencida, pues, de que su situación actual era
+irremediable, hizo muy poco caso de los consuelos de su camarera, y
+cansada por fin de suspirar contemplando los astros, se arrojó vestida
+sobre el lecho, dejando abiertas las ventanas en razón del calor.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO II
+
+
+—Por san Pedro, conde, que vos solo seríais capaz de tal empresa.
+
+—¿Y por qué no cualquier otro? Las haciendas y las vidas de los
+vasallos son propiedad de los reyes.
+
+—En buena hora, lo sé tan bien como vos. Pero lo que ahora hacemos,
+Dios me perdone si no es provocar al mismo demonio.
+
+—Si os pesa, Hernando de Olea, podéis volveros, que no os habremos
+menester tanto que no concluyamos la demanda sin vos.
+
+—¡Voto a...!
+
+—No votéis a nada, que habemos menester la ayuda de todos los santos, y
+no será justo provocar su enojo con juramentos.
+
+—Ya lo sé que no debo votar, pero lo que me habéis dicho, conde, lo que
+me habéis dicho, a no ser vos...
+
+—Bueno está, Hernando, bueno está. Perdonad mi injusto enojo.
+
+—Esa palabra en la boca del conde de Candespina desarmaría la cólera
+del mismo Lucifer. Mas ahora, decidme por vuestra vida si os parece
+cuerdo arrojaros en medio de un reino extraño con los doce hombres que
+os acompañamos.
+
+—Hernando de Olea vale él solo por doscientos, y mi espada...
+
+—Por la de mil de estos testarudos aragoneses. Maldición sobre ellos
+y sobre su rey diría si no fuera nuestro también. Con todo, conde, se
+pueden reunir tantos...
+
+—¿Quién os ha dicho, Hernando, que yo voy a combatir cuerpo a cuerpo
+con todo el ejército de Aragón? Mi plan es caminar por sendas poco
+frecuentadas y llegar sin ser visto a Castellar. Los montes de Aragón
+me son bien conocidos, he hecho la guerra en ellos más de una vez, y yo
+os fío que llegaremos seguros.
+
+—Así sea.
+
+En efecto, la fortuna sirvió completamente al conde, y este tomó tan
+bien sus medidas, que con la sola precaución de caminar siempre de
+noche, y no entrar en poblaciones considerables, llegó al fin de su
+viaje sin encontrar el menor obstáculo. En el día sería muy difícil,
+cuando no imposible, que trece hombres armados corriesen las cincuenta
+leguas que por el más corto y peor camino hay desde Candespina
+a Castellar sin llamar la atención; pero en aquellos tiempos de
+ignorancia y desorden, semejantes sucesos eran tan frecuentes que no
+causaban la menor extrañeza. La escasez de pueblos, la falta de caminos
+que proporcionasen la comunicación entre los que había, y sobre todo
+la nula seguridad que el gobierno podía ofrecer a los viajeros hacían
+que los pobres y los plebeyos pensasen rara vez en salir del lugar de
+su domicilio, y que los nobles, que tampoco viajaban con frecuencia, lo
+hiciesen cuando se veían precisados a ello, siempre armados y llevando
+en su compañía gran número de guerreros.
+
+Por esta razón, las pocas personas que nuestros viajeros encontraron en
+el camino no extrañaban verlos cubiertos de hierro; y aunque algunos
+tuvieran curiosidad de conocer al jefe o señor de aquella tropa, no
+juzgaron sin duda prudente entrar en contestaciones con ninguno de sus
+silenciosos individuos.
+
+Entre todos los que acompañaban al conde, aunque la mayor parte eran
+nobles ninguno lo era tanto ni privaba con él como Hernando de Olea, su
+deudo y hermano de armas, quien por su parte le amaba entrañablemente.
+Valiente en extremo, temerario si se quiere, solo conocía Hernando la
+prudencia cuando se trataba de algún peligro que podía correr su amigo,
+y entonces su previsión rayaba ya en nimiedad. Opuso, pues, cuantas
+razones se le alcanzaron contra la resolución de don Gómez, que a la
+verdad no fueron pocas porque el proyecto era arriesgado y difícil; mas
+fue en vano: el amor, la ambición, la gloria, el espíritu caballeresco,
+todo llamaba al conde a Castellar. Llegó por fin el de Olea a
+convencerse de la inutilidad de sus reflexiones, y el último altercado
+que sobre la materia tuvieron los dos amigos fue el que acabamos de
+copiar literalmente.
+
+En los ocho días que duró su viaje, se ocuparon únicamente del modo de
+dar fin a su empresa, que no presentaba pocas dificultades, pues era de
+presumir que la vigilancia del alcaide de Castellar sería proporcionada
+a la importancia del objeto que estaba a su cargo; y por otra parte las
+pocas fuerzas del conde no le permitían presentarse a cara descubierta
+a sitiar la fortaleza. De este modo caminaron creciendo por instantes
+la perplejidad del enamorado don Gómez, sin que Hernando, mucho
+más útil en la pelea que en el consejo, pudiese sugerirle el menor
+expediente para salir de apuros; hasta que pasado el Ebro, media legua
+antes de llegar a Castellar, hicieron alto para que los caballos
+tomasen aliento.
+
+Llegose Millán García, criado del conde, a su amo a quitarle la celada
+y preguntarle si quería su señoría tomar alguna cosa, y como le
+respondiese que no, y que comiera él lo que le pareciese, dijo Hernando:
+
+—Bueno, ¡cuerpo de Cristo!, en ayunas no sé cómo podréis pelear con
+esos bárbaros aragoneses que cada uno tiene tanta fuerza como una
+yunta de bueyes. Comed, conde, que si vos nos faltáis tanto montara no
+habernos movido de Candespina.
+
+—Es imposible, Hernando —contestó con sentida voz el conde—: es
+imposible, no atravesara un bocado si me lo presentaran los ángeles.
+
+—Pese a mi vida, ¿qué tenéis para dejaros morir de hambre como un
+caballo cansando?
+
+—¿Qué he de tener? Ya estamos en el Castellar, y no sé cómo he de
+valerme para sacar a mi reina de la tal fortaleza.
+
+—Ya os lo dije; pero algunas veces, perdonad, conde, parecéis natural
+de este país. Si me hubiérais creído se hubieran podido reunir a lo
+menos doscientas buenas lanzas, y con ellas en dos horas yo me prometía
+colgar en las murallas de su castillo al señor alcaide del Castellar.
+
+—¡Excelente idea! Con doscientas lanzas declararíamos la guerra al
+rey de Aragón, a quien respetan navarros y franceses. ¡Con doscientas
+lanzas, Hernando! ¿Estáis en vos?
+
+—¡Voto a...! Tenéis razón; no me había hecho cargo.
+
+Calló Hernando, como le sucedía siempre que se veía cortado en su
+discurso, pues el esfuerzo que su imaginación necesitaba hacer para
+producir un argumento de algún peso no era obra de pocos minutos, y
+así decía él que rara vez disputaba con sus amigos porque siempre le
+convencían, y nunca con sus enemigos, pues para estos la mejor razón
+era la espada.
+
+Millán se halló presente a esta conversación, y su celo por el conde
+le obligó a que, venciendo la repugnancia que le costaba hablar a su
+señor cuando este no se lo mandaba expresamente, propusiera que se
+caminase hasta una arboleda que cerca del castillo había, y que allí se
+podría con más conocimiento de causa, teniendo a la vista la fortaleza,
+tomar el partido conveniente. Pareció tan razonable esta proposición
+que inmediatamente se puso en práctica, y antes de un cuarto de hora
+estaban ya el conde y los suyos casi a la orilla del foso, en frente de
+la reja de la prisión de la reina.
+
+Desde luego advirtieron que el foso estaba seco a la sazón, y que no
+había más que un centinela por aquella parte, de modo que con un
+hombre solo tenían que luchar. Empero este hombre estaba sobre una
+muralla, y con un grito suyo era indudable que acudirían todos los
+de la guarnición del castillo; esto contenía el impaciente ardor de
+Hernando y el entusiasmo del conde, hasta que por fin este, volviéndose
+de repente, como un hombre inspirado, a Millán, le dijo:
+
+—Tú eres buen flechero.
+
+—Señor, sé tirar una flecha con alguna violencia y dirigirla
+medianamente.
+
+—Bien: ¿y te atreverás a hacer una buena puntería de aquí a la muralla?
+
+—Sí —interrumpió vivamente Hernando—: ¿serías hombre de quitar de
+enmedio a aquel maldito centinela?
+
+—Si vueseñorías me lo permiten —respondió el criado lleno de humildad—,
+probaré, y espero que con la ayuda de Dios podré darles gusto.
+
+Y diciendo y haciendo se colocó entre dos árboles, desde donde
+distinguía perfectamente al centinela; tendió su arco, y se disponía
+ya para apuntar cuando don Gómez, asiéndole del brazo, le dijo:
+
+—¿Y si yerras el tiro, Millán?
+
+—Si lo yerra —dijo con impaciencia Hernando—, si lo yerra, acertará
+otro.
+
+—Y el soldado —repuso el conde— lo aguardará pacientemente sin dar la
+alarma.
+
+—Tenéis razón, tenéis razón; pero si una flecha no nos quita ese
+estorbo, no sé cómo lo hemos de hacer.
+
+Millán bajó el arco, el conde quedó suspenso, Hernando petrificado, y
+en tanto el tiempo volaba.
+
+Más de una hora duró esta suspensión, hasta que por fin, convencido
+don Gómez de que si, como lo decía su amigo, una flecha no quitaba al
+centinela la posibilidad de estorbarles, les sería imposible entrar
+en el castillo, mandó sacar las escalas que a prevención traía y,
+dirigiéndose a Millán, pronunció con visible alteración estas palabras:
+
+—Apunta, Millán, dispara, y Dios dirija tu mano.
+
+Y diciendo así, cayó de rodillas y se puso a orar fervorosamente, en
+tanto que el criado, deseoso de servir a su amo y acreditar al mismo
+tiempo su destreza, dirigía sin el menor vislumbre de inquietud la
+puntería al malhadado centinela, quien de propósito parecía haberse
+parado debajo de la ventana de doña Urraca.
+
+La naturaleza, más poderosa que las penas, había por fin proporcionado
+a la reina de Castilla el sueño, único y verdadero alivio de los
+miserables cautivos. Se representaban en su imaginación los venturosos
+tiempos de su unión con el conde de Galicia; creía verse aún en medio
+de sus vasallos, acatada de todos, dispensando mercedes, imponiendo
+castigos: mas por una de aquellas singularidades que casi siempre
+tienen los sueños, el conde de Candespina se mezclaba con aquellos
+sucesos, en los cuales ninguna parte había tenido. Era pues entonces
+tan feliz en el mezquino lecho de su encierro como hubiera podido serlo
+en el más mullido de su alcázar de Burgos o de León, cuando el sordo
+ruido que hicieron al pie de su ventana las armas del centinela, a
+quien Millán acertó a traspasar la garganta, la despertó repentinamente.
+
+—¡Leonor!..., Leonor..., despierta..., vamos, despierta; tu reina te lo
+manda —dijo llamando a su camarera, que dormía profundamente, hasta que
+por fin logró despertarla no sin trabajo—. Vamos, ve a mirar lo que ha
+sucedido en la muralla; me parece haber oído cómo daba un gran golpe un
+hombre armado.
+
+—Ya voy, señora; será algún soldado que habrá tropezado en alguna
+piedra —dijo Leonor, pensando entre sí que no debía tener gran
+necesidad de su persona la reina para llegarse a la ventana y
+satisfacer por sí misma su curiosidad.
+
+Obedeció sin embargo con cuanta presteza se lo permitieron sus
+miembros, aún entorpecidos con el sueño, y se llegó a la ventana; mas
+hubo de estar un momento para acabar de abrir los ojos, y al cabo nada
+vio, nada oyó, y así se lo dijo a la reina. No podía esta persuadirse
+de que su camarera dijese lo cierto, porque estaba segura de haber
+oído caer a un hombre armado, y así, diciendo a Leonor que procurase
+otra vez abrir más los ojos para obedecer sus órdenes, se levantó ella
+misma; y llegada a la reja, por más que examinó cuidadosamente cuanto
+su vista alcanzaba a distinguir, tampoco descubrió nada.
+
+—Parece imposible —exclamó—: imposible porque no me cabe duda de que lo
+he oído.
+
+—Ya he observado a Vuestra Alteza —dijo Leonor con cierto aire de
+triunfo— que podría ser el centinela que hubiese tropezado.
+
+—Y yo he observado que hasta aquí nadie se ha atrevido a dirigirme la
+palabra sin que yo se lo mande —respondió la reina.
+
+Leonor se quedó muda con tan inesperada reprensión, y guardó silencio
+en tanto que la reina, entre despechada y colérica, volvió a su lecho.
+
+Apenas vio Hernando caer en el suelo al centinela, exclamó lleno de
+alborozo abrazando a Millán:
+
+—Bien: te has portado como un hombre, y yo te ofrezco una cadena de
+oro que pese tanto como tu arco en premio de este tiro que es el más
+acertado que en mi vida he visto.
+
+—Loado sea Dios —dijo levantándose don Gómez—: amigos míos, de su
+voluntad y vuestro valor depende ahora el resto.
+
+Salieron con esto del bosque, pero temiendo el conde que los que
+dormían en el cuarto bajo cuya ventana había caído el centinela,
+despertándose con el ruido se asomasen y viéndolos escalar la muralla
+dieran la alarma, se apartó a un lado, y en menos de dos minutos ya
+estaban todos dentro de la fortaleza.
+
+Por esta razón no vieron la reina ni su camarera a ninguno de ellos,
+y solo a pocos momentos oyeron el ruido de sus pasos al tiempo que
+pasaban por debajo de la reja.
+
+—Bien muerto está —dijo uno de los soldados mirando el cadáver del
+centinela—. Dios me libre de ser el blanco de Millán.
+
+—Y a mí —contestó otro—. Si tuviera el conde unos cuantos ballesteros
+como él, ya podían sus enemigos echarse en remojo.
+
+—Calla, no nos oigan y lo echemos todo a perder.
+
+Las dos prisioneras habían vuelto a ocupar su puesto en la reja, y
+pudieron oír a su salvo el corto diálogo que acabamos de referir, el
+cual, lejos de satisfacer la curiosidad de la reina, no hizo más que
+irritarla. Leonor, por el contrario, al oír la palabra conde, concibió
+esperanzas de que fuese el de Candespina; y de buena gana hubiera dado
+a su señora cuenta de las conjeturas que formaba; pero la prohibición
+que poco antes la había hecho esta de dirigirle la palabra sin su
+expreso mandato la obligó a guardar silencio.
+
+Doña Urraca por su parte no tardó en conocer que en los estrechos
+límites de una prisión no era posible observar estrictamente las
+leyes de la etiqueta como en un alcázar, y así, aunque no dejase
+de repugnarla algún tanto ser la que empezara, por decirlo así, su
+reconciliación con Leonor, rompió el silencio diciendo de esta manera:
+
+—Nada dices, Leonor, del singular diálogo que acabamos de oír.
+
+—Señora —contestó esta—, Vuestra Alteza me ha...
+
+—Ahora te mando que hables.
+
+—Entonces, señora, me parece que podré dar a Vuestra Alteza algunas
+luces sobre este asunto.
+
+—¿De veras, Leonor? Vamos, di.
+
+—Señora, tengo que suplicar primero a Vuestra Alteza se sirva
+perdonarme.
+
+—Sí, mujer, sí; estás ya perdonada, ¿quién piensa en eso? Pero di.
+
+—Es que no se trata de lo que Vuestra Alteza imagina, sino de una
+libertad que me he tomado en su nombre...
+
+—¿En mi nombre? ¿Y quién te ha dado osadía para tanto?
+
+—Permítame Vuestra Alteza que me explique. He dicho mal diciendo que
+había tomado en su nombre. No, señora, yo he obrado en el mío, pero
+he querido decir que lo que yo he hecho solo ha sido en interés de mi
+reina.
+
+—Pero acabemos: ¿qué es lo que has hecho?
+
+—Si Vuestra Alteza me deja hablar, yo se lo diré en pocas palabras.
+
+—Y bien, Leonor, una hora hace que te estoy mandando explicarte y nunca
+acabas de hacerlo.
+
+Aquí la camarera refirió su mensaje a don Gómez, y la conjetura de que
+fuese el de Candespina el conde de quien hablaban los dos soldados cuya
+conversación habían oído. No sabemos cuál hubiera sido la contestación
+de la reina, ni qué reflexiones hizo durante la breve narración de
+Leonor, porque la crónica dice que precisamente en el punto en que
+esta se acabó, resonaron las bóvedas del castillo con el ruido de las
+armas, los alaridos de los moribundos, y los gritos de _Candespina_ y
+_Castilla_ por una parte, _Alfonso_ y _Aragón_ por otra.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO III
+
+
+Tranquilamente dormía Íñigo Latorre, alcaide del castillo de Castellar,
+confiado, como hemos dicho en el capítulo primero, tanto en la posición
+de su fortaleza cuanto en la paz de que el Aragón disfrutaba en aquella
+época, cuando le despertaron el estruendo y voces de los combatientes:
+se levantó sobresaltado, tomó la espada, y apenas vestido, sin más
+armas defensivas que su casco y escudo, salió de su aposento y se
+dirigió, aunque con cautela, al paraje en que parecía estar lo más
+recio de la pelea.
+
+Don Gómez y los suyos, dando la vuelta a la muralla, se encontraron con
+el cuerpo de guardia colocado en la torre que formaba el ángulo del
+castillo opuesto al que ocupaba la reina. El centinela que estaba a
+corta distancia dio el quien vive; pero por pronto que quiso hacerlo,
+no fue bastante para impedir que Hernando le contestara con tan buena
+estocada que dio con él en el suelo. No murió sin embargo en el
+momento; y cumpliendo como buen soldado:
+
+—Alarma —gritó—, alarma compañeros: los enemigos están en el castillo.
+
+No dijo más, pues, colérico, uno de los soldados de don Gómez le acabó
+de matar metiéndole la pica por la boca.
+
+—Desdichado —dijo don Gómez—, has muerto cumpliendo con tu obligación;
+Dios te perdone la mala obra que nos has hecho.
+
+—Que no es poca —añadió Hernando—, porque o yo me engaño, o en la torre
+suena ruido de armas.
+
+Y, en efecto, tenía razón, porque alarmados los aragoneses con la
+voz de su compañero se atropellaban unos a otros para tomar, cuál la
+espada, cuál la adarga; y a no ser la confusión inevitable en aquel
+momento de sorpresa, no hubieran entrado el conde y los suyos en la
+torre; pues ya uno, más prudente que los otros, corría a cerrar la
+robusta y herrada puerta.
+
+—¡Candespina y Castilla! ¡Santiago sea con nosotros! A ellos,
+caballeros, vencer o morir —dijo así el de Candespina, y dando el
+ejemplo al mismo tiempo que la orden entró por la puerta y cerró tan
+furiosamente con los contrarios, que por doquier seguían la muerte y el
+espanto sus pasos.
+
+A su lado iba el denodado Hernando, tan valiente, tan furioso como
+su amigo, no parando más golpes que los que a este se dirigían, y
+despreciando los que llovían sobre él mismo.
+
+La guarnición de Castellar, en aquellos tiempos pacíficos, no excedía
+de cincuenta hombres de armas, que por fortuna para los castellanos
+estaban todos reunidos en la torre atacada, pues mal les aviniera si
+estando divididos hubieran podido combatirles por retaguardia al mismo
+tiempo que de frente. Además, los compañeros del conde venían armados
+de punta en blanco y dispuestos a la pelea, al paso que los aragoneses,
+soñolientos y medio desnudos, necesitaban casi un valor heroico para
+oponer la menor resistencia.
+
+No menos sorprendido que los demás, Íñigo Latorre, azorado, desnuda la
+espada en la mano derecha, y una lámpara encendida en la izquierda,
+y semejante más bien a un fantasma que a un guerrero, bajaba
+lentamente la escalera deteniendo el aliento y aplicando el oído a
+cada paso, hasta que por fin las palabras _Candespina_ y _Castilla_,
+le hicieron conocer que eran castellanos los que habían sorprendido
+la fortaleza. Marchar a ellos inmediatamente, y mezclarse entre los
+demás combatientes fue el primer impulso del valiente alcaide; pero
+reflexionando después en que la falta de armas defensivas le exponía a
+caer a los primeros golpes, y que por otra parte más necesaria era su
+cabeza que su brazo, volvió a subir apresuradamente a su aposento, en
+el que ya habían entrado a buscarle algunos soldados.
+
+En tanto que estos le ayudaban a armarse de pies a cabeza, seguía
+encarnizadamente el combate en el piso bajo de la torre: los aragoneses
+defendían el terreno palmo a palmo; pero no permitiéndoles la estrechez
+de este aprovecharse de la superioridad que en número tenían sobre
+los castellanos, les hacían estos sentir la ventaja inmensa que les
+llevaban en armadura y concierto.
+
+La pérdida de los del castillo era ya de más de diez hombres entre
+muertos y heridos, cuando sus enemigos solo habían perdido uno; pero
+para estos toda pérdida era de suma importancia en razón de su corto
+número.
+
+Dejemos por un momento a estos encarnizados guerreros combatir
+desesperadamente, para hablar de nuestras dos prisioneras, cuya
+posición era harto desagradable.
+
+—¿Lo oye Vuestra Alteza, señora? _Candespina_ y _Castilla_ dicen
+—exclamó Leonor, apenas llegó a sus oídos el rumor del combate.
+
+—También oigo —contestó la reina— las voces de _Alfonso_ y _Aragón_.
+
+—El conde vencerá sin duda.
+
+—¿Qué seguridad tienes de ello?
+
+—Señora...
+
+—¡Ah, Leonor! ¡Ojalá tu celo no me sea funesto!
+
+—¿Y por qué lo ha de ser? ¿Vuestra Alteza qué culpa tiene de lo que yo
+he hecho sin su conocimiento?
+
+—Cierto que no tengo ninguna. Pero si el conde sucumbe, ¿qué dirán las
+gentes de mí? Acaso se atreverán a sospechar...
+
+—Que el conde idolatra a su reina, y no será más que lo cierto.
+
+—Cada vez es mayor el tumulto, Leonor, y sin embargo a nadie veo.
+
+—Sin duda será el combate en la torre que cae sobre el río, que es la
+que ocupa el alcaide con sus soldados; al menos de hacia allí parece
+venir el eco. Si el conde supiera en qué paraje se halla Vuestra
+Alteza, hubiera ya venido a ponerla en libertad.
+
+—Dios haga que no sea vencido, pues de lo contrario su temeraria
+tentativa no produciría otro efecto que el de empeorar mi situación.
+
+—Vuestra Alteza se complace en verlo todo de la manera más triste que
+es posible imaginar. Don Gómez es un guerrero que tiene fama de ser tan
+prudente como esforzado, y no es de presumir que se haya metido en el
+castillo sin...
+
+—¿Oyes, Leonor? ¡Qué tristes gemidos! ¿Oyes el sonido de las
+espadas?... ¡Qué horror!... ¿Qué será de nosotras? ¡Dios eterno!... —y
+cayó desmayada.
+
+Leonor empleó cuantos medios estuvieron a su alcance para hacer volver
+en sí a su señora, e inspirarla un valor que, si hemos de decir verdad,
+no tenía ya ella misma.
+
+En general, por más osada que una mujer sea en sus proyectos, por
+más que tenga costumbre de presenciar grandes acontecimientos y de
+figurar en ellos, llegado el caso de un combate, sus fuerzas la
+abandonan. Su horrorosa carnicería repugna a este sexo débil, destinado
+a domar con su dulzura las feroces pasiones del hombre; ha habido
+algunas excepciones, es cierto, a esta regla general; pero confesemos
+imparcialmente que son tan pocas que apenas merecen mencionarse.
+
+No es pues de extrañar que doña Urraca, a pesar de su carácter
+ambicioso, flaqueara en aquella ocasión, y que costase infinito trabajo
+a su camarera disimular el espanto de que estaba poseída. Empero, como
+a nuestra impaciencia no le es dado precipitar los acontecimientos a
+medida del deseo, le fue preciso a la reina esperar y temer, y a su
+camarera disimular y dar consuelos, hasta que llegó el momento que
+estaba señalado para terminar sus inquietudes.
+
+Más de un cuarto de hora había transcurrido desde la entrada de los
+castellanos en Castellar; y otro tanto tiempo hacía que duraba el
+combate, cuando lograron estos desalojar a los enemigos del piso bajo,
+y persiguiéndolos llegaron al principal, donde estaba la sala de armas
+y el aposento de Íñigo Latorre. Acababa este de armarse y de llegar al
+salón cuando entraron precipitadamente los suyos, y a dicha tuvieron el
+tiempo necesario para cerrar detrás de sí la puerta, tan fuerte como
+todas las que en aquel tiempo se usaban en semejantes edificios.
+
+—¡Voto al santo de mi nombre! —dijo furioso Hernando, que llegó
+precisamente en el momento en que acababan los aragoneses de cerrar—.
+Estas malditas escaleras me han detenido, y como esos perros van
+desnudos, las han subido en un vuelo.
+
+—No perdamos tiempo —le contestó el conde que llegó en seguida—, no
+perdamos tiempo en inútiles exclamaciones. Lo que importa es derribar
+la puerta.
+
+—Un hacha de armas —exclamó Hernando—, pronto un hacha.
+
+—Es inútil —le replicó el de Candespina—, nada conseguiréis; o cuando
+menos se tardará más tiempo del que es menester. Traed una tea
+encendida, soldados, y prended fuego a la puerta.
+
+—Sí, prendedla fuego, no les estará mal a esos testarudos morir como
+judíos, porque...
+
+—No permita Dios que yo cometa tal barbarie. No, Hernando, son
+cristianos como nosotros. Lo que yo quiero es quitar esta barrera de
+por medio y poder combatirlos como conviene a caballeros, pues en
+cuanto a la torre, es de fábrica y no puede incendiarse.
+
+—Sea así, pero despachad, venga acá esa tea. Parece que en la vida
+habéis puesto fuego a una puerta.
+
+Y el impaciente Hernando se puso a trabajar como un simple soldado.
+
+Entretanto el conde, que nada olvidaba, bajó al cuerpo de guardia, en
+el cual había dejado a cargo de Millán y otro soldado los prisioneros
+que se habían hecho en el primer combate, que eran en bastante número.
+
+Imaginando el alcaide que sus enemigos, siguiendo la rutina de aquel
+tiempo, emplearían inmediatamente el hacha o las palancas para
+derribar la puerta, mandó correr sus gruesos cerrojos y arrimar a ella
+una pesada y tosca mesa de madera de nogal que había en medio de la
+sala. En seguida hizo armar lo más completamente que le fue posible
+a sus medio desnudos soldados, y poniéndolos en buen orden esperó
+sosegadamente el éxito de aquel trance.
+
+Había bajado el conde a examinar a los prisioneros no por simple
+curiosidad, sino con el objeto de obtener de ellos varias
+noticias que podían serle útiles; y en particular por saber en
+qué paraje se hallaba la reina. Algunos de aquellos desgraciados
+conservaban bastante serenidad para negar a su enemigo todo género
+de explicaciones; pero la mayor parte se manifestaron prontos a
+complacerle. Supo pues el conde cuál era la torre que encerraba a la
+reina, y que las fuerzas de que el alcaide podía disponer en la sala de
+armas no pasaban de veinte hombres, deducidas las pérdidas que hasta
+entonces había tenido. Bien hubiera querido don Gómez ir en derechura a
+echarse a los pies de la reina y ponerla en libertad; pero le pareció
+que no podía dejar el combate, y que presentarse como vencedor le sería
+más honroso.
+
+Cuando volvió a subir ya ardía la puerta de la sala de armas, y
+consternados los aragoneses, que en el calor del combate no habían
+podido calcular exactamente el número de sus contrarios, dándose por
+perdidos pidieron a su alcaide que entrase en capitulaciones. Este se
+negó abiertamente a semejante proposición, y recordando a los soldados
+sus juramentos y las leyes del honor, les mandó que se dispusiesen a
+pelear hasta el último trance, logrando en efecto reanimarlos algún
+tanto. Estaba sin embargo resuelto por la divina providencia que, a
+pesar de sus buenos deseos, había de morir sin dar una sola cuchillada
+a los agresores.
+
+El conde tenía razón en no temer que la torre se incendiase porque
+era de fábrica; mas no había calculado que estando cubierto de
+tablas el piso de la sala, precisamente se habían de sofocar cuantos
+estuvieran dentro de ella. Y en efecto, aún no había acabado el
+infeliz Íñigo su exhortación, cuando incendiándose las tablas del piso
+con extraordinaria celeridad, a causa de estar muy secas, se llenó
+enteramente de humo el aposento. Los desgraciados aragoneses viéndose
+arder empezaron a clamar:
+
+—¡Piedad! ¡Piedad!
+
+Los castellanos mismos tuvieron que apartarse, y Hernando gritó, de
+orden de su amigo, que sería salvo todo el que saliese de la sala.
+Algunos de los que estaban inmediatos a la puerta lograron escapar;
+pero la mayor parte, atolondrados con el mismo temor, perecieron
+allí miserablemente, y entre ellos el alcaide, sea porque no pudo,
+sea porque no quiso, ni aun en aquel caso extremo, entregarse a sus
+enemigos.
+
+Cuando el éxito de un combate es tan cruel para los vencidos, no pueden
+los vencedores mismos, a menos que sean monstruos más dignos del nombre
+de fieras que de el de soldados, regocijarse de su victoria. Y así es
+que no podremos decir quiénes quedaron más aterrados y confusos: si los
+pocos aragoneses que sobrevivieron a este desastre, o don Gómez y los
+suyos.
+
+El incendio absorbió la atención general: cesaron los gritos; se
+trajo agua de un pozo que indicaron los prisioneros, a quienes se hizo
+acarrearla con las correspondientes precauciones; y por fin, consumidas
+la mayor parte de las tablas y apagadas las demás, como también los
+pocos muebles que había en la sala, se logró terminar aquella horrorosa
+escena. No llegó a una hora lo que duró el incendio, mas fue lo
+bastante para que ni uno de los desdichados a quienes alcanzó quedase
+con vida. El cadáver de Íñigo Latorre se encontró entero, porque la
+armadura le había preservado de la acción de las llamas, y a pesar
+de que su rostro estaba enteramente negro, aún se descubrían en sus
+facciones señales del entusiasmo guerrero que le animaba pocos momentos
+antes de su muerte. El conde le miró compasivamente, y mandó que se
+recogiera y llevase a su propio aposento, al cual pasó en persona con
+la esperanza, que se verificó en efecto, de encontrar en él las llaves
+de todo el castillo.
+
+Seguidamente, sin más compañía que la de Millán, y dejando a cargo de
+Hernando tomar las disposiciones necesarias para su seguridad y pronta
+marcha, fue don Gómez a la torre, prisión de la reina. Acostumbrado
+desde su más tierna infancia a los horrores de la guerra, no había el
+conde sentido la menor inquietud durante el combate; pero presentarse
+a la que un tiempo miró como destinada a ser su esposa, y en aquella
+ocasión tenía que acatar por señora y respetar como a mujer de otro,
+era para él un paso tan delicado como temible. Su corazón latía con
+violencia, mientras Millán probó sucesivamente las llaves en la
+cerradura de la puerta exterior de la torre hasta encontrar con la
+propia; entró temblando, y es indecible su turbación cuando al llegar
+al primer piso mandó a su criado que abriese.
+
+Si fue grande la inquietud de la reina mientras resonaron en sus oídos
+los furiosos gritos de los combatientes, mayores fueron sus angustias
+cuando el incendio de la sala de armas hizo que a aquel estrépito
+sucediese un silencio horroroso. «¿Cuál será el vencedor?», he aquí
+la cuestión importante que ocupaba a las dos prisioneras, sin que ni
+una ni otra se atreviesen a proferir una sola palabra. En esta amarga
+situación pasaron la reina y su dama más de una hora, hasta que oyeron
+sonar primero los cerrojos de la puerta exterior, subir después la
+escalera precipitadamente, y ensayar por último varias llaves en la
+cerradura de la puerta de su propia estancia. Si doña Urraca y Leonor
+hubieran estado entonces libres del pánico terror, que ni discurrir
+las dejaba, desde luego la circunstancia de no abrir inmediatatamente
+les hubiera hecho ver que la visita que iban a recibir no era la del
+alcaide o cualquiera de sus subalternos, pues estos no podían menos
+de conocer las llaves de todas las estancias; pero el temor no les
+permitió hacer tan sencilla reflexión. Sobrecogidas, pues, y olvidando
+la diferencia de clases, se metieron abrazadas en el rincón más
+apartado de su aposento.
+
+Ya en esto había Millán abierto la puerta y entrado el conde alzada la
+visera del casco, con ademán sumiso y rostro más sonrojado de lo que
+hubiera podido esperarse de su edad y profesión.
+
+—¿Perdonará Su Alteza? —dijo hincando una rodilla en el suelo.
+
+—¿Sois vos, conde? —exclamaron a un tiempo reina y camarera.
+
+—Sí, señora —contestó el conde—, yo soy, que me he atrevido a entrar en
+la estancia de Vuestra Alteza sin su permiso...
+
+—¿Y qué? ¿Estoy libre?
+
+—Vuestra Alteza puede partir cuando guste.
+
+—Ahora mismo; pero alzad, conde: la reina de Castilla no olvidará nunca
+lo que os debe.
+
+—A mí, señora, nada me debe: soy su vasallo, y he cumplido con mi
+obligación sirviéndola.
+
+—No esperaba yo menos de vuestra nobleza. Mas ocasiones habrá de
+manifestaros mi agradecimiento, y si Dios fuere servido, como lo
+espero, de llevarme con bien a mis reinos, no se tardará el día en que
+lo veáis.
+
+—Señora, si alguna cosa he hecho que merezca recompensa, suficiente la
+tendré en besar los pies a Vuestra Alteza.
+
+—Tomad la mano, conde: y ojalá no la hubiese yo nunca dado...
+
+Detúvose aquí, y el conde besó respetuosamente aquella mano, objeto de
+todos sus deseos.
+
+—¿Podemos partir, conde? —continuó la reina.
+
+—Señora —dijo este—, deme Vuestra Alteza permiso para bajar un instante
+y podré responderla.
+
+—¿Y en tanto nos hemos de quedar otra vez solas? —replicó doña Urraca;
+y luego, avergonzada de haberse demostrando tan débil, añadió—: Leonor
+es una medrosa que se morirá si se ve sin más compañía que yo.
+
+—¡Ah, Señora! ¿Y no vale esa más que la de un ejército? Pero es
+indispensable que yo baje: si Vuestra Alteza quiere conceder a este
+soldado la honra de que se quede en guarda suya...
+
+—Consiento: y de hoy más será de mi servidumbre.
+
+—Millán besa los pies de Su Alteza.
+
+—Ahora idos buen conde, idos y apresurad nuestra marcha que en vos
+pongo mi esperanza.
+
+—Ponedla en Dios, señora; Él solo ha vencido a los aragoneses; Él ha
+vuelto por vuestra causa.
+
+Y diciendo así, saludó respetuosamente a su soberana y salió del
+aposento lleno de júbilo.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO IV
+
+
+En tanto que el conde conferenciaba con la reina, Hernando, que se
+ocupaba en registrar la fortaleza, halló la litera en que doña Urraca
+había venido a ella, y mandó disponerla para que hiciese su viaje a
+Castilla con más comodidad que a caballo, que era lo que se tenía
+pensado, y también se aprovechó de los caballos de la guarnición para
+montar a los ocho hombres que salieron con bien del combate, pues los
+suyos estaban harto cansados con la penosa marcha que acababan de hacer
+para emprender con ellos inmediatamente otra no menos rápida.
+
+Tomadas estas disposiciones, hizo el conde prestar juramento sobre
+los santos Evangelios a los aragoneses, de que en ocho días contados
+desde aquel en que lo prestaban, no saldrían de su castillo, ni darían
+aviso a nadie de lo sucedido por medio alguno directo ni indirecto;
+precaución que le pareció necesaria y bastante para asegurar su
+retirada, pues en aquellos tiempos de ignorancia, dicho sea en mengua
+de nuestro siglo, cuando un hombre, y sobre todo un soldado, hacía un
+juramento, antes hubiera perdido mil vidas que faltado a él.
+
+En efecto, los aragoneses cumplieron exactamente lo prometido, y la
+marcha de la reina a sus estados no sufrió el menor obstáculo.
+
+Cuando don Gómez se decidió a marchar de Candespina, solo escuchó
+la voz de su pasión, y atendiendo demasiado a ella, olvidó lo que
+la prudencia, la política y la razón exigían, que era asegurarse en
+Castilla de un partido bastante respetable para defender a la reina del
+poder de su esposo, de quien sin duda no debía esperarse mirase con
+indiferencia aquella fuga; pero luego que conseguido su objeto empezó
+a restablecerse la tranquilidad en su agitado espíritu, todas las
+dificultades se presentaron de golpe.
+
+El segundo día de su viaje, caminando el conde y Hernando un poco
+detrás de la litera de la reina, iba aquel tan pensativo que, a pesar
+de la poca penetración de que su amigo se hallaba dotado, no pudo menos
+de observarlo, y admirado de verlo así cuando solo estaban a media
+legua de la frontera de Aragón, le dijo:
+
+—¿Qué tenéis, cuerpo de Cristo? Nunca os he visto tan pensativo.
+
+—¿Os parece, por ventura, que me faltan motivos para estarlo? —contestó
+el conde.
+
+—Al menos no los alcanzo. Ya poco tenemos que temer de los aragoneses.
+
+—Los castellanos son los que yo temo.
+
+—¿Los castellanos? ¿Y por qué?
+
+—¿Sabéis, Hernando, con cuántos nobles podremos contar? ¿Creéis que
+habrá muchos que quieran incurrir en el terrible enojo de Alfonso de
+Aragón?
+
+—¡En el terrible enojo del de Aragón! Terrible para los cobardes.
+
+—Y para los prudentes, Hernando. La pasión no debe cegarnos. El poder
+de Alfonso es formidable, y si toda la nobleza, si todo el clero de
+Castilla no nos presta su apoyo, apenas podremos resistir algunos
+instantes a la tempestad que va a caer sobre nosotros.
+
+—No sé por qué no se unirán a nosotros prelados y grandes. La reina...
+
+—Esta con nosotros, es cierto, pero viene fugitiva.
+
+—De su tirano, como ella dice.
+
+—Sí, su tirano; pero también es su marido. Hernando, el negocio no está
+tan llano como a vos os parece.
+
+—¿Y qué hemos de hacer, conde?
+
+—Reparar en lo posible el tiempo perdido. Y si la fatiga, Hernando...
+
+—La fatiga no me asusta. Mandad y seréis obedecido.
+
+—¡Excelente, Hernando! ¡Cuánto os debo!
+
+—Nada. Decid presto qué es lo que he de hacer.
+
+—Vos conocéis a Diego López, señor de Nájara.
+
+—Sin duda que le conozco, y es de mis amigos; buen soldado...
+
+—Y tan mal cortesano como vos. Mas esto no es ahora del caso; lo que
+importa es que sirva a la reina.
+
+—Y lo hará. Mejor vasallo no lo tiene Castilla.
+
+—Así lo creo. Alfonso le quitó por esa misma razón las fortalezas que
+tenía a su cargo; mas no se atrevió a despojarle de sus estados.
+
+—Ni pudiera aunque lo intentara. El conde tiene buenos puños y muchos
+servidores que hubieran dado que hacer a los señores aragoneses.
+
+—Enhorabuena, Hernando. Yo sé que don Diego López, temeroso siempre de
+la mala voluntad de Alfonso, no se aparta nunca de Nájara.
+
+—Decid más: nunca le faltan doscientos caballos y algunos peones de que
+disponer.
+
+—Tanto mejor. Hernando, ya lo veis; veinte lenguas hemos andado
+en estos dos días, y la reina, a pesar de ir en litera, empieza
+a resentirse de tan acelerada manera de caminar. Habremos pues de
+acortar las jornadas en lo sucesivo. Su Alteza desea darse a conocer en
+llegando a sus estados...
+
+—Es una temeridad.
+
+—Tal vez, y yo así se lo he hecho presente. Pero su voluntad...
+
+—No debe seguirse cuando es descabellada.
+
+—Sea como quiera, Hernando, su voluntad es nuestra ley. Vasallo celoso,
+pero sumiso, aconsejaré a Su Alteza cuando lo crea necesario para bien
+suyo; mas siempre obedeceré sin replicar sus órdenes. Mas volvamos a
+nuestro asunto: caminando poco doña Urraca, y dándose a conocer desde
+luego, es muy de temer que alguno de los muchos alcaides aragoneses que
+tiene esta frontera...
+
+—Os entiendo, proseguid.
+
+—Para evitar, pues, un lance que malogre el fruto de nuestra empresa,
+es preciso que vos marchéis con toda diligencia a Nájara; que os
+presentéis a López y le digáis en qué situación nos hallamos.
+
+—Eso bastará; conozco al señor de Nájara; ¿pero ahora mismo?
+
+—No, Hernando, aún estamos en Aragón, y no sois hombre vos a quien
+yo separe de mi lado en ocasiones de peligro; a más, una carta de Su
+Alteza para don Diego sería muy del caso. Lo dicho: esta noche os
+separaréis de mí.
+
+—Hágase como dispongáis.
+
+Durante esta conversación iban juntas en la litera doña Urraca y
+su dama doña Leonor, más gozosas de verse fuera del Castellar, que
+apesadumbradas con lo largo de las jornadas y el melancólico aspecto
+del terreno por el que caminaban.
+
+Doña Leonor poseía toda la astucia y flexibilidad de carácter naturales
+en una mujer educada en la corte, y además había llegado a conocer a
+su señora bastante bien, para no sufrir muy a menudo las tempestades
+que la versatilidad de esta producía con frecuencia. Reinaba pues
+la más completa armonía entre ambas; y doña Urraca se complacía en
+manifestar a su camarera los proyectos que para lo futuro iba haciendo.
+Encerrada en la prisión de Castellar, la reina de Castilla hacía sanas
+y acertadas reflexiones sobre su posición relativamente a los grandes
+de su reino, y conocía cuán poco podía esperar de ellos; pero la manera
+casi milagrosa con que obtuvo su libertad, el entusiasmo del conde y
+la fidelidad de su reducido escuadrón, desvanecieron enteramente sus
+temores. Olvidando que su altanería le había acarreado casi desde la
+infancia la enemistad de los nobles y prelados; olvidando que por no
+verse sujetos a ella sola habían querido casarla hasta con uno de sus
+iguales y tener a este por rey; doña Urraca, seducida por su amor
+propio, creyó encontrar todos los corazones dispuestos a recibirla,
+todos los brazos prontos a combatir en su defensa. Los derechos
+heredados de su padre, el glorioso nombre de este, y sobre todo sus
+gracias personales eran otros tantos motivos de confianza y seguridad
+para la incauta reina, y no veía, ni sus defectos, ni el poder de su
+marido, ni la fuerza de sus parciales.
+
+Todas estas causas debilitaban de hora en hora la admiración y la
+gratitud que la heroica resolución de don Gómez la habían inspirado en
+el primer momento: desaparecieron sucesivamente de su imaginación el
+héroe y el libertador, no quedando el conde de Candespina por último
+en ella más que como un vasallo fiel, enamorado, valiente y acreedor a
+sus bondades. Por no ser prolijos omitiremos los diálogos de entrambas
+viajeras, y las conversaciones que mediaron con el conde, quien solía
+acercarse a menudo a la litera para informarse de si Su Alteza iba con
+la comodidad posible, de si deseaba alguna cosa, pedirla su venia
+para hacer alto, etc., etc. De este modo llegaron al último pueblo
+de Aragón, y así por esto como por su pequeñez y poca importancia,
+le pareció a don Gómez que podría alojarse en él la reina, esperando
+encontrar algunas comodidades. Se escogió la casa del pueblo que menos
+mala pareció, y sin usar de otra ceremonia don Gómez mandó a su dueño
+que recibiese en ella a la reina, aunque sin decirle que tal era su
+alta dignidad. Acostumbrados entonces los plebeyos a someterse de
+grado o por fuerza a la voluntad de los nobles, que les comunicaban
+sus órdenes con la punta de la lanza, no extrañaban ninguna de las
+exacciones de estos, y por lo mismo el villano aragonés no manifestó la
+menor repugnancia en conceder la hospitalidad que con tanta cortesía se
+le pidió. Introdujo pues a sus huéspedes en una que él llamó sala, en
+la cual no se veían más muebles que una tosca mesa de pino, algunos
+escaños o bancos de la misma madera, y un espacioso sillón con asiento
+de cuero, que daba indicios de ser el más antiguo y respetable de todos
+los enseres allí existentes. La misma sala tenía una alcoba con su cama
+correspondiente al resto del ajuar, la cual se destinó para doña Urraca.
+
+Al entrar esta en aquella miserable choza, echó una mirada en derredor
+de sí, y expresó con un profundo suspiro cuánto echaba de menos el
+fasto de la corte: el conde lo comprendió, mas no pudiendo remediar
+nada, juzgó que lo más prudente era guardar silencio sobre aquel punto.
+Ocupado enteramente del proyecto relativo al mensaje de Hernando,
+apenas se sentó la reina dobló ante ella la rodilla, pidió permiso para
+hacerla una súplica, y obtenido que lo hubo, manifestó en breves pero
+evidentes razones, cuán necesario era solicitar el auxilio del señor de
+Nájara.
+
+—Nunca hubiera creído —contestó la reina después de haber escuchado con
+algunas muestras de impaciencia el discurso del conde—, nunca hubiera
+creído que la reina de Castilla tuviese que mendigar el auxilio de sus
+vasallos.
+
+—Vuestra Alteza —replicó don Gómez— no ha comprendido, sin duda por
+falta de explicación mía, lo que he querido decir: se trata, no de
+que Vuestra Alteza mendigue el socorro de nadie, sino de que se digne
+participar su llegada a estos reinos al señor de Nájara: esta honra
+bastará para empeñar más particularmente a este caballero en defensa de
+Vuestra Alteza.
+
+—¿Y por ventura, conde, he yo menester tanto de su ayuda? ¿No me quedan
+más vasallos tan nobles, tan poderosos, tan esforzados como él en
+Castilla?
+
+—Nobles hay en ella, y muchos y muy poderosos; pero, señora, siento
+decirlo, acaso no todos...
+
+—Os entiendo: teméis que sean más parciales del rey de Aragón que de
+su natural señora. Mientras me han creído legítimamente unida a él,
+mientras que he estado ausente, tal vez don Alfonso habrá podido contar
+con ellos; pero en presentándome, creedlo, conde, no habrá uno que no
+siga mis banderas.
+
+—Así debiera ser, y así lo deseo, mas no puedo persuadírmelo. Por lo
+menos, crea Vuestra Alteza que no sería prudente presentarse en Burgos
+sin más escolta que la corta con que hoy camina.
+
+—Sois extraño, conde; no os parece bastante para caminar por mis
+estados la misma fuerza con que emprendisteis sacarme del poder de mis
+enemigos.
+
+Doña Leonor, presente a esta conversación, conocía la razón del conde;
+mas veía al mismo tiempo que era inútil luchar contra la vanidad de
+su señora, y que a menos de presentarla el negocio bajo un aspecto
+enteramente distinto, jamás consentiría en lo que sus propios intereses
+exigían.
+
+Se le ocurrió de pronto un feliz expediente, y arriesgándose a sufrir
+una áspera reprimenda se atrevió a mezclarse en la conversación
+diciendo a la reina:
+
+—Si Vuestra Alteza me permitiera...
+
+—¿También tú, Leonor, tienes desconfianza de la fidelidad de mis
+vasallos?
+
+—No, señora —contestó la diestra cortesana—, lejos de eso creo
+absolutamente infundados los temores del conde.
+
+—¡Doña Leonor! —exclamó este algo mohíno de ver que la camarera se
+oponía tan espontáneamente a su juicioso proyecto—: Doña Leonor,
+¿habéis meditado bien?...
+
+—Dejadla hablar —replicó la reina—; continúa, Leonor, veamos si tú
+podrás convencer a este buen caballero...
+
+—No me parece —dijo Leonor— ni aun necesario rebatir los temores que el
+excesivo celo del conde de Candespina le ha hecho concebir; perdóneme
+su señoría si me atrevo a decirle que va enteramente descaminado en
+lo que dice. No hay, o yo me engaño mucho, un solo noble en Castilla
+que no esté dispuesto a sacrificarse en obsequio de las gracias de doña
+Urraca...
+
+—De mis gracias no, porque no las tengo; pero de mis derechos sí.
+
+—La modestia de Vuestra Alteza —continuó la dama— le hace hablar así;
+de todos modos Vuestra Alteza no necesita para su seguridad de las
+tropas del señor de Nájara, y sin embargo yo no vacilaría en enviarlas
+a buscar.
+
+No es fácil describir el asombro de la reina y del conde oyendo
+concluir de un modo tan singular el discurso de doña Leonor; aquella
+la miró con enojo, y con admiración este; mas ella, que todo lo había
+previsto, sin darles tiempo para volver en sí, continuó de esta manera:
+
+—Dígnese Vuestra Alteza escucharme un instante más y me comprenderá.
+Repito que los soldados del señor de Nájara no me parecen necesarios
+para seguridad; mas ¿dígame Vuestra Alteza si será decoroso para
+su alta dignidad entrar en Burgos en una misma litera, con su única
+criada, sin más servidumbre, sin más guarda que la de ocho o nueve
+soldados, valientes sin duda, pero con las armas aún teñidas en sangre
+y cubiertas de polvo?
+
+—En verdad, Leonor, que tienes razón, y mandaré al señor de Nájara que
+venga a servirnos de guarda hasta nuestra capital de Castilla. Conde,
+escribid la carta, que yo la firmaré; pero cuidad bien de que en ella
+se exprese que el motivo de nuestro mandato es el que ha dicho Leonor,
+y no en manera alguna que tengamos el menor recelo de la fidelidad de
+nuestros vasallos.
+
+Absorto y pensativo salió el conde a ejecutar lo que se le mandaba,
+pudiendo apenas figurarse ser verdad el ingenioso artificio con que
+doña Leonor había logrado de la reina, lisonjeando su vanidad, lo que
+él con razones más poderosas jamás hubiera conseguido. A estar menos
+preocupado en favor de la reina, nada hubiera visto de extraño en ello;
+pero un amante ve pocas veces claro cuando se trata de su dama.
+
+Doña Urraca por su parte cada vez se creía más segura del amor de los
+castellanos, y miraba como ofensas cuantas prudentes precauciones
+querían sus partidarios tomar en favor suyo. Funesta preocupación
+que atrajo sobre estos y sobre ella misma no pocos sinsabores en lo
+sucesivo.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO V
+
+
+Partió Hernando apresuradamente para Nájara con el mensaje de la reina
+a Diego López, y su diligencia fue tal que dos días después llegaron
+ambos, al mismo tiempo que doña Urraca, a un pueblo del camino llamado
+Anguiano.
+
+Don Diego López obtuvo el honor de besar los pies a la reina, quien
+no se descuidó en hacerle entender que había reclamado su asistencia,
+no como necesaria, sino para dar más aparato a la pública entrada que
+pensaba hacer en Burgos. El señor de Nájara se contentó con responder
+que de cualquier manera que fuese se creía muy honrado con que Su
+Alteza se dignara emplearle en su servicio, y lo que solo sentía era
+que la premura del tiempo no le hubiese permitido reunir más que los
+trescientos caballos que con él traía, y cuatrocientos peones que no
+tardarían en llegar a las órdenes de uno de sus parientes. Mediaron
+algunos cumplimientos, y doña Urraca terminó la conferencia encargando
+al conde y al señor de Nájara que dieran las disposiciones convenientes
+para su entrada en Burgos, declarando al mismo tiempo que estaba
+resuelta a cesar de ocultarse, queriendo que desde aquel mismo momento
+supiesen los pueblos por donde transitara que tenían el honor de
+albergar a su soberana.
+
+La expresión de la voluntad de doña Urraca fue en esta ocasión tan
+firme y tan decidida que hasta el mismo Hernando se convenció de que
+toda reflexión contraria a ella sería inútil; y así, por más que don
+Gómez, el de Nájara y la misma doña Leonor creyesen que hubiera sido
+más prudente no descubrirse hasta estar en Burgos, hubieron de ceder a
+la necesidad.
+
+Los habitantes de Anguiano, poco enterados en los negocios políticos
+y no conociendo de la reina más que su nombre y la fidelidad que le
+habían jurado, manifestaron sumo gozo en que honrase su pequeña aldea,
+y aun quisieron festejarla a su modo: pero doña Urraca, sea que se
+convenciese de que era tan impolítico como arriesgado el detenerse, o
+sea más bien que el miserable y salvaje aspecto de aquellos montañeses
+le fuese poco agradable, resolvió ponerse en marcha sin demora.
+
+Aunque en realidad toda la tropa que escoltaba a la reina dependía del
+señor de Nájara, por componerse de vasallos, criados, deudos y amigos
+suyos, sin embargo, don Diego López, que ya en la junta de Mascaraque
+se había declarado decididamente partidario del conde de Candespina,
+indicó a este que él y cuantos le seguían estaban prontos a obedecerle
+en todo. Agradeció el conde con corteses razones la deferencia que se
+le demostraba, y aunque no quiso tomar ostensiblemente el mando, tanto
+por no herir el amor propio del señor de Nájara cuanto porque no se
+le tachase de ambicioso, se reservó empero las facultades que creyó
+oportunas para el mejor servicio de la reina. Hernando de Olea, a la
+cabeza de cien lanzas escogidas, salió con anticipación a noticiar a
+los burgaleses la llegada de doña Urraca, llevando orden de apoderarse
+de alguna de las puertas de la ciudad, y seguidamente del alcázar a
+nombre de Su Alteza; y al mismo tiempo se envió un mensajero a la
+infantería de Nájara, para que atravesando los montes por el camino más
+corto marchase directamente a la capital de Castilla.
+
+La reina con los doscientos caballos restantes, más los ocho del conde,
+continuó su camino a jornadas cortas, recibiendo con afabilidad a
+los nobles de todos los pueblos del tránsito, y esperando con ansia
+el momento de llegar a Burgos. Don Gómez la acompañaba siempre, y
+recibía de ella las mayores pruebas de estimación. Enamorado más que
+nunca, no se atrevía sin embargo a hablar una palabra de su amor, que
+hubiera mirado como un crimen, en razón de ser la reina casada, si las
+desavenencias de esta con su marido y el parentesco de primos segundos
+que mediaba entre ambos consortes no alentaran la esperanza de ver roto
+algún día aquel lazo tan contrario a sus intereses.
+
+Doña Urraca no podía ser indiferente al mérito incontestable de don
+Gómez, aumentado a sus ojos con el servicio que acababa de hacerla;
+pero el amor que empezaba a apoderarse de su corazón no era ni fue
+nunca superior a la vanidad, de modo que si bien su conducta era tal
+que el conde no tenía de que quejarse, tampoco le permitía lisonjearse
+enteramente de ser amado.
+
+Así que llegó Hernando de Olea a Burgos, se presentó a su alcaide,
+don Álvar Fáñez, y le comunicó las órdenes de la reina, para que se
+hiciese saber al ayuntamiento de aquella ciudad su próxima llegada. Es
+indecible la sorpresa del alcaide, más afecto al partido aragonés que
+al castellano; hizo mil preguntas a Hernando, pero todas las respuestas
+de este fueron tan concisas que ninguna luz pudo sacar de ellas. Es
+posible que don Álvar Fáñez se hubiera opuesto a recibir a la reina
+en Burgos si hubiese estado en su mano obrar conforme a sus deseos;
+pero el conde, que había previsto aquel caso, dio las instrucciones
+convenientes al de Olea para evitarlo; y así este no abandonó ni
+un momento al alcaide desde su llegada a Burgos, y tuvo cuidado de
+insinuarle que si bien había venido únicamente con cien caballos,
+tardarían poquísimas horas en llegar fuerzas más considerables.
+
+Se convocó, pues, inmediatamente a los individuos de ayuntamiento, a
+lo principal de la nobleza y a los gobernadores del obispado con las
+dignidades eclesiásticas de más nota, para las casas capitulares,
+y, reunidos todos en ellas, les hizo el alcaide saber la orden que
+acababa de recibir. Hernando añadió, que Su Alteza se había resuelto
+a ir a visitar sus estados sin avisar de antemano, por razones que
+se reservaba explicar ella misma a su debido tiempo, y que de todos
+modos creía que una sola palabra dicha a nombre suyo bastaría para
+que sus amados burgaleses se dispusieran a hacerla el correspondiente
+recibimiento.
+
+—Para concluir, señores, dijo por último: es la voluntad de la reina
+que desde este momento se me ponga en posesión del alcázar de esta
+ciudad, y se me confíe la guarda de una de sus puertas. He aquí las
+cartas de Su Alteza, en confirmación de lo que acabo de deciros. —Y en
+efecto las presentó.
+
+Lo natural era haber empezado haciéndolo; pero Hernando, poco enterado
+en semejantes fórmulas, cuidó más de hacer entender a aquella junta lo
+que de ella quería, que de otra cosa.
+
+A todo esto, los soldados de Nájara rodeaban el lugar de la sesión, y
+tanto los regidores como los nobles y clérigos, además de que no tenían
+un motivo racional para oponerse a recibir a su legítima soberana,
+aunque viniese como a sorprenderlos, conocieron que no estaban en
+situación de hacer otra cosa más que suscribir a cuanto de ellos se
+exigiese.
+
+Accedieron, pues, sin repugnancia (al menos manifiesta) a lo que se les
+mandaba en nombre de doña Urraca, y Hernando, satisfecho del buen éxito
+de su comisión, pasó a alojar el grueso de su tropa en el alcázar,
+enviando un pequeño destacamento a la puerta de la ciudad, que él mismo
+designó. A las ocho de la mañana llegó el de Olea a Burgos; a las doce
+estaba en posesión del alcázar; y antes de la noche llegó también la
+infantería de Nájara.
+
+Los burgaleses deseaban con ansia el momento de ver entrar a la reina,
+pues esperaban que su presencia disiparía la misteriosa sombra que
+cubría el objeto de aquella inesperada visita, cuyo motivo estaban
+lejos de sospechar; porque debe tenerse presente que en el siglo XII
+aún no se habían establecido los correos ordinarios y periódicos.
+
+Para abreviar: al tercer día se recibió aviso por un soldado de que Su
+Alteza haría su entrada al siguiente por la mañana, lo que en efecto se
+verificó, saliendo a recibirla el cabildo, los nobles y el alcaide que,
+arrodillado a sus pies, le entregó las llaves de la ciudad.
+
+Doña Urraca desplegó la amabilidad, gracia y cortesanía de que tan
+bien sabía usar; y como uno de los eclesiásticos gobernadores de la
+diócesis, creyendo que su carácter sacerdotal le autorizaba a ello,
+preguntase qué motivo extraordinario era el que proporcionaba a sus
+vasallos la inesperada dicha de verla, le contestó que tiempo habría de
+satisfacer aquella curiosidad, añadiendo:
+
+—Lo que ahora importa más es dar gracias a Dios por haberme traído con
+bien a mi amada Castilla: vamos al templo, y no dudo que vosotros,
+señores, me ayudaréis con vuestras santas oraciones a implorar el favor
+divino para lo sucesivo.
+
+Dicho esto, se encaminaron todos a la iglesia mayor, y en ella se
+cantó un solemne _Te Deum_, concluido el cual se trasladó la reina con
+el mismo acompañamiento al alcázar. Bien hubiera querido don Gómez
+poder ocultar que la reina venía fugitiva de Aragón; pero desde luego
+conoció que semejante ficción podría durar poquísimos días, y que su
+momentánea utilidad no compensaría los perjuicios que necesariamente
+había de producir cuando se descubriese la verdad. Fue pues necesario
+decidirse a descubrir el misterio, con permiso de doña Urraca, quien
+no puso dificultad en ello, persuadida de que los castellanos no
+vacilarían en defenderla contra su marido. En consecuencia de esta
+determinación, apenas entraron en el alcázar cuando, sentándose la
+reina en su trono, hizo una larga y patética exposición de los malos
+tratamientos que de su esposo había recibido, sin más causa, decía,
+que la de ser el rey aragonés y, como tal, enemigo de Castilla, cuya
+opresión no había ella querido nunca autorizar; habló de su prisión
+en Castellar, pintándola con colores tal vez más cargados que los
+que la verdad exigía; y, por último, alabando el celo del conde de
+Candespina, manifestó hallarse resuelta a evitar a todo trance caer
+de nuevo en manos de su tirano. Sea respeto, sorpresa o temor de las
+tropas que les cercaban, todos los presentes guardaron el más profundo
+silencio que la reina interpretó tan favorablemente que no creyó
+necesario exigir garantía ninguna para su seguridad; y poniendo a cargo
+del conde de Candespina disponer lo necesario para la defensa contra
+don Alfonso, se retiró a descansar de las fatigas de su penoso viaje.
+
+Don Gómez exhortó en seguida a todos aquellos caballeros a que tomasen
+las armas, y las hiciesen tomar a sus vasallos, como él iba a hacerlo,
+marchando al siguiente día a sus estados con objeto de hacer en ellos
+una leva. Todos protestaron que estaban resueltos a seguir su ejemplo,
+y la asamblea se separó sin que ocurriese en ella nada más digno de
+notarse.
+
+No fiaba mucho el conde de Candespina en aquellas demostraciones; pero
+la fuerza de las circunstancias le precisó a ocultarlo por entonces,
+esperando que podría reunir a sus parciales antes que los enemigos
+de la reina tuvieran tiempo de concertar su plan contra ella; y en
+consecuencia, marchó, según lo había anunciado en la asamblea, el día
+después de el de la llegada de la reina a Burgos para Pancorbo, cuyo
+castillo y pueblo le pertenecían.
+
+En Burgos se quedó Hernando para estar a la mira de cuanto ocurriese; y
+el señor de Nájara prometió no desamparar la corte hasta el regreso del
+conde, quien por su parte no hacía ánimo de detenerse más tiempo que el
+absolutamente necesario.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO VI
+
+
+Fieles observadores de su juramento, los aragoneses que sobrevivieron
+a la desgracia del Castellar no salieron de aquella fortaleza hasta
+cumplido el octavo día de la marcha del conde, esto es, uno después
+del de la llegada de la reina a Burgos; pero ya pasado aquel plazo,
+montaron a caballo dos de los más principales de ellos, y a rienda
+suelta se encaminaron a Huesca, villa distante del Castellar unas diez
+leguas, en la cual se hallaba a la sazón Alfonso el Batallador, que,
+como ya hemos dicho, se llamaba emperador de España.
+
+Más fácil es imaginar que describir el terrible enojo de aquel
+príncipe, oyendo la relación de la fuga de su esposa, y por él pronto
+pagaron los miserables que le llevaron la noticia, a quienes mandó
+encerrar en un calabozo. En vista de su cólera, casi puede decirse que
+fue fortuna para Íñigo Latorre haber muerto en el Castellar, porque, a
+no ser así, es evidente que hubiera concluido sus días afrentosamente
+en un cadalso.
+
+Alfonso convocó inmediatamente a sus principales vasallos para la
+frontera de Castilla, pues no pudo ocultársele que la reina habría
+marchado a Burgos, por ser esta ciudad la más cercana entre las
+principales de sus dominios a los estados de Aragón; y marchó él mismo
+para Soria, plaza en que tenía puesta guarnición de los suyos, con
+los hombres de armas, jinetes, arqueros y ballesteros que siempre le
+acompañaban.
+
+La rivalidad entre los diferentes estados en que estuvo dividida la
+monarquía, desde que don Pelayo dio principio a su restauración en los
+montes de Asturias hasta que don Fernando V el católico la terminó,
+arrojando de Granada los restos de los moros, es tan notoria que sería
+hacer agravio a nuestros lectores tratar de demostrársela; pero bueno
+será tenerla presente para no admirarnos del ansia con que castellanos
+y aragoneses se aprovechaban de la más pequeña ocasión para causarse
+perjuicios de la mayor trascendencia.
+
+Grande era, sin duda, el celo con que los próceres de uno y otro reino
+acudían a sus soberanos en las guerras contra los infieles; pero tal
+vez se mostraban aún más serviciales en tratándose de hostilizarse
+las potencias cristianas entre sí; y estas luchas, que prolongaron
+la dominación de los árabes en la península, hubieran podido tal
+vez perpetuarla si los sumos pontífices, usando de sus facultades
+espirituales y de la influencia temporal que en aquella época tenían,
+no las hubieran casi siempre terminado, haciendo aliarse a las dos
+partes beligerantes contra el común enemigo.
+
+Pero volviendo a nuestro propósito, diremos que los magnates aragoneses
+se apresuraban a porfía en reunir el mayor número de soldados posible
+para ayudar a su rey a reparar su honor mancillado.
+
+Los caminos se veían cubiertos de soldados y capitanes que de todos
+los dominios de Aragón marchaban a Soria acudiendo al llamamiento del
+rey, y los miserables labradores sufrían todo género de vejaciones y
+malos tratos, en tanto que Alfonso no descuidaba ninguno de los medios
+necesarios para salir bien de su empresa.
+
+Los días que hubo de estar en Soria, esperando los soldados de sus
+vasallos, calmaron algún tanto el primer arrebato de la cólera, y las
+reflexiones políticas sucedieron a las acaloradas sugestiones del amor
+propio ofendido. Su única mira, cuando siendo todavía príncipe se casó
+con doña Urraca, era la de reunir en su cabeza las coronas de la mayor
+parte de los reinos de España; y por esta razón prescindió del carácter
+de su esposa, de que estaba informado de antemano, y del parentesco que
+con ella tenía, el cual aunque lejano era sin embargo bastante entonces
+para impedir el matrimonio y aun para disolverlo después de hecho,
+como sucedía con frecuencia en casos semejantes. Convencido, pues, de
+que, aunque empleando la fuerza, era indudable que Castilla, dividida
+en bandos y con la mayor parte de las fortalezas en su poder, habría
+de sucumbir; sin embargo sería peligroso hostigar a los irritables
+castellanos, que en último recurso podrían acudir al papa para que
+anulase su matrimonio, con lo que perdería todo derecho a aquella
+corona: resolvió entablar algunas negociaciones antes de empezar las
+hostilidades. Mas la suerte, empeñada en protegerle, dispuso las cosas
+aun mejor de lo que él mismo podía esperar.
+
+Así que faltó de Burgos un hombre a quien todos respetaban y temían,
+como era el conde de Candespina, pareció a los habitantes de aquella
+ciudad que estaban ya en libertad para discurrir y obrar según creyesen
+conveniente. Es cierto que don Diego López y Hernando de Olea habían
+quedado en guarda de la reina; pero desgraciadamente no había quien
+ignorase que nada era más fácil que sorprender y engañar a aquellos dos
+excelentes soldados y pésimos cortesanos.
+
+Don García, obispo de Burgos, prelado de costumbres irreprensibles,
+y tan celoso por la grey que estaba a su cargo como vasallo fiel y
+patriota decidido, fue desterrado de su diócesis por haber representado
+al rey don Alfonso de Aragón sobre la violenta medida que este tomó,
+despojando de sus alcaidías a los caballeros castellanos de más nota,
+y sustituyéndoles aragoneses o bien naturales del país tachados de poco
+patriotismo. Algunos individuos del cabildo sintieron la tiranía que se
+usaba con su prelado, pero siendo en corto número, y atemorizados con
+el ejemplar mismo que tenían a la vista, no se atrevieron a manifestar
+su opinión, y hubieron de seguir la de la mayoría, que como de
+ordinario sucede, se inclinaba al partido vencedor. Los gobernadores,
+pues, del obispado eran canónigos conocidos por su inclinación a los
+aragoneses, y obraban en todo de acuerdo con el alcaide de Burgos don
+Álvar Fáñez, uno de los más celosos partidarios de don Alfonso; pero
+hallándose sin fuerzas con que contrarrestar las de don Diego López,
+se decidió este caballero a esperar la resolución del conde don Pedro
+Ansúrez, señor de Valladolid, a quien dio aviso de lo que ocurría así
+que tuvo noticia de la llegada de la reina. El conde don Pedro, que
+era una de las personas de más nombradía en Castilla, había pasado su
+juventud, como todas los grandes de su tiempo, en el ejercicio de las
+armas; pero su inclinación le llamaba más a los negocios políticos
+que al manejo de la lanza. El padre de doña Urraca, apreciando sus
+talentos, le nombró ayo o amo, como entonces se llamaba, de su hija,
+y el conde gozó siempre de mucho favor con esta princesa hasta que,
+habiéndose declarado por el rey de Aragón, cayó de su gracia, según
+ya hemos dicho. Estaba pues el de Ansúrez ligado enteramente con los
+enemigos de su discípula: el engrandecimiento de esta no podía menos de
+producir su ruina, y así no es de extrañar se afanase tanto para cortar
+aquel mal en su origen que se hallara en Burgos cuatro días después de
+haber llegado allí la reina.
+
+Se alojó para mayor seguridad en el palacio episcopal, y después de una
+larga conferencia en la cual dio a Álvar Fáñez todas las instrucciones
+que creyó necesarias, le previno que para aquella noche y hora de las
+doce de ella, convocase secretamente a los principales de entre los
+partidarios que tenían en el pueblo. No faltó ninguno de los llamados,
+que serían más de cuarenta; tal era el respeto y veneración con que
+miraban a su alcaide, quien dispuso que la junta se verificase en la
+capilla del palacio. Reunidos ya los caballeros, un canónigo celebró,
+dada la media noche, una misa rezada para implorar las luces del
+Espíritu Santo; y terminado aquel acto religioso, dio a todos los
+circunstantes su bendición.
+
+Así que el celebrante hubo desnudado las vestiduras con que había
+oficiado el Santo Sacrificio, habló de esta manera el alcaide:
+
+—Extraño debe pareceros, nobles señores, que en hora tan desusada os
+haya convocado para este sitio; pero la confianza con que me habéis
+honrado, viniendo a él con tanta puntualidad, es una prueba de amor
+que nunca olvidaré. El único objeto, señores, de todas mis acciones
+es cumplir la fe prometida a nuestro soberano, y alejar de mi patria
+los males de la horrorosa guerra que la amenaza: si lo consigo, nada
+me queda que desear. Ahora, señores, escuchad al muy ilustre conde don
+Pedro Ansúrez, quien tiene que comunicaros cosas de no poca importancia.
+
+—Caballeros —dijo don Pedro—, el honor castellano está ofendido: un
+conde osado y presuntuoso se ha atrevido a faltar a la obediencia
+debida a su rey; y vuestro silencio, vuestra ciega sumisión a sus
+órdenes os hacen cómplices en su delito. ¿Quién de vosotros, infanzones
+de Castilla, quién es el que no ha hecho pleitesía y rendido vasallaje
+a don Alfonso de Aragón? Ninguno. ¿Y porque haya adquirido sus derechos
+al trono de Castilla casándose con doña Urraca, por ventura habrá de
+perderlos siempre que esta lo quiera así? No creo, cababalleros, que
+haya aquí quien tal piense. En tanto que el Santo Padre, por justa
+causa, no os declare libres de vuestros juramentos, sois vasallos de
+don Alfonso y traidores negándole la obediencia. La sorpresa del primer
+momento puede disculpar lo que hasta aquí se ha hecho; pero pasar más
+adelante sería no solo criminal sino temerario. ¿Qué fuerzas opondréis
+a las del rey de Aragón? ¿Cómo resistiréis el ímpetu violento de su
+venganza?... Nadie me responde. La verdad ha penetrado en vuestros
+corazones. ¿Estáis prontos a volver a someteros a vuestro rey?
+
+—Sí —contestaron unánimemente—; sí, conde; hablad y decidnos qué hemos
+de hacer.
+
+Este era el punto al cual quería el conde traer los ánimos, y ni un
+momento había dudado conseguirlo, pues conocía perfectamente que
+todas las circunstancias le favorecían. No molestaremos la atención
+de nuestros lectores refiriéndoles prolijamente los pormenores de
+la conferencia de aquellos magnates: lo que les importa saber es
+que decidieron que a toda costa y aun usando de la fuerza, si las
+circunstancias lo exigían, pondrían a la reina en poder de su marido;
+suplicando al mismo tiempo a este la tratase con más suavidad que hasta
+entonces lo había hecho.
+
+Hubo quien propuso hacer entrar en la conjuración a don Diego López;
+mas el conde, que le conocía bien, se opuso a que se tratara de
+semejante cosa, diciendo que el señor de Nájara era hombre que no
+se volvería atrás de lo que una vez había prometido, aunque para
+conseguirlo se levantase su mismo padre del sepulcro.
+
+—Otros medios —concluyó—, se nos presentarán más arriesgados tal
+vez; pero que Dios mediante y nuestra diligencia producirán el éxito
+que deseamos. Separémonos, caballeros, antes que venga el alba y nos
+descubra; yo os prometo que no tardaréis en tener noticias mías.
+
+De este modo las armas de Aragón por un lado, y por otro los escrúpulos
+o la debilidad de sus vasallos amenazaban a un mismo tiempo a doña
+Urraca, quien en todo pensaba menos en la tempestad pronta a descargar
+sobre su cabeza.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO VII
+
+
+Sucedíanse en el alcázar de Burgos festines a festines: solo se pensaba
+en diversiones, y hubiera sido difícil adivinar por las apariencias la
+precaria y efímera existencia de la dominación de doña Urraca.
+
+Los mismos que secretamente conspiraban contra la reina, eran los
+primeros en aprovecharse de sus indiscretas liberalidades, y en
+mostrarse oficiosos en inventar nuevos placeres, para ocultar así
+mejor sus proyectos y disipar toda sospecha; la reina veía con placer
+su mentido celo, y casi no echaba de menos la presencia del conde de
+Candespina.
+
+Hernando de Olea y el señor de Nájara, dejándose arrastrar de la
+corriente, también pensaban más en solazarse que en otra cosa; y así
+eran de poquísimo estorbo para sus contrarios.
+
+En particular Hernando, que por la parte que tuvo en el suceso del
+Castellar gozaba de gran favor con la reina y andaba siempre a su
+inmediación, con la vista y el frecuente trato de doña Leonor de Guzmán
+empezó a conocer que no era tan insensible como creía a los encantos
+del bello sexo. Hasta entonces había mirado siempre con repugnancia, y
+acaso con horror, la vida afeminada de la corte, y desdeñado acomodarse
+a los modales de los palaciegos, a quienes despreciaba; pero el deseo
+de agradar a doña Leonor le hizo vencerse e imitar lo que veía. De aquí
+resultaba un contraste singular y casi ridículo en todas sus acciones
+y palabras; pues a pesar de sus esfuerzos, le era imposible reprimir
+en algunas ocasiones su natural impetuosidad, y dejar de producirse
+con la aspereza y energía que le eran propias. Mas a pesar de que
+por esta parte el pobre Hernando no presentaba el aspecto más propio
+para agradar, sin embargo su figura colosal y bien proporcionada, su
+rostro hermoso aunque guerrero y la fama de sus hazañas eran con una
+dama de aquellos tiempos recomendaciones suficientes para no despreciar
+enteramente la ofrenda de su corazón. Doña Leonor, pues, vio con cierta
+complacencia la naciente inclinación del de Olea, y se condujo con toda
+la maestría propia de una mujer de talento y cortesana.
+
+En tanto que el amor y los placeres reinaban en la capital de Castilla,
+el conde de Candespina no perdonaba medio ni fatiga para levantar
+sus tropas y las de sus amigos: pasaba el día expidiendo correos con
+avisos a los señores en quienes tenía más confianza, y órdenes para
+sus vasallos; y la noche escribiendo las cartas que debía enviar al
+siguiente día.
+
+Él mismo no permanecía cuarenta y ocho horas en un paraje; corría todas
+las villas, lugares y alquerías de sus dominios: a unos amenazaba;
+a otros persuadía con el halago; a este le exigía caballos, al otro
+armas, al de más allá su persona; y, por último, todo lo ponía en
+contribución para lograr prontamente su objeto.
+
+Entre los señores a quienes envió a pedir socorro citaremos como
+más principales a Íñigo Jiménez, que gobernaba en Calahorra y ambos
+Cameros, Garci López en Tobía y Marañón, y señaladamente al conde don
+Pedro González, señor de Lara, de Medina, Mormojón, Dueñas y Tariego,
+quien tanto por lo ilustre de su linaje, que es uno de los cinco
+grandes solares de Castilla, cuanto por su riqueza y fama, era tenido
+en grande estima y valía en aquella época.
+
+Los que hemos nombrado, y algunos otros que omitimos en obsequio de la
+brevedad, se decidieron desde luego en favor de la reina, porque les
+era muy pesada la dominación del de Aragón, y confiaban en sus riquezas
+y vasallos, que capitaneados por el conde de Candespina, podrían
+resistir y acaso vencer a don Alfonso. Por el contrario, los que
+compusieron la junta de Burgos, eran todos caballeros cortesanos, mejor
+avenidos con los festines y torneos que con el rigor de los combates,
+y que preferían vivir pacífica y sosegadamente bajo el gobierno de un
+extraño a exponerse a los riesgos de la guerra, irritando a un monarca
+tan poderoso y esforzado como el de Aragón.
+
+Así se pasaron algunos días, hasta uno en que ya cansada doña Urraca
+de las diversiones de la capital, dispuso salir a caza con todo el
+aparato correspondiente. La corte entera se puso en movimiento: todos
+los caballeros apercibían sus caballos y perros, y los monteros se
+desafiaban unos a otros sobre quién haría alarde de más destreza y
+fuerza en la próxima cacería; diversión en aquellos tiempos propia
+solo de los príncipes y grandes señores, quienes no perdonaban gastos
+para hacerla con toda la ostentación posible. Las damas, que a caballo
+asistían también a amenizar el espectáculo, se esmeraban en los
+vestidos y sombrerillos, procurando cada una sobrepujar a las demás en
+gala y bizarría; y la reina, no menos que las otras, se ocupaba también
+en sus adornos, con el mismo ahínco, o acaso más, que hubiera podido
+hacerlo en el negocio de estado de la mayor importancia.
+
+Llegó por fin el día señalado, y desde antes del amanecer empezaron a
+oírse los ladridos de los lebreles, el relinchar de los caballos y el
+alegre son de las cornamusas.
+
+Caballeros y damas, todos con vestidos de fondo verde, con adornos
+y plumas de diferentes colores, conforme al gusto e inclinaciones de
+cada uno, se reunieron en el alcázar para acompañar a la reina, quien
+no tardó en presentarse tan bizarra con su vestido de caza que excitó
+un murmullo general de admiración en los cortesanos, pues, para no
+faltar a la verdad, nos es preciso decir que según la crónica no bastó
+su alta dignidad a ponerla a cubierto de las críticas observaciones
+de las señoras de Castilla. Quién de estas hallaba el vestido muy
+largo; quién muy corto; una sobrecargado de adornos al paso que a otra
+le parecía harto pobre; esta decía que el color era poco a propósito
+para favorecer el rostro de la reina, y aquella que las plumas de la
+gorra o sombrerillo eran demasiadas: en resumen, desde la punta del
+calzado hasta el último adorno de la cabeza de la reina sufrieron el
+más severo de los exámenes. Todo esto debe entenderse en voz baja,
+y con el suficiente recato para no ser oídas de doña Urraca, pues a
+su presencia o callaban o se deshacían en elogios bien poco sinceros.
+Los de los hombres lo eran más, y tal vez por esta causa crecía el
+descontento de aquellas damas, porque sabido es que no pueden perdonar
+que otra mujer parezca bien a su amante estando ellas presentes, aunque
+sea una reina. Una sola entre todas no tuvo motivo de queja, porque su
+amante, enteramente ocupado en contemplarla, no hizo siquiera reparo
+en la reina, y esta fue doña Leonor, de quien Hernando estaba cada día
+más prendado; verdad es que también el primer cuidado de la camarera,
+cuando entró en el salón acompañando a su señora, fue buscar a Hernando
+para ver qué efecto le hacían sus gracias en aquel nuevo traje, y como
+le halló con los ojos clavados en ella, en la actitud de un hombre que
+está en éxtasis, no pudo menos de ruborizarse; pero quedando al mismo
+tiempo muy satisfecha interiormente.
+
+Lucidísima fue la comitiva que salió de Burgos con la reina, y todos
+con gran júbilo y algazara (en cuanto lo permitía la presencia de doña
+Urraca) se dirigieron a Vivar, aldea de la montaña, célebre por haber
+dado su nombre al Cid Campeador, en la cual debía darse principio a la
+montería. Hallábase en ella preparado el desayuno para la reina y las
+personas de más cuenta en un magnífico pabellón arabesco, dispuesto
+con el mayor gusto, y para la generalidad de los cazadores en el campo
+mismo. Oíanse entre tanto los gritos de los ojeadores que de gran
+distancia venían estrechando su círculo para reunir las reses en un
+corto espacio de terreno; y los bramidos de las acosadas fieras hacían
+resonar los ecos de las profundas cavernas de los montes.
+
+Pocas serían las damas de nuestro siglo a quienes la idea sola de
+presenciar la caza de jabalíes no asustase, pues en cuanto a encontrar
+una que quisiera tomar un venablo y atacar a la fiera, aun cuando otras
+heridas la hubiesen ya postrado, la empresa nos parece tan difícil que
+raya en lo imposible.
+
+Sin embargo, el mismo clima, la misma tierra habitaban las españolas
+del siglo XII que las del XIX.
+
+Pero tal es la fuerza de la costumbre o, por mejor decir, de la
+educación, que llega a veces a hacerse superior a la misma naturaleza.
+Nuestra augusta cazadora fue la primera a apresurar el momento de dar
+principio a la diversión, y en el transcurso de aquel día dio varias
+pruebas de valor y destreza, que la atrajeron no pocos vítores y
+aplausos de sus vasallos. La mañana se dedicó enteramente a hacer la
+guerra a los jabalíes, y la tarde se destinó contra los ciervos, por
+ser caza que podía hacerse a caballo. Excusado será decir que doña
+Leonor no se apartó ni un momento de la reina, y que Diego López y
+Hernando de Olea, como encargados de su guarda, tampoco la perdieron
+de vista. En particular este último, que iba encontrando mucho placer
+en su encargo, siempre tenía un pretexto para estar más próximo a la
+camarera que a la reina: ya era que respetaba demasiado a doña Urraca
+para entablar conversación con ella, o que aquel honor era debido
+más bien a don Diego que a él. En resumen, el amor, como todas las
+pasiones, era en él dominante, exclusivo e incapaz de ocultarse, y
+si hubiera encontrado expresiones a propósito con que declararse, es
+indudable que lo hubiera hecho al momento.
+
+Habíase ya puesto el sol e iba a terminarse la cacería con la muerte de
+un desdichado ciervo, a quien los perros acosaban muy de cerca, cuando
+hallándose en lo más intrincado del monte la reina con su camarera, el
+señor de Nájara, Hernando y un corto número de personas de la comitiva,
+se aparecieron de repente y como por ensalmo a alguna distancia, una
+porción de hombres que más que tales parecían fieras. Vestían una
+especie de calzón de piel de oso hasta media pierna; una túnica o
+pellico de lo mismo les cubría desde los hombros hasta las rodillas;
+media cara iba oculta con un antifaz también de piel, y su calzado eran
+unas abarcas del mismo material. Defendíales la cabeza un casquete de
+red de hierro, y sus armas consistían en una espada, un chuzo y tres o
+cuatro dardos arrojadizos.
+
+—Jesús sea conmigo —exclamó doña Leonor deteniendo al mismo tiempo su
+caballo.
+
+—¿Qué es eso, Leonor? —preguntó la reina haciendo lo mismo.
+
+—Mire Vuestra Alteza aquellas visiones —contestó aquella.
+
+Y don Diego López la atajó, diciendo:
+
+—O yo me engaño o aquellos son almogávares.
+
+—No os engañáis, don Diego, ellos son; conozco a esos montañeses
+perfectamente, y a fe, a fe, que no sé qué querrán en Castilla esas
+aves de rapiña naturales de la corona de Aragón —añadió Hernando.
+
+La reina, que ya empezaba a sobresaltarse, mandó que inmediatamente
+se le explicase qué gente era aquella, a lo cual Hernando satisfizo
+diciendo que los almogávares eran una tribu oriunda de los Pirineos,
+que servía a los reyes de Aragón en calidad de tropas ligeras, y que
+cuando este príncipe no los tenía empleados, se ocupaban en talar las
+tierras de los moros, y aun las de los cristianos si a mano les venía.
+
+—Me parece —dijo Leonor— que sería prudente que Vuestra Alteza se
+retirase.
+
+—¿Y por qué, señora? —preguntó el de Olea—: somos cinco caballeros...
+
+—Lo erais —interrumpió la reina, advirtiendo entonces que durante
+su conversación habían desaparecido los caballeros de Burgos que la
+seguían.
+
+—Tiene Vuestra Alteza razón —repuso el de Nájara—: solos hemos quedado
+este caballero y yo.
+
+—Bastantes somos —contestó Hernando.
+
+—Estáis desarmados —exclamó la reina, pálida ya de temor como un
+cadáver—. Volvamos atrás.
+
+Sea que doña Urraca se hubiera adelantado demasiado a sus cortesanos
+en el ardor de la caza, sea que estos se hubiesen ido retrasando
+casualmente o de intento, lo cierto es que en el momento crítico de que
+hablamos ni aun se alcanzaban a oír las voces de los monteros, y solo
+se percibía confusamente el agudo sonido de la cornamusa.
+
+Por más valientes que fuesen Diego López y Hernando de Olea, no era
+posible, a menos de estar locos, que apeteciesen entrar en combate con
+cerca de veinte hombres (que tal era poco más o menos el número de
+los que vieron desde luego) hallándose sin más armas que su espada,
+cuchillo de monte y venablos, y cubiertos del simple vestido de paño
+verde; y así es que cedieron sin repugnancia a la proposición de la
+reina, y volvieron la espalda a los almogávares que ya se les habían
+acercado a tiro de piedra.
+
+¿Pero cuál fue la sorpresa de los caballeros y el pánico terror de las
+damas, cuando al emprender su retirada vieron que les interceptaban el
+paso otros tantos o más montañeses que los que tenían por delante?
+
+—Que me maten —dijo el señor de Nájara— si no estamos cercados por
+estos salteadores de profesión.
+
+—Dos mil diablos sean con ellos y toda su casta —añadió el de Olea
+echando mano a la espada—: solo nos queda este camino.
+
+—Y nosotras —exclamó la reina—, ¿qué hemos de hacer?
+
+—Caballeros —dijo doña Leonor, dirigiéndose particularmente a
+Hernando—, reflexionad lo que vais a hacer; la menor provocación de
+vuestra parte a esos miserables, puede costarnos a todos las vidas.
+
+—Antes morderán el polvo algunos de ellos —respondió furioso el amigo
+de Candespina.
+
+—¿Y eso podrá resucitarnos? —preguntó doña Urraca—: os prohíbo sacar la
+espada sin orden mía.
+
+No tuvo tiempo de decir más, porque los almogávares, que por todas
+partes se habían ido presentando, después de formar un círculo en torno
+de los acuitados cazadores, fueron estrechándolo sucesivamente hasta
+acercarse tanto a ellos que podían oír perfectamente su conversación.
+
+La reina entonces, sacando fuerzas de flaqueza, animada tal vez con el
+mismo peligro, se dirigió a ellos, mandándoles que dejaran paso franco
+a la reina de Castilla. En vez de responderla como era debido, uno de
+aquellos salvajes, con voz bronca y desentonada le preguntó:
+
+—¿_Sou vos la reina_?
+
+—Yo soy, villanos, apartaos y dejadme paso.
+
+—_No pot sé_ —contestó el mismo montañés; y dando un agudo silbido se
+arrojaron todos sus compañeros sobre doña Urraca y su escasa comitiva,
+sin dar tiempo a los dos caballeros para hacer uso de sus armas; si
+bien es verdad que no anduvieron bastante ligeros para evitar que
+Hernando atravesase a uno de parte a parte con su venablo.
+
+Un grito que dieron la reina y su camarera fue el único que interrumpió
+el silencio de aquella extraña y desventurada escena. Los almogávares
+parecían mudos, y ni López ni Olea estaban para conversaciones.
+
+Doña Urraca y Leonor, a quienes se mandó expresamente quitarse el
+calzado, lo hicieron por no exponerse a que lo ejecutasen por sí mismos
+sus bárbaros enemigos, y en seguida hubieron de ponerse uno igual al
+de estos, y una túnica de piel que no se diferenciaba de la de los
+montañeses en otra cosa más que en la longitud, pues las cubría desde
+los hombros hasta un poco más abajo de media pierna; y a más tuvieron
+que quitarse los sombrerillos y dejar el pelo suelto sin tocado alguno.
+
+También al señor de Nájara y a Hernando les obligaron a vestir un traje
+igual al suyo, contentándose con exigir al primero su palabra de honor
+y fe de caballero de que no se escaparía ni pronunciaría en todo el
+camino una sola palabra, sin permiso del que parecía ser el capitán
+de aquella banda; la misma proposición hicieron al segundo, pero él,
+furioso, se negó a todo, por lo cual le maniataron y pusieron un lienzo
+en la boca.
+
+Lloraban doña Urraca y Leonor; Diego López cabizbajo y mudo, parecía
+como enajenado; y a través de la especie de mordaza que llevaba el
+pobre Hernando se hubiera creído oír las maldiciones que echaba a la
+suerte, no tanto por su desgracia, cuanto por la de la señora de sus
+pensamientos. Tal era la situación de la que un cuarto de hora antes se
+creía señora de Castilla, y la de sus cortesanos más favorecidos.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO VIII
+
+
+Si hemos conseguido inspirar con esta narración algún interés a
+nuestros lectores, sin duda recordarán la junta de los caballeros
+burgaleses en el palacio episcopal, y que se separaron, tomando el
+conde don Pedro Ansúrez a su cargo proponer los medios para devolver a
+don Alfonso su fugitiva esposa.
+
+No ignoraba el conde que, a pesar de la decisión que todos manifestaron
+de usar de la fuerza cuando no hubiese otro arbitrio para conseguir
+su fin, no podía sin embargo contar con el más exacto cumplimiento de
+tal oferta; pues el motivo más poderoso que la mayor parte de aquellos
+nobles había tenido para unírsele era el deseo de evitar una guerra.
+Esta consideración fue la base de su conducta. Salió pues de Burgos
+para Soria el día inmediato al de la junta; avistose con don Alfonso, y
+de acuerdo con él, dispuso que una tropa de almogávares fuese con todo
+secreto y celeridad a situarse en las montañas vecinas a la capital
+de Castilla. Desde luego era de presumir que la reina no dejaría de
+visitar los alrededores de la corte; y por otra parte contando, como
+el conde contaba, con muchos partidarios en el mismo alcázar, le era
+fácil disponer por sí mismo la ocasión que deseaba. En efecto, algunos
+cortesanos de la facción aragonesa en el fondo, aunque en la apariencia
+adictos a doña Urraca, manifestando no temer ningún peligro, y bajo
+pretexto de despreciar a los enemigos, eran los que más fomentaban
+las intempestivas fiestas que se dieron en Burgos, y por último,
+promovieron la cacería que tan cara costó a la reina.
+
+Los almogávares, entre los cuales, y con su mismo traje se mezclaron
+por precaución algunos caballeros aragoneses, recibieron las más
+estrechas órdenes de no ofender en su persona a la reina ni a ninguno
+de los individuos de su comitiva, a menos que las circunstancias
+hiciesen absolutamente indispensable usar de la fuerza; pues el
+prudente Ansúrez no quería tampoco enconar los ánimos contra sí, ni
+hacerse enemigos particulares por si los tiempos mudaban. A esto debió
+sin duda Hernando de Olea que los feroces montañeses no vengaran
+cruelmente la pérdida del compañero que les mató con su venablo, y,
+para decir lo cierto, el origen de su impunidad fue más bien que los
+caballeros aragoneses disfrazados de almogávares se interpusieron
+entre él y los camaradas del muerto, que no el respeto de estos a sus
+promesas. Como quiera que sea, luego que los prisioneros hubieron
+vestido el traje de sus vencedores, precaución que se adoptó para
+que en caso de encontrar en el camino con algún destacamento de las
+tropas del conde de Candespina o sus parciales no fuesen conocidos,
+se pusieron en marcha, montadas las señoras y a pie los demás, y
+caminaron con una celeridad increíble. Diego López y Hernando de Olea
+eran hombres acostumbrados a todo género de fatigas; pero apenas
+podían seguir a sus conductores, que trepaban por las breñas con la
+misma ligereza que hubiera podido hacerlo la más suelta cabra. Tres
+o cuatro leguas andarían aquella noche, siempre por la sierra, sin
+seguir ninguna vereda, y por parajes en donde apenas podían sentar el
+pie los caballos de Doña Urraca y Leonor. Tan pronto atravesaban un
+torrente como veían a sus pies un horroroso precipicio, y más allá se
+metían en un angosto y profundo desfiladero. La noche era oscura; desde
+el principio de ella empezaron a amontonarse las nubes; y por fin
+descargó sobre los desgraciados presos una horrible tempestad.
+
+Que el lector se imagine ahora la situación de una reina de Castilla en
+medio de un despoblado, cautiva en poder de unos bandidos y expuesta
+al furor de los elementos que también parecían conjurarse en su daño,
+y decida si con razón iba entre sí lamentándose de su suerte que ni
+suspirar la dejaba libremente; pues tal era el temor que tenía de
+contravenir a las órdenes de los almogávares que no profería ni un
+ay. Los montañeses, gente familiarizada con semejantes escenas, no
+parecían inquietarse por nada de cuanto sucedía, y según el tono con
+que hablaban podían los prisioneros creer que iban contentos; porque
+en cuanto a su conversación, que toda era en el dialecto catalán, nada
+entendían de ella.
+
+Por fin, después de bastantes horas de camino y sereno ya el cielo,
+llegaron a una pequeña aldea en donde estaba el conde don Pedro
+Ansúrez con varios señores aragoneses, algunos de sus parciales y
+una respetable escolta de hombres de armas. Aunque no se presentó
+aquella noche a la reina, dispuso que se alojara esta señora en la
+casa más cómoda que había en el pueblo, hizo que se la diesen vestidos
+correspondientes a su clase y que se tuvieran con ella y su camarera
+las mayores consideraciones: mas no por esto descuidó el asegurarse de
+su persona rodeando el alojamiento de soldados que a nadie permitían
+entrar ni salir en él sin una contraseña especial del conde.
+
+En cuanto a Diego López y Hernando de Olea, se les depositó en las
+casas capitulares bajo la competente guarda, tratándoles en lo demás
+con todo decoro.
+
+Decir que ni la reina, ni Leonor, a quienes no se separó, no pensaron
+siquiera en dormir aquella noche, sería excusado, pues es fácil de
+presumir que su extremada agitación no se lo permitió. Una y otra
+pasaron la noche tan pronto lamentando su mala suerte como haciendo
+conjeturas sobre lo futuro, o recordando con dolor los breves instantes
+de la dicha pasada. Amaneció por fin, y a poco un gentil hombre del
+conde Ansúrez se presentó a pedir a la reina audiencia para su señor.
+
+—Decid al conde —contestó doña Urraca— que una prisionera como yo, una
+persona a quien se prende en medio de un monte como a un vil salteador,
+no tiene voluntad; y así puede venir o no venir según sea su gusto.
+
+—Crea Vuestra Alteza —replicó el mensajero— que el conde mi señor...
+
+—Es un traidor.
+
+—¡Señora!
+
+—Hidalgo, si os merece alguna consideración la hija de Alfonso VII de
+Castilla, idos en buen hora y no abuséis de mi paciencia.
+
+—Obedezco.
+
+Y fuese a dar su respuesta al conde, quien oyéndola exclamó:
+
+—Es natural: no esperaba yo menos de su colérica condición; pero no
+importa, es preciso que yo la vea.
+
+Resuelto, pues, a sufrir con paciencia la descarga de injurias que
+indudablemente iba a caer sobre él, no dejó pasar muchos instantes sin
+presentarse en la habitación de doña Urraca, y entró en ella con un
+aire de respeto y sumisión que a cualquiera que ignorase lo ocurrido
+hubiera hecho creer que la reina no tenía vasallo más dispuesto a
+obedecerla que él.
+
+La reina le miró con un ceño capaz de desconcertar a cualquier otro,
+mas él, sin turbarse, hincó una rodilla ante su señora, diciendo:
+
+—Vuestra Alteza tiene a sus pies...
+
+—Al que fue mi ayo en la niñez, al que debía ser ahora mi vasallo y es
+un vil instrumento de mi mayor enemigo.
+
+—Señora —continuó el conde sin alterarse—, las apariencias pueden
+condenarme...
+
+—¿Las apariencias no más? —interrumpió furiosa la reina—. Decid, pues,
+conde vil, mal caballero, vasallo desleal, decid: ¿Quién me arrancó
+de mi corte? ¿Quién me puso en manos de esos miserables que me han
+conducido hasta aquí?
+
+—Alfonso de Aragón —contestó el conde dejando la humilde postura en que
+había permanecido hasta aquel momento, pero conservando siempre su tono
+respetuoso—, un esposo, señora, es quien os ha traído aquí, no yo.
+
+—¿Mi esposo? Contará sin duda añadir este triunfo a sus hazañas: este
+nuevo florón a su corona imperial.
+
+—Vuestra Alteza desconoce las verdaderas intenciones de don Alfonso:
+yo, a quien honra con su confianza...
+
+—Y la merecéis. Sería injusto si no os la diese: por él abandonáis a
+vuestra reina; por él sacrificáis la infeliz Castilla a sus ambiciosas
+miras; por él mancilláis el honor de los infanzones... Conde,
+concluyamos; vuestra presencia me es odiosa, no puedo menos de miraros
+como a un verdugo vendido a mis enemigos. Decid pronto lo que os hayan
+mandado. ¿Qué nueva prisión es la que me destinan?
+
+—Lejos, señora, de preparar a Vuestra Alteza prisión ninguna, deseoso
+el rey de Aragón de reparar la dureza...
+
+—La crueldad, diréis mejor.
+
+—Sea como Vuestra Alteza quiera, lo cierto es que el rey don Alfonso
+no trata de aprisionaros de nuevo. Quiere que su esposa vuelva a ser
+el ornato de su corte; quiere que reine entre él y doña Urraca la
+armonía que nunca hubiera debido interrumpirse. ¿Quién con más derecho
+que yo, que he dirigido los primeros pasos de Vuestra Alteza, y que
+me glorío de haberla servido desde que nació, podría encargarse de
+esta reconciliación? Vuestra Alteza está ofendida, y me ha llenado
+de injurias que pocos de mis iguales tolerarían: yo las olvido. Solo
+suplico, puesto de nuevo a los pies de mi reina, que cediendo por su
+propio interés a mis consejos, prescinda de los medios que para evitar
+mayores males ha sido preciso emplear para sacarla de Burgos, y que
+depuesto todo rencor se reconcilie de buena fe con su esposo. Estos,
+señora, son mis deseos; y si para satisfacción de Vuestra Alteza es
+necesaria mi vida, pronto estoy a sacrificarla.
+
+—Hubo un tiempo, conde —respondió sosegadamente la reina—, en que pude
+creeros sincero. Hoy vuestras mañosas palabras no lograrán convencerme.
+Sin embargo, aún os queda un medio de justificaros. Escuchadme
+atentamente, don Pedro: entre Alfonso y yo no puede haber nunca paz
+mientras vivamos unidos; y tengo motivos de creer que no está lejos el
+momento de separarnos para siempre. Si queréis pues cumplir con vuestra
+obligación, volvedme a Burgos.
+
+—Imposible, señora; mis juramentos me lo prohíben, y aun cuando yo
+quisiera...
+
+—Basta: retiraos, y sabed que no debéis esperar más de mí que lo que
+como prisionera no pueda negaros.
+
+—¡Señora!...
+
+—Retiraos digo; Leonor: esta es la nobleza de Castilla.
+
+—¡Ah, señora! —dijo la camarera luego que el conde salió—, no todos son
+como ese pérfido.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO IX
+
+
+Difícil sería describir la turbación que causó en Burgos el rapto de la
+reina a las personas que no estaban iniciadas en la trama de don Pedro
+Ansúrez con los nobles y clérigos de aquella ciudad; pero es preciso
+confesar que no produjo verdadero sentimiento más que en los soldados
+de Diego López, quienes apenas recibida la noticia, salieron en busca
+de su caudillo, capitaneados por un don Pedro, hermano del señor de
+Nájara.
+
+Así que Álvar Fáñez se vio libre de ellos, hizo proclamar rebeldes en
+nombre de don Alfonso a cuantos siguiesen el partido de Candespina;
+cerró las puertas de la ciudad y se apercibió para defenderla en
+caso de que los soldados de Nájara regresaran e intentasen entrar en
+ella por fuerza: mas todas sus disposiciones fueron excusadas, pues
+informado el conde de Candespina por Pedro López de lo acaecido en
+Burgos, y sabiéndose ya que la reina estaba en Soria en poder de su
+marido, le mandó que marchase a reunirse con él en las cercanías de
+esta ciudad que intentaba asediar.
+
+La aciaga cacería de Vivar destruyó en un momento la obra que con
+tanto riesgo personal había llevado a cabo don Gómez; pero su ánimo
+incontrastable no por eso desmayó. Llegadas las cosas al punto en
+que estaban, no le era ya posible retroceder, y por más desigual
+que pudiese parecer la lucha entre el poderoso monarca de Aragón
+y un vasallo de la corona de Castilla, el conde de Candespina no
+quiso renunciar a sus pretensiones, que a la verdad no carecían de
+fundamentos.
+
+Los grandes de Galicia, a cuyo frente se puso don Diego Gelmírez,
+obispo de Santiago y sobrino del pontífice Pascual II, excitados por
+el amor a la independencia nacional y el odio a los aragoneses, se
+sublevaron contra don Alfonso, pretextando que tenían por inválido su
+matrimonio con doña Urraca, en razón del parentesco de ambos consortes;
+y proclamaron a don Alfonso de Castilla, hijo de doña Urraca en su
+primer matrimonio con el conde de Galicia, y entonces de corta edad.
+Esta nueva facción, que en adelante hizo no poco daño a doña Urraca, le
+era sin embargo favorable en aquella época, llamando la atención de su
+marido a diversos puntos, y debilitando por consiguiente sus fuerzas.
+Como es de suponer, el conde no descuidó ponerse en comunicación con
+los gallegos insurreccionados; estos enviaron sus embajadores al papa
+para tratar de la invalidación del matrimonio de la reina; y rota ya la
+barrera, la mayor parte de los nobles de Castilla tomaron las armas
+para sacudir el pesado yugo de los aragoneses. En poco tiempo se reunió
+alrededor de Soria un poderoso ejército castellano que bloqueó la
+plaza, y don Alfonso, que desmintiendo en aquella ocasión su conocida
+actividad militar se descuidó en reunir competente número de tropas,
+hubo de limitarse a estar encerrado en la plaza, sufriendo que a su
+vista ondeasen tranquilamente los pendones de los que llamaba rebeldes.
+En aquella ocasión se juntó la flor de Castilla; pero como nuestro
+propósito no es escribir circunstanciadamente la historia de esta
+época, omitiremos hacer una descripción prolija, y tal vez fastidiosa,
+del ejército de los nobles; y no hablaremos más que de los que han de
+ocupar algún lugar en el resto de nuestra narración.
+
+Eran de estos los principales el conde de Candespina, a quien ya
+conocemos, y don Pedro de Lara, señor poderoso, pero de muy distintas
+cualidades que aquel; ambicioso en demasía, tenía todos los demás
+vicios que de este dependen; y sobre todos un orgullo sin límite,
+y poca delicadeza en la elección de los medios para llegar al fin
+que se proponía. Don García, obispo de Burgos, prelado de virtudes
+verdaderamente evangélicas, autorizaba con su presencia aquel campo, y
+le seguían no pocos eclesiásticos, cuya influencia en el pueblo era de
+la mayor importancia.
+
+Don Alfonso hizo en público a la reina una acogida tan cariñosa como si
+se hubieran separado por alguna circunstancia imprevista, y fuera el
+amor conyugal y no la fuerza la que volvía a reunirlos; pero en secreto
+la reprendió severamente por su fuga, amenazándola de que usaría, si
+en lo sucesivo no variaba de conducta, de su autoridad como marido
+y poderío como rey de Aragón. Otra mujer más prudente hubiera acaso
+contemporizado con su marido, no permitiéndole las circunstancias
+obrar de otro modo; mas doña Urraca, demasiado irascible, trató a don
+Alfonso con una acrimonia que solo sirvió para empeorar su situación.
+El rey de Aragón, no atreviéndose a usar de su poder abiertamente,
+y escarmentado del suceso de Castellar, renunció a tomar medidas
+violentas cuyo efecto, le manifestó el conde de Ansúrez, no podría
+ser otro más que el de enajenarle enteramente los ánimos de los mal
+contentos castellanos y fortificar el partido de la reina; mas no
+por eso mejoró esta de posición, pues si bien continuó viviendo con
+su esposo, tratada en lo exterior como a su alta dignidad convenía,
+también fueron separadas de su lado cuantas personas se tuvieron por
+afectas a ella. El conde de Ansúrez, con el título de mayordomo mayor,
+era una especie de carcelero de Su Alteza; y toda su nueva servidumbre,
+compuesta de personas vendidas al mayordomo, un enjambre de espías
+destinados a evitar todo género de comunicación de doña Urraca con
+sus amigos. Sin embargo, nada fue tan sensible a la reina como verse
+privada de su fiel camarera, la bella Leonor de Guzmán, a quien de
+orden del rey se puso en reclusión en un convento de religiosas de la
+ciudad de Soria. Única persona que había llegado a conocer a fondo a
+doña Urraca, Leonor le era tan necesaria para mitigar sus penas como
+para ayudarla a sobrellevar el peso de su insípida y monótona vida;
+y por lo mismo el conde de Ansúrez, que además temía los talentos y
+penetración de la camarera, tuvo buen cuidado de alejarla de sí.
+
+En tanto que doña Urraca pasaba triste y pesarosa su vida en los
+dorados hierros de su palacio, Leonor, en el silencioso retiro de un
+claustro, dirigía continuamente sus ruegos al que todo lo puede, para
+que mejorase sus horas y las de su señora, a quien, a pesar de todos
+sus defectos, quería entrañablemente; y debemos decir como fieles
+historiadores que los campeones de Castellar tenían no poca parte en
+sus oraciones, especialmente el intrépido Hernando, quien tan generosa
+y temerariamente había puesto en riesgo su vida por defenderla cuando
+fue presa con la reina en las cercanías de Vivar.
+
+Don Diego López y Hernando de Olea, presos en la cárcel de Soria y
+custodiados con la más activa vigilancia, aunque en honor de la verdad
+tratados en lo demás como era debido a su nobleza y valor, sufrían
+todos los tormentos inseparables de la doble incertidumbre en que
+vivían, tanto de su suerte futura, como de la situación de la reina y
+estado de los negocios del conde de Candespina; pues sus carceleros,
+aragonés el uno, y criado del conde de Ansúrez el otro, guardaban el
+más profundo silencio con ellos, alegando cuando les hacían alguna
+pregunta órdenes superiores que tenían para no contestar a ella.
+
+Diversos eran los pareceres en el consejo de Alfonso sobre la suerte
+que debía caber a los dos nobles cautivos: los aragoneses que eran más
+encarnizados enemigos de Castilla y aquellos castellanos que habiéndose
+ya comprometido en el partido del de Aragón solo podían esperar salud
+en el triunfo de este opinaban que se les decapitara, cosa, decían,
+que el rey puede hacer sin escándalo, pues han sido rebeldes al que
+como esposo de doña Urraca es su legítimo soberano; emitiendo el mismo
+principio, pero siendo más generosos y tal vez más políticos, otros
+caballeros de Aragón decían qué aun cuando Su Alteza podía legalmente
+hacerlos castigar como traidores, sin embargo era más conforme a su
+grandeza y magnanimidad, y más conveniente a sus mismos intereses, no
+usar con ellos de todo el rigor de su justicia, pues por más que fuese
+merecido aquel castigo, siempre sería muy pesado para la grandeza de
+Castilla ver que el rey de Aragón trataba así a dos de sus miembros.
+Quien tenía la balanza en aquel negocio, como privado del rey, era
+don Pedro Ansúrez, y este era demasiado prudente y astuto para dar un
+paso de tal importancia, ya que para siempre le cerraría la entrada de
+Castilla, si triunfaba el partido de la reina, al haber tomado parte
+en la ejecución de Hernando y de don Diego, quienes en su prisión
+ignoraban absolutamente cuanto sobre ellos se trataba.
+
+El paciente don Diego López llevaba con resignación aquella
+calamidad, contentándose con rogar a Dios le sacase de ella; mas el
+iracundo Hernando, incapaz de sufrimiento, no reposaba un instante.
+Su imaginación le presentaba ya el cadalso a que le seguían sus
+compañeros, ya una oscura prisión en que como él gemía su amigo don
+Gómez; pero sobre todo las delicadas manos de la bella Leonor cargadas
+de pesados hierros era la idea que más le atormentaba. Entregándose
+otras veces a la más ciega esperanza, veía triunfantes las armas de
+Candespina, creía arrancar con sus propias manos a Leonor del poder
+de los satélites aragoneses; y la más dulce, la más grata de las
+recompensas que podía imaginar, era la mano de su dama. Ora prorrumpía
+en terribles maldiciones contra su destino, ora, y eran las más
+veces, imploraba uno después de otro a todos los santos del cielo,
+ofreciendo a este una novena, a aquel una misa para que milagrosamente
+le sacaran de allí. El señor de Nájara oía tranquilamente sus
+arrebatadas expresiones, o sus ruegos, y acababa siempre exhortándole
+a la paciencia, único recurso en verdad que entonces tenían, pero
+que Hernando no podía tomar a menos, decía él, que no le hiciesen
+enteramente de nuevo.
+
+—Decid lo que queráis, don Diego —le decía Hernando—, decid lo que
+queráis, pero yo jamás podré acostumbrarme a vivir encerrado entre
+cuatro paredes.
+
+—Os han de acostumbrar por fuerza —replicó el de Nájara.
+
+—Noramala nos acordamos de cazar. Lo que más me mata es ignorar
+absolutamente qué es de la reina, de don Gómez y de..., de doña Leonor.
+
+—La reina estará o presa, o en su palacio.
+
+—Sí; por fuerza en alguna aparte estará, y no deseo yo a Su Alteza
+que esté como nosotros. Os juro por el santo de mi nombre que estoy
+desesperado.
+
+—Y yo os lo creo, Hernando, sin que juréis; pero hiciérades mejor en
+sosegaros, que llevándolo con paciencia ganarais al menos para con Dios.
+
+—Sí; bueno es rogar a Dios, pero mejor sería ayudarnos nosotros en
+algo, pues estándonos así siempre...
+
+—¿Y está en nuestra mano hacer otra cosa?
+
+—Parece que no; pero discurrid a ver si encontráis algún medio para
+salir de aquí.
+
+—Que nos abran las puertas, y...
+
+—El día que se abran acaso será para sufrir en un cadalso...
+
+—Dios nos defienda: mas hágase su voluntad.
+
+—Amén, amén; pero veamos, ¿no se podrían forzar los hierros de esta
+reja?
+
+—A menos que por un milagro no tengáis de repente las fuerzas de Sansón.
+
+—Cuerpo de mí; ¿y dos hombres que saben manejar lanza y espada han de
+morir aquí como perros? Más valiera que aquellos almogávares hubieran
+concluido con nosotros.
+
+—Quién sabe. Tal vez el cielo nos prepara mejor suerte de la que
+pensáis.
+
+—Tal vez, y entonces han de pagar aquel maldito día en que nos dejamos
+coger como en ratonera; si las armas de los leales llegan a sacarnos
+de aquí, si una vez vuelve mi brazo a blandir la lanza, ¡ah, señores
+aragoneses!, ajustaremos nuestras cuentas y no habéis de salir
+alcanzados en golpes; no.
+
+—Norabuena: más quiero veros así.
+
+—Oíd, don Diego, veis estos malditos vestidos de pieles que nos
+pusieron aquellos salteadores, los he conservado ambos desde aquel día;
+y hasta que se los haga poner uno por uno a todos los caballeros de
+Aragón no he de sosegar.
+
+—¿Sabéis qué me ocurre?
+
+—¿Qué?
+
+—Que si una vez llegamos a poder salir de este encierro, esos vestidos
+facilitarían nuestra fuga.
+
+—Cierto, si encontramos un medio...
+
+—Puede ser.
+
+—¡Dios mío!, y ¿cuál es?
+
+—Esperad: dejadme pensar un poco.
+
+—No; decid, decid, después pensaréis.
+
+—Se trata de... Silencio: son nuestros carceleros..., después
+hablaremos.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO X
+
+
+No se engañó don Diego; los que con su venida interrumpieron la
+interesante conversación que con Hernando tenía eran sus carceleros,
+que venían a traerles la comida. Entraron, como siempre, silenciosos
+y comedidos en sus acciones, aunque adustos en el gesto; pusieron la
+mesa, en la cual sirvieron una comida no mezquina, y aguardaron, sin
+proferir una palabra, a que los prisioneros concluyesen de comer; cosa
+que no fue larga, pues preocupado el uno con el proyecto que para
+evadirse estaba formando, y ansioso el otro de saberlo, puede decirse
+que apenas tocaron los manjares que tenían delante. Llegó, pues, la
+para ellos suspirada hora de verse libres de la presencia de sus
+carceleros, y luego que estuvieron solos, Hernando, impaciente por
+enterarse del proyecto de su amigo, acumulaba pregunta sobre pregunta
+y no dejaba proferir una palabra a don Diego, quien, acostumbrado a
+proceder en todo con admirable pausa y prolijidad, no sabía tampoco qué
+responder. Por fin, viendo el de Olea que nada sabría si no dejaba a su
+compañero de cautividad tiempo para coordinar sus ideas y explicarlas
+a su modo, hubo de contenerse y logró lo que tanto deseaba, que era
+enterarse del plan formado por don Diego, cuyos pormenores omitiremos,
+pues habiendo de hablar de su ejecución inmediatamente, sería ocioso
+decirlo de antemano. Baste saber que mereció la aprobación de Hernando
+en todas sus partes, y que en cuanto a él, solo temía el señor de
+Nájara que lo echase a perder por excesivo ardor.
+
+Ya se ha dicho que a pesar de que se tenían con don Diego y Hernando
+todas las consideraciones debidas a su calidad, eran sin embargo
+aquellas compatibles con la estricta vigilancia necesaria para guardar
+prisioneros de tal jerarquía; y por lo mismo se había prevenido a sus
+carceleros que visitasen con frecuencia la prisión, con el objeto
+de evitar que pudiesen ocuparse en forzar alguna reja o buscar otro
+arbitrio para fugarse. La última de estas desagradables visitas
+que solían recibir nuestros cautivos era pasada la media noche.
+Los carceleros entraban ambos con su linterna, armados cada uno de
+un puñal y daga: reconocían primero el aposento, y en seguida se
+acercaban cautelosamente cada uno a la cama de uno de los dos presos
+para asegurarse de que efectivamente estaban en ellas. Esta fue la
+hora que los dos caballeros escogieron para poner en ejecución su
+peligrosa empresa. Pasaron las que le precedieron en un profundo
+silencio, interrumpido solo ya por un suspiro, ya por una exclamación
+involuntaria y aislada, o por algunas frases de oración que dirigían al
+cielo para que les fuese propicio en aquel trance.
+
+Lo más difícil para ambos era fingirse dormidos tan perfectamente que
+sus carceleros no concibiesen sospechas y estuviesen desprevenidos;
+pero al cabo, la indispensable necesidad de hacerlo y el importante
+resultado que se proponían conseguir les ayudaron a verificarlo con
+toda la propiedad que podía desearse.
+
+La una de la noche sería cuando el sordo ruido de llaves y candados
+anunció la llegada de los carceleros; rechinó la pesada puerta
+moviéndose sobre sus goznes, e iluminó el aposento la pálida y escasa
+luz de las linternas: la respiración de ambos caballeros era igual y
+sostenida, y ni el más perspicaz observador hubiera podido adivinar que
+realmente estaban despiertos y luchando entre el temor y la esperanza.
+
+—Duermen —dijo el castellano al aragonés.
+
+—Para siempre había de ser —replicó este.
+
+—Calla, no despierten y lo oigan.
+
+—¡Qué han de oír! ¿No oyes como ronca el pelmazo de don Diego?
+
+«No tardaremos», dijo este entre sí, «en ver cuál de los dos lo es más».
+
+—Puede ser —replicó el primer carcelero, sin dejar de reconocer el
+aposento—, puede ser que no tarden en verificarse tus deseos.
+
+—¡Hola!, conque...
+
+—Sí; dicen que los tratarán como merecen.
+
+—Es decir, que les cortarán la cabeza.
+
+—Eso mismo.
+
+«¡Perro!», iba a exclamar Hernando; pero venturosamente pudo contenerse.
+
+—No me pesaría —continuó el carcelero— que fuera pronto.
+
+Y en esto, según la costumbre que se ha dicho tenían, terminada
+la requisa de la prisión, dejaron las linternas en el suelo y se
+aproximaron cada uno a la cama de un prisionero. Si hubiera sido
+posible ver el corazón de los dos caballeros castellanos en aquel
+crítico momento, sin duda que sin dejarse de hallar en ellos el valor
+que tan acreditado tenían en todas ocasiones, se hubieran visto la
+agitación y la zozobra inseparables del hombre en el instante de la
+ejecución de un proyecto arriesgadísimo, y del que dependen la libertad
+y la existencia. Los carceleros, satisfechos de que sus presos dormían,
+se volvieron ambos de espalda a los lechos de estos para dirigirse
+a tomar sus linternas y marcharse; pero en el mismo instante ambos
+caballeros se les arrojaron encima con no vista presteza, y asiéndoles
+fuertemente del pescuezo dieron con ellos en tierra antes que pudieran
+proferir palabra, ni volver en sí del asombro que tan repentino e
+inesperado ataque les causó.
+
+—Si profieres un ay siquiera, eres muerto, miserable —decía Hernando al
+carcelero aragonés, poniéndole la rodilla al pecho, y amenazándole con
+su propio puñal que acababa de arrancarle, así como la daga; mientras
+que don Diego, teniendo al suyo en una posición semejante, le intimaba
+con sosegado continente que no se meneara si quería vivir.
+
+—Toda resistencia es inútil, esclavos —dijo don Diego—: ya estáis
+desarmados, y los dos hombres con quienes tenéis que hacer valen algo
+más que vosotros estando en circunstancias iguales como ahora.
+
+—Señor... —empezó a decir el que estaba a los pies de Hernando; pero
+este le echó mano a la garganta, y se la apretó con tanta fuerza que le
+hizo poner morado el rostro.
+
+—Silencio, perro —le dijo—; silencio o va tu alma adonde debe estar,
+que es en los infiernos.
+
+—Tenedlo vos sujeto a ese —añadió don Diego—, y vos, hermano, levantaos
+y tratad de desnudaros lo más pronto que sea posible si no queréis
+probar el temple de vuestro propio puñal.
+
+Obedeció trémulo y consternado el carcelero a lo que se le mandaba; y
+luego que hubo concluido volvió a echarse en el suelo, adonde don Diego
+le ató pies y manos con las sábanas de su cama, tapándole la boca con
+un pañuelo, de modo que no podía moverse ni pedir auxilio.
+
+La misma operación se hizo inmediatamente con el otro; pero fue
+ayudándole su vencedor Hernando a despojarse de sus vestidos con
+maneras harto desabridas, y haciendo brillar continuamente a sus ojos
+el terrible puñal.
+
+El silencio de la noche, la escasa luz de las linternas, la terrible
+agitación de los cuatro actores, y hasta la misma desnudez en que
+quedaron dos de ellos, todo contribuía a dar a la singular escena que
+estamos describiendo un aire de sombría originalidad más fácil de
+concebir que de explicar. Desnudos pues ambos carceleros, y asegurados
+en la forma que del primero se dijo, se disfrazaron Hernando y don
+Diego con sus vestidos, sin olvidarse de las armas, ni menos del manojo
+de llaves que uno de ellos llevaba; y en seguida tomando cada uno de
+ellos un lío que de antemano tenían hecho y oculto, salieron de su
+prisión encomendándose a Dios fervorosamente; y cerraron después las
+puertas con las mismas precauciones que, para que quedasen seguros,
+hubieran podido hacerlo los dos carceleros cuyo papel representaban.
+
+Ni Hernando ni don Diego habían visto de la cárcel en que estaban más
+que el cuarto que les servía de prisión, fuera del día que entraron
+en ella; pero la impresión que hizo en ellos aquel fue bastante para
+que, ayudados con la luz que llevaban y marchando con precaución,
+llegasen hasta el cuerpo de guardia, en el que los soldados dormían
+sosegadamente: atravesáronlo sin que el que estaba de centinela se lo
+estorbase, pues por el traje creyó ser los carceleros, y se pusieron en
+la calle.
+
+Sin embargo de haber logrado esta dicha, su posición no dejaba de
+ser de las más críticas: en Soria no tenían más que enemigos; y si
+existía alguno que no lo fuese, para ellos era desconocido. Ignorando
+absolutamente cuanto pasaba fuera de su prisión, no sabían si la reina
+estaba o no en Soria, y aunque estuviese, pensaban con razón que
+dependiendo de su esposo no podría serles de ninguna utilidad. ¿Qué
+hacer? ¿A dónde dirigirse? ¿A quién pedir auxilio? Su fuga no podía
+ignorarse por largo tiempo; y los de la facción aragonesa pondrían
+en campaña un sinnúmero de satélites para buscar al señor de Nájara
+y al amigo del conde de Candespina. Todas estas, y otras reflexiones
+semejantes no menos embarazosas que desagradables, las iban haciendo
+entre sí los dos fugitivos, alejándose a paso largo de su prisión, y
+llevando por acompañamiento el ladrido de los perros, únicos vivientes
+que a tales horas andaban por las calles. Después de caminar así un
+cuarto de hora sin dirección marcada, dando vueltas por las calles
+de la ciudad, llegaron a una estrecha callejuela a espaldas de una
+iglesia; y pareciéndoles paraje seguro, se pararon en ella para tomar
+aliento y decidir qué era lo que debían hacer. Empezaron por despojarse
+de los vestidos de carceleros, ocultándolos entre un montón de piedras,
+y ponerse los de almogávares que con este intento habían sacado de
+la prisión; y después de haberse mutuamente propuesto y desechado
+varios planes como absurdos unos e impracticables todos, careciendo
+absolutamente de conocimiento del terreno y conexiones que pudieran
+auxiliarles, resolvieron ponerse en manos de la Providencia y aguardar
+que amaneciese, cosa que no estaba lejos, pues la noche se les había
+pasado con presteza en medio de sus sobresaltos y trabajos para ponerse
+en libertad.
+
+No tardó mucho en efecto en venir la aurora; cesó el monótono son de
+los ladridos de los perros, y empezaron a abrirse las puertas de las
+casas: pero no se veía salir de ellas al pacífico labrador dirigiendo
+tranquilamente su yunta, sino a caballeros armados de punta en blanco,
+seguidos de sus pajes y escuderos; a simples soldados cubiertos con
+el morrión, embrazado el escudo y al hombro la pica; y a poquísimos
+ciudadanos, que en el aire silencioso y abatido no mostraban el natural
+desembarazo de los que exentos de penas caminan en su propia ciudad.
+
+Todo esto lo observaban nuestros dos amigos con no poca sorpresa,
+admirándose al mismo tiempo de que nadie reparaba en su traje, que
+aunque no podía ser extraño en pueblo donde hubiese tropas aragonesas,
+era sin embargo por su naturaleza bastante a llamar la atención
+del vulgo; pero en esta parte cesó su asombro, viendo a poco que
+diferentes grupos de gentes vestidas como ellos, esto es, de verdaderos
+almogávares, atravesaban la ciudad en diferentes direcciones; y si no
+llevaban concierto marcial, porque en aquella tribu no se conocía, sin
+embargo, la hora, las armas, y el aire presuroso y afanado, parecían
+indicar que iban destinados a algún servicio militar.
+
+Los dos fugitivos resolvieron reunirse a uno de aquellos grupos y
+seguirlo, pues al cabo de este modo llamarían menos la atención, y
+acaso podrían encontrar medio de salir de la ciudad. Como cincuenta
+de aquellos salvajes pasarían en banda cuando acababan de formar
+Hernando y don Diego el proyecto dicho, y uniéndose a ellos sin vacilar
+siguieron su movimiento, sin que ninguno los mirase ni reparara en
+su aparición. Poco tardaron en verse en la muralla y puerta de la
+ciudad: la banda hizo alto; su jefe conferenció algunos momentos con un
+caballero que allí estaba, para recibir órdenes sin duda, y en seguida
+salieron todos al campo con no poca satisfacción de los dos castellanos.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO XI
+
+
+En tanto que pasaba en Soria lo que llevamos referido, ardía el
+campo de los caballeros castellanos en continuas discordias. La poca
+actividad de don Alfonso y la insurrección de Galicia, aumentando el
+número de los conjurados, inspiraron a sus jefes sobrada presunción
+y confianza. El orgullo aristocrático de cada uno de ellos hacía
+que todos en particular creyesen o que eran acreedores al supremo
+mando, o al menos que podían obrar libre e independientemente de
+toda autoridad. El conde de Candespina era sin duda la persona a
+quien con menos repugnancia obedecían, y tal vez la fuerza de la
+opinión pública, que le era extremadamente favorable, y sus numerosos
+vasallos y partidarios, hubieran bastado a asegurarle una dominación
+tranquila, si el destino no le hubiese suscitado un terrible rival en
+la persona del conde don Pedro de Lara. Envanecido este con los dones
+de la fortuna, su ilustre nacimiento y la seductora presencia de que
+la naturaleza le dotó, no podía sufrir la idea de que hubiera quien
+en nada le fuese superior; pero escaso de la energía necesaria para
+poder luchar a cara descubierta con don Gómez, objeto perpetuo de su
+envidia, no descuidó ninguno de cuantos ardides y astucias se hallaron
+a su alcance para perjudicarle en la opinión del ejército. Nada es más
+fácil desgraciadamente que poner en oposición al que obedece con el que
+manda: cuántas incomodidades y fatigas son anejas al ejercicio de las
+armas; cuántas privaciones lleva consigo la guerra; y hasta la misma
+lentitud que la fuerza de las circunstancias imprimía a las operaciones
+de aquella campaña, fueron atribuidas mañosamente por los ocultos
+emisarios del de Lara a incuria o impericia del supremo caudillo.
+
+El confuso y recatado murmurar del soldado, la taciturnidad de los
+oficiales subalternos, y la jactanciosa altanería de muchos de los
+caudillos, hicieron conocer a don Gómez que un genio enemigo de su
+dicha y de la independencia de Castilla se ocupaba en trastornar sus
+planes mejor combinados. La cólera y el dolor se disputaron la posesión
+de su alma por algún tiempo; mas venció al fin la prudencia auxiliada
+por el amor. Por el interés de la causa común y en beneficio de la
+reina, resolvió sacrificar sus resentimientos: reunió un consejo,
+manifestó en él las razones poderosas por las que no había juzgado
+prudente hacer más que bloquear a Soria, y añadiendo que le parecía
+harto pesada la carga del mando para llevarla solo, pidió que se le
+diese un colega que alternase en él; y suplicó, a pesar de saber
+los malos oficios que le debía, que este fuese el conde don Pedro
+de Lara. El consejo convino sin grandes dificultades en el nuevo
+nombramiento, y satisfecha por un momento la ambición del conde de
+Lara, pareció que las cosas volvían a tomar un aspecto más sereno.
+Los dos caudillos resolvieron de común acuerdo que cada uno de ellos
+tendría el mando durante ocho días, sirviendo este tiempo el otro como
+simple voluntario, para que de este modo pudiese haber más unidad en
+las operaciones. Llegado el turno del conde de Lara, deseoso de ganarse
+el amor de los soldados, y confiado en las pocas tropas que don Alfonso
+tenía en Soria, lo primero que hizo fue mandar mover el campo para
+estrechar el bloqueo y convertirlo según anunció en asedio, abandonando
+por consiguiente las primitivas posiciones en las montañas que don
+Gómez había tomado con el objeto de impedir la llegada de nuevos
+tercios enemigos; cosa harto fácil conservándose dueño de sus angostos
+desfiladeros, y casi imposible al contrario.
+
+Los soldados, prontos siempre a juzgar por las apariencias, aplaudieron
+con entusiasmo lo que ellos llamaban el valor de su nuevo general; y el
+conde don Gómez, fiel a su contrato, vio dolorosamente pero en silencio
+perderse en un instante todo el fruto de su paciencia y talento. Siguió
+empero la marcha del ejército; presenció como este se acampaba con
+menos precaución de la que hubiera podido emplearse si el enemigo se
+hallase a cien leguas; y previó la ruina completa de Castilla.
+
+Don Pedro Ansúrez, de quien no se dudará que tuviese espías en el
+campo castellano, oyó con el mayor placer la noticia de la división
+del mando entre los dos condes; pero su gozo llegó al colmo cuando
+supo el imprudente movimiento de don Pedro de Lara. Volvieron a
+renacer en su corazón las casi amortiguadas esperanzas del triunfo de
+los aragoneses; y una circunstancia tan imprevista como feliz, vino,
+por decirlo así, a sobrepujar sus más ardientes deseos. Hallábase una
+mañana ocupado en el examen de varios papeles relativos a asuntos del
+estado, envuelto en una especie de ropaje talar a manera de bata, de
+color escarlata ricamente bordada en oro, y cubierta la cabeza con
+un casquete del mismo color, cuando uno de sus criados se presentó
+diciéndole que uno de los hombres de armas que estaban de guarda en las
+puertas de la ciudad había venido a conducir a un castellano desertor
+del campo enemigo, quien absolutamente quería hablar con el conde en
+persona. Este, que no anhelaba otra cosa más que enterarse a fondo
+de lo que pasaba en los reales de los grandes de Castilla, mandó que
+entrase el prófugo sin demora, y se dispuso a emplear, para saber de
+la verdad, su conocida y admirable astucia. Pocos minutos tardó en
+hallarse el desertor en su presencia: era al parecer hombre de unos
+cuarenta años de edad, de recia y nervuda complexión, y a pesar de que
+en general su porte era grave y mesurado, se veía sin embargo en él
+cierta humildad que denotaba bien a las claras no ser su nacimiento de
+los más distinguidos; pero como quiera que sea, la tosca regularidad de
+sus facciones y la fría tranquilidad de sus miradas denotaban un alma
+intrépida y una conciencia tranquila, cosas bien opuestas a la justa
+nota de infamia que siempre ha llevado consigo el vil que abandona sus
+banderas. Todo esto lo observó el conde de Ansúrez en un instante: le
+miró atentamente con aquel aire escudriñador y altanero, propio del
+hombre constituido en alta dignidad con los que le son infinitamente
+inferiores: el castellano conservó su aire sumiso aunque no abatido,
+sufriendo con inalterable impavidez no solo aquella especie de examen
+preliminar, sino también el interrogatorio que le siguió inmediatamente.
+
+Como es de presumir, quien rompió primero el silencio fue el conde,
+diciendo así:
+
+—¿Quién sois?
+
+—Un castellano; mi nombre es Millán.
+
+—¿Érais soldado en el campo del conde de Candespina?
+
+—Sí, señor, su vasallo y criado años ha.
+
+—¡Santo cielo! —exclamó el conde pudiendo apenas contener su gozo—.
+¿Criado del conde de Candespina?
+
+—Sí, señor, lo he sido mucho tiempo...
+
+—¿Y cómo habéis dejado su servicio?
+
+—Me afrentó; juré vengarme, y lo cumpliré.
+
+—¿Os afrentó? ¿Él, el conde de Candespina, tan decantado por su
+justicia e imparcialidad? Algún motivo daríais para ello, hermano.
+
+—Ninguno, más que haber osado motejar su..., su traición al rey.
+
+—¿Y por eso solo os afrentó?
+
+—Por eso me mandó tratar como al más miserable de sus esclavos; por
+eso he jurado tomar venganza de él; y por eso he venido a buscar a
+Vueseñoría.
+
+—Norabuena; sosegaos que Dios mediante se lograrán vuestros deseos, y
+el traidor pagará su delito.
+
+—Amén: la traición debe sufrir su pena.
+
+—Así será. ¿Cuándo salisteis del campo?
+
+—Esta noche.
+
+—¿Quién mandaba en él?
+
+—El conde don Pedro de Lara.
+
+—¡Hola! ¿El galante, el afeminado don Pedro?
+
+—El mismo.
+
+—¿Y sabéis vos cuáles son sus proyectos?
+
+—Los soldados dicen que asaltar a Soria.
+
+—Loado sea Dios, que le faltan las fuerzas y le sobra la presunción.
+¿Ha dejado algún cuerpo de tropas en la entrada de los montes?
+
+—Ninguno.
+
+—No tiene el rey don Alfonso quien le sirva mejor que el bueno de don
+Pedro. ¿Y qué hace en tanto el conde de Candespina?
+
+—Andar errante como un aventurero.
+
+—Mucho le gustan a su señoría los lances extraordinarios.
+
+—Si Vueseñoría me auxilia, yo le prometo proporcionarle uno bien
+singular, y que podrá ser el último.
+
+—¿Cómo?
+
+—Trayéndole a Soria.
+
+—Mucho prometéis.
+
+—Más haré.
+
+—Lo veremos.
+
+Aquí suspendió el conde sus preguntas para entregarse al parecer a
+una profunda meditación: se levantó de la silla y empezó a pasearse
+lentamente por el aposento, parándose alguna vez para fijar la vista en
+el soldado, quien impasible como una estatua no movía pie ni mano, ni,
+como vulgarmente se dice, pestañeaba siquiera. Por fin, pasados algunos
+minutos, tomó el semblante de don Pedro aquella expresión positiva que
+denota haber decidido el camino que ha de seguirse en un asunto de
+grande importancia; y volviendo a tomar el hilo de la conversación,
+dijo a Millán:
+
+—Oídme, hermano, y haced bien vuestras cuentas: cualquiera que sea el
+motivo por el que hayáis abandonado el campo de los rebeldes y venido
+a uniros a los leales, vuestra suerte está asegurada si cumplís con la
+obligación de un buen soldado; contentaos pues con esto, o si persistís
+en la oferta de poner al traidor conde de Candespina en poder de su
+rey, mirad qué garantías me ofrecéis...
+
+—Mi cabeza responde si no salgo con la empresa.
+
+—Acepto la fianza, y os ofrezco una buena recompensa si la lográis.
+
+—Ver aquí al conde es la única que apetezco.
+
+—Sea: yo me encargo de que no tengáis de qué quejaros si llegare a
+venir. Pero veamos cómo pensáis poner en práctica el tal proyecto.
+
+—El conde, con un corto número de servidores, tiene su cuartel separado
+del resto del ejército los días en que, como ahora, no está a su cargo
+el mando; por la noche es extremada la vigilancia con que están los
+suyos, mas apenas amanece, la mayor parte se echan a dormir. Treinta
+hombres de armas guiados por mí podrían llegar hasta la misma tienda
+del conde sin ser vistos, y entonces...
+
+—Estáis entendido. Seguidme.
+
+Y diciendo así, salió del aposento y condujo a Millán a otro en lo
+más apartado de la casa, donde habiéndole hecho entrar lo cerró con
+llave. En seguida puso un criado de centinela a la puerta con las más
+estrechas órdenes para no permitir que ninguna persona se aproximara a
+hablar con el castellano, y volvió a su gabinete, al cual hizo llamar a
+diversas personas de las que en su servicio le merecían mayor confianza
+para darles las instrucciones que en adelante se verán.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO XII
+
+
+Extraordinario fue el movimiento que hubo en la posada del conde don
+Pedro Ansúrez desde la llegada de Millán: todos los servidores del
+privado tenían cada uno su particular comisión, sin que ninguno,
+empero, supiera el motivo y objeto de lo que se le encargaba: mas esto
+no era para ellos en ningún modo nuevo, pues casi siempre les sucedía
+lo mismo. Lo singular es que don Pedro no pusiera en conocimiento del
+rey una noticia de tanta importancia; pero su interés le aconsejaba
+tenerla oculta por dos razones: primera, que decirla antes de haber
+completamente ejecutado su designio era llamar mucho la atención hacia
+Millán, haciendo que sobre él recayese todo el mérito de ella; y la
+segunda, que en caso de frustrarse, siempre achacarían al conde no
+haber puesto de su parte todos los medios conducentes para el logro.
+
+Sirviéronse a Millán las comidas regulares en el aposento que le servía
+de cárcel, y ni él hizo la menor pregunta a los criados del conde,
+ni contestó más que por monosílabos a las que ellos se atrevieron a
+dirigirle. En vano el observador más perspicaz hubiera querido hallar
+la menor señal de agitación, temor ni remordimiento en el rostro
+del soldado: su frente despejada, su mirar sereno, y el sosegado
+comedimiento de todas sus acciones indicaban más bien el hombre
+honrado, pronto a correr un grave riesgo en defensa de la virtud,
+que al vil traidor, dispuesto a entregar en manos de sus más crueles
+enemigos a su natural señor. Don Pedro de Ansúrez, informado por sus
+criados de la tranquilidad de su prisionero, juzgó que nacía de las
+esperanzas que tenía de ver satisfecha su venganza; y se confirmó en la
+idea de llevar adelante aquella empresa. Vuelto a conducir Millán a la
+presencia del astuto conde, fue de nuevo interrogado por él sobre los
+mismos puntos poco más o menos que en su primera entrevista, pero de
+diferentes modos, contestando siempre lo mismo, sin que las sutilezas
+del de Ansúrez fueran poderosas a hacer que se contradijera en nada, ni
+se turbara un instante.
+
+—Bien —dijo el conde después de más de una hora de conversación—, bien:
+estoy satisfecho de que obráis de buena fe. Decidme ahora dónde está
+situado el cuartel de vuestro antiguo amo.
+
+—Ya he dicho a Vueseñoría, y lo repito, que yo conduciré a él a los que
+hayan de prenderle.
+
+—Pero decidme dónde.
+
+—No, señor.
+
+—¿Y por qué?
+
+—Porque eso sería renunciar a mi venganza.
+
+—No lo entiendo.
+
+—Quiero verle yo mismo caer en poder de sus enemigos; quiero
+presenciar su abatimiento; en una palabra, he jurado morir o traerle
+aquí por mi propia mano.
+
+—Norabuena. ¿Qué gente necesitáis?
+
+—Treinta hombres de armas.
+
+—Pocos me parecen.
+
+—Sobrados para una empresa como esta; y advierto a Vueseñoría que deben
+venir desmontados.
+
+—Sepamos la razón.
+
+—Porque el conde de Candespina ha situado sus pabellones en un paraje
+quebrado, donde no solo sería muy prolijo caminar a caballo, sino que
+es verdaderamente un imposible hacerlo sin ser descubiertos.
+
+—Aguardad: para mayor seguridad iréis todos disfrazados con un traje
+que encubriendo las armas os haga menos visibles.
+
+—Nada sería más conveniente.
+
+—Os vestiremos de almogávares: idos a descansar, que mañana con la
+voluntad de Dios saldréis de aquí antes de amanecer.
+
+—Y antes de medio día habréis visto al conde de Candespina.
+
+—¡Dios lo haga! Y lo demás dejadlo por mi cuenta.
+
+En efecto, a la mañana siguiente salió Millán a la cabeza de unos
+cincuenta hombres armados y cubiertos con traje de almogávares; pues
+el conde se obstinó en que no llevase menos de este número: pero la
+Providencia dispuso que aquel disfraz que hizo tomar a su gente el
+de Ansúrez para mejor logro de sus proyectos, sirviese únicamente
+para contrariarlos y favorecer la fuga de don Diego López y Hernando
+de Olea. Tan felices fueron estos, que acertaron a quebrantar su
+prisión precisamente la noche que precedió a la mañana señalada para
+la ejecución del pérfido proyecto del traidor Millán, y el grupo de
+supuestos almogávares a que hemos dicho se unieron, saliendo con él
+de la ciudad, era precisamente el de los hombres destinados a prender
+al conde de Candespina. Don Pedro Ansúrez había calculado muy bien
+que el traje de almogávares debía encubrir mejor el proyecto de los
+suyos; pues aunque aquellos montañeses formaban conocidamente parte
+del ejército aragonés, como solo se ocupaban en talar los campos e
+interceptar convoyes, sin atacar nunca a ningún cuerpo de tropas
+regulares, no podrían alarmar al campo castellano aunque fuesen vistos
+desde él.
+
+Como media legua andarían, siempre con el mayor silencio siguiendo a
+Millán, quien a la cabeza de ellos marchaba con notable desembarazo y
+visible contento; pero ya a esta distancia de Soria, y no hallándose
+aún bastante próximos al enemigo para recelar el ser oídos, creyeron
+los aragoneses que podían permitirse alguna más libertad, y se trabaron
+entre ellos algunas conversaciones, cuyo objeto, como es fácil de
+presumir, fue la empresa a que iban destinados. Grande fue la sorpresa
+de los dos caballeros fugitivos oyendo a los que suponían almogávares
+hablar tan claro el castellano, que no les pudo quedar duda ninguna de
+que no pertenecían a la tribu errante cuyo traje vestían.
+
+—Estos son aragoneses disfrazados y no almogávares —dijo Hernando al
+oído a su compañero.
+
+—Callad —le contestó este con voz tan baja que apenas se oía—, callad,
+por vida vuestra, si no tenéis ganas de volver a la prisión de Soria.
+
+Siguió Hernando tan saludable consejo, y le ayudó a no quebrantarlo
+el llamarle la atención lo que delante de él iban hablando, en voz
+inteligible aunque baja, dos aragoneses.
+
+—Es imposible —decía el uno— que haya hombre más afortunado que el tal
+don Pedro Ansúrez.
+
+—Todo se le viene a la mano —contestó el otro.
+
+—Y tanto; por dónde diablos se le ha antojado al conde de Candespina
+maltratar a un criado suyo para que este se pase a nosotros y nos lo
+ponga en las manos.
+
+—¿Conque ese Millán es su criado?
+
+—¿Pues qué, no lo sabías?
+
+—¡Millán traidor! —dijo Hernando a don Diego—. Apenas puedo creerlo.
+
+—Silencio y oigamos —replicó el señor de Nájara.
+
+—Lo que oyes —continuaba el aragonés.
+
+—Pues eso es venderlo como un Judas.
+
+—Lo mismo. A decir verdad es una villanía.
+
+—Ya se ve; pero el conde no repara en niñerías.
+
+—Con tal que logre su fin.
+
+—Por logrado: Millán conoce el terreno: llegamos a la tienda del de
+Candespina sin ser vistos...
+
+—Y lo despachamos al otro mundo.
+
+—Nada menos que eso. Viene a Soria con nosotros.
+
+—Muy enterado estás.
+
+—Cuando el conde daba a Millán las últimas instrucciones estaba yo
+presente, y por eso lo sé todo.
+
+Por este orden continuaron discurriendo sobre la materia, dejando a
+don Diego y a Hernando perfectamente enterados de la inicua trama del
+conde de Ansúrez y Millán contra el noble don Gómez. De cólera les
+hervía la sangre en las venas; pero como dos hombres casi inermes nada
+podían hacer contra cincuenta bien armados, hubieron de resolverse a
+aguardar el momento crítico para emplearse en salvar a su común amigo,
+o morir en la demanda. Llegados al pie de una pequeña colina, mandó
+Millán hacer alto para subir a su cima, dijo, a ver si había enemigos
+en campaña, como en efecto lo hizo; y no contentándose con examinar
+los alrededores, desde lo más alto del terreno, bajó algún tanto
+de la pendiente del lado opuesto al en que estaban los aragoneses,
+desapareciendo por un breve rato a su vista. Poco tardó en volver a
+mostrarse de nuevo sobre la altura, y haciendo seña con la mano, rompió
+la marcha la tropa; y en breves instantes se halló también en la cima
+de aquella colina, una de las que rodeaban un pequeño valle que al pie
+de ella se veía. Bajaron a él los aragoneses y siguieron marchando sin
+ningún concierto, pues Millán les anunció que aún les quedaba que andar
+bastante para llegar a su destino; pero no tardaron en arrepentirse
+de su negligencia, pues habiendo llegado poco más o menos al centro
+del valle, vieron salir de las gargantas de los pequeños montes que lo
+formaban diversos destacamentos de caballería que dirigiéndose sobre
+ellos a todo escape, los rodearon completamente antes de que pudieran
+volver en sí de su asombro, ni menos concertarse para la defensa.
+
+—Rendíos todos, o muertos sois —gritó un caballero, cuya voz era tan
+conocida como grata a los oídos de don Diego y Hernando—. Depónganse
+al momento las armas o a nadie se da cuartel —continuó el conde de
+Candespina, pues en efecto era él quien a la cabeza de un escuadrón de
+sus vasallos había sorprendido a los aragoneses.
+
+Fácil es de presumir que estos se sometieron sin replicar a su mala
+suerte, porque los castellanos les eran superiores en número, y ellos
+esperaban tan poco aquel ataque, que aún habiendo sido tantos como sus
+enemigos no hubieran osado resistirles.
+
+Todo esto fue obra de tan breves instantes que apenas dio tiempo a don
+Diego y a Hernando para que, arrojando al suelo los antifaces que les
+ocultaban el rostro, y atravesando con no vista precipitación la tropa
+de los consternados aragoneses, se presentasen al conde de Candespina,
+cuyo asombro fue indecible viéndolos en aquel punto y traje.
+
+—¡Hernando! ¡Don Diego! —exclamó—: ¿sois vosotros o estoy soñando?
+
+—No, conde, a Dios gracias, contestó Hernando corriendo a él y
+estrechándolo en sus brazos.
+
+—Nosotros somos, dijo don Diego sosegadamente teniéndole la mano; y a
+fe que buen susto hemos pasado por vos toda esta mañana.
+
+—¿Dónde está ese perro de Millán? —exclamó Hernando—: entregádmelo que
+yo haré justicia de él.
+
+—Sosegaos, Hernando: las apariencias os han engañado: nunca me ha sido
+Millán más fiel que ahora.
+
+—¿Conque por vuestra orden —dijo don Diego— ha ido a Soria?
+
+—Sí, don Diego, por mi orden.
+
+—¿Y es posible, don Gómez? —interrumpió Hernando.
+
+—Suspended el juicio y no condenéis precipitadamente a vuestro amigo.
+Tanto me repugna como a vos valerme de mañas y arterías, pero con el
+conde don Pedro Ansúrez la espada es inútil, y si supierais en qué pie
+están las cosas en nuestro propio campo...
+
+—Perdonad, conde, perdonad a vuestro amigo una indigna sospecha.
+
+—La dicha de teneros a mi lado, caballeros, me ha hecho olvidar lo
+principal: Millán ejecuta lo que ya sabes, y vos, don Diego y Hernando,
+venid conmigo y os enteraré de un arriesgado proyecto cuya ejecución
+tengo por cierta contando con tales auxiliares como vos.
+
+Dos soldados cedieron sus caballos a los dos caballeros, que montando
+en ellos y siguiendo a don Gómez hasta su tienda, que poco más allá
+del valle estaba, mudaron en ella de trajes y supieron del conde de
+Candespina cosas que el lector sabrá en los capítulos siguientes.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO XIII
+
+
+Volvamos por un momento a Soria. La noche de la fuga de los caballeros
+castellanos se pasó sin que los soldados que guardaban la prisión
+tuvieran de ella la menor sospecha. Los carceleros, imposibilitados
+de moverse ni gritar, no pudieron dar la alarma, y pasaron muchas
+horas en una verdadera agonía. Gran parte de la mañana siguiente se
+pasó del mismo modo, hasta que extrañando los soldados la falta de
+los carceleros a cuidar de sus presos, dieron parte de ella a su
+jefe, quien inmediatamente la puso en noticia del conde de Ansúrez; y
+este mandó a uno de los oficiales de su casa que fuera a reconocer la
+prisión. Así lo hizo, y después de haber registrado inútilmente todas
+las estancias de ella, para buscar las llaves del cuarto en que se
+suponía a don Diego y a Hernando, se decidió a forzar la puerta, y
+halló al castellano y al aragonés en el más lamentable estado. Tendidos
+en el suelo y atados de pies y manos, como se ha dicho, no podían hacer
+movimiento alguno; y a más, el paño con que a cada uno de ellos taparon
+la boca los prófugos, les embarazaba de tal modo la respiración que
+estaban como asfixiados, y si hubieran continuado así mucho tiempo, tal
+vez habrían perdido la vida; mas luego que pudieron respirar libremente
+recobraron el sentido e hicieron relación de su desgracia, adornándola,
+como es de costumbre, con todas cuantas circunstancias les parecieron
+más a propósito para excitar la compasión y disminuir la vergüenza de
+su vencimiento. El oficial del conde manifestó compadecerlos; pero no
+por eso dejó de conducirlos consigo a presencia de aquel, para que
+respondiesen a los cargos que tuviera por oportuno hacerles. Supo pues
+el conde de Ansúrez por boca de los mismos carceleros la fuga de los
+dos prisioneros que él estimaba en tanto, convenciéndole el demudado
+rostro de aquellos miserables, y la deposición del oficial de que
+estaban inocentes en tan desagradable acontecimiento. No es difícil
+figurarse que don Pedro vio con pesadumbre frustrarse las esperanzas
+que tenía de que un día pudieran serle útiles los dos caballeros en su
+poder; pero también es cierto que la idea de ser en breve dueño del
+caudillo y sostén del partido de la reina contribuyó no poco a mitigar
+su pena. Ordenó, empero, que se practicasen las más vivas diligencias
+para buscar en Soria a los dos fugitivos; pues en cuanto a que hubiesen
+salido de ella no lo temía, estando prevenido que nadie pudiera hacerlo
+sin un pase firmado de su propia mano. Inmediatamente se pusieron en
+campaña una multitud de aquellos hombres que en todas épocas y estados
+hay, ha habido y habrá, que tal vez son necesarios y útiles, mas que
+siempre llevan consigo una odiosidad inseparable de los servicios a
+que se les destina: es decir, que gran número de espías del conde don
+Pedro Ansúrez tomaron a su cargo averiguar el paradero de don Diego
+y Hernando, cosa que no podían lograr, porque cuando empezaron sus
+pesquisas ya los dos fugitivos estaban en salvo.
+
+Esta circunstancia aumentó notablemente la inquietud con que don Pedro
+Ansúrez esperaba el regreso de Millán trayéndole prisionero al conde de
+Candespina, a quien contaba presentar en triunfo al rey, prometiéndose
+por ello no pocas mercedes. Hubiera dado todo el oro del mundo porque
+el tiempo apresurase su movimiento, apenas perceptible para él
+entonces; y era tal su impaciencia que estaba en el caso de aplicarle
+aquellos versos de Meléndez que dicen:
+
+ Los días, que confiado
+ quieres hora apresurar,
+ un tiempo te ha de pesar
+ que hayan tan presto llegado.
+
+Mas como quiera que sea, lo cierto es que pasó en una ansiedad
+inexplicable algunas horas, hasta que poco después de medio día se
+presentó un criado anunciando que desde la muralla se descubría como
+regresaba a Soria la tropa que había salido aquella mañana de la ciudad.
+
+—Vuelve corriendo a la puerta para que de ningún modo sean detenidos en
+ella; que vengan aquí sin pararse en parte alguna; y, sobre todo, que
+no se separe de la tropa ningún individuo. Todos sin excepción han de
+venir a mi presencia. Marcha; vuela.
+
+Esto dijo el conde a su criado, quien partió como un rayo a poner
+sus órdenes en ejecución. Como media hora después se oyó un confuso
+rumor de armas en el zaguán de la casa, y subieron apresuradamente
+la escalera con Millán, un hombre armado de punta en blanco, mas sin
+espada ni otra arma ofensiva, que parecía venir preso, pues iba siempre
+seguido de dos almogávares que no se separaban un punto de él, y otros
+cuatro o cinco también almogávares. Apenas se sintieron los pasos en
+el salón, cuando entreabriendo el conde la puerta de su gabinete, el
+primer objeto que hirió su vista fue el armado caballero que hemos
+dicho, cuyo rostro no le permitió descubrir la visera del yelmo que
+llevaba calada; y pudiendo apenas hablar con el sobresalto, preguntó:
+
+—Millán, ¿es él?
+
+—Sí, señor: he cumplido mi palabra; el conde de Candespina está en
+vuestra presencia.
+
+Estas últimas palabras las dijo ya Millán en el gabinete de don Pedro
+Ansúrez, en el cual entraron también cuantos le seguían. Inmediatamente
+uno de ellos cerró la puerta; dos, sacando los puñales, asieron al
+conde Ansúrez de ambos brazos, y poniéndole las puntas en el pecho le
+intimaron el silencio pena de la vida; y el caballero armado alzándose
+la visera dejó ver las nobles facciones del conde de Candespina.
+
+—Traidores —fue la única palabra que pudo articular don Pedro Ansúrez.
+
+—Aquí no hay ninguno más que tú —le replicó Hernando, que era uno de
+los supuestos almogávares que custodiaban al conde.
+
+—Basta, Hernando: recordad vuestras promesas de prudencia. Conde don
+Pedro, el cielo es justo en sus decretos; los malos podrán triunfar un
+momento, pero tarde o temprano llega el día en que le dan cuenta de sus
+culpas: vuestra hora ha llegado tal vez. Preparábais un suplicio a un
+hombre sin más delito que el de amar a su patria; y habéis caído en su
+poder. Un solo medio os queda para salvaros, aceptadlo o resolveos a
+morir.
+
+—¿Qué se exige de mí? —dijo el de Ansúrez, más muerto que vivo.
+
+—Que pongáis a la reina en nuestras manos.
+
+—Y a doña Leonor de Guzmán —añadió Hernando.
+
+—Pedís un imposible, contestó el conde don Pedro: la reina se halla
+ahora en su palacio en poder del rey su esposo, y doña Leonor en un
+convento en reclusión...
+
+—El tiempo vuela, caballeros —dijo rompiendo el silencio por primera
+vez don Diego López; el tiempo vuela y los instantes nos son preciosos.
+
+—Sobrada razón tenéis: omitamos inútiles digresiones: vais a
+conducirnos, conde de Ansúrez, a presencia de Su Alteza.
+
+—¿Yo, don Gómez?... ¿Yo? ¿Y cómo puedo...?
+
+—Vos podéis y lo haréis, o de no, vais a la eternidad antes de dos
+minutos. Jurad por los Santos Evangelios que ni con palabra, ni
+con gesto, ni con seña, ni por escrito, haréis acción que pueda
+descubrirnos, y vamos a seguiros al cuarto de la reina don Diego,
+Hernando y yo.
+
+—Pero conde...
+
+—¿Juráis o no?
+
+Esta pregunta del conde fue acompañada con un gesto de Hernando tan
+significativo, que pareció decidir la perplejidad del conde, quien juró
+cuando le dijeron que jurase. Hiciéronle entender a mayor abundamiento,
+y para más garantía del cumplimiento de su promesa, que perdería la
+vida en el momento en que ni remotamente diese motivo a sospechar que
+iba a faltar a ella.
+
+El lector sin duda habrá comprendido, que viendo el conde de Candespina
+el mal aspecto que presentaban las cosas en su campo, en razón de la
+discordia que en él reinaba, conoció que el único medio para salir con
+su empresa adelante, era intentar alguna otra expedición no menos
+aventurada y peligrosa que la de Castellar; y el conocimiento que del
+carácter de don Pedro Ansúrez tenía fue el que le hizo concebir el
+proyecto de enviar a Millán a Soria, a proponerle poner su persona en
+manos del rey de Aragón; y envolviéndole en sus propias redes obligarle
+a contribuir a que la reina recobrase su libertad. Surtió en efecto
+este expediente, como hemos visto, todo el buen éxito que de él podía
+esperarse, hasta el momento en que, ya resuelto el conde, prestó su
+juramento y se trató de marchar a palacio. El conde de Candespina
+para no ser conocido tenía bastante con bajarse la visera, y don
+Diego y Hernando venían a prevención armados debajo del vestido de
+almogávares: Millán, que reputado por desertor del campo castellano,
+podía presentarse sin recelo, salió a traer dos celadas que de parte
+del conde de Ansúrez pidió a sus criados, y encubiertos ya los tres,
+salieron con él hacia palacio, en tanto que el criado de don Gómez con
+el resto de la tropa marchó a esperar el resultado en la misma puerta
+de la ciudad, por donde acababan de entrar.
+
+[Ilustración]
+
+
+
+
+CAPÍTULO XIV
+
+
+En medio de la temeridad que bajo cierto aspecto aparecía en toda la
+conducta de don Gómez y sus amigos en este asunto, es preciso confesar
+sin embargo que el conde de Candespina supo aprovecharse con extremada
+sagacidad aun de las mismas circunstancias que más contrarias podían
+serle. ¿Quién, en efecto, viendo a don Pedro Ansúrez caminar por
+las calles de Soria con dirección al alojamiento del rey de Aragón,
+acompañado por tres hombres completamente armados, cuyo reposado
+continente y gravedad en la marcha no descubría la menor agitación;
+quién, decimos, hubiera podido figurarse que el mayordomo mayor de la
+reina iba allí prisionero en poder de sus mayores enemigos? ¿A quién se
+le podría ocurrir que aquellos tres guerreros fuesen nada menos que el
+mismo conde de Candespina y sus dos más íntimos amigos? Sin duda que a
+nadie; y el mismo don Pedro podía apenas persuadirse de que no fuera un
+sueño lo que por él estaba pasando. Todas estas consideraciones, tan
+naturales y de tanto peso en el ánimo de un hombre incapaz de conocer
+el miedo, alentaron sobremanera al conde de Candespina; mas no por eso
+dejó de tomar todas aquellas precauciones que estuvieron a su alcance:
+tales como las de hacer que Millán fuese con los cincuenta hombres
+disfrazados que a Soria le habían seguido, a situarse en la puerta de
+ella, de modo que siempre le quedara aquella salida; y emboscar un
+razonable escuadrón a tan corta distancia de la ciudad que a la primera
+señal podía hallarse al pie de sus muros: y dejando el resto en manos
+de su buena suerte, obraba en medio de sus enemigos tan sosegadamente,
+o acaso más que hubiera podido hacerlo en sus propios reales.
+
+Llegados a la casa que habitaban los reyes, ninguna dificultad
+encontraron para introducirse en la cámara de la reina, pues su entrada
+no podía menos de estar franca en las horas regulares a don Pedro
+Ansúrez, cuya dignidad de mayordomo mayor era en aquellos tiempos
+como en los actuales la más alta y considerada de las de la real
+servidumbre. El estado de sitio en que entonces se hallaba Soria dio
+lugar a que no se extrañasen en ningún modo las férreas figuras que
+seguían a don Pedro Ansúrez, del mismo modo que al cuerpo la sombra:
+los cortesanos que circulaban por los salones del alcázar se inclinaban
+profundamente al pasar por delante de ellos el privado, quien, habiendo
+tenido algún tiempo para serenarse, empezaba a recobrar, a pesar de lo
+crítico de su posición, aquel aire de importancia que ya le era casi
+natural. Don Gómez no podía menos de sonreírse del singular contraste
+que aquellas demostraciones de respeto hacían con la verdadera y
+precaria situación del conde de Ansúrez; Hernando se contenía con
+dificultad para no descargar una lluvia de tajos y mandobles sobre la
+afeminada chusma de los palaciegos; y don Diego López iba pensando
+entre sí cómo saldrían del lance en caso de ser conocidos antes de
+salir de la ciudad. Penetraron pues, como hemos dicho, sin encontrar
+obstáculo hasta las puertas de la estancia misma en que estaba doña
+Urraca; y allí don Pedro hizo que una dama de la servidumbre anunciase
+según costumbre a la reina que su mayordomo deseaba hablarla: entró la
+dama y a poco rato volvió a salir diciendo, que hallándose Su Alteza
+indispuesta, no se había aún levantado de la cama, ni pensaba hacerlo
+en todo aquel día: y que por lo mismo dejaba para el siguiente recibir
+a su mayordomo. No era esta la primera vez que la reina obraba así,
+antes por el contrario acostumbraba a hacerlo con mucha frecuencia;
+pues siéndole odiosa la vista de cuantos la rodeaban, y mucho más
+que la de ninguna otra persona la de su antiguo ayo, se valía del
+expediente de fingirse enferma para poder a lo menos deplorar a sus
+solas la crueldad de su destino.
+
+—Ya lo oís, señores —dijo don Pedro volviéndose a sus tres
+acompañantes—, me es imposible complaceros.
+
+—Insistid —le contestó el conde en voz muy baja, pero con firmeza.
+
+—Hemos de entrar —añadió Hernando—, hemos de entrar o...
+
+—Basta, por san Pedro —le interrumpió don Diego—; ved el paraje en que
+estamos.
+
+—Caballeros... —volvió a decir el de Ansúrez.
+
+—Insistid, os digo por última vez, o temblad —replicó ya ardiendo en
+cólera don Gómez.
+
+No había recurso para don Pedro; estaba enteramente a merced de los
+enemigos, y hubo por lo mismo de obedecerles.
+
+—Decid a la reina, mi señora, que el asunto de que tengo que hablarla
+es de tal importancia que no sufre demora, y que la suplico que se
+digne recibirme inmediatamente.
+
+Ejecutó la dama este nuevo mandato, y trajo sin tardanza la orden de la
+reina para que entrase el mayordomo, lo que se ejecutó inmediatamente,
+siguiéndole los tres caballeros.
+
+Doña Urraca estaba en efecto en el lecho, y su hermosura parecía mayor
+en medio del estudiado desaliño en que se hallaba. Ondeaba libre el
+cabello sobre la espalda, que apenas cubría un delgado cendal, y al
+incorporarse, cuando vio entrar al conde, dejó ver un talle que hubiera
+podido dar envidia a la misma diosa de la hermosura; el enojo por la
+demasía del mayordomo en empeñarse en verla contra su expresa voluntad,
+había encendido el color del rostro, pálido otras veces a causa de
+sus continuados disgustos; y, en una palabra, la figura de la reina de
+Castilla era en el momento de que hablamos la más seductora que puede
+imaginarse.
+
+—¿Hasta dónde piensa el conde Ansúrez llevar el desacato y la injuria?
+—exclamó furiosa doña Urraca al entrar en su cuarto el mayordomo.
+
+—Crea Vuestra Alteza, señora, que bien a mi pesar...
+
+No pudo decir más, porque dentro ya de la estancia los tres
+castellanos, cerró Hernando inmediatamente la puerta, y sacando la
+espada se puso a ella de centinela sin proferir una palabra: la reina
+que vio aquella acción, y que ignoraba quiénes eran los que delante
+tenía, se horrorizó creyendo que semejante precaución no podía
+tener más objeto que el de llevarla presa, o tal vez el de atentar
+a su existencia; pues era tal la prevención odiosa con que miraba
+a su marido que le hacía la injuria de creerle capaz de acciones
+enteramente ajenas del ánimo de Alfonso el Batallador. Como quiera
+que fuese, lo cierto es que doña Urraca se asustó sobremanera, e
+interrumpió al conde en su discurso diciéndole con voz amortiguada:
+
+—Traidor: ¿qué intentas?
+
+—Sus intentos son vanos —contestó el conde de Candespina alzándose la
+visera—; deponga Vuestra Alteza todo temor.
+
+—¡Dios de bondad! ¿Vos en Soria, conde?
+
+—Sí, señora; mientras haya en mis venas una gota de sangre se
+consagrará al servicio de mi reina.
+
+—Lo que importa —dijo el prudente don Diego— es que Su Alteza se vista
+y salgamos pronto de aquí.
+
+—¿Dónde vamos?
+
+—Al campo de Castilla, señora; no pierda Vuestra Alteza tiempo.
+
+Vistiose la reina lo mejor y más de prisa que pudo, con no poco
+embarazo por verse precisada a hacerlo delante de aquellos caballeros;
+pero ellos con la debida discreción le volvieron la espalda en tanto
+que lo hacía, prefiriendo justamente cometer tal descortesía a ofender
+con sus miradas el pudor de su soberana. Aprovechando este intervalo se
+aproximó Hernando al conde de Ansúrez que, sumido en las más amargas
+reflexiones, parecía haberse convertido en fría estatua de mármol; tal
+era la estupidez con que miraba la escena que la fuerza le obligaba a
+presenciar, y asiéndole con no mucha afabilidad por un brazo, le dijo
+en voz que solo de él pudo ser oída:
+
+—¿Dónde está doña Leonor de Guzmán?
+
+—Ya he dicho que en un convento por orden del rey.
+
+—¿En qué convento?
+
+—En el de ***.
+
+—¿Está muy lejos de aquí?
+
+—No.
+
+—Poned una orden por escrito para que la abadesa la deje salir
+inmediatamente.
+
+—¡Una orden...!
+
+—Sin réplica.
+
+—¡Cómo abusáis de mi situación!
+
+—Si no estuvieras en ella ya hubieras probado el hierro de la lanza de
+Hernando de Olea. La orden al momento; aquí hay recado de escribir,
+ponla.
+
+—Sea.
+
+Hizo el de Ansúrez lo que Hernando le mandaba; mas, temeroso este de
+que el conde le hubiese engañado, poniéndole en vez de la orden que
+pedía algún documento como la carta de Urías, y no sabiendo leer, cosa
+muy común en aquellos tiempos en todas las clases de la sociedad, y
+particularmente en la nobleza, cuyo exclusivo ejercicio era el de las
+armas, se dirigió a su amigo don Gómez, quien leyó el papel y vio que
+en efecto era una orden en toda forma; mas preocupado con su principal
+idea, que era la de salvar a la reina, no volvió a pensar en tal papel
+luego que se lo hubo devuelto al de Olea.
+
+Es de advertir que a pocos instantes de estar en la estancia de la
+reina los caballeros castellanos, hizo el conde de Candespina que el de
+Ansúrez mandase desde la puerta a la dama que estaba de guardia en la
+antecámara que diese las órdenes convenientes para que lo más pronto
+posible se pusiese una litera para Su Alteza: obedeció la dama, y casi
+en el mismo instante en que doña Urraca acababa de vestirse anunciaron
+que estaba pronta la litera. La reina se cubrió con un manto negro, y
+salió llevando a su derecha a su mayordomo, a la izquierda al conde de
+Candespina, y detrás a don Diego y Hernando. La presencia del conde de
+Ansúrez alejaba todo género de sospecha, pues acostumbrados todos en
+Soria a mirarle como el favorito del rey, y a manera de gobernador de
+la reina, respetaban sus acciones, aun aquellas que salían del orden
+regular, como se veneran los arcanos de la Providencia; por lo mismo,
+aunque algunos cortesanos vieron salir a la reina con tan poco aparato,
+y en hora desusada, no lo extrañaron, o al menos si lo extrañaron
+guardaron silencio, pensando que se haría con acuerdo del rey.
+
+El hecho es que salieron con la mayor felicidad del alcázar, entrando
+la reina en su litera y siguiéndola los mismos individuos. Apenas
+estaban en la calle, cuando el de Olea se dirigió de nuevo al conde de
+Ansúrez para preguntarle si una iglesia, que no tardaron en ver, era
+el convento en que se hallaba Leonor, y habiéndole respondido que sí,
+sin esperar a más se dirigió a él apresuradamente. Se informó en la
+portería, en la cual le confirmaron en la verdad de lo que el conde
+Ansúrez le había dicho; y habiendo hecho anunciar a la abadesa que se
+la buscaba de parte de este, bajó inmediatamente la buena religiosa,
+y vista la firma del conde no puso la menor dificultad en entregar a
+doña Leonor, a quien inmediatamente fue a buscar. La premura con que
+Hernando dijo a la abadesa que debía presentarse al conde aquella dama
+fue tal, que apenas la dio tiempo para ponerse un manto y bajar.
+¿Quién podría explicar la alegría de Hernando, cuando abriéndose las
+puertas se presentó a su vista el objeto de todos sus pensamientos? No
+será mi pluma la que lo intente; para el que haya amado una vez toda
+explicación sobra, y para el que no, sería inútil. Así que Hernando
+creyó que ya las religiosas que habían salido a acompañar a doña Leonor
+no podrían oírle, se inclinó a ella y le dijo:
+
+—Estáis en poder de un amigo; guiadme a las puertas de la ciudad y
+seréis libre.
+
+—¡Será posible...! Es la voz que oigo...
+
+—De Hernando de Olea.
+
+—¿Y os habéis expuesto por mí...?
+
+—A nada: dejemos eso. ¿Sabéis el camino a la puerta por donde se entra
+viniendo de Castilla?
+
+—Sí, que no es esta la primera vez que he estado en Soria.
+
+—Pues guiad y volemos, que temo que hemos de llegar demasiado tarde.
+
+Y en efecto caminaron con tanta presteza que apenas sentaban el pie en
+el suelo. Ya en esto la litera con los que la seguían había llegado a
+la puerta de la ciudad, y en ella echó de menos el conde de Candespina
+a su amigo Hernando. Recordando entonces el papel que le había dado
+a leer en la cámara de la reina, se hizo cargo de que habría ido a
+buscar a doña Leonor, y temió que tal imprudencia le costase cara.
+Muy sensible le era tener que abandonar a su amigo en tan peligroso
+trance; pero la menor detención podía frustrar su ya casi conseguido
+y principal designio de sacar de Soria a doña Urraca, y por lo mismo,
+después de algunos instantes de meditación, se decidió a sacrificarlo
+todo al interés de la reina.
+
+A la orden personal de don Pedro Ansúrez se abrieron las puertas, y él
+mismo se vio obligado a salir con la reina: Millán sin embargo se quedó
+con parte de la escolta en la puerta para esperar a Hernando, quien
+llegó como un cuarto de hora después con doña Leonor.
+
+—¿Y la litera dónde está? —fue su primera pregunta.
+
+—Se ha marchado —respondió Millán—; pero el conde don Pedro ha dejado
+orden para que se os facilite un caballo de uno de los soldados de la
+guardia que ya está pronto.
+
+La verdad era que el conde de Candespina le había prevenido a Millán
+que dispusiese el caballo, y este fiel criado lo ejecutó puntualmente.
+Montó pues Hernando, puso a Leonor a las ancas, y se alejó a todo
+galope de los muros de Soria; y a poco siguió Millán con el resto de
+la tropa, dejando a los que guardaban las puertas atónitos de lo que
+veían, pero muy lejos de comprender la causa.
+
+
+FIN DEL TOMO PRIMERO.
+
+
+
+
+ERRATAS
+
+
+TOMO 1.º
+
+ _Pág._ _Lín._ _Dice_ _Léase_
+
+ 31. 19. bajo, a cuya bajo cuya
+ 45. 9. prenderla prendedla
+ 87. 17. hacheros arqueros
+ 87. 19. Las rivalidades La rivalidad
+ 93. 20. hallará hallara
+ 107. 11. en él en ella
+ 113. 13. los les
+ 129. 5. digo, digo;
+ 145. 3. acumulaban acumulaba
+ 148. 19. tenían: tenían,
+
+
+
+*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 75133 ***
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+ El conde de Candespina (1 de 2) | Project Gutenberg
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+<div style='text-align:center'>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 75133 ***</div>
+<div class="formato">
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+<div class="front">
+ <hr class="full">
+ <p class="rol">Índice:</p>
+ <p class="txt">
+ <a href="#Ch1">I</a>,&nbsp;
+ <a href="#Ch2">II</a>,&nbsp;
+ <a href="#Ch3">III</a>,&nbsp;
+ <a href="#Ch4">IV</a>,&nbsp;
+ <a href="#Ch5">V</a>,&nbsp;
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+ <a href="#Ch11">XI</a>,&nbsp;
+ <a href="#Ch12">XII</a>,&nbsp;
+ <a href="#Ch13">XIII</a>,&nbsp;
+ <a href="#Ch14">XIV</a>,&nbsp;
+ <a href="#Err">Erratas</a>.
+ </p>
+ <h1 class="faux">El conde de Candespina (1 de 2)</h1>
+</div>
+
+<div class="transnote" id="tnote">
+ <p class="tnotetit">Nota de transcripción</p>
+ <ul>
+ <li>Los errores de imprenta han sido corregidos.</li>
+
+ <li>La ortografía del texto original ha sido modernizada de acuerdo con
+ las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española.</li>
+
+ <li>También ha sido modernizada la puntuación, la grafía de los nombres
+ propios de personas y lugares, y los laísmos y leísmos.</li>
+
+ <li>Para facilitar la lectura, algunos pronombres enclíticos han sido
+ separados de los verbos a los que acompañan.</li>
+
+ <li>Las abreviaturas han sido expandidas y la presentación de los
+ diálogos se ha adaptado a los modernos usos ortotipográficos,
+ utilizando párrafos distintos para cada interviniente y aislando
+ entre rayas los comentarios del narrador.</li>
+
+ <li>El contenido de la <a href="#Err">fe de erratas</a>, situada al final
+ del libro, ha sido incoporado al texto.</li>
+
+ <li>En esta novela, el autor llama Alfonso VII al padre de la reina
+ doña Urraca, pero los historiadores consideran que el padre de esta
+ reina fue Alfonso VI, siendo Alfonso VII el hijo, y no el padre de
+ doña Urraca.</li>
+ </ul>
+</div>
+
+
+<div class="screenonly x-ebookmaker-drop">
+ <hr class="chap">
+ <figure class="figcenter">
+ <img class="thin"
+ style="width: 22em; height: auto;"
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+ alt="Cubierta del libro">
+ </figure>
+</div>
+
+
+<div class="tit pt6">
+ <hr class="chap">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_i">p. <span class="asc">i</span></span></p>
+ <p class="fs130 lh200 g1 ws1">EL CONDE</p>
+ <p class="smaller lh200 g1">de</p>
+ <p class="fs150 lh200 g1">CANDESPINA</p>
+ <p class="lh200">—</p>
+ <p class="lh200 g1 ws1">TOMO PRIMERO</p>
+ <hr class="chap">
+</div>
+
+
+<div class="tit">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_iii">p. <span class="asc">iii</span></span></p>
+ <p class="fs175 lh150 g1 ws1">EL CONDE</p>
+ <p class="lh150 g1">de</p>
+ <p class="fs250 lh150 g1">CANDESPINA</p>
+ <p class="lh150 g0 ws1">novela histórica original</p>
+ <p class="smaller lh150 g2 mt15">POR</p>
+ <p class="fs175 lh150 ws1 mt05"><i>Don Patricio de la Escosura</i></p>
+ <p class="smaller lh150 g0 ws1">Alférez del Escuadrón de Artillería<br> de la Guardia Real</p>
+
+ <div class="figcenter mt3">
+ <img src="images/logo.jpg"
+ style="width: 6em; height: auto;"
+ alt="Logotipo del editor">
+ </div>
+
+ <p class="sc g0 mt3">MADRID y SEPTIEMBRE:</p>
+ <p class="ws1"><span class="sc">Imprenta, calle del Amor de Dios</span>, n.º 14.</p>
+ <p class="fs120 negr">—</p>
+ <p class="fs110 g1 negr">1832</p>
+</div>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt6">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_iv">p. <span class="asc">iv</span></span></p>
+ <div class="poetry-container">
+ <div class="poetry">
+ <div class="stanza">
+ <div class="verse indent0"><i>¿Por qué de Roma tu ofuscada mente</i></div>
+ <div class="verse indent0"><i>Hazañas busca en la remota historia?</i></div>
+ <div class="verse indent0"><i>¿Para asombrar a la futura gente</i></div>
+ <div class="verse indent0"><i>No basta acaso la española gloria?</i></div>
+ <div class="verse indent0"><i>Cuando virtud y honor tu lira intente</i></div>
+ <div class="verse indent0"><i>Eternizar del mundo en la memoria,</i></div>
+ <div class="verse indent0"><i>Los campos corre de la madre España,</i></div>
+ <div class="verse indent0"><i>Y cada monte te dirá una hazaña.</i></div>
+ </div>
+ </div>
+ </div>
+ <p class="smaller dcha">(Don Ventura de la Vega, canto al Rey Nuestro Señor).</p>
+</div>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch1">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p>
+ <p class="centra fs175 g1"><span class="smaller">EL CONDE</span><br>
+ <span class="fs60">DE</span><br>CANDESPINA</p>
+ <hr class="tir">
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO PRIMERO</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">I</span><span
+class="rest">luminaba</span> la luna las altas torres del castillo de
+Castellar, situado a corta distancia de Zaragoza, una apacible noche de
+las más templadas del mes de junio; solo un centinela interrumpía, con
+el ruido de sus pasos y el crujir de las armas, el profundo silencio
+que reinaba en torno de la fortaleza, en tanto que el alcaide y la
+guarnición reposaban descuidados, pues no era de temer en el corazón
+del reino un ataque imprevisto.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_2">p. 2</span></p>
+
+<p>Así lo pensaba también, sin duda, la ilustre cautiva que en él se
+encerraba entonces; y la siguiente conversación nos hará juzgar del
+desaliento y dolor a que se había entregado.</p>
+
+<p>—Déjame, Leonor; déjame llorar: en esto solo encuentro alivio.</p>
+
+<p>—¿Alivio, señora? Vuestra Alteza destruye su salud.</p>
+
+<p>—¿Y qué me importa la salud ni la vida? ¿Para qué las quiero, si he
+de pasar mis días en este miserable encierro?</p>
+
+<p>—No lo permita su Divina Majestad. Su Santísima Madre nos protegerá.
+Yo a lo menos así se lo ruego en todas mis oraciones.</p>
+
+<p>—Y yo le tengo ofrecido un candelero de oro macizo al Santo Apóstol,
+patrón de España, si se digna alcanzar por sus méritos que yo vuelva a
+mis reinos.</p>
+
+<p>—Y volverá Vuestra Alteza, señora. El corazón me dice que no hemos
+de tardar en ver a León.</p>
+
+<p>—¡A León!... ¿A León, Leonor? ¡Pluguiera a Dios! Pero no lo creo.</p>
+
+<p>—Vuestra Alteza pierde el ánimo,<span class="pagenum"
+id="Page_3">p. 3</span> señora, y olvida que sus leales castellanos
+viven...</p>
+
+<p>—¿Leales los castellanos? ¡Traidores! Abandonan a su reina y natural
+señora para entregarse a mi marido, mejor diré a mi tirano.</p>
+
+<p>—Aún hay castellanos que aborrecen a Alfonso...</p>
+
+<p>—¡Cobardes! Y ¿por qué no desnudan el acero?</p>
+
+<p>—No es tarde, señora.</p>
+
+<p>—¿No es tarde, y yo estoy cautiva? Leonor, tú has nacido para ser
+esclava.</p>
+
+<p>—Perdóneme Vuestra Alteza, señora, pero no puedo resolverme a creer
+que no haya uno entre tantos como hacían alarde de adorar a su reina
+como a tal, y como a la más cumplida dama...</p>
+
+<p>—Leonor, me adulas.</p>
+
+<p>—Vuestra Alteza sabe mejor que yo que no es lisonja lo que digo,
+y que los encantos de su persona han hecho acaso más vasallos que su
+poder.</p>
+
+<p>—Verdad es que dicen que ha querido Nuestro Señor poner en mí algo
+de eso que llaman belleza; pero tú exageras la causa y los efectos.</p>
+
+<p>—¡Ah,<span class="pagenum" id="Page_4">p. 4</span> señora, si
+estuviera aquí un caballero de Castilla, qué bien respondería!</p>
+
+<p>—¿Un caballero de Castilla...? No sé de quién hablas.</p>
+
+<p>—Del más galán, del más valiente, y también del más enamorado.</p>
+
+<p>—Bien lo encareces, Leonor. ¿Eres su dama?</p>
+
+<p>—¿Yo, señora? No merezco tanta honra. El campeón de quien hablo ha
+elevado sus pensamientos a más alto lugar.</p>
+
+<p>—¿Más alto que una ricahembra de Castilla?</p>
+
+<p>—Sí, señora; y si Vuestra Alteza me permite nombrarle cesará su
+sorpresa.</p>
+
+<p>—No solo te lo permito sino que te lo mando.</p>
+
+<p>—Es don Gómez.</p>
+
+<p>—¿El conde de Candespina?</p>
+
+<p>—El mismo.</p>
+
+<p>—¡Ah!</p>
+
+<p>Aquí siguió una breve pausa; la camarera, que tal era el empleo de
+doña Leonor de Guzmán, o no supo que añadir, o lo que es más probable,
+no se atrevió a darse por entendida en cuanto a la significación del
+suspiro con que la reina de Castilla doña Urraca había terminado la
+conversación,<span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span> ni quiso
+interrumpir las reflexiones a que parecía entregarse su señora.
+Nosotros, imitando la discreción de aquella dama, dejaremos por un
+momento a la real prisionera meditar sobre su desagradable posición,
+y aprovecharemos este intervalo enterando a nuestros lectores de lo
+que indispensablemente necesitan saber para hacerse cargo de los
+acontecimientos que van a ocuparnos.</p>
+
+<p>Después de un largo reinado, en el transcurso del cual estuvo
+casado diferentes veces, don Alfonso VII de Castilla tuvo la desgracia
+de perder, en la batalla de Uclés contra los almorávides, al único
+hijo varón que de todos sus matrimonios le quedaba. Murieron con
+este príncipe las esperanzas de su padre, y en el corazón de los
+grandes de Castilla nació el temor de verse sometidos a una dominación
+extranjera si se casase con un príncipe de fuera del reino la infanta
+doña Urraca,<span class="pagenum" id="Page_6">p. 6</span> heredera
+del trono, hija de don Alfonso y viuda de don Ramón de Tolosa, conde
+de Galicia, de quien tuvo un hijo llamado como su abuelo. La memoria
+de la última guerra civil estaba grabada de tal modo en todos los
+corazones, y eran tan recientes las heridas del estado, que pecheros,
+prelados y grandes resolvieron sacrificar sus particulares intereses
+a la paz suspirada; y con este objeto se juntaron los magnates del
+reino en Mascaraque, donde la mayoría resolvió suplicar al rey casase
+a su hija con don Gómez Salvadórez, conde de Candespina, Oña, Tesla,
+Canderechas y Poza. No parece necesario encarecer la nobleza del
+linaje, valor, discreción y popularidad de este caballero, pues basta
+saber que los que bajo de todos aspectos podían considerarse como sus
+iguales, suplicaban que se lo diesen por rey y señor, para persuadirse
+de la superioridad de su mérito y del ascendiente<span class="pagenum"
+id="Page_7">p. 7</span> que había sabido adquirir sobre el ánimo de los
+castellanos.</p>
+
+<p>Era el conde corpulento, bien formado, de rostro moreno, facciones
+marcadas y condición más severa en general que afable; pero aunque
+criado en el ejercicio de las armas, su corazón conservaba más
+sensibilidad de la que en lo exterior parecía, y acaso de la necesaria
+para su ventura. Sea pues que la hermosura de doña Urraca, que en
+efecto era grande, le cautivase, o que la lisonjera perspectiva de
+reinar en Castilla estimulara su ambición; lo cierto es que don Gómez
+entró en el proyecto del matrimonio con una vehemencia que casi no
+podía disimular a pesar de sus esfuerzos. No podremos decir si entonces
+la infanta ignoraba o no el amor del conde; pero es de presumir que lo
+supiera, pues la dignidad de este le proporcionaba ocasiones de verla
+casi diariamente, y la distancia que en aquellos tiempos separaba
+a<span class="pagenum" id="Page_8">p. 8</span> un ricohombre de las
+personas reales, no era comparable a la que hoy media entre los grandes
+y el trono.</p>
+
+<p>El sistema feudal en el siglo <span class="asc">XII</span>, a
+cuyos principios se refiere la época de que hablamos, estaba en toda
+su fuerza y vigor en Europa, y no menos en nuestra España que en sus
+demás reinos. El formidable poder de los grandes y prelados igualaba en
+cierto modo al de los reyes, obligando a estos a ceder no pocas veces
+de sus derechos para conservar la paz, y en ocasiones hasta el trono y
+la vida; de lo que resultaban los disturbios y desórdenes inevitables
+en un estado cuyo gobierno no tiene la fuerza suficiente para hacerse
+obedecer de todos sus súbditos.</p>
+
+<p>Sin embargo, Alfonso VII, a quien cuarenta años de victorias y un
+carácter firme y decidido habían hecho respetable, supo hacer entrar
+en su deber aun a los más osados, de tal modo que no hubo en la<span
+class="pagenum" id="Page_9">p. 9</span> junta de Mascaraque ni uno
+solo que se atreviera a comunicarle la súplica de los grandes allí
+reunidos, y proponerle el matrimonio de la infanta, su hija, con el
+conde de Candespina. Es probable que la tal junta no hubiera llegado
+siquiera a noticia del rey si un médico judío llamado Cedillo, a quien
+distinguía particularmente, presumiendo de su privanza más de lo que
+debía no hubiese tomado a su cargo llevarle el mensaje. Menguada fue
+para el judío la hora en que tomó tal comisión, pues a pesar de haber
+esperado largo tiempo momento oportuno, y de no haber arriesgado la
+súplica sino en los términos más respetuosos y humildes, el rey al
+oírla montó en cólera, y mal le aviniera al entrometido médico si no
+se retirara inmediatamente como se lo mandó don Alfonso, desterrándolo
+para siempre de su presencia. No se limitó a este solo efecto el enojo
+de aquel príncipe, sino que para<span class="pagenum" id="Page_10">p.
+10</span> manifestar más claramente a los grandes que él solo mandaba
+en su reino y familia, dispuso y verificó inmediatamente el matrimonio
+de su hija con Alfonso, entonces príncipe y poco después rey de Aragón,
+que tuvo efecto en Toledo, a pesar de las mal reprimidas quejas de la
+nobleza y del clero, y la poca inclinación de doña Urraca hacia su
+esposo. Sea como quiera, los descontentos, por leales o temerosos, no
+se atrevieron a levantar la cabeza, y los desposados partieron para
+Aragón permaneciendo todo tranquilo en los reinos de Castilla hasta el
+fallecimiento del monarca, que acaeció cuatro o cinco años después.</p>
+
+<p>Muerto don Alfonso, le sucedió con arreglo a su última voluntad doña
+Urraca, y por ser su marido se aclamó rey a don Alfonso de Aragón,
+quien, reuniendo en su cabeza la mayor parte de las coronas españolas,
+se llamó emperador de España.<span class="pagenum" id="Page_11">p.
+11</span> Temeroso de hallar resistencia, entró en Castilla con un
+numeroso ejército, pero todas las ciudades y villas le abrieron sus
+puertas, lo que sin duda debiera haber bastado a tranquilizarle;
+pero lleno de una desconfianza que no se concibe, puso guarnición
+aragonesa en la mayor parte de las fortalezas, dejando en sus alcaidías
+a muy pocos caballeros castellanos de los que sabía que eran sus
+más parciales, y entre ellos a don Pedro Ansúrez, conde y señor de
+Valladolid.</p>
+
+<p>Sintió Castilla, como era razón, este proceder, y aún lo sintió
+más su reina, la cual como en despique despojó de su gobierno al
+conde Ansúrez a pesar de haber sido su ayo. Alfonso, creyéndose
+desairado, primero dio al conde en su reino magníficas posesiones,
+y por último indignado de que su esposa no disimulase el pesar que
+le causaban las cosas de Castilla, y sobre todo de que manifestase
+casi en público<span class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span> cuán
+disgustada estaba con su matrimonio, lamentándose de no haber casado
+con don Gómez, la hizo encerrar en el castillo de Castellar, y devolvió
+a Ansúrez su condado haciéndole otras muchas mercedes.</p>
+
+<p>Más de treinta días habían corrido desde el de la cautividad de
+la reina cuando tuvo lugar el diálogo que hemos referido a nuestros
+lectores, los cuales ya no extrañarán que la reina llamase a Alfonso su
+tirano.</p>
+
+<p>Doña Leonor, dama de la reina, o más bien su íntima amiga, pues
+con ella se había criado, sabía la pasión del conde de Candespina, y
+conociendo el carácter caballeresco de este y el orgullo nacional de
+los castellanos, formó, desde el momento en que supo que iba la reina
+a ser conducida a Castellar, el proyecto de valerse de uno y otro para
+sacarla de aquella esclavitud; y con este objeto envió un mensaje a don
+Gómez por medio de un<span class="pagenum" id="Page_13">p. 13</span>
+criado de toda confianza, a quien hizo partir secretamente la noche de
+su prisión. Este era el motivo por el que tanta esperanza mostraba a
+doña Urraca. Pero esta, que desde su casamiento no había visto al conde
+ni oído hablar de él más que para ponderar su valor contra los moros de
+Granada o de Sevilla, se creía ya olvidada, y se contentaba, como hemos
+visto, con suspirar cuando se hablaba de él.</p>
+
+<p>Engañábase empero: la pasión de don Gómez, reconcentrándose, había
+ganado en intensidad todo cuanto se había visto obligado a suprimir
+en demostraciones exteriores, y si abandonó la corte durante la vida
+de Alfonso de Castilla fue para no exponerse a manifestar lo que
+pasaba dentro de su corazón. Sus asuntos domésticos le condujeron
+a Candespina, y allí le halló el mensaje de Leonor, en el cual le
+conjuraba por cuanto hay de sagrado para un vasallo, caballero y
+amante, que corriese,<span class="pagenum" id="Page_14">p. 14</span>
+sin perdonar riesgo ni fatiga alguna, a libertar a su reina de los
+hierros en que la crueldad de Alfonso la tenía; y para concluir
+indicaba la diestra cortesana cuánto podía esperar el conde de la
+gratitud de doña Urraca.</p>
+
+<p>Los efectos de la chispa eléctrica no son más rápidos que lo fue el
+que esta noticia hizo en el inflamable don Gómez. Recibirla, reunir
+algunos de sus mejores amigos y fieles vasallos, montar a caballo y
+partir para el Aragón fue obra de tan pocas horas que ya estaba cerca
+de Zaragoza cuando en Castilla se le echó de menos.</p>
+
+<p>Acercose la reina a la reja de su prisión, desde la cual, a favor
+de la claridad de la luna, descubría perfectamente toda la campiña
+inmediata a excepción de la parte que ocultaba un espeso bosque que a
+su derecha se veía, y cuyos límites tocaban al foso del castillo. No se
+movía un solo<span class="pagenum" id="Page_15">p. 15</span> viviente,
+a excepción del centinela que bajo de la misma ventana ora se paseaba
+para espantar el sueño, ora apoyado en su lanza murmuraba en voz alta
+contra la lentitud del tiempo que no traía el momento del relevo tan
+pronto como él quisiera.</p>
+
+<p>—Tú sabes —dijo la reina oyéndole—, tú sabes al menos el momento
+en que cesarás de padecer; pero yo, infeliz de mí, solo en la muerte
+espero.</p>
+
+<p>La camarera estaba al lado de la reina, aunque un poco más atrás por
+respeto, y con razones semejantes a las que hemos referido al principio
+de este capítulo trató de consolarla, sin atreverse a manifestar el
+principal fundamento de sus esperanzas, pues aunque no creía saliesen
+vanas, era sin embargo arriesgado anunciar a doña Urraca el paso que
+había dado hasta ver el éxito que producía. Leonor conocía demasiado
+bien el carácter de<span class="pagenum" id="Page_16">p. 16</span> su
+ama para dar un paso en falso, y por lo mismo calló, persuadida de que
+si don Gómez lograba quebrantar la prisión de la reina, la colmaría
+esta de gracias; pero si por el contrario la empresa se frustraba o el
+conde no quería aventurarse, era indudable que la indignación de su
+soberana sería el único premio de su oficiosidad.</p>
+
+<p>Caprichosa a fuer de bella, altanera en extremo, inconstante en
+el amor, implacable en el odio, soberbia en la prosperidad, débil en
+la desgracia, Urraca era querida de muy pocos; pero su nacimiento,
+su hermosura y las gracias que sabía desplegar con aquellas personas
+que creía de su interés tener contentas la habían sin embargo
+adquirido algunos partidarios de corazón, a más de los que sus
+derechos incontestables al trono de Castilla y los cálculos de propia
+conveniencia de algunos unieron a ella en lo sucesivo; mas en el
+momento solo podía contar con el<span class="pagenum" id="Page_17">p.
+17</span> conde, a quien creía demasiado lejano para socorrerla.
+Convencida, pues, de que su situación actual era irremediable, hizo
+muy poco caso de los consuelos de su camarera, y cansada por fin de
+suspirar contemplando los astros, se arrojó vestida sobre el lecho,
+dejando abiertas las ventanas en razón del calor.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t017.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch2">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_18">p. 18</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO II</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0">—<span class="cap">P</span><span class="rest">or</span>
+san Pedro, conde, que vos solo seríais capaz de tal empresa.</p>
+
+<p>—¿Y por qué no cualquier otro? Las haciendas y las vidas de los
+vasallos son propiedad de los reyes.</p>
+
+<p>—En buena hora, lo sé tan bien como vos. Pero lo que ahora hacemos,
+Dios me perdone si no es provocar al mismo demonio.</p>
+
+<p>—Si os pesa, Hernando de Olea, podéis volveros, que no os habremos
+menester tanto que no concluyamos la demanda sin vos.</p>
+
+<p>—¡Voto a...!</p>
+
+<p>—No votéis a nada, que habemos menester la ayuda de todos los
+santos, y no será justo provocar su enojo con juramentos.</p>
+
+<p>—Ya lo sé que no debo votar, pero lo que me habéis dicho, conde, lo
+que me habéis dicho, a no ser vos...</p>
+
+<p>—Bueno está, Hernando, bueno está. Perdonad<span class="pagenum"
+id="Page_19">p. 19</span> mi injusto enojo.</p>
+
+<p>—Esa palabra en la boca del conde de Candespina desarmaría la cólera
+del mismo Lucifer. Mas ahora, decidme por vuestra vida si os parece
+cuerdo arrojaros en medio de un reino extraño con los doce hombres que
+os acompañamos.</p>
+
+<p>—Hernando de Olea vale él solo por doscientos, y mi espada...</p>
+
+<p>—Por la de mil de estos testarudos aragoneses. Maldición sobre ellos
+y sobre su rey diría si no fuera nuestro también. Con todo, conde, se
+pueden reunir tantos...</p>
+
+<p>—¿Quién os ha dicho, Hernando, que yo voy a combatir cuerpo a cuerpo
+con todo el ejército de Aragón? Mi plan es caminar por sendas poco
+frecuentadas y llegar sin ser visto a Castellar. Los montes de Aragón
+me son bien conocidos, he hecho la guerra en ellos más de una vez, y yo
+os fío que llegaremos seguros.</p>
+
+<p>—Así sea.</p>
+
+<p>En efecto, la fortuna sirvió completamente<span class="pagenum"
+id="Page_20">p. 20</span> al conde, y este tomó tan bien sus medidas,
+que con la sola precaución de caminar siempre de noche, y no entrar
+en poblaciones considerables, llegó al fin de su viaje sin encontrar
+el menor obstáculo. En el día sería muy difícil, cuando no imposible,
+que trece hombres armados corriesen las cincuenta leguas que por el
+más corto y peor camino hay desde Candespina a Castellar sin llamar la
+atención; pero en aquellos tiempos de ignorancia y desorden, semejantes
+sucesos eran tan frecuentes que no causaban la menor extrañeza.
+La escasez de pueblos, la falta de caminos que proporcionasen la
+comunicación entre los que había, y sobre todo la nula seguridad que
+el gobierno podía ofrecer a los viajeros hacían que los pobres y
+los plebeyos pensasen rara vez en salir del lugar de su domicilio,
+y que los nobles, que tampoco viajaban con frecuencia, lo hiciesen
+cuando<span class="pagenum" id="Page_21">p. 21</span> se veían
+precisados a ello, siempre armados y llevando en su compañía gran
+número de guerreros.</p>
+
+<p>Por esta razón, las pocas personas que nuestros viajeros encontraron
+en el camino no extrañaban verlos cubiertos de hierro; y aunque algunos
+tuvieran curiosidad de conocer al jefe o señor de aquella tropa, no
+juzgaron sin duda prudente entrar en contestaciones con ninguno de sus
+silenciosos individuos.</p>
+
+<p>Entre todos los que acompañaban al conde, aunque la mayor parte eran
+nobles ninguno lo era tanto ni privaba con él como Hernando de Olea, su
+deudo y hermano de armas, quien por su parte le amaba entrañablemente.
+Valiente en extremo, temerario si se quiere, solo conocía Hernando
+la prudencia cuando se trataba de algún peligro que podía correr su
+amigo, y entonces su previsión rayaba ya en nimiedad. Opuso, pues,
+cuantas razones<span class="pagenum" id="Page_22">p. 22</span> se
+le alcanzaron contra la resolución de don Gómez, que a la verdad no
+fueron pocas porque el proyecto era arriesgado y difícil; mas fue en
+vano: el amor, la ambición, la gloria, el espíritu caballeresco, todo
+llamaba al conde a Castellar. Llegó por fin el de Olea a convencerse
+de la inutilidad de sus reflexiones, y el último altercado que sobre
+la materia tuvieron los dos amigos fue el que acabamos de copiar
+literalmente.</p>
+
+<p>En los ocho días que duró su viaje, se ocuparon únicamente del
+modo de dar fin a su empresa, que no presentaba pocas dificultades,
+pues era de presumir que la vigilancia del alcaide de Castellar
+sería proporcionada a la importancia del objeto que estaba a su
+cargo; y por otra parte las pocas fuerzas del conde no le permitían
+presentarse a cara descubierta a sitiar la fortaleza. De este modo
+caminaron creciendo por instantes la perplejidad del enamorado<span
+class="pagenum" id="Page_23">p. 23</span> don Gómez, sin que Hernando,
+mucho más útil en la pelea que en el consejo, pudiese sugerirle el
+menor expediente para salir de apuros; hasta que pasado el Ebro, media
+legua antes de llegar a Castellar, hicieron alto para que los caballos
+tomasen aliento.</p>
+
+<p>Llegose Millán García, criado del conde, a su amo a quitarle la
+celada y preguntarle si quería su señoría tomar alguna cosa, y como
+le respondiese que no, y que comiera él lo que le pareciese, dijo
+Hernando:</p>
+
+<p>—Bueno, ¡cuerpo de Cristo!, en ayunas no sé cómo podréis pelear
+con esos bárbaros aragoneses que cada uno tiene tanta fuerza como una
+yunta de bueyes. Comed, conde, que si vos nos faltáis tanto montara no
+habernos movido de Candespina.</p>
+
+<p>—Es imposible, Hernando —contestó con sentida voz el conde—: es
+imposible, no atravesara un bocado si me lo presentaran los ángeles.</p>
+
+<p>—Pese<span class="pagenum" id="Page_24">p. 24</span> a mi vida,
+¿qué tenéis para dejaros morir de hambre como un caballo cansando?</p>
+
+<p>—¿Qué he de tener? Ya estamos en el Castellar, y no sé cómo he de
+valerme para sacar a mi reina de la tal fortaleza.</p>
+
+<p>—Ya os lo dije; pero algunas veces, perdonad, conde, parecéis
+natural de este país. Si me hubiérais creído se hubieran podido reunir
+a lo menos doscientas buenas lanzas, y con ellas en dos horas yo me
+prometía colgar en las murallas de su castillo al señor alcaide del
+Castellar.</p>
+
+<p>—¡Excelente idea! Con doscientas lanzas declararíamos la guerra al
+rey de Aragón, a quien respetan navarros y franceses. ¡Con doscientas
+lanzas, Hernando! ¿Estáis en vos?</p>
+
+<p>—¡Voto a...! Tenéis razón; no me había hecho cargo.</p>
+
+<p>Calló Hernando, como le sucedía siempre que se veía cortado en su
+discurso, pues el esfuerzo que su imaginación necesitaba hacer para
+producir un argumento<span class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span>
+de algún peso no era obra de pocos minutos, y así decía él que rara vez
+disputaba con sus amigos porque siempre le convencían, y nunca con sus
+enemigos, pues para estos la mejor razón era la espada.</p>
+
+<p>Millán se halló presente a esta conversación, y su celo por el conde
+le obligó a que, venciendo la repugnancia que le costaba hablar a su
+señor cuando este no se lo mandaba expresamente, propusiera que se
+caminase hasta una arboleda que cerca del castillo había, y que allí se
+podría con más conocimiento de causa, teniendo a la vista la fortaleza,
+tomar el partido conveniente. Pareció tan razonable esta proposición
+que inmediatamente se puso en práctica, y antes de un cuarto de hora
+estaban ya el conde y los suyos casi a la orilla del foso, en frente de
+la reja de la prisión de la reina.</p>
+
+<p>Desde luego advirtieron que el foso estaba seco a la sazón, y
+que no había más que un centinela por aquella parte, de modo<span
+class="pagenum" id="Page_26">p. 26</span> que con un hombre solo tenían
+que luchar. Empero este hombre estaba sobre una muralla, y con un
+grito suyo era indudable que acudirían todos los de la guarnición del
+castillo; esto contenía el impaciente ardor de Hernando y el entusiasmo
+del conde, hasta que por fin este, volviéndose de repente, como un
+hombre inspirado, a Millán, le dijo:</p>
+
+<p>—Tú eres buen flechero.</p>
+
+<p>—Señor, sé tirar una flecha con alguna violencia y dirigirla
+medianamente.</p>
+
+<p>—Bien: ¿y te atreverás a hacer una buena puntería de aquí a la
+muralla?</p>
+
+<p>—Sí —interrumpió vivamente Hernando—: ¿serías hombre de quitar de
+enmedio a aquel maldito centinela?</p>
+
+<p>—Si vueseñorías me lo permiten —respondió el criado lleno de
+humildad—, probaré, y espero que con la ayuda de Dios podré darles
+gusto.</p>
+
+<p>Y diciendo y haciendo se colocó entre dos árboles, desde donde
+distinguía perfectamente al centinela;<span class="pagenum"
+id="Page_27">p. 27</span> tendió su arco, y se disponía ya para apuntar
+cuando don Gómez, asiéndole del brazo, le dijo:</p>
+
+<p>—¿Y si yerras el tiro, Millán?</p>
+
+<p>—Si lo yerra —dijo con impaciencia Hernando—, si lo yerra, acertará
+otro.</p>
+
+<p>—Y el soldado —repuso el conde— lo aguardará pacientemente sin dar
+la alarma.</p>
+
+<p>—Tenéis razón, tenéis razón; pero si una flecha no nos quita ese
+estorbo, no sé cómo lo hemos de hacer.</p>
+
+<p>Millán bajó el arco, el conde quedó suspenso, Hernando petrificado,
+y en tanto el tiempo volaba.</p>
+
+<p>Más de una hora duró esta suspensión, hasta que por fin, convencido
+don Gómez de que si, como lo decía su amigo, una flecha no quitaba
+al centinela la posibilidad de estorbarles, les sería imposible
+entrar en el castillo, mandó sacar las escalas que a prevención traía
+y, dirigiéndose a Millán, pronunció con visible alteración estas
+palabras:</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span></p>
+
+<p>—Apunta, Millán, dispara, y Dios dirija tu mano.</p>
+
+<p>Y diciendo así, cayó de rodillas y se puso a orar fervorosamente, en
+tanto que el criado, deseoso de servir a su amo y acreditar al mismo
+tiempo su destreza, dirigía sin el menor vislumbre de inquietud la
+puntería al malhadado centinela, quien de propósito parecía haberse
+parado debajo de la ventana de doña Urraca.</p>
+
+<p>La naturaleza, más poderosa que las penas, había por fin
+proporcionado a la reina de Castilla el sueño, único y verdadero
+alivio de los miserables cautivos. Se representaban en su imaginación
+los venturosos tiempos de su unión con el conde de Galicia; creía
+verse aún en medio de sus vasallos, acatada de todos, dispensando
+mercedes, imponiendo castigos: mas por una de aquellas singularidades
+que casi siempre tienen los sueños, el conde de Candespina se mezclaba
+con aquellos sucesos, en los cuales ninguna parte había<span
+class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span> tenido. Era pues entonces tan
+feliz en el mezquino lecho de su encierro como hubiera podido serlo en
+el más mullido de su alcázar de Burgos o de León, cuando el sordo ruido
+que hicieron al pie de su ventana las armas del centinela, a quien
+Millán acertó a traspasar la garganta, la despertó repentinamente.</p>
+
+<p>—¡Leonor!..., Leonor..., despierta..., vamos, despierta; tu reina te
+lo manda —dijo llamando a su camarera, que dormía profundamente, hasta
+que por fin logró despertarla no sin trabajo—. Vamos, ve a mirar lo que
+ha sucedido en la muralla; me parece haber oído cómo daba un gran golpe
+un hombre armado.</p>
+
+<p>—Ya voy, señora; será algún soldado que habrá tropezado en
+alguna piedra —dijo Leonor, pensando entre sí que no debía tener
+gran necesidad de su persona la reina para llegarse a la ventana y
+satisfacer por sí misma su curiosidad.</p>
+
+<p>Obedeció<span class="pagenum" id="Page_30">p. 30</span> sin embargo
+con cuanta presteza se lo permitieron sus miembros, aún entorpecidos
+con el sueño, y se llegó a la ventana; mas hubo de estar un momento
+para acabar de abrir los ojos, y al cabo nada vio, nada oyó, y así se
+lo dijo a la reina. No podía esta persuadirse de que su camarera dijese
+lo cierto, porque estaba segura de haber oído caer a un hombre armado,
+y así, diciendo a Leonor que procurase otra vez abrir más los ojos para
+obedecer sus órdenes, se levantó ella misma; y llegada a la reja, por
+más que examinó cuidadosamente cuanto su vista alcanzaba a distinguir,
+tampoco descubrió nada.</p>
+
+<p>—Parece imposible —exclamó—: imposible porque no me cabe duda de que
+lo he oído.</p>
+
+<p>—Ya he observado a Vuestra Alteza —dijo Leonor con cierto aire de
+triunfo— que podría ser el centinela que hubiese tropezado.</p>
+
+<p>—Y yo he observado que hasta aquí nadie se ha atrevido a dirigirme
+la palabra sin<span class="pagenum" id="Page_31">p. 31</span> que yo
+se lo mande —respondió la reina.</p>
+
+<p>Leonor se quedó muda con tan inesperada reprensión, y guardó
+silencio en tanto que la reina, entre despechada y colérica, volvió a
+su lecho.</p>
+
+<p>Apenas vio Hernando caer en el suelo al centinela, exclamó lleno de
+alborozo abrazando a Millán:</p>
+
+<p>—Bien: te has portado como un hombre, y yo te ofrezco una cadena de
+oro que pese tanto como tu arco en premio de este tiro que es el más
+acertado que en mi vida he visto.</p>
+
+<p>—Loado sea Dios —dijo levantándose don Gómez—: amigos míos, de su
+voluntad y vuestro valor depende ahora el resto.</p>
+
+<p>Salieron con esto del bosque, pero temiendo el conde que los que
+dormían en el cuarto bajo cuya ventana había caído el centinela,
+despertándose con el ruido se asomasen y viéndolos escalar la
+muralla dieran la alarma, se apartó a un lado,<span class="pagenum"
+id="Page_32">p. 32</span> y en menos de dos minutos ya estaban todos
+dentro de la fortaleza.</p>
+
+<p>Por esta razón no vieron la reina ni su camarera a ninguno de ellos,
+y solo a pocos momentos oyeron el ruido de sus pasos al tiempo que
+pasaban por debajo de la reja.</p>
+
+<p>—Bien muerto está —dijo uno de los soldados mirando el cadáver del
+centinela—. Dios me libre de ser el blanco de Millán.</p>
+
+<p>—Y a mí —contestó otro—. Si tuviera el conde unos cuantos
+ballesteros como él, ya podían sus enemigos echarse en remojo.</p>
+
+<p>—Calla, no nos oigan y lo echemos todo a perder.</p>
+
+<p>Las dos prisioneras habían vuelto a ocupar su puesto en la reja,
+y pudieron oír a su salvo el corto diálogo que acabamos de referir,
+el cual, lejos de satisfacer la curiosidad de la reina, no hizo más
+que irritarla. Leonor, por el contrario, al oír la palabra conde,
+concibió esperanzas de que fuese el de Candespina; y de buena<span
+class="pagenum" id="Page_33">p. 33</span> gana hubiera dado a su
+señora cuenta de las conjeturas que formaba; pero la prohibición que
+poco antes la había hecho esta de dirigirle la palabra sin su expreso
+mandato la obligó a guardar silencio.</p>
+
+<p>Doña Urraca por su parte no tardó en conocer que en los estrechos
+límites de una prisión no era posible observar estrictamente las
+leyes de la etiqueta como en un alcázar, y así, aunque no dejase
+de repugnarla algún tanto ser la que empezara, por decirlo así,
+su reconciliación con Leonor, rompió el silencio diciendo de esta
+manera:</p>
+
+<p>—Nada dices, Leonor, del singular diálogo que acabamos de oír.</p>
+
+<p>—Señora —contestó esta—, Vuestra Alteza me ha...</p>
+
+<p>—Ahora te mando que hables.</p>
+
+<p>—Entonces, señora, me parece que podré dar a Vuestra Alteza algunas
+luces sobre este asunto.</p>
+
+<p>—¿De veras, Leonor? Vamos, di.</p>
+
+<p>—Señora, tengo que suplicar primero a Vuestra Alteza se sirva
+perdonarme.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_34">p. 34</span></p>
+
+<p>—Sí, mujer, sí; estás ya perdonada, ¿quién piensa en eso? Pero
+di.</p>
+
+<p>—Es que no se trata de lo que Vuestra Alteza imagina, sino de una
+libertad que me he tomado en su nombre...</p>
+
+<p>—¿En mi nombre? ¿Y quién te ha dado osadía para tanto?</p>
+
+<p>—Permítame Vuestra Alteza que me explique. He dicho mal diciendo que
+había tomado en su nombre. No, señora, yo he obrado en el mío, pero
+he querido decir que lo que yo he hecho solo ha sido en interés de mi
+reina.</p>
+
+<p>—Pero acabemos: ¿qué es lo que has hecho?</p>
+
+<p>—Si Vuestra Alteza me deja hablar, yo se lo diré en pocas
+palabras.</p>
+
+<p>—Y bien, Leonor, una hora hace que te estoy mandando explicarte y
+nunca acabas de hacerlo.</p>
+
+<p>Aquí la camarera refirió su mensaje a don Gómez, y la conjetura de
+que fuese el de Candespina el conde de quien hablaban los dos soldados
+cuya conversación habían oído.<span class="pagenum" id="Page_35">p.
+35</span> No sabemos cuál hubiera sido la contestación de la reina,
+ni qué reflexiones hizo durante la breve narración de Leonor, porque
+la crónica dice que precisamente en el punto en que esta se acabó,
+resonaron las bóvedas del castillo con el ruido de las armas, los
+alaridos de los moribundos, y los gritos de <i>Candespina</i> y
+<i>Castilla</i> por una parte, <i>Alfonso</i> y <i>Aragón</i> por
+otra.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t035.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch3">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_36">p. 36</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO III</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">T</span><span
+class="rest">ranquilamente</span> dormía Íñigo Latorre, alcaide del
+castillo de Castellar, confiado, como hemos dicho en el capítulo
+primero, tanto en la posición de su fortaleza cuanto en la paz de
+que el Aragón disfrutaba en aquella época, cuando le despertaron el
+estruendo y voces de los combatientes: se levantó sobresaltado, tomó
+la espada, y apenas vestido, sin más armas defensivas que su casco
+y escudo, salió de su aposento y se dirigió, aunque con cautela, al
+paraje en que parecía estar lo más recio de la pelea.</p>
+
+<p>Don Gómez y los suyos, dando la vuelta a la muralla, se encontraron
+con el cuerpo de guardia colocado en la torre que formaba el ángulo
+del castillo opuesto al que ocupaba la reina. El centinela que estaba
+a<span class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span> corta distancia dio
+el quien vive; pero por pronto que quiso hacerlo, no fue bastante para
+impedir que Hernando le contestara con tan buena estocada que dio con
+él en el suelo. No murió sin embargo en el momento; y cumpliendo como
+buen soldado:</p>
+
+<p>—Alarma —gritó—, alarma compañeros: los enemigos están en el
+castillo.</p>
+
+<p>No dijo más, pues, colérico, uno de los soldados de don Gómez le
+acabó de matar metiéndole la pica por la boca.</p>
+
+<p>—Desdichado —dijo don Gómez—, has muerto cumpliendo con tu
+obligación; Dios te perdone la mala obra que nos has hecho.</p>
+
+<p>—Que no es poca —añadió Hernando—, porque o yo me engaño, o en la
+torre suena ruido de armas.</p>
+
+<p>Y, en efecto, tenía razón, porque alarmados los aragoneses con la
+voz de su compañero se atropellaban unos a otros para tomar, cuál la
+espada, cuál la adarga; y a no ser la confusión inevitable en aquel
+momento de sorpresa, no hubieran<span class="pagenum" id="Page_38">p.
+38</span> entrado el conde y los suyos en la torre; pues ya uno, más
+prudente que los otros, corría a cerrar la robusta y herrada puerta.</p>
+
+<p>—¡Candespina y Castilla! ¡Santiago sea con nosotros! A ellos,
+caballeros, vencer o morir —dijo así el de Candespina, y dando el
+ejemplo al mismo tiempo que la orden entró por la puerta y cerró tan
+furiosamente con los contrarios, que por doquier seguían la muerte y el
+espanto sus pasos.</p>
+
+<p>A su lado iba el denodado Hernando, tan valiente, tan furioso como
+su amigo, no parando más golpes que los que a este se dirigían, y
+despreciando los que llovían sobre él mismo.</p>
+
+<p>La guarnición de Castellar, en aquellos tiempos pacíficos, no
+excedía de cincuenta hombres de armas, que por fortuna para los
+castellanos estaban todos reunidos en la torre atacada, pues mal
+les aviniera si estando divididos hubieran podido combatirles por
+retaguardia al mismo tiempo que<span class="pagenum" id="Page_39">p.
+39</span> de frente. Además, los compañeros del conde venían armados de
+punta en blanco y dispuestos a la pelea, al paso que los aragoneses,
+soñolientos y medio desnudos, necesitaban casi un valor heroico para
+oponer la menor resistencia.</p>
+
+<p>No menos sorprendido que los demás, Íñigo Latorre, azorado, desnuda
+la espada en la mano derecha, y una lámpara encendida en la izquierda,
+y semejante más bien a un fantasma que a un guerrero, bajaba lentamente
+la escalera deteniendo el aliento y aplicando el oído a cada paso,
+hasta que por fin las palabras <i>Candespina</i> y <i>Castilla</i>,
+le hicieron conocer que eran castellanos los que habían sorprendido
+la fortaleza. Marchar a ellos inmediatamente, y mezclarse entre los
+demás combatientes fue el primer impulso del valiente alcaide; pero
+reflexionando después en que la falta de armas defensivas le exponía
+a caer a los primeros golpes, y que por otra<span class="pagenum"
+id="Page_40">p. 40</span> parte más necesaria era su cabeza que su
+brazo, volvió a subir apresuradamente a su aposento, en el que ya
+habían entrado a buscarle algunos soldados.</p>
+
+<p>En tanto que estos le ayudaban a armarse de pies a cabeza, seguía
+encarnizadamente el combate en el piso bajo de la torre: los aragoneses
+defendían el terreno palmo a palmo; pero no permitiéndoles la estrechez
+de este aprovecharse de la superioridad que en número tenían sobre
+los castellanos, les hacían estos sentir la ventaja inmensa que les
+llevaban en armadura y concierto.</p>
+
+<p>La pérdida de los del castillo era ya de más de diez hombres entre
+muertos y heridos, cuando sus enemigos solo habían perdido uno; pero
+para estos toda pérdida era de suma importancia en razón de su corto
+número.</p>
+
+<p>Dejemos por un momento a estos encarnizados guerreros combatir
+desesperadamente,<span class="pagenum" id="Page_41">p. 41</span>
+para hablar de nuestras dos prisioneras, cuya posición era harto
+desagradable.</p>
+
+<p>—¿Lo oye Vuestra Alteza, señora? <i>Candespina</i> y <i>Castilla</i>
+dicen —exclamó Leonor, apenas llegó a sus oídos el rumor del
+combate.</p>
+
+<p>—También oigo —contestó la reina— las voces de <i>Alfonso</i> y
+<i>Aragón</i>.</p>
+
+<p>—El conde vencerá sin duda.</p>
+
+<p>—¿Qué seguridad tienes de ello?</p>
+
+<p>—Señora...</p>
+
+<p>—¡Ah, Leonor! ¡Ojalá tu celo no me sea funesto!</p>
+
+<p>—¿Y por qué lo ha de ser? ¿Vuestra Alteza qué culpa tiene de lo que
+yo he hecho sin su conocimiento?</p>
+
+<p>—Cierto que no tengo ninguna. Pero si el conde sucumbe, ¿qué dirán
+las gentes de mí? Acaso se atreverán a sospechar...</p>
+
+<p>—Que el conde idolatra a su reina, y no será más que lo cierto.</p>
+
+<p>—Cada vez es mayor el tumulto, Leonor, y sin embargo a nadie veo.</p>
+
+<p>—Sin duda será el combate en la torre que cae sobre el río, que
+es la que ocupa el alcaide con sus soldados;<span class="pagenum"
+id="Page_42">p. 42</span> al menos de hacia allí parece venir el eco.
+Si el conde supiera en qué paraje se halla Vuestra Alteza, hubiera ya
+venido a ponerla en libertad.</p>
+
+<p>—Dios haga que no sea vencido, pues de lo contrario su temeraria
+tentativa no produciría otro efecto que el de empeorar mi situación.</p>
+
+<p>—Vuestra Alteza se complace en verlo todo de la manera más triste
+que es posible imaginar. Don Gómez es un guerrero que tiene fama de ser
+tan prudente como esforzado, y no es de presumir que se haya metido en
+el castillo sin...</p>
+
+<p>—¿Oyes, Leonor? ¡Qué tristes gemidos! ¿Oyes el sonido de las
+espadas?... ¡Qué horror!... ¿Qué será de nosotras? ¡Dios eterno!... —y
+cayó desmayada.</p>
+
+<p>Leonor empleó cuantos medios estuvieron a su alcance para hacer
+volver en sí a su señora, e inspirarla un valor que, si hemos de decir
+verdad, no tenía ya ella misma.</p>
+
+<p>En general, por más osada que una mujer<span class="pagenum"
+id="Page_43">p. 43</span> sea en sus proyectos, por más que tenga
+costumbre de presenciar grandes acontecimientos y de figurar en ellos,
+llegado el caso de un combate, sus fuerzas la abandonan. Su horrorosa
+carnicería repugna a este sexo débil, destinado a domar con su dulzura
+las feroces pasiones del hombre; ha habido algunas excepciones, es
+cierto, a esta regla general; pero confesemos imparcialmente que son
+tan pocas que apenas merecen mencionarse.</p>
+
+<p>No es pues de extrañar que doña Urraca, a pesar de su carácter
+ambicioso, flaqueara en aquella ocasión, y que costase infinito trabajo
+a su camarera disimular el espanto de que estaba poseída. Empero, como
+a nuestra impaciencia no le es dado precipitar los acontecimientos a
+medida del deseo, le fue preciso a la reina esperar y temer, y a su
+camarera disimular y dar consuelos, hasta que llegó el momento que
+estaba señalado para terminar sus inquietudes.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_44">p. 44</span></p>
+
+<p>Más de un cuarto de hora había transcurrido desde la entrada de
+los castellanos en Castellar; y otro tanto tiempo hacía que duraba el
+combate, cuando lograron estos desalojar a los enemigos del piso bajo,
+y persiguiéndolos llegaron al principal, donde estaba la sala de armas
+y el aposento de Íñigo Latorre. Acababa este de armarse y de llegar al
+salón cuando entraron precipitadamente los suyos, y a dicha tuvieron el
+tiempo necesario para cerrar detrás de sí la puerta, tan fuerte como
+todas las que en aquel tiempo se usaban en semejantes edificios.</p>
+
+<p>—¡Voto al santo de mi nombre! —dijo furioso Hernando, que llegó
+precisamente en el momento en que acababan los aragoneses de cerrar—.
+Estas malditas escaleras me han detenido, y como esos perros van
+desnudos, las han subido en un vuelo.</p>
+
+<p>—No perdamos tiempo —le contestó el conde que llegó en seguida—,
+no<span class="pagenum" id="Page_45">p. 45</span> perdamos tiempo en
+inútiles exclamaciones. Lo que importa es derribar la puerta.</p>
+
+<p>—Un hacha de armas —exclamó Hernando—, pronto un hacha.</p>
+
+<p>—Es inútil —le replicó el de Candespina—, nada conseguiréis; o
+cuando menos se tardará más tiempo del que es menester. Traed una tea
+encendida, soldados, y prended fuego a la puerta.</p>
+
+<p>—Sí, prendedla fuego, no les estará mal a esos testarudos morir como
+judíos, porque...</p>
+
+<p>—No permita Dios que yo cometa tal barbarie. No, Hernando, son
+cristianos como nosotros. Lo que yo quiero es quitar esta barrera de
+por medio y poder combatirlos como conviene a caballeros, pues en
+cuanto a la torre, es de fábrica y no puede incendiarse.</p>
+
+<p>—Sea así, pero despachad, venga acá esa tea. Parece que en la vida
+habéis puesto fuego a una puerta.</p>
+
+<p>Y el impaciente Hernando se puso a trabajar como un simple
+soldado.</p>
+
+<p>Entretanto el conde, que nada olvidaba,<span class="pagenum"
+id="Page_46">p. 46</span> bajó al cuerpo de guardia, en el cual había
+dejado a cargo de Millán y otro soldado los prisioneros que se habían
+hecho en el primer combate, que eran en bastante número.</p>
+
+<p>Imaginando el alcaide que sus enemigos, siguiendo la rutina de
+aquel tiempo, emplearían inmediatamente el hacha o las palancas para
+derribar la puerta, mandó correr sus gruesos cerrojos y arrimar a ella
+una pesada y tosca mesa de madera de nogal que había en medio de la
+sala. En seguida hizo armar lo más completamente que le fue posible
+a sus medio desnudos soldados, y poniéndolos en buen orden esperó
+sosegadamente el éxito de aquel trance.</p>
+
+<p>Había bajado el conde a examinar a los prisioneros no por simple
+curiosidad, sino con el objeto de obtener de ellos varias noticias
+que podían serle útiles; y en particular por saber en qué paraje se
+hallaba<span class="pagenum" id="Page_47">p. 47</span> la reina.
+Algunos de aquellos desgraciados conservaban bastante serenidad para
+negar a su enemigo todo género de explicaciones; pero la mayor parte
+se manifestaron prontos a complacerle. Supo pues el conde cuál era la
+torre que encerraba a la reina, y que las fuerzas de que el alcaide
+podía disponer en la sala de armas no pasaban de veinte hombres,
+deducidas las pérdidas que hasta entonces había tenido. Bien hubiera
+querido don Gómez ir en derechura a echarse a los pies de la reina y
+ponerla en libertad; pero le pareció que no podía dejar el combate, y
+que presentarse como vencedor le sería más honroso.</p>
+
+<p>Cuando volvió a subir ya ardía la puerta de la sala de armas, y
+consternados los aragoneses, que en el calor del combate no habían
+podido calcular exactamente el número de sus contrarios, dándose por
+perdidos pidieron a su alcaide que entrase<span class="pagenum"
+id="Page_48">p. 48</span> en capitulaciones. Este se negó abiertamente
+a semejante proposición, y recordando a los soldados sus juramentos y
+las leyes del honor, les mandó que se dispusiesen a pelear hasta el
+último trance, logrando en efecto reanimarlos algún tanto. Estaba sin
+embargo resuelto por la divina providencia que, a pesar de sus buenos
+deseos, había de morir sin dar una sola cuchillada a los agresores.</p>
+
+<p>El conde tenía razón en no temer que la torre se incendiase porque
+era de fábrica; mas no había calculado que estando cubierto de
+tablas el piso de la sala, precisamente se habían de sofocar cuantos
+estuvieran dentro de ella. Y en efecto, aún no había acabado el
+infeliz Íñigo su exhortación, cuando incendiándose las tablas del piso
+con extraordinaria celeridad, a causa de estar muy secas, se llenó
+enteramente de humo el aposento. Los desgraciados aragoneses viéndose
+arder empezaron a<span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span>
+clamar:</p>
+
+<p>—¡Piedad! ¡Piedad!</p>
+
+<p>Los castellanos mismos tuvieron que apartarse, y Hernando gritó,
+de orden de su amigo, que sería salvo todo el que saliese de la sala.
+Algunos de los que estaban inmediatos a la puerta lograron escapar;
+pero la mayor parte, atolondrados con el mismo temor, perecieron
+allí miserablemente, y entre ellos el alcaide, sea porque no pudo,
+sea porque no quiso, ni aun en aquel caso extremo, entregarse a sus
+enemigos.</p>
+
+<p>Cuando el éxito de un combate es tan cruel para los vencidos, no
+pueden los vencedores mismos, a menos que sean monstruos más dignos del
+nombre de fieras que de el de soldados, regocijarse de su victoria. Y
+así es que no podremos decir quiénes quedaron más aterrados y confusos:
+si los pocos aragoneses que sobrevivieron a este desastre, o don Gómez
+y los suyos.</p>
+
+<p>El incendio absorbió la atención general:<span class="pagenum"
+id="Page_50">p. 50</span> cesaron los gritos; se trajo agua de un pozo
+que indicaron los prisioneros, a quienes se hizo acarrearla con las
+correspondientes precauciones; y por fin, consumidas la mayor parte
+de las tablas y apagadas las demás, como también los pocos muebles
+que había en la sala, se logró terminar aquella horrorosa escena. No
+llegó a una hora lo que duró el incendio, mas fue lo bastante para
+que ni uno de los desdichados a quienes alcanzó quedase con vida. El
+cadáver de Íñigo Latorre se encontró entero, porque la armadura le
+había preservado de la acción de las llamas, y a pesar de que su rostro
+estaba enteramente negro, aún se descubrían en sus facciones señales
+del entusiasmo guerrero que le animaba pocos momentos antes de su
+muerte. El conde le miró compasivamente, y mandó que se recogiera y
+llevase a su propio aposento, al cual pasó en persona con la esperanza,
+que se verificó en<span class="pagenum" id="Page_51">p. 51</span>
+efecto, de encontrar en él las llaves de todo el castillo.</p>
+
+<p>Seguidamente, sin más compañía que la de Millán, y dejando a cargo
+de Hernando tomar las disposiciones necesarias para su seguridad
+y pronta marcha, fue don Gómez a la torre, prisión de la reina.
+Acostumbrado desde su más tierna infancia a los horrores de la guerra,
+no había el conde sentido la menor inquietud durante el combate; pero
+presentarse a la que un tiempo miró como destinada a ser su esposa, y
+en aquella ocasión tenía que acatar por señora y respetar como a mujer
+de otro, era para él un paso tan delicado como temible. Su corazón
+latía con violencia, mientras Millán probó sucesivamente las llaves en
+la cerradura de la puerta exterior de la torre hasta encontrar con la
+propia; entró temblando, y es indecible su turbación cuando al llegar
+al primer piso mandó a su criado que abriese.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_52">p. 52</span></p>
+
+<p>Si fue grande la inquietud de la reina mientras resonaron en sus
+oídos los furiosos gritos de los combatientes, mayores fueron sus
+angustias cuando el incendio de la sala de armas hizo que a aquel
+estrépito sucediese un silencio horroroso. «¿Cuál será el vencedor?»,
+he aquí la cuestión importante que ocupaba a las dos prisioneras, sin
+que ni una ni otra se atreviesen a proferir una sola palabra. En esta
+amarga situación pasaron la reina y su dama más de una hora, hasta que
+oyeron sonar primero los cerrojos de la puerta exterior, subir después
+la escalera precipitadamente, y ensayar por último varias llaves en la
+cerradura de la puerta de su propia estancia. Si doña Urraca y Leonor
+hubieran estado entonces libres del pánico terror, que ni discurrir
+las dejaba, desde luego la circunstancia de no abrir inmediatatamente
+les hubiera hecho ver que la visita que iban a recibir no era la del
+alcaide o cualquiera<span class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span> de
+sus subalternos, pues estos no podían menos de conocer las llaves de
+todas las estancias; pero el temor no les permitió hacer tan sencilla
+reflexión. Sobrecogidas, pues, y olvidando la diferencia de clases, se
+metieron abrazadas en el rincón más apartado de su aposento.</p>
+
+<p>Ya en esto había Millán abierto la puerta y entrado el conde alzada
+la visera del casco, con ademán sumiso y rostro más sonrojado de lo que
+hubiera podido esperarse de su edad y profesión.</p>
+
+<p>—¿Perdonará Su Alteza? —dijo hincando una rodilla en el suelo.</p>
+
+<p>—¿Sois vos, conde? —exclamaron a un tiempo reina y camarera.</p>
+
+<p>—Sí, señora —contestó el conde—, yo soy, que me he atrevido a entrar
+en la estancia de Vuestra Alteza sin su permiso...</p>
+
+<p>—¿Y qué? ¿Estoy libre?</p>
+
+<p>—Vuestra Alteza puede partir cuando guste.</p>
+
+<p>—Ahora mismo; pero alzad, conde: la reina de Castilla no olvidará
+nunca lo que os debe.</p>
+
+<p>—A mí, señora, nada me debe:<span class="pagenum" id="Page_54">p.
+54</span> soy su vasallo, y he cumplido con mi obligación
+sirviéndola.</p>
+
+<p>—No esperaba yo menos de vuestra nobleza. Mas ocasiones habrá de
+manifestaros mi agradecimiento, y si Dios fuere servido, como lo
+espero, de llevarme con bien a mis reinos, no se tardará el día en que
+lo veáis.</p>
+
+<p>—Señora, si alguna cosa he hecho que merezca recompensa, suficiente
+la tendré en besar los pies a Vuestra Alteza.</p>
+
+<p>—Tomad la mano, conde: y ojalá no la hubiese yo nunca dado...</p>
+
+<p>Detúvose aquí, y el conde besó respetuosamente aquella mano, objeto
+de todos sus deseos.</p>
+
+<p>—¿Podemos partir, conde? —continuó la reina.</p>
+
+<p>—Señora —dijo este—, deme Vuestra Alteza permiso para bajar un
+instante y podré responderla.</p>
+
+<p>—¿Y en tanto nos hemos de quedar otra vez solas? —replicó doña
+Urraca; y luego, avergonzada de haberse demostrando tan débil, añadió—:
+Leonor es una medrosa que se morirá si se ve sin más compañía<span
+class="pagenum" id="Page_55">p. 55</span> que yo.</p>
+
+<p>—¡Ah, Señora! ¿Y no vale esa más que la de un ejército? Pero es
+indispensable que yo baje: si Vuestra Alteza quiere conceder a este
+soldado la honra de que se quede en guarda suya...</p>
+
+<p>—Consiento: y de hoy más será de mi servidumbre.</p>
+
+<p>—Millán besa los pies de Su Alteza.</p>
+
+<p>—Ahora idos buen conde, idos y apresurad nuestra marcha que en vos
+pongo mi esperanza.</p>
+
+<p>—Ponedla en Dios, señora; Él solo ha vencido a los aragoneses; Él ha
+vuelto por vuestra causa.</p>
+
+<p>Y diciendo así, saludó respetuosamente a su soberana y salió del
+aposento lleno de júbilo.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t055.jpg"
+ style="width: 6em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch4">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO IV</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">E</span><span class="rest">n
+tanto</span> que el conde conferenciaba con la reina, Hernando, que se
+ocupaba en registrar la fortaleza, halló la litera en que doña Urraca
+había venido a ella, y mandó disponerla para que hiciese su viaje a
+Castilla con más comodidad que a caballo, que era lo que se tenía
+pensado, y también se aprovechó de los caballos de la guarnición para
+montar a los ocho hombres que salieron con bien del combate, pues los
+suyos estaban harto cansados con la penosa marcha que acababan de hacer
+para emprender con ellos inmediatamente otra no menos rápida.</p>
+
+<p>Tomadas estas disposiciones, hizo el conde prestar juramento sobre
+los santos Evangelios a los aragoneses, de que en ocho días contados
+desde aquel en que lo<span class="pagenum" id="Page_57">p. 57</span>
+prestaban, no saldrían de su castillo, ni darían aviso a nadie de
+lo sucedido por medio alguno directo ni indirecto; precaución que
+le pareció necesaria y bastante para asegurar su retirada, pues en
+aquellos tiempos de ignorancia, dicho sea en mengua de nuestro siglo,
+cuando un hombre, y sobre todo un soldado, hacía un juramento, antes
+hubiera perdido mil vidas que faltado a él.</p>
+
+<p>En efecto, los aragoneses cumplieron exactamente lo prometido, y la
+marcha de la reina a sus estados no sufrió el menor obstáculo.</p>
+
+<p>Cuando don Gómez se decidió a marchar de Candespina, solo escuchó
+la voz de su pasión, y atendiendo demasiado a ella, olvidó lo que
+la prudencia, la política y la razón exigían, que era asegurarse en
+Castilla de un partido bastante respetable para defender a la reina
+del poder de su esposo, de quien sin duda no<span class="pagenum"
+id="Page_58">p. 58</span> debía esperarse mirase con indiferencia
+aquella fuga; pero luego que conseguido su objeto empezó a
+restablecerse la tranquilidad en su agitado espíritu, todas las
+dificultades se presentaron de golpe.</p>
+
+<p>El segundo día de su viaje, caminando el conde y Hernando un poco
+detrás de la litera de la reina, iba aquel tan pensativo que, a pesar
+de la poca penetración de que su amigo se hallaba dotado, no pudo menos
+de observarlo, y admirado de verlo así cuando solo estaban a media
+legua de la frontera de Aragón, le dijo:</p>
+
+<p>—¿Qué tenéis, cuerpo de Cristo? Nunca os he visto tan pensativo.</p>
+
+<p>—¿Os parece, por ventura, que me faltan motivos para estarlo?
+—contestó el conde.</p>
+
+<p>—Al menos no los alcanzo. Ya poco tenemos que temer de los
+aragoneses.</p>
+
+<p>—Los castellanos son los que yo temo.</p>
+
+<p>—¿Los castellanos? ¿Y por qué?</p>
+
+<p>—¿Sabéis, Hernando, con cuántos nobles podremos contar?
+¿Creéis<span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span> que habrá
+muchos que quieran incurrir en el terrible enojo de Alfonso de
+Aragón?</p>
+
+<p>—¡En el terrible enojo del de Aragón! Terrible para los cobardes.</p>
+
+<p>—Y para los prudentes, Hernando. La pasión no debe cegarnos. El
+poder de Alfonso es formidable, y si toda la nobleza, si todo el clero
+de Castilla no nos presta su apoyo, apenas podremos resistir algunos
+instantes a la tempestad que va a caer sobre nosotros.</p>
+
+<p>—No sé por qué no se unirán a nosotros prelados y grandes. La
+reina...</p>
+
+<p>—Esta con nosotros, es cierto, pero viene fugitiva.</p>
+
+<p>—De su tirano, como ella dice.</p>
+
+<p>—Sí, su tirano; pero también es su marido. Hernando, el negocio no
+está tan llano como a vos os parece.</p>
+
+<p>—¿Y qué hemos de hacer, conde?</p>
+
+<p>—Reparar en lo posible el tiempo perdido. Y si la fatiga,
+Hernando...</p>
+
+<p>—La fatiga no me asusta. Mandad y seréis obedecido.</p>
+
+<p>—¡Excelente, Hernando! ¡Cuánto os debo!</p>
+
+<p>—Nada.<span class="pagenum" id="Page_60">p. 60</span> Decid presto
+qué es lo que he de hacer.</p>
+
+<p>—Vos conocéis a Diego López, señor de Nájara.</p>
+
+<p>—Sin duda que le conozco, y es de mis amigos; buen soldado...</p>
+
+<p>—Y tan mal cortesano como vos. Mas esto no es ahora del caso; lo que
+importa es que sirva a la reina.</p>
+
+<p>—Y lo hará. Mejor vasallo no lo tiene Castilla.</p>
+
+<p>—Así lo creo. Alfonso le quitó por esa misma razón las fortalezas
+que tenía a su cargo; mas no se atrevió a despojarle de sus estados.</p>
+
+<p>—Ni pudiera aunque lo intentara. El conde tiene buenos puños
+y muchos servidores que hubieran dado que hacer a los señores
+aragoneses.</p>
+
+<p>—Enhorabuena, Hernando. Yo sé que don Diego López, temeroso siempre
+de la mala voluntad de Alfonso, no se aparta nunca de Nájara.</p>
+
+<p>—Decid más: nunca le faltan doscientos caballos y algunos peones de
+que disponer.</p>
+
+<p>—Tanto mejor. Hernando, ya lo veis; veinte lenguas hemos andado
+en estos dos días, y<span class="pagenum" id="Page_61">p. 61</span>
+la reina, a pesar de ir en litera, empieza a resentirse de tan
+acelerada manera de caminar. Habremos pues de acortar las jornadas
+en lo sucesivo. Su Alteza desea darse a conocer en llegando a sus
+estados...</p>
+
+<p>—Es una temeridad.</p>
+
+<p>—Tal vez, y yo así se lo he hecho presente. Pero su voluntad...</p>
+
+<p>—No debe seguirse cuando es descabellada.</p>
+
+<p>—Sea como quiera, Hernando, su voluntad es nuestra ley. Vasallo
+celoso, pero sumiso, aconsejaré a Su Alteza cuando lo crea necesario
+para bien suyo; mas siempre obedeceré sin replicar sus órdenes. Mas
+volvamos a nuestro asunto: caminando poco doña Urraca, y dándose a
+conocer desde luego, es muy de temer que alguno de los muchos alcaides
+aragoneses que tiene esta frontera...</p>
+
+<p>—Os entiendo, proseguid.</p>
+
+<p>—Para evitar, pues, un lance que malogre el fruto de nuestra
+empresa, es preciso que vos marchéis con toda diligencia a Nájara; que
+os presentéis<span class="pagenum" id="Page_62">p. 62</span> a López y
+le digáis en qué situación nos hallamos.</p>
+
+<p>—Eso bastará; conozco al señor de Nájara; ¿pero ahora mismo?</p>
+
+<p>—No, Hernando, aún estamos en Aragón, y no sois hombre vos a quien
+yo separe de mi lado en ocasiones de peligro; a más, una carta de Su
+Alteza para don Diego sería muy del caso. Lo dicho: esta noche os
+separaréis de mí.</p>
+
+<p>—Hágase como dispongáis.</p>
+
+<p>Durante esta conversación iban juntas en la litera doña Urraca y
+su dama doña Leonor, más gozosas de verse fuera del Castellar, que
+apesadumbradas con lo largo de las jornadas y el melancólico aspecto
+del terreno por el que caminaban.</p>
+
+<p>Doña Leonor poseía toda la astucia y flexibilidad de carácter
+naturales en una mujer educada en la corte, y además había llegado a
+conocer a su señora bastante bien, para no sufrir muy a menudo las
+tempestades que la versatilidad de esta producía<span class="pagenum"
+id="Page_63">p. 63</span> con frecuencia. Reinaba pues la más completa
+armonía entre ambas; y doña Urraca se complacía en manifestar a su
+camarera los proyectos que para lo futuro iba haciendo. Encerrada en
+la prisión de Castellar, la reina de Castilla hacía sanas y acertadas
+reflexiones sobre su posición relativamente a los grandes de su
+reino, y conocía cuán poco podía esperar de ellos; pero la manera
+casi milagrosa con que obtuvo su libertad, el entusiasmo del conde y
+la fidelidad de su reducido escuadrón, desvanecieron enteramente sus
+temores. Olvidando que su altanería le había acarreado casi desde la
+infancia la enemistad de los nobles y prelados; olvidando que por no
+verse sujetos a ella sola habían querido casarla hasta con uno de sus
+iguales y tener a este por rey; doña Urraca, seducida por su amor
+propio, creyó encontrar todos los corazones dispuestos a recibirla,
+todos los brazos prontos a combatir en su<span class="pagenum"
+id="Page_64">p. 64</span> defensa. Los derechos heredados de su padre,
+el glorioso nombre de este, y sobre todo sus gracias personales eran
+otros tantos motivos de confianza y seguridad para la incauta reina, y
+no veía, ni sus defectos, ni el poder de su marido, ni la fuerza de sus
+parciales.</p>
+
+<p>Todas estas causas debilitaban de hora en hora la admiración y la
+gratitud que la heroica resolución de don Gómez la habían inspirado en
+el primer momento: desaparecieron sucesivamente de su imaginación el
+héroe y el libertador, no quedando el conde de Candespina por último
+en ella más que como un vasallo fiel, enamorado, valiente y acreedor a
+sus bondades. Por no ser prolijos omitiremos los diálogos de entrambas
+viajeras, y las conversaciones que mediaron con el conde, quien solía
+acercarse a menudo a la litera para informarse de si Su Alteza iba con
+la comodidad posible, de si deseaba alguna cosa,<span class="pagenum"
+id="Page_65">p. 65</span> pedirla su venia para hacer alto, etc., etc.
+De este modo llegaron al último pueblo de Aragón, y así por esto como
+por su pequeñez y poca importancia, le pareció a don Gómez que podría
+alojarse en él la reina, esperando encontrar algunas comodidades.
+Se escogió la casa del pueblo que menos mala pareció, y sin usar de
+otra ceremonia don Gómez mandó a su dueño que recibiese en ella a la
+reina, aunque sin decirle que tal era su alta dignidad. Acostumbrados
+entonces los plebeyos a someterse de grado o por fuerza a la voluntad
+de los nobles, que les comunicaban sus órdenes con la punta de la
+lanza, no extrañaban ninguna de las exacciones de estos, y por lo mismo
+el villano aragonés no manifestó la menor repugnancia en conceder la
+hospitalidad que con tanta cortesía se le pidió. Introdujo pues a sus
+huéspedes en una que él llamó sala, en la cual no se veían más muebles
+que una<span class="pagenum" id="Page_66">p. 66</span> tosca mesa
+de pino, algunos escaños o bancos de la misma madera, y un espacioso
+sillón con asiento de cuero, que daba indicios de ser el más antiguo y
+respetable de todos los enseres allí existentes. La misma sala tenía
+una alcoba con su cama correspondiente al resto del ajuar, la cual se
+destinó para doña Urraca.</p>
+
+<p>Al entrar esta en aquella miserable choza, echó una mirada en
+derredor de sí, y expresó con un profundo suspiro cuánto echaba de
+menos el fasto de la corte: el conde lo comprendió, mas no pudiendo
+remediar nada, juzgó que lo más prudente era guardar silencio sobre
+aquel punto. Ocupado enteramente del proyecto relativo al mensaje de
+Hernando, apenas se sentó la reina dobló ante ella la rodilla, pidió
+permiso para hacerla una súplica, y obtenido que lo hubo, manifestó en
+breves pero evidentes razones, cuán necesario era solicitar el auxilio
+del señor de Nájara.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_67">p. 67</span></p>
+
+<p>—Nunca hubiera creído —contestó la reina después de haber escuchado
+con algunas muestras de impaciencia el discurso del conde—, nunca
+hubiera creído que la reina de Castilla tuviese que mendigar el auxilio
+de sus vasallos.</p>
+
+<p>—Vuestra Alteza —replicó don Gómez— no ha comprendido, sin duda por
+falta de explicación mía, lo que he querido decir: se trata, no de
+que Vuestra Alteza mendigue el socorro de nadie, sino de que se digne
+participar su llegada a estos reinos al señor de Nájara: esta honra
+bastará para empeñar más particularmente a este caballero en defensa de
+Vuestra Alteza.</p>
+
+<p>—¿Y por ventura, conde, he yo menester tanto de su ayuda? ¿No me
+quedan más vasallos tan nobles, tan poderosos, tan esforzados como él
+en Castilla?</p>
+
+<p>—Nobles hay en ella, y muchos y muy poderosos; pero, señora, siento
+decirlo, acaso no todos...</p>
+
+<p>—Os entiendo: teméis que sean más parciales del rey de Aragón<span
+class="pagenum" id="Page_68">p. 68</span> que de su natural señora.
+Mientras me han creído legítimamente unida a él, mientras que he
+estado ausente, tal vez don Alfonso habrá podido contar con ellos;
+pero en presentándome, creedlo, conde, no habrá uno que no siga mis
+banderas.</p>
+
+<p>—Así debiera ser, y así lo deseo, mas no puedo persuadírmelo. Por lo
+menos, crea Vuestra Alteza que no sería prudente presentarse en Burgos
+sin más escolta que la corta con que hoy camina.</p>
+
+<p>—Sois extraño, conde; no os parece bastante para caminar por mis
+estados la misma fuerza con que emprendisteis sacarme del poder de mis
+enemigos.</p>
+
+<p>Doña Leonor, presente a esta conversación, conocía la razón del
+conde; mas veía al mismo tiempo que era inútil luchar contra la vanidad
+de su señora, y que a menos de presentarla el negocio bajo un aspecto
+enteramente distinto, jamás consentiría en lo que sus propios intereses
+exigían.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_69">p. 69</span></p>
+
+<p>Se le ocurrió de pronto un feliz expediente, y arriesgándose a
+sufrir una áspera reprimenda se atrevió a mezclarse en la conversación
+diciendo a la reina:</p>
+
+<p>—Si Vuestra Alteza me permitiera...</p>
+
+<p>—¿También tú, Leonor, tienes desconfianza de la fidelidad de mis
+vasallos?</p>
+
+<p>—No, señora —contestó la diestra cortesana—, lejos de eso creo
+absolutamente infundados los temores del conde.</p>
+
+<p>—¡Doña Leonor! —exclamó este algo mohíno de ver que la camarera
+se oponía tan espontáneamente a su juicioso proyecto—: Doña Leonor,
+¿habéis meditado bien?...</p>
+
+<p>—Dejadla hablar —replicó la reina—; continúa, Leonor, veamos si tú
+podrás convencer a este buen caballero...</p>
+
+<p>—No me parece —dijo Leonor— ni aun necesario rebatir los temores
+que el excesivo celo del conde de Candespina le ha hecho concebir;
+perdóneme su señoría si me atrevo a decirle que va enteramente
+descaminado<span class="pagenum" id="Page_70">p. 70</span> en lo que
+dice. No hay, o yo me engaño mucho, un solo noble en Castilla que
+no esté dispuesto a sacrificarse en obsequio de las gracias de doña
+Urraca...</p>
+
+<p>—De mis gracias no, porque no las tengo; pero de mis derechos sí.</p>
+
+<p>—La modestia de Vuestra Alteza —continuó la dama— le hace hablar
+así; de todos modos Vuestra Alteza no necesita para su seguridad de las
+tropas del señor de Nájara, y sin embargo yo no vacilaría en enviarlas
+a buscar.</p>
+
+<p>No es fácil describir el asombro de la reina y del conde oyendo
+concluir de un modo tan singular el discurso de doña Leonor; aquella
+la miró con enojo, y con admiración este; mas ella, que todo lo había
+previsto, sin darles tiempo para volver en sí, continuó de esta
+manera:</p>
+
+<p>—Dígnese Vuestra Alteza escucharme un instante más y me comprenderá.
+Repito que los soldados del señor de Nájara no me parecen necesarios
+para seguridad; mas ¿dígame<span class="pagenum" id="Page_71">p.
+71</span> Vuestra Alteza si será decoroso para su alta dignidad
+entrar en Burgos en una misma litera, con su única criada, sin más
+servidumbre, sin más guarda que la de ocho o nueve soldados, valientes
+sin duda, pero con las armas aún teñidas en sangre y cubiertas de
+polvo?</p>
+
+<p>—En verdad, Leonor, que tienes razón, y mandaré al señor de Nájara
+que venga a servirnos de guarda hasta nuestra capital de Castilla.
+Conde, escribid la carta, que yo la firmaré; pero cuidad bien de que
+en ella se exprese que el motivo de nuestro mandato es el que ha dicho
+Leonor, y no en manera alguna que tengamos el menor recelo de la
+fidelidad de nuestros vasallos.</p>
+
+<p>Absorto y pensativo salió el conde a ejecutar lo que se le mandaba,
+pudiendo apenas figurarse ser verdad el ingenioso artificio con que
+doña Leonor había logrado de la reina, lisonjeando su vanidad, lo que
+él con razones más poderosas<span class="pagenum" id="Page_72">p.
+72</span> jamás hubiera conseguido. A estar menos preocupado en favor
+de la reina, nada hubiera visto de extraño en ello; pero un amante ve
+pocas veces claro cuando se trata de su dama.</p>
+
+<p>Doña Urraca por su parte cada vez se creía más segura del amor de
+los castellanos, y miraba como ofensas cuantas prudentes precauciones
+querían sus partidarios tomar en favor suyo. Funesta preocupación
+que atrajo sobre estos y sobre ella misma no pocos sinsabores en lo
+sucesivo.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t072.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch5">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_73">p. 73</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO V</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">P</span><span
+class="rest">artió</span> Hernando apresuradamente para Nájara con el
+mensaje de la reina a Diego López, y su diligencia fue tal que dos días
+después llegaron ambos, al mismo tiempo que doña Urraca, a un pueblo
+del camino llamado Anguiano.</p>
+
+<p>Don Diego López obtuvo el honor de besar los pies a la reina, quien
+no se descuidó en hacerle entender que había reclamado su asistencia,
+no como necesaria, sino para dar más aparato a la pública entrada que
+pensaba hacer en Burgos. El señor de Nájara se contentó con responder
+que de cualquier manera que fuese se creía muy honrado con que Su
+Alteza se dignara emplearle en su servicio, y lo que solo sentía era
+que la premura del tiempo no le hubiese permitido reunir más que los
+trescientos<span class="pagenum" id="Page_74">p. 74</span> caballos
+que con él traía, y cuatrocientos peones que no tardarían en llegar a
+las órdenes de uno de sus parientes. Mediaron algunos cumplimientos,
+y doña Urraca terminó la conferencia encargando al conde y al señor
+de Nájara que dieran las disposiciones convenientes para su entrada
+en Burgos, declarando al mismo tiempo que estaba resuelta a cesar de
+ocultarse, queriendo que desde aquel mismo momento supiesen los pueblos
+por donde transitara que tenían el honor de albergar a su soberana.</p>
+
+<p>La expresión de la voluntad de doña Urraca fue en esta ocasión tan
+firme y tan decidida que hasta el mismo Hernando se convenció de que
+toda reflexión contraria a ella sería inútil; y así, por más que don
+Gómez, el de Nájara y la misma doña Leonor creyesen que hubiera sido
+más prudente no descubrirse hasta estar en Burgos, hubieron de ceder a
+la necesidad.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span></p>
+
+<p>Los habitantes de Anguiano, poco enterados en los negocios políticos
+y no conociendo de la reina más que su nombre y la fidelidad que le
+habían jurado, manifestaron sumo gozo en que honrase su pequeña aldea,
+y aun quisieron festejarla a su modo: pero doña Urraca, sea que se
+convenciese de que era tan impolítico como arriesgado el detenerse, o
+sea más bien que el miserable y salvaje aspecto de aquellos montañeses
+le fuese poco agradable, resolvió ponerse en marcha sin demora.</p>
+
+<p>Aunque en realidad toda la tropa que escoltaba a la reina dependía
+del señor de Nájara, por componerse de vasallos, criados, deudos y
+amigos suyos, sin embargo, don Diego López, que ya en la junta de
+Mascaraque se había declarado decididamente partidario del conde de
+Candespina, indicó a este que él y cuantos le seguían estaban prontos
+a obedecerle en todo. Agradeció el conde con corteses razones<span
+class="pagenum" id="Page_76">p. 76</span> la deferencia que se le
+demostraba, y aunque no quiso tomar ostensiblemente el mando, tanto
+por no herir el amor propio del señor de Nájara cuanto porque no se
+le tachase de ambicioso, se reservó empero las facultades que creyó
+oportunas para el mejor servicio de la reina. Hernando de Olea, a la
+cabeza de cien lanzas escogidas, salió con anticipación a noticiar a
+los burgaleses la llegada de doña Urraca, llevando orden de apoderarse
+de alguna de las puertas de la ciudad, y seguidamente del alcázar a
+nombre de Su Alteza; y al mismo tiempo se envió un mensajero a la
+infantería de Nájara, para que atravesando los montes por el camino más
+corto marchase directamente a la capital de Castilla.</p>
+
+<p>La reina con los doscientos caballos restantes, más los ocho del
+conde, continuó su camino a jornadas cortas, recibiendo con afabilidad
+a los nobles de todos<span class="pagenum" id="Page_77">p. 77</span>
+los pueblos del tránsito, y esperando con ansia el momento de llegar a
+Burgos. Don Gómez la acompañaba siempre, y recibía de ella las mayores
+pruebas de estimación. Enamorado más que nunca, no se atrevía sin
+embargo a hablar una palabra de su amor, que hubiera mirado como un
+crimen, en razón de ser la reina casada, si las desavenencias de esta
+con su marido y el parentesco de primos segundos que mediaba entre
+ambos consortes no alentaran la esperanza de ver roto algún día aquel
+lazo tan contrario a sus intereses.</p>
+
+<p>Doña Urraca no podía ser indiferente al mérito incontestable
+de don Gómez, aumentado a sus ojos con el servicio que acababa de
+hacerla; pero el amor que empezaba a apoderarse de su corazón no era
+ni fue nunca superior a la vanidad, de modo que si bien su conducta
+era tal que el conde no tenía de que quejarse,<span class="pagenum"
+id="Page_78">p. 78</span> tampoco le permitía lisonjearse enteramente
+de ser amado.</p>
+
+<p>Así que llegó Hernando de Olea a Burgos, se presentó a su alcaide,
+don Álvar Fáñez, y le comunicó las órdenes de la reina, para que se
+hiciese saber al ayuntamiento de aquella ciudad su próxima llegada. Es
+indecible la sorpresa del alcaide, más afecto al partido aragonés que
+al castellano; hizo mil preguntas a Hernando, pero todas las respuestas
+de este fueron tan concisas que ninguna luz pudo sacar de ellas. Es
+posible que don Álvar Fáñez se hubiera opuesto a recibir a la reina
+en Burgos si hubiese estado en su mano obrar conforme a sus deseos;
+pero el conde, que había previsto aquel caso, dio las instrucciones
+convenientes al de Olea para evitarlo; y así este no abandonó ni
+un momento al alcaide desde su llegada a Burgos, y tuvo cuidado
+de insinuarle que si bien había venido únicamente con cien<span
+class="pagenum" id="Page_79">p. 79</span> caballos, tardarían
+poquísimas horas en llegar fuerzas más considerables.</p>
+
+<p>Se convocó, pues, inmediatamente a los individuos de ayuntamiento,
+a lo principal de la nobleza y a los gobernadores del obispado con
+las dignidades eclesiásticas de más nota, para las casas capitulares,
+y, reunidos todos en ellas, les hizo el alcaide saber la orden que
+acababa de recibir. Hernando añadió, que Su Alteza se había resuelto
+a ir a visitar sus estados sin avisar de antemano, por razones que
+se reservaba explicar ella misma a su debido tiempo, y que de todos
+modos creía que una sola palabra dicha a nombre suyo bastaría para
+que sus amados burgaleses se dispusieran a hacerla el correspondiente
+recibimiento.</p>
+
+<p>—Para concluir, señores, dijo por último: es la voluntad de la
+reina que desde este momento se me ponga en posesión del alcázar de
+esta ciudad, y se me confíe la guarda de una de sus puertas.<span
+class="pagenum" id="Page_80">p. 80</span> He aquí las cartas de Su
+Alteza, en confirmación de lo que acabo de deciros. —Y en efecto las
+presentó.</p>
+
+<p>Lo natural era haber empezado haciéndolo; pero Hernando, poco
+enterado en semejantes fórmulas, cuidó más de hacer entender a aquella
+junta lo que de ella quería, que de otra cosa.</p>
+
+<p>A todo esto, los soldados de Nájara rodeaban el lugar de la sesión,
+y tanto los regidores como los nobles y clérigos, además de que no
+tenían un motivo racional para oponerse a recibir a su legítima
+soberana, aunque viniese como a sorprenderlos, conocieron que no
+estaban en situación de hacer otra cosa más que suscribir a cuanto de
+ellos se exigiese.</p>
+
+<p>Accedieron, pues, sin repugnancia (al menos manifiesta) a lo que
+se les mandaba en nombre de doña Urraca, y Hernando, satisfecho del
+buen éxito de su comisión, pasó a alojar el grueso de su tropa<span
+class="pagenum" id="Page_81">p. 81</span> en el alcázar, enviando un
+pequeño destacamento a la puerta de la ciudad, que él mismo designó. A
+las ocho de la mañana llegó el de Olea a Burgos; a las doce estaba en
+posesión del alcázar; y antes de la noche llegó también la infantería
+de Nájara.</p>
+
+<p>Los burgaleses deseaban con ansia el momento de ver entrar a la
+reina, pues esperaban que su presencia disiparía la misteriosa sombra
+que cubría el objeto de aquella inesperada visita, cuyo motivo estaban
+lejos de sospechar; porque debe tenerse presente que en el siglo
+<span class="asc">XII</span> aún no se habían establecido los correos
+ordinarios y periódicos.</p>
+
+<p>Para abreviar: al tercer día se recibió aviso por un soldado de que
+Su Alteza haría su entrada al siguiente por la mañana, lo que en efecto
+se verificó, saliendo a recibirla el cabildo, los nobles y el alcaide
+que, arrodillado a sus pies, le entregó las llaves de la ciudad.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_82">p. 82</span></p>
+
+<p>Doña Urraca desplegó la amabilidad, gracia y cortesanía de que tan
+bien sabía usar; y como uno de los eclesiásticos gobernadores de la
+diócesis, creyendo que su carácter sacerdotal le autorizaba a ello,
+preguntase qué motivo extraordinario era el que proporcionaba a sus
+vasallos la inesperada dicha de verla, le contestó que tiempo habría de
+satisfacer aquella curiosidad, añadiendo:</p>
+
+<p>—Lo que ahora importa más es dar gracias a Dios por haberme traído
+con bien a mi amada Castilla: vamos al templo, y no dudo que vosotros,
+señores, me ayudaréis con vuestras santas oraciones a implorar el favor
+divino para lo sucesivo.</p>
+
+<p>Dicho esto, se encaminaron todos a la iglesia mayor, y en ella
+se cantó un solemne <i>Te Deum</i>, concluido el cual se trasladó
+la reina con el mismo acompañamiento al alcázar. Bien hubiera
+querido don Gómez poder ocultar que la reina<span class="pagenum"
+id="Page_83">p. 83</span> venía fugitiva de Aragón; pero desde luego
+conoció que semejante ficción podría durar poquísimos días, y que su
+momentánea utilidad no compensaría los perjuicios que necesariamente
+había de producir cuando se descubriese la verdad. Fue pues necesario
+decidirse a descubrir el misterio, con permiso de doña Urraca, quien
+no puso dificultad en ello, persuadida de que los castellanos no
+vacilarían en defenderla contra su marido. En consecuencia de esta
+determinación, apenas entraron en el alcázar cuando, sentándose la
+reina en su trono, hizo una larga y patética exposición de los malos
+tratamientos que de su esposo había recibido, sin más causa, decía,
+que la de ser el rey aragonés y, como tal, enemigo de Castilla, cuya
+opresión no había ella querido nunca autorizar; habló de su prisión en
+Castellar, pintándola con colores tal vez más cargados que los que la
+verdad<span class="pagenum" id="Page_84">p. 84</span> exigía; y, por
+último, alabando el celo del conde de Candespina, manifestó hallarse
+resuelta a evitar a todo trance caer de nuevo en manos de su tirano.
+Sea respeto, sorpresa o temor de las tropas que les cercaban, todos los
+presentes guardaron el más profundo silencio que la reina interpretó
+tan favorablemente que no creyó necesario exigir garantía ninguna para
+su seguridad; y poniendo a cargo del conde de Candespina disponer lo
+necesario para la defensa contra don Alfonso, se retiró a descansar de
+las fatigas de su penoso viaje.</p>
+
+<p>Don Gómez exhortó en seguida a todos aquellos caballeros a que
+tomasen las armas, y las hiciesen tomar a sus vasallos, como él iba
+a hacerlo, marchando al siguiente día a sus estados con objeto de
+hacer en ellos una leva. Todos protestaron que estaban resueltos a
+seguir su ejemplo, y la asamblea se separó sin que ocurriese<span
+class="pagenum" id="Page_85">p. 85</span> en ella nada más digno de
+notarse.</p>
+
+<p>No fiaba mucho el conde de Candespina en aquellas demostraciones;
+pero la fuerza de las circunstancias le precisó a ocultarlo por
+entonces, esperando que podría reunir a sus parciales antes que los
+enemigos de la reina tuvieran tiempo de concertar su plan contra ella;
+y en consecuencia, marchó, según lo había anunciado en la asamblea, el
+día después de el de la llegada de la reina a Burgos para Pancorbo,
+cuyo castillo y pueblo le pertenecían.</p>
+
+<p>En Burgos se quedó Hernando para estar a la mira de cuanto
+ocurriese; y el señor de Nájara prometió no desamparar la corte hasta
+el regreso del conde, quien por su parte no hacía ánimo de detenerse
+más tiempo que el absolutamente necesario.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t085.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch6">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_86">p. 86</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VI</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">F</span><span
+class="rest">ieles</span> observadores de su juramento, los aragoneses
+que sobrevivieron a la desgracia del Castellar no salieron de aquella
+fortaleza hasta cumplido el octavo día de la marcha del conde, esto
+es, uno después del de la llegada de la reina a Burgos; pero ya
+pasado aquel plazo, montaron a caballo dos de los más principales de
+ellos, y a rienda suelta se encaminaron a Huesca, villa distante del
+Castellar unas diez leguas, en la cual se hallaba a la sazón Alfonso
+el Batallador, que, como ya hemos dicho, se llamaba emperador de
+España.</p>
+
+<p>Más fácil es imaginar que describir el terrible enojo de aquel
+príncipe, oyendo la relación de la fuga de su esposa, y por él pronto
+pagaron los miserables que le<span class="pagenum" id="Page_87">p.
+87</span> llevaron la noticia, a quienes mandó encerrar en un calabozo.
+En vista de su cólera, casi puede decirse que fue fortuna para Íñigo
+Latorre haber muerto en el Castellar, porque, a no ser así, es evidente
+que hubiera concluido sus días afrentosamente en un cadalso.</p>
+
+<p>Alfonso convocó inmediatamente a sus principales vasallos para la
+frontera de Castilla, pues no pudo ocultársele que la reina habría
+marchado a Burgos, por ser esta ciudad la más cercana entre las
+principales de sus dominios a los estados de Aragón; y marchó él mismo
+para Soria, plaza en que tenía puesta guarnición de los suyos, con
+los hombres de armas, jinetes, arqueros y ballesteros que siempre le
+acompañaban.</p>
+
+<p>La rivalidad entre los diferentes estados en que estuvo dividida
+la monarquía, desde que don Pelayo dio principio a su restauración en
+los montes de Asturias hasta<span class="pagenum" id="Page_88">p.
+88</span> que don Fernando V el católico la terminó, arrojando de
+Granada los restos de los moros, es tan notoria que sería hacer agravio
+a nuestros lectores tratar de demostrársela; pero bueno será tenerla
+presente para no admirarnos del ansia con que castellanos y aragoneses
+se aprovechaban de la más pequeña ocasión para causarse perjuicios de
+la mayor trascendencia.</p>
+
+<p>Grande era, sin duda, el celo con que los próceres de uno y otro
+reino acudían a sus soberanos en las guerras contra los infieles; pero
+tal vez se mostraban aún más serviciales en tratándose de hostilizarse
+las potencias cristianas entre sí; y estas luchas, que prolongaron
+la dominación de los árabes en la península, hubieran podido tal
+vez perpetuarla si los sumos pontífices, usando de sus facultades
+espirituales y de la influencia temporal que en aquella época tenían,
+no las hubieran casi siempre terminado, haciendo aliarse<span
+class="pagenum" id="Page_89">p. 89</span> a las dos partes beligerantes
+contra el común enemigo.</p>
+
+<p>Pero volviendo a nuestro propósito, diremos que los magnates
+aragoneses se apresuraban a porfía en reunir el mayor número de
+soldados posible para ayudar a su rey a reparar su honor mancillado.</p>
+
+<p>Los caminos se veían cubiertos de soldados y capitanes que de todos
+los dominios de Aragón marchaban a Soria acudiendo al llamamiento del
+rey, y los miserables labradores sufrían todo género de vejaciones y
+malos tratos, en tanto que Alfonso no descuidaba ninguno de los medios
+necesarios para salir bien de su empresa.</p>
+
+<p>Los días que hubo de estar en Soria, esperando los soldados de sus
+vasallos, calmaron algún tanto el primer arrebato de la cólera, y las
+reflexiones políticas sucedieron a las acaloradas sugestiones del amor
+propio ofendido. Su única mira,<span class="pagenum" id="Page_90">p.
+90</span> cuando siendo todavía príncipe se casó con doña Urraca, era
+la de reunir en su cabeza las coronas de la mayor parte de los reinos
+de España; y por esta razón prescindió del carácter de su esposa, de
+que estaba informado de antemano, y del parentesco que con ella tenía,
+el cual aunque lejano era sin embargo bastante entonces para impedir
+el matrimonio y aun para disolverlo después de hecho, como sucedía
+con frecuencia en casos semejantes. Convencido, pues, de que, aunque
+empleando la fuerza, era indudable que Castilla, dividida en bandos y
+con la mayor parte de las fortalezas en su poder, habría de sucumbir;
+sin embargo sería peligroso hostigar a los irritables castellanos,
+que en último recurso podrían acudir al papa para que anulase su
+matrimonio, con lo que perdería todo derecho a aquella corona: resolvió
+entablar algunas negociaciones antes de empezar las hostilidades.<span
+class="pagenum" id="Page_91">p. 91</span> Mas la suerte, empeñada
+en protegerle, dispuso las cosas aun mejor de lo que él mismo podía
+esperar.</p>
+
+<p>Así que faltó de Burgos un hombre a quien todos respetaban y temían,
+como era el conde de Candespina, pareció a los habitantes de aquella
+ciudad que estaban ya en libertad para discurrir y obrar según creyesen
+conveniente. Es cierto que don Diego López y Hernando de Olea habían
+quedado en guarda de la reina; pero desgraciadamente no había quien
+ignorase que nada era más fácil que sorprender y engañar a aquellos dos
+excelentes soldados y pésimos cortesanos.</p>
+
+<p>Don García, obispo de Burgos, prelado de costumbres irreprensibles,
+y tan celoso por la grey que estaba a su cargo como vasallo fiel y
+patriota decidido, fue desterrado de su diócesis por haber representado
+al rey don Alfonso de Aragón sobre la violenta medida que este tomó,
+despojando<span class="pagenum" id="Page_92">p. 92</span> de sus
+alcaidías a los caballeros castellanos de más nota, y sustituyéndoles
+aragoneses o bien naturales del país tachados de poco patriotismo.
+Algunos individuos del cabildo sintieron la tiranía que se usaba
+con su prelado, pero siendo en corto número, y atemorizados con el
+ejemplar mismo que tenían a la vista, no se atrevieron a manifestar su
+opinión, y hubieron de seguir la de la mayoría, que como de ordinario
+sucede, se inclinaba al partido vencedor. Los gobernadores, pues, del
+obispado eran canónigos conocidos por su inclinación a los aragoneses,
+y obraban en todo de acuerdo con el alcaide de Burgos don Álvar Fáñez,
+uno de los más celosos partidarios de don Alfonso; pero hallándose
+sin fuerzas con que contrarrestar las de don Diego López, se decidió
+este caballero a esperar la resolución del conde don Pedro Ansúrez,
+señor de Valladolid, a quien dio aviso de lo que ocurría así que<span
+class="pagenum" id="Page_93">p. 93</span> tuvo noticia de la llegada
+de la reina. El conde don Pedro, que era una de las personas de más
+nombradía en Castilla, había pasado su juventud, como todas los grandes
+de su tiempo, en el ejercicio de las armas; pero su inclinación le
+llamaba más a los negocios políticos que al manejo de la lanza. El
+padre de doña Urraca, apreciando sus talentos, le nombró ayo o amo,
+como entonces se llamaba, de su hija, y el conde gozó siempre de mucho
+favor con esta princesa hasta que, habiéndose declarado por el rey
+de Aragón, cayó de su gracia, según ya hemos dicho. Estaba pues el
+de Ansúrez ligado enteramente con los enemigos de su discípula: el
+engrandecimiento de esta no podía menos de producir su ruina, y así
+no es de extrañar se afanase tanto para cortar aquel mal en su origen
+que se hallara en Burgos cuatro días después de haber llegado allí la
+reina.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span></p>
+
+<p>Se alojó para mayor seguridad en el palacio episcopal, y después
+de una larga conferencia en la cual dio a Álvar Fáñez todas las
+instrucciones que creyó necesarias, le previno que para aquella noche y
+hora de las doce de ella, convocase secretamente a los principales de
+entre los partidarios que tenían en el pueblo. No faltó ninguno de los
+llamados, que serían más de cuarenta; tal era el respeto y veneración
+con que miraban a su alcaide, quien dispuso que la junta se verificase
+en la capilla del palacio. Reunidos ya los caballeros, un canónigo
+celebró, dada la media noche, una misa rezada para implorar las luces
+del Espíritu Santo; y terminado aquel acto religioso, dio a todos los
+circunstantes su bendición.</p>
+
+<p>Así que el celebrante hubo desnudado las vestiduras con que había
+oficiado el Santo Sacrificio, habló de esta manera el alcaide:</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_95">p. 95</span></p>
+
+<p>—Extraño debe pareceros, nobles señores, que en hora tan desusada
+os haya convocado para este sitio; pero la confianza con que me habéis
+honrado, viniendo a él con tanta puntualidad, es una prueba de amor
+que nunca olvidaré. El único objeto, señores, de todas mis acciones
+es cumplir la fe prometida a nuestro soberano, y alejar de mi patria
+los males de la horrorosa guerra que la amenaza: si lo consigo, nada
+me queda que desear. Ahora, señores, escuchad al muy ilustre conde
+don Pedro Ansúrez, quien tiene que comunicaros cosas de no poca
+importancia.</p>
+
+<p>—Caballeros —dijo don Pedro—, el honor castellano está ofendido:
+un conde osado y presuntuoso se ha atrevido a faltar a la obediencia
+debida a su rey; y vuestro silencio, vuestra ciega sumisión a sus
+órdenes os hacen cómplices en su delito. ¿Quién de vosotros, infanzones
+de Castilla,<span class="pagenum" id="Page_96">p. 96</span> quién
+es el que no ha hecho pleitesía y rendido vasallaje a don Alfonso de
+Aragón? Ninguno. ¿Y porque haya adquirido sus derechos al trono de
+Castilla casándose con doña Urraca, por ventura habrá de perderlos
+siempre que esta lo quiera así? No creo, cababalleros, que haya aquí
+quien tal piense. En tanto que el Santo Padre, por justa causa, no os
+declare libres de vuestros juramentos, sois vasallos de don Alfonso y
+traidores negándole la obediencia. La sorpresa del primer momento puede
+disculpar lo que hasta aquí se ha hecho; pero pasar más adelante sería
+no solo criminal sino temerario. ¿Qué fuerzas opondréis a las del rey
+de Aragón? ¿Cómo resistiréis el ímpetu violento de su venganza?...
+Nadie me responde. La verdad ha penetrado en vuestros corazones.
+¿Estáis prontos a volver a someteros a vuestro rey?</p>
+
+<p>—Sí —contestaron unánimemente—; sí,<span class="pagenum"
+id="Page_97">p. 97</span> conde; hablad y decidnos qué hemos de
+hacer.</p>
+
+<p>Este era el punto al cual quería el conde traer los ánimos, y ni
+un momento había dudado conseguirlo, pues conocía perfectamente que
+todas las circunstancias le favorecían. No molestaremos la atención
+de nuestros lectores refiriéndoles prolijamente los pormenores de
+la conferencia de aquellos magnates: lo que les importa saber es
+que decidieron que a toda costa y aun usando de la fuerza, si las
+circunstancias lo exigían, pondrían a la reina en poder de su marido;
+suplicando al mismo tiempo a este la tratase con más suavidad que hasta
+entonces lo había hecho.</p>
+
+<p>Hubo quien propuso hacer entrar en la conjuración a don Diego
+López; mas el conde, que le conocía bien, se opuso a que se tratara de
+semejante cosa, diciendo que el señor de Nájara era hombre que no se
+volvería atrás de lo que una vez<span class="pagenum" id="Page_98">p.
+98</span> había prometido, aunque para conseguirlo se levantase su
+mismo padre del sepulcro.</p>
+
+<p>—Otros medios —concluyó—, se nos presentarán más arriesgados tal
+vez; pero que Dios mediante y nuestra diligencia producirán el éxito
+que deseamos. Separémonos, caballeros, antes que venga el alba y nos
+descubra; yo os prometo que no tardaréis en tener noticias mías.</p>
+
+<p>De este modo las armas de Aragón por un lado, y por otro los
+escrúpulos o la debilidad de sus vasallos amenazaban a un mismo tiempo
+a doña Urraca, quien en todo pensaba menos en la tempestad pronta a
+descargar sobre su cabeza.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t098.jpg"
+ style="width: 6em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch7">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_99">p. 99</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VII</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">S</span><span
+class="rest">ucedíanse</span> en el alcázar de Burgos festines a
+festines: solo se pensaba en diversiones, y hubiera sido difícil
+adivinar por las apariencias la precaria y efímera existencia de la
+dominación de doña Urraca.</p>
+
+<p>Los mismos que secretamente conspiraban contra la reina, eran
+los primeros en aprovecharse de sus indiscretas liberalidades, y en
+mostrarse oficiosos en inventar nuevos placeres, para ocultar así
+mejor sus proyectos y disipar toda sospecha; la reina veía con placer
+su mentido celo, y casi no echaba de menos la presencia del conde de
+Candespina.</p>
+
+<p>Hernando de Olea y el señor de Nájara, dejándose arrastrar
+de la corriente, también pensaban más en solazarse que en<span
+class="pagenum" id="Page_100">p. 100</span> otra cosa; y así eran de
+poquísimo estorbo para sus contrarios.</p>
+
+<p>En particular Hernando, que por la parte que tuvo en el suceso del
+Castellar gozaba de gran favor con la reina y andaba siempre a su
+inmediación, con la vista y el frecuente trato de doña Leonor de Guzmán
+empezó a conocer que no era tan insensible como creía a los encantos
+del bello sexo. Hasta entonces había mirado siempre con repugnancia, y
+acaso con horror, la vida afeminada de la corte, y desdeñado acomodarse
+a los modales de los palaciegos, a quienes despreciaba; pero el deseo
+de agradar a doña Leonor le hizo vencerse e imitar lo que veía. De aquí
+resultaba un contraste singular y casi ridículo en todas sus acciones
+y palabras; pues a pesar de sus esfuerzos, le era imposible reprimir
+en algunas ocasiones su natural impetuosidad, y dejar de producirse
+con la aspereza y energía que le eran propias.<span class="pagenum"
+id="Page_101">p. 101</span> Mas a pesar de que por esta parte el
+pobre Hernando no presentaba el aspecto más propio para agradar, sin
+embargo su figura colosal y bien proporcionada, su rostro hermoso
+aunque guerrero y la fama de sus hazañas eran con una dama de aquellos
+tiempos recomendaciones suficientes para no despreciar enteramente la
+ofrenda de su corazón. Doña Leonor, pues, vio con cierta complacencia
+la naciente inclinación del de Olea, y se condujo con toda la maestría
+propia de una mujer de talento y cortesana.</p>
+
+<p>En tanto que el amor y los placeres reinaban en la capital de
+Castilla, el conde de Candespina no perdonaba medio ni fatiga para
+levantar sus tropas y las de sus amigos: pasaba el día expidiendo
+correos con avisos a los señores en quienes tenía más confianza, y
+órdenes para sus vasallos; y la noche escribiendo las cartas que debía
+enviar al siguiente día.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_102">p. 102</span></p>
+
+<p>Él mismo no permanecía cuarenta y ocho horas en un paraje; corría
+todas las villas, lugares y alquerías de sus dominios: a unos
+amenazaba; a otros persuadía con el halago; a este le exigía caballos,
+al otro armas, al de más allá su persona; y, por último, todo lo ponía
+en contribución para lograr prontamente su objeto.</p>
+
+<p>Entre los señores a quienes envió a pedir socorro citaremos como
+más principales a Íñigo Jiménez, que gobernaba en Calahorra y ambos
+Cameros, Garci López en Tobía y Marañón, y señaladamente al conde don
+Pedro González, señor de Lara, de Medina, Mormojón, Dueñas y Tariego,
+quien tanto por lo ilustre de su linaje, que es uno de los cinco
+grandes solares de Castilla, cuanto por su riqueza y fama, era tenido
+en grande estima y valía en aquella época.</p>
+
+<p>Los que hemos nombrado, y algunos<span class="pagenum"
+id="Page_103">p. 103</span> otros que omitimos en obsequio de la
+brevedad, se decidieron desde luego en favor de la reina, porque les
+era muy pesada la dominación del de Aragón, y confiaban en sus riquezas
+y vasallos, que capitaneados por el conde de Candespina, podrían
+resistir y acaso vencer a don Alfonso. Por el contrario, los que
+compusieron la junta de Burgos, eran todos caballeros cortesanos, mejor
+avenidos con los festines y torneos que con el rigor de los combates,
+y que preferían vivir pacífica y sosegadamente bajo el gobierno de un
+extraño a exponerse a los riesgos de la guerra, irritando a un monarca
+tan poderoso y esforzado como el de Aragón.</p>
+
+<p>Así se pasaron algunos días, hasta uno en que ya cansada doña Urraca
+de las diversiones de la capital, dispuso salir a caza con todo el
+aparato correspondiente. La corte entera se puso en movimiento:<span
+class="pagenum" id="Page_104">p. 104</span> todos los caballeros
+apercibían sus caballos y perros, y los monteros se desafiaban unos a
+otros sobre quién haría alarde de más destreza y fuerza en la próxima
+cacería; diversión en aquellos tiempos propia solo de los príncipes y
+grandes señores, quienes no perdonaban gastos para hacerla con toda
+la ostentación posible. Las damas, que a caballo asistían también a
+amenizar el espectáculo, se esmeraban en los vestidos y sombrerillos,
+procurando cada una sobrepujar a las demás en gala y bizarría; y la
+reina, no menos que las otras, se ocupaba también en sus adornos, con
+el mismo ahínco, o acaso más, que hubiera podido hacerlo en el negocio
+de estado de la mayor importancia.</p>
+
+<p>Llegó por fin el día señalado, y desde antes del amanecer empezaron
+a oírse los ladridos de los lebreles, el relinchar de los caballos y el
+alegre son de las cornamusas.</p>
+
+<p>Caballeros y damas, todos con vestidos<span class="pagenum"
+id="Page_105">p. 105</span> de fondo verde, con adornos y plumas de
+diferentes colores, conforme al gusto e inclinaciones de cada uno, se
+reunieron en el alcázar para acompañar a la reina, quien no tardó en
+presentarse tan bizarra con su vestido de caza que excitó un murmullo
+general de admiración en los cortesanos, pues, para no faltar a la
+verdad, nos es preciso decir que según la crónica no bastó su alta
+dignidad a ponerla a cubierto de las críticas observaciones de las
+señoras de Castilla. Quién de estas hallaba el vestido muy largo;
+quién muy corto; una sobrecargado de adornos al paso que a otra le
+parecía harto pobre; esta decía que el color era poco a propósito para
+favorecer el rostro de la reina, y aquella que las plumas de la gorra
+o sombrerillo eran demasiadas: en resumen, desde la punta del calzado
+hasta el último adorno de la cabeza de la reina sufrieron el más severo
+de los exámenes. Todo esto debe<span class="pagenum" id="Page_106">p.
+106</span> entenderse en voz baja, y con el suficiente recato para
+no ser oídas de doña Urraca, pues a su presencia o callaban o se
+deshacían en elogios bien poco sinceros. Los de los hombres lo eran
+más, y tal vez por esta causa crecía el descontento de aquellas damas,
+porque sabido es que no pueden perdonar que otra mujer parezca bien
+a su amante estando ellas presentes, aunque sea una reina. Una sola
+entre todas no tuvo motivo de queja, porque su amante, enteramente
+ocupado en contemplarla, no hizo siquiera reparo en la reina, y esta
+fue doña Leonor, de quien Hernando estaba cada día más prendado;
+verdad es que también el primer cuidado de la camarera, cuando entró
+en el salón acompañando a su señora, fue buscar a Hernando para ver
+qué efecto le hacían sus gracias en aquel nuevo traje, y como le halló
+con los ojos clavados en ella, en la actitud de un hombre que está en
+éxtasis,<span class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span> no pudo
+menos de ruborizarse; pero quedando al mismo tiempo muy satisfecha
+interiormente.</p>
+
+<p>Lucidísima fue la comitiva que salió de Burgos con la reina, y todos
+con gran júbilo y algazara (en cuanto lo permitía la presencia de doña
+Urraca) se dirigieron a Vivar, aldea de la montaña, célebre por haber
+dado su nombre al Cid Campeador, en la cual debía darse principio a la
+montería. Hallábase en ella preparado el desayuno para la reina y las
+personas de más cuenta en un magnífico pabellón arabesco, dispuesto
+con el mayor gusto, y para la generalidad de los cazadores en el campo
+mismo. Oíanse entre tanto los gritos de los ojeadores que de gran
+distancia venían estrechando su círculo para reunir las reses en un
+corto espacio de terreno; y los bramidos de las acosadas fieras hacían
+resonar los ecos de las profundas cavernas de los montes.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_108">p. 108</span></p>
+
+<p>Pocas serían las damas de nuestro siglo a quienes la idea sola de
+presenciar la caza de jabalíes no asustase, pues en cuanto a encontrar
+una que quisiera tomar un venablo y atacar a la fiera, aun cuando otras
+heridas la hubiesen ya postrado, la empresa nos parece tan difícil que
+raya en lo imposible.</p>
+
+<p>Sin embargo, el mismo clima, la misma tierra habitaban las
+españolas del siglo <span class="asc">XII</span> que las del <span
+class="asc">XIX</span>.</p>
+
+<p>Pero tal es la fuerza de la costumbre o, por mejor decir, de la
+educación, que llega a veces a hacerse superior a la misma naturaleza.
+Nuestra augusta cazadora fue la primera a apresurar el momento de dar
+principio a la diversión, y en el transcurso de aquel día dio varias
+pruebas de valor y destreza, que la atrajeron no pocos vítores y
+aplausos de sus vasallos. La mañana se dedicó enteramente a hacer la
+guerra a los jabalíes, y la tarde se destinó contra los ciervos,<span
+class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span> por ser caza que podía
+hacerse a caballo. Excusado será decir que doña Leonor no se apartó
+ni un momento de la reina, y que Diego López y Hernando de Olea, como
+encargados de su guarda, tampoco la perdieron de vista. En particular
+este último, que iba encontrando mucho placer en su encargo, siempre
+tenía un pretexto para estar más próximo a la camarera que a la reina:
+ya era que respetaba demasiado a doña Urraca para entablar conversación
+con ella, o que aquel honor era debido más bien a don Diego que a él.
+En resumen, el amor, como todas las pasiones, era en él dominante,
+exclusivo e incapaz de ocultarse, y si hubiera encontrado expresiones
+a propósito con que declararse, es indudable que lo hubiera hecho al
+momento.</p>
+
+<p>Habíase ya puesto el sol e iba a terminarse la cacería con la
+muerte de un desdichado ciervo, a quien los perros acosaban<span
+class="pagenum" id="Page_110">p. 110</span> muy de cerca, cuando
+hallándose en lo más intrincado del monte la reina con su camarera, el
+señor de Nájara, Hernando y un corto número de personas de la comitiva,
+se aparecieron de repente y como por ensalmo a alguna distancia, una
+porción de hombres que más que tales parecían fieras. Vestían una
+especie de calzón de piel de oso hasta media pierna; una túnica o
+pellico de lo mismo les cubría desde los hombros hasta las rodillas;
+media cara iba oculta con un antifaz también de piel, y su calzado eran
+unas abarcas del mismo material. Defendíales la cabeza un casquete de
+red de hierro, y sus armas consistían en una espada, un chuzo y tres o
+cuatro dardos arrojadizos.</p>
+
+<p>—Jesús sea conmigo —exclamó doña Leonor deteniendo al mismo tiempo
+su caballo.</p>
+
+<p>—¿Qué es eso, Leonor? —preguntó la reina haciendo lo mismo.</p>
+
+<p>—Mire Vuestra Alteza aquellas visiones —contestó aquella.</p>
+
+<p>Y<span class="pagenum" id="Page_111">p. 111</span> don Diego López
+la atajó, diciendo:</p>
+
+<p>—O yo me engaño o aquellos son almogávares.</p>
+
+<p>—No os engañáis, don Diego, ellos son; conozco a esos montañeses
+perfectamente, y a fe, a fe, que no sé qué querrán en Castilla esas
+aves de rapiña naturales de la corona de Aragón —añadió Hernando.</p>
+
+<p>La reina, que ya empezaba a sobresaltarse, mandó que inmediatamente
+se le explicase qué gente era aquella, a lo cual Hernando satisfizo
+diciendo que los almogávares eran una tribu oriunda de los Pirineos,
+que servía a los reyes de Aragón en calidad de tropas ligeras, y que
+cuando este príncipe no los tenía empleados, se ocupaban en talar
+las tierras de los moros, y aun las de los cristianos si a mano les
+venía.</p>
+
+<p>—Me parece —dijo Leonor— que sería prudente que Vuestra Alteza se
+retirase.</p>
+
+<p>—¿Y por qué, señora? —preguntó el de Olea—: somos cinco
+caballeros...</p>
+
+<p>—Lo erais —interrumpió<span class="pagenum" id="Page_112">p.
+112</span> la reina, advirtiendo entonces que durante su conversación
+habían desaparecido los caballeros de Burgos que la seguían.</p>
+
+<p>—Tiene Vuestra Alteza razón —repuso el de Nájara—: solos hemos
+quedado este caballero y yo.</p>
+
+<p>—Bastantes somos —contestó Hernando.</p>
+
+<p>—Estáis desarmados —exclamó la reina, pálida ya de temor como un
+cadáver—. Volvamos atrás.</p>
+
+<p>Sea que doña Urraca se hubiera adelantado demasiado a sus cortesanos
+en el ardor de la caza, sea que estos se hubiesen ido retrasando
+casualmente o de intento, lo cierto es que en el momento crítico de que
+hablamos ni aun se alcanzaban a oír las voces de los monteros, y solo
+se percibía confusamente el agudo sonido de la cornamusa.</p>
+
+<p>Por más valientes que fuesen Diego López y Hernando de Olea, no era
+posible, a menos de estar locos, que apeteciesen entrar en combate
+con cerca de veinte<span class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span>
+hombres (que tal era poco más o menos el número de los que vieron desde
+luego) hallándose sin más armas que su espada, cuchillo de monte y
+venablos, y cubiertos del simple vestido de paño verde; y así es que
+cedieron sin repugnancia a la proposición de la reina, y volvieron
+la espalda a los almogávares que ya se les habían acercado a tiro de
+piedra.</p>
+
+<p>¿Pero cuál fue la sorpresa de los caballeros y el pánico terror de
+las damas, cuando al emprender su retirada vieron que les interceptaban
+el paso otros tantos o más montañeses que los que tenían por
+delante?</p>
+
+<p>—Que me maten —dijo el señor de Nájara— si no estamos cercados por
+estos salteadores de profesión.</p>
+
+<p>—Dos mil diablos sean con ellos y toda su casta —añadió el de Olea
+echando mano a la espada—: solo nos queda este camino.</p>
+
+<p>—Y nosotras —exclamó la reina—, ¿qué hemos de hacer?</p>
+
+<p>—Caballeros —dijo doña Leonor, dirigiéndose particularmente<span
+class="pagenum" id="Page_114">p. 114</span> a Hernando—, reflexionad
+lo que vais a hacer; la menor provocación de vuestra parte a esos
+miserables, puede costarnos a todos las vidas.</p>
+
+<p>—Antes morderán el polvo algunos de ellos —respondió furioso el
+amigo de Candespina.</p>
+
+<p>—¿Y eso podrá resucitarnos? —preguntó doña Urraca—: os prohíbo sacar
+la espada sin orden mía.</p>
+
+<p>No tuvo tiempo de decir más, porque los almogávares, que por todas
+partes se habían ido presentando, después de formar un círculo en
+torno de los acuitados cazadores, fueron estrechándolo sucesivamente
+hasta acercarse tanto a ellos que podían oír perfectamente su
+conversación.</p>
+
+<p>La reina entonces, sacando fuerzas de flaqueza, animada tal vez con
+el mismo peligro, se dirigió a ellos, mandándoles que dejaran paso
+franco a la reina de Castilla. En vez de responderla como era debido,
+uno de aquellos salvajes, con voz bronca y desentonada le preguntó:</p>
+
+<p>—¿<i>Sou<span class="pagenum" id="Page_115">p. 115</span> vos la
+reina</i>?</p>
+
+<p>—Yo soy, villanos, apartaos y dejadme paso.</p>
+
+<p>—<i>No pot sé</i> —contestó el mismo montañés; y dando un agudo
+silbido se arrojaron todos sus compañeros sobre doña Urraca y su escasa
+comitiva, sin dar tiempo a los dos caballeros para hacer uso de sus
+armas; si bien es verdad que no anduvieron bastante ligeros para evitar
+que Hernando atravesase a uno de parte a parte con su venablo.</p>
+
+<p>Un grito que dieron la reina y su camarera fue el único que
+interrumpió el silencio de aquella extraña y desventurada escena.
+Los almogávares parecían mudos, y ni López ni Olea estaban para
+conversaciones.</p>
+
+<p>Doña Urraca y Leonor, a quienes se mandó expresamente quitarse el
+calzado, lo hicieron por no exponerse a que lo ejecutasen por sí mismos
+sus bárbaros enemigos, y en seguida hubieron de ponerse uno igual al
+de estos, y una túnica de piel<span class="pagenum" id="Page_116">p.
+116</span> que no se diferenciaba de la de los montañeses en otra
+cosa más que en la longitud, pues las cubría desde los hombros hasta
+un poco más abajo de media pierna; y a más tuvieron que quitarse los
+sombrerillos y dejar el pelo suelto sin tocado alguno.</p>
+
+<p>También al señor de Nájara y a Hernando les obligaron a vestir un
+traje igual al suyo, contentándose con exigir al primero su palabra de
+honor y fe de caballero de que no se escaparía ni pronunciaría en todo
+el camino una sola palabra, sin permiso del que parecía ser el capitán
+de aquella banda; la misma proposición hicieron al segundo, pero él,
+furioso, se negó a todo, por lo cual le maniataron y pusieron un lienzo
+en la boca.</p>
+
+<p>Lloraban doña Urraca y Leonor; Diego López cabizbajo y mudo, parecía
+como enajenado; y a través de la especie de mordaza que llevaba el
+pobre Hernando<span class="pagenum" id="Page_117">p. 117</span> se
+hubiera creído oír las maldiciones que echaba a la suerte, no tanto
+por su desgracia, cuanto por la de la señora de sus pensamientos. Tal
+era la situación de la que un cuarto de hora antes se creía señora de
+Castilla, y la de sus cortesanos más favorecidos.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t117.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch8">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_118">p. 118</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VIII</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">S</span><span class="rest">i
+hemos</span> conseguido inspirar con esta narración algún interés a
+nuestros lectores, sin duda recordarán la junta de los caballeros
+burgaleses en el palacio episcopal, y que se separaron, tomando el
+conde don Pedro Ansúrez a su cargo proponer los medios para devolver a
+don Alfonso su fugitiva esposa.</p>
+
+<p>No ignoraba el conde que, a pesar de la decisión que todos
+manifestaron de usar de la fuerza cuando no hubiese otro arbitrio
+para conseguir su fin, no podía sin embargo contar con el más exacto
+cumplimiento de tal oferta; pues el motivo más poderoso que la mayor
+parte de aquellos nobles había tenido para unírsele era el deseo de
+evitar una guerra. Esta consideración fue la base de su conducta.
+Salió<span class="pagenum" id="Page_119">p. 119</span> pues de Burgos
+para Soria el día inmediato al de la junta; avistose con don Alfonso, y
+de acuerdo con él, dispuso que una tropa de almogávares fuese con todo
+secreto y celeridad a situarse en las montañas vecinas a la capital
+de Castilla. Desde luego era de presumir que la reina no dejaría de
+visitar los alrededores de la corte; y por otra parte contando, como
+el conde contaba, con muchos partidarios en el mismo alcázar, le era
+fácil disponer por sí mismo la ocasión que deseaba. En efecto, algunos
+cortesanos de la facción aragonesa en el fondo, aunque en la apariencia
+adictos a doña Urraca, manifestando no temer ningún peligro, y bajo
+pretexto de despreciar a los enemigos, eran los que más fomentaban
+las intempestivas fiestas que se dieron en Burgos, y por último,
+promovieron la cacería que tan cara costó a la reina.</p>
+
+<p>Los almogávares, entre los cuales, y con<span class="pagenum"
+id="Page_120">p. 120</span> su mismo traje se mezclaron por precaución
+algunos caballeros aragoneses, recibieron las más estrechas órdenes
+de no ofender en su persona a la reina ni a ninguno de los individuos
+de su comitiva, a menos que las circunstancias hiciesen absolutamente
+indispensable usar de la fuerza; pues el prudente Ansúrez no quería
+tampoco enconar los ánimos contra sí, ni hacerse enemigos particulares
+por si los tiempos mudaban. A esto debió sin duda Hernando de Olea que
+los feroces montañeses no vengaran cruelmente la pérdida del compañero
+que les mató con su venablo, y, para decir lo cierto, el origen de su
+impunidad fue más bien que los caballeros aragoneses disfrazados de
+almogávares se interpusieron entre él y los camaradas del muerto, que
+no el respeto de estos a sus promesas. Como quiera que sea, luego que
+los prisioneros hubieron vestido el traje de sus vencedores, precaución
+que se adoptó<span class="pagenum" id="Page_121">p. 121</span> para
+que en caso de encontrar en el camino con algún destacamento de las
+tropas del conde de Candespina o sus parciales no fuesen conocidos,
+se pusieron en marcha, montadas las señoras y a pie los demás, y
+caminaron con una celeridad increíble. Diego López y Hernando de Olea
+eran hombres acostumbrados a todo género de fatigas; pero apenas
+podían seguir a sus conductores, que trepaban por las breñas con la
+misma ligereza que hubiera podido hacerlo la más suelta cabra. Tres
+o cuatro leguas andarían aquella noche, siempre por la sierra, sin
+seguir ninguna vereda, y por parajes en donde apenas podían sentar el
+pie los caballos de Doña Urraca y Leonor. Tan pronto atravesaban un
+torrente como veían a sus pies un horroroso precipicio, y más allá se
+metían en un angosto y profundo desfiladero. La noche era oscura; desde
+el principio de ella empezaron a amontonarse<span class="pagenum"
+id="Page_122">p. 122</span> las nubes; y por fin descargó sobre los
+desgraciados presos una horrible tempestad.</p>
+
+<p>Que el lector se imagine ahora la situación de una reina de Castilla
+en medio de un despoblado, cautiva en poder de unos bandidos y expuesta
+al furor de los elementos que también parecían conjurarse en su daño,
+y decida si con razón iba entre sí lamentándose de su suerte que ni
+suspirar la dejaba libremente; pues tal era el temor que tenía de
+contravenir a las órdenes de los almogávares que no profería ni un
+ay. Los montañeses, gente familiarizada con semejantes escenas, no
+parecían inquietarse por nada de cuanto sucedía, y según el tono con
+que hablaban podían los prisioneros creer que iban contentos; porque
+en cuanto a su conversación, que toda era en el dialecto catalán, nada
+entendían de ella.</p>
+
+<p>Por fin, después de bastantes horas de<span class="pagenum"
+id="Page_123">p. 123</span> camino y sereno ya el cielo, llegaron a una
+pequeña aldea en donde estaba el conde don Pedro Ansúrez con varios
+señores aragoneses, algunos de sus parciales y una respetable escolta
+de hombres de armas. Aunque no se presentó aquella noche a la reina,
+dispuso que se alojara esta señora en la casa más cómoda que había en
+el pueblo, hizo que se la diesen vestidos correspondientes a su clase
+y que se tuvieran con ella y su camarera las mayores consideraciones:
+mas no por esto descuidó el asegurarse de su persona rodeando el
+alojamiento de soldados que a nadie permitían entrar ni salir en él sin
+una contraseña especial del conde.</p>
+
+<p>En cuanto a Diego López y Hernando de Olea, se les depositó en las
+casas capitulares bajo la competente guarda, tratándoles en lo demás
+con todo decoro.</p>
+
+<p>Decir que ni la reina, ni Leonor, a quienes no se separó, no
+pensaron siquiera<span class="pagenum" id="Page_124">p. 124</span> en
+dormir aquella noche, sería excusado, pues es fácil de presumir que
+su extremada agitación no se lo permitió. Una y otra pasaron la noche
+tan pronto lamentando su mala suerte como haciendo conjeturas sobre
+lo futuro, o recordando con dolor los breves instantes de la dicha
+pasada. Amaneció por fin, y a poco un gentil hombre del conde Ansúrez
+se presentó a pedir a la reina audiencia para su señor.</p>
+
+<p>—Decid al conde —contestó doña Urraca— que una prisionera como
+yo, una persona a quien se prende en medio de un monte como a un vil
+salteador, no tiene voluntad; y así puede venir o no venir según sea su
+gusto.</p>
+
+<p>—Crea Vuestra Alteza —replicó el mensajero— que el conde mi
+señor...</p>
+
+<p>—Es un traidor.</p>
+
+<p>—¡Señora!</p>
+
+<p>—Hidalgo, si os merece alguna consideración la hija de Alfonso VII
+de Castilla, idos en buen hora y no abuséis de mi paciencia.</p>
+
+<p>—Obedezco.</p>
+
+<p>Y fuese a dar<span class="pagenum" id="Page_125">p. 125</span> su
+respuesta al conde, quien oyéndola exclamó:</p>
+
+<p>—Es natural: no esperaba yo menos de su colérica condición; pero no
+importa, es preciso que yo la vea.</p>
+
+<p>Resuelto, pues, a sufrir con paciencia la descarga de injurias que
+indudablemente iba a caer sobre él, no dejó pasar muchos instantes sin
+presentarse en la habitación de doña Urraca, y entró en ella con un
+aire de respeto y sumisión que a cualquiera que ignorase lo ocurrido
+hubiera hecho creer que la reina no tenía vasallo más dispuesto a
+obedecerla que él.</p>
+
+<p>La reina le miró con un ceño capaz de desconcertar a cualquier otro,
+mas él, sin turbarse, hincó una rodilla ante su señora, diciendo:</p>
+
+<p>—Vuestra Alteza tiene a sus pies...</p>
+
+<p>—Al que fue mi ayo en la niñez, al que debía ser ahora mi vasallo y
+es un vil instrumento de mi mayor enemigo.</p>
+
+<p>—Señora —continuó el conde sin alterarse—, las apariencias<span
+class="pagenum" id="Page_126">p. 126</span> pueden condenarme...</p>
+
+<p>—¿Las apariencias no más? —interrumpió furiosa la reina—. Decid,
+pues, conde vil, mal caballero, vasallo desleal, decid: ¿Quién me
+arrancó de mi corte? ¿Quién me puso en manos de esos miserables que me
+han conducido hasta aquí?</p>
+
+<p>—Alfonso de Aragón —contestó el conde dejando la humilde postura en
+que había permanecido hasta aquel momento, pero conservando siempre su
+tono respetuoso—, un esposo, señora, es quien os ha traído aquí, no
+yo.</p>
+
+<p>—¿Mi esposo? Contará sin duda añadir este triunfo a sus hazañas:
+este nuevo florón a su corona imperial.</p>
+
+<p>—Vuestra Alteza desconoce las verdaderas intenciones de don Alfonso:
+yo, a quien honra con su confianza...</p>
+
+<p>—Y la merecéis. Sería injusto si no os la diese: por él abandonáis
+a vuestra reina; por él sacrificáis la infeliz Castilla a sus
+ambiciosas miras; por él mancilláis el honor de los infanzones...<span
+class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span> Conde, concluyamos; vuestra
+presencia me es odiosa, no puedo menos de miraros como a un verdugo
+vendido a mis enemigos. Decid pronto lo que os hayan mandado. ¿Qué
+nueva prisión es la que me destinan?</p>
+
+<p>—Lejos, señora, de preparar a Vuestra Alteza prisión ninguna,
+deseoso el rey de Aragón de reparar la dureza...</p>
+
+<p>—La crueldad, diréis mejor.</p>
+
+<p>—Sea como Vuestra Alteza quiera, lo cierto es que el rey don Alfonso
+no trata de aprisionaros de nuevo. Quiere que su esposa vuelva a ser
+el ornato de su corte; quiere que reine entre él y doña Urraca la
+armonía que nunca hubiera debido interrumpirse. ¿Quién con más derecho
+que yo, que he dirigido los primeros pasos de Vuestra Alteza, y que
+me glorío de haberla servido desde que nació, podría encargarse de
+esta reconciliación? Vuestra Alteza está ofendida, y me ha llenado
+de injurias que pocos de mis iguales tolerarían: yo las olvido. Solo
+suplico,<span class="pagenum" id="Page_128">p. 128</span> puesto de
+nuevo a los pies de mi reina, que cediendo por su propio interés a mis
+consejos, prescinda de los medios que para evitar mayores males ha sido
+preciso emplear para sacarla de Burgos, y que depuesto todo rencor se
+reconcilie de buena fe con su esposo. Estos, señora, son mis deseos;
+y si para satisfacción de Vuestra Alteza es necesaria mi vida, pronto
+estoy a sacrificarla.</p>
+
+<p>—Hubo un tiempo, conde —respondió sosegadamente la reina—, en
+que pude creeros sincero. Hoy vuestras mañosas palabras no lograrán
+convencerme. Sin embargo, aún os queda un medio de justificaros.
+Escuchadme atentamente, don Pedro: entre Alfonso y yo no puede haber
+nunca paz mientras vivamos unidos; y tengo motivos de creer que no está
+lejos el momento de separarnos para siempre. Si queréis pues cumplir
+con vuestra obligación, volvedme a Burgos.</p>
+
+<p>—Imposible, señora; mis juramentos<span class="pagenum"
+id="Page_129">p. 129</span> me lo prohíben, y aun cuando yo
+quisiera...</p>
+
+<p>—Basta: retiraos, y sabed que no debéis esperar más de mí que lo que
+como prisionera no pueda negaros.</p>
+
+<p>—¡Señora!...</p>
+
+<p>—Retiraos digo; Leonor: esta es la nobleza de Castilla.</p>
+
+<p>—¡Ah, señora! —dijo la camarera luego que el conde salió—, no todos
+son como ese pérfido.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t129.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch9">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO IX</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">D</span><span
+class="rest">ifícil</span> sería describir la turbación que causó en
+Burgos el rapto de la reina a las personas que no estaban iniciadas
+en la trama de don Pedro Ansúrez con los nobles y clérigos de aquella
+ciudad; pero es preciso confesar que no produjo verdadero sentimiento
+más que en los soldados de Diego López, quienes apenas recibida la
+noticia, salieron en busca de su caudillo, capitaneados por un don
+Pedro, hermano del señor de Nájara.</p>
+
+<p>Así que Álvar Fáñez se vio libre de ellos, hizo proclamar rebeldes
+en nombre de don Alfonso a cuantos siguiesen el partido de Candespina;
+cerró las puertas de la ciudad y se apercibió para defenderla en caso
+de que los soldados de Nájara regresaran e intentasen entrar en ella
+por fuerza: mas<span class="pagenum" id="Page_131">p. 131</span>
+todas sus disposiciones fueron excusadas, pues informado el conde de
+Candespina por Pedro López de lo acaecido en Burgos, y sabiéndose
+ya que la reina estaba en Soria en poder de su marido, le mandó
+que marchase a reunirse con él en las cercanías de esta ciudad que
+intentaba asediar.</p>
+
+<p>La aciaga cacería de Vivar destruyó en un momento la obra que con
+tanto riesgo personal había llevado a cabo don Gómez; pero su ánimo
+incontrastable no por eso desmayó. Llegadas las cosas al punto en
+que estaban, no le era ya posible retroceder, y por más desigual
+que pudiese parecer la lucha entre el poderoso monarca de Aragón
+y un vasallo de la corona de Castilla, el conde de Candespina no
+quiso renunciar a sus pretensiones, que a la verdad no carecían de
+fundamentos.</p>
+
+<p>Los grandes de Galicia, a cuyo frente se puso don Diego Gelmírez,
+obispo de Santiago<span class="pagenum" id="Page_132">p. 132</span>
+y sobrino del pontífice Pascual II, excitados por el amor a la
+independencia nacional y el odio a los aragoneses, se sublevaron contra
+don Alfonso, pretextando que tenían por inválido su matrimonio con doña
+Urraca, en razón del parentesco de ambos consortes; y proclamaron a
+don Alfonso de Castilla, hijo de doña Urraca en su primer matrimonio
+con el conde de Galicia, y entonces de corta edad. Esta nueva facción,
+que en adelante hizo no poco daño a doña Urraca, le era sin embargo
+favorable en aquella época, llamando la atención de su marido a
+diversos puntos, y debilitando por consiguiente sus fuerzas. Como es de
+suponer, el conde no descuidó ponerse en comunicación con los gallegos
+insurreccionados; estos enviaron sus embajadores al papa para tratar
+de la invalidación del matrimonio de la reina; y rota ya la barrera,
+la mayor parte de los nobles de Castilla tomaron<span class="pagenum"
+id="Page_133">p. 133</span> las armas para sacudir el pesado yugo
+de los aragoneses. En poco tiempo se reunió alrededor de Soria un
+poderoso ejército castellano que bloqueó la plaza, y don Alfonso,
+que desmintiendo en aquella ocasión su conocida actividad militar se
+descuidó en reunir competente número de tropas, hubo de limitarse
+a estar encerrado en la plaza, sufriendo que a su vista ondeasen
+tranquilamente los pendones de los que llamaba rebeldes. En aquella
+ocasión se juntó la flor de Castilla; pero como nuestro propósito no
+es escribir circunstanciadamente la historia de esta época, omitiremos
+hacer una descripción prolija, y tal vez fastidiosa, del ejército de
+los nobles; y no hablaremos más que de los que han de ocupar algún
+lugar en el resto de nuestra narración.</p>
+
+<p>Eran de estos los principales el conde de Candespina, a quien
+ya conocemos, y don Pedro de Lara, señor poderoso, pero<span
+class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span> de muy distintas cualidades
+que aquel; ambicioso en demasía, tenía todos los demás vicios que de
+este dependen; y sobre todos un orgullo sin límite, y poca delicadeza
+en la elección de los medios para llegar al fin que se proponía.
+Don García, obispo de Burgos, prelado de virtudes verdaderamente
+evangélicas, autorizaba con su presencia aquel campo, y le seguían
+no pocos eclesiásticos, cuya influencia en el pueblo era de la mayor
+importancia.</p>
+
+<p>Don Alfonso hizo en público a la reina una acogida tan cariñosa como
+si se hubieran separado por alguna circunstancia imprevista, y fuera el
+amor conyugal y no la fuerza la que volvía a reunirlos; pero en secreto
+la reprendió severamente por su fuga, amenazándola de que usaría, si
+en lo sucesivo no variaba de conducta, de su autoridad como marido
+y poderío como rey de Aragón. Otra mujer más prudente hubiera acaso
+contemporizado con<span class="pagenum" id="Page_135">p. 135</span>
+su marido, no permitiéndole las circunstancias obrar de otro modo;
+mas doña Urraca, demasiado irascible, trató a don Alfonso con una
+acrimonia que solo sirvió para empeorar su situación. El rey de Aragón,
+no atreviéndose a usar de su poder abiertamente, y escarmentado del
+suceso de Castellar, renunció a tomar medidas violentas cuyo efecto,
+le manifestó el conde de Ansúrez, no podría ser otro más que el de
+enajenarle enteramente los ánimos de los mal contentos castellanos
+y fortificar el partido de la reina; mas no por eso mejoró esta de
+posición, pues si bien continuó viviendo con su esposo, tratada en lo
+exterior como a su alta dignidad convenía, también fueron separadas de
+su lado cuantas personas se tuvieron por afectas a ella. El conde de
+Ansúrez, con el título de mayordomo mayor, era una especie de carcelero
+de Su Alteza; y toda su nueva servidumbre, compuesta de personas<span
+class="pagenum" id="Page_136">p. 136</span> vendidas al mayordomo, un
+enjambre de espías destinados a evitar todo género de comunicación
+de doña Urraca con sus amigos. Sin embargo, nada fue tan sensible a
+la reina como verse privada de su fiel camarera, la bella Leonor de
+Guzmán, a quien de orden del rey se puso en reclusión en un convento
+de religiosas de la ciudad de Soria. Única persona que había llegado a
+conocer a fondo a doña Urraca, Leonor le era tan necesaria para mitigar
+sus penas como para ayudarla a sobrellevar el peso de su insípida y
+monótona vida; y por lo mismo el conde de Ansúrez, que además temía los
+talentos y penetración de la camarera, tuvo buen cuidado de alejarla de
+sí.</p>
+
+<p>En tanto que doña Urraca pasaba triste y pesarosa su vida en
+los dorados hierros de su palacio, Leonor, en el silencioso retiro
+de un claustro, dirigía continuamente sus ruegos al que todo lo
+puede, para que mejorase<span class="pagenum" id="Page_137">p.
+137</span> sus horas y las de su señora, a quien, a pesar de todos
+sus defectos, quería entrañablemente; y debemos decir como fieles
+historiadores que los campeones de Castellar tenían no poca parte en
+sus oraciones, especialmente el intrépido Hernando, quien tan generosa
+y temerariamente había puesto en riesgo su vida por defenderla cuando
+fue presa con la reina en las cercanías de Vivar.</p>
+
+<p>Don Diego López y Hernando de Olea, presos en la cárcel de Soria y
+custodiados con la más activa vigilancia, aunque en honor de la verdad
+tratados en lo demás como era debido a su nobleza y valor, sufrían
+todos los tormentos inseparables de la doble incertidumbre en que
+vivían, tanto de su suerte futura, como de la situación de la reina y
+estado de los negocios del conde de Candespina; pues sus carceleros,
+aragonés el uno, y criado del conde de Ansúrez el otro, guardaban
+el más profundo<span class="pagenum" id="Page_138">p. 138</span>
+silencio con ellos, alegando cuando les hacían alguna pregunta órdenes
+superiores que tenían para no contestar a ella.</p>
+
+<p>Diversos eran los pareceres en el consejo de Alfonso sobre la suerte
+que debía caber a los dos nobles cautivos: los aragoneses que eran más
+encarnizados enemigos de Castilla y aquellos castellanos que habiéndose
+ya comprometido en el partido del de Aragón solo podían esperar salud
+en el triunfo de este opinaban que se les decapitara, cosa, decían,
+que el rey puede hacer sin escándalo, pues han sido rebeldes al que
+como esposo de doña Urraca es su legítimo soberano; emitiendo el mismo
+principio, pero siendo más generosos y tal vez más políticos, otros
+caballeros de Aragón decían qué aun cuando Su Alteza podía legalmente
+hacerlos castigar como traidores, sin embargo era más conforme a su
+grandeza y magnanimidad, y más conveniente a sus mismos intereses, no
+usar con ellos<span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span> de
+todo el rigor de su justicia, pues por más que fuese merecido aquel
+castigo, siempre sería muy pesado para la grandeza de Castilla ver
+que el rey de Aragón trataba así a dos de sus miembros. Quien tenía
+la balanza en aquel negocio, como privado del rey, era don Pedro
+Ansúrez, y este era demasiado prudente y astuto para dar un paso de tal
+importancia, ya que para siempre le cerraría la entrada de Castilla,
+si triunfaba el partido de la reina, al haber tomado parte en la
+ejecución de Hernando y de don Diego, quienes en su prisión ignoraban
+absolutamente cuanto sobre ellos se trataba.</p>
+
+<p>El paciente don Diego López llevaba con resignación aquella
+calamidad, contentándose con rogar a Dios le sacase de ella; mas el
+iracundo Hernando, incapaz de sufrimiento, no reposaba un instante.
+Su imaginación le presentaba ya el cadalso a que le seguían sus
+compañeros, ya una oscura<span class="pagenum" id="Page_140">p.
+140</span> prisión en que como él gemía su amigo don Gómez; pero sobre
+todo las delicadas manos de la bella Leonor cargadas de pesados hierros
+era la idea que más le atormentaba. Entregándose otras veces a la
+más ciega esperanza, veía triunfantes las armas de Candespina, creía
+arrancar con sus propias manos a Leonor del poder de los satélites
+aragoneses; y la más dulce, la más grata de las recompensas que
+podía imaginar, era la mano de su dama. Ora prorrumpía en terribles
+maldiciones contra su destino, ora, y eran las más veces, imploraba uno
+después de otro a todos los santos del cielo, ofreciendo a este una
+novena, a aquel una misa para que milagrosamente le sacaran de allí. El
+señor de Nájara oía tranquilamente sus arrebatadas expresiones, o sus
+ruegos, y acababa siempre exhortándole a la paciencia, único recurso
+en verdad que entonces tenían, pero que Hernando<span class="pagenum"
+id="Page_141">p. 141</span> no podía tomar a menos, decía él, que no le
+hiciesen enteramente de nuevo.</p>
+
+<p>—Decid lo que queráis, don Diego —le decía Hernando—, decid lo que
+queráis, pero yo jamás podré acostumbrarme a vivir encerrado entre
+cuatro paredes.</p>
+
+<p>—Os han de acostumbrar por fuerza —replicó el de Nájara.</p>
+
+<p>—Noramala nos acordamos de cazar. Lo que más me mata es ignorar
+absolutamente qué es de la reina, de don Gómez y de..., de doña
+Leonor.</p>
+
+<p>—La reina estará o presa, o en su palacio.</p>
+
+<p>—Sí; por fuerza en alguna aparte estará, y no deseo yo a Su Alteza
+que esté como nosotros. Os juro por el santo de mi nombre que estoy
+desesperado.</p>
+
+<p>—Y yo os lo creo, Hernando, sin que juréis; pero hiciérades mejor
+en sosegaros, que llevándolo con paciencia ganarais al menos para con
+Dios.</p>
+
+<p>—Sí; bueno es rogar a Dios, pero mejor sería ayudarnos nosotros en
+algo, pues estándonos así siempre...</p>
+
+<p>—¿Y está en nuestra mano hacer<span class="pagenum"
+id="Page_142">p. 142</span> otra cosa?</p>
+
+<p>—Parece que no; pero discurrid a ver si encontráis algún medio para
+salir de aquí.</p>
+
+<p>—Que nos abran las puertas, y...</p>
+
+<p>—El día que se abran acaso será para sufrir en un cadalso...</p>
+
+<p>—Dios nos defienda: mas hágase su voluntad.</p>
+
+<p>—Amén, amén; pero veamos, ¿no se podrían forzar los hierros de esta
+reja?</p>
+
+<p>—A menos que por un milagro no tengáis de repente las fuerzas de
+Sansón.</p>
+
+<p>—Cuerpo de mí; ¿y dos hombres que saben manejar lanza y espada
+han de morir aquí como perros? Más valiera que aquellos almogávares
+hubieran concluido con nosotros.</p>
+
+<p>—Quién sabe. Tal vez el cielo nos prepara mejor suerte de la que
+pensáis.</p>
+
+<p>—Tal vez, y entonces han de pagar aquel maldito día en que nos
+dejamos coger como en ratonera; si las armas de los leales llegan
+a sacarnos de aquí, si una vez vuelve mi brazo a blandir la lanza,
+¡ah, señores aragoneses!, ajustaremos nuestras cuentas y no habéis de
+salir<span class="pagenum" id="Page_143">p. 143</span> alcanzados en
+golpes; no.</p>
+
+<p>—Norabuena: más quiero veros así.</p>
+
+<p>—Oíd, don Diego, veis estos malditos vestidos de pieles que nos
+pusieron aquellos salteadores, los he conservado ambos desde aquel día;
+y hasta que se los haga poner uno por uno a todos los caballeros de
+Aragón no he de sosegar.</p>
+
+<p>—¿Sabéis qué me ocurre?</p>
+
+<p>—¿Qué?</p>
+
+<p>—Que si una vez llegamos a poder salir de este encierro, esos
+vestidos facilitarían nuestra fuga.</p>
+
+<p>—Cierto, si encontramos un medio...</p>
+
+<p>—Puede ser.</p>
+
+<p>—¡Dios mío!, y ¿cuál es?</p>
+
+<p>—Esperad: dejadme pensar un poco.</p>
+
+<p>—No; decid, decid, después pensaréis.</p>
+
+<p>—Se trata de... Silencio: son nuestros carceleros..., después
+hablaremos.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t143.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch10">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_144">p. 144</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO X</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">N</span><span class="rest">o se</span>
+engañó don Diego; los que con su venida interrumpieron la interesante
+conversación que con Hernando tenía eran sus carceleros, que venían a
+traerles la comida. Entraron, como siempre, silenciosos y comedidos
+en sus acciones, aunque adustos en el gesto; pusieron la mesa, en la
+cual sirvieron una comida no mezquina, y aguardaron, sin proferir
+una palabra, a que los prisioneros concluyesen de comer; cosa que no
+fue larga, pues preocupado el uno con el proyecto que para evadirse
+estaba formando, y ansioso el otro de saberlo, puede decirse que apenas
+tocaron los manjares que tenían delante. Llegó, pues, la para ellos
+suspirada hora de verse libres de la presencia de sus carceleros,<span
+class="pagenum" id="Page_145">p. 145</span> y luego que estuvieron
+solos, Hernando, impaciente por enterarse del proyecto de su amigo,
+acumulaba pregunta sobre pregunta y no dejaba proferir una palabra a
+don Diego, quien, acostumbrado a proceder en todo con admirable pausa y
+prolijidad, no sabía tampoco qué responder. Por fin, viendo el de Olea
+que nada sabría si no dejaba a su compañero de cautividad tiempo para
+coordinar sus ideas y explicarlas a su modo, hubo de contenerse y logró
+lo que tanto deseaba, que era enterarse del plan formado por don Diego,
+cuyos pormenores omitiremos, pues habiendo de hablar de su ejecución
+inmediatamente, sería ocioso decirlo de antemano. Baste saber que
+mereció la aprobación de Hernando en todas sus partes, y que en cuanto
+a él, solo temía el señor de Nájara que lo echase a perder por excesivo
+ardor.</p>
+
+<p>Ya se ha dicho que a pesar de que se tenían<span class="pagenum"
+id="Page_146">p. 146</span> con don Diego y Hernando todas las
+consideraciones debidas a su calidad, eran sin embargo aquellas
+compatibles con la estricta vigilancia necesaria para guardar
+prisioneros de tal jerarquía; y por lo mismo se había prevenido a sus
+carceleros que visitasen con frecuencia la prisión, con el objeto
+de evitar que pudiesen ocuparse en forzar alguna reja o buscar otro
+arbitrio para fugarse. La última de estas desagradables visitas que
+solían recibir nuestros cautivos era pasada la media noche. Los
+carceleros entraban ambos con su linterna, armados cada uno de un puñal
+y daga: reconocían primero el aposento, y en seguida se acercaban
+cautelosamente cada uno a la cama de uno de los dos presos para
+asegurarse de que efectivamente estaban en ellas. Esta fue la hora que
+los dos caballeros escogieron para poner en ejecución su peligrosa
+empresa. Pasaron las que le precedieron en un profundo silencio,<span
+class="pagenum" id="Page_147">p. 147</span> interrumpido solo ya por un
+suspiro, ya por una exclamación involuntaria y aislada, o por algunas
+frases de oración que dirigían al cielo para que les fuese propicio en
+aquel trance.</p>
+
+<p>Lo más difícil para ambos era fingirse dormidos tan perfectamente
+que sus carceleros no concibiesen sospechas y estuviesen desprevenidos;
+pero al cabo, la indispensable necesidad de hacerlo y el importante
+resultado que se proponían conseguir les ayudaron a verificarlo con
+toda la propiedad que podía desearse.</p>
+
+<p>La una de la noche sería cuando el sordo ruido de llaves y candados
+anunció la llegada de los carceleros; rechinó la pesada puerta
+moviéndose sobre sus goznes, e iluminó el aposento la pálida y escasa
+luz de las linternas: la respiración de ambos caballeros era igual y
+sostenida, y ni el más perspicaz observador hubiera podido adivinar que
+realmente estaban<span class="pagenum" id="Page_148">p. 148</span>
+despiertos y luchando entre el temor y la esperanza.</p>
+
+<p>—Duermen —dijo el castellano al aragonés.</p>
+
+<p>—Para siempre había de ser —replicó este.</p>
+
+<p>—Calla, no despierten y lo oigan.</p>
+
+<p>—¡Qué han de oír! ¿No oyes como ronca el pelmazo de don Diego?</p>
+
+<p>«No tardaremos», dijo este entre sí, «en ver cuál de los dos lo es
+más».</p>
+
+<p>—Puede ser —replicó el primer carcelero, sin dejar de reconocer el
+aposento—, puede ser que no tarden en verificarse tus deseos.</p>
+
+<p>—¡Hola!, conque...</p>
+
+<p>—Sí; dicen que los tratarán como merecen.</p>
+
+<p>—Es decir, que les cortarán la cabeza.</p>
+
+<p>—Eso mismo.</p>
+
+<p>«¡Perro!», iba a exclamar Hernando; pero venturosamente pudo
+contenerse.</p>
+
+<p>—No me pesaría —continuó el carcelero— que fuera pronto.</p>
+
+<p>Y en esto, según la costumbre que se ha dicho tenían, terminada
+la requisa de la prisión, dejaron las linternas en el suelo y se
+aproximaron cada uno a la cama de un prisionero. Si hubiera sido
+posible<span class="pagenum" id="Page_149">p. 149</span> ver el
+corazón de los dos caballeros castellanos en aquel crítico momento, sin
+duda que sin dejarse de hallar en ellos el valor que tan acreditado
+tenían en todas ocasiones, se hubieran visto la agitación y la zozobra
+inseparables del hombre en el instante de la ejecución de un proyecto
+arriesgadísimo, y del que dependen la libertad y la existencia. Los
+carceleros, satisfechos de que sus presos dormían, se volvieron ambos
+de espalda a los lechos de estos para dirigirse a tomar sus linternas y
+marcharse; pero en el mismo instante ambos caballeros se les arrojaron
+encima con no vista presteza, y asiéndoles fuertemente del pescuezo
+dieron con ellos en tierra antes que pudieran proferir palabra, ni
+volver en sí del asombro que tan repentino e inesperado ataque les
+causó.</p>
+
+<p>—Si profieres un ay siquiera, eres muerto, miserable —decía
+Hernando al carcelero aragonés, poniéndole la rodilla al pecho, y
+amenazándole<span class="pagenum" id="Page_150">p. 150</span> con su
+propio puñal que acababa de arrancarle, así como la daga; mientras que
+don Diego, teniendo al suyo en una posición semejante, le intimaba con
+sosegado continente que no se meneara si quería vivir.</p>
+
+<p>—Toda resistencia es inútil, esclavos —dijo don Diego—: ya estáis
+desarmados, y los dos hombres con quienes tenéis que hacer valen algo
+más que vosotros estando en circunstancias iguales como ahora.</p>
+
+<p>—Señor... —empezó a decir el que estaba a los pies de Hernando; pero
+este le echó mano a la garganta, y se la apretó con tanta fuerza que le
+hizo poner morado el rostro.</p>
+
+<p>—Silencio, perro —le dijo—; silencio o va tu alma adonde debe estar,
+que es en los infiernos.</p>
+
+<p>—Tenedlo vos sujeto a ese —añadió don Diego—, y vos, hermano,
+levantaos y tratad de desnudaros lo más pronto que sea posible si no
+queréis probar el temple de vuestro propio puñal.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span></p>
+
+<p>Obedeció trémulo y consternado el carcelero a lo que se le mandaba;
+y luego que hubo concluido volvió a echarse en el suelo, adonde don
+Diego le ató pies y manos con las sábanas de su cama, tapándole la boca
+con un pañuelo, de modo que no podía moverse ni pedir auxilio.</p>
+
+<p>La misma operación se hizo inmediatamente con el otro; pero fue
+ayudándole su vencedor Hernando a despojarse de sus vestidos con
+maneras harto desabridas, y haciendo brillar continuamente a sus ojos
+el terrible puñal.</p>
+
+<p>El silencio de la noche, la escasa luz de las linternas, la
+terrible agitación de los cuatro actores, y hasta la misma desnudez
+en que quedaron dos de ellos, todo contribuía a dar a la singular
+escena que estamos describiendo un aire de sombría originalidad más
+fácil de concebir que de explicar. Desnudos pues ambos carceleros, y
+asegurados en la forma que del primero se dijo,<span class="pagenum"
+id="Page_152">p. 152</span> se disfrazaron Hernando y don Diego con sus
+vestidos, sin olvidarse de las armas, ni menos del manojo de llaves
+que uno de ellos llevaba; y en seguida tomando cada uno de ellos un
+lío que de antemano tenían hecho y oculto, salieron de su prisión
+encomendándose a Dios fervorosamente; y cerraron después las puertas
+con las mismas precauciones que, para que quedasen seguros, hubieran
+podido hacerlo los dos carceleros cuyo papel representaban.</p>
+
+<p>Ni Hernando ni don Diego habían visto de la cárcel en que estaban
+más que el cuarto que les servía de prisión, fuera del día que
+entraron en ella; pero la impresión que hizo en ellos aquel fue
+bastante para que, ayudados con la luz que llevaban y marchando con
+precaución, llegasen hasta el cuerpo de guardia, en el que los soldados
+dormían sosegadamente: atravesáronlo sin que el que estaba de<span
+class="pagenum" id="Page_153">p. 153</span> centinela se lo estorbase,
+pues por el traje creyó ser los carceleros, y se pusieron en la
+calle.</p>
+
+<p>Sin embargo de haber logrado esta dicha, su posición no dejaba de
+ser de las más críticas: en Soria no tenían más que enemigos; y si
+existía alguno que no lo fuese, para ellos era desconocido. Ignorando
+absolutamente cuanto pasaba fuera de su prisión, no sabían si la reina
+estaba o no en Soria, y aunque estuviese, pensaban con razón que
+dependiendo de su esposo no podría serles de ninguna utilidad. ¿Qué
+hacer? ¿A dónde dirigirse? ¿A quién pedir auxilio? Su fuga no podía
+ignorarse por largo tiempo; y los de la facción aragonesa pondrían
+en campaña un sinnúmero de satélites para buscar al señor de Nájara
+y al amigo del conde de Candespina. Todas estas, y otras reflexiones
+semejantes no menos embarazosas que desagradables, las iban haciendo
+entre sí los dos fugitivos,<span class="pagenum" id="Page_154">p.
+154</span> alejándose a paso largo de su prisión, y llevando por
+acompañamiento el ladrido de los perros, únicos vivientes que a
+tales horas andaban por las calles. Después de caminar así un cuarto
+de hora sin dirección marcada, dando vueltas por las calles de la
+ciudad, llegaron a una estrecha callejuela a espaldas de una iglesia;
+y pareciéndoles paraje seguro, se pararon en ella para tomar aliento
+y decidir qué era lo que debían hacer. Empezaron por despojarse de
+los vestidos de carceleros, ocultándolos entre un montón de piedras,
+y ponerse los de almogávares que con este intento habían sacado de
+la prisión; y después de haberse mutuamente propuesto y desechado
+varios planes como absurdos unos e impracticables todos, careciendo
+absolutamente de conocimiento del terreno y conexiones que pudieran
+auxiliarles, resolvieron ponerse en manos de la Providencia y aguardar
+que amaneciese, cosa<span class="pagenum" id="Page_155">p. 155</span>
+que no estaba lejos, pues la noche se les había pasado con presteza en
+medio de sus sobresaltos y trabajos para ponerse en libertad.</p>
+
+<p>No tardó mucho en efecto en venir la aurora; cesó el monótono son de
+los ladridos de los perros, y empezaron a abrirse las puertas de las
+casas: pero no se veía salir de ellas al pacífico labrador dirigiendo
+tranquilamente su yunta, sino a caballeros armados de punta en blanco,
+seguidos de sus pajes y escuderos; a simples soldados cubiertos con
+el morrión, embrazado el escudo y al hombro la pica; y a poquísimos
+ciudadanos, que en el aire silencioso y abatido no mostraban el natural
+desembarazo de los que exentos de penas caminan en su propia ciudad.</p>
+
+<p>Todo esto lo observaban nuestros dos amigos con no poca sorpresa,
+admirándose al mismo tiempo de que nadie reparaba en su traje, que
+aunque no podía ser extraño<span class="pagenum" id="Page_156">p.
+156</span> en pueblo donde hubiese tropas aragonesas, era sin embargo
+por su naturaleza bastante a llamar la atención del vulgo; pero en esta
+parte cesó su asombro, viendo a poco que diferentes grupos de gentes
+vestidas como ellos, esto es, de verdaderos almogávares, atravesaban la
+ciudad en diferentes direcciones; y si no llevaban concierto marcial,
+porque en aquella tribu no se conocía, sin embargo, la hora, las armas,
+y el aire presuroso y afanado, parecían indicar que iban destinados a
+algún servicio militar.</p>
+
+<p>Los dos fugitivos resolvieron reunirse a uno de aquellos grupos y
+seguirlo, pues al cabo de este modo llamarían menos la atención, y
+acaso podrían encontrar medio de salir de la ciudad. Como cincuenta
+de aquellos salvajes pasarían en banda cuando acababan de formar
+Hernando y don Diego el proyecto dicho, y uniéndose a ellos sin vacilar
+siguieron su movimiento, sin<span class="pagenum" id="Page_157">p.
+157</span> que ninguno los mirase ni reparara en su aparición. Poco
+tardaron en verse en la muralla y puerta de la ciudad: la banda hizo
+alto; su jefe conferenció algunos momentos con un caballero que allí
+estaba, para recibir órdenes sin duda, y en seguida salieron todos al
+campo con no poca satisfacción de los dos castellanos.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t157.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch11">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_158">p. 158</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XI</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">E</span><span class="rest">n
+tanto</span> que pasaba en Soria lo que llevamos referido, ardía el
+campo de los caballeros castellanos en continuas discordias. La poca
+actividad de don Alfonso y la insurrección de Galicia, aumentando el
+número de los conjurados, inspiraron a sus jefes sobrada presunción
+y confianza. El orgullo aristocrático de cada uno de ellos hacía
+que todos en particular creyesen o que eran acreedores al supremo
+mando, o al menos que podían obrar libre e independientemente de toda
+autoridad. El conde de Candespina era sin duda la persona a quien
+con menos repugnancia obedecían, y tal vez la fuerza de la opinión
+pública, que le era extremadamente favorable, y sus numerosos vasallos
+y partidarios, hubieran bastado a asegurarle una dominación<span
+class="pagenum" id="Page_159">p. 159</span> tranquila, si el destino
+no le hubiese suscitado un terrible rival en la persona del conde
+don Pedro de Lara. Envanecido este con los dones de la fortuna, su
+ilustre nacimiento y la seductora presencia de que la naturaleza le
+dotó, no podía sufrir la idea de que hubiera quien en nada le fuese
+superior; pero escaso de la energía necesaria para poder luchar a
+cara descubierta con don Gómez, objeto perpetuo de su envidia, no
+descuidó ninguno de cuantos ardides y astucias se hallaron a su
+alcance para perjudicarle en la opinión del ejército. Nada es más
+fácil desgraciadamente que poner en oposición al que obedece con el
+que manda: cuántas incomodidades y fatigas son anejas al ejercicio
+de las armas; cuántas privaciones lleva consigo la guerra; y hasta
+la misma lentitud que la fuerza de las circunstancias imprimía a las
+operaciones de aquella campaña, fueron atribuidas mañosamente por<span
+class="pagenum" id="Page_160">p. 160</span> los ocultos emisarios del
+de Lara a incuria o impericia del supremo caudillo.</p>
+
+<p>El confuso y recatado murmurar del soldado, la taciturnidad de los
+oficiales subalternos, y la jactanciosa altanería de muchos de los
+caudillos, hicieron conocer a don Gómez que un genio enemigo de su
+dicha y de la independencia de Castilla se ocupaba en trastornar sus
+planes mejor combinados. La cólera y el dolor se disputaron la posesión
+de su alma por algún tiempo; mas venció al fin la prudencia auxiliada
+por el amor. Por el interés de la causa común y en beneficio de la
+reina, resolvió sacrificar sus resentimientos: reunió un consejo,
+manifestó en él las razones poderosas por las que no había juzgado
+prudente hacer más que bloquear a Soria, y añadiendo que le parecía
+harto pesada la carga del mando para llevarla solo, pidió que se le
+diese un colega que alternase en él; y suplicó, a pesar de saber<span
+class="pagenum" id="Page_161">p. 161</span> los malos oficios que le
+debía, que este fuese el conde don Pedro de Lara. El consejo convino
+sin grandes dificultades en el nuevo nombramiento, y satisfecha por un
+momento la ambición del conde de Lara, pareció que las cosas volvían
+a tomar un aspecto más sereno. Los dos caudillos resolvieron de común
+acuerdo que cada uno de ellos tendría el mando durante ocho días,
+sirviendo este tiempo el otro como simple voluntario, para que de este
+modo pudiese haber más unidad en las operaciones. Llegado el turno del
+conde de Lara, deseoso de ganarse el amor de los soldados, y confiado
+en las pocas tropas que don Alfonso tenía en Soria, lo primero que
+hizo fue mandar mover el campo para estrechar el bloqueo y convertirlo
+según anunció en asedio, abandonando por consiguiente las primitivas
+posiciones en las montañas que don Gómez había tomado con el objeto de
+impedir la llegada de<span class="pagenum" id="Page_162">p. 162</span>
+nuevos tercios enemigos; cosa harto fácil conservándose dueño de sus
+angostos desfiladeros, y casi imposible al contrario.</p>
+
+<p>Los soldados, prontos siempre a juzgar por las apariencias,
+aplaudieron con entusiasmo lo que ellos llamaban el valor de su nuevo
+general; y el conde don Gómez, fiel a su contrato, vio dolorosamente
+pero en silencio perderse en un instante todo el fruto de su paciencia
+y talento. Siguió empero la marcha del ejército; presenció como este
+se acampaba con menos precaución de la que hubiera podido emplearse
+si el enemigo se hallase a cien leguas; y previó la ruina completa de
+Castilla.</p>
+
+<p>Don Pedro Ansúrez, de quien no se dudará que tuviese espías en el
+campo castellano, oyó con el mayor placer la noticia de la división del
+mando entre los dos condes; pero su gozo llegó al colmo cuando supo el
+imprudente movimiento de don<span class="pagenum" id="Page_163">p.
+163</span> Pedro de Lara. Volvieron a renacer en su corazón las
+casi amortiguadas esperanzas del triunfo de los aragoneses; y una
+circunstancia tan imprevista como feliz, vino, por decirlo así, a
+sobrepujar sus más ardientes deseos. Hallábase una mañana ocupado en
+el examen de varios papeles relativos a asuntos del estado, envuelto
+en una especie de ropaje talar a manera de bata, de color escarlata
+ricamente bordada en oro, y cubierta la cabeza con un casquete del
+mismo color, cuando uno de sus criados se presentó diciéndole que
+uno de los hombres de armas que estaban de guarda en las puertas de
+la ciudad había venido a conducir a un castellano desertor del campo
+enemigo, quien absolutamente quería hablar con el conde en persona.
+Este, que no anhelaba otra cosa más que enterarse a fondo de lo que
+pasaba en los reales de los grandes de Castilla, mandó que entrase
+el prófugo sin demora, y se<span class="pagenum" id="Page_164">p.
+164</span> dispuso a emplear, para saber de la verdad, su conocida
+y admirable astucia. Pocos minutos tardó en hallarse el desertor
+en su presencia: era al parecer hombre de unos cuarenta años de
+edad, de recia y nervuda complexión, y a pesar de que en general
+su porte era grave y mesurado, se veía sin embargo en él cierta
+humildad que denotaba bien a las claras no ser su nacimiento de los
+más distinguidos; pero como quiera que sea, la tosca regularidad de
+sus facciones y la fría tranquilidad de sus miradas denotaban un
+alma intrépida y una conciencia tranquila, cosas bien opuestas a
+la justa nota de infamia que siempre ha llevado consigo el vil que
+abandona sus banderas. Todo esto lo observó el conde de Ansúrez en un
+instante: le miró atentamente con aquel aire escudriñador y altanero,
+propio del hombre constituido en alta dignidad con los que le son
+infinitamente inferiores: el castellano conservó<span class="pagenum"
+id="Page_165">p. 165</span> su aire sumiso aunque no abatido, sufriendo
+con inalterable impavidez no solo aquella especie de examen preliminar,
+sino también el interrogatorio que le siguió inmediatamente.</p>
+
+<p>Como es de presumir, quien rompió primero el silencio fue el conde,
+diciendo así:</p>
+
+<p>—¿Quién sois?</p>
+
+<p>—Un castellano; mi nombre es Millán.</p>
+
+<p>—¿Érais soldado en el campo del conde de Candespina?</p>
+
+<p>—Sí, señor, su vasallo y criado años ha.</p>
+
+<p>—¡Santo cielo! —exclamó el conde pudiendo apenas contener su gozo—.
+¿Criado del conde de Candespina?</p>
+
+<p>—Sí, señor, lo he sido mucho tiempo...</p>
+
+<p>—¿Y cómo habéis dejado su servicio?</p>
+
+<p>—Me afrentó; juré vengarme, y lo cumpliré.</p>
+
+<p>—¿Os afrentó? ¿Él, el conde de Candespina, tan decantado por su
+justicia e imparcialidad? Algún motivo daríais para ello, hermano.</p>
+
+<p>—Ninguno, más que haber osado motejar su..., su traición al rey.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_166">p. 166</span></p>
+
+<p>—¿Y por eso solo os afrentó?</p>
+
+<p>—Por eso me mandó tratar como al más miserable de sus esclavos; por
+eso he jurado tomar venganza de él; y por eso he venido a buscar a
+Vueseñoría.</p>
+
+<p>—Norabuena; sosegaos que Dios mediante se lograrán vuestros deseos,
+y el traidor pagará su delito.</p>
+
+<p>—Amén: la traición debe sufrir su pena.</p>
+
+<p>—Así será. ¿Cuándo salisteis del campo?</p>
+
+<p>—Esta noche.</p>
+
+<p>—¿Quién mandaba en él?</p>
+
+<p>—El conde don Pedro de Lara.</p>
+
+<p>—¡Hola! ¿El galante, el afeminado don Pedro?</p>
+
+<p>—El mismo.</p>
+
+<p>—¿Y sabéis vos cuáles son sus proyectos?</p>
+
+<p>—Los soldados dicen que asaltar a Soria.</p>
+
+<p>—Loado sea Dios, que le faltan las fuerzas y le sobra la presunción.
+¿Ha dejado algún cuerpo de tropas en la entrada de los montes?</p>
+
+<p>—Ninguno.</p>
+
+<p>—No tiene el rey don Alfonso quien le sirva mejor que el bueno de
+don Pedro. ¿Y qué hace en tanto el conde de Candespina?</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_167">p. 167</span></p>
+
+<p>—Andar errante como un aventurero.</p>
+
+<p>—Mucho le gustan a su señoría los lances extraordinarios.</p>
+
+<p>—Si Vueseñoría me auxilia, yo le prometo proporcionarle uno bien
+singular, y que podrá ser el último.</p>
+
+<p>—¿Cómo?</p>
+
+<p>—Trayéndole a Soria.</p>
+
+<p>—Mucho prometéis.</p>
+
+<p>—Más haré.</p>
+
+<p>—Lo veremos.</p>
+
+<p>Aquí suspendió el conde sus preguntas para entregarse al parecer a
+una profunda meditación: se levantó de la silla y empezó a pasearse
+lentamente por el aposento, parándose alguna vez para fijar la vista en
+el soldado, quien impasible como una estatua no movía pie ni mano, ni,
+como vulgarmente se dice, pestañeaba siquiera. Por fin, pasados algunos
+minutos, tomó el semblante de don Pedro aquella expresión positiva que
+denota haber decidido el camino que ha de seguirse en un asunto de
+grande importancia; y volviendo a tomar el hilo de la conversación,
+dijo a<span class="pagenum" id="Page_168">p. 168</span> Millán:</p>
+
+<p>—Oídme, hermano, y haced bien vuestras cuentas: cualquiera que sea
+el motivo por el que hayáis abandonado el campo de los rebeldes y
+venido a uniros a los leales, vuestra suerte está asegurada si cumplís
+con la obligación de un buen soldado; contentaos pues con esto, o si
+persistís en la oferta de poner al traidor conde de Candespina en poder
+de su rey, mirad qué garantías me ofrecéis...</p>
+
+<p>—Mi cabeza responde si no salgo con la empresa.</p>
+
+<p>—Acepto la fianza, y os ofrezco una buena recompensa si la
+lográis.</p>
+
+<p>—Ver aquí al conde es la única que apetezco.</p>
+
+<p>—Sea: yo me encargo de que no tengáis de qué quejaros si llegare a
+venir. Pero veamos cómo pensáis poner en práctica el tal proyecto.</p>
+
+<p>—El conde, con un corto número de servidores, tiene su cuartel
+separado del resto del ejército los días en que, como ahora, no está
+a su cargo el mando; por la noche es extremada la vigilancia con que
+están<span class="pagenum" id="Page_169">p. 169</span> los suyos, mas
+apenas amanece, la mayor parte se echan a dormir. Treinta hombres de
+armas guiados por mí podrían llegar hasta la misma tienda del conde sin
+ser vistos, y entonces...</p>
+
+<p>—Estáis entendido. Seguidme.</p>
+
+<p>Y diciendo así, salió del aposento y condujo a Millán a otro en lo
+más apartado de la casa, donde habiéndole hecho entrar lo cerró con
+llave. En seguida puso un criado de centinela a la puerta con las más
+estrechas órdenes para no permitir que ninguna persona se aproximara a
+hablar con el castellano, y volvió a su gabinete, al cual hizo llamar a
+diversas personas de las que en su servicio le merecían mayor confianza
+para darles las instrucciones que en adelante se verán.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t169.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch12">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_170">p. 170</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XII</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">E</span><span
+class="rest">xtraordinario</span> fue el movimiento que hubo en la
+posada del conde don Pedro Ansúrez desde la llegada de Millán: todos
+los servidores del privado tenían cada uno su particular comisión,
+sin que ninguno, empero, supiera el motivo y objeto de lo que se le
+encargaba: mas esto no era para ellos en ningún modo nuevo, pues casi
+siempre les sucedía lo mismo. Lo singular es que don Pedro no pusiera
+en conocimiento del rey una noticia de tanta importancia; pero su
+interés le aconsejaba tenerla oculta por dos razones: primera, que
+decirla antes de haber completamente ejecutado su designio era llamar
+mucho la atención hacia Millán, haciendo que sobre él recayese todo el
+mérito de ella; y la segunda,<span class="pagenum" id="Page_171">p.
+171</span> que en caso de frustrarse, siempre achacarían al conde no
+haber puesto de su parte todos los medios conducentes para el logro.</p>
+
+<p>Sirviéronse a Millán las comidas regulares en el aposento que
+le servía de cárcel, y ni él hizo la menor pregunta a los criados
+del conde, ni contestó más que por monosílabos a las que ellos se
+atrevieron a dirigirle. En vano el observador más perspicaz hubiera
+querido hallar la menor señal de agitación, temor ni remordimiento
+en el rostro del soldado: su frente despejada, su mirar sereno, y
+el sosegado comedimiento de todas sus acciones indicaban más bien
+el hombre honrado, pronto a correr un grave riesgo en defensa de
+la virtud, que al vil traidor, dispuesto a entregar en manos de
+sus más crueles enemigos a su natural señor. Don Pedro de Ansúrez,
+informado por sus criados de la tranquilidad de su prisionero,<span
+class="pagenum" id="Page_172">p. 172</span> juzgó que nacía de las
+esperanzas que tenía de ver satisfecha su venganza; y se confirmó en la
+idea de llevar adelante aquella empresa. Vuelto a conducir Millán a la
+presencia del astuto conde, fue de nuevo interrogado por él sobre los
+mismos puntos poco más o menos que en su primera entrevista, pero de
+diferentes modos, contestando siempre lo mismo, sin que las sutilezas
+del de Ansúrez fueran poderosas a hacer que se contradijera en nada, ni
+se turbara un instante.</p>
+
+<p>—Bien —dijo el conde después de más de una hora de conversación—,
+bien: estoy satisfecho de que obráis de buena fe. Decidme ahora dónde
+está situado el cuartel de vuestro antiguo amo.</p>
+
+<p>—Ya he dicho a Vueseñoría, y lo repito, que yo conduciré a él a los
+que hayan de prenderle.</p>
+
+<p>—Pero decidme dónde.</p>
+
+<p>—No, señor.</p>
+
+<p>—¿Y por qué?</p>
+
+<p>—Porque eso sería renunciar a mi venganza.</p>
+
+<p>—No lo entiendo.</p>
+
+<p>—Quiero verle yo<span class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span>
+mismo caer en poder de sus enemigos; quiero presenciar su abatimiento;
+en una palabra, he jurado morir o traerle aquí por mi propia mano.</p>
+
+<p>—Norabuena. ¿Qué gente necesitáis?</p>
+
+<p>—Treinta hombres de armas.</p>
+
+<p>—Pocos me parecen.</p>
+
+<p>—Sobrados para una empresa como esta; y advierto a Vueseñoría que
+deben venir desmontados.</p>
+
+<p>—Sepamos la razón.</p>
+
+<p>—Porque el conde de Candespina ha situado sus pabellones en
+un paraje quebrado, donde no solo sería muy prolijo caminar a
+caballo, sino que es verdaderamente un imposible hacerlo sin ser
+descubiertos.</p>
+
+<p>—Aguardad: para mayor seguridad iréis todos disfrazados con un traje
+que encubriendo las armas os haga menos visibles.</p>
+
+<p>—Nada sería más conveniente.</p>
+
+<p>—Os vestiremos de almogávares: idos a descansar, que mañana con la
+voluntad de Dios saldréis de aquí antes de amanecer.</p>
+
+<p>—Y antes de medio día habréis visto al conde de Candespina.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_174">p. 174</span></p>
+
+<p>—¡Dios lo haga! Y lo demás dejadlo por mi cuenta.</p>
+
+<p>En efecto, a la mañana siguiente salió Millán a la cabeza de unos
+cincuenta hombres armados y cubiertos con traje de almogávares; pues
+el conde se obstinó en que no llevase menos de este número: pero la
+Providencia dispuso que aquel disfraz que hizo tomar a su gente el
+de Ansúrez para mejor logro de sus proyectos, sirviese únicamente
+para contrariarlos y favorecer la fuga de don Diego López y Hernando
+de Olea. Tan felices fueron estos, que acertaron a quebrantar su
+prisión precisamente la noche que precedió a la mañana señalada para
+la ejecución del pérfido proyecto del traidor Millán, y el grupo de
+supuestos almogávares a que hemos dicho se unieron, saliendo con él
+de la ciudad, era precisamente el de los hombres destinados a prender
+al conde de Candespina. Don Pedro Ansúrez había calculado muy<span
+class="pagenum" id="Page_175">p. 175</span> bien que el traje de
+almogávares debía encubrir mejor el proyecto de los suyos; pues aunque
+aquellos montañeses formaban conocidamente parte del ejército aragonés,
+como solo se ocupaban en talar los campos e interceptar convoyes, sin
+atacar nunca a ningún cuerpo de tropas regulares, no podrían alarmar al
+campo castellano aunque fuesen vistos desde él.</p>
+
+<p>Como media legua andarían, siempre con el mayor silencio siguiendo
+a Millán, quien a la cabeza de ellos marchaba con notable desembarazo
+y visible contento; pero ya a esta distancia de Soria, y no hallándose
+aún bastante próximos al enemigo para recelar el ser oídos, creyeron
+los aragoneses que podían permitirse alguna más libertad, y se trabaron
+entre ellos algunas conversaciones, cuyo objeto, como es fácil de
+presumir, fue la empresa a que iban destinados. Grande fue la sorpresa
+de los dos caballeros fugitivos oyendo a<span class="pagenum"
+id="Page_176">p. 176</span> los que suponían almogávares hablar tan
+claro el castellano, que no les pudo quedar duda ninguna de que no
+pertenecían a la tribu errante cuyo traje vestían.</p>
+
+<p>—Estos son aragoneses disfrazados y no almogávares —dijo Hernando al
+oído a su compañero.</p>
+
+<p>—Callad —le contestó este con voz tan baja que apenas se oía—,
+callad, por vida vuestra, si no tenéis ganas de volver a la prisión de
+Soria.</p>
+
+<p>Siguió Hernando tan saludable consejo, y le ayudó a no quebrantarlo
+el llamarle la atención lo que delante de él iban hablando, en voz
+inteligible aunque baja, dos aragoneses.</p>
+
+<p>—Es imposible —decía el uno— que haya hombre más afortunado que el
+tal don Pedro Ansúrez.</p>
+
+<p>—Todo se le viene a la mano —contestó el otro.</p>
+
+<p>—Y tanto; por dónde diablos se le ha antojado al conde de Candespina
+maltratar a un criado suyo para que este se pase a nosotros y nos lo
+ponga en las manos.</p>
+
+<p>—¿Conque ese Millán<span class="pagenum" id="Page_177">p.
+177</span> es su criado?</p>
+
+<p>—¿Pues qué, no lo sabías?</p>
+
+<p>—¡Millán traidor! —dijo Hernando a don Diego—. Apenas puedo
+creerlo.</p>
+
+<p>—Silencio y oigamos —replicó el señor de Nájara.</p>
+
+<p>—Lo que oyes —continuaba el aragonés.</p>
+
+<p>—Pues eso es venderlo como un Judas.</p>
+
+<p>—Lo mismo. A decir verdad es una villanía.</p>
+
+<p>—Ya se ve; pero el conde no repara en niñerías.</p>
+
+<p>—Con tal que logre su fin.</p>
+
+<p>—Por logrado: Millán conoce el terreno: llegamos a la tienda del de
+Candespina sin ser vistos...</p>
+
+<p>—Y lo despachamos al otro mundo.</p>
+
+<p>—Nada menos que eso. Viene a Soria con nosotros.</p>
+
+<p>—Muy enterado estás.</p>
+
+<p>—Cuando el conde daba a Millán las últimas instrucciones estaba yo
+presente, y por eso lo sé todo.</p>
+
+<p>Por este orden continuaron discurriendo sobre la materia, dejando
+a don Diego y a Hernando perfectamente enterados de la inicua trama
+del conde de Ansúrez y Millán contra el noble don Gómez. <span
+class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span>De cólera les hervía la
+sangre en las venas; pero como dos hombres casi inermes nada podían
+hacer contra cincuenta bien armados, hubieron de resolverse a aguardar
+el momento crítico para emplearse en salvar a su común amigo, o morir
+en la demanda. Llegados al pie de una pequeña colina, mandó Millán
+hacer alto para subir a su cima, dijo, a ver si había enemigos en
+campaña, como en efecto lo hizo; y no contentándose con examinar
+los alrededores, desde lo más alto del terreno, bajó algún tanto
+de la pendiente del lado opuesto al en que estaban los aragoneses,
+desapareciendo por un breve rato a su vista. Poco tardó en volver a
+mostrarse de nuevo sobre la altura, y haciendo seña con la mano, rompió
+la marcha la tropa; y en breves instantes se halló también en la cima
+de aquella colina, una de las que rodeaban un pequeño valle que al
+pie de ella se veía. Bajaron a él los aragoneses y siguieron<span
+class="pagenum" id="Page_179">p. 179</span> marchando sin ningún
+concierto, pues Millán les anunció que aún les quedaba que andar
+bastante para llegar a su destino; pero no tardaron en arrepentirse
+de su negligencia, pues habiendo llegado poco más o menos al centro
+del valle, vieron salir de las gargantas de los pequeños montes que lo
+formaban diversos destacamentos de caballería que dirigiéndose sobre
+ellos a todo escape, los rodearon completamente antes de que pudieran
+volver en sí de su asombro, ni menos concertarse para la defensa.</p>
+
+<p>—Rendíos todos, o muertos sois —gritó un caballero, cuya voz era tan
+conocida como grata a los oídos de don Diego y Hernando—. Depónganse
+al momento las armas o a nadie se da cuartel —continuó el conde de
+Candespina, pues en efecto era él quien a la cabeza de un escuadrón de
+sus vasallos había sorprendido a los aragoneses.</p>
+
+<p>Fácil es de presumir que estos se sometieron sin replicar<span
+class="pagenum" id="Page_180">p. 180</span> a su mala suerte, porque
+los castellanos les eran superiores en número, y ellos esperaban tan
+poco aquel ataque, que aún habiendo sido tantos como sus enemigos no
+hubieran osado resistirles.</p>
+
+<p>Todo esto fue obra de tan breves instantes que apenas dio tiempo
+a don Diego y a Hernando para que, arrojando al suelo los antifaces
+que les ocultaban el rostro, y atravesando con no vista precipitación
+la tropa de los consternados aragoneses, se presentasen al conde de
+Candespina, cuyo asombro fue indecible viéndolos en aquel punto y
+traje.</p>
+
+<p>—¡Hernando! ¡Don Diego! —exclamó—: ¿sois vosotros o estoy
+soñando?</p>
+
+<p>—No, conde, a Dios gracias, contestó Hernando corriendo a él y
+estrechándolo en sus brazos.</p>
+
+<p>—Nosotros somos, dijo don Diego sosegadamente teniéndole la mano; y
+a fe que buen susto hemos pasado por vos toda esta mañana.</p>
+
+<p>—¿Dónde está ese perro de<span class="pagenum" id="Page_181">p.
+181</span> Millán? —exclamó Hernando—: entregádmelo que yo haré
+justicia de él.</p>
+
+<p>—Sosegaos, Hernando: las apariencias os han engañado: nunca me ha
+sido Millán más fiel que ahora.</p>
+
+<p>—¿Conque por vuestra orden —dijo don Diego— ha ido a Soria?</p>
+
+<p>—Sí, don Diego, por mi orden.</p>
+
+<p>—¿Y es posible, don Gómez? —interrumpió Hernando.</p>
+
+<p>—Suspended el juicio y no condenéis precipitadamente a vuestro
+amigo. Tanto me repugna como a vos valerme de mañas y arterías, pero
+con el conde don Pedro Ansúrez la espada es inútil, y si supierais en
+qué pie están las cosas en nuestro propio campo...</p>
+
+<p>—Perdonad, conde, perdonad a vuestro amigo una indigna sospecha.</p>
+
+<p>—La dicha de teneros a mi lado, caballeros, me ha hecho olvidar lo
+principal: Millán ejecuta lo que ya sabes, y vos, don Diego y Hernando,
+venid conmigo y os enteraré de un arriesgado proyecto cuya ejecución
+tengo por cierta contando con tales auxiliares como vos.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_182">p. 182</span></p>
+
+<p>Dos soldados cedieron sus caballos a los dos caballeros, que
+montando en ellos y siguiendo a don Gómez hasta su tienda, que poco más
+allá del valle estaba, mudaron en ella de trajes y supieron del conde
+de Candespina cosas que el lector sabrá en los capítulos siguientes.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t182.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch13">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XIII</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">V</span><span
+class="rest">olvamos</span> por un momento a Soria. La noche de la
+fuga de los caballeros castellanos se pasó sin que los soldados
+que guardaban la prisión tuvieran de ella la menor sospecha. Los
+carceleros, imposibilitados de moverse ni gritar, no pudieron dar la
+alarma, y pasaron muchas horas en una verdadera agonía. Gran parte de
+la mañana siguiente se pasó del mismo modo, hasta que extrañando los
+soldados la falta de los carceleros a cuidar de sus presos, dieron
+parte de ella a su jefe, quien inmediatamente la puso en noticia del
+conde de Ansúrez; y este mandó a uno de los oficiales de su casa
+que fuera a reconocer la prisión. Así lo hizo, y después de haber
+registrado inútilmente todas las estancias<span class="pagenum"
+id="Page_184">p. 184</span> de ella, para buscar las llaves del cuarto
+en que se suponía a don Diego y a Hernando, se decidió a forzar la
+puerta, y halló al castellano y al aragonés en el más lamentable
+estado. Tendidos en el suelo y atados de pies y manos, como se ha
+dicho, no podían hacer movimiento alguno; y a más, el paño con que
+a cada uno de ellos taparon la boca los prófugos, les embarazaba de
+tal modo la respiración que estaban como asfixiados, y si hubieran
+continuado así mucho tiempo, tal vez habrían perdido la vida; mas
+luego que pudieron respirar libremente recobraron el sentido e
+hicieron relación de su desgracia, adornándola, como es de costumbre,
+con todas cuantas circunstancias les parecieron más a propósito para
+excitar la compasión y disminuir la vergüenza de su vencimiento. El
+oficial del conde manifestó compadecerlos; pero no por eso dejó de
+conducirlos consigo a presencia de aquel, para<span class="pagenum"
+id="Page_185">p. 185</span> que respondiesen a los cargos que tuviera
+por oportuno hacerles. Supo pues el conde de Ansúrez por boca de los
+mismos carceleros la fuga de los dos prisioneros que él estimaba en
+tanto, convenciéndole el demudado rostro de aquellos miserables, y la
+deposición del oficial de que estaban inocentes en tan desagradable
+acontecimiento. No es difícil figurarse que don Pedro vio con
+pesadumbre frustrarse las esperanzas que tenía de que un día pudieran
+serle útiles los dos caballeros en su poder; pero también es cierto
+que la idea de ser en breve dueño del caudillo y sostén del partido
+de la reina contribuyó no poco a mitigar su pena. Ordenó, empero, que
+se practicasen las más vivas diligencias para buscar en Soria a los
+dos fugitivos; pues en cuanto a que hubiesen salido de ella no lo
+temía, estando prevenido que nadie pudiera hacerlo sin un pase firmado
+de su propia mano. Inmediatamente se pusieron<span class="pagenum"
+id="Page_186">p. 186</span> en campaña una multitud de aquellos hombres
+que en todas épocas y estados hay, ha habido y habrá, que tal vez son
+necesarios y útiles, mas que siempre llevan consigo una odiosidad
+inseparable de los servicios a que se les destina: es decir, que
+gran número de espías del conde don Pedro Ansúrez tomaron a su cargo
+averiguar el paradero de don Diego y Hernando, cosa que no podían
+lograr, porque cuando empezaron sus pesquisas ya los dos fugitivos
+estaban en salvo.</p>
+
+<p>Esta circunstancia aumentó notablemente la inquietud con que don
+Pedro Ansúrez esperaba el regreso de Millán trayéndole prisionero
+al conde de Candespina, a quien contaba presentar en triunfo al
+rey, prometiéndose por ello no pocas mercedes. Hubiera dado todo
+el oro del mundo porque el tiempo apresurase su movimiento, apenas
+perceptible para él entonces; y era tal su impaciencia que estaba<span
+class="pagenum" id="Page_187">p. 187</span> en el caso de aplicarle
+aquellos versos de Meléndez que dicen:</p>
+
+<div class="poetry-container">
+<div class="poetry">
+ <div class="stanza">
+ <div class="verse indent0">Los días, que confiado</div>
+ <div class="verse indent0">quieres hora apresurar,</div>
+ <div class="verse indent0">un tiempo te ha de pesar</div>
+ <div class="verse indent0">que hayan tan presto llegado.</div>
+ </div>
+</div>
+</div>
+
+<p>Mas como quiera que sea, lo cierto es que pasó en una ansiedad
+inexplicable algunas horas, hasta que poco después de medio día se
+presentó un criado anunciando que desde la muralla se descubría como
+regresaba a Soria la tropa que había salido aquella mañana de la
+ciudad.</p>
+
+<p>—Vuelve corriendo a la puerta para que de ningún modo sean detenidos
+en ella; que vengan aquí sin pararse en parte alguna; y, sobre todo,
+que no se separe de la tropa ningún individuo. Todos sin excepción han
+de venir a mi presencia. Marcha; vuela.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_188">p. 188</span></p>
+
+<p>Esto dijo el conde a su criado, quien partió como un rayo a poner
+sus órdenes en ejecución. Como media hora después se oyó un confuso
+rumor de armas en el zaguán de la casa, y subieron apresuradamente
+la escalera con Millán, un hombre armado de punta en blanco, mas
+sin espada ni otra arma ofensiva, que parecía venir preso, pues iba
+siempre seguido de dos almogávares que no se separaban un punto de
+él, y otros cuatro o cinco también almogávares. Apenas se sintieron
+los pasos en el salón, cuando entreabriendo el conde la puerta de su
+gabinete, el primer objeto que hirió su vista fue el armado caballero
+que hemos dicho, cuyo rostro no le permitió descubrir la visera del
+yelmo que llevaba calada; y pudiendo apenas hablar con el sobresalto,
+preguntó:</p>
+
+<p>—Millán, ¿es él?</p>
+
+<p>—Sí, señor: he cumplido mi palabra; el conde de Candespina está en
+vuestra presencia.</p>
+
+<p>Estas últimas palabras<span class="pagenum" id="Page_189">p.
+189</span> las dijo ya Millán en el gabinete de don Pedro Ansúrez,
+en el cual entraron también cuantos le seguían. Inmediatamente uno
+de ellos cerró la puerta; dos, sacando los puñales, asieron al conde
+Ansúrez de ambos brazos, y poniéndole las puntas en el pecho le
+intimaron el silencio pena de la vida; y el caballero armado alzándose
+la visera dejó ver las nobles facciones del conde de Candespina.</p>
+
+<p>—Traidores —fue la única palabra que pudo articular don Pedro
+Ansúrez.</p>
+
+<p>—Aquí no hay ninguno más que tú —le replicó Hernando, que era uno de
+los supuestos almogávares que custodiaban al conde.</p>
+
+<p>—Basta, Hernando: recordad vuestras promesas de prudencia. Conde don
+Pedro, el cielo es justo en sus decretos; los malos podrán triunfar un
+momento, pero tarde o temprano llega el día en que le dan cuenta de sus
+culpas: vuestra hora ha llegado tal vez. Preparábais un suplicio<span
+class="pagenum" id="Page_190">p. 190</span> a un hombre sin más delito
+que el de amar a su patria; y habéis caído en su poder. Un solo medio
+os queda para salvaros, aceptadlo o resolveos a morir.</p>
+
+<p>—¿Qué se exige de mí? —dijo el de Ansúrez, más muerto que vivo.</p>
+
+<p>—Que pongáis a la reina en nuestras manos.</p>
+
+<p>—Y a doña Leonor de Guzmán —añadió Hernando.</p>
+
+<p>—Pedís un imposible, contestó el conde don Pedro: la reina se halla
+ahora en su palacio en poder del rey su esposo, y doña Leonor en un
+convento en reclusión...</p>
+
+<p>—El tiempo vuela, caballeros —dijo rompiendo el silencio por
+primera vez don Diego López; el tiempo vuela y los instantes nos son
+preciosos.</p>
+
+<p>—Sobrada razón tenéis: omitamos inútiles digresiones: vais a
+conducirnos, conde de Ansúrez, a presencia de Su Alteza.</p>
+
+<p>—¿Yo, don Gómez?... ¿Yo? ¿Y cómo puedo...?</p>
+
+<p>—Vos podéis y lo haréis, o de no, vais a la eternidad antes de dos
+minutos. Jurad<span class="pagenum" id="Page_191">p. 191</span> por
+los Santos Evangelios que ni con palabra, ni con gesto, ni con seña, ni
+por escrito, haréis acción que pueda descubrirnos, y vamos a seguiros
+al cuarto de la reina don Diego, Hernando y yo.</p>
+
+<p>—Pero conde...</p>
+
+<p>—¿Juráis o no?</p>
+
+<p>Esta pregunta del conde fue acompañada con un gesto de Hernando tan
+significativo, que pareció decidir la perplejidad del conde, quien juró
+cuando le dijeron que jurase. Hiciéronle entender a mayor abundamiento,
+y para más garantía del cumplimiento de su promesa, que perdería la
+vida en el momento en que ni remotamente diese motivo a sospechar que
+iba a faltar a ella.</p>
+
+<p>El lector sin duda habrá comprendido, que viendo el conde de
+Candespina el mal aspecto que presentaban las cosas en su campo, en
+razón de la discordia que en él reinaba, conoció que el único medio
+para salir con su empresa adelante, era intentar<span class="pagenum"
+id="Page_192">p. 192</span> alguna otra expedición no menos aventurada
+y peligrosa que la de Castellar; y el conocimiento que del carácter de
+don Pedro Ansúrez tenía fue el que le hizo concebir el proyecto de
+enviar a Millán a Soria, a proponerle poner su persona en manos del rey
+de Aragón; y envolviéndole en sus propias redes obligarle a contribuir
+a que la reina recobrase su libertad. Surtió en efecto este expediente,
+como hemos visto, todo el buen éxito que de él podía esperarse,
+hasta el momento en que, ya resuelto el conde, prestó su juramento
+y se trató de marchar a palacio. El conde de Candespina para no ser
+conocido tenía bastante con bajarse la visera, y don Diego y Hernando
+venían a prevención armados debajo del vestido de almogávares: Millán,
+que reputado por desertor del campo castellano, podía presentarse
+sin recelo, salió a traer dos celadas que de parte del conde de
+Ansúrez pidió a sus criados, y<span class="pagenum" id="Page_193">p.
+193</span> encubiertos ya los tres, salieron con él hacia palacio,
+en tanto que el criado de don Gómez con el resto de la tropa marchó
+a esperar el resultado en la misma puerta de la ciudad, por donde
+acababan de entrar.</p>
+
+<figure class="figcenter mt3">
+ <img src="images/t193.jpg"
+ style="width: 5em; height: auto;"
+ alt="Viñeta ornamental">
+</figure>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Ch14">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_194">p. 194</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XIV</h2>
+</div>
+
+<p class="ti0"><span class="cap">E</span><span class="rest">n
+medio</span> de la temeridad que bajo cierto aspecto aparecía en toda
+la conducta de don Gómez y sus amigos en este asunto, es preciso
+confesar sin embargo que el conde de Candespina supo aprovecharse con
+extremada sagacidad aun de las mismas circunstancias que más contrarias
+podían serle. ¿Quién, en efecto, viendo a don Pedro Ansúrez caminar por
+las calles de Soria con dirección al alojamiento del rey de Aragón,
+acompañado por tres hombres completamente armados, cuyo reposado
+continente y gravedad en la marcha no descubría la menor agitación;
+quién, decimos, hubiera podido figurarse que el mayordomo mayor de
+la reina iba allí prisionero en poder de sus mayores enemigos? ¿A
+quién se le podría ocurrir que<span class="pagenum" id="Page_195">p.
+195</span> aquellos tres guerreros fuesen nada menos que el mismo
+conde de Candespina y sus dos más íntimos amigos? Sin duda que a
+nadie; y el mismo don Pedro podía apenas persuadirse de que no fuera
+un sueño lo que por él estaba pasando. Todas estas consideraciones,
+tan naturales y de tanto peso en el ánimo de un hombre incapaz de
+conocer el miedo, alentaron sobremanera al conde de Candespina; mas no
+por eso dejó de tomar todas aquellas precauciones que estuvieron a su
+alcance: tales como las de hacer que Millán fuese con los cincuenta
+hombres disfrazados que a Soria le habían seguido, a situarse en la
+puerta de ella, de modo que siempre le quedara aquella salida; y
+emboscar un razonable escuadrón a tan corta distancia de la ciudad
+que a la primera señal podía hallarse al pie de sus muros: y dejando
+el resto en manos de su buena suerte, obraba en medio de sus enemigos
+tan sosegadamente,<span class="pagenum" id="Page_196">p. 196</span> o
+acaso más que hubiera podido hacerlo en sus propios reales.</p>
+
+<p>Llegados a la casa que habitaban los reyes, ninguna dificultad
+encontraron para introducirse en la cámara de la reina, pues su entrada
+no podía menos de estar franca en las horas regulares a don Pedro
+Ansúrez, cuya dignidad de mayordomo mayor era en aquellos tiempos
+como en los actuales la más alta y considerada de las de la real
+servidumbre. El estado de sitio en que entonces se hallaba Soria dio
+lugar a que no se extrañasen en ningún modo las férreas figuras que
+seguían a don Pedro Ansúrez, del mismo modo que al cuerpo la sombra:
+los cortesanos que circulaban por los salones del alcázar se inclinaban
+profundamente al pasar por delante de ellos el privado, quien, habiendo
+tenido algún tiempo para serenarse, empezaba a recobrar, a pesar
+de lo crítico de su posición, aquel aire de importancia que ya le
+era<span class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span> casi natural.
+Don Gómez no podía menos de sonreírse del singular contraste que
+aquellas demostraciones de respeto hacían con la verdadera y precaria
+situación del conde de Ansúrez; Hernando se contenía con dificultad
+para no descargar una lluvia de tajos y mandobles sobre la afeminada
+chusma de los palaciegos; y don Diego López iba pensando entre sí
+cómo saldrían del lance en caso de ser conocidos antes de salir de la
+ciudad. Penetraron pues, como hemos dicho, sin encontrar obstáculo
+hasta las puertas de la estancia misma en que estaba doña Urraca; y
+allí don Pedro hizo que una dama de la servidumbre anunciase según
+costumbre a la reina que su mayordomo deseaba hablarla: entró la
+dama y a poco rato volvió a salir diciendo, que hallándose Su Alteza
+indispuesta, no se había aún levantado de la cama, ni pensaba hacerlo
+en todo aquel día: y que por lo mismo dejaba para el siguiente<span
+class="pagenum" id="Page_198">p. 198</span> recibir a su mayordomo.
+No era esta la primera vez que la reina obraba así, antes por el
+contrario acostumbraba a hacerlo con mucha frecuencia; pues siéndole
+odiosa la vista de cuantos la rodeaban, y mucho más que la de ninguna
+otra persona la de su antiguo ayo, se valía del expediente de fingirse
+enferma para poder a lo menos deplorar a sus solas la crueldad de su
+destino.</p>
+
+<p>—Ya lo oís, señores —dijo don Pedro volviéndose a sus tres
+acompañantes—, me es imposible complaceros.</p>
+
+<p>—Insistid —le contestó el conde en voz muy baja, pero con
+firmeza.</p>
+
+<p>—Hemos de entrar —añadió Hernando—, hemos de entrar o...</p>
+
+<p>—Basta, por san Pedro —le interrumpió don Diego—; ved el paraje en
+que estamos.</p>
+
+<p>—Caballeros... —volvió a decir el de Ansúrez.</p>
+
+<p>—Insistid, os digo por última vez, o temblad —replicó ya ardiendo en
+cólera don Gómez.</p>
+
+<p>No había recurso para don Pedro; estaba enteramente a merced<span
+class="pagenum" id="Page_199">p. 199</span> de los enemigos, y hubo por
+lo mismo de obedecerles.</p>
+
+<p>—Decid a la reina, mi señora, que el asunto de que tengo que
+hablarla es de tal importancia que no sufre demora, y que la suplico
+que se digne recibirme inmediatamente.</p>
+
+<p>Ejecutó la dama este nuevo mandato, y trajo sin tardanza la
+orden de la reina para que entrase el mayordomo, lo que se ejecutó
+inmediatamente, siguiéndole los tres caballeros.</p>
+
+<p>Doña Urraca estaba en efecto en el lecho, y su hermosura parecía
+mayor en medio del estudiado desaliño en que se hallaba. Ondeaba libre
+el cabello sobre la espalda, que apenas cubría un delgado cendal, y al
+incorporarse, cuando vio entrar al conde, dejó ver un talle que hubiera
+podido dar envidia a la misma diosa de la hermosura; el enojo por la
+demasía del mayordomo en empeñarse en verla contra su expresa voluntad,
+había encendido<span class="pagenum" id="Page_200">p. 200</span>
+el color del rostro, pálido otras veces a causa de sus continuados
+disgustos; y, en una palabra, la figura de la reina de Castilla era en
+el momento de que hablamos la más seductora que puede imaginarse.</p>
+
+<p>—¿Hasta dónde piensa el conde Ansúrez llevar el desacato y la
+injuria? —exclamó furiosa doña Urraca al entrar en su cuarto el
+mayordomo.</p>
+
+<p>—Crea Vuestra Alteza, señora, que bien a mi pesar...</p>
+
+<p>No pudo decir más, porque dentro ya de la estancia los tres
+castellanos, cerró Hernando inmediatamente la puerta, y sacando la
+espada se puso a ella de centinela sin proferir una palabra: la reina
+que vio aquella acción, y que ignoraba quiénes eran los que delante
+tenía, se horrorizó creyendo que semejante precaución no podía tener
+más objeto que el de llevarla presa, o tal vez el de atentar a su
+existencia; pues era tal la prevención odiosa con que miraba a su
+marido que le hacía la injuria<span class="pagenum" id="Page_201">p.
+201</span> de creerle capaz de acciones enteramente ajenas del ánimo
+de Alfonso el Batallador. Como quiera que fuese, lo cierto es que doña
+Urraca se asustó sobremanera, e interrumpió al conde en su discurso
+diciéndole con voz amortiguada:</p>
+
+<p>—Traidor: ¿qué intentas?</p>
+
+<p>—Sus intentos son vanos —contestó el conde de Candespina alzándose
+la visera—; deponga Vuestra Alteza todo temor.</p>
+
+<p>—¡Dios de bondad! ¿Vos en Soria, conde?</p>
+
+<p>—Sí, señora; mientras haya en mis venas una gota de sangre se
+consagrará al servicio de mi reina.</p>
+
+<p>—Lo que importa —dijo el prudente don Diego— es que Su Alteza se
+vista y salgamos pronto de aquí.</p>
+
+<p>—¿Dónde vamos?</p>
+
+<p>—Al campo de Castilla, señora; no pierda Vuestra Alteza tiempo.</p>
+
+<p>Vistiose la reina lo mejor y más de prisa que pudo, con no poco
+embarazo por verse precisada a hacerlo delante de aquellos caballeros;
+pero ellos con la debida discreción le volvieron la espalda en
+tanto<span class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span> que lo
+hacía, prefiriendo justamente cometer tal descortesía a ofender con
+sus miradas el pudor de su soberana. Aprovechando este intervalo se
+aproximó Hernando al conde de Ansúrez que, sumido en las más amargas
+reflexiones, parecía haberse convertido en fría estatua de mármol; tal
+era la estupidez con que miraba la escena que la fuerza le obligaba a
+presenciar, y asiéndole con no mucha afabilidad por un brazo, le dijo
+en voz que solo de él pudo ser oída:</p>
+
+<p>—¿Dónde está doña Leonor de Guzmán?</p>
+
+<p>—Ya he dicho que en un convento por orden del rey.</p>
+
+<p>—¿En qué convento?</p>
+
+<p>—En el de ***.</p>
+
+<p>—¿Está muy lejos de aquí?</p>
+
+<p>—No.</p>
+
+<p>—Poned una orden por escrito para que la abadesa la deje salir
+inmediatamente.</p>
+
+<p>—¡Una orden...!</p>
+
+<p>—Sin réplica.</p>
+
+<p>—¡Cómo abusáis de mi situación!</p>
+
+<p>—Si no estuvieras en ella ya hubieras probado el hierro de la
+lanza de Hernando de Olea. La orden al momento;<span class="pagenum"
+id="Page_203">p. 203</span> aquí hay recado de escribir, ponla.</p>
+
+<p>—Sea.</p>
+
+<p>Hizo el de Ansúrez lo que Hernando le mandaba; mas, temeroso este
+de que el conde le hubiese engañado, poniéndole en vez de la orden que
+pedía algún documento como la carta de Urías, y no sabiendo leer, cosa
+muy común en aquellos tiempos en todas las clases de la sociedad, y
+particularmente en la nobleza, cuyo exclusivo ejercicio era el de las
+armas, se dirigió a su amigo don Gómez, quien leyó el papel y vio que
+en efecto era una orden en toda forma; mas preocupado con su principal
+idea, que era la de salvar a la reina, no volvió a pensar en tal papel
+luego que se lo hubo devuelto al de Olea.</p>
+
+<p>Es de advertir que a pocos instantes de estar en la estancia de la
+reina los caballeros castellanos, hizo el conde de Candespina que el de
+Ansúrez mandase desde la puerta a la dama que estaba de guardia en la
+antecámara que diese las órdenes<span class="pagenum" id="Page_204">p.
+204</span> convenientes para que lo más pronto posible se pusiese una
+litera para Su Alteza: obedeció la dama, y casi en el mismo instante
+en que doña Urraca acababa de vestirse anunciaron que estaba pronta la
+litera. La reina se cubrió con un manto negro, y salió llevando a su
+derecha a su mayordomo, a la izquierda al conde de Candespina, y detrás
+a don Diego y Hernando. La presencia del conde de Ansúrez alejaba todo
+género de sospecha, pues acostumbrados todos en Soria a mirarle como el
+favorito del rey, y a manera de gobernador de la reina, respetaban sus
+acciones, aun aquellas que salían del orden regular, como se veneran
+los arcanos de la Providencia; por lo mismo, aunque algunos cortesanos
+vieron salir a la reina con tan poco aparato, y en hora desusada, no lo
+extrañaron, o al menos si lo extrañaron guardaron silencio, pensando
+que se haría con acuerdo del rey.</p>
+
+<p><span class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span></p>
+
+<p>El hecho es que salieron con la mayor felicidad del alcázar,
+entrando la reina en su litera y siguiéndola los mismos individuos.
+Apenas estaban en la calle, cuando el de Olea se dirigió de nuevo al
+conde de Ansúrez para preguntarle si una iglesia, que no tardaron en
+ver, era el convento en que se hallaba Leonor, y habiéndole respondido
+que sí, sin esperar a más se dirigió a él apresuradamente. Se informó
+en la portería, en la cual le confirmaron en la verdad de lo que el
+conde Ansúrez le había dicho; y habiendo hecho anunciar a la abadesa
+que se la buscaba de parte de este, bajó inmediatamente la buena
+religiosa, y vista la firma del conde no puso la menor dificultad
+en entregar a doña Leonor, a quien inmediatamente fue a buscar. La
+premura con que Hernando dijo a la abadesa que debía presentarse al
+conde aquella dama fue tal, que apenas la dio tiempo para ponerse
+un manto y bajar.<span class="pagenum" id="Page_206">p. 206</span>
+¿Quién podría explicar la alegría de Hernando, cuando abriéndose las
+puertas se presentó a su vista el objeto de todos sus pensamientos? No
+será mi pluma la que lo intente; para el que haya amado una vez toda
+explicación sobra, y para el que no, sería inútil. Así que Hernando
+creyó que ya las religiosas que habían salido a acompañar a doña Leonor
+no podrían oírle, se inclinó a ella y le dijo:</p>
+
+<p>—Estáis en poder de un amigo; guiadme a las puertas de la ciudad y
+seréis libre.</p>
+
+<p>—¡Será posible...! Es la voz que oigo...</p>
+
+<p>—De Hernando de Olea.</p>
+
+<p>—¿Y os habéis expuesto por mí...?</p>
+
+<p>—A nada: dejemos eso. ¿Sabéis el camino a la puerta por donde se
+entra viniendo de Castilla?</p>
+
+<p>—Sí, que no es esta la primera vez que he estado en Soria.</p>
+
+<p>—Pues guiad y volemos, que temo que hemos de llegar demasiado
+tarde.</p>
+
+<p>Y en efecto caminaron con tanta presteza que apenas sentaban el
+pie en<span class="pagenum" id="Page_207">p. 207</span> el suelo. Ya
+en esto la litera con los que la seguían había llegado a la puerta de
+la ciudad, y en ella echó de menos el conde de Candespina a su amigo
+Hernando. Recordando entonces el papel que le había dado a leer en la
+cámara de la reina, se hizo cargo de que habría ido a buscar a doña
+Leonor, y temió que tal imprudencia le costase cara. Muy sensible
+le era tener que abandonar a su amigo en tan peligroso trance; pero
+la menor detención podía frustrar su ya casi conseguido y principal
+designio de sacar de Soria a doña Urraca, y por lo mismo, después de
+algunos instantes de meditación, se decidió a sacrificarlo todo al
+interés de la reina.</p>
+
+<p>A la orden personal de don Pedro Ansúrez se abrieron las puertas, y
+él mismo se vio obligado a salir con la reina: Millán sin embargo se
+quedó con parte de la escolta en la puerta para esperar a Hernando,
+quien llegó como un cuarto de<span class="pagenum" id="Page_208">p.
+208</span> hora después con doña Leonor.</p>
+
+<p>—¿Y la litera dónde está? —fue su primera pregunta.</p>
+
+<p>—Se ha marchado —respondió Millán—; pero el conde don Pedro ha
+dejado orden para que se os facilite un caballo de uno de los soldados
+de la guardia que ya está pronto.</p>
+
+<p>La verdad era que el conde de Candespina le había prevenido a Millán
+que dispusiese el caballo, y este fiel criado lo ejecutó puntualmente.
+Montó pues Hernando, puso a Leonor a las ancas, y se alejó a todo
+galope de los muros de Soria; y a poco siguió Millán con el resto de
+la tropa, dejando a los que guardaban las puertas atónitos de lo que
+veían, pero muy lejos de comprender la causa.</p>
+
+
+<p class="fin">FIN DEL TOMO PRIMERO.</p>
+
+<hr class="chap x-ebookmaker-drop">
+
+
+<div class="chapter pt3" id="Err">
+ <p><span class="pagenum" id="Page_209">p. 209</span></p>
+ <h2 class="nobreak g0">ERRATAS</h2>
+ <hr class="tir">
+ <p class="centra g1 ws1 mt15">TOMO 1.º</p>
+</div>
+
+<table class="form">
+ <tr>
+ <td class="tdr bb"><i>Pág.</i></td>
+ <td class="tdr bb"><i>Lín.</i></td>
+ <td class="tdc bb"><i>Dice</i></td>
+ <td class="tdc bb"><i>Léase</i></td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr pt05">31.</td>
+ <td class="tdr pt05">19.</td>
+ <td class="tdl pt05">bajo, a cuya</td>
+ <td class="tdl pt05">bajo cuya</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">45.</td>
+ <td class="tdr">9.</td>
+ <td class="tdl">prenderla</td>
+ <td class="tdl">prendedla</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">87.</td>
+ <td class="tdr">17.</td>
+ <td class="tdl">hacheros</td>
+ <td class="tdl">arqueros</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">87.</td>
+ <td class="tdr">19.</td>
+ <td class="tdl">Las rivalidades</td>
+ <td class="tdl">La rivalidad</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">93.</td>
+ <td class="tdr">20.</td>
+ <td class="tdl">hallará</td>
+ <td class="tdl">hallara</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">107.</td>
+ <td class="tdr">11.</td>
+ <td class="tdl">en él</td>
+ <td class="tdl">en ella</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">113.</td>
+ <td class="tdr">13.</td>
+ <td class="tdl">los</td>
+ <td class="tdl">les</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">129.</td>
+ <td class="tdr">5.</td>
+ <td class="tdl">digo,</td>
+ <td class="tdl">digo;</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">145.</td>
+ <td class="tdr">3.</td>
+ <td class="tdl">acumulaban</td>
+ <td class="tdl">acumulaba</td>
+ </tr>
+ <tr>
+ <td class="tdr">148.</td>
+ <td class="tdr">19.</td>
+ <td class="tdl">tenían:</td>
+ <td class="tdl">tenían,</td>
+ </tr>
+</table>
+
+<hr class="chap">
+
+
+<hr class="full">
+
+</div>
+<div style='text-align:center'>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 75133 ***</div>
+</body>
+</html>
+
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+This eBook, including all associated images, markup, improvements,
+metadata, and any other content or labor, has been confirmed to be
+in the PUBLIC DOMAIN IN THE UNITED STATES.
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+Project Gutenberg (https://www.gutenberg.org) public repository for
+eBook #75133 (https://www.gutenberg.org/ebooks/75133)