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-The Project Gutenberg eBook of Reglas y consejos sobre investigación
-científica, by Santiago Ramón y Cajal
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
-most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms
-of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you
-will have to check the laws of the country where you are located before
-using this eBook.
-
-Title: Reglas y consejos sobre investigación científica
- (Los tónicos de la voluntad)
-
-Author: Santiago Ramón y Cajal
-
-Release Date: September 25, 2021 [eBook #66373]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-Produced by: Ramón Pajares Box and the Online Distributed Proofreading
- Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from
- images generously made available by The Internet Archive)
-
-*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK REGLAS Y CONSEJOS SOBRE
-INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA ***
-
-NOTA DE TRANSCRIPCIÓN
-
- * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han
- convertido a MAYÚSCULAS.
-
- * Los errores de imprenta han sido corregidos.
-
- * La ortografía del texto original ha sido actualizada de acuerdo con
- las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española.
-
- * Se han puesto tildes a las mayúsculas y se han espaciado las rayas.
-
- * Las notas a pie de página han sido renumeradas y colocadas al final
- del libro.
-
- * Las páginas en blanco han sido eliminadas.
-
-
-
-
- REGLAS Y CONSEJOS
- SOBRE
- INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
-
- (LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD)
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
- REGLAS Y CONSEJOS
- SOBRE
- INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
-
- (LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD)
-
- DISCURSO LEÍDO CON OCASIÓN DE LA RECEPCIÓN DEL
- AUTOR EN LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS,
- FÍSICAS Y NATURALES
-
- POR
- S. RAMÓN Y CAJAL
-
- 6.ª EDICIÓN
-
- MADRID
- 1923
-
-
-
-
- ES PROPIEDAD DEL AUTOR
-
-
- Imp. J. Pueyo, Luna, 29.
- Teléf. 14-30. -- MADRID.
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN
-
-Costeada por la generosidad del Dr. Lluria.
-
-
-El libro actual es una reproducción, con numerosos retoques y
-desarrollos, de mi discurso de ingreso en la Academia de Ciencias
-Exactas, Físicas y Naturales (sesión del 5 de diciembre de 1897).
-
-Como otras muchas oraciones académicas harto más merecedoras de
-publicidad, este discurso habría quedado olvidado en los anaqueles de
-las bibliotecas oficiales, si un querido amigo nuestro, el Dr. Lluria,
-no hubiera tenido la generosidad de reimprimirlo a su costa, a fin
-de regalarlo a los estudiantes y a los aficionados a las tareas del
-laboratorio.
-
-Cree el Dr. Lluria (y Dios le pague tan hermosas ilusiones) que los
-consejos y advertencias contenidos en dicho trabajo pueden ser, como
-emanados de un apasionado de la investigación, de algún provecho para
-promover el amor y entusiasmo de la juventud estudiosa hacia las
-empresas del laboratorio.
-
-Ignoro si, en efecto, los referidos consejos, expuestos con fervor y
-entusiasmo quizás un tanto exagerados e ingenuos, tendrán positiva
-utilidad para el efecto de formar investigadores. Por mi parte diré
-solamente que, acaso por no haberlos recibido de ninguno de mis deudos
-o profesores cuando concebí el temerario empeño de consagrarme a la
-religión del laboratorio, perdí, en tentativas inútiles, lo mejor
-de mi tiempo, y desesperé más de una vez de mis aptitudes para la
-investigación científica. ¡En cuántas ocasiones me sucedió, por ignorar
-las fuentes bibliográficas (y desgraciadamente no siempre por falta
-de diligencia, sino de recursos pecuniarios) y no encontrar un guía
-orientador, descubrir hechos anatómicos ya por entonces divulgados en
-lenguas que ignoraba y que ignoraban también aquellos que debieran
-saberlas!
-
-¡Y cuántas veces me ocurrió también, por carencia de disciplina y,
-sobre todo, por vivir alejado de ese ambiente intelectual del cual
-recibe el investigador novel estímulos y energías, abandonar la labor
-en el momento en que, fatigado y hastiado, no tanto del trabajo cuanto
-de mi triste y enervadora soledad, comenzaba a columbrar los primeros
-tenues albores de la idea nueva!
-
-La rutina científica y la servidumbre mental al extranjero reinaban
-tan despóticamente entonces en nuestras escuelas, que, al solo anuncio
-de que yo, humilde médico recién salido de las aulas, sin etiqueta
-oficial prestigiosa, me proponía publicar cierto trabajo experimental
-sobre la _inflamación_ (trabajo que, como obra de novicio, fue malo
-e incompleto, pero que revelaba al fin buenos deseos y afición al
-trabajo), alguno de los profesores de mi querida Universidad de
-Zaragoza, y no ciertamente de los peores, exclamó estupefacto: «¡Pero
-quién es Cajal para atreverse a juzgar los trabajos de los sabios!» Y
-cuenta que este profesor era por aquellos tiempos (1880) el publicista
-de nuestra Facultad y una de las cabezas más modernas y mejor
-orientadas de la misma; pero abrigaba la creencia (desgraciadamente
-profesada todavía por muchos de nuestros catedráticos, ignoro si con
-sinceridad o a título de expediente cómodo para cohonestar la propia
-pereza) de que las conquistas científicas no son fruto del trabajo
-metódico, sino dones del cielo, gracias generosamente otorgadas
-por la Providencia a unos cuantos privilegiados, inevitablemente
-pertenecientes a las naciones más laboriosas, es decir, a Francia,
-Inglaterra, Alemania e Italia.
-
-Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Hoy, el investigador en
-España no es el solitario de antaño. Todavía no son legión, pero
-contamos ya con pléyade de jóvenes entusiastas a quienes el amor a la
-ciencia y el deseo de colaborar en la obra magna del progreso mantienen
-en confortadora comunión espiritual. Actualmente, en fin, han perdido
-su desoladora eficacia estas preguntas que todos los aficionados a la
-ciencia nos hemos hecho al dar nuestros primeros inciertos pasos: Esto
-que yo hago, ¿a quién importa aquí? ¿A quién contaré el gozo producido
-por mi pequeño descubrimiento? Si acierto, ¿quién aplaudirá?; y si me
-equivoco, ¿quién me corregirá y me alentará para proseguir?
-
-Algunos lectores del presente discurso me han advertido, en son de
-crítica benévola, que doy demasiada importancia a la disciplina de la
-voluntad, y poca a las aptitudes excepcionales concurrentes en los
-grandes investigadores. No seré yo, ciertamente, quien niegue que los
-más ilustres iniciadores científicos pertenecen a la aristocracia
-del espíritu, y han sido capacidades mentales muy elevadas, a las
-cuales no llegaremos nunca, por mucho que nos esforcemos, los que
-figuramos en el montón de los trabajadores modestos. Pero después
-de hacer esta concesión, que es de pura justicia, sigo creyendo que
-a todo hombre de regular entendimiento y ansioso de nombradía, le
-queda todavía ancho campo donde ejercitar su actividad y de tentar
-la fortuna, que, a semejanza de la lotería, no sonríe siempre a los
-ricos, sino que se complace, de vez en cuando, en alegrar el hogar de
-los humildes. Consideremos, además, que todo hombre puede ser, si se
-lo propone, _escultor de su propio cerebro_, y que aun el peor dotado
-es susceptible, al modo de las tierras pobres, pero bien cultivadas y
-abonadas, de rendir copiosa mies.
-
-Acaso me equivoque, pero declaro sinceramente que, en mis excursiones
-por el extranjero y en mis conversaciones con sabios ilustres, he
-sacado la impresión (salvada tal cual excepción) de que la mayoría
-de estos pertenece a la categoría de las inteligencias regulares,
-pero disciplinadas, muy cultivadas y movidas por avidez insaciable de
-celebridad. Es más: en alguna ocasión he topado con sabios renombrados
-inferiores, tanto por sus pasiones como por su inteligencia, al
-descubrimiento que los sacó de la obscuridad, y al cual llegaron por
-los ciegos e inesperados caminos del azar. El caso de Courtois, del
-cual ha dicho un ingenioso escritor que no se sabe si _fue él quien
-descubrió el yodo, o si el yodo lo descubrió a él_, es más frecuente de
-lo que muchos se figuran.
-
-De cualquier modo, ¿qué nos cuesta probar si somos capaces de crear
-ciencia original? ¿Cómo sabremos, en fin, si entre nosotros existe
-alguno dotado de superiores aptitudes para la ciencia, si no procuramos
-crearle, con las excelencias de una disciplina moral y técnica
-apropiadas, la ocasión en que se revele? Como dice Balmes, «si
-Hércules no hubiera manejado nunca más que un bastón, nunca creyera ser
-capaz de blandir la pesada clava».
-
-¡Ojalá que este humilde folleto que dirigimos a la juventud estudiosa
-sirva para fortalecer la afición a las tareas de laboratorio, así como
-para alentar las esperanzas un tanto decaídas, después de recientes
-y abrumadores desastres, de los creyentes en nuestro renacimiento
-intelectual y científico!
-
-Madrid, 20 de diciembre de 1898.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-PRÓLOGO DE LA TERCERA EDICIÓN
-
-
-Agotada hace más de tres años la edición costeada por la generosidad
-del Dr. Lluria, nos hemos visto obligados, para satisfacer las demandas
-de América, a permitir la reimpresión de este folleto en dos Revistas
-científicas americanas. Íbamos ya a otorgar la misma licencia a una
-Corporación científico-literaria de España, cuando nos hemos percatado
-de que este abandono del librito a iniciativas ajenas revela pecado de
-negligencia, susceptible de acarrear algunos inconvenientes.
-
-Distamos mucho de hacernos ilusiones acerca del mérito de nuestro
-_Discurso_. Tanto desde el punto de vista filosófico, como desde el
-literario, adolece de grandes defectos. Sin duda que en la actualidad,
-asistidos por una lectura filosófica y pedagógica más copiosa y
-selecta y por la experiencia docente de los quince años transcurridos,
-podríamos acaso enriquecer y mejorar doctrinalmente el texto y
-depurarlo de muchos defectos de estilo y de no pocas candorosas
-arrogancias y exageraciones.
-
-No nos resolvemos, empero, a ejercitar severamente la podadera sobre
-esta modesta obra de juventud. Buena o mala, todo libro posee una
-personalidad espiritual; el público, habituado a ella, tiene derecho
-a que el autor la respete y no la disfrace o escamotee a título de
-mejorarla. Sobre que bien pudiera ocurrir que hoy, en plena senectud,
-nos parezcan defectos (y lo serán acaso) precisamente aquellos rasgos
-que fijaron la atención del lector y ganaron su benevolencia. Que a los
-libros, como a los hombres, los respetamos y admiramos por sus buenas
-cualidades, pero solo los amamos por algunos de sus defectos.
-
-Por si tales sospechas no fueran ilusorias, conservamos esencialmente
-en esta tercera edición el texto de 1897. En él hémonos permitido
-solamente algunos pocos retoques de estilo y la adición de tal cual
-párrafo encaminado a desarrollar ideas someramente apuntadas en el
-texto. Pero la presente edición encierra varios capítulos nuevos,
-entre ellos uno final donde señalamos, según nuestro humilde entender,
-la obra que las instituciones docentes españolas, y singularmente la
-_Junta de Pensiones y Ampliación de estudios en el extranjero_, están
-llamadas a realizar para que, en el más breve plazo posible, nuestra
-patria colabore, en la medida de sus fuerzas mentales y de sus recursos
-financieros, en la empresa de la cultura y civilización universales.
-
- Madrid, enero de 1912.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-PRÓLOGO DE LAS ÚLTIMAS EDICIONES
-
-(4.ª, 5.ª y 6.ª)
-
-
-Ocupaciones apremiantes y crecientes achaques de la edad han estorbado
-acrecentar y perfeccionar, obedeciendo a mis deseos, el texto de
-este librito. Era mi propósito, a fin de corresponder dignamente al
-favor del público y, sobre todo, a las insistentes solicitudes de
-cultos extranjeros deseosos de traducir la obra, universalizarla en
-lo posible, purgándola de ciertos harto fogosos requerimientos y de
-algunas patrióticas efusiones que sonarían inoportuna o estridentemente
-en el oído de la juventud de aquellas naciones donde la ciencia,
-cultivada tradicionalmente y en incesante renovación, no ha menester de
-enérgicos estimulantes. Pero, repito, fuerzas superiores a mi voluntad
-han enfrenado mis ímpetus reformadores. Escrito el libro para España,
-entre españoles o hispanoamericanos debe quedar por ahora relegado.
-
-Con todo eso, y a despecho de la premura con que estas tres últimas
-ediciones han sido impresas, he introducido en cada una de ellas
-algunas modificaciones que estimo provechosas: He tachado tal cual
-pensamiento empalagosamente lírico o notoriamente inoportuno; he limado
-el estilo harto frondoso e incorrecto en varios pasajes; y, en fin, he
-desarrollado algunos capítulos, enriqueciéndolos con nuevos ejemplos o
-con observaciones pertinentes.
-
-Creo, pues, sinceramente, que las citadas últimas ediciones (4.ª, 5.ª y
-6.ª) excusan, mejor que las anteriores, el inmerecido favor dispensado
-por la juventud estudiosa y la acogida lisonjera de ciertos ilustres
-profesores, a cuyas bondades quedo fervorosa y rendidamente agradecido.
-
- Madrid, 20 de julio de 1923.
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO PRIMERO
-
-Consideraciones sobre los métodos generales. -- Infecundidad de las
-reglas abstractas. -- Necesidad de ilustrar la inteligencia y de
-tonificar la voluntad. -- División de este libro.
-
-
-Supongo en el lector cierta cultura filosófica y pedagógica general, y
-que, por consiguiente, sabe que las principales fuentes de conocimiento
-son: la observación, la experimentación y el razonamiento inductivo y
-deductivo.
-
-Obvio fuera insistir sobre tan notorias verdades. Me limitaré a
-recordar que en las ciencias naturales han sido ya, desde hace una
-centuria, definitivamente abandonados los principios apriorísticos, la
-intuición, la inspiración y el dogmatismo.
-
-Aquella singular manera de discurrir de pitagóricos y platonianos
-(método seguido en modernos tiempos por Descartes, Fichte, Krause,
-Hegel y recientemente --aunque solo en parte-- por Bergson), que
-consiste en explorar nuestro propio espíritu para descubrir en él
-las leyes del Universo y la solución de los grandes arcanos de la
-vida, ya solo inspira sentimientos de conmiseración y de disgusto.
-Conmiseración, por el talento consumido persiguiendo quimeras;
-disgusto, por el tiempo y trabajo lastimosamente perdidos.
-
-La historia de la civilización demuestra hasta la saciedad la
-esterilidad de la metafísica en sus reiterados esfuerzos por adivinar
-las leyes de la naturaleza. Con razón se ha dicho que el humano
-intelecto, de espaldas a la realidad y concentrado en sí mismo, es
-impotente para dilucidar los más sencillos rodajes de la máquina del
-mundo y de la vida.
-
-Ante los fenómenos que desfilan por los órganos sensoriales, la actitud
-del intelecto solo puede ser verdaderamente útil y fecunda reduciéndose
-modestamente a observarlos, describirlos, compararlos y clasificarlos,
-según sus analogías y diferencias, para llegar después, por inducción,
-al conocimiento de sus condiciones determinantes y leyes empíricas.
-
-Otra verdad, vulgarísima ya de puro repetida, es que la ciencia humana
-debe descartar, como inabordable empresa, el esclarecimiento de las
-causas primeras y el conocimiento del fondo substancial oculto bajo
-las apariencias fenomenales del Universo. Como ha declarado Claudio
-Bernard, el investigador no puede pasar del determinismo de los
-fenómenos; su misión queda reducida a mostrar el _cómo_, nunca el
-_porqué_, de las mutaciones observadas. Ideal modesto en el terreno
-filosófico, pero todavía grandioso en el orden práctico; porque conocer
-las condiciones bajo las cuales nace un fenómeno, nos capacita para
-reproducirlo o suspenderlo a nuestro antojo, y nos hace dueños de él,
-explotándolo en beneficio de la vida humana. Previsión y acción: he
-aquí los frutos que el hombre obtiene del determinismo fenomenal.
-
-Quizás parezca esta severa disciplina del determinismo un poco estrecha
-en filosofía[1]; pero es fuerza convenir que en las ciencias naturales,
-y singularmente en biología, resulta muy eficaz para preservarnos de
-esa tendencia innata a encerrar el Universo entero en una fórmula
-general, especie de germen donde todo se contiene como el árbol en la
-semilla. Estas generalizaciones seductoras con que, de vez en cuando,
-ciertos filósofos invaden el campo de las ciencias biológicas, suelen
-ser soluciones puramente verbales, desprovistas de fecundidad y de
-contenido positivo. A lo más, poseen utilidad a título de «hipótesis de
-trabajo».
-
-Preciso es confesar que los _grandes enigmas_ del Universo citados
-por Dubois-Reymond son actualmente inabordables. Debemos resignarnos
-al _ignoramus_ y aun al inexorable _ignorabimus_ proclamado por
-el gran fisiólogo alemán. Para la resolución de estos formidables
-problemas (comienzo de la vida, naturaleza de la substancia, origen
-del movimiento, aparición de la conciencia, etc.) parece indudable la
-insuficiencia radical del espíritu humano. Órgano de acción encaminado
-a fines prácticos, nuestro cerebro parece haber sido construido, no
-para hallar las últimas razones de las cosas, sino para fijar sus
-causas próximas y determinar sus relaciones constantes. Y esto, que
-parece poco, es muchísimo, porque habiéndosenos concedido el supremo
-poder de actuar sobre el mundo, suavizándolo y modificándolo en
-provecho de la vida, podemos pasarnos muy bien sin el conocimiento de
-la esencia de las cosas.
-
-Al tratar de métodos generales de investigación, no es lícito olvidar
-esas panaceas de la invención científica que se llaman el _Novum
-organum_, de Bacon, y el _Libro del método_, de Descartes, tan
-recomendado por Claudio Bernard. Libros son estos por todo extremo
-excelentes para hacer pensar, pero de ningún modo tan eficaces para
-enseñar a descubrir. Después de confesar que la lectura de tales obras
-puede sugerir más de una concepción fecunda, debo declarar que me hallo
-muy próximo a pensar de ellas lo que De Maistre opinaba del _Novum
-organum_: «que no lo habían leído los que más descubrimientos han hecho
-en las ciencias, y que el mismo Bacon no dedujo de sus reglas invención
-ninguna». Más severo aún se muestra Liebig cuando afirma, en su célebre
-_Discurso Académico_, que Bacon fue un _dilettante_ científico cuyos
-escritos, celebrados pomposamente por juristas, historiadores y otras
-gentes ajenas a la ciencia, nada contienen de los procederes que
-conducen al descubrimiento.
-
-Los preceptos dictados por Descartes, a saber: _No reconocer como
-verdadero sino lo evidente; dividir cada dificultad en cuantas
-porciones sea preciso para mejor atacarlas; comenzar el análisis
-por el examen de los objetos más simples y más fáciles de ser
-comprendidos para remontarse gradualmente al conocimiento de los más
-complejos_, etc., son reglas que nadie deja de emplear instintivamente
-en el estudio de toda cuestión dificultosa. El mérito del filósofo
-francés estriba, no en haber aplicado estas reglas, sino en haberlas
-formulado clara y rigurosamente después de haberlas aprovechado
-inconscientemente, como todo el mundo, en sus meditaciones filosóficas
-y geométricas.
-
-Tengo para mí que el poco provecho obtenido de la lectura de tales
-obras y, en general, de todos los trabajos concernientes a los métodos
-filosóficos de indagación, depende de la vaguedad y generalidad de
-las reglas que contienen, las cuales, cuando no son fórmulas vacías,
-vienen a ser la expresión formal del mecanismo del entendimiento en
-función de investigar. Este mecanismo actúa inconscientemente en
-toda cabeza regularmente organizada y cultivada; y cuando, por un
-acto de reflexión, formula el filósofo sus leyes psicológicas, ni el
-autor ni el lector pueden mejorar sus capacidades respectivas para
-la investigación científica. Los tratadistas de métodos lógicos me
-causan la misma impresión que me produciría un orador que pretendiera
-acrecentar su elocuencia mediante el estudio de los centros del
-lenguaje, del mecanismo de la voz y de la inervación de la laringe.
-¡Como si el conocer estos artificios anatomo-fisiológicos pudiera crear
-una organización que nos falta o perfeccionar la que tenemos![2].
-
-Importa consignar que los descubrimientos más brillantes se han debido,
-no al conocimiento de la lógica escrita, sino a esa lógica viva que
-el hombre posee en su espíritu, con la cual labora ideas con la misma
-perfecta inconsciencia con que Jourdain hacía prosa. Harto más eficaz
-es la lectura de las obras de los grandes iniciadores científicos,
-tales como Galileo, Keplero, Newton, Lavoisier, Geoffroy Saint-Hilaire,
-Faraday, Ampère, Cl. Bernard, Pasteur, Virchow, Liebig, etc.; y, sin
-embargo, es fuerza reconocer que, si carecemos de una chispa siquiera
-de la espléndida luz que brilló en tales inteligencias, y de un eco al
-menos de las nobles pasiones que impulsaron a caracteres tan elevados,
-la erudición nos convertirá en comentadores entusiastas o amenos,
-quizás en beneméritos divulgadores científicos, pero no creará en
-nosotros el espíritu de investigación.
-
-Tampoco nos será de gran provecho, a la hora de investigar, el
-conocimiento de las leyes que rigen el desenvolvimiento de la Ciencia.
-Afirma Herbert Spencer que el progreso intelectual va de lo homogéneo a
-lo heterogéneo, y que, en virtud de la _inestabilidad de lo homogéneo_
-y del principio de que _cada causa produce más de un efecto_,
-todo descubrimiento provoca inmediatamente gran número de otros
-descubrimientos; pero si esta noción nos permite apreciar la marcha
-histórica de la Ciencia, no puede darnos la clave de sus revelaciones.
-Lo importante sería averiguar cómo cada sabio, en su peculiar dominio,
-ha logrado sacar lo heterogéneo de lo homogéneo, y por qué razón muchos
-hombres que se lo han propuesto no lo han conseguido.
-
-Apresurémonos, pues, a declarar que no hay recetas lógicas para
-hacer descubrimientos, y menos todavía para convertir en afortunados
-experimentadores a personas desprovistas del arte discursivo natural
-a que antes aludíamos. Y en cuanto a los genios, sabido es que
-difícilmente se doblegan a las reglas escritas: prefieren hacerlas.
-Como dice Condorcet, «las medianías pueden educarse, pero los genios se
-educan por sí solos».
-
-¿Debemos por esto renunciar a toda tentativa de instruir y educar en
-materia de inquisición científica? ¿Vamos a dejar al principiante
-desorientado, entregado a sus propias fuerzas y marchando sin guía ni
-consejo por una senda llena de dificultades y peligros?
-
-De ninguna manera. Pensamos, por lo contrario, que si, abandonando la
-vaga región de los principios filosóficos y de los métodos abstractos,
-descendemos al dominio de las ciencias particulares y al terreno de la
-técnica moral e instrumental indispensable al proceso inquisitivo,
-será fácil hallar algunas normas positivamente útiles al novel
-investigador.
-
-Algunos consejos relativos a lo que debe saber, a la educación técnica
-que necesita recibir, a las pasiones elevadas que deben alentarle, a
-los apocamientos y preocupaciones que será forzoso descartar, opinamos
-que podrán serle harto más provechosos que todos los preceptos y
-cautelas de la lógica teórica. Tal es la justificación del actual
-trabajo, en el cual, para decirlo de una vez, hemos reunido aquellos
-estímulos alentadores y paternales admoniciones que hubiéramos querido
-recibir en los albores de nuestra modesta carrera científica.
-
-Superfluas serán nuestras advertencias para quien tuvo la fortuna de
-educarse en el laboratorio del sabio, bajo la benéfica influencia de
-las reglas vivas, encarnadas en una personalidad ilustre, animada del
-noble proselitismo de la ciencia y de la enseñanza; ociosas serán
-asimismo para los caracteres enérgicos y los talentos elevados, los
-cuales no necesitan ciertamente, según decíamos antes, para elevarse
-al conocimiento de la verdad, otros consejos que los sugeridos por el
-estudio y la meditación; pero acaso, repito, resulten confortadoras
-y provechosas para muchos espíritus modestos, apocados, aunque
-codiciosos de reputación, los cuales no cosechan el anhelado fruto por
-flaqueza de voluntad o la viciosa dirección de sus estudios.
-
-A la voluntad, más que a la inteligencia, se enderezan nuestros
-consejos; porque tenemos la convicción de que aquella, como afirma
-cuerdamente Payot, es tan educable como esta, y creemos además que
-toda obra grande, en arte como en ciencia, es el resultado de una gran
-pasión puesta al servicio de una gran idea.
-
-En siete capítulos dividiremos el presente trabajo: en el primero
-procuraremos disipar preocupaciones y falsos juicios que enervan al
-principiante, arrebatándole esa fe robusta en sí mismo, sin la cual
-ninguna investigación alcanza feliz término; en el segundo expondremos
-las cualidades de orden moral que deben adornarle, y que son como los
-depósitos de la energía tonificadora de su voluntad; en el tercero,
-lo que es menester que sepa para llegar suficientemente preparado al
-teatro de la lucha con la Naturaleza; en el cuarto apuntaremos las
-enfermedades de la voluntad y del juicio, de que debe preservarse;
-en el quinto detallaremos el plan y marcha de la investigación misma
-(observación, explicación o hipótesis, y comprobación); en el sexto
-haremos algunas advertencias tocantes a la redacción del trabajo
-científico; en el séptimo, en fin, consideraremos los deberes del
-investigador como maestro.
-
-Por ser en España un problema de excepcional importancia, acabaremos
-nuestro librito con un breve estudio acerca de las causas de nuestro
-atraso científico y de las obligaciones del Estado en orden al fomento
-y enseñanza de la investigación.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO II
-
-Preocupaciones enervadoras del principiante.
-
-Admiración excesiva. Agotamiento de la cuestión. Devoción a la ciencia
-práctica. Deficiencia intelectual.
-
-
-_a_) ADMIRACIÓN EXCESIVA A LA OBRA DE LOS GRANDES INICIADORES
-CIENTÍFICOS
-
-Entre las preocupaciones más funestas de la juventud intelectual
-contamos la extremada admiración a la obra de los grandes talentos y la
-convicción de que, dada nuestra cortedad de luces, nada podremos hacer
-para continuarla o completarla.
-
-Esta devoción excesiva al genio tiene su raíz en un doble sentimiento
-de justicia y de modestia, harto simpático para ser vituperable; mas,
-si se enseñorea con demasía del ánimo del novicio, aniquila toda
-iniciativa e incapacita en absoluto para la investigación original.
-Defecto por defecto, preferible es la arrogancia al apocamiento:
-la osadía mide sus fuerzas y vence o es vencida; pero la modestia
-excesiva huye de la batalla y se condena a vergonzosa inacción.
-
-Cuando se abandona esa atmósfera de prestigio que se respira al leer el
-libro de un investigador genial, y se acude al laboratorio a confirmar
-los hechos donde aquel apoya sus fascinadoras concepciones, sucede a
-veces que nuestro culto por el ídolo disminuye tanto como crece el
-sentimiento de nuestra propia estima. Los grandes hombres son, a ratos,
-genios; a ratos, niños, y siempre incompletos. Aun concediendo que el
-genio, sometido al contraste de la observación, salga puro de todo
-error, consideremos que todo cuanto ha descubierto en un dominio dado
-es casi nada en parangón con lo que deja por descubrir. La Naturaleza
-nos brinda a todos con una riqueza inagotable, y no tenemos motivo para
-envidiar a los que nos precedieron, ni exclamar como Alejandro ante las
-victorias de Filipo: «Mi padre no me va a dejar nada que conquistar».
-
-No es lícito desconocer que existen creaciones científicas tan
-completas, luminosas y tan firmes, que parecen el fruto de una
-intuición casi divina, habiendo surgido perfectas, como Minerva de
-la cabeza de Júpiter. Mas la justa admiración causada por tales
-obras disminuiría mucho si imagináramos el tiempo y el esfuerzo, la
-paciencia y perseverancia, los tanteos y rectificaciones, hasta las
-casualidades que colaboraron en el éxito final, al cual contribuyeron
-casi tanto como el genio del investigador. Sucede en esto lo que en las
-maravillosas adaptaciones del organismo a determinadas funciones. El
-ojo o el oído del vertebrado, examinado aisladamente, constituyen un
-asombro y parece imposible que se hayan formado por el solo concurso
-de las leyes naturales; mas si consideramos todas las gradaciones y
-formas de transición que en la serie filogénica nos ofrecen aquellos
-órganos, desde el esbozo ocular informe de ciertos infusorios y gusanos
-hasta la complicada organización del ojo del vertebrado inferior,
-nuestra admiración pierde no poco de su fuerza, acabando el ánimo por
-hacerse a la idea de una formación natural en virtud de variaciones,
-correlaciones orgánicas, selecciones[3] y adaptaciones.
-
-¡Qué gran tónico sería para el novel observador el que su maestro,
-en vez de asombrarlo y desalentarlo con la sublimidad de las grandes
-empresas acabadas, le expusiera la génesis de cada invención
-científica, la serie de errores y titubeos que la precedieron,
-constitutivos, desde el punto de vista humano, de la verdadera
-explicación de cada descubrimiento! Tan hábil táctica pedagógica
-nos traería la convicción de que el descubridor, con ser un ingenio
-esclarecido y una poderosa voluntad, fue, al fin y al cabo, un hombre
-como todos.
-
-Lejos de abatirse el investigador novicio ante las grandes autoridades
-de la Ciencia, debe saber que su destino, por ley cruel, pero
-ineluctable, es crecer un poco a costa de la reputación de las mismas.
-Pocos serán los que, habiendo inaugurado con alguna fortuna sus
-exploraciones científicas, no se hayan visto obligados a quebrantar y
-disminuir algo el pedestal de algún ídolo histórico o contemporáneo.
-A guisa de ejemplos clásicos, recordemos a Galileo refutando a
-Aristóteles en lo tocante a la gravitación; a Copérnico arruinando
-el sistema del mundo de Ptolomeo; a Lavoisier reduciendo a la nada
-la concepción de Stahl acerca del flogístico; a Virchow refutando
-la generación espontánea de las células, supuesta por Schwann,
-Schleiden y Robin. Tan general e imperativa es esta ley, que se
-acredita en todos los dominios de la Ciencia y alcanza hasta a los
-más humildes investigadores. Si nosotros pudiéramos ni nombrarnos
-siquiera después de haber citado tan altos ejemplos, añadiríamos que,
-al iniciar nuestras pesquisas en la anatomía y fisiología de los
-centros nerviosos, el primer obstáculo que debimos remover fue la falsa
-teoría de Gerlach y de Golgi sobre las redes nerviosas difusas de la
-substancia gris y sobre el modo de transmisión de las corrientes.
-
-En la vida de los sabios se dan, por lo común, dos fases: la
-creadora o inicial, consagrada a destruir los errores del pasado y
-al alumbramiento de nuevas verdades, y la senil o razonadora (que no
-coincide necesariamente con la vejez), durante la cual, disminuida la
-fuerza de producción científica, se defienden las hipótesis incubadas
-en la juventud[4], amparándolas con amor paternal del ataque de los
-recién llegados. Al entrar en la historia no hay grande hombre que no
-sea avaro de sus títulos y que no dispute encarnizadamente a la nueva
-generación sus derechos a la gloria. Muy triste, pero muy verdadera,
-suele ser aquella amarga frase de Rousseau: «No existe sabio que deje
-de preferir la mentira inventada por él a la verdad descubierta por
-otro».
-
-Aun en las ciencias más perfectas nunca deja de encontrarse alguna
-doctrina exclusivamente mantenida por el principio de autoridad.
-Demostrar la falsedad de esta concepción y, a ser posible, refutarla
-con nuevas investigaciones, constituirá siempre un excelente modo
-de inaugurar la propia obra científica. Importa poco que la reforma
-sea recibida con malévolas censuras, con pérfidas invectivas, con
-silencios más crueles aún; como la razón esté de su parte, no tardará
-el innovador en arrastrar a la juventud, que, por serlo, no tiene
-pasado que defender; a su lado militarán también todos aquellos sabios
-imparciales, quienes, en medio del torrente avasallador de la doctrina
-reinante, supieron conservar sereno el ánimo e independiente el
-criterio.
-
-Empero no basta demoler: hay que construir. La crítica científica se
-justifica solamente entregando, a cambio de un error, una verdad. Por
-lo común, la nueva doctrina surgirá de las ruinas de la abandonada,
-y se fundará estrictamente sobre los hechos rectamente interpretados.
-Menester será al innovador excluir toda concesión piadosa al error
-tradicional o a las ideas caídas, si no quiere ver prontamente
-compartida su fama por los espíritus detallistas y perfeccionadores
-brotados en gran número, a raíz de cada descubrimiento, como los hongos
-bajo la sombra del árbol.
-
-
-_b_) CREENCIA EN EL AGOTAMIENTO DE LOS TEMAS CIENTÍFICOS
-
-He aquí otro de los falsos conceptos que se oyen a menudo a nuestros
-flamantes licenciados: «Todo lo substancial de cada tema científico
-está apurado; ¿qué importa que yo pueda añadir algún pormenor, espigar
-en un campo donde más diligentes observadores recogieron copiosa mies?
-Por mi labor, ni la Ciencia cambiará de aspecto, ni mi nombre saldrá de
-la obscuridad».
-
-Así habla muchas veces la pereza, disfrazada de modestia. Así discurren
-algunos jóvenes de mérito al sentir los primeros desmayos producidos
-por la consideración de la magna empresa. No hay más remedio que
-extirpar radicalmente un concepto tan superficial de la Ciencia, si
-no quiere el joven investigador caer definitivamente vencido en esa
-lucha que en su voluntad se entabla entre las utilitarias sugestiones
-del ambiente moral, encaminadas a convertirlo en un vulgar y adinerado
-practicón, y los nobles impulsos del deber y del patriotismo que le
-arrastran al honor y a la gloria.
-
-En su anhelo por satisfacer la deuda honrosa contraída con sus
-maestros, el novel observador quisiera encontrar un filón nuevo y a
-flor de tierra, cuya fácil explotación levantara con empuje su nombre;
-mas, por desgracia, apenas emprendidas las primeras exploraciones
-bibliográficas, reconoce con dolor que el metal yace a gran profundidad
-y que el yacimiento superficial ha sido casi agotado por observadores
-afortunados llegados antes que él, y que ejercitaron el cómodo derecho
-de primeros ocupantes.
-
-No paran mientes los que así discurren en que si hemos llegado tarde
-para unas cuestiones, hemos nacido demasiado temprano para otras, y en
-que, a la vuelta de un siglo, nosotros vendremos a ser, por la fuerza
-de las cosas, los acaparadores de ciencia, los desfloradores de asuntos
-y los esquilmadores de minucias.
-
-No es lícito, empero, desconocer que existen épocas en las cuales,
-a partir de un hecho casualmente descubierto o de la creación
-de un método feliz, se realizan en serie, y como por generación
-espontánea, grandiosos progresos científicos. Tal aconteció durante el
-Renacimiento, cuando Descartes, Pascal, Galileo, Bacon, Bayle, Newton,
-nuestro Sánchez, etc., patentizaron los errores de los antiguos y
-generalizaron la creencia de que, lejos de haber los griegos agotado
-el dominio de las ciencias, apenas habían dado los primeros pasos en
-el conocimiento positivo del Universo[5]. Fortuna y grande para un
-científico es nacer en una de estas grandes crisis de ideas, durante
-las cuales, hecha tabla rasa de gran parte de la obra del pasado, nada
-es más fácil que escoger un tema fecundo.
-
-Pero no exageremos esta consideración, y tengamos presente que, aun en
-nuestro tiempo, la construcción científica se eleva a menudo sobre las
-ruinas de teorías que pasaban por indestructibles. Consideremos que,
-si hay ciencias que parecen tocar a su perfección, existen otras en
-vías de constitución y algunas que no han nacido todavía. En Biología,
-especialmente, a despecho de los inmensos trabajos efectuados en el
-pasado siglo, las cuestiones más esenciales esperan todavía solución
-(origen de la vida, problema de la herencia y evolución, estructura y
-composición química de la célula, etc.).
-
-En general, puede afirmarse que no hay cuestiones agotadas, sino
-hombres agotados en las cuestiones. Esquilmado para un sabio el
-terreno, muéstrase fecundo para otro. Un talento de refresco, llegado
-sin prejuicio al análisis de un asunto, siempre hallará un aspecto
-nuevo, algo de que no se percataron quienes creyeron definitivamente
-apurado aquel estudio. Tan fragmentario es nuestro saber, que aun en
-los temas más prolijamente explorados surgen a lo mejor insólitos
-hallazgos. ¡Quién, pocos años ha, hubiera sospechado que la luz y el
-calor guardaban todavía secretos para la Ciencia! Y, sin embargo, ahí
-están el _argón_ de la atmósfera, los _rayos X_ de Röntgen y el _radio_
-de los esposos Curie, para patentizar cuán insuficientes son nuestros
-métodos y cuán prematuras nuestras síntesis.
-
-En Biología es donde tiene su mejor aplicación esta bella frase de
-Saint-Hilaire: «Delante de nosotros está siempre el infinito». Y el
-pensamiento no menos gráfico de Carnoy: «La Ciencia se crea, pero nunca
-está creada». No es dado a todos aventurarse en la selva y trazar, a
-fuerza de energía, un camino practicable; pero aun los más humildes
-podemos aprovecharnos del sendero abierto por el genio, y arrancar,
-caminando por él, algún secreto a lo desconocido.
-
-Aun aceptando que el principiante deba resignarse a recoger detalles
-escapados a la sagacidad de los iniciadores, es también positivo que
-los buscadores de minucias acaban por adquirir sensibilidad analítica
-tan exquisita y pericia de observación tan notable, que al fin abordan
-con fortuna cuestiones trascendentales.
-
-¡Cuántos hechos, al parecer triviales, han conducido a ciertos
-investigadores, adecuadamente preparados por el conocimiento de los
-métodos, a grandes conquistas científicas! Consideremos, además, que,
-por consecuencia de la progresiva diferenciación de la Ciencia, las
-minucias de hoy serán acaso mañana verdades importantes.
-
-Esto sin contar con que nuestra apreciación de lo importante y de lo
-accesorio, de lo grande y de lo pequeño, asiéntase en un falso juicio,
-en un verdadero error antropomórfico. En la Naturaleza no hay superior
-ni inferior, ni cosas accesorias y principales. Estas jerarquías que
-nuestro espíritu se complace en asignar a los fenómenos naturales,
-proceden de que, en lugar de considerar las cosas en sí y en su interno
-encadenamiento, las miramos solamente en relación a la utilidad o el
-placer que puedan proporcionarnos. En la cadena de la vida todos los
-eslabones son igualmente valiosos, porque todos resultan igualmente
-necesarios. Juzgamos pequeño lo que vemos de lejos o no sabemos ver.
-Aun adoptando el punto de vista del egoísmo humano, ¡qué de cuestiones
-de alta humanidad laten en el misterioso protoplasma del más humilde
-microbio! Nada parece más trascendental en bacteriología que el
-conocimiento de las bacterias infecciosas, y nada más secundario que el
-de los microbios inofensivos pululantes en las infusiones y materias
-orgánicas en descomposición; y, no obstante, si desaparecieran estos
-humildes hongos, cuya misión es reintegrar a la circulación general
-de la materia los principios secuestrados por los animales y plantas
-superiores, bien pronto el planeta se tornaría inhabitable para el
-hombre.
-
-Acaso en ningún dominio se muestra mejor la transcendencia del detalle
-como en los métodos técnicos de la Biología. Para no citar sino un
-ejemplo, recordemos que R. Koch, el gran bacteriólogo alemán, por
-haber tenido la idea de adicionar a un color básico de anilina un poco
-de álcali, logró teñir y descubrir el _bacilo de la tuberculosis_,
-desentrañando así la etiología de una enfermedad hasta entonces rebelde
-a la sagacidad de los más ilustres patólogos.
-
-De esta falta de perspectiva moral, cuando de aquilatar las
-adquisiciones científicas se trata, han participado hasta los
-más preclaros ingenios. ¡Qué de gérmenes de grandes invenciones,
-mencionadas como curiosidades de poco momento, hallamos hoy en las
-obras de los antiguos y hasta en las de los sabios del Renacimiento!
-Perdido en un indigesto Tratado de Teología (_Christianismi
-Restitutio_), escribió Servet, como al desdén, tres líneas tocante a la
-circulación pulmonar, las cuales constituyen hoy su principal timbre
-de gloria. ¡Grande sería la sorpresa del filósofo aragonés si hoy
-resucitara y viera totalmente olvidadas sus laboriosas disquisiciones
-metafísicas, y exaltado un hecho al cual no debió conceder más interés
-que el de un argumento accesorio para su tesis de que el alma reside
-en la sangre! De un pasaje de Séneca se infiere que los antiguos
-conocieron ya el poder amplificante de una esfera de cristal llena de
-agua. ¡Quién hubiera sospechado que en dicho fenómeno amplificante,
-desestimado durante siglos, dormían en germen dos poderosos
-instrumentos analíticos: el microscopio y el telescopio, y dos ciencias
-a cual más grandiosa: la Astronomía y la Biología!
-
-En resumen, no hay cuestiones pequeñas; las que lo parecen son
-cuestiones grandes no comprendidas. En vez de menudencias indignas de
-ser consideradas por el pensador, lo que hay es hombres cuya pequeñez
-intelectual no alcanza a penetrar la transcendencia de lo minúsculo.
-Constituye la Naturaleza mecanismo armónico, donde todas las piezas,
-aun las que parecen desempeñar oficio accesorio, conspiran al conjunto
-funcional; al contemplar este mecanismo, el hombre ligero distingue
-arbitrariamente sus principales órganos en esenciales y secundarios;
-en cambio, el pensador discreto se contenta con clasificarlos,
-prescindiendo de tamaños y de sus efectos útiles inmediatos, en
-conocidos y poco conocidos. En cuanto a su futura transcendencia nadie
-puede ser profeta.
-
-
-_c_) CULTO EXCLUSIVO A LA CIENCIA LLAMADA PRÁCTICA
-
-Otro de los vicios del pensamiento que importa combatir a todo trance
-es la falsa distinción en ciencia _teórica_ y ciencia _práctica_, con
-la consiguiente alabanza de la última y el desprecio sistemático de la
-primera. Y este error se propala inconscientemente entre la juventud,
-desviándola de toda labor de inquisición desinteresada.
-
-No son, ciertamente, _las gentes del oficio_ las que incurren en
-semejante falta de apreciación, sino muchos abogados, literatos,
-industriales y, desgraciadamente, hasta algunos estadistas conspicuos,
-cuyas iniciativas de tan graves consecuencias pueden ser para la obra
-de la cultura patria.
-
-A estos tales no se les caen de la boca las siguientes frases: «Menos
-doctores y más industriales. Las naciones no miden su grandeza por lo
-que saben, sino por la copia de conquistas científicas aplicadas al
-comercio, a la industria, a la agricultura, a la medicina y al arte
-militar. Dejemos a los cachazudos y linfáticos tudescos con sus sutiles
-indagaciones de ciencia pura, con su loco afán de escudriñar los
-últimos resortes de la vida, y consagrémonos por nuestra parte a sacar
-el jugo práctico de los principios de la Ciencia, encarnándolos en
-positivas mejoras de la existencia humana. España ha menester máquinas
-para nuestros trenes y barcos, recetas prácticas para la agricultura
-y la industria, fábricas de abonos, higiene racional; en suma, cuanto
-contribuya a fomentar la población, riqueza y bienestar de los pueblos.
-Líbrenos Dios de sabios ociosos, entretenidos en especulaciones
-sutiles, o entregados a la conquista de lo menudo, que si no costara
-demasiado caro, podría calificarse de pasatiempo frívolo y hasta
-ridículo.»
-
-Tal es el cúmulo de inepcias que a cada paso formulan los que, al
-viajar por el extranjero, ven, por un espejismo extraño, el progreso
-en los efectos y no en las causas; los que, en sus cortos alcances,
-no advierten esos hilos misteriosos que enlazan la fábrica con el
-laboratorio, como el arroyo a su manantial. Creen de buena fe que,
-tanto los sabios como los pueblos, forman dos grupos: los que pierden
-el tiempo en especulaciones de ciencia pura y estéril, y los que saben
-hallar hechos de aplicación inmediata al aumento y comodidad de la
-vida[6].
-
-¿Tendremos necesidad de insistir sobre lo absurdo de tal doctrina?
-¿Habrá alguno tan menguado de sindéresis que no repare que allí
-donde los principios o los hechos son descubiertos brotan también,
-por modo inmediato, las aplicaciones? En Alemania, en Francia, en
-Inglaterra, la fábrica vive en íntima comunión con el laboratorio,
-y por lo común el iniciador mismo de la verdad científica dirige,
-ora por sí, ora mediante sociedades explotadoras, el aprovechamiento
-industrial. Semejantes alianzas saltan a la vista en esas grandes
-fábricas de colores de anilina, que constituyen uno de los filones
-más prósperos de la industria alemana, suiza y francesa. Tan notorio
-es este hecho, que huelgan aquí ejemplos demostrativos. Empero, por
-recientes y significativos, quiero citaros dos: la grande industria de
-la construcción de objetivos de precisión (micrográficos, fotográficos
-y astronómicos) creada en Alemania por los profundos estudios de óptica
-matemática del profesor Abbe, de Jena, y los cuales aseguran a la
-Prusia un monopolio de valor enorme que sufraga el mundo entero[7], y
-la fabricación de sueros terapéuticos, nacida en Berlín y perfeccionada
-en París, y en la cual intervienen, como es natural y legítimo, Behring
-y Roux, creadores de los principios científicos de la sueroterapia.
-
-Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento las
-aplicaciones. Estas llegan siempre; a veces tardan años; a veces,
-siglos. Poco importa que una verdad científica sea aprovechada por
-nuestros hijos o por nuestros nietos. Medrada andaría la causa del
-progreso si Galvani, si Volta, si Faraday, si Hertz, descubridores de
-los hechos fundamentales de la ciencia de la electricidad, hubieran
-menospreciado sus hallazgos por carecer entonces de aplicación
-industrial.
-
-Dejamos consignado que lo inútil, aun aceptando el punto de vista
-humano (con las necesarias restricciones de tiempo y lugar), no
-existe en la Naturaleza. Y, en último extremo, aun cuando no fuera
-posible poner al servicio de nuestra comodidad y provecho ciertas
-conquistas científicas, siempre quedaría una utilidad positiva: la
-noble satisfacción de nuestra curiosidad satisfecha y la fruición
-incomparable causada en el ánimo por el sentimiento de nuestro poder
-ante la dificultad vencida.
-
-En suma: al abordar un problema, considerémoslo en sí mismo, sin
-desviarnos por motivos segundos, cuyo perseguimiento, dispersando
-la atención, mermaría nuestra fuerza analítica. En la lucha con la
-Naturaleza, el biólogo, como el astrónomo, debe prescindir de la tierra
-que habita y concentrar su mirada en la serena región de las ideas,
-donde, tarde o temprano, surgirá la luz de la verdad. Establecido el
-hecho nuevo, las aplicaciones vendrán a su sazón, es decir, cuando
-aparezca otro hecho capaz de fecundarlo; pues, como es bien sabido, el
-_invento_ no es otra cosa que la conjunción de dos o más verdades en
-una resultante útil. La Ciencia registra muchos hechos cuya utilidad
-es actualmente desconocida; pero, al cabo de unos lustros, o acaso de
-siglos, ve la luz una nueva verdad que tiene con aquellos misteriosas
-afinidades, y la _criatura industrial_ resultante se llama fotografía,
-fonógrafo, análisis espectral, telegrafía sin hilos, vuelo mecánico,
-etc. Trátase siempre de una síntesis a corto o a largo plazo. Porta
-descubrió la cámara obscura, hecho aislado, del cual apenas se sacó
-partido para el arte del diseño; Wedgwood y Davy señalaron en 1802 la
-posibilidad de obtener imágenes fotográficas sobre un papel lubrificado
-en una solución de nitrato argéntico; pero como la copia no podía
-fijarse, este otro hallazgo no tuvo consecuencias; después llegó John
-Herschel, que logró disolver la sal argéntica no impresionada por
-la luz; con ello fue ya posible la fijación de la fugitiva silueta
-luminosa. Con todo eso, la débil sensibilidad de las sales argénticas
-hasta entonces aprovechadas hacía casi imposible el empleo del
-aparato de Porta; por fin aparece Daguerre, quien descubre en 1839,
-con la exquisita sensibilidad del yoduro argéntico, la imagen latente;
-sintetiza admirablemente los inventos de sus predecesores y crea en sus
-fundamentos la fotografía actual.
-
-Así evolucionan todos los inventos: los materiales son, en diversas
-épocas, acarreados por sagaces cuanto infortunados observadores que
-no lograron recoger fruto alguno de sus hallazgos, en espera de las
-verdades fecundantes; mas una vez acopiados todos los datos, llega
-un sabio feliz, no tanto por su originalidad como por haber nacido
-oportunamente; considera los hechos desde el punto de vista humano,
-opera la síntesis y el invento surge.
-
-
-_d_) PRETENDIDA CORTEDAD DE LUCES
-
-Para justificar deserciones y desmayos alegan algunos falta de
-capacidad para la ciencia. «Yo tengo gusto por los trabajos de
-laboratorio --nos dicen--, pero no sirvo para inventar nada.» Cierto
-que hay cabezas refractarias para la labor experimental, y entre
-ellas contamos todas las incapaces de atención prolongada y exentas
-de curiosidad y de admirabilidad por las obras de la Naturaleza.
-Pero la inmensa mayoría de los que se confiesan incapaces, ¿lo son
-positivamente? ¿No exageran, tal vez, las dificultades de la empresa y
-la penuria de sus aptitudes? Tal creemos, y añadiremos aún que muchos
-toman habitualmente por incapacidad la mera lentitud del concebir y del
-aprender, y, a veces, la propia pereza o la falta de alguna cualidad de
-orden secundario, como la paciencia, la minuciosidad, la constancia,
-atributos que se adquieren pronto con el hábito del trabajo y con la
-satisfacción del éxito.
-
-En nuestro concepto, la lista de los aptos para la labor científica
-es mucho más larga de lo que se cree, y se compone, no solo de
-los talentos superiores, de los fáciles, de los ingenios agudos,
-codiciosos de reputación y ansiosos de enlazar su nombre a una obra
-grande, sino también de esos entendimientos regulares, conocidos con
-el dictado de _mañosos_, por la habilidad y tino con que realizan
-toda obra manual; de esos otros dotados de temperamento artístico y
-que sienten con vehemencia la belleza de las obras de la Naturaleza;
-en fin, de los meramente curiosos, flemáticos, cachazudos, devotos
-de _la religión de lo menudo_ y capaces de consagrar largas horas al
-examen del más insignificante fenómeno natural. La ciencia, como los
-ejércitos, necesita generales y soldados; aquellos conciben el plan,
-pero estos son los que positivamente vencen. Que no por modesta deja
-de ser altamente estimable la colaboración de los perfeccionadores y
-confirmadores: gracias a estos obreros del progreso, la concepción del
-genio adquiere vigor y claridad, pasando de la categoría de símbolo
-abstracto a realidad viva, apreciada y conocida de todos.
-
-A fin de que cada uno pueda cerciorarse de su aptitud para los trabajos
-de laboratorio, diversos medios pueden ensayarse. Aludiendo aquí a los
-estudios de nuestra predilección, nosotros aconsejaríamos estos dos:
-
-1.º Empleo de un método analítico que pase por incierto y difícil,
-hasta que, a fuerza de paciencia y trabajo, se obtengan los resultados
-mencionados por los autores. El éxito lisonjero en este caso, sobre
-todo si se ha logrado sin la vigilancia del maestro, es decir,
-trabajando aisladamente, será indicio claro de la aptitud para la labor
-de investigación.
-
-2.º Estudio de un tema científico, de cierta dificultad, donde las
-opiniones contradictorias abunden, y para el cual el aficionado se
-preparará examinando superficialmente el estado de la cuestión (mera
-lectura de los libros de consulta, sin llegar a las Monografías
-especiales). Si después de algunos meses de trabajo experimental,
-nuestro principiante repara, al consultar la bibliografía más moderna
-del tema, que ha conseguido adivinar algunas conquistas recientes;
-que en puntos muy litigiosos ha coincidido con las interpretaciones
-de sabios ilustres; que, en fin, ha acertado a sortear errores de
-apreciación en que incurrieron algunos autores, debe abandonar su
-timidez y entregarse sin reservas a la labor científica, pues en ella
-le esperan, pocos o muchos, según sea la actividad que despliegue,
-triunfos y satisfacciones.
-
-Aun los medianamente dotados, desde el punto de vista intelectual,
-podrán conseguir algún fruto, con tal de que abriguen fe robusta en la
-virtud creadora de la educación y se contraigan a profundizar, durante
-mucho tiempo, un tema limitado.
-
-Aun a riesgo de redundancia o de parecer pesados y prolijos, séanos
-permitido presentar contra los escépticos en los milagros de la
-voluntad las siguientes reflexiones:
-
-_a_) Como han afirmado muchos pensadores y pedagogos, el descubrimiento
-no es fruto de ningún talento originariamente especial, sino del
-sentido común mejorado y robustecido por la educación técnica y por el
-hábito del meditar sobre los problemas científicos[8]. Así, pues, quien
-disponga de regular criterio para guiarse en la vida, lo tendrá también
-para marchar desembarazado por el camino de la investigación.
-
-_b_) El cerebro juvenil posee plasticidad exquisita, en cuya virtud
-puede, a impulsos de un _enérgico querer_, mejorar extraordinariamente
-su organización, creando asociaciones interideales nuevas, depurando y
-afinando el juicio.
-
-_c_) Las deficiencias de la aptitud nativa son compensables mediante
-un exceso de trabajo y de atención. Cabría afirmar que el trabajo
-sustituye al talento o, mejor dicho, _crea el talento_. Quien desee
-firmísimamente mejorar su capacidad, acabará por lograrlo, a condición
-de que la labor educadora no comience demasiado tarde, en una época
-en que la plasticidad de las células nerviosas está casi del todo
-suspendida. No olvidemos que por la lectura y meditación de las obras
-maestras todo hombre es dueño de asimilarse una gran parte del ingenio
-que las creó, dado que toma de este no solo las doctrinas, sino el
-criterio, los principios directores y hasta el estilo.
-
-_d_) En la mayor parte de los casos, eso que llamamos talento genial
-y especial, no implica superioridad _cualitativa_, sino _expeditiva_,
-consistiendo solamente en hacer de prisa y con brillante éxito lo que
-las inteligencias regulares elaboran lentamente, pero bien. En vez de
-distinguir los entendimientos en grandes y pequeños, fuera preferible
-y más exacto (al menos en muchos casos) clasificarlos en _lentos_
-y _rápidos_[9]. Los entendimientos rápidos son ciertamente los más
-brillantes y sugestivos; son insustituibles en la conversación, en la
-oratoria, en el periodismo, en toda obra en que el tiempo sea factor
-decisivo; pero en las empresas científicas los _lentos_ resultan tan
-útiles como los rápidos, porque al científico, como al artista, no
-se le juzga por la viveza del producir, sino por la excelencia de
-la producción. Aún osaríamos añadir que, por una compensación muy
-común, las cabezas _lentas_ poseen gran resistencia para la atención
-prolongada, y abren ancho y profundo surco en las cuestiones; mientras
-que las _rápidas_ suelen fatigarse pronto, después de haber apenas
-desbrozado el terreno. Hay en esto, sin embargo, numerosas excepciones:
-Newton, Davy, Pasteur, Virchow, etc., fueron talentos _rápidos_ y
-dejaron ancha estela luminosa.
-
-_e_) Si, a despecho de los esfuerzos hechos por mejorarla, nuestra
-memoria es inconstante y poco tenaz, _administrémosla bien_. Como
-dice Epicteto: «Cuando en el juego de la vida vienen malas cartas,
-no hay más remedio que sacar el mejor partido posible de las que
-se tienen». Enseña la historia de los grandes descubrimientos que
-su excelencia no dimana siempre de un ingenio superior, sino de un
-entendimiento y memoria regulares, pero hábilmente aprovechados.
-Grandes novadores científicos, como Helmholtz, quejáronse de escasez
-de memoria, considerando como un suplicio el aprenderse de coro un
-escrito. Por compensación, los escasamente memoriosos de palabras y de
-frases, suelen gozar de excelente retentiva de ideas y de series de
-razonamientos. Ya Locke notó que los dotados de gran ingenio y pronta
-memoria no sobresalen siempre en el juicio.
-
-_f_) Para poder consagrar al tema de nuestras meditaciones todas
-las escasas facultades que poseemos, desechemos las ocupaciones
-innecesarias, y esas ideas parásitas tocantes a las menudencias fútiles
-de la vida, y fijemos tan solo en la mente, a favor de una atención
-ahincada y persistente, los datos relativos al problema que nos ocupa.
-Condenémonos, durante la gestación de nuestra obra, a ignorar lo demás:
-la política, la literatura, la música, la chismografía, etc. Hay casos
-en que la ignorancia es una gran virtud, casi un heroísmo: los libros
-inútiles, perturbadores de la atención, pesan y ocupan lugar tanto en
-nuestro cerebro como en los estantes de las bibliotecas, y deshacen o
-estorban la adaptación mental del asunto. _El saber ocupa lugar_, diga
-lo que quiera la sabiduría popular.
-
-_g_) Aun el talento mediano llegará a ilustrarse con trabajos
-estimables en varias ciencias, con tal de abandonar la pretensión
-de abarcarlas todas a la vez; concentrará, pues, sucesivamente, es
-decir, por épocas, su atención en cada tema, y debilitará o borrará
-sus adquisiciones anteriores en otros dominios. Lo que equivale a
-declarar que el cerebro es adaptable a la ciencia total en _el tiempo_,
-pero no en _el espacio_. En realidad, hasta las grandes capacidades
-proceden de este modo; y así, cuando algún sabio nos asombra con
-publicaciones sobre diversas disciplinas, reparemos que a cada materia
-corresponde una época. Ciertamente, los conocimientos anteriores no
-habrán desaparecido enteramente de la mente del autor, pero se habrán
-simplificado, condensándose en fórmulas o símbolos abreviadísimos;
-de esta suerte puede quedar libre en la _pizarra cerebral_ un grande
-espacio para el registro y estampación de las nuevas imágenes.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO III
-
-Cualidades de orden moral que debe poseer el investigador.
-
-
-Las cualidades indispensables al cultivador de la investigación son: la
-independencia mental, la curiosidad intelectual, la perseverancia en el
-trabajo, la religión de la patria y el amor a la gloria.
-
-De atributos intelectuales no hay que hablar, pues damos por supuesto
-que el aficionado a las tareas del laboratorio goza de un regular
-entendimiento, de no despreciable imaginación, y sobre todo de esa
-armónica ponderación de facultades que vale mucho más que el talento
-brillante, pero irregular y desequilibrado.
-
-Afirma Carlos Richet que en el hombre de genio se juntan los idealismos
-de Don Quijote al buen sentido de Sancho. Algo de esta feliz
-conjunción de atributos debe poseer el investigador: temperamento
-artístico que le lleve a buscar y contemplar el número, la belleza y
-la armonía de las cosas, y sano sentido crítico capaz de refrenar los
-arranques temerarios de la fantasía y de hacer que prevalezcan, en
-esa lucha por la vida entablada en nuestra mente por las ideas, los
-pensamientos que más fielmente traducen la realidad objetiva.
-
-
-_a_) INDEPENDENCIA DE JUICIO
-
-Rasgo dominante en los investigadores eminentes es la altiva
-independencia de criterio. Ante la obra de sus predecesores y maestros
-no permanecen suspensos y anonadados, sino recelosos y escudriñadores.
-Aquellos espíritus que, como Vesalio, Eustaquio y Harveo, corrigieron
-la obra anatómica de Galeno, y aquellos otros llamados Copérnico,
-Keplero, Newton y Huyghens, que echaron abajo la astronomía de los
-antiguos, fueron sin duda preclaros entendimientos; pero, ante todo,
-poseyeron individualidad mental, ambiciosa y descontentadiza y osadía
-crítica extraordinaria. De los dóciles y humildes pueden salir los
-santos, pocas veces los sabios. Tengo para mí que el excesivo cariño a
-la tradición, el obstinado empeño en fijar la Ciencia en las viejas
-fórmulas del pasado, cuando no denuncian invencible pereza mental,
-representan la bandera que cubre los intereses creados por el error.
-
-¡Desgraciado del que, en presencia de un libro, queda mudo y
-absorto! La admiración extremada achica la personalidad y ofusca el
-entendimiento, que llega a tomar las hipótesis por demostraciones, las
-sombras por claridades.
-
-Harto se me alcanza que no es dado a todos sorprender a la primera
-lectura los vacíos y lunares de un libro inspirado. La veneración
-excesiva, como todos los estados pasionales, excluye el sentido
-crítico. Si después de una lectura sugestiva nos sentimos débiles,
-dejemos pasar algunos días; fría la cabeza y sereno el juicio,
-procedamos a una segunda y hasta a una tercera lectura. Poco a poco
-los vacíos aparecen; los razonamientos endebles se patentizan; las
-hipótesis ingeniosas se desprestigian y muestran lo deleznable de sus
-cimientos; la magia misma del estilo acaba por hallarnos insensibles;
-nuestro entendimiento, en fin, reacciona. El libro no tiene en nosotros
-un devoto, sino un juez. Este es el momento de investigar, de cambiar
-las hipótesis del autor por otras más razonables, de someterlo todo a
-crítica severa.
-
-Al modo de muchas bellezas naturales, las obras humanas necesitan,
-para no perder sus encantos, ser contempladas a distancia. El análisis
-es el microscopio que nos aproxima al objeto y nos muestra la grosera
-urdimbre del tapiz; disípase la ilusión cuando salta a los ojos lo
-artificioso del bordado y los defectos del dibujo.
-
-Se dirá acaso que en los presentes tiempos, que han visto derrocados
-tantos ídolos y mermados u olvidados muchos viejos prestigios, no
-es necesario el llamamiento al sentido crítico y al espíritu de
-duda. Cierto que no es tan urgente hoy como en otras épocas; pero
-todavía conserva la rutina sus fueros: aún se da con harta frecuencia
-el fenómeno de que los discípulos de un hombre ilustre gasten sus
-talentos, no en esclarecer nuevos problemas, sino en defender los
-errores del maestro. Importa notar que también en esta época de
-irreverente crítica y de revisión de valores, la disciplina de escuela
-reina en las Universidades de Francia, Alemania e Italia, con un
-despotismo tal, que sofoca a veces las mejores iniciativas e impide
-el florecimiento de pensadores originales. Los que nos batimos en la
-brecha como simples soldados, ¡cuántos casos ejemplares podríamos
-citar de esta servidumbre de escuela o de cenáculo! ¡Qué de talentos
-conocemos que no han tenido más desgracia que haber sido discípulos
-de un gran hombre! Y aquí aludimos a esas naturalezas generosas
-y agradecidas, las cuales, sabiendo inquirir la verdad, no osan
-declararla por no arrebatar al maestro parte de un prestigio que,
-asentado en el error, caerá tarde o temprano al empuje de adversarios
-menos escrupulosos.
-
-Por lo que hace a esas naturalezas dóciles, tan fáciles a la sugestión
-como pasivas y perseverantes en el error, las cuales forman el séquito
-de los jefes de escuela, su misión ha sido siempre adular al genio y
-aplaudir sus extravíos. Este es el pleito-homenaje que la medianía
-rinde complaciente al talento superior. Ello se comprende bien
-recordando que los cerebros débiles se adaptan mejor al error, casi
-siempre sencillo, que a la verdad, a menudo austera y difícil.
-
-
-_b_) PERSEVERANCIA EN EL ESTUDIO
-
-Ponderan con razón los tratadistas de lógica la virtud creadora de la
-atención; pero insisten poco en una variedad del atender, que cabría
-llamar _polarización cerebral_ o _atención crónica_, esto es, la
-orientación permanente, durante meses y aun años, de todas nuestras
-facultades hacia un objeto de estudio. Infinitos son los ingenios
-brillantes que, por carecer de este atributo, que los franceses
-designan _esprit de suite_, se esterilizan en sus meditaciones.
-A docenas podría yo citar españoles que, poseyendo un intelecto
-admirablemente adecuado para la investigación científica, retíranse
-desanimados de una cuestión sin haber medido seriamente sus fuerzas,
-y acaso en el momento mismo en que la Naturaleza iba a premiar sus
-afanes con la revelación ansiosamente esperada. Nuestras aulas y
-laboratorios abundan de estas naturalezas tornadizas e inquietas, que
-aman la investigación y se pasan los días de turbio en turbio ante la
-retorta o el microscopio; su febril actividad revélase en el alud de
-conferencias, folletos y libros, en que prodigan erudición y talento
-considerables; fustigan continuamente la turba gárrula de traductores
-y teorizantes, proclamando la necesidad inexcusable de la observación
-y el estudio de la Naturaleza en la Naturaleza misma; y cuando, tras
-largos años de propaganda y de labor experimental, se pregunta a los
-íntimos de tales hombres, a los asiduos del misterioso cenáculo donde
-aquellos ofician de pontifical, por los descubrimientos del sublime
-maestro, confiesan ruborosos que la misma fuerza del talento, la
-casi imposibilidad de ver en pequeño la extraordinaria amplitud y
-alcance de la obra emprendida, han imposibilitado llevar a cabo ningún
-progreso parcial y positivo. He aquí el fruto obligado de la flojedad
-o de la dispersión excesiva de la atención, así como del pueril alarde
-enciclopedista, inconcebible hoy en que hasta los sabios más insignes
-se especializan y concentran para producir. Pero sobre los vicios de la
-voluntad trataremos más adelante.
-
-Para llevar a feliz término una indagación científica, una vez
-conocidos los métodos conducentes al fin, debemos fijar fuertemente en
-nuestro espíritu los términos del problema, a fin de provocar enérgicas
-corrientes de pensamiento, es decir, asociaciones cada vez más
-complejas y precisas entre las imágenes recibidas por la observación
-y las ideas que dormitan en nuestro inconsciente; ideas que solo una
-concentración vigorosa de nuestras energías mentales podrá llevar al
-campo de la conciencia. No basta la atención expectante, ahincada;
-es preciso llegar a la preocupación. Importa aprovechar para la obra
-todos los momentos lúcidos de nuestro espíritu; ya la meditación que
-sigue al descanso prolongado, ya el trabajo mental supra-intensivo que
-solo da la célula nerviosa caldeada por la congestión, ora, en fin, la
-inesperada intuición que brota a menudo, como chispa del eslabón, del
-choque de la discusión científica.
-
-Casi todos los que desconfían de sus propias fuerzas ignoran el
-maravilloso poder de la atención prolongada. Esta especie de
-polarización cerebral con relación a un cierto orden de percepciones,
-afina el juicio, enriquece nuestra sensibilidad analítica, espolea la
-imaginación constructiva y, en fin, condensando toda la luz de la razón
-en las negruras del problema, permite descubrir en este inesperadas
-y sutiles relaciones. A fuerza de horas de exposición, una placa
-fotográfica situada en el foco de un anteojo dirigido al firmamento
-llega a revelar astros tan lejanos, que el telescopio más potente es
-incapaz de mostrarlos; a fuerza de tiempo y de atención, el intelecto
-llega a percibir un rayo de luz en las tinieblas del más abstruso
-problema.
-
-La comparación precedente no es del todo exacta. La fotografía
-astronómica limítase a registrar astros preexistentes de tenue fulgor;
-mas en la labor cerebral se da un acto de creación. Parece como si la
-representación mental, obstinadamente contemplada, emitiera, al modo
-de un amibo, apéndices invasores que, después de crecer en todos
-sentidos y de sufrir extravíos y detenciones, acabaran por vincularse
-estrechamente con las ideas afines.
-
-La forja de la nueva verdad exige casi siempre severas abstenciones
-y renuncias. Convendrá, durante la susodicha incubación intelectual,
-que el investigador, al modo del sonámbulo, atento solo a la voz del
-hipnotizador, no vea ni considere otra cosa que lo relacionado con el
-objeto de estudio: en la cátedra, en el paseo, en el teatro, en la
-conversación, hasta en la lectura meramente artística, buscará ocasión
-de intuiciones, de comparaciones y de hipótesis, que le permitan
-llevar alguna claridad a la cuestión que le obsesiona. En este proceso
-adaptativo nada es inútil: los primeros groseros errores, así como las
-falsas rutas por donde la imaginación se aventura, son necesarios, pues
-acaban por conducirnos al verdadero camino, y entran, por tanto, en el
-éxito final, como entran en el acabado cuadro del artista los primeros
-informes bocetos.
-
-Cuando se reflexiona sobre la curiosa propiedad que el hombre posee de
-cambiar y perfeccionar su actividad mental con relación a un objeto
-o problema profundamente meditado, no puede menos de sospecharse
-que el cerebro, merced a su plasticidad, evoluciona anatómica y
-dinámicamente, adaptándose progresivamente al tema. Esta adecuada y
-específica organización adquirida por las células nerviosas produce a
-la larga lo que yo llamaría _talento profesional o de adaptación_, y
-tiene por motor la propia voluntad, es decir, la resolución enérgica
-de adecuar nuestro entendimiento a la naturaleza del asunto. En
-cierto sentido no sería paradójico afirmar que el hombre que plantea
-un problema no es enteramente el mismo que lo resuelve; por donde
-tienen fácil y llana explicación esas exclamaciones de asombro en que
-prorrumpe todo investigador al considerar lo fácil de la solución tan
-laboriosamente buscada. ¡Cómo no se me ocurrió esto desde el principio!
---exclamamos--. ¡Qué obcecación la mía al obstinarme en marchar por
-caminos que no conducen a parte alguna!
-
-Si, a pesar de todo, la solución no aparece y presentimos, no obstante,
-que el asunto se acerca a su madurez, procurémonos algún tiempo de
-reposo. Algunas semanas de solaz y de silencio en el campo, traerán la
-calma y la lucidez a nuestro espíritu. Esta frescura del intelecto,
-como la escarcha matinal, marchitará la vegetación parásita y viciosa
-que ahogaba la buena semilla. Y al fin surgirá la flor de la verdad,
-que, por lo común, abrirá su cáliz, al rayar el alba, tras largo y
-profundo sueño, durante esas horas plácidas de la mañana que Goethe y
-tantos otros consideraron propicias a la invención.
-
-También los viajes, al traernos nuevas imágenes del mundo y remover
-nuestro fondo ideal, poseen la preciosa virtud de renovar el
-pensamiento y de disipar enervadoras preocupaciones. ¡Cuántas veces el
-rudo trepidar de la locomotora y el recogimiento y soledad espiritual
-reinantes en el vagón (el _desierto de hombres_, que diría Descartes),
-nos ha sugerido ideas que justificó ulteriormente el laboratorio!
-
-En los tiempos que corremos, en que la investigación científica se ha
-convertido en una profesión regular que cobra nómina del Estado, no
-le basta al observador concentrarse largo tiempo en un tema: necesita
-además imprimir una gran actividad a sus trabajos. Pasaron aquellos
-hermosos tiempos de antaño, en que el curioso de la Naturaleza,
-recogido en el silencio de su gabinete, podía estar seguro de que
-ningún émulo vendría a turbar sus tranquilas meditaciones. Hogaño, la
-investigación es fiebre; apenas un nuevo método se esboza, numerosos
-sabios se aprovechan de él, aplicándolo casi simultáneamente a los
-mismos temas y mermando la gloria del iniciador, que carece de
-la holgura y tiempo necesarios para recoger todo el fruto de su
-laboriosidad y buena estrella.
-
-Inevitables son, por consecuencia, las coincidencias y las contiendas
-de prioridad. Y es que, lanzada al público una idea, entra a formar
-parte de ese ambiente intelectual donde todos nutrimos nuestro
-espíritu; y en virtud del isocronismo funcional reinante en las cabezas
-preparadas y polarizadas para un trabajo dado, la idea nueva es
-simultáneamente asimilada en París y en Berlín, en Londres y en Viena,
-casi de idéntico modo, y con similares desarrollos y aplicaciones. La
-invención crece y se desarrolla al modo de un organismo, espontánea
-y automáticamente, como si los sabios quedasen reducidos a meros
-cultivadores de la semilla sembrada por un genio. Todos entrevén la
-espléndida floración de hechos nuevos, y todos desean, naturalmente,
-acaparar la espléndida cosecha. Esto explica la impaciencia por
-publicar, así como lo imperfecto y fragmentario de muchos trabajos de
-laboratorio. El afán de llegar antes nos lleva a veces a incurrir en
-ligerezas; pero ocurre también que el ansia febril de tocar la meta los
-primeros nos granjea el mérito de la prioridad.
-
-En todo caso, si alguien se nos adelanta, haremos mal en desalentarnos.
-Continuemos impertérritos la labor, que, al fin, llegará nuestro
-turno. Ejemplo elocuente de incansable perseverancia nos dio una mujer
-gloriosa, Mad. Curie, cuando, habiendo descubierto la radioactividad
-del _torio_, sufrió la desagradable sorpresa de saber que, poco
-antes, el mismo hecho había sido anunciado por Schmidt, en los
-_Wiedermann Annalen_. Lejos de desanimarle la noticia, prosiguió sin
-tregua sus pesquisas; ensayó al electroscopio nuevas substancias,
-entre ellas cierto óxido de uranio (la _pechblende_) de la mina de
-Johanngeorgenstadt, cuyo poder radioactivo sobrepuja en cuatro veces
-al del uranio. Y sospechando que aquella materia tan activa encerraba
-un cuerpo nuevo, emprendió, con el concurso de M. Curie, una serie
-de ingeniosos, pacientes y heroicos trabajos, cuyo galardón fue el
-hallazgo de un nuevo cuerpo, el estupendo _radio_, cuyas maravillosas
-propiedades, provocando numerosas investigaciones, ha revolucionado la
-química y la física.
-
-En España, donde la pereza es, más que un vicio, una religión, se
-comprenden difícilmente esas monumentales obras de los químicos,
-naturalistas y médicos alemanes, en las cuales solo el tiempo
-necesario para la ejecución de los dibujos y la consulta bibliográfica
-parecen deber contarse por lustros. Y, sin embargo, estos libros
-se han redactado en uno o dos años, pacíficamente, sin febriles
-apresuramientos. El secreto está en el método de trabajo: en aprovechar
-para la labor todo el tiempo hábil; en no entregarse al diario descanso
-sin haber consagrado dos o tres horas por lo menos a la tarea; en
-poner dique prudente a esa dispersión intelectual y a ese derroche de
-tiempo exigido por el trato social; en restañar, en fin, en lo posible,
-la cháchara ingeniosa del café o de la tertulia, despilfarradora de
-fuerzas nerviosas (cuando no causa disgustos), y que nos aleja, con
-pueriles vanidades y fútiles preocupaciones, de la tarea principal.
-
-Si nuestras ocupaciones no nos permiten consagrar al tema más que dos
-horas, no abandonemos el trabajo a pretexto de que necesitaríamos
-cuatro o seis. Como dice juiciosamente Payot, «poco basta cada día, si
-cada día logramos ese poco».
-
-Lo malo de ciertas distracciones, demasiado dominantes, no consiste
-tanto en el tiempo que nos roban, cuanto en la flojera de la tensión
-creadora del espíritu, y en la pérdida de esa especie de tonalidad
-que nuestras células nerviosas adquieren cuando las hemos adaptado a
-determinado asunto.
-
-No pretendemos proscribir en absoluto las distracciones; pero las del
-investigador serán siempre ligeras y tales que no estorben en nada las
-nuevas asociaciones ideales. El paseo al aire libre, la contemplación
-de las obras artísticas o de las fotografías de escenas, de países y de
-monumentos, el encanto de la música y, sobre todo, la compañía de una
-persona que, penetrada de nuestra situación, evite cuidadosamente toda
-conversación grave y reflexiva, constituyen los mejores esparcimientos
-del hombre de laboratorio. Bajo este aspecto, será bueno también seguir
-la regla de Buffon, cuyo abandono en la conversación (que chocaba
-a muchos admiradores de la nobleza y elevación de su estilo como
-escritor) lo justificaba diciendo: «Estos son mis momentos de descanso.»
-
-En resumen, toda obra grande es el fruto de la paciencia y de la
-perseverancia, combinadas con una atención orientada tenazmente,
-durante meses y aun años, hacia un objeto particular. Así lo han
-confesado sabios ilustres al ser interrogados tocante al secreto de
-sus creaciones. Newton declaraba que solo pensando siempre en la misma
-cosa había llegado a la soberana ley de la atracción universal; de
-Darwin refiere uno de sus hijos que llegó a tal concentración en el
-estudio de los hechos biológicos relacionados con el gran principio de
-la evolución, que se privó durante muchos años y de modo sistemático de
-toda lectura y meditación extrañas al blanco de sus pensamientos; en
-fin, Buffon no vacilaba en decir que «el genio no es sino la paciencia
-extremada». Suya es también esta respuesta a los que le preguntaban
-cómo había conquistado la gloria: «Pasando cuarenta años de mi vida
-inclinado sobre mi escritorio». En fin, nadie ignora que Mayer, el
-genial descubridor del principio de la conservación y transformación de
-la energía, consagró a esta concepción toda su vida.
-
-Siendo, pues, cierto de toda certidumbre que las empresas científicas
-exigen, más que vigor intelectual, disciplina severa de la voluntad
-y perenne subordinación de todas las fuerzas mentales a un objeto
-de estudio, ¡cuán grande es el daño causado inconscientemente por
-los biógrafos de sabios ilustres al achacar las grandes conquistas
-científicas al genio antes que al trabajo y la paciencia! ¡Qué más
-desea la flaca voluntad del estudioso o del profesor que poder
-cohonestar su pereza con la modesta cuanto desconsoladora confesión de
-mediocridad intelectual! De la funesta manía de exaltar sin medida
-la minerva de los grandes investigadores sin parar mientes en el
-desaliento causado en el lector, no están exentos ni aun biógrafos de
-tan buen sentido como L. Figuier. En cambio, muchas autobiografías,
-en las que el sabio se presenta al lector de cuerpo entero, con
-sus debilidades y pasiones, con sus caídas y aciertos, constituyen
-excelente tónico moral. Tras estas lecturas, henchido el ánimo de
-esperanza, no es raro que el lector exclame: _Anche io sono pittore_.
-
-
-_c_) PASIÓN POR LA GLORIA
-
-La psicología del investigador se aparta un tanto de la del común de
-los _intelectuales_. Sin duda le alientan las aspiraciones y le mueven
-los mismos resortes que a los demás hombres; pero en el sabio existen
-dos que obran con desusado vigor: el culto a la verdad y la pasión por
-la gloria. El predominio de estas dos pasiones explica la vida entera
-del investigador; y del contraste entre el ideal que este se forma de
-la existencia y el que se forja el vulgo, resultan esas luchas, desvíos
-e incomprensiones que en todo tiempo han marcado las relaciones del
-sabio con el ambiente social.
-
-Se ha dicho muchas veces que el hombre de ciencia, como los grandes
-reformadores religiosos o sociales, ofrece los caracteres mentales del
-inadaptado. Mora en un plano superior de humanidad, desinteresado de
-las pequeñeces y miserias de la vida material.
-
-Con todo eso, el sabio sincero y de vocación permanece profundamente
-humano. En el amor a sus semejantes, excede a los mejores. Irradiando
-en el tiempo y el espacio, esta pasión comprende a propios y extraños,
-y se dirige lo mismo a la humanidad actual que a la futura. Gracias
-a esos singulares talentos, cuya mirada penetra en las sombras del
-porvenir, y cuya exquisita sensibilidad les fuerza a condolerse de
-los errores y estancamientos de la rutina, es posible la evolución
-social y científica. Solo al genio le es dado oponerse a la corriente
-y modificar el medio moral; y bajo este aspecto es lícito afirmar
-que su misión no es la adaptación de sus ideas a las de la sociedad,
-sino la adaptación de la sociedad a sus ideas. Y como tenga razón (y
-la suele tener) y proceda con prudente energía y sin desmayos, tarde
-o temprano la humanidad le sigue, le aplaude y le aureola de gloria.
-Confiado en este halagador tributo de veneración y de justicia, trabaja
-todo investigador; porque sabe que, si los individuos son capaces de
-ingratitud, pocas veces lo son las colectividades, como alcancen plena
-conciencia de la realidad y utilidad de una idea.
-
-Es vulgarísima verdad que, en grado variable, el afán de aprobación
-y aplauso mueve a todos los hombres, y preferentemente a los dotados
-de gran corazón y peregrino entendimiento. Empero cada cual busca
-la gloria por distinto camino: uno marcha por el de las armas, tan
-celebrado por Cervantes en su _Quijote_, y aspira a acrecentar la
-grandeza política de su país; otros van por el del arte, ansiando
-el fácil aplauso de las muchedumbres, que comprenden mucho mejor
-la belleza que la verdad; y unos pocos solamente en cada país, y
-singularmente en los más civilizados, siguen el de la investigación
-científica, el solo derrotero que puede conducirnos a una explicación
-racional y positiva del hombre y de la naturaleza que le rodea. Tengo
-para mí que esta aspiración es una de las más dignas y loables que el
-hombre puede perseguir, porque acaso más que ninguna otra se halla
-impregnada con el perfume del amor y de la caridad universales.
-
-Se ha expuesto muchas veces el contraste existente entre la figura
-moral del sabio y la del héroe. Puesto que vivimos en un país que ha
-sacrificado demasiado en el altar de sus héroes (guerreros, políticos
-o religiosos), y desamparado cuando no perseguido a sus pensadores más
-originales, séame permitido exagerar aquí el encomio en contrapuesto
-sentido.
-
-Ambos, el héroe y el sabio, constituyen los polos de la energía humana,
-y son igualmente necesarios al progreso y bienestar de los pueblos;
-pero la transcendencia de sus obras es harto diversa. Lucha el sabio
-en beneficio de la humanidad entera, ya para aumentar y dignificar la
-vida, ya para ahorrar el esfuerzo humano, ora para acallar el dolor,
-ora para retardar y dulcificar la muerte. Por el contrario, el héroe
-sacrifica a su prestigio una parte más o menos considerable de la
-humanidad; su estatua se alza siempre sobre un pedestal de ruinas y
-cadáveres; su triunfo es exclusivamente celebrado por una tribu, por
-un partido o por una nación, y deja tras sí, en el pueblo vencido,
-estela de odios y de sangrientas reivindicaciones. En cambio, la corona
-del sabio otórgala la humanidad entera; su estatua tiene por pedestal
-el amor, y sus triunfos desafían a los ultrajes del tiempo y a los
-juicios de la historia: sus únicas víctimas (si pueden llamarse tales
-los redimidos de la ignorancia) son los rezagados, los atávicos, los
-que medraron con la mentira o el error; todos, en fin, los que en
-una sociedad bien organizada debieran ser proscritos como enemigos
-declarados de la felicidad de los buenos.
-
-No faltan, afortunadamente, en nuestra patria altos ingenios que cifran
-su dicha en conquistar el aplauso de la opinión; mas por desgracia, y
-salvadas contadas y honrosas excepciones, nuestros talentos prefieren
-ganar el lauro siguiendo la senda del arte o de la literatura. Empeño
-en que fracasan o se esterilizan la inmensa mayoría de ellos; pues
-exceptuando unos cuantos genios artísticos y literarios muy elevados,
-cuya obra es apreciada y aplaudida en el extranjero, ¡cuán pocos
-de nuestros pintores y poetas serán consagrados por la posteridad!
-¡Cuántos que luchan en vano por crearse una reputación mundial como
-literatos u oradores podrían alcanzarla, sin tantos esfuerzos quizá,
-como investigadores de ciencia! ¡Qué difícil la originalidad en un
-terreno en que casi todo está apurado por los antiguos, los cuales,
-dotados de maravillosa intuición para la belleza literaria y la forma
-plástica, apenas dejaron nada que espigar en el campo del arte!
-
-Después de leer las oraciones de Demóstenes y de Cicerón, los diálogos
-de Platón, las vidas paralelas de Plutarco y las arengas de Tito
-Livio, se adquiere la convicción de que ningún orador moderno ha podido
-inventar un resorte absolutamente nuevo para persuadir al entendimiento
-o mover al corazón humano. El papel del orador actual es aplicar a
-casos determinados, y más o menos nuevos, los innumerables tópicos de
-forma y argumentación imaginados por los autores clásicos.
-
-¿Y qué diremos de los que buscan en la poesía o en la prosa artística
-el prestigio de la originalidad? Después de Homero y de Virgilio, de
-Horacio y de Séneca, de Shakespeare y Milton, de Cervantes y Ariosto,
-de Goethe y de Heine, de Lamartine y Víctor Hugo, de Chateaubriand y
-Rousseau, etc., ¿quién es el osado que pretende inventar una figura
-poética, un matiz de expresión sentimental, un primor de estilo que
-hayan desconocido aquellos incomparables ingenios?
-
-No pretendemos, empero, negar en absoluto la posibilidad de creaciones
-artísticas, comparables y acaso superiores a las legadas por los
-clásicos. Los grandiosos monumentos elevados por los polígrafos del
-renacimiento, y las sublimes creaciones de la escuela romántica
-durante el pasado siglo, están ahí para atestiguar que la vena de
-la originalidad literaria dista todavía de estar exhausta. Afirmamos
-solamente que las composiciones literarias de sobresaliente mérito son
-dificilísimas y cuestan más desvelos y trabajo que las producciones
-científicas originales. Y la razón es obvia: el arte, atenido al
-concepto vulgar del Universo y nutriéndose en el limitado terreno
-del sentimiento, ha tenido tiempo de agotar casi todo el contenido
-emocional del alma humana, las bellezas del mundo exterior y las
-ingeniosas combinaciones de la imaginación verbal; mientras que la
-Ciencia, apenas desflorada por los antiguos y totalmente ajena a los
-vaivenes de la moda como a las volubles normas del gusto, acumula
-por cada día nuevos materiales y nos brinda labor inacabable. Ante
-el científico está el Universo entero, apenas explorado: el cielo
-salpicado de soles que se agitan en las tinieblas de un espacio
-infinito; el mar con sus misteriosos abismos; la tierra guardando en
-sus entrañas el pasado de la vida y la historia de los precursores del
-hombre, y, en fin, el organismo humano, obra maestra de la creación,
-ofreciéndonos en cada célula una incógnita, y en cada latido un tema de
-profunda meditación.
-
-Llevado de mi entusiasmo, acaso caiga en la hipérbole; pero estoy
-persuadido de que la verdadera originalidad se halla en la Ciencia, y
-que el afortunado descubridor de un hecho importante es el único que
-puede lisonjearse de haber hollado un terreno completamente virgen, y
-de haber forjado un pensamiento que no pasó jamás por la mente humana.
-Añadamos que su conquista ideal no está sujeta a las fluctuaciones de
-la opinión, al silencio de la envidia, ni a los caprichos de la moda,
-que hoy repudia por detestable lo que ayer ensalzó por sublime. Al
-afortunado escrutador de la naturaleza es, sobre todo, aplicable el
-pensamiento de James, para quien el ideal del hombre consiste en llegar
-a ser un colaborador de Dios.
-
-Ciertamente la gloria del científico no es tan popular ni ruidosa
-como la del artista o del dramaturgo. Vive el pueblo en el plano del
-sentimiento, y pedirle calor y apoyo para los héroes de la razón fuera
-vana exigencia. Pero el sabio tiene también su público. Está formado
-por la aristocracia del talento y habita en todos los países, habla
-todas las lenguas, y se dilata hasta las más lejanas generaciones
-del porvenir. Claro que los admiradores del hombre de ciencia no
-palmotean ni se descomponen con transportes de pasión; pero estudian
-con amor, juzgan con mesura y acaban por hacer, pese a los ataques
-pasajeros de la envidia, plena e irrevocable justicia. En punto a
-reputación, la ventura suprema fuera merecer la aprobación de esos
-raros espíritus superiores que la humanidad produce de vez en cuando.
-Por lo cual compréndese bien la noble altivez con que el matemático y
-filósofo Fontenelle decía a cierto personaje después de presentarle
-su tratado de la _Géométrie de l’infini_: «He aquí una obra que solo
-podrán leer en Francia cuatro o seis personas». Sentidas y nobles son
-también aquellas conocidas expresiones con que Keplero, radiante de
-júbilo y palpitante de emoción por el descubrimiento de la última de
-sus memorables leyes, terminaba su obra _Harmonices mundi_, diciendo:
-«Echada está la suerte: y con esto pongo fin a mi libro, importándome
-poco que sea leído por la edad presente o por la posteridad. No le
-faltará lector algún día. Pues qué, ¿no ha tenido Dios que esperar seis
-mil años para hallar en mí un contemplador e intérprete de sus obras?»
-
-
-_d_) PATRIOTISMO
-
-Entre los sentimientos que deben animar al hombre de ciencia, merece
-particular mención el patriotismo. Este sentimiento tiene en el sabio
-signo exclusivamente positivo: ansía elevar el prestigio de su patria,
-pero sin denigrar a las demás.
-
-Se ha dicho que la Ciencia no tiene patria, y esto es exacto; mas, como
-contestaba Pasteur en ocasión solemne, «los sabios sí que la tienen».
-El conquistador de la Naturaleza no solamente pertenece a la humanidad,
-sino a una raza que se envanece con sus talentos, a una nación que se
-honra con sus triunfos y a una región que le considera como el fruto
-selecto de su terruño.
-
-Representando la Ciencia y la Filosofía las categorías más elevadas
-de la actividad mental y los dinamómetros de la energía espiritual de
-los hombres, compréndese bien el noble orgullo con que las naciones
-civilizadas ostentan sus filósofos, sus matemáticos, sus físicos y
-naturalistas, sus inventores, todos cuantos, en fin, supieron enaltecer
-el nombre sagrado de la patria.
-
-Fuerza es confesar que los españoles tenemos mayor necesidad de
-cultivar dicha pasión, a causa del desdén con que, por motivos que
-no hacen ahora al caso, hemos mirado durante muchos siglos cuanto se
-refiere a la investigación científica y a sus fecundas aplicaciones
-a la vida. Obligación inexcusable de cuantos conservamos todavía
-sensible la fibra del patriotismo, más de una vez lastimada por los
-dardos de la malquerencia extranjera, es volver por el prestigio de
-la raza, probando a los extraños que quienes siglos atrás supieron
-inmortalizar sus nombres, rivalizando con las naciones próceres tanto
-en las hazañas de la guerra y en los peligros de exploraciones y
-descubrimientos geográficos, como en las pacíficas empresas del Arte,
-de la Literatura y de la Historia, sabrán también contender con igual
-tesón y energía en la investigación de la Naturaleza, colaborando,
-al compás de los pueblos más ilustrados, en la obra magna de la
-civilización y del progreso.
-
-Algunos pensadores, Tolstoi entre otros, inspirados en un sentimiento
-humanitario tan reñido con la realidad como inoportuno en estos tiempos
-de crueles competencias internacionales, declaran que el patriotismo
-es sentimiento egoísta, inspirador de guerras incesantes, y destinado
-a desaparecer, para ceder su lugar al más noble y altruísta de la
-fraternidad universal.
-
-Fuerza es reconocer que la pasión patriótica, exagerada hasta el
-_chauvinismo_, crea y sostiene entre las naciones rivalidades y odios
-harto peligrosos; pero reducida a prudentes límites y atemperada
-por la justicia y el respeto debidos a la ciencia y virtud del
-extranjero, promueve una emulación internacional de bonísima ley,
-en la cual gana también la causa del progreso, y en definitiva
-hasta la de la humanidad. Bajo este aspecto, son eficacísimos los
-Congresos científicos internacionales. Porque muchos sabios que en un
-principio se miraban recelosamente, ya por rivalidad internacional,
-ya en virtud de la noble y loable envidia aprobada por Cervantes, al
-ponerse en contacto, acaban por conocerse y estimarse cordialmente;
-y las corrientes de simpatía y de justicia nacidas en las alturas no
-tardan en filtrarse hasta lo íntimo de la masa social, suavizando
-progresivamente las relaciones políticas entre los pueblos rivales[10].
-
-De todos modos, cualesquiera que sean los progresos del cosmopolitismo,
-el sentimiento de patria conservará siempre su poder dinamógeno y
-continuará siendo el gran excitador de las competencias científicas e
-industriales. Emerge de raíz psicológica harto profunda para que los
-embates del socialismo internacional y las lucubraciones del humanismo
-filosófico puedan extinguirlo. Pasiones de este género no se discuten,
-se aprovechan, porque constituyen inapreciables depósitos de energía
-viril y de sublimes heroísmos. Misión de los Gobiernos e Instituciones
-docentes es canalizar, domar esta admirable fuerza, aplicándola a
-provechosas y redentoras empresas, y desviándola de las algaradas y
-alborotos del separatismo fratricida.
-
-Muy atinadamente nota P. J. Thomas, en su _Educación de los
-sentimientos_, «que la idea de patria, como la idea de familia,
-es necesaria, como lo son igualmente los sentimientos en ellas
-implicados. Obran como estimulantes del progreso y garantizan nuestra
-propia dignidad. Se lucha por la gloria de la patria, como se lucha
-por el honor de su nombre... La nación, se ha dicho, es un elemento
-indestructible de la armonía de los mundos, con igual título que
-la provincia, la familia y el individuo... El género humano debe
-permanecer diversificado para mantenerse fuerte y desenvolver una
-actividad sin cesar renaciente».
-
-Aun en la improbable hipótesis de los Estados Unidos de Europa, o del
-Mundo, el hombre amará siempre con predilección el _medio material
-y moral próximo_, es decir, su campanario, su región y su raza, y
-consagrará solamente un tibio afecto, rayano en la indiferencia, al
-_medio lejano_. Con razón se ha dicho varias veces que la adhesión y el
-cariño del hombre a las cosas del mundo es inversamente proporcional
-a la distancia de estas en el espacio y en el tiempo. Y decimos
-_tiempo_, porque la patria no es solamente el hogar y el terruño, es
-también el pasado y el porvenir, es decir, nuestros antepasados remotos
-y nuestros descendientes lejanos.
-
-Con razón ha dicho Bayle: «No son las opiniones generales del
-espíritu las que nos determinan a obrar, sino las pasiones presentes
-en el corazón». Y entre ellas ninguna tiene en sus anales hazañas
-más gloriosas que el amor de la patria. Poco importa saber si tales
-sentimientos son justos o injustos, si reproducen o no la fase
-primitiva y bárbara de la humanidad. Son tónicos morales que deben
-juzgarse solamente por sus efectos, _pragmáticamente_, como ahora se
-dice.
-
-
-_e_) GUSTO POR LA ORIGINALIDAD CIENTÍFICA
-
-Excelentes son los estímulos del patriotismo y el noble afán de
-celebridad para mover a la ejecución de grandes empresas. Con todo eso,
-nuestro principiante correría el riesgo de fracasar si no posee además
-afición decidida hacia la originalidad, gusto por la investigación y el
-deseo de sentir las fruiciones incomparables que lleva consigo el acto
-mismo de descubrir.
-
-El elogio de la acción en función de escrutar misterios o de inquirir
-hechos nuevos, se ha hecho muchas veces. Acerca de esto, Eucken, entre
-otros, ha escrito páginas admirables. Agudamente hace notar «que la
-acción nos _personaliza_, llevando al sumo la individuación; apórtanos
-la grata ilusión de ser reyes creadores y nos proporciona, con la
-conciencia de una libertad sin trabas, el goce de un poder ilimitado».
-
-Aparte la hipertrofia del sentimiento de la propia estima y la
-aprobación de nuestra conciencia, la conquista de la nueva verdad
-constituye, sin disputa, la ventura más grande a que puede aspirar el
-hombre. Los halagos de la vanidad, las efusiones del instinto, las
-caricias de la fortuna, palidecen ante el soberano placer de sentir
-cómo brotan y crecen las alas del espíritu y cómo, al compás del
-esfuerzo, superamos la dificultad y dominamos y rendimos a la esquiva
-naturaleza.
-
-Fortalecido con este sentimiento hedonista, el hombre de ciencia
-desafía hasta la injusticia. En su ánimo no harán mella el silencio
-deliberado de sus émulos --que muchas veces, como dice Goethe, afectan
-ignorar lo que desean permanezca ignorado-- ni la incomprensión
-del medio moral, ni el olvido de las instituciones oficiales. Las
-consideraciones que el mundo rinde al poder, a la nobleza o al dinero,
-no son primordial objeto de sus aspiraciones, porque siente en sí
-mismo una nobleza superior a todas las caprichosamente otorgadas por
-la ciega fortuna o por el buen humor de los príncipes. Esta nobleza,
-de la que se envanece con tanto mayor motivo cuanto que es su propia
-obra, consiste en ser ministro del progreso, sacerdote de la verdad y
-confidente del Creador. Él acierta exclusivamente a comprender algo
-de ese lenguaje misterioso que Dios ha escrito en la Naturaleza; y a
-él solamente le ha sido dado desentrañar la maravillosa obra de la
-Creación para rendir a lo Absoluto el culto más grato y acepto, el de
-estudiar sus portentosas obras, para en ellas y por ellas conocerle,
-admirarle y reverenciarle. Aun descendiendo a las miserias del egoísmo
-humano, todos podemos comprobar que solo nos estiman y respetan quienes
-nos leen y tratan de comprendernos.
-
-Según decíamos antes, la emoción placentera asociada al acto de
-descubrir es tan grande, que se comprende perfectamente aquella sublime
-locura de Arquímedes, de quien cuentan los historiadores que, fuera de
-sí por la resolución de un problema profundamente meditado, salió casi
-desnudo de su casa lanzando el famoso _Eureka_: «¡Lo he encontrado!»
-
-¡Quién no recuerda la alegría y la emoción de Newton al ver confirmada
-por el cálculo, y en presencia de los nuevos datos aportados por Picard
-con la medición de un meridiano terrestre, su intuición genial de la
-atracción universal! Todo investigador, por modesto que sea, habrá
-sentido alguna vez algo de aquella sobrehumana satisfacción que debió
-experimentar Colón al oír el grito de ¡Tierra! ¡Tierra! lanzado por
-Rodrigo de Triana.
-
-Este placer inefable, al lado del cual todos los demás deleites de
-la vida se reducen a pálidas sensaciones, indemniza sobradamente al
-investigador de la penosa y perseverante labor analítica, precursora,
-como el dolor al parto, de la aparición de la nueva verdad. Tan exacto
-es que para el sabio no hay nada comparable al hecho descubierto
-por él, que no se hallará acaso un investigador capaz de cambiar la
-paternidad de una conquista científica por todo el oro de la tierra.
-Y si existe alguno que busca en la Ciencia, en vez del aplauso de
-los doctos y de la íntima satisfacción asociada a la función misma
-del descubrir, un medio de granjear oro, este tal ha errado la
-vocación: al ejercicio de la industria o del comercio debió por junto
-dedicarse[11].
-
-Es que, por encima de todos los estímulos de la variedad y del interés,
-está el goce supremo de la inteligencia al contemplar las inefables
-armonías del mundo y tomar posesión de la verdad, hermosa y virginal
-cual flor que abre su cáliz a las caricias del sol matinal. Como dice
-Poincaré en su hermoso libro _La science et la méthode_: «La belleza
-intelectual se basta a sí misma, y solo por ella, más bien que por el
-futuro bien de la humanidad, el sabio se condena a largos y penosos
-trabajos».
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO IV
-
-Lo que debe saber el aficionado a la investigación biológica.
-
-
-_a_) CULTURA GENERAL
-
-Ocioso sería insistir en la necesidad que tiene nuestro aficionado de
-conocer a fondo la ciencia objeto de sus futuras exploraciones, no solo
-por las descripciones de libros y monografías, sino por el estudio
-de la misma naturaleza. Pero no es menos urgente saber, siquiera
-de modo general, todas aquellas ramas científicas que directa o
-indirectamente se enlazan con la preferida, y en las cuales se hallan,
-ora los principios directores, ora los medios de acción. Por ejemplo:
-el biólogo no se limitará a conocer la Anatomía y Fisiología, sino
-que abarcará también lo fundamental de la Psicología, la Física y la
-Química.
-
-La razón de esta cultura accesoria es obvia: casi siempre el
-descubrimiento de un hecho, o la significación de un fenómeno
-biológico, vienen a representar mera consecuencia de la aplicación de
-principios pertenecientes a la Física o la Química. Descubrir, como
-ha dicho Laplace, es aproximar dos ideas que se hallaban separadas. E
-importa observar que las más de las veces esta aproximación fecunda
-tiene lugar entre un hecho perteneciente a una ciencia compleja
-(Biología, Sociología, Química, etc.), y un principio entresacado
-de una ciencia simple. En otros términos: las ciencias generales o
-abstractas, según las clasificaciones de Comte y de Bain, explican a
-menudo los fenómenos de las ciencias complicadas y concretas. Por donde
-se cae en la cuenta de que una seriación jerárquica bien entendida de
-los conocimientos humanos representa un verdadero árbol genealógico.
-La Lógica y las Matemáticas asisten y esclarecen la Física y a la
-Química, y estas a su vez explican, y en parte generan, la Biología, la
-Sociología y sus diferentes ramificaciones.
-
-Descubrir consiste, a menudo, en hacer entrar el hecho en una ley; en
-encerrarlo en un marco ideológico más amplio, en clasificarlo en fin;
-por eso ha podido afirmarse que descubrir es dar nombre correcto a una
-cosa ilegítima o provisoriamente bautizada. De donde se sigue que,
-cuando la ciencia llegue a la suma perfección, cada fenómeno recibirá
-el nombre que le corresponda, establecidas al fin sus profundas
-relaciones con las verdades generales. Bajo este aspecto resulta
-muy expresiva la conocida frase de Mach: «una palabra bien elegida
-puede economizar cantidad enorme de pensamiento». Porque _nombrar_ es
-clasificar, es establecer filiaciones ideales, relaciones de analogía
-entre fenómenos poco conocidos y una noción o principio general, donde
-se hallan latentes, como el árbol en su germen.
-
-Los estudios filosóficos constituyen, sobre todo, buena preparación y
-excelente gimnasia para el hombre de laboratorio. No deja, ciertamente,
-de llamar la atención el que muchos ilustres investigadores hayan
-llegado a la ciencia desde el campo de la filosofía. Ocioso es
-advertir que el investigador se preocupará menos de la doctrina o del
-credo filosófico --credo que varía desgraciadamente cada quince o
-veinte años-- que de los criterios de verdad y del aparato crítico,
-con cuyo ejercicio adquirirá flexibilidad y sagacidad y aprenderá a
-desconfiar de la aparente certidumbre de los más subyugadores sistemas
-científicos, enfrenando convenientemente el vuelo de la propia
-imaginación. Su divisa será siempre la frase de Cicerón: _Dubitando ad
-veritatem pervenimus._
-
-Por lo que hace a la anatomía microscópica de los animales y plantas,
-la mayoría de los hechos que forman la materia de esta ciencia son
-resultados de conflictos entre las propiedades químicas de ciertos
-reactivos y la constitución estructural de las células y tejidos.
-En bacteriología, en neurología, etc., casi todo cuanto sabemos lo
-debemos a la feliz aplicación de materias colorantes creadas por la
-Química moderna. Lo mismo ocurre en biología general. Recuérdense
-los interesantes estudios de Loeb sobre la partenogénesis artificial
-y los de Harrison, Carrel, Lambert y otros acerca de los cultivos
-artificiales de las células de los tejidos animales. Tan sorprendentes
-experimentos son pura consecuencia de las variaciones químicas o
-físicas provocadas en el ambiente celular.
-
-Esta íntima solidaridad de las ciencias ha sido sentida por muchos,
-y singularmente por Letamendi, quien al hablar de las especialidades
-científicas, las definía: «la aplicación de toda la Ciencia a una rama
-particular del saber».
-
-Para un entendimiento superior que conociera todas las razones
-misteriosas que enlazan los fenómenos del Universo, en vez de
-ciencias, habría _una sola Ciencia_. Ante un ser semejante, las
-fronteras que parecen separar nuestros conocimientos, el andamiaje
-formal de nuestras clasificaciones, el desmenuzamiento artificial de
-las cosas tan grato a nuestro intelecto, que solo puede considerar la
-realidad sucesivamente y como por facetas, desaparecería por completo.
-A sus ojos la Ciencia total parecería a modo de árbol gigantesco,
-cuyas ramas estuvieran representadas por las ciencias particulares,
-y el tronco por el principio o principios sobre que se fundan. El
-especialista trabaja como una larva, asentado sobre una hoja y
-forjándose la ilusión de que su pequeño mundo se mece aislado en el
-espacio; el científico general, dotado de sentido filosófico, entrevé
-el tallo común a muchas ramas. Pero solo el genio del saber a que antes
-aludíamos, gozaría de la dicha y del poder de contemplar el árbol
-entero, esto es, la _Ciencia_, múltiple e infinita en sus formas, una
-en sus principios.
-
-
-_b_) NECESIDAD DE ESPECIALIZARSE
-
-Conviene, empero, no exagerar la regla precedente, cayendo en
-el escollo de la enciclopedia, adonde van a parar todos los
-entendimientos dispersivos, inquietos, indisciplinados, e incapaces
-de fijar mucho tiempo la atención en una sola idea. Las _aficiones
-rotatorias_, como las llamaba un médico-escritor originalísimo, pueden
-formar grandes literatos, conversadores deliciosos, oradores insignes,
-rara vez descubridores científicos.
-
-El proverbio tan conocido «el saber no ocupa lugar» es error de a
-folio, que, afortunadamente, no tiene graves consecuencias prácticas,
-pues aun los que creen en él están obligados a confesar que el
-aprender muchas cosas, cuando no espacio, ocupa tiempo. Solo un juicio
-demasiado lisonjero acerca de nuestros talentos puede explicar la
-manía enciclopédica; pues pretensión quimérica constituye el intento
-de dominar varias ciencias, cuando vemos a hombres de verdadero genio
-e infatigable laboriosidad resignarse, a fin de poder cosechar algunas
-verdades, al conocimiento profundo de una rama del saber, y, a menudo,
-al de un tema concreto de una ciencia determinada.
-
-No nos hagamos, pues, ilusiones: si la vida de un hombre basta para
-saber algo de todas las disciplinas humanas, apenas es suficiente para
-dominar hasta el detalle una o dos de ellas.
-
-Los enciclopedistas modernos, como Herbert Spencer, Mach, Wund, etc.,
-son en realidad especialistas de la filosofía de las ciencias y de las
-artes, conforme lo fueron en su tiempo Leibnitz y Descartes, bien que
-estos sabios, por la natural limitación de los conocimientos de su
-época, pudieron abarcar un dominio bastante más extenso, y realizar
-descubrimientos en dos o tres ciencias.
-
-Pasaron ya, quizás para no volver más, los investigadores
-polilaterales: a la hora presente hay que reconocer que en Física
-como en Matemáticas, en Química como en Biología, los descubrimientos
-corren a cargo de sabios especialistas; pero, entiéndase bien, no de
-particularistas _monolaterizados_, incrustados en un detalle, sino
-de trabajadores que, sin perder de vista su dominio especial, siguen
-atentamente los progresos más culminantes de las ciencias afines.
-Semejante división del trabajo, además de buena táctica, constituye
-ineluctable necesidad. A ella nos obligan el tiempo extraordinario
-exigido por el ensayo y dominio de los métodos diariamente
-descubiertos, el creciente caudal de la producción bibliográfica, y el
-considerable número de sabios que simultáneamente trabajan sobre cada
-tema de estudio.
-
-Para terminar con la vulgar filosofía condensada en la reputada
-máxima _quien mucho abarca poco aprieta_, en contraposición del no
-menos acreditado refrán _el saber no ocupa lugar_, séanos lícito
-hacer una comparación vulgar. El entendimiento inquisitivo es como
-un arma de combate. Si en ella se labra un solo filo, tendremos una
-espada tajante. Si dos, el arma podrá cortar todavía, aunque menos
-eficientemente; pero si le sacamos tres o cuatro, la acuidad de los
-filos irá disminuyendo hasta convertirse en inofensivo cuadradillo. Una
-bayoneta podría, en rigor, cortar todavía, mas para ello fuera precisa
-formidable energía motriz; mientras que una daga bien afilada resulta
-temible aun en las manos de un niño.
-
-Como el acero informe, nuestro intelecto representa una espada en
-potencia. Merced a la forja y lima del estudio, transfórmase en el
-templado y agudo escalpelo de la Ciencia. Labremos el filo por solo un
-lado, o por dos a lo más, si queremos conservar su eficacia analítica y
-herir a fondo el corazón de las cuestiones; y dejemos a los bobalicones
-del enciclopedismo que transformen su entendimiento en inofensivo
-cuadradillo.
-
-
-_c_) LECTURA ESPECIAL O TÉCNICA
-
-Inútil es advertir que en la biblioteca del investigador deben figurar
-cuantos libros y Revistas importantes, concernientes a la especialidad,
-vean la luz en las naciones más adelantadas. Las Revistas alemanas
-serán consultadas a cada momento, pues por lo que toca a la Biología,
-es forzoso reconocer que Alemania sola produce más hechos nuevos que
-todas las naciones juntas[12].
-
-Quien desea los fines quiere los medios; y pues, en la época actual,
-el conocimiento de la lengua germánica es imprescindible para ponerse
-al corriente de la última hora científica, estudiemos aquella
-seriamente, siquiera para llegar a la traducción, desembarazándonos
-de ese supersticioso terror que a los españoles nos inspiran los
-enrevesados términos y giros de los idiomas del Norte. Tan preciso
-es el conocimiento del alemán, que no se hallará quizás un solo
-investigador italiano, inglés, francés, ruso o sueco, que no sea capaz
-de leer corrientemente las monografías tudescas. Y como los trabajos de
-los alemanes ven la luz en un país que puede actualmente considerarse
-como el foco de la producción científica, tales escritos tienen para
-nosotros la inestimable ventaja de contener extensas y puntuales
-noticias históricas y bibliográficas[13]. Después del alemán siguen
-en orden de importancia el inglés y el francés. Y nada diremos del
-italiano, porque no hay español medianamente culto que no sea capaz
-de traducirlo, aun sin la ayuda del diccionario. Ni es lícito ignorar
-que en algunas disciplinas científicas Italia marcha a la cabeza del
-progreso.
-
-A la hora presente se publican trabajos científicos en más de seis
-idiomas. Al intento plausible de restaurar el latín, o de utilizar el
-_esperanto_ como lengua científica universal, han respondido los sabios
-multiplicando todavía el número de idiomas en que aparecen redactados
-los trabajos científicos. Preciso es reconocer que prácticamente
-el _volapück_ o el _esperanto_ representan una lengua más[14] que
-aprender. Tal resultado era de prever; porque no consienten otra cosa
-ni las tendencias esencialmente popularizadoras y democráticas del
-saber moderno, ni las miras económicas de autores y editores, cuyos
-intereses morales y materiales les impulsan a difundir en el gran
-público aquellas conquistas científicas que antaño fueron patrimonio
-exclusivo de las Academias o de ciertas sumidades de la cátedra.
-
-No se crea, empero, que el investigador debe hablar y escribir todas
-las lenguas de Europa: al español le bastará traducir las cuatro
-siguientes, que se ha convenido en llamar _lenguas sabias_, y en las
-cuales aparecen publicados casi todos los trabajos científicos: el
-francés, el inglés, el italiano y el alemán. Naturalmente, entre las
-lenguas sabias no figura el español; no queda, por tanto, a nuestros
-maestros más recurso, si desean que sus pesquisas sean conocidas y
-apreciadas por los especialistas, que escribir y hablar en uno de
-aquellos cuatro idiomas europeos[15].
-
-
-_d_) CÓMO SE DEBEN ESTUDIAR LAS MONOGRAFÍAS
-
-Al leer las monografías de la especialidad que se desee cultivar,
-debemos fijarnos sobre todo en dos cosas: en los métodos de
-investigación de que el autor se ha servido en sus pesquisas, y en
-los problemas que han quedado pendientes de solución. En cuanto al
-libro de popularización, nos merecerá menos atención y confianza, a
-menos que no sea alguna voluminosa exposición de conjunto, o contenga
-algunos conceptos generales de fecunda aplicación en el laboratorio.
-En general, puede afirmarse que el libro refleja ya una fase histórica
-de la Ciencia. Por efecto del mucho tiempo que exige su redacción, y
-de la preocupación dominante en el autor de simplificar la materia
-para ser entendido del gran público, faltan o se hallan muy ligeramente
-esbozados los temas de actualidad, los detalles de los métodos y las
-lagunas de la investigación.
-
-Someteremos a estudio detenido las monografías debidas a los autores
-más geniales y que mayor impulso hayan dado a la cuestión: el talento
-original posee, entre otras cualidades, una gran virtud sugestiva. Es
-propiedad de todo buen libro que el lector recoja en él, no solo las
-ideas expuestas deliberadamente por el autor, sino otras totalmente
-nuevas, y hasta diferentes para cada hombre, y que brotan del conflicto
-entre nuestro fondo de representaciones y los conceptos del texto.
-Por donde se ve que la monografía genial, con ser buena fuente de
-información científica, resulta además eficaz reactivo de nuestras
-propias energías cerebrales.
-
-Las cabezas humanas, como las palmeras del desierto, se fecundan a
-distancia. Mas, para que semejante conjugación entre dos espíritus se
-realice y dé fruto de bendición, es menester interesarse profundamente
-en la lectura del libro genial, penetrarse de su hondo sentido y,
-en fin, simpatizar con el autor. En la Ciencia, como en la vida, el
-fruto viene siempre después del amor. Por no consultar las memorias
-originales y fiarse de obras de conjunto, ¡cuántos principiantes caen
-en el error de considerar ciertos ajenos y antiguos descubrimientos
-como fruto de propia labor!
-
-Nuestro novel hombre de ciencia debe huir de resúmenes y manuales como
-de peste. Buenos para la enseñanza, los manuales son pésimos para
-guiar al investigador. Quien resume, se resume a sí mismo; quiero
-decir que a menudo expone sus juicios y doctrinas en lugar de las del
-autor. De este toma lo que le agrada o lo que entiende y digiere sin
-esfuerzo: da lo principal por accesorio, y viceversa. A título de
-aclarar y popularizar la obra ajena, el abreviador acaba por sustituir
-su personalidad a la del autor, cuya fisonomía intelectual, tan
-interesante y educadora para el lector, permanece en la sombra.
-
-De lo dicho se infiere la inexcusable obligación en que se halla el
-investigador, si desea evitar desagradables sorpresas, de leer a los
-autores en sus obras originales; a menos que los resúmenes no dimanen
-de los autores mismos, que entonces, por compensación de la concisión,
-acaso hallemos concepciones originales e ideas directrices de gran
-provecho para la labor analítica.
-
-Aquí surge una cuestión: Antes de empezar una investigación de
-laboratorio, ¿debe o no apurarse la bibliografía? Penetrados y como
-saturados de cuanto sobre el tema ha sido escrito, ¿no corremos el
-riesgo de ser sugestionados y de perder el don inapreciable de la
-independencia de juicio? La misma impresión de agotamiento del asunto,
-producida por la puntual información a que nos hemos entregado, ¿no
-será fatal a nuestras aspiraciones de hallar algo completamente
-original?
-
-Cuestión es esta que cada cual resuelve a su manera; aunque, a mi ver,
-si para decidirla se acudiera a plebiscito de sabios, la solución
-sería no iniciar indagación ninguna sin tener a la vista todos los
-antecedentes bibliográficos. Procediendo de esta suerte, se evita el
-doloroso desencanto producido al saber que hemos malgastado el tiempo
-redescubriendo cosas conocidas y descuidando, por consiguiente, el
-estudio profundo de las verdaderas lagunas del tema.
-
-La conducta más prudente, a mi ver, es apurar, desde luego, la
-investigación bibliológica especial antes de lanzarse a la tarea
-analítica. Pero cuando, por dificultades insuperables, sea ello
-irrealizable (según ocurre desgraciadamente en España, donde las
-Universidades carecen de libros modernos extranjeros y las Academias
-no tienen recursos para suscribirse a las Revistas científicas más
-importantes), no debemos, por monografía de más o de menos, dejar de
-acudir al laboratorio; pues si, enterados de los mejores métodos en
-boga, trabajamos con ahinco y perseverancia, siempre hallaremos algo
-escapado a la sagacidad de los últimos observadores, por lo mismo que,
-no habiendo sido influidos por ellos, habremos caminado por rutas
-diferentes, y considerado el tema desde diverso punto de vista. En
-último caso, vale mil veces más arriesgarse a repetir descubrimientos,
-que renunciar a toda tentativa de indagación experimental; porque el
-principiante que en sus primeros ensayos de observador sabe hallar
-cosas poco tiempo antes publicadas, lejos de desalentarse por ello,
-fortifica su confianza en el propio valer, cobra ánimos para futuras
-empresas, y acaba por fabricar ciencia original, en cuanto sus medios
-pecuniarios correspondan a sus buenos deseos.
-
-
-_e_) NECESIDAD ABSOLUTA DE BUSCAR LA INSPIRACIÓN EN LA NATURALEZA
-
-Mucho aprenderemos en los libros, pero más aprenderemos en la
-contemplación de la Naturaleza, causa y ocasión de todos los libros.
-Tiene el examen directo de los fenómenos no sé qué fermento perturbador
-de nuestra inercia mental, cierta virtud excitadora y vivificante, del
-todo ausente o apenas actuante aun en las copias y descripciones más
-fieles de la realidad.
-
-Todos habremos podido notar que, al intentar la comprobación de un
-hecho descrito por los autores, este se presenta siempre con faz
-distinta de la presumida, y sugiere ideas y planes de acción no
-suscitados por la mera lectura. Ello depende, a nuestro juicio, de la
-incapacidad de la palabra humana para la pintura fiel de la realidad
-exterior. En cuanto causa de conocimiento, esta representa un haz
-de sensaciones variadísimas y complejas, de las cuales la expresión
-simbólica, que procede siempre por abstracción y simplificación,
-refleja solo una mínima parte.
-
-Toda descripción, por objetiva e ingenua que parezca, constituye
-interpretación personal, punto de vista propio del autor. Sabido es que
-el hombre mezcla a todo su personalidad, y cuando cree fotografiar el
-mundo exterior, a menudo se contempla y se retrata a sí mismo.
-
-Por otra parte, la observación suministra, a más de los datos
-empíricos con los cuales hemos de formar el juicio, ciertos factores
-sentimentales, insustituibles: la sorpresa, el entusiasmo, la emoción
-agradable, que son fuerzas propulsoras de la imaginación constructiva.
-La emoción enciende la máquina cerebral, que adquiere por ella el calor
-necesario para la forja de intuiciones afortunadas y de hipótesis
-plausibles.
-
-En comprobación de los efectos sugestivos que la Naturaleza, obrando
-directamente, causa en el observador, séame lícito referir la impresión
-sentida al contemplar por primera vez el fenómeno de la circulación de
-la sangre.
-
-Estudiaba yo tercer año de Medicina y había en diversos libros
-aprendido los pormenores del fenómeno mencionado, pero sin que estas
-lecturas encadenaran mi atención ni produjeran corrientes intensas de
-pensamiento. Mas cuando uno de mis amigos, el señor Borao, ayudante
-de Fisiología, tuvo la gentileza de mostrarme la circulación en el
-mesenterio de la rana. En presencia del sublime espectáculo, sentí como
-una revelación. Entusiasmado y conmovido al ver girar los glóbulos
-rojos y blancos como los cantos rodados al ímpetu del torrente; al
-notar cómo, por virtud de su elasticidad, los _hematíes_ se estiraban
-y pasaban trabajosamente por los más finos capilares, recobrando,
-salvado el obstáculo, súbitamente su forma, a la manera de un resorte;
-al advertir que, al menor impedimento en la corriente, se entreabrían
-las junturas del endotelio y sobrevenía la hemorragia y el edema; al
-reparar, en fin, cómo el latido cardíaco, atenuado por la excesiva
-acción del _curare_, sacudía flojamente los hematíes atascados...,
-pareciome como que se descorría un velo en mi espíritu, y se alejaban
-y perdían las creencias en no sé qué misteriosas fuerzas a que por
-entonces se atribuían los fenómenos de la vida. En mi entusiasmo
-prorrumpí en las siguientes frases, ignorando que muchos, singularmente
-Descartes, las habían expresado siglos antes: «La vida semeja puro
-mecanismo. Los cuerpos vivos son máquinas hidráulicas tan perfectas,
-que son capaces de reparar los desarreglos causados por el ímpetu del
-torrente que las mueve, y de producir, en virtud de la generación,
-otras máquinas hidráulicas semejantes». Tengo por seguro que esta viva
-impresión causada por la contemplación directa del mecanismo íntimo
-de la vida, fue uno de los decisivos estímulos de mi afición a los
-estudios biológicos[16].
-
-
-_f_) DOMINIO DE LOS MÉTODOS
-
-Escogido el tema de estudio, e informado menudamente, a ser posible,
-del estado actual del punto a esclarecer, el investigador pasará a
-aplicar cuantos métodos analíticos hayan sido propuestos, al objeto de
-confirmar los hechos descritos y reproducidos en las más recientes
-monografías. Durante esta tentativa de comprobación, se le revelarán
-a menudo los puntos dudosos, las hipótesis insostenibles, las lagunas
-de la observación, y entreverá más de una vez el camino por el cual le
-será dado impulsar el conocimiento del tema.
-
-La maestría de los métodos, particularmente en las ciencias biológicas,
-es tan trascendental, que, sin temor de equivocación, se puede afirmar
-que los grandes descubrimientos corren a cargo de los técnicos más
-primorosos: de aquellos sabios que han profundizado, a favor de
-perseverantes ensayos, todos los secretos de uno o varios recursos
-analíticos.
-
-En apoyo de este aserto bastará recordar que, a despecho de los
-centenares de histólogos, embriólogos y anatómicos que se conocen en
-Europa y América, las más salientes conquistas científicas se deben a
-una docena de hombres que se han señalado, ora por la invención, ora
-por el perfeccionamiento, ya por el absoluto dominio de algunos métodos
-de indagación.
-
-Entre los procedimientos de estudio se escogerán de preferencia los
-más recientes, y sobre todo los más difíciles, por ser los menos
-agotados. Importa poco el tiempo gastado en ensayos infructuosos, pues
-si el método ofrece sumo poder diferenciador, los resultados obtenidos
-tendrán gran importancia y nos indemnizarán con creces de nuestros
-afanes. Con ello tendremos, además, la inestimable ventaja de caminar
-casi solitarios o de hallar en nuestra ruta pocos émulos y concurrentes.
-
-
-_g_) EN BUSCA DEL HECHO NUEVO
-
-He aquí la cuestión ardua, la preocupación soberana del principiante,
-que sabe, por la historia de la investigación científica, que alcanzado
-el primer descubrimiento, se siguen otros derivados de él como las
-consecuencias de las premisas.
-
-La nueva verdad hallada es, a menudo, el fruto de paciente y tenaz
-observación, la consecuencia de haber aplicado al tema más tiempo, más
-constancia y mejores métodos que nuestros predecesores. Como hemos
-dicho más atrás, la consideración escrupulosa y repetida de los mismos
-hechos acaba por dotarnos de una sensibilidad analítica refinada y
-como sobrexcitada en cuanto atañe al tema escogido. ¡Cuántas veces
-nos ha sido dado hallar, en virtud de ese golpe de vista fruto de
-la experiencia, cosas enteramente nuevas en las preparaciones donde
-nuestros discípulos nada veían de particular! Y ¡cuántos hechos nuevos
-habrán escapado a nuestra atención, cuando, bisoños todavía en la
-técnica micrográfica, cada preparación nos parecía una esfinge!
-
-Además del notable incremento que adquiere nuestra capacidad
-diferenciadora por la repetición de experimentos y de observaciones,
-el perseverante estudio de una cuestión nos lleva casi siempre a
-perfeccionar los métodos de investigación, determinando todas las
-condiciones del mal resultado, y por ende, las causas promotoras del
-máximo rendimiento técnico.
-
-A veces, el descubrimiento constituye el premio de la diligencia.
-Trátase de aplicar un procedimiento reciente, y apenas explotado,
-a temas nuevos. Semejante táctica ha suscitado grandes y fáciles
-progresos en los vastos dominios de la Bacteriología, Anatomía e
-Histología comparadas.
-
-Dado que los grandes impulsores científicos han sido, por lo común,
-creadores de métodos, lo mejor y más congruente sería dictar reglas
-para el hallazgo de estos. Desgraciadamente, en las Ciencias biológicas
-casi todos los recursos analíticos débense al azar.
-
-En general, cabe afirmar que los métodos representan felices
-aplicaciones a un dominio científico de verdades pertenecientes a
-otra disciplina del saber; mas esta aplicación suele ser obra de
-tanteos azarosos, o cuando más, se inspira en vagas analogías. En
-Bacteriología, Histología e Histoquímica, por ejemplo, los métodos
-representan, según dejamos apuntado ya, efectos selectivos de materias
-colorantes o de reactivos creados por la Química moderna. Ninguna razón
-plausible, a no ser el intento de provocar la casualidad, pudo inspirar
-a Gerlach la coloración de los núcleos por el carmín; a Máximo Schültze
-el empleo del ácido ósmico en el tejido nervioso; a Hannover la
-introducción del ácido crómico y bicromatos en el endurecimiento de los
-tejidos; a Koch, Ehrlich y otros, el aprovechamiento de las anilinas
-para la impregnación de las bacterias, etc.
-
-Si conociéramos de un modo perfecto la composición química de las
-células vivas, los resultados debidos a la aplicación de tal o cual
-reactivo colorante vendrían a ser mera deducción de los principios
-de la Química biológica. Empero, hallándonos harto distantes de este
-ideal, quienes pretendan descubrir nuevos métodos biológicos no tienen
-más recurso que someter los tejidos vivos a los mismos ciegos ensayos
-a que se entregaban los químicos de los pasados siglos para lograr, de
-vez en cuando, del conflicto y mezcla de varios cuerpos, combinaciones
-imprevistas.
-
-Menester es, pues, fiar algo a la casualidad, provocándola mediante una
-serie reiterada de tanteos, en los cuales no podemos ser guiados más
-que por la intuición auxiliada por el conocimiento, todo lo profundo
-y preciso posible, de los reactivos y procederes técnicos recién
-introducidos en la Química y la Industria.
-
-Y esto nos lleva a decir algo de la casualidad en la esfera de la
-investigación científica. Entra por mucho, positivamente, el azar en
-la labor empírica, y no debemos disimular que a él debe la Ciencia
-brillantes adquisiciones; pero la casualidad no sonríe al que la
-desea, sino al que _la merece_, según la gráfica frase de Duclaux. Y
-es preciso reconocer que solo la merecen los grandes observadores,
-porque ellos solamente saben solicitarla con tenacidad y perseverancia
-deseables; y cuando obtienen la impensada revelación, solo ellos son
-capaces de adivinar su transcendencia y alcance.
-
-En la ciencia, como en la lotería, la suerte favorece comúnmente al que
-juega más, es decir, al que, a la manera del protagonista del cuento,
-remueve continuamente la tierra del jardín. Si Pasteur descubrió por
-azar las vacunas bacterianas, también colaboró su genio, que vislumbró
-todo el partido que podía sacarse de un hecho casual, a saber: el
-rebajamiento de la virulencia de un cultivo bacteriano abandonado al
-aire, y verosímilmente atenuado por la acción del oxígeno.
-
-La historia de la Ciencia está llena de hallazgos parecidos: Scheele
-tropezó con el cloro, trabajando en aislar el manganeso; Cl. Bernard,
-imaginando experimentos encaminados a sorprender el órgano destructor
-del azúcar, halló la función glucogénica del hígado, etc. En fin,
-ejemplos recientes de casi milagrosa fortuna son los estupendos
-descubrimientos de Röntgen, Becquerel y los Curie.
-
-Pura casualidad fue, según es notorio, el descubrimiento de los
-_rayos X_, hecho por el profesor Röntgen. Repetía este sabio en
-su laboratorio de Würzburgo los experimentos de Lenard sobre las
-singulares propiedades de los _rayos catódicos_. Según costumbre,
-estas radiaciones eran proyectadas sobre pantalla fluorescente de
-_platino-cianuro de bario_. Y al objeto de averiguar la duración del
-fenómeno fluorescente, ocurriósele un día obscurecer el laboratorio
-cubriendo con caja de cartón la ampolla de Crookes, aparato generador,
-según es notorio, de los citados rayos catódicos. Puesta en acción la
-bobina, miró a la pantalla y vio con extraordinario asombro que esta
-se iluminaba intensamente. Interpuso después un trozo de madera, un
-libro, y siguió observando que las radiaciones --los rayos nuevos--
-atravesaban fácilmente estos cuerpos opacos. En fin, en momentos de
-febril impaciencia, intercaló casualmente la mano entre la ampolla
-de Crookes y la pantalla receptora, cuando, sobrecogido de intensa
-emoción, acaso con espanto, contempló espectáculo macabro: sobre la
-superficie del cuerpo fluorescente dibujábanse fielmente en negro los
-huesos de la mano, como si no existieran los tejidos envolventes.
-Los maravillosos rayos X quedaban descubiertos, y con ellos la
-_radioscopia_. Pronto siguieron la _radiofotografía_ y las admirables
-aplicaciones quirúrgicas e industriales de todos conocidas.
-
-El segundo caso, muy elocuente también, fue el descubrimiento fortuito
-de la _radioactividad_ de la materia, debido al insigne físico francés
-Henri Becquerel.
-
-Ya el malogrado H. Poincaré habíase preguntado si al fin no resultaría
-que la producción de rayos X es propiedad de los cuerpos fluorescentes.
-Deseando confirmar esta conjetura y bien preparado, además, para tal
-linaje de indagaciones, M. Becquerel proyectó ensayar el _sulfato de
-uranio_, cuerpo típicamente fluorescente. Pero corrían los nebulosos
-días de febrero, y el sol no se dignaba aparecer. En espera de que
-el astro rey disipara las densas brumas de París, había el referido
-físico preparado con mucha antelación el experimento, colocando sobre
-placa sensible, cubierta de papel negro, varios cristales de sulfato
-de uranio, e interponiendo, además, una cruz de cobre. La impaciencia
-le devoraba. Aguijado por ella, ocúrrele cierto día extraer la placa
-de su envoltura protectriz, y revelarla a la ventura. Grande fue su
-asombro al advertir, contra todas sus presunciones (la sal de uranio
-había permanecido en la obscuridad), intensa impresión en la placa,
-donde se mostraban dibujados en negro los cristales de la sal uránica,
-y en claro la referida cruz metálica. Había, sin querer, descubierto la
-_radioactividad_ de la materia, una de las más prodigiosas conquistas
-de la ciencia moderna.
-
-Mas lo chocante y estupendo del caso fue que M. Becquerel realizó
-tamaño descubrimiento (que le valió el premio Nobel) guiado por
-falsa hipótesis (relación etiológica entre la emisión de rayos X y
-la fluorescencia). Precisamente de todos los cuerpos fluorescentes
-conocidos, _solo el uranio_ posee poder radioactivo. Como se ve, el
-efecto fue teatral; se diría preparado por un genio irónico empeñado en
-impulsar la Ciencia, a pesar de las más erróneas concepciones.
-
-Mas es forzoso convenir en que, si muchos sabios descubrieron lo que no
-buscaban, todos ellos buscaron con admirable tenacidad, y fueron dignos
-del éxito, porque con rara penetración, acertaron a sorprender los
-grandes progresos latentes en las tímidas y fragmentarias revelaciones
-del acaso. En suma: el azar afortunado suele ser casi siempre el
-premio del esfuerzo perseverante.
-
-Solicitar la ayuda de la casualidad, es como agitar el agua turbia para
-que suban y se hagan patentes los objetos sumergidos en el fondo. Todo
-observador hará bien en tentar su buena ventura; empero no confiará
-demasiado en ella, y apelará más a menudo al trabajo reglado, pues
-quien domina los métodos y está al corriente de los problemas todavía
-no resueltos, pero susceptibles de solución, logra casi siempre, sin
-aventurarse en probaturas de ordinario infecundas, algún descubrimiento
-de más o menos valía.
-
-Conquistado el primer hecho nuevo (sobre todo si este es de aquellos
-cuyo advenimiento provoca en el ambiente científico nuevas corrientes
-de ideas), nuestra tarea será tan llana como brillante: como que se
-reducirá a ir sacando progresivamente las consecuencias que entraña la
-reciente adquisición en las diversas esferas de la Ciencia. Por eso
-se ha dicho que el primer descubrimiento es el que cuesta; los demás
-suelen ser corolarios del primero. Doctrina sabida es, y proclamada
-por filósofos como Taine, y por científicos como Tyndall, que todo
-problema resuelto plantea infinidad de nuevas cuestiones, y que el
-descubrimiento de hoy contiene en germen los descubrimientos del
-mañana. La cima de la verdad, con tantos esfuerzos escalada, que
-mirada desde el valle semejaba montaña imponente, no es sino minúscula
-estribación de formidable cordillera que se columbra a través de la
-niebla, atrayéndonos con insaciable curiosidad. Satisfagamos esta
-ansia de subir, y aprovechando el plácido descanso que proporciona
-la contemplación del nuevo horizonte, meditemos desde la cima recién
-conquistada el plan que debe conducirnos a más altas regiones.
-
-Pero, según dejamos dicho, la fortuna de inaugurar un estudio lleno
-de promesas con un hecho trascendental es rara, y ningún investigador
-prudente debe contar demasiado con ella; por donde, para iniciar
-nuestra obra, no debemos vacilar en partir del descubrimiento de otros.
-Así y todo, no ha de faltarnos labor, y labor fecunda. El nuevo hecho,
-fruto del ajeno desvelo, suele causar una revolución en el ambiente
-científico: convierte en sospechosas doctrinas antes estimadas como
-verdades firmes; suscita nuevas posiciones de equilibrio en esas
-vagas regiones de lo conjetural que forman el tránsito de lo conocido
-a lo desconocido; y plantea una serie de nuevas cuestiones que el
-iniciador, falto de tiempo, no pudo resolver por sí mismo.
-
-Además, en el orden crítico este deja casi siempre incompleta su obra:
-influido todavía por la tradición, no acierta a romper abiertamente
-con los prejuicios del pasado; receloso, acaso, de hallar demasiada
-oposición en el ambiente científico, e impaciente de aprobaciones
-y aplausos, presenta su teoría como una transacción entre viejas y
-novísimas doctrinas. Por tal motivo, un observador menos meticuloso,
-llegado de refresco, suele perfeccionar, con poco esfuerzo, la obra
-del iniciador, sacando de ella las últimas consecuencias teóricas
-y prácticas. Todo ese cúmulo de problemas suscitados por la nueva
-conquista científica, constituye terreno fecundísimo para el novel
-investigador. A él acudirá, bien templadas sus armas analíticas, sin
-arrogancia ni esperanza excesiva; pero no confíe en llegar solo: allí
-encontrará también una pléyade de émulos que intentarán ganarle por la
-mano, y a los cuales se adelantará solamente a fuerza de actividad,
-penetración y perseverancia.
-
-Finalmente, cuando nos hallemos en presencia de varios temas igualmente
-favorables y fecundos, escogeremos aquel cuya metodología nos sea
-perfectamente conocida, y por el que sintamos decidida simpatía. Es
-consejo de buen sentido que Darwin daba a sus discípulos cuando le
-demandaban tema de estudio. Y la razón es que nuestro entendimiento
-redobla sus fuerzas cuando columbra en lontananza el premio del placer
-o de la utilidad.
-
-El explorador de la naturaleza --lo hemos repetido varias veces-- debe
-considerar la investigación cual _deporte_ incomparable, en donde
-todo, desde los procederes técnicos hasta la elaboración doctrinal,
-constituye perenne manantial de gratas satisfacciones. Quien en
-presencia de un arduo problema no sienta crecer su entusiasmo, ni
-acrecentarse sus fuerzas; quien, al aproximarse el solemne momento del
-_fiat lux_ impacientemente esperado, no tenga el alma inundada por la
-emoción precursora del placer, debe abandonar las empresas científicas,
-porque la Naturaleza no otorga sus favores a los fríos de condición, y
-la frialdad es a menudo inequívoco signo de impotencia.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO V
-
-Enfermedades de la voluntad.
-
-
-Todos hemos visto profesores superiormente dotados, desbordantes de
-actividad e iniciativas, en posesión de suficientes medios de trabajo,
-y que, sin embargo, no realizan obra personal ni escriben casi nunca.
-Sus discípulos y admiradores esperan con ansia la obra grande,
-legitimadora del alto concepto que del maestro se formaron; pero la
-_obra grande_ no se escribe y el maestro continúa callando.
-
-No nos engañen el optimismo y el buen deseo. A despecho del mérito
-excepcional y del celo y actividad desplegados en determinadas
-funciones docentes, dichos maestros son enfermos de la voluntad. No
-lo serán acaso a los ojos del frenópata; su modorra y dejadez no
-justifican todavía el diagnóstico de _abulia_; pero sus discípulos y
-amigos harán bien en considerarlos como anormales y de proponerles,
-con el respeto y dulzura debidos a su alta mentalidad, tratamiento
-espiritual adecuado.
-
-Estos ilustres fracasados agrúpanse en las principales clases
-siguientes: _dilettantes o contempladores_, _eruditos o bibliófilos_,
-_organófilos_, _megalófilos_, _descentrados_ y _teorizantes_.
-
-_Contempladores._--Variedad morbosa muy frecuente entre astrónomos,
-naturalistas, químicos, biólogos y físicos, reconócese en los síntomas
-siguientes: Amor a la contemplación de la Naturaleza, pero solo en
-sus manifestaciones estéticas: los espectáculos sublimes, las bellas
-formas, los colores espléndidos y las estructuras elegantes. Si el
-_dilettante_ es botánico, quedará para siempre anclado en la admiración
-de las algas, singularmente de las _diatomeas_, cuyos elegantes
-carapachos cautivarán su admiración. En su culto fetichista, pasará
-sus horas examinando y fotografiando de mil maneras tan interesantes
-seres, componiendo con ellos letreros, grecas, escudos y otros primores
-ornamentales, pero sin añadir al copioso catálogo de las especies
-conocidas una variedad nueva ni contribuir en lo más mínimo al
-conocimiento de la estructura, evolución y funcionalismo de los citados
-microorganismos.
-
-Si el sibarita científico es histólogo, se consagrará con amor al arte
-de prestar a las células y tejidos orgánicos vistosas coloraciones;
-dominará a maravilla la jeringuilla de inyección, y en su ingenua
-admiración de lo pintoresco, pasará sus veladas dibujando las elegantes
-redecillas que el carmín y el azul de Prusia bordan en los capilares
-del intestino, músculos y glándulas. A gala tendrá el dominar los
-más elegantes métodos de tintorería histológica, sin sentir jamás
-la tentación de aplicarlos a un tema nuevo o dilucidar una cuestión
-litigiosa.
-
-Si es geólogo, permanecerá arrobado examinando a la luz polarizada
-los espléndidos colores mostrados por las secciones de rocas; si
-bacteriólogo, se aficionará al coleccionamiento y cultivo de los
-microbios cromógenos y fosforescentes; si astrónomo, consagrará sus
-ocios a fotografiar las montañas de la luna o las manchas del sol...
-
-¿A qué seguir? Todos nuestros lectores recordarán tipos y variedades
-interesantes de esta especie, tan simpática por su entusiasmo juvenil y
-verbo cálido y cautivador, como estéril para el progreso efectivo de la
-ciencia.
-
-_Bibliófilos y políglotas._--Como el micrógrafo se recrea en la
-diatomea o el zoólogo en conchas, insectos y pájaros de vistosa librea,
-el bibliófilo se deleita con la lectura del libro o monografía
-novísimos, de esas monografías trascendentales, renovadoras, que solo
-recibe él y de que nuestro erudito se sirve maravillosamente para
-asombrar a sus amigos.
-
-Los síntomas de esta dolencia son: tendencias enciclopedistas; dominio
-de muchos idiomas, algunos totalmente inútiles; abono exclusivo a
-Revistas poco conocidas; acaparamiento de cuantos libros novísimos
-aparecen en el escaparate de los libreros; lectura asidua de lo que
-importa saber, pero sobre todo, de lo que a pocos interesa; pereza
-invencible para escribir y desvío del seminario y del laboratorio.
-
-Como es natural, nuestro erudito vive _en_ y _para_ su biblioteca, que
-es copiosa y monumental. Allí recibe a sus contertulios, a quienes
-cautiva con una conversación amena, brincadora, variadísima, iniciada
-de ordinario con estas o parecidas interrogaciones: ¿Ha leído usted el
-libro de Fulano? (aquí un nombre yanqui, alemán, ruso o escandinavo).
-¿Conoce usted la sorprendente teoría de Zutano? Y sin oír la respuesta,
-el erudito desarrolla, con calurosa elocuencia, una doctrina las
-más veces estrafalaria y audaz, sin base objetiva suficiente y solo
-pasadera como tema de espiritual _causerie_.
-
-Estos indolentes de la ciencia, que hablan de todo, malogrando y
-derrochando facultades exquisitas, ignoran una cosa muy sencilla y
-muy humana: que son censurados de sus mismos amigos y aduladores, a
-quienes inspiran más piedad que respeto. Y desconocen también, o al
-menos no sienten con la vehemencia debida, esta verdad trivial: que la
-erudición posee muy escaso valor cuando no representa la preparación y
-el pródromo de la acción personal intensa y perseverante. Todo su afán
-se cifra en pasar por monstruos de talento y de cultura, sin reparar
-que solo esfuerzo vivificante puede librar al sabio del olvido y la
-injusticia.
-
-No hay, por fortuna, en este punto que insistir mucho para rectificar
-juicios sociales equivocados. Nadie ignora que vale quien sabe y actúa,
-y no quien sabe y se duerme. Rendimos tributo de veneración a quien
-añade una obra original a una biblioteca, y se lo negamos a quien lleva
-una biblioteca en la cabeza. Para resultar fonógrafo, no valía la pena
-de haber complicado con el estudio y la reflexión la organización del
-cerebro. En cosa de más enjundia hay que emplear nuestras neuronas.
-Saber, pero transformar; conocer, pero obrar: tal es la norma del
-verdadero hombre de ciencia.
-
-Brindemos, pues, nuestro aplauso y gratitud a quienes dejaron estela de
-verdades luminosas, y olvidemos a quienes se fatigaron estérilmente,
-convertidos en girándulas de sonoras palabras. Al modo del tenor,
-el erudito elocuente puede, sin duda, recibir en vida, en la cálida
-intimidad de su tertulia, plácemes entusiastas; pero en vano esperará
-las aclamaciones del gran teatro del mundo. El público del sabio vive
-lejos o no vive aún; lee y no oye; es tan austero y recto, que no
-reconoce más títulos a la gratitud y al respeto que las verdades nuevas
-puestas en circulación en el mercado cultural.
-
-_Los megalófilos._--Caracterízase esta variedad de malogrados por
-atributos nobles y simpáticos. Estudian mucho, pero aman también el
-trabajo personal; poseen el culto de la acción y dominan los métodos
-inquisitivos; rebosan de patriotismo sincero y ansían enaltecer su
-nombre y honrar a su país con admirables conquistas.
-
-Y, sin embargo, un error funesto esteriliza sus afanes. Evolucionistas
-convencidos en teoría, resultan providencialistas en la práctica. Como
-si confiaran en el milagro, desean estrenarse con hazaña prodigiosa.
-Recordando acaso que Hertz, Mayer, Schwann, Röntgen, Curie, iniciaron
-su vida científica con un gran descubrimiento, aspiran a ascender,
-desde el primer combate, de soldados a generales, y se pasan la vida
-planeando y dibujando, construyendo y rectificando, siempre en febril
-actividad, siempre en plena revisión, incubando el gran engendro, la
-obra asombrosa y arrolladora. Y los años transcurren, y la expectación
-se fatiga, y los émulos murmuran, y los amigos estrujan la imaginación
-para cohonestar el silencio del grande hombre. Y mientras tanto, sobre
-aquel tema tan detenidamente explorado, acariciado y lamido, llueven en
-el extranjero importantes monografías que arrebatan, ¡ay!, a nuestro
-ambicioso investigador el halago de la prioridad, y le obligan a
-cambiar de rumbo. Sin desanimarse, el megalófilo aborda otro tema, y
-cuando tiene casi construido el imponente monumento, nuevos émulos,
-que se permiten fabricar ciencia al pormenor, vuelven a amargarle la
-existencia. Y al fin llega a la vejez entre el silencio indulgente de
-los discípulos y la irónica sonrisa de los sabios.
-
-¡Y todo por no haberse plegado desde el principio, modesta y
-humildemente, a esta ley de naturaleza, que es también táctica de buen
-sentido!: Abordar primeramente los pequeños problemas, para acometer
-después, si el éxito sonríe y las fuerzas crecen, las magnas hazañas
-de la investigación. Esta actitud prudente podrá no conducir siempre a
-la gloria; pero en todo caso nos granjeará la estima de los sabios y el
-respeto y consideración de nuestros conciudadanos.
-
-A guisa de subvariedad de los _megalófilos_ consideramos los
-_proyectistas_, que recuerdan a los antiguos arbitristas. Distínguense
-fácilmente por la ebullición y superabundancia de ideas y de planes de
-acción. Ante sus ojos optimistas, todo aparece de color de rosa. Por
-seguro tienen que, una vez secundadas, sus iniciativas abrirán amplios
-horizontes a la ciencia y rendirán frutos prácticos inestimables.
-Solo hay que deplorar una pequeña contrariedad: ninguna empresa llega
-a plena sazón. Todas se malogran, unas veces por escasez de medios,
-otras por ausencia de ambiente, las más por falta de discípulos
-capaces de cooperar a la magna obra, o de Corporaciones y Gobiernos
-suficientemente cultos y avisados para alentarla y recompensarla.
-
-La realidad es que no trabajan bastante; fáltales perseverancia. Como
-decía agudamente Gracián en su _Oráculo manual_: «Todo se les va a
-algunos en comenzar y nada acaban; inventan, pero no prosiguen; todo
-_para_ en _parar_... Mate el sagaz la caza, no se le vaya todo en
-levantarla».
-
-_Organófilos._--Variedad poco importante de infecundos, reconócense en
-seguida por una especie de culto fetichista hacia los instrumentos de
-observación. Fascinados por el brillo del metal, como la alondra por
-el espejuelo, cuidan amorosamente de sus ídolos, que guardan como en
-sagrario, relucientes como espejos y admirablemente presentados. Reposo
-y disciplina conventual reinan en el laboratorio, donde no hay una
-mancha ni se oye el menor rumor.
-
-En los amplios bolsillos del organófilo las llaves sonajean de
-continuo. Imposible que el ayudante o los alumnos consulten, en
-ausencia del profesor, la monografía o el aparato imprescindibles.
-Microscopios, espectroscopios, balanzas de precisión, reactivos, etc.,
-están guardados y lacrados con siete sellos. ¡No faltaría más que,
-por una condescendencia punible del jefe, el ayudante estropeara el
-objetivo de Zeiss, el refractrómetro o el aparato de polarización!
-¡Ello sería horrible! Además, ¿no es él el único responsable del
-material científico, arca santa de la Universidad, y no tendrá en
-su día que rendir estrecha cuenta a sus superiores? ¿Investigar?
-¿Comprobar? ¡Ya lo hará cuando tenga tiempo, y luego que lleguen
-ciertas novísimas Monografías cuya consulta le es indispensable!
-¡Ah!, si el Gobierno le aumentase la consignación de material, quizá
-podría desprenderse, en obsequio a la enseñanza, de parte del sagrado
-depósito... ¡Pero mientras tanto!...
-
-Estos maestros --de que nuestros lectores recordarán más de un
-ejemplar-- erraron la vocación[17]. Creen ser buenos docentes y celosos
-funcionarios y, en realidad, son excelentes amas de casa. ¿Verdad que
-recuerdan a esas excelentes señoras, las cuales adornan primorosamente
-la sala, ordenan escrupulosamente los muebles, barnizan diariamente
-el _parquet_ y, en evitación de manchas y desarreglos, reciben a sus
-relaciones en el comedor?
-
-Claro es que de los organófilos empedernidos no puede sacarse partido.
-Padecen morbo casi incurable, sobre todo si va asociado, según
-ocurre con frecuencia, a cierto estado moral poco confesable: a la
-preocupación egoísta y antipática de impedir que otros trabajen, ya que
-ellos no saben o no quieren trabajar.
-
-_Los descentrados._--Si el profesorado no fuera a menudo entre nosotros
-mero escabel de la política o decoroso reclamo de la clientela
-profesional; si a nuestros candidatos a la cátedra se les exigieran,
-en concursos y oposiciones, pruebas objetivas de aptitud y vocación,
-en vez de pruebas puramente subjetivas y, en cierto modo, proféticas,
-abundarían menos esos casos de chocante contradicción entre la vocación
-real y la actividad oficial, entre la función retribuida y la actividad
-libre.
-
-«Una de las causas de la prosperidad de Inglaterra --me decía un
-profesor de Cambridge-- consiste en que, entre nosotros, cada
-cual ocupa su puesto.» Lo contrario de lo que, salvando honrosas
-excepciones, acontece en España, en donde muchos parecen ocupar un
-puesto, no para desempeñarlo, sino para cobrarlo y tener de paso el
-gusto de excluir a los aptos.
-
-¿Quién no recuerda generales nacidos para pacíficos burócratas o
-jueces de paz; profesores de medicina cultivando la literatura o la
-arqueología; ingenieros escribiendo melodramas; patólogos dedicados a
-la moral, y metafísicos votados a la política? De donde resulta que, en
-lugar de consagrar a la actividad oficial todas las fuerzas de nuestro
-espíritu, le rendimos solamente mínima parte de ellas, y eso de mala
-gana y como cumpliendo penosa obligación.
-
-No pretendemos, empero, que la vida del profesor y, en general, del
-hombre de ciencia, sea tan austera y rigorista que haya de consumirse
-por entero en la tarea profesional. Desearíamos solamente que a
-ocupaciones amenas o de mero pasatiempo dedicara el sobrante de
-su actividad, esos sanos coqueteos de la atención enervada por la
-intensidad y monotonía de la diaria labor.
-
-Más que anormales --pensará alguno-- los _descentrados_ son
-infortunados a quienes circunstancias adversas impusieron oficio
-contrario a sus inclinaciones. Sin embargo, bien consideradas las
-cosas, dichos fracasados entran también en la categoría de abúlicos,
-porque carecen de la energía necesaria para cambiar de camino,
-armonizando al fin la vocación con el empleo.
-
-Los descentrados crónicos parécennos enfermos desahuciados. No así los
-jóvenes, a quienes sugestiones de familia o tiranías del medio moral
-desviaron de su destino, obligándoles a trabajo de forzados. Flexibles
-todavía las coyunturas mentales, harán bien en cambiar de dirección en
-cuanto soplen vientos favorables. Aun aquellos que, amarrados a una
-ciencia extraña a sus aficiones, viven como desterrados de su patria
-ideal, podrían redimirse y trabajar con provecho si, levantando el
-ánimo al cumplimiento de sagrados deberes, procuraran buscar dentro
-de sus tareas oficiales algún dominio agradable, donde laborar hondo
-y bien. ¿Qué ciencia carece de algún oasis deleitoso donde nuestra
-inteligencia encuentre útil empleo y plena satisfacción?
-
-_Los teorizantes._--Hay cabezas cultísimas y superiormente dotadas,
-cuya voluntad padece una forma especial de pereza, tanto más grave
-cuanto que ni a ellos se lo parece ni por tal suele reputarse. He aquí
-sus síntomas culminantes: talento de exposición; imaginación creadora
-e inquieta; desvío del laboratorio y antipatía invencible hacia la
-ciencia concreta y los hechos menudos. Pretenden ver en grande y viven
-en las nubes. Prefieren el libro a la monografía y las hipótesis
-brillantes y audaces a las concepciones clásicas, pero sólidas. En
-presencia de un problema difícil, sienten irresistible tentación, no de
-interrogar a la Naturaleza, sino de formular una teoría. Como acierten
-a percibir tenue y artificiosa analogía entre dos fenómenos, o logren
-encajar el hecho nuevo en el marco de una concepción general verdadera
-o falsa, danse por satisfechos, y se creen excelsos reformadores. El
-método es legítimo en principio, pero abusan de él, cayendo en la
-inocencia de considerar las cosas bajo un solo aspecto. Para ellos lo
-esencial es la estética de la concepción. Poco importa que se funde en
-el aire, con tal de que sea bella e ingeniosa, ponderada y simétrica.
-
-Como es natural, las decepciones persiguen al teorizante. El medio
-científico actual es tan poco propicio a las teorías, que aun las que
-llevan el sello del genio necesitan para imponerse lustros de lucha
-y de incesante laboreo experimental. ¡Han caído tantas doctrinas que
-parecían inconmovibles!
-
-En el fondo, el teorizante es un perezoso disfrazado de diligente. Sin
-percatarse de ello, obedece a la ley del mínimo esfuerzo. Porque es más
-fácil forjar una teoría que descubrir un fenómeno.
-
-Liebig, buen juez en estas materias, escribía paternalmente al joven
-Gebhard, químico de grandes alientos, pero harto inclinado a las
-síntesis ambiciosas: «No hagas hipótesis. Ellas te acarrearán la
-enemiga de los sabios. Preocúpate de aportar hechos nuevos. Los hechos
-son los únicos méritos no regateados por nadie; hablan alto en nuestro
-favor, pueden ser comprobados por todos los hombres inteligentes, nos
-crean amigos e imponen la atención y el respeto a los adversarios».
-
-Y Liebig tenía muchísima razón. Las teorías son, en efecto,
-peligrosísimas para el porvenir de un principiante. Adoctrinar
-envuelve cierta arrogancia pedante, algo como alarde de superioridad
-intelectual, que solo se perdona al sabio ilustrado por larga serie
-de descubrimientos positivos. Adquiramos primero personalidad
-seamos obreros útiles; más adelante veremos si se nos consiente ser
-arquitectos.
-
-Acaso el lector, recordando lo que dejamos en otro lugar expuesto
-acerca de la necesidad de las hipótesis, se pregunte si no cometemos
-inconsecuencias. Hay que distinguir entre las hipótesis de trabajo
-(_Arbeitenhipothesen_ de Weissmann) y las teorías científicas. La
-hipótesis constituye interrogación interpretativa de la naturaleza.
-Forma parte de la investigación misma, como que representa su fase
-inicial, su antecedente casi necesario. Pero especular de continuo, es
-decir, teorizar por teorizar, sin acudir al análisis objetivo de los
-fenómenos, es perderse en idealismos sin consistencia, es volver la
-espalda a la realidad.
-
-Insistamos una vez más en esta conclusión evidente: el haber positivo
-de un sabio hállase formado por el conjunto de los hechos originales
-que aporta. Las hipótesis pasan, pero los hechos quedan. Las teorías
-nos abandonan, los hechos nos defienden. Ellos son nuestro capital
-efectivo, nuestros bienes raíces y nuestra mejor ejecutoria, y en la
-eterna mudanza de las cosas ellos solo se salvarán de los ultrajes del
-tiempo y del olvido o de la injusticia de los hombres. Fiarlo todo
-al éxito de una concepción, vale tanto como ignorar que cada quince
-o veinte años se renuevan las teorías. ¡Qué de hipótesis, al parecer
-definitivas, no han caído ruidosamente en física, en química, en
-geología, en biología, etc., durante los últimos lustros! En cambio,
-ahí están inmutables, y desafiando a la crítica, los hechos bien
-observados de la anatomía y fisiología, de la química y de la geología,
-las leyes y ecuaciones de la astronomía y de la física. «Dadme un hecho
---decía Carlyle-- y yo me postro ante él.»
-
-En suma: el principiante consagrará su máxima actividad a descubrir
-hechos nuevos, haciendo observaciones precisas, experimentos fecundos,
-descripciones exactas. De las hipótesis se servirá a título de
-sugeridoras de planes de investigación y promotoras de nuevos temas
-de trabajo. Si, a pesar de todo, se siente compelido a crear vastas
-generalizaciones científicas, hágalo más adelante, cuando el caudal de
-observaciones originales allegadas le haya granjeado sólida autoridad.
-Entonces, y solo entonces, será oído con respeto y discutido sin
-desdén. Y si la fortuna le acompaña, ceñirá al fin la doble corona de
-investigador y de filósofo.
-
-Hemos descrito los principales tipos de fracasados, haciendo resaltar,
-quizás con tintas algo subidas, sus flaquezas éticas y sus lacerias
-intelectuales. Nuestro propósito ha sido ponerles delante el espejo
-donde, tanto ellos como sus discípulos y admiradores, contemplen su
-deformidad. No confiamos, empero, en la eficacia de nuestro diagnóstico
-para corrección de los maduros y osificados. A los jóvenes que, en su
-candor, envidian prestigios más que discutibles, se dirigen nuestros
-consejos. Y se enderezan, sobre todo, a esos profesores cultos y
-capaces de trabajar con fruto, pero que, influidos por el mal ejemplo
-y faltos de disciplina interior, comienzan a sentir, con el desmayo
-del trabajo personal, el deseo malsano y antipatriótico de imitar a
-nuestros engreídos infecundos.
-
-Si, a pesar de todos los consejos, la reacción mental se retarda,
-hagan examen de conciencia y vean si no están en el caso de sufrir
-una cura espiritual en el extranjero. El laboratorio del sabio es un
-sanatorio incomparable para los extravíos de la atención y los desmayos
-de la voluntad. En él se desvanecen viejos prejuicios y se contraen
-sublimes contagios. Allí, al lado de un sabio laborioso y genial,
-recibirá nuestro abúlico el bautismo de sangre de la investigación;
-allí contemplará, con noble envidia, ardorosa emulación por arrancar
-secretos a lo desconocido; allí respirará el desdén sistemático hacia
-las vanas teorías y los discursos retóricos; allí, en fin --en extrañas
-tierras--, sentirá renacer el santo patriotismo. Y cuando, lanzado en
-el camino del trabajo personal, cuente en su haber algunos estimables
-descubrimientos, de regreso al país natal, aprenderá a escatimar sus
-admiraciones y mirará con desdén, casi con lástima, a sus antiguos
-ídolos.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO VI
-
-Condiciones sociales favorables a la obra científica.
-
-
-La producción del hombre de ciencia, como toda actividad del espíritu,
-hállase rigurosamente condicionada por el medio físico y moral. Con
-razón se ha dicho que el sabio es planta delicada, susceptible de
-prosperar solamente en un terreno especial formado por el aluvión de
-secular cultura y labrado por la solicitud y estimación sociales.
-En ambiente favorable, hasta el apocado siente crecer sus fuerzas;
-un medio hostil o indiferente abate el ánimo mejor templado. ¿Cómo
-proseguir cuando a nadie interesa nuestra obra? Solo un carácter
-férreo y heroico sería capaz de sobreponerse a un medio adverso, y
-esperar, resignado y obscuro, la aprobación de la posteridad. Pero la
-sociedad no debe contar con los héroes, por si no tienen a comodidad
-de aparecer. Atengámonos, sobre todo, a los caracteres medios y a
-los talentos regulares, como vengan asistidos de noble patriotismo
-y de hidalga ambición. A la formación y cultivo de estos patriotas
-del Laboratorio deben contribuir Gobiernos e Instituciones docentes,
-creándoles un ambiente social propicio y librándoles, en lo posible, de
-las preocupaciones de la vida material.
-
-Sin duda que, durante algún tiempo todavía, y en virtud de causas
-cuyo examen dejamos para otro lugar, la investigación científica en
-España será obra de abnegación y de sacrificio. Con todo eso, fuerza
-es declarar que se han exagerado mucho las resistencias morales y
-materiales opuestas al trabajo científico. Nuestros Jeremías de la
-Universidad deploran, a veces con razón, la falta de medios; pero más a
-menudo se quejan un poco teatralmente, adoptando posturas retóricas, de
-abandono y hasta de persecución.
-
-Tengamos la sinceridad de confesarlo: en la mayoría de los casos,
-frases desalentadoras como las siguientes: «Carezco de laboratorio;
-ejerzo una profesión incompatible con el vagar indispensable a la labor
-científica; las obligaciones de la familia me roban el tiempo y dinero
-exigidos por el trabajo de investigación», etc., etc., representan
-alegatos del _dolce far niente_ o disculpas de un patriotismo desmayado.
-
-Fácil será reducir a su cabal valor tales lamentaciones e insistir de
-pasada en esta verdad capital: para _la obra científica los medios son
-casi nada y el hombre lo es casi todo_.
-
-_Deficiencia de medios materiales._-- He aquí la cómoda excusa que
-muchos profesores y no pocos doctores ajenos a la enseñanza, aunque
-aptos para la investigación, ponen por delante en cuanto se les
-interroga por sus trabajos. Si el quejumbroso es _filósofo_, _jurista_,
-_filólogo_, etc., alegará la falta de lectores y, sobre todo, la
-ausencia de biblioteca de Revistas especiales; si _bacteriólogo_,
-_histólogo_ o _naturalista_, echará de menos un buen microscopio,
-reactivos, local adecuado, etc.; si _físico_, _químico_ e _ingeniero_,
-repetirá la misma cantinela, deplorando la mezquindad del instrumental
-y la indotación del laboratorio; si astrónomo, se tenderá en el surco
-hasta que el Gobierno le proporcione magníficos telescopios, etc.
-Todos, en fin, coincidirán en que nuestros políticos, procedentes en su
-inmensa mayoría del gremio de juristas y literatos, desdeña la ciencia
-experimental y la enseñanza objetiva. E incurriendo en un tópico
-vulgar, no vacilarán en suponerlos principales responsables de nuestro
-atraso[18].
-
-Pueril fuera desconocer que hemos padecido, a menudo, ministros del
-viejo tipo retórico, sin orientación europea, y funestos, por tanto,
-al resurgimiento intelectual de nuestro país. Mas tales políticos,
-orientados hacia el pasado, devotos de la tradición y recelosos de la
-moderna cultura, han desaparecido casi por completo.
-
-Nuestros estadistas de hoy adolecen, sin duda, de algunos defectos (uno
-de ellos es ignorar o no sentir con suficiente energía que la grandeza
-y poderío de las naciones es obra de la ciencia, y que la justicia,
-el orden y las buenas leyes constituyen factores de prosperidad
-positivos, pero secundarios); pero en todo caso no incurrirán en el
-error antipatriótico de negar protección y subsidios a las eminencias
-de la cátedra y a las capacidades científicas indiscutibles. En su
-ingenuo optimismo han hecho más, y es doloroso consignarlo: han
-creado espléndidos laboratorios a beneficio de varones cuya aptitud
-y patriotismo parecen harto dudosos. Y si para los hábiles de la
-intriga y del favor se crean sinecuras y se acumulan espléndidos medios
-materiales, ¿cómo les serán estos negados a maestros esclarecidos,
-ilustrados por notorios descubrimientos o por trabajos científicos de
-positiva valía?
-
-Tiene el político sus debilidades, pero tiene también sus noblezas. Y
-por encima de todo cultiva la habilidad y la travesura. Precisamente,
-esos mismos ministros, cuya voluntad flaquea ante los requerimientos de
-la amistad o de la clientela política, suelen ser los más solícitos en
-galardonar al mérito positivo.
-
-Claro es que las susodichas facilidades de trabajo se dispensan de
-preferencia a profesores aventajados y de indiscutible autoridad. Con
-mayores obstáculos tropezarán los aficionados ansiosos de renombre.
-Harán mal, empero, en desanimarse. Para seguir adelante y fomentar
-la noble vocación, tendrán que escoger entre el sacrificio o la
-subordinación, es decir, entre el laboratorio propio y el laboratorio
-oficial.
-
-En ausencia total de recursos materiales, todo principiante deberá
-recurrir al laboratorio oficial. Y conseguirá, si se lo propone,
-figurar entre los íntimos del maestro. Como su fuerza de trabajo y
-preparación científica sean suficientes, ¿qué profesor le negará una
-mesa de labor y paternales consejos?
-
-Y, sin embargo, nosotros veríamos con más gusto al principiante (a
-poco que se lo consintieran sus recursos pecuniarios) iniciar su
-aprendizaje en laboratorio propio, organizado y sostenido con sus
-modestas economías. Sin duda que el Establecimiento oficial nos ofrece,
-con el maestro, guía valioso y, en muchos casos, irreemplazable. Pero
-la labor en común adolece de muchos inconvenientes. La brevedad de las
-horas de trabajo, la conversación y bullicio continuos, el ir y venir
-de alumnos y ayudantes, la lucha por la posesión de los instrumentos
-analíticos, y otras molestias anejas a los laboratorios universitarios,
-además de implicar pérdida de tiempo, producen una despolarización de
-la atención, nada favorable a la pesquisa científica.
-
-En condiciones tales, y más si el guía deja algo que desear, vale más
-trabajar a solas. Sean nuestros maestros los libros: mentores sabios,
-serenos, sin eclipses ni mal humor. Con ellos daremos cima al empeño
-soberano, que consiste, antes de descubrir, en descubrirnos; antes de
-modelar la naturaleza, en modelarnos. Forjarnos un cerebro fuerte, un
-cerebro original, exclusivamente nuestro: he ahí la labor preliminar,
-absolutamente inexcusable. Y luego, llegada la madurez técnica, ¡qué
-holguras y facilidades para la indagación personal! Ibsen pone en boca
-de un personaje este consejo dirigido a un amigo: «Sé tú mismo.» Nada
-mejor para lograrlo que laborar a solas.
-
-¡Oh soledad confortadora, cuán propicia eres a la originalidad del
-pensamiento! ¡Cuán dulces y fecundas las invernales veladas pasadas
-en el _hogar-laboratorio_, durante las cuales los Centros docentes
-rechazan a sus devotos! Ellas nos libran de fatales improvisaciones,
-doman nuestra impaciencia y refinan la capacidad de observación. ¡Con
-qué cariño cuidamos de los instrumentos propios, cada uno de los cuales
-representa una vanidad negada o un vicio insatisfecho! ¡En nuestro
-amor hacia ellos, apreciamos sus excelencias, notamos sus defectos,
-esquivamos sus lazos, penetramos, en fin, en su alma amiga, que
-responde siempre, sumisa y simpáticamente, a los requerimientos de la
-nuestra!
-
-Pero un laboratorio de investigación --reparará el lector-- debe ser
-cosa dispendiosa. Error lamentable. Procurarse las herramientas
-necesarias, cuesta muy poco. Misérrimos habrán de ser los profesores,
-naturalistas, médicos, farmacéuticos, etc., para quienes sea empresa
-inaccesible costear y sostener un Centro privado de estudios
-experimentales.
-
-Permítasenos la inmodestia de citarnos a este propósito. Con las
-exiguas economías del haber de un catedrático de provincias, y sin más
-ingresos extraordinarios que algunas lecciones particulares, hubimos
-nosotros de crear y mantener, durante quince años, un laboratorio
-micrográfico y suficiente biblioteca de Revistas. Nuestro primer
-microscopio --un Verick estimable-- fue adquirido a plazos. Y el caso
-no es excepcional. Lo corriente es inaugurar la propia obra con penuria
-de medios, pero con medios propios, que precisamente por serlo resultan
-singularmente educadores y fecundos. Notorio es que la mayoría de los
-descubrimientos fisiológicos, histológicos y bacteriológicos, etc.,
-fueron obra de jóvenes entusiastas, sin nombre y sin fortuna, que
-trabajaron en buhardillas o graneros. El laboratorio oficial, cómodo y
-suntuoso, llegó más adelante, como galardón del éxito científico.
-
-A docenas podrían citarse ejemplos clásicos de modestos comienzos.
-Faraday, aprendiz de encuadernador, llevado de su entusiasmo
-científico, asentó de mozo o de mecánico en el laboratorio de Davy,
-alejado del cual, y sin haber seguido carrera alguna, montó un Centro
-de investigaciones, del que brotaron admirables conquistas, renovadoras
-de la ciencia de la electricidad. El gran Berzelius inició sus
-descubrimientos químicos en el obrador de su botica. Buena parte de los
-astrónomos de genio exploraron el cielo desde la azotea de sus casas,
-armados de medianos anteojos. Sirva de ejemplo Goldschmidt, quien desde
-las ventanas de su habitación, y ayudado de modestísimo refractor (105
-mil.), descubrió, a fuerza de paciencia, muchos pequeños planetas.
-
-En suma: más que escasez de medios, hay miseria de voluntad. El
-entusiasmo y la perseverancia hacen milagros. Lo excepcional es que,
-en lujosos y bien provistos laboratorios sostenidos por el Estado, un
-novel investigador logre estrenarse con memorable hazaña científica.
-Desde el punto de vista del éxito, lo costoso, lo que pide tiempo, brío
-y paciencia, no son los instrumentos, sino, según dejamos apuntado,
-desarrollar y madurar una aptitud. A lo más, la mezquindad económica
-nos condenará a limitar nuestras iniciativas, a achicar el marco de la
-indagación. Pero, ¿no es esto una ventaja?
-
-Desde este aspecto, cabe distinguir dos ciencias: una dispendiosa,
-aristocrática, cuyo culto exige templos suntuosos y ricas ofrendas;
-y otra barata, casera, democrática, accesible a los más humildes
-peculios. Y esta Minerva de los humildes muéstrase singularmente
-propicia: en su bondad acoge mejor las flores de la meditación intensa
-que aparatosas y regias hecatombes. Hay, además, un noble orgullo
-en triunfar con pobres medios: el orgullo de la elegancia y de la
-sobriedad. Por otra parte, nada realza mejor la enérgica personalidad
-del investigador, distinguiéndole de la caterva de trabajadores
-automáticos, que aquellos descubrimientos donde la voluntad y la lógica
-dominan el mecanismo, y para los cuales el cerebro es casi todo y los
-medios materiales casi nada.
-
-Con el propósito de ser útil a nuestros lectores y desterrar
-preocupaciones económicas, vamos a descender un momento al terreno de
-las cifras, puntualizando algún presupuesto de laboratorios baratos.
-
-El aficionado a la _botánica_, _anatomía comparada_, _histología_,
-_embriología_, etc, necesita, por junto, como instrumental: un
-_microscopio Zeiss_, mediano modelo, con _concentrador luminoso Abbe_;
-un _objetivo de inmersión homogénea_, dos a seco y una pareja de
-_oculares_ (400 a 500 pesetas); pequeño _microtomo_ de Reichert o de
-Schanze (150); y _algunos reactivos y materias colorantes_ (de 30 a 50
-pesetas). En suma, un presupuesto total de 1.000 a 1.200 pesetas[19].
-
-El _bacteriólogo_ y _anatomopatólogo_ han menester material algo más
-variado y dispendioso, aunque todavía abordable para el médico o
-naturalista noveles: _Microscopio_ igual al anterior, dos _estufas_,
-una de temperatura constante y otra de esterilización, _tubos de
-ensayo_, _matraces_, _jaulas_ para animales, etc. Total: de 1.800 a
-2.000 pesetas.
-
-El _fisiólogo_ podrá inaugurar sus estudios con una _caja de
-vivisecciones_, _aparato de contención_, de animales, _cilindro
-registrador_ de Marey, _carrete de inducción_, _pilas eléctricas_, etc.
-Todo ello costará alrededor de 1.000 pesetas.
-
-Con menos instrumental todavía satisfarán sus gustos el _zoólogo_, el
-_geólogo_, y, sobre todo, el aficionado a la _psicología comparada y
-experimental_ Nada más económico ni más cautivador para un espíritu
-medianamente filosófico que el estudio de los instintos; del modo
-de reacción de los animales en presencia de los excitantes; de las
-leyes del hábito y de la memoria; del efecto perturbador causado por
-la alteración del medio físico (variación, herencia, mutación _per
-saltum_, etc.); la materia, en fin, de las observaciones y experimentos
-clásicos de los Fabre, Réaumur, Huber, Lubbock, Forel, Perrier, Bohm,
-etcétera.
-
-Ciertamente, mayores sacrificios impone el cultivo de la _física_ y de
-la _química_. Requiérese a menudo el laboratorio oficial, bien provisto
-de costosos aparatos de medida o de análisis y de potentes generadores
-de energía motriz. Y, sin embargo, si nuestro físico en cierne sabe
-encerrarse en los límites de un tema especial, perteneciente a los
-grandes capítulos de la electricidad, luz, radioactividad, magnetismo,
-etc., podrá con ayuda de pocos instrumentos, trabajar también
-eficazmente a domicilio e ilustrarse con indagaciones estimables.
-
-La norma de confinarse en uno o en corto número de temas, posee valor
-absoluto. Quien ambicione explorar el dominio total de una ciencia (si
-ello fuera posible hoy) necesitaría, además de amplio local, disponer
-de un arsenal de instrumentos variadísimos, y, por consiguiente,
-enormemente dispendiosos. He aquí un inconveniente más de la manía
-enciclopédica, contra la cual hemos protestado en capítulos anteriores.
-
-_Compatibilidad entre el ejercicio profesional y la labor
-investigadora._-- Poco hay que esforzarse en demostrar que, lejos de
-excluirse, ambas tareas se completan e iluminan mutuamente. Para el
-amante de la observación la práctica profesional constituye el mejor
-aliado del laboratorio. Aquella proporciona la materia inquisitiva, a
-cambio de la cual este presta al ejercicio profesional normas teóricas
-y soluciones prácticas.
-
-Supongamos que el hombre de carrera sea médico con regular clientela.
-Sin vacilar declaramos que no ejercerá a conciencia su misión sin el
-concurso del laboratorio privado u oficial, donde personalmente se
-ocupe en dilucidar, con el microscopio y la técnica química, los arduos
-problemas de la clínica. Ni valga alegar que falta tiempo para ello
-y que a la realización de tales trabajos responden los laboratorios
-micrográficos y químicos dirigidos por especialistas (análisis
-pericial de sangre, orinas, tumores, microbios, etc.). Sin duda que
-estos laboratorios rinden servicios útiles; pero su eficacia máxima
-se obtiene solamente cuando concurre, en quien los dirige, la doble
-cualidad de técnico y de clínico.
-
-Lejos estamos de condenar las excelencias de la división del trabajo.
-Pero convengamos en que la excesiva fragmentación de la labor
-científica entraña algunos inconvenientes. Uno de los cuales consiste
-en separar lo inseparable, es decir, en localizar en cabezas diferentes
-los términos de un mismo razonamiento. Alejados, el dato experimental
-y el juicio médico apenas se prestan ayuda; asociados en el mismo
-intelecto, se iluminan y fecundan mutuamente.
-
-Y viniendo a nuestro asunto, ocurre preguntar ahora: si el médico,
-entregado a la dilucidación de los problemas prácticos, adquiere,
-como no puede menos de suceder, pericia experimental y dominio de los
-métodos analíticos, ¿qué le costaría avanzar un paso más y consagrarse,
-sin abandonar su profesión, a la indagación científica original? Que
-ello es posible, y aun hacedero y llano, pruébase con la conducta de
-muchos médicos prácticos del extranjero, quienes, inspirados en nobles
-ideales, supieron, entre las inquietudes y apremios del ejercicio
-profesional, organizar laboratorios privados, honrándose y honrando a
-su país con descubrimientos biológicos de valía. Citemos, entre mil,
-al ilustre Virchow, que, siendo médico de Francfort, escribió su
-célebre obra sobre la Patología celular; a Roberto Koch, también médico
-práctico, domiciliado en Postdam, cuyas investigaciones renovaron la
-bacteriología con hallazgos técnicos fecundísimos y observaciones
-admirables; a la brillante pléyade de neurólogos de Francfort, ciudad
-no universitaria, donde los Weigert, los Ehrlich, los Edinger, etc.,
-crearon valiosos métodos de investigación histológica, etc.
-
-_El investigador y la familia._-- Los afanes y gastos exigidos por
-la creación y sostenimiento de una familia, en contraste con las
-mezquinas retribuciones con que el Estado sufraga la función docente,
-constituyen, según es harto sabido, otra de las razones alegadas por
-muchos de nuestros profesores para desertar del laboratorio y enderezar
-sus actividades a más lucrativas empresas. «La ciencia y la familia
---afirman-- son incompatibles. Puesto que la base física del profesor
---añaden-- representa mera ración de entretenimiento, ¿cómo invitar a
-nadie a compartirla? El sabio debe escoger, por tanto, entre su familia
-espiritual y su familia real; entre sus ideas y sus hijos.»
-
-Preciso es reconocerlo: en tales exageraciones late un fondo de
-verdad. Los afanes del hogar restan fuerzas morales y económicas a
-la obra de investigación. El ideal universitario sería un monasterio,
-cuyos monjes, consagrados de por vida al estudio de la naturaleza, se
-distrajeran un tanto de sus deberes religiosos.
-
-Porque somos demasiado imperfectos para consagrar por igual nuestro
-fervor a dos nobles causas. El ansia del cielo desinteresa de la
-tierra. Notorio es que los psicólogos, abismados en la contemplación
-del espíritu, desprecian el cerebro. Quienes se preocupan del diablo,
-se ríen del microbio. Y la aspiración a la gloria eterna nos aleja de
-la gloria humana. ¡La gloria!... Vana ilusión, sin duda, pero capaz
-de remover montañas y de impulsar ardientemente la humanidad hacia la
-verdad y el bien. Como el patriotismo, la pasión de la gloria debe
-sugerirse y nunca analizarse.
-
-Mas la vida cenobítica resultaría para la mayoría de los sabios
-intolerable sacrificio. Parece que este ideal de íntima convivencia
-fue realidad en la famosa escuela de Alejandría. Sin embargo, aquellos
-célebres geómetras y astrónomos fueron sin duda casados. Si la mujer
-es un mal, convengamos en que es un mal necesario. Poquísimos son los
-austeros para quienes la bella mitad del género humano representa
-algo así como vistoso ejemplar de colección ornitológica. Además,
-mala táctica de conquistar adeptos sería brindarles la abstención y
-el martirio. Sea abnegado quien pueda, pero no impongamos a nadie la
-abnegación.
-
-He aquí un punto en que la tutela del Estado resulta necesaria. Es mera
-cuestión económica. Obligación sagrada de aquel es conciliar la obra
-científica con la holgada vida de familia, ahorrando al investigador
-dolorosas renuncias. Como todo ciudadano celoso del bien público, el
-científico debe hallarse en situación de satisfacer la plenitud de sus
-irrefrenables instintos sociales. En países más adelantados, donde se
-sabe harto bien que la prosperidad nacional es fruto de la ciencia,
-este problema económico recibió hace tiempo satisfactoria solución. Y
-en Alemania e Inglaterra han hecho más: en su generosidad hacia los
-maestros, han convertido el aula y el laboratorio en pingües sinecuras.
-Y el sabio ha acabado por tener firma tan acreditada en el libro
-científico como en el libro talonario.
-
-En esas felices naciones se cumple siempre lo que escribía Liebig a
-Gerhard: «Apuntad a un fin elevado, y al fin los honores y riquezas
-llegarán sin que tenga uno que tomarse el trabajo de buscarlos».
-
-Muy alejados nos hallamos todavía en España de este ideal económico.
-Hacia él se camina, sin embargo. Notorio es, según dejamos apuntado
-más atrás, que las condiciones materiales de nuestro Profesorado y, en
-general, de los devotos del laboratorio, han mejorado mucho, gracias
-a plausibles iniciativas de los Gobiernos[20]. Pero aunque el Estado
-fuera sordo a nuestros clamores, no debemos amilanarnos. Sea nuestra
-divisa la de los grandes financieros: ganar mucho para satisfacer
-todas nuestras necesidades, y singularmente las de orden elevado, en
-vez de constreñirnos a una vida de mezquina economía y de cobardes
-abstenciones.
-
-Pongámonos en el peor de los casos, y veamos cómo el novel profesor
-puede servir a la vez su familia y sus proyectos. Doy por supuesto
-que nuestro catedrático reside en ciudad de provincias, de ambiente
-sórdido, sin posible clientela y falto, por tanto, de los recursos
-necesarios para satisfacer conjuntamente inexcusables exigencias del
-hogar y de sus queridas investigaciones.
-
-¿Se privará de todo en aras de su vocación? ¿Vivirá solitario
-renunciando al matrimonio? De ninguna manera. Sirva con igual devoción
-sus ideales y sus buenos instintos. Para su labor, entréguese a las
-investigaciones baratas, que piden poco material y mucho esfuerzo.
-Y aproveche sus actividades sobrantes en el fomento de aquellas
-industrias docentes menos alejadas del blanco de sus amores: la
-del libro de texto y hasta de vulgarización, la de los análisis
-periciales y, en fin, la de la enseñanza privada. Con estos ingresos
-complementarios dará pábulo a sus nobles afanes, sin renunciar a
-legítimas expansiones del hogar. Y espere pacientemente mejores
-tiempos. Si su labor es realmente meritoria, el premio vendrá a
-sorprenderle en su rincón. A la excelsa alegría que lleva aparejado
-el cumplimiento austero del deber, se añadirán también el bienestar
-material y los halagos de la nombradía.
-
-Contra el parecer de muchos, hemos declarado que el hombre de
-ciencia debe ser casado y arrostrar valerosamente las inquietudes y
-responsabilidades de la vida de familia.
-
-No imitará el egoísmo de Epicuro, que no se casó para ahorrarse
-cuidados e inquietudes, ni el refinadísimo de Napoleón, que solo veía
-en la mujer una enfermera utilísima para la vejez[21]. Para el hombre
-de ciencia, el concurso de la esposa es tan necesario en la juventud
-como en la ancianidad. Como la mochila en el combate es la mujer: sin
-esta se lucha con desembarazo, pero ¿y al acabar?
-
-En este punto solo haremos una restricción: que el sabio tenga en
-cuenta su propia y especial psicología[22] antes de escoger compañera.
-Y sobre todo, que evite a todo trance que se la elijan los demás. Poco
-hay que insistir para justificar el matrimonio del sabio. En varón
-robusto y normal, el celibato suele ser invitación permanente a la vida
-irregular, cuando no a los abandonos del libertinaje. Y las ideas son
-flores de virtud que no abren sus corolas, o se marchitan rápidamente,
-en el vaho de la orgía. Por otra parte, el soltero vive en plena
-preocupación sexual. En él la intriga galante interrumpe demasiado la
-marcha de la intriga especulativa. Y, según es notorio, no hay más
-seguro medio para despreocuparse de mujer que satisfacerse de mujer.
-Además, según se ha dicho muchas veces, el hogar feliz destierra del
-alma el egoísmo, ennoblece el instinto sexual, genera altos anhelos
-sociales y fortalece el patriotismo.
-
-¡Elección de compañera! Tocamos aquí a un punto delicadísimo. ¿Qué
-cualidades han de adornar a la elegida de un hombre de ciencia?
-Cuestión gravísima, porque harto sabido es que los atributos morales
-de la esposa son decisivos para el éxito de la obra científica. Muchos
-ciudadanos padecen mujer, pero se la padecen ellos solos; mas de la
-mujer del sabio sufre, a veces, la sociedad y hasta la humanidad
-entera. ¡Cuántas obras importantes fueron interrumpidas por el egoísmo
-de la joven esposa! ¡Qué de vocaciones frustró la vanidad o el capricho
-femenil! ¡Cuántos profesores esclarecidos rindiéronse al peso de la
-coyunda matrimonial, convirtiéndose en vulgares buscadores de oro
-y rebajándose y esterilizándose con el acaparamiento insaciable de
-dignidades y prebendas![23].
-
-Hasta los impulsos más humanos y nobles de la esposa, cuando alcanzan
-excesiva expansión, constituyen formidables enemigos de la labor
-científica. Según es notorio, alienta en la mujer el espíritu de
-familia, la sana tendencia a la conservación física de la raza. ¡Santo
-egoísmo, porque representa el supremo interés de la especie! No
-sin razón y profundidad ha dicho Renan: «lo que quiere la mujer lo
-quiere Dios». Concentra esta su amor y abnegación en la prole; menos
-exclusivo, el varón sabe distribuir sus afectos entre la familia y la
-sociedad. La mujer ama la tradición, adora el privilegio, siente poco
-la justicia y suele ser indiferente a toda obra de renovación y de
-progreso; al paso que el hombre verdaderamente digno de ese título,
-el _homo socialis_, abomina de la rutina y del privilegio, venera la
-justicia y antepone, en muchos casos, la causa de la humanidad al
-interés de la familia. Por eso, la madre anhela vivir solamente en la
-memoria de sus hijos; mientras que el padre ansía, además, sobrevivir
-en los fastos de la historia.
-
-Ambas tendencias, la centrípeta y la centrífuga, la de concentración
-y de expansión, son legítimas y necesarias. De su armonía y acomodo
-dependen la prosperidad de la raza y los avances de la civilización.
-Cuando la tendencia altruísta del varón predomina demasiado, la prole
-decae; por el contrario, si la tendencia femenil prepondera, medra la
-familia, pero padecen la sociedad y el Estado. En el hogar del sabio,
-como en el del político honrado, reinará el espíritu de abnegación y
-de sacrificio; pero no hasta el punto de crear condiciones adversas al
-desarrollo y educación de los hijos. Porque, aun colocándonos en el
-punto de vista del interés colectivo, no es dudoso que las querellas y
-preocupaciones domésticas, cuando son continuadas, acaban por agriar
-la vida del pensador, dificultando por ende la prosecución de la obra
-científica o social.
-
-En suma: como norma general, aconsejamos al aficionado a la ciencia
-buscar en la elegida de su corazón, más que belleza y caudal, adecuada
-psicología, esto es: sentimientos, gustos y tendencias, en cierto
-modo, complementarios de los suyos. No escogerá la mujer, sino _su_
-mujer, cuya mejor dote será la tierna obediencia y la plena y cordial
-aceptación del ideal de vida del esposo.
-
-Llegados a este punto, deseará acaso el lector que, abandonando el
-terreno de las generalidades, definamos el tipo de mujer más adecuado
-al hombre de ciencia. Séanos lícito dar aquí nuestro parecer, con
-las naturales reservas y miramientos. Y a los que sonrían al vernos
-descender a estos menesteres, les diremos que no es cosa frívola
-aquello que, como el amor, decide de la vida. Ni es indiferente que la
-mujer sea para el hombre de estudio gas que lo eleve hasta el cielo o
-lastre que le obligue, en lo mejor de su vuelo, a _aterrizar_ en el
-pantano.
-
-Entre las mujeres de la clase media, donde el hombre de estudio suele
-buscar compañera, figuran cuatro tipos principales, a saber: _la
-intelectual, la heredera rica, la artista y la hacendosa_.
-
-La _mujer intelectual_, es decir, la joven adornada con carrera
-científica o literaria, o que, llevada de vocación irresistible por
-el estudio, ha logrado adquirir instrucción general bastante sólida
-y variada, constituye especie muy rara en España. Hay, pues, que
-renunciar a tan grata compañía. Ello es sensible, sin duda; aunque los
-pocos ejemplares de doctoras (salvo un par de excepciones) que hemos
-conocido en Ateneos, Laboratorios y salones, parecen empeñadas en
-consolarnos de su inaccesibilidad.
-
-Abunda, por lo contrario, en el extranjero esta categoría femenina,
-de la cual destácase, con singular prestigio, la _mujer sabia_,
-colaboradora en las empresas científicas del esposo, y exenta
-(en cuanto ello es posible) de las fantasías y frivolidades del
-temperamento femenil. Mujer semejante, inteligente y ecuánime,
-rebosante de optimismo y fortaleza, constituye la compañera ideal del
-investigador. Ella triunfa en el hogar y en el corazón del sabio,
-ciñendo la triple corona de esposa amante, de confidente íntima y
-de asidua colaboradora. El caso, repetimos, no es excepcional en las
-venturosas naciones del Norte.
-
-¡Con qué admiración, no exenta de envidia, hemos contemplado en
-algunos Laboratorios esas parejas dichosas, entregadas afanosamente a
-la misma labor, en la cual pone cada cónyuge lo más exquisito de su
-temperamento mental y de sus aptitudes técnicas! Sin insistir en el
-ejemplo conmovedor de los esposos Curie, descubridores del radio, y
-concretándonos al reducido círculo de nuestras amistades y aficiones
-científicas, surgen en nuestra memoria las imágenes de tres admirables
-parejas: M. y Mad. Dejérine, de París, consagrados al estudio de la
-anatomía normal y patológica del cerebro; M. y Mad. Nageotte, de la
-misma ciudad, entregados en común a investigaciones histológicas
-y neurológicas, y en fin, los esposos O. Vogt y Cécile Vogt, del
-_Instituto neurobiológico_ de Berlín, ocupados en la magna empresa de
-la cartografía parcelaria del cerebro humano, al modo de los astrónomos
-que se pasan la vida absortos en la fotografía y catalogación de
-estrellas y nebulosas.
-
-Pero, repetimos, esta _ave fénix_, la doctora seria y discreta,
-colaboradora asidua del esposo, no se ha dignado todavía aparecer en
-nuestro horizonte social, donde, por caso extraño, los más grandes
-talentos femeninos son autodidácticos y ajenos por completo a los
-estudios universitarios regulares. El hombre de ciencia español debe,
-pues, elegir entre las otras categorías femeniles.
-
-¿Se dirigirá hacia la _mujer opulenta_? Nos parece peligrosísimo.
-Habituada a una vida de molicie, de fausto y de exhibición, milagro
-sería que no contagiara sus gustos al esposo; repitiéndose con ello
-el caso del ilustre físico inglés Davy, quien por haberse enlazado
-con hembra linajuda, suspendió casi del todo su brillante carrera de
-investigador, consumiendo lo mejor de su vida en fiestas y recepciones
-del gran mundo.
-
-Gran fortuna sería topar con heredera rica e ilustrada que, abandonando
-los caprichos y vanidades del sexo, consagrara su oro al servicio de
-la ciencia. Admirables mujeres de este género abundan en Francia e
-Inglaterra. En nuestro país no hemos conocido un profesor aficionado al
-laboratorio para cuya obra no haya sido fatal la riqueza de la esposa.
-Si la discreción no sellara nuestros labios, podríamos demostrar aquí
-con ejemplos vivos cómo los gustos frívolamente ostentosos de la
-cónyuge o el egoísmo exagerado de la madre de familia, han interrumpido
-carreras brillantes, obligando al novel hombre de ciencia a trocar
-el estudio por la política, el microscopio por el automóvil, y las
-redentoras veladas del laboratorio por las ociosas horas de la tertulia
-o del teatro.
-
-Pero no censuremos demasiado a estas ricas hembras, excelentes en
-el fondo, aunque víctimas de su incultura; al fin, los reproches
-inacabables con que paralizan las honradas iniciativas del esposo
-(¿para qué esforzarte si tienes con qué vivir holgadamente, etc.?),
-son disculpables, ya que se inspiran en el amor conyugal. ¡Harto más
-antipáticas son esas altivas herederas que, sin miramiento alguno,
-echan en cara al infeliz consorte su condición parásita e incapacidad
-financiera, y que, mortificándole con diarias pullas, oblíganle a
-trabajar como bestia de carga, a fin de sufragar por entero (la dote
-de la mujer se disipa en adornos, alhajas, muebles lujosos y giras
-a balnearios y playas a la moda) el fausto de una vida tan llena de
-vanidad como vacía de ideales!
-
-¿Preferirá el sabio la _mujer artista o la literata profesional_?
-Salvo honrosas excepciones, tales hembras constituyen constante
-perturbación o perenne ocasión de disgustos para el cultivador de
-la ciencia. Desconsuela reconocer que, en cuanto goza de un talento
-y cultura viriles, suele la mujer perder el encanto de la modestia,
-adquiere aires de dómine, y vive en perpetua exhibición de primores y
-habilidades. La mujer es siempre un poco teatral, pero la literata o la
-artista están siempre en escena. ¡Y luego tienen gustos tan señoriles
-y complicados!... Al fin, la esposa opulenta suele subvenir a sus
-antojos. Poco amiga de libros y revistas, curiosea solamente joyerías y
-tiendas de modas; pero la literata pasea con igual codicia sus miradas
-por los escaparates de alhajas y sombreros y por las muestras de los
-libreros.
-
-No queda, pues, a nuestro sabio en cierne, como probable y apetecible
-compañera de glorias y fatigas, más que la _señorita hacendosa_ y
-económica, dotada de salud física y mental, adornada de optimismo y
-_buen carácter_, con instrucción bastante para comprender y alentar
-al esposo, con la pasión necesaria para creer en él y soñar con la
-hora del triunfo, que ella diputa segurísimo. Inclinada a la dicha
-sencilla y enemiga de la notoriedad y exhibición, cifrará su orgullo en
-la salud y felicidad del esposo. El cual, en lugar de reconvenciones
-y resistencias, hallará en el hogar ambiente grato, propicio a la
-germinación y crecimiento de las ideas. Y si, por fortuna, sonríe
-la gloria, sus fulgores rodearán, con una sola aureola, dos frentes
-gemelas.
-
-¡La gloria!... La esposa modesta la merece también, porque gracias a
-sus abnegaciones, sacrificando galas y joyas para que no falten libros
-y revistas, consolando y confortando al genio en horas de desaliento,
-hizo al fin posible la ejecución de la magna empresa.
-
-Por fortuna, este tipo delicioso de mujer no es raro en nuestra clase
-media. Muy desventurado será, quien, buscándola con empeño, no logre
-encontrarla o no sepa asociarla de todo corazón a sus destinos. El
-toque está en conquistarla para la obra común, en constituirse en
-su director espiritual, en modelar su carácter, plegándolo a las
-exigencias de una vida seria de trabajo intenso y de recato austero;
-en hacer, en suma, de ella, según decíamos antes, un órgano mental
-complementario, absorbido en lo pequeño (si pequeñez puede llamarse
-el gobierno del hogar y la educación de los hijos), para que el
-esposo, libre de inquietudes, pueda ocuparse en lo grande, esto es,
-en la germinación y crianza de sus queridos descubrimientos y de sus
-especulaciones científicas.
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO VII
-
-Marcha de la investigación científica.
-
-
-Siguiendo a los tratadistas de lógica, y singularmente a E. Naville,
-consideramos en toda investigación científica tres operaciones
-sucesivas, a saber: observación y experimentación, suposición o
-hipótesis y comprobación. En algún caso, la indagación misma tiene como
-precedente, no la observación personal, sino un acto de crítica, una
-repugnancia sentida _a priori_ por nuestro espíritu respecto de ciertas
-doctrinas más o menos generalmente admitidas; pero hay que convenir
-en que semejante desacuerdo supone a menudo algún estudio objetivo
-personal, siquiera sea ligero, sobre el tema o sobre materias afines
-del problema a resolver.
-
-
-_a_) OBSERVACIÓN
-
-El consejo dado por los preceptistas literarios, y sobre el cual ha
-disertado muy atinada e ingeniosamente Pérez de Ayala, «ver las cosas
-por primera vez», es decir, readmirarlas descartando reminiscencias
-librescas, descripciones postizas y frases y tópicos comunes, tiene en
-la investigación científica muy señalada aplicación. Hay que limpiar la
-mente de prejuicios y de imágenes ajenas, hacer el firme propósito de
-ver y juzgar por nosotros mismos, como si el objeto hubiera sido creado
-expresamente para regalo y deleite de nuestro intelecto. Es preciso,
-en fin, renovar en lo posible aquel estado de espíritu --mezcla de
-sorpresa, emoción y vivísima curiosidad-- por que atravesó el sabio
-afortunado que descubrió el hecho considerado por nosotros, o que
-planteó primeramente el problema.
-
-Y esto se enlaza íntimamente con otra regla encarecida insistentemente
-por los maestros de la investigación científica. No basta examinar;
-hay que contemplar: impregnemos de emoción y simpatía las cosas
-observadas; hagámoslas nuestras, tanto por el corazón como por la
-inteligencia. Solo así nos entregarán su secreto. Porque el entusiasmo
-acrecienta y afina nuestra capacidad perceptiva. Al modo del amante que
-sabe descubrir diariamente en su adorada nuevas perfecciones, quien
-contempla con delectación un objeto acaba por discernir en él detalles
-interesantes y propiedades peregrinas escapadas a la atención distraída
-de los trabajadores rutinarios.
-
-Descendiendo ahora a más concreto terreno, formulemos algunas reglas
-indispensables a la buena observación en materias biológicas.
-
-Debe realizarse en las mejores condiciones posibles, aprovechando al
-efecto los instrumentos analíticos más perfectos y los métodos de
-estudio merecedores de más confianza. A ser posible, aplicaremos varios
-métodos al mismo tema, y corregiremos las deficiencias de los unos
-con las revelaciones de los otros. Escojamos la técnica más exacta,
-la que dé imágenes más claras y concluyentes. Importa, asimismo,
-evitar toda ligereza en la apreciación de los hechos, reproduciéndolos
-de mil maneras, hasta cerciorarnos de su absoluta constancia y de
-no haber sido víctimas de alguna de esas falaces apariencias que
-extravían (particularmente en los estudios micrográficos) a los jóvenes
-exploradores.
-
-Si nuestro estudio versa sobre un objeto de Anatomía, Historia natural,
-etc., la observación correrá paralela al dibujo; porque, aparte otras
-ventajas, el acto de copiar disciplina y robustece la atención,
-obliga a recorrer la totalidad del fenómeno estudiado, y evita, por
-tanto, que se nos escapen detalles frecuentemente inadvertidos en la
-observación ordinaria. En ciencias naturales solo podemos lisonjearnos
-de conocer una forma o una estructura cuando sepamos representarlas
-fácil y detalladamente. Cuanto más que ciertos estudios morfológicos
-serían incomprensibles sin el dibujo. Razón tenía el gran Cuvier cuando
-afirmaba que «sin el arte del diseño la Historia natural y la Anatomía
-hubieran sido imposibles»[24]. Por algo todos los grandes observadores
-son habilísimos dibujantes.
-
-Cuando, a pesar de haber aplicado la técnica apropiada, la presentación
-del objeto no salga enteramente a nuestro gusto, hay que reproducirla
-cuantas veces sea preciso para obtener del método el máximo
-rendimiento. Será de gran provecho, al efecto, tener a la vista, para
-confrontarla con las nuestras, alguna preparación excelente ejecutada
-por el autor del método o por alguno de sus discípulos esotéricos.
-Tendremos presente que el hecho nuevo lo descubre, no el que lo ve
-primeramente, sino quien, merced a una técnica habilísima, supo
-mostrarlo con entera evidencia, logrando llevar la convicción al ánimo
-de todos. Como dejamos dicho más atrás, en las ciencias biológicas,
-casi todos los grandes sabios han debido sus conquistas al dominio
-absoluto de uno o varios métodos de demostración o de experimentación.
-
-
-_b_) EXPERIMENTACIÓN
-
-En muchas ciencias (la Fisiología, la Patología, la Física, la
-Química, etc.) la experimentación sobrepuja en importancia a la
-observación misma. Imposible descubrir en _Física_ o _Fisiología_, sin
-imaginar un experimento original, sin someter el fenómeno estudiado
-a condiciones más o menos nuevas. La Morfología misma (_Histología_,
-_Anatomía_, _Embriología_, etc.), para cuyo estudio parece bastar la
-mera observación, adquiere de día en día carácter más experimental.
-Y a tal cambio de rumbo débense valiosas conquistas, a las cuales
-jamás se hubiera llegado por el trillado camino del análisis anatómico
-de las formas estáticas. Entre mil ejemplos que pudiéramos citar,
-recordemos: la producción de _partenogénesis artificial_ en la
-_estrella del mar_ (animal sexuado), mediante la sustitución de la
-fecundación natural (acción del zoospermo) por el influjo del agua de
-mar cargada de cloruro de magnesio; los interesantes experimentos de
-_merogonia_ (destrucción de las primeras esferas de segmentación del
-óvulo fecundado), ejecutados en batracios por Roux, Hertwig, Wilson,
-etc., demostrativos de que cada célula primitiva posee capacidad
-de generar un embrión entero, de donde resultaron definitivamente
-arruinadas las hipótesis embriogénicas de la _preexistencia_ y del
-_mosaico_; los trabajos de Nageotte, Marinesco, etc., acerca de la
-trasplantación de los nervios y ganglios, probando que la morfología
-de la célula nerviosa representa simple función del ambiente químico;
-los maravillosos resultados obtenidos por Harrison, Carrel y su
-escuela (Instituto Rockefeller) sobre el cultivo artificial, en serie
-e _in vitro_, de las células de los tejidos normales y patológicos;
-los interesantes experimentos de H. de Vries y de muchos modernos
-naturalistas acerca de la _mutación_ de las especies y del mecanismo de
-la herencia, etc.
-
-Tan admirables éxitos deben alentarnos a completar en lo posible el
-estudio meramente estático de las formas por la intervención del método
-experimental. De esta suerte provocamos alteraciones violentas en las
-condiciones biológicas normales de células y organismos. Simplifícase
-de este modo el proceso lógico de la determinación causal y del
-mecanismo físico-químico del fenómeno estudiado. Sin duda que, en la
-observación misma, se dan ya, en ocasiones, mudanzas de las condiciones
-fenomenales pero semejantes mutaciones, debidas a causas naturales,
-son raras y episódicas, al paso que, mediante la experimentación,
-abrévianse los plazos y nos hacemos dueños, tanto del determinismo
-natural como de las causas de variación.
-
-
-_c_) HIPÓTESIS DIRECTRIZ
-
-Observados los hechos, es preciso fijar su significación, así como las
-relaciones que encadenan la nueva verdad al conjunto de los postulados
-de la Ciencia. En presencia de un fenómeno insólito, el primer
-movimiento del ánimo es imaginar una hipótesis que dé razón de él y que
-lo subordine a alguna de las leyes conocidas. La experiencia fallará
-después definitivamente sobre la verosimilitud de la concepción.
-
-Meditando sobre el carácter de las buenas hipótesis, se cae en la
-cuenta de que, en su mayor parte, representan generalizaciones felices
-o inducciones arriesgadas, en cuya virtud el hecho recién descubierto
-se considera provisoriamente como caso particular de un principio
-general o como un efecto desconocido de una causa conocida. Por
-ejemplo: el transformismo, tan fecundo en las ciencias biológicas,
-representa exclusivamente una generalización a todos los seres de la
-ley de herencia, solo positivamente demostrada en la historia de cada
-especie. Cuando Lavoisier creó la teoría del calor animal, redujo el
-fenómeno respiratorio de los animales, desconocido antes en su esencia,
-a la ley general de la producción del calor por la oxidación del
-carbono, etc.
-
-Para la creación de la hipótesis tendremos en cuenta las reglas
-siguientes: 1.ª, que la hipótesis sea obligatoria, es decir, que
-sin ella no quede arbitrio para explicar los fenómenos; 2.ª, que
-sea, además, contrastable o comprobable, o por lo menos que pueda
-concebirse, para un plazo más o menos remoto, su comprobabilidad,
-pues las hipótesis que se sustraen por completo a la piedra de toque
-de la observación o de la experimentación, dejan en realidad los
-problemas sin esclarecer y no pueden representar otra cosa que síntesis
-artificiales coordinadoras, pero no explicativas, de los hechos, cuando
-no meras explicaciones verbales; 3.ª, que sea fácilmente imaginable,
-es decir, traducible en lenguaje físico-químico, y si es posible,
-como quería lord Kelvin, en puro mecanismo (las hipótesis obscuras o
-demasiado abstractas corren riesgo de constituir vacías explicaciones
-verbales); 4.ª, que huyendo de propiedades ocultas y de esencias
-metafísicas, propenda a resolver las cuestiones de calidad en problemas
-de cantidad; 5.ª, y que sugiera, a ser posible, también investigaciones
-y controversias que, si no zanjan la cuestión, nos aproximen al
-menos al buen camino, promoviendo nuevas y más felices concepciones
-(_hipótesis de trabajo_, de Weissmann). Aun siendo errónea, una
-hipótesis puede servir eficazmente al progreso con tal que esté basada
-en nuevas observaciones y marque una dirección original al pensamiento
-científico. Y en todo caso, la explicación rechazada por falsa siempre
-tendrá una ventaja: la de restringir, por exclusión, el campo de lo
-imaginable, eliminando soluciones inaceptables y causas de error. Con
-razón dice Le Bon «que quien rehúsa escoger la hipótesis por guía, debe
-resignarse a tomar el azar por maestro».
-
-Muchos sabios ilustres, y singularmente el gran físico Tyndall,
-han insistido elocuentemente sobre la importancia de las hipótesis
-en la Ciencia, y acerca del importante papel desempeñado por la
-imaginación en la creación de buenas y fecundas teorías. De acuerdo,
-por nuestra parte, creemos que, si la hipótesis es un arma de que se
-abusa demasiado, es también un instrumento lógico, sin el cual ni
-la observación misma, con ser de suyo tan pasiva, puede realizarse.
-Buena o mala, una conjetura, un intento de explicación cualquiera será
-siempre nuestro guía, pues nadie busca sin plan.
-
-Aun los llamados hallazgos casuales se deben comúnmente a alguna idea
-directriz que la experiencia no sancionó, pero que tuvo virtud, no
-obstante, para llevarnos a un terreno poco o nada explorado. Si se
-me perdonara lo vulgar del símil, diría que en estas materias sucede
-lo que con las personas conocidas, que aparecen en la calle entre la
-multitud de transeúntes en el preciso instante en que pensamos en
-ellas, por la razón bien sencilla de que, cuando en ellas no pensamos,
-pasan cerca de nosotros sin percatarnos de su presencia. Impulsados por
-la hipótesis, acaso ocurrirá sorprender en los hechos diversa cosa que
-lo buscado; pero mejor es esto que no encontrar nada, que es justamente
-lo que le sucede al mero e impasible contemplador de los fenómenos
-naturales. Como dice Peisse, «el ojo no ve en las cosas más que lo que
-mira en ellas, y no mira sino lo que está en idea en el espíritu».
-
-Inútil será recordar que todos los grandes investigadores han sido
-fecundos creadores de hipótesis. Con profundo sentido se ha dicho que
-ellas son el primer balbuceo de la razón en medio de las tinieblas de
-lo desconocido; la sonda tendida en el misterioso abismo; el puente,
-en fin, aéreo y audaz que junta la playa familiar con el inexplorado
-continente.
-
-De las hipótesis se ha abusado mucho. Es fuerza, sin embargo, reconocer
-que sin ellas nuestro caudal de hechos positivos resultaría harto
-mezquino, acrecentándose muy lentamente. La hipótesis y el dato
-objetivo están ligados por estrecha relación etiológica. Aparte su
-valor conceptual o explicativo, entraña la teoría valor instrumental.
-«El científico no debe olvidar, afirma Huxley, que la hipótesis
-debe considerarse como un medio, jamás como un fin.» Observar sin
-pensar es tan peligroso como pensar sin observar. Ella es nuestra
-mejor herramienta intelectual: herramienta, como todas, susceptible
-de mellarse y de enmohecerse, necesitada de continuas reparaciones
-y sustituciones, pero sin la cual fuera casi imposible labrar honda
-brecha en el duro bloque de lo real.
-
-Difícil es dictar reglas para imaginar hipótesis. Quien no posea
-cierta intuición del encadenamiento causal, instinto adivinatorio para
-columbrar la idea en el hecho y la ley en el fenómeno, pocas veces
-dará, cualquiera que sea su talento de observador, con una explicación
-razonable. Cabe, empero, señalar, por lo que toca a las hipótesis
-biológicas, algunos conceptos o normas generales, cuyo recuerdo podrá
-ser provechoso a la hora de imaginar hipótesis explicativas.
-
-He aquí algunas de ellas:
-
-1. _La naturaleza emplea los mismos medios para iguales fines._-- En
-virtud de este principio, que tiene pocas excepciones, nos será en
-muchos casos dado reducir una disposición desconocida en otra conocida.
-Por ejemplo: cuando la _mitosis_ o _kariokinesis_ fue descubierta
-en las gruesas células de las larvas de tritón y salamandra, pudo
-racionalmente esperarse hallar parecidos fenómenos en la división
-celular del hombre y vertebrados superiores, así en estado normal como
-en condiciones patológicas; y, en efecto, la experiencia confirmó
-la previsión. Citemos otro ejemplo: esclarecida en los vertebrados,
-gracias a las investigaciones de Kühne, Krause, Ranvier, etc., la
-terminación libre, mediante arborizaciones varicosas, de las fibras
-nerviosas motrices y sensitivas, podía preverse, en virtud de la citada
-ley, que el hecho se repetiría en los centros nerviosos, no solo de los
-vertebrados, sino de los invertebrados. Y esta sospecha racional vino a
-ser luego plenamente confirmada por nosotros, por Kölliker, Lenhossék,
-van Gehuchten, etc., para los vertebrados, y por Retzius, Lenhossék y
-otros, para los invertebrados. Inútil multiplicar los ejemplos.
-
-2. _Estudios del hecho en sus formas sencillas._-- Puesto que la
-ontogenia y la filogenia representan dos series casi paralelas de
-formas que van de lo sencillo a lo complicado, nada mejor podemos
-hacer, para esclarecer la estructura de un órgano complejo y casi
-inabordable en los vertebrados superiores, que estudiar este en sus
-formas simples, ora del desarrollo individual, ora de las especies.
-Método excelente es, para determinar la significación de una cosa,
-averiguar cómo llega a ser lo que es; porque al señalar el lugar que
-ocupa en la cadena evolutiva, esclarecemos, sin pensarlo, su valor
-anatómico y fisiológico.
-
-3. _Toda disposición natural, por caprichosa que parezca, obedece a un
-fin utilitario._-- Abstracción hecha de los órganos atróficos, este
-principio teleológico es aplicable a todas las particularidades de
-estructura de animales y plantas. Al enunciar esta ley, no pretendemos,
-como supusieron Linneo, Cuvier y Agassiz, que cada órgano represente
-una encarnación directa del Principio creador: pretendemos tan solo
-consignar que, sea cualquiera la causa, todo órgano conservado por la
-Naturaleza, es decir, fijado durante miles de años por la herencia,
-representa casi siempre disposición útil al individuo o a la especie,
-ya que las organizaciones superfluas o desfavorables provocadas por
-variación, y otras condiciones, acaban por ser eliminadas. En armonía
-con este principio, atribuiremos una función importante a cuantos
-órganos o tejidos se mantienen tenazmente en la serie animal, y una
-actividad menos urgente, por lo menos para la vida del individuo,
-a aquellos otros exiguamente representados en la escala zoológica.
-De este postulado usa y abusa continuamente el fisiólogo al tratar
-de interpretar el dinamismo de órganos como los de circulación,
-digestión y locomoción; dinamismo en el cual tanta luz arroja nuestro
-conocimiento de la Física y de la Química, o, como decía Letamendi, _el
-estado actual de nuestros conocimientos industriales_.
-
-Hay excepciones, sin duda, del citado principio utilitario; mas estas
-son pocas y fácilmente explicables por el hecho de la adaptación
-reciente, y por tanto incompleta, a condiciones nuevas (órganos
-atróficos por desuso, etc.). Sobre estas incongruencias biológicas,
-más comunes todavía en el hombre que en los animales, consecuencias
-del principio de Lamarck del uso u desuso de los órganos, discurre
-ingeniosamente Metchnikoff, en sus _Estudios sobre la Naturaleza
-humana_.
-
-La hipótesis aplícase siempre, según es sabido, a explicar los
-hechos adquiridos. Sin entrar en el arduo problema filosófico de la
-_explicación científica_ (esto implicaría desarrollos impropios de
-este librito), haremos notar que el entendimiento, al considerar los
-fenómenos naturales, puede adoptar una de estas dos actitudes, ambas
-satisfactorias para nuestra necesidad de certeza:
-
-1.ª El hecho nuevo es referido a una ley conocida (explicación
-_legalista_ de Meyerson).
-
-2.ª El hecho nuevo, además de su _legalidad_, es decir, de su
-vinculación a una ley general, resuélvese también ante la razón en
-puro _mecanismo_, y entra dócilmente en las ecuaciones de la dinámica.
-Esta segunda manera de explicación representa para Maxwell y para
-la mayoría de los físico-filósofos modernos un grado superior de
-comprensión científica, y requiere el empleo de teorías generales
-jerárquicamente superiores a las leyes empíricas.
-
-Fuerza es confesar que nuestro entendimiento exige imperiosamente
-teorías concebibles, representables en términos mecánicos. Lo que se
-resiste a la representación material corre mucho riesgo de ser un mero
-juego de la imaginación sin realidad objetiva. La razón psicológica
-de tal necesidad se nos escapa aún. Acaso dependa de que, como diría
-Bergson, modelados nuestros conceptos sobre lo _discontinuo_ de la
-sensación, la imaginación solo sabe forjar, como representación última
-de las cosas, algo semejante al dato sensorial mismo, es decir,
-variaciones en el movimiento de partes discontinuas, perturbaciones en
-la configuración y dinamismo de sistemas materiales.
-
-En Física, en Química, en Astronomía, las explicaciones hipotéticas
-por _reducción mecánica_ son comunísimas, y el investigador debe
-inspirarse en ellas para dar forma plástica a sus ideas y llevar
-adelante sus especulaciones; en Anatomía, Biología, Patología, etc.,
-habremos de contentarnos casi siempre con _hipótesis legalistas_, las
-cuales, si no dejan plenamente saciado nuestro afán de comprensión,
-son suficientes para satisfacer estos dos grandes anhelos de la razón:
-actuar y prever.
-
-_Comprobación._-- Imaginada la hipótesis, menester es someterla a
-la sanción de la experiencia, para lo cual escogeremos experimentos
-u observaciones precisas, completas y concluyentes. Imaginar buenos
-experimentos es uno de los atributos característicos del ingenio
-superior, el cual halla manera de resolver de una vez cuestiones que
-los sabios mediocres solo logran esclarecer a fuerza de largos y
-fatigosos experimentos.
-
-Si la hipótesis no se conforma con los hechos, hay que rechazarla sin
-piedad, e imaginar otra explicación exenta de reproche. Impongámonos
-severa autocrítica, basada en la desconfianza de nosotros mismos.
-Durante el proceso de comprobación, pondremos la misma diligencia en
-buscar los hechos contrarios a nuestra hipótesis que los que pueden
-favorecerla. Evitemos encariñamientos excesivos con las propias ideas,
-que deben hallar en nosotros, no un abogado, sino un fiscal. El tumor,
-aunque propio, debe ser extirpado. Harto mejor es rectificar nosotros
-que sufrir la corrección de los demás. Por nuestra parte, no sentimos
-la menor mortificación al abandonar nuestras ideas, porque creemos que
-caer y levantarse solo, revela pujanza; mientras que caer y esperar una
-mano compasiva que nos levante, acusa debilidad.
-
-Confesaremos, sin embargo, los propios dislates siempre que alguien nos
-los demuestre; con lo cual obraremos como buenos; probando que solo nos
-anima el amor a la verdad, granjearemos superior consideración y estima
-para nuestras opiniones.
-
-El amor propio y la soberbia nos arrebatan el placer soberano de
-sentirnos escultores de nosotros mismos; la fruición incomparable de
-habernos corregido y superado, refinando y perfeccionando nuestra
-máquina cerebral, legado de la herencia. Si alguna vez es disculpable
-el engreimiento es cuando la voluntad nos automodela o _recrea_,
-actuando, por decirlo así, en función de demiurgo soberano.
-
-Si nuestro orgullo opone algunos reparos, tengamos en cuenta que, mal
-que nos pese, todos nuestros artificios serán impotentes para retardar
-el triunfo de la verdad, que se consumará por lo común en vida nuestra,
-y será tanto más lamentable cuanto más enérgica haya sido la protesta
-del amor propio. No faltará, sin duda, algún espíritu displicente, y
-acaso malintencionado, que nos eche en cara nuestra inconsecuencia,
-despechado sin duda porque nuestra espontánea rectificación le privó de
-fácil victoria obtenida a costa nuestra; mas a estos les contestaremos
-que el deber del hombre de ciencia no es petrificarse en el error,
-sino adaptarse continuamente al nuevo medio científico; que el vigor
-cerebral está en moverse, no en _anquilosarse_, y que en la vida
-intelectual del hombre, como en la de las especies zoológicas, lo malo
-no es la mudanza, sino la regresión y el atavismo. Variación supone
-vigor, plasticidad, juventud; fijeza es sinónima de reposo, de pereza
-cerebral, de petrificación de pensamiento, en fin, de inercia fatal,
-nuncio seguro de decrepitud y de muerte[25]. Con sinceridad simpática
-ha dicho un científico: «varío porque estudio». Todavía sería más
-noble y modesto declarar: «cambio porque estudian los demás y tengo a
-gala renovarme».
-
-Cuando el trabajo de confirmación arroje poca luz, imaginemos nuevos
-experimentos y procuremos colocarnos en las mejores condiciones para
-valuar el alcance de la hipótesis. En Anatomía o Fisiología, por
-ejemplo, ocurre frecuentemente la imposibilidad de esclarecer la
-estructura o la función de un órgano complejo; lo cual depende de que
-atacamos el problema por su lado más difícil, pretendiendo resolverlo
-en el hombre o en los vertebrados superiores. Mas si acudimos a los
-embriones o a los animales inferiores, la Naturaleza se nos muestra más
-ingenua y menos esquiva, ofreciéndonos el plan casi esquemático de la
-estructura y dinamismo buscados, con lo que a menudo nuestra hipótesis
-recibirá inesperada y definitiva confirmación.
-
-En resumen, la marcha seguida por el investigador en la conquista
-de una verdad científica, suele ser: 1.º Observación de los hechos
-demostrados, a favor de métodos terminantes, claros y de gran
-precisión. 2.º Experimentación para crear condiciones nuevas en la
-manifestación de los fenómenos. 3.º Crítica y eliminación de las
-hipótesis erróneas y elaboración de una interpretación racional de los
-hechos, en cuya virtud estos queden subordinados a una ley general y,
-si es posible, a una representación o esquema físico-químicos. 4.º
-Comprobación de la hipótesis mediante nuevas observaciones o repetidos
-experimentos. 5.º De no concordar con la realidad, sustitución de la
-hipótesis por otra, que será a su vez sometida a riguroso análisis
-objetivo. 6.º Aplicaciones y ramificaciones de la hipótesis, ya
-convertida en verdad firme, a otras esferas del saber.
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO VIII
-
-Redacción del trabajo científico.
-
-
-_a_) JUSTIFICACIÓN DE LA COMUNICACIÓN CIENTÍFICA
-
-Mr. Billings, sabio bibliotecario de Washington, agobiado por la tarea
-de clasificar miles de folletos, en donde, con diverso estilo, dábanse
-a conocer casi los mismos hechos, o se exponían verdades ya de antiguo
-sabidas, aconsejaba a los publicistas científicos la sumisión a las
-siguientes reglas: 1.ª, tener algo nuevo que decir; 2.ª, decirlo; 3.ª,
-callarse en cuanto queda dicho, y 4.ª, dar a la publicación título y
-orden adecuados.
-
-He aquí un recuerdo que no creemos inútil en España, país clásico
-de la hipérbole y de la dilución aparatosa. En efecto: lo primero
-que se necesita para tratar de asuntos científicos, cuando no nos
-impulsa la misión de la enseñanza, es tener alguna observación nueva
-o idea útil que comunicar a los demás. Nada más ridículo que la
-pretensión de escribir sin poder aportar a la cuestión ningún positivo
-esclarecimiento, sin otro estímulo que lucir imaginación calenturienta,
-o hacer gala de erudición pedantesca con datos tomados de segunda o
-tercera mano.
-
-Al tomar la pluma para redactar el artículo científico, consideremos
-que podrá leernos algún sabio ilustre, cuyas ocupaciones no le
-consienten perder el tiempo en releer cosas sabidas o meras
-disertaciones retóricas. De este pecado capital adolecen, por
-desgracia, muchas de nuestras oraciones académicas. Numerosas tesis de
-doctorandos, y no pocos artículos de nuestras revistas profesionales,
-parecen hechos, no con ánimo de aportar luz a un asunto, sino de
-lucir la facundia y salir de cualquier modo, y cuanto más tarde mejor
-(porque, eso sí, lo que no va en doctrina va en _latitud_), del arduo
-compromiso de escribir, sin haberse tomado el trabajo de pensar. Nótese
-cuánto abundan los discursos encabezados con estos títulos, que parecen
-inventados por la pereza misma: _Idea general de... Introducción al
-estudio de... Consideraciones generales acerca de... Juicio crítico de
-las teorías de... Importancia de la ciencia tal o cual..._, títulos
-que dan al escritor la incomparable ventaja de esquivar la consulta
-bibliográfica, despachándose a su gusto en la materia, sin obligarse
-a tratar a fondo y seriamente cosa alguna. Con lo cual no pretendemos
-rebajar el mérito de algunos trabajos perfectamente concebidos y
-redactados que, de tarde en tarde, ven la luz con los consabidos o
-parecidos enunciados.
-
-Asegurémonos, pues, merced a una investigación bibliográfica cuidadosa,
-de la originalidad del hecho o idea que deseamos exponer, y guardémonos
-además de dar a luz prematuramente el fruto de la observación. Cuando
-nuestro pensamiento fluctúa todavía entre conclusiones diversas y no
-tenemos plena conciencia de haber dado en el blanco, ello es señal de
-haber abandonado harto temprano el laboratorio. Conducta prudente será
-volver a él y esperar a que, bajo el influjo de nuevas observaciones,
-acaben de cristalizar nuestras ideas.
-
-
-_b_) BIBLIOGRAFÍA
-
-Antes de exponer nuestra personal contribución al tema de estudio, es
-costumbre trazar la historia de la cuestión, ya para señalar el punto
-de partida, ya para rendir tributo de justicia a los sabios insignes
-que nos precedieron, abriéndonos el camino de la investigación. Siempre
-que en este punto, por amor a la concisión o por pereza, propenda el
-novel investigador a regatear fechas y citas, considere que los demás
-podrán pagarle en la misma moneda, callando intencionadamente sus
-trabajos. Conducta es esta tan poco generosa como descortés, dado que
-la mayor parte de los sabios no suelen obtener de sus penosos estudios
-más recompensa que la estima y aplauso de los doctos, que constituyen
---lo hemos dicho ya-- minoría insignificante.
-
-El respeto a la propiedad de las ideas solo se practica bien cuando uno
-llega a ser propietario de pensamientos que corren de libro en libro,
-unas veces con nombre de autor, otras sin él; y algunas con paternidad
-equivocada. Al ser víctima de molestas pretericiones y de injustos
-silencios, se cae en la cuenta de que cada idea es una _criatura_
-científica, cuyo autor, que la dio el ser a costa de grandes fatigas,
-exhala, al ver desconocida su paternidad, los mismos ayes doloridos que
-exhalaría una madre a quien arrebataran el fruto de sus entrañas.
-
-Dispuestos a hacer justicia, hagámosla hasta en la forma: y así no
-dejemos de ordenar, por rigurosa cronología, las listas de nombres
-o de _cartuchos de citas_ que, por brevedad, es preciso a veces
-consignar al dar cuenta de un descubrimiento; pues si tales series de
-apellidos se han de ordenar con lógica, es menester comenzarlas por
-el iniciador y acabarlas por los confirmadores y perfeccionadores. Un
-estudio minucioso y de primera mano de la bibliografía nos ahorrará
-injusticias, y por ende las inevitables reclamaciones de prioridad.
-
-
-_c_) JUSTICIA Y CORTESÍA EN LOS JUICIOS
-
-Al consignar los antecedentes históricos, nos vemos obligados con
-frecuencia a formular juicios acerca del alcance de la obra ajena.
-Excusado es advertir que, en tales apreciaciones, debemos conducirnos
-no solo con imparcialidad, sino haciendo gala de exquisita cortesía
-y de formas agradables y casi aduladoras. Indulgentes con las
-equivocaciones del novicio, seremos respetuosos y modestos ante los
-_lapsus_ de los grandes prestigios científicos. Temamos siempre
-que nuestras observaciones representen ligerezas de la impaciencia
-o espejismos del entusiasmo juvenil. Antes, pues, de resolvernos
-a repudiar un hecho o una interpretación comúnmente admitidos,
-reflexionemos maduramente. Y tengamos muy en cuenta, al formular
-nuestros reparos, que si entre los sabios se dan caracteres nobles y
-bondadosos, abundan todavía más los temperamentos quisquillosos, las
-altiveces cesáreas y las vanidades exquisitamente susceptibles. La
-frase horaciana _genus irritabile vatum_, aplícase a los sabios mejor
-aún que a los poetas. Ya lo nota el perspicaz Gracián: «Los sabios
-fueron siempre mal sufridos; quien añade ciencia añade impaciencia».
-
-Con estas precauciones, evitaremos en lo posible desdenes sistemáticos
-hacia nuestra obra y querellas y polémicas envenenadas, en las cuales
-perderíamos tranquilidad y tiempo, sin ganar pizca de prestigio ni
-autoridad. Porque en la apreciación de nuestros méritos, solo se
-tendrán en cuenta los hechos nuevos aportados, y no la destreza y garbo
-polémicos.
-
-Cuando, injustamente atacados, nos veamos compelidos a defendernos,
-hagámoslo hidalgamente, esgrimiendo la espada, pero con la punta
-embotada y adornada, según la imagen vulgar, con ramillete de flores.
-
-Da pena reconocer que, en la mayoría de los casos, los impugnadores
-no defienden una doctrina, sino su propia infalibilidad. Muy
-acertadamente nota Eucken, que so color de refutar principios «cada
-cual se defiende a sí mismo y a su propia naturaleza... Es el instinto
-de conservación espiritual que reacciona».
-
-Cuando por nuestro mal tengamos que contender con contradictores de
-este jaez (resulta, a veces, inevitable, porque toda verdad exaspera a
-los mantenedores del error), fuera inocente confiar en persuadirles.
-No es a ellos, sino al público, a quien debemos mirar. Aportemos
-pruebas terminantes; robustezcamos en lo posible la tesis con nuevos
-datos objetivos, y pasemos en silencio ataques personales e insidias
-polémicas. Porque en tales torneos, importa, antes que defendernos,
-defender la verdad.
-
-Por olvidar estas sabidas reglas de prudencia y discreción, ¡cuántas
-desazones y sinsabores! Réplicas acres y violentas y silencios
-rencorosos reconocen casi siempre por causa nuestra falta de urbanidad
-y comedimiento al exponer y valorar el trabajo de los demás.
-
-Citemos algunos datos concretos para adoctrinar al principiante.
-De ordinario, las críticas afectan, ya a errores de hecho o de
-observación, ya a errores de interpretación.
-
-a) Error de observación o de reconocimiento de un hecho.-- En general,
-los sabios discuten sobre interpretaciones, no sobre hechos, por
-suponer que el investigador, por modesto que sea, es incapaz de
-lanzarse a la tarea analítica sin preparación suficiente. Por esto
-precisamente, tales _lapsus_ repútanse graves, denotando en quien los
-comete singular candor intelectual o inexperiencia metodológica. Sin
-embargo, guardémonos bien de ensañarnos al hacer constar el dislate;
-seamos piadosos y tengamos presente que, en momentos de distracción
-o descuido, hasta los sabios más sagaces pueden cometerlo. Lejos de
-censurarlo crudamente, disculpémoslo con benevolencia, haciendo notar
-que se trata de observaciones muy difíciles, donde las equivocaciones
-resultan frecuentes y casi inevitables. No imputemos el error a la
-ignorancia, antes bien, a la imperfección de la técnica aprovechada o a
-los prejuicios de la escuela donde se inspiró el trabajo censurado.
-
-Cuando, a despecho de la mejor voluntad, tales excusas parezcan
-inadmisibles, atribúyase la pifia al empleo de material insuficiente
-o poco apropiado, añadiendo que si el autor hubiera hecho uso de
-iguales objetos de estudio que nosotros, habría llegado sin duda a
-las mismas conclusiones, ya que le sobran para ello talento y pericia
-harto acreditados en anteriores publicaciones. En fin, tratemos de
-consolarle, insistiendo con morosidad, ora sobre las minucias más o
-menos originales contenidas en su trabajo, ora en las excelencias de
-las descripciones, bien, en fin, en la elegancia y precisión de los
-dibujos. En suma, nuestras expresiones se dirigirán principalmente a
-endulzar las amarguras del veredicto, llevando al ánimo de nuestro
-adversario la persuasión de que sus afanes no han sido enteramente
-inútiles a los progresos de la Ciencia.
-
-b) Error teórico.-- Supongamos que, interpretando abusivamente los
-hechos, el autor formuló una hipótesis arbitraria y sin base alguna
-en la observación. La píldora crítica será dorada con frases de este
-tenor: «Ciertamente, la explicación propuesta peca de aventurada, pero,
-en cambio, es notablemente ingeniosa, sugiere consideraciones muy
-elevadas y acredita en su autor espíritu filosófico de altos vuelos.
-¡Lástima grande que al forjar su concepción no haya tenido en cuenta
-tales o cuales hechos que la contradicen formalmente! En todo caso, la
-hipótesis es seductora y merece discusión y examen respetuosos».
-
-En fin, tan trivial y grosera puede ser la interpretación teórica, que
-hasta la disculpa parezca adulación. Entonces lo mejor será pasarla
-en silencio, mentando escuetamente, como en el caso anterior, las
-observaciones exactas (si las hay) y el mérito literario, filosófico o
-pedagógico del trabajo.
-
-
-_d_) EXPOSICIÓN DE LOS MÉTODOS
-
-Importa asimismo puntualizar, bien al principio, bien al final de la
-monografía, el método o métodos de investigación seguidos por el autor,
-sin imitar a esos sabios que, a título de mejorarla ulteriormente, se
-reservan temporalmente el monopolio de la técnica empleada, restaurando
-la casi perdida costumbre de los químicos y matemáticos de las pasadas
-centurias, los cuales, inspirados en la pueril vanidad de asombrar
-a las gentes con el poder de su penetración, se reservaban los
-detalles de los procedimientos que les habían conducido a la verdad.
-Afortunadamente, el esoterismo va desapareciendo del campo de la
-Ciencia y el mero lector de una Revista puede conocer hoy las minucias
-y _tours de main_ de ciertos métodos, casi tan bien como los íntimos
-del descubridor.
-
-
-_e_) CONCLUSIONES
-
-Expuesta en forma clara, concisa y metódica la observación u
-observaciones fruto de nuestras pesquisas, cerraremos el trabajo
-condensando en un corto número de proposiciones los datos positivos
-aportados a la ciencia y que han motivado nuestra intervención en el
-asunto.
-
-Conducta que no todos siguen, pero que nos parece por todo extremo
-loable, es llamar la atención del lector sobre los problemas todavía
-pendientes de solución, a fin de que otros observadores apliquen sus
-esfuerzos y completen nuestra obra. Al señalar a los sucesores la
-dirección de las nuevas pesquisas y los puntos que nuestra diligencia
-no ha logrado esclarecer, damos, al par que fácil y generoso asidero a
-los jóvenes observadores ansiosos de reputación, ocasión de pronta y
-plena confirmación de nuestros descubrimientos.
-
-
-_f_) NECESIDAD DE LOS GRABADOS
-
-Si nuestros estudios atañen a la morfología, ora macro, ora
-microscópica, será de rigor ilustrar las descripciones con figuras
-copiadas todo lo más exactamente posible del natural. Por precisa y
-minuciosa que sea la descripción de los objetos observados, siempre
-resultará inferior en claridad a un buen grabado. Cuanto más, que la
-representación gráfica de lo observado garantiza la exactitud de la
-observación misma, y constituye un precedente de inapreciable valor
-para quien pretenda confirmar nuestras aseveraciones. Con justo
-motivo se otorga hoy casi igual mérito al que dibuja por primera vez
-y fielmente un objeto, que al que lo da a conocer solamente mediante
-descripción más o menos incompleta.
-
-Si los objetos representados son demasiado complicados, a los dibujos
-exactos que copian formas o estructuras, añadiremos esquemas o
-semiesquemas aclaratorios. En fin, en algunos casos podrá prestarnos
-importantes servicios la fotografía común y la microfotografía, suprema
-garantía de la objetividad de nuestras descripciones.
-
-
-_g_) EL ESTILO
-
-Finalmente, el estilo de nuestro trabajo será genuinamente didáctico;
-sobrio, sencillo, sin afectación, y sin acusar otras preocupaciones
-que el orden y la claridad. El énfasis, la declamación y la hipérbole
-no deben figurar jamás en los escritos meramente científicos, si no
-queremos perder la confianza de los sabios, que acabarán por tomarnos
-por soñadores o poetas, incapaces de estudiar y razonar fríamente una
-cuestión. El escritor científico aspirará constantemente a reflejar la
-realidad objetiva con la perfecta serenidad e ingenuidad de un espejo,
-dibujando con la palabra, como el pintor con el pincel, y abandonando,
-en fin, la pretensión de estilista exquisito y el fatuo alarde de
-profundidad filosófica. Ni olvidemos la conocida máxima de Boileau: «Lo
-que se concibe bien se enuncia claramente».
-
-La pompa y gala del lenguaje estarán en su lugar en el libro de
-popularización, en las oraciones inaugurales, hasta en el prólogo o
-introducción a una obra científica docente; pero hay que confesar que
-la mucha retórica produce, tratándose de una monografía científica,
-efecto extraño y un tanto ridículo.
-
-Sin contar que los afeites retóricos prestan a menudo a las ideas
-contornos indecisos, y que las comparaciones innecesarias hacen difusa
-la descripción, dispersando inútilmente la atención del lector, que
-no necesita ciertamente, para que las ideas penetren en su caletre,
-de la evocación continua de imágenes vulgares. En este concepto, los
-escritores, como las lentes, podrían distinguirse en _cromáticos_ y
-_acromáticos_: estos últimos, perfectamente corregidos de la manía
-dispersiva, saben condensar con toda precisión las ideas que por
-la lectura o la observación recolectan; mientras que los primeros,
-faltos del freno de la corrección, gustan de ensanchar con irisaciones
-retóricas, con franjas de brillantes matices, los contornos de las
-ideas; lo que no se logra sino a expensas del vigor y de la precisión
-de las mismas.
-
-En literatura, como en la oratoria, los entendimientos cromáticos
-o dispersivos pueden ser de gran utilidad; pues el vulgo, juez
-inapelable de la obra artística, necesita del _embudo de la retórica_
-para poder tragar algunas verdades; pero en la exposición y discusión
-de los temas de ciencia pura, el público es un senado escogido y
-culto; y ofenderíamos de seguro su ilustración y buen gusto tomando
-las cuestiones demasiado _ab ovo_ y perdiéndonos en amplificaciones
-declamatorias y detalles ociosos. Esta máxima de Gracián, alabada
-por Schopenhauer: «_lo bueno, si breve, dos veces bueno_», debe ser
-nuestra norma. Suyo es también este consejo: «hase de hablar como en
-testamento; que a menos palabras menos pleitos».
-
-Una severa disciplina de la atención, la costumbre de dar a la acción y
-al pensamiento mayor importancia que a la palabra, así como la creencia
-de que, después de inventada una imagen o una frase feliz, el problema
-científico que estudiamos no ha dado un solo paso hacia la solución,
-constituyen excelente profilaxis contra lo que _Fray Candil_ llamaba
-gráficamente _flatulencia retórica_, que nosotros consideramos como
-manifestación del meridionalismo superficial y causa muy poderosa de
-nuestro atraso científico.
-
-
-_h_) PUBLICACIÓN DEL TRABAJO CIENTÍFICO
-
-Cuando el investigador goce de crédito mundial, podrá publicar sus
-contribuciones científicas en cualquiera Revista nacional o extranjera
-de la especialidad. Los sabios a quienes el asunto interese, no
-se detendrán en el obstáculo de la lengua, antes bien, procurarán
-estudiarla para conocer el pensamiento del autor o buscarán editores
-que lo traduzcan y publiquen. Sin embargo, aun al sabio más reputado le
-es necesario, para ganar tiempo y conquistar adeptos en el exterior,
-comunicar sus descubrimientos a los _Beiträge_ o _Centralblatt_
-más divulgados de Alemania. En cuanto al principiante, sin crédito
-todavía en el mundo sabio, obrará muy cuerdamente pidiendo, desde
-luego, hospitalidad en las grandes Revistas extranjeras y redactando
-o haciendo traducir su trabajo en francés, inglés o alemán. De esta
-suerte, el nuevo hecho será rápidamente conocido de los especialistas,
-y si posee positivo valor tendrá el autor la grata sorpresa de verlo
-confirmado y aprobado por las grandes autoridades internacionales.
-Quienes, inspirándose en un patriotismo estrecho y ruin, se obstinan
-en escribir exclusivamente en Revistas españolas, poco o nada leídas
-en los países sabios, se condenan a ser ignorados hasta dentro de su
-propia nación; porque como habrá de faltarles siempre el _exequátur_
-de los grandes prestigios europeos, ningún compatriota suyo, y menos
-los de su gremio, osarán tomarlos en serio o estimarlos en su verdadero
-valer.
-
-Siendo, pues, decisivo para el porvenir del incipiente investigador
-el juicio de las autoridades científicas extranjeras, reflexionará
-maduramente antes de someterles el primer trabajo; asegúrese bien,
-mediante prolijas exploraciones bibliográficas, y aún mejor por la
-consulta de algún especialista célebre, de la realidad y originalidad
-del hecho comunicado. Y no olvide que el derecho a equivocarse se
-tolera solamente a los consagrados.
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO IX
-
-El investigador como maestro.
-
-
-Llegada la época constructiva y dominadas las dificultades del trabajo
-científico, imaginamos a nuestro novel investigador en posesión de la
-madurez y robustez necesaria para su multiplicación espiritual. La
-noble carrera fue seguida hasta el fin; el ideal ansiado logrose por
-entero. Convertido en autoridad internacional, el maestro es citado con
-encomio en las Revistas extranjeras; la originalidad e importancia de
-sus creaciones asegúranle página honorífica en el libro de oro de la
-ciencia.
-
-En tan decorosa situación, puede adoptar el sabio una de estas
-dos actitudes: proseguir concentrado y solitario sus empresas de
-laboratorio, condenándose a la esterilidad docente; o hacer a los
-demás copartícipes de sus métodos de estudio, promoviendo vocaciones y
-erigiéndose en prestigioso jefe de escuela.
-
-Entre ambos caminos la elección no es dudosa. Ciertamente, el trabajo
-solitario brinda al egoísmo satisfacciones y tranquilidades tentadoras;
-se obedece a la ley del mínimo esfuerzo, dirigiendo exclusivamente la
-atención a la investigación personal; se vive en un discreto ambiente
-de aprobación y estima donde faltan, sin duda (y ello es gran ventaja),
-los entusiasmos y veneraciones excesivas, pero donde tampoco mortifican
-émulos y rivales. Mas al adoptar tan cómoda postura, el instinto
-paternal del hombre de ciencia siéntese profundamente inquieto. «¿Qué
-será de mi obra --se pregunta-- cuando llegada la senectud falten
-energías para defenderla? ¿Quiénes reivindicarán la prioridad de mis
-hallazgos, si, por ventura, adversarios o sucesores poco escrupulosos
-se los apropian o incurren, al juzgarnos, en olvidos e injusticias?»
-
-Aun miradas las cosas desde el punto de vista egoísta --de un egoísmo
-sano y clarividente--, importa al sabio proceder a su multiplicación
-espiritual. La tarea es sin duda penosa. La actividad del maestro
-bifúrcase en las corrientes paralelas del laboratorio y de la
-enseñanza. Crecerán así sus desvelos, pero aumentarán también sus
-venturas. Sobre dar pábulo a elevadas tendencias, alcanzará el deleite
-de la paternidad ideal, y sentirá el noble orgullo de haber cumplido
-honradamente con su doble misión de maestro y de patriota. Ya no
-declinará su vida triste y solitaria, antes bien, se verá en su ocaso
-rodeada de un séquito de discípulos entusiastas, capaces de comprender
-la obra del maestro y de hacerla, en lo posible, luminosa y perenne.
-
-La posteridad ha sido siempre generosa con los fundadores de escuela.
-Hasta los errores del iniciador son perdonados o piadosamente
-explicados, si este supo formar espíritus capaces de comprenderlos y
-corregirlos. Quien renuncia a la siembra de ideas se declara egoísta
-o misántropo. Todos pensarán que trabajó para su orgullo en vez de
-laborar para la humanidad. Y si sus talentos destacan demasiado,
-aparecerá como algo patológico, cual formación extraña a su raza, a la
-cual por eso mismo apenas enaltece: especie de bólido intelectual caído
-del cielo, que brilló un momento, mas fue incapaz de comunicar a nadie
-su efímero fulgor.
-
-Dejar prole espiritual, además de dar alto valor a la vida del sabio,
-constituye utilidad social y labor civilizadora indiscutible, de las
-cuales están señaladamente necesitados los países como España, de
-producción científica miserable y discontinua.
-
-¡Infeliz del genio esporádicamente surgido en estos pueblos y
-extinguido sin descendencia! La ruda competencia entablada entre
-cientos de laboratorios y escuelas extranjeros; el arrollador alud
-de folletos y libros que se disputan encarnizadamente el favor de la
-actualidad; la tendencia iconoclasta de la juventud universitaria,
-ansiosa de _llegar_ y de afirmar e imponer la propia personalidad; la
-casi total ignorancia entre los sabios de las lenguas habladas en las
-naciones atrasadas, y, sobre todo, el _chauvinismo_ feroz reinante en
-Alemania, Francia e Inglaterra en triste complicidad con la desidia
-nacional, tendrán para el orgulloso solitario de la consabida _torre de
-marfil_ las más tristes consecuencias. Muchos de sus descubrimientos
-serán inevitablemente atribuidos a confirmadores extranjeros, poco
-escrupulosos en sus citas, por discípulos de estos menos escrupulosos
-aún; y todos los hechos que, por semejar baladíes a la hora de ser
-publicados, no merecieron el honor de la traducción --pero que andando
-el tiempo suelen remontar en valor-- quedarán enterrados en el polvo
-de las bibliotecas indígenas. Que si para la literatura y la historia,
-artes de recreo y atracción, sobran eruditos y comentadores, para la
-austera disciplina científica, el reivindicador debe ser a la par
-sabio y erudito, y ¡los sabios no abundan en los países de cultura
-insuficiente!...
-
-Importa, pues, que dichas naciones zagueras de la civilización
-obtengan de sus promotores científicos el máximo rendimiento docente,
-compensando en lo posible la escasez a aquellos con el progresivo
-aumento de su capacidad prolífica.
-
-Mas, ¿cómo formar continuadores y, mejor todavía, genios iniciadores,
-capaces de superar al maestro y de señalar rumbos nuevos a la
-investigación?
-
-Llegados a este punto, surge una cuestión importante. ¿Cómo se crea la
-vocación irresistible hacia la Ciencia?
-
-Aunque se haya dicho con razón, por Fouillée, Ribot, Bernheim, Levy
-y otros muchos, que toda idea aceptada por el cerebro tiende a
-convertirse en acto, es lo cierto que en la mayoría de las personas la
-idea o conocimiento científico carece de eficacia para transformarse
-en el _acto_ de confirmar la verdad aprendida o en el de ensanchar sus
-horizontes, merced al esfuerzo personal.
-
-A nuestro juicio, la voluntad obra en el joven a impulsos de la
-representación anticipada del placer ético íntimamente asociado a
-todo triunfo intelectual. Ante la estimación de los doctos, crece
-el sentimiento de la propia estima. Y, al revés, si se nos desdeña,
-acabamos por desdeñarnos. De aquí la necesidad, desgraciadamente harto
-olvidada, de que el profesor sugiera al alumno de continuo, no tanto
-con la palabra como con el ejemplo, la idea del goce soberano, de la
-satisfacción suprema que produce el arrancar secretos a lo desconocido
-y del vincular el propio nombre a una idea original y útil.
-
-Puesto que, según es bien sabido, la juventud procede en su culto a
-los hombres ilustres por imitación, fuera obra altamente educadora
-de la voluntad que cada profesor trazara con verdadero cariño y con
-deliberado propósito de sugestión la biografía anecdótica y sucinta
-de los sabios que más se distinguieron en el desarrollo de su
-ciencia especial, haciendo, en fin, algo de lo que, desde otro punto
-de vista, quisieron realizar. A. Comte con su culto a los grandes
-hombres; modernamente Carlyle con su libro sobre los héroes; Emerson
-con sus entusiastas apologías de los _hombres representativos_ o
-_superhombres_, a quienes se deben todos los progresos y ventajas de la
-civilización, y, últimamente, Ostwald con su hermoso libro _Los grandes
-hombres_.
-
-¿Qué signos denuncian el talento creador y la vocación inquebrantable
-por la indagación científica?
-
-Problema grave, capitalísimo, sobre el cual han discurrido altos
-pensadores e insignes pedagogos, sin llegar a normas definitivas.
-La dificultad sube de punto considerando que no basta encontrar
-entendimientos perspicaces y aptos para las pesquisas de laboratorio,
-sino conquistarlos definitivamente para el culto de la verdad original.
-
-Los futuros sabios, blanco de nuestros desvelos educadores, ¿se
-encuentran por ventura entre los discípulos más serios y aplicados,
-acaparadores de premios y triunfadores en oposiciones?
-
-Algunas veces, sí; pero no siempre. Si la regla fuera infalible,
-fácil resultara la tarea del profesor; bastaríale dirigirse a los
-premios extraordinarios de la licenciatura y a los números primeros
-de las oposiciones a cátedras. Mas la realidad se complace a menudo
-en burlar previsiones y malograr esperanzas. Porque, de igual manera
-que los varones más fervorosamente virtuosos y creyentes suelen
-ser formidablemente egoístas, se da también, con desconsoladora
-frecuencia, el caso de que los más brillantes jóvenes son mentalidades
-exquisitamente prácticas, es decir, financieros refinadísimos en
-embrión. Estudian y se esfuerzan, más que por amor a la Ciencia, por
-hallarse persuadidos de que el saber constituye excelente negocio, y de
-que la buena fama cobrada en la escuela cotizase muy alto en el mercado
-profesional y en las esferas académicas.
-
-Si el lector sonríe ante esta observación, haga memoria y repare
-en qué vinieron a parar sus más sobresalientes condiscípulos, los
-_monstruos_ de la memoria y de la aplicación, aquellos en quienes el
-profesor ponía todos sus mimos y preferencias; y reconocerá con pena
-que, si en su mayor parte alcanzaron holgada posición social (y en
-esto no erraron sus cálculos), poquísimos o ningunos ascendieron a las
-cumbres del saber o se distinguieron por una acción política, social
-o industrial abnegada y fecunda. Cuanto más que entre los alumnos más
-aprovechados figuran bastantes temperamentos del tipo gregario, dóciles
-y disciplinados, incapaces de iniciativa y que, habiendo aceptado el
-estudio por ciega obediencia a padres y maestros, acaban a menudo la
-carrera sumidos en el enervamiento y la fatiga. ¿Quién no ha oído
-exclamar, al concluir los estudios, a estos forzados del libro de
-texto, la conocida frase: «_Adiós, Horacio, a quien tanto aborrecí_»?...
-
-Harto más merecedores de predilección para el maestro avisado, serán
-aquellos discípulos un tanto indómitos, desdeñosos de los primeros
-lugares, insensibles al estímulo de la vanidad, que, dotados de rica e
-inquieta fantasía, gastan el sobrante de su actividad en la literatura,
-el dibujo, la filosofía y todos los deportes del espíritu y del
-cuerpo. Para quien los sigue de lejos, parece como que se dispersan y
-se disipan, cuando, en realidad, se encauzan y fortalecen. Corazones
-generosos, poetas a ratos, románticos siempre, estos jóvenes distraídos
-poseen dos cualidades esenciales de que el maestro puede sacar gran
-partido: desdén por el lucro y las altas posiciones académicas, y
-espíritu caballeresco enamorado de altos ideales. Al revés de los
-otros, al abandonar las aulas es cuando realmente comienzan a estudiar.
-Y no es raro verlos, fatigados ya de laborar sin provecho, y faltos de
-orientación definida, presentarse en los laboratorios en súplica de
-consejos técnicos y de un tema de estudio. Y algunos de ellos logran
-encauzarse y triunfar.
-
-Con todo eso, los rasgos precedentes no constituyen siempre síndrome
-cierto del futuro hombre de ciencia. Entre quienes sobresalen aquellos
-abundan veleidades y defecciones. Las citadas cualidades representan
-fuerzas en potencia, que no siempre llegan a ser actuales. Seducido por
-las apariencias, el maestro corre el riesgo de educar _dilettantes_
-del laboratorio o talentos brillantes, pero incapaces de honda y
-perseverante labor.
-
-Resulta, pues, difícil el diagnóstico de la vocación científica.
-Preciso es apelar a signos más exactamente diferenciadores para
-discernir la moneda falsa del oro de ley.
-
-En su admirable libro sobre los _Grandes hombres_, Ostwald, que se
-ha planteado este mismo problema, declara, después de hacer algunas
-reservas, que los discípulos particularmente bien dotados reconócense
-en que no parecen satisfechos jamás de lo que la enseñanza ordinaria
-les ofrece... «La enseñanza ordinaria se dirige en profundidad y
-superficie al término medio, y cuando un alumno posee un gran talento,
-verá en seguida que la ciencia recibida es cuantitativa y, sobre
-todo, cualitativamente insuficiente, y exigirá más». Y añade: «la
-más importante cualidad del sabio es la originalidad, es decir, la
-capacidad de imaginar alguna cosa más allá de lo que se le enseña;
-la exactitud en el trabajo, la crítica de sí mismo, conciencia,
-conocimientos, destreza, son también necesarios; pero todo puede
-adquirirse más tarde, mediante conveniente educación».
-
-Estas observaciones de Ostwald son atinadas y frecuentemente exactas.
-Sin embargo, para sacar fruto de ellas, importa que el maestro se
-ponga en contacto cordial con sus discípulos, que en sus pláticas
-de laboratorio les trate como a camaradas ocupados en obra común,
-sugiriéndoles la franqueza y la espontaneidad en la expresión. De este
-modo hallará el maestro facilidades para estudiar el carácter, y medir
-el tono y fortaleza de las pasiones de sus educandos. Así y todo, la
-regla de Ostwald falla en ocasiones. El mozo listo, insatisfecho de las
-descripciones de los textos y de las teorías científicas, puede ser un
-carácter altivo y un agudo entendimiento, pero incapaz de perseverancia
-y disciplina. Más a menudo aún, el futuro investigador adolece de
-excesiva timidez; sus respetos hacia el maestro y una modestia natural
-y simpática refrenan el deseo de pedir esclarecimientos a sus dudas
-teóricas, o aprobación hacia ensayos de nuevas soluciones. En tales
-casos, el investigador en cierne puede no ser reparado por el profesor
-o no estimularle este lo bastante, tomando acaso su reserva por
-limitación.
-
-Algo más segura, aunque sin pretensiones de infalibilidad, parécenos la
-regla siguiente, donde se combinan, para el diagnóstico psicológico,
-algunos signos subjetivos con otros objetivos.
-
-_Subjetivamente_, el joven apto para la investigación revélase desde
-luego por estos rasgos: Patriotismo ardiente, pero consciente y
-discursivo: lejos de los candorosos optimismos de ciertos patriotas, o,
-mejor dicho, _patrioteros_, que, con pronunciar cuatro o cinco nombres
-prestigiosos indígenas, creen haber demostrado la colaboración decisiva
-de su país en la obra de la cultura universal, nuestro joven siente
-profundo descontento por la pobreza y mezquindad de dicha contribución;
-ante los juicios severos, pero en el fondo justos, con que la crítica
-extranjera flagela la esterilidad de nuestros sabios y filósofos, no
-responde con trenos patrióticos o jactanciosas promesas, sino afilando
-sus armas y haciendo resolución de emplear sus bríos en el combate
-universal contra la Naturaleza. Nuestro sabio en potencia distínguese
-también por el culto severo a la verdad y por un escepticismo sano y de
-buena ley. Es ambicioso, pero con ambición noble y confesable: ansía
-destacar de la vulgaridad ambiente y vincular su nombre a una gran
-empresa.
-
-_Objetivamente_, el candidato a sabio corrobora a los ojos de todos
-las promesas precedentes. Sin el culto de la acción, sin la prueba de
-que el novel investigador es capaz de trabajar con fruto, correríamos
-el albur de cultivar un florido regenerador más, tan hábil en
-señalar el rumbo, como incapaz de cruzar el golfo. Pero si el joven
-gusta sobremanera de las manipulaciones del laboratorio, y posee
-laboriosidad infatigable; si, sobre todo (y esta es la señal objetiva
-a que principalmente aludíamos), averiguamos que, a costa de penosos
-sacrificios, con economías robadas a sus recreos y deportes, se ha
-creado un pequeño laboratorio donde se afana en adquirir maestría
-técnica y confirmar personalmente los descubrimientos de las eminencias
-del saber..., entonces el profesor debe intervenir resueltamente,
-ayudándole y protegiéndole; porque la verdadera vocación _consiste
-siempre en esa actividad especial a que el joven, menospreciando
-distracciones de la edad, sacrifica tiempo y peculio_.
-
-Claro está que la afición, aun la más sincera y entusiasta, se equivoca
-algunas veces. La vocación no es la aptitud, ni la aptitud conduce
-necesariamente al éxito. Este tiene génesis compleja, dado que entran
-en él, aparte vocación y aptitud, otras condiciones complementarias,
-a saber: la sagacidad para rastrear los filones ricos, el don de
-asimilación de las nuevas ideas, penetrante y seguro sentido crítico,
-buena orientación bibliográfica y metodológica y hasta un cierto
-espíritu filosófico. Pero casi todas estas cualidades complementarias
-pueden adquirirse después. Algo hay que dejar a la convivencia con el
-maestro y al poder transformador de la imitación.
-
-En suma, el futuro sabio suele ser patriota ardiente, ansioso de
-honrarse y honrar a su país, enamorado de la originalidad, indiferente
-al lucro y a los placeres burgueses, inclinado a la acción más que
-a la palabra, lector incansable, y capaz, en fin, de toda suerte de
-abnegaciones y renuncias para realizar el noble ensueño de bautizar con
-el propio nombre alguna nueva estrella del firmamento del saber.
-
-_Optimismo crítico._-- Dejamos expuesto más atrás que el maestro
-digno de tal debe sugerir de continuo a sus discípulos la idea de
-que la ciencia está en perpetuo _devenir_, que progresa y crece
-incesantemente, sin llegar jamás a plena madurez, y que todos podemos
-aportar, si nos lo proponemos de veras, un grano de arena al imponente
-monumento del progreso.
-
-Semejante actitud implica, naturalmente, el _optimismo_ nacional, es
-decir, fe robusta en las aptitudes y destinos de la raza.
-
-Claro es que semejante optimismo no debe ser ciego, sino avisado y
-previsor. Lejos del pedante y satisfecho engreimiento característico
-de muchos funestos políticos y de no pocas orondas sumidades de la
-cátedra, el buen maestro debe tener plena conciencia de la nacional
-incultura y de nuestra pobreza científica. Tendrá siempre presente que
-España está desde hace siglos en deuda con la civilización, y que de
-persistir en tan vergonzoso abandono, Europa perderá la paciencia y
-acabará por expropiarnos. Critique, pero trabaje. Censure y fustigue,
-si es preciso, a los perezosos, pero sin mirar atrás y con la mano en
-la mancera.
-
-De este patriótico optimismo, llamado por Godó _optimismo paradójico_,
-y al que cuadraría mejor la designación de _optimismo crítico_,
-participaron, entre otros, el gran Costa, cuyos apóstrofes restallaban
-como látigos en la espalda de los rezagados o en la frente de los
-antipatriotas; y en más modernos tiempos, el exquisito escritor y
-pensador Ortega y Gasset, quien propone, como condición esencial de la
-ascensión cultural y ética de España, la plena conciencia de nuestra
-miseria espiritual y de nuestra corrupción política y administrativa.
-
-_Cómo guiar al novel investigador._-- Escogida la familia intelectual,
-es preciso educarla y entrenarla para la ruda labor. Pueril y temerario
-fuera concurrir a torneos científicos, con carácter de rigurosas luchas
-internacionales, sin prepararse tenaz y adecuadamente.
-
-Al maestro incumbe la misión de abreviar esta preparación, orientando
-al discípulo, mostrándole los tajos abiertos a la investigación,
-guiándole en la pesquisa bibliográfica y sugiriéndole, en fin, la
-adquisición de cuantos conocimientos y habilidades accesorias (dibujo,
-microfotografía, idiomas, arte de describir con exactitud y propiedad,
-etc.) puedan serle de provecho. Importa inculcarle la resolución de
-completar en este punto su educación lo antes posible, para evitar
-colaboraciones humillantes que, además, no pueden ser permanentes.
-
-Fortalecidas de este modo las fuerzas del catecúmeno, procurará el
-profesor ponerlas a prueba, proponiéndole un tema accesible, que
-no exija grandes ni continuados esfuerzos, y que, a ser posible,
-represente algo así como brote o derivación de la obra fundamental del
-maestro.
-
-Propende, según es sabido, la juventud a acometer los grandes problemas
-y estrenarse con una catedral. Fuerza es moderar semejante ambición,
-que podría conducir a fracasos desalentadores, haciendo ver al
-principiante la conveniencia de comenzar por las pequeñas cuestiones:
-se corre poco riesgo de errar en ellas, y cuando se yerra jamás se
-sigue el escozor del ridículo. Más adelante, acrecida la aptitud
-técnica y la capacidad especulativa, llegará el caso de llevar a cabo
-la grande obra ensoñada.
-
-Cuando el novel investigador pueda marchar por sí mismo, procúrese
-imbuirle el gusto por la originalidad. Déjese, pues, surgir en él la
-idea nueva con plena espontaneidad, aunque esta idea no concuerde con
-las teorías de la escuela. La más pura gloria del maestro consiste,
-no en formar discípulos que le sigan, sino en forjar sabios que le
-superen. El ideal supremo fuera crear espíritus absolutamente nuevos,
-órganos únicos, a ser posible, en la máquina del progreso. Fabricar
-órganos dóciles e intercambiables, denota que el maestro se ha
-preocupado más de sí mismo que de su país y de la Ciencia.
-
-Excusado es advertir que en sus libros y monografías debe el jefe de
-escuela hacer sincera justicia al discípulo, citando escrupulosamente
-sus trabajos y aun insistiendo en ellos con delectación alentadora.
-Por amor a su prole intelectual, más bien que por modestia, callará
-la propia colaboración. Acrecerá de esta suerte el crédito del sabio
-novel, cuya obra granjeará rápidamente en el extranjero confianza y
-simpatía.
-
-Con ocasión del primer trabajo del principiante, suelen muchos sabios
-emparejar el propio nombre con el del discípulo, señalando con ello su
-tanto de colaboración: conducta equitativa, aunque poco generosa. A
-menos de que dicho trabajo inicial sea fruto personal casi exclusivo
-del maestro, preferiríamos librar al discípulo del concepto, un tanto
-humillante, de la ajena inspiración. Con ello, el joven investigador
-saboreará el exquisito manjar de la espontaneidad. Raro fuera que, una
-vez probado, no se aficionase a él y se esforzara por merecerlo.
-
-Inútil parece también recomendar a los maestros que no se aprovechen
-demasiado de la dócil actividad de sus educandos, so color de
-prepararlos y dirigirlos. Este abuso, revelador de antipático egoísmo,
-florece en algunas escuelas extranjeras, donde, como en ciertas
-profesiones, el catecúmeno paga la enseñanza con la explotación del
-aprendizaje. ¡Cuántas obras monumentales denotan, más que la fecundidad
-del autor, la discreción y modestia de juveniles colaboradores,
-satisfechos con la lejana esperanza de ser algún día apoyados y
-promovidos por su mentor intelectual a empleos decorosos!
-
-Las fatigas de la edad, y más que nada el afán de acaparar dignidades
-y prebendas, incompatibles con una vida apacible y de labor honda y
-perseverante, fuerzan a veces a los sabios a caer en tan vituperables
-explotaciones. Después de haber llegado con honra, hay que caer con
-honor. Bástele a cada cual su propio mérito. Harto pagado queda el
-maestro con la satisfacción de haber despertado actividades latentes
-y formado mentalidades creadoras. Si la debilidad de los sentidos o
-las flaquezas de la voluntad privan al anciano de los bríos necesarios
-para la obra de investigación, abandone resueltamente el magisterio
-militante. No se enseña bien sino lo que se hace, y quien no investiga
-no enseña a investigar. Primor de discretos es lo que Gracián designa
-_tener un buen dejo_. Aunque nos duela, a cierta edad hay que abandonar
-la enseñanza antes que la enseñanza nos abandone.
-
-Con todo eso, todavía tiene el veterano profesor alta misión que
-cumplir. Cuando sus manos débiles no pueden sostener el pico del
-minero, ocúpese en refinar el mineral arrancado por otros[26]. Y
-escriba en la quietud de su jubilación la historia o la filosofía de
-la ciencia. Que nadie puede exponerla mejor que quien ha vivido sus
-incidentes y sentido de cerca las arduas dificultades especulativas.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO X
-
-Deberes del Estado en relación con la producción científica.
-
-Nuestro atraso científico y sus causas pretendidas. Explicaciones
-físicas, históricas y morales de la infecundidad científica española.
-Los remedios.
-
-
-La prosperidad duradera de las naciones es obra de la ciencia
-y de sus múltiples aplicaciones al fomento de la vida y de los
-intereses materiales. De esta indiscutible verdad síguese la
-obligación inexcusable del Estado de estimular y promover la cultura,
-desarrollando una _política científica_, encaminada a generalizar la
-instrucción y a beneficiar en provecho común todos los talentos útiles
-y fecundos brotados en el seno de la raza.
-
-La política científica implica el empleo simultáneo de estos cuatro
-modos de acción:
-
-1.º Elevar el nivel intelectual de la masa para formar ambiente moral
-susceptible de comprender, estimular y galardonar al sabio.
-
-2.º Proporcionar a las clases sociales más humildes ocasión de recibir
-en Liceos, Institutos o Centros de enseñanza popular, instrucción
-científica general suficiente a fin de que el joven reconozca su
-vocación y sean aprovechadas, en bien de la nación, todas las elevadas
-aptitudes intelectuales.
-
-3.º Transformar la Universidad, hasta hoy casi exclusivamente
-consagrada a la colación de títulos y a la enseñanza profesional, en
-un Centro de impulsión intelectual, al modo de Alemania, donde la
-Universidad representa el órgano principal de la producción filosófica,
-científica e industrial[27].
-
-4.º En fin, formar y cultivar, mediante el pensionado en el extranjero
-o por otros métodos de selección y contagio cultural, un plantel de
-profesores eméritos, capacitados para descubrir nuevas verdades y para
-transmitir a la juventud el gusto y la pasión por la investigación
-original.
-
-Carecemos de espacio para estudiar minuciosamente todos estos aspectos
-de la política cultural. Consideramos, por otra parte, innecesario
-entrar en pormenores, ya que son temas repetidamente tratados y
-discutidos desde hace muchos años por la prensa política y las obras
-pedagógicas. Sobre ellos hay, por fortuna, un conjunto de soluciones
-que, con ligeras variantes, han sido generalmente aceptadas. Por ahora,
-concretarémonos a exponer algunas consideraciones tocantes al último
-punto, esto es, a los métodos más apropiados y rápidos para refinar en
-lo posible el personal docente actual y formar el futuro profesorado
-universitario, instrumento esencial, aunque no exclusivo, de nuestro
-resurgimiento intelectual.
-
-Mas para justificar lo que sigue y fundamentar sólidamente nuestras
-conclusiones, importa resolver una cuestión previa sobre la cual, desde
-hace cincuenta años, y sobre todo a partir del desastre colonial, se
-han ejercitado con varia fortuna casi todos nuestros grandes escritores.
-
-_Resurgir_, _renacer_, _regenerarse_, son procesos dinámicos que
-implican estado anterior de agotamiento, decadencia o regresión.
-Importa, pues, desde luego dilucidar este importante punto: ¿Es
-exacto que, en orden a la filosofía y a la ciencia, hemos decaído
-verdaderamente? Como productores de civilización en su más amplio
-sentido, ¿es lícito afirmar que hemos degenerado con relación a
-nuestros antepasados de los siglos XVI y XVII?
-
-_España es un país intelectualmente atrasado, no decadente._ Estudiando
-imparcialmente la historia de la producción científica y filosófica
-española durante la Edad Media, durante el siglo XVI (considerado
-con alguna exageración, a nuestro juicio, como la cima de nuestra
-intelectualidad) y, en fin, durante las últimas centurias; comparando,
-con absoluta sinceridad, intensiva y extensivamente, la ciencia
-española forjada en cada uno de esos períodos (descontando las alzas
-y bajas causadas por fortuitos accidentes, quiero decir, el avance
-cultural producido por el descubrimiento de América, que abrió de
-repente a nuestros sabios espléndido campo de investigación, y la
-postración mental provocada por las guerras desastrosas y errores
-políticos de la época de Felipe IV); si cotejamos, en fin, en cada
-una de las citadas épocas, las conquistas intelectuales positivas
-hechas por españoles con las debidas a sabios extranjeros, nos veremos
-obligados a reconocer que ni la raza ni la ciencia española han
-decaído ni se han estacionado por completo. Sobre poco más o menos, su
-rendimiento científico se mantuvo siempre al mismo nivel.
-
-La imparcialidad obliga, empero, a confesar que, apreciado globalmente
-_dicho rendimiento, ha sido pobre y discontinuo, mostrando, con
-relación al resto de Europa, un atraso y, sobre todo, una mezquindad
-teórica deplorable_[28]. Dominó en nuestros cosmógrafos, físicos,
-metalurgistas, matemáticos y médicos la tendencia hacia lo útil
-inmediato, al practicismo estrecho. Se ignoró que solo las ideas
-son realmente fecundas. Y buscando recetas y fórmulas de acción,
-atrofiáronse las alas del espíritu, incapacitándonos para las grandes
-invenciones. Además, en cada período nuestros hombres de ciencia fueron
-escasos, y los genios, como las cumbres más elevadas, surgen solamente
-en las cordilleras. Para producir un Galileo o un Newton es preciso una
-legión de investigadores estimables.
-
-A semejanza de Rusia o del Japón, hasta hace poco tiempo, o de los
-germanos y francos antes del Renacimiento, España ha permanecido en
-estado semibárbaro, atenida a la religión y a la política y casi del
-todo ajena a la preocupación de ensanchar los horizontes del espíritu.
-Pero la semibarbarie no es la decadencia, como el estado embrionario no
-es la decrepitud. Fuera indisculpable ligereza desesperar de una raza
-casi virgen, riquísima en subtipos y variedades (gran ventaja en sentir
-de los antropólogos), creadora en todo tiempo de individualidades
-geniales y vigorosas, detenida en casi todas sus capas sociales en
-la fase infantil, y, por tanto, muy lejos todavía de la plenitud de
-su expansión espiritual. ¿Habrá que recordar a los pesimistas que
-la mayoría de los españoles son analfabetos? ¿Declararemos ciego
-al privado de luz? Probemos antes si es capaz de ver y de pensar,
-proporcionándole la antorcha de la cultura.
-
-Mientras nuestra raza ha dormido secularmente el sueño de la ignorancia
-y cultivado la religión y el arte (preferentes y casi únicas
-actividades de los pueblos primitivos), las naciones del centro y Norte
-de Europa se nos han adelantado prodigiosamente. No vamos hacia atrás,
-sino muy detrás. Úrgenos, pues, alcanzarlas corriendo vertiginosamente
-para colaborar en la medida de nuestra escasa población y del exiguo
-sobrante de nuestras energías morales y económicas, en la obra de la
-conquista de la naturaleza.
-
-En suma, España _no es un pueblo degenerado, sino ineducado_. Una
-minoría gloriosa de intelectuales existió siempre, y aunque con escasez
-y esporádicamente, la ciencia fue en todo tiempo cultivada. Nuestros
-males no son constitucionales, sino circunstanciales, adventicios. El
-problema agitado por algunos de si la raza ibera es capaz de elevarse
-a las esferas de la invención filosófica y científica, es cuestión
-tan ociosa como molesta. Solo fuera lícito el desaliento cuando,
-desaparecido el analfabetismo, generalizada la instrucción y el
-bienestar, como en Inglaterra o Alemania, y ensayadas las fuerzas de
-nuestros mejores talentos en los tajos fecundos de la investigación,
-fracasáramos repetidamente. Pero esta prueba no se ha hecho y merece la
-pena de ensayarse.
-
-Despréndese de todo lo apuntado que el problema del atraso español debe
-plantearse exclusivamente en estos términos:
-
-¿Por qué, encerrando España una población igual a la suma de los
-habitantes de Suiza, Suecia y Holanda, han surgido en ella menos
-verdades filosóficas, morales, y sobre todo científicas, que en
-cualquiera de estas naciones?
-
-Hemos anticipado ya nuestra opinión sobre el problema. Sin embargo, en
-prueba de imparcialidad, vamos a consignar aquí el sentir de algunos de
-nuestros estadistas y escritores más insignes. A nadie se oculta que
-señalar las causas de nuestra insuficiencia vale tanto como mostrar sus
-remedios.
-
-Casi todas las siguientes teorías enfocan especialmente nuestra
-postración política y social. Pero todas ellas pueden extenderse
-al terreno de la actividad científica, ya que el poderío militar y
-político y la prosperidad intelectual e industrial suelen ser cosas
-solidarias, como ramas brotadas del mismo tronco cultural.
-
-
-TEORÍAS FÍSICAS
-
-Por curiosas, no obstante su paradojismo, vamos a mencionar brevemente
-la _hipótesis térmica_ y la _hipótesis oligohídrica_.
-
-a) _Hipótesis térmica._-- Según los adeptos de esta concepción, tenemos
-la desgracia de morar en clima semiafricano. Durante el verano, un sol
-calcinador suspende la vida vegetal y aplana nuestro espíritu; durante
-la estación invernal un sol tibio, acariciador, nos infunde la alegría
-de vivir. ¿Cómo permanecer en el laboratorio o en la biblioteca,
-desoyendo el insinuante llamamiento de una naturaleza próvida y riente,
-henchida de colores, frutos y perfumes y tempranamente desperezada del
-letargo invernal?
-
-Muy al contrario en los países del Norte. Allí el hombre vive rodeado
-de ambiente duro e inclemente. Todo predispone a la concentración y
-al recogimiento. El frío aproxima los espíritus y crea vida social
-intensísima. Por recurso, las personas medianamente ociosas y cultas,
-huyendo de la lluvia y de la nieve, reclúyense en el gabinete o en el
-laboratorio, y se entregan, para no sucumbir al tedio, al rompecabezas
-de la ciencia, a las charadas de la metafísica o a los ensueños de la
-literatura.
-
-El candoroso inventor de esta teoría olvidó explicarnos por qué las
-antiguas civilizaciones surgieron en la India, Egipto, Caldea y Grecia,
-países más calurosos que España, y cómo, mientras dichas civilizaciones
-florecían, la lluvia y la nieve dejaron de surtir efectos filosóficos
-y científicos en britanos, germanos, escitas y galos, sumergidos a
-la sazón en las tinieblas de la barbarie; y, en fin, por qué razón,
-a pesar de los ardores de Febo, la Edad Media tuvo en España, con
-sus judíos, árabes y cristianos, período de espléndido florecimiento
-intelectual y en el siglo XVI expansión política formidable. Ni es dado
-olvidar que, según los escritores antiguos, la _Turdetania_, región la
-más cálida de España, fue lo más civilizado de la Península Ibérica
-antes de la conquista romana.
-
-b) _Teoría oligohídrica._-- Enlazada con la anterior, de que es
-obligado complemento, fue defendida por el insigne naturalista
-Malladas, de quien tomamos no pocos datos. Costa, Picavea, Jiménez,
-Valdivieso, Maeztu y otros muchos escritores han visto en ella la causa
-principal de nuestro atraso.
-
-Ya Columela notó que en España llueve poco con relación a los demás
-países de Europa. Como es sabido, la fertilidad de un país, y, por
-tanto, su población y riqueza, dependen de la abundancia y regularidad
-de sus precipitaciones acuosas, singularmente durante la primavera y la
-canícula. Inglaterra, Bélgica, Francia, Italia, Alemania, aprovechan
-casi totalmente sus tierras para la agricultura o la ganadería, porque
-en ellas caen anualmente, por término medio, de 600 a 1.400 milímetros
-de agua pluvial. Por consecuencia de tan feliz régimen meteorológico,
-la industria agrícola fue en tales países siempre floreciente: los
-cereales, las hortalizas, las legumbres, la vid, el praderío y toda
-suerte de árboles desarróllanse lozanamente; hasta las tierras y
-montes abruptos aparecen cubiertos de un tapiz verde aun en agosto
-y septiembre, criando espontáneamente pastos substanciosos. Son los
-_países de yerba_, envidiosamente contemplados por nuestros enjutos
-habitantes de la meseta central. El riego, necesario entre nosotros, es
-en los citados pueblos casi desconocido: el sol y la lluvia garantizan
-la regularidad y abundancia de las cosechas.
-
-Tan envidiables ventajas naturales explican bien la densidad de
-población del centro y Norte de Europa, la economía y consiguiente
-acumulación de la riqueza, el poderío militar y político, y, en fin, el
-desarrollo de las ciencias y de las artes útiles. Porque el progreso
-científico, como la industria, son función combinada del bienestar
-social y de cierta densidad de población. La ciencia cultívase por
-lo común en países cuyos habitantes no descienden de 60 o 70 por
-kilómetro cuadrado. En España no pasan de 37 en la misma superficie.
-La aproximación espacial crea el acercamiento espiritual. Por donde
-la estrecha convivencia, junto con la abundancia de mantenimientos,
-producen el ocio ilustrado, la curiosidad científica y la inquietud
-espiritual. Cualquiera aptitud útil o simplemente agradable halla, en
-tan favorable ambiente, estímulo y aplauso.
-
-Bien diferentemente pasan las cosas en nuestro desgraciado país.
-Abierta la Península a los asoladores vientos africanos, con latitud
-geográfica que la condena a calor tórrido y evaporación excesiva,
-necesitaría un coeficiente pluvial superior al de Francia, cuando en
-realidad es muy inferior. Estímasele, por término medio, en 300 o 350
-milímetros[29]. Exceptúase el litoral cantábrico; es decir, Galicia,
-Asturias, Santander, las Provincias Vascas, una parte de Navarra y
-de Cataluña, regiones en que el régimen meteorológico es francamente
-europeo. Provincias hay, como Almería, Murcia, Alicante, Valencia, tan
-desoladamente secas, que en ciertos años no llueve ni aun en invierno
-(el _contrapolo_ de la lluvia); sin la irrigación artificial de la
-tierra serían verdaderos desiertos. En la meseta central, comprensiva
-de la mayor parte de España, cabe afirmar que no existen sino dos
-estaciones: la de la sequía, que dura desde junio a octubre, y la de
-las lluvias, que va de octubre a mayo.
-
-Merced a la exigüidad y desigual reparto del agua, la mayor parte
-del territorio nacional hállase sin roturar y las mejores tierras
-labrantías rinden cosechas mediocres y aleatorias. Nada mejor revela la
-pobreza de la meseta central (salvo la tierra de Campos, la región de
-Burgos y Vitoria y algunas otras zonas) que este dato desconsolador:
-mientras el trigo rinde en Bélgica, Inglaterra y Francia, casi
-constantemente, de 17 a 25 hectolitros por hectárea, en España no da,
-por término medio, sino de cinco a seis, y eso los años prósperos,
-bastante raros, por desgracia. Indicio y manifestación de esta perpetua
-lucha entre el cerebro y el estómago es nuestra literatura picaresca,
-según ha hecho notar elocuentemente don Rafael Salillas.
-
-Ahora bien: la pobreza engendra la ignorancia. La cultura aun elemental
-implica cierto desahogo económico. ¿Cómo podrá asistir el niño a la
-escuela, si en la mayoría de nuestras aldeas constituyen los hijos
-para el miserable labrador factor de producción indispensable? Por lo
-que hace a la ciencia, representa lujo que solo pueden costearse las
-naciones ricas.
-
-La _teoría oligohídrica_ es cierta, por desgracia, y ella explica
-cumplidamente la escasez de población y la pobreza casi general del
-agricultor de nuestra Península. Por donde resulta natural que sus
-partidarios proclamen, cual supremo remedio, la _política hidráulica_.
-Pero dicha hipótesis deja en la sombra la verdadera cuestión, que,
-según dejamos apuntado, es esta: ¿por qué naciones más pobres y menos
-pobladas absolutamente que España, son más cultas y producen más
-ciencia que nosotros? Además, si todo consiste en el buen régimen
-pluvial y en la riqueza y densidad de población, no se comprende
-cómo las provincias del litoral cantábrico, en donde llueve 1.500
-y más milímetros y cuentan 100 habitantes, sobre poco más o menos,
-por kilómetro cuadrado, no han aventajado en producción científica
-y en invenciones industriales (no aludimos a la riqueza minera e
-industrial, pura lotería aprovechada por extranjeros las más veces)
-al resto de la Península. Tampoco queda suficientemente esclarecido
-cómo Irlanda, pobladísima, y el Sur de China, región cuya densidad de
-población es sorprendente (500 habitantes por kilómetro cuadrado),
-han colaborado menos en las empresas de la civilización moderna
-que las relativamente pobres y escasamente habitadas (absoluta y
-relativamente), Suecia y Noruega, y la colosal Rusia con sus 19
-habitantes por kilómetro cuadrado. No debe, pues, consistir todo en la
-abundancia de mantenimientos y número relativo de habitantes, aunque no
-sea lícito negar importante influjo a estos factores en el adelanto de
-las ciencias y en la prosperidad de las naciones.
-
-
-TEORÍAS POLÍTICO-MORALES
-
-_Teoría económico-política._-- Corolario de la precedente (porque
-la escasa fertilidad del suelo trae consigo la flaqueza política
-y militar), esta concepción fue sostenida por casi todos nuestros
-estadistas y pensadores, desde Cánovas y Silvela hasta Pi y Margall y
-Costa, para no citar sino muertos ilustres. Por lo demás, como _Azorín_
-recuerda oportunamente, escritores muy pretéritos, como Saavedra
-Fajardo, Gracián, Cadalso, Mor de Fuentes, _Fígaro_ y otros, pusieron
-ya el dedo en la llaga, señalando la pobreza de nuestros recursos y la
-frecuencia de guerras inútiles como principales factores de nuestro
-atraso.
-
-Oigamos primero al insigne Cánovas, que, en su libro _El Solitario y su
-tiempo_, estampa estas palabras, desbordantes de patriótica sinceridad:
-
-«No cabe positiva y duradera grandeza militar y nacional donde hay
-pobreza e impotencia económica... Toda la historia de España está
-en este hecho al parecer insignificante: los soldados que el Gran
-Capitán llevó a Málaga para conquistar a Nápoles, iban ya descalzos y
-hambrientos. Así se corren aventuras a las veces gloriosísimas; mas no
-se fundan permanentes imperios... En vano se busca en la Inquisición,
-en la amortización, en la exageración del principio monárquico, en los
-defectos de los reyes, en la incapacidad de sus privados, etc., la
-causa única de nuestras desgracias; hay allí muchos vanidosos sofismas
-de secta o escuela, y numerosas preocupaciones de la ignorancia», etc.
-
-La historia de España fue siempre, según hace notar Cánovas, un proceso
-de perpetua, de angustiosa penuria económica. «Al subir al trono Felipe
-II, estaban las cosas de modo que su favorito Ruy Gómez de Silva
-hubo de decir a cierto enviado de nación amiga “que se hallaba el
-reino _sensa prattica, sensa soldati, sensa dennari_”». De esta gran
-postración, no obstante la cual se acometieron nuevas y desastrosas
-campañas, hace Cánovas responsable al atraso antiguo de la agricultura,
-producido por las guerras de ocho siglos; a la falta de brazos que
-se comenzaba a sentir por la expulsión de los judíos (agravada más
-adelante por la expulsión de los moriscos); a los destierros forzosos
-de muchos; a las persecuciones del Santo Oficio; a la amortización
-civil y eclesiástica; al sinnúmero de soldados que exigieron las
-dilatadas y sangrientas campañas del siglo XVI, y, sobre todo, a la
-despoblación, causada por el descubrimiento de América.
-
-Cánovas señala, además, como factor de la debilidad nacional, el
-_provincialismo_ o _regionalismo_ y podríamos añadir el _caciquismo_,
-reliquia feudal tan funesta como la miseria económica. Esta falta de
-solidaridad social, notada también por Hume y otros historiadores
-modernos (_kabilismo_ del insigne Unamuno), quebrantó la unidad y
-energía del Poder central, obligado a respetar los fueros y franquicias
-de las regiones más ricas y pobladas, y a gravar casi exclusivamente
-con levas y exacciones a las esquilmadas Castillas, Extremadura
-y Andalucía. Ante los ahogos de una pobreza creciente, el Estado
-español empeñó todas sus rentas, alteró repetidas veces el valor de la
-moneda, se incautó de los bienes de los particulares y se entregó,
-en fin, para llevar adelante sus empresas guerreras, a toda suerte de
-atropellos y desafueros.
-
-La población, que, según cálculos de un economista alemán (Haebler)
-que ha consagrado un libro a esclarecer las condiciones económicas del
-pueblo español durante nuestro auge político, pasaba de seis millones
-en la época de los Reyes Católicos, descendió, en tiempos de Carlos II,
-a menos de cuatro[30].
-
-Y apuntando remedios, nos dice Cánovas: «Trabajad, inventad, economizad
-sin tregua; no contraigáis más deudas; no pretendáis tanto adquirir
-como conservar; no fiéis sino en vosotros mismos, dejando de tener
-fe en la fortuna...; que vuestro patriotismo sea, en fin, callado,
-melancólico, paciente, aunque intencionado, constante, implacable».
-
-De este mal de la despoblación y pobreza quejábanse ya nuestros
-escritores del siglo XVI y XVII. Recordemos que Fernández Navarrete,
-que escribía en el primer tercio del siglo XVII, hablaba ya en su
-_Conservación de monarquías_ de que «la despoblación de Castilla, que
-tanto baldonan los extranjeros, debíase a las guerras incesantes, a
-los tributos intolerables, a la colonización de América y, sobre todo,
-a la expulsión de los tres millones de moriscos y dos millones de
-judíos». Laméntase Navarrete, con razón, de que las razas laboriosas
-e industriosas hubieran sido expatriadas y no los _gitanos_, pueblo
-maleante, entregado sistemáticamente al robo y la depredación.
-
-Con no menos vigor y alto espíritu crítico formula el insigne J. Costa
-juicios parecidos. «Ha engañado --dice-- a nuestros políticos el
-mapa, no viendo de la Península sino su extensión, no cuidándose de
-apreciar su grado de productibilidad, la población que podía mantener,
-los recursos con que podía acudir al Tesoro público. Dos accidentes
-históricos, el desembarco de Colón en la Península con su lotería del
-Nuevo Mundo, y el matrimonio de Doña Juana, con sus expectativas
-en la Europa Central, desplegaron a la vista de España perspectivas
-de grandeza y tentaciones de imperio universal, para resistir a las
-cuales no había en la raza suficiente caudal de prudencia política, y
-complicaron e hicieron irremediable aquella desorientación que nos ha
-valido cuatro siglos de decadencia... El arte de gobernar declinó en
-las manos de nuestros estadistas en una rama de la literatura». Suyo
-también es este hermoso y exacto pensamiento: «Como la Venus de Milo,
-España es una bella estatua, pero sin brazos».
-
-En cuanto a remedios, propone la _política hidráulica_, es decir,
-derivar hacia la agricultura, hacia la construcción de canales y
-pantanos, los caudales locamente derrochados en guerras suicidas y
-en vanidades de hidalgo venido a menos. Coincidiendo con Cánovas,
-sugiere también a nuestros ministros el pensamiento de «gobernar con
-tristeza, como Fernando VI, velando y consolando la desventura de
-los gobernados». Aconseja además: «Abaratar la patria, de modo que
-la condición de español deje de ser un mal negocio; y doble llave al
-sepulcro del Cid para que no vuelva a cabalgar... Hay que rehacer
-al español en la escuela. Menos Universidades y más sabios... No se
-encierra todo en levantar el nivel de cultura general; es preciso,
-además, producir grandes individualidades científicas que tomen activa
-participación en el movimiento intelectual del mundo y en la formación
-de la ciencia contemporánea... Crear colegios españoles, a estilo del
-de Bolonia, en los principales centros científicos de Europa, para
-otras tantas colonias de estudiantes y profesores, a fin de crear en
-breve tiempo una generación de jóvenes imbuidos en el pensamiento y las
-prácticas de las naciones próceres para la investigación científica,
-para la administración pública, la industria, la enseñanza y el
-periodismo». En suma, _despensa_ y _escuela_: tales son los remedios de
-nuestros males.
-
-La teoría de Cánovas y de Costa es hoy doctrina inconcusa. Naciones
-desangradas y empobrecidas por guerras inútiles, emigraciones continuas
-y exacciones agotadoras, no suelen sentir ansias de cultura superior.
-Harto hacen con vegetar obscuramente y conservar incólume la semilla
-de la raza. Pero... ¿por qué naciones no menos asoladas por guerras
-desastrosas y enflaquecidas por emigraciones continuas, se restauraron
-rápidamente? ¿Cómo no pereció Italia saqueada, vejada, desgarrada y
-afrentada por casi todos los ejércitos y aventureros de Europa? ¿Qué
-secreto resorte mantuvo la vitalidad de Francia, no obstante vivir en
-perpetua hostilidad con las naciones fronterizas? ¿Qué extraña virtud
-hizo que Alemania, cuna y campo de batalla del cisma, y cuya población,
-consumida por la guerra de treinta años, descendió, según cálculos
-autorizados, a menos de cuatro millones, no agotara nunca su vena
-productora de ilustres pensadores y de primorosos artífices, renaciendo
-luego con irresistible pujanza? Falta, pues, algo en esta teoría para
-esclarecer por completo el problema de nuestro atraso.
-
-_Hipótesis del fanatismo religioso._-- Según esta concepción,
-generalmente acogida en el extranjero[31], las causas principales de
-nuestra decadencia política y de nuestro atraso científico fueron la
-exageración del principio religioso y singularmente la Inquisición,
-que podó y descuajó durante siglos lo más eminente y exquisito del
-genio nacional. Fue una selección al revés, como dice Ostwald. El
-Santo Oficio, limpiando la nación de judaizantes, moriscos y luteranos
-y reduciendo al silencio o a la expatriación a todos los pensadores
-heterodoxos, privó a España del concurso de las mentalidades más
-originales y más renovadoras. Porque precisamente entre esos hombres
-poco fervorosos del dogma y rebeldes al despotismo de escuela suelen
-contarse los grandes iniciadores de la Filosofía y de la Ciencia. En el
-cedazo quedaron, pues, los rutinarios, los dóciles, los intolerantes y
-los meollos rudos y seniles.
-
-Aun sin llegar a las violencias de la intolerancia, la exageración del
-principio religioso entraña un germen de postración económica y de
-apatía cultural.
-
-Profundamente penetrados del misticismo y de la existencia de otra vida
-mejor, los pueblos miran la ciencia como algo frívolo, profano, de
-dignidad inferior a la teología, a la literatura y a la política. En
-muchos escritores del siglo de oro, singularmente en Gracián, Quevedo
-y Saavedra Fajardo, apuntan estos sentimientos. En lo cual, fuerza es
-confesarlo, son severamente lógicos. Puesto que la vida terrestre no
-es sino preparación para el cielo, natural es cultivar exclusivamente
-la teología, la mística y la moral, es decir, las sagradas disciplinas
-que nos apartan de frivolidades mundanas y señalan el camino de la
-perfección espiritual. ¿A qué afanarse por las artes útiles, el
-comercio, la industria? Fuera de la moral, el derecho y un poco de
-literatura necesaria para hablar con decoro de las cosas santas, solo
-parece plausible y deseable el esfuerzo para conservar la pureza del
-dogma y la imposición, mediante la guerra, de la unidad religiosa a
-todas las naciones.
-
-Y España peleó locamente contra Inglaterra, Flandes, Francia, Italia,
-África, las razas de América, etc. Empresa enorme, sobrehumana, que
-hubiera exigido en el Gobierno genios, en vez de vulgares privados;
-en el ejército las huestes de Jerjes dirigidas por Aníbales, y en la
-Hacienda pública los tesoros de la Francia o de la Inglaterra actuales.
-Solo Dios puede hacer lo imposible, y así todo se fió en Dios. A la
-Santa Cruzada contra el protestantismo fueron sacrificados vasallos y
-tesoros, cerebros y corazones.
-
-Arrastrados por esta fiebre de ciego proselitismo, desterramos de la
-Península a los judíos y a los moriscos, en cuyas manos florecieron
-el comercio y la agricultura. Quedó la poca tierra cultivable yerma
-y esquilmada. Sobre ella crecieron y se extendieron, como legión
-de voraces parásitos, los frailes y los nobles, paralizando con la
-amortización material las fuentes de la riqueza patria y aniquilando
-con la amortización espiritual las iniciativas científicas y audacias
-especulativas de la raza... Tal es, en sus líneas generales, la teoría
-económico-política.
-
-Nacida en el extranjero con Buckle, Tiknor, Draper, Macaulay, Hume, G.
-Le Bon, etc., sostenida entre nosotros por intelectuales de prestigio
-(Sanz del Río, Revilla, Pi y Margall, José del Perojo, etc.), esta
-hipótesis forma casi parte del ideario de nuestra democracia. Sobre las
-otras concepciones posee la ventaja inapreciable de referir nuestro
-atraso a una condición adventicia, en cierto modo exterior y extraña
-al carácter mental de la raza. Como toda explicación simplista, se
-ofrece cómoda, y por tanto sugestiva. Seduce a primera vista porque nos
-promete, según nota Maeztu, para un plazo breve, fácil y llano remedio.
-Barrida la intolerancia, emancipado el espíritu crítico, la ciencia
-deberá surgir por sí misma como espontánea floración de la cultura y
-de la prosperidad material.
-
-No negaremos nosotros que la exageración del sentimiento religioso,
-que ya Cánovas, Valera y otros consideraron como uno de tantos
-motivos de nuestra decadencia, y, sobre todo, las crueldades del
-Santo Oficio, hayan contribuido bastante a marchitar la flor de
-nuestra originalidad científica y filosófica. Dejamos apuntado ya que
-el sabio, por religioso que sea, gana mucho en un ambiente de libre
-expansión espiritual. Creemos más: que en la actualidad (hay gloriosas
-excepciones), los hombres más ocupados en los problemas del mundo
-suelen ser los menos preocupados de las beatitudes celestiales.
-
-Pero aun reconociendo y proclamando todo esto, pensamos sinceramente
-que la hipótesis del _fanatismo religioso_ es, en el terreno histórico,
-notoriamente exagerada, y en el terreno práctico, _peligrosísima_
-para las esperanzas puestas en el resurgimiento de España y en los
-altos destinos de la raza, esperanzas que todos, y señaladamente los
-maestros, debemos infundir reiteradamente en la juventud.
-
-Que se ha extremado el papel anticultural de la Inquisición, probáronlo
-(cayendo también en opuestas exageraciones) Laverde, Vidart, Adolfo de
-Castro, muchos de nuestros tradicionalistas, y singularmente el fogoso
-patriota y prodigioso erudito Menéndez Pelayo[32]. En respuesta a los
-denigradores del Santo Oficio, alegaron que precisamente el auge de la
-producción científica y filosófica española corresponde a los siglos
-XVI y XVII, época de la prepotencia del terrible Tribunal. Y citaban
-abrumadoras listas de filósofos moralistas y científicos, que brillaron
-con luz propia en nuestra edad de oro. Afirmaban, además, que en
-los calabozos del Santo Oficio no perecieron hombres de ciencia ni
-pensadores eximios, sino judaizantes, luteranos, musulmanes, y, sobre
-todo, brujos y endemoniados, según ocurría a la sazón, aunque bajo
-otras instituciones, en todos los países de Europa. Recordaban, en fin,
-que Servet fue inmolado fuera de España por el feroz Calvino, y que la
-tolerante Italia quemó a G. Bruno y encarceló a Galileo.
-
-«En Francia --dice Valera--, sin contar los horrores de las guerras
-civiles, solo en la espantosa noche de San Bartolomé hubo más víctimas
-del fanatismo religioso que las que hizo el Santo Oficio desde su
-fundación hasta su caída... Ni iguala en número --continúa-- por
-confesión de Schack a solo las infelices brujas quemadas vivas en
-Alemania nada más que en el siglo XVII.»
-
-Y es menester reconocer que los hechos citados por los precedentes
-autores poseen alguna fuerza. Maeztu, uno de nuestros jóvenes
-escritores más vigorosos y mejor orientados, nota oportunamente que
-mal pudo la Inquisición sacrificar a filósofos y sabios, cuando España
-no los tuvo nunca (de primer orden, se entiende). Otras son, pues, las
-esenciales causas de nuestro atraso, y no la intolerancia religiosa,
-que adquirió también, entre los cismáticos de Inglaterra, Suiza y
-Alemania, formas y sentimientos singularmente agresivos e inhumanos.
-
-Pero, conforme dejamos apuntado, lo más grave de la teoría religiosa no
-consiste en su tendencia sectaria, ya advertida por Cánovas, sino en
-que, fiados en ella, corremos el riesgo de echarnos definitivamente en
-el surco, dejando de aplicar al mal los verdaderos remedios.
-
-En efecto: hace más de un siglo que, salvo algún chispazo aislado, la
-Inquisición apagó sus hogueras. Hemos hecho cinco o seis revoluciones,
-decretado la desamortización e instaurado un régimen de tolerancia
-religiosa. Reconoce nuestra Constitución la libertad de conciencia,
-de palabra, de asociación y de imprenta, Profesores eminentes han
-importado a nuestras aulas filosofías más o menos heterodoxas, tales
-como el krausismo, el positivismo y el evolucionismo materialista,
-desarrollándolas libremente, sin molestias ni cortapisas. Aunque
-no forman todavía mayoría, abundan entre nosotros los políticos,
-periodistas, magistrados y catedráticos librepensadores. Contra lo
-que suponen los extranjeros, cierta tolerancia práctica reina entre
-nuestra sociedad ilustrada. Se citarán, acaso, excepciones más o menos
-antiguas; pero en la actualidad, quien positivamente vale, llega en
-España a los primeros puestos, cualquiera que sea su credo filosófico,
-a condición de que no lo proclame harto ruidosa y estridentemente,
-lastimando los sentimientos de la mayoría.
-
-Sin embargo..., con muy ligeros avances sobre nuestro anterior estado,
-continuamos a la zaga de las pequeñas nacionalidades del Norte de
-Europa. Pueblos hermanos como Portugal y las Repúblicas sudamericanas,
-donde la despreocupación dogmática es acaso mayor que entre nosotros,
-viven, sobre poco más o menos, en el mismo plano cultural.
-
-Si esta situación continúa y se acentúa, la posición de los adeptos
-de la teoría del fanatismo religioso resultará singularmente
-comprometida. Y si discurren serenamente, llegarán pronto a la
-desconsoladora conclusión de la incapacidad de los pueblos peninsulares
-para las altas empresas de la civilización. No se trataría ya de la
-bancarrota de un _principio_, sino de la bancarrota de una _raza_.
-Y esto, aunque fuera verdad, que no lo es, ningún peninsular puede
-honradamente declararlo, sin haber agotado antes, para demostrar lo
-contrario, todas las capacidades de su intelecto y todas las energías
-de su voluntad.
-
-_Hipótesis del orgullo y arrogancia españoles._-- Muchos extranjeros,
-varios españoles y no pocos hispanoamericanos (Bunge, entre otros)
-achacan en parte nuestro atraso a este defecto del carácter nacional,
-en cuya virtud se consideraron siempre entre nosotros como cosas viles
-el trabajo mecánico, la industria y el comercio. Muy elocuentemente
-habla acerca de ello el insigne Valera.
-
-«La tiranía --dice Valera-- de los reyes de la Casa de Austria, su
-mal gobierno y las crueldades del Santo Oficio, no fueron causa de
-nuestra decadencia; fueron meros síntomas de una enfermedad espantosa
-que devoraba el cuerpo social entero... Fue una fiebre de orgullo,
-un delirio de soberbia que la prosperidad hizo brotar en los ánimos
-al triunfar después de ocho siglos en la lucha contra los infieles.
-Nos llenamos de fanatismo a la judaica. De aquí nuestro divorcio y
-aislamiento del resto de Europa... Nos creímos el nuevo pueblo de Dios;
-confundimos la religión con el egoísmo patriótico; nos propusimos el
-dominio universal, sirviéndonos la cruz de enseña o de lábaro para
-alcanzar el imperio. El gran movimiento de que han nacido la ciencia y
-la civilización moderna, y al cual dio España el primer impulso, pasó
-sin que lo notásemos, merced al desdén ignorante y al engreimiento
-fanático»[33].
-
-También Cadalso (citado por _Azorín_), antes que Valera, notó ya esta
-lacra moral de la gente hispana. «No estudiamos --decía--. Nuestro
-defecto fundamental es el orgullo... Las ciencias van decayendo
-de día en día... Los verdaderos estudiosos son tenidos por sabios
-superficiales en el concepto de los que saben poner setenta y siete
-silogismos sobre si los cielos son fluidos o sólidos...» «Trabajemos
---dice-- en las ciencias positivas para que no nos llamen bárbaros los
-extranjeros...»
-
-Las páginas de la Historia de España ofrecen numerosos testimonios de
-este irritante sentimiento aristocrático, que nos llevó a repudiar,
-como innobles y propios solo de judíos y gente servil, la agricultura,
-el comercio, la industria y las artes mecánicas. La nobleza y la clase
-media, preocupadas con la limpieza de sangre, solo podían subsistir
-vegetando parásitamente sobre una masa de pecheros, comerciantes e
-industriales. No obstante lo cual, cometiose la monstruosa aberración
-de decretar, según dijimos antes, primeramente, la expulsión de los
-judíos monopolizadores del comercio, y después, la de los moriscos, en
-cuyas manos estaban la agricultura y la industria. Nubes de extranjeros
-voraces, incapaces de nacionalizarse porque nos odiaban cordialmente,
-vinieron a reemplazar a moriscos y judíos, absorbiendo el oro de
-América, fomentando la industria de sus sendos países, con daño de
-la nuestra, y convirtiéndose en usureros y esquilmadores del Estado.
-Entristecen las descripciones que extranjeros como Campanella, Mad.
-d’Aulnoy y otros hacen de la incuria de nuestros hidalgos y del casi
-total abandono del agro castellano, a causa del desprecio suicida del
-trabajo manual. Así como el comercio y la banca cayeron en poder de
-genoveses, flamencos y franceses, el cultivo mismo de la tierra (es
-decir, lo poco de ella cultivado) vino a manos de braceros extranjeros,
-con los cuales emigraban anualmente muchos millones, importe de
-salarios.
-
-La teoría del orgullo explica algo mejor que la hipótesis
-económico-política la escasez de nuestra producción científica
-e industrial. La ciencia exige instrumentos, y estos solo puede
-proporcionarlos una industria floreciente. Y en aquel tiempo era
-difícil importarlos de fuera. Deja, sin embargo, esta concepción en la
-sombra algunos puntos, entre ellos la pobreza filosófica, astronómica y
-matemática de la nación y el gusto casi exclusivo hacia el saber, que
-nuestro ilustre Carracido llama _ornamental_ (literatura, humanidades
-y filosofía escolástica, etc.), con el consiguiente desprecio de las
-ciencias de la naturaleza. Creímos que era bastante dominar, sin
-reparar que solo imperan duraderamente la ciencia, la industria y el
-comercio.
-
-_Teoría de la segregación intelectual._-- En todas las hipótesis
-expuestas, singularmente en las de Cánovas, Costa y Valera, late
-un fondo de verdad, pero ellas no lo dicen todo. A nuestro atraso
-contribuyeron indudablemente las guerras inútiles, la Inquisición, el
-finchado aristocratismo, la emigración a América, el desdén por el
-trabajo mecánico y la irreparable esterilidad de una tierra eternamente
-sedienta. Pero estas calamidades (que muchos países han sufrido),
-con ser grandes habrían moderado nuestra producción en orden al
-conocimiento de la naturaleza, mas no la habrían reducido a un mínimo
-casi despreciable de no intervenir otro factor, felizmente modificable,
-a que apenas aluden nuestros escritores. La causa culminante de nuestro
-retardo cultural no es otra que el _enquistamiento espiritual_ de la
-Península. A la manera de un tumor, el talento hispano desarrollose,
-viciosa y monolateralmente, nutriéndose exclusivamente de la pobre
-savia nacional. La frase «Santiago, cierra España», citada por Bunge
-(que le da un sentido erróneo, sin duda por imperfecto conocimiento del
-castellano), no fue solo el grito de combate de nuestros guerreros,
-sino la divisa de nuestros sabios[34]. Cerramos las fronteras para
-que no se infiltrase el espíritu de Europa, y Europa se vengó alzando
-sobre los Pirineos una barrera moral mucho más alta: la muralla del
-desprecio. Desde fines del siglo XVII, nuestros sabios, nuestros
-filósofos, nuestros literatos, dejaron casi enteramente de ser leídos y
-citados. Entre los científicos, solo se salvó del olvido Azara, el gran
-naturalista que brilló en el siglo XVIII.
-
-Como consecuencia de esta segregación intelectual, no prendió apenas en
-España la semilla del Renacimiento, según nota oportunamente Federico
-de Onís. Los inyectores de la savia nueva, tales como Lebrija, el
-Brocense, Pedro Ciruelo y otros, fueron perseguidos. Y no digamos
-nada de Servet y del Dr. F. Sánchez, el precursor del cartesianismo
-y del agnosticismo moderno, porque ambos tuvieron que expatriarse
-para escribir. El terror a lo nuevo, a lo extranjero, obsesionaba a
-nuestros Claustros profesorales, más inquisidores que la Inquisición
-misma, que recelaban no solo de las ciencias naturales, sino hasta de
-las inofensivas filología, gramática e historia. Y semejante estado de
-espíritu perduró muchos años, según revelan los escritos de Villarroel
-y los más modernos de Feijóo, Campomanes y Jovellanos.
-
-Hubo, ciertamente, algunas excepciones de dicha incomunicación. Durante
-una parte del siglo XVI, con ocasión de nuestras guerras de Italia, las
-auras del Renacimiento vivificaron un tanto el petrificado espíritu
-español, despertándole parcialmente de sus éxtasis religiosos y de
-sus ensueños imperialistas. Otra ventana hacia Europa abriose también
-durante el siglo XVIII; por ella recibieron algunos intelectuales
-bien dotados el influjo bienhechor de la crítica y de la renovación
-científica que agitaban la Europa.
-
-En corroboración de esta doctrina, nótese que casi todos nuestros
-grandes escritores y sabios surgieron en esas épocas de relativo
-intercambio cultural, y fueron, naturalmente, infatigables viajeros.
-No pocos, desde el final de la Edad Media, perfeccionaron sus estudios
-en el extranjero y regentaron cátedras en Roma, Bolonia, París,
-Montpellier, Tolosa, etc. Recordemos a Arnaldo de Vilanova, Raimundo
-Lulio, Servet, Luis Vives, Saavedra Fajardo, el padre Acosta, el
-médico Hernández, Garcilaso, Quevedo, etc. El mismo Cervantes, no
-obstante su original genialidad, debió mucho a la refinada cultura
-de Italia. Pero, en general, salvando gloriosas excepciones, nuestro
-orgullo aristocrático, secundado por la desdichada posición geográfica
-de la Península (confín de Europa y camino solamente de África),
-nos condujo a una reclusión mental deplorable. A semejanza de esos
-animales habitadores de la Australia, que segregados en remotas edades
-del Continente, adquirieron formas insólitas y estrafalarias, así el
-entendimiento español, no vivificado por la conjugación intelectual ni
-corregido por la crítica europea, apartose de las normas de la cultura
-mundial y se expandió en la viciosa y casi exclusiva vegetación de
-las sutilezas escolásticas, de los transportes de la mística y de los
-juegos del conceptismo y culteranismo.
-
-Y sin embargo, no faltó nunca algún español, flor de la raza, que
-apuntara, aunque predicando en desierto, los inconvenientes del
-aislamiento nacional. En su famoso libro de _Las Empresas_, Saavedra
-Fajardo decía: «La renovación da perpetuidad a las cosas caducas por
-naturaleza... Ninguna juventud sale acertada en la misma patria...
-Los parientes y amigos la hacen licenciosa y atrevida. No así en las
-tierras extrañas, donde la necesidad obliga a la consideración en
-componer las acciones y en granjear voluntades. Fuera de la patria se
-pierde aquella rudeza y encogimiento natural; aquella altivez necia e
-inhumana que ordinariamente nace y dura en los que no han practicado
-con diversas naciones... Los españoles, que con más comodidad pudieran
-practicar el mundo, por lo que en todas partes se extiende su
-monarquía, son los que más retirados están en sus patrias, si no es
-cuando las armas les sacan de ellas.» (_Empresa_ LXVI)[35].
-
-Que durante nuestra supremacía militar viajábamos poco, y no llevamos
-a Flandes e Italia comerciantes, sabios y colonos que acompañaran a
-nuestros soldados y crearan vínculos materiales y espirituales con la
-metrópoli, persuádelo el hecho harto elocuente de que en la actualidad
-no queda en dichos países el menor rastro de la raza, la lengua y las
-costumbres españolas. Verdad es que en tales empresas se trataba casi
-siempre de defender el patrimonio, bien o mal adquirido, de los reyes,
-no los intereses positivos de nuestro pueblo, según hace notar muy
-sagazmente Cristóbal de Reyna[36].
-
-Hemos vivido, pues, durante siglos, recluidos en nuestra concha,
-dando vueltas a la noria del aristotelismo y del escolasticismo, y
-desinteresados y desdeñosos (con excepción de pocos paréntesis) del
-poderoso movimiento crítico y revisionista que impulsó en Europa a
-las ciencias y las artes. Fuera, empero, injusticia olvidar que
-algunos de nuestros sabios y filósofos conocieron y profesaron las
-novísimas verdades matemáticas, astronómicas, y físicas y biológicas,
-conquistadas por Copérnico, Galileo, Torricelli, Newton, Descartes,
-Vesalio, Harveo, Lavoisier; pero poquísimos de ellos tuvieron el
-arranque necesario para trasladarse a los grandes centros culturales, y
-adquirir el contagio tonificante de la genialidad creadora.
-
-A causa de esta incompleta conjugación con Europa, nuestros maestros
-profesaron una _ciencia muerta_, esencialmente formal, la ciencia de
-los libros, donde todo parece definitivo (cuando nuestro saber hállase
-en perpetuo _devenir_), e ignoraron la _ciencia viva_, dinámica,
-en flujo y reflujo perennes, que solo se aprende conviviendo con
-los grandes investigadores, respirando esa atmósfera tónica de sano
-escepticismo, de sugestión directa, de imitación y de impulsión, sin
-las cuales las mejores aptitudes se petrifican en la rutinaria labor
-del repetidor o del comentarista.
-
-
-EL REMEDIO DE NUESTRO ATRASO. MÉTODO HISTÓRICO DE ELEVACIÓN CIENTÍFICA
-Y CULTURAL
-
-La ciencia, como todas las actividades específicas del entendimiento,
-es simple consecuencia de la imitación y del ejemplo. Trátase siempre
-de un contagio, a veces a distancia, por la semilla latente en los
-libros, mucho más a menudo de cerca, por gérmenes arribados por el
-oído, escapados, como en surtidor luminoso, de las cabezas geniales.
-Del mismo modo que el hijo aprende el oficio del padre, _mirando
-y ensayándose_, así el sabio en perspectiva aprende a investigar
-mirando al investigador y trabajando bajo su vigilancia. Como dice
-acertadamente Castillejo, uno de los apóstoles más fervientes y
-desinteresados de nuestro renacimiento intelectual, «los florecimientos
-culturales son producto del contacto de civilizaciones diferentes.
-Hay una especie de fecundación que, sin ahondar ahora más, puede bien
-referirse al carácter de producto social que la cultura tiene, lo mismo
-referida a las colectividades de individuos que a las de los pueblos».
-
-Tan palmaria verdad es que la ciencia brota de la fecundación
-intelectual inmediata, que no se citará un solo país en donde el ansia
-de saber haya surgido con absoluta espontaneidad. Por rica y plástica
-que parezca la mentalidad de un sabio, jamás será poderosa a crear _in
-toto_ una disciplina científica. Su misión se reduce a desenvolver un
-germen recibido, a consolidar y acrecentar el patrimonio heredado.
-
-¿Habrá que recordar ejemplos históricos de tan trivial y vulgar
-aserto? Nadie ignora que los filósofos y sabios de la Grecia fueron
-infatigables viajeros. Cada una de aquellas inteligencias vírgenes y
-ansiosas de sabiduría, solía dividir su vida en dos fases: durante la
-primera asistía a los focos culturales de Egipto, Asiria, Persia, la
-India y la Gran Grecia; durante la segunda, recogíase en sí misma,
-sistematizaba lo aprendido y fundaba nueva escuela. El viejo Egipto
-adoctrinó a Grecia, como, andando el tiempo, Grecia adoctrinó a
-Italia y a las naciones mahometanas; y, en fin, estas y sobre todo la
-cultísima Italia del Renacimiento (esa Italia, siempre pagana, a pesar
-del cristianismo, y fervorosamente enamorada de la sabiduría antigua),
-difundieron la ciencia clásica por el resto de Europa.
-
-Y para recordar ejemplos más cercanos, hoy mismo, ¿no vemos al Japón,
-pueblo de raza amarilla, pasar bruscamente desde las tinieblas de
-la Edad Media a los esplendores de la cultura y de la civilización
-occidentales? Obra estupenda, que parece milagro, y representa
-simplemente un caso particular de sistemática pero intensiva y
-extensiva inoculación de la ciencia europea. No fue, ciertamente,
-según se complacen en afirmar algunos de nuestros políticos, la
-revolución japonesa del 68 con sus reivindicaciones liberales y la
-consiguiente emancipación económica del agricultor, la causa eficiente
-de tan asombroso renacimiento. No; los artífices de la grandiosa
-ascensión fueron, en primer término, el alto sentido político del
-Emperador y sus ministros y, a guisa de instrumentos, esos miles de
-jóvenes pacientes, silenciosos, concentrados, que, por mandato del
-Gobierno, vinieron a Europa a escudriñar, llenos de fervor patriótico,
-en laboratorios, seminarios, talleres, fábricas y arsenales, los
-secretos de la sabiduría y de la fuerza occidentales.
-
-Menos resonantes y notorios, pero igualmente significativos ejemplos,
-nos ofrecen algunos pueblos de pura cepa europea, en donde por
-diversos motivos decayeron las ciencias o no adelantaron con el brío
-necesario. Recordemos a Italia, cuyas Universidades, un tanto enervadas
-durante la primera mitad de la pasada centuria, supieron remozar la
-caduca savia, importando profesores alemanes y, sobre todo, educando
-sistemáticamente en el extranjero la flor de su juventud intelectual y
-docente. Igual salvadora conducta han seguido los Estados Unidos (en
-donde por diversas causas el espíritu científico aparecía ahogado por
-el bajo mercantilismo), inundando de jóvenes doctores los laboratorios
-y seminarios ingleses, franceses y alemanes.
-
-Patentes están los frutos de esta inoculación reiterada y metódica del
-germen del progreso científico. Italia ha decuplicado su rendimiento
-intelectual; y en ciertas esferas del saber, figura ya a la cabeza
-del movimiento cultural europeo. En cuanto a los Estados Unidos, el
-espíritu de indagación hállase en rápido _crescendo_; la pléyade de
-inventores ingeniosos, aunque empíricos, ha sido allí reforzada por
-lucida cohorte de sabios creadores, cuyos descubrimientos promueven el
-aprovechamiento, de cada vez mayor, de las riquezas del suelo y del
-subsuelo, y han sido causa del asombroso florecimiento de las empresas
-industriales. Poderosos Institutos, como el célebre de Rockefeller,
-legado de millonarios patriotas, se han creado para cultivar la
-ciencia pura. Por este mismo sendero marchan con éxito brillante, o
-con esperanzas justificadas, Rumanía, Egipto, Chile, la República
-Argentina, etcétera.
-
-Y nótese que la elevación cultural de los citados pueblos ha surgido,
-no por lenta evolución, conforme pide la teoría, sido súbita y
-teatralmente; verdadera revolución desde arriba, para la cual la
-_Gaceta_, tan desacreditada entre nosotros, obró cual talismán mirífico.
-
-La panacea que en Italia, en los Estados Unidos, en el Japón[37],
-en Hungría, en Rumanía, en la misma Rusia, es decir, en países de
-razas y genio tan diversos, ha tenido éxitos resonantes, ¿fracasará
-precisamente en España, crisol donde se fundieron casi todas las razas
-europeas?
-
-Desde ahora declaramos que el remedio que obró milagros en todos los
-países, dará también resultados excelentes en España. Si hay fracaso,
-nuestra será la culpa, por no haber sabido servirnos de la heroica
-panacea. El fiasco, y tras él la decadencia definitiva y mortal,
-vendrán solamente si la aplicamos sin fe ni perseverancia; si por
-espíritu de tacañería la administramos a dosis homeopáticas, o de
-manera intermitente; si no sabemos reclutar y preparar mentalmente
-a nuestra juventud para recibir, allende el Pirineo, la suprema
-iniciación; si, a la vez que establecemos íntima comunicación
-espiritual con el extranjero, no acertamos a mantener en los iniciados
-el fuego sagrado de la investigación, organizando, para retenerlos y
-estimularlos, laboratorios y seminarios, talleres y demás centros de
-laboreo intelectual y profesional; si, en fin, por respeto a rancios
-prejuicios o a funestos formalismos, no procedemos a incorporar
-rápidamente a la enseñanza el nuevo plantel docente, renovando y
-fecundando con él la vieja Universidad, órgano principal, según dejamos
-dicho, de civilización y de progreso.
-
-Porque, lo hemos proclamado mil veces y lo repetiremos otras mil,
-España no saldrá de su abatimiento mental mientras no reemplace las
-_viejas cabezas de sus profesores_ (Universidades, Institutos, Escuelas
-especiales), _orientadas hacia el pasado, por otras nuevas orientadas
-al porvenir_. No reside, pues, el daño en los que aprenden, ni en el
-Estado que, en la medida de lo posible, sufraga los gastos, sino en
-los que enseñan. De unos salen los otros. Ideal del discípulo será
-siempre parecerse a su maestro. ¿Cómo superarse si no halla cerca de sí
-otro término más alto de comparación? Y pues es fuerza romper la cadena
-de hierro de nuestro atraso, rómpase por el _anillo docente_, único
-sobre el cual puede obrar directa y eficazmente el Estado. Europeizando
-rápidamente al catedrático, europeizaremos al discípulo y a la nación
-entera.
-
-Como dice luminosamente Castillejo, «no queda otro recurso que formar
-gente nueva y unirla a los elementos aprovechables de la antigua». Pero
-esa gente nueva no lo será de veras, se parecerá irremediablemente a
-nosotros, adolecerá de nuestras rutinas y defectos, como no respire por
-mucho tiempo el ambiente de la Universidad extranjera.
-
-Tal es el plan salvador. No ha habido que inventar la panacea. Es
-remedio probado, norma seguida por cuantos pueblos tuvieron clara
-conciencia de su postración y quisieron regenerarse de veras.
-Descendamos ahora a formular algunas reglas tocantes a la manera de
-aplicar la terapéutica.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-[Ilustración]
-
-CAPÍTULO XI
-
-Órganos sociales encargados de nuestra reconstrucción.
-
-Pensionado en el extranjero. Importación de profesores. Creación de
-Colegios españoles en las principales ciudades universitarias de Europa.
-
-
-Las ideas precedentes, vulgarísimas en el extranjero, tampoco son,
-por fortuna, novedad en España. Más o menos explícitamente, han sido
-proclamadas por nuestros mejores escritores, y singularmente por
-las eminencias de la cátedra; han creado un estado de conciencia
-nacional y se han traducido, al fin, en leyes y órganos adecuados de
-acción. Notorio es que, desde hace algunos años, se han fundado entre
-nosotros instituciones que, como la _Junta de Ampliación de estudios
-y Pensiones_ y el _Patronato de ingenieros y de obreros_, tienen por
-principal misión escoger la flor de nuestra juventud intelectual y
-obrera, para educarla y sostenerla en los grandes focos de producción
-científica e industrial de Europa y América.
-
-La _Junta de Pensiones y de Ampliación de estudios_ se propone, según
-resume su activo secretario, señor Castillejo: «1.º El envío de
-pensionados al extranjero, la comunicación con ellos y la organización
-de diversas formas de tutela y auxilio para facilitarles su labor. 2.º
-Un servicio de información extranjera en las cuestiones de educación,
-para divulgar el conocimiento de los centros docentes y las condiciones
-de la vida en los principales países. 3.º Un patronato de estudiantes
-que secunde la iniciativa privada, auxiliando el envío de jóvenes al
-extranjero por cuenta de las familias. 4.º La creación de centros
-de investigación científica, organizados dentro y fuera de España,
-como medio de que los pensionados en el extranjero puedan continuar
-su preparación, y los que aspiren a salir, comenzarla reunidos, con
-los elementos que el país ofrezca, en un trabajo práctico y personal.
-Hay hasta ahora constituidas tres agrupaciones: el Centro de estudios
-históricos, el Instituto nacional de ciencias físico-naturales y la
-Escuela española de Roma para Arqueología e Historia. 5.º El fomento
-de las instituciones de carácter educativo, para mejorar en todos los
-órdenes de la vida de nuestros escolares. Se ha abierto ya en Madrid
-la primera _Residencia_ de estudiantes donde estos hallan favorables
-condiciones higiénicas, morales e intelectuales, dentro de un régimen
-de sana libertad»[38].
-
-La lealtad, la imparcialidad confesional y el sincero patriotismo
-con que la _Junta de Pensiones y de Investigaciones científicas_ ha
-aplicado los referidos principios de elevación cultural, han sido
-reconocidos por la mayoría de los conspicuos de la política, sin
-distinción de matices. Aprobaciones valiosas ha merecido también de
-nuestros más brillantes escritores, entre los cuales fuera imperdonable
-olvidar al cultísimo y ecuánime crítico Gómez Baquero, cuyas elocuentes
-conferencias de Portugal versaron precisamente sobre las funciones de
-la Junta y los resultados alentadores obtenidos. Conscientes de que se
-deben a una obra esencialmente nacional, los miembros de la susodicha
-Corporación, a la hora de proponer pensiones u otorgar becas de
-trabajo, no disciernen otros colores que los gloriosos de la española
-bandera, que son también los mismos de la aurora espiritual por todos
-anhelada.
-
-Colaboradores humildes de dicha Institución, no debemos justipreciar
-su labor. Fuera, además, harto prematuro. Séanos lícito, sin embargo,
-olvidarnos por un momento de nuestro insignificante concurso, y
-apreciar objetivamente los resultados. Repetimos que es todavía
-temprano para hacer el arqueo de los valores logrados. La semilla dará
-fruto solamente dentro de algunos años. La justicia obliga, empero, a
-confesar que, no obstante la timidez e irresolución con que el Estado
-y en su nombre la citada Junta han procedido, hanse recogido cosechas
-estimables. Por de pronto, en la nueva generación, el tipo mental del
-maestro declamador y meramente comentarista disminuye visiblemente, y
-de día en día aumenta el número de revistas científicas nacionales, de
-laboratorios y seminarios de investigación y de entusiastas profesores
-entregados a pesquisas originales. Puntualicemos un poco.
-
-Por lo que toca a la Biología, contamos ya con un plantel de
-laboratorios cuyas investigaciones son conocidas y apreciadas en el
-extranjero, donde algunos de ellos han explicado cursos y dirigido
-laboratorios. Diversas revistas alemanas, inglesas y nacionales,
-y singularmente los _Trabajos del Laboratorio de Investigaciones
-biológicas_ y el _Boletín de la Sociedad española de Biología_,
-registran sus interesantes comunicaciones. Solo en la Revista citada
-de mi Laboratorio (_Trabajos del Laboratorio de Investigaciones_,
-etc., años 1912 a 1923), han sido publicadas por alumnos o
-profesores pensionados más de 50 monografías originales, algunas con
-descubrimientos de primera fuerza.
-
-Los naturalistas, laboriosos como siempre, aunque lentos todavía
-en adoptar ciertos métodos de estudio (histológico, embriológico,
-etológico y psicológico), han acrecido cualitativa y cuantitativamente
-su rendimiento. Aparte las comunicaciones insertas en el _Boletín
-de la Academia de Ciencias_, cada día son más interesantes las que
-ven la luz en los acreditados _Anales de la Sociedad española de
-Historia Natural_. La creación de la _Comisión de Investigaciones
-paleontológicas y prehistóricas_ ha dado también opimos frutos.
-Sus doctos y activos profesores, adoctrinados por ilustres
-especialistas franceses y alemanes, nos han redimido del bochorno de
-que nuestra Península constituyera, en lo tocante al arte e industria
-prehistóricos, exclusivo campo de explotación de sabios extranjeros.
-
-Grandes esperanzas nos hacen concebir también los físicos, químicos,
-matemáticos e ingenieros llegados recientemente de Alemania, Holanda,
-Bélgica y Francia. Algunos de ellos se han ilustrado ya con importantes
-investigaciones en parte publicadas por la _Junta de Pensiones_, y en
-su mayoría insertas en la joven _Revista de Física y Química_. Hasta
-los matemáticos, tan flemáticos y apocados antes, han fundado, por fin,
-un _Seminario_ y una Revista, donde hallan estímulo y publicidad sus
-estudios, de cada día más originales y profundos.
-
-Brillante y copiosa es también la pléyade de juristas, historiadores,
-filólogos y psicólogos, etcétera, que han importado de Alemania el
-secreto de la investigación positiva y exacta. Obrador y cauce para
-sus actividades en _crescendo_, es el _Centro de Estudios históricos_
-y los libros numerosos que la Junta de Ampliaciones de estudios da a
-luz periódicamente. Con satisfacción se advierte que la nueva floración
-de sociólogos, humanistas, críticos literarios, historiadores y
-lingüistas, han abandonado el cómodo proceder del _impresionismo_,
-_tendencionismo_ y _declamacionismo_, para sentar serena e
-impersonalmente doctrina propia sobre datos de primera mano, documentos
-y cifras. El cuadro en conjunto es consolador y abre al patriotismo
-español perspectivas luminosas.
-
-No nos ofusque, empero, tan alentador resultado. Convengamos en
-que el fruto logrado es deficiente aún, y harto inferior a nuestra
-potencialidad productiva. Avanzamos a paso de tortuga, cuando
-necesitaríamos velocidades planetarias. Consuélanos solamente el
-considerar que los bienes logrados, aunque mezquinos, corresponden
-aproximadamente a la importancia de los esfuerzos.
-
-Causas notorias, oportunamente pregonadas por espíritus clarividentes,
-explican la modestia del éxito logrado.
-
-Sobre las principales de ellas séanos permitido exponer brevemente
-algunas reflexiones:
-
-1.ª _Escasez de las pensiones._-- El método del pensionado en el
-extranjero, bueno como norma educadora, solo puede rendir frutos
-suficientes cuando se le aplica en grande escala, sin timideces ni
-recelos, y en la persuasión de que la mayor parte de la semilla habrá
-irremisiblemente de perderse. Satisfechos podríamos quedar si, de los
-90 o 100 pensionados actuales, lográranse ocho o diez obreros útiles a
-la elevación cultural del país[39].
-
-Pero el número de 80 a 90 pensionados entre profesores, doctores,
-ingenieros, médicos, naturalistas, abogados, historiadores, filólogos,
-artistas, pedagogos, etc. (cifra que representa un máximo con
-relación a otras anualidades), constituye cantidad irrisoria y casi
-despreciable, si se tiene en cuenta nuestro atraso y la largueza y
-decisión con que proceden en este punto otras naciones. No nos hagamos
-ilusiones. Nuestro país necesita ser reformado radicalmente de alto a
-bajo, hostigando y estimulando al amodorrado cuerpo social hasta la
-entraña misma. Para tan intensa fermentación son necesarios cientos y
-acaso miles de pensionados, legiones de jóvenes decididos a arrancar
-a Europa el secreto de su grandeza y a infundir un nuevo espíritu en
-todas nuestras relajadas instituciones docentes y administrativas[40].
-
-2.ª _Escasez del tiempo de pensión._-- En Italia, y en casi todas
-las naciones de producción científica accidentalmente aminorada, las
-pensiones en el extranjero duran tres años, en vez de uno o medio,
-salvo prórroga, según es costumbre entre nosotros.
-
-Nuestro tiempo de pensión es harto insuficiente. Exceptuados los
-profesores cultos y habituados a la investigación, que visitan los
-laboratorios extranjeros con la mira de dominar un nuevo método de
-estudio, o de profundizar, al lado de sabio ilustre, algún tema
-especialísimo, la duración del pensionado debe prolongarse tres
-años o, por lo menos, dos. A nadie se le ocultarán los motivos
-justificativos de tal plazo, y menos a los encargados del magisterio
-docente, conscientes como somos de la deficiente preparación técnica,
-y del casi ningún conocimiento de idiomas de la inmensa mayoría de
-nuestros doctores y licenciados. Durante el primer año, el pensionado
-invierte casi todo su tiempo en perfeccionarse en la lengua y en
-familiarizarse con los métodos de trabajo; solo más adelante puede
-emprender labor útil y penetrar en la intimidad espiritual del maestro.
-
-3.ª _Escasa edad e insuficiente preparación técnica del candidato._--
-He aquí dos importantes causas de esterilidad del pensionado,
-consecuencia fatal de un estado de cosas que ni la _Gaceta_ ni la
-Junta de Pensiones serán poderosas a corregir por ahora. El candidato
-a pensión está mal preparado, porque la inmensa mayoría de nuestros
-maestros lo están también, y suele carecer de la madurez mental
-indispensable, por culpa de leyes que, de acuerdo con los íntimos
-anhelos del padre de familia, obligan a las fábricas del Liceo y
-de la Universidad a lanzar apresuradamente al mercado social sus
-inconsistentes hechuras.
-
-Salvo precocidades excepcionales, la vocación constituye estado de alma
-tardío, resultado del tanteo divergente de las fuerzas mentales y de la
-prueba objetiva de las propias aptitudes. Por regla general, esta clara
-conciencia de la vocación surge desde los veinticinco a los veintiocho
-años, aunque sobre este punto nada seguro quepa establecer. De todos
-modos se corre grave riesgo de perder tiempo y dinero, enviando al
-extranjero mozos de veinte a veinticuatro años, ignorantes de sí mismos
-y sin gustos ni vocación bien definidos.
-
-En su atolondramiento, muchos de ellos toman por aptitud científica
-el ansia aventurera de viajar o el deseo de adquirir, por cuenta del
-Estado cierta cultura general de buen tono; y cuando por obligación del
-cargo visitan laboratorios y asisten a cursos, van animados más bien de
-curiosidad novelera y de conocer la fisonomía moral y anecdótica del
-maestro, que del afán de empaparse profundamente en el espíritu de la
-escuela.
-
-Cuando se pregunta a los extranjeros conocedores de la organización
-docente española acerca de las causas de nuestra flojedad productiva,
-la contestación es tan unánime como justa:
-
-«La Universidad extranjera --dicen-- recibe de la enseñanza
-secundaria hombres hechos, con una base científica y literaria muy
-sólida; mientras que la Universidad española se nutre de mozalbetes
-irreflexivos, sin formación mental suficiente y casi totalmente
-desprovistos de conocimientos sólidos en matemáticas, física, química,
-historia natural, lenguas vivas y filosofía»[41]. Este grave mal ha
-sido también deplorado por muchos de nuestros maestros, singularmente
-por André, en cuyos libros (señaladamente en el titulado _La mentalidad
-alemana_) se hace crítica luminosa y justa de nuestra defectuosa
-organización universitaria.
-
-Defecto es este imputable más que a las leyes, a nuestros impacientes
-padres de familia, que solo se preocupan de que su hijo obtenga un
-título profesional con el menor gasto posible de tiempo y de dinero.
-«Lo que no sepa (dicen ellos), ya lo aprenderá después...» Y, en efecto
-no lo aprenden casi nunca.
-
-No está en las atribuciones de la _Junta de Ampliación de estudios_
-pensionar, como decía cierto ingenioso político, a los _cabezas de
-familia_ para que aprendieran fuera de España el arte de ser padres
-cabales; pero fuera deseable que a la hora de proponer candidatos
-tuviera muy en cuenta dicho factor de esterilidad, rechazando (salvo
-excepciones justificadas) a todos los intonsos doctores y licenciados
-menores de veinticinco años, sin vocación consolidada ni preparación
-técnica elemental suficiente.
-
-_Colegios españoles en Londres, París y Berlín._-- Aunque no somos
-entusiastas de este procedimiento aconsejado por Costa, no vemos
-inconveniente en que se le ensaye, creando en Cambridge, Leipzig o
-Múnich algún colegio español, donde numerosos becarios cursen, según
-los métodos modernos, tanto la enseñanza secundaria o de Liceo, como
-la universitaria o superior. Entre otras ventajas, este método de
-precoz trasplantación tendría la valiosísima de modelar la voluntad
-y el carácter en la época en que el ambiente social, los deportes,
-etc., obran con mayor eficacia educativa, y la no menos importante
-de ofrecer desde el principio a las juveniles inteligencias un pasto
-intelectual suculento y sano, en lugar de la memorista y superficial
-instrucción servida, salvo excepciones, en nuestros Institutos y
-Colegios de segunda enseñanza. Solamente nos detendría el temor de
-que este método, aplicado de modo global y sin selección a cerebros
-en agraz, impusiera al exhausto Tesoro español dispendios muy
-desproporcionados con los resultados.
-
-
-INSTITUCIONES COMPLEMENTARIAS DEL PENSIONADO
-
-No basta escoger, más o menos automáticamente, la _élite_ de la
-intelectualidad, transportándola de golpe a los Centros científicos
-del extranjero. Es preciso crearle antes un ambiente de transición,
-es decir, adoctrinarla moral y técnicamente para que la acomodación
-al nuevo medio cultural se efectúe sin riesgos; y es, además,
-indispensable proporcionar a los mejor adaptados a dicho ambiente, de
-vuelta de su pensión, los recursos necesarios para proseguir la obra
-emprendida y evitar que el tipo mental, tan laboriosamente creado,
-acabe por desdiferenciarse en la molicie, retornando, como ciertas
-plantas artificiosamente cultivadas, a la especie indígena vulgar.
-
-Ociosas fueran tales iniciativas si nuestras Instituciones docentes
-estuvieran siempre en situación de ejercitar técnicamente al candidato,
-y si al regreso de este, la Universidad, las Escuelas especiales o la
-Administración pública le brindaran puesto adecuado a sus talentos.
-No sucede así, por desgracia. Los establecimientos oficiales son
-organismos herméticos, tiranizados por el escalafón y el reglamento,
-y amarrados a un presupuesto rígido, donde todo está previsto menos
-las sorpresas de la vida, quiero decir, la brusca aparición de cabezas
-geniales y la necesidad de prestarles, rápida y oportunamente, apoyo
-moral y pecuniario.
-
-A subsanar esta deficiencia responden el _Instituto Nacional de
-Ciencias_, con sus diversos Laboratorios y Seminarios; el _Centro de
-Estudios históricos_, organizado por la _Junta de Pensiones_, y, en
-fin, algunos pocos Laboratorios universitarios.
-
-Importa notar que los consabidos Centros son organismos provisionales,
-supletorios de la Universidad y de las diversas escuelas profesionales.
-Ellos desaparecerán cuando las Corporaciones docentes adquieran
-la elasticidad y sensibilidad suficientes para acoger en su seno
-a todo talento desvalido utilizable. Se equivocan, pues, algunos
-profesores universitarios, recelosos de que estas hijuelas de la Junta
-de Pensiones sean Institutos rivales de la Universidad. ¿Cómo serán
-rivales de la enseñanza oficial laboratorios dirigidos por catedráticos
-numerarios y organizados precisamente para servir de plantel al futuro
-profesorado?
-
-Quienes tan poco generosamente juzgan las iniciativas de los demás, ¿se
-han detenido a considerar el grave peligro de perder irremisiblemente,
-por abandono e inacción, actitudes y vocaciones preciosas, ínterin las
-filas cerradas de los escalafones docentes se entreabren para recibir
-al novel compañero? ¿Y si no hay vacante en muchos años? ¿Consentiremos
-impasibles que el novel investigador, aguijado por el apremiante
-_primum vivere_..., pida a la enseñanza privada o a cualquier profesión
-lucrativa el pedazo de pan que le rehúsa el cultivo de la ciencia pura,
-perdiendo así el Estado el fruto de sus sacrificios?
-
-La experiencia de estos últimos años ha enseñado que toda precaución
-es poca para evitar el retroceso mental del novel investigador y su
-readaptación a la vulgaridad ambiente. Todo conspira en contra: la
-falta de tutela social, el despego de los compañeros no pensionados, el
-desdén cuando no la antipatía de algunos viejos maestros, y sobre todo,
-la sugestión constante, subyugadora del fausto profesional, y hasta
-de la desaprensión o de la osadía encumbradas. Así pierde anualmente
-la causa de nuestra cultura muchos defensores valiosos, caídos sin
-redención en el montón anónimo de los buscadores de oro. Y esto hay que
-evitarlo a todo trance, o al menos reducirlo a un mínimo soportable.
-No sobre todos, porque ello sería imposible, pero sí sobre los mejores
-expensionados, deben la _Junta de Pensiones_, y singularmente los
-profesores bajo cuya dirección trabajan, ejercer continua y vigorosa
-acción tutelar, abogando en su pro en las esferas administrativas,
-animándoles a proseguir, a pesar de todo, sus trabajos, y corrigiendo,
-en fin, paternalmente los defectos de inmodestia y presunción, no raros
-por desdicha entre los jóvenes educados allende el Pirineo, y causa
-principal --preciso es reconocerlo-- de la animosidad con que los miran
-algunos positivos y viejos prestigios del cuerpo universitario.
-
-
-IMPORTACIÓN DE PERSONAL DOCENTE
-
-Dejamos apuntado diversas veces que el problema de nuestra ascensión
-intelectual solo se resuelve transformando y remontando progresivamente
-desde el maestro de primeras letras hasta el catedrático de
-Universidad, es decir, formando hombres nuevos, incorporados
-cordialmente a la obra internacional de la cultura, y cubriendo con
-ellos cuantas vacantes de sangre vayan ocurriendo en las instituciones
-docentes y administrativas.
-
-Una duda importante podría, sin embargo, detenernos al intentar la
-solución práctica de este problema. En lugar de vigorizar nuestra
-juventud oreándola en el ambiente universitario inglés, francés o
-alemán, ¿no fuera preferible importar de las naciones próceres sabios
-ilustres para transfundir de una vez sangre nueva y copiosa en el
-enteco cuerpo nacional?
-
-Considerado _a priori_, tan radical recurso de tonificación espiritual,
-que cabría llamar _método de injertación cultural_, parece el más
-rápido, eficaz y económico. A este heroico remedio confió Italia, hace
-cincuenta y cinco años, la renovación de su decadente Universidad.
-Maestros alemanes tan prestigiosos como O. Vogt (naturalista),
-Moleschott (anatómico), Schiff (fisiólogo), Kleinemberg (anatomía
-comparada), Schrön (anatomopatólogo), Kiesow (psicólogo experimental)
-y otros varios regentaron cátedras en la citada nación. De ellas
-surgió brillante pléyade de discípulos entusiastas que continuaron
-gloriosamente la obra de los maestros exóticos. Citemos algunos nombres
-prestigiosos, ciñéndonos solamente al dominio biológico: El anatómico
-Kleinemberg formó a Grassi, descubridor del ciclo extrahumano del
-germen palúdico; el fisiólogo Schiff adoctrinó en Turín a los ilustres
-Mosso, Luciani y Fano; por su parte, Moleschott procreó lucida prole
-intelectual, representada, entre otros, por los anatómicos Todaro y
-Chiarugi.
-
-Con éxito excelente, aunque menos brillante, se ha empleado también
-este método en Rusia y en los Estados Unidos, y con efectos inciertos
-o poco alentadores, en Chile y la Argentina. Recordemos, en fin, que
-la injertación intelectual tuvo entre nosotros iniciador augusto y
-entusiasta en Carlos III, quien, lleno de paternal amor a sus vasallos,
-intentó sin éxito aclimatar en España, con el químico Proust y otros
-sabios de fama mundial, el gusto por la investigación.
-
-La inmigración temporal o la incorporación definitiva de investigadores
-forasteros constituye método de inoculación directa y supraintensiva,
-capaz de sacudir, en circunstancias favorables, el amodorramiento
-intelectual de un país. Mas apresurémonos a declarar que este proceder
-solo puede rendir seguros beneficios en aquellas naciones donde
-el ambiente moral está suficientemente preparado y a condición de
-que las diferencias étnicas, lingüísticas y de hábito mental entre
-el país transfusor y el transfundido sean poco acentuadas. Por
-este motivo, el método de la injertación espiritual, tan eficaz en
-Holanda, Suiza, Rusia, Italia y los Estados Unidos, rindió en España,
-y rinde actualmente en los Estados hispanoamericanos, frutos poco
-abundantes[42].
-
-Por nuestra parte, nos confesamos fervientes partidarios de la
-importación de hombres de ciencia (método que puede combinarse
-ventajosamente con el pensionado); pero a condición de que personas
-conocedoras del cuerpo universitario inglés, francés o alemán,
-hábilmente secundadas por nuestra diplomacia, nos deparen sabios de
-primera magnitud y dotados de robusta vocación docente.
-
-En Alemania, sobre todo, existe actualmente una sobreproducción de
-investigadores. Muchos de ellos, forzados de la necesidad, emigran a
-Holanda, Rusia, Hungría, Estados Unidos, Inglaterra, imposibilitados,
-como están, de subsistir decorosamente en la Universidad nativa, donde
-la concurrencia vital es abrumadora. Fácil sería, pues, encontrar,
-a costa de moderados dispendios, algunos _docentes privados_ o
-_profesores extraordinarios_ cuyos méritos, pregonados por la fama de
-sus descubrimientos y la admiración de sus discípulos, no hubieran
-obtenido todavía recompensa oficial suficiente[43].
-
-Ni nos detendría la consideración de que dichos maestros nos
-abandonaran a los pocos años, deseosos de reanudar su carrera
-universitaria en la nación de origen; porque en uno o dos lustros de
-estancia entre nosotros habrían, sin duda, formado discípulos, tanto
-más aventajados cuanto que el profesor, aspirando a merecer en su país
-el codiciado título de _profesor ordinario_, no sentiría la tentación
-de dormirse sobre sus laureles. La importación de docentes extranjeros
-es, sobre todo, urgente en aquellas disciplinas huérfanas en España
-(con pocas excepciones) de altos investigadores, tales como la Física,
-la Química, la Astronomía, la Geología, etc. Y aunque el ambiente
-cultural hispano deja todavía mucho que desear, creemos sinceramente
-que el de hoy es muy superior al de la época de Carlos III[44]. (Sabido
-es que nuestra Universidad cuenta ya con algunos sabios profesores
-extranjeros estables.)
-
-Pero aplicado este método en grande escala y de manera exclusiva,
-podría acarrear algunos inconvenientes, notados ya en sus sendos países
-por los escritores americanos. He aquí algunos, que señalamos de
-pasada, después de reconocer que abundan las excepciones:
-
-1.º El investigador alemán o anglosajón arribado a países latinos,
-encuéntrase descentrado; sus hábitos y tendencias chocan demasiado
-contra las de sus huéspedes; y a la primera ocasión retorna a su país,
-sin haber fundado escuela[45]. Bajo este aspecto, quizás fueran más
-deseables maestros franceses e italianos.
-
-2.º Por razones fácilmente adivinables, el sabio expatriado no suele
-ser investigador de primer orden, sino mozo despejado y de esperanzas
-(_privat docent_ o doctor sin puesto oficial), pero incompletamente
-formado. Sin duda que en la designación debería intervenir, como es
-natural, la iniciativa de un maestro de autoridad indiscutible; mas el
-oficio de profeta tiene quiebras, aun admitiendo que en la elección
-hecha por aquel para nada influyera la simpatía personal.
-
-3.º Indiferente al problema de la elevación cultural del país de
-adopción, el forastero ilustre suele descuidar la formación de
-discípulos indígenas y propender a publicar sus investigaciones en las
-Revistas de su patria de origen.
-
-4.º La dificultad de comprender la lengua del nuevo país, resta
-eficacia a las enseñanzas del maestro extranjero.
-
-A causa de los citados inconvenientes y de otros menos graves de
-carácter administrativo, estimamos que la obra de nuestra renovación
-debe encomendarse principal, aunque no exclusivamente, al método del
-pensionado. Abrigamos la firme convicción de que si se le aplica con
-fe y perseverancia; si, huyendo de tacañerías, son enviados anualmente
-a los grandes focos de producción intelectual e industrial del
-extranjero, cuatrocientos o quinientos jóvenes aprovechados, escogiendo
-de preferencia profesores y auxiliares, y lo más granado y culto de los
-funcionarios técnicos del Estado (militares, ingenieros, científicos y
-pedagogos, sin olvidar algunos eclesiásticos, acaso los más necesitados
-de europeización)[46]; si los organismos seleccionadores del
-candidato a pensión, desoyendo la sirena del favoritismo y procediendo
-austeramente, proponen exclusivamente hombres adornados de sólida
-preparación técnica y con una historia de trabajos serios, más o menos
-importantes, y en todo caso reveladores de vocación firme y decidida
-hacia la investigación científica, tenemos por indiscutible que, dentro
-de algunos lustros, todas las clases directoras y docentes de nuestro
-país se habrán transformado profundamente.
-
-Y la espléndida floración de verdades científicas, de invenciones
-útiles, de aplicaciones fecundas a la agricultura, a la industria
-y a la gestión política y administrativa del Estado, afirmará
-enérgicamente nuestra personalidad espiritual ante el mundo y
-preparará una España del porvenir que nos consuele de cuatro siglos de
-estancamiento y haga olvidar a Europa la España del pasado.
-
-[Ilustración]
-
-
-
-
-ÍNDICE
-
-
- Págs.
-
- PRÓLOGO DE LA 2.ª EDICIÓN, costeada por la generosidad del Dr.
- Lluria. V
-
- PRÓLOGO DE LA 3.ª EDICIÓN. XII
-
- PRÓLOGO DE LAS ÚLTIMAS EDICIONES (4.ª, 5.ª y 6.ª). XV
-
- CAP. I.--Consideraciones sobre los métodos generales. --
- Infecundidad de las reglas abstractas. -- Necesidad de ilustrar
- la inteligencia y de tonificar la voluntad. -- División de este
- libro. 1
-
- CAP. II.--Preocupaciones del principiante. 13
-
- CAP. III.--Cualidades de orden moral que debe poseer el
- investigador. 43
-
- CAP. IV.--Lo que debe saber el aficionado a la investigación
- científica. 79
-
- CAP. V.--Enfermedades de la voluntad. -- Contempladores. --
- Bibliófilos y políglotas. -- Megalófilos. -- Organófilos. --
- Descentrados. 113
-
- CAP. VI.--Condiciones sociales favorables a la obra científica.
- -- Los medios materiales. -- El investigador y la familia. -- La
- compañera del hombre de ciencia. 131
-
- CAP. VII.--Marcha de la investigación científica. --Observación.
- -- Experimentación. -- Hipótesis directriz. -- Comprobación. 161
-
- CAP. VIII.--Redacción del trabajo científico. 183
-
- CAP. IX.--El investigador como maestro. 199
-
- CAP. X.--Deberes del Estado en relación con la producción
- científica. -- Nuestro atraso cultural y sus causas pretendidas.
- Explicaciones físicas, históricas y morales de la infecundidad
- científica española. -- El remedio de nuestro atraso. 219
-
- CAP. XI.--Órganos sociales encargados de nuestra reconstrucción.
- -- La Junta de Pensiones y sus Laboratorios y Seminarios. --
- Resultados obtenidos del Pensionado en el extranjero. 269
-
- Instituciones complementarias del Pensionado. 282
-
- Importación del personal docente. -- Ventajas e inconvenientes
- del método de injertación cultural. 286
-
-
-
-
-NOTAS
-
-
-[1] Claudio Bernard nos parece exagerar algo cuando, a guisa de
-ejemplos probatorios de su tesis, afirma que «no sabremos nunca por qué
-el opio tiene una acción soporífera, y por qué de la combinación del
-hidrógeno con el oxígeno brota un cuerpo tan diverso en propiedades
-físicas y químicas como el agua». Esta imposibilidad de reducir
-las propiedades de los cuerpos a leyes de posición, de forma y de
-movimiento de los átomos (hoy diríamos de los iones y electrones), es
-real, pero no parece que lo sea en principio y para siempre.
-
-[2] Es singular la coincidencia de esta doctrina con la desarrollada
-por Schopenhauer (desconocida de nosotros al redactar la primera
-edición de este discurso) en su libro _El Mundo como voluntad y como
-representación_, t. I, páginas 98 y siguientes. Al tratar de la lógica,
-dice «que el lógico más versado en su ciencia abandona las reglas de
-la lógica en cuanto discurre realmente». Y más adelante: «querer hacer
-uso práctico de la lógica es como si para andar se quisiera tomar antes
-consejos de la mecánica». Parecido sentir expresa modernamente Eucken,
-cuando afirma «que leyes y formas lógicas no bastan a producir un
-pensamiento vivo».
-
-[3] Hoy creo menos en el poder de la selección natural que al escribir,
-treinta años hace, estas líneas. Cuanto más estudio la organización del
-ojo de vertebrados e invertebrados, menos comprendo las causas de su
-maravillosa y exquisitamente adaptada organización.
-
-[4] En reciente libro, Ostwald corrobora esta reflexión, haciendo notar
-que casi todos los grandes descubrimientos fueron obra de la juventud.
-Newton, Davy, Faraday, Hertz, Mayer son buenos ejemplos.
-
-[5] La brillante serie de descubrimientos eléctricos que siguieron
-al encuentro de la pila de Volta, a principios del pasado siglo; la
-pléyade de trabajos histológicos provocados por el descubrimiento de
-Schwann acerca de la multiplicación celular, y la repercusión profunda
-que el no muy alejado hallazgo de los rayos Röntgen ha producido en
-toda la física (encuentro de la radioactividad, descubrimiento del
-radio, del polonio, del fenómeno de la emanación, etc.), son buenos
-ejemplos de esa virtud creadora, y en cierto modo automática, que posee
-todo gran descubrimiento, el cual parece crecer y multiplicarse como la
-semilla arrojada al azar sobre terreno fértil.
-
-[6] La opinión vulgar aquí combatida ha sido repudiada elocuentemente
-por casi todos los sabios. No resisto, sin embargo, a la tentación de
-copiar una comparación presentada bajo diversas y brillantes formas
-por nuestro incomparable vulgarizador científico D. José Echegaray,
-cuya desaparición ha dejado a la ciencia española huérfana de un gran
-talento:
-
-«La ciencia pura es como la soberbia nube de oro y grana que se dilata
-en Occidente, entre destellos de luz y matices maravillosos: no es
-ilusión, es el resplandor, la hermosura de la verdad. Pero esa nube se
-eleva, el viento la arrastra sobre los campos, y ya toma tintas más
-obscuras y más severas; es que va a la faena y cambia sus trajes de
-fiesta, digámoslo así, por la blusa del trabajo. Y entonces se condensa
-en lluvia, y riega las tierras, y se afana en el terruño, y prepara
-la futura cosecha, y al fin da a los hombres el pan nuestro de cada
-día. Lo que empezó por hermosura para el alma y para la inteligencia,
-concluye por ser alimento para la pobre vida corporal.» -- _Academia de
-Ciencias_, sesión solemne del 12 de marzo de 1916.
-
-[7] Esto se escribía en 1896. Actualmente, la fábrica de instrumentos
-ópticos de Jena cuenta al frente de sus secciones nada menos que 33
-investigadores matemáticos, ópticos, mecánicos y químicos, todos de
-primera fuerza. Legiones de químicos trabajan también en las grandes
-fábricas de productos químicos alemanas, demostrando que el único medio
-de que la industria evite la rutina y el estancamiento es convertir el
-laboratorio en antesala de la fábrica.
-
-[8] «Es el sentido común trabajando a alta tensión», según la frase
-gráfica de nuestro Echegaray.
-
-[9] Es singular la coincidencia de esta doctrina con la clasificación
-en _clásicos_ y _románticos_ (talentos de reacciones lentas y talentos
-de reacciones rápidas), dada por Ostwald en su reciente e interesante
-libro sobre _Los grandes hombres_.
-
-[10] Este ingenuo optimismo ha sufrido actualmente, con la
-horrenda guerra internacional iniciada en 1914, franco y rotundo
-mentís. Todo hacía creer, cuando esto se escribía, que la era
-de las grandes contiendas europeas había pasado. Ferrocarriles,
-telégrafos, periódicos, congresos, conferencias internacionales,
-difusión de idiomas, etc., parecían órganos destinados a realizar,
-tarde o temprano, la generosa aspiración de solidarizar y aproximar
-cordialmente a las naciones europeas.
-
-Espectáculo consolador era contemplar cómo por encima de las fronteras
-se apretaban efusivamente las manos filósofos, sabios y obreros. Por
-desgracia, Gobiernos militares y logreros insaciables actuaban en
-sentido contrario, y ahogaban de continuo, merced a inoculación intensa
-iniciada desde la escuela, la semilla del amor con el veneno del odio.
-Al siglo XXI tocará comenzar nuevamente la obra, acaso quimérica, de
-la reconciliación definitiva de los Estados de Europa, y de someter
-definitivamente al derecho atávicas codicias y desapoderadas ambiciones
-territoriales.
-
-(Esta nota se escribió en 1916. Hoy, firmada la paz, arruinada Europa,
-visto el fracaso de la candorosa concepción wilsoniana de la _Sociedad
-de las Naciones_, enconado el odio de los pueblos vencidos, que sueñan
-ya con próximos desquites, miramos con amargo escepticismo todo intento
-jurídico de paz perpetua. ¡Triste es reconocerlo!; pero todo pueblo,
-modelado en monarquía o en república, se hace ferozmente imperialista
-en cuanto puede serlo. ¡Ay de los débiles o de los antipatriotas!)
-
-[11] Tal estado de cosas ha variado algo en la actualidad. El tipo de
-inventor que trabaja por afán de lucro abunda mucho hoy en Alemania y,
-en general, en las naciones más adelantadas. La lucha por la patente y
-la fiebre de la competencia industrial, han turbado la calma augusta
-del templo de Minerva. ¿Es un mal o un bien?
-
-[12] Actualmente, en virtud de una emulación creciente, los focos de
-producción biológica se multiplican por doquier. Italia, Francia,
-Inglaterra y singularmente los Estados Unidos compiten y en muchos
-puntos sobrepujan a la hace algunos lustros insuperable labor de las
-Universidades alemanas.
-
-[13] Aunque, merced a plausibles iniciativas, figura la lengua alemana
-en nuestro cuadro de asignaturas del Instituto, por desgracia el fruto
-obtenido hasta hoy por nuestros escolares ha sido casi nulo, tanto
-por la insuficiencia del tiempo destinado a tal estudio, cuanto por
-el vicioso método de enseñanza. Cuando falta el tiempo indispensable
-para dominar una lengua difícil, lógico sería no empeñarse en
-enseñar _todo el alemán_, sino el _alemán científico_, es decir,
-la suma relativamente escasa de reglas gramaticales y el caudal
-no muy cuantioso de voces necesario para traducir las monografías
-científicas. Lograr esto es obra de seis u ocho meses de labor asidua.
-Al aficionado a los trabajos biológicos le aconsejamos que se suscriba
-desde luego a una Revista alemana de su especialidad, por ejemplo, a
-un _Centralblatt_ cualquiera. La lectura, al principio muy trabajosa,
-de las monografías científicas, le resultará cada día más accesible.
-El placer de obtener desde el principio algún fruto de sus afanes,
-aumentará progresivamente su afición al trabajo.
-
-[14] Si los celos internacionales lo consintieran, fuera mucho más
-sencillo y práctico convenir en el empleo de una lengua viva, el
-_francés_, por ejemplo, como idioma científico. A los entusiastas
-del esperanto cabría preguntarles: Cuando viajéis por Francia, ¿os
-resignaréis a no hablar francés?
-
-(Conforme era de presumir, hoy --1920-- el flamante _volapück_ ha sido
-definitivamente olvidado. Presagiamos que le ocurrirá lo mismo al
-_esperanto_.)
-
-[15] Cuando los españoles asisten a un Congreso científico, deploran
-que nuestra lengua tenga que eclipsarse ante el alemán, francés o
-inglés. Estos patriotas inoportunos harían bien, antes de formular
-sus quejas y provocar la sonrisa de los sabios, en meditar estos tres
-irrebatibles asertos: 1.º Nuestra producción científica es, cualitativa
-y cuantitativamente, muy inferior a la de las cuatro naciones que gozan
-del privilegio de usar su lengua en los Congresos. 2.º A consecuencia
-de esto, el castellano es desconocido de la inmensa mayoría de los
-sabios. Si inspirándonos en un patriotismo quijotesco nos empeñáramos
-en usarlo en los Congresos internacionales, provocaríamos la deserción
-en masa de nuestros oyentes. 3.º En fin, naciones como Suecia, Holanda,
-Dinamarca, Hungría, Rusia y Japón, cuya producción científica supera
-con mucho a la española, jamás tuvieron la inmodestia de imponer en
-dichos certámenes su lengua respectiva; sus sabios son harto avisados
-para desconocer que, siendo ya excesiva la tarea de dominar las cuatro
-lenguas citadas, resultaría tortura insoportable aprender una o dos más.
-
-[16] Hoy no suscribiría yo, sin algunas restricciones, este concepto
-mecánico, o si se quiere estrictamente físico-químico de la vida. En
-ella (origen, morfología de células y órganos, herencia, evolución,
-etc.), se dan fenómenos que presuponen causas absolutamente
-incomprensibles, no obstante las jactanciosas promesas darwinianas y
-los postulados de la escuela bioquímica de Loeb.
-
-[17] Conocemos algunos que no se contentan con cerrar los armarios del
-laboratorio, sino que los precintan y lacran al ausentarse.
-
-[18] Existen actualmente (1923) laboratorios en España tan
-suntuosamente dotados que los envidian los sabios más grandes del
-extranjero. Y sin embargo, en aquellos se produce poco o nada. Es que
-nuestros ministros y corporaciones docentes se han olvidado de dos
-cosas importantes; que no basta declararse investigador para serlo
-y que los descubrimientos los hacen los hombres y no los aparatos
-científicos y las copiosas bibliotecas.
-
-[19] Esto se escribía hace muchos años. Claro es que hoy (1923) después
-de la guerra mundial habría que aumentar estos modestos presupuestos en
-más de una mitad.
-
-[20] El que esto escribe, el más humilde de los profesores españoles,
-pecaría de ingrato si no hiciera constar un hecho que habla muy alto
-en pro de la generosidad de nuestros Gobiernos. Bastó la mera noticia
-telegráfica de que el premio _llamado de Moscú_, otorgado por el
-Congreso internacional médico de París (1900), había sido adjudicado a
-un español, para que _incontinenti_ se nos buscara en el rincón donde
-laborábamos en silencio y se pusiera a nuestra disposición espléndido
-laboratorio. La medalla de Helmholtz, y el premio Nobel, nuevos dones
-de nuestra buena estrella, obtenidos después (1908), sin contar
-las altas distinciones recibidas de las principales Corporaciones
-científicas del mundo, nos proporcionaron la satisfacción de pensar que
-el modesto sacrificio hecho por el Estado español no había sido estéril
-para la Ciencia.
-
-Y nuestro caso, afortunadamente, no es único. Todo el que en nuestro
-país ha sido consagrado por la ciencia extranjera, consigue,
-sin desearlas ni buscarlas, honra y prebendas. ¡A veces, hasta
-demasiadas!... Sepan, pues, los egoístas que anteponen siempre el
-galardón al merecimiento, que también en nuestra patria --y estoy por
-decir que mejor que en el extranjero-- el cultivo serio de la ciencia
-constituye razonable negocio.
-
-[21] Conocida es la frase célebre de Bonaparte pronunciada ante el
-Consejo de Estado cuando era Cónsul: «Si el hombre no envejeciera,
-desearía que se pasase sin mujer».
-
-[22] Aludimos aquí especialmente a los efectos de la concentración
-mental y del trabajo intensivo, capaces de convertir al sabio en
-perpetuo distraído, tan flojo y descuidado en la educación de sus hijos
-como en la administración de sus bienes.
-
-[23] Podríamos citar más de veinte jóvenes de gran capacidad y
-excelente preparación cuya labor inquisitiva, apenas empezada, naufragó
-con el matrimonio. Actualmente, y por lo que toca a la biología, casi
-todos nuestros mejores productores son célibes.
-
-[24] Citado por el notable profesor Pou y Orfila en un excelente
-folleto donde trata del estudio de la Anatomía: _Observaciones sobre la
-enseñanza de la Medicina_. Montevideo, 1906.
-
-[25] El culto a la consecuencia, que en política pasa por virtud, en
-ciencia resulta casi siempre señal inequívoca de orgullo o de cortedad
-de luces. La variabilidad es uno de los rasgos que mejor traducen la
-honradez del investigador. En nuestro concepto, quien no sepa abandonar
-una opinión falsa se declara a sí mismo necio, viejo o ignorante;
-porque, en efecto, solo los tontos, los decrépitos y los que no leen,
-se obstinan en el error. Los consecuentes a ultranza parecen declarar
-con su olímpico desdén a toda novedad científica: «valgo y sé tanto,
-que todo cuanto la ciencia descubra no me hará corregir en un ápice mis
-opiniones». El cerebro es un árbol cuyo ramaje se desarrolla y complica
-con el estudio y la meditación; pretender, pues, que en materias
-opinables no cambie, es querer que el árbol futuro no pase de arbusto
-o no críe jamás ramas torcidas. La ciencia nos enseña que el hombre,
-en el transcurso de su vida, se renueva material y mentalmente muchas
-veces; que en la vida individual hay diversos _avatares_ que llegan
-casi a interrumpir la continuidad de la conciencia y el sentimiento
-de la propia personalidad. Las nuevas lecturas y la mudanza del medio
-moral e intelectual cambian y mejoran continuamente el ambiente
-interior y depuran y refinan nuestros juicios. Transcurridos los
-cincuenta años, ¿quién se atreverá a defender sinceramente todas las
-concepciones de su personalidad de los veinte, es decir, del pensar de
-la juventud inexperta y generosa?
-
-[26] Piadosa con los viejos, la naturaleza ha otorgado al cerebro el
-excelso privilegio de resistir más que ningún órgano al implacable
-proceso de la degeneración.
-
-[27] Hoy nos preocupamos de la autonomía universitaria. Está bien.
-Mas si cada profesor no mejora su aptitud técnica y su disciplina
-mental; si los Centros docentes carecen del heroísmo necesario para
-resistir las opresoras garras del caciquismo y favoritismo extra e
-intrauniversitario; si cada maestro considera a sus hijos intelectuales
-como insuperables arquetipos del talento y de la idoneidad, la flamante
-autonomía rendirá, poco más o menos, los mismos frutos que el régimen
-actual. ¿De qué serviría emancipar a los profesores de la tutela del
-Estado, si estos no tratan antes de emanciparse de sí mismos, es decir,
-de sobreponerse a sus miserias éticas y culturales? El problema central
-de nuestra Universidad no es la independencia, sino la transformación
-radical y definitiva de la aptitud y del ideario de la comunidad
-docente. Y hay pocos hombres capaces de ser cirujanos de sí mismos. El
-bisturí salvador debe ser manejado por otros.
-
-[28] El relato de los extranjeros que visitaron España en la época de
-su grandeza o en el comienzo de su declinación, y los testimonios de
-nuestros escritores de los siglos XVI y XVII, demuestran que nuestra
-preponderancia en Europa fue meramente militar y no cultural. Ciencia,
-Industria, Agricultura, Comercio, todas las manifestaciones del
-espíritu y del trabajo eran en la época de los Reyes Católicos y de
-Carlos V sumamente inferiores a las del resto de Europa. Citando un
-caso entre mil, Simón Abril, en sus _Apuntamientos a Felipe II_, se
-lamentaba ya de que careciéramos de matemáticos, «con afrenta de la
-nación y gran perjuicio de la república, pues España debe ir a buscar
-los ingenios a extrañas naciones, con daño grave del bien público».
-Avergüenza saber que casi todos nuestros generales y almirantes de las
-guerras de Italia y Flandes fueron extranjeros. Cristóbal de Villalón,
-que escribió también en el siglo de oro de nuestra historia, se
-lamenta, amén de los defectos del carácter nacional, de la mediocridad
-de nuestros gramáticos y humanistas, muy inferiores a los extranjeros.
-(Véase su _Viaje de Turquía_.)
-
-[29] En la cuenca del Ebro (Aragón especialmente), la columna del
-pluviómetro rara vez alcanza 300 milímetros, y en Murcia y Almería
-es raro el año en que se eleva a 250. En cambio, en todo el litoral
-cantábrico pasa de 1.500; a veces sube a 2.000.
-
-[30] La cifra de 40 millones supuesta por algunos, y sobre todo por
-Macías Picavea, representa pura fantasía. Si hoy, no obstante el
-florecimiento industrial de algunas regiones, el ensanche creciente de
-las ciudades, el progreso notable de la agricultura y de la minería,
-etc., nuestro territorio no produce mantenimientos ni aun para los 20
-millones de habitantes que lo pueblan, ¿por qué arte milagroso pudo
-antaño mantener 40 millones (no los tiene todavía la riquísima Francia)
-con un suelo en gran parte sin roturar y con ciudades --salvo alguna
-excepción-- reducidísimas, según atestiguan todavía las murallas
-subsistentes de las más populosas?
-
-[31] Antes de Buckle fueron muchos los extranjeros que atribuyeron
-nuestra decadencia a la exaltación del principio religioso y al
-desprecio de las artes útiles. Recuérdese, entre otras, la observación
-de Montesquieu: «Mirad una de sus bibliotecas (las de España): las
-novelas por un lado, y la escolástica por otro, ¿no es verdad que todo
-ello parece obra de algún secreto enemigo de la razón humana?» Gráfica
-es también esta frase de Voltaire: «La Inquisición y superstición
-perpetuaron aquí (en España) los errores escolásticos; las matemáticas
-fueron tan poco cultivadas de los españoles, que en sus guerras
-emplearon siempre ingenieros italianos». Juicio análogo dejamos
-estampado ya de nuestro Simón Abril, escritor de la época de Felipe II.
-
-[32] Recuérdese la célebre polémica sostenida entre Sanz del
-Río, Revilla, Perojo, etc., por un lado, y los tradicionalistas,
-reforzados con el valioso apoyo de Menéndez Pelayo, por otro. Los
-krausistas sostenían que el espíritu español se había desarrollado
-solo parcialmente, desdeñando la razón y el entendimiento, y que,
-no habiendo existido ciencia ni filosofía españolas, la historia de
-estas disciplinas podía hacerse sin citar otros nombres que los de
-los marinos heroicos que descubrieron las Américas y dieron la vuelta
-al mundo. Al contrario, los tradicionalistas afirmaban que durante
-el siglo de oro habíamos creado ciencia y filosofía altísimas y
-originales, y que ello se debió, en gran parte, al fervor religioso y
-al despotismo paternal de los reyes. En cuanto a mi humilde opinión,
-formada después de pesar serenamente los argumentos de entrambas
-escuelas, coincide casi completamente con el juicio de un escritor
-francés imparcial de nuestros días. Dusolier, que siguió con interés
-los incidentes de la famosa controversia, afirma: «Contrariamente a
-los asertos, demasiado modestos o demasiado desdeñosos, de la escuela
-krausista, creemos _que ha existido, en efecto, una ciencia y una
-filosofía españolas; pero pensamos también que todo el talento de
-Menéndez Pelayo no basta para probar que esta filosofía y esta ciencia
-hayan sido muy importantes_». Dusolier: «Aperçu historique sur la
-Médecine en Espagne», etc. París, 1906. Con relación a las matemáticas,
-el mayor de nuestros actuales geómetras, el señor Rey Pastor, hace
-notar, en bien documentado discurso, que nuestros geómetras del siglo
-de oro y siguientes trabajaron a menudo sin conocer suficientemente
-las grandes conquistas matemáticas del Renacimiento, singularmente las
-debidas a los sabios italianos, franceses e ingleses.
-
-[33] Cristóbal de Villalón, a quien debe considerarse como el precursor
-de nuestros modernos regeneradores, decía ya un poco crudamente en
-el siglo XVI (_Viaje de Turquía_), aludiendo al orgullo e insolencia
-hispanos: «Entre todas las naciones del mundo somos los españoles los
-malquistos de todos, y con grandísima razón, por la soberbia, que en
-dos días que servimos queremos ser los amos, y si nos convidan una vez
-a comer alzámonos con la posada». Villalón tuvo también una visión muy
-certera de la esterilidad de nuestro suelo y de nuestra penuria militar
-cuando, comparando España con Italia, preguntaba: «¿Paréceos que
-podría mantener tantos ejércitos como Italia? Si seis meses anduviesen
-cincuenta mil hombres dentro la asolarían, que no quedase hanega de pan
-ni cántaro de vino, etc.» Y si esto se escribía por un español patriota
-en tiempos de Felipe II, ¿cómo extrañarnos de que durante reinados
-posteriores hayan repetido lo mismo numerosos extranjeros?
-
-[34] Sabido es que el verbo _cerrar_, tan expresivo de nuestro grito
-de guerra, significa _embestir_, _acometer_. Pero el pensamiento de
-Bunge, de que España vivió casi aislada de las naciones cultas, es,
-desgraciadamente, verdadero, y por eso lo citamos.
-
-[35] Por lo demás, Saavedra participaba, como no podía menos, de los
-sentimientos y prejuicios de su época. Ni se ha de olvidar que en
-sus _Empresas_ defiende el interés egoísta del príncipe, no siempre
-coincidente con el de la nación. Hay, pues, que perdonarle sentencias
-como estas: «La ruina de un Estado es la libertad de conciencia... Muy
-quietos y felices viven los esguízaros que no se ejercitan mucho en las
-ciencias... Sobran Universidades... Con la atención de las ciencias se
-enflaquecen las fuerzas y envilecen los ánimos... Con el estudio se
-crían melancólicos los ingenios; aman la soledad y el celibato», etc.
-
-[36] Estos intereses fueron casi del todo abandonados, salvo alguna
-excepción, al advenir la dinastía austriaca. Y estoy muy cerca de
-pensar que la independencia española acabó prácticamente con los Reyes
-Católicos y el Cardenal Cisneros. Después, con excepción de algunos
-períodos de cordura patriótica, fuimos a remolque de las ambiciones
-dinásticas y de las codicias de monarcas que recibían a menudo el santo
-y seña de las cortes extranjeras.
-
-[37] Si la teoría de la superioridad de las razas hiperbóreas de
-Europa, creada por el ingenuo francés Gobineau y coreada por sajones
-y alemanes para su glorificación, hubiera detenido a los japoneses,
-a estas fechas careceríamos de la prueba más decisiva acerca de la
-eficacia del contagio y de la imitación, como generadores de la
-grandeza de un pueblo. La ciencia, el arte, la industria y la milicia
-habrían perdido colaboradores soberanos. Y nosotros los médicos no
-podríamos aplaudir, entre otras vidas gloriosas, la de un Kitasato,
-descubridor del microbio de la peste bubónica y fundador, con el alemán
-Behring y el francés Roux, de los principios de la seroterapia.
-
-[38] Han seguido después, con inesperado apoyo de la opinión pública,
-la _Residencia de Estudiantas_, dirigida por la incomparable
-educadora María de Maeztu, la _Residencia de párvulos_, y, en fin,
-el _Instituto-Escuela_, que aspira a ser una Escuela-liceo de tipo
-europeo, donde se junten las excelencias de una instrucción selecta
-encomendada a profesores eméritos, con los beneficios de una sana y
-confortadora educación del cuerpo y del espíritu.
-
-[39] La guerra ha disminuido notablemente esta cifra, con daño grave
-para la celeridad de nuestro progreso científico e industrial.
-
-[40] No por unas docenas, como solemos nosotros, por centenas se
-cuentan los japoneses pensionados en Berlín, Viena, Londres y París.
-Aún hoy, en que el Imperio del Sol naciente ha recogido ya frutos
-gloriosos de su educación europea, existen en Berlín más de 400
-pensionados japoneses. ¿Cuántos de ellos se contarán en Inglaterra,
-Francia y los Estados Unidos? Trátase de un formidable ejército de
-intelectuales que asaltan los laboratorios, devoran los libros de
-ciencia y laboran heroicamente por la hegemonía intelectual y política
-de su país.
-
-El éxito japonés ha contagiado a la China, que prepara su renacimiento
-intelectual sosteniendo en el Japón 10.000 estudiantes becarios, 600 en
-los Estados Unidos y unos 300 en Europa, con delegaciones permanentes
-en estos países para vigilarlos y cuidarlos.
-
-(Esto se escribía en 1913. Claro es que la horrenda guerra europea
-habrá acarreado en estos países iguales deplorables consecuencias que
-en España.)
-
-[41] En Alemania los jóvenes suelen entrar en la Universidad a los diez
-y ocho o veinte años, para abandonarla a los veintisiete o veintiocho;
-porque aunque la ley señala un mínimo de cinco años de estudios
-académicos y otro de voluntariado en otras Universidades (en junto seis
-años), la formalidad y reflexión del estudiante tudesco, admirablemente
-secundadas por la previsión del padre de familia, le llevan a
-prolongar la carrera, ampliando el conocimiento de las disciplinas más
-importantes o de aquellas para las cuales siente viva predilección.
-
-[42] Las noticias que hemos podido procurarnos de Chile y de la
-Argentina revelan que, exceptuados unos pocos profesores alemanes,
-atenidos a su misión de crear e inocular la ciencia, los demás, es
-decir, la inmensa mayoría, fueron arrollados por la fiebre del negocio,
-a que pocos emigrantes resisten.
-
-[43] Después de la guerra mundial, es casi seguro que aumentará en
-proporciones considerables el éxodo de los sabios, a causa de agobios
-económicos insoportables en Alemania, y desconocidos o muy atenuados en
-las naciones neutrales.
-
-[44] El método actual de invitar a ciertas lumbreras extranjeras para
-dar algunas conferencias en nuestros centros docentes, lo consideramos
-poco provechoso. Es preciso que el sabio invitado profese por lo
-menos un curso y que, asistido del material necesario, enseñe a sus
-discípulos la técnica de la investigación.
-
-[45] Los brillantes resultados obtenidos por Italia mediante el
-método de la importación de sabios extranjeros se debió sin duda a la
-excelencia de los mismos; pero esta excelencia obedeció a condiciones
-difícilmente renovables. Aparte el culto del alemán hacia la patria
-del arte, la comodidad y brevedad del viaje, el conocimiento casi
-general entre los tudescos ilustrados de la lengua italiana, etc., en
-el éxito influyó sobremanera la Revolución alemana del pasado siglo
-con la reacción subsiguiente, la cual obligó a expatriarse a muchos
-hombres de mérito tachados por sus ideas liberales. Actualmente Italia,
-consciente de su robustez intelectual, utiliza exclusivamente el método
-del pensionado.
-
-[46] Hoy añadiría también a los _políticos de altura_. Una ley que
-excluyera irrevocablemente de los Consejos de la Corona a todo político
-que no hubiera permanecido por lo menos tres años en las escuelas
-extranjeras (singularmente en las de Alemania, Inglaterra y Francia),
-sería decisiva para el éxito de nuestra renovación cultural, agrícola
-e industrial. Si esto se hubiera hecho antes del 98, habríase evitado
-la pérdida de las Colonias; porque, aparte otros factores de que no
-debo ocuparme aquí, casi ninguno de nuestros ministros y generales
-de entonces tenía la menor idea del arrollador poderío marítimo,
-militar e industrial de los Estados Unidos. Nadie está capacitado para
-salvaguardar eficazmente los intereses de su patria, si previamente
-no conoce a fondo las fuerzas políticas y los recursos morales y
-materiales de las ajenas naciones.
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- Reglas y consejos sobre investigación científica, by Santiago Ramón y Cajal&mdash;A Project Gutenberg eBook
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-<body class="formato">
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-<div style='text-align:center; font-size:1.2em; font-weight:bold'>The Project Gutenberg eBook of Reglas y consejos sobre investigación científica, by Santiago Ramón y Cajal</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
-most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms
-of the Project Gutenberg License included with this eBook or online
-at <a href="https://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a>. If you
-are not located in the United States, you will have to check the laws of the
-country where you are located before using this eBook.
-</div>
-
-<p style='display:block; margin-top:1em; margin-bottom:0; margin-left:2em; text-indent:-2em'>Title: Reglas y consejos sobre investigación científica</p>
-<p style='display:block; margin-top:0; margin-bottom:1em; margin-left:2em; text-indent:0;'>(Los tónicos de la voluntad)</p>
-
-<div style='display:block; margin-top:1em; margin-bottom:1em; margin-left:2em; text-indent:-2em'>Author: Santiago Ramón y Cajal</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>Release Date: September 25, 2021 [eBook #66373]</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>Language: Spanish</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>Character set encoding: UTF-8</div>
-
-<div style='display:block; margin-left:2em; text-indent:-2em'>Produced by: Ramón Pajares Box and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive)</div>
-
-<div style='margin-top:2em; margin-bottom:4em'>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK REGLAS Y CONSEJOS SOBRE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA ***</div>
-
-<div class="front">
- <hr class="full" />
- <p><a href="#ToC">Índice</a></p>
- <p><a href="#Notas">Notas</a></p>
- <h1 class="faux">Reglas y consejos sobre investigación científica</h1>
-</div>
-
-<div class="transnote" id="tnote">
- <p class="tnotetit">Nota de transcripción</p>
- <ul>
- <li>Los errores de imprenta han sido corregidos.</li>
-
- <li>La ortografía del texto original ha sido actualizada de acuerdo con
- las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española.</li>
-
- <li>Se han puesto tildes a las mayúsculas y se han espaciado las rayas.</li>
-
- <li>Las notas a pie de página han sido renumeradas y colocadas al final
- del libro.</li>
-
- <li>Las páginas en blanco han sido eliminadas.</li>
- </ul>
-</div>
-
-
-<div class="screenonly x-ebookmaker-drop">
- <hr class="chap" />
- <div class="figcenter">
- <img class="thin"
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- src="images/cover.jpg"
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- </div>
-</div>
-
-
-<div class="tit pt6">
- <hr class="chap" />
- <p class="fs110 lh200 ws1 g0">REGLAS Y CONSEJOS</p>
- <p class="fs80 lh200">SOBRE</p>
- <p class="fs140 lh200 ws1">INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA</p>
- <p class="fs90 lh200 ws1">(LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD)</p>
- <hr class="chap" />
-</div>
-
-
-<div class="chapter">
- <p><span class="pagenum" id="Page_i">p. i</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/frontis.jpg"
- style="width: 24em; height: auto;"
- alt="Retrato y firma del autor" />
- </div>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="tit">
- <p><span class="pagenum" id="Page_iii">p. iii</span></p>
- <p class="ws1">REGLAS Y CONSEJOS</p>
- <p class="fs80 mt1">SOBRE</p>
- <p class="fs175 ws1 mt05">INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA</p>
- <p class="ws1 mt1">(LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD)</p>
-
- <p class="fs90 ws1 mt2">DISCURSO LEÍDO CON OCASIÓN DE LA RECEPCIÓN DEL<br />
- AUTOR EN LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS,<br />
- FÍSICAS Y NATURALES</p>
-
- <p class="fs60 ws1 g0 mt2">POR</p>
- <p class="fs150 ws2 mt05">S. RAMÓN Y CAJAL</p>
-
- <hr class="sep_up" />
- <p class="fs90 g0 ws1">6.ª EDICIÓN</p>
- <hr class="sep_dn" />
-
- <p class="fs90 mt3">MADRID</p>
- <p class="fs90">1923</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter pt6">
- <p><span class="pagenum" id="Page_iv">p. iv</span></p>
- <div class="caja">ES PROPIEDAD DEL AUTOR</div>
- <p class="fs75 ti0 mt4">Imp. J. Pueyo, Luna, 29.<br />
- Teléf. 14-30. — MADRID.</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch01">
- <p><span class="pagenum" id="Page_v">p. v</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/flores.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak">PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN</h2>
- <p class="subh2">Costeada por la generosidad del Dr. Lluria.</p>
-</div>
-
-<p>El libro actual es una reproducción, con numerosos retoques y
-desarrollos, de mi discurso de ingreso en la Academia de Ciencias
-Exactas, Físicas y Naturales (sesión del 5 de diciembre de 1897).</p>
-
-<p>Como otras muchas oraciones académicas harto más merecedoras de
-publicidad, este discurso habría quedado olvidado en los anaqueles de
-las bibliotecas oficiales, si un querido amigo nuestro, el Dr. Lluria,
-no hubiera tenido la generosidad de reimprimirlo a su costa, a fin
-de regalarlo a los estudiantes y a los aficionados a las tareas del
-laboratorio.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_vi">p. vi</span>Cree el Dr.
-Lluria (y Dios le pague tan hermosas ilusiones) que los consejos y
-advertencias contenidos en dicho trabajo pueden ser, como emanados de
-un apasionado de la investigación, de algún provecho para promover
-el amor y entusiasmo de la juventud estudiosa hacia las empresas del
-laboratorio.</p>
-
-<p>Ignoro si, en efecto, los referidos consejos, expuestos con fervor
-y entusiasmo quizás un tanto exagerados e ingenuos, tendrán positiva
-utilidad para el efecto de formar investigadores. Por mi parte diré
-solamente que, acaso por no haberlos recibido de ninguno de mis deudos
-o profesores cuando concebí el temerario empeño de consagrarme a la
-religión del laboratorio, perdí, en tentativas inútiles, lo mejor
-de mi tiempo, y desesperé más de una vez de mis aptitudes para la
-investigación científica. ¡En cuántas ocasiones me sucedió, por ignorar
-las fuentes bibliográficas (y desgraciadamente no siempre por falta
-de diligencia, sino de recursos pecuniarios) y no encontrar un guía
-orientador, descubrir hechos anatómicos ya por entonces divulgados en
-lenguas que ignoraba y que ignoraban también aquellos que debieran
-saberlas!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_vii">p. vii</span>¡Y cuántas veces me
-ocurrió también, por carencia de disciplina y, sobre todo, por vivir
-alejado de ese ambiente intelectual del cual recibe el investigador
-novel estímulos y energías, abandonar la labor en el momento en que,
-fatigado y hastiado, no tanto del trabajo cuanto de mi triste y
-enervadora soledad, comenzaba a columbrar los primeros tenues albores
-de la idea nueva!</p>
-
-<p>La rutina científica y la servidumbre mental al extranjero reinaban
-tan despóticamente entonces en nuestras escuelas, que, al solo anuncio
-de que yo, humilde médico recién salido de las aulas, sin etiqueta
-oficial prestigiosa, me proponía publicar cierto trabajo experimental
-sobre la <i>inflamación</i> (trabajo que, como obra de novicio, fue
-malo e incompleto, pero que revelaba al fin buenos deseos y afición
-al trabajo), alguno de los profesores de mi querida Universidad
-de Zaragoza, y no ciertamente de los peores, exclamó estupefacto:
-«¡Pero quién es Cajal para atreverse a juzgar los trabajos de los
-sabios!» Y cuenta que este profesor era por aquellos tiempos (1880)
-el publicista de nuestra Facultad y una de las cabezas más modernas y
-mejor orientadas<span class="pagenum" id="Page_viii">p. viii</span>
-de la misma; pero abrigaba la creencia (desgraciadamente profesada
-todavía por muchos de nuestros catedráticos, ignoro si con sinceridad
-o a título de expediente cómodo para cohonestar la propia pereza) de
-que las conquistas científicas no son fruto del trabajo metódico, sino
-dones del cielo, gracias generosamente otorgadas por la Providencia
-a unos cuantos privilegiados, inevitablemente pertenecientes a las
-naciones más laboriosas, es decir, a Francia, Inglaterra, Alemania e
-Italia.</p>
-
-<p>Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Hoy, el investigador
-en España no es el solitario de antaño. Todavía no son legión, pero
-contamos ya con pléyade de jóvenes entusiastas a quienes el amor a la
-ciencia y el deseo de colaborar en la obra magna del progreso mantienen
-en confortadora comunión espiritual. Actualmente, en fin, han perdido
-su desoladora eficacia estas preguntas que todos los aficionados a la
-ciencia nos hemos hecho al dar nuestros primeros inciertos pasos: Esto
-que yo hago, ¿a quién importa aquí? ¿A quién contaré el gozo producido
-por mi pequeño descubrimiento? Si acierto, ¿quién aplaudirá?; y si me
-equivoco,<span class="pagenum" id="Page_ix">p. ix</span> ¿quién me
-corregirá y me alentará para proseguir?</p>
-
-<p>Algunos lectores del presente discurso me han advertido, en son
-de crítica benévola, que doy demasiada importancia a la disciplina
-de la voluntad, y poca a las aptitudes excepcionales concurrentes en
-los grandes investigadores. No seré yo, ciertamente, quien niegue que
-los más ilustres iniciadores científicos pertenecen a la aristocracia
-del espíritu, y han sido capacidades mentales muy elevadas, a las
-cuales no llegaremos nunca, por mucho que nos esforcemos, los que
-figuramos en el montón de los trabajadores modestos. Pero después
-de hacer esta concesión, que es de pura justicia, sigo creyendo que
-a todo hombre de regular entendimiento y ansioso de nombradía, le
-queda todavía ancho campo donde ejercitar su actividad y de tentar
-la fortuna, que, a semejanza de la lotería, no sonríe siempre a los
-ricos, sino que se complace, de vez en cuando, en alegrar el hogar de
-los humildes. Consideremos, además, que todo hombre puede ser, si se
-lo propone, <i>escultor de su propio cerebro</i>, y que aun el peor
-dotado es susceptible, al modo de las tierras pobres, pero bien<span
-class="pagenum" id="Page_x">p. x</span> cultivadas y abonadas, de
-rendir copiosa mies.</p>
-
-<p>Acaso me equivoque, pero declaro sinceramente que, en mis
-excursiones por el extranjero y en mis conversaciones con sabios
-ilustres, he sacado la impresión (salvada tal cual excepción) de que
-la mayoría de estos pertenece a la categoría de las inteligencias
-regulares, pero disciplinadas, muy cultivadas y movidas por avidez
-insaciable de celebridad. Es más: en alguna ocasión he topado con
-sabios renombrados inferiores, tanto por sus pasiones como por su
-inteligencia, al descubrimiento que los sacó de la obscuridad, y al
-cual llegaron por los ciegos e inesperados caminos del azar. El caso
-de Courtois, del cual ha dicho un ingenioso escritor que no se sabe si
-<i>fue él quien descubrió el yodo, o si el yodo lo descubrió a él</i>,
-es más frecuente de lo que muchos se figuran.</p>
-
-<p>De cualquier modo, ¿qué nos cuesta probar si somos capaces de
-crear ciencia original? ¿Cómo sabremos, en fin, si entre nosotros
-existe alguno dotado de superiores aptitudes para la ciencia, si
-no procuramos crearle, con las excelencias de una disciplina moral
-y técnica apropiadas, la ocasión en que se revele? Como dice<span
-class="pagenum" id="Page_xi">p. xi</span> Balmes, «si Hércules no
-hubiera manejado nunca más que un bastón, nunca creyera ser capaz de
-blandir la pesada clava».</p>
-
-<p>¡Ojalá que este humilde folleto que dirigimos a la juventud
-estudiosa sirva para fortalecer la afición a las tareas de laboratorio,
-así como para alentar las esperanzas un tanto decaídas, después
-de recientes y abrumadores desastres, de los creyentes en nuestro
-renacimiento intelectual y científico!</p>
-
-<p class="smaller mt15">Madrid, 20 de diciembre de 1898.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/floron.jpg"
- style="width: 6em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch02">
- <p><span class="pagenum" id="Page_xii">p. xii</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/cuadros.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak">PRÓLOGO DE LA TERCERA EDICIÓN</h2>
-</div>
-
-<p>Agotada hace más de tres años la edición costeada por la generosidad
-del Dr. Lluria, nos hemos visto obligados, para satisfacer las demandas
-de América, a permitir la reimpresión de este folleto en dos Revistas
-científicas americanas. Íbamos ya a otorgar la misma licencia a una
-Corporación científico-literaria de España, cuando nos hemos percatado
-de que este abandono del librito a iniciativas ajenas revela pecado de
-negligencia, susceptible de acarrear algunos inconvenientes.</p>
-
-<p>Distamos mucho de hacernos ilusiones acerca del mérito de
-nuestro <i>Discurso</i>. Tanto desde el punto de vista filosófico,
-como desde el literario, adolece de grandes defectos. Sin duda que
-en la actualidad, asistidos por una lectura filosófica y<span
-class="pagenum" id="Page_xiii">p. xiii</span> pedagógica más copiosa y
-selecta y por la experiencia docente de los quince años transcurridos,
-podríamos acaso enriquecer y mejorar doctrinalmente el texto y
-depurarlo de muchos defectos de estilo y de no pocas candorosas
-arrogancias y exageraciones.</p>
-
-<p>No nos resolvemos, empero, a ejercitar severamente la podadera sobre
-esta modesta obra de juventud. Buena o mala, todo libro posee una
-personalidad espiritual; el público, habituado a ella, tiene derecho
-a que el autor la respete y no la disfrace o escamotee a título de
-mejorarla. Sobre que bien pudiera ocurrir que hoy, en plena senectud,
-nos parezcan defectos (y lo serán acaso) precisamente aquellos rasgos
-que fijaron la atención del lector y ganaron su benevolencia. Que a los
-libros, como a los hombres, los respetamos y admiramos por sus buenas
-cualidades, pero solo los amamos por algunos de sus defectos.</p>
-
-<p>Por si tales sospechas no fueran ilusorias, conservamos
-esencialmente en esta tercera edición el texto de 1897. En él hémonos
-permitido solamente algunos pocos retoques de estilo y la adición
-de tal cual párrafo encaminado a desarrollar<span class="pagenum"
-id="Page_xiv">p. xiv</span> ideas someramente apuntadas en el texto.
-Pero la presente edición encierra varios capítulos nuevos, entre ellos
-uno final donde señalamos, según nuestro humilde entender, la obra
-que las instituciones docentes españolas, y singularmente la <i>Junta
-de Pensiones y Ampliación de estudios en el extranjero</i>, están
-llamadas a realizar para que, en el más breve plazo posible, nuestra
-patria colabore, en la medida de sus fuerzas mentales y de sus recursos
-financieros, en la empresa de la cultura y civilización universales.</p>
-
-<p class="smaller mt15">Madrid, enero de 1912.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/floron.jpg"
- style="width: 6em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch03">
- <p><span class="pagenum" id="Page_xv">p. xv</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/rosas.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak">PRÓLOGO DE LAS ÚLTIMAS EDICIONES</h2>
- <p class="subh2">(4.ª, 5.ª y 6.ª)</p>
-</div>
-
-<p>Ocupaciones apremiantes y crecientes achaques de la edad han
-estorbado acrecentar y perfeccionar, obedeciendo a mis deseos, el texto
-de este librito. Era mi propósito, a fin de corresponder dignamente
-al favor del público y, sobre todo, a las insistentes solicitudes de
-cultos extranjeros deseosos de traducir la obra, universalizarla en
-lo posible, purgándola de ciertos harto fogosos requerimientos y de
-algunas patrióticas efusiones que sonarían inoportuna o estridentemente
-en el oído de la juventud de aquellas naciones donde la ciencia,
-cultivada tradicionalmente y en incesante renovación, no ha menester de
-enérgicos estimulantes. Pero, repito, fuerzas superiores a mi voluntad
-han enfrenado mis<span class="pagenum" id="Page_xvi">p. xvi</span>
-ímpetus reformadores. Escrito el libro para España, entre españoles o
-hispanoamericanos debe quedar por ahora relegado.</p>
-
-<p>Con todo eso, y a despecho de la premura con que estas tres últimas
-ediciones han sido impresas, he introducido en cada una de ellas
-algunas modificaciones que estimo provechosas: He tachado tal cual
-pensamiento empalagosamente lírico o notoriamente inoportuno; he limado
-el estilo harto frondoso e incorrecto en varios pasajes; y, en fin, he
-desarrollado algunos capítulos, enriqueciéndolos con nuevos ejemplos o
-con observaciones pertinentes.</p>
-
-<p>Creo, pues, sinceramente, que las citadas últimas ediciones (4.ª,
-5.ª y 6.ª) excusan, mejor que las anteriores, el inmerecido favor
-dispensado por la juventud estudiosa y la acogida lisonjera de ciertos
-ilustres profesores, a cuyas bondades quedo fervorosa y rendidamente
-agradecido.</p>
-
-<p class="smaller mt15">Madrid, 20 de julio de 1923.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/coles.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak">CAPÍTULO PRIMERO</h2>
- <p class="subh2j">Consideraciones sobre los métodos generales. —
- Infecundidad de las reglas abstractas. — Necesidad de ilustrar la
- inteligencia y de tonificar la voluntad. — División de este libro.</p>
-</div>
-
-<p>Supongo en el lector cierta cultura filosófica y pedagógica
-general, y que, por consiguiente, sabe que las principales fuentes de
-conocimiento son: la observación, la experimentación y el razonamiento
-inductivo y deductivo.</p>
-
-<p>Obvio fuera insistir sobre tan notorias verdades. Me limitaré a
-recordar que en las ciencias naturales han sido ya, desde hace una
-centuria, definitivamente abandonados los principios apriorísticos, la
-intuición, la inspiración y el dogmatismo.</p>
-
-<p>Aquella singular manera de discurrir de pitagóricos y platonianos
-(método seguido en modernos tiempos por Descartes, Fichte, Krause,
-Hegel y recientemente —aunque solo en parte—<span class="pagenum"
-id="Page_2">p. 2</span> por Bergson), que consiste en explorar
-nuestro propio espíritu para descubrir en él las leyes del Universo
-y la solución de los grandes arcanos de la vida, ya solo inspira
-sentimientos de conmiseración y de disgusto. Conmiseración, por el
-talento consumido persiguiendo quimeras; disgusto, por el tiempo y
-trabajo lastimosamente perdidos.</p>
-
-<p>La historia de la civilización demuestra hasta la saciedad la
-esterilidad de la metafísica en sus reiterados esfuerzos por adivinar
-las leyes de la naturaleza. Con razón se ha dicho que el humano
-intelecto, de espaldas a la realidad y concentrado en sí mismo, es
-impotente para dilucidar los más sencillos rodajes de la máquina del
-mundo y de la vida.</p>
-
-<p>Ante los fenómenos que desfilan por los órganos sensoriales, la
-actitud del intelecto solo puede ser verdaderamente útil y fecunda
-reduciéndose modestamente a observarlos, describirlos, compararlos y
-clasificarlos, según sus analogías y diferencias, para llegar después,
-por inducción, al conocimiento de sus condiciones determinantes y leyes
-empíricas.</p>
-
-<p>Otra verdad, vulgarísima ya de puro repetida, es que la ciencia
-humana debe descartar, como inabordable empresa, el esclarecimiento
-de las<span class="pagenum" id="Page_3">p. 3</span> causas primeras
-y el conocimiento del fondo substancial oculto bajo las apariencias
-fenomenales del Universo. Como ha declarado Claudio Bernard, el
-investigador no puede pasar del determinismo de los fenómenos; su
-misión queda reducida a mostrar el <i>cómo</i>, nunca el <i>porqué</i>,
-de las mutaciones observadas. Ideal modesto en el terreno filosófico,
-pero todavía grandioso en el orden práctico; porque conocer las
-condiciones bajo las cuales nace un fenómeno, nos capacita para
-reproducirlo o suspenderlo a nuestro antojo, y nos hace dueños de él,
-explotándolo en beneficio de la vida humana. Previsión y acción: he
-aquí los frutos que el hombre obtiene del determinismo fenomenal.</p>
-
-<p>Quizás parezca esta severa disciplina del determinismo un
-poco estrecha en filosofía<a id="FNanchor_1" href="#Footnote_1"
-class="fnanchor">[1]</a>; pero es fuerza convenir que en las ciencias
-naturales, y singularmente en biología, resulta muy eficaz para
-preservarnos de esa tendencia innata a encerrar el Universo entero en
-una fórmula general, especie de germen donde todo se contiene como
-el árbol en la semilla. Estas generalizaciones<span class="pagenum"
-id="Page_4">p. 4</span> seductoras con que, de vez en cuando, ciertos
-filósofos invaden el campo de las ciencias biológicas, suelen ser
-soluciones puramente verbales, desprovistas de fecundidad y de
-contenido positivo. A lo más, poseen utilidad a título de «hipótesis de
-trabajo».</p>
-
-<p>Preciso es confesar que los <i>grandes enigmas</i> del Universo
-citados por Dubois-Reymond son actualmente inabordables. Debemos
-resignarnos al <i>ignoramus</i> y aun al inexorable <i>ignorabimus</i>
-proclamado por el gran fisiólogo alemán. Para la resolución de
-estos formidables problemas (comienzo de la vida, naturaleza de la
-substancia, origen del movimiento, aparición de la conciencia, etc.)
-parece indudable la insuficiencia radical del espíritu humano. Órgano
-de acción encaminado a fines prácticos, nuestro cerebro parece haber
-sido construido, no para hallar las últimas razones de las cosas, sino
-para fijar sus<span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span> causas
-próximas y determinar sus relaciones constantes. Y esto, que parece
-poco, es muchísimo, porque habiéndosenos concedido el supremo poder de
-actuar sobre el mundo, suavizándolo y modificándolo en provecho de la
-vida, podemos pasarnos muy bien sin el conocimiento de la esencia de
-las cosas.</p>
-
-<p>Al tratar de métodos generales de investigación, no es lícito
-olvidar esas panaceas de la invención científica que se llaman el
-<i>Novum organum</i>, de Bacon, y el <i>Libro del método</i>, de
-Descartes, tan recomendado por Claudio Bernard. Libros son estos por
-todo extremo excelentes para hacer pensar, pero de ningún modo tan
-eficaces para enseñar a descubrir. Después de confesar que la lectura
-de tales obras puede sugerir más de una concepción fecunda, debo
-declarar que me hallo muy próximo a pensar de ellas lo que De Maistre
-opinaba del <i>Novum organum</i>: «que no lo habían leído los que más
-descubrimientos han hecho en las ciencias, y que el mismo Bacon no
-dedujo de sus reglas invención ninguna». Más severo aún se muestra
-Liebig cuando afirma, en su célebre <i>Discurso Académico</i>, que
-Bacon fue un <i>dilettante</i> científico cuyos escritos, celebrados
-pomposamente por juristas, historiadores y otras gentes ajenas a
-la<span class="pagenum" id="Page_6">p. 6</span> ciencia, nada
-contienen de los procederes que conducen al descubrimiento.</p>
-
-<p>Los preceptos dictados por Descartes, a saber: <i>No reconocer
-como verdadero sino lo evidente; dividir cada dificultad en cuantas
-porciones sea preciso para mejor atacarlas; comenzar el análisis por
-el examen de los objetos más simples y más fáciles de ser comprendidos
-para remontarse gradualmente al conocimiento de los más complejos</i>,
-etc., son reglas que nadie deja de emplear instintivamente en
-el estudio de toda cuestión dificultosa. El mérito del filósofo
-francés estriba, no en haber aplicado estas reglas, sino en haberlas
-formulado clara y rigurosamente después de haberlas aprovechado
-inconscientemente, como todo el mundo, en sus meditaciones filosóficas
-y geométricas.</p>
-
-<p>Tengo para mí que el poco provecho obtenido de la lectura de tales
-obras y, en general, de todos los trabajos concernientes a los métodos
-filosóficos de indagación, depende de la vaguedad y generalidad de
-las reglas que contienen, las cuales, cuando no son fórmulas vacías,
-vienen a ser la expresión formal del mecanismo del entendimiento en
-función de investigar. Este mecanismo actúa inconscientemente en toda
-cabeza regularmente organizada y cultivada; y<span class="pagenum"
-id="Page_7">p. 7</span> cuando, por un acto de reflexión, formula
-el filósofo sus leyes psicológicas, ni el autor ni el lector pueden
-mejorar sus capacidades respectivas para la investigación científica.
-Los tratadistas de métodos lógicos me causan la misma impresión que me
-produciría un orador que pretendiera acrecentar su elocuencia mediante
-el estudio de los centros del lenguaje, del mecanismo de la voz y de
-la inervación de la laringe. ¡Como si el conocer estos artificios
-anatomo-fisiológicos pudiera crear una organización que nos falta o
-perfeccionar la que tenemos!<a id="FNanchor_2" href="#Footnote_2"
-class="fnanchor">[2]</a>.</p>
-
-<p>Importa consignar que los descubrimientos más brillantes se han
-debido, no al conocimiento de la lógica escrita, sino a esa lógica
-viva que el hombre posee en su espíritu, con la cual labora ideas con
-la misma perfecta inconsciencia con que Jourdain hacía prosa. Harto
-más eficaz es la lectura de las obras de los grandes iniciadores
-científicos, tales como Galileo, Keplero, Newton, Lavoisier, Geoffroy
-Saint-Hilaire, Faraday, Ampère, Cl. Bernard, Pasteur, Virchow, Liebig,
-etc.; y, sin embargo, es fuerza reconocer<span class="pagenum"
-id="Page_8">p. 8</span> que, si carecemos de una chispa siquiera de la
-espléndida luz que brilló en tales inteligencias, y de un eco al menos
-de las nobles pasiones que impulsaron a caracteres tan elevados, la
-erudición nos convertirá en comentadores entusiastas o amenos, quizás
-en beneméritos divulgadores científicos, pero no creará en nosotros el
-espíritu de investigación.</p>
-
-<p>Tampoco nos será de gran provecho, a la hora de investigar, el
-conocimiento de las leyes que rigen el desenvolvimiento de la Ciencia.
-Afirma Herbert Spencer que el progreso intelectual va de lo homogéneo
-a lo heterogéneo, y que, en virtud de la <i>inestabilidad de lo
-homogéneo</i> y del principio de que <i>cada causa produce más de un
-efecto</i>, todo descubrimiento provoca inmediatamente gran número
-de otros descubrimientos; pero si esta noción nos permite apreciar
-la marcha histórica de la Ciencia, no puede<span class="pagenum"
-id="Page_9">p. 9</span> darnos la clave de sus revelaciones. Lo
-importante sería averiguar cómo cada sabio, en su peculiar dominio, ha
-logrado sacar lo heterogéneo de lo homogéneo, y por qué razón muchos
-hombres que se lo han propuesto no lo han conseguido.</p>
-
-<p>Apresurémonos, pues, a declarar que no hay recetas lógicas para
-hacer descubrimientos, y menos todavía para convertir en afortunados
-experimentadores a personas desprovistas del arte discursivo natural
-a que antes aludíamos. Y en cuanto a los genios, sabido es que
-difícilmente se doblegan a las reglas escritas: prefieren hacerlas.
-Como dice Condorcet, «las medianías pueden educarse, pero los genios se
-educan por sí solos».</p>
-
-<p>¿Debemos por esto renunciar a toda tentativa de instruir y educar
-en materia de inquisición científica? ¿Vamos a dejar al principiante
-desorientado, entregado a sus propias fuerzas y marchando sin guía ni
-consejo por una senda llena de dificultades y peligros?</p>
-
-<p>De ninguna manera. Pensamos, por lo contrario, que si, abandonando
-la vaga región de los principios filosóficos y de los métodos
-abstractos, descendemos al dominio de las ciencias particulares y
-al terreno de la técnica moral e instrumental<span class="pagenum"
-id="Page_10">p. 10</span> indispensable al proceso inquisitivo,
-será fácil hallar algunas normas positivamente útiles al novel
-investigador.</p>
-
-<p>Algunos consejos relativos a lo que debe saber, a la educación
-técnica que necesita recibir, a las pasiones elevadas que deben
-alentarle, a los apocamientos y preocupaciones que será forzoso
-descartar, opinamos que podrán serle harto más provechosos que todos
-los preceptos y cautelas de la lógica teórica. Tal es la justificación
-del actual trabajo, en el cual, para decirlo de una vez, hemos
-reunido aquellos estímulos alentadores y paternales admoniciones que
-hubiéramos querido recibir en los albores de nuestra modesta carrera
-científica.</p>
-
-<p>Superfluas serán nuestras advertencias para quien tuvo la fortuna
-de educarse en el laboratorio del sabio, bajo la benéfica influencia
-de las reglas vivas, encarnadas en una personalidad ilustre, animada
-del noble proselitismo de la ciencia y de la enseñanza; ociosas serán
-asimismo para los caracteres enérgicos y los talentos elevados, los
-cuales no necesitan ciertamente, según decíamos antes, para elevarse
-al conocimiento de la verdad, otros consejos que los sugeridos por el
-estudio y la meditación; pero acaso, repito, resulten confortadoras
-y provechosas<span class="pagenum" id="Page_11">p. 11</span> para
-muchos espíritus modestos, apocados, aunque codiciosos de reputación,
-los cuales no cosechan el anhelado fruto por flaqueza de voluntad o la
-viciosa dirección de sus estudios.</p>
-
-<p>A la voluntad, más que a la inteligencia, se enderezan nuestros
-consejos; porque tenemos la convicción de que aquella, como afirma
-cuerdamente Payot, es tan educable como esta, y creemos además que
-toda obra grande, en arte como en ciencia, es el resultado de una gran
-pasión puesta al servicio de una gran idea.</p>
-
-<p>En siete capítulos dividiremos el presente trabajo: en el primero
-procuraremos disipar preocupaciones y falsos juicios que enervan al
-principiante, arrebatándole esa fe robusta en sí mismo, sin la cual
-ninguna investigación alcanza feliz término; en el segundo expondremos
-las cualidades de orden moral que deben adornarle, y que son como los
-depósitos de la energía tonificadora de su voluntad; en el tercero,
-lo que es menester que sepa para llegar suficientemente preparado al
-teatro de la lucha con la Naturaleza; en el cuarto apuntaremos las
-enfermedades de la voluntad y del juicio, de que debe preservarse;
-en el quinto detallaremos el plan y marcha de la investigación
-misma (observación, explicación o hipótesis, y comprobación); en el
-sexto<span class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span> haremos algunas
-advertencias tocantes a la redacción del trabajo científico; en el
-séptimo, en fin, consideraremos los deberes del investigador como
-maestro.</p>
-
-<p>Por ser en España un problema de excepcional importancia, acabaremos
-nuestro librito con un breve estudio acerca de las causas de nuestro
-atraso científico y de las obligaciones del Estado en orden al fomento
-y enseñanza de la investigación.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/flor.jpg"
- style="width: 4em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_13">p. 13</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/laureles.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO II</h2>
- <p class="subh2">Preocupaciones enervadoras del principiante.</p>
- <p class="subh2">Admiración excesiva. Agotamiento de la cuestión.
- Devoción a la ciencia práctica. Deficiencia intelectual.</p>
-</div>
-
-<h3><i>a</i>) <span class="asc">ADMIRACIÓN EXCESIVA A LA OBRA DE LOS
-GRANDES INICIADORES CIENTÍFICOS</span></h3>
-
-<p>Entre las preocupaciones más funestas de la juventud intelectual
-contamos la extremada admiración a la obra de los grandes talentos y la
-convicción de que, dada nuestra cortedad de luces, nada podremos hacer
-para continuarla o completarla.</p>
-
-<p>Esta devoción excesiva al genio tiene su raíz en un doble
-sentimiento de justicia y de modestia, harto simpático para ser
-vituperable; mas, si se enseñorea con demasía del ánimo del novicio,
-aniquila toda iniciativa e incapacita en absoluto para la investigación
-original. Defecto por defecto, preferible es la arrogancia al
-apocamiento: la osadía mide sus fuerzas y vence o es vencida;<span
-class="pagenum" id="Page_14">p. 14</span> pero la modestia excesiva
-huye de la batalla y se condena a vergonzosa inacción.</p>
-
-<p>Cuando se abandona esa atmósfera de prestigio que se respira al
-leer el libro de un investigador genial, y se acude al laboratorio a
-confirmar los hechos donde aquel apoya sus fascinadoras concepciones,
-sucede a veces que nuestro culto por el ídolo disminuye tanto como
-crece el sentimiento de nuestra propia estima. Los grandes hombres son,
-a ratos, genios; a ratos, niños, y siempre incompletos. Aun concediendo
-que el genio, sometido al contraste de la observación, salga puro de
-todo error, consideremos que todo cuanto ha descubierto en un dominio
-dado es casi nada en parangón con lo que deja por descubrir. La
-Naturaleza nos brinda a todos con una riqueza inagotable, y no tenemos
-motivo para envidiar a los que nos precedieron, ni exclamar como
-Alejandro ante las victorias de Filipo: «Mi padre no me va a dejar nada
-que conquistar».</p>
-
-<p>No es lícito desconocer que existen creaciones científicas tan
-completas, luminosas y tan firmes, que parecen el fruto de una
-intuición casi divina, habiendo surgido perfectas, como Minerva de
-la cabeza de Júpiter. Mas la justa admiración causada por tales
-obras disminuiría mucho si<span class="pagenum" id="Page_15">p.
-15</span> imagináramos el tiempo y el esfuerzo, la paciencia y
-perseverancia, los tanteos y rectificaciones, hasta las casualidades
-que colaboraron en el éxito final, al cual contribuyeron casi
-tanto como el genio del investigador. Sucede en esto lo que en las
-maravillosas adaptaciones del organismo a determinadas funciones. El
-ojo o el oído del vertebrado, examinado aisladamente, constituyen un
-asombro y parece imposible que se hayan formado por el solo concurso
-de las leyes naturales; mas si consideramos todas las gradaciones y
-formas de transición que en la serie filogénica nos ofrecen aquellos
-órganos, desde el esbozo ocular informe de ciertos infusorios y
-gusanos hasta la complicada organización del ojo del vertebrado
-inferior, nuestra admiración pierde no poco de su fuerza, acabando
-el ánimo por hacerse a la idea de una formación natural en virtud de
-variaciones, correlaciones orgánicas, selecciones<a id="FNanchor_3"
-href="#Footnote_3" class="fnanchor">[3]</a> y adaptaciones.</p>
-
-<p>¡Qué gran tónico sería para el novel observador<span
-class="pagenum" id="Page_16">p. 16</span> el que su maestro, en vez de
-asombrarlo y desalentarlo con la sublimidad de las grandes empresas
-acabadas, le expusiera la génesis de cada invención científica,
-la serie de errores y titubeos que la precedieron, constitutivos,
-desde el punto de vista humano, de la verdadera explicación de cada
-descubrimiento! Tan hábil táctica pedagógica nos traería la convicción
-de que el descubridor, con ser un ingenio esclarecido y una poderosa
-voluntad, fue, al fin y al cabo, un hombre como todos.</p>
-
-<p>Lejos de abatirse el investigador novicio ante las grandes
-autoridades de la Ciencia, debe saber que su destino, por ley cruel,
-pero ineluctable, es crecer un poco a costa de la reputación de las
-mismas. Pocos serán los que, habiendo inaugurado con alguna fortuna sus
-exploraciones científicas, no se hayan visto obligados a quebrantar y
-disminuir algo el pedestal de algún ídolo histórico o contemporáneo.
-A guisa de ejemplos clásicos, recordemos a Galileo refutando a
-Aristóteles en lo tocante a la gravitación; a Copérnico arruinando
-el sistema del mundo de Ptolomeo; a Lavoisier reduciendo a la nada
-la concepción de Stahl acerca del flogístico; a Virchow refutando la
-generación espontánea de las células, supuesta por Schwann, Schleiden
-y<span class="pagenum" id="Page_17">p. 17</span> Robin. Tan general
-e imperativa es esta ley, que se acredita en todos los dominios de la
-Ciencia y alcanza hasta a los más humildes investigadores. Si nosotros
-pudiéramos ni nombrarnos siquiera después de haber citado tan altos
-ejemplos, añadiríamos que, al iniciar nuestras pesquisas en la anatomía
-y fisiología de los centros nerviosos, el primer obstáculo que debimos
-remover fue la falsa teoría de Gerlach y de Golgi sobre las redes
-nerviosas difusas de la substancia gris y sobre el modo de transmisión
-de las corrientes.</p>
-
-<p>En la vida de los sabios se dan, por lo común, dos fases: la
-creadora o inicial, consagrada a destruir los errores del pasado y
-al alumbramiento de nuevas verdades, y la senil o razonadora (que no
-coincide necesariamente con la vejez), durante la cual, disminuida
-la fuerza de producción científica, se defienden las hipótesis
-incubadas en la juventud<a id="FNanchor_4" href="#Footnote_4"
-class="fnanchor">[4]</a>, amparándolas con amor paternal del ataque
-de los recién llegados. Al entrar en la historia no hay grande hombre
-que no sea avaro de sus títulos y que no dispute<span class="pagenum"
-id="Page_18">p. 18</span> encarnizadamente a la nueva generación sus
-derechos a la gloria. Muy triste, pero muy verdadera, suele ser aquella
-amarga frase de Rousseau: «No existe sabio que deje de preferir la
-mentira inventada por él a la verdad descubierta por otro».</p>
-
-<p>Aun en las ciencias más perfectas nunca deja de encontrarse alguna
-doctrina exclusivamente mantenida por el principio de autoridad.
-Demostrar la falsedad de esta concepción y, a ser posible, refutarla
-con nuevas investigaciones, constituirá siempre un excelente modo
-de inaugurar la propia obra científica. Importa poco que la reforma
-sea recibida con malévolas censuras, con pérfidas invectivas, con
-silencios más crueles aún; como la razón esté de su parte, no tardará
-el innovador en arrastrar a la juventud, que, por serlo, no tiene
-pasado que defender; a su lado militarán también todos aquellos sabios
-imparciales, quienes, en medio del torrente avasallador de la doctrina
-reinante, supieron conservar sereno el ánimo e independiente el
-criterio.</p>
-
-<p>Empero no basta demoler: hay que construir. La crítica científica se
-justifica solamente entregando, a cambio de un error, una verdad. Por
-lo común, la nueva doctrina surgirá de las ruinas<span class="pagenum"
-id="Page_19">p. 19</span> de la abandonada, y se fundará estrictamente
-sobre los hechos rectamente interpretados. Menester será al innovador
-excluir toda concesión piadosa al error tradicional o a las ideas
-caídas, si no quiere ver prontamente compartida su fama por los
-espíritus detallistas y perfeccionadores brotados en gran número,
-a raíz de cada descubrimiento, como los hongos bajo la sombra del
-árbol.</p>
-
-
-<h3><i>b</i>) <span class="asc">CREENCIA EN EL AGOTAMIENTO DE LOS TEMAS
-CIENTÍFICOS</span></h3>
-
-<p>He aquí otro de los falsos conceptos que se oyen a menudo a nuestros
-flamantes licenciados: «Todo lo substancial de cada tema científico
-está apurado; ¿qué importa que yo pueda añadir algún pormenor, espigar
-en un campo donde más diligentes observadores recogieron copiosa mies?
-Por mi labor, ni la Ciencia cambiará de aspecto, ni mi nombre saldrá de
-la obscuridad».</p>
-
-<p>Así habla muchas veces la pereza, disfrazada de modestia. Así
-discurren algunos jóvenes de mérito al sentir los primeros desmayos
-producidos por la consideración de la magna empresa. No hay más remedio
-que extirpar radicalmente un concepto tan superficial de la Ciencia,
-si no<span class="pagenum" id="Page_20">p. 20</span> quiere el joven
-investigador caer definitivamente vencido en esa lucha que en su
-voluntad se entabla entre las utilitarias sugestiones del ambiente
-moral, encaminadas a convertirlo en un vulgar y adinerado practicón,
-y los nobles impulsos del deber y del patriotismo que le arrastran al
-honor y a la gloria.</p>
-
-<p>En su anhelo por satisfacer la deuda honrosa contraída con sus
-maestros, el novel observador quisiera encontrar un filón nuevo y a
-flor de tierra, cuya fácil explotación levantara con empuje su nombre;
-mas, por desgracia, apenas emprendidas las primeras exploraciones
-bibliográficas, reconoce con dolor que el metal yace a gran profundidad
-y que el yacimiento superficial ha sido casi agotado por observadores
-afortunados llegados antes que él, y que ejercitaron el cómodo derecho
-de primeros ocupantes.</p>
-
-<p>No paran mientes los que así discurren en que si hemos llegado tarde
-para unas cuestiones, hemos nacido demasiado temprano para otras, y en
-que, a la vuelta de un siglo, nosotros vendremos a ser, por la fuerza
-de las cosas, los acaparadores de ciencia, los desfloradores de asuntos
-y los esquilmadores de minucias.</p>
-
-<p>No es lícito, empero, desconocer que existen épocas en las cuales,
-a partir de un hecho casualmente<span class="pagenum" id="Page_21">p.
-21</span> descubierto o de la creación de un método feliz, se realizan
-en serie, y como por generación espontánea, grandiosos progresos
-científicos. Tal aconteció durante el Renacimiento, cuando Descartes,
-Pascal, Galileo, Bacon, Bayle, Newton, nuestro Sánchez, etc.,
-patentizaron los errores de los antiguos y generalizaron la creencia
-de que, lejos de haber los griegos agotado el dominio de las ciencias,
-apenas habían dado los primeros pasos en el conocimiento positivo del
-Universo<a id="FNanchor_5" href="#Footnote_5" class="fnanchor">[5]</a>.
-Fortuna y grande para un científico es nacer en una de estas grandes
-crisis de ideas, durante las cuales, hecha tabla rasa de gran parte de
-la obra del pasado, nada es más fácil que escoger un tema fecundo.</p>
-
-<p>Pero no exageremos esta consideración, y tengamos presente que, aun
-en nuestro tiempo, la<span class="pagenum" id="Page_22">p. 22</span>
-construcción científica se eleva a menudo sobre las ruinas de teorías
-que pasaban por indestructibles. Consideremos que, si hay ciencias que
-parecen tocar a su perfección, existen otras en vías de constitución
-y algunas que no han nacido todavía. En Biología, especialmente, a
-despecho de los inmensos trabajos efectuados en el pasado siglo, las
-cuestiones más esenciales esperan todavía solución (origen de la vida,
-problema de la herencia y evolución, estructura y composición química
-de la célula, etc.).</p>
-
-<p>En general, puede afirmarse que no hay cuestiones agotadas, sino
-hombres agotados en las cuestiones. Esquilmado para un sabio el
-terreno, muéstrase fecundo para otro. Un talento de refresco, llegado
-sin prejuicio al análisis de un asunto, siempre hallará un aspecto
-nuevo, algo de que no se percataron quienes creyeron definitivamente
-apurado aquel estudio. Tan fragmentario es nuestro saber, que aun en
-los temas más prolijamente explorados surgen a lo mejor insólitos
-hallazgos. ¡Quién, pocos años ha, hubiera sospechado que la luz y el
-calor guardaban todavía secretos para la Ciencia! Y, sin embargo,
-ahí están el <i>argón</i> de la atmósfera, los <i>rayos X</i> de
-Röntgen y el <i>radio</i> de los esposos Curie, para patentizar cuán
-insuficientes son nuestros<span class="pagenum" id="Page_23">p.
-23</span> métodos y cuán prematuras nuestras síntesis.</p>
-
-<p>En Biología es donde tiene su mejor aplicación esta bella frase de
-Saint-Hilaire: «Delante de nosotros está siempre el infinito». Y el
-pensamiento no menos gráfico de Carnoy: «La Ciencia se crea, pero nunca
-está creada». No es dado a todos aventurarse en la selva y trazar, a
-fuerza de energía, un camino practicable; pero aun los más humildes
-podemos aprovecharnos del sendero abierto por el genio, y arrancar,
-caminando por él, algún secreto a lo desconocido.</p>
-
-<p>Aun aceptando que el principiante deba resignarse a recoger detalles
-escapados a la sagacidad de los iniciadores, es también positivo que
-los buscadores de minucias acaban por adquirir sensibilidad analítica
-tan exquisita y pericia de observación tan notable, que al fin abordan
-con fortuna cuestiones trascendentales.</p>
-
-<p>¡Cuántos hechos, al parecer triviales, han conducido a ciertos
-investigadores, adecuadamente preparados por el conocimiento de los
-métodos, a grandes conquistas científicas! Consideremos, además, que,
-por consecuencia de la progresiva diferenciación de la Ciencia, las
-minucias de hoy serán acaso mañana verdades importantes.</p>
-
-<p>Esto sin contar con que nuestra apreciación de lo importante y
-de lo accesorio, de lo grande<span class="pagenum" id="Page_24">p.
-24</span> y de lo pequeño, asiéntase en un falso juicio, en un
-verdadero error antropomórfico. En la Naturaleza no hay superior ni
-inferior, ni cosas accesorias y principales. Estas jerarquías que
-nuestro espíritu se complace en asignar a los fenómenos naturales,
-proceden de que, en lugar de considerar las cosas en sí y en su interno
-encadenamiento, las miramos solamente en relación a la utilidad o el
-placer que puedan proporcionarnos. En la cadena de la vida todos los
-eslabones son igualmente valiosos, porque todos resultan igualmente
-necesarios. Juzgamos pequeño lo que vemos de lejos o no sabemos ver.
-Aun adoptando el punto de vista del egoísmo humano, ¡qué de cuestiones
-de alta humanidad laten en el misterioso protoplasma del más humilde
-microbio! Nada parece más trascendental en bacteriología que el
-conocimiento de las bacterias infecciosas, y nada más secundario que el
-de los microbios inofensivos pululantes en las infusiones y materias
-orgánicas en descomposición; y, no obstante, si desaparecieran estos
-humildes hongos, cuya misión es reintegrar a la circulación general
-de la materia los principios secuestrados por los animales y plantas
-superiores, bien pronto el planeta se tornaría inhabitable para el
-hombre.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span>Acaso en ningún
-dominio se muestra mejor la transcendencia del detalle como en los
-métodos técnicos de la Biología. Para no citar sino un ejemplo,
-recordemos que R. Koch, el gran bacteriólogo alemán, por haber
-tenido la idea de adicionar a un color básico de anilina un poco de
-álcali, logró teñir y descubrir el <i>bacilo de la tuberculosis</i>,
-desentrañando así la etiología de una enfermedad hasta entonces rebelde
-a la sagacidad de los más ilustres patólogos.</p>
-
-<p>De esta falta de perspectiva moral, cuando de aquilatar las
-adquisiciones científicas se trata, han participado hasta los
-más preclaros ingenios. ¡Qué de gérmenes de grandes invenciones,
-mencionadas como curiosidades de poco momento, hallamos hoy en las
-obras de los antiguos y hasta en las de los sabios del Renacimiento!
-Perdido en un indigesto Tratado de Teología (<i>Christianismi
-Restitutio</i>), escribió Servet, como al desdén, tres líneas tocante a
-la circulación pulmonar, las cuales constituyen hoy su principal timbre
-de gloria. ¡Grande sería la sorpresa del filósofo aragonés si hoy
-resucitara y viera totalmente olvidadas sus laboriosas disquisiciones
-metafísicas, y exaltado un hecho al cual no debió conceder más
-interés que el de un argumento accesorio para su tesis de que el alma
-reside<span class="pagenum" id="Page_26">p. 26</span> en la sangre! De
-un pasaje de Séneca se infiere que los antiguos conocieron ya el poder
-amplificante de una esfera de cristal llena de agua. ¡Quién hubiera
-sospechado que en dicho fenómeno amplificante, desestimado durante
-siglos, dormían en germen dos poderosos instrumentos analíticos: el
-microscopio y el telescopio, y dos ciencias a cual más grandiosa: la
-Astronomía y la Biología!</p>
-
-<p>En resumen, no hay cuestiones pequeñas; las que lo parecen son
-cuestiones grandes no comprendidas. En vez de menudencias indignas de
-ser consideradas por el pensador, lo que hay es hombres cuya pequeñez
-intelectual no alcanza a penetrar la transcendencia de lo minúsculo.
-Constituye la Naturaleza mecanismo armónico, donde todas las piezas,
-aun las que parecen desempeñar oficio accesorio, conspiran al conjunto
-funcional; al contemplar este mecanismo, el hombre ligero distingue
-arbitrariamente sus principales órganos en esenciales y secundarios;
-en cambio, el pensador discreto se contenta con clasificarlos,
-prescindiendo de tamaños y de sus efectos útiles inmediatos, en
-conocidos y poco conocidos. En cuanto a su futura transcendencia nadie
-puede ser profeta.</p>
-
-<h3 title="c) CULTO EXCLUSIVO A LA CIENCIA LLAMADA PRÁCTICA"><span
-class="pagenum" id="Page_27">p. 27</span><i>c</i>) <span class="asc">
-CULTO EXCLUSIVO A LA CIENCIA LLAMADA PRÁCTICA</span></h3>
-
-<p>Otro de los vicios del pensamiento que importa combatir a todo
-trance es la falsa distinción en ciencia <i>teórica</i> y ciencia
-<i>práctica</i>, con la consiguiente alabanza de la última y el
-desprecio sistemático de la primera. Y este error se propala
-inconscientemente entre la juventud, desviándola de toda labor de
-inquisición desinteresada.</p>
-
-<p>No son, ciertamente, <i>las gentes del oficio</i> las que incurren
-en semejante falta de apreciación, sino muchos abogados, literatos,
-industriales y, desgraciadamente, hasta algunos estadistas conspicuos,
-cuyas iniciativas de tan graves consecuencias pueden ser para la obra
-de la cultura patria.</p>
-
-<p>A estos tales no se les caen de la boca las siguientes frases:
-«Menos doctores y más industriales. Las naciones no miden su grandeza
-por lo que saben, sino por la copia de conquistas científicas aplicadas
-al comercio, a la industria, a la agricultura, a la medicina y al
-arte militar. Dejemos a los cachazudos y linfáticos tudescos con sus
-sutiles indagaciones de ciencia pura, con su loco afán de escudriñar
-los últimos resortes<span class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span> de
-la vida, y consagrémonos por nuestra parte a sacar el jugo práctico de
-los principios de la Ciencia, encarnándolos en positivas mejoras de la
-existencia humana. España ha menester máquinas para nuestros trenes y
-barcos, recetas prácticas para la agricultura y la industria, fábricas
-de abonos, higiene racional; en suma, cuanto contribuya a fomentar
-la población, riqueza y bienestar de los pueblos. Líbrenos Dios de
-sabios ociosos, entretenidos en especulaciones sutiles, o entregados
-a la conquista de lo menudo, que si no costara demasiado caro, podría
-calificarse de pasatiempo frívolo y hasta ridículo.»</p>
-
-<p>Tal es el cúmulo de inepcias que a cada paso formulan los que, al
-viajar por el extranjero, ven, por un espejismo extraño, el progreso
-en los efectos y no en las causas; los que, en sus cortos alcances,
-no advierten esos hilos misteriosos que enlazan la fábrica con el
-laboratorio, como el arroyo a su manantial. Creen de buena fe que,
-tanto los sabios como los pueblos, forman dos grupos: los que pierden
-el tiempo en especulaciones de ciencia pura y estéril, y los que saben
-hallar hechos de aplicación inmediata al aumento y comodidad de la
-vida<a id="FNanchor_6" href="#Footnote_6" class="fnanchor">[6]</a>.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span>¿Tendremos necesidad
-de insistir sobre lo absurdo de tal doctrina? ¿Habrá alguno tan
-menguado de sindéresis que no repare que allí donde los principios o
-los hechos son descubiertos brotan también, por modo inmediato, las
-aplicaciones? En Alemania, en Francia, en Inglaterra, la fábrica vive
-en íntima comunión con el laboratorio, y por lo común el iniciador
-mismo de la verdad científica dirige, ora por sí, ora mediante
-sociedades explotadoras, el aprovechamiento industrial. Semejantes
-alianzas saltan a<span class="pagenum" id="Page_30">p. 30</span> la
-vista en esas grandes fábricas de colores de anilina, que constituyen
-uno de los filones más prósperos de la industria alemana, suiza
-y francesa. Tan notorio es este hecho, que huelgan aquí ejemplos
-demostrativos. Empero, por recientes y significativos, quiero citaros
-dos: la grande industria de la construcción de objetivos de precisión
-(micrográficos, fotográficos y astronómicos) creada en Alemania por
-los profundos estudios de óptica matemática del profesor Abbe, de
-Jena, y los cuales aseguran a la Prusia un monopolio de valor enorme
-que sufraga el mundo entero<a id="FNanchor_7" href="#Footnote_7"
-class="fnanchor">[7]</a>, y la fabricación de sueros terapéuticos,
-nacida en Berlín y perfeccionada en París, y en la cual intervienen,
-como es natural y legítimo, Behring y Roux, creadores de los principios
-científicos de la sueroterapia.</p>
-
-<p>Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento
-las aplicaciones. Estas<span class="pagenum" id="Page_31">p. 31</span>
-llegan siempre; a veces tardan años; a veces, siglos. Poco importa que
-una verdad científica sea aprovechada por nuestros hijos o por nuestros
-nietos. Medrada andaría la causa del progreso si Galvani, si Volta,
-si Faraday, si Hertz, descubridores de los hechos fundamentales de la
-ciencia de la electricidad, hubieran menospreciado sus hallazgos por
-carecer entonces de aplicación industrial.</p>
-
-<p>Dejamos consignado que lo inútil, aun aceptando el punto de vista
-humano (con las necesarias restricciones de tiempo y lugar), no
-existe en la Naturaleza. Y, en último extremo, aun cuando no fuera
-posible poner al servicio de nuestra comodidad y provecho ciertas
-conquistas científicas, siempre quedaría una utilidad positiva: la
-noble satisfacción de nuestra curiosidad satisfecha y la fruición
-incomparable causada en el ánimo por el sentimiento de nuestro poder
-ante la dificultad vencida.</p>
-
-<p>En suma: al abordar un problema, considerémoslo en sí mismo, sin
-desviarnos por motivos segundos, cuyo perseguimiento, dispersando
-la atención, mermaría nuestra fuerza analítica. En la lucha con la
-Naturaleza, el biólogo, como el astrónomo, debe prescindir de la
-tierra que habita y concentrar su mirada en la serena región de<span
-class="pagenum" id="Page_32">p. 32</span> las ideas, donde, tarde o
-temprano, surgirá la luz de la verdad. Establecido el hecho nuevo, las
-aplicaciones vendrán a su sazón, es decir, cuando aparezca otro hecho
-capaz de fecundarlo; pues, como es bien sabido, el <i>invento</i> no
-es otra cosa que la conjunción de dos o más verdades en una resultante
-útil. La Ciencia registra muchos hechos cuya utilidad es actualmente
-desconocida; pero, al cabo de unos lustros, o acaso de siglos, ve la
-luz una nueva verdad que tiene con aquellos misteriosas afinidades,
-y la <i>criatura industrial</i> resultante se llama fotografía,
-fonógrafo, análisis espectral, telegrafía sin hilos, vuelo mecánico,
-etc. Trátase siempre de una síntesis a corto o a largo plazo. Porta
-descubrió la cámara obscura, hecho aislado, del cual apenas se sacó
-partido para el arte del diseño; Wedgwood y Davy señalaron en 1802 la
-posibilidad de obtener imágenes fotográficas sobre un papel lubrificado
-en una solución de nitrato argéntico; pero como la copia no podía
-fijarse, este otro hallazgo no tuvo consecuencias; después llegó John
-Herschel, que logró disolver la sal argéntica no impresionada por
-la luz; con ello fue ya posible la fijación de la fugitiva silueta
-luminosa. Con todo eso, la débil sensibilidad de las sales argénticas
-hasta entonces aprovechadas hacía<span class="pagenum" id="Page_33">p.
-33</span> casi imposible el empleo del aparato de Porta; por fin
-aparece Daguerre, quien descubre en 1839, con la exquisita sensibilidad
-del yoduro argéntico, la imagen latente; sintetiza admirablemente los
-inventos de sus predecesores y crea en sus fundamentos la fotografía
-actual.</p>
-
-<p>Así evolucionan todos los inventos: los materiales son, en diversas
-épocas, acarreados por sagaces cuanto infortunados observadores que
-no lograron recoger fruto alguno de sus hallazgos, en espera de las
-verdades fecundantes; mas una vez acopiados todos los datos, llega
-un sabio feliz, no tanto por su originalidad como por haber nacido
-oportunamente; considera los hechos desde el punto de vista humano,
-opera la síntesis y el invento surge.</p>
-
-
-<h3><i>d</i>) <span class="asc">PRETENDIDA CORTEDAD DE LUCES</span></h3>
-
-<p>Para justificar deserciones y desmayos alegan algunos falta de
-capacidad para la ciencia. «Yo tengo gusto por los trabajos de
-laboratorio —nos dicen—, pero no sirvo para inventar nada.» Cierto que
-hay cabezas refractarias para la labor experimental, y entre ellas
-contamos todas las incapaces de atención prolongada y exentas de
-curiosidad y de admirabilidad por las obras de<span class="pagenum"
-id="Page_34">p. 34</span> la Naturaleza. Pero la inmensa mayoría de
-los que se confiesan incapaces, ¿lo son positivamente? ¿No exageran,
-tal vez, las dificultades de la empresa y la penuria de sus aptitudes?
-Tal creemos, y añadiremos aún que muchos toman habitualmente por
-incapacidad la mera lentitud del concebir y del aprender, y, a veces,
-la propia pereza o la falta de alguna cualidad de orden secundario,
-como la paciencia, la minuciosidad, la constancia, atributos que se
-adquieren pronto con el hábito del trabajo y con la satisfacción del
-éxito.</p>
-
-<p>En nuestro concepto, la lista de los aptos para la labor científica
-es mucho más larga de lo que se cree, y se compone, no solo de los
-talentos superiores, de los fáciles, de los ingenios agudos, codiciosos
-de reputación y ansiosos de enlazar su nombre a una obra grande, sino
-también de esos entendimientos regulares, conocidos con el dictado de
-<i>mañosos</i>, por la habilidad y tino con que realizan toda obra
-manual; de esos otros dotados de temperamento artístico y que sienten
-con vehemencia la belleza de las obras de la Naturaleza; en fin, de los
-meramente curiosos, flemáticos, cachazudos, devotos de <i>la religión
-de lo menudo</i> y capaces de consagrar largas horas al examen del más
-insignificante<span class="pagenum" id="Page_35">p. 35</span> fenómeno
-natural. La ciencia, como los ejércitos, necesita generales y soldados;
-aquellos conciben el plan, pero estos son los que positivamente vencen.
-Que no por modesta deja de ser altamente estimable la colaboración
-de los perfeccionadores y confirmadores: gracias a estos obreros del
-progreso, la concepción del genio adquiere vigor y claridad, pasando de
-la categoría de símbolo abstracto a realidad viva, apreciada y conocida
-de todos.</p>
-
-<p>A fin de que cada uno pueda cerciorarse de su aptitud para los
-trabajos de laboratorio, diversos medios pueden ensayarse. Aludiendo
-aquí a los estudios de nuestra predilección, nosotros aconsejaríamos
-estos dos:</p>
-
-<p>1.º Empleo de un método analítico que pase por incierto y difícil,
-hasta que, a fuerza de paciencia y trabajo, se obtengan los resultados
-mencionados por los autores. El éxito lisonjero en este caso, sobre
-todo si se ha logrado sin la vigilancia del maestro, es decir,
-trabajando aisladamente, será indicio claro de la aptitud para la labor
-de investigación.</p>
-
-<p>2.º Estudio de un tema científico, de cierta dificultad, donde
-las opiniones contradictorias abunden, y para el cual el aficionado
-se preparará examinando superficialmente el estado de<span
-class="pagenum" id="Page_36">p. 36</span> la cuestión (mera lectura de
-los libros de consulta, sin llegar a las Monografías especiales). Si
-después de algunos meses de trabajo experimental, nuestro principiante
-repara, al consultar la bibliografía más moderna del tema, que ha
-conseguido adivinar algunas conquistas recientes; que en puntos muy
-litigiosos ha coincidido con las interpretaciones de sabios ilustres;
-que, en fin, ha acertado a sortear errores de apreciación en que
-incurrieron algunos autores, debe abandonar su timidez y entregarse
-sin reservas a la labor científica, pues en ella le esperan,
-pocos o muchos, según sea la actividad que despliegue, triunfos y
-satisfacciones.</p>
-
-<p>Aun los medianamente dotados, desde el punto de vista intelectual,
-podrán conseguir algún fruto, con tal de que abriguen fe robusta en la
-virtud creadora de la educación y se contraigan a profundizar, durante
-mucho tiempo, un tema limitado.</p>
-
-<p>Aun a riesgo de redundancia o de parecer pesados y prolijos, séanos
-permitido presentar contra los escépticos en los milagros de la
-voluntad las siguientes reflexiones:</p>
-
-<p><i>a</i>) Como han afirmado muchos pensadores y pedagogos, el
-descubrimiento no es fruto de ningún talento originariamente especial,
-sino del<span class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span> sentido
-común mejorado y robustecido por la educación técnica y por el
-hábito del meditar sobre los problemas científicos<a id="FNanchor_8"
-href="#Footnote_8" class="fnanchor">[8]</a>. Así, pues, quien disponga
-de regular criterio para guiarse en la vida, lo tendrá también para
-marchar desembarazado por el camino de la investigación.</p>
-
-<p><i>b</i>) El cerebro juvenil posee plasticidad exquisita, en
-cuya virtud puede, a impulsos de un <i>enérgico querer</i>, mejorar
-extraordinariamente su organización, creando asociaciones interideales
-nuevas, depurando y afinando el juicio.</p>
-
-<p><i>c</i>) Las deficiencias de la aptitud nativa son compensables
-mediante un exceso de trabajo y de atención. Cabría afirmar que el
-trabajo sustituye al talento o, mejor dicho, <i>crea el talento</i>.
-Quien desee firmísimamente mejorar su capacidad, acabará por lograrlo,
-a condición de que la labor educadora no comience demasiado tarde, en
-una época en que la plasticidad de las células nerviosas está casi
-del todo suspendida. No olvidemos que por la lectura y meditación
-de las obras maestras todo hombre es dueño de asimilarse una gran
-parte del ingenio que las creó, dado que toma de este no solo las
-doctrinas,<span class="pagenum" id="Page_38">p. 38</span> sino el
-criterio, los principios directores y hasta el estilo.</p>
-
-<p><i>d</i>) En la mayor parte de los casos, eso que llamamos talento
-genial y especial, no implica superioridad <i>cualitativa</i>, sino
-<i>expeditiva</i>, consistiendo solamente en hacer de prisa y con
-brillante éxito lo que las inteligencias regulares elaboran lentamente,
-pero bien. En vez de distinguir los entendimientos en grandes y
-pequeños, fuera preferible y más exacto (al menos en muchos casos)
-clasificarlos en <i>lentos</i> y <i>rápidos</i><a id="FNanchor_9"
-href="#Footnote_9" class="fnanchor">[9]</a>. Los entendimientos rápidos
-son ciertamente los más brillantes y sugestivos; son insustituibles
-en la conversación, en la oratoria, en el periodismo, en toda obra en
-que el tiempo sea factor decisivo; pero en las empresas científicas
-los <i>lentos</i> resultan tan útiles como los rápidos, porque al
-científico, como al artista, no se le juzga por la viveza del producir,
-sino por la excelencia de la producción. Aún osaríamos añadir que,
-por una compensación muy común, las cabezas <i>lentas</i> poseen gran
-resistencia para<span class="pagenum" id="Page_39">p. 39</span> la
-atención prolongada, y abren ancho y profundo surco en las cuestiones;
-mientras que las <i>rápidas</i> suelen fatigarse pronto, después de
-haber apenas desbrozado el terreno. Hay en esto, sin embargo, numerosas
-excepciones: Newton, Davy, Pasteur, Virchow, etc., fueron talentos
-<i>rápidos</i> y dejaron ancha estela luminosa.</p>
-
-<p><i>e</i>) Si, a despecho de los esfuerzos hechos por mejorarla,
-nuestra memoria es inconstante y poco tenaz, <i>administrémosla
-bien</i>. Como dice Epicteto: «Cuando en el juego de la vida vienen
-malas cartas, no hay más remedio que sacar el mejor partido posible de
-las que se tienen». Enseña la historia de los grandes descubrimientos
-que su excelencia no dimana siempre de un ingenio superior, sino de
-un entendimiento y memoria regulares, pero hábilmente aprovechados.
-Grandes novadores científicos, como Helmholtz, quejáronse de escasez
-de memoria, considerando como un suplicio el aprenderse de coro un
-escrito. Por compensación, los escasamente memoriosos de palabras y de
-frases, suelen gozar de excelente retentiva de ideas y de series de
-razonamientos. Ya Locke notó que los dotados de gran ingenio y pronta
-memoria no sobresalen siempre en el juicio.</p>
-
-<p><i>f</i>) Para poder consagrar al tema de nuestras<span
-class="pagenum" id="Page_40">p. 40</span> meditaciones todas
-las escasas facultades que poseemos, desechemos las ocupaciones
-innecesarias, y esas ideas parásitas tocantes a las menudencias fútiles
-de la vida, y fijemos tan solo en la mente, a favor de una atención
-ahincada y persistente, los datos relativos al problema que nos ocupa.
-Condenémonos, durante la gestación de nuestra obra, a ignorar lo demás:
-la política, la literatura, la música, la chismografía, etc. Hay casos
-en que la ignorancia es una gran virtud, casi un heroísmo: los libros
-inútiles, perturbadores de la atención, pesan y ocupan lugar tanto en
-nuestro cerebro como en los estantes de las bibliotecas, y deshacen o
-estorban la adaptación mental del asunto. <i>El saber ocupa lugar</i>,
-diga lo que quiera la sabiduría popular.</p>
-
-<p><i>g</i>) Aun el talento mediano llegará a ilustrarse con trabajos
-estimables en varias ciencias, con tal de abandonar la pretensión
-de abarcarlas todas a la vez; concentrará, pues, sucesivamente, es
-decir, por épocas, su atención en cada tema, y debilitará o borrará
-sus adquisiciones anteriores en otros dominios. Lo que equivale a
-declarar que el cerebro es adaptable a la ciencia total en <i>el
-tiempo</i>, pero no en <i>el espacio</i>. En realidad, hasta las
-grandes capacidades proceden de este modo; y así, cuando algún
-sabio<span class="pagenum" id="Page_41">p. 41</span> nos asombra con
-publicaciones sobre diversas disciplinas, reparemos que a cada materia
-corresponde una época. Ciertamente, los conocimientos anteriores no
-habrán desaparecido enteramente de la mente del autor, pero se habrán
-simplificado, condensándose en fórmulas o símbolos abreviadísimos; de
-esta suerte puede quedar libre en la <i>pizarra cerebral</i> un grande
-espacio para el registro y estampación de las nuevas imágenes.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/flor.jpg"
- style="width: 4em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_43">p. 43</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/coles.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO III</h2>
- <p class="subh2">Cualidades de orden moral que debe poseer el
- investigador.</p>
-</div>
-
-<p>Las cualidades indispensables al cultivador de la investigación son:
-la independencia mental, la curiosidad intelectual, la perseverancia en
-el trabajo, la religión de la patria y el amor a la gloria.</p>
-
-<p>De atributos intelectuales no hay que hablar, pues damos por
-supuesto que el aficionado a las tareas del laboratorio goza de un
-regular entendimiento, de no despreciable imaginación, y sobre todo
-de esa armónica ponderación de facultades que vale mucho más que el
-talento brillante, pero irregular y desequilibrado.</p>
-
-<p>Afirma Carlos Richet que en el hombre de genio se juntan los
-idealismos de Don Quijote al buen sentido de Sancho. Algo de esta
-feliz<span class="pagenum" id="Page_44">p. 44</span> conjunción de
-atributos debe poseer el investigador: temperamento artístico que le
-lleve a buscar y contemplar el número, la belleza y la armonía de
-las cosas, y sano sentido crítico capaz de refrenar los arranques
-temerarios de la fantasía y de hacer que prevalezcan, en esa lucha por
-la vida entablada en nuestra mente por las ideas, los pensamientos que
-más fielmente traducen la realidad objetiva.</p>
-
-
-<h3><i>a</i>) <span class="asc">INDEPENDENCIA DE JUICIO</span></h3>
-
-<p>Rasgo dominante en los investigadores eminentes es la altiva
-independencia de criterio. Ante la obra de sus predecesores y maestros
-no permanecen suspensos y anonadados, sino recelosos y escudriñadores.
-Aquellos espíritus que, como Vesalio, Eustaquio y Harveo, corrigieron
-la obra anatómica de Galeno, y aquellos otros llamados Copérnico,
-Keplero, Newton y Huyghens, que echaron abajo la astronomía de los
-antiguos, fueron sin duda preclaros entendimientos; pero, ante todo,
-poseyeron individualidad mental, ambiciosa y descontentadiza y osadía
-crítica extraordinaria. De los dóciles y humildes pueden salir los
-santos, pocas veces los sabios. Tengo para mí que el excesivo cariño
-a la tradición,<span class="pagenum" id="Page_45">p. 45</span> el
-obstinado empeño en fijar la Ciencia en las viejas fórmulas del pasado,
-cuando no denuncian invencible pereza mental, representan la bandera
-que cubre los intereses creados por el error.</p>
-
-<p>¡Desgraciado del que, en presencia de un libro, queda mudo y
-absorto! La admiración extremada achica la personalidad y ofusca el
-entendimiento, que llega a tomar las hipótesis por demostraciones, las
-sombras por claridades.</p>
-
-<p>Harto se me alcanza que no es dado a todos sorprender a la primera
-lectura los vacíos y lunares de un libro inspirado. La veneración
-excesiva, como todos los estados pasionales, excluye el sentido
-crítico. Si después de una lectura sugestiva nos sentimos débiles,
-dejemos pasar algunos días; fría la cabeza y sereno el juicio,
-procedamos a una segunda y hasta a una tercera lectura. Poco a poco
-los vacíos aparecen; los razonamientos endebles se patentizan; las
-hipótesis ingeniosas se desprestigian y muestran lo deleznable de sus
-cimientos; la magia misma del estilo acaba por hallarnos insensibles;
-nuestro entendimiento, en fin, reacciona. El libro no tiene en nosotros
-un devoto, sino un juez. Este es el momento de investigar, de cambiar
-las hipótesis del autor por otras más razonables, de someterlo todo a
-crítica severa.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_46">p. 46</span>Al modo de muchas
-bellezas naturales, las obras humanas necesitan, para no perder sus
-encantos, ser contempladas a distancia. El análisis es el microscopio
-que nos aproxima al objeto y nos muestra la grosera urdimbre del tapiz;
-disípase la ilusión cuando salta a los ojos lo artificioso del bordado
-y los defectos del dibujo.</p>
-
-<p>Se dirá acaso que en los presentes tiempos, que han visto derrocados
-tantos ídolos y mermados u olvidados muchos viejos prestigios, no
-es necesario el llamamiento al sentido crítico y al espíritu de
-duda. Cierto que no es tan urgente hoy como en otras épocas; pero
-todavía conserva la rutina sus fueros: aún se da con harta frecuencia
-el fenómeno de que los discípulos de un hombre ilustre gasten sus
-talentos, no en esclarecer nuevos problemas, sino en defender los
-errores del maestro. Importa notar que también en esta época de
-irreverente crítica y de revisión de valores, la disciplina de escuela
-reina en las Universidades de Francia, Alemania e Italia, con un
-despotismo tal, que sofoca a veces las mejores iniciativas e impide
-el florecimiento de pensadores originales. Los que nos batimos en la
-brecha como simples soldados, ¡cuántos casos ejemplares podríamos
-citar de esta servidumbre de escuela o de cenáculo! ¡Qué<span
-class="pagenum" id="Page_47">p. 47</span> de talentos conocemos que no
-han tenido más desgracia que haber sido discípulos de un gran hombre! Y
-aquí aludimos a esas naturalezas generosas y agradecidas, las cuales,
-sabiendo inquirir la verdad, no osan declararla por no arrebatar al
-maestro parte de un prestigio que, asentado en el error, caerá tarde o
-temprano al empuje de adversarios menos escrupulosos.</p>
-
-<p>Por lo que hace a esas naturalezas dóciles, tan fáciles a la
-sugestión como pasivas y perseverantes en el error, las cuales forman
-el séquito de los jefes de escuela, su misión ha sido siempre adular
-al genio y aplaudir sus extravíos. Este es el pleito-homenaje que la
-medianía rinde complaciente al talento superior. Ello se comprende bien
-recordando que los cerebros débiles se adaptan mejor al error, casi
-siempre sencillo, que a la verdad, a menudo austera y difícil.</p>
-
-
-<h3><i>b</i>) <span class="asc">PERSEVERANCIA EN EL ESTUDIO</span></h3>
-
-<p>Ponderan con razón los tratadistas de lógica la virtud creadora de
-la atención; pero insisten poco en una variedad del atender, que cabría
-llamar <i>polarización cerebral</i> o <i>atención crónica</i>, esto es,
-la orientación permanente, durante meses y aun<span class="pagenum"
-id="Page_48">p. 48</span> años, de todas nuestras facultades hacia
-un objeto de estudio. Infinitos son los ingenios brillantes que, por
-carecer de este atributo, que los franceses designan <i>esprit de
-suite</i>, se esterilizan en sus meditaciones. A docenas podría yo
-citar españoles que, poseyendo un intelecto admirablemente adecuado
-para la investigación científica, retíranse desanimados de una cuestión
-sin haber medido seriamente sus fuerzas, y acaso en el momento mismo
-en que la Naturaleza iba a premiar sus afanes con la revelación
-ansiosamente esperada. Nuestras aulas y laboratorios abundan de estas
-naturalezas tornadizas e inquietas, que aman la investigación y se
-pasan los días de turbio en turbio ante la retorta o el microscopio;
-su febril actividad revélase en el alud de conferencias, folletos y
-libros, en que prodigan erudición y talento considerables; fustigan
-continuamente la turba gárrula de traductores y teorizantes,
-proclamando la necesidad inexcusable de la observación y el estudio
-de la Naturaleza en la Naturaleza misma; y cuando, tras largos años
-de propaganda y de labor experimental, se pregunta a los íntimos de
-tales hombres, a los asiduos del misterioso cenáculo donde aquellos
-ofician de pontifical, por los descubrimientos del sublime maestro,
-confiesan<span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span> ruborosos
-que la misma fuerza del talento, la casi imposibilidad de ver en
-pequeño la extraordinaria amplitud y alcance de la obra emprendida, han
-imposibilitado llevar a cabo ningún progreso parcial y positivo. He
-aquí el fruto obligado de la flojedad o de la dispersión excesiva de
-la atención, así como del pueril alarde enciclopedista, inconcebible
-hoy en que hasta los sabios más insignes se especializan y concentran
-para producir. Pero sobre los vicios de la voluntad trataremos más
-adelante.</p>
-
-<p>Para llevar a feliz término una indagación científica, una vez
-conocidos los métodos conducentes al fin, debemos fijar fuertemente en
-nuestro espíritu los términos del problema, a fin de provocar enérgicas
-corrientes de pensamiento, es decir, asociaciones cada vez más
-complejas y precisas entre las imágenes recibidas por la observación
-y las ideas que dormitan en nuestro inconsciente; ideas que solo una
-concentración vigorosa de nuestras energías mentales podrá llevar al
-campo de la conciencia. No basta la atención expectante, ahincada; es
-preciso llegar a la preocupación. Importa aprovechar para la obra todos
-los momentos lúcidos de nuestro espíritu; ya la meditación que sigue
-al descanso prolongado, ya el trabajo mental supra-intensivo<span
-class="pagenum" id="Page_50">p. 50</span> que solo da la célula
-nerviosa caldeada por la congestión, ora, en fin, la inesperada
-intuición que brota a menudo, como chispa del eslabón, del choque de la
-discusión científica.</p>
-
-<p>Casi todos los que desconfían de sus propias fuerzas ignoran
-el maravilloso poder de la atención prolongada. Esta especie de
-polarización cerebral con relación a un cierto orden de percepciones,
-afina el juicio, enriquece nuestra sensibilidad analítica, espolea la
-imaginación constructiva y, en fin, condensando toda la luz de la razón
-en las negruras del problema, permite descubrir en este inesperadas
-y sutiles relaciones. A fuerza de horas de exposición, una placa
-fotográfica situada en el foco de un anteojo dirigido al firmamento
-llega a revelar astros tan lejanos, que el telescopio más potente es
-incapaz de mostrarlos; a fuerza de tiempo y de atención, el intelecto
-llega a percibir un rayo de luz en las tinieblas del más abstruso
-problema.</p>
-
-<p>La comparación precedente no es del todo exacta. La fotografía
-astronómica limítase a registrar astros preexistentes de tenue fulgor;
-mas en la labor cerebral se da un acto de creación. Parece como si
-la representación mental, obstinadamente contemplada, emitiera, al
-modo de un amibo, apéndices invasores que, después de crecer<span
-class="pagenum" id="Page_51">p. 51</span> en todos sentidos y de sufrir
-extravíos y detenciones, acabaran por vincularse estrechamente con las
-ideas afines.</p>
-
-<p>La forja de la nueva verdad exige casi siempre severas abstenciones
-y renuncias. Convendrá, durante la susodicha incubación intelectual,
-que el investigador, al modo del sonámbulo, atento solo a la voz del
-hipnotizador, no vea ni considere otra cosa que lo relacionado con el
-objeto de estudio: en la cátedra, en el paseo, en el teatro, en la
-conversación, hasta en la lectura meramente artística, buscará ocasión
-de intuiciones, de comparaciones y de hipótesis, que le permitan
-llevar alguna claridad a la cuestión que le obsesiona. En este proceso
-adaptativo nada es inútil: los primeros groseros errores, así como las
-falsas rutas por donde la imaginación se aventura, son necesarios, pues
-acaban por conducirnos al verdadero camino, y entran, por tanto, en el
-éxito final, como entran en el acabado cuadro del artista los primeros
-informes bocetos.</p>
-
-<p>Cuando se reflexiona sobre la curiosa propiedad que el hombre posee
-de cambiar y perfeccionar su actividad mental con relación a un objeto
-o problema profundamente meditado, no puede menos de sospecharse que
-el cerebro, merced a su plasticidad, evoluciona anatómica y<span
-class="pagenum" id="Page_52">p. 52</span> dinámicamente, adaptándose
-progresivamente al tema. Esta adecuada y específica organización
-adquirida por las células nerviosas produce a la larga lo que yo
-llamaría <i>talento profesional o de adaptación</i>, y tiene por
-motor la propia voluntad, es decir, la resolución enérgica de adecuar
-nuestro entendimiento a la naturaleza del asunto. En cierto sentido
-no sería paradójico afirmar que el hombre que plantea un problema no
-es enteramente el mismo que lo resuelve; por donde tienen fácil y
-llana explicación esas exclamaciones de asombro en que prorrumpe todo
-investigador al considerar lo fácil de la solución tan laboriosamente
-buscada. ¡Cómo no se me ocurrió esto desde el principio! —exclamamos—.
-¡Qué obcecación la mía al obstinarme en marchar por caminos que no
-conducen a parte alguna!</p>
-
-<p>Si, a pesar de todo, la solución no aparece y presentimos, no
-obstante, que el asunto se acerca a su madurez, procurémonos algún
-tiempo de reposo. Algunas semanas de solaz y de silencio en el campo,
-traerán la calma y la lucidez a nuestro espíritu. Esta frescura del
-intelecto, como la escarcha matinal, marchitará la vegetación parásita
-y viciosa que ahogaba la buena semilla. Y al fin surgirá la flor de la
-verdad, que, por lo común, abrirá su cáliz, al rayar el alba,<span
-class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span> tras largo y profundo sueño,
-durante esas horas plácidas de la mañana que Goethe y tantos otros
-consideraron propicias a la invención.</p>
-
-<p>También los viajes, al traernos nuevas imágenes del mundo y
-remover nuestro fondo ideal, poseen la preciosa virtud de renovar
-el pensamiento y de disipar enervadoras preocupaciones. ¡Cuántas
-veces el rudo trepidar de la locomotora y el recogimiento y soledad
-espiritual reinantes en el vagón (el <i>desierto de hombres</i>, que
-diría Descartes), nos ha sugerido ideas que justificó ulteriormente el
-laboratorio!</p>
-
-<p>En los tiempos que corremos, en que la investigación científica se
-ha convertido en una profesión regular que cobra nómina del Estado, no
-le basta al observador concentrarse largo tiempo en un tema: necesita
-además imprimir una gran actividad a sus trabajos. Pasaron aquellos
-hermosos tiempos de antaño, en que el curioso de la Naturaleza,
-recogido en el silencio de su gabinete, podía estar seguro de que
-ningún émulo vendría a turbar sus tranquilas meditaciones. Hogaño, la
-investigación es fiebre; apenas un nuevo método se esboza, numerosos
-sabios se aprovechan de él, aplicándolo casi simultáneamente a los
-mismos temas y mermando la gloria del iniciador, que carece de la
-holgura y tiempo necesarios<span class="pagenum" id="Page_54">p.
-54</span> para recoger todo el fruto de su laboriosidad y buena
-estrella.</p>
-
-<p>Inevitables son, por consecuencia, las coincidencias y las
-contiendas de prioridad. Y es que, lanzada al público una idea, entra a
-formar parte de ese ambiente intelectual donde todos nutrimos nuestro
-espíritu; y en virtud del isocronismo funcional reinante en las cabezas
-preparadas y polarizadas para un trabajo dado, la idea nueva es
-simultáneamente asimilada en París y en Berlín, en Londres y en Viena,
-casi de idéntico modo, y con similares desarrollos y aplicaciones. La
-invención crece y se desarrolla al modo de un organismo, espontánea
-y automáticamente, como si los sabios quedasen reducidos a meros
-cultivadores de la semilla sembrada por un genio. Todos entrevén la
-espléndida floración de hechos nuevos, y todos desean, naturalmente,
-acaparar la espléndida cosecha. Esto explica la impaciencia por
-publicar, así como lo imperfecto y fragmentario de muchos trabajos de
-laboratorio. El afán de llegar antes nos lleva a veces a incurrir en
-ligerezas; pero ocurre también que el ansia febril de tocar la meta los
-primeros nos granjea el mérito de la prioridad.</p>
-
-<p>En todo caso, si alguien se nos adelanta, haremos mal en
-desalentarnos. Continuemos impertérritos<span class="pagenum"
-id="Page_55">p. 55</span> la labor, que, al fin, llegará nuestro
-turno. Ejemplo elocuente de incansable perseverancia nos dio una mujer
-gloriosa, Mad. Curie, cuando, habiendo descubierto la radioactividad
-del <i>torio</i>, sufrió la desagradable sorpresa de saber que,
-poco antes, el mismo hecho había sido anunciado por Schmidt, en los
-<i>Wiedermann Annalen</i>. Lejos de desanimarle la noticia, prosiguió
-sin tregua sus pesquisas; ensayó al electroscopio nuevas substancias,
-entre ellas cierto óxido de uranio (la <i>pechblende</i>) de la mina
-de Johanngeorgenstadt, cuyo poder radioactivo sobrepuja en cuatro
-veces al del uranio. Y sospechando que aquella materia tan activa
-encerraba un cuerpo nuevo, emprendió, con el concurso de M. Curie,
-una serie de ingeniosos, pacientes y heroicos trabajos, cuyo galardón
-fue el hallazgo de un nuevo cuerpo, el estupendo <i>radio</i>, cuyas
-maravillosas propiedades, provocando numerosas investigaciones, ha
-revolucionado la química y la física.</p>
-
-<p>En España, donde la pereza es, más que un vicio, una religión,
-se comprenden difícilmente esas monumentales obras de los químicos,
-naturalistas y médicos alemanes, en las cuales solo el tiempo necesario
-para la ejecución de los dibujos y la consulta bibliográfica parecen
-deber<span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span> contarse por
-lustros. Y, sin embargo, estos libros se han redactado en uno o dos
-años, pacíficamente, sin febriles apresuramientos. El secreto está
-en el método de trabajo: en aprovechar para la labor todo el tiempo
-hábil; en no entregarse al diario descanso sin haber consagrado dos
-o tres horas por lo menos a la tarea; en poner dique prudente a esa
-dispersión intelectual y a ese derroche de tiempo exigido por el trato
-social; en restañar, en fin, en lo posible, la cháchara ingeniosa del
-café o de la tertulia, despilfarradora de fuerzas nerviosas (cuando no
-causa disgustos), y que nos aleja, con pueriles vanidades y fútiles
-preocupaciones, de la tarea principal.</p>
-
-<p>Si nuestras ocupaciones no nos permiten consagrar al tema más que
-dos horas, no abandonemos el trabajo a pretexto de que necesitaríamos
-cuatro o seis. Como dice juiciosamente Payot, «poco basta cada día, si
-cada día logramos ese poco».</p>
-
-<p>Lo malo de ciertas distracciones, demasiado dominantes, no consiste
-tanto en el tiempo que nos roban, cuanto en la flojera de la tensión
-creadora del espíritu, y en la pérdida de esa especie de tonalidad
-que nuestras células nerviosas adquieren cuando las hemos adaptado a
-determinado asunto.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_57">p. 57</span>No pretendemos
-proscribir en absoluto las distracciones; pero las del investigador
-serán siempre ligeras y tales que no estorben en nada las nuevas
-asociaciones ideales. El paseo al aire libre, la contemplación de
-las obras artísticas o de las fotografías de escenas, de países y de
-monumentos, el encanto de la música y, sobre todo, la compañía de una
-persona que, penetrada de nuestra situación, evite cuidadosamente toda
-conversación grave y reflexiva, constituyen los mejores esparcimientos
-del hombre de laboratorio. Bajo este aspecto, será bueno también
-seguir la regla de Buffon, cuyo abandono en la conversación (que
-chocaba a muchos admiradores de la nobleza y elevación de su estilo
-como escritor) lo justificaba diciendo: «Estos son mis momentos de
-descanso.»</p>
-
-<p>En resumen, toda obra grande es el fruto de la paciencia y de la
-perseverancia, combinadas con una atención orientada tenazmente,
-durante meses y aun años, hacia un objeto particular. Así lo han
-confesado sabios ilustres al ser interrogados tocante al secreto de
-sus creaciones. Newton declaraba que solo pensando siempre en la misma
-cosa había llegado a la soberana ley de la atracción universal; de
-Darwin refiere uno de sus hijos que llegó a tal concentración<span
-class="pagenum" id="Page_58">p. 58</span> en el estudio de los hechos
-biológicos relacionados con el gran principio de la evolución, que
-se privó durante muchos años y de modo sistemático de toda lectura y
-meditación extrañas al blanco de sus pensamientos; en fin, Buffon no
-vacilaba en decir que «el genio no es sino la paciencia extremada».
-Suya es también esta respuesta a los que le preguntaban cómo había
-conquistado la gloria: «Pasando cuarenta años de mi vida inclinado
-sobre mi escritorio». En fin, nadie ignora que Mayer, el genial
-descubridor del principio de la conservación y transformación de la
-energía, consagró a esta concepción toda su vida.</p>
-
-<p>Siendo, pues, cierto de toda certidumbre que las empresas
-científicas exigen, más que vigor intelectual, disciplina severa de la
-voluntad y perenne subordinación de todas las fuerzas mentales a un
-objeto de estudio, ¡cuán grande es el daño causado inconscientemente
-por los biógrafos de sabios ilustres al achacar las grandes conquistas
-científicas al genio antes que al trabajo y la paciencia! ¡Qué más
-desea la flaca voluntad del estudioso o del profesor que poder
-cohonestar su pereza con la modesta cuanto desconsoladora confesión
-de mediocridad intelectual! De la funesta manía de exaltar sin
-medida<span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span> la minerva de
-los grandes investigadores sin parar mientes en el desaliento causado
-en el lector, no están exentos ni aun biógrafos de tan buen sentido
-como L. Figuier. En cambio, muchas autobiografías, en las que el sabio
-se presenta al lector de cuerpo entero, con sus debilidades y pasiones,
-con sus caídas y aciertos, constituyen excelente tónico moral. Tras
-estas lecturas, henchido el ánimo de esperanza, no es raro que el
-lector exclame: <i>Anche io sono pittore</i>.</p>
-
-
-<h3><i>c</i>) <span class="asc">PASIÓN POR LA GLORIA</span></h3>
-
-<p>La psicología del investigador se aparta un tanto de la del común de
-los <i>intelectuales</i>. Sin duda le alientan las aspiraciones y le
-mueven los mismos resortes que a los demás hombres; pero en el sabio
-existen dos que obran con desusado vigor: el culto a la verdad y la
-pasión por la gloria. El predominio de estas dos pasiones explica la
-vida entera del investigador; y del contraste entre el ideal que este
-se forma de la existencia y el que se forja el vulgo, resultan esas
-luchas, desvíos e incomprensiones que en todo tiempo han marcado las
-relaciones del sabio con el ambiente social.</p>
-
-<p>Se ha dicho muchas veces que el hombre de<span class="pagenum"
-id="Page_60">p. 60</span> ciencia, como los grandes reformadores
-religiosos o sociales, ofrece los caracteres mentales del inadaptado.
-Mora en un plano superior de humanidad, desinteresado de las pequeñeces
-y miserias de la vida material.</p>
-
-<p>Con todo eso, el sabio sincero y de vocación permanece profundamente
-humano. En el amor a sus semejantes, excede a los mejores. Irradiando
-en el tiempo y el espacio, esta pasión comprende a propios y extraños,
-y se dirige lo mismo a la humanidad actual que a la futura. Gracias
-a esos singulares talentos, cuya mirada penetra en las sombras del
-porvenir, y cuya exquisita sensibilidad les fuerza a condolerse de
-los errores y estancamientos de la rutina, es posible la evolución
-social y científica. Solo al genio le es dado oponerse a la corriente y
-modificar el medio moral; y bajo este aspecto es lícito afirmar que su
-misión no es la adaptación de sus ideas a las de la sociedad, sino la
-adaptación de la sociedad a sus ideas. Y como tenga razón (y la suele
-tener) y proceda con prudente energía y sin desmayos, tarde o temprano
-la humanidad le sigue, le aplaude y le aureola de gloria. Confiado
-en este halagador tributo de veneración y de justicia, trabaja todo
-investigador; porque sabe que, si los individuos son capaces<span
-class="pagenum" id="Page_61">p. 61</span> de ingratitud, pocas veces lo
-son las colectividades, como alcancen plena conciencia de la realidad y
-utilidad de una idea.</p>
-
-<p>Es vulgarísima verdad que, en grado variable, el afán de aprobación
-y aplauso mueve a todos los hombres, y preferentemente a los dotados
-de gran corazón y peregrino entendimiento. Empero cada cual busca
-la gloria por distinto camino: uno marcha por el de las armas, tan
-celebrado por Cervantes en su <i>Quijote</i>, y aspira a acrecentar
-la grandeza política de su país; otros van por el del arte, ansiando
-el fácil aplauso de las muchedumbres, que comprenden mucho mejor
-la belleza que la verdad; y unos pocos solamente en cada país, y
-singularmente en los más civilizados, siguen el de la investigación
-científica, el solo derrotero que puede conducirnos a una explicación
-racional y positiva del hombre y de la naturaleza que le rodea. Tengo
-para mí que esta aspiración es una de las más dignas y loables que el
-hombre puede perseguir, porque acaso más que ninguna otra se halla
-impregnada con el perfume del amor y de la caridad universales.</p>
-
-<p>Se ha expuesto muchas veces el contraste existente entre la
-figura moral del sabio y la del héroe. Puesto que vivimos en un país
-que ha<span class="pagenum" id="Page_62">p. 62</span> sacrificado
-demasiado en el altar de sus héroes (guerreros, políticos o
-religiosos), y desamparado cuando no perseguido a sus pensadores más
-originales, séame permitido exagerar aquí el encomio en contrapuesto
-sentido.</p>
-
-<p>Ambos, el héroe y el sabio, constituyen los polos de la energía
-humana, y son igualmente necesarios al progreso y bienestar de los
-pueblos; pero la transcendencia de sus obras es harto diversa. Lucha
-el sabio en beneficio de la humanidad entera, ya para aumentar y
-dignificar la vida, ya para ahorrar el esfuerzo humano, ora para
-acallar el dolor, ora para retardar y dulcificar la muerte. Por el
-contrario, el héroe sacrifica a su prestigio una parte más o menos
-considerable de la humanidad; su estatua se alza siempre sobre un
-pedestal de ruinas y cadáveres; su triunfo es exclusivamente celebrado
-por una tribu, por un partido o por una nación, y deja tras sí, en el
-pueblo vencido, estela de odios y de sangrientas reivindicaciones. En
-cambio, la corona del sabio otórgala la humanidad entera; su estatua
-tiene por pedestal el amor, y sus triunfos desafían a los ultrajes del
-tiempo y a los juicios de la historia: sus únicas víctimas (si pueden
-llamarse tales los redimidos de la ignorancia) son los rezagados,
-los atávicos, los que medraron<span class="pagenum" id="Page_63">p.
-63</span> con la mentira o el error; todos, en fin, los que en una
-sociedad bien organizada debieran ser proscritos como enemigos
-declarados de la felicidad de los buenos.</p>
-
-<p>No faltan, afortunadamente, en nuestra patria altos ingenios que
-cifran su dicha en conquistar el aplauso de la opinión; mas por
-desgracia, y salvadas contadas y honrosas excepciones, nuestros
-talentos prefieren ganar el lauro siguiendo la senda del arte o de la
-literatura. Empeño en que fracasan o se esterilizan la inmensa mayoría
-de ellos; pues exceptuando unos cuantos genios artísticos y literarios
-muy elevados, cuya obra es apreciada y aplaudida en el extranjero,
-¡cuán pocos de nuestros pintores y poetas serán consagrados por la
-posteridad! ¡Cuántos que luchan en vano por crearse una reputación
-mundial como literatos u oradores podrían alcanzarla, sin tantos
-esfuerzos quizá, como investigadores de ciencia! ¡Qué difícil la
-originalidad en un terreno en que casi todo está apurado por los
-antiguos, los cuales, dotados de maravillosa intuición para la belleza
-literaria y la forma plástica, apenas dejaron nada que espigar en el
-campo del arte!</p>
-
-<p>Después de leer las oraciones de Demóstenes y de Cicerón, los
-diálogos de Platón, las vidas<span class="pagenum" id="Page_64">p.
-64</span> paralelas de Plutarco y las arengas de Tito Livio, se
-adquiere la convicción de que ningún orador moderno ha podido inventar
-un resorte absolutamente nuevo para persuadir al entendimiento o mover
-al corazón humano. El papel del orador actual es aplicar a casos
-determinados, y más o menos nuevos, los innumerables tópicos de forma y
-argumentación imaginados por los autores clásicos.</p>
-
-<p>¿Y qué diremos de los que buscan en la poesía o en la prosa
-artística el prestigio de la originalidad? Después de Homero y
-de Virgilio, de Horacio y de Séneca, de Shakespeare y Milton, de
-Cervantes y Ariosto, de Goethe y de Heine, de Lamartine y Víctor Hugo,
-de Chateaubriand y Rousseau, etc., ¿quién es el osado que pretende
-inventar una figura poética, un matiz de expresión sentimental,
-un primor de estilo que hayan desconocido aquellos incomparables
-ingenios?</p>
-
-<p>No pretendemos, empero, negar en absoluto la posibilidad de
-creaciones artísticas, comparables y acaso superiores a las legadas por
-los clásicos. Los grandiosos monumentos elevados por los polígrafos
-del renacimiento, y las sublimes creaciones de la escuela romántica
-durante el pasado siglo, están ahí para atestiguar que la vena<span
-class="pagenum" id="Page_65">p. 65</span> de la originalidad literaria
-dista todavía de estar exhausta. Afirmamos solamente que las
-composiciones literarias de sobresaliente mérito son dificilísimas
-y cuestan más desvelos y trabajo que las producciones científicas
-originales. Y la razón es obvia: el arte, atenido al concepto vulgar
-del Universo y nutriéndose en el limitado terreno del sentimiento,
-ha tenido tiempo de agotar casi todo el contenido emocional del alma
-humana, las bellezas del mundo exterior y las ingeniosas combinaciones
-de la imaginación verbal; mientras que la Ciencia, apenas desflorada
-por los antiguos y totalmente ajena a los vaivenes de la moda como a
-las volubles normas del gusto, acumula por cada día nuevos materiales
-y nos brinda labor inacabable. Ante el científico está el Universo
-entero, apenas explorado: el cielo salpicado de soles que se agitan
-en las tinieblas de un espacio infinito; el mar con sus misteriosos
-abismos; la tierra guardando en sus entrañas el pasado de la vida y
-la historia de los precursores del hombre, y, en fin, el organismo
-humano, obra maestra de la creación, ofreciéndonos en cada célula una
-incógnita, y en cada latido un tema de profunda meditación.</p>
-
-<p>Llevado de mi entusiasmo, acaso caiga en la hipérbole; pero estoy
-persuadido de que la verdadera<span class="pagenum" id="Page_66">p.
-66</span> originalidad se halla en la Ciencia, y que el afortunado
-descubridor de un hecho importante es el único que puede lisonjearse
-de haber hollado un terreno completamente virgen, y de haber forjado
-un pensamiento que no pasó jamás por la mente humana. Añadamos que
-su conquista ideal no está sujeta a las fluctuaciones de la opinión,
-al silencio de la envidia, ni a los caprichos de la moda, que hoy
-repudia por detestable lo que ayer ensalzó por sublime. Al afortunado
-escrutador de la naturaleza es, sobre todo, aplicable el pensamiento
-de James, para quien el ideal del hombre consiste en llegar a ser un
-colaborador de Dios.</p>
-
-<p>Ciertamente la gloria del científico no es tan popular ni ruidosa
-como la del artista o del dramaturgo. Vive el pueblo en el plano del
-sentimiento, y pedirle calor y apoyo para los héroes de la razón fuera
-vana exigencia. Pero el sabio tiene también su público. Está formado
-por la aristocracia del talento y habita en todos los países, habla
-todas las lenguas, y se dilata hasta las más lejanas generaciones del
-porvenir. Claro que los admiradores del hombre de ciencia no palmotean
-ni se descomponen con transportes de pasión; pero estudian con amor,
-juzgan con mesura y acaban por hacer, pese a los ataques<span
-class="pagenum" id="Page_67">p. 67</span> pasajeros de la envidia,
-plena e irrevocable justicia. En punto a reputación, la ventura suprema
-fuera merecer la aprobación de esos raros espíritus superiores que
-la humanidad produce de vez en cuando. Por lo cual compréndese bien
-la noble altivez con que el matemático y filósofo Fontenelle decía a
-cierto personaje después de presentarle su tratado de la <i>Géométrie
-de l’infini</i>: «He aquí una obra que solo podrán leer en Francia
-cuatro o seis personas». Sentidas y nobles son también aquellas
-conocidas expresiones con que Keplero, radiante de júbilo y palpitante
-de emoción por el descubrimiento de la última de sus memorables leyes,
-terminaba su obra <i>Harmonices mundi</i>, diciendo: «Echada está la
-suerte: y con esto pongo fin a mi libro, importándome poco que sea
-leído por la edad presente o por la posteridad. No le faltará lector
-algún día. Pues qué, ¿no ha tenido Dios que esperar seis mil años para
-hallar en mí un contemplador e intérprete de sus obras?»</p>
-
-
-<h3><i>d</i>) <span class="asc">PATRIOTISMO</span></h3>
-
-<p>Entre los sentimientos que deben animar al hombre de ciencia, merece
-particular mención el<span class="pagenum" id="Page_68">p. 68</span>
-patriotismo. Este sentimiento tiene en el sabio signo exclusivamente
-positivo: ansía elevar el prestigio de su patria, pero sin denigrar a
-las demás.</p>
-
-<p>Se ha dicho que la Ciencia no tiene patria, y esto es exacto; mas,
-como contestaba Pasteur en ocasión solemne, «los sabios sí que la
-tienen». El conquistador de la Naturaleza no solamente pertenece a la
-humanidad, sino a una raza que se envanece con sus talentos, a una
-nación que se honra con sus triunfos y a una región que le considera
-como el fruto selecto de su terruño.</p>
-
-<p>Representando la Ciencia y la Filosofía las categorías más elevadas
-de la actividad mental y los dinamómetros de la energía espiritual de
-los hombres, compréndese bien el noble orgullo con que las naciones
-civilizadas ostentan sus filósofos, sus matemáticos, sus físicos y
-naturalistas, sus inventores, todos cuantos, en fin, supieron enaltecer
-el nombre sagrado de la patria.</p>
-
-<p>Fuerza es confesar que los españoles tenemos mayor necesidad de
-cultivar dicha pasión, a causa del desdén con que, por motivos que
-no hacen ahora al caso, hemos mirado durante muchos siglos cuanto se
-refiere a la investigación científica y a sus fecundas aplicaciones a
-la<span class="pagenum" id="Page_69">p. 69</span> vida. Obligación
-inexcusable de cuantos conservamos todavía sensible la fibra del
-patriotismo, más de una vez lastimada por los dardos de la malquerencia
-extranjera, es volver por el prestigio de la raza, probando a los
-extraños que quienes siglos atrás supieron inmortalizar sus nombres,
-rivalizando con las naciones próceres tanto en las hazañas de la guerra
-y en los peligros de exploraciones y descubrimientos geográficos, como
-en las pacíficas empresas del Arte, de la Literatura y de la Historia,
-sabrán también contender con igual tesón y energía en la investigación
-de la Naturaleza, colaborando, al compás de los pueblos más ilustrados,
-en la obra magna de la civilización y del progreso.</p>
-
-<p>Algunos pensadores, Tolstoi entre otros, inspirados en un
-sentimiento humanitario tan reñido con la realidad como inoportuno en
-estos tiempos de crueles competencias internacionales, declaran que el
-patriotismo es sentimiento egoísta, inspirador de guerras incesantes, y
-destinado a desaparecer, para ceder su lugar al más noble y altruísta
-de la fraternidad universal.</p>
-
-<p>Fuerza es reconocer que la pasión patriótica, exagerada hasta el
-<i>chauvinismo</i>, crea y sostiene entre las naciones rivalidades
-y odios harto peligrosos; pero reducida a prudentes límites y<span
-class="pagenum" id="Page_70">p. 70</span> atemperada por la justicia y
-el respeto debidos a la ciencia y virtud del extranjero, promueve una
-emulación internacional de bonísima ley, en la cual gana también la
-causa del progreso, y en definitiva hasta la de la humanidad. Bajo este
-aspecto, son eficacísimos los Congresos científicos internacionales.
-Porque muchos sabios que en un principio se miraban recelosamente, ya
-por rivalidad internacional, ya en virtud de la noble y loable envidia
-aprobada por Cervantes, al ponerse en contacto, acaban por conocerse
-y estimarse cordialmente; y las corrientes de simpatía y de justicia
-nacidas en las alturas no tardan en filtrarse hasta lo íntimo de la
-masa social, suavizando progresivamente las relaciones políticas
-entre los pueblos rivales<a id="FNanchor_10" href="#Footnote_10"
-class="fnanchor">[10]</a>.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_71">p. 71</span>De todos modos,
-cualesquiera que sean los progresos del cosmopolitismo, el sentimiento
-de patria conservará siempre su poder dinamógeno y continuará siendo el
-gran excitador de las competencias científicas e industriales. Emerge
-de raíz psicológica harto profunda para que los embates del socialismo
-internacional y las lucubraciones del humanismo filosófico puedan
-extinguirlo. Pasiones de este género no se discuten, se aprovechan,
-porque constituyen inapreciables depósitos de energía viril y de
-sublimes heroísmos. Misión de los Gobiernos e Instituciones docentes es
-canalizar, domar esta admirable<span class="pagenum" id="Page_72">p.
-72</span> fuerza, aplicándola a provechosas y redentoras empresas, y
-desviándola de las algaradas y alborotos del separatismo fratricida.</p>
-
-<p>Muy atinadamente nota P. J. Thomas, en su <i>Educación de los
-sentimientos</i>, «que la idea de patria, como la idea de familia,
-es necesaria, como lo son igualmente los sentimientos en ellas
-implicados. Obran como estimulantes del progreso y garantizan nuestra
-propia dignidad. Se lucha por la gloria de la patria, como se lucha
-por el honor de su nombre... La nación, se ha dicho, es un elemento
-indestructible de la armonía de los mundos, con igual título que
-la provincia, la familia y el individuo... El género humano debe
-permanecer diversificado para mantenerse fuerte y desenvolver una
-actividad sin cesar renaciente».</p>
-
-<p>Aun en la improbable hipótesis de los Estados Unidos de Europa,
-o del Mundo, el hombre amará siempre con predilección el <i>medio
-material y moral próximo</i>, es decir, su campanario, su región
-y su raza, y consagrará solamente un tibio afecto, rayano en la
-indiferencia, al <i>medio lejano</i>. Con razón se ha dicho varias
-veces que la adhesión y el cariño del hombre a las cosas del mundo es
-inversamente proporcional a la distancia de estas en el espacio y en
-el tiempo.<span class="pagenum" id="Page_73">p. 73</span> Y decimos
-<i>tiempo</i>, porque la patria no es solamente el hogar y el terruño,
-es también el pasado y el porvenir, es decir, nuestros antepasados
-remotos y nuestros descendientes lejanos.</p>
-
-<p>Con razón ha dicho Bayle: «No son las opiniones generales del
-espíritu las que nos determinan a obrar, sino las pasiones presentes
-en el corazón». Y entre ellas ninguna tiene en sus anales hazañas
-más gloriosas que el amor de la patria. Poco importa saber si tales
-sentimientos son justos o injustos, si reproducen o no la fase
-primitiva y bárbara de la humanidad. Son tónicos morales que deben
-juzgarse solamente por sus efectos, <i>pragmáticamente</i>, como ahora
-se dice.</p>
-
-
-<h3><i>e</i>) <span class="asc">GUSTO POR LA ORIGINALIDAD
-CIENTÍFICA</span></h3>
-
-<p>Excelentes son los estímulos del patriotismo y el noble afán de
-celebridad para mover a la ejecución de grandes empresas. Con todo eso,
-nuestro principiante correría el riesgo de fracasar si no posee además
-afición decidida hacia la originalidad, gusto por la investigación y
-el deseo de sentir las fruiciones incomparables<span class="pagenum"
-id="Page_74">p. 74</span> que lleva consigo el acto mismo de
-descubrir.</p>
-
-<p>El elogio de la acción en función de escrutar misterios o de
-inquirir hechos nuevos, se ha hecho muchas veces. Acerca de esto,
-Eucken, entre otros, ha escrito páginas admirables. Agudamente hace
-notar «que la acción nos <i>personaliza</i>, llevando al sumo la
-individuación; apórtanos la grata ilusión de ser reyes creadores y nos
-proporciona, con la conciencia de una libertad sin trabas, el goce de
-un poder ilimitado».</p>
-
-<p>Aparte la hipertrofia del sentimiento de la propia estima y la
-aprobación de nuestra conciencia, la conquista de la nueva verdad
-constituye, sin disputa, la ventura más grande a que puede aspirar el
-hombre. Los halagos de la vanidad, las efusiones del instinto, las
-caricias de la fortuna, palidecen ante el soberano placer de sentir
-cómo brotan y crecen las alas del espíritu y cómo, al compás del
-esfuerzo, superamos la dificultad y dominamos y rendimos a la esquiva
-naturaleza.</p>
-
-<p>Fortalecido con este sentimiento hedonista, el hombre de ciencia
-desafía hasta la injusticia. En su ánimo no harán mella el silencio
-deliberado de sus émulos —que muchas veces, como dice Goethe, afectan
-ignorar lo que desean permanezca ignorado— ni la incomprensión del
-medio<span class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span> moral, ni el
-olvido de las instituciones oficiales. Las consideraciones que el mundo
-rinde al poder, a la nobleza o al dinero, no son primordial objeto de
-sus aspiraciones, porque siente en sí mismo una nobleza superior a
-todas las caprichosamente otorgadas por la ciega fortuna o por el buen
-humor de los príncipes. Esta nobleza, de la que se envanece con tanto
-mayor motivo cuanto que es su propia obra, consiste en ser ministro del
-progreso, sacerdote de la verdad y confidente del Creador. Él acierta
-exclusivamente a comprender algo de ese lenguaje misterioso que Dios ha
-escrito en la Naturaleza; y a él solamente le ha sido dado desentrañar
-la maravillosa obra de la Creación para rendir a lo Absoluto el culto
-más grato y acepto, el de estudiar sus portentosas obras, para en ellas
-y por ellas conocerle, admirarle y reverenciarle. Aun descendiendo a
-las miserias del egoísmo humano, todos podemos comprobar que solo nos
-estiman y respetan quienes nos leen y tratan de comprendernos.</p>
-
-<p>Según decíamos antes, la emoción placentera asociada al acto de
-descubrir es tan grande, que se comprende perfectamente aquella sublime
-locura de Arquímedes, de quien cuentan los historiadores que, fuera de
-sí por la resolución de<span class="pagenum" id="Page_76">p. 76</span>
-un problema profundamente meditado, salió casi desnudo de su casa
-lanzando el famoso <i>Eureka</i>: «¡Lo he encontrado!»</p>
-
-<p>¡Quién no recuerda la alegría y la emoción de Newton al ver
-confirmada por el cálculo, y en presencia de los nuevos datos aportados
-por Picard con la medición de un meridiano terrestre, su intuición
-genial de la atracción universal! Todo investigador, por modesto que
-sea, habrá sentido alguna vez algo de aquella sobrehumana satisfacción
-que debió experimentar Colón al oír el grito de ¡Tierra! ¡Tierra!
-lanzado por Rodrigo de Triana.</p>
-
-<p>Este placer inefable, al lado del cual todos los demás deleites de
-la vida se reducen a pálidas sensaciones, indemniza sobradamente al
-investigador de la penosa y perseverante labor analítica, precursora,
-como el dolor al parto, de la aparición de la nueva verdad. Tan exacto
-es que para el sabio no hay nada comparable al hecho descubierto
-por él, que no se hallará acaso un investigador capaz de cambiar la
-paternidad de una conquista científica por todo el oro de la tierra.
-Y si existe alguno que busca en la Ciencia, en vez del aplauso de
-los doctos y de la íntima satisfacción asociada a la función misma
-del descubrir, un medio de granjear oro, este<span class="pagenum"
-id="Page_77">p. 77</span> tal ha errado la vocación: al ejercicio de la
-industria o del comercio debió por junto dedicarse<a id="FNanchor_11"
-href="#Footnote_11" class="fnanchor">[11]</a>.</p>
-
-<p>Es que, por encima de todos los estímulos de la variedad y del
-interés, está el goce supremo de la inteligencia al contemplar las
-inefables armonías del mundo y tomar posesión de la verdad, hermosa y
-virginal cual flor que abre su cáliz a las caricias del sol matinal.
-Como dice Poincaré en su hermoso libro <i>La science et la méthode</i>:
-«La belleza intelectual se basta a sí misma, y solo por ella, más bien
-que por el futuro bien de la humanidad, el sabio se condena a largos y
-penosos trabajos».</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4">
- <p><span class="pagenum" id="Page_79">p. 79</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/coles.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO IV</h2>
- <p class="subh2">Lo que debe saber el aficionado a la investigación
- biológica.</p>
-</div>
-
-<h3><i>a</i>) <span class="asc">CULTURA GENERAL</span></h3>
-
-<p>Ocioso sería insistir en la necesidad que tiene nuestro aficionado
-de conocer a fondo la ciencia objeto de sus futuras exploraciones, no
-solo por las descripciones de libros y monografías, sino por el estudio
-de la misma naturaleza. Pero no es menos urgente saber, siquiera
-de modo general, todas aquellas ramas científicas que directa o
-indirectamente se enlazan con la preferida, y en las cuales se hallan,
-ora los principios directores, ora los medios de acción. Por ejemplo:
-el biólogo no se limitará a conocer la Anatomía y Fisiología, sino
-que abarcará también lo fundamental de la Psicología, la Física y la
-Química.</p>
-
-<p>La razón de esta cultura accesoria es obvia:<span class="pagenum"
-id="Page_80">p. 80</span> casi siempre el descubrimiento de un hecho,
-o la significación de un fenómeno biológico, vienen a representar mera
-consecuencia de la aplicación de principios pertenecientes a la Física
-o la Química. Descubrir, como ha dicho Laplace, es aproximar dos ideas
-que se hallaban separadas. E importa observar que las más de las veces
-esta aproximación fecunda tiene lugar entre un hecho perteneciente
-a una ciencia compleja (Biología, Sociología, Química, etc.), y un
-principio entresacado de una ciencia simple. En otros términos: las
-ciencias generales o abstractas, según las clasificaciones de Comte y
-de Bain, explican a menudo los fenómenos de las ciencias complicadas
-y concretas. Por donde se cae en la cuenta de que una seriación
-jerárquica bien entendida de los conocimientos humanos representa
-un verdadero árbol genealógico. La Lógica y las Matemáticas asisten
-y esclarecen la Física y a la Química, y estas a su vez explican,
-y en parte generan, la Biología, la Sociología y sus diferentes
-ramificaciones.</p>
-
-<p>Descubrir consiste, a menudo, en hacer entrar el hecho en una ley;
-en encerrarlo en un marco ideológico más amplio, en clasificarlo
-en fin; por eso ha podido afirmarse que descubrir es dar nombre
-correcto a una cosa ilegítima o provisoriamente<span class="pagenum"
-id="Page_81">p. 81</span> bautizada. De donde se sigue que, cuando la
-ciencia llegue a la suma perfección, cada fenómeno recibirá el nombre
-que le corresponda, establecidas al fin sus profundas relaciones con
-las verdades generales. Bajo este aspecto resulta muy expresiva la
-conocida frase de Mach: «una palabra bien elegida puede economizar
-cantidad enorme de pensamiento». Porque <i>nombrar</i> es clasificar,
-es establecer filiaciones ideales, relaciones de analogía entre
-fenómenos poco conocidos y una noción o principio general, donde se
-hallan latentes, como el árbol en su germen.</p>
-
-<p>Los estudios filosóficos constituyen, sobre todo, buena
-preparación y excelente gimnasia para el hombre de laboratorio. No
-deja, ciertamente, de llamar la atención el que muchos ilustres
-investigadores hayan llegado a la ciencia desde el campo de la
-filosofía. Ocioso es advertir que el investigador se preocupará menos
-de la doctrina o del credo filosófico —credo que varía desgraciadamente
-cada quince o veinte años— que de los criterios de verdad y del
-aparato crítico, con cuyo ejercicio adquirirá flexibilidad y sagacidad
-y aprenderá a desconfiar de la aparente certidumbre de los más
-subyugadores sistemas científicos, enfrenando convenientemente<span
-class="pagenum" id="Page_82">p. 82</span> el vuelo de la propia
-imaginación. Su divisa será siempre la frase de Cicerón: <i>Dubitando
-ad veritatem pervenimus.</i></p>
-
-<p>Por lo que hace a la anatomía microscópica de los animales y
-plantas, la mayoría de los hechos que forman la materia de esta ciencia
-son resultados de conflictos entre las propiedades químicas de ciertos
-reactivos y la constitución estructural de las células y tejidos.
-En bacteriología, en neurología, etc., casi todo cuanto sabemos lo
-debemos a la feliz aplicación de materias colorantes creadas por la
-Química moderna. Lo mismo ocurre en biología general. Recuérdense
-los interesantes estudios de Loeb sobre la partenogénesis artificial
-y los de Harrison, Carrel, Lambert y otros acerca de los cultivos
-artificiales de las células de los tejidos animales. Tan sorprendentes
-experimentos son pura consecuencia de las variaciones químicas o
-físicas provocadas en el ambiente celular.</p>
-
-<p>Esta íntima solidaridad de las ciencias ha sido sentida por muchos,
-y singularmente por Letamendi, quien al hablar de las especialidades
-científicas, las definía: «la aplicación de toda la Ciencia a una rama
-particular del saber».</p>
-
-<p>Para un entendimiento superior que conociera todas las razones
-misteriosas que enlazan los<span class="pagenum" id="Page_83">p.
-83</span> fenómenos del Universo, en vez de ciencias, habría <i>una
-sola Ciencia</i>. Ante un ser semejante, las fronteras que parecen
-separar nuestros conocimientos, el andamiaje formal de nuestras
-clasificaciones, el desmenuzamiento artificial de las cosas tan grato a
-nuestro intelecto, que solo puede considerar la realidad sucesivamente
-y como por facetas, desaparecería por completo. A sus ojos la Ciencia
-total parecería a modo de árbol gigantesco, cuyas ramas estuvieran
-representadas por las ciencias particulares, y el tronco por el
-principio o principios sobre que se fundan. El especialista trabaja
-como una larva, asentado sobre una hoja y forjándose la ilusión de que
-su pequeño mundo se mece aislado en el espacio; el científico general,
-dotado de sentido filosófico, entrevé el tallo común a muchas ramas.
-Pero solo el genio del saber a que antes aludíamos, gozaría de la dicha
-y del poder de contemplar el árbol entero, esto es, la <i>Ciencia</i>,
-múltiple e infinita en sus formas, una en sus principios.</p>
-
-
-<h3><i>b</i>) <span class="asc">NECESIDAD DE ESPECIALIZARSE</span></h3>
-
-<p>Conviene, empero, no exagerar la regla precedente, cayendo
-en el escollo de la enciclopedia, adonde van a parar todos los
-entendimientos<span class="pagenum" id="Page_84">p. 84</span>
-dispersivos, inquietos, indisciplinados, e incapaces de fijar mucho
-tiempo la atención en una sola idea. Las <i>aficiones rotatorias</i>,
-como las llamaba un médico-escritor originalísimo, pueden formar
-grandes literatos, conversadores deliciosos, oradores insignes, rara
-vez descubridores científicos.</p>
-
-<p>El proverbio tan conocido «el saber no ocupa lugar» es error de a
-folio, que, afortunadamente, no tiene graves consecuencias prácticas,
-pues aun los que creen en él están obligados a confesar que el
-aprender muchas cosas, cuando no espacio, ocupa tiempo. Solo un juicio
-demasiado lisonjero acerca de nuestros talentos puede explicar la
-manía enciclopédica; pues pretensión quimérica constituye el intento
-de dominar varias ciencias, cuando vemos a hombres de verdadero genio
-e infatigable laboriosidad resignarse, a fin de poder cosechar algunas
-verdades, al conocimiento profundo de una rama del saber, y, a menudo,
-al de un tema concreto de una ciencia determinada.</p>
-
-<p>No nos hagamos, pues, ilusiones: si la vida de un hombre basta para
-saber algo de todas las disciplinas humanas, apenas es suficiente para
-dominar hasta el detalle una o dos de ellas.</p>
-
-<p>Los enciclopedistas modernos, como Herbert<span class="pagenum"
-id="Page_85">p. 85</span> Spencer, Mach, Wund, etc., son en realidad
-especialistas de la filosofía de las ciencias y de las artes, conforme
-lo fueron en su tiempo Leibnitz y Descartes, bien que estos sabios,
-por la natural limitación de los conocimientos de su época, pudieron
-abarcar un dominio bastante más extenso, y realizar descubrimientos en
-dos o tres ciencias.</p>
-
-<p>Pasaron ya, quizás para no volver más, los investigadores
-polilaterales: a la hora presente hay que reconocer que en Física
-como en Matemáticas, en Química como en Biología, los descubrimientos
-corren a cargo de sabios especialistas; pero, entiéndase bien, no de
-particularistas <i>monolaterizados</i>, incrustados en un detalle, sino
-de trabajadores que, sin perder de vista su dominio especial, siguen
-atentamente los progresos más culminantes de las ciencias afines.
-Semejante división del trabajo, además de buena táctica, constituye
-ineluctable necesidad. A ella nos obligan el tiempo extraordinario
-exigido por el ensayo y dominio de los métodos diariamente
-descubiertos, el creciente caudal de la producción bibliográfica, y el
-considerable número de sabios que simultáneamente trabajan sobre cada
-tema de estudio.</p>
-
-<p>Para terminar con la vulgar filosofía condensada<span
-class="pagenum" id="Page_86">p. 86</span> en la reputada máxima
-<i>quien mucho abarca poco aprieta</i>, en contraposición del no
-menos acreditado refrán <i>el saber no ocupa lugar</i>, séanos lícito
-hacer una comparación vulgar. El entendimiento inquisitivo es como
-un arma de combate. Si en ella se labra un solo filo, tendremos una
-espada tajante. Si dos, el arma podrá cortar todavía, aunque menos
-eficientemente; pero si le sacamos tres o cuatro, la acuidad de los
-filos irá disminuyendo hasta convertirse en inofensivo cuadradillo. Una
-bayoneta podría, en rigor, cortar todavía, mas para ello fuera precisa
-formidable energía motriz; mientras que una daga bien afilada resulta
-temible aun en las manos de un niño.</p>
-
-<p>Como el acero informe, nuestro intelecto representa una espada en
-potencia. Merced a la forja y lima del estudio, transfórmase en el
-templado y agudo escalpelo de la Ciencia. Labremos el filo por solo un
-lado, o por dos a lo más, si queremos conservar su eficacia analítica y
-herir a fondo el corazón de las cuestiones; y dejemos a los bobalicones
-del enciclopedismo que transformen su entendimiento en inofensivo
-cuadradillo.</p>
-
-
-<h3 title="c) LECTURA ESPECIAL O TÉCNICA"><span class="pagenum"
-id="Page_87">p. 87</span><i>c</i>) <span class="asc">LECTURA ESPECIAL O
-TÉCNICA</span></h3>
-
-<p>Inútil es advertir que en la biblioteca del investigador deben
-figurar cuantos libros y Revistas importantes, concernientes a la
-especialidad, vean la luz en las naciones más adelantadas. Las
-Revistas alemanas serán consultadas a cada momento, pues por lo que
-toca a la Biología, es forzoso reconocer que Alemania sola produce
-más hechos nuevos que todas las naciones juntas<a id="FNanchor_12"
-href="#Footnote_12" class="fnanchor">[12]</a>.</p>
-
-<p>Quien desea los fines quiere los medios; y pues, en la época
-actual, el conocimiento de la lengua germánica es imprescindible para
-ponerse al corriente de la última hora científica, estudiemos aquella
-seriamente, siquiera para llegar a la traducción, desembarazándonos
-de ese supersticioso terror que a los españoles nos inspiran los
-enrevesados términos y giros de los idiomas del Norte. Tan preciso
-es el conocimiento<span class="pagenum" id="Page_88">p. 88</span>
-del alemán, que no se hallará quizás un solo investigador italiano,
-inglés, francés, ruso o sueco, que no sea capaz de leer corrientemente
-las monografías tudescas. Y como los trabajos de los alemanes ven
-la luz en un país que puede actualmente considerarse como el foco
-de la producción científica, tales escritos tienen para nosotros
-la inestimable ventaja de contener extensas y puntuales noticias
-históricas y bibliográficas<a id="FNanchor_13" href="#Footnote_13"
-class="fnanchor">[13]</a>. Después del alemán siguen en orden<span
-class="pagenum" id="Page_89">p. 89</span> de importancia el inglés
-y el francés. Y nada diremos del italiano, porque no hay español
-medianamente culto que no sea capaz de traducirlo, aun sin la ayuda
-del diccionario. Ni es lícito ignorar que en algunas disciplinas
-científicas Italia marcha a la cabeza del progreso.</p>
-
-<p>A la hora presente se publican trabajos científicos en más de
-seis idiomas. Al intento plausible de restaurar el latín, o de
-utilizar el <i>esperanto</i> como lengua científica universal, han
-respondido los sabios multiplicando todavía el número de idiomas
-en que aparecen redactados los trabajos científicos. Preciso es
-reconocer que prácticamente el <i>volapück</i> o el <i>esperanto</i>
-representan una lengua más<a id="FNanchor_14" href="#Footnote_14"
-class="fnanchor">[14]</a> que aprender. Tal resultado era de prever;
-porque no consienten otra cosa ni las tendencias esencialmente
-popularizadoras y democráticas del saber moderno, ni las miras
-económicas de autores y<span class="pagenum" id="Page_90">p. 90</span>
-editores, cuyos intereses morales y materiales les impulsan a difundir
-en el gran público aquellas conquistas científicas que antaño fueron
-patrimonio exclusivo de las Academias o de ciertas sumidades de la
-cátedra.</p>
-
-<p>No se crea, empero, que el investigador debe hablar y escribir
-todas las lenguas de Europa: al español le bastará traducir las cuatro
-siguientes, que se ha convenido en llamar <i>lenguas sabias</i>, y en
-las cuales aparecen publicados casi todos los trabajos científicos: el
-francés, el inglés, el italiano y el alemán. Naturalmente, entre las
-lenguas sabias no figura el español; no queda, por tanto, a nuestros
-maestros más recurso, si desean que sus pesquisas sean conocidas y
-apreciadas por los especialistas, que escribir y hablar en uno de
-aquellos cuatro idiomas europeos<a id="FNanchor_15" href="#Footnote_15"
-class="fnanchor">[15]</a>.</p>
-
-
-<h3 title="d) CÓMO SE DEBEN ESTUDIAR LAS MONOGRAFÍAS"><span
-class="pagenum" id="Page_91">p. 91</span><i>d</i>) <span
-class="asc">CÓMO SE DEBEN ESTUDIAR LAS MONOGRAFÍAS</span></h3>
-
-<p>Al leer las monografías de la especialidad que se desee cultivar,
-debemos fijarnos sobre todo en dos cosas: en los métodos de
-investigación de que el autor se ha servido en sus pesquisas, y en
-los problemas que han quedado pendientes de solución. En cuanto al
-libro de popularización, nos merecerá menos atención y confianza, a
-menos que no sea alguna voluminosa exposición de conjunto, o contenga
-algunos conceptos generales de fecunda aplicación en el laboratorio. En
-general, puede afirmarse que el libro refleja ya una fase histórica de
-la Ciencia. Por efecto del mucho tiempo que exige su redacción, y de
-la preocupación dominante en el<span class="pagenum" id="Page_92">p.
-92</span> autor de simplificar la materia para ser entendido del
-gran público, faltan o se hallan muy ligeramente esbozados los temas
-de actualidad, los detalles de los métodos y las lagunas de la
-investigación.</p>
-
-<p>Someteremos a estudio detenido las monografías debidas a los autores
-más geniales y que mayor impulso hayan dado a la cuestión: el talento
-original posee, entre otras cualidades, una gran virtud sugestiva. Es
-propiedad de todo buen libro que el lector recoja en él, no solo las
-ideas expuestas deliberadamente por el autor, sino otras totalmente
-nuevas, y hasta diferentes para cada hombre, y que brotan del conflicto
-entre nuestro fondo de representaciones y los conceptos del texto.
-Por donde se ve que la monografía genial, con ser buena fuente de
-información científica, resulta además eficaz reactivo de nuestras
-propias energías cerebrales.</p>
-
-<p>Las cabezas humanas, como las palmeras del desierto, se fecundan a
-distancia. Mas, para que semejante conjugación entre dos espíritus se
-realice y dé fruto de bendición, es menester interesarse profundamente
-en la lectura del libro genial, penetrarse de su hondo sentido y, en
-fin, simpatizar con el autor. En la Ciencia, como en la vida, el fruto
-viene siempre después del amor.<span class="pagenum" id="Page_93">p.
-93</span> Por no consultar las memorias originales y fiarse de obras de
-conjunto, ¡cuántos principiantes caen en el error de considerar ciertos
-ajenos y antiguos descubrimientos como fruto de propia labor!</p>
-
-<p>Nuestro novel hombre de ciencia debe huir de resúmenes y manuales
-como de peste. Buenos para la enseñanza, los manuales son pésimos para
-guiar al investigador. Quien resume, se resume a sí mismo; quiero
-decir que a menudo expone sus juicios y doctrinas en lugar de las del
-autor. De este toma lo que le agrada o lo que entiende y digiere sin
-esfuerzo: da lo principal por accesorio, y viceversa. A título de
-aclarar y popularizar la obra ajena, el abreviador acaba por sustituir
-su personalidad a la del autor, cuya fisonomía intelectual, tan
-interesante y educadora para el lector, permanece en la sombra.</p>
-
-<p>De lo dicho se infiere la inexcusable obligación en que se halla el
-investigador, si desea evitar desagradables sorpresas, de leer a los
-autores en sus obras originales; a menos que los resúmenes no dimanen
-de los autores mismos, que entonces, por compensación de la concisión,
-acaso hallemos concepciones originales e ideas directrices de gran
-provecho para la labor analítica.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span>Aquí surge una
-cuestión: Antes de empezar una investigación de laboratorio, ¿debe o no
-apurarse la bibliografía? Penetrados y como saturados de cuanto sobre
-el tema ha sido escrito, ¿no corremos el riesgo de ser sugestionados
-y de perder el don inapreciable de la independencia de juicio? La
-misma impresión de agotamiento del asunto, producida por la puntual
-información a que nos hemos entregado, ¿no será fatal a nuestras
-aspiraciones de hallar algo completamente original?</p>
-
-<p>Cuestión es esta que cada cual resuelve a su manera; aunque, a mi
-ver, si para decidirla se acudiera a plebiscito de sabios, la solución
-sería no iniciar indagación ninguna sin tener a la vista todos los
-antecedentes bibliográficos. Procediendo de esta suerte, se evita el
-doloroso desencanto producido al saber que hemos malgastado el tiempo
-redescubriendo cosas conocidas y descuidando, por consiguiente, el
-estudio profundo de las verdaderas lagunas del tema.</p>
-
-<p>La conducta más prudente, a mi ver, es apurar, desde luego, la
-investigación bibliológica especial antes de lanzarse a la tarea
-analítica. Pero cuando, por dificultades insuperables, sea ello
-irrealizable (según ocurre desgraciadamente en España, donde las
-Universidades carecen de<span class="pagenum" id="Page_95">p.
-95</span> libros modernos extranjeros y las Academias no tienen
-recursos para suscribirse a las Revistas científicas más importantes),
-no debemos, por monografía de más o de menos, dejar de acudir al
-laboratorio; pues si, enterados de los mejores métodos en boga,
-trabajamos con ahinco y perseverancia, siempre hallaremos algo
-escapado a la sagacidad de los últimos observadores, por lo mismo que,
-no habiendo sido influidos por ellos, habremos caminado por rutas
-diferentes, y considerado el tema desde diverso punto de vista. En
-último caso, vale mil veces más arriesgarse a repetir descubrimientos,
-que renunciar a toda tentativa de indagación experimental; porque el
-principiante que en sus primeros ensayos de observador sabe hallar
-cosas poco tiempo antes publicadas, lejos de desalentarse por ello,
-fortifica su confianza en el propio valer, cobra ánimos para futuras
-empresas, y acaba por fabricar ciencia original, en cuanto sus medios
-pecuniarios correspondan a sus buenos deseos.</p>
-
-
-<h3><i>e</i>) <span class="asc">NECESIDAD ABSOLUTA DE BUSCAR LA
-INSPIRACIÓN EN LA NATURALEZA</span></h3>
-
-<p>Mucho aprenderemos en los libros, pero más aprenderemos en la
-contemplación de la Naturaleza,<span class="pagenum" id="Page_96">p.
-96</span> causa y ocasión de todos los libros. Tiene el examen directo
-de los fenómenos no sé qué fermento perturbador de nuestra inercia
-mental, cierta virtud excitadora y vivificante, del todo ausente o
-apenas actuante aun en las copias y descripciones más fieles de la
-realidad.</p>
-
-<p>Todos habremos podido notar que, al intentar la comprobación de
-un hecho descrito por los autores, este se presenta siempre con
-faz distinta de la presumida, y sugiere ideas y planes de acción no
-suscitados por la mera lectura. Ello depende, a nuestro juicio, de la
-incapacidad de la palabra humana para la pintura fiel de la realidad
-exterior. En cuanto causa de conocimiento, esta representa un haz
-de sensaciones variadísimas y complejas, de las cuales la expresión
-simbólica, que procede siempre por abstracción y simplificación,
-refleja solo una mínima parte.</p>
-
-<p>Toda descripción, por objetiva e ingenua que parezca, constituye
-interpretación personal, punto de vista propio del autor. Sabido es que
-el hombre mezcla a todo su personalidad, y cuando cree fotografiar el
-mundo exterior, a menudo se contempla y se retrata a sí mismo.</p>
-
-<p>Por otra parte, la observación suministra, a más de los datos
-empíricos con los cuales hemos<span class="pagenum" id="Page_97">p.
-97</span> de formar el juicio, ciertos factores sentimentales,
-insustituibles: la sorpresa, el entusiasmo, la emoción agradable, que
-son fuerzas propulsoras de la imaginación constructiva. La emoción
-enciende la máquina cerebral, que adquiere por ella el calor necesario
-para la forja de intuiciones afortunadas y de hipótesis plausibles.</p>
-
-<p>En comprobación de los efectos sugestivos que la Naturaleza, obrando
-directamente, causa en el observador, séame lícito referir la impresión
-sentida al contemplar por primera vez el fenómeno de la circulación de
-la sangre.</p>
-
-<p>Estudiaba yo tercer año de Medicina y había en diversos libros
-aprendido los pormenores del fenómeno mencionado, pero sin que estas
-lecturas encadenaran mi atención ni produjeran corrientes intensas de
-pensamiento. Mas cuando uno de mis amigos, el señor Borao, ayudante
-de Fisiología, tuvo la gentileza de mostrarme la circulación en el
-mesenterio de la rana. En presencia del sublime espectáculo, sentí como
-una revelación. Entusiasmado y conmovido al ver girar los glóbulos
-rojos y blancos como los cantos rodados al ímpetu del torrente; al
-notar cómo, por virtud de su elasticidad, los <i>hematíes</i> se
-estiraban y pasaban trabajosamente por los más<span class="pagenum"
-id="Page_98">p. 98</span> finos capilares, recobrando, salvado el
-obstáculo, súbitamente su forma, a la manera de un resorte; al
-advertir que, al menor impedimento en la corriente, se entreabrían
-las junturas del endotelio y sobrevenía la hemorragia y el edema; al
-reparar, en fin, cómo el latido cardíaco, atenuado por la excesiva
-acción del <i>curare</i>, sacudía flojamente los hematíes atascados...,
-pareciome como que se descorría un velo en mi espíritu, y se alejaban
-y perdían las creencias en no sé qué misteriosas fuerzas a que por
-entonces se atribuían los fenómenos de la vida. En mi entusiasmo
-prorrumpí en las siguientes frases, ignorando que muchos, singularmente
-Descartes, las habían expresado siglos antes: «La vida semeja puro
-mecanismo. Los cuerpos vivos son máquinas hidráulicas tan perfectas,
-que son capaces de reparar los desarreglos causados por el ímpetu del
-torrente que las mueve, y de producir, en virtud de la generación,
-otras máquinas hidráulicas semejantes». Tengo por seguro que esta
-viva impresión causada por la contemplación directa del mecanismo
-íntimo de la vida, fue uno de los decisivos estímulos de mi afición
-a los estudios biológicos<a id="FNanchor_16" href="#Footnote_16"
-class="fnanchor">[16]</a>.</p>
-
-<h3 title="f) DOMINIO DE LOS MÉTODOS"><span class="pagenum"
-id="Page_99">p. 99</span><i>f</i>) <span class="asc">DOMINIO DE LOS
-MÉTODOS</span></h3>
-
-<p>Escogido el tema de estudio, e informado menudamente, a ser posible,
-del estado actual del punto a esclarecer, el investigador pasará a
-aplicar cuantos métodos analíticos hayan sido propuestos, al objeto de
-confirmar los hechos descritos y reproducidos en las más recientes
-monografías. Durante esta tentativa de comprobación, se le revelarán
-a menudo los puntos dudosos, las hipótesis insostenibles, las lagunas
-de la observación, y entreverá más de una vez el camino por el cual le
-será dado impulsar el conocimiento del tema.</p>
-
-<p>La maestría de los métodos, particularmente en las ciencias
-biológicas, es tan trascendental, que, sin temor de equivocación, se
-puede afirmar que los grandes descubrimientos corren a cargo de los
-técnicos más primorosos: de aquellos sabios que han profundizado, a
-favor de perseverantes ensayos, todos los secretos de uno o varios
-recursos analíticos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_100">p. 100</span>En apoyo de
-este aserto bastará recordar que, a despecho de los centenares de
-histólogos, embriólogos y anatómicos que se conocen en Europa y
-América, las más salientes conquistas científicas se deben a una
-docena de hombres que se han señalado, ora por la invención, ora por
-el perfeccionamiento, ya por el absoluto dominio de algunos métodos de
-indagación.</p>
-
-<p>Entre los procedimientos de estudio se escogerán de preferencia
-los más recientes, y sobre todo los más difíciles, por ser los menos
-agotados. Importa poco el tiempo gastado en ensayos infructuosos,
-pues si el método ofrece sumo poder diferenciador, los resultados
-obtenidos tendrán gran importancia y nos indemnizarán con creces de
-nuestros afanes. Con ello tendremos, además, la inestimable ventaja
-de caminar casi solitarios o de hallar en nuestra ruta pocos émulos y
-concurrentes.</p>
-
-
-<h3><i>g</i>) <span class="asc">EN BUSCA DEL HECHO NUEVO</span></h3>
-
-<p>He aquí la cuestión ardua, la preocupación soberana del
-principiante, que sabe, por la historia de la investigación
-científica, que alcanzado el primer descubrimiento, se siguen otros
-derivados<span class="pagenum" id="Page_101">p. 101</span> de él como
-las consecuencias de las premisas.</p>
-
-<p>La nueva verdad hallada es, a menudo, el fruto de paciente y tenaz
-observación, la consecuencia de haber aplicado al tema más tiempo, más
-constancia y mejores métodos que nuestros predecesores. Como hemos
-dicho más atrás, la consideración escrupulosa y repetida de los mismos
-hechos acaba por dotarnos de una sensibilidad analítica refinada y
-como sobrexcitada en cuanto atañe al tema escogido. ¡Cuántas veces
-nos ha sido dado hallar, en virtud de ese golpe de vista fruto de
-la experiencia, cosas enteramente nuevas en las preparaciones donde
-nuestros discípulos nada veían de particular! Y ¡cuántos hechos nuevos
-habrán escapado a nuestra atención, cuando, bisoños todavía en la
-técnica micrográfica, cada preparación nos parecía una esfinge!</p>
-
-<p>Además del notable incremento que adquiere nuestra capacidad
-diferenciadora por la repetición de experimentos y de observaciones,
-el perseverante estudio de una cuestión nos lleva casi siempre a
-perfeccionar los métodos de investigación, determinando todas las
-condiciones del mal resultado, y por ende, las causas promotoras del
-máximo rendimiento técnico.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_102">p. 102</span>A veces, el
-descubrimiento constituye el premio de la diligencia. Trátase de
-aplicar un procedimiento reciente, y apenas explotado, a temas
-nuevos. Semejante táctica ha suscitado grandes y fáciles progresos
-en los vastos dominios de la Bacteriología, Anatomía e Histología
-comparadas.</p>
-
-<p>Dado que los grandes impulsores científicos han sido, por lo común,
-creadores de métodos, lo mejor y más congruente sería dictar reglas
-para el hallazgo de estos. Desgraciadamente, en las Ciencias biológicas
-casi todos los recursos analíticos débense al azar.</p>
-
-<p>En general, cabe afirmar que los métodos representan felices
-aplicaciones a un dominio científico de verdades pertenecientes a
-otra disciplina del saber; mas esta aplicación suele ser obra de
-tanteos azarosos, o cuando más, se inspira en vagas analogías. En
-Bacteriología, Histología e Histoquímica, por ejemplo, los métodos
-representan, según dejamos apuntado ya, efectos selectivos de materias
-colorantes o de reactivos creados por la Química moderna. Ninguna
-razón plausible, a no ser el intento de provocar la casualidad, pudo
-inspirar a Gerlach la coloración de los núcleos por el carmín; a Máximo
-Schültze el empleo del ácido ósmico en el tejido<span class="pagenum"
-id="Page_103">p. 103</span> nervioso; a Hannover la introducción del
-ácido crómico y bicromatos en el endurecimiento de los tejidos; a
-Koch, Ehrlich y otros, el aprovechamiento de las anilinas para la
-impregnación de las bacterias, etc.</p>
-
-<p>Si conociéramos de un modo perfecto la composición química de las
-células vivas, los resultados debidos a la aplicación de tal o cual
-reactivo colorante vendrían a ser mera deducción de los principios
-de la Química biológica. Empero, hallándonos harto distantes de este
-ideal, quienes pretendan descubrir nuevos métodos biológicos no tienen
-más recurso que someter los tejidos vivos a los mismos ciegos ensayos
-a que se entregaban los químicos de los pasados siglos para lograr, de
-vez en cuando, del conflicto y mezcla de varios cuerpos, combinaciones
-imprevistas.</p>
-
-<p>Menester es, pues, fiar algo a la casualidad, provocándola mediante
-una serie reiterada de tanteos, en los cuales no podemos ser guiados
-más que por la intuición auxiliada por el conocimiento, todo lo
-profundo y preciso posible, de los reactivos y procederes técnicos
-recién introducidos en la Química y la Industria.</p>
-
-<p>Y esto nos lleva a decir algo de la casualidad en la esfera de la
-investigación científica. Entra<span class="pagenum" id="Page_104">p.
-104</span> por mucho, positivamente, el azar en la labor empírica, y no
-debemos disimular que a él debe la Ciencia brillantes adquisiciones;
-pero la casualidad no sonríe al que la desea, sino al que <i>la
-merece</i>, según la gráfica frase de Duclaux. Y es preciso reconocer
-que solo la merecen los grandes observadores, porque ellos solamente
-saben solicitarla con tenacidad y perseverancia deseables; y cuando
-obtienen la impensada revelación, solo ellos son capaces de adivinar su
-transcendencia y alcance.</p>
-
-<p>En la ciencia, como en la lotería, la suerte favorece comúnmente
-al que juega más, es decir, al que, a la manera del protagonista
-del cuento, remueve continuamente la tierra del jardín. Si Pasteur
-descubrió por azar las vacunas bacterianas, también colaboró su genio,
-que vislumbró todo el partido que podía sacarse de un hecho casual,
-a saber: el rebajamiento de la virulencia de un cultivo bacteriano
-abandonado al aire, y verosímilmente atenuado por la acción del
-oxígeno.</p>
-
-<p>La historia de la Ciencia está llena de hallazgos parecidos: Scheele
-tropezó con el cloro, trabajando en aislar el manganeso; Cl. Bernard,
-imaginando experimentos encaminados a sorprender el órgano destructor
-del azúcar, halló la<span class="pagenum" id="Page_105">p. 105</span>
-función glucogénica del hígado, etc. En fin, ejemplos recientes de
-casi milagrosa fortuna son los estupendos descubrimientos de Röntgen,
-Becquerel y los Curie.</p>
-
-<p>Pura casualidad fue, según es notorio, el descubrimiento de los
-<i>rayos X</i>, hecho por el profesor Röntgen. Repetía este sabio
-en su laboratorio de Würzburgo los experimentos de Lenard sobre las
-singulares propiedades de los <i>rayos catódicos</i>. Según costumbre,
-estas radiaciones eran proyectadas sobre pantalla fluorescente de
-<i>platino-cianuro de bario</i>. Y al objeto de averiguar la duración
-del fenómeno fluorescente, ocurriósele un día obscurecer el laboratorio
-cubriendo con caja de cartón la ampolla de Crookes, aparato generador,
-según es notorio, de los citados rayos catódicos. Puesta en acción la
-bobina, miró a la pantalla y vio con extraordinario asombro que esta se
-iluminaba intensamente. Interpuso después un trozo de madera, un libro,
-y siguió observando que las radiaciones —los rayos nuevos— atravesaban
-fácilmente estos cuerpos opacos. En fin, en momentos de febril
-impaciencia, intercaló casualmente la mano entre la ampolla de Crookes
-y la pantalla receptora, cuando, sobrecogido de intensa emoción,
-acaso con espanto, contempló espectáculo macabro: sobre la<span
-class="pagenum" id="Page_106">p. 106</span> superficie del cuerpo
-fluorescente dibujábanse fielmente en negro los huesos de la mano,
-como si no existieran los tejidos envolventes. Los maravillosos rayos
-X quedaban descubiertos, y con ellos la <i>radioscopia</i>. Pronto
-siguieron la <i>radiofotografía</i> y las admirables aplicaciones
-quirúrgicas e industriales de todos conocidas.</p>
-
-<p>El segundo caso, muy elocuente también, fue el descubrimiento
-fortuito de la <i>radioactividad</i> de la materia, debido al insigne
-físico francés Henri Becquerel.</p>
-
-<p>Ya el malogrado H. Poincaré habíase preguntado si al fin no
-resultaría que la producción de rayos X es propiedad de los cuerpos
-fluorescentes. Deseando confirmar esta conjetura y bien preparado,
-además, para tal linaje de indagaciones, M. Becquerel proyectó ensayar
-el <i>sulfato de uranio</i>, cuerpo típicamente fluorescente. Pero
-corrían los nebulosos días de febrero, y el sol no se dignaba aparecer.
-En espera de que el astro rey disipara las densas brumas de París,
-había el referido físico preparado con mucha antelación el experimento,
-colocando sobre placa sensible, cubierta de papel negro, varios
-cristales de sulfato de uranio, e interponiendo, además, una cruz de
-cobre. La impaciencia le devoraba. Aguijado por ella, ocúrrele cierto
-día<span class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span> extraer la placa
-de su envoltura protectriz, y revelarla a la ventura. Grande fue su
-asombro al advertir, contra todas sus presunciones (la sal de uranio
-había permanecido en la obscuridad), intensa impresión en la placa,
-donde se mostraban dibujados en negro los cristales de la sal uránica,
-y en claro la referida cruz metálica. Había, sin querer, descubierto
-la <i>radioactividad</i> de la materia, una de las más prodigiosas
-conquistas de la ciencia moderna.</p>
-
-<p>Mas lo chocante y estupendo del caso fue que M. Becquerel realizó
-tamaño descubrimiento (que le valió el premio Nobel) guiado por
-falsa hipótesis (relación etiológica entre la emisión de rayos X y
-la fluorescencia). Precisamente de todos los cuerpos fluorescentes
-conocidos, <i>solo el uranio</i> posee poder radioactivo. Como se ve,
-el efecto fue teatral; se diría preparado por un genio irónico empeñado
-en impulsar la Ciencia, a pesar de las más erróneas concepciones.</p>
-
-<p>Mas es forzoso convenir en que, si muchos sabios descubrieron
-lo que no buscaban, todos ellos buscaron con admirable tenacidad,
-y fueron dignos del éxito, porque con rara penetración, acertaron
-a sorprender los grandes progresos latentes en las tímidas y
-fragmentarias revelaciones del acaso. En suma: el azar afortunado<span
-class="pagenum" id="Page_108">p. 108</span> suele ser casi siempre el
-premio del esfuerzo perseverante.</p>
-
-<p>Solicitar la ayuda de la casualidad, es como agitar el agua turbia
-para que suban y se hagan patentes los objetos sumergidos en el fondo.
-Todo observador hará bien en tentar su buena ventura; empero no
-confiará demasiado en ella, y apelará más a menudo al trabajo reglado,
-pues quien domina los métodos y está al corriente de los problemas
-todavía no resueltos, pero susceptibles de solución, logra casi
-siempre, sin aventurarse en probaturas de ordinario infecundas, algún
-descubrimiento de más o menos valía.</p>
-
-<p>Conquistado el primer hecho nuevo (sobre todo si este es de
-aquellos cuyo advenimiento provoca en el ambiente científico nuevas
-corrientes de ideas), nuestra tarea será tan llana como brillante:
-como que se reducirá a ir sacando progresivamente las consecuencias
-que entraña la reciente adquisición en las diversas esferas de la
-Ciencia. Por eso se ha dicho que el primer descubrimiento es el que
-cuesta; los demás suelen ser corolarios del primero. Doctrina sabida
-es, y proclamada por filósofos como Taine, y por científicos como
-Tyndall, que todo problema resuelto plantea infinidad de nuevas<span
-class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span> cuestiones, y que el
-descubrimiento de hoy contiene en germen los descubrimientos del
-mañana. La cima de la verdad, con tantos esfuerzos escalada, que
-mirada desde el valle semejaba montaña imponente, no es sino minúscula
-estribación de formidable cordillera que se columbra a través de la
-niebla, atrayéndonos con insaciable curiosidad. Satisfagamos esta
-ansia de subir, y aprovechando el plácido descanso que proporciona
-la contemplación del nuevo horizonte, meditemos desde la cima recién
-conquistada el plan que debe conducirnos a más altas regiones.</p>
-
-<p>Pero, según dejamos dicho, la fortuna de inaugurar un estudio lleno
-de promesas con un hecho trascendental es rara, y ningún investigador
-prudente debe contar demasiado con ella; por donde, para iniciar
-nuestra obra, no debemos vacilar en partir del descubrimiento de otros.
-Así y todo, no ha de faltarnos labor, y labor fecunda. El nuevo hecho,
-fruto del ajeno desvelo, suele causar una revolución en el ambiente
-científico: convierte en sospechosas doctrinas antes estimadas como
-verdades firmes; suscita nuevas posiciones de equilibrio en esas vagas
-regiones de lo conjetural que forman el tránsito de lo conocido a
-lo desconocido; y plantea una serie de nuevas<span class="pagenum"
-id="Page_110">p. 110</span> cuestiones que el iniciador, falto de
-tiempo, no pudo resolver por sí mismo.</p>
-
-<p>Además, en el orden crítico este deja casi siempre incompleta
-su obra: influido todavía por la tradición, no acierta a romper
-abiertamente con los prejuicios del pasado; receloso, acaso, de
-hallar demasiada oposición en el ambiente científico, e impaciente de
-aprobaciones y aplausos, presenta su teoría como una transacción entre
-viejas y novísimas doctrinas. Por tal motivo, un observador menos
-meticuloso, llegado de refresco, suele perfeccionar, con poco esfuerzo,
-la obra del iniciador, sacando de ella las últimas consecuencias
-teóricas y prácticas. Todo ese cúmulo de problemas suscitados por la
-nueva conquista científica, constituye terreno fecundísimo para el
-novel investigador. A él acudirá, bien templadas sus armas analíticas,
-sin arrogancia ni esperanza excesiva; pero no confíe en llegar solo:
-allí encontrará también una pléyade de émulos que intentarán ganarle
-por la mano, y a los cuales se adelantará solamente a fuerza de
-actividad, penetración y perseverancia.</p>
-
-<p>Finalmente, cuando nos hallemos en presencia de varios temas
-igualmente favorables y fecundos, escogeremos aquel cuya metodología
-nos sea perfectamente conocida, y por el que<span class="pagenum"
-id="Page_111">p. 111</span> sintamos decidida simpatía. Es consejo de
-buen sentido que Darwin daba a sus discípulos cuando le demandaban tema
-de estudio. Y la razón es que nuestro entendimiento redobla sus fuerzas
-cuando columbra en lontananza el premio del placer o de la utilidad.</p>
-
-<p>El explorador de la naturaleza —lo hemos repetido varias veces—
-debe considerar la investigación cual <i>deporte</i> incomparable,
-en donde todo, desde los procederes técnicos hasta la elaboración
-doctrinal, constituye perenne manantial de gratas satisfacciones. Quien
-en presencia de un arduo problema no sienta crecer su entusiasmo, ni
-acrecentarse sus fuerzas; quien, al aproximarse el solemne momento del
-<i>fiat lux</i> impacientemente esperado, no tenga el alma inundada
-por la emoción precursora del placer, debe abandonar las empresas
-científicas, porque la Naturaleza no otorga sus favores a los fríos de
-condición, y la frialdad es a menudo inequívoco signo de impotencia.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/flor.jpg"
- style="width: 4em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch5">
- <p><span class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/coles.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO V</h2>
- <p class="subh2">Enfermedades de la voluntad.</p>
-</div>
-
-<p>Todos hemos visto profesores superiormente dotados, desbordantes
-de actividad e iniciativas, en posesión de suficientes medios de
-trabajo, y que, sin embargo, no realizan obra personal ni escriben casi
-nunca. Sus discípulos y admiradores esperan con ansia la obra grande,
-legitimadora del alto concepto que del maestro se formaron; pero la
-<i>obra grande</i> no se escribe y el maestro continúa callando.</p>
-
-<p>No nos engañen el optimismo y el buen deseo. A despecho del mérito
-excepcional y del celo y actividad desplegados en determinadas
-funciones docentes, dichos maestros son enfermos de la voluntad. No
-lo serán acaso a los ojos del frenópata; su modorra y dejadez no
-justifican todavía el diagnóstico de <i>abulia</i>; pero sus discípulos
-y amigos harán bien en considerarlos como anormales y de proponerles,
-con el respeto<span class="pagenum" id="Page_114">p. 114</span>
-y dulzura debidos a su alta mentalidad, tratamiento espiritual
-adecuado.</p>
-
-<p>Estos ilustres fracasados agrúpanse en las principales clases
-siguientes: <i>dilettantes o contempladores</i>, <i>eruditos
-o bibliófilos</i>, <i>organófilos</i>, <i>megalófilos</i>,
-<i>descentrados</i> y <i>teorizantes</i>.</p>
-
-<p><i>Contempladores.</i>—Variedad morbosa muy frecuente entre
-astrónomos, naturalistas, químicos, biólogos y físicos, reconócese en
-los síntomas siguientes: Amor a la contemplación de la Naturaleza, pero
-solo en sus manifestaciones estéticas: los espectáculos sublimes, las
-bellas formas, los colores espléndidos y las estructuras elegantes. Si
-el <i>dilettante</i> es botánico, quedará para siempre anclado en la
-admiración de las algas, singularmente de las <i>diatomeas</i>, cuyos
-elegantes carapachos cautivarán su admiración. En su culto fetichista,
-pasará sus horas examinando y fotografiando de mil maneras tan
-interesantes seres, componiendo con ellos letreros, grecas, escudos y
-otros primores ornamentales, pero sin añadir al copioso catálogo de las
-especies conocidas una variedad nueva ni contribuir en lo más mínimo al
-conocimiento de la estructura, evolución y funcionalismo de los citados
-microorganismos.</p>
-
-<p>Si el sibarita científico es histólogo, se consagrará<span
-class="pagenum" id="Page_115">p. 115</span> con amor al arte de prestar
-a las células y tejidos orgánicos vistosas coloraciones; dominará a
-maravilla la jeringuilla de inyección, y en su ingenua admiración de lo
-pintoresco, pasará sus veladas dibujando las elegantes redecillas que
-el carmín y el azul de Prusia bordan en los capilares del intestino,
-músculos y glándulas. A gala tendrá el dominar los más elegantes
-métodos de tintorería histológica, sin sentir jamás la tentación de
-aplicarlos a un tema nuevo o dilucidar una cuestión litigiosa.</p>
-
-<p>Si es geólogo, permanecerá arrobado examinando a la luz polarizada
-los espléndidos colores mostrados por las secciones de rocas; si
-bacteriólogo, se aficionará al coleccionamiento y cultivo de los
-microbios cromógenos y fosforescentes; si astrónomo, consagrará sus
-ocios a fotografiar las montañas de la luna o las manchas del sol...</p>
-
-<p>¿A qué seguir? Todos nuestros lectores recordarán tipos y variedades
-interesantes de esta especie, tan simpática por su entusiasmo juvenil y
-verbo cálido y cautivador, como estéril para el progreso efectivo de la
-ciencia.</p>
-
-<p><i>Bibliófilos y políglotas.</i>—Como el micrógrafo se recrea en
-la diatomea o el zoólogo en conchas, insectos y pájaros de vistosa
-librea, el bibliófilo<span class="pagenum" id="Page_116">p. 116</span>
-se deleita con la lectura del libro o monografía novísimos, de esas
-monografías trascendentales, renovadoras, que solo recibe él y de
-que nuestro erudito se sirve maravillosamente para asombrar a sus
-amigos.</p>
-
-<p>Los síntomas de esta dolencia son: tendencias enciclopedistas;
-dominio de muchos idiomas, algunos totalmente inútiles; abono exclusivo
-a Revistas poco conocidas; acaparamiento de cuantos libros novísimos
-aparecen en el escaparate de los libreros; lectura asidua de lo que
-importa saber, pero sobre todo, de lo que a pocos interesa; pereza
-invencible para escribir y desvío del seminario y del laboratorio.</p>
-
-<p>Como es natural, nuestro erudito vive <i>en</i> y <i>para</i>
-su biblioteca, que es copiosa y monumental. Allí recibe a sus
-contertulios, a quienes cautiva con una conversación amena,
-brincadora, variadísima, iniciada de ordinario con estas o parecidas
-interrogaciones: ¿Ha leído usted el libro de Fulano? (aquí un nombre
-yanqui, alemán, ruso o escandinavo). ¿Conoce usted la sorprendente
-teoría de Zutano? Y sin oír la respuesta, el erudito desarrolla, con
-calurosa elocuencia, una doctrina las más veces estrafalaria y audaz,
-sin base objetiva suficiente y solo pasadera como tema de espiritual
-<i>causerie</i>.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_117">p. 117</span>Estos indolentes
-de la ciencia, que hablan de todo, malogrando y derrochando facultades
-exquisitas, ignoran una cosa muy sencilla y muy humana: que son
-censurados de sus mismos amigos y aduladores, a quienes inspiran más
-piedad que respeto. Y desconocen también, o al menos no sienten con
-la vehemencia debida, esta verdad trivial: que la erudición posee muy
-escaso valor cuando no representa la preparación y el pródromo de la
-acción personal intensa y perseverante. Todo su afán se cifra en pasar
-por monstruos de talento y de cultura, sin reparar que solo esfuerzo
-vivificante puede librar al sabio del olvido y la injusticia.</p>
-
-<p>No hay, por fortuna, en este punto que insistir mucho para
-rectificar juicios sociales equivocados. Nadie ignora que vale quien
-sabe y actúa, y no quien sabe y se duerme. Rendimos tributo de
-veneración a quien añade una obra original a una biblioteca, y se
-lo negamos a quien lleva una biblioteca en la cabeza. Para resultar
-fonógrafo, no valía la pena de haber complicado con el estudio y la
-reflexión la organización del cerebro. En cosa de más enjundia hay
-que emplear nuestras neuronas. Saber, pero transformar; conocer, pero
-obrar: tal es la norma del verdadero hombre de ciencia.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_118">p. 118</span>Brindemos, pues,
-nuestro aplauso y gratitud a quienes dejaron estela de verdades
-luminosas, y olvidemos a quienes se fatigaron estérilmente, convertidos
-en girándulas de sonoras palabras. Al modo del tenor, el erudito
-elocuente puede, sin duda, recibir en vida, en la cálida intimidad
-de su tertulia, plácemes entusiastas; pero en vano esperará las
-aclamaciones del gran teatro del mundo. El público del sabio vive lejos
-o no vive aún; lee y no oye; es tan austero y recto, que no reconoce
-más títulos a la gratitud y al respeto que las verdades nuevas puestas
-en circulación en el mercado cultural.</p>
-
-<p><i>Los megalófilos.</i>—Caracterízase esta variedad de malogrados
-por atributos nobles y simpáticos. Estudian mucho, pero aman también el
-trabajo personal; poseen el culto de la acción y dominan los métodos
-inquisitivos; rebosan de patriotismo sincero y ansían enaltecer su
-nombre y honrar a su país con admirables conquistas.</p>
-
-<p>Y, sin embargo, un error funesto esteriliza sus afanes.
-Evolucionistas convencidos en teoría, resultan providencialistas en
-la práctica. Como si confiaran en el milagro, desean estrenarse con
-hazaña prodigiosa. Recordando acaso que Hertz, Mayer, Schwann, Röntgen,
-Curie, iniciaron su vida científica con un gran descubrimiento,
-aspiran<span class="pagenum" id="Page_119">p. 119</span> a ascender,
-desde el primer combate, de soldados a generales, y se pasan la vida
-planeando y dibujando, construyendo y rectificando, siempre en febril
-actividad, siempre en plena revisión, incubando el gran engendro, la
-obra asombrosa y arrolladora. Y los años transcurren, y la expectación
-se fatiga, y los émulos murmuran, y los amigos estrujan la imaginación
-para cohonestar el silencio del grande hombre. Y mientras tanto, sobre
-aquel tema tan detenidamente explorado, acariciado y lamido, llueven en
-el extranjero importantes monografías que arrebatan, ¡ay!, a nuestro
-ambicioso investigador el halago de la prioridad, y le obligan a
-cambiar de rumbo. Sin desanimarse, el megalófilo aborda otro tema, y
-cuando tiene casi construido el imponente monumento, nuevos émulos,
-que se permiten fabricar ciencia al pormenor, vuelven a amargarle la
-existencia. Y al fin llega a la vejez entre el silencio indulgente de
-los discípulos y la irónica sonrisa de los sabios.</p>
-
-<p>¡Y todo por no haberse plegado desde el principio, modesta y
-humildemente, a esta ley de naturaleza, que es también táctica de buen
-sentido!: Abordar primeramente los pequeños problemas, para acometer
-después, si el éxito sonríe y las fuerzas crecen, las magnas hazañas
-de<span class="pagenum" id="Page_120">p. 120</span> la investigación.
-Esta actitud prudente podrá no conducir siempre a la gloria; pero
-en todo caso nos granjeará la estima de los sabios y el respeto y
-consideración de nuestros conciudadanos.</p>
-
-<p>A guisa de subvariedad de los <i>megalófilos</i> consideramos
-los <i>proyectistas</i>, que recuerdan a los antiguos arbitristas.
-Distínguense fácilmente por la ebullición y superabundancia de ideas y
-de planes de acción. Ante sus ojos optimistas, todo aparece de color
-de rosa. Por seguro tienen que, una vez secundadas, sus iniciativas
-abrirán amplios horizontes a la ciencia y rendirán frutos prácticos
-inestimables. Solo hay que deplorar una pequeña contrariedad: ninguna
-empresa llega a plena sazón. Todas se malogran, unas veces por escasez
-de medios, otras por ausencia de ambiente, las más por falta de
-discípulos capaces de cooperar a la magna obra, o de Corporaciones
-y Gobiernos suficientemente cultos y avisados para alentarla y
-recompensarla.</p>
-
-<p>La realidad es que no trabajan bastante; fáltales perseverancia.
-Como decía agudamente Gracián en su <i>Oráculo manual</i>: «Todo se les
-va a algunos en comenzar y nada acaban; inventan, pero no prosiguen;
-todo <i>para</i> en <i>parar</i>... Mate<span class="pagenum"
-id="Page_121">p. 121</span> el sagaz la caza, no se le vaya todo en
-levantarla».</p>
-
-<p><i>Organófilos.</i>—Variedad poco importante de infecundos,
-reconócense en seguida por una especie de culto fetichista hacia los
-instrumentos de observación. Fascinados por el brillo del metal, como
-la alondra por el espejuelo, cuidan amorosamente de sus ídolos, que
-guardan como en sagrario, relucientes como espejos y admirablemente
-presentados. Reposo y disciplina conventual reinan en el laboratorio,
-donde no hay una mancha ni se oye el menor rumor.</p>
-
-<p>En los amplios bolsillos del organófilo las llaves sonajean de
-continuo. Imposible que el ayudante o los alumnos consulten, en
-ausencia del profesor, la monografía o el aparato imprescindibles.
-Microscopios, espectroscopios, balanzas de precisión, reactivos, etc.,
-están guardados y lacrados con siete sellos. ¡No faltaría más que,
-por una condescendencia punible del jefe, el ayudante estropeara el
-objetivo de Zeiss, el refractrómetro o el aparato de polarización!
-¡Ello sería horrible! Además, ¿no es él el único responsable del
-material científico, arca santa de la Universidad, y no tendrá en
-su día que rendir estrecha cuenta a sus superiores? ¿Investigar?
-¿Comprobar? ¡Ya lo hará cuando tenga tiempo,<span class="pagenum"
-id="Page_122">p. 122</span> y luego que lleguen ciertas novísimas
-Monografías cuya consulta le es indispensable! ¡Ah!, si el Gobierno
-le aumentase la consignación de material, quizá podría desprenderse,
-en obsequio a la enseñanza, de parte del sagrado depósito... ¡Pero
-mientras tanto!...</p>
-
-<p>Estos maestros —de que nuestros lectores recordarán más de un
-ejemplar— erraron la vocación<a id="FNanchor_17" href="#Footnote_17"
-class="fnanchor">[17]</a>. Creen ser buenos docentes y celosos
-funcionarios y, en realidad, son excelentes amas de casa. ¿Verdad que
-recuerdan a esas excelentes señoras, las cuales adornan primorosamente
-la sala, ordenan escrupulosamente los muebles, barnizan diariamente el
-<i>parquet</i> y, en evitación de manchas y desarreglos, reciben a sus
-relaciones en el comedor?</p>
-
-<p>Claro es que de los organófilos empedernidos no puede sacarse
-partido. Padecen morbo casi incurable, sobre todo si va asociado, según
-ocurre con frecuencia, a cierto estado moral poco confesable: a la
-preocupación egoísta y antipática de impedir que otros trabajen, ya que
-ellos no saben o no quieren trabajar.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_123">p. 123</span><i>Los
-descentrados.</i>—Si el profesorado no fuera a menudo entre nosotros
-mero escabel de la política o decoroso reclamo de la clientela
-profesional; si a nuestros candidatos a la cátedra se les exigieran,
-en concursos y oposiciones, pruebas objetivas de aptitud y vocación,
-en vez de pruebas puramente subjetivas y, en cierto modo, proféticas,
-abundarían menos esos casos de chocante contradicción entre la vocación
-real y la actividad oficial, entre la función retribuida y la actividad
-libre.</p>
-
-<p>«Una de las causas de la prosperidad de Inglaterra —me decía un
-profesor de Cambridge— consiste en que, entre nosotros, cada cual ocupa
-su puesto.» Lo contrario de lo que, salvando honrosas excepciones,
-acontece en España, en donde muchos parecen ocupar un puesto, no para
-desempeñarlo, sino para cobrarlo y tener de paso el gusto de excluir a
-los aptos.</p>
-
-<p>¿Quién no recuerda generales nacidos para pacíficos burócratas o
-jueces de paz; profesores de medicina cultivando la literatura o la
-arqueología; ingenieros escribiendo melodramas; patólogos dedicados a
-la moral, y metafísicos votados a la política? De donde resulta que, en
-lugar de consagrar a la actividad oficial todas las fuerzas de nuestro
-espíritu, le rendimos solamente<span class="pagenum" id="Page_124">p.
-124</span> mínima parte de ellas, y eso de mala gana y como cumpliendo
-penosa obligación.</p>
-
-<p>No pretendemos, empero, que la vida del profesor y, en general,
-del hombre de ciencia, sea tan austera y rigorista que haya de
-consumirse por entero en la tarea profesional. Desearíamos solamente
-que a ocupaciones amenas o de mero pasatiempo dedicara el sobrante
-de su actividad, esos sanos coqueteos de la atención enervada por la
-intensidad y monotonía de la diaria labor.</p>
-
-<p>Más que anormales —pensará alguno— los <i>descentrados</i> son
-infortunados a quienes circunstancias adversas impusieron oficio
-contrario a sus inclinaciones. Sin embargo, bien consideradas las
-cosas, dichos fracasados entran también en la categoría de abúlicos,
-porque carecen de la energía necesaria para cambiar de camino,
-armonizando al fin la vocación con el empleo.</p>
-
-<p>Los descentrados crónicos parécennos enfermos desahuciados. No así
-los jóvenes, a quienes sugestiones de familia o tiranías del medio
-moral desviaron de su destino, obligándoles a trabajo de forzados.
-Flexibles todavía las coyunturas mentales, harán bien en cambiar
-de dirección en cuanto soplen vientos favorables. Aun aquellos
-que, amarrados a una ciencia extraña a sus<span class="pagenum"
-id="Page_125">p. 125</span> aficiones, viven como desterrados de su
-patria ideal, podrían redimirse y trabajar con provecho si, levantando
-el ánimo al cumplimiento de sagrados deberes, procuraran buscar dentro
-de sus tareas oficiales algún dominio agradable, donde laborar hondo
-y bien. ¿Qué ciencia carece de algún oasis deleitoso donde nuestra
-inteligencia encuentre útil empleo y plena satisfacción?</p>
-
-<p><i>Los teorizantes.</i>—Hay cabezas cultísimas y superiormente
-dotadas, cuya voluntad padece una forma especial de pereza, tanto más
-grave cuanto que ni a ellos se lo parece ni por tal suele reputarse.
-He aquí sus síntomas culminantes: talento de exposición; imaginación
-creadora e inquieta; desvío del laboratorio y antipatía invencible
-hacia la ciencia concreta y los hechos menudos. Pretenden ver en
-grande y viven en las nubes. Prefieren el libro a la monografía y
-las hipótesis brillantes y audaces a las concepciones clásicas, pero
-sólidas. En presencia de un problema difícil, sienten irresistible
-tentación, no de interrogar a la Naturaleza, sino de formular una
-teoría. Como acierten a percibir tenue y artificiosa analogía entre
-dos fenómenos, o logren encajar el hecho nuevo en el marco de una
-concepción general verdadera o falsa, danse por satisfechos, y se
-creen excelsos reformadores. El<span class="pagenum" id="Page_126">p.
-126</span> método es legítimo en principio, pero abusan de él, cayendo
-en la inocencia de considerar las cosas bajo un solo aspecto. Para
-ellos lo esencial es la estética de la concepción. Poco importa que se
-funde en el aire, con tal de que sea bella e ingeniosa, ponderada y
-simétrica.</p>
-
-<p>Como es natural, las decepciones persiguen al teorizante. El medio
-científico actual es tan poco propicio a las teorías, que aun las que
-llevan el sello del genio necesitan para imponerse lustros de lucha
-y de incesante laboreo experimental. ¡Han caído tantas doctrinas que
-parecían inconmovibles!</p>
-
-<p>En el fondo, el teorizante es un perezoso disfrazado de diligente.
-Sin percatarse de ello, obedece a la ley del mínimo esfuerzo. Porque es
-más fácil forjar una teoría que descubrir un fenómeno.</p>
-
-<p>Liebig, buen juez en estas materias, escribía paternalmente al
-joven Gebhard, químico de grandes alientos, pero harto inclinado a
-las síntesis ambiciosas: «No hagas hipótesis. Ellas te acarrearán la
-enemiga de los sabios. Preocúpate de aportar hechos nuevos. Los hechos
-son los únicos méritos no regateados por nadie; hablan alto en nuestro
-favor, pueden ser comprobados por todos los hombres inteligentes,
-nos crean<span class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span> amigos e
-imponen la atención y el respeto a los adversarios».</p>
-
-<p>Y Liebig tenía muchísima razón. Las teorías son, en efecto,
-peligrosísimas para el porvenir de un principiante. Adoctrinar
-envuelve cierta arrogancia pedante, algo como alarde de superioridad
-intelectual, que solo se perdona al sabio ilustrado por larga serie
-de descubrimientos positivos. Adquiramos primero personalidad
-seamos obreros útiles; más adelante veremos si se nos consiente ser
-arquitectos.</p>
-
-<p>Acaso el lector, recordando lo que dejamos en otro lugar expuesto
-acerca de la necesidad de las hipótesis, se pregunte si no cometemos
-inconsecuencias. Hay que distinguir entre las hipótesis de trabajo
-(<i>Arbeitenhipothesen</i> de Weissmann) y las teorías científicas. La
-hipótesis constituye interrogación interpretativa de la naturaleza.
-Forma parte de la investigación misma, como que representa su fase
-inicial, su antecedente casi necesario. Pero especular de continuo, es
-decir, teorizar por teorizar, sin acudir al análisis objetivo de los
-fenómenos, es perderse en idealismos sin consistencia, es volver la
-espalda a la realidad.</p>
-
-<p>Insistamos una vez más en esta conclusión evidente: el haber
-positivo de un sabio hállase<span class="pagenum" id="Page_128">p.
-128</span> formado por el conjunto de los hechos originales que aporta.
-Las hipótesis pasan, pero los hechos quedan. Las teorías nos abandonan,
-los hechos nos defienden. Ellos son nuestro capital efectivo, nuestros
-bienes raíces y nuestra mejor ejecutoria, y en la eterna mudanza de
-las cosas ellos solo se salvarán de los ultrajes del tiempo y del
-olvido o de la injusticia de los hombres. Fiarlo todo al éxito de una
-concepción, vale tanto como ignorar que cada quince o veinte años se
-renuevan las teorías. ¡Qué de hipótesis, al parecer definitivas, no han
-caído ruidosamente en física, en química, en geología, en biología,
-etc., durante los últimos lustros! En cambio, ahí están inmutables, y
-desafiando a la crítica, los hechos bien observados de la anatomía y
-fisiología, de la química y de la geología, las leyes y ecuaciones de
-la astronomía y de la física. «Dadme un hecho —decía Carlyle— y yo me
-postro ante él.»</p>
-
-<p>En suma: el principiante consagrará su máxima actividad a descubrir
-hechos nuevos, haciendo observaciones precisas, experimentos fecundos,
-descripciones exactas. De las hipótesis se servirá a título de
-sugeridoras de planes de investigación y promotoras de nuevos temas de
-trabajo. Si, a pesar de todo, se siente compelido<span class="pagenum"
-id="Page_129">p. 129</span> a crear vastas generalizaciones
-científicas, hágalo más adelante, cuando el caudal de observaciones
-originales allegadas le haya granjeado sólida autoridad. Entonces, y
-solo entonces, será oído con respeto y discutido sin desdén. Y si la
-fortuna le acompaña, ceñirá al fin la doble corona de investigador y de
-filósofo.</p>
-
-<p>Hemos descrito los principales tipos de fracasados, haciendo
-resaltar, quizás con tintas algo subidas, sus flaquezas éticas y sus
-lacerias intelectuales. Nuestro propósito ha sido ponerles delante el
-espejo donde, tanto ellos como sus discípulos y admiradores, contemplen
-su deformidad. No confiamos, empero, en la eficacia de nuestro
-diagnóstico para corrección de los maduros y osificados. A los jóvenes
-que, en su candor, envidian prestigios más que discutibles, se dirigen
-nuestros consejos. Y se enderezan, sobre todo, a esos profesores cultos
-y capaces de trabajar con fruto, pero que, influidos por el mal ejemplo
-y faltos de disciplina interior, comienzan a sentir, con el desmayo
-del trabajo personal, el deseo malsano y antipatriótico de imitar a
-nuestros engreídos infecundos.</p>
-
-<p>Si, a pesar de todos los consejos, la reacción mental se retarda,
-hagan examen de conciencia y vean si no están en el caso de sufrir una
-cura<span class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span> espiritual en
-el extranjero. El laboratorio del sabio es un sanatorio incomparable
-para los extravíos de la atención y los desmayos de la voluntad. En
-él se desvanecen viejos prejuicios y se contraen sublimes contagios.
-Allí, al lado de un sabio laborioso y genial, recibirá nuestro
-abúlico el bautismo de sangre de la investigación; allí contemplará,
-con noble envidia, ardorosa emulación por arrancar secretos a lo
-desconocido; allí respirará el desdén sistemático hacia las vanas
-teorías y los discursos retóricos; allí, en fin —en extrañas tierras—,
-sentirá renacer el santo patriotismo. Y cuando, lanzado en el
-camino del trabajo personal, cuente en su haber algunos estimables
-descubrimientos, de regreso al país natal, aprenderá a escatimar sus
-admiraciones y mirará con desdén, casi con lástima, a sus antiguos
-ídolos.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/flor.jpg"
- style="width: 4em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch6">
- <p><span class="pagenum" id="Page_131">p. 131</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/cuadros.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VI</h2>
- <p class="subh2">Condiciones sociales favorables a la obra
- científica.</p>
-</div>
-
-<p>La producción del hombre de ciencia, como toda actividad del
-espíritu, hállase rigurosamente condicionada por el medio físico
-y moral. Con razón se ha dicho que el sabio es planta delicada,
-susceptible de prosperar solamente en un terreno especial formado por
-el aluvión de secular cultura y labrado por la solicitud y estimación
-sociales. En ambiente favorable, hasta el apocado siente crecer sus
-fuerzas; un medio hostil o indiferente abate el ánimo mejor templado.
-¿Cómo proseguir cuando a nadie interesa nuestra obra? Solo un carácter
-férreo y heroico sería capaz de sobreponerse a un medio adverso, y
-esperar, resignado y obscuro, la aprobación de la posteridad. Pero
-la sociedad no debe contar con los héroes, por si no tienen a<span
-class="pagenum" id="Page_132">p. 132</span> comodidad de aparecer.
-Atengámonos, sobre todo, a los caracteres medios y a los talentos
-regulares, como vengan asistidos de noble patriotismo y de hidalga
-ambición. A la formación y cultivo de estos patriotas del Laboratorio
-deben contribuir Gobiernos e Instituciones docentes, creándoles
-un ambiente social propicio y librándoles, en lo posible, de las
-preocupaciones de la vida material.</p>
-
-<p>Sin duda que, durante algún tiempo todavía, y en virtud de causas
-cuyo examen dejamos para otro lugar, la investigación científica en
-España será obra de abnegación y de sacrificio. Con todo eso, fuerza
-es declarar que se han exagerado mucho las resistencias morales y
-materiales opuestas al trabajo científico. Nuestros Jeremías de la
-Universidad deploran, a veces con razón, la falta de medios; pero más a
-menudo se quejan un poco teatralmente, adoptando posturas retóricas, de
-abandono y hasta de persecución.</p>
-
-<p>Tengamos la sinceridad de confesarlo: en la mayoría de los casos,
-frases desalentadoras como las siguientes: «Carezco de laboratorio;
-ejerzo una profesión incompatible con el vagar indispensable a la
-labor científica; las obligaciones de la familia me roban el tiempo y
-dinero exigidos<span class="pagenum" id="Page_133">p. 133</span> por
-el trabajo de investigación», etc., etc., representan alegatos del
-<i>dolce far niente</i> o disculpas de un patriotismo desmayado.</p>
-
-<p>Fácil será reducir a su cabal valor tales lamentaciones e insistir
-de pasada en esta verdad capital: para <i>la obra científica los medios
-son casi nada y el hombre lo es casi todo</i>.</p>
-
-<p><i>Deficiencia de medios materiales.</i>— He aquí la cómoda excusa
-que muchos profesores y no pocos doctores ajenos a la enseñanza,
-aunque aptos para la investigación, ponen por delante en cuanto se
-les interroga por sus trabajos. Si el quejumbroso es <i>filósofo</i>,
-<i>jurista</i>, <i>filólogo</i>, etc., alegará la falta de lectores
-y, sobre todo, la ausencia de biblioteca de Revistas especiales; si
-<i>bacteriólogo</i>, <i>histólogo</i> o <i>naturalista</i>, echará
-de menos un buen microscopio, reactivos, local adecuado, etc.;
-si <i>físico</i>, <i>químico</i> e <i>ingeniero</i>, repetirá la
-misma cantinela, deplorando la mezquindad del instrumental y la
-indotación del laboratorio; si astrónomo, se tenderá en el surco
-hasta que el Gobierno le proporcione magníficos telescopios, etc.
-Todos, en fin, coincidirán en que nuestros políticos, procedentes en
-su inmensa mayoría del gremio de juristas y literatos, desdeña la
-ciencia experimental y la enseñanza objetiva. E incurriendo en un
-tópico vulgar,<span class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span> no
-vacilarán en suponerlos principales responsables de nuestro atraso<a
-id="FNanchor_18" href="#Footnote_18" class="fnanchor">[18]</a>.</p>
-
-<p>Pueril fuera desconocer que hemos padecido, a menudo, ministros del
-viejo tipo retórico, sin orientación europea, y funestos, por tanto,
-al resurgimiento intelectual de nuestro país. Mas tales políticos,
-orientados hacia el pasado, devotos de la tradición y recelosos de la
-moderna cultura, han desaparecido casi por completo.</p>
-
-<p>Nuestros estadistas de hoy adolecen, sin duda, de algunos defectos
-(uno de ellos es ignorar o no sentir con suficiente energía que
-la grandeza y poderío de las naciones es obra de la ciencia, y
-que la justicia, el orden y las buenas leyes constituyen factores
-de prosperidad positivos, pero secundarios); pero en todo caso no
-incurrirán en el error antipatriótico de negar protección y subsidios
-a las eminencias de la cátedra y a las capacidades científicas
-indiscutibles. En su<span class="pagenum" id="Page_135">p. 135</span>
-ingenuo optimismo han hecho más, y es doloroso consignarlo: han
-creado espléndidos laboratorios a beneficio de varones cuya aptitud
-y patriotismo parecen harto dudosos. Y si para los hábiles de la
-intriga y del favor se crean sinecuras y se acumulan espléndidos medios
-materiales, ¿cómo les serán estos negados a maestros esclarecidos,
-ilustrados por notorios descubrimientos o por trabajos científicos de
-positiva valía?</p>
-
-<p>Tiene el político sus debilidades, pero tiene también sus noblezas.
-Y por encima de todo cultiva la habilidad y la travesura. Precisamente,
-esos mismos ministros, cuya voluntad flaquea ante los requerimientos de
-la amistad o de la clientela política, suelen ser los más solícitos en
-galardonar al mérito positivo.</p>
-
-<p>Claro es que las susodichas facilidades de trabajo se dispensan de
-preferencia a profesores aventajados y de indiscutible autoridad. Con
-mayores obstáculos tropezarán los aficionados ansiosos de renombre.
-Harán mal, empero, en desanimarse. Para seguir adelante y fomentar
-la noble vocación, tendrán que escoger entre el sacrificio o la
-subordinación, es decir, entre el laboratorio propio y el laboratorio
-oficial.</p>
-
-<p>En ausencia total de recursos materiales, todo<span class="pagenum"
-id="Page_136">p. 136</span> principiante deberá recurrir al laboratorio
-oficial. Y conseguirá, si se lo propone, figurar entre los íntimos
-del maestro. Como su fuerza de trabajo y preparación científica sean
-suficientes, ¿qué profesor le negará una mesa de labor y paternales
-consejos?</p>
-
-<p>Y, sin embargo, nosotros veríamos con más gusto al principiante
-(a poco que se lo consintieran sus recursos pecuniarios) iniciar su
-aprendizaje en laboratorio propio, organizado y sostenido con sus
-modestas economías. Sin duda que el Establecimiento oficial nos ofrece,
-con el maestro, guía valioso y, en muchos casos, irreemplazable. Pero
-la labor en común adolece de muchos inconvenientes. La brevedad de las
-horas de trabajo, la conversación y bullicio continuos, el ir y venir
-de alumnos y ayudantes, la lucha por la posesión de los instrumentos
-analíticos, y otras molestias anejas a los laboratorios universitarios,
-además de implicar pérdida de tiempo, producen una despolarización de
-la atención, nada favorable a la pesquisa científica.</p>
-
-<p>En condiciones tales, y más si el guía deja algo que desear, vale
-más trabajar a solas. Sean nuestros maestros los libros: mentores
-sabios, serenos, sin eclipses ni mal humor. Con ellos daremos cima al
-empeño soberano, que consiste,<span class="pagenum" id="Page_137">p.
-137</span> antes de descubrir, en descubrirnos; antes de modelar la
-naturaleza, en modelarnos. Forjarnos un cerebro fuerte, un cerebro
-original, exclusivamente nuestro: he ahí la labor preliminar,
-absolutamente inexcusable. Y luego, llegada la madurez técnica, ¡qué
-holguras y facilidades para la indagación personal! Ibsen pone en boca
-de un personaje este consejo dirigido a un amigo: «Sé tú mismo.» Nada
-mejor para lograrlo que laborar a solas.</p>
-
-<p>¡Oh soledad confortadora, cuán propicia eres a la originalidad del
-pensamiento! ¡Cuán dulces y fecundas las invernales veladas pasadas en
-el <i>hogar-laboratorio</i>, durante las cuales los Centros docentes
-rechazan a sus devotos! Ellas nos libran de fatales improvisaciones,
-doman nuestra impaciencia y refinan la capacidad de observación. ¡Con
-qué cariño cuidamos de los instrumentos propios, cada uno de los cuales
-representa una vanidad negada o un vicio insatisfecho! ¡En nuestro
-amor hacia ellos, apreciamos sus excelencias, notamos sus defectos,
-esquivamos sus lazos, penetramos, en fin, en su alma amiga, que
-responde siempre, sumisa y simpáticamente, a los requerimientos de la
-nuestra!</p>
-
-<p>Pero un laboratorio de investigación —reparará el lector— debe
-ser cosa dispendiosa. Error<span class="pagenum" id="Page_138">p.
-138</span> lamentable. Procurarse las herramientas necesarias, cuesta
-muy poco. Misérrimos habrán de ser los profesores, naturalistas,
-médicos, farmacéuticos, etc., para quienes sea empresa inaccesible
-costear y sostener un Centro privado de estudios experimentales.</p>
-
-<p>Permítasenos la inmodestia de citarnos a este propósito. Con las
-exiguas economías del haber de un catedrático de provincias, y sin más
-ingresos extraordinarios que algunas lecciones particulares, hubimos
-nosotros de crear y mantener, durante quince años, un laboratorio
-micrográfico y suficiente biblioteca de Revistas. Nuestro primer
-microscopio —un Verick estimable— fue adquirido a plazos. Y el caso no
-es excepcional. Lo corriente es inaugurar la propia obra con penuria de
-medios, pero con medios propios, que precisamente por serlo resultan
-singularmente educadores y fecundos. Notorio es que la mayoría de los
-descubrimientos fisiológicos, histológicos y bacteriológicos, etc.,
-fueron obra de jóvenes entusiastas, sin nombre y sin fortuna, que
-trabajaron en buhardillas o graneros. El laboratorio oficial, cómodo y
-suntuoso, llegó más adelante, como galardón del éxito científico.</p>
-
-<p>A docenas podrían citarse ejemplos clásicos de modestos comienzos.
-Faraday, aprendiz de<span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span>
-encuadernador, llevado de su entusiasmo científico, asentó de mozo
-o de mecánico en el laboratorio de Davy, alejado del cual, y sin
-haber seguido carrera alguna, montó un Centro de investigaciones, del
-que brotaron admirables conquistas, renovadoras de la ciencia de la
-electricidad. El gran Berzelius inició sus descubrimientos químicos
-en el obrador de su botica. Buena parte de los astrónomos de genio
-exploraron el cielo desde la azotea de sus casas, armados de medianos
-anteojos. Sirva de ejemplo Goldschmidt, quien desde las ventanas de su
-habitación, y ayudado de modestísimo refractor (105 mil.), descubrió, a
-fuerza de paciencia, muchos pequeños planetas.</p>
-
-<p>En suma: más que escasez de medios, hay miseria de voluntad. El
-entusiasmo y la perseverancia hacen milagros. Lo excepcional es que,
-en lujosos y bien provistos laboratorios sostenidos por el Estado, un
-novel investigador logre estrenarse con memorable hazaña científica.
-Desde el punto de vista del éxito, lo costoso, lo que pide tiempo, brío
-y paciencia, no son los instrumentos, sino, según dejamos apuntado,
-desarrollar y madurar una aptitud. A lo más, la mezquindad económica
-nos condenará a limitar nuestras iniciativas, a achicar el marco de
-la<span class="pagenum" id="Page_140">p. 140</span> indagación. Pero,
-¿no es esto una ventaja?</p>
-
-<p>Desde este aspecto, cabe distinguir dos ciencias: una dispendiosa,
-aristocrática, cuyo culto exige templos suntuosos y ricas ofrendas;
-y otra barata, casera, democrática, accesible a los más humildes
-peculios. Y esta Minerva de los humildes muéstrase singularmente
-propicia: en su bondad acoge mejor las flores de la meditación intensa
-que aparatosas y regias hecatombes. Hay, además, un noble orgullo
-en triunfar con pobres medios: el orgullo de la elegancia y de la
-sobriedad. Por otra parte, nada realza mejor la enérgica personalidad
-del investigador, distinguiéndole de la caterva de trabajadores
-automáticos, que aquellos descubrimientos donde la voluntad y la lógica
-dominan el mecanismo, y para los cuales el cerebro es casi todo y los
-medios materiales casi nada.</p>
-
-<p>Con el propósito de ser útil a nuestros lectores y desterrar
-preocupaciones económicas, vamos a descender un momento al terreno de
-las cifras, puntualizando algún presupuesto de laboratorios baratos.</p>
-
-<p>El aficionado a la <i>botánica</i>, <i>anatomía comparada</i>,
-<i>histología</i>, <i>embriología</i>, etc, necesita, por junto,
-como instrumental: un <i>microscopio Zeiss</i>, mediano modelo, con
-<i>concentrador luminoso<span class="pagenum" id="Page_141">p.
-141</span> Abbe</i>; un <i>objetivo de inmersión homogénea</i>, dos
-a seco y una pareja de <i>oculares</i> (400 a 500 pesetas); pequeño
-<i>microtomo</i> de Reichert o de Schanze (150); y <i>algunos reactivos
-y materias colorantes</i> (de 30 a 50 pesetas). En suma, un presupuesto
-total de 1.000 a 1.200 pesetas<a id="FNanchor_19" href="#Footnote_19"
-class="fnanchor">[19]</a>.</p>
-
-<p>El <i>bacteriólogo</i> y <i>anatomopatólogo</i> han menester
-material algo más variado y dispendioso, aunque todavía abordable
-para el médico o naturalista noveles: <i>Microscopio</i> igual al
-anterior, dos <i>estufas</i>, una de temperatura constante y otra de
-esterilización, <i>tubos de ensayo</i>, <i>matraces</i>, <i>jaulas</i>
-para animales, etc. Total: de 1.800 a 2.000 pesetas.</p>
-
-<p>El <i>fisiólogo</i> podrá inaugurar sus estudios con una <i>caja
-de vivisecciones</i>, <i>aparato de contención</i>, de animales,
-<i>cilindro registrador</i> de Marey, <i>carrete de inducción</i>,
-<i>pilas eléctricas</i>, etc. Todo ello costará alrededor de 1.000
-pesetas.</p>
-
-<p>Con menos instrumental todavía satisfarán sus gustos el
-<i>zoólogo</i>, el <i>geólogo</i>, y, sobre todo, el aficionado a la
-<i>psicología comparada y experimental</i> Nada más económico ni más
-cautivador<span class="pagenum" id="Page_142">p. 142</span> para un
-espíritu medianamente filosófico que el estudio de los instintos; del
-modo de reacción de los animales en presencia de los excitantes; de
-las leyes del hábito y de la memoria; del efecto perturbador causado
-por la alteración del medio físico (variación, herencia, mutación
-<i>per saltum</i>, etc.); la materia, en fin, de las observaciones y
-experimentos clásicos de los Fabre, Réaumur, Huber, Lubbock, Forel,
-Perrier, Bohm, etcétera.</p>
-
-<p>Ciertamente, mayores sacrificios impone el cultivo de la
-<i>física</i> y de la <i>química</i>. Requiérese a menudo el
-laboratorio oficial, bien provisto de costosos aparatos de medida o de
-análisis y de potentes generadores de energía motriz. Y, sin embargo,
-si nuestro físico en cierne sabe encerrarse en los límites de un tema
-especial, perteneciente a los grandes capítulos de la electricidad,
-luz, radioactividad, magnetismo, etc., podrá con ayuda de pocos
-instrumentos, trabajar también eficazmente a domicilio e ilustrarse con
-indagaciones estimables.</p>
-
-<p>La norma de confinarse en uno o en corto número de temas, posee
-valor absoluto. Quien ambicione explorar el dominio total de una
-ciencia (si ello fuera posible hoy) necesitaría, además de amplio
-local, disponer de un arsenal de<span class="pagenum" id="Page_143">p.
-143</span> instrumentos variadísimos, y, por consiguiente, enormemente
-dispendiosos. He aquí un inconveniente más de la manía enciclopédica,
-contra la cual hemos protestado en capítulos anteriores.</p>
-
-<p><i>Compatibilidad entre el ejercicio profesional y la labor
-investigadora.</i>— Poco hay que esforzarse en demostrar que, lejos de
-excluirse, ambas tareas se completan e iluminan mutuamente. Para el
-amante de la observación la práctica profesional constituye el mejor
-aliado del laboratorio. Aquella proporciona la materia inquisitiva, a
-cambio de la cual este presta al ejercicio profesional normas teóricas
-y soluciones prácticas.</p>
-
-<p>Supongamos que el hombre de carrera sea médico con regular
-clientela. Sin vacilar declaramos que no ejercerá a conciencia su
-misión sin el concurso del laboratorio privado u oficial, donde
-personalmente se ocupe en dilucidar, con el microscopio y la técnica
-química, los arduos problemas de la clínica. Ni valga alegar que falta
-tiempo para ello y que a la realización de tales trabajos responden
-los laboratorios micrográficos y químicos dirigidos por especialistas
-(análisis pericial de sangre, orinas, tumores, microbios, etc.).
-Sin duda que estos laboratorios rinden servicios útiles; pero su
-eficacia máxima se obtiene solamente cuando concurre, en quien<span
-class="pagenum" id="Page_144">p. 144</span> los dirige, la doble
-cualidad de técnico y de clínico.</p>
-
-<p>Lejos estamos de condenar las excelencias de la división del
-trabajo. Pero convengamos en que la excesiva fragmentación de la labor
-científica entraña algunos inconvenientes. Uno de los cuales consiste
-en separar lo inseparable, es decir, en localizar en cabezas diferentes
-los términos de un mismo razonamiento. Alejados, el dato experimental
-y el juicio médico apenas se prestan ayuda; asociados en el mismo
-intelecto, se iluminan y fecundan mutuamente.</p>
-
-<p>Y viniendo a nuestro asunto, ocurre preguntar ahora: si el médico,
-entregado a la dilucidación de los problemas prácticos, adquiere,
-como no puede menos de suceder, pericia experimental y dominio de los
-métodos analíticos, ¿qué le costaría avanzar un paso más y consagrarse,
-sin abandonar su profesión, a la indagación científica original? Que
-ello es posible, y aun hacedero y llano, pruébase con la conducta de
-muchos médicos prácticos del extranjero, quienes, inspirados en nobles
-ideales, supieron, entre las inquietudes y apremios del ejercicio
-profesional, organizar laboratorios privados, honrándose y honrando a
-su país con descubrimientos biológicos de valía. Citemos, entre mil, al
-ilustre Virchow,<span class="pagenum" id="Page_145">p. 145</span> que,
-siendo médico de Francfort, escribió su célebre obra sobre la Patología
-celular; a Roberto Koch, también médico práctico, domiciliado en
-Postdam, cuyas investigaciones renovaron la bacteriología con hallazgos
-técnicos fecundísimos y observaciones admirables; a la brillante
-pléyade de neurólogos de Francfort, ciudad no universitaria, donde los
-Weigert, los Ehrlich, los Edinger, etc., crearon valiosos métodos de
-investigación histológica, etc.</p>
-
-<p><i>El investigador y la familia.</i>— Los afanes y gastos exigidos
-por la creación y sostenimiento de una familia, en contraste con las
-mezquinas retribuciones con que el Estado sufraga la función docente,
-constituyen, según es harto sabido, otra de las razones alegadas por
-muchos de nuestros profesores para desertar del laboratorio y enderezar
-sus actividades a más lucrativas empresas. «La ciencia y la familia
-—afirman— son incompatibles. Puesto que la base física del profesor
-—añaden— representa mera ración de entretenimiento, ¿cómo invitar a
-nadie a compartirla? El sabio debe escoger, por tanto, entre su familia
-espiritual y su familia real; entre sus ideas y sus hijos.»</p>
-
-<p>Preciso es reconocerlo: en tales exageraciones late un fondo de
-verdad. Los afanes del hogar<span class="pagenum" id="Page_146">p.
-146</span> restan fuerzas morales y económicas a la obra de
-investigación. El ideal universitario sería un monasterio, cuyos
-monjes, consagrados de por vida al estudio de la naturaleza, se
-distrajeran un tanto de sus deberes religiosos.</p>
-
-<p>Porque somos demasiado imperfectos para consagrar por igual nuestro
-fervor a dos nobles causas. El ansia del cielo desinteresa de la
-tierra. Notorio es que los psicólogos, abismados en la contemplación
-del espíritu, desprecian el cerebro. Quienes se preocupan del diablo,
-se ríen del microbio. Y la aspiración a la gloria eterna nos aleja de
-la gloria humana. ¡La gloria!... Vana ilusión, sin duda, pero capaz
-de remover montañas y de impulsar ardientemente la humanidad hacia la
-verdad y el bien. Como el patriotismo, la pasión de la gloria debe
-sugerirse y nunca analizarse.</p>
-
-<p>Mas la vida cenobítica resultaría para la mayoría de los sabios
-intolerable sacrificio. Parece que este ideal de íntima convivencia
-fue realidad en la famosa escuela de Alejandría. Sin embargo, aquellos
-célebres geómetras y astrónomos fueron sin duda casados. Si la mujer
-es un mal, convengamos en que es un mal necesario. Poquísimos son los
-austeros para quienes la bella mitad del género humano representa
-algo<span class="pagenum" id="Page_147">p. 147</span> así como vistoso
-ejemplar de colección ornitológica. Además, mala táctica de conquistar
-adeptos sería brindarles la abstención y el martirio. Sea abnegado
-quien pueda, pero no impongamos a nadie la abnegación.</p>
-
-<p>He aquí un punto en que la tutela del Estado resulta necesaria.
-Es mera cuestión económica. Obligación sagrada de aquel es conciliar
-la obra científica con la holgada vida de familia, ahorrando al
-investigador dolorosas renuncias. Como todo ciudadano celoso del
-bien público, el científico debe hallarse en situación de satisfacer
-la plenitud de sus irrefrenables instintos sociales. En países más
-adelantados, donde se sabe harto bien que la prosperidad nacional
-es fruto de la ciencia, este problema económico recibió hace tiempo
-satisfactoria solución. Y en Alemania e Inglaterra han hecho más: en su
-generosidad hacia los maestros, han convertido el aula y el laboratorio
-en pingües sinecuras. Y el sabio ha acabado por tener firma tan
-acreditada en el libro científico como en el libro talonario.</p>
-
-<p>En esas felices naciones se cumple siempre lo que escribía Liebig
-a Gerhard: «Apuntad a un fin elevado, y al fin los honores y riquezas
-llegarán sin que tenga uno que tomarse el trabajo de buscarlos».</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_148">p. 148</span>Muy alejados nos
-hallamos todavía en España de este ideal económico. Hacia él se camina,
-sin embargo. Notorio es, según dejamos apuntado más atrás, que las
-condiciones materiales de nuestro Profesorado y, en general, de los
-devotos del laboratorio, han mejorado mucho, gracias a plausibles
-iniciativas de los Gobiernos<a id="FNanchor_20" href="#Footnote_20"
-class="fnanchor">[20]</a>.<span class="pagenum" id="Page_149">p.
-149</span> Pero aunque el Estado fuera sordo a nuestros clamores, no
-debemos amilanarnos. Sea nuestra divisa la de los grandes financieros:
-ganar mucho para satisfacer todas nuestras necesidades, y singularmente
-las de orden elevado, en vez de constreñirnos a una vida de mezquina
-economía y de cobardes abstenciones.</p>
-
-<p>Pongámonos en el peor de los casos, y veamos cómo el novel profesor
-puede servir a la vez su familia y sus proyectos. Doy por supuesto
-que nuestro catedrático reside en ciudad de provincias, de ambiente
-sórdido, sin posible clientela y falto, por tanto, de los recursos
-necesarios para satisfacer conjuntamente inexcusables exigencias del
-hogar y de sus queridas investigaciones.</p>
-
-<p>¿Se privará de todo en aras de su vocación? ¿Vivirá solitario
-renunciando al matrimonio? De ninguna manera. Sirva con igual devoción
-sus ideales y sus buenos instintos. Para su labor, entréguese a las
-investigaciones baratas, que piden poco material y mucho esfuerzo.
-Y aproveche sus actividades sobrantes en el fomento de aquellas
-industrias docentes menos alejadas del blanco de sus amores: la
-del libro de texto y hasta de vulgarización, la de los análisis
-periciales y, en fin, la de la enseñanza privada. Con estos<span
-class="pagenum" id="Page_150">p. 150</span> ingresos complementarios
-dará pábulo a sus nobles afanes, sin renunciar a legítimas expansiones
-del hogar. Y espere pacientemente mejores tiempos. Si su labor es
-realmente meritoria, el premio vendrá a sorprenderle en su rincón. A
-la excelsa alegría que lleva aparejado el cumplimiento austero del
-deber, se añadirán también el bienestar material y los halagos de la
-nombradía.</p>
-
-<p>Contra el parecer de muchos, hemos declarado que el hombre de
-ciencia debe ser casado y arrostrar valerosamente las inquietudes y
-responsabilidades de la vida de familia.</p>
-
-<p>No imitará el egoísmo de Epicuro, que no se casó para ahorrarse
-cuidados e inquietudes, ni el refinadísimo de Napoleón, que solo veía
-en la mujer una enfermera utilísima para la vejez<a id="FNanchor_21"
-href="#Footnote_21" class="fnanchor">[21]</a>. Para el hombre de
-ciencia, el concurso de la esposa es tan necesario en la juventud como
-en la ancianidad. Como la mochila en el combate es la mujer: sin esta
-se lucha con desembarazo, pero ¿y al acabar?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span>En este punto
-solo haremos una restricción: que el sabio tenga en cuenta su
-propia y especial psicología<a id="FNanchor_22" href="#Footnote_22"
-class="fnanchor">[22]</a> antes de escoger compañera. Y sobre todo, que
-evite a todo trance que se la elijan los demás. Poco hay que insistir
-para justificar el matrimonio del sabio. En varón robusto y normal, el
-celibato suele ser invitación permanente a la vida irregular, cuando
-no a los abandonos del libertinaje. Y las ideas son flores de virtud
-que no abren sus corolas, o se marchitan rápidamente, en el vaho de la
-orgía. Por otra parte, el soltero vive en plena preocupación sexual.
-En él la intriga galante interrumpe demasiado la marcha de la intriga
-especulativa. Y, según es notorio, no hay más seguro medio para
-despreocuparse de mujer que satisfacerse de mujer. Además, según se
-ha dicho muchas veces, el hogar feliz destierra del alma el egoísmo,
-ennoblece el instinto sexual, genera altos anhelos sociales y fortalece
-el patriotismo.</p>
-
-<p>¡Elección de compañera! Tocamos aquí a un punto delicadísimo. ¿Qué
-cualidades han de<span class="pagenum" id="Page_152">p. 152</span>
-adornar a la elegida de un hombre de ciencia? Cuestión gravísima,
-porque harto sabido es que los atributos morales de la esposa son
-decisivos para el éxito de la obra científica. Muchos ciudadanos
-padecen mujer, pero se la padecen ellos solos; mas de la mujer del
-sabio sufre, a veces, la sociedad y hasta la humanidad entera.
-¡Cuántas obras importantes fueron interrumpidas por el egoísmo de la
-joven esposa! ¡Qué de vocaciones frustró la vanidad o el capricho
-femenil! ¡Cuántos profesores esclarecidos rindiéronse al peso de
-la coyunda matrimonial, convirtiéndose en vulgares buscadores de
-oro y rebajándose y esterilizándose con el acaparamiento insaciable
-de dignidades y prebendas!<a id="FNanchor_23" href="#Footnote_23"
-class="fnanchor">[23]</a>.</p>
-
-<p>Hasta los impulsos más humanos y nobles de la esposa, cuando
-alcanzan excesiva expansión, constituyen formidables enemigos de la
-labor científica. Según es notorio, alienta en la mujer el espíritu de
-familia, la sana tendencia a la conservación física de la raza. ¡Santo
-egoísmo, porque representa el supremo interés de la especie!<span
-class="pagenum" id="Page_153">p. 153</span> No sin razón y profundidad
-ha dicho Renan: «lo que quiere la mujer lo quiere Dios». Concentra
-esta su amor y abnegación en la prole; menos exclusivo, el varón sabe
-distribuir sus afectos entre la familia y la sociedad. La mujer ama la
-tradición, adora el privilegio, siente poco la justicia y suele ser
-indiferente a toda obra de renovación y de progreso; al paso que el
-hombre verdaderamente digno de ese título, el <i>homo socialis</i>,
-abomina de la rutina y del privilegio, venera la justicia y antepone,
-en muchos casos, la causa de la humanidad al interés de la familia.
-Por eso, la madre anhela vivir solamente en la memoria de sus hijos;
-mientras que el padre ansía, además, sobrevivir en los fastos de la
-historia.</p>
-
-<p>Ambas tendencias, la centrípeta y la centrífuga, la de concentración
-y de expansión, son legítimas y necesarias. De su armonía y acomodo
-dependen la prosperidad de la raza y los avances de la civilización.
-Cuando la tendencia altruísta del varón predomina demasiado, la prole
-decae; por el contrario, si la tendencia femenil prepondera, medra la
-familia, pero padecen la sociedad y el Estado. En el hogar del sabio,
-como en el del político honrado, reinará el espíritu de abnegación y
-de sacrificio; pero no hasta el punto de crear condiciones adversas
-al desarrollo<span class="pagenum" id="Page_154">p. 154</span> y
-educación de los hijos. Porque, aun colocándonos en el punto de vista
-del interés colectivo, no es dudoso que las querellas y preocupaciones
-domésticas, cuando son continuadas, acaban por agriar la vida del
-pensador, dificultando por ende la prosecución de la obra científica o
-social.</p>
-
-<p>En suma: como norma general, aconsejamos al aficionado a la ciencia
-buscar en la elegida de su corazón, más que belleza y caudal, adecuada
-psicología, esto es: sentimientos, gustos y tendencias, en cierto modo,
-complementarios de los suyos. No escogerá la mujer, sino <i>su</i>
-mujer, cuya mejor dote será la tierna obediencia y la plena y cordial
-aceptación del ideal de vida del esposo.</p>
-
-<p>Llegados a este punto, deseará acaso el lector que, abandonando el
-terreno de las generalidades, definamos el tipo de mujer más adecuado
-al hombre de ciencia. Séanos lícito dar aquí nuestro parecer, con
-las naturales reservas y miramientos. Y a los que sonrían al vernos
-descender a estos menesteres, les diremos que no es cosa frívola
-aquello que, como el amor, decide de la vida. Ni es indiferente que la
-mujer sea para el hombre de estudio gas que lo eleve hasta el cielo o
-lastre que le obligue, en lo<span class="pagenum" id="Page_155">p.
-155</span> mejor de su vuelo, a <i>aterrizar</i> en el pantano.</p>
-
-<p>Entre las mujeres de la clase media, donde el hombre de estudio
-suele buscar compañera, figuran cuatro tipos principales, a saber:
-<i>la intelectual, la heredera rica, la artista y la hacendosa</i>.</p>
-
-<p>La <i>mujer intelectual</i>, es decir, la joven adornada con carrera
-científica o literaria, o que, llevada de vocación irresistible por
-el estudio, ha logrado adquirir instrucción general bastante sólida
-y variada, constituye especie muy rara en España. Hay, pues, que
-renunciar a tan grata compañía. Ello es sensible, sin duda; aunque los
-pocos ejemplares de doctoras (salvo un par de excepciones) que hemos
-conocido en Ateneos, Laboratorios y salones, parecen empeñadas en
-consolarnos de su inaccesibilidad.</p>
-
-<p>Abunda, por lo contrario, en el extranjero esta categoría
-femenina, de la cual destácase, con singular prestigio, la <i>mujer
-sabia</i>, colaboradora en las empresas científicas del esposo, y
-exenta (en cuanto ello es posible) de las fantasías y frivolidades
-del temperamento femenil. Mujer semejante, inteligente y ecuánime,
-rebosante de optimismo y fortaleza, constituye la compañera ideal del
-investigador. Ella triunfa en el hogar y en el corazón del sabio,
-ciñendo la triple corona<span class="pagenum" id="Page_156">p.
-156</span> de esposa amante, de confidente íntima y de asidua
-colaboradora. El caso, repetimos, no es excepcional en las venturosas
-naciones del Norte.</p>
-
-<p>¡Con qué admiración, no exenta de envidia, hemos contemplado en
-algunos Laboratorios esas parejas dichosas, entregadas afanosamente
-a la misma labor, en la cual pone cada cónyuge lo más exquisito de
-su temperamento mental y de sus aptitudes técnicas! Sin insistir
-en el ejemplo conmovedor de los esposos Curie, descubridores del
-radio, y concretándonos al reducido círculo de nuestras amistades
-y aficiones científicas, surgen en nuestra memoria las imágenes de
-tres admirables parejas: M. y Mad. Dejérine, de París, consagrados
-al estudio de la anatomía normal y patológica del cerebro; M. y Mad.
-Nageotte, de la misma ciudad, entregados en común a investigaciones
-histológicas y neurológicas, y en fin, los esposos O. Vogt y Cécile
-Vogt, del <i>Instituto neurobiológico</i> de Berlín, ocupados en la
-magna empresa de la cartografía parcelaria del cerebro humano, al modo
-de los astrónomos que se pasan la vida absortos en la fotografía y
-catalogación de estrellas y nebulosas.</p>
-
-<p>Pero, repetimos, esta <i>ave fénix</i>, la doctora seria y discreta,
-colaboradora asidua del esposo,<span class="pagenum" id="Page_157">p.
-157</span> no se ha dignado todavía aparecer en nuestro horizonte
-social, donde, por caso extraño, los más grandes talentos femeninos
-son autodidácticos y ajenos por completo a los estudios universitarios
-regulares. El hombre de ciencia español debe, pues, elegir entre las
-otras categorías femeniles.</p>
-
-<p>¿Se dirigirá hacia la <i>mujer opulenta</i>? Nos parece
-peligrosísimo. Habituada a una vida de molicie, de fausto y de
-exhibición, milagro sería que no contagiara sus gustos al esposo;
-repitiéndose con ello el caso del ilustre físico inglés Davy, quien
-por haberse enlazado con hembra linajuda, suspendió casi del todo su
-brillante carrera de investigador, consumiendo lo mejor de su vida en
-fiestas y recepciones del gran mundo.</p>
-
-<p>Gran fortuna sería topar con heredera rica e ilustrada que,
-abandonando los caprichos y vanidades del sexo, consagrara su oro al
-servicio de la ciencia. Admirables mujeres de este género abundan en
-Francia e Inglaterra. En nuestro país no hemos conocido un profesor
-aficionado al laboratorio para cuya obra no haya sido fatal la riqueza
-de la esposa. Si la discreción no sellara nuestros labios, podríamos
-demostrar aquí con ejemplos vivos cómo los gustos frívolamente<span
-class="pagenum" id="Page_158">p. 158</span> ostentosos de la cónyuge o
-el egoísmo exagerado de la madre de familia, han interrumpido carreras
-brillantes, obligando al novel hombre de ciencia a trocar el estudio
-por la política, el microscopio por el automóvil, y las redentoras
-veladas del laboratorio por las ociosas horas de la tertulia o del
-teatro.</p>
-
-<p>Pero no censuremos demasiado a estas ricas hembras, excelentes
-en el fondo, aunque víctimas de su incultura; al fin, los reproches
-inacabables con que paralizan las honradas iniciativas del esposo
-(¿para qué esforzarte si tienes con qué vivir holgadamente, etc.?),
-son disculpables, ya que se inspiran en el amor conyugal. ¡Harto más
-antipáticas son esas altivas herederas que, sin miramiento alguno,
-echan en cara al infeliz consorte su condición parásita e incapacidad
-financiera, y que, mortificándole con diarias pullas, oblíganle a
-trabajar como bestia de carga, a fin de sufragar por entero (la dote
-de la mujer se disipa en adornos, alhajas, muebles lujosos y giras
-a balnearios y playas a la moda) el fausto de una vida tan llena de
-vanidad como vacía de ideales!</p>
-
-<p>¿Preferirá el sabio la <i>mujer artista o la literata
-profesional</i>? Salvo honrosas excepciones, tales hembras constituyen
-constante perturbación o<span class="pagenum" id="Page_159">p.
-159</span> perenne ocasión de disgustos para el cultivador de la
-ciencia. Desconsuela reconocer que, en cuanto goza de un talento y
-cultura viriles, suele la mujer perder el encanto de la modestia,
-adquiere aires de dómine, y vive en perpetua exhibición de primores y
-habilidades. La mujer es siempre un poco teatral, pero la literata o la
-artista están siempre en escena. ¡Y luego tienen gustos tan señoriles
-y complicados!... Al fin, la esposa opulenta suele subvenir a sus
-antojos. Poco amiga de libros y revistas, curiosea solamente joyerías y
-tiendas de modas; pero la literata pasea con igual codicia sus miradas
-por los escaparates de alhajas y sombreros y por las muestras de los
-libreros.</p>
-
-<p>No queda, pues, a nuestro sabio en cierne, como probable y
-apetecible compañera de glorias y fatigas, más que la <i>señorita
-hacendosa</i> y económica, dotada de salud física y mental, adornada
-de optimismo y <i>buen carácter</i>, con instrucción bastante para
-comprender y alentar al esposo, con la pasión necesaria para creer
-en él y soñar con la hora del triunfo, que ella diputa segurísimo.
-Inclinada a la dicha sencilla y enemiga de la notoriedad y exhibición,
-cifrará su orgullo en la salud y felicidad del esposo. El cual,
-en lugar de reconvenciones y resistencias,<span class="pagenum"
-id="Page_160">p. 160</span> hallará en el hogar ambiente grato,
-propicio a la germinación y crecimiento de las ideas. Y si, por
-fortuna, sonríe la gloria, sus fulgores rodearán, con una sola aureola,
-dos frentes gemelas.</p>
-
-<p>¡La gloria!... La esposa modesta la merece también, porque gracias a
-sus abnegaciones, sacrificando galas y joyas para que no falten libros
-y revistas, consolando y confortando al genio en horas de desaliento,
-hizo al fin posible la ejecución de la magna empresa.</p>
-
-<p>Por fortuna, este tipo delicioso de mujer no es raro en nuestra
-clase media. Muy desventurado será, quien, buscándola con empeño, no
-logre encontrarla o no sepa asociarla de todo corazón a sus destinos.
-El toque está en conquistarla para la obra común, en constituirse
-en su director espiritual, en modelar su carácter, plegándolo a las
-exigencias de una vida seria de trabajo intenso y de recato austero;
-en hacer, en suma, de ella, según decíamos antes, un órgano mental
-complementario, absorbido en lo pequeño (si pequeñez puede llamarse
-el gobierno del hogar y la educación de los hijos), para que el
-esposo, libre de inquietudes, pueda ocuparse en lo grande, esto es,
-en la germinación y crianza de sus queridos descubrimientos y de sus
-especulaciones científicas.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch7">
- <p><span class="pagenum" id="Page_161">p. 161</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/coles.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VII</h2>
- <p class="subh2">Marcha de la investigación científica.</p>
-</div>
-
-<p>Siguiendo a los tratadistas de lógica, y singularmente a E. Naville,
-consideramos en toda investigación científica tres operaciones
-sucesivas, a saber: observación y experimentación, suposición o
-hipótesis y comprobación. En algún caso, la indagación misma tiene
-como precedente, no la observación personal, sino un acto de crítica,
-una repugnancia sentida <i>a priori</i> por nuestro espíritu respecto
-de ciertas doctrinas más o menos generalmente admitidas; pero hay que
-convenir en que semejante desacuerdo supone a menudo algún estudio
-objetivo personal, siquiera sea ligero, sobre el tema o sobre materias
-afines del problema a resolver.</p>
-
-
-<h3><i>a</i>) <span class="asc">OBSERVACIÓN</span></h3>
-
-<p>El consejo dado por los preceptistas literarios, y sobre el cual
-ha disertado muy atinada e ingeniosamente<span class="pagenum"
-id="Page_162">p. 162</span> Pérez de Ayala, «ver las cosas por primera
-vez», es decir, readmirarlas descartando reminiscencias librescas,
-descripciones postizas y frases y tópicos comunes, tiene en la
-investigación científica muy señalada aplicación. Hay que limpiar la
-mente de prejuicios y de imágenes ajenas, hacer el firme propósito
-de ver y juzgar por nosotros mismos, como si el objeto hubiera sido
-creado expresamente para regalo y deleite de nuestro intelecto. Es
-preciso, en fin, renovar en lo posible aquel estado de espíritu —mezcla
-de sorpresa, emoción y vivísima curiosidad— por que atravesó el sabio
-afortunado que descubrió el hecho considerado por nosotros, o que
-planteó primeramente el problema.</p>
-
-<p>Y esto se enlaza íntimamente con otra regla encarecida
-insistentemente por los maestros de la investigación científica. No
-basta examinar; hay que contemplar: impregnemos de emoción y simpatía
-las cosas observadas; hagámoslas nuestras, tanto por el corazón como
-por la inteligencia. Solo así nos entregarán su secreto. Porque
-el entusiasmo acrecienta y afina nuestra capacidad perceptiva. Al
-modo del amante que sabe descubrir diariamente en su adorada nuevas
-perfecciones, quien contempla con delectación un objeto acaba por
-discernir en él detalles<span class="pagenum" id="Page_163">p.
-163</span> interesantes y propiedades peregrinas escapadas a la
-atención distraída de los trabajadores rutinarios.</p>
-
-<p>Descendiendo ahora a más concreto terreno, formulemos algunas reglas
-indispensables a la buena observación en materias biológicas.</p>
-
-<p>Debe realizarse en las mejores condiciones posibles, aprovechando
-al efecto los instrumentos analíticos más perfectos y los métodos de
-estudio merecedores de más confianza. A ser posible, aplicaremos varios
-métodos al mismo tema, y corregiremos las deficiencias de los unos
-con las revelaciones de los otros. Escojamos la técnica más exacta,
-la que dé imágenes más claras y concluyentes. Importa, asimismo,
-evitar toda ligereza en la apreciación de los hechos, reproduciéndolos
-de mil maneras, hasta cerciorarnos de su absoluta constancia y de
-no haber sido víctimas de alguna de esas falaces apariencias que
-extravían (particularmente en los estudios micrográficos) a los jóvenes
-exploradores.</p>
-
-<p>Si nuestro estudio versa sobre un objeto de Anatomía, Historia
-natural, etc., la observación correrá paralela al dibujo; porque,
-aparte otras ventajas, el acto de copiar disciplina y robustece la
-atención, obliga a recorrer la totalidad del fenómeno estudiado,
-y evita, por tanto, que se<span class="pagenum" id="Page_164">p.
-164</span> nos escapen detalles frecuentemente inadvertidos en la
-observación ordinaria. En ciencias naturales solo podemos lisonjearnos
-de conocer una forma o una estructura cuando sepamos representarlas
-fácil y detalladamente. Cuanto más que ciertos estudios morfológicos
-serían incomprensibles sin el dibujo. Razón tenía el gran Cuvier cuando
-afirmaba que «sin el arte del diseño la Historia natural y la Anatomía
-hubieran sido imposibles»<a id="FNanchor_24" href="#Footnote_24"
-class="fnanchor">[24]</a>. Por algo todos los grandes observadores son
-habilísimos dibujantes.</p>
-
-<p>Cuando, a pesar de haber aplicado la técnica apropiada, la
-presentación del objeto no salga enteramente a nuestro gusto, hay
-que reproducirla cuantas veces sea preciso para obtener del método
-el máximo rendimiento. Será de gran provecho, al efecto, tener a la
-vista, para confrontarla con las nuestras, alguna preparación excelente
-ejecutada por el autor del método o por alguno de sus discípulos
-esotéricos. Tendremos presente que el hecho nuevo lo descubre, no el
-que lo ve primeramente, sino quien, merced a una técnica habilísima,
-supo mostrarlo<span class="pagenum" id="Page_165">p. 165</span> con
-entera evidencia, logrando llevar la convicción al ánimo de todos. Como
-dejamos dicho más atrás, en las ciencias biológicas, casi todos los
-grandes sabios han debido sus conquistas al dominio absoluto de uno o
-varios métodos de demostración o de experimentación.</p>
-
-
-<h3><i>b</i>) <span class="asc">EXPERIMENTACIÓN</span></h3>
-
-<p>En muchas ciencias (la Fisiología, la Patología, la Física,
-la Química, etc.) la experimentación sobrepuja en importancia
-a la observación misma. Imposible descubrir en <i>Física</i> o
-<i>Fisiología</i>, sin imaginar un experimento original, sin someter
-el fenómeno estudiado a condiciones más o menos nuevas. La Morfología
-misma (<i>Histología</i>, <i>Anatomía</i>, <i>Embriología</i>, etc.),
-para cuyo estudio parece bastar la mera observación, adquiere de día
-en día carácter más experimental. Y a tal cambio de rumbo débense
-valiosas conquistas, a las cuales jamás se hubiera llegado por el
-trillado camino del análisis anatómico de las formas estáticas.
-Entre mil ejemplos que pudiéramos citar, recordemos: la producción
-de <i>partenogénesis artificial</i> en la <i>estrella del mar</i>
-(animal sexuado), mediante la sustitución de la fecundación natural
-(acción del zoospermo) por<span class="pagenum" id="Page_166">p.
-166</span> el influjo del agua de mar cargada de cloruro de magnesio;
-los interesantes experimentos de <i>merogonia</i> (destrucción de las
-primeras esferas de segmentación del óvulo fecundado), ejecutados en
-batracios por Roux, Hertwig, Wilson, etc., demostrativos de que cada
-célula primitiva posee capacidad de generar un embrión entero, de donde
-resultaron definitivamente arruinadas las hipótesis embriogénicas de la
-<i>preexistencia</i> y del <i>mosaico</i>; los trabajos de Nageotte,
-Marinesco, etc., acerca de la trasplantación de los nervios y ganglios,
-probando que la morfología de la célula nerviosa representa simple
-función del ambiente químico; los maravillosos resultados obtenidos por
-Harrison, Carrel y su escuela (Instituto Rockefeller) sobre el cultivo
-artificial, en serie e <i>in vitro</i>, de las células de los tejidos
-normales y patológicos; los interesantes experimentos de H. de Vries
-y de muchos modernos naturalistas acerca de la <i>mutación</i> de las
-especies y del mecanismo de la herencia, etc.</p>
-
-<p>Tan admirables éxitos deben alentarnos a completar en lo posible
-el estudio meramente estático de las formas por la intervención del
-método experimental. De esta suerte provocamos alteraciones violentas
-en las condiciones<span class="pagenum" id="Page_167">p. 167</span>
-biológicas normales de células y organismos. Simplifícase de este
-modo el proceso lógico de la determinación causal y del mecanismo
-físico-químico del fenómeno estudiado. Sin duda que, en la observación
-misma, se dan ya, en ocasiones, mudanzas de las condiciones fenomenales
-pero semejantes mutaciones, debidas a causas naturales, son raras y
-episódicas, al paso que, mediante la experimentación, abrévianse los
-plazos y nos hacemos dueños, tanto del determinismo natural como de las
-causas de variación.</p>
-
-
-<h3><i>c</i>) <span class="asc">HIPÓTESIS DIRECTRIZ</span></h3>
-
-<p>Observados los hechos, es preciso fijar su significación, así
-como las relaciones que encadenan la nueva verdad al conjunto de
-los postulados de la Ciencia. En presencia de un fenómeno insólito,
-el primer movimiento del ánimo es imaginar una hipótesis que dé
-razón de él y que lo subordine a alguna de las leyes conocidas. La
-experiencia fallará después definitivamente sobre la verosimilitud de
-la concepción.</p>
-
-<p>Meditando sobre el carácter de las buenas hipótesis, se cae en
-la cuenta de que, en su mayor parte, representan generalizaciones
-felices o inducciones arriesgadas, en cuya virtud el hecho<span
-class="pagenum" id="Page_168">p. 168</span> recién descubierto se
-considera provisoriamente como caso particular de un principio general
-o como un efecto desconocido de una causa conocida. Por ejemplo: el
-transformismo, tan fecundo en las ciencias biológicas, representa
-exclusivamente una generalización a todos los seres de la ley de
-herencia, solo positivamente demostrada en la historia de cada especie.
-Cuando Lavoisier creó la teoría del calor animal, redujo el fenómeno
-respiratorio de los animales, desconocido antes en su esencia, a la
-ley general de la producción del calor por la oxidación del carbono,
-etc.</p>
-
-<p>Para la creación de la hipótesis tendremos en cuenta las reglas
-siguientes: 1.ª, que la hipótesis sea obligatoria, es decir, que
-sin ella no quede arbitrio para explicar los fenómenos; 2.ª, que
-sea, además, contrastable o comprobable, o por lo menos que pueda
-concebirse, para un plazo más o menos remoto, su comprobabilidad,
-pues las hipótesis que se sustraen por completo a la piedra de toque
-de la observación o de la experimentación, dejan en realidad los
-problemas sin esclarecer y no pueden representar otra cosa que síntesis
-artificiales coordinadoras, pero no explicativas, de los hechos,
-cuando no meras explicaciones verbales; 3.ª, que sea fácilmente<span
-class="pagenum" id="Page_169">p. 169</span> imaginable, es decir,
-traducible en lenguaje físico-químico, y si es posible, como quería
-lord Kelvin, en puro mecanismo (las hipótesis obscuras o demasiado
-abstractas corren riesgo de constituir vacías explicaciones verbales);
-4.ª, que huyendo de propiedades ocultas y de esencias metafísicas,
-propenda a resolver las cuestiones de calidad en problemas de
-cantidad; 5.ª, y que sugiera, a ser posible, también investigaciones
-y controversias que, si no zanjan la cuestión, nos aproximen al
-menos al buen camino, promoviendo nuevas y más felices concepciones
-(<i>hipótesis de trabajo</i>, de Weissmann). Aun siendo errónea, una
-hipótesis puede servir eficazmente al progreso con tal que esté basada
-en nuevas observaciones y marque una dirección original al pensamiento
-científico. Y en todo caso, la explicación rechazada por falsa siempre
-tendrá una ventaja: la de restringir, por exclusión, el campo de lo
-imaginable, eliminando soluciones inaceptables y causas de error. Con
-razón dice Le Bon «que quien rehúsa escoger la hipótesis por guía, debe
-resignarse a tomar el azar por maestro».</p>
-
-<p>Muchos sabios ilustres, y singularmente el gran físico Tyndall,
-han insistido elocuentemente sobre la importancia de las hipótesis en
-la<span class="pagenum" id="Page_170">p. 170</span> Ciencia, y acerca
-del importante papel desempeñado por la imaginación en la creación
-de buenas y fecundas teorías. De acuerdo, por nuestra parte, creemos
-que, si la hipótesis es un arma de que se abusa demasiado, es también
-un instrumento lógico, sin el cual ni la observación misma, con ser
-de suyo tan pasiva, puede realizarse. Buena o mala, una conjetura, un
-intento de explicación cualquiera será siempre nuestro guía, pues nadie
-busca sin plan.</p>
-
-<p>Aun los llamados hallazgos casuales se deben comúnmente a alguna
-idea directriz que la experiencia no sancionó, pero que tuvo virtud,
-no obstante, para llevarnos a un terreno poco o nada explorado. Si se
-me perdonara lo vulgar del símil, diría que en estas materias sucede
-lo que con las personas conocidas, que aparecen en la calle entre la
-multitud de transeúntes en el preciso instante en que pensamos en
-ellas, por la razón bien sencilla de que, cuando en ellas no pensamos,
-pasan cerca de nosotros sin percatarnos de su presencia. Impulsados
-por la hipótesis, acaso ocurrirá sorprender en los hechos diversa
-cosa que lo buscado; pero mejor es esto que no encontrar nada, que es
-justamente lo que le sucede al mero e impasible contemplador de los
-fenómenos naturales. Como dice Peisse, «el ojo no<span class="pagenum"
-id="Page_171">p. 171</span> ve en las cosas más que lo que mira en
-ellas, y no mira sino lo que está en idea en el espíritu».</p>
-
-<p>Inútil será recordar que todos los grandes investigadores han sido
-fecundos creadores de hipótesis. Con profundo sentido se ha dicho que
-ellas son el primer balbuceo de la razón en medio de las tinieblas de
-lo desconocido; la sonda tendida en el misterioso abismo; el puente,
-en fin, aéreo y audaz que junta la playa familiar con el inexplorado
-continente.</p>
-
-<p>De las hipótesis se ha abusado mucho. Es fuerza, sin embargo,
-reconocer que sin ellas nuestro caudal de hechos positivos resultaría
-harto mezquino, acrecentándose muy lentamente. La hipótesis y el dato
-objetivo están ligados por estrecha relación etiológica. Aparte su
-valor conceptual o explicativo, entraña la teoría valor instrumental.
-«El científico no debe olvidar, afirma Huxley, que la hipótesis
-debe considerarse como un medio, jamás como un fin.» Observar sin
-pensar es tan peligroso como pensar sin observar. Ella es nuestra
-mejor herramienta intelectual: herramienta, como todas, susceptible
-de mellarse y de enmohecerse, necesitada de continuas reparaciones
-y sustituciones, pero sin la cual fuera casi imposible labrar honda
-brecha en el duro bloque de lo real.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_172">p. 172</span>Difícil es dictar
-reglas para imaginar hipótesis. Quien no posea cierta intuición del
-encadenamiento causal, instinto adivinatorio para columbrar la idea en
-el hecho y la ley en el fenómeno, pocas veces dará, cualquiera que sea
-su talento de observador, con una explicación razonable. Cabe, empero,
-señalar, por lo que toca a las hipótesis biológicas, algunos conceptos
-o normas generales, cuyo recuerdo podrá ser provechoso a la hora de
-imaginar hipótesis explicativas.</p>
-
-<p>He aquí algunas de ellas:</p>
-
-<p>1. <i>La naturaleza emplea los mismos medios para iguales
-fines.</i>— En virtud de este principio, que tiene pocas excepciones,
-nos será en muchos casos dado reducir una disposición desconocida
-en otra conocida. Por ejemplo: cuando la <i>mitosis</i> o
-<i>kariokinesis</i> fue descubierta en las gruesas células de las
-larvas de tritón y salamandra, pudo racionalmente esperarse hallar
-parecidos fenómenos en la división celular del hombre y vertebrados
-superiores, así en estado normal como en condiciones patológicas; y,
-en efecto, la experiencia confirmó la previsión. Citemos otro ejemplo:
-esclarecida en los vertebrados, gracias a las investigaciones de
-Kühne, Krause, Ranvier, etc., la terminación libre, mediante<span
-class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span> arborizaciones varicosas,
-de las fibras nerviosas motrices y sensitivas, podía preverse, en
-virtud de la citada ley, que el hecho se repetiría en los centros
-nerviosos, no solo de los vertebrados, sino de los invertebrados. Y
-esta sospecha racional vino a ser luego plenamente confirmada por
-nosotros, por Kölliker, Lenhossék, van Gehuchten, etc., para los
-vertebrados, y por Retzius, Lenhossék y otros, para los invertebrados.
-Inútil multiplicar los ejemplos.</p>
-
-<p>2. <i>Estudios del hecho en sus formas sencillas.</i>— Puesto que
-la ontogenia y la filogenia representan dos series casi paralelas de
-formas que van de lo sencillo a lo complicado, nada mejor podemos
-hacer, para esclarecer la estructura de un órgano complejo y casi
-inabordable en los vertebrados superiores, que estudiar este en sus
-formas simples, ora del desarrollo individual, ora de las especies.
-Método excelente es, para determinar la significación de una cosa,
-averiguar cómo llega a ser lo que es; porque al señalar el lugar que
-ocupa en la cadena evolutiva, esclarecemos, sin pensarlo, su valor
-anatómico y fisiológico.</p>
-
-<p>3. <i>Toda disposición natural, por caprichosa que parezca, obedece
-a un fin utilitario.</i>— Abstracción hecha de los órganos atróficos,
-este<span class="pagenum" id="Page_174">p. 174</span> principio
-teleológico es aplicable a todas las particularidades de estructura
-de animales y plantas. Al enunciar esta ley, no pretendemos, como
-supusieron Linneo, Cuvier y Agassiz, que cada órgano represente una
-encarnación directa del Principio creador: pretendemos tan solo
-consignar que, sea cualquiera la causa, todo órgano conservado por la
-Naturaleza, es decir, fijado durante miles de años por la herencia,
-representa casi siempre disposición útil al individuo o a la especie,
-ya que las organizaciones superfluas o desfavorables provocadas por
-variación, y otras condiciones, acaban por ser eliminadas. En armonía
-con este principio, atribuiremos una función importante a cuantos
-órganos o tejidos se mantienen tenazmente en la serie animal, y una
-actividad menos urgente, por lo menos para la vida del individuo,
-a aquellos otros exiguamente representados en la escala zoológica.
-De este postulado usa y abusa continuamente el fisiólogo al tratar
-de interpretar el dinamismo de órganos como los de circulación,
-digestión y locomoción; dinamismo en el cual tanta luz arroja nuestro
-conocimiento de la Física y de la Química, o, como decía Letamendi,
-<i>el estado actual de nuestros conocimientos industriales</i>.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_175">p. 175</span>Hay excepciones,
-sin duda, del citado principio utilitario; mas estas son pocas y
-fácilmente explicables por el hecho de la adaptación reciente, y por
-tanto incompleta, a condiciones nuevas (órganos atróficos por desuso,
-etc.). Sobre estas incongruencias biológicas, más comunes todavía en el
-hombre que en los animales, consecuencias del principio de Lamarck del
-uso u desuso de los órganos, discurre ingeniosamente Metchnikoff, en
-sus <i>Estudios sobre la Naturaleza humana</i>.</p>
-
-<p>La hipótesis aplícase siempre, según es sabido, a explicar los
-hechos adquiridos. Sin entrar en el arduo problema filosófico de la
-<i>explicación científica</i> (esto implicaría desarrollos impropios de
-este librito), haremos notar que el entendimiento, al considerar los
-fenómenos naturales, puede adoptar una de estas dos actitudes, ambas
-satisfactorias para nuestra necesidad de certeza:</p>
-
-<p>1.ª El hecho nuevo es referido a una ley conocida (explicación
-<i>legalista</i> de Meyerson).</p>
-
-<p>2.ª El hecho nuevo, además de su <i>legalidad</i>, es decir, de
-su vinculación a una ley general, resuélvese también ante la razón
-en puro <i>mecanismo</i>, y entra dócilmente en las ecuaciones de la
-dinámica. Esta segunda manera de explicación<span class="pagenum"
-id="Page_176">p. 176</span> representa para Maxwell y para la mayoría
-de los físico-filósofos modernos un grado superior de comprensión
-científica, y requiere el empleo de teorías generales jerárquicamente
-superiores a las leyes empíricas.</p>
-
-<p>Fuerza es confesar que nuestro entendimiento exige imperiosamente
-teorías concebibles, representables en términos mecánicos. Lo que se
-resiste a la representación material corre mucho riesgo de ser un mero
-juego de la imaginación sin realidad objetiva. La razón psicológica
-de tal necesidad se nos escapa aún. Acaso dependa de que, como diría
-Bergson, modelados nuestros conceptos sobre lo <i>discontinuo</i> de
-la sensación, la imaginación solo sabe forjar, como representación
-última de las cosas, algo semejante al dato sensorial mismo, es decir,
-variaciones en el movimiento de partes discontinuas, perturbaciones en
-la configuración y dinamismo de sistemas materiales.</p>
-
-<p>En Física, en Química, en Astronomía, las explicaciones hipotéticas
-por <i>reducción mecánica</i> son comunísimas, y el investigador debe
-inspirarse en ellas para dar forma plástica a sus ideas y llevar
-adelante sus especulaciones; en Anatomía, Biología, Patología,
-etc., habremos de contentarnos casi siempre con <i>hipótesis
-legalistas</i>,<span class="pagenum" id="Page_177">p. 177</span> las
-cuales, si no dejan plenamente saciado nuestro afán de comprensión,
-son suficientes para satisfacer estos dos grandes anhelos de la razón:
-actuar y prever.</p>
-
-<p><i>Comprobación.</i>— Imaginada la hipótesis, menester es someterla
-a la sanción de la experiencia, para lo cual escogeremos experimentos
-u observaciones precisas, completas y concluyentes. Imaginar buenos
-experimentos es uno de los atributos característicos del ingenio
-superior, el cual halla manera de resolver de una vez cuestiones que
-los sabios mediocres solo logran esclarecer a fuerza de largos y
-fatigosos experimentos.</p>
-
-<p>Si la hipótesis no se conforma con los hechos, hay que rechazarla
-sin piedad, e imaginar otra explicación exenta de reproche.
-Impongámonos severa autocrítica, basada en la desconfianza de nosotros
-mismos. Durante el proceso de comprobación, pondremos la misma
-diligencia en buscar los hechos contrarios a nuestra hipótesis que
-los que pueden favorecerla. Evitemos encariñamientos excesivos con
-las propias ideas, que deben hallar en nosotros, no un abogado, sino
-un fiscal. El tumor, aunque propio, debe ser extirpado. Harto mejor
-es rectificar nosotros que sufrir la corrección de los demás. Por
-nuestra<span class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span> parte, no
-sentimos la menor mortificación al abandonar nuestras ideas, porque
-creemos que caer y levantarse solo, revela pujanza; mientras que caer y
-esperar una mano compasiva que nos levante, acusa debilidad.</p>
-
-<p>Confesaremos, sin embargo, los propios dislates siempre que alguien
-nos los demuestre; con lo cual obraremos como buenos; probando que solo
-nos anima el amor a la verdad, granjearemos superior consideración y
-estima para nuestras opiniones.</p>
-
-<p>El amor propio y la soberbia nos arrebatan el placer soberano de
-sentirnos escultores de nosotros mismos; la fruición incomparable de
-habernos corregido y superado, refinando y perfeccionando nuestra
-máquina cerebral, legado de la herencia. Si alguna vez es disculpable
-el engreimiento es cuando la voluntad nos automodela o <i>recrea</i>,
-actuando, por decirlo así, en función de demiurgo soberano.</p>
-
-<p>Si nuestro orgullo opone algunos reparos, tengamos en cuenta que,
-mal que nos pese, todos nuestros artificios serán impotentes para
-retardar el triunfo de la verdad, que se consumará por lo común
-en vida nuestra, y será tanto más lamentable cuanto más enérgica
-haya sido la protesta del amor propio. No faltará, sin duda,<span
-class="pagenum" id="Page_179">p. 179</span> algún espíritu displicente,
-y acaso malintencionado, que nos eche en cara nuestra inconsecuencia,
-despechado sin duda porque nuestra espontánea rectificación le
-privó de fácil victoria obtenida a costa nuestra; mas a estos les
-contestaremos que el deber del hombre de ciencia no es petrificarse
-en el error, sino adaptarse continuamente al nuevo medio científico;
-que el vigor cerebral está en moverse, no en <i>anquilosarse</i>, y
-que en la vida intelectual del hombre, como en la de las especies
-zoológicas, lo malo no es la mudanza, sino la regresión y el atavismo.
-Variación supone vigor, plasticidad, juventud; fijeza es sinónima
-de reposo, de pereza cerebral, de petrificación de pensamiento, en
-fin, de inercia fatal, nuncio seguro de decrepitud y de muerte<a
-id="FNanchor_25" href="#Footnote_25" class="fnanchor">[25]</a>. Con
-sinceridad simpática ha dicho un<span class="pagenum" id="Page_180">p.
-180</span> científico: «varío porque estudio». Todavía sería más noble
-y modesto declarar: «cambio porque estudian los demás y tengo a gala
-renovarme».</p>
-
-<p>Cuando el trabajo de confirmación arroje poca luz, imaginemos
-nuevos experimentos y procuremos colocarnos en las mejores condiciones
-para valuar el alcance de la hipótesis. En Anatomía o Fisiología,
-por ejemplo, ocurre frecuentemente la imposibilidad de esclarecer la
-estructura o la función de un órgano complejo; lo cual depende de que
-atacamos el problema por su lado más difícil, pretendiendo resolverlo
-en el hombre o en los vertebrados superiores.<span class="pagenum"
-id="Page_181">p. 181</span> Mas si acudimos a los embriones o a los
-animales inferiores, la Naturaleza se nos muestra más ingenua y menos
-esquiva, ofreciéndonos el plan casi esquemático de la estructura y
-dinamismo buscados, con lo que a menudo nuestra hipótesis recibirá
-inesperada y definitiva confirmación.</p>
-
-<p>En resumen, la marcha seguida por el investigador en la conquista
-de una verdad científica, suele ser: 1.º Observación de los hechos
-demostrados, a favor de métodos terminantes, claros y de gran
-precisión. 2.º Experimentación para crear condiciones nuevas en la
-manifestación de los fenómenos. 3.º Crítica y eliminación de las
-hipótesis erróneas y elaboración de una interpretación racional de los
-hechos, en cuya virtud estos queden subordinados a una ley general y,
-si es posible, a una representación o esquema físico-químicos. 4.º
-Comprobación de la hipótesis mediante nuevas observaciones o repetidos
-experimentos. 5.º De no concordar con la realidad, sustitución de la
-hipótesis por otra, que será a su vez sometida a riguroso análisis
-objetivo. 6.º Aplicaciones y ramificaciones de la hipótesis, ya
-convertida en verdad firme, a otras esferas del saber.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch8">
- <p><span class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/pines.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO VIII</h2>
- <p class="subh2">Redacción del trabajo científico.</p>
-</div>
-
-<h3><i>a</i>) <span class="asc">JUSTIFICACIÓN DE LA COMUNICACIÓN
-CIENTÍFICA</span></h3>
-
-<p>Mr. Billings, sabio bibliotecario de Washington, agobiado por la
-tarea de clasificar miles de folletos, en donde, con diverso estilo,
-dábanse a conocer casi los mismos hechos, o se exponían verdades ya de
-antiguo sabidas, aconsejaba a los publicistas científicos la sumisión a
-las siguientes reglas: 1.ª, tener algo nuevo que decir; 2.ª, decirlo;
-3.ª, callarse en cuanto queda dicho, y 4.ª, dar a la publicación título
-y orden adecuados.</p>
-
-<p>He aquí un recuerdo que no creemos inútil en España, país clásico
-de la hipérbole y de la dilución aparatosa. En efecto: lo primero que
-se necesita para tratar de asuntos científicos, cuando no nos impulsa
-la misión de la enseñanza, es<span class="pagenum" id="Page_184">p.
-184</span> tener alguna observación nueva o idea útil que comunicar
-a los demás. Nada más ridículo que la pretensión de escribir sin
-poder aportar a la cuestión ningún positivo esclarecimiento, sin otro
-estímulo que lucir imaginación calenturienta, o hacer gala de erudición
-pedantesca con datos tomados de segunda o tercera mano.</p>
-
-<p>Al tomar la pluma para redactar el artículo científico,
-consideremos que podrá leernos algún sabio ilustre, cuyas ocupaciones
-no le consienten perder el tiempo en releer cosas sabidas o meras
-disertaciones retóricas. De este pecado capital adolecen, por
-desgracia, muchas de nuestras oraciones académicas. Numerosas tesis de
-doctorandos, y no pocos artículos de nuestras revistas profesionales,
-parecen hechos, no con ánimo de aportar luz a un asunto, sino de
-lucir la facundia y salir de cualquier modo, y cuanto más tarde mejor
-(porque, eso sí, lo que no va en doctrina va en <i>latitud</i>), del
-arduo compromiso de escribir, sin haberse tomado el trabajo de pensar.
-Nótese cuánto abundan los discursos encabezados con estos títulos,
-que parecen inventados por la pereza misma: <i>Idea general de...
-Introducción al estudio de... Consideraciones generales acerca de...
-Juicio crítico de las teorías de... Importancia de la ciencia tal o
-cual...</i>,<span class="pagenum" id="Page_185">p. 185</span> títulos
-que dan al escritor la incomparable ventaja de esquivar la consulta
-bibliográfica, despachándose a su gusto en la materia, sin obligarse
-a tratar a fondo y seriamente cosa alguna. Con lo cual no pretendemos
-rebajar el mérito de algunos trabajos perfectamente concebidos y
-redactados que, de tarde en tarde, ven la luz con los consabidos o
-parecidos enunciados.</p>
-
-<p>Asegurémonos, pues, merced a una investigación bibliográfica
-cuidadosa, de la originalidad del hecho o idea que deseamos exponer,
-y guardémonos además de dar a luz prematuramente el fruto de la
-observación. Cuando nuestro pensamiento fluctúa todavía entre
-conclusiones diversas y no tenemos plena conciencia de haber dado
-en el blanco, ello es señal de haber abandonado harto temprano el
-laboratorio. Conducta prudente será volver a él y esperar a que, bajo
-el influjo de nuevas observaciones, acaben de cristalizar nuestras
-ideas.</p>
-
-
-<h3><i>b</i>) <span class="asc">BIBLIOGRAFÍA</span></h3>
-
-<p>Antes de exponer nuestra personal contribución al tema de estudio,
-es costumbre trazar la historia de la cuestión, ya para señalar
-el punto de partida, ya para rendir tributo de justicia a<span
-class="pagenum" id="Page_186">p. 186</span> los sabios insignes que nos
-precedieron, abriéndonos el camino de la investigación. Siempre que en
-este punto, por amor a la concisión o por pereza, propenda el novel
-investigador a regatear fechas y citas, considere que los demás podrán
-pagarle en la misma moneda, callando intencionadamente sus trabajos.
-Conducta es esta tan poco generosa como descortés, dado que la mayor
-parte de los sabios no suelen obtener de sus penosos estudios más
-recompensa que la estima y aplauso de los doctos, que constituyen —lo
-hemos dicho ya— minoría insignificante.</p>
-
-<p>El respeto a la propiedad de las ideas solo se practica bien cuando
-uno llega a ser propietario de pensamientos que corren de libro en
-libro, unas veces con nombre de autor, otras sin él; y algunas con
-paternidad equivocada. Al ser víctima de molestas pretericiones y
-de injustos silencios, se cae en la cuenta de que cada idea es una
-<i>criatura</i> científica, cuyo autor, que la dio el ser a costa de
-grandes fatigas, exhala, al ver desconocida su paternidad, los mismos
-ayes doloridos que exhalaría una madre a quien arrebataran el fruto de
-sus entrañas.</p>
-
-<p>Dispuestos a hacer justicia, hagámosla hasta en la forma: y así
-no dejemos de ordenar, por<span class="pagenum" id="Page_187">p.
-187</span> rigurosa cronología, las listas de nombres o de <i>cartuchos
-de citas</i> que, por brevedad, es preciso a veces consignar al
-dar cuenta de un descubrimiento; pues si tales series de apellidos
-se han de ordenar con lógica, es menester comenzarlas por el
-iniciador y acabarlas por los confirmadores y perfeccionadores. Un
-estudio minucioso y de primera mano de la bibliografía nos ahorrará
-injusticias, y por ende las inevitables reclamaciones de prioridad.</p>
-
-
-<h3><i>c</i>) <span class="asc">JUSTICIA Y CORTESÍA EN LOS
-JUICIOS</span></h3>
-
-<p>Al consignar los antecedentes históricos, nos vemos obligados con
-frecuencia a formular juicios acerca del alcance de la obra ajena.
-Excusado es advertir que, en tales apreciaciones, debemos conducirnos
-no solo con imparcialidad, sino haciendo gala de exquisita cortesía
-y de formas agradables y casi aduladoras. Indulgentes con las
-equivocaciones del novicio, seremos respetuosos y modestos ante los
-<i>lapsus</i> de los grandes prestigios científicos. Temamos siempre
-que nuestras observaciones representen ligerezas de la impaciencia
-o espejismos del entusiasmo juvenil. Antes, pues, de resolvernos a
-repudiar un hecho o una interpretación comúnmente<span class="pagenum"
-id="Page_188">p. 188</span> admitidos, reflexionemos maduramente. Y
-tengamos muy en cuenta, al formular nuestros reparos, que si entre los
-sabios se dan caracteres nobles y bondadosos, abundan todavía más los
-temperamentos quisquillosos, las altiveces cesáreas y las vanidades
-exquisitamente susceptibles. La frase horaciana <i>genus irritabile
-vatum</i>, aplícase a los sabios mejor aún que a los poetas. Ya lo nota
-el perspicaz Gracián: «Los sabios fueron siempre mal sufridos; quien
-añade ciencia añade impaciencia».</p>
-
-<p>Con estas precauciones, evitaremos en lo posible desdenes
-sistemáticos hacia nuestra obra y querellas y polémicas envenenadas,
-en las cuales perderíamos tranquilidad y tiempo, sin ganar pizca de
-prestigio ni autoridad. Porque en la apreciación de nuestros méritos,
-solo se tendrán en cuenta los hechos nuevos aportados, y no la destreza
-y garbo polémicos.</p>
-
-<p>Cuando, injustamente atacados, nos veamos compelidos a defendernos,
-hagámoslo hidalgamente, esgrimiendo la espada, pero con la punta
-embotada y adornada, según la imagen vulgar, con ramillete de
-flores.</p>
-
-<p>Da pena reconocer que, en la mayoría de los casos, los impugnadores
-no defienden una doctrina, sino su propia infalibilidad. Muy
-acertadamente<span class="pagenum" id="Page_189">p. 189</span> nota
-Eucken, que so color de refutar principios «cada cual se defiende a
-sí mismo y a su propia naturaleza... Es el instinto de conservación
-espiritual que reacciona».</p>
-
-<p>Cuando por nuestro mal tengamos que contender con contradictores de
-este jaez (resulta, a veces, inevitable, porque toda verdad exaspera a
-los mantenedores del error), fuera inocente confiar en persuadirles.
-No es a ellos, sino al público, a quien debemos mirar. Aportemos
-pruebas terminantes; robustezcamos en lo posible la tesis con nuevos
-datos objetivos, y pasemos en silencio ataques personales e insidias
-polémicas. Porque en tales torneos, importa, antes que defendernos,
-defender la verdad.</p>
-
-<p>Por olvidar estas sabidas reglas de prudencia y discreción, ¡cuántas
-desazones y sinsabores! Réplicas acres y violentas y silencios
-rencorosos reconocen casi siempre por causa nuestra falta de urbanidad
-y comedimiento al exponer y valorar el trabajo de los demás.</p>
-
-<p>Citemos algunos datos concretos para adoctrinar al principiante.
-De ordinario, las críticas afectan, ya a errores de hecho o de
-observación, ya a errores de interpretación.</p>
-
-<p>a) Error de observación o de reconocimiento de un hecho.— En
-general, los sabios discuten<span class="pagenum" id="Page_190">p.
-190</span> sobre interpretaciones, no sobre hechos, por suponer que
-el investigador, por modesto que sea, es incapaz de lanzarse a la
-tarea analítica sin preparación suficiente. Por esto precisamente,
-tales <i>lapsus</i> repútanse graves, denotando en quien los comete
-singular candor intelectual o inexperiencia metodológica. Sin
-embargo, guardémonos bien de ensañarnos al hacer constar el dislate;
-seamos piadosos y tengamos presente que, en momentos de distracción
-o descuido, hasta los sabios más sagaces pueden cometerlo. Lejos de
-censurarlo crudamente, disculpémoslo con benevolencia, haciendo notar
-que se trata de observaciones muy difíciles, donde las equivocaciones
-resultan frecuentes y casi inevitables. No imputemos el error a la
-ignorancia, antes bien, a la imperfección de la técnica aprovechada o a
-los prejuicios de la escuela donde se inspiró el trabajo censurado.</p>
-
-<p>Cuando, a despecho de la mejor voluntad, tales excusas parezcan
-inadmisibles, atribúyase la pifia al empleo de material insuficiente
-o poco apropiado, añadiendo que si el autor hubiera hecho uso de
-iguales objetos de estudio que nosotros, habría llegado sin duda a
-las mismas conclusiones, ya que le sobran para ello talento y pericia
-harto acreditados en anteriores publicaciones.<span class="pagenum"
-id="Page_191">p. 191</span> En fin, tratemos de consolarle, insistiendo
-con morosidad, ora sobre las minucias más o menos originales contenidas
-en su trabajo, ora en las excelencias de las descripciones, bien, en
-fin, en la elegancia y precisión de los dibujos. En suma, nuestras
-expresiones se dirigirán principalmente a endulzar las amarguras del
-veredicto, llevando al ánimo de nuestro adversario la persuasión de
-que sus afanes no han sido enteramente inútiles a los progresos de la
-Ciencia.</p>
-
-<p>b) Error teórico.— Supongamos que, interpretando abusivamente los
-hechos, el autor formuló una hipótesis arbitraria y sin base alguna
-en la observación. La píldora crítica será dorada con frases de este
-tenor: «Ciertamente, la explicación propuesta peca de aventurada, pero,
-en cambio, es notablemente ingeniosa, sugiere consideraciones muy
-elevadas y acredita en su autor espíritu filosófico de altos vuelos.
-¡Lástima grande que al forjar su concepción no haya tenido en cuenta
-tales o cuales hechos que la contradicen formalmente! En todo caso, la
-hipótesis es seductora y merece discusión y examen respetuosos».</p>
-
-<p>En fin, tan trivial y grosera puede ser la interpretación teórica,
-que hasta la disculpa parezca<span class="pagenum" id="Page_192">p.
-192</span> adulación. Entonces lo mejor será pasarla en silencio,
-mentando escuetamente, como en el caso anterior, las observaciones
-exactas (si las hay) y el mérito literario, filosófico o pedagógico del
-trabajo.</p>
-
-
-<h3><i>d</i>) <span class="asc">EXPOSICIÓN DE LOS MÉTODOS</span></h3>
-
-<p>Importa asimismo puntualizar, bien al principio, bien al final de la
-monografía, el método o métodos de investigación seguidos por el autor,
-sin imitar a esos sabios que, a título de mejorarla ulteriormente, se
-reservan temporalmente el monopolio de la técnica empleada, restaurando
-la casi perdida costumbre de los químicos y matemáticos de las pasadas
-centurias, los cuales, inspirados en la pueril vanidad de asombrar
-a las gentes con el poder de su penetración, se reservaban los
-detalles de los procedimientos que les habían conducido a la verdad.
-Afortunadamente, el esoterismo va desapareciendo del campo de la
-Ciencia y el mero lector de una Revista puede conocer hoy las minucias
-y <i>tours de main</i> de ciertos métodos, casi tan bien como los
-íntimos del descubridor.</p>
-
-
-<h3 title="e) CONCLUSIONES"><span class="pagenum" id="Page_193">p.
-193</span><i>e</i>) <span class="asc">CONCLUSIONES</span></h3>
-
-<p>Expuesta en forma clara, concisa y metódica la observación u
-observaciones fruto de nuestras pesquisas, cerraremos el trabajo
-condensando en un corto número de proposiciones los datos positivos
-aportados a la ciencia y que han motivado nuestra intervención en el
-asunto.</p>
-
-<p>Conducta que no todos siguen, pero que nos parece por todo extremo
-loable, es llamar la atención del lector sobre los problemas todavía
-pendientes de solución, a fin de que otros observadores apliquen sus
-esfuerzos y completen nuestra obra. Al señalar a los sucesores la
-dirección de las nuevas pesquisas y los puntos que nuestra diligencia
-no ha logrado esclarecer, damos, al par que fácil y generoso asidero a
-los jóvenes observadores ansiosos de reputación, ocasión de pronta y
-plena confirmación de nuestros descubrimientos.</p>
-
-
-<h3><i>f</i>) <span class="asc">NECESIDAD DE LOS GRABADOS</span></h3>
-
-<p>Si nuestros estudios atañen a la morfología, ora macro, ora
-microscópica, será de rigor ilustrar las descripciones con figuras
-copiadas todo<span class="pagenum" id="Page_194">p. 194</span> lo más
-exactamente posible del natural. Por precisa y minuciosa que sea la
-descripción de los objetos observados, siempre resultará inferior en
-claridad a un buen grabado. Cuanto más, que la representación gráfica
-de lo observado garantiza la exactitud de la observación misma, y
-constituye un precedente de inapreciable valor para quien pretenda
-confirmar nuestras aseveraciones. Con justo motivo se otorga hoy casi
-igual mérito al que dibuja por primera vez y fielmente un objeto, que
-al que lo da a conocer solamente mediante descripción más o menos
-incompleta.</p>
-
-<p>Si los objetos representados son demasiado complicados, a los
-dibujos exactos que copian formas o estructuras, añadiremos esquemas o
-semiesquemas aclaratorios. En fin, en algunos casos podrá prestarnos
-importantes servicios la fotografía común y la microfotografía, suprema
-garantía de la objetividad de nuestras descripciones.</p>
-
-
-<h3><i>g</i>) <span class="asc">EL ESTILO</span></h3>
-
-<p>Finalmente, el estilo de nuestro trabajo será genuinamente
-didáctico; sobrio, sencillo, sin afectación, y sin acusar otras
-preocupaciones que el orden y la claridad. El énfasis, la declamación
-y la hipérbole no deben figurar jamás en<span class="pagenum"
-id="Page_195">p. 195</span> los escritos meramente científicos, si no
-queremos perder la confianza de los sabios, que acabarán por tomarnos
-por soñadores o poetas, incapaces de estudiar y razonar fríamente una
-cuestión. El escritor científico aspirará constantemente a reflejar la
-realidad objetiva con la perfecta serenidad e ingenuidad de un espejo,
-dibujando con la palabra, como el pintor con el pincel, y abandonando,
-en fin, la pretensión de estilista exquisito y el fatuo alarde de
-profundidad filosófica. Ni olvidemos la conocida máxima de Boileau: «Lo
-que se concibe bien se enuncia claramente».</p>
-
-<p>La pompa y gala del lenguaje estarán en su lugar en el libro de
-popularización, en las oraciones inaugurales, hasta en el prólogo o
-introducción a una obra científica docente; pero hay que confesar que
-la mucha retórica produce, tratándose de una monografía científica,
-efecto extraño y un tanto ridículo.</p>
-
-<p>Sin contar que los afeites retóricos prestan a menudo a las ideas
-contornos indecisos, y que las comparaciones innecesarias hacen difusa
-la descripción, dispersando inútilmente la atención del lector, que no
-necesita ciertamente, para que las ideas penetren en su caletre, de
-la evocación continua de imágenes vulgares. En este concepto,<span
-class="pagenum" id="Page_196">p. 196</span> los escritores, como las
-lentes, podrían distinguirse en <i>cromáticos</i> y <i>acromáticos</i>:
-estos últimos, perfectamente corregidos de la manía dispersiva,
-saben condensar con toda precisión las ideas que por la lectura o la
-observación recolectan; mientras que los primeros, faltos del freno
-de la corrección, gustan de ensanchar con irisaciones retóricas, con
-franjas de brillantes matices, los contornos de las ideas; lo que no se
-logra sino a expensas del vigor y de la precisión de las mismas.</p>
-
-<p>En literatura, como en la oratoria, los entendimientos cromáticos o
-dispersivos pueden ser de gran utilidad; pues el vulgo, juez inapelable
-de la obra artística, necesita del <i>embudo de la retórica</i> para
-poder tragar algunas verdades; pero en la exposición y discusión de
-los temas de ciencia pura, el público es un senado escogido y culto;
-y ofenderíamos de seguro su ilustración y buen gusto tomando las
-cuestiones demasiado <i>ab ovo</i> y perdiéndonos en amplificaciones
-declamatorias y detalles ociosos. Esta máxima de Gracián, alabada por
-Schopenhauer: «<i>lo bueno, si breve, dos veces bueno</i>», debe ser
-nuestra norma. Suyo es también este consejo: «hase de hablar como en
-testamento; que a menos palabras menos pleitos».</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span>Una severa
-disciplina de la atención, la costumbre de dar a la acción y al
-pensamiento mayor importancia que a la palabra, así como la creencia
-de que, después de inventada una imagen o una frase feliz, el problema
-científico que estudiamos no ha dado un solo paso hacia la solución,
-constituyen excelente profilaxis contra lo que <i>Fray Candil</i>
-llamaba gráficamente <i>flatulencia retórica</i>, que nosotros
-consideramos como manifestación del meridionalismo superficial y causa
-muy poderosa de nuestro atraso científico.</p>
-
-
-<h3><i>h</i>) <span class="asc">PUBLICACIÓN DEL TRABAJO
-CIENTÍFICO</span></h3>
-
-<p>Cuando el investigador goce de crédito mundial, podrá publicar
-sus contribuciones científicas en cualquiera Revista nacional o
-extranjera de la especialidad. Los sabios a quienes el asunto
-interese, no se detendrán en el obstáculo de la lengua, antes bien,
-procurarán estudiarla para conocer el pensamiento del autor o buscarán
-editores que lo traduzcan y publiquen. Sin embargo, aun al sabio más
-reputado le es necesario, para ganar tiempo y conquistar adeptos en
-el exterior, comunicar sus descubrimientos a los <i>Beiträge</i>
-o <i>Centralblatt</i> más divulgados de Alemania. En cuanto al
-principiante, sin crédito todavía en el mundo sabio, obrará muy
-cuerdamente<span class="pagenum" id="Page_198">p. 198</span> pidiendo,
-desde luego, hospitalidad en las grandes Revistas extranjeras y
-redactando o haciendo traducir su trabajo en francés, inglés o alemán.
-De esta suerte, el nuevo hecho será rápidamente conocido de los
-especialistas, y si posee positivo valor tendrá el autor la grata
-sorpresa de verlo confirmado y aprobado por las grandes autoridades
-internacionales. Quienes, inspirándose en un patriotismo estrecho y
-ruin, se obstinan en escribir exclusivamente en Revistas españolas,
-poco o nada leídas en los países sabios, se condenan a ser ignorados
-hasta dentro de su propia nación; porque como habrá de faltarles
-siempre el <i>exequátur</i> de los grandes prestigios europeos, ningún
-compatriota suyo, y menos los de su gremio, osarán tomarlos en serio o
-estimarlos en su verdadero valer.</p>
-
-<p>Siendo, pues, decisivo para el porvenir del incipiente investigador
-el juicio de las autoridades científicas extranjeras, reflexionará
-maduramente antes de someterles el primer trabajo; asegúrese bien,
-mediante prolijas exploraciones bibliográficas, y aún mejor por la
-consulta de algún especialista célebre, de la realidad y originalidad
-del hecho comunicado. Y no olvide que el derecho a equivocarse se
-tolera solamente a los consagrados.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch9">
- <p><span class="pagenum" id="Page_199">p. 199</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/coles.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO IX</h2>
- <p class="subh2">El investigador como maestro.</p>
-</div>
-
-<p>Llegada la época constructiva y dominadas las dificultades del
-trabajo científico, imaginamos a nuestro novel investigador en posesión
-de la madurez y robustez necesaria para su multiplicación espiritual.
-La noble carrera fue seguida hasta el fin; el ideal ansiado logrose por
-entero. Convertido en autoridad internacional, el maestro es citado con
-encomio en las Revistas extranjeras; la originalidad e importancia de
-sus creaciones asegúranle página honorífica en el libro de oro de la
-ciencia.</p>
-
-<p>En tan decorosa situación, puede adoptar el sabio una de estas
-dos actitudes: proseguir concentrado y solitario sus empresas de
-laboratorio, condenándose a la esterilidad docente; o hacer a los
-demás copartícipes de sus métodos de estudio, promoviendo vocaciones y
-erigiéndose en prestigioso jefe de escuela.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_200">p. 200</span>Entre ambos caminos
-la elección no es dudosa. Ciertamente, el trabajo solitario brinda al
-egoísmo satisfacciones y tranquilidades tentadoras; se obedece a la
-ley del mínimo esfuerzo, dirigiendo exclusivamente la atención a la
-investigación personal; se vive en un discreto ambiente de aprobación y
-estima donde faltan, sin duda (y ello es gran ventaja), los entusiasmos
-y veneraciones excesivas, pero donde tampoco mortifican émulos y
-rivales. Mas al adoptar tan cómoda postura, el instinto paternal del
-hombre de ciencia siéntese profundamente inquieto. «¿Qué será de mi
-obra —se pregunta— cuando llegada la senectud falten energías para
-defenderla? ¿Quiénes reivindicarán la prioridad de mis hallazgos, si,
-por ventura, adversarios o sucesores poco escrupulosos se los apropian
-o incurren, al juzgarnos, en olvidos e injusticias?»</p>
-
-<p>Aun miradas las cosas desde el punto de vista egoísta —de un egoísmo
-sano y clarividente—, importa al sabio proceder a su multiplicación
-espiritual. La tarea es sin duda penosa. La actividad del maestro
-bifúrcase en las corrientes paralelas del laboratorio y de la
-enseñanza. Crecerán así sus desvelos, pero aumentarán también sus
-venturas. Sobre dar pábulo a elevadas tendencias, alcanzará el deleite
-de la paternidad<span class="pagenum" id="Page_201">p. 201</span>
-ideal, y sentirá el noble orgullo de haber cumplido honradamente con su
-doble misión de maestro y de patriota. Ya no declinará su vida triste
-y solitaria, antes bien, se verá en su ocaso rodeada de un séquito de
-discípulos entusiastas, capaces de comprender la obra del maestro y de
-hacerla, en lo posible, luminosa y perenne.</p>
-
-<p>La posteridad ha sido siempre generosa con los fundadores de
-escuela. Hasta los errores del iniciador son perdonados o piadosamente
-explicados, si este supo formar espíritus capaces de comprenderlos y
-corregirlos. Quien renuncia a la siembra de ideas se declara egoísta
-o misántropo. Todos pensarán que trabajó para su orgullo en vez de
-laborar para la humanidad. Y si sus talentos destacan demasiado,
-aparecerá como algo patológico, cual formación extraña a su raza, a la
-cual por eso mismo apenas enaltece: especie de bólido intelectual caído
-del cielo, que brilló un momento, mas fue incapaz de comunicar a nadie
-su efímero fulgor.</p>
-
-<p>Dejar prole espiritual, además de dar alto valor a la vida del
-sabio, constituye utilidad social y labor civilizadora indiscutible, de
-las cuales están señaladamente necesitados los países como España, de
-producción científica miserable y discontinua.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span>¡Infeliz del genio
-esporádicamente surgido en estos pueblos y extinguido sin descendencia!
-La ruda competencia entablada entre cientos de laboratorios y escuelas
-extranjeros; el arrollador alud de folletos y libros que se disputan
-encarnizadamente el favor de la actualidad; la tendencia iconoclasta
-de la juventud universitaria, ansiosa de <i>llegar</i> y de afirmar
-e imponer la propia personalidad; la casi total ignorancia entre los
-sabios de las lenguas habladas en las naciones atrasadas, y, sobre
-todo, el <i>chauvinismo</i> feroz reinante en Alemania, Francia e
-Inglaterra en triste complicidad con la desidia nacional, tendrán
-para el orgulloso solitario de la consabida <i>torre de marfil</i>
-las más tristes consecuencias. Muchos de sus descubrimientos serán
-inevitablemente atribuidos a confirmadores extranjeros, poco
-escrupulosos en sus citas, por discípulos de estos menos escrupulosos
-aún; y todos los hechos que, por semejar baladíes a la hora de
-ser publicados, no merecieron el honor de la traducción —pero que
-andando el tiempo suelen remontar en valor— quedarán enterrados en
-el polvo de las bibliotecas indígenas. Que si para la literatura
-y la historia, artes de recreo y atracción, sobran eruditos y
-comentadores, para la austera disciplina científica, el reivindicador
-debe<span class="pagenum" id="Page_203">p. 203</span> ser a la par
-sabio y erudito, y ¡los sabios no abundan en los países de cultura
-insuficiente!...</p>
-
-<p>Importa, pues, que dichas naciones zagueras de la civilización
-obtengan de sus promotores científicos el máximo rendimiento docente,
-compensando en lo posible la escasez a aquellos con el progresivo
-aumento de su capacidad prolífica.</p>
-
-<p>Mas, ¿cómo formar continuadores y, mejor todavía, genios
-iniciadores, capaces de superar al maestro y de señalar rumbos nuevos a
-la investigación?</p>
-
-<p>Llegados a este punto, surge una cuestión importante. ¿Cómo se crea
-la vocación irresistible hacia la Ciencia?</p>
-
-<p>Aunque se haya dicho con razón, por Fouillée, Ribot, Bernheim,
-Levy y otros muchos, que toda idea aceptada por el cerebro tiende a
-convertirse en acto, es lo cierto que en la mayoría de las personas la
-idea o conocimiento científico carece de eficacia para transformarse en
-el <i>acto</i> de confirmar la verdad aprendida o en el de ensanchar
-sus horizontes, merced al esfuerzo personal.</p>
-
-<p>A nuestro juicio, la voluntad obra en el joven a impulsos de la
-representación anticipada del placer ético íntimamente asociado a todo
-triunfo<span class="pagenum" id="Page_204">p. 204</span> intelectual.
-Ante la estimación de los doctos, crece el sentimiento de la propia
-estima. Y, al revés, si se nos desdeña, acabamos por desdeñarnos. De
-aquí la necesidad, desgraciadamente harto olvidada, de que el profesor
-sugiera al alumno de continuo, no tanto con la palabra como con el
-ejemplo, la idea del goce soberano, de la satisfacción suprema que
-produce el arrancar secretos a lo desconocido y del vincular el propio
-nombre a una idea original y útil.</p>
-
-<p>Puesto que, según es bien sabido, la juventud procede en su culto
-a los hombres ilustres por imitación, fuera obra altamente educadora
-de la voluntad que cada profesor trazara con verdadero cariño y con
-deliberado propósito de sugestión la biografía anecdótica y sucinta
-de los sabios que más se distinguieron en el desarrollo de su ciencia
-especial, haciendo, en fin, algo de lo que, desde otro punto de vista,
-quisieron realizar. A. Comte con su culto a los grandes hombres;
-modernamente Carlyle con su libro sobre los héroes; Emerson con
-sus entusiastas apologías de los <i>hombres representativos</i> o
-<i>superhombres</i>, a quienes se deben todos los progresos y ventajas
-de la civilización, y, últimamente, Ostwald con su hermoso libro <i>Los
-grandes hombres</i>.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span>¿Qué signos
-denuncian el talento creador y la vocación inquebrantable por la
-indagación científica?</p>
-
-<p>Problema grave, capitalísimo, sobre el cual han discurrido altos
-pensadores e insignes pedagogos, sin llegar a normas definitivas.
-La dificultad sube de punto considerando que no basta encontrar
-entendimientos perspicaces y aptos para las pesquisas de laboratorio,
-sino conquistarlos definitivamente para el culto de la verdad
-original.</p>
-
-<p>Los futuros sabios, blanco de nuestros desvelos educadores, ¿se
-encuentran por ventura entre los discípulos más serios y aplicados,
-acaparadores de premios y triunfadores en oposiciones?</p>
-
-<p>Algunas veces, sí; pero no siempre. Si la regla fuera infalible,
-fácil resultara la tarea del profesor; bastaríale dirigirse a los
-premios extraordinarios de la licenciatura y a los números primeros
-de las oposiciones a cátedras. Mas la realidad se complace a menudo
-en burlar previsiones y malograr esperanzas. Porque, de igual manera
-que los varones más fervorosamente virtuosos y creyentes suelen
-ser formidablemente egoístas, se da también, con desconsoladora
-frecuencia, el caso de que los más brillantes<span class="pagenum"
-id="Page_206">p. 206</span> jóvenes son mentalidades exquisitamente
-prácticas, es decir, financieros refinadísimos en embrión. Estudian y
-se esfuerzan, más que por amor a la Ciencia, por hallarse persuadidos
-de que el saber constituye excelente negocio, y de que la buena fama
-cobrada en la escuela cotizase muy alto en el mercado profesional y en
-las esferas académicas.</p>
-
-<p>Si el lector sonríe ante esta observación, haga memoria y repare
-en qué vinieron a parar sus más sobresalientes condiscípulos, los
-<i>monstruos</i> de la memoria y de la aplicación, aquellos en quienes
-el profesor ponía todos sus mimos y preferencias; y reconocerá con pena
-que, si en su mayor parte alcanzaron holgada posición social (y en
-esto no erraron sus cálculos), poquísimos o ningunos ascendieron a las
-cumbres del saber o se distinguieron por una acción política, social
-o industrial abnegada y fecunda. Cuanto más que entre los alumnos más
-aprovechados figuran bastantes temperamentos del tipo gregario, dóciles
-y disciplinados, incapaces de iniciativa y que, habiendo aceptado el
-estudio por ciega obediencia a padres y maestros, acaban a menudo la
-carrera sumidos en el enervamiento y la fatiga. ¿Quién no ha oído
-exclamar, al concluir los estudios, a estos forzados del libro de<span
-class="pagenum" id="Page_207">p. 207</span> texto, la conocida frase:
-«<i>Adiós, Horacio, a quien tanto aborrecí</i>»?...</p>
-
-<p>Harto más merecedores de predilección para el maestro avisado, serán
-aquellos discípulos un tanto indómitos, desdeñosos de los primeros
-lugares, insensibles al estímulo de la vanidad, que, dotados de rica e
-inquieta fantasía, gastan el sobrante de su actividad en la literatura,
-el dibujo, la filosofía y todos los deportes del espíritu y del
-cuerpo. Para quien los sigue de lejos, parece como que se dispersan y
-se disipan, cuando, en realidad, se encauzan y fortalecen. Corazones
-generosos, poetas a ratos, románticos siempre, estos jóvenes distraídos
-poseen dos cualidades esenciales de que el maestro puede sacar gran
-partido: desdén por el lucro y las altas posiciones académicas, y
-espíritu caballeresco enamorado de altos ideales. Al revés de los
-otros, al abandonar las aulas es cuando realmente comienzan a estudiar.
-Y no es raro verlos, fatigados ya de laborar sin provecho, y faltos de
-orientación definida, presentarse en los laboratorios en súplica de
-consejos técnicos y de un tema de estudio. Y algunos de ellos logran
-encauzarse y triunfar.</p>
-
-<p>Con todo eso, los rasgos precedentes no constituyen siempre síndrome
-cierto del futuro<span class="pagenum" id="Page_208">p. 208</span>
-hombre de ciencia. Entre quienes sobresalen aquellos abundan veleidades
-y defecciones. Las citadas cualidades representan fuerzas en potencia,
-que no siempre llegan a ser actuales. Seducido por las apariencias, el
-maestro corre el riesgo de educar <i>dilettantes</i> del laboratorio o
-talentos brillantes, pero incapaces de honda y perseverante labor.</p>
-
-<p>Resulta, pues, difícil el diagnóstico de la vocación científica.
-Preciso es apelar a signos más exactamente diferenciadores para
-discernir la moneda falsa del oro de ley.</p>
-
-<p>En su admirable libro sobre los <i>Grandes hombres</i>, Ostwald, que
-se ha planteado este mismo problema, declara, después de hacer algunas
-reservas, que los discípulos particularmente bien dotados reconócense
-en que no parecen satisfechos jamás de lo que la enseñanza ordinaria
-les ofrece... «La enseñanza ordinaria se dirige en profundidad y
-superficie al término medio, y cuando un alumno posee un gran talento,
-verá en seguida que la ciencia recibida es cuantitativa y, sobre
-todo, cualitativamente insuficiente, y exigirá más». Y añade: «la
-más importante cualidad del sabio es la originalidad, es decir, la
-capacidad de imaginar alguna cosa más allá de lo que se le enseña; la
-exactitud en el trabajo, la<span class="pagenum" id="Page_209">p.
-209</span> crítica de sí mismo, conciencia, conocimientos, destreza,
-son también necesarios; pero todo puede adquirirse más tarde, mediante
-conveniente educación».</p>
-
-<p>Estas observaciones de Ostwald son atinadas y frecuentemente
-exactas. Sin embargo, para sacar fruto de ellas, importa que el maestro
-se ponga en contacto cordial con sus discípulos, que en sus pláticas
-de laboratorio les trate como a camaradas ocupados en obra común,
-sugiriéndoles la franqueza y la espontaneidad en la expresión. De este
-modo hallará el maestro facilidades para estudiar el carácter, y medir
-el tono y fortaleza de las pasiones de sus educandos. Así y todo, la
-regla de Ostwald falla en ocasiones. El mozo listo, insatisfecho de las
-descripciones de los textos y de las teorías científicas, puede ser un
-carácter altivo y un agudo entendimiento, pero incapaz de perseverancia
-y disciplina. Más a menudo aún, el futuro investigador adolece de
-excesiva timidez; sus respetos hacia el maestro y una modestia natural
-y simpática refrenan el deseo de pedir esclarecimientos a sus dudas
-teóricas, o aprobación hacia ensayos de nuevas soluciones. En tales
-casos, el investigador en cierne puede no ser reparado por el profesor
-o no estimularle este lo<span class="pagenum" id="Page_210">p.
-210</span> bastante, tomando acaso su reserva por limitación.</p>
-
-<p>Algo más segura, aunque sin pretensiones de infalibilidad, parécenos
-la regla siguiente, donde se combinan, para el diagnóstico psicológico,
-algunos signos subjetivos con otros objetivos.</p>
-
-<p><i>Subjetivamente</i>, el joven apto para la investigación revélase
-desde luego por estos rasgos: Patriotismo ardiente, pero consciente y
-discursivo: lejos de los candorosos optimismos de ciertos patriotas,
-o, mejor dicho, <i>patrioteros</i>, que, con pronunciar cuatro o cinco
-nombres prestigiosos indígenas, creen haber demostrado la colaboración
-decisiva de su país en la obra de la cultura universal, nuestro joven
-siente profundo descontento por la pobreza y mezquindad de dicha
-contribución; ante los juicios severos, pero en el fondo justos,
-con que la crítica extranjera flagela la esterilidad de nuestros
-sabios y filósofos, no responde con trenos patrióticos o jactanciosas
-promesas, sino afilando sus armas y haciendo resolución de emplear
-sus bríos en el combate universal contra la Naturaleza. Nuestro sabio
-en potencia distínguese también por el culto severo a la verdad y
-por un escepticismo sano y de buena ley. Es ambicioso, pero<span
-class="pagenum" id="Page_211">p. 211</span> con ambición noble y
-confesable: ansía destacar de la vulgaridad ambiente y vincular su
-nombre a una gran empresa.</p>
-
-<p><i>Objetivamente</i>, el candidato a sabio corrobora a los ojos
-de todos las promesas precedentes. Sin el culto de la acción, sin la
-prueba de que el novel investigador es capaz de trabajar con fruto,
-correríamos el albur de cultivar un florido regenerador más, tan
-hábil en señalar el rumbo, como incapaz de cruzar el golfo. Pero si
-el joven gusta sobremanera de las manipulaciones del laboratorio, y
-posee laboriosidad infatigable; si, sobre todo (y esta es la señal
-objetiva a que principalmente aludíamos), averiguamos que, a costa de
-penosos sacrificios, con economías robadas a sus recreos y deportes, se
-ha creado un pequeño laboratorio donde se afana en adquirir maestría
-técnica y confirmar personalmente los descubrimientos de las eminencias
-del saber..., entonces el profesor debe intervenir resueltamente,
-ayudándole y protegiéndole; porque la verdadera vocación <i>consiste
-siempre en esa actividad especial a que el joven, menospreciando
-distracciones de la edad, sacrifica tiempo y peculio</i>.</p>
-
-<p>Claro está que la afición, aun la más sincera y entusiasta,
-se equivoca algunas veces. La vocación<span class="pagenum"
-id="Page_212">p. 212</span> no es la aptitud, ni la aptitud conduce
-necesariamente al éxito. Este tiene génesis compleja, dado que entran
-en él, aparte vocación y aptitud, otras condiciones complementarias,
-a saber: la sagacidad para rastrear los filones ricos, el don de
-asimilación de las nuevas ideas, penetrante y seguro sentido crítico,
-buena orientación bibliográfica y metodológica y hasta un cierto
-espíritu filosófico. Pero casi todas estas cualidades complementarias
-pueden adquirirse después. Algo hay que dejar a la convivencia con el
-maestro y al poder transformador de la imitación.</p>
-
-<p>En suma, el futuro sabio suele ser patriota ardiente, ansioso de
-honrarse y honrar a su país, enamorado de la originalidad, indiferente
-al lucro y a los placeres burgueses, inclinado a la acción más que
-a la palabra, lector incansable, y capaz, en fin, de toda suerte de
-abnegaciones y renuncias para realizar el noble ensueño de bautizar con
-el propio nombre alguna nueva estrella del firmamento del saber.</p>
-
-<p><i>Optimismo crítico.</i>— Dejamos expuesto más atrás que el
-maestro digno de tal debe sugerir de continuo a sus discípulos la idea
-de que la ciencia está en perpetuo <i>devenir</i>, que progresa y
-crece incesantemente, sin llegar jamás a plena<span class="pagenum"
-id="Page_213">p. 213</span> madurez, y que todos podemos aportar, si
-nos lo proponemos de veras, un grano de arena al imponente monumento
-del progreso.</p>
-
-<p>Semejante actitud implica, naturalmente, el <i>optimismo</i>
-nacional, es decir, fe robusta en las aptitudes y destinos de la
-raza.</p>
-
-<p>Claro es que semejante optimismo no debe ser ciego, sino avisado y
-previsor. Lejos del pedante y satisfecho engreimiento característico
-de muchos funestos políticos y de no pocas orondas sumidades de la
-cátedra, el buen maestro debe tener plena conciencia de la nacional
-incultura y de nuestra pobreza científica. Tendrá siempre presente que
-España está desde hace siglos en deuda con la civilización, y que de
-persistir en tan vergonzoso abandono, Europa perderá la paciencia y
-acabará por expropiarnos. Critique, pero trabaje. Censure y fustigue,
-si es preciso, a los perezosos, pero sin mirar atrás y con la mano en
-la mancera.</p>
-
-<p>De este patriótico optimismo, llamado por Godó <i>optimismo
-paradójico</i>, y al que cuadraría mejor la designación de <i>optimismo
-crítico</i>, participaron, entre otros, el gran Costa, cuyos apóstrofes
-restallaban como látigos en la espalda de los rezagados o en la
-frente de los antipatriotas; y en más modernos tiempos, el exquisito
-escritor<span class="pagenum" id="Page_214">p. 214</span> y pensador
-Ortega y Gasset, quien propone, como condición esencial de la ascensión
-cultural y ética de España, la plena conciencia de nuestra miseria
-espiritual y de nuestra corrupción política y administrativa.</p>
-
-<p><i>Cómo guiar al novel investigador.</i>— Escogida la familia
-intelectual, es preciso educarla y entrenarla para la ruda labor.
-Pueril y temerario fuera concurrir a torneos científicos, con
-carácter de rigurosas luchas internacionales, sin prepararse tenaz y
-adecuadamente.</p>
-
-<p>Al maestro incumbe la misión de abreviar esta preparación,
-orientando al discípulo, mostrándole los tajos abiertos a la
-investigación, guiándole en la pesquisa bibliográfica y sugiriéndole,
-en fin, la adquisición de cuantos conocimientos y habilidades
-accesorias (dibujo, microfotografía, idiomas, arte de describir
-con exactitud y propiedad, etc.) puedan serle de provecho. Importa
-inculcarle la resolución de completar en este punto su educación lo
-antes posible, para evitar colaboraciones humillantes que, además, no
-pueden ser permanentes.</p>
-
-<p>Fortalecidas de este modo las fuerzas del catecúmeno, procurará
-el profesor ponerlas a prueba, proponiéndole un tema accesible, que
-no exija grandes ni continuados esfuerzos, y<span class="pagenum"
-id="Page_215">p. 215</span> que, a ser posible, represente algo así
-como brote o derivación de la obra fundamental del maestro.</p>
-
-<p>Propende, según es sabido, la juventud a acometer los grandes
-problemas y estrenarse con una catedral. Fuerza es moderar semejante
-ambición, que podría conducir a fracasos desalentadores, haciendo
-ver al principiante la conveniencia de comenzar por las pequeñas
-cuestiones: se corre poco riesgo de errar en ellas, y cuando se yerra
-jamás se sigue el escozor del ridículo. Más adelante, acrecida la
-aptitud técnica y la capacidad especulativa, llegará el caso de llevar
-a cabo la grande obra ensoñada.</p>
-
-<p>Cuando el novel investigador pueda marchar por sí mismo, procúrese
-imbuirle el gusto por la originalidad. Déjese, pues, surgir en él la
-idea nueva con plena espontaneidad, aunque esta idea no concuerde con
-las teorías de la escuela. La más pura gloria del maestro consiste,
-no en formar discípulos que le sigan, sino en forjar sabios que le
-superen. El ideal supremo fuera crear espíritus absolutamente nuevos,
-órganos únicos, a ser posible, en la máquina del progreso. Fabricar
-órganos dóciles e intercambiables, denota que el maestro se ha
-preocupado más de sí mismo que de su país y de la Ciencia.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_216">p. 216</span>Excusado es
-advertir que en sus libros y monografías debe el jefe de escuela hacer
-sincera justicia al discípulo, citando escrupulosamente sus trabajos
-y aun insistiendo en ellos con delectación alentadora. Por amor a
-su prole intelectual, más bien que por modestia, callará la propia
-colaboración. Acrecerá de esta suerte el crédito del sabio novel, cuya
-obra granjeará rápidamente en el extranjero confianza y simpatía.</p>
-
-<p>Con ocasión del primer trabajo del principiante, suelen muchos
-sabios emparejar el propio nombre con el del discípulo, señalando
-con ello su tanto de colaboración: conducta equitativa, aunque poco
-generosa. A menos de que dicho trabajo inicial sea fruto personal casi
-exclusivo del maestro, preferiríamos librar al discípulo del concepto,
-un tanto humillante, de la ajena inspiración. Con ello, el joven
-investigador saboreará el exquisito manjar de la espontaneidad. Raro
-fuera que, una vez probado, no se aficionase a él y se esforzara por
-merecerlo.</p>
-
-<p>Inútil parece también recomendar a los maestros que no se
-aprovechen demasiado de la dócil actividad de sus educandos, so color
-de prepararlos y dirigirlos. Este abuso, revelador de antipático
-egoísmo, florece en algunas escuelas extranjeras, donde, como en
-ciertas profesiones,<span class="pagenum" id="Page_217">p. 217</span>
-el catecúmeno paga la enseñanza con la explotación del aprendizaje.
-¡Cuántas obras monumentales denotan, más que la fecundidad del autor,
-la discreción y modestia de juveniles colaboradores, satisfechos con la
-lejana esperanza de ser algún día apoyados y promovidos por su mentor
-intelectual a empleos decorosos!</p>
-
-<p>Las fatigas de la edad, y más que nada el afán de acaparar
-dignidades y prebendas, incompatibles con una vida apacible y de labor
-honda y perseverante, fuerzan a veces a los sabios a caer en tan
-vituperables explotaciones. Después de haber llegado con honra, hay
-que caer con honor. Bástele a cada cual su propio mérito. Harto pagado
-queda el maestro con la satisfacción de haber despertado actividades
-latentes y formado mentalidades creadoras. Si la debilidad de los
-sentidos o las flaquezas de la voluntad privan al anciano de los bríos
-necesarios para la obra de investigación, abandone resueltamente el
-magisterio militante. No se enseña bien sino lo que se hace, y quien no
-investiga no enseña a investigar. Primor de discretos es lo que Gracián
-designa <i>tener un buen dejo</i>. Aunque nos duela, a cierta edad hay
-que abandonar la enseñanza antes que la enseñanza nos abandone.</p>
-
-<p>Con todo eso, todavía tiene el veterano profesor<span
-class="pagenum" id="Page_218">p. 218</span> alta misión que cumplir.
-Cuando sus manos débiles no pueden sostener el pico del minero,
-ocúpese en refinar el mineral arrancado por otros<a id="FNanchor_26"
-href="#Footnote_26" class="fnanchor">[26]</a>. Y escriba en la quietud
-de su jubilación la historia o la filosofía de la ciencia. Que nadie
-puede exponerla mejor que quien ha vivido sus incidentes y sentido de
-cerca las arduas dificultades especulativas.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/flor.jpg"
- style="width: 4em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch10">
- <p><span class="pagenum" id="Page_219">p. 219</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/flores.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO X</h2>
- <p class="subh2">Deberes del Estado en relación con la producción
- científica.</p>
- <p class="subh2h fs90">Nuestro atraso científico y sus causas pretendidas.
- Explicaciones físicas, históricas y morales de la infecundidad
- científica española. Los remedios.</p>
-</div>
-
-<p>La prosperidad duradera de las naciones es obra de la ciencia
-y de sus múltiples aplicaciones al fomento de la vida y de los
-intereses materiales. De esta indiscutible verdad síguese la
-obligación inexcusable del Estado de estimular y promover la cultura,
-desarrollando una <i>política científica</i>, encaminada a generalizar
-la instrucción y a beneficiar en provecho común todos los talentos
-útiles y fecundos brotados en el seno de la raza.</p>
-
-<p>La política científica implica el empleo simultáneo de estos cuatro
-modos de acción:</p>
-
-<p>1.º Elevar el nivel intelectual de la masa<span class="pagenum"
-id="Page_220">p. 220</span> para formar ambiente moral susceptible de
-comprender, estimular y galardonar al sabio.</p>
-
-<p>2.º Proporcionar a las clases sociales más humildes ocasión
-de recibir en Liceos, Institutos o Centros de enseñanza popular,
-instrucción científica general suficiente a fin de que el joven
-reconozca su vocación y sean aprovechadas, en bien de la nación, todas
-las elevadas aptitudes intelectuales.</p>
-
-<p>3.º Transformar la Universidad, hasta hoy casi exclusivamente
-consagrada a la colación de títulos y a la enseñanza profesional, en
-un Centro de impulsión intelectual, al modo de Alemania, donde la
-Universidad representa el órgano principal de la producción filosófica,
-científica e industrial<a id="FNanchor_27" href="#Footnote_27"
-class="fnanchor">[27]</a>.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_221">p. 221</span>4.º En fin, formar
-y cultivar, mediante el pensionado en el extranjero o por otros métodos
-de selección y contagio cultural, un plantel de profesores eméritos,
-capacitados para descubrir nuevas verdades y para transmitir a la
-juventud el gusto y la pasión por la investigación original.</p>
-
-<p>Carecemos de espacio para estudiar minuciosamente todos estos
-aspectos de la política cultural. Consideramos, por otra parte,
-innecesario entrar en pormenores, ya que son temas repetidamente
-tratados y discutidos desde hace muchos años por la prensa política y
-las obras pedagógicas. Sobre ellos hay, por fortuna, un conjunto de
-soluciones que, con ligeras variantes, han sido generalmente aceptadas.
-Por ahora, concretarémonos a exponer algunas consideraciones tocantes
-al último punto, esto es, a los métodos más apropiados y rápidos
-para refinar en lo posible el personal docente actual y formar el
-futuro profesorado universitario, instrumento<span class="pagenum"
-id="Page_222">p. 222</span> esencial, aunque no exclusivo, de nuestro
-resurgimiento intelectual.</p>
-
-<p>Mas para justificar lo que sigue y fundamentar sólidamente nuestras
-conclusiones, importa resolver una cuestión previa sobre la cual, desde
-hace cincuenta años, y sobre todo a partir del desastre colonial,
-se han ejercitado con varia fortuna casi todos nuestros grandes
-escritores.</p>
-
-<p><i>Resurgir</i>, <i>renacer</i>, <i>regenerarse</i>, son procesos
-dinámicos que implican estado anterior de agotamiento, decadencia
-o regresión. Importa, pues, desde luego dilucidar este importante
-punto: ¿Es exacto que, en orden a la filosofía y a la ciencia, hemos
-decaído verdaderamente? Como productores de civilización en su más
-amplio sentido, ¿es lícito afirmar que hemos degenerado con relación a
-nuestros antepasados de los siglos <span class="asc">XVI</span> y <span
-class="asc">XVII</span>?</p>
-
-<p><i>España es un país intelectualmente atrasado, no decadente.</i>
-Estudiando imparcialmente la historia de la producción científica y
-filosófica española durante la Edad Media, durante el siglo <span
-class="asc">XVI</span> (considerado con alguna exageración, a nuestro
-juicio, como la cima de nuestra intelectualidad) y, en fin, durante las
-últimas centurias; comparando, con absoluta sinceridad, intensiva<span
-class="pagenum" id="Page_223">p. 223</span> y extensivamente, la
-ciencia española forjada en cada uno de esos períodos (descontando
-las alzas y bajas causadas por fortuitos accidentes, quiero decir, el
-avance cultural producido por el descubrimiento de América, que abrió
-de repente a nuestros sabios espléndido campo de investigación, y la
-postración mental provocada por las guerras desastrosas y errores
-políticos de la época de Felipe IV); si cotejamos, en fin, en cada
-una de las citadas épocas, las conquistas intelectuales positivas
-hechas por españoles con las debidas a sabios extranjeros, nos veremos
-obligados a reconocer que ni la raza ni la ciencia española han
-decaído ni se han estacionado por completo. Sobre poco más o menos, su
-rendimiento científico se mantuvo siempre al mismo nivel.</p>
-
-<p>La imparcialidad obliga, empero, a confesar que, apreciado
-globalmente <i>dicho rendimiento, ha sido pobre y discontinuo,
-mostrando, con relación al resto de Europa, un atraso y, sobre
-todo, una mezquindad teórica deplorable</i><a id="FNanchor_28"
-href="#Footnote_28" class="fnanchor">[28]</a>. Dominó<span
-class="pagenum" id="Page_224">p. 224</span> en nuestros cosmógrafos,
-físicos, metalurgistas, matemáticos y médicos la tendencia hacia lo
-útil inmediato, al practicismo estrecho. Se ignoró que solo las ideas
-son realmente fecundas. Y buscando recetas y fórmulas de acción,
-atrofiáronse las alas del espíritu, incapacitándonos para las grandes
-invenciones. Además, en cada período nuestros hombres de ciencia fueron
-escasos, y los genios, como las cumbres más elevadas, surgen solamente
-en las cordilleras. Para producir un Galileo o un Newton es preciso una
-legión de investigadores estimables.</p>
-
-<p>A semejanza de Rusia o del Japón, hasta hace<span class="pagenum"
-id="Page_225">p. 225</span> poco tiempo, o de los germanos y francos
-antes del Renacimiento, España ha permanecido en estado semibárbaro,
-atenida a la religión y a la política y casi del todo ajena a la
-preocupación de ensanchar los horizontes del espíritu. Pero la
-semibarbarie no es la decadencia, como el estado embrionario no es la
-decrepitud. Fuera indisculpable ligereza desesperar de una raza casi
-virgen, riquísima en subtipos y variedades (gran ventaja en sentir
-de los antropólogos), creadora en todo tiempo de individualidades
-geniales y vigorosas, detenida en casi todas sus capas sociales en
-la fase infantil, y, por tanto, muy lejos todavía de la plenitud de
-su expansión espiritual. ¿Habrá que recordar a los pesimistas que
-la mayoría de los españoles son analfabetos? ¿Declararemos ciego
-al privado de luz? Probemos antes si es capaz de ver y de pensar,
-proporcionándole la antorcha de la cultura.</p>
-
-<p>Mientras nuestra raza ha dormido secularmente el sueño de la
-ignorancia y cultivado la religión y el arte (preferentes y casi únicas
-actividades de los pueblos primitivos), las naciones del centro y
-Norte de Europa se nos han adelantado prodigiosamente. No vamos hacia
-atrás, sino muy detrás. Úrgenos, pues, alcanzarlas corriendo<span
-class="pagenum" id="Page_226">p. 226</span> vertiginosamente para
-colaborar en la medida de nuestra escasa población y del exiguo
-sobrante de nuestras energías morales y económicas, en la obra de la
-conquista de la naturaleza.</p>
-
-<p>En suma, España <i>no es un pueblo degenerado, sino ineducado</i>.
-Una minoría gloriosa de intelectuales existió siempre, y aunque con
-escasez y esporádicamente, la ciencia fue en todo tiempo cultivada.
-Nuestros males no son constitucionales, sino circunstanciales,
-adventicios. El problema agitado por algunos de si la raza ibera
-es capaz de elevarse a las esferas de la invención filosófica y
-científica, es cuestión tan ociosa como molesta. Solo fuera lícito
-el desaliento cuando, desaparecido el analfabetismo, generalizada la
-instrucción y el bienestar, como en Inglaterra o Alemania, y ensayadas
-las fuerzas de nuestros mejores talentos en los tajos fecundos de la
-investigación, fracasáramos repetidamente. Pero esta prueba no se ha
-hecho y merece la pena de ensayarse.</p>
-
-<p>Despréndese de todo lo apuntado que el problema del atraso español
-debe plantearse exclusivamente en estos términos:</p>
-
-<p>¿Por qué, encerrando España una población igual a la suma de los
-habitantes de Suiza, Suecia<span class="pagenum" id="Page_227">p.
-227</span> y Holanda, han surgido en ella menos verdades filosóficas,
-morales, y sobre todo científicas, que en cualquiera de estas
-naciones?</p>
-
-<p>Hemos anticipado ya nuestra opinión sobre el problema. Sin embargo,
-en prueba de imparcialidad, vamos a consignar aquí el sentir de algunos
-de nuestros estadistas y escritores más insignes. A nadie se oculta que
-señalar las causas de nuestra insuficiencia vale tanto como mostrar sus
-remedios.</p>
-
-<p>Casi todas las siguientes teorías enfocan especialmente nuestra
-postración política y social. Pero todas ellas pueden extenderse
-al terreno de la actividad científica, ya que el poderío militar y
-político y la prosperidad intelectual e industrial suelen ser cosas
-solidarias, como ramas brotadas del mismo tronco cultural.</p>
-
-
-<h3 class="asc">TEORÍAS FÍSICAS</h3>
-
-<p>Por curiosas, no obstante su paradojismo, vamos a mencionar
-brevemente la <i>hipótesis térmica</i> y la <i>hipótesis
-oligohídrica</i>.</p>
-
-<p>a) <i>Hipótesis térmica.</i>— Según los adeptos de esta concepción,
-tenemos la desgracia de morar en clima semiafricano. Durante el
-verano, un sol calcinador suspende la vida vegetal y aplana<span
-class="pagenum" id="Page_228">p. 228</span> nuestro espíritu; durante
-la estación invernal un sol tibio, acariciador, nos infunde la alegría
-de vivir. ¿Cómo permanecer en el laboratorio o en la biblioteca,
-desoyendo el insinuante llamamiento de una naturaleza próvida y riente,
-henchida de colores, frutos y perfumes y tempranamente desperezada del
-letargo invernal?</p>
-
-<p>Muy al contrario en los países del Norte. Allí el hombre vive
-rodeado de ambiente duro e inclemente. Todo predispone a la
-concentración y al recogimiento. El frío aproxima los espíritus y
-crea vida social intensísima. Por recurso, las personas medianamente
-ociosas y cultas, huyendo de la lluvia y de la nieve, reclúyense en el
-gabinete o en el laboratorio, y se entregan, para no sucumbir al tedio,
-al rompecabezas de la ciencia, a las charadas de la metafísica o a los
-ensueños de la literatura.</p>
-
-<p>El candoroso inventor de esta teoría olvidó explicarnos por qué las
-antiguas civilizaciones surgieron en la India, Egipto, Caldea y Grecia,
-países más calurosos que España, y cómo, mientras dichas civilizaciones
-florecían, la lluvia y la nieve dejaron de surtir efectos filosóficos
-y científicos en britanos, germanos, escitas y galos, sumergidos a
-la sazón en las tinieblas de la barbarie; y, en fin, por qué razón,
-a pesar de los<span class="pagenum" id="Page_229">p. 229</span>
-ardores de Febo, la Edad Media tuvo en España, con sus judíos, árabes
-y cristianos, período de espléndido florecimiento intelectual y en el
-siglo <span class="asc">XVI</span> expansión política formidable. Ni es
-dado olvidar que, según los escritores antiguos, la <i>Turdetania</i>,
-región la más cálida de España, fue lo más civilizado de la Península
-Ibérica antes de la conquista romana.</p>
-
-<p>b) <i>Teoría oligohídrica.</i>— Enlazada con la anterior, de que
-es obligado complemento, fue defendida por el insigne naturalista
-Malladas, de quien tomamos no pocos datos. Costa, Picavea, Jiménez,
-Valdivieso, Maeztu y otros muchos escritores han visto en ella la causa
-principal de nuestro atraso.</p>
-
-<p>Ya Columela notó que en España llueve poco con relación a los demás
-países de Europa. Como es sabido, la fertilidad de un país, y, por
-tanto, su población y riqueza, dependen de la abundancia y regularidad
-de sus precipitaciones acuosas, singularmente durante la primavera y la
-canícula. Inglaterra, Bélgica, Francia, Italia, Alemania, aprovechan
-casi totalmente sus tierras para la agricultura o la ganadería, porque
-en ellas caen anualmente, por término medio, de 600 a 1.400 milímetros
-de agua pluvial. Por consecuencia de tan feliz régimen meteorológico,
-la<span class="pagenum" id="Page_230">p. 230</span> industria
-agrícola fue en tales países siempre floreciente: los cereales, las
-hortalizas, las legumbres, la vid, el praderío y toda suerte de árboles
-desarróllanse lozanamente; hasta las tierras y montes abruptos aparecen
-cubiertos de un tapiz verde aun en agosto y septiembre, criando
-espontáneamente pastos substanciosos. Son los <i>países de yerba</i>,
-envidiosamente contemplados por nuestros enjutos habitantes de la
-meseta central. El riego, necesario entre nosotros, es en los citados
-pueblos casi desconocido: el sol y la lluvia garantizan la regularidad
-y abundancia de las cosechas.</p>
-
-<p>Tan envidiables ventajas naturales explican bien la densidad de
-población del centro y Norte de Europa, la economía y consiguiente
-acumulación de la riqueza, el poderío militar y político, y, en fin, el
-desarrollo de las ciencias y de las artes útiles. Porque el progreso
-científico, como la industria, son función combinada del bienestar
-social y de cierta densidad de población. La ciencia cultívase por
-lo común en países cuyos habitantes no descienden de 60 o 70 por
-kilómetro cuadrado. En España no pasan de 37 en la misma superficie.
-La aproximación espacial crea el acercamiento espiritual. Por donde la
-estrecha convivencia, junto con la abundancia de<span class="pagenum"
-id="Page_231">p. 231</span> mantenimientos, producen el ocio ilustrado,
-la curiosidad científica y la inquietud espiritual. Cualquiera aptitud
-útil o simplemente agradable halla, en tan favorable ambiente, estímulo
-y aplauso.</p>
-
-<p>Bien diferentemente pasan las cosas en nuestro desgraciado
-país. Abierta la Península a los asoladores vientos africanos, con
-latitud geográfica que la condena a calor tórrido y evaporación
-excesiva, necesitaría un coeficiente pluvial superior al de Francia,
-cuando en realidad es muy inferior. Estímasele, por término medio,
-en 300 o 350 milímetros<a id="FNanchor_29" href="#Footnote_29"
-class="fnanchor">[29]</a>. Exceptúase el litoral cantábrico; es decir,
-Galicia, Asturias, Santander, las Provincias Vascas, una parte de
-Navarra y de Cataluña, regiones en que el régimen meteorológico es
-francamente europeo. Provincias hay, como Almería, Murcia, Alicante,
-Valencia, tan desoladamente secas, que en ciertos años no llueve ni
-aun en invierno (el <i>contrapolo</i> de la lluvia); sin la irrigación
-artificial de la tierra serían verdaderos desiertos. En la meseta<span
-class="pagenum" id="Page_232">p. 232</span> central, comprensiva de la
-mayor parte de España, cabe afirmar que no existen sino dos estaciones:
-la de la sequía, que dura desde junio a octubre, y la de las lluvias,
-que va de octubre a mayo.</p>
-
-<p>Merced a la exigüidad y desigual reparto del agua, la mayor parte
-del territorio nacional hállase sin roturar y las mejores tierras
-labrantías rinden cosechas mediocres y aleatorias. Nada mejor revela la
-pobreza de la meseta central (salvo la tierra de Campos, la región de
-Burgos y Vitoria y algunas otras zonas) que este dato desconsolador:
-mientras el trigo rinde en Bélgica, Inglaterra y Francia, casi
-constantemente, de 17 a 25 hectolitros por hectárea, en España no da,
-por término medio, sino de cinco a seis, y eso los años prósperos,
-bastante raros, por desgracia. Indicio y manifestación de esta perpetua
-lucha entre el cerebro y el estómago es nuestra literatura picaresca,
-según ha hecho notar elocuentemente don Rafael Salillas.</p>
-
-<p>Ahora bien: la pobreza engendra la ignorancia. La cultura aun
-elemental implica cierto desahogo económico. ¿Cómo podrá asistir el
-niño a la escuela, si en la mayoría de nuestras aldeas constituyen los
-hijos para el miserable labrador factor de producción indispensable?
-Por lo que<span class="pagenum" id="Page_233">p. 233</span> hace a
-la ciencia, representa lujo que solo pueden costearse las naciones
-ricas.</p>
-
-<p>La <i>teoría oligohídrica</i> es cierta, por desgracia, y ella
-explica cumplidamente la escasez de población y la pobreza casi
-general del agricultor de nuestra Península. Por donde resulta natural
-que sus partidarios proclamen, cual supremo remedio, la <i>política
-hidráulica</i>. Pero dicha hipótesis deja en la sombra la verdadera
-cuestión, que, según dejamos apuntado, es esta: ¿por qué naciones
-más pobres y menos pobladas absolutamente que España, son más cultas
-y producen más ciencia que nosotros? Además, si todo consiste en el
-buen régimen pluvial y en la riqueza y densidad de población, no
-se comprende cómo las provincias del litoral cantábrico, en donde
-llueve 1.500 y más milímetros y cuentan 100 habitantes, sobre poco
-más o menos, por kilómetro cuadrado, no han aventajado en producción
-científica y en invenciones industriales (no aludimos a la riqueza
-minera e industrial, pura lotería aprovechada por extranjeros las
-más veces) al resto de la Península. Tampoco queda suficientemente
-esclarecido cómo Irlanda, pobladísima, y el Sur de China, región
-cuya densidad de población es sorprendente (500 habitantes por
-kilómetro cuadrado), han colaborado menos<span class="pagenum"
-id="Page_234">p. 234</span> en las empresas de la civilización moderna
-que las relativamente pobres y escasamente habitadas (absoluta y
-relativamente), Suecia y Noruega, y la colosal Rusia con sus 19
-habitantes por kilómetro cuadrado. No debe, pues, consistir todo en la
-abundancia de mantenimientos y número relativo de habitantes, aunque no
-sea lícito negar importante influjo a estos factores en el adelanto de
-las ciencias y en la prosperidad de las naciones.</p>
-
-
-<h3 class="asc">TEORÍAS POLÍTICO-MORALES</h3>
-
-<p><i>Teoría económico-política.</i>— Corolario de la precedente
-(porque la escasa fertilidad del suelo trae consigo la flaqueza
-política y militar), esta concepción fue sostenida por casi todos
-nuestros estadistas y pensadores, desde Cánovas y Silvela hasta Pi y
-Margall y Costa, para no citar sino muertos ilustres. Por lo demás,
-como <i>Azorín</i> recuerda oportunamente, escritores muy pretéritos,
-como Saavedra Fajardo, Gracián, Cadalso, Mor de Fuentes, <i>Fígaro</i>
-y otros, pusieron ya el dedo en la llaga, señalando la pobreza de
-nuestros recursos y la frecuencia de guerras inútiles como principales
-factores de nuestro atraso.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_235">p. 235</span>Oigamos primero
-al insigne Cánovas, que, en su libro <i>El Solitario y su tiempo</i>,
-estampa estas palabras, desbordantes de patriótica sinceridad:</p>
-
-<p>«No cabe positiva y duradera grandeza militar y nacional donde hay
-pobreza e impotencia económica... Toda la historia de España está
-en este hecho al parecer insignificante: los soldados que el Gran
-Capitán llevó a Málaga para conquistar a Nápoles, iban ya descalzos y
-hambrientos. Así se corren aventuras a las veces gloriosísimas; mas no
-se fundan permanentes imperios... En vano se busca en la Inquisición,
-en la amortización, en la exageración del principio monárquico, en los
-defectos de los reyes, en la incapacidad de sus privados, etc., la
-causa única de nuestras desgracias; hay allí muchos vanidosos sofismas
-de secta o escuela, y numerosas preocupaciones de la ignorancia»,
-etc.</p>
-
-<p>La historia de España fue siempre, según hace notar Cánovas, un
-proceso de perpetua, de angustiosa penuria económica. «Al subir al
-trono Felipe II, estaban las cosas de modo que su favorito Ruy Gómez de
-Silva hubo de decir a cierto enviado de nación amiga “que se hallaba
-el reino <i>sensa prattica, sensa soldati, sensa dennari</i>”». De
-esta gran postración, no obstante la cual se acometieron nuevas y
-desastrosas<span class="pagenum" id="Page_236">p. 236</span> campañas,
-hace Cánovas responsable al atraso antiguo de la agricultura, producido
-por las guerras de ocho siglos; a la falta de brazos que se comenzaba
-a sentir por la expulsión de los judíos (agravada más adelante por la
-expulsión de los moriscos); a los destierros forzosos de muchos; a las
-persecuciones del Santo Oficio; a la amortización civil y eclesiástica;
-al sinnúmero de soldados que exigieron las dilatadas y sangrientas
-campañas del siglo <span class="asc">XVI</span>, y, sobre todo, a la
-despoblación, causada por el descubrimiento de América.</p>
-
-<p>Cánovas señala, además, como factor de la debilidad nacional,
-el <i>provincialismo</i> o <i>regionalismo</i> y podríamos añadir
-el <i>caciquismo</i>, reliquia feudal tan funesta como la miseria
-económica. Esta falta de solidaridad social, notada también por Hume y
-otros historiadores modernos (<i>kabilismo</i> del insigne Unamuno),
-quebrantó la unidad y energía del Poder central, obligado a respetar
-los fueros y franquicias de las regiones más ricas y pobladas, y a
-gravar casi exclusivamente con levas y exacciones a las esquilmadas
-Castillas, Extremadura y Andalucía. Ante los ahogos de una pobreza
-creciente, el Estado español empeñó todas sus rentas, alteró repetidas
-veces el valor de la moneda, se incautó<span class="pagenum"
-id="Page_237">p. 237</span> de los bienes de los particulares y se
-entregó, en fin, para llevar adelante sus empresas guerreras, a toda
-suerte de atropellos y desafueros.</p>
-
-<p>La población, que, según cálculos de un economista alemán (Haebler)
-que ha consagrado un libro a esclarecer las condiciones económicas
-del pueblo español durante nuestro auge político, pasaba de seis
-millones en la época de los Reyes Católicos, descendió, en tiempos de
-Carlos II, a menos de cuatro<a id="FNanchor_30" href="#Footnote_30"
-class="fnanchor">[30]</a>.</p>
-
-<p>Y apuntando remedios, nos dice Cánovas: «Trabajad, inventad,
-economizad sin tregua; no contraigáis más deudas; no pretendáis tanto
-adquirir como conservar; no fiéis sino en vosotros mismos, dejando
-de tener fe en la fortuna...; que vuestro patriotismo sea, en fin,
-callado, melancólico,<span class="pagenum" id="Page_238">p. 238</span>
-paciente, aunque intencionado, constante, implacable».</p>
-
-<p>De este mal de la despoblación y pobreza quejábanse ya nuestros
-escritores del siglo <span class="asc">XVI</span> y <span
-class="asc">XVII</span>. Recordemos que Fernández Navarrete, que
-escribía en el primer tercio del siglo <span class="asc">XVII</span>,
-hablaba ya en su <i>Conservación de monarquías</i> de que «la
-despoblación de Castilla, que tanto baldonan los extranjeros, debíase a
-las guerras incesantes, a los tributos intolerables, a la colonización
-de América y, sobre todo, a la expulsión de los tres millones de
-moriscos y dos millones de judíos». Laméntase Navarrete, con razón, de
-que las razas laboriosas e industriosas hubieran sido expatriadas y no
-los <i>gitanos</i>, pueblo maleante, entregado sistemáticamente al robo
-y la depredación.</p>
-
-<p>Con no menos vigor y alto espíritu crítico formula el insigne J.
-Costa juicios parecidos. «Ha engañado —dice— a nuestros políticos
-el mapa, no viendo de la Península sino su extensión, no cuidándose
-de apreciar su grado de productibilidad, la población que podía
-mantener, los recursos con que podía acudir al Tesoro público. Dos
-accidentes históricos, el desembarco de Colón en la Península con su
-lotería del Nuevo Mundo, y el matrimonio de Doña<span class="pagenum"
-id="Page_239">p. 239</span> Juana, con sus expectativas en la Europa
-Central, desplegaron a la vista de España perspectivas de grandeza y
-tentaciones de imperio universal, para resistir a las cuales no había
-en la raza suficiente caudal de prudencia política, y complicaron e
-hicieron irremediable aquella desorientación que nos ha valido cuatro
-siglos de decadencia... El arte de gobernar declinó en las manos de
-nuestros estadistas en una rama de la literatura». Suyo también es este
-hermoso y exacto pensamiento: «Como la Venus de Milo, España es una
-bella estatua, pero sin brazos».</p>
-
-<p>En cuanto a remedios, propone la <i>política hidráulica</i>, es
-decir, derivar hacia la agricultura, hacia la construcción de canales
-y pantanos, los caudales locamente derrochados en guerras suicidas
-y en vanidades de hidalgo venido a menos. Coincidiendo con Cánovas,
-sugiere también a nuestros ministros el pensamiento de «gobernar con
-tristeza, como Fernando VI, velando y consolando la desventura de
-los gobernados». Aconseja además: «Abaratar la patria, de modo que
-la condición de español deje de ser un mal negocio; y doble llave al
-sepulcro del Cid para que no vuelva a cabalgar... Hay que rehacer
-al español en la escuela. Menos Universidades y más sabios... No se
-encierra<span class="pagenum" id="Page_240">p. 240</span> todo en
-levantar el nivel de cultura general; es preciso, además, producir
-grandes individualidades científicas que tomen activa participación en
-el movimiento intelectual del mundo y en la formación de la ciencia
-contemporánea... Crear colegios españoles, a estilo del de Bolonia,
-en los principales centros científicos de Europa, para otras tantas
-colonias de estudiantes y profesores, a fin de crear en breve tiempo
-una generación de jóvenes imbuidos en el pensamiento y las prácticas
-de las naciones próceres para la investigación científica, para la
-administración pública, la industria, la enseñanza y el periodismo».
-En suma, <i>despensa</i> y <i>escuela</i>: tales son los remedios de
-nuestros males.</p>
-
-<p>La teoría de Cánovas y de Costa es hoy doctrina inconcusa. Naciones
-desangradas y empobrecidas por guerras inútiles, emigraciones
-continuas y exacciones agotadoras, no suelen sentir ansias de cultura
-superior. Harto hacen con vegetar obscuramente y conservar incólume
-la semilla de la raza. Pero... ¿por qué naciones no menos asoladas
-por guerras desastrosas y enflaquecidas por emigraciones continuas,
-se restauraron rápidamente? ¿Cómo no pereció Italia saqueada, vejada,
-desgarrada y afrentada por casi todos los ejércitos y aventureros de
-Europa?<span class="pagenum" id="Page_241">p. 241</span> ¿Qué secreto
-resorte mantuvo la vitalidad de Francia, no obstante vivir en perpetua
-hostilidad con las naciones fronterizas? ¿Qué extraña virtud hizo
-que Alemania, cuna y campo de batalla del cisma, y cuya población,
-consumida por la guerra de treinta años, descendió, según cálculos
-autorizados, a menos de cuatro millones, no agotara nunca su vena
-productora de ilustres pensadores y de primorosos artífices, renaciendo
-luego con irresistible pujanza? Falta, pues, algo en esta teoría para
-esclarecer por completo el problema de nuestro atraso.</p>
-
-<p><i>Hipótesis del fanatismo religioso.</i>— Según esta concepción,
-generalmente acogida en el extranjero<a id="FNanchor_31"
-href="#Footnote_31" class="fnanchor">[31]</a>, las causas principales
-de nuestra decadencia<span class="pagenum" id="Page_242">p. 242</span>
-política y de nuestro atraso científico fueron la exageración del
-principio religioso y singularmente la Inquisición, que podó y descuajó
-durante siglos lo más eminente y exquisito del genio nacional. Fue una
-selección al revés, como dice Ostwald. El Santo Oficio, limpiando la
-nación de judaizantes, moriscos y luteranos y reduciendo al silencio o
-a la expatriación a todos los pensadores heterodoxos, privó a España
-del concurso de las mentalidades más originales y más renovadoras.
-Porque precisamente entre esos hombres poco fervorosos del dogma
-y rebeldes al despotismo de escuela suelen contarse los grandes
-iniciadores de la Filosofía y de la Ciencia. En el cedazo quedaron,
-pues, los rutinarios, los dóciles, los intolerantes y los meollos rudos
-y seniles.</p>
-
-<p>Aun sin llegar a las violencias de la intolerancia, la exageración
-del principio religioso entraña un germen de postración económica y de
-apatía cultural.</p>
-
-<p>Profundamente penetrados del misticismo y de la existencia de
-otra vida mejor, los pueblos miran la ciencia como algo frívolo,
-profano, de dignidad inferior a la teología, a la literatura y a la
-política. En muchos escritores del siglo de oro, singularmente en
-Gracián, Quevedo y Saavedra<span class="pagenum" id="Page_243">p.
-243</span> Fajardo, apuntan estos sentimientos. En lo cual, fuerza es
-confesarlo, son severamente lógicos. Puesto que la vida terrestre no
-es sino preparación para el cielo, natural es cultivar exclusivamente
-la teología, la mística y la moral, es decir, las sagradas disciplinas
-que nos apartan de frivolidades mundanas y señalan el camino de la
-perfección espiritual. ¿A qué afanarse por las artes útiles, el
-comercio, la industria? Fuera de la moral, el derecho y un poco de
-literatura necesaria para hablar con decoro de las cosas santas, solo
-parece plausible y deseable el esfuerzo para conservar la pureza del
-dogma y la imposición, mediante la guerra, de la unidad religiosa a
-todas las naciones.</p>
-
-<p>Y España peleó locamente contra Inglaterra, Flandes, Francia,
-Italia, África, las razas de América, etc. Empresa enorme, sobrehumana,
-que hubiera exigido en el Gobierno genios, en vez de vulgares privados;
-en el ejército las huestes de Jerjes dirigidas por Aníbales, y en la
-Hacienda pública los tesoros de la Francia o de la Inglaterra actuales.
-Solo Dios puede hacer lo imposible, y así todo se fió en Dios. A la
-Santa Cruzada contra el protestantismo fueron sacrificados vasallos y
-tesoros, cerebros y corazones.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_244">p. 244</span>Arrastrados
-por esta fiebre de ciego proselitismo, desterramos de la Península
-a los judíos y a los moriscos, en cuyas manos florecieron el
-comercio y la agricultura. Quedó la poca tierra cultivable yerma
-y esquilmada. Sobre ella crecieron y se extendieron, como legión
-de voraces parásitos, los frailes y los nobles, paralizando con la
-amortización material las fuentes de la riqueza patria y aniquilando
-con la amortización espiritual las iniciativas científicas y audacias
-especulativas de la raza... Tal es, en sus líneas generales, la teoría
-económico-política.</p>
-
-<p>Nacida en el extranjero con Buckle, Tiknor, Draper, Macaulay,
-Hume, G. Le Bon, etc., sostenida entre nosotros por intelectuales de
-prestigio (Sanz del Río, Revilla, Pi y Margall, José del Perojo, etc.),
-esta hipótesis forma casi parte del ideario de nuestra democracia.
-Sobre las otras concepciones posee la ventaja inapreciable de referir
-nuestro atraso a una condición adventicia, en cierto modo exterior y
-extraña al carácter mental de la raza. Como toda explicación simplista,
-se ofrece cómoda, y por tanto sugestiva. Seduce a primera vista porque
-nos promete, según nota Maeztu, para un plazo breve, fácil y llano
-remedio. Barrida la intolerancia, emancipado el espíritu crítico,
-la ciencia deberá surgir<span class="pagenum" id="Page_245">p.
-245</span> por sí misma como espontánea floración de la cultura y de la
-prosperidad material.</p>
-
-<p>No negaremos nosotros que la exageración del sentimiento religioso,
-que ya Cánovas, Valera y otros consideraron como uno de tantos
-motivos de nuestra decadencia, y, sobre todo, las crueldades del
-Santo Oficio, hayan contribuido bastante a marchitar la flor de
-nuestra originalidad científica y filosófica. Dejamos apuntado ya que
-el sabio, por religioso que sea, gana mucho en un ambiente de libre
-expansión espiritual. Creemos más: que en la actualidad (hay gloriosas
-excepciones), los hombres más ocupados en los problemas del mundo
-suelen ser los menos preocupados de las beatitudes celestiales.</p>
-
-<p>Pero aun reconociendo y proclamando todo esto, pensamos sinceramente
-que la hipótesis del <i>fanatismo religioso</i> es, en el terreno
-histórico, notoriamente exagerada, y en el terreno práctico,
-<i>peligrosísima</i> para las esperanzas puestas en el resurgimiento
-de España y en los altos destinos de la raza, esperanzas que todos,
-y señaladamente los maestros, debemos infundir reiteradamente en la
-juventud.</p>
-
-<p>Que se ha extremado el papel anticultural de la Inquisición,
-probáronlo (cayendo también en<span class="pagenum" id="Page_246">p.
-246</span> opuestas exageraciones) Laverde, Vidart, Adolfo de Castro,
-muchos de nuestros tradicionalistas, y singularmente el fogoso
-patriota y prodigioso erudito Menéndez Pelayo<a id="FNanchor_32"
-href="#Footnote_32" class="fnanchor">[32]</a>. En respuesta a los
-denigradores del Santo Oficio, alegaron que precisamente el auge de la
-producción científica y filosófica española corresponde a los siglos
-<span class="asc">XVI</span> y <span class="asc">XVII</span>, época
-de la prepotencia del terrible Tribunal. Y citaban abrumadoras listas
-de filósofos moralistas y científicos, que brillaron con luz propia
-en nuestra edad de oro. Afirmaban, además,<span class="pagenum"
-id="Page_247">p. 247</span> que en los calabozos del Santo Oficio no
-perecieron hombres de ciencia ni pensadores eximios, sino judaizantes,
-luteranos, musulmanes, y, sobre todo, brujos y endemoniados, según
-ocurría a la sazón, aunque bajo otras instituciones, en todos los
-países de Europa. Recordaban, en fin, que Servet fue inmolado fuera de
-España por el feroz Calvino, y que la tolerante Italia quemó a G. Bruno
-y encarceló a Galileo.</p>
-
-<p>«En Francia —dice Valera—, sin contar los horrores de las guerras
-civiles, solo en la espantosa noche de San Bartolomé hubo más
-víctimas del fanatismo religioso que las que hizo el Santo Oficio
-desde su fundación hasta su caída... Ni iguala en número —continúa—
-por confesión de Schack a solo las infelices brujas quemadas<span
-class="pagenum" id="Page_248">p. 248</span> vivas en Alemania nada más
-que en el siglo <span class="asc">XVII</span>.»</p>
-
-<p>Y es menester reconocer que los hechos citados por los precedentes
-autores poseen alguna fuerza. Maeztu, uno de nuestros jóvenes
-escritores más vigorosos y mejor orientados, nota oportunamente que
-mal pudo la Inquisición sacrificar a filósofos y sabios, cuando España
-no los tuvo nunca (de primer orden, se entiende). Otras son, pues, las
-esenciales causas de nuestro atraso, y no la intolerancia religiosa,
-que adquirió también, entre los cismáticos de Inglaterra, Suiza y
-Alemania, formas y sentimientos singularmente agresivos e inhumanos.</p>
-
-<p>Pero, conforme dejamos apuntado, lo más grave de la teoría religiosa
-no consiste en su tendencia sectaria, ya advertida por Cánovas, sino en
-que, fiados en ella, corremos el riesgo de echarnos definitivamente en
-el surco, dejando de aplicar al mal los verdaderos remedios.</p>
-
-<p>En efecto: hace más de un siglo que, salvo algún chispazo
-aislado, la Inquisición apagó sus hogueras. Hemos hecho cinco o seis
-revoluciones, decretado la desamortización e instaurado un régimen
-de tolerancia religiosa. Reconoce nuestra Constitución la libertad
-de conciencia, de palabra, de asociación y de imprenta,<span
-class="pagenum" id="Page_249">p. 249</span> Profesores eminentes han
-importado a nuestras aulas filosofías más o menos heterodoxas, tales
-como el krausismo, el positivismo y el evolucionismo materialista,
-desarrollándolas libremente, sin molestias ni cortapisas. Aunque
-no forman todavía mayoría, abundan entre nosotros los políticos,
-periodistas, magistrados y catedráticos librepensadores. Contra lo
-que suponen los extranjeros, cierta tolerancia práctica reina entre
-nuestra sociedad ilustrada. Se citarán, acaso, excepciones más o menos
-antiguas; pero en la actualidad, quien positivamente vale, llega en
-España a los primeros puestos, cualquiera que sea su credo filosófico,
-a condición de que no lo proclame harto ruidosa y estridentemente,
-lastimando los sentimientos de la mayoría.</p>
-
-<p>Sin embargo..., con muy ligeros avances sobre nuestro anterior
-estado, continuamos a la zaga de las pequeñas nacionalidades del
-Norte de Europa. Pueblos hermanos como Portugal y las Repúblicas
-sudamericanas, donde la despreocupación dogmática es acaso mayor que
-entre nosotros, viven, sobre poco más o menos, en el mismo plano
-cultural.</p>
-
-<p>Si esta situación continúa y se acentúa, la posición de los
-adeptos de la teoría del fanatismo religioso resultará singularmente
-comprometida.<span class="pagenum" id="Page_250">p. 250</span>
-Y si discurren serenamente, llegarán pronto a la desconsoladora
-conclusión de la incapacidad de los pueblos peninsulares para las altas
-empresas de la civilización. No se trataría ya de la bancarrota de un
-<i>principio</i>, sino de la bancarrota de una <i>raza</i>. Y esto,
-aunque fuera verdad, que no lo es, ningún peninsular puede honradamente
-declararlo, sin haber agotado antes, para demostrar lo contrario, todas
-las capacidades de su intelecto y todas las energías de su voluntad.</p>
-
-<p><i>Hipótesis del orgullo y arrogancia españoles.</i>— Muchos
-extranjeros, varios españoles y no pocos hispanoamericanos (Bunge,
-entre otros) achacan en parte nuestro atraso a este defecto del
-carácter nacional, en cuya virtud se consideraron siempre entre
-nosotros como cosas viles el trabajo mecánico, la industria y el
-comercio. Muy elocuentemente habla acerca de ello el insigne Valera.</p>
-
-<p>«La tiranía —dice Valera— de los reyes de la Casa de Austria, su
-mal gobierno y las crueldades del Santo Oficio, no fueron causa de
-nuestra decadencia; fueron meros síntomas de una enfermedad espantosa
-que devoraba el cuerpo social entero... Fue una fiebre de orgullo, un
-delirio de soberbia que la prosperidad hizo brotar en los ánimos al
-triunfar después de ocho siglos<span class="pagenum" id="Page_251">p.
-251</span> en la lucha contra los infieles. Nos llenamos de fanatismo
-a la judaica. De aquí nuestro divorcio y aislamiento del resto de
-Europa... Nos creímos el nuevo pueblo de Dios; confundimos la religión
-con el egoísmo patriótico; nos propusimos el dominio universal,
-sirviéndonos la cruz de enseña o de lábaro para alcanzar el imperio.
-El gran movimiento de que han nacido la ciencia y la civilización
-moderna, y al cual dio España el primer impulso, pasó sin que lo
-notásemos, merced al desdén ignorante y al engreimiento fanático»<a
-id="FNanchor_33" href="#Footnote_33" class="fnanchor">[33]</a>.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_252">p. 252</span>También Cadalso
-(citado por <i>Azorín</i>), antes que Valera, notó ya esta lacra
-moral de la gente hispana. «No estudiamos —decía—. Nuestro defecto
-fundamental es el orgullo... Las ciencias van decayendo de día en
-día... Los verdaderos estudiosos son tenidos por sabios superficiales
-en el concepto de los que saben poner setenta y siete silogismos
-sobre si los cielos son fluidos o sólidos...» «Trabajemos —dice—
-en las ciencias positivas para que no nos llamen bárbaros los
-extranjeros...»</p>
-
-<p>Las páginas de la Historia de España ofrecen numerosos testimonios
-de este irritante sentimiento aristocrático, que nos llevó a repudiar,
-como innobles y propios solo de judíos y gente servil, la agricultura,
-el comercio, la industria y las artes mecánicas. La nobleza y la clase
-media, preocupadas con la limpieza de sangre, solo podían subsistir
-vegetando parásitamente sobre una masa de pecheros, comerciantes e
-industriales. No obstante lo cual, cometiose la monstruosa aberración
-de decretar, según dijimos antes, primeramente, la expulsión de los
-judíos monopolizadores del comercio, y después, la de los moriscos, en
-cuyas manos estaban la agricultura y la industria. Nubes de extranjeros
-voraces, incapaces de nacionalizarse porque nos<span class="pagenum"
-id="Page_253">p. 253</span> odiaban cordialmente, vinieron a reemplazar
-a moriscos y judíos, absorbiendo el oro de América, fomentando
-la industria de sus sendos países, con daño de la nuestra, y
-convirtiéndose en usureros y esquilmadores del Estado. Entristecen las
-descripciones que extranjeros como Campanella, Mad. d’Aulnoy y otros
-hacen de la incuria de nuestros hidalgos y del casi total abandono del
-agro castellano, a causa del desprecio suicida del trabajo manual. Así
-como el comercio y la banca cayeron en poder de genoveses, flamencos
-y franceses, el cultivo mismo de la tierra (es decir, lo poco de
-ella cultivado) vino a manos de braceros extranjeros, con los cuales
-emigraban anualmente muchos millones, importe de salarios.</p>
-
-<p>La teoría del orgullo explica algo mejor que la hipótesis
-económico-política la escasez de nuestra producción científica
-e industrial. La ciencia exige instrumentos, y estos solo puede
-proporcionarlos una industria floreciente. Y en aquel tiempo era
-difícil importarlos de fuera. Deja, sin embargo, esta concepción en la
-sombra algunos puntos, entre ellos la pobreza filosófica, astronómica y
-matemática de la nación y el gusto casi exclusivo hacia el saber, que
-nuestro ilustre Carracido llama <i>ornamental</i> (literatura,<span
-class="pagenum" id="Page_254">p. 254</span> humanidades y filosofía
-escolástica, etc.), con el consiguiente desprecio de las ciencias de
-la naturaleza. Creímos que era bastante dominar, sin reparar que solo
-imperan duraderamente la ciencia, la industria y el comercio.</p>
-
-<p><i>Teoría de la segregación intelectual.</i>— En todas las hipótesis
-expuestas, singularmente en las de Cánovas, Costa y Valera, late
-un fondo de verdad, pero ellas no lo dicen todo. A nuestro atraso
-contribuyeron indudablemente las guerras inútiles, la Inquisición, el
-finchado aristocratismo, la emigración a América, el desdén por el
-trabajo mecánico y la irreparable esterilidad de una tierra eternamente
-sedienta. Pero estas calamidades (que muchos países han sufrido),
-con ser grandes habrían moderado nuestra producción en orden al
-conocimiento de la naturaleza, mas no la habrían reducido a un mínimo
-casi despreciable de no intervenir otro factor, felizmente modificable,
-a que apenas aluden nuestros escritores. La causa culminante de nuestro
-retardo cultural no es otra que el <i>enquistamiento espiritual</i> de
-la Península. A la manera de un tumor, el talento hispano desarrollose,
-viciosa y monolateralmente, nutriéndose exclusivamente de la pobre
-savia nacional. La frase «Santiago, cierra España», citada por
-Bunge<span class="pagenum" id="Page_255">p. 255</span> (que le da un
-sentido erróneo, sin duda por imperfecto conocimiento del castellano),
-no fue solo el grito de combate de nuestros guerreros, sino la
-divisa de nuestros sabios<a id="FNanchor_34" href="#Footnote_34"
-class="fnanchor">[34]</a>. Cerramos las fronteras para que no se
-infiltrase el espíritu de Europa, y Europa se vengó alzando sobre los
-Pirineos una barrera moral mucho más alta: la muralla del desprecio.
-Desde fines del siglo <span class="asc">XVII</span>, nuestros sabios,
-nuestros filósofos, nuestros literatos, dejaron casi enteramente
-de ser leídos y citados. Entre los científicos, solo se salvó del
-olvido Azara, el gran naturalista que brilló en el siglo <span
-class="asc">XVIII</span>.</p>
-
-<p>Como consecuencia de esta segregación intelectual, no prendió
-apenas en España la semilla del Renacimiento, según nota oportunamente
-Federico de Onís. Los inyectores de la savia nueva, tales como Lebrija,
-el Brocense, Pedro Ciruelo y otros, fueron perseguidos. Y no digamos
-nada de Servet y del Dr. F. Sánchez, el precursor del cartesianismo y
-del agnosticismo moderno, porque ambos tuvieron que expatriarse<span
-class="pagenum" id="Page_256">p. 256</span> para escribir. El terror
-a lo nuevo, a lo extranjero, obsesionaba a nuestros Claustros
-profesorales, más inquisidores que la Inquisición misma, que recelaban
-no solo de las ciencias naturales, sino hasta de las inofensivas
-filología, gramática e historia. Y semejante estado de espíritu perduró
-muchos años, según revelan los escritos de Villarroel y los más
-modernos de Feijóo, Campomanes y Jovellanos.</p>
-
-<p>Hubo, ciertamente, algunas excepciones de dicha incomunicación.
-Durante una parte del siglo <span class="asc">XVI</span>, con
-ocasión de nuestras guerras de Italia, las auras del Renacimiento
-vivificaron un tanto el petrificado espíritu español, despertándole
-parcialmente de sus éxtasis religiosos y de sus ensueños imperialistas.
-Otra ventana hacia Europa abriose también durante el siglo <span
-class="asc">XVIII</span>; por ella recibieron algunos intelectuales
-bien dotados el influjo bienhechor de la crítica y de la renovación
-científica que agitaban la Europa.</p>
-
-<p>En corroboración de esta doctrina, nótese que casi todos nuestros
-grandes escritores y sabios surgieron en esas épocas de relativo
-intercambio cultural, y fueron, naturalmente, infatigables viajeros.
-No pocos, desde el final de la Edad Media, perfeccionaron sus estudios
-en el extranjero y regentaron cátedras en Roma, Bolonia,<span
-class="pagenum" id="Page_257">p. 257</span> París, Montpellier,
-Tolosa, etc. Recordemos a Arnaldo de Vilanova, Raimundo Lulio, Servet,
-Luis Vives, Saavedra Fajardo, el padre Acosta, el médico Hernández,
-Garcilaso, Quevedo, etc. El mismo Cervantes, no obstante su original
-genialidad, debió mucho a la refinada cultura de Italia. Pero, en
-general, salvando gloriosas excepciones, nuestro orgullo aristocrático,
-secundado por la desdichada posición geográfica de la Península (confín
-de Europa y camino solamente de África), nos condujo a una reclusión
-mental deplorable. A semejanza de esos animales habitadores de la
-Australia, que segregados en remotas edades del Continente, adquirieron
-formas insólitas y estrafalarias, así el entendimiento español, no
-vivificado por la conjugación intelectual ni corregido por la crítica
-europea, apartose de las normas de la cultura mundial y se expandió en
-la viciosa y casi exclusiva vegetación de las sutilezas escolásticas,
-de los transportes de la mística y de los juegos del conceptismo y
-culteranismo.</p>
-
-<p>Y sin embargo, no faltó nunca algún español, flor de la raza,
-que apuntara, aunque predicando en desierto, los inconvenientes del
-aislamiento nacional. En su famoso libro de <i>Las Empresas</i>,
-Saavedra Fajardo decía: «La renovación<span class="pagenum"
-id="Page_258">p. 258</span> da perpetuidad a las cosas caducas por
-naturaleza... Ninguna juventud sale acertada en la misma patria...
-Los parientes y amigos la hacen licenciosa y atrevida. No así en las
-tierras extrañas, donde la necesidad obliga a la consideración en
-componer las acciones y en granjear voluntades. Fuera de la patria se
-pierde aquella rudeza y encogimiento natural; aquella altivez necia e
-inhumana que ordinariamente nace y dura en los que no han practicado
-con diversas naciones... Los españoles, que con más comodidad
-pudieran practicar el mundo, por lo que en todas partes se extiende
-su monarquía, son los que más retirados están en sus patrias, si no
-es cuando las armas les sacan de ellas.» (<i>Empresa</i> LXVI)<a
-id="FNanchor_35" href="#Footnote_35" class="fnanchor">[35]</a>.</p>
-
-<p>Que durante nuestra supremacía militar viajábamos<span
-class="pagenum" id="Page_259">p. 259</span> poco, y no llevamos a
-Flandes e Italia comerciantes, sabios y colonos que acompañaran a
-nuestros soldados y crearan vínculos materiales y espirituales con la
-metrópoli, persuádelo el hecho harto elocuente de que en la actualidad
-no queda en dichos países el menor rastro de la raza, la lengua y las
-costumbres españolas. Verdad es que en tales empresas se trataba casi
-siempre de defender el patrimonio, bien o mal adquirido, de los reyes,
-no los intereses positivos de nuestro pueblo, según hace notar muy
-sagazmente Cristóbal de Reyna<a id="FNanchor_36" href="#Footnote_36"
-class="fnanchor">[36]</a>.</p>
-
-<p>Hemos vivido, pues, durante siglos, recluidos en nuestra concha,
-dando vueltas a la noria del aristotelismo y del escolasticismo, y
-desinteresados y desdeñosos (con excepción de pocos paréntesis) del
-poderoso movimiento crítico y revisionista que impulsó en Europa a
-las ciencias y las artes. Fuera, empero, injusticia olvidar<span
-class="pagenum" id="Page_260">p. 260</span> que algunos de nuestros
-sabios y filósofos conocieron y profesaron las novísimas verdades
-matemáticas, astronómicas, y físicas y biológicas, conquistadas por
-Copérnico, Galileo, Torricelli, Newton, Descartes, Vesalio, Harveo,
-Lavoisier; pero poquísimos de ellos tuvieron el arranque necesario para
-trasladarse a los grandes centros culturales, y adquirir el contagio
-tonificante de la genialidad creadora.</p>
-
-<p>A causa de esta incompleta conjugación con Europa, nuestros
-maestros profesaron una <i>ciencia muerta</i>, esencialmente formal,
-la ciencia de los libros, donde todo parece definitivo (cuando nuestro
-saber hállase en perpetuo <i>devenir</i>), e ignoraron la <i>ciencia
-viva</i>, dinámica, en flujo y reflujo perennes, que solo se aprende
-conviviendo con los grandes investigadores, respirando esa atmósfera
-tónica de sano escepticismo, de sugestión directa, de imitación y de
-impulsión, sin las cuales las mejores aptitudes se petrifican en la
-rutinaria labor del repetidor o del comentarista.</p>
-
-
-<h3 class="asc">EL REMEDIO DE NUESTRO ATRASO. MÉTODO HISTÓRICO DE
-ELEVACIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL</h3>
-
-<p>La ciencia, como todas las actividades específicas del
-entendimiento, es simple consecuencia<span class="pagenum"
-id="Page_261">p. 261</span> de la imitación y del ejemplo. Trátase
-siempre de un contagio, a veces a distancia, por la semilla latente en
-los libros, mucho más a menudo de cerca, por gérmenes arribados por el
-oído, escapados, como en surtidor luminoso, de las cabezas geniales.
-Del mismo modo que el hijo aprende el oficio del padre, <i>mirando
-y ensayándose</i>, así el sabio en perspectiva aprende a investigar
-mirando al investigador y trabajando bajo su vigilancia. Como dice
-acertadamente Castillejo, uno de los apóstoles más fervientes y
-desinteresados de nuestro renacimiento intelectual, «los florecimientos
-culturales son producto del contacto de civilizaciones diferentes.
-Hay una especie de fecundación que, sin ahondar ahora más, puede bien
-referirse al carácter de producto social que la cultura tiene, lo
-mismo referida a las colectividades de individuos que a las de los
-pueblos».</p>
-
-<p>Tan palmaria verdad es que la ciencia brota de la fecundación
-intelectual inmediata, que no se citará un solo país en donde el
-ansia de saber haya surgido con absoluta espontaneidad. Por rica y
-plástica que parezca la mentalidad de un sabio, jamás será poderosa a
-crear <i>in toto</i> una disciplina científica. Su misión se reduce
-a desenvolver un germen recibido, a consolidar<span class="pagenum"
-id="Page_262">p. 262</span> y acrecentar el patrimonio heredado.</p>
-
-<p>¿Habrá que recordar ejemplos históricos de tan trivial y vulgar
-aserto? Nadie ignora que los filósofos y sabios de la Grecia fueron
-infatigables viajeros. Cada una de aquellas inteligencias vírgenes y
-ansiosas de sabiduría, solía dividir su vida en dos fases: durante la
-primera asistía a los focos culturales de Egipto, Asiria, Persia, la
-India y la Gran Grecia; durante la segunda, recogíase en sí misma,
-sistematizaba lo aprendido y fundaba nueva escuela. El viejo Egipto
-adoctrinó a Grecia, como, andando el tiempo, Grecia adoctrinó a
-Italia y a las naciones mahometanas; y, en fin, estas y sobre todo la
-cultísima Italia del Renacimiento (esa Italia, siempre pagana, a pesar
-del cristianismo, y fervorosamente enamorada de la sabiduría antigua),
-difundieron la ciencia clásica por el resto de Europa.</p>
-
-<p>Y para recordar ejemplos más cercanos, hoy mismo, ¿no vemos
-al Japón, pueblo de raza amarilla, pasar bruscamente desde las
-tinieblas de la Edad Media a los esplendores de la cultura y de
-la civilización occidentales? Obra estupenda, que parece milagro,
-y representa simplemente un caso particular de sistemática pero
-intensiva y extensiva inoculación de la ciencia<span class="pagenum"
-id="Page_263">p. 263</span> europea. No fue, ciertamente, según se
-complacen en afirmar algunos de nuestros políticos, la revolución
-japonesa del 68 con sus reivindicaciones liberales y la consiguiente
-emancipación económica del agricultor, la causa eficiente de tan
-asombroso renacimiento. No; los artífices de la grandiosa ascensión
-fueron, en primer término, el alto sentido político del Emperador y sus
-ministros y, a guisa de instrumentos, esos miles de jóvenes pacientes,
-silenciosos, concentrados, que, por mandato del Gobierno, vinieron a
-Europa a escudriñar, llenos de fervor patriótico, en laboratorios,
-seminarios, talleres, fábricas y arsenales, los secretos de la
-sabiduría y de la fuerza occidentales.</p>
-
-<p>Menos resonantes y notorios, pero igualmente significativos
-ejemplos, nos ofrecen algunos pueblos de pura cepa europea, en donde
-por diversos motivos decayeron las ciencias o no adelantaron con el
-brío necesario. Recordemos a Italia, cuyas Universidades, un tanto
-enervadas durante la primera mitad de la pasada centuria, supieron
-remozar la caduca savia, importando profesores alemanes y, sobre todo,
-educando sistemáticamente en el extranjero la flor de su juventud
-intelectual y docente. Igual salvadora conducta han seguido los Estados
-Unidos (en<span class="pagenum" id="Page_264">p. 264</span> donde
-por diversas causas el espíritu científico aparecía ahogado por el
-bajo mercantilismo), inundando de jóvenes doctores los laboratorios y
-seminarios ingleses, franceses y alemanes.</p>
-
-<p>Patentes están los frutos de esta inoculación reiterada y metódica
-del germen del progreso científico. Italia ha decuplicado su
-rendimiento intelectual; y en ciertas esferas del saber, figura ya a
-la cabeza del movimiento cultural europeo. En cuanto a los Estados
-Unidos, el espíritu de indagación hállase en rápido <i>crescendo</i>;
-la pléyade de inventores ingeniosos, aunque empíricos, ha sido allí
-reforzada por lucida cohorte de sabios creadores, cuyos descubrimientos
-promueven el aprovechamiento, de cada vez mayor, de las riquezas del
-suelo y del subsuelo, y han sido causa del asombroso florecimiento
-de las empresas industriales. Poderosos Institutos, como el célebre
-de Rockefeller, legado de millonarios patriotas, se han creado para
-cultivar la ciencia pura. Por este mismo sendero marchan con éxito
-brillante, o con esperanzas justificadas, Rumanía, Egipto, Chile, la
-República Argentina, etcétera.</p>
-
-<p>Y nótese que la elevación cultural de los citados pueblos ha
-surgido, no por lenta evolución, conforme pide la teoría, sido súbita
-y teatralmente;<span class="pagenum" id="Page_265">p. 265</span>
-verdadera revolución desde arriba, para la cual la <i>Gaceta</i>, tan
-desacreditada entre nosotros, obró cual talismán mirífico.</p>
-
-<p>La panacea que en Italia, en los Estados Unidos, en el Japón<a
-id="FNanchor_37" href="#Footnote_37" class="fnanchor">[37]</a>,
-en Hungría, en Rumanía, en la misma Rusia, es decir, en países de
-razas y genio tan diversos, ha tenido éxitos resonantes, ¿fracasará
-precisamente en España, crisol donde se fundieron casi todas las razas
-europeas?</p>
-
-<p>Desde ahora declaramos que el remedio que obró milagros en todos
-los países, dará también resultados excelentes en España. Si hay
-fracaso, nuestra será la culpa, por no haber sabido servirnos de la
-heroica panacea. El fiasco, y tras él la decadencia definitiva y
-mortal, vendrán solamente si la aplicamos sin fe ni perseverancia;
-si<span class="pagenum" id="Page_266">p. 266</span> por espíritu
-de tacañería la administramos a dosis homeopáticas, o de manera
-intermitente; si no sabemos reclutar y preparar mentalmente a nuestra
-juventud para recibir, allende el Pirineo, la suprema iniciación;
-si, a la vez que establecemos íntima comunicación espiritual con el
-extranjero, no acertamos a mantener en los iniciados el fuego sagrado
-de la investigación, organizando, para retenerlos y estimularlos,
-laboratorios y seminarios, talleres y demás centros de laboreo
-intelectual y profesional; si, en fin, por respeto a rancios prejuicios
-o a funestos formalismos, no procedemos a incorporar rápidamente a
-la enseñanza el nuevo plantel docente, renovando y fecundando con
-él la vieja Universidad, órgano principal, según dejamos dicho, de
-civilización y de progreso.</p>
-
-<p>Porque, lo hemos proclamado mil veces y lo repetiremos otras mil,
-España no saldrá de su abatimiento mental mientras no reemplace las
-<i>viejas cabezas de sus profesores</i> (Universidades, Institutos,
-Escuelas especiales), <i>orientadas hacia el pasado, por otras nuevas
-orientadas al porvenir</i>. No reside, pues, el daño en los que
-aprenden, ni en el Estado que, en la medida de lo posible, sufraga
-los gastos, sino en los que enseñan. De unos salen los otros. Ideal
-del discípulo<span class="pagenum" id="Page_267">p. 267</span> será
-siempre parecerse a su maestro. ¿Cómo superarse si no halla cerca de sí
-otro término más alto de comparación? Y pues es fuerza romper la cadena
-de hierro de nuestro atraso, rómpase por el <i>anillo docente</i>,
-único sobre el cual puede obrar directa y eficazmente el Estado.
-Europeizando rápidamente al catedrático, europeizaremos al discípulo y
-a la nación entera.</p>
-
-<p>Como dice luminosamente Castillejo, «no queda otro recurso que
-formar gente nueva y unirla a los elementos aprovechables de la
-antigua». Pero esa gente nueva no lo será de veras, se parecerá
-irremediablemente a nosotros, adolecerá de nuestras rutinas y defectos,
-como no respire por mucho tiempo el ambiente de la Universidad
-extranjera.</p>
-
-<p>Tal es el plan salvador. No ha habido que inventar la panacea.
-Es remedio probado, norma seguida por cuantos pueblos tuvieron
-clara conciencia de su postración y quisieron regenerarse de veras.
-Descendamos ahora a formular algunas reglas tocantes a la manera de
-aplicar la terapéutica.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/flor.jpg"
- style="width: 4em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch11">
- <p><span class="pagenum" id="Page_269">p. 269</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/coles.jpg"
- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Ilustración ornamental" />
- </div>
- <h2 class="nobreak g0">CAPÍTULO XI</h2>
- <p class="subh2">Órganos sociales encargados de nuestra
- reconstrucción.</p>
- <p class="subh2h fs90">Pensionado en el extranjero. Importación
- de profesores. Creación de Colegios españoles en las principales
- ciudades universitarias de Europa.</p>
-</div>
-
-<p>Las ideas precedentes, vulgarísimas en el extranjero, tampoco son,
-por fortuna, novedad en España. Más o menos explícitamente, han sido
-proclamadas por nuestros mejores escritores, y singularmente por las
-eminencias de la cátedra; han creado un estado de conciencia nacional
-y se han traducido, al fin, en leyes y órganos adecuados de acción.
-Notorio es que, desde hace algunos años, se han fundado entre nosotros
-instituciones que, como la <i>Junta de Ampliación de estudios y
-Pensiones</i> y el <i>Patronato de ingenieros y de obreros</i>, tienen
-por principal misión escoger la flor de nuestra juventud intelectual y
-obrera, para educarla y sostenerla en los grandes<span class="pagenum"
-id="Page_270">p. 270</span> focos de producción científica e industrial
-de Europa y América.</p>
-
-<p>La <i>Junta de Pensiones y de Ampliación de estudios</i> se
-propone, según resume su activo secretario, señor Castillejo: «1.º El
-envío de pensionados al extranjero, la comunicación con ellos y la
-organización de diversas formas de tutela y auxilio para facilitarles
-su labor. 2.º Un servicio de información extranjera en las cuestiones
-de educación, para divulgar el conocimiento de los centros docentes y
-las condiciones de la vida en los principales países. 3.º Un patronato
-de estudiantes que secunde la iniciativa privada, auxiliando el envío
-de jóvenes al extranjero por cuenta de las familias. 4.º La creación
-de centros de investigación científica, organizados dentro y fuera
-de España, como medio de que los pensionados en el extranjero puedan
-continuar su preparación, y los que aspiren a salir, comenzarla
-reunidos, con los elementos que el país ofrezca, en un trabajo
-práctico y personal. Hay hasta ahora constituidas tres agrupaciones:
-el Centro de estudios históricos, el Instituto nacional de ciencias
-físico-naturales y la Escuela española de Roma para Arqueología e
-Historia. 5.º El fomento de las instituciones de carácter educativo,
-para mejorar<span class="pagenum" id="Page_271">p. 271</span> en todos
-los órdenes de la vida de nuestros escolares. Se ha abierto ya en
-Madrid la primera <i>Residencia</i> de estudiantes donde estos hallan
-favorables condiciones higiénicas, morales e intelectuales, dentro de
-un régimen de sana libertad»<a id="FNanchor_38" href="#Footnote_38"
-class="fnanchor">[38]</a>.</p>
-
-<p>La lealtad, la imparcialidad confesional y el sincero patriotismo
-con que la <i>Junta de Pensiones y de Investigaciones científicas</i>
-ha aplicado los referidos principios de elevación cultural, han sido
-reconocidos por la mayoría de los conspicuos de la política, sin
-distinción de matices. Aprobaciones valiosas ha merecido también de
-nuestros más brillantes escritores, entre los cuales fuera imperdonable
-olvidar al cultísimo y ecuánime crítico Gómez Baquero, cuyas elocuentes
-conferencias de Portugal versaron precisamente sobre las funciones de
-la Junta y los resultados alentadores obtenidos. Conscientes<span
-class="pagenum" id="Page_272">p. 272</span> de que se deben a una obra
-esencialmente nacional, los miembros de la susodicha Corporación, a la
-hora de proponer pensiones u otorgar becas de trabajo, no disciernen
-otros colores que los gloriosos de la española bandera, que son también
-los mismos de la aurora espiritual por todos anhelada.</p>
-
-<p>Colaboradores humildes de dicha Institución, no debemos justipreciar
-su labor. Fuera, además, harto prematuro. Séanos lícito, sin embargo,
-olvidarnos por un momento de nuestro insignificante concurso, y
-apreciar objetivamente los resultados. Repetimos que es todavía
-temprano para hacer el arqueo de los valores logrados. La semilla dará
-fruto solamente dentro de algunos años. La justicia obliga, empero, a
-confesar que, no obstante la timidez e irresolución con que el Estado
-y en su nombre la citada Junta han procedido, hanse recogido cosechas
-estimables. Por de pronto, en la nueva generación, el tipo mental del
-maestro declamador y meramente comentarista disminuye visiblemente, y
-de día en día aumenta el número de revistas científicas nacionales, de
-laboratorios y seminarios de investigación y de entusiastas profesores
-entregados a pesquisas originales. Puntualicemos un poco.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_273">p. 273</span>Por lo que toca
-a la Biología, contamos ya con un plantel de laboratorios cuyas
-investigaciones son conocidas y apreciadas en el extranjero, donde
-algunos de ellos han explicado cursos y dirigido laboratorios.
-Diversas revistas alemanas, inglesas y nacionales, y singularmente
-los <i>Trabajos del Laboratorio de Investigaciones biológicas</i>
-y el <i>Boletín de la Sociedad española de Biología</i>, registran
-sus interesantes comunicaciones. Solo en la Revista citada de mi
-Laboratorio (<i>Trabajos del Laboratorio de Investigaciones</i>,
-etc., años 1912 a 1923), han sido publicadas por alumnos o
-profesores pensionados más de 50 monografías originales, algunas con
-descubrimientos de primera fuerza.</p>
-
-<p>Los naturalistas, laboriosos como siempre, aunque lentos todavía
-en adoptar ciertos métodos de estudio (histológico, embriológico,
-etológico y psicológico), han acrecido cualitativa y cuantitativamente
-su rendimiento. Aparte las comunicaciones insertas en el <i>Boletín
-de la Academia de Ciencias</i>, cada día son más interesantes las que
-ven la luz en los acreditados <i>Anales de la Sociedad española de
-Historia Natural</i>. La creación de la <i>Comisión de Investigaciones
-paleontológicas y prehistóricas</i> ha dado también opimos frutos. Sus
-doctos y activos<span class="pagenum" id="Page_274">p. 274</span>
-profesores, adoctrinados por ilustres especialistas franceses y
-alemanes, nos han redimido del bochorno de que nuestra Península
-constituyera, en lo tocante al arte e industria prehistóricos,
-exclusivo campo de explotación de sabios extranjeros.</p>
-
-<p>Grandes esperanzas nos hacen concebir también los físicos, químicos,
-matemáticos e ingenieros llegados recientemente de Alemania, Holanda,
-Bélgica y Francia. Algunos de ellos se han ilustrado ya con importantes
-investigaciones en parte publicadas por la <i>Junta de Pensiones</i>, y
-en su mayoría insertas en la joven <i>Revista de Física y Química</i>.
-Hasta los matemáticos, tan flemáticos y apocados antes, han fundado,
-por fin, un <i>Seminario</i> y una Revista, donde hallan estímulo y
-publicidad sus estudios, de cada día más originales y profundos.</p>
-
-<p>Brillante y copiosa es también la pléyade de juristas,
-historiadores, filólogos y psicólogos, etcétera, que han importado de
-Alemania el secreto de la investigación positiva y exacta. Obrador
-y cauce para sus actividades en <i>crescendo</i>, es el <i>Centro
-de Estudios históricos</i> y los libros numerosos que la Junta de
-Ampliaciones de estudios da a luz periódicamente. Con satisfacción
-se advierte que la nueva floración de sociólogos, humanistas,<span
-class="pagenum" id="Page_275">p. 275</span> críticos literarios,
-historiadores y lingüistas, han abandonado el cómodo proceder del
-<i>impresionismo</i>, <i>tendencionismo</i> y <i>declamacionismo</i>,
-para sentar serena e impersonalmente doctrina propia sobre datos de
-primera mano, documentos y cifras. El cuadro en conjunto es consolador
-y abre al patriotismo español perspectivas luminosas.</p>
-
-<p>No nos ofusque, empero, tan alentador resultado. Convengamos en
-que el fruto logrado es deficiente aún, y harto inferior a nuestra
-potencialidad productiva. Avanzamos a paso de tortuga, cuando
-necesitaríamos velocidades planetarias. Consuélanos solamente el
-considerar que los bienes logrados, aunque mezquinos, corresponden
-aproximadamente a la importancia de los esfuerzos.</p>
-
-<p>Causas notorias, oportunamente pregonadas por espíritus
-clarividentes, explican la modestia del éxito logrado.</p>
-
-<p>Sobre las principales de ellas séanos permitido exponer brevemente
-algunas reflexiones:</p>
-
-<p>1.ª <i>Escasez de las pensiones.</i>— El método del pensionado en
-el extranjero, bueno como norma educadora, solo puede rendir frutos
-suficientes cuando se le aplica en grande escala, sin timideces
-ni recelos, y en la persuasión de que la<span class="pagenum"
-id="Page_276">p. 276</span> mayor parte de la semilla habrá
-irremisiblemente de perderse. Satisfechos podríamos quedar si, de los
-90 o 100 pensionados actuales, lográranse ocho o diez obreros útiles a
-la elevación cultural del país<a id="FNanchor_39" href="#Footnote_39"
-class="fnanchor">[39]</a>.</p>
-
-<p>Pero el número de 80 a 90 pensionados entre profesores, doctores,
-ingenieros, médicos, naturalistas, abogados, historiadores, filólogos,
-artistas, pedagogos, etc. (cifra que representa un máximo con
-relación a otras anualidades), constituye cantidad irrisoria y casi
-despreciable, si se tiene en cuenta nuestro atraso y la largueza y
-decisión con que proceden en este punto otras naciones. No nos hagamos
-ilusiones. Nuestro país necesita ser reformado radicalmente de alto a
-bajo, hostigando y estimulando al amodorrado cuerpo social hasta la
-entraña misma. Para tan intensa fermentación son necesarios cientos y
-acaso miles de pensionados, legiones de jóvenes decididos a arrancar
-a Europa el secreto de su grandeza y a infundir un nuevo espíritu en
-todas nuestras relajadas instituciones docentes y administrativas<a
-id="FNanchor_40" href="#Footnote_40" class="fnanchor">[40]</a>.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_277">p. 277</span>2.ª <i>Escasez
-del tiempo de pensión.</i>— En Italia, y en casi todas las naciones
-de producción científica accidentalmente aminorada, las pensiones en
-el extranjero duran tres años, en vez de uno o medio, salvo prórroga,
-según es costumbre entre nosotros.</p>
-
-<p>Nuestro tiempo de pensión es harto insuficiente. Exceptuados los
-profesores cultos y habituados a la investigación, que visitan los
-laboratorios extranjeros con la mira de dominar un nuevo método de
-estudio, o de profundizar, al lado de sabio ilustre, algún tema
-especialísimo,<span class="pagenum" id="Page_278">p. 278</span> la
-duración del pensionado debe prolongarse tres años o, por lo menos,
-dos. A nadie se le ocultarán los motivos justificativos de tal plazo, y
-menos a los encargados del magisterio docente, conscientes como somos
-de la deficiente preparación técnica, y del casi ningún conocimiento
-de idiomas de la inmensa mayoría de nuestros doctores y licenciados.
-Durante el primer año, el pensionado invierte casi todo su tiempo en
-perfeccionarse en la lengua y en familiarizarse con los métodos de
-trabajo; solo más adelante puede emprender labor útil y penetrar en la
-intimidad espiritual del maestro.</p>
-
-<p>3.ª <i>Escasa edad e insuficiente preparación técnica del
-candidato.</i>— He aquí dos importantes causas de esterilidad del
-pensionado, consecuencia fatal de un estado de cosas que ni la
-<i>Gaceta</i> ni la Junta de Pensiones serán poderosas a corregir por
-ahora. El candidato a pensión está mal preparado, porque la inmensa
-mayoría de nuestros maestros lo están también, y suele carecer de la
-madurez mental indispensable, por culpa de leyes que, de acuerdo con
-los íntimos anhelos del padre de familia, obligan a las fábricas del
-Liceo y de la Universidad a lanzar apresuradamente al mercado social
-sus inconsistentes hechuras.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_279">p. 279</span>Salvo precocidades
-excepcionales, la vocación constituye estado de alma tardío, resultado
-del tanteo divergente de las fuerzas mentales y de la prueba objetiva
-de las propias aptitudes. Por regla general, esta clara conciencia de
-la vocación surge desde los veinticinco a los veintiocho años, aunque
-sobre este punto nada seguro quepa establecer. De todos modos se corre
-grave riesgo de perder tiempo y dinero, enviando al extranjero mozos
-de veinte a veinticuatro años, ignorantes de sí mismos y sin gustos ni
-vocación bien definidos.</p>
-
-<p>En su atolondramiento, muchos de ellos toman por aptitud científica
-el ansia aventurera de viajar o el deseo de adquirir, por cuenta del
-Estado cierta cultura general de buen tono; y cuando por obligación del
-cargo visitan laboratorios y asisten a cursos, van animados más bien de
-curiosidad novelera y de conocer la fisonomía moral y anecdótica del
-maestro, que del afán de empaparse profundamente en el espíritu de la
-escuela.</p>
-
-<p>Cuando se pregunta a los extranjeros conocedores de la organización
-docente española acerca de las causas de nuestra flojedad productiva,
-la contestación es tan unánime como justa:</p>
-
-<p>«La Universidad extranjera —dicen— recibe de<span class="pagenum"
-id="Page_280">p. 280</span> la enseñanza secundaria hombres hechos,
-con una base científica y literaria muy sólida; mientras que la
-Universidad española se nutre de mozalbetes irreflexivos, sin formación
-mental suficiente y casi totalmente desprovistos de conocimientos
-sólidos en matemáticas, física, química, historia natural,
-lenguas vivas y filosofía»<a id="FNanchor_41" href="#Footnote_41"
-class="fnanchor">[41]</a>. Este grave mal ha sido también deplorado
-por muchos de nuestros maestros, singularmente por André, en cuyos
-libros (señaladamente en el titulado <i>La mentalidad alemana</i>)
-se hace crítica luminosa y justa de nuestra defectuosa organización
-universitaria.</p>
-
-<p>Defecto es este imputable más que a las leyes, a nuestros
-impacientes padres de familia, que solo se preocupan de que su hijo
-obtenga un título profesional con el menor gasto posible de<span
-class="pagenum" id="Page_281">p. 281</span> tiempo y de dinero. «Lo que
-no sepa (dicen ellos), ya lo aprenderá después...» Y, en efecto no lo
-aprenden casi nunca.</p>
-
-<p>No está en las atribuciones de la <i>Junta de Ampliación de
-estudios</i> pensionar, como decía cierto ingenioso político, a los
-<i>cabezas de familia</i> para que aprendieran fuera de España el
-arte de ser padres cabales; pero fuera deseable que a la hora de
-proponer candidatos tuviera muy en cuenta dicho factor de esterilidad,
-rechazando (salvo excepciones justificadas) a todos los intonsos
-doctores y licenciados menores de veinticinco años, sin vocación
-consolidada ni preparación técnica elemental suficiente.</p>
-
-<p><i>Colegios españoles en Londres, París y Berlín.</i>— Aunque no
-somos entusiastas de este procedimiento aconsejado por Costa, no vemos
-inconveniente en que se le ensaye, creando en Cambridge, Leipzig o
-Múnich algún colegio español, donde numerosos becarios cursen, según
-los métodos modernos, tanto la enseñanza secundaria o de Liceo, como
-la universitaria o superior. Entre otras ventajas, este método de
-precoz trasplantación tendría la valiosísima de modelar la voluntad y
-el carácter en la época en que el ambiente social, los deportes, etc.,
-obran con mayor eficacia educativa, y la no menos<span class="pagenum"
-id="Page_282">p. 282</span> importante de ofrecer desde el principio
-a las juveniles inteligencias un pasto intelectual suculento y sano,
-en lugar de la memorista y superficial instrucción servida, salvo
-excepciones, en nuestros Institutos y Colegios de segunda enseñanza.
-Solamente nos detendría el temor de que este método, aplicado de modo
-global y sin selección a cerebros en agraz, impusiera al exhausto
-Tesoro español dispendios muy desproporcionados con los resultados.</p>
-
-
-<h3 class="asc">INSTITUCIONES COMPLEMENTARIAS DEL PENSIONADO</h3>
-
-<p>No basta escoger, más o menos automáticamente, la <i>élite</i> de
-la intelectualidad, transportándola de golpe a los Centros científicos
-del extranjero. Es preciso crearle antes un ambiente de transición,
-es decir, adoctrinarla moral y técnicamente para que la acomodación
-al nuevo medio cultural se efectúe sin riesgos; y es, además,
-indispensable proporcionar a los mejor adaptados a dicho ambiente,
-de vuelta de su pensión, los recursos necesarios para proseguir la
-obra emprendida y evitar que el tipo mental, tan laboriosamente
-creado, acabe por desdiferenciarse en la molicie, retornando, como
-ciertas<span class="pagenum" id="Page_283">p. 283</span> plantas
-artificiosamente cultivadas, a la especie indígena vulgar.</p>
-
-<p>Ociosas fueran tales iniciativas si nuestras Instituciones docentes
-estuvieran siempre en situación de ejercitar técnicamente al candidato,
-y si al regreso de este, la Universidad, las Escuelas especiales o la
-Administración pública le brindaran puesto adecuado a sus talentos.
-No sucede así, por desgracia. Los establecimientos oficiales son
-organismos herméticos, tiranizados por el escalafón y el reglamento,
-y amarrados a un presupuesto rígido, donde todo está previsto menos
-las sorpresas de la vida, quiero decir, la brusca aparición de cabezas
-geniales y la necesidad de prestarles, rápida y oportunamente, apoyo
-moral y pecuniario.</p>
-
-<p>A subsanar esta deficiencia responden el <i>Instituto Nacional
-de Ciencias</i>, con sus diversos Laboratorios y Seminarios; el
-<i>Centro de Estudios históricos</i>, organizado por la <i>Junta de
-Pensiones</i>, y, en fin, algunos pocos Laboratorios universitarios.</p>
-
-<p>Importa notar que los consabidos Centros son organismos
-provisionales, supletorios de la Universidad y de las diversas
-escuelas profesionales. Ellos desaparecerán cuando las Corporaciones
-docentes adquieran la elasticidad y sensibilidad<span class="pagenum"
-id="Page_284">p. 284</span> suficientes para acoger en su seno a todo
-talento desvalido utilizable. Se equivocan, pues, algunos profesores
-universitarios, recelosos de que estas hijuelas de la Junta de
-Pensiones sean Institutos rivales de la Universidad. ¿Cómo serán
-rivales de la enseñanza oficial laboratorios dirigidos por catedráticos
-numerarios y organizados precisamente para servir de plantel al futuro
-profesorado?</p>
-
-<p>Quienes tan poco generosamente juzgan las iniciativas de los
-demás, ¿se han detenido a considerar el grave peligro de perder
-irremisiblemente, por abandono e inacción, actitudes y vocaciones
-preciosas, ínterin las filas cerradas de los escalafones docentes se
-entreabren para recibir al novel compañero? ¿Y si no hay vacante en
-muchos años? ¿Consentiremos impasibles que el novel investigador,
-aguijado por el apremiante <i>primum vivere</i>..., pida a la enseñanza
-privada o a cualquier profesión lucrativa el pedazo de pan que le
-rehúsa el cultivo de la ciencia pura, perdiendo así el Estado el fruto
-de sus sacrificios?</p>
-
-<p>La experiencia de estos últimos años ha enseñado que toda precaución
-es poca para evitar el retroceso mental del novel investigador y su
-readaptación a la vulgaridad ambiente. Todo<span class="pagenum"
-id="Page_285">p. 285</span> conspira en contra: la falta de tutela
-social, el despego de los compañeros no pensionados, el desdén
-cuando no la antipatía de algunos viejos maestros, y sobre todo, la
-sugestión constante, subyugadora del fausto profesional, y hasta de
-la desaprensión o de la osadía encumbradas. Así pierde anualmente
-la causa de nuestra cultura muchos defensores valiosos, caídos sin
-redención en el montón anónimo de los buscadores de oro. Y esto hay que
-evitarlo a todo trance, o al menos reducirlo a un mínimo soportable.
-No sobre todos, porque ello sería imposible, pero sí sobre los mejores
-expensionados, deben la <i>Junta de Pensiones</i>, y singularmente los
-profesores bajo cuya dirección trabajan, ejercer continua y vigorosa
-acción tutelar, abogando en su pro en las esferas administrativas,
-animándoles a proseguir, a pesar de todo, sus trabajos, y corrigiendo,
-en fin, paternalmente los defectos de inmodestia y presunción, no raros
-por desdicha entre los jóvenes educados allende el Pirineo, y causa
-principal —preciso es reconocerlo— de la animosidad con que los miran
-algunos positivos y viejos prestigios del cuerpo universitario.</p>
-
-<h3 class="asc" title="IMPORTACIÓN DE PERSONAL DOCENTE"><span
-class="pagenum" id="Page_286">p. 286</span>IMPORTACIÓN DE PERSONAL
-DOCENTE</h3>
-
-<p>Dejamos apuntado diversas veces que el problema de nuestra ascensión
-intelectual solo se resuelve transformando y remontando progresivamente
-desde el maestro de primeras letras hasta el catedrático de
-Universidad, es decir, formando hombres nuevos, incorporados
-cordialmente a la obra internacional de la cultura, y cubriendo con
-ellos cuantas vacantes de sangre vayan ocurriendo en las instituciones
-docentes y administrativas.</p>
-
-<p>Una duda importante podría, sin embargo, detenernos al intentar
-la solución práctica de este problema. En lugar de vigorizar nuestra
-juventud oreándola en el ambiente universitario inglés, francés o
-alemán, ¿no fuera preferible importar de las naciones próceres sabios
-ilustres para transfundir de una vez sangre nueva y copiosa en el
-enteco cuerpo nacional?</p>
-
-<p>Considerado <i>a priori</i>, tan radical recurso de tonificación
-espiritual, que cabría llamar <i>método de injertación cultural</i>,
-parece el más rápido, eficaz y económico. A este heroico remedio
-confió Italia, hace cincuenta y cinco años, la renovación de su
-decadente Universidad. Maestros<span class="pagenum" id="Page_287">p.
-287</span> alemanes tan prestigiosos como O. Vogt (naturalista),
-Moleschott (anatómico), Schiff (fisiólogo), Kleinemberg (anatomía
-comparada), Schrön (anatomopatólogo), Kiesow (psicólogo experimental)
-y otros varios regentaron cátedras en la citada nación. De ellas
-surgió brillante pléyade de discípulos entusiastas que continuaron
-gloriosamente la obra de los maestros exóticos. Citemos algunos nombres
-prestigiosos, ciñéndonos solamente al dominio biológico: El anatómico
-Kleinemberg formó a Grassi, descubridor del ciclo extrahumano del
-germen palúdico; el fisiólogo Schiff adoctrinó en Turín a los ilustres
-Mosso, Luciani y Fano; por su parte, Moleschott procreó lucida prole
-intelectual, representada, entre otros, por los anatómicos Todaro y
-Chiarugi.</p>
-
-<p>Con éxito excelente, aunque menos brillante, se ha empleado también
-este método en Rusia y en los Estados Unidos, y con efectos inciertos
-o poco alentadores, en Chile y la Argentina. Recordemos, en fin, que
-la injertación intelectual tuvo entre nosotros iniciador augusto y
-entusiasta en Carlos III, quien, lleno de paternal amor a sus vasallos,
-intentó sin éxito aclimatar en España, con el químico Proust y otros
-sabios de fama mundial, el gusto por la investigación.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_288">p. 288</span>La inmigración
-temporal o la incorporación definitiva de investigadores forasteros
-constituye método de inoculación directa y supraintensiva, capaz de
-sacudir, en circunstancias favorables, el amodorramiento intelectual
-de un país. Mas apresurémonos a declarar que este proceder solo puede
-rendir seguros beneficios en aquellas naciones donde el ambiente moral
-está suficientemente preparado y a condición de que las diferencias
-étnicas, lingüísticas y de hábito mental entre el país transfusor y el
-transfundido sean poco acentuadas. Por este motivo, el método de la
-injertación espiritual, tan eficaz en Holanda, Suiza, Rusia, Italia
-y los Estados Unidos, rindió en España, y rinde actualmente en los
-Estados hispanoamericanos, frutos poco abundantes<a id="FNanchor_42"
-href="#Footnote_42" class="fnanchor">[42]</a>.</p>
-
-<p>Por nuestra parte, nos confesamos fervientes partidarios de la
-importación de hombres de ciencia (método que puede combinarse
-ventajosamente con el pensionado); pero a condición<span
-class="pagenum" id="Page_289">p. 289</span> de que personas conocedoras
-del cuerpo universitario inglés, francés o alemán, hábilmente
-secundadas por nuestra diplomacia, nos deparen sabios de primera
-magnitud y dotados de robusta vocación docente.</p>
-
-<p>En Alemania, sobre todo, existe actualmente una sobreproducción de
-investigadores. Muchos de ellos, forzados de la necesidad, emigran a
-Holanda, Rusia, Hungría, Estados Unidos, Inglaterra, imposibilitados,
-como están, de subsistir decorosamente en la Universidad nativa, donde
-la concurrencia vital es abrumadora. Fácil sería, pues, encontrar,
-a costa de moderados dispendios, algunos <i>docentes privados</i> o
-<i>profesores extraordinarios</i> cuyos méritos, pregonados por la fama
-de sus descubrimientos y la admiración de sus discípulos, no hubieran
-obtenido todavía recompensa oficial suficiente<a id="FNanchor_43"
-href="#Footnote_43" class="fnanchor">[43]</a>.</p>
-
-<p>Ni nos detendría la consideración de que dichos maestros nos
-abandonaran a los pocos años, deseosos de reanudar su carrera
-universitaria en la nación de origen; porque en uno o<span
-class="pagenum" id="Page_290">p. 290</span> dos lustros de estancia
-entre nosotros habrían, sin duda, formado discípulos, tanto más
-aventajados cuanto que el profesor, aspirando a merecer en su país el
-codiciado título de <i>profesor ordinario</i>, no sentiría la tentación
-de dormirse sobre sus laureles. La importación de docentes extranjeros
-es, sobre todo, urgente en aquellas disciplinas huérfanas en España
-(con pocas excepciones) de altos investigadores, tales como la Física,
-la Química, la Astronomía, la Geología, etc. Y aunque el ambiente
-cultural hispano deja todavía mucho que desear, creemos sinceramente
-que el de hoy es muy superior al de la época de Carlos III<a
-id="FNanchor_44" href="#Footnote_44" class="fnanchor">[44]</a>. (Sabido
-es que nuestra Universidad cuenta ya con algunos sabios profesores
-extranjeros estables.)</p>
-
-<p>Pero aplicado este método en grande escala y de manera exclusiva,
-podría acarrear algunos inconvenientes, notados ya en sus sendos países
-por los escritores americanos. He aquí algunos, que señalamos de
-pasada, después de reconocer que abundan las excepciones:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_291">p. 291</span>1.º El investigador
-alemán o anglosajón arribado a países latinos, encuéntrase descentrado;
-sus hábitos y tendencias chocan demasiado contra las de sus huéspedes;
-y a la primera ocasión retorna a su país, sin haber fundado escuela<a
-id="FNanchor_45" href="#Footnote_45" class="fnanchor">[45]</a>.
-Bajo este aspecto, quizás fueran más deseables maestros franceses e
-italianos.</p>
-
-<p>2.º Por razones fácilmente adivinables, el sabio expatriado no
-suele ser investigador de primer orden, sino mozo despejado y de
-esperanzas (<i>privat docent</i> o doctor sin puesto oficial), pero
-incompletamente formado. Sin duda que en la designación debería
-intervenir, como es natural, la iniciativa de un maestro de autoridad
-indiscutible; mas el oficio de profeta tiene quiebras, aun admitiendo
-que en la elección hecha por<span class="pagenum" id="Page_292">p.
-292</span> aquel para nada influyera la simpatía personal.</p>
-
-<p>3.º Indiferente al problema de la elevación cultural del país
-de adopción, el forastero ilustre suele descuidar la formación de
-discípulos indígenas y propender a publicar sus investigaciones en las
-Revistas de su patria de origen.</p>
-
-<p>4.º La dificultad de comprender la lengua del nuevo país, resta
-eficacia a las enseñanzas del maestro extranjero.</p>
-
-<p>A causa de los citados inconvenientes y de otros menos graves de
-carácter administrativo, estimamos que la obra de nuestra renovación
-debe encomendarse principal, aunque no exclusivamente, al método del
-pensionado. Abrigamos la firme convicción de que si se le aplica con
-fe y perseverancia; si, huyendo de tacañerías, son enviados anualmente
-a los grandes focos de producción intelectual e industrial del
-extranjero, cuatrocientos o quinientos jóvenes aprovechados, escogiendo
-de preferencia profesores y auxiliares, y lo más granado y culto de los
-funcionarios técnicos del Estado (militares, ingenieros, científicos
-y pedagogos, sin olvidar algunos eclesiásticos, acaso los más
-necesitados de europeización)<a id="FNanchor_46" href="#Footnote_46"
-class="fnanchor">[46]</a>; si los organismos seleccionadores<span
-class="pagenum" id="Page_293">p. 293</span> del candidato a pensión,
-desoyendo la sirena del favoritismo y procediendo austeramente,
-proponen exclusivamente hombres adornados de sólida preparación técnica
-y con una historia de trabajos serios, más o menos importantes,
-y en todo caso reveladores de vocación firme y decidida hacia la
-investigación científica, tenemos por indiscutible que, dentro de
-algunos lustros, todas las clases directoras y docentes de nuestro país
-se habrán transformado profundamente.</p>
-
-<p>Y la espléndida floración de verdades científicas, de invenciones
-útiles, de aplicaciones fecundas a la agricultura, a la industria y
-a la gestión política y administrativa del Estado, afirmará<span
-class="pagenum" id="Page_294">p. 294</span> enérgicamente nuestra
-personalidad espiritual ante el mundo y preparará una España del
-porvenir que nos consuele de cuatro siglos de estancamiento y haga
-olvidar a Europa la España del pasado.</p>
-
-<div class="figcenter mt3">
- <img src="images/flor.jpg"
- style="width: 4em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="ToC">
- <p><span class="pagenum" id="Page_295">p. 295</span></p>
- <h2 class="nobreak g1">ÍNDICE</h2>
-</div>
-
-<table class="toc" summary="">
- <tr>
- <td>&nbsp;</td>
- <td>&nbsp;</td>
- <td class="tdr smaller bb">Págs.</td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="2" class="tdlh pt05"><a href="#Ch01"><span
- class="smcap">Prólogo de la 2.ª edición</span></a>, costeada por la
- generosidad del Dr. Lluria.</td>
- <td class="tdrb pt05"><a href="#Page_v"><span class="asc">V</span></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="2" class="tdlh"><a href="#Ch02"><span
- class="smcap">Prólogo de la 3.ª edición</span></a>.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_xii"><span class="asc">XII</span></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="2" class="tdlh"><a href="#Ch03"><span
- class="smcap">Prólogo de las últimas ediciones</span></a> (4.ª, 5.ª y 6.ª).</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_xv"><span class="asc">XV</span></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch1"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;I</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Consideraciones sobre los métodos generales. —
- Infecundidad de las reglas abstractas. — Necesidad de ilustrar
- la inteligencia y de tonificar la voluntad. — División de este
- libro.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_1">1</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch2"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;II</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Preocupaciones del principiante.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_13">13</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch3"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;III</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Cualidades de orden moral que debe poseer el investigador.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_43">43</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch4"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;IV</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Lo que debe saber el aficionado a la investigación científica.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_79">79</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch5"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;V</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Enfermedades de la voluntad. — Contempladores. — Bibliófilos
- y políglotas. — Megalófilos. — Organófilos. — Descentrados.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_113">113</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch6"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;VI</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Condiciones sociales favorables a la obra
- científica. — Los medios materiales. — El investigador y la familia.
- — La compañera del hombre de ciencia.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_131">131</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch7"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;VII</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Marcha de la investigación científica. — Observación.
- — Experimentación. — Hipótesis directriz. — Comprobación.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_161">161</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch8"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;VIII</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Redacción del trabajo científico.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_183">183</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch9"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;IX</a>.—</td>
- <td class="tdlh">El investigador como maestro.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_199">199</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><span class="pagenum" id="Page_296">p. 296</span><a
- href="#Ch10"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;X</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Deberes del Estado en relación con la producción
- científica. — Nuestro atraso cultural y sus causas pretendidas.
- Explicaciones físicas, históricas y morales de la infecundidad
- científica española. — El remedio de nuestro atraso.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_219">219</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru"><a href="#Ch11"><span class="smcap">Cap.</span>&nbsp;XI</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Órganos sociales encargados de nuestra reconstrucción.
- — La Junta de Pensiones y sus Laboratorios y Seminarios. — Resultados
- obtenidos del Pensionado en el extranjero.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_269">269</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru">&nbsp;</td>
- <td class="tdlh">Instituciones complementarias del Pensionado.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_282">282</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdru">&nbsp;</td>
- <td class="tdlh">Importación del personal docente. — Ventajas e
- inconvenientes del método de injertación cultural.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Page_286">286</a></td>
- </tr>
-</table>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Notas">
- <h2 class="nobreak g1">NOTAS</h2>
-</div>
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-<div class="footnote">
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-<p><a id="Footnote_1" href="#FNanchor_1" class="label">[1]</a>
-Claudio Bernard nos parece exagerar algo cuando, a guisa de ejemplos
-probatorios de su tesis, afirma que «no sabremos nunca por qué el opio
-tiene una acción soporífera, y por qué de la combinación del hidrógeno
-con el oxígeno brota un cuerpo tan diverso en propiedades físicas y
-químicas como el agua». Esta imposibilidad de reducir las propiedades
-de los cuerpos a leyes de posición, de forma y de movimiento de los
-átomos (hoy diríamos de los iones y electrones), es real, pero no
-parece que lo sea en principio y para siempre.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_2" href="#FNanchor_2" class="label">[2]</a> Es
-singular la coincidencia de esta doctrina con la desarrollada por
-Schopenhauer (desconocida de nosotros al redactar la primera edición
-de este discurso) en su libro <i>El Mundo como voluntad y como
-representación</i>, t. I, páginas 98 y siguientes. Al tratar de la
-lógica, dice «que el lógico más versado en su ciencia abandona las
-reglas de la lógica en cuanto discurre realmente». Y más adelante:
-«querer hacer uso práctico de la lógica es como si para andar se
-quisiera tomar antes consejos de la mecánica». Parecido sentir expresa
-modernamente Eucken, cuando afirma «que leyes y formas lógicas no
-bastan a producir un pensamiento vivo».</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_3" href="#FNanchor_3" class="label">[3]</a> Hoy creo
-menos en el poder de la selección natural que al escribir, treinta
-años hace, estas líneas. Cuanto más estudio la organización del ojo
-de vertebrados e invertebrados, menos comprendo las causas de su
-maravillosa y exquisitamente adaptada organización.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_4" href="#FNanchor_4" class="label">[4]</a> En
-reciente libro, Ostwald corrobora esta reflexión, haciendo notar que
-casi todos los grandes descubrimientos fueron obra de la juventud.
-Newton, Davy, Faraday, Hertz, Mayer son buenos ejemplos.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_5" href="#FNanchor_5" class="label">[5]</a> La
-brillante serie de descubrimientos eléctricos que siguieron al
-encuentro de la pila de Volta, a principios del pasado siglo; la
-pléyade de trabajos histológicos provocados por el descubrimiento de
-Schwann acerca de la multiplicación celular, y la repercusión profunda
-que el no muy alejado hallazgo de los rayos Röntgen ha producido en
-toda la física (encuentro de la radioactividad, descubrimiento del
-radio, del polonio, del fenómeno de la emanación, etc.), son buenos
-ejemplos de esa virtud creadora, y en cierto modo automática, que posee
-todo gran descubrimiento, el cual parece crecer y multiplicarse como la
-semilla arrojada al azar sobre terreno fértil.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_6" href="#FNanchor_6" class="label">[6]</a> La
-opinión vulgar aquí combatida ha sido repudiada elocuentemente por
-casi todos los sabios. No resisto, sin embargo, a la tentación de
-copiar una comparación presentada bajo diversas y brillantes formas
-por nuestro incomparable vulgarizador científico D. José Echegaray,
-cuya desaparición ha dejado a la ciencia española huérfana de un gran
-talento:</p>
-
-<p class="ti1">«La ciencia pura es como la soberbia nube de oro y
-grana que se dilata en Occidente, entre destellos de luz y matices
-maravillosos: no es ilusión, es el resplandor, la hermosura de la
-verdad. Pero esa nube se eleva, el viento la arrastra sobre los campos,
-y ya toma tintas más obscuras y más severas; es que va a la faena y
-cambia sus trajes de fiesta, digámoslo así, por la blusa del trabajo. Y
-entonces se condensa en lluvia, y riega las tierras, y se afana en el
-terruño, y prepara la futura cosecha, y al fin da a los hombres el pan
-nuestro de cada día. Lo que empezó por hermosura para el alma y para la
-inteligencia, concluye por ser alimento para la pobre vida corporal.» —
-<i>Academia de Ciencias</i>, sesión solemne del 12 de marzo de 1916.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_7" href="#FNanchor_7" class="label">[7]</a> Esto se
-escribía en 1896. Actualmente, la fábrica de instrumentos ópticos de
-Jena cuenta al frente de sus secciones nada menos que 33 investigadores
-matemáticos, ópticos, mecánicos y químicos, todos de primera fuerza.
-Legiones de químicos trabajan también en las grandes fábricas de
-productos químicos alemanas, demostrando que el único medio de que
-la industria evite la rutina y el estancamiento es convertir el
-laboratorio en antesala de la fábrica.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_8" href="#FNanchor_8" class="label">[8]</a> «Es el
-sentido común trabajando a alta tensión», según la frase gráfica de
-nuestro Echegaray.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_9" href="#FNanchor_9" class="label">[9]</a> Es
-singular la coincidencia de esta doctrina con la clasificación en
-<i>clásicos</i> y <i>románticos</i> (talentos de reacciones lentas y
-talentos de reacciones rápidas), dada por Ostwald en su reciente e
-interesante libro sobre <i>Los grandes hombres</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_10" href="#FNanchor_10" class="label">[10]</a>
-Este ingenuo optimismo ha sufrido actualmente, con la horrenda guerra
-internacional iniciada en 1914, franco y rotundo mentís. Todo hacía
-creer, cuando esto se escribía, que la era de las grandes contiendas
-europeas había pasado. Ferrocarriles, telégrafos, periódicos,
-congresos, conferencias internacionales, difusión de idiomas, etc.,
-parecían órganos destinados a realizar, tarde o temprano, la generosa
-aspiración de solidarizar y aproximar cordialmente a las naciones
-europeas.</p>
-
-<p class="ti1">Espectáculo consolador era contemplar cómo por encima
-de las fronteras se apretaban efusivamente las manos filósofos, sabios
-y obreros. Por desgracia, Gobiernos militares y logreros insaciables
-actuaban en sentido contrario, y ahogaban de continuo, merced a
-inoculación intensa iniciada desde la escuela, la semilla del amor
-con el veneno del odio. Al siglo <span class="asc">XXI</span> tocará
-comenzar nuevamente la obra, acaso quimérica, de la reconciliación
-definitiva de los Estados de Europa, y de someter definitivamente al
-derecho atávicas codicias y desapoderadas ambiciones territoriales.</p>
-
-<p class="ti1">(Esta nota se escribió en 1916. Hoy, firmada la
-paz, arruinada Europa, visto el fracaso de la candorosa concepción
-wilsoniana de la <i>Sociedad de las Naciones</i>, enconado el odio de
-los pueblos vencidos, que sueñan ya con próximos desquites, miramos con
-amargo escepticismo todo intento jurídico de paz perpetua. ¡Triste es
-reconocerlo!; pero todo pueblo, modelado en monarquía o en república,
-se hace ferozmente imperialista en cuanto puede serlo. ¡Ay de los
-débiles o de los antipatriotas!)</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_11" href="#FNanchor_11" class="label">[11]</a> Tal
-estado de cosas ha variado algo en la actualidad. El tipo de inventor
-que trabaja por afán de lucro abunda mucho hoy en Alemania y, en
-general, en las naciones más adelantadas. La lucha por la patente y la
-fiebre de la competencia industrial, han turbado la calma augusta del
-templo de Minerva. ¿Es un mal o un bien?</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_12" href="#FNanchor_12" class="label">[12]</a>
-Actualmente, en virtud de una emulación creciente, los focos de
-producción biológica se multiplican por doquier. Italia, Francia,
-Inglaterra y singularmente los Estados Unidos compiten y en muchos
-puntos sobrepujan a la hace algunos lustros insuperable labor de las
-Universidades alemanas.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_13" href="#FNanchor_13" class="label">[13]</a>
-Aunque, merced a plausibles iniciativas, figura la lengua alemana en
-nuestro cuadro de asignaturas del Instituto, por desgracia el fruto
-obtenido hasta hoy por nuestros escolares ha sido casi nulo, tanto
-por la insuficiencia del tiempo destinado a tal estudio, cuanto por
-el vicioso método de enseñanza. Cuando falta el tiempo indispensable
-para dominar una lengua difícil, lógico sería no empeñarse en enseñar
-<i>todo el alemán</i>, sino el <i>alemán científico</i>, es decir,
-la suma relativamente escasa de reglas gramaticales y el caudal
-no muy cuantioso de voces necesario para traducir las monografías
-científicas. Lograr esto es obra de seis u ocho meses de labor asidua.
-Al aficionado a los trabajos biológicos le aconsejamos que se suscriba
-desde luego a una Revista alemana de su especialidad, por ejemplo, a un
-<i>Centralblatt</i> cualquiera. La lectura, al principio muy trabajosa,
-de las monografías científicas, le resultará cada día más accesible.
-El placer de obtener desde el principio algún fruto de sus afanes,
-aumentará progresivamente su afición al trabajo.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_14" href="#FNanchor_14" class="label">[14]</a> Si
-los celos internacionales lo consintieran, fuera mucho más sencillo y
-práctico convenir en el empleo de una lengua viva, el <i>francés</i>,
-por ejemplo, como idioma científico. A los entusiastas del esperanto
-cabría preguntarles: Cuando viajéis por Francia, ¿os resignaréis a no
-hablar francés?</p>
-
-<p class="ti1">(Conforme era de presumir, hoy —1920— el flamante
-<i>volapück</i> ha sido definitivamente olvidado. Presagiamos que le
-ocurrirá lo mismo al <i>esperanto</i>.)</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_15" href="#FNanchor_15" class="label">[15]</a>
-Cuando los españoles asisten a un Congreso científico, deploran
-que nuestra lengua tenga que eclipsarse ante el alemán, francés o
-inglés. Estos patriotas inoportunos harían bien, antes de formular
-sus quejas y provocar la sonrisa de los sabios, en meditar estos tres
-irrebatibles asertos: 1.º Nuestra producción científica es, cualitativa
-y cuantitativamente, muy inferior a la de las cuatro naciones que gozan
-del privilegio de usar su lengua en los Congresos. 2.º A consecuencia
-de esto, el castellano es desconocido de la inmensa mayoría de los
-sabios. Si inspirándonos en un patriotismo quijotesco nos empeñáramos
-en usarlo en los Congresos internacionales, provocaríamos la deserción
-en masa de nuestros oyentes. 3.º En fin, naciones como Suecia, Holanda,
-Dinamarca, Hungría, Rusia y Japón, cuya producción científica supera
-con mucho a la española, jamás tuvieron la inmodestia de imponer en
-dichos certámenes su lengua respectiva; sus sabios son harto avisados
-para desconocer que, siendo ya excesiva la tarea de dominar las cuatro
-lenguas citadas, resultaría tortura insoportable aprender una o dos
-más.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_16" href="#FNanchor_16" class="label">[16]</a> Hoy
-no suscribiría yo, sin algunas restricciones, este concepto mecánico, o
-si se quiere estrictamente físico-químico de la vida. En ella (origen,
-morfología de células y órganos, herencia, evolución, etc.), se dan
-fenómenos que presuponen causas absolutamente incomprensibles, no
-obstante las jactanciosas promesas darwinianas y los postulados de la
-escuela bioquímica de Loeb.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_17" href="#FNanchor_17" class="label">[17]</a>
-Conocemos algunos que no se contentan con cerrar los armarios del
-laboratorio, sino que los precintan y lacran al ausentarse.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_18" href="#FNanchor_18" class="label">[18]</a>
-Existen actualmente (1923) laboratorios en España tan suntuosamente
-dotados que los envidian los sabios más grandes del extranjero. Y sin
-embargo, en aquellos se produce poco o nada. Es que nuestros ministros
-y corporaciones docentes se han olvidado de dos cosas importantes; que
-no basta declararse investigador para serlo y que los descubrimientos
-los hacen los hombres y no los aparatos científicos y las copiosas
-bibliotecas.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_19" href="#FNanchor_19" class="label">[19]</a> Esto
-se escribía hace muchos años. Claro es que hoy (1923) después de la
-guerra mundial habría que aumentar estos modestos presupuestos en más
-de una mitad.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_20" href="#FNanchor_20" class="label">[20]</a> El
-que esto escribe, el más humilde de los profesores españoles, pecaría
-de ingrato si no hiciera constar un hecho que habla muy alto en pro de
-la generosidad de nuestros Gobiernos. Bastó la mera noticia telegráfica
-de que el premio <i>llamado de Moscú</i>, otorgado por el Congreso
-internacional médico de París (1900), había sido adjudicado a un
-español, para que <i>incontinenti</i> se nos buscara en el rincón donde
-laborábamos en silencio y se pusiera a nuestra disposición espléndido
-laboratorio. La medalla de Helmholtz, y el premio Nobel, nuevos dones
-de nuestra buena estrella, obtenidos después (1908), sin contar
-las altas distinciones recibidas de las principales Corporaciones
-científicas del mundo, nos proporcionaron la satisfacción de pensar que
-el modesto sacrificio hecho por el Estado español no había sido estéril
-para la Ciencia.</p>
-
-<p class="ti1">Y nuestro caso, afortunadamente, no es único. Todo el
-que en nuestro país ha sido consagrado por la ciencia extranjera,
-consigue, sin desearlas ni buscarlas, honra y prebendas. ¡A veces,
-hasta demasiadas!... Sepan, pues, los egoístas que anteponen siempre el
-galardón al merecimiento, que también en nuestra patria —y estoy por
-decir que mejor que en el extranjero— el cultivo serio de la ciencia
-constituye razonable negocio.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_21" href="#FNanchor_21" class="label">[21]</a>
-Conocida es la frase célebre de Bonaparte pronunciada ante el Consejo
-de Estado cuando era Cónsul: «Si el hombre no envejeciera, desearía que
-se pasase sin mujer».</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_22" href="#FNanchor_22" class="label">[22]</a>
-Aludimos aquí especialmente a los efectos de la concentración mental
-y del trabajo intensivo, capaces de convertir al sabio en perpetuo
-distraído, tan flojo y descuidado en la educación de sus hijos como en
-la administración de sus bienes.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_23" href="#FNanchor_23" class="label">[23]</a>
-Podríamos citar más de veinte jóvenes de gran capacidad y excelente
-preparación cuya labor inquisitiva, apenas empezada, naufragó con el
-matrimonio. Actualmente, y por lo que toca a la biología, casi todos
-nuestros mejores productores son célibes.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_24" href="#FNanchor_24" class="label">[24]</a>
-Citado por el notable profesor Pou y Orfila en un excelente folleto
-donde trata del estudio de la Anatomía: <i>Observaciones sobre la
-enseñanza de la Medicina</i>. Montevideo, 1906.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_25" href="#FNanchor_25" class="label">[25]</a> El
-culto a la consecuencia, que en política pasa por virtud, en ciencia
-resulta casi siempre señal inequívoca de orgullo o de cortedad de
-luces. La variabilidad es uno de los rasgos que mejor traducen la
-honradez del investigador. En nuestro concepto, quien no sepa abandonar
-una opinión falsa se declara a sí mismo necio, viejo o ignorante;
-porque, en efecto, solo los tontos, los decrépitos y los que no leen,
-se obstinan en el error. Los consecuentes a ultranza parecen declarar
-con su olímpico desdén a toda novedad científica: «valgo y sé tanto,
-que todo cuanto la ciencia descubra no me hará corregir en un ápice
-mis opiniones». El cerebro es un árbol cuyo ramaje se desarrolla y
-complica con el estudio y la meditación; pretender, pues, que en
-materias opinables no cambie, es querer que el árbol futuro no pase de
-arbusto o no críe jamás ramas torcidas. La ciencia nos enseña que el
-hombre, en el transcurso de su vida, se renueva material y mentalmente
-muchas veces; que en la vida individual hay diversos <i>avatares</i>
-que llegan casi a interrumpir la continuidad de la conciencia y el
-sentimiento de la propia personalidad. Las nuevas lecturas y la mudanza
-del medio moral e intelectual cambian y mejoran continuamente el
-ambiente interior y depuran y refinan nuestros juicios. Transcurridos
-los cincuenta años, ¿quién se atreverá a defender sinceramente todas
-las concepciones de su personalidad de los veinte, es decir, del pensar
-de la juventud inexperta y generosa?</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_26" href="#FNanchor_26" class="label">[26]</a>
-Piadosa con los viejos, la naturaleza ha otorgado al cerebro el excelso
-privilegio de resistir más que ningún órgano al implacable proceso de
-la degeneración.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_27" href="#FNanchor_27" class="label">[27]</a>
-Hoy nos preocupamos de la autonomía universitaria. Está bien. Mas
-si cada profesor no mejora su aptitud técnica y su disciplina
-mental; si los Centros docentes carecen del heroísmo necesario para
-resistir las opresoras garras del caciquismo y favoritismo extra e
-intrauniversitario; si cada maestro considera a sus hijos intelectuales
-como insuperables arquetipos del talento y de la idoneidad, la flamante
-autonomía rendirá, poco más o menos, los mismos frutos que el régimen
-actual. ¿De qué serviría emancipar a los profesores de la tutela del
-Estado, si estos no tratan antes de emanciparse de sí mismos, es decir,
-de sobreponerse a sus miserias éticas y culturales? El problema central
-de nuestra Universidad no es la independencia, sino la transformación
-radical y definitiva de la aptitud y del ideario de la comunidad
-docente. Y hay pocos hombres capaces de ser cirujanos de sí mismos. El
-bisturí salvador debe ser manejado por otros.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_28" href="#FNanchor_28" class="label">[28]</a>
-El relato de los extranjeros que visitaron España en la época de su
-grandeza o en el comienzo de su declinación, y los testimonios de
-nuestros escritores de los siglos <span class="asc">XVI</span> y
-<span class="asc">XVII</span>, demuestran que nuestra preponderancia
-en Europa fue meramente militar y no cultural. Ciencia, Industria,
-Agricultura, Comercio, todas las manifestaciones del espíritu y del
-trabajo eran en la época de los Reyes Católicos y de Carlos V sumamente
-inferiores a las del resto de Europa. Citando un caso entre mil, Simón
-Abril, en sus <i>Apuntamientos a Felipe II</i>, se lamentaba ya de
-que careciéramos de matemáticos, «con afrenta de la nación y gran
-perjuicio de la república, pues España debe ir a buscar los ingenios a
-extrañas naciones, con daño grave del bien público». Avergüenza saber
-que casi todos nuestros generales y almirantes de las guerras de Italia
-y Flandes fueron extranjeros. Cristóbal de Villalón, que escribió
-también en el siglo de oro de nuestra historia, se lamenta, amén de
-los defectos del carácter nacional, de la mediocridad de nuestros
-gramáticos y humanistas, muy inferiores a los extranjeros. (Véase su
-<i>Viaje de Turquía</i>.)</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_29" href="#FNanchor_29" class="label">[29]</a> En la
-cuenca del Ebro (Aragón especialmente), la columna del pluviómetro rara
-vez alcanza 300 milímetros, y en Murcia y Almería es raro el año en que
-se eleva a 250. En cambio, en todo el litoral cantábrico pasa de 1.500;
-a veces sube a 2.000.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_30" href="#FNanchor_30" class="label">[30]</a> La
-cifra de 40 millones supuesta por algunos, y sobre todo por Macías
-Picavea, representa pura fantasía. Si hoy, no obstante el florecimiento
-industrial de algunas regiones, el ensanche creciente de las ciudades,
-el progreso notable de la agricultura y de la minería, etc., nuestro
-territorio no produce mantenimientos ni aun para los 20 millones de
-habitantes que lo pueblan, ¿por qué arte milagroso pudo antaño mantener
-40 millones (no los tiene todavía la riquísima Francia) con un suelo
-en gran parte sin roturar y con ciudades —salvo alguna excepción—
-reducidísimas, según atestiguan todavía las murallas subsistentes de
-las más populosas?</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_31" href="#FNanchor_31" class="label">[31]</a>
-Antes de Buckle fueron muchos los extranjeros que atribuyeron nuestra
-decadencia a la exaltación del principio religioso y al desprecio
-de las artes útiles. Recuérdese, entre otras, la observación de
-Montesquieu: «Mirad una de sus bibliotecas (las de España): las novelas
-por un lado, y la escolástica por otro, ¿no es verdad que todo ello
-parece obra de algún secreto enemigo de la razón humana?» Gráfica
-es también esta frase de Voltaire: «La Inquisición y superstición
-perpetuaron aquí (en España) los errores escolásticos; las matemáticas
-fueron tan poco cultivadas de los españoles, que en sus guerras
-emplearon siempre ingenieros italianos». Juicio análogo dejamos
-estampado ya de nuestro Simón Abril, escritor de la época de Felipe
-II.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_32" href="#FNanchor_32" class="label">[32]</a>
-Recuérdese la célebre polémica sostenida entre Sanz del Río, Revilla,
-Perojo, etc., por un lado, y los tradicionalistas, reforzados con el
-valioso apoyo de Menéndez Pelayo, por otro. Los krausistas sostenían
-que el espíritu español se había desarrollado solo parcialmente,
-desdeñando la razón y el entendimiento, y que, no habiendo existido
-ciencia ni filosofía españolas, la historia de estas disciplinas podía
-hacerse sin citar otros nombres que los de los marinos heroicos que
-descubrieron las Américas y dieron la vuelta al mundo. Al contrario,
-los tradicionalistas afirmaban que durante el siglo de oro habíamos
-creado ciencia y filosofía altísimas y originales, y que ello se
-debió, en gran parte, al fervor religioso y al despotismo paternal
-de los reyes. En cuanto a mi humilde opinión, formada después de
-pesar serenamente los argumentos de entrambas escuelas, coincide
-casi completamente con el juicio de un escritor francés imparcial de
-nuestros días. Dusolier, que siguió con interés los incidentes de la
-famosa controversia, afirma: «Contrariamente a los asertos, demasiado
-modestos o demasiado desdeñosos, de la escuela krausista, creemos
-<i>que ha existido, en efecto, una ciencia y una filosofía españolas;
-pero pensamos también que todo el talento de Menéndez Pelayo no
-basta para probar que esta filosofía y esta ciencia hayan sido muy
-importantes</i>». Dusolier: «Aperçu historique sur la Médecine en
-Espagne», etc. París, 1906. Con relación a las matemáticas, el mayor
-de nuestros actuales geómetras, el señor Rey Pastor, hace notar, en
-bien documentado discurso, que nuestros geómetras del siglo de oro y
-siguientes trabajaron a menudo sin conocer suficientemente las grandes
-conquistas matemáticas del Renacimiento, singularmente las debidas a
-los sabios italianos, franceses e ingleses.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_33" href="#FNanchor_33" class="label">[33]</a>
-Cristóbal de Villalón, a quien debe considerarse como el precursor de
-nuestros modernos regeneradores, decía ya un poco crudamente en el
-siglo <span class="asc">XVI</span> (<i>Viaje de Turquía</i>), aludiendo
-al orgullo e insolencia hispanos: «Entre todas las naciones del mundo
-somos los españoles los malquistos de todos, y con grandísima razón,
-por la soberbia, que en dos días que servimos queremos ser los amos,
-y si nos convidan una vez a comer alzámonos con la posada». Villalón
-tuvo también una visión muy certera de la esterilidad de nuestro
-suelo y de nuestra penuria militar cuando, comparando España con
-Italia, preguntaba: «¿Paréceos que podría mantener tantos ejércitos
-como Italia? Si seis meses anduviesen cincuenta mil hombres dentro la
-asolarían, que no quedase hanega de pan ni cántaro de vino, etc.» Y si
-esto se escribía por un español patriota en tiempos de Felipe II, ¿cómo
-extrañarnos de que durante reinados posteriores hayan repetido lo mismo
-numerosos extranjeros?</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_34" href="#FNanchor_34" class="label">[34]</a>
-Sabido es que el verbo <i>cerrar</i>, tan expresivo de nuestro grito de
-guerra, significa <i>embestir</i>, <i>acometer</i>. Pero el pensamiento
-de Bunge, de que España vivió casi aislada de las naciones cultas, es,
-desgraciadamente, verdadero, y por eso lo citamos.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_35" href="#FNanchor_35" class="label">[35]</a>
-Por lo demás, Saavedra participaba, como no podía menos, de los
-sentimientos y prejuicios de su época. Ni se ha de olvidar que en sus
-<i>Empresas</i> defiende el interés egoísta del príncipe, no siempre
-coincidente con el de la nación. Hay, pues, que perdonarle sentencias
-como estas: «La ruina de un Estado es la libertad de conciencia... Muy
-quietos y felices viven los esguízaros que no se ejercitan mucho en las
-ciencias... Sobran Universidades... Con la atención de las ciencias
-se enflaquecen las fuerzas y envilecen los ánimos... Con el estudio
-se crían melancólicos los ingenios; aman la soledad y el celibato»,
-etc.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_36" href="#FNanchor_36" class="label">[36]</a> Estos
-intereses fueron casi del todo abandonados, salvo alguna excepción,
-al advenir la dinastía austriaca. Y estoy muy cerca de pensar que la
-independencia española acabó prácticamente con los Reyes Católicos y
-el Cardenal Cisneros. Después, con excepción de algunos períodos de
-cordura patriótica, fuimos a remolque de las ambiciones dinásticas y de
-las codicias de monarcas que recibían a menudo el santo y seña de las
-cortes extranjeras.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_37" href="#FNanchor_37" class="label">[37]</a>
-Si la teoría de la superioridad de las razas hiperbóreas de Europa,
-creada por el ingenuo francés Gobineau y coreada por sajones y alemanes
-para su glorificación, hubiera detenido a los japoneses, a estas
-fechas careceríamos de la prueba más decisiva acerca de la eficacia
-del contagio y de la imitación, como generadores de la grandeza de
-un pueblo. La ciencia, el arte, la industria y la milicia habrían
-perdido colaboradores soberanos. Y nosotros los médicos no podríamos
-aplaudir, entre otras vidas gloriosas, la de un Kitasato, descubridor
-del microbio de la peste bubónica y fundador, con el alemán Behring y
-el francés Roux, de los principios de la seroterapia.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_38" href="#FNanchor_38" class="label">[38]</a>
-Han seguido después, con inesperado apoyo de la opinión pública,
-la <i>Residencia de Estudiantas</i>, dirigida por la incomparable
-educadora María de Maeztu, la <i>Residencia de párvulos</i>, y, en fin,
-el <i>Instituto-Escuela</i>, que aspira a ser una Escuela-liceo de tipo
-europeo, donde se junten las excelencias de una instrucción selecta
-encomendada a profesores eméritos, con los beneficios de una sana y
-confortadora educación del cuerpo y del espíritu.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_39" href="#FNanchor_39" class="label">[39]</a> La
-guerra ha disminuido notablemente esta cifra, con daño grave para la
-celeridad de nuestro progreso científico e industrial.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_40" href="#FNanchor_40" class="label">[40]</a> No
-por unas docenas, como solemos nosotros, por centenas se cuentan los
-japoneses pensionados en Berlín, Viena, Londres y París. Aún hoy, en
-que el Imperio del Sol naciente ha recogido ya frutos gloriosos de su
-educación europea, existen en Berlín más de 400 pensionados japoneses.
-¿Cuántos de ellos se contarán en Inglaterra, Francia y los Estados
-Unidos? Trátase de un formidable ejército de intelectuales que asaltan
-los laboratorios, devoran los libros de ciencia y laboran heroicamente
-por la hegemonía intelectual y política de su país.</p>
-
-<p class="ti1">El éxito japonés ha contagiado a la China, que
-prepara su renacimiento intelectual sosteniendo en el Japón 10.000
-estudiantes becarios, 600 en los Estados Unidos y unos 300 en Europa,
-con delegaciones permanentes en estos países para vigilarlos y
-cuidarlos.</p>
-
-<p class="ti1">(Esto se escribía en 1913. Claro es que la horrenda
-guerra europea habrá acarreado en estos países iguales deplorables
-consecuencias que en España.)</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_41" href="#FNanchor_41" class="label">[41]</a> En
-Alemania los jóvenes suelen entrar en la Universidad a los diez y ocho
-o veinte años, para abandonarla a los veintisiete o veintiocho; porque
-aunque la ley señala un mínimo de cinco años de estudios académicos
-y otro de voluntariado en otras Universidades (en junto seis años),
-la formalidad y reflexión del estudiante tudesco, admirablemente
-secundadas por la previsión del padre de familia, le llevan a
-prolongar la carrera, ampliando el conocimiento de las disciplinas más
-importantes o de aquellas para las cuales siente viva predilección.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_42" href="#FNanchor_42" class="label">[42]</a>
-Las noticias que hemos podido procurarnos de Chile y de la Argentina
-revelan que, exceptuados unos pocos profesores alemanes, atenidos a su
-misión de crear e inocular la ciencia, los demás, es decir, la inmensa
-mayoría, fueron arrollados por la fiebre del negocio, a que pocos
-emigrantes resisten.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_43" href="#FNanchor_43" class="label">[43]</a>
-Después de la guerra mundial, es casi seguro que aumentará en
-proporciones considerables el éxodo de los sabios, a causa de agobios
-económicos insoportables en Alemania, y desconocidos o muy atenuados en
-las naciones neutrales.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_44" href="#FNanchor_44" class="label">[44]</a> El
-método actual de invitar a ciertas lumbreras extranjeras para dar
-algunas conferencias en nuestros centros docentes, lo consideramos poco
-provechoso. Es preciso que el sabio invitado profese por lo menos un
-curso y que, asistido del material necesario, enseñe a sus discípulos
-la técnica de la investigación.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_45" href="#FNanchor_45" class="label">[45]</a> Los
-brillantes resultados obtenidos por Italia mediante el método de la
-importación de sabios extranjeros se debió sin duda a la excelencia de
-los mismos; pero esta excelencia obedeció a condiciones difícilmente
-renovables. Aparte el culto del alemán hacia la patria del arte, la
-comodidad y brevedad del viaje, el conocimiento casi general entre los
-tudescos ilustrados de la lengua italiana, etc., en el éxito influyó
-sobremanera la Revolución alemana del pasado siglo con la reacción
-subsiguiente, la cual obligó a expatriarse a muchos hombres de mérito
-tachados por sus ideas liberales. Actualmente Italia, consciente
-de su robustez intelectual, utiliza exclusivamente el método del
-pensionado.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a id="Footnote_46" href="#FNanchor_46" class="label">[46]</a>
-Hoy añadiría también a los <i>políticos de altura</i>. Una ley que
-excluyera irrevocablemente de los Consejos de la Corona a todo político
-que no hubiera permanecido por lo menos tres años en las escuelas
-extranjeras (singularmente en las de Alemania, Inglaterra y Francia),
-sería decisiva para el éxito de nuestra renovación cultural, agrícola
-e industrial. Si esto se hubiera hecho antes del 98, habríase evitado
-la pérdida de las Colonias; porque, aparte otros factores de que no
-debo ocuparme aquí, casi ninguno de nuestros ministros y generales
-de entonces tenía la menor idea del arrollador poderío marítimo,
-militar e industrial de los Estados Unidos. Nadie está capacitado para
-salvaguardar eficazmente los intereses de su patria, si previamente
-no conoce a fondo las fuerzas políticas y los recursos morales y
-materiales de las ajenas naciones.</p>
-
-</div>
-
-<hr class="chap" />
-
-
-<hr class="full" />
-
-<div style='display:block; margin-top:4em'>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK REGLAS Y CONSEJOS SOBRE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA ***</div>
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-Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg&#8482;
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-Project Gutenberg&#8482; is synonymous with the free distribution of
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-exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations
-from people in all walks of life.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-Volunteers and financial support to provide volunteers with the
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-goals and ensuring that the Project Gutenberg&#8482; collection will
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-Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see
-Sections 3 and 4 and the Foundation information page at www.gutenberg.org.
-</div>
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-<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'>
-Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
-</div>
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-The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non-profit
-501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
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-</div>
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-Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up
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-and official page at www.gutenberg.org/contact
-</div>
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-Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
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