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If you are not located in the United States, you -will have to check the laws of the country where you are located before -using this eBook. - -Title: Reglas y consejos sobre investigación científica - (Los tónicos de la voluntad) - -Author: Santiago Ramón y Cajal - -Release Date: September 25, 2021 [eBook #66373] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -Produced by: Ramón Pajares Box and the Online Distributed Proofreading - Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from - images generously made available by The Internet Archive) - -*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK REGLAS Y CONSEJOS SOBRE -INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA *** - -NOTA DE TRANSCRIPCIÓN - - * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han - convertido a MAYÚSCULAS. - - * Los errores de imprenta han sido corregidos. - - * La ortografía del texto original ha sido actualizada de acuerdo con - las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española. - - * Se han puesto tildes a las mayúsculas y se han espaciado las rayas. - - * Las notas a pie de página han sido renumeradas y colocadas al final - del libro. - - * Las páginas en blanco han sido eliminadas. - - - - - REGLAS Y CONSEJOS - SOBRE - INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA - - (LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD) - - - - -[Ilustración] - - - - - REGLAS Y CONSEJOS - SOBRE - INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA - - (LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD) - - DISCURSO LEÍDO CON OCASIÓN DE LA RECEPCIÓN DEL - AUTOR EN LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, - FÍSICAS Y NATURALES - - POR - S. RAMÓN Y CAJAL - - 6.ª EDICIÓN - - MADRID - 1923 - - - - - ES PROPIEDAD DEL AUTOR - - - Imp. J. Pueyo, Luna, 29. - Teléf. 14-30. -- MADRID. - - - - -[Ilustración] - -PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN - -Costeada por la generosidad del Dr. Lluria. - - -El libro actual es una reproducción, con numerosos retoques y -desarrollos, de mi discurso de ingreso en la Academia de Ciencias -Exactas, Físicas y Naturales (sesión del 5 de diciembre de 1897). - -Como otras muchas oraciones académicas harto más merecedoras de -publicidad, este discurso habría quedado olvidado en los anaqueles de -las bibliotecas oficiales, si un querido amigo nuestro, el Dr. Lluria, -no hubiera tenido la generosidad de reimprimirlo a su costa, a fin -de regalarlo a los estudiantes y a los aficionados a las tareas del -laboratorio. - -Cree el Dr. Lluria (y Dios le pague tan hermosas ilusiones) que los -consejos y advertencias contenidos en dicho trabajo pueden ser, como -emanados de un apasionado de la investigación, de algún provecho para -promover el amor y entusiasmo de la juventud estudiosa hacia las -empresas del laboratorio. - -Ignoro si, en efecto, los referidos consejos, expuestos con fervor y -entusiasmo quizás un tanto exagerados e ingenuos, tendrán positiva -utilidad para el efecto de formar investigadores. Por mi parte diré -solamente que, acaso por no haberlos recibido de ninguno de mis deudos -o profesores cuando concebí el temerario empeño de consagrarme a la -religión del laboratorio, perdí, en tentativas inútiles, lo mejor -de mi tiempo, y desesperé más de una vez de mis aptitudes para la -investigación científica. ¡En cuántas ocasiones me sucedió, por ignorar -las fuentes bibliográficas (y desgraciadamente no siempre por falta -de diligencia, sino de recursos pecuniarios) y no encontrar un guía -orientador, descubrir hechos anatómicos ya por entonces divulgados en -lenguas que ignoraba y que ignoraban también aquellos que debieran -saberlas! - -¡Y cuántas veces me ocurrió también, por carencia de disciplina y, -sobre todo, por vivir alejado de ese ambiente intelectual del cual -recibe el investigador novel estímulos y energías, abandonar la labor -en el momento en que, fatigado y hastiado, no tanto del trabajo cuanto -de mi triste y enervadora soledad, comenzaba a columbrar los primeros -tenues albores de la idea nueva! - -La rutina científica y la servidumbre mental al extranjero reinaban -tan despóticamente entonces en nuestras escuelas, que, al solo anuncio -de que yo, humilde médico recién salido de las aulas, sin etiqueta -oficial prestigiosa, me proponía publicar cierto trabajo experimental -sobre la _inflamación_ (trabajo que, como obra de novicio, fue malo -e incompleto, pero que revelaba al fin buenos deseos y afición al -trabajo), alguno de los profesores de mi querida Universidad de -Zaragoza, y no ciertamente de los peores, exclamó estupefacto: «¡Pero -quién es Cajal para atreverse a juzgar los trabajos de los sabios!» Y -cuenta que este profesor era por aquellos tiempos (1880) el publicista -de nuestra Facultad y una de las cabezas más modernas y mejor -orientadas de la misma; pero abrigaba la creencia (desgraciadamente -profesada todavía por muchos de nuestros catedráticos, ignoro si con -sinceridad o a título de expediente cómodo para cohonestar la propia -pereza) de que las conquistas científicas no son fruto del trabajo -metódico, sino dones del cielo, gracias generosamente otorgadas -por la Providencia a unos cuantos privilegiados, inevitablemente -pertenecientes a las naciones más laboriosas, es decir, a Francia, -Inglaterra, Alemania e Italia. - -Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Hoy, el investigador en -España no es el solitario de antaño. Todavía no son legión, pero -contamos ya con pléyade de jóvenes entusiastas a quienes el amor a la -ciencia y el deseo de colaborar en la obra magna del progreso mantienen -en confortadora comunión espiritual. Actualmente, en fin, han perdido -su desoladora eficacia estas preguntas que todos los aficionados a la -ciencia nos hemos hecho al dar nuestros primeros inciertos pasos: Esto -que yo hago, ¿a quién importa aquí? ¿A quién contaré el gozo producido -por mi pequeño descubrimiento? Si acierto, ¿quién aplaudirá?; y si me -equivoco, ¿quién me corregirá y me alentará para proseguir? - -Algunos lectores del presente discurso me han advertido, en son de -crítica benévola, que doy demasiada importancia a la disciplina de la -voluntad, y poca a las aptitudes excepcionales concurrentes en los -grandes investigadores. No seré yo, ciertamente, quien niegue que los -más ilustres iniciadores científicos pertenecen a la aristocracia -del espíritu, y han sido capacidades mentales muy elevadas, a las -cuales no llegaremos nunca, por mucho que nos esforcemos, los que -figuramos en el montón de los trabajadores modestos. Pero después -de hacer esta concesión, que es de pura justicia, sigo creyendo que -a todo hombre de regular entendimiento y ansioso de nombradía, le -queda todavía ancho campo donde ejercitar su actividad y de tentar -la fortuna, que, a semejanza de la lotería, no sonríe siempre a los -ricos, sino que se complace, de vez en cuando, en alegrar el hogar de -los humildes. Consideremos, además, que todo hombre puede ser, si se -lo propone, _escultor de su propio cerebro_, y que aun el peor dotado -es susceptible, al modo de las tierras pobres, pero bien cultivadas y -abonadas, de rendir copiosa mies. - -Acaso me equivoque, pero declaro sinceramente que, en mis excursiones -por el extranjero y en mis conversaciones con sabios ilustres, he -sacado la impresión (salvada tal cual excepción) de que la mayoría -de estos pertenece a la categoría de las inteligencias regulares, -pero disciplinadas, muy cultivadas y movidas por avidez insaciable de -celebridad. Es más: en alguna ocasión he topado con sabios renombrados -inferiores, tanto por sus pasiones como por su inteligencia, al -descubrimiento que los sacó de la obscuridad, y al cual llegaron por -los ciegos e inesperados caminos del azar. El caso de Courtois, del -cual ha dicho un ingenioso escritor que no se sabe si _fue él quien -descubrió el yodo, o si el yodo lo descubrió a él_, es más frecuente de -lo que muchos se figuran. - -De cualquier modo, ¿qué nos cuesta probar si somos capaces de crear -ciencia original? ¿Cómo sabremos, en fin, si entre nosotros existe -alguno dotado de superiores aptitudes para la ciencia, si no procuramos -crearle, con las excelencias de una disciplina moral y técnica -apropiadas, la ocasión en que se revele? Como dice Balmes, «si -Hércules no hubiera manejado nunca más que un bastón, nunca creyera ser -capaz de blandir la pesada clava». - -¡Ojalá que este humilde folleto que dirigimos a la juventud estudiosa -sirva para fortalecer la afición a las tareas de laboratorio, así como -para alentar las esperanzas un tanto decaídas, después de recientes -y abrumadores desastres, de los creyentes en nuestro renacimiento -intelectual y científico! - -Madrid, 20 de diciembre de 1898. - -[Ilustración] - - - - -[Ilustración] - -PRÓLOGO DE LA TERCERA EDICIÓN - - -Agotada hace más de tres años la edición costeada por la generosidad -del Dr. Lluria, nos hemos visto obligados, para satisfacer las demandas -de América, a permitir la reimpresión de este folleto en dos Revistas -científicas americanas. Íbamos ya a otorgar la misma licencia a una -Corporación científico-literaria de España, cuando nos hemos percatado -de que este abandono del librito a iniciativas ajenas revela pecado de -negligencia, susceptible de acarrear algunos inconvenientes. - -Distamos mucho de hacernos ilusiones acerca del mérito de nuestro -_Discurso_. Tanto desde el punto de vista filosófico, como desde el -literario, adolece de grandes defectos. Sin duda que en la actualidad, -asistidos por una lectura filosófica y pedagógica más copiosa y -selecta y por la experiencia docente de los quince años transcurridos, -podríamos acaso enriquecer y mejorar doctrinalmente el texto y -depurarlo de muchos defectos de estilo y de no pocas candorosas -arrogancias y exageraciones. - -No nos resolvemos, empero, a ejercitar severamente la podadera sobre -esta modesta obra de juventud. Buena o mala, todo libro posee una -personalidad espiritual; el público, habituado a ella, tiene derecho -a que el autor la respete y no la disfrace o escamotee a título de -mejorarla. Sobre que bien pudiera ocurrir que hoy, en plena senectud, -nos parezcan defectos (y lo serán acaso) precisamente aquellos rasgos -que fijaron la atención del lector y ganaron su benevolencia. Que a los -libros, como a los hombres, los respetamos y admiramos por sus buenas -cualidades, pero solo los amamos por algunos de sus defectos. - -Por si tales sospechas no fueran ilusorias, conservamos esencialmente -en esta tercera edición el texto de 1897. En él hémonos permitido -solamente algunos pocos retoques de estilo y la adición de tal cual -párrafo encaminado a desarrollar ideas someramente apuntadas en el -texto. Pero la presente edición encierra varios capítulos nuevos, -entre ellos uno final donde señalamos, según nuestro humilde entender, -la obra que las instituciones docentes españolas, y singularmente la -_Junta de Pensiones y Ampliación de estudios en el extranjero_, están -llamadas a realizar para que, en el más breve plazo posible, nuestra -patria colabore, en la medida de sus fuerzas mentales y de sus recursos -financieros, en la empresa de la cultura y civilización universales. - - Madrid, enero de 1912. - -[Ilustración] - - - - -[Ilustración] - -PRÓLOGO DE LAS ÚLTIMAS EDICIONES - -(4.ª, 5.ª y 6.ª) - - -Ocupaciones apremiantes y crecientes achaques de la edad han estorbado -acrecentar y perfeccionar, obedeciendo a mis deseos, el texto de -este librito. Era mi propósito, a fin de corresponder dignamente al -favor del público y, sobre todo, a las insistentes solicitudes de -cultos extranjeros deseosos de traducir la obra, universalizarla en -lo posible, purgándola de ciertos harto fogosos requerimientos y de -algunas patrióticas efusiones que sonarían inoportuna o estridentemente -en el oído de la juventud de aquellas naciones donde la ciencia, -cultivada tradicionalmente y en incesante renovación, no ha menester de -enérgicos estimulantes. Pero, repito, fuerzas superiores a mi voluntad -han enfrenado mis ímpetus reformadores. Escrito el libro para España, -entre españoles o hispanoamericanos debe quedar por ahora relegado. - -Con todo eso, y a despecho de la premura con que estas tres últimas -ediciones han sido impresas, he introducido en cada una de ellas -algunas modificaciones que estimo provechosas: He tachado tal cual -pensamiento empalagosamente lírico o notoriamente inoportuno; he limado -el estilo harto frondoso e incorrecto en varios pasajes; y, en fin, he -desarrollado algunos capítulos, enriqueciéndolos con nuevos ejemplos o -con observaciones pertinentes. - -Creo, pues, sinceramente, que las citadas últimas ediciones (4.ª, 5.ª y -6.ª) excusan, mejor que las anteriores, el inmerecido favor dispensado -por la juventud estudiosa y la acogida lisonjera de ciertos ilustres -profesores, a cuyas bondades quedo fervorosa y rendidamente agradecido. - - Madrid, 20 de julio de 1923. - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO PRIMERO - -Consideraciones sobre los métodos generales. -- Infecundidad de las -reglas abstractas. -- Necesidad de ilustrar la inteligencia y de -tonificar la voluntad. -- División de este libro. - - -Supongo en el lector cierta cultura filosófica y pedagógica general, y -que, por consiguiente, sabe que las principales fuentes de conocimiento -son: la observación, la experimentación y el razonamiento inductivo y -deductivo. - -Obvio fuera insistir sobre tan notorias verdades. Me limitaré a -recordar que en las ciencias naturales han sido ya, desde hace una -centuria, definitivamente abandonados los principios apriorísticos, la -intuición, la inspiración y el dogmatismo. - -Aquella singular manera de discurrir de pitagóricos y platonianos -(método seguido en modernos tiempos por Descartes, Fichte, Krause, -Hegel y recientemente --aunque solo en parte-- por Bergson), que -consiste en explorar nuestro propio espíritu para descubrir en él -las leyes del Universo y la solución de los grandes arcanos de la -vida, ya solo inspira sentimientos de conmiseración y de disgusto. -Conmiseración, por el talento consumido persiguiendo quimeras; -disgusto, por el tiempo y trabajo lastimosamente perdidos. - -La historia de la civilización demuestra hasta la saciedad la -esterilidad de la metafísica en sus reiterados esfuerzos por adivinar -las leyes de la naturaleza. Con razón se ha dicho que el humano -intelecto, de espaldas a la realidad y concentrado en sí mismo, es -impotente para dilucidar los más sencillos rodajes de la máquina del -mundo y de la vida. - -Ante los fenómenos que desfilan por los órganos sensoriales, la actitud -del intelecto solo puede ser verdaderamente útil y fecunda reduciéndose -modestamente a observarlos, describirlos, compararlos y clasificarlos, -según sus analogías y diferencias, para llegar después, por inducción, -al conocimiento de sus condiciones determinantes y leyes empíricas. - -Otra verdad, vulgarísima ya de puro repetida, es que la ciencia humana -debe descartar, como inabordable empresa, el esclarecimiento de las -causas primeras y el conocimiento del fondo substancial oculto bajo -las apariencias fenomenales del Universo. Como ha declarado Claudio -Bernard, el investigador no puede pasar del determinismo de los -fenómenos; su misión queda reducida a mostrar el _cómo_, nunca el -_porqué_, de las mutaciones observadas. Ideal modesto en el terreno -filosófico, pero todavía grandioso en el orden práctico; porque conocer -las condiciones bajo las cuales nace un fenómeno, nos capacita para -reproducirlo o suspenderlo a nuestro antojo, y nos hace dueños de él, -explotándolo en beneficio de la vida humana. Previsión y acción: he -aquí los frutos que el hombre obtiene del determinismo fenomenal. - -Quizás parezca esta severa disciplina del determinismo un poco estrecha -en filosofía[1]; pero es fuerza convenir que en las ciencias naturales, -y singularmente en biología, resulta muy eficaz para preservarnos de -esa tendencia innata a encerrar el Universo entero en una fórmula -general, especie de germen donde todo se contiene como el árbol en la -semilla. Estas generalizaciones seductoras con que, de vez en cuando, -ciertos filósofos invaden el campo de las ciencias biológicas, suelen -ser soluciones puramente verbales, desprovistas de fecundidad y de -contenido positivo. A lo más, poseen utilidad a título de «hipótesis de -trabajo». - -Preciso es confesar que los _grandes enigmas_ del Universo citados -por Dubois-Reymond son actualmente inabordables. Debemos resignarnos -al _ignoramus_ y aun al inexorable _ignorabimus_ proclamado por -el gran fisiólogo alemán. Para la resolución de estos formidables -problemas (comienzo de la vida, naturaleza de la substancia, origen -del movimiento, aparición de la conciencia, etc.) parece indudable la -insuficiencia radical del espíritu humano. Órgano de acción encaminado -a fines prácticos, nuestro cerebro parece haber sido construido, no -para hallar las últimas razones de las cosas, sino para fijar sus -causas próximas y determinar sus relaciones constantes. Y esto, que -parece poco, es muchísimo, porque habiéndosenos concedido el supremo -poder de actuar sobre el mundo, suavizándolo y modificándolo en -provecho de la vida, podemos pasarnos muy bien sin el conocimiento de -la esencia de las cosas. - -Al tratar de métodos generales de investigación, no es lícito olvidar -esas panaceas de la invención científica que se llaman el _Novum -organum_, de Bacon, y el _Libro del método_, de Descartes, tan -recomendado por Claudio Bernard. Libros son estos por todo extremo -excelentes para hacer pensar, pero de ningún modo tan eficaces para -enseñar a descubrir. Después de confesar que la lectura de tales obras -puede sugerir más de una concepción fecunda, debo declarar que me hallo -muy próximo a pensar de ellas lo que De Maistre opinaba del _Novum -organum_: «que no lo habían leído los que más descubrimientos han hecho -en las ciencias, y que el mismo Bacon no dedujo de sus reglas invención -ninguna». Más severo aún se muestra Liebig cuando afirma, en su célebre -_Discurso Académico_, que Bacon fue un _dilettante_ científico cuyos -escritos, celebrados pomposamente por juristas, historiadores y otras -gentes ajenas a la ciencia, nada contienen de los procederes que -conducen al descubrimiento. - -Los preceptos dictados por Descartes, a saber: _No reconocer como -verdadero sino lo evidente; dividir cada dificultad en cuantas -porciones sea preciso para mejor atacarlas; comenzar el análisis -por el examen de los objetos más simples y más fáciles de ser -comprendidos para remontarse gradualmente al conocimiento de los más -complejos_, etc., son reglas que nadie deja de emplear instintivamente -en el estudio de toda cuestión dificultosa. El mérito del filósofo -francés estriba, no en haber aplicado estas reglas, sino en haberlas -formulado clara y rigurosamente después de haberlas aprovechado -inconscientemente, como todo el mundo, en sus meditaciones filosóficas -y geométricas. - -Tengo para mí que el poco provecho obtenido de la lectura de tales -obras y, en general, de todos los trabajos concernientes a los métodos -filosóficos de indagación, depende de la vaguedad y generalidad de -las reglas que contienen, las cuales, cuando no son fórmulas vacías, -vienen a ser la expresión formal del mecanismo del entendimiento en -función de investigar. Este mecanismo actúa inconscientemente en -toda cabeza regularmente organizada y cultivada; y cuando, por un -acto de reflexión, formula el filósofo sus leyes psicológicas, ni el -autor ni el lector pueden mejorar sus capacidades respectivas para -la investigación científica. Los tratadistas de métodos lógicos me -causan la misma impresión que me produciría un orador que pretendiera -acrecentar su elocuencia mediante el estudio de los centros del -lenguaje, del mecanismo de la voz y de la inervación de la laringe. -¡Como si el conocer estos artificios anatomo-fisiológicos pudiera crear -una organización que nos falta o perfeccionar la que tenemos![2]. - -Importa consignar que los descubrimientos más brillantes se han debido, -no al conocimiento de la lógica escrita, sino a esa lógica viva que -el hombre posee en su espíritu, con la cual labora ideas con la misma -perfecta inconsciencia con que Jourdain hacía prosa. Harto más eficaz -es la lectura de las obras de los grandes iniciadores científicos, -tales como Galileo, Keplero, Newton, Lavoisier, Geoffroy Saint-Hilaire, -Faraday, Ampère, Cl. Bernard, Pasteur, Virchow, Liebig, etc.; y, sin -embargo, es fuerza reconocer que, si carecemos de una chispa siquiera -de la espléndida luz que brilló en tales inteligencias, y de un eco al -menos de las nobles pasiones que impulsaron a caracteres tan elevados, -la erudición nos convertirá en comentadores entusiastas o amenos, -quizás en beneméritos divulgadores científicos, pero no creará en -nosotros el espíritu de investigación. - -Tampoco nos será de gran provecho, a la hora de investigar, el -conocimiento de las leyes que rigen el desenvolvimiento de la Ciencia. -Afirma Herbert Spencer que el progreso intelectual va de lo homogéneo a -lo heterogéneo, y que, en virtud de la _inestabilidad de lo homogéneo_ -y del principio de que _cada causa produce más de un efecto_, -todo descubrimiento provoca inmediatamente gran número de otros -descubrimientos; pero si esta noción nos permite apreciar la marcha -histórica de la Ciencia, no puede darnos la clave de sus revelaciones. -Lo importante sería averiguar cómo cada sabio, en su peculiar dominio, -ha logrado sacar lo heterogéneo de lo homogéneo, y por qué razón muchos -hombres que se lo han propuesto no lo han conseguido. - -Apresurémonos, pues, a declarar que no hay recetas lógicas para -hacer descubrimientos, y menos todavía para convertir en afortunados -experimentadores a personas desprovistas del arte discursivo natural -a que antes aludíamos. Y en cuanto a los genios, sabido es que -difícilmente se doblegan a las reglas escritas: prefieren hacerlas. -Como dice Condorcet, «las medianías pueden educarse, pero los genios se -educan por sí solos». - -¿Debemos por esto renunciar a toda tentativa de instruir y educar en -materia de inquisición científica? ¿Vamos a dejar al principiante -desorientado, entregado a sus propias fuerzas y marchando sin guía ni -consejo por una senda llena de dificultades y peligros? - -De ninguna manera. Pensamos, por lo contrario, que si, abandonando la -vaga región de los principios filosóficos y de los métodos abstractos, -descendemos al dominio de las ciencias particulares y al terreno de la -técnica moral e instrumental indispensable al proceso inquisitivo, -será fácil hallar algunas normas positivamente útiles al novel -investigador. - -Algunos consejos relativos a lo que debe saber, a la educación técnica -que necesita recibir, a las pasiones elevadas que deben alentarle, a -los apocamientos y preocupaciones que será forzoso descartar, opinamos -que podrán serle harto más provechosos que todos los preceptos y -cautelas de la lógica teórica. Tal es la justificación del actual -trabajo, en el cual, para decirlo de una vez, hemos reunido aquellos -estímulos alentadores y paternales admoniciones que hubiéramos querido -recibir en los albores de nuestra modesta carrera científica. - -Superfluas serán nuestras advertencias para quien tuvo la fortuna de -educarse en el laboratorio del sabio, bajo la benéfica influencia de -las reglas vivas, encarnadas en una personalidad ilustre, animada del -noble proselitismo de la ciencia y de la enseñanza; ociosas serán -asimismo para los caracteres enérgicos y los talentos elevados, los -cuales no necesitan ciertamente, según decíamos antes, para elevarse -al conocimiento de la verdad, otros consejos que los sugeridos por el -estudio y la meditación; pero acaso, repito, resulten confortadoras -y provechosas para muchos espíritus modestos, apocados, aunque -codiciosos de reputación, los cuales no cosechan el anhelado fruto por -flaqueza de voluntad o la viciosa dirección de sus estudios. - -A la voluntad, más que a la inteligencia, se enderezan nuestros -consejos; porque tenemos la convicción de que aquella, como afirma -cuerdamente Payot, es tan educable como esta, y creemos además que -toda obra grande, en arte como en ciencia, es el resultado de una gran -pasión puesta al servicio de una gran idea. - -En siete capítulos dividiremos el presente trabajo: en el primero -procuraremos disipar preocupaciones y falsos juicios que enervan al -principiante, arrebatándole esa fe robusta en sí mismo, sin la cual -ninguna investigación alcanza feliz término; en el segundo expondremos -las cualidades de orden moral que deben adornarle, y que son como los -depósitos de la energía tonificadora de su voluntad; en el tercero, -lo que es menester que sepa para llegar suficientemente preparado al -teatro de la lucha con la Naturaleza; en el cuarto apuntaremos las -enfermedades de la voluntad y del juicio, de que debe preservarse; -en el quinto detallaremos el plan y marcha de la investigación misma -(observación, explicación o hipótesis, y comprobación); en el sexto -haremos algunas advertencias tocantes a la redacción del trabajo -científico; en el séptimo, en fin, consideraremos los deberes del -investigador como maestro. - -Por ser en España un problema de excepcional importancia, acabaremos -nuestro librito con un breve estudio acerca de las causas de nuestro -atraso científico y de las obligaciones del Estado en orden al fomento -y enseñanza de la investigación. - -[Ilustración] - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO II - -Preocupaciones enervadoras del principiante. - -Admiración excesiva. Agotamiento de la cuestión. Devoción a la ciencia -práctica. Deficiencia intelectual. - - -_a_) ADMIRACIÓN EXCESIVA A LA OBRA DE LOS GRANDES INICIADORES -CIENTÍFICOS - -Entre las preocupaciones más funestas de la juventud intelectual -contamos la extremada admiración a la obra de los grandes talentos y la -convicción de que, dada nuestra cortedad de luces, nada podremos hacer -para continuarla o completarla. - -Esta devoción excesiva al genio tiene su raíz en un doble sentimiento -de justicia y de modestia, harto simpático para ser vituperable; mas, -si se enseñorea con demasía del ánimo del novicio, aniquila toda -iniciativa e incapacita en absoluto para la investigación original. -Defecto por defecto, preferible es la arrogancia al apocamiento: -la osadía mide sus fuerzas y vence o es vencida; pero la modestia -excesiva huye de la batalla y se condena a vergonzosa inacción. - -Cuando se abandona esa atmósfera de prestigio que se respira al leer el -libro de un investigador genial, y se acude al laboratorio a confirmar -los hechos donde aquel apoya sus fascinadoras concepciones, sucede a -veces que nuestro culto por el ídolo disminuye tanto como crece el -sentimiento de nuestra propia estima. Los grandes hombres son, a ratos, -genios; a ratos, niños, y siempre incompletos. Aun concediendo que el -genio, sometido al contraste de la observación, salga puro de todo -error, consideremos que todo cuanto ha descubierto en un dominio dado -es casi nada en parangón con lo que deja por descubrir. La Naturaleza -nos brinda a todos con una riqueza inagotable, y no tenemos motivo para -envidiar a los que nos precedieron, ni exclamar como Alejandro ante las -victorias de Filipo: «Mi padre no me va a dejar nada que conquistar». - -No es lícito desconocer que existen creaciones científicas tan -completas, luminosas y tan firmes, que parecen el fruto de una -intuición casi divina, habiendo surgido perfectas, como Minerva de -la cabeza de Júpiter. Mas la justa admiración causada por tales -obras disminuiría mucho si imagináramos el tiempo y el esfuerzo, la -paciencia y perseverancia, los tanteos y rectificaciones, hasta las -casualidades que colaboraron en el éxito final, al cual contribuyeron -casi tanto como el genio del investigador. Sucede en esto lo que en las -maravillosas adaptaciones del organismo a determinadas funciones. El -ojo o el oído del vertebrado, examinado aisladamente, constituyen un -asombro y parece imposible que se hayan formado por el solo concurso -de las leyes naturales; mas si consideramos todas las gradaciones y -formas de transición que en la serie filogénica nos ofrecen aquellos -órganos, desde el esbozo ocular informe de ciertos infusorios y gusanos -hasta la complicada organización del ojo del vertebrado inferior, -nuestra admiración pierde no poco de su fuerza, acabando el ánimo por -hacerse a la idea de una formación natural en virtud de variaciones, -correlaciones orgánicas, selecciones[3] y adaptaciones. - -¡Qué gran tónico sería para el novel observador el que su maestro, -en vez de asombrarlo y desalentarlo con la sublimidad de las grandes -empresas acabadas, le expusiera la génesis de cada invención -científica, la serie de errores y titubeos que la precedieron, -constitutivos, desde el punto de vista humano, de la verdadera -explicación de cada descubrimiento! Tan hábil táctica pedagógica -nos traería la convicción de que el descubridor, con ser un ingenio -esclarecido y una poderosa voluntad, fue, al fin y al cabo, un hombre -como todos. - -Lejos de abatirse el investigador novicio ante las grandes autoridades -de la Ciencia, debe saber que su destino, por ley cruel, pero -ineluctable, es crecer un poco a costa de la reputación de las mismas. -Pocos serán los que, habiendo inaugurado con alguna fortuna sus -exploraciones científicas, no se hayan visto obligados a quebrantar y -disminuir algo el pedestal de algún ídolo histórico o contemporáneo. -A guisa de ejemplos clásicos, recordemos a Galileo refutando a -Aristóteles en lo tocante a la gravitación; a Copérnico arruinando -el sistema del mundo de Ptolomeo; a Lavoisier reduciendo a la nada -la concepción de Stahl acerca del flogístico; a Virchow refutando -la generación espontánea de las células, supuesta por Schwann, -Schleiden y Robin. Tan general e imperativa es esta ley, que se -acredita en todos los dominios de la Ciencia y alcanza hasta a los -más humildes investigadores. Si nosotros pudiéramos ni nombrarnos -siquiera después de haber citado tan altos ejemplos, añadiríamos que, -al iniciar nuestras pesquisas en la anatomía y fisiología de los -centros nerviosos, el primer obstáculo que debimos remover fue la falsa -teoría de Gerlach y de Golgi sobre las redes nerviosas difusas de la -substancia gris y sobre el modo de transmisión de las corrientes. - -En la vida de los sabios se dan, por lo común, dos fases: la -creadora o inicial, consagrada a destruir los errores del pasado y -al alumbramiento de nuevas verdades, y la senil o razonadora (que no -coincide necesariamente con la vejez), durante la cual, disminuida la -fuerza de producción científica, se defienden las hipótesis incubadas -en la juventud[4], amparándolas con amor paternal del ataque de los -recién llegados. Al entrar en la historia no hay grande hombre que no -sea avaro de sus títulos y que no dispute encarnizadamente a la nueva -generación sus derechos a la gloria. Muy triste, pero muy verdadera, -suele ser aquella amarga frase de Rousseau: «No existe sabio que deje -de preferir la mentira inventada por él a la verdad descubierta por -otro». - -Aun en las ciencias más perfectas nunca deja de encontrarse alguna -doctrina exclusivamente mantenida por el principio de autoridad. -Demostrar la falsedad de esta concepción y, a ser posible, refutarla -con nuevas investigaciones, constituirá siempre un excelente modo -de inaugurar la propia obra científica. Importa poco que la reforma -sea recibida con malévolas censuras, con pérfidas invectivas, con -silencios más crueles aún; como la razón esté de su parte, no tardará -el innovador en arrastrar a la juventud, que, por serlo, no tiene -pasado que defender; a su lado militarán también todos aquellos sabios -imparciales, quienes, en medio del torrente avasallador de la doctrina -reinante, supieron conservar sereno el ánimo e independiente el -criterio. - -Empero no basta demoler: hay que construir. La crítica científica se -justifica solamente entregando, a cambio de un error, una verdad. Por -lo común, la nueva doctrina surgirá de las ruinas de la abandonada, -y se fundará estrictamente sobre los hechos rectamente interpretados. -Menester será al innovador excluir toda concesión piadosa al error -tradicional o a las ideas caídas, si no quiere ver prontamente -compartida su fama por los espíritus detallistas y perfeccionadores -brotados en gran número, a raíz de cada descubrimiento, como los hongos -bajo la sombra del árbol. - - -_b_) CREENCIA EN EL AGOTAMIENTO DE LOS TEMAS CIENTÍFICOS - -He aquí otro de los falsos conceptos que se oyen a menudo a nuestros -flamantes licenciados: «Todo lo substancial de cada tema científico -está apurado; ¿qué importa que yo pueda añadir algún pormenor, espigar -en un campo donde más diligentes observadores recogieron copiosa mies? -Por mi labor, ni la Ciencia cambiará de aspecto, ni mi nombre saldrá de -la obscuridad». - -Así habla muchas veces la pereza, disfrazada de modestia. Así discurren -algunos jóvenes de mérito al sentir los primeros desmayos producidos -por la consideración de la magna empresa. No hay más remedio que -extirpar radicalmente un concepto tan superficial de la Ciencia, si -no quiere el joven investigador caer definitivamente vencido en esa -lucha que en su voluntad se entabla entre las utilitarias sugestiones -del ambiente moral, encaminadas a convertirlo en un vulgar y adinerado -practicón, y los nobles impulsos del deber y del patriotismo que le -arrastran al honor y a la gloria. - -En su anhelo por satisfacer la deuda honrosa contraída con sus -maestros, el novel observador quisiera encontrar un filón nuevo y a -flor de tierra, cuya fácil explotación levantara con empuje su nombre; -mas, por desgracia, apenas emprendidas las primeras exploraciones -bibliográficas, reconoce con dolor que el metal yace a gran profundidad -y que el yacimiento superficial ha sido casi agotado por observadores -afortunados llegados antes que él, y que ejercitaron el cómodo derecho -de primeros ocupantes. - -No paran mientes los que así discurren en que si hemos llegado tarde -para unas cuestiones, hemos nacido demasiado temprano para otras, y en -que, a la vuelta de un siglo, nosotros vendremos a ser, por la fuerza -de las cosas, los acaparadores de ciencia, los desfloradores de asuntos -y los esquilmadores de minucias. - -No es lícito, empero, desconocer que existen épocas en las cuales, -a partir de un hecho casualmente descubierto o de la creación -de un método feliz, se realizan en serie, y como por generación -espontánea, grandiosos progresos científicos. Tal aconteció durante el -Renacimiento, cuando Descartes, Pascal, Galileo, Bacon, Bayle, Newton, -nuestro Sánchez, etc., patentizaron los errores de los antiguos y -generalizaron la creencia de que, lejos de haber los griegos agotado -el dominio de las ciencias, apenas habían dado los primeros pasos en -el conocimiento positivo del Universo[5]. Fortuna y grande para un -científico es nacer en una de estas grandes crisis de ideas, durante -las cuales, hecha tabla rasa de gran parte de la obra del pasado, nada -es más fácil que escoger un tema fecundo. - -Pero no exageremos esta consideración, y tengamos presente que, aun en -nuestro tiempo, la construcción científica se eleva a menudo sobre las -ruinas de teorías que pasaban por indestructibles. Consideremos que, -si hay ciencias que parecen tocar a su perfección, existen otras en -vías de constitución y algunas que no han nacido todavía. En Biología, -especialmente, a despecho de los inmensos trabajos efectuados en el -pasado siglo, las cuestiones más esenciales esperan todavía solución -(origen de la vida, problema de la herencia y evolución, estructura y -composición química de la célula, etc.). - -En general, puede afirmarse que no hay cuestiones agotadas, sino -hombres agotados en las cuestiones. Esquilmado para un sabio el -terreno, muéstrase fecundo para otro. Un talento de refresco, llegado -sin prejuicio al análisis de un asunto, siempre hallará un aspecto -nuevo, algo de que no se percataron quienes creyeron definitivamente -apurado aquel estudio. Tan fragmentario es nuestro saber, que aun en -los temas más prolijamente explorados surgen a lo mejor insólitos -hallazgos. ¡Quién, pocos años ha, hubiera sospechado que la luz y el -calor guardaban todavía secretos para la Ciencia! Y, sin embargo, ahí -están el _argón_ de la atmósfera, los _rayos X_ de Röntgen y el _radio_ -de los esposos Curie, para patentizar cuán insuficientes son nuestros -métodos y cuán prematuras nuestras síntesis. - -En Biología es donde tiene su mejor aplicación esta bella frase de -Saint-Hilaire: «Delante de nosotros está siempre el infinito». Y el -pensamiento no menos gráfico de Carnoy: «La Ciencia se crea, pero nunca -está creada». No es dado a todos aventurarse en la selva y trazar, a -fuerza de energía, un camino practicable; pero aun los más humildes -podemos aprovecharnos del sendero abierto por el genio, y arrancar, -caminando por él, algún secreto a lo desconocido. - -Aun aceptando que el principiante deba resignarse a recoger detalles -escapados a la sagacidad de los iniciadores, es también positivo que -los buscadores de minucias acaban por adquirir sensibilidad analítica -tan exquisita y pericia de observación tan notable, que al fin abordan -con fortuna cuestiones trascendentales. - -¡Cuántos hechos, al parecer triviales, han conducido a ciertos -investigadores, adecuadamente preparados por el conocimiento de los -métodos, a grandes conquistas científicas! Consideremos, además, que, -por consecuencia de la progresiva diferenciación de la Ciencia, las -minucias de hoy serán acaso mañana verdades importantes. - -Esto sin contar con que nuestra apreciación de lo importante y de lo -accesorio, de lo grande y de lo pequeño, asiéntase en un falso juicio, -en un verdadero error antropomórfico. En la Naturaleza no hay superior -ni inferior, ni cosas accesorias y principales. Estas jerarquías que -nuestro espíritu se complace en asignar a los fenómenos naturales, -proceden de que, en lugar de considerar las cosas en sí y en su interno -encadenamiento, las miramos solamente en relación a la utilidad o el -placer que puedan proporcionarnos. En la cadena de la vida todos los -eslabones son igualmente valiosos, porque todos resultan igualmente -necesarios. Juzgamos pequeño lo que vemos de lejos o no sabemos ver. -Aun adoptando el punto de vista del egoísmo humano, ¡qué de cuestiones -de alta humanidad laten en el misterioso protoplasma del más humilde -microbio! Nada parece más trascendental en bacteriología que el -conocimiento de las bacterias infecciosas, y nada más secundario que el -de los microbios inofensivos pululantes en las infusiones y materias -orgánicas en descomposición; y, no obstante, si desaparecieran estos -humildes hongos, cuya misión es reintegrar a la circulación general -de la materia los principios secuestrados por los animales y plantas -superiores, bien pronto el planeta se tornaría inhabitable para el -hombre. - -Acaso en ningún dominio se muestra mejor la transcendencia del detalle -como en los métodos técnicos de la Biología. Para no citar sino un -ejemplo, recordemos que R. Koch, el gran bacteriólogo alemán, por -haber tenido la idea de adicionar a un color básico de anilina un poco -de álcali, logró teñir y descubrir el _bacilo de la tuberculosis_, -desentrañando así la etiología de una enfermedad hasta entonces rebelde -a la sagacidad de los más ilustres patólogos. - -De esta falta de perspectiva moral, cuando de aquilatar las -adquisiciones científicas se trata, han participado hasta los -más preclaros ingenios. ¡Qué de gérmenes de grandes invenciones, -mencionadas como curiosidades de poco momento, hallamos hoy en las -obras de los antiguos y hasta en las de los sabios del Renacimiento! -Perdido en un indigesto Tratado de Teología (_Christianismi -Restitutio_), escribió Servet, como al desdén, tres líneas tocante a la -circulación pulmonar, las cuales constituyen hoy su principal timbre -de gloria. ¡Grande sería la sorpresa del filósofo aragonés si hoy -resucitara y viera totalmente olvidadas sus laboriosas disquisiciones -metafísicas, y exaltado un hecho al cual no debió conceder más interés -que el de un argumento accesorio para su tesis de que el alma reside -en la sangre! De un pasaje de Séneca se infiere que los antiguos -conocieron ya el poder amplificante de una esfera de cristal llena de -agua. ¡Quién hubiera sospechado que en dicho fenómeno amplificante, -desestimado durante siglos, dormían en germen dos poderosos -instrumentos analíticos: el microscopio y el telescopio, y dos ciencias -a cual más grandiosa: la Astronomía y la Biología! - -En resumen, no hay cuestiones pequeñas; las que lo parecen son -cuestiones grandes no comprendidas. En vez de menudencias indignas de -ser consideradas por el pensador, lo que hay es hombres cuya pequeñez -intelectual no alcanza a penetrar la transcendencia de lo minúsculo. -Constituye la Naturaleza mecanismo armónico, donde todas las piezas, -aun las que parecen desempeñar oficio accesorio, conspiran al conjunto -funcional; al contemplar este mecanismo, el hombre ligero distingue -arbitrariamente sus principales órganos en esenciales y secundarios; -en cambio, el pensador discreto se contenta con clasificarlos, -prescindiendo de tamaños y de sus efectos útiles inmediatos, en -conocidos y poco conocidos. En cuanto a su futura transcendencia nadie -puede ser profeta. - - -_c_) CULTO EXCLUSIVO A LA CIENCIA LLAMADA PRÁCTICA - -Otro de los vicios del pensamiento que importa combatir a todo trance -es la falsa distinción en ciencia _teórica_ y ciencia _práctica_, con -la consiguiente alabanza de la última y el desprecio sistemático de la -primera. Y este error se propala inconscientemente entre la juventud, -desviándola de toda labor de inquisición desinteresada. - -No son, ciertamente, _las gentes del oficio_ las que incurren en -semejante falta de apreciación, sino muchos abogados, literatos, -industriales y, desgraciadamente, hasta algunos estadistas conspicuos, -cuyas iniciativas de tan graves consecuencias pueden ser para la obra -de la cultura patria. - -A estos tales no se les caen de la boca las siguientes frases: «Menos -doctores y más industriales. Las naciones no miden su grandeza por lo -que saben, sino por la copia de conquistas científicas aplicadas al -comercio, a la industria, a la agricultura, a la medicina y al arte -militar. Dejemos a los cachazudos y linfáticos tudescos con sus sutiles -indagaciones de ciencia pura, con su loco afán de escudriñar los -últimos resortes de la vida, y consagrémonos por nuestra parte a sacar -el jugo práctico de los principios de la Ciencia, encarnándolos en -positivas mejoras de la existencia humana. España ha menester máquinas -para nuestros trenes y barcos, recetas prácticas para la agricultura -y la industria, fábricas de abonos, higiene racional; en suma, cuanto -contribuya a fomentar la población, riqueza y bienestar de los pueblos. -Líbrenos Dios de sabios ociosos, entretenidos en especulaciones -sutiles, o entregados a la conquista de lo menudo, que si no costara -demasiado caro, podría calificarse de pasatiempo frívolo y hasta -ridículo.» - -Tal es el cúmulo de inepcias que a cada paso formulan los que, al -viajar por el extranjero, ven, por un espejismo extraño, el progreso -en los efectos y no en las causas; los que, en sus cortos alcances, -no advierten esos hilos misteriosos que enlazan la fábrica con el -laboratorio, como el arroyo a su manantial. Creen de buena fe que, -tanto los sabios como los pueblos, forman dos grupos: los que pierden -el tiempo en especulaciones de ciencia pura y estéril, y los que saben -hallar hechos de aplicación inmediata al aumento y comodidad de la -vida[6]. - -¿Tendremos necesidad de insistir sobre lo absurdo de tal doctrina? -¿Habrá alguno tan menguado de sindéresis que no repare que allí -donde los principios o los hechos son descubiertos brotan también, -por modo inmediato, las aplicaciones? En Alemania, en Francia, en -Inglaterra, la fábrica vive en íntima comunión con el laboratorio, -y por lo común el iniciador mismo de la verdad científica dirige, -ora por sí, ora mediante sociedades explotadoras, el aprovechamiento -industrial. Semejantes alianzas saltan a la vista en esas grandes -fábricas de colores de anilina, que constituyen uno de los filones -más prósperos de la industria alemana, suiza y francesa. Tan notorio -es este hecho, que huelgan aquí ejemplos demostrativos. Empero, por -recientes y significativos, quiero citaros dos: la grande industria de -la construcción de objetivos de precisión (micrográficos, fotográficos -y astronómicos) creada en Alemania por los profundos estudios de óptica -matemática del profesor Abbe, de Jena, y los cuales aseguran a la -Prusia un monopolio de valor enorme que sufraga el mundo entero[7], y -la fabricación de sueros terapéuticos, nacida en Berlín y perfeccionada -en París, y en la cual intervienen, como es natural y legítimo, Behring -y Roux, creadores de los principios científicos de la sueroterapia. - -Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento las -aplicaciones. Estas llegan siempre; a veces tardan años; a veces, -siglos. Poco importa que una verdad científica sea aprovechada por -nuestros hijos o por nuestros nietos. Medrada andaría la causa del -progreso si Galvani, si Volta, si Faraday, si Hertz, descubridores de -los hechos fundamentales de la ciencia de la electricidad, hubieran -menospreciado sus hallazgos por carecer entonces de aplicación -industrial. - -Dejamos consignado que lo inútil, aun aceptando el punto de vista -humano (con las necesarias restricciones de tiempo y lugar), no -existe en la Naturaleza. Y, en último extremo, aun cuando no fuera -posible poner al servicio de nuestra comodidad y provecho ciertas -conquistas científicas, siempre quedaría una utilidad positiva: la -noble satisfacción de nuestra curiosidad satisfecha y la fruición -incomparable causada en el ánimo por el sentimiento de nuestro poder -ante la dificultad vencida. - -En suma: al abordar un problema, considerémoslo en sí mismo, sin -desviarnos por motivos segundos, cuyo perseguimiento, dispersando -la atención, mermaría nuestra fuerza analítica. En la lucha con la -Naturaleza, el biólogo, como el astrónomo, debe prescindir de la tierra -que habita y concentrar su mirada en la serena región de las ideas, -donde, tarde o temprano, surgirá la luz de la verdad. Establecido el -hecho nuevo, las aplicaciones vendrán a su sazón, es decir, cuando -aparezca otro hecho capaz de fecundarlo; pues, como es bien sabido, el -_invento_ no es otra cosa que la conjunción de dos o más verdades en -una resultante útil. La Ciencia registra muchos hechos cuya utilidad -es actualmente desconocida; pero, al cabo de unos lustros, o acaso de -siglos, ve la luz una nueva verdad que tiene con aquellos misteriosas -afinidades, y la _criatura industrial_ resultante se llama fotografía, -fonógrafo, análisis espectral, telegrafía sin hilos, vuelo mecánico, -etc. Trátase siempre de una síntesis a corto o a largo plazo. Porta -descubrió la cámara obscura, hecho aislado, del cual apenas se sacó -partido para el arte del diseño; Wedgwood y Davy señalaron en 1802 la -posibilidad de obtener imágenes fotográficas sobre un papel lubrificado -en una solución de nitrato argéntico; pero como la copia no podía -fijarse, este otro hallazgo no tuvo consecuencias; después llegó John -Herschel, que logró disolver la sal argéntica no impresionada por -la luz; con ello fue ya posible la fijación de la fugitiva silueta -luminosa. Con todo eso, la débil sensibilidad de las sales argénticas -hasta entonces aprovechadas hacía casi imposible el empleo del -aparato de Porta; por fin aparece Daguerre, quien descubre en 1839, -con la exquisita sensibilidad del yoduro argéntico, la imagen latente; -sintetiza admirablemente los inventos de sus predecesores y crea en sus -fundamentos la fotografía actual. - -Así evolucionan todos los inventos: los materiales son, en diversas -épocas, acarreados por sagaces cuanto infortunados observadores que -no lograron recoger fruto alguno de sus hallazgos, en espera de las -verdades fecundantes; mas una vez acopiados todos los datos, llega -un sabio feliz, no tanto por su originalidad como por haber nacido -oportunamente; considera los hechos desde el punto de vista humano, -opera la síntesis y el invento surge. - - -_d_) PRETENDIDA CORTEDAD DE LUCES - -Para justificar deserciones y desmayos alegan algunos falta de -capacidad para la ciencia. «Yo tengo gusto por los trabajos de -laboratorio --nos dicen--, pero no sirvo para inventar nada.» Cierto -que hay cabezas refractarias para la labor experimental, y entre -ellas contamos todas las incapaces de atención prolongada y exentas -de curiosidad y de admirabilidad por las obras de la Naturaleza. -Pero la inmensa mayoría de los que se confiesan incapaces, ¿lo son -positivamente? ¿No exageran, tal vez, las dificultades de la empresa y -la penuria de sus aptitudes? Tal creemos, y añadiremos aún que muchos -toman habitualmente por incapacidad la mera lentitud del concebir y del -aprender, y, a veces, la propia pereza o la falta de alguna cualidad de -orden secundario, como la paciencia, la minuciosidad, la constancia, -atributos que se adquieren pronto con el hábito del trabajo y con la -satisfacción del éxito. - -En nuestro concepto, la lista de los aptos para la labor científica -es mucho más larga de lo que se cree, y se compone, no solo de -los talentos superiores, de los fáciles, de los ingenios agudos, -codiciosos de reputación y ansiosos de enlazar su nombre a una obra -grande, sino también de esos entendimientos regulares, conocidos con -el dictado de _mañosos_, por la habilidad y tino con que realizan -toda obra manual; de esos otros dotados de temperamento artístico y -que sienten con vehemencia la belleza de las obras de la Naturaleza; -en fin, de los meramente curiosos, flemáticos, cachazudos, devotos -de _la religión de lo menudo_ y capaces de consagrar largas horas al -examen del más insignificante fenómeno natural. La ciencia, como los -ejércitos, necesita generales y soldados; aquellos conciben el plan, -pero estos son los que positivamente vencen. Que no por modesta deja -de ser altamente estimable la colaboración de los perfeccionadores y -confirmadores: gracias a estos obreros del progreso, la concepción del -genio adquiere vigor y claridad, pasando de la categoría de símbolo -abstracto a realidad viva, apreciada y conocida de todos. - -A fin de que cada uno pueda cerciorarse de su aptitud para los trabajos -de laboratorio, diversos medios pueden ensayarse. Aludiendo aquí a los -estudios de nuestra predilección, nosotros aconsejaríamos estos dos: - -1.º Empleo de un método analítico que pase por incierto y difícil, -hasta que, a fuerza de paciencia y trabajo, se obtengan los resultados -mencionados por los autores. El éxito lisonjero en este caso, sobre -todo si se ha logrado sin la vigilancia del maestro, es decir, -trabajando aisladamente, será indicio claro de la aptitud para la labor -de investigación. - -2.º Estudio de un tema científico, de cierta dificultad, donde las -opiniones contradictorias abunden, y para el cual el aficionado se -preparará examinando superficialmente el estado de la cuestión (mera -lectura de los libros de consulta, sin llegar a las Monografías -especiales). Si después de algunos meses de trabajo experimental, -nuestro principiante repara, al consultar la bibliografía más moderna -del tema, que ha conseguido adivinar algunas conquistas recientes; -que en puntos muy litigiosos ha coincidido con las interpretaciones -de sabios ilustres; que, en fin, ha acertado a sortear errores de -apreciación en que incurrieron algunos autores, debe abandonar su -timidez y entregarse sin reservas a la labor científica, pues en ella -le esperan, pocos o muchos, según sea la actividad que despliegue, -triunfos y satisfacciones. - -Aun los medianamente dotados, desde el punto de vista intelectual, -podrán conseguir algún fruto, con tal de que abriguen fe robusta en la -virtud creadora de la educación y se contraigan a profundizar, durante -mucho tiempo, un tema limitado. - -Aun a riesgo de redundancia o de parecer pesados y prolijos, séanos -permitido presentar contra los escépticos en los milagros de la -voluntad las siguientes reflexiones: - -_a_) Como han afirmado muchos pensadores y pedagogos, el descubrimiento -no es fruto de ningún talento originariamente especial, sino del -sentido común mejorado y robustecido por la educación técnica y por el -hábito del meditar sobre los problemas científicos[8]. Así, pues, quien -disponga de regular criterio para guiarse en la vida, lo tendrá también -para marchar desembarazado por el camino de la investigación. - -_b_) El cerebro juvenil posee plasticidad exquisita, en cuya virtud -puede, a impulsos de un _enérgico querer_, mejorar extraordinariamente -su organización, creando asociaciones interideales nuevas, depurando y -afinando el juicio. - -_c_) Las deficiencias de la aptitud nativa son compensables mediante -un exceso de trabajo y de atención. Cabría afirmar que el trabajo -sustituye al talento o, mejor dicho, _crea el talento_. Quien desee -firmísimamente mejorar su capacidad, acabará por lograrlo, a condición -de que la labor educadora no comience demasiado tarde, en una época -en que la plasticidad de las células nerviosas está casi del todo -suspendida. No olvidemos que por la lectura y meditación de las obras -maestras todo hombre es dueño de asimilarse una gran parte del ingenio -que las creó, dado que toma de este no solo las doctrinas, sino el -criterio, los principios directores y hasta el estilo. - -_d_) En la mayor parte de los casos, eso que llamamos talento genial -y especial, no implica superioridad _cualitativa_, sino _expeditiva_, -consistiendo solamente en hacer de prisa y con brillante éxito lo que -las inteligencias regulares elaboran lentamente, pero bien. En vez de -distinguir los entendimientos en grandes y pequeños, fuera preferible -y más exacto (al menos en muchos casos) clasificarlos en _lentos_ -y _rápidos_[9]. Los entendimientos rápidos son ciertamente los más -brillantes y sugestivos; son insustituibles en la conversación, en la -oratoria, en el periodismo, en toda obra en que el tiempo sea factor -decisivo; pero en las empresas científicas los _lentos_ resultan tan -útiles como los rápidos, porque al científico, como al artista, no -se le juzga por la viveza del producir, sino por la excelencia de -la producción. Aún osaríamos añadir que, por una compensación muy -común, las cabezas _lentas_ poseen gran resistencia para la atención -prolongada, y abren ancho y profundo surco en las cuestiones; mientras -que las _rápidas_ suelen fatigarse pronto, después de haber apenas -desbrozado el terreno. Hay en esto, sin embargo, numerosas excepciones: -Newton, Davy, Pasteur, Virchow, etc., fueron talentos _rápidos_ y -dejaron ancha estela luminosa. - -_e_) Si, a despecho de los esfuerzos hechos por mejorarla, nuestra -memoria es inconstante y poco tenaz, _administrémosla bien_. Como -dice Epicteto: «Cuando en el juego de la vida vienen malas cartas, -no hay más remedio que sacar el mejor partido posible de las que -se tienen». Enseña la historia de los grandes descubrimientos que -su excelencia no dimana siempre de un ingenio superior, sino de un -entendimiento y memoria regulares, pero hábilmente aprovechados. -Grandes novadores científicos, como Helmholtz, quejáronse de escasez -de memoria, considerando como un suplicio el aprenderse de coro un -escrito. Por compensación, los escasamente memoriosos de palabras y de -frases, suelen gozar de excelente retentiva de ideas y de series de -razonamientos. Ya Locke notó que los dotados de gran ingenio y pronta -memoria no sobresalen siempre en el juicio. - -_f_) Para poder consagrar al tema de nuestras meditaciones todas -las escasas facultades que poseemos, desechemos las ocupaciones -innecesarias, y esas ideas parásitas tocantes a las menudencias fútiles -de la vida, y fijemos tan solo en la mente, a favor de una atención -ahincada y persistente, los datos relativos al problema que nos ocupa. -Condenémonos, durante la gestación de nuestra obra, a ignorar lo demás: -la política, la literatura, la música, la chismografía, etc. Hay casos -en que la ignorancia es una gran virtud, casi un heroísmo: los libros -inútiles, perturbadores de la atención, pesan y ocupan lugar tanto en -nuestro cerebro como en los estantes de las bibliotecas, y deshacen o -estorban la adaptación mental del asunto. _El saber ocupa lugar_, diga -lo que quiera la sabiduría popular. - -_g_) Aun el talento mediano llegará a ilustrarse con trabajos -estimables en varias ciencias, con tal de abandonar la pretensión -de abarcarlas todas a la vez; concentrará, pues, sucesivamente, es -decir, por épocas, su atención en cada tema, y debilitará o borrará -sus adquisiciones anteriores en otros dominios. Lo que equivale a -declarar que el cerebro es adaptable a la ciencia total en _el tiempo_, -pero no en _el espacio_. En realidad, hasta las grandes capacidades -proceden de este modo; y así, cuando algún sabio nos asombra con -publicaciones sobre diversas disciplinas, reparemos que a cada materia -corresponde una época. Ciertamente, los conocimientos anteriores no -habrán desaparecido enteramente de la mente del autor, pero se habrán -simplificado, condensándose en fórmulas o símbolos abreviadísimos; -de esta suerte puede quedar libre en la _pizarra cerebral_ un grande -espacio para el registro y estampación de las nuevas imágenes. - -[Ilustración] - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO III - -Cualidades de orden moral que debe poseer el investigador. - - -Las cualidades indispensables al cultivador de la investigación son: la -independencia mental, la curiosidad intelectual, la perseverancia en el -trabajo, la religión de la patria y el amor a la gloria. - -De atributos intelectuales no hay que hablar, pues damos por supuesto -que el aficionado a las tareas del laboratorio goza de un regular -entendimiento, de no despreciable imaginación, y sobre todo de esa -armónica ponderación de facultades que vale mucho más que el talento -brillante, pero irregular y desequilibrado. - -Afirma Carlos Richet que en el hombre de genio se juntan los idealismos -de Don Quijote al buen sentido de Sancho. Algo de esta feliz -conjunción de atributos debe poseer el investigador: temperamento -artístico que le lleve a buscar y contemplar el número, la belleza y -la armonía de las cosas, y sano sentido crítico capaz de refrenar los -arranques temerarios de la fantasía y de hacer que prevalezcan, en -esa lucha por la vida entablada en nuestra mente por las ideas, los -pensamientos que más fielmente traducen la realidad objetiva. - - -_a_) INDEPENDENCIA DE JUICIO - -Rasgo dominante en los investigadores eminentes es la altiva -independencia de criterio. Ante la obra de sus predecesores y maestros -no permanecen suspensos y anonadados, sino recelosos y escudriñadores. -Aquellos espíritus que, como Vesalio, Eustaquio y Harveo, corrigieron -la obra anatómica de Galeno, y aquellos otros llamados Copérnico, -Keplero, Newton y Huyghens, que echaron abajo la astronomía de los -antiguos, fueron sin duda preclaros entendimientos; pero, ante todo, -poseyeron individualidad mental, ambiciosa y descontentadiza y osadía -crítica extraordinaria. De los dóciles y humildes pueden salir los -santos, pocas veces los sabios. Tengo para mí que el excesivo cariño a -la tradición, el obstinado empeño en fijar la Ciencia en las viejas -fórmulas del pasado, cuando no denuncian invencible pereza mental, -representan la bandera que cubre los intereses creados por el error. - -¡Desgraciado del que, en presencia de un libro, queda mudo y -absorto! La admiración extremada achica la personalidad y ofusca el -entendimiento, que llega a tomar las hipótesis por demostraciones, las -sombras por claridades. - -Harto se me alcanza que no es dado a todos sorprender a la primera -lectura los vacíos y lunares de un libro inspirado. La veneración -excesiva, como todos los estados pasionales, excluye el sentido -crítico. Si después de una lectura sugestiva nos sentimos débiles, -dejemos pasar algunos días; fría la cabeza y sereno el juicio, -procedamos a una segunda y hasta a una tercera lectura. Poco a poco -los vacíos aparecen; los razonamientos endebles se patentizan; las -hipótesis ingeniosas se desprestigian y muestran lo deleznable de sus -cimientos; la magia misma del estilo acaba por hallarnos insensibles; -nuestro entendimiento, en fin, reacciona. El libro no tiene en nosotros -un devoto, sino un juez. Este es el momento de investigar, de cambiar -las hipótesis del autor por otras más razonables, de someterlo todo a -crítica severa. - -Al modo de muchas bellezas naturales, las obras humanas necesitan, -para no perder sus encantos, ser contempladas a distancia. El análisis -es el microscopio que nos aproxima al objeto y nos muestra la grosera -urdimbre del tapiz; disípase la ilusión cuando salta a los ojos lo -artificioso del bordado y los defectos del dibujo. - -Se dirá acaso que en los presentes tiempos, que han visto derrocados -tantos ídolos y mermados u olvidados muchos viejos prestigios, no -es necesario el llamamiento al sentido crítico y al espíritu de -duda. Cierto que no es tan urgente hoy como en otras épocas; pero -todavía conserva la rutina sus fueros: aún se da con harta frecuencia -el fenómeno de que los discípulos de un hombre ilustre gasten sus -talentos, no en esclarecer nuevos problemas, sino en defender los -errores del maestro. Importa notar que también en esta época de -irreverente crítica y de revisión de valores, la disciplina de escuela -reina en las Universidades de Francia, Alemania e Italia, con un -despotismo tal, que sofoca a veces las mejores iniciativas e impide -el florecimiento de pensadores originales. Los que nos batimos en la -brecha como simples soldados, ¡cuántos casos ejemplares podríamos -citar de esta servidumbre de escuela o de cenáculo! ¡Qué de talentos -conocemos que no han tenido más desgracia que haber sido discípulos -de un gran hombre! Y aquí aludimos a esas naturalezas generosas -y agradecidas, las cuales, sabiendo inquirir la verdad, no osan -declararla por no arrebatar al maestro parte de un prestigio que, -asentado en el error, caerá tarde o temprano al empuje de adversarios -menos escrupulosos. - -Por lo que hace a esas naturalezas dóciles, tan fáciles a la sugestión -como pasivas y perseverantes en el error, las cuales forman el séquito -de los jefes de escuela, su misión ha sido siempre adular al genio y -aplaudir sus extravíos. Este es el pleito-homenaje que la medianía -rinde complaciente al talento superior. Ello se comprende bien -recordando que los cerebros débiles se adaptan mejor al error, casi -siempre sencillo, que a la verdad, a menudo austera y difícil. - - -_b_) PERSEVERANCIA EN EL ESTUDIO - -Ponderan con razón los tratadistas de lógica la virtud creadora de la -atención; pero insisten poco en una variedad del atender, que cabría -llamar _polarización cerebral_ o _atención crónica_, esto es, la -orientación permanente, durante meses y aun años, de todas nuestras -facultades hacia un objeto de estudio. Infinitos son los ingenios -brillantes que, por carecer de este atributo, que los franceses -designan _esprit de suite_, se esterilizan en sus meditaciones. -A docenas podría yo citar españoles que, poseyendo un intelecto -admirablemente adecuado para la investigación científica, retíranse -desanimados de una cuestión sin haber medido seriamente sus fuerzas, -y acaso en el momento mismo en que la Naturaleza iba a premiar sus -afanes con la revelación ansiosamente esperada. Nuestras aulas y -laboratorios abundan de estas naturalezas tornadizas e inquietas, que -aman la investigación y se pasan los días de turbio en turbio ante la -retorta o el microscopio; su febril actividad revélase en el alud de -conferencias, folletos y libros, en que prodigan erudición y talento -considerables; fustigan continuamente la turba gárrula de traductores -y teorizantes, proclamando la necesidad inexcusable de la observación -y el estudio de la Naturaleza en la Naturaleza misma; y cuando, tras -largos años de propaganda y de labor experimental, se pregunta a los -íntimos de tales hombres, a los asiduos del misterioso cenáculo donde -aquellos ofician de pontifical, por los descubrimientos del sublime -maestro, confiesan ruborosos que la misma fuerza del talento, la -casi imposibilidad de ver en pequeño la extraordinaria amplitud y -alcance de la obra emprendida, han imposibilitado llevar a cabo ningún -progreso parcial y positivo. He aquí el fruto obligado de la flojedad -o de la dispersión excesiva de la atención, así como del pueril alarde -enciclopedista, inconcebible hoy en que hasta los sabios más insignes -se especializan y concentran para producir. Pero sobre los vicios de la -voluntad trataremos más adelante. - -Para llevar a feliz término una indagación científica, una vez -conocidos los métodos conducentes al fin, debemos fijar fuertemente en -nuestro espíritu los términos del problema, a fin de provocar enérgicas -corrientes de pensamiento, es decir, asociaciones cada vez más -complejas y precisas entre las imágenes recibidas por la observación -y las ideas que dormitan en nuestro inconsciente; ideas que solo una -concentración vigorosa de nuestras energías mentales podrá llevar al -campo de la conciencia. No basta la atención expectante, ahincada; -es preciso llegar a la preocupación. Importa aprovechar para la obra -todos los momentos lúcidos de nuestro espíritu; ya la meditación que -sigue al descanso prolongado, ya el trabajo mental supra-intensivo que -solo da la célula nerviosa caldeada por la congestión, ora, en fin, la -inesperada intuición que brota a menudo, como chispa del eslabón, del -choque de la discusión científica. - -Casi todos los que desconfían de sus propias fuerzas ignoran el -maravilloso poder de la atención prolongada. Esta especie de -polarización cerebral con relación a un cierto orden de percepciones, -afina el juicio, enriquece nuestra sensibilidad analítica, espolea la -imaginación constructiva y, en fin, condensando toda la luz de la razón -en las negruras del problema, permite descubrir en este inesperadas -y sutiles relaciones. A fuerza de horas de exposición, una placa -fotográfica situada en el foco de un anteojo dirigido al firmamento -llega a revelar astros tan lejanos, que el telescopio más potente es -incapaz de mostrarlos; a fuerza de tiempo y de atención, el intelecto -llega a percibir un rayo de luz en las tinieblas del más abstruso -problema. - -La comparación precedente no es del todo exacta. La fotografía -astronómica limítase a registrar astros preexistentes de tenue fulgor; -mas en la labor cerebral se da un acto de creación. Parece como si la -representación mental, obstinadamente contemplada, emitiera, al modo -de un amibo, apéndices invasores que, después de crecer en todos -sentidos y de sufrir extravíos y detenciones, acabaran por vincularse -estrechamente con las ideas afines. - -La forja de la nueva verdad exige casi siempre severas abstenciones -y renuncias. Convendrá, durante la susodicha incubación intelectual, -que el investigador, al modo del sonámbulo, atento solo a la voz del -hipnotizador, no vea ni considere otra cosa que lo relacionado con el -objeto de estudio: en la cátedra, en el paseo, en el teatro, en la -conversación, hasta en la lectura meramente artística, buscará ocasión -de intuiciones, de comparaciones y de hipótesis, que le permitan -llevar alguna claridad a la cuestión que le obsesiona. En este proceso -adaptativo nada es inútil: los primeros groseros errores, así como las -falsas rutas por donde la imaginación se aventura, son necesarios, pues -acaban por conducirnos al verdadero camino, y entran, por tanto, en el -éxito final, como entran en el acabado cuadro del artista los primeros -informes bocetos. - -Cuando se reflexiona sobre la curiosa propiedad que el hombre posee de -cambiar y perfeccionar su actividad mental con relación a un objeto -o problema profundamente meditado, no puede menos de sospecharse -que el cerebro, merced a su plasticidad, evoluciona anatómica y -dinámicamente, adaptándose progresivamente al tema. Esta adecuada y -específica organización adquirida por las células nerviosas produce a -la larga lo que yo llamaría _talento profesional o de adaptación_, y -tiene por motor la propia voluntad, es decir, la resolución enérgica -de adecuar nuestro entendimiento a la naturaleza del asunto. En -cierto sentido no sería paradójico afirmar que el hombre que plantea -un problema no es enteramente el mismo que lo resuelve; por donde -tienen fácil y llana explicación esas exclamaciones de asombro en que -prorrumpe todo investigador al considerar lo fácil de la solución tan -laboriosamente buscada. ¡Cómo no se me ocurrió esto desde el principio! ---exclamamos--. ¡Qué obcecación la mía al obstinarme en marchar por -caminos que no conducen a parte alguna! - -Si, a pesar de todo, la solución no aparece y presentimos, no obstante, -que el asunto se acerca a su madurez, procurémonos algún tiempo de -reposo. Algunas semanas de solaz y de silencio en el campo, traerán la -calma y la lucidez a nuestro espíritu. Esta frescura del intelecto, -como la escarcha matinal, marchitará la vegetación parásita y viciosa -que ahogaba la buena semilla. Y al fin surgirá la flor de la verdad, -que, por lo común, abrirá su cáliz, al rayar el alba, tras largo y -profundo sueño, durante esas horas plácidas de la mañana que Goethe y -tantos otros consideraron propicias a la invención. - -También los viajes, al traernos nuevas imágenes del mundo y remover -nuestro fondo ideal, poseen la preciosa virtud de renovar el -pensamiento y de disipar enervadoras preocupaciones. ¡Cuántas veces el -rudo trepidar de la locomotora y el recogimiento y soledad espiritual -reinantes en el vagón (el _desierto de hombres_, que diría Descartes), -nos ha sugerido ideas que justificó ulteriormente el laboratorio! - -En los tiempos que corremos, en que la investigación científica se ha -convertido en una profesión regular que cobra nómina del Estado, no -le basta al observador concentrarse largo tiempo en un tema: necesita -además imprimir una gran actividad a sus trabajos. Pasaron aquellos -hermosos tiempos de antaño, en que el curioso de la Naturaleza, -recogido en el silencio de su gabinete, podía estar seguro de que -ningún émulo vendría a turbar sus tranquilas meditaciones. Hogaño, la -investigación es fiebre; apenas un nuevo método se esboza, numerosos -sabios se aprovechan de él, aplicándolo casi simultáneamente a los -mismos temas y mermando la gloria del iniciador, que carece de -la holgura y tiempo necesarios para recoger todo el fruto de su -laboriosidad y buena estrella. - -Inevitables son, por consecuencia, las coincidencias y las contiendas -de prioridad. Y es que, lanzada al público una idea, entra a formar -parte de ese ambiente intelectual donde todos nutrimos nuestro -espíritu; y en virtud del isocronismo funcional reinante en las cabezas -preparadas y polarizadas para un trabajo dado, la idea nueva es -simultáneamente asimilada en París y en Berlín, en Londres y en Viena, -casi de idéntico modo, y con similares desarrollos y aplicaciones. La -invención crece y se desarrolla al modo de un organismo, espontánea -y automáticamente, como si los sabios quedasen reducidos a meros -cultivadores de la semilla sembrada por un genio. Todos entrevén la -espléndida floración de hechos nuevos, y todos desean, naturalmente, -acaparar la espléndida cosecha. Esto explica la impaciencia por -publicar, así como lo imperfecto y fragmentario de muchos trabajos de -laboratorio. El afán de llegar antes nos lleva a veces a incurrir en -ligerezas; pero ocurre también que el ansia febril de tocar la meta los -primeros nos granjea el mérito de la prioridad. - -En todo caso, si alguien se nos adelanta, haremos mal en desalentarnos. -Continuemos impertérritos la labor, que, al fin, llegará nuestro -turno. Ejemplo elocuente de incansable perseverancia nos dio una mujer -gloriosa, Mad. Curie, cuando, habiendo descubierto la radioactividad -del _torio_, sufrió la desagradable sorpresa de saber que, poco -antes, el mismo hecho había sido anunciado por Schmidt, en los -_Wiedermann Annalen_. Lejos de desanimarle la noticia, prosiguió sin -tregua sus pesquisas; ensayó al electroscopio nuevas substancias, -entre ellas cierto óxido de uranio (la _pechblende_) de la mina de -Johanngeorgenstadt, cuyo poder radioactivo sobrepuja en cuatro veces -al del uranio. Y sospechando que aquella materia tan activa encerraba -un cuerpo nuevo, emprendió, con el concurso de M. Curie, una serie -de ingeniosos, pacientes y heroicos trabajos, cuyo galardón fue el -hallazgo de un nuevo cuerpo, el estupendo _radio_, cuyas maravillosas -propiedades, provocando numerosas investigaciones, ha revolucionado la -química y la física. - -En España, donde la pereza es, más que un vicio, una religión, se -comprenden difícilmente esas monumentales obras de los químicos, -naturalistas y médicos alemanes, en las cuales solo el tiempo -necesario para la ejecución de los dibujos y la consulta bibliográfica -parecen deber contarse por lustros. Y, sin embargo, estos libros -se han redactado en uno o dos años, pacíficamente, sin febriles -apresuramientos. El secreto está en el método de trabajo: en aprovechar -para la labor todo el tiempo hábil; en no entregarse al diario descanso -sin haber consagrado dos o tres horas por lo menos a la tarea; en -poner dique prudente a esa dispersión intelectual y a ese derroche de -tiempo exigido por el trato social; en restañar, en fin, en lo posible, -la cháchara ingeniosa del café o de la tertulia, despilfarradora de -fuerzas nerviosas (cuando no causa disgustos), y que nos aleja, con -pueriles vanidades y fútiles preocupaciones, de la tarea principal. - -Si nuestras ocupaciones no nos permiten consagrar al tema más que dos -horas, no abandonemos el trabajo a pretexto de que necesitaríamos -cuatro o seis. Como dice juiciosamente Payot, «poco basta cada día, si -cada día logramos ese poco». - -Lo malo de ciertas distracciones, demasiado dominantes, no consiste -tanto en el tiempo que nos roban, cuanto en la flojera de la tensión -creadora del espíritu, y en la pérdida de esa especie de tonalidad -que nuestras células nerviosas adquieren cuando las hemos adaptado a -determinado asunto. - -No pretendemos proscribir en absoluto las distracciones; pero las del -investigador serán siempre ligeras y tales que no estorben en nada las -nuevas asociaciones ideales. El paseo al aire libre, la contemplación -de las obras artísticas o de las fotografías de escenas, de países y de -monumentos, el encanto de la música y, sobre todo, la compañía de una -persona que, penetrada de nuestra situación, evite cuidadosamente toda -conversación grave y reflexiva, constituyen los mejores esparcimientos -del hombre de laboratorio. Bajo este aspecto, será bueno también seguir -la regla de Buffon, cuyo abandono en la conversación (que chocaba -a muchos admiradores de la nobleza y elevación de su estilo como -escritor) lo justificaba diciendo: «Estos son mis momentos de descanso.» - -En resumen, toda obra grande es el fruto de la paciencia y de la -perseverancia, combinadas con una atención orientada tenazmente, -durante meses y aun años, hacia un objeto particular. Así lo han -confesado sabios ilustres al ser interrogados tocante al secreto de -sus creaciones. Newton declaraba que solo pensando siempre en la misma -cosa había llegado a la soberana ley de la atracción universal; de -Darwin refiere uno de sus hijos que llegó a tal concentración en el -estudio de los hechos biológicos relacionados con el gran principio de -la evolución, que se privó durante muchos años y de modo sistemático de -toda lectura y meditación extrañas al blanco de sus pensamientos; en -fin, Buffon no vacilaba en decir que «el genio no es sino la paciencia -extremada». Suya es también esta respuesta a los que le preguntaban -cómo había conquistado la gloria: «Pasando cuarenta años de mi vida -inclinado sobre mi escritorio». En fin, nadie ignora que Mayer, el -genial descubridor del principio de la conservación y transformación de -la energía, consagró a esta concepción toda su vida. - -Siendo, pues, cierto de toda certidumbre que las empresas científicas -exigen, más que vigor intelectual, disciplina severa de la voluntad -y perenne subordinación de todas las fuerzas mentales a un objeto -de estudio, ¡cuán grande es el daño causado inconscientemente por -los biógrafos de sabios ilustres al achacar las grandes conquistas -científicas al genio antes que al trabajo y la paciencia! ¡Qué más -desea la flaca voluntad del estudioso o del profesor que poder -cohonestar su pereza con la modesta cuanto desconsoladora confesión de -mediocridad intelectual! De la funesta manía de exaltar sin medida -la minerva de los grandes investigadores sin parar mientes en el -desaliento causado en el lector, no están exentos ni aun biógrafos de -tan buen sentido como L. Figuier. En cambio, muchas autobiografías, -en las que el sabio se presenta al lector de cuerpo entero, con -sus debilidades y pasiones, con sus caídas y aciertos, constituyen -excelente tónico moral. Tras estas lecturas, henchido el ánimo de -esperanza, no es raro que el lector exclame: _Anche io sono pittore_. - - -_c_) PASIÓN POR LA GLORIA - -La psicología del investigador se aparta un tanto de la del común de -los _intelectuales_. Sin duda le alientan las aspiraciones y le mueven -los mismos resortes que a los demás hombres; pero en el sabio existen -dos que obran con desusado vigor: el culto a la verdad y la pasión por -la gloria. El predominio de estas dos pasiones explica la vida entera -del investigador; y del contraste entre el ideal que este se forma de -la existencia y el que se forja el vulgo, resultan esas luchas, desvíos -e incomprensiones que en todo tiempo han marcado las relaciones del -sabio con el ambiente social. - -Se ha dicho muchas veces que el hombre de ciencia, como los grandes -reformadores religiosos o sociales, ofrece los caracteres mentales del -inadaptado. Mora en un plano superior de humanidad, desinteresado de -las pequeñeces y miserias de la vida material. - -Con todo eso, el sabio sincero y de vocación permanece profundamente -humano. En el amor a sus semejantes, excede a los mejores. Irradiando -en el tiempo y el espacio, esta pasión comprende a propios y extraños, -y se dirige lo mismo a la humanidad actual que a la futura. Gracias -a esos singulares talentos, cuya mirada penetra en las sombras del -porvenir, y cuya exquisita sensibilidad les fuerza a condolerse de -los errores y estancamientos de la rutina, es posible la evolución -social y científica. Solo al genio le es dado oponerse a la corriente -y modificar el medio moral; y bajo este aspecto es lícito afirmar -que su misión no es la adaptación de sus ideas a las de la sociedad, -sino la adaptación de la sociedad a sus ideas. Y como tenga razón (y -la suele tener) y proceda con prudente energía y sin desmayos, tarde -o temprano la humanidad le sigue, le aplaude y le aureola de gloria. -Confiado en este halagador tributo de veneración y de justicia, trabaja -todo investigador; porque sabe que, si los individuos son capaces de -ingratitud, pocas veces lo son las colectividades, como alcancen plena -conciencia de la realidad y utilidad de una idea. - -Es vulgarísima verdad que, en grado variable, el afán de aprobación -y aplauso mueve a todos los hombres, y preferentemente a los dotados -de gran corazón y peregrino entendimiento. Empero cada cual busca -la gloria por distinto camino: uno marcha por el de las armas, tan -celebrado por Cervantes en su _Quijote_, y aspira a acrecentar la -grandeza política de su país; otros van por el del arte, ansiando -el fácil aplauso de las muchedumbres, que comprenden mucho mejor -la belleza que la verdad; y unos pocos solamente en cada país, y -singularmente en los más civilizados, siguen el de la investigación -científica, el solo derrotero que puede conducirnos a una explicación -racional y positiva del hombre y de la naturaleza que le rodea. Tengo -para mí que esta aspiración es una de las más dignas y loables que el -hombre puede perseguir, porque acaso más que ninguna otra se halla -impregnada con el perfume del amor y de la caridad universales. - -Se ha expuesto muchas veces el contraste existente entre la figura -moral del sabio y la del héroe. Puesto que vivimos en un país que ha -sacrificado demasiado en el altar de sus héroes (guerreros, políticos -o religiosos), y desamparado cuando no perseguido a sus pensadores más -originales, séame permitido exagerar aquí el encomio en contrapuesto -sentido. - -Ambos, el héroe y el sabio, constituyen los polos de la energía humana, -y son igualmente necesarios al progreso y bienestar de los pueblos; -pero la transcendencia de sus obras es harto diversa. Lucha el sabio -en beneficio de la humanidad entera, ya para aumentar y dignificar la -vida, ya para ahorrar el esfuerzo humano, ora para acallar el dolor, -ora para retardar y dulcificar la muerte. Por el contrario, el héroe -sacrifica a su prestigio una parte más o menos considerable de la -humanidad; su estatua se alza siempre sobre un pedestal de ruinas y -cadáveres; su triunfo es exclusivamente celebrado por una tribu, por -un partido o por una nación, y deja tras sí, en el pueblo vencido, -estela de odios y de sangrientas reivindicaciones. En cambio, la corona -del sabio otórgala la humanidad entera; su estatua tiene por pedestal -el amor, y sus triunfos desafían a los ultrajes del tiempo y a los -juicios de la historia: sus únicas víctimas (si pueden llamarse tales -los redimidos de la ignorancia) son los rezagados, los atávicos, los -que medraron con la mentira o el error; todos, en fin, los que en -una sociedad bien organizada debieran ser proscritos como enemigos -declarados de la felicidad de los buenos. - -No faltan, afortunadamente, en nuestra patria altos ingenios que cifran -su dicha en conquistar el aplauso de la opinión; mas por desgracia, y -salvadas contadas y honrosas excepciones, nuestros talentos prefieren -ganar el lauro siguiendo la senda del arte o de la literatura. Empeño -en que fracasan o se esterilizan la inmensa mayoría de ellos; pues -exceptuando unos cuantos genios artísticos y literarios muy elevados, -cuya obra es apreciada y aplaudida en el extranjero, ¡cuán pocos -de nuestros pintores y poetas serán consagrados por la posteridad! -¡Cuántos que luchan en vano por crearse una reputación mundial como -literatos u oradores podrían alcanzarla, sin tantos esfuerzos quizá, -como investigadores de ciencia! ¡Qué difícil la originalidad en un -terreno en que casi todo está apurado por los antiguos, los cuales, -dotados de maravillosa intuición para la belleza literaria y la forma -plástica, apenas dejaron nada que espigar en el campo del arte! - -Después de leer las oraciones de Demóstenes y de Cicerón, los diálogos -de Platón, las vidas paralelas de Plutarco y las arengas de Tito -Livio, se adquiere la convicción de que ningún orador moderno ha podido -inventar un resorte absolutamente nuevo para persuadir al entendimiento -o mover al corazón humano. El papel del orador actual es aplicar a -casos determinados, y más o menos nuevos, los innumerables tópicos de -forma y argumentación imaginados por los autores clásicos. - -¿Y qué diremos de los que buscan en la poesía o en la prosa artística -el prestigio de la originalidad? Después de Homero y de Virgilio, de -Horacio y de Séneca, de Shakespeare y Milton, de Cervantes y Ariosto, -de Goethe y de Heine, de Lamartine y Víctor Hugo, de Chateaubriand y -Rousseau, etc., ¿quién es el osado que pretende inventar una figura -poética, un matiz de expresión sentimental, un primor de estilo que -hayan desconocido aquellos incomparables ingenios? - -No pretendemos, empero, negar en absoluto la posibilidad de creaciones -artísticas, comparables y acaso superiores a las legadas por los -clásicos. Los grandiosos monumentos elevados por los polígrafos del -renacimiento, y las sublimes creaciones de la escuela romántica -durante el pasado siglo, están ahí para atestiguar que la vena de -la originalidad literaria dista todavía de estar exhausta. Afirmamos -solamente que las composiciones literarias de sobresaliente mérito son -dificilísimas y cuestan más desvelos y trabajo que las producciones -científicas originales. Y la razón es obvia: el arte, atenido al -concepto vulgar del Universo y nutriéndose en el limitado terreno -del sentimiento, ha tenido tiempo de agotar casi todo el contenido -emocional del alma humana, las bellezas del mundo exterior y las -ingeniosas combinaciones de la imaginación verbal; mientras que la -Ciencia, apenas desflorada por los antiguos y totalmente ajena a los -vaivenes de la moda como a las volubles normas del gusto, acumula -por cada día nuevos materiales y nos brinda labor inacabable. Ante -el científico está el Universo entero, apenas explorado: el cielo -salpicado de soles que se agitan en las tinieblas de un espacio -infinito; el mar con sus misteriosos abismos; la tierra guardando en -sus entrañas el pasado de la vida y la historia de los precursores del -hombre, y, en fin, el organismo humano, obra maestra de la creación, -ofreciéndonos en cada célula una incógnita, y en cada latido un tema de -profunda meditación. - -Llevado de mi entusiasmo, acaso caiga en la hipérbole; pero estoy -persuadido de que la verdadera originalidad se halla en la Ciencia, y -que el afortunado descubridor de un hecho importante es el único que -puede lisonjearse de haber hollado un terreno completamente virgen, y -de haber forjado un pensamiento que no pasó jamás por la mente humana. -Añadamos que su conquista ideal no está sujeta a las fluctuaciones de -la opinión, al silencio de la envidia, ni a los caprichos de la moda, -que hoy repudia por detestable lo que ayer ensalzó por sublime. Al -afortunado escrutador de la naturaleza es, sobre todo, aplicable el -pensamiento de James, para quien el ideal del hombre consiste en llegar -a ser un colaborador de Dios. - -Ciertamente la gloria del científico no es tan popular ni ruidosa -como la del artista o del dramaturgo. Vive el pueblo en el plano del -sentimiento, y pedirle calor y apoyo para los héroes de la razón fuera -vana exigencia. Pero el sabio tiene también su público. Está formado -por la aristocracia del talento y habita en todos los países, habla -todas las lenguas, y se dilata hasta las más lejanas generaciones -del porvenir. Claro que los admiradores del hombre de ciencia no -palmotean ni se descomponen con transportes de pasión; pero estudian -con amor, juzgan con mesura y acaban por hacer, pese a los ataques -pasajeros de la envidia, plena e irrevocable justicia. En punto a -reputación, la ventura suprema fuera merecer la aprobación de esos -raros espíritus superiores que la humanidad produce de vez en cuando. -Por lo cual compréndese bien la noble altivez con que el matemático y -filósofo Fontenelle decía a cierto personaje después de presentarle -su tratado de la _Géométrie de l’infini_: «He aquí una obra que solo -podrán leer en Francia cuatro o seis personas». Sentidas y nobles son -también aquellas conocidas expresiones con que Keplero, radiante de -júbilo y palpitante de emoción por el descubrimiento de la última de -sus memorables leyes, terminaba su obra _Harmonices mundi_, diciendo: -«Echada está la suerte: y con esto pongo fin a mi libro, importándome -poco que sea leído por la edad presente o por la posteridad. No le -faltará lector algún día. Pues qué, ¿no ha tenido Dios que esperar seis -mil años para hallar en mí un contemplador e intérprete de sus obras?» - - -_d_) PATRIOTISMO - -Entre los sentimientos que deben animar al hombre de ciencia, merece -particular mención el patriotismo. Este sentimiento tiene en el sabio -signo exclusivamente positivo: ansía elevar el prestigio de su patria, -pero sin denigrar a las demás. - -Se ha dicho que la Ciencia no tiene patria, y esto es exacto; mas, como -contestaba Pasteur en ocasión solemne, «los sabios sí que la tienen». -El conquistador de la Naturaleza no solamente pertenece a la humanidad, -sino a una raza que se envanece con sus talentos, a una nación que se -honra con sus triunfos y a una región que le considera como el fruto -selecto de su terruño. - -Representando la Ciencia y la Filosofía las categorías más elevadas -de la actividad mental y los dinamómetros de la energía espiritual de -los hombres, compréndese bien el noble orgullo con que las naciones -civilizadas ostentan sus filósofos, sus matemáticos, sus físicos y -naturalistas, sus inventores, todos cuantos, en fin, supieron enaltecer -el nombre sagrado de la patria. - -Fuerza es confesar que los españoles tenemos mayor necesidad de -cultivar dicha pasión, a causa del desdén con que, por motivos que -no hacen ahora al caso, hemos mirado durante muchos siglos cuanto se -refiere a la investigación científica y a sus fecundas aplicaciones -a la vida. Obligación inexcusable de cuantos conservamos todavía -sensible la fibra del patriotismo, más de una vez lastimada por los -dardos de la malquerencia extranjera, es volver por el prestigio de -la raza, probando a los extraños que quienes siglos atrás supieron -inmortalizar sus nombres, rivalizando con las naciones próceres tanto -en las hazañas de la guerra y en los peligros de exploraciones y -descubrimientos geográficos, como en las pacíficas empresas del Arte, -de la Literatura y de la Historia, sabrán también contender con igual -tesón y energía en la investigación de la Naturaleza, colaborando, -al compás de los pueblos más ilustrados, en la obra magna de la -civilización y del progreso. - -Algunos pensadores, Tolstoi entre otros, inspirados en un sentimiento -humanitario tan reñido con la realidad como inoportuno en estos tiempos -de crueles competencias internacionales, declaran que el patriotismo -es sentimiento egoísta, inspirador de guerras incesantes, y destinado -a desaparecer, para ceder su lugar al más noble y altruísta de la -fraternidad universal. - -Fuerza es reconocer que la pasión patriótica, exagerada hasta el -_chauvinismo_, crea y sostiene entre las naciones rivalidades y odios -harto peligrosos; pero reducida a prudentes límites y atemperada -por la justicia y el respeto debidos a la ciencia y virtud del -extranjero, promueve una emulación internacional de bonísima ley, -en la cual gana también la causa del progreso, y en definitiva -hasta la de la humanidad. Bajo este aspecto, son eficacísimos los -Congresos científicos internacionales. Porque muchos sabios que en un -principio se miraban recelosamente, ya por rivalidad internacional, -ya en virtud de la noble y loable envidia aprobada por Cervantes, al -ponerse en contacto, acaban por conocerse y estimarse cordialmente; -y las corrientes de simpatía y de justicia nacidas en las alturas no -tardan en filtrarse hasta lo íntimo de la masa social, suavizando -progresivamente las relaciones políticas entre los pueblos rivales[10]. - -De todos modos, cualesquiera que sean los progresos del cosmopolitismo, -el sentimiento de patria conservará siempre su poder dinamógeno y -continuará siendo el gran excitador de las competencias científicas e -industriales. Emerge de raíz psicológica harto profunda para que los -embates del socialismo internacional y las lucubraciones del humanismo -filosófico puedan extinguirlo. Pasiones de este género no se discuten, -se aprovechan, porque constituyen inapreciables depósitos de energía -viril y de sublimes heroísmos. Misión de los Gobiernos e Instituciones -docentes es canalizar, domar esta admirable fuerza, aplicándola a -provechosas y redentoras empresas, y desviándola de las algaradas y -alborotos del separatismo fratricida. - -Muy atinadamente nota P. J. Thomas, en su _Educación de los -sentimientos_, «que la idea de patria, como la idea de familia, -es necesaria, como lo son igualmente los sentimientos en ellas -implicados. Obran como estimulantes del progreso y garantizan nuestra -propia dignidad. Se lucha por la gloria de la patria, como se lucha -por el honor de su nombre... La nación, se ha dicho, es un elemento -indestructible de la armonía de los mundos, con igual título que -la provincia, la familia y el individuo... El género humano debe -permanecer diversificado para mantenerse fuerte y desenvolver una -actividad sin cesar renaciente». - -Aun en la improbable hipótesis de los Estados Unidos de Europa, o del -Mundo, el hombre amará siempre con predilección el _medio material -y moral próximo_, es decir, su campanario, su región y su raza, y -consagrará solamente un tibio afecto, rayano en la indiferencia, al -_medio lejano_. Con razón se ha dicho varias veces que la adhesión y el -cariño del hombre a las cosas del mundo es inversamente proporcional -a la distancia de estas en el espacio y en el tiempo. Y decimos -_tiempo_, porque la patria no es solamente el hogar y el terruño, es -también el pasado y el porvenir, es decir, nuestros antepasados remotos -y nuestros descendientes lejanos. - -Con razón ha dicho Bayle: «No son las opiniones generales del -espíritu las que nos determinan a obrar, sino las pasiones presentes -en el corazón». Y entre ellas ninguna tiene en sus anales hazañas -más gloriosas que el amor de la patria. Poco importa saber si tales -sentimientos son justos o injustos, si reproducen o no la fase -primitiva y bárbara de la humanidad. Son tónicos morales que deben -juzgarse solamente por sus efectos, _pragmáticamente_, como ahora se -dice. - - -_e_) GUSTO POR LA ORIGINALIDAD CIENTÍFICA - -Excelentes son los estímulos del patriotismo y el noble afán de -celebridad para mover a la ejecución de grandes empresas. Con todo eso, -nuestro principiante correría el riesgo de fracasar si no posee además -afición decidida hacia la originalidad, gusto por la investigación y el -deseo de sentir las fruiciones incomparables que lleva consigo el acto -mismo de descubrir. - -El elogio de la acción en función de escrutar misterios o de inquirir -hechos nuevos, se ha hecho muchas veces. Acerca de esto, Eucken, entre -otros, ha escrito páginas admirables. Agudamente hace notar «que la -acción nos _personaliza_, llevando al sumo la individuación; apórtanos -la grata ilusión de ser reyes creadores y nos proporciona, con la -conciencia de una libertad sin trabas, el goce de un poder ilimitado». - -Aparte la hipertrofia del sentimiento de la propia estima y la -aprobación de nuestra conciencia, la conquista de la nueva verdad -constituye, sin disputa, la ventura más grande a que puede aspirar el -hombre. Los halagos de la vanidad, las efusiones del instinto, las -caricias de la fortuna, palidecen ante el soberano placer de sentir -cómo brotan y crecen las alas del espíritu y cómo, al compás del -esfuerzo, superamos la dificultad y dominamos y rendimos a la esquiva -naturaleza. - -Fortalecido con este sentimiento hedonista, el hombre de ciencia -desafía hasta la injusticia. En su ánimo no harán mella el silencio -deliberado de sus émulos --que muchas veces, como dice Goethe, afectan -ignorar lo que desean permanezca ignorado-- ni la incomprensión -del medio moral, ni el olvido de las instituciones oficiales. Las -consideraciones que el mundo rinde al poder, a la nobleza o al dinero, -no son primordial objeto de sus aspiraciones, porque siente en sí -mismo una nobleza superior a todas las caprichosamente otorgadas por -la ciega fortuna o por el buen humor de los príncipes. Esta nobleza, -de la que se envanece con tanto mayor motivo cuanto que es su propia -obra, consiste en ser ministro del progreso, sacerdote de la verdad y -confidente del Creador. Él acierta exclusivamente a comprender algo -de ese lenguaje misterioso que Dios ha escrito en la Naturaleza; y a -él solamente le ha sido dado desentrañar la maravillosa obra de la -Creación para rendir a lo Absoluto el culto más grato y acepto, el de -estudiar sus portentosas obras, para en ellas y por ellas conocerle, -admirarle y reverenciarle. Aun descendiendo a las miserias del egoísmo -humano, todos podemos comprobar que solo nos estiman y respetan quienes -nos leen y tratan de comprendernos. - -Según decíamos antes, la emoción placentera asociada al acto de -descubrir es tan grande, que se comprende perfectamente aquella sublime -locura de Arquímedes, de quien cuentan los historiadores que, fuera de -sí por la resolución de un problema profundamente meditado, salió casi -desnudo de su casa lanzando el famoso _Eureka_: «¡Lo he encontrado!» - -¡Quién no recuerda la alegría y la emoción de Newton al ver confirmada -por el cálculo, y en presencia de los nuevos datos aportados por Picard -con la medición de un meridiano terrestre, su intuición genial de la -atracción universal! Todo investigador, por modesto que sea, habrá -sentido alguna vez algo de aquella sobrehumana satisfacción que debió -experimentar Colón al oír el grito de ¡Tierra! ¡Tierra! lanzado por -Rodrigo de Triana. - -Este placer inefable, al lado del cual todos los demás deleites de -la vida se reducen a pálidas sensaciones, indemniza sobradamente al -investigador de la penosa y perseverante labor analítica, precursora, -como el dolor al parto, de la aparición de la nueva verdad. Tan exacto -es que para el sabio no hay nada comparable al hecho descubierto -por él, que no se hallará acaso un investigador capaz de cambiar la -paternidad de una conquista científica por todo el oro de la tierra. -Y si existe alguno que busca en la Ciencia, en vez del aplauso de -los doctos y de la íntima satisfacción asociada a la función misma -del descubrir, un medio de granjear oro, este tal ha errado la -vocación: al ejercicio de la industria o del comercio debió por junto -dedicarse[11]. - -Es que, por encima de todos los estímulos de la variedad y del interés, -está el goce supremo de la inteligencia al contemplar las inefables -armonías del mundo y tomar posesión de la verdad, hermosa y virginal -cual flor que abre su cáliz a las caricias del sol matinal. Como dice -Poincaré en su hermoso libro _La science et la méthode_: «La belleza -intelectual se basta a sí misma, y solo por ella, más bien que por el -futuro bien de la humanidad, el sabio se condena a largos y penosos -trabajos». - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO IV - -Lo que debe saber el aficionado a la investigación biológica. - - -_a_) CULTURA GENERAL - -Ocioso sería insistir en la necesidad que tiene nuestro aficionado de -conocer a fondo la ciencia objeto de sus futuras exploraciones, no solo -por las descripciones de libros y monografías, sino por el estudio -de la misma naturaleza. Pero no es menos urgente saber, siquiera -de modo general, todas aquellas ramas científicas que directa o -indirectamente se enlazan con la preferida, y en las cuales se hallan, -ora los principios directores, ora los medios de acción. Por ejemplo: -el biólogo no se limitará a conocer la Anatomía y Fisiología, sino -que abarcará también lo fundamental de la Psicología, la Física y la -Química. - -La razón de esta cultura accesoria es obvia: casi siempre el -descubrimiento de un hecho, o la significación de un fenómeno -biológico, vienen a representar mera consecuencia de la aplicación de -principios pertenecientes a la Física o la Química. Descubrir, como -ha dicho Laplace, es aproximar dos ideas que se hallaban separadas. E -importa observar que las más de las veces esta aproximación fecunda -tiene lugar entre un hecho perteneciente a una ciencia compleja -(Biología, Sociología, Química, etc.), y un principio entresacado -de una ciencia simple. En otros términos: las ciencias generales o -abstractas, según las clasificaciones de Comte y de Bain, explican a -menudo los fenómenos de las ciencias complicadas y concretas. Por donde -se cae en la cuenta de que una seriación jerárquica bien entendida de -los conocimientos humanos representa un verdadero árbol genealógico. -La Lógica y las Matemáticas asisten y esclarecen la Física y a la -Química, y estas a su vez explican, y en parte generan, la Biología, la -Sociología y sus diferentes ramificaciones. - -Descubrir consiste, a menudo, en hacer entrar el hecho en una ley; en -encerrarlo en un marco ideológico más amplio, en clasificarlo en fin; -por eso ha podido afirmarse que descubrir es dar nombre correcto a una -cosa ilegítima o provisoriamente bautizada. De donde se sigue que, -cuando la ciencia llegue a la suma perfección, cada fenómeno recibirá -el nombre que le corresponda, establecidas al fin sus profundas -relaciones con las verdades generales. Bajo este aspecto resulta -muy expresiva la conocida frase de Mach: «una palabra bien elegida -puede economizar cantidad enorme de pensamiento». Porque _nombrar_ es -clasificar, es establecer filiaciones ideales, relaciones de analogía -entre fenómenos poco conocidos y una noción o principio general, donde -se hallan latentes, como el árbol en su germen. - -Los estudios filosóficos constituyen, sobre todo, buena preparación y -excelente gimnasia para el hombre de laboratorio. No deja, ciertamente, -de llamar la atención el que muchos ilustres investigadores hayan -llegado a la ciencia desde el campo de la filosofía. Ocioso es -advertir que el investigador se preocupará menos de la doctrina o del -credo filosófico --credo que varía desgraciadamente cada quince o -veinte años-- que de los criterios de verdad y del aparato crítico, -con cuyo ejercicio adquirirá flexibilidad y sagacidad y aprenderá a -desconfiar de la aparente certidumbre de los más subyugadores sistemas -científicos, enfrenando convenientemente el vuelo de la propia -imaginación. Su divisa será siempre la frase de Cicerón: _Dubitando ad -veritatem pervenimus._ - -Por lo que hace a la anatomía microscópica de los animales y plantas, -la mayoría de los hechos que forman la materia de esta ciencia son -resultados de conflictos entre las propiedades químicas de ciertos -reactivos y la constitución estructural de las células y tejidos. -En bacteriología, en neurología, etc., casi todo cuanto sabemos lo -debemos a la feliz aplicación de materias colorantes creadas por la -Química moderna. Lo mismo ocurre en biología general. Recuérdense -los interesantes estudios de Loeb sobre la partenogénesis artificial -y los de Harrison, Carrel, Lambert y otros acerca de los cultivos -artificiales de las células de los tejidos animales. Tan sorprendentes -experimentos son pura consecuencia de las variaciones químicas o -físicas provocadas en el ambiente celular. - -Esta íntima solidaridad de las ciencias ha sido sentida por muchos, -y singularmente por Letamendi, quien al hablar de las especialidades -científicas, las definía: «la aplicación de toda la Ciencia a una rama -particular del saber». - -Para un entendimiento superior que conociera todas las razones -misteriosas que enlazan los fenómenos del Universo, en vez de -ciencias, habría _una sola Ciencia_. Ante un ser semejante, las -fronteras que parecen separar nuestros conocimientos, el andamiaje -formal de nuestras clasificaciones, el desmenuzamiento artificial de -las cosas tan grato a nuestro intelecto, que solo puede considerar la -realidad sucesivamente y como por facetas, desaparecería por completo. -A sus ojos la Ciencia total parecería a modo de árbol gigantesco, -cuyas ramas estuvieran representadas por las ciencias particulares, -y el tronco por el principio o principios sobre que se fundan. El -especialista trabaja como una larva, asentado sobre una hoja y -forjándose la ilusión de que su pequeño mundo se mece aislado en el -espacio; el científico general, dotado de sentido filosófico, entrevé -el tallo común a muchas ramas. Pero solo el genio del saber a que antes -aludíamos, gozaría de la dicha y del poder de contemplar el árbol -entero, esto es, la _Ciencia_, múltiple e infinita en sus formas, una -en sus principios. - - -_b_) NECESIDAD DE ESPECIALIZARSE - -Conviene, empero, no exagerar la regla precedente, cayendo en -el escollo de la enciclopedia, adonde van a parar todos los -entendimientos dispersivos, inquietos, indisciplinados, e incapaces -de fijar mucho tiempo la atención en una sola idea. Las _aficiones -rotatorias_, como las llamaba un médico-escritor originalísimo, pueden -formar grandes literatos, conversadores deliciosos, oradores insignes, -rara vez descubridores científicos. - -El proverbio tan conocido «el saber no ocupa lugar» es error de a -folio, que, afortunadamente, no tiene graves consecuencias prácticas, -pues aun los que creen en él están obligados a confesar que el -aprender muchas cosas, cuando no espacio, ocupa tiempo. Solo un juicio -demasiado lisonjero acerca de nuestros talentos puede explicar la -manía enciclopédica; pues pretensión quimérica constituye el intento -de dominar varias ciencias, cuando vemos a hombres de verdadero genio -e infatigable laboriosidad resignarse, a fin de poder cosechar algunas -verdades, al conocimiento profundo de una rama del saber, y, a menudo, -al de un tema concreto de una ciencia determinada. - -No nos hagamos, pues, ilusiones: si la vida de un hombre basta para -saber algo de todas las disciplinas humanas, apenas es suficiente para -dominar hasta el detalle una o dos de ellas. - -Los enciclopedistas modernos, como Herbert Spencer, Mach, Wund, etc., -son en realidad especialistas de la filosofía de las ciencias y de las -artes, conforme lo fueron en su tiempo Leibnitz y Descartes, bien que -estos sabios, por la natural limitación de los conocimientos de su -época, pudieron abarcar un dominio bastante más extenso, y realizar -descubrimientos en dos o tres ciencias. - -Pasaron ya, quizás para no volver más, los investigadores -polilaterales: a la hora presente hay que reconocer que en Física -como en Matemáticas, en Química como en Biología, los descubrimientos -corren a cargo de sabios especialistas; pero, entiéndase bien, no de -particularistas _monolaterizados_, incrustados en un detalle, sino -de trabajadores que, sin perder de vista su dominio especial, siguen -atentamente los progresos más culminantes de las ciencias afines. -Semejante división del trabajo, además de buena táctica, constituye -ineluctable necesidad. A ella nos obligan el tiempo extraordinario -exigido por el ensayo y dominio de los métodos diariamente -descubiertos, el creciente caudal de la producción bibliográfica, y el -considerable número de sabios que simultáneamente trabajan sobre cada -tema de estudio. - -Para terminar con la vulgar filosofía condensada en la reputada -máxima _quien mucho abarca poco aprieta_, en contraposición del no -menos acreditado refrán _el saber no ocupa lugar_, séanos lícito -hacer una comparación vulgar. El entendimiento inquisitivo es como -un arma de combate. Si en ella se labra un solo filo, tendremos una -espada tajante. Si dos, el arma podrá cortar todavía, aunque menos -eficientemente; pero si le sacamos tres o cuatro, la acuidad de los -filos irá disminuyendo hasta convertirse en inofensivo cuadradillo. Una -bayoneta podría, en rigor, cortar todavía, mas para ello fuera precisa -formidable energía motriz; mientras que una daga bien afilada resulta -temible aun en las manos de un niño. - -Como el acero informe, nuestro intelecto representa una espada en -potencia. Merced a la forja y lima del estudio, transfórmase en el -templado y agudo escalpelo de la Ciencia. Labremos el filo por solo un -lado, o por dos a lo más, si queremos conservar su eficacia analítica y -herir a fondo el corazón de las cuestiones; y dejemos a los bobalicones -del enciclopedismo que transformen su entendimiento en inofensivo -cuadradillo. - - -_c_) LECTURA ESPECIAL O TÉCNICA - -Inútil es advertir que en la biblioteca del investigador deben figurar -cuantos libros y Revistas importantes, concernientes a la especialidad, -vean la luz en las naciones más adelantadas. Las Revistas alemanas -serán consultadas a cada momento, pues por lo que toca a la Biología, -es forzoso reconocer que Alemania sola produce más hechos nuevos que -todas las naciones juntas[12]. - -Quien desea los fines quiere los medios; y pues, en la época actual, -el conocimiento de la lengua germánica es imprescindible para ponerse -al corriente de la última hora científica, estudiemos aquella -seriamente, siquiera para llegar a la traducción, desembarazándonos -de ese supersticioso terror que a los españoles nos inspiran los -enrevesados términos y giros de los idiomas del Norte. Tan preciso -es el conocimiento del alemán, que no se hallará quizás un solo -investigador italiano, inglés, francés, ruso o sueco, que no sea capaz -de leer corrientemente las monografías tudescas. Y como los trabajos de -los alemanes ven la luz en un país que puede actualmente considerarse -como el foco de la producción científica, tales escritos tienen para -nosotros la inestimable ventaja de contener extensas y puntuales -noticias históricas y bibliográficas[13]. Después del alemán siguen -en orden de importancia el inglés y el francés. Y nada diremos del -italiano, porque no hay español medianamente culto que no sea capaz -de traducirlo, aun sin la ayuda del diccionario. Ni es lícito ignorar -que en algunas disciplinas científicas Italia marcha a la cabeza del -progreso. - -A la hora presente se publican trabajos científicos en más de seis -idiomas. Al intento plausible de restaurar el latín, o de utilizar el -_esperanto_ como lengua científica universal, han respondido los sabios -multiplicando todavía el número de idiomas en que aparecen redactados -los trabajos científicos. Preciso es reconocer que prácticamente -el _volapück_ o el _esperanto_ representan una lengua más[14] que -aprender. Tal resultado era de prever; porque no consienten otra cosa -ni las tendencias esencialmente popularizadoras y democráticas del -saber moderno, ni las miras económicas de autores y editores, cuyos -intereses morales y materiales les impulsan a difundir en el gran -público aquellas conquistas científicas que antaño fueron patrimonio -exclusivo de las Academias o de ciertas sumidades de la cátedra. - -No se crea, empero, que el investigador debe hablar y escribir todas -las lenguas de Europa: al español le bastará traducir las cuatro -siguientes, que se ha convenido en llamar _lenguas sabias_, y en las -cuales aparecen publicados casi todos los trabajos científicos: el -francés, el inglés, el italiano y el alemán. Naturalmente, entre las -lenguas sabias no figura el español; no queda, por tanto, a nuestros -maestros más recurso, si desean que sus pesquisas sean conocidas y -apreciadas por los especialistas, que escribir y hablar en uno de -aquellos cuatro idiomas europeos[15]. - - -_d_) CÓMO SE DEBEN ESTUDIAR LAS MONOGRAFÍAS - -Al leer las monografías de la especialidad que se desee cultivar, -debemos fijarnos sobre todo en dos cosas: en los métodos de -investigación de que el autor se ha servido en sus pesquisas, y en -los problemas que han quedado pendientes de solución. En cuanto al -libro de popularización, nos merecerá menos atención y confianza, a -menos que no sea alguna voluminosa exposición de conjunto, o contenga -algunos conceptos generales de fecunda aplicación en el laboratorio. -En general, puede afirmarse que el libro refleja ya una fase histórica -de la Ciencia. Por efecto del mucho tiempo que exige su redacción, y -de la preocupación dominante en el autor de simplificar la materia -para ser entendido del gran público, faltan o se hallan muy ligeramente -esbozados los temas de actualidad, los detalles de los métodos y las -lagunas de la investigación. - -Someteremos a estudio detenido las monografías debidas a los autores -más geniales y que mayor impulso hayan dado a la cuestión: el talento -original posee, entre otras cualidades, una gran virtud sugestiva. Es -propiedad de todo buen libro que el lector recoja en él, no solo las -ideas expuestas deliberadamente por el autor, sino otras totalmente -nuevas, y hasta diferentes para cada hombre, y que brotan del conflicto -entre nuestro fondo de representaciones y los conceptos del texto. -Por donde se ve que la monografía genial, con ser buena fuente de -información científica, resulta además eficaz reactivo de nuestras -propias energías cerebrales. - -Las cabezas humanas, como las palmeras del desierto, se fecundan a -distancia. Mas, para que semejante conjugación entre dos espíritus se -realice y dé fruto de bendición, es menester interesarse profundamente -en la lectura del libro genial, penetrarse de su hondo sentido y, -en fin, simpatizar con el autor. En la Ciencia, como en la vida, el -fruto viene siempre después del amor. Por no consultar las memorias -originales y fiarse de obras de conjunto, ¡cuántos principiantes caen -en el error de considerar ciertos ajenos y antiguos descubrimientos -como fruto de propia labor! - -Nuestro novel hombre de ciencia debe huir de resúmenes y manuales como -de peste. Buenos para la enseñanza, los manuales son pésimos para -guiar al investigador. Quien resume, se resume a sí mismo; quiero -decir que a menudo expone sus juicios y doctrinas en lugar de las del -autor. De este toma lo que le agrada o lo que entiende y digiere sin -esfuerzo: da lo principal por accesorio, y viceversa. A título de -aclarar y popularizar la obra ajena, el abreviador acaba por sustituir -su personalidad a la del autor, cuya fisonomía intelectual, tan -interesante y educadora para el lector, permanece en la sombra. - -De lo dicho se infiere la inexcusable obligación en que se halla el -investigador, si desea evitar desagradables sorpresas, de leer a los -autores en sus obras originales; a menos que los resúmenes no dimanen -de los autores mismos, que entonces, por compensación de la concisión, -acaso hallemos concepciones originales e ideas directrices de gran -provecho para la labor analítica. - -Aquí surge una cuestión: Antes de empezar una investigación de -laboratorio, ¿debe o no apurarse la bibliografía? Penetrados y como -saturados de cuanto sobre el tema ha sido escrito, ¿no corremos el -riesgo de ser sugestionados y de perder el don inapreciable de la -independencia de juicio? La misma impresión de agotamiento del asunto, -producida por la puntual información a que nos hemos entregado, ¿no -será fatal a nuestras aspiraciones de hallar algo completamente -original? - -Cuestión es esta que cada cual resuelve a su manera; aunque, a mi ver, -si para decidirla se acudiera a plebiscito de sabios, la solución -sería no iniciar indagación ninguna sin tener a la vista todos los -antecedentes bibliográficos. Procediendo de esta suerte, se evita el -doloroso desencanto producido al saber que hemos malgastado el tiempo -redescubriendo cosas conocidas y descuidando, por consiguiente, el -estudio profundo de las verdaderas lagunas del tema. - -La conducta más prudente, a mi ver, es apurar, desde luego, la -investigación bibliológica especial antes de lanzarse a la tarea -analítica. Pero cuando, por dificultades insuperables, sea ello -irrealizable (según ocurre desgraciadamente en España, donde las -Universidades carecen de libros modernos extranjeros y las Academias -no tienen recursos para suscribirse a las Revistas científicas más -importantes), no debemos, por monografía de más o de menos, dejar de -acudir al laboratorio; pues si, enterados de los mejores métodos en -boga, trabajamos con ahinco y perseverancia, siempre hallaremos algo -escapado a la sagacidad de los últimos observadores, por lo mismo que, -no habiendo sido influidos por ellos, habremos caminado por rutas -diferentes, y considerado el tema desde diverso punto de vista. En -último caso, vale mil veces más arriesgarse a repetir descubrimientos, -que renunciar a toda tentativa de indagación experimental; porque el -principiante que en sus primeros ensayos de observador sabe hallar -cosas poco tiempo antes publicadas, lejos de desalentarse por ello, -fortifica su confianza en el propio valer, cobra ánimos para futuras -empresas, y acaba por fabricar ciencia original, en cuanto sus medios -pecuniarios correspondan a sus buenos deseos. - - -_e_) NECESIDAD ABSOLUTA DE BUSCAR LA INSPIRACIÓN EN LA NATURALEZA - -Mucho aprenderemos en los libros, pero más aprenderemos en la -contemplación de la Naturaleza, causa y ocasión de todos los libros. -Tiene el examen directo de los fenómenos no sé qué fermento perturbador -de nuestra inercia mental, cierta virtud excitadora y vivificante, del -todo ausente o apenas actuante aun en las copias y descripciones más -fieles de la realidad. - -Todos habremos podido notar que, al intentar la comprobación de un -hecho descrito por los autores, este se presenta siempre con faz -distinta de la presumida, y sugiere ideas y planes de acción no -suscitados por la mera lectura. Ello depende, a nuestro juicio, de la -incapacidad de la palabra humana para la pintura fiel de la realidad -exterior. En cuanto causa de conocimiento, esta representa un haz -de sensaciones variadísimas y complejas, de las cuales la expresión -simbólica, que procede siempre por abstracción y simplificación, -refleja solo una mínima parte. - -Toda descripción, por objetiva e ingenua que parezca, constituye -interpretación personal, punto de vista propio del autor. Sabido es que -el hombre mezcla a todo su personalidad, y cuando cree fotografiar el -mundo exterior, a menudo se contempla y se retrata a sí mismo. - -Por otra parte, la observación suministra, a más de los datos -empíricos con los cuales hemos de formar el juicio, ciertos factores -sentimentales, insustituibles: la sorpresa, el entusiasmo, la emoción -agradable, que son fuerzas propulsoras de la imaginación constructiva. -La emoción enciende la máquina cerebral, que adquiere por ella el calor -necesario para la forja de intuiciones afortunadas y de hipótesis -plausibles. - -En comprobación de los efectos sugestivos que la Naturaleza, obrando -directamente, causa en el observador, séame lícito referir la impresión -sentida al contemplar por primera vez el fenómeno de la circulación de -la sangre. - -Estudiaba yo tercer año de Medicina y había en diversos libros -aprendido los pormenores del fenómeno mencionado, pero sin que estas -lecturas encadenaran mi atención ni produjeran corrientes intensas de -pensamiento. Mas cuando uno de mis amigos, el señor Borao, ayudante -de Fisiología, tuvo la gentileza de mostrarme la circulación en el -mesenterio de la rana. En presencia del sublime espectáculo, sentí como -una revelación. Entusiasmado y conmovido al ver girar los glóbulos -rojos y blancos como los cantos rodados al ímpetu del torrente; al -notar cómo, por virtud de su elasticidad, los _hematíes_ se estiraban -y pasaban trabajosamente por los más finos capilares, recobrando, -salvado el obstáculo, súbitamente su forma, a la manera de un resorte; -al advertir que, al menor impedimento en la corriente, se entreabrían -las junturas del endotelio y sobrevenía la hemorragia y el edema; al -reparar, en fin, cómo el latido cardíaco, atenuado por la excesiva -acción del _curare_, sacudía flojamente los hematíes atascados..., -pareciome como que se descorría un velo en mi espíritu, y se alejaban -y perdían las creencias en no sé qué misteriosas fuerzas a que por -entonces se atribuían los fenómenos de la vida. En mi entusiasmo -prorrumpí en las siguientes frases, ignorando que muchos, singularmente -Descartes, las habían expresado siglos antes: «La vida semeja puro -mecanismo. Los cuerpos vivos son máquinas hidráulicas tan perfectas, -que son capaces de reparar los desarreglos causados por el ímpetu del -torrente que las mueve, y de producir, en virtud de la generación, -otras máquinas hidráulicas semejantes». Tengo por seguro que esta viva -impresión causada por la contemplación directa del mecanismo íntimo -de la vida, fue uno de los decisivos estímulos de mi afición a los -estudios biológicos[16]. - - -_f_) DOMINIO DE LOS MÉTODOS - -Escogido el tema de estudio, e informado menudamente, a ser posible, -del estado actual del punto a esclarecer, el investigador pasará a -aplicar cuantos métodos analíticos hayan sido propuestos, al objeto de -confirmar los hechos descritos y reproducidos en las más recientes -monografías. Durante esta tentativa de comprobación, se le revelarán -a menudo los puntos dudosos, las hipótesis insostenibles, las lagunas -de la observación, y entreverá más de una vez el camino por el cual le -será dado impulsar el conocimiento del tema. - -La maestría de los métodos, particularmente en las ciencias biológicas, -es tan trascendental, que, sin temor de equivocación, se puede afirmar -que los grandes descubrimientos corren a cargo de los técnicos más -primorosos: de aquellos sabios que han profundizado, a favor de -perseverantes ensayos, todos los secretos de uno o varios recursos -analíticos. - -En apoyo de este aserto bastará recordar que, a despecho de los -centenares de histólogos, embriólogos y anatómicos que se conocen en -Europa y América, las más salientes conquistas científicas se deben a -una docena de hombres que se han señalado, ora por la invención, ora -por el perfeccionamiento, ya por el absoluto dominio de algunos métodos -de indagación. - -Entre los procedimientos de estudio se escogerán de preferencia los -más recientes, y sobre todo los más difíciles, por ser los menos -agotados. Importa poco el tiempo gastado en ensayos infructuosos, pues -si el método ofrece sumo poder diferenciador, los resultados obtenidos -tendrán gran importancia y nos indemnizarán con creces de nuestros -afanes. Con ello tendremos, además, la inestimable ventaja de caminar -casi solitarios o de hallar en nuestra ruta pocos émulos y concurrentes. - - -_g_) EN BUSCA DEL HECHO NUEVO - -He aquí la cuestión ardua, la preocupación soberana del principiante, -que sabe, por la historia de la investigación científica, que alcanzado -el primer descubrimiento, se siguen otros derivados de él como las -consecuencias de las premisas. - -La nueva verdad hallada es, a menudo, el fruto de paciente y tenaz -observación, la consecuencia de haber aplicado al tema más tiempo, más -constancia y mejores métodos que nuestros predecesores. Como hemos -dicho más atrás, la consideración escrupulosa y repetida de los mismos -hechos acaba por dotarnos de una sensibilidad analítica refinada y -como sobrexcitada en cuanto atañe al tema escogido. ¡Cuántas veces -nos ha sido dado hallar, en virtud de ese golpe de vista fruto de -la experiencia, cosas enteramente nuevas en las preparaciones donde -nuestros discípulos nada veían de particular! Y ¡cuántos hechos nuevos -habrán escapado a nuestra atención, cuando, bisoños todavía en la -técnica micrográfica, cada preparación nos parecía una esfinge! - -Además del notable incremento que adquiere nuestra capacidad -diferenciadora por la repetición de experimentos y de observaciones, -el perseverante estudio de una cuestión nos lleva casi siempre a -perfeccionar los métodos de investigación, determinando todas las -condiciones del mal resultado, y por ende, las causas promotoras del -máximo rendimiento técnico. - -A veces, el descubrimiento constituye el premio de la diligencia. -Trátase de aplicar un procedimiento reciente, y apenas explotado, -a temas nuevos. Semejante táctica ha suscitado grandes y fáciles -progresos en los vastos dominios de la Bacteriología, Anatomía e -Histología comparadas. - -Dado que los grandes impulsores científicos han sido, por lo común, -creadores de métodos, lo mejor y más congruente sería dictar reglas -para el hallazgo de estos. Desgraciadamente, en las Ciencias biológicas -casi todos los recursos analíticos débense al azar. - -En general, cabe afirmar que los métodos representan felices -aplicaciones a un dominio científico de verdades pertenecientes a -otra disciplina del saber; mas esta aplicación suele ser obra de -tanteos azarosos, o cuando más, se inspira en vagas analogías. En -Bacteriología, Histología e Histoquímica, por ejemplo, los métodos -representan, según dejamos apuntado ya, efectos selectivos de materias -colorantes o de reactivos creados por la Química moderna. Ninguna razón -plausible, a no ser el intento de provocar la casualidad, pudo inspirar -a Gerlach la coloración de los núcleos por el carmín; a Máximo Schültze -el empleo del ácido ósmico en el tejido nervioso; a Hannover la -introducción del ácido crómico y bicromatos en el endurecimiento de los -tejidos; a Koch, Ehrlich y otros, el aprovechamiento de las anilinas -para la impregnación de las bacterias, etc. - -Si conociéramos de un modo perfecto la composición química de las -células vivas, los resultados debidos a la aplicación de tal o cual -reactivo colorante vendrían a ser mera deducción de los principios -de la Química biológica. Empero, hallándonos harto distantes de este -ideal, quienes pretendan descubrir nuevos métodos biológicos no tienen -más recurso que someter los tejidos vivos a los mismos ciegos ensayos -a que se entregaban los químicos de los pasados siglos para lograr, de -vez en cuando, del conflicto y mezcla de varios cuerpos, combinaciones -imprevistas. - -Menester es, pues, fiar algo a la casualidad, provocándola mediante una -serie reiterada de tanteos, en los cuales no podemos ser guiados más -que por la intuición auxiliada por el conocimiento, todo lo profundo -y preciso posible, de los reactivos y procederes técnicos recién -introducidos en la Química y la Industria. - -Y esto nos lleva a decir algo de la casualidad en la esfera de la -investigación científica. Entra por mucho, positivamente, el azar en -la labor empírica, y no debemos disimular que a él debe la Ciencia -brillantes adquisiciones; pero la casualidad no sonríe al que la -desea, sino al que _la merece_, según la gráfica frase de Duclaux. Y -es preciso reconocer que solo la merecen los grandes observadores, -porque ellos solamente saben solicitarla con tenacidad y perseverancia -deseables; y cuando obtienen la impensada revelación, solo ellos son -capaces de adivinar su transcendencia y alcance. - -En la ciencia, como en la lotería, la suerte favorece comúnmente al que -juega más, es decir, al que, a la manera del protagonista del cuento, -remueve continuamente la tierra del jardín. Si Pasteur descubrió por -azar las vacunas bacterianas, también colaboró su genio, que vislumbró -todo el partido que podía sacarse de un hecho casual, a saber: el -rebajamiento de la virulencia de un cultivo bacteriano abandonado al -aire, y verosímilmente atenuado por la acción del oxígeno. - -La historia de la Ciencia está llena de hallazgos parecidos: Scheele -tropezó con el cloro, trabajando en aislar el manganeso; Cl. Bernard, -imaginando experimentos encaminados a sorprender el órgano destructor -del azúcar, halló la función glucogénica del hígado, etc. En fin, -ejemplos recientes de casi milagrosa fortuna son los estupendos -descubrimientos de Röntgen, Becquerel y los Curie. - -Pura casualidad fue, según es notorio, el descubrimiento de los -_rayos X_, hecho por el profesor Röntgen. Repetía este sabio en -su laboratorio de Würzburgo los experimentos de Lenard sobre las -singulares propiedades de los _rayos catódicos_. Según costumbre, -estas radiaciones eran proyectadas sobre pantalla fluorescente de -_platino-cianuro de bario_. Y al objeto de averiguar la duración del -fenómeno fluorescente, ocurriósele un día obscurecer el laboratorio -cubriendo con caja de cartón la ampolla de Crookes, aparato generador, -según es notorio, de los citados rayos catódicos. Puesta en acción la -bobina, miró a la pantalla y vio con extraordinario asombro que esta -se iluminaba intensamente. Interpuso después un trozo de madera, un -libro, y siguió observando que las radiaciones --los rayos nuevos-- -atravesaban fácilmente estos cuerpos opacos. En fin, en momentos de -febril impaciencia, intercaló casualmente la mano entre la ampolla -de Crookes y la pantalla receptora, cuando, sobrecogido de intensa -emoción, acaso con espanto, contempló espectáculo macabro: sobre la -superficie del cuerpo fluorescente dibujábanse fielmente en negro los -huesos de la mano, como si no existieran los tejidos envolventes. -Los maravillosos rayos X quedaban descubiertos, y con ellos la -_radioscopia_. Pronto siguieron la _radiofotografía_ y las admirables -aplicaciones quirúrgicas e industriales de todos conocidas. - -El segundo caso, muy elocuente también, fue el descubrimiento fortuito -de la _radioactividad_ de la materia, debido al insigne físico francés -Henri Becquerel. - -Ya el malogrado H. Poincaré habíase preguntado si al fin no resultaría -que la producción de rayos X es propiedad de los cuerpos fluorescentes. -Deseando confirmar esta conjetura y bien preparado, además, para tal -linaje de indagaciones, M. Becquerel proyectó ensayar el _sulfato de -uranio_, cuerpo típicamente fluorescente. Pero corrían los nebulosos -días de febrero, y el sol no se dignaba aparecer. En espera de que -el astro rey disipara las densas brumas de París, había el referido -físico preparado con mucha antelación el experimento, colocando sobre -placa sensible, cubierta de papel negro, varios cristales de sulfato -de uranio, e interponiendo, además, una cruz de cobre. La impaciencia -le devoraba. Aguijado por ella, ocúrrele cierto día extraer la placa -de su envoltura protectriz, y revelarla a la ventura. Grande fue su -asombro al advertir, contra todas sus presunciones (la sal de uranio -había permanecido en la obscuridad), intensa impresión en la placa, -donde se mostraban dibujados en negro los cristales de la sal uránica, -y en claro la referida cruz metálica. Había, sin querer, descubierto la -_radioactividad_ de la materia, una de las más prodigiosas conquistas -de la ciencia moderna. - -Mas lo chocante y estupendo del caso fue que M. Becquerel realizó -tamaño descubrimiento (que le valió el premio Nobel) guiado por -falsa hipótesis (relación etiológica entre la emisión de rayos X y -la fluorescencia). Precisamente de todos los cuerpos fluorescentes -conocidos, _solo el uranio_ posee poder radioactivo. Como se ve, el -efecto fue teatral; se diría preparado por un genio irónico empeñado en -impulsar la Ciencia, a pesar de las más erróneas concepciones. - -Mas es forzoso convenir en que, si muchos sabios descubrieron lo que no -buscaban, todos ellos buscaron con admirable tenacidad, y fueron dignos -del éxito, porque con rara penetración, acertaron a sorprender los -grandes progresos latentes en las tímidas y fragmentarias revelaciones -del acaso. En suma: el azar afortunado suele ser casi siempre el -premio del esfuerzo perseverante. - -Solicitar la ayuda de la casualidad, es como agitar el agua turbia para -que suban y se hagan patentes los objetos sumergidos en el fondo. Todo -observador hará bien en tentar su buena ventura; empero no confiará -demasiado en ella, y apelará más a menudo al trabajo reglado, pues -quien domina los métodos y está al corriente de los problemas todavía -no resueltos, pero susceptibles de solución, logra casi siempre, sin -aventurarse en probaturas de ordinario infecundas, algún descubrimiento -de más o menos valía. - -Conquistado el primer hecho nuevo (sobre todo si este es de aquellos -cuyo advenimiento provoca en el ambiente científico nuevas corrientes -de ideas), nuestra tarea será tan llana como brillante: como que se -reducirá a ir sacando progresivamente las consecuencias que entraña la -reciente adquisición en las diversas esferas de la Ciencia. Por eso -se ha dicho que el primer descubrimiento es el que cuesta; los demás -suelen ser corolarios del primero. Doctrina sabida es, y proclamada -por filósofos como Taine, y por científicos como Tyndall, que todo -problema resuelto plantea infinidad de nuevas cuestiones, y que el -descubrimiento de hoy contiene en germen los descubrimientos del -mañana. La cima de la verdad, con tantos esfuerzos escalada, que -mirada desde el valle semejaba montaña imponente, no es sino minúscula -estribación de formidable cordillera que se columbra a través de la -niebla, atrayéndonos con insaciable curiosidad. Satisfagamos esta -ansia de subir, y aprovechando el plácido descanso que proporciona -la contemplación del nuevo horizonte, meditemos desde la cima recién -conquistada el plan que debe conducirnos a más altas regiones. - -Pero, según dejamos dicho, la fortuna de inaugurar un estudio lleno -de promesas con un hecho trascendental es rara, y ningún investigador -prudente debe contar demasiado con ella; por donde, para iniciar -nuestra obra, no debemos vacilar en partir del descubrimiento de otros. -Así y todo, no ha de faltarnos labor, y labor fecunda. El nuevo hecho, -fruto del ajeno desvelo, suele causar una revolución en el ambiente -científico: convierte en sospechosas doctrinas antes estimadas como -verdades firmes; suscita nuevas posiciones de equilibrio en esas -vagas regiones de lo conjetural que forman el tránsito de lo conocido -a lo desconocido; y plantea una serie de nuevas cuestiones que el -iniciador, falto de tiempo, no pudo resolver por sí mismo. - -Además, en el orden crítico este deja casi siempre incompleta su obra: -influido todavía por la tradición, no acierta a romper abiertamente -con los prejuicios del pasado; receloso, acaso, de hallar demasiada -oposición en el ambiente científico, e impaciente de aprobaciones -y aplausos, presenta su teoría como una transacción entre viejas y -novísimas doctrinas. Por tal motivo, un observador menos meticuloso, -llegado de refresco, suele perfeccionar, con poco esfuerzo, la obra -del iniciador, sacando de ella las últimas consecuencias teóricas -y prácticas. Todo ese cúmulo de problemas suscitados por la nueva -conquista científica, constituye terreno fecundísimo para el novel -investigador. A él acudirá, bien templadas sus armas analíticas, sin -arrogancia ni esperanza excesiva; pero no confíe en llegar solo: allí -encontrará también una pléyade de émulos que intentarán ganarle por la -mano, y a los cuales se adelantará solamente a fuerza de actividad, -penetración y perseverancia. - -Finalmente, cuando nos hallemos en presencia de varios temas igualmente -favorables y fecundos, escogeremos aquel cuya metodología nos sea -perfectamente conocida, y por el que sintamos decidida simpatía. Es -consejo de buen sentido que Darwin daba a sus discípulos cuando le -demandaban tema de estudio. Y la razón es que nuestro entendimiento -redobla sus fuerzas cuando columbra en lontananza el premio del placer -o de la utilidad. - -El explorador de la naturaleza --lo hemos repetido varias veces-- debe -considerar la investigación cual _deporte_ incomparable, en donde -todo, desde los procederes técnicos hasta la elaboración doctrinal, -constituye perenne manantial de gratas satisfacciones. Quien en -presencia de un arduo problema no sienta crecer su entusiasmo, ni -acrecentarse sus fuerzas; quien, al aproximarse el solemne momento del -_fiat lux_ impacientemente esperado, no tenga el alma inundada por la -emoción precursora del placer, debe abandonar las empresas científicas, -porque la Naturaleza no otorga sus favores a los fríos de condición, y -la frialdad es a menudo inequívoco signo de impotencia. - -[Ilustración] - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO V - -Enfermedades de la voluntad. - - -Todos hemos visto profesores superiormente dotados, desbordantes de -actividad e iniciativas, en posesión de suficientes medios de trabajo, -y que, sin embargo, no realizan obra personal ni escriben casi nunca. -Sus discípulos y admiradores esperan con ansia la obra grande, -legitimadora del alto concepto que del maestro se formaron; pero la -_obra grande_ no se escribe y el maestro continúa callando. - -No nos engañen el optimismo y el buen deseo. A despecho del mérito -excepcional y del celo y actividad desplegados en determinadas -funciones docentes, dichos maestros son enfermos de la voluntad. No -lo serán acaso a los ojos del frenópata; su modorra y dejadez no -justifican todavía el diagnóstico de _abulia_; pero sus discípulos y -amigos harán bien en considerarlos como anormales y de proponerles, -con el respeto y dulzura debidos a su alta mentalidad, tratamiento -espiritual adecuado. - -Estos ilustres fracasados agrúpanse en las principales clases -siguientes: _dilettantes o contempladores_, _eruditos o bibliófilos_, -_organófilos_, _megalófilos_, _descentrados_ y _teorizantes_. - -_Contempladores._--Variedad morbosa muy frecuente entre astrónomos, -naturalistas, químicos, biólogos y físicos, reconócese en los síntomas -siguientes: Amor a la contemplación de la Naturaleza, pero solo en -sus manifestaciones estéticas: los espectáculos sublimes, las bellas -formas, los colores espléndidos y las estructuras elegantes. Si el -_dilettante_ es botánico, quedará para siempre anclado en la admiración -de las algas, singularmente de las _diatomeas_, cuyos elegantes -carapachos cautivarán su admiración. En su culto fetichista, pasará -sus horas examinando y fotografiando de mil maneras tan interesantes -seres, componiendo con ellos letreros, grecas, escudos y otros primores -ornamentales, pero sin añadir al copioso catálogo de las especies -conocidas una variedad nueva ni contribuir en lo más mínimo al -conocimiento de la estructura, evolución y funcionalismo de los citados -microorganismos. - -Si el sibarita científico es histólogo, se consagrará con amor al arte -de prestar a las células y tejidos orgánicos vistosas coloraciones; -dominará a maravilla la jeringuilla de inyección, y en su ingenua -admiración de lo pintoresco, pasará sus veladas dibujando las elegantes -redecillas que el carmín y el azul de Prusia bordan en los capilares -del intestino, músculos y glándulas. A gala tendrá el dominar los -más elegantes métodos de tintorería histológica, sin sentir jamás -la tentación de aplicarlos a un tema nuevo o dilucidar una cuestión -litigiosa. - -Si es geólogo, permanecerá arrobado examinando a la luz polarizada -los espléndidos colores mostrados por las secciones de rocas; si -bacteriólogo, se aficionará al coleccionamiento y cultivo de los -microbios cromógenos y fosforescentes; si astrónomo, consagrará sus -ocios a fotografiar las montañas de la luna o las manchas del sol... - -¿A qué seguir? Todos nuestros lectores recordarán tipos y variedades -interesantes de esta especie, tan simpática por su entusiasmo juvenil y -verbo cálido y cautivador, como estéril para el progreso efectivo de la -ciencia. - -_Bibliófilos y políglotas._--Como el micrógrafo se recrea en la -diatomea o el zoólogo en conchas, insectos y pájaros de vistosa librea, -el bibliófilo se deleita con la lectura del libro o monografía -novísimos, de esas monografías trascendentales, renovadoras, que solo -recibe él y de que nuestro erudito se sirve maravillosamente para -asombrar a sus amigos. - -Los síntomas de esta dolencia son: tendencias enciclopedistas; dominio -de muchos idiomas, algunos totalmente inútiles; abono exclusivo a -Revistas poco conocidas; acaparamiento de cuantos libros novísimos -aparecen en el escaparate de los libreros; lectura asidua de lo que -importa saber, pero sobre todo, de lo que a pocos interesa; pereza -invencible para escribir y desvío del seminario y del laboratorio. - -Como es natural, nuestro erudito vive _en_ y _para_ su biblioteca, que -es copiosa y monumental. Allí recibe a sus contertulios, a quienes -cautiva con una conversación amena, brincadora, variadísima, iniciada -de ordinario con estas o parecidas interrogaciones: ¿Ha leído usted el -libro de Fulano? (aquí un nombre yanqui, alemán, ruso o escandinavo). -¿Conoce usted la sorprendente teoría de Zutano? Y sin oír la respuesta, -el erudito desarrolla, con calurosa elocuencia, una doctrina las -más veces estrafalaria y audaz, sin base objetiva suficiente y solo -pasadera como tema de espiritual _causerie_. - -Estos indolentes de la ciencia, que hablan de todo, malogrando y -derrochando facultades exquisitas, ignoran una cosa muy sencilla y -muy humana: que son censurados de sus mismos amigos y aduladores, a -quienes inspiran más piedad que respeto. Y desconocen también, o al -menos no sienten con la vehemencia debida, esta verdad trivial: que la -erudición posee muy escaso valor cuando no representa la preparación y -el pródromo de la acción personal intensa y perseverante. Todo su afán -se cifra en pasar por monstruos de talento y de cultura, sin reparar -que solo esfuerzo vivificante puede librar al sabio del olvido y la -injusticia. - -No hay, por fortuna, en este punto que insistir mucho para rectificar -juicios sociales equivocados. Nadie ignora que vale quien sabe y actúa, -y no quien sabe y se duerme. Rendimos tributo de veneración a quien -añade una obra original a una biblioteca, y se lo negamos a quien lleva -una biblioteca en la cabeza. Para resultar fonógrafo, no valía la pena -de haber complicado con el estudio y la reflexión la organización del -cerebro. En cosa de más enjundia hay que emplear nuestras neuronas. -Saber, pero transformar; conocer, pero obrar: tal es la norma del -verdadero hombre de ciencia. - -Brindemos, pues, nuestro aplauso y gratitud a quienes dejaron estela de -verdades luminosas, y olvidemos a quienes se fatigaron estérilmente, -convertidos en girándulas de sonoras palabras. Al modo del tenor, -el erudito elocuente puede, sin duda, recibir en vida, en la cálida -intimidad de su tertulia, plácemes entusiastas; pero en vano esperará -las aclamaciones del gran teatro del mundo. El público del sabio vive -lejos o no vive aún; lee y no oye; es tan austero y recto, que no -reconoce más títulos a la gratitud y al respeto que las verdades nuevas -puestas en circulación en el mercado cultural. - -_Los megalófilos._--Caracterízase esta variedad de malogrados por -atributos nobles y simpáticos. Estudian mucho, pero aman también el -trabajo personal; poseen el culto de la acción y dominan los métodos -inquisitivos; rebosan de patriotismo sincero y ansían enaltecer su -nombre y honrar a su país con admirables conquistas. - -Y, sin embargo, un error funesto esteriliza sus afanes. Evolucionistas -convencidos en teoría, resultan providencialistas en la práctica. Como -si confiaran en el milagro, desean estrenarse con hazaña prodigiosa. -Recordando acaso que Hertz, Mayer, Schwann, Röntgen, Curie, iniciaron -su vida científica con un gran descubrimiento, aspiran a ascender, -desde el primer combate, de soldados a generales, y se pasan la vida -planeando y dibujando, construyendo y rectificando, siempre en febril -actividad, siempre en plena revisión, incubando el gran engendro, la -obra asombrosa y arrolladora. Y los años transcurren, y la expectación -se fatiga, y los émulos murmuran, y los amigos estrujan la imaginación -para cohonestar el silencio del grande hombre. Y mientras tanto, sobre -aquel tema tan detenidamente explorado, acariciado y lamido, llueven en -el extranjero importantes monografías que arrebatan, ¡ay!, a nuestro -ambicioso investigador el halago de la prioridad, y le obligan a -cambiar de rumbo. Sin desanimarse, el megalófilo aborda otro tema, y -cuando tiene casi construido el imponente monumento, nuevos émulos, -que se permiten fabricar ciencia al pormenor, vuelven a amargarle la -existencia. Y al fin llega a la vejez entre el silencio indulgente de -los discípulos y la irónica sonrisa de los sabios. - -¡Y todo por no haberse plegado desde el principio, modesta y -humildemente, a esta ley de naturaleza, que es también táctica de buen -sentido!: Abordar primeramente los pequeños problemas, para acometer -después, si el éxito sonríe y las fuerzas crecen, las magnas hazañas -de la investigación. Esta actitud prudente podrá no conducir siempre a -la gloria; pero en todo caso nos granjeará la estima de los sabios y el -respeto y consideración de nuestros conciudadanos. - -A guisa de subvariedad de los _megalófilos_ consideramos los -_proyectistas_, que recuerdan a los antiguos arbitristas. Distínguense -fácilmente por la ebullición y superabundancia de ideas y de planes de -acción. Ante sus ojos optimistas, todo aparece de color de rosa. Por -seguro tienen que, una vez secundadas, sus iniciativas abrirán amplios -horizontes a la ciencia y rendirán frutos prácticos inestimables. -Solo hay que deplorar una pequeña contrariedad: ninguna empresa llega -a plena sazón. Todas se malogran, unas veces por escasez de medios, -otras por ausencia de ambiente, las más por falta de discípulos -capaces de cooperar a la magna obra, o de Corporaciones y Gobiernos -suficientemente cultos y avisados para alentarla y recompensarla. - -La realidad es que no trabajan bastante; fáltales perseverancia. Como -decía agudamente Gracián en su _Oráculo manual_: «Todo se les va a -algunos en comenzar y nada acaban; inventan, pero no prosiguen; todo -_para_ en _parar_... Mate el sagaz la caza, no se le vaya todo en -levantarla». - -_Organófilos._--Variedad poco importante de infecundos, reconócense en -seguida por una especie de culto fetichista hacia los instrumentos de -observación. Fascinados por el brillo del metal, como la alondra por -el espejuelo, cuidan amorosamente de sus ídolos, que guardan como en -sagrario, relucientes como espejos y admirablemente presentados. Reposo -y disciplina conventual reinan en el laboratorio, donde no hay una -mancha ni se oye el menor rumor. - -En los amplios bolsillos del organófilo las llaves sonajean de -continuo. Imposible que el ayudante o los alumnos consulten, en -ausencia del profesor, la monografía o el aparato imprescindibles. -Microscopios, espectroscopios, balanzas de precisión, reactivos, etc., -están guardados y lacrados con siete sellos. ¡No faltaría más que, -por una condescendencia punible del jefe, el ayudante estropeara el -objetivo de Zeiss, el refractrómetro o el aparato de polarización! -¡Ello sería horrible! Además, ¿no es él el único responsable del -material científico, arca santa de la Universidad, y no tendrá en -su día que rendir estrecha cuenta a sus superiores? ¿Investigar? -¿Comprobar? ¡Ya lo hará cuando tenga tiempo, y luego que lleguen -ciertas novísimas Monografías cuya consulta le es indispensable! -¡Ah!, si el Gobierno le aumentase la consignación de material, quizá -podría desprenderse, en obsequio a la enseñanza, de parte del sagrado -depósito... ¡Pero mientras tanto!... - -Estos maestros --de que nuestros lectores recordarán más de un -ejemplar-- erraron la vocación[17]. Creen ser buenos docentes y celosos -funcionarios y, en realidad, son excelentes amas de casa. ¿Verdad que -recuerdan a esas excelentes señoras, las cuales adornan primorosamente -la sala, ordenan escrupulosamente los muebles, barnizan diariamente -el _parquet_ y, en evitación de manchas y desarreglos, reciben a sus -relaciones en el comedor? - -Claro es que de los organófilos empedernidos no puede sacarse partido. -Padecen morbo casi incurable, sobre todo si va asociado, según -ocurre con frecuencia, a cierto estado moral poco confesable: a la -preocupación egoísta y antipática de impedir que otros trabajen, ya que -ellos no saben o no quieren trabajar. - -_Los descentrados._--Si el profesorado no fuera a menudo entre nosotros -mero escabel de la política o decoroso reclamo de la clientela -profesional; si a nuestros candidatos a la cátedra se les exigieran, -en concursos y oposiciones, pruebas objetivas de aptitud y vocación, -en vez de pruebas puramente subjetivas y, en cierto modo, proféticas, -abundarían menos esos casos de chocante contradicción entre la vocación -real y la actividad oficial, entre la función retribuida y la actividad -libre. - -«Una de las causas de la prosperidad de Inglaterra --me decía un -profesor de Cambridge-- consiste en que, entre nosotros, cada -cual ocupa su puesto.» Lo contrario de lo que, salvando honrosas -excepciones, acontece en España, en donde muchos parecen ocupar un -puesto, no para desempeñarlo, sino para cobrarlo y tener de paso el -gusto de excluir a los aptos. - -¿Quién no recuerda generales nacidos para pacíficos burócratas o -jueces de paz; profesores de medicina cultivando la literatura o la -arqueología; ingenieros escribiendo melodramas; patólogos dedicados a -la moral, y metafísicos votados a la política? De donde resulta que, en -lugar de consagrar a la actividad oficial todas las fuerzas de nuestro -espíritu, le rendimos solamente mínima parte de ellas, y eso de mala -gana y como cumpliendo penosa obligación. - -No pretendemos, empero, que la vida del profesor y, en general, del -hombre de ciencia, sea tan austera y rigorista que haya de consumirse -por entero en la tarea profesional. Desearíamos solamente que a -ocupaciones amenas o de mero pasatiempo dedicara el sobrante de -su actividad, esos sanos coqueteos de la atención enervada por la -intensidad y monotonía de la diaria labor. - -Más que anormales --pensará alguno-- los _descentrados_ son -infortunados a quienes circunstancias adversas impusieron oficio -contrario a sus inclinaciones. Sin embargo, bien consideradas las -cosas, dichos fracasados entran también en la categoría de abúlicos, -porque carecen de la energía necesaria para cambiar de camino, -armonizando al fin la vocación con el empleo. - -Los descentrados crónicos parécennos enfermos desahuciados. No así los -jóvenes, a quienes sugestiones de familia o tiranías del medio moral -desviaron de su destino, obligándoles a trabajo de forzados. Flexibles -todavía las coyunturas mentales, harán bien en cambiar de dirección en -cuanto soplen vientos favorables. Aun aquellos que, amarrados a una -ciencia extraña a sus aficiones, viven como desterrados de su patria -ideal, podrían redimirse y trabajar con provecho si, levantando el -ánimo al cumplimiento de sagrados deberes, procuraran buscar dentro -de sus tareas oficiales algún dominio agradable, donde laborar hondo -y bien. ¿Qué ciencia carece de algún oasis deleitoso donde nuestra -inteligencia encuentre útil empleo y plena satisfacción? - -_Los teorizantes._--Hay cabezas cultísimas y superiormente dotadas, -cuya voluntad padece una forma especial de pereza, tanto más grave -cuanto que ni a ellos se lo parece ni por tal suele reputarse. He aquí -sus síntomas culminantes: talento de exposición; imaginación creadora -e inquieta; desvío del laboratorio y antipatía invencible hacia la -ciencia concreta y los hechos menudos. Pretenden ver en grande y viven -en las nubes. Prefieren el libro a la monografía y las hipótesis -brillantes y audaces a las concepciones clásicas, pero sólidas. En -presencia de un problema difícil, sienten irresistible tentación, no de -interrogar a la Naturaleza, sino de formular una teoría. Como acierten -a percibir tenue y artificiosa analogía entre dos fenómenos, o logren -encajar el hecho nuevo en el marco de una concepción general verdadera -o falsa, danse por satisfechos, y se creen excelsos reformadores. El -método es legítimo en principio, pero abusan de él, cayendo en la -inocencia de considerar las cosas bajo un solo aspecto. Para ellos lo -esencial es la estética de la concepción. Poco importa que se funde en -el aire, con tal de que sea bella e ingeniosa, ponderada y simétrica. - -Como es natural, las decepciones persiguen al teorizante. El medio -científico actual es tan poco propicio a las teorías, que aun las que -llevan el sello del genio necesitan para imponerse lustros de lucha -y de incesante laboreo experimental. ¡Han caído tantas doctrinas que -parecían inconmovibles! - -En el fondo, el teorizante es un perezoso disfrazado de diligente. Sin -percatarse de ello, obedece a la ley del mínimo esfuerzo. Porque es más -fácil forjar una teoría que descubrir un fenómeno. - -Liebig, buen juez en estas materias, escribía paternalmente al joven -Gebhard, químico de grandes alientos, pero harto inclinado a las -síntesis ambiciosas: «No hagas hipótesis. Ellas te acarrearán la -enemiga de los sabios. Preocúpate de aportar hechos nuevos. Los hechos -son los únicos méritos no regateados por nadie; hablan alto en nuestro -favor, pueden ser comprobados por todos los hombres inteligentes, nos -crean amigos e imponen la atención y el respeto a los adversarios». - -Y Liebig tenía muchísima razón. Las teorías son, en efecto, -peligrosísimas para el porvenir de un principiante. Adoctrinar -envuelve cierta arrogancia pedante, algo como alarde de superioridad -intelectual, que solo se perdona al sabio ilustrado por larga serie -de descubrimientos positivos. Adquiramos primero personalidad -seamos obreros útiles; más adelante veremos si se nos consiente ser -arquitectos. - -Acaso el lector, recordando lo que dejamos en otro lugar expuesto -acerca de la necesidad de las hipótesis, se pregunte si no cometemos -inconsecuencias. Hay que distinguir entre las hipótesis de trabajo -(_Arbeitenhipothesen_ de Weissmann) y las teorías científicas. La -hipótesis constituye interrogación interpretativa de la naturaleza. -Forma parte de la investigación misma, como que representa su fase -inicial, su antecedente casi necesario. Pero especular de continuo, es -decir, teorizar por teorizar, sin acudir al análisis objetivo de los -fenómenos, es perderse en idealismos sin consistencia, es volver la -espalda a la realidad. - -Insistamos una vez más en esta conclusión evidente: el haber positivo -de un sabio hállase formado por el conjunto de los hechos originales -que aporta. Las hipótesis pasan, pero los hechos quedan. Las teorías -nos abandonan, los hechos nos defienden. Ellos son nuestro capital -efectivo, nuestros bienes raíces y nuestra mejor ejecutoria, y en la -eterna mudanza de las cosas ellos solo se salvarán de los ultrajes del -tiempo y del olvido o de la injusticia de los hombres. Fiarlo todo -al éxito de una concepción, vale tanto como ignorar que cada quince -o veinte años se renuevan las teorías. ¡Qué de hipótesis, al parecer -definitivas, no han caído ruidosamente en física, en química, en -geología, en biología, etc., durante los últimos lustros! En cambio, -ahí están inmutables, y desafiando a la crítica, los hechos bien -observados de la anatomía y fisiología, de la química y de la geología, -las leyes y ecuaciones de la astronomía y de la física. «Dadme un hecho ---decía Carlyle-- y yo me postro ante él.» - -En suma: el principiante consagrará su máxima actividad a descubrir -hechos nuevos, haciendo observaciones precisas, experimentos fecundos, -descripciones exactas. De las hipótesis se servirá a título de -sugeridoras de planes de investigación y promotoras de nuevos temas -de trabajo. Si, a pesar de todo, se siente compelido a crear vastas -generalizaciones científicas, hágalo más adelante, cuando el caudal de -observaciones originales allegadas le haya granjeado sólida autoridad. -Entonces, y solo entonces, será oído con respeto y discutido sin -desdén. Y si la fortuna le acompaña, ceñirá al fin la doble corona de -investigador y de filósofo. - -Hemos descrito los principales tipos de fracasados, haciendo resaltar, -quizás con tintas algo subidas, sus flaquezas éticas y sus lacerias -intelectuales. Nuestro propósito ha sido ponerles delante el espejo -donde, tanto ellos como sus discípulos y admiradores, contemplen su -deformidad. No confiamos, empero, en la eficacia de nuestro diagnóstico -para corrección de los maduros y osificados. A los jóvenes que, en su -candor, envidian prestigios más que discutibles, se dirigen nuestros -consejos. Y se enderezan, sobre todo, a esos profesores cultos y -capaces de trabajar con fruto, pero que, influidos por el mal ejemplo -y faltos de disciplina interior, comienzan a sentir, con el desmayo -del trabajo personal, el deseo malsano y antipatriótico de imitar a -nuestros engreídos infecundos. - -Si, a pesar de todos los consejos, la reacción mental se retarda, -hagan examen de conciencia y vean si no están en el caso de sufrir -una cura espiritual en el extranjero. El laboratorio del sabio es un -sanatorio incomparable para los extravíos de la atención y los desmayos -de la voluntad. En él se desvanecen viejos prejuicios y se contraen -sublimes contagios. Allí, al lado de un sabio laborioso y genial, -recibirá nuestro abúlico el bautismo de sangre de la investigación; -allí contemplará, con noble envidia, ardorosa emulación por arrancar -secretos a lo desconocido; allí respirará el desdén sistemático hacia -las vanas teorías y los discursos retóricos; allí, en fin --en extrañas -tierras--, sentirá renacer el santo patriotismo. Y cuando, lanzado en -el camino del trabajo personal, cuente en su haber algunos estimables -descubrimientos, de regreso al país natal, aprenderá a escatimar sus -admiraciones y mirará con desdén, casi con lástima, a sus antiguos -ídolos. - -[Ilustración] - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO VI - -Condiciones sociales favorables a la obra científica. - - -La producción del hombre de ciencia, como toda actividad del espíritu, -hállase rigurosamente condicionada por el medio físico y moral. Con -razón se ha dicho que el sabio es planta delicada, susceptible de -prosperar solamente en un terreno especial formado por el aluvión de -secular cultura y labrado por la solicitud y estimación sociales. -En ambiente favorable, hasta el apocado siente crecer sus fuerzas; -un medio hostil o indiferente abate el ánimo mejor templado. ¿Cómo -proseguir cuando a nadie interesa nuestra obra? Solo un carácter -férreo y heroico sería capaz de sobreponerse a un medio adverso, y -esperar, resignado y obscuro, la aprobación de la posteridad. Pero la -sociedad no debe contar con los héroes, por si no tienen a comodidad -de aparecer. Atengámonos, sobre todo, a los caracteres medios y a -los talentos regulares, como vengan asistidos de noble patriotismo -y de hidalga ambición. A la formación y cultivo de estos patriotas -del Laboratorio deben contribuir Gobiernos e Instituciones docentes, -creándoles un ambiente social propicio y librándoles, en lo posible, de -las preocupaciones de la vida material. - -Sin duda que, durante algún tiempo todavía, y en virtud de causas -cuyo examen dejamos para otro lugar, la investigación científica en -España será obra de abnegación y de sacrificio. Con todo eso, fuerza -es declarar que se han exagerado mucho las resistencias morales y -materiales opuestas al trabajo científico. Nuestros Jeremías de la -Universidad deploran, a veces con razón, la falta de medios; pero más a -menudo se quejan un poco teatralmente, adoptando posturas retóricas, de -abandono y hasta de persecución. - -Tengamos la sinceridad de confesarlo: en la mayoría de los casos, -frases desalentadoras como las siguientes: «Carezco de laboratorio; -ejerzo una profesión incompatible con el vagar indispensable a la labor -científica; las obligaciones de la familia me roban el tiempo y dinero -exigidos por el trabajo de investigación», etc., etc., representan -alegatos del _dolce far niente_ o disculpas de un patriotismo desmayado. - -Fácil será reducir a su cabal valor tales lamentaciones e insistir de -pasada en esta verdad capital: para _la obra científica los medios son -casi nada y el hombre lo es casi todo_. - -_Deficiencia de medios materiales._-- He aquí la cómoda excusa que -muchos profesores y no pocos doctores ajenos a la enseñanza, aunque -aptos para la investigación, ponen por delante en cuanto se les -interroga por sus trabajos. Si el quejumbroso es _filósofo_, _jurista_, -_filólogo_, etc., alegará la falta de lectores y, sobre todo, la -ausencia de biblioteca de Revistas especiales; si _bacteriólogo_, -_histólogo_ o _naturalista_, echará de menos un buen microscopio, -reactivos, local adecuado, etc.; si _físico_, _químico_ e _ingeniero_, -repetirá la misma cantinela, deplorando la mezquindad del instrumental -y la indotación del laboratorio; si astrónomo, se tenderá en el surco -hasta que el Gobierno le proporcione magníficos telescopios, etc. -Todos, en fin, coincidirán en que nuestros políticos, procedentes en su -inmensa mayoría del gremio de juristas y literatos, desdeña la ciencia -experimental y la enseñanza objetiva. E incurriendo en un tópico -vulgar, no vacilarán en suponerlos principales responsables de nuestro -atraso[18]. - -Pueril fuera desconocer que hemos padecido, a menudo, ministros del -viejo tipo retórico, sin orientación europea, y funestos, por tanto, -al resurgimiento intelectual de nuestro país. Mas tales políticos, -orientados hacia el pasado, devotos de la tradición y recelosos de la -moderna cultura, han desaparecido casi por completo. - -Nuestros estadistas de hoy adolecen, sin duda, de algunos defectos (uno -de ellos es ignorar o no sentir con suficiente energía que la grandeza -y poderío de las naciones es obra de la ciencia, y que la justicia, -el orden y las buenas leyes constituyen factores de prosperidad -positivos, pero secundarios); pero en todo caso no incurrirán en el -error antipatriótico de negar protección y subsidios a las eminencias -de la cátedra y a las capacidades científicas indiscutibles. En su -ingenuo optimismo han hecho más, y es doloroso consignarlo: han -creado espléndidos laboratorios a beneficio de varones cuya aptitud -y patriotismo parecen harto dudosos. Y si para los hábiles de la -intriga y del favor se crean sinecuras y se acumulan espléndidos medios -materiales, ¿cómo les serán estos negados a maestros esclarecidos, -ilustrados por notorios descubrimientos o por trabajos científicos de -positiva valía? - -Tiene el político sus debilidades, pero tiene también sus noblezas. Y -por encima de todo cultiva la habilidad y la travesura. Precisamente, -esos mismos ministros, cuya voluntad flaquea ante los requerimientos de -la amistad o de la clientela política, suelen ser los más solícitos en -galardonar al mérito positivo. - -Claro es que las susodichas facilidades de trabajo se dispensan de -preferencia a profesores aventajados y de indiscutible autoridad. Con -mayores obstáculos tropezarán los aficionados ansiosos de renombre. -Harán mal, empero, en desanimarse. Para seguir adelante y fomentar -la noble vocación, tendrán que escoger entre el sacrificio o la -subordinación, es decir, entre el laboratorio propio y el laboratorio -oficial. - -En ausencia total de recursos materiales, todo principiante deberá -recurrir al laboratorio oficial. Y conseguirá, si se lo propone, -figurar entre los íntimos del maestro. Como su fuerza de trabajo y -preparación científica sean suficientes, ¿qué profesor le negará una -mesa de labor y paternales consejos? - -Y, sin embargo, nosotros veríamos con más gusto al principiante (a -poco que se lo consintieran sus recursos pecuniarios) iniciar su -aprendizaje en laboratorio propio, organizado y sostenido con sus -modestas economías. Sin duda que el Establecimiento oficial nos ofrece, -con el maestro, guía valioso y, en muchos casos, irreemplazable. Pero -la labor en común adolece de muchos inconvenientes. La brevedad de las -horas de trabajo, la conversación y bullicio continuos, el ir y venir -de alumnos y ayudantes, la lucha por la posesión de los instrumentos -analíticos, y otras molestias anejas a los laboratorios universitarios, -además de implicar pérdida de tiempo, producen una despolarización de -la atención, nada favorable a la pesquisa científica. - -En condiciones tales, y más si el guía deja algo que desear, vale más -trabajar a solas. Sean nuestros maestros los libros: mentores sabios, -serenos, sin eclipses ni mal humor. Con ellos daremos cima al empeño -soberano, que consiste, antes de descubrir, en descubrirnos; antes de -modelar la naturaleza, en modelarnos. Forjarnos un cerebro fuerte, un -cerebro original, exclusivamente nuestro: he ahí la labor preliminar, -absolutamente inexcusable. Y luego, llegada la madurez técnica, ¡qué -holguras y facilidades para la indagación personal! Ibsen pone en boca -de un personaje este consejo dirigido a un amigo: «Sé tú mismo.» Nada -mejor para lograrlo que laborar a solas. - -¡Oh soledad confortadora, cuán propicia eres a la originalidad del -pensamiento! ¡Cuán dulces y fecundas las invernales veladas pasadas -en el _hogar-laboratorio_, durante las cuales los Centros docentes -rechazan a sus devotos! Ellas nos libran de fatales improvisaciones, -doman nuestra impaciencia y refinan la capacidad de observación. ¡Con -qué cariño cuidamos de los instrumentos propios, cada uno de los cuales -representa una vanidad negada o un vicio insatisfecho! ¡En nuestro -amor hacia ellos, apreciamos sus excelencias, notamos sus defectos, -esquivamos sus lazos, penetramos, en fin, en su alma amiga, que -responde siempre, sumisa y simpáticamente, a los requerimientos de la -nuestra! - -Pero un laboratorio de investigación --reparará el lector-- debe ser -cosa dispendiosa. Error lamentable. Procurarse las herramientas -necesarias, cuesta muy poco. Misérrimos habrán de ser los profesores, -naturalistas, médicos, farmacéuticos, etc., para quienes sea empresa -inaccesible costear y sostener un Centro privado de estudios -experimentales. - -Permítasenos la inmodestia de citarnos a este propósito. Con las -exiguas economías del haber de un catedrático de provincias, y sin más -ingresos extraordinarios que algunas lecciones particulares, hubimos -nosotros de crear y mantener, durante quince años, un laboratorio -micrográfico y suficiente biblioteca de Revistas. Nuestro primer -microscopio --un Verick estimable-- fue adquirido a plazos. Y el caso -no es excepcional. Lo corriente es inaugurar la propia obra con penuria -de medios, pero con medios propios, que precisamente por serlo resultan -singularmente educadores y fecundos. Notorio es que la mayoría de los -descubrimientos fisiológicos, histológicos y bacteriológicos, etc., -fueron obra de jóvenes entusiastas, sin nombre y sin fortuna, que -trabajaron en buhardillas o graneros. El laboratorio oficial, cómodo y -suntuoso, llegó más adelante, como galardón del éxito científico. - -A docenas podrían citarse ejemplos clásicos de modestos comienzos. -Faraday, aprendiz de encuadernador, llevado de su entusiasmo -científico, asentó de mozo o de mecánico en el laboratorio de Davy, -alejado del cual, y sin haber seguido carrera alguna, montó un Centro -de investigaciones, del que brotaron admirables conquistas, renovadoras -de la ciencia de la electricidad. El gran Berzelius inició sus -descubrimientos químicos en el obrador de su botica. Buena parte de los -astrónomos de genio exploraron el cielo desde la azotea de sus casas, -armados de medianos anteojos. Sirva de ejemplo Goldschmidt, quien desde -las ventanas de su habitación, y ayudado de modestísimo refractor (105 -mil.), descubrió, a fuerza de paciencia, muchos pequeños planetas. - -En suma: más que escasez de medios, hay miseria de voluntad. El -entusiasmo y la perseverancia hacen milagros. Lo excepcional es que, -en lujosos y bien provistos laboratorios sostenidos por el Estado, un -novel investigador logre estrenarse con memorable hazaña científica. -Desde el punto de vista del éxito, lo costoso, lo que pide tiempo, brío -y paciencia, no son los instrumentos, sino, según dejamos apuntado, -desarrollar y madurar una aptitud. A lo más, la mezquindad económica -nos condenará a limitar nuestras iniciativas, a achicar el marco de la -indagación. Pero, ¿no es esto una ventaja? - -Desde este aspecto, cabe distinguir dos ciencias: una dispendiosa, -aristocrática, cuyo culto exige templos suntuosos y ricas ofrendas; -y otra barata, casera, democrática, accesible a los más humildes -peculios. Y esta Minerva de los humildes muéstrase singularmente -propicia: en su bondad acoge mejor las flores de la meditación intensa -que aparatosas y regias hecatombes. Hay, además, un noble orgullo -en triunfar con pobres medios: el orgullo de la elegancia y de la -sobriedad. Por otra parte, nada realza mejor la enérgica personalidad -del investigador, distinguiéndole de la caterva de trabajadores -automáticos, que aquellos descubrimientos donde la voluntad y la lógica -dominan el mecanismo, y para los cuales el cerebro es casi todo y los -medios materiales casi nada. - -Con el propósito de ser útil a nuestros lectores y desterrar -preocupaciones económicas, vamos a descender un momento al terreno de -las cifras, puntualizando algún presupuesto de laboratorios baratos. - -El aficionado a la _botánica_, _anatomía comparada_, _histología_, -_embriología_, etc, necesita, por junto, como instrumental: un -_microscopio Zeiss_, mediano modelo, con _concentrador luminoso Abbe_; -un _objetivo de inmersión homogénea_, dos a seco y una pareja de -_oculares_ (400 a 500 pesetas); pequeño _microtomo_ de Reichert o de -Schanze (150); y _algunos reactivos y materias colorantes_ (de 30 a 50 -pesetas). En suma, un presupuesto total de 1.000 a 1.200 pesetas[19]. - -El _bacteriólogo_ y _anatomopatólogo_ han menester material algo más -variado y dispendioso, aunque todavía abordable para el médico o -naturalista noveles: _Microscopio_ igual al anterior, dos _estufas_, -una de temperatura constante y otra de esterilización, _tubos de -ensayo_, _matraces_, _jaulas_ para animales, etc. Total: de 1.800 a -2.000 pesetas. - -El _fisiólogo_ podrá inaugurar sus estudios con una _caja de -vivisecciones_, _aparato de contención_, de animales, _cilindro -registrador_ de Marey, _carrete de inducción_, _pilas eléctricas_, etc. -Todo ello costará alrededor de 1.000 pesetas. - -Con menos instrumental todavía satisfarán sus gustos el _zoólogo_, el -_geólogo_, y, sobre todo, el aficionado a la _psicología comparada y -experimental_ Nada más económico ni más cautivador para un espíritu -medianamente filosófico que el estudio de los instintos; del modo -de reacción de los animales en presencia de los excitantes; de las -leyes del hábito y de la memoria; del efecto perturbador causado por -la alteración del medio físico (variación, herencia, mutación _per -saltum_, etc.); la materia, en fin, de las observaciones y experimentos -clásicos de los Fabre, Réaumur, Huber, Lubbock, Forel, Perrier, Bohm, -etcétera. - -Ciertamente, mayores sacrificios impone el cultivo de la _física_ y de -la _química_. Requiérese a menudo el laboratorio oficial, bien provisto -de costosos aparatos de medida o de análisis y de potentes generadores -de energía motriz. Y, sin embargo, si nuestro físico en cierne sabe -encerrarse en los límites de un tema especial, perteneciente a los -grandes capítulos de la electricidad, luz, radioactividad, magnetismo, -etc., podrá con ayuda de pocos instrumentos, trabajar también -eficazmente a domicilio e ilustrarse con indagaciones estimables. - -La norma de confinarse en uno o en corto número de temas, posee valor -absoluto. Quien ambicione explorar el dominio total de una ciencia (si -ello fuera posible hoy) necesitaría, además de amplio local, disponer -de un arsenal de instrumentos variadísimos, y, por consiguiente, -enormemente dispendiosos. He aquí un inconveniente más de la manía -enciclopédica, contra la cual hemos protestado en capítulos anteriores. - -_Compatibilidad entre el ejercicio profesional y la labor -investigadora._-- Poco hay que esforzarse en demostrar que, lejos de -excluirse, ambas tareas se completan e iluminan mutuamente. Para el -amante de la observación la práctica profesional constituye el mejor -aliado del laboratorio. Aquella proporciona la materia inquisitiva, a -cambio de la cual este presta al ejercicio profesional normas teóricas -y soluciones prácticas. - -Supongamos que el hombre de carrera sea médico con regular clientela. -Sin vacilar declaramos que no ejercerá a conciencia su misión sin el -concurso del laboratorio privado u oficial, donde personalmente se -ocupe en dilucidar, con el microscopio y la técnica química, los arduos -problemas de la clínica. Ni valga alegar que falta tiempo para ello -y que a la realización de tales trabajos responden los laboratorios -micrográficos y químicos dirigidos por especialistas (análisis -pericial de sangre, orinas, tumores, microbios, etc.). Sin duda que -estos laboratorios rinden servicios útiles; pero su eficacia máxima -se obtiene solamente cuando concurre, en quien los dirige, la doble -cualidad de técnico y de clínico. - -Lejos estamos de condenar las excelencias de la división del trabajo. -Pero convengamos en que la excesiva fragmentación de la labor -científica entraña algunos inconvenientes. Uno de los cuales consiste -en separar lo inseparable, es decir, en localizar en cabezas diferentes -los términos de un mismo razonamiento. Alejados, el dato experimental -y el juicio médico apenas se prestan ayuda; asociados en el mismo -intelecto, se iluminan y fecundan mutuamente. - -Y viniendo a nuestro asunto, ocurre preguntar ahora: si el médico, -entregado a la dilucidación de los problemas prácticos, adquiere, -como no puede menos de suceder, pericia experimental y dominio de los -métodos analíticos, ¿qué le costaría avanzar un paso más y consagrarse, -sin abandonar su profesión, a la indagación científica original? Que -ello es posible, y aun hacedero y llano, pruébase con la conducta de -muchos médicos prácticos del extranjero, quienes, inspirados en nobles -ideales, supieron, entre las inquietudes y apremios del ejercicio -profesional, organizar laboratorios privados, honrándose y honrando a -su país con descubrimientos biológicos de valía. Citemos, entre mil, -al ilustre Virchow, que, siendo médico de Francfort, escribió su -célebre obra sobre la Patología celular; a Roberto Koch, también médico -práctico, domiciliado en Postdam, cuyas investigaciones renovaron la -bacteriología con hallazgos técnicos fecundísimos y observaciones -admirables; a la brillante pléyade de neurólogos de Francfort, ciudad -no universitaria, donde los Weigert, los Ehrlich, los Edinger, etc., -crearon valiosos métodos de investigación histológica, etc. - -_El investigador y la familia._-- Los afanes y gastos exigidos por -la creación y sostenimiento de una familia, en contraste con las -mezquinas retribuciones con que el Estado sufraga la función docente, -constituyen, según es harto sabido, otra de las razones alegadas por -muchos de nuestros profesores para desertar del laboratorio y enderezar -sus actividades a más lucrativas empresas. «La ciencia y la familia ---afirman-- son incompatibles. Puesto que la base física del profesor ---añaden-- representa mera ración de entretenimiento, ¿cómo invitar a -nadie a compartirla? El sabio debe escoger, por tanto, entre su familia -espiritual y su familia real; entre sus ideas y sus hijos.» - -Preciso es reconocerlo: en tales exageraciones late un fondo de -verdad. Los afanes del hogar restan fuerzas morales y económicas a -la obra de investigación. El ideal universitario sería un monasterio, -cuyos monjes, consagrados de por vida al estudio de la naturaleza, se -distrajeran un tanto de sus deberes religiosos. - -Porque somos demasiado imperfectos para consagrar por igual nuestro -fervor a dos nobles causas. El ansia del cielo desinteresa de la -tierra. Notorio es que los psicólogos, abismados en la contemplación -del espíritu, desprecian el cerebro. Quienes se preocupan del diablo, -se ríen del microbio. Y la aspiración a la gloria eterna nos aleja de -la gloria humana. ¡La gloria!... Vana ilusión, sin duda, pero capaz -de remover montañas y de impulsar ardientemente la humanidad hacia la -verdad y el bien. Como el patriotismo, la pasión de la gloria debe -sugerirse y nunca analizarse. - -Mas la vida cenobítica resultaría para la mayoría de los sabios -intolerable sacrificio. Parece que este ideal de íntima convivencia -fue realidad en la famosa escuela de Alejandría. Sin embargo, aquellos -célebres geómetras y astrónomos fueron sin duda casados. Si la mujer -es un mal, convengamos en que es un mal necesario. Poquísimos son los -austeros para quienes la bella mitad del género humano representa -algo así como vistoso ejemplar de colección ornitológica. Además, -mala táctica de conquistar adeptos sería brindarles la abstención y -el martirio. Sea abnegado quien pueda, pero no impongamos a nadie la -abnegación. - -He aquí un punto en que la tutela del Estado resulta necesaria. Es mera -cuestión económica. Obligación sagrada de aquel es conciliar la obra -científica con la holgada vida de familia, ahorrando al investigador -dolorosas renuncias. Como todo ciudadano celoso del bien público, el -científico debe hallarse en situación de satisfacer la plenitud de sus -irrefrenables instintos sociales. En países más adelantados, donde se -sabe harto bien que la prosperidad nacional es fruto de la ciencia, -este problema económico recibió hace tiempo satisfactoria solución. Y -en Alemania e Inglaterra han hecho más: en su generosidad hacia los -maestros, han convertido el aula y el laboratorio en pingües sinecuras. -Y el sabio ha acabado por tener firma tan acreditada en el libro -científico como en el libro talonario. - -En esas felices naciones se cumple siempre lo que escribía Liebig a -Gerhard: «Apuntad a un fin elevado, y al fin los honores y riquezas -llegarán sin que tenga uno que tomarse el trabajo de buscarlos». - -Muy alejados nos hallamos todavía en España de este ideal económico. -Hacia él se camina, sin embargo. Notorio es, según dejamos apuntado -más atrás, que las condiciones materiales de nuestro Profesorado y, en -general, de los devotos del laboratorio, han mejorado mucho, gracias -a plausibles iniciativas de los Gobiernos[20]. Pero aunque el Estado -fuera sordo a nuestros clamores, no debemos amilanarnos. Sea nuestra -divisa la de los grandes financieros: ganar mucho para satisfacer -todas nuestras necesidades, y singularmente las de orden elevado, en -vez de constreñirnos a una vida de mezquina economía y de cobardes -abstenciones. - -Pongámonos en el peor de los casos, y veamos cómo el novel profesor -puede servir a la vez su familia y sus proyectos. Doy por supuesto -que nuestro catedrático reside en ciudad de provincias, de ambiente -sórdido, sin posible clientela y falto, por tanto, de los recursos -necesarios para satisfacer conjuntamente inexcusables exigencias del -hogar y de sus queridas investigaciones. - -¿Se privará de todo en aras de su vocación? ¿Vivirá solitario -renunciando al matrimonio? De ninguna manera. Sirva con igual devoción -sus ideales y sus buenos instintos. Para su labor, entréguese a las -investigaciones baratas, que piden poco material y mucho esfuerzo. -Y aproveche sus actividades sobrantes en el fomento de aquellas -industrias docentes menos alejadas del blanco de sus amores: la -del libro de texto y hasta de vulgarización, la de los análisis -periciales y, en fin, la de la enseñanza privada. Con estos ingresos -complementarios dará pábulo a sus nobles afanes, sin renunciar a -legítimas expansiones del hogar. Y espere pacientemente mejores -tiempos. Si su labor es realmente meritoria, el premio vendrá a -sorprenderle en su rincón. A la excelsa alegría que lleva aparejado -el cumplimiento austero del deber, se añadirán también el bienestar -material y los halagos de la nombradía. - -Contra el parecer de muchos, hemos declarado que el hombre de -ciencia debe ser casado y arrostrar valerosamente las inquietudes y -responsabilidades de la vida de familia. - -No imitará el egoísmo de Epicuro, que no se casó para ahorrarse -cuidados e inquietudes, ni el refinadísimo de Napoleón, que solo veía -en la mujer una enfermera utilísima para la vejez[21]. Para el hombre -de ciencia, el concurso de la esposa es tan necesario en la juventud -como en la ancianidad. Como la mochila en el combate es la mujer: sin -esta se lucha con desembarazo, pero ¿y al acabar? - -En este punto solo haremos una restricción: que el sabio tenga en -cuenta su propia y especial psicología[22] antes de escoger compañera. -Y sobre todo, que evite a todo trance que se la elijan los demás. Poco -hay que insistir para justificar el matrimonio del sabio. En varón -robusto y normal, el celibato suele ser invitación permanente a la vida -irregular, cuando no a los abandonos del libertinaje. Y las ideas son -flores de virtud que no abren sus corolas, o se marchitan rápidamente, -en el vaho de la orgía. Por otra parte, el soltero vive en plena -preocupación sexual. En él la intriga galante interrumpe demasiado la -marcha de la intriga especulativa. Y, según es notorio, no hay más -seguro medio para despreocuparse de mujer que satisfacerse de mujer. -Además, según se ha dicho muchas veces, el hogar feliz destierra del -alma el egoísmo, ennoblece el instinto sexual, genera altos anhelos -sociales y fortalece el patriotismo. - -¡Elección de compañera! Tocamos aquí a un punto delicadísimo. ¿Qué -cualidades han de adornar a la elegida de un hombre de ciencia? -Cuestión gravísima, porque harto sabido es que los atributos morales -de la esposa son decisivos para el éxito de la obra científica. Muchos -ciudadanos padecen mujer, pero se la padecen ellos solos; mas de la -mujer del sabio sufre, a veces, la sociedad y hasta la humanidad -entera. ¡Cuántas obras importantes fueron interrumpidas por el egoísmo -de la joven esposa! ¡Qué de vocaciones frustró la vanidad o el capricho -femenil! ¡Cuántos profesores esclarecidos rindiéronse al peso de la -coyunda matrimonial, convirtiéndose en vulgares buscadores de oro -y rebajándose y esterilizándose con el acaparamiento insaciable de -dignidades y prebendas![23]. - -Hasta los impulsos más humanos y nobles de la esposa, cuando alcanzan -excesiva expansión, constituyen formidables enemigos de la labor -científica. Según es notorio, alienta en la mujer el espíritu de -familia, la sana tendencia a la conservación física de la raza. ¡Santo -egoísmo, porque representa el supremo interés de la especie! No -sin razón y profundidad ha dicho Renan: «lo que quiere la mujer lo -quiere Dios». Concentra esta su amor y abnegación en la prole; menos -exclusivo, el varón sabe distribuir sus afectos entre la familia y la -sociedad. La mujer ama la tradición, adora el privilegio, siente poco -la justicia y suele ser indiferente a toda obra de renovación y de -progreso; al paso que el hombre verdaderamente digno de ese título, -el _homo socialis_, abomina de la rutina y del privilegio, venera la -justicia y antepone, en muchos casos, la causa de la humanidad al -interés de la familia. Por eso, la madre anhela vivir solamente en la -memoria de sus hijos; mientras que el padre ansía, además, sobrevivir -en los fastos de la historia. - -Ambas tendencias, la centrípeta y la centrífuga, la de concentración -y de expansión, son legítimas y necesarias. De su armonía y acomodo -dependen la prosperidad de la raza y los avances de la civilización. -Cuando la tendencia altruísta del varón predomina demasiado, la prole -decae; por el contrario, si la tendencia femenil prepondera, medra la -familia, pero padecen la sociedad y el Estado. En el hogar del sabio, -como en el del político honrado, reinará el espíritu de abnegación y -de sacrificio; pero no hasta el punto de crear condiciones adversas al -desarrollo y educación de los hijos. Porque, aun colocándonos en el -punto de vista del interés colectivo, no es dudoso que las querellas y -preocupaciones domésticas, cuando son continuadas, acaban por agriar -la vida del pensador, dificultando por ende la prosecución de la obra -científica o social. - -En suma: como norma general, aconsejamos al aficionado a la ciencia -buscar en la elegida de su corazón, más que belleza y caudal, adecuada -psicología, esto es: sentimientos, gustos y tendencias, en cierto -modo, complementarios de los suyos. No escogerá la mujer, sino _su_ -mujer, cuya mejor dote será la tierna obediencia y la plena y cordial -aceptación del ideal de vida del esposo. - -Llegados a este punto, deseará acaso el lector que, abandonando el -terreno de las generalidades, definamos el tipo de mujer más adecuado -al hombre de ciencia. Séanos lícito dar aquí nuestro parecer, con -las naturales reservas y miramientos. Y a los que sonrían al vernos -descender a estos menesteres, les diremos que no es cosa frívola -aquello que, como el amor, decide de la vida. Ni es indiferente que la -mujer sea para el hombre de estudio gas que lo eleve hasta el cielo o -lastre que le obligue, en lo mejor de su vuelo, a _aterrizar_ en el -pantano. - -Entre las mujeres de la clase media, donde el hombre de estudio suele -buscar compañera, figuran cuatro tipos principales, a saber: _la -intelectual, la heredera rica, la artista y la hacendosa_. - -La _mujer intelectual_, es decir, la joven adornada con carrera -científica o literaria, o que, llevada de vocación irresistible por -el estudio, ha logrado adquirir instrucción general bastante sólida -y variada, constituye especie muy rara en España. Hay, pues, que -renunciar a tan grata compañía. Ello es sensible, sin duda; aunque los -pocos ejemplares de doctoras (salvo un par de excepciones) que hemos -conocido en Ateneos, Laboratorios y salones, parecen empeñadas en -consolarnos de su inaccesibilidad. - -Abunda, por lo contrario, en el extranjero esta categoría femenina, -de la cual destácase, con singular prestigio, la _mujer sabia_, -colaboradora en las empresas científicas del esposo, y exenta -(en cuanto ello es posible) de las fantasías y frivolidades del -temperamento femenil. Mujer semejante, inteligente y ecuánime, -rebosante de optimismo y fortaleza, constituye la compañera ideal del -investigador. Ella triunfa en el hogar y en el corazón del sabio, -ciñendo la triple corona de esposa amante, de confidente íntima y -de asidua colaboradora. El caso, repetimos, no es excepcional en las -venturosas naciones del Norte. - -¡Con qué admiración, no exenta de envidia, hemos contemplado en -algunos Laboratorios esas parejas dichosas, entregadas afanosamente a -la misma labor, en la cual pone cada cónyuge lo más exquisito de su -temperamento mental y de sus aptitudes técnicas! Sin insistir en el -ejemplo conmovedor de los esposos Curie, descubridores del radio, y -concretándonos al reducido círculo de nuestras amistades y aficiones -científicas, surgen en nuestra memoria las imágenes de tres admirables -parejas: M. y Mad. Dejérine, de París, consagrados al estudio de la -anatomía normal y patológica del cerebro; M. y Mad. Nageotte, de la -misma ciudad, entregados en común a investigaciones histológicas -y neurológicas, y en fin, los esposos O. Vogt y Cécile Vogt, del -_Instituto neurobiológico_ de Berlín, ocupados en la magna empresa de -la cartografía parcelaria del cerebro humano, al modo de los astrónomos -que se pasan la vida absortos en la fotografía y catalogación de -estrellas y nebulosas. - -Pero, repetimos, esta _ave fénix_, la doctora seria y discreta, -colaboradora asidua del esposo, no se ha dignado todavía aparecer en -nuestro horizonte social, donde, por caso extraño, los más grandes -talentos femeninos son autodidácticos y ajenos por completo a los -estudios universitarios regulares. El hombre de ciencia español debe, -pues, elegir entre las otras categorías femeniles. - -¿Se dirigirá hacia la _mujer opulenta_? Nos parece peligrosísimo. -Habituada a una vida de molicie, de fausto y de exhibición, milagro -sería que no contagiara sus gustos al esposo; repitiéndose con ello -el caso del ilustre físico inglés Davy, quien por haberse enlazado -con hembra linajuda, suspendió casi del todo su brillante carrera de -investigador, consumiendo lo mejor de su vida en fiestas y recepciones -del gran mundo. - -Gran fortuna sería topar con heredera rica e ilustrada que, abandonando -los caprichos y vanidades del sexo, consagrara su oro al servicio de -la ciencia. Admirables mujeres de este género abundan en Francia e -Inglaterra. En nuestro país no hemos conocido un profesor aficionado al -laboratorio para cuya obra no haya sido fatal la riqueza de la esposa. -Si la discreción no sellara nuestros labios, podríamos demostrar aquí -con ejemplos vivos cómo los gustos frívolamente ostentosos de la -cónyuge o el egoísmo exagerado de la madre de familia, han interrumpido -carreras brillantes, obligando al novel hombre de ciencia a trocar -el estudio por la política, el microscopio por el automóvil, y las -redentoras veladas del laboratorio por las ociosas horas de la tertulia -o del teatro. - -Pero no censuremos demasiado a estas ricas hembras, excelentes en -el fondo, aunque víctimas de su incultura; al fin, los reproches -inacabables con que paralizan las honradas iniciativas del esposo -(¿para qué esforzarte si tienes con qué vivir holgadamente, etc.?), -son disculpables, ya que se inspiran en el amor conyugal. ¡Harto más -antipáticas son esas altivas herederas que, sin miramiento alguno, -echan en cara al infeliz consorte su condición parásita e incapacidad -financiera, y que, mortificándole con diarias pullas, oblíganle a -trabajar como bestia de carga, a fin de sufragar por entero (la dote -de la mujer se disipa en adornos, alhajas, muebles lujosos y giras -a balnearios y playas a la moda) el fausto de una vida tan llena de -vanidad como vacía de ideales! - -¿Preferirá el sabio la _mujer artista o la literata profesional_? -Salvo honrosas excepciones, tales hembras constituyen constante -perturbación o perenne ocasión de disgustos para el cultivador de -la ciencia. Desconsuela reconocer que, en cuanto goza de un talento -y cultura viriles, suele la mujer perder el encanto de la modestia, -adquiere aires de dómine, y vive en perpetua exhibición de primores y -habilidades. La mujer es siempre un poco teatral, pero la literata o la -artista están siempre en escena. ¡Y luego tienen gustos tan señoriles -y complicados!... Al fin, la esposa opulenta suele subvenir a sus -antojos. Poco amiga de libros y revistas, curiosea solamente joyerías y -tiendas de modas; pero la literata pasea con igual codicia sus miradas -por los escaparates de alhajas y sombreros y por las muestras de los -libreros. - -No queda, pues, a nuestro sabio en cierne, como probable y apetecible -compañera de glorias y fatigas, más que la _señorita hacendosa_ y -económica, dotada de salud física y mental, adornada de optimismo y -_buen carácter_, con instrucción bastante para comprender y alentar -al esposo, con la pasión necesaria para creer en él y soñar con la -hora del triunfo, que ella diputa segurísimo. Inclinada a la dicha -sencilla y enemiga de la notoriedad y exhibición, cifrará su orgullo en -la salud y felicidad del esposo. El cual, en lugar de reconvenciones -y resistencias, hallará en el hogar ambiente grato, propicio a la -germinación y crecimiento de las ideas. Y si, por fortuna, sonríe -la gloria, sus fulgores rodearán, con una sola aureola, dos frentes -gemelas. - -¡La gloria!... La esposa modesta la merece también, porque gracias a -sus abnegaciones, sacrificando galas y joyas para que no falten libros -y revistas, consolando y confortando al genio en horas de desaliento, -hizo al fin posible la ejecución de la magna empresa. - -Por fortuna, este tipo delicioso de mujer no es raro en nuestra clase -media. Muy desventurado será, quien, buscándola con empeño, no logre -encontrarla o no sepa asociarla de todo corazón a sus destinos. El -toque está en conquistarla para la obra común, en constituirse en -su director espiritual, en modelar su carácter, plegándolo a las -exigencias de una vida seria de trabajo intenso y de recato austero; -en hacer, en suma, de ella, según decíamos antes, un órgano mental -complementario, absorbido en lo pequeño (si pequeñez puede llamarse -el gobierno del hogar y la educación de los hijos), para que el -esposo, libre de inquietudes, pueda ocuparse en lo grande, esto es, -en la germinación y crianza de sus queridos descubrimientos y de sus -especulaciones científicas. - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO VII - -Marcha de la investigación científica. - - -Siguiendo a los tratadistas de lógica, y singularmente a E. Naville, -consideramos en toda investigación científica tres operaciones -sucesivas, a saber: observación y experimentación, suposición o -hipótesis y comprobación. En algún caso, la indagación misma tiene como -precedente, no la observación personal, sino un acto de crítica, una -repugnancia sentida _a priori_ por nuestro espíritu respecto de ciertas -doctrinas más o menos generalmente admitidas; pero hay que convenir -en que semejante desacuerdo supone a menudo algún estudio objetivo -personal, siquiera sea ligero, sobre el tema o sobre materias afines -del problema a resolver. - - -_a_) OBSERVACIÓN - -El consejo dado por los preceptistas literarios, y sobre el cual ha -disertado muy atinada e ingeniosamente Pérez de Ayala, «ver las cosas -por primera vez», es decir, readmirarlas descartando reminiscencias -librescas, descripciones postizas y frases y tópicos comunes, tiene en -la investigación científica muy señalada aplicación. Hay que limpiar la -mente de prejuicios y de imágenes ajenas, hacer el firme propósito de -ver y juzgar por nosotros mismos, como si el objeto hubiera sido creado -expresamente para regalo y deleite de nuestro intelecto. Es preciso, -en fin, renovar en lo posible aquel estado de espíritu --mezcla de -sorpresa, emoción y vivísima curiosidad-- por que atravesó el sabio -afortunado que descubrió el hecho considerado por nosotros, o que -planteó primeramente el problema. - -Y esto se enlaza íntimamente con otra regla encarecida insistentemente -por los maestros de la investigación científica. No basta examinar; -hay que contemplar: impregnemos de emoción y simpatía las cosas -observadas; hagámoslas nuestras, tanto por el corazón como por la -inteligencia. Solo así nos entregarán su secreto. Porque el entusiasmo -acrecienta y afina nuestra capacidad perceptiva. Al modo del amante que -sabe descubrir diariamente en su adorada nuevas perfecciones, quien -contempla con delectación un objeto acaba por discernir en él detalles -interesantes y propiedades peregrinas escapadas a la atención distraída -de los trabajadores rutinarios. - -Descendiendo ahora a más concreto terreno, formulemos algunas reglas -indispensables a la buena observación en materias biológicas. - -Debe realizarse en las mejores condiciones posibles, aprovechando al -efecto los instrumentos analíticos más perfectos y los métodos de -estudio merecedores de más confianza. A ser posible, aplicaremos varios -métodos al mismo tema, y corregiremos las deficiencias de los unos -con las revelaciones de los otros. Escojamos la técnica más exacta, -la que dé imágenes más claras y concluyentes. Importa, asimismo, -evitar toda ligereza en la apreciación de los hechos, reproduciéndolos -de mil maneras, hasta cerciorarnos de su absoluta constancia y de -no haber sido víctimas de alguna de esas falaces apariencias que -extravían (particularmente en los estudios micrográficos) a los jóvenes -exploradores. - -Si nuestro estudio versa sobre un objeto de Anatomía, Historia natural, -etc., la observación correrá paralela al dibujo; porque, aparte otras -ventajas, el acto de copiar disciplina y robustece la atención, -obliga a recorrer la totalidad del fenómeno estudiado, y evita, por -tanto, que se nos escapen detalles frecuentemente inadvertidos en la -observación ordinaria. En ciencias naturales solo podemos lisonjearnos -de conocer una forma o una estructura cuando sepamos representarlas -fácil y detalladamente. Cuanto más que ciertos estudios morfológicos -serían incomprensibles sin el dibujo. Razón tenía el gran Cuvier cuando -afirmaba que «sin el arte del diseño la Historia natural y la Anatomía -hubieran sido imposibles»[24]. Por algo todos los grandes observadores -son habilísimos dibujantes. - -Cuando, a pesar de haber aplicado la técnica apropiada, la presentación -del objeto no salga enteramente a nuestro gusto, hay que reproducirla -cuantas veces sea preciso para obtener del método el máximo -rendimiento. Será de gran provecho, al efecto, tener a la vista, para -confrontarla con las nuestras, alguna preparación excelente ejecutada -por el autor del método o por alguno de sus discípulos esotéricos. -Tendremos presente que el hecho nuevo lo descubre, no el que lo ve -primeramente, sino quien, merced a una técnica habilísima, supo -mostrarlo con entera evidencia, logrando llevar la convicción al ánimo -de todos. Como dejamos dicho más atrás, en las ciencias biológicas, -casi todos los grandes sabios han debido sus conquistas al dominio -absoluto de uno o varios métodos de demostración o de experimentación. - - -_b_) EXPERIMENTACIÓN - -En muchas ciencias (la Fisiología, la Patología, la Física, la -Química, etc.) la experimentación sobrepuja en importancia a la -observación misma. Imposible descubrir en _Física_ o _Fisiología_, sin -imaginar un experimento original, sin someter el fenómeno estudiado -a condiciones más o menos nuevas. La Morfología misma (_Histología_, -_Anatomía_, _Embriología_, etc.), para cuyo estudio parece bastar la -mera observación, adquiere de día en día carácter más experimental. -Y a tal cambio de rumbo débense valiosas conquistas, a las cuales -jamás se hubiera llegado por el trillado camino del análisis anatómico -de las formas estáticas. Entre mil ejemplos que pudiéramos citar, -recordemos: la producción de _partenogénesis artificial_ en la -_estrella del mar_ (animal sexuado), mediante la sustitución de la -fecundación natural (acción del zoospermo) por el influjo del agua de -mar cargada de cloruro de magnesio; los interesantes experimentos de -_merogonia_ (destrucción de las primeras esferas de segmentación del -óvulo fecundado), ejecutados en batracios por Roux, Hertwig, Wilson, -etc., demostrativos de que cada célula primitiva posee capacidad -de generar un embrión entero, de donde resultaron definitivamente -arruinadas las hipótesis embriogénicas de la _preexistencia_ y del -_mosaico_; los trabajos de Nageotte, Marinesco, etc., acerca de la -trasplantación de los nervios y ganglios, probando que la morfología -de la célula nerviosa representa simple función del ambiente químico; -los maravillosos resultados obtenidos por Harrison, Carrel y su -escuela (Instituto Rockefeller) sobre el cultivo artificial, en serie -e _in vitro_, de las células de los tejidos normales y patológicos; -los interesantes experimentos de H. de Vries y de muchos modernos -naturalistas acerca de la _mutación_ de las especies y del mecanismo de -la herencia, etc. - -Tan admirables éxitos deben alentarnos a completar en lo posible el -estudio meramente estático de las formas por la intervención del método -experimental. De esta suerte provocamos alteraciones violentas en las -condiciones biológicas normales de células y organismos. Simplifícase -de este modo el proceso lógico de la determinación causal y del -mecanismo físico-químico del fenómeno estudiado. Sin duda que, en la -observación misma, se dan ya, en ocasiones, mudanzas de las condiciones -fenomenales pero semejantes mutaciones, debidas a causas naturales, -son raras y episódicas, al paso que, mediante la experimentación, -abrévianse los plazos y nos hacemos dueños, tanto del determinismo -natural como de las causas de variación. - - -_c_) HIPÓTESIS DIRECTRIZ - -Observados los hechos, es preciso fijar su significación, así como las -relaciones que encadenan la nueva verdad al conjunto de los postulados -de la Ciencia. En presencia de un fenómeno insólito, el primer -movimiento del ánimo es imaginar una hipótesis que dé razón de él y que -lo subordine a alguna de las leyes conocidas. La experiencia fallará -después definitivamente sobre la verosimilitud de la concepción. - -Meditando sobre el carácter de las buenas hipótesis, se cae en la -cuenta de que, en su mayor parte, representan generalizaciones felices -o inducciones arriesgadas, en cuya virtud el hecho recién descubierto -se considera provisoriamente como caso particular de un principio -general o como un efecto desconocido de una causa conocida. Por -ejemplo: el transformismo, tan fecundo en las ciencias biológicas, -representa exclusivamente una generalización a todos los seres de la -ley de herencia, solo positivamente demostrada en la historia de cada -especie. Cuando Lavoisier creó la teoría del calor animal, redujo el -fenómeno respiratorio de los animales, desconocido antes en su esencia, -a la ley general de la producción del calor por la oxidación del -carbono, etc. - -Para la creación de la hipótesis tendremos en cuenta las reglas -siguientes: 1.ª, que la hipótesis sea obligatoria, es decir, que -sin ella no quede arbitrio para explicar los fenómenos; 2.ª, que -sea, además, contrastable o comprobable, o por lo menos que pueda -concebirse, para un plazo más o menos remoto, su comprobabilidad, -pues las hipótesis que se sustraen por completo a la piedra de toque -de la observación o de la experimentación, dejan en realidad los -problemas sin esclarecer y no pueden representar otra cosa que síntesis -artificiales coordinadoras, pero no explicativas, de los hechos, cuando -no meras explicaciones verbales; 3.ª, que sea fácilmente imaginable, -es decir, traducible en lenguaje físico-químico, y si es posible, -como quería lord Kelvin, en puro mecanismo (las hipótesis obscuras o -demasiado abstractas corren riesgo de constituir vacías explicaciones -verbales); 4.ª, que huyendo de propiedades ocultas y de esencias -metafísicas, propenda a resolver las cuestiones de calidad en problemas -de cantidad; 5.ª, y que sugiera, a ser posible, también investigaciones -y controversias que, si no zanjan la cuestión, nos aproximen al -menos al buen camino, promoviendo nuevas y más felices concepciones -(_hipótesis de trabajo_, de Weissmann). Aun siendo errónea, una -hipótesis puede servir eficazmente al progreso con tal que esté basada -en nuevas observaciones y marque una dirección original al pensamiento -científico. Y en todo caso, la explicación rechazada por falsa siempre -tendrá una ventaja: la de restringir, por exclusión, el campo de lo -imaginable, eliminando soluciones inaceptables y causas de error. Con -razón dice Le Bon «que quien rehúsa escoger la hipótesis por guía, debe -resignarse a tomar el azar por maestro». - -Muchos sabios ilustres, y singularmente el gran físico Tyndall, -han insistido elocuentemente sobre la importancia de las hipótesis -en la Ciencia, y acerca del importante papel desempeñado por la -imaginación en la creación de buenas y fecundas teorías. De acuerdo, -por nuestra parte, creemos que, si la hipótesis es un arma de que se -abusa demasiado, es también un instrumento lógico, sin el cual ni -la observación misma, con ser de suyo tan pasiva, puede realizarse. -Buena o mala, una conjetura, un intento de explicación cualquiera será -siempre nuestro guía, pues nadie busca sin plan. - -Aun los llamados hallazgos casuales se deben comúnmente a alguna idea -directriz que la experiencia no sancionó, pero que tuvo virtud, no -obstante, para llevarnos a un terreno poco o nada explorado. Si se -me perdonara lo vulgar del símil, diría que en estas materias sucede -lo que con las personas conocidas, que aparecen en la calle entre la -multitud de transeúntes en el preciso instante en que pensamos en -ellas, por la razón bien sencilla de que, cuando en ellas no pensamos, -pasan cerca de nosotros sin percatarnos de su presencia. Impulsados por -la hipótesis, acaso ocurrirá sorprender en los hechos diversa cosa que -lo buscado; pero mejor es esto que no encontrar nada, que es justamente -lo que le sucede al mero e impasible contemplador de los fenómenos -naturales. Como dice Peisse, «el ojo no ve en las cosas más que lo que -mira en ellas, y no mira sino lo que está en idea en el espíritu». - -Inútil será recordar que todos los grandes investigadores han sido -fecundos creadores de hipótesis. Con profundo sentido se ha dicho que -ellas son el primer balbuceo de la razón en medio de las tinieblas de -lo desconocido; la sonda tendida en el misterioso abismo; el puente, -en fin, aéreo y audaz que junta la playa familiar con el inexplorado -continente. - -De las hipótesis se ha abusado mucho. Es fuerza, sin embargo, reconocer -que sin ellas nuestro caudal de hechos positivos resultaría harto -mezquino, acrecentándose muy lentamente. La hipótesis y el dato -objetivo están ligados por estrecha relación etiológica. Aparte su -valor conceptual o explicativo, entraña la teoría valor instrumental. -«El científico no debe olvidar, afirma Huxley, que la hipótesis -debe considerarse como un medio, jamás como un fin.» Observar sin -pensar es tan peligroso como pensar sin observar. Ella es nuestra -mejor herramienta intelectual: herramienta, como todas, susceptible -de mellarse y de enmohecerse, necesitada de continuas reparaciones -y sustituciones, pero sin la cual fuera casi imposible labrar honda -brecha en el duro bloque de lo real. - -Difícil es dictar reglas para imaginar hipótesis. Quien no posea -cierta intuición del encadenamiento causal, instinto adivinatorio para -columbrar la idea en el hecho y la ley en el fenómeno, pocas veces -dará, cualquiera que sea su talento de observador, con una explicación -razonable. Cabe, empero, señalar, por lo que toca a las hipótesis -biológicas, algunos conceptos o normas generales, cuyo recuerdo podrá -ser provechoso a la hora de imaginar hipótesis explicativas. - -He aquí algunas de ellas: - -1. _La naturaleza emplea los mismos medios para iguales fines._-- En -virtud de este principio, que tiene pocas excepciones, nos será en -muchos casos dado reducir una disposición desconocida en otra conocida. -Por ejemplo: cuando la _mitosis_ o _kariokinesis_ fue descubierta -en las gruesas células de las larvas de tritón y salamandra, pudo -racionalmente esperarse hallar parecidos fenómenos en la división -celular del hombre y vertebrados superiores, así en estado normal como -en condiciones patológicas; y, en efecto, la experiencia confirmó -la previsión. Citemos otro ejemplo: esclarecida en los vertebrados, -gracias a las investigaciones de Kühne, Krause, Ranvier, etc., la -terminación libre, mediante arborizaciones varicosas, de las fibras -nerviosas motrices y sensitivas, podía preverse, en virtud de la citada -ley, que el hecho se repetiría en los centros nerviosos, no solo de los -vertebrados, sino de los invertebrados. Y esta sospecha racional vino a -ser luego plenamente confirmada por nosotros, por Kölliker, Lenhossék, -van Gehuchten, etc., para los vertebrados, y por Retzius, Lenhossék y -otros, para los invertebrados. Inútil multiplicar los ejemplos. - -2. _Estudios del hecho en sus formas sencillas._-- Puesto que la -ontogenia y la filogenia representan dos series casi paralelas de -formas que van de lo sencillo a lo complicado, nada mejor podemos -hacer, para esclarecer la estructura de un órgano complejo y casi -inabordable en los vertebrados superiores, que estudiar este en sus -formas simples, ora del desarrollo individual, ora de las especies. -Método excelente es, para determinar la significación de una cosa, -averiguar cómo llega a ser lo que es; porque al señalar el lugar que -ocupa en la cadena evolutiva, esclarecemos, sin pensarlo, su valor -anatómico y fisiológico. - -3. _Toda disposición natural, por caprichosa que parezca, obedece a un -fin utilitario._-- Abstracción hecha de los órganos atróficos, este -principio teleológico es aplicable a todas las particularidades de -estructura de animales y plantas. Al enunciar esta ley, no pretendemos, -como supusieron Linneo, Cuvier y Agassiz, que cada órgano represente -una encarnación directa del Principio creador: pretendemos tan solo -consignar que, sea cualquiera la causa, todo órgano conservado por la -Naturaleza, es decir, fijado durante miles de años por la herencia, -representa casi siempre disposición útil al individuo o a la especie, -ya que las organizaciones superfluas o desfavorables provocadas por -variación, y otras condiciones, acaban por ser eliminadas. En armonía -con este principio, atribuiremos una función importante a cuantos -órganos o tejidos se mantienen tenazmente en la serie animal, y una -actividad menos urgente, por lo menos para la vida del individuo, -a aquellos otros exiguamente representados en la escala zoológica. -De este postulado usa y abusa continuamente el fisiólogo al tratar -de interpretar el dinamismo de órganos como los de circulación, -digestión y locomoción; dinamismo en el cual tanta luz arroja nuestro -conocimiento de la Física y de la Química, o, como decía Letamendi, _el -estado actual de nuestros conocimientos industriales_. - -Hay excepciones, sin duda, del citado principio utilitario; mas estas -son pocas y fácilmente explicables por el hecho de la adaptación -reciente, y por tanto incompleta, a condiciones nuevas (órganos -atróficos por desuso, etc.). Sobre estas incongruencias biológicas, -más comunes todavía en el hombre que en los animales, consecuencias -del principio de Lamarck del uso u desuso de los órganos, discurre -ingeniosamente Metchnikoff, en sus _Estudios sobre la Naturaleza -humana_. - -La hipótesis aplícase siempre, según es sabido, a explicar los -hechos adquiridos. Sin entrar en el arduo problema filosófico de la -_explicación científica_ (esto implicaría desarrollos impropios de -este librito), haremos notar que el entendimiento, al considerar los -fenómenos naturales, puede adoptar una de estas dos actitudes, ambas -satisfactorias para nuestra necesidad de certeza: - -1.ª El hecho nuevo es referido a una ley conocida (explicación -_legalista_ de Meyerson). - -2.ª El hecho nuevo, además de su _legalidad_, es decir, de su -vinculación a una ley general, resuélvese también ante la razón en -puro _mecanismo_, y entra dócilmente en las ecuaciones de la dinámica. -Esta segunda manera de explicación representa para Maxwell y para -la mayoría de los físico-filósofos modernos un grado superior de -comprensión científica, y requiere el empleo de teorías generales -jerárquicamente superiores a las leyes empíricas. - -Fuerza es confesar que nuestro entendimiento exige imperiosamente -teorías concebibles, representables en términos mecánicos. Lo que se -resiste a la representación material corre mucho riesgo de ser un mero -juego de la imaginación sin realidad objetiva. La razón psicológica -de tal necesidad se nos escapa aún. Acaso dependa de que, como diría -Bergson, modelados nuestros conceptos sobre lo _discontinuo_ de la -sensación, la imaginación solo sabe forjar, como representación última -de las cosas, algo semejante al dato sensorial mismo, es decir, -variaciones en el movimiento de partes discontinuas, perturbaciones en -la configuración y dinamismo de sistemas materiales. - -En Física, en Química, en Astronomía, las explicaciones hipotéticas -por _reducción mecánica_ son comunísimas, y el investigador debe -inspirarse en ellas para dar forma plástica a sus ideas y llevar -adelante sus especulaciones; en Anatomía, Biología, Patología, etc., -habremos de contentarnos casi siempre con _hipótesis legalistas_, las -cuales, si no dejan plenamente saciado nuestro afán de comprensión, -son suficientes para satisfacer estos dos grandes anhelos de la razón: -actuar y prever. - -_Comprobación._-- Imaginada la hipótesis, menester es someterla a -la sanción de la experiencia, para lo cual escogeremos experimentos -u observaciones precisas, completas y concluyentes. Imaginar buenos -experimentos es uno de los atributos característicos del ingenio -superior, el cual halla manera de resolver de una vez cuestiones que -los sabios mediocres solo logran esclarecer a fuerza de largos y -fatigosos experimentos. - -Si la hipótesis no se conforma con los hechos, hay que rechazarla sin -piedad, e imaginar otra explicación exenta de reproche. Impongámonos -severa autocrítica, basada en la desconfianza de nosotros mismos. -Durante el proceso de comprobación, pondremos la misma diligencia en -buscar los hechos contrarios a nuestra hipótesis que los que pueden -favorecerla. Evitemos encariñamientos excesivos con las propias ideas, -que deben hallar en nosotros, no un abogado, sino un fiscal. El tumor, -aunque propio, debe ser extirpado. Harto mejor es rectificar nosotros -que sufrir la corrección de los demás. Por nuestra parte, no sentimos -la menor mortificación al abandonar nuestras ideas, porque creemos que -caer y levantarse solo, revela pujanza; mientras que caer y esperar una -mano compasiva que nos levante, acusa debilidad. - -Confesaremos, sin embargo, los propios dislates siempre que alguien nos -los demuestre; con lo cual obraremos como buenos; probando que solo nos -anima el amor a la verdad, granjearemos superior consideración y estima -para nuestras opiniones. - -El amor propio y la soberbia nos arrebatan el placer soberano de -sentirnos escultores de nosotros mismos; la fruición incomparable de -habernos corregido y superado, refinando y perfeccionando nuestra -máquina cerebral, legado de la herencia. Si alguna vez es disculpable -el engreimiento es cuando la voluntad nos automodela o _recrea_, -actuando, por decirlo así, en función de demiurgo soberano. - -Si nuestro orgullo opone algunos reparos, tengamos en cuenta que, mal -que nos pese, todos nuestros artificios serán impotentes para retardar -el triunfo de la verdad, que se consumará por lo común en vida nuestra, -y será tanto más lamentable cuanto más enérgica haya sido la protesta -del amor propio. No faltará, sin duda, algún espíritu displicente, y -acaso malintencionado, que nos eche en cara nuestra inconsecuencia, -despechado sin duda porque nuestra espontánea rectificación le privó de -fácil victoria obtenida a costa nuestra; mas a estos les contestaremos -que el deber del hombre de ciencia no es petrificarse en el error, -sino adaptarse continuamente al nuevo medio científico; que el vigor -cerebral está en moverse, no en _anquilosarse_, y que en la vida -intelectual del hombre, como en la de las especies zoológicas, lo malo -no es la mudanza, sino la regresión y el atavismo. Variación supone -vigor, plasticidad, juventud; fijeza es sinónima de reposo, de pereza -cerebral, de petrificación de pensamiento, en fin, de inercia fatal, -nuncio seguro de decrepitud y de muerte[25]. Con sinceridad simpática -ha dicho un científico: «varío porque estudio». Todavía sería más -noble y modesto declarar: «cambio porque estudian los demás y tengo a -gala renovarme». - -Cuando el trabajo de confirmación arroje poca luz, imaginemos nuevos -experimentos y procuremos colocarnos en las mejores condiciones para -valuar el alcance de la hipótesis. En Anatomía o Fisiología, por -ejemplo, ocurre frecuentemente la imposibilidad de esclarecer la -estructura o la función de un órgano complejo; lo cual depende de que -atacamos el problema por su lado más difícil, pretendiendo resolverlo -en el hombre o en los vertebrados superiores. Mas si acudimos a los -embriones o a los animales inferiores, la Naturaleza se nos muestra más -ingenua y menos esquiva, ofreciéndonos el plan casi esquemático de la -estructura y dinamismo buscados, con lo que a menudo nuestra hipótesis -recibirá inesperada y definitiva confirmación. - -En resumen, la marcha seguida por el investigador en la conquista -de una verdad científica, suele ser: 1.º Observación de los hechos -demostrados, a favor de métodos terminantes, claros y de gran -precisión. 2.º Experimentación para crear condiciones nuevas en la -manifestación de los fenómenos. 3.º Crítica y eliminación de las -hipótesis erróneas y elaboración de una interpretación racional de los -hechos, en cuya virtud estos queden subordinados a una ley general y, -si es posible, a una representación o esquema físico-químicos. 4.º -Comprobación de la hipótesis mediante nuevas observaciones o repetidos -experimentos. 5.º De no concordar con la realidad, sustitución de la -hipótesis por otra, que será a su vez sometida a riguroso análisis -objetivo. 6.º Aplicaciones y ramificaciones de la hipótesis, ya -convertida en verdad firme, a otras esferas del saber. - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO VIII - -Redacción del trabajo científico. - - -_a_) JUSTIFICACIÓN DE LA COMUNICACIÓN CIENTÍFICA - -Mr. Billings, sabio bibliotecario de Washington, agobiado por la tarea -de clasificar miles de folletos, en donde, con diverso estilo, dábanse -a conocer casi los mismos hechos, o se exponían verdades ya de antiguo -sabidas, aconsejaba a los publicistas científicos la sumisión a las -siguientes reglas: 1.ª, tener algo nuevo que decir; 2.ª, decirlo; 3.ª, -callarse en cuanto queda dicho, y 4.ª, dar a la publicación título y -orden adecuados. - -He aquí un recuerdo que no creemos inútil en España, país clásico -de la hipérbole y de la dilución aparatosa. En efecto: lo primero -que se necesita para tratar de asuntos científicos, cuando no nos -impulsa la misión de la enseñanza, es tener alguna observación nueva -o idea útil que comunicar a los demás. Nada más ridículo que la -pretensión de escribir sin poder aportar a la cuestión ningún positivo -esclarecimiento, sin otro estímulo que lucir imaginación calenturienta, -o hacer gala de erudición pedantesca con datos tomados de segunda o -tercera mano. - -Al tomar la pluma para redactar el artículo científico, consideremos -que podrá leernos algún sabio ilustre, cuyas ocupaciones no le -consienten perder el tiempo en releer cosas sabidas o meras -disertaciones retóricas. De este pecado capital adolecen, por -desgracia, muchas de nuestras oraciones académicas. Numerosas tesis de -doctorandos, y no pocos artículos de nuestras revistas profesionales, -parecen hechos, no con ánimo de aportar luz a un asunto, sino de -lucir la facundia y salir de cualquier modo, y cuanto más tarde mejor -(porque, eso sí, lo que no va en doctrina va en _latitud_), del arduo -compromiso de escribir, sin haberse tomado el trabajo de pensar. Nótese -cuánto abundan los discursos encabezados con estos títulos, que parecen -inventados por la pereza misma: _Idea general de... Introducción al -estudio de... Consideraciones generales acerca de... Juicio crítico de -las teorías de... Importancia de la ciencia tal o cual..._, títulos -que dan al escritor la incomparable ventaja de esquivar la consulta -bibliográfica, despachándose a su gusto en la materia, sin obligarse -a tratar a fondo y seriamente cosa alguna. Con lo cual no pretendemos -rebajar el mérito de algunos trabajos perfectamente concebidos y -redactados que, de tarde en tarde, ven la luz con los consabidos o -parecidos enunciados. - -Asegurémonos, pues, merced a una investigación bibliográfica cuidadosa, -de la originalidad del hecho o idea que deseamos exponer, y guardémonos -además de dar a luz prematuramente el fruto de la observación. Cuando -nuestro pensamiento fluctúa todavía entre conclusiones diversas y no -tenemos plena conciencia de haber dado en el blanco, ello es señal de -haber abandonado harto temprano el laboratorio. Conducta prudente será -volver a él y esperar a que, bajo el influjo de nuevas observaciones, -acaben de cristalizar nuestras ideas. - - -_b_) BIBLIOGRAFÍA - -Antes de exponer nuestra personal contribución al tema de estudio, es -costumbre trazar la historia de la cuestión, ya para señalar el punto -de partida, ya para rendir tributo de justicia a los sabios insignes -que nos precedieron, abriéndonos el camino de la investigación. Siempre -que en este punto, por amor a la concisión o por pereza, propenda el -novel investigador a regatear fechas y citas, considere que los demás -podrán pagarle en la misma moneda, callando intencionadamente sus -trabajos. Conducta es esta tan poco generosa como descortés, dado que -la mayor parte de los sabios no suelen obtener de sus penosos estudios -más recompensa que la estima y aplauso de los doctos, que constituyen ---lo hemos dicho ya-- minoría insignificante. - -El respeto a la propiedad de las ideas solo se practica bien cuando uno -llega a ser propietario de pensamientos que corren de libro en libro, -unas veces con nombre de autor, otras sin él; y algunas con paternidad -equivocada. Al ser víctima de molestas pretericiones y de injustos -silencios, se cae en la cuenta de que cada idea es una _criatura_ -científica, cuyo autor, que la dio el ser a costa de grandes fatigas, -exhala, al ver desconocida su paternidad, los mismos ayes doloridos que -exhalaría una madre a quien arrebataran el fruto de sus entrañas. - -Dispuestos a hacer justicia, hagámosla hasta en la forma: y así no -dejemos de ordenar, por rigurosa cronología, las listas de nombres -o de _cartuchos de citas_ que, por brevedad, es preciso a veces -consignar al dar cuenta de un descubrimiento; pues si tales series de -apellidos se han de ordenar con lógica, es menester comenzarlas por -el iniciador y acabarlas por los confirmadores y perfeccionadores. Un -estudio minucioso y de primera mano de la bibliografía nos ahorrará -injusticias, y por ende las inevitables reclamaciones de prioridad. - - -_c_) JUSTICIA Y CORTESÍA EN LOS JUICIOS - -Al consignar los antecedentes históricos, nos vemos obligados con -frecuencia a formular juicios acerca del alcance de la obra ajena. -Excusado es advertir que, en tales apreciaciones, debemos conducirnos -no solo con imparcialidad, sino haciendo gala de exquisita cortesía -y de formas agradables y casi aduladoras. Indulgentes con las -equivocaciones del novicio, seremos respetuosos y modestos ante los -_lapsus_ de los grandes prestigios científicos. Temamos siempre -que nuestras observaciones representen ligerezas de la impaciencia -o espejismos del entusiasmo juvenil. Antes, pues, de resolvernos -a repudiar un hecho o una interpretación comúnmente admitidos, -reflexionemos maduramente. Y tengamos muy en cuenta, al formular -nuestros reparos, que si entre los sabios se dan caracteres nobles y -bondadosos, abundan todavía más los temperamentos quisquillosos, las -altiveces cesáreas y las vanidades exquisitamente susceptibles. La -frase horaciana _genus irritabile vatum_, aplícase a los sabios mejor -aún que a los poetas. Ya lo nota el perspicaz Gracián: «Los sabios -fueron siempre mal sufridos; quien añade ciencia añade impaciencia». - -Con estas precauciones, evitaremos en lo posible desdenes sistemáticos -hacia nuestra obra y querellas y polémicas envenenadas, en las cuales -perderíamos tranquilidad y tiempo, sin ganar pizca de prestigio ni -autoridad. Porque en la apreciación de nuestros méritos, solo se -tendrán en cuenta los hechos nuevos aportados, y no la destreza y garbo -polémicos. - -Cuando, injustamente atacados, nos veamos compelidos a defendernos, -hagámoslo hidalgamente, esgrimiendo la espada, pero con la punta -embotada y adornada, según la imagen vulgar, con ramillete de flores. - -Da pena reconocer que, en la mayoría de los casos, los impugnadores -no defienden una doctrina, sino su propia infalibilidad. Muy -acertadamente nota Eucken, que so color de refutar principios «cada -cual se defiende a sí mismo y a su propia naturaleza... Es el instinto -de conservación espiritual que reacciona». - -Cuando por nuestro mal tengamos que contender con contradictores de -este jaez (resulta, a veces, inevitable, porque toda verdad exaspera a -los mantenedores del error), fuera inocente confiar en persuadirles. -No es a ellos, sino al público, a quien debemos mirar. Aportemos -pruebas terminantes; robustezcamos en lo posible la tesis con nuevos -datos objetivos, y pasemos en silencio ataques personales e insidias -polémicas. Porque en tales torneos, importa, antes que defendernos, -defender la verdad. - -Por olvidar estas sabidas reglas de prudencia y discreción, ¡cuántas -desazones y sinsabores! Réplicas acres y violentas y silencios -rencorosos reconocen casi siempre por causa nuestra falta de urbanidad -y comedimiento al exponer y valorar el trabajo de los demás. - -Citemos algunos datos concretos para adoctrinar al principiante. -De ordinario, las críticas afectan, ya a errores de hecho o de -observación, ya a errores de interpretación. - -a) Error de observación o de reconocimiento de un hecho.-- En general, -los sabios discuten sobre interpretaciones, no sobre hechos, por -suponer que el investigador, por modesto que sea, es incapaz de -lanzarse a la tarea analítica sin preparación suficiente. Por esto -precisamente, tales _lapsus_ repútanse graves, denotando en quien los -comete singular candor intelectual o inexperiencia metodológica. Sin -embargo, guardémonos bien de ensañarnos al hacer constar el dislate; -seamos piadosos y tengamos presente que, en momentos de distracción -o descuido, hasta los sabios más sagaces pueden cometerlo. Lejos de -censurarlo crudamente, disculpémoslo con benevolencia, haciendo notar -que se trata de observaciones muy difíciles, donde las equivocaciones -resultan frecuentes y casi inevitables. No imputemos el error a la -ignorancia, antes bien, a la imperfección de la técnica aprovechada o a -los prejuicios de la escuela donde se inspiró el trabajo censurado. - -Cuando, a despecho de la mejor voluntad, tales excusas parezcan -inadmisibles, atribúyase la pifia al empleo de material insuficiente -o poco apropiado, añadiendo que si el autor hubiera hecho uso de -iguales objetos de estudio que nosotros, habría llegado sin duda a -las mismas conclusiones, ya que le sobran para ello talento y pericia -harto acreditados en anteriores publicaciones. En fin, tratemos de -consolarle, insistiendo con morosidad, ora sobre las minucias más o -menos originales contenidas en su trabajo, ora en las excelencias de -las descripciones, bien, en fin, en la elegancia y precisión de los -dibujos. En suma, nuestras expresiones se dirigirán principalmente a -endulzar las amarguras del veredicto, llevando al ánimo de nuestro -adversario la persuasión de que sus afanes no han sido enteramente -inútiles a los progresos de la Ciencia. - -b) Error teórico.-- Supongamos que, interpretando abusivamente los -hechos, el autor formuló una hipótesis arbitraria y sin base alguna -en la observación. La píldora crítica será dorada con frases de este -tenor: «Ciertamente, la explicación propuesta peca de aventurada, pero, -en cambio, es notablemente ingeniosa, sugiere consideraciones muy -elevadas y acredita en su autor espíritu filosófico de altos vuelos. -¡Lástima grande que al forjar su concepción no haya tenido en cuenta -tales o cuales hechos que la contradicen formalmente! En todo caso, la -hipótesis es seductora y merece discusión y examen respetuosos». - -En fin, tan trivial y grosera puede ser la interpretación teórica, que -hasta la disculpa parezca adulación. Entonces lo mejor será pasarla -en silencio, mentando escuetamente, como en el caso anterior, las -observaciones exactas (si las hay) y el mérito literario, filosófico o -pedagógico del trabajo. - - -_d_) EXPOSICIÓN DE LOS MÉTODOS - -Importa asimismo puntualizar, bien al principio, bien al final de la -monografía, el método o métodos de investigación seguidos por el autor, -sin imitar a esos sabios que, a título de mejorarla ulteriormente, se -reservan temporalmente el monopolio de la técnica empleada, restaurando -la casi perdida costumbre de los químicos y matemáticos de las pasadas -centurias, los cuales, inspirados en la pueril vanidad de asombrar -a las gentes con el poder de su penetración, se reservaban los -detalles de los procedimientos que les habían conducido a la verdad. -Afortunadamente, el esoterismo va desapareciendo del campo de la -Ciencia y el mero lector de una Revista puede conocer hoy las minucias -y _tours de main_ de ciertos métodos, casi tan bien como los íntimos -del descubridor. - - -_e_) CONCLUSIONES - -Expuesta en forma clara, concisa y metódica la observación u -observaciones fruto de nuestras pesquisas, cerraremos el trabajo -condensando en un corto número de proposiciones los datos positivos -aportados a la ciencia y que han motivado nuestra intervención en el -asunto. - -Conducta que no todos siguen, pero que nos parece por todo extremo -loable, es llamar la atención del lector sobre los problemas todavía -pendientes de solución, a fin de que otros observadores apliquen sus -esfuerzos y completen nuestra obra. Al señalar a los sucesores la -dirección de las nuevas pesquisas y los puntos que nuestra diligencia -no ha logrado esclarecer, damos, al par que fácil y generoso asidero a -los jóvenes observadores ansiosos de reputación, ocasión de pronta y -plena confirmación de nuestros descubrimientos. - - -_f_) NECESIDAD DE LOS GRABADOS - -Si nuestros estudios atañen a la morfología, ora macro, ora -microscópica, será de rigor ilustrar las descripciones con figuras -copiadas todo lo más exactamente posible del natural. Por precisa y -minuciosa que sea la descripción de los objetos observados, siempre -resultará inferior en claridad a un buen grabado. Cuanto más, que la -representación gráfica de lo observado garantiza la exactitud de la -observación misma, y constituye un precedente de inapreciable valor -para quien pretenda confirmar nuestras aseveraciones. Con justo -motivo se otorga hoy casi igual mérito al que dibuja por primera vez -y fielmente un objeto, que al que lo da a conocer solamente mediante -descripción más o menos incompleta. - -Si los objetos representados son demasiado complicados, a los dibujos -exactos que copian formas o estructuras, añadiremos esquemas o -semiesquemas aclaratorios. En fin, en algunos casos podrá prestarnos -importantes servicios la fotografía común y la microfotografía, suprema -garantía de la objetividad de nuestras descripciones. - - -_g_) EL ESTILO - -Finalmente, el estilo de nuestro trabajo será genuinamente didáctico; -sobrio, sencillo, sin afectación, y sin acusar otras preocupaciones -que el orden y la claridad. El énfasis, la declamación y la hipérbole -no deben figurar jamás en los escritos meramente científicos, si no -queremos perder la confianza de los sabios, que acabarán por tomarnos -por soñadores o poetas, incapaces de estudiar y razonar fríamente una -cuestión. El escritor científico aspirará constantemente a reflejar la -realidad objetiva con la perfecta serenidad e ingenuidad de un espejo, -dibujando con la palabra, como el pintor con el pincel, y abandonando, -en fin, la pretensión de estilista exquisito y el fatuo alarde de -profundidad filosófica. Ni olvidemos la conocida máxima de Boileau: «Lo -que se concibe bien se enuncia claramente». - -La pompa y gala del lenguaje estarán en su lugar en el libro de -popularización, en las oraciones inaugurales, hasta en el prólogo o -introducción a una obra científica docente; pero hay que confesar que -la mucha retórica produce, tratándose de una monografía científica, -efecto extraño y un tanto ridículo. - -Sin contar que los afeites retóricos prestan a menudo a las ideas -contornos indecisos, y que las comparaciones innecesarias hacen difusa -la descripción, dispersando inútilmente la atención del lector, que -no necesita ciertamente, para que las ideas penetren en su caletre, -de la evocación continua de imágenes vulgares. En este concepto, los -escritores, como las lentes, podrían distinguirse en _cromáticos_ y -_acromáticos_: estos últimos, perfectamente corregidos de la manía -dispersiva, saben condensar con toda precisión las ideas que por -la lectura o la observación recolectan; mientras que los primeros, -faltos del freno de la corrección, gustan de ensanchar con irisaciones -retóricas, con franjas de brillantes matices, los contornos de las -ideas; lo que no se logra sino a expensas del vigor y de la precisión -de las mismas. - -En literatura, como en la oratoria, los entendimientos cromáticos -o dispersivos pueden ser de gran utilidad; pues el vulgo, juez -inapelable de la obra artística, necesita del _embudo de la retórica_ -para poder tragar algunas verdades; pero en la exposición y discusión -de los temas de ciencia pura, el público es un senado escogido y -culto; y ofenderíamos de seguro su ilustración y buen gusto tomando -las cuestiones demasiado _ab ovo_ y perdiéndonos en amplificaciones -declamatorias y detalles ociosos. Esta máxima de Gracián, alabada -por Schopenhauer: «_lo bueno, si breve, dos veces bueno_», debe ser -nuestra norma. Suyo es también este consejo: «hase de hablar como en -testamento; que a menos palabras menos pleitos». - -Una severa disciplina de la atención, la costumbre de dar a la acción y -al pensamiento mayor importancia que a la palabra, así como la creencia -de que, después de inventada una imagen o una frase feliz, el problema -científico que estudiamos no ha dado un solo paso hacia la solución, -constituyen excelente profilaxis contra lo que _Fray Candil_ llamaba -gráficamente _flatulencia retórica_, que nosotros consideramos como -manifestación del meridionalismo superficial y causa muy poderosa de -nuestro atraso científico. - - -_h_) PUBLICACIÓN DEL TRABAJO CIENTÍFICO - -Cuando el investigador goce de crédito mundial, podrá publicar sus -contribuciones científicas en cualquiera Revista nacional o extranjera -de la especialidad. Los sabios a quienes el asunto interese, no -se detendrán en el obstáculo de la lengua, antes bien, procurarán -estudiarla para conocer el pensamiento del autor o buscarán editores -que lo traduzcan y publiquen. Sin embargo, aun al sabio más reputado le -es necesario, para ganar tiempo y conquistar adeptos en el exterior, -comunicar sus descubrimientos a los _Beiträge_ o _Centralblatt_ -más divulgados de Alemania. En cuanto al principiante, sin crédito -todavía en el mundo sabio, obrará muy cuerdamente pidiendo, desde -luego, hospitalidad en las grandes Revistas extranjeras y redactando -o haciendo traducir su trabajo en francés, inglés o alemán. De esta -suerte, el nuevo hecho será rápidamente conocido de los especialistas, -y si posee positivo valor tendrá el autor la grata sorpresa de verlo -confirmado y aprobado por las grandes autoridades internacionales. -Quienes, inspirándose en un patriotismo estrecho y ruin, se obstinan -en escribir exclusivamente en Revistas españolas, poco o nada leídas -en los países sabios, se condenan a ser ignorados hasta dentro de su -propia nación; porque como habrá de faltarles siempre el _exequátur_ -de los grandes prestigios europeos, ningún compatriota suyo, y menos -los de su gremio, osarán tomarlos en serio o estimarlos en su verdadero -valer. - -Siendo, pues, decisivo para el porvenir del incipiente investigador -el juicio de las autoridades científicas extranjeras, reflexionará -maduramente antes de someterles el primer trabajo; asegúrese bien, -mediante prolijas exploraciones bibliográficas, y aún mejor por la -consulta de algún especialista célebre, de la realidad y originalidad -del hecho comunicado. Y no olvide que el derecho a equivocarse se -tolera solamente a los consagrados. - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO IX - -El investigador como maestro. - - -Llegada la época constructiva y dominadas las dificultades del trabajo -científico, imaginamos a nuestro novel investigador en posesión de la -madurez y robustez necesaria para su multiplicación espiritual. La -noble carrera fue seguida hasta el fin; el ideal ansiado logrose por -entero. Convertido en autoridad internacional, el maestro es citado con -encomio en las Revistas extranjeras; la originalidad e importancia de -sus creaciones asegúranle página honorífica en el libro de oro de la -ciencia. - -En tan decorosa situación, puede adoptar el sabio una de estas -dos actitudes: proseguir concentrado y solitario sus empresas de -laboratorio, condenándose a la esterilidad docente; o hacer a los -demás copartícipes de sus métodos de estudio, promoviendo vocaciones y -erigiéndose en prestigioso jefe de escuela. - -Entre ambos caminos la elección no es dudosa. Ciertamente, el trabajo -solitario brinda al egoísmo satisfacciones y tranquilidades tentadoras; -se obedece a la ley del mínimo esfuerzo, dirigiendo exclusivamente la -atención a la investigación personal; se vive en un discreto ambiente -de aprobación y estima donde faltan, sin duda (y ello es gran ventaja), -los entusiasmos y veneraciones excesivas, pero donde tampoco mortifican -émulos y rivales. Mas al adoptar tan cómoda postura, el instinto -paternal del hombre de ciencia siéntese profundamente inquieto. «¿Qué -será de mi obra --se pregunta-- cuando llegada la senectud falten -energías para defenderla? ¿Quiénes reivindicarán la prioridad de mis -hallazgos, si, por ventura, adversarios o sucesores poco escrupulosos -se los apropian o incurren, al juzgarnos, en olvidos e injusticias?» - -Aun miradas las cosas desde el punto de vista egoísta --de un egoísmo -sano y clarividente--, importa al sabio proceder a su multiplicación -espiritual. La tarea es sin duda penosa. La actividad del maestro -bifúrcase en las corrientes paralelas del laboratorio y de la -enseñanza. Crecerán así sus desvelos, pero aumentarán también sus -venturas. Sobre dar pábulo a elevadas tendencias, alcanzará el deleite -de la paternidad ideal, y sentirá el noble orgullo de haber cumplido -honradamente con su doble misión de maestro y de patriota. Ya no -declinará su vida triste y solitaria, antes bien, se verá en su ocaso -rodeada de un séquito de discípulos entusiastas, capaces de comprender -la obra del maestro y de hacerla, en lo posible, luminosa y perenne. - -La posteridad ha sido siempre generosa con los fundadores de escuela. -Hasta los errores del iniciador son perdonados o piadosamente -explicados, si este supo formar espíritus capaces de comprenderlos y -corregirlos. Quien renuncia a la siembra de ideas se declara egoísta -o misántropo. Todos pensarán que trabajó para su orgullo en vez de -laborar para la humanidad. Y si sus talentos destacan demasiado, -aparecerá como algo patológico, cual formación extraña a su raza, a la -cual por eso mismo apenas enaltece: especie de bólido intelectual caído -del cielo, que brilló un momento, mas fue incapaz de comunicar a nadie -su efímero fulgor. - -Dejar prole espiritual, además de dar alto valor a la vida del sabio, -constituye utilidad social y labor civilizadora indiscutible, de las -cuales están señaladamente necesitados los países como España, de -producción científica miserable y discontinua. - -¡Infeliz del genio esporádicamente surgido en estos pueblos y -extinguido sin descendencia! La ruda competencia entablada entre -cientos de laboratorios y escuelas extranjeros; el arrollador alud -de folletos y libros que se disputan encarnizadamente el favor de la -actualidad; la tendencia iconoclasta de la juventud universitaria, -ansiosa de _llegar_ y de afirmar e imponer la propia personalidad; la -casi total ignorancia entre los sabios de las lenguas habladas en las -naciones atrasadas, y, sobre todo, el _chauvinismo_ feroz reinante en -Alemania, Francia e Inglaterra en triste complicidad con la desidia -nacional, tendrán para el orgulloso solitario de la consabida _torre de -marfil_ las más tristes consecuencias. Muchos de sus descubrimientos -serán inevitablemente atribuidos a confirmadores extranjeros, poco -escrupulosos en sus citas, por discípulos de estos menos escrupulosos -aún; y todos los hechos que, por semejar baladíes a la hora de ser -publicados, no merecieron el honor de la traducción --pero que andando -el tiempo suelen remontar en valor-- quedarán enterrados en el polvo -de las bibliotecas indígenas. Que si para la literatura y la historia, -artes de recreo y atracción, sobran eruditos y comentadores, para la -austera disciplina científica, el reivindicador debe ser a la par -sabio y erudito, y ¡los sabios no abundan en los países de cultura -insuficiente!... - -Importa, pues, que dichas naciones zagueras de la civilización -obtengan de sus promotores científicos el máximo rendimiento docente, -compensando en lo posible la escasez a aquellos con el progresivo -aumento de su capacidad prolífica. - -Mas, ¿cómo formar continuadores y, mejor todavía, genios iniciadores, -capaces de superar al maestro y de señalar rumbos nuevos a la -investigación? - -Llegados a este punto, surge una cuestión importante. ¿Cómo se crea la -vocación irresistible hacia la Ciencia? - -Aunque se haya dicho con razón, por Fouillée, Ribot, Bernheim, Levy -y otros muchos, que toda idea aceptada por el cerebro tiende a -convertirse en acto, es lo cierto que en la mayoría de las personas la -idea o conocimiento científico carece de eficacia para transformarse -en el _acto_ de confirmar la verdad aprendida o en el de ensanchar sus -horizontes, merced al esfuerzo personal. - -A nuestro juicio, la voluntad obra en el joven a impulsos de la -representación anticipada del placer ético íntimamente asociado a -todo triunfo intelectual. Ante la estimación de los doctos, crece -el sentimiento de la propia estima. Y, al revés, si se nos desdeña, -acabamos por desdeñarnos. De aquí la necesidad, desgraciadamente harto -olvidada, de que el profesor sugiera al alumno de continuo, no tanto -con la palabra como con el ejemplo, la idea del goce soberano, de la -satisfacción suprema que produce el arrancar secretos a lo desconocido -y del vincular el propio nombre a una idea original y útil. - -Puesto que, según es bien sabido, la juventud procede en su culto a -los hombres ilustres por imitación, fuera obra altamente educadora -de la voluntad que cada profesor trazara con verdadero cariño y con -deliberado propósito de sugestión la biografía anecdótica y sucinta -de los sabios que más se distinguieron en el desarrollo de su -ciencia especial, haciendo, en fin, algo de lo que, desde otro punto -de vista, quisieron realizar. A. Comte con su culto a los grandes -hombres; modernamente Carlyle con su libro sobre los héroes; Emerson -con sus entusiastas apologías de los _hombres representativos_ o -_superhombres_, a quienes se deben todos los progresos y ventajas de la -civilización, y, últimamente, Ostwald con su hermoso libro _Los grandes -hombres_. - -¿Qué signos denuncian el talento creador y la vocación inquebrantable -por la indagación científica? - -Problema grave, capitalísimo, sobre el cual han discurrido altos -pensadores e insignes pedagogos, sin llegar a normas definitivas. -La dificultad sube de punto considerando que no basta encontrar -entendimientos perspicaces y aptos para las pesquisas de laboratorio, -sino conquistarlos definitivamente para el culto de la verdad original. - -Los futuros sabios, blanco de nuestros desvelos educadores, ¿se -encuentran por ventura entre los discípulos más serios y aplicados, -acaparadores de premios y triunfadores en oposiciones? - -Algunas veces, sí; pero no siempre. Si la regla fuera infalible, -fácil resultara la tarea del profesor; bastaríale dirigirse a los -premios extraordinarios de la licenciatura y a los números primeros -de las oposiciones a cátedras. Mas la realidad se complace a menudo -en burlar previsiones y malograr esperanzas. Porque, de igual manera -que los varones más fervorosamente virtuosos y creyentes suelen -ser formidablemente egoístas, se da también, con desconsoladora -frecuencia, el caso de que los más brillantes jóvenes son mentalidades -exquisitamente prácticas, es decir, financieros refinadísimos en -embrión. Estudian y se esfuerzan, más que por amor a la Ciencia, por -hallarse persuadidos de que el saber constituye excelente negocio, y de -que la buena fama cobrada en la escuela cotizase muy alto en el mercado -profesional y en las esferas académicas. - -Si el lector sonríe ante esta observación, haga memoria y repare -en qué vinieron a parar sus más sobresalientes condiscípulos, los -_monstruos_ de la memoria y de la aplicación, aquellos en quienes el -profesor ponía todos sus mimos y preferencias; y reconocerá con pena -que, si en su mayor parte alcanzaron holgada posición social (y en -esto no erraron sus cálculos), poquísimos o ningunos ascendieron a las -cumbres del saber o se distinguieron por una acción política, social -o industrial abnegada y fecunda. Cuanto más que entre los alumnos más -aprovechados figuran bastantes temperamentos del tipo gregario, dóciles -y disciplinados, incapaces de iniciativa y que, habiendo aceptado el -estudio por ciega obediencia a padres y maestros, acaban a menudo la -carrera sumidos en el enervamiento y la fatiga. ¿Quién no ha oído -exclamar, al concluir los estudios, a estos forzados del libro de -texto, la conocida frase: «_Adiós, Horacio, a quien tanto aborrecí_»?... - -Harto más merecedores de predilección para el maestro avisado, serán -aquellos discípulos un tanto indómitos, desdeñosos de los primeros -lugares, insensibles al estímulo de la vanidad, que, dotados de rica e -inquieta fantasía, gastan el sobrante de su actividad en la literatura, -el dibujo, la filosofía y todos los deportes del espíritu y del -cuerpo. Para quien los sigue de lejos, parece como que se dispersan y -se disipan, cuando, en realidad, se encauzan y fortalecen. Corazones -generosos, poetas a ratos, románticos siempre, estos jóvenes distraídos -poseen dos cualidades esenciales de que el maestro puede sacar gran -partido: desdén por el lucro y las altas posiciones académicas, y -espíritu caballeresco enamorado de altos ideales. Al revés de los -otros, al abandonar las aulas es cuando realmente comienzan a estudiar. -Y no es raro verlos, fatigados ya de laborar sin provecho, y faltos de -orientación definida, presentarse en los laboratorios en súplica de -consejos técnicos y de un tema de estudio. Y algunos de ellos logran -encauzarse y triunfar. - -Con todo eso, los rasgos precedentes no constituyen siempre síndrome -cierto del futuro hombre de ciencia. Entre quienes sobresalen aquellos -abundan veleidades y defecciones. Las citadas cualidades representan -fuerzas en potencia, que no siempre llegan a ser actuales. Seducido por -las apariencias, el maestro corre el riesgo de educar _dilettantes_ -del laboratorio o talentos brillantes, pero incapaces de honda y -perseverante labor. - -Resulta, pues, difícil el diagnóstico de la vocación científica. -Preciso es apelar a signos más exactamente diferenciadores para -discernir la moneda falsa del oro de ley. - -En su admirable libro sobre los _Grandes hombres_, Ostwald, que se -ha planteado este mismo problema, declara, después de hacer algunas -reservas, que los discípulos particularmente bien dotados reconócense -en que no parecen satisfechos jamás de lo que la enseñanza ordinaria -les ofrece... «La enseñanza ordinaria se dirige en profundidad y -superficie al término medio, y cuando un alumno posee un gran talento, -verá en seguida que la ciencia recibida es cuantitativa y, sobre -todo, cualitativamente insuficiente, y exigirá más». Y añade: «la -más importante cualidad del sabio es la originalidad, es decir, la -capacidad de imaginar alguna cosa más allá de lo que se le enseña; -la exactitud en el trabajo, la crítica de sí mismo, conciencia, -conocimientos, destreza, son también necesarios; pero todo puede -adquirirse más tarde, mediante conveniente educación». - -Estas observaciones de Ostwald son atinadas y frecuentemente exactas. -Sin embargo, para sacar fruto de ellas, importa que el maestro se -ponga en contacto cordial con sus discípulos, que en sus pláticas -de laboratorio les trate como a camaradas ocupados en obra común, -sugiriéndoles la franqueza y la espontaneidad en la expresión. De este -modo hallará el maestro facilidades para estudiar el carácter, y medir -el tono y fortaleza de las pasiones de sus educandos. Así y todo, la -regla de Ostwald falla en ocasiones. El mozo listo, insatisfecho de las -descripciones de los textos y de las teorías científicas, puede ser un -carácter altivo y un agudo entendimiento, pero incapaz de perseverancia -y disciplina. Más a menudo aún, el futuro investigador adolece de -excesiva timidez; sus respetos hacia el maestro y una modestia natural -y simpática refrenan el deseo de pedir esclarecimientos a sus dudas -teóricas, o aprobación hacia ensayos de nuevas soluciones. En tales -casos, el investigador en cierne puede no ser reparado por el profesor -o no estimularle este lo bastante, tomando acaso su reserva por -limitación. - -Algo más segura, aunque sin pretensiones de infalibilidad, parécenos la -regla siguiente, donde se combinan, para el diagnóstico psicológico, -algunos signos subjetivos con otros objetivos. - -_Subjetivamente_, el joven apto para la investigación revélase desde -luego por estos rasgos: Patriotismo ardiente, pero consciente y -discursivo: lejos de los candorosos optimismos de ciertos patriotas, o, -mejor dicho, _patrioteros_, que, con pronunciar cuatro o cinco nombres -prestigiosos indígenas, creen haber demostrado la colaboración decisiva -de su país en la obra de la cultura universal, nuestro joven siente -profundo descontento por la pobreza y mezquindad de dicha contribución; -ante los juicios severos, pero en el fondo justos, con que la crítica -extranjera flagela la esterilidad de nuestros sabios y filósofos, no -responde con trenos patrióticos o jactanciosas promesas, sino afilando -sus armas y haciendo resolución de emplear sus bríos en el combate -universal contra la Naturaleza. Nuestro sabio en potencia distínguese -también por el culto severo a la verdad y por un escepticismo sano y de -buena ley. Es ambicioso, pero con ambición noble y confesable: ansía -destacar de la vulgaridad ambiente y vincular su nombre a una gran -empresa. - -_Objetivamente_, el candidato a sabio corrobora a los ojos de todos -las promesas precedentes. Sin el culto de la acción, sin la prueba de -que el novel investigador es capaz de trabajar con fruto, correríamos -el albur de cultivar un florido regenerador más, tan hábil en -señalar el rumbo, como incapaz de cruzar el golfo. Pero si el joven -gusta sobremanera de las manipulaciones del laboratorio, y posee -laboriosidad infatigable; si, sobre todo (y esta es la señal objetiva -a que principalmente aludíamos), averiguamos que, a costa de penosos -sacrificios, con economías robadas a sus recreos y deportes, se ha -creado un pequeño laboratorio donde se afana en adquirir maestría -técnica y confirmar personalmente los descubrimientos de las eminencias -del saber..., entonces el profesor debe intervenir resueltamente, -ayudándole y protegiéndole; porque la verdadera vocación _consiste -siempre en esa actividad especial a que el joven, menospreciando -distracciones de la edad, sacrifica tiempo y peculio_. - -Claro está que la afición, aun la más sincera y entusiasta, se equivoca -algunas veces. La vocación no es la aptitud, ni la aptitud conduce -necesariamente al éxito. Este tiene génesis compleja, dado que entran -en él, aparte vocación y aptitud, otras condiciones complementarias, -a saber: la sagacidad para rastrear los filones ricos, el don de -asimilación de las nuevas ideas, penetrante y seguro sentido crítico, -buena orientación bibliográfica y metodológica y hasta un cierto -espíritu filosófico. Pero casi todas estas cualidades complementarias -pueden adquirirse después. Algo hay que dejar a la convivencia con el -maestro y al poder transformador de la imitación. - -En suma, el futuro sabio suele ser patriota ardiente, ansioso de -honrarse y honrar a su país, enamorado de la originalidad, indiferente -al lucro y a los placeres burgueses, inclinado a la acción más que -a la palabra, lector incansable, y capaz, en fin, de toda suerte de -abnegaciones y renuncias para realizar el noble ensueño de bautizar con -el propio nombre alguna nueva estrella del firmamento del saber. - -_Optimismo crítico._-- Dejamos expuesto más atrás que el maestro -digno de tal debe sugerir de continuo a sus discípulos la idea de -que la ciencia está en perpetuo _devenir_, que progresa y crece -incesantemente, sin llegar jamás a plena madurez, y que todos podemos -aportar, si nos lo proponemos de veras, un grano de arena al imponente -monumento del progreso. - -Semejante actitud implica, naturalmente, el _optimismo_ nacional, es -decir, fe robusta en las aptitudes y destinos de la raza. - -Claro es que semejante optimismo no debe ser ciego, sino avisado y -previsor. Lejos del pedante y satisfecho engreimiento característico -de muchos funestos políticos y de no pocas orondas sumidades de la -cátedra, el buen maestro debe tener plena conciencia de la nacional -incultura y de nuestra pobreza científica. Tendrá siempre presente que -España está desde hace siglos en deuda con la civilización, y que de -persistir en tan vergonzoso abandono, Europa perderá la paciencia y -acabará por expropiarnos. Critique, pero trabaje. Censure y fustigue, -si es preciso, a los perezosos, pero sin mirar atrás y con la mano en -la mancera. - -De este patriótico optimismo, llamado por Godó _optimismo paradójico_, -y al que cuadraría mejor la designación de _optimismo crítico_, -participaron, entre otros, el gran Costa, cuyos apóstrofes restallaban -como látigos en la espalda de los rezagados o en la frente de los -antipatriotas; y en más modernos tiempos, el exquisito escritor y -pensador Ortega y Gasset, quien propone, como condición esencial de la -ascensión cultural y ética de España, la plena conciencia de nuestra -miseria espiritual y de nuestra corrupción política y administrativa. - -_Cómo guiar al novel investigador._-- Escogida la familia intelectual, -es preciso educarla y entrenarla para la ruda labor. Pueril y temerario -fuera concurrir a torneos científicos, con carácter de rigurosas luchas -internacionales, sin prepararse tenaz y adecuadamente. - -Al maestro incumbe la misión de abreviar esta preparación, orientando -al discípulo, mostrándole los tajos abiertos a la investigación, -guiándole en la pesquisa bibliográfica y sugiriéndole, en fin, la -adquisición de cuantos conocimientos y habilidades accesorias (dibujo, -microfotografía, idiomas, arte de describir con exactitud y propiedad, -etc.) puedan serle de provecho. Importa inculcarle la resolución de -completar en este punto su educación lo antes posible, para evitar -colaboraciones humillantes que, además, no pueden ser permanentes. - -Fortalecidas de este modo las fuerzas del catecúmeno, procurará el -profesor ponerlas a prueba, proponiéndole un tema accesible, que -no exija grandes ni continuados esfuerzos, y que, a ser posible, -represente algo así como brote o derivación de la obra fundamental del -maestro. - -Propende, según es sabido, la juventud a acometer los grandes problemas -y estrenarse con una catedral. Fuerza es moderar semejante ambición, -que podría conducir a fracasos desalentadores, haciendo ver al -principiante la conveniencia de comenzar por las pequeñas cuestiones: -se corre poco riesgo de errar en ellas, y cuando se yerra jamás se -sigue el escozor del ridículo. Más adelante, acrecida la aptitud -técnica y la capacidad especulativa, llegará el caso de llevar a cabo -la grande obra ensoñada. - -Cuando el novel investigador pueda marchar por sí mismo, procúrese -imbuirle el gusto por la originalidad. Déjese, pues, surgir en él la -idea nueva con plena espontaneidad, aunque esta idea no concuerde con -las teorías de la escuela. La más pura gloria del maestro consiste, -no en formar discípulos que le sigan, sino en forjar sabios que le -superen. El ideal supremo fuera crear espíritus absolutamente nuevos, -órganos únicos, a ser posible, en la máquina del progreso. Fabricar -órganos dóciles e intercambiables, denota que el maestro se ha -preocupado más de sí mismo que de su país y de la Ciencia. - -Excusado es advertir que en sus libros y monografías debe el jefe de -escuela hacer sincera justicia al discípulo, citando escrupulosamente -sus trabajos y aun insistiendo en ellos con delectación alentadora. -Por amor a su prole intelectual, más bien que por modestia, callará -la propia colaboración. Acrecerá de esta suerte el crédito del sabio -novel, cuya obra granjeará rápidamente en el extranjero confianza y -simpatía. - -Con ocasión del primer trabajo del principiante, suelen muchos sabios -emparejar el propio nombre con el del discípulo, señalando con ello su -tanto de colaboración: conducta equitativa, aunque poco generosa. A -menos de que dicho trabajo inicial sea fruto personal casi exclusivo -del maestro, preferiríamos librar al discípulo del concepto, un tanto -humillante, de la ajena inspiración. Con ello, el joven investigador -saboreará el exquisito manjar de la espontaneidad. Raro fuera que, una -vez probado, no se aficionase a él y se esforzara por merecerlo. - -Inútil parece también recomendar a los maestros que no se aprovechen -demasiado de la dócil actividad de sus educandos, so color de -prepararlos y dirigirlos. Este abuso, revelador de antipático egoísmo, -florece en algunas escuelas extranjeras, donde, como en ciertas -profesiones, el catecúmeno paga la enseñanza con la explotación del -aprendizaje. ¡Cuántas obras monumentales denotan, más que la fecundidad -del autor, la discreción y modestia de juveniles colaboradores, -satisfechos con la lejana esperanza de ser algún día apoyados y -promovidos por su mentor intelectual a empleos decorosos! - -Las fatigas de la edad, y más que nada el afán de acaparar dignidades -y prebendas, incompatibles con una vida apacible y de labor honda y -perseverante, fuerzan a veces a los sabios a caer en tan vituperables -explotaciones. Después de haber llegado con honra, hay que caer con -honor. Bástele a cada cual su propio mérito. Harto pagado queda el -maestro con la satisfacción de haber despertado actividades latentes -y formado mentalidades creadoras. Si la debilidad de los sentidos o -las flaquezas de la voluntad privan al anciano de los bríos necesarios -para la obra de investigación, abandone resueltamente el magisterio -militante. No se enseña bien sino lo que se hace, y quien no investiga -no enseña a investigar. Primor de discretos es lo que Gracián designa -_tener un buen dejo_. Aunque nos duela, a cierta edad hay que abandonar -la enseñanza antes que la enseñanza nos abandone. - -Con todo eso, todavía tiene el veterano profesor alta misión que -cumplir. Cuando sus manos débiles no pueden sostener el pico del -minero, ocúpese en refinar el mineral arrancado por otros[26]. Y -escriba en la quietud de su jubilación la historia o la filosofía de -la ciencia. Que nadie puede exponerla mejor que quien ha vivido sus -incidentes y sentido de cerca las arduas dificultades especulativas. - -[Ilustración] - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO X - -Deberes del Estado en relación con la producción científica. - -Nuestro atraso científico y sus causas pretendidas. Explicaciones -físicas, históricas y morales de la infecundidad científica española. -Los remedios. - - -La prosperidad duradera de las naciones es obra de la ciencia -y de sus múltiples aplicaciones al fomento de la vida y de los -intereses materiales. De esta indiscutible verdad síguese la -obligación inexcusable del Estado de estimular y promover la cultura, -desarrollando una _política científica_, encaminada a generalizar la -instrucción y a beneficiar en provecho común todos los talentos útiles -y fecundos brotados en el seno de la raza. - -La política científica implica el empleo simultáneo de estos cuatro -modos de acción: - -1.º Elevar el nivel intelectual de la masa para formar ambiente moral -susceptible de comprender, estimular y galardonar al sabio. - -2.º Proporcionar a las clases sociales más humildes ocasión de recibir -en Liceos, Institutos o Centros de enseñanza popular, instrucción -científica general suficiente a fin de que el joven reconozca su -vocación y sean aprovechadas, en bien de la nación, todas las elevadas -aptitudes intelectuales. - -3.º Transformar la Universidad, hasta hoy casi exclusivamente -consagrada a la colación de títulos y a la enseñanza profesional, en -un Centro de impulsión intelectual, al modo de Alemania, donde la -Universidad representa el órgano principal de la producción filosófica, -científica e industrial[27]. - -4.º En fin, formar y cultivar, mediante el pensionado en el extranjero -o por otros métodos de selección y contagio cultural, un plantel de -profesores eméritos, capacitados para descubrir nuevas verdades y para -transmitir a la juventud el gusto y la pasión por la investigación -original. - -Carecemos de espacio para estudiar minuciosamente todos estos aspectos -de la política cultural. Consideramos, por otra parte, innecesario -entrar en pormenores, ya que son temas repetidamente tratados y -discutidos desde hace muchos años por la prensa política y las obras -pedagógicas. Sobre ellos hay, por fortuna, un conjunto de soluciones -que, con ligeras variantes, han sido generalmente aceptadas. Por ahora, -concretarémonos a exponer algunas consideraciones tocantes al último -punto, esto es, a los métodos más apropiados y rápidos para refinar en -lo posible el personal docente actual y formar el futuro profesorado -universitario, instrumento esencial, aunque no exclusivo, de nuestro -resurgimiento intelectual. - -Mas para justificar lo que sigue y fundamentar sólidamente nuestras -conclusiones, importa resolver una cuestión previa sobre la cual, desde -hace cincuenta años, y sobre todo a partir del desastre colonial, se -han ejercitado con varia fortuna casi todos nuestros grandes escritores. - -_Resurgir_, _renacer_, _regenerarse_, son procesos dinámicos que -implican estado anterior de agotamiento, decadencia o regresión. -Importa, pues, desde luego dilucidar este importante punto: ¿Es -exacto que, en orden a la filosofía y a la ciencia, hemos decaído -verdaderamente? Como productores de civilización en su más amplio -sentido, ¿es lícito afirmar que hemos degenerado con relación a -nuestros antepasados de los siglos XVI y XVII? - -_España es un país intelectualmente atrasado, no decadente._ Estudiando -imparcialmente la historia de la producción científica y filosófica -española durante la Edad Media, durante el siglo XVI (considerado -con alguna exageración, a nuestro juicio, como la cima de nuestra -intelectualidad) y, en fin, durante las últimas centurias; comparando, -con absoluta sinceridad, intensiva y extensivamente, la ciencia -española forjada en cada uno de esos períodos (descontando las alzas -y bajas causadas por fortuitos accidentes, quiero decir, el avance -cultural producido por el descubrimiento de América, que abrió de -repente a nuestros sabios espléndido campo de investigación, y la -postración mental provocada por las guerras desastrosas y errores -políticos de la época de Felipe IV); si cotejamos, en fin, en cada -una de las citadas épocas, las conquistas intelectuales positivas -hechas por españoles con las debidas a sabios extranjeros, nos veremos -obligados a reconocer que ni la raza ni la ciencia española han -decaído ni se han estacionado por completo. Sobre poco más o menos, su -rendimiento científico se mantuvo siempre al mismo nivel. - -La imparcialidad obliga, empero, a confesar que, apreciado globalmente -_dicho rendimiento, ha sido pobre y discontinuo, mostrando, con -relación al resto de Europa, un atraso y, sobre todo, una mezquindad -teórica deplorable_[28]. Dominó en nuestros cosmógrafos, físicos, -metalurgistas, matemáticos y médicos la tendencia hacia lo útil -inmediato, al practicismo estrecho. Se ignoró que solo las ideas -son realmente fecundas. Y buscando recetas y fórmulas de acción, -atrofiáronse las alas del espíritu, incapacitándonos para las grandes -invenciones. Además, en cada período nuestros hombres de ciencia fueron -escasos, y los genios, como las cumbres más elevadas, surgen solamente -en las cordilleras. Para producir un Galileo o un Newton es preciso una -legión de investigadores estimables. - -A semejanza de Rusia o del Japón, hasta hace poco tiempo, o de los -germanos y francos antes del Renacimiento, España ha permanecido en -estado semibárbaro, atenida a la religión y a la política y casi del -todo ajena a la preocupación de ensanchar los horizontes del espíritu. -Pero la semibarbarie no es la decadencia, como el estado embrionario no -es la decrepitud. Fuera indisculpable ligereza desesperar de una raza -casi virgen, riquísima en subtipos y variedades (gran ventaja en sentir -de los antropólogos), creadora en todo tiempo de individualidades -geniales y vigorosas, detenida en casi todas sus capas sociales en -la fase infantil, y, por tanto, muy lejos todavía de la plenitud de -su expansión espiritual. ¿Habrá que recordar a los pesimistas que -la mayoría de los españoles son analfabetos? ¿Declararemos ciego -al privado de luz? Probemos antes si es capaz de ver y de pensar, -proporcionándole la antorcha de la cultura. - -Mientras nuestra raza ha dormido secularmente el sueño de la ignorancia -y cultivado la religión y el arte (preferentes y casi únicas -actividades de los pueblos primitivos), las naciones del centro y Norte -de Europa se nos han adelantado prodigiosamente. No vamos hacia atrás, -sino muy detrás. Úrgenos, pues, alcanzarlas corriendo vertiginosamente -para colaborar en la medida de nuestra escasa población y del exiguo -sobrante de nuestras energías morales y económicas, en la obra de la -conquista de la naturaleza. - -En suma, España _no es un pueblo degenerado, sino ineducado_. Una -minoría gloriosa de intelectuales existió siempre, y aunque con escasez -y esporádicamente, la ciencia fue en todo tiempo cultivada. Nuestros -males no son constitucionales, sino circunstanciales, adventicios. El -problema agitado por algunos de si la raza ibera es capaz de elevarse -a las esferas de la invención filosófica y científica, es cuestión -tan ociosa como molesta. Solo fuera lícito el desaliento cuando, -desaparecido el analfabetismo, generalizada la instrucción y el -bienestar, como en Inglaterra o Alemania, y ensayadas las fuerzas de -nuestros mejores talentos en los tajos fecundos de la investigación, -fracasáramos repetidamente. Pero esta prueba no se ha hecho y merece la -pena de ensayarse. - -Despréndese de todo lo apuntado que el problema del atraso español debe -plantearse exclusivamente en estos términos: - -¿Por qué, encerrando España una población igual a la suma de los -habitantes de Suiza, Suecia y Holanda, han surgido en ella menos -verdades filosóficas, morales, y sobre todo científicas, que en -cualquiera de estas naciones? - -Hemos anticipado ya nuestra opinión sobre el problema. Sin embargo, en -prueba de imparcialidad, vamos a consignar aquí el sentir de algunos de -nuestros estadistas y escritores más insignes. A nadie se oculta que -señalar las causas de nuestra insuficiencia vale tanto como mostrar sus -remedios. - -Casi todas las siguientes teorías enfocan especialmente nuestra -postración política y social. Pero todas ellas pueden extenderse -al terreno de la actividad científica, ya que el poderío militar y -político y la prosperidad intelectual e industrial suelen ser cosas -solidarias, como ramas brotadas del mismo tronco cultural. - - -TEORÍAS FÍSICAS - -Por curiosas, no obstante su paradojismo, vamos a mencionar brevemente -la _hipótesis térmica_ y la _hipótesis oligohídrica_. - -a) _Hipótesis térmica._-- Según los adeptos de esta concepción, tenemos -la desgracia de morar en clima semiafricano. Durante el verano, un sol -calcinador suspende la vida vegetal y aplana nuestro espíritu; durante -la estación invernal un sol tibio, acariciador, nos infunde la alegría -de vivir. ¿Cómo permanecer en el laboratorio o en la biblioteca, -desoyendo el insinuante llamamiento de una naturaleza próvida y riente, -henchida de colores, frutos y perfumes y tempranamente desperezada del -letargo invernal? - -Muy al contrario en los países del Norte. Allí el hombre vive rodeado -de ambiente duro e inclemente. Todo predispone a la concentración y -al recogimiento. El frío aproxima los espíritus y crea vida social -intensísima. Por recurso, las personas medianamente ociosas y cultas, -huyendo de la lluvia y de la nieve, reclúyense en el gabinete o en el -laboratorio, y se entregan, para no sucumbir al tedio, al rompecabezas -de la ciencia, a las charadas de la metafísica o a los ensueños de la -literatura. - -El candoroso inventor de esta teoría olvidó explicarnos por qué las -antiguas civilizaciones surgieron en la India, Egipto, Caldea y Grecia, -países más calurosos que España, y cómo, mientras dichas civilizaciones -florecían, la lluvia y la nieve dejaron de surtir efectos filosóficos -y científicos en britanos, germanos, escitas y galos, sumergidos a -la sazón en las tinieblas de la barbarie; y, en fin, por qué razón, -a pesar de los ardores de Febo, la Edad Media tuvo en España, con -sus judíos, árabes y cristianos, período de espléndido florecimiento -intelectual y en el siglo XVI expansión política formidable. Ni es dado -olvidar que, según los escritores antiguos, la _Turdetania_, región la -más cálida de España, fue lo más civilizado de la Península Ibérica -antes de la conquista romana. - -b) _Teoría oligohídrica._-- Enlazada con la anterior, de que es -obligado complemento, fue defendida por el insigne naturalista -Malladas, de quien tomamos no pocos datos. Costa, Picavea, Jiménez, -Valdivieso, Maeztu y otros muchos escritores han visto en ella la causa -principal de nuestro atraso. - -Ya Columela notó que en España llueve poco con relación a los demás -países de Europa. Como es sabido, la fertilidad de un país, y, por -tanto, su población y riqueza, dependen de la abundancia y regularidad -de sus precipitaciones acuosas, singularmente durante la primavera y la -canícula. Inglaterra, Bélgica, Francia, Italia, Alemania, aprovechan -casi totalmente sus tierras para la agricultura o la ganadería, porque -en ellas caen anualmente, por término medio, de 600 a 1.400 milímetros -de agua pluvial. Por consecuencia de tan feliz régimen meteorológico, -la industria agrícola fue en tales países siempre floreciente: los -cereales, las hortalizas, las legumbres, la vid, el praderío y toda -suerte de árboles desarróllanse lozanamente; hasta las tierras y -montes abruptos aparecen cubiertos de un tapiz verde aun en agosto -y septiembre, criando espontáneamente pastos substanciosos. Son los -_países de yerba_, envidiosamente contemplados por nuestros enjutos -habitantes de la meseta central. El riego, necesario entre nosotros, es -en los citados pueblos casi desconocido: el sol y la lluvia garantizan -la regularidad y abundancia de las cosechas. - -Tan envidiables ventajas naturales explican bien la densidad de -población del centro y Norte de Europa, la economía y consiguiente -acumulación de la riqueza, el poderío militar y político, y, en fin, el -desarrollo de las ciencias y de las artes útiles. Porque el progreso -científico, como la industria, son función combinada del bienestar -social y de cierta densidad de población. La ciencia cultívase por -lo común en países cuyos habitantes no descienden de 60 o 70 por -kilómetro cuadrado. En España no pasan de 37 en la misma superficie. -La aproximación espacial crea el acercamiento espiritual. Por donde -la estrecha convivencia, junto con la abundancia de mantenimientos, -producen el ocio ilustrado, la curiosidad científica y la inquietud -espiritual. Cualquiera aptitud útil o simplemente agradable halla, en -tan favorable ambiente, estímulo y aplauso. - -Bien diferentemente pasan las cosas en nuestro desgraciado país. -Abierta la Península a los asoladores vientos africanos, con latitud -geográfica que la condena a calor tórrido y evaporación excesiva, -necesitaría un coeficiente pluvial superior al de Francia, cuando en -realidad es muy inferior. Estímasele, por término medio, en 300 o 350 -milímetros[29]. Exceptúase el litoral cantábrico; es decir, Galicia, -Asturias, Santander, las Provincias Vascas, una parte de Navarra y -de Cataluña, regiones en que el régimen meteorológico es francamente -europeo. Provincias hay, como Almería, Murcia, Alicante, Valencia, tan -desoladamente secas, que en ciertos años no llueve ni aun en invierno -(el _contrapolo_ de la lluvia); sin la irrigación artificial de la -tierra serían verdaderos desiertos. En la meseta central, comprensiva -de la mayor parte de España, cabe afirmar que no existen sino dos -estaciones: la de la sequía, que dura desde junio a octubre, y la de -las lluvias, que va de octubre a mayo. - -Merced a la exigüidad y desigual reparto del agua, la mayor parte -del territorio nacional hállase sin roturar y las mejores tierras -labrantías rinden cosechas mediocres y aleatorias. Nada mejor revela la -pobreza de la meseta central (salvo la tierra de Campos, la región de -Burgos y Vitoria y algunas otras zonas) que este dato desconsolador: -mientras el trigo rinde en Bélgica, Inglaterra y Francia, casi -constantemente, de 17 a 25 hectolitros por hectárea, en España no da, -por término medio, sino de cinco a seis, y eso los años prósperos, -bastante raros, por desgracia. Indicio y manifestación de esta perpetua -lucha entre el cerebro y el estómago es nuestra literatura picaresca, -según ha hecho notar elocuentemente don Rafael Salillas. - -Ahora bien: la pobreza engendra la ignorancia. La cultura aun elemental -implica cierto desahogo económico. ¿Cómo podrá asistir el niño a la -escuela, si en la mayoría de nuestras aldeas constituyen los hijos -para el miserable labrador factor de producción indispensable? Por lo -que hace a la ciencia, representa lujo que solo pueden costearse las -naciones ricas. - -La _teoría oligohídrica_ es cierta, por desgracia, y ella explica -cumplidamente la escasez de población y la pobreza casi general del -agricultor de nuestra Península. Por donde resulta natural que sus -partidarios proclamen, cual supremo remedio, la _política hidráulica_. -Pero dicha hipótesis deja en la sombra la verdadera cuestión, que, -según dejamos apuntado, es esta: ¿por qué naciones más pobres y menos -pobladas absolutamente que España, son más cultas y producen más -ciencia que nosotros? Además, si todo consiste en el buen régimen -pluvial y en la riqueza y densidad de población, no se comprende -cómo las provincias del litoral cantábrico, en donde llueve 1.500 -y más milímetros y cuentan 100 habitantes, sobre poco más o menos, -por kilómetro cuadrado, no han aventajado en producción científica -y en invenciones industriales (no aludimos a la riqueza minera e -industrial, pura lotería aprovechada por extranjeros las más veces) -al resto de la Península. Tampoco queda suficientemente esclarecido -cómo Irlanda, pobladísima, y el Sur de China, región cuya densidad de -población es sorprendente (500 habitantes por kilómetro cuadrado), -han colaborado menos en las empresas de la civilización moderna -que las relativamente pobres y escasamente habitadas (absoluta y -relativamente), Suecia y Noruega, y la colosal Rusia con sus 19 -habitantes por kilómetro cuadrado. No debe, pues, consistir todo en la -abundancia de mantenimientos y número relativo de habitantes, aunque no -sea lícito negar importante influjo a estos factores en el adelanto de -las ciencias y en la prosperidad de las naciones. - - -TEORÍAS POLÍTICO-MORALES - -_Teoría económico-política._-- Corolario de la precedente (porque -la escasa fertilidad del suelo trae consigo la flaqueza política -y militar), esta concepción fue sostenida por casi todos nuestros -estadistas y pensadores, desde Cánovas y Silvela hasta Pi y Margall y -Costa, para no citar sino muertos ilustres. Por lo demás, como _Azorín_ -recuerda oportunamente, escritores muy pretéritos, como Saavedra -Fajardo, Gracián, Cadalso, Mor de Fuentes, _Fígaro_ y otros, pusieron -ya el dedo en la llaga, señalando la pobreza de nuestros recursos y la -frecuencia de guerras inútiles como principales factores de nuestro -atraso. - -Oigamos primero al insigne Cánovas, que, en su libro _El Solitario y su -tiempo_, estampa estas palabras, desbordantes de patriótica sinceridad: - -«No cabe positiva y duradera grandeza militar y nacional donde hay -pobreza e impotencia económica... Toda la historia de España está -en este hecho al parecer insignificante: los soldados que el Gran -Capitán llevó a Málaga para conquistar a Nápoles, iban ya descalzos y -hambrientos. Así se corren aventuras a las veces gloriosísimas; mas no -se fundan permanentes imperios... En vano se busca en la Inquisición, -en la amortización, en la exageración del principio monárquico, en los -defectos de los reyes, en la incapacidad de sus privados, etc., la -causa única de nuestras desgracias; hay allí muchos vanidosos sofismas -de secta o escuela, y numerosas preocupaciones de la ignorancia», etc. - -La historia de España fue siempre, según hace notar Cánovas, un proceso -de perpetua, de angustiosa penuria económica. «Al subir al trono Felipe -II, estaban las cosas de modo que su favorito Ruy Gómez de Silva -hubo de decir a cierto enviado de nación amiga “que se hallaba el -reino _sensa prattica, sensa soldati, sensa dennari_”». De esta gran -postración, no obstante la cual se acometieron nuevas y desastrosas -campañas, hace Cánovas responsable al atraso antiguo de la agricultura, -producido por las guerras de ocho siglos; a la falta de brazos que -se comenzaba a sentir por la expulsión de los judíos (agravada más -adelante por la expulsión de los moriscos); a los destierros forzosos -de muchos; a las persecuciones del Santo Oficio; a la amortización -civil y eclesiástica; al sinnúmero de soldados que exigieron las -dilatadas y sangrientas campañas del siglo XVI, y, sobre todo, a la -despoblación, causada por el descubrimiento de América. - -Cánovas señala, además, como factor de la debilidad nacional, el -_provincialismo_ o _regionalismo_ y podríamos añadir el _caciquismo_, -reliquia feudal tan funesta como la miseria económica. Esta falta de -solidaridad social, notada también por Hume y otros historiadores -modernos (_kabilismo_ del insigne Unamuno), quebrantó la unidad y -energía del Poder central, obligado a respetar los fueros y franquicias -de las regiones más ricas y pobladas, y a gravar casi exclusivamente -con levas y exacciones a las esquilmadas Castillas, Extremadura -y Andalucía. Ante los ahogos de una pobreza creciente, el Estado -español empeñó todas sus rentas, alteró repetidas veces el valor de la -moneda, se incautó de los bienes de los particulares y se entregó, -en fin, para llevar adelante sus empresas guerreras, a toda suerte de -atropellos y desafueros. - -La población, que, según cálculos de un economista alemán (Haebler) -que ha consagrado un libro a esclarecer las condiciones económicas del -pueblo español durante nuestro auge político, pasaba de seis millones -en la época de los Reyes Católicos, descendió, en tiempos de Carlos II, -a menos de cuatro[30]. - -Y apuntando remedios, nos dice Cánovas: «Trabajad, inventad, economizad -sin tregua; no contraigáis más deudas; no pretendáis tanto adquirir -como conservar; no fiéis sino en vosotros mismos, dejando de tener -fe en la fortuna...; que vuestro patriotismo sea, en fin, callado, -melancólico, paciente, aunque intencionado, constante, implacable». - -De este mal de la despoblación y pobreza quejábanse ya nuestros -escritores del siglo XVI y XVII. Recordemos que Fernández Navarrete, -que escribía en el primer tercio del siglo XVII, hablaba ya en su -_Conservación de monarquías_ de que «la despoblación de Castilla, que -tanto baldonan los extranjeros, debíase a las guerras incesantes, a -los tributos intolerables, a la colonización de América y, sobre todo, -a la expulsión de los tres millones de moriscos y dos millones de -judíos». Laméntase Navarrete, con razón, de que las razas laboriosas -e industriosas hubieran sido expatriadas y no los _gitanos_, pueblo -maleante, entregado sistemáticamente al robo y la depredación. - -Con no menos vigor y alto espíritu crítico formula el insigne J. Costa -juicios parecidos. «Ha engañado --dice-- a nuestros políticos el -mapa, no viendo de la Península sino su extensión, no cuidándose de -apreciar su grado de productibilidad, la población que podía mantener, -los recursos con que podía acudir al Tesoro público. Dos accidentes -históricos, el desembarco de Colón en la Península con su lotería del -Nuevo Mundo, y el matrimonio de Doña Juana, con sus expectativas -en la Europa Central, desplegaron a la vista de España perspectivas -de grandeza y tentaciones de imperio universal, para resistir a las -cuales no había en la raza suficiente caudal de prudencia política, y -complicaron e hicieron irremediable aquella desorientación que nos ha -valido cuatro siglos de decadencia... El arte de gobernar declinó en -las manos de nuestros estadistas en una rama de la literatura». Suyo -también es este hermoso y exacto pensamiento: «Como la Venus de Milo, -España es una bella estatua, pero sin brazos». - -En cuanto a remedios, propone la _política hidráulica_, es decir, -derivar hacia la agricultura, hacia la construcción de canales y -pantanos, los caudales locamente derrochados en guerras suicidas y -en vanidades de hidalgo venido a menos. Coincidiendo con Cánovas, -sugiere también a nuestros ministros el pensamiento de «gobernar con -tristeza, como Fernando VI, velando y consolando la desventura de -los gobernados». Aconseja además: «Abaratar la patria, de modo que -la condición de español deje de ser un mal negocio; y doble llave al -sepulcro del Cid para que no vuelva a cabalgar... Hay que rehacer -al español en la escuela. Menos Universidades y más sabios... No se -encierra todo en levantar el nivel de cultura general; es preciso, -además, producir grandes individualidades científicas que tomen activa -participación en el movimiento intelectual del mundo y en la formación -de la ciencia contemporánea... Crear colegios españoles, a estilo del -de Bolonia, en los principales centros científicos de Europa, para -otras tantas colonias de estudiantes y profesores, a fin de crear en -breve tiempo una generación de jóvenes imbuidos en el pensamiento y las -prácticas de las naciones próceres para la investigación científica, -para la administración pública, la industria, la enseñanza y el -periodismo». En suma, _despensa_ y _escuela_: tales son los remedios de -nuestros males. - -La teoría de Cánovas y de Costa es hoy doctrina inconcusa. Naciones -desangradas y empobrecidas por guerras inútiles, emigraciones continuas -y exacciones agotadoras, no suelen sentir ansias de cultura superior. -Harto hacen con vegetar obscuramente y conservar incólume la semilla -de la raza. Pero... ¿por qué naciones no menos asoladas por guerras -desastrosas y enflaquecidas por emigraciones continuas, se restauraron -rápidamente? ¿Cómo no pereció Italia saqueada, vejada, desgarrada y -afrentada por casi todos los ejércitos y aventureros de Europa? ¿Qué -secreto resorte mantuvo la vitalidad de Francia, no obstante vivir en -perpetua hostilidad con las naciones fronterizas? ¿Qué extraña virtud -hizo que Alemania, cuna y campo de batalla del cisma, y cuya población, -consumida por la guerra de treinta años, descendió, según cálculos -autorizados, a menos de cuatro millones, no agotara nunca su vena -productora de ilustres pensadores y de primorosos artífices, renaciendo -luego con irresistible pujanza? Falta, pues, algo en esta teoría para -esclarecer por completo el problema de nuestro atraso. - -_Hipótesis del fanatismo religioso._-- Según esta concepción, -generalmente acogida en el extranjero[31], las causas principales de -nuestra decadencia política y de nuestro atraso científico fueron la -exageración del principio religioso y singularmente la Inquisición, -que podó y descuajó durante siglos lo más eminente y exquisito del -genio nacional. Fue una selección al revés, como dice Ostwald. El -Santo Oficio, limpiando la nación de judaizantes, moriscos y luteranos -y reduciendo al silencio o a la expatriación a todos los pensadores -heterodoxos, privó a España del concurso de las mentalidades más -originales y más renovadoras. Porque precisamente entre esos hombres -poco fervorosos del dogma y rebeldes al despotismo de escuela suelen -contarse los grandes iniciadores de la Filosofía y de la Ciencia. En el -cedazo quedaron, pues, los rutinarios, los dóciles, los intolerantes y -los meollos rudos y seniles. - -Aun sin llegar a las violencias de la intolerancia, la exageración del -principio religioso entraña un germen de postración económica y de -apatía cultural. - -Profundamente penetrados del misticismo y de la existencia de otra vida -mejor, los pueblos miran la ciencia como algo frívolo, profano, de -dignidad inferior a la teología, a la literatura y a la política. En -muchos escritores del siglo de oro, singularmente en Gracián, Quevedo -y Saavedra Fajardo, apuntan estos sentimientos. En lo cual, fuerza es -confesarlo, son severamente lógicos. Puesto que la vida terrestre no -es sino preparación para el cielo, natural es cultivar exclusivamente -la teología, la mística y la moral, es decir, las sagradas disciplinas -que nos apartan de frivolidades mundanas y señalan el camino de la -perfección espiritual. ¿A qué afanarse por las artes útiles, el -comercio, la industria? Fuera de la moral, el derecho y un poco de -literatura necesaria para hablar con decoro de las cosas santas, solo -parece plausible y deseable el esfuerzo para conservar la pureza del -dogma y la imposición, mediante la guerra, de la unidad religiosa a -todas las naciones. - -Y España peleó locamente contra Inglaterra, Flandes, Francia, Italia, -África, las razas de América, etc. Empresa enorme, sobrehumana, que -hubiera exigido en el Gobierno genios, en vez de vulgares privados; -en el ejército las huestes de Jerjes dirigidas por Aníbales, y en la -Hacienda pública los tesoros de la Francia o de la Inglaterra actuales. -Solo Dios puede hacer lo imposible, y así todo se fió en Dios. A la -Santa Cruzada contra el protestantismo fueron sacrificados vasallos y -tesoros, cerebros y corazones. - -Arrastrados por esta fiebre de ciego proselitismo, desterramos de la -Península a los judíos y a los moriscos, en cuyas manos florecieron -el comercio y la agricultura. Quedó la poca tierra cultivable yerma -y esquilmada. Sobre ella crecieron y se extendieron, como legión -de voraces parásitos, los frailes y los nobles, paralizando con la -amortización material las fuentes de la riqueza patria y aniquilando -con la amortización espiritual las iniciativas científicas y audacias -especulativas de la raza... Tal es, en sus líneas generales, la teoría -económico-política. - -Nacida en el extranjero con Buckle, Tiknor, Draper, Macaulay, Hume, G. -Le Bon, etc., sostenida entre nosotros por intelectuales de prestigio -(Sanz del Río, Revilla, Pi y Margall, José del Perojo, etc.), esta -hipótesis forma casi parte del ideario de nuestra democracia. Sobre las -otras concepciones posee la ventaja inapreciable de referir nuestro -atraso a una condición adventicia, en cierto modo exterior y extraña -al carácter mental de la raza. Como toda explicación simplista, se -ofrece cómoda, y por tanto sugestiva. Seduce a primera vista porque nos -promete, según nota Maeztu, para un plazo breve, fácil y llano remedio. -Barrida la intolerancia, emancipado el espíritu crítico, la ciencia -deberá surgir por sí misma como espontánea floración de la cultura y -de la prosperidad material. - -No negaremos nosotros que la exageración del sentimiento religioso, -que ya Cánovas, Valera y otros consideraron como uno de tantos -motivos de nuestra decadencia, y, sobre todo, las crueldades del -Santo Oficio, hayan contribuido bastante a marchitar la flor de -nuestra originalidad científica y filosófica. Dejamos apuntado ya que -el sabio, por religioso que sea, gana mucho en un ambiente de libre -expansión espiritual. Creemos más: que en la actualidad (hay gloriosas -excepciones), los hombres más ocupados en los problemas del mundo -suelen ser los menos preocupados de las beatitudes celestiales. - -Pero aun reconociendo y proclamando todo esto, pensamos sinceramente -que la hipótesis del _fanatismo religioso_ es, en el terreno histórico, -notoriamente exagerada, y en el terreno práctico, _peligrosísima_ -para las esperanzas puestas en el resurgimiento de España y en los -altos destinos de la raza, esperanzas que todos, y señaladamente los -maestros, debemos infundir reiteradamente en la juventud. - -Que se ha extremado el papel anticultural de la Inquisición, probáronlo -(cayendo también en opuestas exageraciones) Laverde, Vidart, Adolfo de -Castro, muchos de nuestros tradicionalistas, y singularmente el fogoso -patriota y prodigioso erudito Menéndez Pelayo[32]. En respuesta a los -denigradores del Santo Oficio, alegaron que precisamente el auge de la -producción científica y filosófica española corresponde a los siglos -XVI y XVII, época de la prepotencia del terrible Tribunal. Y citaban -abrumadoras listas de filósofos moralistas y científicos, que brillaron -con luz propia en nuestra edad de oro. Afirmaban, además, que en -los calabozos del Santo Oficio no perecieron hombres de ciencia ni -pensadores eximios, sino judaizantes, luteranos, musulmanes, y, sobre -todo, brujos y endemoniados, según ocurría a la sazón, aunque bajo -otras instituciones, en todos los países de Europa. Recordaban, en fin, -que Servet fue inmolado fuera de España por el feroz Calvino, y que la -tolerante Italia quemó a G. Bruno y encarceló a Galileo. - -«En Francia --dice Valera--, sin contar los horrores de las guerras -civiles, solo en la espantosa noche de San Bartolomé hubo más víctimas -del fanatismo religioso que las que hizo el Santo Oficio desde su -fundación hasta su caída... Ni iguala en número --continúa-- por -confesión de Schack a solo las infelices brujas quemadas vivas en -Alemania nada más que en el siglo XVII.» - -Y es menester reconocer que los hechos citados por los precedentes -autores poseen alguna fuerza. Maeztu, uno de nuestros jóvenes -escritores más vigorosos y mejor orientados, nota oportunamente que -mal pudo la Inquisición sacrificar a filósofos y sabios, cuando España -no los tuvo nunca (de primer orden, se entiende). Otras son, pues, las -esenciales causas de nuestro atraso, y no la intolerancia religiosa, -que adquirió también, entre los cismáticos de Inglaterra, Suiza y -Alemania, formas y sentimientos singularmente agresivos e inhumanos. - -Pero, conforme dejamos apuntado, lo más grave de la teoría religiosa no -consiste en su tendencia sectaria, ya advertida por Cánovas, sino en -que, fiados en ella, corremos el riesgo de echarnos definitivamente en -el surco, dejando de aplicar al mal los verdaderos remedios. - -En efecto: hace más de un siglo que, salvo algún chispazo aislado, la -Inquisición apagó sus hogueras. Hemos hecho cinco o seis revoluciones, -decretado la desamortización e instaurado un régimen de tolerancia -religiosa. Reconoce nuestra Constitución la libertad de conciencia, -de palabra, de asociación y de imprenta, Profesores eminentes han -importado a nuestras aulas filosofías más o menos heterodoxas, tales -como el krausismo, el positivismo y el evolucionismo materialista, -desarrollándolas libremente, sin molestias ni cortapisas. Aunque -no forman todavía mayoría, abundan entre nosotros los políticos, -periodistas, magistrados y catedráticos librepensadores. Contra lo -que suponen los extranjeros, cierta tolerancia práctica reina entre -nuestra sociedad ilustrada. Se citarán, acaso, excepciones más o menos -antiguas; pero en la actualidad, quien positivamente vale, llega en -España a los primeros puestos, cualquiera que sea su credo filosófico, -a condición de que no lo proclame harto ruidosa y estridentemente, -lastimando los sentimientos de la mayoría. - -Sin embargo..., con muy ligeros avances sobre nuestro anterior estado, -continuamos a la zaga de las pequeñas nacionalidades del Norte de -Europa. Pueblos hermanos como Portugal y las Repúblicas sudamericanas, -donde la despreocupación dogmática es acaso mayor que entre nosotros, -viven, sobre poco más o menos, en el mismo plano cultural. - -Si esta situación continúa y se acentúa, la posición de los adeptos -de la teoría del fanatismo religioso resultará singularmente -comprometida. Y si discurren serenamente, llegarán pronto a la -desconsoladora conclusión de la incapacidad de los pueblos peninsulares -para las altas empresas de la civilización. No se trataría ya de la -bancarrota de un _principio_, sino de la bancarrota de una _raza_. -Y esto, aunque fuera verdad, que no lo es, ningún peninsular puede -honradamente declararlo, sin haber agotado antes, para demostrar lo -contrario, todas las capacidades de su intelecto y todas las energías -de su voluntad. - -_Hipótesis del orgullo y arrogancia españoles._-- Muchos extranjeros, -varios españoles y no pocos hispanoamericanos (Bunge, entre otros) -achacan en parte nuestro atraso a este defecto del carácter nacional, -en cuya virtud se consideraron siempre entre nosotros como cosas viles -el trabajo mecánico, la industria y el comercio. Muy elocuentemente -habla acerca de ello el insigne Valera. - -«La tiranía --dice Valera-- de los reyes de la Casa de Austria, su -mal gobierno y las crueldades del Santo Oficio, no fueron causa de -nuestra decadencia; fueron meros síntomas de una enfermedad espantosa -que devoraba el cuerpo social entero... Fue una fiebre de orgullo, -un delirio de soberbia que la prosperidad hizo brotar en los ánimos -al triunfar después de ocho siglos en la lucha contra los infieles. -Nos llenamos de fanatismo a la judaica. De aquí nuestro divorcio y -aislamiento del resto de Europa... Nos creímos el nuevo pueblo de Dios; -confundimos la religión con el egoísmo patriótico; nos propusimos el -dominio universal, sirviéndonos la cruz de enseña o de lábaro para -alcanzar el imperio. El gran movimiento de que han nacido la ciencia y -la civilización moderna, y al cual dio España el primer impulso, pasó -sin que lo notásemos, merced al desdén ignorante y al engreimiento -fanático»[33]. - -También Cadalso (citado por _Azorín_), antes que Valera, notó ya esta -lacra moral de la gente hispana. «No estudiamos --decía--. Nuestro -defecto fundamental es el orgullo... Las ciencias van decayendo -de día en día... Los verdaderos estudiosos son tenidos por sabios -superficiales en el concepto de los que saben poner setenta y siete -silogismos sobre si los cielos son fluidos o sólidos...» «Trabajemos ---dice-- en las ciencias positivas para que no nos llamen bárbaros los -extranjeros...» - -Las páginas de la Historia de España ofrecen numerosos testimonios de -este irritante sentimiento aristocrático, que nos llevó a repudiar, -como innobles y propios solo de judíos y gente servil, la agricultura, -el comercio, la industria y las artes mecánicas. La nobleza y la clase -media, preocupadas con la limpieza de sangre, solo podían subsistir -vegetando parásitamente sobre una masa de pecheros, comerciantes e -industriales. No obstante lo cual, cometiose la monstruosa aberración -de decretar, según dijimos antes, primeramente, la expulsión de los -judíos monopolizadores del comercio, y después, la de los moriscos, en -cuyas manos estaban la agricultura y la industria. Nubes de extranjeros -voraces, incapaces de nacionalizarse porque nos odiaban cordialmente, -vinieron a reemplazar a moriscos y judíos, absorbiendo el oro de -América, fomentando la industria de sus sendos países, con daño de -la nuestra, y convirtiéndose en usureros y esquilmadores del Estado. -Entristecen las descripciones que extranjeros como Campanella, Mad. -d’Aulnoy y otros hacen de la incuria de nuestros hidalgos y del casi -total abandono del agro castellano, a causa del desprecio suicida del -trabajo manual. Así como el comercio y la banca cayeron en poder de -genoveses, flamencos y franceses, el cultivo mismo de la tierra (es -decir, lo poco de ella cultivado) vino a manos de braceros extranjeros, -con los cuales emigraban anualmente muchos millones, importe de -salarios. - -La teoría del orgullo explica algo mejor que la hipótesis -económico-política la escasez de nuestra producción científica -e industrial. La ciencia exige instrumentos, y estos solo puede -proporcionarlos una industria floreciente. Y en aquel tiempo era -difícil importarlos de fuera. Deja, sin embargo, esta concepción en la -sombra algunos puntos, entre ellos la pobreza filosófica, astronómica y -matemática de la nación y el gusto casi exclusivo hacia el saber, que -nuestro ilustre Carracido llama _ornamental_ (literatura, humanidades -y filosofía escolástica, etc.), con el consiguiente desprecio de las -ciencias de la naturaleza. Creímos que era bastante dominar, sin -reparar que solo imperan duraderamente la ciencia, la industria y el -comercio. - -_Teoría de la segregación intelectual._-- En todas las hipótesis -expuestas, singularmente en las de Cánovas, Costa y Valera, late -un fondo de verdad, pero ellas no lo dicen todo. A nuestro atraso -contribuyeron indudablemente las guerras inútiles, la Inquisición, el -finchado aristocratismo, la emigración a América, el desdén por el -trabajo mecánico y la irreparable esterilidad de una tierra eternamente -sedienta. Pero estas calamidades (que muchos países han sufrido), -con ser grandes habrían moderado nuestra producción en orden al -conocimiento de la naturaleza, mas no la habrían reducido a un mínimo -casi despreciable de no intervenir otro factor, felizmente modificable, -a que apenas aluden nuestros escritores. La causa culminante de nuestro -retardo cultural no es otra que el _enquistamiento espiritual_ de la -Península. A la manera de un tumor, el talento hispano desarrollose, -viciosa y monolateralmente, nutriéndose exclusivamente de la pobre -savia nacional. La frase «Santiago, cierra España», citada por Bunge -(que le da un sentido erróneo, sin duda por imperfecto conocimiento del -castellano), no fue solo el grito de combate de nuestros guerreros, -sino la divisa de nuestros sabios[34]. Cerramos las fronteras para -que no se infiltrase el espíritu de Europa, y Europa se vengó alzando -sobre los Pirineos una barrera moral mucho más alta: la muralla del -desprecio. Desde fines del siglo XVII, nuestros sabios, nuestros -filósofos, nuestros literatos, dejaron casi enteramente de ser leídos y -citados. Entre los científicos, solo se salvó del olvido Azara, el gran -naturalista que brilló en el siglo XVIII. - -Como consecuencia de esta segregación intelectual, no prendió apenas en -España la semilla del Renacimiento, según nota oportunamente Federico -de Onís. Los inyectores de la savia nueva, tales como Lebrija, el -Brocense, Pedro Ciruelo y otros, fueron perseguidos. Y no digamos -nada de Servet y del Dr. F. Sánchez, el precursor del cartesianismo -y del agnosticismo moderno, porque ambos tuvieron que expatriarse -para escribir. El terror a lo nuevo, a lo extranjero, obsesionaba a -nuestros Claustros profesorales, más inquisidores que la Inquisición -misma, que recelaban no solo de las ciencias naturales, sino hasta de -las inofensivas filología, gramática e historia. Y semejante estado de -espíritu perduró muchos años, según revelan los escritos de Villarroel -y los más modernos de Feijóo, Campomanes y Jovellanos. - -Hubo, ciertamente, algunas excepciones de dicha incomunicación. Durante -una parte del siglo XVI, con ocasión de nuestras guerras de Italia, las -auras del Renacimiento vivificaron un tanto el petrificado espíritu -español, despertándole parcialmente de sus éxtasis religiosos y de -sus ensueños imperialistas. Otra ventana hacia Europa abriose también -durante el siglo XVIII; por ella recibieron algunos intelectuales -bien dotados el influjo bienhechor de la crítica y de la renovación -científica que agitaban la Europa. - -En corroboración de esta doctrina, nótese que casi todos nuestros -grandes escritores y sabios surgieron en esas épocas de relativo -intercambio cultural, y fueron, naturalmente, infatigables viajeros. -No pocos, desde el final de la Edad Media, perfeccionaron sus estudios -en el extranjero y regentaron cátedras en Roma, Bolonia, París, -Montpellier, Tolosa, etc. Recordemos a Arnaldo de Vilanova, Raimundo -Lulio, Servet, Luis Vives, Saavedra Fajardo, el padre Acosta, el -médico Hernández, Garcilaso, Quevedo, etc. El mismo Cervantes, no -obstante su original genialidad, debió mucho a la refinada cultura -de Italia. Pero, en general, salvando gloriosas excepciones, nuestro -orgullo aristocrático, secundado por la desdichada posición geográfica -de la Península (confín de Europa y camino solamente de África), -nos condujo a una reclusión mental deplorable. A semejanza de esos -animales habitadores de la Australia, que segregados en remotas edades -del Continente, adquirieron formas insólitas y estrafalarias, así el -entendimiento español, no vivificado por la conjugación intelectual ni -corregido por la crítica europea, apartose de las normas de la cultura -mundial y se expandió en la viciosa y casi exclusiva vegetación de -las sutilezas escolásticas, de los transportes de la mística y de los -juegos del conceptismo y culteranismo. - -Y sin embargo, no faltó nunca algún español, flor de la raza, que -apuntara, aunque predicando en desierto, los inconvenientes del -aislamiento nacional. En su famoso libro de _Las Empresas_, Saavedra -Fajardo decía: «La renovación da perpetuidad a las cosas caducas por -naturaleza... Ninguna juventud sale acertada en la misma patria... -Los parientes y amigos la hacen licenciosa y atrevida. No así en las -tierras extrañas, donde la necesidad obliga a la consideración en -componer las acciones y en granjear voluntades. Fuera de la patria se -pierde aquella rudeza y encogimiento natural; aquella altivez necia e -inhumana que ordinariamente nace y dura en los que no han practicado -con diversas naciones... Los españoles, que con más comodidad pudieran -practicar el mundo, por lo que en todas partes se extiende su -monarquía, son los que más retirados están en sus patrias, si no es -cuando las armas les sacan de ellas.» (_Empresa_ LXVI)[35]. - -Que durante nuestra supremacía militar viajábamos poco, y no llevamos -a Flandes e Italia comerciantes, sabios y colonos que acompañaran a -nuestros soldados y crearan vínculos materiales y espirituales con la -metrópoli, persuádelo el hecho harto elocuente de que en la actualidad -no queda en dichos países el menor rastro de la raza, la lengua y las -costumbres españolas. Verdad es que en tales empresas se trataba casi -siempre de defender el patrimonio, bien o mal adquirido, de los reyes, -no los intereses positivos de nuestro pueblo, según hace notar muy -sagazmente Cristóbal de Reyna[36]. - -Hemos vivido, pues, durante siglos, recluidos en nuestra concha, -dando vueltas a la noria del aristotelismo y del escolasticismo, y -desinteresados y desdeñosos (con excepción de pocos paréntesis) del -poderoso movimiento crítico y revisionista que impulsó en Europa a -las ciencias y las artes. Fuera, empero, injusticia olvidar que -algunos de nuestros sabios y filósofos conocieron y profesaron las -novísimas verdades matemáticas, astronómicas, y físicas y biológicas, -conquistadas por Copérnico, Galileo, Torricelli, Newton, Descartes, -Vesalio, Harveo, Lavoisier; pero poquísimos de ellos tuvieron el -arranque necesario para trasladarse a los grandes centros culturales, y -adquirir el contagio tonificante de la genialidad creadora. - -A causa de esta incompleta conjugación con Europa, nuestros maestros -profesaron una _ciencia muerta_, esencialmente formal, la ciencia de -los libros, donde todo parece definitivo (cuando nuestro saber hállase -en perpetuo _devenir_), e ignoraron la _ciencia viva_, dinámica, -en flujo y reflujo perennes, que solo se aprende conviviendo con -los grandes investigadores, respirando esa atmósfera tónica de sano -escepticismo, de sugestión directa, de imitación y de impulsión, sin -las cuales las mejores aptitudes se petrifican en la rutinaria labor -del repetidor o del comentarista. - - -EL REMEDIO DE NUESTRO ATRASO. MÉTODO HISTÓRICO DE ELEVACIÓN CIENTÍFICA -Y CULTURAL - -La ciencia, como todas las actividades específicas del entendimiento, -es simple consecuencia de la imitación y del ejemplo. Trátase siempre -de un contagio, a veces a distancia, por la semilla latente en los -libros, mucho más a menudo de cerca, por gérmenes arribados por el -oído, escapados, como en surtidor luminoso, de las cabezas geniales. -Del mismo modo que el hijo aprende el oficio del padre, _mirando -y ensayándose_, así el sabio en perspectiva aprende a investigar -mirando al investigador y trabajando bajo su vigilancia. Como dice -acertadamente Castillejo, uno de los apóstoles más fervientes y -desinteresados de nuestro renacimiento intelectual, «los florecimientos -culturales son producto del contacto de civilizaciones diferentes. -Hay una especie de fecundación que, sin ahondar ahora más, puede bien -referirse al carácter de producto social que la cultura tiene, lo mismo -referida a las colectividades de individuos que a las de los pueblos». - -Tan palmaria verdad es que la ciencia brota de la fecundación -intelectual inmediata, que no se citará un solo país en donde el ansia -de saber haya surgido con absoluta espontaneidad. Por rica y plástica -que parezca la mentalidad de un sabio, jamás será poderosa a crear _in -toto_ una disciplina científica. Su misión se reduce a desenvolver un -germen recibido, a consolidar y acrecentar el patrimonio heredado. - -¿Habrá que recordar ejemplos históricos de tan trivial y vulgar -aserto? Nadie ignora que los filósofos y sabios de la Grecia fueron -infatigables viajeros. Cada una de aquellas inteligencias vírgenes y -ansiosas de sabiduría, solía dividir su vida en dos fases: durante la -primera asistía a los focos culturales de Egipto, Asiria, Persia, la -India y la Gran Grecia; durante la segunda, recogíase en sí misma, -sistematizaba lo aprendido y fundaba nueva escuela. El viejo Egipto -adoctrinó a Grecia, como, andando el tiempo, Grecia adoctrinó a -Italia y a las naciones mahometanas; y, en fin, estas y sobre todo la -cultísima Italia del Renacimiento (esa Italia, siempre pagana, a pesar -del cristianismo, y fervorosamente enamorada de la sabiduría antigua), -difundieron la ciencia clásica por el resto de Europa. - -Y para recordar ejemplos más cercanos, hoy mismo, ¿no vemos al Japón, -pueblo de raza amarilla, pasar bruscamente desde las tinieblas de -la Edad Media a los esplendores de la cultura y de la civilización -occidentales? Obra estupenda, que parece milagro, y representa -simplemente un caso particular de sistemática pero intensiva y -extensiva inoculación de la ciencia europea. No fue, ciertamente, -según se complacen en afirmar algunos de nuestros políticos, la -revolución japonesa del 68 con sus reivindicaciones liberales y la -consiguiente emancipación económica del agricultor, la causa eficiente -de tan asombroso renacimiento. No; los artífices de la grandiosa -ascensión fueron, en primer término, el alto sentido político del -Emperador y sus ministros y, a guisa de instrumentos, esos miles de -jóvenes pacientes, silenciosos, concentrados, que, por mandato del -Gobierno, vinieron a Europa a escudriñar, llenos de fervor patriótico, -en laboratorios, seminarios, talleres, fábricas y arsenales, los -secretos de la sabiduría y de la fuerza occidentales. - -Menos resonantes y notorios, pero igualmente significativos ejemplos, -nos ofrecen algunos pueblos de pura cepa europea, en donde por -diversos motivos decayeron las ciencias o no adelantaron con el brío -necesario. Recordemos a Italia, cuyas Universidades, un tanto enervadas -durante la primera mitad de la pasada centuria, supieron remozar la -caduca savia, importando profesores alemanes y, sobre todo, educando -sistemáticamente en el extranjero la flor de su juventud intelectual y -docente. Igual salvadora conducta han seguido los Estados Unidos (en -donde por diversas causas el espíritu científico aparecía ahogado por -el bajo mercantilismo), inundando de jóvenes doctores los laboratorios -y seminarios ingleses, franceses y alemanes. - -Patentes están los frutos de esta inoculación reiterada y metódica del -germen del progreso científico. Italia ha decuplicado su rendimiento -intelectual; y en ciertas esferas del saber, figura ya a la cabeza -del movimiento cultural europeo. En cuanto a los Estados Unidos, el -espíritu de indagación hállase en rápido _crescendo_; la pléyade de -inventores ingeniosos, aunque empíricos, ha sido allí reforzada por -lucida cohorte de sabios creadores, cuyos descubrimientos promueven el -aprovechamiento, de cada vez mayor, de las riquezas del suelo y del -subsuelo, y han sido causa del asombroso florecimiento de las empresas -industriales. Poderosos Institutos, como el célebre de Rockefeller, -legado de millonarios patriotas, se han creado para cultivar la -ciencia pura. Por este mismo sendero marchan con éxito brillante, o -con esperanzas justificadas, Rumanía, Egipto, Chile, la República -Argentina, etcétera. - -Y nótese que la elevación cultural de los citados pueblos ha surgido, -no por lenta evolución, conforme pide la teoría, sido súbita y -teatralmente; verdadera revolución desde arriba, para la cual la -_Gaceta_, tan desacreditada entre nosotros, obró cual talismán mirífico. - -La panacea que en Italia, en los Estados Unidos, en el Japón[37], -en Hungría, en Rumanía, en la misma Rusia, es decir, en países de -razas y genio tan diversos, ha tenido éxitos resonantes, ¿fracasará -precisamente en España, crisol donde se fundieron casi todas las razas -europeas? - -Desde ahora declaramos que el remedio que obró milagros en todos los -países, dará también resultados excelentes en España. Si hay fracaso, -nuestra será la culpa, por no haber sabido servirnos de la heroica -panacea. El fiasco, y tras él la decadencia definitiva y mortal, -vendrán solamente si la aplicamos sin fe ni perseverancia; si por -espíritu de tacañería la administramos a dosis homeopáticas, o de -manera intermitente; si no sabemos reclutar y preparar mentalmente -a nuestra juventud para recibir, allende el Pirineo, la suprema -iniciación; si, a la vez que establecemos íntima comunicación -espiritual con el extranjero, no acertamos a mantener en los iniciados -el fuego sagrado de la investigación, organizando, para retenerlos y -estimularlos, laboratorios y seminarios, talleres y demás centros de -laboreo intelectual y profesional; si, en fin, por respeto a rancios -prejuicios o a funestos formalismos, no procedemos a incorporar -rápidamente a la enseñanza el nuevo plantel docente, renovando y -fecundando con él la vieja Universidad, órgano principal, según dejamos -dicho, de civilización y de progreso. - -Porque, lo hemos proclamado mil veces y lo repetiremos otras mil, -España no saldrá de su abatimiento mental mientras no reemplace las -_viejas cabezas de sus profesores_ (Universidades, Institutos, Escuelas -especiales), _orientadas hacia el pasado, por otras nuevas orientadas -al porvenir_. No reside, pues, el daño en los que aprenden, ni en el -Estado que, en la medida de lo posible, sufraga los gastos, sino en -los que enseñan. De unos salen los otros. Ideal del discípulo será -siempre parecerse a su maestro. ¿Cómo superarse si no halla cerca de sí -otro término más alto de comparación? Y pues es fuerza romper la cadena -de hierro de nuestro atraso, rómpase por el _anillo docente_, único -sobre el cual puede obrar directa y eficazmente el Estado. Europeizando -rápidamente al catedrático, europeizaremos al discípulo y a la nación -entera. - -Como dice luminosamente Castillejo, «no queda otro recurso que formar -gente nueva y unirla a los elementos aprovechables de la antigua». Pero -esa gente nueva no lo será de veras, se parecerá irremediablemente a -nosotros, adolecerá de nuestras rutinas y defectos, como no respire por -mucho tiempo el ambiente de la Universidad extranjera. - -Tal es el plan salvador. No ha habido que inventar la panacea. Es -remedio probado, norma seguida por cuantos pueblos tuvieron clara -conciencia de su postración y quisieron regenerarse de veras. -Descendamos ahora a formular algunas reglas tocantes a la manera de -aplicar la terapéutica. - -[Ilustración] - - - - -[Ilustración] - -CAPÍTULO XI - -Órganos sociales encargados de nuestra reconstrucción. - -Pensionado en el extranjero. Importación de profesores. Creación de -Colegios españoles en las principales ciudades universitarias de Europa. - - -Las ideas precedentes, vulgarísimas en el extranjero, tampoco son, -por fortuna, novedad en España. Más o menos explícitamente, han sido -proclamadas por nuestros mejores escritores, y singularmente por -las eminencias de la cátedra; han creado un estado de conciencia -nacional y se han traducido, al fin, en leyes y órganos adecuados de -acción. Notorio es que, desde hace algunos años, se han fundado entre -nosotros instituciones que, como la _Junta de Ampliación de estudios -y Pensiones_ y el _Patronato de ingenieros y de obreros_, tienen por -principal misión escoger la flor de nuestra juventud intelectual y -obrera, para educarla y sostenerla en los grandes focos de producción -científica e industrial de Europa y América. - -La _Junta de Pensiones y de Ampliación de estudios_ se propone, según -resume su activo secretario, señor Castillejo: «1.º El envío de -pensionados al extranjero, la comunicación con ellos y la organización -de diversas formas de tutela y auxilio para facilitarles su labor. 2.º -Un servicio de información extranjera en las cuestiones de educación, -para divulgar el conocimiento de los centros docentes y las condiciones -de la vida en los principales países. 3.º Un patronato de estudiantes -que secunde la iniciativa privada, auxiliando el envío de jóvenes al -extranjero por cuenta de las familias. 4.º La creación de centros -de investigación científica, organizados dentro y fuera de España, -como medio de que los pensionados en el extranjero puedan continuar -su preparación, y los que aspiren a salir, comenzarla reunidos, con -los elementos que el país ofrezca, en un trabajo práctico y personal. -Hay hasta ahora constituidas tres agrupaciones: el Centro de estudios -históricos, el Instituto nacional de ciencias físico-naturales y la -Escuela española de Roma para Arqueología e Historia. 5.º El fomento -de las instituciones de carácter educativo, para mejorar en todos los -órdenes de la vida de nuestros escolares. Se ha abierto ya en Madrid -la primera _Residencia_ de estudiantes donde estos hallan favorables -condiciones higiénicas, morales e intelectuales, dentro de un régimen -de sana libertad»[38]. - -La lealtad, la imparcialidad confesional y el sincero patriotismo -con que la _Junta de Pensiones y de Investigaciones científicas_ ha -aplicado los referidos principios de elevación cultural, han sido -reconocidos por la mayoría de los conspicuos de la política, sin -distinción de matices. Aprobaciones valiosas ha merecido también de -nuestros más brillantes escritores, entre los cuales fuera imperdonable -olvidar al cultísimo y ecuánime crítico Gómez Baquero, cuyas elocuentes -conferencias de Portugal versaron precisamente sobre las funciones de -la Junta y los resultados alentadores obtenidos. Conscientes de que se -deben a una obra esencialmente nacional, los miembros de la susodicha -Corporación, a la hora de proponer pensiones u otorgar becas de -trabajo, no disciernen otros colores que los gloriosos de la española -bandera, que son también los mismos de la aurora espiritual por todos -anhelada. - -Colaboradores humildes de dicha Institución, no debemos justipreciar -su labor. Fuera, además, harto prematuro. Séanos lícito, sin embargo, -olvidarnos por un momento de nuestro insignificante concurso, y -apreciar objetivamente los resultados. Repetimos que es todavía -temprano para hacer el arqueo de los valores logrados. La semilla dará -fruto solamente dentro de algunos años. La justicia obliga, empero, a -confesar que, no obstante la timidez e irresolución con que el Estado -y en su nombre la citada Junta han procedido, hanse recogido cosechas -estimables. Por de pronto, en la nueva generación, el tipo mental del -maestro declamador y meramente comentarista disminuye visiblemente, y -de día en día aumenta el número de revistas científicas nacionales, de -laboratorios y seminarios de investigación y de entusiastas profesores -entregados a pesquisas originales. Puntualicemos un poco. - -Por lo que toca a la Biología, contamos ya con un plantel de -laboratorios cuyas investigaciones son conocidas y apreciadas en el -extranjero, donde algunos de ellos han explicado cursos y dirigido -laboratorios. Diversas revistas alemanas, inglesas y nacionales, -y singularmente los _Trabajos del Laboratorio de Investigaciones -biológicas_ y el _Boletín de la Sociedad española de Biología_, -registran sus interesantes comunicaciones. Solo en la Revista citada -de mi Laboratorio (_Trabajos del Laboratorio de Investigaciones_, -etc., años 1912 a 1923), han sido publicadas por alumnos o -profesores pensionados más de 50 monografías originales, algunas con -descubrimientos de primera fuerza. - -Los naturalistas, laboriosos como siempre, aunque lentos todavía -en adoptar ciertos métodos de estudio (histológico, embriológico, -etológico y psicológico), han acrecido cualitativa y cuantitativamente -su rendimiento. Aparte las comunicaciones insertas en el _Boletín -de la Academia de Ciencias_, cada día son más interesantes las que -ven la luz en los acreditados _Anales de la Sociedad española de -Historia Natural_. La creación de la _Comisión de Investigaciones -paleontológicas y prehistóricas_ ha dado también opimos frutos. -Sus doctos y activos profesores, adoctrinados por ilustres -especialistas franceses y alemanes, nos han redimido del bochorno de -que nuestra Península constituyera, en lo tocante al arte e industria -prehistóricos, exclusivo campo de explotación de sabios extranjeros. - -Grandes esperanzas nos hacen concebir también los físicos, químicos, -matemáticos e ingenieros llegados recientemente de Alemania, Holanda, -Bélgica y Francia. Algunos de ellos se han ilustrado ya con importantes -investigaciones en parte publicadas por la _Junta de Pensiones_, y en -su mayoría insertas en la joven _Revista de Física y Química_. Hasta -los matemáticos, tan flemáticos y apocados antes, han fundado, por fin, -un _Seminario_ y una Revista, donde hallan estímulo y publicidad sus -estudios, de cada día más originales y profundos. - -Brillante y copiosa es también la pléyade de juristas, historiadores, -filólogos y psicólogos, etcétera, que han importado de Alemania el -secreto de la investigación positiva y exacta. Obrador y cauce para -sus actividades en _crescendo_, es el _Centro de Estudios históricos_ -y los libros numerosos que la Junta de Ampliaciones de estudios da a -luz periódicamente. Con satisfacción se advierte que la nueva floración -de sociólogos, humanistas, críticos literarios, historiadores y -lingüistas, han abandonado el cómodo proceder del _impresionismo_, -_tendencionismo_ y _declamacionismo_, para sentar serena e -impersonalmente doctrina propia sobre datos de primera mano, documentos -y cifras. El cuadro en conjunto es consolador y abre al patriotismo -español perspectivas luminosas. - -No nos ofusque, empero, tan alentador resultado. Convengamos en -que el fruto logrado es deficiente aún, y harto inferior a nuestra -potencialidad productiva. Avanzamos a paso de tortuga, cuando -necesitaríamos velocidades planetarias. Consuélanos solamente el -considerar que los bienes logrados, aunque mezquinos, corresponden -aproximadamente a la importancia de los esfuerzos. - -Causas notorias, oportunamente pregonadas por espíritus clarividentes, -explican la modestia del éxito logrado. - -Sobre las principales de ellas séanos permitido exponer brevemente -algunas reflexiones: - -1.ª _Escasez de las pensiones._-- El método del pensionado en el -extranjero, bueno como norma educadora, solo puede rendir frutos -suficientes cuando se le aplica en grande escala, sin timideces ni -recelos, y en la persuasión de que la mayor parte de la semilla habrá -irremisiblemente de perderse. Satisfechos podríamos quedar si, de los -90 o 100 pensionados actuales, lográranse ocho o diez obreros útiles a -la elevación cultural del país[39]. - -Pero el número de 80 a 90 pensionados entre profesores, doctores, -ingenieros, médicos, naturalistas, abogados, historiadores, filólogos, -artistas, pedagogos, etc. (cifra que representa un máximo con -relación a otras anualidades), constituye cantidad irrisoria y casi -despreciable, si se tiene en cuenta nuestro atraso y la largueza y -decisión con que proceden en este punto otras naciones. No nos hagamos -ilusiones. Nuestro país necesita ser reformado radicalmente de alto a -bajo, hostigando y estimulando al amodorrado cuerpo social hasta la -entraña misma. Para tan intensa fermentación son necesarios cientos y -acaso miles de pensionados, legiones de jóvenes decididos a arrancar -a Europa el secreto de su grandeza y a infundir un nuevo espíritu en -todas nuestras relajadas instituciones docentes y administrativas[40]. - -2.ª _Escasez del tiempo de pensión._-- En Italia, y en casi todas -las naciones de producción científica accidentalmente aminorada, las -pensiones en el extranjero duran tres años, en vez de uno o medio, -salvo prórroga, según es costumbre entre nosotros. - -Nuestro tiempo de pensión es harto insuficiente. Exceptuados los -profesores cultos y habituados a la investigación, que visitan los -laboratorios extranjeros con la mira de dominar un nuevo método de -estudio, o de profundizar, al lado de sabio ilustre, algún tema -especialísimo, la duración del pensionado debe prolongarse tres -años o, por lo menos, dos. A nadie se le ocultarán los motivos -justificativos de tal plazo, y menos a los encargados del magisterio -docente, conscientes como somos de la deficiente preparación técnica, -y del casi ningún conocimiento de idiomas de la inmensa mayoría de -nuestros doctores y licenciados. Durante el primer año, el pensionado -invierte casi todo su tiempo en perfeccionarse en la lengua y en -familiarizarse con los métodos de trabajo; solo más adelante puede -emprender labor útil y penetrar en la intimidad espiritual del maestro. - -3.ª _Escasa edad e insuficiente preparación técnica del candidato._-- -He aquí dos importantes causas de esterilidad del pensionado, -consecuencia fatal de un estado de cosas que ni la _Gaceta_ ni la -Junta de Pensiones serán poderosas a corregir por ahora. El candidato -a pensión está mal preparado, porque la inmensa mayoría de nuestros -maestros lo están también, y suele carecer de la madurez mental -indispensable, por culpa de leyes que, de acuerdo con los íntimos -anhelos del padre de familia, obligan a las fábricas del Liceo y -de la Universidad a lanzar apresuradamente al mercado social sus -inconsistentes hechuras. - -Salvo precocidades excepcionales, la vocación constituye estado de alma -tardío, resultado del tanteo divergente de las fuerzas mentales y de la -prueba objetiva de las propias aptitudes. Por regla general, esta clara -conciencia de la vocación surge desde los veinticinco a los veintiocho -años, aunque sobre este punto nada seguro quepa establecer. De todos -modos se corre grave riesgo de perder tiempo y dinero, enviando al -extranjero mozos de veinte a veinticuatro años, ignorantes de sí mismos -y sin gustos ni vocación bien definidos. - -En su atolondramiento, muchos de ellos toman por aptitud científica -el ansia aventurera de viajar o el deseo de adquirir, por cuenta del -Estado cierta cultura general de buen tono; y cuando por obligación del -cargo visitan laboratorios y asisten a cursos, van animados más bien de -curiosidad novelera y de conocer la fisonomía moral y anecdótica del -maestro, que del afán de empaparse profundamente en el espíritu de la -escuela. - -Cuando se pregunta a los extranjeros conocedores de la organización -docente española acerca de las causas de nuestra flojedad productiva, -la contestación es tan unánime como justa: - -«La Universidad extranjera --dicen-- recibe de la enseñanza -secundaria hombres hechos, con una base científica y literaria muy -sólida; mientras que la Universidad española se nutre de mozalbetes -irreflexivos, sin formación mental suficiente y casi totalmente -desprovistos de conocimientos sólidos en matemáticas, física, química, -historia natural, lenguas vivas y filosofía»[41]. Este grave mal ha -sido también deplorado por muchos de nuestros maestros, singularmente -por André, en cuyos libros (señaladamente en el titulado _La mentalidad -alemana_) se hace crítica luminosa y justa de nuestra defectuosa -organización universitaria. - -Defecto es este imputable más que a las leyes, a nuestros impacientes -padres de familia, que solo se preocupan de que su hijo obtenga un -título profesional con el menor gasto posible de tiempo y de dinero. -«Lo que no sepa (dicen ellos), ya lo aprenderá después...» Y, en efecto -no lo aprenden casi nunca. - -No está en las atribuciones de la _Junta de Ampliación de estudios_ -pensionar, como decía cierto ingenioso político, a los _cabezas de -familia_ para que aprendieran fuera de España el arte de ser padres -cabales; pero fuera deseable que a la hora de proponer candidatos -tuviera muy en cuenta dicho factor de esterilidad, rechazando (salvo -excepciones justificadas) a todos los intonsos doctores y licenciados -menores de veinticinco años, sin vocación consolidada ni preparación -técnica elemental suficiente. - -_Colegios españoles en Londres, París y Berlín._-- Aunque no somos -entusiastas de este procedimiento aconsejado por Costa, no vemos -inconveniente en que se le ensaye, creando en Cambridge, Leipzig o -Múnich algún colegio español, donde numerosos becarios cursen, según -los métodos modernos, tanto la enseñanza secundaria o de Liceo, como -la universitaria o superior. Entre otras ventajas, este método de -precoz trasplantación tendría la valiosísima de modelar la voluntad -y el carácter en la época en que el ambiente social, los deportes, -etc., obran con mayor eficacia educativa, y la no menos importante -de ofrecer desde el principio a las juveniles inteligencias un pasto -intelectual suculento y sano, en lugar de la memorista y superficial -instrucción servida, salvo excepciones, en nuestros Institutos y -Colegios de segunda enseñanza. Solamente nos detendría el temor de -que este método, aplicado de modo global y sin selección a cerebros -en agraz, impusiera al exhausto Tesoro español dispendios muy -desproporcionados con los resultados. - - -INSTITUCIONES COMPLEMENTARIAS DEL PENSIONADO - -No basta escoger, más o menos automáticamente, la _élite_ de la -intelectualidad, transportándola de golpe a los Centros científicos -del extranjero. Es preciso crearle antes un ambiente de transición, -es decir, adoctrinarla moral y técnicamente para que la acomodación -al nuevo medio cultural se efectúe sin riesgos; y es, además, -indispensable proporcionar a los mejor adaptados a dicho ambiente, de -vuelta de su pensión, los recursos necesarios para proseguir la obra -emprendida y evitar que el tipo mental, tan laboriosamente creado, -acabe por desdiferenciarse en la molicie, retornando, como ciertas -plantas artificiosamente cultivadas, a la especie indígena vulgar. - -Ociosas fueran tales iniciativas si nuestras Instituciones docentes -estuvieran siempre en situación de ejercitar técnicamente al candidato, -y si al regreso de este, la Universidad, las Escuelas especiales o la -Administración pública le brindaran puesto adecuado a sus talentos. -No sucede así, por desgracia. Los establecimientos oficiales son -organismos herméticos, tiranizados por el escalafón y el reglamento, -y amarrados a un presupuesto rígido, donde todo está previsto menos -las sorpresas de la vida, quiero decir, la brusca aparición de cabezas -geniales y la necesidad de prestarles, rápida y oportunamente, apoyo -moral y pecuniario. - -A subsanar esta deficiencia responden el _Instituto Nacional de -Ciencias_, con sus diversos Laboratorios y Seminarios; el _Centro de -Estudios históricos_, organizado por la _Junta de Pensiones_, y, en -fin, algunos pocos Laboratorios universitarios. - -Importa notar que los consabidos Centros son organismos provisionales, -supletorios de la Universidad y de las diversas escuelas profesionales. -Ellos desaparecerán cuando las Corporaciones docentes adquieran -la elasticidad y sensibilidad suficientes para acoger en su seno -a todo talento desvalido utilizable. Se equivocan, pues, algunos -profesores universitarios, recelosos de que estas hijuelas de la Junta -de Pensiones sean Institutos rivales de la Universidad. ¿Cómo serán -rivales de la enseñanza oficial laboratorios dirigidos por catedráticos -numerarios y organizados precisamente para servir de plantel al futuro -profesorado? - -Quienes tan poco generosamente juzgan las iniciativas de los demás, ¿se -han detenido a considerar el grave peligro de perder irremisiblemente, -por abandono e inacción, actitudes y vocaciones preciosas, ínterin las -filas cerradas de los escalafones docentes se entreabren para recibir -al novel compañero? ¿Y si no hay vacante en muchos años? ¿Consentiremos -impasibles que el novel investigador, aguijado por el apremiante -_primum vivere_..., pida a la enseñanza privada o a cualquier profesión -lucrativa el pedazo de pan que le rehúsa el cultivo de la ciencia pura, -perdiendo así el Estado el fruto de sus sacrificios? - -La experiencia de estos últimos años ha enseñado que toda precaución -es poca para evitar el retroceso mental del novel investigador y su -readaptación a la vulgaridad ambiente. Todo conspira en contra: la -falta de tutela social, el despego de los compañeros no pensionados, el -desdén cuando no la antipatía de algunos viejos maestros, y sobre todo, -la sugestión constante, subyugadora del fausto profesional, y hasta -de la desaprensión o de la osadía encumbradas. Así pierde anualmente -la causa de nuestra cultura muchos defensores valiosos, caídos sin -redención en el montón anónimo de los buscadores de oro. Y esto hay que -evitarlo a todo trance, o al menos reducirlo a un mínimo soportable. -No sobre todos, porque ello sería imposible, pero sí sobre los mejores -expensionados, deben la _Junta de Pensiones_, y singularmente los -profesores bajo cuya dirección trabajan, ejercer continua y vigorosa -acción tutelar, abogando en su pro en las esferas administrativas, -animándoles a proseguir, a pesar de todo, sus trabajos, y corrigiendo, -en fin, paternalmente los defectos de inmodestia y presunción, no raros -por desdicha entre los jóvenes educados allende el Pirineo, y causa -principal --preciso es reconocerlo-- de la animosidad con que los miran -algunos positivos y viejos prestigios del cuerpo universitario. - - -IMPORTACIÓN DE PERSONAL DOCENTE - -Dejamos apuntado diversas veces que el problema de nuestra ascensión -intelectual solo se resuelve transformando y remontando progresivamente -desde el maestro de primeras letras hasta el catedrático de -Universidad, es decir, formando hombres nuevos, incorporados -cordialmente a la obra internacional de la cultura, y cubriendo con -ellos cuantas vacantes de sangre vayan ocurriendo en las instituciones -docentes y administrativas. - -Una duda importante podría, sin embargo, detenernos al intentar la -solución práctica de este problema. En lugar de vigorizar nuestra -juventud oreándola en el ambiente universitario inglés, francés o -alemán, ¿no fuera preferible importar de las naciones próceres sabios -ilustres para transfundir de una vez sangre nueva y copiosa en el -enteco cuerpo nacional? - -Considerado _a priori_, tan radical recurso de tonificación espiritual, -que cabría llamar _método de injertación cultural_, parece el más -rápido, eficaz y económico. A este heroico remedio confió Italia, hace -cincuenta y cinco años, la renovación de su decadente Universidad. -Maestros alemanes tan prestigiosos como O. Vogt (naturalista), -Moleschott (anatómico), Schiff (fisiólogo), Kleinemberg (anatomía -comparada), Schrön (anatomopatólogo), Kiesow (psicólogo experimental) -y otros varios regentaron cátedras en la citada nación. De ellas -surgió brillante pléyade de discípulos entusiastas que continuaron -gloriosamente la obra de los maestros exóticos. Citemos algunos nombres -prestigiosos, ciñéndonos solamente al dominio biológico: El anatómico -Kleinemberg formó a Grassi, descubridor del ciclo extrahumano del -germen palúdico; el fisiólogo Schiff adoctrinó en Turín a los ilustres -Mosso, Luciani y Fano; por su parte, Moleschott procreó lucida prole -intelectual, representada, entre otros, por los anatómicos Todaro y -Chiarugi. - -Con éxito excelente, aunque menos brillante, se ha empleado también -este método en Rusia y en los Estados Unidos, y con efectos inciertos -o poco alentadores, en Chile y la Argentina. Recordemos, en fin, que -la injertación intelectual tuvo entre nosotros iniciador augusto y -entusiasta en Carlos III, quien, lleno de paternal amor a sus vasallos, -intentó sin éxito aclimatar en España, con el químico Proust y otros -sabios de fama mundial, el gusto por la investigación. - -La inmigración temporal o la incorporación definitiva de investigadores -forasteros constituye método de inoculación directa y supraintensiva, -capaz de sacudir, en circunstancias favorables, el amodorramiento -intelectual de un país. Mas apresurémonos a declarar que este proceder -solo puede rendir seguros beneficios en aquellas naciones donde -el ambiente moral está suficientemente preparado y a condición de -que las diferencias étnicas, lingüísticas y de hábito mental entre -el país transfusor y el transfundido sean poco acentuadas. Por -este motivo, el método de la injertación espiritual, tan eficaz en -Holanda, Suiza, Rusia, Italia y los Estados Unidos, rindió en España, -y rinde actualmente en los Estados hispanoamericanos, frutos poco -abundantes[42]. - -Por nuestra parte, nos confesamos fervientes partidarios de la -importación de hombres de ciencia (método que puede combinarse -ventajosamente con el pensionado); pero a condición de que personas -conocedoras del cuerpo universitario inglés, francés o alemán, -hábilmente secundadas por nuestra diplomacia, nos deparen sabios de -primera magnitud y dotados de robusta vocación docente. - -En Alemania, sobre todo, existe actualmente una sobreproducción de -investigadores. Muchos de ellos, forzados de la necesidad, emigran a -Holanda, Rusia, Hungría, Estados Unidos, Inglaterra, imposibilitados, -como están, de subsistir decorosamente en la Universidad nativa, donde -la concurrencia vital es abrumadora. Fácil sería, pues, encontrar, -a costa de moderados dispendios, algunos _docentes privados_ o -_profesores extraordinarios_ cuyos méritos, pregonados por la fama de -sus descubrimientos y la admiración de sus discípulos, no hubieran -obtenido todavía recompensa oficial suficiente[43]. - -Ni nos detendría la consideración de que dichos maestros nos -abandonaran a los pocos años, deseosos de reanudar su carrera -universitaria en la nación de origen; porque en uno o dos lustros de -estancia entre nosotros habrían, sin duda, formado discípulos, tanto -más aventajados cuanto que el profesor, aspirando a merecer en su país -el codiciado título de _profesor ordinario_, no sentiría la tentación -de dormirse sobre sus laureles. La importación de docentes extranjeros -es, sobre todo, urgente en aquellas disciplinas huérfanas en España -(con pocas excepciones) de altos investigadores, tales como la Física, -la Química, la Astronomía, la Geología, etc. Y aunque el ambiente -cultural hispano deja todavía mucho que desear, creemos sinceramente -que el de hoy es muy superior al de la época de Carlos III[44]. (Sabido -es que nuestra Universidad cuenta ya con algunos sabios profesores -extranjeros estables.) - -Pero aplicado este método en grande escala y de manera exclusiva, -podría acarrear algunos inconvenientes, notados ya en sus sendos países -por los escritores americanos. He aquí algunos, que señalamos de -pasada, después de reconocer que abundan las excepciones: - -1.º El investigador alemán o anglosajón arribado a países latinos, -encuéntrase descentrado; sus hábitos y tendencias chocan demasiado -contra las de sus huéspedes; y a la primera ocasión retorna a su país, -sin haber fundado escuela[45]. Bajo este aspecto, quizás fueran más -deseables maestros franceses e italianos. - -2.º Por razones fácilmente adivinables, el sabio expatriado no suele -ser investigador de primer orden, sino mozo despejado y de esperanzas -(_privat docent_ o doctor sin puesto oficial), pero incompletamente -formado. Sin duda que en la designación debería intervenir, como es -natural, la iniciativa de un maestro de autoridad indiscutible; mas el -oficio de profeta tiene quiebras, aun admitiendo que en la elección -hecha por aquel para nada influyera la simpatía personal. - -3.º Indiferente al problema de la elevación cultural del país de -adopción, el forastero ilustre suele descuidar la formación de -discípulos indígenas y propender a publicar sus investigaciones en las -Revistas de su patria de origen. - -4.º La dificultad de comprender la lengua del nuevo país, resta -eficacia a las enseñanzas del maestro extranjero. - -A causa de los citados inconvenientes y de otros menos graves de -carácter administrativo, estimamos que la obra de nuestra renovación -debe encomendarse principal, aunque no exclusivamente, al método del -pensionado. Abrigamos la firme convicción de que si se le aplica con -fe y perseverancia; si, huyendo de tacañerías, son enviados anualmente -a los grandes focos de producción intelectual e industrial del -extranjero, cuatrocientos o quinientos jóvenes aprovechados, escogiendo -de preferencia profesores y auxiliares, y lo más granado y culto de los -funcionarios técnicos del Estado (militares, ingenieros, científicos y -pedagogos, sin olvidar algunos eclesiásticos, acaso los más necesitados -de europeización)[46]; si los organismos seleccionadores del -candidato a pensión, desoyendo la sirena del favoritismo y procediendo -austeramente, proponen exclusivamente hombres adornados de sólida -preparación técnica y con una historia de trabajos serios, más o menos -importantes, y en todo caso reveladores de vocación firme y decidida -hacia la investigación científica, tenemos por indiscutible que, dentro -de algunos lustros, todas las clases directoras y docentes de nuestro -país se habrán transformado profundamente. - -Y la espléndida floración de verdades científicas, de invenciones -útiles, de aplicaciones fecundas a la agricultura, a la industria -y a la gestión política y administrativa del Estado, afirmará -enérgicamente nuestra personalidad espiritual ante el mundo y -preparará una España del porvenir que nos consuele de cuatro siglos de -estancamiento y haga olvidar a Europa la España del pasado. - -[Ilustración] - - - - -ÍNDICE - - - Págs. - - PRÓLOGO DE LA 2.ª EDICIÓN, costeada por la generosidad del Dr. - Lluria. V - - PRÓLOGO DE LA 3.ª EDICIÓN. XII - - PRÓLOGO DE LAS ÚLTIMAS EDICIONES (4.ª, 5.ª y 6.ª). XV - - CAP. I.--Consideraciones sobre los métodos generales. -- - Infecundidad de las reglas abstractas. -- Necesidad de ilustrar - la inteligencia y de tonificar la voluntad. -- División de este - libro. 1 - - CAP. II.--Preocupaciones del principiante. 13 - - CAP. III.--Cualidades de orden moral que debe poseer el - investigador. 43 - - CAP. IV.--Lo que debe saber el aficionado a la investigación - científica. 79 - - CAP. V.--Enfermedades de la voluntad. -- Contempladores. -- - Bibliófilos y políglotas. -- Megalófilos. -- Organófilos. -- - Descentrados. 113 - - CAP. VI.--Condiciones sociales favorables a la obra científica. - -- Los medios materiales. -- El investigador y la familia. -- La - compañera del hombre de ciencia. 131 - - CAP. VII.--Marcha de la investigación científica. --Observación. - -- Experimentación. -- Hipótesis directriz. -- Comprobación. 161 - - CAP. VIII.--Redacción del trabajo científico. 183 - - CAP. IX.--El investigador como maestro. 199 - - CAP. X.--Deberes del Estado en relación con la producción - científica. -- Nuestro atraso cultural y sus causas pretendidas. - Explicaciones físicas, históricas y morales de la infecundidad - científica española. -- El remedio de nuestro atraso. 219 - - CAP. XI.--Órganos sociales encargados de nuestra reconstrucción. - -- La Junta de Pensiones y sus Laboratorios y Seminarios. -- - Resultados obtenidos del Pensionado en el extranjero. 269 - - Instituciones complementarias del Pensionado. 282 - - Importación del personal docente. -- Ventajas e inconvenientes - del método de injertación cultural. 286 - - - - -NOTAS - - -[1] Claudio Bernard nos parece exagerar algo cuando, a guisa de -ejemplos probatorios de su tesis, afirma que «no sabremos nunca por qué -el opio tiene una acción soporífera, y por qué de la combinación del -hidrógeno con el oxígeno brota un cuerpo tan diverso en propiedades -físicas y químicas como el agua». Esta imposibilidad de reducir -las propiedades de los cuerpos a leyes de posición, de forma y de -movimiento de los átomos (hoy diríamos de los iones y electrones), es -real, pero no parece que lo sea en principio y para siempre. - -[2] Es singular la coincidencia de esta doctrina con la desarrollada -por Schopenhauer (desconocida de nosotros al redactar la primera -edición de este discurso) en su libro _El Mundo como voluntad y como -representación_, t. I, páginas 98 y siguientes. Al tratar de la lógica, -dice «que el lógico más versado en su ciencia abandona las reglas de -la lógica en cuanto discurre realmente». Y más adelante: «querer hacer -uso práctico de la lógica es como si para andar se quisiera tomar antes -consejos de la mecánica». Parecido sentir expresa modernamente Eucken, -cuando afirma «que leyes y formas lógicas no bastan a producir un -pensamiento vivo». - -[3] Hoy creo menos en el poder de la selección natural que al escribir, -treinta años hace, estas líneas. Cuanto más estudio la organización del -ojo de vertebrados e invertebrados, menos comprendo las causas de su -maravillosa y exquisitamente adaptada organización. - -[4] En reciente libro, Ostwald corrobora esta reflexión, haciendo notar -que casi todos los grandes descubrimientos fueron obra de la juventud. -Newton, Davy, Faraday, Hertz, Mayer son buenos ejemplos. - -[5] La brillante serie de descubrimientos eléctricos que siguieron -al encuentro de la pila de Volta, a principios del pasado siglo; la -pléyade de trabajos histológicos provocados por el descubrimiento de -Schwann acerca de la multiplicación celular, y la repercusión profunda -que el no muy alejado hallazgo de los rayos Röntgen ha producido en -toda la física (encuentro de la radioactividad, descubrimiento del -radio, del polonio, del fenómeno de la emanación, etc.), son buenos -ejemplos de esa virtud creadora, y en cierto modo automática, que posee -todo gran descubrimiento, el cual parece crecer y multiplicarse como la -semilla arrojada al azar sobre terreno fértil. - -[6] La opinión vulgar aquí combatida ha sido repudiada elocuentemente -por casi todos los sabios. No resisto, sin embargo, a la tentación de -copiar una comparación presentada bajo diversas y brillantes formas -por nuestro incomparable vulgarizador científico D. José Echegaray, -cuya desaparición ha dejado a la ciencia española huérfana de un gran -talento: - -«La ciencia pura es como la soberbia nube de oro y grana que se dilata -en Occidente, entre destellos de luz y matices maravillosos: no es -ilusión, es el resplandor, la hermosura de la verdad. Pero esa nube se -eleva, el viento la arrastra sobre los campos, y ya toma tintas más -obscuras y más severas; es que va a la faena y cambia sus trajes de -fiesta, digámoslo así, por la blusa del trabajo. Y entonces se condensa -en lluvia, y riega las tierras, y se afana en el terruño, y prepara -la futura cosecha, y al fin da a los hombres el pan nuestro de cada -día. Lo que empezó por hermosura para el alma y para la inteligencia, -concluye por ser alimento para la pobre vida corporal.» -- _Academia de -Ciencias_, sesión solemne del 12 de marzo de 1916. - -[7] Esto se escribía en 1896. Actualmente, la fábrica de instrumentos -ópticos de Jena cuenta al frente de sus secciones nada menos que 33 -investigadores matemáticos, ópticos, mecánicos y químicos, todos de -primera fuerza. Legiones de químicos trabajan también en las grandes -fábricas de productos químicos alemanas, demostrando que el único medio -de que la industria evite la rutina y el estancamiento es convertir el -laboratorio en antesala de la fábrica. - -[8] «Es el sentido común trabajando a alta tensión», según la frase -gráfica de nuestro Echegaray. - -[9] Es singular la coincidencia de esta doctrina con la clasificación -en _clásicos_ y _románticos_ (talentos de reacciones lentas y talentos -de reacciones rápidas), dada por Ostwald en su reciente e interesante -libro sobre _Los grandes hombres_. - -[10] Este ingenuo optimismo ha sufrido actualmente, con la -horrenda guerra internacional iniciada en 1914, franco y rotundo -mentís. Todo hacía creer, cuando esto se escribía, que la era -de las grandes contiendas europeas había pasado. Ferrocarriles, -telégrafos, periódicos, congresos, conferencias internacionales, -difusión de idiomas, etc., parecían órganos destinados a realizar, -tarde o temprano, la generosa aspiración de solidarizar y aproximar -cordialmente a las naciones europeas. - -Espectáculo consolador era contemplar cómo por encima de las fronteras -se apretaban efusivamente las manos filósofos, sabios y obreros. Por -desgracia, Gobiernos militares y logreros insaciables actuaban en -sentido contrario, y ahogaban de continuo, merced a inoculación intensa -iniciada desde la escuela, la semilla del amor con el veneno del odio. -Al siglo XXI tocará comenzar nuevamente la obra, acaso quimérica, de -la reconciliación definitiva de los Estados de Europa, y de someter -definitivamente al derecho atávicas codicias y desapoderadas ambiciones -territoriales. - -(Esta nota se escribió en 1916. Hoy, firmada la paz, arruinada Europa, -visto el fracaso de la candorosa concepción wilsoniana de la _Sociedad -de las Naciones_, enconado el odio de los pueblos vencidos, que sueñan -ya con próximos desquites, miramos con amargo escepticismo todo intento -jurídico de paz perpetua. ¡Triste es reconocerlo!; pero todo pueblo, -modelado en monarquía o en república, se hace ferozmente imperialista -en cuanto puede serlo. ¡Ay de los débiles o de los antipatriotas!) - -[11] Tal estado de cosas ha variado algo en la actualidad. El tipo de -inventor que trabaja por afán de lucro abunda mucho hoy en Alemania y, -en general, en las naciones más adelantadas. La lucha por la patente y -la fiebre de la competencia industrial, han turbado la calma augusta -del templo de Minerva. ¿Es un mal o un bien? - -[12] Actualmente, en virtud de una emulación creciente, los focos de -producción biológica se multiplican por doquier. Italia, Francia, -Inglaterra y singularmente los Estados Unidos compiten y en muchos -puntos sobrepujan a la hace algunos lustros insuperable labor de las -Universidades alemanas. - -[13] Aunque, merced a plausibles iniciativas, figura la lengua alemana -en nuestro cuadro de asignaturas del Instituto, por desgracia el fruto -obtenido hasta hoy por nuestros escolares ha sido casi nulo, tanto -por la insuficiencia del tiempo destinado a tal estudio, cuanto por -el vicioso método de enseñanza. Cuando falta el tiempo indispensable -para dominar una lengua difícil, lógico sería no empeñarse en -enseñar _todo el alemán_, sino el _alemán científico_, es decir, -la suma relativamente escasa de reglas gramaticales y el caudal -no muy cuantioso de voces necesario para traducir las monografías -científicas. Lograr esto es obra de seis u ocho meses de labor asidua. -Al aficionado a los trabajos biológicos le aconsejamos que se suscriba -desde luego a una Revista alemana de su especialidad, por ejemplo, a -un _Centralblatt_ cualquiera. La lectura, al principio muy trabajosa, -de las monografías científicas, le resultará cada día más accesible. -El placer de obtener desde el principio algún fruto de sus afanes, -aumentará progresivamente su afición al trabajo. - -[14] Si los celos internacionales lo consintieran, fuera mucho más -sencillo y práctico convenir en el empleo de una lengua viva, el -_francés_, por ejemplo, como idioma científico. A los entusiastas -del esperanto cabría preguntarles: Cuando viajéis por Francia, ¿os -resignaréis a no hablar francés? - -(Conforme era de presumir, hoy --1920-- el flamante _volapück_ ha sido -definitivamente olvidado. Presagiamos que le ocurrirá lo mismo al -_esperanto_.) - -[15] Cuando los españoles asisten a un Congreso científico, deploran -que nuestra lengua tenga que eclipsarse ante el alemán, francés o -inglés. Estos patriotas inoportunos harían bien, antes de formular -sus quejas y provocar la sonrisa de los sabios, en meditar estos tres -irrebatibles asertos: 1.º Nuestra producción científica es, cualitativa -y cuantitativamente, muy inferior a la de las cuatro naciones que gozan -del privilegio de usar su lengua en los Congresos. 2.º A consecuencia -de esto, el castellano es desconocido de la inmensa mayoría de los -sabios. Si inspirándonos en un patriotismo quijotesco nos empeñáramos -en usarlo en los Congresos internacionales, provocaríamos la deserción -en masa de nuestros oyentes. 3.º En fin, naciones como Suecia, Holanda, -Dinamarca, Hungría, Rusia y Japón, cuya producción científica supera -con mucho a la española, jamás tuvieron la inmodestia de imponer en -dichos certámenes su lengua respectiva; sus sabios son harto avisados -para desconocer que, siendo ya excesiva la tarea de dominar las cuatro -lenguas citadas, resultaría tortura insoportable aprender una o dos más. - -[16] Hoy no suscribiría yo, sin algunas restricciones, este concepto -mecánico, o si se quiere estrictamente físico-químico de la vida. En -ella (origen, morfología de células y órganos, herencia, evolución, -etc.), se dan fenómenos que presuponen causas absolutamente -incomprensibles, no obstante las jactanciosas promesas darwinianas y -los postulados de la escuela bioquímica de Loeb. - -[17] Conocemos algunos que no se contentan con cerrar los armarios del -laboratorio, sino que los precintan y lacran al ausentarse. - -[18] Existen actualmente (1923) laboratorios en España tan -suntuosamente dotados que los envidian los sabios más grandes del -extranjero. Y sin embargo, en aquellos se produce poco o nada. Es que -nuestros ministros y corporaciones docentes se han olvidado de dos -cosas importantes; que no basta declararse investigador para serlo -y que los descubrimientos los hacen los hombres y no los aparatos -científicos y las copiosas bibliotecas. - -[19] Esto se escribía hace muchos años. Claro es que hoy (1923) después -de la guerra mundial habría que aumentar estos modestos presupuestos en -más de una mitad. - -[20] El que esto escribe, el más humilde de los profesores españoles, -pecaría de ingrato si no hiciera constar un hecho que habla muy alto -en pro de la generosidad de nuestros Gobiernos. Bastó la mera noticia -telegráfica de que el premio _llamado de Moscú_, otorgado por el -Congreso internacional médico de París (1900), había sido adjudicado a -un español, para que _incontinenti_ se nos buscara en el rincón donde -laborábamos en silencio y se pusiera a nuestra disposición espléndido -laboratorio. La medalla de Helmholtz, y el premio Nobel, nuevos dones -de nuestra buena estrella, obtenidos después (1908), sin contar -las altas distinciones recibidas de las principales Corporaciones -científicas del mundo, nos proporcionaron la satisfacción de pensar que -el modesto sacrificio hecho por el Estado español no había sido estéril -para la Ciencia. - -Y nuestro caso, afortunadamente, no es único. Todo el que en nuestro -país ha sido consagrado por la ciencia extranjera, consigue, -sin desearlas ni buscarlas, honra y prebendas. ¡A veces, hasta -demasiadas!... Sepan, pues, los egoístas que anteponen siempre el -galardón al merecimiento, que también en nuestra patria --y estoy por -decir que mejor que en el extranjero-- el cultivo serio de la ciencia -constituye razonable negocio. - -[21] Conocida es la frase célebre de Bonaparte pronunciada ante el -Consejo de Estado cuando era Cónsul: «Si el hombre no envejeciera, -desearía que se pasase sin mujer». - -[22] Aludimos aquí especialmente a los efectos de la concentración -mental y del trabajo intensivo, capaces de convertir al sabio en -perpetuo distraído, tan flojo y descuidado en la educación de sus hijos -como en la administración de sus bienes. - -[23] Podríamos citar más de veinte jóvenes de gran capacidad y -excelente preparación cuya labor inquisitiva, apenas empezada, naufragó -con el matrimonio. Actualmente, y por lo que toca a la biología, casi -todos nuestros mejores productores son célibes. - -[24] Citado por el notable profesor Pou y Orfila en un excelente -folleto donde trata del estudio de la Anatomía: _Observaciones sobre la -enseñanza de la Medicina_. Montevideo, 1906. - -[25] El culto a la consecuencia, que en política pasa por virtud, en -ciencia resulta casi siempre señal inequívoca de orgullo o de cortedad -de luces. La variabilidad es uno de los rasgos que mejor traducen la -honradez del investigador. En nuestro concepto, quien no sepa abandonar -una opinión falsa se declara a sí mismo necio, viejo o ignorante; -porque, en efecto, solo los tontos, los decrépitos y los que no leen, -se obstinan en el error. Los consecuentes a ultranza parecen declarar -con su olímpico desdén a toda novedad científica: «valgo y sé tanto, -que todo cuanto la ciencia descubra no me hará corregir en un ápice mis -opiniones». El cerebro es un árbol cuyo ramaje se desarrolla y complica -con el estudio y la meditación; pretender, pues, que en materias -opinables no cambie, es querer que el árbol futuro no pase de arbusto -o no críe jamás ramas torcidas. La ciencia nos enseña que el hombre, -en el transcurso de su vida, se renueva material y mentalmente muchas -veces; que en la vida individual hay diversos _avatares_ que llegan -casi a interrumpir la continuidad de la conciencia y el sentimiento -de la propia personalidad. Las nuevas lecturas y la mudanza del medio -moral e intelectual cambian y mejoran continuamente el ambiente -interior y depuran y refinan nuestros juicios. Transcurridos los -cincuenta años, ¿quién se atreverá a defender sinceramente todas las -concepciones de su personalidad de los veinte, es decir, del pensar de -la juventud inexperta y generosa? - -[26] Piadosa con los viejos, la naturaleza ha otorgado al cerebro el -excelso privilegio de resistir más que ningún órgano al implacable -proceso de la degeneración. - -[27] Hoy nos preocupamos de la autonomía universitaria. Está bien. -Mas si cada profesor no mejora su aptitud técnica y su disciplina -mental; si los Centros docentes carecen del heroísmo necesario para -resistir las opresoras garras del caciquismo y favoritismo extra e -intrauniversitario; si cada maestro considera a sus hijos intelectuales -como insuperables arquetipos del talento y de la idoneidad, la flamante -autonomía rendirá, poco más o menos, los mismos frutos que el régimen -actual. ¿De qué serviría emancipar a los profesores de la tutela del -Estado, si estos no tratan antes de emanciparse de sí mismos, es decir, -de sobreponerse a sus miserias éticas y culturales? El problema central -de nuestra Universidad no es la independencia, sino la transformación -radical y definitiva de la aptitud y del ideario de la comunidad -docente. Y hay pocos hombres capaces de ser cirujanos de sí mismos. El -bisturí salvador debe ser manejado por otros. - -[28] El relato de los extranjeros que visitaron España en la época de -su grandeza o en el comienzo de su declinación, y los testimonios de -nuestros escritores de los siglos XVI y XVII, demuestran que nuestra -preponderancia en Europa fue meramente militar y no cultural. Ciencia, -Industria, Agricultura, Comercio, todas las manifestaciones del -espíritu y del trabajo eran en la época de los Reyes Católicos y de -Carlos V sumamente inferiores a las del resto de Europa. Citando un -caso entre mil, Simón Abril, en sus _Apuntamientos a Felipe II_, se -lamentaba ya de que careciéramos de matemáticos, «con afrenta de la -nación y gran perjuicio de la república, pues España debe ir a buscar -los ingenios a extrañas naciones, con daño grave del bien público». -Avergüenza saber que casi todos nuestros generales y almirantes de las -guerras de Italia y Flandes fueron extranjeros. Cristóbal de Villalón, -que escribió también en el siglo de oro de nuestra historia, se -lamenta, amén de los defectos del carácter nacional, de la mediocridad -de nuestros gramáticos y humanistas, muy inferiores a los extranjeros. -(Véase su _Viaje de Turquía_.) - -[29] En la cuenca del Ebro (Aragón especialmente), la columna del -pluviómetro rara vez alcanza 300 milímetros, y en Murcia y Almería -es raro el año en que se eleva a 250. En cambio, en todo el litoral -cantábrico pasa de 1.500; a veces sube a 2.000. - -[30] La cifra de 40 millones supuesta por algunos, y sobre todo por -Macías Picavea, representa pura fantasía. Si hoy, no obstante el -florecimiento industrial de algunas regiones, el ensanche creciente de -las ciudades, el progreso notable de la agricultura y de la minería, -etc., nuestro territorio no produce mantenimientos ni aun para los 20 -millones de habitantes que lo pueblan, ¿por qué arte milagroso pudo -antaño mantener 40 millones (no los tiene todavía la riquísima Francia) -con un suelo en gran parte sin roturar y con ciudades --salvo alguna -excepción-- reducidísimas, según atestiguan todavía las murallas -subsistentes de las más populosas? - -[31] Antes de Buckle fueron muchos los extranjeros que atribuyeron -nuestra decadencia a la exaltación del principio religioso y al -desprecio de las artes útiles. Recuérdese, entre otras, la observación -de Montesquieu: «Mirad una de sus bibliotecas (las de España): las -novelas por un lado, y la escolástica por otro, ¿no es verdad que todo -ello parece obra de algún secreto enemigo de la razón humana?» Gráfica -es también esta frase de Voltaire: «La Inquisición y superstición -perpetuaron aquí (en España) los errores escolásticos; las matemáticas -fueron tan poco cultivadas de los españoles, que en sus guerras -emplearon siempre ingenieros italianos». Juicio análogo dejamos -estampado ya de nuestro Simón Abril, escritor de la época de Felipe II. - -[32] Recuérdese la célebre polémica sostenida entre Sanz del -Río, Revilla, Perojo, etc., por un lado, y los tradicionalistas, -reforzados con el valioso apoyo de Menéndez Pelayo, por otro. Los -krausistas sostenían que el espíritu español se había desarrollado -solo parcialmente, desdeñando la razón y el entendimiento, y que, -no habiendo existido ciencia ni filosofía españolas, la historia de -estas disciplinas podía hacerse sin citar otros nombres que los de -los marinos heroicos que descubrieron las Américas y dieron la vuelta -al mundo. Al contrario, los tradicionalistas afirmaban que durante -el siglo de oro habíamos creado ciencia y filosofía altísimas y -originales, y que ello se debió, en gran parte, al fervor religioso y -al despotismo paternal de los reyes. En cuanto a mi humilde opinión, -formada después de pesar serenamente los argumentos de entrambas -escuelas, coincide casi completamente con el juicio de un escritor -francés imparcial de nuestros días. Dusolier, que siguió con interés -los incidentes de la famosa controversia, afirma: «Contrariamente a -los asertos, demasiado modestos o demasiado desdeñosos, de la escuela -krausista, creemos _que ha existido, en efecto, una ciencia y una -filosofía españolas; pero pensamos también que todo el talento de -Menéndez Pelayo no basta para probar que esta filosofía y esta ciencia -hayan sido muy importantes_». Dusolier: «Aperçu historique sur la -Médecine en Espagne», etc. París, 1906. Con relación a las matemáticas, -el mayor de nuestros actuales geómetras, el señor Rey Pastor, hace -notar, en bien documentado discurso, que nuestros geómetras del siglo -de oro y siguientes trabajaron a menudo sin conocer suficientemente -las grandes conquistas matemáticas del Renacimiento, singularmente las -debidas a los sabios italianos, franceses e ingleses. - -[33] Cristóbal de Villalón, a quien debe considerarse como el precursor -de nuestros modernos regeneradores, decía ya un poco crudamente en -el siglo XVI (_Viaje de Turquía_), aludiendo al orgullo e insolencia -hispanos: «Entre todas las naciones del mundo somos los españoles los -malquistos de todos, y con grandísima razón, por la soberbia, que en -dos días que servimos queremos ser los amos, y si nos convidan una vez -a comer alzámonos con la posada». Villalón tuvo también una visión muy -certera de la esterilidad de nuestro suelo y de nuestra penuria militar -cuando, comparando España con Italia, preguntaba: «¿Paréceos que -podría mantener tantos ejércitos como Italia? Si seis meses anduviesen -cincuenta mil hombres dentro la asolarían, que no quedase hanega de pan -ni cántaro de vino, etc.» Y si esto se escribía por un español patriota -en tiempos de Felipe II, ¿cómo extrañarnos de que durante reinados -posteriores hayan repetido lo mismo numerosos extranjeros? - -[34] Sabido es que el verbo _cerrar_, tan expresivo de nuestro grito -de guerra, significa _embestir_, _acometer_. Pero el pensamiento de -Bunge, de que España vivió casi aislada de las naciones cultas, es, -desgraciadamente, verdadero, y por eso lo citamos. - -[35] Por lo demás, Saavedra participaba, como no podía menos, de los -sentimientos y prejuicios de su época. Ni se ha de olvidar que en -sus _Empresas_ defiende el interés egoísta del príncipe, no siempre -coincidente con el de la nación. Hay, pues, que perdonarle sentencias -como estas: «La ruina de un Estado es la libertad de conciencia... Muy -quietos y felices viven los esguízaros que no se ejercitan mucho en las -ciencias... Sobran Universidades... Con la atención de las ciencias se -enflaquecen las fuerzas y envilecen los ánimos... Con el estudio se -crían melancólicos los ingenios; aman la soledad y el celibato», etc. - -[36] Estos intereses fueron casi del todo abandonados, salvo alguna -excepción, al advenir la dinastía austriaca. Y estoy muy cerca de -pensar que la independencia española acabó prácticamente con los Reyes -Católicos y el Cardenal Cisneros. Después, con excepción de algunos -períodos de cordura patriótica, fuimos a remolque de las ambiciones -dinásticas y de las codicias de monarcas que recibían a menudo el santo -y seña de las cortes extranjeras. - -[37] Si la teoría de la superioridad de las razas hiperbóreas de -Europa, creada por el ingenuo francés Gobineau y coreada por sajones -y alemanes para su glorificación, hubiera detenido a los japoneses, -a estas fechas careceríamos de la prueba más decisiva acerca de la -eficacia del contagio y de la imitación, como generadores de la -grandeza de un pueblo. La ciencia, el arte, la industria y la milicia -habrían perdido colaboradores soberanos. Y nosotros los médicos no -podríamos aplaudir, entre otras vidas gloriosas, la de un Kitasato, -descubridor del microbio de la peste bubónica y fundador, con el alemán -Behring y el francés Roux, de los principios de la seroterapia. - -[38] Han seguido después, con inesperado apoyo de la opinión pública, -la _Residencia de Estudiantas_, dirigida por la incomparable -educadora María de Maeztu, la _Residencia de párvulos_, y, en fin, -el _Instituto-Escuela_, que aspira a ser una Escuela-liceo de tipo -europeo, donde se junten las excelencias de una instrucción selecta -encomendada a profesores eméritos, con los beneficios de una sana y -confortadora educación del cuerpo y del espíritu. - -[39] La guerra ha disminuido notablemente esta cifra, con daño grave -para la celeridad de nuestro progreso científico e industrial. - -[40] No por unas docenas, como solemos nosotros, por centenas se -cuentan los japoneses pensionados en Berlín, Viena, Londres y París. -Aún hoy, en que el Imperio del Sol naciente ha recogido ya frutos -gloriosos de su educación europea, existen en Berlín más de 400 -pensionados japoneses. ¿Cuántos de ellos se contarán en Inglaterra, -Francia y los Estados Unidos? Trátase de un formidable ejército de -intelectuales que asaltan los laboratorios, devoran los libros de -ciencia y laboran heroicamente por la hegemonía intelectual y política -de su país. - -El éxito japonés ha contagiado a la China, que prepara su renacimiento -intelectual sosteniendo en el Japón 10.000 estudiantes becarios, 600 en -los Estados Unidos y unos 300 en Europa, con delegaciones permanentes -en estos países para vigilarlos y cuidarlos. - -(Esto se escribía en 1913. Claro es que la horrenda guerra europea -habrá acarreado en estos países iguales deplorables consecuencias que -en España.) - -[41] En Alemania los jóvenes suelen entrar en la Universidad a los diez -y ocho o veinte años, para abandonarla a los veintisiete o veintiocho; -porque aunque la ley señala un mínimo de cinco años de estudios -académicos y otro de voluntariado en otras Universidades (en junto seis -años), la formalidad y reflexión del estudiante tudesco, admirablemente -secundadas por la previsión del padre de familia, le llevan a -prolongar la carrera, ampliando el conocimiento de las disciplinas más -importantes o de aquellas para las cuales siente viva predilección. - -[42] Las noticias que hemos podido procurarnos de Chile y de la -Argentina revelan que, exceptuados unos pocos profesores alemanes, -atenidos a su misión de crear e inocular la ciencia, los demás, es -decir, la inmensa mayoría, fueron arrollados por la fiebre del negocio, -a que pocos emigrantes resisten. - -[43] Después de la guerra mundial, es casi seguro que aumentará en -proporciones considerables el éxodo de los sabios, a causa de agobios -económicos insoportables en Alemania, y desconocidos o muy atenuados en -las naciones neutrales. - -[44] El método actual de invitar a ciertas lumbreras extranjeras para -dar algunas conferencias en nuestros centros docentes, lo consideramos -poco provechoso. Es preciso que el sabio invitado profese por lo -menos un curso y que, asistido del material necesario, enseñe a sus -discípulos la técnica de la investigación. - -[45] Los brillantes resultados obtenidos por Italia mediante el -método de la importación de sabios extranjeros se debió sin duda a la -excelencia de los mismos; pero esta excelencia obedeció a condiciones -difícilmente renovables. Aparte el culto del alemán hacia la patria -del arte, la comodidad y brevedad del viaje, el conocimiento casi -general entre los tudescos ilustrados de la lengua italiana, etc., en -el éxito influyó sobremanera la Revolución alemana del pasado siglo -con la reacción subsiguiente, la cual obligó a expatriarse a muchos -hombres de mérito tachados por sus ideas liberales. Actualmente Italia, -consciente de su robustez intelectual, utiliza exclusivamente el método -del pensionado. - -[46] Hoy añadiría también a los _políticos de altura_. Una ley que -excluyera irrevocablemente de los Consejos de la Corona a todo político -que no hubiera permanecido por lo menos tres años en las escuelas -extranjeras (singularmente en las de Alemania, Inglaterra y Francia), -sería decisiva para el éxito de nuestra renovación cultural, agrícola -e industrial. Si esto se hubiera hecho antes del 98, habríase evitado -la pérdida de las Colonias; porque, aparte otros factores de que no -debo ocuparme aquí, casi ninguno de nuestros ministros y generales -de entonces tenía la menor idea del arrollador poderío marítimo, -militar e industrial de los Estados Unidos. Nadie está capacitado para -salvaguardar eficazmente los intereses de su patria, si previamente -no conoce a fondo las fuerzas políticas y los recursos morales y -materiales de las ajenas naciones. - -*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK REGLAS Y CONSEJOS SOBRE -INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA *** - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the -United States without permission and without paying copyright -royalties. Special rules, set forth in the General Terms of Use part -of this license, apply to copying and distributing Project -Gutenberg-tm electronic works to protect the PROJECT GUTENBERG-tm -concept and trademark. 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Hart was the originator of the Project -Gutenberg-tm concept of a library of electronic works that could be -freely shared with anyone. For forty years, he produced and -distributed Project Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of -volunteer support. - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as not protected by copyright in -the U.S. unless a copyright notice is included. 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RAMÓN Y CAJAL</p> - - <hr class="sep_up" /> - <p class="fs90 g0 ws1">6.ª EDICIÓN</p> - <hr class="sep_dn" /> - - <p class="fs90 mt3">MADRID</p> - <p class="fs90">1923</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter pt6"> - <p><span class="pagenum" id="Page_iv">p. iv</span></p> - <div class="caja">ES PROPIEDAD DEL AUTOR</div> - <p class="fs75 ti0 mt4">Imp. J. Pueyo, Luna, 29.<br /> - Teléf. 14-30. — MADRID.</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch01"> - <p><span class="pagenum" id="Page_v">p. v</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/flores.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak">PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN</h2> - <p class="subh2">Costeada por la generosidad del Dr. Lluria.</p> -</div> - -<p>El libro actual es una reproducción, con numerosos retoques y -desarrollos, de mi discurso de ingreso en la Academia de Ciencias -Exactas, Físicas y Naturales (sesión del 5 de diciembre de 1897).</p> - -<p>Como otras muchas oraciones académicas harto más merecedoras de -publicidad, este discurso habría quedado olvidado en los anaqueles de -las bibliotecas oficiales, si un querido amigo nuestro, el Dr. Lluria, -no hubiera tenido la generosidad de reimprimirlo a su costa, a fin -de regalarlo a los estudiantes y a los aficionados a las tareas del -laboratorio.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_vi">p. vi</span>Cree el Dr. -Lluria (y Dios le pague tan hermosas ilusiones) que los consejos y -advertencias contenidos en dicho trabajo pueden ser, como emanados de -un apasionado de la investigación, de algún provecho para promover -el amor y entusiasmo de la juventud estudiosa hacia las empresas del -laboratorio.</p> - -<p>Ignoro si, en efecto, los referidos consejos, expuestos con fervor -y entusiasmo quizás un tanto exagerados e ingenuos, tendrán positiva -utilidad para el efecto de formar investigadores. Por mi parte diré -solamente que, acaso por no haberlos recibido de ninguno de mis deudos -o profesores cuando concebí el temerario empeño de consagrarme a la -religión del laboratorio, perdí, en tentativas inútiles, lo mejor -de mi tiempo, y desesperé más de una vez de mis aptitudes para la -investigación científica. ¡En cuántas ocasiones me sucedió, por ignorar -las fuentes bibliográficas (y desgraciadamente no siempre por falta -de diligencia, sino de recursos pecuniarios) y no encontrar un guía -orientador, descubrir hechos anatómicos ya por entonces divulgados en -lenguas que ignoraba y que ignoraban también aquellos que debieran -saberlas!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_vii">p. vii</span>¡Y cuántas veces me -ocurrió también, por carencia de disciplina y, sobre todo, por vivir -alejado de ese ambiente intelectual del cual recibe el investigador -novel estímulos y energías, abandonar la labor en el momento en que, -fatigado y hastiado, no tanto del trabajo cuanto de mi triste y -enervadora soledad, comenzaba a columbrar los primeros tenues albores -de la idea nueva!</p> - -<p>La rutina científica y la servidumbre mental al extranjero reinaban -tan despóticamente entonces en nuestras escuelas, que, al solo anuncio -de que yo, humilde médico recién salido de las aulas, sin etiqueta -oficial prestigiosa, me proponía publicar cierto trabajo experimental -sobre la <i>inflamación</i> (trabajo que, como obra de novicio, fue -malo e incompleto, pero que revelaba al fin buenos deseos y afición -al trabajo), alguno de los profesores de mi querida Universidad -de Zaragoza, y no ciertamente de los peores, exclamó estupefacto: -«¡Pero quién es Cajal para atreverse a juzgar los trabajos de los -sabios!» Y cuenta que este profesor era por aquellos tiempos (1880) -el publicista de nuestra Facultad y una de las cabezas más modernas y -mejor orientadas<span class="pagenum" id="Page_viii">p. viii</span> -de la misma; pero abrigaba la creencia (desgraciadamente profesada -todavía por muchos de nuestros catedráticos, ignoro si con sinceridad -o a título de expediente cómodo para cohonestar la propia pereza) de -que las conquistas científicas no son fruto del trabajo metódico, sino -dones del cielo, gracias generosamente otorgadas por la Providencia -a unos cuantos privilegiados, inevitablemente pertenecientes a las -naciones más laboriosas, es decir, a Francia, Inglaterra, Alemania e -Italia.</p> - -<p>Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Hoy, el investigador -en España no es el solitario de antaño. Todavía no son legión, pero -contamos ya con pléyade de jóvenes entusiastas a quienes el amor a la -ciencia y el deseo de colaborar en la obra magna del progreso mantienen -en confortadora comunión espiritual. Actualmente, en fin, han perdido -su desoladora eficacia estas preguntas que todos los aficionados a la -ciencia nos hemos hecho al dar nuestros primeros inciertos pasos: Esto -que yo hago, ¿a quién importa aquí? ¿A quién contaré el gozo producido -por mi pequeño descubrimiento? Si acierto, ¿quién aplaudirá?; y si me -equivoco,<span class="pagenum" id="Page_ix">p. ix</span> ¿quién me -corregirá y me alentará para proseguir?</p> - -<p>Algunos lectores del presente discurso me han advertido, en son -de crítica benévola, que doy demasiada importancia a la disciplina -de la voluntad, y poca a las aptitudes excepcionales concurrentes en -los grandes investigadores. No seré yo, ciertamente, quien niegue que -los más ilustres iniciadores científicos pertenecen a la aristocracia -del espíritu, y han sido capacidades mentales muy elevadas, a las -cuales no llegaremos nunca, por mucho que nos esforcemos, los que -figuramos en el montón de los trabajadores modestos. Pero después -de hacer esta concesión, que es de pura justicia, sigo creyendo que -a todo hombre de regular entendimiento y ansioso de nombradía, le -queda todavía ancho campo donde ejercitar su actividad y de tentar -la fortuna, que, a semejanza de la lotería, no sonríe siempre a los -ricos, sino que se complace, de vez en cuando, en alegrar el hogar de -los humildes. Consideremos, además, que todo hombre puede ser, si se -lo propone, <i>escultor de su propio cerebro</i>, y que aun el peor -dotado es susceptible, al modo de las tierras pobres, pero bien<span -class="pagenum" id="Page_x">p. x</span> cultivadas y abonadas, de -rendir copiosa mies.</p> - -<p>Acaso me equivoque, pero declaro sinceramente que, en mis -excursiones por el extranjero y en mis conversaciones con sabios -ilustres, he sacado la impresión (salvada tal cual excepción) de que -la mayoría de estos pertenece a la categoría de las inteligencias -regulares, pero disciplinadas, muy cultivadas y movidas por avidez -insaciable de celebridad. Es más: en alguna ocasión he topado con -sabios renombrados inferiores, tanto por sus pasiones como por su -inteligencia, al descubrimiento que los sacó de la obscuridad, y al -cual llegaron por los ciegos e inesperados caminos del azar. El caso -de Courtois, del cual ha dicho un ingenioso escritor que no se sabe si -<i>fue él quien descubrió el yodo, o si el yodo lo descubrió a él</i>, -es más frecuente de lo que muchos se figuran.</p> - -<p>De cualquier modo, ¿qué nos cuesta probar si somos capaces de -crear ciencia original? ¿Cómo sabremos, en fin, si entre nosotros -existe alguno dotado de superiores aptitudes para la ciencia, si -no procuramos crearle, con las excelencias de una disciplina moral -y técnica apropiadas, la ocasión en que se revele? Como dice<span -class="pagenum" id="Page_xi">p. xi</span> Balmes, «si Hércules no -hubiera manejado nunca más que un bastón, nunca creyera ser capaz de -blandir la pesada clava».</p> - -<p>¡Ojalá que este humilde folleto que dirigimos a la juventud -estudiosa sirva para fortalecer la afición a las tareas de laboratorio, -así como para alentar las esperanzas un tanto decaídas, después -de recientes y abrumadores desastres, de los creyentes en nuestro -renacimiento intelectual y científico!</p> - -<p class="smaller mt15">Madrid, 20 de diciembre de 1898.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/floron.jpg" - style="width: 6em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch02"> - <p><span class="pagenum" id="Page_xii">p. xii</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/cuadros.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak">PRÓLOGO DE LA TERCERA EDICIÓN</h2> -</div> - -<p>Agotada hace más de tres años la edición costeada por la generosidad -del Dr. Lluria, nos hemos visto obligados, para satisfacer las demandas -de América, a permitir la reimpresión de este folleto en dos Revistas -científicas americanas. Íbamos ya a otorgar la misma licencia a una -Corporación científico-literaria de España, cuando nos hemos percatado -de que este abandono del librito a iniciativas ajenas revela pecado de -negligencia, susceptible de acarrear algunos inconvenientes.</p> - -<p>Distamos mucho de hacernos ilusiones acerca del mérito de -nuestro <i>Discurso</i>. Tanto desde el punto de vista filosófico, -como desde el literario, adolece de grandes defectos. Sin duda que -en la actualidad, asistidos por una lectura filosófica y<span -class="pagenum" id="Page_xiii">p. xiii</span> pedagógica más copiosa y -selecta y por la experiencia docente de los quince años transcurridos, -podríamos acaso enriquecer y mejorar doctrinalmente el texto y -depurarlo de muchos defectos de estilo y de no pocas candorosas -arrogancias y exageraciones.</p> - -<p>No nos resolvemos, empero, a ejercitar severamente la podadera sobre -esta modesta obra de juventud. Buena o mala, todo libro posee una -personalidad espiritual; el público, habituado a ella, tiene derecho -a que el autor la respete y no la disfrace o escamotee a título de -mejorarla. Sobre que bien pudiera ocurrir que hoy, en plena senectud, -nos parezcan defectos (y lo serán acaso) precisamente aquellos rasgos -que fijaron la atención del lector y ganaron su benevolencia. Que a los -libros, como a los hombres, los respetamos y admiramos por sus buenas -cualidades, pero solo los amamos por algunos de sus defectos.</p> - -<p>Por si tales sospechas no fueran ilusorias, conservamos -esencialmente en esta tercera edición el texto de 1897. En él hémonos -permitido solamente algunos pocos retoques de estilo y la adición -de tal cual párrafo encaminado a desarrollar<span class="pagenum" -id="Page_xiv">p. xiv</span> ideas someramente apuntadas en el texto. -Pero la presente edición encierra varios capítulos nuevos, entre ellos -uno final donde señalamos, según nuestro humilde entender, la obra -que las instituciones docentes españolas, y singularmente la <i>Junta -de Pensiones y Ampliación de estudios en el extranjero</i>, están -llamadas a realizar para que, en el más breve plazo posible, nuestra -patria colabore, en la medida de sus fuerzas mentales y de sus recursos -financieros, en la empresa de la cultura y civilización universales.</p> - -<p class="smaller mt15">Madrid, enero de 1912.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/floron.jpg" - style="width: 6em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch03"> - <p><span class="pagenum" id="Page_xv">p. xv</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/rosas.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak">PRÓLOGO DE LAS ÚLTIMAS EDICIONES</h2> - <p class="subh2">(4.ª, 5.ª y 6.ª)</p> -</div> - -<p>Ocupaciones apremiantes y crecientes achaques de la edad han -estorbado acrecentar y perfeccionar, obedeciendo a mis deseos, el texto -de este librito. Era mi propósito, a fin de corresponder dignamente -al favor del público y, sobre todo, a las insistentes solicitudes de -cultos extranjeros deseosos de traducir la obra, universalizarla en -lo posible, purgándola de ciertos harto fogosos requerimientos y de -algunas patrióticas efusiones que sonarían inoportuna o estridentemente -en el oído de la juventud de aquellas naciones donde la ciencia, -cultivada tradicionalmente y en incesante renovación, no ha menester de -enérgicos estimulantes. Pero, repito, fuerzas superiores a mi voluntad -han enfrenado mis<span class="pagenum" id="Page_xvi">p. xvi</span> -ímpetus reformadores. Escrito el libro para España, entre españoles o -hispanoamericanos debe quedar por ahora relegado.</p> - -<p>Con todo eso, y a despecho de la premura con que estas tres últimas -ediciones han sido impresas, he introducido en cada una de ellas -algunas modificaciones que estimo provechosas: He tachado tal cual -pensamiento empalagosamente lírico o notoriamente inoportuno; he limado -el estilo harto frondoso e incorrecto en varios pasajes; y, en fin, he -desarrollado algunos capítulos, enriqueciéndolos con nuevos ejemplos o -con observaciones pertinentes.</p> - -<p>Creo, pues, sinceramente, que las citadas últimas ediciones (4.ª, -5.ª y 6.ª) excusan, mejor que las anteriores, el inmerecido favor -dispensado por la juventud estudiosa y la acogida lisonjera de ciertos -ilustres profesores, a cuyas bondades quedo fervorosa y rendidamente -agradecido.</p> - -<p class="smaller mt15">Madrid, 20 de julio de 1923.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/coles.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak">CAPÍTULO PRIMERO</h2> - <p class="subh2j">Consideraciones sobre los métodos generales. — - Infecundidad de las reglas abstractas. — Necesidad de ilustrar la - inteligencia y de tonificar la voluntad. — División de este libro.</p> -</div> - -<p>Supongo en el lector cierta cultura filosófica y pedagógica -general, y que, por consiguiente, sabe que las principales fuentes de -conocimiento son: la observación, la experimentación y el razonamiento -inductivo y deductivo.</p> - -<p>Obvio fuera insistir sobre tan notorias verdades. Me limitaré a -recordar que en las ciencias naturales han sido ya, desde hace una -centuria, definitivamente abandonados los principios apriorísticos, la -intuición, la inspiración y el dogmatismo.</p> - -<p>Aquella singular manera de discurrir de pitagóricos y platonianos -(método seguido en modernos tiempos por Descartes, Fichte, Krause, -Hegel y recientemente —aunque solo en parte—<span class="pagenum" -id="Page_2">p. 2</span> por Bergson), que consiste en explorar -nuestro propio espíritu para descubrir en él las leyes del Universo -y la solución de los grandes arcanos de la vida, ya solo inspira -sentimientos de conmiseración y de disgusto. Conmiseración, por el -talento consumido persiguiendo quimeras; disgusto, por el tiempo y -trabajo lastimosamente perdidos.</p> - -<p>La historia de la civilización demuestra hasta la saciedad la -esterilidad de la metafísica en sus reiterados esfuerzos por adivinar -las leyes de la naturaleza. Con razón se ha dicho que el humano -intelecto, de espaldas a la realidad y concentrado en sí mismo, es -impotente para dilucidar los más sencillos rodajes de la máquina del -mundo y de la vida.</p> - -<p>Ante los fenómenos que desfilan por los órganos sensoriales, la -actitud del intelecto solo puede ser verdaderamente útil y fecunda -reduciéndose modestamente a observarlos, describirlos, compararlos y -clasificarlos, según sus analogías y diferencias, para llegar después, -por inducción, al conocimiento de sus condiciones determinantes y leyes -empíricas.</p> - -<p>Otra verdad, vulgarísima ya de puro repetida, es que la ciencia -humana debe descartar, como inabordable empresa, el esclarecimiento -de las<span class="pagenum" id="Page_3">p. 3</span> causas primeras -y el conocimiento del fondo substancial oculto bajo las apariencias -fenomenales del Universo. Como ha declarado Claudio Bernard, el -investigador no puede pasar del determinismo de los fenómenos; su -misión queda reducida a mostrar el <i>cómo</i>, nunca el <i>porqué</i>, -de las mutaciones observadas. Ideal modesto en el terreno filosófico, -pero todavía grandioso en el orden práctico; porque conocer las -condiciones bajo las cuales nace un fenómeno, nos capacita para -reproducirlo o suspenderlo a nuestro antojo, y nos hace dueños de él, -explotándolo en beneficio de la vida humana. Previsión y acción: he -aquí los frutos que el hombre obtiene del determinismo fenomenal.</p> - -<p>Quizás parezca esta severa disciplina del determinismo un -poco estrecha en filosofía<a id="FNanchor_1" href="#Footnote_1" -class="fnanchor">[1]</a>; pero es fuerza convenir que en las ciencias -naturales, y singularmente en biología, resulta muy eficaz para -preservarnos de esa tendencia innata a encerrar el Universo entero en -una fórmula general, especie de germen donde todo se contiene como -el árbol en la semilla. Estas generalizaciones<span class="pagenum" -id="Page_4">p. 4</span> seductoras con que, de vez en cuando, ciertos -filósofos invaden el campo de las ciencias biológicas, suelen ser -soluciones puramente verbales, desprovistas de fecundidad y de -contenido positivo. A lo más, poseen utilidad a título de «hipótesis de -trabajo».</p> - -<p>Preciso es confesar que los <i>grandes enigmas</i> del Universo -citados por Dubois-Reymond son actualmente inabordables. Debemos -resignarnos al <i>ignoramus</i> y aun al inexorable <i>ignorabimus</i> -proclamado por el gran fisiólogo alemán. Para la resolución de -estos formidables problemas (comienzo de la vida, naturaleza de la -substancia, origen del movimiento, aparición de la conciencia, etc.) -parece indudable la insuficiencia radical del espíritu humano. Órgano -de acción encaminado a fines prácticos, nuestro cerebro parece haber -sido construido, no para hallar las últimas razones de las cosas, sino -para fijar sus<span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span> causas -próximas y determinar sus relaciones constantes. Y esto, que parece -poco, es muchísimo, porque habiéndosenos concedido el supremo poder de -actuar sobre el mundo, suavizándolo y modificándolo en provecho de la -vida, podemos pasarnos muy bien sin el conocimiento de la esencia de -las cosas.</p> - -<p>Al tratar de métodos generales de investigación, no es lícito -olvidar esas panaceas de la invención científica que se llaman el -<i>Novum organum</i>, de Bacon, y el <i>Libro del método</i>, de -Descartes, tan recomendado por Claudio Bernard. Libros son estos por -todo extremo excelentes para hacer pensar, pero de ningún modo tan -eficaces para enseñar a descubrir. Después de confesar que la lectura -de tales obras puede sugerir más de una concepción fecunda, debo -declarar que me hallo muy próximo a pensar de ellas lo que De Maistre -opinaba del <i>Novum organum</i>: «que no lo habían leído los que más -descubrimientos han hecho en las ciencias, y que el mismo Bacon no -dedujo de sus reglas invención ninguna». Más severo aún se muestra -Liebig cuando afirma, en su célebre <i>Discurso Académico</i>, que -Bacon fue un <i>dilettante</i> científico cuyos escritos, celebrados -pomposamente por juristas, historiadores y otras gentes ajenas a -la<span class="pagenum" id="Page_6">p. 6</span> ciencia, nada -contienen de los procederes que conducen al descubrimiento.</p> - -<p>Los preceptos dictados por Descartes, a saber: <i>No reconocer -como verdadero sino lo evidente; dividir cada dificultad en cuantas -porciones sea preciso para mejor atacarlas; comenzar el análisis por -el examen de los objetos más simples y más fáciles de ser comprendidos -para remontarse gradualmente al conocimiento de los más complejos</i>, -etc., son reglas que nadie deja de emplear instintivamente en -el estudio de toda cuestión dificultosa. El mérito del filósofo -francés estriba, no en haber aplicado estas reglas, sino en haberlas -formulado clara y rigurosamente después de haberlas aprovechado -inconscientemente, como todo el mundo, en sus meditaciones filosóficas -y geométricas.</p> - -<p>Tengo para mí que el poco provecho obtenido de la lectura de tales -obras y, en general, de todos los trabajos concernientes a los métodos -filosóficos de indagación, depende de la vaguedad y generalidad de -las reglas que contienen, las cuales, cuando no son fórmulas vacías, -vienen a ser la expresión formal del mecanismo del entendimiento en -función de investigar. Este mecanismo actúa inconscientemente en toda -cabeza regularmente organizada y cultivada; y<span class="pagenum" -id="Page_7">p. 7</span> cuando, por un acto de reflexión, formula -el filósofo sus leyes psicológicas, ni el autor ni el lector pueden -mejorar sus capacidades respectivas para la investigación científica. -Los tratadistas de métodos lógicos me causan la misma impresión que me -produciría un orador que pretendiera acrecentar su elocuencia mediante -el estudio de los centros del lenguaje, del mecanismo de la voz y de -la inervación de la laringe. ¡Como si el conocer estos artificios -anatomo-fisiológicos pudiera crear una organización que nos falta o -perfeccionar la que tenemos!<a id="FNanchor_2" href="#Footnote_2" -class="fnanchor">[2]</a>.</p> - -<p>Importa consignar que los descubrimientos más brillantes se han -debido, no al conocimiento de la lógica escrita, sino a esa lógica -viva que el hombre posee en su espíritu, con la cual labora ideas con -la misma perfecta inconsciencia con que Jourdain hacía prosa. Harto -más eficaz es la lectura de las obras de los grandes iniciadores -científicos, tales como Galileo, Keplero, Newton, Lavoisier, Geoffroy -Saint-Hilaire, Faraday, Ampère, Cl. Bernard, Pasteur, Virchow, Liebig, -etc.; y, sin embargo, es fuerza reconocer<span class="pagenum" -id="Page_8">p. 8</span> que, si carecemos de una chispa siquiera de la -espléndida luz que brilló en tales inteligencias, y de un eco al menos -de las nobles pasiones que impulsaron a caracteres tan elevados, la -erudición nos convertirá en comentadores entusiastas o amenos, quizás -en beneméritos divulgadores científicos, pero no creará en nosotros el -espíritu de investigación.</p> - -<p>Tampoco nos será de gran provecho, a la hora de investigar, el -conocimiento de las leyes que rigen el desenvolvimiento de la Ciencia. -Afirma Herbert Spencer que el progreso intelectual va de lo homogéneo -a lo heterogéneo, y que, en virtud de la <i>inestabilidad de lo -homogéneo</i> y del principio de que <i>cada causa produce más de un -efecto</i>, todo descubrimiento provoca inmediatamente gran número -de otros descubrimientos; pero si esta noción nos permite apreciar -la marcha histórica de la Ciencia, no puede<span class="pagenum" -id="Page_9">p. 9</span> darnos la clave de sus revelaciones. Lo -importante sería averiguar cómo cada sabio, en su peculiar dominio, ha -logrado sacar lo heterogéneo de lo homogéneo, y por qué razón muchos -hombres que se lo han propuesto no lo han conseguido.</p> - -<p>Apresurémonos, pues, a declarar que no hay recetas lógicas para -hacer descubrimientos, y menos todavía para convertir en afortunados -experimentadores a personas desprovistas del arte discursivo natural -a que antes aludíamos. Y en cuanto a los genios, sabido es que -difícilmente se doblegan a las reglas escritas: prefieren hacerlas. -Como dice Condorcet, «las medianías pueden educarse, pero los genios se -educan por sí solos».</p> - -<p>¿Debemos por esto renunciar a toda tentativa de instruir y educar -en materia de inquisición científica? ¿Vamos a dejar al principiante -desorientado, entregado a sus propias fuerzas y marchando sin guía ni -consejo por una senda llena de dificultades y peligros?</p> - -<p>De ninguna manera. Pensamos, por lo contrario, que si, abandonando -la vaga región de los principios filosóficos y de los métodos -abstractos, descendemos al dominio de las ciencias particulares y -al terreno de la técnica moral e instrumental<span class="pagenum" -id="Page_10">p. 10</span> indispensable al proceso inquisitivo, -será fácil hallar algunas normas positivamente útiles al novel -investigador.</p> - -<p>Algunos consejos relativos a lo que debe saber, a la educación -técnica que necesita recibir, a las pasiones elevadas que deben -alentarle, a los apocamientos y preocupaciones que será forzoso -descartar, opinamos que podrán serle harto más provechosos que todos -los preceptos y cautelas de la lógica teórica. Tal es la justificación -del actual trabajo, en el cual, para decirlo de una vez, hemos -reunido aquellos estímulos alentadores y paternales admoniciones que -hubiéramos querido recibir en los albores de nuestra modesta carrera -científica.</p> - -<p>Superfluas serán nuestras advertencias para quien tuvo la fortuna -de educarse en el laboratorio del sabio, bajo la benéfica influencia -de las reglas vivas, encarnadas en una personalidad ilustre, animada -del noble proselitismo de la ciencia y de la enseñanza; ociosas serán -asimismo para los caracteres enérgicos y los talentos elevados, los -cuales no necesitan ciertamente, según decíamos antes, para elevarse -al conocimiento de la verdad, otros consejos que los sugeridos por el -estudio y la meditación; pero acaso, repito, resulten confortadoras -y provechosas<span class="pagenum" id="Page_11">p. 11</span> para -muchos espíritus modestos, apocados, aunque codiciosos de reputación, -los cuales no cosechan el anhelado fruto por flaqueza de voluntad o la -viciosa dirección de sus estudios.</p> - -<p>A la voluntad, más que a la inteligencia, se enderezan nuestros -consejos; porque tenemos la convicción de que aquella, como afirma -cuerdamente Payot, es tan educable como esta, y creemos además que -toda obra grande, en arte como en ciencia, es el resultado de una gran -pasión puesta al servicio de una gran idea.</p> - -<p>En siete capítulos dividiremos el presente trabajo: en el primero -procuraremos disipar preocupaciones y falsos juicios que enervan al -principiante, arrebatándole esa fe robusta en sí mismo, sin la cual -ninguna investigación alcanza feliz término; en el segundo expondremos -las cualidades de orden moral que deben adornarle, y que son como los -depósitos de la energía tonificadora de su voluntad; en el tercero, -lo que es menester que sepa para llegar suficientemente preparado al -teatro de la lucha con la Naturaleza; en el cuarto apuntaremos las -enfermedades de la voluntad y del juicio, de que debe preservarse; -en el quinto detallaremos el plan y marcha de la investigación -misma (observación, explicación o hipótesis, y comprobación); en el -sexto<span class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span> haremos algunas -advertencias tocantes a la redacción del trabajo científico; en el -séptimo, en fin, consideraremos los deberes del investigador como -maestro.</p> - -<p>Por ser en España un problema de excepcional importancia, acabaremos -nuestro librito con un breve estudio acerca de las causas de nuestro -atraso científico y de las obligaciones del Estado en orden al fomento -y enseñanza de la investigación.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/flor.jpg" - style="width: 4em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_13">p. 13</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/laureles.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO II</h2> - <p class="subh2">Preocupaciones enervadoras del principiante.</p> - <p class="subh2">Admiración excesiva. Agotamiento de la cuestión. - Devoción a la ciencia práctica. Deficiencia intelectual.</p> -</div> - -<h3><i>a</i>) <span class="asc">ADMIRACIÓN EXCESIVA A LA OBRA DE LOS -GRANDES INICIADORES CIENTÍFICOS</span></h3> - -<p>Entre las preocupaciones más funestas de la juventud intelectual -contamos la extremada admiración a la obra de los grandes talentos y la -convicción de que, dada nuestra cortedad de luces, nada podremos hacer -para continuarla o completarla.</p> - -<p>Esta devoción excesiva al genio tiene su raíz en un doble -sentimiento de justicia y de modestia, harto simpático para ser -vituperable; mas, si se enseñorea con demasía del ánimo del novicio, -aniquila toda iniciativa e incapacita en absoluto para la investigación -original. Defecto por defecto, preferible es la arrogancia al -apocamiento: la osadía mide sus fuerzas y vence o es vencida;<span -class="pagenum" id="Page_14">p. 14</span> pero la modestia excesiva -huye de la batalla y se condena a vergonzosa inacción.</p> - -<p>Cuando se abandona esa atmósfera de prestigio que se respira al -leer el libro de un investigador genial, y se acude al laboratorio a -confirmar los hechos donde aquel apoya sus fascinadoras concepciones, -sucede a veces que nuestro culto por el ídolo disminuye tanto como -crece el sentimiento de nuestra propia estima. Los grandes hombres son, -a ratos, genios; a ratos, niños, y siempre incompletos. Aun concediendo -que el genio, sometido al contraste de la observación, salga puro de -todo error, consideremos que todo cuanto ha descubierto en un dominio -dado es casi nada en parangón con lo que deja por descubrir. La -Naturaleza nos brinda a todos con una riqueza inagotable, y no tenemos -motivo para envidiar a los que nos precedieron, ni exclamar como -Alejandro ante las victorias de Filipo: «Mi padre no me va a dejar nada -que conquistar».</p> - -<p>No es lícito desconocer que existen creaciones científicas tan -completas, luminosas y tan firmes, que parecen el fruto de una -intuición casi divina, habiendo surgido perfectas, como Minerva de -la cabeza de Júpiter. Mas la justa admiración causada por tales -obras disminuiría mucho si<span class="pagenum" id="Page_15">p. -15</span> imagináramos el tiempo y el esfuerzo, la paciencia y -perseverancia, los tanteos y rectificaciones, hasta las casualidades -que colaboraron en el éxito final, al cual contribuyeron casi -tanto como el genio del investigador. Sucede en esto lo que en las -maravillosas adaptaciones del organismo a determinadas funciones. El -ojo o el oído del vertebrado, examinado aisladamente, constituyen un -asombro y parece imposible que se hayan formado por el solo concurso -de las leyes naturales; mas si consideramos todas las gradaciones y -formas de transición que en la serie filogénica nos ofrecen aquellos -órganos, desde el esbozo ocular informe de ciertos infusorios y -gusanos hasta la complicada organización del ojo del vertebrado -inferior, nuestra admiración pierde no poco de su fuerza, acabando -el ánimo por hacerse a la idea de una formación natural en virtud de -variaciones, correlaciones orgánicas, selecciones<a id="FNanchor_3" -href="#Footnote_3" class="fnanchor">[3]</a> y adaptaciones.</p> - -<p>¡Qué gran tónico sería para el novel observador<span -class="pagenum" id="Page_16">p. 16</span> el que su maestro, en vez de -asombrarlo y desalentarlo con la sublimidad de las grandes empresas -acabadas, le expusiera la génesis de cada invención científica, -la serie de errores y titubeos que la precedieron, constitutivos, -desde el punto de vista humano, de la verdadera explicación de cada -descubrimiento! Tan hábil táctica pedagógica nos traería la convicción -de que el descubridor, con ser un ingenio esclarecido y una poderosa -voluntad, fue, al fin y al cabo, un hombre como todos.</p> - -<p>Lejos de abatirse el investigador novicio ante las grandes -autoridades de la Ciencia, debe saber que su destino, por ley cruel, -pero ineluctable, es crecer un poco a costa de la reputación de las -mismas. Pocos serán los que, habiendo inaugurado con alguna fortuna sus -exploraciones científicas, no se hayan visto obligados a quebrantar y -disminuir algo el pedestal de algún ídolo histórico o contemporáneo. -A guisa de ejemplos clásicos, recordemos a Galileo refutando a -Aristóteles en lo tocante a la gravitación; a Copérnico arruinando -el sistema del mundo de Ptolomeo; a Lavoisier reduciendo a la nada -la concepción de Stahl acerca del flogístico; a Virchow refutando la -generación espontánea de las células, supuesta por Schwann, Schleiden -y<span class="pagenum" id="Page_17">p. 17</span> Robin. Tan general -e imperativa es esta ley, que se acredita en todos los dominios de la -Ciencia y alcanza hasta a los más humildes investigadores. Si nosotros -pudiéramos ni nombrarnos siquiera después de haber citado tan altos -ejemplos, añadiríamos que, al iniciar nuestras pesquisas en la anatomía -y fisiología de los centros nerviosos, el primer obstáculo que debimos -remover fue la falsa teoría de Gerlach y de Golgi sobre las redes -nerviosas difusas de la substancia gris y sobre el modo de transmisión -de las corrientes.</p> - -<p>En la vida de los sabios se dan, por lo común, dos fases: la -creadora o inicial, consagrada a destruir los errores del pasado y -al alumbramiento de nuevas verdades, y la senil o razonadora (que no -coincide necesariamente con la vejez), durante la cual, disminuida -la fuerza de producción científica, se defienden las hipótesis -incubadas en la juventud<a id="FNanchor_4" href="#Footnote_4" -class="fnanchor">[4]</a>, amparándolas con amor paternal del ataque -de los recién llegados. Al entrar en la historia no hay grande hombre -que no sea avaro de sus títulos y que no dispute<span class="pagenum" -id="Page_18">p. 18</span> encarnizadamente a la nueva generación sus -derechos a la gloria. Muy triste, pero muy verdadera, suele ser aquella -amarga frase de Rousseau: «No existe sabio que deje de preferir la -mentira inventada por él a la verdad descubierta por otro».</p> - -<p>Aun en las ciencias más perfectas nunca deja de encontrarse alguna -doctrina exclusivamente mantenida por el principio de autoridad. -Demostrar la falsedad de esta concepción y, a ser posible, refutarla -con nuevas investigaciones, constituirá siempre un excelente modo -de inaugurar la propia obra científica. Importa poco que la reforma -sea recibida con malévolas censuras, con pérfidas invectivas, con -silencios más crueles aún; como la razón esté de su parte, no tardará -el innovador en arrastrar a la juventud, que, por serlo, no tiene -pasado que defender; a su lado militarán también todos aquellos sabios -imparciales, quienes, en medio del torrente avasallador de la doctrina -reinante, supieron conservar sereno el ánimo e independiente el -criterio.</p> - -<p>Empero no basta demoler: hay que construir. La crítica científica se -justifica solamente entregando, a cambio de un error, una verdad. Por -lo común, la nueva doctrina surgirá de las ruinas<span class="pagenum" -id="Page_19">p. 19</span> de la abandonada, y se fundará estrictamente -sobre los hechos rectamente interpretados. Menester será al innovador -excluir toda concesión piadosa al error tradicional o a las ideas -caídas, si no quiere ver prontamente compartida su fama por los -espíritus detallistas y perfeccionadores brotados en gran número, -a raíz de cada descubrimiento, como los hongos bajo la sombra del -árbol.</p> - - -<h3><i>b</i>) <span class="asc">CREENCIA EN EL AGOTAMIENTO DE LOS TEMAS -CIENTÍFICOS</span></h3> - -<p>He aquí otro de los falsos conceptos que se oyen a menudo a nuestros -flamantes licenciados: «Todo lo substancial de cada tema científico -está apurado; ¿qué importa que yo pueda añadir algún pormenor, espigar -en un campo donde más diligentes observadores recogieron copiosa mies? -Por mi labor, ni la Ciencia cambiará de aspecto, ni mi nombre saldrá de -la obscuridad».</p> - -<p>Así habla muchas veces la pereza, disfrazada de modestia. Así -discurren algunos jóvenes de mérito al sentir los primeros desmayos -producidos por la consideración de la magna empresa. No hay más remedio -que extirpar radicalmente un concepto tan superficial de la Ciencia, -si no<span class="pagenum" id="Page_20">p. 20</span> quiere el joven -investigador caer definitivamente vencido en esa lucha que en su -voluntad se entabla entre las utilitarias sugestiones del ambiente -moral, encaminadas a convertirlo en un vulgar y adinerado practicón, -y los nobles impulsos del deber y del patriotismo que le arrastran al -honor y a la gloria.</p> - -<p>En su anhelo por satisfacer la deuda honrosa contraída con sus -maestros, el novel observador quisiera encontrar un filón nuevo y a -flor de tierra, cuya fácil explotación levantara con empuje su nombre; -mas, por desgracia, apenas emprendidas las primeras exploraciones -bibliográficas, reconoce con dolor que el metal yace a gran profundidad -y que el yacimiento superficial ha sido casi agotado por observadores -afortunados llegados antes que él, y que ejercitaron el cómodo derecho -de primeros ocupantes.</p> - -<p>No paran mientes los que así discurren en que si hemos llegado tarde -para unas cuestiones, hemos nacido demasiado temprano para otras, y en -que, a la vuelta de un siglo, nosotros vendremos a ser, por la fuerza -de las cosas, los acaparadores de ciencia, los desfloradores de asuntos -y los esquilmadores de minucias.</p> - -<p>No es lícito, empero, desconocer que existen épocas en las cuales, -a partir de un hecho casualmente<span class="pagenum" id="Page_21">p. -21</span> descubierto o de la creación de un método feliz, se realizan -en serie, y como por generación espontánea, grandiosos progresos -científicos. Tal aconteció durante el Renacimiento, cuando Descartes, -Pascal, Galileo, Bacon, Bayle, Newton, nuestro Sánchez, etc., -patentizaron los errores de los antiguos y generalizaron la creencia -de que, lejos de haber los griegos agotado el dominio de las ciencias, -apenas habían dado los primeros pasos en el conocimiento positivo del -Universo<a id="FNanchor_5" href="#Footnote_5" class="fnanchor">[5]</a>. -Fortuna y grande para un científico es nacer en una de estas grandes -crisis de ideas, durante las cuales, hecha tabla rasa de gran parte de -la obra del pasado, nada es más fácil que escoger un tema fecundo.</p> - -<p>Pero no exageremos esta consideración, y tengamos presente que, aun -en nuestro tiempo, la<span class="pagenum" id="Page_22">p. 22</span> -construcción científica se eleva a menudo sobre las ruinas de teorías -que pasaban por indestructibles. Consideremos que, si hay ciencias que -parecen tocar a su perfección, existen otras en vías de constitución -y algunas que no han nacido todavía. En Biología, especialmente, a -despecho de los inmensos trabajos efectuados en el pasado siglo, las -cuestiones más esenciales esperan todavía solución (origen de la vida, -problema de la herencia y evolución, estructura y composición química -de la célula, etc.).</p> - -<p>En general, puede afirmarse que no hay cuestiones agotadas, sino -hombres agotados en las cuestiones. Esquilmado para un sabio el -terreno, muéstrase fecundo para otro. Un talento de refresco, llegado -sin prejuicio al análisis de un asunto, siempre hallará un aspecto -nuevo, algo de que no se percataron quienes creyeron definitivamente -apurado aquel estudio. Tan fragmentario es nuestro saber, que aun en -los temas más prolijamente explorados surgen a lo mejor insólitos -hallazgos. ¡Quién, pocos años ha, hubiera sospechado que la luz y el -calor guardaban todavía secretos para la Ciencia! Y, sin embargo, -ahí están el <i>argón</i> de la atmósfera, los <i>rayos X</i> de -Röntgen y el <i>radio</i> de los esposos Curie, para patentizar cuán -insuficientes son nuestros<span class="pagenum" id="Page_23">p. -23</span> métodos y cuán prematuras nuestras síntesis.</p> - -<p>En Biología es donde tiene su mejor aplicación esta bella frase de -Saint-Hilaire: «Delante de nosotros está siempre el infinito». Y el -pensamiento no menos gráfico de Carnoy: «La Ciencia se crea, pero nunca -está creada». No es dado a todos aventurarse en la selva y trazar, a -fuerza de energía, un camino practicable; pero aun los más humildes -podemos aprovecharnos del sendero abierto por el genio, y arrancar, -caminando por él, algún secreto a lo desconocido.</p> - -<p>Aun aceptando que el principiante deba resignarse a recoger detalles -escapados a la sagacidad de los iniciadores, es también positivo que -los buscadores de minucias acaban por adquirir sensibilidad analítica -tan exquisita y pericia de observación tan notable, que al fin abordan -con fortuna cuestiones trascendentales.</p> - -<p>¡Cuántos hechos, al parecer triviales, han conducido a ciertos -investigadores, adecuadamente preparados por el conocimiento de los -métodos, a grandes conquistas científicas! Consideremos, además, que, -por consecuencia de la progresiva diferenciación de la Ciencia, las -minucias de hoy serán acaso mañana verdades importantes.</p> - -<p>Esto sin contar con que nuestra apreciación de lo importante y -de lo accesorio, de lo grande<span class="pagenum" id="Page_24">p. -24</span> y de lo pequeño, asiéntase en un falso juicio, en un -verdadero error antropomórfico. En la Naturaleza no hay superior ni -inferior, ni cosas accesorias y principales. Estas jerarquías que -nuestro espíritu se complace en asignar a los fenómenos naturales, -proceden de que, en lugar de considerar las cosas en sí y en su interno -encadenamiento, las miramos solamente en relación a la utilidad o el -placer que puedan proporcionarnos. En la cadena de la vida todos los -eslabones son igualmente valiosos, porque todos resultan igualmente -necesarios. Juzgamos pequeño lo que vemos de lejos o no sabemos ver. -Aun adoptando el punto de vista del egoísmo humano, ¡qué de cuestiones -de alta humanidad laten en el misterioso protoplasma del más humilde -microbio! Nada parece más trascendental en bacteriología que el -conocimiento de las bacterias infecciosas, y nada más secundario que el -de los microbios inofensivos pululantes en las infusiones y materias -orgánicas en descomposición; y, no obstante, si desaparecieran estos -humildes hongos, cuya misión es reintegrar a la circulación general -de la materia los principios secuestrados por los animales y plantas -superiores, bien pronto el planeta se tornaría inhabitable para el -hombre.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span>Acaso en ningún -dominio se muestra mejor la transcendencia del detalle como en los -métodos técnicos de la Biología. Para no citar sino un ejemplo, -recordemos que R. Koch, el gran bacteriólogo alemán, por haber -tenido la idea de adicionar a un color básico de anilina un poco de -álcali, logró teñir y descubrir el <i>bacilo de la tuberculosis</i>, -desentrañando así la etiología de una enfermedad hasta entonces rebelde -a la sagacidad de los más ilustres patólogos.</p> - -<p>De esta falta de perspectiva moral, cuando de aquilatar las -adquisiciones científicas se trata, han participado hasta los -más preclaros ingenios. ¡Qué de gérmenes de grandes invenciones, -mencionadas como curiosidades de poco momento, hallamos hoy en las -obras de los antiguos y hasta en las de los sabios del Renacimiento! -Perdido en un indigesto Tratado de Teología (<i>Christianismi -Restitutio</i>), escribió Servet, como al desdén, tres líneas tocante a -la circulación pulmonar, las cuales constituyen hoy su principal timbre -de gloria. ¡Grande sería la sorpresa del filósofo aragonés si hoy -resucitara y viera totalmente olvidadas sus laboriosas disquisiciones -metafísicas, y exaltado un hecho al cual no debió conceder más -interés que el de un argumento accesorio para su tesis de que el alma -reside<span class="pagenum" id="Page_26">p. 26</span> en la sangre! De -un pasaje de Séneca se infiere que los antiguos conocieron ya el poder -amplificante de una esfera de cristal llena de agua. ¡Quién hubiera -sospechado que en dicho fenómeno amplificante, desestimado durante -siglos, dormían en germen dos poderosos instrumentos analíticos: el -microscopio y el telescopio, y dos ciencias a cual más grandiosa: la -Astronomía y la Biología!</p> - -<p>En resumen, no hay cuestiones pequeñas; las que lo parecen son -cuestiones grandes no comprendidas. En vez de menudencias indignas de -ser consideradas por el pensador, lo que hay es hombres cuya pequeñez -intelectual no alcanza a penetrar la transcendencia de lo minúsculo. -Constituye la Naturaleza mecanismo armónico, donde todas las piezas, -aun las que parecen desempeñar oficio accesorio, conspiran al conjunto -funcional; al contemplar este mecanismo, el hombre ligero distingue -arbitrariamente sus principales órganos en esenciales y secundarios; -en cambio, el pensador discreto se contenta con clasificarlos, -prescindiendo de tamaños y de sus efectos útiles inmediatos, en -conocidos y poco conocidos. En cuanto a su futura transcendencia nadie -puede ser profeta.</p> - -<h3 title="c) CULTO EXCLUSIVO A LA CIENCIA LLAMADA PRÁCTICA"><span -class="pagenum" id="Page_27">p. 27</span><i>c</i>) <span class="asc"> -CULTO EXCLUSIVO A LA CIENCIA LLAMADA PRÁCTICA</span></h3> - -<p>Otro de los vicios del pensamiento que importa combatir a todo -trance es la falsa distinción en ciencia <i>teórica</i> y ciencia -<i>práctica</i>, con la consiguiente alabanza de la última y el -desprecio sistemático de la primera. Y este error se propala -inconscientemente entre la juventud, desviándola de toda labor de -inquisición desinteresada.</p> - -<p>No son, ciertamente, <i>las gentes del oficio</i> las que incurren -en semejante falta de apreciación, sino muchos abogados, literatos, -industriales y, desgraciadamente, hasta algunos estadistas conspicuos, -cuyas iniciativas de tan graves consecuencias pueden ser para la obra -de la cultura patria.</p> - -<p>A estos tales no se les caen de la boca las siguientes frases: -«Menos doctores y más industriales. Las naciones no miden su grandeza -por lo que saben, sino por la copia de conquistas científicas aplicadas -al comercio, a la industria, a la agricultura, a la medicina y al -arte militar. Dejemos a los cachazudos y linfáticos tudescos con sus -sutiles indagaciones de ciencia pura, con su loco afán de escudriñar -los últimos resortes<span class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span> de -la vida, y consagrémonos por nuestra parte a sacar el jugo práctico de -los principios de la Ciencia, encarnándolos en positivas mejoras de la -existencia humana. España ha menester máquinas para nuestros trenes y -barcos, recetas prácticas para la agricultura y la industria, fábricas -de abonos, higiene racional; en suma, cuanto contribuya a fomentar -la población, riqueza y bienestar de los pueblos. Líbrenos Dios de -sabios ociosos, entretenidos en especulaciones sutiles, o entregados -a la conquista de lo menudo, que si no costara demasiado caro, podría -calificarse de pasatiempo frívolo y hasta ridículo.»</p> - -<p>Tal es el cúmulo de inepcias que a cada paso formulan los que, al -viajar por el extranjero, ven, por un espejismo extraño, el progreso -en los efectos y no en las causas; los que, en sus cortos alcances, -no advierten esos hilos misteriosos que enlazan la fábrica con el -laboratorio, como el arroyo a su manantial. Creen de buena fe que, -tanto los sabios como los pueblos, forman dos grupos: los que pierden -el tiempo en especulaciones de ciencia pura y estéril, y los que saben -hallar hechos de aplicación inmediata al aumento y comodidad de la -vida<a id="FNanchor_6" href="#Footnote_6" class="fnanchor">[6]</a>.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span>¿Tendremos necesidad -de insistir sobre lo absurdo de tal doctrina? ¿Habrá alguno tan -menguado de sindéresis que no repare que allí donde los principios o -los hechos son descubiertos brotan también, por modo inmediato, las -aplicaciones? En Alemania, en Francia, en Inglaterra, la fábrica vive -en íntima comunión con el laboratorio, y por lo común el iniciador -mismo de la verdad científica dirige, ora por sí, ora mediante -sociedades explotadoras, el aprovechamiento industrial. Semejantes -alianzas saltan a<span class="pagenum" id="Page_30">p. 30</span> la -vista en esas grandes fábricas de colores de anilina, que constituyen -uno de los filones más prósperos de la industria alemana, suiza -y francesa. Tan notorio es este hecho, que huelgan aquí ejemplos -demostrativos. Empero, por recientes y significativos, quiero citaros -dos: la grande industria de la construcción de objetivos de precisión -(micrográficos, fotográficos y astronómicos) creada en Alemania por -los profundos estudios de óptica matemática del profesor Abbe, de -Jena, y los cuales aseguran a la Prusia un monopolio de valor enorme -que sufraga el mundo entero<a id="FNanchor_7" href="#Footnote_7" -class="fnanchor">[7]</a>, y la fabricación de sueros terapéuticos, -nacida en Berlín y perfeccionada en París, y en la cual intervienen, -como es natural y legítimo, Behring y Roux, creadores de los principios -científicos de la sueroterapia.</p> - -<p>Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento -las aplicaciones. Estas<span class="pagenum" id="Page_31">p. 31</span> -llegan siempre; a veces tardan años; a veces, siglos. Poco importa que -una verdad científica sea aprovechada por nuestros hijos o por nuestros -nietos. Medrada andaría la causa del progreso si Galvani, si Volta, -si Faraday, si Hertz, descubridores de los hechos fundamentales de la -ciencia de la electricidad, hubieran menospreciado sus hallazgos por -carecer entonces de aplicación industrial.</p> - -<p>Dejamos consignado que lo inútil, aun aceptando el punto de vista -humano (con las necesarias restricciones de tiempo y lugar), no -existe en la Naturaleza. Y, en último extremo, aun cuando no fuera -posible poner al servicio de nuestra comodidad y provecho ciertas -conquistas científicas, siempre quedaría una utilidad positiva: la -noble satisfacción de nuestra curiosidad satisfecha y la fruición -incomparable causada en el ánimo por el sentimiento de nuestro poder -ante la dificultad vencida.</p> - -<p>En suma: al abordar un problema, considerémoslo en sí mismo, sin -desviarnos por motivos segundos, cuyo perseguimiento, dispersando -la atención, mermaría nuestra fuerza analítica. En la lucha con la -Naturaleza, el biólogo, como el astrónomo, debe prescindir de la -tierra que habita y concentrar su mirada en la serena región de<span -class="pagenum" id="Page_32">p. 32</span> las ideas, donde, tarde o -temprano, surgirá la luz de la verdad. Establecido el hecho nuevo, las -aplicaciones vendrán a su sazón, es decir, cuando aparezca otro hecho -capaz de fecundarlo; pues, como es bien sabido, el <i>invento</i> no -es otra cosa que la conjunción de dos o más verdades en una resultante -útil. La Ciencia registra muchos hechos cuya utilidad es actualmente -desconocida; pero, al cabo de unos lustros, o acaso de siglos, ve la -luz una nueva verdad que tiene con aquellos misteriosas afinidades, -y la <i>criatura industrial</i> resultante se llama fotografía, -fonógrafo, análisis espectral, telegrafía sin hilos, vuelo mecánico, -etc. Trátase siempre de una síntesis a corto o a largo plazo. Porta -descubrió la cámara obscura, hecho aislado, del cual apenas se sacó -partido para el arte del diseño; Wedgwood y Davy señalaron en 1802 la -posibilidad de obtener imágenes fotográficas sobre un papel lubrificado -en una solución de nitrato argéntico; pero como la copia no podía -fijarse, este otro hallazgo no tuvo consecuencias; después llegó John -Herschel, que logró disolver la sal argéntica no impresionada por -la luz; con ello fue ya posible la fijación de la fugitiva silueta -luminosa. Con todo eso, la débil sensibilidad de las sales argénticas -hasta entonces aprovechadas hacía<span class="pagenum" id="Page_33">p. -33</span> casi imposible el empleo del aparato de Porta; por fin -aparece Daguerre, quien descubre en 1839, con la exquisita sensibilidad -del yoduro argéntico, la imagen latente; sintetiza admirablemente los -inventos de sus predecesores y crea en sus fundamentos la fotografía -actual.</p> - -<p>Así evolucionan todos los inventos: los materiales son, en diversas -épocas, acarreados por sagaces cuanto infortunados observadores que -no lograron recoger fruto alguno de sus hallazgos, en espera de las -verdades fecundantes; mas una vez acopiados todos los datos, llega -un sabio feliz, no tanto por su originalidad como por haber nacido -oportunamente; considera los hechos desde el punto de vista humano, -opera la síntesis y el invento surge.</p> - - -<h3><i>d</i>) <span class="asc">PRETENDIDA CORTEDAD DE LUCES</span></h3> - -<p>Para justificar deserciones y desmayos alegan algunos falta de -capacidad para la ciencia. «Yo tengo gusto por los trabajos de -laboratorio —nos dicen—, pero no sirvo para inventar nada.» Cierto que -hay cabezas refractarias para la labor experimental, y entre ellas -contamos todas las incapaces de atención prolongada y exentas de -curiosidad y de admirabilidad por las obras de<span class="pagenum" -id="Page_34">p. 34</span> la Naturaleza. Pero la inmensa mayoría de -los que se confiesan incapaces, ¿lo son positivamente? ¿No exageran, -tal vez, las dificultades de la empresa y la penuria de sus aptitudes? -Tal creemos, y añadiremos aún que muchos toman habitualmente por -incapacidad la mera lentitud del concebir y del aprender, y, a veces, -la propia pereza o la falta de alguna cualidad de orden secundario, -como la paciencia, la minuciosidad, la constancia, atributos que se -adquieren pronto con el hábito del trabajo y con la satisfacción del -éxito.</p> - -<p>En nuestro concepto, la lista de los aptos para la labor científica -es mucho más larga de lo que se cree, y se compone, no solo de los -talentos superiores, de los fáciles, de los ingenios agudos, codiciosos -de reputación y ansiosos de enlazar su nombre a una obra grande, sino -también de esos entendimientos regulares, conocidos con el dictado de -<i>mañosos</i>, por la habilidad y tino con que realizan toda obra -manual; de esos otros dotados de temperamento artístico y que sienten -con vehemencia la belleza de las obras de la Naturaleza; en fin, de los -meramente curiosos, flemáticos, cachazudos, devotos de <i>la religión -de lo menudo</i> y capaces de consagrar largas horas al examen del más -insignificante<span class="pagenum" id="Page_35">p. 35</span> fenómeno -natural. La ciencia, como los ejércitos, necesita generales y soldados; -aquellos conciben el plan, pero estos son los que positivamente vencen. -Que no por modesta deja de ser altamente estimable la colaboración -de los perfeccionadores y confirmadores: gracias a estos obreros del -progreso, la concepción del genio adquiere vigor y claridad, pasando de -la categoría de símbolo abstracto a realidad viva, apreciada y conocida -de todos.</p> - -<p>A fin de que cada uno pueda cerciorarse de su aptitud para los -trabajos de laboratorio, diversos medios pueden ensayarse. Aludiendo -aquí a los estudios de nuestra predilección, nosotros aconsejaríamos -estos dos:</p> - -<p>1.º Empleo de un método analítico que pase por incierto y difícil, -hasta que, a fuerza de paciencia y trabajo, se obtengan los resultados -mencionados por los autores. El éxito lisonjero en este caso, sobre -todo si se ha logrado sin la vigilancia del maestro, es decir, -trabajando aisladamente, será indicio claro de la aptitud para la labor -de investigación.</p> - -<p>2.º Estudio de un tema científico, de cierta dificultad, donde -las opiniones contradictorias abunden, y para el cual el aficionado -se preparará examinando superficialmente el estado de<span -class="pagenum" id="Page_36">p. 36</span> la cuestión (mera lectura de -los libros de consulta, sin llegar a las Monografías especiales). Si -después de algunos meses de trabajo experimental, nuestro principiante -repara, al consultar la bibliografía más moderna del tema, que ha -conseguido adivinar algunas conquistas recientes; que en puntos muy -litigiosos ha coincidido con las interpretaciones de sabios ilustres; -que, en fin, ha acertado a sortear errores de apreciación en que -incurrieron algunos autores, debe abandonar su timidez y entregarse -sin reservas a la labor científica, pues en ella le esperan, -pocos o muchos, según sea la actividad que despliegue, triunfos y -satisfacciones.</p> - -<p>Aun los medianamente dotados, desde el punto de vista intelectual, -podrán conseguir algún fruto, con tal de que abriguen fe robusta en la -virtud creadora de la educación y se contraigan a profundizar, durante -mucho tiempo, un tema limitado.</p> - -<p>Aun a riesgo de redundancia o de parecer pesados y prolijos, séanos -permitido presentar contra los escépticos en los milagros de la -voluntad las siguientes reflexiones:</p> - -<p><i>a</i>) Como han afirmado muchos pensadores y pedagogos, el -descubrimiento no es fruto de ningún talento originariamente especial, -sino del<span class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span> sentido -común mejorado y robustecido por la educación técnica y por el -hábito del meditar sobre los problemas científicos<a id="FNanchor_8" -href="#Footnote_8" class="fnanchor">[8]</a>. Así, pues, quien disponga -de regular criterio para guiarse en la vida, lo tendrá también para -marchar desembarazado por el camino de la investigación.</p> - -<p><i>b</i>) El cerebro juvenil posee plasticidad exquisita, en -cuya virtud puede, a impulsos de un <i>enérgico querer</i>, mejorar -extraordinariamente su organización, creando asociaciones interideales -nuevas, depurando y afinando el juicio.</p> - -<p><i>c</i>) Las deficiencias de la aptitud nativa son compensables -mediante un exceso de trabajo y de atención. Cabría afirmar que el -trabajo sustituye al talento o, mejor dicho, <i>crea el talento</i>. -Quien desee firmísimamente mejorar su capacidad, acabará por lograrlo, -a condición de que la labor educadora no comience demasiado tarde, en -una época en que la plasticidad de las células nerviosas está casi -del todo suspendida. No olvidemos que por la lectura y meditación -de las obras maestras todo hombre es dueño de asimilarse una gran -parte del ingenio que las creó, dado que toma de este no solo las -doctrinas,<span class="pagenum" id="Page_38">p. 38</span> sino el -criterio, los principios directores y hasta el estilo.</p> - -<p><i>d</i>) En la mayor parte de los casos, eso que llamamos talento -genial y especial, no implica superioridad <i>cualitativa</i>, sino -<i>expeditiva</i>, consistiendo solamente en hacer de prisa y con -brillante éxito lo que las inteligencias regulares elaboran lentamente, -pero bien. En vez de distinguir los entendimientos en grandes y -pequeños, fuera preferible y más exacto (al menos en muchos casos) -clasificarlos en <i>lentos</i> y <i>rápidos</i><a id="FNanchor_9" -href="#Footnote_9" class="fnanchor">[9]</a>. Los entendimientos rápidos -son ciertamente los más brillantes y sugestivos; son insustituibles -en la conversación, en la oratoria, en el periodismo, en toda obra en -que el tiempo sea factor decisivo; pero en las empresas científicas -los <i>lentos</i> resultan tan útiles como los rápidos, porque al -científico, como al artista, no se le juzga por la viveza del producir, -sino por la excelencia de la producción. Aún osaríamos añadir que, -por una compensación muy común, las cabezas <i>lentas</i> poseen gran -resistencia para<span class="pagenum" id="Page_39">p. 39</span> la -atención prolongada, y abren ancho y profundo surco en las cuestiones; -mientras que las <i>rápidas</i> suelen fatigarse pronto, después de -haber apenas desbrozado el terreno. Hay en esto, sin embargo, numerosas -excepciones: Newton, Davy, Pasteur, Virchow, etc., fueron talentos -<i>rápidos</i> y dejaron ancha estela luminosa.</p> - -<p><i>e</i>) Si, a despecho de los esfuerzos hechos por mejorarla, -nuestra memoria es inconstante y poco tenaz, <i>administrémosla -bien</i>. Como dice Epicteto: «Cuando en el juego de la vida vienen -malas cartas, no hay más remedio que sacar el mejor partido posible de -las que se tienen». Enseña la historia de los grandes descubrimientos -que su excelencia no dimana siempre de un ingenio superior, sino de -un entendimiento y memoria regulares, pero hábilmente aprovechados. -Grandes novadores científicos, como Helmholtz, quejáronse de escasez -de memoria, considerando como un suplicio el aprenderse de coro un -escrito. Por compensación, los escasamente memoriosos de palabras y de -frases, suelen gozar de excelente retentiva de ideas y de series de -razonamientos. Ya Locke notó que los dotados de gran ingenio y pronta -memoria no sobresalen siempre en el juicio.</p> - -<p><i>f</i>) Para poder consagrar al tema de nuestras<span -class="pagenum" id="Page_40">p. 40</span> meditaciones todas -las escasas facultades que poseemos, desechemos las ocupaciones -innecesarias, y esas ideas parásitas tocantes a las menudencias fútiles -de la vida, y fijemos tan solo en la mente, a favor de una atención -ahincada y persistente, los datos relativos al problema que nos ocupa. -Condenémonos, durante la gestación de nuestra obra, a ignorar lo demás: -la política, la literatura, la música, la chismografía, etc. Hay casos -en que la ignorancia es una gran virtud, casi un heroísmo: los libros -inútiles, perturbadores de la atención, pesan y ocupan lugar tanto en -nuestro cerebro como en los estantes de las bibliotecas, y deshacen o -estorban la adaptación mental del asunto. <i>El saber ocupa lugar</i>, -diga lo que quiera la sabiduría popular.</p> - -<p><i>g</i>) Aun el talento mediano llegará a ilustrarse con trabajos -estimables en varias ciencias, con tal de abandonar la pretensión -de abarcarlas todas a la vez; concentrará, pues, sucesivamente, es -decir, por épocas, su atención en cada tema, y debilitará o borrará -sus adquisiciones anteriores en otros dominios. Lo que equivale a -declarar que el cerebro es adaptable a la ciencia total en <i>el -tiempo</i>, pero no en <i>el espacio</i>. En realidad, hasta las -grandes capacidades proceden de este modo; y así, cuando algún -sabio<span class="pagenum" id="Page_41">p. 41</span> nos asombra con -publicaciones sobre diversas disciplinas, reparemos que a cada materia -corresponde una época. Ciertamente, los conocimientos anteriores no -habrán desaparecido enteramente de la mente del autor, pero se habrán -simplificado, condensándose en fórmulas o símbolos abreviadísimos; de -esta suerte puede quedar libre en la <i>pizarra cerebral</i> un grande -espacio para el registro y estampación de las nuevas imágenes.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/flor.jpg" - style="width: 4em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_43">p. 43</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/coles.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO III</h2> - <p class="subh2">Cualidades de orden moral que debe poseer el - investigador.</p> -</div> - -<p>Las cualidades indispensables al cultivador de la investigación son: -la independencia mental, la curiosidad intelectual, la perseverancia en -el trabajo, la religión de la patria y el amor a la gloria.</p> - -<p>De atributos intelectuales no hay que hablar, pues damos por -supuesto que el aficionado a las tareas del laboratorio goza de un -regular entendimiento, de no despreciable imaginación, y sobre todo -de esa armónica ponderación de facultades que vale mucho más que el -talento brillante, pero irregular y desequilibrado.</p> - -<p>Afirma Carlos Richet que en el hombre de genio se juntan los -idealismos de Don Quijote al buen sentido de Sancho. Algo de esta -feliz<span class="pagenum" id="Page_44">p. 44</span> conjunción de -atributos debe poseer el investigador: temperamento artístico que le -lleve a buscar y contemplar el número, la belleza y la armonía de -las cosas, y sano sentido crítico capaz de refrenar los arranques -temerarios de la fantasía y de hacer que prevalezcan, en esa lucha por -la vida entablada en nuestra mente por las ideas, los pensamientos que -más fielmente traducen la realidad objetiva.</p> - - -<h3><i>a</i>) <span class="asc">INDEPENDENCIA DE JUICIO</span></h3> - -<p>Rasgo dominante en los investigadores eminentes es la altiva -independencia de criterio. Ante la obra de sus predecesores y maestros -no permanecen suspensos y anonadados, sino recelosos y escudriñadores. -Aquellos espíritus que, como Vesalio, Eustaquio y Harveo, corrigieron -la obra anatómica de Galeno, y aquellos otros llamados Copérnico, -Keplero, Newton y Huyghens, que echaron abajo la astronomía de los -antiguos, fueron sin duda preclaros entendimientos; pero, ante todo, -poseyeron individualidad mental, ambiciosa y descontentadiza y osadía -crítica extraordinaria. De los dóciles y humildes pueden salir los -santos, pocas veces los sabios. Tengo para mí que el excesivo cariño -a la tradición,<span class="pagenum" id="Page_45">p. 45</span> el -obstinado empeño en fijar la Ciencia en las viejas fórmulas del pasado, -cuando no denuncian invencible pereza mental, representan la bandera -que cubre los intereses creados por el error.</p> - -<p>¡Desgraciado del que, en presencia de un libro, queda mudo y -absorto! La admiración extremada achica la personalidad y ofusca el -entendimiento, que llega a tomar las hipótesis por demostraciones, las -sombras por claridades.</p> - -<p>Harto se me alcanza que no es dado a todos sorprender a la primera -lectura los vacíos y lunares de un libro inspirado. La veneración -excesiva, como todos los estados pasionales, excluye el sentido -crítico. Si después de una lectura sugestiva nos sentimos débiles, -dejemos pasar algunos días; fría la cabeza y sereno el juicio, -procedamos a una segunda y hasta a una tercera lectura. Poco a poco -los vacíos aparecen; los razonamientos endebles se patentizan; las -hipótesis ingeniosas se desprestigian y muestran lo deleznable de sus -cimientos; la magia misma del estilo acaba por hallarnos insensibles; -nuestro entendimiento, en fin, reacciona. El libro no tiene en nosotros -un devoto, sino un juez. Este es el momento de investigar, de cambiar -las hipótesis del autor por otras más razonables, de someterlo todo a -crítica severa.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_46">p. 46</span>Al modo de muchas -bellezas naturales, las obras humanas necesitan, para no perder sus -encantos, ser contempladas a distancia. El análisis es el microscopio -que nos aproxima al objeto y nos muestra la grosera urdimbre del tapiz; -disípase la ilusión cuando salta a los ojos lo artificioso del bordado -y los defectos del dibujo.</p> - -<p>Se dirá acaso que en los presentes tiempos, que han visto derrocados -tantos ídolos y mermados u olvidados muchos viejos prestigios, no -es necesario el llamamiento al sentido crítico y al espíritu de -duda. Cierto que no es tan urgente hoy como en otras épocas; pero -todavía conserva la rutina sus fueros: aún se da con harta frecuencia -el fenómeno de que los discípulos de un hombre ilustre gasten sus -talentos, no en esclarecer nuevos problemas, sino en defender los -errores del maestro. Importa notar que también en esta época de -irreverente crítica y de revisión de valores, la disciplina de escuela -reina en las Universidades de Francia, Alemania e Italia, con un -despotismo tal, que sofoca a veces las mejores iniciativas e impide -el florecimiento de pensadores originales. Los que nos batimos en la -brecha como simples soldados, ¡cuántos casos ejemplares podríamos -citar de esta servidumbre de escuela o de cenáculo! ¡Qué<span -class="pagenum" id="Page_47">p. 47</span> de talentos conocemos que no -han tenido más desgracia que haber sido discípulos de un gran hombre! Y -aquí aludimos a esas naturalezas generosas y agradecidas, las cuales, -sabiendo inquirir la verdad, no osan declararla por no arrebatar al -maestro parte de un prestigio que, asentado en el error, caerá tarde o -temprano al empuje de adversarios menos escrupulosos.</p> - -<p>Por lo que hace a esas naturalezas dóciles, tan fáciles a la -sugestión como pasivas y perseverantes en el error, las cuales forman -el séquito de los jefes de escuela, su misión ha sido siempre adular -al genio y aplaudir sus extravíos. Este es el pleito-homenaje que la -medianía rinde complaciente al talento superior. Ello se comprende bien -recordando que los cerebros débiles se adaptan mejor al error, casi -siempre sencillo, que a la verdad, a menudo austera y difícil.</p> - - -<h3><i>b</i>) <span class="asc">PERSEVERANCIA EN EL ESTUDIO</span></h3> - -<p>Ponderan con razón los tratadistas de lógica la virtud creadora de -la atención; pero insisten poco en una variedad del atender, que cabría -llamar <i>polarización cerebral</i> o <i>atención crónica</i>, esto es, -la orientación permanente, durante meses y aun<span class="pagenum" -id="Page_48">p. 48</span> años, de todas nuestras facultades hacia -un objeto de estudio. Infinitos son los ingenios brillantes que, por -carecer de este atributo, que los franceses designan <i>esprit de -suite</i>, se esterilizan en sus meditaciones. A docenas podría yo -citar españoles que, poseyendo un intelecto admirablemente adecuado -para la investigación científica, retíranse desanimados de una cuestión -sin haber medido seriamente sus fuerzas, y acaso en el momento mismo -en que la Naturaleza iba a premiar sus afanes con la revelación -ansiosamente esperada. Nuestras aulas y laboratorios abundan de estas -naturalezas tornadizas e inquietas, que aman la investigación y se -pasan los días de turbio en turbio ante la retorta o el microscopio; -su febril actividad revélase en el alud de conferencias, folletos y -libros, en que prodigan erudición y talento considerables; fustigan -continuamente la turba gárrula de traductores y teorizantes, -proclamando la necesidad inexcusable de la observación y el estudio -de la Naturaleza en la Naturaleza misma; y cuando, tras largos años -de propaganda y de labor experimental, se pregunta a los íntimos de -tales hombres, a los asiduos del misterioso cenáculo donde aquellos -ofician de pontifical, por los descubrimientos del sublime maestro, -confiesan<span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span> ruborosos -que la misma fuerza del talento, la casi imposibilidad de ver en -pequeño la extraordinaria amplitud y alcance de la obra emprendida, han -imposibilitado llevar a cabo ningún progreso parcial y positivo. He -aquí el fruto obligado de la flojedad o de la dispersión excesiva de -la atención, así como del pueril alarde enciclopedista, inconcebible -hoy en que hasta los sabios más insignes se especializan y concentran -para producir. Pero sobre los vicios de la voluntad trataremos más -adelante.</p> - -<p>Para llevar a feliz término una indagación científica, una vez -conocidos los métodos conducentes al fin, debemos fijar fuertemente en -nuestro espíritu los términos del problema, a fin de provocar enérgicas -corrientes de pensamiento, es decir, asociaciones cada vez más -complejas y precisas entre las imágenes recibidas por la observación -y las ideas que dormitan en nuestro inconsciente; ideas que solo una -concentración vigorosa de nuestras energías mentales podrá llevar al -campo de la conciencia. No basta la atención expectante, ahincada; es -preciso llegar a la preocupación. Importa aprovechar para la obra todos -los momentos lúcidos de nuestro espíritu; ya la meditación que sigue -al descanso prolongado, ya el trabajo mental supra-intensivo<span -class="pagenum" id="Page_50">p. 50</span> que solo da la célula -nerviosa caldeada por la congestión, ora, en fin, la inesperada -intuición que brota a menudo, como chispa del eslabón, del choque de la -discusión científica.</p> - -<p>Casi todos los que desconfían de sus propias fuerzas ignoran -el maravilloso poder de la atención prolongada. Esta especie de -polarización cerebral con relación a un cierto orden de percepciones, -afina el juicio, enriquece nuestra sensibilidad analítica, espolea la -imaginación constructiva y, en fin, condensando toda la luz de la razón -en las negruras del problema, permite descubrir en este inesperadas -y sutiles relaciones. A fuerza de horas de exposición, una placa -fotográfica situada en el foco de un anteojo dirigido al firmamento -llega a revelar astros tan lejanos, que el telescopio más potente es -incapaz de mostrarlos; a fuerza de tiempo y de atención, el intelecto -llega a percibir un rayo de luz en las tinieblas del más abstruso -problema.</p> - -<p>La comparación precedente no es del todo exacta. La fotografía -astronómica limítase a registrar astros preexistentes de tenue fulgor; -mas en la labor cerebral se da un acto de creación. Parece como si -la representación mental, obstinadamente contemplada, emitiera, al -modo de un amibo, apéndices invasores que, después de crecer<span -class="pagenum" id="Page_51">p. 51</span> en todos sentidos y de sufrir -extravíos y detenciones, acabaran por vincularse estrechamente con las -ideas afines.</p> - -<p>La forja de la nueva verdad exige casi siempre severas abstenciones -y renuncias. Convendrá, durante la susodicha incubación intelectual, -que el investigador, al modo del sonámbulo, atento solo a la voz del -hipnotizador, no vea ni considere otra cosa que lo relacionado con el -objeto de estudio: en la cátedra, en el paseo, en el teatro, en la -conversación, hasta en la lectura meramente artística, buscará ocasión -de intuiciones, de comparaciones y de hipótesis, que le permitan -llevar alguna claridad a la cuestión que le obsesiona. En este proceso -adaptativo nada es inútil: los primeros groseros errores, así como las -falsas rutas por donde la imaginación se aventura, son necesarios, pues -acaban por conducirnos al verdadero camino, y entran, por tanto, en el -éxito final, como entran en el acabado cuadro del artista los primeros -informes bocetos.</p> - -<p>Cuando se reflexiona sobre la curiosa propiedad que el hombre posee -de cambiar y perfeccionar su actividad mental con relación a un objeto -o problema profundamente meditado, no puede menos de sospecharse que -el cerebro, merced a su plasticidad, evoluciona anatómica y<span -class="pagenum" id="Page_52">p. 52</span> dinámicamente, adaptándose -progresivamente al tema. Esta adecuada y específica organización -adquirida por las células nerviosas produce a la larga lo que yo -llamaría <i>talento profesional o de adaptación</i>, y tiene por -motor la propia voluntad, es decir, la resolución enérgica de adecuar -nuestro entendimiento a la naturaleza del asunto. En cierto sentido -no sería paradójico afirmar que el hombre que plantea un problema no -es enteramente el mismo que lo resuelve; por donde tienen fácil y -llana explicación esas exclamaciones de asombro en que prorrumpe todo -investigador al considerar lo fácil de la solución tan laboriosamente -buscada. ¡Cómo no se me ocurrió esto desde el principio! —exclamamos—. -¡Qué obcecación la mía al obstinarme en marchar por caminos que no -conducen a parte alguna!</p> - -<p>Si, a pesar de todo, la solución no aparece y presentimos, no -obstante, que el asunto se acerca a su madurez, procurémonos algún -tiempo de reposo. Algunas semanas de solaz y de silencio en el campo, -traerán la calma y la lucidez a nuestro espíritu. Esta frescura del -intelecto, como la escarcha matinal, marchitará la vegetación parásita -y viciosa que ahogaba la buena semilla. Y al fin surgirá la flor de la -verdad, que, por lo común, abrirá su cáliz, al rayar el alba,<span -class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span> tras largo y profundo sueño, -durante esas horas plácidas de la mañana que Goethe y tantos otros -consideraron propicias a la invención.</p> - -<p>También los viajes, al traernos nuevas imágenes del mundo y -remover nuestro fondo ideal, poseen la preciosa virtud de renovar -el pensamiento y de disipar enervadoras preocupaciones. ¡Cuántas -veces el rudo trepidar de la locomotora y el recogimiento y soledad -espiritual reinantes en el vagón (el <i>desierto de hombres</i>, que -diría Descartes), nos ha sugerido ideas que justificó ulteriormente el -laboratorio!</p> - -<p>En los tiempos que corremos, en que la investigación científica se -ha convertido en una profesión regular que cobra nómina del Estado, no -le basta al observador concentrarse largo tiempo en un tema: necesita -además imprimir una gran actividad a sus trabajos. Pasaron aquellos -hermosos tiempos de antaño, en que el curioso de la Naturaleza, -recogido en el silencio de su gabinete, podía estar seguro de que -ningún émulo vendría a turbar sus tranquilas meditaciones. Hogaño, la -investigación es fiebre; apenas un nuevo método se esboza, numerosos -sabios se aprovechan de él, aplicándolo casi simultáneamente a los -mismos temas y mermando la gloria del iniciador, que carece de la -holgura y tiempo necesarios<span class="pagenum" id="Page_54">p. -54</span> para recoger todo el fruto de su laboriosidad y buena -estrella.</p> - -<p>Inevitables son, por consecuencia, las coincidencias y las -contiendas de prioridad. Y es que, lanzada al público una idea, entra a -formar parte de ese ambiente intelectual donde todos nutrimos nuestro -espíritu; y en virtud del isocronismo funcional reinante en las cabezas -preparadas y polarizadas para un trabajo dado, la idea nueva es -simultáneamente asimilada en París y en Berlín, en Londres y en Viena, -casi de idéntico modo, y con similares desarrollos y aplicaciones. La -invención crece y se desarrolla al modo de un organismo, espontánea -y automáticamente, como si los sabios quedasen reducidos a meros -cultivadores de la semilla sembrada por un genio. Todos entrevén la -espléndida floración de hechos nuevos, y todos desean, naturalmente, -acaparar la espléndida cosecha. Esto explica la impaciencia por -publicar, así como lo imperfecto y fragmentario de muchos trabajos de -laboratorio. El afán de llegar antes nos lleva a veces a incurrir en -ligerezas; pero ocurre también que el ansia febril de tocar la meta los -primeros nos granjea el mérito de la prioridad.</p> - -<p>En todo caso, si alguien se nos adelanta, haremos mal en -desalentarnos. Continuemos impertérritos<span class="pagenum" -id="Page_55">p. 55</span> la labor, que, al fin, llegará nuestro -turno. Ejemplo elocuente de incansable perseverancia nos dio una mujer -gloriosa, Mad. Curie, cuando, habiendo descubierto la radioactividad -del <i>torio</i>, sufrió la desagradable sorpresa de saber que, -poco antes, el mismo hecho había sido anunciado por Schmidt, en los -<i>Wiedermann Annalen</i>. Lejos de desanimarle la noticia, prosiguió -sin tregua sus pesquisas; ensayó al electroscopio nuevas substancias, -entre ellas cierto óxido de uranio (la <i>pechblende</i>) de la mina -de Johanngeorgenstadt, cuyo poder radioactivo sobrepuja en cuatro -veces al del uranio. Y sospechando que aquella materia tan activa -encerraba un cuerpo nuevo, emprendió, con el concurso de M. Curie, -una serie de ingeniosos, pacientes y heroicos trabajos, cuyo galardón -fue el hallazgo de un nuevo cuerpo, el estupendo <i>radio</i>, cuyas -maravillosas propiedades, provocando numerosas investigaciones, ha -revolucionado la química y la física.</p> - -<p>En España, donde la pereza es, más que un vicio, una religión, -se comprenden difícilmente esas monumentales obras de los químicos, -naturalistas y médicos alemanes, en las cuales solo el tiempo necesario -para la ejecución de los dibujos y la consulta bibliográfica parecen -deber<span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span> contarse por -lustros. Y, sin embargo, estos libros se han redactado en uno o dos -años, pacíficamente, sin febriles apresuramientos. El secreto está -en el método de trabajo: en aprovechar para la labor todo el tiempo -hábil; en no entregarse al diario descanso sin haber consagrado dos -o tres horas por lo menos a la tarea; en poner dique prudente a esa -dispersión intelectual y a ese derroche de tiempo exigido por el trato -social; en restañar, en fin, en lo posible, la cháchara ingeniosa del -café o de la tertulia, despilfarradora de fuerzas nerviosas (cuando no -causa disgustos), y que nos aleja, con pueriles vanidades y fútiles -preocupaciones, de la tarea principal.</p> - -<p>Si nuestras ocupaciones no nos permiten consagrar al tema más que -dos horas, no abandonemos el trabajo a pretexto de que necesitaríamos -cuatro o seis. Como dice juiciosamente Payot, «poco basta cada día, si -cada día logramos ese poco».</p> - -<p>Lo malo de ciertas distracciones, demasiado dominantes, no consiste -tanto en el tiempo que nos roban, cuanto en la flojera de la tensión -creadora del espíritu, y en la pérdida de esa especie de tonalidad -que nuestras células nerviosas adquieren cuando las hemos adaptado a -determinado asunto.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_57">p. 57</span>No pretendemos -proscribir en absoluto las distracciones; pero las del investigador -serán siempre ligeras y tales que no estorben en nada las nuevas -asociaciones ideales. El paseo al aire libre, la contemplación de -las obras artísticas o de las fotografías de escenas, de países y de -monumentos, el encanto de la música y, sobre todo, la compañía de una -persona que, penetrada de nuestra situación, evite cuidadosamente toda -conversación grave y reflexiva, constituyen los mejores esparcimientos -del hombre de laboratorio. Bajo este aspecto, será bueno también -seguir la regla de Buffon, cuyo abandono en la conversación (que -chocaba a muchos admiradores de la nobleza y elevación de su estilo -como escritor) lo justificaba diciendo: «Estos son mis momentos de -descanso.»</p> - -<p>En resumen, toda obra grande es el fruto de la paciencia y de la -perseverancia, combinadas con una atención orientada tenazmente, -durante meses y aun años, hacia un objeto particular. Así lo han -confesado sabios ilustres al ser interrogados tocante al secreto de -sus creaciones. Newton declaraba que solo pensando siempre en la misma -cosa había llegado a la soberana ley de la atracción universal; de -Darwin refiere uno de sus hijos que llegó a tal concentración<span -class="pagenum" id="Page_58">p. 58</span> en el estudio de los hechos -biológicos relacionados con el gran principio de la evolución, que -se privó durante muchos años y de modo sistemático de toda lectura y -meditación extrañas al blanco de sus pensamientos; en fin, Buffon no -vacilaba en decir que «el genio no es sino la paciencia extremada». -Suya es también esta respuesta a los que le preguntaban cómo había -conquistado la gloria: «Pasando cuarenta años de mi vida inclinado -sobre mi escritorio». En fin, nadie ignora que Mayer, el genial -descubridor del principio de la conservación y transformación de la -energía, consagró a esta concepción toda su vida.</p> - -<p>Siendo, pues, cierto de toda certidumbre que las empresas -científicas exigen, más que vigor intelectual, disciplina severa de la -voluntad y perenne subordinación de todas las fuerzas mentales a un -objeto de estudio, ¡cuán grande es el daño causado inconscientemente -por los biógrafos de sabios ilustres al achacar las grandes conquistas -científicas al genio antes que al trabajo y la paciencia! ¡Qué más -desea la flaca voluntad del estudioso o del profesor que poder -cohonestar su pereza con la modesta cuanto desconsoladora confesión -de mediocridad intelectual! De la funesta manía de exaltar sin -medida<span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span> la minerva de -los grandes investigadores sin parar mientes en el desaliento causado -en el lector, no están exentos ni aun biógrafos de tan buen sentido -como L. Figuier. En cambio, muchas autobiografías, en las que el sabio -se presenta al lector de cuerpo entero, con sus debilidades y pasiones, -con sus caídas y aciertos, constituyen excelente tónico moral. Tras -estas lecturas, henchido el ánimo de esperanza, no es raro que el -lector exclame: <i>Anche io sono pittore</i>.</p> - - -<h3><i>c</i>) <span class="asc">PASIÓN POR LA GLORIA</span></h3> - -<p>La psicología del investigador se aparta un tanto de la del común de -los <i>intelectuales</i>. Sin duda le alientan las aspiraciones y le -mueven los mismos resortes que a los demás hombres; pero en el sabio -existen dos que obran con desusado vigor: el culto a la verdad y la -pasión por la gloria. El predominio de estas dos pasiones explica la -vida entera del investigador; y del contraste entre el ideal que este -se forma de la existencia y el que se forja el vulgo, resultan esas -luchas, desvíos e incomprensiones que en todo tiempo han marcado las -relaciones del sabio con el ambiente social.</p> - -<p>Se ha dicho muchas veces que el hombre de<span class="pagenum" -id="Page_60">p. 60</span> ciencia, como los grandes reformadores -religiosos o sociales, ofrece los caracteres mentales del inadaptado. -Mora en un plano superior de humanidad, desinteresado de las pequeñeces -y miserias de la vida material.</p> - -<p>Con todo eso, el sabio sincero y de vocación permanece profundamente -humano. En el amor a sus semejantes, excede a los mejores. Irradiando -en el tiempo y el espacio, esta pasión comprende a propios y extraños, -y se dirige lo mismo a la humanidad actual que a la futura. Gracias -a esos singulares talentos, cuya mirada penetra en las sombras del -porvenir, y cuya exquisita sensibilidad les fuerza a condolerse de -los errores y estancamientos de la rutina, es posible la evolución -social y científica. Solo al genio le es dado oponerse a la corriente y -modificar el medio moral; y bajo este aspecto es lícito afirmar que su -misión no es la adaptación de sus ideas a las de la sociedad, sino la -adaptación de la sociedad a sus ideas. Y como tenga razón (y la suele -tener) y proceda con prudente energía y sin desmayos, tarde o temprano -la humanidad le sigue, le aplaude y le aureola de gloria. Confiado -en este halagador tributo de veneración y de justicia, trabaja todo -investigador; porque sabe que, si los individuos son capaces<span -class="pagenum" id="Page_61">p. 61</span> de ingratitud, pocas veces lo -son las colectividades, como alcancen plena conciencia de la realidad y -utilidad de una idea.</p> - -<p>Es vulgarísima verdad que, en grado variable, el afán de aprobación -y aplauso mueve a todos los hombres, y preferentemente a los dotados -de gran corazón y peregrino entendimiento. Empero cada cual busca -la gloria por distinto camino: uno marcha por el de las armas, tan -celebrado por Cervantes en su <i>Quijote</i>, y aspira a acrecentar -la grandeza política de su país; otros van por el del arte, ansiando -el fácil aplauso de las muchedumbres, que comprenden mucho mejor -la belleza que la verdad; y unos pocos solamente en cada país, y -singularmente en los más civilizados, siguen el de la investigación -científica, el solo derrotero que puede conducirnos a una explicación -racional y positiva del hombre y de la naturaleza que le rodea. Tengo -para mí que esta aspiración es una de las más dignas y loables que el -hombre puede perseguir, porque acaso más que ninguna otra se halla -impregnada con el perfume del amor y de la caridad universales.</p> - -<p>Se ha expuesto muchas veces el contraste existente entre la -figura moral del sabio y la del héroe. Puesto que vivimos en un país -que ha<span class="pagenum" id="Page_62">p. 62</span> sacrificado -demasiado en el altar de sus héroes (guerreros, políticos o -religiosos), y desamparado cuando no perseguido a sus pensadores más -originales, séame permitido exagerar aquí el encomio en contrapuesto -sentido.</p> - -<p>Ambos, el héroe y el sabio, constituyen los polos de la energía -humana, y son igualmente necesarios al progreso y bienestar de los -pueblos; pero la transcendencia de sus obras es harto diversa. Lucha -el sabio en beneficio de la humanidad entera, ya para aumentar y -dignificar la vida, ya para ahorrar el esfuerzo humano, ora para -acallar el dolor, ora para retardar y dulcificar la muerte. Por el -contrario, el héroe sacrifica a su prestigio una parte más o menos -considerable de la humanidad; su estatua se alza siempre sobre un -pedestal de ruinas y cadáveres; su triunfo es exclusivamente celebrado -por una tribu, por un partido o por una nación, y deja tras sí, en el -pueblo vencido, estela de odios y de sangrientas reivindicaciones. En -cambio, la corona del sabio otórgala la humanidad entera; su estatua -tiene por pedestal el amor, y sus triunfos desafían a los ultrajes del -tiempo y a los juicios de la historia: sus únicas víctimas (si pueden -llamarse tales los redimidos de la ignorancia) son los rezagados, -los atávicos, los que medraron<span class="pagenum" id="Page_63">p. -63</span> con la mentira o el error; todos, en fin, los que en una -sociedad bien organizada debieran ser proscritos como enemigos -declarados de la felicidad de los buenos.</p> - -<p>No faltan, afortunadamente, en nuestra patria altos ingenios que -cifran su dicha en conquistar el aplauso de la opinión; mas por -desgracia, y salvadas contadas y honrosas excepciones, nuestros -talentos prefieren ganar el lauro siguiendo la senda del arte o de la -literatura. Empeño en que fracasan o se esterilizan la inmensa mayoría -de ellos; pues exceptuando unos cuantos genios artísticos y literarios -muy elevados, cuya obra es apreciada y aplaudida en el extranjero, -¡cuán pocos de nuestros pintores y poetas serán consagrados por la -posteridad! ¡Cuántos que luchan en vano por crearse una reputación -mundial como literatos u oradores podrían alcanzarla, sin tantos -esfuerzos quizá, como investigadores de ciencia! ¡Qué difícil la -originalidad en un terreno en que casi todo está apurado por los -antiguos, los cuales, dotados de maravillosa intuición para la belleza -literaria y la forma plástica, apenas dejaron nada que espigar en el -campo del arte!</p> - -<p>Después de leer las oraciones de Demóstenes y de Cicerón, los -diálogos de Platón, las vidas<span class="pagenum" id="Page_64">p. -64</span> paralelas de Plutarco y las arengas de Tito Livio, se -adquiere la convicción de que ningún orador moderno ha podido inventar -un resorte absolutamente nuevo para persuadir al entendimiento o mover -al corazón humano. El papel del orador actual es aplicar a casos -determinados, y más o menos nuevos, los innumerables tópicos de forma y -argumentación imaginados por los autores clásicos.</p> - -<p>¿Y qué diremos de los que buscan en la poesía o en la prosa -artística el prestigio de la originalidad? Después de Homero y -de Virgilio, de Horacio y de Séneca, de Shakespeare y Milton, de -Cervantes y Ariosto, de Goethe y de Heine, de Lamartine y Víctor Hugo, -de Chateaubriand y Rousseau, etc., ¿quién es el osado que pretende -inventar una figura poética, un matiz de expresión sentimental, -un primor de estilo que hayan desconocido aquellos incomparables -ingenios?</p> - -<p>No pretendemos, empero, negar en absoluto la posibilidad de -creaciones artísticas, comparables y acaso superiores a las legadas por -los clásicos. Los grandiosos monumentos elevados por los polígrafos -del renacimiento, y las sublimes creaciones de la escuela romántica -durante el pasado siglo, están ahí para atestiguar que la vena<span -class="pagenum" id="Page_65">p. 65</span> de la originalidad literaria -dista todavía de estar exhausta. Afirmamos solamente que las -composiciones literarias de sobresaliente mérito son dificilísimas -y cuestan más desvelos y trabajo que las producciones científicas -originales. Y la razón es obvia: el arte, atenido al concepto vulgar -del Universo y nutriéndose en el limitado terreno del sentimiento, -ha tenido tiempo de agotar casi todo el contenido emocional del alma -humana, las bellezas del mundo exterior y las ingeniosas combinaciones -de la imaginación verbal; mientras que la Ciencia, apenas desflorada -por los antiguos y totalmente ajena a los vaivenes de la moda como a -las volubles normas del gusto, acumula por cada día nuevos materiales -y nos brinda labor inacabable. Ante el científico está el Universo -entero, apenas explorado: el cielo salpicado de soles que se agitan -en las tinieblas de un espacio infinito; el mar con sus misteriosos -abismos; la tierra guardando en sus entrañas el pasado de la vida y -la historia de los precursores del hombre, y, en fin, el organismo -humano, obra maestra de la creación, ofreciéndonos en cada célula una -incógnita, y en cada latido un tema de profunda meditación.</p> - -<p>Llevado de mi entusiasmo, acaso caiga en la hipérbole; pero estoy -persuadido de que la verdadera<span class="pagenum" id="Page_66">p. -66</span> originalidad se halla en la Ciencia, y que el afortunado -descubridor de un hecho importante es el único que puede lisonjearse -de haber hollado un terreno completamente virgen, y de haber forjado -un pensamiento que no pasó jamás por la mente humana. Añadamos que -su conquista ideal no está sujeta a las fluctuaciones de la opinión, -al silencio de la envidia, ni a los caprichos de la moda, que hoy -repudia por detestable lo que ayer ensalzó por sublime. Al afortunado -escrutador de la naturaleza es, sobre todo, aplicable el pensamiento -de James, para quien el ideal del hombre consiste en llegar a ser un -colaborador de Dios.</p> - -<p>Ciertamente la gloria del científico no es tan popular ni ruidosa -como la del artista o del dramaturgo. Vive el pueblo en el plano del -sentimiento, y pedirle calor y apoyo para los héroes de la razón fuera -vana exigencia. Pero el sabio tiene también su público. Está formado -por la aristocracia del talento y habita en todos los países, habla -todas las lenguas, y se dilata hasta las más lejanas generaciones del -porvenir. Claro que los admiradores del hombre de ciencia no palmotean -ni se descomponen con transportes de pasión; pero estudian con amor, -juzgan con mesura y acaban por hacer, pese a los ataques<span -class="pagenum" id="Page_67">p. 67</span> pasajeros de la envidia, -plena e irrevocable justicia. En punto a reputación, la ventura suprema -fuera merecer la aprobación de esos raros espíritus superiores que -la humanidad produce de vez en cuando. Por lo cual compréndese bien -la noble altivez con que el matemático y filósofo Fontenelle decía a -cierto personaje después de presentarle su tratado de la <i>Géométrie -de l’infini</i>: «He aquí una obra que solo podrán leer en Francia -cuatro o seis personas». Sentidas y nobles son también aquellas -conocidas expresiones con que Keplero, radiante de júbilo y palpitante -de emoción por el descubrimiento de la última de sus memorables leyes, -terminaba su obra <i>Harmonices mundi</i>, diciendo: «Echada está la -suerte: y con esto pongo fin a mi libro, importándome poco que sea -leído por la edad presente o por la posteridad. No le faltará lector -algún día. Pues qué, ¿no ha tenido Dios que esperar seis mil años para -hallar en mí un contemplador e intérprete de sus obras?»</p> - - -<h3><i>d</i>) <span class="asc">PATRIOTISMO</span></h3> - -<p>Entre los sentimientos que deben animar al hombre de ciencia, merece -particular mención el<span class="pagenum" id="Page_68">p. 68</span> -patriotismo. Este sentimiento tiene en el sabio signo exclusivamente -positivo: ansía elevar el prestigio de su patria, pero sin denigrar a -las demás.</p> - -<p>Se ha dicho que la Ciencia no tiene patria, y esto es exacto; mas, -como contestaba Pasteur en ocasión solemne, «los sabios sí que la -tienen». El conquistador de la Naturaleza no solamente pertenece a la -humanidad, sino a una raza que se envanece con sus talentos, a una -nación que se honra con sus triunfos y a una región que le considera -como el fruto selecto de su terruño.</p> - -<p>Representando la Ciencia y la Filosofía las categorías más elevadas -de la actividad mental y los dinamómetros de la energía espiritual de -los hombres, compréndese bien el noble orgullo con que las naciones -civilizadas ostentan sus filósofos, sus matemáticos, sus físicos y -naturalistas, sus inventores, todos cuantos, en fin, supieron enaltecer -el nombre sagrado de la patria.</p> - -<p>Fuerza es confesar que los españoles tenemos mayor necesidad de -cultivar dicha pasión, a causa del desdén con que, por motivos que -no hacen ahora al caso, hemos mirado durante muchos siglos cuanto se -refiere a la investigación científica y a sus fecundas aplicaciones a -la<span class="pagenum" id="Page_69">p. 69</span> vida. Obligación -inexcusable de cuantos conservamos todavía sensible la fibra del -patriotismo, más de una vez lastimada por los dardos de la malquerencia -extranjera, es volver por el prestigio de la raza, probando a los -extraños que quienes siglos atrás supieron inmortalizar sus nombres, -rivalizando con las naciones próceres tanto en las hazañas de la guerra -y en los peligros de exploraciones y descubrimientos geográficos, como -en las pacíficas empresas del Arte, de la Literatura y de la Historia, -sabrán también contender con igual tesón y energía en la investigación -de la Naturaleza, colaborando, al compás de los pueblos más ilustrados, -en la obra magna de la civilización y del progreso.</p> - -<p>Algunos pensadores, Tolstoi entre otros, inspirados en un -sentimiento humanitario tan reñido con la realidad como inoportuno en -estos tiempos de crueles competencias internacionales, declaran que el -patriotismo es sentimiento egoísta, inspirador de guerras incesantes, y -destinado a desaparecer, para ceder su lugar al más noble y altruísta -de la fraternidad universal.</p> - -<p>Fuerza es reconocer que la pasión patriótica, exagerada hasta el -<i>chauvinismo</i>, crea y sostiene entre las naciones rivalidades -y odios harto peligrosos; pero reducida a prudentes límites y<span -class="pagenum" id="Page_70">p. 70</span> atemperada por la justicia y -el respeto debidos a la ciencia y virtud del extranjero, promueve una -emulación internacional de bonísima ley, en la cual gana también la -causa del progreso, y en definitiva hasta la de la humanidad. Bajo este -aspecto, son eficacísimos los Congresos científicos internacionales. -Porque muchos sabios que en un principio se miraban recelosamente, ya -por rivalidad internacional, ya en virtud de la noble y loable envidia -aprobada por Cervantes, al ponerse en contacto, acaban por conocerse -y estimarse cordialmente; y las corrientes de simpatía y de justicia -nacidas en las alturas no tardan en filtrarse hasta lo íntimo de la -masa social, suavizando progresivamente las relaciones políticas -entre los pueblos rivales<a id="FNanchor_10" href="#Footnote_10" -class="fnanchor">[10]</a>.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_71">p. 71</span>De todos modos, -cualesquiera que sean los progresos del cosmopolitismo, el sentimiento -de patria conservará siempre su poder dinamógeno y continuará siendo el -gran excitador de las competencias científicas e industriales. Emerge -de raíz psicológica harto profunda para que los embates del socialismo -internacional y las lucubraciones del humanismo filosófico puedan -extinguirlo. Pasiones de este género no se discuten, se aprovechan, -porque constituyen inapreciables depósitos de energía viril y de -sublimes heroísmos. Misión de los Gobiernos e Instituciones docentes es -canalizar, domar esta admirable<span class="pagenum" id="Page_72">p. -72</span> fuerza, aplicándola a provechosas y redentoras empresas, y -desviándola de las algaradas y alborotos del separatismo fratricida.</p> - -<p>Muy atinadamente nota P. J. Thomas, en su <i>Educación de los -sentimientos</i>, «que la idea de patria, como la idea de familia, -es necesaria, como lo son igualmente los sentimientos en ellas -implicados. Obran como estimulantes del progreso y garantizan nuestra -propia dignidad. Se lucha por la gloria de la patria, como se lucha -por el honor de su nombre... La nación, se ha dicho, es un elemento -indestructible de la armonía de los mundos, con igual título que -la provincia, la familia y el individuo... El género humano debe -permanecer diversificado para mantenerse fuerte y desenvolver una -actividad sin cesar renaciente».</p> - -<p>Aun en la improbable hipótesis de los Estados Unidos de Europa, -o del Mundo, el hombre amará siempre con predilección el <i>medio -material y moral próximo</i>, es decir, su campanario, su región -y su raza, y consagrará solamente un tibio afecto, rayano en la -indiferencia, al <i>medio lejano</i>. Con razón se ha dicho varias -veces que la adhesión y el cariño del hombre a las cosas del mundo es -inversamente proporcional a la distancia de estas en el espacio y en -el tiempo.<span class="pagenum" id="Page_73">p. 73</span> Y decimos -<i>tiempo</i>, porque la patria no es solamente el hogar y el terruño, -es también el pasado y el porvenir, es decir, nuestros antepasados -remotos y nuestros descendientes lejanos.</p> - -<p>Con razón ha dicho Bayle: «No son las opiniones generales del -espíritu las que nos determinan a obrar, sino las pasiones presentes -en el corazón». Y entre ellas ninguna tiene en sus anales hazañas -más gloriosas que el amor de la patria. Poco importa saber si tales -sentimientos son justos o injustos, si reproducen o no la fase -primitiva y bárbara de la humanidad. Son tónicos morales que deben -juzgarse solamente por sus efectos, <i>pragmáticamente</i>, como ahora -se dice.</p> - - -<h3><i>e</i>) <span class="asc">GUSTO POR LA ORIGINALIDAD -CIENTÍFICA</span></h3> - -<p>Excelentes son los estímulos del patriotismo y el noble afán de -celebridad para mover a la ejecución de grandes empresas. Con todo eso, -nuestro principiante correría el riesgo de fracasar si no posee además -afición decidida hacia la originalidad, gusto por la investigación y -el deseo de sentir las fruiciones incomparables<span class="pagenum" -id="Page_74">p. 74</span> que lleva consigo el acto mismo de -descubrir.</p> - -<p>El elogio de la acción en función de escrutar misterios o de -inquirir hechos nuevos, se ha hecho muchas veces. Acerca de esto, -Eucken, entre otros, ha escrito páginas admirables. Agudamente hace -notar «que la acción nos <i>personaliza</i>, llevando al sumo la -individuación; apórtanos la grata ilusión de ser reyes creadores y nos -proporciona, con la conciencia de una libertad sin trabas, el goce de -un poder ilimitado».</p> - -<p>Aparte la hipertrofia del sentimiento de la propia estima y la -aprobación de nuestra conciencia, la conquista de la nueva verdad -constituye, sin disputa, la ventura más grande a que puede aspirar el -hombre. Los halagos de la vanidad, las efusiones del instinto, las -caricias de la fortuna, palidecen ante el soberano placer de sentir -cómo brotan y crecen las alas del espíritu y cómo, al compás del -esfuerzo, superamos la dificultad y dominamos y rendimos a la esquiva -naturaleza.</p> - -<p>Fortalecido con este sentimiento hedonista, el hombre de ciencia -desafía hasta la injusticia. En su ánimo no harán mella el silencio -deliberado de sus émulos —que muchas veces, como dice Goethe, afectan -ignorar lo que desean permanezca ignorado— ni la incomprensión del -medio<span class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span> moral, ni el -olvido de las instituciones oficiales. Las consideraciones que el mundo -rinde al poder, a la nobleza o al dinero, no son primordial objeto de -sus aspiraciones, porque siente en sí mismo una nobleza superior a -todas las caprichosamente otorgadas por la ciega fortuna o por el buen -humor de los príncipes. Esta nobleza, de la que se envanece con tanto -mayor motivo cuanto que es su propia obra, consiste en ser ministro del -progreso, sacerdote de la verdad y confidente del Creador. Él acierta -exclusivamente a comprender algo de ese lenguaje misterioso que Dios ha -escrito en la Naturaleza; y a él solamente le ha sido dado desentrañar -la maravillosa obra de la Creación para rendir a lo Absoluto el culto -más grato y acepto, el de estudiar sus portentosas obras, para en ellas -y por ellas conocerle, admirarle y reverenciarle. Aun descendiendo a -las miserias del egoísmo humano, todos podemos comprobar que solo nos -estiman y respetan quienes nos leen y tratan de comprendernos.</p> - -<p>Según decíamos antes, la emoción placentera asociada al acto de -descubrir es tan grande, que se comprende perfectamente aquella sublime -locura de Arquímedes, de quien cuentan los historiadores que, fuera de -sí por la resolución de<span class="pagenum" id="Page_76">p. 76</span> -un problema profundamente meditado, salió casi desnudo de su casa -lanzando el famoso <i>Eureka</i>: «¡Lo he encontrado!»</p> - -<p>¡Quién no recuerda la alegría y la emoción de Newton al ver -confirmada por el cálculo, y en presencia de los nuevos datos aportados -por Picard con la medición de un meridiano terrestre, su intuición -genial de la atracción universal! Todo investigador, por modesto que -sea, habrá sentido alguna vez algo de aquella sobrehumana satisfacción -que debió experimentar Colón al oír el grito de ¡Tierra! ¡Tierra! -lanzado por Rodrigo de Triana.</p> - -<p>Este placer inefable, al lado del cual todos los demás deleites de -la vida se reducen a pálidas sensaciones, indemniza sobradamente al -investigador de la penosa y perseverante labor analítica, precursora, -como el dolor al parto, de la aparición de la nueva verdad. Tan exacto -es que para el sabio no hay nada comparable al hecho descubierto -por él, que no se hallará acaso un investigador capaz de cambiar la -paternidad de una conquista científica por todo el oro de la tierra. -Y si existe alguno que busca en la Ciencia, en vez del aplauso de -los doctos y de la íntima satisfacción asociada a la función misma -del descubrir, un medio de granjear oro, este<span class="pagenum" -id="Page_77">p. 77</span> tal ha errado la vocación: al ejercicio de la -industria o del comercio debió por junto dedicarse<a id="FNanchor_11" -href="#Footnote_11" class="fnanchor">[11]</a>.</p> - -<p>Es que, por encima de todos los estímulos de la variedad y del -interés, está el goce supremo de la inteligencia al contemplar las -inefables armonías del mundo y tomar posesión de la verdad, hermosa y -virginal cual flor que abre su cáliz a las caricias del sol matinal. -Como dice Poincaré en su hermoso libro <i>La science et la méthode</i>: -«La belleza intelectual se basta a sí misma, y solo por ella, más bien -que por el futuro bien de la humanidad, el sabio se condena a largos y -penosos trabajos».</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4"> - <p><span class="pagenum" id="Page_79">p. 79</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/coles.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO IV</h2> - <p class="subh2">Lo que debe saber el aficionado a la investigación - biológica.</p> -</div> - -<h3><i>a</i>) <span class="asc">CULTURA GENERAL</span></h3> - -<p>Ocioso sería insistir en la necesidad que tiene nuestro aficionado -de conocer a fondo la ciencia objeto de sus futuras exploraciones, no -solo por las descripciones de libros y monografías, sino por el estudio -de la misma naturaleza. Pero no es menos urgente saber, siquiera -de modo general, todas aquellas ramas científicas que directa o -indirectamente se enlazan con la preferida, y en las cuales se hallan, -ora los principios directores, ora los medios de acción. Por ejemplo: -el biólogo no se limitará a conocer la Anatomía y Fisiología, sino -que abarcará también lo fundamental de la Psicología, la Física y la -Química.</p> - -<p>La razón de esta cultura accesoria es obvia:<span class="pagenum" -id="Page_80">p. 80</span> casi siempre el descubrimiento de un hecho, -o la significación de un fenómeno biológico, vienen a representar mera -consecuencia de la aplicación de principios pertenecientes a la Física -o la Química. Descubrir, como ha dicho Laplace, es aproximar dos ideas -que se hallaban separadas. E importa observar que las más de las veces -esta aproximación fecunda tiene lugar entre un hecho perteneciente -a una ciencia compleja (Biología, Sociología, Química, etc.), y un -principio entresacado de una ciencia simple. En otros términos: las -ciencias generales o abstractas, según las clasificaciones de Comte y -de Bain, explican a menudo los fenómenos de las ciencias complicadas -y concretas. Por donde se cae en la cuenta de que una seriación -jerárquica bien entendida de los conocimientos humanos representa -un verdadero árbol genealógico. La Lógica y las Matemáticas asisten -y esclarecen la Física y a la Química, y estas a su vez explican, -y en parte generan, la Biología, la Sociología y sus diferentes -ramificaciones.</p> - -<p>Descubrir consiste, a menudo, en hacer entrar el hecho en una ley; -en encerrarlo en un marco ideológico más amplio, en clasificarlo -en fin; por eso ha podido afirmarse que descubrir es dar nombre -correcto a una cosa ilegítima o provisoriamente<span class="pagenum" -id="Page_81">p. 81</span> bautizada. De donde se sigue que, cuando la -ciencia llegue a la suma perfección, cada fenómeno recibirá el nombre -que le corresponda, establecidas al fin sus profundas relaciones con -las verdades generales. Bajo este aspecto resulta muy expresiva la -conocida frase de Mach: «una palabra bien elegida puede economizar -cantidad enorme de pensamiento». Porque <i>nombrar</i> es clasificar, -es establecer filiaciones ideales, relaciones de analogía entre -fenómenos poco conocidos y una noción o principio general, donde se -hallan latentes, como el árbol en su germen.</p> - -<p>Los estudios filosóficos constituyen, sobre todo, buena -preparación y excelente gimnasia para el hombre de laboratorio. No -deja, ciertamente, de llamar la atención el que muchos ilustres -investigadores hayan llegado a la ciencia desde el campo de la -filosofía. Ocioso es advertir que el investigador se preocupará menos -de la doctrina o del credo filosófico —credo que varía desgraciadamente -cada quince o veinte años— que de los criterios de verdad y del -aparato crítico, con cuyo ejercicio adquirirá flexibilidad y sagacidad -y aprenderá a desconfiar de la aparente certidumbre de los más -subyugadores sistemas científicos, enfrenando convenientemente<span -class="pagenum" id="Page_82">p. 82</span> el vuelo de la propia -imaginación. Su divisa será siempre la frase de Cicerón: <i>Dubitando -ad veritatem pervenimus.</i></p> - -<p>Por lo que hace a la anatomía microscópica de los animales y -plantas, la mayoría de los hechos que forman la materia de esta ciencia -son resultados de conflictos entre las propiedades químicas de ciertos -reactivos y la constitución estructural de las células y tejidos. -En bacteriología, en neurología, etc., casi todo cuanto sabemos lo -debemos a la feliz aplicación de materias colorantes creadas por la -Química moderna. Lo mismo ocurre en biología general. Recuérdense -los interesantes estudios de Loeb sobre la partenogénesis artificial -y los de Harrison, Carrel, Lambert y otros acerca de los cultivos -artificiales de las células de los tejidos animales. Tan sorprendentes -experimentos son pura consecuencia de las variaciones químicas o -físicas provocadas en el ambiente celular.</p> - -<p>Esta íntima solidaridad de las ciencias ha sido sentida por muchos, -y singularmente por Letamendi, quien al hablar de las especialidades -científicas, las definía: «la aplicación de toda la Ciencia a una rama -particular del saber».</p> - -<p>Para un entendimiento superior que conociera todas las razones -misteriosas que enlazan los<span class="pagenum" id="Page_83">p. -83</span> fenómenos del Universo, en vez de ciencias, habría <i>una -sola Ciencia</i>. Ante un ser semejante, las fronteras que parecen -separar nuestros conocimientos, el andamiaje formal de nuestras -clasificaciones, el desmenuzamiento artificial de las cosas tan grato a -nuestro intelecto, que solo puede considerar la realidad sucesivamente -y como por facetas, desaparecería por completo. A sus ojos la Ciencia -total parecería a modo de árbol gigantesco, cuyas ramas estuvieran -representadas por las ciencias particulares, y el tronco por el -principio o principios sobre que se fundan. El especialista trabaja -como una larva, asentado sobre una hoja y forjándose la ilusión de que -su pequeño mundo se mece aislado en el espacio; el científico general, -dotado de sentido filosófico, entrevé el tallo común a muchas ramas. -Pero solo el genio del saber a que antes aludíamos, gozaría de la dicha -y del poder de contemplar el árbol entero, esto es, la <i>Ciencia</i>, -múltiple e infinita en sus formas, una en sus principios.</p> - - -<h3><i>b</i>) <span class="asc">NECESIDAD DE ESPECIALIZARSE</span></h3> - -<p>Conviene, empero, no exagerar la regla precedente, cayendo -en el escollo de la enciclopedia, adonde van a parar todos los -entendimientos<span class="pagenum" id="Page_84">p. 84</span> -dispersivos, inquietos, indisciplinados, e incapaces de fijar mucho -tiempo la atención en una sola idea. Las <i>aficiones rotatorias</i>, -como las llamaba un médico-escritor originalísimo, pueden formar -grandes literatos, conversadores deliciosos, oradores insignes, rara -vez descubridores científicos.</p> - -<p>El proverbio tan conocido «el saber no ocupa lugar» es error de a -folio, que, afortunadamente, no tiene graves consecuencias prácticas, -pues aun los que creen en él están obligados a confesar que el -aprender muchas cosas, cuando no espacio, ocupa tiempo. Solo un juicio -demasiado lisonjero acerca de nuestros talentos puede explicar la -manía enciclopédica; pues pretensión quimérica constituye el intento -de dominar varias ciencias, cuando vemos a hombres de verdadero genio -e infatigable laboriosidad resignarse, a fin de poder cosechar algunas -verdades, al conocimiento profundo de una rama del saber, y, a menudo, -al de un tema concreto de una ciencia determinada.</p> - -<p>No nos hagamos, pues, ilusiones: si la vida de un hombre basta para -saber algo de todas las disciplinas humanas, apenas es suficiente para -dominar hasta el detalle una o dos de ellas.</p> - -<p>Los enciclopedistas modernos, como Herbert<span class="pagenum" -id="Page_85">p. 85</span> Spencer, Mach, Wund, etc., son en realidad -especialistas de la filosofía de las ciencias y de las artes, conforme -lo fueron en su tiempo Leibnitz y Descartes, bien que estos sabios, -por la natural limitación de los conocimientos de su época, pudieron -abarcar un dominio bastante más extenso, y realizar descubrimientos en -dos o tres ciencias.</p> - -<p>Pasaron ya, quizás para no volver más, los investigadores -polilaterales: a la hora presente hay que reconocer que en Física -como en Matemáticas, en Química como en Biología, los descubrimientos -corren a cargo de sabios especialistas; pero, entiéndase bien, no de -particularistas <i>monolaterizados</i>, incrustados en un detalle, sino -de trabajadores que, sin perder de vista su dominio especial, siguen -atentamente los progresos más culminantes de las ciencias afines. -Semejante división del trabajo, además de buena táctica, constituye -ineluctable necesidad. A ella nos obligan el tiempo extraordinario -exigido por el ensayo y dominio de los métodos diariamente -descubiertos, el creciente caudal de la producción bibliográfica, y el -considerable número de sabios que simultáneamente trabajan sobre cada -tema de estudio.</p> - -<p>Para terminar con la vulgar filosofía condensada<span -class="pagenum" id="Page_86">p. 86</span> en la reputada máxima -<i>quien mucho abarca poco aprieta</i>, en contraposición del no -menos acreditado refrán <i>el saber no ocupa lugar</i>, séanos lícito -hacer una comparación vulgar. El entendimiento inquisitivo es como -un arma de combate. Si en ella se labra un solo filo, tendremos una -espada tajante. Si dos, el arma podrá cortar todavía, aunque menos -eficientemente; pero si le sacamos tres o cuatro, la acuidad de los -filos irá disminuyendo hasta convertirse en inofensivo cuadradillo. Una -bayoneta podría, en rigor, cortar todavía, mas para ello fuera precisa -formidable energía motriz; mientras que una daga bien afilada resulta -temible aun en las manos de un niño.</p> - -<p>Como el acero informe, nuestro intelecto representa una espada en -potencia. Merced a la forja y lima del estudio, transfórmase en el -templado y agudo escalpelo de la Ciencia. Labremos el filo por solo un -lado, o por dos a lo más, si queremos conservar su eficacia analítica y -herir a fondo el corazón de las cuestiones; y dejemos a los bobalicones -del enciclopedismo que transformen su entendimiento en inofensivo -cuadradillo.</p> - - -<h3 title="c) LECTURA ESPECIAL O TÉCNICA"><span class="pagenum" -id="Page_87">p. 87</span><i>c</i>) <span class="asc">LECTURA ESPECIAL O -TÉCNICA</span></h3> - -<p>Inútil es advertir que en la biblioteca del investigador deben -figurar cuantos libros y Revistas importantes, concernientes a la -especialidad, vean la luz en las naciones más adelantadas. Las -Revistas alemanas serán consultadas a cada momento, pues por lo que -toca a la Biología, es forzoso reconocer que Alemania sola produce -más hechos nuevos que todas las naciones juntas<a id="FNanchor_12" -href="#Footnote_12" class="fnanchor">[12]</a>.</p> - -<p>Quien desea los fines quiere los medios; y pues, en la época -actual, el conocimiento de la lengua germánica es imprescindible para -ponerse al corriente de la última hora científica, estudiemos aquella -seriamente, siquiera para llegar a la traducción, desembarazándonos -de ese supersticioso terror que a los españoles nos inspiran los -enrevesados términos y giros de los idiomas del Norte. Tan preciso -es el conocimiento<span class="pagenum" id="Page_88">p. 88</span> -del alemán, que no se hallará quizás un solo investigador italiano, -inglés, francés, ruso o sueco, que no sea capaz de leer corrientemente -las monografías tudescas. Y como los trabajos de los alemanes ven -la luz en un país que puede actualmente considerarse como el foco -de la producción científica, tales escritos tienen para nosotros -la inestimable ventaja de contener extensas y puntuales noticias -históricas y bibliográficas<a id="FNanchor_13" href="#Footnote_13" -class="fnanchor">[13]</a>. Después del alemán siguen en orden<span -class="pagenum" id="Page_89">p. 89</span> de importancia el inglés -y el francés. Y nada diremos del italiano, porque no hay español -medianamente culto que no sea capaz de traducirlo, aun sin la ayuda -del diccionario. Ni es lícito ignorar que en algunas disciplinas -científicas Italia marcha a la cabeza del progreso.</p> - -<p>A la hora presente se publican trabajos científicos en más de -seis idiomas. Al intento plausible de restaurar el latín, o de -utilizar el <i>esperanto</i> como lengua científica universal, han -respondido los sabios multiplicando todavía el número de idiomas -en que aparecen redactados los trabajos científicos. Preciso es -reconocer que prácticamente el <i>volapück</i> o el <i>esperanto</i> -representan una lengua más<a id="FNanchor_14" href="#Footnote_14" -class="fnanchor">[14]</a> que aprender. Tal resultado era de prever; -porque no consienten otra cosa ni las tendencias esencialmente -popularizadoras y democráticas del saber moderno, ni las miras -económicas de autores y<span class="pagenum" id="Page_90">p. 90</span> -editores, cuyos intereses morales y materiales les impulsan a difundir -en el gran público aquellas conquistas científicas que antaño fueron -patrimonio exclusivo de las Academias o de ciertas sumidades de la -cátedra.</p> - -<p>No se crea, empero, que el investigador debe hablar y escribir -todas las lenguas de Europa: al español le bastará traducir las cuatro -siguientes, que se ha convenido en llamar <i>lenguas sabias</i>, y en -las cuales aparecen publicados casi todos los trabajos científicos: el -francés, el inglés, el italiano y el alemán. Naturalmente, entre las -lenguas sabias no figura el español; no queda, por tanto, a nuestros -maestros más recurso, si desean que sus pesquisas sean conocidas y -apreciadas por los especialistas, que escribir y hablar en uno de -aquellos cuatro idiomas europeos<a id="FNanchor_15" href="#Footnote_15" -class="fnanchor">[15]</a>.</p> - - -<h3 title="d) CÓMO SE DEBEN ESTUDIAR LAS MONOGRAFÍAS"><span -class="pagenum" id="Page_91">p. 91</span><i>d</i>) <span -class="asc">CÓMO SE DEBEN ESTUDIAR LAS MONOGRAFÍAS</span></h3> - -<p>Al leer las monografías de la especialidad que se desee cultivar, -debemos fijarnos sobre todo en dos cosas: en los métodos de -investigación de que el autor se ha servido en sus pesquisas, y en -los problemas que han quedado pendientes de solución. En cuanto al -libro de popularización, nos merecerá menos atención y confianza, a -menos que no sea alguna voluminosa exposición de conjunto, o contenga -algunos conceptos generales de fecunda aplicación en el laboratorio. En -general, puede afirmarse que el libro refleja ya una fase histórica de -la Ciencia. Por efecto del mucho tiempo que exige su redacción, y de -la preocupación dominante en el<span class="pagenum" id="Page_92">p. -92</span> autor de simplificar la materia para ser entendido del -gran público, faltan o se hallan muy ligeramente esbozados los temas -de actualidad, los detalles de los métodos y las lagunas de la -investigación.</p> - -<p>Someteremos a estudio detenido las monografías debidas a los autores -más geniales y que mayor impulso hayan dado a la cuestión: el talento -original posee, entre otras cualidades, una gran virtud sugestiva. Es -propiedad de todo buen libro que el lector recoja en él, no solo las -ideas expuestas deliberadamente por el autor, sino otras totalmente -nuevas, y hasta diferentes para cada hombre, y que brotan del conflicto -entre nuestro fondo de representaciones y los conceptos del texto. -Por donde se ve que la monografía genial, con ser buena fuente de -información científica, resulta además eficaz reactivo de nuestras -propias energías cerebrales.</p> - -<p>Las cabezas humanas, como las palmeras del desierto, se fecundan a -distancia. Mas, para que semejante conjugación entre dos espíritus se -realice y dé fruto de bendición, es menester interesarse profundamente -en la lectura del libro genial, penetrarse de su hondo sentido y, en -fin, simpatizar con el autor. En la Ciencia, como en la vida, el fruto -viene siempre después del amor.<span class="pagenum" id="Page_93">p. -93</span> Por no consultar las memorias originales y fiarse de obras de -conjunto, ¡cuántos principiantes caen en el error de considerar ciertos -ajenos y antiguos descubrimientos como fruto de propia labor!</p> - -<p>Nuestro novel hombre de ciencia debe huir de resúmenes y manuales -como de peste. Buenos para la enseñanza, los manuales son pésimos para -guiar al investigador. Quien resume, se resume a sí mismo; quiero -decir que a menudo expone sus juicios y doctrinas en lugar de las del -autor. De este toma lo que le agrada o lo que entiende y digiere sin -esfuerzo: da lo principal por accesorio, y viceversa. A título de -aclarar y popularizar la obra ajena, el abreviador acaba por sustituir -su personalidad a la del autor, cuya fisonomía intelectual, tan -interesante y educadora para el lector, permanece en la sombra.</p> - -<p>De lo dicho se infiere la inexcusable obligación en que se halla el -investigador, si desea evitar desagradables sorpresas, de leer a los -autores en sus obras originales; a menos que los resúmenes no dimanen -de los autores mismos, que entonces, por compensación de la concisión, -acaso hallemos concepciones originales e ideas directrices de gran -provecho para la labor analítica.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span>Aquí surge una -cuestión: Antes de empezar una investigación de laboratorio, ¿debe o no -apurarse la bibliografía? Penetrados y como saturados de cuanto sobre -el tema ha sido escrito, ¿no corremos el riesgo de ser sugestionados -y de perder el don inapreciable de la independencia de juicio? La -misma impresión de agotamiento del asunto, producida por la puntual -información a que nos hemos entregado, ¿no será fatal a nuestras -aspiraciones de hallar algo completamente original?</p> - -<p>Cuestión es esta que cada cual resuelve a su manera; aunque, a mi -ver, si para decidirla se acudiera a plebiscito de sabios, la solución -sería no iniciar indagación ninguna sin tener a la vista todos los -antecedentes bibliográficos. Procediendo de esta suerte, se evita el -doloroso desencanto producido al saber que hemos malgastado el tiempo -redescubriendo cosas conocidas y descuidando, por consiguiente, el -estudio profundo de las verdaderas lagunas del tema.</p> - -<p>La conducta más prudente, a mi ver, es apurar, desde luego, la -investigación bibliológica especial antes de lanzarse a la tarea -analítica. Pero cuando, por dificultades insuperables, sea ello -irrealizable (según ocurre desgraciadamente en España, donde las -Universidades carecen de<span class="pagenum" id="Page_95">p. -95</span> libros modernos extranjeros y las Academias no tienen -recursos para suscribirse a las Revistas científicas más importantes), -no debemos, por monografía de más o de menos, dejar de acudir al -laboratorio; pues si, enterados de los mejores métodos en boga, -trabajamos con ahinco y perseverancia, siempre hallaremos algo -escapado a la sagacidad de los últimos observadores, por lo mismo que, -no habiendo sido influidos por ellos, habremos caminado por rutas -diferentes, y considerado el tema desde diverso punto de vista. En -último caso, vale mil veces más arriesgarse a repetir descubrimientos, -que renunciar a toda tentativa de indagación experimental; porque el -principiante que en sus primeros ensayos de observador sabe hallar -cosas poco tiempo antes publicadas, lejos de desalentarse por ello, -fortifica su confianza en el propio valer, cobra ánimos para futuras -empresas, y acaba por fabricar ciencia original, en cuanto sus medios -pecuniarios correspondan a sus buenos deseos.</p> - - -<h3><i>e</i>) <span class="asc">NECESIDAD ABSOLUTA DE BUSCAR LA -INSPIRACIÓN EN LA NATURALEZA</span></h3> - -<p>Mucho aprenderemos en los libros, pero más aprenderemos en la -contemplación de la Naturaleza,<span class="pagenum" id="Page_96">p. -96</span> causa y ocasión de todos los libros. Tiene el examen directo -de los fenómenos no sé qué fermento perturbador de nuestra inercia -mental, cierta virtud excitadora y vivificante, del todo ausente o -apenas actuante aun en las copias y descripciones más fieles de la -realidad.</p> - -<p>Todos habremos podido notar que, al intentar la comprobación de -un hecho descrito por los autores, este se presenta siempre con -faz distinta de la presumida, y sugiere ideas y planes de acción no -suscitados por la mera lectura. Ello depende, a nuestro juicio, de la -incapacidad de la palabra humana para la pintura fiel de la realidad -exterior. En cuanto causa de conocimiento, esta representa un haz -de sensaciones variadísimas y complejas, de las cuales la expresión -simbólica, que procede siempre por abstracción y simplificación, -refleja solo una mínima parte.</p> - -<p>Toda descripción, por objetiva e ingenua que parezca, constituye -interpretación personal, punto de vista propio del autor. Sabido es que -el hombre mezcla a todo su personalidad, y cuando cree fotografiar el -mundo exterior, a menudo se contempla y se retrata a sí mismo.</p> - -<p>Por otra parte, la observación suministra, a más de los datos -empíricos con los cuales hemos<span class="pagenum" id="Page_97">p. -97</span> de formar el juicio, ciertos factores sentimentales, -insustituibles: la sorpresa, el entusiasmo, la emoción agradable, que -son fuerzas propulsoras de la imaginación constructiva. La emoción -enciende la máquina cerebral, que adquiere por ella el calor necesario -para la forja de intuiciones afortunadas y de hipótesis plausibles.</p> - -<p>En comprobación de los efectos sugestivos que la Naturaleza, obrando -directamente, causa en el observador, séame lícito referir la impresión -sentida al contemplar por primera vez el fenómeno de la circulación de -la sangre.</p> - -<p>Estudiaba yo tercer año de Medicina y había en diversos libros -aprendido los pormenores del fenómeno mencionado, pero sin que estas -lecturas encadenaran mi atención ni produjeran corrientes intensas de -pensamiento. Mas cuando uno de mis amigos, el señor Borao, ayudante -de Fisiología, tuvo la gentileza de mostrarme la circulación en el -mesenterio de la rana. En presencia del sublime espectáculo, sentí como -una revelación. Entusiasmado y conmovido al ver girar los glóbulos -rojos y blancos como los cantos rodados al ímpetu del torrente; al -notar cómo, por virtud de su elasticidad, los <i>hematíes</i> se -estiraban y pasaban trabajosamente por los más<span class="pagenum" -id="Page_98">p. 98</span> finos capilares, recobrando, salvado el -obstáculo, súbitamente su forma, a la manera de un resorte; al -advertir que, al menor impedimento en la corriente, se entreabrían -las junturas del endotelio y sobrevenía la hemorragia y el edema; al -reparar, en fin, cómo el latido cardíaco, atenuado por la excesiva -acción del <i>curare</i>, sacudía flojamente los hematíes atascados..., -pareciome como que se descorría un velo en mi espíritu, y se alejaban -y perdían las creencias en no sé qué misteriosas fuerzas a que por -entonces se atribuían los fenómenos de la vida. En mi entusiasmo -prorrumpí en las siguientes frases, ignorando que muchos, singularmente -Descartes, las habían expresado siglos antes: «La vida semeja puro -mecanismo. Los cuerpos vivos son máquinas hidráulicas tan perfectas, -que son capaces de reparar los desarreglos causados por el ímpetu del -torrente que las mueve, y de producir, en virtud de la generación, -otras máquinas hidráulicas semejantes». Tengo por seguro que esta -viva impresión causada por la contemplación directa del mecanismo -íntimo de la vida, fue uno de los decisivos estímulos de mi afición -a los estudios biológicos<a id="FNanchor_16" href="#Footnote_16" -class="fnanchor">[16]</a>.</p> - -<h3 title="f) DOMINIO DE LOS MÉTODOS"><span class="pagenum" -id="Page_99">p. 99</span><i>f</i>) <span class="asc">DOMINIO DE LOS -MÉTODOS</span></h3> - -<p>Escogido el tema de estudio, e informado menudamente, a ser posible, -del estado actual del punto a esclarecer, el investigador pasará a -aplicar cuantos métodos analíticos hayan sido propuestos, al objeto de -confirmar los hechos descritos y reproducidos en las más recientes -monografías. Durante esta tentativa de comprobación, se le revelarán -a menudo los puntos dudosos, las hipótesis insostenibles, las lagunas -de la observación, y entreverá más de una vez el camino por el cual le -será dado impulsar el conocimiento del tema.</p> - -<p>La maestría de los métodos, particularmente en las ciencias -biológicas, es tan trascendental, que, sin temor de equivocación, se -puede afirmar que los grandes descubrimientos corren a cargo de los -técnicos más primorosos: de aquellos sabios que han profundizado, a -favor de perseverantes ensayos, todos los secretos de uno o varios -recursos analíticos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_100">p. 100</span>En apoyo de -este aserto bastará recordar que, a despecho de los centenares de -histólogos, embriólogos y anatómicos que se conocen en Europa y -América, las más salientes conquistas científicas se deben a una -docena de hombres que se han señalado, ora por la invención, ora por -el perfeccionamiento, ya por el absoluto dominio de algunos métodos de -indagación.</p> - -<p>Entre los procedimientos de estudio se escogerán de preferencia -los más recientes, y sobre todo los más difíciles, por ser los menos -agotados. Importa poco el tiempo gastado en ensayos infructuosos, -pues si el método ofrece sumo poder diferenciador, los resultados -obtenidos tendrán gran importancia y nos indemnizarán con creces de -nuestros afanes. Con ello tendremos, además, la inestimable ventaja -de caminar casi solitarios o de hallar en nuestra ruta pocos émulos y -concurrentes.</p> - - -<h3><i>g</i>) <span class="asc">EN BUSCA DEL HECHO NUEVO</span></h3> - -<p>He aquí la cuestión ardua, la preocupación soberana del -principiante, que sabe, por la historia de la investigación -científica, que alcanzado el primer descubrimiento, se siguen otros -derivados<span class="pagenum" id="Page_101">p. 101</span> de él como -las consecuencias de las premisas.</p> - -<p>La nueva verdad hallada es, a menudo, el fruto de paciente y tenaz -observación, la consecuencia de haber aplicado al tema más tiempo, más -constancia y mejores métodos que nuestros predecesores. Como hemos -dicho más atrás, la consideración escrupulosa y repetida de los mismos -hechos acaba por dotarnos de una sensibilidad analítica refinada y -como sobrexcitada en cuanto atañe al tema escogido. ¡Cuántas veces -nos ha sido dado hallar, en virtud de ese golpe de vista fruto de -la experiencia, cosas enteramente nuevas en las preparaciones donde -nuestros discípulos nada veían de particular! Y ¡cuántos hechos nuevos -habrán escapado a nuestra atención, cuando, bisoños todavía en la -técnica micrográfica, cada preparación nos parecía una esfinge!</p> - -<p>Además del notable incremento que adquiere nuestra capacidad -diferenciadora por la repetición de experimentos y de observaciones, -el perseverante estudio de una cuestión nos lleva casi siempre a -perfeccionar los métodos de investigación, determinando todas las -condiciones del mal resultado, y por ende, las causas promotoras del -máximo rendimiento técnico.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_102">p. 102</span>A veces, el -descubrimiento constituye el premio de la diligencia. Trátase de -aplicar un procedimiento reciente, y apenas explotado, a temas -nuevos. Semejante táctica ha suscitado grandes y fáciles progresos -en los vastos dominios de la Bacteriología, Anatomía e Histología -comparadas.</p> - -<p>Dado que los grandes impulsores científicos han sido, por lo común, -creadores de métodos, lo mejor y más congruente sería dictar reglas -para el hallazgo de estos. Desgraciadamente, en las Ciencias biológicas -casi todos los recursos analíticos débense al azar.</p> - -<p>En general, cabe afirmar que los métodos representan felices -aplicaciones a un dominio científico de verdades pertenecientes a -otra disciplina del saber; mas esta aplicación suele ser obra de -tanteos azarosos, o cuando más, se inspira en vagas analogías. En -Bacteriología, Histología e Histoquímica, por ejemplo, los métodos -representan, según dejamos apuntado ya, efectos selectivos de materias -colorantes o de reactivos creados por la Química moderna. Ninguna -razón plausible, a no ser el intento de provocar la casualidad, pudo -inspirar a Gerlach la coloración de los núcleos por el carmín; a Máximo -Schültze el empleo del ácido ósmico en el tejido<span class="pagenum" -id="Page_103">p. 103</span> nervioso; a Hannover la introducción del -ácido crómico y bicromatos en el endurecimiento de los tejidos; a -Koch, Ehrlich y otros, el aprovechamiento de las anilinas para la -impregnación de las bacterias, etc.</p> - -<p>Si conociéramos de un modo perfecto la composición química de las -células vivas, los resultados debidos a la aplicación de tal o cual -reactivo colorante vendrían a ser mera deducción de los principios -de la Química biológica. Empero, hallándonos harto distantes de este -ideal, quienes pretendan descubrir nuevos métodos biológicos no tienen -más recurso que someter los tejidos vivos a los mismos ciegos ensayos -a que se entregaban los químicos de los pasados siglos para lograr, de -vez en cuando, del conflicto y mezcla de varios cuerpos, combinaciones -imprevistas.</p> - -<p>Menester es, pues, fiar algo a la casualidad, provocándola mediante -una serie reiterada de tanteos, en los cuales no podemos ser guiados -más que por la intuición auxiliada por el conocimiento, todo lo -profundo y preciso posible, de los reactivos y procederes técnicos -recién introducidos en la Química y la Industria.</p> - -<p>Y esto nos lleva a decir algo de la casualidad en la esfera de la -investigación científica. Entra<span class="pagenum" id="Page_104">p. -104</span> por mucho, positivamente, el azar en la labor empírica, y no -debemos disimular que a él debe la Ciencia brillantes adquisiciones; -pero la casualidad no sonríe al que la desea, sino al que <i>la -merece</i>, según la gráfica frase de Duclaux. Y es preciso reconocer -que solo la merecen los grandes observadores, porque ellos solamente -saben solicitarla con tenacidad y perseverancia deseables; y cuando -obtienen la impensada revelación, solo ellos son capaces de adivinar su -transcendencia y alcance.</p> - -<p>En la ciencia, como en la lotería, la suerte favorece comúnmente -al que juega más, es decir, al que, a la manera del protagonista -del cuento, remueve continuamente la tierra del jardín. Si Pasteur -descubrió por azar las vacunas bacterianas, también colaboró su genio, -que vislumbró todo el partido que podía sacarse de un hecho casual, -a saber: el rebajamiento de la virulencia de un cultivo bacteriano -abandonado al aire, y verosímilmente atenuado por la acción del -oxígeno.</p> - -<p>La historia de la Ciencia está llena de hallazgos parecidos: Scheele -tropezó con el cloro, trabajando en aislar el manganeso; Cl. Bernard, -imaginando experimentos encaminados a sorprender el órgano destructor -del azúcar, halló la<span class="pagenum" id="Page_105">p. 105</span> -función glucogénica del hígado, etc. En fin, ejemplos recientes de -casi milagrosa fortuna son los estupendos descubrimientos de Röntgen, -Becquerel y los Curie.</p> - -<p>Pura casualidad fue, según es notorio, el descubrimiento de los -<i>rayos X</i>, hecho por el profesor Röntgen. Repetía este sabio -en su laboratorio de Würzburgo los experimentos de Lenard sobre las -singulares propiedades de los <i>rayos catódicos</i>. Según costumbre, -estas radiaciones eran proyectadas sobre pantalla fluorescente de -<i>platino-cianuro de bario</i>. Y al objeto de averiguar la duración -del fenómeno fluorescente, ocurriósele un día obscurecer el laboratorio -cubriendo con caja de cartón la ampolla de Crookes, aparato generador, -según es notorio, de los citados rayos catódicos. Puesta en acción la -bobina, miró a la pantalla y vio con extraordinario asombro que esta se -iluminaba intensamente. Interpuso después un trozo de madera, un libro, -y siguió observando que las radiaciones —los rayos nuevos— atravesaban -fácilmente estos cuerpos opacos. En fin, en momentos de febril -impaciencia, intercaló casualmente la mano entre la ampolla de Crookes -y la pantalla receptora, cuando, sobrecogido de intensa emoción, -acaso con espanto, contempló espectáculo macabro: sobre la<span -class="pagenum" id="Page_106">p. 106</span> superficie del cuerpo -fluorescente dibujábanse fielmente en negro los huesos de la mano, -como si no existieran los tejidos envolventes. Los maravillosos rayos -X quedaban descubiertos, y con ellos la <i>radioscopia</i>. Pronto -siguieron la <i>radiofotografía</i> y las admirables aplicaciones -quirúrgicas e industriales de todos conocidas.</p> - -<p>El segundo caso, muy elocuente también, fue el descubrimiento -fortuito de la <i>radioactividad</i> de la materia, debido al insigne -físico francés Henri Becquerel.</p> - -<p>Ya el malogrado H. Poincaré habíase preguntado si al fin no -resultaría que la producción de rayos X es propiedad de los cuerpos -fluorescentes. Deseando confirmar esta conjetura y bien preparado, -además, para tal linaje de indagaciones, M. Becquerel proyectó ensayar -el <i>sulfato de uranio</i>, cuerpo típicamente fluorescente. Pero -corrían los nebulosos días de febrero, y el sol no se dignaba aparecer. -En espera de que el astro rey disipara las densas brumas de París, -había el referido físico preparado con mucha antelación el experimento, -colocando sobre placa sensible, cubierta de papel negro, varios -cristales de sulfato de uranio, e interponiendo, además, una cruz de -cobre. La impaciencia le devoraba. Aguijado por ella, ocúrrele cierto -día<span class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span> extraer la placa -de su envoltura protectriz, y revelarla a la ventura. Grande fue su -asombro al advertir, contra todas sus presunciones (la sal de uranio -había permanecido en la obscuridad), intensa impresión en la placa, -donde se mostraban dibujados en negro los cristales de la sal uránica, -y en claro la referida cruz metálica. Había, sin querer, descubierto -la <i>radioactividad</i> de la materia, una de las más prodigiosas -conquistas de la ciencia moderna.</p> - -<p>Mas lo chocante y estupendo del caso fue que M. Becquerel realizó -tamaño descubrimiento (que le valió el premio Nobel) guiado por -falsa hipótesis (relación etiológica entre la emisión de rayos X y -la fluorescencia). Precisamente de todos los cuerpos fluorescentes -conocidos, <i>solo el uranio</i> posee poder radioactivo. Como se ve, -el efecto fue teatral; se diría preparado por un genio irónico empeñado -en impulsar la Ciencia, a pesar de las más erróneas concepciones.</p> - -<p>Mas es forzoso convenir en que, si muchos sabios descubrieron -lo que no buscaban, todos ellos buscaron con admirable tenacidad, -y fueron dignos del éxito, porque con rara penetración, acertaron -a sorprender los grandes progresos latentes en las tímidas y -fragmentarias revelaciones del acaso. En suma: el azar afortunado<span -class="pagenum" id="Page_108">p. 108</span> suele ser casi siempre el -premio del esfuerzo perseverante.</p> - -<p>Solicitar la ayuda de la casualidad, es como agitar el agua turbia -para que suban y se hagan patentes los objetos sumergidos en el fondo. -Todo observador hará bien en tentar su buena ventura; empero no -confiará demasiado en ella, y apelará más a menudo al trabajo reglado, -pues quien domina los métodos y está al corriente de los problemas -todavía no resueltos, pero susceptibles de solución, logra casi -siempre, sin aventurarse en probaturas de ordinario infecundas, algún -descubrimiento de más o menos valía.</p> - -<p>Conquistado el primer hecho nuevo (sobre todo si este es de -aquellos cuyo advenimiento provoca en el ambiente científico nuevas -corrientes de ideas), nuestra tarea será tan llana como brillante: -como que se reducirá a ir sacando progresivamente las consecuencias -que entraña la reciente adquisición en las diversas esferas de la -Ciencia. Por eso se ha dicho que el primer descubrimiento es el que -cuesta; los demás suelen ser corolarios del primero. Doctrina sabida -es, y proclamada por filósofos como Taine, y por científicos como -Tyndall, que todo problema resuelto plantea infinidad de nuevas<span -class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span> cuestiones, y que el -descubrimiento de hoy contiene en germen los descubrimientos del -mañana. La cima de la verdad, con tantos esfuerzos escalada, que -mirada desde el valle semejaba montaña imponente, no es sino minúscula -estribación de formidable cordillera que se columbra a través de la -niebla, atrayéndonos con insaciable curiosidad. Satisfagamos esta -ansia de subir, y aprovechando el plácido descanso que proporciona -la contemplación del nuevo horizonte, meditemos desde la cima recién -conquistada el plan que debe conducirnos a más altas regiones.</p> - -<p>Pero, según dejamos dicho, la fortuna de inaugurar un estudio lleno -de promesas con un hecho trascendental es rara, y ningún investigador -prudente debe contar demasiado con ella; por donde, para iniciar -nuestra obra, no debemos vacilar en partir del descubrimiento de otros. -Así y todo, no ha de faltarnos labor, y labor fecunda. El nuevo hecho, -fruto del ajeno desvelo, suele causar una revolución en el ambiente -científico: convierte en sospechosas doctrinas antes estimadas como -verdades firmes; suscita nuevas posiciones de equilibrio en esas vagas -regiones de lo conjetural que forman el tránsito de lo conocido a -lo desconocido; y plantea una serie de nuevas<span class="pagenum" -id="Page_110">p. 110</span> cuestiones que el iniciador, falto de -tiempo, no pudo resolver por sí mismo.</p> - -<p>Además, en el orden crítico este deja casi siempre incompleta -su obra: influido todavía por la tradición, no acierta a romper -abiertamente con los prejuicios del pasado; receloso, acaso, de -hallar demasiada oposición en el ambiente científico, e impaciente de -aprobaciones y aplausos, presenta su teoría como una transacción entre -viejas y novísimas doctrinas. Por tal motivo, un observador menos -meticuloso, llegado de refresco, suele perfeccionar, con poco esfuerzo, -la obra del iniciador, sacando de ella las últimas consecuencias -teóricas y prácticas. Todo ese cúmulo de problemas suscitados por la -nueva conquista científica, constituye terreno fecundísimo para el -novel investigador. A él acudirá, bien templadas sus armas analíticas, -sin arrogancia ni esperanza excesiva; pero no confíe en llegar solo: -allí encontrará también una pléyade de émulos que intentarán ganarle -por la mano, y a los cuales se adelantará solamente a fuerza de -actividad, penetración y perseverancia.</p> - -<p>Finalmente, cuando nos hallemos en presencia de varios temas -igualmente favorables y fecundos, escogeremos aquel cuya metodología -nos sea perfectamente conocida, y por el que<span class="pagenum" -id="Page_111">p. 111</span> sintamos decidida simpatía. Es consejo de -buen sentido que Darwin daba a sus discípulos cuando le demandaban tema -de estudio. Y la razón es que nuestro entendimiento redobla sus fuerzas -cuando columbra en lontananza el premio del placer o de la utilidad.</p> - -<p>El explorador de la naturaleza —lo hemos repetido varias veces— -debe considerar la investigación cual <i>deporte</i> incomparable, -en donde todo, desde los procederes técnicos hasta la elaboración -doctrinal, constituye perenne manantial de gratas satisfacciones. Quien -en presencia de un arduo problema no sienta crecer su entusiasmo, ni -acrecentarse sus fuerzas; quien, al aproximarse el solemne momento del -<i>fiat lux</i> impacientemente esperado, no tenga el alma inundada -por la emoción precursora del placer, debe abandonar las empresas -científicas, porque la Naturaleza no otorga sus favores a los fríos de -condición, y la frialdad es a menudo inequívoco signo de impotencia.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/flor.jpg" - style="width: 4em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch5"> - <p><span class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/coles.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO V</h2> - <p class="subh2">Enfermedades de la voluntad.</p> -</div> - -<p>Todos hemos visto profesores superiormente dotados, desbordantes -de actividad e iniciativas, en posesión de suficientes medios de -trabajo, y que, sin embargo, no realizan obra personal ni escriben casi -nunca. Sus discípulos y admiradores esperan con ansia la obra grande, -legitimadora del alto concepto que del maestro se formaron; pero la -<i>obra grande</i> no se escribe y el maestro continúa callando.</p> - -<p>No nos engañen el optimismo y el buen deseo. A despecho del mérito -excepcional y del celo y actividad desplegados en determinadas -funciones docentes, dichos maestros son enfermos de la voluntad. No -lo serán acaso a los ojos del frenópata; su modorra y dejadez no -justifican todavía el diagnóstico de <i>abulia</i>; pero sus discípulos -y amigos harán bien en considerarlos como anormales y de proponerles, -con el respeto<span class="pagenum" id="Page_114">p. 114</span> -y dulzura debidos a su alta mentalidad, tratamiento espiritual -adecuado.</p> - -<p>Estos ilustres fracasados agrúpanse en las principales clases -siguientes: <i>dilettantes o contempladores</i>, <i>eruditos -o bibliófilos</i>, <i>organófilos</i>, <i>megalófilos</i>, -<i>descentrados</i> y <i>teorizantes</i>.</p> - -<p><i>Contempladores.</i>—Variedad morbosa muy frecuente entre -astrónomos, naturalistas, químicos, biólogos y físicos, reconócese en -los síntomas siguientes: Amor a la contemplación de la Naturaleza, pero -solo en sus manifestaciones estéticas: los espectáculos sublimes, las -bellas formas, los colores espléndidos y las estructuras elegantes. Si -el <i>dilettante</i> es botánico, quedará para siempre anclado en la -admiración de las algas, singularmente de las <i>diatomeas</i>, cuyos -elegantes carapachos cautivarán su admiración. En su culto fetichista, -pasará sus horas examinando y fotografiando de mil maneras tan -interesantes seres, componiendo con ellos letreros, grecas, escudos y -otros primores ornamentales, pero sin añadir al copioso catálogo de las -especies conocidas una variedad nueva ni contribuir en lo más mínimo al -conocimiento de la estructura, evolución y funcionalismo de los citados -microorganismos.</p> - -<p>Si el sibarita científico es histólogo, se consagrará<span -class="pagenum" id="Page_115">p. 115</span> con amor al arte de prestar -a las células y tejidos orgánicos vistosas coloraciones; dominará a -maravilla la jeringuilla de inyección, y en su ingenua admiración de lo -pintoresco, pasará sus veladas dibujando las elegantes redecillas que -el carmín y el azul de Prusia bordan en los capilares del intestino, -músculos y glándulas. A gala tendrá el dominar los más elegantes -métodos de tintorería histológica, sin sentir jamás la tentación de -aplicarlos a un tema nuevo o dilucidar una cuestión litigiosa.</p> - -<p>Si es geólogo, permanecerá arrobado examinando a la luz polarizada -los espléndidos colores mostrados por las secciones de rocas; si -bacteriólogo, se aficionará al coleccionamiento y cultivo de los -microbios cromógenos y fosforescentes; si astrónomo, consagrará sus -ocios a fotografiar las montañas de la luna o las manchas del sol...</p> - -<p>¿A qué seguir? Todos nuestros lectores recordarán tipos y variedades -interesantes de esta especie, tan simpática por su entusiasmo juvenil y -verbo cálido y cautivador, como estéril para el progreso efectivo de la -ciencia.</p> - -<p><i>Bibliófilos y políglotas.</i>—Como el micrógrafo se recrea en -la diatomea o el zoólogo en conchas, insectos y pájaros de vistosa -librea, el bibliófilo<span class="pagenum" id="Page_116">p. 116</span> -se deleita con la lectura del libro o monografía novísimos, de esas -monografías trascendentales, renovadoras, que solo recibe él y de -que nuestro erudito se sirve maravillosamente para asombrar a sus -amigos.</p> - -<p>Los síntomas de esta dolencia son: tendencias enciclopedistas; -dominio de muchos idiomas, algunos totalmente inútiles; abono exclusivo -a Revistas poco conocidas; acaparamiento de cuantos libros novísimos -aparecen en el escaparate de los libreros; lectura asidua de lo que -importa saber, pero sobre todo, de lo que a pocos interesa; pereza -invencible para escribir y desvío del seminario y del laboratorio.</p> - -<p>Como es natural, nuestro erudito vive <i>en</i> y <i>para</i> -su biblioteca, que es copiosa y monumental. Allí recibe a sus -contertulios, a quienes cautiva con una conversación amena, -brincadora, variadísima, iniciada de ordinario con estas o parecidas -interrogaciones: ¿Ha leído usted el libro de Fulano? (aquí un nombre -yanqui, alemán, ruso o escandinavo). ¿Conoce usted la sorprendente -teoría de Zutano? Y sin oír la respuesta, el erudito desarrolla, con -calurosa elocuencia, una doctrina las más veces estrafalaria y audaz, -sin base objetiva suficiente y solo pasadera como tema de espiritual -<i>causerie</i>.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_117">p. 117</span>Estos indolentes -de la ciencia, que hablan de todo, malogrando y derrochando facultades -exquisitas, ignoran una cosa muy sencilla y muy humana: que son -censurados de sus mismos amigos y aduladores, a quienes inspiran más -piedad que respeto. Y desconocen también, o al menos no sienten con -la vehemencia debida, esta verdad trivial: que la erudición posee muy -escaso valor cuando no representa la preparación y el pródromo de la -acción personal intensa y perseverante. Todo su afán se cifra en pasar -por monstruos de talento y de cultura, sin reparar que solo esfuerzo -vivificante puede librar al sabio del olvido y la injusticia.</p> - -<p>No hay, por fortuna, en este punto que insistir mucho para -rectificar juicios sociales equivocados. Nadie ignora que vale quien -sabe y actúa, y no quien sabe y se duerme. Rendimos tributo de -veneración a quien añade una obra original a una biblioteca, y se -lo negamos a quien lleva una biblioteca en la cabeza. Para resultar -fonógrafo, no valía la pena de haber complicado con el estudio y la -reflexión la organización del cerebro. En cosa de más enjundia hay -que emplear nuestras neuronas. Saber, pero transformar; conocer, pero -obrar: tal es la norma del verdadero hombre de ciencia.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_118">p. 118</span>Brindemos, pues, -nuestro aplauso y gratitud a quienes dejaron estela de verdades -luminosas, y olvidemos a quienes se fatigaron estérilmente, convertidos -en girándulas de sonoras palabras. Al modo del tenor, el erudito -elocuente puede, sin duda, recibir en vida, en la cálida intimidad -de su tertulia, plácemes entusiastas; pero en vano esperará las -aclamaciones del gran teatro del mundo. El público del sabio vive lejos -o no vive aún; lee y no oye; es tan austero y recto, que no reconoce -más títulos a la gratitud y al respeto que las verdades nuevas puestas -en circulación en el mercado cultural.</p> - -<p><i>Los megalófilos.</i>—Caracterízase esta variedad de malogrados -por atributos nobles y simpáticos. Estudian mucho, pero aman también el -trabajo personal; poseen el culto de la acción y dominan los métodos -inquisitivos; rebosan de patriotismo sincero y ansían enaltecer su -nombre y honrar a su país con admirables conquistas.</p> - -<p>Y, sin embargo, un error funesto esteriliza sus afanes. -Evolucionistas convencidos en teoría, resultan providencialistas en -la práctica. Como si confiaran en el milagro, desean estrenarse con -hazaña prodigiosa. Recordando acaso que Hertz, Mayer, Schwann, Röntgen, -Curie, iniciaron su vida científica con un gran descubrimiento, -aspiran<span class="pagenum" id="Page_119">p. 119</span> a ascender, -desde el primer combate, de soldados a generales, y se pasan la vida -planeando y dibujando, construyendo y rectificando, siempre en febril -actividad, siempre en plena revisión, incubando el gran engendro, la -obra asombrosa y arrolladora. Y los años transcurren, y la expectación -se fatiga, y los émulos murmuran, y los amigos estrujan la imaginación -para cohonestar el silencio del grande hombre. Y mientras tanto, sobre -aquel tema tan detenidamente explorado, acariciado y lamido, llueven en -el extranjero importantes monografías que arrebatan, ¡ay!, a nuestro -ambicioso investigador el halago de la prioridad, y le obligan a -cambiar de rumbo. Sin desanimarse, el megalófilo aborda otro tema, y -cuando tiene casi construido el imponente monumento, nuevos émulos, -que se permiten fabricar ciencia al pormenor, vuelven a amargarle la -existencia. Y al fin llega a la vejez entre el silencio indulgente de -los discípulos y la irónica sonrisa de los sabios.</p> - -<p>¡Y todo por no haberse plegado desde el principio, modesta y -humildemente, a esta ley de naturaleza, que es también táctica de buen -sentido!: Abordar primeramente los pequeños problemas, para acometer -después, si el éxito sonríe y las fuerzas crecen, las magnas hazañas -de<span class="pagenum" id="Page_120">p. 120</span> la investigación. -Esta actitud prudente podrá no conducir siempre a la gloria; pero -en todo caso nos granjeará la estima de los sabios y el respeto y -consideración de nuestros conciudadanos.</p> - -<p>A guisa de subvariedad de los <i>megalófilos</i> consideramos -los <i>proyectistas</i>, que recuerdan a los antiguos arbitristas. -Distínguense fácilmente por la ebullición y superabundancia de ideas y -de planes de acción. Ante sus ojos optimistas, todo aparece de color -de rosa. Por seguro tienen que, una vez secundadas, sus iniciativas -abrirán amplios horizontes a la ciencia y rendirán frutos prácticos -inestimables. Solo hay que deplorar una pequeña contrariedad: ninguna -empresa llega a plena sazón. Todas se malogran, unas veces por escasez -de medios, otras por ausencia de ambiente, las más por falta de -discípulos capaces de cooperar a la magna obra, o de Corporaciones -y Gobiernos suficientemente cultos y avisados para alentarla y -recompensarla.</p> - -<p>La realidad es que no trabajan bastante; fáltales perseverancia. -Como decía agudamente Gracián en su <i>Oráculo manual</i>: «Todo se les -va a algunos en comenzar y nada acaban; inventan, pero no prosiguen; -todo <i>para</i> en <i>parar</i>... Mate<span class="pagenum" -id="Page_121">p. 121</span> el sagaz la caza, no se le vaya todo en -levantarla».</p> - -<p><i>Organófilos.</i>—Variedad poco importante de infecundos, -reconócense en seguida por una especie de culto fetichista hacia los -instrumentos de observación. Fascinados por el brillo del metal, como -la alondra por el espejuelo, cuidan amorosamente de sus ídolos, que -guardan como en sagrario, relucientes como espejos y admirablemente -presentados. Reposo y disciplina conventual reinan en el laboratorio, -donde no hay una mancha ni se oye el menor rumor.</p> - -<p>En los amplios bolsillos del organófilo las llaves sonajean de -continuo. Imposible que el ayudante o los alumnos consulten, en -ausencia del profesor, la monografía o el aparato imprescindibles. -Microscopios, espectroscopios, balanzas de precisión, reactivos, etc., -están guardados y lacrados con siete sellos. ¡No faltaría más que, -por una condescendencia punible del jefe, el ayudante estropeara el -objetivo de Zeiss, el refractrómetro o el aparato de polarización! -¡Ello sería horrible! Además, ¿no es él el único responsable del -material científico, arca santa de la Universidad, y no tendrá en -su día que rendir estrecha cuenta a sus superiores? ¿Investigar? -¿Comprobar? ¡Ya lo hará cuando tenga tiempo,<span class="pagenum" -id="Page_122">p. 122</span> y luego que lleguen ciertas novísimas -Monografías cuya consulta le es indispensable! ¡Ah!, si el Gobierno -le aumentase la consignación de material, quizá podría desprenderse, -en obsequio a la enseñanza, de parte del sagrado depósito... ¡Pero -mientras tanto!...</p> - -<p>Estos maestros —de que nuestros lectores recordarán más de un -ejemplar— erraron la vocación<a id="FNanchor_17" href="#Footnote_17" -class="fnanchor">[17]</a>. Creen ser buenos docentes y celosos -funcionarios y, en realidad, son excelentes amas de casa. ¿Verdad que -recuerdan a esas excelentes señoras, las cuales adornan primorosamente -la sala, ordenan escrupulosamente los muebles, barnizan diariamente el -<i>parquet</i> y, en evitación de manchas y desarreglos, reciben a sus -relaciones en el comedor?</p> - -<p>Claro es que de los organófilos empedernidos no puede sacarse -partido. Padecen morbo casi incurable, sobre todo si va asociado, según -ocurre con frecuencia, a cierto estado moral poco confesable: a la -preocupación egoísta y antipática de impedir que otros trabajen, ya que -ellos no saben o no quieren trabajar.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_123">p. 123</span><i>Los -descentrados.</i>—Si el profesorado no fuera a menudo entre nosotros -mero escabel de la política o decoroso reclamo de la clientela -profesional; si a nuestros candidatos a la cátedra se les exigieran, -en concursos y oposiciones, pruebas objetivas de aptitud y vocación, -en vez de pruebas puramente subjetivas y, en cierto modo, proféticas, -abundarían menos esos casos de chocante contradicción entre la vocación -real y la actividad oficial, entre la función retribuida y la actividad -libre.</p> - -<p>«Una de las causas de la prosperidad de Inglaterra —me decía un -profesor de Cambridge— consiste en que, entre nosotros, cada cual ocupa -su puesto.» Lo contrario de lo que, salvando honrosas excepciones, -acontece en España, en donde muchos parecen ocupar un puesto, no para -desempeñarlo, sino para cobrarlo y tener de paso el gusto de excluir a -los aptos.</p> - -<p>¿Quién no recuerda generales nacidos para pacíficos burócratas o -jueces de paz; profesores de medicina cultivando la literatura o la -arqueología; ingenieros escribiendo melodramas; patólogos dedicados a -la moral, y metafísicos votados a la política? De donde resulta que, en -lugar de consagrar a la actividad oficial todas las fuerzas de nuestro -espíritu, le rendimos solamente<span class="pagenum" id="Page_124">p. -124</span> mínima parte de ellas, y eso de mala gana y como cumpliendo -penosa obligación.</p> - -<p>No pretendemos, empero, que la vida del profesor y, en general, -del hombre de ciencia, sea tan austera y rigorista que haya de -consumirse por entero en la tarea profesional. Desearíamos solamente -que a ocupaciones amenas o de mero pasatiempo dedicara el sobrante -de su actividad, esos sanos coqueteos de la atención enervada por la -intensidad y monotonía de la diaria labor.</p> - -<p>Más que anormales —pensará alguno— los <i>descentrados</i> son -infortunados a quienes circunstancias adversas impusieron oficio -contrario a sus inclinaciones. Sin embargo, bien consideradas las -cosas, dichos fracasados entran también en la categoría de abúlicos, -porque carecen de la energía necesaria para cambiar de camino, -armonizando al fin la vocación con el empleo.</p> - -<p>Los descentrados crónicos parécennos enfermos desahuciados. No así -los jóvenes, a quienes sugestiones de familia o tiranías del medio -moral desviaron de su destino, obligándoles a trabajo de forzados. -Flexibles todavía las coyunturas mentales, harán bien en cambiar -de dirección en cuanto soplen vientos favorables. Aun aquellos -que, amarrados a una ciencia extraña a sus<span class="pagenum" -id="Page_125">p. 125</span> aficiones, viven como desterrados de su -patria ideal, podrían redimirse y trabajar con provecho si, levantando -el ánimo al cumplimiento de sagrados deberes, procuraran buscar dentro -de sus tareas oficiales algún dominio agradable, donde laborar hondo -y bien. ¿Qué ciencia carece de algún oasis deleitoso donde nuestra -inteligencia encuentre útil empleo y plena satisfacción?</p> - -<p><i>Los teorizantes.</i>—Hay cabezas cultísimas y superiormente -dotadas, cuya voluntad padece una forma especial de pereza, tanto más -grave cuanto que ni a ellos se lo parece ni por tal suele reputarse. -He aquí sus síntomas culminantes: talento de exposición; imaginación -creadora e inquieta; desvío del laboratorio y antipatía invencible -hacia la ciencia concreta y los hechos menudos. Pretenden ver en -grande y viven en las nubes. Prefieren el libro a la monografía y -las hipótesis brillantes y audaces a las concepciones clásicas, pero -sólidas. En presencia de un problema difícil, sienten irresistible -tentación, no de interrogar a la Naturaleza, sino de formular una -teoría. Como acierten a percibir tenue y artificiosa analogía entre -dos fenómenos, o logren encajar el hecho nuevo en el marco de una -concepción general verdadera o falsa, danse por satisfechos, y se -creen excelsos reformadores. El<span class="pagenum" id="Page_126">p. -126</span> método es legítimo en principio, pero abusan de él, cayendo -en la inocencia de considerar las cosas bajo un solo aspecto. Para -ellos lo esencial es la estética de la concepción. Poco importa que se -funde en el aire, con tal de que sea bella e ingeniosa, ponderada y -simétrica.</p> - -<p>Como es natural, las decepciones persiguen al teorizante. El medio -científico actual es tan poco propicio a las teorías, que aun las que -llevan el sello del genio necesitan para imponerse lustros de lucha -y de incesante laboreo experimental. ¡Han caído tantas doctrinas que -parecían inconmovibles!</p> - -<p>En el fondo, el teorizante es un perezoso disfrazado de diligente. -Sin percatarse de ello, obedece a la ley del mínimo esfuerzo. Porque es -más fácil forjar una teoría que descubrir un fenómeno.</p> - -<p>Liebig, buen juez en estas materias, escribía paternalmente al -joven Gebhard, químico de grandes alientos, pero harto inclinado a -las síntesis ambiciosas: «No hagas hipótesis. Ellas te acarrearán la -enemiga de los sabios. Preocúpate de aportar hechos nuevos. Los hechos -son los únicos méritos no regateados por nadie; hablan alto en nuestro -favor, pueden ser comprobados por todos los hombres inteligentes, -nos crean<span class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span> amigos e -imponen la atención y el respeto a los adversarios».</p> - -<p>Y Liebig tenía muchísima razón. Las teorías son, en efecto, -peligrosísimas para el porvenir de un principiante. Adoctrinar -envuelve cierta arrogancia pedante, algo como alarde de superioridad -intelectual, que solo se perdona al sabio ilustrado por larga serie -de descubrimientos positivos. Adquiramos primero personalidad -seamos obreros útiles; más adelante veremos si se nos consiente ser -arquitectos.</p> - -<p>Acaso el lector, recordando lo que dejamos en otro lugar expuesto -acerca de la necesidad de las hipótesis, se pregunte si no cometemos -inconsecuencias. Hay que distinguir entre las hipótesis de trabajo -(<i>Arbeitenhipothesen</i> de Weissmann) y las teorías científicas. La -hipótesis constituye interrogación interpretativa de la naturaleza. -Forma parte de la investigación misma, como que representa su fase -inicial, su antecedente casi necesario. Pero especular de continuo, es -decir, teorizar por teorizar, sin acudir al análisis objetivo de los -fenómenos, es perderse en idealismos sin consistencia, es volver la -espalda a la realidad.</p> - -<p>Insistamos una vez más en esta conclusión evidente: el haber -positivo de un sabio hállase<span class="pagenum" id="Page_128">p. -128</span> formado por el conjunto de los hechos originales que aporta. -Las hipótesis pasan, pero los hechos quedan. Las teorías nos abandonan, -los hechos nos defienden. Ellos son nuestro capital efectivo, nuestros -bienes raíces y nuestra mejor ejecutoria, y en la eterna mudanza de -las cosas ellos solo se salvarán de los ultrajes del tiempo y del -olvido o de la injusticia de los hombres. Fiarlo todo al éxito de una -concepción, vale tanto como ignorar que cada quince o veinte años se -renuevan las teorías. ¡Qué de hipótesis, al parecer definitivas, no han -caído ruidosamente en física, en química, en geología, en biología, -etc., durante los últimos lustros! En cambio, ahí están inmutables, y -desafiando a la crítica, los hechos bien observados de la anatomía y -fisiología, de la química y de la geología, las leyes y ecuaciones de -la astronomía y de la física. «Dadme un hecho —decía Carlyle— y yo me -postro ante él.»</p> - -<p>En suma: el principiante consagrará su máxima actividad a descubrir -hechos nuevos, haciendo observaciones precisas, experimentos fecundos, -descripciones exactas. De las hipótesis se servirá a título de -sugeridoras de planes de investigación y promotoras de nuevos temas de -trabajo. Si, a pesar de todo, se siente compelido<span class="pagenum" -id="Page_129">p. 129</span> a crear vastas generalizaciones -científicas, hágalo más adelante, cuando el caudal de observaciones -originales allegadas le haya granjeado sólida autoridad. Entonces, y -solo entonces, será oído con respeto y discutido sin desdén. Y si la -fortuna le acompaña, ceñirá al fin la doble corona de investigador y de -filósofo.</p> - -<p>Hemos descrito los principales tipos de fracasados, haciendo -resaltar, quizás con tintas algo subidas, sus flaquezas éticas y sus -lacerias intelectuales. Nuestro propósito ha sido ponerles delante el -espejo donde, tanto ellos como sus discípulos y admiradores, contemplen -su deformidad. No confiamos, empero, en la eficacia de nuestro -diagnóstico para corrección de los maduros y osificados. A los jóvenes -que, en su candor, envidian prestigios más que discutibles, se dirigen -nuestros consejos. Y se enderezan, sobre todo, a esos profesores cultos -y capaces de trabajar con fruto, pero que, influidos por el mal ejemplo -y faltos de disciplina interior, comienzan a sentir, con el desmayo -del trabajo personal, el deseo malsano y antipatriótico de imitar a -nuestros engreídos infecundos.</p> - -<p>Si, a pesar de todos los consejos, la reacción mental se retarda, -hagan examen de conciencia y vean si no están en el caso de sufrir una -cura<span class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span> espiritual en -el extranjero. El laboratorio del sabio es un sanatorio incomparable -para los extravíos de la atención y los desmayos de la voluntad. En -él se desvanecen viejos prejuicios y se contraen sublimes contagios. -Allí, al lado de un sabio laborioso y genial, recibirá nuestro -abúlico el bautismo de sangre de la investigación; allí contemplará, -con noble envidia, ardorosa emulación por arrancar secretos a lo -desconocido; allí respirará el desdén sistemático hacia las vanas -teorías y los discursos retóricos; allí, en fin —en extrañas tierras—, -sentirá renacer el santo patriotismo. Y cuando, lanzado en el -camino del trabajo personal, cuente en su haber algunos estimables -descubrimientos, de regreso al país natal, aprenderá a escatimar sus -admiraciones y mirará con desdén, casi con lástima, a sus antiguos -ídolos.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/flor.jpg" - style="width: 4em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch6"> - <p><span class="pagenum" id="Page_131">p. 131</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/cuadros.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VI</h2> - <p class="subh2">Condiciones sociales favorables a la obra - científica.</p> -</div> - -<p>La producción del hombre de ciencia, como toda actividad del -espíritu, hállase rigurosamente condicionada por el medio físico -y moral. Con razón se ha dicho que el sabio es planta delicada, -susceptible de prosperar solamente en un terreno especial formado por -el aluvión de secular cultura y labrado por la solicitud y estimación -sociales. En ambiente favorable, hasta el apocado siente crecer sus -fuerzas; un medio hostil o indiferente abate el ánimo mejor templado. -¿Cómo proseguir cuando a nadie interesa nuestra obra? Solo un carácter -férreo y heroico sería capaz de sobreponerse a un medio adverso, y -esperar, resignado y obscuro, la aprobación de la posteridad. Pero -la sociedad no debe contar con los héroes, por si no tienen a<span -class="pagenum" id="Page_132">p. 132</span> comodidad de aparecer. -Atengámonos, sobre todo, a los caracteres medios y a los talentos -regulares, como vengan asistidos de noble patriotismo y de hidalga -ambición. A la formación y cultivo de estos patriotas del Laboratorio -deben contribuir Gobiernos e Instituciones docentes, creándoles -un ambiente social propicio y librándoles, en lo posible, de las -preocupaciones de la vida material.</p> - -<p>Sin duda que, durante algún tiempo todavía, y en virtud de causas -cuyo examen dejamos para otro lugar, la investigación científica en -España será obra de abnegación y de sacrificio. Con todo eso, fuerza -es declarar que se han exagerado mucho las resistencias morales y -materiales opuestas al trabajo científico. Nuestros Jeremías de la -Universidad deploran, a veces con razón, la falta de medios; pero más a -menudo se quejan un poco teatralmente, adoptando posturas retóricas, de -abandono y hasta de persecución.</p> - -<p>Tengamos la sinceridad de confesarlo: en la mayoría de los casos, -frases desalentadoras como las siguientes: «Carezco de laboratorio; -ejerzo una profesión incompatible con el vagar indispensable a la -labor científica; las obligaciones de la familia me roban el tiempo y -dinero exigidos<span class="pagenum" id="Page_133">p. 133</span> por -el trabajo de investigación», etc., etc., representan alegatos del -<i>dolce far niente</i> o disculpas de un patriotismo desmayado.</p> - -<p>Fácil será reducir a su cabal valor tales lamentaciones e insistir -de pasada en esta verdad capital: para <i>la obra científica los medios -son casi nada y el hombre lo es casi todo</i>.</p> - -<p><i>Deficiencia de medios materiales.</i>— He aquí la cómoda excusa -que muchos profesores y no pocos doctores ajenos a la enseñanza, -aunque aptos para la investigación, ponen por delante en cuanto se -les interroga por sus trabajos. Si el quejumbroso es <i>filósofo</i>, -<i>jurista</i>, <i>filólogo</i>, etc., alegará la falta de lectores -y, sobre todo, la ausencia de biblioteca de Revistas especiales; si -<i>bacteriólogo</i>, <i>histólogo</i> o <i>naturalista</i>, echará -de menos un buen microscopio, reactivos, local adecuado, etc.; -si <i>físico</i>, <i>químico</i> e <i>ingeniero</i>, repetirá la -misma cantinela, deplorando la mezquindad del instrumental y la -indotación del laboratorio; si astrónomo, se tenderá en el surco -hasta que el Gobierno le proporcione magníficos telescopios, etc. -Todos, en fin, coincidirán en que nuestros políticos, procedentes en -su inmensa mayoría del gremio de juristas y literatos, desdeña la -ciencia experimental y la enseñanza objetiva. E incurriendo en un -tópico vulgar,<span class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span> no -vacilarán en suponerlos principales responsables de nuestro atraso<a -id="FNanchor_18" href="#Footnote_18" class="fnanchor">[18]</a>.</p> - -<p>Pueril fuera desconocer que hemos padecido, a menudo, ministros del -viejo tipo retórico, sin orientación europea, y funestos, por tanto, -al resurgimiento intelectual de nuestro país. Mas tales políticos, -orientados hacia el pasado, devotos de la tradición y recelosos de la -moderna cultura, han desaparecido casi por completo.</p> - -<p>Nuestros estadistas de hoy adolecen, sin duda, de algunos defectos -(uno de ellos es ignorar o no sentir con suficiente energía que -la grandeza y poderío de las naciones es obra de la ciencia, y -que la justicia, el orden y las buenas leyes constituyen factores -de prosperidad positivos, pero secundarios); pero en todo caso no -incurrirán en el error antipatriótico de negar protección y subsidios -a las eminencias de la cátedra y a las capacidades científicas -indiscutibles. En su<span class="pagenum" id="Page_135">p. 135</span> -ingenuo optimismo han hecho más, y es doloroso consignarlo: han -creado espléndidos laboratorios a beneficio de varones cuya aptitud -y patriotismo parecen harto dudosos. Y si para los hábiles de la -intriga y del favor se crean sinecuras y se acumulan espléndidos medios -materiales, ¿cómo les serán estos negados a maestros esclarecidos, -ilustrados por notorios descubrimientos o por trabajos científicos de -positiva valía?</p> - -<p>Tiene el político sus debilidades, pero tiene también sus noblezas. -Y por encima de todo cultiva la habilidad y la travesura. Precisamente, -esos mismos ministros, cuya voluntad flaquea ante los requerimientos de -la amistad o de la clientela política, suelen ser los más solícitos en -galardonar al mérito positivo.</p> - -<p>Claro es que las susodichas facilidades de trabajo se dispensan de -preferencia a profesores aventajados y de indiscutible autoridad. Con -mayores obstáculos tropezarán los aficionados ansiosos de renombre. -Harán mal, empero, en desanimarse. Para seguir adelante y fomentar -la noble vocación, tendrán que escoger entre el sacrificio o la -subordinación, es decir, entre el laboratorio propio y el laboratorio -oficial.</p> - -<p>En ausencia total de recursos materiales, todo<span class="pagenum" -id="Page_136">p. 136</span> principiante deberá recurrir al laboratorio -oficial. Y conseguirá, si se lo propone, figurar entre los íntimos -del maestro. Como su fuerza de trabajo y preparación científica sean -suficientes, ¿qué profesor le negará una mesa de labor y paternales -consejos?</p> - -<p>Y, sin embargo, nosotros veríamos con más gusto al principiante -(a poco que se lo consintieran sus recursos pecuniarios) iniciar su -aprendizaje en laboratorio propio, organizado y sostenido con sus -modestas economías. Sin duda que el Establecimiento oficial nos ofrece, -con el maestro, guía valioso y, en muchos casos, irreemplazable. Pero -la labor en común adolece de muchos inconvenientes. La brevedad de las -horas de trabajo, la conversación y bullicio continuos, el ir y venir -de alumnos y ayudantes, la lucha por la posesión de los instrumentos -analíticos, y otras molestias anejas a los laboratorios universitarios, -además de implicar pérdida de tiempo, producen una despolarización de -la atención, nada favorable a la pesquisa científica.</p> - -<p>En condiciones tales, y más si el guía deja algo que desear, vale -más trabajar a solas. Sean nuestros maestros los libros: mentores -sabios, serenos, sin eclipses ni mal humor. Con ellos daremos cima al -empeño soberano, que consiste,<span class="pagenum" id="Page_137">p. -137</span> antes de descubrir, en descubrirnos; antes de modelar la -naturaleza, en modelarnos. Forjarnos un cerebro fuerte, un cerebro -original, exclusivamente nuestro: he ahí la labor preliminar, -absolutamente inexcusable. Y luego, llegada la madurez técnica, ¡qué -holguras y facilidades para la indagación personal! Ibsen pone en boca -de un personaje este consejo dirigido a un amigo: «Sé tú mismo.» Nada -mejor para lograrlo que laborar a solas.</p> - -<p>¡Oh soledad confortadora, cuán propicia eres a la originalidad del -pensamiento! ¡Cuán dulces y fecundas las invernales veladas pasadas en -el <i>hogar-laboratorio</i>, durante las cuales los Centros docentes -rechazan a sus devotos! Ellas nos libran de fatales improvisaciones, -doman nuestra impaciencia y refinan la capacidad de observación. ¡Con -qué cariño cuidamos de los instrumentos propios, cada uno de los cuales -representa una vanidad negada o un vicio insatisfecho! ¡En nuestro -amor hacia ellos, apreciamos sus excelencias, notamos sus defectos, -esquivamos sus lazos, penetramos, en fin, en su alma amiga, que -responde siempre, sumisa y simpáticamente, a los requerimientos de la -nuestra!</p> - -<p>Pero un laboratorio de investigación —reparará el lector— debe -ser cosa dispendiosa. Error<span class="pagenum" id="Page_138">p. -138</span> lamentable. Procurarse las herramientas necesarias, cuesta -muy poco. Misérrimos habrán de ser los profesores, naturalistas, -médicos, farmacéuticos, etc., para quienes sea empresa inaccesible -costear y sostener un Centro privado de estudios experimentales.</p> - -<p>Permítasenos la inmodestia de citarnos a este propósito. Con las -exiguas economías del haber de un catedrático de provincias, y sin más -ingresos extraordinarios que algunas lecciones particulares, hubimos -nosotros de crear y mantener, durante quince años, un laboratorio -micrográfico y suficiente biblioteca de Revistas. Nuestro primer -microscopio —un Verick estimable— fue adquirido a plazos. Y el caso no -es excepcional. Lo corriente es inaugurar la propia obra con penuria de -medios, pero con medios propios, que precisamente por serlo resultan -singularmente educadores y fecundos. Notorio es que la mayoría de los -descubrimientos fisiológicos, histológicos y bacteriológicos, etc., -fueron obra de jóvenes entusiastas, sin nombre y sin fortuna, que -trabajaron en buhardillas o graneros. El laboratorio oficial, cómodo y -suntuoso, llegó más adelante, como galardón del éxito científico.</p> - -<p>A docenas podrían citarse ejemplos clásicos de modestos comienzos. -Faraday, aprendiz de<span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span> -encuadernador, llevado de su entusiasmo científico, asentó de mozo -o de mecánico en el laboratorio de Davy, alejado del cual, y sin -haber seguido carrera alguna, montó un Centro de investigaciones, del -que brotaron admirables conquistas, renovadoras de la ciencia de la -electricidad. El gran Berzelius inició sus descubrimientos químicos -en el obrador de su botica. Buena parte de los astrónomos de genio -exploraron el cielo desde la azotea de sus casas, armados de medianos -anteojos. Sirva de ejemplo Goldschmidt, quien desde las ventanas de su -habitación, y ayudado de modestísimo refractor (105 mil.), descubrió, a -fuerza de paciencia, muchos pequeños planetas.</p> - -<p>En suma: más que escasez de medios, hay miseria de voluntad. El -entusiasmo y la perseverancia hacen milagros. Lo excepcional es que, -en lujosos y bien provistos laboratorios sostenidos por el Estado, un -novel investigador logre estrenarse con memorable hazaña científica. -Desde el punto de vista del éxito, lo costoso, lo que pide tiempo, brío -y paciencia, no son los instrumentos, sino, según dejamos apuntado, -desarrollar y madurar una aptitud. A lo más, la mezquindad económica -nos condenará a limitar nuestras iniciativas, a achicar el marco de -la<span class="pagenum" id="Page_140">p. 140</span> indagación. Pero, -¿no es esto una ventaja?</p> - -<p>Desde este aspecto, cabe distinguir dos ciencias: una dispendiosa, -aristocrática, cuyo culto exige templos suntuosos y ricas ofrendas; -y otra barata, casera, democrática, accesible a los más humildes -peculios. Y esta Minerva de los humildes muéstrase singularmente -propicia: en su bondad acoge mejor las flores de la meditación intensa -que aparatosas y regias hecatombes. Hay, además, un noble orgullo -en triunfar con pobres medios: el orgullo de la elegancia y de la -sobriedad. Por otra parte, nada realza mejor la enérgica personalidad -del investigador, distinguiéndole de la caterva de trabajadores -automáticos, que aquellos descubrimientos donde la voluntad y la lógica -dominan el mecanismo, y para los cuales el cerebro es casi todo y los -medios materiales casi nada.</p> - -<p>Con el propósito de ser útil a nuestros lectores y desterrar -preocupaciones económicas, vamos a descender un momento al terreno de -las cifras, puntualizando algún presupuesto de laboratorios baratos.</p> - -<p>El aficionado a la <i>botánica</i>, <i>anatomía comparada</i>, -<i>histología</i>, <i>embriología</i>, etc, necesita, por junto, -como instrumental: un <i>microscopio Zeiss</i>, mediano modelo, con -<i>concentrador luminoso<span class="pagenum" id="Page_141">p. -141</span> Abbe</i>; un <i>objetivo de inmersión homogénea</i>, dos -a seco y una pareja de <i>oculares</i> (400 a 500 pesetas); pequeño -<i>microtomo</i> de Reichert o de Schanze (150); y <i>algunos reactivos -y materias colorantes</i> (de 30 a 50 pesetas). En suma, un presupuesto -total de 1.000 a 1.200 pesetas<a id="FNanchor_19" href="#Footnote_19" -class="fnanchor">[19]</a>.</p> - -<p>El <i>bacteriólogo</i> y <i>anatomopatólogo</i> han menester -material algo más variado y dispendioso, aunque todavía abordable -para el médico o naturalista noveles: <i>Microscopio</i> igual al -anterior, dos <i>estufas</i>, una de temperatura constante y otra de -esterilización, <i>tubos de ensayo</i>, <i>matraces</i>, <i>jaulas</i> -para animales, etc. Total: de 1.800 a 2.000 pesetas.</p> - -<p>El <i>fisiólogo</i> podrá inaugurar sus estudios con una <i>caja -de vivisecciones</i>, <i>aparato de contención</i>, de animales, -<i>cilindro registrador</i> de Marey, <i>carrete de inducción</i>, -<i>pilas eléctricas</i>, etc. Todo ello costará alrededor de 1.000 -pesetas.</p> - -<p>Con menos instrumental todavía satisfarán sus gustos el -<i>zoólogo</i>, el <i>geólogo</i>, y, sobre todo, el aficionado a la -<i>psicología comparada y experimental</i> Nada más económico ni más -cautivador<span class="pagenum" id="Page_142">p. 142</span> para un -espíritu medianamente filosófico que el estudio de los instintos; del -modo de reacción de los animales en presencia de los excitantes; de -las leyes del hábito y de la memoria; del efecto perturbador causado -por la alteración del medio físico (variación, herencia, mutación -<i>per saltum</i>, etc.); la materia, en fin, de las observaciones y -experimentos clásicos de los Fabre, Réaumur, Huber, Lubbock, Forel, -Perrier, Bohm, etcétera.</p> - -<p>Ciertamente, mayores sacrificios impone el cultivo de la -<i>física</i> y de la <i>química</i>. Requiérese a menudo el -laboratorio oficial, bien provisto de costosos aparatos de medida o de -análisis y de potentes generadores de energía motriz. Y, sin embargo, -si nuestro físico en cierne sabe encerrarse en los límites de un tema -especial, perteneciente a los grandes capítulos de la electricidad, -luz, radioactividad, magnetismo, etc., podrá con ayuda de pocos -instrumentos, trabajar también eficazmente a domicilio e ilustrarse con -indagaciones estimables.</p> - -<p>La norma de confinarse en uno o en corto número de temas, posee -valor absoluto. Quien ambicione explorar el dominio total de una -ciencia (si ello fuera posible hoy) necesitaría, además de amplio -local, disponer de un arsenal de<span class="pagenum" id="Page_143">p. -143</span> instrumentos variadísimos, y, por consiguiente, enormemente -dispendiosos. He aquí un inconveniente más de la manía enciclopédica, -contra la cual hemos protestado en capítulos anteriores.</p> - -<p><i>Compatibilidad entre el ejercicio profesional y la labor -investigadora.</i>— Poco hay que esforzarse en demostrar que, lejos de -excluirse, ambas tareas se completan e iluminan mutuamente. Para el -amante de la observación la práctica profesional constituye el mejor -aliado del laboratorio. Aquella proporciona la materia inquisitiva, a -cambio de la cual este presta al ejercicio profesional normas teóricas -y soluciones prácticas.</p> - -<p>Supongamos que el hombre de carrera sea médico con regular -clientela. Sin vacilar declaramos que no ejercerá a conciencia su -misión sin el concurso del laboratorio privado u oficial, donde -personalmente se ocupe en dilucidar, con el microscopio y la técnica -química, los arduos problemas de la clínica. Ni valga alegar que falta -tiempo para ello y que a la realización de tales trabajos responden -los laboratorios micrográficos y químicos dirigidos por especialistas -(análisis pericial de sangre, orinas, tumores, microbios, etc.). -Sin duda que estos laboratorios rinden servicios útiles; pero su -eficacia máxima se obtiene solamente cuando concurre, en quien<span -class="pagenum" id="Page_144">p. 144</span> los dirige, la doble -cualidad de técnico y de clínico.</p> - -<p>Lejos estamos de condenar las excelencias de la división del -trabajo. Pero convengamos en que la excesiva fragmentación de la labor -científica entraña algunos inconvenientes. Uno de los cuales consiste -en separar lo inseparable, es decir, en localizar en cabezas diferentes -los términos de un mismo razonamiento. Alejados, el dato experimental -y el juicio médico apenas se prestan ayuda; asociados en el mismo -intelecto, se iluminan y fecundan mutuamente.</p> - -<p>Y viniendo a nuestro asunto, ocurre preguntar ahora: si el médico, -entregado a la dilucidación de los problemas prácticos, adquiere, -como no puede menos de suceder, pericia experimental y dominio de los -métodos analíticos, ¿qué le costaría avanzar un paso más y consagrarse, -sin abandonar su profesión, a la indagación científica original? Que -ello es posible, y aun hacedero y llano, pruébase con la conducta de -muchos médicos prácticos del extranjero, quienes, inspirados en nobles -ideales, supieron, entre las inquietudes y apremios del ejercicio -profesional, organizar laboratorios privados, honrándose y honrando a -su país con descubrimientos biológicos de valía. Citemos, entre mil, al -ilustre Virchow,<span class="pagenum" id="Page_145">p. 145</span> que, -siendo médico de Francfort, escribió su célebre obra sobre la Patología -celular; a Roberto Koch, también médico práctico, domiciliado en -Postdam, cuyas investigaciones renovaron la bacteriología con hallazgos -técnicos fecundísimos y observaciones admirables; a la brillante -pléyade de neurólogos de Francfort, ciudad no universitaria, donde los -Weigert, los Ehrlich, los Edinger, etc., crearon valiosos métodos de -investigación histológica, etc.</p> - -<p><i>El investigador y la familia.</i>— Los afanes y gastos exigidos -por la creación y sostenimiento de una familia, en contraste con las -mezquinas retribuciones con que el Estado sufraga la función docente, -constituyen, según es harto sabido, otra de las razones alegadas por -muchos de nuestros profesores para desertar del laboratorio y enderezar -sus actividades a más lucrativas empresas. «La ciencia y la familia -—afirman— son incompatibles. Puesto que la base física del profesor -—añaden— representa mera ración de entretenimiento, ¿cómo invitar a -nadie a compartirla? El sabio debe escoger, por tanto, entre su familia -espiritual y su familia real; entre sus ideas y sus hijos.»</p> - -<p>Preciso es reconocerlo: en tales exageraciones late un fondo de -verdad. Los afanes del hogar<span class="pagenum" id="Page_146">p. -146</span> restan fuerzas morales y económicas a la obra de -investigación. El ideal universitario sería un monasterio, cuyos -monjes, consagrados de por vida al estudio de la naturaleza, se -distrajeran un tanto de sus deberes religiosos.</p> - -<p>Porque somos demasiado imperfectos para consagrar por igual nuestro -fervor a dos nobles causas. El ansia del cielo desinteresa de la -tierra. Notorio es que los psicólogos, abismados en la contemplación -del espíritu, desprecian el cerebro. Quienes se preocupan del diablo, -se ríen del microbio. Y la aspiración a la gloria eterna nos aleja de -la gloria humana. ¡La gloria!... Vana ilusión, sin duda, pero capaz -de remover montañas y de impulsar ardientemente la humanidad hacia la -verdad y el bien. Como el patriotismo, la pasión de la gloria debe -sugerirse y nunca analizarse.</p> - -<p>Mas la vida cenobítica resultaría para la mayoría de los sabios -intolerable sacrificio. Parece que este ideal de íntima convivencia -fue realidad en la famosa escuela de Alejandría. Sin embargo, aquellos -célebres geómetras y astrónomos fueron sin duda casados. Si la mujer -es un mal, convengamos en que es un mal necesario. Poquísimos son los -austeros para quienes la bella mitad del género humano representa -algo<span class="pagenum" id="Page_147">p. 147</span> así como vistoso -ejemplar de colección ornitológica. Además, mala táctica de conquistar -adeptos sería brindarles la abstención y el martirio. Sea abnegado -quien pueda, pero no impongamos a nadie la abnegación.</p> - -<p>He aquí un punto en que la tutela del Estado resulta necesaria. -Es mera cuestión económica. Obligación sagrada de aquel es conciliar -la obra científica con la holgada vida de familia, ahorrando al -investigador dolorosas renuncias. Como todo ciudadano celoso del -bien público, el científico debe hallarse en situación de satisfacer -la plenitud de sus irrefrenables instintos sociales. En países más -adelantados, donde se sabe harto bien que la prosperidad nacional -es fruto de la ciencia, este problema económico recibió hace tiempo -satisfactoria solución. Y en Alemania e Inglaterra han hecho más: en su -generosidad hacia los maestros, han convertido el aula y el laboratorio -en pingües sinecuras. Y el sabio ha acabado por tener firma tan -acreditada en el libro científico como en el libro talonario.</p> - -<p>En esas felices naciones se cumple siempre lo que escribía Liebig -a Gerhard: «Apuntad a un fin elevado, y al fin los honores y riquezas -llegarán sin que tenga uno que tomarse el trabajo de buscarlos».</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_148">p. 148</span>Muy alejados nos -hallamos todavía en España de este ideal económico. Hacia él se camina, -sin embargo. Notorio es, según dejamos apuntado más atrás, que las -condiciones materiales de nuestro Profesorado y, en general, de los -devotos del laboratorio, han mejorado mucho, gracias a plausibles -iniciativas de los Gobiernos<a id="FNanchor_20" href="#Footnote_20" -class="fnanchor">[20]</a>.<span class="pagenum" id="Page_149">p. -149</span> Pero aunque el Estado fuera sordo a nuestros clamores, no -debemos amilanarnos. Sea nuestra divisa la de los grandes financieros: -ganar mucho para satisfacer todas nuestras necesidades, y singularmente -las de orden elevado, en vez de constreñirnos a una vida de mezquina -economía y de cobardes abstenciones.</p> - -<p>Pongámonos en el peor de los casos, y veamos cómo el novel profesor -puede servir a la vez su familia y sus proyectos. Doy por supuesto -que nuestro catedrático reside en ciudad de provincias, de ambiente -sórdido, sin posible clientela y falto, por tanto, de los recursos -necesarios para satisfacer conjuntamente inexcusables exigencias del -hogar y de sus queridas investigaciones.</p> - -<p>¿Se privará de todo en aras de su vocación? ¿Vivirá solitario -renunciando al matrimonio? De ninguna manera. Sirva con igual devoción -sus ideales y sus buenos instintos. Para su labor, entréguese a las -investigaciones baratas, que piden poco material y mucho esfuerzo. -Y aproveche sus actividades sobrantes en el fomento de aquellas -industrias docentes menos alejadas del blanco de sus amores: la -del libro de texto y hasta de vulgarización, la de los análisis -periciales y, en fin, la de la enseñanza privada. Con estos<span -class="pagenum" id="Page_150">p. 150</span> ingresos complementarios -dará pábulo a sus nobles afanes, sin renunciar a legítimas expansiones -del hogar. Y espere pacientemente mejores tiempos. Si su labor es -realmente meritoria, el premio vendrá a sorprenderle en su rincón. A -la excelsa alegría que lleva aparejado el cumplimiento austero del -deber, se añadirán también el bienestar material y los halagos de la -nombradía.</p> - -<p>Contra el parecer de muchos, hemos declarado que el hombre de -ciencia debe ser casado y arrostrar valerosamente las inquietudes y -responsabilidades de la vida de familia.</p> - -<p>No imitará el egoísmo de Epicuro, que no se casó para ahorrarse -cuidados e inquietudes, ni el refinadísimo de Napoleón, que solo veía -en la mujer una enfermera utilísima para la vejez<a id="FNanchor_21" -href="#Footnote_21" class="fnanchor">[21]</a>. Para el hombre de -ciencia, el concurso de la esposa es tan necesario en la juventud como -en la ancianidad. Como la mochila en el combate es la mujer: sin esta -se lucha con desembarazo, pero ¿y al acabar?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span>En este punto -solo haremos una restricción: que el sabio tenga en cuenta su -propia y especial psicología<a id="FNanchor_22" href="#Footnote_22" -class="fnanchor">[22]</a> antes de escoger compañera. Y sobre todo, que -evite a todo trance que se la elijan los demás. Poco hay que insistir -para justificar el matrimonio del sabio. En varón robusto y normal, el -celibato suele ser invitación permanente a la vida irregular, cuando -no a los abandonos del libertinaje. Y las ideas son flores de virtud -que no abren sus corolas, o se marchitan rápidamente, en el vaho de la -orgía. Por otra parte, el soltero vive en plena preocupación sexual. -En él la intriga galante interrumpe demasiado la marcha de la intriga -especulativa. Y, según es notorio, no hay más seguro medio para -despreocuparse de mujer que satisfacerse de mujer. Además, según se -ha dicho muchas veces, el hogar feliz destierra del alma el egoísmo, -ennoblece el instinto sexual, genera altos anhelos sociales y fortalece -el patriotismo.</p> - -<p>¡Elección de compañera! Tocamos aquí a un punto delicadísimo. ¿Qué -cualidades han de<span class="pagenum" id="Page_152">p. 152</span> -adornar a la elegida de un hombre de ciencia? Cuestión gravísima, -porque harto sabido es que los atributos morales de la esposa son -decisivos para el éxito de la obra científica. Muchos ciudadanos -padecen mujer, pero se la padecen ellos solos; mas de la mujer del -sabio sufre, a veces, la sociedad y hasta la humanidad entera. -¡Cuántas obras importantes fueron interrumpidas por el egoísmo de la -joven esposa! ¡Qué de vocaciones frustró la vanidad o el capricho -femenil! ¡Cuántos profesores esclarecidos rindiéronse al peso de -la coyunda matrimonial, convirtiéndose en vulgares buscadores de -oro y rebajándose y esterilizándose con el acaparamiento insaciable -de dignidades y prebendas!<a id="FNanchor_23" href="#Footnote_23" -class="fnanchor">[23]</a>.</p> - -<p>Hasta los impulsos más humanos y nobles de la esposa, cuando -alcanzan excesiva expansión, constituyen formidables enemigos de la -labor científica. Según es notorio, alienta en la mujer el espíritu de -familia, la sana tendencia a la conservación física de la raza. ¡Santo -egoísmo, porque representa el supremo interés de la especie!<span -class="pagenum" id="Page_153">p. 153</span> No sin razón y profundidad -ha dicho Renan: «lo que quiere la mujer lo quiere Dios». Concentra -esta su amor y abnegación en la prole; menos exclusivo, el varón sabe -distribuir sus afectos entre la familia y la sociedad. La mujer ama la -tradición, adora el privilegio, siente poco la justicia y suele ser -indiferente a toda obra de renovación y de progreso; al paso que el -hombre verdaderamente digno de ese título, el <i>homo socialis</i>, -abomina de la rutina y del privilegio, venera la justicia y antepone, -en muchos casos, la causa de la humanidad al interés de la familia. -Por eso, la madre anhela vivir solamente en la memoria de sus hijos; -mientras que el padre ansía, además, sobrevivir en los fastos de la -historia.</p> - -<p>Ambas tendencias, la centrípeta y la centrífuga, la de concentración -y de expansión, son legítimas y necesarias. De su armonía y acomodo -dependen la prosperidad de la raza y los avances de la civilización. -Cuando la tendencia altruísta del varón predomina demasiado, la prole -decae; por el contrario, si la tendencia femenil prepondera, medra la -familia, pero padecen la sociedad y el Estado. En el hogar del sabio, -como en el del político honrado, reinará el espíritu de abnegación y -de sacrificio; pero no hasta el punto de crear condiciones adversas -al desarrollo<span class="pagenum" id="Page_154">p. 154</span> y -educación de los hijos. Porque, aun colocándonos en el punto de vista -del interés colectivo, no es dudoso que las querellas y preocupaciones -domésticas, cuando son continuadas, acaban por agriar la vida del -pensador, dificultando por ende la prosecución de la obra científica o -social.</p> - -<p>En suma: como norma general, aconsejamos al aficionado a la ciencia -buscar en la elegida de su corazón, más que belleza y caudal, adecuada -psicología, esto es: sentimientos, gustos y tendencias, en cierto modo, -complementarios de los suyos. No escogerá la mujer, sino <i>su</i> -mujer, cuya mejor dote será la tierna obediencia y la plena y cordial -aceptación del ideal de vida del esposo.</p> - -<p>Llegados a este punto, deseará acaso el lector que, abandonando el -terreno de las generalidades, definamos el tipo de mujer más adecuado -al hombre de ciencia. Séanos lícito dar aquí nuestro parecer, con -las naturales reservas y miramientos. Y a los que sonrían al vernos -descender a estos menesteres, les diremos que no es cosa frívola -aquello que, como el amor, decide de la vida. Ni es indiferente que la -mujer sea para el hombre de estudio gas que lo eleve hasta el cielo o -lastre que le obligue, en lo<span class="pagenum" id="Page_155">p. -155</span> mejor de su vuelo, a <i>aterrizar</i> en el pantano.</p> - -<p>Entre las mujeres de la clase media, donde el hombre de estudio -suele buscar compañera, figuran cuatro tipos principales, a saber: -<i>la intelectual, la heredera rica, la artista y la hacendosa</i>.</p> - -<p>La <i>mujer intelectual</i>, es decir, la joven adornada con carrera -científica o literaria, o que, llevada de vocación irresistible por -el estudio, ha logrado adquirir instrucción general bastante sólida -y variada, constituye especie muy rara en España. Hay, pues, que -renunciar a tan grata compañía. Ello es sensible, sin duda; aunque los -pocos ejemplares de doctoras (salvo un par de excepciones) que hemos -conocido en Ateneos, Laboratorios y salones, parecen empeñadas en -consolarnos de su inaccesibilidad.</p> - -<p>Abunda, por lo contrario, en el extranjero esta categoría -femenina, de la cual destácase, con singular prestigio, la <i>mujer -sabia</i>, colaboradora en las empresas científicas del esposo, y -exenta (en cuanto ello es posible) de las fantasías y frivolidades -del temperamento femenil. Mujer semejante, inteligente y ecuánime, -rebosante de optimismo y fortaleza, constituye la compañera ideal del -investigador. Ella triunfa en el hogar y en el corazón del sabio, -ciñendo la triple corona<span class="pagenum" id="Page_156">p. -156</span> de esposa amante, de confidente íntima y de asidua -colaboradora. El caso, repetimos, no es excepcional en las venturosas -naciones del Norte.</p> - -<p>¡Con qué admiración, no exenta de envidia, hemos contemplado en -algunos Laboratorios esas parejas dichosas, entregadas afanosamente -a la misma labor, en la cual pone cada cónyuge lo más exquisito de -su temperamento mental y de sus aptitudes técnicas! Sin insistir -en el ejemplo conmovedor de los esposos Curie, descubridores del -radio, y concretándonos al reducido círculo de nuestras amistades -y aficiones científicas, surgen en nuestra memoria las imágenes de -tres admirables parejas: M. y Mad. Dejérine, de París, consagrados -al estudio de la anatomía normal y patológica del cerebro; M. y Mad. -Nageotte, de la misma ciudad, entregados en común a investigaciones -histológicas y neurológicas, y en fin, los esposos O. Vogt y Cécile -Vogt, del <i>Instituto neurobiológico</i> de Berlín, ocupados en la -magna empresa de la cartografía parcelaria del cerebro humano, al modo -de los astrónomos que se pasan la vida absortos en la fotografía y -catalogación de estrellas y nebulosas.</p> - -<p>Pero, repetimos, esta <i>ave fénix</i>, la doctora seria y discreta, -colaboradora asidua del esposo,<span class="pagenum" id="Page_157">p. -157</span> no se ha dignado todavía aparecer en nuestro horizonte -social, donde, por caso extraño, los más grandes talentos femeninos -son autodidácticos y ajenos por completo a los estudios universitarios -regulares. El hombre de ciencia español debe, pues, elegir entre las -otras categorías femeniles.</p> - -<p>¿Se dirigirá hacia la <i>mujer opulenta</i>? Nos parece -peligrosísimo. Habituada a una vida de molicie, de fausto y de -exhibición, milagro sería que no contagiara sus gustos al esposo; -repitiéndose con ello el caso del ilustre físico inglés Davy, quien -por haberse enlazado con hembra linajuda, suspendió casi del todo su -brillante carrera de investigador, consumiendo lo mejor de su vida en -fiestas y recepciones del gran mundo.</p> - -<p>Gran fortuna sería topar con heredera rica e ilustrada que, -abandonando los caprichos y vanidades del sexo, consagrara su oro al -servicio de la ciencia. Admirables mujeres de este género abundan en -Francia e Inglaterra. En nuestro país no hemos conocido un profesor -aficionado al laboratorio para cuya obra no haya sido fatal la riqueza -de la esposa. Si la discreción no sellara nuestros labios, podríamos -demostrar aquí con ejemplos vivos cómo los gustos frívolamente<span -class="pagenum" id="Page_158">p. 158</span> ostentosos de la cónyuge o -el egoísmo exagerado de la madre de familia, han interrumpido carreras -brillantes, obligando al novel hombre de ciencia a trocar el estudio -por la política, el microscopio por el automóvil, y las redentoras -veladas del laboratorio por las ociosas horas de la tertulia o del -teatro.</p> - -<p>Pero no censuremos demasiado a estas ricas hembras, excelentes -en el fondo, aunque víctimas de su incultura; al fin, los reproches -inacabables con que paralizan las honradas iniciativas del esposo -(¿para qué esforzarte si tienes con qué vivir holgadamente, etc.?), -son disculpables, ya que se inspiran en el amor conyugal. ¡Harto más -antipáticas son esas altivas herederas que, sin miramiento alguno, -echan en cara al infeliz consorte su condición parásita e incapacidad -financiera, y que, mortificándole con diarias pullas, oblíganle a -trabajar como bestia de carga, a fin de sufragar por entero (la dote -de la mujer se disipa en adornos, alhajas, muebles lujosos y giras -a balnearios y playas a la moda) el fausto de una vida tan llena de -vanidad como vacía de ideales!</p> - -<p>¿Preferirá el sabio la <i>mujer artista o la literata -profesional</i>? Salvo honrosas excepciones, tales hembras constituyen -constante perturbación o<span class="pagenum" id="Page_159">p. -159</span> perenne ocasión de disgustos para el cultivador de la -ciencia. Desconsuela reconocer que, en cuanto goza de un talento y -cultura viriles, suele la mujer perder el encanto de la modestia, -adquiere aires de dómine, y vive en perpetua exhibición de primores y -habilidades. La mujer es siempre un poco teatral, pero la literata o la -artista están siempre en escena. ¡Y luego tienen gustos tan señoriles -y complicados!... Al fin, la esposa opulenta suele subvenir a sus -antojos. Poco amiga de libros y revistas, curiosea solamente joyerías y -tiendas de modas; pero la literata pasea con igual codicia sus miradas -por los escaparates de alhajas y sombreros y por las muestras de los -libreros.</p> - -<p>No queda, pues, a nuestro sabio en cierne, como probable y -apetecible compañera de glorias y fatigas, más que la <i>señorita -hacendosa</i> y económica, dotada de salud física y mental, adornada -de optimismo y <i>buen carácter</i>, con instrucción bastante para -comprender y alentar al esposo, con la pasión necesaria para creer -en él y soñar con la hora del triunfo, que ella diputa segurísimo. -Inclinada a la dicha sencilla y enemiga de la notoriedad y exhibición, -cifrará su orgullo en la salud y felicidad del esposo. El cual, -en lugar de reconvenciones y resistencias,<span class="pagenum" -id="Page_160">p. 160</span> hallará en el hogar ambiente grato, -propicio a la germinación y crecimiento de las ideas. Y si, por -fortuna, sonríe la gloria, sus fulgores rodearán, con una sola aureola, -dos frentes gemelas.</p> - -<p>¡La gloria!... La esposa modesta la merece también, porque gracias a -sus abnegaciones, sacrificando galas y joyas para que no falten libros -y revistas, consolando y confortando al genio en horas de desaliento, -hizo al fin posible la ejecución de la magna empresa.</p> - -<p>Por fortuna, este tipo delicioso de mujer no es raro en nuestra -clase media. Muy desventurado será, quien, buscándola con empeño, no -logre encontrarla o no sepa asociarla de todo corazón a sus destinos. -El toque está en conquistarla para la obra común, en constituirse -en su director espiritual, en modelar su carácter, plegándolo a las -exigencias de una vida seria de trabajo intenso y de recato austero; -en hacer, en suma, de ella, según decíamos antes, un órgano mental -complementario, absorbido en lo pequeño (si pequeñez puede llamarse -el gobierno del hogar y la educación de los hijos), para que el -esposo, libre de inquietudes, pueda ocuparse en lo grande, esto es, -en la germinación y crianza de sus queridos descubrimientos y de sus -especulaciones científicas.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch7"> - <p><span class="pagenum" id="Page_161">p. 161</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/coles.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VII</h2> - <p class="subh2">Marcha de la investigación científica.</p> -</div> - -<p>Siguiendo a los tratadistas de lógica, y singularmente a E. Naville, -consideramos en toda investigación científica tres operaciones -sucesivas, a saber: observación y experimentación, suposición o -hipótesis y comprobación. En algún caso, la indagación misma tiene -como precedente, no la observación personal, sino un acto de crítica, -una repugnancia sentida <i>a priori</i> por nuestro espíritu respecto -de ciertas doctrinas más o menos generalmente admitidas; pero hay que -convenir en que semejante desacuerdo supone a menudo algún estudio -objetivo personal, siquiera sea ligero, sobre el tema o sobre materias -afines del problema a resolver.</p> - - -<h3><i>a</i>) <span class="asc">OBSERVACIÓN</span></h3> - -<p>El consejo dado por los preceptistas literarios, y sobre el cual -ha disertado muy atinada e ingeniosamente<span class="pagenum" -id="Page_162">p. 162</span> Pérez de Ayala, «ver las cosas por primera -vez», es decir, readmirarlas descartando reminiscencias librescas, -descripciones postizas y frases y tópicos comunes, tiene en la -investigación científica muy señalada aplicación. Hay que limpiar la -mente de prejuicios y de imágenes ajenas, hacer el firme propósito -de ver y juzgar por nosotros mismos, como si el objeto hubiera sido -creado expresamente para regalo y deleite de nuestro intelecto. Es -preciso, en fin, renovar en lo posible aquel estado de espíritu —mezcla -de sorpresa, emoción y vivísima curiosidad— por que atravesó el sabio -afortunado que descubrió el hecho considerado por nosotros, o que -planteó primeramente el problema.</p> - -<p>Y esto se enlaza íntimamente con otra regla encarecida -insistentemente por los maestros de la investigación científica. No -basta examinar; hay que contemplar: impregnemos de emoción y simpatía -las cosas observadas; hagámoslas nuestras, tanto por el corazón como -por la inteligencia. Solo así nos entregarán su secreto. Porque -el entusiasmo acrecienta y afina nuestra capacidad perceptiva. Al -modo del amante que sabe descubrir diariamente en su adorada nuevas -perfecciones, quien contempla con delectación un objeto acaba por -discernir en él detalles<span class="pagenum" id="Page_163">p. -163</span> interesantes y propiedades peregrinas escapadas a la -atención distraída de los trabajadores rutinarios.</p> - -<p>Descendiendo ahora a más concreto terreno, formulemos algunas reglas -indispensables a la buena observación en materias biológicas.</p> - -<p>Debe realizarse en las mejores condiciones posibles, aprovechando -al efecto los instrumentos analíticos más perfectos y los métodos de -estudio merecedores de más confianza. A ser posible, aplicaremos varios -métodos al mismo tema, y corregiremos las deficiencias de los unos -con las revelaciones de los otros. Escojamos la técnica más exacta, -la que dé imágenes más claras y concluyentes. Importa, asimismo, -evitar toda ligereza en la apreciación de los hechos, reproduciéndolos -de mil maneras, hasta cerciorarnos de su absoluta constancia y de -no haber sido víctimas de alguna de esas falaces apariencias que -extravían (particularmente en los estudios micrográficos) a los jóvenes -exploradores.</p> - -<p>Si nuestro estudio versa sobre un objeto de Anatomía, Historia -natural, etc., la observación correrá paralela al dibujo; porque, -aparte otras ventajas, el acto de copiar disciplina y robustece la -atención, obliga a recorrer la totalidad del fenómeno estudiado, -y evita, por tanto, que se<span class="pagenum" id="Page_164">p. -164</span> nos escapen detalles frecuentemente inadvertidos en la -observación ordinaria. En ciencias naturales solo podemos lisonjearnos -de conocer una forma o una estructura cuando sepamos representarlas -fácil y detalladamente. Cuanto más que ciertos estudios morfológicos -serían incomprensibles sin el dibujo. Razón tenía el gran Cuvier cuando -afirmaba que «sin el arte del diseño la Historia natural y la Anatomía -hubieran sido imposibles»<a id="FNanchor_24" href="#Footnote_24" -class="fnanchor">[24]</a>. Por algo todos los grandes observadores son -habilísimos dibujantes.</p> - -<p>Cuando, a pesar de haber aplicado la técnica apropiada, la -presentación del objeto no salga enteramente a nuestro gusto, hay -que reproducirla cuantas veces sea preciso para obtener del método -el máximo rendimiento. Será de gran provecho, al efecto, tener a la -vista, para confrontarla con las nuestras, alguna preparación excelente -ejecutada por el autor del método o por alguno de sus discípulos -esotéricos. Tendremos presente que el hecho nuevo lo descubre, no el -que lo ve primeramente, sino quien, merced a una técnica habilísima, -supo mostrarlo<span class="pagenum" id="Page_165">p. 165</span> con -entera evidencia, logrando llevar la convicción al ánimo de todos. Como -dejamos dicho más atrás, en las ciencias biológicas, casi todos los -grandes sabios han debido sus conquistas al dominio absoluto de uno o -varios métodos de demostración o de experimentación.</p> - - -<h3><i>b</i>) <span class="asc">EXPERIMENTACIÓN</span></h3> - -<p>En muchas ciencias (la Fisiología, la Patología, la Física, -la Química, etc.) la experimentación sobrepuja en importancia -a la observación misma. Imposible descubrir en <i>Física</i> o -<i>Fisiología</i>, sin imaginar un experimento original, sin someter -el fenómeno estudiado a condiciones más o menos nuevas. La Morfología -misma (<i>Histología</i>, <i>Anatomía</i>, <i>Embriología</i>, etc.), -para cuyo estudio parece bastar la mera observación, adquiere de día -en día carácter más experimental. Y a tal cambio de rumbo débense -valiosas conquistas, a las cuales jamás se hubiera llegado por el -trillado camino del análisis anatómico de las formas estáticas. -Entre mil ejemplos que pudiéramos citar, recordemos: la producción -de <i>partenogénesis artificial</i> en la <i>estrella del mar</i> -(animal sexuado), mediante la sustitución de la fecundación natural -(acción del zoospermo) por<span class="pagenum" id="Page_166">p. -166</span> el influjo del agua de mar cargada de cloruro de magnesio; -los interesantes experimentos de <i>merogonia</i> (destrucción de las -primeras esferas de segmentación del óvulo fecundado), ejecutados en -batracios por Roux, Hertwig, Wilson, etc., demostrativos de que cada -célula primitiva posee capacidad de generar un embrión entero, de donde -resultaron definitivamente arruinadas las hipótesis embriogénicas de la -<i>preexistencia</i> y del <i>mosaico</i>; los trabajos de Nageotte, -Marinesco, etc., acerca de la trasplantación de los nervios y ganglios, -probando que la morfología de la célula nerviosa representa simple -función del ambiente químico; los maravillosos resultados obtenidos por -Harrison, Carrel y su escuela (Instituto Rockefeller) sobre el cultivo -artificial, en serie e <i>in vitro</i>, de las células de los tejidos -normales y patológicos; los interesantes experimentos de H. de Vries -y de muchos modernos naturalistas acerca de la <i>mutación</i> de las -especies y del mecanismo de la herencia, etc.</p> - -<p>Tan admirables éxitos deben alentarnos a completar en lo posible -el estudio meramente estático de las formas por la intervención del -método experimental. De esta suerte provocamos alteraciones violentas -en las condiciones<span class="pagenum" id="Page_167">p. 167</span> -biológicas normales de células y organismos. Simplifícase de este -modo el proceso lógico de la determinación causal y del mecanismo -físico-químico del fenómeno estudiado. Sin duda que, en la observación -misma, se dan ya, en ocasiones, mudanzas de las condiciones fenomenales -pero semejantes mutaciones, debidas a causas naturales, son raras y -episódicas, al paso que, mediante la experimentación, abrévianse los -plazos y nos hacemos dueños, tanto del determinismo natural como de las -causas de variación.</p> - - -<h3><i>c</i>) <span class="asc">HIPÓTESIS DIRECTRIZ</span></h3> - -<p>Observados los hechos, es preciso fijar su significación, así -como las relaciones que encadenan la nueva verdad al conjunto de -los postulados de la Ciencia. En presencia de un fenómeno insólito, -el primer movimiento del ánimo es imaginar una hipótesis que dé -razón de él y que lo subordine a alguna de las leyes conocidas. La -experiencia fallará después definitivamente sobre la verosimilitud de -la concepción.</p> - -<p>Meditando sobre el carácter de las buenas hipótesis, se cae en -la cuenta de que, en su mayor parte, representan generalizaciones -felices o inducciones arriesgadas, en cuya virtud el hecho<span -class="pagenum" id="Page_168">p. 168</span> recién descubierto se -considera provisoriamente como caso particular de un principio general -o como un efecto desconocido de una causa conocida. Por ejemplo: el -transformismo, tan fecundo en las ciencias biológicas, representa -exclusivamente una generalización a todos los seres de la ley de -herencia, solo positivamente demostrada en la historia de cada especie. -Cuando Lavoisier creó la teoría del calor animal, redujo el fenómeno -respiratorio de los animales, desconocido antes en su esencia, a la -ley general de la producción del calor por la oxidación del carbono, -etc.</p> - -<p>Para la creación de la hipótesis tendremos en cuenta las reglas -siguientes: 1.ª, que la hipótesis sea obligatoria, es decir, que -sin ella no quede arbitrio para explicar los fenómenos; 2.ª, que -sea, además, contrastable o comprobable, o por lo menos que pueda -concebirse, para un plazo más o menos remoto, su comprobabilidad, -pues las hipótesis que se sustraen por completo a la piedra de toque -de la observación o de la experimentación, dejan en realidad los -problemas sin esclarecer y no pueden representar otra cosa que síntesis -artificiales coordinadoras, pero no explicativas, de los hechos, -cuando no meras explicaciones verbales; 3.ª, que sea fácilmente<span -class="pagenum" id="Page_169">p. 169</span> imaginable, es decir, -traducible en lenguaje físico-químico, y si es posible, como quería -lord Kelvin, en puro mecanismo (las hipótesis obscuras o demasiado -abstractas corren riesgo de constituir vacías explicaciones verbales); -4.ª, que huyendo de propiedades ocultas y de esencias metafísicas, -propenda a resolver las cuestiones de calidad en problemas de -cantidad; 5.ª, y que sugiera, a ser posible, también investigaciones -y controversias que, si no zanjan la cuestión, nos aproximen al -menos al buen camino, promoviendo nuevas y más felices concepciones -(<i>hipótesis de trabajo</i>, de Weissmann). Aun siendo errónea, una -hipótesis puede servir eficazmente al progreso con tal que esté basada -en nuevas observaciones y marque una dirección original al pensamiento -científico. Y en todo caso, la explicación rechazada por falsa siempre -tendrá una ventaja: la de restringir, por exclusión, el campo de lo -imaginable, eliminando soluciones inaceptables y causas de error. Con -razón dice Le Bon «que quien rehúsa escoger la hipótesis por guía, debe -resignarse a tomar el azar por maestro».</p> - -<p>Muchos sabios ilustres, y singularmente el gran físico Tyndall, -han insistido elocuentemente sobre la importancia de las hipótesis en -la<span class="pagenum" id="Page_170">p. 170</span> Ciencia, y acerca -del importante papel desempeñado por la imaginación en la creación -de buenas y fecundas teorías. De acuerdo, por nuestra parte, creemos -que, si la hipótesis es un arma de que se abusa demasiado, es también -un instrumento lógico, sin el cual ni la observación misma, con ser -de suyo tan pasiva, puede realizarse. Buena o mala, una conjetura, un -intento de explicación cualquiera será siempre nuestro guía, pues nadie -busca sin plan.</p> - -<p>Aun los llamados hallazgos casuales se deben comúnmente a alguna -idea directriz que la experiencia no sancionó, pero que tuvo virtud, -no obstante, para llevarnos a un terreno poco o nada explorado. Si se -me perdonara lo vulgar del símil, diría que en estas materias sucede -lo que con las personas conocidas, que aparecen en la calle entre la -multitud de transeúntes en el preciso instante en que pensamos en -ellas, por la razón bien sencilla de que, cuando en ellas no pensamos, -pasan cerca de nosotros sin percatarnos de su presencia. Impulsados -por la hipótesis, acaso ocurrirá sorprender en los hechos diversa -cosa que lo buscado; pero mejor es esto que no encontrar nada, que es -justamente lo que le sucede al mero e impasible contemplador de los -fenómenos naturales. Como dice Peisse, «el ojo no<span class="pagenum" -id="Page_171">p. 171</span> ve en las cosas más que lo que mira en -ellas, y no mira sino lo que está en idea en el espíritu».</p> - -<p>Inútil será recordar que todos los grandes investigadores han sido -fecundos creadores de hipótesis. Con profundo sentido se ha dicho que -ellas son el primer balbuceo de la razón en medio de las tinieblas de -lo desconocido; la sonda tendida en el misterioso abismo; el puente, -en fin, aéreo y audaz que junta la playa familiar con el inexplorado -continente.</p> - -<p>De las hipótesis se ha abusado mucho. Es fuerza, sin embargo, -reconocer que sin ellas nuestro caudal de hechos positivos resultaría -harto mezquino, acrecentándose muy lentamente. La hipótesis y el dato -objetivo están ligados por estrecha relación etiológica. Aparte su -valor conceptual o explicativo, entraña la teoría valor instrumental. -«El científico no debe olvidar, afirma Huxley, que la hipótesis -debe considerarse como un medio, jamás como un fin.» Observar sin -pensar es tan peligroso como pensar sin observar. Ella es nuestra -mejor herramienta intelectual: herramienta, como todas, susceptible -de mellarse y de enmohecerse, necesitada de continuas reparaciones -y sustituciones, pero sin la cual fuera casi imposible labrar honda -brecha en el duro bloque de lo real.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_172">p. 172</span>Difícil es dictar -reglas para imaginar hipótesis. Quien no posea cierta intuición del -encadenamiento causal, instinto adivinatorio para columbrar la idea en -el hecho y la ley en el fenómeno, pocas veces dará, cualquiera que sea -su talento de observador, con una explicación razonable. Cabe, empero, -señalar, por lo que toca a las hipótesis biológicas, algunos conceptos -o normas generales, cuyo recuerdo podrá ser provechoso a la hora de -imaginar hipótesis explicativas.</p> - -<p>He aquí algunas de ellas:</p> - -<p>1. <i>La naturaleza emplea los mismos medios para iguales -fines.</i>— En virtud de este principio, que tiene pocas excepciones, -nos será en muchos casos dado reducir una disposición desconocida -en otra conocida. Por ejemplo: cuando la <i>mitosis</i> o -<i>kariokinesis</i> fue descubierta en las gruesas células de las -larvas de tritón y salamandra, pudo racionalmente esperarse hallar -parecidos fenómenos en la división celular del hombre y vertebrados -superiores, así en estado normal como en condiciones patológicas; y, -en efecto, la experiencia confirmó la previsión. Citemos otro ejemplo: -esclarecida en los vertebrados, gracias a las investigaciones de -Kühne, Krause, Ranvier, etc., la terminación libre, mediante<span -class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span> arborizaciones varicosas, -de las fibras nerviosas motrices y sensitivas, podía preverse, en -virtud de la citada ley, que el hecho se repetiría en los centros -nerviosos, no solo de los vertebrados, sino de los invertebrados. Y -esta sospecha racional vino a ser luego plenamente confirmada por -nosotros, por Kölliker, Lenhossék, van Gehuchten, etc., para los -vertebrados, y por Retzius, Lenhossék y otros, para los invertebrados. -Inútil multiplicar los ejemplos.</p> - -<p>2. <i>Estudios del hecho en sus formas sencillas.</i>— Puesto que -la ontogenia y la filogenia representan dos series casi paralelas de -formas que van de lo sencillo a lo complicado, nada mejor podemos -hacer, para esclarecer la estructura de un órgano complejo y casi -inabordable en los vertebrados superiores, que estudiar este en sus -formas simples, ora del desarrollo individual, ora de las especies. -Método excelente es, para determinar la significación de una cosa, -averiguar cómo llega a ser lo que es; porque al señalar el lugar que -ocupa en la cadena evolutiva, esclarecemos, sin pensarlo, su valor -anatómico y fisiológico.</p> - -<p>3. <i>Toda disposición natural, por caprichosa que parezca, obedece -a un fin utilitario.</i>— Abstracción hecha de los órganos atróficos, -este<span class="pagenum" id="Page_174">p. 174</span> principio -teleológico es aplicable a todas las particularidades de estructura -de animales y plantas. Al enunciar esta ley, no pretendemos, como -supusieron Linneo, Cuvier y Agassiz, que cada órgano represente una -encarnación directa del Principio creador: pretendemos tan solo -consignar que, sea cualquiera la causa, todo órgano conservado por la -Naturaleza, es decir, fijado durante miles de años por la herencia, -representa casi siempre disposición útil al individuo o a la especie, -ya que las organizaciones superfluas o desfavorables provocadas por -variación, y otras condiciones, acaban por ser eliminadas. En armonía -con este principio, atribuiremos una función importante a cuantos -órganos o tejidos se mantienen tenazmente en la serie animal, y una -actividad menos urgente, por lo menos para la vida del individuo, -a aquellos otros exiguamente representados en la escala zoológica. -De este postulado usa y abusa continuamente el fisiólogo al tratar -de interpretar el dinamismo de órganos como los de circulación, -digestión y locomoción; dinamismo en el cual tanta luz arroja nuestro -conocimiento de la Física y de la Química, o, como decía Letamendi, -<i>el estado actual de nuestros conocimientos industriales</i>.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_175">p. 175</span>Hay excepciones, -sin duda, del citado principio utilitario; mas estas son pocas y -fácilmente explicables por el hecho de la adaptación reciente, y por -tanto incompleta, a condiciones nuevas (órganos atróficos por desuso, -etc.). Sobre estas incongruencias biológicas, más comunes todavía en el -hombre que en los animales, consecuencias del principio de Lamarck del -uso u desuso de los órganos, discurre ingeniosamente Metchnikoff, en -sus <i>Estudios sobre la Naturaleza humana</i>.</p> - -<p>La hipótesis aplícase siempre, según es sabido, a explicar los -hechos adquiridos. Sin entrar en el arduo problema filosófico de la -<i>explicación científica</i> (esto implicaría desarrollos impropios de -este librito), haremos notar que el entendimiento, al considerar los -fenómenos naturales, puede adoptar una de estas dos actitudes, ambas -satisfactorias para nuestra necesidad de certeza:</p> - -<p>1.ª El hecho nuevo es referido a una ley conocida (explicación -<i>legalista</i> de Meyerson).</p> - -<p>2.ª El hecho nuevo, además de su <i>legalidad</i>, es decir, de -su vinculación a una ley general, resuélvese también ante la razón -en puro <i>mecanismo</i>, y entra dócilmente en las ecuaciones de la -dinámica. Esta segunda manera de explicación<span class="pagenum" -id="Page_176">p. 176</span> representa para Maxwell y para la mayoría -de los físico-filósofos modernos un grado superior de comprensión -científica, y requiere el empleo de teorías generales jerárquicamente -superiores a las leyes empíricas.</p> - -<p>Fuerza es confesar que nuestro entendimiento exige imperiosamente -teorías concebibles, representables en términos mecánicos. Lo que se -resiste a la representación material corre mucho riesgo de ser un mero -juego de la imaginación sin realidad objetiva. La razón psicológica -de tal necesidad se nos escapa aún. Acaso dependa de que, como diría -Bergson, modelados nuestros conceptos sobre lo <i>discontinuo</i> de -la sensación, la imaginación solo sabe forjar, como representación -última de las cosas, algo semejante al dato sensorial mismo, es decir, -variaciones en el movimiento de partes discontinuas, perturbaciones en -la configuración y dinamismo de sistemas materiales.</p> - -<p>En Física, en Química, en Astronomía, las explicaciones hipotéticas -por <i>reducción mecánica</i> son comunísimas, y el investigador debe -inspirarse en ellas para dar forma plástica a sus ideas y llevar -adelante sus especulaciones; en Anatomía, Biología, Patología, -etc., habremos de contentarnos casi siempre con <i>hipótesis -legalistas</i>,<span class="pagenum" id="Page_177">p. 177</span> las -cuales, si no dejan plenamente saciado nuestro afán de comprensión, -son suficientes para satisfacer estos dos grandes anhelos de la razón: -actuar y prever.</p> - -<p><i>Comprobación.</i>— Imaginada la hipótesis, menester es someterla -a la sanción de la experiencia, para lo cual escogeremos experimentos -u observaciones precisas, completas y concluyentes. Imaginar buenos -experimentos es uno de los atributos característicos del ingenio -superior, el cual halla manera de resolver de una vez cuestiones que -los sabios mediocres solo logran esclarecer a fuerza de largos y -fatigosos experimentos.</p> - -<p>Si la hipótesis no se conforma con los hechos, hay que rechazarla -sin piedad, e imaginar otra explicación exenta de reproche. -Impongámonos severa autocrítica, basada en la desconfianza de nosotros -mismos. Durante el proceso de comprobación, pondremos la misma -diligencia en buscar los hechos contrarios a nuestra hipótesis que -los que pueden favorecerla. Evitemos encariñamientos excesivos con -las propias ideas, que deben hallar en nosotros, no un abogado, sino -un fiscal. El tumor, aunque propio, debe ser extirpado. Harto mejor -es rectificar nosotros que sufrir la corrección de los demás. Por -nuestra<span class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span> parte, no -sentimos la menor mortificación al abandonar nuestras ideas, porque -creemos que caer y levantarse solo, revela pujanza; mientras que caer y -esperar una mano compasiva que nos levante, acusa debilidad.</p> - -<p>Confesaremos, sin embargo, los propios dislates siempre que alguien -nos los demuestre; con lo cual obraremos como buenos; probando que solo -nos anima el amor a la verdad, granjearemos superior consideración y -estima para nuestras opiniones.</p> - -<p>El amor propio y la soberbia nos arrebatan el placer soberano de -sentirnos escultores de nosotros mismos; la fruición incomparable de -habernos corregido y superado, refinando y perfeccionando nuestra -máquina cerebral, legado de la herencia. Si alguna vez es disculpable -el engreimiento es cuando la voluntad nos automodela o <i>recrea</i>, -actuando, por decirlo así, en función de demiurgo soberano.</p> - -<p>Si nuestro orgullo opone algunos reparos, tengamos en cuenta que, -mal que nos pese, todos nuestros artificios serán impotentes para -retardar el triunfo de la verdad, que se consumará por lo común -en vida nuestra, y será tanto más lamentable cuanto más enérgica -haya sido la protesta del amor propio. No faltará, sin duda,<span -class="pagenum" id="Page_179">p. 179</span> algún espíritu displicente, -y acaso malintencionado, que nos eche en cara nuestra inconsecuencia, -despechado sin duda porque nuestra espontánea rectificación le -privó de fácil victoria obtenida a costa nuestra; mas a estos les -contestaremos que el deber del hombre de ciencia no es petrificarse -en el error, sino adaptarse continuamente al nuevo medio científico; -que el vigor cerebral está en moverse, no en <i>anquilosarse</i>, y -que en la vida intelectual del hombre, como en la de las especies -zoológicas, lo malo no es la mudanza, sino la regresión y el atavismo. -Variación supone vigor, plasticidad, juventud; fijeza es sinónima -de reposo, de pereza cerebral, de petrificación de pensamiento, en -fin, de inercia fatal, nuncio seguro de decrepitud y de muerte<a -id="FNanchor_25" href="#Footnote_25" class="fnanchor">[25]</a>. Con -sinceridad simpática ha dicho un<span class="pagenum" id="Page_180">p. -180</span> científico: «varío porque estudio». Todavía sería más noble -y modesto declarar: «cambio porque estudian los demás y tengo a gala -renovarme».</p> - -<p>Cuando el trabajo de confirmación arroje poca luz, imaginemos -nuevos experimentos y procuremos colocarnos en las mejores condiciones -para valuar el alcance de la hipótesis. En Anatomía o Fisiología, -por ejemplo, ocurre frecuentemente la imposibilidad de esclarecer la -estructura o la función de un órgano complejo; lo cual depende de que -atacamos el problema por su lado más difícil, pretendiendo resolverlo -en el hombre o en los vertebrados superiores.<span class="pagenum" -id="Page_181">p. 181</span> Mas si acudimos a los embriones o a los -animales inferiores, la Naturaleza se nos muestra más ingenua y menos -esquiva, ofreciéndonos el plan casi esquemático de la estructura y -dinamismo buscados, con lo que a menudo nuestra hipótesis recibirá -inesperada y definitiva confirmación.</p> - -<p>En resumen, la marcha seguida por el investigador en la conquista -de una verdad científica, suele ser: 1.º Observación de los hechos -demostrados, a favor de métodos terminantes, claros y de gran -precisión. 2.º Experimentación para crear condiciones nuevas en la -manifestación de los fenómenos. 3.º Crítica y eliminación de las -hipótesis erróneas y elaboración de una interpretación racional de los -hechos, en cuya virtud estos queden subordinados a una ley general y, -si es posible, a una representación o esquema físico-químicos. 4.º -Comprobación de la hipótesis mediante nuevas observaciones o repetidos -experimentos. 5.º De no concordar con la realidad, sustitución de la -hipótesis por otra, que será a su vez sometida a riguroso análisis -objetivo. 6.º Aplicaciones y ramificaciones de la hipótesis, ya -convertida en verdad firme, a otras esferas del saber.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch8"> - <p><span class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/pines.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VIII</h2> - <p class="subh2">Redacción del trabajo científico.</p> -</div> - -<h3><i>a</i>) <span class="asc">JUSTIFICACIÓN DE LA COMUNICACIÓN -CIENTÍFICA</span></h3> - -<p>Mr. Billings, sabio bibliotecario de Washington, agobiado por la -tarea de clasificar miles de folletos, en donde, con diverso estilo, -dábanse a conocer casi los mismos hechos, o se exponían verdades ya de -antiguo sabidas, aconsejaba a los publicistas científicos la sumisión a -las siguientes reglas: 1.ª, tener algo nuevo que decir; 2.ª, decirlo; -3.ª, callarse en cuanto queda dicho, y 4.ª, dar a la publicación título -y orden adecuados.</p> - -<p>He aquí un recuerdo que no creemos inútil en España, país clásico -de la hipérbole y de la dilución aparatosa. En efecto: lo primero que -se necesita para tratar de asuntos científicos, cuando no nos impulsa -la misión de la enseñanza, es<span class="pagenum" id="Page_184">p. -184</span> tener alguna observación nueva o idea útil que comunicar -a los demás. Nada más ridículo que la pretensión de escribir sin -poder aportar a la cuestión ningún positivo esclarecimiento, sin otro -estímulo que lucir imaginación calenturienta, o hacer gala de erudición -pedantesca con datos tomados de segunda o tercera mano.</p> - -<p>Al tomar la pluma para redactar el artículo científico, -consideremos que podrá leernos algún sabio ilustre, cuyas ocupaciones -no le consienten perder el tiempo en releer cosas sabidas o meras -disertaciones retóricas. De este pecado capital adolecen, por -desgracia, muchas de nuestras oraciones académicas. Numerosas tesis de -doctorandos, y no pocos artículos de nuestras revistas profesionales, -parecen hechos, no con ánimo de aportar luz a un asunto, sino de -lucir la facundia y salir de cualquier modo, y cuanto más tarde mejor -(porque, eso sí, lo que no va en doctrina va en <i>latitud</i>), del -arduo compromiso de escribir, sin haberse tomado el trabajo de pensar. -Nótese cuánto abundan los discursos encabezados con estos títulos, -que parecen inventados por la pereza misma: <i>Idea general de... -Introducción al estudio de... Consideraciones generales acerca de... -Juicio crítico de las teorías de... Importancia de la ciencia tal o -cual...</i>,<span class="pagenum" id="Page_185">p. 185</span> títulos -que dan al escritor la incomparable ventaja de esquivar la consulta -bibliográfica, despachándose a su gusto en la materia, sin obligarse -a tratar a fondo y seriamente cosa alguna. Con lo cual no pretendemos -rebajar el mérito de algunos trabajos perfectamente concebidos y -redactados que, de tarde en tarde, ven la luz con los consabidos o -parecidos enunciados.</p> - -<p>Asegurémonos, pues, merced a una investigación bibliográfica -cuidadosa, de la originalidad del hecho o idea que deseamos exponer, -y guardémonos además de dar a luz prematuramente el fruto de la -observación. Cuando nuestro pensamiento fluctúa todavía entre -conclusiones diversas y no tenemos plena conciencia de haber dado -en el blanco, ello es señal de haber abandonado harto temprano el -laboratorio. Conducta prudente será volver a él y esperar a que, bajo -el influjo de nuevas observaciones, acaben de cristalizar nuestras -ideas.</p> - - -<h3><i>b</i>) <span class="asc">BIBLIOGRAFÍA</span></h3> - -<p>Antes de exponer nuestra personal contribución al tema de estudio, -es costumbre trazar la historia de la cuestión, ya para señalar -el punto de partida, ya para rendir tributo de justicia a<span -class="pagenum" id="Page_186">p. 186</span> los sabios insignes que nos -precedieron, abriéndonos el camino de la investigación. Siempre que en -este punto, por amor a la concisión o por pereza, propenda el novel -investigador a regatear fechas y citas, considere que los demás podrán -pagarle en la misma moneda, callando intencionadamente sus trabajos. -Conducta es esta tan poco generosa como descortés, dado que la mayor -parte de los sabios no suelen obtener de sus penosos estudios más -recompensa que la estima y aplauso de los doctos, que constituyen —lo -hemos dicho ya— minoría insignificante.</p> - -<p>El respeto a la propiedad de las ideas solo se practica bien cuando -uno llega a ser propietario de pensamientos que corren de libro en -libro, unas veces con nombre de autor, otras sin él; y algunas con -paternidad equivocada. Al ser víctima de molestas pretericiones y -de injustos silencios, se cae en la cuenta de que cada idea es una -<i>criatura</i> científica, cuyo autor, que la dio el ser a costa de -grandes fatigas, exhala, al ver desconocida su paternidad, los mismos -ayes doloridos que exhalaría una madre a quien arrebataran el fruto de -sus entrañas.</p> - -<p>Dispuestos a hacer justicia, hagámosla hasta en la forma: y así -no dejemos de ordenar, por<span class="pagenum" id="Page_187">p. -187</span> rigurosa cronología, las listas de nombres o de <i>cartuchos -de citas</i> que, por brevedad, es preciso a veces consignar al -dar cuenta de un descubrimiento; pues si tales series de apellidos -se han de ordenar con lógica, es menester comenzarlas por el -iniciador y acabarlas por los confirmadores y perfeccionadores. Un -estudio minucioso y de primera mano de la bibliografía nos ahorrará -injusticias, y por ende las inevitables reclamaciones de prioridad.</p> - - -<h3><i>c</i>) <span class="asc">JUSTICIA Y CORTESÍA EN LOS -JUICIOS</span></h3> - -<p>Al consignar los antecedentes históricos, nos vemos obligados con -frecuencia a formular juicios acerca del alcance de la obra ajena. -Excusado es advertir que, en tales apreciaciones, debemos conducirnos -no solo con imparcialidad, sino haciendo gala de exquisita cortesía -y de formas agradables y casi aduladoras. Indulgentes con las -equivocaciones del novicio, seremos respetuosos y modestos ante los -<i>lapsus</i> de los grandes prestigios científicos. Temamos siempre -que nuestras observaciones representen ligerezas de la impaciencia -o espejismos del entusiasmo juvenil. Antes, pues, de resolvernos a -repudiar un hecho o una interpretación comúnmente<span class="pagenum" -id="Page_188">p. 188</span> admitidos, reflexionemos maduramente. Y -tengamos muy en cuenta, al formular nuestros reparos, que si entre los -sabios se dan caracteres nobles y bondadosos, abundan todavía más los -temperamentos quisquillosos, las altiveces cesáreas y las vanidades -exquisitamente susceptibles. La frase horaciana <i>genus irritabile -vatum</i>, aplícase a los sabios mejor aún que a los poetas. Ya lo nota -el perspicaz Gracián: «Los sabios fueron siempre mal sufridos; quien -añade ciencia añade impaciencia».</p> - -<p>Con estas precauciones, evitaremos en lo posible desdenes -sistemáticos hacia nuestra obra y querellas y polémicas envenenadas, -en las cuales perderíamos tranquilidad y tiempo, sin ganar pizca de -prestigio ni autoridad. Porque en la apreciación de nuestros méritos, -solo se tendrán en cuenta los hechos nuevos aportados, y no la destreza -y garbo polémicos.</p> - -<p>Cuando, injustamente atacados, nos veamos compelidos a defendernos, -hagámoslo hidalgamente, esgrimiendo la espada, pero con la punta -embotada y adornada, según la imagen vulgar, con ramillete de -flores.</p> - -<p>Da pena reconocer que, en la mayoría de los casos, los impugnadores -no defienden una doctrina, sino su propia infalibilidad. Muy -acertadamente<span class="pagenum" id="Page_189">p. 189</span> nota -Eucken, que so color de refutar principios «cada cual se defiende a -sí mismo y a su propia naturaleza... Es el instinto de conservación -espiritual que reacciona».</p> - -<p>Cuando por nuestro mal tengamos que contender con contradictores de -este jaez (resulta, a veces, inevitable, porque toda verdad exaspera a -los mantenedores del error), fuera inocente confiar en persuadirles. -No es a ellos, sino al público, a quien debemos mirar. Aportemos -pruebas terminantes; robustezcamos en lo posible la tesis con nuevos -datos objetivos, y pasemos en silencio ataques personales e insidias -polémicas. Porque en tales torneos, importa, antes que defendernos, -defender la verdad.</p> - -<p>Por olvidar estas sabidas reglas de prudencia y discreción, ¡cuántas -desazones y sinsabores! Réplicas acres y violentas y silencios -rencorosos reconocen casi siempre por causa nuestra falta de urbanidad -y comedimiento al exponer y valorar el trabajo de los demás.</p> - -<p>Citemos algunos datos concretos para adoctrinar al principiante. -De ordinario, las críticas afectan, ya a errores de hecho o de -observación, ya a errores de interpretación.</p> - -<p>a) Error de observación o de reconocimiento de un hecho.— En -general, los sabios discuten<span class="pagenum" id="Page_190">p. -190</span> sobre interpretaciones, no sobre hechos, por suponer que -el investigador, por modesto que sea, es incapaz de lanzarse a la -tarea analítica sin preparación suficiente. Por esto precisamente, -tales <i>lapsus</i> repútanse graves, denotando en quien los comete -singular candor intelectual o inexperiencia metodológica. Sin -embargo, guardémonos bien de ensañarnos al hacer constar el dislate; -seamos piadosos y tengamos presente que, en momentos de distracción -o descuido, hasta los sabios más sagaces pueden cometerlo. Lejos de -censurarlo crudamente, disculpémoslo con benevolencia, haciendo notar -que se trata de observaciones muy difíciles, donde las equivocaciones -resultan frecuentes y casi inevitables. No imputemos el error a la -ignorancia, antes bien, a la imperfección de la técnica aprovechada o a -los prejuicios de la escuela donde se inspiró el trabajo censurado.</p> - -<p>Cuando, a despecho de la mejor voluntad, tales excusas parezcan -inadmisibles, atribúyase la pifia al empleo de material insuficiente -o poco apropiado, añadiendo que si el autor hubiera hecho uso de -iguales objetos de estudio que nosotros, habría llegado sin duda a -las mismas conclusiones, ya que le sobran para ello talento y pericia -harto acreditados en anteriores publicaciones.<span class="pagenum" -id="Page_191">p. 191</span> En fin, tratemos de consolarle, insistiendo -con morosidad, ora sobre las minucias más o menos originales contenidas -en su trabajo, ora en las excelencias de las descripciones, bien, en -fin, en la elegancia y precisión de los dibujos. En suma, nuestras -expresiones se dirigirán principalmente a endulzar las amarguras del -veredicto, llevando al ánimo de nuestro adversario la persuasión de -que sus afanes no han sido enteramente inútiles a los progresos de la -Ciencia.</p> - -<p>b) Error teórico.— Supongamos que, interpretando abusivamente los -hechos, el autor formuló una hipótesis arbitraria y sin base alguna -en la observación. La píldora crítica será dorada con frases de este -tenor: «Ciertamente, la explicación propuesta peca de aventurada, pero, -en cambio, es notablemente ingeniosa, sugiere consideraciones muy -elevadas y acredita en su autor espíritu filosófico de altos vuelos. -¡Lástima grande que al forjar su concepción no haya tenido en cuenta -tales o cuales hechos que la contradicen formalmente! En todo caso, la -hipótesis es seductora y merece discusión y examen respetuosos».</p> - -<p>En fin, tan trivial y grosera puede ser la interpretación teórica, -que hasta la disculpa parezca<span class="pagenum" id="Page_192">p. -192</span> adulación. Entonces lo mejor será pasarla en silencio, -mentando escuetamente, como en el caso anterior, las observaciones -exactas (si las hay) y el mérito literario, filosófico o pedagógico del -trabajo.</p> - - -<h3><i>d</i>) <span class="asc">EXPOSICIÓN DE LOS MÉTODOS</span></h3> - -<p>Importa asimismo puntualizar, bien al principio, bien al final de la -monografía, el método o métodos de investigación seguidos por el autor, -sin imitar a esos sabios que, a título de mejorarla ulteriormente, se -reservan temporalmente el monopolio de la técnica empleada, restaurando -la casi perdida costumbre de los químicos y matemáticos de las pasadas -centurias, los cuales, inspirados en la pueril vanidad de asombrar -a las gentes con el poder de su penetración, se reservaban los -detalles de los procedimientos que les habían conducido a la verdad. -Afortunadamente, el esoterismo va desapareciendo del campo de la -Ciencia y el mero lector de una Revista puede conocer hoy las minucias -y <i>tours de main</i> de ciertos métodos, casi tan bien como los -íntimos del descubridor.</p> - - -<h3 title="e) CONCLUSIONES"><span class="pagenum" id="Page_193">p. -193</span><i>e</i>) <span class="asc">CONCLUSIONES</span></h3> - -<p>Expuesta en forma clara, concisa y metódica la observación u -observaciones fruto de nuestras pesquisas, cerraremos el trabajo -condensando en un corto número de proposiciones los datos positivos -aportados a la ciencia y que han motivado nuestra intervención en el -asunto.</p> - -<p>Conducta que no todos siguen, pero que nos parece por todo extremo -loable, es llamar la atención del lector sobre los problemas todavía -pendientes de solución, a fin de que otros observadores apliquen sus -esfuerzos y completen nuestra obra. Al señalar a los sucesores la -dirección de las nuevas pesquisas y los puntos que nuestra diligencia -no ha logrado esclarecer, damos, al par que fácil y generoso asidero a -los jóvenes observadores ansiosos de reputación, ocasión de pronta y -plena confirmación de nuestros descubrimientos.</p> - - -<h3><i>f</i>) <span class="asc">NECESIDAD DE LOS GRABADOS</span></h3> - -<p>Si nuestros estudios atañen a la morfología, ora macro, ora -microscópica, será de rigor ilustrar las descripciones con figuras -copiadas todo<span class="pagenum" id="Page_194">p. 194</span> lo más -exactamente posible del natural. Por precisa y minuciosa que sea la -descripción de los objetos observados, siempre resultará inferior en -claridad a un buen grabado. Cuanto más, que la representación gráfica -de lo observado garantiza la exactitud de la observación misma, y -constituye un precedente de inapreciable valor para quien pretenda -confirmar nuestras aseveraciones. Con justo motivo se otorga hoy casi -igual mérito al que dibuja por primera vez y fielmente un objeto, que -al que lo da a conocer solamente mediante descripción más o menos -incompleta.</p> - -<p>Si los objetos representados son demasiado complicados, a los -dibujos exactos que copian formas o estructuras, añadiremos esquemas o -semiesquemas aclaratorios. En fin, en algunos casos podrá prestarnos -importantes servicios la fotografía común y la microfotografía, suprema -garantía de la objetividad de nuestras descripciones.</p> - - -<h3><i>g</i>) <span class="asc">EL ESTILO</span></h3> - -<p>Finalmente, el estilo de nuestro trabajo será genuinamente -didáctico; sobrio, sencillo, sin afectación, y sin acusar otras -preocupaciones que el orden y la claridad. El énfasis, la declamación -y la hipérbole no deben figurar jamás en<span class="pagenum" -id="Page_195">p. 195</span> los escritos meramente científicos, si no -queremos perder la confianza de los sabios, que acabarán por tomarnos -por soñadores o poetas, incapaces de estudiar y razonar fríamente una -cuestión. El escritor científico aspirará constantemente a reflejar la -realidad objetiva con la perfecta serenidad e ingenuidad de un espejo, -dibujando con la palabra, como el pintor con el pincel, y abandonando, -en fin, la pretensión de estilista exquisito y el fatuo alarde de -profundidad filosófica. Ni olvidemos la conocida máxima de Boileau: «Lo -que se concibe bien se enuncia claramente».</p> - -<p>La pompa y gala del lenguaje estarán en su lugar en el libro de -popularización, en las oraciones inaugurales, hasta en el prólogo o -introducción a una obra científica docente; pero hay que confesar que -la mucha retórica produce, tratándose de una monografía científica, -efecto extraño y un tanto ridículo.</p> - -<p>Sin contar que los afeites retóricos prestan a menudo a las ideas -contornos indecisos, y que las comparaciones innecesarias hacen difusa -la descripción, dispersando inútilmente la atención del lector, que no -necesita ciertamente, para que las ideas penetren en su caletre, de -la evocación continua de imágenes vulgares. En este concepto,<span -class="pagenum" id="Page_196">p. 196</span> los escritores, como las -lentes, podrían distinguirse en <i>cromáticos</i> y <i>acromáticos</i>: -estos últimos, perfectamente corregidos de la manía dispersiva, -saben condensar con toda precisión las ideas que por la lectura o la -observación recolectan; mientras que los primeros, faltos del freno -de la corrección, gustan de ensanchar con irisaciones retóricas, con -franjas de brillantes matices, los contornos de las ideas; lo que no se -logra sino a expensas del vigor y de la precisión de las mismas.</p> - -<p>En literatura, como en la oratoria, los entendimientos cromáticos o -dispersivos pueden ser de gran utilidad; pues el vulgo, juez inapelable -de la obra artística, necesita del <i>embudo de la retórica</i> para -poder tragar algunas verdades; pero en la exposición y discusión de -los temas de ciencia pura, el público es un senado escogido y culto; -y ofenderíamos de seguro su ilustración y buen gusto tomando las -cuestiones demasiado <i>ab ovo</i> y perdiéndonos en amplificaciones -declamatorias y detalles ociosos. Esta máxima de Gracián, alabada por -Schopenhauer: «<i>lo bueno, si breve, dos veces bueno</i>», debe ser -nuestra norma. Suyo es también este consejo: «hase de hablar como en -testamento; que a menos palabras menos pleitos».</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span>Una severa -disciplina de la atención, la costumbre de dar a la acción y al -pensamiento mayor importancia que a la palabra, así como la creencia -de que, después de inventada una imagen o una frase feliz, el problema -científico que estudiamos no ha dado un solo paso hacia la solución, -constituyen excelente profilaxis contra lo que <i>Fray Candil</i> -llamaba gráficamente <i>flatulencia retórica</i>, que nosotros -consideramos como manifestación del meridionalismo superficial y causa -muy poderosa de nuestro atraso científico.</p> - - -<h3><i>h</i>) <span class="asc">PUBLICACIÓN DEL TRABAJO -CIENTÍFICO</span></h3> - -<p>Cuando el investigador goce de crédito mundial, podrá publicar -sus contribuciones científicas en cualquiera Revista nacional o -extranjera de la especialidad. Los sabios a quienes el asunto -interese, no se detendrán en el obstáculo de la lengua, antes bien, -procurarán estudiarla para conocer el pensamiento del autor o buscarán -editores que lo traduzcan y publiquen. Sin embargo, aun al sabio más -reputado le es necesario, para ganar tiempo y conquistar adeptos en -el exterior, comunicar sus descubrimientos a los <i>Beiträge</i> -o <i>Centralblatt</i> más divulgados de Alemania. En cuanto al -principiante, sin crédito todavía en el mundo sabio, obrará muy -cuerdamente<span class="pagenum" id="Page_198">p. 198</span> pidiendo, -desde luego, hospitalidad en las grandes Revistas extranjeras y -redactando o haciendo traducir su trabajo en francés, inglés o alemán. -De esta suerte, el nuevo hecho será rápidamente conocido de los -especialistas, y si posee positivo valor tendrá el autor la grata -sorpresa de verlo confirmado y aprobado por las grandes autoridades -internacionales. Quienes, inspirándose en un patriotismo estrecho y -ruin, se obstinan en escribir exclusivamente en Revistas españolas, -poco o nada leídas en los países sabios, se condenan a ser ignorados -hasta dentro de su propia nación; porque como habrá de faltarles -siempre el <i>exequátur</i> de los grandes prestigios europeos, ningún -compatriota suyo, y menos los de su gremio, osarán tomarlos en serio o -estimarlos en su verdadero valer.</p> - -<p>Siendo, pues, decisivo para el porvenir del incipiente investigador -el juicio de las autoridades científicas extranjeras, reflexionará -maduramente antes de someterles el primer trabajo; asegúrese bien, -mediante prolijas exploraciones bibliográficas, y aún mejor por la -consulta de algún especialista célebre, de la realidad y originalidad -del hecho comunicado. Y no olvide que el derecho a equivocarse se -tolera solamente a los consagrados.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch9"> - <p><span class="pagenum" id="Page_199">p. 199</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/coles.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO IX</h2> - <p class="subh2">El investigador como maestro.</p> -</div> - -<p>Llegada la época constructiva y dominadas las dificultades del -trabajo científico, imaginamos a nuestro novel investigador en posesión -de la madurez y robustez necesaria para su multiplicación espiritual. -La noble carrera fue seguida hasta el fin; el ideal ansiado logrose por -entero. Convertido en autoridad internacional, el maestro es citado con -encomio en las Revistas extranjeras; la originalidad e importancia de -sus creaciones asegúranle página honorífica en el libro de oro de la -ciencia.</p> - -<p>En tan decorosa situación, puede adoptar el sabio una de estas -dos actitudes: proseguir concentrado y solitario sus empresas de -laboratorio, condenándose a la esterilidad docente; o hacer a los -demás copartícipes de sus métodos de estudio, promoviendo vocaciones y -erigiéndose en prestigioso jefe de escuela.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_200">p. 200</span>Entre ambos caminos -la elección no es dudosa. Ciertamente, el trabajo solitario brinda al -egoísmo satisfacciones y tranquilidades tentadoras; se obedece a la -ley del mínimo esfuerzo, dirigiendo exclusivamente la atención a la -investigación personal; se vive en un discreto ambiente de aprobación y -estima donde faltan, sin duda (y ello es gran ventaja), los entusiasmos -y veneraciones excesivas, pero donde tampoco mortifican émulos y -rivales. Mas al adoptar tan cómoda postura, el instinto paternal del -hombre de ciencia siéntese profundamente inquieto. «¿Qué será de mi -obra —se pregunta— cuando llegada la senectud falten energías para -defenderla? ¿Quiénes reivindicarán la prioridad de mis hallazgos, si, -por ventura, adversarios o sucesores poco escrupulosos se los apropian -o incurren, al juzgarnos, en olvidos e injusticias?»</p> - -<p>Aun miradas las cosas desde el punto de vista egoísta —de un egoísmo -sano y clarividente—, importa al sabio proceder a su multiplicación -espiritual. La tarea es sin duda penosa. La actividad del maestro -bifúrcase en las corrientes paralelas del laboratorio y de la -enseñanza. Crecerán así sus desvelos, pero aumentarán también sus -venturas. Sobre dar pábulo a elevadas tendencias, alcanzará el deleite -de la paternidad<span class="pagenum" id="Page_201">p. 201</span> -ideal, y sentirá el noble orgullo de haber cumplido honradamente con su -doble misión de maestro y de patriota. Ya no declinará su vida triste -y solitaria, antes bien, se verá en su ocaso rodeada de un séquito de -discípulos entusiastas, capaces de comprender la obra del maestro y de -hacerla, en lo posible, luminosa y perenne.</p> - -<p>La posteridad ha sido siempre generosa con los fundadores de -escuela. Hasta los errores del iniciador son perdonados o piadosamente -explicados, si este supo formar espíritus capaces de comprenderlos y -corregirlos. Quien renuncia a la siembra de ideas se declara egoísta -o misántropo. Todos pensarán que trabajó para su orgullo en vez de -laborar para la humanidad. Y si sus talentos destacan demasiado, -aparecerá como algo patológico, cual formación extraña a su raza, a la -cual por eso mismo apenas enaltece: especie de bólido intelectual caído -del cielo, que brilló un momento, mas fue incapaz de comunicar a nadie -su efímero fulgor.</p> - -<p>Dejar prole espiritual, además de dar alto valor a la vida del -sabio, constituye utilidad social y labor civilizadora indiscutible, de -las cuales están señaladamente necesitados los países como España, de -producción científica miserable y discontinua.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span>¡Infeliz del genio -esporádicamente surgido en estos pueblos y extinguido sin descendencia! -La ruda competencia entablada entre cientos de laboratorios y escuelas -extranjeros; el arrollador alud de folletos y libros que se disputan -encarnizadamente el favor de la actualidad; la tendencia iconoclasta -de la juventud universitaria, ansiosa de <i>llegar</i> y de afirmar -e imponer la propia personalidad; la casi total ignorancia entre los -sabios de las lenguas habladas en las naciones atrasadas, y, sobre -todo, el <i>chauvinismo</i> feroz reinante en Alemania, Francia e -Inglaterra en triste complicidad con la desidia nacional, tendrán -para el orgulloso solitario de la consabida <i>torre de marfil</i> -las más tristes consecuencias. Muchos de sus descubrimientos serán -inevitablemente atribuidos a confirmadores extranjeros, poco -escrupulosos en sus citas, por discípulos de estos menos escrupulosos -aún; y todos los hechos que, por semejar baladíes a la hora de -ser publicados, no merecieron el honor de la traducción —pero que -andando el tiempo suelen remontar en valor— quedarán enterrados en -el polvo de las bibliotecas indígenas. Que si para la literatura -y la historia, artes de recreo y atracción, sobran eruditos y -comentadores, para la austera disciplina científica, el reivindicador -debe<span class="pagenum" id="Page_203">p. 203</span> ser a la par -sabio y erudito, y ¡los sabios no abundan en los países de cultura -insuficiente!...</p> - -<p>Importa, pues, que dichas naciones zagueras de la civilización -obtengan de sus promotores científicos el máximo rendimiento docente, -compensando en lo posible la escasez a aquellos con el progresivo -aumento de su capacidad prolífica.</p> - -<p>Mas, ¿cómo formar continuadores y, mejor todavía, genios -iniciadores, capaces de superar al maestro y de señalar rumbos nuevos a -la investigación?</p> - -<p>Llegados a este punto, surge una cuestión importante. ¿Cómo se crea -la vocación irresistible hacia la Ciencia?</p> - -<p>Aunque se haya dicho con razón, por Fouillée, Ribot, Bernheim, -Levy y otros muchos, que toda idea aceptada por el cerebro tiende a -convertirse en acto, es lo cierto que en la mayoría de las personas la -idea o conocimiento científico carece de eficacia para transformarse en -el <i>acto</i> de confirmar la verdad aprendida o en el de ensanchar -sus horizontes, merced al esfuerzo personal.</p> - -<p>A nuestro juicio, la voluntad obra en el joven a impulsos de la -representación anticipada del placer ético íntimamente asociado a todo -triunfo<span class="pagenum" id="Page_204">p. 204</span> intelectual. -Ante la estimación de los doctos, crece el sentimiento de la propia -estima. Y, al revés, si se nos desdeña, acabamos por desdeñarnos. De -aquí la necesidad, desgraciadamente harto olvidada, de que el profesor -sugiera al alumno de continuo, no tanto con la palabra como con el -ejemplo, la idea del goce soberano, de la satisfacción suprema que -produce el arrancar secretos a lo desconocido y del vincular el propio -nombre a una idea original y útil.</p> - -<p>Puesto que, según es bien sabido, la juventud procede en su culto -a los hombres ilustres por imitación, fuera obra altamente educadora -de la voluntad que cada profesor trazara con verdadero cariño y con -deliberado propósito de sugestión la biografía anecdótica y sucinta -de los sabios que más se distinguieron en el desarrollo de su ciencia -especial, haciendo, en fin, algo de lo que, desde otro punto de vista, -quisieron realizar. A. Comte con su culto a los grandes hombres; -modernamente Carlyle con su libro sobre los héroes; Emerson con -sus entusiastas apologías de los <i>hombres representativos</i> o -<i>superhombres</i>, a quienes se deben todos los progresos y ventajas -de la civilización, y, últimamente, Ostwald con su hermoso libro <i>Los -grandes hombres</i>.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span>¿Qué signos -denuncian el talento creador y la vocación inquebrantable por la -indagación científica?</p> - -<p>Problema grave, capitalísimo, sobre el cual han discurrido altos -pensadores e insignes pedagogos, sin llegar a normas definitivas. -La dificultad sube de punto considerando que no basta encontrar -entendimientos perspicaces y aptos para las pesquisas de laboratorio, -sino conquistarlos definitivamente para el culto de la verdad -original.</p> - -<p>Los futuros sabios, blanco de nuestros desvelos educadores, ¿se -encuentran por ventura entre los discípulos más serios y aplicados, -acaparadores de premios y triunfadores en oposiciones?</p> - -<p>Algunas veces, sí; pero no siempre. Si la regla fuera infalible, -fácil resultara la tarea del profesor; bastaríale dirigirse a los -premios extraordinarios de la licenciatura y a los números primeros -de las oposiciones a cátedras. Mas la realidad se complace a menudo -en burlar previsiones y malograr esperanzas. Porque, de igual manera -que los varones más fervorosamente virtuosos y creyentes suelen -ser formidablemente egoístas, se da también, con desconsoladora -frecuencia, el caso de que los más brillantes<span class="pagenum" -id="Page_206">p. 206</span> jóvenes son mentalidades exquisitamente -prácticas, es decir, financieros refinadísimos en embrión. Estudian y -se esfuerzan, más que por amor a la Ciencia, por hallarse persuadidos -de que el saber constituye excelente negocio, y de que la buena fama -cobrada en la escuela cotizase muy alto en el mercado profesional y en -las esferas académicas.</p> - -<p>Si el lector sonríe ante esta observación, haga memoria y repare -en qué vinieron a parar sus más sobresalientes condiscípulos, los -<i>monstruos</i> de la memoria y de la aplicación, aquellos en quienes -el profesor ponía todos sus mimos y preferencias; y reconocerá con pena -que, si en su mayor parte alcanzaron holgada posición social (y en -esto no erraron sus cálculos), poquísimos o ningunos ascendieron a las -cumbres del saber o se distinguieron por una acción política, social -o industrial abnegada y fecunda. Cuanto más que entre los alumnos más -aprovechados figuran bastantes temperamentos del tipo gregario, dóciles -y disciplinados, incapaces de iniciativa y que, habiendo aceptado el -estudio por ciega obediencia a padres y maestros, acaban a menudo la -carrera sumidos en el enervamiento y la fatiga. ¿Quién no ha oído -exclamar, al concluir los estudios, a estos forzados del libro de<span -class="pagenum" id="Page_207">p. 207</span> texto, la conocida frase: -«<i>Adiós, Horacio, a quien tanto aborrecí</i>»?...</p> - -<p>Harto más merecedores de predilección para el maestro avisado, serán -aquellos discípulos un tanto indómitos, desdeñosos de los primeros -lugares, insensibles al estímulo de la vanidad, que, dotados de rica e -inquieta fantasía, gastan el sobrante de su actividad en la literatura, -el dibujo, la filosofía y todos los deportes del espíritu y del -cuerpo. Para quien los sigue de lejos, parece como que se dispersan y -se disipan, cuando, en realidad, se encauzan y fortalecen. Corazones -generosos, poetas a ratos, románticos siempre, estos jóvenes distraídos -poseen dos cualidades esenciales de que el maestro puede sacar gran -partido: desdén por el lucro y las altas posiciones académicas, y -espíritu caballeresco enamorado de altos ideales. Al revés de los -otros, al abandonar las aulas es cuando realmente comienzan a estudiar. -Y no es raro verlos, fatigados ya de laborar sin provecho, y faltos de -orientación definida, presentarse en los laboratorios en súplica de -consejos técnicos y de un tema de estudio. Y algunos de ellos logran -encauzarse y triunfar.</p> - -<p>Con todo eso, los rasgos precedentes no constituyen siempre síndrome -cierto del futuro<span class="pagenum" id="Page_208">p. 208</span> -hombre de ciencia. Entre quienes sobresalen aquellos abundan veleidades -y defecciones. Las citadas cualidades representan fuerzas en potencia, -que no siempre llegan a ser actuales. Seducido por las apariencias, el -maestro corre el riesgo de educar <i>dilettantes</i> del laboratorio o -talentos brillantes, pero incapaces de honda y perseverante labor.</p> - -<p>Resulta, pues, difícil el diagnóstico de la vocación científica. -Preciso es apelar a signos más exactamente diferenciadores para -discernir la moneda falsa del oro de ley.</p> - -<p>En su admirable libro sobre los <i>Grandes hombres</i>, Ostwald, que -se ha planteado este mismo problema, declara, después de hacer algunas -reservas, que los discípulos particularmente bien dotados reconócense -en que no parecen satisfechos jamás de lo que la enseñanza ordinaria -les ofrece... «La enseñanza ordinaria se dirige en profundidad y -superficie al término medio, y cuando un alumno posee un gran talento, -verá en seguida que la ciencia recibida es cuantitativa y, sobre -todo, cualitativamente insuficiente, y exigirá más». Y añade: «la -más importante cualidad del sabio es la originalidad, es decir, la -capacidad de imaginar alguna cosa más allá de lo que se le enseña; la -exactitud en el trabajo, la<span class="pagenum" id="Page_209">p. -209</span> crítica de sí mismo, conciencia, conocimientos, destreza, -son también necesarios; pero todo puede adquirirse más tarde, mediante -conveniente educación».</p> - -<p>Estas observaciones de Ostwald son atinadas y frecuentemente -exactas. Sin embargo, para sacar fruto de ellas, importa que el maestro -se ponga en contacto cordial con sus discípulos, que en sus pláticas -de laboratorio les trate como a camaradas ocupados en obra común, -sugiriéndoles la franqueza y la espontaneidad en la expresión. De este -modo hallará el maestro facilidades para estudiar el carácter, y medir -el tono y fortaleza de las pasiones de sus educandos. Así y todo, la -regla de Ostwald falla en ocasiones. El mozo listo, insatisfecho de las -descripciones de los textos y de las teorías científicas, puede ser un -carácter altivo y un agudo entendimiento, pero incapaz de perseverancia -y disciplina. Más a menudo aún, el futuro investigador adolece de -excesiva timidez; sus respetos hacia el maestro y una modestia natural -y simpática refrenan el deseo de pedir esclarecimientos a sus dudas -teóricas, o aprobación hacia ensayos de nuevas soluciones. En tales -casos, el investigador en cierne puede no ser reparado por el profesor -o no estimularle este lo<span class="pagenum" id="Page_210">p. -210</span> bastante, tomando acaso su reserva por limitación.</p> - -<p>Algo más segura, aunque sin pretensiones de infalibilidad, parécenos -la regla siguiente, donde se combinan, para el diagnóstico psicológico, -algunos signos subjetivos con otros objetivos.</p> - -<p><i>Subjetivamente</i>, el joven apto para la investigación revélase -desde luego por estos rasgos: Patriotismo ardiente, pero consciente y -discursivo: lejos de los candorosos optimismos de ciertos patriotas, -o, mejor dicho, <i>patrioteros</i>, que, con pronunciar cuatro o cinco -nombres prestigiosos indígenas, creen haber demostrado la colaboración -decisiva de su país en la obra de la cultura universal, nuestro joven -siente profundo descontento por la pobreza y mezquindad de dicha -contribución; ante los juicios severos, pero en el fondo justos, -con que la crítica extranjera flagela la esterilidad de nuestros -sabios y filósofos, no responde con trenos patrióticos o jactanciosas -promesas, sino afilando sus armas y haciendo resolución de emplear -sus bríos en el combate universal contra la Naturaleza. Nuestro sabio -en potencia distínguese también por el culto severo a la verdad y -por un escepticismo sano y de buena ley. Es ambicioso, pero<span -class="pagenum" id="Page_211">p. 211</span> con ambición noble y -confesable: ansía destacar de la vulgaridad ambiente y vincular su -nombre a una gran empresa.</p> - -<p><i>Objetivamente</i>, el candidato a sabio corrobora a los ojos -de todos las promesas precedentes. Sin el culto de la acción, sin la -prueba de que el novel investigador es capaz de trabajar con fruto, -correríamos el albur de cultivar un florido regenerador más, tan -hábil en señalar el rumbo, como incapaz de cruzar el golfo. Pero si -el joven gusta sobremanera de las manipulaciones del laboratorio, y -posee laboriosidad infatigable; si, sobre todo (y esta es la señal -objetiva a que principalmente aludíamos), averiguamos que, a costa de -penosos sacrificios, con economías robadas a sus recreos y deportes, se -ha creado un pequeño laboratorio donde se afana en adquirir maestría -técnica y confirmar personalmente los descubrimientos de las eminencias -del saber..., entonces el profesor debe intervenir resueltamente, -ayudándole y protegiéndole; porque la verdadera vocación <i>consiste -siempre en esa actividad especial a que el joven, menospreciando -distracciones de la edad, sacrifica tiempo y peculio</i>.</p> - -<p>Claro está que la afición, aun la más sincera y entusiasta, -se equivoca algunas veces. La vocación<span class="pagenum" -id="Page_212">p. 212</span> no es la aptitud, ni la aptitud conduce -necesariamente al éxito. Este tiene génesis compleja, dado que entran -en él, aparte vocación y aptitud, otras condiciones complementarias, -a saber: la sagacidad para rastrear los filones ricos, el don de -asimilación de las nuevas ideas, penetrante y seguro sentido crítico, -buena orientación bibliográfica y metodológica y hasta un cierto -espíritu filosófico. Pero casi todas estas cualidades complementarias -pueden adquirirse después. Algo hay que dejar a la convivencia con el -maestro y al poder transformador de la imitación.</p> - -<p>En suma, el futuro sabio suele ser patriota ardiente, ansioso de -honrarse y honrar a su país, enamorado de la originalidad, indiferente -al lucro y a los placeres burgueses, inclinado a la acción más que -a la palabra, lector incansable, y capaz, en fin, de toda suerte de -abnegaciones y renuncias para realizar el noble ensueño de bautizar con -el propio nombre alguna nueva estrella del firmamento del saber.</p> - -<p><i>Optimismo crítico.</i>— Dejamos expuesto más atrás que el -maestro digno de tal debe sugerir de continuo a sus discípulos la idea -de que la ciencia está en perpetuo <i>devenir</i>, que progresa y -crece incesantemente, sin llegar jamás a plena<span class="pagenum" -id="Page_213">p. 213</span> madurez, y que todos podemos aportar, si -nos lo proponemos de veras, un grano de arena al imponente monumento -del progreso.</p> - -<p>Semejante actitud implica, naturalmente, el <i>optimismo</i> -nacional, es decir, fe robusta en las aptitudes y destinos de la -raza.</p> - -<p>Claro es que semejante optimismo no debe ser ciego, sino avisado y -previsor. Lejos del pedante y satisfecho engreimiento característico -de muchos funestos políticos y de no pocas orondas sumidades de la -cátedra, el buen maestro debe tener plena conciencia de la nacional -incultura y de nuestra pobreza científica. Tendrá siempre presente que -España está desde hace siglos en deuda con la civilización, y que de -persistir en tan vergonzoso abandono, Europa perderá la paciencia y -acabará por expropiarnos. Critique, pero trabaje. Censure y fustigue, -si es preciso, a los perezosos, pero sin mirar atrás y con la mano en -la mancera.</p> - -<p>De este patriótico optimismo, llamado por Godó <i>optimismo -paradójico</i>, y al que cuadraría mejor la designación de <i>optimismo -crítico</i>, participaron, entre otros, el gran Costa, cuyos apóstrofes -restallaban como látigos en la espalda de los rezagados o en la -frente de los antipatriotas; y en más modernos tiempos, el exquisito -escritor<span class="pagenum" id="Page_214">p. 214</span> y pensador -Ortega y Gasset, quien propone, como condición esencial de la ascensión -cultural y ética de España, la plena conciencia de nuestra miseria -espiritual y de nuestra corrupción política y administrativa.</p> - -<p><i>Cómo guiar al novel investigador.</i>— Escogida la familia -intelectual, es preciso educarla y entrenarla para la ruda labor. -Pueril y temerario fuera concurrir a torneos científicos, con -carácter de rigurosas luchas internacionales, sin prepararse tenaz y -adecuadamente.</p> - -<p>Al maestro incumbe la misión de abreviar esta preparación, -orientando al discípulo, mostrándole los tajos abiertos a la -investigación, guiándole en la pesquisa bibliográfica y sugiriéndole, -en fin, la adquisición de cuantos conocimientos y habilidades -accesorias (dibujo, microfotografía, idiomas, arte de describir -con exactitud y propiedad, etc.) puedan serle de provecho. Importa -inculcarle la resolución de completar en este punto su educación lo -antes posible, para evitar colaboraciones humillantes que, además, no -pueden ser permanentes.</p> - -<p>Fortalecidas de este modo las fuerzas del catecúmeno, procurará -el profesor ponerlas a prueba, proponiéndole un tema accesible, que -no exija grandes ni continuados esfuerzos, y<span class="pagenum" -id="Page_215">p. 215</span> que, a ser posible, represente algo así -como brote o derivación de la obra fundamental del maestro.</p> - -<p>Propende, según es sabido, la juventud a acometer los grandes -problemas y estrenarse con una catedral. Fuerza es moderar semejante -ambición, que podría conducir a fracasos desalentadores, haciendo -ver al principiante la conveniencia de comenzar por las pequeñas -cuestiones: se corre poco riesgo de errar en ellas, y cuando se yerra -jamás se sigue el escozor del ridículo. Más adelante, acrecida la -aptitud técnica y la capacidad especulativa, llegará el caso de llevar -a cabo la grande obra ensoñada.</p> - -<p>Cuando el novel investigador pueda marchar por sí mismo, procúrese -imbuirle el gusto por la originalidad. Déjese, pues, surgir en él la -idea nueva con plena espontaneidad, aunque esta idea no concuerde con -las teorías de la escuela. La más pura gloria del maestro consiste, -no en formar discípulos que le sigan, sino en forjar sabios que le -superen. El ideal supremo fuera crear espíritus absolutamente nuevos, -órganos únicos, a ser posible, en la máquina del progreso. Fabricar -órganos dóciles e intercambiables, denota que el maestro se ha -preocupado más de sí mismo que de su país y de la Ciencia.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_216">p. 216</span>Excusado es -advertir que en sus libros y monografías debe el jefe de escuela hacer -sincera justicia al discípulo, citando escrupulosamente sus trabajos -y aun insistiendo en ellos con delectación alentadora. Por amor a -su prole intelectual, más bien que por modestia, callará la propia -colaboración. Acrecerá de esta suerte el crédito del sabio novel, cuya -obra granjeará rápidamente en el extranjero confianza y simpatía.</p> - -<p>Con ocasión del primer trabajo del principiante, suelen muchos -sabios emparejar el propio nombre con el del discípulo, señalando -con ello su tanto de colaboración: conducta equitativa, aunque poco -generosa. A menos de que dicho trabajo inicial sea fruto personal casi -exclusivo del maestro, preferiríamos librar al discípulo del concepto, -un tanto humillante, de la ajena inspiración. Con ello, el joven -investigador saboreará el exquisito manjar de la espontaneidad. Raro -fuera que, una vez probado, no se aficionase a él y se esforzara por -merecerlo.</p> - -<p>Inútil parece también recomendar a los maestros que no se -aprovechen demasiado de la dócil actividad de sus educandos, so color -de prepararlos y dirigirlos. Este abuso, revelador de antipático -egoísmo, florece en algunas escuelas extranjeras, donde, como en -ciertas profesiones,<span class="pagenum" id="Page_217">p. 217</span> -el catecúmeno paga la enseñanza con la explotación del aprendizaje. -¡Cuántas obras monumentales denotan, más que la fecundidad del autor, -la discreción y modestia de juveniles colaboradores, satisfechos con la -lejana esperanza de ser algún día apoyados y promovidos por su mentor -intelectual a empleos decorosos!</p> - -<p>Las fatigas de la edad, y más que nada el afán de acaparar -dignidades y prebendas, incompatibles con una vida apacible y de labor -honda y perseverante, fuerzan a veces a los sabios a caer en tan -vituperables explotaciones. Después de haber llegado con honra, hay -que caer con honor. Bástele a cada cual su propio mérito. Harto pagado -queda el maestro con la satisfacción de haber despertado actividades -latentes y formado mentalidades creadoras. Si la debilidad de los -sentidos o las flaquezas de la voluntad privan al anciano de los bríos -necesarios para la obra de investigación, abandone resueltamente el -magisterio militante. No se enseña bien sino lo que se hace, y quien no -investiga no enseña a investigar. Primor de discretos es lo que Gracián -designa <i>tener un buen dejo</i>. Aunque nos duela, a cierta edad hay -que abandonar la enseñanza antes que la enseñanza nos abandone.</p> - -<p>Con todo eso, todavía tiene el veterano profesor<span -class="pagenum" id="Page_218">p. 218</span> alta misión que cumplir. -Cuando sus manos débiles no pueden sostener el pico del minero, -ocúpese en refinar el mineral arrancado por otros<a id="FNanchor_26" -href="#Footnote_26" class="fnanchor">[26]</a>. Y escriba en la quietud -de su jubilación la historia o la filosofía de la ciencia. Que nadie -puede exponerla mejor que quien ha vivido sus incidentes y sentido de -cerca las arduas dificultades especulativas.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/flor.jpg" - style="width: 4em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch10"> - <p><span class="pagenum" id="Page_219">p. 219</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/flores.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO X</h2> - <p class="subh2">Deberes del Estado en relación con la producción - científica.</p> - <p class="subh2h fs90">Nuestro atraso científico y sus causas pretendidas. - Explicaciones físicas, históricas y morales de la infecundidad - científica española. Los remedios.</p> -</div> - -<p>La prosperidad duradera de las naciones es obra de la ciencia -y de sus múltiples aplicaciones al fomento de la vida y de los -intereses materiales. De esta indiscutible verdad síguese la -obligación inexcusable del Estado de estimular y promover la cultura, -desarrollando una <i>política científica</i>, encaminada a generalizar -la instrucción y a beneficiar en provecho común todos los talentos -útiles y fecundos brotados en el seno de la raza.</p> - -<p>La política científica implica el empleo simultáneo de estos cuatro -modos de acción:</p> - -<p>1.º Elevar el nivel intelectual de la masa<span class="pagenum" -id="Page_220">p. 220</span> para formar ambiente moral susceptible de -comprender, estimular y galardonar al sabio.</p> - -<p>2.º Proporcionar a las clases sociales más humildes ocasión -de recibir en Liceos, Institutos o Centros de enseñanza popular, -instrucción científica general suficiente a fin de que el joven -reconozca su vocación y sean aprovechadas, en bien de la nación, todas -las elevadas aptitudes intelectuales.</p> - -<p>3.º Transformar la Universidad, hasta hoy casi exclusivamente -consagrada a la colación de títulos y a la enseñanza profesional, en -un Centro de impulsión intelectual, al modo de Alemania, donde la -Universidad representa el órgano principal de la producción filosófica, -científica e industrial<a id="FNanchor_27" href="#Footnote_27" -class="fnanchor">[27]</a>.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_221">p. 221</span>4.º En fin, formar -y cultivar, mediante el pensionado en el extranjero o por otros métodos -de selección y contagio cultural, un plantel de profesores eméritos, -capacitados para descubrir nuevas verdades y para transmitir a la -juventud el gusto y la pasión por la investigación original.</p> - -<p>Carecemos de espacio para estudiar minuciosamente todos estos -aspectos de la política cultural. Consideramos, por otra parte, -innecesario entrar en pormenores, ya que son temas repetidamente -tratados y discutidos desde hace muchos años por la prensa política y -las obras pedagógicas. Sobre ellos hay, por fortuna, un conjunto de -soluciones que, con ligeras variantes, han sido generalmente aceptadas. -Por ahora, concretarémonos a exponer algunas consideraciones tocantes -al último punto, esto es, a los métodos más apropiados y rápidos -para refinar en lo posible el personal docente actual y formar el -futuro profesorado universitario, instrumento<span class="pagenum" -id="Page_222">p. 222</span> esencial, aunque no exclusivo, de nuestro -resurgimiento intelectual.</p> - -<p>Mas para justificar lo que sigue y fundamentar sólidamente nuestras -conclusiones, importa resolver una cuestión previa sobre la cual, desde -hace cincuenta años, y sobre todo a partir del desastre colonial, -se han ejercitado con varia fortuna casi todos nuestros grandes -escritores.</p> - -<p><i>Resurgir</i>, <i>renacer</i>, <i>regenerarse</i>, son procesos -dinámicos que implican estado anterior de agotamiento, decadencia -o regresión. Importa, pues, desde luego dilucidar este importante -punto: ¿Es exacto que, en orden a la filosofía y a la ciencia, hemos -decaído verdaderamente? Como productores de civilización en su más -amplio sentido, ¿es lícito afirmar que hemos degenerado con relación a -nuestros antepasados de los siglos <span class="asc">XVI</span> y <span -class="asc">XVII</span>?</p> - -<p><i>España es un país intelectualmente atrasado, no decadente.</i> -Estudiando imparcialmente la historia de la producción científica y -filosófica española durante la Edad Media, durante el siglo <span -class="asc">XVI</span> (considerado con alguna exageración, a nuestro -juicio, como la cima de nuestra intelectualidad) y, en fin, durante las -últimas centurias; comparando, con absoluta sinceridad, intensiva<span -class="pagenum" id="Page_223">p. 223</span> y extensivamente, la -ciencia española forjada en cada uno de esos períodos (descontando -las alzas y bajas causadas por fortuitos accidentes, quiero decir, el -avance cultural producido por el descubrimiento de América, que abrió -de repente a nuestros sabios espléndido campo de investigación, y la -postración mental provocada por las guerras desastrosas y errores -políticos de la época de Felipe IV); si cotejamos, en fin, en cada -una de las citadas épocas, las conquistas intelectuales positivas -hechas por españoles con las debidas a sabios extranjeros, nos veremos -obligados a reconocer que ni la raza ni la ciencia española han -decaído ni se han estacionado por completo. Sobre poco más o menos, su -rendimiento científico se mantuvo siempre al mismo nivel.</p> - -<p>La imparcialidad obliga, empero, a confesar que, apreciado -globalmente <i>dicho rendimiento, ha sido pobre y discontinuo, -mostrando, con relación al resto de Europa, un atraso y, sobre -todo, una mezquindad teórica deplorable</i><a id="FNanchor_28" -href="#Footnote_28" class="fnanchor">[28]</a>. Dominó<span -class="pagenum" id="Page_224">p. 224</span> en nuestros cosmógrafos, -físicos, metalurgistas, matemáticos y médicos la tendencia hacia lo -útil inmediato, al practicismo estrecho. Se ignoró que solo las ideas -son realmente fecundas. Y buscando recetas y fórmulas de acción, -atrofiáronse las alas del espíritu, incapacitándonos para las grandes -invenciones. Además, en cada período nuestros hombres de ciencia fueron -escasos, y los genios, como las cumbres más elevadas, surgen solamente -en las cordilleras. Para producir un Galileo o un Newton es preciso una -legión de investigadores estimables.</p> - -<p>A semejanza de Rusia o del Japón, hasta hace<span class="pagenum" -id="Page_225">p. 225</span> poco tiempo, o de los germanos y francos -antes del Renacimiento, España ha permanecido en estado semibárbaro, -atenida a la religión y a la política y casi del todo ajena a la -preocupación de ensanchar los horizontes del espíritu. Pero la -semibarbarie no es la decadencia, como el estado embrionario no es la -decrepitud. Fuera indisculpable ligereza desesperar de una raza casi -virgen, riquísima en subtipos y variedades (gran ventaja en sentir -de los antropólogos), creadora en todo tiempo de individualidades -geniales y vigorosas, detenida en casi todas sus capas sociales en -la fase infantil, y, por tanto, muy lejos todavía de la plenitud de -su expansión espiritual. ¿Habrá que recordar a los pesimistas que -la mayoría de los españoles son analfabetos? ¿Declararemos ciego -al privado de luz? Probemos antes si es capaz de ver y de pensar, -proporcionándole la antorcha de la cultura.</p> - -<p>Mientras nuestra raza ha dormido secularmente el sueño de la -ignorancia y cultivado la religión y el arte (preferentes y casi únicas -actividades de los pueblos primitivos), las naciones del centro y -Norte de Europa se nos han adelantado prodigiosamente. No vamos hacia -atrás, sino muy detrás. Úrgenos, pues, alcanzarlas corriendo<span -class="pagenum" id="Page_226">p. 226</span> vertiginosamente para -colaborar en la medida de nuestra escasa población y del exiguo -sobrante de nuestras energías morales y económicas, en la obra de la -conquista de la naturaleza.</p> - -<p>En suma, España <i>no es un pueblo degenerado, sino ineducado</i>. -Una minoría gloriosa de intelectuales existió siempre, y aunque con -escasez y esporádicamente, la ciencia fue en todo tiempo cultivada. -Nuestros males no son constitucionales, sino circunstanciales, -adventicios. El problema agitado por algunos de si la raza ibera -es capaz de elevarse a las esferas de la invención filosófica y -científica, es cuestión tan ociosa como molesta. Solo fuera lícito -el desaliento cuando, desaparecido el analfabetismo, generalizada la -instrucción y el bienestar, como en Inglaterra o Alemania, y ensayadas -las fuerzas de nuestros mejores talentos en los tajos fecundos de la -investigación, fracasáramos repetidamente. Pero esta prueba no se ha -hecho y merece la pena de ensayarse.</p> - -<p>Despréndese de todo lo apuntado que el problema del atraso español -debe plantearse exclusivamente en estos términos:</p> - -<p>¿Por qué, encerrando España una población igual a la suma de los -habitantes de Suiza, Suecia<span class="pagenum" id="Page_227">p. -227</span> y Holanda, han surgido en ella menos verdades filosóficas, -morales, y sobre todo científicas, que en cualquiera de estas -naciones?</p> - -<p>Hemos anticipado ya nuestra opinión sobre el problema. Sin embargo, -en prueba de imparcialidad, vamos a consignar aquí el sentir de algunos -de nuestros estadistas y escritores más insignes. A nadie se oculta que -señalar las causas de nuestra insuficiencia vale tanto como mostrar sus -remedios.</p> - -<p>Casi todas las siguientes teorías enfocan especialmente nuestra -postración política y social. Pero todas ellas pueden extenderse -al terreno de la actividad científica, ya que el poderío militar y -político y la prosperidad intelectual e industrial suelen ser cosas -solidarias, como ramas brotadas del mismo tronco cultural.</p> - - -<h3 class="asc">TEORÍAS FÍSICAS</h3> - -<p>Por curiosas, no obstante su paradojismo, vamos a mencionar -brevemente la <i>hipótesis térmica</i> y la <i>hipótesis -oligohídrica</i>.</p> - -<p>a) <i>Hipótesis térmica.</i>— Según los adeptos de esta concepción, -tenemos la desgracia de morar en clima semiafricano. Durante el -verano, un sol calcinador suspende la vida vegetal y aplana<span -class="pagenum" id="Page_228">p. 228</span> nuestro espíritu; durante -la estación invernal un sol tibio, acariciador, nos infunde la alegría -de vivir. ¿Cómo permanecer en el laboratorio o en la biblioteca, -desoyendo el insinuante llamamiento de una naturaleza próvida y riente, -henchida de colores, frutos y perfumes y tempranamente desperezada del -letargo invernal?</p> - -<p>Muy al contrario en los países del Norte. Allí el hombre vive -rodeado de ambiente duro e inclemente. Todo predispone a la -concentración y al recogimiento. El frío aproxima los espíritus y -crea vida social intensísima. Por recurso, las personas medianamente -ociosas y cultas, huyendo de la lluvia y de la nieve, reclúyense en el -gabinete o en el laboratorio, y se entregan, para no sucumbir al tedio, -al rompecabezas de la ciencia, a las charadas de la metafísica o a los -ensueños de la literatura.</p> - -<p>El candoroso inventor de esta teoría olvidó explicarnos por qué las -antiguas civilizaciones surgieron en la India, Egipto, Caldea y Grecia, -países más calurosos que España, y cómo, mientras dichas civilizaciones -florecían, la lluvia y la nieve dejaron de surtir efectos filosóficos -y científicos en britanos, germanos, escitas y galos, sumergidos a -la sazón en las tinieblas de la barbarie; y, en fin, por qué razón, -a pesar de los<span class="pagenum" id="Page_229">p. 229</span> -ardores de Febo, la Edad Media tuvo en España, con sus judíos, árabes -y cristianos, período de espléndido florecimiento intelectual y en el -siglo <span class="asc">XVI</span> expansión política formidable. Ni es -dado olvidar que, según los escritores antiguos, la <i>Turdetania</i>, -región la más cálida de España, fue lo más civilizado de la Península -Ibérica antes de la conquista romana.</p> - -<p>b) <i>Teoría oligohídrica.</i>— Enlazada con la anterior, de que -es obligado complemento, fue defendida por el insigne naturalista -Malladas, de quien tomamos no pocos datos. Costa, Picavea, Jiménez, -Valdivieso, Maeztu y otros muchos escritores han visto en ella la causa -principal de nuestro atraso.</p> - -<p>Ya Columela notó que en España llueve poco con relación a los demás -países de Europa. Como es sabido, la fertilidad de un país, y, por -tanto, su población y riqueza, dependen de la abundancia y regularidad -de sus precipitaciones acuosas, singularmente durante la primavera y la -canícula. Inglaterra, Bélgica, Francia, Italia, Alemania, aprovechan -casi totalmente sus tierras para la agricultura o la ganadería, porque -en ellas caen anualmente, por término medio, de 600 a 1.400 milímetros -de agua pluvial. Por consecuencia de tan feliz régimen meteorológico, -la<span class="pagenum" id="Page_230">p. 230</span> industria -agrícola fue en tales países siempre floreciente: los cereales, las -hortalizas, las legumbres, la vid, el praderío y toda suerte de árboles -desarróllanse lozanamente; hasta las tierras y montes abruptos aparecen -cubiertos de un tapiz verde aun en agosto y septiembre, criando -espontáneamente pastos substanciosos. Son los <i>países de yerba</i>, -envidiosamente contemplados por nuestros enjutos habitantes de la -meseta central. El riego, necesario entre nosotros, es en los citados -pueblos casi desconocido: el sol y la lluvia garantizan la regularidad -y abundancia de las cosechas.</p> - -<p>Tan envidiables ventajas naturales explican bien la densidad de -población del centro y Norte de Europa, la economía y consiguiente -acumulación de la riqueza, el poderío militar y político, y, en fin, el -desarrollo de las ciencias y de las artes útiles. Porque el progreso -científico, como la industria, son función combinada del bienestar -social y de cierta densidad de población. La ciencia cultívase por -lo común en países cuyos habitantes no descienden de 60 o 70 por -kilómetro cuadrado. En España no pasan de 37 en la misma superficie. -La aproximación espacial crea el acercamiento espiritual. Por donde la -estrecha convivencia, junto con la abundancia de<span class="pagenum" -id="Page_231">p. 231</span> mantenimientos, producen el ocio ilustrado, -la curiosidad científica y la inquietud espiritual. Cualquiera aptitud -útil o simplemente agradable halla, en tan favorable ambiente, estímulo -y aplauso.</p> - -<p>Bien diferentemente pasan las cosas en nuestro desgraciado -país. Abierta la Península a los asoladores vientos africanos, con -latitud geográfica que la condena a calor tórrido y evaporación -excesiva, necesitaría un coeficiente pluvial superior al de Francia, -cuando en realidad es muy inferior. Estímasele, por término medio, -en 300 o 350 milímetros<a id="FNanchor_29" href="#Footnote_29" -class="fnanchor">[29]</a>. Exceptúase el litoral cantábrico; es decir, -Galicia, Asturias, Santander, las Provincias Vascas, una parte de -Navarra y de Cataluña, regiones en que el régimen meteorológico es -francamente europeo. Provincias hay, como Almería, Murcia, Alicante, -Valencia, tan desoladamente secas, que en ciertos años no llueve ni -aun en invierno (el <i>contrapolo</i> de la lluvia); sin la irrigación -artificial de la tierra serían verdaderos desiertos. En la meseta<span -class="pagenum" id="Page_232">p. 232</span> central, comprensiva de la -mayor parte de España, cabe afirmar que no existen sino dos estaciones: -la de la sequía, que dura desde junio a octubre, y la de las lluvias, -que va de octubre a mayo.</p> - -<p>Merced a la exigüidad y desigual reparto del agua, la mayor parte -del territorio nacional hállase sin roturar y las mejores tierras -labrantías rinden cosechas mediocres y aleatorias. Nada mejor revela la -pobreza de la meseta central (salvo la tierra de Campos, la región de -Burgos y Vitoria y algunas otras zonas) que este dato desconsolador: -mientras el trigo rinde en Bélgica, Inglaterra y Francia, casi -constantemente, de 17 a 25 hectolitros por hectárea, en España no da, -por término medio, sino de cinco a seis, y eso los años prósperos, -bastante raros, por desgracia. Indicio y manifestación de esta perpetua -lucha entre el cerebro y el estómago es nuestra literatura picaresca, -según ha hecho notar elocuentemente don Rafael Salillas.</p> - -<p>Ahora bien: la pobreza engendra la ignorancia. La cultura aun -elemental implica cierto desahogo económico. ¿Cómo podrá asistir el -niño a la escuela, si en la mayoría de nuestras aldeas constituyen los -hijos para el miserable labrador factor de producción indispensable? -Por lo que<span class="pagenum" id="Page_233">p. 233</span> hace a -la ciencia, representa lujo que solo pueden costearse las naciones -ricas.</p> - -<p>La <i>teoría oligohídrica</i> es cierta, por desgracia, y ella -explica cumplidamente la escasez de población y la pobreza casi -general del agricultor de nuestra Península. Por donde resulta natural -que sus partidarios proclamen, cual supremo remedio, la <i>política -hidráulica</i>. Pero dicha hipótesis deja en la sombra la verdadera -cuestión, que, según dejamos apuntado, es esta: ¿por qué naciones -más pobres y menos pobladas absolutamente que España, son más cultas -y producen más ciencia que nosotros? Además, si todo consiste en el -buen régimen pluvial y en la riqueza y densidad de población, no -se comprende cómo las provincias del litoral cantábrico, en donde -llueve 1.500 y más milímetros y cuentan 100 habitantes, sobre poco -más o menos, por kilómetro cuadrado, no han aventajado en producción -científica y en invenciones industriales (no aludimos a la riqueza -minera e industrial, pura lotería aprovechada por extranjeros las -más veces) al resto de la Península. Tampoco queda suficientemente -esclarecido cómo Irlanda, pobladísima, y el Sur de China, región -cuya densidad de población es sorprendente (500 habitantes por -kilómetro cuadrado), han colaborado menos<span class="pagenum" -id="Page_234">p. 234</span> en las empresas de la civilización moderna -que las relativamente pobres y escasamente habitadas (absoluta y -relativamente), Suecia y Noruega, y la colosal Rusia con sus 19 -habitantes por kilómetro cuadrado. No debe, pues, consistir todo en la -abundancia de mantenimientos y número relativo de habitantes, aunque no -sea lícito negar importante influjo a estos factores en el adelanto de -las ciencias y en la prosperidad de las naciones.</p> - - -<h3 class="asc">TEORÍAS POLÍTICO-MORALES</h3> - -<p><i>Teoría económico-política.</i>— Corolario de la precedente -(porque la escasa fertilidad del suelo trae consigo la flaqueza -política y militar), esta concepción fue sostenida por casi todos -nuestros estadistas y pensadores, desde Cánovas y Silvela hasta Pi y -Margall y Costa, para no citar sino muertos ilustres. Por lo demás, -como <i>Azorín</i> recuerda oportunamente, escritores muy pretéritos, -como Saavedra Fajardo, Gracián, Cadalso, Mor de Fuentes, <i>Fígaro</i> -y otros, pusieron ya el dedo en la llaga, señalando la pobreza de -nuestros recursos y la frecuencia de guerras inútiles como principales -factores de nuestro atraso.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_235">p. 235</span>Oigamos primero -al insigne Cánovas, que, en su libro <i>El Solitario y su tiempo</i>, -estampa estas palabras, desbordantes de patriótica sinceridad:</p> - -<p>«No cabe positiva y duradera grandeza militar y nacional donde hay -pobreza e impotencia económica... Toda la historia de España está -en este hecho al parecer insignificante: los soldados que el Gran -Capitán llevó a Málaga para conquistar a Nápoles, iban ya descalzos y -hambrientos. Así se corren aventuras a las veces gloriosísimas; mas no -se fundan permanentes imperios... En vano se busca en la Inquisición, -en la amortización, en la exageración del principio monárquico, en los -defectos de los reyes, en la incapacidad de sus privados, etc., la -causa única de nuestras desgracias; hay allí muchos vanidosos sofismas -de secta o escuela, y numerosas preocupaciones de la ignorancia», -etc.</p> - -<p>La historia de España fue siempre, según hace notar Cánovas, un -proceso de perpetua, de angustiosa penuria económica. «Al subir al -trono Felipe II, estaban las cosas de modo que su favorito Ruy Gómez de -Silva hubo de decir a cierto enviado de nación amiga “que se hallaba -el reino <i>sensa prattica, sensa soldati, sensa dennari</i>”». De -esta gran postración, no obstante la cual se acometieron nuevas y -desastrosas<span class="pagenum" id="Page_236">p. 236</span> campañas, -hace Cánovas responsable al atraso antiguo de la agricultura, producido -por las guerras de ocho siglos; a la falta de brazos que se comenzaba -a sentir por la expulsión de los judíos (agravada más adelante por la -expulsión de los moriscos); a los destierros forzosos de muchos; a las -persecuciones del Santo Oficio; a la amortización civil y eclesiástica; -al sinnúmero de soldados que exigieron las dilatadas y sangrientas -campañas del siglo <span class="asc">XVI</span>, y, sobre todo, a la -despoblación, causada por el descubrimiento de América.</p> - -<p>Cánovas señala, además, como factor de la debilidad nacional, -el <i>provincialismo</i> o <i>regionalismo</i> y podríamos añadir -el <i>caciquismo</i>, reliquia feudal tan funesta como la miseria -económica. Esta falta de solidaridad social, notada también por Hume y -otros historiadores modernos (<i>kabilismo</i> del insigne Unamuno), -quebrantó la unidad y energía del Poder central, obligado a respetar -los fueros y franquicias de las regiones más ricas y pobladas, y a -gravar casi exclusivamente con levas y exacciones a las esquilmadas -Castillas, Extremadura y Andalucía. Ante los ahogos de una pobreza -creciente, el Estado español empeñó todas sus rentas, alteró repetidas -veces el valor de la moneda, se incautó<span class="pagenum" -id="Page_237">p. 237</span> de los bienes de los particulares y se -entregó, en fin, para llevar adelante sus empresas guerreras, a toda -suerte de atropellos y desafueros.</p> - -<p>La población, que, según cálculos de un economista alemán (Haebler) -que ha consagrado un libro a esclarecer las condiciones económicas -del pueblo español durante nuestro auge político, pasaba de seis -millones en la época de los Reyes Católicos, descendió, en tiempos de -Carlos II, a menos de cuatro<a id="FNanchor_30" href="#Footnote_30" -class="fnanchor">[30]</a>.</p> - -<p>Y apuntando remedios, nos dice Cánovas: «Trabajad, inventad, -economizad sin tregua; no contraigáis más deudas; no pretendáis tanto -adquirir como conservar; no fiéis sino en vosotros mismos, dejando -de tener fe en la fortuna...; que vuestro patriotismo sea, en fin, -callado, melancólico,<span class="pagenum" id="Page_238">p. 238</span> -paciente, aunque intencionado, constante, implacable».</p> - -<p>De este mal de la despoblación y pobreza quejábanse ya nuestros -escritores del siglo <span class="asc">XVI</span> y <span -class="asc">XVII</span>. Recordemos que Fernández Navarrete, que -escribía en el primer tercio del siglo <span class="asc">XVII</span>, -hablaba ya en su <i>Conservación de monarquías</i> de que «la -despoblación de Castilla, que tanto baldonan los extranjeros, debíase a -las guerras incesantes, a los tributos intolerables, a la colonización -de América y, sobre todo, a la expulsión de los tres millones de -moriscos y dos millones de judíos». Laméntase Navarrete, con razón, de -que las razas laboriosas e industriosas hubieran sido expatriadas y no -los <i>gitanos</i>, pueblo maleante, entregado sistemáticamente al robo -y la depredación.</p> - -<p>Con no menos vigor y alto espíritu crítico formula el insigne J. -Costa juicios parecidos. «Ha engañado —dice— a nuestros políticos -el mapa, no viendo de la Península sino su extensión, no cuidándose -de apreciar su grado de productibilidad, la población que podía -mantener, los recursos con que podía acudir al Tesoro público. Dos -accidentes históricos, el desembarco de Colón en la Península con su -lotería del Nuevo Mundo, y el matrimonio de Doña<span class="pagenum" -id="Page_239">p. 239</span> Juana, con sus expectativas en la Europa -Central, desplegaron a la vista de España perspectivas de grandeza y -tentaciones de imperio universal, para resistir a las cuales no había -en la raza suficiente caudal de prudencia política, y complicaron e -hicieron irremediable aquella desorientación que nos ha valido cuatro -siglos de decadencia... El arte de gobernar declinó en las manos de -nuestros estadistas en una rama de la literatura». Suyo también es este -hermoso y exacto pensamiento: «Como la Venus de Milo, España es una -bella estatua, pero sin brazos».</p> - -<p>En cuanto a remedios, propone la <i>política hidráulica</i>, es -decir, derivar hacia la agricultura, hacia la construcción de canales -y pantanos, los caudales locamente derrochados en guerras suicidas -y en vanidades de hidalgo venido a menos. Coincidiendo con Cánovas, -sugiere también a nuestros ministros el pensamiento de «gobernar con -tristeza, como Fernando VI, velando y consolando la desventura de -los gobernados». Aconseja además: «Abaratar la patria, de modo que -la condición de español deje de ser un mal negocio; y doble llave al -sepulcro del Cid para que no vuelva a cabalgar... Hay que rehacer -al español en la escuela. Menos Universidades y más sabios... No se -encierra<span class="pagenum" id="Page_240">p. 240</span> todo en -levantar el nivel de cultura general; es preciso, además, producir -grandes individualidades científicas que tomen activa participación en -el movimiento intelectual del mundo y en la formación de la ciencia -contemporánea... Crear colegios españoles, a estilo del de Bolonia, -en los principales centros científicos de Europa, para otras tantas -colonias de estudiantes y profesores, a fin de crear en breve tiempo -una generación de jóvenes imbuidos en el pensamiento y las prácticas -de las naciones próceres para la investigación científica, para la -administración pública, la industria, la enseñanza y el periodismo». -En suma, <i>despensa</i> y <i>escuela</i>: tales son los remedios de -nuestros males.</p> - -<p>La teoría de Cánovas y de Costa es hoy doctrina inconcusa. Naciones -desangradas y empobrecidas por guerras inútiles, emigraciones -continuas y exacciones agotadoras, no suelen sentir ansias de cultura -superior. Harto hacen con vegetar obscuramente y conservar incólume -la semilla de la raza. Pero... ¿por qué naciones no menos asoladas -por guerras desastrosas y enflaquecidas por emigraciones continuas, -se restauraron rápidamente? ¿Cómo no pereció Italia saqueada, vejada, -desgarrada y afrentada por casi todos los ejércitos y aventureros de -Europa?<span class="pagenum" id="Page_241">p. 241</span> ¿Qué secreto -resorte mantuvo la vitalidad de Francia, no obstante vivir en perpetua -hostilidad con las naciones fronterizas? ¿Qué extraña virtud hizo -que Alemania, cuna y campo de batalla del cisma, y cuya población, -consumida por la guerra de treinta años, descendió, según cálculos -autorizados, a menos de cuatro millones, no agotara nunca su vena -productora de ilustres pensadores y de primorosos artífices, renaciendo -luego con irresistible pujanza? Falta, pues, algo en esta teoría para -esclarecer por completo el problema de nuestro atraso.</p> - -<p><i>Hipótesis del fanatismo religioso.</i>— Según esta concepción, -generalmente acogida en el extranjero<a id="FNanchor_31" -href="#Footnote_31" class="fnanchor">[31]</a>, las causas principales -de nuestra decadencia<span class="pagenum" id="Page_242">p. 242</span> -política y de nuestro atraso científico fueron la exageración del -principio religioso y singularmente la Inquisición, que podó y descuajó -durante siglos lo más eminente y exquisito del genio nacional. Fue una -selección al revés, como dice Ostwald. El Santo Oficio, limpiando la -nación de judaizantes, moriscos y luteranos y reduciendo al silencio o -a la expatriación a todos los pensadores heterodoxos, privó a España -del concurso de las mentalidades más originales y más renovadoras. -Porque precisamente entre esos hombres poco fervorosos del dogma -y rebeldes al despotismo de escuela suelen contarse los grandes -iniciadores de la Filosofía y de la Ciencia. En el cedazo quedaron, -pues, los rutinarios, los dóciles, los intolerantes y los meollos rudos -y seniles.</p> - -<p>Aun sin llegar a las violencias de la intolerancia, la exageración -del principio religioso entraña un germen de postración económica y de -apatía cultural.</p> - -<p>Profundamente penetrados del misticismo y de la existencia de -otra vida mejor, los pueblos miran la ciencia como algo frívolo, -profano, de dignidad inferior a la teología, a la literatura y a la -política. En muchos escritores del siglo de oro, singularmente en -Gracián, Quevedo y Saavedra<span class="pagenum" id="Page_243">p. -243</span> Fajardo, apuntan estos sentimientos. En lo cual, fuerza es -confesarlo, son severamente lógicos. Puesto que la vida terrestre no -es sino preparación para el cielo, natural es cultivar exclusivamente -la teología, la mística y la moral, es decir, las sagradas disciplinas -que nos apartan de frivolidades mundanas y señalan el camino de la -perfección espiritual. ¿A qué afanarse por las artes útiles, el -comercio, la industria? Fuera de la moral, el derecho y un poco de -literatura necesaria para hablar con decoro de las cosas santas, solo -parece plausible y deseable el esfuerzo para conservar la pureza del -dogma y la imposición, mediante la guerra, de la unidad religiosa a -todas las naciones.</p> - -<p>Y España peleó locamente contra Inglaterra, Flandes, Francia, -Italia, África, las razas de América, etc. Empresa enorme, sobrehumana, -que hubiera exigido en el Gobierno genios, en vez de vulgares privados; -en el ejército las huestes de Jerjes dirigidas por Aníbales, y en la -Hacienda pública los tesoros de la Francia o de la Inglaterra actuales. -Solo Dios puede hacer lo imposible, y así todo se fió en Dios. A la -Santa Cruzada contra el protestantismo fueron sacrificados vasallos y -tesoros, cerebros y corazones.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_244">p. 244</span>Arrastrados -por esta fiebre de ciego proselitismo, desterramos de la Península -a los judíos y a los moriscos, en cuyas manos florecieron el -comercio y la agricultura. Quedó la poca tierra cultivable yerma -y esquilmada. Sobre ella crecieron y se extendieron, como legión -de voraces parásitos, los frailes y los nobles, paralizando con la -amortización material las fuentes de la riqueza patria y aniquilando -con la amortización espiritual las iniciativas científicas y audacias -especulativas de la raza... Tal es, en sus líneas generales, la teoría -económico-política.</p> - -<p>Nacida en el extranjero con Buckle, Tiknor, Draper, Macaulay, -Hume, G. Le Bon, etc., sostenida entre nosotros por intelectuales de -prestigio (Sanz del Río, Revilla, Pi y Margall, José del Perojo, etc.), -esta hipótesis forma casi parte del ideario de nuestra democracia. -Sobre las otras concepciones posee la ventaja inapreciable de referir -nuestro atraso a una condición adventicia, en cierto modo exterior y -extraña al carácter mental de la raza. Como toda explicación simplista, -se ofrece cómoda, y por tanto sugestiva. Seduce a primera vista porque -nos promete, según nota Maeztu, para un plazo breve, fácil y llano -remedio. Barrida la intolerancia, emancipado el espíritu crítico, -la ciencia deberá surgir<span class="pagenum" id="Page_245">p. -245</span> por sí misma como espontánea floración de la cultura y de la -prosperidad material.</p> - -<p>No negaremos nosotros que la exageración del sentimiento religioso, -que ya Cánovas, Valera y otros consideraron como uno de tantos -motivos de nuestra decadencia, y, sobre todo, las crueldades del -Santo Oficio, hayan contribuido bastante a marchitar la flor de -nuestra originalidad científica y filosófica. Dejamos apuntado ya que -el sabio, por religioso que sea, gana mucho en un ambiente de libre -expansión espiritual. Creemos más: que en la actualidad (hay gloriosas -excepciones), los hombres más ocupados en los problemas del mundo -suelen ser los menos preocupados de las beatitudes celestiales.</p> - -<p>Pero aun reconociendo y proclamando todo esto, pensamos sinceramente -que la hipótesis del <i>fanatismo religioso</i> es, en el terreno -histórico, notoriamente exagerada, y en el terreno práctico, -<i>peligrosísima</i> para las esperanzas puestas en el resurgimiento -de España y en los altos destinos de la raza, esperanzas que todos, -y señaladamente los maestros, debemos infundir reiteradamente en la -juventud.</p> - -<p>Que se ha extremado el papel anticultural de la Inquisición, -probáronlo (cayendo también en<span class="pagenum" id="Page_246">p. -246</span> opuestas exageraciones) Laverde, Vidart, Adolfo de Castro, -muchos de nuestros tradicionalistas, y singularmente el fogoso -patriota y prodigioso erudito Menéndez Pelayo<a id="FNanchor_32" -href="#Footnote_32" class="fnanchor">[32]</a>. En respuesta a los -denigradores del Santo Oficio, alegaron que precisamente el auge de la -producción científica y filosófica española corresponde a los siglos -<span class="asc">XVI</span> y <span class="asc">XVII</span>, época -de la prepotencia del terrible Tribunal. Y citaban abrumadoras listas -de filósofos moralistas y científicos, que brillaron con luz propia -en nuestra edad de oro. Afirmaban, además,<span class="pagenum" -id="Page_247">p. 247</span> que en los calabozos del Santo Oficio no -perecieron hombres de ciencia ni pensadores eximios, sino judaizantes, -luteranos, musulmanes, y, sobre todo, brujos y endemoniados, según -ocurría a la sazón, aunque bajo otras instituciones, en todos los -países de Europa. Recordaban, en fin, que Servet fue inmolado fuera de -España por el feroz Calvino, y que la tolerante Italia quemó a G. Bruno -y encarceló a Galileo.</p> - -<p>«En Francia —dice Valera—, sin contar los horrores de las guerras -civiles, solo en la espantosa noche de San Bartolomé hubo más -víctimas del fanatismo religioso que las que hizo el Santo Oficio -desde su fundación hasta su caída... Ni iguala en número —continúa— -por confesión de Schack a solo las infelices brujas quemadas<span -class="pagenum" id="Page_248">p. 248</span> vivas en Alemania nada más -que en el siglo <span class="asc">XVII</span>.»</p> - -<p>Y es menester reconocer que los hechos citados por los precedentes -autores poseen alguna fuerza. Maeztu, uno de nuestros jóvenes -escritores más vigorosos y mejor orientados, nota oportunamente que -mal pudo la Inquisición sacrificar a filósofos y sabios, cuando España -no los tuvo nunca (de primer orden, se entiende). Otras son, pues, las -esenciales causas de nuestro atraso, y no la intolerancia religiosa, -que adquirió también, entre los cismáticos de Inglaterra, Suiza y -Alemania, formas y sentimientos singularmente agresivos e inhumanos.</p> - -<p>Pero, conforme dejamos apuntado, lo más grave de la teoría religiosa -no consiste en su tendencia sectaria, ya advertida por Cánovas, sino en -que, fiados en ella, corremos el riesgo de echarnos definitivamente en -el surco, dejando de aplicar al mal los verdaderos remedios.</p> - -<p>En efecto: hace más de un siglo que, salvo algún chispazo -aislado, la Inquisición apagó sus hogueras. Hemos hecho cinco o seis -revoluciones, decretado la desamortización e instaurado un régimen -de tolerancia religiosa. Reconoce nuestra Constitución la libertad -de conciencia, de palabra, de asociación y de imprenta,<span -class="pagenum" id="Page_249">p. 249</span> Profesores eminentes han -importado a nuestras aulas filosofías más o menos heterodoxas, tales -como el krausismo, el positivismo y el evolucionismo materialista, -desarrollándolas libremente, sin molestias ni cortapisas. Aunque -no forman todavía mayoría, abundan entre nosotros los políticos, -periodistas, magistrados y catedráticos librepensadores. Contra lo -que suponen los extranjeros, cierta tolerancia práctica reina entre -nuestra sociedad ilustrada. Se citarán, acaso, excepciones más o menos -antiguas; pero en la actualidad, quien positivamente vale, llega en -España a los primeros puestos, cualquiera que sea su credo filosófico, -a condición de que no lo proclame harto ruidosa y estridentemente, -lastimando los sentimientos de la mayoría.</p> - -<p>Sin embargo..., con muy ligeros avances sobre nuestro anterior -estado, continuamos a la zaga de las pequeñas nacionalidades del -Norte de Europa. Pueblos hermanos como Portugal y las Repúblicas -sudamericanas, donde la despreocupación dogmática es acaso mayor que -entre nosotros, viven, sobre poco más o menos, en el mismo plano -cultural.</p> - -<p>Si esta situación continúa y se acentúa, la posición de los -adeptos de la teoría del fanatismo religioso resultará singularmente -comprometida.<span class="pagenum" id="Page_250">p. 250</span> -Y si discurren serenamente, llegarán pronto a la desconsoladora -conclusión de la incapacidad de los pueblos peninsulares para las altas -empresas de la civilización. No se trataría ya de la bancarrota de un -<i>principio</i>, sino de la bancarrota de una <i>raza</i>. Y esto, -aunque fuera verdad, que no lo es, ningún peninsular puede honradamente -declararlo, sin haber agotado antes, para demostrar lo contrario, todas -las capacidades de su intelecto y todas las energías de su voluntad.</p> - -<p><i>Hipótesis del orgullo y arrogancia españoles.</i>— Muchos -extranjeros, varios españoles y no pocos hispanoamericanos (Bunge, -entre otros) achacan en parte nuestro atraso a este defecto del -carácter nacional, en cuya virtud se consideraron siempre entre -nosotros como cosas viles el trabajo mecánico, la industria y el -comercio. Muy elocuentemente habla acerca de ello el insigne Valera.</p> - -<p>«La tiranía —dice Valera— de los reyes de la Casa de Austria, su -mal gobierno y las crueldades del Santo Oficio, no fueron causa de -nuestra decadencia; fueron meros síntomas de una enfermedad espantosa -que devoraba el cuerpo social entero... Fue una fiebre de orgullo, un -delirio de soberbia que la prosperidad hizo brotar en los ánimos al -triunfar después de ocho siglos<span class="pagenum" id="Page_251">p. -251</span> en la lucha contra los infieles. Nos llenamos de fanatismo -a la judaica. De aquí nuestro divorcio y aislamiento del resto de -Europa... Nos creímos el nuevo pueblo de Dios; confundimos la religión -con el egoísmo patriótico; nos propusimos el dominio universal, -sirviéndonos la cruz de enseña o de lábaro para alcanzar el imperio. -El gran movimiento de que han nacido la ciencia y la civilización -moderna, y al cual dio España el primer impulso, pasó sin que lo -notásemos, merced al desdén ignorante y al engreimiento fanático»<a -id="FNanchor_33" href="#Footnote_33" class="fnanchor">[33]</a>.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_252">p. 252</span>También Cadalso -(citado por <i>Azorín</i>), antes que Valera, notó ya esta lacra -moral de la gente hispana. «No estudiamos —decía—. Nuestro defecto -fundamental es el orgullo... Las ciencias van decayendo de día en -día... Los verdaderos estudiosos son tenidos por sabios superficiales -en el concepto de los que saben poner setenta y siete silogismos -sobre si los cielos son fluidos o sólidos...» «Trabajemos —dice— -en las ciencias positivas para que no nos llamen bárbaros los -extranjeros...»</p> - -<p>Las páginas de la Historia de España ofrecen numerosos testimonios -de este irritante sentimiento aristocrático, que nos llevó a repudiar, -como innobles y propios solo de judíos y gente servil, la agricultura, -el comercio, la industria y las artes mecánicas. La nobleza y la clase -media, preocupadas con la limpieza de sangre, solo podían subsistir -vegetando parásitamente sobre una masa de pecheros, comerciantes e -industriales. No obstante lo cual, cometiose la monstruosa aberración -de decretar, según dijimos antes, primeramente, la expulsión de los -judíos monopolizadores del comercio, y después, la de los moriscos, en -cuyas manos estaban la agricultura y la industria. Nubes de extranjeros -voraces, incapaces de nacionalizarse porque nos<span class="pagenum" -id="Page_253">p. 253</span> odiaban cordialmente, vinieron a reemplazar -a moriscos y judíos, absorbiendo el oro de América, fomentando -la industria de sus sendos países, con daño de la nuestra, y -convirtiéndose en usureros y esquilmadores del Estado. Entristecen las -descripciones que extranjeros como Campanella, Mad. d’Aulnoy y otros -hacen de la incuria de nuestros hidalgos y del casi total abandono del -agro castellano, a causa del desprecio suicida del trabajo manual. Así -como el comercio y la banca cayeron en poder de genoveses, flamencos -y franceses, el cultivo mismo de la tierra (es decir, lo poco de -ella cultivado) vino a manos de braceros extranjeros, con los cuales -emigraban anualmente muchos millones, importe de salarios.</p> - -<p>La teoría del orgullo explica algo mejor que la hipótesis -económico-política la escasez de nuestra producción científica -e industrial. La ciencia exige instrumentos, y estos solo puede -proporcionarlos una industria floreciente. Y en aquel tiempo era -difícil importarlos de fuera. Deja, sin embargo, esta concepción en la -sombra algunos puntos, entre ellos la pobreza filosófica, astronómica y -matemática de la nación y el gusto casi exclusivo hacia el saber, que -nuestro ilustre Carracido llama <i>ornamental</i> (literatura,<span -class="pagenum" id="Page_254">p. 254</span> humanidades y filosofía -escolástica, etc.), con el consiguiente desprecio de las ciencias de -la naturaleza. Creímos que era bastante dominar, sin reparar que solo -imperan duraderamente la ciencia, la industria y el comercio.</p> - -<p><i>Teoría de la segregación intelectual.</i>— En todas las hipótesis -expuestas, singularmente en las de Cánovas, Costa y Valera, late -un fondo de verdad, pero ellas no lo dicen todo. A nuestro atraso -contribuyeron indudablemente las guerras inútiles, la Inquisición, el -finchado aristocratismo, la emigración a América, el desdén por el -trabajo mecánico y la irreparable esterilidad de una tierra eternamente -sedienta. Pero estas calamidades (que muchos países han sufrido), -con ser grandes habrían moderado nuestra producción en orden al -conocimiento de la naturaleza, mas no la habrían reducido a un mínimo -casi despreciable de no intervenir otro factor, felizmente modificable, -a que apenas aluden nuestros escritores. La causa culminante de nuestro -retardo cultural no es otra que el <i>enquistamiento espiritual</i> de -la Península. A la manera de un tumor, el talento hispano desarrollose, -viciosa y monolateralmente, nutriéndose exclusivamente de la pobre -savia nacional. La frase «Santiago, cierra España», citada por -Bunge<span class="pagenum" id="Page_255">p. 255</span> (que le da un -sentido erróneo, sin duda por imperfecto conocimiento del castellano), -no fue solo el grito de combate de nuestros guerreros, sino la -divisa de nuestros sabios<a id="FNanchor_34" href="#Footnote_34" -class="fnanchor">[34]</a>. Cerramos las fronteras para que no se -infiltrase el espíritu de Europa, y Europa se vengó alzando sobre los -Pirineos una barrera moral mucho más alta: la muralla del desprecio. -Desde fines del siglo <span class="asc">XVII</span>, nuestros sabios, -nuestros filósofos, nuestros literatos, dejaron casi enteramente -de ser leídos y citados. Entre los científicos, solo se salvó del -olvido Azara, el gran naturalista que brilló en el siglo <span -class="asc">XVIII</span>.</p> - -<p>Como consecuencia de esta segregación intelectual, no prendió -apenas en España la semilla del Renacimiento, según nota oportunamente -Federico de Onís. Los inyectores de la savia nueva, tales como Lebrija, -el Brocense, Pedro Ciruelo y otros, fueron perseguidos. Y no digamos -nada de Servet y del Dr. F. Sánchez, el precursor del cartesianismo y -del agnosticismo moderno, porque ambos tuvieron que expatriarse<span -class="pagenum" id="Page_256">p. 256</span> para escribir. El terror -a lo nuevo, a lo extranjero, obsesionaba a nuestros Claustros -profesorales, más inquisidores que la Inquisición misma, que recelaban -no solo de las ciencias naturales, sino hasta de las inofensivas -filología, gramática e historia. Y semejante estado de espíritu perduró -muchos años, según revelan los escritos de Villarroel y los más -modernos de Feijóo, Campomanes y Jovellanos.</p> - -<p>Hubo, ciertamente, algunas excepciones de dicha incomunicación. -Durante una parte del siglo <span class="asc">XVI</span>, con -ocasión de nuestras guerras de Italia, las auras del Renacimiento -vivificaron un tanto el petrificado espíritu español, despertándole -parcialmente de sus éxtasis religiosos y de sus ensueños imperialistas. -Otra ventana hacia Europa abriose también durante el siglo <span -class="asc">XVIII</span>; por ella recibieron algunos intelectuales -bien dotados el influjo bienhechor de la crítica y de la renovación -científica que agitaban la Europa.</p> - -<p>En corroboración de esta doctrina, nótese que casi todos nuestros -grandes escritores y sabios surgieron en esas épocas de relativo -intercambio cultural, y fueron, naturalmente, infatigables viajeros. -No pocos, desde el final de la Edad Media, perfeccionaron sus estudios -en el extranjero y regentaron cátedras en Roma, Bolonia,<span -class="pagenum" id="Page_257">p. 257</span> París, Montpellier, -Tolosa, etc. Recordemos a Arnaldo de Vilanova, Raimundo Lulio, Servet, -Luis Vives, Saavedra Fajardo, el padre Acosta, el médico Hernández, -Garcilaso, Quevedo, etc. El mismo Cervantes, no obstante su original -genialidad, debió mucho a la refinada cultura de Italia. Pero, en -general, salvando gloriosas excepciones, nuestro orgullo aristocrático, -secundado por la desdichada posición geográfica de la Península (confín -de Europa y camino solamente de África), nos condujo a una reclusión -mental deplorable. A semejanza de esos animales habitadores de la -Australia, que segregados en remotas edades del Continente, adquirieron -formas insólitas y estrafalarias, así el entendimiento español, no -vivificado por la conjugación intelectual ni corregido por la crítica -europea, apartose de las normas de la cultura mundial y se expandió en -la viciosa y casi exclusiva vegetación de las sutilezas escolásticas, -de los transportes de la mística y de los juegos del conceptismo y -culteranismo.</p> - -<p>Y sin embargo, no faltó nunca algún español, flor de la raza, -que apuntara, aunque predicando en desierto, los inconvenientes del -aislamiento nacional. En su famoso libro de <i>Las Empresas</i>, -Saavedra Fajardo decía: «La renovación<span class="pagenum" -id="Page_258">p. 258</span> da perpetuidad a las cosas caducas por -naturaleza... Ninguna juventud sale acertada en la misma patria... -Los parientes y amigos la hacen licenciosa y atrevida. No así en las -tierras extrañas, donde la necesidad obliga a la consideración en -componer las acciones y en granjear voluntades. Fuera de la patria se -pierde aquella rudeza y encogimiento natural; aquella altivez necia e -inhumana que ordinariamente nace y dura en los que no han practicado -con diversas naciones... Los españoles, que con más comodidad -pudieran practicar el mundo, por lo que en todas partes se extiende -su monarquía, son los que más retirados están en sus patrias, si no -es cuando las armas les sacan de ellas.» (<i>Empresa</i> LXVI)<a -id="FNanchor_35" href="#Footnote_35" class="fnanchor">[35]</a>.</p> - -<p>Que durante nuestra supremacía militar viajábamos<span -class="pagenum" id="Page_259">p. 259</span> poco, y no llevamos a -Flandes e Italia comerciantes, sabios y colonos que acompañaran a -nuestros soldados y crearan vínculos materiales y espirituales con la -metrópoli, persuádelo el hecho harto elocuente de que en la actualidad -no queda en dichos países el menor rastro de la raza, la lengua y las -costumbres españolas. Verdad es que en tales empresas se trataba casi -siempre de defender el patrimonio, bien o mal adquirido, de los reyes, -no los intereses positivos de nuestro pueblo, según hace notar muy -sagazmente Cristóbal de Reyna<a id="FNanchor_36" href="#Footnote_36" -class="fnanchor">[36]</a>.</p> - -<p>Hemos vivido, pues, durante siglos, recluidos en nuestra concha, -dando vueltas a la noria del aristotelismo y del escolasticismo, y -desinteresados y desdeñosos (con excepción de pocos paréntesis) del -poderoso movimiento crítico y revisionista que impulsó en Europa a -las ciencias y las artes. Fuera, empero, injusticia olvidar<span -class="pagenum" id="Page_260">p. 260</span> que algunos de nuestros -sabios y filósofos conocieron y profesaron las novísimas verdades -matemáticas, astronómicas, y físicas y biológicas, conquistadas por -Copérnico, Galileo, Torricelli, Newton, Descartes, Vesalio, Harveo, -Lavoisier; pero poquísimos de ellos tuvieron el arranque necesario para -trasladarse a los grandes centros culturales, y adquirir el contagio -tonificante de la genialidad creadora.</p> - -<p>A causa de esta incompleta conjugación con Europa, nuestros -maestros profesaron una <i>ciencia muerta</i>, esencialmente formal, -la ciencia de los libros, donde todo parece definitivo (cuando nuestro -saber hállase en perpetuo <i>devenir</i>), e ignoraron la <i>ciencia -viva</i>, dinámica, en flujo y reflujo perennes, que solo se aprende -conviviendo con los grandes investigadores, respirando esa atmósfera -tónica de sano escepticismo, de sugestión directa, de imitación y de -impulsión, sin las cuales las mejores aptitudes se petrifican en la -rutinaria labor del repetidor o del comentarista.</p> - - -<h3 class="asc">EL REMEDIO DE NUESTRO ATRASO. MÉTODO HISTÓRICO DE -ELEVACIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL</h3> - -<p>La ciencia, como todas las actividades específicas del -entendimiento, es simple consecuencia<span class="pagenum" -id="Page_261">p. 261</span> de la imitación y del ejemplo. Trátase -siempre de un contagio, a veces a distancia, por la semilla latente en -los libros, mucho más a menudo de cerca, por gérmenes arribados por el -oído, escapados, como en surtidor luminoso, de las cabezas geniales. -Del mismo modo que el hijo aprende el oficio del padre, <i>mirando -y ensayándose</i>, así el sabio en perspectiva aprende a investigar -mirando al investigador y trabajando bajo su vigilancia. Como dice -acertadamente Castillejo, uno de los apóstoles más fervientes y -desinteresados de nuestro renacimiento intelectual, «los florecimientos -culturales son producto del contacto de civilizaciones diferentes. -Hay una especie de fecundación que, sin ahondar ahora más, puede bien -referirse al carácter de producto social que la cultura tiene, lo -mismo referida a las colectividades de individuos que a las de los -pueblos».</p> - -<p>Tan palmaria verdad es que la ciencia brota de la fecundación -intelectual inmediata, que no se citará un solo país en donde el -ansia de saber haya surgido con absoluta espontaneidad. Por rica y -plástica que parezca la mentalidad de un sabio, jamás será poderosa a -crear <i>in toto</i> una disciplina científica. Su misión se reduce -a desenvolver un germen recibido, a consolidar<span class="pagenum" -id="Page_262">p. 262</span> y acrecentar el patrimonio heredado.</p> - -<p>¿Habrá que recordar ejemplos históricos de tan trivial y vulgar -aserto? Nadie ignora que los filósofos y sabios de la Grecia fueron -infatigables viajeros. Cada una de aquellas inteligencias vírgenes y -ansiosas de sabiduría, solía dividir su vida en dos fases: durante la -primera asistía a los focos culturales de Egipto, Asiria, Persia, la -India y la Gran Grecia; durante la segunda, recogíase en sí misma, -sistematizaba lo aprendido y fundaba nueva escuela. El viejo Egipto -adoctrinó a Grecia, como, andando el tiempo, Grecia adoctrinó a -Italia y a las naciones mahometanas; y, en fin, estas y sobre todo la -cultísima Italia del Renacimiento (esa Italia, siempre pagana, a pesar -del cristianismo, y fervorosamente enamorada de la sabiduría antigua), -difundieron la ciencia clásica por el resto de Europa.</p> - -<p>Y para recordar ejemplos más cercanos, hoy mismo, ¿no vemos -al Japón, pueblo de raza amarilla, pasar bruscamente desde las -tinieblas de la Edad Media a los esplendores de la cultura y de -la civilización occidentales? Obra estupenda, que parece milagro, -y representa simplemente un caso particular de sistemática pero -intensiva y extensiva inoculación de la ciencia<span class="pagenum" -id="Page_263">p. 263</span> europea. No fue, ciertamente, según se -complacen en afirmar algunos de nuestros políticos, la revolución -japonesa del 68 con sus reivindicaciones liberales y la consiguiente -emancipación económica del agricultor, la causa eficiente de tan -asombroso renacimiento. No; los artífices de la grandiosa ascensión -fueron, en primer término, el alto sentido político del Emperador y sus -ministros y, a guisa de instrumentos, esos miles de jóvenes pacientes, -silenciosos, concentrados, que, por mandato del Gobierno, vinieron a -Europa a escudriñar, llenos de fervor patriótico, en laboratorios, -seminarios, talleres, fábricas y arsenales, los secretos de la -sabiduría y de la fuerza occidentales.</p> - -<p>Menos resonantes y notorios, pero igualmente significativos -ejemplos, nos ofrecen algunos pueblos de pura cepa europea, en donde -por diversos motivos decayeron las ciencias o no adelantaron con el -brío necesario. Recordemos a Italia, cuyas Universidades, un tanto -enervadas durante la primera mitad de la pasada centuria, supieron -remozar la caduca savia, importando profesores alemanes y, sobre todo, -educando sistemáticamente en el extranjero la flor de su juventud -intelectual y docente. Igual salvadora conducta han seguido los Estados -Unidos (en<span class="pagenum" id="Page_264">p. 264</span> donde -por diversas causas el espíritu científico aparecía ahogado por el -bajo mercantilismo), inundando de jóvenes doctores los laboratorios y -seminarios ingleses, franceses y alemanes.</p> - -<p>Patentes están los frutos de esta inoculación reiterada y metódica -del germen del progreso científico. Italia ha decuplicado su -rendimiento intelectual; y en ciertas esferas del saber, figura ya a -la cabeza del movimiento cultural europeo. En cuanto a los Estados -Unidos, el espíritu de indagación hállase en rápido <i>crescendo</i>; -la pléyade de inventores ingeniosos, aunque empíricos, ha sido allí -reforzada por lucida cohorte de sabios creadores, cuyos descubrimientos -promueven el aprovechamiento, de cada vez mayor, de las riquezas del -suelo y del subsuelo, y han sido causa del asombroso florecimiento -de las empresas industriales. Poderosos Institutos, como el célebre -de Rockefeller, legado de millonarios patriotas, se han creado para -cultivar la ciencia pura. Por este mismo sendero marchan con éxito -brillante, o con esperanzas justificadas, Rumanía, Egipto, Chile, la -República Argentina, etcétera.</p> - -<p>Y nótese que la elevación cultural de los citados pueblos ha -surgido, no por lenta evolución, conforme pide la teoría, sido súbita -y teatralmente;<span class="pagenum" id="Page_265">p. 265</span> -verdadera revolución desde arriba, para la cual la <i>Gaceta</i>, tan -desacreditada entre nosotros, obró cual talismán mirífico.</p> - -<p>La panacea que en Italia, en los Estados Unidos, en el Japón<a -id="FNanchor_37" href="#Footnote_37" class="fnanchor">[37]</a>, -en Hungría, en Rumanía, en la misma Rusia, es decir, en países de -razas y genio tan diversos, ha tenido éxitos resonantes, ¿fracasará -precisamente en España, crisol donde se fundieron casi todas las razas -europeas?</p> - -<p>Desde ahora declaramos que el remedio que obró milagros en todos -los países, dará también resultados excelentes en España. Si hay -fracaso, nuestra será la culpa, por no haber sabido servirnos de la -heroica panacea. El fiasco, y tras él la decadencia definitiva y -mortal, vendrán solamente si la aplicamos sin fe ni perseverancia; -si<span class="pagenum" id="Page_266">p. 266</span> por espíritu -de tacañería la administramos a dosis homeopáticas, o de manera -intermitente; si no sabemos reclutar y preparar mentalmente a nuestra -juventud para recibir, allende el Pirineo, la suprema iniciación; -si, a la vez que establecemos íntima comunicación espiritual con el -extranjero, no acertamos a mantener en los iniciados el fuego sagrado -de la investigación, organizando, para retenerlos y estimularlos, -laboratorios y seminarios, talleres y demás centros de laboreo -intelectual y profesional; si, en fin, por respeto a rancios prejuicios -o a funestos formalismos, no procedemos a incorporar rápidamente a -la enseñanza el nuevo plantel docente, renovando y fecundando con -él la vieja Universidad, órgano principal, según dejamos dicho, de -civilización y de progreso.</p> - -<p>Porque, lo hemos proclamado mil veces y lo repetiremos otras mil, -España no saldrá de su abatimiento mental mientras no reemplace las -<i>viejas cabezas de sus profesores</i> (Universidades, Institutos, -Escuelas especiales), <i>orientadas hacia el pasado, por otras nuevas -orientadas al porvenir</i>. No reside, pues, el daño en los que -aprenden, ni en el Estado que, en la medida de lo posible, sufraga -los gastos, sino en los que enseñan. De unos salen los otros. Ideal -del discípulo<span class="pagenum" id="Page_267">p. 267</span> será -siempre parecerse a su maestro. ¿Cómo superarse si no halla cerca de sí -otro término más alto de comparación? Y pues es fuerza romper la cadena -de hierro de nuestro atraso, rómpase por el <i>anillo docente</i>, -único sobre el cual puede obrar directa y eficazmente el Estado. -Europeizando rápidamente al catedrático, europeizaremos al discípulo y -a la nación entera.</p> - -<p>Como dice luminosamente Castillejo, «no queda otro recurso que -formar gente nueva y unirla a los elementos aprovechables de la -antigua». Pero esa gente nueva no lo será de veras, se parecerá -irremediablemente a nosotros, adolecerá de nuestras rutinas y defectos, -como no respire por mucho tiempo el ambiente de la Universidad -extranjera.</p> - -<p>Tal es el plan salvador. No ha habido que inventar la panacea. -Es remedio probado, norma seguida por cuantos pueblos tuvieron -clara conciencia de su postración y quisieron regenerarse de veras. -Descendamos ahora a formular algunas reglas tocantes a la manera de -aplicar la terapéutica.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/flor.jpg" - style="width: 4em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch11"> - <p><span class="pagenum" id="Page_269">p. 269</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/coles.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Ilustración ornamental" /> - </div> - <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XI</h2> - <p class="subh2">Órganos sociales encargados de nuestra - reconstrucción.</p> - <p class="subh2h fs90">Pensionado en el extranjero. Importación - de profesores. Creación de Colegios españoles en las principales - ciudades universitarias de Europa.</p> -</div> - -<p>Las ideas precedentes, vulgarísimas en el extranjero, tampoco son, -por fortuna, novedad en España. Más o menos explícitamente, han sido -proclamadas por nuestros mejores escritores, y singularmente por las -eminencias de la cátedra; han creado un estado de conciencia nacional -y se han traducido, al fin, en leyes y órganos adecuados de acción. -Notorio es que, desde hace algunos años, se han fundado entre nosotros -instituciones que, como la <i>Junta de Ampliación de estudios y -Pensiones</i> y el <i>Patronato de ingenieros y de obreros</i>, tienen -por principal misión escoger la flor de nuestra juventud intelectual y -obrera, para educarla y sostenerla en los grandes<span class="pagenum" -id="Page_270">p. 270</span> focos de producción científica e industrial -de Europa y América.</p> - -<p>La <i>Junta de Pensiones y de Ampliación de estudios</i> se -propone, según resume su activo secretario, señor Castillejo: «1.º El -envío de pensionados al extranjero, la comunicación con ellos y la -organización de diversas formas de tutela y auxilio para facilitarles -su labor. 2.º Un servicio de información extranjera en las cuestiones -de educación, para divulgar el conocimiento de los centros docentes y -las condiciones de la vida en los principales países. 3.º Un patronato -de estudiantes que secunde la iniciativa privada, auxiliando el envío -de jóvenes al extranjero por cuenta de las familias. 4.º La creación -de centros de investigación científica, organizados dentro y fuera -de España, como medio de que los pensionados en el extranjero puedan -continuar su preparación, y los que aspiren a salir, comenzarla -reunidos, con los elementos que el país ofrezca, en un trabajo -práctico y personal. Hay hasta ahora constituidas tres agrupaciones: -el Centro de estudios históricos, el Instituto nacional de ciencias -físico-naturales y la Escuela española de Roma para Arqueología e -Historia. 5.º El fomento de las instituciones de carácter educativo, -para mejorar<span class="pagenum" id="Page_271">p. 271</span> en todos -los órdenes de la vida de nuestros escolares. Se ha abierto ya en -Madrid la primera <i>Residencia</i> de estudiantes donde estos hallan -favorables condiciones higiénicas, morales e intelectuales, dentro de -un régimen de sana libertad»<a id="FNanchor_38" href="#Footnote_38" -class="fnanchor">[38]</a>.</p> - -<p>La lealtad, la imparcialidad confesional y el sincero patriotismo -con que la <i>Junta de Pensiones y de Investigaciones científicas</i> -ha aplicado los referidos principios de elevación cultural, han sido -reconocidos por la mayoría de los conspicuos de la política, sin -distinción de matices. Aprobaciones valiosas ha merecido también de -nuestros más brillantes escritores, entre los cuales fuera imperdonable -olvidar al cultísimo y ecuánime crítico Gómez Baquero, cuyas elocuentes -conferencias de Portugal versaron precisamente sobre las funciones de -la Junta y los resultados alentadores obtenidos. Conscientes<span -class="pagenum" id="Page_272">p. 272</span> de que se deben a una obra -esencialmente nacional, los miembros de la susodicha Corporación, a la -hora de proponer pensiones u otorgar becas de trabajo, no disciernen -otros colores que los gloriosos de la española bandera, que son también -los mismos de la aurora espiritual por todos anhelada.</p> - -<p>Colaboradores humildes de dicha Institución, no debemos justipreciar -su labor. Fuera, además, harto prematuro. Séanos lícito, sin embargo, -olvidarnos por un momento de nuestro insignificante concurso, y -apreciar objetivamente los resultados. Repetimos que es todavía -temprano para hacer el arqueo de los valores logrados. La semilla dará -fruto solamente dentro de algunos años. La justicia obliga, empero, a -confesar que, no obstante la timidez e irresolución con que el Estado -y en su nombre la citada Junta han procedido, hanse recogido cosechas -estimables. Por de pronto, en la nueva generación, el tipo mental del -maestro declamador y meramente comentarista disminuye visiblemente, y -de día en día aumenta el número de revistas científicas nacionales, de -laboratorios y seminarios de investigación y de entusiastas profesores -entregados a pesquisas originales. Puntualicemos un poco.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_273">p. 273</span>Por lo que toca -a la Biología, contamos ya con un plantel de laboratorios cuyas -investigaciones son conocidas y apreciadas en el extranjero, donde -algunos de ellos han explicado cursos y dirigido laboratorios. -Diversas revistas alemanas, inglesas y nacionales, y singularmente -los <i>Trabajos del Laboratorio de Investigaciones biológicas</i> -y el <i>Boletín de la Sociedad española de Biología</i>, registran -sus interesantes comunicaciones. Solo en la Revista citada de mi -Laboratorio (<i>Trabajos del Laboratorio de Investigaciones</i>, -etc., años 1912 a 1923), han sido publicadas por alumnos o -profesores pensionados más de 50 monografías originales, algunas con -descubrimientos de primera fuerza.</p> - -<p>Los naturalistas, laboriosos como siempre, aunque lentos todavía -en adoptar ciertos métodos de estudio (histológico, embriológico, -etológico y psicológico), han acrecido cualitativa y cuantitativamente -su rendimiento. Aparte las comunicaciones insertas en el <i>Boletín -de la Academia de Ciencias</i>, cada día son más interesantes las que -ven la luz en los acreditados <i>Anales de la Sociedad española de -Historia Natural</i>. La creación de la <i>Comisión de Investigaciones -paleontológicas y prehistóricas</i> ha dado también opimos frutos. Sus -doctos y activos<span class="pagenum" id="Page_274">p. 274</span> -profesores, adoctrinados por ilustres especialistas franceses y -alemanes, nos han redimido del bochorno de que nuestra Península -constituyera, en lo tocante al arte e industria prehistóricos, -exclusivo campo de explotación de sabios extranjeros.</p> - -<p>Grandes esperanzas nos hacen concebir también los físicos, químicos, -matemáticos e ingenieros llegados recientemente de Alemania, Holanda, -Bélgica y Francia. Algunos de ellos se han ilustrado ya con importantes -investigaciones en parte publicadas por la <i>Junta de Pensiones</i>, y -en su mayoría insertas en la joven <i>Revista de Física y Química</i>. -Hasta los matemáticos, tan flemáticos y apocados antes, han fundado, -por fin, un <i>Seminario</i> y una Revista, donde hallan estímulo y -publicidad sus estudios, de cada día más originales y profundos.</p> - -<p>Brillante y copiosa es también la pléyade de juristas, -historiadores, filólogos y psicólogos, etcétera, que han importado de -Alemania el secreto de la investigación positiva y exacta. Obrador -y cauce para sus actividades en <i>crescendo</i>, es el <i>Centro -de Estudios históricos</i> y los libros numerosos que la Junta de -Ampliaciones de estudios da a luz periódicamente. Con satisfacción -se advierte que la nueva floración de sociólogos, humanistas,<span -class="pagenum" id="Page_275">p. 275</span> críticos literarios, -historiadores y lingüistas, han abandonado el cómodo proceder del -<i>impresionismo</i>, <i>tendencionismo</i> y <i>declamacionismo</i>, -para sentar serena e impersonalmente doctrina propia sobre datos de -primera mano, documentos y cifras. El cuadro en conjunto es consolador -y abre al patriotismo español perspectivas luminosas.</p> - -<p>No nos ofusque, empero, tan alentador resultado. Convengamos en -que el fruto logrado es deficiente aún, y harto inferior a nuestra -potencialidad productiva. Avanzamos a paso de tortuga, cuando -necesitaríamos velocidades planetarias. Consuélanos solamente el -considerar que los bienes logrados, aunque mezquinos, corresponden -aproximadamente a la importancia de los esfuerzos.</p> - -<p>Causas notorias, oportunamente pregonadas por espíritus -clarividentes, explican la modestia del éxito logrado.</p> - -<p>Sobre las principales de ellas séanos permitido exponer brevemente -algunas reflexiones:</p> - -<p>1.ª <i>Escasez de las pensiones.</i>— El método del pensionado en -el extranjero, bueno como norma educadora, solo puede rendir frutos -suficientes cuando se le aplica en grande escala, sin timideces -ni recelos, y en la persuasión de que la<span class="pagenum" -id="Page_276">p. 276</span> mayor parte de la semilla habrá -irremisiblemente de perderse. Satisfechos podríamos quedar si, de los -90 o 100 pensionados actuales, lográranse ocho o diez obreros útiles a -la elevación cultural del país<a id="FNanchor_39" href="#Footnote_39" -class="fnanchor">[39]</a>.</p> - -<p>Pero el número de 80 a 90 pensionados entre profesores, doctores, -ingenieros, médicos, naturalistas, abogados, historiadores, filólogos, -artistas, pedagogos, etc. (cifra que representa un máximo con -relación a otras anualidades), constituye cantidad irrisoria y casi -despreciable, si se tiene en cuenta nuestro atraso y la largueza y -decisión con que proceden en este punto otras naciones. No nos hagamos -ilusiones. Nuestro país necesita ser reformado radicalmente de alto a -bajo, hostigando y estimulando al amodorrado cuerpo social hasta la -entraña misma. Para tan intensa fermentación son necesarios cientos y -acaso miles de pensionados, legiones de jóvenes decididos a arrancar -a Europa el secreto de su grandeza y a infundir un nuevo espíritu en -todas nuestras relajadas instituciones docentes y administrativas<a -id="FNanchor_40" href="#Footnote_40" class="fnanchor">[40]</a>.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_277">p. 277</span>2.ª <i>Escasez -del tiempo de pensión.</i>— En Italia, y en casi todas las naciones -de producción científica accidentalmente aminorada, las pensiones en -el extranjero duran tres años, en vez de uno o medio, salvo prórroga, -según es costumbre entre nosotros.</p> - -<p>Nuestro tiempo de pensión es harto insuficiente. Exceptuados los -profesores cultos y habituados a la investigación, que visitan los -laboratorios extranjeros con la mira de dominar un nuevo método de -estudio, o de profundizar, al lado de sabio ilustre, algún tema -especialísimo,<span class="pagenum" id="Page_278">p. 278</span> la -duración del pensionado debe prolongarse tres años o, por lo menos, -dos. A nadie se le ocultarán los motivos justificativos de tal plazo, y -menos a los encargados del magisterio docente, conscientes como somos -de la deficiente preparación técnica, y del casi ningún conocimiento -de idiomas de la inmensa mayoría de nuestros doctores y licenciados. -Durante el primer año, el pensionado invierte casi todo su tiempo en -perfeccionarse en la lengua y en familiarizarse con los métodos de -trabajo; solo más adelante puede emprender labor útil y penetrar en la -intimidad espiritual del maestro.</p> - -<p>3.ª <i>Escasa edad e insuficiente preparación técnica del -candidato.</i>— He aquí dos importantes causas de esterilidad del -pensionado, consecuencia fatal de un estado de cosas que ni la -<i>Gaceta</i> ni la Junta de Pensiones serán poderosas a corregir por -ahora. El candidato a pensión está mal preparado, porque la inmensa -mayoría de nuestros maestros lo están también, y suele carecer de la -madurez mental indispensable, por culpa de leyes que, de acuerdo con -los íntimos anhelos del padre de familia, obligan a las fábricas del -Liceo y de la Universidad a lanzar apresuradamente al mercado social -sus inconsistentes hechuras.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_279">p. 279</span>Salvo precocidades -excepcionales, la vocación constituye estado de alma tardío, resultado -del tanteo divergente de las fuerzas mentales y de la prueba objetiva -de las propias aptitudes. Por regla general, esta clara conciencia de -la vocación surge desde los veinticinco a los veintiocho años, aunque -sobre este punto nada seguro quepa establecer. De todos modos se corre -grave riesgo de perder tiempo y dinero, enviando al extranjero mozos -de veinte a veinticuatro años, ignorantes de sí mismos y sin gustos ni -vocación bien definidos.</p> - -<p>En su atolondramiento, muchos de ellos toman por aptitud científica -el ansia aventurera de viajar o el deseo de adquirir, por cuenta del -Estado cierta cultura general de buen tono; y cuando por obligación del -cargo visitan laboratorios y asisten a cursos, van animados más bien de -curiosidad novelera y de conocer la fisonomía moral y anecdótica del -maestro, que del afán de empaparse profundamente en el espíritu de la -escuela.</p> - -<p>Cuando se pregunta a los extranjeros conocedores de la organización -docente española acerca de las causas de nuestra flojedad productiva, -la contestación es tan unánime como justa:</p> - -<p>«La Universidad extranjera —dicen— recibe de<span class="pagenum" -id="Page_280">p. 280</span> la enseñanza secundaria hombres hechos, -con una base científica y literaria muy sólida; mientras que la -Universidad española se nutre de mozalbetes irreflexivos, sin formación -mental suficiente y casi totalmente desprovistos de conocimientos -sólidos en matemáticas, física, química, historia natural, -lenguas vivas y filosofía»<a id="FNanchor_41" href="#Footnote_41" -class="fnanchor">[41]</a>. Este grave mal ha sido también deplorado -por muchos de nuestros maestros, singularmente por André, en cuyos -libros (señaladamente en el titulado <i>La mentalidad alemana</i>) -se hace crítica luminosa y justa de nuestra defectuosa organización -universitaria.</p> - -<p>Defecto es este imputable más que a las leyes, a nuestros -impacientes padres de familia, que solo se preocupan de que su hijo -obtenga un título profesional con el menor gasto posible de<span -class="pagenum" id="Page_281">p. 281</span> tiempo y de dinero. «Lo que -no sepa (dicen ellos), ya lo aprenderá después...» Y, en efecto no lo -aprenden casi nunca.</p> - -<p>No está en las atribuciones de la <i>Junta de Ampliación de -estudios</i> pensionar, como decía cierto ingenioso político, a los -<i>cabezas de familia</i> para que aprendieran fuera de España el -arte de ser padres cabales; pero fuera deseable que a la hora de -proponer candidatos tuviera muy en cuenta dicho factor de esterilidad, -rechazando (salvo excepciones justificadas) a todos los intonsos -doctores y licenciados menores de veinticinco años, sin vocación -consolidada ni preparación técnica elemental suficiente.</p> - -<p><i>Colegios españoles en Londres, París y Berlín.</i>— Aunque no -somos entusiastas de este procedimiento aconsejado por Costa, no vemos -inconveniente en que se le ensaye, creando en Cambridge, Leipzig o -Múnich algún colegio español, donde numerosos becarios cursen, según -los métodos modernos, tanto la enseñanza secundaria o de Liceo, como -la universitaria o superior. Entre otras ventajas, este método de -precoz trasplantación tendría la valiosísima de modelar la voluntad y -el carácter en la época en que el ambiente social, los deportes, etc., -obran con mayor eficacia educativa, y la no menos<span class="pagenum" -id="Page_282">p. 282</span> importante de ofrecer desde el principio -a las juveniles inteligencias un pasto intelectual suculento y sano, -en lugar de la memorista y superficial instrucción servida, salvo -excepciones, en nuestros Institutos y Colegios de segunda enseñanza. -Solamente nos detendría el temor de que este método, aplicado de modo -global y sin selección a cerebros en agraz, impusiera al exhausto -Tesoro español dispendios muy desproporcionados con los resultados.</p> - - -<h3 class="asc">INSTITUCIONES COMPLEMENTARIAS DEL PENSIONADO</h3> - -<p>No basta escoger, más o menos automáticamente, la <i>élite</i> de -la intelectualidad, transportándola de golpe a los Centros científicos -del extranjero. Es preciso crearle antes un ambiente de transición, -es decir, adoctrinarla moral y técnicamente para que la acomodación -al nuevo medio cultural se efectúe sin riesgos; y es, además, -indispensable proporcionar a los mejor adaptados a dicho ambiente, -de vuelta de su pensión, los recursos necesarios para proseguir la -obra emprendida y evitar que el tipo mental, tan laboriosamente -creado, acabe por desdiferenciarse en la molicie, retornando, como -ciertas<span class="pagenum" id="Page_283">p. 283</span> plantas -artificiosamente cultivadas, a la especie indígena vulgar.</p> - -<p>Ociosas fueran tales iniciativas si nuestras Instituciones docentes -estuvieran siempre en situación de ejercitar técnicamente al candidato, -y si al regreso de este, la Universidad, las Escuelas especiales o la -Administración pública le brindaran puesto adecuado a sus talentos. -No sucede así, por desgracia. Los establecimientos oficiales son -organismos herméticos, tiranizados por el escalafón y el reglamento, -y amarrados a un presupuesto rígido, donde todo está previsto menos -las sorpresas de la vida, quiero decir, la brusca aparición de cabezas -geniales y la necesidad de prestarles, rápida y oportunamente, apoyo -moral y pecuniario.</p> - -<p>A subsanar esta deficiencia responden el <i>Instituto Nacional -de Ciencias</i>, con sus diversos Laboratorios y Seminarios; el -<i>Centro de Estudios históricos</i>, organizado por la <i>Junta de -Pensiones</i>, y, en fin, algunos pocos Laboratorios universitarios.</p> - -<p>Importa notar que los consabidos Centros son organismos -provisionales, supletorios de la Universidad y de las diversas -escuelas profesionales. Ellos desaparecerán cuando las Corporaciones -docentes adquieran la elasticidad y sensibilidad<span class="pagenum" -id="Page_284">p. 284</span> suficientes para acoger en su seno a todo -talento desvalido utilizable. Se equivocan, pues, algunos profesores -universitarios, recelosos de que estas hijuelas de la Junta de -Pensiones sean Institutos rivales de la Universidad. ¿Cómo serán -rivales de la enseñanza oficial laboratorios dirigidos por catedráticos -numerarios y organizados precisamente para servir de plantel al futuro -profesorado?</p> - -<p>Quienes tan poco generosamente juzgan las iniciativas de los -demás, ¿se han detenido a considerar el grave peligro de perder -irremisiblemente, por abandono e inacción, actitudes y vocaciones -preciosas, ínterin las filas cerradas de los escalafones docentes se -entreabren para recibir al novel compañero? ¿Y si no hay vacante en -muchos años? ¿Consentiremos impasibles que el novel investigador, -aguijado por el apremiante <i>primum vivere</i>..., pida a la enseñanza -privada o a cualquier profesión lucrativa el pedazo de pan que le -rehúsa el cultivo de la ciencia pura, perdiendo así el Estado el fruto -de sus sacrificios?</p> - -<p>La experiencia de estos últimos años ha enseñado que toda precaución -es poca para evitar el retroceso mental del novel investigador y su -readaptación a la vulgaridad ambiente. Todo<span class="pagenum" -id="Page_285">p. 285</span> conspira en contra: la falta de tutela -social, el despego de los compañeros no pensionados, el desdén -cuando no la antipatía de algunos viejos maestros, y sobre todo, la -sugestión constante, subyugadora del fausto profesional, y hasta de -la desaprensión o de la osadía encumbradas. Así pierde anualmente -la causa de nuestra cultura muchos defensores valiosos, caídos sin -redención en el montón anónimo de los buscadores de oro. Y esto hay que -evitarlo a todo trance, o al menos reducirlo a un mínimo soportable. -No sobre todos, porque ello sería imposible, pero sí sobre los mejores -expensionados, deben la <i>Junta de Pensiones</i>, y singularmente los -profesores bajo cuya dirección trabajan, ejercer continua y vigorosa -acción tutelar, abogando en su pro en las esferas administrativas, -animándoles a proseguir, a pesar de todo, sus trabajos, y corrigiendo, -en fin, paternalmente los defectos de inmodestia y presunción, no raros -por desdicha entre los jóvenes educados allende el Pirineo, y causa -principal —preciso es reconocerlo— de la animosidad con que los miran -algunos positivos y viejos prestigios del cuerpo universitario.</p> - -<h3 class="asc" title="IMPORTACIÓN DE PERSONAL DOCENTE"><span -class="pagenum" id="Page_286">p. 286</span>IMPORTACIÓN DE PERSONAL -DOCENTE</h3> - -<p>Dejamos apuntado diversas veces que el problema de nuestra ascensión -intelectual solo se resuelve transformando y remontando progresivamente -desde el maestro de primeras letras hasta el catedrático de -Universidad, es decir, formando hombres nuevos, incorporados -cordialmente a la obra internacional de la cultura, y cubriendo con -ellos cuantas vacantes de sangre vayan ocurriendo en las instituciones -docentes y administrativas.</p> - -<p>Una duda importante podría, sin embargo, detenernos al intentar -la solución práctica de este problema. En lugar de vigorizar nuestra -juventud oreándola en el ambiente universitario inglés, francés o -alemán, ¿no fuera preferible importar de las naciones próceres sabios -ilustres para transfundir de una vez sangre nueva y copiosa en el -enteco cuerpo nacional?</p> - -<p>Considerado <i>a priori</i>, tan radical recurso de tonificación -espiritual, que cabría llamar <i>método de injertación cultural</i>, -parece el más rápido, eficaz y económico. A este heroico remedio -confió Italia, hace cincuenta y cinco años, la renovación de su -decadente Universidad. Maestros<span class="pagenum" id="Page_287">p. -287</span> alemanes tan prestigiosos como O. Vogt (naturalista), -Moleschott (anatómico), Schiff (fisiólogo), Kleinemberg (anatomía -comparada), Schrön (anatomopatólogo), Kiesow (psicólogo experimental) -y otros varios regentaron cátedras en la citada nación. De ellas -surgió brillante pléyade de discípulos entusiastas que continuaron -gloriosamente la obra de los maestros exóticos. Citemos algunos nombres -prestigiosos, ciñéndonos solamente al dominio biológico: El anatómico -Kleinemberg formó a Grassi, descubridor del ciclo extrahumano del -germen palúdico; el fisiólogo Schiff adoctrinó en Turín a los ilustres -Mosso, Luciani y Fano; por su parte, Moleschott procreó lucida prole -intelectual, representada, entre otros, por los anatómicos Todaro y -Chiarugi.</p> - -<p>Con éxito excelente, aunque menos brillante, se ha empleado también -este método en Rusia y en los Estados Unidos, y con efectos inciertos -o poco alentadores, en Chile y la Argentina. Recordemos, en fin, que -la injertación intelectual tuvo entre nosotros iniciador augusto y -entusiasta en Carlos III, quien, lleno de paternal amor a sus vasallos, -intentó sin éxito aclimatar en España, con el químico Proust y otros -sabios de fama mundial, el gusto por la investigación.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_288">p. 288</span>La inmigración -temporal o la incorporación definitiva de investigadores forasteros -constituye método de inoculación directa y supraintensiva, capaz de -sacudir, en circunstancias favorables, el amodorramiento intelectual -de un país. Mas apresurémonos a declarar que este proceder solo puede -rendir seguros beneficios en aquellas naciones donde el ambiente moral -está suficientemente preparado y a condición de que las diferencias -étnicas, lingüísticas y de hábito mental entre el país transfusor y el -transfundido sean poco acentuadas. Por este motivo, el método de la -injertación espiritual, tan eficaz en Holanda, Suiza, Rusia, Italia -y los Estados Unidos, rindió en España, y rinde actualmente en los -Estados hispanoamericanos, frutos poco abundantes<a id="FNanchor_42" -href="#Footnote_42" class="fnanchor">[42]</a>.</p> - -<p>Por nuestra parte, nos confesamos fervientes partidarios de la -importación de hombres de ciencia (método que puede combinarse -ventajosamente con el pensionado); pero a condición<span -class="pagenum" id="Page_289">p. 289</span> de que personas conocedoras -del cuerpo universitario inglés, francés o alemán, hábilmente -secundadas por nuestra diplomacia, nos deparen sabios de primera -magnitud y dotados de robusta vocación docente.</p> - -<p>En Alemania, sobre todo, existe actualmente una sobreproducción de -investigadores. Muchos de ellos, forzados de la necesidad, emigran a -Holanda, Rusia, Hungría, Estados Unidos, Inglaterra, imposibilitados, -como están, de subsistir decorosamente en la Universidad nativa, donde -la concurrencia vital es abrumadora. Fácil sería, pues, encontrar, -a costa de moderados dispendios, algunos <i>docentes privados</i> o -<i>profesores extraordinarios</i> cuyos méritos, pregonados por la fama -de sus descubrimientos y la admiración de sus discípulos, no hubieran -obtenido todavía recompensa oficial suficiente<a id="FNanchor_43" -href="#Footnote_43" class="fnanchor">[43]</a>.</p> - -<p>Ni nos detendría la consideración de que dichos maestros nos -abandonaran a los pocos años, deseosos de reanudar su carrera -universitaria en la nación de origen; porque en uno o<span -class="pagenum" id="Page_290">p. 290</span> dos lustros de estancia -entre nosotros habrían, sin duda, formado discípulos, tanto más -aventajados cuanto que el profesor, aspirando a merecer en su país el -codiciado título de <i>profesor ordinario</i>, no sentiría la tentación -de dormirse sobre sus laureles. La importación de docentes extranjeros -es, sobre todo, urgente en aquellas disciplinas huérfanas en España -(con pocas excepciones) de altos investigadores, tales como la Física, -la Química, la Astronomía, la Geología, etc. Y aunque el ambiente -cultural hispano deja todavía mucho que desear, creemos sinceramente -que el de hoy es muy superior al de la época de Carlos III<a -id="FNanchor_44" href="#Footnote_44" class="fnanchor">[44]</a>. (Sabido -es que nuestra Universidad cuenta ya con algunos sabios profesores -extranjeros estables.)</p> - -<p>Pero aplicado este método en grande escala y de manera exclusiva, -podría acarrear algunos inconvenientes, notados ya en sus sendos países -por los escritores americanos. He aquí algunos, que señalamos de -pasada, después de reconocer que abundan las excepciones:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_291">p. 291</span>1.º El investigador -alemán o anglosajón arribado a países latinos, encuéntrase descentrado; -sus hábitos y tendencias chocan demasiado contra las de sus huéspedes; -y a la primera ocasión retorna a su país, sin haber fundado escuela<a -id="FNanchor_45" href="#Footnote_45" class="fnanchor">[45]</a>. -Bajo este aspecto, quizás fueran más deseables maestros franceses e -italianos.</p> - -<p>2.º Por razones fácilmente adivinables, el sabio expatriado no -suele ser investigador de primer orden, sino mozo despejado y de -esperanzas (<i>privat docent</i> o doctor sin puesto oficial), pero -incompletamente formado. Sin duda que en la designación debería -intervenir, como es natural, la iniciativa de un maestro de autoridad -indiscutible; mas el oficio de profeta tiene quiebras, aun admitiendo -que en la elección hecha por<span class="pagenum" id="Page_292">p. -292</span> aquel para nada influyera la simpatía personal.</p> - -<p>3.º Indiferente al problema de la elevación cultural del país -de adopción, el forastero ilustre suele descuidar la formación de -discípulos indígenas y propender a publicar sus investigaciones en las -Revistas de su patria de origen.</p> - -<p>4.º La dificultad de comprender la lengua del nuevo país, resta -eficacia a las enseñanzas del maestro extranjero.</p> - -<p>A causa de los citados inconvenientes y de otros menos graves de -carácter administrativo, estimamos que la obra de nuestra renovación -debe encomendarse principal, aunque no exclusivamente, al método del -pensionado. Abrigamos la firme convicción de que si se le aplica con -fe y perseverancia; si, huyendo de tacañerías, son enviados anualmente -a los grandes focos de producción intelectual e industrial del -extranjero, cuatrocientos o quinientos jóvenes aprovechados, escogiendo -de preferencia profesores y auxiliares, y lo más granado y culto de los -funcionarios técnicos del Estado (militares, ingenieros, científicos -y pedagogos, sin olvidar algunos eclesiásticos, acaso los más -necesitados de europeización)<a id="FNanchor_46" href="#Footnote_46" -class="fnanchor">[46]</a>; si los organismos seleccionadores<span -class="pagenum" id="Page_293">p. 293</span> del candidato a pensión, -desoyendo la sirena del favoritismo y procediendo austeramente, -proponen exclusivamente hombres adornados de sólida preparación técnica -y con una historia de trabajos serios, más o menos importantes, -y en todo caso reveladores de vocación firme y decidida hacia la -investigación científica, tenemos por indiscutible que, dentro de -algunos lustros, todas las clases directoras y docentes de nuestro país -se habrán transformado profundamente.</p> - -<p>Y la espléndida floración de verdades científicas, de invenciones -útiles, de aplicaciones fecundas a la agricultura, a la industria y -a la gestión política y administrativa del Estado, afirmará<span -class="pagenum" id="Page_294">p. 294</span> enérgicamente nuestra -personalidad espiritual ante el mundo y preparará una España del -porvenir que nos consuele de cuatro siglos de estancamiento y haga -olvidar a Europa la España del pasado.</p> - -<div class="figcenter mt3"> - <img src="images/flor.jpg" - style="width: 4em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter pt3" id="ToC"> - <p><span class="pagenum" id="Page_295">p. 295</span></p> - <h2 class="nobreak g1">ÍNDICE</h2> -</div> - -<table class="toc" summary=""> - <tr> - <td> </td> - <td> </td> - <td class="tdr smaller bb">Págs.</td> - </tr> - <tr> - <td colspan="2" class="tdlh pt05"><a href="#Ch01"><span - class="smcap">Prólogo de la 2.ª edición</span></a>, costeada por la - generosidad del Dr. Lluria.</td> - <td class="tdrb pt05"><a href="#Page_v"><span class="asc">V</span></a></td> - </tr> - <tr> - <td colspan="2" class="tdlh"><a href="#Ch02"><span - class="smcap">Prólogo de la 3.ª edición</span></a>.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_xii"><span class="asc">XII</span></a></td> - </tr> - <tr> - <td colspan="2" class="tdlh"><a href="#Ch03"><span - class="smcap">Prólogo de las últimas ediciones</span></a> (4.ª, 5.ª y 6.ª).</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_xv"><span class="asc">XV</span></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch1"><span class="smcap">Cap.</span> I</a>.—</td> - <td class="tdlh">Consideraciones sobre los métodos generales. — - Infecundidad de las reglas abstractas. — Necesidad de ilustrar - la inteligencia y de tonificar la voluntad. — División de este - libro.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_1">1</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch2"><span class="smcap">Cap.</span> II</a>.—</td> - <td class="tdlh">Preocupaciones del principiante.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_13">13</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch3"><span class="smcap">Cap.</span> III</a>.—</td> - <td class="tdlh">Cualidades de orden moral que debe poseer el investigador.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_43">43</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch4"><span class="smcap">Cap.</span> IV</a>.—</td> - <td class="tdlh">Lo que debe saber el aficionado a la investigación científica.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_79">79</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch5"><span class="smcap">Cap.</span> V</a>.—</td> - <td class="tdlh">Enfermedades de la voluntad. — Contempladores. — Bibliófilos - y políglotas. — Megalófilos. — Organófilos. — Descentrados.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_113">113</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch6"><span class="smcap">Cap.</span> VI</a>.—</td> - <td class="tdlh">Condiciones sociales favorables a la obra - científica. — Los medios materiales. — El investigador y la familia. - — La compañera del hombre de ciencia.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_131">131</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch7"><span class="smcap">Cap.</span> VII</a>.—</td> - <td class="tdlh">Marcha de la investigación científica. — Observación. - — Experimentación. — Hipótesis directriz. — Comprobación.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_161">161</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch8"><span class="smcap">Cap.</span> VIII</a>.—</td> - <td class="tdlh">Redacción del trabajo científico.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_183">183</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch9"><span class="smcap">Cap.</span> IX</a>.—</td> - <td class="tdlh">El investigador como maestro.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_199">199</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><span class="pagenum" id="Page_296">p. 296</span><a - href="#Ch10"><span class="smcap">Cap.</span> X</a>.—</td> - <td class="tdlh">Deberes del Estado en relación con la producción - científica. — Nuestro atraso cultural y sus causas pretendidas. - Explicaciones físicas, históricas y morales de la infecundidad - científica española. — El remedio de nuestro atraso.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_219">219</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"><a href="#Ch11"><span class="smcap">Cap.</span> XI</a>.—</td> - <td class="tdlh">Órganos sociales encargados de nuestra reconstrucción. - — La Junta de Pensiones y sus Laboratorios y Seminarios. — Resultados - obtenidos del Pensionado en el extranjero.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_269">269</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"> </td> - <td class="tdlh">Instituciones complementarias del Pensionado.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_282">282</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdru"> </td> - <td class="tdlh">Importación del personal docente. — Ventajas e - inconvenientes del método de injertación cultural.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Page_286">286</a></td> - </tr> -</table> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Notas"> - <h2 class="nobreak g1">NOTAS</h2> -</div> - - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_1" href="#FNanchor_1" class="label">[1]</a> -Claudio Bernard nos parece exagerar algo cuando, a guisa de ejemplos -probatorios de su tesis, afirma que «no sabremos nunca por qué el opio -tiene una acción soporífera, y por qué de la combinación del hidrógeno -con el oxígeno brota un cuerpo tan diverso en propiedades físicas y -químicas como el agua». Esta imposibilidad de reducir las propiedades -de los cuerpos a leyes de posición, de forma y de movimiento de los -átomos (hoy diríamos de los iones y electrones), es real, pero no -parece que lo sea en principio y para siempre.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_2" href="#FNanchor_2" class="label">[2]</a> Es -singular la coincidencia de esta doctrina con la desarrollada por -Schopenhauer (desconocida de nosotros al redactar la primera edición -de este discurso) en su libro <i>El Mundo como voluntad y como -representación</i>, t. I, páginas 98 y siguientes. Al tratar de la -lógica, dice «que el lógico más versado en su ciencia abandona las -reglas de la lógica en cuanto discurre realmente». Y más adelante: -«querer hacer uso práctico de la lógica es como si para andar se -quisiera tomar antes consejos de la mecánica». Parecido sentir expresa -modernamente Eucken, cuando afirma «que leyes y formas lógicas no -bastan a producir un pensamiento vivo».</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_3" href="#FNanchor_3" class="label">[3]</a> Hoy creo -menos en el poder de la selección natural que al escribir, treinta -años hace, estas líneas. Cuanto más estudio la organización del ojo -de vertebrados e invertebrados, menos comprendo las causas de su -maravillosa y exquisitamente adaptada organización.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_4" href="#FNanchor_4" class="label">[4]</a> En -reciente libro, Ostwald corrobora esta reflexión, haciendo notar que -casi todos los grandes descubrimientos fueron obra de la juventud. -Newton, Davy, Faraday, Hertz, Mayer son buenos ejemplos.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_5" href="#FNanchor_5" class="label">[5]</a> La -brillante serie de descubrimientos eléctricos que siguieron al -encuentro de la pila de Volta, a principios del pasado siglo; la -pléyade de trabajos histológicos provocados por el descubrimiento de -Schwann acerca de la multiplicación celular, y la repercusión profunda -que el no muy alejado hallazgo de los rayos Röntgen ha producido en -toda la física (encuentro de la radioactividad, descubrimiento del -radio, del polonio, del fenómeno de la emanación, etc.), son buenos -ejemplos de esa virtud creadora, y en cierto modo automática, que posee -todo gran descubrimiento, el cual parece crecer y multiplicarse como la -semilla arrojada al azar sobre terreno fértil.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_6" href="#FNanchor_6" class="label">[6]</a> La -opinión vulgar aquí combatida ha sido repudiada elocuentemente por -casi todos los sabios. No resisto, sin embargo, a la tentación de -copiar una comparación presentada bajo diversas y brillantes formas -por nuestro incomparable vulgarizador científico D. José Echegaray, -cuya desaparición ha dejado a la ciencia española huérfana de un gran -talento:</p> - -<p class="ti1">«La ciencia pura es como la soberbia nube de oro y -grana que se dilata en Occidente, entre destellos de luz y matices -maravillosos: no es ilusión, es el resplandor, la hermosura de la -verdad. Pero esa nube se eleva, el viento la arrastra sobre los campos, -y ya toma tintas más obscuras y más severas; es que va a la faena y -cambia sus trajes de fiesta, digámoslo así, por la blusa del trabajo. Y -entonces se condensa en lluvia, y riega las tierras, y se afana en el -terruño, y prepara la futura cosecha, y al fin da a los hombres el pan -nuestro de cada día. Lo que empezó por hermosura para el alma y para la -inteligencia, concluye por ser alimento para la pobre vida corporal.» — -<i>Academia de Ciencias</i>, sesión solemne del 12 de marzo de 1916.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_7" href="#FNanchor_7" class="label">[7]</a> Esto se -escribía en 1896. Actualmente, la fábrica de instrumentos ópticos de -Jena cuenta al frente de sus secciones nada menos que 33 investigadores -matemáticos, ópticos, mecánicos y químicos, todos de primera fuerza. -Legiones de químicos trabajan también en las grandes fábricas de -productos químicos alemanas, demostrando que el único medio de que -la industria evite la rutina y el estancamiento es convertir el -laboratorio en antesala de la fábrica.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_8" href="#FNanchor_8" class="label">[8]</a> «Es el -sentido común trabajando a alta tensión», según la frase gráfica de -nuestro Echegaray.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_9" href="#FNanchor_9" class="label">[9]</a> Es -singular la coincidencia de esta doctrina con la clasificación en -<i>clásicos</i> y <i>románticos</i> (talentos de reacciones lentas y -talentos de reacciones rápidas), dada por Ostwald en su reciente e -interesante libro sobre <i>Los grandes hombres</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_10" href="#FNanchor_10" class="label">[10]</a> -Este ingenuo optimismo ha sufrido actualmente, con la horrenda guerra -internacional iniciada en 1914, franco y rotundo mentís. Todo hacía -creer, cuando esto se escribía, que la era de las grandes contiendas -europeas había pasado. Ferrocarriles, telégrafos, periódicos, -congresos, conferencias internacionales, difusión de idiomas, etc., -parecían órganos destinados a realizar, tarde o temprano, la generosa -aspiración de solidarizar y aproximar cordialmente a las naciones -europeas.</p> - -<p class="ti1">Espectáculo consolador era contemplar cómo por encima -de las fronteras se apretaban efusivamente las manos filósofos, sabios -y obreros. Por desgracia, Gobiernos militares y logreros insaciables -actuaban en sentido contrario, y ahogaban de continuo, merced a -inoculación intensa iniciada desde la escuela, la semilla del amor -con el veneno del odio. Al siglo <span class="asc">XXI</span> tocará -comenzar nuevamente la obra, acaso quimérica, de la reconciliación -definitiva de los Estados de Europa, y de someter definitivamente al -derecho atávicas codicias y desapoderadas ambiciones territoriales.</p> - -<p class="ti1">(Esta nota se escribió en 1916. Hoy, firmada la -paz, arruinada Europa, visto el fracaso de la candorosa concepción -wilsoniana de la <i>Sociedad de las Naciones</i>, enconado el odio de -los pueblos vencidos, que sueñan ya con próximos desquites, miramos con -amargo escepticismo todo intento jurídico de paz perpetua. ¡Triste es -reconocerlo!; pero todo pueblo, modelado en monarquía o en república, -se hace ferozmente imperialista en cuanto puede serlo. ¡Ay de los -débiles o de los antipatriotas!)</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_11" href="#FNanchor_11" class="label">[11]</a> Tal -estado de cosas ha variado algo en la actualidad. El tipo de inventor -que trabaja por afán de lucro abunda mucho hoy en Alemania y, en -general, en las naciones más adelantadas. La lucha por la patente y la -fiebre de la competencia industrial, han turbado la calma augusta del -templo de Minerva. ¿Es un mal o un bien?</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_12" href="#FNanchor_12" class="label">[12]</a> -Actualmente, en virtud de una emulación creciente, los focos de -producción biológica se multiplican por doquier. Italia, Francia, -Inglaterra y singularmente los Estados Unidos compiten y en muchos -puntos sobrepujan a la hace algunos lustros insuperable labor de las -Universidades alemanas.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_13" href="#FNanchor_13" class="label">[13]</a> -Aunque, merced a plausibles iniciativas, figura la lengua alemana en -nuestro cuadro de asignaturas del Instituto, por desgracia el fruto -obtenido hasta hoy por nuestros escolares ha sido casi nulo, tanto -por la insuficiencia del tiempo destinado a tal estudio, cuanto por -el vicioso método de enseñanza. Cuando falta el tiempo indispensable -para dominar una lengua difícil, lógico sería no empeñarse en enseñar -<i>todo el alemán</i>, sino el <i>alemán científico</i>, es decir, -la suma relativamente escasa de reglas gramaticales y el caudal -no muy cuantioso de voces necesario para traducir las monografías -científicas. Lograr esto es obra de seis u ocho meses de labor asidua. -Al aficionado a los trabajos biológicos le aconsejamos que se suscriba -desde luego a una Revista alemana de su especialidad, por ejemplo, a un -<i>Centralblatt</i> cualquiera. La lectura, al principio muy trabajosa, -de las monografías científicas, le resultará cada día más accesible. -El placer de obtener desde el principio algún fruto de sus afanes, -aumentará progresivamente su afición al trabajo.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_14" href="#FNanchor_14" class="label">[14]</a> Si -los celos internacionales lo consintieran, fuera mucho más sencillo y -práctico convenir en el empleo de una lengua viva, el <i>francés</i>, -por ejemplo, como idioma científico. A los entusiastas del esperanto -cabría preguntarles: Cuando viajéis por Francia, ¿os resignaréis a no -hablar francés?</p> - -<p class="ti1">(Conforme era de presumir, hoy —1920— el flamante -<i>volapück</i> ha sido definitivamente olvidado. Presagiamos que le -ocurrirá lo mismo al <i>esperanto</i>.)</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_15" href="#FNanchor_15" class="label">[15]</a> -Cuando los españoles asisten a un Congreso científico, deploran -que nuestra lengua tenga que eclipsarse ante el alemán, francés o -inglés. Estos patriotas inoportunos harían bien, antes de formular -sus quejas y provocar la sonrisa de los sabios, en meditar estos tres -irrebatibles asertos: 1.º Nuestra producción científica es, cualitativa -y cuantitativamente, muy inferior a la de las cuatro naciones que gozan -del privilegio de usar su lengua en los Congresos. 2.º A consecuencia -de esto, el castellano es desconocido de la inmensa mayoría de los -sabios. Si inspirándonos en un patriotismo quijotesco nos empeñáramos -en usarlo en los Congresos internacionales, provocaríamos la deserción -en masa de nuestros oyentes. 3.º En fin, naciones como Suecia, Holanda, -Dinamarca, Hungría, Rusia y Japón, cuya producción científica supera -con mucho a la española, jamás tuvieron la inmodestia de imponer en -dichos certámenes su lengua respectiva; sus sabios son harto avisados -para desconocer que, siendo ya excesiva la tarea de dominar las cuatro -lenguas citadas, resultaría tortura insoportable aprender una o dos -más.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_16" href="#FNanchor_16" class="label">[16]</a> Hoy -no suscribiría yo, sin algunas restricciones, este concepto mecánico, o -si se quiere estrictamente físico-químico de la vida. En ella (origen, -morfología de células y órganos, herencia, evolución, etc.), se dan -fenómenos que presuponen causas absolutamente incomprensibles, no -obstante las jactanciosas promesas darwinianas y los postulados de la -escuela bioquímica de Loeb.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_17" href="#FNanchor_17" class="label">[17]</a> -Conocemos algunos que no se contentan con cerrar los armarios del -laboratorio, sino que los precintan y lacran al ausentarse.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_18" href="#FNanchor_18" class="label">[18]</a> -Existen actualmente (1923) laboratorios en España tan suntuosamente -dotados que los envidian los sabios más grandes del extranjero. Y sin -embargo, en aquellos se produce poco o nada. Es que nuestros ministros -y corporaciones docentes se han olvidado de dos cosas importantes; que -no basta declararse investigador para serlo y que los descubrimientos -los hacen los hombres y no los aparatos científicos y las copiosas -bibliotecas.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_19" href="#FNanchor_19" class="label">[19]</a> Esto -se escribía hace muchos años. Claro es que hoy (1923) después de la -guerra mundial habría que aumentar estos modestos presupuestos en más -de una mitad.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_20" href="#FNanchor_20" class="label">[20]</a> El -que esto escribe, el más humilde de los profesores españoles, pecaría -de ingrato si no hiciera constar un hecho que habla muy alto en pro de -la generosidad de nuestros Gobiernos. Bastó la mera noticia telegráfica -de que el premio <i>llamado de Moscú</i>, otorgado por el Congreso -internacional médico de París (1900), había sido adjudicado a un -español, para que <i>incontinenti</i> se nos buscara en el rincón donde -laborábamos en silencio y se pusiera a nuestra disposición espléndido -laboratorio. La medalla de Helmholtz, y el premio Nobel, nuevos dones -de nuestra buena estrella, obtenidos después (1908), sin contar -las altas distinciones recibidas de las principales Corporaciones -científicas del mundo, nos proporcionaron la satisfacción de pensar que -el modesto sacrificio hecho por el Estado español no había sido estéril -para la Ciencia.</p> - -<p class="ti1">Y nuestro caso, afortunadamente, no es único. Todo el -que en nuestro país ha sido consagrado por la ciencia extranjera, -consigue, sin desearlas ni buscarlas, honra y prebendas. ¡A veces, -hasta demasiadas!... Sepan, pues, los egoístas que anteponen siempre el -galardón al merecimiento, que también en nuestra patria —y estoy por -decir que mejor que en el extranjero— el cultivo serio de la ciencia -constituye razonable negocio.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_21" href="#FNanchor_21" class="label">[21]</a> -Conocida es la frase célebre de Bonaparte pronunciada ante el Consejo -de Estado cuando era Cónsul: «Si el hombre no envejeciera, desearía que -se pasase sin mujer».</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_22" href="#FNanchor_22" class="label">[22]</a> -Aludimos aquí especialmente a los efectos de la concentración mental -y del trabajo intensivo, capaces de convertir al sabio en perpetuo -distraído, tan flojo y descuidado en la educación de sus hijos como en -la administración de sus bienes.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_23" href="#FNanchor_23" class="label">[23]</a> -Podríamos citar más de veinte jóvenes de gran capacidad y excelente -preparación cuya labor inquisitiva, apenas empezada, naufragó con el -matrimonio. Actualmente, y por lo que toca a la biología, casi todos -nuestros mejores productores son célibes.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_24" href="#FNanchor_24" class="label">[24]</a> -Citado por el notable profesor Pou y Orfila en un excelente folleto -donde trata del estudio de la Anatomía: <i>Observaciones sobre la -enseñanza de la Medicina</i>. Montevideo, 1906.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_25" href="#FNanchor_25" class="label">[25]</a> El -culto a la consecuencia, que en política pasa por virtud, en ciencia -resulta casi siempre señal inequívoca de orgullo o de cortedad de -luces. La variabilidad es uno de los rasgos que mejor traducen la -honradez del investigador. En nuestro concepto, quien no sepa abandonar -una opinión falsa se declara a sí mismo necio, viejo o ignorante; -porque, en efecto, solo los tontos, los decrépitos y los que no leen, -se obstinan en el error. Los consecuentes a ultranza parecen declarar -con su olímpico desdén a toda novedad científica: «valgo y sé tanto, -que todo cuanto la ciencia descubra no me hará corregir en un ápice -mis opiniones». El cerebro es un árbol cuyo ramaje se desarrolla y -complica con el estudio y la meditación; pretender, pues, que en -materias opinables no cambie, es querer que el árbol futuro no pase de -arbusto o no críe jamás ramas torcidas. La ciencia nos enseña que el -hombre, en el transcurso de su vida, se renueva material y mentalmente -muchas veces; que en la vida individual hay diversos <i>avatares</i> -que llegan casi a interrumpir la continuidad de la conciencia y el -sentimiento de la propia personalidad. Las nuevas lecturas y la mudanza -del medio moral e intelectual cambian y mejoran continuamente el -ambiente interior y depuran y refinan nuestros juicios. Transcurridos -los cincuenta años, ¿quién se atreverá a defender sinceramente todas -las concepciones de su personalidad de los veinte, es decir, del pensar -de la juventud inexperta y generosa?</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_26" href="#FNanchor_26" class="label">[26]</a> -Piadosa con los viejos, la naturaleza ha otorgado al cerebro el excelso -privilegio de resistir más que ningún órgano al implacable proceso de -la degeneración.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_27" href="#FNanchor_27" class="label">[27]</a> -Hoy nos preocupamos de la autonomía universitaria. Está bien. Mas -si cada profesor no mejora su aptitud técnica y su disciplina -mental; si los Centros docentes carecen del heroísmo necesario para -resistir las opresoras garras del caciquismo y favoritismo extra e -intrauniversitario; si cada maestro considera a sus hijos intelectuales -como insuperables arquetipos del talento y de la idoneidad, la flamante -autonomía rendirá, poco más o menos, los mismos frutos que el régimen -actual. ¿De qué serviría emancipar a los profesores de la tutela del -Estado, si estos no tratan antes de emanciparse de sí mismos, es decir, -de sobreponerse a sus miserias éticas y culturales? El problema central -de nuestra Universidad no es la independencia, sino la transformación -radical y definitiva de la aptitud y del ideario de la comunidad -docente. Y hay pocos hombres capaces de ser cirujanos de sí mismos. El -bisturí salvador debe ser manejado por otros.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_28" href="#FNanchor_28" class="label">[28]</a> -El relato de los extranjeros que visitaron España en la época de su -grandeza o en el comienzo de su declinación, y los testimonios de -nuestros escritores de los siglos <span class="asc">XVI</span> y -<span class="asc">XVII</span>, demuestran que nuestra preponderancia -en Europa fue meramente militar y no cultural. Ciencia, Industria, -Agricultura, Comercio, todas las manifestaciones del espíritu y del -trabajo eran en la época de los Reyes Católicos y de Carlos V sumamente -inferiores a las del resto de Europa. Citando un caso entre mil, Simón -Abril, en sus <i>Apuntamientos a Felipe II</i>, se lamentaba ya de -que careciéramos de matemáticos, «con afrenta de la nación y gran -perjuicio de la república, pues España debe ir a buscar los ingenios a -extrañas naciones, con daño grave del bien público». Avergüenza saber -que casi todos nuestros generales y almirantes de las guerras de Italia -y Flandes fueron extranjeros. Cristóbal de Villalón, que escribió -también en el siglo de oro de nuestra historia, se lamenta, amén de -los defectos del carácter nacional, de la mediocridad de nuestros -gramáticos y humanistas, muy inferiores a los extranjeros. (Véase su -<i>Viaje de Turquía</i>.)</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_29" href="#FNanchor_29" class="label">[29]</a> En la -cuenca del Ebro (Aragón especialmente), la columna del pluviómetro rara -vez alcanza 300 milímetros, y en Murcia y Almería es raro el año en que -se eleva a 250. En cambio, en todo el litoral cantábrico pasa de 1.500; -a veces sube a 2.000.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_30" href="#FNanchor_30" class="label">[30]</a> La -cifra de 40 millones supuesta por algunos, y sobre todo por Macías -Picavea, representa pura fantasía. Si hoy, no obstante el florecimiento -industrial de algunas regiones, el ensanche creciente de las ciudades, -el progreso notable de la agricultura y de la minería, etc., nuestro -territorio no produce mantenimientos ni aun para los 20 millones de -habitantes que lo pueblan, ¿por qué arte milagroso pudo antaño mantener -40 millones (no los tiene todavía la riquísima Francia) con un suelo -en gran parte sin roturar y con ciudades —salvo alguna excepción— -reducidísimas, según atestiguan todavía las murallas subsistentes de -las más populosas?</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_31" href="#FNanchor_31" class="label">[31]</a> -Antes de Buckle fueron muchos los extranjeros que atribuyeron nuestra -decadencia a la exaltación del principio religioso y al desprecio -de las artes útiles. Recuérdese, entre otras, la observación de -Montesquieu: «Mirad una de sus bibliotecas (las de España): las novelas -por un lado, y la escolástica por otro, ¿no es verdad que todo ello -parece obra de algún secreto enemigo de la razón humana?» Gráfica -es también esta frase de Voltaire: «La Inquisición y superstición -perpetuaron aquí (en España) los errores escolásticos; las matemáticas -fueron tan poco cultivadas de los españoles, que en sus guerras -emplearon siempre ingenieros italianos». Juicio análogo dejamos -estampado ya de nuestro Simón Abril, escritor de la época de Felipe -II.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_32" href="#FNanchor_32" class="label">[32]</a> -Recuérdese la célebre polémica sostenida entre Sanz del Río, Revilla, -Perojo, etc., por un lado, y los tradicionalistas, reforzados con el -valioso apoyo de Menéndez Pelayo, por otro. Los krausistas sostenían -que el espíritu español se había desarrollado solo parcialmente, -desdeñando la razón y el entendimiento, y que, no habiendo existido -ciencia ni filosofía españolas, la historia de estas disciplinas podía -hacerse sin citar otros nombres que los de los marinos heroicos que -descubrieron las Américas y dieron la vuelta al mundo. Al contrario, -los tradicionalistas afirmaban que durante el siglo de oro habíamos -creado ciencia y filosofía altísimas y originales, y que ello se -debió, en gran parte, al fervor religioso y al despotismo paternal -de los reyes. En cuanto a mi humilde opinión, formada después de -pesar serenamente los argumentos de entrambas escuelas, coincide -casi completamente con el juicio de un escritor francés imparcial de -nuestros días. Dusolier, que siguió con interés los incidentes de la -famosa controversia, afirma: «Contrariamente a los asertos, demasiado -modestos o demasiado desdeñosos, de la escuela krausista, creemos -<i>que ha existido, en efecto, una ciencia y una filosofía españolas; -pero pensamos también que todo el talento de Menéndez Pelayo no -basta para probar que esta filosofía y esta ciencia hayan sido muy -importantes</i>». Dusolier: «Aperçu historique sur la Médecine en -Espagne», etc. París, 1906. Con relación a las matemáticas, el mayor -de nuestros actuales geómetras, el señor Rey Pastor, hace notar, en -bien documentado discurso, que nuestros geómetras del siglo de oro y -siguientes trabajaron a menudo sin conocer suficientemente las grandes -conquistas matemáticas del Renacimiento, singularmente las debidas a -los sabios italianos, franceses e ingleses.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_33" href="#FNanchor_33" class="label">[33]</a> -Cristóbal de Villalón, a quien debe considerarse como el precursor de -nuestros modernos regeneradores, decía ya un poco crudamente en el -siglo <span class="asc">XVI</span> (<i>Viaje de Turquía</i>), aludiendo -al orgullo e insolencia hispanos: «Entre todas las naciones del mundo -somos los españoles los malquistos de todos, y con grandísima razón, -por la soberbia, que en dos días que servimos queremos ser los amos, -y si nos convidan una vez a comer alzámonos con la posada». Villalón -tuvo también una visión muy certera de la esterilidad de nuestro -suelo y de nuestra penuria militar cuando, comparando España con -Italia, preguntaba: «¿Paréceos que podría mantener tantos ejércitos -como Italia? Si seis meses anduviesen cincuenta mil hombres dentro la -asolarían, que no quedase hanega de pan ni cántaro de vino, etc.» Y si -esto se escribía por un español patriota en tiempos de Felipe II, ¿cómo -extrañarnos de que durante reinados posteriores hayan repetido lo mismo -numerosos extranjeros?</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_34" href="#FNanchor_34" class="label">[34]</a> -Sabido es que el verbo <i>cerrar</i>, tan expresivo de nuestro grito de -guerra, significa <i>embestir</i>, <i>acometer</i>. Pero el pensamiento -de Bunge, de que España vivió casi aislada de las naciones cultas, es, -desgraciadamente, verdadero, y por eso lo citamos.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_35" href="#FNanchor_35" class="label">[35]</a> -Por lo demás, Saavedra participaba, como no podía menos, de los -sentimientos y prejuicios de su época. Ni se ha de olvidar que en sus -<i>Empresas</i> defiende el interés egoísta del príncipe, no siempre -coincidente con el de la nación. Hay, pues, que perdonarle sentencias -como estas: «La ruina de un Estado es la libertad de conciencia... Muy -quietos y felices viven los esguízaros que no se ejercitan mucho en las -ciencias... Sobran Universidades... Con la atención de las ciencias -se enflaquecen las fuerzas y envilecen los ánimos... Con el estudio -se crían melancólicos los ingenios; aman la soledad y el celibato», -etc.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_36" href="#FNanchor_36" class="label">[36]</a> Estos -intereses fueron casi del todo abandonados, salvo alguna excepción, -al advenir la dinastía austriaca. Y estoy muy cerca de pensar que la -independencia española acabó prácticamente con los Reyes Católicos y -el Cardenal Cisneros. Después, con excepción de algunos períodos de -cordura patriótica, fuimos a remolque de las ambiciones dinásticas y de -las codicias de monarcas que recibían a menudo el santo y seña de las -cortes extranjeras.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_37" href="#FNanchor_37" class="label">[37]</a> -Si la teoría de la superioridad de las razas hiperbóreas de Europa, -creada por el ingenuo francés Gobineau y coreada por sajones y alemanes -para su glorificación, hubiera detenido a los japoneses, a estas -fechas careceríamos de la prueba más decisiva acerca de la eficacia -del contagio y de la imitación, como generadores de la grandeza de -un pueblo. La ciencia, el arte, la industria y la milicia habrían -perdido colaboradores soberanos. Y nosotros los médicos no podríamos -aplaudir, entre otras vidas gloriosas, la de un Kitasato, descubridor -del microbio de la peste bubónica y fundador, con el alemán Behring y -el francés Roux, de los principios de la seroterapia.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_38" href="#FNanchor_38" class="label">[38]</a> -Han seguido después, con inesperado apoyo de la opinión pública, -la <i>Residencia de Estudiantas</i>, dirigida por la incomparable -educadora María de Maeztu, la <i>Residencia de párvulos</i>, y, en fin, -el <i>Instituto-Escuela</i>, que aspira a ser una Escuela-liceo de tipo -europeo, donde se junten las excelencias de una instrucción selecta -encomendada a profesores eméritos, con los beneficios de una sana y -confortadora educación del cuerpo y del espíritu.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_39" href="#FNanchor_39" class="label">[39]</a> La -guerra ha disminuido notablemente esta cifra, con daño grave para la -celeridad de nuestro progreso científico e industrial.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_40" href="#FNanchor_40" class="label">[40]</a> No -por unas docenas, como solemos nosotros, por centenas se cuentan los -japoneses pensionados en Berlín, Viena, Londres y París. Aún hoy, en -que el Imperio del Sol naciente ha recogido ya frutos gloriosos de su -educación europea, existen en Berlín más de 400 pensionados japoneses. -¿Cuántos de ellos se contarán en Inglaterra, Francia y los Estados -Unidos? Trátase de un formidable ejército de intelectuales que asaltan -los laboratorios, devoran los libros de ciencia y laboran heroicamente -por la hegemonía intelectual y política de su país.</p> - -<p class="ti1">El éxito japonés ha contagiado a la China, que -prepara su renacimiento intelectual sosteniendo en el Japón 10.000 -estudiantes becarios, 600 en los Estados Unidos y unos 300 en Europa, -con delegaciones permanentes en estos países para vigilarlos y -cuidarlos.</p> - -<p class="ti1">(Esto se escribía en 1913. Claro es que la horrenda -guerra europea habrá acarreado en estos países iguales deplorables -consecuencias que en España.)</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_41" href="#FNanchor_41" class="label">[41]</a> En -Alemania los jóvenes suelen entrar en la Universidad a los diez y ocho -o veinte años, para abandonarla a los veintisiete o veintiocho; porque -aunque la ley señala un mínimo de cinco años de estudios académicos -y otro de voluntariado en otras Universidades (en junto seis años), -la formalidad y reflexión del estudiante tudesco, admirablemente -secundadas por la previsión del padre de familia, le llevan a -prolongar la carrera, ampliando el conocimiento de las disciplinas más -importantes o de aquellas para las cuales siente viva predilección.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_42" href="#FNanchor_42" class="label">[42]</a> -Las noticias que hemos podido procurarnos de Chile y de la Argentina -revelan que, exceptuados unos pocos profesores alemanes, atenidos a su -misión de crear e inocular la ciencia, los demás, es decir, la inmensa -mayoría, fueron arrollados por la fiebre del negocio, a que pocos -emigrantes resisten.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_43" href="#FNanchor_43" class="label">[43]</a> -Después de la guerra mundial, es casi seguro que aumentará en -proporciones considerables el éxodo de los sabios, a causa de agobios -económicos insoportables en Alemania, y desconocidos o muy atenuados en -las naciones neutrales.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_44" href="#FNanchor_44" class="label">[44]</a> El -método actual de invitar a ciertas lumbreras extranjeras para dar -algunas conferencias en nuestros centros docentes, lo consideramos poco -provechoso. Es preciso que el sabio invitado profese por lo menos un -curso y que, asistido del material necesario, enseñe a sus discípulos -la técnica de la investigación.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_45" href="#FNanchor_45" class="label">[45]</a> Los -brillantes resultados obtenidos por Italia mediante el método de la -importación de sabios extranjeros se debió sin duda a la excelencia de -los mismos; pero esta excelencia obedeció a condiciones difícilmente -renovables. Aparte el culto del alemán hacia la patria del arte, la -comodidad y brevedad del viaje, el conocimiento casi general entre los -tudescos ilustrados de la lengua italiana, etc., en el éxito influyó -sobremanera la Revolución alemana del pasado siglo con la reacción -subsiguiente, la cual obligó a expatriarse a muchos hombres de mérito -tachados por sus ideas liberales. Actualmente Italia, consciente -de su robustez intelectual, utiliza exclusivamente el método del -pensionado.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p><a id="Footnote_46" href="#FNanchor_46" class="label">[46]</a> -Hoy añadiría también a los <i>políticos de altura</i>. Una ley que -excluyera irrevocablemente de los Consejos de la Corona a todo político -que no hubiera permanecido por lo menos tres años en las escuelas -extranjeras (singularmente en las de Alemania, Inglaterra y Francia), -sería decisiva para el éxito de nuestra renovación cultural, agrícola -e industrial. Si esto se hubiera hecho antes del 98, habríase evitado -la pérdida de las Colonias; porque, aparte otros factores de que no -debo ocuparme aquí, casi ninguno de nuestros ministros y generales -de entonces tenía la menor idea del arrollador poderío marítimo, -militar e industrial de los Estados Unidos. Nadie está capacitado para -salvaguardar eficazmente los intereses de su patria, si previamente -no conoce a fondo las fuerzas políticas y los recursos morales y -materiales de las ajenas naciones.</p> - -</div> - -<hr class="chap" /> - - -<hr class="full" /> - -<div style='display:block; margin-top:4em'>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK REGLAS Y CONSEJOS SOBRE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA ***</div> -<div style='text-align:left'> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Updated editions will replace the previous one—the old editions will -be renamed. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. 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Redistribution is subject to the trademark -license, especially commercial redistribution. -</div> - -<div style='margin:0.83em 0; font-size:1.1em; text-align:center'>START: FULL LICENSE<br /> -<span style='font-size:smaller'>THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE<br /> -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK</span> -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -To protect the Project Gutenberg™ mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase “Project -Gutenberg”), you agree to comply with all the terms of the Full -Project Gutenberg™ License available with this file or online at -www.gutenberg.org/license. -</div> - -<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'> -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg™ electronic works -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -1.A. 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Information about the Mission of Project Gutenberg™ -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Project Gutenberg™ is synonymous with the free distribution of -electronic works in formats readable by the widest variety of -computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It -exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations -from people in all walks of life. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg™’s -goals and ensuring that the Project Gutenberg™ collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg™ and future -generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see -Sections 3 and 4 and the Foundation information page at www.gutenberg.org. -</div> - -<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'> -Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non-profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation’s EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by -U.S. federal laws and your state’s laws. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -The Foundation’s business office is located at 809 North 1500 West, -Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up -to date contact information can be found at the Foundation’s website -and official page at www.gutenberg.org/contact -</div> - -<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'> -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Project Gutenberg™ depends upon and cannot survive without widespread -public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine-readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To SEND -DONATIONS or determine the status of compliance for any particular state -visit <a href="https://www.gutenberg.org/donate/">www.gutenberg.org/donate</a>. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Please check the Project Gutenberg web pages for current donation -methods and addresses. Donations are accepted in a number of other -ways including checks, online payments and credit card donations. To -donate, please visit: www.gutenberg.org/donate -</div> - -<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'> -Section 5. General Information About Project Gutenberg™ electronic works -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Professor Michael S. Hart was the originator of the Project -Gutenberg™ concept of a library of electronic works that could be -freely shared with anyone. For forty years, he produced and -distributed Project Gutenberg™ eBooks with only a loose network of -volunteer support. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Project Gutenberg™ eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as not protected by copyright in -the U.S. unless a copyright notice is included. Thus, we do not -necessarily keep eBooks in compliance with any particular paper -edition. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Most people start at our website which has the main PG search -facility: <a href="https://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a>. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -This website includes information about Project Gutenberg™, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. -</div> - -</div> - -</body> -</html> diff --git a/old/66373-h/images/coles.jpg b/old/66373-h/images/coles.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 868dd60..0000000 --- a/old/66373-h/images/coles.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/cover.jpg b/old/66373-h/images/cover.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index aeca189..0000000 --- a/old/66373-h/images/cover.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/cuadros.jpg b/old/66373-h/images/cuadros.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 33acd53..0000000 --- a/old/66373-h/images/cuadros.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/flor.jpg b/old/66373-h/images/flor.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 39f8b34..0000000 --- a/old/66373-h/images/flor.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/flores.jpg b/old/66373-h/images/flores.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index ecbebe9..0000000 --- a/old/66373-h/images/flores.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/floron.jpg b/old/66373-h/images/floron.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index dd5edde..0000000 --- a/old/66373-h/images/floron.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/frontis.jpg b/old/66373-h/images/frontis.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index ae22c3c..0000000 --- a/old/66373-h/images/frontis.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/laureles.jpg b/old/66373-h/images/laureles.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index da69b42..0000000 --- a/old/66373-h/images/laureles.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/pines.jpg b/old/66373-h/images/pines.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 08a2849..0000000 --- a/old/66373-h/images/pines.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/66373-h/images/rosas.jpg b/old/66373-h/images/rosas.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 1fc52cd..0000000 --- a/old/66373-h/images/rosas.jpg +++ /dev/null |
